.„_846S
PABLO Y VIRGINIA,
Zarzaela kilesca en dos actos en verso,
LETliA bE
EUSEBIO BLASCO,
KIS1CA. DEL
MAESTRO ROGEL.
MADRID
: A
EL TEATRO Y ADMINISTRACIÓN LI RICO- DRAMA TICA .
oficinas: pez, 40, 2.0
1 867.
Digitized by the Internet Archive
in 2010 with funding from
University of North Carolina at Chapel Hill
http://www.archive.org/details/pabloyvirginiazaOOroge
PABLO Y VIRGINIA.
OBRAS CÓMICAS
EUSEBIO BLASCO-
La ANTIGUA ESPAÑOLA En cuatro actos en prosa.
La MUJER DE ULISES. (Segun-
da «dieron.) En un acto en verso.
La TERTULIA DE CONFIANZA. En tres actos en verso.
LA CORTE DEL REY REUMA. Zarzuela en un acto en verso.
El. JOVEN TELÉMACO. (Segun-
da eiücion.) Zarzuela en dos actos en verso.
LTN JOVEN AUDAZ Juguete en un acto en verso.
El AMOH CONSTIPADO En un acto en verso.
El VECINO DE ENFRENTE. ... En un acto en verso.
La SUEGRA DEL DIABLO. ... Zarznela en tres actos en
verso.
PABLO Y VIRGINIA Zarzuela en dos actos en verso-
LIBROS.
La MISERIA EN UN TOMO.
los curas en camisa.
Arpegios.
Cuentos alegres.
1)EL SuiZCÁ LA SUIZA. (Próximo a publicarse.
REPERTORIO DE LOS BUFOS MADRILEÑOS.
PABLO Y VIRGINIA,
en dos actos en verso,
EUSEBIO BLASCO,
MÚSICA. DEL
MAESTRO ROGEL.
Representada por primera vez en Madrid, en el teatro de los
Bufos Madrileños (Circo), el 11 de Octubre de 1867.
MADRID:
IMPKE^TA BE JOSÉ RODRÍGUEZ, CALVARIO. 1$.
18tt9.
PERSONAJES. ACTORES.
PABLO Sr. Arderics.
VIRGINIA Sta. Alvarez.
EL GOBERNADOR DE LA
ISLA Sr. Cubero.
OCHENTIN Sr. Fuentes.
EL NEGRO DOMINGO. .. Sr. Orejón.
PANCHA Sta. Vaquero.
UN CAPITÁN DE FRA-
GATA Sr. Castilla,
LA VÍCTIMA OFICIAL... Sr. Arveras.
NEGROS Y NEGRAS. . . . Coro general.
La acción en la isla de Francia.
Esta obra es propiedad de su autor, y nadie podía, sin su
permiso, reimprimirla ni representarla en España y ms posesio-
nes de ultramar, ui en ios paisas con quienes haya celebrados ó se
celebren en adelante tratados internacionales do propiedad literaria.
El autor se reserva el derecho de traducción.
Los comisionados de las Galerias Dramáticas y Líricas de los
Sres. Gullon é Hidalgo, son los exclusivos encargados del cobro de
os deri chos fie representación y de la venta de ejemplares
Queda hecho el depósito que márcala ley.
ACTO PRIMERO.
Decoración de campo; monte practicable en el foro, y
grupos de palmeras en la escena. Vegetación y
plantas en abundancia. Al levantarse el telón, apare-
ce Ochentiií, sentado en una butaca, dormido, y las
Negras á su alrededor formando un gracioso grupo,
y abanicándole todas.
INTRODÜCION.
Las negras. Pobesito
señorito!
rendidito
debe está.
Le echaremos
airesito
pa que pueda
respira.
Cuidadito,
despasito,
no hacer ruido,
no chista.
Si le pican
los mosquitos...
qué fatigas
— 6 —
pasará!
¡Aaaaa!
Aaaa!
(Meciéndole y echándole aire con los abanicos.)
¡Qué fatiguitas
que pasará!
Ochent. Arrulladme, salvajes apreciables,
cantad en mi redor.
(Vuelve á cerrarlos ojos.)
Coko. Arrulladle, arrulladle, arrulladle,
pobesito señó!
Duerme, niñito,
duérmete ya,
que si no el coco
te va á llevar.
Duerme, chiquito,
duérmete en paz.
(Y aunque nunca despiertes,
lo mismo da.)
Un niñito tavieso tunante
domise no quiso
por jugá con la nega Dominga
y hacele cariños.
Y la nega Dominga enfadada,
ne sé qué le dio,
que el niñito tunante tavieso
dos dias durmió.
Ay, lo que le baria,
ay, no lo sé yo,
ay, duerme niñito,
porque si no
llamaremos á nega Dominga,
que líbrenos Dios!
ESCENA PRIMERA.
0CHENTIN, LAS NEGRAS.
Una. ¿Sa domio?
Otra. Sí señora.
Una. ¿Es de veras?
Otra. Sí señó.
Una. Quítele usté el mosquitero
pa que tenga mas calor.
Otra. ¡Ay, sí! cuanto antes reviente
antes Seré feliz yo. (Le quitan el mosquitero.)
Una. ¿Vamo á quítale el sombrero?
Otra. Esa es idea mejor,
poque así mu fácilmente
tomará la illSOlasion. (Le quitan el sombrero.)
Una. Me paese bien que se muera,
porque como el buen señor
nos trata bien, y nos quiere,
seria una cosa atós
tenerle algo é cariño
y algo é consideración.
Otra. Ó somos ó no sirvientas.
Pancha. Eso es lo que igo yo.
Varias. Que bable Pancba.
Pancha. Oigan el golpe,
y sírvales de lesión.
Un criao y una criada
sirven por obligasion,
y son humildes po fuersa,
y esto es una cosa atoz.
Po consiguiente, aunque el amo
sea un hombre bonachón,
la criada ha de volverle
por cada bien, una coz.
Esto es lo que siempre han sido
los criaos en la nasion,
y si no, ahí están los amos,
que lo saben como yo.
— 8 —
OCIIENT.
Todas.
ÜCIIENT,
Todas.
Una.
Otra.
OCHENT.
Varias.
Ociif.nl.
Supongamos, pues, que- el amo
tiene una sofocasion
y le pide á usté agua fresca
para calmar el calor.
Usté trae agua del poso
si no la encuentra peor.
Que un dia manda á comprar
una libra é salchichón,
osté compra media libra
y pone en la cuenta dos.
Que quiere que le cepille
la ropa puesta; mejor,
desliza usté su cepillo
sin la menor intensión,
le cepilla usté la piel
y le sale una erupsion.
Que se incomoa; usté gruñe:
que da propinas, peor:
el dia que usté se canse
se va sin desir adiós,
y si usté es negra y no puede
escapar de su furor,
le echa usté sal en la cama
y le da una desason;
y así, sin que él note nada
le come usté un lao ú dos...
(Abriendo los ojos do pronto.)
Y él le da á usté veinte palos
y se acabó la función.
¡Ayy! (Retroceden.)
Hoy no va á quedar una.
Ay, señor !
Señó!
Señó!
De cada una de vosotras
voy á hacer cincuenta y dos.
Perdías somos.
Perdidas
sois; eso ya lo sé yo;
pero para los perdidos
hay garrotes, vive Dios.
— 9 —
Póngase usté de rodillas.
(Á una: ella obedece.)
Usté en cruz; y usté! ¡Así no!
(Van haciendo todas lo que les manda y formando
grupos en diferentes lados.)
Tú, boca abajo; y tú, encima
haciendo burla á esas dos.
(La que se pone encima de la otra coloca las manos
delante déla nariz-para hacer burla á las de enfrente.)
Tú, con este pie en el aire,
tú con este otro... chiton,
almas viles y esporádicas!
Tú mascas este bastón
(Le pone á una el bastón en la boca.)
Las demás, atrás la cara
y altos los brazos.
Todas, (compungidas.) Señó!...
Ochent. Ahora á tí te voy á atar
por matutina... (Á Pancha.)
(La ata á un árbol.)
, (Mira el reloj.) Las dos
hasta las seis... aquí quietas!
¡la que se mueva!... ¡Hiiim! (Pausa.) ¡Hoom!
(Hace las dos exclamaciones abriendo la boca y los
ojos con gesto de amenaza. Exagérese.)
(Voy á buscar un palito
para matar una ó dos,
que en algo ha de entretenerse
un hombre trabajador.)
ESCENA II.
PANCHA, LAS NEGRAS.
MÚSICA.
Pancha.
Coro.
Panchita está comprometía,
llorosa está!
No hay quien la saque de su apuro
por caridá?
Á mí no me mire usté,
Pancha ,
Coro.
Pancha.
Coro.
Pancha.
Coro.
— 10-
que yo no sirvo de mí.
Panchita está muy oprimía,
y hoy no podrá
salir de casa, y el queridito
la esperará.
¿Y á mí, qué me cuenta usté,
si yo no sirvo de ná?
Ay, qué tormento,
ay, qué dolor,
estar prisionera
teniendo amor.
Quién de estas redes
me sacará?
quién me devuelve
mi liberta?
A mí no me mire usté,
no me mire usté.
Eb?
Eh?
¡Que no me mire usté,
que yo no sirvo de ná! '
ESCENA III.
DICHOS, después PABLO Y VIRGINIA.
HABLADO.
Pablo. (Dentro.) ¡Mamá!
Pancha. Qué es eso?
Pablo, (id. más apurado.) Mamá!
Virg. (id.) Calla!
Pablo. (Con más aflicción.) Mamá!!
Una negra. Viene gente.
1 Cada vez que las negras dicen el estribillo, deben aban-
donar la posición en que están y mirar á Pancha. En seguida
se -vuelven á colocar como antes. Uniformidad en el raovo*
miento.
— 11 —
Pancha. Nunca he visto alma viviente
que se acerque por aeá.
Una negra. Son dos niñitos unidos.
(Aparece Pablo y Virginia: Pablo abraza con una
mano el hombro de Virginia, en la otra sostiene un
gran quitasol: Virginia trae sombrero de paja muy
grande; Pablo sombrero de igual forma, pero más
grande que el de Virginia.)
Yirg. Dios protege á la inocencia (Á Pablo.)
Pablo. ¿Dan ustedes su licencia?
Las negras. Pasen...
Pablo. Venimos perdidos.
Pancha. No llore, señó! qué pasa'/
Vikg. Cá! si no se tranquiliza!
Pablo. Ya verás tú la paliza"
que nos van á dar en casa.
¡Hi! ¡hi! ¡hi!
Virg. Yalor, hermano!
Pablo. Por vida de... (Llorando.)
Las negras. Pobresitos!
Pancha. Yerdá que son muy bonitos?
Yirg. Siéntate y dame la mano.
Es que también te aturrullas
no viendo aquellas paredes.
Pablo. ¿Yo? ¿Pero qué hacen ustedes (Á las negras.)
en un pie como las grullas?
Pancha. Es un castigo, señó:
el amo de esta hacienda
quiere enseñarnos la enmienda
de una falta que notó.
Yirg. ¿Quién es vuestro amo?
Una necra. Es un hombre
que vive ahí dentro; un malsin.
Pablo. Cómo se llama?
Pancha. Ochentin.
Pablo. ¡Ochentin? bonito nombre.
Yirg. El oirá mi demanda.
Yo me encargo de salvaros.
Fiaos de mí y marcharos
podéis al punto.
(ditos de alegría entre las negras.)
Parlo. Anda, nuda!
12
Virg. Nada temáis, yo respondo.
Pancha. Su mersé podrá...
Virg. De fijo.
Pancha. Pues no hay más que hablar; lo dijo
la nina...
Todas. Punto redondo! (Se van.)
ESCENA IV.
PAULO, VIRGINIA.
Virg. Ahora en esta soledad
verás qué bien lo pasamos,
solos y libres estamos
en dulce tranquilidad.
Aquí en los verdes senderos
y en la lapizada alfombra,
brindan benéfica sombra
los extensos plataneros.
Suenan mil vagos rumores,
y hasta el alma llegan suaves
el revolar de las aves
y el susurrar de las flores,
y el dorado sol declina,
y con rayos infinitos...
Pablo. Y me pican los mosquitos
y tengo un hambre canina!
VlRG. Pablo! (Cariñosa.)
Pablo. Caramba contigo!
Virg. Vamos, hagamos las paces.
Pablo. No quiero! ¿por qué no haces
caso de lo que te digo?
Estábamos bien en casa,
te empeñaste en que saliéramos,
yo consentí en que anduviéramos
cuando más una hora escasa;
y al cabo por darte oídos
anduvimos sin cesar,
y esto lia venido á paral-
en que estamos ya perdidos.
Vii\g. Pero mira...
Pablo. Que no quiero!
— 43 —
Que me va á pegar mamá!
por vida!...
Virg. Pronto quizá
sigan nuestro derrotero.
¿Quién sabe si en este instante
estarán cerca de aquí?
Oye... (Con cariño y yéndole á abrazar.)
Pablo. (Rechazándola.) Estáte quieta!
Virg. Así
pagas mi cariño amante?
Pablo. ¡Yo quiero comer! (Llorando.)
Virg. Á ver
si yo logro encontrar algo
y para calmarte valgo.
Pablo. ¡Hi, hi! yo quiero comeeeer! (Llorando.
Virg. Si pudiera con la mano
hasta el plátano llegar...
Pablo. ¡Que yo me quiero marchar
á mi Casaáa! (Llorando.)
Virg. Calma, hermano.
Toma. (Le da la cesta.)
Pablo. Para qué quiero esto?
Virg. Yo treparé al tronco enjuto
de este árbol, y si hallo fruto
te lo iré echando en el cesto.
(Virg-inia sube al árbol.)
Pablo. Mira no te caigas.
Virg. No.
Pablo. Cuidado con un respingo...
Virg. Si viera el negro Domingo
lo que estoy haciendo yo!
Pablo . El negro? ayer me reñia
porque en amante embeleso
te di en la manita un -beso.
Virg. Oiga! y cómo te decía?
Pablo. Decía: niño, por Dios,
dar un beso es gran pecado,
lo niño bien educado
no dan un beso: dan dos.
Con qué sana discreción
nos educa el pobrecito!
cuando era yo más chiquito
— [4 —
me enseñaba la lección.
«Niño, no olvides jamás
lo que dice un autor ducho:
amar al prójimo, mucho;
pero á la prójima más.»
Yirg. Y mi negra Margarita?
¡qué bien, qué bien que me enseña!
desde que era yo pequeña
me encargaba, ¡pobrecita!
«tenga su mersé presente
que cuando sea mujer,
su mersé debe aprender
á conocer bien la gente.
La juventud es muy mala,
y el nombre es un arrapiezo,
cada paso es un tropiezo,
y el que no cae, resbala.»
Qué es todo eso?
Pablo. Te confieso
que lo ignoro.
Virg. Y por qué? al fin...
Pablo. Porque soy muy chiquitín
y no puedo entender eso.
(Virginia baja del árbol.)
Virg. Ea, ya puedes comer
de estas frutas.
Pablo. Pues andando.
Yirg. Espera; las vas guardando
con cuidado...
Pablo. Á ver, á ver?
Virg. No merezco que me des
las gracias?
Pablo. Sí; que te quiero.
Virg. Pues bien, dámelas primero
y ya comerás después.
Pablo . Como soy tan inocente
no sé por dónde empezar.
Yirg. Me vas á hacer esperar
á que nos oiga la gente?
Pablo. Sí; que te voy á comer,
y entre vocablo y vocablo
110 1116 podré Contener... (Acercándose a ella.
— 15 —
Virg. Guarda, Pablo.
(Se lo dice dándole uno de los piálanos que tiene e:i
la mano, Pablo lo toma y lo echa en el cesto. Idén-
tico juego todas las veces que Virginia repite la fra"
se. Procure la actriz cortar siempre la palabra al ac-
tor y decirle la frase con brevedad y segunda inten-
ción.)
Pablo. Hermanita de mi vida
yo no sé qué es Jo que tienes,
que te llevo aquí escondida
(Tocándose en el corazón.)
y sé yo que me convienes.
Me pongo serio y tristón
en cuanto de mí te vas,
y me dice el corazón,
que cuándo á mí volverás,
y al verte de nuevo, ay, Dios!
sin saber lo que me hablo,
digo ¡ay, alma de los dos!...
(Acercándose á ella.)
Yirg. Guarda, Pablo.
Pablo. Tienes unas manecitas,
niña de mi corazón,
chiquititas, clñquititas,
pero qué monas que son!
y unos ojos tuuantones,
y unos labios de carmines,
y unos pies tan juguetones,
pequeñines, pequeñines,
que por linda te pondría
como santa en un retablo,
y al rezarte te daria... (Acercándose más.)
Virg. Guarda Pablo.
PABLO. ¡Hermanita! (Rapidez creciente.)
Virg. Picaruelo!
Pablo. Muero por tí.
VlRG. NO te mueras. (Picaresca.)
Pablo. Anda, picara!
Virg. Anda, lelo! (Burlona.)
Pablo. ¡No te quiero! (Burlón.)
Virg. No me quieras! (id.)
Pablo. Es de broma.
— 16
VlRG.
¿De bromita?
Pablo.
Pues es claro!
Virg.
Ya lo Sé! (Picaresca )
Pablo.
Qué bonita eres!
VlRG.
Bonita? (id.)
Pablo .
Un abrazo.
VlRG.
Tómale!
(¡Muchísima rapidez hasta el final.)
Pablo.
No te apartes!
Yirg.
Avariento!
Pablo.
Es pecado?
Virg.
Sí, y hay diablo.
Pablo.
Otro! (Abrazándola.)
Virg.
Otro! (id.)
Pablo.
Y otro!
Virg.
Y ciento!!
Los DOS.
(Gran transición. Se separan.)
Guarda, Pablo, (con frialdad.)
Pablo.
¡Qué inocente es la niñez!
Comamos. (Le da á Virginia.)
Virg.
Qué tal? Son buenos?
Pablo .
Muy ricos.
Virg.
Calla.
Pablo.
¿Qué pasa?
Virg.
No has oido?
Dom.
(Dentro.) Paaablo!
Pablo.
El negro.
Virg.
¡Domingo! Viene á buscarnos.
Ahí viene Domingo!
Pablo.
Bueno,
como si viniera el jueves.
El comer es lo primero.
Dom.
(Dentro.) Paaablo!
Virg.
Minguiiito!
Dom.
(Apareciendo en una altura.) PablllltO:
(Trae puesto un sombrero de paja, mucho mas
i grande
que los de Pablo y Virginia. En la mano t
rae una
palmatoria con una vela encendida. Al hon
nbro un
palo con un hato de ropa.)
Grasias á Dios que os encuentro!
— 47 —
ESCENA V.
PABLO, VIRGINIA, DOMINGO.
MÚSICA
Virg. Baja, baja, baja,
ven, Domingo, ven!
Pablo. Ven, que si traes hambre...
nos verás comer.
Dom. Taya una guasa
que tienen ustés!
Tu madre está llorando (Á Pablo.)
tus picardías,
con unos lagrimones
como sandias.
Cansada de esperarte
me dijo á mí:
búscalo, búscalo, búscalo,
tráemelo aquí;
y la tuya repetía (Á Virginia.)
llorando por tí,
péscala, péscala, péscala
por la nariz.
Pablo. Buena zurra nos espera!
Virg. ¿Qué nos va á pasar allí?
Pablo y Virginia. Malo es que las madres digan
llorando así...
Los tres. Búscalos, búscalos, búscalos
tráelos aquí.
Péscalos, péscalos, péscalos
por la nariz!
Dom. Yo en el momento
cogí esta luz
y os busqué por el monte y el campo
con prontitud.
Pablo. Gracias, Domingo,
mereces á fe
este bocadito. (Le da un plátano.)
— 18 —
Y me Y este también.
Dom. Los bocados son muy buenos,
mas no es cosa de comer.
Pablo. Los duelos con pan son menos.
Dom. Bien puede ser.
Vikg. (Llorando ) Ay, qué desconsuelo!
¡Ay, cómo estarán.
Ay! ya no lo baré más.
(Dando un bocado al plátano, y llorando á la vez.)
¡Aaam! No lo baré más.
Pablo. Ay, qué desconsuelo;
qué dirá mamá!
Ay, ya no lo liaré más!
(ídem.) ¡Aaaam! No lo baré más.
Dom. Ay, qué criaturas,
qué guerra me dan.
Ay, qué guerra que me dan.
(ídem.) ¡Aaaam! Que me dan.
Los tres. Ay, qué desconsuelo... etcétera.
(Esta segunda vez cantan con la boca llena, de modo
que apenas se les entienda, y gesticulando mucho.
No olvidar que al mismo tiempo comen y lloran los
lies.)
HABLADO.
Dom. Buen jaleo babeis armado!
toos están en conmoicion.
Vikg. Di, Domingo de mi alma,
estamos muy lejos?
Dom. No.
Muy lejos de casa, dices?
Así como veintidós
leguecitas.
Paulo. Imposibie!
Dom. Ya se está poniendo el sol.
y yo salí anteayer
á buscaros.
Yií&g. Ay, qué horror
— 49 —
Pablo .
Y nosotros distraídos...
Dom.
Pues vaya una distracción!
Pablo .
Qué te han dicho nuestras madres?
Dom.
No os he dicho lo mejor;
cuando yo salí de allí,
ya sahia vuestra acsion
é iba á venir á buscaros
el señor Gobernador.
Pablo .
Monsieur de la Bourdonés?
Dom.
¡Bourdonais!
Virg.
¡Él!
Dom.
Sí señor.
Como que tiene el encargo
de venderte protección, (Á Virginia.)
y como es el jefe único
de la Isla de Francia...
Virg.
Oh!
Dom .
Y como siente por tí
ese afecto...
Virg.
Ese hombre atroz
me dijo cuatro ó seis cosas
el mes pasado...
Pablo.
¿Qué son?
Virg.
Á ver si tú las entiendes. (Á Pablo.)
Dom.
Á ver si lo entiendo yo.
Virg.
Me dijo... que yo era joven.
Pablo.
Entiendes tú eSO? (Á Domingo.)
Dom.
Yo no.
Virg.
Me dijo que mis dos ojos
los tiene en su corazón.
Pablo.
¿A Veri (Le lev: nta la cara y le mira los ojos
Mentira.
•)
Virg.
Me dijo
que cuando hay una pasión
en el corazón de un hombre,
el hombre sufre un dolor...
Dom.
Entiendes eso? (Á Pablo.)
Pablo.
Eso último
no lo entiendo bien.
Virg.
Ni yo.
Dom.
Pues eso quiere decir...
que cuando existe un dolor
— 20 —
en el corazón de un hombre,
es porque hay una pasión.
Virg. Y qué más?
Dom. Lo que se guarda
para el curioso lector.
Pablo. Pues como yo soy un niño
no veo en eso intención,
pero si yo fuera hombre
me escamaría.
VlRG. (Con sencillez.) Yo no.
Dom. Eso es según y conforme.
Á mí me es igual.
Virg. Mejor.
No quiero ver á ese hombre!
Huyamos.
DOM. Huyamos. (Va á marcharse.)
Pablo. No!
Dom. Pues no huyamos! (volviendo.)
Virg. Crees tú
que vendrán?
Dom. Sin remisión.
Virg. Pues bien, antes de que vengan,
por otro lado los dos
nos volveremos á casa.
Dom. Vaya, pues tienes razón.
Yo he ido dejando hogueras
en el camino, que son
señales de mis pasitos,
y creo que es lo mejor
dejar Una hoguera allí (Señalando á la derecha.)
que les marque donde estoy
y huir por allí VOSOtrOS (id. á la izquierda.)
que es el camino peor.
Así perderán el rastro...
Pablo. Vamos al punto los (los
á hacer la hoguera. Tú, aguarda.
(Á Virginia.)
Virg. Volved pronto!
Pablo. Adiós.
Dom. Adiós.
Pablo, (á Domingo.) Corre, corre!
(Se ya delante.)
— 21 —
Dom. Ya lo creo!
pues poco listo que soy!
(Se va muy despacio.)
ESCENA VI.
VIRGINIA, después OCnENTIN.
YniG. El Gobernador aquí,
¡ay Dios! buena la hemos hecho.
Ochent. Vamos á A'er, mala casta!
(Sale en mangas de camisa, sin sombrero y con una
tranca en la mano.)
Yirg. Ay, por Dios! (Va á huir.)
OCHENT. (Dejando caer el palo.) Qllé 6S lo que veo?
Yirg. Un hombre.
Ochent. Una señorita.
(Se sienta, y muy pausadamente saca del bolsillo -del
pantalón un par de guantes y se los pone.)
Yirg. No me hagáis daño! Ay, qué gesto!
Ochent. ¡Si es una niña!
(Después de acercarse y mirar á Virginia.)
Yirg. (¡Me asusta!)
Ochent. Quién eres, ángel sincero?
Yirg. (Sollozando.) Soy Virginia; yo vivia
en la Isla de Francia; pero
ayer salí con Pablito,
nos perdimos... y... y... luego...
¡bi, hi, hi! tengo vergüenza!
(Llorando y pateando.)
Ochent. No te apures, angelito.
Yirg. ¿Quien sois vos?
Ochent. Yo soy el dueño
de esta comarca y... (ahora
necesitaba yo un medio
de explicarme con viveza,
con elipsis y con fuegos.)
Yirg. No me hagáis mal!
Ochent. No, hija mía.
precisamente hace tiempo
que no hablo con gente blanca,
y en esta ocasión, celebro
22 —
VlRG.
ÜCHENT.
VlRG.
OCHENT.
VlRG.
OcHEXT.
VlRG.
ÜCHENT.
VlRG.
OCHENT.
tener la metensicopsis
de haberte hallado...
Y qué es eso?
Acércate... ¿vienes sola?
Ahí están Pablo y un negro
que nos ha visto nacer.
Pues antes que vengan, quiero
decirte cuatro cositas...
inescrutables.
No entiendo.
(Me gusta esta chica mucho.)
Cuántos años tienes, cielo?
Voy para quince.
En llegando
escríbeme y trataremos.
¿Qué decis?
Mira, yo soy
español; era maestro
de escuela de un pueblecito:
pero fué el caso que dieron
en decir que los muchachos
al salir de mi colegio
hablaban en hotentote
y ladraban sin saberlo.
Me quitaron de aquel cargo,
¿y sabes por qué? porque ellos,
mis enemigos, tenian
envidia de mi talento,
porque yo digo las cosas
siempre del modo más nuevo;
porque yo he estudiado mucho
y hablo en estilo muy... terso;
y en fin, un hombre que ha sido
maestro de escuela de un pueblo
de España, figúrate!
Yo sé leer sin tropiezo,
sé contar, sé astromonia,
sé geometría, sé griego,
sé dividir... á cualquiera,
en fin, sé mucho... y lo muestro.
Mas como me vi cesante
me dediqué á escribir versos,
— 25 —
y cartas y memoriales,
y una vez le hice un soneto
á una nodriza alcarreña
para su novio, y dijeron
los que pudieron leerle,
que era atroz! seria bueno?
Pues á pesar de eso, hija,
me vi insultado, imperfecto,
ultrajante! mas al cabo
vino el buen dia, y el cielo
recompensó mi incumbencia:
tenia yo un ti-o viejo
en este pais; murió
y me dejó á mí heredero:
era un hombre muy de bien!
muy colateral] muy bueno!
Vine aquí, me apoderé
de lo suyo... y de lo ajeno,
y aquí me paso la vida
y todo lo veo negro.
Virg. Mucho me extraña esa historia,
porque á mí me ha dicho el negro
que nunca ha habido en el mundo
sabios con mucho dinero.
Ochext. Los negros no son personas,
niña.
Virg. Pues si no son eso
qué han de ser?
Ochent. Son alcornoques
vestidos de carboneros.
Virg. Pues sin embargo, Domingo
dice que se dan ejemplos
de hombres como vos, muy ricos.,
¡pero qué barbaros!
Ochext. (¡Cuerno!)
Virg. Yo no lo digo por vos.
Ochext. (¡Qué candidez! ¡qué aposento
de inocencia!) Escucha, niña.
¿Tienes madre?
Virg. Sí por cierto.
Ochent. Ella te querrá casar.
Virg. Ay! yo no sé lo que es eso!
24
Ochent. (¡Me encanta, me extralimita!)
Tu inocencia, dulce dueño,
me vuelve loco, me agobia,
óyeme bien; yo te quiero.
Virg. Eso me dice mi Pablo.
Ochent. Deja á Pablo.
Virg. Que no quiero!
que es como un hermano mió,
y sabe mucho.
Ochent. Y yo?
Virg. Y luego
dicen todos que Pablito
tiene muchísimo ingenio.
Ochent. Ingenios? yo tengo trece!
Míralos allí... (Señalando á la izquierda.
Virg. No es eso.
Ochent. Tus ojos los tengo aquí.
(Señalando al corazón.)
Virg. Ay! como el otro.
Ochent. Y yo tengo
una pasión...
Virg. Ay, también,
también este!
Ochent. No comprendo.
Virg. Eso mismo me decia
el gobernador.
Ochent. Qué?
Virg. ¡Eso!
Ochent. ¿Quién es el Gobernador?
Virg. Un señor que allí tenemos,
■y que manda en nuestra Isla,
y que va á venir, por cierto.
Ochent. Hola! aquí un Gobernador?
Virg. Sí, señor; y que es' tremendo.
Ochent. Le recibiré con pompa.
Virg. Es un señor que da miedo.
Como él pegar es su fuerte,
y como tiene ese genio,
y como pegar no puede
más que á sus subditos negros,
lleva siempre un negro al lado
por si acaso; y, por ejemplo,
— 25 —
si se enfada con usté
le da un garrotazo al negro.
Ochent. Y el negro con tanto palo
no enferma?
Virg. ¡No! está muy bueno.
No ve usted que es sordo-niudo,
y no oye los golpes?
OCHENT. (Después de reflexionar.) Cierto.
Y el Gobernador vendrá...
Virg. Á llevarme á nuestro pueblo.
Ochent. Y tú te irás, prenda mia?
Virg. No; yo marcharme no quiero.
Ochent. Quieres quedarte?
Virg. Tampoco.
Ochent. Quédate conmigo.
Virg.. Menos.
Ochent. Quédate, por Dios.
Virg. Que no!
Ochent. Serás el ama.
Virg. Corriendo!
Ochent. Deja á Pablo.
Virg. No señor.
OCHENT. Yo te quiero mucho. (Acercándose á ella.)
Virg. Quieto.
Ochent. No te infectesl
VlRG. (Corriendo al fondo.) Pablo, Pablo!
Ochent. Cállate!
Virg. Que tengo miedo!
Ochent. (Con constancia y anagnórisis
yo sabré rendir su estrépito.)
ESCENA VII.
DICHOS, PABLO y DOMINGO.
Pablo y Dom. Ya está la hoguera encendida...
¡Ay! (Viendo á Ochentin y quedándose cortados.
Dom. ¡Ay, Dios!
(Viendo que Ochentin coge la tranca. I
Ochent. (Creo que estos
quieren llevársela.)
(Pausa. Virginia, Pablo y Domingo se miran.)
— 26 —
Pablo.
(Con temor. Á Virginia.) VamOS?
VlRG.
Si. (Con temor y mirando á Ochentin.)
Dom.
(id., id.) Pues... andando.
Pablo.
Pues... ea...
Virg.
Echa á correr. (Ap. á Pablo.)
Pablo .
(Ap. á Domingo.) Corre...
(Echan á correr los tres de pronto. Ochentin grita
dando con la tranca en el suelo.)
OCHENT.
¡Quietos!!
LOS TRES
• ¡¡Ayü
(Se quedan cogidos los tres, agachados y temblando.)
OcnENT.
¿Adonde van ustedes?
Pablo .
Á...
Virg.
Á...
Dom.
Á...
Ociient.
Eh?
LOS TRES
Aaaaah!
Pablo.
Es un bostezo.
OCHENT.
Esta niña no se va.
Virg.
Dios mió! (Llorando.)
Pablo.
(Acercándose.) Es que...
Dom.
(id.) Es...
OCHENT.
¡Silencio!
(Dan un salto atrás.)
Pablo.
(Á Virginia.)
Ya te dije que el soltar
á las negras no era bueno.
OcnENT.
Y es verdad! Pues y las negras?
Yo me olvidé...
YlRG.
Caballero...
Yo be sido quien les ha dicho
que se vayan á paseo,
me dio el verlas compasión.
No les peguéis... yo os lo ruego.
Ociient
. Rogarme tú, goma arábiga? l
Rogarme tú?
Pablo.
(Ay, qué zopenco!)
Ociient
. Di que me quieres, y al punto
les doy libertad.
1 Marqúese bien la frase «goma arábiga» como piropo.
— 27
Dom.
(Á Pablo.) (Y eso,
lo has entendido?)
OCHENT.
(Á Virginia.) Lo dÍC6S?
Dilo y las perdono.
Pablo.
(Ah, perro!)
Virg.
No lo digo.
OCHENT.
No? ahora mismo
las mato á todas.
Virg.
Teneos!
Pablo .
Señor...
Ochent.
¡Fuera!
Dom.
Pero...
Ochent.
¡Largo!
Dom.
Vamonos, porque comienzo
á figurarme que este hombre
no ha de tener muy buen genio.
(Se van marchando y se quedan en lo alto del mon-
te. Se oyen dentro las carcajadas de las negras.)
Ochent.
Oyes?
Virg.
Se riem
ESCENA ,¥111.
DICHOS, PANCHA y LAS NEGRAS.
Ochent. Se ríen.
(Van entrando las negras.)
Pues bien; ó amor, ó degüello!
Virg. Ay, qué apuro!
Pancha. (Entrando.) Niña, llora?
OCHENT. ¡Ejem! (Enarliolando la tranca.)
Todas. El amo!
Pancha. Tenedlo.
(Se agrupan todas detrás de Virginia.)
MÚSICA.
OCHENT. (Amenazador y dramático.)
Si dices que no me quieres,
con todas esas mujeres
la voy á emprender aquí,
— 28 —
y en menos que canta un galio
las hago á trozos, así.
(Señalando con el dedo.)
VlRG.
Ay Dios de mi vida,
qué va á ser de mí?
Pablo y
Dom. Éste, majadero
las va á dividir.
Ay, por Dios, señora,
diga usté que sí.
OCHENT.
Vamos, pues!
VlRG.
Ay de raí.
Negras.
No sea usté tonta,
diga usté que sí.
Ociient.
Si lo dices al momento,
en perdonarlas consiento.
Su vida pende de tí.
Coro.
Quiéralo usté
y hágalo por mí.
Virg.
Pues no.
OciIENT.
Que no?
(Va dando pasos y amenazándolas con el palo
•)
Coro.
Nos mató.
OCHENT.
Se acabó.
Coro.
Ya está ahí,
a y de mí.
OCHENT.
Va por tí.
Coro.
Am!
Yirg.
¡Sí! (Para que no les pegue.)
Pablo .
(Hablado.)
¡Te has lucido, hermosa!
i
Dom.
Ha dicho que sí.
OCHENT.
(Ha dicho que sí!)
VlRG.
(Por salvarlas lo dije.)
OcflENT.
Sí?
VlRG.
Sí.
Hacedle burla (Á las Negras.)
y liad en mí.
Coro.
Rabia, rabia.
Oc.HEM.
Eh?
VlRG.
¡Sí!
Coro.
Rabia, rabia, zamacuco,
nos vamos á divertir
OCHENT.
Coro .
— 29 —
y á reimos en tus barbas,
así, así.
Pagarás caro el gustito,
y lo tienes que sufrir,
y bailaremos y cantaremos,
cuní, cuní,
cuní, cuní.
Ese sí pecaminoso
de tu boca torongil,
me abalanza en los quilómetros
del encanto femenil.
Pagarás caro el gustito, etc. (Baile.
Ochent. Virginia, en memoria y fé
del sí que lias dado á este bombre,
voy á ponerle tu nombre
al tabaco y al rapé!
Te quiero! (Abrazándola.)
Las negras. Uy, uy!
Virg. Ay, señor!
Oche nt. Te abrazo!
Las negras. Uy, uy!
Ochent. No te azores.
Pablo. Ojo, señores, señores!
Ahí viene el Gobernador!
(Bajan a la escena.)
Virg. y Ochent. El Gobernador!
Se ba armado.
¡Huyamos! (Mucha rapidez en el diálogo.)
Quietos allí.
Á Ver, VOSOtraS, aquí, (Á las negras.)
colocaros á este lado.
(¡Qué oportunidad!)
(Dándole un pellizco.) ¡Ingrata!
No temas.
Qué tardecita!
Ochent. Mi sombrero, mi levita,
mis tres relojes de plata!
(Las negras le ponen levita, sombrero y relojes. D
Dom.
YlIlG.
Ochent.
Pablo
Virg.
Dom.
- so -
ben quedar las negras colocadas á ün lado, Pablo y
Virginia detrás.)
Me ha venido á interrumpir
la autoridad... ¡qué recurso?
le voy á echar un discurso
que le voy á confundir.
(Estas palabras las dice aparte, y al público, y mar-
cándolas mucho. En seguida se prepara, escupe,
tose, etc.)
ESCENA IX.
DICHOS, el GOBERNADOR, acompañamiento.
Aparece el Gobernador en lo alto de la colina acompañado
de varios negros. El Gobernador debe traer un sombrero de pa-
ja inmensamente grande de alas. Un negro está á su lado cons-
tantemente, con un palo en la mano.
Gob. ¡Salud! Al punto hospedaje
para mí y toda esta gente!
Vamos bajando.
(Bajan á la escena, el Gobernador fe quita el sora
brero: un negro lo deja apoyado contra un árbol.)
Pablo, (á Virginia.) Imprudente.
Virg. Calla, que tengo un coraje!
Gob. Quién es aquí el amo; ¿tú? (Á Ochentin.)
(Ochentin se adelanta haciendo gestos y como dán-
dose importancia de orador.)
Pronto! por qué no contestas?
Ochent. Voy allá.
Gob. Llévame á cuestas,
que estoy causado!
LAS NEGRAS. (Asombradas.) Ay, JeSÚ!
(Pablo y Virginia deben desaparecer.)
Ochent. Señor, cuando el gran primor
de los cielos soberanos...
conceden á los insanos...
saludar á un gran señor,
el corazón se rebosa
con el ínclito espectáculo
de ser... marcial receptáculo...
- 31 —
Gob.
Oc.HEXT.
Gob.
QcilENT.
Gob.
OCHENT.
Gob.
OCHENT,
Gob.
OCHENT
Gob.
Ucüent
Gob.
de la dignidad... capciosa.
Vos sois... la lumbre... inclemente,
que oscurece el igneo errante,
del metonimio inconstante
de la matutina gente.
En vuestra esfera inmortal
sois gigantesco en conjunto,
y sois, hasta cierto punto,
grande... y estra judicial.
Brilláis como el más que brilla,
y os proclama el mundo entero
incontinente lucero
y espinosa lamparilla,
y por eso al contemplaros
en esta tierra ilustrad^
donde vuestra planta ansiada
ha querido... insolventaros;
todos, desde el astro al bicho,
se recopilan agrestes,
y ven en ves un Orestes
inverecundioso: he dicho.
Has barbarizado ya
lo bastante? pues al caso;
aquí han detenido el paso
dos jóvenes...
Bien está.
Y debo pensar también
que si hasta aquí se han venido,
tú los habrás detenido
en tu poder.
Está bien.
¿Te estás burlando de mí?
Bien está.
Qué atrocidad!
Yo siempre á la autoridad
le digo á todo que sí.
Tú eres un zafio!
Está bien.
Por mi nombre! y hay quien juague
COnmigO? (Amenazándole.)
¡Á mí no me pegue!
¡VotO á!... .Furioso.)
— 32 —
(El negro, al verle irritado, le da el palo, y en
se-
guida el Gobernador le da dos garrotazos y le
de-
vuelve el palo otra vez.)
OCHENT.
Allí me las den.
Gob.
Vamos á ver, tienes casa?
OCHENT.
Sí, señor.
Gob.
Y hogar?
OCHENT.
Y hogar.
Gob.
Está lejos?
OCHEIST.
Podrá estar
de aquí media legua escasa.
Gob.
Al instante es menester
que me conduzcas allí,
(Comienzan á bajar las nubes y á oscurecerse
la
escena.) A
las nubes engruesan, y
va á comenzar á llover,
y si la lluvia nos coge
en despoblado, daré
contra tí!
OCHENT.
Yo sentiré
que vuecencia se remoje.
Gob.
Responde á la autoridad;
¿esos niños?
OCHENT.
No han venido.
(Pero dónde se habrán ido?
-
Gob.
Es verdad CSO? (Á Domingo.)
Dom.
(Temblando.) Es Verdad.
Gob.
Bueno, pues idos, ¡cuanto antes,
abrid camino. ¡Á tu casa!
OCHENT.
(¿Dónde estarán?)
Gob.
Qué te pasa?
OCHENT.
Nada, nada.
Gob.
Andad!!
OCHENT.
(¡Tunantes!)
ESCENA X.
EL GOBERNADOR, el negro.
GOB. (Paseando meditabundo.)
¿Y esa nina? dónde está?
echará mi plan por tierra?...
Ha huido! ¡Se me ha escapado!
(Se enfurece poco á poco.)
¡Se va de mí! Me detesta!
No le hago tilin! me odia!
¡Ira de Dios!!!
(Crispa los puños: el negro lo repara y le da el pa-
lo. El Gobernador le da dos garrotazos, le devuelve
el palo, y vuelve á pasearse con mucha tranqui-
lidad.)
Cosa es esta
que me hace pensar. La madre
de esa niña, es ya muy vieja:
se morirá de aquí á poco,
su tia á Virginia espera
y favorece mi amor.
¡Ah, Virginia! si supieras
lo que me haces padecer,
los tormentos, y las penas,
(Desesperación creciente.)
y las quejas, y los ayes,
y los ayes, y las quejas...
(Lo dice levantando las manos al cielo. El negro
cree que está irritado y le ofrece el palo. El Gober-
nador le dice:)
No, todavía no, aguarda.
Yo voy á buscarla, es fuerza.
Dónde estará mi sombrero?
(Lo dice levantando un pañuelo ó cualquier prenda
que habrá sobre el banco. Después mira hacia donde
está el sombreío.)
¡Ah! aquí. Oh, gran Dios; tú que velas
por los que mandan en jefe,
y animas á los que pegan,
haz que yo logre mi objeto...
— 34 —
(Al levantar el sombrero, aparecen debajo Pablo y
Virginia, acurrucados.)
¡ESCENA XI.
EL GOBERNADOR, PABLO, VIRGINIA.
Gob.
Cielos!
Pablo y
Virg. ¡Perdón!
Pablo.
Perdón!
Gob.
Ella!
¡Alzad! Venid! insensatos!
Pablo .
Ya no lo haré más!
Gob .
(Á Virginia.) Qué intentas?
Matar á tu pobre madre
á disgustos? ¿di?
Pablo.
Si era
que...
Goe.
Usté se calla! No sabes (Á i
Virg.
Gob.
Pablo
Gob.
Pablo
Gob.
Pablo
Gob.
Pablo
que eso está muy feo?
(Mientras el Gobernador se dirige á Virginia, Pablo
le hace burla por detrás. Lo mismo ella cuando el
Gobernador le habla á Pablo.)
Y esta
niña, que se va de casa?
Sois muy malos! Tú un tronera. (Á Pabin.)
Tú no haces nada con tino. (Á ella.)
Tú no haces cosa derecha. (Á él.)
(Á ella.) Tú se lo habrás dicho á él.
(Á él.) Tú la habrás traído á ella.
Yo no: no me riña usté!
¡Qué voz! qué dulce inocencia!
Virginia, en llegando á casa
tienes que hacer la maleta,
y Virginia. ¿Cómo?
La maleta, dígoT!'
Tu tia en Paris te espera.
■ Y yo?
Te quedas en casa.
. Y usted?
Yo me voy con ella.
> (Escama ti.) Pues no quiero!
55 —
Gob.
Pues yo sí, y yo mando! ea.
Pablo.
Separarme de Virginia!
Virg.
Separarme de él...
Gob.
Tontuela!
Vas á Paris, vas al mundo
á que admiren tu belleza,
te haremos ir al teatro,
te vestiremos de seda...
Virg.
Ay, qué gusto!
Pablo.
Ingrata!
Virg.
Pablo!
Pablo.
Y te ries! y te alegras!
Virg.
Pablo...
Pablo .
Quita! Vas á irte
y me acabará la pena,
y estaré siempre sólito!
y me moriré!
Virg.
No temas.
Yo no me voy!
Gob.
¡¡Tú te irásí!
Pablo .
Sí: y usté se va con ella.
Cree usté que porque soy niño
me engaña? pues no lo crea,
hoy los muchachos sabemos
más que es menester.
Virg.
No temas.
No voy yo, sin saber nada,
ni preguntarlo siquiera?
Gob.
Ea, en marcha.
Pablo .
No, que llueve.
Gob.
Llueve? La hemos hecho buena!
ESCENA XII.
DICHOS, OCHEN'TLN.
Ochest, Es imposible ponerse
en camino... (Cielos, ella!)
Gob. Con que no habían venido?
Ockent. Yo no sabia...
Virg. Esto arrecia!
Pablo. Virginia mia! (Abrazándola.)
Gob. (Separándolo.) Eh! Que llueve!
Pablo. Toma! y qué importa que llueva
para abrazar á la gente?
Ochext. Canastos/y el agua aprieta!
De aquí á casa hay mucho espacio.
Mirad como no se arriesgan
los negros á empantanarse
ni á intervenirse...
Virg. Ay que pena!
Voy á mojarme!
Ochent. Mojarte?
y mis brazos, niña bella? (La abraza.)
Gob. (Separándole.) Eh! que llueve! á este ladito.
Pablo. Y qué hacemos?
Üchent. Cómo arrecia!...
Yirg. Bajo los árboles.
Ochent. No,
que es mojarse más.
GOB. (Á Ochentin.) Til neCKl
perorata me ha obligado
á detenerme ho^a y media.
Ochent. (Qué falta le hace á este hombre
un poco de terapéutica])
Yirg. Dios mió, cómo me mojo!
Gob. Y yo no sé lo que hiciera.
Resguárdate así conmigo... (La abraza )
PABLO y OCHENT. (Van corriendo y le separan.)
Eh! eh! Que llueve!!
(Entran en escena los negros y las negras.)
Gob. Babiecas!
Resguardarse!
Ochent. Es un diluvio!
Gob. ¡¡Ahü venid! tengo una idea!
(Se pone el sombrero. Todos los personajes le ro-
dean, uno? de pie, • tros de rodillas, y todos cubier-
tos con las alas del sombrero.)
Estáis bien?
Tonos. Perfectamente.
Gob. Pues cachaza! y manos quietas...
MÚSICA.
Gob.
Asi resguardadlos
podremos aguantar.
(Abraza i
i Virginia.)
Pablo.
Ponerse más juntitos. (ídem.)
Oche.nt.
Un pOCO más. (ídem.)
YlRG.
Con pocas lluvias de estas
donde vamos á parar?
Gob.
Cantar!
Coro.
Cantar!
Y así el mal rato
se pasará.
Oy,
mdo el agua que mansamente
poquito á poco cayendo va,
me
dormiría, niña, en tus brazos
cor
l deliciosa tranquilidad.
1
Los negros abrazan alas negras.)
Las negras.
Aaaaali!
Los NEGROS.
Aaaaah!
Todos.
Ya escampará.
Gob.
Ya escampará,
ya escampará.
Coro.
Ya escampará!
Ya escampará.
FIN DEL ACTO PRIMERO.
ACTO SEGUNDO-
En la Isla de Francia. Una casa á la derecha del es-
pectador. Entre dos árboles una hamaca. En el fondo
grande extensión de mar.
ESCENA PRIMERA.
CORO, dentro, muy lejano.
MÚSICA-
Poco á poco se hace el camino,
poco á poco llegando se va,
poco á poco se logran las cosas,
quien no se aventura no pasa la mar.
(Se oye ya más cerca.)
Ya el hogar se divisa muy claro,
ya distingo la orilla del mar,
ya llegamos, ya estamos en casa,
victoria, victoria, ya estamos acá:
(Entran en escena el Gobernador, Pablo, Virginia,
Domingo y el Coro. Los negros traen el equipaje al
hombro en la punta de un palo. Adelántense todos
hasta la concha del apuntador marchando al compás
de la música.)
Yiva, viva la patria querida,
venturoso el que logra mirar,
— 40 —
desde ausencia tan larga y penosa,
la tierra natal!
¡Acá estamos todos,
aquí estamos ya,
sanos y buenos
sin noveda<#
Gob. Señores, ya hemos llegado.
Pablo. Estáis seguro?
Gob. Silencio!
largo de aquí todo el mundo!
(Se van precipitadamente.)
Oid!
TODOS. (Volviendo y con miedo,) Señor...
Gob. Que estén prestos
veinticinco hombres al punto
para embarcarse. ¡Al momento!
y que venga el capitán
de la fragata Consuelo.
(Se marchan.)
Pablo. Qué vais á hacer?
Gob. ¡Usté calla!
Pablo. Virginia, mucho me temo...
VlRG. Pablo miO... (Se abrazan.)
Gob. (Separándolos.) Eli! no tan juntos.
Pablo. ¡Si ahora no llueve!
Gob. Acabemos.
Tu madre, aunque está impedida,
te quiere mucho; y espero
que entres á decirle: amadre,
aquí estoy; soy un zopenco,
déme usté su bendición,
y cómpreme usté un sombrero,
que este que traigo es muy chico...
Pablo. Pero...
Gob. ¡Que no admito peros!
Pablo. Virginia, que ese hombre es malo.
Virg. No temas.
Pablo. Allí te espero.
— 41 —
ESCENA II.
GOBERNADOR, VIRGINIA.
Gob.
Quién te ha traído hasta aquí?
VlRG.
VOS. (Con respeto -y temor.)
Gob.
Quien te libró del riesgo
que corrías donde estabas?
VlRG.
Vos.
Gob.
Quien te ofrece su afecto
y te protege y te compra
cada mes un traje nuevo?
VlRG.
Vos.
Gob.
¿Quién te enseñó á leer?
VlRG.
Vos.
Gob.
¿Quién te lleva á paseo?
VlRG.
Vos.
Gob.
Quien te quiere y te adora?
VlRG.
Pablo. (Con resolución.)
Gob.
Centellas y truenos!
MÚSICA.
Virg. Cuando yo era pequeñita
y aun estaba en andadores,
me sacaba mi nodriza
por el campo á pasear,
y Pablko, chiquitito,
me cogia muchas flores,
y jugábamos al toro
y aprendíamos á hablar.
Me daba cañamones,
cogíamos gorriones
y hacíamos meriendas
de pan y melón,
y así fuimos creciendo,
y así fuimos amando,
y así se fué insinuando
nuestra pasión.
Y así nos encontramos hechos pollos,
de sopetón.
HABLADO.
Gob.
Voy á mandar que partamos.
•
VlRG.
Adonde?
GOB.
Á París; al centro
de la civilización,
que falta nos hace.
VlRG.
Pero...
Gob.
Los peros se me indigestan.
Niña, tus ojos los tengo...
(Señalando al corazón.)
aquí... lo entiendes? aquí!
VlRG.
¡Dale! Empezamos con eso?
Todos tienen ahí mis ojos.
Gob.
¿Cómo todos?
VlRG.
El mostrenco
aquel de ayer, me decia
lo mismo.
Gob.
Ochentin?
VlRG.
Sí.
Gob.
¡Ah, perro?
Qué te dijo?
VlRG.
Muchas cosas:
me dijo... arcángel sincero,
me dijo... que me quedara;
me ofreció cosas sin cuento,
y me llamó... goma arábiga.
Gob.
¡¡Goma arábiga!!
(Muy incomodado y paseando por la estena.)
VlRG.
Sí; eso.
Gob.
¡Qué miserable! (Furioso.)
VlRG.
Por qué?
Gob.
¡Por qué? no quieras saberlo.
VlRG.
Pues á mí me suena bien.
GÓB.
¡Te suena bien!... vive el cielo! (Más furioso
■)
VlRG.
Ay, qué miedo...
Gob.
Vete, vete!
VlRG.
Sí que me voy.
— 43 —
Gob. Al momento!
que tu negra Margarita
disponga tu equipo.
VlRG. (Con miedo.) » BlienO.
ESCENA III.
EL GOBERNADOR.
La mujer! trucha rellena!
Quién sus instintos refrena
ni quién sus gustos entiende,
si lo que menos comprende
es lo que mejor le suena?
Taya usted á averiguar
qué podrá significar
goma arábiga en romance,
que nos viene á colocar
á todos en un percance!
Yo mismo no lo comprendo;
por consiguiente... me ofendo.
¡Yo me debo de ofender!
Qué le hago á ese hombre? le prendo?
¡Lo voy á mandar prender!
ESCENA IV.
EL GOBERNADOR, el CAPITÁN de la fragata.
Cap. Puedo?
Gob. Llegad sin recelo.
Cap. (No me gusta el ademan.)
Gob. Y quién sois?
Cap. El capitán
de la fragata Consuelo.
Gob. Venid. En las travesías
que de aquí á París hacéis,
cuánto tiempo entretenéis?
Cap. Veinte ó veinticuatro dias.
Gob. Muy bien; en este momento,
soy yo quien manda, lo oís?
salimos para Paris,
— 44 —
haya viento ó no haya viento.
Son las doce; ya lo Veis; (Enseñándole el reloj.
tened por cosa resuelta
que he de estar aquí de vuelta...
Cap. ¿Cuándo?
Gob. Esta tarde á las seis.
Cap. Saheis lo que me decis?
Gob. Nada! no admito demoras!
Cap . Luego queréis en seis horas
ir y volver de Paris?
Gob. Lo exijo.
Cap. No hay quien se atreva.
Gob. ¡Lo mando!
Cap. ¡Es que no hay quien vaya!
¿Y si hay temporal?...
Gob. Que lo haya!
Cap. Y si llueve?
GOB. (Con acento de mando.) ¡Que 110 llueva!
Cuidado que es terquedad!
Cap. Mandáis con mucha energía...
Gob. ¿Pues de qué me serviría
ser aquí la autoridad?
¡Que hay mucho desde aquí á Francia!
Á mí ¿qué me importa de eso?
Se alivia el barco de peso
y se estrecha la distancia.
Qué habéis de enseñarme á mí
de mandar y obedecer,
si un dia que debió haber
eclipse, lo prohibí?
No entiendo ¡voto á mi nombre!
que el hombre no tenga alma.
Cap. Mas...
Gob. No puedo ver con calma
las pequeneces del hombre.
Cualquier cosa le anonada.
Cap. Para volar no hay lecciones!
Gob. Pues no vuelan los gorriones
y no han estudiado nada?
Cap. Claro es!
Gob. Luego en pura plata...
Cap. Es que no hay comparación,
— 4o — •
ni la sufro, entre un gorrión
y un capitán de fragata!
Gob . Pero cuando yo me pongo
á mandar aquí una cosa,
no hay ninguno que me tosa,
señor mió!
Cap. No me opongo.
Mas como estoy ¡vive Dios!
muy constipado, en conciencia,
necesito una licencia
para el uso de la tos.
Gob. (Furiosísimo.) ¿Os burláis? voto á mi nombre,
que si me sacáis de quicio
voy á armar un rebullicio!...
(El negro baja corriendo por el monte, le da el palo
al Gobernador y este le pega.)
Cap. ¿Le habéis pegado á ese hombre!
Gob. Sí.
Cap. No entiendo ¡voto á tal!
ese medio nunca usado.
¿Quién es ese desdichado?
Gob. Es la víctima oficial.
Cap. ¿Sabéis que yo no creia
que á tal llegara el exceso?...
Cob. Pues si no fuera por eso,
este mundo, qué seria?
Yo en mi conciencia, rechazo
el sistema tremebundo;
pero, amigo, en este mundo
no hay más razón que el trancazo.
El hombre, gran fanfarrón,
es, desde que al mundo vino,
el animal más dañino
que tiene la creación.
Se ha encontrado hecho persona,
y ha logrado á su manera
domesticar á la fiera
y hacer bailar á la mona,
y encuentra al perro propicio
para seguirle en dos patas,
y, en fin, á las mismas ratas
les enseña el ejercicio.
— 46 —
Como sabe el marrullero
la importancia que le da
el dinero, y como está
siempre buscando dinero,
desempeña gran papel
y todo es mañas y tretas;
en teniendo seis pesetas...
ya no bay quien pueda con él.
Se atreve con las mujeres;
insulta á los demás nombres;
y confundiendo los nombres
de derecbos y deberes,
si le hicieran explicar
qué es el deber, puede ser
que respondiera: «deber
quiere decir: no pagar.»
Ahora, dígame usté á mí
de qué manera mejor
gobierna un Gobernador
á una sociedad así!
Dedicándose al solfeo
y haciendo lo que yo hago:
he de dar golpes en vago?
cojo á un vago y le golpeo!
Como mi dominación
solo á los negros comprende,
si hay un blanco que pretende
darme alguna desazón,
en cuanto lo sé, me alegro,
porque á poco que alborote,
le emprendo con un garrote
hasta que lo pongo negro.
De este y de otros muchos modos
me hago yo querer aquí,
y así, solamente así
les tengo quietos á todos.
Luego pasando revista,
matándolos uno á uno,
en cuanto no haya ninguno...
veréis cómo nadie chista!"
Cap. Buen sistema; me conviene.
Gob. Ya sabéis lo que soy yo,
_ 47 —
ved si obedecéis ó no...
Cap.
Por la cuenta que me tiene.
Gob.
Ó voy y vuelvo volando,
ú os cuelgo.
Cap.
Iréis y vendréis,
Gob.
¡Vivo!
Cap.
Ó muerto, si queréis,
Gob.
Vivo, digo!
Cap.
Pues andando!
Gob.
No esperéis órdenes nuevas.
Cap.
Á la Orden. (Marchándose )
Gob.
Podéis marchar
Cap.
(En estando en alta mar
verás tú qué paso llevas!)
ESCENA V.
GOBERNADOR, VIRGINIA, el NEGRO.
GOB. Chist! (Acercándose á la puerta de la casa.
Virg. Me llamáis?
Gob. Y tu madre?
Virg. Ahí está con la de Pablo.
Gob. Voy á avisar tu partida.
Espérame, pronto salgo.
ESCENA VI.
VIRGINIA, el negro DOMINGO. l
Virg. Chiist! Domingo! Chiist!
Dom. ¿Me llama?
Virg. Domingo, cómo escapamos?
Dom. ¿Otra escapatoria?
Virg. Sí.
Quieres llevarme?
1 Esta escena y la siguiente deben declamarse en voz ba-
ja. El negro del Gobernador queda sentado en el foro.
Dom. Habla bajo,
que el señor Gobernador
está muy incomodao!
Virg. Quieren que á Pablo abandone.
Dime tú, dirne qué bago.
Dom. Hija mia, haz lo que quieras,
porque yo, ni entro ni salgo.
ESCENA VII.
DICHOS, PABLO.
Pablo.
Virg.
Pablo.
Virg.
Pablo.
Virg .
Dom.
Virg .
Pablo .
Viug .
Chiquita!
Pablo.
Silencio,
hablemos bajito, bajo,
que está ahí; le ha dicho á madre
que te vas dentro de un rato.
¡Te vas y me dejas!
¡No!
Él lo manda.
Si lográramos
evitar esta partida...
No es posible.
Ay, pobre Pablo!
Voy á quedarme aquí solo,
mirando á todos los lados
diré: ¡Virginia! y el eco
responderá: ¡se ha marchado!
Cada flor será un recuerdo
de tu aliento perfumado,
y en cada melocotón
encontraré tu retrato.
(Llorando.)
¡Qué recuerdos, vida mia!
qué recuerdos tan amargos!
(id.) Yo no podré estar sin tí,
pasaré el dia llorando;
á cada niño que vea
me lo quedaré mirando.
Como tendré el corazón
de pena despedazado,
— 49 —
en cada suspiro mió
te remitiré un pedazo!
Pablo.
(Llorando mucho.)
¡Que llegue! Que no se pierda!
¡Mándalo certificado!
Virg.
¿Pensarás en mí?
Pablo.
La vida
Virg.
me la he de pasar pensando.
¿Mé escribirás?
Pablo.
(Con desconsuelo.) ¡Si no Sé!
Virg.
Pablo.
¡Ay, qué penas!
¡Ay, qué ratos!
Dom.
Pablo.
Ea, yo no puedo más,
yo voy á llorar.
Cuidado,
no llores, que te destiñes!
Dom.
Si no puedo remediarlo!
(Saca un pañuelo muy grande. A su debido tiempo
Pablo y Virginia cogen cada uno de una punta pa
ra enjugarse las lágrimas.)
Pablo.
Virg.
¡Virginia, adiós para siempre!
Adiós para siempre, Pablo!
Dom.
¡Hí! ¡hí!
Pablo .
¡Hí! hí!
Virg.
Hí! hí!
(Enjugándose los tres.)
ESCENA VIII.
DICHOS, PANCHA, después OCHENTIN.
Pancha. Qué les pasa!
Dom. Que mi amo
se lleva á la niña!
Pancha. _ Adonde?
Pablo. Á Paris.
Virg. Lejos de Pablo.
Pancha. Qué iniquidá!
Dom. Pues por eso
estamos todos llorando,
coja usted esta otra punta!
— 50 —
(Pancha coge la otra punta del pañuelo, y llora co-
mo ellos.)
Pancha. Pues yo creo que...
Do'. ¡Hable bajo!
Pancha. Yo creo que para eso (En voz muy baja.)
estaban aliora levando
las anclas de la fragata.
Pablo. Cbist... bajito.
Pancha. Y hay soldaos,
y mucha tripulación
para llevarte!
Yirg. Ay, qué espanto!
Pablo. Y va á ser pronto?
Pancha. Muy pronto.
Ddm. Y esto se pone muy malo...
porque...
El negro. ¡Achis!
(Da un estornudo miiy fuerte el negro del Goberna-
dor. Los cuatm personajes que hay en escena caen
sentados en el suelo.)
Los cuatro. ¡Ay!
PABLO. (Después de una pausa.) Qllé ha sido eSO?
Virg. El negro que ha estornudao.
ESCENA IX.
DICHOS, el GOBERNADOR. Los cuatro personajes han debido
caer sentados de frente al público, de modo que no vean al Go-
bernador. Este sale, los mira y va á preguntar al negro, por
señas. El negro, por señas también, le da á entender que les
otros quieren marcharse. Esta escena mímica debe haberse mien-
tras los cuatro personajes se levantan y hablan.
Pancha. Sus mercés se asustan pronto.
Mientras estamos llorando
no podíamos tratar
de echa a correr?
Dom. Fuera en vano
Pancha. Nada nos cuesta probar.
Pablo. Sí? pues ya estamos andando.
A una, á dos... á tres!
(Se vuelven los cuatro á un tiempo hacia el foro
— 51 —
para echar á correr, y se encuentran con el Goberna-
dor, que está aguardándoles cruzado de brazos. En
seguida se vuelven otra vez de cara al público, aga-
chando la cabeza y haciendo un exageradísimo gesto
de sorpresa y espanto. Deben quedarse con la boca
abierta y la lengua fuera. Es una escena muda, cu-
yo éxito depende de los actores.)
Gob. (Á ellos.) Ni la paz y caridad
os va á valer! (Á su negro.) Vigilancia!
(Á Virginia.) Tú no escapas. ¡Vas á Francia!
(Á ios demás.) Vosotros,., temblad!
(Se marcha; vuelve desde el foro y repit$ con acento
terrible.)
¡¡¡Temblad!!!
(inmediatamente se ponen á temblar los cuatro muy
visiblemente, y rompe la orquesta. El Gobernado
se va.)
MÚSICA.
Virg. ¡Yo tié—tié—tié—tié— tiemblo!
Pablo. ¡Yo tié—tié—tié—tié— tiemblo!
Pancha. ¿Qué-qué-qué-qué va á pasar?
Dom. ¡Qué-qué-qué-qué va á pasar!
Nos ¡va-va-va-va á devorar.
Nos va-va-va-va á devorar.
Pa-pa-pa-pa-liza
vamos á llevar.
Pa-pa-pa-liza
vamos á llevar.
Pa-pa-pa-pa-pa. . .
Pa-pa-pá...
pa-pá-pá
pa-pá-pá!
— 52 —
ESCENA X.
EL NEGRO, PABLO, VIRGINIA, PANCHA, DOMINGO, luego
OCHENTIN. Después de una larga pausa, dice Pablo con mucha
viveza.
Pablo. Pues no señor, yo no cedo
•aunque nos hagan astillas,
intentemos algo pronto!
Virg. Es verdad.
Panciia. ¡Mucho!!
Dom. Deliras!
OCHENT. (En traje de camino con un sombrero muy c1
Por iin logro el placer híbrido
de encontrarte, luz perdida!
Los cuatro. Ochentin.
O.iient. Dejo mi casa
y el reposo y la tranquila
insensatez, del hogar,
¡por buscarte, alma sencilla!
VlRG. Ayudadnos! (Gran rapidez en el diálogo.)
Ochent. Qué sucede?
Pancha. Que se llevan á la niña.
Ochent. Quién.
Los cuatro. El Gobernador.
Ochent. Nunca!
Virg. Sí, va á venir en seguida.
Á ver si os ocurre algo!
Oche t. Lo dudas, estrella lija?
Virg. Cómo escapamos de aquí?
i ■ .¡knt. (Oh, qué ocasión tan supina!)
Yo tengo ahí una balandra
donde he venido, y que es mia,
traigo catorce remeros;
en saliendo de la orilla,
volaremos mar adentro!
Los cuatro. Huyamos.
Ochent. Id en seguida.
Vestios para el camino/
nicas ligeros; id aprisa!
Pablo . Corriendo! (Echa á correr.)
Pancha, (id.) ¡Pronto!
Don. (id.) ¡Volando!
(Se va Pablo por un lado, Pancha por otro, y Do-
mingo por otro. En cuanto Ochenta) los ve desapare-
cer, se vuelve liácia Virginia y le dice:)
Ochent. Ahora, nos vamos solitos.
V[RG. (Asustada.)
Qué, qué es eso?
Ochent. ¡Ya eres mía!
VlRG. Traición! (Corriendo por la escena.)
Ochent. Silencio!
Virg. Socorro!
Ochent. ¡Calla!
(La coge en brazos y so marcha corriendo.)
¡Á ver quién me la quita!
ESCENA XI.
PABLO, PANCHA, DOMINGO, después el GOBERNADOR, SOL-
DADOS, NEGROS y NEGRAS.
Pancha debe sacar un sombrero de paja pequeñito; Domingo
otro más psqueño, y Pablo olio mucho más. Estos tres persona-
jes deben salir uno después ds otro, según indica el diálogo, y
en mangas de camisa.
PANCHA. ¿Qué es eSO? (Recorre la escena.)
Mas... dónde están?
(Muchísima rapidez en toda la escena.)
Dom. Dónde está la señorita?...
(Recorre la escena también.)
Pablo. ¿Y Virginia? (id., id.)
Pancha. Ay, que no está!
Pablo. Virginia!
Dom. ¡No está!
Pablo. ¡Virginia!!
Dom. ¡La han robado!
Pancha. Sí?
Pablo. Ladrones!
— 54
GOB.
Pablo.
Dom.
Pancha,
Gob.
Pablo.
Gob.
Pablo .
Gob.
Dom.
Todos.
Dom.
Gob.
(Entra el Gobernador vestido de viaje, y con un som-
brero mucho más chico que todos los demás.)
¡Qué ocurre!
Una picardía!
Á Virginia se la lleva
Ochentin!
¡Sí!
¡Voto á Cribas!
(Recorren la escena todos, mirando á todas partes y
hablando.)
Por dónde?
Yo no lo sé.
¡Á mí con tal villanía!
(El negro Domingo sube al monte. Comienza la tor-
menta.)
Ladrones!
(Al oír un trueno, y mirando al cielo.)
Cállese usted!
¡Ochentin aquí! Oh, perfidia!
Allí los veo!
Eh?
Se meten
en una balandra, y viran.
Capitán! ¡El Capitán!
El Capitán! pronto, aprisa!!
ESCENA Xíí.
DICHOS, el CAPITÁN.
Cai\
Aquí estoy.
Gob.
Hay que seguir
á toda costa...
Dom.
¡Ya viran!
Gob.
Os enteráis? (ai Capitán.)
Cap.
¡No señor!
Dom.
Ya se alejan!
Gob.
Por mi vida!
Hay que seguir...
Cap.
(irritado.) Pero ¿á guión?
Gob.
A ellos, á ellos, y en seguida.
Cap.
Pero, hombre, ¿quiénes son ellos?
Dom.
¡Ay!
— 55 —
(Da un gran grito y baja á la escena. Todos se vuel
ven para oir lo que va á decir Domingo.)
¡Se perdieron de vista!
(Grito general. Quedan todos los personajes que hay
en escena con la cabeza baja y las manos cruzadas.)
MÚSICA.
CONCERTANTE. '
Gob.
¡Ay, qué fatalidad!
Pancha.
¡Ay, qué fatalidad!
Dom.
¡Ay, qué fatalidad!
Pablo .
¡Ay, qué fatalidad!
¡Ay, qué fatalidad!
Coro.
¡Ay, qué fatalidad!
Todos .
¡Fatalidad!
HABLADO.
Gob. Y á todo esto no sabéis
por qué es la fatalidad?
Cap. ¡Yo no sé nada!...
Gob. Un traidor
á quien quiero yo atrapar,
se lleva en estos momentos
á Virginia por el mar.
CAP. ¡Bueno! (Con indiferencia y mal gesto.)
Gob. Qué es eso de bueno?
Alcanzadlos, pésiatal!
Pablo. Hacedlo por mí! (Suplicante.)
Todos, (suplicantes.) Salvadla.
Gob. Lo pide el pais: volad!
Cap. Está bien; pero os advierto
que va á haber un temporal
de los gordos; así, pues,
si he de ir á eso, mandad
1 Durante este concertante, se oscurece la escena y se cubre
el cielo de nubes.
— 5G —
suspender el chaparrón,
y si no, no hay novedad.
Gob.
Ira de Dios!
Cap.
Pites de qué
os sirve la autoridad?
Gob.
Salid!
Todos .
(En tono de súplica.)
¡Salid!
(Cargado.) Ea, Salgo!
Cap.
á mí lo mismo me da.
ESCENA XIII.
PABLO, GOBERNADOR, PANCHA, DOMINGO, CORO.
Pablo acompaña al Captlan hasta el foro, luego vuelve y
se dirig-e al Gobernador.
Pablo.
Gob.
Pablo.
Dom.
Gob.
Todos.
Pablo.
Gob.
Pablo.
Todos .
Gob.
Pablo .
¡Vil!
Chiquillo!
Se lo voy
á decir á mi mamá:
por lí pasa todo esto.
Es verdad!
¿Cómo?
Es verdad!
Si tú no hubieras pensado
en que saliera de acá
Virginia, ella no se hubiera
decidido á apechugar
con el que antes le ofreció
librarla de tí.
¡Cabal!
(Suena un trueno.)
¡Silencio! (Lo dice al trueno.)
Pero como eres
un gran déspota...
Verdad!
¡Oh! una sublevación
en estos momentos! ¡Ah!
Como nos tienes á todos
en un puño...
— 57 —
TODOS. (Animando á Pablo y enseñrndo el puño cerrador)
Así.
Gob. Callad.
¡Á este niño, porque es blanco
se lo puedo tolerar,
pero á vosotros os puedo
hacer polvo'!
Pablo. Calla ya,
¡vinagre!
Gob. Vinagre has dicho! (Trueno.)
Pablo. Cascarrabias!
Gob. Voto á tal!
Piensa en Virginia!
Pablo, (ai com.) Virginia
va á morir, y este tendrá
la culpa!
(Glandes rumores entre los negros.)
Gob. Sobre nosotros
se cierne la tempestad!
(Un gran trueno.)
Pablo. Es que te castiga Dios!
Todos. ¡Infaaaaame!
(Lo dicen extendiendo los dedos hacia él.)
(Otro trueno mayor.)
Gob. ¡Callad, callad!
VlRG. (Dentro.) ¡Socorro!
Pablo. Sobre las olas
se mece Virginia.
Todos. ¡Ahü!
(Se ve á Virginia sobre el agua un instante. Un re-
lámpago ilumina la escena. En seguida suena un true-
no espantoso. Caen dos rayos seguidos, y todos los
personajes caen boca abajo. Momento de silencio. La
caida debe suceder al grilo de ¡Ah! que dan todos.)
PABLO. (Levantándose y después de una pausa.)
Cuántos habremos quedado?
No se mueven; ay! qué haré?
VlRG. (Dentro.) Pablo!
GOB. (Levantándose.) Cielos!
Virg. Pablo!
Pablo. Eh?
Es ella que me ha llamado.
— 58 —
Gob. ¡Ella!
PANCHA. (Levantándose.) ¡Ella!
Dom. ¡Ella!
PABLO. (Marchándose por el foro.) ¡Sí!
Gob. Ella, pero dime, Pancha...
Pancha. Qué?
Gob. (á Doming-o.) ¡Si está sin una mancha!
DOM. Si está blanca! (Mirando á Pancha.)
Pancha. Blanca!
Gob. y Dom. Si?
Pancha. Será posible, señor,
y usté también! (Á Domingo.)
Dom. y Pancha. (Tocándose la cara.) ¡Ay qué gusto!
Gob. Me he perdido! ¡Con el susto
han cambiado de color!!!
(Se levantan todos: deben aparecer blancos.)
Todos. ¡Somos libres! (Mirándose.)
Dom. Es verdad.
Gob. Qué situación tan horrible!
Pablo. ¡Viva Virginia!
Gob. Es posible?
Pablo. Ya llegó sin novedad.
ESCENA XIV.
DICHOS, VIRGINIA y el CAPITÁN.
Fablo trae á Virginia en brazos. Debe aparecer muy mojada y
con el pelo caido.
Todos. ¡Viva!
Pancha. Cómo se ha salvado?
Gob. Cómo ha sido!
Dom. Á ver, á ver?
Virg. Se volcó el barco, Ochentin
no me pudo sostener;
los remeros ahí se quedan
nadando.
Pancha. V su mercé?
Virg. Hija mía, el miriñaque
se me volvió del revés,
y he venido hasta la orilla
admirablemente bien.
— m —
Dom. Vea usté que cosas!
Virg. Pero
y las negras?
Pablo. No las ves?
C.ob. Es que lian perdido el color
con el susto!
Pablo y Virg. ¡Puede ser!
Pablo. Sea enhorabuena.
Todos. Gracias!
CAP. VaniOS á Paris, Ó qué? (Al Gobernador.)
Gob. Tardaré rauclio?
Cap. ¡Diez años!
Cob. Voto á seis mil veintitrés
cuatrocientas siete bombas,
que si me humilláis...
Pablo. Sí, eh?
Ahora mandamos nosotros.
Vamos á acabar con él.
(Se abalanzan lodos al Gobernador.)
Virg. (cubriéndole.) No! Perdonadle por mí.
Pablo. Si tú quieres, está bien.
Le dejaremos marchar
con su víctima.
(iOB. (Dirigiéndose á su negro.) Sí á UJ$
este dócil secretario,
este compañero fiel,
mi querido sordo-mudo...
El NEGRO. (Le mira fijamente, rompe el palo en dos pedazos,
los arroja al suelo, y dice.)
¿Con que sordo-mudo, eh?
Todos. Já! já! já! já!
El negro. Muy buen viaje,
lo que es yo, hasta aquí llegué!
Gob. Capitán, en la fragata
quiero partir á las tres.
Cap. Sí: pero allí mando yo,
y si se impacienta usté
mandaré que lluevan palos...
y va a estar lloviendo un mes!
Gob. ¡Oh! desdichados! de hoy más
quien os gobernará?
Pablo. Quién?
— 60
ESCENA ULTIMA.
DICHOS, OCHENTIN.
Aparece en lo alto del monte envuelto
OCHENT
. ¡Yo tengo criterio insípido
para mandar sin doblez!
Todos.
¡Ochentin!
OCHENT
Nadando vine.
(Baja á la escena.)
Un gobernador queréis?
Yo tengo esa aspiración.
Procedo de España!
Todos.
¡Bien!
Pablo.
Yo el más desautorizado
de todos...
VlRG.
Qué vas á hacer?
Pablo.
Represento á este pais
y te elijo...
OCHENT.
Y haces bien.
Pablo.
Siempre que empieces entrando
á ver á madre, y le des
orden de que yo me case...
Todos.
¡Con Virginia!
Vine
¡Oh, si!
OCHENT.
Lo haré.
Que por mandar á la gente
eso y más se puede hacer.
Oh, jóvenes intranquilos
de esplendente madurez!
el corazón me da insultos
de júbilo...
Gob.
(.4 Ochentin, en voz baja.) Calle USté,
¡goma arábiga] (En tono de insulto.)
OCHENT.
(Muy cortés.) Mil gracias.
Padlo.
Ea, que reine el placer.
Todos.
Viva Virginia!
OCHEUT.
Que viva!
Pablo.
En baile.
— 61 —
Ochent. Principio bien.
Ven vida mia, ven,
ven pronto junto á mí
que yo no vivo ¡ay!
sin tus halagos mil.
No te me apartes, no,
y en dulce lazo, así,
será mi dicha,
más deseada,
morir por tí.
(Baile general; procúrese poner bien este tango.)
FIN DE LA ZARZUELA,
Habiendo examinado esta zarzuela no hallo
nconveniente en que su representación se auto-
rice con la supresión hecha.
Madrid 7 de ¡Setiembre de 4867.
El Censor de Teatros.
Narciso S. Serra.
Queda hecha la supresión indicada por el Censor.
Et. Autor.
PUNTOS DE YENTA Y COMISIONADOS PRINCIPALES.
PROVINCIAS.
8. Raiz.
Z. Bermejo.
J. Marti.
R. Muro.
Viuda de lbarra.
A. Vicente t'erez.
M. Alvarez.
U. Caracuel.
J. A. de Palma.
1). Santisteban.
S. López.
M. Román Alvarez.
F. Coronado.
J. R. Segura.
G, Corrales.
A. Saavedia, Viuda de
Bartumens y I Cerda,
P. López Coron.
T. Astuy.
T. Arnaiz y A. Hervías.
B. Monto) á.
J. Valiente.
V. Morillas y Compañía.
F Molina.
F. María Poggi, de Santa
Cruz de lenerife.
.T. M. Eguiluz.
E. Torres,
J. Pedicilo
J. M. de Soto.
L. Ocharán.
M. García de la Torre.
P. Acosta
M. Muñoz, F. Lozano y
Di García Lovera.
uña. J. Lago.
nca. P. Mariana.
a. J. Giuli.
rol. N, Taxonera,
jeras. Viuda de ¡Josch.
ona. F. borea.
m. Crespo y Cruz.
nada. J. M. Fuensalida y J. M.
Zamora.
drdajara. R. Oñana.
ana. Charlam v Fernandez,
■n. P Quintana.
Uva. J. V. Osorno:
sea. M. Guillen,
i. R. Martínez.
va. J. Pérez Fiuixá.
¡z- V. Alvarez y Compañía,
de Sevilla.
Palmas (Canarias) J, ürquia.
ft. Minon Hermano.
ida. 3. Sol é hijo.
vres. R. Carrasco.
roño. P. Brieba.
ca. A. Gómez.
Lucena.
Lugo.
Miihon.
Halaga.
Manila [Filipinas).
Matará.
Mondoñedo.
Móntala.
Murcia.
Ocaña.
Orense.'
Orihuela.
Osuna.
Oviedo.
i'ulencia.
Palma de Mallorca.
pamplona.
Pontevedra.
Priego (Córdoba.)
Puerto ae Sta. María-
puerto- Meo
lietjuena.
Keus.
liioseco.
Honda.
Salamanca.
San Fernando.
S. ltdefonso(La Granja)
San tú car.
San Sebastian
S. Lorenzo. (Escorial.)
Santander.
Santiago.
Seyovia.
Sevilla.
Soria.
Talavera de la Beina.
Tarazona de Aragón.
Tarragona.
Teruel.
Toledo.
Toro.
Trujillo.
Tudela.
Tur.
Ub'eda.
falencia.
VaUadolid.
rich.
figo.
Fíllanucva y Celtrú.
Fitoria.
Zafra.
Zamora.
Zaragoza.
3. B. Cabeza.
viuda de Pujol.
P. Vinent.
J. G. Taboadela y F de
Mova
A. üiona.
í.. Clavell.
Viuda de Delgado.
D, Santolalla.
T. Guerra y Herederos
de Andrion.
V. Calvillo.
J. Ramón l'erez.
J. Martínez. Aivarcz.
V. Montero.
J. Martínez.
Hijos de Gutiérrez.
P.J.Üelahert,
J. Ríos Barrena.
J. iiuceta Solía y Comp.
J. de la Cámara.
J. Valdeirama.
J.Mestre, de Mayagüez.
C. García.
J. Prius.
M. P ládanos.
Viuda de Gutiérrez,
R. Huebra.
R. Martínez.
R. J. Serna.
]. de uña.
A. 'iarralda
S. Herrero.-
C. Medina y F. Hernández.
B. Escribano.
L. M. Salcedo.
r . Alvarez y Comp.
F. Pérez Rioja.
A. Sánchez de Castro.
P. Veralon.
V Fout.
T. Baquedano.
F. Hernández.
A. Rodríguez Tejedor.
A. Herrauz.
M. lzalzu.
M. Martínez de la Cruz.
T. Pérez.
1, García, F Navarro y J.
Moriana y sanz.
D. Jover v H. de Bodrígz
J. Soler.
M. Fernandez Dios.
L.Creus.
S. Hidalgo y A Juan.
A. Opuet.
V. Fuertes.
L Ducassi, J. Comin v
Comp. y V. de Heredia
MADRID.
Librerías de la Viuda é Hijos de Cuesta, y de Moya y Plaza, calle
Carretas; de A. Duran, Carrera de San Gerónimo; de L López, calle
Carmen, y de M. Escribano, calle del Príncipe,