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Full text of "I. Origen de los indios de América. II. Origen y civilization de los indígenas del Perú"

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ORiliiN  Di  LUS  IliUS  DB  ÍMIRICA 


II 


OaiCill  I  CillLIUtliES  lE  US  lilGEMS  DEL  PiÓ 


I 


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CARLOS  PRINCE 


MIGEN  DE  LOS  INDIOS 

DE  AMÉRICA 
II 

OKEÜ  í  CIllClIS  DI  IOS  ISDÍGIIIS 

DEL  PERÜ 


^•PJjjjuA 


LIMA 
IMPRESO    EN    CASA    DEL.   AUTOR 

CALLE  DE  POLVOS  AZULES  No.  173 

191  5 


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A  MIS  HIJAS 


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Qí¡5ÍS5t)í55í¡Si>í¡píJÍ»*^ 


PREÁMBULO 


ORIGEN    DEL    HOMBRE 

§  I        . 

5jNTES  de  entrar  en  materia  sobre  la  antropogenía 
MS  del  Hombre,  ei  oportuno  formarse  tina  idea  de  las 
1^^  causas  creadoras  6  productoras  del  Qniverso,  para 
lo  cual  precisa  exponer  algunas  hipótesis  formula- 
das por  los  sabios,  siendo  las  principales  la  de  Mr.  Laplace 
y  la  de  Mr.  Faje,  que  trascribimos  en  seguida. 

El  notable  y  profundo  astrónomo  y  físico  Mr.  Laplace 
en  su  obra  Bxposition  du  Monde,  establece  la  teoría  de  la 
formación  del  sistema  planetario,  y  lo  resume  en  los  siguien- 
tes términos: 

"  En  un  principio  la  materia  del  Sol  y  de  todos  los  cuer- 
pos del  sistema  planetario,  estaba  difundida  y  extendida  en 
un  estado  gaseoso,  llenando  todo  el  espacio  que  ahora  ocu- 
pan esos  cuerpos,  y  tomando  la  forma  y  condiciones  de  una 
nebulosa,  sometida  á  un  movimiento  de  rotación.  Este  mo- 
vimiento había  de  producir  una  condensación  de  la  materia 
hacia  el  centro,  formándose  así  un  núcleo  que  es  el  origen 
del  Sol.  Continuando  la  condensación  de  la  materia,  el 
movimiento  de  rotación  hubo  de  ser  cada  vez  más  rápido,  y 
la  nebulosa  se  aplanó  fuertemente  por  los  polos  y  se  exten- 
dió en  el  plano  del  Ecuador,  separándose  varias  zonas  de 
vapor  á  diferentes  distancias  del  centro.    Ea  estas  zonhs  se 

fonaaroo  oücUos  secundariosi  que  participaban  del  mori* 


PRBÍUIAVLÚ 


miento  general  de  la  nebulosa,  y  faeron  el  origen  de  los 
planetas,  uno  de  ellos  la  Tierra.  Es  toa  núcleos  planetarios 
se  convirtieron  así  en  centro  de  nebulosas  secundarias,  sepa- 
rándose de  ellos,  de  la  misma  manera,  la  materia  que  había 
de  formar  los  satélites.  Aislada  y  separada  la  nebulosa  so- 
lar, la  materia  de  la  Tierra  ocupaba,  por  su  estado  gaseoso, 
un  espacio  inmenso  que  se  extendía  millares  de  leguas.  Pero 
sometida  al  mismo  movimiento  de  rotación,  después  del 
desprendimiento  de  la  Luna,  debió  de  irse  condensando  sin 
cesar,  y  adquiriendo,  cada  vez,  más  pronunciado  el  carácter 
luminoso  y  las  demás  condiciones  que  distinguen  al  Sol.  Bra 
entonces  la  Tierra  un  astro  brillante  por  sí  mismo,  en  cuyo 
estado  hubo  de  permanecer  el  inmenso  lapso  de  tiempo  ne- 
cesario para  que,  por  la  condensación  constante  de  la  mate- 
ria, se  redujese  próximamente  á  sus  dimensiones  actuales  de 
60°  que  tienen  los  espacios  interplanetarios  en  que  gira;  se 
•enfriase  lentamente  su  superficie  y  perdiese  poco  á  poco  su 
carácter  luminoso,  hasta  quedar  completamente  apagada 
por  el  enfriamiento  y  solidificaciói  de  una  película  tenue  ex- 
terior, quedando  su  centro  en  ignición.  La  Tierra  pasó  de 
esta  manera  á  ser  un  cuerpo  opaco,  en  cuyo  estado  entra 
plenamente  su  estudio  en  el  dominio  de  la  Geología." 

Posteriormente  el  sabio  Mr.  Faye  ha  rebatido  la  teoría 
de  Mr.  Laplace,  sustituyéndola  por  otra  más  en  conformi- 
dad con  los  recientes  des:ubrimientos  astronómicrs,  y  con- 
densando su  opinión  al  respecto,  dice: 

**  El  Universo,  en  su  origen,  se  reducía  á  un  caos  comple- 
to, excesivamente  enrarecido,  constituido  por  todos  los  ele- 
mentos de  la  química  terrestre,  más  ó  menos  revueltos  y 
confundidos.  Estos  materiales,  sometidos  entonces  á  sus 
mutuas  atracciones,  se  hallaban  desde  un  principio  anima- 
dos de  movimientos  que  provocaron  su  separación  en  lienzos 
6  nubes.  Estas  conservan  un  movimiento  de  traslación  rá- 
pido y  revoluciones  intestinas  extremadamente  lentas.  Es* 
tas  minadas  de  nubes  caóticas  han  dado  nacimiento,  por 


omiC^KN  DKL  HOMBHE 


vía  de  condensación  progresiva,  á  los  distintos  Mandos  que 
forman  el  Universo." 

Cada  uno  de  estos  Mundos  tiene  su  especial  y  propia 
atmósfera.  El  Globo  6  la  Tierra  que  habitamos  se  halla 
rodeada  por  dos  iflaídos  sutiles  y  elásticos:  el  aire  puro  ó 
gas  oxígeno  y  el  gas  ázoe;  siendo  ambos  fluidos,  según  el 
notable  geógrafo  Malte-Brun:  **E1  inmenso  laboratorio 
exterior  de  la  Naturaleza,  que  reúne  los  diferentes  gases  que 
exhala  el  Globo,  los  destila,  satura,  descompone  y  volatili- 
za, 6  los  condensa  y  precipita  por  medio  de  operaciones  y 
leyes  físicas."  El  aire  se  compone  de  79  partes  de  gas  ázoe, 
21  de  gas  oxígeno,  algunas  milésimas  partes  de  ácido  car- 
bónico y  una  pequeñísima  parte  de  agua  en  estado  de  va- 
por, que  varía  con  la  temperatura  de  la  atmósfera.  Entre 
estos  gases,  el  oxígeno  es  el  indispensable  para  la  respira- 
cióo;  el  gas  carbónico  alimenta  los  vegetales,  que  lo  absor- 
ben, y  derrama  el  oxígeno.  La  altura  de  la  atmósfera  varía 
en  los  diferentes  climas,  siendo  menos  elevada  cuanto  más 
se  aproxima  á  los  polos,  y  más  elevada  en  los  climas  tropi 
cales,  donde  suele  alcanzar  hasta  la  altura  de  catorce  le- 
guas. 

(ífe 

Los  geólogos  dividen  la  Creación  en  cinco  grandes  Perío- 
dos ó  Edades  geológicas:  Primordial,  Primaria,  Segun- 
daria, Terciaria  y  Cuaternaria,  correspondiendo  á  estas 
cinco  Edades,  cinco  capas  de  terreno  diferentes^ 

En  la  Edad  Primordial  se  enfrió  lentamente  el  Globo 
Terrestre,  formando  cortezas  delgadas  que  los  geólogos  de- 
nominan terrenos  platónicos  6  primitivos,  6  sean  capas  de 
roca  granítica. 

En  la  Edad  Primaria  se  formaron  cuatro  capas  de- 
nominadas: terreno  silúrico,  terreno  devoniano^  terreno 
carbonífero  y  terreno  permiano.  En  el  primero  apareció 
la  vegetación  en  estado  embrionario  (algunas  algas  mari- 


4  PRÉÍMBÜLO 


lía»);  en  el  segundo,  lo8  fósiles  de  vegetales  y  animales  (zoo- 
fitos,  moluscos);  en  el  tercero,  fósiles  de  animales  vertebra- 
dos (pocen);  y  en  el  cuarto,  vegetación  en  su  completo  de- 
senvolvimiento, en  cuya  época  se  formó  también  el  último 
terreno,  en  el  que  desarrolló  y  perfeccionó  la  vegetación  y 
los  seres  animales. 

£n  la  Edad  Segundaria  los  terrenos  esíán  divididos  en 
tres  capas:  el  triaco,  t\  jurídico  y  el  cretáceo  En  el  primero, 
se  encuentran  reptifes  fosilizados,  principalmente  los  gran> 
des  lagartos  y  enormes  ranas;  en  el  segundo,  grandes  y  des- 
proporcionados reptiles  anfibios;  y  en  el  tercero,  aparecieron 
los  mamíferos  viviperos. 

En  la  Edad  Terciaria  los  terrenos  están  también  divi- 
didos en  tres  capas:  el  eoceno^  (comienzo  de  la  vida);  el  mio- 
ceno (mitad  de  la  vida),  y  el  plioceno  (vida  completa).  En 
este  último  Período  vivieron  los  grandes  paquidermos,  como 
el  mammouth,  el  oso  de  las  cavernas  y  otros;  y  en  los  terrenos 
de  ese  mismo  Período  se  han  encontrado  restos  humanos, 
objetos  de  pedernal  y  otros  análogos,  lo  que  prueba  que  al 
lado  de  los  paquidermos  vivía  también  el  Hombre. 

En  la  Edad  Cuaternaria  los  terrenos  se  dividen  en  dos 
capas:  postpHoceno  y  reciente,  caracterizados  como  el  Pe- 
ríodo de  grandes  diluvios,  á  la  vez  que  de  un  notable  des- 
censo de  la  temperatura.  Ya  en  este  mismo  Período,  la 
existencia  del  Hombre  está  fuera  dé  duda,  pues  es  un  hecho 
comprobado. 

rife 

Los  geólogos  confirman  que  el  Hombre  ha  existido  des- 
de el  período  Plioceno,  que  es  el  llamado  Glacial  ó  de  tran- 
sición entre  la  Edad  Terciaria  y  la  Cuaternaria.  Pero  esta 
teoría  no  está  del  todo  confirmada,  porque  algunos  paleon- 
tólogos sostienen  que  en  ese  mismo  Período  no  existía  el 
Hombre  perfecto,  sino  el  antropóide  homínido,  es  decir,  un 
•er  antropomorfo  semejante  al  Hombre  pero  que  carecía  del 


ORiGEN  í)fíL  HOMB^fí 


nso  de  la  palabra  (1).  Sólo  con  el  tranicurso  de  un  lapso 
may  largo  de  tiempo,  dicen  esos  mistnoi  paleontólogo»,  eie 
ser  antropóide-homínido  fné  gradualmente  evolucionando  y 
modificándose  progresivamente,  hasta  que  apareció  el  Hom- 
bre en  estado  relativamente  perfecto.  Este  perfeccionamien- 
to, dicen,  aconteció  en  la  Edad  Cuaternaria. 

Si  pretendiéramos  investigar  las  muchas  opiniones  que 
se  han  suscitado  acerca  del  origen  del  Hombre,  esta  inquisi- 
ción nos  conduciría  demasiado  lejos;  por*  consiguiente,  nos 
limitaremos,  tan  lólo,  á  reproducir  lo  asentado  por  algunos 
sabios  acerca  de  este  enmarañado  esquema. 

efe 

Darwin,  Quatrefages,  Huxley,  Haekel,  Taylor,  Floureus, 
Paniagua  y  otros,  sientan  la  teoría  de  que  el  Hombre  pro- 
cede directamente  del  mono  ( antropomorfo )  por  efecto  de 
la  evolución  sintética  ó  desarrollo  progresivo  de  los  órga- 
nos en  sus  formas  internas  y  externas. 

Hatkel  cree  que  ha  existido  un  ser  intermedio  entre  el 
mono  y  el  Hombre,  ser  que  él  denomina  phitecanthropus 
ó  mono-hombre,  (alalus,  es  decir,  sin  habla),  predecesor 
del  tipo  humano,  que  vivió,  supone  él,  en  el  período  Plioce- 
no.  Pero,  esta  hipótesis  no  ha  tenido  plena  confirmación, 
hasta  que  el  profesor  de  geología  de  la  Universidad  de  Ams- 
terdam,  Mr.  Dubois,  hiciera  el  descubrimiento,  en  1894,  en 
las  orillas  del  río  Bangawan  (isla  de  Java),  de  restos  anti- 
quísimos correspondientes  á  uña  época  intermediaria  entre 


( 1 )  Un  hecho  curioso  es  el  siguiente:  últimamente  los  doctores  Fur- 
ncss  y  Witmer,  de  Flladelfia,  han  tratado  de  enseñar  á  dos  monos  orangu- 
tanes que  tienen,  á  razonar  y  á  articular  algunas  palabras,  mediante  la 
influencia  que  el  contacto  con  los  seres  humanos  produce  en  estos  anima- 
les: lo  han  logrado,  consiguiendo  que  esos  orangutanes  pronuncien  con 
toda  claridad  palabras  de  dos  sílabas,  como  v.g.  papa,  cópá,  etc.,  y  tienen 
esperanza  de  enseñarles  á  hablar  frases  completas,  á  medida  que  logren 
que  lu  cerebro  é  inteligencia  so  perfeccionen. 


&  puniíínvho 


las  Edadca  Terciaria  y  Cuaternaria  ( Plioccna ).  Eite  detcu- 
brimiento  de  Mr.  Daboii  produjo  caluroiai  discusioneg  entre 
los  labioi  geólogo!,  puei  mientrai  unoi  aseguraban  que 
esos  restoB  pertenecían  al  tipo  antropóide,  otroi  opinaban 
que  eran  vestigios  del  Hombre,  y  algunos  sostenian  que  per- 
tenecían al  tipo  intermedio  señalado  por  Hsekel. 

''Se  ha  querido  encontrar  el  punto  preciso  de  yuxtaposi- 
ción entre  el  mono  y  el  Hombre,— dice  A,  de  Paniagua  en  su 
obra  La.  Genese  de  THomme y— pero  este  punto  probablemen- 
te no  existe.    La  evolución  se  ha  producido  por  diferencias 
progresivas:  para  tomar  la  filiación,  no  se  debe  considerar 
dos  individuos  más  ó  menos  aproximados,  sino  la  serie  de 
los  intermediarios.    Entre  el  mono  y  el  Hombre  faltan  los 
puntos  de  sucesión  exacta,  pero  algunos  restos  de  los  gran- 
des antropóides  y  los  homínidos  fósiles,  son  tantas  nor- 
mas (raras,  es  cierto),  que  facilitan  el  camino  á  seguir  y 
acercan  las  distancias,  haciendo  ver,  de  una  parte,  que  los 
antropóides  estaban  ya  dotados  de  órgaáos  perfectos,  y,  de 
otra  parte,  que  los  homínidos  primitivos  eran  seres  casi  si- 
mios  La  evolución  humana,  en  un  principio,  se  ha  produ- 
cido con  una  extrema  lentitud,  y  antes  de  la  aparición  del 
Hombre  en  estado  relativamente  perfecto,  ha  sucedido  una 
larga  serie  de  homínidos  primitivos,  menos  acabados,  pero 
que  se  han  ido  sucediendo,  mejorándose  progresivamente." 
En  seguida  este  naturalista  hace  una  larga  disertación  so- 
bre las  semejanzas  y  similitudes  de  los  órganos  de  los  gran- 
des antropóides  y  los  homínidos,  y  concluye  formulando  con 
Hsakel,  la  conclusión  de  que  "en  el  cuerpo  del  Hombre  no 
hay  un  solo  órgano  que  no  provenga  del  mono  y  por  el 
mono,  y  que  el  Hombre  posee  los  mismos  órganos  que  aquel, 
apesar  de  presentar  algunas  desemejanzas,  las  que,  precisa- 
mente, establecen  la  diferencia  que  existe  entre  ambos  seres, 
pues  si  esas  desemejanzas  no  existieran,  el  Hombre  sería 
moño  ó  el  mono  sería  H  ombre.'' 

En  concordancia  con  esta  teoría,  conTÍene  declarar,  te- 


OftIGBN  DEL  líOMBRK 


gúa  opinan  Ipa  naturalistas,  qae  el  Hombre  es  un  animal 
racional.  El  gran  botánico  Linneo,  en  su  Amosaitates  Aca- 
demicse,  no  separa  genéricamente  al  Hombre  de  los  monos 
antropóides,  como  el  orangután,  el  chipanzé,  el  gorila  y  el 
gibón,  con  los  cuales  le  confunde  en  un  mismo  grupo  bajo  la 
denominación  común  de  homo  est  animal  rationale  ( como 
ha  dicho  Aristóteles ),  haciendo  de  él  una  especie  caracteri- 
«ada,  dándole  el  nombre  de  homo  sapiens  6  sea  hombre  sa- 
bio, pensador. 

No  es  nuestro  ánimo  el  combatir  las  opiniones  de  los  sa- 
bios que  hemos  citado,  tocante  al  origen  del  Hombre;  pero 
al  profundizar  loa  arcanos  de  la  Creación,  haremos,  no  obs- 
tante, la  ligera  observación  que  sigue: 

Si  esos  sabios  presentan  al  Hombre  como  un  animal  y  lo 
designan  con  el  epíteto  de  animal  racional  creemos  que  ese 
epíteto  no  es  justificado  en  un  todo,  porque  el  Hombre  no 
raciocina  en  todas  las  épocas  de  su  vida  y  sólo  adquiere  el 
raciocinio  cnltivando  con  esmero  sus  facultades  intelectua- 
les; por  lo  mismo,  débesele  dar  el  calificativo  de  animal  sus- 
ceptible de  ratón,  Y  para  ser  más  precisos  en  esa  definición, 
suponemos  que  el  Hombre  no  es  simplemente  un  animal 
racional,  sino  un  ser  mixto  ó  medio,  colocado  entre  la  ma- 
teria y  el  espíritu,  y  que  raciocina  llegando  á  la  edad  en  que 
se  desarrollan  todas  sus  facultades  mentales.  Bl  Hombre, 
por  la  inteligencia  que  puede  adquirir,  ea  considerado  «el  rey 
de  los  animales  y  el  agente  de  la  Creación,»  porque  él  domi- 
na á  los  animales  más  salvajes,  sometiendo  á  su  ley  no  so- 
lamente los  seres  más  corpulentos  como  la  ballena,  el  ele- 
fante, sino  también  los  más  fieros  como  el  león,  el  tigre  y 
todos  los  demás  animales,  haciéndolos  servir  para  todas  sus 
necesidades;  la  tierra  igualmente  le  paga  contribución,  pues 
que  la  despoja  de  los  productos  de  su  seno;  domina  el  aire  y 
los  mares;  no  escapando,  en  fin,  nada  á  su  penetración  y 
perspicacia,  cualidades  que  sólo  dependen  de  su  razón»  Por 
consiguientef  nos  parece  que  para  estar  en  lo  juatOt  debe  ea« 


8  PREÁMBULO 


lifícarse  al  Hombre  como  uú  ser  animal,  mixto,  susceptible 
de  razón. 

M.  de  Quatrefages,  en  sa  Phisiologie  comparée:  Meta- 
morpbqses  de  THomme  et  des  Animaux,  reconoce  asimii- 
mo,  qne  bajo  el  punto  de  vista  de  la  organización  física^  el 
Hombre  es  nn  verdadero  animal  dotado  de  los  mismoi  apa- 
ratos, órganos  j  elementos  que  los  antropóidei,  establecien- 
do, definitivamente,  que  la  raza  originaria  de  la  especie  hu- 
mana ha  debido  ser  un  hombre  prognato,  de  piel  amarilla  y 
cabello  rojo. 

Huxley  ( 1 ),  Lubbock;(  2 ),  Taylor  ( 3 ),  Yogt  (4 ),  Shaff- 
hausen  ( 5 ),  Flourens  ( 6 ),  Cleuzion  (  7 ),  Filippi  ( 8 )  y  to- 
dos los  naturalistas  que  han  estudiado  los  restos  humanos 
de  las  Edades  Terciaria  y  Cuaternaria,  han  concluido,  uná- 
nimemente, que  la  rasa  más  antigua  de  que  se  han  encon- 
trado restos,  eran  de  seres  repugnantes,  prognatos  y  doli- 
cocéfalos,  que  llevaban  al  rededor  de  las  órbitas  un  re- 
borde saliente  semejante  á  los  monos,  y  tenían  los  senos 
frontales  muy  desarrollados. 

El  aspecto  grosero  de  sus  circunvalaciones  indica  que 
esa  rasa  era  de  inteligencia  rudimentaria  y  obscura.  La 
región  posterior,  sitio  del  centro  visual,  era  de  gran  desarro- 
llo; por  el  contrario,  los  lóbulos  frontales,  que  no  pueden 
atrofiarse  en  el  hombre  racional,  sin  que  el  resultado  sea 
una  alteración  profunda  de  las  facultades  intelectuales,  eran 
muy  reducidas.   La  conformación  de  la  circunvalación  fron- 


(i)  «La  doctrine  de  rKvolution.» 

(2)  «Condition  primitive  de  rHomtne  et  origine  de  la  cÍTÍlisation.i 

(S )  « Condition  intelectuelle  de  l'Homme  dans  les  ílges  primitifs.» 

( 4 )  « Histoire  primitive  de  THomme.» 

(5)  «Les  questions  anthropologiqaes  de  notre  temps.» 

(6)  «Histoire  naturelle  de  l'Homme  » 

(7)  «La  création  de  THomme  et  les  premlers  ages  de  THumanité.» 

(8)  «L'Homme  ct  Iw  Sloges.i 


ORIGBN  DEL  HOMBRE 


tal,  relacionada  con  el  lengnaje  articulado,  era  tan  reducida 
que  la  facultad  de  la  palabra  tenía  que  ser  muy  restringida. 
Los  naturalistaa  opinan  que  desde  los  comienzos  hubie- 
ron varias  especies  humanas  derivadas  de  padres  distintos. 
Desde  el  punto  de  las  estructuras  de  los  cuerpos,  los  lemu- 
rios,  los  cuadrumanos,  los  monos  y  los  hombres  reunieron 
caracteres  análogos  en  gran  número,  defiriendo  esencial- 
mente por  el  volumen  del  cerebro. 

Ch.  Darwin,  en  su  obra  De  r  Origine  des  Bspéces,  es  de 
opinión  que:  'Xas  innumerables  especies  de  animales,  entre 
ellas  el  Hombre  y  plantas  que  pueblan  la  superficie  del  Glo- 
bo, proceden  todas  de  algunos  tipos  orgánicos  6  de  un  solo 
tipo  primordial  creado  en  un  principio  para  llegar  á  ser  la 
estirpe  común  de  todos  los  seres  vivos.  Los  orígenes  natu- 
rales de  la  Humanidad  se  pierden  ec  el  mundo  indivisible  de 
los  vivientes." 

Desde  luego,  según  opinión  de  este  notable  naturalista, 
no  existe  entre  el  Hombre  y  el  animal  sino  la  diferencia  de 
grado,  pues  el  nacimiento  y  la  muerte  son  iguales  en  el  Hom- 
bre como  en  el  animal;  ambos  tienen  los  mismos  órganos  y 
aparatos,  las  mismas  funciones,  los  mismos  elementos  y  loa 
mismos  fenómencs  se  suceden  en  la  muerte  del  uno  y  del 
otro:  el  corazón  cesa  de  latir,  todos  los  órganos  pierden  sus 
propiedades  y  las  materias  componentes  del  Hombre  son 
idénticas  que  las  del  animal.  "Todo  esto— dice  Darwin— es 
una  prueba  palpable  de  que  no  existe  un  abismo  infranquea" 
ble  entre  el  Hombre  y  el  animal." 

Huxley,  en  su  Doctrine  de  VÉvolution,  ha  probado  qUg 
todos  los  huesos  del  esqueleto  del  Hombre  son  iguales  á  los 
huesos  del  mono,  como  también  sus  músculos,  nervios,  va- 
sos sanguíneos  y  visceras  internas;  que  el  cerebro,  el  más 
importante  de  todos  los  órganos,  sigue  la  misma  ley,  pues 
que  cada  hendidura  y  cada  repliegue  del  cerebro  humano 
son  iguales  á  Ir  s  del  orangután:  empero,  establece  también, 
quQ  el  cerebro  del  Hombre  y  el  del  mono  no  coocuerdan  del 


10  I^RBAMBÜLO 


todo  en  ningúa  período  de  tu  cvolnción,  concordancia  que 
no  puede  esperarse,  porque  de  verificarse,  serían  iguales  las 
facultades  mentales  del  Hombre  y  del  mono.  **Los  monos- 
añade  Darwin— están  sujetos  á  muchas  de  nuestras  enferme- 
dades no  contagiosas:  padecen  catarros,  con  sus  ordinarios 
síntomas,  terminando,  cuando  con  demasiada  frecuencia  se 
repiten,  con  la  tisis;  sufren  también  apoplegías,  itiflamacio- 
nes  y  cataratas.  Los  remedios  producen  en  ellos  los  m'<;mos 
efectos  que  en  el  Hombre Muchas  especies  de  monos  tie- 
nen muy  pronunciado  gusto  por  el  té,  el  café  y  las  bebidas 
espirituosas;  fuman  también  el  tabaco  con  placer/'  Aunque 
estos  hechos  son  de  poca  importancia,  prueban,  empero, 
cuan  semejantes  son  los  nervios  del  gusto  en  el  Hombre  y  los 
monos,  y  que,  en  ambos,  puede  ser  afectado  del  mismo  mo- 
do el  sistema  nervioso. 

El  naturalista  Arturo  Mangin,  en  su  obra  VHomme  et 
V Animal,]  establece  una  diferencia  entre  el  Hombre  y  el  mo- 
no, diciendo:  ''Zoológicamente  hablando,  el  Hombre  se  dis- 
tingue de  los  graades  monos  por  caracteres  anatómicos  y 
físiológicop,  y  se  diferencia  psicológicamente  de  todos  los 
demás  animales  por  facultades  mentales,  de  las  que  varias 
le  son  exclusivamente  propias,  al  paso  que  otras  están  sólo 
más  desarrolladas  en  él  que  en  el  animal." 

Ea  las  remotas  primitivas  Edades,  en  que  se  operóla 
evolución  progresiva,  por  la  cual  el  mono  antropóide  se 
perfeccipnó  gradualmente  hasta  llegar  el  Hombre  al  estado 
de  su  completo  desarrollo,  hay  que  tener  en  cuenta  que  la 
Naturalesa  evolucionaba  vertiginosamente:  la  fauna  y  la 
flora  sufrieron  sucesivas  transtormaciones,  hasta  perderse 
esas  especies  extraordinarias  desconocidns  hoy,  á  la  vee  que 
las  grandes  perturbaciones  cliiiatéricas,  en  la  sucesión  de 
los  siglos,  determinando  el  Período  Cuaternario,  en^ue  apa- 
reció el  Homo  sapiens,  que  es  el  ser  más  perfecto  de  la  Crea* 
don. 


ORIdfiN  B£I^  HOMBRE  11 


rife 

Volviendo,  ahora,  á  la  debatida  cueatión  de  si  el  Hombre 
apareció  en  la  Edad  Terciaria  ó  en  la  Cuaternaria,  ( que  ha 
flido  el  tópico  de  algunos  paleontólogos  y  geólogos)  en  apoyo 
de  esta  cuestiónj  basta  recordar  que  se  ha  descubierto  en  el 
condado  de  Norfolk  (al  Este  de  Inglaterra),  el  esqueleto  de 
un  hombre  que,  se  dice,  ha  pertenecido  á  una  raza  anterior 
á  la  llamada  de  Neanderthal  ( 1 )  enterrado  bajo  una  capa 
geológica  que  hace  remontar  su  origen  más  allá  de  la  raza 
hiperbórica  que  data  de  la  Edad  Terciaria.  Admitiendo  tal 
supuesto,  este  descubrimiento  seria  de  grande  importancia 
bajo  el  aspecto  científico,  y  por  eso  ha  llamado  la  atención 
de  los  sabios  modernos  dedicados  á  esta  clase  de  problemas, 
principalmente  de  Alfonso  Favre,  que  en  su  obra  Éxistence 
de  THomme  á  FÉpoque  Tertiaire,  trata  de  sostener  esta 
misma  opinión. 

La  existencia  del  Hombre  en  la  Época  Terciaria  se  ha  jus- 
tificado últimamente,  en  1911,  con  el  hallazgo  en  un  depósi- 
to de  arcilla  de  Pilk-Down  Common,  cerca  de  Uckfield 
(SusseXj  Inglaterra),  de  un  fragmento  de  quijada  y  de  una 


(1)  El  profesor  T.  A.  Lucas,  presidente  de  la  Sociedad  Biológica  de 
Washington,  invitado  por  el  Schmitsoüian  Institute,  á  dar  su  opinión  al 
respecto,  expuso  en  un  largo  estudio  efectuado  después  del  examen  de  los 
datos  relativos  á  los  esqueletos  ú  osamentos  humanos  exhumados  en  el 
valle  de  Dussel  (en  Aurlgnac) ,  en  Spy  (en  Bélgica) ,  y  en  Mauer  (cerca  de 
Heildelberg) ,  que  el  Hombre  hallado  en  el  condado  de  Norfolk,  probable- 
mente es  posterior  á  los  de  Neanderthal,  y  que  sin  duda  formaría  parte  de 
una  emigración  venida  del  Asia  Central  y  transportada  al  Norte  de  Euro- 
pa y  á  Inglaterra,  cuando  las  Islas  británicas  eran  todavía  una  península 
y  la  ciudad  de  Tamise  tributarla  del  Rhin  La  envoltura  en  capas  de  una 
edad  anterior  á  la  Edad  Cuaternaria,  agrega  este  sabio,  resulta  simple 
mente  efecto  de  un  hundimiento  cuyas  ruinas  sd  amontonaron  sob  re  el  es 
qucleto  en  referencia. 


12  :preambulo 


porción  de  cráneo  del  Hombre  fóiil  que,  le  dice,  ei  tin  expo- 
líente fiel  del  eslabón  de  conexión  cotí  los  monos,  pnes  parece 
que  es  incontrovertible  la  interpretaciói  que  los  sabios 
Dawson  de  Levares  y  Smith  Woodward  le  han  dado.  Supo- 
nen estos  sabios,  que  este  Hombre  fósil  ha  existido  hace  ya 
algunos  centenares  de  miles  de  años,  ó  sea,  durante  los  pri- 
meros tiempos  de  la  Época  Pleistocena,  anterior  al  Perío- 
do Plioceno,  y  calculan  que  era  un  hombre  de  baja  estatura, 
pletórico  de  músculos  y  que  no  había  llegado  á  obtener  la 
figura  airosa  del  cuerpo  característico  del  ser  humano  de 
nuestros  días:  en  una  palabra,  estos  sabios  opinan  que  los 
fragmentos  del  Hombre  de  Sassex,  como  los  de  los  hombres 
fósiles  de  Java,  Heildelberg,  Gibraltar,  Constadt,  Uckfield, 
Spy,  Saint  Acheul,  Moustier,  Dussel  y  otros,  llevan  señales 
ineludibles  de  las  relaciones  de  descendencia  del  Hombre  con 
el  mono. 

Los  paleontólogos,  que  han  especificado  los  rasgos  ca- 
racterísticos de  las  razas  humanas  primitivas,  opinan  que 
el  esqueleto  descubierto  en  Neanderthal  (Prusia  Reana),  es 
del  Período  Glacial  ó  de  transición  entre  la  Edad  Terciaria 
y  la  Cuaternaria:  es  raza  contemporánea  del  gran  oso  dé 
las  cavernas  y  del  elefante  fósil;  estaba  dotado  de  fuerta 
hercúlea  y  tenía  una  fisonomía  bestial;  no  poseía  sino  un 
lenguaje  articulado  completamente  rudimentario;  sus  cos- 
tumbres eran  las  del  salvaje,  nutriéndose  tan  sólo  de  raíces, 
frutas  silvestres,  caía  y  pesca. 

Después  de  la  raza  Neanderthal,  se  ha  encontrado  esque- 
letos de  razas  posteriores  ó  sea  de  la  Edad  Cuaternaria. 

En  Constadt  (valle  del  Rhin),  en  Naulette  (orilla  izquier- 
da del  Lesse,  en  Bélgica),  ea  Brux  (Bohemia),  en  Olino  (Ita- 
lia) y  en  otros  lugares  de  Francia,  se  han  descubierto  esque- 
letos fósiles  de  razas  y  costumbres  Idénticas  á  la  de  Nean- 
derthal. 

En  Chapelle-aux-Saints  (Capilla  de  los  Santos)  al  Sud  de 
Francia,  en  una  grata  descubierta  en  1908  por  los  abates 


ORIGEN  DEL  HOMBRE  ,13 

C^'      I       ■     ».  I  M  .11  ■■         .I..  ■    ■  ..11  ■ 

Bouyssnie  y  Bardon  encontraron  una  cantidad  de  osamen- 
tos  humanos  fosilizado!  cuyo  conjunto  constituía  un  esque- 
leto casi  completo.  El  notable  paleontólogo  Mr.  Boule,  ha 
hecho  un  estudio  detenido  del  cráneo  de  ese  ser  prehistórico, 
y  en  su  magistral  obra  publicada  recientemente,  en  1913, 
con  el  título  de  UHomme  fossile  de  la  Cbapelle-aux-Saints, 
este  sabio  profesor  enumera  hasta  veintiocho  caracteres 
que  ofrecen  las  diversas  partes  de  ese  cráneo  y  que  son  co- 
munes á  los  del  mono. 

Los  esqueletos  trogloditas  ú  hombres  fósiles  que  se  han 
hallado  en  el  asilo  ó  refugio  de  Cro-Magnon  ( Périgord,  Fran- 
cia), son  ya  de  rasa  más  adelantada  que  las  anteriores, 
tanto  en  su  constitución  física  cuanto  en  sus  costumbres, 
pues  los  objetos  que  junto  á  ellos  se  han  encontrado  y  de 
que  se  servían,  eran  mejor  labrados  y  más  á  propósito  para 
los  usos  á  que  los  destinaban.  Según  opinión  del  sabio 
Quatrefages,  esa  raza  era  algo  inteligente. 

Los  esqueletos  trogloditas  de  Furfooz  (Bélgica),  última 
raza  primitiva  de  los  tiempos  prehistóricos,  manifiestan  ha- 
ber sido  seres  aún  de  mayor  inteligencia  que  los  de  Cro-Ma- 
gnon, pues  conocían  el  medio  de  fabricar  una  loza  groiera. 

De  todo  lo  referido,  cierto  parece,  que  no  el  Hombre  per- 
fecto, sino  el  antropóide  homínido  existía  ya  en  el  Período 
Pliocetío  ó  sea  á  fines  de  la  Edad  Terciaria,  como  lo  com- 
prueban las  investigaciones  de  los  geólogos  Biviere  de 
Klaatsh  y  Hauser,  Seleucka  y  Carthaus,  Lartet  y  Leffikwell, 
practicadas,  respectivamentje,  en  Moustier,  Trimel,  Eyziei  y 
en  la  isla  ártica  de  Bater.  Nada  menos  que  el  hallazgo  de 
una  docena  de.  esqueletos  fósiles  referentes  á  la  raza  del 
Hombre  primitivo,  convencen  que  esa  misma  raza  constitu- 
ye una  especie  aparte,  diferente  del  Homo  sapiens  al  que  te- 
nemos el  honor  de  pertenecer. 

Difícil  es  precisar  cuál  podía  ser  la  vida  social  de  esos 
hombres  primitivos;  pero  es  de  suponer  que  vivían  brutal- 
mente 7  como  animales,  con  sólo  el  instinto  de  la  nutrición, 


14  PREÁMBULO 


de  la  defensa  contra  la  inclemencia  del  clima  y  contra  las 
bestias  feroces  qae  podían  ofenderlos. 

Se  ha  observado  que  el  Hombre  primitivo  vivía  general- 
mente en  las  orillas  de  los  ríos;  es  allí  donde  se  encuentran 
sus  restos,  como  así  mismo  en  las  cavernas  naturales  abier- 
tas por  la  erosión  de  las  aguas  de  los  valles.  Natural  es, 
que  sea  difícil  descubrir  sus  osamentos,  porque  están  casi 
siempre  enterrados  de  cuatro  á  seis  metros  de  profundidad 
en  el  suelo  de  las  cavernas,  debido  á  que  las  aguas  surabun- 
dantes  las  llenaban  de  detritus,  de  arena  y  de  limo  arrastra- 
dos por  ellas.  Por  eso,  muchas  cavernas  están  tan  llenas 
de  limo,  que  parece  imposible,  á  primera  vista,  que  pudie- 
ran existir  allí,  bajo  una  espesa  capa  de  tierra,  muchos  res- 
tos de  osamentos,  y  solamente  practicando  escavaciones 
profundas,  es  que  se  han  descubierto  vestigios  de  huesos  que 
han  pertenecido  al  Hombre  primitivo,  como  así  mismo  osa- 
mentos de  corpulentos  animalesj 

e& 

Cuanto  al  desarrollo  del  Género  Humano,  según  opinión 
de  algunos  paleontólogos,  éste  se  realizó  paulatinamente  en 
el  trascurso  de  tan  inmensos  períodos  de  tiempo,  que  ape- 
nas se  concibe,  ni  aún  se  puede  formar  la  más  lejana  idea, 
datando,  suponen  algunos,  de  más  de  veinte  mil  años. 
H^ií^kel  va  aún  más  lejos,  pues  opina  que  desde  la  Creación 
del  Mundo,  no  solamente  han  trascurrido  cien  mil  años,  sino 
probablemente  muchos  centenares  de  miles  de  años.  En  fin, 
otros  paleontólogos  infieren  que  la  Tierra  tiene  una  edad 
que  se  escapa  á  todo  cálculo  numérico,  y  que  hace  muchos 
millones  de  años  que  su  superficie  está  habitada  por  el  Hom- 
bre (1). 


(1)   Sin  contradecir  lo  opinado  por  los  paleontólogos  citados,  creemos 
que  es  imposible  y  hasta  temerario  fijar  la  ífpoca  en  que  fué  creado  el  Uni- 


ÓRIÓBN  DBL  HOMBRE 


15 


El  Dr.  Thomas  C.  Chamberlain,  jefe  del  departamento 
de  geología  de  la  Universidad  de  Chicago,  declaró  en  una 
conferencia  pública,  tenida  en  el  local  del  Museo  Municipal, 
ante  los  miembros  de  la  Sociedad  Geográfica  de  aquella  ciu- 
dad, que,  á  BU  juicio,  "el  planeta  tenía  ya  cien  millones 
de  anos,  j  que  por  sus  fenómenos  climatológicos  y  sus  con- 
diciones atmosféricas  subiaistirá  aún  otros  millones  de 
años." 


Tcrao:  ni  la  ciencia  ha  podido  conseguirlo,  ni  la  Iglesia  ha  determinado 
cuál  de  los  diversos  sistemas  deba  seguirse  para  precisar  esa  época. 

Hé  aquí  las  fechas  en  que  los    cronologistas  colocan  la  Creación  del 
Mundo,  contando  por  años  solares,  antes  de  Jesucristo: 


Rabbi  Nasón 3740 

Rabbi  Gersón 3754 

Rabbi  Levi 3754 

Los  Judíos  modernos 3761 

Benito  Arias 3849 

Santiago  Gordón 3880 

San  Gerónimo 3941 

Julián  Cardón 3944 

Evscalígero 3950 

Cornclio 3951 

Hernán  Beda.... 3952 

Lansperg 3958 

Juan  Pie 3959 

Gerardo  Mercator 3966 

El  P.  PctuYio 3983 

El  P.  Petau 3984 

Üsserio 3999 

Mario  Antonio 4000 

Usher  y  Ulsio,  á  quienes  han 
seguido  Bossuet,  RoUín  y 
otros,  que  es  la  más  gene- 
ralmente aceptada 4004 

Guillermo  Languis 4040 

El  P.  Tornid 4052 

Bl  Ab«t«  MüUer 4053 


EIP.  Labbé 4053 

Rabbi  Moses 4058 

Lorenzo  Codoman 4140 

Clinton 4138 

Adán,  Arzobispo  de  Viena 4632 

Caffiodoro 4697 

El  Texto  de  la  «Biblia» 4700 

Rabbi  Nahassa 4740 

Los  Benedictinos  en  su  «Arte 

de  verificar  las  fechas» 4639 

Metradoro 5000 

San  Epifanio 5049 

Filón,  el  Judío 5196 

Sigiberto : 5196 

Felipe  de  Bergamo 5198 

Ensebio 5200 

El  «Martirologio  Romano»....  5200 

Raban 5296 

Abumazar , 5328 

Isidro  de  Peluza..... 5336 

Pedro  Dalliaco 5344 

Isidoro  de  Sevilla 5344 

San  Agustín 5351 

Teófano 6500 

Teófilo  de.Antioquía  » 5515 


16  PREÁMBULO 


Si  los  cálcalos  de  los  paleontólogos  nombrados  parecen 
enormemente  exagerados,  debemos  citar  la  opinión  de  un 
•abio  geólogo  inglés,  Mr.  R.  T.  Strntt,  que  pretende  haber 
determinado  por  un  método  maj  preciso,  la  edad  de  algu- 
nas rocas  eruptivas,  buscando  la  cantidad  de  helium  que 
contienen.  Por  el  análisis  que  hizo  de  algunas  mues- 
tras de  circo  (1),  ha  encontrado  que  los  basaltos  de  Auver- 
nia,  de  la  Edad  Terciaria,  tenían  6.270,000  años  de  existen- 
cia; que  los  dé  Noruega  excedían  de  54.000,000  de  años;  y 
que  las  tierras  acules  diamantíferas  de  Kiaberley,  en  el  Áfri- 
ca Central,  alcantan  la  respetable  edad  de  320  000,000  de 
años.  Además  recogió,  dice,  en  la  provincia  de  Ontario,  en 
el  Canadá,  una  roca  arcaica  que  cueuta,  por  lo  menos, 
622.000,000  de  años;  y  aún,  añade  que,  á  su  juicio,  las  ci- 
fras que  él  indica  son  inferiores  á  la  realidad,  pues  cree  que 
el  Globo  Terráqueo  cuenta  por  lo  menos  700.000,000  de 
años. 


Isaac  Vossio 5590     Según  los  Septantes 5872 

Clemente  Alejandrino 5624     Pezrón 5872 

Riccioli 5634      Suidas 6000 

Nicéforo  deConstantinopla....  5700     Onufro  Pauvino 6310 

Lactancio 5801     Las  «Tablas  Alfonsinas» 6984 

Como  se  vé,  los  cronologistas  no  están  acordes  sobre  la  duración  del 
Mundo  desde  la  Creación  hasta  la  venida  de  Jesucristo.  No  creemos,  tam- 
poco, que  ninguno  de  estos  guarismos  sea  exacto  en  mayor  ó  menor  grado, 
tanto  más  que  los  paleontólogos  opinan  que  la  Creación  del  Mundo  data 
de  millones  de  años. 

(1)    Mineral  que  se  compone  de  64  partes^de  circonio,  33  de  sílice  y  ^ 
de  óxido  de  hierroi 


ORIGEN  DBL  HOMBRE  17 


§   II 

En  este  segundo  parágrafo  es  del  caso  ocuparnos  espe- 
cialmente del  origen  del  Hombre  en  el  Continente  Ameri- 
cano. 

El  sabio  Hamy,  en  su  obra  VHomtne  tertiaire  en  Amé- 
riquCy  opina,  entre  otros  geólogos,  que  no  solamente  en  los 
Antiguos  continente?»  sino  también  en  el  Nuevo,  ha  existido 
el  Hombre  desde  el  Período  Plioceno,  pues  asevera  que  se 
han  descubierto  esqueletos  de  ese  mismo  Período  en  Nueva 
Orleans  y  en  Jacksonville  (Estados  Unidos  de  Norte  Améri- 
ca), y  en  Mercedes  (Argentina),  deduciendo  que  pertenecían 
á  una  raza  dolicccéfala  y  platicéfala  6  sea  de  cabesa  larga 
y  estrecha,  y  aplanada  la  bóveda  del  cráneo,  de  capacidad 
cerebral  pequeña,  de  órbitas  grandes  y  algo  circulares,  de 
pómulos  salientes  y  de  maxilar  superior  prognato  inclinado 
hacia  adelante,  de  estatura  baja,  de  huesos  fuertes  y  de 
constitución  vigorosa.  Este  Hombre  primitivo  vivía  de  la 
cata  y  de  la  pezca;  pues  sus  armas  que  se  encontraron  junto 
á  sus  osamentos,  eran  de  piedra,  de  varias  formas  y  peque- 
ñas dimensiones,  con  las  que  atacaba  á  los  corpulentos 
paquidermos  que,  en  América,  abundaban  en  aquellos  re- 
motos tiempos. 

Últimamente,  en  1912,  una  comisión  científica  de  la 
Universidad  de  Yale  (Estados  Unidos  de  Norte  América), 
presidida  por  el  sabio  arqaeólogo|Mr.  Hiram  Bingharo,  re- 
corrió parte  del  Sur  del  Ferú,  haciendo  importantes  estu- 
dios geológicos.  Entre  los  resultados  más  notables  de  esta 
comisión,  se  halla  el  descubrimiento  de  huesos  interestrafí- 
cados  del  Hombre  prehistórico  que,  se  supone,  anterior  al 
Período  Glacial,  como  también  el  hallazgo  de  huesos  de 
bizonte  americano,  que  los  hombres  de  ciencia  no  han  creído 
que  pudiera  haber  existido  en  Sud^América.  Asimismo,  esta 
comisión  encontró  cerq^  d^l  CttCQQ  nn  htieso  de  un  aaimc^l 


18  PREÁMBULO 


extinto  que  tiene,  en  opinión  de  los  investigadores,  cuando 
menos  70,000  años.  Los  trabajos  de  esta  comisión  han 
sido  de  tanto  interés,  que  despertaron  la  atención  de  loa 
círculos  cientifícos,  pties  además  de  los  hallazgos  anotadof, 
hizo  igualmente  el  descubrimiento,  en  el  Perú,  de  ciudades 
misteriosas,  antiquísimas  y  desconocidas,  de  las  que  nos 
ocuparemos  con  algún  detenimiento  en  la  segunda  parte  de 
esta  obra. 

Otros  etnógrafos  han  establecido  la  teoría  de  que  en  los 
Antiguos  continentes  y  aún  en  América,  se  han  encontrado 
huellas  de  la  raza  etiópica,  y  que  la  Humanidad  entera  tie- 
ne un  origen  común  africano.  A  este  propósito,  el  notable 
antropólogo  Zayas  Enriquez,  en  un  artículo  titulado  ¿Cuál 
es  la  rnz¿i  primitiva?  (publicado  en  la  revista  mensual  "Amé- 
rica," de  Nueva  York,  correspondiente  al  mes  de  Junio  de 
1910)  al  ocuparse  de  la  raza  originaria  de  América,  dice: 
"En  el  Continente  americano  las  huellas  de  la  raza  etiópica, 
aunque  más  escasas,  no  son  menos  visibles,  y  todavía  exis- 
ten varios  girones  de  esas  razas  de  negros,  que  tengo  como 
primeras  pobladoras  del  Nuevo  Mundo,  tales  son:  los  Cara- 
coles, de  Haití;  los  Califurnams,  de  !as  islas  Caribes;  los 
Aguahos,  de  Cutara;  los  Aroras  ó  Yaruras,  del  Orinoco;  los 
Chaymas,  de  Guayana;  los  Maujipos,  Porcijis  y  Matayos, 
del  Brasil;  los  Nigritas,  Chuanas  ó  Guanas,  del  Istmo  de 
Darién;  los  Manabis,  de  Popayán;  los  Guabcsyjares  ó 
Zambos,  de  Honduras;  les  Esteres,  de  la  Nueva  California; 
los  Indios  Negros,  encontrados  por  los  españoles  en  Luisia- 
na;  y  les  Ojos  de  Luna  y  Albinos,  descubiertos  en  Panamá." 

efe 

Según  opinión  de  doctes  y  renombrados  etnógrafos  y 
etnólogos,  el  suelo  americano  fué  habitado  desde  les  tiem- 
pos antediluvianos:  confirma  este  parecer,  la  exposición  de  sa- 
bios paleontólogos  que  aseveran  haberse  encontrado  en  este 


ORIGEN  DEL  HOMBRE  19 

continente  numerosos  fósiles  de  mamíferos  antediluvianos 
de  las  Épocas  Siluriana,  Devoniana  y  Carbonífera,  que  lo  ha- 
bitaban,  como  el  mammoutb,  el  mastodonte,  el  ictyhosauro, 
el  milidonte,  el  megaterio,  el  machairodo,  el  brontosaurio, 
el  ceratosaurio,  el  macranchenia,  el  glyptodonto,  el  monc- 
saurio,  el  mylodoc-magaterio,  el  macroynato,  el  halytherio, 
el  diphococüs  (1),  el  dinosaurio  (2)  y  otros  paquidermos  de 
corpulencia  extraordinaria  (3).    Junto  con  esos  restos  de 


(1)  Últimamente  se  encontró  en  Wyoming  (Estados  Unidos  de  Norte 
América),  á  poca  profundidad  del  suelo,  un  diphococüs  de  gigantescas  pro- 
porciones, que  se  calcula  vivía  hace  más  ó  menos  8.000,000  de  años:  mide 
20  metros  de  largo,  por  4  metros  50  centímetros  de  altura  y  debía  pesar, 
según  cálculos,  de  25  á  30  toneladas.  Parece  ser  uno  de  los  mayores  es- 
queletos conocidos. 

(2)  Igualmente  en  estos  últimos  tiempos,  en  1912,  se  ha  descubierto 
en  las  canteras  de  Jen.sen,  en  Rock-Spring  (también  en  Wj^oming),  el  esque- 
leto de  un  desmesurado  dinosaurio  que  tenía  75  pies  de  largo.  El  profe- 
sor Earl  Douglas,  que  ha  estado  á  cargo  de  las  excavaciones,  dcclaríi  que 
ese  animal  antediluviano  es  uno  de  los  de  ma3'^or  tamaño  que  se  ha  encon- 
trado hasta  ahora,  pues  tiene  cinco  pies  más,  de  largo,  que  el  diphococüs 
encontrado  anteriormente  en  ese  mismo  lugar. 

(3)  Se  pretende  que  aún  actualmente  existen  algunos  raros  ejemplares 
de  los  animales  monstruos,  tan  comunes  en  las  Edades  Terciaria  y  Cuater- 
naria, y  se  cita  que,  en  los  lagos  y  ríos  del  fondo  de  la  Patagonia,  se  encuen- 
tra un  monstruo  anfibio  llamado  generalmente  yemisch  ó  pterodáctilo, 
que  es  un  Síjbreviviente  de  la  casta  del  milidonte:  se  calcula  que  tiene  una 
longitud  de  20  metros;  camina  en  tierra  con  la  misma  facilidad  con  que 
nada  en  el  agua;  es  de  hábitos  nocturnos  y  tan  fuerte  í|ue  se  prende  con 
sus  garras  de  las  muías  y  caballos  y  los  arrastra  al  fondo  de  las  aguas; 
es  de  cabeza  corta,  con  grandes  colmillos  y  orejas  en  pabellón;  pies  cortos 
y  aplastados  (plantigrados)  con  tres  dedos  en  los  anteriores  y  cuatro  en 
los  posteriores,  unidos  por  una  membrana  rotatoria,  á  la  vez  que  armados 
de  formidables  garras;  la  cola  es  larga  y  depresiva;  el  cuerpo  está  culjicrto 
con  pelo  corto,  duro  y  rígido,  de  color  bayo  uniforme.  Tambicu  se  supone 
que  en  las  lagunas  y  ríos  de  la  América  Meridional  existen  o  Líos  animales 
de  corpulencia  extraordinaria,  entre  ellos  el  yaguaró,  que  también  es  anfi- 
bio y  arrastra  igualmente,  al  fondo  del  agua,  á  las  muías  y  caballos  que 
vadean  los  ríos. 


20  PREÁMBULO 


mamíferos  ie  han  encontraio  tambiéa  osamentos,  cráneos 
y  esqtteletos  humanos  de  los  primitivos  habitantes  de  aque- 
llas épocas  lejanísimas,  á  la  ycí  que  herramientas  y  otroi 
utensilios  de  piedra  del  uso  de  esos  mismos  habitantes. 
Efectivamente,  en  las  Montañas  Pedregosas,  en  Wyoming, 
Colorado,  Nueva  Jersey,  Massachusets,  Nebrasca,  Missuri, 
Luisiana,  Nueva  OHeans, Illinois,  Ohto,  Pensilvania,  India- 
na (1),  De^aware,  Keatucky,  California,  Oregón,  Sierra  Ne- 
vada, México.  Guatemala,  Nicaragua,  Colombia,  Venezue- 
la, B:íuador,  Perú,  Bolivia,  Chile,  argentina,  Brasil,  Gtia- 
yanas  y  otros  lugares  más,  se  han  encontrado  restos  ani- 
males y  humanos,  artefactos,  utensilios  de  silex  y  otros 
objetos  rústicos  que  prueban,  del  modo  más  evidente,  la 
existencia  del  Hombre  en  toda  la  América,  durante  y  des- 
pues  de  las  Épocas  Terciaria  (arqueolítica  ó  paleolítica)  (2) 
y  Cuaternaria  (neolítica)  (3),   probando,  además,  que  tan- 


(1)  últimamente,  en  el  mes  de  Noviembre'"de  1906,  un  tal  Robert  S. 
Gilder,  encontró  de  un  modo  casual,  en  las  montañas  de  Indiana,  un  gi- 
gantesco esqueleto,  que  sometió  al  estudio  del  naturalista  Dr.  Henry  Os- 
born,  profesor  de  la  Universidad  de  Columbia,  el  que,  en  unión  de  otros 
sabios  ha  declarado  que  dicho  esqueleto  pertenece  á  uno  de  los  moradores 
de  esa  tierra,  hace  "^más  de  200,000  años,  ó  sea  de  los  tiempos  en  que  la 
América  era  poblada  por  raza  de  gigantes,  antes  de  la  Edad  Glacial,  Este 
hallazgo  impulsó  á  estos  sabios  á  practicar  nuevas  excavaciones  en  ese 
mismo  lugar,  encontrando  también  el  esqueleto  de  un  búfalo  tan  antiguo 
como  el  gigante,  y  que  es  dos  veces  más  alto  que  el  búfalo  que  existe  hoy 
en  ese  país.  Ambos  esqueletos,  según  opinión  de  dichos  sabios,  son  consi- 
derados como  los  más  antiguos  encontrados  hasta  la  fecha,  pues  los 
otros  que  se  han  hallado  anteriormente  han  sido  declarados  no  tener  más 
de  150,000  años. 

(2)  Época  en  que  el  hombre  principió  á  fabricar  instrumentos  de  pie- 
dra, tallándolos  toscamente,  mediante  la  percusión,  pero  n(^  pulimentán- 
dolos. 

(8)  Época  en  que  el  Hombre  principió  á  pulimentar  los  instrumentos 
de  piedra  que  fabricaba.  Es  el  período  de  la  piedra  pulida,  que  termina  la 
Edad  de  Piedra  y  alcanza  hasta  la  Edad  de  Bronce.    La  Edad  de  Piedra 


ORIGEN  DEL  HOMBRE  21 


to  en  la8  regiones  del  norte  como  en  las  del  sud,  vivía  el 
Hombre  mezclado  con  los  animales,  á  los  que  cazaba  y  ma- 
taba con  sus  toscas  armas  de  pedernal,  para  proveer  á  su 
subsistencia  y  conservación,  pues  la  carne  le  servía  de  ali- 
mento y  con  las  pieles  hacía  sus  vestiduras,  utilizando  las 
demás  partes  en  otras  cosas  de  su  uso  (1). 

Para  corroborar  esta  afirmación,  expondremos  lo  asen- 
tado  por  algunos  autorizados  paleontólos  que  han  hecho 
descubrimientos  de  restos  humanos  y  animales,  como  tam- 
bién de  objetos  de  silex  y  otras  materias,  de  las  Épocas 
Terciaria  y  Cuaternaria,  tanto  en  la  América  Septentrional, 
cuanto  en  Ja  Meridional. 

De  la  América  del  Norte  se  citan  los  siguientes  hallazgos: 
Mr  A.  Bamps,  en  su  excelente  Memoria  titulada  he  Syn- 
chronisme préhistorique,  dice:  ^Xas  excavaciones  ejecutadas 
en  América  y  especialmente  en  California,  han  revelado  la 
existencia  del  Hombre  en  la  Época  Terciaria;  estas  trazas 
han  sido  reconocidas  en  los  Depósitos  de  San  Lorenzo,  de 
Gasconade-County,  de  Vermillon-Bay.  en  los  arrecifes  de  la 
Florida,  en  los  de  Nitchez  y  de  Nueva  Orleans  " 


coincide  con  el  estado  social  del  Hombre,  ya  muy  diferente;  el  perro  se  halla 
á  su  lado,  haciéndose  pastor;  está  acompañado  de  varios  herbívoros  y  se 
dedica  á  la  agricultura,  Es  el  principio  de  una  nueva  Era  que  se  acrecien- 
ta más  y  más,  para  señalarse  con  más  precisión  en  la  Edad  de  los  Metales. 
Las  épocas  Terciaria  y  Cuaternaria  son  también  períodos  en  que  las 
tierras  y  las  aguas  estaban  distribuidas  de  una  manera  muy  distinta  de  la 
actual  y  en  que  prevalecía  un  clima  diferente. 

(1)  Diodoro  de  Sicilia  describe  así  el  origen  de  la  Humanidad:  «Los 
primeros  hombres,  en  su  ignorancia  de  las  cosas  útiles  á  la  vida,  llevaban 
una  existencia  miserable;  estaban  desnudos,  sin  abrigo,  sin  fuego  y  sin  te- 
ner idea  alguna  de  alimentación  conveniente.  No  se  preocupaban  de  coger 
los  frutos  silvestres  y  hacer  de  ellos  una  provisión  para  la  mala  estación. 
Pero,  después,  la  experiencia  los  indujo  á  refugiarse  en  las  cavernas  duran- 
te el  invierno  y  á  almacenar  los  frutos  que  podían  conservarse.  Eíi  todas 
partes  la  necesidad  ha  sido  el  maestro  del  Hombre.» 


22  PREÁMBULO 


En  las  capas  auríferas  de  la  falda  oeite  de  Sierra  Nevada 
se  han  extraído  grandes  cantidades  de  huesos  de  mam- 
mouth,  mastodonte,  león  y  caballo,  mezclados  con  produc- 
tos de  la  labor  del  Hombre. 

En  las  orillas  del  Eiviere  Bourbeuse,  en  el  Gasconade- 
County  del  Estado  de  Missouri,  el  Dr.  Korli  extrajo  el  es- 
queleto completo  de  un  mammobtk,  acribillado  de  flechas  y 
lanzas  de  pedernal. 

En  AVyoming  (Colorado)  y  en  la  región  del  Pacífico  de 
Estados  Unidos,  á  más  de  los  mamíferos  antediluvianos, 
como  el  diphococus  y  el  dinosaurio,  se  han  encontrado  ar- 
mas, herramientas,  morteros,  cazuelas  de  piedra,  etc.,  que 
son  vestigios  indubitables  de  la  estancia  del  Hombre  en 
aquellas  comarcas. 

También  el  Dr.  Korh  descubrió  en  Gounty-Benton,  en 
Missouri,  un  fragmento  parecido  al  fémur  de  un  mastodonte 
con  una  punta  de  pedernal  rosa  clavada,  y  otras  cuatro 
flechas  sueltas,  que  sin  duda  habían  sido  disparadas  contra 
el  terrible  animal. 

En  la  isla  llamada  Petit  Anse,  del  río  Miessissipi,  Mr. 
Desnoyers  halló  el  esqueleto  de  un  mammouth,  y  debajo  de 
él  restos  de  tejidos  de  esparto  y  cestas  enteras  hechas  de 
caña. 

Mr.  Scott  desenterró  en  Pikee's  Peak,  instrumentos  de 
silex. 

Mr.  B^ake  encontró  también  en  Toulomne  otrcs  instru- 
mentos y  objetos  de  silex. 

En  Yüwa  y  Nebrasca  se  han  hallado  huesc  s  de  masto- 
donte juntamente  con  muchas  puntas  de  lanza  de  pedernal, 
que  habían  sido  asestadas  contra  aquel  animal  poderoso. 

En  los  lechos  arenosos  del  pequeño  río  Miami  (Ohío),  en 
los  yacimientos  de  Jackson-County  (Indiana),  en  las  cerca- 
nías de  Claymont  (Delaware)  y  en  los  aluviones  de  Creeck 
de  Naamam  (DelaYrare),  se  han  hallado  primitivas  herra- 
mientas del  Hombre  prehistórico. 


ORmEN  DEL  HOMBRE  23 

Cráneos  de  hombres  de  la  época  antediluviana  se  han 
encontrado  en  Placerville  (California),  en  Table-Mountains 
(Condado  de  Toulumne)  y  en  Bald-Hilla  (California), 

En  1866  fué  hallado  en  Rock-Bluff  (Illinois  River)  otro 
cráneo  humano  y  la  mandíbula  inferior  de  un  esqueleto  de 
hombre,  que  se  supone  era  del  Período  Terciario,  ó  sea  al 
final  de  la  Época  Glacial. 

Últimamente,  el  Dr.  A.bbott  descubrió  en  los  yacimientos 
areniscos  del  río  Delaware  (New-Jersey)  útiles  de  pedernal 
toscamente  labrados,  cuyas  cortantes  esquinas  servían  al 
Hombre  prehistórico,  para  cortar,  raspar  y  aserrar,  útiles 
primitivos,  que  manifiestan  que  quienes  los  habían  labrado 
se  hallaban  aún  en  el  ínfimo  grado  de  cultura,  ó  sea,  en  la 
Época  Glacial. 

Algunos  otros  descubrimientos  hechos  en  la  América 
del  Norte,  como  flechas  de  silex,  encontradas  en  Missouri, 
debajo  del  esqueleto  de  un  mastodonte;  el  cráneo  hallado  en 
el  Condado  de  Calaveras,  á  130  pies  debajo  de  la  superficie 
del  suelo;  los  martillos  y  otros  utensilios  de  piedra  extraí- 
dos junto  al  río  Ontonagón,  á  una  gran  profundidad,  y  mu- 
chas otras  herramientas  toscas  de  pedernal  desenterradas 
en  otros  lugares  de  la  América  Septentrional,  son  otros  tan- 
tos testimonios  de  la  antiquísima  existencia  del  Hombre  en 
este  Nuevo  Continente, 

Tampoco  han  escaseado  en  la  América  Meridional,  los 
descubrimientos  de  restes  humanes  y  objetos  de  épocas  pre- 
históricas. 

En  las  formaciones  terciarias  posteriores  de  las  PampES 
Argentines,  descubrió  el  Dr.  Segnín,  á  les  orillas  del  río  Car- 
caraña,  revueltos  con  huescs  de  animales  antediluvianos, 
huesos  humanes,  como  cráneos,  mandíbulas,  costillas,  etc., 
y  varias  herramientas  de  piedra. 

El  naturalista  Mr.  Lund,  que  tanto  estudióla  fauna  fósil 
del  Brasil,  encontró  en  una  cueva  de  piedra  caliza,  á  la  ori- 
lia  del  lago  Lagoa  do  Samidairo,  los  huesos  de  más  de 


24  pRniuBVLo 


treinta  individuos  humanos,  junto  con  más  de  cuarenta  ei- 
pecies  de  animales  antediluvianos. 

El  Dr.  Ameghino  refiere  que,  á  orillas  del  río  Frías,  á 
veinte  leguas  de  Buenos  Aires,  encontró  gran  cantidad  de 
huesos  humados,  abundante  carbón  vegetal  y  tierra  tosta- 
da, é  infinidad  de  huesos  de  animales  prehistóricos;  asimis- 
mo halló  puntas  de  flechas,  cuchillas  de  pedernal  y  herra- 
mientas para  afilar,  objetos  todos  fabricados  de  silex. 

Mr.  J.  Hutchinson,  en  su  obra  Two  years  in  Perú,  refiere 
el  siguiente  hallazgo:  ''El  ídolo  de  piedra  y  las  vajillas  para 
agua  encontrados  en  las  Islas  de  Chincha  á  72  pies  debajo 
de  la  superficie,  indican  una  gran  antigüedad,  millares  de 
años;  también  se  ha  hallado  ídolos  de  madera  á  35  y  38 
pies  de  profundidad  del  mismo  depósito  de  huano." 

En  Goracora  se  encontró,  á  30  metros  de  profundidad, 
un  esqueleto  fóiil  que  el  profesor  Huxley  clasificó  como  un 
tipo  medio  entre  el  camello  y  la  llama,  que  denominó  ma- 
chruchenia. 

En  la  región  andina  del  Perú,  en  la  altura  de  Yantac, 
á  4,500  metros  de  la  Sierra  de  la  Yiudad,  provincia  de  Yau- 
li,  se  desenterró  restoá  fósiles  del  megaterio. 

En  el  Huallaga,  en  las  cercanías  de  Chota,  el  sabio  Rai- 
mondi  halló  huesos  de  mastodonte. 

En  una  cueva  de  Cerro  de  Pasco  se  encontró  el  esquele- 
to del  seclidotherio. 

El  Conde  de  Pourtalis  descubrió  fósiles  humanes  en  las 
cercanías  del  lago  Lagra-Santa,  en  un  conglomerado  calcá- 
reo, en  el  Brasil,  atribuyéndoles  una  antigüedad  de  más 
de  10,000  años. 

Mr.  Brulant,  que  ha  residido  muchos  años  en  Tucumán, 
ha  descubierto  en  Santa  María,  unas  catacumbas  de  la 
época  prehistórica,  que  ocupan  ¿la  extensión  de  dos  leguas, 
de  las  que  extrajo  varias  urnas  con  maiz  tostado  y  medallo- 
nes con  geroglíñcos,  que  corresponden  á  una  época  remo- 
tísima. 


ORIGEN  DEL  HOMBRE  25 

Mr.  Joly,  en  su  importante  estudio  publicado  en  la 
''RevtieScientifique"  N°  40.  correspondiente  al  7  de  Junio 
de  1879,  refiere  que  "en  Mercedes,  en  loa  alrededores  de 
Buenos  Aires,  han  sido  encontrados  osamentos  humanos, 
acompañados  de  objetos  de  silex,  groseramente  tallados,  y 
de  restos  de  animales  extinguidos,"  que,  indudablemente, 
son  de  épocas  prehistóricas. 

En  1847  el  Sr.  Rodrigue*  Ferrer  descubrió  en  un  cayo 
al  Sur  de  Puerto  Príncipe  (Isla  de  Cuba)  una  mandíbula 
humana,  fósil. 

En  Tarija  han  encontrado  los  esqueletos  del  mjlidón  y 
del  megaterio,  como  también  grandes  colmillos  del  masto- 
donte. 

En  Punín,  cerca  de  Riobamba,  en  el  Ecuador,  el  sabio 
Mr.  W.  Branco  descubrid,  en  1883,  los  esqueletos  del  masto- 
donte y  del  protonchemia,  animal  que  es  un  tipo  entre  el  ti- 
gre y  la  hiena,  con  colmillos  formidables 

En  el  río  Daule  se  bailó  los  restos  de  un  atiimal  grande, 
idéntico  al  mylidonte. 

Ec  1866,  Mr.  Dicleby  ha  encontrado,  en  el  territorio  de 
los  Natchezes  (Norte  América),  muchos  osamentos  humanos, 
fósiles,  mezclados  con  otros  de  mammouth  y  de  mastodonte. 
En  el  mismo  año  Mr.  Matson,  prolongando  un  pozo  de 
mina  en  California,  á  una  profundidad  de  130  pies,  encontró 
un  cráneo  humano,  fósil,  enterrado  bajo  cuatro  capas  de 
cenizas  volcánicas,  solidificadas. 

El  capitán  Peck  halló  cerca  del  río  Ontonagon  (Califor- 
nia), á  una  profundidad  de  25  piee,  huesos  fósiles,  junto  con 
instrumentos  toscos  de  silex,  de  la  primitiva  industria  hu- 
mana. 

Otra  prueba  evidente  de  la  estancia  del  Honabre  en  Amé- 
rica, desde  las  Épocas  Terciaria  y  Gaaternaria,  son  la  for- 
mación de  enormes  depósitos  de  conchas  que  se  encuentran 
en  muchas  costas  marítimas  y  orillas  de  ríos  de  este  Nuevo 

Continente,  principalmente  á  lo  largo  de  las  costal  de  Cali* 

4* 


26  PREÁMBULO 


fornia,  de  las  islas  de  Vancouver,  Terranova  y  en  las  orillaa 
de  los  ríos  de  Mainas,  Massachusset,  Georgia,  Florida,  Ala- 
baraa,  Luisiana,  en  Norte  América;  en  la  Isla  de  Casceiro, 
en  el  Brasil;  y  en  las  orillas  de  las  Bahías  de  Paranagua, 
San  Paulo  y  Río  de  La  Plata,  en  la  América  del  Sur:  todos 
depósitos  conchíferos  en  los  que  se  han  encontrado  machos 
objetos  pertenecientes  al  servicio  del  Hombre  prehistórico. 

De  gran  importancia  son^  también,  los  bloques  de  toba 
del  antiguo  volcán,  ya  extinguido,  llamado  Tizcapa,  en  Nica- 
ragua, en  los  cuales  se  han  hallado  estampados  las  huellas 
de  dos  pies  humanos;  toba  que  se  encontró  en  una  superficie 
de  arena  conchífera,  cubierta  por  catorce  capas  distintas  de 
piedras:  estas  huellas  de  pies  humanos  tienen  tres  centíme- 
tros de  profundidad,  veinticuatro  de  longitud  y  ofice  de  an- 
cho, y  la  distancia  6  paso,  de  un  pie  á  otro,  es  de  treintiseis 
y  medio  centímetros,  demostrando  que  esas  huellas  fueron 
impresas  en  la  toba,  cuando  ésta  estaba  aún  blanda.  Incal- 
culable es  poder  imaginar  los  miles  de  años  de  existencia 
que  tendrían  esas  huellas  impresas  en  aquellos  bloques  de 
toba,  ya  que  se  hallaban  cubiertas  por  catorce  capas  dis- 
tintas  de  piedras;  pero  es  evidente  que  ellos  son  de  una  épo- 
ca inmemorial. 

Todos  los  hallazgos  que  hemos  referido,  manifiestan, 
inequívocadamente,  que  el  Hombre  ha  habitado  el  suelo 
americano  cuando  todavía  no  existían  los  pueblos  más  an- 
tiguos y  adelantados  de  que  se  conserva  memoria. 

A  este  propósito,  el  Dr.  Rodríguez  Dulanto,  en  su  cientí- 
fica tesis  (1)  leída  ante  la  Facultad  de  Cietícias  de  la  Univer- 
sidad de  San  Marcos  de  Lima,  ha  dicho:  "El  Continente 
americano  ha  sido,   desde  los  más  remotos  tiempos,  la  pa- 


(1)  «Reflexiones  antropológicas  relativas  al  Hombre  universal,  al 
americano  y  al  peruano.»  publicado  en  el  tomo  XXV  de  los  «Anales  de  la 
Unívereidad  de  San  Marcos  de  Lima,»  pégs.  339  á  432,  correspondiente  al 
Rfiodcl897. 


ORIGEN  DEL  HOMBRE  27 

tria  de  un  gran  pueblo,  el  pueblo  americano,  cuyo  origen  se 
remonta  más  allá  de  los  principios  de  la  Civilisacióa  y  de  la 
Historia." 

Al  admitir  que  la  América  haya  sido  habitada  desde  los 
tiempos  prehistóricos  ó  antediluvianos,  lógico  es  suponer 
que  su  habitabilidad  haya  sido  contemporánea  del  Antiguo 
Mundo. 

El  sabio  Alejandro  de  Humboldt,  en  la  introducción  de 
su  obra  Vues  des  Cordilléres,  opina  que  "nada  prueba  que 
la  existencia  del  Hombre  sea  más  reciente  en  América  que 
en  los  otros  Continentes." 

C.  Darwin,  en  su  Voy  age  of  a  naturalist  round  the 
World,  afirma,  á  su  ve»,  que  **debemos  admitir  que  el  Hom- 
bre ha  habitado  la  América  desde  un  tiempo  inmensamente 
'dilatado." 

El  naturalista  Mr.  Joly,  en  su  estudio  ya  citado,  ratifica 
que  "en  América  como  en  Europa,  el  Hombre  ha  sido  con- 
temporáneo de  especies  desde  largo  tiempo  extinguidas,  y 
que,  por  consiguiente,  allí  también  su  existencia  remonta  á 
los  tiempos  geológicos." 

El  sabio  etnógrafo  Juan  Engling,  autor  de  un  trabajo 
titulado  Uancienneté  de  VHomme  attestée  par  les  sílex  (1), 
ha  hecho  en  él  un  estudio  comparativo  de  Jas  armes  y  uten- 
silios de  piedra  encontrados  en  el  Antiguo  y  en  el  Nuevo 
Hemisferio,  y  de  la  comparación  de  ellos  establece:  1*^  la 
antigüedad  del  Hombre;  2"^  la  dispersión  del  Hombre  primi- 
tivo  y  de  sus  raías  sobre  diversos  puntos  del  Nuevo  Mun- 
do; y  3*?  la  contemporaneidad  del  desenvolvimiento  del 
Hombre  en  ambos  Mundos.  Del  hecho  de  haber  encontrado 
pedernales  labrados  en  toda  la  extensión  del  fu^io  ameri- 


(1)  Este  trabajo  del  Sr.  Engling  ha  sido  presentado  al  Congreso  In- 
ternacional de  Americanistas  tenido  en  Luxemburgo,  en  1877,  haciéndose 
referencia  á  él  en  el  tomo  II  de  los  «Anales»  de  dicho  Congreso,  en  las 
págs.  34rl  y  34-:^. 


28  PREÁMBULO 


cano,  deduce  el  Sr  Engling,  que  la  diseminación  del  Hombre 
primitivo  y  sa  desenvolvimiento  ha  sido  á  un  tiempo,  tanto 
en  el  Nuevo  Mundo  como  en  el  Antiguo,  deduciéndose  de  allí 
la  contemporaneidad  de  loa  habitantes  primitivos  de  ambos 
Hemisferios, 

El  notable  antropólogo  Burmeistér,  en  su  Historia  de 
la  Creación,  es  de  la  misma  opinión,  pues  sostiene  que  "la 
especie  humana  existía  simultáneamente  sobre  los  dos  Con- 
tinentes, oriental  y  occidental,  y  no  se  posee  raxón  plausi- 
ble para  hacerla  emigrar  del  uno  al  otro." 

También  en  apoyo  del  hecho  de  la  estancia  del  Hombre 
en  el  Continente  americano  en  los  tiempos  prehistóricos  ó 
Época  de  Piedra  ó  Terciaria  y  Cuaternaria,  pudiéramos  re- 
producir los  juicios  emitidos  por  muchos  otros  autores,  an- 
tiguos y  modernos,  que  están  acordes  sobre  este  mismo 
punto j  pero  aquello  nos  conduciría  más  lejos  de  los  límites 
del  presente  trabajo. 


Qí¡5i52«^*!H5^W5^^*íP^íí^^ 


PRELUSIÓN 


PREVISIONES  SINGULrARES 

DE  UN  NUEVO  MUNDO 

Los  antiguos  han  presentido  ó  profetizado  la  existencia 
de  otro  Mundo  desconocido  en  la  región  occidental  de  la 
Tierraí  este  presentimiento  estaba  arraigado  en  la  imagina- 
ción de  algunos  filósofos  y  sabios  de  aquella  época  lejana. 

Estrabón  (1)  en  su  Geograpbia,  que  consta  de  die- 
tisiete  libros,  se  ocupa  extensamente  de  las  opiniones 
asentadas  por    Platón   (2),   Aristóteles   (3),   Eratóste- 


(1)  Estrabón,  célebre  geógrafo  griego,  que  nació  en  Capadocia,  50 
años  antes  de  J.  C,  viajó  por  Asia,  Egipto,  Grecia  é  Italia,  y  murió  en  Ro- 
ma, á  fines  del  reinado  del  emperador  Tiberio. 

(2)  Platón,  ilustre  filósofo  griego,  que  nació  en  Eguia,  430  años  an- 
tes de  J.  C,  fundó  en  Atenas,  en  388,  una  célebre  escuela  ó  academia  que  ha 
llevado  su  nombre,  en  la  que  enseñó  durante  veinte  años  y  de  la  que  salie- 
ron multitud  de  discípulos,  culminando  unos  en  filosofía  y  otros  en  elo- 
cuencia, entre  ellos  Aristóteles,  Demóstenes,  Licurgo,  Spensipo,  Xenócra- 
tes,  Isócrates,  Hipérides  y  otros.  La  filosofía  de  Platón  resume  toda  la 
sabiduría  antigua  de  los  griegos  y  abraza  y  armoniza  los  sistemas  opues- 
tos de  Heráclito,  Parménides,  Pitágoras  y  Sócrates:  comprende  todos  los 
ramos  del  saber,  como  la  Psicología,  la  Lógica,  la  Metafísica,  la  Teología, 
la  Moral,  la  Política  y  la  Estética. 

(3)  Aristóteles,  célebre  filósofo  griego,  que  nació  en  Estajira,  384  años 
antes  de  J.  C,  fué  preceptor  de  Alejandro  el  Grande,  quien  favoreció  con  to- 
do su  poder,  sus  investigaciones.  Gran  observador,  genio  analítico,  talento 
universal,  Aristóteles  organizó  el  sistema  entero  de  los  conocimientos  hu' 


30  PRELUSIÓN 


nes  (1),  Híparco  (2)  y  Ptolomeo  (3),  acerca  de  la  forma  del 
Globo  Terráqueo.  Citando  á  Eratóstenes,  que  en  los  años 
270  á  290  antes  de  Cristo,  colecccionó  loa  tesoros  geográfi- 
cos de  la  célebre  biblioteca  de  Alejandría,  reuniendo  en  tres 


manos.  La  Lógica,  la  Psicología,  la  Retórica  y  la  Poética  recibieron  de 
él,  por  primera  vez,  forma  científica;  la  Fisiología  y  la  Zoología  son  creacio- 
nes suyas;  fundador  de  la  Filosofía  experimental  y  del  Silogismo,  por  su 
método  y  clasificaciones,  facilitó  el  molde  en  que  se  ha  vaciado,  hasta  los 

tiempos  modernos,  todo  el  sistema  filosófico  y  científico  de  la  Humanidad. 

• 

(1)  Eratóstenes,  nacido  en  Cirene,  ciudad  de  la  África  septentrional  y 
que  vivió  270  años  antes  de  J.  C,  segvin  unos,  ó  190  de  la  misma  era,  se- 
gún otros,  fué  un  notable  filósofo,  geómetro  astrónomo,  geógrafo,  gramá- 
tico y  poeta,  que  desempeñó  el  cargo  de  bibliotecario  en  la  famosa  Biblio- 
teca de  Alejandría  en  tiempo  de  Ptolomeo -Evergetes:  filé  el  primero  que 
encontró  el  medio  de  medir  un  grado  del  meridiano  y  determinar  la  dimen- 
sión déla  Tierra;  resolvió  la  oblicuidad  de  la  elíptica;  inventó  la  esfera 
armitar  y  construyó  el  primer  observatorio;  dejó  un  mapa  general  que  fué 
durante  mucho  tiempo  después  la  única  base  de  la  Geografía;  dio  al  arco 
del  meridiano  comprendido  entre  dos  trópicos,  47  grados  42  minutos,  me- 
dida que  veinte  siglos  después  fué  confirmada  por  la  Academia  de  Ciencias 
de  París,  que  encontró  en  ese  mismo  arco,  47  grados  40  minutos,  ó  sea 
sólo  2  minutos  menos  que  lo  calculado  por  Eratóstenes. 

(2)  Hiparco,  astrónomo  y  matemático  griego,  que  nació  en  Nicca, 
150  años  antes  de  J.  C,  fué  uno  de  los  más  ilustres  maestros^  de  la  escuela 
de  Alejandría:  inventó  la  Trigonometría,  calculó  la  duración  del  año  tró- 
pico, construyó  los  primeros  estrolabios,  publicó  una  teoría  de  los  movi- 
mientos de  la  luna  y  determinó  la  paraleja  de  este  astro,  tratando  de  de- 
ducir por  ella  la  del  sol;  se  le  debe  también  un  catálogo  dé  estrellas,  y,  sobre 
todo,  el  gran  descubrimiento  de  la  precisión  de  los  equinoccios. 

(3)  Ptolomeo,  astrónomo,  geógrafo  y  matemático  griego  ó  egipcio, 
que  floreció  en  Alejandría  por  los  años  125  de  la  era  de  Cristo,  dio  su  nom- 
bre al  sistema  astronómico  que  supone  la  Tierra  inmóvil  en  el  centro  del 
Universo;  su  importante  «Geografía,»  en  ocho  libros,  era  mirada  por  los 
Síibios  como  una  obra  múltiple,  que  reunía  la  suma  de  conocimientos  geo- 
gráficos que  se  han  tenido  hasta  el  siglo  xv.  Fué  autor,  también,  de  muchos 
libros  de  astrología  judiciaria,  entre  otros,  de  una  «Hipótesis  y  épocas  de 
los  planetas»  y  del  «Tetrabiblo  ó  Quadripartitum.» 


PREVISIONES  DE  UN  NUEYO  MUNDO  31 

libros  lo8  descubrimientos  realizados  hasta  entonces  en  el 
campo  de  la  geografía  física,  matemática  y  política,  repro- 
duce el  siguiente  pasaje  de  este  sabio  filósofo  africano,  que 
en  8u  Geographicorum  dice:  "Si  no  fuere  un  obstáculo  la 
colosal  extensión  del  Océano  Atlántico,  podría  llegarse  fá- 
cilmente por  mar,  siguiendo  el  mismo  grado  de  latitud,  des- 
de la  península  Ibérica  hasta  las  Indias.  La  parte  medida 
de  este  grado  comprende  más  de  una  tercera  parte  de  la  cir- 
cunferencia terrestre."  Añadiendo  Estrabón:  "Sería  muy 
probable  que  en  esta  extensión  se  hallase  mayor  número  de 
partes  habitadas  del  Mundo." 

Herodoto  (1)  en  sus  Historias,  que  constan  de  nueve  li- 
bros (á  los  que  la  justa  admiración  de  la  antigüedad  ha  im- 
puesto el  nombre  de  las  nueve  Musas),  asevera  que  "no  ha- 
bría inconveniente  en  atravesar  el  Océano  Atlántico  en  des- 
cubierto de  otros  habitantes  desconocidos." 

Fedón.  filósofo  griego,  que  fué  discípulo  de  Sócrates  y 
que  después  de  la  muerte  de  su  maestro  fundó  una  escuela, 
que  dio  origen  á  la  secta  eleática,  habla  de  un  Mundo  ocul- 
to, que  más  tarde  debe  aparecer  á  las  miradas  de  las  nacio- 
nes conmovidas. 

Según  Theopompo  (2)  en  sn  Diatriba  contra  Platón^ 


(1)  Herodoto,  célebre  historiador  griego,  llamado  el  «Padre  de  la  His- 
toria,» nació  en  Halicarnaso  de  la  Caria,  el  año  484  de  la  era  cristiana. 
Hizo  largos  viajes  por  Europa,  Asia  y  África,  estudiando  en  todas  partes, 
con  un  cuidado  escrupuloso,  la  historia,  tradiciones,  leyes,  costumbres  y 
conocimiento  de  los  pueblos  que  visitaba.  De  vuelta  de  sus  numerosos  via- 
jes, se  radicó  en  Atenas,  en  cuya  ciudad  escribió  sus  «Historias,»  que  le  me- 
recieron de  los  atenienses  un  premio  de  10  talentos  áticos,  ó  sea,  el  equi- 
valente de  más  de  600,000  reales  de  la  moneda  española. 

( 2 )  Theopompo,  orador  é  historiador,  nació  en  Chio,  isla  de  la  costa 
oeste  del  Asia  Menor,  en  el  año  378  antes  de  la  era  de  Cristo;  fué  discípulo 
d^lsócrates.  Desterrado  de  su  patria,  recorriólas  ciudades  de  Grecia, hacién- 
dose notar  por  su  elocuencia.  Volvió  á  su  país  cuando  Alejandro  amnistió 
á  loa  desterrados;  pero  á  la  muerte  de  aquel  pasó  á  Egipto,  donde  vivió  ea 


33  PRELUSIÓN 

Sileno  probó  á  Midaí,  rey  de  los  Prigioi,  que  "máa  allá  de 
Aeia,  de  Baropa  y  de  África,  existía  un  verdadero  continente 
habitado  por  los  Meropioi,"  continente  al  que  Theopompo 
dio  el  nombre  de  Meropis,  por  ser  gobernado  por  Meropi, 
hijo  de  Atlas,  rey  de  Libia,  y  contemporáneo  de  Hércules, 
Theseo  y  Laomedonte  (50  años  antes  de  la  toma  de  Tro- 
ya). Sileno  refirió  también  á  Midas,  que  aquel  continente 
tenia  grandes  ciudades,  animales,  usos  y  costumbres,  como 
así  mismo  abundancia  de  oro  y  plata. 

Cuarenta  y  cinco  años  antes  de  la  presente  era,  Diodoro 
de  Sicilia  (1),  que  escribió  sobre  los  diversos  pueblos  del 
Mundo,  llama  isla  á  la  América,  ignorando  su  configura- 
ción y  extensión,  y  dice:  '*Está  distante  de  la  Libia  (África) 
muchos  días  de  navegación,  y  situada  al  occidente;  su  suelo 
es  fértil,  de  gran  belleza  y  regado  por  ríos  navegables.  Allí 
se  ven  casas  suntuosamente  construidas."  En  seguida  hace 
una  descripción  de  la  zona  montañosa,  los  frutos  de  ésta, 
el  clima,  etci,  y  termina  dicieiddo:  ''Los  Fenicios  se  habían 
hecho  á  la  vela  para  explorar  el  litoral  situado  más  allá  de 
las  Columnas  de  Hércules  (2),  y  cuando  costeaban;  las  pla- 
yas de  la  Libia,  fueron  arrojados  por  vientos  demasiado 
fuertes  adentro  del  Océano,  siendo  juguete,  por  muchos  días, 
de  la  tempestad;  llegaroá  al  fin  á  la  isla  de  que  hablamos." 


el  iTiás  completo  retiro. ^Es  autor  de  una  «Historia  de  Grecia»  en  12  libros, 
que  alcanza  hasta  la  batalla  de  Leuctra;  escribió  también  una  «Historia  de 
Filipo  de  Macedonia»  en  58  libros,  y  una  «Diatriba  contra  Platón.» 

(1)  Diodoro  de  Sicilia  fué  un  historiador  griego,  contemporáneo  de 
César.  Después  de  viajar  por  Asia,  África  y  por  varias  partes  de  Europa, 
se  radicó  en  Roma,  donde  escribió  una  «Historia  Universal,»  dividida  en  4-0 
libi'os,  empezando  en  los  tiempos  fabulosos  )'  terminando  el  año  60,  antes 
de  J.  C,  obra  de  la  que  sólo  nos  quedan  15  libros  enteros  y  fragmentos  de 
otros. 

(2)  Nombre  que  los  antiguos  geógrafos  é  historiadores  han  dado  á 
las  düs  mgutañas  Calpe  y  Abyla,  que  forman  €l  famoso  estrecho  de  Cádú; 


PRETISIONES  DE  UN  NÜBTO  MUNDO  33 

Virgilio  (1).  en  su  Eneida^  se  detiene  también  en  eia  idea 
y  salva  con  el  pensamiento,  los  movedizos  espacios  del 
Océano,  para  ir  á  sentarse  en  nna  tier^ra  lejana  y  venturosa. 

Pero  no  eran  tan  sólo  los  filósofos  y  sabios  de  la  anti- 
güedad  los  que  tenían  presentimiento  de  la  existencia  de 
uno  ó  de  varios  países  en  medio  del  Océano  Atlántico,  sino 
que  también  algunos  navegantes  intrépidos,  de  aquella 
época  lejana,  trataron  de  descubrir  aquellos  países,  pues 
según  nos  refiere  Hornius,  "los  Fenicios,  1000  años  antes 
de  la  era  de  Cristo,  traspasaron  las  Columnas  de  Hércules 
y  con  audacia  sin  ejemplo,  hasta  entonces,  emprendieron 
tres  viajes  dilatadc  s,  siendo  indudable  que  descubrieron  la 
ínsula  Fortunata  ó  Archipiélago  de  las  Canarias,  6,  qui- 
sa, algún  otro  país  situad  3  más  al  occidente  del  Atlántico, 
(ó  sea  la  América),  Estos  tres  viajes  los  efectuaron  los  Feni- 
cios,—dice  Hornios,— el  primero  bajo  las  órdenes  de  Atlas, 
hijo  de  Neptuno;  el  segundo,  cuando  fueron  lanzados  por 
una  violenta  tempestad  lejos  de  las  costas  de  África;  y  el 
tercero,  en  tiempo  de  Salomón,  cuando  los  Tirios,  deseen* 


ó  Gibraltar;  la  una,  del  lado  de  Europa,  en  Andalucía;  y  la  otra,  del  lado 
de  África,  en  Tánger  de  Berbería. 

(1)  Publio  Virgilio  Marón,  joven  aún,  ávido  de  conocimientos,  abraxó 
todo  género  de  estudios,  letras  latinas  y  griegas,  historia  y  mitología,  ma- 
temáticas y  astronomía.  Poeta  inspirado,  principió  escribiendo  composi- 
ciones ligeras,  como:  «Culex,»  «Ciris,»  «Copa,»  «Moretum,»  «Hortelus,» 
•Catalecta»  y  «Prispeia.»  Después  se  dedicó  á  trabajos  más  serios  y  de 
mayor  aliento:  sus  diez  églogas  tituladas  «Bucólicas,»  tienen  elegancia  en 
la  forma  y  son  de  exquisita  pureza  de  estilo;  su  poema  didáctico  «Geórgi- 
cas,» es  rico  y  brillante  en  descripciones,  y  su  gran  poema  «La  Eneida,»  que 
cuenta  las  aventuras  de  Eneas  huyendo  de  las  ruinas  de  Troya,  es  una 
obra  maestra  que  ha  sido  el  manantial  más  fecundo  de  las  creaciones  poé- 
ticas, y  además  magnífica,  sublime  por  lo  patética,  incomparable  por  su 
estilo  y  admirable  como  poesía.  Virgilio  nació  en  Andes  ( Piétola )  cerca  de 
Mantua,  el  año  70  antes  de  J.  C,  y  falleció  en  Brindis  tn  el  año  19,  antei  de 
J.C.,ilaedadde51afiof. 


á4  PRELUSIÓN 


dientes  de  los  Fenicios,  fueron  á  bascar  el  oro  de  Ophir  y 
Tarsdcbisch. 

A  los  Fenicios  signieron  más  tarde  (año  500  antes  de 
J.  G„  según  nncs.  y  600,  según  otros)  los  Cartaginés,  que 
emprendieron  desde  Cartago  una  gran  expedición  á  órde 
nes  del  almirante  Hannón,  compuesta  de  sesenta  naves  de 
á  cincuenta  remos  cada  una  y  con  más  de  30,000  perso- 
nas de  ambos  sexos,  cuya  expedición,  con  el  objeto  de  des- 
cubrir nuevos  países  y  poblarlos  con  colonias  cartaginesas, 
navegó  más  allá  del  Senegal  y  costas  de  Guinea  hasta  el 
Cabo  Boj  ador,  en  la  África  Occidental,  que  fué  entonces  el 
punto  extremo  de  la  Tierra  conocido.  Hannón  dejó  una  re- 
lación escrita  en  lengua  Púnica  del  itinerario  de  su  viaje  (1). 


(1)  Esta  relación  fué  traducida  al  griego  por  Gelenius,  bajo  el  título 
de  «Periplo  de  Hannón,»  é  impresa  por  primera  vez  en  Basilea,  en  1533. 
Gesner  la  tradujo  al  latín  y  la  publicó  en  1559.  Enrique  Becker  la  reprodu- 
jo en  1661,  al  griego  y  latín.  Esteban  de  Brisancio  la  reimprimió  en  esos 
mismos  idiomas,  en  Leyde,  en  1674.  Últimamente  fué  vertida  al  francés, 
primero  por  Gosselin,  que  la  insertó  en  sus  «Investigaciones  acerca  de  los 
conocimientos  de  los  antiguos  á  lo  largo  de  las  costas  de  África,»  y  des- 
pués por  Mr.  de  Chateaubriand,  que  la  incluyó  en  su  «Ensayo  sobre  las  re- 
voluciones.» También  fué  traducida  al  alemán  por  Loewenberg,  que  la 
insertó  en  su  «Historia  de  los  Viajes  de  exploración.» 

El  itinerario  de  la  expedición  de  Hannón  es  el  siguiente:  Saliendo  de 
Gades  (Cádiz)  alzó  velas  en  dirección  del  sur,  y  después  de  dos  días  de  via- 
je abordó  al  cabo  Mollabut  para  echar  las  fundaciones  de  la  ciudad  que 
jnás  tarde  se  denominó  Tánger;  continuando  la  excursión  hacia  el  oste,  en- 
contró un  promontorio  llamado  cabo  Espartel,  donde  elevó  un  altar  á 
Neptuno;  de  allí  navegó  día  y  medio,  haciendo  estadía  en  la  bahía  de  San 
Gerónimo  para  fundar  ahí  otra  ciudad;  se  hizo  nuevamente  al  mar,  hasta 
pasar  por  la  embocadura  del  río  Luco;  en  seguida  encontró  un  golfo  en  el 
que  se  hallaba  una  isla,  la  que  denominó  Fedal,  estableciendo  en  ella  una 
colonia;  continuando  su  derrotero,  pasó  por  la  embocadura  de  un  gran  río 
llamado  Cheretis;  llegó  en  seguida  á  un  extenso  estanque,  en  el  que  habían 
tres  islas  mayores  que  la  de  Fedal,  habitadas  por  hombres  vestidos  de 
pieles  de  animales,  los  que  lo  atacaron  con  piedras;  pasó  luego  la  emboca- 
dura  de  otro  río  cü  el  que  babÍAQ  muchoe  cocodrilcí  i  hipopótamos;  regte* 


^PREVISIONES  DE  UN  NUEVO  MUNDO  35 

Más  tarde,  340  8 ños  antes  de  J.  C,  Pythias,  astróno- 
mo, geógrafo  y  navegante  galo,  emprendió  también  nna 
expedición  marítima,  desde  el  puerto  de  Marsilia  (Marsella), 
en  cuya  navegación  por  les  mares  del  Norte,  fué  llevado 
hasta  una  isla  que  se  cree  sea  la  antigua  y  misteriosa  Thule 
ó  actual  Islandia. 

£n  igual  época,  Buthimenes  navegaba  á  lo  largo  de  la 
costa  oeste  de  África  hasta  el  Senegal. 

Más  tarde  aún  (62  años  antes  de  J.  C.)  ha  sido  arroja- 
do sobre  las  cestas  de  Alemania,  entre  loa  ríos  Weser  y 
Elba,  un  bote  tripulado  por  hombres  pertenecientes  á  una 
raza  hasta  entonces  desconocida  en  Europa,  los  que  fueron 
recogidos  por  un  jefe  germano,  que  los  obsequió  después  al 
Cónsul  galo,  Cancilio  Mételo  Celer,  acontecimiento  del  que 
hacen  referencia  los  historiadores  Pomponio  Meló,  en  el  to- 
mo III.  págs  5  á  8  de  su  De  Cborograpbia,  y  Cayo  Plinio, 
en  el  tomo  II,  pág  67  de  su  Historia  Natural. 

Quizá  este  extraordinario  acontecimiento  inspirase  á 


só  á  la  isla  Fedal  para  continuar  su  navegación  al  sur,  á  lo  largo  de  la  cos- 
ta, en  cuyo  trayecto  de  doce  días,  los  habitantes  de  esas  comarcas  huyeron 
á  su  aparición;  bogó  otros  cinco  días  al  rededor  del  gran  golfo  de  Santa- 
cruz;  continuando  su  camino  llegó  á  otro  golfo  llamado  Cuerno  del  Ponien- 
te, descendiendo  á  una  isla  de  dicho  golfo,  cuyos  ríos  de  fuego  se  precipita- 
ban en  el  Océano  y  cuya  tierra  estaba  embrazada  con  relámpagos  y  rayos 
retumbantes  que  turbaban  la  vista,  y  en  la  que  los  naturales  del  país  vi- 
vían en  cuevas  para  abrigarse  del  intenso  calor,  saliendo  tan  sólo  de  noche 
con  antorchas;  abandonó  estos  parajes  inhospitalarios,  y  después  de  cua- 
tro dias  de  navegación,  en  los  que  distinguió  un  altísimo  cerro  llamado 
Carro  délos  Dioses,  llegó  á  otro  cabo  llamado  Cuerno  del  Mediodía,  donde 
el  río  Bamboto  ó  Nun  formaba  una  entrada  y  donde  se  hallaba  una  isla 
habitada  por  unos  gorilas  que  se  defendieron  de  sus  asaltantes  á  pedradas, 
logrando  tomar  á  tres  de  estos  animales,  los  que  mataron  llevando  sus  pie- 
les á  Cartago,  para  colocarlas  en  el  templo  de  Juno.  Después  de  tantas 
peripecias,  faltando  á  Hannón  provisiones,  tuvo  que  regresar  á  Cartago. 


36  i>RKi.trsiéN 

Séneca  (1),  las  palabras  que  pone  en  boca  del  coro  qae 
figura  en  bu  bella  tragedia  Medea;  6  si  no,  fundándose  este 
filósofo  en  la  noticia  que  de  las  islas  del  mar  Atlántico  dio 
Platón  por  tradición;  ó  bien  en  la  especulación  de  sus  pre- 
decesores, los  filósofos  antiguos,  sobre  la  figura  del  Globo 
terráqueo;  ha  vaticinado  con  espíritu  profético  la  existencia 
de  un  rico  Continente;  ó,  por  mejor  decir,  el  convencimiento 
que  este  sabio  tenía  de  los  secretos  de  la  Naturaleza  y  de  la 
Historia,  le  hicieron  prever  que  no  era  imposible  que,  al  fin, 
le  descubriera  un  país  que  se  suponía  ya  conocido  de  los 
Fenicios  y  Cartagineses,  pues  en  su  referida  tragedia  Medea, 
al  fin  del  acto  segundo,  el  coro  exclama: 

Venient  annis 
Sscccula  seríSi  quihus  Oceanus 
Vincula  rerum  laxety  et  ingens 
Patebit  telJüSf  Tetbisque  novos 
Deteget  Orbes^  nec  sit  terris 

Ultima  Tbule. 


(1)  Lucio  Anneo  Séneca,  célebre  filósofo,  nació  en  Córdoba  hacia  el 
año  13  de  la  era  cristiana.  Fué  maestro  de  retórica  y  poética  en  Roma, 
y  preceptor  del  tirano  Nerón,  quien  con  las  instrucciotfes  de  su  maestro  se 
distinguió  como  un  modelo  de  monarca  durante  los  cinco  primeros  años 
de  su  reinado;  pero  después  se  entregó  á  crímenes  abominables,  que  han 
hecho  de  él  la  vergüenza  del  género  humano;  Séneca  lo  censuró  continua- 
mente, atrayéndose  el  odio  de  su  antiguo  discípulo,  al  extremo  de  que  éste 
le  condenó  á  muerte,  concediéndole  tan  sólo  la  gracia  de  escoger  él  mismo 
la  manera  como  debía  morir.  La  muerte  que  Séneca  escogió  fué  la  de 
picarse  las  venas;  durante  sus  últimos  instantes  de  vida  se  entretuvo  con 
sus  amigos  que  le  rodeaban  y  lloraban  su  trágico  fin,  tratando  de  consolar 
á  unos  con  su  dulzura,  y  á  otros  con  su  severidad.  Molestado  por  la  tar- 
danza de  su  muerte,  vSuplicóásu  médico  y  antiguo  amigo,  Estacio  Anneo,  de 
suministrarle  un  veneno,  lo  que  éste  no  halló  oportuno,  pues  agotada  la 
sangre  de  sus  venas  y  sus  miembros  ya  helados,  el  veneno  no  produciría 
ningún  efecto,  siendo  necesario  ahogarle  con  el  vapor  de  un  baño  de  agua 
caliente,  para  abreviar  así  su  fin.  Su  mujer,  Paulina,  se  hizo  á  la  vez  picar  las 
ycnas  para  morir  junto  con  su  egposo.    ¡Abnegado  y  tublime  sacrificio  de 


í»íeÉtií«oNKs  DUxm  NüKTO  Mtmoo         Í1 

Que  traducido  libremente  al  caatellano  dice: 

Tras  luengos  años  Tendrá 
Un  Bíglo  nuevo  y  dichoso, 
Que  al  Océano  anchuroso 
Sus  límites  pasará. 

Descubrirán  grande  Tierra, 
Verán  otro  nuevo  Mundo, 
Navegando  el  mar  profundo 
Que  ahora  el  paso  nos  cierra. 

La  Tule  tan  afamada 
Como  del  Mundo  postrera, 
Quedará  en  esta  carrera 
Por  muy  cercana  cpntada  (1). 

Son  verdaderamente  maravillosas  las  palabras  de  Séne- 
ca, quiea,  cediendo  á  una  inspiración  profética,  á  una  intui- 
ción precisa,  hace  vislumbrar  la  conquista  de  un  rico  Conti- 
nente desconocido  entonces:  no  solamente  anuncia  el  descu- 
brimiento, en  lo  futuro,  de  ese  nuevo  Continente,  sino  que 
parece  que  vé  lo  que  predice. 

Séneca,  como  Eratóstenes,  tenia  el  conocimiento  de  la 


amor  conyugal!  Murió  Séneca,  junto  con  su  mujer,  en  el  año  65  de  la  era 
actual,  en  el  duodécimo  del  reinado  del  pérfido  y  bárbaro  Nerón,  á  los  52 
años  de  edad. 

(1)  Traducción  del  P.  José  de  Acosta  en  su  «Historia  Natural  de  las 
Indias,»  lib.  I,  cap.  II,  impresa  en  Colonia,  en  1596.  —Otra  traducción,  en 
octava,  de  autor  desconocido  es: 

Otros  eiglos  vendrán;  de  nuevos  lares 
Los  nautas  partirán,  y  ante  su  paso 
Hundiránse  en  los  límites  de  Ocaso 
Las  últimas  barreras  de  los  mares 
Y  más  lejano  que  el  Thule  lejano, 
De  la  niebla  de  Ocaso  en  lo  profundo, 
Un  nuevo,  vasto,  esplendoroso  Mundo 
Del  fondo  «urgirá  dd  Océano. 


38  prelusión: 


configuración  de  la  Tierra,  pues  en  otro  lagar  de  su  citada 
tragedia  exclama:  "La  Tierra  que  os  repartís  tan  ávida- 
mente por  medio  de  la  espada  y  del  fuego,  es  un  punto  in- 
significante en  el  Universa."  Y  luego  pregunta:  ''¿Cuánta 
distancia  hay  desde  las  costas  limítrofes  de  España  hasta 
las  de  la  India?**  Y  contesta:  **S61o  algunos  días  de  nave- 
gación á  la  vela  con  viento  favorable." 

La  feliz  y  conocida  predicción  del  filósofo  Séneca  es  la 
más  notable  de  que  hay  memoria  en  los  anales  de  la  anti- 
güedad, porque  no  anuncia  una  simple  extensión  de  las  par- 
tes del  Globo  terrestre  conocido,  sino  la  existencia  de  un 
nuevo  Mundo  que  se  descubrirá  más  allá  de  los  mares,  en 
los  siglos  venideros. 

Interesante  es  el  relato  del  origen  de  la  náutica  que  Sé- 
neca hace  preceder  á  su  célebre  predicción;  relato  del  que 
insertamos  en  seguida  la  traducción  de  algunos  pasajes  que 
figuran  en  el  segundo  acto  de  su  Medea:  este  gran  filósofo 
Be  expresa,  al  intento,  en  los  siguientes  términos: 

*'Bien  osado  fué  el  primer  navegante  que  se  atrevió  á 
surcar  las  pérfidas  ondas  en  una  frágil  navecilla,  dejando 
tras  sí  su  tierra  natal,  á  confiar  su  vida  al  capricho  ó  soplo 
de  los  vientos,  y  á  proseguir  en  los  mares  su  carrera  de 
aventuras,  sin  otra  barrera  entre  la  vida  y  la  muerte  que  el 
grueso  de  un  delgado  y  ligero  leño.  No  se  conocía  entonces 
el  curso  de  los  astros,  ni  aún  se  sabía  cómo  gobernarse  por 
la  posición  de  las  estrellas  que  brillan  en  el  espacio; 

"Tiflis  (1)  fué  el  primero  que  se  atrevió  á  desplegar  ve- 
las en  el  grande  abismo,  y  á  dictar  á  los  vientos  nuevas  le- 
yes. Tan  pronto  supo  soltar  enteramente  las  velas,  tan 
pronto  recogerlas  y  bajarlas  para  recibir  el  viento  de  lado. 


(1)  Tiflis  fué  el  piloto  de  los  Argonautas,  que  en  número  de  cincuenta» 
eran  todos  hijos  de  rejes:  todas  las  familias  reales  de  la  Grecia  tuvieron 
parte  en  la  expedición  de  los  Argonautas,  y  su  título  de  origen  y  de  gloria 
les  viene  de  la  primera  nave  construida  por  Minerva. 


PREVISIONES  DE  VK  NUEVO  MUNDO  30 

abatir  con  prudencia  las  entenas  hesta  medio  palo,  6  levan- 
tarlas hasta  el  tope  cuando  el  ardor  de  los  marineros  llama 
toda  la  fuerza  de  los  vientos  y  la  banderola  de  púrpura  ae 
agita-con  viveza  al  pie  de  la  nave 

'*  La  nave  de  Tesalia  aproximó  los  mundos  que  sabia- 
mente separó  la  naturaleza;  sometió  el  mar  á  la  presión  de 
sus  remos,  y  agregó  á  nuestras  m'S*rias  los  peligros  de  un 
elemento  extraño.  La  desgraciada  embarcación  pagó  caro 
sa  imprudencia  en  aquella  larga  serie  de  riesgos  que  tuvo 
que  correr  entre  las  dos  montañas  que  cerraban  la  entrada 
del  Euxino,  y  que  chocaban  una  contra  otra  con  el  estruen- 
do del  rayo,  mientras  que  el  mar,  preso  entre  ellas,  lanzaba 
hasta  las  nubes  sus  espumosas  olas.  El  animoso  Tiflis  se  pu- 
so pálido  al  verlo,  y  dejó  escapar  el  timón  de  su  desfallecida 
mano.  Calló  Orfeo  y  enmudeció  la  lira  entre  sus  dedos.  El 
mismo  Argos  perdió  el  uso  de  la  palabra,  y  cuando  la  vir- 
gen del  Peloro  de  la  Sicilia,  rodeada  de  sus  perros  furiosos, 
les  hizo  ladrar  á  todos  á  la  vez,  ¿á  cuál  de  los  navegantes  no 
le  temblaban  todos  los  miembros,  al  escuchar  aquellos  gri- 
tos dados  por  un  solo  monstruo?  ¿cuál  debió  ser  también  su 
terror,  á  los  armoniosos  cantos  de  las  crueles  sirenas,  que  se 
oyen  en  el  mar  de  Ausonia,  y  que  acostumbradas  á  detener 
las  naves  con  el  encanto  de  su  voz,  casi  se  dejaron  arrastrar 
délos  dulces  sonidos  déla  lira  de  Orfeo,  luego  que  éste  la 
hizo  vibrar  convenientemente? 

''¿Cuál  fué,  sin  embargo,  el  precio  de  tan  atrevido  viaje? 
Un  vellocino  de  ore,*  y  Medea:  Medea,  más  cruel  que  las 
mismas  sirenas,  y  digna  recompensa  de  los  primeros  navC'^ 
gantes. 

**  Ahora  la  mar  está  sometida,  doblégase  á  nuestras  le- 
yes, y  ya  no  hay  necesidad  de  una  nave  construida  por  Mi- 
nerva y  montada  por  reyes.  La  menor  barca  puede  arries- 
garse  en  las  ondas;  derribados  yacen  los  linderos  antiguos, 
y  los  pueblos  van  á  construir  ciudades  en  las  nuevas  tie- 
rras. Abierto  está  el  mtindo,  recorrido  está,  en  todas  direc- 


40  PRELUSIÓN 


dones,  por  dó  quiera  está  impreso  el  movimiento,  y  por 
todaí  partes  vagan  nuestros  deseos. 

"El  indio  bebe  la  helada  agua  del  Araxes,  y  el  Persa 
apaga  su  sed  en  las  del  Albis  y  el  Rin.  Tiempo  vendrá,  con 
el  trascurso  de  los  siglos,  en  que  el  Océano  ensanche  el  cerco 
del  Globo  para  descubrir  al  hombre  una  tierra  inmensa  y 
desconocida:  el  mar  nos  revelará  nuevos  mundos,  y  Tbu- 
le  (1)  dejará  de  ser  el  límite  del  Universo. ^^ 


Posteriormente  y  como  para  confirmar  las  opiniones 
emitidas  por  los  filósofos  y  sabios  citados,  San  Clemente, 
romano  y  discípulo  de  los  Apóstoles,  que  murió  el  año  99 
de  la  era  cristiana,  asegura  en  su  célebre  Carta  á  los  Co- 
rintios, ''quemas  allá  del  Océano  habían  otros  Mundos." 

También  ^lianus,  en  su  Variss  Historian,  lib.  III,  cap. 
XYIII,  obra  que  escribió  el  año  136  de  la  era  de  Cristo, 
asegura  que  "  un  extenso  Continente  existía  más  allá  del 
Océano;  que  los  habitantes  de  ese  Continente  son  de  mayor 
altura  que  los  del  Antiguo  Mundo,  con  leyes  y  costumbres 
distintas  de  las  de  los  demás  pueblos;*'  agregando  este  au- 
tor, que  "en  ese  Continente  hay  tal  cantidad  de  oro  y  pla- 
ta, que  estos  metales  son  menos  estimados  que  el  hierro/' 

Pausánias,  insigne  geógrafo  griego,  que  vivió  en  el  siglo 
II  de  la  era  cristiana,  en  su  Itinerario  de  Grecia,  cuenta  que 
un  tal  Buphemus  descubrió  en  el  año  150,  algunas  islas  cu- 
yos habitantes,  de  piel  roja,  tenían  largas  colas  como  los 
caballos,  los  que  no  serían  otros,  según  el  P.  Lafiteau,  que 
los  Caribes,  dueños  entonces  de  las  Antillas:  estos  indios 
cuando  se  hallaban  en  guerra,  entre  otros  adornos  horroro- 
sos, se  ponían  largas  colas  postizas. 

E»  Festo  Avieno,  que  vivía  en  el  siglo  IV  de  la  era  vnl* 


(1)    Thule  era  una  isla  de  la  Islandia,  que  los  antiguos  consideraron 
como  el  limite  del  Mundo. 


PRETISIONHS  DE  UN  NUETO  MUNDO  41 

gar,  asegnra  que:  ''más  allá  del  Océano,  hay  tierral  j  mar- 
gene! de  otro  Mando." 

Y  más  posteriormente  aún,  el  franciscano  inglés,  Eoge- 
rio  Bacón,  apcUlidado  el  "Doctor  Admirable'*  (1),  y  con  él 
el  dominico  alemán  Alberto  el  Grande  (2)^  ambos  florecidos 
en  el  siglo  xra,  creían  que  del  otro  lado  del  Océano  habían 
países  desconocidos,  supuesto  que  se  decía  que  en  tiempos 
lejanos  loa  navegantes  Fenicios  habían  atravesado  el  Océa- 
no Atlántico,  que  habían  poblado  las  islas  Canarias  y  ha- 
bían continuado  navegando  hasta  abordar  á  la  costa  de  la 
Florida,  cerca  de  Cuba. 

Según  testimonio  de  autoriíados  historiadores,  el  At- 
lántico ha  sido  cruzado  frecuentemente  por  los  antiguos:  de 
allí  surge  la  probabilidad  de  que  América  era  conocida  des- 
de época  remota  por  los  pueblos  antiguos  que  surcaban  los 
mares  cuando  había  facilidad  de  comunicación  entre  los 
Continentes  del  Antiguo  y  Nuevo  Mundo,  que  en  aquellos 
remotos  tiempos  se  hallaban  casi  unidos  por  la  gran  isla 
Atlántida.  v 


(1)  Rogerio  Bacón,  fué  uno  ^de  lo»  sabios  más  ilustreí  de  su  tiempo. 
Él  ha  sido,  se  puede  decir,  el  precursor  de  la  aviación,  cuestión  que  tanto 
preocupa  hoy  la  atención  del  mundo,  pues  profetizó  la  navegación  aerea 
con  motor.  Escribió,  al  respecto,  en  una  de  sus  numerosas  obras  las  si- 
guientes líneas:  t  Se  fabricarán  instrumentos  para  volar,  por  medio  de  los 
cuales  el  hombre,  sentado  ó  suspendido  del  centro,  hará  mover  algún  re- 
sorte ó  manivela,  para  producir  la  agitación  en  las  alas  artificiales,  como 
las  aves.»  El  proyecto  de  máquina  voladora  que  ideó,  mediante  sus  espe- 
ciales conocimientos  de  física  y  química,  es  hoy  tenido  como  base  del  apa- 
rato que  construyó  otro  inventor,  Blanchard,  cuyas  experiencias  se  verifi- 
caron en  1782.  Rogerio  Bacón  presentía  juiciosamente  que  el  piloto  debía 
volar  sentado,  para  actuar  sobre  el  mecanismo,  motor  de  las  alas;  su  re- 
sorte se  ha  convertido  en  motor  á  vapor,  gasolina,  eléctrico,  etc. 

(2)    El  célebre  dominico  Alberto  el  Grande,  vulgarizador  incansable  de 
las  doctrinas  aristotélicas,  que  estudió  con  igual  lucidez  la  filosofía,  la  físi- 
ca, la  metafísica  y  todas  las  lenguas  y  dialectos  de  su  época,  ha  derjado,  en 
w^9  obras,  principio!  que  hoy  se  aceptan  como  baae  de  la  aerostaci^B, 
6      ' 


4íi  PRELUSIÓN 


£q  reaumen,  el  presentimiento  y  casi  la  convicción  qne 
algunos  antiguos  sabios  tenían  de  la  existencia  de  otros 
países  desconocidos,  situados  en  las  regiones  occidentales 
de  la  Tierra,  que  suponían  habitados,  están  confirmados 
por  las  diversas  expediciones  que,  desde  el  siglo  ix  hasta  el 
XII,  realizaron  los  escandinavos  á  las  costas  de  la  América 
Septentrional;  expediciones  que,  desgraciadamente,  no  han 
producido  ningún  resultado  favorable  para  América,  siendo 
preciso  que  trascurrieran  tres  siglos  más  para  que  Cristóbal 
Colón  legara  un  Nuevo  Mando  á  la  Corona  de  España. 

Debe  agregarse,  que  las  diversas  expediciones  marítimas 
que  en  tiempos  antiguos  se  efectuaron  eñ  el  Océano  Atlántico, 
se  realizaron  sin  el  uso  de  la  brújula,  que  aún  no  era  conoci- 
da, pues  se  guiaban,  de  día,  por  la  marcha  del  sol,  y  de  no- 
che, por  la  de  la  luna  y  las  estrellas,  principalmente  por  la 
observación  de  las  constelaciones  de  Canope,  Hélice  ó  Gran- 
de Osa,  y  por  Cynocura  ó  Pequeña  Osa.  Empero,  este  ins- 
trumento tan  necesario  para  las  largas  navegaciones,  fué 
conocido  de  los  Chinos,  que  lo  inventaron,  se  dice,  2697  años 
antes  de  la  era  cristiana,  ó  sea,  bajo  el  reinado  del  empera- 
dor Hoang-Ti;  pero,  por  el  extracto  que  Leroux  y  De  Gui- 
gnes  hicieron  de  los  anales  de  ese  Imperio,  parece  que  sola- 
mente fué  inventado  1115  años  antes  de  nuestra  era.  Mar- 
co Polo,  en  su  libro  Las  Maravillas  del  Mundo,  confirma 
este  hecho. 

Cierto  es,  que  los  Fenicios,  los  Griegos  y  los  Árabes,  se- 
gún opinión  de  algunos  autores,  han  conocido,  antes  de  la 
invención  de  la  brújula,  la  aguja  imantada  ó  hierro  magné- 
tico; pero  no  la  han  aplicado  á  la  navegación. 

Juan  Clopinel  (1),  en  su  Román  de  la  Rose,  j  Guyot  de 


(1)  Juan  Clopinel,  poeta  francés,  que  nació  en  1279  ó  1280,  cerca  de 
ürkans,  en  el  pequeño  pueblo  de  Meung-Sur-Loire,  de  padres  ricos  y  con- 
siderados, adquirió  bastante  celebridad  á  fines  del  siglo  xm.  El  poema 
í  Román  de  Ja  Rose»  obtuvo  cu  Rqwd  tiempo  wn  éxito  extraordinario,  j 


PREVISIONES  DE  ÜN  NUEVO  MUNDO  43 

Provins  en  su  poema  Biblia  Guyot,  dicen  que  desde  el  ligio 
xu  se  uiaba  en  Francia  nn  instrumento  algo  parecido  á  la 
brújula  llamado  marinette  6  calamite,  que  arreglaba  la  mar- 
cha de  las  embarcaciones  en  los  tiempos  nebulosos;  otros  au- 
tores creen  que  la  brújula  fué  descubierta  por  un  napolitano 
llamado  Flavio  de  Gioja,  de  Amalfi,  que  yivió  en  el  siglo 
xm;  algunos  otros  autores  dicen  que  es  de  origen  inglés  ó,  á 
lo  menos,  que  en  Inglaterra  se  ha  perfeccionado  la  manera 
de  suspender  la  caja  en  que  se  halla  la  aguja  imantada.  Lo 
cierto  es,  que  es  difícil,  si  no  imposible,  decir  de  una  manera 
absoluta  cuál  sea  el  verdadero  origen  de  la  brújula. 

Lo  único  que  consta  al  respecto,  es  que  Vasco  de  Gama 
fué  el  primero  que  etí  1497  hizo  uso  de  la  brújula  en  su  viaje 
al  cabo  de  Buena  Esperanza,  y  hacia  el  año  1500  se  genera- 
lizó en  Europa  el  uso  de  este  instrumento  náutico. 


posteriormente,  descubierta  la  Imprenta,  se  hizo  de  él  muchas  ediciones: 
esta  obra  fué  empezada  por  Guillermo  de  Lorris,  y  continuada,  á  instan- 
cias del  rey  de  Francia,  Felipe  el  Hermoso,  por  Juan  Clopinel,  que  suprimió 
los  ochentidos  últimos  versos  del  desenlace,  para  dar  á  esta  producción  un 
pian  mucho  más  vasto,  pues  le  agregó  unos  dieziocho  mil  versos.  Este 
poema  fué  el  primer  libro  que  en  Francia  excitó  un  entusiasmo  extraordina- 
rio durante  más  de  doscientos  años,  ó  sea,  hasta  el  siglo  xvi,  siendo  su  re- 
putación tal,  que  hasta  hoy  perdura,  por  ser  considerado  como  uno  de  los 
monumentos  más  importantes  y  más  antiguos  de  la  literatura  francesa:  le 
mereció  á  Juan  Clopinel  de  Meung  el  justo  título  de  «  padre  é  inventor  de 
la  elocuencia.»  Esteban  Pasquier  iguala  su  autor  al  Dante,  y  Lenglet-  Du- 
fresnoy  no  trepidó  en  compararlo  con  Homero.  El  héroe  del  poema  es  Fal- 
so Semblante,  símbolo  de  la  Hipocresía  y  abuelo  de  Tartufo,  y  los  demás 
personajes  de  la  obra  son  Peligro,  Felonía,  Bajeza,  Odio  y  Avaricia;  su 
asunto  se  desarrolla  en  los  siglgs  xm  y  xiv  (1226  á  1314).  con  su  ciencia, 
su  corrupción,  sus  prácticas  supersticiosas  y  sus  prejuzgadas  preocupa- 
ciones. 

Juan  Clopinel  murió  hacia  1318,  á  la  temprana  edad  de  38  años.  Es 
autor  de  un  «  Testamento  »  y  «  Lettres  d'Éloíse  et  Abélard,»  y  de  una  tra- 
ducción de  « Boecio. »  Méon,  en  1814,  ha  dado  una  buena  edición  del  poe- 
ma «Román  de  la  Rose,»  en  cuatro  tomos  en  8*?,  impresa  en  París. 


(^•Q«KiQ«X¡;¡¡dSSi^¿^^ 


INTRODUCCIÓN 


Bl  origen  de  los  aborígenes  del  Nuevo  Mtindo  ha  sido 
cuestión,  desde  hace  más  de  cuatro  siglos,  de  múltiples  y 
profundos  estudios  de  los  etnógrafos,  arqueólogos  y  lingüis- 
tas, que  se  han  propuesto  escudriñar  los  tiempos  prehistó- 
ricos mediante  las  tradiciones  seculares  de  los  indios,  la  ar- 
queología y  la  lingüística;  pero  este  punto  histórico  no  ha 
sido  aún  resuelto  de  una  manera  clara,  terminante  y  de- 
cisiva. 

Hubert  Bancroft  en  su  obra  The  tiative  races  of  the  Pa- 
cific States  ofNorth  America  ,  y,  con  él  Brasseur  de  Bour- 
bourg,  enlai^eFüe  d'Édimbourg  {1876),  opinan  qnt  sería 
quimérico  el  pretender  determinar  con  precisión  la  manera 
como  el  Hombre  ha  hecho  su  aparición  en  América.  Aun- 
que el  primero  de  estos  escritores  cree  que  el  Hombre  ha 
sido  creado  sobre  diversos  puntos  del  globo,  y  que  la  Amé- 
rica habría  sido  uno  de  esos  centros  de  creación,  muchos  so- 
ciólogos opinan  que  la  especie  humana  desciende  de  una  pa- 
reja única,  fundándose  en  que  las  tradiciones  están  de  acuer- 
do sobre  este  punto,  y,  sobre  todo,  que  es  un  hecho  revelado 
en  la  Sagrada  Escritura  y  un  dogma  de  fe  recibido  por  la 
Iglesia: 

Pero  antes  que  Bancroft,  Lord  Kames,  en  el  ''Discurso 
preliminar"  de  su  obra  Sketches  oí  the  history  oíMan,  im- 
presa en  Edimburgo  en  1788^  expone  su  parecer  al  respecto 
de  esta  manera:  ^' Dios  ha  creado  varias  parejas  de  seres 
humanos  diferentes  las  unas  de  las  otras,  interior  y  exte- 
riormente;  cada  una  de  estas  parejas  fué  colocada  en  el  cii- 


46  INTRODUCCIÓN 


ma  apropiado  á  su  organización.  El  carácter  original  se 
conservó  intacto  entre  sna  descendientes,  los  que,  no  tenien- 
do otra  asistencia  que  sus  medios  naturales,  por  experien- 
cia han  debido  adquirir  progresivamente  ciertos  conoci- 
mientos j  formarse  cada  tribu  un  idioma  particular 

Para  creer  que  todas  las  razas,  tal  como  existen  hoy,  des- 
cienden de  una  pareja  única,  sería  preciso  admitir  la  idea 
del  milagro." 

Yoltaire,  en  apoyo  de  lo  opinado  por  Lord  Kames,  en 
su  Essai  sur  les  moeurs  et  Vesprit  des  nations,  dice:  "Si  se 
pregunta  dónde  han  venido  los  Americanos,  se  debe  tam- 
bién preguntar  dónde  han  venido  los  habitantes  de  las 
tierras  australes,  y  se  debe  contestar,  que  la  Providencia 
que  ha  poblado  la  Noruega  ha  poblado  también  la  Amé- 
rica. 

Al  mismo  respecto,  Bernardo  Romans,  en  las  págs. 
38-39  de  su  obra  A  concise  natural  History  ofeast  and  west 
Floride,  expone:  "  No  creó  absolutamente  que  los  hombres 
de  raza  roja  de  América  desciendan  de  pueblos  situados  en 
las  partes  orientales  ú  occidentales  de  Asia.  Creo  firmemen- 
te que  Dios  ha  creado  una  raza  de  hombres  originarios  de 
este  país,  diferentes  de  los  otros  pueblos." 

También  Isaac  de  La  Peyrére,  monje  francés,  en  su  obra 
titulada  Prsedamitas,  publicada  en  1655,  (la  que  fué  conde- 
nada al  fuego  por  el  Parlamento- de  París),  afirma  que  *'Dios, 
el  sexto  día  de  la  Creación  del  Mundo,  formó  varones  y  hem- 
bras en  diversas  regiones  del  Orbe,  como  también  muchas 
plantas  y  animales  de  cada  especie  en  varios  parajes  de  la 
Tierra;  que  después  creó  á  Adán  y  Eva,  cuya  creación  es  la 
que  expresa  el  segundo  capítulo  del  Génesis;  y,  por  último, 
que  Adán  no  es  cabeza  ó  progenitor  de  todos  los  hombres, 
Bino  tan  sólo  del  pueblo  judaico." 

El  sabio  antropólogo  Burmeister,  tratando  de  esta  mis- 
ma cuestión,  se  expresa  así:  ''Basta  fijarse  con  alguna  aten- 
ción en  el  color  de  los  individuos^que  constituyen  las  diferen- 


INTRODUCCIÓN  47 


tes  nacionei,  para  comprender  que  las  actuales  rasas  huma- 
nas descienden  de  varias  y  distintas  parejas .Para  sos- 
tener el  aserto  bíblico  de  que  todos  los  hombres  descienden 
de  una  sola  pareja,  es  preciso  dar  explicación  cumplida  á  los 
milagrosos  hechos  y  portentosos  acontecimientos  que  indis- 
pensablemente debieron  tener  lugar  para  que,  en  sólo  4,000 
años  mil  millones  de  hombres  procedentes  de  un  mismo 
punto  y  descendientes  de  una  sola  pareja,  poblaran  toda  la 
Tierra." 

El  célebre  anatómico  Alejo  Littré,  en  sus  Memorias  re- 
lativas á  la  anatomía  patológica^  opina  que:  "Diversas 
preocupaciones  teológicas  y  la  tendencia  á  la  inquisición 
absoluta  de  las  causas  primeras,  son  las  que  han  hecho  ad- 
mitir la  derivación  de  todas  las  especies  de  uña  pareja  úni- 
ca, rechazando  las  diferencias  específicas  de  los  hombres,  en 
ves  de  recibirlas  tales  como  la  observación  las  demuestra." 

Finalmente,  el  ilustre  general  colombiano  D.  Tomás  G. 
de  Mosquera,  en  su  Cosmogonía  ó  Estudio  sobre  los  diver- 
sos sistemas  de  la  Creación  del  Universo,  asienta  ques  "El 
Hombre  lo  crió  Dios  en  varios  puntos  de  la  Tierra  á  un  tiem- 
po, cuando  las  condiciones  necesarias  á  su  nacimiento  apa- 
recieron en  los  medios  físicos  de  toda  especie,  que  obraron 
determinando  y  produciendo  ese  nacimiento,  es  decir,  cuan- 
do la  fuersa  general  que  se  llama  vida  animal,  que  ha  obra- 
do y  obra  perpetuamente  sobre  nuestro  planeta,  llegó  á  una 
época  en  que  aparecieron  en  juego  las  varias  influencias  y 
condiciones  que  obrando  necesariamente,  debieron  producir 
por  modo  inevitable  esta  manifíestación  de  la  vida,  de  la 
cual  hizo  Dios  al  Hombre." 

No  obstante,  desde  la  iniciación  de  los  estudios  arqueo- 
lógicos americanos,  los  etnógrafos  se  han  dividido  en  dos 
grupos,  El  uno,  de  los  poliphiletes  6  poligenistas,  formado 
por  los  que  sostienen  que  la  adelantada  civilización  de  los 
antiguos  habitantes  de  América  es  debida  al  desenvolví, 
miento  natural  y  sucesiva  de  una  raza  aborígeoe  ó  aatócto- 


4É^  ÍNTRODüCCIÓN  , 


na,  afirmando  qne  los  antigaos  pneblos  del  Nuevo  Mando 
tienen  sa  origed  en  este  Continente,  y  qae  las  civilizaciones 
cajas  antiguas  grandezas  se  admiran  hoy,  son  resultado 
del  desenvolvimiento  gradual  de  esa  raza  primitiva.  £1  otro 
grupo,  de  los  monophyletes  6  monogenistas,  es  compuesto 
por  los  que  creen  que  las  civilizaciones  de  los  antiguos  pue- 
blos americanos  tienen  su  origen  en  las  numerosas  emigra- 
ciones posteriores  al  Diluvio  Universal,  estableciendo  que  la 
población  primitiva  se  componía  de  varias  razas  diferentes 
las  unas  de  las  otras;  que  la  forma  del  Continente  americano 
no  siempre  ha  sido  la  que  es  actualmente,  pudiendo,  con  las 
trasformaciones  sucesivas  de  la  Tierra,  haber  hecho  parte  6 
haber  sido  próximo  á  otro  Continente;  concluyendo,  en  re- 
sumen, que  esas  emigraciones  á  América  hati  sido  diversas: 
de  Asia,  los  Hebreos,  Fenicios,  Troyanos,  Chinos  y  Tár- 
taros; de  África,  los  Egipcios,  Cartagineses  y  Etiopes;  y  de 
Europa,  los  Griegos,  Frisios,  Romanos,  Curlandeses,  Norue- 
gos, Dinamarqueses,  é  Islandeses.  En  esta  hipótesis,  los 
aborígenes  americanos  pertenecerían  á  razas  diversas  veni- 
das de  distintos  puntos  de  Asia,  de  África  y  de  Europa. 

Sin  detenernos,  por  ahora,  en  la  teoría  sostenida  por 
ambos  grupos,  veremos  más  adelante  las  opiniones  formu- 
ladas por  los  etnógrafos  y  paleontógrafos. 

Acudiendo  á  las  fuentes  de  consulta  que  tenemos  á  nues- 
tro alcance,  vemcs  que  todos  los  pueblos  de  la  antigüedad, 
ó  sea  de  la  época  postdiluviana,  han  sido  considerados  por 
sabios  americanistas,  como  los  progenitores  de  la  raza  ame- 
ricana, principalmente  los  asiáticos,  no  solamente  porque 
estos  pueblos  han  tenido  más  probable  comunicación  con 
la  América,  por  el  antiguo  estrecho  de^  Annian,  (hoy  Beh- 
ring, que  tiene  ochenta  kilómetros  en  la  parte  más  an- 
cha y  sirve  de  canal  de  comunicación  entre  el  Mar  Glacial 
y  el  Mar  Pacífico);  sino,  también,  porque  los  usos,  carácter, 
instituciones,  costumbres  y  hasta  el  lenguaje  de  algunos 


INTRODUCCIÓN  49 


americano!  con  otros  de  la  raza  asiática,  guardan  algu- 
nas analogías. 

Bl  objetivo  primordial  de  los  estadios  llevados  á  cabo 
en  este  sentido  por  dichos  sabios,  ha  sido  indagar  si  los  in- 
dígenas americanos  son  descendientes  de  una  sola  6  de  va- 
rias razas;  investigaciones  que  hasta  ahora  no  han  tenido 
completa  solución,  prevaleciendo,  sin  embargo,  las  opinio- 
nes á  favor  de  la  pluralidad  de  razas,  basadas  en  que  las 
muchas  y  diversas  tribus  aborígenes  esparcidas  por  todo  el 
Continente  americano  difieren  en  sus  usos,  creencias,  len- 
guajes, costumbres  y  demás  condiciones  etnogenéticas. 

Luis  Moreri,  en  su  Grand  Dictionnaire  Historíque,  tomo 
I,  pág.  353  (París,  1732),  sin  determinar  con  fije«a  su  pa- 
recer al  respecto,  observa:  "Los  Americanos  deben  su  ori- 
gen á  los  europeos  6  á  los  asiáticos,  y  quizá  la  deben  á  los 
unos  y  los  otros."  Francisco  Javier  Clavijero,  en  la  ''Diser- 
tación primera"  de  su  Historia  antigua  de  México,  tomo  II, 
pág.  138,  es  algo  más  explícito,  pues  formula  su  opinión  en 
este  sentido:  'Xos  americanos  descienden  de  diversas  na- 
ciones, ó,  más  bien,  de  diferentes  familias  dispersas  después 
déla  confusión  de  las  lenguas;"  y  en  apoyo  de  su  aserto  trae 
á  colación,  en  primer  lugar,  la  variedad  y  diferencia  de  las 
lenguas  americanas;  y  prosigue:  "Puedo  asegurar,  sin  ries- 
go de  engañarme,  que  entre  las  lenguas  vivas  y  muertas  de 
Europa,  no  se  hallan  dos  más  diferentes  entre  sí,  que  lo  soú 
la  Otomita,  la  Tarasca,  la  Maya  y  la  Misteca,  que  son  las 
dominantes  en  diversas  provincias  de  México;"  agregando 
nosotros,  la  Puquina  y  la  Quechua,  en  el  Perú. 

Pero,  tratándose  de  averiguar  á  qué  raza  ó  razas  perte- 
necen los  habitantes  de  América,  el  abate  Juan  Andrés  opina 
en  su  obra,  en  lengua  toscana,  titulada  Origen,  progresos  y 
estado  actual  de  toda  la  Literatura,  que  "la  Geografía  y  la 
Cronología  se  llaman,  y  son  realmente,  los  dos  ojos  de  la 
Historia;  porque  valiéndose  de  la  tradición  constante  de  la 
historia  y  del  estudio  de  los  logares,  esoí  trabajos  propen. 


5d  INTRODUCCIÓN 


derían,  talvez,  á  resolver,  en  gran  parte,  el  problema  de  la 
población  del  Nuevo  Mundo." 

También  el  Sr.  Tulio  Pebres  Cordero,  en  su  selecto  Es- 
tudio sobre  Etnografía  americana^  que  presentó  en  1892  al 
Congreso  Internacional  de  Americanistes,  reunido  eñ  el  his- 
tórico convento  de  la  Rábida,  para  conmemorar  el  cuarto 
centenario  del  descubrimiento  del  Nuevo  Mundo,  asienta 
juiciosas  observaciones  sobre  la  onomatología  geográfica 
de  América,  probando  la  semejanza  de  muchas  voces,  en 
varias  lenguas  indígenas,  correspondientes  á  pueblos  6  co- 
marcas de  distintos  Continentes,  para  lo  cual  llama,  en 
apoyo  de  su  teoríd,  las  opiniones  de  los  notables  publicistas 
Humboldt,  Prescott,  Restrepo,  Rojas,  Castro,  Calcafio  y 
Graty. 

A  las  opiniones  que  al  respecto  emiten  el  abate  Andrés 
y  el  señor  Pebres  Cordero,  podemos  agregar,  que  también 
la  antropología,  la  etnografía  y  aún  la  cr&neología,  son  las 
ciencias  que  con  igual  acierto  podrían  conducir  al  conoci- 
miento de  las  aátiguas  rasas  indígenas  que  primitivamente 
han  habitado  el  Continente  del  Nuevo  Mundo. 

Finalmente,  haciendo  abstracción  de  las  opiniones  de 
los  etnógrafos  que  están,  unos  por  la  autoctonía  de  una 
sola  rasa,  y  otros  por  la  pluralidad  de  ellas,  creemos  que  la 
tan  debatida  cuestión  de  la  población  de  América  está  por 
resolverse,  pues  aún  no  se  ha  podido  dar  una  explicación 
satisfactoria  de  su  origen. 

En  el  presente  trabajo  no  pretendemos  solucionar  este 
problema  tan  arduo,  tan  intrincado  y  de  tan  difícil  investi- 
gación, sobre  el  cual,  desde  la  época  del  descubrimiento  de 
Colón  hasta  nuestras  días,  se  han  escrito  muchísimas  diser- 
taciones; pero,  sí,  trataremos  de  exponer  los  diverses  juicios 
de  los  autores  que  han  tratado  esta  materia,  y  del  cotejo 
de  eses  opiniones  diversas  y  aún  contradictorias,  trasluci- 
remos, talves,  alguna  conclusión,  sino  definitiva,  á  lo  menos 
Rlgo  problemática.    Suplicamos,  por  tanto,  al  lector,  que 


mTRODucció5i  51 


disculpe  cualquiera  deficiencia  que  notare  en  este  trabajo, 
en  gracia  del  propósito  que  nos  anima. 

Habríamos  podido  darle  mayor  extensión  de  la  que  tie- 
ne, contemplando  la  importancia  de  este  asunto;  pero  una 
obra  en  estas  condiciones,  aunque  de  mucha  utilidad  é  inte- 
rés científico,  sería  leída  tan  sólo  por  hombres  consagrados 
al  estudio,  no  por  la  generalidad,  y  no  habría  llenado  el 
propósito  que  tenemos  en  mira,  cual  es,  que  nuestra  obra 
sea  leída  por  un  público  extenso. 

Escritores  españoles  (1)  han  tratado  ya  este  asunto  con 
más  amplitud  que  nosotros  y,  más  tarde,  vendrán  otros 
que  llenen  el  vacío  que  hemos  dejado,  llevando  más  adelan- 
te sus  investigaciones  sobre  materia  de  tanta  entraña 
que  ahora  imperfectamente  diseñamos. 

Por  último,  debemos  confesar  ingenuamente,  que  no  te- 
nemos la  pretensión  de  titularnos  etnogenítico,  ni  paleontó- 
grafo,  ni  etnógrafo,  ni  arquólogo,  sino  simplemente  nos 
consideramos  como  un  humilde  factor  para  la  formación  de 


(1)  Los  autores  españoles  que  han  escrito  extensamente  sobre  la  ma- 
teria á  que  nos  contraemos,  son:  el  dominico  Fr,  Gregorio  García  y  el  Oidor 
de  la  Real  Audiencia  de  Lima  Dr,  D,  Diego  Andrés  Rocha.  El  primero  tituló 
su  obra  «Origen  de  los  Indios  del  Nuevo  Mundo  é  Indias  Occidentales,  ave- 
riguado en  discursos  de  opiniones,»  impresa  en  Valencia,  en  1607.  La  obra 
del  segundo  se  intitula  «  Tratado  único  y  singular  del  .origen  de  los  Indios 
Occidentales  del  Perú,  México,  Santafé  y  Chile,»  impresa  en  Lima,  en  1681. 
Ambas  obras,  á  nuestro  humilde  juicio,  no  llenan  del  todo  el  objeto  que  se 
propusieron  sus  autores.  La  del  P.  García  está  escrita  en  estilo  antiguo  y 
es  un  hacinamiento  de  apreciaciones  confusas  y  sin  hilación  alguna.  El  Dr- 
Rocha  se  empeña  en  probar  que  los  indios  americanos  descienden  de  la  raza 
ibérica  del  tiempo  de  Osiris,  Tubal,  Héspero  y  otros  reyes,  cuyos  subditos, 
dice,  fueron  los  primeros  habitantes  del  Continente  americano.  Cerca  de 
dos  y  media  centurias  han  trascurrido  hasta  la  fecha,  en  cuyo  lapso  de 
tiempo  algunos  escritores  se  han  ocupado  incidentalmente  de  este  tópico; 
])er<>  ninguno  lo  ha  hecho  con  extensión:  por  eso  nos  hemos  decidido  ¿I  em- 
prender esa  ardua  tarea,  bajo  un  plan  muy  distinto  de  aquel  que  siguieron 
el  P.  García  y  el  Dr.  Rocha,  como  podrán  obser^'ar  los  lectores. 


52  INTRODUCCIÓN 


la  historia  antigua,  pues  que  comprobamoi,  identifícamoi 
y  valorixamoB  los  hechos  del  pasado:  eü  una  palabra,  so- 
mos un  auidliar  modesto  que  hace  el' paciente  trabajo  de 
la  hormiga,  acumulando  con  prolijidad  el  material  histórico 
adecuado  á  la  presente  obra,  porque  en  el  Perú  poco  se  co- 
noce el  pasado,  y  mucho  menos  algo  de  las  épocas  pre-in- 
cáica  y  pre  -  hispánica,  ó  sea  de  las  grandes  y  heroicas  civili- 
jsaciones  indianas  de  esas  mismas  épocas. 


ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 


DE 


AMÉRICA 


M»MM»MW»¥¥MM»MM»M^MM»M»¥M»^^M^^<^MM»»»»W»M^^^^»^^»»^^^<^^<<^^»>^^<»»^^^^^^^^^^^^^ 


PRIMERA  PARTE 


<p»  <m' 


HABITANTES  DE  AMERICA  ANTES  DE  LA  CONQUISTA 


iNTBS  dé  abordar  el  asttnto  del  presente  trabajo, 
debdmos  indicar,  de  preferencia,  cnáles  faeron  los 
habitantes  del  Continente  de  América  cuando  Cris- 
tóbal Colón  hiio  el  descubrimiento  de  él,  á  fines  del 
siglo  XV. 

Tanto  el  Hemisferio  Norte  como  el  Hemisferio  Sur,  es- 
taban habitados  por  naciones  y  pueblos  indianos,  algunos 
de  carácter  belicoso  y  guerrero,  otros  de  genio  dócil  y  hu- 
manO|  viviendo  casi  todos  en  pleno  eiitado  de  barbarie.  No 
obstante,  algunos  habían  alcancado  un  grado  de  civilisa- 


54  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

ción  relativamente  tan  avanzado,  que  formaban  Estados 
regularmente  constituidos,  entre  otros  el  de  México  y  el  del 
Perú. 

La  totalidad  de  esta  colectividad  indiana  se  dividía  en 
dos  grandes  ramas  distintas;  Eama  Septentrional  (Amé- 
rica del  Norte)  y  Rama  Meridional  (América  del  Sur),  te- 
niendo ambas,  caracteres  6  rasgos  generales  que  permitían 
distinguir  la  una  de  la  otra;  se  calcula  que  entre  las  dos  ra- 
mas habría  cerca  de  4»000  tribus  distintas,  que  formarían, 
se  colije,  una  población  de  más  de  50.000,000  de  habitantes. 

Va  en  seguida,  la  relación  de  las  principales  tribus,  de  las 
que  omitimos  las  del  territorio  actual  del  Perú,  para  enuv 
merarlas  al  principiar  la  Segunda  Parte  de  esta  obra. 

RAMA  SEPTENTRIONAL 

Crecido  era  el  número  de  las  tribus  de  esta  rama;  pero 
citaremos  tan  sólo  las  más  notables,  por  orden  alfabético: 

APACHES,  nómades  por  las  fronteras  de  la  California,  eñ 
el  Alto  México.  Esta  familia  estaba  dividida  en  va- 
rias parcialidades:  Apaches -Mescaleros,  Apaches - 
Mímbrenos,  Apaches  "Gilenos  y  Apaches -Tontos; 
todos  estos  indios  tenían  la  tendencia  del  robo  y  el 
crimen. 

APALACHES  ó  ALEGAMIOS,  del  Sur  de  la  Georgia  y  de 
la  bahía  de  Mobila,  hacia  la  embocadura  del  Missis- 
sipí. 

ARICARIS,  del  río  Missouri^  antes  de  la  desembocadura  del 
Mississipí. 

ARKANZAS,  del  territorio  de  Ohio. 

ASSINOBOINS,  de  las  comarcas  del  Bajo  Canadá. 

ATHABASCANAS,  del  norte  de  las  Montañas  Rocosas  6 
Rocallosas,  y  de  las  llanuras  y  bahía  de  Hudson. 

CARIBES,  numerosa  é  inhumana  tribu  de  las  Antillas. 

CHAQTAS,  del  territorio  bañado  por  el  Mississipí,  en  el  Es- 


Í)É  AMlÉRICA  55 


tado  de  la  Florida,  que  eran  más  apacibles  que  las 
demás  tribus  septentrionales, 

CHEROKEES,  de  los  territorios  de  Carolina  del  Sur,  Ala- 
bama  y  Yowa:  formaban  y  forman  aún  una  repú- 
blica, cuyo  poder  ejecutivo  se  ejerce  por  un  jefe  prin- 
cipal, al  que  asisten  tres  consejeros  elegidos  por  el 
legislativo:  cuenta  este  gobierno  con  dos  cámaras 
que,  reunidas,  tienen  el  título  de  Asamblea  General 
de  la  nación  Cherokee:  el  poder  judicial  lo  ejerce  una 
Corte  Suprema;  tienen  imprenta  y  un  periódico  ti- 
tulado Bl  Fénix,  redactado  en  las  lenguas  cherokee 
é  inglesa,  que  sale  á  luz  desde  1828. 

CHICACHAWS,  del  territorio  de  Nueva  Orleans. 

CHICHIMECOS,  del  Estado  de  Durango,  en  México. 

CHINNOCKES,  tribu  numerosa  que  formaba  una  monar- 
quía, la  cual  subsistió  durante  500  años,  y  perdió 
su  autonomía  con  la  conquista:  después  ha  estado 
errante  por  la  embocadura  del  Oregón,  en  la  costa 
occidental  del  Pacífico. 

CHIPPEWAIS,  ó  ALGONQUINES,  del  Lago  Superior  y 
otros  lagos  hacia  las  cabeceras  del  Mississipí:  fami- 
lia que  se  subdividia  en  varias  tribus,  entre  las  cua- 
les se  contaban  como  principales  los  SaltadoreSy  los 
Zorros  y  los  Ay ornas, 

CHOCHONIS,  errantes  por  la  zona  de  las  Montañas  Roca- 
llosas. 

CHOCTAWS,  de  la  comarca  situada  al  este  del  río  Missis- 
sipí. 

COMANCHES,  de  las  praderas  del  Arkansas. 

CREEKS,  del  oeste  de  la  Georgia  y  parte  de  Alabama,  en^ 
tre  los  ríos  Chatahorkee,  Tallapoosa  y  Coosa:  for^ 
maban,  en  unión  de  los  Siminoks,  una  confederación 
que  era  la  más  fuerte  de  la  América  Septentrional  i 

DELAWARES,  de  los  teritorios  de  Pensylrania  y  Ohio:  otra 
pc^rcialidad  había  en  el  e^^teuio  territorio  comprexu 


56  OftIGÉN  DE  LOS  INDIOS 

dido  deide  el  rio  San  Lorenxo  hasta  el  interior  de 
las  Montañas  Rocallosas:  de  esta  familia  dependían 
las  tribus  de  los  Rnistenos,  Miamis  é  Illinois, 

HURONES,  del  Alto  Canadá,  entre  los  lagos  Eñe,  Hurón  y 
Ontario:  eran  gobernados  por  jefes  hereditarios. 

IROQUESES,  del  Alto  Canadá  y  Estado  de  Michigan:  era 
familia  entonces  muy  poderosa,  que  se  componía  de 
seis  tribus:  Mobawks,  Ousides,  Onondages,  Senaas 
y  CayugaSy  constituidas  en  una  especie  de  república 
salvaje,  y  que  se  daban  el  título  de  Onquebouwe,  es 
decir,  más  grande  que  los  demás. 

KACHAQUIS,  de  los  bosques  de  Guatemala. 

KANSAS,  de  las  llanuras  entre  el  Arkansas  y  el  Río-Rojo; 

KOLIONGES,  del  territorio  de  Nueva  Norfolk  y  Nueva 
Cornwall. 

MENOMEDES,  de  los  alrededores  del  lago  Michigan. 

MINATARES,  del  río  Missouri. 

MISSOURIS,  del  río  de  su  propio  nombre. 

MIXTECAS,  del  Estado  de  Oajaca,  en  México. 

MOHICANOS,  del  río  Connecticut,  en  los  territorios  del 
Vermont  y  Nueva  Hampshire  y  del  Bajo  Canadá. 

MOQÜIS,  del  territorio  del  Estado  de  Arizona. 

MOSKITOS,  de  los  bosques  regados  por  el  rio  San  Juan,  en 
Nicaragua. 

MüSCOMULGOS,  del  oeste  de  la  Georgia  y  parte  de  Ala- 
bama. 

NAHÜALTS  6  AZTECAS,  que  se  extendían  desde  el  lago 
de  Nicaragua  hasta  el  Río  del  Norte,  y  constituían 
el  Imperio  Anahuac  6  México,  que  llegó  á  un  grado 
de  civilización  bastante  adelantado,  pues  era  el  úni- 
co pueblo  que  entonces  poseía  una  literatura  propia, 
debido  al  empleo  de  una  escritura  simbólica  parti- 
cular: habían  subyugado  á  las  tribus  Oajacas,  Miz* 
tecas  y  otras. 

KATCHBZES,  del  territorio  regado  por  el  Miiiiiiipi,  eo  lii 


DE  AMÓRICA  5t 


Florida,  que  ae  distinguían  por  signos  característi- 
cos apacibles. 
NAVAJOS,  del  Sur  del  territorio  de  Colorado. 
NIQUIZAS,  del  territorio  de  Nicaragua. 
NUALTECAS,  de  la  meseta  de  Anahuac,  en  México. 
OLMECOS,  del  extenso  país  de  Anahuac,  algo  civili«ados, 
que  dejaron  en  México  y  Centro  América  monumen- 
tos ciclópeos,  como  Jes  de  Mitla  y  Palenque,  cuyas 
ruinas  subsisten  aún:  los  Olmecos  emigraron  más 
tarde  hasta  el  lago  de  Nicaragua. 
OMAHAS,  del  Alto  Missouri; 

OSAJES,  de  los  parajes  entre  el  Mississipí  y  el  Missouri. 
ONANDOGAS,  de  las  comarcas  de  Nueva  York. 
OTOGAMIS,  de  los  tupidos  bosques  regados  por  el  río  Mis- 
souri. 
OTOMITAS,  del  territorio  de  Mcchoacán,  en  México:  de 
esta  familia  son  las  tribus  de  los  Mayas  y  Leucas, 
situadas  entre  los  Istmos  de  Panamá  y  Tehuatepec. 
PAWNEES,  de  las  riberas  del  río  Mississipí. 
PAKIS,  de  las  orillas  del  río  Missouri. 
PIELES  ROJAS,  numerosa  tribu  que  ocupó  los  dilatados 
territorios  de  Tennessee,  las  Carolinas,  la  Virginia, 
el  Maryland,  la  Pensilvania  y  una  parte  del  Estado 
de  Nueva  York,  replegándose  después  en  los  bosques 
del  Arkansas. 
PIPILES,  de  los  territorios  de  Guatemala  y  San  Salvador. 
POCOMANES,  de  los  bosques  de  Guatemala. 
PONGAS,  de  la  ribera  izquierda  del  Missouri. 
POYAS,  del  territorio  de  Honduras. 
QUIGHEES,  del  territorio  de  Guatemala. 
SAKIS,  de  las  orillas  del  río  Mississipí. 
SHAWNESSES,  del  Lago  Hurón. 
SEMINÓLES,  del  interior  del  territorio  de  la  Florida. 
SIOUX,  de  la  comarca  de  la  Luisiana:  tenían  dominio  so- 
bre  todas  las  tribus  esparcidas  en  el  territorio  sitúa- 


58  ORIGEK  DE  LOS  ÍNDIOS 

do  entre  les  ríos  Missonri  y  Mississipí,  entre  los  cua- 
les se  hallaban  los  Dakotas,  Vinebagos,  Osajes,  Kan- 
sas,  MandaneSy  Mitures,  Otoes  y  Ornatos, 

TARASCOS,  de  la  comarca  de  Mechoacán,  en  México. 

TR FANECAS,  del  territorio  de  Guatemala. 

T LÁSCALES,  de  las  comarcas  de  Yeracruz  y  Oajaca,  en  la 
costa  del;Pacífico :  componían  uua  república  inde- 
pendiente, que  loa  emperadores  de  México  jamás  pu- 
dieron subyugar. 

TOLTEGOS,  de  México:  tribus  cuya  civilización  era  algo 
adelantada,  pues  fueron  ellos  los  que  erijieron  en 
México  las  pirámides,  dividieron  el  año  solar  é  in- 
ventaron los  geroglíficos:  más  tarde,  emigraron  á  la 
parte  meridional  de  América. 

TÜLARENAS,  del  territorio  de  California. 

WAKISHES  ó  NOOTKANES,  de  la  Isla  de  Nootka  y  costal 
inmediatas. 

WALKASKI,  del  territorio  de  la  Nueva  Georgia. 

Z APOTECAS,  del  territorio  de  Oajaca,  en  México. 

ZüNIS,  de  la  región  de  Puebla,  en  México. 

ZüTüGILES,  de  los  bosques  de  Guatemala. 

Y  muchas  otras  tribus  de  segundo  orden,  diseminadas 
en  el  resto  del  Continente  de  la  América  Septentrional,  co- 
mo las  denominadas: 

CATAWAS  ó  CHICO  AS  OJIBBEWAYS 

CHICASAWS  OTAWWAWS 

MANADANES    '  SÉNECAS 

MIAMIS  TUSCARORAS 

MOKAWKS  ÜCHEES,  y  otras. 
MÜSKEJOS 

Cuando  los  colonos  ingleses  se  lanzaron  sobre  el  terri- 
totrio  de  la  América  del  Norte,  vivían  allí  muchas  tribus 


DE  AMÉRICA  59 


diversas  (1).  Todos  estos  indios  desposeídos,  primero,  del 
suelo  que  ocupaban  desde  tiempo  inmemorial,  y  en  seguida, 
diezmados  por  las  cruentas  guerras  con  que  los  provoca- 
ran los  sajones,  no  tuvieron  ya  aeilo  en  sus  propios  tupidos 
bosques,  en  los  que,  antes,  no  sospechaban  que  llegarían  á 
ser  sacrificados  por  los  inhumanos  invasores,  quienes  so 
pretexto  de  llevar  allí  la  civilización,  aniquilaron  casi  com- 
pletamente la  raza  indiana.  Este  aniquilamiento  ha  tenido 
que  ser  obra  de  algún  tiempo,  pues  los  ingleses,  primero,  y 
los  yañkees,  después,  exterminaron  todas  estas  tribus  indí- 
genas, organizando  con  la  sangre  fría  que  los  caracteriza, 
sistemadas  cacerías,  en  que  los  perseguían  tenazmente  á 
balazos,  como  á  fieras,  hasta  conseguir  hacerse  dueños  de 
toda  la  extensión  del  Atlántico  al  Pacífico,  esto  es,  del  vas- 
tísimo territorio  que  hoy  constituye  los  Estados  Unidos  de 
Norte  América. 

RAMA  MERIDIONAL 

Los  indianos  de  la  Rama  Meridional,  que  habitaban  la 
parte  Sur  del  Continente  de  América,  cuando  Cristóbal  Co- 
lón descubrió  el  Nuevo  Mundo,  eran  entonces  mucho  más 
numerosos  que  los  de  la  Rama  Septentrional.  Muchas  de 
estas  tribus  aborígenes  existen  todavía,  principalmente 
aquellas  que  viven  en  los  bosques,  ríos  y  montañas  que  to- 
davía no  han  sido  explorados  ni  conquistados,  y  cuyos  ha- 
bitadores, por  consiguiente,  se  hallan  hasta  hoy,  en  un  es- 
tado de  completo  atrasos 

Enumeraremos  en  seguida,  siempre  por  orden  alfabéti- 
co, las  principales  de  estas  tribus,  á  excepción  de  las  del 


(1)  El  Dr.  Morse  divide  estos  indianos  en  tres  grandes  familas:  1^  la 
del  Este  del  Mississipí,  que  contaba  con  120,625  individuos;  2^  la  que  vi- 
vía entre  el  Mississipí  y  las  Montañas  Rocallosas,  y  que  se  componía  de 
179,592;  y  la  3^  la  del  Oeste  de  las  Montañas  Rocallosas,  que  ascendían  á 
171,200;  firmando  un  lotal  de  471,417  indígenas. 


60  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 


actual  territorio  del  Perú¿  de  las  que,  como  hemoi  dicho  ya, 
nos  ocuparemos  en  la  segunda  parte  de  esta  obra. 

ABIPONES,  del  Río  de  la  Plata,  junto  al  Paraná,  en  la  Ar- 
gentina. 

ACH AGUAS,  de  loi  río8  Guachira  y  Casahuara,  en  Colom- 
bia. 

AGACES,  del  río  Paraguay,  én  la  Argentina. 

ALLENTIACS,  de  las  cordilleras  de  Cuyo  del  CoUingast  y 
de  las  provincias  de  San  Juan  y  Mendoza,  en  la  Ar- 
gentina. 

amarínanos,  del  río  Casanare,  en  Vene«uela. 

ANDOQÜIS,  del  territorio  de  Mocoa,  bañado  por  los  ríos 
Caquetá  y  Putumayo,  en  Colombias 

ANGAMARCAS,  del  río  San  Felipe,  en  el  Ecuador. 

APIAGAS,  de  la  cuenca  del  río  Ainos,  en  el  Brasil. 

AQÜILOTAS,  del  río  Bermejo,  en  el  Paraguay. 

ARAUCANOS,  del  territorio  situado  entre  los  ríos  Bío-Bío 
y  Valdivia  y  entre  los  Andes  y  el  Pacífico:  es  familia 
cuyas  tribus  componen  una  especie  de  confederación 
con  los  Puelches  y  Pehuenches,  que  no  reconocen 
ningún  jefe,  pues  todos  los  negocios  se  deciden  en  un 
Consejo  compuesto  de  los  hombres  más  ancianos  de 
cada  tribu.  Son  los  únicos  indios  de  la  América  Me- 
ridional  que,  hasta  ahora,  han  conservado  su  inde- 
pendencia como  Estado,  pues  ni  los  españoles,  du- 
rante el  coloniaje,  por  más  esfueríos  que  hicieron 
para  dominarlos,  ni  los  chilenos,  con  los  que  colin- 
dan, han  podido  ni  pueden  sojuzgarlos. 

ARROWANKS,  del  río  Surinam,  en  la  Guayana  holandesa. 

ARUACAS,  de  la  Sierra  Nevada  de  Santa  Marta  y  de  los 
ríos  Jalambó  y  Nulpe,  en  Colombia. 

ATACAMAS  6  GÜNZAS,  de  la  región  hidrográfica  del  Gran 
Salar,  en  el  desierto  de  Atacama,  en  Bolivia. 

ATACAMBS,  de  los  ríos  Esmeraldas  y  Mir,  en  el  Ecuador, 


DB  AMERICA  61 


ÁZüBROS,  de  la  península  de  bu  nombre,  hasta  el  golfo  de 
Farita,  en  el  Istmo  de  Panamá. 

BARBACOAS,  de  la  embocadura  de  los  ríos  Telembí  y  Pa- 
tía,  en  Colombia:  con  los  Telembís  y  los  Iscuandés 
componían  una  república  gobernada  por  Régulos, 
que  eran  nueve  ancianos  que  constituían  una  espe- 
cie de  Senado. 

BETOYAS,  de  las  faldas  de  los  Nevados  de  Chita,  en  Co- 
lombia. 

BONDAS,  de  las  comarcas  de  Santa  Marta,  en  Colombia. 

BORRORES,  de  la  provincia  de  Matto-Grosso,  en  el  Brasil. 

BOTOCüDOS,  de  las  montañas  de  Minas-Geraes,en  el  Brasil. 

BRACAMOROS,  del  río  Chichipa  y  sus  afluentes  y  en  las 
selvas  de  Jaén,  en  el  Ecuador. 

CALCHAQÜIS,  del  río  Salado,  de  la  región  del  Tucumán, 
en  la  Argentina. 

CALOTOS,  de  las  comarcas  de  Popayáñ,  en  Colombia. 

CALLAGÜAYOS  6  JÜNQÜENOS,  de  la  provincia  de  Mu- 
ñecas, en  Bolivia:  en  tiempo  del  Imperio  Incaico, 
fueron  designados  para  contraerse  á  la  curación  de 
las  enfermedades,  pues  tenían  profundo  conocimien- 
to de  las  propiedades  de  las  plantas  y  hierbas:  hoy 
mismo  son  los  únicos  indígenas  curanderos  que  re- 
corren todos  los  ámbitos  de  la  América  del  Sur,  con 
sus  cargas  de  vegetales  al  hombro. 

CAÑARIS,  de  los  ríos  Pauta  y  Naranjal,  en  el  Ecuador. 

CARACARÁS,  del  río  Paraná,  en  la  Argentina. 

CARANQÜIS,  de  las  comarcas  bañadas  por  los  ríos  Ángel, 
Pisco,  Tahuando,  en  el  Ecuador. 

CARES  ó  CARIOS,  de  los  ríos  Tosagua  y  Chono,  en  el 
Ecuador. 

CARIBES  ó  CANÍBALES,  de  las  Antillas  Menores  y  cos- 
tas de  la  América  del  Sur,  desde  Cabo  de  la  Vela 
hflsta  la  embocadura  del  Surinam,  en  la  0uayana. 

CAÜCAÚS,  del  Estrecho  de  Magallanes. 


62  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

CAÜQÜENAS,  del  río  Maule,  en  Chile. 

CAÜXICÜNA.S,  de  la  embocadura  del  río  Tocantiüj  en  el 
Brasil 

CAYAMPAS,  de  la  falda  del  Nevado  Gayambi,  en  el  Ecua- 
dor. 

CAYAPÚS,  de  la  provincia  de  Goya§,  en  el  Brasil, 

CAYMANQS,  del  río  de  su  nombre,  que  desagua  en  el  Da- 
rién,  en  el  Istmo  de  Panamá. 

CAYÜBABAS,  de  los  ríos  Mamoré  y  Jamaná,  en  Bolivia. 

COFANES,  de  las  comarcas  de  Quito,  en  las  cabeceras  del 
río  Aguarico,  en  el  Ecuador. 

COPIAPOS,  de  la  provincia  de  su  nombre,  en  Chile. 

COQUIMBOS,  de  las  islas  Goquimbanas,  en  Chile. 

COMECHINGONAS,  de  la  comarca  de  Córdoba  del  Tucu- 
man,  en  la  Argentina. 

CÜMANAGOTOS,  de  la  provincia  de  Cumauá,  en  Veneauela. 

CUNAS  6  CUN ACUNAS,  del  río  Chagras  hasta  la  bahía  del 
Chocó,  en  el  Istmo  de  Panamá. 

CUNCOS  ó  CUNCHOS,  del  canal  de  Chiloé  y  archipiélago 
de  les  Chonos,  en  Chile. 

CHAYMAS,  de  los  llanos  y  montañas  de  Colombia. 

CHARCAS,  de  la  comarca  de  Chuquisaca,  en  Bolivia. 

CHARRÚAS,  de  la  comarca  comprendida  desde  Maldonado 
hasta  cerca  de  la  boca  del  río  Uruguay  y  de  los  ríos 
Negro  é  Ibicuy,  en  la  Argentina. 

CHAYMAS,  de  los  ríos  Guarapiche  y  Colorado,  en  Yeníuela. 

CHIBCHAS  ó  MUYSGA.S,  de  toda  la  extensión  comprendi- 
da por  las  sabanas  de  Bogotá,  Zipaquirá,  Ubabé  y 
los  valles  de  Fusagusagú,  Caquetá,  Pacho  y  Tunza, 
inclusive  las  circunscripciones  de  Guatavitá,  Tunja, 
Tundama  j  Sogomoso,  de  Colombia.  La  familia 
Chibcba  estaba  dividida  en  dos  monarquías:  la  na- 
ción de  loa  Zaques  y  la  de  los  Éipas.  Después  de  Mé- 
xico y  el  Perú,  la  nación  de  los  Cbibcbas  fué  la  terce- 
ra en  civilización  americana. 


DE  AMERICA  6á 


CHIMBOS  6  CHIMBORAZOS,  de  la  cordillera  occidental 
de  los  Andes  del  Ecuador. 

CHIQUITOS,  de  la  región  de  Santa  Gruí  de  la  Sierra,  en  Bo- 
livia:  esta  familia  comprendía  la  tribu  de  los  Chiqui- 
tos propiamente  dichos  y  Ias»de  los  Samucas,  Sara- 
becaSy  Otoquis,  Curuminacas,  CobarecaSy  Tupis,  Pai- 
conecas  y  Corobecas. 

CHIRICOAS,  del  río  Capanapuro,  en  Venezuela. 

CHIRIGUANOS  6  CUMBAS,  dé  la  cuenca  de  los  ríos  Gua- 
pay  y  Parapati,  y  de  los  ríos  Pilcomayo  y  Bermejo, 
en  el  Chaco  boliviano. 

CHIBIQUÍS,  de  la  Serranía  de  las  Cruces,  en  el  Istmo  de 
Panamá. 

CHOLOS  6  CHOCOS,  del  Darien  del  Sud,  en  el  Istmo  de 
Panamá. 

CHONGONES,  de  la  ensenada  de  Charapoto  hasta  Chon- 
gón,  en  el  Ecuador. 

CHONOS,  del  archipiélago  de  su  nombre,  en  Chile. 

CHUCHUMAQUES,  del  río  de  su  nombre,  en  el  Istmo  de 
Panamá. 

CHUMULAS,  de  la  laguna  de  Chiriquí,  en  el  Istmo  de  Pa- 
namá. 

CHUNGHOS,  del  río  Anarumaya  6  Madre  de  Dios,  en  Bo- 
livia. 

FUEGUINOS,  del  archipiélago  que  está  separado  por  el  Es- 
trecho de  Magallanes,  entre  los  Océanos  Atlántico  y 
Pacífico  australes. 

GALIBIS,  de  los  ríos  Sinnamary,  Iracoubo,  Organabo  y 
Mana,  de  la  Guayana  francesa. 

GOAGIRAS,  de  la  península  de  su  nombre,  entre  el  golfo  de 
Maracaibo  y  el  Mar  de  las  Antillas,  en  Venezuela. 

GUACHICOS,  del  río  Tacuari,  en  el  Paraguay. 

GUAHIBOS,  errantes  sobre  los  ríos  Vechado  y  Meta,  en 
Venezuela. 

GUANAS,  de  la  comarca  de  Chuquiíaca,  en  Bolivia. 


64  ORIGEN  DB  LOS  INDIOS 

GÜAQÜERIS  6  GüARÜNAS,  de  la  comarca  de  Gumaná,  en 

Colombia,  é  Isla  Margarita,  en  Venesuela. 
GUARANIS  ó  tupis,  de  la  inmensa  región  qne  abraza  los 
límites  de  los  territorios  del  Brasil,  Urngnaj,  Rio  de 
La  Plata  y  Paraguay:  algunas  parcialidades  se  ex- 
tienden hasta  las  Guayanas  y  el  Mar  de  las  Antillas: 
consta  esta  familia  de  los  Guaranís  propiamente  di- 
chos y  de  los  Botocudos,  estos  últimos  del  Brasil. 
GÜARAÚNAS,  del  río  Guarapiche,  en  Venezuela. 
GÜARAYOS,  del  río  Mamoré,  eñ  Solivia. 
GUASARAPAS,  del  río  de  su  mismo  nombre,  en  el  Paraguay. 
GUAYCURUS,  de  la  comarca  de  Matto-Grosso,  en  el  Brasil. 
HAMBATOS,  del  río  de  su  mismo  nombre  y  del  de  San  Fer- 
nando, en  el  Ecuador. 
HATÜNTAQUIS,  de  los  ríos  Peguche  y  Blanco,  en  el  Ecua- 
dor. 
HüAMBOYAS,  de  lá  Cordillera  de  Cubillín,  en  el  Ecuador. 
HÜANCAYILGAS,  de  la  ensenada  de  Charapoto  hasta  Chon- 
gón  6  Punta  de  Santa  Blena,  en  el  Ecuador:  los 
Huancavilcas  formaban  una  confederación  compues- 
ta de  quince  tribus,  cada  una  con  su  respectiro  Ca- 
cique. 
HÜILLICHES,  del  territorio  que  separa  el  río  Yaldiria  del 

archipliélago  de  Chiloé,  en  Chile. 
INGANAS,  de  la  comarca  de  Mocoa,  en  Colombia. 
ITONAMAS,  de  los  ríos  Nonama  y  Machupe,  en  Bolivia. 
LACHAS,  de  las  comarcas  de  San  Juan  de  los  Llanos  y  de 

Tunja,  en  Colombia. 
LAPUNÁS,  de  la  Isla  Puna  del  golfo  de  Guayaquil,  en  el 

Ecuador. 
LECOS,  de  los  bosques  de  Caupolicán,  en  Bolivia. 
LULÉS,  de  los  ríos  Salado  y  Tibibiri,  en  la  Argentina. 
LUPACAS,  de  la  altiplanicie  de  los  Andes  de  Bolivia. 
M ACARIÑAS,  de  los  ríos  Beni  y  Tumapasa,  en  Bolivia. 
M^CASi  de  lof  ríos  Uipano  j  Manguasua,  en  el  BcuAdor. 


DB  AMÉRICA  65 


MACURITARES,  del  río  Yentuari  y  sus  tributarios,  en  Ye- 

neztiela. 
MACHICÜYS,  del  río  Paraguay,  en  la  Argentina. 
MACKUERANDAS,  del  río  Paraná,  en  la  Argentina. 
MALÉALES,  del  Río  Grande,  en  la  Argentina. 
MANAOS,  de  la  Guayana  portuguesa; 
MANDRACOS,  del  río  Amazonas  ó  Solimoes,  en  el  Brasil. 
MANTAS,  de  la  Punta  de  Santa  Elena  hasta  la  ensenada 

de  Gharapoto,  en  el  Ecuador 
MÁPOCHOS,  del  río  de  su  nombre,  en  Chile. 
MARCANIS,  de  los  ríos  Beni  y  Tuanapasa,  en  Bolivia. 
MATAGUAYOS,  del  río  Pilcomayo,  en  la  Argentina. 
MAYAS,  del  Estado  de  Yucatán,  en  México. 
MAYNAS,  del  río  Amazonas  ó  Solimoes,  en  el  Brasil. 
MAXÜRÜNAS,  de  las  selvas  de  Tabatinga,  en  el  Brasil. 
MAYPUROS,  del  Alto  Orinoco  y  de  los  ríos  Atabapo  y  Ne- 
gro, en  Colombia. 
MBAYAS,  de  las  pampas  del  Paraguay. 
MEPBNES.  del  río  Paraná,  en  la  Argentina. 
MIRANHEROS,  de  los  bosques  bañados  por  el  Yapurá,  en 

el  Brasil. 
MOBIMAS,  del  río  Beni  y  comarca  de  Santa  Cruz  de  la  Sie- 
rra, en  Bolivia. 
MOCOBIS,  del  río  Paraná,  en  la  Argentina. 
MOCHAS,  del  río  Pachaulica  y  sus  afluentes,  en  el  Ecuador. 
MOLUCHES,  de  la  comarca  de  Valdivia,  en  Chile. 
MOSETENES,  de  los  ríos  Beni  y  Mftmoré,  en  Bolivia. 
MOTILONES,  de  los  ríos  Muchiche  y  San  Faustino,  hasta 

el  valle  de  Cuenca,  en  Colombia. 
MOXOS,  de  les  ríos  Mamoré  y  Mashupo,  en  Bolivia. 
MUZOS,  del  río  Apoparis,  al  Sud  de  Popayáu,  en  el  Cauca, 

en  Colombia. 
OMAGUAS  ó  ENAGUAS,  del  río  Ñapo,  en  el  Ecuador. 
ONÁS,  de  la  parte  septentrional  de  la  Isla  Southland,  en  la 
Tierra  del  Fuego. 


9 


6(5  ORIGEN  DE  LOS  IÑDIOá 

OTÁVALOS,  de  los  ríos  Peguche  y  Blanco,  eñ  el  Ecuador. 

OTOMACOS,  de  la  región  que  se  extiende  desde  el  Casanare 
hasta  el  Orinoco,  en  Colombia. 

PACAMOROS,  del  río  Chichipa,  en  el  Ecuador. 

PALTAS,  de  los  ríos  Colán  y  Amarillo,  en  el  Ecuador. 

PAMPAS,  de  las  extensas  pampas  de  la  provincia  del  Río 
de  La  Plata,  en  la  Argentina. 

PANAS,  de  la  Cordillera  de  los  Andes,  en  Solivie. 

F ANCHES,  del  río  Magdalena,  en  Colombia. 

PATACHES,  de  la  comarca  de  Minas-Geraes,  en  el  Brasil. 

PATAGONES,  del  territorio  atistral  de  la  Patagonia. 

PAYAGUAS,  de  la  comarca  de  la  Asunción  y  del  río  Para- 
guay hasta  su  unión  con  el  Paraná,  en  el  Paraguay. 

PEHÜENCHES,  de  Ja  región  de  los  Andes  de  la  Araucanía 
y  Patagonia. 

PIJAOS,  de  las  s  uranias  de  Barragán,  en  Colombia. 

PINAMPIRAS,  del  río  Pisco,  en  el  Ecuador. 

PROMAUCAS,  del  río  Maule,  en  Chile. 

PUELCHES,  de  Irs  valles  de  la  Cordillera  de  Chile. 

PÜRACATIS,  del  país  de  Piagui,  en  Colombia. 

PÜÍIIS,  del  río  Paraiba,  en  el  Brasil, 

PÜRUHUAS,  del  río  Chambo  hasta  el  Nevado  de  Tungara- 
hua,  en  el  Ecaador. 

QUERANDIS,  del  río  Paraná,  en  el  Brtsil. 

QUITUS,  de  la  Cordillera  occidental  del  Ecuador,  hasta 
Quito:  su  gobierno  era  uca  especie  de  confederación! 
establecida  entre  les  Quitas  y  las  tribus  de  los  Imba' 
y  as,  LatacungaSy  Puruhuas  y  Cañares. 

SALIVAS  ó  CABORÉS,  de  los  ríos  Guaviare  y  Meta,  en  Co- 
lombia. 

SARABECAS,  del  río  Itenes,  en  Bolivia, 

SUCUMBIOS,  del  río  San  Miguel,  en  el  Ecuador. 

TABOGAS  ó  URABÉS,  del  archipiélago  de  las  Perlas,  en  ell 
Istmo  de  Panamá. 

TAIRES,  de  la  Guayana  holaüdesAr 


DE  AMÉRICA  67 


TAYRONAS,  del  valle  de  Santa  Marta,  en  Colombia. 

TEHUELCHES,  del  territorio  comprendido  entre  el  Río  Ne- 
gro y  el  Río  Colorado,  de  la  Isla  de  Tehael,  al  Orien- 
te de  la  Patagonia. 

TICUNAS,  del  río  Madera,  en  Solivia. 

TIJANAS,  de  los  ríos  Chambo  y  Paute,  en  el  Ecuador. 

TIMBIRAS,  de  los  espesos  bosques  situados  entre  el  Río 
dos  Balsas  y  el  Itapiraras,  en  el  Brasil,  bosques  que 
todavía,  se  dice,  no  ha  podido  penetrar  en  ellos  nin- 
gún blanco. 

TIMBOS,  del  Río  de  La  Plata,  eü  la  Argentina. 

TIPUNABAS,  del  territorio  situado  entre  los  ríos  Mury  y 
el  Para,  en  el  Brasil. 

TOBAS,  del  río  Pilcomayo,  en  el  Chaco  argentino. 

TONOCOTÉS,  del  lago  cerca  del  río  Bermejo,  en  el  Para- 
guay. 

TÜCÜMANOS,  de  la  comarca  de  su  propio  nombre,  en  la 
Argentina. 

TüMEBAS,  de  los  Nevados  de  Chita  y  Guicán,  en  Co!om 
bia. 

TüMÜPASAS,  de  los  ríos  Apolobamba  y  Beni,  en  Bolivia. 

TUPIS,  de  las  provincias  orientales  del  Brasil:  son  oriun- 
dos de  ese  Estado. 

ÜSAQUES,  de  las  provincias  de  Guatavita,  Guasca,  Zipa- 
quirá,  Ebaté,  Sutagasugá  y  Ebaqué,  en  Colombia. 

WARRANS,  del  río  Masaroni,  en  la  Guayaca  inglesa. 

XARAYAS,  del  río  Paraguay,  en  la  Argéntica. 

YAGÜARZONGAS,  del  río  Zamora  y  sus  afluentes,  en  el 
Ecuador. 

YAHGANS,  del  Canal  Beagle  hasta  el  Cabo  de  Hornos,  en 
la  Tierra  del  Fuego. 

YAMBOS,  del  río  Yavarí,  que  desemboca  en  el  Marañóc. 

Y  AROS,  del  río  Uruguay,  en  el  Uruguay. 

YARURAS,  del  río  Casanare,  en  Colombia. 

YARACARAS,  de  la  Cordillera  de  los  Andes  de  Bolivia 


68  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 


YÜRIS,  del  río  Marañan. 

ZAMUCAS,  del  Chaco  paraguayo. 

ZARZAS,  de  los  ríos  Guacamaná,  Colán  y  Amarillo,  en  el 

Ecuador. 
ZÜRÍ ES,  de  la  Serranía  de  las  •  Cruces,  en  el  Istmo  de  Pa- 
namá. 

Y  muchas  otras  tribus  inferiores  á  las  citadas. 

Además,  en  la  América  Meridional,  existían  y  existen 
todavía  un  sinnúmero  de  tribus  salvajes,  cuyos  territorios 
no  están  aún  explorados,  como  las  que  habitan  el  Gran 
Chaco,  que  contiene  gran  número  de  familias  distintas,  to- 
das por  clasificarse;  las  de  las  comarcas  del  caudaloso  Ma" 
rañón  y  sus  tributarios,  que  cuentan  con  muchas  familias 
nómades;  las  de  la  región  del  gran  río  Amazonas,  donde  vi- 
ven también  gran  número  de  indianos  de  diferentes  familias; 
las  de  les  selvas  del  Orinoco  y  sus  afluentes,  en  que  se  alber- 
ga un  regular  número  de  indígenas;  y  las  de  la  Áraucanía, 
Patagonia  y  Tierra  del  Fuego. 

Todas  estas  parcialidades  indígenas  ofrecían  desde  la 
conquista,  diversas  especies  y  modificaciones  de  gobierno, 
desde  el  despotismo  paternal  de  los  Incas,  hasta  la  más  ab- 
soluta independencia,  donde  cada  individuo  sólo  dependía 
de  sí  mismo.  El  mayor  número  de  esas  parcialidades  abo- 
rígenes estaban  sumidas  en  la  mayor  ignorancia  y  vegeta- 
ban en  el  estado  más  netamente  selvático,  y,  aún  hoy  día, 
algunas  son  refactarias  á  los  progresos  de  la  civilización  del 
siglo  actual. 

Los  españoles,  digámoslo  con  franqueza,  han  sido  más 
humanitarios  que  los  anglo-americanos,  pues  en  lugar  de 
exterminar  á  los  indios  de  sus  colonias,  como  lo  hicieron  los 
ingleses  y  los  yankees,  los  catequizaron  é  instruyeron  en  los 
preceptos  de  la  religión  cristiana.  Sin  embargo,  los  caste- 
llanos no  dejaron  de  tener  gran  parte  de  culpa  en  la  dismi- 
nución de  la  población  indígen  a  de  BUS  colonias,  perqué  si 
bien  no  los  casaron  á  balaioe,  como  á  fieras,  al  igual  que 


DE  AMÉRICA  69 


losjsajones,  en  los  extensos  dominios  que  les  quitaron  á  viva 
faersa,  no  dejaron  esos  mismos  castellanos  de  causar  la 
muerte  de  gran  número  de  los  indios  que  habían  subyuga- 
do, empleando,  para  ello,  otros  medios  proditorios.  En 
efecto,  desde  el  principio  de  la  conquista,  los  españoles  lle- 
varon á  la  raza  indígena  al  sacrificio,  obligándola  á  tomar 
las  armas  en  las  guerras  civiles  que  entre  ellos  mismos  sos- 
tenían, y  aún  en  sus  luchas  en  las  tribus  que  pretendían  so- 
meter. Consideraban  á  esos  indios  como  esclavos,  conde- 
nándolos á  trabajos  forzados  y  abrumadores  en  los  obrajes 
y  en  las  minas,  é  infiriéndoles  maltratos  inhumanos;  pero 
no  fué  esto  todo:  los  agobiaron  con  tributes,  mitas  y  fuer- 
tes cargos;  los  emplearon  como  acémilas  en  las  expediciones 
de  la  conquista  de  nuevos  países;  y,  en  fin,  les  fomentaron 
el  vicio  de  las  bebidas  alcohólicas,  para  embrutecerlos.  Las 
epidemias  de  la  viruela,  sarampión  y  otras  enfermedades, 
desconocidas  para  ellos  antes,  diezmáronlos  también,  de  tal 
manera,  que  en  muchas  ocasiones  hubieron  de  desaparecer 
tribus  enteras.  Concausas  de  abatimiento  y  de  despobla- 
ción todas  las  expuestas,  contribuyeron  á  la  degeneración 
de  la  raza  indígena  en  proporcionalidad  tan  monstruosa, 
que  de  20.000,000  de  indios  de  ambos  sexos  que  poblaban 
el  Continente  sometido  á  la  férula  de  los  españoles,  de  esa 
primitiva,  enorme  cifra,  al  finalizar  el  Coloniaje,  apenas  se 
contaban  4.000,000. 
Entremos  en  materia. 


Al  realizarse  el  descubrimiento  del  Nuevo  Mundo  por 
Cristóbal  Colón,  en  1492,  este  gran  Continente  se  hallaba 
poblado,  como  hemos  dicho,  por  sinnúmero  de  tribus,  unas 
bárbaras,  otras  semi- salvajes,  y  varias  completamente  sal- 
vajes, esparcidas  en  toda  su  estensión.  Algunas  de  estas 
tribus  eran  (y  pocas  son  todavía)  de  antropófagos,  puei 


70  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

se  comen  la  carne  de  sus  enemigos  para  latisfacer  el  repug- 
nante placer  de  la  veiíganra. 

La  diveraidad  de  tipos,  costnmbrea,  trajes,  vida,  culto- 
ra é  idiomas  de  estas  tribus  indianas  (que  sería  muy  difí- 
cil de  caracterizar  de  una  manera  absoluta,  pues  que  no 
ofrecen  ningún  carácter  general),  induce  á  creer  que  los  pri- 
meros pobladores  de  América  (1)  son  originarios  de  nacio- 


(1)  El  nombre  de  América,  dado  al  Continente  descubierto  por  Colón, 
trae,  se  dice,  su  origen  del  navegante  florentino  de  aquella  época,  Amérigo 
6  Américo  Vespucio,  que  entonces  se  encontraba  al  servicio  de  España,  co- 
mo proveedor  de  los  buques  destinados  al  descubrimiento  de  nuevas  tierras 
en  el  Nuevo  Mundo.  Vespucio  no  pudo  resistir  al  deseo  de  participar  de 
los  peligros  y  glorias  del  célebre  genovés,  y,  al  efecto,  solicitó  acompañar  á 
Alonso  Ojeda  en  una  expedición,  en  calidad  de  piloto  y  cosmógrafo;  expedi" 
ción  que,  compuesta  de  cuatro  naves,  se  dio  á  la  vela,  en  1494..  De  regreso  á 
España,  Américo  publicó  algunas  cartas  marítimas  á  las  que  puso  al  pie  su 
nombre,  como  autor  de  ellas;  razón  por  laVual  esas  cartas  fueron  llamadas 
Américas  por  los  pilotos  de  ese  tiempo;  y  extendiéndose  este  calificativo  al 
Continente  á  que  se  referían,  lo  denominaron  América,  costumbre  que  ha  au- 
torizado el  tiempo,  privando  así  de  esta  gloria  á  Colón,  que  es  el  único  mere- 
cedor de  haber  dado  su  nombre  al  Continente  descubierto  por  él.  Por  este 
hecho  se  infiere  que  Vespucio  arrebató  á  Colón  la  gloria  de  su  descubri- 
miento, suplantando  el  nombre  de  este  célebre  navegante  con  el  suyo.  Y 
resulta  tanto  más  injusta  y  temeraria  esta  usurpación,  si  se  considera  que 
Colón,  para  lograr  la  realización  de  sus  proyectos,  tuvo  que  combatir  las 
preocupaciones  de  sus  contemporáneos  y  sostener  sus  teorías  contra  los 
rechazos  de  varios  monarcas.  Su  país  natal,  Genova,  le  trató  de  visiona- 
rio; Enrique  VII,  rey  de  Inglaterra,  no  dio  oídos  á  su  solicitud;  Juan  II, 
rey  de  Portugal,  desechó  sus  proposiciones;  Carlos  VIII,  rey  de  Francia, 
no  prestó  atención  á  sus  proyectos;  el  emperador  Maximiliano,  de  Alema- 
nia, rechazó  también  sus  pretensiones:  sólo  le  quedó  á  Colón  la  esperanza 
dé  ser  acogido  en  España,  por  los  reyes  Fernando  é  Isabel.  En  efecto,  des- 
pués de  ocho  meses  de  esperas,  se  resolvió,  al  fin,  armarle  á  Colón  una 
expedición,  en  1492,  la  que  salió  del  puerto  de  Palos,  en  tres  pequeñas  ca- 
rabelas. 

Empero,  otros  historiadores  pretenden  que  el  nombre  de  América  no  se 
deriva  de  el  del  piloto  y  cosmógrafo  florentino  Vespucio,  cuyo  nombre  y 
apelativo  verdaderos  son  Albérico  Vespuíio,  según  está  comprobado  por 


DE  AMERICA  71 


nes  diversas  que  habían  llegado  á  eite  Hemisferio  en  distin- 
tas épocas  lejanas;  pero  no  solamente  lo  manifiesta  asi  la 
variedad  de  razas,  hábitos  y  lenguas,  sino  también  las  tra- 
diciones que  se  conservan,  de  haber  habido  invasiones  suce- 
sivas á  este  Continente,  .después  del  Diluvio  Universal. 


infinidad  de  documentos  italianos  y  españoles  auténticos.  Las  mismas 
cartas  marítimas  publicadas  en  España  por  Yespuzio,  relativas  á  sus  do» 
primeros  viajes,  llevan  su  propio  nombre  de  Albérico,  y  solamente  la  carta 
de  su  tercer  viaje,  la  que  levantó  precisamente  al  pie  de  la  montaña  deno- 
minada Ambrriqüa,  es  la  única  que  firmó  «  Américus.  »  En  1507,  Martín 
Waldzeemüller  publicó  en  Saint -Dié  un  libro  titulado  «  Cosmographise  in- 
troductio,»  en  el  cual  propone  para  el  'nuevo  Continente  el  nombre  de 
Amérriqua,  basándose  en  que,  cuando  en  1499  Alonso  de  Ojeda  descubrió 
lo  que  hoy  se  conoce  con  el  nombre  de  Centro  América,  los  indios  de  la  cos- 
ta de  Cumaná  designaban  el  Continente  entero  con  la  palabra  Amérriqua. 
Además,  en  un  mapa  náutico  publicado  en  Lyon  en  1522  por  Ptolomée, 
titulado  «Orbystypus  universallis  juxta  hydrographorum  tradictionem 
cxactissimc  depicta,i  el  autor  dice  que  Amérriqua  es  lo  que  comprendía  todo 
el  territorio  del  Continente  del  Sud,  y  que  la  parte  que  hoy  es  conocida  por 
el  Brasil  se  llamaba  entonces  Terra  Sancta  Crucis,  abarcando  todo  el  Con- 
tinente Sud.  La  denominación  propia  de  Amérriqua,  agrega  el  autor,  que 
posteriormente  se  alteró  en  Améric  ó  América,  se  deriva  de  la  Cordillera  de 
los  Andes  y,  en  especial,  de  todas  las  montañas  que  en  Nicaragua  existen  en' 
tre  Juijalpa  y  Libertad,  cerca  de  la  costa  de  Mosquitos.  Según  opinión  de 
varios  otros  autores,  entre  ellos  el  antiguo  y  notable  geógrafo  Schoner,  en 
1515  ya  era  conocido  el  nombre  de  Amérriqua  en  Europa.  «  Por  consi- 
guiente, parece  probado,— dice  éste— que  en  vez  de  ser  Albérico  Yespuzio  el 
que  dio  su  nombre  á  América,  fuese  él  el  que  haya  tomado  este  nombre  mo- 
dificando así  el  suyo  gloriosamente,  con  el  propósito  de  arrebatar  á  Colón 
la  justa  é  incuestionable  gloria  de  su  descubrimiento.» 

Apesar  de  lo  asentado  por  algunos  autores,  el  sabio  brasileño  F.  A.  de 
Varnhagen,  pretenden  reivindicar  la  gloria  del  florentino  Yespuzio,  apo- 
yándose en  la  opinión  que  el  mismo  Martín  Waldzeemüller  (bajo  el  seudó- 
nimo «  Hylacomylus » )  emite  en  su  ya  citado  libro,  cap.  IX,  foja  15,  verso, 
y,  apesar  de  haber  indicado  anteriormente  que  el  Nuevo  Continente  debe 
llamarse  Amérriqua,  f  no  hay  motivo,  dice,  para  no  dar  á  la  cuarta  parte 
nueva,  el  nombre  de  América,  de  aquel  de  su  iuventor  Amérigo  Vespucci, 
cuando  la  Europa  y  la  Asia  han  recibido  sus  nombres  de  dos  mtueres.i 


72  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

No  obstante,  apesar  de  los  importantes  datos  suminis- 
trados por  los  hombres  científícos  que  han  hecho  un  profun- 
do estudio  sobre  el  origen  de  los  indios  de  América,  esta 
cuestión  no  está  aún  dilucidada  ni  definida,  conservándose 
tan  sólo  á  este  respecto  algunas  noticias  yagas  y  no  muy 


[  « &  alia  quarta  pars  per  Americum  Vesputium  ( vt  in  sequentibus  audic- 
tur)  inuenta  est— quam  non  video  cur  quis  iure  vetet  ab  Americo  inuen- 
tore  sagacis  iugenii  viro  Amerigen  quasi  Americi  terram,  siue  Americam 
dicendam:  cum&  Europa  &  Asia  a  mulieribus  sua  sortita  sint  nomina.»] 

Finalmente,  el  historiador  italiano  Sr.  Campagnoni,  que  ha  escrito  y 
publicado,  en  Milán,  una  extensa  «  Historia  de  América»  en  veintinueve  vo- 
lúmenes, dice  que:  « El  Brasil  fué  denominado,  en  su  origen,  América,  en 
honor  de  Yespucio,  que  fué  su  descubridor,  denominación  que,  más  tarde, 
se  extendió  á  todo  el  Continente  del  Nuevo  Mundo.  Algunos  historiadores 
califican  de  poco  noble  la  conducta  de  Américo  Yespucio  al  dar  su  nombre 
al  Continente;  pero,  en  vindicación  del  buen  propósito  del  florentino,  cabe 
hacer  una  rectificación.  Sabido  es,  que  cincuenta  años  después  del  descu- 
brimiento de  este  Hemisferio,  en  casi  todos  los  mapas  publicados  en  Euro- 
pa figuraba  el  Nuevo  Mundo  como  si  fuese  un  grupo  de  islas,  j§iendo  pocas 
las  porciones  exploradas  hasta  entonces:  á  esta  porción  de  islas  pintadas 
en  los  mapas,  pertenecían  la  Florida,  Cuba,  la  Española,  Yenezuela  y  el 
Brasil,  con  el  nombre  de  América.  Como,  sucesivamente,  se  tuvo  conoci- 
miento que  este  Continente  se  extendía,  sin  interrupción,  hacia  el  Sur  de 
esta  región  llamada  América,  los  ma^jas  posteriores  fueron  aumentando  en 
tamaño,  y  de  ahí  que,  al  tiempo* de  estar  bien  conocida  la  real  existencia  de 
ese  Continente,  dichos  mapas  siguieron  conservando  el  nombre  de  Américáy 
que  habían  adquirido  accidentalmente.  Todo  aquello  aconteció  sin  que. 
Yespucio  tuviese  parte  alguna  y  sin  la  menor  intención  de  arrebatar  á  Co- 
lón su  justo  título  de  descubridor.  Aún  más,  se  asevera  que  Yespucio  man- 
tuvo siempre  relaciones  cordiales  é  íntimas  con  Colón,  y  que  muy,  distante 
estuvo  de  contribuir  á  causar  semejante  daño  á  su  amigo.  I*or  consiguien- 
te, es  un  acto  de  justicia  el  tener  presentes  estos  hechos,  para  no  poner  en 
duda  la  integridad  de  Yespucio.» 

Como  curiosidad  histórica,  un  periódico  español  de  liuclva,  dio  últi- 
mamente la  noticia  interesante  de  lo  que  costó  á  España  el  descubrimiento 
de  América: 

« Se  acaba  de  descubrir  en  Palos  ( Huelva)  —  dice  este  periódico  —  los  li- 
);ros  de. contabilidad  del  armador  Pinzón,  quien,  como  es  sabido,  suminis- 


DÉ  AMÉRICA  "ÍS 


exactas,  ó  tradiciones  que  han  venido  trasmitiendo  de  ge- 
neración en  generación. 

Una  de  las  teorías  más  extravagantes  j  quiméricas  de 
algunos  autores,  entre  ellos  Isaac  de  La  Peyrére  en  su  obra 
Prsedamitas,  j  Tomás  Burnet  en  su  libro  Tellurís  tbeoría 
sacra,  fué  la  de  asentar  con  toda  gravedad,  que  los  habitan- 
tes de  América  no  descendían  de  la  especie  humana,  sino 
que,  por  sus  rasgos  particulares,  pertenecían  á  una  raza 
distinta,  á  la  de  los  irracionales,  negándoles  en  lo  absoluto 
el  título  de  hombres;  siendo  necesario  que  un  breve  pontifi- 
cio los  declarase  de  la  misma  especie  que  los  demás  que  for- 
man el  Género  Humano,  reconociéndolos,  por  consiguiente, 
aptos  para  recibir  el  bautismo  (1). 


tro  á  Cristóbal  Colón  los  medios  materiales  que  pedía  el  navegante  geno- 
vés  para  su  empresa. 

«  En  sus  cuentas  se  encuentran  inscritos,  hasta  en  sus  menores  dctallfes, 
todos  los  gastos  ocasionados  en  el  descubrimiento  de  Amériea. 

«  Cristóbal  Colón,  jefe  de  la  expedición,  figuraba  con  el  sueldo  de  6,400 
reales  al  año;  sus  segundos,  tenían  cada  uno  3,600  reales  anuales;  y  cada 
hombre  de  la  tripulación,  50  reales. 

«  El  aparejar  la  reducida  flota,  compuesta  de  tres  carabelas,  costó 
50,000  reales. 

«  La  alimentación  costaba  por  cabeza  24  reales  mensuales. 

«  La  indemnización  de  viaje,  para  los  jefes  y  tripulación,  fué  pagada 
por  Colón  mismo,  á  quien,  para  el  efecto,  se  le  dieron  80,000  reales. 

«En  todo,  el  descubrimiento  de  América  costó  144,000  reales,  equiva- 
lentes á  18,000  pesos. 

(1)  La  doctrina  de  la  condición  inferior  y  servil  de  los  indígenas  ame- 
ricanos, llegó  á  generalizarse  tanto  y  á  ser  tan  aceptada,  que  el  Papa  Pau- 
lo  III  se  creyó  obligado  á  condenarla,  como  lo  hizo  por  un  Breve  expedido 
en  Roma,  á  10  de  Junio  de  1537,  en  el  cual  decidió:  «Que  es  malicioso  y 
procedido  de  codicia  infernal  y  diabólica  el  pretexto  que  se  ha  querido  to- 
mar para  molestar  y  despojar  á  los  indios  y  hacerlos  esclavos,  diciendo 
que  son  como  animales  brutos  é  incapaces  de  reducirse  al  gremio  y  la  fe  de 
la  Iglesia  católica;  y  que  él,  por  autoridad  apostólica,  después  de  haber 
sido  bien  informado,  dice  y  declara  lo  contrario,  y  manda  que  así  los  des- 


74  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

Aún  alguncs  otros  autores,  entre  ellos  Avicena,  en  su 
tratado  Be  Conglutinatione,  han  caído  en  el  abinrdo  de  de- 
cir, que  los  primeros  pobladores  de  América  se  engendra- 
rían de  alguna  putrefacción,  ayudada  del  calor  del  Sol,  á 
semejania  de  los  animales  llamados  imperfectos  6  insecto?, 
como  moscas,  gusanos,  ranas  y  otros  de  este  género. 

Otros  autores  han  pretendido  que  los  indios  descienden 
directamente  de  la  familia  de  Noé,  salvada  del  Diluvio  Uni- 
versal, y  consideran  á  las  tribus  groseras  y  salvajes,  dis- 
persas sobre  el  Continente  americano,  como  la  raza  más 
antigua  de  hombres  que  existe  sobre  la  Tierra.  A  este  res- 
pecto, el  docto  abate  Lorenzo  Hervas  y  Panduro,  en  el  to- 
mo I,  pág.  113  de  su  Catálogo  de  lenguas  de  las  naciones 
conocidas,  opina  que  **la  sola  observación  de  no  hallarse 
palabras  de  los  idiomas  europeos,  asiáticos  y  africanos, 
en  las  lenguas  americanas,  basta  para  que  se  conosca  cla- 
ramente que  las  naciones  de  estas  últimas  comarca»,  sin 


cubiertos,  como  los  que  en  adelante  se  descubrieran,  sean  tenidos  por  ver- 
daderos hombres,  capaces  de  la  fe  y  religión  cristiana,  y  que  por  buenos  y 
})landos  medios  sean  atraídos  á  ella,  sin  que  se  les  haga  molestias,  ni  veja- 
ciones, ni  sean  puestos  en  servidumbre,  ni  privados  del  libre  y  lícito  uso 
de  sus  })ienes  y  haciendas,  con  pena  de  excomunión  lát¿e  sententi¿e,  ipso 
{neto  incarrenda  (y  reservada  la  absolución  á  la  Santa  Sede  Apostólica) 
á  los  que  lo  contrario  hicieren,  y  que  esa  aún  no  se  les  jjuede  dar  ni  en  el 
artículo  de  muerte,  y  procediendo  bastante  satisfacción.»  / 

Sin  embargo,  á  pesar  de  que  este  Breve  declara  á  los  indios  iguales  á 
los  demás  hombres,  y  á  pesar  de  que  las  leyes  de  España  los  declaraban 
iguales  á  los  demás  subditos  de  la  Corona,  es  lo  cierto  que  en  los  períodos 
de  la  conquista,  del  coloniaje  j  aún  de  la  independencia,  esos  indios  siempre 
han  sido  considerados  verdaderos  esclavos  de  los  conquistadores,  de  los 
encomenderos,  y  aún  de  los  gamonales  de  la  presente  época,  que  los  han 
tenido  y  tienen  en  la  condición  de  siervos.  Durante  la  época  colonial, 
siempre  han  sido  considerados  como  esclavos,  no  pudiendo  contraer  ningu- 
na obligación  que  excediese  de  cinco  pesos,  si  no  la  firmaba  un  blanco,  y 
era  tanta  la  opresión  que  los  indios  sufrían  de  los  encomenderos,  que  mu- 
chos de  ellos,  exasperados  de  tantos  padecimientos,  se  extrangulaban  para 
no  cner  en  manos  de  lo8  españoles  y  verse  reducidos  A  la  eiclavitud, 


DE  AMERICA  75 


mezclarse  ni  tratar  cotí  las  de  otros  Continentes,  pasaron 
á  América  prontamente,  al  suceder  la  dispersión  del  linaje 
hnmano,  despnés  de  la  confusión  de  las  lenguas  en  6a' 
bel"  (1). 

Algunos  escritores  han  supuesto  que  en  los  tiempos  he- 
roicos, los  Judíos,  los  Cananeoe,  los  Cartegineses,  los  Feni- 
cios, los  Troyanos,  los  Griegos,  los  Egipcios  y  los  Escitas, 
habían  desembarcado  á  las  playas  americanas,  fundándose 
en  ciertas  analogías  que  se  han  notado  entre  aquellas  diver- 
sas rasas  y  las  de  América. 

Asimismo,  varios  otros  autores  han  asentado  que  las 
primeras  emigraciones  al  Nuevo  Mundo  habían  venido  de 
la  Átlántida,  grande  isla  que,  se  dice,  existió  en  tiempos  re- 
motos entre  el  África  y  la  América,  y  que  fué  sumergida  en 
el  Océano  Atlántico  por  un  gran  cataclismo. 

Y  aún  no  faltan  autores  que  han  querido  probar  que  los 
originarios  de  América  descienden  de  los  Iberos  del  tiempo 
de  Tuba),  nieto  de  Noé,  qne  había  mandado  expediciones  á 
las  playas  americanas. 

En  fin,  hay  un  sinnúmero  de  teorías  acerca  del  origen  y 


(1)  Acatando  la  opinión  del  sabio  filólogo  Hervas  j  Panduro,  de  no 
haber  palabras  de  los  idiomas  europeos,  asiáticos  y  africanos  en  las  len- 
guas americanas  de  los  indios  primitivos  de  América,  tal  hecho  prueba, 
evidentemente,  que  después  de  la  confusión  de  las  lenguas  en  Babel,  cada 
pueblo  ó  tribu  tuvo  que  formar  su  lengua  propia,  no  teniendo  para  ello 
más  maestro  que  la  Naturaleza,  la  que  se  las  dictó,  según  las  circunstan- 
cias propias  del  clima,  de  los  animales,  de  las  flores  y  de  los  frutos  de  la 
localidad  donde  residía  cada  pueblo  ó  tribu:  todo  lo  que  se  movía  estaba 
dotado  de  vida  para  el  Hombre  primitivo;  para  él,  todos  los  sonidos  eran 
voces,  ya  fuera  el  bramido  de  la  fiera  ó  el  ruido  del  viento  y  del  agua.  Des- 
pués del  trascurso  del  tiempo,  y  con  las  emigraciones  que  de  otros  Conti- 
nentes abordaron  sucesivamente  á  las  playas  americans,  las  lenguas  su- 
frieron notables  modificaciones,  proviniendo  de  allí  que,  al  cabo  de  millares 
de  años,  esas  mismas  lenguas  habían  adoptado  muchas  voces  de  los  pue- 
blos 6  comarcas  de  esos  diyersos  Continentes. 


76  ORIGEN  DE  IvOS  INDIOS 


la  deicendencia  de  los  habitantes  aborígenes  de  América; 
pero  todas  ellas  son  hipótesis  que  carecen  de  fandamento, 
porque  no  descansan  en  hechos  históricos  y  auténticos  que 
los  acrediten. 

Sin  embargo,  parece  ser  cuestión  averiguada,  si  nos 
atenemos  á  las  indagaciones  perseverantes  practicadas  por 
los  sabios  modernos,  que  la  América  antes  de  su  descubri- 
miento por  Colón,  fué  conocida  de  los  antiguos;  tanto  por- 
que así  lo  testifican  muchos  autores  de  la  antigüedad,  cuan' 
to  porque  las  instituciones  de  los  dos  grandes  imperios 
americanos,  México  y  Perú,  bajo  el  gobierno  de  sus  respec- 
tivos monarcas,  conservan  el  recuerdo  de  comunicaciones 
lejanas  con  el  Mundo  Antiguo. 

Además,  las  indagaciones  de  los  sabios  modernos  ñt 
basan  en  inducciones  procedentes  de  la  cultura,  religión, 
costumbres,  constitución  física  é  idiomas  de  los  pueblos 
de  América,  que  algunas  analogías  guardan  con  otros  de 
Europa,  Asia  y  África,  como  así  mismo,  en  hechos  históri- 
cos contemporáneos,  que  han  venido  á  comprobar  que,  efec- 
tivamente, la  América  fué  conocida  desde  la  más  remota 
antigüedad. 

Por  otro  lado,  si  nos  ceñimos  á  la  opinión  emitida  por 
doctos  y  renombrados  etnógrafos  y  etnologistas,  es  de 
creer  que  la  América  no  solamente  fué  conocida  desde  mu- 
chos siglos  antes  de  la  era  cristiana,  sino  habitada  desde 
los  tiempos  antediluvianos. 

Y  si  nos  atenemos  á  la  tradición  hebraica,  esos  habitantes 
antediluvianos  perecerían  en  la  catástrofe  del  Diluvio  Uni- 
versal, acontecido,  según  los  Setenta  Intérpretes,  2242  años 
después  de  la  Creación,  trascurriendo  en  seguida,  se  supone, 
más  de  cinco  siglos  hasta  que  se  efectuara  nuevamente  la 
repoblación  de  América,  ó  sea,  más  de  siglo  y  medio  des- 
pués de  la  confusión  de  las  lenguas  en  Babel,  que  tavo  lugar 
255  añoi  después  del  Diluvio,  es  decir,  en  el  año  2497  de  la 


DE  AMÉRICA  77 


Creación,  acontecimiento  que  originó  la  dispersión  del  lina- 
je hnmano. 

Si  la  repoblación  de  América  ha  tenido  lugar  más  de 
cinco  siglos  despnés  del  Diluvio,  es  evidente,  dicen  los  etnó- 
grafos, que  los  nuevos  habitantes  de  este  Continente  han 
debido  proceder  del  Antiguo  Mundo  conocido  entonces,  sea 
de  Buropa,  de  Asia,  de  África,  ó  talve«  de  estos  tres  Conti- 
nentes. 

Al  efecto,  vamos  á  exponer  las  diversas  opiniones  de  los 
escritores  que  se  han  ocupado  del  origen  de  los  indios  del 
Nuevo  Mundo,  en  lo  que  podemos  llamar  segunda  época  de 
América j  ó  época  postdiluviana. 

é 

rife 

Alejo  Vanegas,  en  el  lib.  II,  cap.  XXII  de  su  Enciso  in 
Suma  Geographise,  afirma  que  los  indios  de  América  proce- 
den de  Cartagineses,  fundándose  en  la  autoridad  de  Aristó- 
teles, gran  filósofo  griego,  quien  en  su  libro  Mirahilibus  Aus^ 
cultationibuSy  fol.  53,  dice:  "  que  unos  mercaderes  cartagi- 
neses navegaron  desde  las  columnas  de  Hércules,  y  que  al 
cabo  de  muchos  días  de  navegación  hallaron  una  isla  de- 
sierta, que  distaba  de  la  costa  de  Berbería  y  en  la  que  había 
toda  clase  de  maderas,  y  ríos  que  se  podía  navegar  por 
ellos,  por  lo  cual  acordaron  quedarse  allí  y  poblar  la  isla. 
Más,  habiendo  llegado  á  noticia  del  Senado  de  Cartago  la 
susodicha  navegacióú,  y  temiendo  que  la  fama  de  las  rique- 
zas de  aquella  tierra  llegase  á  ser  conocida  por  otras  nacio- 
nes, ó  temeroso  de  que  muchos  de  sus  conciudadanos,  atraí- 
dos por  la  belleza  del  nuevo  país,  fugaran  de  su  patria,  or- 
denó que  se  matase,  á  su  regreso,  á  todos  aquellos  que 
habían  ido  á  poblar  aquella  isla,  y  decretó  también  pena  de 
muerte  contra  los  que  en  lo  sucesivo  intentaran  dirigirse 
allí,  guiado  por  el  temor  de  que  los  colonos  sacudie- 
ran el  yugo  cartaginés  y  perjudicaran  al  comercio  de  la 


78  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

metrópoli."  Aristótelee,  al  aludir  á  la  meocíoiíada  isla,  se 
refería  talvcz  á  la  conocida  Española  ó  de  Santo  Domingo, 
desde  la  cual  los  Cartagineses  pasarían  después  á  la  de  Cu- 
ba y  á  las  otras  de  aquellos  parajes,  y  de  allí  á  la  Tierra  Pír- 
me  de  América,  y  sucesivamente  á  Nombre  de  Dios,  Panamá, 
México  y  Perú.  Esta  opinión  ha  sido  sostenida  por  algu- 
nos otros  autores,  entre  ellos  Solórzano,  Torquemada,  Ca- 
lancha  y  el  P.  Mariana,  los  que,  para  probar  que  los  indios 
americanos  son  descendientes  de  Cartagineses,  se  han  apo- 
yado en  los  siguientes  fundamentos:  1*^  Que  éstos,  en  aque- 
llos tiempos,  como  los  Mexicanos,  usaron  de  pinturas  ó  ge- 
roglífícos  en  lugar  de  letras.  2*^  Que  en  América  existen  edi- 
ficios antiguos  de  igual  arquitectura  que  los  de  los  Carta- 
gineses, como  en  Yucatán,  Tabasco,  Teotilmacán  y  otras 
partes  de  México;  Tiahuanacu  y  Huamanga,  en  el  Perú;  edi- 
ficios todos  anteriores  á  la  fundación  de  los  imperios  de 
México  y  del  Perú.  3°  Que  muchas  costumbres  de  los  Ame- 
ricanos eran  semejantes  á  las  de  los  Cartagineses)  como  los 
sacrificios  de  víctimas  humanas,  la  conservación  del  fuego 
sagrado,  la  veneración  de  laa  fuentes  y  ríos,  el  vestirse  de 
pieles  y  plumas,  el  uso  de  sortijas  en  las  orejas,  el  de  enve- 
nenar las  puntas  de  las  flechas  con  que  combatían,  y  mu- 
chas otras  costumbres  y  ceremoniap,  idénticas  entre  Carta- 
gineses y  Americanos.  Alejo  Yanegas,  para  sustentar  su 
opinión  y  darle  más  fuerza,  se  funda  también  en  la  autori- 
dad de  varios  otros  autores  antiguos,  como  Hornio,  Pau- 
sanias,  Plinio,  Estrabón,  Yossio,  Ariano  y  Layet,  los  que 
citan  varias  largas  navegaciones  efectuadas  por  les  Carta- 
gineses en  tiempos  remotos,  siendo  una  de  ellas  la  que  em- 
prendió el  almirante  Hannón,  que  navegó  desde  Gibraltar, 
costeando  la  mar,  hasta  lo  último  de  la  Arabia,  y  pasando 
dos  veces  debajo  de  la  línea  del  Ecuador,  bordeando  así  las 
costas  del  Continente  americano. 

Onffroy  de  Torón,  que  ha  hecho  pacientes  é  interesantes 
investigaciones  sobre  los  primeros  habitantes  de  América, 


Í)E  AMERICA  7Ó 


dice,  tambiéa,  eu  su  selecta  obra  Antigüedad  de  la  navega- 
ción por  el  Océano  y  que  *'es  evidente  el  aserto  de  que  los 
Cartagineses  fundaron  colonias  en  América." 

ífe 

Gilberto  Genebrardo,  en  el  lib.  I  de  su  Cbronologia,  pág. 
162,  asevera  que:  "  En  la  isla  de  San  Miguel,  una  de  las  del 
archipiélago  de  los  Azores,  se  hallaron  sepulcros  debajo  de 
tierra  con  letrasjhebreas  muy  antiguas;"  á  lo  que  agrega,  y 
con  él  algunos  historiadores  posteriores,  que  "los  America- 
nos proceden  de  los  Hebreos  de  las  diez  tribus  que  se  perdie- 
ron en  el  cautiverio  de  Salmanszar,  rey  de  Asiria  (1),  los 
que  se  dirigieron  primero  á  la  China  y  de  allí,  por  mar,  á 
las  cestas  de  otro  Continente,  por  el  estrecho  que  separa  la 
China  del  reino  de  Annián,  pasando  en  seguida  al  reino  de 
Quivirá,  y  poblando  8 sí  México,  Panamá,  Perú  é  islas  de 
Barlovento  6  Hespérides."  Los  autores  que  sostienen  ese 
parecer  se  fundan  en  el  pasaje  del  cap.  XIII,  vers.  4  á  49 
del  lib.  IV  de  Esdras  ó  de  los  Reyes  (2),  que  al  hablar  de  las 
tribus  que  se  perdieron  en  el  cautiverio  de  Salmanezar,  dice: 


(1)  Salmanzar  reinó  en  Asiria  cuarenta  y  un  años,  subiendo  al  tro- 
no en  1981  de  la  Creación  del  Mundo,  (según  la  cronología  hebraica) ,  ó 
sea,  2054  años  antes  de  la  era  cristiana:  hizo  tres  expediciones  á  Armenia, 
combatió  á  los  reyes  de  Haraath  y  de  Damasco,  en  Siria,  é  hizo  tributarios 
suyos  al  rey  de  Judá,  Jehú,  y  á  los  príncipes  de  Caldea  y  de  Fenicia. 

(2)  En  este  texto  hebreo  se  dice:  "  Salmanazar,  rey  de  los  Asirios,  sa- 
có las  diez  tribus  de  Samada  y  las  repartió  por  la  tierra  de  los  Medos." 
De  allí,  según  autores  antiguos,  muchos  de  los  miembros  que  las  formaban 
se  unieron  y  fugaron  pasando  una  tierra  muy  distante  llamada  Arzaret  ó 
Arfaret,  situada  al  oriente  de  la  Tartaria,  junto  al  reino  de  Annian,  que 
tiene  el  estribo  de  su  mismo  nombre.  Pasando  aquel  estrecho,  llegaron  al 
reino  de  Quivirá,  ya  en  territorio  de  América,  diseminándose  por  México. 
Más  tarde,  los  descendientes  de  estas  diez  tribus  israelitas  pasaron,  sucesi- 
vamente, por  la  América  Central,  Panamá,  y  demás  comarcas  del  Conti- 
nente sud' americano.  Genebrardo  les  hace  dar  otra  ruta,  desde  lo8  dcsicr- 


80  ORIGEN  DE  LOS  ÍNDIOS 

*'Ellai  tuvieron  entre  si  el  acuerdo  j  determinación  de  dejar 
la  multitud  de  los  gentiles  y  de  pasarse  á  otra  región  más 
apartada,  donde  nunca  habitó  el  Género  Humano,  para 
guardar  siquiera  allí  su  lej,  la  cual  no  habían  guardado  en 
su  tierra;"  de  cuyas  palabras  coligen  algunos  autores  anti. 
guos,  como  Plaucio,  en  su  Mapa  Mundi,  Alacgren,  en  su 
GlobOy  y  Hornio,  en  su  Origen  de  los  Americanos^  que  estas 
dies  tribus  hicieron  el  viaje  por  el  derrotero  indicado  y  fue- 
ron á  poblar  la  América.  También  esos  mismos  autores  se 
fundan  en  la  semejanza  del  carácter  y  costumbres  de  los  He- 
breos é  Indios,  pues  tanto  los  unos  como  los  otros,  dicen, 
son  inconstantes,  desleales,  ingratos,  tímidos,  medrosos, 
incrédulos,  supersticiosos  y  poco  caritativos;  las  costumbres 
de  los  unos,  agregan,  de  enterrarse  en  los  montes,  sacrificar 
niños  á  sus  dioses  é  ídolos,  abstenerse  de  comer  carne  de 
puerco,  untarse  de  aceites  aromáticos,  celebrar  ciertas  fíes- 
tas  y  observar  algunas  leyes,  son  idénticas  á  las  de  los 
otros;  y,  por  fía,  algunos  vocablos  son  iguales,  tanto^en  la 
lengua  hebrea  como  en  algunas  de  los  indígenas. 

A  esto  agrega  el  P.  Hennequin,  en  su  Descripción  de  la 
Luisiana  (París,  1688):  **No  se  puede  dudar  que  los  indios 
son  originarios  de  los  Judíos,  pues  tienen  con  ellos  ciertas 
analogías,  como  construir  sus  cabanas  en  pabellones,  un- 
tarse de  aceite,  creer  con  supetstición  en  sueños,  enterrar 
sus  mpertos  con  horribles  lamentaciones,  llevar  las  mujeres 
el  duelo  de  sas  parientes  durante  un  año  entero,  abstenién- 
dose de  danzas  y  festines,  y  creer,  como  los  Judíos,  que  es- 
tán maldecidos  de  Dios/' 


to8  de  Tartana  hasta  la  isla  de  Groenlandia. — Esdras  fué  un  escriba  ó  doc- 
tor de  la  ley,  entre  los  Judíos,  que  obtuvo  del  rey  de  Persia,  Artajerjes  el 
Magnífico,  el  permiso  de  llevarse  de  su  país  los  Hebreos  cautivos  que  no 
habían  seguido  áZorobabel:  á  su  vuelta  á  Jerusalem,  ofreció  un  sacrificio  de 
expiación,  organizó  el  culto  y  arrojó  de  allí  á  las  miyeres  paganas  con 
quienes  se  habían  casado  los  Judíos. 


Í)E  AMÉRICA  81 


La  secta  de  los  Mormones,  en  los  Estados  unidos  de 
Norte  América,  creen,  también,  que  los  aborígenes  de  Amé- 
rica  descienden  de  Hebreos. 

Es  evidente  que  las  tribus  de  Cashivos,  Sitibos,  Piros  y 
Shipibos  de  las  márgenes  del  Ucayali,  practican,  como  los 
Judíos,  la  circuncisión,  como  también  los  Salivas,  Guaúrosi 
Otomaques  y  Calchaquís  de  la  América  del  Sur,  y  los  Ma- 
yoas  de  Yucatán. 

Diodoro  de  Sicilia,  en  su  Biblioteca  Histórica  y  Lactan- 
cio  Firmano,  en  sus  Instituciones  divinas^  refieren  que  en  el 
sepulcro  de  Osiris  se  encontró  un  epitafio,  en  el  que  se  lee 
que  su  imperio  llegó  á  los  confines  de  las  Indias  Oriental  y 
Occidental,  de  cuyo  hecho  algunos  historiadores  posteriores 
han  hecho  remontar  el  origen  de  los  Indios  á  la  fundación 
del  reino  de  Iberia,  en  tiempo  de  Osiris,  época  que,  según 
alegan,  comenzaron  á  venir  á  América,  por  la  isla  Atlánti- 
da,  muchos  Iberos.  Y  para  apoyar  sus  opiniones  con  fun- 
damentos sólidos,  dicen  que  en  aquellos  tiempos  se  acos- 
tumbraba poner  á  los  lugares  de  América  los  nombres  de 
los  reyes  Iberos,  sacando,  en  consecuencia,  que  del  rey  Bri- 
go,  cuarto  de  Iberia,  hubieron  muchos  lugares  como  Laco- 
briga,  Mirobriga,  Yolubriga,  Augustobriga,  Flaviobriga  y 
otrcs;  del  rey  Gorgor,  se  puso  su  nombre  á  un  pueblo  cerca 
de  Huanca vélica,  en  el  Perú;  del  rey  Héspero,  se  denomina- 
ron las  islas  Hespérides  ó  de  Barlovento,  según  lo  asevera 
Ambrosio  Calepino  en  su   Thesaurus  Lingua  Latinam,  di- 
ciendo:   '*  Las  Hespérides  se  llamaron  así,  del  nombre  de 
Héspero,  hermano  de  Atlante." 

Pero  el  autor  que  más  se  empeña  en  hacer  descender  los 
Americanos  de  la  raza  ibérica,  es  el  erudito  Dr.  Diego  An. 
drés  Rocha,  Oidor  de  la  Real  Audiencia  de  Lima,  y  autor  de 
un  Tratado  único  v  singular  del  Origen  de  los  ludios  del  Fe- 

n 


82  ORIGÉX  DE  LOS  INDIOS 

rá,  México,  Santa  Fe  y  CbilCy  quien,  después  de  analizar  las 
opinionci  emitidas  por  varios  escritores  sobre  el  origen  de 
loa  Indios,  desarrolla  su  modo  de  pensar  á  este  respecto, 
sosteniendo  que  los  primitivos  Iberos,  de  la  época  de  Osirii, 
Tubal,  Héspero  y  otros  reyes,  fueron  los  primeros  habitan- 
tes del  Continente  Americano,  fundándose  en  la  analogía  de 
las  costumbres  de  éstos  con  los  Indios  de  América;  en  las 
armas  y  usos  de  la  guerra  de  aquellos  con  éstos;  en  la  con- 
cordancia de  muchos  lugares,  ríos,  montes  y  aún  vocablos 
de  ambos  pueblos,  y  en  la  mayor  vecindad  de  la  Iberia  con  la 
isla  Atlántida.  Para  sostener  su  teoría,  el  Dr.  Rocha,  hace 
una  larga  disertación,  apelando  al  testimonio  de  más  de  se- 
tenta autores,  entre  antiguos  y  modernos,  de  su  tiempo, 
pretendiendo  probar  con  ello  que  la  conclusión  que  sostiene, 
de  ser  los  Iberos  les  primeros  que  poblaron  la  América,  es 
la  opinión  que  debe  prevalecer. 

Otros  autores,  sin  remontarse  á  una  época  tan  remota 
como  la  citada  por  los  anteriores,  sostienen,  también,  que 
los  Españoles,  mucho  tiempo  antes  del  descubrimiento  de 
Colón,  aportaron  á  las  playas  de  América.  Uno  de  ellos,  el 
Dr,  Juan  de  Solórcano  Pereyra,  en  el  tomo  I,  lib.  I,  cap.  V, 
N*  9  de  su  Política  Indiann,  pág.  17,  dice:  "No  quiero  pa- 
sar en  silencio  lo  que  trae  Gomara  y  otrcs,  de  los  Españoles 
que,  huyendo  de  la  guerra  y  servidumbre  de  les  Moros,  en 
tiempo  del  rey  Don  Rodrigo,  se  embarcaron  en  el  Océano  y 
Aportaron  á  las  provincias  de  Cosumel  y  Yucatán;  y  vivien- 
do y  muriendo  en  ellas,  pusieron  sobre  sus  sepulcros,  y  en 
otras  partes,  cruces,  que  se  Jas  enseñaron  á  reverenciar  á 
loi  Indios,  las  cuales  se  hallaron  allí  por  los  nuestros,  cuan- 
do  se  descubrieron  estas  provincias."  A  lo  que  agrega  el 
sabio  Jcsé  Eosebio  de  Llano  Zapata,  en  sus  Memorias  His^ 
tórícO' Físicas f  Apologéticas  de  la  América  Meridional,  pág. 
520:  *'E3  muy  creíble  lo  que  afirman  los  alegados  autores, 
que  huyendo  de  la  opresión  de  los  Moros,  aportaron  á  aque- 
Ui8  tUrree;  j  «Qoquc  h  dice  qut  1$,  oavegacióo  96  biso  á 


DÉ  AM¿RICá   ^ 


Cozumel  y  Yucatán,  qae  es  la  parte  septentrional  de  nncs- 
tras  Indias,  hay  evidencia  más  que  probable  que  algunos 
de  los  Españoles  qne  allí  aportaron,  penetraron  en  las  tie- 
rras meridionales,  hasta  la  metrópoli  del  Colloa." 

Parece  ser  un  hecho  innegable,  que  en  los  túmulos  de 
Grave -Creek,  en  Virginia,  se  ha  encontrado  una  piedra  con 
una  inscripción  en  caracteres  alfabéticos,  de  gran  interés  et- 
nográfico, que,  según  Jomard,  era  ibérica,  lo  que  se  presta 
á  creer  que  los  Iberos  fueron,  quizá,  unos  de  los  primeros 
pobladores  de  América. 

Sin  embargo,  el  P.  Román  y  Zamora,  fraile  agustino, 
en  sus  Repúblicas  de  Indias,  alega  que  "  es  otro  desatino 
suponer  que  los  Indios  de  América  son  de  origen  español, 
sólo  por  haber  algunas  analogías  entre  ciertos  vocablos 
quechuas  y  otros  castellanos. 


sSü 


Algunos  otros  escritores  opinan  que  los  Americanos  des- 
cienden de  los  Griegos,  fundándose  en  que  habiendo  teñido 
los  Atei^ienses  guerra  con  los  Atlantes,  tuvieron  noticias  de 
las  islas  Hespérides  y  de  la  Tierra  Firme  de  América,  y  fue- 
ron á  esas  comarcas,  siendo  los  Griegos  el  pueblo  que  pri- 
mero tuvo  conocimiento  de  la  navegación  después  de  los 
nietos  de  Noé.  También  apoyan  sus  opiniones  en  que  en 
algunos  lugares  de  América,  según  refiere  el  P.  Fr.  Gregorio 
García,  en  su  Origen  de  los  Indios,  pág.  189,  se  han  encon- 
trado inscripciones  griegas  trazadas  en  peñas,  como  cerca 
de  Loja,  en  el  Ecuador,  donde  hay  una  piedra  alta  en  la  que 
están  esculpidos  cuatro  renglones,  cada  uno  de  vara  y  me- 
dia de  largo,  cuyas  letras  parecen  griega»;  cerca  de  Hua- 
manga,  á  orillas  del  río  Vinaque,  en  el  Perú,  según  lo  indica 
Ciezade  León,  en  su  Crónica  del  Perú,  cap.  LXXXYII,  pág. 
160,  se  encontró  una  loza  que  tenía  ciertas  letras  parecidas 
á  las  griegas;  en  unos  pueblos  de  la  provincia  de  Chiapa,  en 


84  orígen  de  los  indios 

México,  según  el  mismo  P.  García,  en  su  obra  citada,  pág. 
190,  existen  unos  antiguos  edificios,  en  cayos  pilares  hay 
trazadas  letras  que  también  parecen  griegas.  Igualmente, 
estos  autores  se  fundan  en  las  analogías  de  ciertos  vocablos 
griegos  con  los  de  algunos  lugares  indígenas,  habladas  eñ 
México,  Guatemala  y  el  Perú. 


rife 


Otros  autores  conjeturan  que  los  Indios  de  América  son 
originarios  de  los  Fenicios,  fundándose  en  la  opinión  de 
Aristóteles,  que  en  su  libro  Mirahilihus  Auscultationibus, 
lib.  II,  cap,  IV,  dice:  "Unos  Fenicios  navegaron  cuatro 
días  hacia  el  occidente,  con  el  viento  oeste,  y  aportaron  á 
unas  islas  incultas  que  estaban  en  continuo  movimiento, 
subiéndolas  y  cubriéndolas  el  mar,  dejando  en  seco  gran 
cantidad  de  atunes,  que  comerciaban  trayéndolos  salados, 
con  ganancia  considerable; "  islas  que  se  cree  sean  las  del  ar- 
chipiélago de  los  Azores;  opinando  algunos  que  de  allí  pasa- 
ron á  las  islas  Hespérides  y  después  á  Tierra  Firme  de  Amé- 
rica, viaje,  que,  según  cálculos,  efectuaron  los  Fenicios  en  la 
Olimpiada  110,  pues  al  decir  de  Dionisio  Halicarnaso,  en  su 
Vita  Aristóteles,  Aristóteles  nació  en  la  Olimpiada  99  de  la 
Creación  del  Mundo  (3670,  ó  sean,  1293  años  antes  de  J.  C.) 
De  este  viaje  discurren  varios  autores,  entre  ellos  Juan  de 
Solórzano,  en  su  Política  Indiana,  lib.  I,  cap.  V,  fol.  20,  que 
unos  de  los  primeros  pobladores  de  América  fueron  Feni- 
cios, fundándose,  igualmente,  en  la  semejanza  de  las  cos- 
tumbres y  ceremonias  de  éstos  y  de  aquellos.  Además,  in- 
vocan dichos  autores,  en  apoyo  de  su  aserto,  que  á  los  Fe- 
nicios se  les  atribuye  ser  los  primeros  en  el  arte  de  la  nave- 
gación, en  dar  batallas  marítimas,  en  someter  á  los  pueblos 
sus  vecinos,  como  dice  el  historiador  judío,  Claudio  Joscfo, 
en  su  Antobiographia;  el  geógrafo  prusiano,  Felipe  Cluvier, 


DE  AMERICA  85 


en  8U  Universam  Geographiam,  y  el  religioso  servita,  Felipe 
Ferrari,  en  su  Lexicón  Gcographiam. 

Además,  la  opinión  de  los  autores  citados  se  funda  tam- 
bién en  la  semejanza  de  lengua,  religión  y  costumbres  de  los 
Fenicios  con  las  de  los  Indics  americanos,  pues  muchas  vo- 
ces de  la  lengua  fenicia  (que  es  la  hebrea  antigua  y  que  des- 
pués fué  dialecto  de  ésta),  son  iguales  en  significa  do  que  la  de 
lOf  Indios.  Los  Fenicios,  como  los  Americanos,  practica- 
ban, dicen,  la  circuncisión;  y  la  idolaería  de  unos  y  otros  en 
sacrificar  niños  y  mujeres,  se  observaba  en  ambas  razas, 
pues,  según  el  P.  Cogolludo,  en  su  Historia  de  Yucatán,  lib. 
IX,  cap.  403:  "Por  singular  diré  un  modo  de  sacrificar  que 
tienen  (los  de  Yucatán)  semejante  al  que  se  hacía  al  ídolo 
Moloch  (de  los  Fenicios),  que  siendo  de  bronce  ó  metal,  de 
hechura  de  un  hombre  hueco  y  abierto  por  la  espalda,  ten- 
didos  los  brazos,  ponían  en  ellos  la  miserable  víctima  racio- 
nal que  sacrificaban,  y  dándola  fuego,  quedaba  allí  abrasa- 
da.'* "¿Quién  pudo  llevar  á  Yucatán  sacrificio  tan  particu- 
lar, añade  el  P.  Fr.  Gregorio  García,  en  su  Origen  de  los  In- 
dios, lib.  IV,  parágrafo  VII,  pág.  236,  sino  los  mismos  Fe- 
nicios que  poblaron  á  Nueva  España?"  agregando  "que  no 
sólo  sacrificaban  los  enemigos,  sino  que  estes  sacrificics  eran 
en  tan  gran  número,  que  de  les  sacrificados  podía  volverse 
á  poblar  el  Nuevo  Mundo. 

Posteriormente,  el  Dr.  Amend,  en  su  obra  Los  Fenicios 
descubridores  de  América,  para  sostener  su  opinión  de  ser 
éstos  originarios  délos  Indics  Americanos,  dice,  también, 
que  las  creencias  religiosas  de  los  Aztecas  guardan  una  ex- 
traordinaria semejanza  con  las  de  les  Fenicics,  pues  adora- 
ban un  ídolo  medio  hombre,  medio  animal,  al  que  ofrecían 
en  abundancia  sacrificios  humanos,  y  era  análogo  al  Baal 
ó  Moloch  de  los  Fenicios.'*  Además,  agrega  este  autor,  por 
las  tradiciones  de  los  Aztecas  sobre  su  origen  y  los  monu- 
mentos pictóricos  que  han  escapado  del  furor  de  destruc- 
ción de  los  Españoles,  se  colije  que  la  civilización  primitiva 


86  ORICEN  DE  LOS  INDIOS 

de  la  América  Central  procede  del  Yucatán  y  de  loa  distri- 
tos  vecinos.  Al  efecto,  dice,  es  tradición  que  mil  años  antes 
de  la  era  cristiana,  Votan  y  su  pueblo  vinieron  del  oeste  en 
siete  embarcaciones;  que  en  la  costa  americana,  desde  el 
Estrecho  de  Dariéa  hasta  California,  encontraron  habitan- 
tes sumidos  en  la  mayor  abyección;  que  Votan  hizo  cuatro 
viajes  á  su  país  y  que  eñ  uno  de  ellos  visitó  la  ciudad  de  las 
tres  serpientes  (Benares,  sobre  el  Ganges)  y  las  ruinas  de  la 
Torre  de  Babel;  que  después  de  estos  cuatro  viajes  se  esta- 
bleció  en  la  América  Central,  fundando  allí  la  ciudad  de 
Palenque,  que  es  la  más  antigua  de  América,  siendo  por 
consiguiente  Votan  el  primer  legislador  americano.  El  Dr. 
Amend  deduce  de  allí  la  conformidad  entre  el  arte  arquitec- 
tónico de  los  Aztecas  y  de  los  Fenicios  ó  sea  el  arte  egipcio 
(siendo  los  Fenicios  el  único  pueblo  que  en  aquellos  tiempos 
pudo  residir  en  Egipto).  Empero,  los  ornamentos  arquitec- 
tónicos de  los  monumentos  de  Centro  América  y  México 
guardan  cierta  analogía  con  los  de  los  Asirios,  Persas,  Grie- 
gos y  Egipcios,  debido,  segán  opinión  del  Dr.  Amend,  á  que 
los  Fenicios  por  su  comercio  entraron  en  relaciones  con  es 
tos  pueblos,  apropiándose  di  un  gran  número  de  estilos  pa- 
ra su  arte  y  arquitectura,  y  por  eso,  dice,  se  hallan,  sobre 
todo  en  México,  donde  más  claramente  se  presentan  las  se- 
nales  de  la  civilización  fenicia:  esas  combinaciones  de  orna- 
mentos empleados  por  los  Fenicios,  proceden  del  arte 
de  aquellos  diversos  pueblos.  Después  de  estas  conjeturas, 
concluye  el  Dr.  Amend  diciendo  que  los  Aztecas  (con  cuyo 
nombre  designa  en  general  á  los  habitantes  de  la  América 
Central  y  México),  son  productos  de  la  civilización  fenicia, 
pues  cree  que  los  buques  de  éstos,  tanto  por  su  tamaño  y 
construcción,  cuanto  por  su  tripulación,  eran  capaces  de 
emprender  tales  expediciones,  y  que  las  familias  transporta- 
das  en  esos  buques  eran  bastante  numerosas  para  poblar 
las  islas  del  mar  del  Sur,  así  como  una  parte  del  Continente 


DB  AMKRICA  87 


americano,  para  ejercer  tina  influencia  entre  los  abyectos 
aborígenes  del  país. 

Sobre  este  mismo  punto,  el  Dr.  Pablo  Félix  Cabrera,  de 
Guatemala,  publicó  en  Londres,  en  1822,  un  Examen  Críti- 
co de  la  Historia  de  Améríca,  en  el  que  afirma  que  todos  los 
que  desde  principies  del  siglo  xix  han  escrito  sobre  el  origen 
de  los  Americanos,  deben  acusarse  de  negligentes,  por  haber 
pasado  en  silencio  la  «Constitución  Diocesana  del  Obispo 
de  Chiapa,»  Dr.  Francisco  de  Vega,  impresa  en  Roma,  en 
1702,  en  la  que  este  prelado  hace  referencia  á  un  pequeño 
tratado  histórico  escrito  en  lengua  índica  por  Yotán,  señor 
de  Tapanahuasec,  el  que  yíó  la  gran  casa  (probablemente 
la  Torre  de  Babel),  que  se  elevaba  desde  la  Tierra  hasta  el 
Cielo.  Según  tradición  de  los  Indios,  los  preciosos  documen- 
tos de  su  historia  fueron  colocados  por  el  mismo  Yotán  eú 
la  Casa  Lóbrega  ó  subterránea  construida  por  él,  confiando 
su  custodia  á  una  mujer  distinguida  y  á  cierto  número  de 
indios  plebeyos  que  debían  ser  designados  anualmente  á 
este  efecto:  sus  órdenes  fueron  respetuosamente  observa- 
das durante  varios  siglos  por  los  habitantes  de  Tacoaloya, 
en  la  provincia  de  Socoñuzco;  documentos  que  fueron  des- 
truidos por  el  Obispo  Vega,  cuando  este  prelado  hizo  su 
visita  episcopal  á  Tacoaloyaj  en  1691  (1). 

En  fin,  parece  haber  evidencia  que  los  Fenicios  visitaron 
el  Continente  del  Nuevo  Mundo  en  tiempos  remotos,  pues 
el  sabio  Humboldt  refiere  que  un  misionero  franciscano  en- 
contró  en  una  caverna  de  la  orilla  occidental  del  Cauce,  cer- 
ca de  Uruana,  una  roca  de  granito  que  tenía  esculpidos  ca- 
racteres semejantes  al  alfabeto  fenicio,  caracteres  que  han 
confirmado,  en  parte,  la  probabilidad  de  que  los  Fenicios 


(1)  Estos  documentos  consistían  en  algunos  grandes  vasos  de  tierra, 
de  una  sola  pieza,  cerrados  con  tapas  de  la  misma  materia,  vasijas  en  que 
eran  representados,  en  piedra,  las  figuras  de  los  antiguos  emperadores  de 
Tuitcca  y  otras  figuras  supersticiosas, 


88  ORIGEN  DE  JLOS  INDIOS 

hayan  sido  unos  de  los  primeros  pobladores  de  esta  sección 
de  América. 

También  en  la  embocadura  del  río  Tantán,  en  Massa- 
chussetts,  se  encontró  otra  roca  con  caracteres  fenicios.    En 
1873,  se  halló  en  el  Brasil  otra  piedra  con  una  inscripción 
fenicia  en  ocho  renglones,  que,  según  su  traducción,  inducen 
á  creer  que  en  el  reinado  de  Hiram,  una  expedición  de  Feni 
cios  de  Sidonia  salió  del  puerto  de  Aziongabar  (hoy  Akaba) 
en  el  Mar  Rojo,  la  que  narcgó  durante  doce  meses  lunares  á 
lo  largo  de  la  costa  de  Egipto,  y  que,  extraviada  de  su  de 
rrotero  por  un  fuerte  temporal,  aportó  á  las  costas  del  Nue 
vo  Continente.    Esa  piedra  con  esa  inscripción  fenicia,  es 
se  dice,  una  de  les  más  antiguas  y  la  más  notable  constancia 
de  que  los  Fenicios  ocuparon,  primero,  las  regiones  orienta 
les,  y  pasaron  de  allí  á  las  regiones  occidentales  de  América 

No  han  faltado  autores  entre  ellos  Kircher,en  su  CEdipus 
JBgiptiacus  que  hayan  alegado  que  los  Egipcios  sacaron  de 
su  tierra  numerosas  colonias  con  las  que  poblaron  la  China, 
el  Japón  y  las  Indias  Occidentales,  pues,  dicen,  eran  muy 
diestros  en  la  navegación  y  hábiles  en  las  guerras  navales: 
agregan  que  los  indios  mexicanos  no  solamente  heredaron 
sus  costumbres,  sino  que  se  asemejaban  en  sus  prácticas, 
observando  que  la  división  del  tiempo  era  semejante  en 
unes  y  otros,  pues  partían  el  año  en  dieziocho  meses,  cada 
uno  de  veinte  días  ó  sean  trescientos  setenta  al  año,  dejan- 
do cinco  días  fuera  de  él,  que  los  Mexicanos  denominaban 
Nemontemi  y  los  Egipcios  Nisi  6  Epagomenos.  En  las  pirá- 
mides de  ambas  rasas,  dicen  también,  se  reconoce  igual- 
mente sjmejania,  porque  si  los  reyes  de  Egipto  las  fabrica- 
ban con  tanto  gusto  y  solidez,  en  Teotihuacan  de  México, 
existen  también  algunas  que  tienen  más  de  sesenta  varas  de 
ancho  y  ciento  cincuenta  de  alto,  en  cuyas  cimas  cplocabau 


Í)£  AMÉRICA  S9 


los  Indios  las  imágenes  del  Sol  y  la  Lana,  jante  á  lai  coa- 
les hay  otras  pequeñas  en  que  se  enterraban  los  caciques; 
pirámides  qae,  según  opinión  del  insigne  cosmógrafo  mexi- 
cano Carlos  de  Sigüenza  (1),  en  sa  obra  Mercurius  volans 
ct  novum  Mexicam  restauratum  pras  se  ferenSy  deben  haber 
sido  hechas  algunos  siglos  después  del  Diluvio  Universal. 
Igual  semejanza,  dicen  los  mismos  autores,  se  nota  entre 
los  laberintos  de  Tezcuco  en  México  y  el  de  HeracleópoHi  en 
Egipto;  y  también  traen  á  colación  la  similitud  en  la  supers- 
tición é  idolatría  de  unos  y  otros,  pues  que  ambos  ado- 
raban el  Sol,  la  Luna,  las  estrellas  y  los  animales;  como  asi- 
mismo los  dos  pueblos  usaban  la  poligamia  y  creían  en  la 
traimigración  de  las  almas. 

Por  otro  lado,  el  abate  Brasseur  de  Bourboarg  y  últi- 
mamente Mr.  Jorge  Meikleyson,  afirman  que  las  ruinas  de 
los  antiguos  monumentos  de  Yucatán  tienen  mucha  seme- 
janza en  su  arquitectura  con  los  antiguos  monumentos  de 
Egipto,  á  excepción  de  los  geroglífícos,  que  en  ambos  países 
no  guardan  ninguna  analogía.  También,  según  estos  últi- 
mos autores,  en  los  idiomas  egipcio  y  mexicano  existen 
ciertas  analogías  lingüísticas.  Empero,  nada  se  puede  con- 
firmar al  respecto,  mientras  un  futuro  Champillión  no  des- 
cubra la  llave  de  los  geroglíficos  que  se  ostentaban  en  las 
antiquísimas  murallas  de  los  monumentos  de  México  y  de  la 
América  Central.  Otros  autores  opinan,  que  tanto  en  los 
geroglífícos  de  los  monumentos  egipcios,  cuanto  en  el  anti- 


(1)  Carlos  de  Sigüenza  y  Góngora  fué  un  afamado  poeta  y  matemáti- 
co que  nació  en  México,  en  1645:  abrazó  la  carrera  eclesiástica  y  fué  cate- 
drático en  la  Universidad  de  esa  ciudad,  durante  veinte  años.  Hombre  muy 
docto,  escribió  varios  tratados  sobre  Igs  caracteres  geroglíficos  de  los  an- 
tiguos monumentos  índicos  mexicanos.  Sus  demás  importantes  escritos, 
en  latín,  se  perdieron  en  el  incendio  que  hubo  en  la  capital  de  México  en 
1692.  Falleció  este  ilustre  mexicano  en  esa  misma  capital  en  1700,  á  U 
temprana  edad  de  55  años. 
12 


90  ORIGEN  I)E  LOS  INDIOS 

gao  idioma  griego,  se  hallan  machas  voces  qaechaas,  como 
lo  confirma  el  egiptólogo  Bausen  en  la  obra  Misión  del 
Egipto  en  la  historia  del  Mundo,  y  con  él  otros  sabios,  lo 
qae  indaciria  á  creer  qae  les  Mexicanos  fueron  descendien- 
tes de  los  Egipcios. 

(ífe 

Otra  versión  es,  que  los  Troyanos,  por  los  años  2806  de 
la  Creación  del  Mando,  ó  sea  2164  8  ños  antes  de  la  era  de 
Cristo,  navegaron  á  las  Indias  Occidentales  y  poblaron 
aqaellas  comarcas,  pnes  así  lo  asevera  el  P.  Simón  de  Vas- 
concelos  en  su  Noticia  del  Brasil,  libro  X,  K^  90,  diciendo: 
**  Otros  dijeron  qae  estos  primeros  pobladores  fueron  de  na- 
ciones Troyanas  y  compañeros  de  Eneas,  qae,  dcspaés  de 
derrotados  por  los  Giiegos,  en  la  famosa  dei tracción  de 
Troya,  se  dividieron,  bascando  tierras  en  que  habitasen^ 
como  hombres  avergonzados  del  mundo  y  del  suceso  de  las 
armas,  alganos  de  los  caales  se  engolfaron  en  el  largo  Océa- 
no y  pasaron  á  las  partes  de  América.*'  Vasconcelos,  para 
sostener  ese  fundamento,  se  apoya  en  an  pasaje  del  lib.  III, 
de  la  Eneida  de  Virgilio,  que  al  referirse  al  sitio  de  Troya, 
dice  qae  después  de  la  destrucción  de  esa  antigua  ciudad, 
•*los  Troyanos  se  dispersaron,  peregrinando  por  varias  tie- 
rras lejanas  y  desiertas." 


(S» 


Los  Chinos,  por  sa  parte,  cotíservan  tradición  de  ser 
progenitores  de  los  Indios  Orientales  y  Occidentales,  y  qae 
ellos,  en  anión  de  les  Tártaros,  Japoneses  y  Corréanos, 
atravesaron  el  estrecho  marítimo  de  Annián,  vinieron  en 
seguida  por  tierra  al  reino  de  Quivirá  y  poblaron  México, 
Panamá,  Perú  y  las  demás  provincias  y  reinos  de  las  Indias 
Qccideutalcii   A  este  respecto,  Bartolomé  Leonardo  de  Ar« 


DE  AMÉRICA  91 


gensola  en  sn  Historia  de  la  Conquista  de  las  Molucas^  lib. 
I,  folB.  11  y  12,  ascYcra  lo  mismo  y  se  funda  para  ello  en  la 
^coincidencia  de  tener  los  Chinos  é  Indios  el  mismo  color,  flo- 
jedad, superstición  y  poca  caridad.  En  conformidad  con  lo 
referido,  se  citan  nombres  de  pueblos  del  Perú,  México  y 
otras  partee  de  América,  igaales  á  los  de  poblaciones  de  la 
China,  del  Japón  y  de  Corea.  Otras  razones  alegan  algu- 
nos escritores  para  suponer  que  los  Indios  de  América  des 
cienden  de  los  Chinos  y  Tártaros,  y  es,  á  más  de  la  confor- 
midad de  color,  la  semejanza  de  las  facciones  y  disposición 
del  cuerpo,  el  usar  las  trenzas  del  pelo,  el  aplastarse  la  cabe- 
za los  Conibos  y  los  pies  los  Chinos,  el  canto  de  los  Campas 
idéntico  en  el  tono  al  de  los  Chinos;  los  dibujos  de  los  Indics 
representando  letras  chinas;  los  muchos  vocablos  idénticos 
en  el  idioma  de  los  aborígenes  á  los  de  los  Chinos  y  que  ex- 
presan la  misma  idea;  como  también  ciertas  costumbres  y 
creencias,  como  adorar  al  Sol  por  Dios,  reconocer  un  Dici 
superior  á  las  otras  divinidades,  contar  los  meses  por  luna- 
ciones, sepultarse  con  sus  criados  y  riquezas,  juzgando  que 
hacían  un  viaje  á  la  otra  vida,  y  algunos  otros  usos  y  cos- 
tumbres, semejantes  entre  ambas  razas. 

Autorizados  autores  sostienen,  también,  el  hecho  de  ser 
los  Chinos  los  progenitores  de  los  Indios  de  América.  Mr. 
Alejandro  Darley,  sacerdote  que  ha  pasado  muchos  años 
realizando  investigaciones  históricas  en  Oriente,  dice  que  el 
Continente  de  la  América  del  Norte  lo  descubrió  (diezisiete 
siglos  antes  de  emprender  Colón  su  descubrimiento)  nú  ma- 
rino de  la  China,  llamado  Hi-Li,  el  que  desembarcó  en  la 
costa  del  Pacífico,  el  día  10  de  Junio  del  año  207,  antes  de 
Cristo,  cerca  del  punto  donde  hoy  se  alza  la  ciudad  de  Mon- 
terrey en  California.  Es  tradición  que  el  capitán  Hi-Li  vol- 
vió á  su  país  con  la  noticia  del  descubrimiento  que  había 
efectuado,  y,  durante  más  de  cien  añcs,  los  barcos  hicieron 
innumerables  expedicioncsf  á  la  coeta  del  Pacífico,  sin  inten- 


92  ORIGEN  DE  LOS  IKD108 

tar  aigaiera  colonizar  el  nuevo  país,  y  al  fin  snepecdieron  sus 
expediciones. 

En  apojo  del  tiempo  remotísimo  eñ  gne  los  Chinos 
abordaron  las  playas  de  América,  es  notable  el  hecho  del  ha- 
llazgo qtte,  últimamente,  se  ha  hecho  en  las  costas  de  Alas- 
ca,  de  una  moneda  acnñada  hace  más  de  mil  añcs  en  el  Ce- 
leste Imperio,  la  qne  posee,  junto  con  otras  monedas  orien- 
tales, el  que  fué  cónsul  chino  en  Washington  (1).  En  la  mis- 
ma región  hallaron  los  indios  una  antiquísima  tumba  en  la 
que  se  lee  en  caracteres  chines,  el  nombre  de  Li-Lei-Lau. 
Además,  se  han  encontrado  otras  reliquias  que  demuestran, 
de  un  modo  evidente,  que  los  Chinos  vivieron  en  Alasca, 
muchos  años  antes  de  la  Era  Cristiana. 

Cerca  de  San  Miguel  Amantla,  en  México,  se  descubrió 
recientemente  una  figura  ó  estatuita  de  tierra  cocida,  de 
unas  siete  pulgadas  de  alto,  representando  un  chino,  con 
ojos  oblicuos,  pantalón  bombado  y  vestidos  amplios,  con 
grandes  aros  en  las  orejas,  y  en  la  cabesa  el  casquete  con  un 
botón  en  el  medio,  tal  como  lo  llevan  los  mandarines.  Junto 
á  esa  estatuita,  que  se  calcula  tenía  ya  más  de  1500  años 
de  enterrada  allí,  se  halló  el  esqueleto  de  un  hombre  que  re- 
presentaba el  tipo  mongol,  y  que  conservaba  aún,  al  rede- 
dor del  cuello,  un  collar  de  bolitas  de  una  masa  verde  que 
jamás  se  encontró  en  México.  Estos  y  otros  hallacgcs  pa- 
recen comprobar  que  la  antigua  civilización  de  la  América 
del  Norte  fué  de  origen  chino  ó  mongol. 

Algunos  sabios  del  Celeste  Imperio  suponen,  también, 
que  los  Indios  de  Norte  América  descienden  de  los  tripulan- 
tes de  algún  barco  chino,  que  hace  más  de  veinte  siglos  fué 


(1)  La  moneda  que  posee  dicho  Cónsul  es  de  cobre,  del  tamaño  y  grue- 
so de  un  peso  español;  tiene  en  el  centro  un  agujero  cuadrado  y  en  ambas 
caras  ostenta  gcroglíficos  indescifrables  artn  para  los  Chinos  prácticos  en 
antigüedades. 


DE  AMáRICÁ  98 


arrojado  por  loi  temporales  á  las  costas  norte-americaaas, 
y  que,  no  pudiendo  regresar  á  su  país,  se  establecieron  en 
aquella  región,  donde  fueron  extendiéndose. 

y,  para  corroborar  aún  más  la  existencia  de  Chinos  en 
el  suelo  americano,  en  tiempos  remotísimos,  el  Encargado 
de  Negocios  de  China  en  México,  Tun-Pul-Shun,  hombre  eru- 
dito y  de  vastes  conocimientos  en  materia  de  antigüedades, 
ha  manifestado,  con  pruebas  abrumadoras,  ante  los  miem- 
bros del  Congreso  de  Americanistas,  reunido  en  México,  en 
1910,  que  en  las  ruinas  de  San  Juan  Teotahuacan  obierTÓ, 
con  gran  sorpresa,  en  uno  de  les  artefactos  desenterrados, 
una  inscripción  de  uso  corriente  en  su  patria;  artefacto 
que  enseñó  á  los  mismos  miembros  de  ese  Congreso,  opi- 
nando que  México  fué  en  parte  descubierto  por  sus  pai- 
sanos. Y  para  afirmar  más  la  veracidad  de  su  dicho,  Tun- 
Pul-Shun  explicó  que,  efectivamente,  es  tradición  en  China, 
que  en  tiempo  del  reinado  de  Chun-Shi-Woo,  una  expedi- 
ción compuesta  de  tres  mil  personas,  entre  las  que  iban  be- 
llísimas mujeres,  salió  á  órdenes  de  un  eminente  sabio,  de 
Pekin,  á  descubrir  é  invadir  el  Japón.  Dicha  expedición  se 
hizo  á  la  mar  eñ  pequeños  bajeles,  de  los  que  nunca  se  vol- 
Tío  á  tener  noticias.  Trascurrido  algún  tiempo,  se  descu- 
brió la  tumba  del  caudillo  expedicionario  en  tierras  japone- 
sas, pero  no  se  encontró  indicios  del  resto  de  los  tripulantes, 
creyéndose  que  algunos  barcos  hayan  sido  arrastrados  á 
costas  mexicanas,  en  donde  desembarcaron,  mezclándose 
con  indios  Toltecos,  á  quienes  legaron  sus  costumbres  y 
creencias. 

El  sabio  barón  Alejandro  de  Humboldt,  en  su  obra  ti- 
tulada Monumentos  de  América,  dice:  "Por  poco  que  se  re- 
flexione sobre  la  época  de  las  primeras  emigraciones  Tolté- 
cas,  sobre  las  instituciones  monásticas,  los  ritos  del  culto, 
el  calendario,  la  forma  de  los  monumentos  de  Cholula,  So- 
gomoso  y  Cuzco,  se  infiere  que  no  fué  del  norte  de  Europa  de 


94  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

áondt  los  Quetzalcoath  (1),  Bochica  (2)  y  Manco  Capác  (3) 
han  sacado  el  código  de  sos  le  jes:  todo  parece  conducirnos 
maf  bien  hada  el  Asia  j  á  loi  pnebloi  que  han  tenido  con- 
tacto con  loi  Tibetinos,  Tártaros,  Samnistas  y  Aiúos  bar- 
budo! de  lai  islas  de  Fesso  y  Sachalin."  £1  miimo  Hum- 
boldt,  agrega,  que  analogías  en  la  conformación  de  la  cabe- 
sa,  como  también  analogías  del  idioma,  hacen  presumir  que 
individuos  de  la  raza  china  arribaron  á  la  costa  nordeste 
de  América,  y  de  allí  al  sad  y  al  este  de  los  ríos  Gila  y  Mis- 
souri, no  siendo  extraño  encontrar,  entre  los  pueblos  ame- 
ricanos, ídolos  y  monumentos  arquitectónicos  de  un  mismo 
carácter  geroglífico,  una  noción  exacta  de  la  duración  del 
año  y  algunas  tradiciones  referentes  al  primitivo  estado  del 
Mundo,  que  recuerdan  los  conocimientos,  las  artes  y  las 
opiniones  religiosas  de  los  pueblos  asiáticos. 

,  Juan  Banking,  en  su  libro  Conquistas  del  Perú,  México, 
Bogotá,  Natcbez  y  Tolomeca  por  los  Mongoles,  para  probar, 
á  su  juicio,  que  los  Indios  americanos  descienden  de  raza 
asiática,  dice:  "Timoudgyn,  hijo  de  Pikoutaí,  jefe  de  una 


(1)  Según  tradición  de  los  antiguos  Mexicanos,  Quetzalcoatl,  hombre 
misterioso,  fué  legislador  y  civilizador  de  Anahuac;  enseñó  muchas  cosas, 
entreoirás,  el  arte  de  fundir  los  metales;  arregló  las  intercalaciones  del  calen- 
dario; exitó  á  las  triJaus  para  que  guardasen  la  paz,  y  les  enseñó  á  que 
ofrendasen  á  la  divinidad  las  primicias  de  las  cosechas:  cuando  juzgó  termi- 
nada su  alta  misión,  se  dirigió  á  la  embocadura  del  río  Huassacoalco  y  de- 
sapareció. 

(2)  Según  tradición  de  los  Chibchas,  Bochica,  hombre  misterioso,  co- 
mo hijo  enviado  del  Sol,  fué  un  sabio  legislador  y  bienhechor  de  los  Muís- 
cas;  era  de  raza  diferente  de  la  de  los  demás  hombres  indígenas,  pues  era 
blanco  y  tenida,  barba  larga:  enseñó,  también,  muchas  cosas  á  sus  pueblos, 
como  las  artes,  el  culto  al  Sol  y  la  construcción  de  templos  y  ciudades. 

(3)  Manco -Capác,  fundador  de  la  monarquía  délos  Incas,  se  tituló 
hijo  del  Sol,  y  como  tal,  to^ó  gran  ascendiente  éntrelos  Peruanos,  á  quie- 
nes civilizó:  C6  cougiderado  entre  los  prroitrxas legisladores  del  Mundo. 


¿B  AMÉRICA  9S 


tribu  de  los  Mongoles  (1)  residentes  á  las  orillas  del  lago 
Baikal,  en  Siberia,  fué  proclamado  Gran  Khan,  con  el  título 


(1)  La  Mongolia  fiíé  una  parte  del  gran  imperio  fundado  por  Gcnghis- 
Khan,  hoy  tributaria  de  la  China.  Genghis-Khan  nació  el  año  1183,  en  la 
Alongolia,  estensa  región  situada  entre  la  Rusia  asiática  y  el  Imperio  Chi- 
no: fué  hijo  del  jefe  Pikoutaí,  que  comandaba  á  cuarenta  mil  familias,  y  re- 
cibió el  nombre  de  Tiraoudgyn,  de  un  Khan  que  su  padre  había  vencido:  su 
educación  no  fué  tan  descuidada,  opano  se  podía  suponer  de  un  pueblo  bár- 
baro, pues  sus  disposiciones  guerreras  y  su  talento  prematuro  le  permitie- 
ron, á  la  edad  de  13  años,  tomar  las  riendas  de  la  pequeña  soberanía  que  la 
muerte  de  su  padre  dejó  vacante.  Los  jefes  de  las  tribus  de  su  dependencia  se 
imaginaron  que  les  sería  fácil  despojarle  de  su  autoridad,  mediante  unajíj^e- 
vaqión  que  contra  él  llevaron  acabo;  pero  el  joven  Timoudgyn,  al  fré^pP^ 
30,000  homÍDres  los  venció,  en  dos  cruentos  combates,  reduciendo  á  los  unos 
á  la  esclavitud,  y  arrojando  á  los  otros  en  setenta  calderas  de  agua  hirviente, 
preludio  de  la  mortandad  con  que  Timoudgyn  debía  ensangrentar  el  suelo 
de  Asia.  Después  dff^este  horroroso  castigo  todas  las  tribus  se  sometieron 
á  su  yugo,  proclamándole  Genghis-Khan  ó  Gran  Khan,  que  significa  rey 
de  los  reyes.  Dueño  de  toda  la  Mongolia,  hasta  la  gran  muralla  de  la  Ohi- 
na,  franqueó  ésta,  atacando  este  antiguo  Imperio,  que  entonces  se  llamaba 
Cathay  ó  Khilaí:  Cambalú  (hoy  Pekin)  fué  tomada  por  asalto  y  saqueada 
por  él,  en  1205,  haciéndose  dueño  de  todo  el  Imperio,  inclusive  del  reino  de 
Corea.  Prosiguiendo  sus  conquistas,  logró,  en  el  término  de  dieziocho 
años,  sujetar  á  su  poder  la  mitad  de  la  China,  la  mitad  del  Indostán,  con 
toda  la  Pcrsia,  hasta  el  Eufrates,  las  fronteras  de  la  Rusia,  Kazan,  Astra- 
kan  y  la  Tartaria.  Después  de  tantas  conquistas,  Genghis-Khan  murió  en 
1226,  á  la  edad  de  4-2  años  y  después  de  haber  ejercido  el  poder  durante  29 
años,  tranquilo  y  sin  remordimientos,  no  obstante  haber  ocasionado  por 
sus  armas  y  sus  crueldades  la  muerte  de  cerca  de  6.000,000  de  hombres. 
Antes  de  su  muerte,  repartió  sus  dominios  entre  sus  cuatro  hijos,  habidos 
en  su  primera  mujer,  que  fueron:  Octaí,  Gengis,  Touli  y  Zagataí.  Al  prime- 
ro, cedió  la  Gran  Mongolia;  al  segundo,  el  Turkestán,  la  Bactriana,  el  rei- 
no de  Astrakan  y  el  país  de  Usbecks;  al  tercero,  la  Persia;  y  al  cuarto,  la 
Transaxiana,  el  Kandahar,  y  la  India  Septentrional;  logrando  cada  uno 
de  ellos  ensanchar  sus  respectivos  dominios  con  nuevas  conquistas  poste- 
riores. Los  demás  hijos  que  tuvo  Genghis-Khan,  en  sus  500  concubinas, 
no  obtuvieron  parte  alguna  en  su  sucesión.  Los  Tártaros  salieron  de  sus 
desiertos  hacia  el  año  1202,  y  habían  conquistado  la  mitad  del  hemisferio 
hacia  1236.    He  ahí  toda  su  historia, 


96  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

de  Genghii,  el  año  1205  Antea  de  la  muerte  de  su  nieto 
Koblai,  el  continente  de  Asia  fué  casi  subyugado:  la  Europa 
se  puso  en  cocsternación;  el  Japón  fué  invadido,  y  por  loa 
cfectoi  de  un  temporal,  el  Perú  y  México  fueron  destinados 
para  recibir  á  los  generales  y  tropas  que  escaparon  de  esa 
poderosa  expedición.  Cuando  estos  Mongoles  llegaron  á 
América,  la  encontraron  en  un  estado  de  completa  ignoran- 
cia; pero,  repentinamente,  se  fundaron  des  imperios  con  la 
pompa,  ceremonias  y  grandezas  de  los  soberanos  asiáticos: 
la  arquitectura,  que  compite  con  los  admirables  trabajos 
de  los  Romanos;  la  elegancia  de  las  obras  de  les  plateros, 
que  sorprenden  aún  á  la  vista  de  las  más  delicadas  de  los 
Europeos;  el  orden,  la  justicia,  subordinación,  leyes,  institu- 
clones  civiles  y  militares,  religión  y  costumbres,  son  tan 
idénticas  á  las  de  la  familia  Tschingis-  Khan,  que  no  puede 
dudarse  por  un  momento  su  descendencia,"  El  mismo  au- 
tor, en  un  rapto  de  extravagante  desvarío,  agrega  que 
•*Manco-Capác  (1)  fué  hijo  del  gran  Khan-Kublai,  que  go- 
gernó  los  Mongoles  hasta  el  año  1257,  y  murió  en  el  sitio 
de  Hochen,  en  China,  y  por  consiguiente  nieto  de  Tschingis- 
Khan;  que  el  abuelo  de  Montezuma  fué  un  noble  Mongol  de 
Tángut."  Ranking,  pretende,  además,  fijar  el  origen  de 
los  Tolteccs  y  Guatemaltecos,  por  las  emigraciones  tárta- 
ras que  han  tenido  lug£ir  hacia  mediados  del  siglo  vi,  opi- 
nión que  también  es  sostenida  por  Humboldt. 

Mariano  Eduardo  de  Rivero,  en  su  Estudio  general  de 
América^  y  junto  con  él  otros  historiadores,  opinan  *'que 
á  consecuencia  de  las  guerras  entre  los  Brahmanes  y  Bud- 
histas,  que  terminó  con  la  expulsión  de  estos  últimos  al 
norte  de  Asia,  una  parte  pasó  el  estrecho  de  Behring,  y  fue- 
ron esos  los  jefes  que  fundaron  los  imperios  de  América.'' 
Tchudi  y  Ribero,  en  sus  Antigüedades  Peruanas^  dicen  tam- 


il)   Masco  ó  Matigo  es  nombre  mongol,  Qeg^ti  Ranking. 


DB  AMÉRICA  97 


bien  "No  admite  duda  que  Quetralcolt,  Bochica,  Manco- 
Capác  y  demái  reformadores  de  la  América  Septentrional, 
Central  y  Meridional,  eran  iacerdotes  budhistai  que  por  tu 
doctrina  superior  y  civiliíatris,  consiguieron  señorear  los 
ánimos  de  los  indígenas  y  elevarse  á  lasupremacia  política." 
Al  aceptar,  á  este  respecto,  la  apreciación  de  Humboldt, 
Rankitíg,  Tschudi  y  demás  escritores,  de  presumir  es,  que  el 
número  de  esos  invasores  haya  sido  muy  considerable  (1). 

El  anticuario  inglés  Mr.  Brertwood  pretende  también 
que  la  América  ha  sido  poblada  originariamente  por  pue- 
blos tártaros. 

Mr.  de  Gnignes,  que  ha  compulsado  los  anales  del  Celes, 
te  Imperio,  asegura  que  los  Chinos  comerciaban  con  Amé- 
rica hacia  el  año  458  de  la  era  actual,  y  que  remontaron 
hasta  Ift  costa  frente  al  Kamtchatka,  siendo  positivo  que 
los  Chinos  poseían,  en  aquella  época,  flotas  capaces  de  arri- 
bar á  las  Indias  Occidentales. 

Yásquez  de  Coronado,  en  su  expedición  (1539)  vio  en 
las  costas  de  México,  cuatro  navios  con  proas  adornadas 
de  oro  y  plata,  cuyos  capitanes  le  dijeron  que  acababan  de 
navegar  treinta  días  en  viaje  de  la  China. 

Según  Pedro  Menéndez  de  Aviles,  hallóse  en  las  costas 
del  Mar  del  Norte  los  cfs:os  de  varios  bajeles  chinos,  y  tam- 
bién se  asegura  que  en  el  puerto  de  Guatusco,  en  México,  se 
vio  negociantes  vestidos  de  seda,  que  se  supone  eran  Chinos. 
Notable  es,  dice  este  último  autor,  que  el  hermoso  monu- 


(1)    No  participamos  de  la  opinión  de  Ranking,  Humboldt,  Tschudi  y 

Rivero  y  demás  escritores  que  suponen  que  los  legisladores   Quetzalcolt, 

Bochica  y  Manco-Capác,  fueron  extranjeros  que  llevaron  la  civilización  á 

los  Aztecas,  Muyscas  y  Peruanos;  porque  no  es  concebible  que  extranjeros 

que  no  copocían  los  idiomas,  las  costumbres  y  el  carácter  de  los  habitantes 

de  los  países  que  se  proponían  regenerar,  pudieran  «ubyugar  á  esos  pue» 

blü». 
13 


ORIGÍK  ÍÍÉ  tos  Íh)10B 


mentó  piramidal  de  loi  alrededores  de  Gaattisco,  llamado 
el  ff  Castillo,!  efl  uno  de  loi  que  tiene  más  semejanza  con  la 
arquitectura  china. 

En  fin,  muchos  autores  creen  que  el  Asia  septentrional 
Ha  poblado  el  norte  de  la  América. 

Tocante  á  las  lenguas,  se  asevera  que  el  dialecto  de  los 
indios  Mohawks  es  casi  semejante  en  un  todo  al  idioma  tár- 
taro. 

Mr.  Duponceau,  en  una  disertación  latina  escrita  por 
un  sabio  Mexicano  sobre  las  lenguas  indígenas  de  Anahuac, 
prueba  la  grande  analogía  de  citas  lefigues  con  el  idioma 
chino,  principalmente  la  Otoml,  que  no  solamente  tiene  si* 
militudes  de  palabras,  sino  similitudes  gramaticales,  cujas 
formas  de  construcción  son  las  mismas  que  el  idioma  chino; 
lo  que  prueba,  dice  este  autor,  la  comunicación  más  ó  me- 
nos directa  que  ha  habido  entre  los  Chinos  y  los  Anahuacos. 

En  les  tiempos  más  cercanos  á  nosotros,  algunas  otras 
relaciones  eiitre  la  América  y  los  Chinos  ó  Mongoles  han  si. 
do  señaladas. 

No  solamente  los  autores  citadc8,sino  la  mayoría  de  los 
historiadores,  atribuyen  á  los  asiáticos  el  mérito  de  haber 
introducido  la  cÍYÍlizaciÓn  primitiva  en  América,  tratando, 
al  efecto,  muchos  paralelos  entre  estes  y  las  primeras  rasas 
del  Continente  Americano,  en  sus  tradiciones,  costumbres, 
jf  sobre  todo,  en  la  similitud  de  sus  rasgos  físionómicos. 

efe 

La  opinión  de  algunos  autores  antiguos  y  modernos  al 
origen  de  los  Indios  Americanos,  es  que  éstos  proceden  del 
linaje  de  Ophir,  nieto  de  Heber  é  hijo  de  Lactan,  quien  pobló 
á  México  y  al  Perú,  á  cuyo  efecto,  dicen,  que  Ophir,  de  la 
quinta  generación  de  la  rama  de  Noé,  pobló  las  costas  del 
Oclfano  de  la  ludia  Oriental,  pasando,  después>  estos  pobla* 
dores  A  Ui  ladiai  Occideatftlesi  para  cateadme  por  México, 


B|ÍA¥K|tICA  '     9^ 


Centro  América  y  todo  el  Perú  hasta  el  estrecho  de  Maga* 
llanes.  Los  antores  qne  sostienen  esta  opinión,  son  Benito 
Aries  Montano,  en  el  tom.  VI  de  su  libro  Phaksus,  pág.  99; 
Gilberto  Genebrardo,  en  el  lib.  I  íe  sn  Chronolo^ia,  págs. 
15  y  118;  Hornio,  en  sn  obra  Be  Origen  Amerícanum,  cap. 

II.  fols.  16  y  17;  Antonio  Bosio,  en  el  lib.  II,  cap.  III  de  su 
Signis  Ecclesiastes;  Poniario,  en  sa  Lexicón;  Posevino,  en  el 
libro  II,  cap.  Y  de  su  Bihliotheca;  el  P.  Manael  de  Sá,  jesui. 
ta,  en  el  tom.  III  de  su  Regum;  el  P.  Maluenda,  en  el  lib. 

III,  cap.  XI^  de  en  Anticristo ; '¡oe^o  de  Pineda,  en  su  obra 
De  Rehus  Salomonis;  y  Montesinos,  en  sus  Memorias  Anti- 
guas del  Perú;  los  que  afirman  que  en  tiempo  de  Salomón 
se  designaba  con  el  nombre  de  Ophir  los  dos  reinos  de  Méxi- 
co y  el  Perú,  y  que  después  de  pasado  algún  tiempo  se  tras- 
putierop  las  letras,  y  de  Ophir  se  compuso  Piro  (1).  Ade- 
más, Arias  Montano,  autor  también  de  Ja  Biblia  Regia  j 
hombre  muy  versado  en  idiomas,  dice  en  su  obra  ya  citada, 
que  **ambasregio|i(s  (México  y  Perú)  se  llamaban  Piruaim 
6  Peruaim,  que  en  latín  quiere  decir  Dúplex  Pirujtn  espa- 


(1)  La  sílaba  Phi,  en  hebreo,  se  pronuncia  Pi,  y  trasponiendo  la  R 
antes  déla  O,  dice  Piro:  aquella  O  final  la  convirtieron  en  U,  por  ser  más 
acomodada  á  su  pronunciación,  de  donde  resulta  la  palabra  Pera,  substi- 
tuida por  la  de  Opbir.  Otros  ^utores,  entre  ellos  OnftVoy  de  Torón,  dan  otras 
definiciones  déla  palabra  Opbir,  y  dicen  que  se  escribe  de  dos  maneras, ^pir 
y  AypJTy  según  consta  en  el  cap.  X,  vers.  11  del  lib.  I  de  Los  Reyes.  En  el 
cap.  IX,  vers.  28  del  mismo  libro  se  escribe  Aypira,  que,  suponen,  es  el 
nombre  mal  pronunciado  del  río  Yapurá,  uno  de  los  afluentes  del  Amazo- 
nas ó  sea  el  Solimán  ó  Solimoes  de  los  brasileños.  El  vocablo  Ophir  ó  Apir 
en  hebreo,  agregan,  pertenece  al  quechua,  pues  á  los  mineros  déla  Cordille- 
ra de  los  Andes  y  de  la  parte  superior  del  Amazonas  se  les  denomina  Apir 
ó  Apiri,  y  en  algunos  lugares  Yapiri.  Además,  el  río  Yapurá  tiene  su  naci- 
miento en  las  montañas  de  Popayán  (Colombia)  f y  tiene  por  uno  de  sus 
afluentes  auríferos,  el  río  Masai  ó  Masahi,  nombre  derivado  del  hebreo 
méísar  (río) ,  al  que  se  le  agregó  el  vocablo  indígena  i  (agua)  de  lo  que  re- 
sulta «jxrá  rica» 


100  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

— -  ■  -I       -  -    - . 

ñol  región  qae  es  dos  veces  Perú,  6  sea  que  ambas  regiones 
tuvieron  el  mismo  nombre  Perú."  En  apoyo  de  lo  asevera- 
do por  Montano,  el  P.  Pr.  Gregorio  García  en  su  obra  Ori- 
gen de  los  Indios,  lib.  IV,  cap.  VI,  parágrafo  3,  pág.  140, 
dice:  ''Hallamos  en  la  Escritura  Divina  una  grandísima 
conjetura  para  creer  que  el  nombre  de  Piru  fué  muy  antiguo 
apellido,  no  sólo  del  reino  del  Perú,  sino  también  de  la  Nue- 
va Eipaña,  porque  eñ  el  P^ralipomenon  lib.  I,  cap.  3,  se 
dice  que  Salomón  cubrió  el  templo  con  láminas  de  oro  muy 
fino,  el  cual  oro  se  dice  en  hebreo  aurum  peruaim,  que  quiere 
decir  claramente  oro  de  la  Tierra  llamada  dos  veces  Piru, 
porque  aquella  terminación  aí/2  es  número  dual  en  la  gramá- 
tica hebrea,  lo  cual  cuadra  y  conviene  á  las  dos  regiones  de 
este  Piru  y  México,  y  así  donde  la  Vulgata  dice,  en  el  Libro 
del  Paralipomenon:  Porro  autem  aurum  erat  probatissi» 
mum,  traslada  San  Spagnino  Aurum  autem  erat  ex  locu 
PgLrvaim;  Vatablo  pone  Aurum  vero  erat  ex  auru  Parvaim; 
Arias  Montano  lee  Et  aurum  erat  ex  locu  Parvaim;  Cayeta- 
no lee  Et  aurum,  aurum  Parvaim;  por  lo  cual  Vatablo, 
Arias  Montano  y  Genebrardo  convienen  en  que  Parvaim  es 
el  Perú  y  Nueva  España. 

Otros  autores,  para  sostener  que  el  Perú  fué  el  Ophir  de 
Salomón,  señalan  aún  los  límites  de  esa  región,  y  dicen  que 
se  hallaba  situada  entre  los  territorios  colombianos  y  bra- 
sileños, por  las  montañas  de  Popayán  y  Cundinamarca, 
hasta  el  lago  Yumaguari,  cuyas  aguas  alimentaban  á  uno 
de  los  afluentes  del  río  Orinoco;  de  otro  lado^  por  el  río 
Ikiari,  hasta  el  cerro  aurífero  donde  nace  este  río;  y  en  el  úl- 
timo costado,  por  el  río  Yapurá.  Eñ  la  región  superior  del 
río  Amazonas,  dicen,  se  encontraba  plata  y  otros  objetos 
preciosos  que  las  naves  de  Salomón  conducían  á  Joppe 
( Jaffa)  con  destino  á  Jerusalem.  Fué  esta  región  superior 
la  que  recibió  el  nombre  de  Tarsdchisch  (vocablo  quechua), 
pues  Tar  es  descubrir  y  chichiy  es  oro  üativo  ó  en  polvo. 


DÉ  AMÉRICA  101 


Luego,  según  Ooffroy  de  Torón  (1),  Tarsdchisch  es:  el  lugar 
donde  se  descubre  y  recoje  el  oro  nativo  ó  en  polvo.  Dice  la 
Biblia,  qne  para  dirigirse  á  Tarsdchisch  el  profeta  Jonás,  se 
embarcaba  en  Joppe,  haciendo  el  viaje  por  el  Atlántico. 
**En  el  mar  (vers.  22,  cap.  X  del  Libro  de  los  Reyes),  había 
para  Salomón  una  flota:  cada  tres  años  venían  les  navios 
de  Tarsdchisch  trayendo  oro,  plata,  marfil  (2),  monos  y  pa- 
vos reales,"  versión  confirmada  en  el  libro  II,  cap  IX,  ver» 
21  de  los  Paralipomenos:  **Lo8  navios  iban  de  Tarsdchisch, 
para  el  rey  Salomón,  con  los  siervos  de  Hiram:  una  vez  cada 
tres  años  venían  los  navios  de  Tarsdchisch. ''—En  el  cap.  IX 
del  Libro  I  de  Los  Reyes,  se  dice  que  en  cada  viaje  á  Ophir 
traíanlos   navios  de  Salomón  * 'cuatrocientos  talentos  de 


(1)  últimamente,  en  1869,  Onffroy  de  Torón  publicó  en  la  revista  gco- 
p^ráíica  «  El  Globo,»  de  Genova,  un  extenso  y  bien  meditado  trabajo  titu- 
lado « Antigüedades  de  la  navegación  por  el  Océano:  Viajes  de  los  navios 
de  Salomón  al  Río  de  las  Amazonas,  Ophir,  Tarsdchisch  y  Parvaim.»  Este 
trabajo  fué  traducido  después  al  portugués,  y  la  Municipalidad  de  Ma- 
naos,  capital  de  la  provincia  de  Amazonas,  lo  hizo  imprimir  en  esa  ciudad, 
en  1876,  en  un  folleto  de  51  páginas,  que  se  reprodujo  en  1905,  en  los 
«Anales  de  la  Biblioteca  y  Archivo  Público  del  Para.»  Del  mismo  autor 
existe  un  libro  sobre  el  mismo  tema,  publicado  en  Lovaina,  en  1889,  que, 
desgraciadamente,  nos  es  desconocido  y  que,  según  el  autor,  es  el  más  com- 
plctíi  en  esta  niíiteria. — Onffroy  de  Torón  vivió  doce  años  en  la  América 
ecuatorial,  y  se  dedicó  á  viajes,  expediciones  y  operaciones  geométricas,  las 
(juc  le  permitieron  levantar  el  mapa  de  la  misma  zona  americana,  que  pu- 
blicó en  París  poco  después  de  haber  dado  á  luz  su  obra  impresa  cu  Lovai- 
na. Durante  su  residencia  en  la  América  Meridional,  estudió  el  idioma 
quechua  que  se  habla  en  el  Ecuador  y  el  Perú,  es  decir,  en  la  parte  andina 
de  estos  países,  y  según  afirma,  formó  un  vocabulario,  aseverando  que  di- 
cho idioma  contiene  muchísimos  vocablos  de  las  lenguas  muertas  de  Asia, 
de  Egipto  y  de  Grecia, 

(2)  Aunque  algunos  autores  niegan  el  hecho  de  haber  habido  elefantes 
en  el  territorio  de  América,  es  un  hecho  que  hasta  el  día  se  han  descubierto 
acis  variedades  de  elefantes  fósiles,  ignorándose  si  todos  fueron  extinguidos 
antes  por  un  cataclismo  ó  si  existían  en  tiempo  de  Salomón. 


1&2  OHIOBX  DE  LOS  IKD108 

oro**  (1);  y  en  el  cap.  IX,  vera.  10  del  Libro  II  de  los  Para- 
lipomenos  se  dice:  *Xos  sieryoi  de  Hiram  y  de  Salomón 
traían  de  Ophir  el  oro,  maderas  y  piedras  preciosas.'*  En  el 
Libro  I,  cap.  IX,  vers.  11  del  Libro  de  Los  Reyes,  se  dice:  "Y 
también  la  flota  de  Hiram  traía  oro  de  Ophir  y  gran  canti- 
dad de  árboles  llamados  almng,  y  piedras  preciosas/*  Tars- 
dchisch  se  hallaba  al  oeste  de  Ophir  y  en  la  parte  más  rica 
de  la  región  amazónica 

ÜDÍfroy  de  Torón  jnsga  también  haber  descnbierto,  des- 
pués de  largas  invettigaciones,  los  lagares  en  qne  estavie- 
ron  ubicados  Ophir,  Parvaim  y  Tarsdchiscb,  nombres  que, 
segán  infiere  este  autor,  son  tomados  del  qnechna,  como 
trata  de  probarlo  eñ  seguida.  Como  en  el  Libro  II  de  los 
Paralipomenos,  cap.  III,  vers.  IV,  se  dice:  "Salomón  ador- 
nó su  casa  con  piedras  preciosas  y  oro  que  eran  de  Par- 
Yaim,"  deduce  Onfí'roy  de  Torón  que  Parvaim  es  una  alte- 
ración ó  corrupción  del  Paruim,  porque  en  el  antiguo  alfa- 
beto latino  se  confundía  la  v  con  la  u:  por  esta  rezón,  en  el 
texto  hebreo  de  la  Biblia,  al  referirse  al  oro  de  Paruim  se 
halla  escrito  Zab-Paruim.":  la  terminación  /m,  que  indica  el 
plural  hebreo  se  agregó  á  Partí,  porque  en  la  parte  superior 
del  Amasonas  (territorio  oriental  del  Perú)  existen  dos  ríos 
auríferos,  el  Paru  y  el  Apu-Paru  ó  Rico-Paru,  que  unen  sus 
aguas  á  los  lO'^  30'  de  latitud  meridional,  para  vaciarlas 
luego  en  el  Ucayali,  que  es  uno  de  los  ríos  que  forman  el 
Amazonas:  estos  dos  ríos  que  llevan  el  nombre  de  Paru,  for- 
man precisamente  el  plural  y  dan  Paraim  de  los  Hebreos. 
£n  este  caso,  Paruim  es  uno  de  los  lagares  bíblicos  designa- 
dos con  toda  exactitud.  "Se  debe  advertir  que  el  Paru  y  el 
Apu-Paru,  agrega  el  mismo  autor,  nacen  en  la  provincia  de 
Carabaya,  que  es  la  m^s  rica  de  oro  en  el  Perú.'* 

Sabido  es  que  tanto  en  México  cuanto  en  el  Perú,  se  en- 
contraba abundancia  de  oro  y  plata,  riquísimas  maderas  y 


( 1).  Mát  6  mcno^ 600.000,^000  de  reaJes^do  la  moneda  española. 


Dfe  AMBRICJL  103 


piedras  precie  sis,  de  donde  colijen  también  Vatablo,  Monta- 
no y  Genebrardo,  reflríéndoss  á  la  Biblia  (Génesis,  cap.  X), 
que  aquellos  metales,  maderas  y  piedras  preciosas  se  sa- 
caban de  Ophir  6  del  Perú  para  la  construcción  y  adorno 
del  templo  de  Salomón  (1),  pues  si  se  debe  atener  al  texto 

(1)  El  gran  rey  Salomón  hizo  construir  su  grandioso  templo  en  el 
Monte  Moriah,  y  la  construcción  de  él  duró  ocho  años  y  medio.  En  su 
construcción  se  emplearon  3600  sobrestantes,  80,000  hombres  para  la  ex- 
plotación de  canteras  y  labrado  de  la  piedra  y  70,000  para  la  conducción 
de  materiales.  Hiram,  rey  de  Tiro,  proporcionó  artífices,  y  se  encargó  del 
corte  de  maderas  del  Líbano,  enviándolas  hasta  Joppe.  El  oro  puro  de 
que  se  hizo  pródigo  uso  en  la  ornamentación  interior  del  templo,  procedía, 
se  dice,  de  Peruaim-.  Según  refiere  el  historiador  judío  Flavio  Josefo,  en  su 
«Historia  antigua  de  los  Judíos,»  el  Templo  de  Salomón  estaba  circundado 
de  una  muralla  y  se  dividía  en  cuatro  partes:  el  vestíbulo  de  los  Gentiles, 
el  de  los  Judíos,  el  de  los  Sacerdotes  y  el  Sancto  Sanctorum.— El  vestíbulo 
de  los  Gentiles  tenía  300  pies  de  circuito  y  en  su  circunferencia  habia  una 
galería  sostenida  por  muchas  columnas  de  mármol,  con  cuatro  puertas 
hacia  las  cuatro  partes  del  Mundo.  El  vestíbulo  de  los  Judíos  estaba  ro- 
deado también  con  primorosas  galerías:  su  pavimento  era  de  mármol  de 
diversos  colores,  las  paredes  estaban  cubiertas  de  oro  finísimo  y  las  puer- 
tas con  planchas  de  plata.  El  de  los  Sacerdotes  tenía  40  codos  de  largo 
por  20  de  ancho,  en  cuyo  centro  estaba  el  altar  de  los  holocaustos,  todo  de 
bronce,  cuya  altura  era  de  10  codos,  y  á  sus  costados,  10  yasos  grandes  de 
bronce  adornados  de  figuras,  y,  además,  al  lado  derecho  había  otro  gran 
vaso  sostenido  por  12  bueyes,  todo  del  mismo  metal.  En  seguida  estaba 
el  pórtico,  que  tenía  20  codos  de  largo  por  10  de  ancho,  desde  el  cual  se 
entraba  en  el  Templo  sin  techumbre,  que  tenía  60  codos  de  largo  y  20  de 
ancho,  en  cuyos  lados  había  10  candelabros  grandes  de  bronce,  otrai  tan- 
tas lámparas  y  10  mesas  de  oro.  El  Sancto  Sanctorum  tenía  de  largo  20 
codos,  otros  tantos  de  ancho  é  igual  altura,  cuya  mitad  estaba  cubierta  de 
oro  y  otra  mitad  de  oro  y  piedras  preciosas.  Además,  encerraba  los  teso- 
ros siguientes:  10,000  candelabros  de  oro;  10,000  mesas  cubiertas  de  oro 
y  una  muy  grande  toda  de  oro;  20,000  copas  de  oro;  100,000  copas  de 
plata;  100,000  redomas  de  plata;  80,000  ftientes  de  oro;  100,000  íucnte.-í 
de  plata;  50,000  palanganas  de  oro;  100,000  palanganas  de  plata;  20,000 
vasos  de  oro;  40,000  vasos  de  plata;  20,000  incensarios  grandes  de  oro; 
50,000  incensarios  pequeños  de  plata;  1,000  ornamcntoa  pontificales  guar» 
jiccido»  de  piedras  preciosas;  200,000  trompas  de  plataj  j  300,000  instru» 
m«üto8  de  oro  y  plata; 


104  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 


sagrado,  Salomón  mandó  construir  en  Esiongabar,  sobre  el 
Mar-Rojo,  las  naves  destinadas  á  Ophir,  cuya  flota  era  im- 
pulsada por  expertos  pilotos  y  marineros  que  le  proporcio- 
nó Hiram,  rey  de  Tiro  (con  el  que  celebró  alianza)  quienes 
doblaron  el  Cabo  de  Buena  Esperanza  y  is  unieron  con  la 
flota  aliada  para  dirigirse  á  Ophir,  denominada  Terra  Áurea 
(Tierra  de  Oro) 

Juan  Goropio  en  sus  Orígenes  Autuerpianas,  y  Guillermo 
mo  Portel  en  su  Orbis  Concordia,  dice  también  que  Ophir  es  « 
el  Perú,  y  que  los  bajeles  de  la  flota  de  Salomón  trasporta- 
ban el  oro,  maderas  y  piedras  preciosas  del  Perú  hasta  el 
Istmo  de  Panamá  (en  el  Pacífico)  y  que  de  allá  otros  bajeles 
partían  del  mismo  Istmo  (en  el  Atlántico),  haciendo  escala 
en  lee  islas  de  Cuba  y  Santo  Domingo,  doblando  en  seguida 
el  Cabo  de  Buena>Esperansa  y  rastreando,  en  fin,  las  cos- 
tas orientales  de  África,  entraban  en  el  Mar-Rojo. 

Arias  Montano,  en  su  obra  ya  citada,  describe  otro 
itinerario,  pues  dice:  "Las  naves  que  el  rey  Salomón  man- 
daba á  Ophir  en  busca  de  oro,  pasaban  por  las  Moln- 
cas,  y  luego  por  México  para  llegar  al  Perú;  y  de  vuelta, 
costeando  á  Chile,  atravesaban  el  Esbrecho  de  Magallanes, 
y  doblando  el  Cabo  de  Buena-Esperanza,  entraban  al  Mar- 
Bermejo,  empleando  tres  años  en  el  viaje.'* 

Para  confirmar  aún  más  las  opiniones  emitidas  por  los 
autores  anteriormente  citados,  el  P.  Fr.  Gregorio  García, 
en  el  lib.  IV,  cap.  II  de  su  Origen  de  los  Indios,  pág.  132, 
dice:  '^Salomón  fué  sapientísimo,  y  entre  puras  criaturas 
ninguno  hubo  que  supiese  tanto  como  él,  y  como  tal  nos  le 
vende  la  Divina  Escritura,  y  que  no  hubo  cosa  natural,  arte 
ó  ciencia,  que  no  la  supiese  ó  conociese,  y  consiguientemen- 
te,  supo  la  geografía  y  cosmografía,  y  con  ella  lo  que  in- 
cluían  las  Indias  Occidental s.  tan  llenas  de  portentosas  no- 
vedades. Y  así  él  mismo  daría  noticia,  instrucciones  y  or- 
den á  los  pilotes  y  marineros,  enseñándoles  como,  por  don- 
de y  á  doade  habían  de  ir  con  la  flota," 


Dlt  AMÍRICA  105 


Pero,  algunos  otros  escritores  han  puesto  en  duda  el 
viaje  de  las  flotas  de  Salomón  á  Ophir  6  Perú  y,  entre  és- 
tos, citaremos  tan  sólo  dos,  que  son  de  bastante  crédito. 
Juan  de  Solórzano  Péreyra  se  manifiesta  abiertamente  en 
contra  de  las  opinioHfs  de  los  anteriores  autores,  pues  en  el 
lib.  I,  cap.  VI  de  su  Política  Indiana,  asevera  que  "Salomón 
no  era  tan  imprudente,  que  desde  Asiongabar,  que  cae  en  el 
Mar-Rojo,  y  tenía  tan  cerca  la  Arabia  y  otras  provincias  de 
la  India  Oriental,  había  de  enviar  sus  armadas  á  partes 
tan  remotas  y  por  marea  tan  dilatados  y  poco  cursados, 
para  cuya  navegación  era  menester  muchos  años."    Luego 
prosigue:  **Y  asi  constituyen  el  Ophir  eü  Sófala  ó  en  Ormis, 
ó  lo  que  es  más  cierto,  en  algunas  de  las  ricas  provincias  de 
la  India  Oriental,  y  especialmente  en  su  célebre  isla  que  so- 
lía llamar  Trapobana  ó  Sumatra,  y  hoy  se  dice  Malaca  y 
los  reines  del  Pegú  (1),  sus  confines,  donde  se  halla  todo  lo 
que  se  llevaba  á  Salomón  en  grande  abundancia,  tanto  que 
se  S3lía  llamar  Terra  de  Oro  ó  la  Áurea  Chersonese,  y  su 
oro  se  tenía  por  el  más  perfecto  y  de  mayores  quilates;  de 
donde  el  de  esta  calidad  tenía  el  nombre  de  Ophiriso,  y  de 
allí  corrompido  el  vocablo,  los  latinos  le  llamaban  Obriío." 
Y  por  fin,  agrega:  •*¥  no  obsta  en  contrario  lo  qae  se  ha  di- 
cho del  nombre  del  Perú,  que  es  parecido  al  de  Ophir  ó  Opi- 
ro."    El  historiador  William  Robertson,  en  su  Historia  de 
América,  lib.  I,  pág,  9,  refiriéndose  á  la  navegación  entre 
los  antiguos,  parece  estar,  también,  en  contra  de  los  auto- 
res  citados,  pues  dice:  ** Salomón  equipó  flotas  que,  con- 
ducidas  por   pilotos  feüicios,  navegaron  del  Mar-Rojo  á 


(1)    Pegú  6  Begú  es  desde  1855  ía  capital  del  imperio  Anglo-IndimiO 
y  fué  antigua  capital  del  Imperio  Birmau. 


106  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

Tarsdchisch  (1)  y  á  Ophir  (2),  que  probablemente  eran 
puertos  de  la  India  6  del  África:  eitas  flotas  volvieron  tan 
preciosamente  cargadas,  que  introdujeron  repentinamente 
la  riqueza  y  la  magnificencia  en  el  reino  de  Israel." 

En  resumen,  Ophir  ha  dado  lugar  á  varios  alegatos  sobre 
su  situación:  distintas  opiniones  hay  á  este  respecto,  pues 
mientras  unes  la  colocan  en  Asia,  otros  la  ponen  en  África, 
y  otros  en  América;  dividiéndose  cada  una  de  estas  opinio- 
nes en  varias  otras. 

Cuanto  á  Nihusio,  Volaterán  y  otros  portugueses,  quie- 
ren que  Ophir  sea  Melinda  6  Sófala,  en  la  costa  de  Etiopia, 
y  Concelio  pretende  que  sea  Angola,  sobre  la  costa  occi- 
dental de  África. 

Aquellos  que  pretenden  que  Ophir  estaba  en  América,  la 
colocan  en  la  isla  de  Santo  Domingo,  á  la  entrada  del  golfo 
de  México.  Genebrardo  y  Yatablo  son  los  que  la  ponen  en 
la  isla  de  Santo  Domingo,  asegurando  que  Cristóbal  Colón 
al  descubrir  esta  isla,  en  1492,  acostumbraba  decir  que 
había  hallado  la  Ophir  de  Salomón,  porque  aUi  había  en- 
contrado oro  en  cierta  abundancia. 

Los  que  suponen  que  Ophir  se  hallaba  en  Asia,  entre 
otros  Francisco  Ribero,  Torniel,  Adrichomio,  Massé  y  va- 
rios otros,  la  colocan  en  las  Indias.  En  apoyo  de  la  opinión 
de  estos  autores,  citan  á  Diodoro  de  Sicilia  y  á  Pilistrato^ 
quienes  dicen  que  en  todo  tiempo  los  Etiopes  hacían  un 
gran  comercio  por  mar  en  las  Indies;  á  Estrabón,  que  refie- 
re que  los  mercaderes  de  Alejandría  enviaban  sus  mercade- 
rías á  las  ludias  por  el  golfo  Arábigo;  y  á  Plinio,  que  ase- 


(1)  Tarsdchisch,  segán  geógrafos  modernos,  estaba  situada  sobre  1« 
costa  de  Zanguebar. 

(2)  La  situación  de  Ophir,  dicen  algunos,  es  desconocida  hoy,  y  creen 
que  con  esa  denominación  se  abrazaba  todo  el  litoral  de  la  Arabia,  de  la 
Jodia  y  del  África. 


DE  AMÉRICA  107 


gara  qae  en  sa  tiempo,  y  desde  algunos  sígloi  antes,  se  ha- 
cía un  gran  comercio  de  Egipto  á  les  Indias  por  el  Mar-Ro- 
jo, siendo  probable  que  la  flota  de  Salomón  iba  á  aquel 
lado,  entrujas  comarcas  se  encontraban  todas  las  mercade- 
rías que  cargaban  los  navios  de  Salomón. 

Samuel  Bochart,  por  su  parte,  en  sa  Geografía  Sagra- 
da, (Caen,  1646),  pretende  que  hay  dos  Ophires:  la  una,  en 
la  Arabia,  doúde  David  hacía  venir  una  gran  cantidad  de 
oro;  la  otra,  en  la  India,  donde  Salomón  enviaba  su  flota, 
6  sea  la  Trapobana  de  los  antiguos  (hoy  isla  de  Ceylan), 
donde  hay  un  puerto  llamado  Hippor,  que  los  Fenicios  lla- 
maban Ophi^. 

Massi  asegura  que  Ophir  es  el  Pegú,  que  tenía  ricas  mi- 
nas de  oro  y  plata;  Peresio  dice  que  es  Malaca,  sobre  el  es- 
trecho del  mismo  nombre,  al  oriente  de  la  isla  de  Sumatra; 
Juan  Tzerges  es  de  parecer  que  es  la  misma  isla  de  Sumatra, 
qué  tenía  minas  de  oro. 

Flavio  Josefo  (1),  y  con  él  otros  autores,  sostienen  que 
Salomón  tenía  dos  flotas,  una  en  Aziongabar,  que  negocia- 
ba en  las  Indias,  y  la  otra  en  Tarsdchisch,  en  las  Indias 
Orientales,  opinando  algunos  que  este  Tarsdchisch  es  el  Pe- 
rú, donde  la  flota  de  Salomón  llegaba  por  el  Gran  Mar  (e^ 
Pacífico)  y  hacía  el  viaje  en  tres  años. 

Por  fin,  la  Opinión  que  ha  sido  considerada  más  acep- 
table por  algunos  escritores,  sobre  la  situación  de  Ophir, 
es  la  emitida  por  Lipenio,  que  ha  escrito  expresamente  un 


(1)  Flavio  Josefo,  historiador  judío,  nació  en  Jerusalem  en  el  año  37 
de  la  era  cristiana.  Entre  sus  obras  se  conocen  su  «  Historia  de  los  Judíos 
contra  los  Romanos,  y  ruina  de  Jerusalem »  en  7  libros,  escrita  en  hebreo  y 
luego  en  griego;  su  «Historia  antigua  de  los  Judíos,»  en  20  libros;  su«Auto- 
biografín,»  en  1  libro;  «  Contra— Apion,»  defendiendo  á  los  Judíos,  sus  cos- 
tumbres y  creencias,  en  2  libros;  y  su  «  Discurso  sobre  el  martirio  de  los 
Macabeos.»  Sus  obras  completas  fueron  publicadas  por  primera  vez  ea 
Basilea,  en  1544,  cu  folio. 


109  ORIGEN  DB  LOS  INDIOS 


Tratado  sobre  Opbir.  Se  apoya  este  autor  sobre  el  dicho 
de  San  Gerónimo,  que  dice,  que  un  nieto  de  Heber,  hijo  de 
Noé,  llamado  Ophir,  dio  su  nombre  á  la  parte  de  la  India 
situada  más  allá  del  Ganges,  comprendiendo  así  bajo  el 
nombre  de  la  "Tierra  de  Ophir,"  no  solamente  laChersonese 
de  Oro,  que  el  historiador  Josefo  llama  **Tierra  de  Oro"  (hoy 
Malaca),  sino  también  las  islas  de  Java  y  Sumatra  y  los 
reinos  deSiam,  del  Pegó  y  de  Bengala,  comarcas  donde  se 
encontraban  todos  los  efectos  que  la  flota  de  Salomón  lle- 
vaba á  Jerusalem,  viaje  que  podía  durar  tres  años,  pues  los 
navios  al  salir  del  Mar-Rojo  costeaban  la  Arabia,  la  Persia 
y  el  Mongol,  en  seguida  daban  vuelta  á  la  península,  más 
allá  del  golfo  de  Bengala,  tomando  diamantes  en  Golgonda 
y  géneros  preciosos  en  Pegú,  y  de  allí  á  Sumatra,  remon- 
tando á  lo  largo  de  Chersonese  de  Oro  ó  Malaca  hasta 
Siam,  donde  encontraban  no  solamente  marfil,  sino  tam- 
bién oro. 

rife 

VaritDS  autores,  entre  ellos  Giraldo  Cambrense,  eñ  su 
Topographia  Histórica,  lib.  X,  cap.  II;  Antonio  de  Herre- 
ra, en  su  Historia  General  de  los  hechos  de  los  Castellanos^ 
déc.  III,  lib.  X,  cap.  X;  y  La  Peyrére,  en  su  Relación  de 
Islandia^  art.  XX,  opinan  que  los  Noruegos  y  Dinamarque- 
ses, después  de  haber  ocupado  la  Islandia  y  Groenlandia, 
fueron  los  primeros  que  poblaron  las  Indias,  desembarcan- 
do en  las  costas  de  México,  primero,  y  extendiéndose,  des- 
pués, hasta  el  Istmo  de  Panamá,  allá  por  el  año  820  de  la 
era  vulgar.  Estos  autores  apoyan  sus  opiniones  á  este  res- 
pecto  en  ciertos  usos  y  costumbres  de  los  Escandinavos, 
idénticas  á  las  de  los  Indios  americanos.  Admitiendo  esta 
idea  tan  sólo  en  abstracto,  es  un  hecho  confirmado  por  do- 
cumentos que  posteriormente  se  han  encontrado  en  Copen- 
hague, que  les  Escandinavos  atravesaron  el  Océano  y  de- 
•cmbarcarou  en  playas  de  América,  desde  el  siglo  ii  y  du- 


DE  AMÉRICA  109 


rante  el  curso  de  loa  siguientes;  pero  no  por  eso  se  les  debe 
considerar  como  los  primeros  pobladores  del  suelo  ameri- 
cano, como  lo  suponen  les  autores  citados. 


efe 


El  historiador  Pedro  Sufrido,  en  su  obra  De  Frisior  An- 
tiquitates,  impresa  en  1698,  pretende  probar  que  los  Indios 
de  Chile  y  aún  los  del  Perú  descienden  de  los  Fn'sios,  pue- 
blos germanos  que  habitaban,  según  se  cree,  la  isla  de  los 
Bátavos;  al  efecto,  dice  que  los  Frigios,  siendo  muy  diestros 
en  la  navegación,  intentaron  en  el  año  1000  recorrer  el 
Océano  en  descubrimiento  de  nueyai  tierres;  *'que  llegaron 
á  las  islas  Oreadas  y  desde  allí  á  Islandia,  y  navegando  mu- 
chos días  penetraron  hasta  el  Polo  Norte,  de  donde  fueron 
arrojados  por  una  furiosa  tempestad  hasta  una  isla  distan- 
te rodeada  de  escollos,  donde  desembarcaron  y  hallaron 
gente  escondida  en  cuevas,  y  delante  de  ellos,  gran  cantidad 
de  vasos  de  oro  y  plata,  de  que  tomaron  cuanto  pudieron." 
Añadiendo  la  Crónica  de  Dinamarca  "que  este  país  estaba 
lleno  de  riquezas  y  que  es  la  isla  donde  Saturno  escondió 
sus  tesoros.'*  Boxhornio,  en  su  Apología  pro  Navigationes, 
págs.  258  y  259,  sostiene  la  opinión  de  Pedro  Sufrido,  ci- 
tando en  apoyo  de  ella  un  pasaje  del  poema  de  Alonso  Erci- 
11a;  La  Araucana,  en  que  este  poeta  hace  aparecer  á  Glau- 
ra,  hija  del  cacique  Quilacura,  y  á  Fresolano,  moaso  va- 
liente, como  descendientes  de  sangre  de  Frisios. 

eS; 

Algunos  autore?,  entre  ellos  Marineo,  en  su  Rerum  His- 
panoram,  lib.  XIX,  cap.  XVI,  alega  que  los  Romanos  po- 
blaron las  Indias  cuando  este  imperio  estaba  en  su  apogeo, 
6  sea,  cuando  Roma  era  dueña  y  señora  de  Europa  y  de 
África,  fundáíldcse  en  que  los  moradores  de  la  Isla  Atláüti- 


lio  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

■II    ■!■■  ■'     ■ '  '  I    .  .1         I  I       I  II  I  ■  I    I         ti     ■  I        ■ 

da  habíati  dado,  en  su  tiempo,  á  loa  Romanos,  noticias  de 
las  Indias;  que  éstos  poblaron  sucesivamente  las  islas  de 
Canarias,  las  de  Barlovento,  la  Tierra  Firme,  México,  Perú 
y  demás  comarcas  de  la  América.  También  se  fundan  estos 
autores  en  las  analogías  entre  Romanos  é  Indics,  como  pin- 
tar el  rostro  de  sus  divinidades  con  vermellón;  la  supersti- 
ción  de  consultar  las  entrañas  de  los  animales  para  inquirir 
ciertos  hechos;  contar  en  sus  convites  las  hazañas  de  sus 
mayores.  El  convento  de  las  Vestales  de  Roma,  agregan,  es 
igual  al  de  las  Vírgenes  del  Sol  en  el  Perú  y  México;  el  tem- 
pío  del  Sol  en  el  Cuzco,  semejante  al  Panteón  de  Roma;  los 
grandes  caminos  y  calzadas  de  los  lacas  también  parecidos 
á  los  de  les  Romanes,  y  varios  otros  usos  y  costumbres 
análogos  en  ambos  pueblos. 

La  aserción  de  haber  los  Romanos  pisado  el  territorio 
americano  en  la  época  de  su  apogeo,  parece  algo  acertada, 
pues  se  afirma  ser  un  hecho  que  posteriormente  hallóse  en 
este  territorio  algunos  vestigios  de  la  existencia,  allí,  de 
los  Romanos  de  aquella  época;  llamando  mucho  la  atención 
el  que,  en  las  ruinas  de  Peten,  en  Guatemala,  s?  haya  encon- 
trado monedas  del  timpo  de  los  Romanos  y  herraduras  de 
caballos  de  mayor  alzada  que  los  comunes,  en  las  orillas  del 
mar  que  baña  aquella  parte  del  Continente;  existiendo  am- 
bos objetos  en  el  Museo  Nacional  de  Guatemala. 

Empero,  el  hecho  de  que  los  Atlánticos  dieran  noticias 
á  los  Romanos,  de  la  existencia  del  Continente  americano, 
es  de  todo  punto  inverosimil,  porque  de  haber  existido 
aquella  isla,  su  hundimiento  dataría  de  una  época  mucho 
más  remota  de  la  del  Imperio  Romano. 

555 

Varios  escritores  afirman  que  los  Escitas  (que  en  tiem- 
pos remotos  faeroa  la  nación  más  numerosa  del  Orbe,  pues 
se  extendieron  desde  la  Germania  hasta  los  confines  del 


DE  AMERICA  Í1Í 


mando  conocidos  de  los  antiguos,  6  sea,  desde  Europa  hai- 
ta  el  Asia),  pfsaron  en  dos  ocasiones  y  en  gran  número, 
desde  el  Mongol  á  Indias,  dis ominándose  por  diverst  s  co- 
marcas del  Nuevo  Mundo,  pues  dicen  que  en  todo  el  Conti- 
nente americano,  como  eti  Estados  Ucidcs  del  Norte,  Cana- 
dá, México,  Guatemala,  Colombia,  Perú,  Chile,  Argentina, 
Brasil  y  otras  regiones,  se  han  encontrado  uses  y  costum- 
bres semejantes  entre  Escitas  é  Indios,  y  que  eran  tan  bár- 
baros unos  como  otros;  no  dudando  esos  mismos  escritores, 
que  los  Escitas  fueron  unos  de  los  primitivos  pobladores  de 
América. 

rife 

Enrique  Martínez,  eú  su  Repertorio  Mexicano^  cap.  II, 
pág.  204,  supone  que  los  Indios  de  México  eran  descendien- 
tes de  los  Curlandeses.  provincia  antigua  de  la  Livonia, 
alegando  que,  situada  esa  provincia  en  la  costa  del  Mar 
Báltico,  pudieron  pasar  sus  moradores  á  las  Indias,  y  aduce 
como  fundamento  de  su  parecer,  *  que  la  geáte  de  esa  provin- 
cia es  de  la  misma  traza,  condición  y  brio  de  los  Indios  de 

Nueva  España y— añade— lo  que  más  me  obliga  á  creer 

que  aquella  gente  y  ésta  es  toda  una,  es  la  cercanía  de  las 
tierras,  que  es  menos  de  lo  que  ponen  los  mapas." 

CUS 

También  es  opinión  admitida  por  algunos  autores,  que 
los  Etiopes  pasaron  á  Indias  con  los  Fenicios  y  Cartagine- 
ses, pues  suponen  que  los  Moros  fueron  indios  venidos  á 
África  con  Hércuks  Tyrio,  que  venció  á  Aoteón,rey  del  mis- 
mo África  y  jigante  de  sesenta  codos,  de  cuyo  escudo  hace 
mención  Meló  en  su  Situ  Orhis^Mh.  VI,  cap.  lY,  sabiéndose 
que  sa  cadáver  fué  mandado  enterrar  porSertorio.  Algunos 
otros  autores  afirman  que  no  queriendo  estos  Etiopes  sufrir 
el  yugo  de  los  Cartagineses,  ss  lanzaron  por  los  mareí  en 


Il2  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

dirección  á  tierras  remotat,  tocando  primero  en  las  islas 
Canarias,  y  de  allí  en  las  Indias,  para  establecerse  en  Yuca- 
tán. También  opinan  que  los  nsos  y  costumbres  de  estos 
Africancs  eran  semejantes  á  los  indios  Chichimecas,  Chiri- 
guanes  y  otras  tribus  bárbaras  de  América. 

Han  pretendido  otros  autores  que  los  Francos  fueron 
los  descubridores  de  América.  Marcos  Lescarbot  en  su  His- 
toire  de  la  Nouvelle  FrancCy  dice  que  los  Galos  se  hicieron 
dueños  del  mar  desde  los  primeros  siglos  después  del  Dilu- 
vio. Guillermo  Postel  en  su  Origine  des  Américains ,  sostie- 
ne que  esos  mismo?  Gales  visitaban  con  frecuencia  las  cos- 
tas de  la  América  Septentrional  aún  antes  de  la  era  cristia- 
na, opinión  que  también  es  apoyada  por  Mr.  Murtrie  en  sus 
Sketches  ofLouisville,  pues  asevera  que  en  tiempos  remotos 
una  colonia  de  Francos  habitaba  los  bosques  de  América, 
mezclándose  con  una  ó  varias  tribus  de  salvajes,  á  los  que 
enseñaron  algunas  artes  más  necesarias  á  su  bienestar; 
pero  que  mas  tarde  surgieron  desavenencias  y  guerras  entre 
ambas  razas,  en  las  que  los  salvajes,  por  su  superiotidad 
numérica,  exterminiron  á  los  llamados  «Indios  blancos,! 
quienes,  desde  entonces,  desaparecieron  para  siempre,  como 
también  las  artes  que  ellos  cultivaban.  Y  por  fin,  Jacobo 
Charron,  en  su  Histoire  üniverselle,  asienta  que  hace  más 
de  mil  años  que  los  Celtas,  gente  numerosísima,  pasaron  á 
América,  unos  por  el  Oriente,  desde  Tenduc,  atravesando  la 
Tartaria  hasta  el  reino  de  Annian;  otros  por  el  norte,  desde 
Islandia  hasta  el  Salvador,  internándole  á  Tierra  Firme. 

Bn  fln,  es  opinión  de  algunos  historiadores,  que  los  In« 
gleses  é  Irlandeses  fueron  los  primeros  pobladores  de  la  cos- 
ta septentiriQoal  de  América,  y,  al  cfectOi  dicen  que  Madoc 


DB  AMERICA 


Í13 


Cambro,  príncipe  de  Cambria  6  Inglaterra  Occidental,  can- 
gado  de  las  guerras  civiles  que  sostenía  con  sus  hermanos 
sobre  la  sucesión  del  reino  de  su  padre,  Owen  Guyueto,  rey- 
de  Gales,  determinó  en  1170  (otros  dicen  1190)  dejar  su  pa- 
tria y  buscar  nuevas  tierras  donde  vivir  en  pa«,  con  cuyo 
propósito  emprendió  una  larga  navegación  hasta  dar  en 
comarcas  desconocidas  (que  se  presume  sean  las  costas  del 
Canadá  y  Tcrranova),  en  las  que  encontró  cosas  maravi- 
llosas.   Después  del  descubrimiento  de  aquellas  tierras,  re- 
gresó á  su  patria,  para  contar  á  sus  vasallos  la  felicidad 
que  allí  reinaba,  y  armando  muchas  naves,  se  llevó  gran 
número  de  familias,  con  las  que  fué  á  poblar  tan  desiertos 
parajes,  dando  origen  con  ellas  á  formar  una  población  im- 
portante; regresó  nuevamente  á  Gales  por  más  gente,  y  car- 
gando  diez  navios,  se  hizo  á  la  vela,  aumentando  con  este 
nuevo  contingente  de  habitantes,  la  población  de  esos  ex- 
tensos países. 

•rife 

Pero  toda  esa  diversidad  de  opiniones  de  los  autores 
que  acabamos  de  mencioiiar,  tocante  al  origen  de  los  Indios 
americanos,  ya  sean  ciertas  ó  dudosas,  fundadas  ó  aventu- 
radas,  el  hecho  es,  q  le  carecen  de  autenticidad,  porque  no 
descansan  sobre  ningún  dato  de  fuente  histórica  que  las 
pueda  servir  de  apoyo;  por  consiguiente,  todas  ellas  son 
basadas  únicamente  en  cálculos  expuestos  á  resultar  falli- 
dos, y  no  pasan  de  la  categoría  de  meras  conjeturas  sobre 
un  asunto  aún  obscuro.  No  obstante,  si  esas  diferentes  opi- 
niones disienten  en  los  detalles,  en  el  fondo  admiten  que  los 
primeros  pobladores  de  América,  ó  sea,  de  la  época  postdi- 
luviana,  proceden  de  los  habitantes  del  Antiguo  Mundo  co- 
nocido entonces. 

Un  erudito  etnógrafo  francés,  Moreau  de  Jonnes,  en  Stt 
notable  obra  Statistique  de»  peupks  de  Pantiqüité,  ha  di* 
1« 


114  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

cho:  "Des  tgutes  les  parties  de  l'Histoirb,  la  plus 

FECUNDE  EN  ERREURS  EST  LA  RECHBRCHB  DB  L'ORIGINE  DES 

PEUPLES.'*  En  verdad,  refiriéndoBe  tan  sólo  al  Continente 
americano,  el  origen  de  las  diYersas  razas  de  los  Indios  es 
uno  de  los  problemas  más  difíciles  de  resolver,  pues  es  casi 
imposible  determinar,  con  exactitud,  la  procedencia  de  cada 
una  de  ellas,  porque  su  origen  se  pierde  entre  la  confusa  su- 
cesión de  los  siglos.  El  P.  José  de  A  costa,  en  su  Historía, 
natural  y  moral  de  las  Indias,  califica  de  "arrojado  y  teme- 
rario al  que  pretendiera  determinar  la  procedencia  de  los 
Indios."  Apesar  de  haberse  buscado  las  semejanzas  entre 
las  razas  americanas  y  las  europeas,  africanas  y  asiáticas, 
las  similitudes  entre  las  lenguas  del  Antiguo  Mundo  y  el 
Nuevo,  y  aún  comparada  la  arqueología  americana  con  la 
de  Europa,  la  del  África  y  la  del  Asia,  no  se  ha  podido  aún 
decir  la  última  palabra  acerca  de  este  problema  iocioló- 
gico. 

Apesar  de  ello,  la  opinión  que  parece  merecer  alguna 
atención,  es  la  expuesta  por  el  erudito  P.  Fr.  Gregorio  Gar- 
da en  su  ya  citada  obra  Origen  de  los  Indios  en  el  Nuero 
MundOf  religioso  que,  después  de  examinar  las  controver- 
sias de  los  muchos  autores  que  han  escrito  sobre  el  mismo 
tema  y  de  analizarlas  una  por  una,  termina  por  dar  su  pa- 
recer sobre  la  materia.  He  aquí  lo  que  á  este  respecto  opina 
este  autor  en  el  libro  IV,  cap.  XXV  de  su  referida  obra : 
"Unos  indios  proceden  de  Cartagineses,  que  poblaron  la 
Española  ó  Isla  de  Santo  Domingo,  Cuba,  etc  ;  otros,  pro- 
ceden de  aquellas  diez  tribus  que  se  perdieron,  de  quien  hace 
meüción  Esdras;  otros,  proceden  de  la  gente  que  pobló  ó 
mandó  poblar  Ophir  en  la  Nueva  España  y  Perú;  otros, 
proceden  de  la  gente  que  vivía  en  la  Isla  Atlántida  de  Pla- 
tón; otros,  de  algunos  que  partieron  de  las  partes  próximas 
y  más  cercanas  á  la  sobredicha  isla,  pasaron  por  ella  á  las 
de  Barlovento,  que  está  bien  cerca  de  donde  ella  estaba,  y 
de  aqucllag  á  la  Tierra  Firme;  otros,  proceden  de  Griegoa; 


DB  AMÉRICA  116 


Otros,  de  Penicianos;  otros,  de  Chinos,  Tártaros  y  otras  na- 
ciones."—En  seguida,  agrega  el  mismo  autor:  **La  primera 
razón  y  fundamento  que  para  esto  tengo,  es  hallar  en  estos 
indios  tanta  Yariedad  y  diversidad  de  lenguas,  de  leyes,  de 
ceremonias,  de  ritos,  costumbres  y  trajes;  el  segundo  funda- 
mento es,  la  dificultad  que  tiene  creer  que  todos  los  indios 
proceden  de  geüte  que  fuese  á  aquel  Nuevo  Mundo  de  sólo 
una  parte  del  Viejo  y  con  sólo  un  modo  y  manera  de  viaje;  el 
tercer  fundamento  es,  que  se  hallan  en  aquellas  partes  eos- 
tumbres,  leyes,  ritos,  ceremonias,  vocablos  y  otras  cosas  de 
Cartagineses,  de  Hebreos,  de  Atlánticos,  de  Españoles,  de 
Romanos,  de  Griegos,  de  Penicianos,  de  Chinos  y  de  Tárta- 
ros, argumento  de  mucha  fuerza  para  probar  que  los  Indios 
por  su  comunicación  y  trato  amigable  y  por  vía  de  con- 
quista y  guerra,  se  fueron  mezclando  de  tal  manera,  que  el 
linaje,  costumbres,  lenguas  y  leyes,  han  escapado  mestizos 
de  diversas  naciones,  cuales  son  las  sobredichas.  Esto  es  mi 
parecer  y  lo  que  siento  acerca  del  origen  de  los  Indios." 

Participamos,  no  del  todo,  de  la  opinión  del  P.  Gregorio 
García:  en  cuanto  á  lo  referente  al  reino  de  Ophir  y  á  la  Isla 
Atlántida,  lo  primero,  lo  consideramos  como  una  opinión 
aún  incierta  y  no  dilucidada  del  todo;  y  lo  segundo,  creemos 
que  fué  en  época  remota  una  porción  de  la  misma  América. 
Cuanto  á  lo  demás,  hasta  cierto  punto  convenimos  en  ello, 
porque  la  diversidad  de  lenguas,  leyes,  ritos,  ceremonias, 
costumbres,  trajes  y  otras  particularidades  que  en  aquella 
época  distante  distinguían  á  las  agrupaciones  indígenas  y 
que  aún  existen  en  diversas  comarcas  del  Continente  ameri- 
cano,  puede  ser  una  prueba  aceptable  ó  evidente  de  que  los 
Indios  postdiluvianos  de  América  son  de  origen  diverso  y 
proceden  de  razES  distintas. 

Además,  la  opinión  del  P.  Fr.  Gregorio  García  está  ro- 
bustecida por  la  del  abnegado  misionero  P.  Domeneck,  que 
en  su  obra  Desiertos  del  Nuevo  Mundo,  se  expresa  en  los 
siguientes  términos:   ''Nuestra  convicción,  en  este  interc 


116  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

sante  asunto,  es  que  la  América  ha  sido  poblada  por  emi- 
graciones voluntarias  ó  accidentales,  de  diversas  naciones; 
que  estas  diversas  naciones,  después  de  multiplicarse,  se  en- 
contraron, se  meíclaroñ,  y  que,  por  el  cruzamiento  de  las 
razas,  la  diferencia  de  los  climas,  los  cambios  de  vida  y 
muchas  otras  rasones  de  la  misma  naturaleza,  perdieron 
BU  carácter  primitivo,  para  formar  otra  combinación  hete- 
rogénea de  color,  de  costumbres,  de  gustos,  de  lengua  y  de 
religión,  que  desvia  la  ciencia  y  la  investigación  del  anti- 
cuario.'* 

Por  consiguiente,  admitiendo,  en  parte,  la  opinión  de 
los  PP.  García  y  Domeneck,  trataremos  de  ampliar  y  ro- 
bustecer este  punto  tan  debatido;  empresa  bastante  esca- 
brosa, teniendo  que  atenernos,  en  muchos  casos,  á  lo  dicho 
por  historiadores  antiguos  y  modernos,  que  no  siempre  es- 
tán en  concordancia  unos  con  otros. 


CUS 


Veamos  ahora  las  opiniones  emitidas  por  los  antiguos 
y  modernos  historiadores,  referente  á  la  grande  isla  Atlán- 
tida,  cuya  existencia  en  época  remotísima  ha  sido  puesta 
en  duda  por  algunos  autores;  viendo  ciertos  etnógrafos,  en 
ella,  el  camino  por  el  cual  vinieron  las  primeras  emigracio- 
nes á  América. 

Platón  fué  el  autor  más  antiguo  que  dio  noticia  de  la 
existencia  de  la  Atlántida,  pues  en  su  Timeo  ó  la  Naturale- 
za, que  escribió  430  años  antes  de  la  era  cristiana,  se  expre- 
sa así,  dirigiéndose  á  los  Atenienses:  "Se  tiene  por  cierto  que 
ei  tiempos  remotos  vuestra  virtud  resistió  á  innumerables 
enemigos  que  salieron  del  Mar  Atlántico;  habían  tomado  y 

ocupado  casi  toda  Europa  y  Asia puf  s  existía  á  la  boca 

del  estrecho  y  casi  á  su  puerta,  una  isla  que  comentaba  des- 
de cerca  de  las  columnas  de  Hércules,  y  que  dicen  fué  mayor 
que  el  Alia  y  la  Libia:  dicha  isla  mantenía  relaciones  y  co- 


DEAMémCA  117 


mercio  con  otras  islas  y  por  ellas  se  comunicaba  con  nn 
continente,  situado  en  la  frontera,  y  el  cual  era  vecino  del 
verdadero  mar.'*  (1). 

Plutarco,  en  su  Symposiacon;  Séneca  el  Trágico,  en  su 
Medea,  acto  II:  Tertuliano,  en  Hermógenes,  cap.  XXII  y  en 
'De  PalHo,  cap.  IIj  Luciano,  en  Hermotino;  Orígenes,  en  Pe- 
ríarcoü,  lib.  II,  cap.  III;  Pamelias,  en  Fallió,  cap.  II;  Vossio, 
en  Mathematicas,  cap.  XLII,  §  X;  Aristóteles,  en  su  libro 
Bel  Mundo;  Rodigino,  en  sus  Lecturas  antiguas,  lib.  I,  cap. 
XXII  y  lib.  XYII,  cap.  XXXV;  San  Clemente,  en  su  Epís- 
tola; San  Jerónimo,  en  Ad  Bphesios,  lib.  I,  cap.  II;  y  algu- 
nos otros  autores  notables  de  la  antigüedad,  como  Cran- 
tor,  Porfirio,  Proclo,  Marcilio,  Ficio,  Diodoro  de  Sicilia  y 
tantos  otros  concuerdan  en  que  *' después  db  la  Isla  At- 

LANTIDA  se  NAVEGABA  i-  OTRAS   ISLAS  VECINAS  Á  LA  TIERRA 

Continente  y  que  después  de  ella  se  seguía  el  verda- 
dero MAR."  Se  colije  de  allí  que  las  islas  vecinas  á  la  tierra 
Continente,  son  las  conocidas  de  Cuba,  Puerto  Rico,  Jamai- 
ca y  otras;  lá  tierra  Continente,  es  México  y  el  Perú;  y  el 
verdadero  mar,  el  Pacífico. 

Cuanto  á  la  gran  Tierra  6  Isla  Atlántida  que  se  cree 
•haya  dado  su  nombre  al  Océano  Atlántico  (2),  es  conocida 
hoy  únicamente  por  las  controversias  suscitadas  éntrelos 
escritores  antiguos  y  modernos  sobre  su  existencia  y  el  pun- 


(1)  Platón,  al  principio  de  su  Timeo,  dice  que  su  tío  Solón  le  informó 
de  todos  los  detalles  referentes  á  la  Atlántida,  y  que  éste  obtuvo  de  los 
sacerdotes  de  Sais  la  relación  de  la  historia  de  la  Atlántida.  Crantor,  cé- 
lebre académico  y  primer  comentador  de  Platón,  asegura  que  esta  historia 
es  verídica,  pues  está  confirmada  por  el  historiador  Marcellus,  que  probó 
que  en  el  Océano  Atlántico  existían  entonces  siete  islas  consagradas  á  Pro- 
serpina,  otra  á  Plutón,  otra  á  Ammón  y  otra  á  Neptuno,  ejerciendo  esta 
última  una  autoridad  absoluta  sobre  las  demás. 

(2)  El  Océano  Atlántico,  según  Platón,  en  la  primera  parte  de  su  diá- 
logo Crisiás,  recibió  este  nombre  de  Atlante,  rey  de  la  Isla  Atlántica. 


1 18  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

toqne  ocupó,  paes  opinan  que  se  hallaba  extendido  desde  las 
Canarias  hasta  las  Azores,  y  que  estos  dos  grnpos  de  islas 
denominadas  antiguamente  Islas  Afortunadas  (quizá  por 
haber  escapado  del  gran  cataclismo  que  hundió  la  Atlánti- 
da),  son  los  restos  de  aquella  tierra,  que,  en  una  noche,  fué 
sumergida,  dicen,  por  un  gran  cataclismo  ó  fuertes  conmo- 
clones  volcánicas  (1).  Y  al  atenernos  á  la  opinión  de  auto- 
res antiguos,  parece  que  habría  existido  esa  gran  isla  y  po- 
dido sus  habitantes  trasladarse  fácilmente  al  Continente 
americano. 

Muchos  son  los  escritores,  tanto  antiguos  como  moder- 
nos, que,  además  de  Platón,  dan  cuenta  de  la  Atlántida, 
entre  otros,  Homero,  en  su  Odisea  y  en  su  Iliada;  Solón,  en 
su  Tratado  de  las  Leyes;  Hcsiodo,  en  su  poema  Caja  de 
Pandora;  Eurípides,  en  su  tragedia  Electra;  Plinio,  en  su 
Historia  Natural;  Aristóteles,  en  su  Mirandis  Naturas;  Lip- 
pio,  en  su  Phisiologia  Stoicae;  Pamelio,  en  su  Apologotico 
de  Tertuliano;  Crantor,  en  sus  Comentarios  de  Crisias; 
Diodoro  de  Sicilia,  en  su  Bibliotheca  Histórica;  Plutarco, 
en  su  Vida  de  Sertorio;  Arnobio,  en  su  obra  Contra  los 
Gentiles;  Becano,  en  su  Original  de  Antuerpia;  Turnebo,  en 
su  Adversus;  Vivas,  en  sus  Notas  sobre  San  Agustín;  Bosio, 
en  su  obra  De  Signis  Eclesiastes;  Gomara,  en  su  Historia 
Indiana;  Zarate,  en  el  prólogo  de  su  Historia,  del  Perú;  So- 
lórzano,  en  su  Política  Indiana;  Luis  de  León,  en  su  Abdias; 
Meseia,  en  su  Silva;  Maluendo,  en  su  Antechristi;  Pineda, 


(1)  Un  escritor  contemporáneo  describe  en  pocas  palabras  esta  terri- 
ble catástrofe:  "Una  noche  se  hinchó  el  Océano  hasta  tocar  á  las  nubes;  un 
maremoto  apocalíptico  preñó  el  seno  de  los  mares,  y  el  fantástico  conti" 
nente  se  sumergió  trágica  y  silenciosamente  en  las  profundidades  del  abis- 
mo líquido,  quedando  apenas,  cuando  la  furia  del  agua  fué  calmada,  uno 
que  otro  pico  aquí  y  allá,  en  la  desolada  extensión  marítima,  picos  corres- 
pondientes á  los  más  alto  de  sus  empinadas  cordilleras."  (Aludiendo,  sin 
duda»  4  las  Islas  Canarias  y  Azores) . 


Dfe  AMÉRICA  119 


en  so  obra  De  rebas  Salomone;  Maydo,  en  lus  Días  Canicu- 
lares; Hervas,  en  su  Catálogo  de  Lenguas;  y  otf  os  mái, 
concordando  todos  en  que  la  Atlántida  existió  en  tiempos 
muy  remotos,  para  desaparecer,  en  el  espacio  de  una  no- 
che, por  efecto  de  un  gran  cataclismo  geológico.  Opinan 
también  que  "los  Indios  americanos  tienen  su  origen  de  la 
gente  que  vivía  en  la  Isla  Atlántida,  que  de  allí  pasaron  pri- 
mero á  las  islas  de  Barlovento  ó  Hespérides,  cerca  de  la  At- 
lántida, y  de  aquellas  á  la  Tierra  Firme  de  América,  pues 
según  afirma  Platón  en  su  Timeo,  y  con  él  Hesiodo,  Eurípi- 
des y  Solón,  "la  Isla  Atlántica  era  una  isla  de  tanta  gran- 
deza, que  era  mayor  que  África  y  Asia  juntas,  desde  la  cual 
había  contratación  y  comercio  á  otras  islas,  y  de  estas  islas 
había  comunicación  y  trato  á  la  Tierra  Firme  y  Continen- 
te que  estaba  frontero  de  ellas,  vecino  del  verdadero  mar;** 
añadiendo  además,  Platón:  "que  los  habitantes  déla  isla 
Atlántica  tenían  conocimientos  de  la  navegación  y  arte  de 
hacer  navios  y  que  tenían  grande  suma  y  copia  de  navios  y 
aún  puertos  hechos  para  conservación  de  ellos." 

Estas  noticias  dadas  por  Platón  en  su  Timeo,  son,  lo 
repetimos,  las  más  antiguas  y  circunstanciadas  sobre  la  isla 
Atlántida  ó  Atlántica,  sobre  su  situación  y  extensión  (1); 
empero,  á  juicio  de  algunos  críticos,  ellas  no  bastan  ni  dan 
fundamento  para  haber  asegurado  la  existencia,  eñ  aque- 
llos tiempos,  de  la  vastísima  isla  de  la  Atlántida,  que  algu- 
nos autores  creen  que  haya  sido  parte  de  la  misma  América. 

Ei  hecho  real  es,  que  la  existencia  de  la  pretendida  Isla 
Atlántida  se  halla  aún  envuelta  en  el  mayor  misterio.  Se 
supone  que  en  época  remotísima  haya  habido  comunicación 
por  tierra  unida  entre  la  América  y  la  África,  y  que  esa  mis- 


il) La  Atlántida,  se  dice,  tenía  tres  mil  stades  de  largo  sobre  dos  mil  de 
ancho,  ó  sea,  más  ó  menos,  ciento  cincuenta  leguas  sobre  cien.  Según  Balby, 
la  stade  corresponde  á  cincueatiuna  toeaas,  un  pie  y  noventidos  ccntésimoi 
dt  pulgada^ 


120  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

ma  porción  de  tierra  fuera  la  desaparecida  con  el  cataclis- 
mo á  que  aluden  Platón  y  demás  autores  antiguos. 

Kircher,  en  su  Mandus  subterráneas,  lib.  III,  cap.  XII, 
dice:  "Les  Canarias  y  las  Azores,  islas  del  Océano  Atlánti- 
co, ¿no  podrían  ser  los  restos  de  la  tierra  conocida  con  el 
nombre  de  Atl^ntida?  Estas  islas  tienen  montañas  muy 
sólidas  y  elevadas,  y  los  valles  intírmediarios  quedaron  su- 
mergidos cuando  por  efecto  del  temblor  de  tierra  y  del  dilu- 
vio, este  Continente  desapareció  de  las  aguas  del  mar.'* 

Otro  escritor  contemporáneo,  Feliciano  Cajaravilla,  en 
sus  Consideraciones  histórico-críticas  sobre  los  antiguos 
habitantes  del  Perú,  asienta  también  al  respecto,  que  "es 
presumible  que  en  el  decurso  de  muchos  eños  ó  siglos  talvez, 
el  estudio  constante  y  los  adelantes  siempre  crecientes  de  las 
ciencias  geológicas  y  experimentales,  lleguen  á  evidenciar  lo 
que  hasta  hoy  no  es  más  que  una  conjetura,  con  todos  los 
caracteres  de  probabilidad,  esto  es  que  el  Continente  Ame- 
ricano estuvo  unido  haciendo  parte  del  Antiguo  Mundo  y 
que  fué  separado  por  algún  cataclismo  terráqueo  á  manera 
de  aquel  que  en  1309  (según  aseveran  Gerardo  Mercator  en 
8U  Colección  de  Mapas,  de  1595,  y  J.  Hnndy  en  su  obra  Das 
Neue  Tiefoder  SchiíFart,  áe  1630),  separó  la  isla  de  Ruggen, 
de  las  costas  de  Meklemburgo,  de  la  isla  de  Ruden.'' 

Algunos  escritores  modernos  sostienen  que  la  geologia 
prueba  la  imposibilidad  completa  de  la  Atlántida,  de  la  que 
serían  restos  las  islas  que  subsisten  en  el  Océano  Atlántico. 
Joaquín  M.  Bartrina,  en  la  conferencia  que  sustentó  en  el 
Ateneo  Barcelonés  el  22  de  Abril  de  1878,  sobre  el  tema  La 
América  precolonibiana,  opina  que:  **Talvei  leyendo  con 
más  atención  el  debatido  texto  de  Platón  veríamos  que  no 
en  el  Océano  Atlántico,  sino  en  otro  mar,  como  por  ejemplo, 
el  Negro,  podríamos  situar  su  Atlántida,  que  al  fin  era  una 
isla  cuya  extensión,  tan  exagerada  fija  Platón La  hipó- 
tesis de  la  Atlántida,  por  lo  fantástica  y  teatral,  puede 
ahora  admitirse  en  las  creaciones  de  la  imaginación^" 


DE  AMÉRICA  l21 


Eite  juicio  de  Bartriea  tocante  á  la  Atlántida,  lo  halla- 
mos demasiadamente  lijero  y  poco  acorde  con  la  opinión 
emitida  al  respecto  por  tantos  sabios  de  la  antigüedad. 

Empero,  quizá  sea  una  hipérbole  la  existencia  de  la  pre- 
tendida Isla  Atlántida  emitida  por  Platón  y  demás  autores 
citados,  pues  algunos  hístori&doree  más  modernos,  entre 
ellos  Francisco  López  de  Gomara,  en  su  Historia  General  de 
América^  cap.  CCXX,  es  de  opinión  que  "la  gran  Isla  At- 
lántida,  mayor  que  Asia  y  África  juntas,  según  lo  ha  dicho 
Platón,  existió  en  realidad  y  existe  todayía,  porque  no 
ES  OTRA  QUB  LA  MISMA  Amértca;"  asentando  en  apoyo  de 
sus  conjeturas,  que  el  Océano  Atlántico  no  es  de  bastante 
extetsión  para  haber  contenido  en  su  seno  una  isla  6  conti- 
nente igual  á  Asia  y  África  conjuntamente  (1). 

Y  no  solamente  Gomara  opina  que  la  antigua  Atlánti- 
da  haya  formado  parte  del  Continente  Americano,  sino 
también  varios  otros  historiadores  y  geógrafos  contempo- 
ráneos, como  Malte-Brun,  en  su  Géographie  Unirerselle; 
Letrone,  en  su  Essai  sur  les  Andes  cosmographiques ;  Gos- 
selin,  en  su  Géographie  de  VAmérique;  Martín,  en  sus  Étu^ 
des  sur  la  terre  de  Platón;  Postel,  en  su  Cosmogonie  deS' 
criptive;  y  Welflict,  en  su  Histoire  Universelle  des  Indes 
Orientales;  reconociendo  todos,  la  misma  afirmación  asen- 
tada al  respecto  por  Gomara. 

El  presbítero  Juan  de  Velasco,  en  el  tomo  I,  de  su  Histo* 
ría  del  Reino  de  Quito  pág.  151;  robustece  aún  más  la  opi- 


(1)  Estudios  practicados  por  sabios  expedicionarios  sobre  hidrolo» 
gía  marina  ó  oceanografía,  han  demostrado  que  la  extensión  del  Océano 
Atlántico  es  de  35.000,000  de  millas  cuadradas  ó  sean  aproximadamente 
11.666,666  leguas  cuadradas.  Asia  y  África  juntas,  según  los  geógrafos, 
tienen  13,120,000  leguas  cuadradas,  ó  sean,  1.453,354  leguas  más  de  ex- 
tensión que  el  Océano  Atlántico;  lo  que  prueba,  evidentemente,  que  la 
apreciación  de  Gomara,  hasta  cierto  punto  es  fundada,  y  que  la  pretendida 
isla  Atlántida  no  era  tan  extensa  como  lo  ha  afirmado  Platón. 


122  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

nión  de  Gomara,  pues  dice:  *'E1  que  hubiese  habido  anti- 
guamente comunicación  por  tierra  unida  entre  la  América 
y  la  África,  es  asunto  que  puede  llamarse  no  sólo  verosímil, 
sino  también  demostrado  en  el  día.  Lo  persuaden  así  las 
obaervacionts  y  cartas  del  bajo  fondo  que  Mr.  Buache  pre- 
sentó á  la  Academia  de  París  en  el  año  1737,  las  cuales, 
examinadas  después,  demuestran  la  dirección  de  montes 
subaqueos,  puestos  como  sobre  una  cordillera,  desde  el  ca- 
bo Tagrin  de  África  hcsta.la  costa  del  Brasil  en  América." 
Cuanto  á  la  opinión  de  les  mismos  autores  antiguos,  de 
haberse  sumergido  la  Atlántida  con  un  gran  cataclismo 
producido  por  lluvias  torrenciales,  ó  irrupciones  volcánicas 
que  grandes  terremotos  produjeran,  el  predicho  Gomara 
supone  que  aquel  funesto  acontecimiento  pudo  haber  teni- 
do lugar  sólo  en  la  parte  que  quiíá  antiguamejite  unía  la 
África  con  la  América;  en  cuyo  caso  Platón  habría  sufrido 
involuntariamente  un  error,  sin  haber  querido  inventar  una 
fábula,  como  lo  pretenden  plgunos,  entre  otros  el  P.José 
de  Acosta,  que  en  su  Historia  Natural,  cap.  XXII,  dice: 
"Todo  lo  referido  por  Platón  en  su  Timeo,  respecto  de  la 
pretendida  Isla  Atlántida,  es  fábula."  Este  mismo  concep- 
to  del  P.  Accsta  ha  sido  combatido  por  algunos  escritores 
contemporáneos  suyos,  entre  ellos,  el  P.  Fr.  Gregorio  Gar- 
cía, en  su  obra  ya  citada,  desde  la  p8g  146  hasta  la  151, 
probando  que  los  ititérpretes  de  Piatpn,  como  Crantor, 
Marcilio,  Ficino  y  Plotino,  en  la  antigüedad,  Juan  Serrano, 
posteriormente,  tienen  por  verídico  lo  referido  por  el  filó- 
■ofo  de  Atenas  en  su  Diálogo  de  Timeo.  Además,  Platón 
ha  sido  tenido  en  todo  tiempo  en  tan  grande  estima  y  repu- 
tación en  materia  de  filosofía,  de  historia  y  aún  de  teología, 
que  su  gran  saber  le  ha  merecido  el  epíteto  de  «Divino.» 
Sietecientos  y  cincuenta  años  antes  de  que  Platón  escribiera 
su  Tlmeo,  según  él  mismo  lo  asevera,  ''sucedió  la  guerra  en- 
tre los  Atenienses  y  los  Atlantes,  y  después  hubieron  espán» 
tosQi  terremotos  y  estraordiuari&s  llnvias^ue  inufidaroo 


OE  amírica  123 


completamente  la  isla,  desapareciendo  de  la  saperficie  del 
Océano.'*  Según  lo  refiere  el  mismo  Platón,  8i  la  guerra  en- 
tre loa  Atenienses  y  Atlantes  tuvo  lagar  en  el  siglo  trigési- 
mo de  la  Creación  del  Mundo,  según  ia  cronología  hebraica, 
sobreviniendo  en  seguida  la  espantosa  catástrofe  á  que  alu- 
de el  gran  filósofo  griego,  evidente  es,  que  la  América  (3  sea 
la  misma  Atlántida,  á  juicio  de  Gomara),  pudo  haber  sido 
habitada  desde  tiempos  inmemoriales,  como  lo  pomprueban 
los  esqueletos  Rumanos  que,  junto  con  osamentas  de  mamí- 
feros de  las  épocas  Terciaria  y  Cuaternaria  se  han  encon- 
trado en  el  suelo  de  este  Continente,  restos  que,  hipotética- 
mente hablando,  se  remontan  á  una  época  antediluviana. 
En  resumen,  eminentes  hombres  de  ciencia  de  la  actual 
época,  después  de  largos  investigaciones  practicadas  últi- 
mamente tocante  á  la  Atlántida,  han  llegado  á  la  conclu- 
sión de  que  esta  famosa  isla  existió  en  verdad,  como  lo  de- 
muestran en  las  publicaciones  que  en  fstos  ultimes  tiempos 
se  han  hecho  en  Berlín,  corroborando,  también,  que  la  isla 
Atlántida  formaba  parte  de  un  vasto  Continente,  que  no 
pudo  ser  otro  que  el  de  África  ó  de  América,  hace  ya  como 
unes  quince  mil  años,  habiendo  desaparecido  á  raiz  de  un 
colosal  fenómeno  sísmico,  que  la  borró  del  Mundo  para 
siempre  En  tal  virtud,  las  conclusiones  emitidas  por  esos 
hombres  de  ciencia,  parecen  confirmar  la  obscura  tradición 
que  dejara  Platón. 

555 

• 

Volviendo  á  los  primitivos  habitantes  de  América,  al 
atenernos  á  la  tradición  hebraica,  tanto  ellos  como  todos 
los  de  la  Tierra  entera,  (salvo  Noé  y  su  familia),  ha- 
brían perecido  en  la  catástrofe  del  Diluvio  Universal  (1), 


(1)  Algunos  sabios  pretenden  que  han  habido  varios  diluvios  parcia- 
les; que  el  de  Noé,  que  aconteció  2987  años  antes  de  Cristo,  no  fué  castigo 
del  Hacedor  Supremo,  pareciéndolo,  porque  los  Sacerdotes  primitiyos  del 


124  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

■II'  ■■■ II.        I      I        I  I    I II»  «11    I  111 1        ■— — 

acaecido,  según  algunos  cronologistas,  1656  años  después 
de  la  Creación  (6  2348  antes  de  la  era  cristiana).    Desde 


Catolicismo  tenían  interés  en  hacer  intervenir  la  Divinidad  en  este  cata- 
clismo, para  herir  é  impresionar  la  imaginación  de  los  pueblos;  y  bajo  tal 
forma  mística  la  afirmación  histórica  de  ese  hecho  natural  ha  llegado  has- 
ta nosotros  á  través  de  las  edades. 

En  apoyo  de  su  opinión  refieren  el  hecho  de  varios  diluvios:  como  el 
de  Ogyges,  que  según  Herodote,  tuvo  lugar  1796  años  antes  de  J.  C,  y  el 
de  Deucaleon,  en  Tesalia,  1580  años  de  la  misma  era;  según  las  tradicio- 
nes arianas,  se  conserva  la  historia  del  rey  Vaíswata  y  los  siete  sabios 
que  escaparon  de  una  inundación  que  cubrió  los  valles  del  Hindu-Kuch,  y 
en  seguida  pudieron  perpetuar  la  raza.  También  se  cita  el  diluvio  del  rey 
Tchmonrás,  que  inundó  y  destruyó  la  Armenia.  Los  Celtas,  señalaban  el 
desborde  del  lago  Llion,  que  sumergió  su  territorio  é  hizo  á  todos  los  se- 
res humanos,  menos  á  Dwyhan  y  Dwybach,  que  repoblaron  la  isla  de 
Bretaña.  Los  Escandinavos  tenían  la  leyenda  de  Belgemer  y  su  mujer, 
que  solo  sobrevivieron  al  desastre  diluviano  y  repoblaron  su  comarca.  Los 
Griegos  contaban  cinco  diluvios,  según  Xenophora,  y  tres,  según  el  poeta 
Nonnus.  Los  Egipcios,  apesar  de  tener  conocimiento  del  Diluvio  universal, 
afirman,  que  Egipto  nunca  ha  sido  inundado,  porque  su  país  se  halla  dis- 
tanciado de  los  grandes  centros  glaciales. 

Empero,  si  esos  sabios  alegan  la  pluralidad  de  diluvios  parciales,  la 
generalidad  de  los  historiadores  admiten  la  universalidad  del  de  Noé. 
Algunos  pretenden  que  la  América  se  ha  librado  de  ese  mismo  Diluvio;  pe. 
ro  las  tradiciones  generales  de  los  indios  sobre  este  mismo  acontecimiento 
fatal,  admiten  que  éste  fué  universal:  si  es  Verdad  que  estas  tradiciones  han 
sido  envueltas  en  fábulas  y  aún  desatinos,  lo  cierto  es  que,  en  sustancia, 
manifiestan  la  realidad  de  un  cataclismo,  del  que  sus  progenitores  han  te- 
nido noticia:  estas  mismas  tradiciones  no  solamente  han  sido  constantes  y 
generales,  sino  también  circunstanciadas,  concordando  en  ellas  los  histo- 
riadores Clavijero,  Gomara,  Herrera,  Nizza,  Acosta,  Humboldt  y  .otros 
más,  que  afirman  que  todas  las  naciones  indianas  que  vivían  en  sociedad, 
conservaban  en  sus  pinturas,  cánticos  y  relaciones  de  padres  á  hijos,  la  me- 
moria de  aquella  catástrofe. 

Los  Indios  de  la  isla  de  Cuba,  según  Francisco  Javier  Clavijero,  en  su 
«  Storia 'del  Mcssico»,  toni.  I,  foj.  15,  dijeron  á  los  conquistadores  españo- 
les, que  «  habían  entendido  de  sus  antepasados,  que  Dios  crió  el  cielo,  la 
Tierta  y  todas  las  cosas;  que  previeüdo  vin  viejo  una  grande  inundación, 


DE  AMERICA 


125 


eita  catástrofe  universal  trascurrió  mucho  tiempo  para 
que  el  Nuevo  Mundo  volviera  á  repoblarse,  pues  los  hijos 


con  la  cual  quería  Dios  castigai*  los  pecados  de  los  hombres,  fabri- 
có una  canoa  cerrada  y  se  embarcó  en  ella  con  toda  su  familia  y  mu- 
chos animales;  que  habiéndose  disminuido  las  aguas,  soltó  el  cuervo,  el 
cual  no  volvió  por  estarse  comiendo  los  cadáveres;  que  echó  á  la  paloma 
y  volvió  con  un  ramo  verde  de  hobos;  que  desembarcó  el  viejo,  y  hallan- 
do uvas  silvestres  hizo  chicha,  con  la  cual  quedó  ebrio  y  dormido;  que  uno 
de  sus  hijos  hizo  burla  de  su  desnudez,  y  el  otro  lo  cubrió;  que  sabiendo 
el  viejo  lo  que  había  pasado,  maldijo  al  primero  y  bendijo  al  segundo; 
que  ellos  descendían  de  aquel  hijo  maldito,  puesto  que  se  hallaban  desas- 
trados y  desnudos,  y  que  los  Españoles  tendrían  sin  duda  su  origen  del 
bendito,  puesto  que  se  hallaban  bien  vestidos  y  con  mejor  fortuna. » 

El  mismo  Clavijero,  en  su  citada  obra,  tom.  I,  lib.  II,  y  tom.  II,  di- 
sert.  1-3,  dice:  «  Entre  los  Indios  de  la  América  Septentrional  no  sólo  era 
general  la  noticia  del  Diluvio,  con  la  expresión  de  la  barca,  hombres,  ani- 
males, cuervo  y  paloma,  sino  también  circunstanciada  con  la  Torre  de  Ba- 
bel, confusión  de  lenguas  y  dispersión  de  las  gentes. »  Los  Mexicanos  se- 
gún Mr.  Ernesto  Desjardins  en  su  historia  «Le  Pérou  avant  la  Conquéte 
Espagnole»,  admiten  también  el  Diluvio  universal,  que  aniquiló  la  raza  hu- 
mana, en  cuya  catástrofe  los  hombres  quedaron  transformados  en  peces; 
pero  su  Noé  (Coxcox)  y  su  muger,  se  salvaron  en  un  tronco  de  árbol  que 
flotaba  sobre  las  aguas,  y  se  volvió  á  poblar  la  Tierra. 

El  manuscrito  mexicano  copiado  por  el  Padre  dominico  Pedro  de  los 
Ríos,  en  1566,  y  conservado  en  la  Biblioteca  del  Vaticano,  bajo  los  núme- 
ros 3,738  y  3,776,  representa  por  signos  simbólicos  y  figuras  que  no  tienen 
nada  de  incomprensible,  las  cuatro  edades  del  Mundo,  La  tercera  edad, 
c[ue  había  durado  4008  años,  fué  terminado  por  un  diluvio. 

Los  habitantes  de  Teochiapan,  en  Guatemala,  según  el  sabio  Alejan- 
dro de  Humboldt,  en  su  obra  tVues  des  Cordilléres,»conservantradiciones 
que  se  remontan  al  tiempo  de  un  gran  Diluvio,  después  del  cual,  sus  ascen- 
dientes, bajo  el  mando  de  un  jefe  llamado  Votan,  vinieron  de  un  país  situa- 
do hacia  el  Norte.  En  la  aldea  de  Teopixca  existían  todavía  en  el  siglo 
XVI  descendientes  de  la  familia  de  Votan,  siendo  admirable  cosa  encontrar 
en  la  América  un  nombre  que  recuerda  al  de  Votan,  cuyo  progenitor  rei- 
nó entre  los  Escitas  y  cuya  raza  dio  reyes  á  un  gran  número  de  pueblos. 

Antonio  de  Herrera,  en  su  década  IV,  lib.  I,  cap.  XI,  refiere  que  « los 
Indios  de  Tierra  Firme  couscrvaban  la  memoria  de  haberse  salrado  sus 


126  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

de  Ncé  llamados  Sem,  Cam  y  Jafet,  vivieron  en  laa  llanurae 
de  Senaar,  entre  el  Tigris  y  el  Eufrates,  y  tuvieron  gran 


progenitores  con  algunos  animales  en  una  barca;  de  haber  largado  prime- 
ro  un  pájaro  por  ver  si  habían  cesado  las  aguas,  3'  después  otro,  el  cual 
volvió  con  un  ramo  verde,  3^  de  haber  con  eso  salido  á  poblar,  por  segun- 
da vez,  la  Tierra». 

Los  Muyscas,  en  sus  tradiciones,  conservan  el  recuerdo  de  un  diluvio^ 
pues  refieren  que  en  los  tiempos  más  remotos,  antes  que  la  luna  fuese  crea- 
da, los  habitantes  de  la  meseta  de  Bogotá  vivían  en  estado  de  barbarie; 
que  de  repente  se  les  apareció  un  viejo  desconocido,  perteneciente  á  una  ra- 
za diferente  á  los  indígenas,  de  barba  larga  y  espesa,  que  ^e  llamaba  Bo- 
chica  ó  Boquica,  que  traía  una  compañera  llamada  Huytaca,  que  era  de 
carácter  tan  descontadizo,  que  contrariaba  á  su  esposo  en  todo  lo  que  él 
emprendía:  ella  hizo  hinchar  el  río  Fungha,  cu\'as  aguas  cubrieron  todo 
el  valle  de  Bogatá  é  hizo  perecer  casi  todos  los  habitantes,  por  cuj-o  delito 
Bochica  la  persiguió  y  la  condenó  á  alumbrar  la  Tierra  durante  la  noche, 
creyendo  los  Mu^-scas  que  la  tal  Huytaca  es  la  Luna.  Después  de  haber 
retirado  las  aguas,  Bochica  prosiguió  su  obra  civilizadora. 

Fr.  Marcos  de  Nizza,  en  su  obra  «  Ritos  y  Ceremonias  de  los  Indios  de 
Quito,  »  asegura  que  esos  indianos  «conservan  aún  la  memoria  de  un  anti- 
quísimo general  naufragio  proveniente  de  que  el  primer  hombre  ó  dios  lla- 
mado Pacha,  no  teniendo  con  quien  hacer  guerra,  la  mantuvo  con  una  gran 
serpiente  á  la  que  hirió  con  sus  flechas,  la  que  vomitó  tanta  agua  que  ane- 
gó toda  la  Tierra;  que  se  salvó  Pacha  con  sus  tres  hijos  y  mugeres,  fabri- 
cando una  casa  sobre  la  cumbre  del  Pichincha,  donde  metió  animales  y  ví- 
veres; que  pasados  muchos  días  largó  el  allaguanga,  ave  semejante  al  cuer- 
vo, y  no  volvió  por  comer  los  cadáveres  de  los  animales  muertos;  que 
echando  otro  pájaro,  volvió  con  hojas  verdes;  que  bajó  entonces  Pacha 
con  su  familia  hasta  el  plan,  donde  es  la  ciudad  de  Quito,  y  que  al  tiempo 
de  hacer  allí  la  casa  para  vivir  todos  juntos,  ninguno  pudo  entender  lo 
que  hablaba  el  otro;  que  separados  por  eso,  con  sus  mugeres,  se  habían 
establecido  los  tres  hermanos  y  el  viejo  en  diversas  partes  de  la  comarca, 
donde  estaban  todavía  sus  descendientes.» 

El  P.  José  de  Acosta,  en  su  «  Historia  Natural  y  Moral, »  lib.  I,  cap. 
XXV,  expone  que  «  Los  Peruanos  con  venía»  todos  en  que  se  habían  aho- 
gado todos  los  hombres,  á  excepción  de  nuiy  pocos,  á  los  cuales  escondió 
el  Sol  en  una  pequeña  isla  del  lago  Titicaca,  según  unos,  ó  en  la  cueva  de 
Pacaritambo,  según  otros;  que  saliendo  con  el   tiempo   un   Viracocha  ó 


DK  AMÉRICA  127 


descendencia,  multiplicándose   extraordinariamente  en   el 
decurso  de  los  cuatrocientos  años  que,  s?  supone,  mediaron 


personaje  con  su  familia,  después  de  haber  hecho  asiento  en  Tiahuanacu,  se 
fué  al  Cuzco  y  volvió  á  multiplicarse  el  Género  Humano.  » 

Francisco  Gómez  de  Gomara,  en  su  « Historia  General  de  América,» 
cap.  CXXII,  al  ocuparse  de  los  indios  de  la  Provincia  de  Pachacamac  y 
sus  confinantes,  dice.  « Muchos  mantuvieron  la  tradición  de  que  en  tiempos 
antiquísimos  había  llovido  tanío,  que  se  anegó  toda  la  Tierra,  á  excep- 
-  ción  de  la  elevada  cumbre  de  un  monte,  donde  unos  pocos  fabricaron  una 
casa  con  ventanas  altas  y  bien  cerradas,  y  metiendo  dentro  muchos  ani- 
males y  otros  comestibles,  salvaron  ellos  solos  sus  vidas;  que  dejando  de 
llover  por  bastante  tiempo,  echaron  por  las  ventanas  dos  perros,  y  rol- 
vieron  bañados  y  sin  lodo,  conocieron  que  aún  no  se  habían  disminuido 
las  aguas;  que  pasado  más  tiempo  echaron  otros  dos  perros,  y  como  és- 
tos volvieron  secos  y  con  sólo  el  lodo  á  las  patas,  conocieron  que  había 
cesado  el  diluvio;  que  esperando  algunos  días  más,  salieron  y  volvieron  á 
poblar  el  Mundo». 

Algunos  pueblos  de  la  América  del  Norte  conservan  igualmente  la  me- 
moria de  una  antigua  inundación  llamada  el  Diluvio  de  los  Apalaches. 

Hasta  los  Groenlandeses  cuentan  que  el  primer  hombre  creado  fué  Ka- 
Uak,  y  que  de  su  dedo  pulgar  salió  la  primera  mujer,  después  de  lo  cual, 
el  mundo  se  anegó  y  no  pudo  salvar  más  que  un  hombre  y  una  mujer. 

Basta  lo  citado  sobre  las  tradiciones  de  los  indígenas  respecto  al  Dilu- 
vio, para  convencerse  que  tanto  en  el  Continente  del  Nuevo  Mundo,  como 
en  los  del  Antiguo,  se  conserva  siquiera  una  idea,  un  recuerdo  de  que  el 
Mundo  fué  sumergido  por  ese  cataclismo  universal;  tradición  que  se  ha 
venido  conserv.ando  entre  los  Indios  desde  las  primitivas  generaciones, 
pues  en  su  sucesión  no  interrumpida,  han  venido  comunicándola  de  padres 
á  hijos» 

Como  se  ve,  todas  estas  tradiciones  y  muchas  otras  que  no  anotamos, 
porque  ello  sería  demasiado  extenso,  prueban  incontestablemente  que  el 
Diluvio  de  Noé  se  extendió  también  al  Continente  americano;  y  lo  prueba 
tanto  más  el  derrumbo  que  el  año  1763  tuvo  lugar  de  la  mitad  del  cerro 
de  Coconuco,  en  el  Ecuador,  descubriéndose  en  la  otra  mitad  que  quedó  en 
pie,  las  diversas  capas  ó  listas  paralelas  de  que  poco  á  poco  se  fué  forman- 
do dicho  cerro,  siendo  unas  de  diversos  colores  de  tierra,  otras  de  arenas, 
otras  de  piedras;  en  fin,  otras  formadas  de  innumerables  especies  de  cara- 
coles, conchas  y  otros  testáceos,  petrifica(íp8  uiips  y  no  petrificados  otros. 


128  ORIGEN  DB  LOS  INDIOS 

desde  el  Diluvio  hasta  la  construcción  de  la  Torre  de  Babel, 
monumento  que  los  descendientes  de  Noé  intentaron  elevar 
en  muestra  de  su  poder  y  orgullo;  pero  este  intento  desa- 
gradó tanto  al  Criador,  que,  en  castigo  de  la  osadía  de  esos 
hombres,  hizo  que  se  confundiera  la  lengua  de  tal  modo, 
que  no  entendiéndose  los  unos  con  los  otros,  se  separaron, 
quedando  la  torre  sin  concluirse:  á  la  confusión  de  las  len- 
guas en  Babel,  sucedió  la  dispersión  del  linaje  humano,  for- 
mándose, desde  entonces,  todos  les  reinos  de  la  Tierra. 

Los  descendientes  de  Sem  (cuyos  hijos  fueron  Blam, 
Asur,  Arfaxad,  Lud  y  Aran)  fueron  los  que  menos  se  exten- 
dieron  por  el  mundo,  pues  permanecieron  en  la  Asia  Occi- 
dental, cuna  del  Género  Humano,  después  del  Diluvio. 

Los  descendientes  de  Cam  (cuyos  hijos  fueron  Cusj  Mis- 
raim,  Fat  y  Canaán),  se  propagaron  por  el  Occidente  de 
Asia  y  por  el  norte  y  oriente  de  África;  y  los  descendientes 
de  Jafet  (1),  cuyos  hijos  fueron  Goomer,  Magog,  Madai, 


4 

Y  aún  en  el  suelo  peruano  tenemos  pruebas  evidentes  de  haberse  realizado 
este  cataclismo  en  el  Continente  americano  pues  en  las  inmediaciones  de 
Paita  se  han  encontrado  depósitos  de  conchas  marinas  á  300  pies  de  altu- 
ra sobre  el  nivel  del  mar;  Darwin  halló  iguales  conchas  en  Chile  á  1300 
pies;  Loomis,  las  halló  en  las  pampas  de  Iquique  á  2500  pies;  en  Caraco- 
les se  han  hallado  también  á  5000  pies  de  altura;  en  la  mina  de  Hualga- 
yoc,  enCajamarca,  situada  á  12,000  pies  sobre  el  nivel  del  mar,  encontró- 
se .igualmente  conchas  petrificadas,  hecho  que  fué  constatado  por  el  sabio 
Alejandro  de  Humboldt;  y  por  último,  un  joven  cateador  de  minas,  llamado 
Raúl  Pérez,  encontró  el  8  de  Diciembre  de  1890,  en  el  cerro  de  Vilque,  en  la 
Provincia  de  Puno,  á  más  de  3  2,000  pies  sobre  el  nivel  del  mar,  un  caracol 
de  12  centímetros  de  longitud  por  7  de  altura  y  del  peso  de  822  gramosi 
hallazgo  que  llamó  sumamente  la  atención  de  las  personas  que  lo  vieron. 
En  conclusión,  es  un  hecho  indudable,  que  la  memoria  del  Diluvio  se 
encuentra  en  las  tradiciones  de  todos  los  pueblos  de  la  Tierra,  y  la  ciencia 
moderna,  á  esta  respecto,  está  también  conforme  con  la  Biblia:  que  es  la 
más  antigua  historia  de  aquella  catástrofe. 

(1)  Jafet  significa  en  hebreo,  el  que  se  ha  difundido  por  muchas  partes* 


D£  AMERICA  129 


Javán,  Tubal,  Mosoc  y  Tiras),  ocuparen  en  Europa  y  Asia 
dilatadas  regiones,  dominando  países  poblados  antes  por 
los  de  Sem,  y  sometiendo  á  los  de  Cam,  siendo  estos  descen- 
dientes de  Jafet  los  que  formaron  las  dos  razas  más  nume- 
rosas y  difundidas  por  todo  el  mundo,  cuales  son,  la  Tura- 
nia,  que  desde  el  centro  de  Asia  se  extendió  hasta  la  cuenca 
del  Danubio,  en  Europa,  y  la  llamada  Indo-Evropea,  que 
se  dilató  desde  la  India  hasta  el  occidente  de  Europa,  y 
después  hasta  el  hemisferio  de  América  y  de  Oceanía  (1). 
Estas  tres  grandes  ra^as  apesar  de  su  separación  han  con- 
eervado  siempre  la  semejanza  de  su  origen. 

Fracciones  de  alguna  de  esss  razas  (probablemente  la 
de  Jafet)  atravezarían  talvez  la  gran  isla  de  la  Atlántida 
(quizá  parte  de  la  misma  América),  cuya  existencia  en  aque- 
llos remotos  tiempos,  como  lo  hemos  dicho  ya,  es  testifi- 
cada por  numerosos  autores  antiguos,  y  de  ahí,  según 
opinión  de  esos  mismos  autores,  pasarían  á  las  playas 
del  Nuevo  Continente,  estableciéndose  allí  y  repoblando  ese 
Hemisferio. 

Posteriormente,  con  el  trascurso  de  los  tiempos,  de  pre- 
sumir es,  que  varias  otras  inmigraciones  se  dirigirían  al  Nue- 
vo Mundo,  antes  del  funesto  hundimiento  de  la  Isla  Atlán- 
tida, cuya  fecha  exacta  no  conserva  la  tradición,  si  bien 
Platón  da  á  entenif  er  que  esa  catástrofe  aconteció  por  el 
año  3163  de  la  Creación. 


(1)  Ambas  razas  se  han  diferenciado  siempre  en  idioma,  ilustración  y 
hábitos,  pues  en  tanto  que  la  Turania  fué  y  es  aún  semi-bárbara,  la  Indo- 
Europea  ha  florecido  en  todas  épocas,  por  el  superior  grado  de  su  civiliza- 
ción, por  la  perfección  de  sus  idiomas  y  por  la  riqueza  de  sus  literaturas, 
teniendo  el  primer  lugar  del  Género  Humano  y  siendo  la  raza  noble  por 
excelencia,  que  ha  tenido  la  misión  de  llevar  las  artes,  las  ciencias  y  la  filo- 
sofía á  un  grado  de  perfección  inusitado  en  los  demás  pueblos,  y  llegado  á 
ser,  no  sólo  la  más  numerosa  y  difundida  de  todas,  sino  la  señora  del  Mua* 
do  entero, 

II 


130  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 


títe 

Si  se  tratara  de  averiguar  cuáles  serian  las  causas  pri- 
mordiales de  esas  inmigraciones  en  aquellos  tiempos  lejanos, 
ppdrían  atribuirse,  en  parte,  y  quizá  sin  equivocarse,  á  las 
no  interrumpidas  guerras  que  entonces  devastaban  y  diez- 
maban las  diversas  nacionalidades  del  Antiguo  Mundo,  en- 
tre las  cuales  figuraban  ya  grandes  Estados. 

Para  que  se  juzgue  cuan  fundada  puede  ser  nuestra  hi- 
pótesis, citaremos  algunas  de  esas  numerosas  guerras  de 
exterminio,  ciertos  de  que,  por  su  relaciór,  no  será  aventu- 
rado, lo  repetimos,  colegir  que  ellas  han  podido,  en  parte, 
influir  en  las  diversas  inmigraciones  que  tanto  de  Europa, 
de  África  y  de  Asia  han  aportado  á  las  playas  americanas, 
en  esas  épocas  remotas,  en  busca  de  un  país  al  abrigo  de 
esas  guerras  vandálicas  que  en  los  Antiguos  Continentes 
cansaran  la  desaparición  de  tantos  reinos  é  imperios. 

El  Egipto  es  la  nación  civilizada  más  antigua  de  la  Tie- 
rra, pues  se  remonta  á  una  época  en  que  todos  los  demás 
pueblos  estaban  aún  en  completa  barbarie:  era  ya  florecien- 
te eú  tiempo  de  Abraham  (2296  años  antes  de  la  era  cristia- 
na), pues  su  dinastía  de  reyes,  según  Manethon,  sacerdote 
egipcio  y  autor  de  la  Historia  Universal  de  Egipto  (que  vi- 
vió en  el  reinado  de  Ptolomeo  Fiiadelfo,  263  años  antes  de 
J.  C.  y  encargado  de  custodiar  los  archivos  sagrados  en  el 
templo  de  Hierópolis),  se  remonta  al  quiccu  ^gésimo  primer 
siglo  y  aún  más  lejos,  siendo,  sin  disputa,  una  de  las  monar- 
quías más  antiguas  del  Mundo,  y,  con  razón,  señalados  sus 
habitantes,  por  algunos  egiptólogos,  como  unos  de  los  pri- 
meros pobladores  de  América. 

IrOs  Egipcios  tuvieron  guerras  durante  muchos  siglos 
consecutivos.  Primero,  contra  los  Hyksos  de  la  Caldea  ó 
re^e»  paitorea^  que  invadieron  eie  reioo^  y  contra  IO0  cuales 


DB  AMERICA  131 


lacharon  durante  ciento  cincuenta  añcs,  Incha  qne  al  fin 
terminó  con  la  expulsión  de  loa  invasores,  consumada  por 
el  rey  de  Tebas,  Ahmes  ó  Amosis  I,  recobrando  entonces  el 
Egipto  su  anterior  explendor.  Mas,  en  la  larga  lucha  con- 
tra los  Hyksos,  los  soberanos  de  Egipto  se  hicieron  con- 
quistadores, pues  invadieron  sucesivamente  la  Etiopia,  la 
Escitia,  laTracia,  la  Siria,  la  India,  la  China  y  el  Japón, 
sosteniendo  guerras  que  duraron  el  largo  espacio  de  cinco 
siglos.  Anos  más  tarde,  lucharon  nuevamente  los  Egipcios 
contra  los  Etiopes,  que  se  desbordaron  sobre  ese  reino  y  se 
aliaron  con  Oseas,  rey  de  Judea,  para  resistir  á  Salmanazar, 
rey  de  Asiría.  Por  fin,  Cambises,  rey  de  Pcrsia,  invadió 
también  este  reino  y  lo  sometió  á  su  vez  á  su  dominio,  has- 
ta que,  con  la  muerte  de  Cleopatra,  cayó  bajo  la  tutela  de 
los  Romanos,  quienes  lo  redujeron  á  provincia  de  st^  impe- 
rio, en  el  año  29  antes  de  J.  C. 

De  suponer  es,  que  en  tantcs  siglos  de  luchas  sostenidas 
por  los  Egipcios,  algunas  colonias  huyeran  de  las  devas- 
taciones que  aniquilaban  su  país,  dirigiéndose  á  Améríca, 
pues,  como  dice  la  Historia,  ellos  fueron  muy  diestros  en  la 
navegación. 

La  Grecia  fué  la  primera  nación  en  el  arte  de  navegar, 
(después  de  los  nietos  de  Noé,  por  la  sucesión  de  Jafet)  pues 
la  navegación  de  Argos,  en  tiempo  de  Fineo,  rey  de  Bitinia, 
es  la  más  remota  de  todas  las  conocidas. 

La  Grecia  sostuvo  también,  desde  tiempo  inmemorial, 
largas  guerras  y  luchas  intestinas.  La  expedición  de  los 
Argonautas,  que  tuvo  por  objeto  defender  á  la  Grecia  de 
las  invasiones  de  los  piratas  de  la  Cólquida,  en  la  que  to. 
marón  parte  Jesóa,  Castor  y  Polux,  Peleo,  Orfeo,  Escula- 
pio, Linceo,  Tifis,  Teseo  y  Hércules;  la  sangrienta  guerra 
fratricida  de  Tebas  ó  de  los  Epigones,  en  la  que  se  manifes- 
tó la  ferocidad  de  la  época;  la  famosa  guerra  de  Troya,  efec- 
tuada con  una  flota  de  mil  velas  y  un    ejército  de  cien  mil 


132  ORIGKN  DE  LOS  INDIOS 

hombres,  en  la  qtie  tomaron  parte  Ulises,  Néstor,  Idomeneo, 
Aquiles,  los  dos  Ayax,  Diómedes  y  Filóctetes,  guerra   qtie 
duró  diez  años,  hasta  que  Troya  cayó  en  poder  de  los  Grie- 
gos y  fué  reducida  á  cenizas;  la  invasión  de  los  Dorios; 
la  guerra  Sagrada,  llamada  así  porque  se  hizo  en  defensa 
del  templo  de  Delfos,  la  que  duró  diez  años,  entre  Atenietíses 
yCrisos,  resultando  éstos  vencidos;  las  tres  guerras  deMese- 
nia,  la  primera  que  alcanzó  veinte  años,  la  segunda  cuaren- 
ta años  después,  y  la  tercera  dos  siglos  más  tarde,  contien- 
das en  las  que  al  fín  fueron  dominados  los  Mesenios  por 
los  Espartanos,  que  los  obligaron  á  emigrar  á  Sicilia;  la 
batalla  de  Lade,  entre  Persas  y  Miletos,  en  que  estes  fueron 
derrotados;  la  batalla  de  Maratón,  también  contra  los  Per- 
sas, en  la  que  éstos,  á  su  vez,  fueron  vencidds;  las  tres  fa- 
mosas guerras  Médicas,  que  duraron  treiñtiseis  años,  prin- 
cipiando con  la  expedición  de  Jerges  contra  la  Grecia,  com- 
puesta de  un  formidable  ejército  de  cinco  millones  de  hom- 
bres y  una  flota  de  mil  doscientas  naves,  las  que  terminaron 
con  la  batalla  de  Salamina,  en  Chipre  (479  años  antes  de 
J.  C),  y  destrucción  de  Atenfjs;  la  batalla  de  la  Platea,  entre 
los  Persas  y  los  Atenienses  y  Espartanos,  que  dio  por  resulta- 
do la  segunda  destrucción  de  Atenas;  la  batalla  de  las  Ter- 
mopilas y  la  de  Tespiasila  guerra  del  Peloponeso  (431  años 
antes  dej.  C  ),  entre  Espartanos  y  Atenienses,  que  duró 
veintiséis  años,  cuyo  desenlace  fué  favorable  á  los  primeros; 
la  expedición  á  Sicilia  y  á  Siracusa,  que  fué  adversa  á  los 
Atenienses;  el  combate  de  Micale,  en  la  Asia  Menor,  entre  los 
Persas  y  los  Griegos  y  Jonios,  alcanzando  estos  últimos  una 
completa  victoria;  la  batalla  de  Cunaxa,  que  terminó  con  la 
portentosa  retirada  del  ejército  de  Jenofonte;  la  conquista 
de  Bizancio  por  los  Griegos;  la  expedición  de  Agesilao,  que  se 
apoderó  de  la  Misia,  Lidia  y  Caria,  deshaciendo  el  ejército 
persa;  la  batalla  de  Tegira,  en  la  que  fueron  vencidos  los 
Espartanos  por  los  Tebanos;  las  batallas  de  Delio  y  Anfí- 
polis,  entre  Atenienses  y  Boecios,  que  terminó  con  la  pax  de 


nn  AMáRiOA  133 


Nicea;  la  batalla  de  Leuctrcs  y  la  de  Arbeles,  en  qae  fueron 
derrotados  los  Lacedemonios;  la  yictoria  de  les  Atenienses 
contra  los  Espartanos  en  Helesponte;  la  batalla  de  Mantí- 
nea,  en  la  que  murió  Epaminondas,  entre  Tebanos  y  Es- 
partanos, triunfando  los  primeros;  la  batalla  de  Conorea  6 
Quenorea,  en  la  que  sucumbió  la  libertad  griegs;  el  sitio  y 
toma  de  Tebas  por  Alejandro  el  Grande,  en  que  seis  mil 
griegos  fueron  pasados  á  cuchillo,  treinta  mil  vendidos  co- 
mo esclavos  y  la  ciudad  arrasada;  la  expedición  á  la  India 
llevada  á  cabo  por  el  mismo  Alejandro,  en  la  que  tuvo  lu- 
gar  la  batalla  de  los  Elefantes  entre  Atenienses  y  Macedo- 
nios;  la  guerra  de  Lamiaca;  la  invasión  de  los  Galos,  que 
talaron  la  Macedonia,  la  Tesalia  y  entregaron  al  pillaje  la 
Grecia  central;  la  dominación  de  los  Etolianos;  la  batalla 
de  Selacia,  en  la  que  sucumbió  el  ejército  espartano;  la  gue- 
rra de  las  dos  Ligas,  que  duró  tres  años;  la  batalla  de  Cino- 
céfalos, de  cuyo  resultado  la  Macedonia  fué  reducida  á  pro- 
vincia romana;  y,  finalmente,  la  reducción  de  la  Grecia  á 
provincia  romana  bajo  el  nombre  de  Acaya. 

En  estas  numerosas  y  no  interrumpidas  guerras  y  bata- 
llas que  Grecia  tuvo  que  sostener  durante  más  de  doce  si- 
glos, y  que  por  fin  terminaron  con  la  nacionalidad  de  este 
antiguo  Estado,  ¿no  es  de  suponer  que  algunas  fracciones 
de  pueblos,  agoviados  por  tantas  y  tantas  calamidades, 
trataran  de  buscar  albergue  en  algunas  comarcas  donde 
estuvieran  al  abrigo  de  esas  devastaciones,  y  que,  con  tal 
motivo,  arribarían  á  las  playas  de  América? 

La  República  de  Fenicia,  aunque  reducida  en  territorio, 
fué  una  de  las  naciones  más  civilizadas  del  Asia,  atribuyén- 
dosele ser  la  cuna  de  las  letras,  de  la  escritura  y  de  los  li- 
bros, pues  así  lo  asevera  el  poeta  latino  Anneo  Marco  Lu- 
cano,  en  el  lib.  III  de  su  Pbarsalia,  y  el  ser  también  los  Fe- 
nicios unos  de  los  primeros  que  emplearon  el  arte  de  la  na- 
vegación y  enseñaron  á  dar  batallas  navales.    Ellos,  de 


134  ORIGEN  Dfi  LOS  INDIOS 

caenta  y  orden  del  Faraón  Nekohó  6  Nechao,  traspasaron 
las  columnas  de  Hércules,  que  hasta  entonces  habían  sido 
consideradas  como  el  límite  oeste  de  la  Tierra  y  navegaron 
á  lo  largo  de  la  costa  africana  por  su  parte  occidental,  sien- 
do indudable,  s«gún  opinión  de  algunos  autores  antiguos, 
que  conocieron  la  existencia  del  archipiélBgo  de  Canarias, 
refiriéndolo  así  Aristóteles,  en  su  obra  Mirabilibus  Auscul- 
tationibusy  lib.  II,  cap.  IV.  Séneca,  en  sus  Controversias, 
opina  también  que  los  Fenicios  tuvieron  algún  conoci- 
miento de  América,  pues  dice  que  **ellcs  habían  conocido 
unas  tierras  ignoradas  que  estaban  situadas  más  allá  de  lo 
que  fué  la  Atlántida."  Diodoro  de  Sicilia,  en  su  Bibliotheca 
Histórica,  afirma  igualmente  que  **  habiendo  pasado  las 
columnas  de  Hércules  fueron  llevados  por  fariosas  tem* 
pestades  hacia  tierras  muy  distantes  del  Océano  y  que  de- 
sembarcaron al  lado  opuesto  de  África,  en  una  isla  muy 
fértil,  regada  por  ríos  navegables."  Esa  pretendida  isla 
pudo  ser  la  América,  atenta  su  situación  geográfica  con 
respecto  de  África.  Pablo  Félix  de  Cabrera,  de  Guatemalai 
se  esfuerza  en  demostrar,  fundado  en  inscripciones  gerogUfi- 
cas  mexicanas,  que  la  primera  inmigración  de  Fenicios  en 
América  tuvo  lugar  en  la  época  de  la  primera  guerra  Púni- 
ca, (266  fíños  antes  de  J.  C). 

Cuanto  á  las  guerras  sostenidas  por  los  Fenicios,  como 
cruentas  y  continuas,  al  fin  diezmaron  stjs  provincias.  El 
rey  Elulio  scst«svo  un  sitio  de  cinco  años  contra  Salmana- 
zar,  rey  de  Asiría,  sitio  que  ningún  resultado  produjo,  por- 
que no  pudo  el  invasor  apoderarse  de  la  ciudad  marítima 
de  Tiro.  Nabucodonosor  II,  más  afortunado  que  Salmana- 
zar,  invadió  la  Fenicia,  atacó  á  Tiro  y  la  destruyó  después 
de  uñ  sitio  de  trece  añf  s.  Fué,  también,  sometida  la  Fenicia 
por  Ciro,  rey  de  Persia,  que  la  conservó  bajo  su  poder,  has- 
ta que  Alejandro  el  Grande,  después  de  la  batalla  de  Iso,  la 
tomó  al  cabo  de  un  larj^o  sitio,  y,  como  vencedor,  hizo  cru- 
cificar á  dos  mil  de  sus  habitantes,  con  imp'acabh  ñercf a. 


DE  AMÉRICA  135 


¿No  es  presumible  que  en  ese  intervalo  de  guerras  encar- 
nizadas algunas  colonias  de  Fenicios,  huyendo  de  tantos 
desastres,  arribaran  á  las  playas  americanas,  tanto  más, 
que,  debido  al  genio  emprendedor  de  este  pueblo,  había  es- 
tendido su  navegación  á  las  más  apartadas  regiones,  lie 
vando  con  sus  bajeles,  sus  costumbres,  sus  instituciones,  sus 
artes,  todos  sus  conocimientos,  en  fin? 

Se  supone  que  500  años  antes  de  la  era  cristiana,  les 
Cartagitíeses  invadieron  también  el  continente  americano. 
La  República  de  Cartago,  fundada  878  años  antes  de  J.  C, 
fué  una  de  las  naciones  más  adelantadas  de  la  antigüedad, 
llegando  á  ser  dueña  del  mar  durante  más  de  seis  siglos,  y  por 
ende,  muy  temida  por  su  marina,  muy  poderosa  por  sus  ejér- 
citos, muy  opulenta  por  su  riquísimo  comercio.  Es  opinión 
de  varios  historiadores  antiguos  que  los  Cartagineses  eñ  la 
época  de  su  grao  poder  en  el  mar,  colonizaron  las  islas  Ca- 
narias, de  donde  es  probable  pasarían  á  las  Antillas,  pues  si 
hemos  de  dar  crédito  á  la  eutoridud  de  Aristóteles,  ellos 
armaron  numerosas  galeras  y  navegaron  desde  las  Colum- 
nas de  Hércules  h&sta  una  isla  distante  de  la  costa  de  Ber- 
beria,  en  la  que  se  quedaron,  arraigándose.  Se  supone  que 
la  referida  isla  sea  la  conocida  de  Santo  Domingo,  desde  la 
cual,  según  otros  autores  antigües,  pasarían  á  las  de  Cuba 
y  algunas  más  délas  Antilk'S,  y  de  estas  islas  á  la  Tierra 
Firme  de  América,  poblando  sucesivamente  Nombre  de 
Dios,  Panamá  y  el  Perú.  Es  de  presumir  que  los  Cartagi- 
genescs  se  hubieran  realmente  aventurado  á  atravesar  el 
auchuroso  mar  que  divide  el  Antiguo  Mundo  del  Nuevo, 
pues  que  ellos  fueron  los  iniciadores  en  armar  galeras  de 
vela.  La  República  africana  de  Cartago,  para  sostener  su 
autonomía,  tuvo  que  soportar  largas  luchas.  Afortunada 
en  un  principio,  con  reiteradas  invasiones  completó  la  con- 
quista  de  la  Sidlia.  Mas,  no  pndiendo  loa  Romanos  ver  de 
buen  grado  d  engrandecimiento  de  loa  Cartagineses,  abrie* 


136  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

ron  la  primera  guerra  Púnica  £o  pretexto  de  protejer  á  loi 
Mamertinos,  gnerra  que  duró  veintisiete  años,  terminando 
con  la  derrota  de  los  Cartagineses  en  las  islas  Egusei.  La 
segunda  guerra  Pánica  (219  añcs  antes  de  J.  C),  fué  origi- 
nada por  la  ruina  de  Sagunto,  aliada  de  Roma,  poniendo  á 
Roma  al  borde  del  abismo.  Por  fin,  la  tercera  y  última, 
circunscrita  al  asedio,  toma  é  incendio  de  Cartago,  duró 
sólo  tres  años,  dando  por  resultado  la  reducción  de  su  te- 
rritorio á  provincia  romana. 

Durante  las  guerras  Púnicas,  que  fueron  para  los  Car- 
tagineses  tan  desastresas,  natural  es  suponer  que  ellos  te- 
niendo conocimiento  del  Continente  americano,  (por  haber 
anteriormente  arribado  á  sus  playas?,  cuando  esa  República 
se  encontraba  en  su  apogeo  marítimo),  tratarían  de  refu- 
giarse nuevamente  en  este  hemisferio  que  les  brindaba  la  pas 
y  quietud  desaparecidas  de  su  suelo. 

Hay  también  fundadas  probabilidades  de  que  partidas 
de  Hebreos  inmigraran  á  América.  Los  Hebreos,  según  sus 
auténticos  textos,  fueron  víctimas  de  frecuentes  guerras  y 
luchas  intestinas,  hasta  ofrecer  al  mundo  entero  el  triste 
espectáculo  de  su  destrucción  y  servidumbre. 

Las  largas  contiendas  que  los  Hebreos  sostuvieron  du- 
rante dieziseis  siglos,  desde  los  tiempos  patriarcales  hasta 
la  venida  de  Jesucristo,  fueron:  la  batalla  de  Rafídin  contra 
los  Analecitas,  en  la  que  éstos  fueron  derrotados  por  Jo- 
sué; el  castigo  del  pueblo  hebreo,  ordenado  por  Moisés, 
consistente  en  la  inmolación  de  23,000  hombres  en  un  día; 
las  tomas  de  las  ciudadí  s  de  Jericó  y  Hay  por  Josué;  la  ba- 
talla de  Gabán  contra  los  Cananeos;  Ja  batalla  de  los  Ma- 
dianitai,  ganada  por  Gedeón;  el  combate  corstra  los  Amo- 
nitas y  Filisteos,  tras  del  cual  fueron  estos  últimos  venci- 
dos por  Jefthé;  la  lucha  contra  Samsón,  que  produjo  4,000 
víctimas;  el  combate  contra  los  Filisteos,  durante  el  cual 
quedaron  en  el  campo  de  batalla  30,000  hombres;  el  com. 


DE  AMÉRICA  137 


bate  contra  los  Amonitas,  en  el  que  éstos  fueron  vencidos 
por  Samuel;  el  combate  contra  los  Idumeos,  Moabitas  y 
Amonitas,  que  terminó  con  el  triunfo  de  Samuel;  el  combate 
contra  los  Amalecitas,  en  el  que  1,000  combatientes  fueron 
pasados  á  cuchillo  por  orden  de  Saúl;  el  combate  entre  las 
íuer«as  de  David  y  Goliath,  que  dio  como  resultado  la  muer- 
te de  este  gigante  con  sus  10,000  Filisteos;  la  batalla  de 
Gelboe,  en  la  que  fueron  derrotados  los  Israelitas  por  los 
Filisteos;  la  encarnizada  guerra  civil  entre  las  fuer«as  de 
David  y  las  de  Isbcseth;  la  toma  de  Rabba  por  el  ejército  de 
Joab  y  Abisai,  en  la  que  todos  los  vencidos  murieron  en 
los  mayores  tormentes;  la  batalla  de  Efraim,  en  la  cual 
fué  derrotado  Absolón;  la  guerra  contra  los  Filisteos  y 
Árabes,  entrando  estos  últimos  á  saco  en  Jerusalem;  el 
sitio  de  Jerusalem  por  Ha«ael,  rey  de  Siria;  la  batalla 
contra  los  Idumeos,  en  que  éstos  fueron  derrotados;  las 
batallas  libradas  por  Osías  contra  los  Idumeos,  Filisteos, 
Árabes  y  Amonitas,  que  fueron  sucesivamente  vencidos  por 
este  príncipe  judie;  las  batallas  libradas  contra  la  Siria,  ga- 
nada por  Tegla-Falasar;  las  batallas  entre  las  fuerzas  de 
Ezequías  y  les  Filisteos;  el  sitio  de  Jerusalem  sostenido  por 
Senaquerib,  durante  el  cual  murieron  185,000  hombres;  las 
batallas  sostenidas  por  Manases  contra  los  Asidos;  las 
sangrientas  batallas  de  Majedo,  entre  las  fuerzas  de  Josías 
y  las  del  rey  de  Egipto,  Ñecas,  que  terminó  con  la  toma  de 
Jerusalem  por  este  último;  la  segunda  toma  de  Jerusalem  por 
Nabucodonosor  IT,  rey  de  Babilonia;  el  sitio  de  Bethuliaj 
la  invasión  de  la  Judea  por  Holofernes;  el  sitio  de  Babilonia 
por  el  ejército  medo-persa  mandado  por  Ciro;  el  largo  cau- 
tiverio de  los  Judíos;  la  persecución  de  los  Jadíos  por  Antio- 
co  Epifanes,  en  la  que  fueron  degollados  40,000  Israelitas; 
la  sublevación  délos  Judíos  á  órdenes  de  Mathatías;  las 
guerras  entre  las  tropas  de  Judas  Macabeo  y  las  de  los  ge- 
nerales Apolonio,  Serón,  Lisias  y  otros,  que  terminaron  con 
iaa  victorias  que  éste  obtuvo  sobre  loa  generales  sirios  Ti» 


138  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

moteo  y  Nicanor;  las  victorias  obtenidas  por  Jonathás  so- 
bre los  generales  sirios  Baquidis  y  Apolonio;  los  disturbios 
promovidos  en  la  Jadea  por  los  Fariseos,  Sadacos  y  Eee- 
nianos;  la  victoria  obtenida  por  Hircano  sobre  los  Idumeos; 
la  guerra  sostenida  por  Alejandro  Janeo  con  los  Egipcios, 
en  la  que  vencieron  éstos;  la  intervención  de  los  Romanos, 
que  se  apoderaron  de  Jerusaiem,  pasando  los  Judíos  á  la 
dominación  de  éstos;  el  segundo  asalto  de  Jerusalem  por  las 
legiones  romanas  mandadas  por  Herodes;  la  toma  de  Jeru- 
salem por  Tito,  en  la  que  perecieron  1.300,000  Judíos;  y  por 
fin,  la  sublevación  de  loa  Judíos  encabezados  por  Barcoque- 
baf,  en  la  que  500,000  Judíos  fueron  p&sados  á  cuchillo,  y 
con  cuya  carnicería  terminó  la  nacionalidad  judía,  á  princi- 
pios de  la  era  cristiana,  esparciéndose  por  el  Mundo  los  po- 
cos que  sobrevivieron  á  esa  massacre. 

Cansados  los  Hebreos  de  sufrir  tantas  luchas  y  del  pro- 
longado yugo  de  los  extranjeros  que  los  tenían  reducidos  á 
la  condición  de  esclavo?,  es  lógico  creer  que  muchos  de  ellos 
se  determinaran  á  abandonar  su  suelo  natal  para  dirigir- 
se á  regiones  distantes  ó  apartadas,  siendo  probable  que 
tina  de  esas  regiones  fuera,  talvez,  el  suelo  americano. 

Además,  retrocediendo  á  época  anterior  y  según  el  lib. 
IV  de  Esdras,  las  diez  tribus  que  se  perdieron  en  el  cautive- 
rio de  Salmanazar,  rey  de  Asiría  (721  años  antes  de  la  era 
cristiana),  ^'pasaron  á  una  región  donde  nunca  habitó  el 
Género  Humano,  para  guardar  siquiera  allí  su  ley,  la  cual 
no  habían  guardado  en  su  tierra;  entraron  por  unas  angos- 
turas del  río  Eufrates  y  llegaron  á  la  región  llamada  Arsa- 
reth/'  Gilberto  Genebrardo,  al  interpretar  lo  dicho  por 
Esdras,  opina  que  Arsareth  es  la  Tartaria  j  añade;  ''Como 
si  dijera  Esdras,  que  pasado  el  río  Eufrates  vinieron  á  los 
desiertos  de  Tartaria,  y  de  allí  hacia  la  iala  de  Groenlandia, 
territorio  de  América/*  El  P.  Maluenda,  en  su  obra  De 
AütiquitateSy  cap.  XXVHI,  cree  que  Arsareth,  donde  Uega- 
iroD  las  diei  tribual  eip  aqud  promootono  qtte  está  en  la 


DE  AMERICA  139 


última  Escitia  6  Tartaria,  del  cual  está  dividida  la  América 
por  sólo  el  Estrecho  de  Annian.  Esta  afirmación  es  apo* 
yada  por  varios  autores  antigaos,  los  que  afirman  gne  es- 
tas diez  tribus  vinieron  á  poblar  el  Continente  americano. 
Posteriormente,  el  rabbí  Manassés  Ben  Israel,  en  su  obra 
La  Esperanza  de  Israel  (Amstetáant  1650),  trató  también 
esta  materia  con  alguna  extensión,  asegurando,  que  en  lai 
cordilleras  de  la  América  Meridional  vivía  un  número  consi- 
derable de  indios  descendientes  de  Israelitas.  Adair,  que 
vivió  cuarenta  años  entre  los  indios,  observa  en  su  History 
ofthe  American  Nations,  pág.  15,  que  el  origen  de  los  indios 
es  israelita,  fundándose,  principalmente,  en  los  ritos  de  és- 
tos, que  son  cas?  semejantes  á  los  del  pueblo  hebreo.  Tam- 
bién Heckewelder,  Beltrani,  Laet,  Moraer,  Bealty,  Stanhop, 
Smith  y  otros  autores,  en  sus  respectivas  obras,  concuer- 
dan  en  la  opinión  de  ser  los  indios  descendientes  de  He- 
breos. El  P.  Fr.  Juan  de  Torquemada,  en  su  Monarquía 
Indiana,  tom.  I,  lib.  V,  cap.  II,  y  Jorge  Jones  en  su  volumi- 
nosa obra  Identity  ofthe  aborigénes  of  America  with  thc 
people  of  Tyrus  and  Israel,  se  declaran  también  defeu sores 
de  esta  teoría.  Lord  Kingsborough,  en  su  extensa  obra,  en 
nueve  volúmenes,  hace  igualmente  numerosas  deducciones 
para  probar  la  colonización  de  América  por  los  Hebreos. 
Además,  Gilberto  Genebrardo,  en  el  libro  I  de  su  Chronolo- 
gia,  pág.  162,  refiere  que  en  una  de  las  islas  del  archipiéla- 
go de  las  Azores,  se  encontraron  sepulcros  debajo  de  tierra, 
con  inscripciones  hebreas  muy  antiguas. 

Los  autores  citados  que  atribuyen  una  estirpe  hebrea  á 
las  razas  indianas  de  América,  no  están  contextos  siempre 
en  lo  tocante  á  la  venida  de  los  Israelitas  al  Nuevo  Mundo, 
pues  unos  opinan  que  llegaron  de  Oriente  á  Occidente,  esta- 
bleciéndose en  el  centro  y  sud  de  este  Continente;  pero  la 
mayoría  es  de  parecer  que  atravesaron  la  Persia,  la  fronte- 
ra de  la  China,  y  en  seguida  el  estrecho  de  Aunian,  en  el 
Continente  occidental.  v 


140  ORIOEN  Bíí  LOS  INDIOS 

La  opinión  emitida  á  este  respecto  por  los  autores  anti- 
guos j  modernos,  nos  induce  á  creer  que,  quizá,  parte  de 
los  Americanos  han  procedido  de  los  Hebreos  de  las  die« 
tribns  que  se  perdieron  en  el  cantiverio  de  Salmanazar,  las 
que  probablemente  se  diriarirían  á  la  Tartaria  y  de  allí  á  la 
Mongolia,  pasando  en  seguida  por  el  reino  de  Annian,  luego 
por  el  de  Quivirá,  poblando  por  fin  México,  y  sucesivamente 
Panamá  y  el  Perú. 

Hay  fundamento  para  creer  que  algunas  colonias  de 
los  Romanos  emigraron  al  Nuevo  Mundo,  en  época  an- 
terior á  la  del  Cristianismo.  Los  Romanos,  desde  la  funda- 
ción de  su  capital  (753  años  antes  de  J.  C.)  hasta  la  deca- 
dencia y  término  total  de  su  imperio  (año  476  de  la  era 
cristiano),  tuvieron  que  sostener  numerosas  sucesivas  gue- 
rras externas  y  disturbios  internos  que  diezmaron  grande- 
mente sus  provincias. 

Tanto  durante  la  República,  como  durante  el  Imperio, 
las  constantes  luchas  en  que  los  Romanos  estuvieron  empe- 
ñados, dieron  por  resultado  la  conquista  de  casi  todo  el 
Mundo  conocido  por  los  antiguos:  la  España,  la  Galia,  la 
Italia,  la  Bretaña,  los  países  del  Danubio  y  los  situados 
sobre  el  mar  Egeo  y  el  mar  Negro,  como  también  la  Asia 
Menor  y  la  Siria,  é  igualmente  el  Egipto,  la  Libia,  la  Numi- 
dia  y  la  Mauritania.  Todas  fstas  naciones  cayeron  sucesi- 
vamente bajo  el  dominio  de  los  Romanos. 

Durante  la  República,  que  abraza  un  período  de  cerca 
de  cinco  siglos,  que  puede  calificarse  de  **época  de  las  con- 
quistas," los  Romanos,  cual  ningún  otro  pueblo,  lucharon 
temeraria  y  heroicamente  en  sinnúmero  de  guerras  y  bata- 
llas, obteniendo  siempre  la  victoria  sobre  las  huestes  ene- 
migas. Las  principales  de  estas  acciones  militares  fueron: 
las  guerras  contra  los  Tar quinos,  Veyenses,  Equos,  Volscos, 
Samnitas  y  Latinos;  la  contra  Pirro;  las  tres  llamadas 
Fúnicasj  la  contra  loi  Cartagineses;  las  contra  Filipo  III 


DE  AMáRlCA  141 


de  Macedonia  y  Antioco  III,  de  Siria;  las  de  Yagarta  y 
Marsica;  la  contra  Mario,  Sila,  Mitridates  y  Sertorio;  las 
de  los  Esclavos  y  contra  los  Piratas;  la  conspiración  de  Ca- 
tilina;  la  coñqnista  de  las  Gaüas,  por  César,  que  dnró  diez 
años  y  en  la  que  el  vencedor  tomó  ochocientas  ciudades, 
sometió  trescientos  pueblos,  derrotó  3.000,000  de  enemi- 
gos y  mató  1.000,000  en  los  campos  de  batalla;  las  gue- 
rras contra  Pompeyo  y  los  Triumviros;  las  batallas  de  Re- 
gila,  de  Filipo  ydeAccio;  las  invasiones  de  los  Galos,  Cimbel 
y  Teutones;  la  conquista  de  la  Macedonia  y  Grecie;  y,  por 
fin,  la  sumisión  de  España.  En  todos  estos  hechos  de  ar- 
mas los  Romanos  desplegaron  un  valor  extraordinario. 

Durante  el  Imperio,  que  abarca  un  espacio  de  tiempo  de 
cerca  de  cuatro  siglos,  las  legiones  romanas  se  hicieron 
igualmente  notables  por  su  pericia  y  valor  en  los  combates. 
Las  principales  acciones  militares  que  tuvieron  lugar  en  ese 
período,  fueron:  la  invasión  de  los  Partos,  que  terminó  con 
la  destrucción  de  Seleucia,  donde  fueron  degollados  300,000 
habitantes;  la  sublevación  de  España;  la  batalla  de  Ve- 
driac  y  la  de  Cremona;  la  sublevación  de  los  Bátavos;  la 
guerra  de  exterminio  de  la  Judea,  en  la  que  fué  destruida 
Jerusalem  (cumpliéndose  la  profecía  de  Jesucristo)  y  en  la 
que  murieron  1.500,000  israelitas;  las  luchas  contra  los 
Bretones  y  los  Dacios;  las  tomas  de  Babilonia,  Seleucia  y 
Ctesifontc;  la  reducción  de  Armenia,  Asiría  y  Mesopotamia; 
el  sometimiento  de  la  Arabia;  la  guerra  contra  los  Marco- 
manes;  las  acciones  contra  Cizico,  Nizzea  é  Iso;  la  guerra 
contra  los  Persas  y  la  contra  los  Francos;  las  batallas  de 
Yeroria  y  contra  los  bárbaros  Godos  y  Alemanes;  l&s  re- 
vueltas de  los  Treinta  Tiranos;  la  batalla  de  Naiso  y  la  de 
Edesa;  las  luchas  repetidas  contra  los  Batavos,  Alemanes, 
Moros  y  Persas,  vencidos  por  Dioclesiano;  la  batalla  de  An- 
drinópolis,  la  de  Calcedonia,  la  de  Mursa  y  la  de  Aquilea; 
la  guerra  contra  los  Visigodos;  las  invasiones  de  los  Ostro- 
godos, Fictos,  Ecotos,  Vándalos,  Borgoñónes,  Suecos  y 


142  ORIOEH  DE  LOS  INDIOS 

Alados;  la  terrible  invasión  de  los  Hunos;  la  toma  y  saqueo 
de  Roma;  la  nueva  guerra  civil,  en  la  que  Roma  fué  saquea- 
da por  tercera  vez,  y,  por  fin,  la  caída  y  disolución  del  gran 
Imperio  Romano. 

Reconociéndose  en  los  Romanos  arraigadas  tendencia! 
á  las  conquistas  y  un  genio  aguerrido,  sacado  de  las  luchas 
y  los  combates,  qui«á  al  tener  conocimiento  de  la  existencia 
del  Continente  americano,  se  aveúturarían  algunas  colo- 
nias á  atravesar  los  mares  en  busca  de  ese  Nuevo  Mundo. 
Y  aunque  algunos  autores,  entre  ellos  Lucas  Marineo  en  su 
obra  Rerum  Hispanorum,  lib.  XIX,  cap.  XVI,  afirma  que 
los  Romanos  poblaron  las  ladias,  fundándose  en  que  los 
moradores  de  la  Isla  Atlántida  les  habían  dado  las  noticias 
de  este  nuevo  país,  aquello  debe  considerarse  como  una 
quimera,  porque  dado  el  caso  de  que  esa  isla  hubiera  real- 
mente existido,  su  desaparición  habría  tenido  lugar  mu- 
chos siglos  antes  de  la  época  de  los  Romanos.  Algunos 
otros  historiadores,  que  alegan  que  los  Romanos  poblaron 
algunos  territorios  de  América,  dicen  que  en  la  época  del 
mayor  apogeo  del  Imperio  Romano,  tuvieron  noticia  de  la 
existencia  del  Nuevo  Mundo  y  que  poblaron  sucf sivamente 
Iss  islas  de  Barlovento,  Tierra  Firme,  México,  Perú  y  algu- 
nas otras  comarcas. 

Réstanos  indicar  las  batallas  ó  acciones  bélicas  habidas 
en  otras  nacionalidades  de  sfgundo  orden,  cuya  política  no 
dejó  de  influir  grandemente,  en  épocas  remotas,  en  los  des- 
tinos del  Antiguo  Mundo. 

La  Asirla  soportó  los  siguientes  flagelos:  la  invasión  de 
los  Árabes,  cuya  dominación  duró  tres  siglos;  las  conquis- 
tas de  la  Armenia  y  la  Media,  hasta  la  Bactriana,  llevada  á 
cabo  por  Niño  ó  Ninus  con  su  ejército  de  2.000,000  de  hom- 
bres; la  expedición  de  la  India  por  Semiramis  (2034  años 
antes  de  J.  C  ),  al  frente  de  3.000,000  de  soldado^,  con  éxito 


DE  AMÉRICA  143 


adverso  para  esta  emperatriz;  la  sublevación  y  combatea  de 
los  Sátrapas;  las  conquistas  de  la  Siria,  Israel  y  Jada,  las 
de  Chipre,  Armenia  y  parte  de  la  Media  por  Sargónidas;  la 
invasión  de  Egipto  por  Sennacherib;  la  toma  de  Nínive,  y, 
en  seguida,  la  de  Babilonia;  la  conquista  de  la  Fenicia,  Siria 
y  Judá,  por  Nabucodonosor;  el  combate  contra  los  Medos; 
y  el  sitio  y  toma  de  Babilonia,  por  los  Persas. 

Citaremos  otros  grupos  de  acciones  de  armas: 
La  larga  guerra  á  que  tuvo  que  hacer  frente  la  Lidia 
contra  las  colonias  griegas  del  Asia  Menor,  apoderándose, 
á  la  postre,  de  Colofonte  y  de  la  Troade;  la  invasión  de  los 
Cimerianos;  la  conquista  de  Esmirna  y  la  de  Efeso,  por  Cre- 
so; la  invasión  de  Ciro,  rey  de  Persia,  que  terminó  coü  la 
derrota  de  Timbrea  y  el  reyno  de  la  Lidia. 

La  sublevación  de  los  Medos,  que  la  Media  sostuvo  para 
sacudirse ^e  la  dominación  de  Nínive;  la  conquista  de  la 
Persia;  el  combate  contra  los  Asirios,  en  que  éstos  quedaron 
vencedores,  pero,  á  su  vce,  fueron  vencidos  por  los  Medos 
en  otra  batalla  posterior;  el  sitio  de  Nínive  é  invasión  de  los 
Escitas;  la  toma  de  Nívive  y  el  combate  contra  los  Lidies. 

La  Siria  tuvo  también  que  sostener  luchas  en  defensa  de 
su  integridad,  como:  el  combate  contra  los  Hebreos,  que  sa- 
lieron vencidos;  las  victorias  obtenidas  por  las  tropas  de 
Ben-  Habad  I  y  Ben- Abad  II;  la  derrota  de  Ben-Abad  III, 
que  perdió  las  conquistas  de  sus  antecesores;  la  toma  de 
Damasco,  por  el  rey  de  Asiría  Teglath  Falusar;  el  yugo  de 
les  Babilonios,  Medos  y  Persas,  que  sufrió  la  Siria;  y,  últi- 
mámente,  el  yugo  de  Alejandro,  que  terminó  con  la  autono- 
mía de  la  Siria. 

En  fin,  la  Tartaria  tuvo  también  sas  días  de  gloria,  pues 
sometió  una  parte  de  la  Europa  y  de  H  Alia  Menor,  úomu 


Í44  ORIGEN  DK  LOS  INDIOS 

nando  unos  y  otros  territorios  durante  veinte  años;  asimis- 
mo soatnvo  lachas  contra  loa  conquistadores  Ciro,  Dario  y 
Alejandro,  sin  que  éstos  lograran  someterla. 

Por  las  anteriores  relaciones  de  las  innumerables  gue- 
rras y  batallas  de  exterminio  que  diezmaron  y  arruinaron 
los  diversos  imperios  y  reinos  del  Antiguo  Mundo,  y  ocasio- 
naron también  la  pérdida  de  la  autonomía  de  algunos  de 
ellos,  hemos  tratado  de  probar,  á  nuestro  entender,  que  las 
inmigraciones  venidas  á  América  de  los  antiguos  Continen- 
tes, después  de  la  catástrofe  del  Diluvio  Universal,  fueron: 
de  Asia,  las  de  los  Chinos,  Mongoles  y  Hebreos;  de  África, 
las  de  los  Egipcios,  Fenicios  y  Cartagineses;  y  de  Europa, 
las  de  los  Griegos  y  Romanos;  rasas  que  algunos  historia- 
dores suponen  ser  los  progenitores  de  los  Indios  americanos. 
Pero  estas  suposiciones  no  pasan  de  conjeturas,  ciertas  6 
dudosas,  fundadas  ó  aventuradas,  porque  el  asunto  perma- 
nece aún  obscuro,  apesar  de  haber  sido  tratado  por  muchos 
hombres  científicos  deade  hace  máa  de  cuatro  siglos— tiem- 
po  trascurrido  desde  el  descubrimiento  del  Nuevo  Mundo 
por  Cristóbal  Colón— sin  que  hasta  ahora  se  haya  llegado 
á  pronunciar  la  última,  definitiva  palabra. 

efe 

Emitiremos,  eñ  seguida,  algunas  otras  apreciaciones. 

No  hay  duda  que  las  grandes  diferencias  que  presentan 
las  diversas  agrupaciones  indígenas,  son  el  resultado  de 
numerosos  y  diversos  cruzamientos.  La  e^cistencia  en  mu- 
chas partes  de  América,  de  ruinas  que  denuncian  una 
civilización  avanzada,  y  que  los  Indios  que  habitan  este 
Continente  no  tienen  ningún  recuerdo,  c«  prueba  bastante 
para  testificar  que  hombre)!  civilizados  se  introdujeron  en 
América  desde  tiempo  inmemorial,  encontrando  aquí  una  ó 
Yarias  razas  menos  aptas  á  la  civilización,  las  que  en  parte 
sometieron  á  bu  poder  y  se  mezclaron  con  eUa9. 


Í)E  AMÉRICA  Í45 


Si  se  trata  de  averiguar  á  cuál  raza  pertenecían  aquellos 
hombres  civiliíados,  bien  se  puede  conocer  que  los  Indios 
de  América  se  acercan  más,  en  general,  á  la  raza  amarilla 
que  á  la  blanca  y  la  negra;  á  lo  mencs,  esta  es  la  opinión 
de  Topinard,  que  en  su  Antropología  observa  que  "el  Ame- 
ricano tiene  en  su  conjunto  muchos  puntes  de  contacto  con 
el  tipo  de  la  raza  amarilla,  relativo  á  caracteres  de  primer 
orden."  Sin  embargo,  la  forma  de  les  Indios  del  nordeste, 
sus  ritos,  ceremonias,  costumbres  y  otras  particularidades, 
han  hecho  suponer  también  que  entre  sus  antepasados  con- 
taban hombres  blancos;  suposición  que  parece  tanto  más 
admisible,  por  haberse  probado  que  los  Escandinavos  (sin 
remontarnos  á  épocas  más  lejanas),  tuvieron  relaciones  con 
la  América  del  Norte  desde  el  siglo  x  de  la  era  cristiana. 

Debemos  recordar,  á  este  respecto,  la  debatida  cuestión 
iniciada  por  algunos  etnógrafos  y  antropólogos,  tocante  á 
que,  según  pretenden,  los  primitivos  habitantes  de  América 
habían  pertenecido  á  la  raza  blanca.  Si  frente  á  este  su- 
puesto presentamos  la  tradición  que  prevalece  entre  los  In- 
dios del  sud  de  Colorado,  de  Nuevo  México  y  Arizona,  no 
hay  duda  que  una  raza  antiquísima  de  hombres  blancos,  su- 
periores á  eilop,  habrías  sido  sus  antepasados  (1).  Dicha  tra- 


(1)  Estos  indios,  que  son  los  Apaches,  Navajos,  Zunis,  Moquis  y  otros  de 
las  comarcas  indicadas,  conservaban,  en  tiempo  de  la  conquista  española, 
la  tradición  de  haber  habido  entre  sus  antecesores,  grandes  tribus  de  hom- 
bres blancos,  superiores  á  ellos  en  civilización.  "Hace  muchas,  muchísimas 
vides,  decían,  vivía  en  este  país  una  raza  blanca  muy  numerosa  y  muy  be- 
licosa: hacían  expediciones  lejanas,  conquistaban  muchas  tribus  y  traían 
muchos  esclavos:  de  éstos  procedemos  nosotros  los  Apaches.  Los  esclavos 
eran  los  que  excavaban  las  ciudades  subterráneas  y  cultivaban  el  maiz. 
Llegó  un  tiempo  en  que  los  blancos  se  vieron  empeñados  en  una  guerra  muy 
lejos,  en  el  norte,  y  unos  tras  otros,  todos  los  guerreros  tuvieron  que  mar- 
char  á  la  pelea;  quedaron  sólo  las  mujeres,  los  ancianos  y  los  niños.  En- 
tonces los  esclavos  vieron  que  era  llegada  la  hora  de  recobrar  su  libertad: 
Cüncertaron  todos,  y  Qn  un  día  determinado  se  alzaron,  destruyeron  cu^uU) 
19 


146  ORIGEN  DH  LOS  INDIOS 

dición— para  mejor  explicarla— se  relaciona  con  el  hecho  si- 
guiente: Un  cazítdor  llamado  John  Teix,  de  Nuevo  México, 
ha  descubierto  últimamente,  en  la  cueva  de  un  barranco  de 
Río  Grande  del  Norte,  cerca  de  las  llanuras  de  San  Agustín, 
en  el  Condado  de  Socorro,  la  momia  de  un  hombre  de  mu- 
chos siglos  de  existencia,  perteneciente  á  la  raza  blanca:  ex- 
cabando  el  suelo  de  dicha  cueva,  encontró  un  lecho  de  ce- 
mento; perforando  aquel,  halló  una  capa  de  huesos  huma- 
nos, trozos  de  armas  y  utensilios  de  una  época  remotísima; 
debajo  de  esta  capa  halló  otro  lecho  de  cemento;  luego  otro 
estrato  de  residuos  heterogéneos;  en  fin,  una  tercera  capa 
de  cemento;  debajo  de  ésta,  protejida  por  una  obra  de  alfa- 
rería, una  momia  sentada,  de  raza  blanca,  de  más  de  seis 
pies  de  estatura,  de  pelo  rojo  y  abundante,  envuelta  en  tres 
mantas  y  con  los  brazos  cruzados  sobre  el  pecho.  En  vista 
de  este  hallazgo,  ¿sería  verdaderamente  fundada  la  existen- 
cia de  una  raza  blanca  aborígene  de  las  comarcas  de  Améri- 
ca y  probatoria  de  que  los  Españoles  de  los  siglos  xy  y  xvi 
encontraron  éstas  ya  pobladas  de  habitantes  de  raza  roja? 

Pero  esto,  se  objetará,  es  un  caso  aislado  que  si  per- 
mite suponer  que  en  tiempos  remotos  existiera  en  América 
una  raza  de  hombres  superiores  en  casta  é  inteligencia,  ello 
no  prueba  plenamente  que  los  primitivos  pobladores  de  este 
Continente  pertenecieran  á  ia  raza  blanca. 

Empero,  el  sabio  barón  Alejandro  de  Humboldt  opina 
que,  eñ  tiempos  lejanos,  les  pobladores  de  toda  la  América 
fueron  de  raza  blanca,  y  á  este  respecto  dice:  ''Hombres 


«e  oponía  á  su  indepeiideiicía  y  huyeron  liacla  el  sud,  ocultándose  eri  las  fra- 
gosidades de  la  Sierra  Madre.  Allí  formaron  pueblo,  vivieron  largo  tiem- 
po generaciones  tras  generaciones,  hasta  que  otros  hombres  blancos,  los 
Españoles,  vinieron  de  tierra  más  al  sud  todavía,  hicieron  la  guerra  á 
nuestros  antepasados  y  los  vencieron.  Además,  laijzaron  contra  ellos  otraa 
tribuí'  de  indios,  y  después  de  porfiadas  luchas,  los  Apaches  y  tribus  cong6 
leirw  iviYÍerQi\  que  *núgxí\r  hacia  Arizona  y  Nuevo  México," 


D«  AMÉRICA  147 


blancos,  barbudos  y  de  mejor  complexión  que  los  naturales 
de  Anahuac,  Cundinamarca  y  Cuzco,  aparecidos  sin  ningu- 
na indicación  del  lugar  de  su  ne cimiento,  no  pudieron  me- 
nos de  ser  sacerdotes,  legisladores,  amigoe  de  ia  paz  y  de 
las  artes,  y  de  operar  un  cambio  repentino  en  la  política  del 
país,  por  cuyo  poderoso  motivo  les  recibieron  con  venera- 
ción. Así,  Quetzaltoal,  Bochica  y  Manco- Cá pace  son  los  sa- 
grados nombres  de  estos  misteriosos  sacerdotes." 

Admitiendo  ahora  la  opinión  emitida  por  otros  etnó- 
grafcs  tocante  á  la  raza  roja  originaria  df  América,  habría 
que  convenir  en  que  ella  fuera  descendiente  de  alguna  raza 
prehistórica  perteneciente  á  una  ó  varias  razas  inferiores  y 
diferentes  de  aquellas  que  existen  ahoia  en  las  demás  par- 
tes de  la  Tierra,  cuyos  tipos,  á  su  vez,  habrían  tenido,  tam- 
bién, gran  tendencia  á  modificarse  con  el  contacto  de  otras 
razas  superiores. 

Ambas  hipótesis  son  admisibles,  pero  es  lo  cierto,  que 
sólo  descansan  sobre  conjetures,  como  se  ve,  meramente 
probables  y  de  ninguna  manera  evidentes  ni  efectivas,  por- 
que no  existe  fuente  de  información  que  acredite  la  realidad 
de  esos  hechos,  los  cuales,  por  lo  dem^s,  se  pierden  en  la 
obscuridad  deles  tiempos  lejanos  en  que  se  s  apone  ocu- 
rrieron. 

Cuanto  á  la  dificultad  de  inquirir  las  épocas  fijas  en  que 
las  diversas  inmigraciones  llegaron  al  Continente  americano, 
la  generalidad  de  los  etnógrafos  juzgan,  como  se  ha  dicho, 
que  fné  habitado  desde  remota  antigüe  iad.  Si  suponemos 
que  los  pueblos  del  Asia  Menor,  que  es  la  cuna  del  Género 
Humano,  fueron  los  primeros  que  les  playas  del  Nuevo 
Mundo  pisaron,  su  contacto  con  este  Continente  pudo  ha- 
ber  tenido  lugar  durante  la  época  Cuaternaria,  porque  la 
identidad  de  las  hachas  y  otros  utensilios  de  piedra  tosca  y 
pulimentada   encontrados   en  ambcs   Mundos,  induce  á 


148  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

creer  que  la  iamigracsón  principal  del  Asia  Menor  se  produjo 
en  la  época  anterior  al  Período  Neolítico.  Y  al  atenernos  á 
loa  historiadores  antiguos,  los  pueblos  del  Asia  Mayor  6  del 
Extremo  Oriente  habían  aportado  á  las* playas  americanas 
siete  siglos  despuéa  que  los  del  Asia  Menor.  Ambas  hipóte- 
■is,  de  suyo  problemáticas,  admiten  únicamente  que  los 
aborígenes  americanos  fueron  encastados  con  razas  diver- 
sas, venidas,  primero,  de  Asia,  y  después,  de  Europa  y  de 
África^ 

Respecto  de  la  otra  dificultad,  de  inquirir  también  por 
dónde  pasaron  los  primeros  pobladores  de  América,  varios 
autores  presumen  que  por  dos  grandes  caminos.  Si  admiti- 
mos con  Gomara  y  otros  historiadores,  que  en  tiempos  re- 
motos hubo  comunicación  por  tierra  unida  entre  la  África 
ó  la  Europa  y  la  América,  mediante  la  Atlántida,  sería  in- 
dudable que  por  esa  ruta  vinieran  al  que  es  hoy  el  Nuevo 
Continente,  en  primer  lua^ar,  los  Egipcios,  Fenicios  y  Carta- 
gineses (de  África),  y  también  los  Griegos  (de  Europa). 

Cuanto  á  los  pueblos  asiáticos,  tales  como  los  Hebreos, 
Chines,  Mongoles  y  demás,  últimamente  ha  surgido  una 
nueva  hipótesis  sobre  la  base  de  una  expedición  de  sabios 
ingleses,  que  salió  de  Inglaterra  á  fines  del  año  1911,  con  el 
objeto  de  estudiar  el  problema  de  los  gigantescos  restos 
prehistóricos  de  la  Isla  de  Pascuas;  expedición  que,  á  su 
vez,  ha  planteado  la  fórmula  de  ser  esa  Isla  el  último  pi- 
náculo de  un  continente  sumergido,  que  ocupaba  la  mayor 
parte  del  que  es  hoy  Océano  Pacífico,  y  que  unía,  talver,  la 
Asia  con  la  América  (1).    Admitiendo  esa  nueva  hipótesis 


(1)  Otros  autores  modernos  apoyan  esa  misma  hipótesis.  Re.^inal 
Enock,  en  su  libro  intitulado  The  secret  oftbe  Páciñc,  opina  que  «los  asiáti- 
cos prehistóricos  llegaron  hasta  el  Contineatc  americano  por  sobre  una  tie- 
rra que  después  desapareció  bajo  las  aguas  del  Pacífico.»  Sayas  Enrique» 
dice  textualmente:  «Cada  vez  estoy  más  conyencido  deque  la  Pacífida  (nom- 
bre que  ü  dá  al  Continente  desaparecido  en  el  Océano  Pacífico)  fué  el  puente 


DE  AMÉRICA  149 


que  no  pasa  de  una  presunción  problemática,  factible  sería 
que  por  esa  misma  ruta,  6  por  la  del  corto  estrecho  de  An- 
uían, 6  también  por  la  cadena  de  las  islas  Aleutianas,  hu- 
bieran podido  esos  pueblos  asiáticos  arribar  á  las  playas 
de  América. 

Estas  son  las  grandes  rutas  que  se  cot?sideran  más  pro- 
bables pata  haber  servido  de  curso  á  aquellas  primeras  ex- 
pediciones  que  el  suelo  americano  poblaron.  No  obstante, 
para  aclarar  en  lo  posible  este  punto,  vamos  á  exponer  las 
opiniones  que  al  respecto  opinan  algunos  otros  publicistas. 

Citaremos  entre  éstos,  primero,  á  Hugo  de  Grocio,  que  en 
su  obra  titulada  Disertatio  de  Origine  gentiutn  Americana- 
ram,  asienta:  *'los  primeros  habitantes  (post-diluvianos)  de 
la  América  Septentrional  han  venido  de  Noruega;  los  de  Yu- 
catán, de  la  Etiopia;  los  del  Perú,  de  la  India  y  de  la  China; 
7  aquellos  que  son  más  al  sud  hasta  el  Estrecho  de  Magalla- 
nes, han  venido  del  oriente  por  las  tierras  australes."  Y  agre- 
ga: *'  Es  un  hecho  evidente,  que  tanto  de  Earopa  por  la  Groen- 
landia,  cuanto  de  Asía  por  algún  estrecho  de  poca  exten- 
sión, se  ha  podido  pasar  á  América:  también  se  ha  podido 
pasar  á  este  Continente  por  el  Estrecho  de  Magallanes,  que 
sólo  tiene  dos  ó  tres  leguas  de  largo,  ó  por  el  de  Le  Maire, 
más  al  Sud,  suponiendo  que  esa  tierra  austral  haya  sido 
habitada." 

El  Dr.  Pickering,  en  su  obra  Races  oíMen,  pág.  299, 
observa  que  "existen  dos  vías  por  las  cuales  los  inmigran- 
tes á  las  Indias  Occidentales  ganaron  los  confines  del  Océa- 


quc  unió  el  Antiguo  Mundo  (Asia)  con  el  Nuevo  (América),  r  de  que  las  ra- 
zas que  poblaron  loque  he  llamado  Región  ístmica,  en  la  que  conglobo  Gua- 
temala, Honduras,  Chiapas,  Campeche  y  Yucatán,  vinieron  del  Sud  y  no 
del  Norte,  como  se  afanan  en  repetirlo  inconcientemente  los  arqueólos  y  et- 
nólogos. Pero  como  esta  hipótesis  no  está  aún  plenamente  confirmada, 
hay  que  dejarla  en  cuarentena,  hasta  que  su  aserto  sea  reconocido  como 
cierto,  evidente  é  innegable.» 


150  ORIGEN  DE  LOS  ÍNBIO» 

ílo  Pacífico:  la  una  es  por  la  Micronesia  (una  de  las  cuatro 
grandes  dimisiones  de  la  Oceanía,  entre  la  Polinesia  al  este, 
la  Melanesia  al  sud  y  la  Malesia  al  oeste;  sus  principales  gru- 
pos 6  archipiélagos  son  las  Marianas,  las  Carolinas,  Marshal 
y  Gilbert);  la  otra  es  por  los  archipiélagos  de  la  Papuasia 
(6  Nueva  Guinea,  grupo  de  dos  grandes  islas  de  la  Oceanía, 
en  la  Melanesia,  al  norte  de  la  Australia)." 

El  Dr.  Hyde  Clarke,  en  su  obra  Researches  in  prehistoric 
and  protohistoríc  comparative  philology,  in  conncction 
with  the  origen  oí  culture  in  America^  pág.  41,  opina  que 
'*en  atención  á  las  condiciones  geográficas,  es  probable  que 
los  inmigrantes  á  las  Indias  Occidentales  hayan  tomado 
dos  rutas:  la  una,  por  las  corrientes  y  las  islas  del  norte;  la 
otra,  por  las  corrientes  y  las  isUs  del  sud."  En  otro  lugar, 
pág.  19,  opina  el  mismo  autor:  "Se  puede  colegir  que  las 
primeras  inmigraciones  (las  de  las  razas  Caribes)  han  pasa- 
do por  el  Estrecho  de  Berhing,  y  las  últimas  (las  de  la  raza 
Súmera)  han  pasado  por  el  Pacífico  y  la  isla  de  Pascuas." 
Más  adelante,  págs.  19-20,  intenta  establecer,  por  aproxi- 
mación, la  cronología  de  las  inmigraciones  á  América,  di- 
ciendo: "Hace  tres  mil  años  que  la  raza  Súmera  chocó  en 
Asia  contra  la  raza  Semítica;  sietecientos  años  más  tarde 

este  choque  habría  tenido  lugar  contra   la  raza  Ariana 

Si  el  establecimiento  de  los  Súmeros  en  Babilonia  remonta 
á  cuatro  mil  años  (véase  la  cronología  de  la  Biblia  por  Bun- 
sen)  (1),  lu  establecimiento  en  la  India  habría  sido  en  esa 


(1)  Los  Someros  ó  Sumeres,  uno  de  los  pueblos  presemitas,  se  mezcla- 
ron con  los  Accadios,  pueblo  Turanio  que  era,  desde  el  punto  de  vista  an- 
tropológico (ó  fisiológico),  una  mezcla  de  dos  razas,  blanca  y  amarilla. 
Más  tarde,  de  la  mezcla  de  los  Súmeros  con  los  Accadios,  resultaron  la  for- 
mación de  la  nación  Susiana  y  del  reino  de  Elam,  al  oeste  del  Tigris,  y  al 
oeste  de  este  río,  la  nación  Caldea,  que  con  varios  otros  pueblos  semíti- 
cos, componía  el  gran  imperio  de  Babilonia,  remontado  á  cosa  de  5,000 
j^ños  antes  de  la  era  cristiana.    Los  Súmeros  como  los  Caldeos,  usaban  U 


DB  AMÉRICA  15Í 


misma  época,  en  el  supuesto  de  que  las  dos  inmigraciones 
hayan  tenido  un  mismo  punto  de  partida  en  el  Alto  Asia,  lo 
que  parece  indicar  la  división  en  Súmero  oriental  y  eñ  Sú- 
mero  occidental.  La  ocupación  de  Indo-China  tuvo  lugar 
en  seguida,  luego  la  de  Java  y  la  de  las  islas," 

El  hecho  probable,  á  juicio  de  los  diversos  autores  ya 
citados,  es  que  se  debe  admitir,  en  atención  á  las  divergen- 
cias lingüísticas,  que  América  ha  sido  poblada  desde  una 
época  antiquísima,  suponiendo  que  el  contacto  de  la  Asia 
con  este  Continente,  debió  tener  lugar  durante  la  época  del 
progreso  humano  caracterizado  por  el  empleo  del  bronce,  á 
la  vez  que  la  ignorancia  del  uso  del  hierro.  De  la  identidad 
de  los  utensilios  de  piedra  pulida  encontrados  en  ambas 
secciones  del  Continente  americano,  se  puede  inferir  que  la 
inmigración  principal  se  produjo  en  la  época  en  que  la  Asia 
no  había  aún  sobrepasado  el  Período  Neolítico.  De  allí,  que 
esos  autores  resamen  su  opinión  con  las  siguientes  conclu- 
siones: 1*  Los  Americanos,  á  excepción  de  las  razas  esqui- 
mal y  mongólica,  habitaron  el  Nuevo  Mundo  durante  uú 
lapso  bastante  largo  para  cimentar  allí  varias  lenguas  y 


escritura  cuneiforme  derivada  de  la  primitiva  escritura  geroglífica,  y  les 
servía,  como  hoy  nos  sirve  la  nuestra,  para  emitir  sus  ideas,  redactar  su 
historia  sobre  los  muros  de  sus  monumentos,  sobre  grandes  laiflrillos  de 
tierra  cocida  y  sobre  lápidas  de  piedra  negra,  escritura  que  desapareció, 
por  completo,  el  año  2,000  antes  de  nuestra  era,  con  la  invasión  y  conquis- 
ta semítica;  legando,  empero,  á  los  Asirios,  á  los  Fenicios  y  especialmente 
é  los  Judíos,  tradiciones  copiosas  que  desarrollaron  la  literatura  de  estos 
pueblos.  De  estas  tradiciones,  los  Judíos  copiaron  y  redactaron  la  cosmo- 
gonía ó  génesis  del  Universo;  la  formación  del  Género  Humano;  la  ingrati- 
tud de  los  hombres  al  corromperse  y  volverse  malos;  la  cólera  del  Omnipo- 
tente, que;;destruyó  todo  lo  que  había  criado,  y,  como  resultado  de  la  ira 
divina,  el  gran  cataclismo  del  Diluvio  Universal;  el  arca  salvador,  para  que 
no  se  extinguieran  las  especies  buenas;  la  construcción  de  la  Torre  de  Ba- 
bel, muestra  del  orgullo  de  los  hombres,  y,  consiguientemente,  la  confusión 
tic  Us  lenguas;  y,  por  fin,  la  fundación  déla  primer»  4inftiü'a  iJibUónig^í 


152  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

una  civiliíación  particular.  2*  Por  intervalos  de  tiempo, 
nueves  inmigrantes  vinieron  de  Asia,  probablemente  por 
mar,  trayendo  consigo  el  conocimiento  de  las  artes  y  cien- 
cias que  constituían  la  civilización  de  le  s  pueblos  de  aquella 
parte  del  Mundo.  3*  No  hay  prueba  alguna  que  ks  tres 
civilizaciones  de  México,  Centro  América  y  Perú  se  hubie- 
ran presto  en  contacto  con  la  civilización  del  Mundo  Anti- 
guo, con  posterioridad  á  la  Edad  de  Bronce.  Y  4*  La  co- 
rriente de  las  inmigraciones  se  dirigió  generalmente  de  la 
Asia  á  la  América,  y  en  esta  última  parte  la  marcha  de 
las  tribus  se  efectuó,  las  más  veces,  del  norte  al  sud. 

Estas  conclusiones  nos  traen  nuevamente  á  la  teoría 
que  venimos  sustentando,  de  que  les  primitivos  habitantes 
de  América  son  de  reza  autóctona. 

Bastando  al  respecto  las  opiniones  de  les  autores  cita- 
dos  anteriormente,  réstanos  agregar,  que  estamos  en  vís- 
peras de  importantes  descubrimientos  en  el  campo  de  la  ar- 
queología americana,  pues  los  científicos  trabajos  iniciados 
ya  en  este  sentido  por  los  sabios  exploradores  Humboldt, 
Waldeck,  Brasseur  de  Bourbourg,  Stephens,  Wilson,School- 
craft,  Bollaert,  Bicgham  y  otros,  no  han  sido  estériles;  ni 
las  investigaciones  filológicas  de  los  lingüistas  Latham, 
Gallatin  y  Clark,  tampoco  han  sido  infructuosas. 

rife 

Haciendo,  ahora,  abstracción  de  Ios-juicios  asentados 
sobre  los  primeros  habitantes  postdiluvianos  de  América, 
nos  concretáremos  á  escudriñar  les  hechos  que  son  rrás  fon- 
dados y  apoyados  en  documentos  fehacientes. 

De  las  remotas  edades  prehistóricas  y  de  aquíllas  que 
siguieron  á  éstas  hasta  cerca  de  la  Era  Cristiana,  no  existe, 
como  lo  hemos  dic^ho  ya,  ninguna  fuente  de  información  so- 
bre los  primeros  habitantes  del  Continente  americano»  pues 
cuanto  han  supuesto  los  escritores  á  este  respecto,  no  paaa 


DE  AMÉRICA  l53 


de  ser  merai  conjeturas:  la  historia  de  esaa  épocas  se  ha 
perdido  con  el  trascurso  de  los  siglos,  y  todo  queda  envuel- 
to en  la  obscuridad  y  el  misterio  insondable  del  tiempo. 

El  hecho  más  antiguo  que  encontramot»  sobre  la  llegada 
de  hombres  del  Viejo  Mundo  al  Continente  del  Nuevo,  data 
de  cuatro  siglos  antes  de  la  era  cristiana.    Últimamente,  á 
principios  del  siglo  xix,  un  labriego  del  pueblo  de  Dolores, 
situado  á  des  leguas  de  la  ciudad  de  Montevideo,  hiso,  de 
un  modo  casual,  un  descubrimiento  de  objetos  antiguos  de 
la  época  del  conquistador  Alejandro  el  Magno,  rey  de  Ma- 
cedonia:  efectuando  una  excavación  para  trasplantar  un  ar- 
busto, encontró  una  piedra  sepulcral  con  inscripciones  deit- 
conocidas  para  él,  y  al  alear  esa  piedra,  vio  que  ella  cubrfa 
una  bóveda  de  ladrillos  que  contenia  dos  espadas,  un  casco 
y  un  broquel  muy  oxidados,  y  también  una  gran  ánfora. 
Tratando  de  descifrar  la  inscripción  incompleta  de  esta  píe* 
dra  y  los  vestigios  que  ella  cubría,  un  sabio  llegó  á  leer  las 
siguientes  palabras:  Alejandro,  hijo  díc  Filipo»  fük  rey 
ijb  Macedonia,  allá  en  la  sexagésima  olimpiada  de  Pto- 
LOMEO (falta  lo  que  sigue).    Sobre  los  puños  de  las  espa- 
das se  hallaba  grabado  un  retrato  al  parecer  de  Alejandro, 
y  sobre  el  casco  se  veía  cincelado  á  Aquiles  arrastrando  el  ca- 
dáver de  Héctor,  al  rededor  de  los  muros  de  Troya.    ¿Débe- 
se conjeturar  de  allí,  que  algunos  contemporáneos  de  Aris- 
tóteles ó  de  Arquímedes  hubieran  hollado  el  suelo  que  es  hoy 
del  Uruguay?    En  este  caso,  algunos  subditos  de  Ptolomeo 
Sóter  ó  de  su  hijo  Ptolomeo-Filadelfo  habrían  sido  lleva- 
dos, por  una  tempestad,  al  medio  del  Océano  y  arrojados 
sobre  las  costas  uruguayas.    Admitiendo  esta  conjetura, 
sería  probable  que  hubieran  sido  subditos  de  Ptolomeo-Fi- 
ladelfo,  porque  el  padre  de  éste  empleó  sus  navios  en  la  con- 
quista  de  la  Asia  Menor,  la  Grecia,  la  Fenicia  y  las  islas  de 
Chipre  y  Salamina,  mientras  que  Ptolomeo-Filadelfo  las 
ocupó  en  hacer  viajes  de  descubrimientos,  siendo  posible  que 

JO 


154  ORIGEN  DE  LOS  ÍNDIOS 

en  tina  de  esas  correrías  marítimas  algnnos  bajeles  faeran 
arrastrados  á  playas  desconocidas  entonces. 

Casi  en  la  misma  época  (siglo  iy  antes  de  la  era  vnlgar 
6  durante  la  República  Romana),  parece  Que  una  expedi- 
ción arribó  á  las  playas  de  América,  pues,  como  lo  hemos 
dicho  antes,  en  las  ruinas  de  Fetén,  en  Centro  América,  se 
encontró  ahora  años,  monedas  del  tiempo  de  los  Romanos 
j  herraduras  de  caballos  de  mayor  alzada  que  los  comunes, 
objetos  que  se  hallan  depositados  en  el  Museo  de  Guate- 
mala. 

Marineo,  en  su  obra  Reruin  Hispanorum,  lib.  XXIX, 
cap.  XXVI,  refiere  que  *'en  cierta  parte  de  Tierra  Firme  de 
América,  donde  era  Obispo  Fr.  Juan  Quevedo,  de  la  Orden 
de  San  Francisco,  hallaron  unos  hombres  mineros,  estando 
cabando  y  desmontando  una  miña  de  oro,  una  moneda  con 
la  imagen  y  nombre  de  César  Augusto  (que  gobernó  el  Im- 
perio Romano  un  siglo  antes  de  la  era  vulgar),  la  cual,  ha- 
biendo venido  á  manos  de  D.  Juan  Rufo,  Arzobispo  consen- 
tino,  la  envió  como  cosa  admirable  al  Sumo  Pontífice." 

Bl  P.  Fr.  Gregorio  García,  en  su  obra  ya  citada,  pág. 
174,  en  apoyo  de  lo  referido  por  Marineo,  dice  también  que 
*'en  la  Imperial,  ciudad  del  reino  de  Chile,  se  hallaron  meda- 
llas con  águilas  de  dos  cabezas,  timbre  del  Imperio  Romano, 
las  cuales  fueron  siempre  insignias  que  usaron  en  sus  ejérci- 
tos, j  poc  ellas  se  entendían  sus  legiones,  y  se  llamaban 
triunfadoras,  cifrando  en  su  nombre  el  poder  y  la  gloria  del 
Imperio." 

Si  estos  objetos,  que  datan  unos  de  la  época  de  Alejan- 
dro y  otros  de  la  de  César,  han  sido  encontrados,  los  prime- 
ros en  un  extremo,  y  los  segundos  en  otro  extremo  de  la 
América  española,  quizá  podría  colegirse  que  este  territorio 
hubiera  sido  ocupado  por  los  Griegos  y  los  Romanos,  du- 
rante más  de  dos  siglos,  ó  sea,  desde  el  reinado  de  Alejan- 
dro (300  años  antes  de  la  era  cristiana)  hasta  el  de  César 
(),0P  A^QB  ante»  de  la  miima  era).   Y  también  podrfaep  io« 


t>K  Auémck  155 


ferir,  talve»,  que  esos  Griegos  y  Romanos  fueron  los  hom- 
bres de  raza  blanca  que  algunos  etnógrafos  suponen  hayan 
úáo  los  primeros  habitadores  de  América. 

Avanzando  algunos  siglos,  ó  sea,  á  fines  del  Y  de  la  era 
cristiana,  una  inmigración  de  Mongoles  atravesó  el  Pacífi- 
co, desbordándose  sobre  las  playas  de  México:  este  hecho 
no  sólo  se  ha  trasmitido  por  tradiciones  populares,  sino  que 
se  ha  confirmado  últimamente,  como  lo  hemos  dicho  antes, 
con  motivo  de  la  guerra  que  la  China  sostuvo  en  1900 
contra  los  aliados  Europeos,  pues  al  ocupar  estos  últimos  la 
capital  de  Pekín,  descubrieron  en  los  antiguos  archivos  de 
de  aquella  capital,  documentos  que  comprueban,  con  toda 
evidencia,  que  los  Mongoles  desembarcaron  en  el  Continen- 
te americano  en  el  año  499,  es  decir,  993  añcs  antes  que 
Colón.  En  dichos  documentos  se  asevera  que  '^cruzaron  el 
Pacífico  y  desembarcaron  en  las  playas  de  México,  en  la 
parte  opuesta  á  Yucatán,  y  allí  levantaron  templos."  Y 
este  hecho  parece  algo  verosímil,  si  se  toma  en  cuenta  que, 
hace  tiempo,  se  encontró  en  las  ruinas  de  los  templos  descu- 
biertos en  el  Estado  de  Sonora,  en  la  costa  del  Pacífico,  una 
piedra,  con  caracteres  chinos,  que  indican  que  los  Mongoles 
habían  visitado  el  Continente  hacía  muchísimos  años. 

Parece  también  evidente  que  en  el  siglo  vi,  según  tradi- 
ción de  aquella  época,  los  Hileriones,  Gutos,  Siuones  y  Si- 
tones,  piratas  escandinavos  de  la  gran  isla  situada  al  nor- 
te dé  Europa,  cruzaron  el  Atlántico  y  desembarcaron  en  las 
playas  septentrionales  del  Hemisferio  Americano  (hoy  Es- 
tados Unidos  de  la  América  del  Norte),  quedándose  algunos 
allí  y  cruzando  otros  todo  aquel  territorio  hasta  llegar  á  la 
meseta  de  Anahuac:  estos  últimos  se  establecieron  en  esa 
comarca,  uniéndose  con  los  Mongoles,  y  formándose  de  la 
mezcla  de  ambas  razas,  las  aguerridas  tribus  conocidas  con 
los  nombres  de  Toltecos,  Chichimecos,  Nualtecas  y  Aztecas. 

El  historiador  sueco,  Mr.  Folsom,  encontró  en  algunas 
rocas  situadas  en  el  distrito  de  Assoüett,  cerca  del  río  Taua- 


1$^  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

ton,  en  el  Estado  de  Massachussets,  algacas  inicrípcioncs 
trazadas  con  caracteres  escandinavos  (rúnicos),  contenien- 
do los  nombres  de  guerreros  Islandeses  y  Noruegos  que 
habían  formado  su  campamento  en  esa  región;  pero  aunque 
estas  inscripciones  no  llevan  fecha  alguna,  la  forma  de  sus 
caracteres  prueba  incontestablemente,  según  lo  asevera  Mr. 
Folsom,  que  ellos  remontan  á  una  época  que  aproxi- 
madamente se  puede  referir  al  siglo  x.  Mr.  Folsom,  para 
esclarecer  esta  cuestión,  fué  á  Islandia,  donde  obtuvo  va- 
rios manuscritos  del  dicho  siglo,  en  les  que  constaba  que 
dos  navegantes  Islandeses,  Bjarne  Hsrjulfson  y  Leif  Erickson, 
habían  sido  unos  de  los  primeros  descubridores  de  América, 
á  fines  de  ese  siglo,  el  primero,  y  á  principios  del  siglo  xi,  el 
segundo,  manuscritos  que  encierran  una  descripción  de  los 
des  cabos  llamados  God  y  Santa  Marta,  conocidos  hoy  por 
Nueva-Bretaña  y  Nueva-Escosia,  y  de  algunas  otras  islas 
de  la*bahía  de  Narragañssett,  en  las  que  estos  navegantes 
y  compañeros  de  viaje  habían  residido  cerca  de  tres*  años. 
Empero,  Mr.  Folsom  ño  se  dio  por  satisfecho  y  quiso  cons 
tatar  la  existencia  de  las  antiguas  relaciones  entre  el  Nuevo 
Mundo  y  el  Antiguo,  y  se  dirigió  á  América.  Allí  encontró, 
como  se  ha  dicho,  sobre  rocas  del  distrito  de  Assonett,  las 
inscripciones  trazadas  con  caracteres  escandinavos  á  que 
hemos  hecho  referencia. 

Posteriormente,  según  antiguos  manuscritos  escandina- 
vos dejados  en  el  siglo  xti  por  el  Obispo  islandés  Thorlak 
Runolfaon  (1),  sobre  los  primeros  viajes  de  los  Escandina- 
vos al  Continente  americano,  y  encontrados  en  Copenha- 
gue, en  1838,  por  Carlos  Christian  Rafn,  Secretario  de  la 
Sociedad  de  Anticuarios  de  eba  ciudad,  y  descritos  por  él  en 
los  Antiquitates  Amerícan¿Cf  los  Suecos,  los  Noruegos  y  los 


(1)  Este  Obispo  fué  el  autor  del  más  antiguo  Derecho  Eclesiástico  de 


DB  AMÉRICA  157 


Dinamarqueses,  que  son  los  que  siempre  se  han  distinguido 
por  la  audacia  de  sus  excursiones  marítimas,  emprendieron 
viajes  á  la  América  en  el  trascurso  de  les  siglos  ix,  x,  xi  y  xii, 
y  cita  los  siguientes: 

1^  El  de  Gunnbjoern,  que  el  año  876  descubrió  la  Groen- 
landia  (más  de  600  años  antes  que  Cristóbal  Colón  descu- 
briera la  América),  vasta  comarca  de  la  América  Septen- 
trional, situada  á  los  Té*^  de  latitud  norte  y  entre  los  14°  y 
74°  de  longitud  oeste  (1),  ignorándose,  entonces,  que  for- 
mara parte  del  Nuevo  Mundo. 

2*  Él  del  Islandés  Schnaebjorngalti,  que  desde  el  año 
970  al  de  980  permaneció  en  Groenlandia. 

3"  El  de  Eirickhinn  Raudi  (Erick  el  Rojo),  descendiente 
de  una  noble  estirpe  de  Islandia,  (que  fué  desterrado  por 
tres  años  de  su  patria  á  causa  de  un  homicidio),  decidió,  en 
el  año  982  ó  983,  establecerse  en  Groenlandia,  que  había 
divisado  Gunnbjoern,  y  en  cuyo  territorio  encontró  vivien- 
das, restos  de  embarcaciones  y  herramientas  de  pedernal,  lo 
que  prueba  que  esos  lugares  habían  sido  habitados  desde 
más  de  cien  anos  antes.  Erick  el  Rojo  volvió  á  Islandia  cum- 
plidos les  tres  añoi  de  su  condena,  pero  en  986  regresó  á 
Groenlandia  con  35  buques,  de  los  cuales  sólo  14  llegaron  á 
aquel  país,  pues  de  los  demás,  unos  se  fueron  á  pique  y 


(1)  La  Groenlandia  6  Tierra  Helada,  cuya  superficie  se  calcula  en  más 
de  70,000  leguas  cuadradas,  presenta  el  aspecto  más  imponente:  su  clima 
es  sumamente  frío  y  el  invierno  dura  allí  ocho  meses,  en  los  cuales  llega  á 
congelarse  el  mercurio;  en  verano,  que  dura  Lan  sólo  cuatro  meses,  el  ter- 
mómetro Kéaumur  sube  á  24^.  El  sol  desaparece  completamente  del  hori- 
íonte,  A  fincr.  de  Noviembre,  y  no  vuelve  á  verse  hasta  mediados  de  Enero, 
interrumpiendo  sólo  tan  larga  noche,  la  viva  luz  de  las  auroras  boreales. 
Los  naturales  de  Groenlandia  son  Esquimales  que  viren  en  una  completa 
independencia,  diseminados  por  las  costas  de  ese  territorio.  El  interior  de 
este  país  es  totalmente  desconocido,  pues  es  inhabitable,  porque  el  frío  tan 
intenso  que  existe  constantemente  en  sus  parages,  motiva  el  que  éstos  no 
ofrezcan  ningtrn  abrigo  al  kojnbrc. 


158  ORIGBN  DB  LOS  IHDIOS 

otros,  regrcBaron  á  las  costas  islándicas.  Erick  el  Rojo  fijó 
definitivamente  sa  residencia  en  Brattalid  del  Ericsfiord, 
fundando  allí  colonias  islandesas  que  aumentaban  por  mo- 
do notable  y  estableciendo  el  cristianismo:  en  999  llegó  á 
sus  playas  el  primer  misionero  procedente  de  Islandia,  con- 
dacido  por  Leif,  hijo  de  Erick.  Entre  las  muchas  personas 
que  acompañaban  á  Erick  el  Rojo,  en  ese  segundo  viaje,  iba 
Heriulf,  (bisnieto  de  Ingolf,  primer  colono  de  Islandia)  quien 
se  estableció  en  Heriulfsnes,  parte  meridional  de  la  Groen- 
landia, donde  lo  alcanzó  su  hijo  Biarde,  después  de  una  na- 
vegación llena  de  penalidades  y  aoíobras. 

4'  El  de  Are  Marseü  de  Reykjanes,  que  en  el  año  983 
llegó  también  á  Groenlandia,  estableciéndose  con  sus  com- 
pañeros eñ  una  comarca  que  denominaron  Huitramanna- 
land  y  que  se  extendía  á  lo  largo  de  la  bahía  de  Chesapeak 
hasta  más  allá  de  la  Carolina;  permaneciendo  en  tal  co- 
marca, porque  los  Esquimales,  vecinos  de  ella,  les  impidie- 
fon  el  regreso  á  su  patria.  Este  hecho  ha  sido  conservado 
por  tradiciones  entre  los  mismos  Esquimales,  que  á  la  tie- 
rra de  Huitramannaland  llamaban  cpaís  de  hombres  blan- 
cos,» por  el  vestido  que  éstos  llevaban,  infiriendo,  con  su 
criterio  razonable,  que,  por  sus  procesiones,  cantos,  estan- 
dartes, pertenecían  á  una  comunidad  católica.  (1) 

5*  El  de  Bjarne  Herjulfson,  que  en  el  año  986  (el  mis- 
mo año  que  Erick  el  Rojo  emprendió  su  segundo  viaje  á 
Groenlandia)  descubrió   los  territorios  conocidos  actual- 


(1)  Por  las  tradiciones  de  Finlandia  (hoy  Estados  de  Nueva  York  y 
Pensilvania)  se  conserva  también  recuerdos  de  colonias  islandesas  que  ri- 
TÍan  en  la  misma  región  de  Huitramannalaudia,  y  cuyos  colonos  vestían 
de  blanco,  cantaban  y  rezaban  en  alta  voz,  creyéndose,  por  esto,  que  eran 
frailes  que  en  el  año  983  habían  ido  á  esas  comarcas  con  Are  Marsen  Re_vk- 
janes,  siendo  muy  atendidos  y  considerados  por  los  indígenas  del  lugar, 
quienes  prohibiéronles  terminantemente  abandonar  el  paíe. 


hn  AMÉRICA  159 


mente  por  Nueva  Bretaña,  Nuera  Escocia  y  Nueva  Finlan- 
dia ó  Terranova  (1). 

6'  El  de  Bjoern  Asbrandson,  que  en  el  año  999  llegó, 
asimismo,  á  Groenlandia,  á  consecuencia  de  un  violento 
huracán  que  le  hÍ20  perder  el  rumbo  de  su  navegación,  arro- 
jándolo á  una  costa  desconocida  para  él,  y  cuyos  indígenas 
lo  prendieron  inmediatamente  al  desembarcar;  acudiendo 
luego  una  procesión  de  hombres  vestidos  de  blanco,  prece- 
didos de  un  estandarte  y  dirigidos  por  un  venerable  anciano 
á  caballo,  el  que,  dirigiéndole  la  palabra  en  lengua  islande- 
sa, le  preguntó  quién  era  y  de  dónde  venía;  y  contestándo- 
le Bjoern  Asbrandson  ser  natural  de  Islandia,  el  anciano 
dióles  libertad,  á  él  y  á  sus  compañeros,  no  sin  aconsejarles 
que  se  alejaran,  cuanto  antes,  de  tan  inhospitalario  país. 
El  sitio  donde  Bjoern  Asbrandson  desembarcó,  no  fué  otro 
que  Huitramannaland,  y  los  hombres  blancos,  Are  Marsen 
dé  Reykjanes  y  sus  compañeros,  que  diezisiete  años  antes 
se  vieron  obligados  por  los  Esquimales  á  permanecer  en  la 
expresada  comarca. 

7*  El  de  Leif  Erickson  (2),  hijo  mayor  de  Erick  el  Rojo, 
que  en  el  año  1000  realizó  un  viaje  de  Groenlandia  hasta 
una  costa  que  denominó  Helluland  (conocida  hoj  por  New- 
Foundland);  después  siguió  navegando  al  medio  día  y  arri- 
bó á  otra  costa  que  nombró  Markland  (actualmente  Nevv- 
Scotland,  New-Brunswich  y  Canadá);  en  seguida  llegó  á  un 
litoral  muy  ameno,  entre  el  Cabo-Sable  y  Cabo-Code,  al 
que  dio  el  nombre  de  Yinland,  por  haber  hallado  en  él  uvas 
silvestres  en  abundancia  (3). 


(1)  Bate  Bjaroe  Ilerjitlfson  es  el  mismo  citaido  pot  Mr.  Folsoitu 

(2)  Este  Leif  Erikson  es,  tain])iéü,  al  que  se  refiere  M.  Folsom. 

(3)  El  4  de  Julio  de  1876,  uua  comisión  de  Noruegos  distinguidos  y 
ciudadanos  de  los  Estados  Unidos  de  Norte  América,  erigieron  un  monu* 
»«Jt9C9om€morátiYo  c»  M*disoo,  capital  del  BítíMiQ  de  Viscoosio,  es 


160  ORIGBN  DE  LOS  INÜÍOS 

8^  El  de  ThornwaldErickson,  hermano  del  anterior,  que 
en  el  año  1002  estableció  sa  residencia  en  Massachnssets; 
pero  en  1004  expedicionó  hacia  el  Cabo  Pedregoso,  donde 
fué  herido,  en  el  sobaco,  de  un  flechazo  que  le  asestara  uno 
de  los  indígenas  de  ese  lugar,  de  cuya  herida  murió  al  poco 
tiempo,  siendo  enterrado  en  un  lugar  llamado  hoy  Garnet- 
Point,  del  cual  se  le  desenterró  hace  unos  cuarenta  y  tantos 
años,  vestido  aún  con  su  armadura.  Pocos  instantes  antes 
de  morir,  había  encargado  que  se  le  enterrase  en  su  residen- 
cia de  Massachussets,  y  se  le  pusieran  cruces  en  la  cabecera 
y  á  los  pies  de  su  sepulcro,  órdenes  que  fueron  cumplidas 
por  sus  compañeros. 

9'  El  de  Thornstein  Erickson,  tercer  hijo  de  Erick  el 
Rojo,  que  en  1006  expedicionó  desde  Groenlandia  á  las  cos- 
tas de  Nueva-Inglaterra  y  Nueva-Escocia.  Su  barco  iba 
equipado  con  25  hombres  y  llevó  consigo  á  su  mujer  Gadri- 
da.  Al  poco  tiempo  murió  en  su  establecimiento  de  Lysu- 
fiord,  al  oeste  de  Groenlandia,  por  lo  cual  en  la  primavera 
próxima,  su  mujer  regresó  á  Ericsfiord. 

10*^  El  de  los  ricos  Groenlandeses  Thorsfrin  Karlsefné  y 
Suorré  Thornbrandson,  que  en  1007  armaron  una  flota  de 
tres  buques  tripulados  por  160  hombres,  y  haciéndose  á  la 
vela  con  rumbo  á  la  costa  norte-americana,  tocaron  prime- 
ro en  la  isla  de  Marthas  Yineyard,  para  dirigirse  de  allí  á 
Mount-Hope-Bay,  donde  permanecieron  durante  dos  in- 
viernos. Su  exploración  á  aquellas  comarcas  duró  cuatro 
años,  regresando  á  Groenlandia  en  1611. 

IV  El  de  los  hermanos  Helge  y  Pinnboge,  que  en  1012 
abordaron  las  costas  de  Massachassets,  pasando  en  ellas  el 
invierno. 


lioiior  de  LeiíÉncksoii,  coiUo  uno  de  los  descubridores  del  Continente  ame» 
ricano  y  por  la  circunstancia,  grata  para  la  comisión;  de  haber  sido  coló» 
Siisado  aquel  territorio  por  Escandinavos. 


DE  AMERICA  161^ 


129  El  de  Gadleif  Gudlengsen,  quien  en  1029,  después  de 
una  navegación  de  muchos  días,  desembarcó  en  las  costas 
de  Finlandia,  en  las  cuales  encontró  á  sus  compatriotas  Are 
Marsen  Reykjanes. 

13"^  El  de  uñ  sacerdote  islandés  llamado  John,  que  en 
1059  se  trasladó  de  Islandia  á  Terranova  con  el  objeto  de 
predicar  allí  la  fe  cristiana;  pero  al  poco  tiempo  murió  á 
manos  de  los  indígenas  del  lugar. 

14*  Los  de  varias  otras  expediciones  groenlandesas  que 
se  efectuaron  entre  los  años  1060  á  1121,  y  que  se  estable- 
cieron en  las  costas  meridionales  de  Connecticut,^New-York, 
New-Jersey  y  Delaware. 

15®  Y,  por  fin,  el  del  Obispo  de  Groenlandia,  Erick 
Gnupron,  que  en  1121  hizo  una  visita  pastoral  por  aque- 
llos países  en  que  estaban  establecidas  diveisas  colonias  de 
Groenlandeses. 

A  más  de  estos  viajes  auténticos  de  los  Escandinavos, 
hay  tradición  de  que  algunos  otros  se  efectuaron  en  aque- 
llos tiempos,  no  pudiendo  garantizar  la  autenticidad  de 
ellos,  por  no  existir  comprobantes  en  apoyo  de  esas  expedi- 
ciones marítimas. 

Ea  antiguos  manuscritos  que  se  conservan  en  las  aba- 
días de  Conway  y  Strat-Plur,  consta  también  que  en  el 
año  1170  el  sueco  Gwjnedd,  príncipe  de  Madave  ó  Madoc, 
salió  del  puerto  de  Abergwilly  y  se  hizo  á  la  mar,  navegan- 
do en  dirección  al  oeste,  hasta  llegar  á  una  comarca  que  se 
supone  ser  la  Florida  ó  la  Virginia:  dejó  allí  ciento  y  veinte 
colonos,  y  regresando  á  su  país,  vituperó  la  conducta  de  sus 
hermanos  y  sobrinos  que  se  disputaban  una  tierra  pobre  y 
árida,  cuando  existia  una  región  tan  extensa  y  tan  fértil  sin 
habitantes.  Pero,  por  ese  tiempo  invadió  la  peste  negra  los 
países  escandinavos,  siendo,  según  se  dice,  tales  sus  estra- 
gos, que  la  población  de  eses  países,  calculada  en  doce  mi- 
llones de  habitantes,  se  redujo  á  tres  millones.  Calamidad 
tfto  horrible  poso  nAturalmente  término  álft  vida  f^v(»tu« 


168  ORIGEN  ¡DE  LOS  INDIOS 

rera  de  una  parte  de  los  navegantes  de  esas  nacioiíeB  7  no 
Tojívieron  á  intentarle  descabrimientos  marítimos. 

Es  evidente  que  desde  el  siglo  ix  en  que  loi  Eicandina- 
VO8  descubrieron  la  Groenlandia,  formaron  allí  extensas 
colonias,  cuyos  habitantes  pasaban  con  frecuencia  al  Con- 
tinente europeo,  llevando  toda  clase  de  mercaderías,  princi- 
palmente maderas  y  pieles.  Esas  colonias  llegaron  á  con- 
tar en  el  siglo  xiv  como  doscientas  poblaciones  con  iglesias 
j  una  catedral,  y  la  grey  católica  estaba  gobernada  por 
dietisiete  Obispos,  cuyos  nombres  y  fundaciones  se  encuen- 
tran en  documentos  auténticos. 

En  el  trascurso  de  los  siglos  xui  y  xiv  sólo  efectuóte  por 
los  Escandinavos  y  otros,  uno  que  otro  viaje  marítimo  á 
las  costas  septentrionales  del  Continente  americano,  y,  pot 
consiguiente,  á  principios  del  siglo  xv  quedó  casi  completa- 
mente interrumpido  el  tráfico  entre  estos  países  y  las  cos- 
tas americanas,  á  causa  de  la  piratería  que  en  aquellas 
aguas  y  por  aquellos  tiempos  ejercían  los  ingleses:  una  veí 
cortada  la  comanicación  entre  estos  países,  probable  es  que 
los  colonizadores  de  Groenlandia  y  demás  lugares  de  la  cos- 
ta septentrional  americana  se  mezclaran  con  los  Esquima- 
les, hasta  confundirse  con  ellos  por  completo.  Lo  mismo 
sucedería  con  las  colonias  europeas,  establecidas  en  otros 
lugares  de  ese  mismo  Continente. 

Ahora,  veamos  los  pocos  viajes  marítimos  que  aún  se 
emprendieron,  antes  de  los  realizados  por  Cristóbal  Colón. 

Las  Sa^as  6  crónicas  de  Islandia,  hacen  mención  de  una 
expedición  salida  de  aquel  país,  cuyas  naves  fueron  arroja* 
das  sobre  una  costa  meridional  de  la  América  del  Norte» 
que  se  presume  sea  la  Florida  ó  la  Carolina  del  Sur.  Esas 
mismas  crónicas  hablan  de  una  comarca  americana  llama- 
da '^Tierra  de  los  hombres  blancos  ó  Grande  Islandia/'  país 
en  el  cual  se  fijaren  algunos  Islandeses,  no  siendo  posible 
precisar,  con  exactitud,  su  posición. 

Sn  el  siglo  nt  los  hermanos  Nicoló  j  Antonio  ^eni»  ru 


DÉ  kuúmcÁ  W¿ 


nccianos,  dcBcobrieron  en  1390,  la  Tierra  de  Forcee,  en  la 
parte  norte  del  Océano  Atlántico,  y  de  allí  se  dirigieron  al 
oeste  á  nna  comarca  qne  denominaron  Drogúo,  conocida 
hoy  con  el  nombre  de  Nueva  Escocia  6  Canadá. 

Según  los  Anales  de  Baronius^  continuados  por  Odorico 
Raynaldi,  algunos  Franceses  de  la  Baja  Bretaña  descubrie- 
ron Terranova  y  el  Canadá,  uú  siglo  antea  de  los  viajes  de 
Colón;  y  los  primeros  que  hicieron  este  descubrimiento,  á 
BU  regreso  á  Europa,  comunicáronlo  á  Juan  I,  rey  de  Por- 
tugal. 

Se  dice  que  en  los  años  14i63  y  1464  el  portugués  Juan 
Costa  Vas  Corterreal  llegó  también  á  Terranova;  pero  las 
noticias  que  se  tienen  acerca  de  este  viaje  son  muy  confusas. 

En  1476,  según  afirman  los  cronistas  antiguos  Wytfliet, 
Pontemus  y  Hom,  el  rey  Christian  I  de  Dinamarca  encar- 
gó al  polaco  Juan  Scolnus  ó  Kolno,  que  hiciera  un  viaje  á 
Groenlandia,  á  fin  de  reanudar  las  relaciones  que,  desde 
largo  tiempo,  se  hallaban  interrumpidas  entre  este  territo- 
rio y  Dinamarca,  viaje  que  realmente  se  efectuó  por  ese  ma- 
rino, pues  está  señalado  en  la  carta  geográfica  que  Miguel 
Lok  dio  á  luz  en  1582,  con  el  nombre  de  Jac.  Scolnus  Groet- 
land,  que  es  más  ó  menos  la  misma  región  conocida  hoy  por 
el  territorio  de  Labrador.  También  el  cronista  Gomara,  eñ 
su  Historia  General  de  las  Indias,  publicada  en  Madrid  en 
1553,;y  Herrera,  en  su  Historia  General  de  los  hechos  de  los 
Castellanos,  publicada  también  en  la  misma  ciudad,  en 
1601,  hacen,  igualmente,  mención  de  Juan  Scolnus. 

El  P.  Fournier,  en  su  Hydrographie  (París,  1679),  ase- 
vera que  los  Normandos  y  Bretones  sostienen  haber  des- 
cubierto el  Brasil  antes  que  Albérico  Vespuzio  y  Cabral, 
pues  de  alli  llevaban  palo  brazil,  que  servía  para  teñir. 

En  1488,  ó  sea  cuatro  años  antes  que  Colón  descubriera 
el  Nuevo  Mando,  se  pretende  que  el  francés  Juan  Cousin  sa- 
lió delpuerto  de  Dieppe,  con  rumbo  hacia  las  Indias.  Este 
viaj^  de  Coiijm;)  ha  sido  tema  de  muchas  controyersias  é  in« 


164  ORIGEN  BE  Los  INDIO» 

▼estigaciones  entre  loa  críticos,  pues  unos  creen  qne  real- 
mente se  verificó  esta  navegación,  y  otros  sostienen  que  no 
tuvo  lugar.  Al  primer  grupo  de  estos  críticos  pertenece  el 
profesor  Geleich,  quien  afirma  que  tal  viaje  es  verosímil,  fun- 
dándose en  que  el  puerto  de  Dieppe,  en  esa  época,  era  uno  de 
los  más  comerciales  de  Europa.  Se  asegura  que  existía  en  los 
archivos  de  Dieppe  comprobantes  del  viaje  de  Juan  Cousin; 
pero,  desgraciadamente,  este  archivo  fué  quemado  por  los 
Ingleses  cuando  bombardearon  y  se  apoderaron  de  esa  ciu- 
dad. 

£n  fin,  en  esa  misma  época,  según  crónicas  vascuenses, 
parece  que  Juan  de  Bchaide  descubrió  algunas  nuevas  re- 
giones americanas,  y  que  este  navegante  fué  el  que  partici- 
pó á  Cristóbal  Colón  la  existencia  del  Nuevo  Continente:  los 
archivos  á  que  se  podría  recurrir  para  la  confirmación  de 
este  viaje,  han  desaparecido,  por  desgracia,  á  consecuencia 
de  las  guerras  por  las  que  pasara  la  Gascuña. 

efe 

Si  no  se  tenía  un  conocimiento  cabal  de  América  en  los 
tiempos  anteriores  al  descubrimiento  de  Colón,  lo  cierto  es, 
que  en  algunos  mapas  geográficos  de  aquella  época  se  en- 
cuentran consignadas  algunas  islas  situadas  en  medio  del 
Océano  Atlántico  ó  próximas  al  Nuevo  Mundo,  como  lo  va- 
mos á  exponer  en  seguida. 

En  una  carta  del  Atlas  de  Mediceano,  del  año  1351,  se 
halla  anotada  la  Is.  de  Brazil,  y  en  mapas  posteriores  del 
siglo  XIV,  aparece  el  mismo  nombre  con  las  variaciones  de 
Braxily  Brazylle  6  Brasilc  (1),  isla  que  probablemente  se  en- 


(1)  Es  de  advertir  que  el  nombre  primitivo  del  Brasil  fué  el  de  Sancta 
Crucis,  y  sólo  se  llamó  Brasil  por  el  mucho  palo  de  ese  nombre  que  en  él 
había.  El  palo  brazil  se  conocía  ya  en  Europa,  en  el  año  1198,  según  lo 
refiere  Luis  Muratori  en  el  tom.  II,  diiert.  3^col.  898  de  sus  AntiquiUtes 


DH  AMÉRICA  165 


contraría  cerca  de  la  costa  del  territorio  conocido  hoy  por 
Brasil. 

En  la  carta  de  los  hermanos  Piszigani,  veneciano?,  de 
1367,  aparece  marcado  el  archipiélago  de  las  Canarias,  con 
algunas  islas  cuyos  nombres  no  han  variado  hasta  hoy, 
como  la  de  la  Palma  y  la  de  Forte-Ventura  (Fortunata). 

En  las  cartas  marítimas  catalanas  del  año  1376  (anó- 
nimas), que  formaban  parte  dé  la  biblioteca  de  Carlos  Y, 
figuran  también  los  archipiélagos  de  Canarias  y  Azores  y  la 
isla  de  Madera,  con  curiosas  leyendas  algunas  de  ellas.    La 

de  las  islas  Afortunadas  dice:    '* Estas  islas  se  llaman 

Afortunadas,  porque  abundan  en  todo  lo  bueno:  trigo,  fru- 
tos y  árboles.  Los  paganos  suponen  que  allí  está  el  Paraí- 
so, á  causa  del  poco  calor  que  se  siente  y  la  fertilidad  del 

suelo Así,  los  paganos  de  la  India  creen  que  sus  almas, 

después  de  la  muerte,  van  á  habitar  esas  islas,  y  continúan 
viviendo  allí  eternamente  del  perfume  de  esos  frutos.  Pien- 
san que  en  aquellas  islas  está  el  Paraíso;  pero,  en  verdad, 
esto  no  pasa  de  una  fábula." 

En  1424  apareció  en  un  atlas  italiano  que  se  conserva 
aún  en  la  biblioteca  de  Weimar,  la  Is,  Antilia,  Mucho  se  ha 
hablado  de  esta  isla,  situada  hacia  al  norte  del  trópico  de 
Cáncer,  no  lejos  de  las  Azores:  se  pretende  que  en  el  año  734, 
cuando  la  España  se  vio  invadida  por  los  Moros  de  África, 
esta  isla  fué  habitada  por  un  Arzobispo  de  Porto  en  Portu- 
gal, y  seis  Obispos,  con  gran  número  de  cristianos,  hombres  y 
mujeres,  que  habían  ido  allá  con  sus  animales  y  sus  bienes. 
Esta  isla  se  encuentra  reproducida  en  les  mapas  que  el  ge- 


iLkliccC,  en  folio  impreso  en  Mediolaui  cu  1783,  y  se  le  dio  este  nombre  por 
el  tiran  uso  que  se  hacía  de  él  para  teñir.  El  palo  brazil  que  se  encuentra 
en  esta  parte  del  Nuevo  Mundo  y  á  que  debe  su  nombre  el  vasto  país  colo- 
nizado por  los  portugueses,  es  una  especie  del  género  llamado  csesalpinia 
echinatá,  El  nombre  de  este  palo  no  es,  pues,  posterior  al  descubrimiento 
de  América,  como  lo  han  creído  algunos  historiadores. 


novét  Bedado  6  Bedraxip  dihojó  en  14^34  y  Azt^réf  Biaiicho 
reprodujo  en  1436. 

Bl  mismo  Andrés  Biancho  dibajó  en  1439  otro  mapa  eü 
pergamino,  que  existe  en  la  Biblioteca  de  San  Marcos^  de 
Venecia,  en  el  gne  eitá  señalado,  además  de  lai  Islas  de 
Brazil  y  Antilia,  otra  situada  hacía  el  cabo  de  San  Agastín, 
en  la  ^lprid,a,  designada  con  el  nombre  de  Is.  de  la  man,  de 
Satanaxio  (Isla  de  la  mano  de  Satanás)  (1). 

En  1476  Andrés  Benicasa  dibujó  un  mapa  en  el  que 
también  figura  la  Is.  Antilia,  la  misma  que  aparece  igual- 
mente tn  los  ruapas  de  Bartolomé  Pareto,  Fray  Mauro,  Os; 
telius,  Mercator  y  Toscanelli,  que,  á  la  vez  dan  á  esa  mis- 
ma isla  el  nombre  de  Sette  Citades^  (Isla  de  las  Siete  Ciu- 
dades). 

En  fin,  en  el  célebre  •  Globo  Terráqueo»  de  Martín  Behaim 
(2),  del  año  1492,  que  se  conserva  en  Nuremberg,  aparece 
también  la  ínsula  Antilia  llamada  Sepia  Citacfe,  con  la,  si- 
guíente  anotación:  *'En  el  año  734,  segjún  se  cuenta  desd,^  c), 
nacimiento  de  Cristo,  cuando  toda  Hispa^iia  estaba  con*. 


(1)  La  mencionada  « Isla  de  la  mano  de  Sat;anás »  aparece  con  fre- 
cuencia en  leyendas  italianas,  las  cuales  dicen  que  diariamente  salía  de 
entre  las  olas  del  Océano  una  mano  de  tamaño  colosal  y  arrastraba  bar- 
cos y  habitantes  á  los  profundos  abismos. 

(2)  Algunos  historiadores  pretenden  que  Martín  Behaim  ha  sido  el 
descubridor  del  Nuevo  Mundo,  entre  ellos  Federico  Estuvenio,  que  en  su 
disertación  impresa  en  1714  con  el  título  De  vero  nori  Orbis  inventore,  afir- 
ma que  la  gloria  de  este  descubrimiento  corresponde  á  este  cosmógrafo, 
que  obtuvo  de  Isabel,  hija  del  rey  de  Portugal  y  viuda  de  Felipe  el  Bueno, 
que  á  la  sazón  gobernaba  en  Flandes,  un  bajel  con  el  cual  navegó  hasta  las 
islas  Azores,  y  de  allí,  surcando  el  mar,  llegó  á  las  costas  deja  América  y 
pasó  hasta  el  estrecho  de  Magallanes;  que  hizo  un  Globo  y  un  Mapa  de 
sus  viajes,  mapa  que  fué  presentado  á  Alonso  V,  rey  de  Portugal,  y  que 
pasó  después  á  manos  de  Colón,  á  quien  sirvió  de  guía  para  hacer  su  pri" 
mera  navegación,  en  pos  del  descubrimiento,  del,  Nuevo  Mufxdo. — Martín 
Behaim,  natural  de  Nurember^g,  hizo,  ^e  dii^j:^  el  d<íSi^w|?t^^ 


D£    AMBKICA 


té 


quietada  por  loi  herejei  de  África,  fué  habitada  eita  illa 
por  an  Aríobispó  de  Porto-Portugal,  con  seis  Obispos  más 
y  otros  cristianos,  hombres  y  mujeres,  que  habían  huido  de 
Hispania  con  lu  ganado  y  toda  su  hacienda.  Bn  él  año 
1414  pasó  cerca  de  ella  un  buque  reñido  de  Hispania." 
Además,  en  el  mismo  « Globo  Terráqueqn  de  Behaim,  á  los 
50°  Oeste  del  meridiano  de  la  costa  portuguesa,  en  medio 
del  Océano,  está  señalada  la  Is.  de  Ssin  Brandano  con  la  si- 
guiente ihscn^^ión:  *'565  años  después  de  Jesucristo  llegó 
San  Brandano  á  esta  isla,  vio  en  ella  muchas  maravillas,  j 
siete  años  después  se  volvió  á  su  país." 

Algunos  historiadores  han  negado  la  existencia  de  to- 
das estas  islas,  tachándolas  de  fabulosas;  pero  al  figurar 
ellas  eñ  los  diversos  mapas  antiguos  que  hemos  citado,  es 
indudable  que  fueron  exploradas  antes  del  descubrimiento 
de  Colón  por  atrevidos  navegantes.  Posible  es,  por  lo  de* 
más,  que  los  primitivos  nombres  de  ésas  islas  hayan  ido  de- 
sapareciendo de  los  mapái  á  medida  que  se  alcanzaban  co- 
nocimientos más  exactos  del  Océano  Atlántico,  y  que  hu- 
bieran sido  sostituidos  por  otros  nombres  indicados  hoy  en 
los  mapas  modernos  (1). 


rica)  ocho  años  antes  de  ía  primera  exptíííicíóh  ele  Colón.  Muy  instruido 
cu  geografía  y  astronomía,  después  de  haber  obtenido,  en  1459,  de  Isabel 
de  Portugal,  un  bajel  para  hacer  descubrimientos,  en  1484'  obtuvo  también 
del  rey  de  Portugal  Don  Juan  II,  algunos  navios  con  el  mismo  propósito. 
Retirado  á  su  país  natal,  trazó  un  Globo  Terrestre  en  el  que  figuraba  una 
tierra  occidental,  como  igualmente  las  otras  tierras  reconocidas  anterior- 
mente por  Marco  Polo  y  por  Maundeville.  Behaim,  murió  en  Lisboa 
en  150G» 

(1)  El  primer  mapa  de  América  fué  hecho  en  1500  por  Juan  de  la  Cosa, 
célebre  cosmógrafo  y  navegante  español  y  piloto  con  Cristóbal  Colón  en 
su  segundo  viaje.  Este  mapa  está  trazado  en  una  gran  hoja  de  pergamino 
de  forma  ovalada  y  artísticamente  iluminado,  cuyas  dimensiones  son  de  dos 
metros  de  alto  por  uno  de  ancho;  señala  los  países  de  América  conocidos 
)}ftatft  1§00,  MÍ,  como  loa  tcrritorioo  d«  Buropft,  Aii»  7  Aíric»,  ültimamía» 


168  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

Los  hechos,  crónicas  y  mapas  que  acabamos  de  citar 
tienen  uña  autenticidad  indiscutible,  y  los  más  renombra- 
dos geólogos  modernos,  sobre  todo  Alejandro  de  Hum- 
boldt,  afirman  que  la  América  ha  sido  frecuentemente  visi- 
tada por  los  Escandinavos  desde  el  siglo  n  al  xiv.  Desgra- 
ciadamente, estos  viajes,  apesar  de  su  trascendencia,  no  han 
producido  resultado  alguno  favorable  para  la  América,  por 
haber  quedado  interrumpida  desde  el  último  siglo  citado  la 
comunicación  del  Atlántico,  ya  por  lo  larga  y  peligrosa  que 
se  hacía  la  navegación  á  través  de  los  mares  que  separan  el 
Continente  de  Europa  del  de  América,  ya  por  las  piraterías 
de  los  Ingleses  en  aquellos  mares,  ó  ya,  en  fín,  por  la  poca 
experiencia  que  en  aquellos  tiempos  se  teñía  del  arte  náuti- 
co. Pero  sea  de  ello  lo  que  fuere,  el  hecho  es,  que  quedó 
abandonada  ó  á  lo  menos  fuera  desatendida  esa  ruta  du- 
rante el  trascurso  de  cerca  de  doscientos  añjs,  llegando  así 
á  quedar  olvidada  la  América,  hasta  que,  en  1492,  el  nave- 
gante genovés  Cristóbal  Colón  añadió  este  nuevo  é  incom- 
parable florón  á  la  Corona  de  España. 


te,  se  ha  hecho  en  España  ün  facsímil  de  este  mapa,  en  la  misma  escala  y 
colores  que  su  original,  reproducción  que  fué  premiada  en  la  Exposición 
Histórica-Europea-Americana,  de  Madrid.  Pero  el  mapa  más  antiguo  que 
apareció  con  el  nombre  de  América,  es  el  de  Martín  Waldzeemüller  (Hila- 
comylus),  que  se  publicó  co  1507,  6  sea,  siete  aóos  después  del  de  Juao 
de  la  Cosa» 


DE  AMÉRICA  16& 


II 


Para  terminar  esta  primera  parte  del  presente  trabajo, 
nos  concretamos  á  emitir  nuestra  humilde  opinión  tocante 
al  origen  de  los  Indios  de  América,  con  las  siguientes  con- 
clusiones que  apoyamos  en  testimonies  ó  con  citas  de  respe- 
tables autores. 


La  cosmogonía  de  América  se  halla  envuelta  en 
tinieblas;  pero  es  indudable  que  este  Continente,  du- 
rante su  período  prehistórico,  ha  tenido,  como  los  de- 
más del  Antiguo  Mundo,  dos  épocas :  antediluviana  y 
poBtdiluviana. 

Creemos  que  la  raza  primitiva  ó  antediluviana  fué 
autóctona,  formada  en  este  mismo  Continente,  cuan* 
do  las  condiciones  de  calor  y  humedad  en  que  se  en- 
contraba el  Planeta  Terrestre  fueron  propicias  para  su 
creación  y  su  reproducción,  dando  comienzo  á  la  Edad 
Humana,  poster  or  y  resu  tante  de  la  Edad  de  los  Ma- 
míferos, El  desenvolvimiento  de  esta  primitiva  raza 
marca  el  origen  antediluviano  de  los  habitantes  del 
Continente  americano,  y  aaí  como  la  flora  y  la  fauna, 
la  monogenia  de  la  raza  humana,  en  ese  mismo  Conti- 
nente no  ha  permanecido  inmutable,  sino  sujeta  tam^ 
bien  á  alteraciones.  Por  consiguiente,  no  es  admisib!ci 


170  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

que  esa  raza  primitiva  haya  degcendido  de  uaa  pareja 
única,  como  lo  enseña  la  Sagrada  Escritura  (1), 

Además,  según  opinión  de  algunos  etnógrafos,  esa 
raza  primitiva  se  remonta  á  las  Épocas  Terciaria  y 
Cuaternaria,  por  los  numerosos  hallazgos  que  se  han 
hecho  en  el  suelo  americano,  no  solamente  de  fósiles 
de  corpulentos  paquidermos  antediluvianos,  sinotam- 
bién  de  esqueletos  humanos,  h<3rram¡entas  y  utensi- 
lios de  pedernal  ó  silex,  que  indudablemente  datan  de 
la  misma  época  antediluviana.  Por  consiguiente,  el 
desarrollo  de  esa  raza  primitiva  ha  obedecido  á  un 
acrecentamiento  lento,  natural  y  gradual,  calculándo- 
se que  ha  sido  menester  el  trascurso  de  una  larga  se- 
rie de  siglos  para  alcanzarla.  El  estudio  de  la  antro- 
pología, de  )a  etnología  y  de  la  craneologia,  ciencias 
que  son  la  base  de  la  historia  de  un  pueblo,  puede  de- 
mostrar quíí  el  Géofiro  Humano  no  procede  de  un 
tronco  común,  y  que  el  Continente  americano  ha  sido 
poblado,  en  un  principio,  sin  intervención  de  ninguna 
inmigración.  Por  lo  tanto,  la  pura  raza  roja  ó  cobriza 
de  América  es  indudablemente  autóctona. 

Lo  que  también  nos  induce  á  creer  en  esta  condi- 
ción autóctona  de  la  raza  roja,  es  el  hecho  de  la  diver- 
sidad de  las  razas  humanas,  que  8e  dividen  en  cinco 
agrupaciones,  ó  sea:  la  raza  blanca  [caucasiana)  ó  eu- 
ropea; la  raza  amarilla  [mongólica)  ó  asiática;  la  raza 


(1)  El  eniíneiuc  zoólogo  Agasslz  es  el  que  con  mayor  autoridad  ha 
sostenido  la  teoría  poligenista,  admitiendo  hasta  ocho  diversos  centros  de 
srcHCi(3ii,  eo  ung  de  Iqs  cuales  haee  aparecer  al  Hombre  Americano. 


DlCAMÍRICA  171 


cobriza  (indiana)  ó  americana;  la  raza  morena  {malñ' 
ya)  ó  indostana;  la  raza  negra  {etiópica)  ó  africana. 
¿Será  posible,  preguntamos,  que  Adán  y  Eva,  que,  se 
dice,  son  los  padres  del  Género  Humano,  hayan  sido 
los  progenitores  de  razas  tan  diversas  en  color  y  fac- 
ciones? 

Tocante  á  las  razas  blanca  y  negra,  tan  diametral- 
mente  opuestas,  como  el  día  y  la  noche,  ó  sea,  la  luz  y 
las  tinieblas,  declaramos  que  es  un  grave  error  supo- 
ner que  ambas  sean  igualmente  descendientes  de  Adán 
y  Eva.  E8te  tópico  ha  suscitado  algunas  controver- 
sias entre  los  hombres  de  ciencia,  sin  que  hayan  llega- 
do á  una  conclusión  acertada  y  definitiva,  como  lo 
vamos  á  probar. 

La  versión  de  algunos  escritores  consiste  en  atri- 
buir el  color  negro  de  los  Etiopes,  á  Caín,  hijo  de  Adán 
y  Eva,  á  quien  Dios,  en  castigo  de  su  crimen,  le  puso 
la  cutis  de  ese  color  para  que  fuera  señalado  y  distin- 
guido, siendo  natural  que  los  descendientes  de  éste  he- 
redaran el  mismo  color. 

Otros  escritores  alegan  que  el  color  negro  de  los 
Etiopes  les  viene  de  su  ascendiente  Cus  ó  Chus,  hijo 
de  Cam  y  nieto  de  Noé,  que,  dicen,  fué  de  este  color; 
pero  muy  extraño  esj  que  los  que  emiten  tal  opinión, 
confiesan  que  Cam,  padre  de  Cus,  fué  de  color  blanco. 

Otros  doctos  escritores,  para  defirir  el  mismo  pro- 
blema, dicen  que  el  color  negro  de  Cus  le  provino  de 
la  maldición  que  Noé  echó  á  su  hijo  Cam  por  la  burla 
que  de  él  hiciera  al  encontrarle  embriagado  y  desnudo, 
y  que  tal  anatema  alcanzó  á  los  descendientes  del  mal- 


172  ORIGEN  t)E  LOS  INDIOS 

dito.  Además,  siendo  verosímil  que  Gam  hubiera  te- 
nido cuatro  hijos,  Cus,  Misraim,  Fut  y  Canaán,  no  se 
explica  cómo  el  primero  adquiriera  el  color  negro,  en 
lugar  del  último  que,  según  la  Sagrada  Escritura,  fué 
el  maldecido  en  la  persona  de  su  padre. 

Otros,  que  también  han  tratado  en  la  materia,  su- 
ponen que  la  negrura  de  los  Etiopes  proviene  del 
violentísimo  calor  del  sol  en  aquella  tierra,  que  los 
tuesta  y  abrasa;  sin  reflexionar  qu^*,  en  África»  existen 
regiones  tan  templadas  como  en  otros  Continentes,  y 
que  en  América  hay  lugares  tan  ardientes  como  los  de 
la  Etiopía,  sin  quej  por  eso^  los  habitantes  de  esas  úl- 
timas latitudes  tengan  la  cutis  negra. 

En  fin,  otro  erudito  autor,  Fray  Gerónimo  Feijoó 
que  ha  terciado  en  esta  cuestión,  opina  también  que 
la  negrura  de  los  Africanos  tiene  por  origen  la  influen- 
cia climatérica  del  país  que  habitan. 

Todas  las  erróneas  opiniones  que  preceden  deben 
desecharse  por  no  estar  fundadas  en  la  razón.  A  nues- 
tro humilde  juicio,  el  color  negro  de  la  piel  de  los  Afri- 
canos, proviene  de  la  existencia,  en  esos  individuos, 
de  una  sustancia  negra  en  la  red  celulosa  que  se  halla 
debajo  de  la  piel  ó  epidermis,  y  se  conoce,  entre  los 
anatómicos,  con  el  nombre  de  tejido  reticular  ó  cuti- 
cular: esta  membrana  es  inorgánica;  carece  entera- 
mente de  fibras,  vasos  y  nervios,  y  s^  considera  como 
un  producto  de  secreción  del  dermis,  ó  una  parte  del 
cuerpo  mucoso,  desecado  por  la  acción  del  aire,  que 
sirve  Cómo  de  barniz  á  toda  la  piel.  Esta  sustancia 
negra  no  existe,  consiguientemente^  en  el  tejido  ó  red 


DE  AMÉRICA  173 


celulosa  que  se  halla  bajo  la  piel  de  los  hombres  blan- 
cos. 

Por  lo  tanto,  los  despropósitos  emitidos,  tocante  á 
los  negros,  por  los  escritores  citados,  nos  conducen  á 
emitir  nuestra  opinión  al  respecto,  en  el  sentido  de 
que  Dios  ha  creado,  para  cada  raza,  lo  repetimos,  su 
respectiva  pareja  en  diferentes  puntos  del  Globo,  sien- 
do la  América  uno  de  esos  puntos  de  creación;  de  don- 
de resulta  que  sus  primitivo3  habitantes  fueron  autóc- 
tonos, como  lo  fueron  también  los  de  la  raza  blanca 
de  Europa,  los  de  la  raza  amarilla  de  Asia,  los  de  la 
raza  morena  del  Indostán,  y  los  de  la  raza  negra  de 
África.  Debemos  establecer  aquí  un  principio  quetie- 
ne  razón  de  ser  y  que  es  incuestionable. 

Según  nos  enseña  la  Sagrada  Escritura^  el  Cria- 
dor del  Universo  mandó  el  Diluvio  Universal  para  cas- 
tigo del  Género  Humano,  por  la  perversidad  de  sus 
costumbres,  ordenando  previamente  á  Noé  que  cons- 
truyera una  arca  para  salvarse  él  con  su  familia  y  los 
animales  destinados  á  repoblar  la  Tierra, 

Si  Dios,  que  es  Omnipotente  y  Todopoderoso, 
quiso  que  se  salvara  del  cataclismo  universar  una  ó 
más  parejas  de  la  raza  blanca  (suponiendo  que  Noé  y 
8u  familia  fueran  descendientes  de  Adán  y  Eva),  pudo 
hacer,  del  mismo  modo,  con  su  gran  poder,  que  se  sal- 
vara también  del  Diluvio,  una  ó  más  parejas  de  cada 
una  de  las  demás  razas,  ó  sea,  la  amarilla,  la  roja,  la 
morena  y  la  negra,  á  fin  de  qu  d  no  solamente  la  raza 
blanca,  lino  también  las  demás,  pudieran  repoblar  la 
Tierra  después  del  Diluvio, 


174  ORIGEK  DE  LOS  INDIOS 

^  Tocante  á  la  habitabilidad  antediluviana  del  Nue- 
vo MundOi  hay  que  fijarse  en  otra  consideración.  No 
hay  duda  de  que  el  Criador,  al  formar  el  Planeta  Te- 
rrestre, tuvo  la  mira  de  que  todo  él  fuese  habitado:  en 
tal  virtud,  no  es  lógico  ni  verosímil  suponer  que  el 
Continente  americano,  que  forma  una  extensa  por- 
ción de  la  superficie  de  ese  mismo  Planeta,  lo  hubiese 
dejado  Dios  inhabitado  durante  1656  años  que,  según 
la  cronología  del  texto  hebraico  del  Génesis,  trascu- 
rrieron desde  la  Creación  del  Mundo  hasta  el  Diluvio 
Universal  (1),  pues  ese  texto  bíblico,  en  su  cap,  IX  es 
tan  explícito  al  respecto,  que  dice:  Creced  y  multipli- 
caos y  poblad  la  Tierra»  En  cumplimiento  de  este 
precepto  divino,  incuestionable  es,  que  la  América  co- 
mo los  demás  continentes  terrestres,  fuera  habitada 
desde  la  Creación  del  Mundo;  supuesto,  que  nos  permi- 
te retroceder,  nuevamente,  á  la  cuestión  de  la  autoc- 
tonía de  los  primitivos  habitantes  del  Continente 
americano,  que,  según  opinión  de  algunos  poliphiletei, 
es  indudable  que  descendieron  de  una  pareja  distinta 
de  la  de  Adán  y  Eva  (2), 


(1)  Esto  es,  según  el  Génesis;  pero,  según  opinión  de  algunos  sabios 
etnógrafos,  la  Creación  del  Mundo  data  de  millones  de  años  antes  del  Di- 
luvio iJniversal.  ^  , 

(2)  El  Rev.  Padre  Fr.  Pedro  Simón,  historiador,  que  apesar  de  su  es- 
tado sacerdotal,  es  imparcial  en  esta  materia,  opina  también  que  la  Amé- 
rica fué  poblada  antes  del  Diluvio  Universal;  al  efecto,  refiere  un  hecho 
que  si  fuere  cierto,  no  dejaría  duda  alguna  sobre  tal  teoría.  Pero,  como 
este  hecho  no  deja  de  ser  alguna  patraña  de  las  muchas  que  ciertos  es- 
critores han  derramado  sobre  el  Nuevo  Mundo,  y,  en  este  caso,  para  pro- 


Í)E  AMésiCA  Í75 


otra  prueba  que,  lin  contradicción,  se  puede  tam- 
bién aducir  en  apoyo  de  la  autoctonía  del  Hombre  an- 


bar  que  en  el  Perú  hubo  hombre»  antes  del  Diluvio,  advertiremos  que  solo 
por  mera  curiosidad  informativa  vamo»  á  trascribir  el  pasaje  que  al  res- 
pecto se  refiere  el  P.  Pedro  Simón: 

En  el  tomo  I,  cap.  X,  pág.  21  de  sus  «Noticias  Historiales  de  las  Con- 
(juistas  de  Tierra  Firme  en  las  Indias  Occidentales,»  dice:  "Lo  que  más 
alumbra  á  que  nos  inclinemos  á  este  parecer  de  que  íueron  habitadas  estas 
tierras  antes  del  Diluvio,  son  las  señales  y  rastros  de  que  en  ella  se  han 
hallado  tan  eficaces,  que  no  dan  lugar  á  que  ft  imagine  otra  cosa;  porcfuc 
junto  al  Callao,  que  es  el  puerto  de  la  ciudad  de  Lima,  en  el  Perú,  á  los 
primeros  principios  que  se  descubrió  aquel  Reino,  buscando  en  unas  monta- 
ñas, por  unos  rastros  que  se  descubrieron,  unas  minas,  trastornando  tierra 
y  metiéndose  por  el  socabón  debajo  del  cerro,  se  encontraron  con  un  navio 
que  tenía  encima  la  gran  máquina  del  cerro,  y  no  convenía  con  su  hechura 
y  traza  con  los  nuestros,  por  lo  cual  se  juzgó  que  en  el  Diluvio  había  que- 
dado encerrado  debajo  de  aquella  inmensidad  de  tierra  que  trajo  allí  la 
fucría  de  las  aguas."  Y  prosigue  el  Rev.  P.  Fr.  Pedro  Simón:  "Otra  cosa 
al  modo  de  évSta  se  halló  el  año  de  mil  y  seiscientos  y  cuatro,  cerca  de  la 
ciudad  de  México,  en  Nueva  España,  trasminando  un  cerro  tan  alto  que 
tiene  de  subida  más  de  una  buena  legua,  y  otro  tanto  de  bajada,  para  por 
allí  desaguar  la  laguna  en  que  está  fundada  la  ciudad,  por  no  verse  en  los 
peligros  que  poco  antes  había  tenido  con  crecidas  é  inundaciones.  Yendo 
los  gastadores  prosiguiendo  en  su  mina  (que  se  hacía  por  la  traza  é  inge- 
nio de  Enrique  Martín,  gran  matemático  y  astrólogo,  y  por  orden  de  don 
Luis  de  Yelasco,  Virey  de  aquella  ciudad) ,  cuando  llegaron  como  á  la  mi- 
tad de  ella,  que  casi  venía  á  ser,  estando  perpendicular,  correspondiente  á 
á  la  cumbre  del  cerro,  hallaron  \in  colmillo  ó  diente  de  elefante,  enterrado 
en  tierra  blanda;  el  cual,  con  los  muchos  días  que  había  estado  allí  el  marfil, 
lo  tenía  comido  por  algunas  partes  y  quebrado  por  dos;  de  manera  que 
estuvo  hecho  tres  pedazos,  y  juntos,  de  suerte  que  se  echaba  d'e  ver  haber 
sido  todo  uno  y  tener  de  largo  seis  cuartas.  Este  colmillo  ó  diente  se  sacó 
y  mostró  á^todos,  juzgando  había  quedado  allí  enterrado  el  animal  que  lo 
crió,  cuando  el  Diluvio  ahogó  á  los  demás  y  á  él;  de  la  cual  especie  de  ele- 
fantes debió  de  haber  habido  allí  entonces,  porque  después,  acá  no  se  ha- 
llan, ni  aún  rastro  de  ellos  en  toda  la  Nueva  España,  ni  en  todas  las  Indias 
Occidentales." 

£dtc  último  hecho  referido  por  el  Padre  Pedro  ^iiíXóü,  quisa  tenga  al* 


i  76  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

tediluviano  en  el  privilegiado  Continente  americano, 
además  de  los  corpulentos  paquidernos,  esqueletos 
humanos  y  herramientas  de  pedernal  encontrados  en 
BU  suelo,  es  que  este  mismo  Continente  tiene  un  sinnú- 
mero de  producciones  especiales  y  propias  de  los  tres 
reinos  de  la  Naturaleza,  que  muchas  de  éstas  no  se 
encuentran  en  los  Antiguos  Continentes,  y  que  el  Su- 
premo Hacedor  del  Universo  no  habría  puesto  aque- 
llas con  tanta  expl^ndidez  en  América,  si  este  suelo 
hubiere  permanecido  inhabitad®. 

En  efecto,  maravilloso  es  todo  lo  creado  en  el 
Continente  americano,  que  supera  en  extensión  á  cada 
uno  de  los  otros  cuatro,  pues  por  si  solo,  representa 
una  tercera  parte  del  Globo  habitado  (1), 

Sus  cadenas  inmensas  de  cordilleras  son  1  s  más 
gigantescas  del  Orbe,  pues  abrazan  toda  la  longitud 


guii  viso  de  verdad,  y  á  este  propósito,  disiparemos  la  duda  de  haber  exis- 
tido en  América  el  elefante  en  tiempos  antediluvianos.  En  efecto,  última- 
mente, en  Agosto  de  1912,  el  cuerpo  de  profesores  de  la  Universidad  del 
Cuzco  hizo  una  excursión.científica,  y  logró  descubrir  en  Ayusbamba,  pro- 
vincia de  Paruro,  dos  colmillos  de  elefante,  fosilizados,  de  una  vara  de 
largo,  como  también  cuatro  costillas  en  estado  de  completa  fosilización,  y 
muchos  otros  huesos  del  mismo  animal.  » 

(1)  L«.  América  se  extiende  desde  los  56°  58'  Sud  hasta  los  70°  de  la- 
titud Norte.  Se  divide  en  dos  grandes  penínsulas  que  se  juntan  hacia  los 
8°  de  latitud  Norte  por  el  Istmo  de  Panamá  ó  de  Darién.  Sus  costas  son 
bañadas  por  los  dos  más  grandes  mares:  el  Océano  Atlántico,  que  la  sepa- 
ra de  Europa  y  de  África,  y  el  Océano  Pacífico  que  la  separa  de  Asia  y 
Oceanía,  haciendo  de  este  Continente  la.  parte  más  favorable  del  Glo- 
bo para  el  comercio  y  para  la  navegación.  La  extensión  de  América, 
según  los  geógrafos,  es  de  15,000,000  de  millaa  cuadradas,  equivalente  ó 
6,000,000  de  leguaii 


DE  AMÉRICA  177 


del  Continente,  desde  el  Mar  Glacial  hasta  la  Tierra 
del  Fuego,  habiendo  algunas  montañas  que  tienen  más 
de  20,000  pies  de  elevación  y  cuyas  cimas  están  per- 
petuamente coronadas  de  nieve;  sus  ríos  son  también 
los  más  extensos  y  caudalosos,  y  los  de  corriente  más 
torrentosa  y  formidable  que  se  conocen,  teniendo  algu- 
nos de  ellos  más  de  mil  leguas  de  extensión;  sus  nume- 
rosos volcanes  elevadísimos,  que  son  fanales  encendi- 
dos por  la  Naturaleza^  hacen  erupciones  tremendas 
que  se  oyen  á  más  de  doscientas  leguas  de  distancia^ 
cuyos  extragos  causan  la  ruina  de  grandes  poblaciones; 
en  sus  frondosas  é  impenetrables  selvas  vírgenes  y  en 
sus  espesos  bosques  jamás  penetran  los  rayos  del  sol, 
por  la  tupidez  de  su  follaje  y  su  lujurienta  belleza  de- 
sordenada y  grandiosa;  ""sus  extensos  valles  son  pro- 
fundos y  deliciosos,  designándose  con  el  nombre  de 
sabanas  ó  praderas;  sus  desiertos  ó  pampas  inmensas 
de  arena  movediza,  desprovistas  de  vejetación  y  mo- 
radores, pueden  compararse  á  los  de  África  y  Asia; 
sus  lagos  mayores,  algunos  de  ellos  muy  elevados,  co- 
mo el  Titicaca,  que  se  halla  situado  en  una  meseta  de 
la  Cordillera  de  los  Andes,  á  12,000  pies  de  elevación 
sobre  el  nivel  del  mar,  y  otros  lagos  de  más  de  25  á 
30,000  millas  cuadradas  y  más  de  cien  leguas  de  lon- 
gitud, pueden  considerarse  como  mares  interiores;  sus 
archipiélagos  estupendos,  que  constan  de  las  más  gran- 
des y  ricas  islas  del  Mundo;  sus  numerosas  aguas  ter- 
males que  brotan  del  seno  de  la  tierra  en  una  elevada 
temperatura,  son  tan  benéficas  y  maravillosas  para  la 
curación  de  gran  número  de  enfermedades;  su»  golfoi 
39 


178  ORIGEN  De  los  indios 


y  bahías,  que  son  los  mayores  que  se  conocen;  sus  di- 
versos climas,  qtie  comprenden  las  producciones  de 
todas  las  zonas  y  son  propicios  al  cultivo  de  casi  to- 
das Jas  plantas  de  otros  Continentes,  á  más  de  una 
multitud  de  otras  producciones  que  le  son  peculiares; 
sus  abundantes  minas  de  ricos  minerales,  cual  no  las 
posee  ningún  otro  continente,  porque  la  riqueza  de 
sus  innumerables  é  iaegotab^es  depósitos  mineralógi- 
cos son  fabulosos,  habiendo  producido,  desde  la  con- 
quista hasta  hoyj  más  de  siete  mil  millones  de  pesos  y 
sigue  produciendo  enormes  cantidades,  constatándose 
que  á  fines  del  siglo  xviii  se  contaban,  tan  sólo  en  el 
Perú,  770  minas  de  oro  y  plata  en  labor,  y  578  pron- 
tas á  ser  trabajadas,  sin  incluirlos  lavaderos  de  pro  y 
minas  de  azogue,  siendo  unatie  estas  últimas  la  repu- 
tada de  Huancavelica,  que  ha  rendido  inmensos  pro 
ductos;  su  magnificencia,  galanura,  exuberancia  y  lu- 
josísima vegetación,  que  es  asombrosa  en  tantas  espe- 
cies de  plantas  propias  de  este  Continente;  su  zoología 
variada  y  diversa  de  la  de  otros  países;  todo,  en  una 
palabra,  es  más  grandioso,  más  sublime  y  más  majes- 
tuoso en  el  Continente  americano,  que  lo  es  en  los  de- 
más. La  obra  de  la  Creación  se  presenta  allí  con  todo 
BU  imponente  aspecto,  y  en  medio  de  esta  salvaje  y 
virgen  vegetación,  el  naturalista  experimenta  puros  y 
suaves  goces,  que  no  se  pueden  comparar  con  los  que 
proporcionan  las  agitadas  y  bulliciosas  capitales. 

"En  -América  -  ha  dicho  un  viajero  eminente -la 
Naturaleza  entera,  animada  é  inanimada,  tiene  el  se- 
llo de  la  grandiosidad  y  reviste  un  carácter  de  majeg 


i 


DK  AMÉRICA  179 


tad  y  formas  tan  colosales,  que  sería  en  vano  buscar- 
lai  en  cualquiera  otra  parte  del  Globo." 

Valiéndonos  también  de  la  expresión  de  otro  es- 
critor contemporáneo:  "Parece  que  el  Autor  de  la 
Naturaleza  quiso  hacer  gala  de  su  grandeza  y  pode- 
río al  dejar  salir  de  sus  manos  el  Continente  de  Amé- 
rica." 

Por  lo  tanto,  no  es  concebible  que  semejante  pro- 
digalidad y  munificencia  divina,  lo  volvemos  á  repe- 
tir, hubiera  sido  concedida  por  el  Omnipotente  para 
que  ese  suelo  privilegiado  permaneciera  inhabitado  la 
larga  serie  de  siglos  que  trascurrieron  desde  la  Crea- 
ción hasta  el  Diluvio;  por  eso  mismo,  debemos  creer 
que  los  hombres  que  habitaron  ese  paradisíaco  Hemis- 
ferio en  tan  dilatado  trascurso  de  tiempo,  fueron  de 
raza  autóctona. 

Para  patentizar  los  inmensos  tesoros  que  la  Amé- 
rica encierra  en  su  suelo,  señalamos  en  seguida,  si  no 
todas,  á  lo  menos  gran  parte  de  las  producciones,  que, 
con  mano  pródiga  donó  el  mismo  Criador  al  Continen- 
te americano,  para  provecho  del  Hombre;  pues  si  fué- 
ramos á  enumerarlas  todas,  habría  necesidad  de  ha- 
cer un  abultado  volumen.  No  dudamos  que  la  si- 
guiente nomenclatura  sea  de  algún  interés,  pues  por 
ella  se  puede  apreciar  la  riqueza  fabulosa  del  Nuevo 
Mundo  en  sus  tres  reinos  de  la  Naturaleza, 

REINO    MINERAL 

Bien  sabido  es  que  en  el  Reino  Mineral,  ningún 
otro  Continente  es  tan  rico  como  el  de  América,  pues 


180  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

todos  los  metales,  priacipalmente  el  oro  y  la  plata,  se 
encuentran  en  suma  abundancia  encerrados  en  el  seno 
de  sus  montañas.  Las  grandes  cantidades  de  oro, 
plata  y  otros  metales  que  se  han  extraido  de  Améri- 
ca, tanto  por  los  indígenas,  antes  de  su  descubrimien- 
to, cuanto  durante  la  conquista  y  el  largo  período  del 
coloniaje,  y  las  muchas  cantidades  que  se  siguen  ex- 
trayendo hasta  el  día,  se  elevan  á  una  suma  extraor- 
dinariamente crecida,  que  se  puede  estimar  en  incal- 
culables millones  de  pesos,  sin  que  por  eso  se  hayan 
agotado  las  minas  de  esos  preciosos  metales.  lEl  afa- 
noso minero  no  ha  logrado  más  que  deshojar  la  super- 
ficie de  cuantoi  veneros  están  guardados  dentro  de  la 
colosal  muralla  del  Nuevo  Mundo,»  (1) 

Para  formarse  una  idea  de  la  riqueza  de  América, 
en  su  Reino  Mineral^  citamos  en  seguida,  por  orden 
¡alfabético,  algunos  de  esos  productos,  la  mayor  parte 
nativos,  para  luego  enumerar  los  del  Reinó  Vegetal  y 
del  Reino  Animal: 

Alabastro^  piedra  de  yeso,  blanca,  poco  dora,  trasparerte, 
y  de  textura  fibrosa  y  quebradifa. 

AlbajaldCj  parecido  al  yeso  mate,  aunque  más  azul  y  pesa- 
do: se  obtiene  del  plomo  reducido  por  los  vapores  del 
vinagre. 

Alcalif  mineral  vitriolado  que  se  llama  también  Sal  Mirable. 

Alumbre^  que  se  encuentra  en  cristales,  parecido  á  las  rocas 
por  su  figura. 


(1)    Mariano  E.  de  Rivero  :  Colección  de  Memorias  Cieatíñcas,  to- 
mo I|  pág.  lY  dd  t Prólogo.» 


Dt  AMÉRICA  181 


Álíiminiam,  sustancia  metálica  que  se  produce  bajo  la  for- 
ma de  tin  polvo  gris,  en  el  qae  hay  mezcladas  algunas 
piedrecitas  relucientes. 

Amalgamados,  son  a^go  abundantes  los  minerales  amal- 
gamados como:  Arseniatos  de  fierro,  de  plata  y  de  plo- 
mo; Carbonates  de  fierro,  de  plom^,  de  magnesia,  de  sosa 
y  de  arsénico  ú  oro  pimiento ;  Cloruros  de  plata  y  de  plo- 
mo; Hidrosilicato  de  cobre;  Olidos  de  cobre,  de  fierro,  de 
antimonio  y  de  manganeso;  Oxígenos  de  plata  y  de  plo- 
mo; Jamesonitas  6  sulfates  de  antimonio  y  de  plata; 
Peróxidos  de  fierro  y  de  manganeso;  Protóxido  de  man- 
ganeso; Sulfates  de  plata,  de  cobre,  de  fierro,  de  plomo, 
de  sosa,  de  sntimonio,  de  magnesia,  de  zinc,  de  manga- 
neso j  de  arsénico;  y  muchos  otros  minerales  amalga- 
mados. 

Ámbar  gris  ó  Betáa  líquido,  sustancia  aromática,  dotada 
de  un  olor  suave  y  penetrante. 

Amianto,  mineral  de  hilos  delgados  en  filamentos  prolonga- 
dos, finos,  flexibles  y  elásticos. 

Antimonio,  cuerpo  metálico,  de  color  grisado  muy  brillan- 
te, de  textura  laminosa,  medianamente  duro  y  demasia- 
do frágil. 

Arcilla,  greda,  tierra  que  los  alfareros  usan  para  fabricar 
las  vasijas  de  barro;  es  pesad»,  g* asienta,  compacta,  te- 
nas y  dúctil  cuando  está  humedecida. 

Arsénico,  metal  de  color  gris  de  acero,  muy  quebradizo  y  fá- 
cilmente pulverizable,  muy  propenso  á  oxidarse. 

Asfalto  ó  Betún  dcjudea,  masa  compacta,  betuminosa,  in- 
flamable, sólida  y  lustrosa,  comunmente  negra  ó  pardo- 
oscuro;  en  América  existen  lagcs  de  esa  sustancia. 

Azogue  ó  Mercurio,  especie  de  metal  blanco-argentino,  pon- 
deroso, extraordinariamente  voluble,  versátil  ó  movi- 
ble en  estado  líquido  y  que  se  mantiene  naturalmente 
fluido;  muy  usado  para  beneficiar  la  plata  amalgama- 
da; es  nativo  solo  del  Perú  y  de  México. 


182  ORIGEN  BE  LOS  INDIOS 

Azufre,  sustancia  mineral  de  color  amarillo,  que  se  halla  en 
masa  ó  cristalizado  con  distintas  formas,  quebradizo, 
lijero  y  algo  craso  al  tacto. 

Bismut  ó  Bismuto,  metal  de  color  blanco  plateado  algo  ti- 
rante á  rojo,  cuya  superficie  presenta  á  veces  cambiante 
de  azul  y  rejo,  es  poco  duro  y  muy  pesado. 

Cal,  tierra  alcalina  que  generalmente  se  encuentra  combina- 
da con  algunos  ácidos,  especialmente  con  el  carbónico. 

Calamina,  masas  compactas,  concretas  6  terrosas,  á  veces 
celulares  y  formadas  en  gran  parte  de  silicato  de  zinc, 
casi  siempre  mezcladas  de  carbonato  del  nrísmo  metal  y 
que  constituyen  el  mineral  de  zinc  más  importante  por 
la  facilidad  de  su  explotación. 

Cinabrio  6  Vermellón  en  bruto,  mineral  precioso  combina- 
do de  azufre  y  de  mercurio;  también  se  Uama  Mercurio 
Sulforado. 

Cobalto^  metal  de  color  blanco-argentino,  ligeramente  dúc- 
til, poco  fusible  y  algo  magnético,  que  comunmente  se 
encuentra  mineralizado  en  el  arsénico  y  otros  metales. 

Cobre,  metal  más  duro  que  el  oro  y  la  plata,  algo  menos 
dúctil  que  estos  dos  metales,  de  color  que  tira  á  rojo;  es 
nativamente  sólido,  brillante,  muy  maleable,  más  duro 
y  elástico  que  la  plata,  más  fusible  que  el  oro.  Hay  mi- 
nas de  ese  metal  en  México,  Chile,  Brasil  y  Estados  Uai- 
dos  del  Norte,  principalmente  en  el  Perú. 

Espato  calcáreo,  piedra  calcinada,  más  ó  menos  traspa- 
rente, que  se  llama  también  Carbonato  de  Cal. 

Estaño,  metal  considerablemente  más  duro,  dúctil  y  brillan- 
te  que  el  plomo,  de  color  semejante  al  de  la  plata,  aun- 
que más  oscuro;  es  nativo  de  México. 

Feldespato,  piedra  cristalizada  blanquecina  ó  de  color  de 
carne. 

Galena,  metal  compuesto  de  plomo,  de  azufre,  más  algunas 
materias  terrosas,  y  que  tiene  un  brillo  metálico  seme- 
jante al  del  plomo  recién  cortado. 


DE  AMÉRICA  183 


Greda,  mineral ^que  se  presenta  en  varios  colores:  amarilla, 
blanca  y  negra  y  que  sir?e  para  pintoras. 

Grafito  ó  Plombdjína,  mineral  también  llamado  Lápiz- 
plomo,  de  la  naturaleea  del  Talco. 

Granito,  roca  6  piedra  berroqueña,  formada  por  la  reunión 
de  pedacitos  de  tres  ó  cuatro  especies  heterogéneas,  que 
suelen  ser  el  feldespato,  el  cuarzo  y  la  mica. 

Hierro,  cuerpo  simple  metálico,  que  se  halla  combinado  coü 
el  oxígenq,  con  el  a«ufre,  con  varios  ácidos,  ó  en  fin  en  el 
estado  puro  ó  nativo;  es  tenaz,  dúctil  y  maleable,  de  co- 
lor gris  que  tira  á  negro,  por  el  exterior,  y  en  el  interior, 
de  color  gris  claro  metálico,  inclinado  á  blanco  de  pla- 
ta; es  abundante  en  toda  la  América. 

Hulla  ó  Carbón  de  piedra,  sustancia  bituminosa,  terrea, 
dura  é  inflamable,  de  color  oscuro  y  casi  negro;  hay  mi- 
nas de  este  combustible  en  el  Perú  y  Estados  Unidos  de 
Norte  América. 

Iwán  ó  Hierro  oxidado  magaéticOt  de  color  gris  oscuro  y 
que  tiene  la  propiedad  de  dirigirse  hacia  el  Norte,  de 
atraer  el  hierro,  y  de  comunicarle  su  facultad  atractiva; 
en  México  hay  montes  enteros  de  este  mineral. 

ItltU  6  Piedra  de  pavos,  es  semi-diáfana,  de  contextura  vi- 
trea y  color  generalmente  negro,  á  veces  blanco  y  azul. 
Los  indios  Mexicanos  la  apreciaban  mucho,  pues  hacían 
con  ella,  espejos,  cuchillos,  lancetas,  navajas  de  afeitar 
y  aún  espadas. 

Kaolia,  tierra  para  porcelana,  entremezclada  con  unoscuer* 
pecilJos  resplandecientes  y  como  cristalizados. 

Magnesio,  metal  parecido  á  la  plata,  blanco,  sólido  y  más 
pesado  que  el  agua. 

Manganesa,  de  color  ceniciento,  muy  duro  y  quebradizo. 

Mármol,  piedra  calcárea,  muy  dura  y  compacta;  en  Améri- 
ca hay  innumerables  especies  de  diversos  colores  y  jas. 
pea;  es  nativa  y  se  encuentra  en  masas  inmensas  y  com- 
pactas, llegando  fi  formar  montanas  enteras, 


184  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

Monaziia,  mineral  del  que  se  extrae  el  Mesotorio,  Bustancia 
muy  eficaz  para  la  cura  del  cáncer,  y  qtie  está  destinada 
á  ser  el  rival  del  radio,  por  ser  de  un  precio  a'go  más  ba- 
jo que  éá»te. 

Nafta,  especie  de  betún  líquido,  trasparente,  lijero  y  muy  in- 
flamable, de  un  color  amarillento,  que  se  encuentra  so- 
brenadando en  el  agua. 

Niqnel,  metal  muy  duro,  de  un  color  parecido  al  de  la  plata 
y  al  del  estaño,  que  tiene  propiedades  magnéticas  como 
el  hierro,  aunque  en  mencs  grado. 

Oro^  es  el  más  rico  metal,  y  es  tan  abundante  en  América, 
principalmente  en  el  Perú  y  en  México,  que  en  algunas 
minas  se  han  sacado  pepas  de  oro  nativo  que  han  pesa- 
do más  de  una  arroba:  los  cronistas  antigües  cuentan 
como  un  caso  extraordinario,  que  en  la  Isla  Española  ó 
de  Santo  Domingo  se  encontró,  al  principio  de  la  Con- 
quista, en  el  río  Hajna,  una  pepa  de  oro  que  pesaba 
más  de  3,000  castellanos,  que  es  más  de  arroba  y  media; 
más  común  ha  sido  encontrar  pepitas  de  100,  200  y  300 
castellanos:  también  hay  en  América  abundantes  lava- 
deros de  este  precioso  metal,  en  los  lechos  de  los  ríos  6 
de  los  arroyos,  lavaderos  de  los  que  se  sacan  pepitas  en 
cantidad  bastante  considerable;  pero,  generalmente,  el 
oro  se  encuentra,  casi  siqpipre,  en  las  minas  aleado  con 
otros  metales,  con  la  plata  y  la  mayor  parte  de  las  piri- 
tas: es  el  metal  más  dúctil  y  más  tenaz  que  todos  los 
demás,  presentando  un  color  amarillo  más  ó  menos  pu- 
ro, tirando  algunas  veces  al  blanco  amarillento,  al  ver- 
de ó  al  rojo,  y  e3  el  más  pesado  de  todos  los  metales,  si 
se  exceptúa  el  platino. 

Petróleo^  betún  líquido,  negruzco,  craso,  de  olor  resinoso 
fuerte,  que  sa  halla  en  el  seno  de  la  tierra;  en  América 
hay  ricas  minas  de  este  producto,  principalmente  en  la 
costa  del  Pexú  y  en  Estados  Unidcs  de  Norte  América. 

¡hiedra  pómez,  sustancia  calcárea,  esponjosa  y  liviana. 


DE  AMÉRICA  185 


Piedra  de  Berengaela  ó  de  Huamanga,  casi  tan  blanca  co- 
mo el  alabastro:  es  originaria  del  Perú. 

Pizarra,  sustancia  de  color  negruzco,  opaco,  muy  poco  relu- 
ciente-, mediamente  duro,  que  se  rompe  fácilmente,  segre- 
gándose  en  hojas,  no  pesado  y  algo  frío  al  tacto. 

Plata,  en  algucas  minas  de  América  se  encuentra  la  plata 
nativa  ó  pura,  en  ramas  divergentes,  eñ  filamentos,  en 
láminas  y  en  masas  más  ó  menos  considerables;  además, 
el  mineral  de  plata  se  encuentra  en  diferentes  formas  y 
amalgamada  con  otros  minerales,  como  plata  mercu- 
riada,  iodurada  y  antimoniada,  areeLicada,  sulfurada, 
bromurada,  carbonatada,  y  con  otras  sustancias:  la  pla- 
ta es  blanca,  sonora,  dúctil,  y  es  el  metal  más  precioso 
después  del  oro  y  de  la  platina.  Les  principales  minera- 
les de  plata  se  encuentran  en  México  y  en  el  Perú,  ha- 
biéndose sacado  de  este  último  territorio,  barras  de  plata 
maciza  del  peso  de  25  kilogramos.  La  cantidad  de  pla- 
ta que  se  extrae  anualmente  del  Continente  de  América, 
es  más  ó  menos  de  34  á  35.000,000  de  pesos.  El  valor 
de  la  plata  sacada  en  solo  el  Perú,  desde  1630  hasta 
1803,  se  ha  computado  en  un  billón  doi3cientos  treinta  y 
dos  millones  de  pesos.  La  Historia  refiere  que  hasta  el 
siglo  XYII  era  tan  abundante  la  jplata  en  el  Perú,  que 
en  las  grandes  festividades  religiosas  de  la  capital  de 
Lima,  las  calles  por  donde  tenía  que  pasar  la  procesión 
de  las  comunidades  monásticas,  estaban  cubiertas  de 
barras  de  plata  por  valor  de  setenta  y  cinco  millones. 

Platina,  metal  blanco  tan  duro  como  el  oro,  y  el  más  pesa- 
do de  todos,  llamado  también  Oro  Blanco,  muy  aguda, 
resistente  á  la  acción  de  todos  los  ácidos  simples;  es  na- 
tivo de  Colombia  y  del  Brasil. 

Plomo,  metal  que  más  pesa,  después  del  oro  y  la  platina;  es 
dúctil,  maleable,  blando,  fusible,  de  color  gris  lijeramen- 
te  tirante  á  uña  especie  de  azulj  que  en  combinación  con 
24 


186  ORIGEN  DÉ  LOS  ÍNDÍOS 

II  A 

loi  ácidos  forma  diversos  sales  venenosos;  es  nativo  de 
México,  Perú,  Brasil  y  Estados  Unidos  septentrionales. 

Sal  común  ó  Sal  gema,  sustancia  dura,  soluble  en  el  agua, 
de  sabor  penetrante,  compuesta  de  ácido  hidroclórico  y 
de  sosa;  aunque  generalmente  se  extrae  del  agua  del 
mar  por  evaporación,  se  encuentra  en  estado  consisten- 
te en  algunos  terrenos,  principalmente  en  la  América  del 
Sur,  donde  las  salineras  son  muy  abundantes. 

Salitre^  sal  compuesta  de  ácido  nítrico  y  de  potasa,  que  se 
encuentra  en  forma  de  agujas  y  de  polvillo  blanquinoso, 
de  color  algo  gris,  de  sabor  fresco,  amargo  y  desagra- 
dable: en  el  sud  del  Perú  existen  grandes  salitreras  ina- 
gotables que  ocupan  pampas  enteras  y  que  han  dado* 
grandes  rendimientos,  primero  al  Perú,  y  actua.)mente 
á  Chile. 

Talco,  sustancia  terrea,  flexible,  untuosa  al  tactoi  que  se 
presenta  generalmente  en  forma  de  hojuelas  sobrepues- 
tas, de  color  blanco  y  fácilmente  separables. 

Uranio,  mineral  del  que  se  extrae  el  radio,  tan  eficaz  para  la 
cura  del  cáncer.  El  radio  es  una  sustancia  de  muy  alto 
precio,  pues  la  onea  importa  más  de  ochenta  mil  pesos. 

Vanadium,  mineral  descubierto  en  el  Perú  por  el  sabio  Rai- 
mondi,  que  tiene  las  cualidades  de  aumentar  la  resisten- 
cia y  la  ductilidad  del  acero  y  del  hierro,  y  otras  apli- 
caciones, propio  para  las  construcciones  navales  y  la  fa- 
bricación de  armas. 

Vitriolo  líquido,  sustancia  mineral  que  siempre  conserva  su 
estado  líquido,  sin  poderse  coagular. 

Yeso  ó  Gypse,  especie  de  piedra  no  muy  dura,  la  cual  pro- 
piamente se  llama  así  después  de  quemada  y  dispuesta, 
como  la  cal,  pero  con  la  cualidad  contraria  á  ella,  pues 
se  endurece  y  cuaja  con  el  agua,  mientras  que  la  cal  se 
deshace  con  ese  líquido;  es  muy  abundante  en  muchos 
lugares  del  Perú* 

Zinc,  sastancia  metálica  de  color  blanquizco,  que  se  extrae 


DE   AMÉRICA  187 


de  la  calamina  y  otros  minerales;  es  lustroso,  algo  asa- 
lado,  menos  fusible  qne  el  estaño  ó  el  plomo. 

Tampoco  faltan  en  América,  piedras  preciosas^ 
encontrándose  en  las  minas  las  siguientes: 

Amatista,  piedra  trasparente  de  color  violado:  hay  en  el 
Brasil. 

Azabache,  el  más  compacto  y  sólido  de  los  carbones,  de  nn 
negro  lustroso,  bastante  duro. 

Berilio,  especie  de  esmeralda,  llamada  también  Agua  Orien- 
tal, cuyo  color  es  azul  hermoso,  sin  métela  de  verde. 

Calcedonia  6  Ágata:  casi  trasparente,  de  apariencia  vidrio- 
sa, á  veces  clara  y  lustrosa,  con  protuberancias  en  su  in- 
terior, y  otras  con  vetas  de  diversos  colores. 

Cornalina  especie  de  ágata  calcedonia,  silicosa,  de  color  en- 
carnado y  trasparencia  córnea. 

Crisólito,  piedra  preciosa,  menos  dura  que  el  topacio,  de 
color  amarillo  bajo  verdoso. 

Cristal  de  roca,  piedra  vistosísima,  especie  de  cuarto  blan- 
co y  trasparente,  que  se  halla  en  América  en  estado  na- 
tivo. 

Clialcíiicuite,  piedra  preciosa  de  varios  colores,  que  sólo  se 
encuentra  en  las  minas  de  América. 

Diamante,  piedra  en  extremo  preciosa  y  rica,  tersa,  lúcida, 
brillante,  diáfana  y  tan  sumamente  compacta  ó  imporo- 
sa, tan  fuerte  y  dura,  que  raya  todas  las  otras  piedras 
finas,  entre  las  cuales  descuella  como  la  más  preciada, 
codiciada  y  costosa,  después  de  abrillantada.  Entre  los 
diamantes,  que  son  pied.as  en  las  que  la  Naturaleza  pa- 
rece, haber  querido  reunir  todas  las  perfecciones,  hay  de 
matices  diversos,  amarillos,  rojos,  verdes,  azules,  par- 
dos y  aútí  negros  traslúcidos.  Los  diamantes  abrillan- 
tados tienen  un  precio  elevadísimo  en  joyería,  y  para 
computar  su  valor,  basta  decir,  que  cada  brillante  del 


188  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

peso  de  3  granos  vale  de  161^á  216  francos,  según  su 
calidad;  uno  de  4  granos  6  un  carat,  se  estima  de  240 
hasta  288  francos;  pasando  de  un  carat,  el  precio  au- 
menta mucho;  por  ejemplo,  una  piedra  de  6  granos  vale 
de  312  á  336  francos;  una  de  6  granos,  de  400  á  480 
francos;  una  de  12  granos  6  3  carats,  de  1680  á  1950 
francos;  una  de  16  granos,  de  2450  á  3120  francos,  V 
pasando  un  sólo  grano  más,  puede  llegar  su  precio  á 
3800  francos.  Les  diamantes  de  5  á  6  carats  son  ya  pie- 
dras muy  hermosas;  los  de  12  á  20  carats  son  muy  esca- 
sos, y  con  mayor  razón  los  de  peso  más  alto.  Tan  sola* 
mente  algunos  pasan  de  100  carats  (1). 


(1)  Hay  algunos  diamantes  históricos  de  mucho  valor,  que  por  su 
notabilidad  merecen  ser  mencionados,  pues  las  tradiciones  que  se  refieren 
á  ellos  son  fielmente  guardadas. 

El  famoso  é  incomparable  Diamante  Rey,  pesa  1730  carats;  es  del  ta- 
maño de  un  huevo  de  gallina,  oblongo,  proveniente  de  las  minas  del  Brasil- 
pertenece  á  la  Corona  de  Portugal:  es  estimado  en  la  crecida  cantidad  de 
23.000,000  de  francos. 

El  Diamante  Pitt  ó  Regente,  de  136  carats,  que  pertenece  á  la  Coro" 
na  de  Francia,  es  notable  por  su  forma  graciosa,  por  sus  hermosas  pro- 
porciones y  por  su  perfecta  limpieza  incolora;  pasa  por  ser  el  más  bello 
diamante  de  Europa,  pues  está  estimado  en  5.000,000  de  francos.         ^ 

El  Diamante  Sancy,  que. pesa  106  carats,  primero  perteneció  á  Jacobo 
II  de  Inglaterra,  después  á  Luis  XIV  de  Francia,  en  seguida  á  Luis  XV  y 
finalmente  al  Emperador  de  Rusia,  está  avaluado  en  3.125,000  francos. 

El  Diamante  Emperador  de  Austria,  que  pesa  139  carats,  presenta 
un  tinte  amarillento,  está  tallado  en  rosa  y  de  mala  forma,  y  justiprecia- 
do en  2.600,000  francos. 

El  Diamante  Orloff,  de  193  carats,  fué  extraído  y  robado  por  un  sol- 
dado francés,  de  uno  de  los  dos  ojos  del  ídolo  de  Seringham,  del  templo  de 
la  diosa  Brahma,  en  Pondichery  (Indostán)  y  adquirido  por  la  Imperatriz 
de  Rusia,  en  2.160,000  francos. 

El  Diamante  Rojo  de  rurí,  de  160  carats,  adquirido  por  el  Empera 
dor  de  Rusia  Pablo  T,  es  de  formn  perfecta,  y  está  avalorado  en  2.160,000 
francos. 

El  Diamante  Gran  Mongol,  que  pesa  123V^  carats,  primero  pertenc- 


DE  AMÉRICA  189 


Esmeralda^  piedra  preciosa  de  color  verde  intenso,  que  la- 
brada y  pulimentada,  despide  un  resplandor  mny  agra- 


ció al  Tesoro  de  Delhi,  y  en  seguida  al  de  Lahore:  en  1 850  las  tropas  ingle- 
sas, por  derecho  de  conquista,  se  posesionaron  de  esta  valiosa  piedra  y  la 
obsequiaron  al  Rey  de  Inglaterra;  su  valor  está  estimado  en  2.080,800 
francos.  

El  Diamante  Shah,  que  el  príncipe  Cosrhoés,  hijo  del  Shah  de  Persia 
Abbas-Miza,  regaló  al  Emperador  de  Rusia,  es  apreciado  en  1.126,000 
francos. 

El  Diamante  Rajah,  de  Matan,  de  367  carats,  que  perteneció  al  Rajah 
de  Borneo,  está  estimado  en  735,000  francos. 

El  Diamante  Pacha,  que  ha  pertenecido  al  Pacha  de  Egipto,  está  ta- 
sado en  700,000  francos. 

El  Diamante  Estrella  i>el  Sud,  proveniente  de  las  minas  del  Brasil, 
fué  estimado  en  120,000  francos. 

El  Diamante  Nassah,  está  avalorado  en  75,000  francos. 

El  Diamante  Imperatriz,  extraído  de  las  minas  del  Brasil,  perteneció 
á  la  Emperatriz  Eugenia  de  Montijo,  mujer  de  Napoleón  III:  es  estimado 
en  5(^,000  francos. 

El  Diamante  Duque  de  Toscana,  de  139  carats,  perteneció,  primero, 
á  Carlos  el  Temerario,  que  lo  perdió  en  la  batalla  de  Granzón;  encontrado 
por  un  suizo,  éste  lo  vendió  á  Ludo  vico  Sforza,  y  por  último  llegó  á  poder 
de  la  Corona  de  Austria:  está  avaluado  en  30,000  francos- 

El  Diamante  Florentino,  perteneció  á  los  Grandes  Duques  de  Tosca- 
na, y  ahora  pertenece  á  la  Corona  de  Austria:  está  también  tasado  en 
30,000  francos. 

Algunos  otros  diamantes  de  mucho  valor,  son  los  siguientes: 

Uno  que  perteneció  á  Napoleón  I,  que  lo  perdigó  en  la  derrota  de  W^- 
terloo,  cuyo  importe  era  de  varios  millones  de  francos,  y  que  recogido  por 
un  soldado  prusiano,  pertenece  hoy  á  la  Corona  de  Prusia. 

Otro,  de  color  verde  esmeralda,  de  540  carats,  que  forma  parte  de  las 
alhajas  de  la  Corona  de  Sajonia. 

Otro,  de  color  záfiro,  de  680  carats,  comprado  para  la  colección  de 
Mr.  Hope,  tasado  en  más  de  1.500,000  francos. 

Otro,  perteneciente  al  Virrey  de  Egipto,  estimado  en  760,000  francos. 
Otro,  encontrado  en  el  Brasil  por  un  esclavo,  cerca  de  Bogagcm,  -ava- 
lorado en  176,250  francos. 

Y  algunos  otros  /aás,  de  altos  precios,  que  no  han  llegado  á  nuestra 
conocimiento. 


190  ORIGEN  DB  LOS  INDIOS 

dable  á  la  vista:  es  propia  de  Estados  Unidos  de  Norte 
América  y  de  Colombia. 

Especularía^  piedra  negra,  muy  fina  y  trasparente,  que  solo 
se  halla  en  las  minas  de  América. 

GalastitCf  llamada  Piedra  de  Líche,  que  solo  se  halla  en 
América. 

Girasol,  piedra  preciosa,  especie  de  ópalo  6  silex  cuya  tras- 
parencia 82  sombrea  por  una  nubécula  láctea  que  refleja 
una  lus  de  aurora  cuando  la  hieren  los  rayos  del  sol. 

Granate,  especie  de  rubí  ordinario,  de  ua  color  análogo  al 
de  la  semilla  de  la  granada  en  su  estado  de  sazón. 

Hematite,  piedra  color  rojo  que  tira  á  negro,  que  solo  se 
halla  en  América. 

Hystheríca,  piedra  negra,  muy  lisa  y  muy  pesada,  que  tiene 
la  virtud,  se  dice,  de  curar  la  histericia,  colocándola  so- 
bre el  ombligo. 

Icapinca  ó  Piedra  del  Inca,  color  de  acero  bruñido,  que  los 
emperadores  del  Perú  usaban  como  espejo:  es  propia  del 
Perú. 

Jacinto,  piedra  preciosa  de  color  amarillento,  más  ó  menos 
tirante  al  rojo,  y  á  veces  también  al  pardo  6  blanco 
verdoso,  diáfana  ó  trasparente,  dura  y  bastante  esti- 
mada. 

Jade,  piedra  muy  dura,  de  color  verde  oscuro,  susceptible 
»  de  un  hermoso  pulimento.  Ea  América,  los  indios  se  sir- 
ven de  esa  piedra  en  lugar  de  hierro,  para  hacer  sas  ar- 
mas  y  varios  otros  instrumentos  de  su  uso. 

Jaspe,  piedra  fina,  dura  y  opaca,  de  la  naturaleza  del  ágata, 
matizada  de  varias  colores:  es  susceptible  de  tomar  un 
hermoso  pulimento. 

Lapizlazuli,  piedra  opaca  más  dura  que  el  mármol,  de  un 
fondo  azul  matizado  de  diferentes  colores,  con  vetas  y 
manchas  blancas,  y  salpicada  de  marquesitas  doradas. 

Malaquita,  especie  de  piedra  cobriza,  cuyo  color  varía  del 
verde  mansana  al  verde  esmeralda,  con  ciertos  dibujos 


Í)E   AMÉRICA  191 


por  lo  regular  anulares;  es  susceptible  de  pulirse  como 
el  jaspe. 

Nefrita,  especie  de  jaspe,  de  color  ceniciente,  verde  gris  y  ce- 
le s  te. 

Ópalo,  piedra  preciosa  que  goza  la  propiedad  de  reflejar  en 
todos  colores  los  rayos  delumínicos  que  la  penetran,  por 
efecto  de  su  diafanidad,  si  bien  su  aspecto  á  primera  vis- 
ta ofrece  un  color  blanco  lechoso  algo  azulado;  es  pro- 
pia de  México  y  Guatemala. 

Pantaura,  piedra  preciosa  de  color  rosa,  con  diversos  mati- 
ce s:  es  originaria  de  Colombia,  donde  sólo  se  encuentra. 

Rubí,  piedra  preciosa,  muy  dura,  lustrosa  y  no  muy  pesa- 
da, de  color  por  lo  común  rojo  de  rosa  ó  de  carmín;  es 
una  de  las  piedras  más  estimadas;  en  América  se  encuen- 
tra en  las  minas  en  pequeños  fragmentos  6  bolas,  y  á 
veces  en  figuras  regulares  de  diferentes  planos:  se  hallan 
p&rticularmcnte  Rubíes  en  el  Brasil. 

Sanguinaria,  piedra  semejante  al  ágata,  de  color  de  sangre, 
á  la  que  se  le  atribuye  la  virtud  de  contener  los  flujos  de 
sangre. 

Sardónicay  especie  de  ágata,  piedra  bastante  fina,  con  fajas 
amarillas  6  listas  rojas. 

Serpentina,  piedra  verdosa  con  puntos  negros,  compacta, 
poco  dura,  suave  al  tacto,  y,  á  semejanza  del  marmol, 
susceptible  de  hermoso  pulimento. 

Topacio,  piedra  precios i,  trasparente,  brillante,  muy  dura, 
de  color  comunmente  amarillo  rojizo  6  de  oro,  aun- 
que les  hay  de  otros  matices:  se  hallan  Topacios  en  el 
BrÉSil. 

Turquesa^  piedra  preciosa,  de  color  anaranjado,  sin  traspa- 
rencia, lustrosa,  medianamente  dura  y  capaz  de  recibir 
un  hermoso  pulimento:  es  propia  de  México  y  del  Brasil 

Venturina,  especie  de  piedra  color  de  café  tostado  y  llena  de 
pintas  doradas* 

iiaúr  ó  líañrot  piedra  preciosa  de  color  cerúleo,  que  algunas 


M 


ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 


veces  tiene  varios  puntillos  dorados,  y  otras  inclÍDanse 

algo  á  purpúreo. 

La  América  tiene  también  la  planta  marina  llamada 
Coral,  rojo  y  blanco,  que  se  encuentra  en  Portobelo  y  en 
aquella  cesta  donde  estuvo  la  antigua  ciudad  de  Nombre  de 
Dios.  Es  estimado  para  elaborar  collares,  pulseras,  aretes 
y  otros  vistosos  adornos  de  las  mujeres. 

REINO  VEGETAL 

Es  tan  rico,  tan  variado,  soberbio  y  maravilloso  el 
Reino  Vegetal,  que  se  puede  decir  que  la  América, 
principalmente  la  Meridional,  es  el  jardín  botánico 
más  proveído  del  Orbe  entero^  pues  bu  suelo  tan  pri- 
vilegiado por  la  mano  del  Supremo  tlacedor,  tiene 
muchas  plantas  medicinales,  aromáticas  y  de  otras  es- 
pecies, desconocidas  en  los  Continentes  del  Antiguo 
Mundo.  También  es  riquísima  por  las  maderas  que 
encierran  sus  zonas  forestales,  ofreciendo,  todo,  en 
una  palabra,  un  panorama  estupendo,  desordenado  y 
grandioso,  cuya  vigorosa  vegetación  causa  una  admi- 
ración profunda. 

Un  sabio  peruano  contemporáneo,  ba  dicho:  «El 
botánico  y  el  zoologista  se  han  limitado  sólo  á  reco- 
rrer, por  caminos  trillados,  esos  espaciosos  bosques  im- 
penetrables hasta  para  los  rayos  del  sol  que  los  vivi- 
fica, y  segurai  guaridas  de  animales  é  insectos.» 

A  lo  que  nosotros  agregamos:  Por  lo  inmenso  de 
las  riquezas  del  Reino  Vegetal,  sensible  es,  que  no  se 
baya  dedicado  una  pequeña  parte  de  los  grandes  te- 
loroB  que  se  han  sacado  de  América,  para  fundar  acá- 
demiai  de  naturalistas  botánicos  que  se  hubieran  de- 


DE  AMÉRICA  193 


dicado  al  estudio  y  descripción  de  esas  mismas  rique- 
zas derramadas  con  tanta  liberalidad,  por  la  mano 
del  Criador,  en  tantos  vírgenes  y  tupidos  bosques;  por- 
que  la  ciencia  de  la  botánica  estaría  hoy  en  posesión 
de  las  virtudes,  propiedades  y  aplicaciones  de  muchas 
nuevas  plantas,  que  permanecen  desconocidas  aún. 

Entre  los  árboles  y  plantas  medicinales  de  Amé- 
rica, que  son  muy  numerosas,  se  hallan  las  siguientes: 

AberenotemOf  árbol  cuya  corteza  es  eficaz  para  curar  las  úl- 
ceras de  mal  carácter. 

Acacia  catecú,  llamada  también  Mimosa,  es  muy  estringen- 
te  y  antisifílítica. 

Aciocay  planta  cuyas  hojas  son  estomacales  y  eficaces  con- 
tra la  gota  y  la  nefritis. 

Adormidera^  cuyas  cápsulas  contienen  un  principio  narcó- 
tico. 

Agave,  planta  activa  para  curar  el  mal  yenereo. 

Ajacanalca  ó  Ají  silvestre,  planta  estimulante  para  la  im- 
potencia. 

Aljosucha,  planta  preventiva  contra  las  tercianas. 

Aloes,  planta  de  la  que  se  saca  el  Acíbar,  especialmente  pur- 
gantei 

Altamisa  ó  Ambrosía  silvestre,  estimulante  para  la  impo- 
tencia. 

Árbol  de  Sangre,  llamada  así  porque  contiene  la  sangre  de 
las  narices  ó  de  cualquier  herida,  eñ  el  momento  que  se 
aplica  á  la  parte  por  donde  mana. 

Ayaguacha,  planta  cuyas  hojas  son  pectorales,  sudoríficas 
y  dulcificantes. 

BáísamuUaca,  planta  que  cura  la  ictericia. 

BenacOf  árbol  cuya  raiz  sirve  para  las  quebraduras  y  la  ic* 
tericia. 
29 


194  OÜIGEN  DE  LOS  INDIOS 

Berro  acuático^  planta  para  las  enfermedades  del  hígado. 

Cabalbau,  planta  coya  raíz  sirve  de  remedio  para  las  heri- 
das emponzoñadas. 

Calahuala,  planta  febrífuga  depurativa,  para  la  sífilis. 

Canchalagua^  se  usa  parla  purificar  la  sangre. 

Caninie,  árbol  cuya  resina  es  un  bálsamo  para  toda  clase 
de  heridas. 

Cañañstula,  árbol  cuya  pulpa  sirve  para  diferentes  usos 
medicinales. 

Caryopbylato,  planta  aromática,,  estomacal  y  fortificante. 

Cascarilla  ó  Quina  Calisaya,  árbol  cuya  corteza  amarga  es 
aromática  y  eficaz  para  combatir  las  fiebres  palúdicas  y 
periódicas;  es  propia  del  Perú.   (1) 

Casia,  planta  especialmente  purgante. 

Catacata,  planta  estomacal  y  espasmódica. 

Cedrón,  planta  cuyas  hojas  son  un  antidoto  contra  el  ve* 
neno  de  las  serpientes. 

Coa-ataja,  planta  emanagoga,  diurética  y  purgante. 

Coa^etlmay,  arbusto  cuyas  hojas  curan  la  sarna. 

Coa-guitaria,  planta  cuyas  hojas  cauterizan  las  úlceras. 

Coa-opia,  planta  cuya  propiedad  es  ser  purgante. 

Coa^roboa,  arbusto  cuya  madera  cura  las  enfermedades  si- 
filíticas. Esta  última  planta  y  las  cuatro  anteriores,  son 
propias  del  Brasil. 


(1)  La  Cascarilla  Calisaya  tiene  su  historia.  Refiere  la  tradición,  que 
habiéndose  enfermado  gravemente  Doña  Francisca  Enriquez  de  rivera, 
esposa  del  Virrey  del  Perú  Don  Luis  Gerónimo  Fernández  Cabrera  Conde 
de  Chinchón,  una  india  sirvienta  suj^a,  secretamerte  le  suministró  los  pol- 
vos de  Cascarilla;  que  sorprendida  la  india,  se  trató  de  quemarla  viva,  por 
haber  creído  que  trataba  de  envenenar  á  la  Virreyna;  más,  hallándose  ya 
en  el  cadalso,  se  le  perdonó  la  vida  en  vista  de  la  maravillosa  curación  de 
la  enferma,  reconociéndose  entonce^  que  el  específico  suministrado  era  el 
descubrimiento  para  la  curación  radical  contra  las  fiebras  malignas.  En 
1640,  el  Virrey  Conde  de  Chinchón  y  su  esposa  volvieron  á  España,  y  el 
médico  que  los  acompañó  llevó  á  España  una  porción  de  Quina  Calisaya, 
1a  cual  Tendió  en  ScriUa  á  100  escudos  la  libra. 


DB  AMERICA  195 


Chala,  planta  que  ee  un  específico  contra  el  dolor  de  muelas, 

Chatalhuic,  febrífaga,  para  las  fiebre  intermitentCB. 

Chilca,  árbol  cuya  raí«  es  eficaz  para  soldar  roturas  de 
huesos. 

ChilchiU  planta  estomacal,  corroborante  y  restauradora  de 
la  digestión. 

Phimiy  planta  cuya  raíl  cura  el  cálculo  6  mal  de  piedra. 

Chinchircuma  ó  Sabia  brillante,  contra-estimulanteopara 
las  enfermedades  del  corazón. 

Cicuta^  planta  parecida  al  perejil,  que  se  emplea  por  go- 
tas para  curar  la  tisis  y  las  escrófulas;  su  jugo  es  un 
veneno  activo,  cuando  se  toma  mayor  dosis  de  lo  pres- 
crito. 

Cincbuncbulli,  cuya  raíz  molida  y  puesta  en  vino  es  reme- 
dio para  la  cura  radical  de  la  lepra. 

Colpacbcy  árbol  cuyas  hojas  son  febrífugas  y  estomacales. 

Comacay  árbol  cuya  goma  cura  el  flujo  de  saiigre  y  las  he- 
ridasA 

Contra-hechizo,  mezclada  con  triaca,  es  un  amuleto  contra 
las  enfermedades. 

Contrayerba  ó  Lengua  de  sierpe,  contra  las  picaduras  de 
las  serpientes. 

Copaiba,  cuyo  estimado  bálsamo  cura  las  blenorreas,  leu- 
correas y  catarros  pulmonares  crónicos. 

Craceiro,  planta  cuya  corteza  y  raíz  tienen  las  propiedades 
de  la  Quina. 

Culantro,  estimulante  y  excitante  para  los  partos  penosos. 

Calen,  yerba  propia  de  Chi  e,  cuyas  virtudes  estomacales 
sudoríficas,  son  especialmente  favorable  para  las  dolen- 
cias de  las  mujeres  que  padecen  retenciones  periódicas, 
flatos  y  otros  accidentes  histéricos. 

Canturíri  ó  Contrayerba,  astringente  para  curar  la  disen- 
tería y  las  picaduras  de  insectos. 

Digital  purpúrea,  planta  diurética  empleada  en  las  enferme- 
dades  del  corazón, 


196  ORIGBK  DB  LOS  tKDIOS 

■  I  ■!  I  .11  I  III  I     I  — —— — H 

Eléboro,  es  planta  importante  para  el  tratamiento  y  ctt- 
ración  de  la  locara. 

Bndamo,  planta  que  cara  lai  úlceras,  el  eicorbato  y  loa 
males  catáneos. 

Estoraque  6  goma  nopal,  empleada  con  frecaencia  en  la 
farmacopea. 

Estricno,  planta  qae  le  emplea  para  combatir  la  parálisis. 

Frailecillo,  cay  as  hojas  son  especialmente  nn  purgante  efi- 
caz, y  tiene  además  la  propiedad  de  ser  baeno  para  la 
fecundidad  en  las  taajeres  estériles:  es  propia  de  la  isla 
de  Cuba. 

Genciana,  planta  cuya  raí«  es  an  febrífugo  tónico. 

Gengibre,  planta  de  cuya  raís  se  saca  un  aceite  esencial  que 
es  un  excelente  digestivo. 

Guachi  ó  Bejuco  de  Yungas,  calmante  para  el  reumatismo» 

Guaco,  para  las  mordeduras  de  las  serpientes  de  cascabel  y 
otros  animales  venenosos. 

Guanaco,  árbol  cuya  resina  cura  las  afecciones  reumáticas 
y  gotosas,  como  también  la  asiática. 

Guayaco  6  Guayacan,  árbol  cuya  madera  resinosa  es  medi- 
cinal. 

Guayusa  ó  Huayusa,  árbol  cuyas  hojas  prolíficas  y  afrodi- 
siacas, en  infusión,  sirven  para  dar  fecundidad  aún  á 
las  personas  estériles. 

Hedionda,  arbusto  cuya  madera  es  remedio  para  matar  las 
lombrices. 

Helécho  macho,  para  combatir  la  tenia  ó  solitaria. 

Higuerón,  árbol  cuyo  jugo  viscoso  parecido  á  la  leche,  cura 
las  quebraduras  del  ombligo. 

Hoja  de  la  vida,  estimulante,  afrodisiaco  contra  la  esteri- 
lidad. 

Hoja  Redonda,  estimulante,  para  las  afecciones  del  hígado. 

Hojé,  antídoto  contra  las  lombrices. 

Huallhua,  planta  que  cura  en  pocos  días  las  mataduras  de 
las  bestias. 


DE   AMÉRICA  197 


Huipini,  planta  eficaz  contra  las  picadura!  de  víboras. 

Huira-buira,  tónico  contra  las  fiebres  malignas. 

Ipecacuana,  de  raíz  especialmente  emética;  es  propia  del 
Brasil. 

Jalapa,  purgante  enérgico;  es  originaria  de  México. 

Janukcara  ó  Mastuerzo  de  cementerio,  antiséptico  y  anti- 
escorbútico, contra  la  gangrena  y  el  escorbuto. 

Jaruna,  árbol  cuyas  hojas  sanan  las  llagas. 

Leche  de  espino,  árbol  cuyo  jugo  cura  el  dolor  de  muelas. 

Lombriguera,  arbusto  cuyas  semillas  hacen  arrojar  en  un 
-minuto  todas  las  lombrices. 

Machicui-Huascay  planta  de  olor  fuerte  y  aromático,  como 
el  alcanfor,  muy  amarga,  que  se  usa  contra  las  fiebres 
intermitentes. 

Maná,  materia  blanca  y  asucarada  que  se  emplea  como  pur- 
gante; es  el  jugo  lechoso  del  fresno. 

Mandragora,  planta  que  tiene  la  virtud,  se  dice,  de  prolon* 
gar  la  vida  en  los  ancianos  y  renovarla  en  los  que  pade- 
cen achaques. 

Manioc,  arbusto  medicina),  empleada  en  las  farmacias;  es 
propia  de  los  trópicos. 

Manzano  silvestre,  arbolillo  cuyas  hojas  aplicadas  á  las  al- 
morranas más  rebeldes,  las  curan  por  completo. 

Maripenda,  planta  cuyos  tallos  tiernos  y  sin  fruto,  cocido 
en  agua,  produce  un  bálsamo  propio  para  la  curación 
de  toda  clase  de  heridas. 

Mastuerzo,  planta  que  tiene  ]a  propiedad  de  curar  las  al- 
morranas. 

Matapalo,  planta  cuya  raíz  es  eficaz  para  soldar  las  relaja- 
duras  y  quebraduras  de  la  ingle. 

Matico,  cuyas  hojas  reducidas  en  polvo  curan  las  heridas  y 
úlceras,  y  bebidas,  en  infusión,  como  té,  cortan  y  curan 
también  el  dolor  de  costado  y  las  pulmonías. 

Mimosa  arábiga,  árbol  del  que  se  extrae  la  goma  arábiga 
tan  usada  en  medicina. 


198  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

Nacazol,  planta  propia  de  México,  para  curar  las  fracturas 
de  huesos. 

Nanalmapatiy  planta  efica«  para  curar  las  úlceras. 

Nuñu-Huactana,  caña  agria  cuyo  jugo  corta  las  tercianas 
y  cura  las  enfermedades  del  pecho. 

Nuñu-Quehtia,  yerba  que  tiene  la  propiedad  de  hacer  venir 
leche  á  los  pechos  de  las  mujeres,  que  escasean  de  ella. 

Ocozotle,  árbol  que,  por  incisión,  produce  la  resina  llamada 
Liquidambar.y  cuyas  hoja«  curan  toda  clase  de  heridas; 
es  originario  de  México. 

Ocuje,  árbol  cuya  resina  metclada  con  polvo  de  mate,  cura 
las  relajaduras  y  las  suelda  enteramente. 

Palosanto,  cuya  madera  aromática  cura  las  ^afecciones  ve- 
néreas. 

Papíni,  planta  cuya  rai«  tuberosa  es  purgante. 

Pichuritiy  árbol  cuya  resina  es  un  bálsamo  que  cura  las  he- 
ridas. 

Puchen,  cuyo  fruto  cura  la  disentería. 

Paicücilloy  planta  especialmente  purgante. 

Quinquina  ó  Quinaquina,  árbol  que  tiene  propiedades  febrí- 
fugas y  tónicas,  j  de  cuyo  tronco  se  extrae  el  Bálsamo 
del  Perú. 

Ricino,  ó  Palmacristi,  cuyas  semillas  contienen  un  aceite 
purgante. 

Ruibarbo,  cuya  resina  es  especialmente  purgante. 

Sacha  ó  Isates,  planta  que  cura  la  disentería. 

Sanangú,  bejuco  cuyas  hojas  curan  el  reumatismo,  pues  to- 
mado en  infusión,  quita  las  frialdades  de  los  nervios  y 
huesos. 

Sangre  de  drago,  sustancia  resinosa  muy  astringente. 

Shilinto,  bejuco  cuyo  sumo  cura  la  sarna  más  rebelde. 

Sinarruga,  planta  amarga  antifebrífuga. 

Shinvillo,  árbol  cuya  madera  en  decocción  fortifica  los  hue- 
sos  j  suelda  prontamente  las  quebraduras  de  los 
mismos. 


DE  AMÉRICA  199 


Suelda  con  suelda,  arbusto  para  curar  quebraduras  de  los 
miembros  y  hemoragias 

Tabaco  cimarrón,  calmante  para  el  reumatismo. 

Taintani  o  Caña  agria,  planta  que,.mascada,  cura  las  calen- 
turas. 

Takarcaya  ó  Casia,  astringente  para  la  estomatitis;  es  pro- 
pia del  Pera. 

Tamarindo,  cuya  pulpa  acida  es  refrescante. 

Tártago  ó  Palma-christi,  planta  especialmente  purgante. 

Tinta-FIulna,  planta  cuyas  hojas  curan  la  tina. 

Tucuache  ó  Michoacan,  cuya  rai«  reducida  á  polvo  es  un  efi- 
caz purgante. 

Tuma-Sunga,  planta  que  cura  las  afecciones  de  los  ríñones. 

Vainilla,  planta  aromática  cuyas  virtudes  medicinales  son 
sialogógicas. 

Valeriana,  planta  que  tiene  las  cualidades  de  ser  excitante, 
antíespasmódica,  cudorifíca  y  vermífuga. 

Villca-villca  ó  Zumaque,  estimulante  afrodisiaco  para  la  es- 
terilidad. 

Viperina,  que  sirve  para  librar  á  las  mujeres  de  malas  re- 
sultas  después  del  parto,  y  también  para  purificar  la 
sangre. 

Yerba  de  Mataduras  ó  Huallhua^  que  cura  y  cicatriza  toda 
clase  de  llagas. 

Yerba  de  Santa  María,  vermífuga. 

Zabida  ó  Zabila,  planta  liliácea,  cuyo  sumo  exprimido  y  es- 
pesado constituye  el  acibar,  que  se  emplea  en  la  farma- 
copea como  tónico,  purgante  y  dráctico:  las  mujeres  lo 
usan  para  untarse  los  pezones  cuando  quieren  destetar 
á  los  niños. 

Zarzaparrilla,  se  usa  para  purificar  la  sangre:  es  originaría 
de  América. 

ZozoyatiC)  cñcae  para  excitar  el  estornudo. 

Y  algunas  otras  plantas  aromáticas  y  de  TÍrtttdei  medi- 


200^:  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 


cíñales,  que  se  encuentran  en  el  suelo  americano,  como  Altea, 
Borraja,  etc.,  etc. 

Asi  como  hay  en  América  tantas  plantas  benéficas 
en  medicina,  también  hay  algunas  nocivas,  como  las 
que  mencionamos  en  seguida: 

Aguapar^  árbol  que  produce  leche  caii  semejante  á  la  de  la 
vaca,  pero  perniciosa,  pues  sus  solas  emanaciones  pro* 
duce  enfermedades  á  la  persona  que  las  reciba;  es  pro- 
pia de  los  alrededores  de  Bogotá,  en  Colombia. 

Barbasco,  planta  enredadera  de  cuya  r&iz  se  extrae  un  jugo 
que  es  un  veneno  activo. 

Carapücha,  planta  cuya  semilla  produce  embriagues  y  de- 
lirio. 

Caspi'Caracha^  árbol  cuyo  efluvio  venenoso  se  produce  con- 
tra el  hombre,  pues  basta  que  una  persona  pase  debajo 
de  él  ó  su  cercanía,  para  que  contraiga  una  especie  de 
sarna  tan  pertinas  que  es  muy  difícil  de  curarla. 

Chamico t  planta  cuya  semilla  es  un  terrible  narcótico,  cu- 
yos efectos  producen  el  idiotismo. 

GuaU'gaaü  ó  Gaao,  arbusto  cuyo  veneno  es  tan  activo  que 
sólo  con  su  contacto  hace  hinchar  la  parte  del  cuerpo 
que  lo  toque. 

HüantúCt  arbusto  cuyas  flores  son  uú  poderoso  narcótico 
que  usan  los  indios  para  fingir  que  ven  visiones. 

ManioquCy  planta  cuyo  jugo  es  venenoso. 

Manzanilla^  arbusto  que  destila  un  jugo  lechoso  muy  cáus* 
tico,  y  sumamente  venenoso,  con  el  cual  los  indios  enve. 
nenan  sus  flechas,  y  se  cree  que  aún  su  sombra  es  noci- 
va, pues  que  hincha  á  los  que  se  acojan  á  él  contra  los 
fuertes  colores,  á  la  ves  que  su  fruto,  parecido  á  una 
mansana,  es  también  venenoso,  pues  el  que  lo  coma  su- 
cumbe á  las  pocas  horas  en  medio  de  los  más  terribles 
dolores. 

Máracüra,  bejuco  del  que  los  indios  sacan  el  veneno  llamA* 


DB  AMéRICA  '  201 


do  cCarare»,  con  él  que  enyeúeñan  sus  flechas,  en  grado 
tal,  que  al  herir,  ocasionan  la  muerte  instantáneamente. 
Piri-pirí,  planta  cuya  hoja  es  un  narcótico  tcrriblé|  es  origi- 
naria de  B  Olivia. 

La  América  es  igualmente  muy  rica  en  corpulen- 
tos árboles  de  tantas  especies,  cual  no  los  hay  en  nin- 
guna otra  región,  y  sus  maderas  finas  son  propias  para 
obras  delicadas  de  ebanistería,  para  construcciones  de 
edificios,  buques,  muelles  y  muchísimas  obras  usuales. 
Enumeramos  en  seguida  algunas  especies:    ^ 

Abedul,  especie  de  álamo  cuya  cortejase  rompe  en  hojas  del> 

gadas  como  el  papel. 
Abeto,  árbol  que  produce  la  trementina. 
Acebo,  árbol  armado  de  aguijones,  que  se  aprovecha  en  los 

sotos  ó  cercados. 
Acoma,  cuya  madera  es  apropiada  para  la  construcción  de 

buques. 
Achuru,  cuya  madera  es  muy  estimada  para  la  construcción 

de  edificios. 
Alcornoque,  cuya  corteza  constituye  el  corcho. 
Alerce,  cuya  madera  es  aparente  para  las  obras  de  ebanis- 
tería. 
Algarrobo,  árbol  que  según  los  botánicos,  vive  más  de  dos- 
cientos años. 
Arce,  árbol  del  que  mana  una  sustancia  resinosa  ó  sea  la 

trementina. 
Astrágalo,  árbol  que  produce  la  goma  tragacanto. 
Boj,  cuja  madera  es  tan  compacta,  que  sirve  para  gravaren 

ella,  obteniéndose  grabados  muy  finos. 
Boygky  árbol  que  tiene  la  corteja  semejante  á  la  canelaj  es 

un  árbol  sagrado  para  los  Araucanos. 
CaimiterOi  cuya  madera  es  muy  dura  é  incorruptible. 

26 


20á  ORIGEN  Í)É  LOS  INDIOS 

Caoba  6  Cayoihay  madera  compacta  y  may  estimada  en 
ebanistería. 

Cápay  cuya  madera  es  excelente  para  construcciones  de 
buques. 

Capironay  madera  que  tiene  la  propiedad  de  petrificarse  en 
el  agua. 

Caucho,  árbol  cuyo  jugo,  condensado,  suministra  la  resina 
llamada  goma  elástica,  que  hoy  se  consume  tú  gran  can- 
tidad en  la  industria  para  tan  diverso  objetos;  es  ori- 
ginaria de  América. 

Cedro  y  madera  inmejorable  para  obras  de  ebanistería. 

Cimarruhay  árbol  muy  elevado,  propio  de  las  Antillas,  las 
Guayanas  y  el  Brasil. 

CipréSy  árbol  de  varias  clases,  sirviendo  su  madera  para  la 
confección  de  vihuelas  y  otros  instrumentos. 

Chilca-hravay  madera  color  pardusco,  que  no  admite  po- 
lilla. 

Chontay  madera  negra  muy  pesada,  lisa  y  compacta,  con  la 
que  los  indios  de  América  fabrican  sus  arcos,  lansas  y 
macanas. 

BhanOy  madera  negra,  dura  y  compacta,  muy  apreciada  pa- 
ra embutidos  de  ebanistería. 

Enebro,  madera  aromática  muy  apreciada  para  la  fabrica' 
ción  de  la  ginebra,  licor  muy  fuerte  y  estimulante. 

Fresno  y  cuya  madera  es  blanca  y  se  emplea  en  diferentes 
usos  en  la  industria. 

Guachapelí,  madera  fuerte  y  sólida  que  se  emplea  para  la 
construcción  de  buques. 

Guapura,  arbusto  cuya  madera  es  incombustible. 

GuarangOy  árbol  cuya  madera  es  inmejorable  para  construc- 
ción de  buques;  es  originario  del  Ecuador. 

Guayacan,  madera  muy  dura  y  olorosa. 

Haya,  árbol  que  rivaliza  con  el  roble  por  su  bellef a  y  utilí- 
dad,  siendo  muy  tenas  y  flexible;  de  sus  frutos  se  extrae 
fin  aceite  eitimado* 


BE  AMÉRICA  203 


Higueron  gigantesco,  madera  correosa  y  fuerte  que  se  uaa 

en  la  construcción  de  canoas. 
Humiro,  árbol  notable  por  sus  grandes  frutos  cuyas  semi- 
llas tienen  un  albumen  análogo  al  marfil. 

Jacaranda^  madera  dura  y  muy  compacta  que  se  emplea  en 

enchapados  y  embutidos  de  muebles. 
Manchigay  árbol  cuya  madera  es  tan  dura  que  hace  oficios 

de  piedra  de  batán. 
Mangle,  madera  resinosa  y  fuerte  que  es  apropiada  para  di- 
versos usos. 

Mimosa  arábiga,  árbol  del  que  se  extrae  la  goma  arábiga. 

Molle,  árbol  frondoso  y  corpulento;  es  propio  de  Quito. 

Nogal,  árbol  cuya  madera  es  pesada,  dura  y  de  un  hermoso 
color  oscuro. 

Olmo,  cuya  madera  es  fuerte,  sólida  y  fácil  de  labrar. 

Palisandro,  madera  empleada  en  obras  finas  de  ebanis- 
tería. 

Palmeras,  árboles  de  diversas  clases,  originarias  de  Améri- 
ca; hay  gigantescas,  como:  Palma  Real,  Palma  de  Cera, 
Palma  Pischuayo,  Palma  Aguaje,  Palma  Christi,  Pal- 
ma Chiquechique,  Palma  Melocotón,  etc.,  contándose  en 
América  más  de  trescientas  especies  diferentes,  algunas 
muy  elevadas  y  esbeltas,  como  el  Cocotero  Datilero,  el 
Palmito  Abanico,  la  Palma  Ceroxylin  de  los  Andes,  etc. 

Palo  de  rosat  madera  excelente  para  ebanistería  de  lujo. 

Pelmen  ó  Pino  de  Chile,  que  produce  una  fruta  parecida  á 
la  castaña,  y  una  resina  que  tietie  el  olor  de  incienso. 

Pino,  hay  varias  especies,  y  uno  de  ellos  llamado  Teberinto, 
produce  una  sustancia  resines  i  llamada  trementina. 

Pisonay,  árbol  originario  del  Perú;  es  gigantesco,  muy  co- 
poso, y  era  simbólico  en  tiempo  de  los  Incas,  pues  ador- 
naban con  él  las  alamedas  que  circundaban  los  palacios. 

Quebracho,  madera  blanca  y  á  veces  morada. 

Sándalo^  preciosa  madera  muy  apreciada  en  el  comercio  por 
el  aroma  que  despide* 


204  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

I—-  -  I     IIMlllll     ■  I  ■II'.  .  III.    .11  I  -  I    - 

Siple,  madera  que  se  eemeja  al  pino  y  sirve  para  mtichoi 

asoB. 

Y  otros  muchos  árboles  y  arbustos  cuyas  maderas  pre- 
ciosas son  muy  apreciadas  en  las  industrias  y  en  las  artes. 

También  hay  en  América  Arboles  gigantes,  y  existen 
aún  Arboles  hitóricos  vetustos. 

De  los  primeros,  algunos,  por  sus  proporciones,  pasan 
del  tamaño  natural  de  los  vegetales,  como  por  ejemplo:  en 
Chile,  el  llamado  Pebuen,  que  alcanza  á  tener  hasta  300  pies 
de  altura;  en  California,  varios  hay  que  llegan  á  más  de- 
150  pies  de  elevación  y  80  de  circunferencia  en  su  tronco;  eú 
Colombia,  tijuria,  se  eleva  de  100  á  120  pies.  Además,  al- 
gunos árboles  cuentan  una  longevidad  asombross,  citándo- 
se como  un  caso  extraordinario,  el  Ciprés  de  Chapultepec, 
en  México,  que  tiene  40  metros  de  circunferencia,  al  que  sa- 
bios botánicos  atribuyen  una  edad  de  6200  años,  'teniendo 
en  cuenta  las  capas  que  constituyen  el  tronco;  el  Pisonay, 
del  Perú,  árbol  que  era  simbólico  en  tiempo  de  los  Incas,  del 
que  subsisten  aúd  algunos  ejemplares  en  la  capital  del  Cuz- 
co, á  través  de  400  años  que  han  trascurrido  desde  la  caída 
del  Imperio  Incaico.  Gomo  curiosidad  única,  se  cita  que  en 
el  bosque  del  distrito  de  Mariposa,  cerca  de  California,  hay 
un  árbol  gigantesco  que  tiene  30  metros  de  circunferencia  en 
BU  base,  en  el  que  se  ha  abierto  un  verdadero  túnel  por  el 
cual  puede  pasar  con  toda  comodidad  una  diligencia  tirada 
por  cuatro  caballos,  quedando  á  cada  lado  del  tronco  bas- 
tante madera  para  sostener  el  árbol  sobre  sos  raíces. 

De  los  Arboles  históricos,  que  son  depositarios  de  re- 
cuerdos y  hechos  lejanos,  existen  todavía  unos  pocos,  como: 
en  México,  en  el  que  debajo  de  su  sombra  descansó  el  con- 
quistador  Hernán  Cortez  á  lamentar  los  desastres  de  la  ba- 
talla de  la  "noche  triste";  en  la  Habana,  el  Ceiha^  bajo  el 
cual  se  celebró  el  primer  cabildo  y  la  primera  misa. 

También  hay  en  América  otroB  árboleí  y  plantas 


DE  AMÉRICA  205 


que  tienen  diversas  propiedades  ó   productos  útiles 
para  la  aplicación  en  industrias,  verbi  gracia: 

Agave  ó  Ramié,  planta  de  cuyos  filamentos  se  hace  la  pita 
y  otros  cordeles;  es  originaria  de  México. 

Algodonero,  arbusto,  con  cuyo  copo,  hilado,  se  tejen  telas 
finas. 

Árbol  candela,  que  produce  uña  materia  como  sebo  y  sirve 
para  el  alumbrado;  es  propio  de  Venezuela. 

Ayac-Mallaca,  arbusto  cuyas  hojas  y  fruto  sirven  de  jabón 
para  lavar. 

Bababusi,  árbol  cuyas  hojas  sirven  para  pulir  la  madera. 

Bejuco,  planta  sarmentosa  para  hacer  todcs  los  objetos  que 
se  hacen  con  el  mimbre. 

Bibao,  planta  cuyas  hojas  anchas  y  gruesas  sirven  en  algu- 
nos lugares  para  cubrir  los  techos  de  las  casas. 

Bombonaje,  árbol  cuyas  bellas  hojas  eñ  forma  de  abanico, 
sirven  para  preparar  la  paja  fina  para  tejer  sombreros. 

Cáñamo,  que  produce  el  hilo  para  tejer  telaSj  cordones  j  so- 
gas de  mucha  resistencia. 

Caraguatá,  planta  fibrosa  que  es  una  especie  de  cáñamo. 

Ceiba,  árbol  cuyo  fruto  se  semeja  á  la  lana  de  los  animales 
y  sirve  para  muchos  usos. 

Cerda  vegetal  ó  Barba  Española,  árbol  cuyos  filamentos  se- 
mejantes á  la  cerda,  sirve  para  rellenar  colchones. 

Cerón,  planta  que  produce  una  cera  muy  blanca,  de  la  que 
se  hace  velas  que  dan  una  lu«  brillante. 

Congo,  árbol  que  produce  la  goma  arábiga. 

Curupali,  árbol  cuya  madera  sirve  para  curtir  pieles. 

Chambira,  arbusto  cuyas  hojas  producen  un  hilo  tenaz  para 
fabricar  hamacas. 

Damajuhato,  árbol  cuyo  corteza  es  un  tejido  dúctil  que  sir- 
ve á  los  indígenas  para  hacer  mantas  para  su  uso. 

Estoraque,  arbusto  ramoso  que  produce  la  resina  olorosa 
del  mismo  nombre. 


Sd6 


ORIOBK  DE  LOS  INDIOS 


Guinoha^  árbol  que  produce  la  seda  vegetal. 

Huacán,  árbol  cayai  semillas  hervidas  dan  buena  cera. 

Huamirísif  árbol  del  que  nace  un  fínisimo  algodón  blanco, 
más  snave  y  fino  que  la  seda,  cuyo  hilado  es  propio  para 
tejer  telas  finas. 

Humiroy  especie  de  palmera  cuyas  hojas  sirven  para  la  cons- 
trucción de  los  techos  de  las  casas,  y  las  pepitas  de  sus 
frutos  sustituyen  el  marfil  eú  la  fabricación  de  varios  pe- 
queños objetos. 

Lino,  planta  de  la  que  se  saca  el  hilo  para  tejer  muchas 
telas. 

Llaú'Chama,  árbol  cuya  corteza  machacada  se  asemeja  á  un 
tejido  y  sirve  de  abrigo  de  cama  á  los  indios  de  Loreto, 
en  el  Perú, 

Llaú-Samoray  árbol  de  cortessa  fibrosa  como  el  cáñamo. 

LloquCy  árbol  cuya  corteza  y  fruto  sirven  para  curtir  cueros; 
también  es  madera  muy  estimada  para  bastones. 

Mapujo,  cuyos  capullos  suministran  la  seda  vegetal. 

Myríca,  especie  de  laurel  que  produce  una  cera  vegetal. 

Palmera  Mataqui,  cuyas  grandes  hojas  sirven  para  cubrir 
los  techos  de  las  casas. 

Palo  de  Crvz,  muy  duro,  de  color  pajizo,  con  manchas  ne- 
gras, madera  muy  estimada  en  la  ebanistería. 

Palo  de  Leche,  árbol  del  que  se  extrae  una  leche  blanca  j 
muy  espesa,  que  mezclada  con  la  resina  del  payaro,  pro. 
duce  un  buen  lacre,  y  con  el  copal  y  cera,  forma  una  brea 
que  los  indios  usan  para  calafatear  sus  canoas. 

Peumo,  árbol  cuya  fruta  produce  la  manteca  vegetal. 

Pichicaspi,  árbol  cuya  madera  es  muy  dura  é  incorruptible, 

propia  para  construcciones. 
Poma,  árbol  cuya  madera  fibrosa  es  tan  fuerte  como  el 

hierro. 
Puca-varílla,  cuyas  ramas  del  grueso  de  la  muñeca  de  la  ma- 
no, son  tan  elásticas,  que  se  pueden  juntar  sus  dos  ez« 
tremidadei  sin  romperse. 


DB  AMÉRICA  50Í7 


Quillay  ó  Tarsana^  árbol  cuya  corteza  remojada  en  agua, 

sirve  como  jabón;  es  propio  de  Chile. 
Sapaja,  árbol  de  cuyas  hojas  muy  duras,  los  indios  hacen 

peines,  pues  su  color  es  amarillo,  opaco,  semejante  al 

carey. 
Sebo  de  Mocoa,  árbol  cuyo  fruto  produce  un  sebo  blanco  y 

sin  olor,  del  que  se  hacen  velas  para  alumbrado. 
ürítoquiro  ó  Diente  de  loro,  árbol  de  madera  tan  dura  que 

el  hacha  no  abre  brecha  en  él. 
Vilcat  árbol  que  produce  una  goma  semejante  á  la  arábiga. 

Y  muchos  otros  árboles  y  plantas  filamentosas,  de  go« 
mas  y  resinas,  que  tienen  aplicación  en  las  industrias. 

Hay  en  América  otros  árboloi  y  plantas  tintóreas, 
cerno: 

Aira,  arbolito  cuya  madera  sirve  para  teñir  de  color  mora- 
do; es  originario  de  las  Guayanas. 

Añil  ó  índigo,  planta  cuyas  hoyas  puestas  en  maceración, 
producen  la  pasta  usada  para  teñir  de  color  asul  os- 
curo. 

Ayrampu;  especie  de  tuna,  cuyas  semillas  de  color  púrpura 
sirven  para  teñir  de  ese  color. 

Campeche,  madera  que  se  emplea  mucho  en  tintorería  y  en 
otros  usos  industriales. 

Cariazú,  planta  cuyas  hojas  suministran  un  color  carmesí 
muy  apreciado  en  tintorería. 

Culantrillo  de  pozo,  planta  que  sirve  para  teñir  de  color  asul. 

Cúrcuma,  que  produce  una  tintura  amarilla. 

Chicbango,  planta  que  produce  un  hermoso  color  amarillo. 

Cbincbivilla,  yerba  que  los  indios  emplean  para  teñir  de 
aiul;  es  originaria  de  la  América  del  Sud. 

Chipi,  planta  que  produce  un  color  rojo. 

Churisique,  arbusto  cuya  madera  sirve  para  teñir  de  ama- 
tUlo. 


208  ORIGEN  Í)E  tos  IIÍDIOS 

Granadino^  árbol  de  madera  compacta  empleada  para  teñir 
de  encarnado  sabido. 

Huantura,  arbusto  cuya  semilla  sirve  para  teñir  de  color 
rojo. 

Huito  ójagua,  árbol  que  produce  una  fruta  del  porte  de  un 
durazno,  cuyo  coratón  sirve  para  teñir  de  negro. 

Kupu  6  Tele  fio  j  planta  cuyas  hojas  sirven  para  teñir  de  co- 
lor verde;  es  planta  de  Bolivia,  que  echa  sus  véstagoi 
tendidos  por  el  suelo. 

Llangua,  arbusto  cuyas  hojas  se  emplean  para  teñir  de  aiul. 

Mizuca,  palo  que  sirve  para  teñir  de  color  amarillo. 

Mullí  ó  TurhintOy  que  sirve  para  teñir  de  color  verde;  es 
planta  propia  de  Solivia. 

Nopaly  penca  en  la  que  se  cría  la  cochinilla,  insecto  del  ta. 
maño  de  un  chinche,  el  que  secado  al  sol  se  vuelve  duro, 
empleándose  beneficiosamente  para  dar  á  la  seda,  laña 
y  otras  materias  el  color  de  grana  y  otros  varios  por 
combinación. 

Palo  Brazily  árbol  cuya  madera  color  acarminado,  es  tan 
útil  en  la  tintorería:  es  propio  del  Brasil. 

Patinaríy  árbol  cuyo  fruto  cocido  dá  un  hermoso  tinte  azul. 

Puca-Tüpana,  arbusto  cuyas  hojas  sirven  para  teñir  de  co. 
lorado. 

Quilioyuyo,  arbusto  para  teñir  de  amarillo. 

Raicilla,  árbol  cuya  raíz  sirve  para  teñir  de  color  rojo. 

Rijari,  arbusto  cuyas  hojas  tiñen  de  negro. 

Rubia,  arbusto  cuyas  hojas  tiñen  también  de  negro. 

Sami,  arbusto  cuyas  hojas  tiñeu  de  color  asul. 

Santa  María,  yerba  que  sirve  para  teñir  de  color  azul. 

Sañi,  arbusto  para  teñir  de  color  morado. 

Tara,  árbol  cuyas  hojas  sirven  para  teñir  de  negro. 

Cuanto  á  los  árboles  y  plantas  frutales,  además  de 
muchas  exóticas,  hay  originarias  y  especiales  de  Amé- 
ricQi  Citaremos  algunas  clases  de  estas  últimas: 


DE  AMERICA  Í09 


Ácameltf  que  produce  txa  licor  vinoio  muy  agradable. 

Aceituno,  especial  y  originario  de  América;  produce  una 
oliva  negra,  y  en  el  Perú  hay  en  abundancia,  siendo 
las  de  Moquegua  muy  renombradas. 

Acrat  fruta  que  es  apetecida  por  su  exquisito  sabor. 

Aguacata  ó  Palta,  del  tamaño  de  una  pera  grande  y  muy 
apetitosa,  es  frata  que  sin  ser  dulce  ni  acida,  se  come  con 
sal;  es  propia  de  América. 

Capulí,  que  tiene  un  gusto  suave,  muy  agradable. 

Ciruelas,  frutas  silvestres,  denominadas,  una  del  fraile,  con 
carnosidad  de  color  rojo  subido,  y  otra,  que  es  agri-dul- 
ce  y  color  amarilla. 

Coco,  fruta  de  gran  tamaño,  que  es  muy  estimada,  pues  su 
pulpa  tiene  el  gusto  de  la  almendra,  y  el  agua  que  en  su 
concavidad  contiene,  es  muy  fresca  y  saludable;  los  in- 
dios aprovechan  su  cascara  entera  para  hacer  porongos 
y  envases  para  sus  diversos  usos* 

Chirimoya,  muy  estimada  por  su  agradable  y  exquisito 
sabor. 

Chicozapote,  con  pulpa  blanca  con  visos  de  color  de  rosa;  es 
fruta  de  las  mas  exquisitas,  y,  según  muchos  europeos, 
superior  á  todas  las  del  Antiguo  Mundo.  Bn  México  hay 
bosques  enteros  que  crecen  sin  cultivo,  en  una  extensión 
de  diez  á  doce  millas. 

Granada,  fruta  redonda,  cuyo  interior  está  lleno  de  granos 
á  guisa  de  mashorca,  de  color  carmesi  y  de  sabor  dulce, 
unas,  y  acidas,  otras. 
Granadilla,  fruta  del  tamaño  y  forma  de  uñ  huevo  de  ganso, 
cuyo  contenido  es  gelatinoso,  dulce,  lleno  de  pepitas  y 
de  sabor  agradable. 
Guaba  ó  Pacae,  vaina  que  contiene  pepitas  negras  como  ba- 
bas, cubiertas  con  una  pelucilla  blanca  y  carnosa,  de 
grato  gusto. 
Gmhabanay  especie  de  Chirimoya  grande,  de  sabor  algp 
Bgn«dtilce,  pero  no  deeagradable, 
%l 


210  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

»■  "■  ■ ""'  ■ ■'  ■■■  I.   1 1  ■  ■■■  -» 

Gaajaba,  fruta  más  ó  menos  dulce,  con  la  carnosidad  llena 
de  lemillas  pequeñas. 

Lima  ó  Bergamota,  especie  de  limón  real,  pero  dulce,  de 
cuya  cortesa  se  extrae  una  esencia  que  sir^e  para  prepa- 
rar el  Agua  de  Colonia. 

Limón  ceutif  es  ácido,  más  vehemente  y  más  fragante  que 
el  limón  real  de  Europa;  hay  varias  especies  eñ  América. 

Lúcuma,  redonda,  de  carnosidad  amarilla -anaranjada,  po- 
co dulce  y  seca,  pero  de  sabor  agradable;  es  oriunda  del 
Perú. 

Mamey  ó  Mamai,  del  tamaño  de  un  huevo  de  pavo  y  con  el 
gusto  del  durazno. 

Níspero,  especie  de  ciruela,  pero  cotí  dos,  tres  y  hasta  cuatro 
pepas  lustrosas. 

Papaya,  del  tamaño  de  la  cabeza  de  un  hombre,  redonda, 
lisa,  de  carnosidad  amarillo-anaranjado,  muy  agrada- 
ble al  paladar. 

Pepino,  fruta  cilindrica  ó  ovalada,  verde- claro  por  fuera  y 
blanca  por  dentro,  con  semillas  puntiagudas,  aplanadas 
y  pequeñas;  es  originario  de  América. 

Pina  ó  Anana,  de  gran  tamaño,  de  gasto  exquisito,  de  caf 
nosidad  amarilla,  dulce  y  poco  acida,  de  olor  suave,  lle- 
gando á  pesar  hasta  diez  y  ocho  libras;  es  originaria  de 
América. 

Plátano  ó  Banana,  de  varias  especies,  teniendo  todos  un 
gusto  suave,  delicado  y  un  sabor  exquisito,  especialmen* 
te  el  llamado  de  seda,  que  es  muy  fragante.  Hay  algu- 
nas especies  gigantes,  como  el  Papalote,  que  tiene  de  15 
á  20  pulgadas  de  largo,  y  hasta  3  de  diámetro.  Hay 
bosques  enteros  de  plátanos  en  América. 

Sandía  ó  Melón  de  agua,  de  pulpa  aguanosa,  encarnada  ó 
amarilla,  muy  refrigerante. 

Toronja,  especie  de  naranja,  que  tiene  la  corteza  gruesa  y 
llena  de  tubérculos;  es  fruta  aparente  para  ser  confitada* 

Tuna^  jfrata  (luc  crece  sobre  la  penca  llamada  no^al,  coa  e9« 


DB  AMÉRICA  211 


piúitas  efi  el  exterior  y  machas  semillas  en  el  interior; 
es  más  conocida  con  los  nombres  de  Higo  chambo,  Higo 
de  pala  é  Higo  ()e  tana,  y  es  de  gasto  agradable  y  dalce. 
Zamboa,  cierta  especie  de  toronja. 

Zapote,  de  corteja  verde,  palpa  negra,  carnada  y  sabor  dal- 
ce; cocido,  con  asúcar  y  canela,  es  de  an  sabor  delicadí- 
simo. Hay  Zapote  blanco,  qaé  es  aún  más  delicado  qae 
el  negro. 

A  más  de  otras  fratás  especiales  y  silvestres,  se  han  acli- 
matado perfectamente  eñ  América,  machas  clases  de  fratás 
de  Europa,  como  Albérchigo,  Prisco,  Durazno,  Melocotón, 
Cidra,  Membrillo,  Albericoque,  Naranja,  Higo  blanco  y  ne- 
gro, Manzana,  Pera,  Ciruela^  Melón,  Uva  blanca  y  negra, 
y  alganas  otras. 

De  las  plantas  alimenticias,  tónicas  y  confortati- 
vas, las  más  son  originarias  y  propias  de  América,  ha- 
biendo sido  algunas  introducidas  en  Europa,  donde  se 
han  aclimatado  maravilloiamente.  Entre  estas  plan- 
tas se  cuentan  las  que  siguen: 

Arracacha,  planta  tabercalosa,  qae  es  ano  de  los  principa- 
les alimentos  de  los  indígenas. 

Arroz,  planta  graminea,  qae  crece  en  los  lagares  ya  húme- 
dos, ya  cálidos,  y  se  cultiva  con  esmero,  por  ser  an  ce- 
real qae  se  reproduce  copiosamente.  Aunque  originario 
de  la  China  y  la  India,  uthrx  aclimatado  perfectamente 
en  América,  principalmente  en  el  Perú. 

Atchera,  planta  cuyas  hojas  se  parecen  á  las  del  plátano  y 
de  cuya  raíz  se  extrae  una  fécula  semejante  al  sagú,  la 
que  es  muy  alimenticia;  es  planta  propia  del  Bcuador. 

Batata  6  Papa,  cuyos  bulbos  de  color  castaño  claro  por  la 
parte  exterior  y  amarillo  claro  por  dentro,  son  de  gusto 
muy  agradable,  y  constituyen  uno  de  los  principales  ali- 
mentos no  solo  en  el  Naevo  Continente,  sino  también  eíi 


212  ORIGEN  DB  LOS  mDlOS 

loB  Antiguos,  donde  ha  sido  introducida  y  aclimatada 
por  modo  maravilloso;  es  bulbo  originario  del  Perú.  En 
las  serranías  del  Perú  los  indígenas  convierten  la  Batata 
en  cChuño  ó  Papa  seca»:  la  cuecen  con  cortesa  en  pailas 
enormes,  le  quitan  la  película,  la  depositan  por  algunos 
días  al  aire  libre  7  al  sereno,  cuidando  que  no  reciba  sol 
ni  lluvia,  y  queda  recia  y  seca,  conservándose  en  es?  es- 
tado muchos  años;  entra  en  el  guisado  llamado  cGara- 
pulca»,  en  el  Perú. 

Batata  ó  Papa  amarilla,  más  fina  que  la  anterior,  cuyos 
bulbos  son  de  color  amarillo  anaranjado  por  dentro,  y 
de  gusto  exquisitoi  es  también  originaria  del  Perú. 

Cacahuate  ó  Maní,  planta  cuyo  bulbo  de  la  forma  de  un  ca- 
pullo de  seda,  se  come  generalmente  tostado,  y  también 
se  métela  con  algunos  guisos. 

Cacao,  árbol  cuyo  simiente  es  el  principal  ingrediente  que 
entra  en  la  confección  del  chocolate,  bebida  nutritiva  y 
de  sabor  agradable)  es  originario  de  América,  y  se  pro- 
duce en  México,  Perú,  Ecuador  y  Guatemala. 

Caconitc,  planta  cuya  raís  da  una  harina  nutritiva. 

Can,  con  cuyo  fruto  tostado  y  molido  se  hace  una  bebida 
agradable,  que  se  consume  mucho  en  todas  partes  del 
mundo.  Aunque  esta  planta  es  originaria  de  Arabia,  se 
ha  aclimatado  perfectamente  en  América,  que  produce 
calidades  que  compiten  con  el  de  Moka. 

Calabaza  comestible^  con  la  que  los  indígenas  confeccionan 
algunos  guisos. 

Camote  ó  Moniato,  especie  de  Batata  dulce  que  se  produce 
en  temperamento  cálido;  los  hay  de  tres  especies:  blanco, 
amarillo  y  morado. 

CariocHT,  planta  qué  destila  un  aceite  espeso  que  reemplasa 
á  la  manteca  y  sirve  para  condimentar  los  guisos. 

Coca,  arbusto  originario  del  Perú,  cuyas  hojas  parecidas 
al  naranjo,  son  predilectas  para  los  indios,  que  acos- 
tumbran mascarlas  mescladas  con  la  tierra  llamada 


DR  AMÉRICA  213 


IHpta  y  ceniía  de  la  masorca  del  maíz,  siendo  el  samo  de 
esas  hojas,  para^  los  indígenas,  el  mayor  corroborante  y 
un  alimento  increíble,  pues  ellos  se  alimentan  con  el  ju- 
go de  dichas  hojas,  que  con  la  boca  largas  horas  tritu- 
ran, hallándose  cada  día  más  robustos,  apesar  de  desem* 
penar  labores  bastantes  rudas;  de  las  hojas  se  extra  la 
cocaina,  alcaloide  de  preparación  oficinal. 

Cüllen,  arbusto  cuyas  hojas  se  parecen  á  las  del  té  y  tienen 
casi  la  misma  propiedad  que  las  de  éste. 

Maiz,  planta  graminea,  cuyo  fruto  en  forma  de  mazorca,  es 
farineo  y  muy  nutritivo  como  alimento  sano,  tanto  para 
el  hombre  como  para  los  animales;  hay  diversas  espe- 
cies: amarillo,  blanco,  aculado,  morado,  rojo  y  negro. 
De  él,  molido,  se  hace  en  América  una  especie  de  tortas 
delgadas  y  redondas,  tostadas  en  un  tiesto  de  barro, 
y  sirven  de  pan  á  los  indígenas;  es  grano  originario  de 
América. 

Magu,  especie  de  centeno,  bastante  nutritivo. 

Maguey  6  Melto,  planta  de  hojas  gruesas  y  grandes,  utilísi- 
mas  para  muchos  usos,  pues  si  las  cuecen,  dan  miel;  si 
las  purifican,  azúcar;  si  las  destemplan,  vinagre;  si  las 
echan  ocpatli,  vino;  y  de  esas  mismas  hojas  se  hacen 
conservas,  se  fabrica  papel,  y  sus  troncos  sirven  de  vi- 
gas, y  sus  hojas,  como  tejas,  para  cubrir  los  techos  de 
las  casas;  del  árbol  se  hace  alpargatas,  esteras,  mantas 
de  vestir,  calzado,  cinchas,  jáquimas,  cabestros,  y  le  saca 
cáñamo  para  hilar.  Además,  la  raíz  es  eficaz  para  curar 
los  males  de  la  orina. 

Mandioca,  especie  de  granos  con  cuya  harina  se  hace  paú 
en  algunos  pueblos  de  América. 

Aíate  ó  Hierba  del  Paraguay,  de  cuyas  hojas  se  hace  una  in- 
fusión teiforme  en  una  cascara  de  coco,  calabaza  ó  jica- 
ra, que  se  absorbe  mediante  una  bombilla  de  mimbre  ó 
de  plata»  siendo  una  bebida  estimulante,  estomacal  y 
tónica,  usada  principalmente  por  los  indígenas  del  Pa- 


214  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

ragttay,  Chile,  la  Argeütina  y  otros  logares  inmediatoai 
contiene  los  mismos  principios  activos  que  el  té  j  el  café 
j  produee  iguales  efectos. 

Oca,  planta  tuberculosa  indígena,  de  las  regiones  frías  y 
templada»,  cuyo  tubérculo  lustroso,  amarillo,  muy  dul- 
ce, es  del  particular  gusto  y  sabor  de  la  castaña,  con  el 
que  se  hace  conservas  muy  estimadas;  también  se  co- 
me fresca,  ó  sea,  cruda  6  cocida. 

Olluco  ó  Melloco,  planta  tuberculosa,  cuyo  fruto  es  redon- 
do y  blanquizco,  que  se  come  cocido,  siendo  uñ  alimento 
que  tiene  propiedades  analépticas,  y  es  muy  apetitoso, 
sobre  todo,  para  los  indios. 

Qainoa,  planta  cuya  semilla  semejante  á  la  lenteja,  es  muy 
usada  como  alimento,  en  América,  de  donde  es  origina- 
ria también. 

Tapioca,  fécula  del  Manioc,  que  es  muy  nutritiva  y  conve- 
niente en  la  convalescencia  de  cualquiera  enfermedad. 

TrígOf  de  Europa;  fué  introducido  á  América,  cultivándose 
con  éxito  en  Chile,  California  y  todo  otro  temperamento 
templado. 

Yuca  ó  Manioc  i  planta  cuya  raíz  sirve  de  alimento,  por 
contener  elenientos  nutritivos;  rayada,  produce  un  exce- 
lente almidón;  también  es  la  base  de  la  bebida  llamada 
másate,  tan  generalizada  entre  los  indios  de  la  América 
Meridional,  donde  es  originaria. 

No  faltan  en  América,  árboles  y  plantas  aromáti- 
cas, qne  sirven  para  condimentar  comidas,  como: 

Achiote,  arbolito  cuyas  semillas  cubiertas  de  bastante  ma- 
teria oleosa  roja,  de  buen  gusto,  sirve  para  dar  color  á 
los  guisos. 

Ají  ó  Chile,  pimiento  del  que  hay  varias  especies  en  tamaño, 
figura  y  fuerza  del  picante;  es  propio  de  América,  don- 
de hay  en  abundancia. 


DE  AMÉRICA  215 


Azaírán,  planta  que  crece  formando  hebras;  se  usa  también 
para  dar  color  á  los  manjares. 

Canela,  planta  más  fragante  que  la  renombrada  de  Ceylan, 
y  de  la  que  hay  bosques  enteroi  en  América. 

Clavo  de  olor,  de  color  pardo  oscuro,  de  olor  muy  aromáti- 
co y  agradable,  de  sabor  acre  algo  picante,  que  le  uia 
como  especería  en  diferentes  condimentos. 

Laurel,  árbol  cuyas  hojas  sirven  para  aromatizar  los  man- 
jares. 

Nuez  Moscada,  que  es  producida  por  la  planta  llamada  Mi- 
ristica,  de  gusto  aromático. 

Orégano,  planta  herbácea,  de  hojas  y  flores  reunidas  en  es- 
pigas, muy  aromático,  usado  como  condimento. 

Pimienta,  baya  redonda,  de  color  rojizo,  pardo  oscuro  6  ne- 
gro cuando  seca,  y  rugosa;  es  acre,  aromática,  ardiente 
y  de  sabor  picante,  y  se  usa  con  especialidad  para  con- 
dimentar fuertes  excitativos. 

Sasaírás,  especie  de  laurel  aromático. 

Vainilla,  cuyo  fruto  es  una  cápsula  prolongada  que  contiene 
una  pulpa  sumamente  olorosa,  y  sirve  generalmente  co- 
mo ingrediente  para  el  chocolate  y  dulces  en  jalea;  es 
originaria  de  América,  y  tan  abundante,  que  nace  sin 
cultivo  en  las  tierras  calientes. 
Y  otras  clases  de  especerías  que  lisonjean  el  olfato  y  el 

gusto. 

Los  ejemplares  de  la  flora  de  América  son  en  nú- 
mero  incalculable,  tanto  las  propias  del  Nuevo  Conti- 
nente, cuanto  las  en  él  aclimatadas  y  provenientes  del 
Mundo  Antiguo.  Gomo  la  enumeración  de  esas  flores 
sería  sumamente  extensa,  nos  limitamos  tan  lolo  á  ci- 
tar algunas  de  ellai: 

Acacia,  cuya  planta  ha  sido  importada  de  Asia  á  AméricSi 


216  ORIGEN  DE  LOS  ÍNDlOS 

donde  se  ha  desarrollado  con  lozanía  en  la  sona  ecna* 
torial. 

Amapola,  flor  de  va  rias  especies;  es  iüdígena  de  América. 

Ambarina,  flor  que  nace  de  la  planta  de  la  familia  de  laa 
gnenópodeasj  ei  de  agradable  perfame. 

Aiahar  6  ñor  del  Naranjo,  tan  olorosa  que  embalsama  el 
ambiente. 

Azucena,  flor  abigarrada  de  rojo,  amarillo,  blanco  y  negro; 
es  originaria  de  las  comarcas  de  la  Argentina. 

Balsamina,  flor  cuyo  arbusto  fué  importado  de  la  India, 
y  que  se  aclimató  perfectamente  en  América. 

Clavel,  de  varios  colores  y  exquisita  fragancia;  sus  plantas 
han  sido  importadas  á  América,  donde  sus  variadas  es- 
pecies se  han  aclimatado  y  se  ostentan  con  losanía. 

Crisantemo  ó  Flor  de  Oro,  de  la  familia  de  las  compuestas, 
cuyo  arbusto  originario  de  Europa  ha  sido  importado 
á  América,  donde  se  han  aclimatado  con  esplendidez. 

Dalia,  hermosa  flor  de  varios  colores;  sus  plantas  han  sido 
dedicadas  al  célebre  botanista  inglés  Dale;  son  origina- 
rias de  México. 

Flor  del  Corazón,  sumamente  fragante,  pues  basta  una  sola 
flor  para  perfumar  una  casa;  esa  planta  es  propia  de 
América. 

Floripondio,  cuya  flor  á  manera  de  embudo  es  muy  oloro* 
sa;  es  planta  originaria  del  Perú. 

Heliotropo,  flor  de  suavísimo  perfume,  pequeña,  de  color 
azulado  y  está  dispuesta  en  espigas  enroscadas;  es  ori- 
ginaria del  Perú. 

Hortensia,  flor  de  color  de  rosa,  que  nace  en  corimbos;  es 
planta  propia  de  la  China  y  del  Japón,  pero  se  aclimató 
perfectamente  en  América. 

Jazmín,  flor  blanca  y  vistosa,  que  exhala  un  suavísimo  y 
agradable  olor;  es  planta  originaria  de  la  América  Sep- 
teatriotial 


DB    AMÉRICA  217 


Heliconia,  hermosa  flor  que  nace  en  panículo;  efi  planta 
originaria  del  Perú. 

Lila,  el  arbusto  que  produce  esta  bella  flor,  es  originario  de 
la  América  Septentrional. 

Lirio,  de  hojas  esplendorosas  y  flores  de  infinitos  matices  y 
colores,  que  exhalan  un  ñno  y  delicado  perfume. 

Magnolia,  cuya  flor  es  muy  fragante;  su  planta  es  origina* 
ria  de  los  países  australes  de  América. 

Narciso  y  bella  flor  de  suave  y  exquisito  olor. 

Orquídea,  cuya  flor  es  bellísima;  en  el  Perú  hay  varias 
especies. 

Eosa,  las  hay  de  varias  formas,  distinguiéndose  la  llamada 
«Rosa  de  las  cuatro  estaciones»,  propia  de  la  América 
Central  y  de  la  isla  de  Haití  ó  Santo  Domingo. 

Victoria  regia  ó  Lirio  acuático,  cuya  ñor  es  la  más  grande  y 
hermosa  que  se  conoce,  y  cuyas  hojas  tienen  dos  metros 
de  diámetro,  siendo  tan  resistentes,  que  un  hombre  pue 
de  pararse  en  ellas  sin  que  se  hundan  en  el  agua;  su  olor 
es  parecido  al  de  la  Magnolia;  es  originaria  de  uno  de  los 
afluentes  del  río  Amazonas.  La  hermosura  de  esta  flor 
causó  tanta  admiración  al  célebre  naturalista  Tadeo 
Haenke,  que  hincándose  de  rodillas,  expresó  su  entusias- 
mo  con  acaloradas  exclamaciones  hacia  el  Supremo  Ha- 
.  cedor  de  tanta  belleza. 
Y  muchas  otras  flores  de  brillantes  hechuras  y  delicados 

perfumes,  cuya  variedad  de  matices  se  disputan  los  colores 

del  arco-iris. 

Por  último,  hay  otras  plantas  notables,  propias  do 
América,  que  se  deben  mencionar,  como: 

Algodón^  planta  originaria  del  Perú,  cuyo  fruto  es  un  copo 
sedoso,  blanco  y  esponjoso  que  cubre  la  semilla^  siendo 
BU  hilasa  una  de  las  materias  más  útiles  y  finas,  que  con 
la  seda,  el  lino  y  la  lana,  viene  á  ser  necesaria  é  indispcn* 
isable  para  la  fabricación  de  los  géneros  ó  telas, 
as 


2íá^  ORIGEN  DE  tos  INDIOS 

u"  '  ■' ' ■■'  ■■'      

Árbol  de  ha,  cera,  coyas  semillas  en  forma  de  racimos,  pro- 
dnce  una  cera  tan  buena  como  la  dé  las  abejas. 

Árbol  de  la  leche  6  Palo  de  Vaca,  del  que  se  extrae  un  ju- 
go de  bastante  cuerpo  muj  semrjante  á  la  leche  de  la 
yaca,  que  se  consume  para  todos  los  usos  domésticos; 
es  originario  de  Colombia  y  de  Venezuela. 

Arce  azucarada,  árbol  cuya  sabia  está  muy  cargada  de  azú- 
car, que  se  obtiene  por  medio  de  la  ebullición,  y  sus  cali- 
dades son  idénticas  á  la  de  la  caña  y  de  remolache;  f  s 
propia  del  Canadá. 

Beldoco,  árbol  que  produce  la  lana  Tegetal. 

Cacto  ó  Cactus,  planta  portulácea  de  la  que  hay  en  América 
una  gran  Yariedad  de  más  de  450  especies,  de  distintas 
formas  y  calidades;  es  planta  que  crece  extraordinaria- 
mente en  las  áridas  llanuras,  cuyos  troncos,  á  manera  de 
columnas,  semejan  á  unos  candelabros. 

Caña  de  azúcar,  planta  parecida  á  la  caña  común,  pero  de 
cuyo  jugo  dulce  se  extrae  el  azúcar. 

Fraylejón,  planta  cuyo  tamaño  y  figura  se  parece  á  un  frai- 
le vestido  de  blanco. 

Girasol,  especie  de  hongo,  blanco,  pequeño,  del  que  se  extrac 
un  aceite;  se  le  llama  así,  porque  casi  siempre  está  incli- 
nado hacia  el  lado  del  sol;  es  originario  del  Perú. 

Huanirú  ó  PulUpunto,  planta  que  produce  el  marfil  vegetal. 

Tabaco,  planta  que  debe  su  nombre  á  la  isla  de  Tabago, 
una  de  las  Antillas,  y  cuyas  hojas  preparadas  de  diferen- 
tes maneras,  se  ha  hecho  de  tan  general  uso  para  fu- 
marlo ó  aspirarlo  en  polvo  por  las  narices. 

Tagua,  fruto  de  una  palmera  llamada  Cadi,  que  produce  el 
marfil  vegetal. 

REINO  ANIMAL 

Sin  especificar  las  diversas  especies  de  corpulen* 
tos  paquidermos  que  bao  existido  en  América  duran- 


I):S  AMÉRICA  219 


te  la  época  antediluviana,  nos  limitaremoi  á  enumerar 
algunoi  animales  de  eite  suelo,  posteriores  al  Diluvio, 
muchos  de  ellos  originarios  y  especiales,  tanto  cuadrú- 
pedos  cuanto  volátiles,  acuáticos  é  insectiles. 

Entre  los  principales  cuadrúpedos  de  diversas  es- 
pecies, que  son  los  más  numerosos,  se  cuentan  los  si- 
guientes: 

Acutí,  especie  de  conejo  originario  del  Brasil  y  del  Pa- 
raguay. 

Alpaca  ó  Alpaga,  mamífero  cuya  lana  er  sumamente  fina  y 
larga,  muy  parecida  á  la  de  Cachemira;  es  una  especie 
de  cahra,  que  vive  en  la  más  elevada  región  de  los  Andes 
del  Perú. 

Aleo,  semejante  al  perro,  cuadrúpedo  mudo,  cuya  carne  es 
excelente. 

Anta  ó  Gran  Bestia,  especie  de  tapir,  propio  del  Perú;  los  in- 
dios tienen  mil  preocupaciones  sobre  las  propiedades  me- 
dicinales de  las  uñas  de  la  Gran  Bestia,  las  que  miran 
como  una  panacea  universal. 

Añaz  ó  Añango,  zorro  del  tamaño  de  un  gato,  cuya  arma, 
para  defenderse  de  otros  animales,  es  la  orina,  que  arro- 
ja tan  pestilente  que  hace  huir  á  las  gentes;  pero  es  bus- 
cado con  interés  por  su  hígado,  el  cual  seco,  en  peso  de 
un  adarme,  es  un  específico  milagroso  contra  el  dolor  de 
costado. 

Ardilla,  animalito  vivísimo  y  lijero,  que  vive  en  los  bosques 
y  que  tiene  la  particularidad  de  comer  como  los  monos, 
valiéndose  de  las  manosj  en  los  bosques  de  la  América 
del  Norte  hay  en  abundancia. 

Armiño,  cuya  piel  es  muy  estimada  y  preciosa  por  su  suavi- 
dad y  su  blancura  como  la  nieve,  y  taü  buscada  en  pe- 
letería. 

Bisonte  ó  Búfalo,  especie  de  toro  indígena,  con  jiba  en  el 
lomo;  es  originario  de  la  América  Septentrional. 


220  ORICÉN  DE  LOS  INDIOS 


Buey  mosqueado  ó  almizclado^  de  las  comí^rcas  boreales  de 
América. 

Cacomiztle,  especie  de  fuina,  propia  de  México. 

Capivardo,  semi-anfibio,  propio  de  la  América  Meridional. 

Carcajúy  tQamífero  carnívoro,  propio  del^Ct  nada. 

Caríbúy  especie  de  reno,  propio  de  la  América  del  Norte  y  del 
Canadá. 

Castor,  mamífero  del  orden  de  los  roedores,  del  tamaño  de 
tm  perro  mediano  j  de  pelo  generalmente  castañoi  ei 
propio  del  Canadá  y  de  Norte  América,  donde  vive  en 
■ociedad,  en  habitaciones  que  construye  á  orillas  de 
los  ríos. 

Ciboro  ó  Toro  silvestre,  rumiante,  abundante  en  las  pam- 
pas de  la  Argentina  y  de  México,  que  se  diferencia  del  to- 
ro común,  en  tener  sus  astas  echadas  hacia  atrás  y  te- 
ner una  lana  fina,  risada  y  corta,  en  lugar  de  pelo. 

Cochinillo  de  Indias,  semejante  al  puerco  y  al  conejo. 

Comadreja,  especie  de  rata  grande  que  hace  sus  invasiones 
en  los  corrales,  matando  cuantas  gallinas  puede  cojer. 

Corto,  semejante  al  siervo,  casi  sin  cola,  de  color  ceniciento 
y  cuernos  pequeños;  es  muy  lijero  y  tímido. 

Couguar,  fiera  manchada  como  el  tigre,  muy  feroij  es  pro- 
pio de  América. 

Coyote,  especie  de  mastín  que  ataca  al  hombre;  es  propio  de 
México  y  de  California. 

Coypú,  especie  de  nutria,  propia  del  Ecuador. 

Cuati,  género  de  mamífero  carnívoro,  del  tamaño  de  un 
gato. 

Cucbicbi  ó  Huanusi,  hormiguero  con  rabo  muy  esponjado 
que  lesirre  para  cubrirse,  y  con  su  trompa  larguísima  la 
envaina  en  los  agujeros  de  las  hormigas  para  atraerlas 
y  comerlas. 

Cui,  especie  de  pequeño  conejo,  muy  apreciado  por  los  indí- 
genas que  lo  crían  en  sus  casas,  pues  su  carne  es  deli- 
cada y  SAbrosaí  es  originario  del  Perú  y  Ecuador. 


DB  AMÉRICA  221 


Charapa^  tortuga  grande  que  puede  vivir  meses  enteros  lin 
tomar  alimento  algcno. 

Cbillibueque,  especie  de  huanaco,  propio  de  Chile. 

Chinchilla,  especie  de  ardilla,  propia  de  la  América  del  Sud; 
■u  piel  es  muy  estimada  en  pelletería. 

Fichiciago,  animal  del  tamaño  del  topo,  que  tiene  una  cora- 
sa  de  láminas  corneas  y  cuadradas,  cuya  flexibilidad  se 
presta  á  toda  clase  de  movimientos;  ei  propio  de  Chile. 

Filandra,  semejante  á  la  marmota. 

Gamo,  especie  de  corto,  de  color  leonado  y  cuernos  anilla- 
dos 7  encorbados  hacia  adelante. 

Gato-tigre  ó  montes,  de  los  bosques;  es  una  especie  de  leo. 
^  pardo,  que  se  halla  tanto  en  la  América  del  Norte  como 
en  la  del  Sud. 

Glotón,  especie  de  tejón  carnívoro,  de  las  regiones  frías  del 
Canadá,  cuya  piel  es  muy  estimada  por  su  finura. 

Guangana,  puerco  montes  que  siempre  anda  en  tropas  de 
más  de  cien  con  su  capitán,  y  si  son  atacados,  nunca  hu- 
yen, hasta  que  muere  el  capitán. 

Guanque,  especie  de  ratón  campestre,  de  color  a«ul;  es  pro- 
pio de  Chile. 

Guamul  ó  Huemul,  especie  de  asno,  originario  de  las  partes 
inaccesibles  de  la  cordillera  de  los  Andes  de  Chile. 

Hatau- Viringo,  especie  de  perro  galgo,  desnudo  de  lana,  que 
se  supone  sea  originario  de  la  China,  pero  algunos  zoó- 
logos creen  que  es  propio  de  América. 

Huanaco  ó  Guanaco,  especie  de  llama  originaria  del  Perú  y 
del  Ecuador,  de  color  rojo  por  encima,  blanquecino  por 
debajo  y  con  la  cola  levantada. 

Huegue,  especie  de  vicuña,  propia  de  la  Araucañia. 

Iguana,  especie  de  lagartija,  que  tiene  debajo  dt  la  mandí- 
bula inferior  una  bolsa  ó  papo  con  una  línea  de  púas ; 
su  carne  y  huevos  son  muy  apreciados  por  los  indios, 
como  alimentos. 

Intuti  ó  Güanchaco,  especie  de  zorra,  algo  msjor  que  un  ga- 


238  ORIdBK  DB  IrOS  INDIOS 

■ 111. ■■■■II       iimiimi II. .  '     1.1    II ■«     I    »— M— M— MMfc 

to  y  de  la  fígara  de  ana  rata,  que  vé  poco  de  día  y  cría 
á  sus  hijos  en  una  bolia  que  abre  y  cierra  en  la  barriga, 
dentro  de  la  cual  se  ven  las  dos  hileras  de  los  pechos. 

IzcuintepoUathy  perro  jorobado,  originario  de  México. 

Jaguar  ó  Tigre  amerícanOy  propio  del  Perú  y  del  Paraguay. 

Kanguroo,  del  orden  de  los  marsupiales,  propio  de  las  Gua- 
yanas. 

Lobo  del  Marañan^  de  piernas  muy  cortas,  que  anda  más  á 
brincos  que  á  pasos;  es  propio  del  Perú. 

Llama  ó  Llacma,  especie  de  camello  sin  joroba,  llamado  por 
los  españoles  carnero  peruano,  por  la  lana  y  alguna  se- 
mejanza de  la  cabesa,  pues  su  figura  es  parecida  á  un 
camello,  no  solamente  en  el  cuerpo,  sino  también  en  las 
propiedades;  es  animal  originario  del  Perú,  y  muy  útil  á 
los  indios  de  ese  territorio,  para  transportar  sus  cargas 
6  mercaderías. 

Margal,  especie  de  gato-tigre,  propio  del  Paraguay. 

Marta,  carnívora,  cuya  piel  es  muy  hermosa;  despide  un 
olor  infectoi  que  proviene  de  una  materia  particular,  se- 
gregada por  unas  glándulas  que  tiene  situadas  cerca  del 
ano. 

Mixtliy  león  sin  melena,  propio  de  México. 

Monos— En  América,  principalmente  en  el  Ecuador,  hay  una 
gran  variedad  de  monos,  tales  como:— A/t/a¿o,  de  fas 
desnuda  de  pelo,  naris  aplastada,  de  gran  cola  sim  pelo, 
que  tiene  mucha  fuer«a.— Caparro,  mono  grande,  grueso 
y  forzudo,  con  cara  semejante  á  la  humana;  es  propio  de 
Venesuela.— Cararajada,  mono  nocturno,  que  no  puede 
soportar  la  Itis  del  áÍA.—Chichico,  el  más  pequeño  de  los 
monos,  pues  es  del  tamaño  de  un  ratón  y  se  esconde  den- 
tro de  una  mano;  es  propio  de  los  bosques  del  Ecuador, 
y  los  hay  de  varios  colores,  como  negros,  pardos,  blan- 
cos, verdes  y  colorados  oscuros.— iíorro-cercop/íero,  mo- 
no grande  propio  del  Ecuador  y  de  México,  de  color  ne- 
gro y  collar  blanco,  que  parado  es  de  la  estatura  de  nn 


DE  amírica  2á3 


hombre,  y  es  opinión  vulgar  que  si  coje  ana  mnjer  á  so- 
las, osa  de  ella  con  violencia.— Mignií o,  que  tiene  una 
cola  larga,  en  la  cual  reside  especialmente  el  tacto  y  la 
fuerza  y  que  le  sirve  para  enroscarla  en  las  ramas  de  los 
árboles  y  suspenderse  de  ellas.— Omeco;  mono  grande, 
pardo  y  muy  feo,  que  tiene  una  gran  papera  en  el  pes- 
cuezo.—Ti  tí^  mono  pequeño,  con  una  mancha  negra  en  la 
cabeza  á  modo  de  gorra.—  Ushñaga^  mono  nocturno  que 
nunca  se  deja  ver  de  dia  y  se  parece  algo  á  la  lechuza 
por  sus  ojos  saltados  y  grandes.  Y  muchas  otros  mo- 
nos, tales  como  los  AchamU  Aullador,  Capuchino^  Coto^ 
mono,  Choco,  Brailecito,  Macaquito,  Marimonda,^Nic» 
tipiteco,  Okiy  Miqvito,  Pinchecito,  Sapis,  Uistití,  Zorri" 
lloj  Marikina,  Pinchis,  Saimiri,  Sai,  Sáki,  Safú,  Tama" 
riño,  Sapajou,  Saguin  y  otros  más. 

Mirmecófago,  género  de  mamifero  destatado,  hormigul- 
voro. 

Muca,  especie  de  zorro,  que  se  ocupa  en  desbastar  los  galli* 
ñeros. 

Mücamuca,  rata  de  los  bosques. 

Nutría,  cuya  piel  es  muy  apreciada  para  varios  objetos  de 
lujo  y  adorno. 

Ocelotl,  tigre  originario  de  México. 

Ondatra,  rata  almizclada,  propia  del  Canadá. 

Onza,  gato  carnívoro  de  la  Cordillera  de  los  Andes  del  Perú. 

Oso  hormiguero,  cuyo  instinto  es  perseguir  los  nidos  de  hor- 
migas para  destruirlos. 

Paca,  cuyo  pelo  y  gruñido  es  semejante  al  cerdo,  y  la  cabeza 
parecida  al  conejo. 

Pagi,  especie  de  león,  propio  del  Perú. 

Perezoso,  mamífero  llamado  asi,  porque  pasa  la  vida  en  un 
árbol,  hasta  que  el  hambre  lo  obliga  á  buscar  algún  ali- 
mento. 

Pccaris  americano,  especie  de  jabalí  de  los  bosques  de  Chaa* 
chami^yo,  en  el  Perú* 


224  ORIGEN  Dfi  LOS  INDIOS 

PichuSy  especie  de  «orro  grande,  originario  de  América. 

Pilori,  rata  muscada,  propio  de  las  Antillas. 

Fuca-pumay  especie  de  leopardo  de  los  bosqnes  del  Ecuador. 

Puerco-espín,  animal  parecido  al  eriso,  cubierto  de  unas 
púas  de  dos  á  tres  pulgadas,  de  la  calidad  de  las  astas, 
con  vetas  negras  y  blancas. 

Puma,  especie  de  león,  originario  de  Chile. 

Quinza-ñahui,  especie  de  corro  que  tiene  tres  ojos,  los  dos  en 
su  sitio  natural,  y  el  tercero  en  la  frente,  el  que  le  sirre 
de  farol  para  ver  de  noche,  porque  abierto  reluce  á  os- 
curas como  una  estrella. 

Quirquincho,  especie  de  tatú,  propio  del  «Perú,  de  México  y 
del  Paraguay;  es  cubierto  de  una  concha,  de  dieciocho 
fajas,  coraza  que  le  defiende  de  los  ataques  de  otros  ani- 
males. 

Rengífero  ó  Carihú^  especie  de  ciervo  de  la  región  frígida  del 
Canadá,  donde  hay  numerosos  rebaños. 

RüCCO'lluicho,  especie  de  ciervo  de  poca  cornamenta,  de  co> 
lor  atabacado  oscuro,  que  es  el  que  cria  las  piedras  bo« 
soares  más  estimadas. 

Baino,  especie  de  jabalí  que  tiene  en  el  lomo  un  botón  lleno 
de  materia  hedionda,  que  apesta  toda  la  carne  si  no  se 
corta  luego. 

Salamanquesa,  especie  de  la/^artija  de  varias  regiones  de 
América,  cuya  picadura  es  mortal. 

Saricovienna,  nutria  particular  del  Paraguay,  Brasil  y  Gua* 
yana.; 

Sartinajo,  especie  de  conejo. 

Siguairo,  también  especie  de  conejo. 

Suaicato,  especie  de  hiena,  propia  de  América. 

Tapia,  especie  de  conejo;  ^s  propio  del  Paraguay. 
TaraCf  especie  de  venado. 

Tato  ó  Tatü,  cuadrúpedo  que  tiene  los  pies  con  cuatro  ó  cin- 
co uñas,  con  conchas  que  llegan  hasta  el  vientre,  coü 
púas  como  las  del  eriso,  y  que  gruñe  como  el  puerco:  es 


Dfi  AMÉRICA  225 


originario  de  América;  á  pesar  de  su  armadura  posee 
una  flexibilidad  tal,  que  en  caso  de  peligro,  se  enrosca  en 
forma  de  bola. 

Ucnmariy  especie  de  oso,  diverso  de  los  que  se  ven  en  Buro< 
pa,  que  vive  en  los  climas  fríos  de  la  América  Septen- 
trional. 

ÜTÓn,  especie  de  perro  con  la  cabeza  y  hocico  de  puerco,  pies 
y  manos  de  perro,  con  solo  tres  dedos  y  uñas  largas  y 
gruesas,  que  Yive  bajo  la  tierra  y  la  taladra  en  poco 
tiempo  sn  la  extensión  de  muchos  metros. 

üturuncoy  especie  de  tigrillo. 

Vaca-mocha,  especie  de  vaca  que  tiene  una  trompilla  como 
elefante. 

Yicuñay  animal  de  la  familia  de  las  llamas,  que  habita  las 
crestas  de  las  más  altas  cordilleras  del  Perú  y  cuya  lana 
finísima  es  muy  apreciada  para  la  confección  de  paños, 
sombreros,  medias  y  otras  telas. 

Vizc^chay  especie  de  conejo  con  cola  larga  y  pelo  esponjoso 
semejante  al  del  castor;  es  originario  del  Perú. 

Yaguar,  especie  de  tigre,  de  la  Cordillera  de  los  Andes. 

Yuray-tarujo,  especie  de  ciervo  blanco,  animal  muy  hermo- 
so por  su  blancura  como  la  nieve  y  su  graú  cornamenta 
dividida  en  muchas  ramas,  con  ojos  encendidos  como 
coral,  y  de  veloz  carrera,  que  vive  en  las  montañas  más 
elevadas  de  la  Cordillera  de  los  Andes . 

Zacbin,  animal  pequeño  que  acomete  al  hombre,  á  las  culC' 
bras  y  á  cualquier  otro  animal. 

Entre  las  muchisimaa  aves  de  América,  de  variai 
eipecíes,  notables  unas  por  su  armonioso  canto,  otras 
por  su  hermoso  plumaje  multicolor,  y  otras  por  sus 
especiales  propiedades,  se  pueden  citar  las  siguientes* 

Agami,  señalado  por  el  solido  especial  de  su  canto  y  su  ra** 
ra  inteligenciai 

29 


226  ORÍ  GEN  DE  LOS  ÍNfilOS 

Águila  coronada,  ave  de  rapiña  que  se  empleaba  en  la  ce- 
trería. 

Águila  de  dos  cabezas^  originaría  de  México,  a§egnrando  al- 
gticos  historíadores,  qne  en  1741  se  llevó  una  á  España. 

Alcatraz  ó  Pelicano,  xéis^TO  acuático  del  tamaño  del  cisne, 
de  color  blanco,  que  con  los  años  degenera  en  rubio;  de- 
bajo del  pico  tiene  una  especie  de  saco  en  que  deposita 
la  pesca  que  coje  para  comérsela  después  con  toda  co* 
modidad.  La  manera  de  abrir  este  saco,  para  dar  ali- 
mento á  sus  pollueloi«,  ha  dado  pié  á  la  fábula  de  que  se 
abría  el  pecho  con  el  pico,  sin  otro  objeto  que  sustentar- 
los con  su  propia  sangre  6  á  cesta  de  su  propia  vida. 
En  las  islas  de  ia  costa  de  la  América  del  Sud  hay  innu- 
merables de  est  s  pájaros. 

Alcónf  ftvc  de  rapiñ-.  propio  de  las  Cordilleras. 

Árcotras  ave  dr  htrmoso  plumaje  encarnado,  dorado  y  a2ul. 

Árrandajo,  especie  de  tordo,  que  imita  el  canto  de  todas  las 
aves  con  suma  facilidad. 

Buitre  ó  Gallinazo^  ave  de  rapiña,  especie  de  cuervo,  bastan- 
te numerosos  en  América;  viyen  en  cuadrillas  con  las 
de  su  especie,  y  son  las  que  hacen  la  policía  de  las  gran- 
des ciudades,  pues  se  alimentan  de  carona. 

Cacica  moñudo,  cuyas  plumas  del  cuerpo  son  de  color  cho- 
colate, las  alas  verde-oscuro  y  la  cola  amarillo-brillantej 
•obre  la  cabeza  tiene  un  moño  puntiagudo. 

Camicbif  curiosa  ave  que  por  su  voe  hace  retemblar. 

Carpintero,  de  pico  grueso  y  fuerte,  con  el  que  taladra  los 
árboles  más  duros  para  hacer  su  habitación. 

Casoar,  especie  de  avestruz;  es  propio  de  la  Argentina. 

Cereba  azulada,  notable  por  las  resplandecientes  tintes  de 
BU  plumaje  matizado  admirablemente,  y  separado  por 
bandas  de  un  negro  aterciopelado,  en  la  cabeza  brilla  un 
moño  de  plumas  de  un  aiuKverdcso  y  de  reflejes  metáli- 
cos; canta  silbando  algunas  palabras  con  clarídad|  ci 


T>t  ÁMésiCA  22? 


Cigüeña^  eipecie  de  grnlla,  de  color  blanco,  mayor  que  la  ga- 
llina, con  el  cuello,  pico,  cola  y  pies  largos,  de  color  rojo 
sangníneo  y  las  alas  surcadas  de  plnmas  negras;  le  man- 
tiene de  sabandijas 

Colibrí,  pájaro  peqneño,  de  hermosas  y  esbeltas  formas,  de 
brillante  plumaje  tornasolado;  ei  propio  de  loa  parajei 
cálidos  de  América. 

Cóndor,  el  coloso  de  los  buitres,  ave  de  rapiña,  propia  de  las 
gigantescas  cimas  de  la  Cordillera  de  los  Andes  de  Chile, 
de  plumaje  n^gro  con  un  collar  6  faja  blanca  al  cuello; 
alcanza  alturas  que  á  ningún  hombre  le  es  dable  vencer. 

Cotiüga,  lindo  pájaro  de  plumaje  axul,  con  garganta  mo< 
rada. 

Cotorra,  especie  de  papagallo  muy  hablador,  que  abunda  eii 
los  bosques  del  Ecuador. 

Curiquingai  ó  Ave  del  Inca,  originaria  del  Perú,  que  es  ma- 
yor que  una  gallina,  con  cola  y  alas  muy  largas,  de  color 
pardo  claro  con  vetas  ondeadas  de  amarillo  color  oro; 
es  ave  tan  domesticada  como  las  gallinas. 

Chogray,  pájaro  de  plumaje  amarillo,  domesticable,  y  muy 
inteligente  para  aprender  cuanto  se  le  enseña. 

Flamenco,  ave  muy  hermosa,  algo  mayor  que  la  cigüeña, 
coú  las  alas  color  de  fuego  que  llama  mucho  la  atención; 
es  originario  de  Chile. 

Grfíjo,  ave  celebrada  por  la  bellexa  y  matices  de  su  brillante 
plumaje. 

Guacamayo,  ave  también  de  muy  vistoso  plumaje. 

Jabirú,  ave  cuya  propiedad  es  tendente  á  destruir  loa  rep- 
tiles. 

Jujuy,  ave  que  imita  perfectamente  la  vos  del  hombre,  dan- 
do lugar  á  que  los  cazadores  se  equivoquen,  creyendo 
que  ion  compañeros  que  los  llaman. 

Mochuelo,  ave  nocturna,  de  color  amarillento  salpicado  de 
gris  y  pardo  por  el  lomo,  con  pontos  cenicientos  en  laa 
extremidades  de  las  alas. 


S28  ORIGEN  ttE  LOS  INDIOS 

t»  I  I     ■   ■  ■lili     »    «■!    I  Ha.lfl  I  I         ■      11 -   I  ■■  »-tMM»a»MM— ÜM— — i— 1^— <— — » 

Murciélago  Sanguinario  y  de  dedos  largos  reunidos  por  tinaB 
membranas  qne  le  sirve  de  alas  para  volar,  su  cuerpo 
cubierto  de  nú  pelo  fino  y  de  color  negro;  sólo  vuela  por 
la  noche  y  se  mantiene  chupando  la  sangre  á  otros  ani- 
males;  es  propio  de  América.  £n  el  Brasil  hay  una  espe- 
cie denominada  Vampiro ,  que  son  de  un  tamaño  extra- 
ordinario. 

Nandú,  especie  de  avestrus^  de  los  desiertos  de  la  América 
del  Sud,  de  plumas  muy  estimadas. 

Ninfa,  de  los  bosques,  es  notable  por  la  belleza  de  su  plumaje 
de  magnífico  color  atul. 

Orhig,  ave  de  aceradas  garras  más  temibles  que  las  del  mis- 
mo tigre. 

Oropéndola,  ave  muy  hermosa,  que  tiene  el  pico  encarnado, 
el  cuerpo  manchado  de  amarillo  y  de  verde,  negras  las 
alas  y  la  cola,  y  amarillas  las  extremidades  de  las 
plumas. 

Pájaro  loco,  muy  astuto,  que  hace  su  nido  de  manera  de  no 
ser  ofendido  por  ningún  otro  animal. 

Pájaro  mosca,  de  plumaje  brillante  color  púrpura- oscuro, 
la  espalda  brilla  con  reflejos  verdes  y  el  cuello  y  vientre 
de  color  verde  esmeralda,  su  canto  es  dulce  y  agradable; 
es  propio  de  Venezuela  y  del  Bresil. 

Pájaro  nocturno,  que  solo  sale  cuando  se  pone  el  sol;  es  pro- 
pio del  Darién. 

Papagayo,  ave  de  hermoso  plumaje;  es  propio  y  común  en 
los  bosques  del  Ecuador. 

Pardillo,  ave  de  lomo  ceniciento,  cabeza,  cola  y  alas  negras, 
que  se  domestica  con  facilidad  y  aprende  á  imitar  el  can- 
to de  otras  aves  y  aún  la  voz  del  hombre. 

Pavo  real,  ave  originaria  de  México,  de  donde  se  llevó  á 
España,  propagándose  en  seguida  por^oda  Earopa;  es 
la  ave  más  hermosa  que  se  conoce  por  su  brillante  plu- 
maje. 

Pavo  de  Indias,  de  la  familia  de  las  gallináceas,  algo  más 


DE  AMéRICA  229 


pequeño  que  el  pavo  real,  con  plumaje  color  ceniciento; 
es  originario  de  México,  de  donde  se  llevó  á  Bipaña. 

Pechicolorado,  especie  de  pardillo  que  tiene  el  pecho  colo- 
rado. 

Peróxito  ú  organito,  ave  cuyo  canto  armonioso  parece  en- 
tonar todos  los  acordes  é  intervalos  armoniosos  del  dia- 
pasón; es  propio  de  los  bosques  de  la  Cordillera  de  los 
Andes. 

Picado,  que  tieiíe  su  pico  más  pesado  que  todo  su  cuerpo. 

Pinza,  cuyo  pico  es  más  largo  que  todo  su  cuerpo. 

Polatuca,  especie  de  ratón  que  vuela. 

Quezal,  ave  de  México,  adornada  d^  un  hermoso  plumaje 
verde.  ^ 

Rabihorcado,  ave  grande  de  rapiña  cuyas  alas  desplegadas 
ocupan  el  espacio  de  catorce  pies,  y  es  de  mucho  vuelo, 
pues  apisar  de  ser  terrestre,  extiende  su  vuelo  hasta 
'  treinta  leguas  y  más,  dentro  del  mar. 

Rabo  de  junco,  ave  terrestre  muy  grande,  que  tiene  la  cola 
larga  y  muy  delgada,  que  también  vuela  en  el  mar  á 
grandes  distancias. 

Sinsonte,  ave  de  canto  tan  armonioso  que  se  le  considera 
como  el  rey  de  las  aves,  por  su  canto  y  trinos  que  embe- 
lesan. 

Tángara,  especie  de  gorrión,  propio  de  los  países  equinoc- 
ciales de  América. 

Tucán,  especie  de  picazo;  es'ave  propia  del  Brasil. 

Tinamón,  gallinácea,  exclusivamente  propia  de  la  América 
Meridional. 

Turpian,  cuyo  canto  es  muy  agradable  y  entretenido. 

Toro-Pisco,  de  lindo  color,  con  un  moño  en  forma  de  plu- 
mero. 

Trompetero,  que  tiene  la  particularidad  de  cantar  por  el 
ano. 

Tijeras-Chupa,  cuya  cola  está  en  forma  de  tijeras. 

Tunqüi,  ave  muy  rara,  de  los  espesos  bosques  de  la  Cordillc- 


230  ORIGBK  DE  LOS  INDIOS 

ra  de  los  Andes,  coya  cabeza  está  adornada  de  un  copete 
de  plumaje  viitoso  color  fuego  vivo  y  encendido. 
YunatunquU  hermoio  pájaro  que  tiene  una  especie  de  quita- 
sol sobre  la  cabeza. 

Y  otros  tantísimos  pájaros  y  avee  más  hermosos  y 
abundantes  que  en  cualquiera  otra  parte  del  mundo.  Además 
el  interior  y  las  costas  de  todas  las  zonas  se  hallan  pobladas 
de  variedad  de  perdices,  buhos,  ocas,  ánades,  piches,  sarapi- 
eos,  chorlitos,  becacinas,  patos  reales,  garzas,  gaviotas, 
palomas  torcaces,  perdices,  jilgueros,  gorriones,  golondri- 
nas, ruiseñores,  chirotes,  etc.,  etc.,  y  otra  infinidad  de  aves 
acuáticas. 

De  loi  ingecticídas,  hay  en  América  un  bullir  ince- 
lante  de  multicolores;  pero  solo  señalamos  algunoi 
que  tienen  cierta  particularidad  que  merece  ser  ano- 
tada: 

Alacrán  6  Escorpión,  muy  común  en  las  regiones  cálidas  de 
América;  su  cabeza  forma  con  el  cuerpo  una  sola  pieza, 
y  tiene  una  cola  movediza  y  armada  de  una  punta  cor- 
va 6  uña,  con  la  cual  picando,  introduce  el  humor  vene- 
noso. 

Animal  rojo,  especie  de  cangrejo  microscópico,  que  se  intro- 
duce en  la  cutis  de  todo  el  cuerpo,  produciendo  mortifi- 
cantes dolores. 

Calópteroy  insecto  de  la  familia  de  los  carábicos,  notable 
por  sus  lindos  colores;  es  propio  del  Brasil,  de  Cayena  y 
de  Chile. 

Cienpiés,  insecto  venenoso,  de  cuerpo  cilindrico,  compuesto 
de  muchos  anillos  uñidos  por  medio  de  una  membrana 
muy  delgada,  cada  uno  de  los  cuales  está  provisto  de 
dos  patas,  de  labio  inferior  armado  de  dos  prolongacio- 
nes articulares  y  duras  hacia  adentro  en  forma  de  te« 
nacillas,  que  le  sirven  de  arma  ofensiva. 


DE  amÍrica  231 


Cínife  6  mosquito  de  trompetilla:  es  carnívoro  y  sa  picado- 
ra produce  ün  dolor  intenso. 

Cucuyo,  cBpecie  de  luciérnaga,  con  la  diferencia  que  es  enea- 
racha  en  lugar  de  gusano  como  aquella:  tiene  cuatro  de- 
pósitos que  despiden  luz  ó  materia  fosforosa,  doi  en  me- 
dio de  la  barriga  y  dos  en  la  cabeza  en  donde  corres- 
ponden los  ojos;  son  comunes  en  la  isla  de  Cuba. 

Garrapata,  del  monte,  insecto  casi  imperceptible,  que  se 
pega  tenazmente  á  cualquiera  parte  del  cuerpo. 

Hormigones  ó  Chacos,  hormiga»  que  tienen  una  particulari- 
dad muy  notable,  pues  andan  por  los  campos  en  banda- 
das numerosas,  trepando  en  los  árboles  y  persiguiendo 
en  tierra  toda  clase  de  sabandijas,  como  culebras,  cien  - 
píes,  alacranes,  sapos,  lagartijas,  arañas  y  muchos  otroa 
bichos,  para  dcYorarloa,  ó  se  apoderan  también  de  las 
casas  esparcidas  por  las  orillan  de  los  ríos,  y  subiendo 
por  las  paredes,  no  dejan  rincón  que  no  registran  en 
caza  de  cuantos  bichos  encuentren;  luego  que  la  casa 
queda  limpia,  la  abandonan,  continuando  su  marcha 
por  otros  parajes  donde  haya  igual  pasto  para  su  ali- 
mento: andan  en  partidas  de  tan  crecido  número  que 
cargan  sobre  cualquier  animal  sin  dejarle  sitio  por  don- 
de escapar  y  lo  devoran  al  mismo  tiempo  que  hace  es- 
fuerzos para  desembarazarse  de  la  persecución.  Cuando 
estas  hormigas  se  presentan,  las  gentes  salen  de  sus 
casas,  y  no  vuelven  á  ocuparlas  hasta  que  hayan  salido 
después  de  haberlas  limpiado  de  sabandijas  incómodas 
y  peligrosas  por  el  veneno  que  encierran.  Estos  hormi- 
gones se  encuentran  en  las  campiñas  del  Cuzco,  en  el 
Perú,  donde  precisamente  abundan  más  las  sabandijas. 

Luciérnaga,  insecto  fantástico,  con  élitros  crustáceos,  cuya 
parte  posterior  es  fosforecente  y  luce  por  la  noche. 

Mariposas.^  de  las  que  hay  una  inmensa  variedad  en  Améfi» 
ca,  notablea  po):  ^n  grap  tamapo  j  vistQsos  colorea; 


232  ORIGBN  DB  LOS  IKDÍóg 

principalmente  en  los  bosques  de  la  parte  Snd  del  Conti« 
nente,  donde  se  hallan  lai  mái  bellas  que  se  conoce. 
Nigua  ó  Piqucy  insecto  microscópico,  que  se  introduce  gene- 
ralmente en  la  cutis  de  lof  dedos  de  los  pies,  donde  for- 
ma su  huevera;  es  algo  peligroso  extraerlo,  si  no  se  to- 
man las  precauciones  debidas. 
Siistillo,  insecto  que  hace  un  tejido  lemejante  al  papel. 
Tarántula^  araña  de  proporciones  gigantescas,  de  color  ce- 
niciente  con  pintai  negras  y  verdes,  el  cuerpo  grueso  y 
velludo,  y  su  picadura  ea  venenosa. 
En  fin,  en  América  hay  un  enjambre  de  innumerables  in- 
sectos,  benéficos  unos,  y  dañinos  otroi,  como:  Abispas, 
ArañaSf  Cucarachas,  Garrapatas,  Grillos,  Gusanos,  Hormi» 
gas,  Moscas,  Mosquitos,  Moscones,  Táranos,  Zancudos,  etc. 

De  los  animales  anfibios  y  acuáticoi  hay  también 
gran  número  en  América,  de  loi  que  señalaremos  tan 
sólo  los  cetáceos  del  mar  y  de  los  ríos,  más  notables 
por  sus  diversas  particularidades,  como: 

Aligador  ó  Caimán,  propio  de  la  América  del  Sud,  animal 
anfibio. 

Ballena,  cetáceo  bastante  común  en  los  mares  australes  de 
América. 

Cocodril  6  Lagarto  cornudo,  animal  anfibio,  algo  común 
en  los  ríos  de  América;  es  cubierto  de  escamas  á  manera 
de  escudos,  tan  fuertes  que  no  las  penetra  una  bala:  al- 
gunos llegan  hasta  diex  varas  de  largo,  y  pueden  pasar 
hasta  seis  mesea  en  el  lodo  sin  comer  ni  beber,  y  despier- 
tan muy  voraces. 

Cbacalote  ó  Fisetero,  cetáceo  blanco,  soplador,  que  vive 
en  los  ríos  de  América. 

Charapa,  tortuga  marina  que  puede  vivir  meses  enteros  sin 
tomar  «limeuto  alguno. 


bE  AMÉRICA  233 


Chinchimén  ó  Gato  marino,  animal  anfibio;  es  propio  de  las 

costas  de  Chile. 
befante  de  mar  ó  Foca  mayor,  que  se  halla  eñ  las  playas 

australes  del  Río  de  La  Plata. 
Esturión,  cetáceo  de  color  azul-gris  sembrado  de  pintas 

pardas  ó  negras,  de  cabeza  obtusa  y  cuerpo  con  cinco 

ó  seis  órdenes  de  escamas. 
Foca  6  Becerro  marino,  mamífero  carnívoro,  que  vive  en 

los  mares  australes. 
Gimnoto,  cetáceo  entomostráceo,  muy  común  en  América, 

de  cinco  ó  seis  píes  de  longitud,  que  tiene  la  propiedad 

de  atentar  contra  los  otros  animales  á  cierta  distancia, 

produciendo  el  mismo  efecto  que  si  sobre  ellos  se  descar- 
gara una  batetía  eléctrica. 
Guagua,  pequeño  perro  anfibio,  especie  de  nutria  finísima  y 

de  grandes  orejas,  cuyo  nombre  le  viene  de  que  al  ladrar 

parece  que  pronunciara  la  palabra  «  guagua. i 
Lame  6  Puerco  marino,  especie  de  foca  cuadrúpedo  y  anfi» 

bio,  de  las  costas  de  Chile. 
Lamentín  6  Vaca  acuática,  peje  de  los  ríos  Amazonas  y 

Marañón,  de  doce  pies  de  largo  y  que  suele  pesar  hasta 

ochocientas  libras. 
León  marino  ó  Foca  menor,  de  los  mares  de  la  extremidad 

austral  de  la  América  del  Sur. 
Lobo  marino,  también  de  los  mares  australes  de  la  América 

Meridional. 
Manati  6  Amantín,  anfibio  con  cabeza  de  buey,  que  se  ha« 

Ha  en  los  grandes  lagos  de  América. 
Narval  6  Pez-espada,  cetáceo  de  escamas  imperceptibles, 

con  una  aleta  en  el  lomo,  con  la  mandíbula  muy  fuerte 

y  la  superior  prolongada  en  forma  de  espada  de  dos 

filos. 
Paiche  6  Piracucu^  peje  grande  que  generalmente  tieiíe  uú 

peso  de  trescientas  libras^  que  se  encuentra  en  el  río 

Amazonas. 
30 


234  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

Pinguín  6  Pájaro-bobo,  ave'  marina  que  no  tiene  plomas, 
pero  está  cubierto  su  cuerpo  con  un  plumón  espeso;  en 
el  mar  nada  con  velocidad  y  en  tierra  camina  ayudado 
por  las  alas;  es  abundante  en  la  costa  de  la  Patagonia. 

Tiburótiy  peje  voraz,  veloz,  de  fuer«a  y  gran  tamaño;  suele 
acompañar  á  los  buques  á  grandes  distancias,  dando 
vueltas  al  rededor,  para  aprovecharse  de  todos  los  des- 
perdicios que  se  echan  al  mar  y  de  los  cadáveres  que  se 
sepultan  en  el  Océano.  Los  hay  también  en  los  grandes 
ríos  de  América. 

Yacu-atucif  lobo  marino,  alto  y  delgado,  con  lana  áspera 
entre  pardo  y  blanco. 

YacU'Cüchif  cerdo  anfibio  con  dos  colmillos  arqueados  y  ore- 
jas  casi  redondas,  que  sube  mucho  por  les  ríos  que  de- 
saguan en  el  mar  y  se  internan  en  los  bosques  en  busca 
de  raíces  y  frutas* 

YacU'puma,  especie  de  león  anfibio  que  habita  tanto  las  ori- 
llas como  las  selvas  del  Ecuador. 

Zaramagullón,  anfibio  propio  del  Perú. 

Además,  en  los  mares  y  los  ríos  de  América  hay  gran 

número  de  pescados  de  todas  clases,  como  laa  especies  de 

Arenque,  Atún,  Anguilas,    Anchovetas,  Bacalao,   Besugo, 

Bagre,  Barbudo,  Chuto,  Corbina,  Carpa,  Lenguado,   Peje- 

rey,   Salmonete,   Trucha,   Tui,  Langosta,  Camarón,  etc.,  y 

muchos  moluscos  y  crustáceos. 

De  los  animales  anélidos  6  invertebrados,  de  Amé- 
rica, se  cuenta  un  gran  número  de  ellos,  principalmen- 
te innumerables  serpientes  que  infunden  espanto  por 
BU  enorme  grosor  y  la  sutileza  de  su  ponzoña;  sólo 
citamos  unos  pocos: 

Acostó,  género  de  anélido  afrodisiaco,  propio  de  las  Antillas. 
Boa  constrictor  6  Aboma,  serpiente  que  es  la  de  mayor  ta- 
maño que  se  conoce,  y  cuya  longitud  sude  Ikgdr  hastia 


DB  AMERICA  233 


tinos  treinta  y  cttico  á  cnarenta  pte^,  teniendo  tal  faer«a 
que  Sujeta  hasta  á  los  toros  y  tiíjfres 

Crótalo,  serpiente  cascabel  que  habita  loa  espesos  bosques 
de  América. 

Cucurucú,  Culebra  mny  venenosa,  de  la  América  Meridional. 

Culebra  Saetilla,  serpiente  tajnb^'én  venenosa,  qne  de  los  al- 
tos de  los  árboles  se  arroja  sobre  los  caminantes. 

Graja,  culebra  ctivo  veneno  es  activísimo. 

Jacumama,  flpigaTitesca  serpiente  qne,  apesar  de  no  ser  vene- 
nosa, es  temible  por  su  prodigiosa  faersia. 

Machaqui,  culebra  de  15  á  20  varas  de  largo,  con  dos  ca- 
bezas. 

Serpiente  Congo,  especie  de  cascabel  cuya  mordedura  es 
mortal. 

TJritu,  culebra  cuya  cabe«a  se  parece  al  pico  de  loro:  es  muy 

venenosa. 
/        También  hay  en  América  muchas   Víboras  y  Corales 

ponzoñosos,  y  tantas  otrss  clases  de  anélidos,  entre  ellos  la 

notable  serpiente  Papagayo,  que  es  colosal  y  habita  en  los 

bosques  del  Ecuador  y  del  Perú,  y  también  Culebrones  ino- 

fensivos,  que  domesticados,  hacen  la  policía  de  las  casas, 

devorando  los  insectos. 

Quédanos  por  registrar,  dos  producciones  impor- 
tantisiraas,  aunque  no  animales  propiamente  dichas, 
que  provienen,  una,  de  las  aves  marinas,  y  otra,  de  la 
concha  madreperla;  son: 

1.^  Huano  6  Guano,  sustancia  considerada  como  producto 
animal,  pues  es  el  resultado  de  la  acumulación  del  excre- 
mento que  las  aves  marinas  depositan  en  las  islas  desier- 
tas cercanas  á  las  costas  del  Perü,  principalmente  en 
las  Islas  de  Chincha,  cerca  de  Pisco,  y  eh  los  islotes  y  cos- 
ta de  lea,  lio  y  Arica;  es  una  sustancia  sólida,  pulveru- 
lenta, amarillo-oscuro,  de  olor  amoniacal  fuerte,  que  se 


2á6  ORIGÉK  DE  LOS  iftolOS 

■ ■  ,  ■  i  I  ...  .  .        I         .  ^       II     lili.   M  it.  lili  I  im  I  I 

halla  en  capas  6  depósitos  formados  de  dichos  excremen- 
tos de  diversos  pájaros  marinos,  qné  son  tan  numerosos 
en  aquellos  parajes;  depósitos  que  han  alcanzado,  en  el 
término  de  muchos  siglos,  más  de  sesee  ta  pies  de  espe- 
sor en  la  extensión  de  algunas  legues  (1).  El  Huano  es 
reconocido  como  el  abono  más  precioso  empleado  en  la 
agricultura  para  fertilizar  las  tierras  pobres,  por  el 
amoniaco,  fosfato  y  potasa  que  contiene.  Desde  1836 
el  Huano  llegó  á  ser  una  enorme  riqueza  para  el  Perú, 
pues  que  ha  rendido  al  Gobierno  de  veinte  á  veinticinco 
millones  de  pesos  anualmente.  El  producto  del  Huano 
ha  sido  mal  administrado  de  parte  de  las  autoridades 
peruanas,  pues  se  ha  podido  sacar  mucho  más  provecho 
de  ese  precioso  abono,  que  ha  enriquecido  á  los  consig- 
natarios de  Inglaterra,  Norte  América  y  otros  países. 
°  Perla,  sustancia  que  también  es  considerada  como  pro- 
ducto animal,  pues  es  una  especie  de  concreción  precia- 
dísima que  se  forma  en  el  interior  de  la  concha  denomi- 
nada madreperla,  por  la  extravasación  de  la  sustancia 
conocida  con  el  nombre  de  nácar.  Se  encuentra  criaderos 
de  perlas  en  varias  islas  de  Colombia,  y  también  en  las 
costas  de  Cubagua  y  Gumaná,  en  el  golfo  de  San  Miguel, 
cerca  del  Istmo  de  Panamá,  donde  se  pescó  una  perla  del 


(l)"'Se  calcula  que  las  capas  de  Guano  que  cubrían  el  suelo  de  las  Islas 
Chinchas  tenían  un  espesor  de  más  de  60  pies,  y  es  tan  exacto  este  cálculo, 
que  lo  demuestra  el  hecho  de  haberse  descubierto  á  02  pies  de  profundidad, 
un  ídolo  de  piedra  y  tres  vasos  para  agua.  También  á  33  y  35  pies,  res- 
pectivamente, se  han  hallado  otros  ídolos  de  madera,  que  indudablemente 
datan  de  un  período  de  tiempo  más  atrasado  como  el  anterior  hallazgo. 
El  sabio  Alejandro  de  Humboldt  comprobó,  en  1804,  el  hecho  de  que  duran- 
te 300  años  que  trascurrieron  desde  la  conquista  española  hasta  el  fin  de 
la  época  colonial,  sólo  se  habrían]  formado  unas  pocas  líneas  de  guano: 
por  consiguiente  se  pregunta:  ¿Cuántos  miles  de  años  se  han  necesitado 
para  formar  esas  capas  de  más  de  60  pies  de  espesor  de  esc  mismo  Guano? 
Los  geólogos  calculan  que  se  ha  requerido  á  lo  menos  864,000  años. 


DE  AMÉftICA  237 


tamaño  de  an  huevo  grande  de  paloma,  la  que,  aprecia- 
da en  cien  mil  ducados,  fué  obsequiada  el  rey  de  España 
Don  Felipe  II.  También  hay  criaderos  de  perlas  en  las 
costas  de  la  Bgja  California  y  del  Estado  de  Sonora,  eñ 
México,  que  pueden  compararse  coú  los  del  Golfo  de 
Ceyrny  el  Pérsico. 

Hecha  esta  susciata  relación,  repetimos  lo  que  he- 
mos dicho  ya:  ¿Será  posible  que  el  Hacedor  Sulpremo 
haya  concedido  al  Continente  Americano  tantas  y 
tantas  riquezas  en  los  tres  reinos  de  la  Naturaleza, 
para  que  este  mismo  Continente  haya  permanecido 
inhabitado  durante  el  largo  tiempo  trascurrido  desde 
la  Creación  del  Mundo  hasta  el  Diluvio  Universal? 

No,  ello  es  materialmente  imposible;  y,  por  lo  tan- 
to, es  innegable  que  los  habitantes  de  la  época  ante- 
diluviana han  sido  autóctonos,  contemporáneos  de  los 
corpulentos  paquidermos  de  la  Edad  Cuaternaria, 
época  de  la  que,  á  no  dudarlo,  arranca  el  origen  del 
Hombre. 


La  Historia  y  la  Tradición  no  nos  han  legado  dato 
alguno  aceres^  de  los  primitivos  habitantes  del  Hemis- 
ferio Americano;  todo  lo  concerniente  á  este  punto, 
yace  oculto  en  el  misterio  más  impenetrable,  no  sien- 
do posible  seguir  con  certidumbre  la  marcha  del  Gé- 
nero Humano  en  la  infancia  de  las  sociedades  del 
Nuevo  Mundo;  lo  poco  que  hasta  hoy  se  ha  podido 
saber,  está  diseminado,  por  decirlo  aaí,  en  diferentes 
obras,  Acosta,  Avicena,  Lóyez,  Holt6n,  Kiimei,  Ro- 


238  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

mans,  La  Peyrére,  Burnet.  Huttiboldt,  Bancroft,  Bras- 
■eur  de  BourbOurg,  Hervas,  Zerda,  Mosquera  y  otros, 
traen  algo  al  respecto,  pero  ese  algo  es  incompleto  las 
más  veces,  y  tan  sólo  preblemático  en  algunos  casos. 
De  estos  autores,  unos  son  del  grupo  de  los  poli- 
pbyletesbpoligenistaf^jj  otros  del  grupo  délos  mono- 
pbyletes  ó  monogenistas;  congeturando  algunos,  que 
el  Hombre  primitivo  de  América  tuvo  que  ser  algo  su- 
perior á  la  bestia,  pero  algo  inferior  al  saivsje  de  hoy, 
desde  el  punto  de  vista  fideo  é  intelectual,  y  tuvo  que 
ser  también  más  corpulento,  más  musculoso,  y  más  ágil 
que  el  Hombre  civilizado  de  nuestros  días,  pues  que 
la  fuerza  bruta  era  su  principal  atributo:  desnudo  y 
estimulado  por  el  hambre,  cubría  su  desnudez  con  las 
plantas  fibrosas  y  las  pieles  de  los  animales  que  logra- 
ba matar,  alimentábase  con  los  frutos  de  la  Natura- 
leza y  con  la  carne  de  esos  mismos  animales  (1),  y  se 
albergaba  en  las  cuevas  naturales  para  ponerse  al 
abrigo  de  la  intemperie;  para  eso  ponía  en  acción  los 
recursos  de  que  le  permitía  disponer  su  escasa  activi- 
dad cerebral  y  la  disposición  mecánica  de  sus  demás 
órganos.    Después,  su  instinto  se  fué   desarrollando 


(1)  Diodoro  de  Sicilia  en  su  Historia  Universal,  describe  así  el  origen 
de  la  Humanidad:  «  Los  primeros  hombres,  en  su  ignorancia  de  las  cosas 
útiles  á  la  vida,  lleraban  una  existencia  miserable;  estaban  desnudos,  sin 
abrigo,  sin  fuego  y  sin  tener  idea  alguna  de  alimentación  conyeniente;  no 
se  preocupaban  de  cogerlos  frutos  silvestres  y  hacer  de  ellos  una  provisión 
para  la  mala  estación,  y  por  eso  muchos  morían  de  frío  y  falta  de  sustento. 
Pero,  después,  la  experiencia  los  indujo  á  refugiarse  en  las  cavernas,  du- 
rante el  invierno,  y  á  almacenar  los  frutos  que  podían  conservarse.  En 
todas  partes  la  necesidad  ha  sido  el  maestro  del  Hombre. 


DE    AMÉRICA  23^ 


paulatinamente  haBU  cobrar  la  suficiente  inteligencia 
por  el  miimo  desenvolvimiento  gradual  y  la  adapta- 
ción de  iui  órganos  cerebrales,  comprendiendo  enton- 
ces, que  estímulos  superiores  al  de  la  conservación  per- 
sonal le  dominaron,  como  fueron  el  amor  que  tenia  á 
su  compañera  y  las  caricias  que  recibía  de  sus  hijos: 
esa  relación  de  familia  fué  estrechada  y  complemen- 
tada con  el  paulatino  perfeccionamiento  del  lenguaje. 
Luego,  como  es  de  suponer,  elevando  su  espíritu  á  la 
contemplación  de  los  fenómenos  naturales  que  se  ofre- 
cían á  su  vista,  como  la  influencia  benéfica  del  sol;  la 
caída  del  rayo  de  la  nube  tempestuosa,  que  le  pareció 
una  emanación  del  mismo  astro;  el  calor  de  las  lavas 
incandescentes,  que  los  volcanes  arrojan  en  su  erupción 
destruyendo  todo  en  su  rápido  curso;  llegó  á  com- 
prender que  estos  hechos  eran,  en  sí  mismo,  el  íuego^ 
y  tales  fenómenos  naturales  le  sugirieron  la  posesión 
del  secreto  de  ese  elemento,  mediante  la  frotación  de 
dos  leños  de  dureza  diferente,  descubrimiento  que  le 
permitió  realizar  casos  prácticos  en  su  vida  doméstica; 
pasando  entonces  el  hogar  á  ser  el  verdadero  centro 
de  la  familia.  La  organización  de  la  familia  tuvo  lu- 
gar, según  esto,  en  la  Época  Primaria^  que  práctica- 
mente se  denominó  Edad  de  Oro, 

Después  de  este  período,  que  fué  de  larga  dura* 
ción,  vino  el  de  la  vida  de  relaciones  entre  las  diver- 
sas familias  esparcidas  en  el  Continente  Americano, 
principiando  asi  el  verdadero  estado  social,  que  siguió  á 
la  simple  asociación  de  familia.  La  infancia  del  estado 
social  fué  también  de  larga  duración,  y  en  el  traicur- 


^0  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

80  de  él  el  conocimiento  de  los  hombres,  aparte  del 
culto  y  servicio  del  fuegO)  se  redujo  á  la  fabricación 
de  toscas  vasijas  de  tierra  cocida  para  sus  usos  domés- 
ticosj  á  los  instrumentos  de  madera  ó  de  piedra  bru- 
ta necesarios  á  sus  demás  empleos,  á  la  construcción 
de  chozas  ó  cabanas  pasa  su  albergue,  y  á  la  confec- 
ción de  armas  para  la  caza  de  animales  ó  para  la  gue- 
rra, pues  no  tardó  en  suscitarse  entre  las  diferentes 
familias^  desacuerdos,  disputas  y  aún  riñas  que  pron- 
tamente degeneraron  en  desavenencias  graves  y  has- 
ta en  lucha  á  muerte  entre  ellas.  En  un  concepto 
poético,  la  Época  Segundaria,  se  denominó  Edad  de 
Plata, 

A  este  último  período  siguió  la  época  del  perfec* 
cionamiento  de  los  instrumentos  de  tosca  piedra  ó 
silex,  época  que  los  antropologistas  llaman  Edad  de 
Piedra,  y  que  se  subdivide  en  dos  épocas  diferentes: 
la  Época  Terciaria  6  Paleolítica^  de  instrumentos  de 
piedra  toscamente  tallada,  y  la  Época  Cuaternaria 
ó  Neolítica^  de   instrumentos  de  piedra  pulimentada. 

Vino  en  seguida  el  período  en  que  se  perfecciona- 
ron los  instrumentos,  reemplazando  los  de  sílex  por  los 
de  cobre;  se  mejoró  el  arte  de  la  alfarería  y  se  princi- 
pió la  extracción  y  fundición  de  metales  múltiples^ 
tales  como  el  oro,  la  plata,  el  cobre,  el  estaño  y  otros. 
Esta  época  fué  llamada  Edad  de  Bronce  ó  de  los 
Metales,  porque  el  cobre  que  entra  en  esa  liga,  fué 
el  metal  mes  común  que  reemplazó  á  la  madera  y  la 
piedra  en  la  fabricación  de  instrumentos  de  guerra  y 
agríQolaii  reservando  qI  oro  y  !«  plata  para  varias 


DE  AMÉRICA  241 


aplicaciones,  ya  industriales,  ya  artísticas.  En  esta 
misma  Época,  las  tribus  nómadas  ó  errantes^  disemi- 
nadas, reuniéronse  en  cuerpos  de  pueblos  ó  nacioneSi 
formados  por  el  paulatino  dominio  que  adquirieron 
unas  tribus  sobre  otras.  Las  asociaciones  de  las  fami- 
lias relacionadas  entre  si  por  sus  costumbres,  sus  creen- 
cias, sus  lenguas  y  sus  tradiciones,  se  constituyeron, 
así,  en  Estados  civiles*  políticos  y  religiosos,  goberna- 
dos por  jefes  que  mantuvieron  su  independencia  y 
autonomía.  Debido  á  esa  asociación  de  familias  y  su 
constitución  en  Estados,  fué  que  se  inició  un  notable 
adelanto  en  los  pueblos,  pues  desde  entonces  se  prin- 
cipió á  fabricar  toscos  tejidos,  se  adoptó  la  cremación 
de  los  cadáveres  y  se  comenzó  á  tributar  el  culto  reli- 
gioso. 

Cuanto  á  la  Edad  de  Fierro,  sólo  está  marcada 
en  los  Continentes  Antiguos,  por  la  adquisición  de  este 
útilísimo  metal,  completamente  desconocido  su  uso, 
se  supone,  en  el  Nuevo  Mundo  hasta  la  conquista  es- 
pañola^  apesar  de  ser  muy  abundante  el  fierro  en  el 
Continente  Americano. 

Si  se  trata  de  resolver  la  cuestión  de  la  condición 
intelectual  en  que  se  encontró  la  Humanidad  primiti'- 
va,  hay  que  recurrir  al  examen  de  los  útiles  y  armas 
deque  loa  hombres  se  sirvieron  en  aquellas  épocas 
lejanísimas;  elementos  que  dan  la  debida  luz  sobre  esa 
civilización,  pues  su  examen  enseña,  que  á  las  hachas 
y  objetos  de  piedra,  de  hueso,  de  concha  y  de  madera^ 
para  los  usos  domésticos,  sucedieron  los  instrumentos 
da  metal,   ^Esta  historia  del  Hombre,— ha  dicho  Mr« 


242  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

Edward  Burnet  Taylor,— que  no§  revela  el  estudio  de 
los  instrumentos  de  que  él  ha  hecho  uso,  es  la  historia 
de  un  progreso  ascencional  y  sin  ^uda  inconstante  é 
interrumpido  en  cada  tribu  ó  en  cada  raza,  pero  un 
progreso  general,  en  el  que  vemos  que  crece  y  se  de- 
sarrolla la  industria  humana."  Pero  lo  dicho  por  Mr, 
Burnet  Taylor  es  tan  sólo  el  medio  de  comprobar,  en 
parte,  el  grado  intelectual  á  que  habían  llegado  las 
primitivas  generaciones  humanas^  sin  tener  en  cuenta 
otros  medios  importantísimos  de  llegar  al  conocimien- 
to de  la  condición  intelectual  del  Hombre  en  esai 
edades  primitivas,  medios  que  complementan  el  estu- 
dio etnológico  de  estas  razas,  y  son:  á  más  del  movi- 
miento de  su  progreso  en  las  artes  manuales,  sus  cos- 
tumbres, sus  ritos,  creencias,  y  su  sistema  de  gobierno. 
Debe  colegirse  de  lo  dicho,  que  ha  debido  trascu- 
rrir muy  larga  serie  de  siglos  antes  que  los  primitivos 
pueblos  de  ese  mismo  Continente  adquirieran  cierto 
grado  de  adelanto;  siendo  un  hecho  indudable,  que  su 
iniciada  civilización  fué  avanzando  gradual  y  lenta- 
mente en  el  camino  del  progreso,  hasta  lograr  formar 
pequeños  núcleos  y  centros  sociales. 


Áuoque  la  historia  de  los  primitivos  habitantes  de 
América  está  aún  envuelta  en  un  caos  que  ha  sido 
imposible  aclarar  hasta  ahora,  creemos  que  después 
del  trascurso  de  varios  siglos,  el  Hemisferio  America- 
00  fué  también  habitado  por  los  Atlante9i  los  Antis, 


DE  AMÉRICA  243 


los  Chinos  y  talvez  los  Egipcios,  los  Fenicios  y  los  He- 
breos, razas  que  forzosamente  se  mezclaron  con  esos 
primitivos  habitantes  autóctonos,  asimilándose  á  ellos 
en  el  trascurso  del  tiempo.  Fundamos  esta  conjetura 
en  los  hechos  relatados  por  los  antiguos  historiadores^ 
quienes  refieren  que  ha  navegación  en  los  Océanos  At- 
lántico y  Pacifico  se  remonta  á  una  época  anterior  al 
Diluvio;  lo  cual  probaría  que  los  pueblos  del  Antiguo 
y  del  Nu^o  Mundo  se  conocieron  y  tuvieron  relaciones 
desde  aquella  misma  época. 

De  suponer  es,  que  en  aquellos  tiempos  antiquí- 
simos, la  Atlántida  (que  creemos  sólo  ocupaba  una 
parte  de  la  extensión  del  Océano  Atlántico)  fuera  una 
nación  que  alcanzó  el  mayor  grado  de  apogeo,  pues 
Platón  recuerda  tradiciones  egipcias  que  se  remontan 
á  la  invasión  de  los  Atlantes  á  los  Continentes  del  An- 
tiguo MuQdo,  extendiéndose  por  toda  la  Europa,  par- 
te de  la  África  y  de  la  Asia  Menor,  Solón,  que  fué  uno 
de  los  siete  sabios  de  Grecia,  supo  también,  por  los 
Egipcios,  todos  los  pormenores  que  se  referían  al  po- 
der marítimo  de  los  Atlantes,  cuya  escuadra  estaba 
compuesta  de  miles  de  navios.  Además,  la  Atlántida 
era  célebre  por  su  fértil  y  *  benigno  clima,  habitada 
por  hombres  indomables^  robustos,  audaces  y  de  talf* 
gigantesca  (1);  gente  fuerte  é  invasora  que  hacía  re- 
pentinas irrupciones}  cayendo,  de  improviso^  para  gue- 


(1)  Quizá  los  habitantes  de  la  Atlántida  serían  aquellos  gigantes  á 
que  se  refiere  la  Sagrada  Escritura:  «  En  aquel  tiempo  había  gigantes  so- 
bre la  tierra  {nGiganícs  erant  supcr  tarám  in  dichits  illis*— dice  el  Géüesis 
eu  Su  cap.  YJ) , 


244  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 


rrear  toscamente,  hasta  poner  á  aus  eneniigos  en  cui- 
tas y  peligros.  Por  lo  demás,  no  hay  m  jmoria  de  la 
época  en  que  aconteció  el  hqndimiento  da  esta  gran- 
de isla,  ni  tampoco  hay  recuerdo  de  lá  existencia  de 
ella  en  la  época  postdiluviana.  (1) 

Los  Antis,  pueblo  asiático,  hicieron,  se  dice,  una 
invasión  á  la  América  ecuatorial,  antes  del  Diluvio,  y 
se  establecieron  en  la  Cordillera  de  los  Andes,  en  la 
región  superior  del  Amazonas:  de  estos  Antis  se  deri- 
va, talvez,  el  nombre  úe  la  extensa  cadena  de  monta- 
ñas que  atraviesa  toda  la  América  del  Sud.  ^os  po- 
bladores de  la  Cordillera  de  los  Andes  ecuatoriales 
conservan  todavía  el  nombre  de  Antis,  que  fueron  los 
que,  se  supone,  introdujeron  en  América  el  idioma 
Quechua,  y  usaban  en  lugar  de  escritura,  loi  quipos  ó 
cordoncillos  con  nudos,  presumiéndose  que  ellos  fue- 
ron los  inventores  de  ese  sistema,  y  que  también  lo 
habían  propagado  entre  los  Tibetanos  y  los  Chinos 
hasta  el  tiempo  del  emperador  Tohi  (600  años  antes 
del  Diluvio),    Algunos  historiadores  de   la  conquista 


(1)  Después  de  incalculables  centurias  trascurridas  desde  la  espantosa 
catástrofe  de  la  Atlántida,  el'  periódico  «The  Standard,»  que.es  uno  de  los 
©manos  más  serios  de  Londres,  anuncia  la  formación  de  una  expedición 
de  capitalistas,  encabezada  por  un  rico  lord  inglés,  y  que  se  embarcó  en 
Liverpool  con  el  propósito  de  hacer  estudios  para  el  descubrimiento  dé  la 
sumergida  Atlántida,  y  unarez  conseguido,  extraer  los  yaliosísimos  teío- 
ros  que  encierra  esa  desaparecida,  grande  isla.  Con  tal  intento,  esos  aTcn- 
tureros  capitalistas  Hcvaron  varios  submarinos  y  barcos-buzos,  instru- 
mentos, herramientas  v  demás  implementos  indispensables  para  la  reali- 
zación de  sus  proyectos.  Semejantes  aventuras  prueban,  evidentemente, 
que  los  capitalistas  ingleses  pueden  llegar  á  engolfarse  en  empresas  famo- 
sas para  la  ciencia,  cuando  el  punto  de  mira  es  buscar  tesoros  inaccesible».,. 


DE  AMÉRICA  24S 


pretenden  que  los  descendientes  de  los  Antii  son  loa 
Campas  ó  Chunchos  esparcidos  en  las  selvas  del  Alto 

Ucayali  y  otras  regiones  del  Perú, 

Los  Egipcios  son  señalados  por  algunos  egiptólo- 
gos coma  uaoi  de  los  prioaeros  pobladores  de  la  Amé- 
rica, antes  del  Diluvio.  Sabido  es  que  Egipto  fué  la 
nación  civilizada  más  antigua  de  la  Tierra,  pues  se 
remonta  á  una  época  iDraemorial  en  que  todos  los  de- 
más pueblos  se  hallaban  aún  sumidos  en  la  más  com: 
pl^ta  barbarie;  por  eso  es  considerada  como  la  cuna 
de  las  artes  y  las  ciencias  del  Género  Humano:  sus 
habitantes  eran  muy  diestros  en  la  navegación  y  há- 
biles en  las  guerras  navales,  de  donde  se  conjetura 
que,  desde  épocas  Ií»janÍ3Ímas,  sus  naves  surcaron  el 
Océano  Atlántico,  abordando  á  las  playas  americanas, 
Y  no  solamente  eran  diestros  en  la  náutica,  sino  tam- 
bién expertos  en  !aa  armas,  pues  sus  legiones  estable- 
cieron colonias  en  Asia,  poblando  la  China  y  el  Ja- 
pón. 

Los  Chinos,  que  componen  el  imperio  más  vasto 
del  Mundo  y  cuyo  país  ha  sido  una  de  las  primeras 
naciones  en  organizarse,  pues  que  su  gobierno  y  civi- 
lización arrancan  de  una  época  evidentemente  muy 
remota  (á  más  de  4000  años  antes  de  la  era  cpistiana)^ 
conservan  tradición  de  haber  enviado  algunas  inmi- 
graciones de  ellos  al  suelo  de  la  América  oriental  y 
occidental  antes  del  Diluvio,  unas  por  la  ruta  del  es- 
trecho marítimo  de  Annián,  y  otras  por  la  cadena  de 
islas  que  en  aquel  tiempo  existía  en  el  mar  Pacífico, 
pudiendo  así  aportar  al  territorio  americano  y  poblar 


246  ORIGEN  DE  IvOS  INDIOS 

sucesivamente  las  comarcal  de  México,  Panamá  y  el 
Perú. 

Además  de  los  pueblos  citados,  posible  es  que 
también  recalaran  á  América  algunos  navegantes 
aventureros  ó  náufragos  procedentes  de  la  Fenicia  y 
la  Judea. 

Es  opinión'generalmente  sentada,  que  los  hombres 
de  aquellos  tiempos  que  abordaron  las  playas  del 
Nuevo  Mun,do,  (sea  accidentalmente  ó  de  un  modo  de- 
liberado, impulsados  por  los  vientos  y  corrientes  cons- 
tantemente favorables  que  reinan  tanto  en  el  Atlánti- 
co como  en  el  Pacífico  hacia  el  Hemisferio  austral), 
tuvieron  que  permanecer  allí,  sin  poder  volver  á  sus 
respectivos  países,  por  los  vientos  y  las  corrientes  con- 
trarias, pues  no  poseían  el  manejo  de  las  velas,  ni  el 
conocimiento  de  las  estrellas,  ni  el  curso. de  los  astros, 
ni  las  luces  de  la  astronomía,  ni  estaban,  en  fin,  im- 
buidos de  la  ciencia  náutica^  condiciones  tan  precisas 
para  hacer  rumbos  contrarios  á  la  impulsión  de  los 
vientos. 

Atajados  por  todos  lados,  para  restituirse  á  los 
países  de  donde  habían  salido,  determinaron  estable- 
cerse en  el  Continente  Americano,  los  unos  habitando 
las  partes'montuosas  de  los  bosques,  en  cuyos  para- 
ges  se  volvieron  rústicos  y  bárbaros,  y  los  otros  esta- 
bleciéndose en  los  valles  y  en  las  costas,  en  cuyos  lu- 
gares se  conservaron  más  dóciles  y  sociables. 

Por  esta  razón,  la  América  permaneció  ignorada 
durante  tantos  siglos^  siendo  preciso,  al  fin,  que  Cris- 
tóbal Colón,  en  cuyo  tiempo  se  conocía  ya  el  modo  de 


Í)E    AMÉRICA  247 


tomar  la  altura  de  las  estrellas  y  las  reglas  náuticas 
necesarias  para  encaminar  las  naves  hacia  donde  ha- 
bían partidPj  pudiera  legar  al  JVfundo  el  descubrimien- 
to de  un  Nuevo  Continente, 


Creemos  también,  ateniéndonos  á  la  tradición  he- 
braica, que  los  primitivos  habitantes  de  la  América 
perecieron  en  el  cataclismo  universal  y  que,  después 
de  tan  fatal  acontecimiento,  fué  este  Continente  re- 
poblado por  los  descendiejites  de  esos  primitivos  ha- 
bitantes que,  por  voluntad  del  Criador,  pudieron  sal- 
var de  tal  catástrofe  (1).  Mucho  tiempo  después, 
otras  razas  de  los  Antiguos  Continentes  hicieron  di- 
versas y  continuas  invasiones  al  suelo  americano;  ra- 
zas, sin  duda,  de  hombres  semi-civilizados,  que  apor- 
taron al  Nuevo  Continente  sus  peculiares  usos  y  cos- 
tumbres. 

Sabido  es  que  el  Asia  ha  sido  la  cuna  de  la  Huma- 
nidad: por  consiguiente,  creemos  que  de  allí  salieron 
las  primeras  expediciones  que  repoblaron  el  Nuevo 


(1)  Algunos  autores  niegan  que  el  Diluvio  haya  sido  universal,  y  di« 
cen,  que  aunque  la  Tierra  hubiera  sido ,  cubierta  de  agua  hasta  la  ^Itura 
de  algunas  toesas  ó  brazas,  las  cimas  de  los  más  elevados  niontes  y  cordi- 
lleras quedaron  descubiertas,  salvándose  allí  muchos  más  hombres  y  ani- 
males que  los  que  se  salvaron  en  el  Arca  de  Noé:  de  este  principio  deducen 
esos  mismos  autores  que,  aunque  murieron  la  mayor  parte,  de  los  vivien- 
tes, no  todos  fueron  igualmente  ahogados.  Empero,  aunque  ésta  deduc- 
ción parezca  algo  probable,  no  es  posible  afirmarla  üi  negarla  dd  todOi 
porgue  carece  de  fundameuto  ea  qué  apocarla, 


248  ORIGEN  DE  LOS  líÍDIOS 

Continente,  Estos  inmigrantes  tendrian  que  luchar 
continuamente  por  la  existencia,  perdiendo  al  fín  lai 
primeras  nociones  de  la  civilización  de  sus  respectivos 
países.  Las  candes  que  originaron  este  retroceso 
fueron:  los  usos  nuevos  apropiados  al  género  de  vida 
errante  á  que  se  vieron  expuestos,  inspiradas  más  por 
instinto  que  por  inteligencia;  el  decaimiento  de  su 
propia  lengua;  el  ser  invariables  á  sus  ojos  los  fenóme- 
nos de  la  Naturaleza,  engendrando  en  ellos  nuevas 
creencias;  el  aislamiento  á  que  se  hallaban  reducidos, 
al  extremo  de  sumirse,  con  el  trascurso  del  tiempo,  en 
un  estado  de  completa  ignorancia.  Más  tarde^  cuando 
aportaron  á  las  comarcas  americanas  inmigraciones 
más  avanzadas  en  civilización,  de  hombres  enérgicos 
y  de  mayores  facultades  intelectuales,  fué  cuando  se 
establecieron  al  Norte,  Centro  y  Sur  de  América,  na- 
ciones relativamente  ñorecientes. 


Las  primeras  inmigradones  venidas  de  Europa  á 
América ,  en  los  primeros  tiempos  postdiluvianos,  cree- 
mos que  probablemente  fueron  de  Griegos,  Iberos  y 
Romanos,  y,  mucho  más  tarde,  de  Islandeses,'  Norue- 
gos y  Dinamarqueses;  las  provenientes  de  África,  con- 
sistieron en  Egipcios  y  Cartagineses;  las  originarias 
de  Asia,  quizá  se  formaron  de  Feniciosi  Garios  (Ij, 
Troyanos,  Hebreos,  Chinos  y  Tártaros, 


(1)    Lo8  Garios  ó  Cares,  de  cuya  preseücia  en  América  hay  bastantes 
V£St¡igiOJ3|  pudieron  realizar  qq  este  Qosxtiü^te,  se  supone,  la  coustruccióu 


DB  AMERICA  249 


A  nuestro  humilde  juicio,  esas  diversas  inmigra- 
ciones fueron  realizadas,  unas  por  ios  caminoa  terrea- 
tres  que  en  aquellos  tiempos  unían  los  Antiguos  Con- 
tinentes con  el  Nuevo;  otras,  posteriormente,  verifi- 
caríanse  de  un  modo  casual,  por  tempestades  que 
desviaran  á  los  navegantes  de  su  rumbo,  arrojándolos 
á  las  playas  americanas;  y  otras,  en  fin^  de  esa  acci- 
dental manera,  habrían  sido  efectuadas  con  deliberado 
intento,  huyendo  del  ñajelo  de  las  continuas  guerras 
que^  en  esas  épocas,  devastaban  y  diezmaban  las  dife- 
rentes nacionalidades  del  Antiguo  Mundo.  De  estas 
tan  diversas  inmigraciones  proviene,  sin  duda,  la  diver- 
sidad de  razas  que  vinieron  aclimatándose  en  el  suelo 
americano,  cada  una  con  sus  pecuhares  usos,  hábitos 
y  costumbres,  y  aún  con  sus  respectivas  distintas 
lenguas. 

Algunos  autores  opinan  que  el  Nuevo  Mundo  prin« 
cipió  á  repoblarse,  después  del  Diluvio,  con  la  pareja 
ó  parejas  que  en  ese  Continente  salvaron  de  tal  catás- 
trofe; y  otros  pretenden  que  lo  fué  con  los  primeros 
inmigrantes  que  á  ese  Continente  aportaron  casual  ó 
deliberadamente.  Sea  cual  fuera  la  repoblación  de 
América;  es  un  hecho  innegable  que  algunos  indígenas 
conservan  la  tradición  de  que,  efectivamente^  sus  an- 
tepasados vinieron  de  otros  países  y  conservan  aún 
los  nombres  verdaderos  ó  falsos  de  sus  progenitores. 

Además^  según  opinión  de  algunos  etnógrafos, 
parece  que  la  parte  oriental  del  Continente  Americano 
fué  también  repoblada  por  una  raza  autóctona,  sali- 
da de  las  vertientes  de  los  montea  Allegany  y  de  I09 

34 


250  ORÍÓEN  DE  LOS  INDIOS 

«'  '  ■  ■ '  ■«■■mil -II.      iii       ■!  I.  I    ...     --....  II  I         III       »  ■  I  ■  I  I— w— —— a^ 

Apalaches;  raza  que  pasó  la  Florida  y  ocupó  las  Anti- 
llas, las  riberas  orientales  de  la  región  de  México,  la 
Tierra  Firme,  las  Guayanas,  y,  por  último,  el  Perú,  has- 
ta loi  confines  australes  de  la  América  Meridional.  A 
esta  raza  pertenecieron  los  numerosos  indios  denomi- 
nados Pieles- RojaSj  que  ocupaban  los  territorios  de 
Tennessee,  las  Carolinas,  la  Virginia,  el  Maryland,  la 
Pensilvania;  y  una  parte  del  Estado  de  Nueva  York; 
como  asimismo  los  indígenas  del  Canadá,  los  de  Yu- 
catán y  de  Honduras,  y  los  Caribes  y  Galibis. 

Cuanto  á  la  variada  raza  indígena  meridional,  al- 
gunos antropologistas  conjeturan  que  poblaron  la  ho- 
ya superior  del  Orinoco^  la  hoya  del  Amazonas,  el 
Brasil,  el  Paraguay  y  la  Araucanía,  suponiéndose  que 
estos  últimos,  por  sus  caracteres,  hayan  sido  origina- 
rios de  la  raza  China. 


6: 


Creemos,  asimismo,  que  dos  son  las  rutas  princi- 
pales que  en  las  épocas  antediluviana  y  postdiluvia- 
na,  tomaron  las  primeras  expediciones  de  los  Antiguos 
Continentes,  para  arribar  á  las  playas  de  América. 

Probable  es,  que  una  de  esas  rutas  fuera  la  preten- 
dida desaparecida  Isla  Atlántidaí  que,  se  cree,  exten- 
díase desde  las  islas  del  mar  Caribe  (en  las  Antillas) 
hasta  las  islas  Azores  y  Madera  (en  las  cercanías  de  las 
costas  de  Portugal  y  de  África^ respectivamente), y  ca- 
si unida  quizá  al  Continente  Europeo  ó  al  Africano, 
cuya  ruta  habría  lidq,  eo  aquellos  tiempos  lejanos,  ua 


dÍB  AMÉRICA  251 


puente  de  unión  entre  los  Continentes  Antiguos  con  el 
Nuevo,  y  por  la  cual  ruta  habrían  venidlo  las  sucesi- 
vas expediciones  europeas  ó  africanas  á  las  costas  sep- 
tentrionales americanas.  (1) 

^  Es  probable  que  la  otra  ruta  fuera  el  Estrecho  de 
Annian(hoy  Behring)  (2),  ó  las  illas  Aleutianas  6  Aleu- 
tas (3),  que,  se  puede  decir,  unían  el  Continente  Asiá- 
tico con  el  Americano,  como  suponen  algunos  geólogos, 
6  por  la  cadena  de  islas  eslabonadas  en  medio  del 


(1)  Mr,  Buachc,  de  la  Academia  de  Cieacias  de  Paría,  descubrió  una 
cadena  de  montañas  submarinas  que  se  extienden  desde  el  Cabo  de  Buena 
Esperanza  hasta  el  Brasil,  suponiendo  el  mismo  autor  que  en  tiempos  an- 
teriores esa  cadena  unía  el  Continente  de  África  con  el  de  América. 

(2)  El  estrecho  de  Annian  ó  Behi-ing  'está  situado  entre  el  Océano  Gla- 
cial Ártico  y  el  Grande  Océano  (Pacífico),  separa  el  cabo  oriental  al  nord- 
este de  Asia,  del  cabo  del  Príncipe  de  Gales,  al  nordeste  de  América.  Tiene 
este  Estrecho  doscientos  kilómetros  de  largo  por  ochenta  en  su  parte  más 
ancha.  Lo  descubrió,  en  1728,  el  navegante  dinamarqués  Vitus  Behring, 
que  se  hallaba  al  servicio  de  Rusia,  en  tiempo  de  Pedro  el  Grande.  Por  eso 
le  dio  su  nombre,  como  también  al  mar  de  la  parte  septentrional  del 
Pacífico,  que  se  extiende  entre  el  Kamtchatka,  al  oeste,  la  América  al  este, 
y  las  islas  Aleutianas,  al  sud. 

(3)  Las  islas  Aleutianas  ó  Aleutas  describen  entre  el  Kamtchatka  y  la 
península  de  Alaska  un  arco  de  círculo  que  une  casi  el  Asia  y  la  América. 
Estas  islas  están  divididas  en  varios  grupos:  las  Aleutianas  propiamente 
dichas,  que  son  Atu,  Agatu,  Semitok;  las  AndreanofF,  que  comprenden 
veinte  islas  de  sesenta  ó  ochenta  kilómetros  de  largo;  Krissió,  isla  de  la  Ra- 
ta, Tanaga,  Kanaga,  la  isla  de  los  Siete  Cráteres,  Adahk,  Tagilak,  Atka; 
las  Ostrova-Lisii  6  islas  de  los  Zorros,  que  son  las  más  próximas  de  la  Amé- 
rica, Chumaghina,  Unalachka,  Unimak,  Semidas,  islas  volcánicas  y  esté- 
riles; y  Kodiak,  que  es  la  isla  más  grande  de  todas.  Vitus  Behring  fué  el 
que  descubrió  todas  estas  islas,  en  1741,  en  su  segunda  expedición  «1  Océa- 
no Glacial  Ártico, 


252  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

Océano  Pacífíco  (4),  que  en  estos  últimos  siglos  exia- 
tian  aún,  entre  ambos  Continentes,  lo  que  denotariaí 
asi  mismo,  que  en  tiempos  remotos  esa  unión  de  los 
Continentes  Asiático  y  Americano  era  también  un 
hecho. 

Por  ambas  rutas  habrían  podido  venir  á  las  costas 
meridionales  de  América  sucesivas  expediciones  asiá- 
ticas. 

A  más  de  ambas  rutas'  principales,  creemos  tam- 
bién, que  algunas  expediciones  á  América  pudieron 
venir  por  la  ruta  déla  Polinesia,  cuyas  islas  Sandwich 
y  Pascuas  (tan  célebres  por  las  antigüedades  ciclópeas 
que  encierran)  son  las  más  cercanas  de  la  América  del 
Norte  y  del  Sud,  pues  que,  respectivamente,  están  si- 
tuadas en  lai  latitudes  de  México  y  del  Cuzco  (los  dos 
centros  de  la  civilización  americana);  teniéndose  en 
cuenta^  que  las  corrientes  y  los  vientos  dominantes  en 
esta  parte  del  Océano  Pacifico,  se  dirigen  á  la  costa 
norte-americana,  unas,  y  hacia  la  costa  sud-americana, 
otras.  ' 

No  hay  duda  (á  lo  menos  es  lo  que  opinamos)  que  en 
la  época  que  siguió  al  Diluvio  Universal^  pudieron  pa- 
sar por  las  rutas  que  hemos  señalado,  de  los  Antiguos 
Continentes  al  Nuevo,  no  solamente  los  hombres,  sino 


(4)  Esos  geólogos  afirman  que  en  siglos  remotos  el  Continente  de  Asia 
estaba  unido  con  el  de  América  por  esc  eslabonamiento  de  islas;  pero  la  fu- 
ria del  elemento  acuoso,  puesto  en  acción  por  el  del  fuego  subterráneo,  ha 
trastornado  esta  extensión  de  islas  encadenadas  y  diseminadas  de  trecho 
en  trecho,  de  las  que  hoy  existen,  tan  sólo,  las  dcuominadas  de  los  Gíiláioa- 
gos,  á  algunas  leguas  de  la  costa  del  Ecuador, 


DB  AMÉRICA  253 


también  algunos  animales  mansos,  es  deciri  aquellos 
de  climas  calurosos,  por  la  zona  tórrida,  y  aquellos  de 
climas  fríos,  por  la  zona  frígida,  suponiendo,  siempre, 
la  proximidad  ó  unión  de  los  Antiguos  Continentes  con 
el  Nuevo;  salvo  los  anicnales  propios  del  suelo  america- 
no, pues  as!  como  Dios  crió  al  Hombre  autóctono  de 
América,  así  también  erió  animales  y  plantas  propios 
de  ese  mismo  Continente;  y  tanto  es  así,  que  muchos 
animales  originarios  de  América  no  son  conocidos  en 
los  Antiguos  Continentes,  y,  por  lo  tanto,  no  pudieron 
ser  encerrados  en  la  arca  que  Noé  construyó  por  man- 
dato del  Criador, 

Sabido  es,  por  otra  parte,  que  desde  la  Creación  del 
Mundo,  el  Planeta  Terrestre  ha  sufrido  grandes  tras- 
formaciooes  geológicas,  originadas  por  terremotos  pro- 
venientes de  erupciones  volcánicas  y  submarinas,  y 
que,  debido  á  esos  sacudimientos  sísmicos;  unas  par- 
tes de  los  continentes  y  numerosas  islas,  se  han  hun- 
dido en  el  mar^  y  otras  han  surgido  de  él.  El  mar,  es- 
trechándose en  unos  lugares  y  desbordándose  en  otrosj' 
ha  aumentado  ó  disminuido  las  tierras^  separando  paí- 
ses unidos  desde  su  origen;  formando  nuevos  estre- 
chos y  golfos.  Por  consiguiente,  ¿qué  dificultad  pudo 
haber  habido,  de  que  así  como  existe  hoy  el  Estrecho 
de  Annian  ó  Behring,  hayan  también  existido,  en  aque- 
llos tiempos,  otros  estrechos,'  unidos  á  partes  más  sep- 
tentrionales de  Europa,  Asia  y  África,  y  que  de  puente 
sirvieran  para  pasar  de  un  Continente  á  otro?  Presu- 
mible es,  que  en  el  trascurso  de  tantos  siglos,  después 
de  repetidos  terremotos,  hayan  desaparecido  eitrechos¡ 


254  ORIGEN  DB  LOS  IKD108 

porque  invadiera  el  mar  lo  que  antei  era  tierra  (Irme. 

A  este  respecto,  citaremos,  de  paso,  la  opiDión  que, 
sobre  este  tema^  desenvuelve  Francisco  J.  Glavigero, 
en  la  Disertación  P  de  su  Historia  antigua  de  Méxi' 
cot  tom.  II.  pag,  147,  autor  que,  acojiéndose  á  los  tex- 
tos bíblicos,  opina  que  todos  los  animales,  incluso  los 
cuadrúpedos  feroces  y  reptiles  de  América,  pasaron 
por  tierra,  de  los  Continentes  del  Antiguo  Mundo  al 
Nuevo;  y^  concretando  sus  juicios,  dice:  «Estoy  obli- 
gado á  creer  que  los  cuadrúpedos  y  reptiles  del  Nuevo 
Mundo  descienden  de  aquellos  individuos  que  se  sal- 
varon del  Diluvio   Universal  en  el  arca  de  Noé y 

me  persuado  que  su  tránsito  se  hizo  por  tierra  y  por 
diversas  partes  del  Nuevo  Continente.» 

Objetando  esta  opinión  emitida  por  Clavigero,  de- 
bemos preguntar  otra  vez:  ¿Logró  Noé  encerrar  en  su 
arca  á  algunos  animales  feroces,  propios  de  América, 
como  leones,  tigres,  rinocerontes,  bisontes,  búfalos^ 
coyotes  y  demás;  los  mansos  huanacos,  llamas,  vicu- 
ñas, alpacas,  vizcachas;  y  otras;  los  cocodriles,  lagar- 
tos, serpientes,  culebras  y  demás  animales  y  sabandi- 
jas, animales,  estos  últimos,  notoriamente  nocivos  al 
Género  Humano,  y  que  en  tan  diversa  cantidad  exis- 
ten en  el  Nuevo  Mundo?  Es  de  suponer  que  aquello  no 
sucedió. 

Desde  luego,  abstracción  hecha  de  los  textos  de  los 
libros  bíblicos,  débese  admitir  que  los  animales  fero- 
ces y  dañinos  de  América  son  originarios  de  ese  mis- 
mo suelo,  como  también  son  originarios  los  ani- 
males feroces  y  dañinos  que  pertenecen  d  los  Continen- 


t)B   AMÉRICA  '  ^&S 


tes  Antiguoi,  porque  Dioij  en  su  alta  sabiduría,  no 
solamente  crió  varias  razas  de  hombres,  sino  también 
especiales  y  propios  animales  y  plantas  en  cada  Con- 
tinente. 

En  fin,  ocioso  nos  parece  investigar  el  rumbo  se- 
guido por  los  primeros  hombres  y  animales  del  Conti- 
nente Americano^  porque  en  los  tiempos  remotos  an- 
teriores y  posteriores  al  Diluvio  Universal,  la  superficie 
del  Globo  Terráqueo  era  muy  diferente  de  lo  que  es 
boy.  (1) 


(1)  Para  dar  una  ligera  idea  de  las  transformaciones  sufridas  por  el 
Planeta  Terráqueo  en  la  sucesión  de  tantos  siglos,  expondremos  unos  po- 
cos hechos  en  apoyo  de  lo  expuesto,  no  sin  traer  á  colación  los  relatos  de 
autores  antiguos. 

Ante  todo,  diremos,  que  la  mayoría  de  los  geólogos  admiten,  que  los 
Continentes  sufrieron, en  las  épocas  que  corresponden  ala  infancia  de  nues- 
tro Planeta,  grandes  modificaciones,  pues  los  actuales  Océanos  deben  con- 
siderarse como  antiguos  Continentes  desmoronados,  y  una  parte  de  los 
Continentes  actuales,  como  restos  de  pasados  océanos;  modificaciones  que 
experimentaran,  ya  por  la  violencia  de  los  terremotos  y  fuegos  subterrá- 
neos, ya  por  el  ímpetu  de  las  olas  marinas,  ya  por  los  muchos  montones  de 
arena  y  cieno  acumulados  por  el  mar,  ya  por  el  amontonamiento  lapidifi- 
co que  está  extendido  por  toda  la  Tierra,  ya,  en  fin,  por  las  otras  muchas 
causas  ocultas,  que  han  levantado  el  suelo  en  unas  partes  y  deprimídolo 
en  otras. 

•Sabemos,  dice  Apuleyo,  en  su  obra  De  Dogmate  Platonis  de  Mando, 
que  Continentes  han  sido  convertidos  en  islas,  y  que  por  la  retirada  del 
mar  estas  islas  han  sido  unidas  á  Continentes.» 

Según  Séneca,  en  su  Medea,  «la  isla  de  Tarasia  surgió  súbitamente  so- 
bre la  superficie  del  mar,  como  también  las  islas  de  Sabrina  y  Julia,  que 
desaparecieron  poco  tiempo  después.» 

El  poeta  Ovidio,  en  sus Aíeíá/ndr/bs/s,  lib.  XV,  pone  en  boca  de  Pitá- 
goras:  «He  visto  lo  que  era  anteriormente  tierra  firme  trocarse  repentina- 
mente en  mar;  he  visto,  al  contrario,  tierras  salidas  del  seno  de  las  aguas.» 

Pliuio,  en  la  Historia  Natural,  lib,  II,  caps.  LXXX,  XC  y  XCI,  hace 
UBa  larga  de9cri^ci<^n  d«  las  tierras  abasdoaadas  pgr  el  mar  j  de  apcUof 


256  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 


Es  un  hecho  efectivo,  que  la  civilización  indiana 
del  periodo  postdiluviano  data  de  muchos  siglos  antes 


que  han  sido  unidas  al  Continente;  supone  que  el  Mar  Mediterráneo  era,  en 
otro  tiempo,  un  país  habitado,  y  que  un  xiolento  desbordamiento  del 
Océano,  rompió  esta  comunicación  y  formó  este  mar. 

Según  tradición  de  los  habitantes  de  Ceylan,  esta  isla  fué  separada  de 
la  costa  de  Coromandel  por  una  irrupción  del  mar. 

Las  ciudades  de  Pirrha  y  Antusa  también  fueron  sumergidas,  y  hoy 
la  laguna  Meotis  cubre  sus  ruinas.  Lo  mismo  aconteció  con  las  ciudades 
de  Hélice  y  Bura,  en  el  seno  de  Corinto. 

Conste,  igualmente,  según  la  relación  de  antiguos  escritores,  que  en 
un  tiempo  estuvieron  unidas  la  Buboca  (Negroponte)  á  la  Boecia,  la  isla 
de  Chipre  á  la  Siria,  la  Leucosiaal  promontorio  de  las  Sire  ñas. 

También  hay  recuerdo  del  hundimiento  de  gran  parte  de  la  extensa 
isla  de  Ceos  (hoy  Cia  ó  Zea) ,  una  de  las  que  forman  el  grupo  de  las  Cicla- 
des,  en  el  mar  Bgeo. 

Los  habitantes  de  Malabar  afirman  que  también  fueron  separadas  las 
islas  Malvinas  y  Sumatra,  que  en  otra  época  hacían  parte  del  Continente 
Asiático. 

Parece  probable  que,  en  tiempos  lejanos,  la  Inglaterra  eatovo  unida  á 
Francia,  y  la  Isla  de  Sicilia  á  Italia. 

Algunos  geólogos  suponen  que  la  configuración  de  las  costas  del  Océa- 
no Glacial  Ártico  ha  variado  considerablemente;  que  la  altura  de  las  más 
grandes  montañas  de  la  Tierra  han  disminuida,  como  las  de  la  Asia  Cen- 
tral, y  que  la  Cordillera  de  los  Andes  surgió  de  las  aguas  y  formó  la  costa 
del  Pacífico. 

Sin  remontarnos  é  épocas  tan  lejanas,  vemos  que  en  los  tiempos  más 
avanzados,  el  Globo  Terráqueo  ha  sufrido  también  mutaciones  en  su  su- 
perficie. 

En  1446  fueron  sumergidos,  por  la  irrupción  del  mar,  más  de  doscien- 
tos  pueblos  de  la  Frisia  y  la  Zelandia. 

En  1663  un  fuerte  terremoto  habido  en  el  Canadá,  desquició  más  de 
cuatrocientas  leguas  de  terreno;  en  esa  catástrofe  chocaron  unas  monta- 
fias  con  otras;  algunas,  arrancadas  totalmente  de  su  sitio,  fueron  precipi» 
%Bi,im  €23  el  gran  río  da»  hor^nzo',  otras,  se  septtltaron  ets  el  eeuo  df  la  Tie* 


DB   AMÉRICA  257 


del  descubrimiento  de  CoIóD)  pues  á  más  de  ochenta 
aüos  de  establecido  el  coloniaje  español^  vínose  á  des- 
cubrir (en  1576)  las  famosas  ruinas  de  Copán^  que^  en 
tiempos  muy  remotos,  fué  la  capital  del  reino  Tolteca, 
tronco  perteneciente  á  la  gran  familia  de  los  Nahuatls 
que  se  diseminaron  por  toda  Ja  América  Central,  dea- 
de  el  siglo  vii  basta  el  xiy,  siendo  los  fundadores 
verdaderos  de  la  antigua  cultura  mexicana.  Esa  mis- 
ma cultura  se  extendió  á  las  demás  comarcas  de  Méxi- 
co^ Centro  y  Sud-América,  que  han  sido  los  tres  anti- 
guos emporios  de  la  civilización  americana,  como  lo 
manifiestan  los  descubrimientos  hechos  posteriormen- 
te  de  ruinas  de  antiguas  ciudades,  á  más  de  la  de  Co- 
pan, como  las  de  Uxmal.Haba,  Labué,  Moyapañ,  Iza- 
mal  y  Cbancben-Itza,  en  el  Yucatán;  Mitla  ó  Miguit- 


rra,  y  una.  montaña  de  tocas  de  más  de  cien  leguas  de  extenáión,  se  hun- 
dió enteramente,  dejando  en  su  lugar  una  dilatada  planicie.  Después  de 
este  formidable  terremoto  han  surgido  ríos  y  lagos  en  puntos  donde  antei 
no  había  sino  montes  inaccesibles. 

En  fin,  últimamente,  en  Enero  de  1907,  una  inundación  del  mar  hizo 
desaparecer  la  isla  de  Simalu,  distante  ciento  veinte  kilómetros  de  la  cos- 
ta de  Sumatra  y  que  tenía  dos  mil  cien  kilómetros  cuadrados  de  superficie 
con  unos  ocho  mil  habitantes  malayos. 

El  sabio  naturalista  Cuvier  y  los  eminentes  geólogos  Maltebrun,  Bal- 
bi,  Reclus  y  Flammarión,  demuestran  con  argumentos  científicos  de  va- 
lor, que  la  superficie  del  Globo  Terráqueo  ha  experimentado  firecuentes 
contrastes  y  variaciones  producidas  por  el  elemento  acuoso,  en  combina- 
ción con  el  fuego  central  de  nuestro  Planeta,  originándose,  así,  hundimieu 
tos  y  solevantamientos  en  su  costra.  Incuestionable  es,  suponer  que  la  dis- 
posición exterior  del  Globo  Terráqueo  fué  distinta,  en  tiempos  remotos,  de 
lo  que  ofrece  hoy,  pudiendo  colegirse  que  entonces  el  Nuevo  Mundo  se  ho,» 
U^ba  unido  á  los  Antiguos  Continentes  de  Europa,  África  y  Asia, 

91 


258  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

lan,  en  el  pafs  de  los  Zapotecas;  Palenque,  Peten,  Chic- 
ken^  Tayalal,  Tical,  Xochicalco,  Chulula  y  Tula,  en  la 
América  Central;  y  Tiahuanaco,  Machu-Picchu,  Huá- 
nuco- Viejo,  Pachacamacc,  Ollantaitambo,  Chitaba m- 
ba,  Chuquillusca,  Tarmatambo,  Vinaque,  Chavin  de 
Huantar,  Chimu  y  otras,  en  la  América  Meridional; 
ruinas  todas  que  acusan  una  remotísima  y  floreciente 
civilización  de  pueblos  enérgicos  y  de  notables  facul- 
tades intelectuales. 

No  solamente  por  los  monumentos  ciclópeos  se  com- 
prueban las  huellas  de  las  tribus  prehistóricas,  sino 
también  por  las  toscas  herramientas  y  utensilios  de 
pedernal  encontrados  en  capas  subterráneas)  entre 
huesos  humanos,  de  fósiles  y  vestigios  de  la  fauna  y  la 
flora  de  esa  remota  época,  de  la  cual  los  sabios,  como 
Cuvier  y  otros,  se  hicieron  intérpretes  eruditos  en  nues- 
tros tiempos;  reconstruyendo  aquel  pasado  lejanísi- 
mo. (1) 


(1)  Hafemos  una  descripción  sucinta  de  sólo  dos  principales  ruinas 
ciclópeas  de  la  América  Septentrional,  á  fin  de  que  se  tenga  una  pequeña 
idea  de  lo  que  fueron  esos  antiquísimos  monumentos  prehistóricos.  Cuanto 
á  las  ruinas  que  se  hallan  aún  diseminadas  en  la  América  Meridional,  nos 
ocuparemos  de  ellas  en  la  segunda  parte  de  esta  obra. 

Los  arqueólogos  que  han  visitado  las  ruinas  de  Mitla,  cerca  del  pueblo  de 
San  Pablo  Mitla,  en  la  provincia  de  Oaxaca,  al  extremo  meridional  de 
México,  dicen  que  son  de  las  más^randiosas  que  se  conocen,  y  calculan  que 
los  cuatro  palacios  que  existen'  allí  fueron  edificados  en  los  siglos  vn  á  xni 
de  la  era  actual,  midiendo  en  conjunto  una  área  superficial  de  500  metros 
de  Norte  á  Sur  y  300  de  Este  á  Oeste,  superficie  que  equivale  á  150,000  me- 
tros cuadrados:  la  ornamentación  es  uniforme  y  el  material  empleado,  de 
piedra  traquita,  ó  sea,  roea  volcánica,  unida  con  cemento,  ó  mezcla  de  cal 
^  S>x6üA,  Ctij^o  Uñ\)sÁo  de  albafiikna  es  caliücado  fiotao  muf  su^tiox,  Lao 


DE  AMÉRICA  ^9 


8 


Concluiremos  con  unas  últimaa  apreciaciones: 
Sabios,  que  han  hecho  observaciones  y  estudios 
arqueológicos  en  el  Nuevo  Gontinentej  son  de  opinión 
que  la  Pompeya  de  América  está  aún  por  descubrirse, 
y  suponen  que  las  ruinas  de  esa  gran  ciudad  se  hallan 
debajo  de  las  extensas  y  espesas  capas  de  lava  fria  que 
circundan  alguno  de  los  volcanes  de  la  América  Cen- 
tral. El  descubrimiento  de  esas  ruinas  sería  otra  prue- 
ba incontestable  (aportada  á  las  aludidas  respecto  de 
las  de  Copan,  Palenque,  Peten,  Mitla,  Tiahuanaco  y 
demás  citadas  de  la  América  del  Norte,  del  Centro  y 


columnas  de  esos  palacios  son  monolíticas,  cónicas,  del  diámetro  de  80  á 
90  centímetros  en  la  base  y  3  metros  y  30  centímetros  de  altura:  el  ador- 
no consiste  en  pinturas,  mosaicas  y  esculturas,  que  causan  la  admiración 
de  los  viajeros,  Al  occidente  de  Mitla  se  encuentra,  sobre  la  cima  de  un  pe- 
ñasco escarpado,  una  fortaleza  que  mide  media  legua  de  extensión,  con  va- 
rios ángulos  salientes  y  entrantes  y  cortinas  intermedias;  en  su  frente,  con- 
siderado accesible,  hay  doble  muralla,  de  las  que  la  una  es  curva  elíptica  y 
la  otra,  más  elevada,  en  forma  de  tenaza:  varios  ingenieros  que  han  visita- 
do esta  fortaleza,  declaran  no  ser  inferior  á  las  europeas  del  siglo  xn. 

En  el  N*?  16  del  tom.  I  del  Magasin  Universel,  impreso  en  París  y  co- 
rrespondiente al  6  de  Febrero  de  1834,  encontramos  los  siguientes  datos 
sobre  el  descubrimiento  de  las  ruinas  de  Palenque:  «En  1786  Carlos  III, 
rey  de  España,  mandó  una  expedición  á  México  con  el  objeto  de  hacer  in- 
vestigaciones de  las  antigüedades  mex  icanas  anteriores  al  descubrimiento 

_  de  la  América,  principalmente  de  las  de  Palenque,  investigaciones  que  en- 
tonces fiíeron  infructuosas.  Algunos  años  más  tarde,  una  segunda  expedi- 
ción salió  de  España  con  el  propósito  de  reco  no  cer,  con  exactitud,  los  lu- 
gares explorados  anteriormente;  expedición  que  fu  é  dirigida  por  el  coronel 
Dupaix,  secundado  por  Castañeda,  encargado  de  la    ejecución  de  los  di- 

*bujo3.  Al  llegar  á  la  provincia  de  Tzendales,  constataron  la  existencia  de 


260  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

■  III  ■  ..11  I      ■    I...  ■      I       ■  II  Kll «WH^IIMI  II 

del  Sud),  de  la  adelantada  civilización  indiana,  que  se 
remonta,  según  opinión  de  muchos  historiadores,  á  una 
larga  serie  de  siglos  anteriores  al  descubrimiento  he- 
cho por  Cristóbal  Colón. 

Es  del  caso  indicar  aquí  las  opiniones  de  algunos 
labios  sobre  las  similitudes  arquitectónicas  de  los  mo- 
numentos ciclópeos  de  América  con  los  de  otros  Conti- 
nentes. 


una  ciudad  desierta  y  en  ruinas,   de  seis  leguas  de  extensión,  con  edificios 
sólidos  de  una  magnificencia  sorprendente,  con  antiguos  ídolos  de  granito 
y  pérfido,  pirámides,  sepulcros  subterráneos,  hiladas  de  piedras   labradas 
de  seis  pies  de  espesor,   bajo-relieves  colosales   escultados  sobre  granito  ó 
modelados  en  estuque,  zodiacos,  y,  en  fin,  geroglíficos  diferentes  á  los  de. 
Egipto,  apesar  de  su  similitud  original;  todo  lo  que  atestigua  la  remota 
antigüedad  de  Palenque.  Esta  metrópoli,  oculta  durante  siglos  en    medio 
de  un  extenso  desierto,  ba  quedado  desconocida  hasta  1750,  época  en  que 
el  Gobierno  español  concibió  la  primera  idea  de  la  expedición  científica  que 
fué  llevada  á  cabo  en  1786,  y  luego  seguida  de  otras  dos.  Estas  tres  expe- 
diciones costaron  al   Gobierno  español  la  suma  de  100,000  pesos  fuertes, 
gasto  que,  empero,  no  ha  resultado  estéril  para  la  ciencia.    Ante  la  vista 
de  tan  maravillosas  obras,  salidas  de  las  manos  de  los  hombres,  cabe  pre- 
guntar: ¿de  dónde  vinieron  esos  hombres  y  quienes  fueron  los  que  ejecuta- 
ron esas  obras?  La  contestación  es  obvia,   porque  existen  numerosísimas 
pruebas  que  manifiestan,  evidentemente,  que  el  NuevoMundo  fué   visitado 
por  habitantes  del  Antiguo,   algunos  siglos  antes  de  la  expedición  de  Co- 
lón.» En  1750,  cuando  los   Españoles   descubrieron  Palenque,  quedaron 
asombrados  al  ver  las  ruinas  de  una  ciudad,  en  otro  tiempo  tan  extensa  y 
magnífica,  que  tenía  templos,  altares,  divinidades,  esculturas  y    piedras 
monumentales  que  atestiguaban  su  alta  antigüedad:  los  geroglíficos,  los 
símbolos  y  los  emblemas  descubiertos  en  los  templos,  ofrecían  tal  seme» 
janza  con  los  de  los  Egipcios,  que  se  supone  que  una  colonia  de  esta    na- 
ción fué  la  que  fundó  la  ciudad  de  Palenque  ó  Culhuacan. 

Empero,  según  varios  historiadores,  unos  de  los  primeros  habitadores 
del  país  de  Anahuac  ó  México,  fueron  los  Olmecos,  que  dejaron  allí  algunos 
monumentos  ciclópeos,  entre  los  cuales  se  citan  los  de  Mitla  y  los  de  Pa- 
lenque, Después;  cuando  estos  Olmecos  emigraron  al  Sud  hasta  el  lago  de 


DÉ  AMÉRICA  261 


Isaac  Taylor,  en  su  juiciosa  obra  titulada  Etruscan 
Researcbes,  pag.  33,  dice:  «El  arte  de  la  conitrucción 
suministra  indicaciones  del  más  alto  valor  sobre  las 
afinidades  etnológicas:  los  templos,  los  palacios  y  los 
túmulos  funerarios  pueden  ser  considerados  como 
otras  tantas  petrificaciones  de  las  aspiraciones,  de  los 
pensamientos  y  de  los  sentimientos  de  los  pueblos;  son 
la  expresión  expontánea  é  inconsciente  de  particulari- 
dades mentales  hereditarias. )» 

A  este  propósito,  el  doctor  H  y  de  Clark,  en  bu  con- 
ceptuosa obra  Researcbes  in  prebistoríc  andprobisto' 
ríe  compara  tire  pbylology^  mitbology;  in  connection 
witb  tbe  origen  o f  culture  in  América,  ^SíTSí  probar  la 
similitud  de  los  primeros  puebles  del  Nuevo  Mundo 
con  losTuraníaaos,  emite  la  siguiente  conclusión:  «Las 
analogías  de  la  arquitectura  de  Jos  Mexicanos  y  de  loi 
Peruanos  con  la  de  los  Egipcios  y  de  los  Pelasgos  (de 
la  Arcadia)  son  numerosas;  debe  repararse  que  todos 
los  constructores  de  edificios  ciclópeos  han  sido  Tura- 
nianos  (del  imperio  de  Annam).» 

Según  Mr.  Hardy,  la  semejanza  que  ofrecen  los 
edificios  de  Ghicken;  antigua  ciudad  de  la  América 
Central,  con  los  Topes  ó  Dagobas  de  los  Budhistas,  es 


Nicaragua,  llegaron,  en  cl  año  544  de  nuestra  era,  los  Toltecos,  que  funda- 
ron alK  las  pirámides,  dieron  al  año  solar  una  división  más  perfecta  que  la 
de  los  Romanos  é  imaginaron  los  signos  geroglífiíos.  En  1051  emigraron 
los  Toltecos  á  la  parte  meridional  de  América.  En  1070  llegaron  los  Chi. 
chimecos,  y  en  1091  los  Aztecas,  que  edificaron  el  Teocallí  ó  Casa  de  Dios 
y  fundaron  la  ciudad  de  México,  bajo  el  gobierno  de  nuevos  reyes  que  fue- 
roü  sucesivamente  gobernando. 


262    '  ORIGEN  DE  LOS  INDIO» 

bastante  sorprendente  :  en  la  pág.  122  de  su  Indian 
Monarcbisnii  este  misionero  dice:  «La  forma  de  la  cú- 
pula^  su  altura  aparente,  la  torre  pequeña  colocada  en 
su  altura,  los  árboles  que  han  crecido  en  sus  costados, 
el  aspecto  de  la  albañileria^  la  configuración  de  los 
ornamentos,  la  pequeña  puerta  de  entrada  en  la  ba- 
se, todO^  en  una  palabra,  se  asemeja  muchísimo  á  lo 
que  he  visto  en  Amarajapura,  antigua  capital  de  Cey- 
lan.» 

También  en  la  isla  de  Java,  del  archipiélago  de  la 
Sonda, y  en  la  Malesia,  se  hallan  restos  de  una  antigua 
civilización,  y  al  efecto  ha  dicho  un  antiguo  escritor: 
lEl  gran  templo  de  Palenque  corresponde  tan  exacta- 
mentC)  en  sus  principales  detalles,  al  de  BoroBodo, 
situado  en  la  provincia  de  Kedahj  que  no  es  posible 
dudar  del  origen  y  destinación  común  da  ambos  mo- 
numentos,!) 

Algunos  autores  han  aseverado  que  las  grandes 
construcciones  y  las  esculturas  prehistóricas  america- 
nas, como  pirámides,  murallas,  fortalezas  y  estatuas,  se 
encontraron,  originariamente,  en  los  espesos  bosques 
del  Indostány  de  Ceylan  (Asia  Meridional), en  el  Indo- 
china (Asia  Oriental),  en  Tahití,  islas  Marianas,  islas 
Sandwich  y  de  Pascuas  (Oceanía);  lo  que  denota  que, 
durante  el  periodo  prehistórico,  una  gran  raza  de  cons- 
tructores, que  no  pudo  ser  otra  que  la  Turaniana,  emi- 
grara del  Continente  Antiguo  á  las  playas  americanas; 
emigración  de  la  que  las  tradiciones  de  la  Asia  sud- 
oriental  conservan  memoria. 


DE  AMÉRICA  263 


Terminamos  : 

Todas  las  ruinas  encontradas^  posteriormente,  en 
el  extenso  Continente  Americano,  son  testigos  mudos 
de  naciones  que  se  alzaron  y  ñorecierpn  en  tiempos  re- 
motísimos, por  su  adelantada  cultura  y  civilización, 
para  caer  después  en  el  olvido  del  tiempo,  sumergidas 
en  la  soledad  del  desierto;  ruinas  que  han  resurgido 
después  de  una  larga  sucesión  de  centurias. 

Si  se  trata  de  buscar  el  origen  de  las  naciones  de 
América  que  culminaron  por  sus  adelantos,  en  las  épo- 
cas antediluviana  y  postdiluviaña,  es  muy  difícil  en- 
contrario,  aunque  de  suponer  es,  que  fueron  las  prime- 
ras de  raza  autóctona,  y  las  segundas  provenientes 
de  distintas  razas,  á  juzgar  por  las  similitudes  que  ellas 
ofrecían  con  las  de  los  Antiguos  Continentes.  A  nues- 
tro humilde  juicio,  volvemos  á  decirlo,  la  antropolo- 
gía, la  etnografía  y  aún  la  craneología,  son  las  ciencias 
que  por  más  autorizadas,  podrían  con  más  acierto  con- 
ducir al  conocimiento  de  las  primitivas  razas  indianas 
del  Continente  Americano.  Talvez  más  tarde,  los  natu- 
ralistas antropólogos  lleguen  á  resolver  este  arduo 
problema,  que  hace  mucho  tiempo  viene  preocupando} 
y  con  justicia,  la  atención  délos  sabios  modernos.  Mien- 
tras tanto,  repetímoslo,  apesar  de  las  numerosas  in- 
vestigaciones hechas  sobre  el  origen  de  los  primeros 
habitantes  de  América;  no  se  ha  podido  aún  dar  un 
juicio  satisfactorio.  Entre  tantas  opiniones  diversas  co- 
mo las  que  sobreesté  particular  se  han  emitido,  to- 
das, en  general,  carecen  de  pruebas  fehacientes,  y  al- 
gunas no  tienen  ni  siquiera  el  mérito  de  la  probabili* 


264  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

dad:  todas  estai  opiniones  son,  tan  obscuras  unas,  tan 
contradictorias  otras,  y  algunas  tan  fantásticas  é  in- 
fladas de  fábulas,  que  no  solamente  hacen  la  materia 
de  muy  difícil  solución,  sino  que  al  tratar  de  dilucidar- 
laj  la  obscurecen  tanto,  que  parece  imposible  poder 
llegar,  por  medio  de  ellaS;  á  la  posesión  de  la  verdad. 

9^ 

Finalmente,  resumiendo  cuanto  han  dicho  todos 
los  autores  citados  en  el  curso  de  eita  obra,  y  expues- 
tas sus  respectivas  opiniones  sobre  el  origen  de  los  In- 
dios de  América,  como  también  la  opinión  nuestra  que 
acabamos  de  formular,  nuestra  última  palabra  sobre 
este  tópico  se  condensa  en  las  siguientes  conclusiones: 

1^  El  hombre  habitó,  simultáneamente,  todo  el 
Planeta  Terrestre,  desde  los  tiempos  geológicos;  por 
consiguiente,  los  primeros  aborígenes  antediluvianos 
del  Continente  Americano  son  autóctonos,  es  decir, 
originarios  de  ese  mismo  Continente;  pues  así  como  el 
Hacedor  Supremo  creó  una  pareja  de  la  raza  blanca, 
del  mismo  modo  creó  parejas  de  las  demás  razas^  con- 
siguientemente la  de  la  raza  roja  ó  americana.  Incon- 
cebible é  inadmisible  es,  que  tan  diferentes  razas  hu- 
manas procedan  de  una  sola  y  única  pareja,  como 
opinan  los  monogenistas, 

2^  Más  tarde,  en  el  periodo  postdiluviano,  cuando 
algunas  invasiones  extranjeras  arribaron  á  las  playas 
americanas,  que  se  suponía  cuna  de  los  Atlantes, 
Ai]itii,ChÍQOi^y  quizá  de  Egipcios,  Fenicios,  Gartagí* 


DE    AMÉRICA  265 


neies,  Hebreos,  y  algunas  otras,  entonces  los  autócto- 
nos de  América  cesaron  de  ser  una  raza  única  y  homo- 
génea, siendo,  mas  bien,  producto  de  cruzamientos  de 
razas  diversas,  las  que;  con  el  trascurso  del  tiempO)^ 
formaron,  sin  duda,  una  civilización  tan  adelantada; 
que,  cuando  los  Antiguos  Continentes  estaban  aún  su- 
midos en  la  ignorancia,  en  América  había  ya  pueblos 
civilizados  que  vivian  en  grandes  ciudades^  poseedo- 
res de  monumentos  grandiosos,  como  por  ejemplo  Pa* 
lenque,  Copan,  Mixtla,  Chicken,  Peten,  Chulula,  etc., 
en  la  América  Septentrional,  y  Tiahuanaco^  Cboqque- 
quirau,  Macchu-Picchu,  Tipón,  Huánuco-Viejo,  Ch«- 
Vin  deHuantar,  Cbimu,  etc»,  en  la  América  Meridio- 
nal ;  civilizaciones  que  han  desaparecido  del  suelo 
americano,  por  una  de  aquellas  revoluciones  de  la  Na- 
turaleza con  que  las  naciones  más  adelantadas  se  ele- 
minan  de  la  faz  de  la  Tierra,  Pero,  indudable  es,  que 
por  las  ruinas  de  los  ciclópeos  monumentos  que  aún 
subsisten,  esas  mismas  civilizaciones  fueron  razas  de 
hombres  muy  superiores,  que  dejaron  huellas  de  su 
estancia  y  poderío  por  este  suelo. 

3^  En  tiempos  remotísimos  los  más  antiguos  pue- 
blos de  Europa;  Asia  y  África  estaban  en  comunica- 
ción con  América  j  pues  entonces  esa  comunicación  era 
facilitada  por  tierras  hoy  desaparecidas;  porque  asi 
como  actualmente  subsiste  el  estrecho  de  Behring) 
pudiendo  atravesárselo  á  pié,  cuando  ese  brazo  de  mar 
se  halla  congelado,  asi  mismo  habrían,  sin  duda,  es- 
trechos que  unian  el  Nuevo  Continente  con  los  Anti- 
guoS)  y  cuya  desaparición  debió  ser  producida  por  las 

9^ 


266  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

convuliiones  volcánicas  terrestres  y  submarinas  ocu- 
rridas en  épocas  lejanas, 

4^  De  suponer  es^  que  las  invasiones  á  América 
cesaron  durante  el  lapso  de  una  larga  serie  de  siglos, 
6  sea,  hasta  las  incursiones  de  los  Normandos  y  Escan- 
dinavos, á  fines  del  siglo  x  y  principios  del  xi  de  la  era 
actual,  incursiones  realizadas  sin  ninguna  ventaja  ni 
provecho  para  la  Humanidad  ;  siendo  necesario  que 
trascurrieran  aún  cuatro  siglos  más,  para  que  Cristó- 
bal Colón,  en  1492,  agregara  un  florón  más  á  la  Coro- 
na de  España;  con  el  descubrimiento  del  Nuevo  Mun-' 
do.  # 

5^  En  muchas  comarcas  de  América  se  han  descu- 
bierto los  vestigios  de  una  civilización  más  adelantada 
•    que  la  que  encontraron  los  Españoles,  lo  que  prueba 
que  desde  tiempos  inmemoriales  pueblos  de  una  alta 
cultura  estuvieron  establecidos  en  aquel  Continente, 

6^  La  civilización  que  habían  alcanzado  los  Mexi- 
canos y  Peruanos,  contemporáneos  del  descubrimien- 
to de  Colón,  demuestra,  inequivocadamente,  que  estos 
pueblos  constituían  Estados  florecientes. 

7'  Los  Españoles,  al  pisar  el  suelo  americano,  en- 
contraron en  él,  tribus  que  representaban  razas  de  los 
Antiguos  Continentes,  pero  cuya  base  de  población 
presentaba  diferencias  notables. 

8*  Realizada  la  conquista  del  vasto  Continente  de 
América  por  los  neo-latinos  y  los  anglo-sajones,  gran- 
des corrientes  emigratorias  llegaron  al  Nu6vo  Mundo. 
Los  estranjeros  se  apoderaron  del  suelo  á  viva  fuerza) 
rechazaron  A  loi  indianos  hacia  el  interior,  y  se  apro- 


DE  AMÉRICA  267 


vecharon  de  los  fabulosos  rendimieDtos  de  las  minas  y 
las  riquezas  forestales,  estableciendo;  entonces,  comu- 
nicaciones periodísticas  con  las  regiones  del  Mundo 
Antiguo, 

9^  A  pesar  de  las  numerosas  victimas  sacriGcadas 
en  la  conquista,  no  solamente  de  indígenas,  sino  tam- 
bién de  los  miemos  conquistadores,  es  incuestionable 
que  el  descubrimiento  de  ese  Nuevo  Continente  y  su 
consiguiente  usurpación^  tuvieron  grandísima  inñuen- 
cia  en  los  destinos  de  la  Humanidad,  pues  no  hay  en 
la  historia  de  U  civilización  ningún  acontecimiento 
que  pueda  entrar  en  parangón  con  el  descubrimiento 
de  América. 


Con  todo,  las  conclusiones  que  acabamos  de  emi- 
tir, no  las  consideramos  defínitivas,  sino  algo  proble- 
máticas, porque  no  pretendemos  haber  solucionado 
este  problema  de  tan  intrincada  investigación  y  sobre 
el  cual,  lo  repetimos,  se  han  escrito  tantas  y  tan  diver- 
gentes disertaciones. 

Tampoco  nos  lisoDJQamos  de  haber  compuesto 
una  obra  perfecta,  porque  nos  consideramos  destitui- 
do de  las  dotes  de  ingenio,  erudición  y  pureza  de  estilo 
que  se  requiere  en  un  buen  escritor;  pero,  á  lo  menos, 
confesamos  que  hemos  puesto  la  mayor  diligencia  en 
nuestras  investigaciones,  presentando,  en  conjunto,  y 
comentándolo,  lo  de  mayor  interés  que  se  halla  cipar- 


268  ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 

cído  en  los  trabajoi  de  los  diversos  autores  que  haa 
tratado,  mas  ó  menos  bien,  de  esta  embrollada  y  difi- 
cultosa materia. 

Empero,  como  ya  hemos  dicho  en  el  folleto  que 
publicamos  en  1913  titulado  Mi  estancia  de  medio 
siglo  en  Lima :  «No  faltarán  algunos  espíritus  dia- 
puestos á  caliGcar  ligeramente  y  sin  fundamento  la  té- 
sis  que  el  presente  estudio  encierra,  y  á  censurar  co- 
mo deficientes  nuestras  apreciaciones  respecto  del  ori- 
gen de  los  Indios  de  América,  Tampoco  dudamos  de 
que,  en  vista  de  las  conclusiones  nuestras,  nos  salgan 
al  encuentro  algunos  adversarios  que  las  combatan, 
tildándonos  talvez  de  visionario.  Cada  uno  puede  ha- 
cer de  su  capa  un  sayo :  lo  que  nadie  podrá,  es  desco- 
nocer el  gran  esfuerzo  perseverante  y  desinteresado, 
por  sólo  amor  á  la  ciencia,  que  esta  modesta  obra 
comporta  y  que  en  todas  sus  páginas  y  lineamentos 
palpita;  seria  de  desear  que  esos  mismos  adversarios 
expusieran  su  opinión  sobre  esta  materia,  para  pro- 
barnos que  son  capaces  de  desenmarañar  tan  confuso 
y  complejo  problema.  t> 


FIN  DE  LA  PRIMERA  PARTE. 


ORIGEN  Y  CIVILIZACIONES 


r>E 


LOS  indígenas  del  perú 


-e?^- 


1 1|*"*  ImJI  «l^iijii  i      >!'■%  ■■■»  I 


SEGUNDA  PARTE 


HABITANTES  DEL  PERÚ  ANTES  DE  LA  CONQUISTA 


^t'  iniciar  el  estudio  de  la  materia  qne  forma  esta  Se- 
HIH  gunda  Parte,  debemos  indicar,  como  lo  hemos  hecho 
I^JH  en  la  Parte  Primera^  cuáles  eran  las  tribus  indianas 
qne,  en  la  época  de  la  conqnista  española,  ocupa- 
ban lo  que  es  hoy  el  territorio  del  Perú  propiamente  dicho, 
tribus  que,  en  aquel  tiempo,  eran  muy  numerosas  y  de  las 
cuales  muchas  se  han  extinguido,  subsistiendo  aún  actual- 
mente algunas  de  ellAs. 


270  ORIGEN  y  CIVILIZACIONES 

El  número  de  estas  tribus  era  tan  elevado,  que  no  es  po- 
sible enumerarlas  todas,  limitándonos  tan  solo  á  señalarj 
en  seguida,  las  principales^  por  orden  alfabético: 

AGÜARUNAS,  de  la  orilla  del  Marañan  y  sus  afluentes  has- 
ta el  Imaza. 

AIKEAMBEANAS  ó  AMAZONAS  déla  comarca  regada  por 
el  rio  Nhamunda  (frontera  del  Perú  con  el  Brasil),  que 
desemboca  en  el  gran  río  Amazonas.  Era  una  repú- 
blica de  mugerés  gobernada  por  una  reina.  Los  Es- 
pañoles las  denominaron  Amazonas,  por  ser  ellas 
muy  adiestradas  en  los  combates;  pero  en  el  país  se 
las  llamaba  Coniapuyares  (grandes  señoras  6  exce- 
lentes guerreras). 

ARDAS,  de  la  comarca  situada  entre  los  ríos  Ñapo  y  Ma- 
rañan. 

AYMARÁS,  de  la  altiplanicie  de  los  Andes,  6  sea,  de  las  es- 
tensas  mesetas  del  Collao  hasta  las  comarcas  de 
Arequipa  y  Paucartambo  del  Cuzco.  Otra  parciali- 
dad era  del  extenso  territorio  abarcado  desde  La 
Paz  y  Oruro,  en  Bolivia,  hasta  los  confines  de  Chile. 
La  civilización  de  la  preincaica  familia  de  los  Ayma- 
rás, precedió  á  la  de  los  Quechuas,  quienes,  después, 
derrocaron  el  reino  de  los  Aymarás  y  adoptaron 
mucho  de  su  cultura,  religión  y  tradiciones. 

CAMPAS  ó  ANTIS,  de  la  cuenca  del  Amazonas.  Ocupaban 
las  extensas  llanuras  de  la  Pampa  del  Sacramento, 
del  Gran  Pajonal  y  del  Cerro  de  la  Sal. 

CANAS,  de  la  cordillera  del  Cuzco. 

CARAPACHES,  de  la  Pampa  del  Sacramento  y  orillas  de  los 
ríos  Pachitea,  ücayali  y  Agnaitía. 

CASHIBOS,  de  las  orillas  del  río  Sipiria  y  cabeceras  de  los 
ríos  Agaaitía  y  Pichis,  anuentes  del  Ucayali. 

COCAMAS,  de  los  márgenes  del  río  Huallaga. 


DE  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERÚ  271 

CONIBOS,  de  las  orillas  del  Alto  y  Bajo  Ucayali. 

CUISMANCUS,  de  los  valles  de  Supe,  Huaura,  Chillón,  Ri- 
mac,  Luría,  Chancay  y  Barranca,  cuya  capital  era 
Pachacamac. 

CHACHAPOYAS,  de  las  riberas  del  Huallaga  y  Marañón. 

CHANCOS,  del  valle  de  Andahuaylas  hasta  el  Nudo  de  Pas- 
co y  valle  de  Jauja. 

CHIMUS,  dominaban  desde  los  confines  de  Chaücay  hasta 
el  pueblo  de  Tumbe»,  abrazando  los  valles  de  Pati- 
vilca,  Santa,  Guañape,  Trujillo  y  las  poblaciones  de 
Pacasmayo,  San  Pedro,  Sama,  Ghungala  y  Para- 
moDga.  Esta  familia  confederada,  que  formaba  un 
reinado,  estaba  gobernada  por  mandatarios  llama* 
dos  Régulos,  cuyo  gobierno  duró  algunos  siglos,  ter- 
minando con  la  definitiva  anexión  al  Imperio  de  los 
Incas. 

CHINCHAS,  que  dominaban  la  extensión  de  los  valles  de 
Cañete,  Chincha  y  Lunahuaná.  Formaban  una  espe- 
cie de  reinado,  también  gobernado  por  Régulos,  has- 
ta BU  anexión  al  Imperio  Incaico. 

CHONTAQUIROS,  de  las  montañas  del  Cuzco. 

CHUNCHÜS  ó  CHUNCHOS,  del  valle  de  Paucartambo, 
bañado  por  el  río  Madre  de  Dics. 

ENCABELLADOS,  de  las  orillas  del  Putumayo. 

HüACHIPAIRIS,  de  los  márgenes  de  los  ríos  Tono,  Ccoñi- 
pata,  Qqueros,  Pilcopata  y  Alto  Madre  de  Dios,  has- 
ta el  estrecho  de  Ccoñecc. 

HUANCAS,  de  las  comarcas  de  Azángaro,  Ancohuallú,  Vil- 
cas  y  Urumarca. 

HÜANUCOS,  de  la  región  de  su  propio  nombre. 

HÜAYTARAS,  de  las  orillas  de  los  ríos  Mantaro  y  Mayu- 
marca* 

JÍBAJ^ÓS,  de  los  márgenes  del  Marañón,  entre  el  Pongo  de 
Macseriche  y  la  desembocadura  del  río  Pastaia  y 
Montañas  de  Quijos  y  Canelos, 


272  ORIGEN  V  CIVILIZACIONES 

MACHIGANGAS,  de  las  riberas  de  los  ríos  Filcopata  y  Te- 
no,  hasta  el  Ucayali. 

MAYORUNAS,  de  la  orilla  derecha  del  Ucayali  y  margen 
izquierda  del  Yavarí. 

MOENES,  de  las  márgenes  del  Alto  Madre  de  Dios. 

MOXOS,  de  las  orillas  del  río  Mamoré  y  parte  ceútral  del 
Bení,  en  los  confines  de  Bolivia,  del  Perú  y  del  Bra- 
sil. Esta  familia  se  componía  de  los  Moxos  propios, 
y  de  las  tribus  de  los  Cbapacuras,  Itenamas,  Canú 
chañas f  MobimaSf  Cayubabasy  Pacaguaras  é  lie' 
nes, 

NAHÜMBDBS,  de  las  orillas  del  Amazonas,  en  la  frontera 
del  Brasil. 

PANOS,  de  la  región  bañada  por  el  río  Sarayacú,  y  de  lai 
riberas  y  bosques  del  Ucayali  y  del  Huallaga. 

PIROS,  de  las  orillas  del  Ucayali. 

POCRAS,  de  la  comarca  de  Quinna,  en  el  valle  de  Haanchu 
y  alturas  de  Pumacahua. 

PURIS  6  PURÜS,  de  las  márgenes  del  río  de  su  mismo  nombre. 

QUECHUAS,  diseminados  por  los  territorios  del  Ecuador, 
Perú  y  Bolivia,  hasta  la  Argentina.  La  numerosa 
familia  Quechua  fué  la  principal  del  Imperio  de  los 
Incas,  y  á  ella  estaban  subyugadas  las  tribus  de  los 
Aymarás,  Atacamas  y  Changos:  forman  en  la  ac- 
tualidad, cerca  déla  mitad  de  la  población  de  la  Amé- 
rica Meridional*  El  Imperio  de  los  Incas  llegó  á  ser 
el  Estado  más  floreciente  de  todo  el  Continente  ame- 
ricano, y  su  civilización  sobrepasó  la  de  México.  Su 
gobierno,  aunque  autocrático,  fué  á  la  vee  paternal. 
Nación  asombrosamente  organizada,  sus  sabias  le- 
yes merecieron  la  admiración  de  los  historiadores, 
porque  adelantándose  ala  época,  sus  monarcas  aten- 
dieron á  la  felicidad  de  cada  individuo,  á  la  vez  que 
á  la  de  toda  la  sociedad,  mediante  un  sistema  de  go* 
bieroo  eztrictameote  socialista* 


DE  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERÚ  273 

REMOS,  de  la  comarca  bañada  por  el  Ucayali,  entre  los 
cerros  de  Canchahuasy  y  Cashiboya. 

SHIPIBOS,  del  Bajo  Ucayali  y  embocadura  de  los  ríos  Pa- 
chitca,  Pisques  y  Aguaitía. 

UROS,  de  las  orillas  del  río  Desaguadero  é  Islas  del  Lago 
Titicaca.  Existe  aún  un  fragmento  de  esta  familia, 
que  hasta  ahora  permanece  rebelde  á  los  adelantos 
de  la  civilización  actual. 

YUNGAS,  de  los  valles  de  Trujillo,  Zenia,  Piura,  Catamar- 
ca,  Lunahuaná  y  Cajamarca. 

YURACARAS,  de  los  bosques  de  la  vertiente  oriental  de  la 
Cordillera  de  los  Andes. 

YÜRIMAGÜAS,  de  láa  orillas  del  Huallaga y  regiones  baña- 
das por  el  Yurúa. 

Y  muchas  otras  tribus  cuyos  territorios  no  han  sido 
explorados  aún,  como  las  de  las  selvas  del  Marañón  y  del 
Amasonas,  las  de  la  Montaña,  las  de  los  Andes,  etc. 

I 
Primitivos  habitantes  del  Perú 

Un  velo  de  obscuridad  cubre  los  tiempos  primitivos  del 
Perú,  como  el  resto  de  las  demás  secciones  de  América.  J.  H, 
Herrera,  en  su  Historia  Antigua  del  Perú,  pág.  18,  dice: 
«Las  relaciones  que  adquirieron  los  primeros  investigado- 
res sobre  el  origen  y  establecimiento  de  las  diferentes  tribus 
que  poblaban  el  país,  están  fundadas  en  fábulas  más  6  me* 
nos  absurdas.»  (1) 


(1)     En  efecto,  según  tradición  de  los  antiguos  indígenas,  el  origen  de^ 
las  prlmitiyas. razas  del  Perú,  aparece  mezclada  con  la  fábula.— "Al  secar- 
se las  a^uas  del  Diluvio,  cuatro  hermanos,  llamados  Aiarmanco,  Ariarca- 
chi,  Ariarcucho  y  Ariarsanca,  salieron  de  Pacaritambo  (posada  que  ama- 
p^Qe).  SaYÍdiosQs  de  Ariarcucho,  sus  hermanos  lo  encerraron  en  una  cueva} 

30 


274  ORIGEN  Y  CIVILIZACIONES 

Se  ha  constatado,  según  las  inyestígaciones  practicadas 
cfi  estos  últimos  años,  que  el  territorio  del  Perú  faé  habita- 
do, en  tiempoB  antediluvianos,  desde  las  Épocas  Paleolítica 
y  Megalítica  (llamadas  comunmente  Edad  de  Piedra),  por 
aborígenes  autóctonos;  pues  tanto  los  utensilios  de  piedra 
groseramente  tallados,  como  los  instrumentos  de  silex  puli- 
mentados, encontrados  en  diversos  lugares  del  suelo  perua- 
no, revelan  que  ellos  pertenecen  á  esas  épocas,  y  denotan  ser 
de  los  primitivos  aborígenes  del  Perú,  que,  en  el  interior  del 
territorio,  formaban  tribus  dispersas,  rudas,  salvajes  j  aún 
antropófagas,  siendo  las  de  la  costa  exclusivamente  pesca- 
doras. 

Y  es  tan  evidente  que  el  Perú  fué  desde  los  tiempos  ante* 
diluvianos  habitado,  que  los  muchos  hallasgos  hechos  en 
BU  suelo,  no  solamente  de  utensilios  de  silex,  sino  también  de 
esqueletos  de  animales  de  aquella  época,  junto  con  huesos 
humanos,  atestiguan  plenamente  que  el  Hombre  existía  ya 
en  el  Perú  en  aquellas  primitivas  épocas,  y  que,  así  en  la  re« 
gión  del  Norte  como  en  la  del  Sud,  vivía  mezclado  con  los 
paquidermos.  Cuanto  al  régimen  de  vida  de  esos  hombrea 
primitivos,  está  fuera  de  duda  que  en  la  costa  tuvieron  por 
ocupación  la  pesca  y  la  casa,  siendo  en  el  interior  del  país, 
nómadas  que  persiguían  á  los  animales  salvajes  para  sus- 
tentarse con  su  carne,  aprovechar  sus  huesos,  pieles  y  otras 
partes  útiles  para  su  uso  personal,  y  se  albergaban  en  ca- 
vernas ó  grutas. 


peroi  los  Andes  se  estremecieron,  y  el  prisionero,  hundida  su  cárcel,  echó 
á  volar  con  alai  de  brillantes  colores;  perdonó  á  los  fratricidas  y  les  or- 
denó proseguir  en  la  fundación  de  una  ciudad." 

La  tradición  de  los  Kechuaí  también  está  fundada  con  la  fábula, 
•'Huirakocha,  después  de  crear  los  Cielos  y  la  Tierra,  formó  los  primeros 
hombres,  que  en  castigo  de  sus  maldades,  fueron  convertidos  en  piedras; 
como  en  todo  el  Universo  apenas  había  algo  de  luz,  Huirakocha  hizo  el 
90l  y  las  estrellas,  modeló  tinas  estatuas  en  las  que  Inspiró  la  yida,  y  CQ< 
mesiiron  A  comisar  hafiUcl  Perói  cuyg  país  se  reparticro»»", 


DE  LOS  INDÍGENAS  DE¿  PERtí  275 

» .  ■■  ■■  ■  '  ■    "^ 

Alganos  autores  pretenden  qae  en  el  Perú  no  se  ha  en- 
contrado aún  el  hombre  fósil,  negando  así  el  autóctonismo 
de  la  rasa  peruana;  pero  este  punto  es  refutable,  porque  sa» 
bido  es,  que,  últimamente,  la  Comisión  Científica  de  la  Uni- 
versidad de  Yale  (Estados  Unidos  de  Norte  América)  ha 
hecho  importantes  estudios  geológicos  en  el  Sud  del  Perú, 
con  tal  éxito,  que  entre  sus  resultados  se  halla  el  descubri- 
miento de  huesos  interestratifícados  del  Hombre  prehistóri- 
co, el  cual,  según  suponen  esos  sabios,  son  aún  anteriores  al 
Período  Plioceno  ó  Glacial.  Indudablemente,  el  descubrimien- 
to de  esos  huesos  es  otra  prueba  de  la  habitabilidad  del  Hom- 
bre autóctono  en  el  Perú,  durante  la  época  antediluviana. 

Para  tener  un  conocimiento  pleno  de  la  autoctonía  del 
Hombre  en  el  Perú,  vamos  á  sentar  una  hipótesis  que  no 
admite  contradicción  alguna. 

Si  en  este  suelo  se  han  encontrado  algunos  fósiles  de  ma- 
míferos antediluvianos,  ó  sea,  déla  Época  Cuaternaria,  como 
el  Megatherio,  el  Mastodonte  y  el  Seclitotherío,  y  junto  á 
esos  fósiles,  toscas  armas  de  perdernal  y  otros  objetos  rústi- 
cos, evidente  es,  que  desde  esa  Época  Neolítica  vivía  el  Hom- 
bre mesclado  con  los  animales,  pues  que,  para  proveer  á  su 
subsistencia  y  conservación,  tenía  que  luchar  con  esos  pa- 
quidermos, porque  la  carne  le  servía  de  alimento,  y  con  las 
pieles  cubría  su  desnudez.  Por  consiguiente,  es  efectivo  y 
fuera  de  toda  duda,  que  el  Hombre  en  el  Perú  ha  sido  autóc- 
tono, pues  no  era  posible  que  en  esa  primitiva  época  de  la 
formación  del  Mundo,  hubiera  habido  inmigraciones  á  este 
territorio. 

Y  también  viene  al  caPO,  el  volver  á  citar  el  descubri- 
miento hecho  por  Mr.  Hutchinson,  en  la  Isla  de  Chincha,  de 
un  ídolo  de  piedra  y  algunas  vajillas,  enterrados  en  el  huano 
de  los  pájaros  marinos,  á  más  de  sesenta  pies  de  la  superfi- 
cie, objetos  que,  á  su  juicio,  tienen  una  antigüedad  de  miles 
de  años. 

Para  robustecer  aún  más  nuestra  afirmación,  repetiré- 


276  ORIGEN  Y  CIYILI2ACI0XES 

mos  aquí  lo  que  ya  hemos  dicho  eñ  otro  lagar  de  esta  obra: 
**El  Hacedor  Supremo,  en  au  alta  sabiduría,  al  iniciar  su 
grandiosa  obra  de  la  Creación  del  Mundo,  tuvo  el  prop6si. 
to  de  que  el  Orbe  entero  fuese  habitado,  y  con  este  mismo 
propósito  crió  en  distintos  centros  de  la  Tierra,  parejas  de 
razas  diversas,  cual  la  blanca,  la  amarilla^  la  roja,  la  more- 
na y  la  negra;  no  siendo  aceptable  que  Adán  y  Eva  sean 
progenitores  de  todo  el  Género  Humano,  sino  únicamente 
de  los  descendientes  de  la  secta  hebraica." 

Otra  prueba  que  también  se  puede  aducir  sobre  la  anti- 
quísima estancia  del  Hombre  en  el  Perú,  son  los  enormes  de- 
pósitos conchíferos  que  se  han  encontrado  en  las  costas  ma- 
rítimas, como  en  Supe,  Chancay,  Ancón,  Chala  y  Arica,  entre 
los  cuales  halláronse  infinidad  de  huesos  y  restos  de  anima* 
les  de  aquellas  remotas  épocas,  como  así  mismo  fragmentos 
de  carbón  y  capas  de  ceniza  y  otros  residuos  estratificados. 
Esas  enormes  capas  de  residuos,  producto  de  la  cocina  de 
aquellos  tiempos  (kjoekkenmoeddings,  como  los  denomi- 
naban los  Escandinavos),  son  otros  tantos  vestigios  de  la 
estancia  del  Hombre  allí,  por  espacio  de  largo  lapso  de 

tiempo,  y  del  modo  de  vivir  de  aquellas  ignotas  generacio- 
nes. 

Además,  salvo  los  paquidermos  de  las  Épocas  Paleolíti- 
ca y  Neolítica,  el  Perú  presenta  sus  animales  particulares, 
propios  y  originarios,  que  tan  solo  se  encuentran  en  su  te- 
rritorio, y  que  vivían  junto  con  el  Hombre  primitivo.  En- 
tre estos  animales  originarios  se  cuentan  las  especies  de  vica- 
ña,llama,paco,  huanaco  y  alpaca,  como  también  las  especies 
de  vizcacha  y  aña,  de  la  familia  de  los  zorros,  y  la  anta  lla- 
mado comunmente  la  gran  bestia,  animales  que  no  se  en- 
cuentran en  ninguno  de  los  otros  Continentes.  La  existencia 
de  estos  cuadrúpedos,  que  tampoco  hay  noticia  de  que  hu- 
bieran sido  encerrados  en  la  Arca  de  Noé,  prueban,  eviden- 
temente, que  ellos  sonde  la  época  antediluviana, y  que  salva- 
rían del  Diluvio  por  voluntad  del  Hacedor  Supremo,  propa- 


DE  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERÚ  277 

gáñdose  üaevamente  después  de  ese  enorme  6  colosal  cata- 
clismo. ^ 

Vislumbrando,  bajo  otro  aspecto,  la  autoctonía  de  los 
peruanos,  evidente  es,  que  durante  la  Época  Cuaternaria, 
los  habitantes  del  Continente  del  Nuevo  Mundo  no  tuvieron 
contacto  alguno  con  les  de  los  antiguos  Hemisferios,  razón, 
también  poderosa,  para  no  negar  á  aquellos  la  autoctonía 
que  legalmente  se  les  atribuye. 

En  resümer,  así  como  está  probado^  que  los  indígenas 
primitivos  del  resto  del  Continente  Americano  son  autócto- 
nos, consiguientemente  lo  son  ios  del  territorio  peruano, 

II 
Invasiones  postdiluvianas  al  Perú 

Con  referencia  á  los  pdmerrs  tiempos  del  período  post- 
diluviano,  espinosa  y  ardua  ta  ea  es  la  de  resolver  el  pro- 
blema de  las  primeras  inmigraciones  al  Perú,  acerca  de  las 
cuales  no  hay  nada  evideüciado,  sino  conjeturas  más  6  me- 
nos verosímiles.  Se  sapoiie,  generalmente,  que  fueron  des- 
cendientes de  la  posteridad  de  Noé.  Unes  los  reputan  proce- 
dentes de  la  rama  de  Gam,  fundados  en  la  semejanza  de  su 
idolatría  y  lengaaje;  otr^^s  los  derivan  de  la  rama  de  Sem, 
fundándose  en  la  similitud  del  idioma,  idolatría  y  otras  se- 
ñales muy  débiles.  Los  que  más  se  acercan  á  la  probabilidad, 
según  se  cree,  son  los  que  los  hacen  originarios  de  la  rama 
de  Jafet. 

Se  conjetura  que,  en  época  remota,  vinieron  al  Perú  su- 
cesivas raías,  siendo  probable  que,  primero  se  establecieran 
en  las  costas  del  Perú,  grupos  de  tribus  pescadores,  de  les 
cuales  nada  se  sabe  coú  evidencia,  cuya  estancia  cons- 
tatóse por  restos  de  cerámica  y  groceros  tejidos  encontra- 
dos en  la  costa,  bajo  profundas  capas  del  suelo. 

En  el  interior  del  país,  vagaban  hordas  de  salvajes  erran- 


278  ORIGEN  V  CmLIZACIONES 

<— "I    '        ■      ■      ■ t  ■■■      i     ■    .liln. ■         I       .1  I  ^ii,,^,,,,,,,,,,,,,,,,,^ 

tes,  que  se  establecían  por  algún  tiempo  en  determinados 
puntos,  para  en  seguida,  alejarse  á  otros  parajes,  por  otro 
término  de  tiempo;  esas  hordas  nómades  eran  esencialmen- 
te cazadores,  pues  se  ocupaban  en  ese  ejercicio,  por  la  nece« 
sidad  de  subvenir  á  su  alimentación. 

Tiempo  después,  nuevas  invasiones  de  cultura  algo  avan- 
zada, arribaron  al  territorio  del  Perú  y  se  separaron  por 
diversos  lugares,  operando  en  larga  y  progresiva  evolución 
de  los  seres,  una  marcada  existencia  de  pueblos  florecientes, 
que  dio  lugar  á  can^bios  en  la  civilisación  de  los  mismos. 
Esa  época  fué  caracterisada  por  la  construcción  de  monu- 
mentos monolíticos  de  bloques  de  piedra  de  dimensiones 
extraordinarias,  levantándose,  durante  ella,  las  construc- 
ciones gigantescas  y  estupendas  de  Tiahuanaco  (1)  (en  las 
cercanías  del  lago  de  Titicaca),  las  de  Cuelap  (en  la  provin- 
cia de  Luya)  (2),  las  de  Chavin  (en  la  provincia  de  Trujillo), 
las  de  Huánuco  Viejo  (en  la  provincia  de  este  nombre),  y  al- 
gunas otras  más  en  otras  provincias.  La  principal  de  esas 
invasiones,  fué  la  Quechua,  que  se  estableció  en  Tiahuanaco, 
en  la  altaplanicie  de  la  laguna  de  Titicaca,  formando  un  im- 
perio teocrático,  que  llegó  á  extender  su  dominación  y  len- 


(1)  El  primitivo  nombre  de  Tlaliuanaco,  al  parecer  de  algunos  histo- 
riadores antiguos  (Betanzos  y  P.P.  Cobo  y  Oliva),  sería  «Chucara»,  «Tai- 
pikalá»  y  «Huañay marca»,  respectivamente.  Pero  el  verdadero  nombre  de 
este  lugar,  tal  como  lo  pronuncian  los  aborígenes,  sería  «Titihuahuanacu». 
El  hecho  cierto  es,  que  la  denominación  primitiva,  la  verdadera  denomina- 
ción que  tuvo  la  ciudad  prehistórica,  há  quedado  perdida  por  siempre. 

(2)  Las  ruinas  de  Quelap,  que  se  suponen  una  fortaleza,  deben  haber 
sido  un  monumento  grandioso,  á  juzgar  por  su  extraordinaria  extensión: 
situadas  en  el  departamento  de  Amazonas,  á2699  metros  sobre  el  nivel  del 
mar  y  á  6°25'  de  latitud  Sud  y  8°8'  de  longitud  Oeste  de  París,  ésas  ruinas 
constan  de  tina  extensa  muralla  de  granito  de  1008  metros  de  largo,  156 
de  ancho  y  142  de  alto,  sobre  lá  que  hfty  otra  muralla  de  168  metros  de 
largo,  140  de  ancho  y  42  de  alto;  ambaB  murallas  son  de  piedra  labrada 
y  ticDen  varias  puertas. 


DE  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERÚ  279 

gaa  hasta  la  costa,  y  á  tener  sojuzgadas  las  tribus  que 
ocupaban  los  territorios  conocidos  hoy  por  provincias  de 
Cotabambas,  Aymarás,  Chumbivilcas  y  Andahuaylas. 

Trascurrido  algún  tiempo,  los  Collas  ó  Aymarás  arroja- 
ron á  los  Quechuas  de  sus  dominios  de  la  altaplanicie  del 
Titicaca;  teniendo  éste  s  que  refugiarse  en  los  valles  del  Cuz- 
co, principalmente  en  la  región  del  Urubamba.  Con  la  caída 
del  Imperio  de  Tiahuanaco  y  consiguiente  pérdida  de  la  in- 
fluencia de  los  Quechuas  teocráticos,  el  Perú  entró  en  una 
anarquía  y  decadencia  general,  que  dio  lugar  á  que  las  de- 
más tribus  del  territorio  se  constituyeran  en  gobiernos, 
unos  más  civilitados  que  otros,  y  regidos  todos  por  jefes  de- 
nominados Curacas  ó  Caciques. 

Bn  los  tiempos  preincaicos,  las  principales  de  estas  nue* 
vas  entidades  sociales  y  políticas,  erans 

EN  LA  COSTA 

Los  Cbimús,  que  fueron  una  agrupación  respetable,  cu* 
yos  Curacas  ó  Régulos  extendieron  su  dominación  desde 
Chancay  hasta  Tumbes.  Bra,  se  puede  decir,  un  imperio  flo- 
reciente, cuya  cÍ7Ílización  se  reflejaba,  principalmente,  en  su 
alfarería,  en  sus  tejidos,  en  su  arte  de  beneficiar  los  metales, 
y  demás  obras  que  elaboraban. 

Los  Chinchas,  extendidos  más  al  Sud,  ocupaban  los  va- 
lles de  lea,  Chincha,  Camaná,  Arequipa,  Moquegua,  Arica 
y  Pisagua.  Aunque  desde  un  principio  carecían  de  organiza- 
ción, pues  no  obedecían  á  ningún  Curaca,  después  formaron 
la  confederación  ' 'Chincha- Yunga^',  que  reconocía  el  gobier- 
no de  los  Régulos  Cuis-Mancu  y  Chuqui-Mancu,  abrasando, 
el  primero,  los  valles  de  Supe,  Huaura,  Chillan,  Rimac,  Lu- 
rín,  Chancay  y  Barranca;  y  el  segundo,  los  de  Lunahuaná, 
Mala  y  Ghilca* 

Los  ChavgoSt  que  habitaban  más  al  Sud^  desde  el  río 
£ioa  hasta  Aconcagua  eran  belicosos,  feroces  y  aún  autrof 


280  ORIGEN  Y  CIYIU2ACI0NES 

pófagos,  que  lograron  ecsanchar  sus  dominios  mediante 
alianzas  con  las  tribus  vecinas,  y  reducir,  también,  á  los  Pa- 
rinacochas,  Rúcanos,  Amancayes  y  Cotapampas. 

EN    EL  INTERIOR 

Los  Collas  6  Aymarás,  que  después  de  haber  arrojado 
de  la  altaplanicie  del  Titicaca  á  los  Quechuas  del  Imperio 
Teocrático  de  Tiahuanaco,  se  establecieron  en  la  meseta  del 
CoUao,  extendiéndose  á  los  valles  inmediatos  del  Cuzco  y 
de  la  actual  Bolivia,  desde  el  nudo  de  Forco  hasta  el  nudo 
del  Cuzco,  entre  las  cordilleras  oriental  y  occidental,  en  una 
extensión  de  300  millas  de  largo  sobre  50  á  116  de  anchos 
se  dividían  en  dos  fracciones,  gobernadas,  la  una,  por  el  Ca- 
cique Cari  de  Chucuito,  y  la  otra,  por  el  Zapana  de  Antun- 
colla.  Además,  se  hallaban  sometidos  á  los  Collas,  las  tri- 
bus  de  los  Canchis,  Coras,  Champihuillpas,  Cushnnas  y 
Collaguas,  que,  respectivamente,  habitaban  las  actuales 
provincias  de  Canchis,  Chumbivilcas  y  Cailloma. 

Los  Quechuas f  que  después  de  ser  arrojados  del  Collao, 
se  refugiaron  en  los  valles  deUrubamba  y  Fachachaca:  ellos 
constituían  la  tribu  más  numerosa,  y  su  cultura  se  había 
extendido  por  toda  la  Sierra  y  la  Costa,  durante  el  período 
del  Imperio  de  Tiahuanaco,  del  que  fueron  ellos,  dicen  algu- 
nos, los  constructores  de  les  grandiosos  monumentos  de  esa 
ciudad;  más  tarde,  alguüas  de  estas  parcialidades  fueron  los 
fundadores  del  nuevo  Imperio  de  les  Incas.  Según  opinión 
de  ciertos  autores,  no  es  aventurado  afirmar  el  hecho  de  (^ue 
ellos  fueron  los  constructores  de  los  ciclópeos  monumentos 
de  Tiahuanaco,  cuando  en  Urubamba,  donde  se  refugiaron 
después  de  ser  arrojados  de  la  altiplanicie  del  Titicaca  por 
los  Collas,  se  han  descubierto  también,  últimamente,  monu- 
mentos semejantes  á  los  deTiahuanco,  como  la  maravillosa 
ciudad  de  Macchu-Ficchu  y  otras. 

Los  Utos  ó  Uru&i  que  ocupaban  parte  de  la  altaplanicie 


t)t  tos  INDÍGENAS  DEL  PERO  881 

j  la  región  de  los  lagos,  desde  Titicaca  hasta  Lipeí,  y  aun- 
que vecinos  de  los  Aymarás,  eran  distintos  de  éstos,  tanto 
en  sus  costumbres  como  en  su  lengua.  (1) 

Los  PocraSy  que  habitaban  la  comarca  de  Quinua  6  Hua- 
manguillo  yel'Yallede  Huanchuy  y  alturas  de  Pumaca- 
huanca,  tenían  la  credulidad  de  haber  nacidos  en  el  lago  de 
Castrovirreyna. 

Los  Canas,  que  moraban  en  el  extremo  territorio  que  se 
extiende  desde  el  Collasuyo  al  río  Fachachaca,  y  desde  la 
Montaña  á  las  cabeceras  de  Areqquepay. 

Los  Cahuínas  y  que  vivían  en  el  Collasuyo,  al  Mediodía 
del  Cusco:  acostumbraban  horadarse  las  orejas  y  traer 
enormes  pendientes,  antes  que  eso  fuese  un  distintivo  de  los 
nobles  Incas.  Creían  que  sus  almas  habían  salido  del  gran 
lago  de  Titicaca,  al  que  volverían  después  de  su  muerte,  pa- 
ra animar  de  nuevo  á  otros  cuerpos. 

Los  Cancbis  6  Tintas^  que  eran  sometidos  á  los  Collas,  y 
se  extendían  desde  el  Cuzco  hasta  las  cabeceras  de  Areqque- 
pay. 

Los  Coras,  que  habitaban  la  actual  provincia  de  Can- 
chis. 

Los  Huallas  6  Guallas,  los  Guanaypatas  y  los  Sausa» 
seroSf  que  formaban  un  pequeño  curacazgo  del  territorio 
de  Huarás 

Le  s  Huanucuyosy  que  se  extendían  eñ  las  márgenes  de 
los  rí<  s  P(  zaso,  U  ^ancabamba  y  Mayro,  en  la  parte  alta 
del  Marañón  y  del  Huallaga,  vivían  disperso^,  y  solo  se  reu- 
nían para  celebrar  sus  fiestas  en  templos  que  tenían  erigidos 
en  las  alturas:  eran  indios  más  blancos  y, más  robustos  que 
los  demás. 


(1)  Hoy  íobfeviveii  ailn  algunos  fragmentos  de  esa  raía,  que  perma* 
BCccn  en  la  mayor  ignorancia  y  embrutecimiento,  completamente  Indift» 
rentes  á  loi  adelaatoi  d?  la  clTilisacióxi  actual* 


2éS  OKÍGEN  Y  ClYILKACÍOKpá 

Los  Atacamas  6  Cunzas,  que  habitaban  la  puna  de  Ata- 
cama  en  la  Cordillera,  y  el  valle  de  Haasco,  eran  especial- 
mente de  rasa  cazadora.  Posteriormente,  las  regiones  qne 
oenpaban  los  Atacamas,  faeron  invadidas  por  razas  intrn- 
sas,  llamadas  Llipes  ó  O  lipes. 

Los  TarwaSf  qne  ocnpabaü  los  valles  de  su  mismo  nom- 
bre, es  decir,  el  de  Tarma  y  sns  inmediatos. 

Los  Yuügasy  Máchicas  y  TallangaSy  que  formaban  una 
especie  de  confederación,  habitaban  desde  los  linderos  de 
Tumbes  y  se  extendían  por  las  orillas  del  Huancabamba  y 
valles  de  Jequetepeque  y  Haailas,  hasta  cerca  de  las  riberas 
del  Marañón. 

Los  Ruancas  6  Guaneas,  que  vivían  en  las  comarcas  si- 
tuadas al  Norte  del  Pachachaca  hasta  los  orígenes  del  Ma- 
rañón, y  la  quebrada  de  Jauja  hasta  la  meseta  de  Junín; 
sostenían  continuas  luchas  con  las  tribus  limítrofes,  y  aun 
entre  ellos  mismos,  pues  vivían  en  la  mayor  anarquía,  sin 
reconocer  jefe  alguno. 

Los  Caxamallcas,  curaca zgo  que  extendía  su  dominio 
en  casi  toda  la  Sierra  del  Norte,  en  Cajamarca,  Hualgayoc, 
Celendín,  Patas,  Cajabamba  y  Gontumazá:  como  todo  ese 
territorio  era  muy  fragoso,  no  pudieron  congregarse  en  pue- 
blos  concentrados^  por  cuya  ratón  su  cultura  no  fué  tan 
marcada  como  la  de  las  tribus  de  la  costa  y  del  centro. 

Los  Cbachapuyas  6  Llarantus,  que  constituían  un  ca- 
cicasgo  aislado,  y  residían  en  las  riberas  y  valles  del  Hua- 
llaga  y  del  Maranón,  en  la  hoy  provincia  de  Luya:  su  capi 
tal  era  Quelap,  y  apesar  de  que  su  cultura  era  algo  adelan- 
tada, no  llegó  á  ensancharse  á  otras  regiones. 

Los  Huaccrachucos,  que  vivían  en  el  valle  de  Patas,  en* 
tre  el  Huallaga  y  el  Marañón. 

Los  Chotas,  que  residían  en  la  comarca  de  su  propio 
nombre,  en  las  márgenes  del  Jequetepeque,  hasta  el  Mará* 
A6o  j  (Abcceroif  de  \^  costAi 


V   . 


DB  LOS  INDÍGENAS  DEL  PER^  283 


Lofl  Conchucos,  que  moraban  en  la  provincia  de  Pallas- 
ea,  también  hasta  el  Marañón  y  cabeceras  de  la  costa. 

Los  Pimpas  6  Pimpas,  que  vivían  cü  la  falda  de  la  hela- 
da meseta  de  Junín. 

Algunas  otras  tribus  habitadoras  de  los  bosques  de  la 
Montaña,  y  conocidas  con  el  nombre  de  Cbancbos,  son  tam« 
bien  de  la  época  pre-incáica,  cuya  descendencia  subsiste  aún, 
refractaria  á  los  adelantos  de  la  civilización  actual. 

Casi  todas  estas  razas  distintas,  que  se  adueñaron  suce- 
sivamente del  territorio  del  Perú,  con  intervalos  entré  unas 
de  otras,  gobernaron  cada  cual,  en  sus  respectivos  dominios, 
durante  un  largo  periodo  de  tiempo.  Algunas  de  ellas  em- 
pleaban, como  escritura,  losgeroglífícos,  cuyo  uso  se  perdió 
durante  el  período  de  los  Incas. 

Lo  que  dá  margen  para  creer  en  la  larga  estancia  de 
esas  diversas  rasas  en  el  Perú,  en  aquellos  lejanos  tiempos, 
es  la  diferencia  que  se  observa  en  los  estilos  arquitectónicos 
de  los  monumentos  que  han  dejado,  pues  por  dichos  estilos 
se  comprueba  que  los  edificios  levantados  en  la  costa,  como 
los  de  Ghan-Chan  (Ghimú),  Huaca  del  Sol  (Mocha),  y  Pacha- 
kamacc  (Lurín),  son  de  carácter  diverso  á  los  de  Huánuco* 
Viejo  (Sierra),  no  teniendo  éstos  tampoco  semejanza  con  los 
ciclópeos  de  Tiahuanaco  y  ürubamba,  cuyo  estilo  arquitéc- 
tico  es  muy  distinto  y  especial. 

Es  opinión  admitida  por  los  historiadores,  que  el  desa- 
rrollo de  la  antigua  civilización  preincaica  ha  tenido  cuatro 
períodos  bien  marcados. 

Eü  el  primer  período,  los  pobladores  fueron  hombrea 
salvajes,  nómades,  que  llevaron  una  existencia  miserable, 
pues  su  ignorancia  no  les  permitió  hacer  uso  de  las  cosas 
útiles  á  la  vida,  y,  por  eso,  andaban  desnudos,  sin  abrigo, 
sin  fuego  y  sin  alimento  conveniente,  en  fin,  sin  leyes  y  sin 
gobierno. 

En  el  segundo  período,  los  indígenas  diseminados  y 


5J84  ORIGEN  Y  CIVILIZACIONES 

■  »  „„,„,^„„^|      1,1.,,  II  I        I      IH 

errantes,  se  reañieron  en  tribus  6  pueblos,  gobernados  por 
jefes  y  caciques  que  mantuvieron  su  independencia  y  auto« 
nomía,  y  en  cuyo  tiempo  se  perfeccionaron  los  instrumentes 
de  silex  y  útiles  de  alfarería  y  se  inició  la  extracción  y  fundi* 
ción  de  metales. 

El  tercer  y  cuarto  periodos  se  distinguen  por  la  civilisa- 
ción  de  la  costa,  por  el  Sur,  descollando  los  indios  Nacguen- 
ses  é  Iqueños,  y  por  el  Norte,  los  indígenas  Ghimús;  civilira- 
ciodf  6  sorprendentes,  que,  en  ninguna  otra  tribu  se  hallaban 
tan  desarrolladas.  Empero,  creemos  que  desde  los  referidos 
tercer  y  cuarto  períodos,  hasta  la  fundación  del  Imperio  In- 
caica, trascurrió  un  largo  espacio  de  tiempo,  quisa  unas 
larga  serie  de  siglos,  durante  los  cuales  las  antiguas  civili- 
zaciones  se  perdieron  del  todo,  pues  la  mayoría  de  los  histo- 
riadores están  de  acuerdo  en  que,  al  fundar  Manco-Gapacc 
la  dinastía  de  los  Incas,  en  compañía  de  su  muger  Mama- 
Oklla  (1)',  el  país  estaba  habitado  por  algunas  tribus  salva- 
jes sumidas  en  la  última  condición  del  hombre  ed  el  estado 
social,  ignorando  el  origen  de  los  portentosos  monumentos 
monolíticos  dejados  por  sus  antecesores,  y  sin  poder  desci- 
frar sus  inscripciones  geroglífícas,  ni  tener  idea,  ni  recuerdo, 
de  la  pasada  grandeza  y  explendor  de  sus  ascendientes 

Más  tarde,  cuando  los  Españoles  verificaron  la  conquis- 
ta del  extenso  Imperio  de  los  Incas,  esos  mismos  indios  no 
tenían  ningún  recuerdo  de  sus  antepasados,  pues  unos  se 
suponían  descendientes  de  las  fuentes,  de  los  ríos  ó  de  las 
laguna8;'otros  creían  que  sus  padres  habían  salido  de  las 
cuevas  ó  de  los  cerros;  no  faltando  algunos  que  se  preciaban 
de  ser  nietos  de  leones,  de  cóndores  ó  de  otras  fieras  ó 
aves. 


(1)  Oklla  y  nó  Okllo,  como  escribe  la  majóría  de  loi  Autoreí,  porque 
Mámá-Oklla,  en  quechua,  lignifica  imüdre  cariñoia,  que  abraza  en  lu  fe- 
nol ó  «regazo  de  madre.» 


DB  LOS  mDÍOENAS  DBL  PERt^  285 

II 

Continúa  la  materia  antecedente 

Diversas  opiniones  se  han  formulado  tocante  á  las  pri- 
meras invasiones  ó  inmigraciones  al  territorio  del  Perú. 

Varíes  autores  opinan  qne  los  primeros  inmigrantes  á 
este  país  faeron  los  Fenicios,  intrépidos  navegantes,  qne,  en 
época  mny  remota,  visitaron  las  costas  peruanas  y  fueron 
los  fundadores  de  su  civititación.  Para  ello,  se  fundan  en  la 
semejanza  que  hay  entre  éstos  y  los  Aymarás,  en  las  inscríp- 
ciones  encoütradas  en  las  ruinas  de  Tiahuanaco  y  en  las 
identidades  fisiológicas. 

Algunos  etnógrafos  son  de  parecer,  que  los  Egipcios  fue 
ron  los  primeros  colonos  venidos  al  Perú,  fijándose  en  la 
misma  configuración  de  los  cráners  de  ambas  raías,  en  la 
semejansa  de  las  construcciones  ciclópeas  de  Egipto  y  del 
Perú,  en  el  mismo  orden  artístico  manifestado  en  las  figu- 
ras cerámicas  de  ambos  pueblos,  y,  por  fin,  en  sus  ideas  so- 
bre la  existencia  futura,  que  los  incitaba  á  dar  tanta  impor- 
tancia á  la  conservación  de  los  cuerpos. 

Otros  doctos  escritores  discurren  que  los  indios  del  Perú 
descienden  del  Hindostán,  por  inclinarse  á  creer  que  la  reli- 
gión de  los  Peruanos  ha  debido  tener  su  nacimiento  en  la 
Asia  Meridional,  y  atendiendo  á  su  división  en  castas,  su 
adoración  á  los  cuerpos  celestes  y  á  los  elementos  de  la  Na- 
turaleza, y  su  conocimiento  de  los  principios  científicos  de 
la  agricultura,  que  reputan  otros  tantos  puntos  de  contac- 
to entre  ambas  razas. 

Para  otros  escritores,  entre  ellos  Fernando  Montesinos, 
el  Perú  ha  sido  el  país  de  Ophir,  la  morada  del  oro,  de  que 
habla  la  Biblia  y  de  donde,  se  dice,  que  Salomón  sacó  el  oro 
f  las  piedras  preciosas  con  que  adornó  eu  soberbio  templo 


286  ORIÓEN  Y  CIVILIZACIONSS 

0^*  III» ■ ■  iii ■     ■«■■« ■«■ 

de  Jerasalém,  bascando  asi,  eios  autores,  como  deicubrit 
relaciones  entre  los  Hebreos  y  los  Peruanos, 

No  faltan  opiniones  que  dan  por  cierto,  el  que  los  Toltc- 
CO0,  rasa  mexicana,  huyendo  de  la  peste  que  asolaba  su 
país,  vinieran  al  Perú. 

Tampoco  han  escaseado  historiadores  que  aseveraran 
que  los  indios  Peruanos  son  descendientes  de  Suecos,  Norue- 
gos, Gaulos  é  Iberos,  suponiendo  que  estas  naciones  habían 
enviado  á  las  costas  del  Pera,  colonias,  en  varias  circuns- 
tancias y  en  distintas  épocas. 

Muchos  escritores  pretenden  que  los  indios  Peruanos  de- 
rifan  de  los  Chinos  y  Tártaros,  entre  ellos  el  sabio  Alejan- 
dro de  Humboldt  y  Juan  Ranking,  por  el  notable  parecido 
de  fisionomías  y  cuerpos,  y  por  las  similitudes  filológicas 
que  permiten  que  éstos  puedan  entenderse  con  los  indios  de 
Eten  y  los  del  Huallaga,  como  lo  asevera  Vicente  F.  López, 
en  su  obra  Las  Razas  Ananas  del  Perúy  siendo  los  Chinos, 
á  juicio  de  varias  otras  notabilidades  científicas,  los  que  tie- 
nen más  títulos  á  ser  considerados  como  los  progenitores 
de  los  Peruanos. 

Veamos,  tocante  á  los  Chinos,  la  opinión  de  algunas  de 
esas  notabilidades  científicas. 

Mac  Carthy,  en  el  tom.  II  de  su  Historia  de  los  Indios 
Occidentales^  dice:  «La  civiliíación  del  Perú  viene  de  la  Chi- 
na, por  dos  analogías  de  costumbres.  La  primera,  que  los 
Peruanos,  en  tiempo  de  los  Incas,  tenían  cuatro  grandes 
fiestas  en  las  épocas  délos  equinoxios  y  solsticios,  en  una  de 
las  cuales  el  Inca,  en  persona,  araba  un  campo  sagrado;  ob- 
servándose en  la  China  las  mismas  fiestas,  y  en  una  de  ellas 
el  Emperador  con  un  arado  de  plata  abre  surcos  en  un  cam- 
po sagrado,  ejemplo  que  es  imitado  por  los  demás  manda- 
rines en  sus  respectivas  provincias  (1).  La  segunda  analo- 


(1)   El  Emperador  de  la  China,   con  un  ceremonial  patético,  no  des- 
deñaba (hasta  ayer  no  más,  en  que  el  Imperio  transformóse  en  Rcpúbll- 


T>n  LOS  INDÍCENAS  DEL  PERÚ  28'? 

gía,  en  la  China  lo  mismo  que  en  el  Perú,  es  que  se  acostum- 
braban el  oso  de  los  quipus,  llamados  allá  ''Koua'\  Agrega 
el  mismo  autor:  *^Se  cree  que  á  consecuencia  de  una  convul- 
sión política  surgida  en  la  China  en  tiempos  muy  remotos, 
el  partido  arrojado  de  aquel  país  faé  el  que  vino  á  América 
y  fundó  los  imperios  de  México,  Perú,  etc. 

El  dcctor  Hyde  Clerke,  en  su  excelente  obra  Resear- 
ches  itt prehistoríc  and protobistoric  comparatiyephjlology, 
mithology,  in  connection  with  tbe  origine  oí  culture  ia 
America f  pag.  36,  trae  también  á  colación  estas  analogías 
entre  los  Peruanos  y  los  Chinos:  el  mismo  despotismo  que 
usaban  los  Incas  y  los  Emperadores  del  Celeste  Imperio;  el 
uso  del  parasol  en  señal  de  dignidad;  la  costumbre  de  los 
Peruanos  de  mascar  hojas  de  coca  mezcladas  con  cenisa, 
igual  á  la  de  los  Asiáticos  de  mascar  una  mezcla  de  cal  con 


ca)  labrar  la  tierra  con  sus  propias  manos:  cada  año  al  celebrarse  nna 
fiesta  señalada,  daba  á  sus  subditos,  este  hermoso  ejemplo.  Al  efecto,  en 
el  templo  más  grande  de  Pekín,  ofrecía  previamente  un  sacrificio  al  dios  de 
la  Madre  Tierra,  en  seguida,  revestíase  de  un  traje  de  labrador,  y  condu 
ciendo  una  yunta  de  bueyes  con  las  astas  doradas  y  atados  á  un  arado  de 
plata  pintado  de  carmesí  con  filetes  dorados,  abría  surcos  en  una  pequeña 
extensión  de  terreno  del  recinto  de  ese  mismo  templo.  Durante  su  trabajo, 
la  Emperatriz,  acompañada  de  sus  damas  de  honor,  en  un  departamento 
inmediato,  preparaba  una  frugal  colación,  que  le  llevaba  y  tomaba  en  su 
compañía.  Los  antiguos  Chinos  Instituyeron  esta  ceremonia  para  recordar 
á  sua  monarcas,  que  las  rentas  públicas  sobre  las  que  se  funda  su  poder, 
provienen  del  trabajo  y  sudor  del  pueblo,  y  que  no  deben  ser  invertidas 
en  el  fausto  y  el  despilfarro,  sino  aplicadas  á  las  necesidades  del  Estado. 

Llama  mucho  la  atención  la  analogía  de  ese  ceremonial  con  el  celebra- 
do por  los  Emperadores  Peruanos;  hecho  que  dá  fundado  margen  para  su- 
poner que  la  civilización  incaica  deribabá  de  la  China,  y  que  los  Incas  prac- 
ticaban ese  ceremonial  con  ideático  fin  que  los  monarcas  del  Celeste  Impe- 
rio, es  decir,  tanto  para  dar  á  sua  subditos  el  ejemplo  de  que  deben  dedi- 
carse al  trabajo  de  la  agricultura,  cuanto  para  simbuliaar  que  el  producto 
de  e8(£  trab£4Jo  debe  emplearte  en  l^  necesidades  de  la  comunidad  ófiicik* 


288  ORIGEN  Y  CIYILIZACIOKÉS 

hojai  de  betel  (1);  el  empleo  de  los  qaipas  en  amboi  paíseí; 
el  nso  de  la  trenza,  peculiar  á  los  Aymarás  y  á  los  Chinoi. 

Vater,  en  bus  Archivos  generales  de  etnograña^  y  Hnm- 
boldt  en  lu  obra  Los  monumentos  de  América^  opinan, 
también,  que  la  prolongada  lacha  de  loa  Brahmanas  y  Bu- 
dhístas  terminó  con  la  emigración  de  los  Chamanes  del  Ti- 
bet  en  la  Mongolia,  la  China  y  el  Japón,  siendo  posible  que 
éstos  pasaran  al  Perú.  Según  las  inquisiciones  etimológicas 
de  tan  antorixados  autores,  esas  inmigraciones  al  suelo  pe- 
ruatio  tuvieron  lugar  quinientos  años  antes  de  la  era  cris- 
tiana. 

Prcacott,  en  su  Conquista  del  Peráf  hace  notar,  igual- 
mente,  ciertas  analogías  entre  Chinos  y  Peruanos,  afirman- 
do: "Los  Chinos  se  parecían  á  los  Peruanos  en  su  obedien- 
cia implícita  á  la  autoridad,  en  su  carácter  suave  aunque 
algo  tanto  terco,  en  la  cuidadosa  observancia  de  las  formas, 
en  su  respeto  á  los  usos  antiguos,  en  su  destresa  en  los  pe- 
queños trabajos,  en  su  tendencia  más  bien  á  la  imitación 
que  á  la  invención,  y  en  su  invencible  paciencia  que  suplía 
en  ellos  la  falta  de  un  espíritu  más  audas  para  la  ejecución 
de  grandes  empresas". 

El  conde  Carli,  en  sus  Lettres  Américaines,  señala,  tam- 
bién, diferentes  puntes  de  s  mejansa  que  existen  entre  los 
Chinos  y  les  Peruancs,  precisando,  entre  otros,  que  el  Em- 
perador de  la  China  se  llama  hijo  del  Cielo  ó  del  Sol,  y  que 
los  Chinos  señalaban,  como  los  Peruanos,  los  s:>Isticic8y 
equinoxios  para  determinar  los  períod  js  de  las  festividades 
religiosas,  agregando  ''que  son  muy  curiosas  esas  coinci* 
dcncias.'^ 

Además,  positivo  es,  que  en  el  territorio  peruano  hafi 
sido  desenterrados,  en  estos  últimos  años,  algunos  objetos 


(1)  Plaata  enredadera  y  trepadera  cultlrada  en  ñlgufloti  parajci  de  la 
CSbiaif  Cttja»  hojai  maicaa  babitualmeate  los  naturalcí  dd  palii 


BE  tos  mDÍGENAS  DÉl'pERÚ  289 

qae  evidentemente  prueban  que  los  Chinos  habitaron  la  cos- 
ta meridional  de  la  América  del  Sud  en  una  época  remota, 
descollando,  entre  esos  objetos,  uno  de  un  valor  histórico 
inestimable,  encontrado  en  una  huacade  la  costa  del  Norte: 
es  un  ídolo  de  plata  maciza,  de  diecinueve  centímetros  de 
alto  por  trece  de  ancho,  que  representa  una  figura  humana 
desnuda,  sentada  con- las  piernas  cruzadas  sobre  un  conjun- 
to de  culebras,  y  los  brazos  abiertos;  sostiene,  en  cada  ma- 
no, una  placa  paralelogramática,  siendo  ambas  placas  igua- 
les en  tamaño,  teniendo  trasadoS;  en  rtlieve,  gruesos  carac- 
teres ó  letras  chinas,  también  iguales  de  ambas  placas:  so- 
bre la  parte  posterior  de  la  cabesa,  lleva  un  sol  en  forma  de  , 
diadema  con  siete  rajos  de  luz,  sosteniendo,  los  dos  últi- 
mos, sobre  los  homóplatos  del  ídolo.  Bste  raro  ídolo  se  ha 
hecho  reconocer  por  persona  ilustrada  de  la  China,  j,  se** 
gún  su  parecer,  es  una  divinidad  que  pertenece  á  la  antigua 
teogonia  de  las  Indias,  introducida  en  la  China  hace  más  de 
mil  quinientos  años. 

Otro  ídolo,  en  su  conjunto  aigo  semejante  al  anterior, 
se  encontró,  c..l8§5  co  Tiujui^,  .u  uu  pozor.juutu  c^noifos 
objetos  intcit¿fckUi.cBi,  laoiu  que  icpicatiAta  Uáau  liguite  íiuma- 
na  con  las  piernas  cruzada  ,  seutaau  Subie  uua  tcrtoga  en- 
roscada con  una  culebra:  liev^a  en  la  cabtza  un  sol  también 
con  siete  rayos,  y  adornado  el  cuello  con  un  collar  del  que 
penden  tres  dijes  en  forma  de  hu«:vo:  sostiene,  en  cada  mano, 
una  tabla  cotí  caracteres  chines,  al  parecer,  pues  son  muy 
mal  trazados,  siendo  ambas  tablas  de  igual  hechura,  aunque 
la  sostenida  por  la  mano  derecha  es  un  poco  menos  alta  que 
la  sostenida  por  la  mano  izquierdaí  el  conjunto  de  esta  figu- 
ra tiene  una  fisonomía  que  no  se  asemeja  á  los  ídolos  pe- 
ruanos. 

Ea  la  hacienda  'Las  Trancas'',  en  el  distrito  de  Nazca, 
(lea)  se  ha  encontrado  un  vaso  de  arcilla  muy  fina  y  de  pu- 
lido esmalte,  de  12  centímetros  de  alto  por  14  de  ancho;  la 
cara  esterior  está  dividida  en  tres  íe^jai:  en  la  superior^  que 
91 


290  ORIGEN  Y  CIVILIZACIONES 

es  la  más  ancha,  se  halla  acá  especie  de  figura  polícroma, 
llevando  en  la  entrepierna  la  letra  china  Tien;  la  segunda 
faja,  qne  está  separada  de  la  superior  por  una  linea  ancha, 
presenta  un  cerro  con  escalas  que  tiene  en  su  centro  un  pa- 
ralelógramo;  la  tercera  faja,  es  uniforme  y  lleva  cerca  de  su 
borde  superior  una  línea  blanca. 

En  la  misma  región  de  Nazca  se  ha  encontrado  otra  va- 
sija en  forma  de  taia,  con  el  asiento  redondeado,  y  cuya  ca- 
ra ex'^erior  está  dividida  en  dos  fajas:  U  primera  figura,  al 
parecer,  una  serie  de  especie  de  animales  con  rabo  corto,  en- 
trelaíadosuncs  con  otros;  en  la  segunda,  sí  vé  una  cara  que 
tiene  los  ojo  i  pretillados,  oblicuo!»,  parecidos  á  los  peculia- 
res de  los  Chinos. 

Para  apoyar  aún  más  la  opinión  de  que  los  Peruanos 
derivan  de  raza  asiática,  segúa  s:  cree,  reproduciremos  los 
juicios  que,  al  intento,  emiten  algaaos  escritores. 

El  conde  Carlí,  en  sus  Lettres  Américaines  ya  citadas, 
tom.  II,  carta  XIY,  asevera  que  *  los  primeros  habitantes 
del  Per(í  habían  venido  del  Asia  por  las  grandes  continuadas 
islas  que  hibo  en  el  Mar  Pacífico,  les  que  después  han 
desaparecido,  muchas  de  ellas,  por  cataclismos  provenientes 
de  los  volcanes,  terremotos  y  otras  causas"  (1). 


(1)  Lo  que  prueba  la  existencia,  en  la  antigüedad,  de  las  continuadas 
islas  á  que  hace  referencia  el  conde  Garli,  es  que  los  mismos  conquistadores 
españoles,  al  arribar  á  las  costas  del  Pacífico  se  cercionaron  por  las  relaciones 
uniformes  délas  diversas  tribus  situadas  desde  Guayaquil  hasta  Arica,  que  sus 
antecesores  habían  venido  desde  lejanas  tierras  por  las  innumerables  islas 
que  existían  en  todo  ese  mar,  y  que  desde  esas  costas  remotas  habían  nave- 
gado á  esas  numerosas  islas,  cuyos  vestigios,  se  presume,  sean  las  que  que- 
dan hoy  conocidas  con  el  nombre  de  Galápagos,  distantes  como  unas  cien 
leguas  de  Guayaquil,  «islas  que,  según  asevera  el  almirante  inglés  David 
Dampier-  se  dilatabaü  desde  uu  grado  de  latitud  septentrional  hasta  cin- 
co de  Ibtitud  meridional,  contando,  algunas  de  elUs,  de  ocho,  diez  j  más 
leguas  de  longitud;  unas  altas  y  otras  bajas,  unas  con  ríos  de  agua  dulce  y 
etms  sin  ésta,  UQas  estériles  y  otrai^  fccundívs;  formando  todas  ella$  un  m» 


DE  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERlfi  291 

Bravo  Sarabia,  en  sai  Antigüedades  del  Perú,  después 
de  prolijas  investigaciones  Subre  las  tradicciones  de  los  indí- 
genas, asegura  ser  "cierto  que  los  Peruanos  eran  ultrama- 
rinos, que  vinieron  á  establecerse  en  las  costas  de  la  Améri- 
ca Meridional." 

Cie«a  de  León,  en  su  Crónica  del  Perú,  cap.  Lii,  también 
dice:  **He  oído  referir  á  muchos  indios  la  uniforme  tradición 
de  la  navegación  que  sus  antecesores  habían  efectuado,  de- 
sembarcando cerca  de  Guayaquil. '* 

El  P.  Acosta,  en  su  Historia  natural  general  de  las  In- 
dias, lib.  I,  cap.  XVI,  fundándose  igualmente  en  varias  tra 
diciones  de  los  indios  de  Pisco  y  de  Arica,  dice  *'que  solían 
navegar  á  unas  islas  hacia  el  poniente,  muy  lejcs  y  la  na- 
vegación era  en  unos  cueros  de  lobos  marines  hinchados." 


IV 


Continúa  la  materia  antecedente 

Seguiremos  expresándolas  opiniones  de  otros  escritores, 
relativas  á  los  habitantes  délas  primeres  épocas  postdilu- 
vianas  del  Perú. 

Algunos  autores  son  de  parecer  que  los  Peruanos  serían 
directamente  originarios  de  la  Mesopotamia  y  de  Babilonia, 
por  las  analogías  sorprendentes  que  existen  entre  las  len- 
guas de  algunas  del  Perú  y  Ir  s  del  Armeno-Caucaso  Paro- 
pamiso. 


menso  archipiélago.»  A  lo  cuil,  «-g^ega  el  mismo  almirante  en  su  relación 
publicada  en  la  «Gazzetta  Am^ríoaus»,  que,  «según  hin  Ido  pasándolos 
años,  se  han  Ido  perdiendo  y  desapireciéndo  muchas  de  aquellas  islas,  que- 
dando de  ellas  solo  catorce.»  Todas  estas  islas  diseminadas  antes  en  el 
Océano  Pacífico,  Inducen  á  creer  que  sirvieron  de  escala, en  épocBs  remotas, 
á  los  originarios  del  Asia  para  arribar  á  las  costas  meridionales  del  Con- 
tinente Sud-americanoi 


292  ORIGEN  Y  CIVILIZACIONES 

El  Dr.  Schmidt  de  Gerelsberg,  en  una  Memoria  qnt  leyó 
en  la  sesión  del  Congreso  Interfiacioñal  de  Orientalistas,  ha- 
bido en  San  Petersburgo,  en  1876,  dice  que  * 'estas  analogías 
son  demasiadamente  intimas,  numerosas  y  caracteristicrs, 
para  pretender  explicarlas  por  la  hipótesis  de  una  similitud 
accidental." 

El  sabio  Mr.  Beaumont  afirma,  en  el  periódico  de  Londres 
The  Times,  que  la  costa  occidental  de  la  América  del  Sud 
fué  habitada,  en  tiempos  muy  remotos,  por  una  raza  es- 
trechamente emparentada  con  los  primeros  Babilonios,  y 
que  "los  hombres  hioerbóreoa,  moradores  del  Norte,  al 
ser  obligados,  por  el  intenso  frío,  á  emigrar  hasta  el  Sad, 
en  una  época  en  que  todavía  era  inhabitable  el  territorio  ac- 
tualmente ocupa&o  por  los  Estados  Unidos,  al  llegar  á  Cen- 
tro y  Sud  América,  etícontraron  que  los  Taranios  del  Perú 
habían  pasado  ya  el  cénit  de  su  grandeza."  Y  prosigue  Mr. 
Beaumont  preguntando:  "¿Cuántos  milenarios  han  necesi- 
tado estos  Turanios  para  perfeccionar  la  civilización  cuyos 
restos  se  hallan  todavía  en  el  Perú?  La  gloriosa  civilización 
—agrega — que  fué  la  primera  en  desarrollarse  sobre  la  faz 
de  la  Tierra,  dejó  sus  huellas  indelebles  en  el  Perú." 

El  Dr.  Hyde  Clarke,  considera  "que  las  lenguas  egipcia,  chi- 
na, tibetina,  accadiana  y  peguana,  son  estrechamente  liga- 
das á  las  de  México  y  del  Perú,  teniendo  todas  estes  len- 
guas un  centro  común  en  la  Alta  Asia,  que  es  la  cuna  de  la 
primitiva  Humanidad.  El  idioma''madre,  del  que  derivan 
todas  aquellas  lenguas,  se  llama  Súmero,  y  el  pueblo  que  lo 
hablaba  se  denomina  también  Súmero  (ó  Accadio  ó  Babilo- 
nio)." El  Dr.  Hyde  Clarke  divide  los  Súmercs  en  dos  gru- 
pos, y  loi'supone  emigrados  á  un  centro  común:  el  primer 
grupo  comprende  loa  Accadios,  Monses,  Cambogianos,  Ay- 
marás, Mayas  (y  Toltecos?);  el  segundo  grupo  se  compone 
de  los  Georginos,  Etruscos,  Siameses,  Quechuas  y  Aztecas. 

Posteriormente,  el  Dr.  Pablo  Patrón  (peruano)  hixo 
también^ú  prolijo  estudio  del  origen  del  idioma  Quechua. 


DB  LOS  IKDÍOEKAS  OSL  PBRÍ^        293 

1r-ni»Miiuj-li«ii  — 

llegando  á  la  dedncción  de  haber  descubierto  la  perfecta 
analogía  que  existe  entre  este  idioma  y  el  Súmero  de  loa 
Caldeos,  é  infiriendo  de  esa  misma  analogía,  que  nna  parte 
de  los  primeros  pobladores  postdiluTianos  del  Perú  fueron 
originarios  de  Mosopotamia  de  Babilonia.  En  apoyo  de  su 
aserto,  expone  que  "los  Q  aechas  y  Aymarás,  pobladores 
principales  del  Tahuaútinsuyo,  vinieron  en  época  remota  de 
los  reines  del  Eufrates  y  del  Tigris.  Esta  afirmación  descan- 
sa en  un  hecho  científico:  los  idiomas  Quechua  y  Aymará 
provienen  del  Somero  y  del  Asirio.  Patentisado  el  estrecho 
parentesco  de  ambos  grupos  lingüísticos,  el  asiático  y  el 
americano,  un  reguero  de  lus  disipa  las  obscuras  brumas  del 
pasado." 

No  ponemos  en  duda  la  teoría  sostenida  por  los  etnó- 
grafos citados,  y  tal  ves  no  sería  aventurado  el  conjeturar 
que  en  tiempo  de  la  célebre  Semiramis,  tuvieran  lugar  algu- 
nas inmigraciones  al  Perú  provenientes  de  la  Caldea,  pues 
es  un  hecho  histórico,  que  esta  reina  de  Asina  extendió  sus 
conquistas  á  la  Arabia,  al  Bgipto,  á  parte  de  la  Etiopía  y 
la  Lidia,  á  la  Mesopotamia,  á  la  Babilonia  y  á  casi  toda  la 
Asia  hasta  el  Indo,  siendo  tanto  más  lógica  esta  suposición, 
si  se  tiene  en  cuenta  que  esta  reiiía  gobernó  la  Asirla  y  sus 
dependencias  desde  1916  á  1874  años  antes  de  la  Era  Cris- 
tiana; fechas  que  concuerdan,  más  ó  menos,  con  la  época  en 
que,  según  Montesinos,  tuvo  lugar  la  primera  invasión  que 
asoló  las  costas  del  Perú. 

Por  consiguiente,  admitiendo  que  una  parte  de  las  pri- 
meras inmigraciones  al  Perú  hayan  sido  de  Caldeos,  como 
lo  deducen  el  Dr.  Hyde  Clarke  y  el  Dr.  Pablo  Patrón,  (que 
no  citan,  con  precisión,  la  fecha  en  que  esa  invasión  pudo 
efectuarse],  de  suponer  es,  que  esta  inmigrad  5n  se  realitara 
en  el  siglo  xix  antes  de  la  Era  Cristiana,  ó  sea,  durante  el 
reinado  de  la  célebre  Semiramis,  cuando  las  guerras  de  la 
Asirla  contra  la  Caldea  y  demás  comarcas  limítrofes  obli- 
garon á  muchos  habitantes  de  esas  comarcas,  á  abandonar 


294  ORIÓEN  Y  CIVILIZACIONES 

■■'  .  I.  ,,..  ...  ■  ■     - 

■US  países  natales,  hayendo  de  la  persccusión  de  los  vence- 
dores.  Bn  tal  hipótesis,  loa  emigrantes  de  esa  sección  de  la 
Asia  Menor  habrían  llegado  á  América  siete  siglos  antes  que 
los  Chinos  y  Tártaros,  que,  según  Ranktng  y  otros  escrito, 
res,  aportaron  á  las  playas  americanas  en  el  siglo  xii  antes 
de  la  Era  Vulgar. 

Y  quizá,  también,  esop  mismos  Caldeos  fueron  los  que 
fundaron  el  antiquísimo  Imperio  de  los  Pirhuas,  del  que  nos 
habla  Montesinos,  cuya  dinastía,  según  él,  duró  cerca  de  dos 
mil  años,  desde  el  año  2145  antes  de  la  Era  Cristiana  hasta 
craño  83  de  la  Era  actual.  Pero  hay  que  tener  en  cuenta, 
que,  por  la  cronología  establecida  por  el  mismo  Montesinos, 
la  fundación  de  ese  Imperio  dataría  de  tres  siglos  anteriores 
á  la  pretendida  invasión  de  los  Caldeos  al  Perú,  lo  que  haría 
presumir  que  ese  mismo  Imperio  habría  sido  fundado  por 
habitantes  originarios  de  América. 

Si,  por  otra  parte,  se  admite  que  los  Caldeos  fueron  los 
primeros  inmigrantes  que  pisaron  las  playas  peruanas,  se- 
ría, quizá,  admisible  también,  que  ellos  hayan  sido  los  hábi- 
les artíñces  que  construyeron  alganos  de  los  soberbios  mo- 
numentos muy  anteriores  á  la  fundación  del  Imperio  Incaico, 
ruinas  que  dan  evidentemente  una  idea  de  la  alta  cultura 
de  las  razes  anteriores  á  las  de  las  conquistas  de  los  Incas, 
y  que  aún  permanecen  mudas  para  la  etnografía.  Estas 
ruinas,  que  todavía  perduran,  causan  la  admiración  de  los 
arqueólogos  que  las  visitan. 

Condensando  las  opiniones  de  los  autores  citados  en  los 
párrafos  anteriores,  es  un  hecho  positivo  é  incontestable, 
que,  en  vista  de  les  antiguas  ruinas  que  aún  subsisten,  di- 
seminadas en  el  territorio,  del  Perú,  han  existido,  en  ese 
mismo  territorio,  razas  que  formaron  brillantes  centros  de 
civilización,  les  mismos  que,  con  el  trascurso  del  tiempo, 
han  ido  desapareciendo  totalmente. 


1)E  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERtJ  295 


Civilizaciones  y  Dinastías  a  ntig^uas  del  Perú 

Machas  son  las  opiniones  emitidas  sobre  las  invasiones 
al  Perú  por  los  pueblos  de  los  antiguos  Continentes,  que  lo- 
graron formar,  en  este  territorio,  en  los  tiempos  preincaicos, 
no  solamente  centros  de  civilización,  sino,  algunos,  grandes 
imperios. 

Según  una  leyenda  antiquísima,  se  refiere  de  un  legenda- 
rio Imperio  llamado  Inin,  que  limitaba  al  Sud  con  los  ríos 
Beni  y  Parú,  al  Este  con  el  río  Cayari  6  Madera,  y  al  Oeste 
con  el  río  Apú-Parú;  Imperio  del  que  no  se  sabe,  con  fijeza, 
el  tiempo  que  subsistió,  suponiéndose  tan  sólo  que  duró  una 
larga  serie  de  años. 

Fray  Buenaventura  Salinas,  en  su  Memorial  de  las  his^ 
torias  del  Nuevo  Mundo,  dice  que  ^*han  habido  en  el  Perú 
dinastías  más  antiguas  que  el  Imperio  Pirhna."  A  este  res- 
pecto, refiere  la  tradición  de  cuatro  épocas  ó  dinastías 
antiquísimas,  en  las  que  gobernaron  insignes  Caciques,  y 
fueron: 

1^  Época,  que  duró  más  de  mil  años,  en  la  que  gobernó 
la  dinastía  de  Huari-Huiraccocha  Buna. 

^  Época,  que  duró  más  de  quinientos  años,  en  la  que 
gobernó  la  dinastía  de  Huari  Runa. 

3"^  Época,  que  duró  mil  años,  en  la  que  gobernó  la  di- 
nastía de  Purum-Runaj 

4^  Época,  que  duró  mil  y  cien  años,  en  la  que  gobernó  la 
dinastía  de  Aaka-Runa. 

Como  se  vé,  eites  cuatro  épocas  forman,  en  conjuntOi 
un  largo  período  de  más  de  tres  mil  seiscientos  años.  Si  se 
ha  de  dar  ci edito  á  lo  opinado  á  este  respecto  por  Fray 
Bnecaventura  Salinas,  estae  dinastías  babríM  teaido  lo 


296  osmEN  y'civilizácíones 

origen  en  el  liglo  xhi,  6  más  6  menos  treí  mil  y  tantos  años 
antes  de  la  Era  Cristiana,  qne  correspondería,  aproximada- 
mente, á  la  época  en  que,  ateniéndonos  á  la  Sagrada  Escri. 
tura,  yivian  Cain  y  Abel,  hijos  de  Adán  y  Eva,  6  sea,  según 
ese  mismo  texto  bíblico,  más  de  mil  quinientos  años  ante- 
riores al  DíIüyío;  prolongándose  esas  mismas  dinastías  has- 
ta  el  siglo  XIX  antes  de  la  Era  Vulgar. 

El  licenciadoFernando  Montesinos,  en  su  Estudio  gene- 
ral  de  las  Colonias  Españolas  en  Occidente,  dice  que  **el 
Perú  fué  poblado  por  Armenios  seiscientos  años  después  del 
Diluvio  Universal,  (fecha  precisamente  que  corresponde  al 
siglo  XIX,  antes  de  J.  C,  6  sea,  después  haber  caducado  la 
dinestía  citada  por  Fray  Buenaventura  Salinas),  cuando 
quisa  esta  nación  fué  avasallada  por  la  Asiría.''  Esta  fecha 
correspondería,  á  no  dudarlo,  al  interregno  de  la  dinastía 
citada  anteriormente  y  la  de  Tiahuanaco.  Tal  vez,  sea  algo 
verosímil  esta  opinión  de  Montesinos,  porque  la  Armenia  (1), 
región  asiática,  es  una  de  las  naciones  más  antiguas  del 
Mundo,  y  los  Armenios  creen  ser  descendientes  de  Haig,  biz- 
nieto de  Noé.  Estos  Armenios,  según  Montesinos,  vinieron 
á  las  costas  del  Perú,  unos  por  la  vía  de  Chile,  otros  tras, 
montando  los  Andes,  y  otros  por  la  vía  de  Tierra  Firme  y 
la  Mar  del  Sud. 

El  mismo  Montesinos,  en  sus  Memorias  historiales  y 
políticas  del  Pera,  cita  también  varias  invasiones  realitac^as, 
algunas,  siglos  antes  de  la  Era  Cristiana:  la  primera,  en  el 
siglo  XIX  (que  debe  ser  la  de  los  Armenios); la  segunda,  en  el 


(1)  Armenia,  en  el  Asia  Occidental,  es  la  vasta  región  montañosa  de 
las  elevadas  mesetas  que  comprenden  las  cuencas  superiores  del  Anaxes,  del 
Eufrates,  del  Tigris  y  del  Tchorcuk:  confina,  al  Norte,  con  la  Georgia  y  la 
Mingreliaí  al  Oeste  con  el  Eufrates,  al  Sud  y  al  Este  con  el  Kourdistany  el 
Aderbljan.  Se  considera  la  Armenia  como  uno  de  los  penses  mí\s  bellos  de 
la  Tierra<  y,  en  tal  concepto,  los  geólogos  antiguos  colocaron  eo  ella  el  Pa» 
itiiUo  Xerresftli 


DENLOS  INDÍGENAS  DEL  PERÚ  297 

XYij  la  tercera,  en  el  xii;  la  cuarta,  en  el  ii;  la  quinta,  en  el 
año  55  de  la  Era  de  Cristo;  y  la  sexta,  en  el  siglo  viii  de  la 
misma,  que  concluyó  con  el  decadente  Imperio  Pirhua,  an- 
terior al  de  los  Incas,  pues  Montesinos  hace  subir  su  origen 
cerca  de  dos  mil  añoi  antes  de  Jesucristo. 

Pero  haciendo  abstracción  de  tradiciones  y  leyendas, 
que  pueden  ser  ciertas  ó  inciertas,  veamos  lo  que  algunos 
investigadores  establecen  tocante  las  civilizaciones  proto  y 
prehistórica  del  Perú. 

Según  las  estudios  practicados  por  esos  investigadores, 
se  infiere  que,  de  las  civilizaciones  que  florecian  en  el  Perú 
durante  la  larga  serie  de  centurias  que  forma  las  épocas  pro- 
to y  prehistóiica,  cinco  fueron  las  principales:  1^  la  de  Ñat- 
ea é  lea;  2^  la  del  Imperio  deTiahuanaco;  3^,  la  del  Señorío 
de  los  Chimús;  4^,  la  de  los  Emperadores  Pirhuas;  y  5^  la 
del  Imperio  Incaico,  cuya  época  final  se  considera  ya  como 
periodo  histórico. 

CIVILIZACIÓN  PROTONAZCA 

La  civilización  de  Nazca,  de  la  que  también  participó  lea, 
data  de  una  época  muy  distante,  y  llegó  á  la  coita  del  Perú, 
se  cree,  procedente  de  la  América  Central,  donde  se  ha  des- 
cubierto una  civilización  semejante  á  ésta^y  cuyos  emigran- 
tes debieron  venir  por  mar.  Su  deminio  se  extendió,  por  el 
Sud,  desie  Pisco  hasta  Acari,  y  por  el  Norte,  hasta  Supe, 
ocupando  los  valles  de  Chincha,  Cañete,  Lurin,  Huática,  Ri- 
mac  y  Chancay. 

La  civilización  de  les  Nazquenses  é  Iqueños  se  caracteri- 
za por  diversos  adelantes,  principalmente,  por  su  arte  de 
cerámica  y  alfarería )  muy  acabada  y  notable  por  la  finura 
y  elegancia  de  sus  dibujes  y  el  pulido  de  sus  pinturas,  pre- 
dominando en  esos  artefactos  las  figur¿^s  de  animales  vivi« 


298  ORIGEN  Y  CITILIZACIONKS 

paroB,  anfibios,  y  otros  marinos  (1);  por  el  tejido  de  íüs  te- 
las, que  resaltan  por  sus  brillantes  é  inalterables  colores,  y 
que  destinaban  para  ponchos,  fajas  y  otras  prendaí  de  ves- 
tir; por  la  agricultura,  á  la  que  se  dedicaron  en  gran  escala, 
cosechaádo  los  vejetales  propios  á  su  alimentación;  por  sus 
trabajos  hidráulicos,  consistentes  en  canales  de  riego,  apro- 
vechando las  aguas  de  los  ríos  para  la  fertilización  de  las 
pampas  de  sus  valles;  por  la  construcción  de  sus  edificios, 
teniendo  algunos  de  ellos  más  de  trescientos  metros  de  lar- 
go, construidos  con  bolas  de  baño,  adheridas  unas  á  otras 
con  cemeato,  pues  desconocían  el  empleo  de  loa  ladrillos  y 
adobes;  y,  por  último,  por  su  naciente  arte  de  beneficiar  el 
oro  y  el  cobre,  fabricando  con  el  primero,  diversos  objetos, 
como  diademas,  brazaletes,  anillos,  vasos  para  el  culto,  ar- 
tículos para  sa  propio  tso  y  adorno,  y  máscaras  para  lai 
momias  que  enterraban  envueltas  en  tejidos  y  ligadas  con 
cordeles  treczados,  imitando  la  figura  humana.  Con  el  co- 
bre hacían  herramientas  para  la  agricultura  y  para  la  pesca 
(pues  eran  especialmente  pescadores),  cuchillos,  agujas  y  otros 
menesteres  de  su  uso, 

La  civilización  protonazca  no  solamente  se  ciñó  á  la 
costa,  sino  que  se  extendió  aún  más  al  interior,  hasta  Hia- 
mi(haco,  Huátara  y  Chosica;  también  se  encuentran  vesti- 
gios de  ella  en  la  piedra  del  castillo  de  Chavín  de  Huantar, 
déla  actuíil  provincia  de  Haai  i,  cuyo  trabajo  en  relieve  es 
característico  de  los  artefactos  que  elaboraban  loi  Nasquen- 
sea  é  Iqutñog;^2) 


(1)  Les  ejemplares  de  eáos  artefactos  de  cerámica  que  han  llegado  has- 
ta nosotros,  son  tan  perfectos  y  tan  bien  conservados,  que  parecen  recién 
elaborados,  razón  por  la  cual  son  moy  apn  ciados  por  los  anticuarios. 

(2)  E^ta  piedra,  qne  es  utía  obra  de  arte  de  la  extinguida  civilización 
de  los  Chimús,  cuyo  mérito  artístico  fué  reconocido  por  el  señor  José  To* 
ribio  Polc ,  que  la  encontró  en  Chavín  de  Huantar,  en  1874,  se  halla  ac- 
tualmente en  LimAi  traída  á  esta  capital  por  el  Oobieroo;  quieá  Á  indlcft* 


DE  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERÚ  299 


CIVILIZACIÓN  PREDECESORA   DE  LOS  CHIMÚS 

Por  el  relato  de  Cabello  de  Balboa,  en  lu  Historia  del 
Perú,  j  porlai  excavacionea  llevadas  á  cabomái  tarde  en  la 
costa  Norte  del  Perú,  se  ha  podido  indagar  que,  en  la  mifma 
época  en  que  florecía  la  civilización  de  Nazca,  florecía  tam- 
bién en  el  territorio  que  deipuét  fué  conquistado  por  los  Chi- 
múf,  otra  nación  poderosa  que,  se  supone,  no  solamente  tu- 
vo analogía  con  la  adelantada  civilización  de  Tiahuanaco, 
sino  que  fué  predecesora  de  ésta.  El  jefe  de  esa  nación,  hábil 
y  valiente,  denominado  Naymlap,  arribó  á  las  playas  de 
Lambayeque  en  una  numerosa  flota  de  balsas,  trayendo 
consigo  una  gran  escolta,  entre  ella  muchas  concubinas; 
desembarcó  en  la  desembocadura  del  río  Taquislanga,  y 
construyó  en  un  lugar  llamado  Chof,  un  templo  en  el  que 
depositó  el  ídolo  Llampallac.  Este  jefe  tuvo  varios  sucesores, 
cuya  autoridad  alcanzó  á  más  de  doscientos  años,  hasta  que 
la  nación  cayó  en  tal  estado  de  decadencia,  que  fué  conquis- 
tada por  los  valerosos  Chimús. 

CIVILIZACIÓN  DE  TIAHUANACO  (1) 

Hay  diversas  tradiciones  indígenas  sobre  el  origen  de  la 
civilización  de  Tiahuanaco. 


ción  deeste  sabio  arqueólogo,  doíide  te  halla  ea  exhibición  pública  en  el  yes- 
tíbulo  del  Palacio  de  la  Exposición.  La  piedra  mide  1  metro  93  centímetros 
de  largo  por  76  centímetro»  en  su  parte  más  ancha,  siendo  su  espesor  de  17 
centímetros  y  el  relieve  del  dibuje  de  5  milímetros,  representa  un  hombre  ó 
ídolo  deforme,  rodeado  con  muchas  culebras:  el  todo  es  muy  notable  por 
la  finura,  regularidad  y  simetría  del  dibujo,  cuyo  artista  la  éxculpió  sin 
hacer  uso  de  herramientas  de  hierro,  puei  que  en  aquel  tiempo  loi  indios 
no  conocían  el  uso  de  este  metal. 

(1)   La  etimología  de  Tiahuanaco,  según  algunos  autores,  que  refieren 
que  uu  Inca  que  llegó  á  e«e  lugar,  llamado  entonces  Chuc&guíL  {ciudad  de 


300  ORIGEN  Y  CIVIUZACIONES 

Una  basada  en  referencias  mitológicas,  stipone  qoe  en 
remotíiimos  tiempos,  apareció  allí,  ana  raza  megalítica  pro- 
cedente de  otras  regieres  y  compuesta  de  Huíraccochos  (ca- 
balleros blancos  y  con  barba),  cuyo  jefe  se  llamaba  Pacha- 
Manchachecci 

Otra  tradición,  se  refiere  á  otras  invasiones  de  pueblos  de 
desconocida  procedencia,  que  dominaron  temporalmente  en 
Tiahnanaco. 

Una  tercera  tradición,  recuerda  que  hnbo  allí  dos  crea- 
ciones sucesivas,  representadas  por  nn  hombre  de  facultades 
extraordinarias  llamado  Kon-TitoHuiraccocha. 

Pero,  se  debe  prescindir  de  tradiciones,  que  tío  siempre 
merecen  tomarse  en  consideración. 

Los  historiadores  antiguos  del  Perú  tampoco  traen  no- 
ticias de  la  civiliíación  de  la  aitiplanicie  del  Titicaca,  porque 
después  del  derrumbamiento  de  aquel  Imperio,  trascurrió 
un  período  larguísimo  de  tiempo,  en  que  los  indios  perdieron 
todo  recuerdo  de  la  raía  y  constructores  de  Tiahuanaco; 
tan  sucedió  así,  que  al  iniciarse  la  era  del  Imperio  Incaico, 
los  mismos  indios  del  Cuíco  "vivían— según  dice  el  P.  Cobo 
en  su  Historia  General  de  las  Indias— ain  cabera,  ni  orden, 
ni  policía,  derramados  en  pequeñas  poblaciones  y  ranche- 
rías,  con  pocas  más  muestras  de  razón  y  entendimiento  que 
los  brutos." 

Sin  embargo,  según  indagaciones  históricas  hechas  pos- 
teriormente, se  cree  que  el  hecho  más  verosímil  es,  que  los 
fundadores  de  aquel  Imperio  fueron  los  Quechuas,  que  esta- 
blecieron allí  una  monarquía  teocrática:  en  tal  concepto, 
Tiahuanaco  habría  sido  la  cuna  protohistórica  de  esa  raza, 
que  deriva,  se  dice,  de  los  Toltecas  -  Náhuatl,  originarios  de 


piedra),  reci1)¡ó  un  correo  á  pié  (chasqiie\  el  cual  llegó  mucho  antes  de  lo 
que  se  le  esperaba.  Asombrado  el  Inca,  le  dijo:  Tihuai^^gaanuco  (siéntate, 
guanac(j)  comparándole  con  el  cuadrúpedo  más  veloz  que  conocían  los  pe- 
tuanoSi 


DB  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERt5  301 

•  ■'" 

México.  Mr.  L.  Angrand,  sabio  mexicanista  francéi,  que  ha 
hecho  profundo!  eitadios  lobre  eata  materia,  opiüa,  en  iti 
Lettre  sur  les  antiquités  de  Tiahuanaco  et  T origine  présU' 
mable  de  la  plus  ancienne  cirilisation  du  Haut-Pérou^  que  el 
'^pueblo  que  levantó  loi  laontimentoi  de  Tiahaanaco  era  usa 
rama  de  la  gran  familia  Tolteca  Occidental,  de  origen  Ná- 
huatl," de  cuya  rama,  dice,  descienden  loi  Quechuas. 

Qaizá  no  sea  hiperbólica  la  opinión  de  Mr.  L.  Aagrañd, 
7  en  todo  caio,  débeie  confeiar,  que  los  fundadores  del  Im- 
perio de  Tiahuanaco  fueron  hombres  extraordinarios,  de  una 
rasa  superior  y  civilisación  adelantada,  que  esparcieron  su 
influencia  y  cultura  no  solamente  en  las  orillas  de  los  ríos 
tributarios  del  Amazonas  y  en  parte  del  antiguo  Perú,  co- 
mo en  Mocha,  Huaraz,  Pachacamacc  y  Ancón,  sino  también 
hasta  el  Ecuador,  y  al  territorio  de  los  Calchaquis  de  Cata- 
marca,  Tucumán,  Salta  yjujny,  lagares  donde  se  halla- 
ron artefactos  semejantes  á  los  del  altiplano  del  Titicaca. 

Además,  el  origen  Quechua  de  Tiahuanaco  se  manifiesta 
en  el  culto  del  dios  Huiraccocha,  cuya  figura  se  halla  graba- 
da en  la  gran  portada  de  Haaccapana,  del  santuario  incon- 
cluso y  eñ  ruinas,  de  esa  misteriosa  ciudad. 

Desde  su  fundación  y  durante  todo  el  período  de  su  du- 
ración, el  Imperio  de  Tiahuanaco  estuvo  gobernado  por 
varias  dinastías,  que  se  sucedieron,  las  mds  veces,  por  causa 
de  trastornos  internos,  en  los  que  se  empeñaron  luchas  en- 
carnitadas  para  disputarse  la  preponderancia  y  predominio 
de  unas  sobre  otras,  luchas  que  naturalmente,  debilitaron 
el  poder  á  tal  extremo,  que  al  fin  ocasionaron  su  caída. 

Por  eso,  la  monarquía  teocrática  de  los  Quechuas  fué  re- 
lativamente de  corta  duración,  y  su  civilización  no  llegó  á 
su  término  natural,  quedando  inconclusas  las  grandiosas 
obras  que  habían  emprendido,  entre  ellas  las  del  soberbio 
santuario  ya  enunciado. 

¿Cómo  se  explica  la  caída  de  ese  Imperio,  que  marca 
una  etapa  de  floreciente  cultura  en  los  añales  de  la  historia 


302  ORIGEN  Y  C1VILIZACI0NB8 

del  antiguo  Perú?  Quizá  esa  caída  Be  realizó  á  consecuencia, 
fe  presume,  de  los  abusos  del  poder  de  laa  diversas  diuistías 
que  reinaron  en  aquel  territorio,  y  cuyos  abusos  trajeron 
por  corolario,  el  descontento  de  los  pueblos  y  la  consiguien- 
te desmembración  de  éstos,  dando  ello  lugar  á  que  una  irrup- 
ción de  invasores  bárbaros,  Jos  Aymarás  6  Ccollas,  cayera 
sobre  la  altiplanicie,  causando  la  más  espantosa  de  las  con- 
vulciones,  y  con  ésta,  el  abandono  que  los  Quechuas,  hicie- 
ron de  esa  metrópoli,  refugiéadose  en  las  escabrosas  soleda- 
des de  la  región  del  Urubamba;  (1). 

Se  presume  que  los  Aymarás  ó  CcoUas  de  Cari,  procedie- 
ron del  Este  de  Bolivia  y  del  Norte  de  Chile.  Algunos  his- 
toriadores antigües  suponen  que  esos  mismos  Aymarás  fue- 
ron los  coEstructoreí  de  la  misteriosa  metrópoli  de  Tiahua- 
naco;  otros  historiadores  fueron  de  parecer,  que  no  se  debe 
atribuirles  tal  preeminencia,  porque  está  históricamente  pro- 
bado, en  cuanto  al  antagonismo  de  los  Aymarás  con  los 
Quechuas,  que  más  bien  aquellos,  después  que  lograron  ven- 
cer y  expulsar  á  éstos  del  territorio  de  la  altiplanicie  andi- 
na, fueron  los  que  destruyeron  todas  las  obras  hechas  alli 
por  los  Quechuas,  siendo  esos  mismos  Aymarás,  también  los 
autores  de  la  destrucción  de  la  protocivilización  de  Tíahua- 
naco,  cuyos  monumentos  quedaron  inconclusos.  Volveremos 
á  dilucidar  este  punto  más  adelante. 


(1)  Es  casi  Inrerostmil,  que  lá  protocivíHtaclón  de  Tiahuanaco,  qne  era 
en  esa  época  lejana,  el  foco  de  la  cultura  peruana  y  americana,  se  hubiera 
dejado  avasallar  por  los  bárbaros  Aymarás.  Pero  toda  hipótesis  cabe  en  el 
destino  de  las  naciones,  pues  la  Historia,  en  sus  páj^inas  innúmeras,  ofrece 
algunos  ejemplos  de  grandes  imperios  j  reinos  que,  después  de  haber  sido 
florecientes  ó  poderosos,  se  derrumbaron  trágicamente.  Los  hechos  que  han 
acontecido  posteriormente  en  el  mismo  Perú  y  en  México,  con  la  conquis- 
ta española,  parecen  en  sí  mismos  fabulosos,  pues  no  se  concibe  como  un 
puñado  de  aventureros  lograran  conquistar  esos  dos  grandes  imperios, 


Í)Í5  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERÚ  303 


CITILIZACIÓN     DE     LOS     CHIMÚS 

Conquistado  por  los  Chimas  el  territorio  qtie  anterior- 
mente habían  ocupado  los  sucesores  de  Najmlap,  el  poderío 
del  Señorío  del  Gran  Chimú  se  extendió  desde  Chancay  has- 
ta Tumbes,  y  aún  hasta  Puerto  Viejo,  según  afirman  algu- 
nos, y  abrazaba  los  valles  deTrujillo,Guañape,  Santa,  Huar- 
mey,  Pativilce,  y  les  poblaciones  de  Paramonga,  Chungáis, 
Saña,  San  Pedro,  Pacasmayo  y  Cban-Chat?,  que  era  la  ca- 
pital del  Señotío,  y  que  se  hallaba  situada  en  las  cercanías  de 
la  que  es  hoy  ciudad  de  Trujillo.  Tenía  Ghan-Chan  de  doce 
á  quince  millas  de  largo  por  cinco  á  seis  de  ancho,  con  edifi- 
cios de  estructura  soberbia  y  notable,  tanto  por  sus  diver- 
sas formas  cuanto  por  ios  adornos  plásticos  y  las  arabescas 
de  pinturas  brillantes  que  revestían.  Además,  toda  la  ciu 
dad  estaba  circundada  por  una  gran  muralla  de  dos  metros 
de  espesor  y  veinte  metros  de  altura,  adornada  con  bajos- 
relieves,  y  con  BU  respectivo  parapeto  que  coronaba  su  cima, 
para  su  mayor  defensa  contra  ataques  ó  asaltes  posibles. 
Su  imponente  fortaleasade  Paramunca,  en  la  desembocadura 
del  río  Barranca,  edificada  sobre  un  cerro  de  trescientos  piéi 
de  elevación,  revela  gran  talento  de  parte  de  sus  constructo- 
res, que  supieron  aprovechar  todas  las  condiciones  topográ- 
ficas del  lugar  en  que  se  halla  edificada.  Admirables  eran  sus 
grandes  obras  de  irrigación,  pues  los  acueductos,  represas 
y  canales  distribuía  el  agua  en  la  ciudad  y  ea  los  alrededo- 
res. La  ciudad  deChan-Chan  podía  considerarse,  en  ese  tiem- 
po, como  la  más  bella  de  la  América  Meridional. 

Los  Curacas  ó  Régulos  del  Señorío  de  los  Chimús  ejercían 
un  poder  absoluto,  autccrático.  Como  los  Nasquenscs,  la 
civilización  se  reflejaba  en  la  confección  de  su  artística  alfa- 
rería, pues  contaban  para  sus  trabajos,  con  artífices  muy 
hábiles. 


304  ORIGBN  Y  CIVILIZACIONES 

No  eran  menos  diestros  en  el  tejido  de  sus  telas,  las  que 
fabricaban  con  dibajos  caprichosos  y  con  Yistosos  colores. 
En  su  arte  de  beneñciar  los  metales,  sabían  preparar  el 
bronce  ligando  el  cobre  con  el  estaño,  metal  que  utilizaban 
para  fabricar  herramientas,  lansas,  espadas,  masas  de  ar- 
mas y  puntas  de  flechas;  y  con  los  metales  finos,  como  el  oro 
y  la  plata,  hacían  vasijas  primorosamente  adornadas  con 
piedras  preciosas  (1). 

El  reinado  de  estos  Curacas  ó  Régulos  del  Señorío  de  los 
Chimús  imperó,  al  parecer,  durante  varios  siglos,  hasta  que 
después  de  muchos  reñidos  y  sangrientos  combates,  fueron 
vencidos  por  las  valerosas  legiones  de  los  Incas,  que,  al  in- 
vadir  este  territorio,  destruyeron  completamente  la  hermo- 
sa capital  de  Chan-Chan. 


(1)  La  gran  revista  mexicana  «Revista  de  Revistas,»  con  el  rubro  de 
Vsdioso  descubrimiento  en  el  Perú^  trae  el  siguiente  suelto:— «El  anticuario 
inglés  Mr.Hewit  Myring  hizo  recientemente  uno  de  los  descubrimientos  más 
valiosos,  relativos  á  la  historia  del  Perü.  Colectó  en  un  antiguo  cemen- 
terio de  indios,  más  de  dos  mil  especímenes  de  obras  de  barro  y  armas  de 
los  antiguos  peruanos.  Mr.  Myring  encontró  debajo  de  una  huaca  de 
Incas,  en  una  de  las  exploraciones  que  hizo  en  los  montes  á  una  distancia 
de  doscientas  millas  al  interior  de  Lima  (valle  de  Chicama),  restos  y  reli- 
quias de  la  raza  de  los  Chimús,  objetos  que,  según  los  arqueólogos,  datan 
de  seis  á  siete  mil  años  antes  de  Jesucristo.  Cada  tumba  contenía  restos  de 
alimentos  enjarras  vidriadas  de  arcilla.  La  parte  más  valiosa  de  este  des- 
cubrimiento de  antigüedades,  se  compone  de  grandes  urnas,  algunas  de  las 
cuales  tienen  hasta  seis  pies  de  alto  y  son  tan  pesadas  que  requieren  tres 
hombres  para  llevarlas  en  peso.  Se  las  encontró  sepultadas  al  lado  de  las 
momia.s,  y  la  mayor  parte  de  ellas  llevaban  esculpido  el  rostro  del  muerto 
ó  de  la  muerta,  tallado  con  suma  destreza,  ya  en  la  parte  superior  de  la  ur- 
na, ya  en  un  macizo  pedestal  inferior.» 

Todos  estos  objetos,  en  número  de  setecientos,  han  sido  incorporados 
al  Museo  Británico  de  Londres:  los  notables  arqueólogos  ingleses  Mr.  Cle- 
mente Markham  y  Mr.  C.  Read,  han  declarado  que  esos  hallazgos,  en  su 
calidad  de  obras  de  arte,  son  superiures  á  las  antigüedades  asirias  y 
(gipciasi  y  su  estilo  llega  á  la  perfección  del  gusto  griego  arcaico.  £sta8  ia* 


DE  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERÚ  305 


CIVILIZACIÓN  DE  LOS  PIRHUAS 

Según  la  cronología  establecida  por  el  historiador  Per* 
naúdo  de  Montesino!,  el  Imperio  de  los  Pirhuas  dnró  cerca 
de  dos  mil  años  y  se  dividió  en  cinco  épocas,  en  las  cnales  go- 
bernaron^95  Emperadores.  La  cronología  de  estos  Empera- 
dores, expuesta  por  Montesinos,  es  la  que  signe  en  esta 
forma: 

1^  Bpoca,— Fundación  del  Imperio  Pirbua,  en  cuyo  es- 
pacio de  305  años  hubieron  nueve  Emperadores,  desde  el  año 


teresantes  reliquias  de  loi  Chimús  acreditan,  y  asi  se  dice,  que  lea  era  des» 
conocido  el  caballo,  pues  las  pesonás  van  montadas  sobre  el  ancho  lomo 
de  un  animal  cuya  cabeza  es  parecida  á  la  de  un  cier-vó,  asemejándose  el 
cuerpo  al  de  un  tapir.  También  se  nota  que  las  armas  que  usaban  eran,  la 
azagaya  ó  pequeña  lanza  arrojadiza,  la  maza  y  el  escudo.  Asimismo  se  co- 
lija que  eran  aficionados  á  la  música,  como  lo  demuestran  los  muchos  ins- 
trumentos musicales  encontrados.  La  moda,  iguaimente,  había  llegado  en 
este  pueblo  á  la  alta  perfección,  á  juzgar  por  la  gran  variedad  de  tocados  y 
peinados  que  llevaban  las  fi¿1iras  de  las  vasijas.  Eran  aficionados  á  los 
animales,  como  las  aves  y  cuadrúpedos,  antílopes,  mochuelos,  zapos,  gru- 
llas y  cigüeñas,  según  se  nota  eu  la  oi  naraentüción  de  las  figuras  halladas. 
En  la  plástica  alcanzaron  la  perfección,  pues  se  ¿otan  CttbeZdS  Con  los  ojos 
setnícerr¿.dos  y  la  boca  torcida  por  grotesca  sonrisa  ó  verdadero  dolor; 
otras  tienen  ojos  grandes,  inU  Lgcntes,  que  miran  debajo  de  cejas  pobladas, 
la  nariz  bien  proporcionada,  y  ia  boca  de  corte  expresivo.  Pero,  lo  más 
extraordinario  de  todas  estas  figuras,  es  la  representación  más  antigua 
que  se  conoce,  de  la  leyenda  de  Prometeo,  representada  por  una  figura  hu, 
mana,  atada  á  una  roca,  y  en  cuyos  intestinos  hunde  su  pico  un  águila». 

Todos  estos  objetos  son  de  un  valor  inapreciable,  y  lástima  grande  es, 
que  esa  valiosa  colección,  en  lugar  de  figurar  en  el  Museo  Británico  de  Lon- 
dres, no  figure  en  el  Museo  de  Lima.  Poi  eso,  y  á  fin  de  evitar  en  lo  sucesivo 
semejantes  escandalosos  despojos,  el  Gobierno  del  Presidente  don  Augusto 
B.  Leguía,  en  1911,  expidió  un  decreto,  prohibiendo,  en  adelante,  la  extrac- 
ción d^  antigüedades  peruanas. 

39 


306 


ORIGEN  Y  CIYIUZACIONES 


2045  basta  el  1740  antes  de  la  Bra  Cristiana.  Bn  eita  pri- 
mera época  reinaron  los  siguientes  Emperadoreí: 

Ayar-Manco-Tupacc.  Sinchi-Coíque. 

PirnaPaccari-Manco.  Inti-Ccapacc-Ynpanqai. 

Manco- Ccapacc  I.  Manco-Ccapacc  II. 

Haanacani-Pirua.  Tapacc-Ccapacc. 

Tini- Ccapacc  Yupanqui. 

2^  Epoca.—Apogeo  del  Imperio  Pirhuay  que  abraia  dies 
y  ocho  siglos,  desde  1740  antes  de  Cristo  hasta  el  año  69 
de  la  Era  Vulgar,  gobernando  en  este  dilatado  tiempo  cin- 
cuenta y  seis  Emperadores,  en  la  forma  siguiente: 


TitU'Ccapacc-Yupanqui. 
Inti- Ccapacc-  Pirua-Ama- 

ru. 
Ccapacc  Sayhua-Ccapacc. 
Ccapacc-Tinia- Yupanqui. 
Ayar-Tacco-Ccapacc. 
Huascar-Titu. 
Qaispi-Titu. 

Titu-Yupanqui  Pachacuti. 
Titu  Ccapacc. 
Paullu  Ticacc-Pirua. 
LloqueTesag  Amanta. 
Cayo  Mancc-Amauta. 
Huáscar  Titu  Tapacc. 
Manco-  Ccapacc  Amanta. 
Ticcacc-Tupacc. 
Paullu  Teto  Ccapacc  II. 
Cayo-Manco  Amanta. 
Marascc-Pachacuti. 
Paullo-Atauchi  Ccapacc. 
Lloqui-Yupanqui. 
Lluqui  Ticacc. 
Ccapac-Yupanqni. 


Tupacc- Yupanqui  II. 

Manco-Auqui-Tupacc- Pa- 
chacuti. 

Sinchi-Apuiqui. 

Auqui  Quita.Atanchi. 

Ayac-Manco  I. 

Huira-Ccocha-Ccapacc. 

Chinchi-Rocca-Amauta. 

Tupacc  Amaru  Amauta. 

Ccapacc-Raymi  Amauta. 

lile -Tupacc. 

Tapacc-Amauta. 

Huanacauri. 

Tocca  Corea  Apu  Ccapacc. 

HuamparSairi.Tupacc. 

Hínacc  Huilla  Amauta. 

Pachacuti. 

Ccapacc  Yupanqui  Amau* 
ta. 

Huampar-Sairi  Tupacc. 

Cayc*Manco-Auqui. 

Huiacc  Huilla, 

lati  Ccapacc- AmantAi 


DE  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERt5 


307 


Ayar  Manco  Ccapacc. 
Yahnar  Haquif. 
ücapaccTitu-Yupariqui. 
Tapacc  Cari  Amanta  I. 
Tapacc  Curi  Amanta  II. 
Hnillcanota  Amanta. 


Tapacc-Ynpacqui  I. 
Yila  Tnpacc-Ccapacc. 
TitnRaymi  Gozque. 
Huqni  Nina-Anqni. 
Manco-Ccapacc  III. 
Cayo-Manco  Ccapacc. 


Sinchi-Ayar-Manco. 

5*  Época. — Imperio  de  Tampu-Tacco,  ó  sea  la  época  en 
que  los  bárbaros  inyadieron  el  país  y  vencieron  á  les  Pir- 
hnas;  bárbaros  qne  reinaron  allí  durante  más  de  cuatro  si 
glos,  desde  el  año  59  hasta  el  450  de  la  Era  actuá^:  en  ese 
lapso  de  tiempo  gobernaron  catorce  Emperadores  nombra- 
dos por  esos  mismos  bárbaros,  que  son: 

Huaman-Taco-Amauta.  Tupacc-Yupanqui. 

Titu-Yupanqui-Pachacuti.        Huayna-Tupac. 


Guanacanri. 
Huilla-Haaman. 
Huamau-  Ccapacc. 
Panllu-Raymi. 
Manco-Ccapacc- Amanta. 


Titu-Huaman-Quicho. 

Ccoíque-Huaman-Titu 

Cuyo-Manco. 

HnillcaTitn. 

Sairi-Tupacc. 

4*  Época. — Restauración  del  Imperio  Pirhua,  en  cuyo 
tiempo  gobernaron  cuatro  Emperadores,  dcsieel  año  450 
hasta  el  de  501  de  la  presente  Bra,  que  fueron  los  siguien- 
tes: 

Auqni-Atau-Huillica.  HuaynaTupacc. 

Manco-TituCcapa  r.  Tupacc-Cauri-Pachacnti. 

5*  Época, — Decadenci  i  del  Imperio  Pirhaa,  desde  el  año 
501  hasta  el  de  833,  6  sja,  332  anos,  gobernaron  dici  Em- 
peradores, extingiéndoíe  e:^  es  época  el  larguísimo  período 
del  Imperio  de  los  Pirhuas. 

Arantial.  Ayar-Mañco. 

Huari-Titn-Ccapacc.  Condoroca. 

Huispa-Titu-Auqui.  Amaro. 

Toco-Cotque.  Chiuchi- Rocca. 


308  ORIGEN  y  CIVILIZACIONES 

YUa.Tocca.  Rocca-TitUi 

LluQui-Yapanqtii  Inti  Maita-Ccapacc. 

Bn  el  reinado  de  Tita-Yapanqui-Pachacati,  decimo- 
séptimo Emperador,  ana  irrupción  de  bárbaros  proce- 
dentes del  Brasil  y  de  los  Andes,  taló  los  campos;  pero  forti- 
ficado el  monarca  en  las  montañas  de  Pucará,  trabó  con  los 
invasores  un  sangriento  combate,  en  el  que,  después  de  una 
espantosa  carnicería,  pereció  dicho  monarca  de  un  flechaio. 

Bn  el  reinado  de  Huillcanota- Amanta,  quincuaoctavo 
Emperador,  tuvo  lugar  la  segunda  invasión  de  hordas  ex- 
tranjeras procedentes  del  Tucumán. 

En  el  reinado  de  Toco- Conque,  octogésimotcgundo  Em- 
perador, invadieron  simultáneamente  el  Perú  hordas  de  sal- 
vajes procedentes,  en  partes,  de  Panamá,  de  los  Andes,  y  del 
puerto  de  Bueña-Esperanza  (1). 

En  el  último  periodo  de  los  monarcas  Pirhuas,  el  Impe- 
rio fué  decayendo,  hasta  llegar  á  su  estado  de  destrucción 
y  ruina,  tan  grandes,  que  con  su  último  Einperador,  lüti- 
Maita-Ccapacc,  se  derrumbó  totalmente,  contribuyendo  á 
esta  catástrofe  la  corrupción  de  los  pueblos,  que  llegó  á  tal 
extremo,  que  los  gobernados  no  daban  ninguna  obediencia 
al  soberano,  y  no  dándola  tenían  que  venir,  para  esos  pue- 
blos, el  obscurantismo,  la  decadencia,  el  caos.  A  la  caída  del 
Imperio  Pirhua,  siguió  un  interregno  de  más  de  doscientos 
afíos,  durante  el  cual  la  mayor  parte  de  esos  pueblos,  por 
carecer  de  gobierno,  vivieron  en  la  anarquía,  sin  culto  y  sin 
ningún  vínculo  de  familia  y  de  sociedad,  errantes  por  las 
vertientes  de  los  Andes,  alimentándose  de  raíces  y  plantas 


(1)  Los  relatos  de  Montesinos  han  sido  acogidos,  hasta  ahora,  con 
cierta  desconfianza;  pero  tienden  á  rehabilitarse  con  las  indagaciones 
practicadas  últimamente  por  los  sabios.  Al  terminar  sus  Memorias  anti- 
guas  historiales  y  políticas  del  Perú,  protesta  que  en  su  obra  «no  hay  cosa 
fingida,  sino  datos  sacados  de  quipus  y  de  memorias  antiquísimas  que  me 
be  dado  el  trabajo  de  examinar  instruyéndome  de  todo.» 


DB  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERÚ  309 

sÜYestres,  deinudos  anos  y  cubiertos  otros  con  cortesaa  5 
con  pieles,  sin  más  albergae  qae  las  cuevas  j  cavernas. 
Los  cacicaígos  y  las  confederaciones  qae  no  cayeron  en 
completa  decadencia  y  permanecieron  en  an  relativo  estado 
semi-social,  dedicándose  á  algunas  labores  agrícolas,  fue- 
ron los  Collas,  de  raza  Aymará;Ios  Chancas,  de  raza  Quechua; 
los  Sausaseras,  Antasayaccos,  Huallas,  Tampus  y  Orejones, 
del  Valle  del  Cuíco;  y  los  Quechuas,  de  la  región  del  ürubam- 
ba,  perseverando  estos  últimos  en  sostener  la  adelantada 
cultura  que  iniciaron  en  Tiahuanaco.  Ea  la  costa  andina 
del  Pacífico,  varios  pueblos  conservaron  también  el  grado 
de  civilización  que  habían  adquirido,  y  fueron,  los  señoríos 
de  los  Chimíás,  Yungas,  Cuis-Manco,  Chiquií-Manco,  Chin- 
cha, y  algunas  otras  confederaciones  de  poca  extención  é  im- 
portancia, como:  los  Chachapoyas,  Gajamarquinos,  Huana- 
queños,  Huamanguinos,  Vilcohuamanos,  y  Aúdahuaylas. 
Pero,  estos  cacicazgos  y  estas  confederaciones  cayeron,  más 
tarde,  bajo  el  dominio  de  las  armes  victoriosas  de  los  Incas, 
los  que,  mediante  las  tantas  conquistas  que  realizaron,  lo- 
graron establecer  el  más  grande  Imperio  que  ha  existido  en 
el  Continente  Americano,  Imperio  que,  á  su  vez,  se  aniquiló 
con  la  conquista  española.  ¡Destino  inescrutable  de  las  na^ 
cioúci!.. — 

CIYILIZICIÓN    DE   LOS   INCAS 

Con  la  repentina  aparición  de  Manco-Ccapacc  (1)  y 
Mama  Occlla,  en  el  año  1021,  principia  á  disiparse  algo  la 
bruma  de  los  tiempos  prehistóricos,  para  iniciarse,  al  fin 
del  gobierno  de  les  Incas,  el  período  histórico  del  Perú. 

Pasaremos  por  alto  el  origen  de  los  lacas,  relatado  ya 
por  los  antiguos  cronistas  Garcilazo  de  la  Vega,  Ctesa  de 
León,  Betanzos,  Polo  de  Ondegardo,  Sarmiento  de  Gam- 


(1)  Ccapacc,  en  lengua  Quechua,  significa  grande,   poderoso. 


310  ORIGEN  Y  CIVILIZACIONES 

boa,  Cabello  de  Balboa,  Santa  Cruz  Pachacati,  Montesinoa 
y  otroi,  cujas  relaciones  discrepan  en  varioi  puntos  y  ca- 
recen de  verosimilitud,  algunas. 

Manco-Ccapacc  y  Mama-Occlla  Be  presentaron  como  en- 
viados del  Sol,  para  sacar  á  los  indígenas  de  la  barbarie  en 
que  vivían,  libertarlos  de  la  tiranía  de  los  Curacas,  y  seña- 
larles, él,  á  los  hombres,  á  labrar  la  tierra  para  darles  ali- 
meato,  á  la  vez  que  el  culto  del  Sol,  dispensador  de  bienes;  y 
ella,  á  las  mugeres,  para  enseñarles  á  hilar  y  tejer,  como  me- 
dio para  cubrir  la  desnudes  de  bus  familias.  Con  tan  salu- 
dables propósitos,  aquellas  gentes  se  persuadieron  que  era 
conveniente  obedecerlos  y  someterse  sumisos  á  sus  manda- 
tos, reconociéndolos  como  verdaderos  hijos  del  Sol  6  Pachac- 
camacc,  que  fué  como  ellcs  ss  proclamaron. 

Para  asegurar  su  autoridad  y  la  de  su  defcendencia, 
Manco-Ccapacc  se  tituló  Inca  ó  Soberano  de  Tahuantin- 
suyo. 

Algunos  escritores  han  considerado  á  este  personaje 
como  un  ser  misterioso  ó  mitológico;  empero,  es  reconocido 
por  la  mayoría  de  los  historiadores,  no  solamente  como  un 
apóstol  y  reformador,  sino  también  como  el  verdadero 
tronco  de  la  estirpe  imperial  y  el  fundador  de  la  dinastía  in- 
caica. Apóstol  y  reformador,  porque  enseñó  á  su  pueblo  la 
religión  de  un  Supremo  Dios  invisible,  Criador  del  Universo, 
instituyendo  el  culto  del  Sol,  imagen  visible  de  ese  Dios,  que 
por  sus  rayos  vivificantes  dá  vida  á  todo  lo  criado.  Y  tron- 
co de  la  estirpe  incaica,  porque  fundó  una  monarquía  basa- 
da sobre  el  régimen  del  comunismo,  aunque  algo  restringido, 
proveyendo  el  Eitado  á  todas  las  necesidades  de  la  vida  de 
sus  subditos.  También  dio  Manco  G:apacc  á  su  nuevo  pue- 
blo leyes  naturales  dictadas  por  la  recta  raión,  pues  eran 
llenas  de  sabiduría  y  de  prudencia,  imponiendo  penas  corpo- 
rales contra  loe  delitos  de  adulterio,  hurto,  homicidio  y  bUs- 
femia  contra  el  Sol  y  el  Emperador,  delitos  que  eran  casti- 
gados con  la  pena  de  muerte^  nombró  Curacas  ó  Caciques 


DK  tos  INDÍGENAS  DEL  PERÚ  31 1 

para  el  gobierno  cítíI  de  sai  sábditos,  escogiendo  para  esas 
fanciotieB  les  de  mayor  honrades  y  aptitud  para  el  mando. 
Ademes,  dividió  la  tierra  en  tres  partee,  asegurando  la  pro- 
piedad de  éstas  al  caito,  al  trono  y  al  pneblo;  instituyó  las 
principales  fiestas  y  ritos  religiosos,  y  funjo  una  orden 
de  vírgenes  y  otra  de  sacerdotes  para  el  cuidado  de  loi 
templos.  En  fin,  dejó  fundada  la  capital  del  Cuzco,  organi- 
sado  varias  provincias  bien  administradas,  y  constituidos 
pueblos  gobernados  con  equidad  y  justicia. 

Por  estos  grandes  beneficios  que  Manco-Ccapacc  hizo 
á  sus  subditos,  es  considerado  como  uno  de  los  primeros 
legisladores  del  mundo,  y  muy  di^ticguido  entre  los  grandes 
bienhechores  de  la  Humanidad,  pues  fué,  para  les  Peruanos, 
lo  que  Solón  y  Licurgo  para  los  Griegos.  Numa  para  los 
Romanos,  Mahoma  para  los  Árabes,  y  Confucio  para  le  s 
Chinos. 

Aunque  la  cronología  de  les  Incas  es  algo  obscura,  (1) 
suministrandonoticiBSVBgas,  no  muy  exactas,  algunos  histo- 
riadores, entre  ellos  Gonzáles  de  la  Rosa,  y  Dn  Carlos  Wiesse, 
la  dividen  en  dos  pericdos,  feudal  y  unificado,  siendo  el 


(1)  Los  antiguos  cronistas  y  modernos  historiadores  están  en  desa- 
cuerdo sobre  la  duración  del  período  del  Imperio  de  los  Incas,  aún  del  rei- 
nado de  cada  uno  de  ellos.  Uno  de  estos  cronistas,  cree  que  el  Imperio  duró 
tan  solo  200  años  otros,  de  300  á  400;  otro,  350;  otro,  362;  otro,  de  500 
á  600;  en  fin,  otro,  565  años.  Ncsotros,  según  la  generalmente  admitida 
cronología  del  reitíado  de  cada'  uno  de  los  Incas,  creemos  que  la  duración 
del  Imperio  Incaico  fué  de  511  años,  desde  1021  hasta  1532,  año  en 
que  dejaron  de  reinar  los  dos  últimos  monarcas,  Huáscar  y  Atahualpa,  mu- 
riendo él  primero  en  ese  mismo  año,  y  el  segundo  al  año  siguiente.  Cuanto 
á  la  duración  del  reinado  de  cada  Inca,  también  Ir  s  cronologistas  caen  en 
discrepancias,  no  faltando  alguno  (Sarmiento  de  Gamboa) ,  que  dá  á  algu- 
nos soberanos  una  vida  de  centenarios,  como  Manco-Ccapac,  que,  dice  él, 
murió  de  144  años,  después  de  un  reinado  de  3  00.— También  hay  discordan. 
cia  entre  los  historiadores  antiguos  tocante  al  orden  en  que  gobernaron  los 
Incas,  y  aún  introducen  cambios  en  los  nombres  de  esos  monarca».  Todos 
estos  diferentes  pareceres  producen  lamentable  confusión  en  Ift  historia  de 
esos  soberanos. 


312  ORIGEN  Y   CIVILIZACIONES 

primero,  de  la  dinastía  de  Huaraj-Sayacc,  y  el  segando  de 
la  dinaitia  de  Hanay-Sayacc.  Nosotroa  seguiremoa  también 
este  orden,  que  está  en  conformidad  con  loa  relatoa  de  loa 
croniatas  de  la  conqniata. 

La  dinastía  de  Hnaray-Sayacc  (con  la  que  principió  el 
PERÍODO  FEUDAL),  gobernó  durante  más  de  un  siglo  y  medio 
(1021  á  1197),  y  tuvo  cinco  Emperadores,  que  por  aua  con- 
quiataa  extendieron  loa  límites  de  su  Imperio,  y  s  )n: 

i**.  MancO'Capacc.—Qut  fundó  au  pequeño  Imperio  con 
laa  tribus  del  Cusco,  á  las  que  agregó  las  de  los  Canchis  y 
Quispicanchis,  cuyos  Réguloa  redujo  en  calidad  de  vaaallos  6 
amigables  confederados:  au  reinado  duró  cuarenta  añcs 
(1021  á  1061). 

^°.  S/i2c22Í-J?occa.— Consolidó  la  obra  de  au  padre,  ex- 
tendió  algo  los  límites  del  Imperio  mediante  solo  la  per- 
suaciÓD,  acrecentando  por  este  medio  au  domiíjc  ción  hasta 
Ghuncara;  á  este  Inca  se  le  atribuye  el  haber  dividido  el  Im- 
perio en  cuatro  región  ea,  bejolas denominaciones  ie  Ccollaau- 
yo,  Antisuyo,  Ccuntisuyo  y  Chinchayiuyo,  que  corresponden 
á  le  s  cuatro  puntos  cardinales,  dando  á  todo  el  Imperio  el 
nombre  de  Tahuantinsüyo  (1). 


(1)  La  extensión  territorial  del  Imperio,  debido  á  las  muchas  conquis- 
tas realizadas  por  los  Incas,  llegó  á  ser  mayor  que  la  que  tuvieron  los 
Romanos  en  su  mayor  apogeo.  Por  el  CcoUásuyo^  ocupaba  desde  la  parte 
meridional  d^-l  Cuzco  y  la  altiplanicie  del  Calloa,  hasta  las  t' erras  denomi- 
das  hoy  San  Miguel  de  Tucumán  y  Santiago  del  Estero,  y  toda  la  región 
andina  dejujuy,  Salta,  Catamarca,  Rioja,  San  Juan  de  Mendoza,  hasta  el 
tío  Maule.  Por  el  Antisayo  el  poder  incaico  llegó  hasta  Laracaja  y  Ca- 
rabaya,  la  cuenca  del  río  Toro  y  los  valles  longetudinales  en  más  de  cua» 
rentét  leguas.  Por  el  Ccuntisuyo,  comprendía  las  tierras  entre  el  Ápurimac 
y  el  Pachachaca,  hasta  Pompas,  y  lá  cadena  occidental  hasta  la  costa  míi* 
rítima.  Por  el  Chinchaysuj-o,  solo  llegó  el  poder  de  los  Itcas  hasta  Huánu» 
ce  y  por  lá  sierra  hasta  Pasto.  Se  calcula  que  la  población  de  Tabuantin- 
Buya,  cuando  la  conquista  española,  llegaría  á  más  de  10.000,00  de  indíge» 
üas,  población  que  fué  disminuyendo  casi  en  sus  dos  terceras  í)ttrtes  du- 
rante la  época  coloniáli 


Í)É  tos  INDÍGENASpEL'PERÚ  3l3 

5°.  Lloccque-YupanquL— Con  él  empesaron  lai  expedi- 
ciones guerrera!,  echando  aii  loi  cimientoi  del  régimen  mi- 
litar, pties  en  doi  expediciones  qne  llevó  á  cabo,  ensanchó 
aún  más  los  límites  del  Imperio  hasta  los  Canas,  en  la  pri- 
mera, y  hasta  el  Desaguadero,  en  la  segunda.  Gobernó  trein- 
ticinco  años  (1091  á  1126). 

4-0.  Majía-Ccapacc— Se  distinguió  por  su  genio  aguerri- 
do y  conquistador:  emprendió  dos  expediciones,  en  las  cua- 
les conquistó  varias  provincias,  entre  ellas,  las  de  los  Collas 
y  la  de  los  Huallcca visos.  Su  reinado  duró  treinta  años 
(1126  á  1156). 

50.  Ccapacc-YupanquuSigmó ' las  conquistas  de  sus 
antecesores,  y  se  hizo  dueño  de  las  provincias  de  los  Ayma- 
rás, Pucarás,  Hatunrucanas  y  otras,  extendiendo  su  influen- 
cia hasta  Nazca,  en  la  costa.  Bl  hizo  construir  canales  de  rie- 
go y  fundó  uña  orden  de  caballeria.  Su  gobierno  fué  de  cua* 
rentaiun  años  (1156  á  1197). 

Con  este  Inca  terminó  la  dinastia  de  Huaray^SayacCi 
sucediéndole  la  de  Hanay-Sayacc,  que  gobernó  cerca  de 
un  siglo  y  medio,  contando  tan  sólo  tres  monarcas,  que 
fueron: 

i®.  Inca-Rocca, — Sometió  á  los  Chancas  y  á  los  Char- 
cas, ensanchando  sus  dominios  por  más  de  cincuenta  leguas 
de  Norte  á  Sud,  y  otras  tantas  de  Este  á  Oeste.  Este  Inca 
fundó  en  el  Cusco  escuelas  para  la  enseñanza  de  la  nobleza, 
é  impuso  á  todos  sus  subditos  la  obligación  de  aprender  la 
lengua  quechua.  Su  reinado  duró  cincuentaidos  años  (1197 
á  1249). 

2^.  Yabuar  Hüáccacc. — Soberano  pusilánime,  no  aspiró, 
como  sus  antecesores,  á  extender  sus  dominios; empero,  tras- 
curridos nueve  ó  diez  años  de  su  reinado,  por  no  ser  califica- 
do de  cobarde^  confió  á  su  hermano  laca-Mayta,  el  mando 
de  un  crecido  ejército,  el  cual  conquistó  el  territorio  que  se 
estiende  desde  Arreqquepay  hasta  Atacama.  Su  hijo  segundo* 
géúito,  Inca-Tupacc  (algunos  historiadores  le  llaman  Casi- 
da 


314  origen]  ir  ciyilizacionbs 

Inca-Yapanqtii])  de  carácter  opnesto  á  su  padre,  se  distidgaía 
por  su  valor  extraordinario,  y  no  pudiendo  el  monarca  con- 
geniar con  él,  lo  apartó  de  sa  compañía,  enviéndole  á  aña 
hermoia  dehesa  á  cnidar  el  ganado  del  Sol.  Estando  allí, 
tuvo  en  sueños  la  famosa  visión  del  dioB  Huiraccochft,  que 
le  anunció  la  rebelión  que  tenían  dispuesta  los  Chancas,  de 
üscovilca,  que,  en  número  de  40.000  hombres  al  mando  de 
Asto-Huaracc  y  Tomay-Huaracc,  marchaban  sobre  la,  ca- 
pital Noticiado  de  ello  el  Inca  Yahuar-Huaccacc,  abandonó 
BU  corte,  lo  cual,  sabido  por  laca-Tupacc,  le  determinó  á 
encaminarse  á  la  capital,  resuelto  á  defenderla  ó  morir. 
Reunió  inmediatamente  un  ejército  de  28,000  hombres,  con 
el  que  libró  una  batalla  sangrienta,  en  IchuPampa,  que- 
dando vencidos  los  rebsldeSé  Con  este  brillante  hecho  de 
armas,  YahuarHuaccacc  abdicó  la  mascaypaycha  ó  borla 
colorada,  en  su  hijo  vencedor,  y  se  retiró  á  la  vida  privada, 
0obrevi?iendo  siete  años  más,  hasta  que  murió  en  Chita, 
habiendo  gobernado  cuarentaisiete  años  (1249  á  1296). 

5°.  Hüiraccocha. — A  su  exaltación  al  trono,  permutó  su 
nombre  de  laca-Ripacc  con  el  de  Hüiraccocha  (adoptando 
así  el  de  la  visión  que  se  le  había  aparecido  en  lu  dehesa). 
Los  primeros  años  de  su  reinado  los  ocupó  en  dictar  leyes 
para  la  buena  admiuntracióii  de  su  Imperio.  En  seguidas, 
empr  ndió  dos  ezpcdieioiü  s,  on  las  que  agregó  á  su  Xujpe- 
rio  varias  pro  idiocias,  laclusí  ^a  tierra  de  Tucumáu.  Este 
Inca  predgo  la  invasión  al  Perú  de  h  jmbres  desconocidus  y 
la  destrucción  del  Imperio.  Sa  g.onoso  reinado  duró  cua- 
rentaicuatro  años  (1296  á  1340),  terminando  en  él  la 
dinastía  de  Hanay-Sayacc. 

Después  de  esta  dinastía  se  inició  el  segundo  período  lla- 
mado PfiRÍODO  UNIFICADO,  CU  el  que  reinaron  seis  locas,  por- 
que Inca  Urco,que  sucedió  á  Hüiraccocha,  fué  depuesto  á  los 
once  días  de  su  exaltación,  en  un  movimiento  operado  por  los 
príncipes  y  grandes  de  la  sangre  real,  que^  no  pudiendo  to- 
lerar su  suma  eetolide^,  le  obligaron  6,  abdicar  en  fa?or  de 


DE  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERÍJ  315 

•n  hermano  PachaGatecc-Yapanqui.  Estos  seii  locas  reina- 
ron en  el  orden  siguiente: 

1°.  Pacha^CutecC'Yupanqui.^'MáB  se  dedicó  á  reformar 
y  administrar  sus  reinos,  desde  el  Ctizco,  qne  salir  á  campa- 
ñas; por  eso,  las  cuatro  expediciones  qne  organizó,  las  en- 
comendó á  los  príncipes  de  la  familia,  logrando  someter  á 
crecido  número  de  pueblos,  entre  otros,  á  los  Huaflcas, 
Puntus,  Huaillas,  Conchucos,  hasta  Caxamallca,  y  á  su  re- 
greso, Chachapoyas,  Palltas,  Cañaris,  y  la  extensa  provin- 
ciadel  Gran  Chimú,  acrecentando  notablemente  las  fronteras 
de  los  dominios  del  Imperio.  Su  reinado  fué  de  larga  dura- 
ción, pues  gobernó  sesenta  años  (1340  á  1400). 

2^.  Amarulnca  Yupanqui—En  sus  conquistas  fué  des- 
graciado. La  de  Chile  terminó  con  el  descalabro  de  su  ejér- 
cito, que  fué  vencido  por  los  feroces  Purumancas  ó  Proman- 
cas, quienes  no  le  permitieron  avanzar  más  adelante  del  río 
Maule.  En  su  reinado  también  hubo  una  formidable  suble- 
vación de  los  Collas,  que  alborotó  tanto  á  la  Corte,  que  le 
obligó  á  renunciar  el  mando,  siendo  su  reinado  de  solo  trein- 
tainueve  años  (1400  á  1439). 

5**.  Tupácc-Inca-Yupanqui^—Entenáió  los  límites  de  sus 
dominios  por  el  Sud  y  por  el  Norte:  por  el  Sud,  llegó  su  ejér- 
cito á  Chile,  hasta  Cachapoal  y  naciones  salvajes;  por  el 
Norte,  fué  el  que  principió  la  conquista  del  reino  de  les  Shy- 
ris  ó  Quitús,  en  el  Ecuador;  á  él  se  debe  la  construcción  de 
grandes  acueductos.  Su  reinado  fué  de  treintainn  años 
(1439  á  1470). 

4®.  HuaynaCapacc.—Farsk  celebrar  el  nacimiento  de  su 
hijo  primogénito  Titi  Cusy-Huallpa  Intilllapa  (Huesear), 
hiso  fabricar  la  célebre  cadena  de  oro  que,  según  Garcilaso, 
Inca,  «tenía  trescientos  pases  de  largo  y  del  grueso  de  una 
muñeca»  Este  Inca  elevó  el  Imperio  á  la  cumbre  de  la  gran- 
des^, consumiendo  la  sumiiión  del  reino  de  Quitú,  iniciada 
por  su  antecesor,  venciendo  á  los  Huancavilcas,  Cayambis, 
Qft^nques,  Pastos  y  Quitús.  Después  de  su  triunfo  en  la 


Sl6  ORIGEN  Y  CIVILIZACIONES 

batalla  de  Hatuntaqai,  en  la  qne  murió  el  Shjri  Gacha-Du- 
chiiela,  eligió  la  capital  de  ese  reino  para  su  residencia, 
puei  estaba  sumamente  apasionado  de  la  bella  Shyri- 
Paccha,  hija  del  cx-rey,  á  la  que  tomó  por  concubina  y  tuvo 
en  ella  á  Atahuallpa.  Estando  en  su  palacio  de  Tumipampa, 
en  la  provincia  de  Cañaris,  le  llegó  la  noticia  de  la  aparición 
en  la  coita  de  gente  estraña,  lo  cual  le  preocupó  baitante, 
acordándose  entonces  de  la  funesta  predicción  de  Huiracco- 
chaj  acontecimiento  que,  efectivamente,  originó  luego  la  pér- 
dida de  la  autonomía  del  gran  Imperio  Incaico.  Antes  de 
morir,  Huayna-Ccapacc  dividió  bu  Imperio  entre  sus  dos 
hijos,  dejando  la  parte  del  Cuíco  á  Huáscar,  (su  hijo  legíti- 
mo), y  la  de  Quitú  á  Atahuallpa  (su  hijo  bastardo),  sin  ima- 
ginarse que  esa  división  sería,  más  tarde,  motivo  de  desa- 
venencias entre  sus  dos  herederos,  y  ocasionaría  hasta  la 
caída  del  Imperio.  Desde  el  Inca  Huayna-Ccapacc  se  aclara 
la  confusión  de  la  historia  de  los  Incas,  entrando  de  lleno  en 
el  período  histórico  del  Perú.  Huayna-Ccapacc  reinó  cin- 
cuentaicinco  años  (1470  á  1525),  los  doce  primeros  en  solo 
el  Imperio,  y  los  restantes  en  el  reino  de  Quitú  que  había 
conquistado. 

5^.  Huáscar-Inca,— Entró  en  posesión  del  trono  en  los 
tiempos  más  funestos,  pues  Atahuallpa  aspiró  á  la  corona 
imperial,  estimulado  por  la  poca  voluntad  que  Huáscar  ma- 
nifestaba en  reconocerlo  rey  de  Quito.  Éste  le  envió  una  em- 
bajada exigiéndole  obediencia;  el  astuto  Atahuallpa  le  res- 
pondió que  estaba  pronto  á  obedecerle,  y,  con  tal  objeto, 
pasaría  al  Cusco  á  hacer  las  exequias  de  su  padre;  pero  su 
intención  era  otra,  y  al  efecto,  juntó  un  poderoso  ejército 
cuyo  mando  confió  á  sus  aguerridos  generales  quiteños  Cal- 
cuchima  y  Quisquiz.  Cuando  Huáscar  advirtió  la  traición 
de  su  hermano,  no  tuvo  tiempo  de  juntar  otro  ejército  nume- 
roso para  contrareitarlf ;  sin  embargo,  á  tres  leguas  de  dis- 
tancia, en  el  sitio  llamado  Quipaypampa,  se  libró  una  san- 
grienta batalla,  en  la  que  quedó  vencido  el  ejército  de  Huás 


DB  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERÍ  31? 

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car,  cayendo  éste  prisionero  y  asegurado  en  la  fortaleza  de 
Sansa  (Jauja).  Al  poco  tiempo  fué  muerto  Huáscar-Inca  por 
insinuación  de  Atahuallpa,  quien,  temiendo  que  escapara 
y  recobrara  su  cetro,  ordenó  á  su  general  Calcuchima,  que 
le  quitara  la  vida  y  arrojara  su  cadáver  al  río  Yanamaru. 
El  gobierno  de  Huáscar  fué  de  se  lo  siete  años  (1525  á 
15S2). 

6°.  Atahuallpas—(^t  rama  bastarda,  y  último  Inca 
que  reinó).  Después  del  atroz  regicidio  que  ordenó  cometer 
en  la  persona  de  su  hermano  paterno,  se  encontró  dueño  de 
todo  el  Imperio  peruano;  pero  su  gobierno  fué  también  de 
corta  duración,  porque  ya  Francisco  Pizarro,  con  su  hueste, 
había  llegado  á  Cajamarca,  donde  luego  se  desarrolló  el 
lúgubre  drama  que  dio  lugar  á  que  Atahuallpa  cayera  pri- 
sionero de  los  Españoles.  Apesar  de  haber  ofrecido,  por  su 
rescate,  llenar  de  oro  y  plata  el  cuarto  donde  se  encontraba 
cautivo,  ansiaron  los  Castellanos  ser  dueños  y  señores  ab- 
solutos de  todo  el  Perú,  y,  al  efecto,  tramaron  contra  el  Inca 
el  pérfido  proyecto  de  darle  muerte,  culpándole  de  supuestos 
planos  de  coespiración.  Uñ  tribunal  inicuo  le  acusó  de  crí- 
menes imaginarios,  condenándole  á  ser  quemado  vivo  en  la 
plaza  de  Cajamarca.  Cerca  ya  de  la  pira  en  que  debía  ser 
inmolado,  por  insinuación  del  P.  Vicente  Valverde,  consin- 
tió en  hacerse  cristiano,  afín  de  que  se  le  conmutara  el  su- 
plicio de  la  hoguera  por  el  del  garrote;  al  bautizársele,  se  le 
puso  el  nombre  de  Juan,  por  ser  ese  día  el  del  Evangelista. 
Momentos  después,  Atahuallpa,  el  descendiente  de  Manco- 
Ceapacc  y  último  Emperador  del  extenso  Imperio  del  Perú, 
exhalaba  el  postrimer  suspiro  después  de  nueve  meses  y  me- 
dio de  cautiverio La  ejecución  se  realizó  en  la  noche  del 

29  de  Agosto  de  1533,  implicando  ella,  no  solamente  la 
extinción  de  la  dinastía  de  los  Incas,  sino  también  la  des- 
trucción completa  del  extenso  Imperio  Incaico.  Su  reinado, 
como  el  de  su  hermano  Huáscar,  fué  breve,  pues  solo  duró 
siete  años  (1525  á  1532). 


318  ORIGEN  y  CmtKACIONES 

Con  la  muerte  deHaáscar,  la  descendencia  legitima  de 
los  Incas  desapareció,  quedando  sólo  dos  hijos  legítimos  de 
Huayna  Ccapacc,  Paulln-Tupacc  y  Manco-Inca,  que  fueron 
perseguidos  con  el  vil  intento  deestirpar  del  todo  la  dinastía 
Incaica  (1). 


(1)  Paullu-Tupacc,  convertido  á  la  religión  cristiana  y  bautizado  con 
el  nombré  de  Cristóbal,  murió  en  el  pueblo  de  Ccollccampata,  cerca  de  Cuz- 
co, en  1549.  Manco-Inca  fué  investido  honoríficamente  por  Francisco  Piza- 
rro  con  la  dignidad  imperial,  en  ISSé;  pero  viéndose  engañado,  se  retiró  al 
pueblo  de  Yucay,  tramando  allí  una  sublevación,  en  la  que  la  existencia  de 
los  conquistadores  estuvo  en  inminente  peligro,  cuya  sublevación  fué  al  fin, 
adversa  á  los  Peruanos,  teniendo  Manco  que  huir  á  las  montañas  de  Huill- 
capampa  (en  1557),  donde  fué  muerto  traidoramente  de  un  balazo,  por  un 
soldado  español  á  quien  él  había  colmado  de  beneficios. 

Su  hijo  Sayri-Tupacc,  se  coronó  en  Huillcapampa:  á  instancias  del  Vi- 
rrey don  Andrés  Hurtado  de  Mendoza,  salió  de  las  montañas,  á  Lima,  á 
donde  le  hicieron  una  grande  recepción,  presentándole  las  mercedes  que  el 
Rey  de  España  le  concedía,  á  lo  que  Sayri-Tupacc  hizo  una  demostración 
sugestiva  ante  todos  los  asistentes.  Arrancó  un  hilo  de  la  sobremesa  y  dijo: 
fSi  toda  esa  sobremesa  es  mía,  ¿qué  merced  es  la  que  se  me  hace  dándome 
este  hilo?»  Sin  embargo,  le  obligaron  á  abdicar  sus  derechos  al  Imperio,  en 
favor  de  la  Corona  de  Castilla  (1560),  otorgándole,  para  su  mantenimien- 
to, la  provincia  de  Urubamba  y  el  valle  de  Yucay.  Sayri-Tupacc  se  retiró  á 
este  último  punte,  habiendo  recibido  previamente  el  bautismo,  con  el  nom- 
bre de  Diego.  Murió  á  los  tres  años,  apesadumbrado  por  la  abdicación  que 
había  hecho,  y.'dejó  una  hija,  doña  Beatriz  Ñuzta,  que  casó  con  Martín  Lo- 
yóla,  sobrino  de  San  Ignacio  de  LoyOla. 

Gabriel  Tupacc-Amaru,  hermano  de  Sayri-Tupácc,  se  coronó  en  Huill- 
capampa. El  Virrey  don  Francisco  Toledo  le  llamó  con  engaños  al  Cuzco, 
prometiéndole  las  mercedes  que  se  habían  concedido  á  su  hermano;  pero  se 
negó  á  aceptarlas.  Viendo  el  Virrey  que  Tupacc-Amaru  se  resistía  á  sus 
falsas  promesas,  mandó  hacia  él  una  partida  de  soldados,  capitaneados 
por  Martín  Loyola,  quien  apresó  al  Inca  y  su  familia.  En  el  Cuzco  fué  en- 
carcelado, carga  do  de  grillos  y  cadenas,  y  se  le  formó  proceso  criminal,  acu- 
sándole de  delitos  que  no  había  cometido,  porque  el  ánimo  del  Virrey  era 
cftirpar»  del  todo,  la  dinastía  incaica:  Gabriel  Tupacc-Amaru  fué  condenado 
á  ser  descuartizado,  cuya  ejecución  se  llevó  á  cabo  el  17  de  Mayo  de  1579, 
en  la  plaza  del  Cuzco,  del  modo  más  inhumano  y  bárbaro:  á  la  ve»  fueron 
también  ejecutados,  ese  mismo  día,  su  esposa,  Micaela  .Bastidas,  tus  hijót 


rm  LOS  lííDÍGEKAS  DEL  PERÍJ  Sl^ 

" — 

Solo  con  procedimientos  tan  injastoi,  villanoi  y  pérfi- 
dos, pudieron  los  españoles  extinguir  el  último  véstago  de 
la  familia  incaica.  La  inmensa  riqueía  de  este  auelo  privile- 
giado, j  la  nobleza,  hospitalidad,  mansedumbre  y  buena  fe 
de  8UI  habitante!,  dieron  mérito  á  que  sus  inhumanos  y  oi- 
curos  conquistadores  afianzasen  su  poder  en  tan  dilatados 
dominios,  validos  de  la  astucia,  el  dolo,  y  de  una  creencia 
religiosa  de  la  que  ellos  miimcs  renegaban  á  cada  paso,  no 
contando  sino  con  la  fe  del  ignorante  y  sin  tener  la  convic- 
ción del  catequista  (1). 


Dámaso  é  Hipólito,  sus  cuñados  Antonio  y  Miguel{|Bastidas  y  diez  otros  je- 
fes 6  consejeros  suyos.  Mariano  Tupacc-Amaru  y  Diego  Tupacc-Amaru,  hi- 
jo, el  primero,  y  hermano,  el  segundo,  de  Gabriel,  fueron  fingidamente  em- 
barcados para  España,  pero  en  alta  mar,  asesinados,  y  sepultados  en  el 
abismo. 

Así  terminó,  con  los  Tupacc-Amáru,  la  dinastía  incaica  en  el  Perú,  des- 
pués de  conservar  aun  ésta,  su  dominio,  en  aquellas  apartadas  regiones,  du- 
rante cuarenta  y  cinco  años  (desde  la  finjida  coronación  de  Manco-Capacc, 
en  1534,  hasta  la  ejecución  de  Gabriel  Tupacc-Amaru,  en  1579), 

(1)  El  vasto  Imperio  Incaico  se  extendía,'por  la  costa,  desde  el  2°  grado 
de  latitud  Norte  hasta  el  37°  de  latitud  Sud,  es  decir,  desde  el  río  Angusraayu, 
que  separa  la  provincia  de  Quito  de  la  de  Pasto,  hasta  el  río  Maule,  que  fOr_ 
ma  el  límite  de  Chile,  ó  sea  una  extensión  de  1300  leguas  de  longitud;  y  por 
el  interior,  se  dilataba  al  Otro  lado  de  la  Cordillera  de  los  Andes,  hasta  los 
confines  de  las  tribus  salvajes,  teniendo  en  su  parte  más  ancha,  120  leguas, 
desde  el  río  Juanambica  hasta  el  Pilcomayo,  y  contando,  así  con  regionea  di- 
latadas y  muy  ricas,  que  abrazaban  todos  los  territorios  de  las  actuales  re- 
públicas del  Ecuador,  Perú,  Bolivia  y  la  parte  Norte  de  Chile,  hasta  el  Tu- 
cumán. 

Estaba  dividido  el  Imperio  Incaico  en  cuatro  partes  ó  regiones,  y  se  de- 
nominaba Tahuantinsuya,  designación  que  los  Españoles  suplantaron  por 
la  del  Perú,  quizá  por  el  nombre  de  un  pequeño  río  del  Norte.  Las  cuatro 
regiones  del  Imperio  eran:  Antisuyu,  al  Este;  Continsuyu,  al  Oeste;  Colla- 
•uyu,  al  Sud;  y  Ghinchasuyu,  al  Norte,  Cada  una  de  estas  regiones  tenía  un 
camino  cstenso  que  partía  desde  la  capital,  Cuzco,  y  atravesaba  los  cuatro 
puntos  cardinales.  Estas  regiones  se  dividían  en  provincias,  y  éstas,  á  su 
vez,  se  Bubdividían  en  porciones  de  á  10,000  habitantes,  bajo  el  mando  de 
lifiJtf«ó£[oberaAdorf 


320  ORIGEN  Y  cmLIZACIONEá 

VI 

Ruinas  de  monumentos  y  ciudades  pre-in caicas 

Las  mas  admirables  de  las  rainaa  diseminadas  en  el 
vasto  territorio  del  Pera,  son  las  de  Tiahuanaco  (1),  en  las 
inmediaciones  del  lago  Titicaca,  cuyo  centro,  se  cree,  fué  el 
más  antiguo  foco  de  la  civilización  peruana  y  americana;  em- 
pero, algunos  historiadores  piensan  que  los  soberbios  mo- 
numentos cuyas  ruinas  subsisten  aún  en  Mocha,  y  los  sor- 
prendentes trabajos  hidráulicos  que  se  ven  todavía  en  Nasca 
consisteates  en  largos  socabdnes  subterráneos,  con  el  objeto 
de  buscar  el  agua  de  infiltración  en  el  cauce  del  rio  y  traerla 
sóbrelos  terrenos  cultivados,  son  obras  que  demuestran  ci- 
vilizaciones anteriores  al  período  de  Tiahuanaco. 

Estas  ruinas  de  Tiahuanaco  han  llamado  la  atención  de 
todos  los  arqueólogos  y  sabios  que  han  tenido  oportunidad 
de  visitarlas  y  estudiarlas.  Gigantescos  ^túmulos,  rodeados 
de  pilastras  que  descansan  sobre  grandes  cimientos  de  pie. 
dra;  murallas,  cuyas  piedras  son  de  tal  magnitud  y  tan 
enormes  dimensiones,  que  no  se  concibe  como  fcertas  huma- 
nas han  podido  ponerlas  en  su  sitio,  teniendo  algunas  de 


(1)  Las  famosas  rumas  de  Tiahuanaco  están  situadas  á  12,200  pies  de 
elevación  sobre  el  nivel  del  mar,  ó  sea,  á  36  pies  más  elevados  que  la  lagu- 
na de  Titicaca,  que  e?  considerada  la  más  alta  del  Globo,  con  la  particula" 
ridad  de  que  nunca  se  congela  apesar  de  su  extraordinaria  altura.  Tanto  la 
ciudad  emplazada  á  tan  gran  altura,  y  que  ofrece  al  mismo  tiempo  las 
construcciones  antiguas  más  imponentes  de  toda  la  América,  cuanto  la  la- 
guna de  Titicaca,  que  igualmente  se  halla  á  tan  gran  altura,  son  hechos 
que  llaman  mucho  la  atención  de  los  arqueólogos  y  geólogos.  El  nombre  pri' 
mitiyo  que  tuvo  esta  ciudad  misteriosa  de  Tiahuanaco,  ha  quedado  perdi- 
dOé  Los  Aymarás,  después,  le  han  puesto  el  nombre  de  Tiahuanaco,  cuya 
pitmología  sería  Titihuahuanacu,  que  significa  «loa  hijos  del  jaguar  ó.Titi»* 


DE  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERÚ  32Í 

* 

ellas  treinta  pies  de  largo,  dieziocho  de  ancho  y  ocho  de  es- 
pesor, extraídas  de  las  canteras  de  yanguyo,  situadas  á  más 
de  cuarenta  millas  de  distancia,  siendo  verdaderamente  ad- 
mirable que  sin  bestias  de  tiro,  sin  vehiculos  apropiados,  sin 
ninguna  máquina  poderosa,  hayan  podido  traer  tan  enor- 
mes masas  desde  tan  larga  distancia  (1);  templos  de  ciento 


(1)  Varios  historiadores  y  algunos  otros  autores  hablan  de  la  traslá 
cion  de  esas  piedras  desde  las  canteras  hasta  Tiahuanaco.  Cieza  de  León, 
en  el  cap.  GV.  de  su  «Crónica  del  Perú»,  dice  que  «esas  piedras  debían  haber 
sido  traídas  de  grandes  distancias  y  con  muchas  dificultades;»  sin  especifi- 
car esas  circunstancias.— El  Licenciado  Polo  de  Ondegardo,  en  la  pág.  171 
de  sus  «Relaciones  de  Antigüedades  Peruanas,»  afirma  que  «esas  piedras  se 
encontraban  á  distancia  de  cien  leguas.»  Alcides  D'Orbigny,  en  el  tom,  III, 
cap.  I,  pág.  346  de  su  Voy  age  á  V  Amérique  da  Sad,  infiere  que  «lo?  gran- 
des bloques  antecíticos  dispersos  entre  las  ruinas  y  la  orilla  del  lago  Titica- 
ca, demuestran  el  camino  por  el  que  fueron  traídas  como  material  de  cons- " 
trucción  de  Tiahuanaco.»— Jorge  Squier,  en  su  obra  Incidents^  travels  and 
explorations  in  the  land  ofthe  Incas,  participa  de  la  misma  opinión  de 
D'Orbigny. — Juan  Diego  Tschudi,  en  la  pág.  65  de  su  obra  Raisen  in  Sud 
America^  asienta  que  «esas  piedras  han  sido  extraídas  del  volcán  Kaijappia 
y  que  fueron  trasportadas  por  tierra  por  la  vía  de  Zepita  y  el  Desaguadero.» 
—Posteriormente,  el  señor  Arturo  Posnausky,  en  su  interesante  trabajo 
«Petrografía  de  Tiahuanaco,»  publicado  en  el  tom.  Vde  la  «Revista  de  la  So- 
ciedad Geográfica  de  la  Paz»,  cree  haber  comprobado  que  esas  piedras  pro- 
ceden efectivamente  del  volcán  apagado  Kaij^ippia,  situado  en  el  istmo  de 
Yunguyo,  á  1648  metros  de  elevación  sobre  el  nivel  del  lago  Titicaca,  vol- 
can cuyas  cumbres  están  hoy  cubiertas  de  nieve  perpetua  y  que  hacen  mu- 
chos siglos  formaban  dos  cráteres  que  arrojaban  desdé  las  entrañas  de  la 
tierra  cenizas,  lavas  y  grandes  bloques  andecíticos.»  El  señor  Posnausky 
dice  que  en  las  cumbres  de  dicho  volcán,  cuyo  cráter  principal  tiene  un  diá- 
metro de  trescientos  metros,  se  ven  aún  las  señales  del  trabajo  plutónico 
que  ejecutaron  los  antiguos  Tiahuanaquenses  para  extraer  dichas  piedras; 
que  hoy  este  cráter  está  convertido  en  una  laguna  profunda  que  recibe  las 
aguas  de  las  nieves  derretidas  de  las  alturas;  que  en  dicho  cráter  se  encuen- 
tra una  boca-mina  abandonada  cuya  entrada  fué  trabajada  sólidamente, 
en  ese  tiempo,  por  esos  mismos  Tiahuanaquenses;  y  que  ese  cerro  contiene 
casi  todo  el  material  de  que  se  han  servido  éstos  para  sus  construcciones 
ciclópeas.  Pespués  d9  ocuparse  el  señor  Posuauskjr  de  la  procedencia  de  eaai 

4! 


322  ORIGEN  Y  CIVILIZACIONES 

á  ciento  cuarenta  varas  de  largo,  con  columnas  angulareí; 
pórticos  monolíticos  en  proporciones  colosales,  todo  escul- 
pido con  figuras  humanas  de  regular  ejecución;  estatuas  de 
basalto  é  idoloi  de  piedra,  gigantescos,  artísticamente  talla- 
dos. Tales  son  las  sorprendentes  obras  que  yacen  en  ruinas 
en  Tiahuanaco  y  que  pertenecen  á  un  orden  arquitectural 
especial,  pues  no  tienen  semejanza  con  las  construcciones  y 
esculturas  de  alguna  otra  nación. 

Un  historiador  moderno  hace  la  siguiente  descripción  de 
las  rainas  de  Tiahuanaco:  «Eitas  ruinas,  situadas  á  yeiúte 
kilómetros  al  Sud  del  lago  Titicaca,  son  de  antigüedad  des- 
conocida, muy  anteriores  al  período  incaico.  Son  de  gran- 
des moles  de  pórfido,  predominando  los  colosales  bloques,  to- 
dos simétricamente  labrados  y  artísticamente  pulidos.  Una 
serie  de  aposentos  con  eiculturas  uniformes  se  nota  á  prime- 
ra vista  después  de  una  colina  artificial  sobre  cimientos  he- 
chos de  grandes  rocas  cortadas  á  escuadra,  que  tiene  cin- 
cuenta pies  de  altura,  seiscientos  veinte  de  largo,  cuatrocien- 


piedras,  describe  la  manera  como  se  han  trasportado  desde  el  volcán  Kai- 
jappia  hasta  Tiahuanaco,  opinando  que  indudablemente,  en  aquella  época, 
se  estendía  un  brazo  de  agua  en  todo  el  trayecto  que  media  entre  el  lago 
Titicaca  y  Tiahuanaco;  que  aún  se  encuentran  en  este  último  lugar  el  mue- 
lle y  desembarcadero,  y  á  cincuenta  pasos  de  éste,  las  piedras  desembarca- 
das que  los  constructores  referidos  comenzaron  á  labrar.  Se  han  traspor- 
tado dichas  piedras,  según  asevera  el  señor  Posnausky,  mediante  grandes 
balsas  de  totora  construidas  con  ochronm  picatoría  (palo  de  balsa)  que  se 
encuentra  en  los  Yuogus,  necesitándose,  para  la  construcción  de  ellas,  más 
de  tres  mil  kilos  de  ese  palo  ó  sean  setenta  troncos  de  diez  metros  de  largo 
y  veinte  de  espesor.  El  trayecto  de  Kaijappia  á  Tiahuanaco,  dice,  es  de 
cuarentaicinco  kilómetros,  que  se  pudo  haber  recorrido  en  veinticuatro  ho- 
ras. Cuanto  á  las  moles  de  que  hablan  u'Orljigny  y  Squier,  Id  parece  al  se- 
ñor Posnausky,  que  precedían  de  balsas  que  naufragaron,  hundiéndose  con 
8u  pesada  carga,  «Las  piedras  desparramadas  éntrela  orilla  del  lago  y 
las  minas,  no  son,  en  ningún  caso, piedras  cansadast  cual  las  califica  Gar- 
cilaso,  porque  su  peso  es  comparativamente  muy  pequeño  para  que  fueran 
^)im^Oü£Lá&s  por  nc  tener  como  trasportarlas,» 


DE  LOS  INDÍGENAS  DEL  Tl&ut  323 

tos  de  ancho,  formando  tres  terrazas  superpuestas  concén- 
tricamente. Más  adelante  de  esta  cúspide  artificial  están 
dos  grandes  ídolos  de  forma  humana  con  largas  vestimentas 
y  adornos  y  órname atos  en  la  cabeza.  Uaa  serie  de  largas 
columnatas  ofrecen  el  aspecto  de  un  monumento  druídico,  y 
resaltando  sobre  todo  este  conjunto,  se  destaca  una  colosal 
portada  hecha  en  una  sola  piedra  con  rigorismo  geométrico 
y  adornada  primorosamente  con  relieves,  comizas,  geroglí- 
ficcs,  imágenes  coronadas  y  emblemas  de  irreprochable  ele- 
gancia. Bl  templo  es  un  rectángulo  de  cuatrocientos  caá- 
rentaicinco  pies  de  largo  sobre  trescientos  ochenta  de  ancho; 
una  columnata  adorna  uno  de  sus  costados  y  en  su  base  se 
han  encontrado  grandes  excavaciones.  Este  edificio  parece 
el  más  antiguo  de  todos  los  que  forman  las  ruinas.  Entre 
todas  estas  obras,  y  esparcidas  al  acaso,  se  ven  comizas, 
bases  de  pirámides,  pedestales,  zócalos,  molduras  y  diverses 
tallados  que  han  quedado  inconclusos.)) 

Otro  escritor  hace  también  la  descripción  de  los  princi- 
pales monumentos  megalíticos  de  Tiahuanaco,  diciendo: 

«Akapana  ó  la  fortaleza,  es  un  hermoso  mound  builier 
de  unos  cincuenta  metros  de  altura,  que  consta  de  terraple- 
nes concéntricos  sostenidos  por  macizos  muros  de  contención; 
fué  destinado  indudablemente  al  rito  religioso  á  los  muer- 
tos:  Akapana  tiene  un  canal  escalonado  á  sos  terrazas,  pre- 
sumiéndose que  ha  sido  el  sitio  donde  se  enterraba  á  los  de 
estirpe  real  ó  principal.  Kalosaya  ó  la  sala  de  justicia,  tiene 
BU  entrada  por  medio  de  una  hermosa  escalinata;  en  uno  de 
sus  ángulos  se  ostenta  la  famosa  puerta  del  Sol,  llena  de  fi- 
guras  simbólicas,  y  se  cree  que  fué  monumento  déla  segunda 
civilización  de  Tiahuanaco.  E  llamado  templo,  al  norte  de 
Akapana,  es  rectangular  y  perteneció  al  Tiahuanaco  primi- 
tivo. Tuncapunca,  al  sudeste,  es  también  una  notable  cons- 
trucción  que  denota  haber  sido  un  gran  tribunal  de  justicia, 
por  los  enormes  bloques  que  se  semejan  á  asientos  6  sillones 
de  magistrados:  constituye  cuatro  plataformas  de  gigantes- 


324  ORIGEN  Y  OITILIZACIONBS 

cas  proporciones  puestas  en  línea,  conteniendo  die«  umbrales 
que  corresponden  á  diez  puertas  que  soportarían  portadas 
magníficas.  El  muelle  prehistórico  ocupa  la  parte  norte  de 
la  región  de  lai  ruinas:  es  la  construcción  que  prueba  que 
las  riberas  del  lago  Titicaca  vinieron  á  contornear  todo  el 
frente  de  la  grande  metrópoli,  sirviendo  para  el  desembarque 
de  las  canoas,  balsas,  que  eran  el  medio  de  navegación  la- 
custre. Aparte  de  estos  principales  monumentos,  existen  va- 
rios grupos  aislados  y  dispersos  de  bloques,  monolitos  y 
otros  fragmentos  correspondientes  á  períodos  diversos  de  la 
civilización  de  Tiahuanaco,  esa  mansión  del  misterio,  pas- 
moso testimonio  de  la  primera  civilización,  donde  yacen  ol- 
vidados los  esplendores  de  una  actividad  intelectual  que  no 
ha  sido  imitada  por  las  naciones  que  siguieron  á  la  vida,  en 
las  edades  que  se  sucedieron.» 

Y  se  preguntará:  ¿Quiénes  fueron  los  iDgeniosos  y  atre- 
vidos artífices  que  llevaron  á  cabo  la  construcción  de  eses 
obras  titánicas  sin  iguales?  No  hay  duda  que  serían  hom- 
bres dotados  de  una  fuerza  hercúlea  y  de  una  inteligencia 
superior,  cuyo  grado  de  civilización  se  encontraba  á  una 
altura  muy  elevada.  Algunos  autores  creen  que  no  sería 
aventurado  el  suponer  que  esos  hombres  fueron  los  mismos 
Caldeos  cuyo  idioma  Súmero,  según  el  Dr.  Hyde  Clarke  y  el 
Dr.  Pablo  Patrón,  guarda  tanta  analogía  con  el  Aymará  y 
el  Quechua,  6  talvez,  los  mismos  hombres  de  raza  blanca 
que,  se  cree,  sean  los  fundadores  de  los  antiguos  imperios 
mexicanos;  porque,  si  debemos  dar  crédito  al  historiador 
Cieza  de  León,  en  el  Perú  ha  habido  también,  en  época  leja 
na,  una  rasa  de  hombres  blancos,  como  lo  asevera  este  his- 
toriador en  el  cap.  I  de  la  parte  II.  de  su  Crónica  del  Perú, 
donde  dice:  «Eila  isla  de  Titicaca,  en  los  siglos  pasados, 
hubounas  gentes  barbadas,  blancas  como  nosotros,  y  que  sa- 
liendo del  valle  de  Coquimbo  un  capitán  que  había  por  nom- 
bre Cara,  llegó  donde  ahora  es  Chucuito,  de  donde,  después 
de  haber  hecho  algunas  nuevas  poblaciones,  pasó  con  su 


DB  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERÚ  323 

gente  á  la  isla,  y  dio  tal  guerra  á  esta  gente,  qne  digo  qne 
los  mató  á  todos.» 

Pero,  veamos  lo  que  á  este  respecto  opinan  varios  an- 
tiguos historiadores,  tocante  á  los  artífices  que  construye- 
ron estos  colosales  y  magestuosos  monumentos. 

Según  lo  refieren  Gomara,  Gieía  de  Lcóú,  Garcilaso, 
Acosta,  Torquemada,  Herrera,  y,  posteriormente,  el  presbí- 
tero Yelasco,  en  sus  respectivas  hiitorias,  la  construcción 
de  esos  grandiosos  monumentos  fué  debida  á  una  inmigra- 
ción de  hombres  gigantes  (1)  cuya  estatura  no  bajaba  de 
ocho  varal  (2).  En  apoyo  de  sus  aserciones,  citan  el  he- 
cho de  haberse  encontrado,  después  de  la  conquista  etpa- 
ñola,  sepulcros  huecos,  hechos  de  piedra,  conteniendo  esque- 
letos enteros  que  tenían  esa  misma  dimensión  (3);  rata  de 
gigantes  que,  según  presumen  aquellos  mismos  historiadores, 
fueron  los  artífices  que  labraron  esos  ciclópeos  monumentos 
cuyof  vestigios  se  encuentran,  aún,  en  Tiahuanaco,  Manta, 
Punta  de  Santa  Elena  é  Islai  de  Pascuas  (4:),  y  cuyai  medi- 
das y  proporciones,  especialmente  de  las  puertas,  manifies- 
tan, de  un  modo  evidente,  que  esas  obras  no  fueron  hechas 
con  las  fuerzas  de  hombres  de  estatura  natural,  sino  con  las 
de  aquellos  hombres  de  talle  extraordinaria,  para  cuyo  uso 
y  servicio  eran  únicamente  proporcionados  estos  monumen- 
tos (5). 


(1)  La  existencia  de  estos  gigantes,  en  tiempos  remotos,  es  también  tes- 
tificada por  las  tradiciones  indígenas. 

(2)  Estos  gigantes  eran  de  talla  tan  extraordinaria,  que,  según  Cieza  de 
León  en  la  primera  parte  de  su  «Crónica  del  Pera»,  cap.  III,  «los  indianos  de 
talle  común  les  llegaban  á  las  rodillas.» — El  P.  Acosta  en  su  «Historia  Na- 
tural», cap.  XIX,  dice:  «aquellos  gigantes  eran  tres  tantos  má3'ores  que  los 
indianos  de  ahora.» — Gomara  en  su  «Historia  general  de  América»,  cap. 
GXGIV  dice  también:  «que  las  estatuas  de  piedra  hechas  por  ellos,  halladas 
por  Francisco  Pizarró  en  Puerto-Vieju,  tenían  la  medida  de  algo  más  de 
ocho  varas,  que  es  laque  corresponde á  todos  los  esqueletos  hallados  en  los 


326  ORIGEN  Y  CIVILIZACIONES 

Además,  Montesinos  en  sus  Memorias  avtiguas  histo* 
ríales  y  políticas  del  Perú,  Asevera  también  qae  durante  el 
reinado  del  emperador  pirhna  Ayar-Taco  (1588  á  1563  antes 
de  la  Era  Cristiana,  6  sea,  en  el  lapso  de  veinticinco  años), 
invadieron  el  Perú  multitud  de  gigantes,  que  poblaron  prin- 


sepulcros  de  la  provincia  de  Guayaquil,  "y  los  esqueletos  que  se  hallaron 
más  tarde  en  las  cercanías  de  Trujillo,  correspondían  al  mismo  tamaño, 
siendo  cada  diente  tres  dedos  de  grueso  y  cuatro  de  largo.» 

(3)  El  presbítero  Velasco,  en  su  «Historia  del  Reino  de  Quito»,  lib  IV, 
párraf.  VI,  pág.  159,  refiere  el  hecho,  que  él  mismo  presenció,  del  desentie- 
rro de  un  esqueleto  gigante,  en  Ríobamba,  aseverando  que  «al  fabricar  una 
casa,  en  1735,  los  albañiles  encontraron  un  grandísimo  sepulcro  de  muy  re- 
mota antigüedad,  tardando  todt^s  los  trabajadores  algunos  días  en  ir  sa- 
cando las  osamentas,  que  se  reputó  de  más  de  4000  cuerpos  de  los  gentiles 
indianos  que  debieron  morir  en  alguna  guerra  de  las  que  mantenía  siempre 
la  nación  de  los  Pirhuayós  con  las  de  las  costas  del  mar.  Entre  aquellos 
esqueletos  se  descubrió  uno  todo  entero,  cuyas  canillas  tenían  dos  varas 
cumplidas  y  cuyo  cuerpo  todo  fué  reputado  en  más  de  treintidos  palmos  ó 
mas  de  ocho  varas.» 

Últimamente,  haciendo  unas  excavaciones  para  descubrir  una  antigua 
ciudad  azteca,  en  México,  se  han  encontrado  en  el  distrito  de  Tlaplum,  el 
esqueleto  de  un  gigante  prehistórico,  al  que  los  sabios  mexicanos  le  asignan 
doce  pies  de  alto.  Se  cree  que  el  esqueleto  de  este  gigante  corresponde  al  le- 
gendario Quetzacoallto,  uno  de  los  progenitores  de  la  raza  Azteca;  pero  es- 
ta creencia  no  pasa  de  ser  una  hipótesis  ó  mera  suposición,  algo  aventura- 
da, porque  ningún  dato  histórico  la  comprueba. 

(4)  El  célebre  navegante  Cóok,  que  ha  visitado  la  Isla  de  Pascuas  ó 
Vai-IIu,  también  llamada  Rapanui  ó  de  Davis,  que  se  halla  á  27°  grados  de 
latitud  meridional,  y  112°  de  longitud  Este,  distante  como  cien  leguas  de 
las  costas  del  Perú,  dice: 

«Esta  isla  tiene  apenas  cuatro  leguas  de  largo  y  tenía  en  otro  tiempo 
una  población  de  tres  mil  habitantes,  encontrándose  en  ella  huellas  de  una 
civilización  prehistórica  casi  grandiosa.  Hay  en  ella,  agrega,  innumerables 
estatuas  gigantescas  de  piedra  perfectamente  labrada,  de  veintisiete  pies  de 
altura,  colocadas  sobre  sus  respectivos  pedestales,  é  idénticas  á  las  que  s6 
hallaron  en  Manta,  en  el  Ecuador,  suponiéndose  que  ftieron  obras  de  los 
gigantes  que  vivieron  allí,  y  que  han  dejado  otros  monumentos  y  estatuas 


DE  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERÚ       327 

cipalmente  la  costa  desde  Puerto  Viejo  hasta  Chincha,  y  se 
extendieron  hasta  el  interior  del  país. 

Garcileso  refiere  que  Cieza  de  León  le  dijo  haber  oído  en 
la  provincia  donde  habían  llegado  los  gigantes,  cqne  éstos 
desembarcaron  en  la  Pnnta  de  Santa  Elena,  cerca  de  la  vi- 
lla de  Puerto  Viejo,  y  que  por  las  tradiciones  de  padres  á 
hijos  se  sabía  que  habían  venido  por  mar,  en  balsas  de  junco 
hechas  como  unos  barcos,  y  eran  tan  altos  que  de  la  rodilla 
para  abajo  parecían  hombres  de  talla  regular;  que  tenían 
barba;  que  llevaban  pelo  que  les  colgaba  sobre  los  hombros; 
que  algunos  iban  desnudos  y  otros  cubiertos  con  pieles  de 
beatitíS  salvajes;  y  que  no  trajeron  mugeres  con  ellos.» 

Acosta  dice  que  él  mismo  midió  esqueletos  de  gigantes 
cuya  t^lla  era  más  de  tres  tantos  mayores  que  los  indios. 

Gomara  infiere  que  el  conquistador  Francisco  Pizarro, 
al  llegar  á  Puerto  Viejo,  halló  allí  estatuas  de  piedra  hechas 
por  los  gigantes  á  semejanza  de  sus  personas,  demás  de 
ocho  varas  de  altura. 

M.  Pagador,  en  su  Historia  de  América^  impresa  en  Li- 
ma  en  1872,  también  dice:  «Que  se  han  hallado  cadáveres  de 
gigantes  en  diversas  paites,  desde  la  conquista  hasta  los 
tiempos  contemporáneos,  no  con  cráneos  y  huesos  trunca- 
dos que  puedan  producir  duda  y  atribuitse  á  otros  animales, 
sino  los  esqueletos  enteros,  sin  faltarles  parte  alguaa,  no 
sepultados  bajo  la  tierra,  sino  en  sepulcros  hechos  á  propó- 
sito para  este  fin.» 


aón  más  sorpfendentes  y  soberbias  que  se  encuentran  en  Tiahuaníico,  que 
indudablemente  fueron  también  obras  de  esos  mismos  gigantes.»  Dicha  isla 
fué  descubi|rta  por  el  célebre  navegante  inglés  Juan  Davis,  en  1686,  recono- 
eido  por  el  almirante  holandés  Roggewein  el  día  de  Pascuas,  en  1722,  y  vi- 
sitada por  Cook  en  1774  y  por  La  Perouse  en  1785. 

(5)  Parece  que  también  en  las  provincias  de  Córdova  y  Rioja  han  ha- 
bido gigantes,  pues  en  esos  lugares  se  han  encontrado  algunos  huesos  y  crá« 
&«08  de  proporciones  extraordinarias. 


328  ORIGEN  Y  CIVILIZACIONES 

Toranxos,  escabando  una  huaca  de  los  indios,  encontró 
una  calavera  y  tina  canilla  enormes  que  correspondían  á  un 
hombre  de  estatura  gigantesca. 

Y  este  juicio  de  los  historiadores  y  escritores  citados, 
parece  que  fuera  algo  fundado,  máxime  cuando  la  mages- 
tuosa  grandeza  de  esos  monumentos  antiquísimas,  que  han 
resistido  á  los  embates  de  tantos  siglos  y  cuyos  restos  amon- 
tonados en  ruinas  asombran  el  espíritu  de  los  hombres  de  la 
actual  generación,  hacen  suponer  que  fueron  obras  de  una 
raza  titánica,  de  poderosa  fuerza  muscular,  y  cuyo  desarro- 
llo ñoreciente  marca  una  etapa  de  sobresaliente  actividad 
humana  y  de  primitiva  civilización  tan  adelantada  que  ha 
dejado  una  luminosa  huella  de  su  actuación  y  su  saber. 

La  época  en  que  esos  gigantes  aparecieron  en  América  es 
aún  obscura  é  incierta,  pues  algunos  los  suponen  de  remota 
antigüedad,  anteriores  al  Diluvio  universal;  y  otros,  al  con- 
trario, los  creen  casi  coetáneos  de  los  Incas,  por  haberse  en- 
contrado  todos  sus  cadáveres  sólidos  y  consistentes. 

El  presbítero  Velasco,en  su  Historia  del  Reino  de  Quito, 
opina  que  «esos  gigantes  fueron  muy  posteriores  á  todas  las 
demás  naciones  americanas,  no  pudiendo  exceder  su  anti- 
güedad los  principios  de  la  Bra  Cristiana.  Gaanto  á  la  pro- 
cedencia de  (SOS  gigantes,  también  es  incierta:  lo  único  que 
se  infiere,  es  que  arribaron  á  las  playas  del  Pacíñco  en  gran- 
des embarcaciones  de  junco,  sin  traer  consigo  ninguna  mujer 
de  su  raza,  por  cuya  causa  se  colije  que  su  estadía  en  estas 
comarcas  fué  de  corta  duración,  extinguiéndose  esa  raza  al 
cabo  de  algunos  años,  porque,  según  aseveran  los  historiado- 
res Cieza  de  León  en  el  cap.  III  de  su  Crónica  del  Perú,  y  el  P. 
Acotta  en  el  cap  XIX  de  sn  Historia  Natural  y  Moral:  «Pa- 
sados algunos  añcs,  no  pudiendo  tener  otro  desfogo  de  la 
naturaleza,  s:  entregaron  al  vicio  nefando  mutuamente,  en 
público  y  sin  rubor  alguno;  finalmente,  estando  una  vez 
machos  de  cIIob  en  ese  enorme  pecadp,  bajó  fuego  del  cielo  y 


DE  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERÚ       329 

faeron  consumidos  por  ese  elemento  en  castigo  de  aui  horri- 
bles pecados.» 

Condensando  las  opiniones  de  los  diversos  autore%  cita- 
dos, el  hecho  positivo  é  incontestable  es,  que  hay  ratones 
para  creer  qne  han  existido  en  el  Perú  rasas  civilizadas  antes 
de  la  época  de  los  Incas;  pero,  cuáles  eran  esas  razas  j  de 
dónde  provinieron,  son  cuestiones  que  solo  los  anticuarios 
pueden  solucionar  con  sus  investigaciones,  tanto  mas  cuanto 
que  existe  tal  conflicto  de  contradicciones  sobre  este  parti- 
cular, que  el  criterio  se  pierde  y  se  convierte  en  conjeturas. 
Lo  único  definitivo,  y  ello,  ateniéndonos  al  resultado  de  las 
investigaciones  antropológicas  y  paleontológicas,  es  que  la 
raza  genuinamente  tiahuanacotaha  sido  dolicocéfala,  opues- 
ta esencialmente  á  los  Aymarás  braquiocéfalos- 

VII 
Continúa  la  materia  antecedente 

Pero,  dejando  á  un  lado  lo  que  á  esos  gigantes  se  refiere, 
sigamos  inquiriendo  lo  relativo  á  los  constructores  de  los 
monumentos  ciclópeos  de  Tiahuanaco,  cuyo  origen  es  aún 
problema  no  resuelto  del  todo. 

El  P.  Anello  Olivó,  jesuita,  eti  su  Historia  del  Perú,  pág* 
38,  trae  á  colación  una  tradición  de  los  Collas  de  la  altipla- 
nicie  del  Titicaca,  tocante  á  Tiahuanaco,  según  la  cual  este 
sitio  sería  el  más  antiguo  en  su  fundación  en  la  Tierra,  y 
tanto  por  su  nombre  original  «Chucara»,  (1)  ignorándose  su 
primitiva  historia,  menos  el  que  allí  moraba  el  gran  jefe 
Huyustus,  que  era  el  señor  del  Mundo,  jefe  de  una  rata  de 
hombres  blancc  s  y  barbudos,  que  al  fin  fueron  exterminados 
por  los  indígenas. 


(1)  Betanzos  en  su  o  Suma  y  iiarracióo  de  los  Incas  Gapacunas,»  le  dá  el 
ftoinbre  de  Taipikala,  y  Posnauslji  el  de  Huiouymarca,  Pero  sea  el  nombre 

41 


330  ORIGEN  Y  CIVILIZACIONES 

Bl  labio  enciclopédico  Antonio  de  León  Pinelo,  en  bu 
Paraíso  en  el  Nuevo  Mundo  (Madrid,  1^58),  afirma,  á  CBte 
respecto,  lo  siguiente:  «De  lo  de  Tiahuanaco  dijeron  los  más 
antiguos  á  los  primeros  Españoles,  que  no  sabían  de  sus 
autores  y  que  eran  obras  que  excedían  la  memoria  de  sus 
pasados;  y  para  significarlo  á  su  modo,  añadían  haberse  le- 
vantado antes  que  hubiese  Sol  en  el  Cielo,  que  es  la  frase  con 
que  dan  á  entender  que  totalmente  ignoran  el  principio.» 

Otro  autor,  Felipe  Pomanes,  en  su  manuscrito  inédito  del 
siglo  xvn  titulado  Los  notables  del  Perú,  dice,  refiriéndose 
al  mismo  asunto:  «No  hay  memoria  en  el  Perú,  quienes  ha- 
yan sido  los  autores  de  esta  obra,  ni  yo  pude  jamás  hallar 
noticia  de  ellos,  aunque  lo  pregunté  en  muchas  partes;  y 
más  me  hizo  creer  que  todo  esto  hubiese  sido  reliquia  anti- 
gua de  alguna  cosa  memorable.» 

A  lo  alegado  por  estos  dos  últimos  autores,  el  sabio  y 
erudito  José  Ensebio  de  Llano  Zapata  objeta  diciendo: 
"Aunque  Pinelo  y  Pomanes  afirman  que  los  indios  ignora- 
ban los  autores  de  estas  construcciones,  no  se  prueba  la  falta 
de  noticias  de  éstos,  para  atribuir  á  otras  naciones  imagi- 
narias el  origen  de  estas  fábricas,  fuera  de  que  cuando  el  pri- 
mero hizo  BUS  investigaciones  ya  había  pasado  más  demedio 
•  iglo  de  la  conquista  y  habían  perecido  los  quipocamaycs, 


Qtie  fuere,  esa  divergencia  de  interpretaciones  nó  tiene  importancia  alguna, 
siendo  estéril  entrar  en  discusión  á  este  respecto,  porque  nadie  8ab«  cuál 
fué  el  idioma  de  los  constructores  de  estas  ruinas;  de  consiguiente,  el  primi- 
tivu  y  verdadero  nombre  que  tuvo  la  ciudad  prehistórica  ha  quedado  para 
■iempre  perdido. 

Empero,  no  queda  duda  que  el  nombre  de  Titihuahuanaco,  (que  se  su- 
pone de  origen  aymará) ,  como  lo  pronuncian  los  indios  Aymarás,  significa 
«los  hijos  del  jaguar.» 

Además,  com©  lo  ha  dicho  el  señor  Belisario  Díaz  Romero  (en  el  diario 
«La  Nación»  de  Lima  del  17  de  diciembre  de  1913)  es  probable  que  la  pala- 
bra Tiahuanaco  tenga  su  origen  del  idioma  anti  ó  andino,  que  es  anterior 
^1  Ajmará,  como  también  la  raz»  Anti  lo  es  de  la  A^sa^rá. 


DB  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERÚ  381 

que  eran  los  que  guardaban  en  los  quipos  las  historias  drl 
Imperio.  Y  cuando  escribió  el  segundo,  había  corrido  mái 
de  siglo  y  medio,  en  que  precisamente  había  de  ier  mayor  la 
confusión  de  las  antigüedades  en  aquellos  reino■^  Esto  su- 
puesto, no  hallo  motivo  para  asentir  á  la  vana  presunción 
de  los  autores  citados,  y  negar  á  los  indios  la  conitrucción 
de  las  fábricas  que  poseían  en  sus  mismas  tierras  y  domi- 
nios, no  habiéndose  hasta  ahora  encontrado  noticia  que  fa- 
Yoresca  lo  contrario,  sino  unas  conjeturas  de  ratón  que  más 
oscurecen  la  Historia  que  ilustran  los  hechos." 

Bl  Dr.  Pablo  Patrón  opina  en  igual  sentido,  pues  en  el 
Congreso  de  Americanistas  tenido  en  Stuttgart  en  el  mes  de 
agosto  de  1904,  sustentó  el  hecho  de  que  **no  ha  habido  en 
el  Perú,  en  los  tiempos  primitivos,  ninguna  rata  especial  di- 
yersa  de  las  actuales  y  constructora  de  obras  ciclópeas;  que 
todas  las  existentes  en  el  Perú,  han  sido  hechas  por  los 
mismos  Aimaraes  y  Keshuas,  en  la  época  de  su  mayor  cul- 
tura: las  mAs  notables  de  todas,  las  de  Tiahuanako,  así  lo 
comprueban."  Opina  el  Dr.  Patrón,  que  "las  rumas  que  hoy 
contemplamos  son  las  del  templo  levantado  por  los  Aima- 
raes en  honor  de  Huirakocha,  en  recuerdo  de  la  creación  del 
Mundo  hecha  por  él,  según  sus  creencias  cosmogónicas,  en  el. 
lago  Titikaka;"  y  agrega  que  *^no  es  necesario  recurrir  á 
argumentos  indirectos  para  demostrarlo."  Sfgán  su  pare- 
cer, "en  la  portada  monolítica  de  Akapana,  aparece  en  me. 
dio  Huirakocha  con  un  pez  de  cara  humana  esculpido  en  su 
busto,  por  ser  este  supremo  dics  de  los  andinos  el  abismo 
de  las  aguas,  como  lo  era  Ea  entre  los  Caldeos.  Por  último, 
repetidas  veces  está  esculpido  el  nombre  de  Huirakocha  en 
la  misma  portada,  según  el  s'stema  iconofónico  de  la  escri- 
tura general  de  América"  (1). 


(1)  tBoletín  de  la  Sociedad  Geográfica  de  Ilimai,  to«i.  XV,  págs.  280  j 
281,  correspondiente  al  30  de  setiembre  de  1904. 


3?2  ORIGEN  Y  CIVIU2ACI0NES 

No  noB  compite  ni  nos  hallamos  capacitado  para  jnzgar 
las  opiniones  contradictoriai  que  al  respecto  formulan  los 
escritores  á  quienes  hemos  aludido,  siendo  ésta  una  cueitión 
que,  quizá  con  el  tiempo,  pueda  ser  dilucidada  por  los  an- 
tropólogos. Empero,  expondremos  una  breve  indicación  al 
respecto.  Es  de  suponer  que  los  sabios  Llano  Zapata  y  Dr. 
Patrón  están  en  un  error  al  aseverar  que  ningana  rata  es- 
pecial fué  la  constructora  de  los  colosales  monumentos  de 
Tiahuanaco. 

No  solamente  los  sabios  Llano  Zapata  y  Dr.  Patrón, 
Bino,  con  ellos,  algunos  otros  autores,  han  supuesto  que  los 
Aymarás  fueron  los  constructores  de  la  misteriosa  ciudad 
de  Tiahuanaco;  pero  creemos  que  es  también  un  lamentable 
error  atribuirles  tal  preeminencia.  Al  contrario,  celosos  los 
Aymarás,  de  que  antes  hubiera  habido  una  rasa  superior  á 
la  suya,  de  presumir  es,  que  ellos  mismos  fueran  los  destruc- 
tores de  aquella  ciudad,  por  el  antagonismo  de  raías  que 
existía,  pues  la  dolicocéfala  (primitiva),  era  opuesta  esen- 
cialmente á  la  raca  braquicéfala  (aymará,  posterior)  del  al- 
tiplano de  los  Andes.  (1)  ¿De  qué  medios  se  valdrían  los  Ay- 
marás para  conseguir  la  destrucción  de  esa  portentosa  ciu- 
dad? Es  lo  que  vamos  á  tratar  de  dilucidar. 

Se  opina  que  Tiahuanaco  estaba  situado  entonces  en  las 
riberas  del  lago  Titicaca,  elevado  en  esa  misma  época  á 
34  m.  75  c.  sobre  su  nivel  actual.  Las  aguas  de  este  lago 
acotarían  los  muros  de  los  diques  y  calladas  de  esa  ciudad. 
A  superior  nivel  que  el  lago  Titicaca  se  hallaban  las  lagu- 


(1)  En  los  cráneos  doHcocéfalos,  la  cabeza  presenta  desde  arriba  la  for- 
ma oval,  truncado  por  delante,  longitud  aumentada  posteriormente  por 
ana  protuberancia  occipital  saliente;  su  mayor  anchura  se  encuentra  algo 
delante  de  las  fosas  parietales  que  se  hallan  en  la  base  del  cráneo.  En  los 
cráneos  braquicéfalos,  la  cabeza,  en  vez  de^  ser  redonda,  parece  cuadrada, 
con  los  ángulos  redondeados  y  la  extremidad  anterior  más  pequeña  que  la 
posterior. 


DE  LOS  INDÍGENAS  DEL  PER16  333 

ñas  de  Arapa  y  Silastani,  Azácgaro  ( Puno) ,  Lagunillas  (Lam- 
pa) y  los  torrentes  Itapayuni  (Puno),  cuyas  hoyadas  y  re- 
lieves de  la  Cordillera  se  habían  rellenado  en  el  último  perío- 
do glacial  del  hemisferio  austral.  Se  presume  que  los  Ayma- 
rás, previendo  que  en  un  tiempo  no  lejano  podía  desbordar 
de  sui  causes  esas  grandes  masas  de  agua,  desviaron  el  na- 
tural curso  de  éatas  en  dirección  de  la  región  Tiahuanacota, 
siendo  natural  que  esa  inmenaa  avalancha  inundara  y  re- 
volviera la  mayor  parte  de  los  edificios  En  efecto,  parece 
que  esta  catástrofe  sucedió  así,  quedando  la  ciudad  sepul- 
tada entre  el  aluvión;  Cuando  se  retiraron  las  aguas  al  gran 
depósito  de  Titicaca,  Tiahuatiaco  quedó  medio  cubierto  de 
pantanos,  y,  por  fio,  convertida  en  una  llanura  estéril,  os- 
tentando, de  su  pasada  grandeva,  sólo  les  restos  de  sus  ad- 
mirables monumentos  que  han  podido  resistir  á  los  embates 
de  tan  enorme  inundaciófi,  y  son  los  que  aún  quedan  en  pié. 
Otra  prueba  convincente  de  que  los  Aymarás  no  fueron 
los  constructores  de  Tlahuanaco,  es,  que  posteriormente  eíe 
han  sacado  de  allí  objetos  de  una  alfarería  que  ño  se  aseme- 
ja absolutamente  á  la  de  ellos. 

Entonces  cabe  preguntar:  ¿Cuál  fué  la  ra«a  primitiva  ge- 
nuinamente  Tíanahuanacota?  ¿Es  pregunta  difícil  de  absol- 
Tcr  de  un  modo  exacto  y  afirmativo.  Unos  autores  suponen 
que  fueron  los  primitivos  Quechuas  que  formaron  un  imperio 
teocrático  en  la  altiplanicie  del  Titicaca;  otros,  dicen  que 
fueron  los  Antis,  pueblo  asiático  que  invadió  la  América 
Meridional  antes  del  Diluvio  universal;  otros,  afirman  que 
fneronlos  Caldeos,  antiguo  pueblo  de  la  Mesopotamia;  otros, 
alegan  que  fueron  los  Uros,  nación  poderosa  en  otro  tiempo 
y  cuyos  pocos  descendientes  constituyen  hoy  una  rasa  de- 
jenerada  á  tal  extremo,  que,  apesar  de  los  adelantos  del  siglo 
actual,  permanecen  aún  en  el  estado  más  brutal  y  salvajeí 
por  consiguiente,  siendo  inadmisible  que  esos  Uros  estuvieron 
ahora  10.000  años  (según  el  ingeniero  Posnausky)  en  un 
grado  de  civilisación  tal  que  les  permitiera  formar  una  cic|- 


334  ORIGEN  Y  CnriLIZACIONES 

dad  de  la  magnitnd  é  importancia  de  Tíahaanaco;  y  otroi, 
en  fin,  presamen  qne  fueron  los  mismos  Aymarás  ó  Collas, 
los  fundadores  de  esa  portentosa  ciudad. 

Pero,  sean  los  unos  ó  los  otros  los  famosos  constructo- 
res de  las  gigantescas  obras  de  Tiahuanaco,  es  un  hecho 
irrefutable  que  fueron  hombres  de  una  raea  superior,  de 
fuerias  hercúleas,  y  que  tuvieron  á  su  disposición  recursos 
de  grandes  poderes  mecánicos  para  haber  trasportado,  de 
canteres  'que  distan  hssta  de  64  á  65  kilómetros,  bloques 
enormes  de  piedra  de  granito,  cuya  medida  era,  para  unos, 
de  7  m.  44  de  largo  por  4  m.  66  de  ancho,  y  para  otros, 
aún  de  12  m.  de  largo  por  2  m.  50  de  ancho,  y  cuyo  peso, 
algunos  de  ellos,  ha  sido  calculado  en  200  toneladas.  Lo 
que  no  puede  concebirse  es,  de  que  medios  se  valieron  aque- 
llos antiguos  constructores  para  elevar  á  tan  grandes  altu- 
ras aquellas  pesadas  moles  de  granito;  medios  que  hoy  mis- 
mo, apesar  de  las  poderosas  maquinarias  que  se  posean,  los 
aparatos   moderaos  serían  insuficientes  para  elevarlas   á 
alturas  en  que  se  encuentran  las  que  se  ven  colocadas  en 
los  gigaritcBcoB  monumentos  de  Tiahuanaco. 

Ajuicio  nuestro,  esas  ruinas  son  restos  de  una  florecien- 
te ciudad  edificada  por  hombres  de  fueria  hercúlea,  que  se 
establecierotí  en  el  Perú  en  tiempos  protohistóricos.  Esos 
hombres  han  podido  ser  de  dos  rasas  distintas:  ó  de  la  de 
la  Nueva  Zelandia,  del  archipiélago  de  la  Polinesia,  según 
algunos  historiadores,  ó  de  la  de  los  Caldeos,  antiguo  pueblo 
de  la  embocadura  del  Tigris  y  del  Eufrates. 

Nuestra  humilde  opinión  puede  basarse  en  que,  la  rasa 
de  los  primeros  fueron  los  que  vinieron  á  las  playas  del  Pe- 
rú por  la  ruta  de  la  Polinesia,  en  el  Océano  Pacífico  del  Sur, 
y  que  al  penetrar  al  interior  del  país,  pudieron  edificar  la 
ciudad  de  Tiahuanaco,  que  guarda  tanta  semejania,  ea  la 
dimensión  de  sus  monumentos  ciclópeos,  con  los  que  existen 
en  la  Isla  de  Pascuas.  Cuanto  á  los  de  la  rasa  de  los  segun- 
dos, bien  sabido  es  la  influencia  que  su  adelantada  ciiilisa- 


DÉ  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERtJ  336 

don  tuvo  entre  los  habitantes  de  la  altiplanicie  de  loi  Andes 
pernanoB,  legándoles  no  solamente  sus  costambres  y  su  filo- 
logía, sino  también  su  arte  arquitectónico,  pues  se  aiegnra 
qne  los  monumentos  de  Tiahnanaco  guardan  cierta  analo- 
gía con  los  de  la  Caldea  Babilónica.  El  hecho  e?,  que  en  me- 
dio de  todo,  no  es  posible  precisar  con  exactitud  quienes 
fueron  los  edificadores  de  esos  grandiosos  monumentos,  los 
más  notables  del  Mundo,  por  las  piedras  colosales  emples- 
das  en  su  construcci5n;  pero  lo  cierto  es,  también,  que  esos 
famosos  monumentos  son  hechura  de  una  rasa  especial,  7  si 
se  quiere,  hasta  extraordinaria. 

Los  antropólogos  niegan,  en  lo  absoluto,  la  existencia 
en  el  Perú  de  una  raza  de  gigantes  constructora  de  porten- 
tosas monumentos  monolíticos;  pero  el  hecho  es,  que  todos 
los  antigües  historiadores  están  acordes  en  un  punto:  que 
en  el  Pv^rú  hubo,  en  tiempos  remotísimos,  una  civilización 
bastante  avanzada,  que  desapareció  totalmente,  al  extremo 
de  que,  cuando  aparecieron  Manco-Ccapacc  y  Mama  Odia 
en  la  cumbre  del  Huanancauri  á  regenerar  la  sociedad,  el 
país  estaba  habitado  por  tribus  algo  civilizadas,  algunas, 
y  salvajes  las  más,  que  no  sabían  siquiera  explicar  el  origen 
de  las  importantes  ruinas  de  Tiahuanaco.  Sin  embargo,  no 
solamente  es  presumible,  sino  hecho  que  no  tieóe  lugar  á  du- 
da,  que  los  hombres  de  esa  civilización  antiquísima  debieron 
poseer  algún  medio  mecánico  de  grandísimo  poder,  no  tan- 
to para  arrastrar  á  largas  distancias  las  pesadísimas  moles 
de  piedra  de  granito  de  esos  soberbies  edificios  ciclópeos,  si- 
no, sobre  todo,  para  colocarlas  en  los  elevados  sitios  en  qne 
se  hallan.  Es  posible  que  los  hombres  extraordinarios  de 
esa  civilización  antiquísima  se  remonten  á  la  época  anti- 
diluviana, ó,á  lo  menos,  á  los  principios  de  lapost-diluviana. 

Réstanos,  para  terminar  este  punto,  manifestar  la  opi- 
nión de  un  viajero  alemán,  que,  últimamente,  ha  hecho  ex« 
ploracioces  científicas  en  Tiahuanaco,  el  que  supone  que  este 
logar,  en  la  época  de  su  mayor  apogeo,  fué  una  gran  ciudad 


SSé  ORIGEN  Y   CIYILIZACIONÉá 

de  mal  de  anmillóú  de  habitante!,  caya  extensión  abrasaba 
nn  perimetro  de  ocho  ó  nneve  millas,  fandándose  en  ese 
cálculo,  por  haber  encontrado  en  toda  esa  extensión  gran- 
des capas  de  cenisa. 

VIII 
Continúa  la  materia  antecedente 

Indudable  es,  que  en  el  extenso  territorio  del  Perú  hay 
un  vastísimo  campo  de  investigaciones  para  los  arqueólo- 
gos, los  naturalistas,  los  anatómicos  y  aún  los  filólogos,  cu- 
yos estudios  podrian  arrojar  importantes  revelaciones.  Los 
hombres  cientifícos  peruanos  deberían  interesarse,  algo  más, 
por  las  muchas  y  grandes  curiosidades  que  ofrecen  las  tan- 
tas ruinas  de  monumentos  antiquísimos  diseminadas  en  todo 
el  territorio,  porque,  estudiadas  debidamente  esas  ruinas, 
se  üegaiía  á  obtener  importantes  conocimientos,  relativos  á 
las  misteriosas  condiciones  que  rodeaban  á  los  hombres  y 
pueblos  de  esas  épocas  lejanísimas.  Ea  vista  de  la  casi  de- 
sentendencia délos  sabios  peruanos  modernos,  á  este  respec- 
te, un  escritor  contemporáneo  exclamó:  «¿Es  posible  que  la 
ciencia  peruana  no  se  preocupe  de  estudiar  estos  anticuarios 
restos,  en  sus  propios  yacimientos,  para  que  sean  sometidos 
al  análisis  de  la  ciencia  prehistórica?» 

Eaas  investigaciones,  que  deberían  ser  practicadas,  pre- 
ferentemente, por  peruanos,  son  más  bien  llevadas  á  cabo, 
generalmente,  por  extrangeros,  que  se  interesan  más  por  les 
estudios  arqueológicos,  que  los  mismos  hijos  del  país,  quie^ 
nes  permiten  que  los  forasteros  les  arrebaten  los  triunfos  que 
ellos  podrían  obtener  don  esos  descubrimientos.  Sin  remon- 
tarse á  época  distante,  últimamente  el  sabio  arqueólogo 
norteamericano  Mr.  Hiram  Bíngham,  director  de  la  expedi- 
ción científica  enviada  al  Pexú,  en  1911,  por  la  Utíiveraidad 


BE  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERÚ  337 

*  •'  ' 

de  Yale  y  repetida  en  1912  (cuya  segunda  expedición  fué 
costeada  por  la  misma  Universidad  y  la  Sociedad  Geográfí- 
ca'.de  Washington),  ha  hecho  interesantes  descubrimientos  en 
los  casi  desconocidos  distritos  montañosos  de  Vilcabamba, 
situados  al  noreste  del  Cuzco.  En  el  valle  de  Urubamba  esa 
expedición  ha  descubierto  numerosas  ruinas  importantísi* 
mas  de  ciudades  y  fortalezas  preincaicas,  de  las  que  anterio- 
res expediciones  no  habían  tenido  noticia,  por  existir  sola- 
mente muy  vagos  y  escasos  informes  sobre  la  existencia  de 
monumentos  históricos  en  las  regiones  apartadas  en  que  se 
encuentran. 

Mr.  Bingham  ha  dado  últimamente  una  conferencia  cien- 
tífica,  de  alto  interés,  en  la  Sociedad  Geográfica  de  Was- 
hington, ocupándose  en  dicha  actuación,  de  los  estudios  que 
en  su  expedición  practicara  en  las  ruinas  de  esos  monumen- 
tos, que  datan  de  épocas  sumamente  lejanas.  Bn  dicha  con- 
ferencia explanó,  extensamente,  la  importancia  de  las  si- 
guientes ruinas: 

Macchu-Picchu,  que  es  una  ciudad  situada  en  la  cima 
de  un  cerro  casi  inexpugnable,  de  dos  mil  pies  de  altura, 
5obre  el  río  Urubamba,  y  que  está  completamente  ocultada 
por  la  exhuberante  y  asombrosa  vegetación  que  cubre  los 
precipicios  profundos  que  la  circundan;  por  estas  dificultades 
los  Españoles  jamás  habrían  podido  encontrarla,  á  menos 
de  ser  guiados  al  lugar;  Esa  ciudad  está  llena  de  monumen- 
tos de  alto  valor  histórico,  muy  superiores  á  los  existentes 
en  otros  lugares  del  Perú.  Su  situación  sobre  peligrosos  abis- 
mos, se  debe  que  los  antiguos  y  modernos  exploradores  no 
la  hubieran  encontrado,  porque  la  falta  de  caminos  los  obli- 
gaba á  evitar  en  su  travesía,  rodeándola,  esta  parte  del 
Urubamba.  MacchuPicchu,  según  opina  Mr.  Bingham,  fué 
fundada,  probablemente,  por  la  raza  megalítica:  sus  ruinas 
son  de  gran  belleza  y  magnificencia,  con  fortaleza,  palacios, 
baños,  temples  y  trescientas  casas,  todo  construido  con  blo« 
ques  de  granito  blanco  hasta  de  doce  pies  de  largo:  el  templo 

49 


338  ORIGEN  Y  CnriLIZACIONES 

de  Yaracraim  contiene  nn  monolito  tallado  de  ciento  ochen- 
ta pies  de  cirennferencia.   , 

La  ciadad  de  Yitccs,  fué  la  capital  donde  se  encneritra 
el  palacio  que  el  último  Inca  Manco  II  ocupó  después  de  ha- 
ber sido  derrotado  por  el  ejército  de  Francisco  Pizarro. 

Tipíón,  que  es  otro  pueblo  situado  en  la  eminencia  de  un 
cerro,  don  Je  hay  muchas  ruinas  preincaicas,  llamando  la 
atención  su  gran  fortaleza,  más  inexpugnable  que  las  de 
Ollantay tambo  y  Sacsahubman;  está  rodeada  de  un  alto 
muro  de  más  de  tres  kilómetros  de  largo. 

Existen,  además,  en  aquellos  solitarios  parajes  de  Yilca- 
bamba  y  Urubamba,  otr&s  ruinas  de  ciudades  y  pueblos 
que,  se  supone,  deben  también  ser  de  época  preiiícáica,  como 
Ñustac-Hesppanan,  donde  se  encontraba  el  santuario  llama- 
do Yurah-Rumi,  lugar  sagrado  en  qae  se  hacían  los  sacri- 
ficios; Pucjura^  donde  existen  los  restos  de  una  fundición  de 
metales  en  grande  escala;  Uncapampa,  donde  subsisten  las 
ruinas  de  una  gran  muralla,  de  una  sola  casa,  que  mide  1,665 
pies  de  largo  por  33  de  ancho;  Rosaspata,  con  ruinas  de  un 
soberbio  palacio  de  24:5  pies  de  largo  y  43  de  ancho,  con 
quince  puertas  en  su  frente  y  otres  quince  en  su  espalda,  to- 
do de  granito  blanco;  Chuquepalpa,  que  cstenta  aún  las  rui- 
nas de  una  casa  del  Sol,  que  en  su  tiempo  ha  debido  ser  de 
suma  magaifícencia;  siendo  también  notables  las  ruinas  de 
Rumicolca,  Piquillacta,  Cboquepujio,  Piteos,  Paltay tambo, 
Llactapata  y  otras. 

Todas  estas  ruinas,  abandonadas,  manifiestan,  tácita* 
mente,  ser  huellas  de  una  civilización  remotísima,  que  indu- 
dablemente perteneció  á  una  raza  anterior  en  mucho  á  la 
de  los  Incas;  ruinas  que  deben  excitar  el  celo  patriótico  de  las 
autoridades  para  inducirlas  á  tomar  todas  las  medidas  que 
sean  conducentes  á  su  conservación,  y  que  sugieren  la  nece- 
sidad de  una  comitión  científica  de  peruanos  para  estudiar- 
las detenidamente,  ya  que  la  casualidad  las  ha  deparado  al 
Perú  modernct  Desgraciadamente  para  el  Perú|  laa  autori* 


DE  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERÚ        339 

dades  may  poco  se  han  preocnpado  de  la  conservación  de 
sns  reliqnias  antiqnf  simas,  porque  la  malhadada  política  ab- 
sorbió siempre  la  atención. 

Ya  que  tocamos  este  punto,  debemos  decir  algo  sobre 
las  ruinai  de  Choqquequirau,  también  ciudad  prehistórica. 
Aunque  descubierta  ésta  hace  ya  como  cuarenticinco  año», 
las  autoridades  de  los  últimoi  tiempos  no  han  dado  paso 
alguno,  tendiente  á  su  conservación  ñi  al  estudio  de  los  mu- 
cho8  monumentos  de  inestimable  valor  arqueológico  que 
encierra. 

Choqquequirau  (que  significa  cuna  de  oro),  es  una  ciudad 
mis  extensa  que  la  del  Cueco,  situada  á  poca  distancia  de 
la  boca  déla  gran  peniniuU  formada  por  los  ríos  Apurimee, 
Ene  y  Tambo,  y  es  limitada,  por  un  lado,  con  la  cadena  de 
la  Cordillera  de  los  Andes,  y  por  otro,  por  el  caudaloso  río 
Apurlmac:  es  construida  toda  de  piedra  labrada,  con  sun- 
tuosos palacios  que  tienen  salones  de  más  de  cuarenta  me- 
tros de  largo  por  die«  ó  doce  de  ancho;  además,  posee  her- 
mosas construcciones,  baños  admirables  y  templos  magní- 
ficcs.  Se  cree  que  esa  ciudad  era  una  morada  de  recreo  de  ¡os 
lacas,  y  fué,  según  se  asevera,  el  último  baluarte  de  los  po- 
cos miembros  de  la  familia  imperial,  que  escaparon  á  la  per- 
secución de  los  Españoles,  después  de  la  sublevación  de  Man- 
co  II,  y  que  allí  enterraron  la  cuna  de  oro  en  que  se  meció 
Huaynahuantinsuyo  (1). 


(1)  Desde  el  siglo  xv  ha  permanecido  esa  ciudad  completamente  ocul- 
ta, por  hallarse  cubierta  de  bosques;  en  ella  no  ha  posado  la  planta  del 
conquistador,  y,  por  consiguiente,  n  »  fué  objeto  de  profanación,  destruc- 
ción y  especulación  de  la  codicia  de  los  aventureros  del  tiempo  de  la  con- 
quista, ni  aún  de  los  especuladores  de  la  larga  época  del  coloniaje.  Empero, 
la  existencia  de  Choqquequirau  fué  conocida  desde  algún  tiempo  á  la  fecha, 
pues  es  notorio  que  por  los  años  1870  á  1874,  el  señor  José  Benigno  Sama- 
nez,  al  frente  de  un»  expedición,  se  propuso  llegar  á  ese  sitio;  pero  su  propo- 
sito],le  salió  frustrado,  porque  entonces  no  pudo  abordar  áél  por  las  dificul- 
tades de  los  cuminOB  inaccesibles.  Poiteriormente,  el  doctor  don  Jnlio  Gé- 


340  ORIGEN  Y  CIVILIZACIONES 


IX 


Escritura  pictórica  é  ideográfica  de  los  autig^uos 

peruanos 

De  todo  lo  dicho  hasta  aquí  se  desprende  que,  efectiva- 
mente, en  el  Perú  hubo  pueblos  civilizados  antes  de  los  In- 
cas, como  lo  manifiestan  también  los  geroglífícos  grabados 
qtjé  se  ven  en  diferentes  lugares  de  este  territorio,  principal- 
mente en  las  ruinas  preincaicas. 

En  el  sitio  llamado  Corralones,  á  ocho  legaas  de  Arequi- 
pa, se  encuentran  grabados  hechos  á  cincel,  sobre  unas  ma- 


sar dePiérolá,  prefecto  de  Apurímac  en  los  años  1897-9*8,  concibió  también 
la  idea  de  llegar  á  esas  tierras,  y,  al  efecto,  hizo  abrir  un  camino  y  construir 
una  ¿iroya  sobre  el  Apurímac  (especie  de  puente  de  un  solo  alambre  con  una 
canasta  que  puede  contener  tres  personas) ,  la  que  facilitaba  el  tráfico;  pero 
los  acontecimientos  revolucionarios  de  esa  época  y  su  separación  de  la  pre- 
fectura, ahogó  la  empresa  cuando  faltaba  poco  para  tocar  á  su  término. 
Últimamente,  el  señor  Jorge  Alejandro  Bailón,  formando  al  efecto  una  so- 
ciedad exploradora,  fué  quien  obtuvo  el  éxito  deseado,  pues  vencidas  las 
Innumerables  dificultades  que  se  presentaron,  se  pudo  descubrir  esta  miste- 
riosa ciudad, y  se  lOgró  pisarla,  quedando  deslumbrádós  todos  ante  la  mag- 
neficencia  de  las  construcciones,  como,  asimismo,  por  el  elegantísimo  mo- 
biliario que  decoraba  sus  habitaciones,  y  con  el  cual  formaban  contraste 
los  cadáveres  hallados  en  las  actitudes  que  se  encuentran  generalmenre  los 
de  la  época  incaica.  El  descubrimiento  de  esta  ciudad  antiquísima  ha  des- 
pertado el  más  vivo  interés  entre  los  hombres  científicos,  por  los  datos  his- 
tóricos que  puede  suministrar  y  por  los  estudios  arqueológicos  que  en  ella 
sea  dable  efectuar. 

Felizmente,  el  estudio  de  las  antigüedades  peruanas  van  adquiriendo  ca- 
da día  mayor  importancia.  Üas  muchas  ruinas  diseminadas  en  los  territo- 
rios del  Perú  y  de  BoHvia,  son  considerados  comó  verdaderos  tesoros  de  rí. 
queza  artística,  y  quizá,  más  tarde,  eso»  do»  territorios  reservan  á  lo»  ex- 
ploradores aún  mayores  sorpresas  Arqueológicas,  que  1»*  que  se  han  dei- 
cubI«(to  hastai  el  di». 


DE  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERt5  341 

saa  de  granito,  representando  figuras  de  hombres  y  de  lla- 
mas, círculos,  paralelógramos,  cifras  semejantes  á  las  letras 
R  y  O,  y  aún  restos  de  tm  sistema  planetario. 

En  los  espesos  bosques  que  ciñen  las  márgenes  del  Mara- 
ñan y  del  Haallaga,  se  ven  todaría  antiguos  geroglíficos 
tratados  en  durísimas  rocas. 

En  Huamanga,  en  Haaráz,  y  junto  al  pueblo  de  Huái- 
tara,  existen  ruinas  de  fortalezas  en  cuyas  paredes  estaban 
esculpidas  muches  figuras  de  hombrfs,  animales,  flores  y 
otros  dibujos,  obra  ó  todo,  de  una  rasa  destruida  en  otra 
época. 

Eft  fin,  en  Yonán,  en  Chavín  de  Huantar,  eñ  Huari,  en 
Calango,  en  Huarochirí,  en  Locumba,  en  Tarapacá,  en  Pai- 
pai, en  la  Quebrada  Honda,  en  Callancas,  en  la  Caldera,  en 
Chucuito,  en  la  isla  de  Coatí  del  lago  Titicaca,  y  otros  sitios 
mái  del  Perú,  subsisten  aun  fragmentos  de  ruinas  en  que  se 
hallan  dibujado»  algunos  signos  pictográficos,  mudos  pero 
elocuentes  t^  stiraonirs  de  qae  en  épocas  lejanas  existieron  en 
aquellos  lugares  pueblos  dotados  rte  una  civiHzación  no  po- 
co adelantada 

Aunque  el  tiempo  ha  ido  borrando  la  mayor  parte  de 
esos  geroglíficos,  no  se  les  puede  despojar  del  valor  que  tie- 
nen como  signos  de  una  cultura  antiquísima  muy  anterior  á 
la  de  los  Incas.  Todas  estas  manifestaciones  de  signos  ideo- 
gráficos se  deben  considerar  como  un  sistema  de  escritura 
pictográfica,  pues  esos  mismos  signos  eran  la  representación 
de  ideas  tendientes  á  ser  trasmitidas  y  recordar  el  pensa- 
miento de  sucesos  realizados.  Estos  signos  pictográficos 
que  revelan  los  principios  de  una  escritura  ideográfica,  ex- 
presan una  sucesión  de  ideas,  y  los  indios  dibujaban  esos 
signos  en  las  rocas,  en  las  paredes  de  los  monumentos,  en 
las  cortezas  de  árboles,  en  las  pieles,  armas,  conchas,  cánta- 
ros y  otras  vasijas  de  alfarería,  en  telas  y  demás  objetos, 
para  recordar  y  perpetuar  hechos  trascurridos,  en  esa 
época. 


342  ORIGEN  Y  CIVILIZACIONES 

Al  advenimiento  de  loi  Amantas  se  perdió  la  eicritara 
pictórica  é  ideográfica,  conocida  hasta  fines  de  la  época  de 
los  Pirhnas,  y  fné  sustituida  por  los  quipus,  cuyo  nao  perdu- 
ró  durante  todo  el  período  del  Imperio  Incaico. 

Las  antiguas  naciones  y  tribus  de  indígenas  Peruanos 
fueron  decayendo,  con  el  trascurso  del  tiempo,  hasta  llegar 
á  ser  conquistados  por  la  raza  Quechua.  De  las  primeras, 
eñ  la  época  de  su  apogeo,  hállase  aún  algunas  ruinas  que 
testifican  su  pasado  de  grandeva:  de  las  últimas,  solo  quedan 
las  huellas  del  recuerdo  confuso  de  su  insignificante  domi- 
nación: y  las  que  aún  subsisten  al  través  de  tantos  siglos,  en 
el  seno  de  la  Montaña  del  Perú  y  en  el  confin  austral  del 
Continente  americano,  no  ofrecen  interés  alguno,  ni  se  mani- 
fiestan por  su  cultura  progresiva. 


Rutas  diversas  por  las  que  han  podido  venir 
las  inmigraciones  al  Perú 

Resumiendo  las  opiniones  de  los  varios  autores  que 
hemos  citado  en  el  curso  de  este  trabajo  sobre  el  Perú,  cabe, 
en  lo  posible,  que  parte  de  los  primeros  habitadores  del  Perú 
(prescindiendo  de  los  autóctonos  de  la  época  antediluviana) 
fueran  originarios  de  los  Caldeos,  como  lo  pretenden  el  Dr. 
Hyde-Clarke,  el  Dr.  Pablo  Patrón  y  otros;  que  otra  parte  se 
derive  de  los  Chinos  y  Tártaros,  como  lo  testifican  Yater, 
Humboldt  y  Mac  Carthy;  y,  por  último,  que  algunos  des- 
ciendan de  los  Fenicics,  Suecos,  Noruegos,  Gaulos  é  Iberos, 
como  lo  sostienen  otros  escritores.  Pero  lo  evidente  es,  que 
todas  estas  opiniones  son  más  ó  menos  fundadas,  por  el  ori- 
gen de  la  población  peruana,  como  el  de  toda  la  América,  y 
no  se  halla  aún  perfectamente  dilucidado,  siendo  pocas  las 
pruebas  que  hoy  existen  en  confirmación  de  estas  mismas 
opiniones,  qtte  sólo  revisten  carácter  problemático. 


DE  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERÚ      543 

Pero  sea  lo  que  fuere,  es  un  hecho  evidente  que  no  tiene 
lugar  á  duda,  que  las  diversas  inmigraciones  llegaron  á  este 
suelo  por  diversas  rutas  y  en  diferentes  períodos.  Algunas 
debieron  venir  por  tierra,  después  de  haber  desembarcado  en 
ciertas  regiones  de  América  más  en  contacto  con  otros  Con- 
tinentes, como  lo  hacen  creer  las  analogías  de  varias  voces 
de  las  tribus  de  la  Montaña  con  las  del  Brasil;  de  las  de  los 
antiguos  habitantes  de  los  valles  del  Norte  con  las  del  Cha- 
co y  la  América  Central;  de  las  de  los  indios  de  la  Sierra  con 
las  délas  mesetas  del  Ecuador  y  de  Nueva  Granada.  Algunas 
de  las  otras  inmigraciones  pudieron  venir  por  mar,  lo  cual 
se  infiere  por  la  semejansa  que  se  nota  entre  varios  isleños 
de  la  Polinesia  y  los  indios  de  Tumbes,  lea,  Arica  y  otros 
pueblos  costeños. 

Sebastián  Lorente,  en  su  importante  estudio  sobre  la 
Civilización  de  los  primitivos  Peruanos,  asienta  las  siguien-* 
tes  conclusiones:  cBl  Perú  no  fué  poblado  de  una  sola  ve«  y 
por  una  sola  nación:  en  diversos  tiempos  recibió  pobladores 
de  los  Antiguos  G  Dutinentes,  sea  por  la  parte  oriental,  sea 
del  lado  del  Pacífico:  el  mayor  número  decolonieadoreshubo 
de  venir  por  tierra;  los  que  llegaron  por  mar,  ó  habían  esta- 
do antes  en  otra  región  de  América,  6  procedieron  de  la  Po- 
linesia; pocos  llegaron  directamente  del  Asía  » 

Históricamente  hablando,  es  un  hecho  incontestable  y 
que  no  admite  duda  afgana,  que  el  Perú  ha  sido  visitado  y 
habitado,  como  el  resto  de  América,  desde  tiempos  remo- 
tísimos: esos  primeros  habitantes  post-diluvianos  pertene- 
cían á  ratas  muy  adelantadas  y  poderosas,  indudablemen- 
te superiores  á  la  de  los  locas,  porque  los  magestuosos  res- 
tos de  monumentos  arquitectónicos  que  aún  subsisten,  an- 
teriores al  siglo  XI,  ó  sea,  á  la  fundación  del  Imperio  In- 
caico, testifican  el  grado  de  cultura  en  que  se  encontraban 
esas  rasas.  En  efecto,  repetímoslo,  á  inmediaciones  del  lago 
Titicaca,  y  en  algunos  valles  del  Norte,  se  encuentran  vestí 
gioi  de  construcciones  ciclópeas  erigidas  por  lai  grandes  n%* 


344  ORIGEN  Y   CIYIUZACÍONÉS 

cionei  preincaicas,  conitrucciones  que  causan  la  admiración 
de  nuestros  contemporáneos,  quienes  no  atinan  á  determi- 
nar los  medios  que  estos  constructores  emplearon  para  tras- 
portar deide  lejanas  canteras  esos  inmesos  trozos  de  pórfi- 
do, ni  los  instrumentos  que  usaron  para  tallarlos  y  pulimen- 
tarlos, coligiéndose  que  debían  tener  á  su  dispcsiciób  recur- 
sos de  grandes  fuerzas  mecánicas  (1). 


XI 


Clasificación  etnográfica  de  las  razas  peruanas 

Quédanos  por  exponer  algunas  cortas  consideraciones. 

Por  los  estudios  que  varios  frenólogos  (entre  ellos  Mer- 
cator,  y  después  de  éJ,  Tschudi)  han  hecho  de  los  rasgos  tí 
picos  y  craneológicos  de  los  antiguos  habitantes  preincaicos 
del  Perú,  éstos,  según  Juan  Diego  de  Tschudi,  se  dividirían 
en  tres  razas:  1^  La  de  los  Aymarás,  ocupantes  de  las  dila- 
tadas alturas  perú-bolivianas,  tenían  el  cráneo  ovalado, 
afectando  la  forma  de  una  bóveda  bastante  regalar  y  algo 
alargada,  la  cara  grande,  las  órbitas  cuadranglares  y  la 
quijada  superior  sesgada.  2^  La  de  los  Chinchas,  que  ocu- 
paban el  litoral  dcs-ie  el  valle  de  su  nombre  hasta  el  desierto 
de  Atacama  y  desde  el  Océano  hasta  las  Cordilleras,  tenían 
el  cráneo  de  forma  piramidal  truncada,  con  la  base  vuelta 
hacia  arriba,  la  cara  pequeña,  las  órbitas  trañsversalmente 
ovaladas,  y  la  q^uijada  superior  casi  perpendicular.  3^  La  de 
los  Ruancas,  ocupantes  de  la  extensión  comprendida  entre 
las  Cordilleras,  desde  el  grado  9  al  14  de  latitud  austral, 


(1)  EstÉis  construcciones  ciclópeas  ran  destruyéndose  poco  á  poco,  por 
la  incuria  de  las  autoridades,  quienes  no  tienen  én  cuenta  que  aquellos  mo- 
numentos son  patrimonio  de  la  Historia  peruana,  y  que  la  civilización  uni- 
Versalt  por  su  sglidaridad  en  el  arte  y  cu  la  ciencia,  iat  reclama. 


1>¿  tos  ikdígbnas  dei.  PitRÓ  346 

teníAn  el  cráneo  cuadrado,  alargado  de  abajo  j  adelante, 
hada  atrás  j  arriba,  la  cara  muy  pronunciada,  pero  más 
corta  que  la  de  los  Aymarás,  j  lai  órbitas  algo  OYala- 
das  (1). 


(1)  Los  etnógrafos  opinau  que  las  rasas  americanas  esparcidas  en  todo 
ti  Nuevo  Continente  pueden  dividirse  en  secciones  diferentes.  . 

Así,  la  parte  oriental  de  este  Continente  filé  poblada  por  una  raza  que* 
según  Bory  de  Saint- Yincent,  probablemente  salió  de  las  vertientes  de  los 
montes  Allegany  y  de  los  Apaches  de  la  hoya  del  río  San  Lorenzo:  las  emi" 
graciones  de  estos  pueblos  pasarían  alas  Floridas,  y  de  allí  al  mediodía*  ocu< 
pando  las  regiones  de  México,  Antillas,  Tierra-Firme,  Guayanas,  y  si  terri- 
torio de  Cumana:  esta  raza  es  originaría  de  los  Pieles-Rojas,  que  se  han  cx^ 
tinguido  por  el  poder  absorbente  de  los  Yaukees.  Los  indígenas  de  Yuca* 
tan  y  de  Honduras,  los  Caribes  y  los  Galibis  tienen  analogías  marcadas  con 
esta  raza  oríental,  pues  como  ella,  son  de  cuerpo  bien  formado,  y  ágiles;  su 
cabeza  prolongada  es  bien  conformada;  su  cara  es  ovalada  {dolicocéfalk)t 
que  son  los  cráneos  cuyo  diámetro  antero-posteríor  es  notablemente  mayor 
que  el  transversal;  la  frente  deprimida;  los  cabellos  negros,  gruesos  y  lu- 
cientes; y  el  color  de  la  piel^cobrizo. 

La  raza  meridional  de  una  parte  sud  del  Continente  AmericanOi  como 
la  hoya  superíor  del  Orinoco,  la  hoya  del  Amazonal,  el  Brasil,  el  Paraguay 
y  la  Araucaniai  tienen,  según  Augusto  de  Saint-Hilaire,  caracterei  que  re~ 
cuerdaa  la  raza  china:  la  cabeza  redonda  {brM^aiocéfalá) »  que  son  los 
cráneos  cuyo  diámetro  antero-posteríór  diñere  muy  poco  del  transvcrsali 
muy  voluminosa,  hundida  en  las  espaldas  por  sef  el  cuello  corto,  y  pesada 
y  aplanada  por  el  vértice;  la  frente  ancha,  muy  deprimida;  los  pómulos  sa« 
lien  tes;  los  ojos  pequeños;  la  naríz  achatada;  los  labios  gruesos;  la  boca 
grande;  los  cabellos  negros,  lisos  y  rígidos;  y  la  piel  de  color  de  cuero  curti* 
do.  Los  indígenas  de  las  costas  occidentales  eran  diferentes  á  los  del  resto 
del  Continente,  no  solaments  por  sus  caracteres  orgánicos,  sino  también 
por  sus  costumbres,  y  su  avanzada  civilización,  como  lo  comprueban  la* 
nationes  de  México,  del  Perú  y  de  los  Chibchas,  que  eran  pueblos  muy  ad<» 
lantados. 

Por  consiguiente,  según  las  observaciones_craneoscópicas  de  los  etnó* 
grafos  citadoü,  éstos  demuestran  que  el  tipo  originario  y  común  de  la  Amé* 
rica  del  Norte  fué  el  dolicocéfalot  y  en  la  Améríca  del  Sud  el  braquiocéfaloé 
Aunque  esos  caracteres  craneoscopicoi  no  tienen  valor  absoluto  en  lat  cía* 

é4 


SM  ORIG»K  V   ClVlLIZACÍONES 

Empero,  esta  clasificación  etnográfica  de  las  treí  rsfai 
peruanas,  hfcha  por  los  frenólogos  citados,  ha  sido  rebatida 
por  el  Dr.  Rodrigue*  Dulanto,  quien  en  su  tesis  publicada 
en  los  Anales  de  la  Universidad  Mayor  de  San  Marcos  de 
Lima,  tom.  XXV,  págs.  404  y  405,  declara  «que  si  la  sepa- 
ración de  eBtas  tres  razas  piensa  fundarse  sobre  caracteres 
craneológicos,  su  existencia  es  de  todo  punto  problemática;» 
alegando  en  seguida,  tque  pueden  ser  efecto  de  una  defor- 
tnación  artificial,»  trayendo  á  colación  el  hecho  de  que  ilos 
Chiachas  csaron  la  deformación  occipital  mediante  una 
contrapresión  frontal  casi  insensible;  que  los  Aymarás  usu- 
ronesa.misma  deformación  mediante  la  presión sub-occipital; 
que  los  Haancas  usaron  la  deformación  macrocéfala,  ó  sea, 
la  presión  dirigida  de  adelante  á  atrás.»  Concluye  el  Dr.  Du- 
lanto manifestando  «quela^  deformaciones  artificiales  ex- 
plican perfectamente  los  caracteres  at^ribuí dos  á  esas  preten- 
didas tres  razas  peruanas  » 

XII 
Otras  consideraciones 

Cuanto  á  los  idiomas  y  dialectos  de  los  Peruanos  prein- 
caicos, éstos  eran  numerosos,  pues  en  cada  provincia  y  en 
cada  pueblo  eran  distintos,  y  los  de  unas  provincias  ó  pne- 


sificacioiies  de  las  razas,  son  de  una  grande  importancia  en  el  estudio  de  és* 
tas,  unidos  á  los  demás  elementos  étnicos  que  las  caracterizan. 

El  doctor  Retzius  hace  de  los  cráneos  humanos  la  siguiente  divisióní 

(    Puros índice  menor  que  75  por  100, 

Dilococéfáhs      I   Subdolicocéfalos.  eotre  75  y  77-5  por  100. 

Mesaticéíalos entre  77  y  77-9         por  100. 

"                              I   Subdolicocéfalos,  entre  80  y  84-9  por  100. 

'  JBraqniocéfalos    \    Puros entre  85  y  más         por  100. 


DE  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERÚ  ^17 

blos  qae  se  comprendían  entre  sí  eran  amigos,  y  los  que  no 
se  entendían  eran  enemigos,  y  sostenían  continnas  guerras 
unos  con  otros,  según  lo  refiere  Garcilaso  en  la  pág.  16  de 
sus  Comentarios  Reales.  Posteriormente,  para  evitar  esa 
confusión  de  lenguas  y  dialectos,  es  que  los  lacas  trataron 
de  generalizar  el  idioma  Qaechua. 

La  religión  que  profesaban  esos  Peruanos  preincáincbs 
se  reducía  á  prácticas  supersticiosas  (1),  pues  en  cada  pro- 
vincia, pueblo,  barrio  y  aún  encada  casa,  adoraban  konopai 
ó  ídolos  del  lugar,  diferentes  unos  de  otros,  pareciéndoles 
que  el  ídolo  ageno  no  podía  favorecerles,  sino  el  suyo  pro- 
pio, según  lo  dice  el  mismo  Garcilaso'en  el  libro  I,  cap.  IX, 
pág.  12  de  su  obra  citad^.  Con  posterioridad,  para  comba- 
tir  y  desterrar  el  politeitmo  y  unificar  las  diversas  creencia», 
los  Incas  establecieron,  entre*  sus  subditos,  el  culto  general 
del  Sol,  denominado  Inti,  construyendo,  al  efecto,  en  los  va- 
lles principales  de  sus  dominios,  templos  suntuosos  dedica- 
dos al  culto  de  ese  astro,  que  se  adoraba  como  divinidad 
tutelar  del  Imperio.  Asi  es,  si  en  las  edadei  preincaicas  prQ« 


(1)  La  religión  de  los  indios  peruanos  preincaicos  consistía  en  recono- 
cer una  triada  6  trinidad  de  dioses,  que  eran: 

Con  ó  Kon. — En  los  tiempos  primitivos  del  Perú  creían  los  indígenas  en 
un  dios,  al  que  dieron  el  nombre  de  Con  ó  Kon,  que  era  la  personificación 
del  Trueno,  del  Temblor,  de  las  Tempestades,  pues  se  manifiesta  por  los  sa- 
cudimientos de  la  costra  terrestre,  á  la  vez  que  por  las  erupciones  volcáni. 
cas:  por  consiguiente  era,  para  esos  indígenas,  un  dios  malo,  que  tan  solo 
veneraban  para  aplacar  su  ira. 

Pachaccamak. — Los  indios  de  la  costa  rendían  culto  á  Pachaccamak, 
que  en  la  mitología  peruana  fué  considerado  como  un  dios  misterioso  que 
animaba  y  fecundizaba  la  tierra:  el  templo  de  este  dios,  que  era  considera- 
do como  un  Oféculo,  estaba  situado  en  el  valle  de  Luríri,  cerca  de  Lima,  jel 
culto  que  se  le  rendía  era  algo  cruento»  pues  se  le  hacía'  sacrificios  humanos. 

HairakochA. — Para  los  indios,  era  el  dios  del  Agua,  y  autor  de  todo  lo 
creado,  como  el  SóI,  la  Luna,  la«  Estrellas,  el  Orbe  todo,  los  Hombres  y  de 
más  sércft  mi^ológ^icos  indianos, 


3^  ORIGBN  T  cnrít!2icroNB8 

fesaban  los  Pernanoi  el  politeísmo,  bajo  el  Imperio  predo- 
mioó  el  panteifmo. 

En  conclüiiÓD,  es  reconocido  qae  las  fiadonei  de  loe 
Qaechai  y  Aymarái  faeron  las  mái  adelantadas  de  la  Amé- 
rica del  Stid,  las  qne  descollaron  como  las  primeras  por  sn 
cultura.  La  nación  de  los  Nahuas  de  México,  y  las  de  los 
Mayas  7  Quichés  de  Centro  América,  figuran  en  segunda  lí- 
nea. La  nación  de  los  Muyscas  ó  Ghibchas,  de  Colombia, 
también  algo  cÍTÍlisada,  es  reputada  como  la  tercera  en  cul- 
tura. Cuanto  á  los  Caribes,  Guaranis,  Araucanos,  Patago* 
nes,  Fueguinos,  como  asimismo  las  numerosas  tribus  de  la 
Montaña  peruana,  del  Gran  Chaco  Argentino- Paraguayo- 
BolÍTÍano,  y  alguas  otras,  son  daciones  ó  tribus  que  per- 
manecieron y  permanecen  aún  en  la  barbarie,  eñ  estado  más 
6  menos  salraje,  y,  algunas  de  ellas,  refractarias  á  los  ade- 
lantos de  la  moderna  dvilisación,  completamente. 

XIII 

Nuestra  opinión  aobre  al  orig^en  da  loa  Indica 
del  Perú 

Para  terminar  este  bosquejo  sobre  el  origen  de  los  Indios 
del  Perií,  nos  permitimos  emitir  también  nuestra  humilde 
opinión  á  este  respecto,  condensándola  en  pocos  renglones. 

Los  primitivos  habitantes  antediluvianos  dtl  ta- 
rritorio  conocido  boj  por  al  Parúi  fueron,  cómo  los  de- 
más del  Continente  americano,  autóctonos,  ó  sea,  ori- 
ginarioi  de  este  mismo  territorio,  ratificando  nuestro 
parecer  en  eite  sentido,  los  juicios  que  al  final  de  la 
primera  parte,  hemoi  ya  expresado. 

Por  los  estudios  llevados  á  cabo  en  estos  últimos 
liempeí  por  labioi  etnógrafosi  arf  ueólt g^  y  palean- 


DB  XX)S  INDtefiNAS  DBL  PBR^  34^ 

»         '        ■ — ■ -* 

téIogoi«  10  ha  llegado  á  importaniei  dticubrimiontoi 
•D  lai  cienciai  etnogeniticaí,  de  cuyog  deicubrimientoi 
deducimoi,  que  lai  dÍTeriai  invaiionei  que  arribaron 
á  lai  coitai  del  Perú,  en  lai  primerai  épocaí  post* 
diluvianai,  fueron  de  colonias  procedentes  de  los  si- 
guientes puntos: 

1/  De  la  Nueva  Zelandia,  isla  del  archipiélago  de 
la  Polinesia;  cuya  irrupción  de  gran  número  de  emi- 
grantes llegó;  según  parece,  por  el  camino  del  Océano 
Pacifico  del  Sud,  deteniéndose  algún  tiempo  en  la  Isla 
de  Pascuas.  Después,  desde  esta  isla,  invadieron^  pre- 
sumimos, la  América  Meridional,  desembarcando  en 
Manta,  Punta  de  Santa  Elena  y  Puerto  Viejo^  inter- 
nándose, parte  de  ellos,  al  interior,  trayendo  á  estos 
puntos,  sus  costumbres,  usos  y  cultura.  Aún  creemos 
fue  esos  inmigrantes  fueron  hombres  considerados  co- 
mo gigantes  por  su  elevada  estatura,  y,  quizá,  los  cons- 
tructores de  los  monumentos  ciclópeos  é  ídolos  de  pie- 
dra que  se  bailan  diseminados  entre  las  ruinas  de  Tia- 
buanaco,  ciudad  que  llegó  á  ser  el  más  antiguo  foco  de 
la  civilización  peruana,  y  ruinas  que  tanta  semejanza 
tienen  con  las  estatuas  monolíticas  que  se  hallan  en 
la  Isla  de  Pascuas.  Además,  la  evolución  religiosa  de 
los  Quicho-Aymarás  es  una  prueba  evidente  de  la  es- 
trecha relación  que  existía  entre  los  antiguos  Peruanos 
y  los  naturales  de  la  Nueva  Zelandia. 

2/  De  la  comarca  asiática  de  los  Antis,  pueblo 
guerrero  y  valeroso  cuyo  origen  es  dtsconocido  por  su 
atrasada  existencia  en  época  proto-histórícaí  el  que, 
se  dice,  einigró  en  masa  de  su  paíS|  antes  del  Diluvio 


350  ORIGEN  Y  ClYILIZAeíONES 

Universali  estableciéndole  en  Iob  valles  orientales  de 
los  Andes,  en  la  sección  que  es  hoy  Bolivia  y  Ecuador. 

3."  De  Egipto»  en  el  África  Septentrional,  cuyas 
invasiones  á  América  se  realizaron,  quizá,  mediante  el 
camino  de  la  Atlántida,  estableciéndose  algunas  de 
ellas  en  el  territorio  del  Perú,  donde  también  cimen- 
taron sus  costubres,  ritos  y  aún  su  idioma,  existiendo 
pronunciadas  semejanzas  entre  los  Quicho-Aymarás 
del  Noite  del  Perú  y  los  Egipcios  del  Nilo,  pues  se  ha 
descubierto  no  solamente  datoi  ñlológicos  semejantes 
entre  ambos  pueblos  en  sus  tres  formas  (geroglifica, 
bierát'ca  y  demótica).  sino  también  artefactos  de  ce 
rámica  y  tejidos  de  dibujos  simbólicos,  y,  sobre  todo^ 
monumentos  arqueológicos  que  denotan  curiosas  ana- 
logías entre  estos  dos  pueblos. 

4/  De  la  Caldea,  en  el  Asia  Menor,  cuyos  inmi- 
grantes llegarían  á  América  quizá  por  la  ruta  del  Es- 
trecho de  Annian,  pasando  por  México,  Centro  Amé- 
rica ó  Istmo  de  Panamá,  hasta  llegar  al  territorio  del 
Perú,  donde,  se  cruzaron  con  la  raza  del  país:  por  con- 
siguiente, son  considerados  como  uno  de  los  progeni 
tores  de  los  Quicho-Aymarás.  Al  llegar  al  territorio 
peruano,  los  Caldeos  desenvolvieron  en  él  su  lengua, 
la  que  se  fué  infiltrando  y  arraigando  en  «te  suelo,  y 
cuya  adaptación  explica  que  la  lengua  Súmera  y  ia 
Quicho-Aymará  guardan  tantas  analogías  entre  sí.  A 
la  vez.  los  Caldeos  legaron  lu  adelantada  cultura,  la 
«ual,  al  extenderse,  se  fué  también  asimilando  algo  en- 
tre los  antiguos  PeruanoSi  sin  haberse,  sin  embargo, 
estáeienado  ni  fijado  entre  los  naturales  del  país. 


Í)E  LOS  INDÍGENAS  DEL  PERÚ  351 

5/  De  la  China,  vasto  imperio  al  Sudeste  de  Asia, 
que  á  cODsecuencia  de  la  prolongada  lucha  de  los  Brah- 
manes  j  Budhistas,  que  terminó  con  la  emigración  de 
los  Chamanes,  se  pueds  presumir  que  éstos  pudieron 
venir  con  facilidad  á  las  costas  del  Perú  por  las  gran- 
des continuadas  islas  que  entonces  existían  eslabana- 
das  en  el  Océano  Pacíñco.  Es  de  suponer  que  la  civi< 
lización  del  Perú  viene,  en  parte,  de  la  China,  por  las 
muchas  semejanzas  de  costumbres  que  existen  entre 
estos  dos  pueblos,  y  aún  por  las  simiiitudes  filológicas 
que  permiten  que  algunos  habitantes  del  Perú  puedan 
entenderse  con  ios  Chinos, 

A  más  de  las  invasiones  de  los  Zelandeses,  Antis, 
Egipcios;  Caldeos  y  Chinos,  es  probable  que  hayan  ha- 
bido otras  de  distintas  partes  del  Antiguo  Mundo,  sia 
que  podamos  determinarlas  con  exactitud^  aunque  al- 
gunos autores  citan  las  de  los  Fenicios,  Cartagineses, 
Hebreos,  Armenios,  y  aún  Suecos,  Noruegos  é  Iberos. 
Pero  es  un  hecho  incontestable,  y  hay  pruebas  sufi- 
cientes para  afirmarlo,  que  existieron  en  el  Perú,  an- 
tes del  periodo  Incaico,  varias  razas  de  relativa  ade- 
lantada civilización,  las  que  establecieron  sus  propios 
gobiernos;  dinastías  antiguas  y  poderosas,  que  sucesi- 
vamente fueron  desapareciendo  con  el  trascurso  de 
una  larga  serie  de  siglos.  Quedan,  hasta  la  fecha,  al- 
gunos recutrdos  de  esas  razas  y  de  esos  centros  de  ci- 
vilización, que  testifican  su  pasado  de  grandeza,  tan- 
to en  las  ruinas  de  soberbios  y  gigantescos  monumen- 
tos que  se  hallan  aún  diseminados  en  el  territorio  pe- 
ruano, cuanto  en  los  tantos  artefactos  de  alfarería,  te 


áSS  ORIGBN  t  ClTlLISACIOÑSá 

jidoiy  otroi  objetof  que  han  lido  deicubiertoi  en  loi 
túmuloi  funerarioi  de  los  primitivoi  colonoi  estable- 
cidoi  en  el  territerío  del  Perú. 

Tal  ei,  en  linieiii,  nuestra  humilde  opinión  tocan- 
te al  origen  de  los  primitivos  habitantes  del  Perú  y 
posteriores  inmigraciones  que  d  este  territorio  arri- 
baron. 


CONCLUSIÓN 


Reasumiendo  en  pocas  palabras  lo  relacionado  en 
el  curso  de  esta  obra,  diremos,  que  cuando  ei  Hombre 
primitivo  contemplaba  la  Naturaleza  á  la  luz  del  día. 
el  mundo  tenia  para  él  un  significado  muy  diverso  que 
el  que  tiene  hoy  para  el  Hombre  civilizado  de  nuestros 
días« 

Las  necesidades  obligaban  al  Hombre  de  los  pri- 
mitivos tiempos  á  luchar  con  las  fuerzas  que  le  rodea- 
ban, con  las  fuerzas  de  las  Garas  y  con  las  fuerzas  de 
la  Naturaleza;  obstáculos  que  solamente  con  el  largo 
trascurso  de  los  siglos  pudieron,  sino  ser  dominados 
del  todo»  modificados,  á  lo  menos,  en  gran  parte  por  el 
Hombre. 

Pero  la  marcha  progresiva  del  Género  Humano 
ha  sido  inconmensurablemente  lenta,  y  el  tiempo  que 
ha  empleado  para  ello  inconmensurablemente  largo, 
En  la  cruenta  lucha  por  la  existencia,  el  Hombre  fué 


t>ntOS  INDÍGENAS  DEL  PERÓ  053 

conquiítando  paulatinamente  su  dominio,  después  de 
una  continuada  sucesión  de  miles  de  siglos,  debido  á 
su  superior  inteligencia  y  á  su  suma  habilidad  para 
utilizar  7  subordinar  á  sus  neceiidadei  los  medios 
que  compensaron  sus  fuerzas  fí ticas  relativamente  dé' 
bilea. 

Hoj  día,  el  Hombre  es  dueño  de  toda  la  Tierra. 
Aunque  su  adelanto  intelectual  ha  llegado,  según  pa- 
rece, á  su  punto  culminante,  no  es  todavía  el  sumun 
de  lo  que  puede  alcanzar,  porque  lé  quedan  aún  con- 
quistas por  hacer  que  sobrepasarán  todo  lo  que  ha  ob- 
tenido hasta  ahora. 

En  una  palabra,  entre  el  Hombre  primitivo  y  el 
de  la  actual  generación,  hay  una  inconmensurable  dis- 
tancia. 


iU 


NOTAS  SUPLEMENTARIAS  355 


NOTAS  SUPLEMENTARIAS 


AI  r^ff  rirnos  á  la  riqueza  mineral  de  América^  de- 
be agregarse  al  pié  de  la  págioa  180  de  esta  obra,  los 
siguientes  datos : 

Bn  la  representación  que  hizo,  en  1731,  D.  Migael  de 
Zavala  al  re7  Felipe  V,  consta,  que  desde  el  año  1493,  que 
se  descubrió  el  Continente  de  América,  hasta  el  año  1708, 
se  exportó  á  España,  en  oro  y  plata,  más  de  cien  mil  noye- 
cientos  noventa  millones.  Pero,  como  desde  el  referido  año 
1708  hasta  el  final  de  la  época  colonial  á  principios  del  siglo 
XIX,  trascurrieron  aún  más  de  cien  años,  no  es  aventurado 
el  calcular  que  España,  durante  su  dominación  en  el  Nuevo 
Mundo,  sacó  de  este  Cotítinentc,  en  oro  y  plata,  la  fabu- 
losa cantidad  de  más  ó  menos  dos  mil  doscientos  quince  mi- 
llones de  pesos. 

En  1557,  según  lo  asevera  el  sabio  limeño  D.  José  Ense- 
bio Llano  Zapata,  en  la  página  25  de  los  Preliminares  de  su 
obtCL  Memorias  Histórico- Físicas  Apologéticas  de  la  América 
Meridional  (impresa  en  Cádiz,  en  1759),  se  halló  en  una  mi- 
na, un  arbolillo  de  casi  una  vara,  todo  él  de  plata  virgen,  y 
muy  parecido  al  ciprés  en  sus  ramas,  hojas  y  raices.  Esto 
hizo  decir  al  Padre  Pineda,  «que  sólo  en  el  Perú  se  crfa  la 
plata  en  árboles,»  lo  que  confirmó  también  Antonio  de  León 


356  NOTAS  SUPLEMENTARIAS 

Pinelo,  qtie  asentó:  «La  plata  en  minerales  ricos  es  nn  árbol, 
y  asimismo  el  oró.» 

En  Huantajaya,  mineral  cerca  de  Arica»  ae  sacó,  én  1741, 
nna  pepa  de  plata  pnra,  tan  grande,  que  peió  treintitres 
qtiintales  (nos  parece  demasiado  exagerado  este  gnariimo), 
■egún  lo  asevera  el  Dr.  D,  Ventura  Traversa  en  su  obra  titu- 
lada Bl  suelo  de  Arequipa  convertido  en  cielo. 

£n  el  siglo  xvii  se  halló  en  una  mina  de  oro  situada  á 
una  legua  de  la  ciudad  de  La  Pae,  en  el  Alto  Perú,  una  gran 
pepita  de  oro,  que  fué  comprada  por  el  virrey  Conde  de  Sal- 
vatierra, en  once  mil  doscientos  seseúta  y  nueve  pesos,  para 
remitirla  al  Gabinete  de  Historia  Natural  de  Madrid,  donde 
existe  aún. 

Tan  abundantes  son  las  miñas  en  sólo  el  Perú,  que  á 
fines  del  siglo  xvii,  se  encontraban  en  él  setecientas  setenta 
de  oro  y  plata  en  labor,  y  quinientas  setentiocho  propias 
á  ser  trabajadas,  sin  incluir  los  lavaderos  de  oro  y  las  minas 
de  asogue,  entre  las  cuales  se  h%cía  notar  la  de  Huancave- 
lica  por  BUS  inmeíisoB  productos. 


Al  pié  de  la  página  185,  corresponde  la  nota  que 
insertamos  en  seguida  : 

La  primera  vez  que  se  empedró  la  calle  de  Mercaderes, 
una  de  las  principales  de  la  capital  de  Lima,  coú  barras  de 
plata,  fué  en  la  solemne  fiesta  de  la  inauguración  de  la  Igle- 
sia de  Nuestra  Señora  de  los  Desamparados,  el  2  de  Febrero 
de  1671.  El  Padre  Buendía,  en  su  obra  Vida  del  Padre  Cas- 
tilla, dice,  en  el  capítulo  X,  lib.  III:  tTodo  el  sitio  que  el  cla- 
ro del  arco  dejó  para  tránsito  de  la  soberana  imagen,  se  em- 
pedró  con  más  de  mil  barras  de  plata,  que  por  su  magnitud 
j  ley  importaron  do9  millones  de  pesos.» 


NOTAS  SÜPLEMENTAlStlÁS  357 

Un  año  despuéi,  en  1672,  un  historiador  antiguo,  al  re- 
ferirse á  las  santuosísimas  fiestas  que  se  celebraron  en  Lima, 
con  ocasión  de  la  halagüeña  noticia  de  la  cañonisacióii  de 
Santa  Rosa,  nacida  y  ñorecida  en  este  privilegiado  suelo, 
dice:  «Esta  noticia  se  recibió  en  Lima  en  la  mañana  del  31 
de  Eaero  de  1672,  y  las  fiestas  que  se  prepararon  en  esta  ca- 
pital con  tan  fausto  acontecimiento,  no  se  han  visto  en  todo 
el  Orbe.  Basta  decir,  que  entonces  el  pavimento  de  la  calle 
de  Mercaderes  citaba  cubierto  de  barras  de  plata,  y  otras 
se  colgaron  de  costosas  alhajas,  calculándose  el  valor  de  to- 
da la  riqueza  que  en  este  día  botó  Lima  á  sus  calles,  en  mát 
de  diez  millones  de  pesos.» 

Y,  sin  embargo,  apesar  de  tantas  riquexas,  y  de  las  tan. 
tai  que  España  sacó  de  América,  pudiendo  haber  sido  y  ser 
la  potencia  más  rica  de  Europa,  es  hoy  una  de  las  más 
pobres  de  ese  Continente.  ¡Destino  inescrutable  de  las  na- 
ciones!  


En  la  página  276,  antepenúltima  linea,  en  que 
10  hace  referencia  á  los  animales  propios  del  Perú,  que 
no  Be  tiene  noticia  hubieran  sido  encerrados  en  la  Arca 
de  Noé,  corresponde  la  curiosa  nota  siguiente  : 

Salvo  que  se  haya  realiíado  el  cuento  que  refiere  el  Dic 
donarlo  Iníernal,  de  Mr.  Collin  de  Plaficy,  quien  en  el  tomó 
II,  página  195,  articulo  titulado  cMaravillas,»  dice  textual- 
mente:  cLéese  en  el  cLexicon  Talmúdico,»  que  como  la  Arca 
de  Noé  no  podía  contener  sino  un  cierto  número  de  anima- 
les, el  patriarca  ño  encerró  en  ella  sino  las  principales  espe- 
cies, de  las  cuales  todas  las  demás  se  han  originado.  Guando 
se  hubo  secado  la  Tierra  de  las  aguas  del  Diluvio,  estas  es- 
pecies se  multiplicaron  del  siguiente  modo:  salió  el  elefante) 
Noé  le  pegó  con  su  varilla  un  golpecito  en  la  trompa,  j  el 


358  NOTAS  SUPLEMENTARIAS 

animal  estornudó  y  parió  por  la  boca  un  cerdo;  echóse  éste 
á  correr  en  seguida,  y  á  revolcarse  en  el  lodo;  Noé  le  tocó  con 
sa  varilla  en  el  hocico,  y  estornudó  nn  ratón;  y  asi  sacesiva- 
meúte  los  demás.i  Los  pretendidos  Talmadistas,  en  la  colec- 
ción de  sus  tradiciones  rabinicas,  se  olvidaron  en  decir,  qne 
Noé,  mediante  su  mágica  varilla,  hiso  arrojar  de  la  boca  del 
león,  tigre,  leopardo  y  otros  animales  de  esa  especie,  á  la 
vicuña,  llama,  huanaco,  viscacha  y  demás  animales  origina- 
rios del  Perú  (!). 


^^^t/l/¿/¿/^^?/l/lA/^ 


NOTAS  FINALES  350 


NOTAS  FINALES 


Habiérainoa  deseado  que  la  presente  edición  saliera 
más  esmerada,  es  decir,  compuesta  con  tipos  nuevos  é  im- 
presa en  papel  fino;  pero,  hemos  tenido  qne  ceñirnos  á  nuei- 
tros  escasos  recursos,  y  si  pudimos  dar  cima  á  nuestra  ta- 
rea, ha  sido,  tan  sólo,  á  costa  de  grandes  sacrificios. 

Cierto  es,  que  la  H.  Cámara  de  Diputados,  en  la  penúl- 
tima Legislatura  (de  1913),  nos  concedió,  en  su  última  sesión 
de  clausura,  un  subsidio  para  la  impresión  de  la  presente 
obra;  pero,  nos  hemos  adelantado  en  publicarla,  por  el  deseo 
de  darla  á  luz  cuanto  antes,  y  porque  si  hubiéramos  espera- 
do que  nuestro  expediente  se  tramitara  y  resolviera  en  reri. 
sión  en  la  H.  Cámara  de  Senadores  (lo  que  no  ha  aconteci- 
do hasta  hoy),  habría  pasado  quizá  mucho  tiempo  antes  de 
poder  proceder  á  la  impresión  de  ella,  y  consiguientemente, 
antes  de  que  nos  fuera  posible  darla  á  la  luz  pública. 

Empero,  ya  que  no  hemos  podido  aplicar  el  referido  sub- 
sidio á  la  impresión  de  esta  obra,  él  nos  servirá  (si  acaso  lie* 
gamos  á  percibirlo)  para  atender  al  gasto  de  imprenta  de 
uno  ó  de  los  dos  trabajos  que  tenemos  aún  iúéditos  y  que 
son  todavía  más  voluminosos  que  el  presente,  titulados,  el 
uno,  Tribus  indianas  del  Continente  hispano- Sud-americano^ 
con  la  nómina  y  procedencia  de  ellas  en  cada  uno  de  los  te* 
rritorios  ea  que  actualmente  está  dividida  la  América  Meri* 


36Ó 


NOTAS  FINALES 


dional:  idiomas,  dialectos  y  costumbres  de  esas  mismas 
tribus;  y  el  otro,  Los  Incunables  Peruanos  ó  Historia 
de  los  primeros  libros  impresos  en  Lima;  obligándonoi,  en- 
tonces, á  darlas  á  Inz  con  tipos  nneyos  y  papel  satinado. 
Ojalá  nos  sea  posible  realizar  este  anhelo  respecto  de  am- 
bas obras,  pnes  con  ello  quedarán  colmadas  nuestras  aspi- 
raciones. 


Réstanos  por  hacer  uña  pequeña  aclaración. 

Nunca  hemos  presumido  de  literatos,  ni  de  historiadores, 
ni  menos  de  científicos;  prueba  de  ello  es,  que,  siempre 
que  ocasión  hemos  tenido,  hemos  declarado  con  toda  fran- 
queza, que  nuestros  escritos  no  son  para  que  los  lean  los  sa- 
bios, sino  el  vulgo,  el  pueblo:  esta  misma  declaración  hace, 
mos  al  principio  de  esta  obra,  sabedores  de  que  las  personas 
ilustradas  no  necesitan  que  se  les  enseñe,  sino  los  ignoran- 
tes, les  que  carecen  de  letras  y  noticias.  Hacemos  nueva- 
mente esta  confesión,  impulsados  por  el  testimonio  de  nues- 
tra conciencia,  y  para  desvanecer  el  erróneo  juicio  que  algún 
gratuito  critico  ha  emitido  de  nuestros  escritos  (en  la  en- 
trega I  del  tomo  V  de  la  Eerista  Histórica) ^  juicio  que 
podríamos  refutar,  punto  por  punto;  pero  nos  abstenemos 
de  ello,  por  no  entrar  en  una  polémica  desagradable  que,  á  la 
postre,  no  conduciría  á  nada  práctico.  Dejamos,  por  lo  de. 
más,  á  nuestro  exaltado  Zoilo,  en  libertad  para  jusgar  nues- 
tros trabajos  como  buenamente  le  parezca;  pero  teniendo 
por  norte,  repetimos,  la  sincera  declaración  que  queda  hecha^ 
y  no  olvidando  esta  oportuna  remembrania: 

f  Bl  sexto  de  los  pecados  capitales,  es  el  gusano  roedor 
que  carcome  el  coraión  de  algunos  hombres.»  Va  nuestro 
oficioso  critico,  en  su  alta  inteligencia,  comprenderá  el  sen- 
tido  de  esta  metáfora. 

Cuanto  á  nos,  volvemos  á  repetir^  que  todos  auestrai 


NOTAS  FINALES  361 


escritos  tienden  especialmente  á  .dar  luz  j  conocimientos  á 
los  ignorantes,  ala  masa  del  Yulgo:  para  esta  masa  del  yoI- 
j^o,  es  que  escribimos,  j  no  para  los  eruditos.  Sépalo  así 
nuestro  talentoso  émulo,  que  también  es  amigo  nuestro  j  á 
quien  tampoco  pretendemos  ofender  con  estas  líneas. 

Por  lo  demás,  las  impugnaciones  que  nuestro  ceúsor  ha- 
ce de  nuestros  estudios,  no  nos  arredran,  porque,  como  ja  lo 
dijimos,  asístenos  la  conciencia  de  que  al  habernos  dedicado 
modestamente  á  la  tarea  de  escribir  algunas  obritas,  no  ha  si- 
do con  la  pretensión  de  conseguir  fama  de  literatos,  ni  menos 
de  cientiñcosy  sabios,  sino  que  hemos  ¡sido  impulsados  á  ello, 
únicamente,  por  el  justo  deseo  de  ser  útil,  en  alguna  manera, 
á  la  clase  desintelect^alisada,  y,  principalmente,  contribuir, 
con  nuestro  humilde  contingente,  á  la  ilustración  de  la  masa 
inculta  de  este  país,  en  obsequio  de  la  inmensa  gratitud 
nuestra  por  la  hospitalidad  que  hemos  recibido  en  el  priyi- 
legiado  suelo  del  Perú.  Y  decimos  esto,  porque,  apenas  lo  pi- 
samos y  comenzamos  á  estudiarlo,  nos  cautiTÓ  de  tal  ma- 
nera su  interesante  historia  antigua,  que  nos  dedicamos  á 
iuTCStigar  sus  hechos  culminantes  y  memorables,  con  el  ex- 
clusivo propósito  de  difundirlos  entre  la  masa  del  pueblo.  Al 
efecto,  no  solamente  nos  hemos  limitado  á  arreglar  calenda- 
rios y  vidas  de  los  santos  que  florecieron  en  este  bendecido 
suelo,  sino  numerosas  obras  de  distintos  géneros,  costeando 
todas  eiias  de  nuestro  propio  peculio;  mientras  que  otrot  no 
han  podido  publicar  nada  sino  á  expensas  del  Erario  nació* 
naL  Creemos  que  este  desprendimiento  de  nuestra  parte  es 
bastante  loable,  ya  que  hemos  sacrificado  alguna  suma,  no 
despreciable,  tan  solo  en  beneficio  de  la  clase  ignorante,  que, 
felissmente,  ha  correspondido  á  nuestros  deseos,  pues  que  de 
casi  todos  nuestros  estudios  publicados,  se  han  agotado  lai 
isdiciones  por  entero. 

El  aprobar  ó  reprobar  algún  escrito  es  arbitrio  del  en| 
tendimiento  de  cada  uno,  pues  así  como  no  hay  ningún  man- 
jar que  sea  del  gasto  de  todos  los  paladares,  asimismo  ao 


362  NOTAS  FINALES 


hay  escrito  alguno  qae  sea  del  gusto  de  todos  los  lectores. 
Ningún  autor,  por  más  erudito  y  egclarceido  que  sea,  puede 
lisonjearse  que  sus  producciones  han  de  agradar  á  todo  el 
mundo.  Si  las  nuestras  no  son  del  gusto  de  nuestro  critico, 
no  por  eso  desesperamos,  pues  el  consuelo  nos  queda  de  que 
detrás  de  él  hay  mulares  de  personas  que  con  su  demanda 
las  aprueban  y  á  su  preparación  nos  alientan. 


^^yim?/^^¿/i/i/^^ 


ERRATAS  NOTABLES 


5 

12 

12 

29 

24 

20 

35 

4 

62 

17- 

K 

26 

65 

13 

75 

12 

i> 

31 

83 

4 

104 

8 

n 

9 

114 

1* 

121 

19 

124 

14 

126 

15 

165 

23 

200 

•  30 

204 

6 

207 

17 

248 

28 

280 

31 

285 

1^ 

289 

13 

320 

31 

321 

29 

Floureus 

En  Constadt 

Sierra  de  la  Viudad 

los  Cíirtagincs 

río  Chagra» 

en  V'enzucla 

(suprimir  esta  líaea,,que  debe 

líneas  15  y  16) 
primeras  emigraciones  .     • 
las  emigraciones 
del  Golioa 

Orij^enes  Aatuerpian.ie 
Guillermo  mo  Portel 
Des  toutes  IvES  partíes 
Letrone 
é  hizo  á  todos 
valle  de  Bogatá 
en  el-año  711 
contra  los  fuertes  colores 
Arboles  hitóricos  vetustos 
plantas  cujeas  hoyas 
(ver el  final  déla  nota,  que  se 

tas).       .  ^     ^ 
semejantes  á  los  de  Ti¿ihuan- 

co 
(en  lugar  del  parágrafo  II). 
sosteniendo,  los  dosúltimcjs, 
eitraología  á^ría  Titihuanacu 
grandes  bloques  andecíticos 


Flourens 
En  Canstadt 
Sierra  de  la  Viuda 
los  Cartagineses 
río  Chagres 
en  Venezuela 
pasar  á  la  pág.  56,  entre  las 

primeras  inmigraciones 
las  inmigraciones 
del  Collao 

Orígenes  AntacrpÍAn¿r 
Guillermo  Postel 
Dé  toute»  les  pártibs 
Letronne 

é  hizo  perecer  á  todos 
valle  de  Bogotá 
en  el  año  734 
contra  los  fuertes  calores 
Arboles  históricí)»  vetustos 
plantas  cuyas  hoi<ás 
trascribe  al  pié  de  estas  erra- 
semejantes  á  los  de  Tiahua- 

naco 
(del3*e  ser  parágrafo  III) . 
sostenidos,  los  dos  últimos, 
etimología  sería  Titihuanacu 
grandes  bloques  antecíticos  " 


La  nota  de  la  página  248  aparece  inconcluia:  el  final  de 
ella  ha  debido  pasar  al  pié  de  la  página  siguiente,  pero  no 
eacedió  tal  cosa,  por  el  descaído  del  cajista.  Esta  nota  ter- 
mina así: 

y  embellecimiento  de  algunos  edificios,  que,  aún  hoy,  son  la  admiración  de 
los  modernos.  Los  Garios  establecidos  en  las  Cíclades  y  otras  islas  del 
Mediterráneo  asiático,  salían  de  allí  para  navegar  en  el  Atlántico;  siendo 
esa  la  razón  que  Diodoro  de  Sicilia  tuvo  para  decir  «que  los  Cartagineses 
siguieron  las  huellas  délos  Garios  en  los  mares  del  Oeste.»  Los  Garios  de" 
jaron  en  la  región  ecuatorial  de  América,  á  más  de  su  nombre,  algunos 
';  signos  arqueológicos;  y,  por  último,  una  dinastía  de  su  raza,  que  en  otro 
tiempo  imperó  en  el  reino  de  Quito,  uno  de  los  tres  distritos  en  que  hoy 
está  dÍTÍdida  la  República  del  Ecuador. 


ÍNDICE  865 


índice 


PREAMBÜLO.-Origen  del  Hombre l 

Origen  del  Hombre  en  el  Continente  Americano...  17 

PRELUSIÓN.— PrcTisiones  ■ingulareí  de  un  NueTO 

Mundo 29 

IN17R0DUCCIÓN.- .' 46 

PRIMERA  PARTE 

ORIGEN  DE   IvOS  INDIOS   DE  AMERICA 

Habitantes  de  América  antes  de  la  Conquista 53 

Primera!  inmigraciones  á  América:— Gartagineics— 
Hebreos— Ibéricos—  Griegos— Fenicios—  Egipcios 
—Troy anos— Chiflos,  Tártaros  y  Mongoles— Li- 
naje de  Ophir — Noruegos  y  Dinamarqueses— Fri- 
sioB— Romanos—  Escitas—  Curlandeaes—  Etíopes 
—Francos— Ingleses  é  Irlandeses 7T 

Opinión  de  Fr.  Gregorio  García  y  de\  P,  Domenech, 

sobre  el  Origen  de  los  Indios  de  América 114 

Opinión  de  los  historiadores  antiguos^  sobrt  la  gran- 
de Isla  Atlántida IIC 

Bl  DiluTio  ünirersal 123 


366  íNDice 


paoinas. 


Gtterrai  de  exterminio  del  Antiguo  Mando,  como  una 

de  lai  c&uiai  de  las  inmigraciones  á  América 130 

Rasas  cirilizadas  que  abordaron  á  América 144 

Rutas  por  las  que  las  emigraciones  de  los  Continen- 

nentes  Antiguos  llegaron  á  América 147 

Hechos  fehacientes  sobre  las  inmigraciones  de  los 
Romanos^  Mongoles,  Bscañdinaros  7  otros,  á 
América 152 

Mapas  geográficos  anteriores  al  descubrimiento  de 

Colón., ,...    164 

Nuestra  opinión  sobre  el  orig^en  de  los  In- 
dios de  América:—!*  Autoctonía  de  los  Ame- 
ricanos, y  producciones  de  América  en  loi  tres 
reinos  de  la  Naturaleza.— 2*  Primeras  inmigra- 
ciones á  América  en  loa  tiempos  de  la  Época  An- 
tediluTiana.-  3*  El  Dilurio  Un  i  ver  sal. —4*  Inmi- 
graciones postdiiuvianas  á  América.— 5*  Repobla- 
ción de  América.— 6*  Rutas  por  las  que  han  podi- 
do venir  á  América  las  inmigraciones.— 7*  Civili- 
zaciones americanas.— 8*  Similitud  de  los  antiguos 
monumentos  de  América.— 9*  Resumen  de  nuestra 
opinióiíl  sobre  el  origen  de  los  Indios  de  América..    ICÍ^ 

SEGUNDA  PARTE 

origen  y  civii^iz aciones  de  i^os 
indigenjlS  del  perú 

Habitantefl  del  Perú  antes  de  la  Conquista 269 

I:— Primitivos  habitantes  del  Perú 273 

II.— Invasiones  poitdiluvianas  al  Pero 277 

IIL— Continúa  la  materia  antecedente 285 

ly.— Continúa  la  materia  antecedente... ,. =.  291 


ÍNDICE  367 


pIginas. 

V.— Civilitacioüca  y  difisiitíaB  antigaas  del  Pciá 295 

TI.— Rainal  de  monumcíitoB  y  ciudades  preincaicas...  320 

VIL— Continúa  Ift  materia  antecedente 329 

TIII.— Continúa  la  materia  antecedente 386 

IX.— Bscritara  pictórica  6  ideográfica  de  los  anti- 
guos P^ruanoi 340 

X.— Ratai  por  las  que  han  podido  reñir  las  in»igra- 

ciones  al  Perú 342 

XI.— Giaiiñcación  etnográfica  de  las  rasas  peruanas.  344 

XII  —Otras  coniideracioncB. ...,.= 346 

XIII.— Nuestra  opinión  sobre  el  origen  de 

los  indios  del  Perú 248 

Conclusión .^ 352 

Notas  suplementarias 355 

Notas  finales ^. . .  359 

Erratas  notables , : 363 


Imprimióse  este  libro 

enXima 

(Capital  del  Perú), 

en  casa  del  autor, 

Calle  de  Polvos  Azules  No.  173. 

Acabóse 

el  25  de  Diciembre  de 

MCMXIV 


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