Skip to main content

Full text of "Pablo y Virginia : zarzuela burlesca en dos actos en verso"

See other formats


.„_846S 


PABLO  Y  VIRGINIA, 

Zarzaela  kilesca  en  dos  actos  en  verso, 


LETliA    bE 


EUSEBIO    BLASCO, 


KIS1CA.     DEL 


MAESTRO  ROGEL. 


MADRID 


:       A 


EL   TEATRO   Y    ADMINISTRACIÓN    LI  RICO- DRAMA  TICA  . 

oficinas:  pez,  40,  2.0 

1  867. 


Digitized  by  the  Internet  Archive 

in  2010  with  funding  from 

University  of  North  Carolina  at  Chapel  Hill 


http://www.archive.org/details/pabloyvirginiazaOOroge 


PABLO  Y  VIRGINIA. 


OBRAS    CÓMICAS 


EUSEBIO    BLASCO- 


La  ANTIGUA  ESPAÑOLA En  cuatro  actos  en  prosa. 

La  MUJER  DE   ULISES.  (Segun- 
da «dieron.) En  un  acto  en  verso. 

La  TERTULIA  DE  CONFIANZA.     En  tres  actos  en  verso. 

LA  CORTE  DEL    REY    REUMA.    Zarzuela   en  un  acto  en  verso. 

El.  JOVEN    TELÉMACO.  (Segun- 
da eiücion.) Zarzuela  en  dos  actos  en  verso. 

LTN  JOVEN  AUDAZ Juguete   en   un  acto  en  verso. 

El  AMOH  CONSTIPADO En  un  acto  en  verso. 

El  VECINO  DE  ENFRENTE.  ...    En   un  acto  en   verso. 

La    SUEGRA    DEL    DIABLO.   ...    Zarznela      en     tres    actos     en 

verso. 

PABLO  Y   VIRGINIA Zarzuela  en  dos  actos  en  verso- 


LIBROS. 


La    MISERIA    EN   UN  TOMO. 

los  curas  en  camisa. 
Arpegios. 
Cuentos  alegres. 

1)EL  SuiZCÁ  LA  SUIZA.   (Próximo  a  publicarse. 


REPERTORIO  DE  LOS  BUFOS  MADRILEÑOS. 


PABLO  Y  VIRGINIA, 


en  dos  actos  en  verso, 


EUSEBIO    BLASCO, 


MÚSICA.    DEL 


MAESTRO  ROGEL. 


Representada  por  primera  vez  en  Madrid,    en   el  teatro    de   los 
Bufos  Madrileños  (Circo),  el  11  de  Octubre  de  1867. 


MADRID: 

IMPKE^TA    BE  JOSÉ    RODRÍGUEZ,  CALVARIO.  1$. 
18tt9. 


PERSONAJES.  ACTORES. 


PABLO Sr.  Arderics. 

VIRGINIA Sta.  Alvarez. 

EL  GOBERNADOR  DE  LA 

ISLA Sr.  Cubero. 

OCHENTIN Sr.  Fuentes. 

EL  NEGRO  DOMINGO.   ..  Sr.  Orejón. 

PANCHA Sta.  Vaquero. 

UN  CAPITÁN  DE  FRA- 
GATA    Sr.  Castilla, 

LA  VÍCTIMA  OFICIAL...  Sr.  Arveras. 

NEGROS  Y  NEGRAS.  . . .  Coro  general. 


La  acción  en  la  isla  de  Francia. 


Esta  obra  es  propiedad  de  su  autor,  y  nadie  podía,  sin  su 
permiso,  reimprimirla  ni  representarla  en  España  y  ms  posesio- 
nes de  ultramar,  ui  en  ios  paisas  con  quienes  haya  celebrados  ó  se 
celebren  en  adelante  tratados  internacionales  do  propiedad  literaria. 

El  autor  se  reserva  el  derecho  de  traducción. 

Los  comisionados  de  las  Galerias  Dramáticas  y  Líricas  de  los 
Sres.  Gullon  é  Hidalgo,  son  los  exclusivos  encargados  del  cobro  de 
os  deri  chos  fie  representación  y  de  la  venta  de  ejemplares 
Queda  hecho  el  depósito  que  márcala  ley. 


ACTO  PRIMERO. 


Decoración  de  campo;  monte  practicable  en  el  foro,  y 
grupos  de  palmeras  en  la  escena.  Vegetación  y 
plantas  en  abundancia.  Al  levantarse  el  telón,  apare- 
ce Ochentiií,  sentado  en  una  butaca,  dormido,  y  las 
Negras  á  su  alrededor  formando  un  gracioso  grupo, 
y  abanicándole  todas. 


INTRODÜCION. 


Las  negras.  Pobesito 

señorito! 


rendidito 

debe  está. 

Le  echaremos 

airesito 

pa  que  pueda 

respira. 

Cuidadito, 

despasito, 

no  hacer  ruido, 

no  chista. 

Si  le  pican 

los  mosquitos... 

qué  fatigas 


—  6  — 

pasará! 
¡Aaaaa! 
Aaaa! 

(Meciéndole  y  echándole  aire  con  los  abanicos.) 

¡Qué  fatiguitas 
que  pasará! 
Ochent.  Arrulladme,  salvajes  apreciables, 

cantad  en  mi  redor. 

(Vuelve  á  cerrarlos  ojos.) 

Coko.  Arrulladle,  arrulladle,  arrulladle, 

pobesito  señó! 

Duerme,  niñito, 
duérmete  ya, 
que  si  no  el  coco 
te  va  á  llevar. 
Duerme,  chiquito, 
duérmete  en  paz. 
(Y aunque  nunca  despiertes, 
lo  mismo  da.) 

Un  niñito  tavieso  tunante 

domise  no  quiso 
por  jugá  con  la  nega  Dominga 

y  hacele  cariños. 
Y  la  nega  Dominga  enfadada, 

ne  sé  qué  le  dio, 
que  el  niñito  tunante  tavieso 

dos  dias  durmió. 

Ay,  lo  que  le  baria, 

ay,  no  lo  sé  yo, 

ay,  duerme  niñito, 

porque  si  no 
llamaremos  á  nega  Dominga, 

que  líbrenos  Dios! 


ESCENA  PRIMERA. 


0CHENTIN,    LAS  NEGRAS. 


Una.  ¿Sa  domio? 

Otra.  Sí  señora. 

Una.  ¿Es  de  veras? 

Otra.  Sí  señó. 

Una.  Quítele  usté  el  mosquitero 

pa  que  tenga  mas  calor. 

Otra.  ¡Ay,  sí!  cuanto  antes  reviente 

antes  Seré  feliz  yo.  (Le  quitan  el  mosquitero.) 

Una.        ¿Vamo  á  quítale  el  sombrero? 
Otra.      Esa  es  idea  mejor, 

poque  así  mu  fácilmente 

tomará  la  illSOlasion.  (Le  quitan  el  sombrero.) 

Una.        Me  paese  bien  que  se  muera, 

porque  como  el  buen  señor 

nos  trata  bien,  y  nos  quiere, 

seria  una  cosa  atós 

tenerle  algo  é  cariño 

y  algo  é  consideración. 
Otra.       Ó  somos  ó  no  sirvientas. 
Pancha.  Eso  es  lo  que  igo  yo. 
Varias.    Que  bable  Pancba. 
Pancha.  Oigan  el  golpe, 

y  sírvales  de  lesión. 

Un  criao  y  una  criada 

sirven  por  obligasion, 

y  son  humildes  po  fuersa, 

y  esto  es  una  cosa  atoz. 

Po  consiguiente,  aunque  el  amo 

sea  un  hombre  bonachón, 

la  criada  ha  de  volverle 

por  cada  bien,  una  coz. 

Esto  es  lo  que  siempre  han  sido 

los  criaos  en  la  nasion, 

y  si  no,  ahí  están  los  amos, 
que  lo  saben  como  yo. 


—  8  — 


OCIIENT. 


Todas. 

ÜCIIENT, 

Todas. 

Una. 

Otra. 

OCHENT. 

Varias. 
Ociif.nl. 


Supongamos,  pues,  que-  el  amo 

tiene  una  sofocasion 

y  le  pide  á  usté  agua  fresca 

para  calmar  el  calor. 

Usté  trae  agua  del  poso 

si  no  la  encuentra  peor. 

Que  un  dia  manda  á  comprar 

una  libra  é  salchichón, 

osté  compra  media  libra 

y  pone  en  la  cuenta  dos. 

Que  quiere  que  le  cepille 

la  ropa  puesta;  mejor, 

desliza  usté  su  cepillo 

sin  la  menor  intensión, 

le  cepilla  usté  la  piel 

y  le  sale  una  erupsion. 

Que  se  incomoa;  usté  gruñe: 

que  da  propinas,  peor: 

el  dia  que  usté  se  canse 

se  va  sin  desir  adiós, 

y  si  usté  es  negra  y  no  puede 

escapar  de  su  furor, 

le  echa  usté  sal  en  la  cama 

y  le  da  una  desason; 

y  así,  sin  que  él  note  nada 

le  come  usté  un  lao  ú  dos... 

(Abriendo  los  ojos  do  pronto.) 

Y  él  le  da  á  usté  veinte  palos 
y  se  acabó  la  función. 

¡Ayy!  (Retroceden.) 

Hoy  no  va  á  quedar  una. 
Ay,  señor ! 

Señó! 

Señó! 
De  cada  una  de  vosotras 
voy  á  hacer  cincuenta  y  dos. 
Perdías  somos. 

Perdidas 
sois;  eso  ya  lo  sé  yo; 
pero  para  los  perdidos 
hay  garrotes,  vive  Dios. 


—  9  — 

Póngase  usté  de  rodillas. 

(Á  una:  ella  obedece.) 

Usté  en  cruz;  y  usté!  ¡Así  no! 

(Van    haciendo    todas  lo  que    les  manda  y  formando 
grupos  en  diferentes  lados.) 

Tú,  boca  abajo;  y  tú,  encima 
haciendo  burla  á  esas  dos. 

(La   que  se  pone  encima  de  la  otra  coloca  las  manos 
delante  déla  nariz-para  hacer  burla  á  las  de  enfrente.) 

Tú,  con  este  pie  en  el  aire, 
tú  con  este  otro...  chiton, 
almas  viles  y  esporádicas! 
Tú  mascas  este  bastón 

(Le  pone  á  una  el  bastón  en  la  boca.) 

Las  demás,  atrás  la  cara 

y  altos  los  brazos. 
Todas,     (compungidas.)        Señó!... 
Ochent.  Ahora  á  tí  te  voy  á  atar 

por  matutina...  (Á  Pancha.) 
(La  ata  á  un  árbol.) 
,  (Mira  el  reloj.)  Las  dos 

hasta  las  seis...  aquí  quietas! 

¡la  que  se  mueva!...  ¡Hiiim!  (Pausa.)  ¡Hoom! 

(Hace  las  dos    exclamaciones  abriendo  la    boca  y  los 
ojos  con  gesto  de  amenaza.  Exagérese.) 

(Voy  á  buscar  un  palito 
para  matar  una  ó  dos, 
que  en  algo  ha  de  entretenerse 
un  hombre  trabajador.) 


ESCENA  II. 

PANCHA,  LAS  NEGRAS. 
MÚSICA. 


Pancha. 


Coro. 


Panchita  está  comprometía, 

llorosa  está! 
No  hay  quien  la  saque  de  su  apuro 

por  caridá? 
Á  mí  no  me  mire  usté, 


Pancha , 

Coro. 
Pancha. 


Coro. 

Pancha. 

Coro. 


—  10- 
que  yo  no  sirvo  de  mí. 

Panchita  está  muy  oprimía, 

y  hoy  no  podrá 
salir  de  casa,  y  el  queridito 

la  esperará. 
¿Y  á  mí,  qué  me  cuenta  usté, 
si  yo  no  sirvo  de  ná? 

Ay,  qué  tormento, 

ay,  qué  dolor, 

estar  prisionera 

teniendo  amor. 

Quién  de  estas  redes 

me  sacará? 

quién  me  devuelve 

mi  liberta? 
A  mí  no  me  mire  usté, 
no  me  mire  usté. 
Eb? 
Eh? 
¡Que  no  me  mire  usté, 
que  yo  no  sirvo  de  ná!  ' 


ESCENA  III. 

DICHOS,    después  PABLO  Y  VIRGINIA. 
HABLADO. 

Pablo.     (Dentro.)  ¡Mamá! 

Pancha.  Qué  es  eso? 

Pablo,      (id.  más  apurado.)  Mamá! 

Virg.        (id.)  Calla! 

Pablo.     (Con  más  aflicción.)  Mamá!! 

Una  negra.  Viene  gente. 


1  Cada  vez  que  las  negras  dicen  el  estribillo,  deben  aban- 
donar la  posición  en  que  están  y  mirar  á  Pancha.  En  seguida 
se  -vuelven  á  colocar  como  antes.  Uniformidad  en  el  raovo* 
miento. 


—  11  — 

Pancha.  Nunca  he  visto  alma  viviente 

que  se  acerque  por  aeá. 
Una  negra.  Son  dos  niñitos  unidos. 

(Aparece  Pablo  y  Virginia:  Pablo  abraza  con  una 
mano  el  hombro  de  Virginia,  en  la  otra  sostiene  un 
gran  quitasol:  Virginia  trae  sombrero  de  paja  muy 
grande;  Pablo  sombrero  de  igual  forma,  pero  más 
grande  que  el  de  Virginia.) 

Yirg.       Dios  protege  á  la  inocencia  (Á  Pablo.) 

Pablo.     ¿Dan  ustedes  su  licencia? 

Las  negras.  Pasen... 

Pablo.  Venimos  perdidos. 

Pancha.   No  llore,  señó!  qué  pasa'/ 

Vikg.       Cá!  si  no  se  tranquiliza! 

Pablo.     Ya  verás  tú  la  paliza" 

que  nos  van  á  dar  en  casa. 
¡Hi!  ¡hi!  ¡hi! 
Virg.  Yalor,  hermano! 

Pablo.     Por  vida  de...  (Llorando.) 
Las  negras.  Pobresitos! 

Pancha.    Yerdá  que  son  muy  bonitos? 
Yirg.       Siéntate  y  dame  la  mano. 

Es  que  también  te  aturrullas 
no  viendo  aquellas  paredes. 
Pablo.     ¿Yo?  ¿Pero  qué  hacen  ustedes  (Á  las  negras.) 

en  un  pie  como  las  grullas? 
Pancha.   Es  un  castigo,  señó: 

el  amo  de  esta  hacienda 
quiere  enseñarnos  la  enmienda 
de  una  falta  que  notó. 
Yirg.        ¿Quién  es  vuestro  amo? 
Una  necra.  Es  un  hombre 

que  vive  ahí  dentro;  un  malsin. 
Pablo.     Cómo  se  llama? 
Pancha.  Ochentin. 

Pablo.     ¡Ochentin?  bonito  nombre. 
Yirg.       El  oirá  mi  demanda. 

Yo  me  encargo  de  salvaros. 
Fiaos  de  mí  y  marcharos 
podéis  al  punto. 

(ditos  de  alegría  entre  las  negras.) 

Parlo.  Anda,  nuda! 


12  

Virg.       Nada  temáis,  yo  respondo. 
Pancha.  Su  mersé  podrá... 
Virg.  De  fijo. 

Pancha.  Pues  no  hay  más  que  hablar;  lo  dijo 

la  nina... 
Todas.  Punto  redondo!  (Se  van.) 

ESCENA  IV. 

PAULO,  VIRGINIA. 

Virg.       Ahora  en  esta  soledad 

verás  qué  bien  lo  pasamos, 

solos  y  libres  estamos 

en  dulce  tranquilidad. 

Aquí  en  los  verdes  senderos 

y  en  la  lapizada  alfombra, 

brindan  benéfica  sombra 

los  extensos  plataneros. 

Suenan  mil  vagos  rumores, 

y  hasta  el  alma  llegan  suaves 

el  revolar  de  las  aves 

y  el  susurrar  de  las  flores, 

y  el  dorado  sol  declina, 

y  con  rayos  infinitos... 
Pablo.     Y  me  pican  los  mosquitos 

y  tengo  un  hambre  canina! 

VlRG.  Pablo!   (Cariñosa.) 

Pablo.  Caramba  contigo! 

Virg.       Vamos,  hagamos  las  paces. 

Pablo.     No  quiero!  ¿por  qué  no  haces 
caso  de  lo  que  te  digo? 
Estábamos  bien  en  casa, 
te  empeñaste  en  que  saliéramos, 
yo  consentí  en  que  anduviéramos 
cuando  más  una  hora  escasa; 
y  al  cabo  por  darte  oídos 
anduvimos  sin  cesar, 
y  esto  lia  venido  á  paral- 
en que  estamos  ya  perdidos. 

Vii\g.       Pero  mira... 

Pablo.  Que  no  quiero! 


—  43  — 

Que  me  va  á  pegar  mamá! 
por  vida!... 
Virg.  Pronto  quizá 

sigan  nuestro  derrotero. 
¿Quién  sabe  si  en  este  instante 
estarán  cerca  de  aquí? 

Oye...  (Con  cariño  y  yéndole  á  abrazar.) 

Pablo.     (Rechazándola.)  Estáte  quieta! 
Virg.  Así 

pagas  mi  cariño  amante? 
Pablo.     ¡Yo  quiero  comer!  (Llorando.) 
Virg.  Á  ver 

si  yo  logro  encontrar  algo 

y  para  calmarte  valgo. 
Pablo.     ¡Hi,  hi!  yo  quiero  comeeeer!  (Llorando. 
Virg.       Si  pudiera  con  la  mano 

hasta  el  plátano  llegar... 
Pablo.     ¡Que  yo  me  quiero  marchar 

á  mi  Casaáa!  (Llorando.) 

Virg.  Calma,  hermano. 

Toma.  (Le  da  la  cesta.) 

Pablo.  Para  qué  quiero  esto? 

Virg.       Yo  treparé  al  tronco  enjuto 
de  este  árbol,  y  si  hallo  fruto 
te  lo  iré  echando  en  el  cesto. 

(Virg-inia  sube  al  árbol.) 

Pablo.     Mira  no  te  caigas. 
Virg.  No. 

Pablo.     Cuidado  con  un  respingo... 
Virg.        Si  viera  el  negro  Domingo 

lo  que  estoy  haciendo  yo! 
Pablo  .     El  negro?  ayer  me  reñia 

porque  en  amante  embeleso 

te  di  en  la  manita  un  -beso. 
Virg.       Oiga!  y  cómo  te  decía? 
Pablo.     Decía:  niño,  por  Dios, 

dar  un  beso  es  gran  pecado, 

lo  niño  bien  educado 

no  dan  un  beso:  dan  dos. 

Con  qué  sana  discreción 

nos  educa  el  pobrecito! 

cuando  era  yo  más  chiquito 


—  [4  — 

me  enseñaba  la  lección. 

«Niño,  no  olvides  jamás 

lo  que  dice  un  autor  ducho: 

amar  al  prójimo,  mucho; 

pero  á  la  prójima  más.» 
Yirg.        Y  mi  negra  Margarita? 

¡qué  bien,  qué  bien  que  me  enseña! 

desde  que  era  yo  pequeña 

me  encargaba,  ¡pobrecita! 

«tenga  su  mersé  presente 

que  cuando  sea  mujer, 

su  mersé  debe  aprender 

á  conocer  bien  la  gente. 

La  juventud  es  muy  mala, 

y  el  nombre  es  un  arrapiezo, 

cada  paso  es  un  tropiezo, 

y  el  que  no  cae,  resbala.» 

Qué  es  todo  eso? 
Pablo.  Te  confieso 

que  lo  ignoro. 
Virg.  Y  por  qué?  al  fin... 

Pablo.     Porque  soy  muy  chiquitín 

y  no  puedo  entender  eso. 

(Virginia  baja  del  árbol.) 

Virg.       Ea,  ya  puedes  comer 

de  estas  frutas. 
Pablo.  Pues  andando. 

Yirg.       Espera;  las  vas  guardando 

con  cuidado... 
Pablo.  Á  ver,  á  ver? 

Virg.       No  merezco  que  me  des 

las  gracias? 
Pablo.  Sí;  que  te  quiero. 

Virg.       Pues  bien,  dámelas  primero 

y  ya  comerás  después. 
Pablo  .     Como  soy  tan  inocente 

no  sé  por  dónde  empezar. 
Yirg.       Me  vas  á  hacer  esperar 

á  que  nos  oiga  la  gente? 
Pablo.     Sí;  que  te  voy  á  comer, 

y  entre  vocablo  y  vocablo 

110  1116  podré  Contener...  (Acercándose  a  ella. 


—  15  — 


Virg.  Guarda,  Pablo. 

(Se  lo  dice  dándole  uno  de  los  piálanos  que  tiene  e:i 
la  mano,  Pablo  lo  toma  y  lo  echa  en  el  cesto.  Idén- 
tico juego  todas  las  veces  que  Virginia  repite  la  fra" 
se.  Procure  la  actriz  cortar  siempre  la  palabra  al  ac- 
tor y  decirle  la  frase  con  brevedad  y  segunda  inten- 
ción.) 

Pablo.     Hermanita  de  mi  vida 

yo  no  sé  qué  es  Jo  que  tienes, 
que  te  llevo  aquí  escondida 

(Tocándose  en  el  corazón.) 

y  sé  yo  que  me  convienes. 
Me  pongo  serio  y  tristón 
en  cuanto  de  mí  te  vas, 
y  me  dice  el  corazón, 
que  cuándo  á  mí  volverás, 
y  al  verte  de  nuevo,  ay,  Dios! 
sin  saber  lo  que  me  hablo, 
digo  ¡ay,  alma  de  los  dos!... 

(Acercándose  á  ella.) 

Yirg.  Guarda,  Pablo. 

Pablo.     Tienes  unas  manecitas, 

niña  de  mi  corazón, 

chiquititas,  clñquititas, 

pero  qué  monas  que  son! 

y  unos  ojos  tuuantones, 

y  unos  labios  de  carmines, 

y  unos  pies  tan  juguetones, 

pequeñines,  pequeñines, 

que  por  linda  te  pondría 

como  santa  en  un  retablo, 

y  al  rezarte  te  daria...   (Acercándose  más.) 

Virg.  Guarda  Pablo. 

PABLO.       ¡Hermanita!    (Rapidez  creciente.) 

Virg.  Picaruelo! 

Pablo.     Muero  por  tí. 

VlRG.  NO  te  mueras.  (Picaresca.) 

Pablo.  Anda,  picara! 

Virg.  Anda,  lelo!  (Burlona.) 

Pablo.  ¡No  te  quiero!  (Burlón.) 

Virg.  No  me  quieras!  (id.) 

Pablo.  Es  de  broma. 


—  16 


VlRG. 

¿De  bromita? 

Pablo. 

Pues  es  claro! 

Virg. 

Ya  lo  Sé!  (Picaresca  ) 

Pablo. 

Qué  bonita  eres! 

VlRG. 

Bonita?  (id.) 

Pablo . 

Un  abrazo. 

VlRG. 

Tómale! 

(¡Muchísima  rapidez  hasta  el  final.) 

Pablo. 

No  te  apartes! 

Yirg. 

Avariento! 

Pablo. 

Es  pecado? 

Virg. 

Sí,  y  hay  diablo. 

Pablo. 

Otro!  (Abrazándola.) 

Virg. 

Otro!  (id.) 

Pablo. 

Y  otro! 

Virg. 

Y  ciento!! 

Los  DOS. 

(Gran  transición.  Se  separan.) 

Guarda,  Pablo,  (con  frialdad.) 

Pablo. 

¡Qué  inocente  es  la  niñez! 

Comamos.  (Le  da  á  Virginia.) 

Virg. 

Qué  tal?  Son  buenos? 

Pablo . 

Muy  ricos. 

Virg. 

Calla. 

Pablo. 

¿Qué  pasa? 

Virg. 

No  has  oido? 

Dom. 

(Dentro.)        Paaablo! 

Pablo. 

El  negro. 

Virg. 

¡Domingo!  Viene  á  buscarnos. 
Ahí  viene  Domingo! 

Pablo. 

Bueno, 
como  si  viniera  el  jueves. 
El  comer  es  lo  primero. 

Dom. 

(Dentro.)  Paaablo! 

Virg. 

Minguiiito! 

Dom. 

(Apareciendo  en  una  altura.)  PablllltO: 

(Trae  puesto  un  sombrero  de  paja,  mucho  mas 

i  grande 

que   los   de    Pablo  y  Virginia.  En  la  mano  t 

rae  una 

palmatoria   con    una  vela  encendida.  Al  hon 

nbro  un 

palo  con  un  hato  de  ropa.) 

Grasias  á  Dios  que  os  encuentro! 

—  47  — 
ESCENA  V. 

PABLO,  VIRGINIA,  DOMINGO. 
MÚSICA 

Virg.  Baja,  baja,  baja, 

ven,  Domingo,  ven! 
Pablo.  Ven,  que  si  traes  hambre... 

nos  verás  comer. 
Dom.  Taya  una  guasa 

que  tienen  ustés! 

Tu  madre  está  llorando  (Á  Pablo.) 

tus  picardías, 
con  unos  lagrimones 

como  sandias. 
Cansada  de  esperarte 

me  dijo  á  mí: 
búscalo,  búscalo,  búscalo, 

tráemelo  aquí; 
y  la  tuya  repetía  (Á  Virginia.) 

llorando  por  tí, 
péscala,  péscala,  péscala 

por  la  nariz. 
Pablo.  Buena  zurra  nos  espera! 

Virg.  ¿Qué  nos  va  á  pasar  allí? 

Pablo  y  Virginia.  Malo  es  que  las  madres  digan 

llorando  así... 
Los  tres.        Búscalos,  búscalos,  búscalos 

tráelos  aquí. 
Péscalos,  péscalos,  péscalos 

por  la  nariz! 

Dom.  Yo  en  el  momento 

cogí  esta  luz 
y  os  busqué  por  el  monte  y  el  campo 

con  prontitud. 
Pablo.  Gracias,  Domingo, 

mereces  á  fe 

este  bocadito.  (Le  da  un  plátano.) 


—  18  — 

Y  me  Y  este  también. 

Dom.  Los  bocados  son  muy  buenos, 

mas  no  es  cosa  de  comer. 
Pablo.  Los  duelos  con  pan  son  menos. 

Dom.  Bien  puede  ser. 

Vikg.        (Llorando  )  Ay,  qué  desconsuelo! 
¡Ay,  cómo  estarán. 
Ay!  ya  no  lo  baré  más. 

(Dando  un  bocado  al  plátano,  y  llorando  á  la  vez.) 

¡Aaam!  No  lo  baré  más. 
Pablo.  Ay,  qué  desconsuelo; 

qué  dirá  mamá! 
Ay,  ya  no  lo  liaré  más! 
(ídem.)      ¡Aaaam!  No  lo  baré  más. 
Dom.  Ay,  qué  criaturas, 

qué  guerra  me  dan. 
Ay,  qué  guerra  que  me  dan. 
(ídem.)      ¡Aaaam!  Que  me  dan. 

Los  tres.        Ay,  qué  desconsuelo...  etcétera. 

(Esta  segunda  vez  cantan  con  la  boca  llena,  de  modo 
que  apenas  se  les  entienda,  y  gesticulando  mucho. 
No  olvidar  que  al  mismo  tiempo  comen  y  lloran  los 
lies.) 


HABLADO. 

Dom.        Buen  jaleo  babeis  armado! 

toos  están  en  conmoicion. 
Vikg.       Di,  Domingo  de  mi  alma, 

estamos  muy  lejos? 
Dom.  No. 

Muy  lejos  de  casa,  dices? 

Así  como  veintidós 

leguecitas. 
Paulo.  Imposibie! 

Dom.        Ya  se  está  poniendo  el  sol. 

y  yo  salí  anteayer 

á  buscaros. 
Yií&g.  Ay,  qué  horror 


—  49  — 


Pablo . 

Y  nosotros  distraídos... 

Dom. 

Pues  vaya  una  distracción! 

Pablo . 

Qué  te  han  dicho  nuestras  madres? 

Dom. 

No  os  he  dicho  lo  mejor; 
cuando  yo  salí  de  allí, 
ya  sahia  vuestra  acsion 
é  iba  á  venir  á  buscaros 
el  señor  Gobernador. 

Pablo . 

Monsieur  de  la  Bourdonés? 

Dom. 

¡Bourdonais! 

Virg. 

¡Él! 

Dom. 

Sí  señor. 
Como  que  tiene  el  encargo 
de  venderte  protección,  (Á  Virginia.) 
y  como  es  el  jefe  único 
de  la  Isla  de  Francia... 

Virg. 

Oh! 

Dom  . 

Y  como  siente  por  tí 
ese  afecto... 

Virg. 

Ese  hombre  atroz 
me  dijo  cuatro  ó  seis  cosas 
el  mes  pasado... 

Pablo. 

¿Qué  son? 

Virg. 

Á  ver  si  tú  las  entiendes.  (Á  Pablo.) 

Dom. 

Á  ver  si  lo  entiendo  yo. 

Virg. 

Me  dijo...  que  yo  era  joven. 

Pablo. 

Entiendes  tú  eSO?  (Á  Domingo.) 

Dom. 

Yo  no. 

Virg. 

Me  dijo  que  mis  dos  ojos 
los  tiene  en  su  corazón. 

Pablo. 

¿A  Veri  (Le  lev:  nta  la  cara  y  le  mira  los  ojos 

Mentira. 

•) 

Virg. 

Me  dijo 
que  cuando  hay  una  pasión 
en  el  corazón  de  un  hombre, 
el  hombre  sufre  un  dolor... 

Dom. 

Entiendes  eso?  (Á  Pablo.) 

Pablo. 

Eso  último 
no  lo  entiendo  bien. 

Virg. 

Ni  yo. 

Dom. 

Pues  eso  quiere  decir... 
que  cuando  existe  un  dolor 

—  20  — 

en  el  corazón  de  un  hombre, 

es  porque  hay  una  pasión. 
Virg.       Y  qué  más? 
Dom.  Lo  que  se  guarda 

para  el  curioso  lector. 
Pablo.     Pues  como  yo  soy  un  niño 

no  veo  en  eso  intención, 

pero  si  yo  fuera  hombre 

me  escamaría. 

VlRG.  (Con  sencillez.)    Yo  no. 

Dom.        Eso  es  según  y  conforme. 

Á  mí  me  es  igual. 
Virg.  Mejor. 

No  quiero  ver  á  ese  hombre! 

Huyamos. 

DOM.  Huyamos.  (Va  á  marcharse.) 

Pablo.  No! 

Dom.        Pues  no  huyamos!  (volviendo.) 

Virg.  Crees  tú 

que  vendrán? 
Dom.  Sin  remisión. 

Virg.       Pues  bien,  antes  de  que  vengan, 

por  otro  lado  los  dos 

nos  volveremos  á  casa. 
Dom.        Vaya,  pues  tienes  razón. 

Yo  he  ido  dejando  hogueras 

en  el  camino,  que  son 

señales  de  mis  pasitos, 

y  creo  que  es  lo  mejor 

dejar  Una  hoguera  allí   (Señalando  á  la  derecha.) 

que  les  marque  donde  estoy 

y  huir  por  allí  VOSOtrOS  (id.  á  la  izquierda.) 

que  es  el  camino  peor. 
Así  perderán  el  rastro... 
Pablo.    Vamos  al  punto  los  (los 

á  hacer  la  hoguera.  Tú,  aguarda. 

(Á  Virginia.) 

Virg.  Volved  pronto! 
Pablo.  Adiós. 

Dom.  Adiós. 

Pablo,  (á  Domingo.)  Corre,  corre! 

(Se  ya  delante.) 


—  21  — 

Dom.  Ya  lo  creo! 

pues  poco  listo  que  soy! 

(Se  va  muy  despacio.) 

ESCENA  VI. 

VIRGINIA,  después  OCnENTIN. 

YniG.       El  Gobernador  aquí, 

¡ay  Dios!  buena  la  hemos  hecho. 
Ochent.  Vamos  á  A'er,  mala  casta! 

(Sale  en  mangas  de  camisa,    sin  sombrero  y  con  una 
tranca  en  la  mano.) 

Yirg.       Ay,  por  Dios!  (Va  á  huir.) 

OCHENT.    (Dejando  caer  el  palo.)  Qllé  6S  lo  que  veo? 

Yirg.       Un  hombre. 

Ochent.  Una  señorita. 

(Se  sienta,   y  muy  pausadamente  saca  del  bolsillo -del 
pantalón  un  par  de  guantes  y  se  los  pone.) 

Yirg.       No  me  hagáis  daño!  Ay,  qué  gesto! 
Ochent.  ¡Si  es  una  niña! 

(Después  de  acercarse  y  mirar  á  Virginia.) 

Yirg.  (¡Me  asusta!) 

Ochent.  Quién  eres,  ángel  sincero? 

Yirg.       (Sollozando.)  Soy  Virginia;  yo  vivia 

en  la  Isla  de  Francia;  pero 

ayer  salí  con  Pablito, 

nos  perdimos...  y...  y...  luego... 

¡bi,  hi,  hi!  tengo  vergüenza! 

(Llorando  y  pateando.) 

Ochent.    No  te  apures,  angelito. 

Yirg.        ¿Quien  sois  vos? 

Ochent.  Yo  soy  el  dueño 

de  esta  comarca  y...  (ahora 

necesitaba  yo  un  medio 

de  explicarme  con  viveza, 

con  elipsis  y  con  fuegos.) 
Yirg.       No  me  hagáis  mal! 
Ochent.  No,  hija  mía. 

precisamente  hace  tiempo 

que  no  hablo  con  gente  blanca, 

y  en  esta  ocasión,  celebro 


22  — 


VlRG. 

ÜCHENT. 

VlRG. 

OCHENT. 


VlRG. 
OcHEXT. 

VlRG. 
ÜCHENT. 

VlRG. 
OCHENT. 


tener  la  metensicopsis 
de  haberte  hallado... 

Y  qué  es  eso? 
Acércate...  ¿vienes  sola? 
Ahí  están  Pablo  y  un  negro 
que  nos  ha  visto  nacer. 
Pues  antes  que  vengan,  quiero 
decirte  cuatro  cositas... 
inescrutables. 

No  entiendo. 
(Me  gusta  esta  chica  mucho.) 
Cuántos  años  tienes,  cielo? 
Voy  para  quince. 

En  llegando 
escríbeme  y  trataremos. 
¿Qué  decis? 

Mira,  yo  soy 
español;  era  maestro 
de  escuela  de  un  pueblecito: 
pero  fué  el  caso  que  dieron 
en  decir  que  los  muchachos 
al  salir  de  mi  colegio 
hablaban  en  hotentote 
y  ladraban  sin  saberlo. 
Me  quitaron  de  aquel  cargo, 
¿y  sabes  por  qué?  porque  ellos, 
mis  enemigos,  tenian 
envidia  de  mi  talento, 
porque  yo  digo  las  cosas 
siempre  del  modo  más  nuevo; 
porque  yo  he  estudiado  mucho 
y  hablo  en  estilo  muy...  terso; 
y  en  fin,  un  hombre  que  ha  sido 
maestro  de  escuela  de  un  pueblo 
de  España,  figúrate! 
Yo  sé  leer  sin  tropiezo, 
sé  contar,  sé  astromonia, 
sé  geometría,  sé  griego, 
sé  dividir...  á  cualquiera, 
en  fin,  sé  mucho...  y  lo  muestro. 
Mas  como  me  vi  cesante 
me  dediqué  á  escribir  versos, 


—  25  — 

y  cartas  y  memoriales, 
y  una  vez  le  hice  un  soneto 
á  una  nodriza  alcarreña 
para  su  novio,  y  dijeron 
los  que  pudieron  leerle, 
que  era  atroz!  seria  bueno? 
Pues  á  pesar  de  eso,  hija, 
me  vi  insultado,  imperfecto, 
ultrajante!  mas  al  cabo 
vino  el  buen  dia,  y  el  cielo 
recompensó  mi  incumbencia: 
tenia  yo  un  ti-o  viejo 
en  este  pais;  murió 
y  me  dejó  á  mí  heredero: 
era  un  hombre  muy  de  bien! 
muy  colateral]  muy  bueno! 
Vine  aquí,  me  apoderé 
de  lo  suyo...  y  de  lo  ajeno, 
y  aquí  me  paso  la  vida 
y  todo  lo  veo  negro. 

Virg.       Mucho  me  extraña  esa  historia, 

porque  á  mí  me  ha  dicho  el  negro 
que  nunca  ha  habido  en  el  mundo 
sabios  con  mucho  dinero. 

Ochext.  Los  negros  no  son  personas, 
niña. 

Virg.  Pues  si  no  son  eso 

qué  han  de  ser? 

Ochent.  Son  alcornoques 

vestidos  de  carboneros. 

Virg.       Pues  sin  embargo,  Domingo 
dice  que  se  dan  ejemplos 
de  hombres  como  vos,  muy  ricos., 
¡pero  qué  barbaros! 

Ochext.  (¡Cuerno!) 

Virg.       Yo  no  lo  digo  por  vos. 

Ochext.     (¡Qué  candidez!  ¡qué  aposento 
de  inocencia!)  Escucha,  niña. 
¿Tienes  madre? 

Virg.  Sí  por  cierto. 

Ochent.  Ella  te  querrá  casar. 

Virg.       Ay!  yo  no  sé  lo  que  es  eso! 


24 


Ochent.  (¡Me  encanta,  me  extralimita!) 
Tu  inocencia,  dulce  dueño, 
me  vuelve  loco,  me  agobia, 
óyeme  bien;  yo  te  quiero. 

Virg.       Eso  me  dice  mi  Pablo. 

Ochent.  Deja  á  Pablo. 

Virg.  Que  no  quiero! 

que  es  como  un  hermano  mió, 
y  sabe  mucho. 

Ochent.  Y  yo? 

Virg.  Y  luego 

dicen  todos  que  Pablito 
tiene  muchísimo  ingenio. 

Ochent.  Ingenios?  yo  tengo  trece! 

Míralos  allí...  (Señalando  á  la  izquierda. 

Virg.  No  es  eso. 

Ochent.  Tus  ojos  los  tengo  aquí. 

(Señalando  al  corazón.) 

Virg.       Ay!  como  el  otro. 

Ochent.  Y  yo  tengo 

una  pasión... 

Virg.  Ay,  también, 

también  este! 

Ochent.  No  comprendo. 

Virg.       Eso  mismo  me  decia 
el  gobernador. 

Ochent.  Qué? 

Virg.  ¡Eso! 

Ochent.  ¿Quién  es  el  Gobernador? 

Virg.       Un  señor  que  allí  tenemos, 

■y  que  manda  en  nuestra  Isla, 
y  que  va  á  venir,  por  cierto. 

Ochent.  Hola!  aquí  un  Gobernador? 

Virg.       Sí,  señor;  y  que  es'  tremendo. 

Ochent.   Le  recibiré  con  pompa. 

Virg.       Es  un  señor  que  da  miedo. 
Como  él  pegar  es  su  fuerte, 
y  como  tiene  ese  genio, 
y  como  pegar  no  puede 
más  que  á  sus  subditos  negros, 
lleva  siempre  un  negro  al  lado 
por  si  acaso;  y,  por  ejemplo, 


—  25  — 

si  se  enfada  con  usté 

le  da  un  garrotazo  al  negro. 
Ochent.  Y  el  negro  con  tanto  palo 

no  enferma? 
Virg.  ¡No!  está  muy  bueno. 

No  ve  usted  que  es  sordo-niudo, 

y  no  oye  los  golpes? 

OCHENT.    (Después  de  reflexionar.)  Cierto. 

Y  el  Gobernador  vendrá... 
Virg.       Á  llevarme  á  nuestro  pueblo. 
Ochent.  Y  tú  te  irás,  prenda  mia? 
Virg.       No;  yo  marcharme  no  quiero. 
Ochent.  Quieres  quedarte? 
Virg.  Tampoco. 

Ochent.  Quédate  conmigo. 
Virg..  Menos. 

Ochent.  Quédate,  por  Dios. 
Virg.  Que  no! 

Ochent.  Serás  el  ama. 
Virg.  Corriendo! 

Ochent.  Deja  á  Pablo. 
Virg.  No  señor. 

OCHENT.    Yo  te  quiero  mucho.  (Acercándose  á  ella.) 

Virg.  Quieto. 

Ochent.   No  te  infectesl 

VlRG.  (Corriendo  al  fondo.)  Pablo,   Pablo! 

Ochent.   Cállate! 

Virg.  Que  tengo  miedo! 

Ochent.   (Con  constancia  y  anagnórisis 
yo  sabré  rendir  su  estrépito.) 

ESCENA  VII. 


DICHOS,  PABLO  y  DOMINGO. 

Pablo  y  Dom.  Ya  está  la  hoguera  encendida... 

¡Ay!  (Viendo  á  Ochentin  y  quedándose  cortados. 

Dom.  ¡Ay,  Dios! 

(Viendo  que  Ochentin  coge  la  tranca.  I 

Ochent.  (Creo  que  estos 

quieren  llevársela.) 

(Pausa.  Virginia,  Pablo  y  Domingo  se  miran.) 


—  26  — 

Pablo. 

(Con  temor.  Á  Virginia.)  VamOS? 

VlRG. 

Si.    (Con  temor  y  mirando  á  Ochentin.) 

Dom. 

(id.,  id.)  Pues...  andando. 

Pablo. 

Pues...  ea... 

Virg. 

Echa  á  correr.  (Ap.  á  Pablo.) 

Pablo . 

(Ap.  á  Domingo.)  Corre... 

(Echan  á  correr  los  tres  de  pronto.    Ochentin    grita 

dando  con  la  tranca  en  el  suelo.) 

OCHENT. 

¡Quietos!! 

LOS  TRES 

•  ¡¡Ayü 

(Se  quedan  cogidos  los  tres,  agachados  y  temblando.) 

OcnENT. 

¿Adonde  van  ustedes? 

Pablo  . 

Á... 

Virg. 

Á... 

Dom. 

Á... 

Ociient. 

Eh? 

LOS  TRES 

Aaaaah! 

Pablo. 

Es  un  bostezo. 

OCHENT. 

Esta  niña  no  se  va. 

Virg. 

Dios  mió!    (Llorando.) 

Pablo. 

(Acercándose.)  Es  que... 

Dom. 

(id.)                             Es... 

OCHENT. 

¡Silencio! 

(Dan  un  salto  atrás.) 

Pablo. 

(Á  Virginia.) 

Ya  te  dije  que  el  soltar 

á  las  negras  no  era  bueno. 

OcnENT. 

Y  es  verdad!  Pues  y  las  negras? 

Yo  me  olvidé... 

YlRG. 

Caballero... 

Yo  be  sido  quien  les  ha  dicho 

que  se  vayan  á  paseo, 

me  dio  el  verlas  compasión. 

No  les  peguéis...  yo  os  lo  ruego. 

Ociient 

.   Rogarme  tú,  goma  arábiga?  l 

Rogarme  tú? 

Pablo. 

(Ay,  qué  zopenco!) 

Ociient 

.  Di  que  me  quieres,  y  al  punto 

les  doy  libertad. 

1      Marqúese  bien  la  frase  «goma  arábiga»  como  piropo. 


—  27 


Dom. 

(Á  Pablo.)           (Y  eso, 

lo  has  entendido?) 

OCHENT. 

(Á  Virginia.)                Lo  dÍC6S? 

Dilo  y  las  perdono. 

Pablo. 

(Ah,  perro!) 

Virg. 

No  lo  digo. 

OCHENT. 

No?  ahora  mismo 

las  mato  á  todas. 

Virg. 

Teneos! 

Pablo . 

Señor... 

Ochent. 

¡Fuera! 

Dom. 

Pero... 

Ochent. 

¡Largo! 

Dom. 

Vamonos,  porque  comienzo 

á  figurarme  que  este  hombre 

no  ha  de  tener  muy  buen  genio. 

(Se  van  marchando  y  se  quedan  en  lo  alto  del  mon- 

te. Se  oyen  dentro  las  carcajadas  de  las  negras.) 

Ochent. 

Oyes? 

Virg. 

Se  riem 

ESCENA  ,¥111. 

DICHOS,  PANCHA  y  LAS  NEGRAS. 

Ochent.  Se  ríen. 

(Van  entrando  las  negras.) 

Pues  bien;  ó  amor,  ó  degüello! 
Virg.       Ay,  qué  apuro! 
Pancha.   (Entrando.)  Niña,  llora? 

OCHENT.     ¡Ejem!    (Enarliolando  la  tranca.) 

Todas.       El  amo! 
Pancha.  Tenedlo. 

(Se  agrupan  todas  detrás  de  Virginia.) 


MÚSICA. 


OCHENT.     (Amenazador  y  dramático.) 

Si  dices  que  no  me  quieres, 
con  todas  esas  mujeres 
la  voy  á  emprender  aquí, 


—  28  — 


y  en  menos  que  canta  un  galio 

las  hago  á  trozos,  así. 

(Señalando  con  el  dedo.) 

VlRG. 

Ay  Dios  de  mi  vida, 
qué  va  á  ser  de  mí? 

Pablo  y 

Dom.  Éste,  majadero 
las  va  á  dividir. 
Ay,  por  Dios,  señora, 
diga  usté  que  sí. 

OCHENT. 

Vamos,  pues! 

VlRG. 

Ay  de  raí. 

Negras. 

No  sea  usté  tonta, 
diga  usté  que  sí. 

Ociient. 

Si  lo  dices  al  momento, 
en  perdonarlas  consiento. 
Su  vida  pende  de  tí. 

Coro. 

Quiéralo  usté 
y  hágalo  por  mí. 

Virg. 

Pues  no. 

OciIENT. 

Que  no? 

(Va  dando  pasos  y  amenazándolas  con  el  palo 

•) 

Coro. 

Nos  mató. 

OCHENT. 

Se  acabó. 

Coro. 

Ya  está  ahí, 
a  y  de  mí. 

OCHENT. 

Va  por  tí. 

Coro. 

Am! 

Yirg. 

¡Sí!    (Para  que  no  les  pegue.) 

Pablo . 

(Hablado.) 

¡Te  has  lucido,  hermosa! 

i 

Dom. 

Ha  dicho  que  sí. 

OCHENT. 

(Ha  dicho  que  sí!) 

VlRG. 

(Por  salvarlas  lo  dije.) 

OcflENT. 

Sí? 

VlRG. 

Sí. 

Hacedle  burla   (Á  las  Negras.) 

y  liad  en  mí. 

Coro. 

Rabia,  rabia. 

Oc.HEM. 

Eh? 

VlRG. 

¡Sí! 

Coro. 

Rabia,  rabia,  zamacuco, 
nos  vamos  á  divertir 

OCHENT. 


Coro  . 


—  29  — 

y  á  reimos  en  tus  barbas, 

así,  así. 
Pagarás  caro  el  gustito, 
y  lo  tienes  que  sufrir, 
y  bailaremos  y  cantaremos, 
cuní,  cuní, 
cuní,  cuní. 
Ese  sí  pecaminoso 
de  tu  boca  torongil, 
me  abalanza  en  los  quilómetros 
del  encanto  femenil. 
Pagarás  caro  el  gustito,  etc.  (Baile. 


Ochent.   Virginia,  en  memoria  y  fé 

del  sí  que  lias  dado  á  este  bombre, 
voy  á  ponerle  tu  nombre 
al  tabaco  y  al  rapé! 

Te  quiero!    (Abrazándola.) 

Las  negras.  Uy,  uy! 

Virg.  Ay, señor! 

Oche nt.   Te  abrazo! 

Las  negras.  Uy,  uy! 

Ochent.  No  te  azores. 

Pablo.     Ojo,  señores,  señores! 

Ahí  viene  el  Gobernador! 

(Bajan  a  la  escena.) 

Virg.  y  Ochent.  El  Gobernador! 


Se  ba  armado. 

¡Huyamos!   (Mucha  rapidez  en  el  diálogo.) 

Quietos  allí. 

Á  Ver,  VOSOtraS,  aquí,  (Á  las  negras.) 

colocaros  á  este  lado. 
(¡Qué  oportunidad!) 

(Dándole  un  pellizco.)   ¡Ingrata! 

No  temas. 

Qué  tardecita! 
Ochent.   Mi  sombrero,  mi  levita, 
mis  tres  relojes  de  plata! 

(Las  negras  le  ponen  levita,  sombrero  y  relojes.  D 


Dom. 

YlIlG. 

Ochent. 


Pablo 
Virg. 
Dom. 


-  so  - 

ben  quedar  las  negras  colocadas  á  ün  lado,  Pablo  y 
Virginia  detrás.) 

Me  ha  venido  á  interrumpir 
la  autoridad...  ¡qué  recurso? 
le  voy  á  echar  un  discurso 
que  le  voy  á  confundir. 

(Estas  palabras  las  dice  aparte,  y  al  público,  y  mar- 
cándolas mucho.  En  seguida  se  prepara,  escupe, 
tose,  etc.) 

ESCENA  IX. 

DICHOS,   el  GOBERNADOR,  acompañamiento. 

Aparece    el    Gobernador    en    lo    alto   de    la    colina  acompañado 
de  varios  negros.  El  Gobernador  debe  traer  un  sombrero  de  pa- 
ja inmensamente  grande  de  alas.  Un  negro  está  á   su  lado  cons- 
tantemente, con  un  palo  en  la  mano. 

Gob.  ¡Salud!  Al  punto  hospedaje 
para  mí  y  toda  esta  gente! 
Vamos  bajando. 

(Bajan  á  la  escena,  el  Gobernador      fe  quita    el    sora 
brero:  un  negro  lo  deja  apoyado  contra  un  árbol.) 

Pablo,     (á  Virginia.)         Imprudente. 

Virg.       Calla,  que  tengo  un  coraje! 

Gob.         Quién  es  aquí  el  amo;  ¿tú?  (Á  Ochentin.) 

(Ochentin  se  adelanta    haciendo  gestos   y  como    dán- 
dose importancia  de  orador.) 

Pronto!  por  qué  no  contestas? 
Ochent.  Voy  allá. 
Gob.  Llévame  á  cuestas, 

que  estoy  causado! 

LAS  NEGRAS.  (Asombradas.)        Ay,  JeSÚ! 

(Pablo  y  Virginia  deben  desaparecer.) 

Ochent.  Señor,  cuando  el  gran  primor 
de  los  cielos  soberanos... 
conceden  á  los  insanos... 
saludar  á  un  gran  señor, 
el  corazón  se  rebosa 
con  el  ínclito  espectáculo 
de  ser...  marcial  receptáculo... 


-  31  — 


Gob. 


Oc.HEXT. 

Gob. 


QcilENT. 

Gob. 

OCHENT. 

Gob. 

OCHENT, 

Gob. 

OCHENT 

Gob. 

Ucüent 

Gob. 


de  la  dignidad...  capciosa. 

Vos  sois...  la  lumbre...  inclemente, 

que  oscurece  el  igneo  errante, 

del  metonimio  inconstante 

de  la  matutina  gente. 

En  vuestra  esfera  inmortal 

sois  gigantesco  en  conjunto, 

y  sois,  hasta  cierto  punto, 

grande...  y  estra judicial. 

Brilláis  como  el  más  que  brilla, 

y  os  proclama  el  mundo  entero 

incontinente  lucero 

y  espinosa  lamparilla, 

y  por  eso  al  contemplaros 

en  esta  tierra  ilustrad^ 

donde  vuestra  planta  ansiada 

ha  querido...  insolventaros; 

todos,  desde  el  astro  al  bicho, 

se  recopilan  agrestes, 

y  ven  en  ves  un  Orestes 

inverecundioso:  he  dicho. 

Has  barbarizado  ya 

lo  bastante?  pues  al  caso; 

aquí  han  detenido  el  paso 

dos  jóvenes... 

Bien  está. 
Y  debo  pensar  también 
que  si  hasta  aquí  se  han  venido, 
tú  los  habrás  detenido 
en  tu  poder. 

Está  bien. 
¿Te  estás  burlando  de  mí? 
Bien  está. 

Qué  atrocidad! 
Yo  siempre  á  la  autoridad 
le  digo  á  todo  que  sí. 
Tú  eres  un  zafio! 

Está  bien. 
Por  mi  nombre!  y  hay  quien  juague 

COnmigO?  (Amenazándole.) 

¡Á  mí  no  me  pegue! 

¡VotO  á!...  .Furioso.) 


—  32  — 


(El  negro,  al  verle  irritado,  le  da  el  palo,  y   en 

se- 

guida el  Gobernador  le  da    dos  garrotazos  y    le 

de- 

vuelve  el  palo  otra  vez.) 

OCHENT. 

Allí  me  las  den. 

Gob. 

Vamos  á  ver,  tienes  casa? 

OCHENT. 

Sí,  señor. 

Gob. 

Y  hogar? 

OCHENT. 

Y  hogar. 

Gob. 

Está  lejos? 

OCHEIST. 

Podrá  estar 
de  aquí  media  legua  escasa. 

Gob. 

Al  instante  es  menester 
que  me  conduzcas  allí, 

(Comienzan    á  bajar    las  nubes    y    á   oscurecerse 

la 

escena.)      A 

las  nubes  engruesan,  y 

va  á  comenzar  á  llover, 

y  si  la  lluvia  nos  coge 

en  despoblado,  daré 

contra  tí! 

OCHENT. 

Yo  sentiré 
que  vuecencia  se  remoje. 

Gob. 

Responde  á  la  autoridad; 
¿esos  niños? 

OCHENT. 

No  han  venido. 
(Pero  dónde  se  habrán  ido? 

- 

Gob. 

Es  verdad  CSO?  (Á  Domingo.) 

Dom. 

(Temblando.)           Es  Verdad. 

Gob. 

Bueno,  pues  idos,  ¡cuanto  antes, 
abrid  camino.  ¡Á  tu  casa! 

OCHENT. 

(¿Dónde  estarán?) 

Gob. 

Qué  te  pasa? 

OCHENT. 

Nada,  nada. 

Gob. 

Andad!! 

OCHENT. 

(¡Tunantes!) 

ESCENA  X. 

EL  GOBERNADOR,  el  negro. 
GOB.  (Paseando  meditabundo.) 

¿Y  esa  nina?  dónde  está? 
echará  mi  plan  por  tierra?... 
Ha  huido!  ¡Se  me  ha  escapado! 

(Se  enfurece  poco  á  poco.) 

¡Se  va  de  mí!  Me  detesta! 
No  le  hago  tilin!  me  odia! 
¡Ira  de  Dios!!! 

(Crispa  los  puños:  el  negro  lo  repara  y  le  da  el  pa- 
lo. El  Gobernador  le  da  dos  garrotazos,  le  devuelve 
el  palo,  y  vuelve  á  pasearse  con  mucha  tranqui- 
lidad.) 

Cosa  es  esta 
que  me  hace  pensar.  La  madre 
de  esa  niña,  es  ya  muy  vieja: 
se  morirá  de  aquí  á  poco, 
su  tia  á  Virginia  espera 
y  favorece  mi  amor. 
¡Ah,  Virginia!  si  supieras 
lo  que  me  haces  padecer, 
los  tormentos,  y  las  penas, 

(Desesperación  creciente.) 

y  las  quejas,  y  los  ayes, 
y  los  ayes,  y  las  quejas... 

(Lo  dice  levantando  las  manos  al  cielo.  El  negro 
cree  que  está  irritado  y  le  ofrece  el  palo.  El  Gober- 
nador le  dice:) 

No,  todavía  no,  aguarda. 
Yo  voy  á  buscarla,  es  fuerza. 
Dónde  estará  mi  sombrero? 

(Lo  dice  levantando  un  pañuelo  ó  cualquier  prenda 
que  habrá  sobre  el  banco.  Después  mira  hacia  donde 
está  el  sombreío.) 

¡Ah!  aquí.  Oh,  gran  Dios;  tú  que  velas 
por  los  que  mandan  en  jefe, 
y  animas  á  los  que  pegan, 
haz  que  yo  logre  mi  objeto... 


—  34  — 

(Al  levantar    el  sombrero,  aparecen   debajo  Pablo  y 
Virginia,  acurrucados.) 

¡ESCENA  XI. 

EL   GOBERNADOR,    PABLO,   VIRGINIA. 


Gob. 

Cielos! 

Pablo  y 

Virg.       ¡Perdón! 

Pablo. 

Perdón! 

Gob. 

Ella! 

¡Alzad!  Venid!  insensatos! 

Pablo . 

Ya  no  lo  haré  más! 

Gob  . 

(Á  Virginia.)             Qué  intentas? 

Matar  á  tu  pobre  madre 

á  disgustos?  ¿di? 

Pablo. 

Si  era 

que... 

Goe. 

Usté  se  calla!  No  sabes  (Á  i 

Virg. 
Gob. 


Pablo 
Gob. 

Pablo 

Gob. 

Pablo 

Gob. 

Pablo 


que  eso  está  muy  feo? 

(Mientras  el  Gobernador  se  dirige  á  Virginia,  Pablo 
le  hace  burla  por  detrás.  Lo  mismo  ella  cuando  el 
Gobernador  le  habla  á  Pablo.) 

Y  esta 
niña,  que  se  va  de  casa? 
Sois  muy  malos!  Tú  un  tronera.  (Á  Pabin.) 
Tú  no  haces  nada  con  tino.  (Á  ella.) 
Tú  no  haces  cosa  derecha.  (Á  él.) 
(Á  ella.)  Tú  se  lo  habrás  dicho  á  él. 
(Á  él.)  Tú  la  habrás  traído  á  ella. 
Yo  no:  no  me  riña  usté! 
¡Qué  voz!  qué  dulce  inocencia! 
Virginia,  en  llegando  á  casa 
tienes  que  hacer  la  maleta, 
y  Virginia.  ¿Cómo? 

La  maleta,  dígoT!' 
Tu  tia  en  Paris  te  espera. 
■     Y  yo? 

Te  quedas  en  casa. 
.     Y  usted? 

Yo  me  voy  con  ella. 
>     (Escama ti.)  Pues  no  quiero! 


55  — 


Gob. 

Pues  yo  sí,  y  yo  mando!  ea. 

Pablo. 

Separarme  de  Virginia! 

Virg. 

Separarme  de  él... 

Gob. 

Tontuela! 

Vas  á  Paris,  vas  al  mundo 

á  que  admiren  tu  belleza, 

te  haremos  ir  al  teatro, 

te  vestiremos  de  seda... 

Virg. 

Ay,  qué  gusto! 

Pablo. 

Ingrata! 

Virg. 

Pablo! 

Pablo. 

Y  te  ries!  y  te  alegras! 

Virg. 

Pablo... 

Pablo . 

Quita!  Vas  á  irte 

y  me  acabará  la  pena, 

y  estaré  siempre  sólito! 

y  me  moriré! 

Virg. 

No  temas. 

Yo  no  me  voy! 

Gob. 

¡¡Tú  te  irásí! 

Pablo . 

Sí:  y  usté  se  va  con  ella. 

Cree  usté  que  porque  soy  niño 

me  engaña?  pues  no  lo  crea, 

hoy  los  muchachos  sabemos 

más  que  es  menester. 

Virg. 

No  temas. 

No  voy  yo,  sin  saber  nada, 

ni  preguntarlo  siquiera? 

Gob. 

Ea,  en  marcha. 

Pablo . 

No,  que  llueve. 

Gob. 

Llueve?  La  hemos  hecho  buena! 

ESCENA  XII. 

DICHOS,   OCHEN'TLN. 

Ochest,  Es  imposible  ponerse 

en  camino...  (Cielos,  ella!) 
Gob.        Con  que  no  habían  venido? 
Ockent.  Yo  no  sabia... 
Virg.  Esto  arrecia! 

Pablo.     Virginia  mia!  (Abrazándola.) 


Gob.        (Separándolo.)  Eh!  Que  llueve! 
Pablo.    Toma!  y  qué  importa  que  llueva 

para  abrazar  á  la  gente? 
Ochext.  Canastos/y  el  agua  aprieta! 

De  aquí  á  casa  hay  mucho  espacio. 

Mirad  como  no  se  arriesgan 

los  negros  á  empantanarse 

ni  á  intervenirse... 
Virg.  Ay  que  pena! 

Voy  á  mojarme! 
Ochent.  Mojarte? 

y  mis  brazos,  niña  bella?  (La  abraza.) 
Gob.        (Separándole.)  Eh!  que  llueve!  á  este  ladito. 
Pablo.     Y  qué  hacemos? 
Üchent.  Cómo  arrecia!... 

Yirg.       Bajo  los  árboles. 
Ochent.  No, 

que  es  mojarse  más. 

GOB.  (Á  Ochentin.)  Til  neCKl 

perorata  me  ha  obligado 

á  detenerme  ho^a  y  media. 
Ochent.  (Qué  falta  le  hace  á  este  hombre 

un  poco  de  terapéutica]) 
Yirg.       Dios  mió,  cómo  me  mojo! 
Gob.        Y  yo  no  sé  lo  que  hiciera. 

Resguárdate  así  conmigo...  (La  abraza  ) 

PABLO  y  OCHENT.  (Van  corriendo  y  le  separan.) 

Eh!  eh!  Que  llueve!! 

(Entran  en  escena  los  negros  y  las  negras.) 

Gob.  Babiecas! 

Resguardarse! 
Ochent.  Es  un  diluvio! 

Gob.        ¡¡Ahü  venid!  tengo  una  idea! 

(Se  pone  el  sombrero.  Todos  los  personajes  le  ro- 
dean, uno?  de  pie,  •  tros  de  rodillas,  y  todos  cubier- 
tos con  las  alas  del  sombrero.) 

Estáis  bien? 
Tonos.  Perfectamente. 

Gob.        Pues  cachaza!  y  manos  quietas... 


MÚSICA. 


Gob. 

Asi  resguardadlos 
podremos  aguantar. 

(Abraza  i 

i  Virginia.) 

Pablo. 

Ponerse  más  juntitos.  (ídem.) 

Oche.nt. 

Un  pOCO  más.  (ídem.) 

YlRG. 

Con  pocas  lluvias  de  estas 
donde  vamos  á  parar? 

Gob. 

Cantar! 

Coro. 

Cantar! 
Y  así  el  mal  rato 
se  pasará. 

Oy, 

mdo  el  agua  que  mansamente 

poquito  á  poco  cayendo  va, 

me 

dormiría,  niña,  en  tus  brazos 

cor 

l deliciosa  tranquilidad. 

1 

Los  negros  abrazan  alas  negras.) 

Las  negras. 

Aaaaali! 

Los  NEGROS. 

Aaaaah! 

Todos. 

Ya  escampará. 

Gob. 

Ya  escampará, 
ya  escampará. 

Coro. 

Ya  escampará! 
Ya  escampará. 

FIN    DEL    ACTO    PRIMERO. 


ACTO   SEGUNDO- 


En  la  Isla  de  Francia.  Una  casa  á  la  derecha  del  es- 
pectador. Entre  dos  árboles  una  hamaca.  En  el  fondo 
grande  extensión  de  mar. 


ESCENA  PRIMERA. 

CORO,  dentro,  muy  lejano. 
MÚSICA- 

Poco  á  poco  se  hace  el  camino, 
poco  á  poco  llegando  se  va, 
poco  á  poco  se  logran  las  cosas, 
quien  no  se  aventura  no  pasa  la  mar. 

(Se  oye  ya  más  cerca.) 

Ya  el  hogar  se  divisa  muy  claro, 
ya  distingo  la  orilla  del  mar, 
ya  llegamos,  ya  estamos  en  casa, 
victoria,  victoria,  ya  estamos  acá: 

(Entran  en  escena  el  Gobernador,  Pablo,  Virginia, 
Domingo  y  el  Coro.  Los  negros  traen  el  equipaje  al 
hombro  en  la  punta  de  un  palo.  Adelántense  todos 
hasta  la  concha  del  apuntador  marchando  al  compás 
de  la  música.) 

Yiva,  viva  la  patria  querida, 
venturoso  el  que  logra  mirar, 


—  40  — 

desde  ausencia  tan  larga  y  penosa, 
la  tierra  natal! 
¡Acá  estamos  todos, 
aquí  estamos  ya, 
sanos  y  buenos 
sin  noveda<# 


Gob.        Señores,  ya  hemos  llegado. 

Pablo.      Estáis  seguro? 

Gob.  Silencio! 

largo  de  aquí  todo  el  mundo! 

(Se  van  precipitadamente.) 

Oid! 

TODOS.       (Volviendo  y  con  miedo,)  Señor... 

Gob.  Que  estén  prestos 

veinticinco  hombres  al  punto 
para  embarcarse.  ¡Al  momento! 
y  que  venga  el  capitán 
de  la  fragata  Consuelo. 

(Se  marchan.) 

Pablo.     Qué  vais  á  hacer? 

Gob.  ¡Usté  calla! 

Pablo.     Virginia,  mucho  me  temo... 

VlRG.  Pablo  miO...  (Se  abrazan.) 

Gob.        (Separándolos.)  Eli!  no  tan  juntos. 

Pablo.     ¡Si  ahora  no  llueve! 

Gob.  Acabemos. 

Tu  madre,  aunque  está  impedida, 

te  quiere  mucho;  y  espero 

que  entres  á  decirle:  amadre, 

aquí  estoy;  soy  un  zopenco, 

déme  usté  su  bendición, 

y  cómpreme  usté  un  sombrero, 

que  este  que  traigo  es  muy  chico... 

Pablo.     Pero... 

Gob.  ¡Que  no  admito  peros! 

Pablo.     Virginia,  que  ese  hombre  es  malo. 

Virg.       No  temas. 

Pablo.  Allí  te  espero. 


—  41  — 
ESCENA  II. 

GOBERNADOR,    VIRGINIA. 


Gob. 

Quién  te  ha  traído  hasta  aquí? 

VlRG. 

VOS.  (Con  respeto  -y  temor.) 

Gob. 

Quien  te  libró  del  riesgo 

que  corrías  donde  estabas? 

VlRG. 

Vos. 

Gob. 

Quien  te  ofrece  su  afecto 

y  te  protege  y  te  compra 

cada  mes  un  traje  nuevo? 

VlRG. 

Vos. 

Gob. 

¿Quién  te  enseñó  á  leer? 

VlRG. 

Vos. 

Gob. 

¿Quién  te  lleva  á  paseo? 

VlRG. 

Vos. 

Gob. 

Quien  te  quiere  y  te  adora? 

VlRG. 

Pablo.  (Con  resolución.) 

Gob. 

Centellas  y  truenos! 

MÚSICA. 

Virg.  Cuando  yo  era  pequeñita 

y  aun  estaba  en  andadores, 
me  sacaba  mi  nodriza 
por  el  campo  á  pasear, 
y  Pablko,  chiquitito, 
me  cogia  muchas  flores, 
y  jugábamos  al  toro 
y  aprendíamos  á  hablar. 

Me  daba  cañamones, 
cogíamos  gorriones 
y  hacíamos  meriendas 
de  pan  y  melón, 
y  así  fuimos  creciendo, 
y  así  fuimos  amando, 
y  así  se  fué  insinuando 
nuestra  pasión. 


Y  así  nos  encontramos  hechos  pollos, 
de  sopetón. 


HABLADO. 

Gob. 

Voy  á  mandar  que  partamos. 

• 

VlRG. 

Adonde? 

GOB. 

Á  París;  al  centro 
de  la  civilización, 
que  falta  nos  hace. 

VlRG. 

Pero... 

Gob. 

Los  peros  se  me  indigestan. 
Niña,  tus  ojos  los  tengo... 

(Señalando  al  corazón.) 

aquí...  lo  entiendes?  aquí! 

VlRG. 

¡Dale!  Empezamos  con  eso? 
Todos  tienen  ahí  mis  ojos. 

Gob. 

¿Cómo  todos? 

VlRG. 

El  mostrenco 
aquel  de  ayer,  me  decia 
lo  mismo. 

Gob. 

Ochentin? 

VlRG. 

Sí. 

Gob. 

¡Ah,  perro? 
Qué  te  dijo? 

VlRG. 

Muchas  cosas: 
me  dijo...  arcángel  sincero, 
me  dijo...  que  me  quedara; 
me  ofreció  cosas  sin  cuento, 
y  me  llamó...  goma  arábiga. 

Gob. 

¡¡Goma  arábiga!! 

(Muy  incomodado  y  paseando  por  la  estena.) 

VlRG. 

Sí;  eso. 

Gob. 

¡Qué  miserable!    (Furioso.) 

VlRG. 

Por  qué? 

Gob. 

¡Por  qué?  no  quieras  saberlo. 

VlRG. 

Pues  á  mí  me  suena  bien. 

GÓB. 

¡Te  suena  bien!...  vive  el  cielo!  (Más  furioso 

■) 

VlRG. 

Ay,  qué  miedo... 

Gob. 

Vete,  vete! 

VlRG. 

Sí  que  me  voy. 

—  43  — 

Gob.  Al  momento! 

que  tu  negra  Margarita 
disponga  tu  equipo. 

VlRG.  (Con  miedo.)    »  BlienO. 

ESCENA  III. 

EL  GOBERNADOR. 

La  mujer!  trucha  rellena! 

Quién  sus  instintos  refrena 

ni  quién  sus  gustos  entiende, 

si  lo  que  menos  comprende 

es  lo  que  mejor  le  suena? 

Taya  usted  á  averiguar 

qué  podrá  significar 

goma  arábiga  en  romance, 

que  nos  viene  á  colocar 

á  todos  en  un  percance! 

Yo  mismo  no  lo  comprendo; 

por  consiguiente...  me  ofendo. 

¡Yo  me  debo  de  ofender! 

Qué  le  hago  á  ese  hombre?  le  prendo? 

¡Lo  voy  á  mandar  prender! 

ESCENA  IV. 

EL  GOBERNADOR,  el  CAPITÁN  de  la  fragata. 

Cap.         Puedo? 

Gob.  Llegad  sin  recelo. 

Cap.         (No  me  gusta  el  ademan.) 

Gob.         Y  quién  sois? 

Cap.  El  capitán 

de  la  fragata  Consuelo. 
Gob.        Venid.  En  las  travesías 

que  de  aquí  á  París  hacéis, 

cuánto  tiempo  entretenéis? 
Cap.  Veinte  ó  veinticuatro  dias. 
Gob.         Muy  bien;  en  este  momento, 

soy  yo  quien  manda,  lo  oís? 

salimos  para  Paris, 


—  44  — 
haya  viento  ó  no  haya  viento. 

Son  las  doce;  ya  lo  Veis;  (Enseñándole  el  reloj. 

tened  por  cosa  resuelta 

que  he  de  estar  aquí  de  vuelta... 
Cap.         ¿Cuándo? 

Gob.  Esta  tarde  á  las  seis. 

Cap.        Saheis  lo  que  me  decis? 
Gob.        Nada!  no  admito  demoras! 
Cap  .        Luego  queréis  en  seis  horas 

ir  y  volver  de  Paris? 
Gob.         Lo  exijo. 

Cap.  No  hay  quien  se  atreva. 

Gob.         ¡Lo  mando! 
Cap.  ¡Es  que  no  hay  quien  vaya! 

¿Y  si  hay  temporal?... 
Gob.  Que  lo  haya! 

Cap.        Y  si  llueve? 

GOB.  (Con  acento  de  mando.)  ¡Que  110  llueva! 

Cuidado  que  es  terquedad! 
Cap.         Mandáis  con  mucha  energía... 
Gob.         ¿Pues  de  qué  me  serviría 

ser  aquí  la  autoridad? 

¡Que  hay  mucho  desde  aquí  á  Francia! 

Á  mí  ¿qué  me  importa  de  eso? 

Se  alivia  el  barco  de  peso 

y  se  estrecha  la  distancia. 

Qué  habéis  de  enseñarme  á  mí 

de  mandar  y  obedecer, 

si  un  dia  que  debió  haber 

eclipse,  lo  prohibí? 

No  entiendo  ¡voto  á  mi  nombre! 

que  el  hombre  no  tenga  alma. 
Cap.         Mas... 
Gob.  No  puedo  ver  con  calma 

las  pequeneces  del  hombre. 

Cualquier  cosa  le  anonada. 
Cap.         Para  volar  no  hay  lecciones! 
Gob.         Pues  no  vuelan  los  gorriones 

y  no  han  estudiado  nada? 
Cap.        Claro  es! 

Gob.  Luego  en  pura  plata... 

Cap.        Es  que  no  hay  comparación, 


—  4o  — • 

ni  la  sufro,  entre  un  gorrión 

y  un  capitán  de  fragata! 
Gob  .        Pero  cuando  yo  me  pongo 

á  mandar  aquí  una  cosa, 

no  hay  ninguno  que  me  tosa, 

señor  mió! 
Cap.  No  me  opongo. 

Mas  como  estoy  ¡vive  Dios! 

muy  constipado,  en  conciencia, 

necesito  una  licencia 

para  el  uso  de  la  tos. 
Gob.        (Furiosísimo.)  ¿Os  burláis?  voto  á  mi  nombre, 

que  si  me  sacáis  de  quicio 

voy  á  armar  un  rebullicio!... 

(El  negro  baja  corriendo  por  el  monte,  le  da  el  palo 
al  Gobernador  y  este  le  pega.) 

Cap.         ¿Le  habéis  pegado  á  ese  hombre! 

Gob.         Sí. 

Cap.  No  entiendo  ¡voto  á  tal! 

ese  medio  nunca  usado. 

¿Quién  es  ese  desdichado? 
Gob.         Es  la  víctima  oficial. 
Cap.         ¿Sabéis  que  yo  no  creia 

que  á  tal  llegara  el  exceso?... 
Cob.         Pues  si  no  fuera  por  eso, 

este  mundo,  qué  seria? 

Yo  en  mi  conciencia,  rechazo 

el  sistema  tremebundo; 

pero,  amigo,  en  este  mundo 

no  hay  más  razón  que  el  trancazo. 

El  hombre,  gran  fanfarrón, 

es,  desde  que  al  mundo  vino, 

el  animal  más  dañino 

que  tiene  la  creación. 

Se  ha  encontrado  hecho  persona, 

y  ha  logrado  á  su  manera 

domesticar  á  la  fiera 

y  hacer  bailar  á  la  mona, 

y  encuentra  al  perro  propicio 

para  seguirle  en  dos  patas, 

y,  en  fin,  á  las  mismas  ratas 

les  enseña  el  ejercicio. 


—  46  — 

Como  sabe  el  marrullero 
la  importancia  que  le  da 
el  dinero,  y  como  está 
siempre  buscando  dinero, 
desempeña  gran  papel 
y  todo  es  mañas  y  tretas; 
en  teniendo  seis  pesetas... 
ya  no  bay  quien  pueda  con  él. 
Se  atreve  con  las  mujeres; 
insulta  á  los  demás  nombres; 
y  confundiendo  los  nombres 
de  derecbos  y  deberes, 
si  le  hicieran  explicar 
qué  es  el  deber,  puede  ser 
que  respondiera:  «deber 
quiere  decir:  no  pagar.» 
Ahora,  dígame  usté  á  mí 
de  qué  manera  mejor 
gobierna  un  Gobernador 
á  una  sociedad  así! 
Dedicándose  al  solfeo 
y  haciendo  lo  que  yo  hago: 
he  de  dar  golpes  en  vago? 
cojo  á  un  vago  y  le  golpeo! 
Como  mi  dominación 
solo  á  los  negros  comprende, 
si  hay  un  blanco  que  pretende 
darme  alguna  desazón, 
en  cuanto  lo  sé,  me  alegro, 
porque  á  poco  que  alborote, 
le  emprendo  con  un  garrote 
hasta  que  lo  pongo  negro. 
De  este  y  de  otros  muchos  modos 
me  hago  yo  querer  aquí, 
y  así,  solamente  así 
les  tengo  quietos  á  todos. 
Luego  pasando  revista, 
matándolos  uno  á  uno, 
en  cuanto  no  haya  ninguno... 
veréis  cómo  nadie  chista!" 
Cap.        Buen  sistema;  me  conviene. 
Gob.         Ya  sabéis  lo  que  soy  yo, 


_  47  — 


ved  si  obedecéis  ó  no... 

Cap. 

Por  la  cuenta  que  me  tiene. 

Gob. 

Ó  voy  y  vuelvo  volando, 

ú  os  cuelgo. 

Cap. 

Iréis  y  vendréis, 

Gob. 

¡Vivo! 

Cap. 

Ó  muerto,  si  queréis, 

Gob. 

Vivo,  digo! 

Cap. 

Pues  andando! 

Gob. 

No  esperéis  órdenes  nuevas. 

Cap. 

Á  la  Orden.  (Marchándose  ) 

Gob. 

Podéis  marchar 

Cap. 

(En  estando  en  alta  mar 

verás  tú  qué  paso  llevas!) 

ESCENA  V. 

GOBERNADOR,  VIRGINIA,  el  NEGRO. 
GOB.  Chist!  (Acercándose  á  la  puerta  de  la  casa. 

Virg.  Me  llamáis? 

Gob.  Y  tu  madre? 

Virg.      Ahí  está  con  la  de  Pablo. 
Gob.        Voy  á  avisar  tu  partida. 
Espérame,  pronto  salgo. 

ESCENA   VI. 

VIRGINIA,  el  negro  DOMINGO.    l 

Virg.      Chiist!  Domingo!  Chiist! 
Dom.  ¿Me  llama? 

Virg.      Domingo,  cómo  escapamos? 
Dom.        ¿Otra  escapatoria? 
Virg.  Sí. 

Quieres  llevarme? 


1      Esta  escena    y  la  siguiente  deben    declamarse  en  voz  ba- 
ja. El  negro  del  Gobernador  queda  sentado  en  el  foro. 


Dom.  Habla  bajo, 

que  el  señor  Gobernador 

está  muy  incomodao! 
Virg.       Quieren  que  á  Pablo  abandone. 

Dime  tú,  dirne  qué  bago. 
Dom.        Hija  mia,  haz  lo  que  quieras, 

porque  yo,  ni  entro  ni  salgo. 

ESCENA  VII. 

DICHOS,  PABLO. 


Pablo. 

Virg. 

Pablo. 


Virg. 
Pablo. 
Virg  . 

Dom. 
Virg  . 
Pablo . 


Viug  . 


Chiquita! 

Pablo. 

Silencio, 
hablemos  bajito,  bajo, 
que  está  ahí;  le  ha  dicho  á  madre 
que  te  vas  dentro  de  un  rato. 
¡Te  vas  y  me  dejas! 

¡No! 
Él  lo  manda. 

Si  lográramos 
evitar  esta  partida... 
No  es  posible. 

Ay,  pobre  Pablo! 
Voy  á  quedarme  aquí  solo, 
mirando  á  todos  los  lados 
diré:  ¡Virginia!  y  el  eco 
responderá:  ¡se  ha  marchado! 
Cada  flor  será  un  recuerdo 
de  tu  aliento  perfumado, 
y  en  cada  melocotón 
encontraré  tu  retrato. 

(Llorando.) 

¡Qué  recuerdos,  vida  mia! 
qué  recuerdos  tan  amargos! 
(id.)  Yo  no  podré  estar  sin  tí, 
pasaré  el  dia  llorando; 
á  cada  niño  que  vea 
me  lo  quedaré  mirando. 
Como  tendré  el  corazón 
de  pena  despedazado, 


—  49  — 


en  cada  suspiro  mió 

te  remitiré  un  pedazo! 

Pablo. 

(Llorando  mucho.) 

¡Que  llegue!  Que  no  se  pierda! 
¡Mándalo  certificado! 

Virg. 

¿Pensarás  en  mí? 

Pablo. 

La  vida 

Virg. 

me  la  he  de  pasar  pensando. 
¿Mé  escribirás? 

Pablo. 

(Con  desconsuelo.)  ¡Si  no  Sé! 

Virg. 
Pablo. 

¡Ay,  qué  penas! 

¡Ay,  qué  ratos! 

Dom. 
Pablo. 

Ea,  yo  no  puedo  más, 
yo  voy  á  llorar. 

Cuidado, 

no  llores,  que  te  destiñes! 

Dom. 

Si  no  puedo  remediarlo! 

(Saca  un  pañuelo  muy  grande.  A  su  debido  tiempo 

Pablo  y  Virginia  cogen    cada  uno  de  una   punta  pa 

ra  enjugarse  las  lágrimas.) 

Pablo. 
Virg. 

¡Virginia,  adiós  para  siempre! 
Adiós  para  siempre,  Pablo! 

Dom. 

¡Hí!  ¡hí! 

Pablo . 

¡Hí!  hí! 

Virg. 

Hí!  hí! 

(Enjugándose  los  tres.) 

ESCENA  VIII. 


DICHOS,  PANCHA,   después  OCHENTIN. 

Pancha.   Qué  les  pasa! 

Dom.  Que  mi  amo 

se  lleva  á  la  niña! 

Pancha.    _  Adonde? 

Pablo.     Á  Paris. 

Virg.  Lejos  de  Pablo. 

Pancha.  Qué  iniquidá! 

Dom.  Pues  por  eso 

estamos  todos  llorando, 
coja  usted  esta  otra  punta! 


—  50  — 

(Pancha  coge  la  otra  punta  del    pañuelo,    y  llora  co- 
mo ellos.) 

Pancha.  Pues  yo  creo  que... 

Do'.  ¡Hable  bajo! 

Pancha.  Yo  creo  que  para  eso  (En  voz  muy  baja.) 

estaban  aliora  levando 

las  anclas  de  la  fragata. 
Pablo.     Cbist...  bajito. 
Pancha.  Y  hay  soldaos, 

y  mucha  tripulación 

para  llevarte! 
Yirg.  Ay,  qué  espanto! 

Pablo.     Y  va  á  ser  pronto? 
Pancha.  Muy  pronto. 

Ddm.        Y  esto  se  pone  muy  malo... 

porque... 
El  negro.  ¡Achis! 

(Da  un  estornudo  miiy  fuerte  el  negro  del  Goberna- 
dor. Los  cuatm  personajes  que  hay  en  escena  caen 
sentados    en    el  suelo.) 

Los  cuatro.  ¡Ay! 

PABLO.       (Después  de  una  pausa.)   Qllé   ha  sido  eSO? 

Virg.       El  negro  que  ha  estornudao. 

ESCENA  IX. 

DICHOS,  el  GOBERNADOR.  Los  cuatro  personajes  han  debido 
caer  sentados  de  frente  al  público,  de  modo  que  no  vean  al  Go- 
bernador. Este  sale,  los  mira  y  va  á  preguntar  al  negro,  por 
señas.  El  negro,  por  señas  también,  le  da  á  entender  que  les 
otros  quieren  marcharse.  Esta  escena  mímica  debe  haberse  mien- 
tras los  cuatro  personajes  se  levantan  y  hablan. 

Pancha.  Sus  mercés  se  asustan  pronto. 

Mientras  estamos  llorando 

no  podíamos  tratar 

de  echa  a  correr? 
Dom.  Fuera  en  vano 

Pancha.  Nada  nos  cuesta  probar. 
Pablo.     Sí?  pues  ya  estamos  andando. 

A  una,  á  dos...  á  tres! 

(Se    vuelven    los    cuatro  á  un  tiempo  hacia  el    foro 


—  51  — 

para  echar  á  correr,  y  se  encuentran  con  el  Goberna- 
dor, que  está  aguardándoles  cruzado  de  brazos.  En 
seguida  se  vuelven  otra  vez  de  cara  al  público,  aga- 
chando la  cabeza  y  haciendo  un  exageradísimo  gesto 
de  sorpresa  y  espanto.  Deben  quedarse  con  la  boca 
abierta  y  la  lengua  fuera.  Es  una  escena  muda,  cu- 
yo éxito  depende  de  los  actores.) 

Gob.        (Á  ellos.)  Ni  la  paz  y  caridad 

os  va  á  valer!  (Á  su  negro.)  Vigilancia! 

(Á  Virginia.)  Tú  no  escapas.  ¡Vas  á  Francia! 

(Á  ios  demás.)  Vosotros,.,  temblad! 

(Se  marcha;  vuelve  desde  el  foro  y  repit$  con  acento 
terrible.) 

¡¡¡Temblad!!! 

(inmediatamente  se  ponen  á  temblar  los  cuatro  muy 
visiblemente,  y  rompe  la  orquesta.  El  Gobernado 
se  va.) 


MÚSICA. 


Virg.        ¡Yo  tié—tié—tié—tié— tiemblo! 
Pablo.     ¡Yo  tié—tié—tié—tié— tiemblo! 
Pancha.  ¿Qué-qué-qué-qué  va  á  pasar? 
Dom.         ¡Qué-qué-qué-qué  va  á  pasar! 
Nos  ¡va-va-va-va  á  devorar. 
Nos  va-va-va-va  á  devorar. 

Pa-pa-pa-pa-liza 

vamos  á  llevar. 

Pa-pa-pa-liza 

vamos  á  llevar. 

Pa-pa-pa-pa-pa. . . 

Pa-pa-pá... 

pa-pá-pá 

pa-pá-pá! 


—  52  — 

ESCENA  X. 


EL    NEGRO,    PABLO,    VIRGINIA,     PANCHA,    DOMINGO,    luego 

OCHENTIN.  Después  de  una  larga  pausa,  dice  Pablo  con  mucha 

viveza. 


Pablo.  Pues  no  señor,  yo  no  cedo 
•aunque  nos  hagan  astillas, 
intentemos  algo  pronto! 

Virg.        Es  verdad. 

Panciia.  ¡Mucho!! 

Dom.  Deliras! 

OCHENT.    (En  traje  de  camino    con  un  sombrero  muy  c1 

Por  iin  logro  el  placer  híbrido 
de  encontrarte,  luz  perdida! 

Los  cuatro.  Ochentin. 

O.iient.  Dejo  mi  casa 

y  el  reposo  y  la  tranquila 
insensatez,  del  hogar, 
¡por  buscarte,  alma  sencilla! 

VlRG.  Ayudadnos!  (Gran  rapidez  en  el  diálogo.) 

Ochent.  Qué  sucede? 

Pancha.  Que  se  llevan  á  la  niña. 
Ochent.  Quién. 

Los  cuatro.        El  Gobernador. 
Ochent.  Nunca! 

Virg.       Sí,  va  á  venir  en  seguida. 

Á  ver  si  os  ocurre  algo! 
Oche  t.  Lo  dudas,  estrella  lija? 
Virg.       Cómo  escapamos  de  aquí? 
i  ■  .¡knt.  (Oh,  qué  ocasión  tan  supina!) 

Yo  tengo  ahí  una  balandra 

donde  he  venido,  y  que  es  mia, 

traigo  catorce  remeros; 

en  saliendo  de  la  orilla, 

volaremos  mar  adentro! 
Los  cuatro.  Huyamos. 
Ochent.  Id  en  seguida. 


Vestios  para  el  camino/ 

nicas  ligeros;  id  aprisa! 
Pablo  .     Corriendo!  (Echa  á  correr.) 
Pancha,   (id.)  ¡Pronto! 

Don.        (id.)  ¡Volando! 

(Se  va  Pablo  por  un  lado,  Pancha  por  otro,  y  Do- 
mingo por  otro.  En  cuanto  Ochenta)  los  ve  desapare- 
cer, se  vuelve  liácia  Virginia  y  le  dice:) 

Ochent.  Ahora,  nos  vamos  solitos. 

V[RG.  (Asustada.) 

Qué,  qué  es  eso? 
Ochent.  ¡Ya  eres  mía! 

VlRG.  Traición!    (Corriendo  por  la  escena.) 

Ochent.  Silencio! 

Virg.  Socorro! 

Ochent.    ¡Calla! 

(La  coge  en  brazos  y  so  marcha  corriendo.) 

¡Á  ver  quién  me  la  quita! 

ESCENA  XI. 

PABLO,    PANCHA,   DOMINGO,    después   el  GOBERNADOR,   SOL- 
DADOS, NEGROS  y  NEGRAS. 

Pancha   debe  sacar  un     sombrero  de   paja   pequeñito;    Domingo 
otro  más  psqueño,  y  Pablo  olio  mucho  más.   Estos   tres  persona- 
jes deben  salir  uno  después  ds  otro,  según  indica  el  diálogo,  y 
en  mangas  de  camisa. 

PANCHA.    ¿Qué  es  eSO?  (Recorre  la  escena.) 

Mas...  dónde  están? 

(Muchísima  rapidez  en  toda  la  escena.) 

Dom.        Dónde  está  la  señorita?... 

(Recorre  la  escena  también.) 

Pablo.     ¿Y  Virginia?  (id.,  id.) 

Pancha.  Ay,  que  no  está! 

Pablo.     Virginia! 

Dom.  ¡No  está! 

Pablo.  ¡Virginia!! 

Dom.        ¡La  han  robado! 

Pancha.  Sí? 

Pablo.  Ladrones! 


—  54 


GOB. 

Pablo. 
Dom. 

Pancha, 
Gob. 


Pablo. 
Gob. 


Pablo . 
Gob. 


Dom. 

Todos. 
Dom. 

Gob. 


(Entra  el  Gobernador  vestido  de  viaje,  y  con  un  som- 
brero mucho   más  chico  que  todos  los  demás.) 

¡Qué  ocurre! 

Una  picardía! 
Á  Virginia  se  la  lleva 
Ochentin! 

¡Sí! 

¡Voto  á  Cribas! 

(Recorren  la  escena  todos,   mirando  á  todas  partes  y 
hablando.) 

Por  dónde? 

Yo  no  lo  sé. 
¡Á  mí  con  tal  villanía! 

(El  negro  Domingo  sube  al   monte.  Comienza  la  tor- 
menta.) 

Ladrones! 

(Al  oír  un  trueno,  y  mirando  al  cielo.) 

Cállese  usted! 
¡Ochentin  aquí!  Oh,  perfidia! 
Allí  los  veo! 

Eh? 

Se  meten 
en  una  balandra,  y  viran. 
Capitán!  ¡El  Capitán! 
El  Capitán!  pronto,  aprisa!! 


ESCENA  Xíí. 

DICHOS,  el  CAPITÁN. 

Cai\ 

Aquí  estoy. 

Gob. 

Hay  que  seguir 

á  toda  costa... 

Dom. 

¡Ya  viran! 

Gob. 

Os  enteráis?  (ai  Capitán.) 

Cap. 

¡No  señor! 

Dom. 

Ya  se  alejan! 

Gob. 

Por  mi  vida! 

Hay  que  seguir... 

Cap. 

(irritado.)                 Pero  ¿á  guión? 

Gob. 

A  ellos,  á  ellos,  y  en  seguida. 

Cap. 

Pero,  hombre,  ¿quiénes  son  ellos? 

Dom. 

¡Ay! 

—  55  — 

(Da  un  gran  grito  y  baja  á  la  escena.  Todos  se  vuel 
ven  para  oir  lo  que  va  á  decir  Domingo.) 

¡Se  perdieron  de  vista! 

(Grito  general.  Quedan  todos  los  personajes  que  hay 
en  escena  con  la  cabeza  baja  y  las  manos  cruzadas.) 


MÚSICA. 

CONCERTANTE.  ' 

Gob. 

¡Ay,  qué  fatalidad! 

Pancha. 

¡Ay,  qué  fatalidad! 

Dom. 

¡Ay,  qué  fatalidad! 

Pablo . 

¡Ay,  qué  fatalidad! 

¡Ay,  qué  fatalidad! 

Coro. 

¡Ay,  qué  fatalidad! 

Todos . 

¡Fatalidad! 

HABLADO. 

Gob.         Y  á  todo  esto  no  sabéis 

por  qué  es  la  fatalidad? 
Cap.         ¡Yo  no  sé  nada!... 
Gob.  Un  traidor 

á  quien  quiero  yo  atrapar, 

se  lleva  en  estos  momentos 

á  Virginia  por  el  mar. 

CAP.  ¡Bueno!    (Con  indiferencia  y  mal  gesto.) 

Gob.  Qué  es  eso  de  bueno? 

Alcanzadlos,  pésiatal! 

Pablo.     Hacedlo  por  mí!  (Suplicante.) 

Todos,     (suplicantes.)  Salvadla. 

Gob.         Lo  pide  el  pais:  volad! 

Cap.         Está  bien;  pero  os  advierto 
que  va  á  haber  un  temporal 
de  los  gordos;  así,  pues, 
si  he  de  ir  á  eso,  mandad 


1      Durante  este  concertante,  se  oscurece  la  escena  y  se  cubre 
el  cielo  de  nubes. 


—  5G  — 


suspender  el  chaparrón, 

y  si  no,  no  hay  novedad. 

Gob. 

Ira  de  Dios! 

Cap. 

Pites  de  qué 

os  sirve  la  autoridad? 

Gob. 

Salid! 

Todos . 

(En  tono  de  súplica.) 

¡Salid! 

(Cargado.)           Ea,  Salgo! 

Cap. 

á  mí  lo  mismo  me  da. 

ESCENA  XIII. 

PABLO,  GOBERNADOR,  PANCHA,  DOMINGO,  CORO. 

Pablo  acompaña  al  Captlan  hasta  el  foro,  luego   vuelve  y 
se  dirig-e  al  Gobernador. 


Pablo. 

Gob. 

Pablo. 


Dom. 
Gob. 
Todos. 
Pablo. 


Gob. 
Pablo. 

Todos . 
Gob. 

Pablo . 


¡Vil! 

Chiquillo! 

Se  lo  voy 
á  decir  á  mi  mamá: 
por  lí  pasa  todo  esto. 
Es  verdad! 

¿Cómo? 

Es  verdad! 
Si  tú  no  hubieras  pensado 
en  que  saliera  de  acá 
Virginia,  ella  no  se  hubiera 
decidido  á  apechugar 
con  el  que  antes  le  ofreció 
librarla  de  tí. 

¡Cabal! 

(Suena  un  trueno.) 

¡Silencio!    (Lo  dice  al  trueno.) 

Pero  como  eres 
un  gran  déspota... 

Verdad! 
¡Oh!  una  sublevación 
en  estos  momentos!  ¡Ah! 
Como  nos  tienes  á  todos 
en  un  puño... 


—  57  — 

TODOS.       (Animando  á  Pablo  y  enseñrndo   el  puño  cerrador) 

Así. 
Gob.  Callad. 

¡Á  este  niño,  porque  es  blanco 

se  lo  puedo  tolerar, 

pero  á  vosotros  os  puedo 

hacer  polvo'! 
Pablo.  Calla  ya, 

¡vinagre! 
Gob.  Vinagre  has  dicho!  (Trueno.) 

Pablo.     Cascarrabias! 
Gob.  Voto  á  tal! 

Piensa  en  Virginia! 
Pablo,     (ai  com.)  Virginia 

va  á  morir,  y  este  tendrá 

la  culpa! 

(Glandes  rumores  entre  los  negros.) 

Gob.  Sobre  nosotros 

se  cierne  la  tempestad! 

(Un  gran  trueno.) 

Pablo.     Es  que  te  castiga  Dios! 
Todos.     ¡Infaaaaame! 

(Lo  dicen  extendiendo  los  dedos  hacia  él.) 
(Otro  trueno  mayor.) 

Gob.  ¡Callad,  callad! 

VlRG.  (Dentro.)  ¡Socorro! 

Pablo.  Sobre  las  olas 

se  mece  Virginia. 
Todos.  ¡Ahü! 

(Se  ve  á  Virginia  sobre  el  agua  un  instante.  Un  re- 
lámpago ilumina  la  escena.  En  seguida  suena  un  true- 
no espantoso.  Caen  dos  rayos  seguidos,  y  todos  los 
personajes  caen  boca  abajo.  Momento  de  silencio.  La 
caida  debe  suceder  al  grilo  de  ¡Ah!  que  dan  todos.) 
PABLO.       (Levantándose  y  después  de  una  pausa.) 

Cuántos  habremos  quedado? 
No  se  mueven;  ay!  qué  haré? 

VlRG.  (Dentro.)  Pablo! 

GOB.  (Levantándose.)    Cielos! 

Virg.  Pablo! 

Pablo.  Eh? 

Es  ella  que  me  ha  llamado. 


—  58  — 
Gob.        ¡Ella! 

PANCHA.    (Levantándose.)  ¡Ella! 

Dom.  ¡Ella! 

PABLO.       (Marchándose  por  el  foro.)      ¡Sí! 

Gob.        Ella,  pero  dime,  Pancha... 

Pancha.  Qué? 

Gob.        (á  Doming-o.)  ¡Si  está  sin  una  mancha! 

DOM.  Si  está  blanca!  (Mirando  á  Pancha.) 

Pancha.  Blanca! 

Gob.  y  Dom.  Si? 

Pancha.  Será  posible,  señor, 

y  usté  también!  (Á  Domingo.) 
Dom.  y  Pancha.  (Tocándose  la  cara.)  ¡Ay  qué  gusto! 
Gob.        Me  he  perdido!  ¡Con  el  susto 

han  cambiado  de  color!!! 

(Se   levantan  todos:  deben  aparecer  blancos.) 

Todos.  ¡Somos  libres!  (Mirándose.) 
Dom.  Es  verdad. 

Gob.  Qué  situación  tan  horrible! 

Pablo.  ¡Viva  Virginia! 
Gob.  Es  posible? 

Pablo.  Ya  llegó  sin  novedad. 

ESCENA  XIV. 

DICHOS,  VIRGINIA   y  el  CAPITÁN. 

Fablo  trae  á  Virginia  en  brazos.    Debe  aparecer   muy  mojada  y 
con  el  pelo  caido. 

Todos.     ¡Viva! 

Pancha.  Cómo  se  ha  salvado? 

Gob.        Cómo  ha  sido! 

Dom.  Á  ver,  á  ver? 

Virg.       Se  volcó  el  barco,  Ochentin 

no  me  pudo  sostener; 

los  remeros  ahí  se  quedan 

nadando. 
Pancha.  V  su  mercé? 

Virg.       Hija  mía,  el  miriñaque 

se  me  volvió  del  revés, 

y  he  venido  hasta  la  orilla 

admirablemente  bien. 


—  m  — 

Dom.        Vea  usté  que  cosas! 
Virg.  Pero 

y  las  negras? 
Pablo.  No  las  ves? 

C.ob.        Es  que  lian  perdido  el  color 

con  el  susto! 
Pablo  y  Virg.  ¡Puede  ser! 

Pablo.     Sea  enhorabuena. 
Todos.  Gracias! 

CAP.  VaniOS  á  Paris,  Ó  qué?  (Al  Gobernador.) 

Gob.        Tardaré  rauclio? 

Cap.  ¡Diez  años! 

Cob.        Voto  á  seis  mil  veintitrés 

cuatrocientas  siete  bombas, 

que  si  me  humilláis... 
Pablo.  Sí,  eh? 

Ahora  mandamos  nosotros. 

Vamos  á  acabar  con  él. 

(Se  abalanzan  lodos  al  Gobernador.) 

Virg.       (cubriéndole.)  No!  Perdonadle  por  mí. 
Pablo.     Si  tú  quieres,  está  bien. 

Le  dejaremos  marchar 

con  su  víctima. 

(iOB.  (Dirigiéndose  á  su  negro.)  Sí  á  UJ$ 

este  dócil  secretario, 
este  compañero  fiel, 
mi  querido  sordo-mudo... 

El   NEGRO.  (Le  mira  fijamente,  rompe  el  palo  en  dos   pedazos, 
los  arroja  al  suelo,  y  dice.) 

¿Con  que  sordo-mudo,  eh? 
Todos.     Já!  já!  já!  já! 
El  negro.  Muy  buen  viaje, 

lo  que  es  yo,  hasta  aquí  llegué! 
Gob.        Capitán,  en  la  fragata 

quiero  partir  á  las  tres. 
Cap.         Sí:  pero  allí  mando  yo, 

y  si  se  impacienta  usté 

mandaré  que  lluevan  palos... 

y  va  a  estar  lloviendo  un  mes! 
Gob.         ¡Oh!  desdichados!  de  hoy  más 

quien  os  gobernará? 
Pablo.  Quién? 


—  60 


ESCENA  ULTIMA. 


DICHOS,  OCHENTIN. 


Aparece  en  lo  alto  del  monte  envuelto 


OCHENT 

.  ¡Yo  tengo  criterio  insípido 

para  mandar  sin  doblez! 

Todos. 

¡Ochentin! 

OCHENT 

Nadando  vine. 

(Baja  á  la  escena.) 

Un  gobernador  queréis? 

Yo  tengo  esa  aspiración. 

Procedo  de  España! 

Todos. 

¡Bien! 

Pablo. 

Yo  el  más  desautorizado 

de  todos... 

VlRG. 

Qué  vas  á  hacer? 

Pablo. 

Represento  á  este  pais 

y  te  elijo... 

OCHENT. 

Y  haces  bien. 

Pablo. 

Siempre  que  empieces  entrando 

á  ver  á  madre,  y  le  des 

orden  de  que  yo  me  case... 

Todos. 

¡Con  Virginia! 

Vine 

¡Oh,  si! 

OCHENT. 

Lo  haré. 

Que  por  mandar  á  la  gente 

eso  y  más  se  puede  hacer. 

Oh,  jóvenes  intranquilos 

de  esplendente  madurez! 

el  corazón  me  da  insultos 

de  júbilo... 

Gob. 

(.4  Ochentin,  en  voz  baja.)  Calle  USté, 

¡goma  arábiga]  (En  tono  de  insulto.) 

OCHENT. 

(Muy  cortés.)    Mil  gracias. 

Padlo. 

Ea,  que  reine  el  placer. 

Todos. 

Viva  Virginia! 

OCHEUT. 

Que  viva! 

Pablo. 

En  baile. 

—  61  — 
Ochent.  Principio  bien. 


Ven  vida  mia,  ven, 
ven  pronto  junto  á  mí 
que  yo  no  vivo  ¡ay! 
sin  tus  halagos  mil. 
No  te  me  apartes,  no, 
y  en  dulce  lazo,  así, 
será  mi  dicha, 
más  deseada, 
morir  por  tí. 

(Baile  general;  procúrese  poner  bien  este  tango.) 


FIN     DE    LA    ZARZUELA, 


Habiendo  examinado  esta  zarzuela  no  hallo 
nconveniente  en  que  su  representación  se  auto- 
rice con  la  supresión  hecha. 

Madrid  7  de  ¡Setiembre  de  4867. 

El  Censor  de  Teatros. 
Narciso  S.  Serra. 


Queda  hecha  la  supresión  indicada  por  el  Censor. 

Et.  Autor. 


PUNTOS  DE  YENTA  Y  COMISIONADOS  PRINCIPALES. 


PROVINCIAS. 


8.  Raiz. 

Z.  Bermejo. 

J.  Marti. 

R.  Muro. 

Viuda  de  lbarra. 

A.  Vicente  t'erez. 

M.  Alvarez. 

U.  Caracuel. 

J.  A.  de  Palma. 

1).  Santisteban. 

S.  López. 

M.  Román  Alvarez. 

F.  Coronado. 
J.  R.  Segura. 

G,  Corrales. 

A.  Saavedia,  Viuda   de 
Bartumens  y  I  Cerda, 

P.  López  Coron. 

T.  Astuy. 

T.  Arnaiz  y  A.  Hervías. 

B.  Monto)  á. 
J.  Valiente. 
V.  Morillas  y  Compañía. 
F   Molina. 
F.  María  Poggi,  de  Santa 

Cruz  de  lenerife. 

.T.  M.  Eguiluz. 

E.  Torres, 

J.  Pedicilo 

J.  M.  de  Soto. 

L.  Ocharán. 

M.  García  de  la  Torre. 

P.  Acosta 

M.  Muñoz,   F.  Lozano  y 
Di  García  Lovera. 
uña.  J.  Lago. 

nca.  P.  Mariana. 

a.  J.  Giuli. 

rol.  N,  Taxonera, 

jeras.  Viuda  de  ¡Josch. 

ona.  F.  borea. 

m.  Crespo  y  Cruz. 

nada.  J.  M.  Fuensalida  y  J.  M. 

Zamora. 
drdajara.  R.  Oñana. 

ana.  Charlam  v  Fernandez, 

■n.  P  Quintana. 

Uva.  J.  V.  Osorno: 

sea.  M.   Guillen, 

i.  R.  Martínez. 

va.  J.  Pérez  Fiuixá. 

¡z-  V.  Alvarez  y  Compañía, 

de  Sevilla. 
Palmas  (Canarias)  J,  ürquia. 
ft.  Minon  Hermano. 

ida.  3.  Sol  é  hijo. 

vres.  R.  Carrasco. 

roño.  P.  Brieba. 

ca.  A.  Gómez. 


Lucena. 
Lugo. 

Miihon. 
Halaga. 

Manila  [Filipinas). 
Matará. 
Mondoñedo. 
Móntala. 

Murcia. 

Ocaña. 

Orense.' 

Orihuela. 

Osuna. 

Oviedo. 

i'ulencia. 

Palma  de  Mallorca. 

pamplona. 

Pontevedra. 

Priego  (Córdoba.) 

Puerto  ae  Sta.  María- 

puerto- Meo 

lietjuena. 

Keus. 

liioseco. 

Honda. 

Salamanca. 

San  Fernando. 

S.  ltdefonso(La Granja) 

San  tú  car. 

San  Sebastian 

S.  Lorenzo.  (Escorial.) 

Santander. 

Santiago. 

Seyovia. 

Sevilla. 

Soria. 

Talavera  de  la  Beina. 

Tarazona  de  Aragón. 

Tarragona. 

Teruel. 

Toledo. 

Toro. 

Trujillo. 

Tudela. 

Tur. 

Ub'eda. 

falencia. 

VaUadolid. 

rich. 

figo. 

Fíllanucva    y  Celtrú. 

Fitoria. 

Zafra. 

Zamora. 

Zaragoza. 


3.  B.  Cabeza. 

viuda  de  Pujol. 

P.  Vinent. 

J.   G.   Taboadela  y  F   de 

Mova 
A.  üiona. 
í..  Clavell. 
Viuda  de  Delgado. 
D,  Santolalla. 
T.  Guerra  y    Herederos 

de  Andrion. 
V.  Calvillo. 
J.  Ramón  l'erez. 
J.  Martínez.  Aivarcz. 
V.  Montero. 
J.  Martínez. 
Hijos  de  Gutiérrez. 
P.J.Üelahert, 
J.  Ríos  Barrena. 
J.  iiuceta  Solía  y  Comp. 
J.  de  la  Cámara. 
J.  Valdeirama. 
J.Mestre,  de  Mayagüez. 
C.  García. 
J.  Prius. 
M.  P  ládanos. 
Viuda  de  Gutiérrez, 
R.  Huebra. 
R.  Martínez. 
R.  J.  Serna. 
].  de  uña. 

A.  'iarralda 
S.  Herrero.- 

C.  Medina  y  F.  Hernández. 

B.  Escribano. 
L.  M.  Salcedo. 

r .  Alvarez  y  Comp. 
F.  Pérez  Rioja. 
A.  Sánchez  de  Castro. 
P.  Veralon. 
V   Fout. 
T.  Baquedano. 
F.  Hernández. 
A.  Rodríguez  Tejedor. 
A.  Herrauz. 
M.  lzalzu. 

M.  Martínez  de  la  Cruz. 
T.  Pérez. 

1,  García,  F  Navarro  y  J. 
Moriana  y  sanz. 

D.  Jover  v  H.  de  Bodrígz 
J.  Soler. 

M.  Fernandez  Dios. 
L.Creus. 

S.  Hidalgo  y  A  Juan. 
A.  Opuet. 
V.  Fuertes. 

L    Ducassi,  J.  Comin    v 
Comp.  y  V.  de  Heredia 


MADRID. 

Librerías  de  la  Viuda  é  Hijos  de  Cuesta,  y  de  Moya  y  Plaza,  calle 
Carretas;  de  A.  Duran,  Carrera  de  San  Gerónimo;  de  L  López,  calle 
Carmen,  y  de  M.  Escribano,  calle  del  Príncipe,