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Full text of "Para ti es el mundo : farsa cómica en tres actos"

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»24J 


CARLOS    ARNICHES 


PARA  TI  ES  EL 


FARSA  CÓMICA  EN   TRES  ACTOS 


ORIGINAL 

PRIMERA 

EDICIÓN 

je?! 

Copyright  by,  Carlos  Arniches. 


M  A  D  K  I  n 
SOCIEDAD  DE  AUTORES  ESPAÑOLES 

CALLE  DEL  PRADO,  NUM.  24 
1  929 


PARA  TI  ES  EL  MUNDO 


P 
ri 


Esta  obra  es  propiedad  de  su  autor,  y  nadie 
podrá,  sin  su  permiso,  reimprimirla  ni  represen- 
tarla en  España  ni  en  los  países  con  los  cuales 
se  hayan  celebrado,  o  se  celebren  en  adelante, 
tratados  internacionales  de   propiedad  literaria. 

El  autor  se  reserva  el  derecho  de  traducción. 

Los  comisionados  y  representantes  de  la  So- 
ciedad de  Autores  Españoles  son  los  encargados 
exclusivamente  de  conceder  o  negar  el  permi- 
so de  representación  y  del  cobro  de  los  dere- 
chos de  propiedad. 

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reproduction  reserves  pour  tous  les  pays,  y  com- 
pris  la  Suede,  la  Norvege  et  la  Hollande. 

Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley. 


PARA  TI  ES  EL  MUNDO 


FARSA  CÓMICA  EN  TRES  ACTOS 


ORIGINAL    DE 


CARLOS    ARNICHES 


Estrenada  en  el  TEATRO  LAR  A  el   17 

de  octubre  de  1929 


PRIMERA    EDICIÓN 
500  EJEMPLARES 


51^  j^llisi 


MADRID 

OHÁFICÁ  LITERARIA.  HERNANI,  84 

Teléfono  36160 
1929 


IS.EI=^K/TO 


PERSONAJES  ACTORES 

Amalia Carmen  CarBonelL 

Marcelina Concepción  Cátala, 

La  Tere Leocadia  Alba. 

Seña  Reme Matilde  Galiana. 

Pili Amelia  Noñega. 

Patro Soledad  Domínguez 

Nati Asunción  Camare  ro 

Una  niña Jacinta  Alenza. 

Paquito Antonio  Vico. 

Señor  Santos Manuel  González. 

Casiano Nicolás  Rodríguez. 

Pepe Gaspar  Campos. 

Bendaña Roberto  Samso. 

Telele Luis  Ulloa. 

Un  vecino José  González. 


ACTO  PRIMERO 


Comedor  bien  puesto,  pero  sin  gusto  ni  refinamien^to,  en 
una  casa  de  gente  del  pueblo,  enriquecida. — Tiene  un 
balcón  practicable  al  foro,  con  tiestos  y  un  pájaro.  Una 
puerta  a  la  derecha,  grande,  en  el  centro  de  la  pared, 
y  dos  pequeñas  a  la  izquierda,  en  primero  y  segundo' 
término. — Ks  de  día,   en  primavera. 


ESCENA   PRIMERA 


Marcelina  y  Teresa. 

Marce.  (£5  mujer  como  de  cuarenta  y  cinco  años,  gua^ 

pa,  bien  cuidada  ;  vestida  sin  lujo,  pero  a  lo 
moderno  y  con  esynero.  Está  asomada  al  bal- 
cón, tnirando  impaciente  a  un  lado  y  otro  de 
la  calle.  Entra  en  la  habitación  angustiada,  y 
mira  el  reloj.)  \  Las  doce,  y  sin  parecer  !...  {A 
Tere.)  \  Pero  este  hijo,  tres  días  que  falta  de 
casa,  y  ni  un  mal  recao  por  teléfono,  ni  dos  le- 
tras siquiera,  pa  tranquilizar  a  su  madre!... 
¡  Ay,  Jesús  de  mi  alma!...  ¿Qué  será?...  ¿Le 
habrá  pasao  algo.  Tere  ? 

Terb.  ¡(£5  mujer  algo  menos  joven  que  la  otra  y  más 

acabada.  Viste  con  gran  humildad;  lleva  pues- 
to un  delantal  de  lavar  y  los  brazos  remanga- 
dos.) ¡  Qué  le  va  a  pasar,  mujer,  no  t'apures  ! 
¡  Y  ya  te  podías  haber  acostumbrao  a  estas  fae- 
nitas  que  te  hace  el  demonio  el  crío  ese  !  {Se 
seca  los  brazos  con  el  delantal.) 


607331 


Marce. 
Tere. 

Marce. 
Tere. 

Marce. 

Tere. 

Marce. 
Tere. 


Marce. 
Tere. 

Marcr. 

Tere. 

Marce. 


Teke. 


Mahce. 

Tere. 

Marce. 


(Cada  vez  más  angustiada.)  \  Ese  chico,  es  que 
te  digo  que  me  tiene  sin  vida  ! . . .   ¡Ya  ves  la 
hora  !...  ¡  Tres  días  que  s'ha  ido  !  {Llora.) 
\  Pero  en  eso  de  tardar,   no  t' acongojes,   ton- 
ta !...  i  Si  siempre  te  hace  lo  mismo  !...  ¡Si  ese 
chico  sale  a  comprarse  unas  botas,  y  cuando 
vuelve  ya  trae  los  tacones  torcidos  !... 
Bueno,  pero  es  que  el  otro  día,  cuando  se  fué, 
no  me  dijo  más  que  «hasta  luego)>. 
Es  que  pa  mí,  que  él  le  llama  «hasta  luego»  al 
mes  que  viene. 

A  más  de  que  mi  zozobra  de  ahora  es  porque 
le  tengo  pánico  cuando  sale  a  estrenar  un 
«auto».  Porque  es  probao.  Auto  que  estrena, 
u  se  rompe  un  hueso  él,  u  mata  a  un  amigo. 
O  si  no  lo  mata,  por  lo  menos  le  hace  la  faena 
de  muleta;  porque  ya  tiene  tres  cojos:  Pepe 
Cuenca,  Tito  Luengo  y  Tono  Ganga. 


Por  eso  estoy  que  me  muero 


Bueno,  y 


esto  de  ahora  es  que  no  se  lo  aguanto  ! 
Esto,  y  lo  que  quiera  hacerte.  Y  después  de 
too,  Marcelina,   ¿a  quién  vas  a  quejarte  de  lo 
que  te  pasa,  si  tiés  tú  la  culpa  ? 
¡Yo? 

Y  náa  más.  ¡  Que  si  le  hubieses  dao  otra  edu- 
cación, y  no  le  hubieses  consentío  tanto  !... 
Mujer,  no  tengo  otro  hijo.  Es  mi  locura. 
Razón  de  más  pa  que  lo  hubiás  educao  mejor. 
Cuando  murió  su  padre,  que  me  dejó  viuda  a 
los  veinticinco  años,  no  me  quedó  otra  cosa 
en  el  mundo,  j  Luego,  se  crió  tan  delicaíto  !... 
¡  Delicaíto  ! . . .  ¡  Pero  qué  tenía  que  ver  el  que 
tosiera,  pa  que  tú  le  dejases  hasta  retratarse 
con  la  chica  el  portero...,  que,  acuérdate,  a  los 
quince  años  que  se  hicieron  un  grupo,  que  si 
no  los  coje  el  padre,  te  traen  a  casa  una  am- 
pliación. 

¡Mujer,  son  diabluras  de  chicos!... 
Sí,  pero  de  chicos  que  hay  que  bautizar. 
¡  Ay,  Virgen  Santa,  que  pasa  el  tiempo  y  no 
parece  !...  {Se  asoma  de  nuevo  a  mirar  por  el 
balcón.)   ¿Qué  l'habrá  ocurrido.  Tere? 


!«CH4c« 


-  7  - 

Terk.  ¡  Jesús,  si  viviera  su  padre,  que  era  tan  traba- 

jador y  tan  honrao  pa  su  casa,  y  viese  que  los 
duros  que  él  ganó  con  tantos  sudores  los  de- 
rrochaba ese  crío  tontamente  con  amigotcs  y 
gandulas  !...  ¡Te  digo  que  se  volvía  a  morir  ! 

Marce.  En  eso  tiés  razón;  que  de  este  chico  yo  no  sé 
qué  pensar,   Tere.   ¿Es  tonto?  ¿Es  granuja? 

Tere.  ¡  Pa  mí  que  está  empatao  ! 

Marce.  Pero  en  fin,  es  mi  hijo,  y  tengo  que  mirar  por 
él,  y  buscarlo,  y  saber  qué  le  ha  sucedido,  por- 
que yo...,  estoy  que,  vamos...  {Casi  llorando.) 
¿  Qué  está  haciendo  tu  marido  ? 

Tere.  Lo  que  Thas  mandao :    dando  una  lechada  de 

cal  a  la  cocina,  que  estaba  hecha  un  asco. 

Marce.  Pues  anda  ;  dile  que  lo  deje  todo  y  que  venga, 
que  quiero  que  vaya  a  preguntar  a  donde  la 
Policía,  a  ver  si  saben  algo  de  algún  acciden- 
te de  automóvil  que  haya  pasao  camino  de  las 
Rozas  u  cosa  así;  anda  corriendo. 

Tere.  Déjate;  le  llamaré  ;  que  salga,  y  se  lo  dices  tú. 

{Se  acerca  a  la  segunda  izquierda  y  llama  fuer- 
te.) Pepe...  {Silencio.)  ¡Jesús,  qué  tapia  de 
hombre  !   {Llamando  a  gritos.)  Pepeeee... 

Marce.  {Impaciente.)  ¡  Ay,  madre  !  Cáa  día  está  más 
sordo  ese  demonio  e  marido  que  tienes  ! 

Tere.  Calla,   hija;  como  que  yo,  cuando  le  dan  un 

duro  y  lo  suena,  digo  :  «Será  porque  se  le  ha- 
brá acatarrao,  porque  oirlo,  ni  por  pienso... 
{Llama  aún  más  fuerte.)  \  Pero  Pepeee  ! 


ESCENA  II 
Dichas  y  Pepe.  {Segunda  izquierda.) 


Pepe.  {Es    un    obrero    cincuentón;    tipo    madrileño, 

sordo  como  una  tapia.  Lleva  traje  de  faena  de 
pintor  de  brocha  gorda,  brocha  que  aún  con- 
serva en  la  mano  al  salir.)  ¡Ya  va,  señor!... 
Que  he  oído  el  timbre. 

Tere.  ¿Pero  qué  haces,  so  pasmao,  que  se  le  cae  a 

una  la  campanilla  de  gritarte  y  no  sales  ? 


~  8 


Pepb.  No  oír.  ¿Pa  qué  soy  requerido? 

Tere.  Lo    primerito,    deja    la    brocha.     [Le    hablan 

fuerte.) 

Pepe.  Güeno.    {La  deja  en   el  aparador,   encima  de 

una  sopera.) 

Tere.  ¡Ahí    no,    hombre!...    (Indignada.)    ¡Pos   no 

deja  la  brocha  en  la  sopera!...  {La  pone  en 
otro  lado.) 

Pepe.  Yo,   pa  no  manchar.   {Empieza  a  sacudirse  a 

manotazos  el  yeso  de  la  blusa,  y  levanta  una 
polvareda  enorme.  A  Marcelina.)  ¿Y  qué  ten- 
go que  hacer? 

Marce.  Por  de  pronto,  estarte  quieto,  y  no  sacudirte  el 
yeso  aquí,  que  nos  ahogas. 

Pbpe.  No  es  yeso.  {Sigue  sacudiéndose.) 

Marce.        ' {Tosiendo.)  ¿Pues  qué  es? 

Pepe.  Cal.  {Sigue  lo  mismo.) 

Tere.  \{Conteniéndolo,  indignada.)   \  Sea  lo  que  sea, 

hombre,  que  te  estés  quieto;  que  paeces  la  ca- 
rretera de  Extremadura  ! 

Pepe.  {Se  sacude  la  gorra.)  ¿  Y  pa  qué  soy  requerido  ? 

Marce.  Pues  te  he  llamao,  porque  quiero  que  vayas 
corriendo  a  la  Dirección  general  de  Seguridad. 

Pepe.  Güeno. 

Tere.  ¿  Tú  sabes  dónde  es  la  Dirección  de  Seguridá  ? 

Pepe.  Yo  no;  pero  si  me  dais  la  dirección  tengo  la 

seguridá  de  ir. 

Marce.         San  Marcos,  28. 

Pepb.  ¿Don  Marcos  quién?... 

Tere.  San  Marcos,  28. 

Pepe.  ¿Y  por  qué  general  m'habéis  dicho  que  pre- 

gunte ? 

Marce.  Por  nadie,  hombre.  Que  vayas  volando  y  pre- 
guntes de  mi  parte  por  un  tal  Ramos,  que  es 
amigo  mío,  pa  que  le  diga  a  Flores  si  saben 
si  ha  ocurrido  algún  accidente  de  automóvil 
en  Las  Rozas. 

Tere.  ¿Lo  has  oído? 

Pepe.  Güeno...  ¿Pero  el  recao  de  Las  Rozas  es  pa 

Flores  u  pa  Ramos  ? 

Tere.  ¡  Pa  Ramos,  hombre  ;  anda  ! 

Marce,        ¡  Por  Dios,  Pepe;  corre  y  ven  pronto  !  ¡  Que 


9 


tengo  una  ansiedá  que  me  muero  !  Toma  dos 
pesetas  pa  un  taxis.  {Se  las  da.) 

Pepk.  Descuida.  Un  rayo  va  a  ser  un  chico  de  Con- 

tinental,  comparao  conmigo. 

Merce.  ¡  Sí,  por  Dios,  anda  a  escape  ! 

Pepe  (Aparte.)  (Con  estas  dos  pesetas  me  echan  ga- 

solina en  la  taberna.) 

Tere,  ¡  Que  corras  ! 

Pepe  ¡Un  soplo...;  {Acción  de  beber.)  digo,  un  so- 

plo! {Acción  de  correr.  Vase  derecha.) 


ESCENA  III 

DiCH.\s  y  Seña  Reme  y  Pili.   {Primera  de- 
recha.) 


Marce.         ¡  Ay,  Dios  quiera  que  averigüen  algo  ! 

Tere.  Algo  averiguarán,  mujer,  porque  con  éste  son 

ya  cuatro  los  que  tiés  por  Madrí  a  la  busca  del 
crío.   {Timbre  de  la  puerta.) 

Marce.  {Con  ansiedad.)  i  Ay,  que  lian  llamao!...  An- 
da, veas  quién  es.  A  ver  si... 

Tere.  Debe  haber  abierto  Pepe,   porque  se  oye  ha- 

blar en  el  recibimiento. 

Marce.  j  Ay,  que  haga  la  Virgen  Santísima  que  sea 
alguien  que  me  traiga  noticias,  porque  estoy... 

Tere.  {Entrando.)  ¡  Las  de  al  lao  ! 

Marce  \  Jesús  !...  ¡  Pues  está  una  buena  pa  pelmas  !... 

Reme.  {Entrando.)   ¡Y  qué,   doña  Marce,   hija.   ¿No 

ha  parecido  Paquito  todavía? 

Marce.  Esta  es  la  bendita  hora  que  no  sé  de  él,  seña 
Reme. 

Piiii.  ¡  Pues  estará  usté  pa  morirse  ! 

Marce.  Figúrate,  Pili;  estoy  que  me  ahogan  con  un 
pelo.  {Marcelina  no  deja  de  mirar  al  reloj,  mo- 
verse inquieta,  asomarse  al  balcón,  beber  sorbos 
de  agua,  manifestar,  en  fin,  la  nerviosidad  de 
una  madre  que  está  en  su  caso.) 

Reme.  ¡  Ay,  pues  nosotras  también  estaraos  con  una 

intranquilidad  !... 


10 


Pili.  Claro,  la  vemos  a  usté  angustiada,  de  un  bal- 

cón a  otro... 

RvMK.  Y  una,  vamos,  sin  querer,  también  está  que  no 

sosiega. 

Marce.  {Casi  sin  oírlas.)  Lo  comprendo... 

Remk.  y  como  es  un  chico  tan  guapito... 

Pili.  Si  le  hubiese  sucedido  algo... 

Marcr.         j  Ay,  no  me  lo  digas  ! 

Reme.  Sería  pa  no  consolarse. 

Marce.         ¡Figúrate!... 

PiLi.  i  Y  con  los  miles  de  desgracias  que  están  ocu- 

rriendo ahora  ! 

Reme.  ¿Ha  leído  usté  lo  de  ayer? 

Matice.         (Con  ansiedad.)  No.  ¿Qué  ha  sido? 

Pili.  Pues  un  accidente  espantoso...  ¡Un  vuelco! 

Marce.         ¡Jesús!...  ¿Pero  algún  joven? 

Reme.  No  ;   dos  señoras  gravísimas. 

Marce.         ¡  Ay,  señoras...;  menos  mal! 

Reme.  Ahora,  que  a  Paquito  no  debía  usté  dejarlo  en 

una  liberta  tan  grande,  porque  es  un  chico  en- 
cantador, pero  irreflexivo.  El  otro  día,  ya  ve 
usté,  nos  encontró  a  nosotras  en  San  Antonio 
de  la  Florida,  y  se  empeñó  en  darnos  un  paseo 
en  auto. 

Pili.  Nosotras  le  dijimos  que  aceptábamos,   si  era 

cortito. 

Reme.  Pero  subimos,   y   con   el  pretexto  de  que   la 

Moncloa  le  pillaba  cerca,  nos  llevó  a  Segovia, 
a  ver  una  fábrica  de  Cerámica. 

Pili.  Excuso  decirle  a  usté  papá,  cuando  volvimos, 

i  Las  once  de  la  noche  y  sin  cenar  ! 

Reme.  Pues  que  nos  dejó  sin  cerámica,  hija. 

Pili.  No  quedó  un  plato. 

Remk.  Ya  conoce  usté  a  mi  marido,  que  cuando  se 

contraría,  no  parece  que  esté  jubilao... 

PiL[  {Llaman  al  timbre.)  ¡  Ay,  Tere,  abre,  que  han 

llamao.  ¿Será  alguien  que  traiga  noticias? 

PiLT.  ¡  Ay,  a  ver  !  ¡  A  ver  ! 

Remf..  ¡  Que  abran,  que  abran  !... 

Tere.  (Volviendo  de  abrir.)  Es  la  Patro. 

Marcf.         i  Ay,  por  Dios,  que  pase  !... 

Patro  (Dentro.)  ¡Señora!...  ¡Señora!... 


11  - 


ESCENA  IV 


Dichas  y  la  Patro.  [Por  la  derecha.) 


Marce. 
Patro 


Tere. 
Patro 


Marce. 

Patro 

Marce. 

Patro 

Tere. 

Patro 

Marce 

Patro. 

Marce. 

Reme. 

Marce. 

Patro. 


{Con  ansiedad,  a  Patro.)  ¿Qué,  qué,  Patro? 
{Es  una.  criada  joven.  Entra  casi  sin  poder  ha- 
blar de  fatiga.)   Déjeme  usté  que  resollé,   se- 
ñora...,  ¡que  estoy  que  m ' ahogo  ! 
¿  Has  venío  deprisa  ? 

Como  que  he  atropellao  a  dos  biciclitistas  y 
he  volcao  el  carro  e  naranjas  del  hombre  ese 
que  las  pregona  {Imitando  el  pregón.)  n\  A 
treinta  la  docena  !...  ¡Y  una  porque  quiero  !... 


¡  Y  otra  porque  me   da  la  gana  !. 


Bueno, 
. .   I  Las 


Marck. 
Patro. 


pues  toas  por  el  suelo  del  empentón  !, 
que  quería  y  las  que  no  quería  !... 
Bien,  ¿pero  qué  sabes? 
Que  si  no  corro,  me  cogen  los  guardias. 
Digo  del  señorito,  mujer. 
Del  señorito  poco,   porque  verá  usté... 
¿Pero  no  has  podio  indagar?... 
Poco,  porque  verá  usté... 
¿Pero  nadie  t'ha  dicho?... 
Poco,  porque  verá  usté... 
j  Acaba  ya,  mujer  ! 

¡  Ay ,  esta  chica  es  angustiosa  ! . . .  Entre  la  fa- 
tiga que  tiene  y  lo  poco  que  sabe... 
¡  Bueno,  toma  resueUo  y  habla,  por  lo  que  más 
quieras  ! 

Pues  náa,  que  como  usté  me  dijo  que  fuese  en 
cáa  de  los  amigos  del  señorito,  pa  preguntar 
si  sabían  algo,  pues  de  primeras  me  fui  en 
cá  don  Sabino,  y  don  Sabino  no  sabía  ni  mia- 
ja ;  de  aUí  piqué  pa  la  calle  Lagasca,  pal  loi,  y 
subí  al  tercero  y  pregunté  por  el  señor  Cues- 
ta, y  me  dijeron:  «El  señor  Cuesta,  arriba.» 
Me  voy  arriba,  y  me  dicen  :  ((El  señor  Cues- 
ta, abajo.»  Me  bajo  pa  abajo,  y  me  dicen  :  ((El 
señor  Cuesta... 
¿  Pero  cómo  es  posible  ? 
Es  que  en  la  casa  hay  dos  Cuestas,  don  Juan  y 


—  12  - 

don  Segundo.  Don  Segundo  es  el  del  tercero,  y 
don  tercero...,  ¡  ay,  no!  Bueno...  En  total, 
que  entre  que  si  Cuesta  arriba,  o  que  si  Cuesta 
abajo,  salí  de  allí  rendía  y  compadeciendo  al 
cartero !...  De  allí  me  fui  a  la  calle  Hermosilla 
y  subí  a  preguntar  en  cá  la  madre  del  señor 
Lafuente... 

Marce.         ¿  Y  qué  te  dijo  ? 

Patro.  Pues  que  su  hijo  ya  no  corre,  dende  que  se  le 
rompió  el  «auto»,  va  pa  quince  días. 

Marce,  ¿De  modo  que  todo  lo  que  has  averiguao  por 
junto...  ? 

Tere.  Es  que  nadie  sabe  náa  y  que  no  corre  La- 

fuente. 

Marcb.  Pues  sí  que  nos  ha  traído  unas  noticias  esta 
idiota... 

Patro.  Yo,  hija,  señora,  ya  ve  usté...  Una  qué  qui^ 
siera;  pero  si  a  una  no  la  dicen,  qué  va  a  decir 
una,  porque,  vamos,  una  no  va  a  inventar, 
porque  si  una...  {Se  aparta  refunfuñando.)  \  Y 
se  enfadan,  encima  de  lo  que  ha  sudao  una,  y 
de  que  he  perdió  la  misa  de  una  !... 


ESCENA  V 
Dichas  y  Pepe.  {Por  la  derecha.) 

{Suena  repetidamente  el  timbre  de  la  puerta  y 
la  voz  de  Pepe,  que  grita.)  \  Tere  !...  ¡  Tere  !... 

Marce.         ¡  Ay,  ábrele,  que  es  tu  marido  ! 

Rem.  ¡  A  ver  si  éste  sabe  algo  ! 

Tere.  {Sale  a  abrir  y  entra  con  él.)  Pasa,  pasa... 

Marce.         ¿Qué?... 

Pepe  {Entrando.)  Tranquilidá  asoluta. 

Marce.         ¿Sabes  algo? 

Pkpe  Todo. 

Todos  A  ver,  a  ver...  {Le  rodean.) 

Marce.         ¡Explícate!... 

Pepe  Que  vengo  de  donde  la  Policía.  No  era  el  28. 

Marce.         Bueno,  hombre.  ¿Y  qué? 

Pepe  Que  no  se  tién  noticias  de  accidentes  automovi- 

listas en  los  tres  días  últimos... 


13  --. 


Mahcic. 
Pepe 
Marcr. 
Pepe 

Marck. 

Pepe 

Makce. 
Pepe 

Marce. 
Pepe 

Tere. 

Marcr. 
Pepe 


Marce. 
Tere. 
Reme. 
Pepe 


Marce. 


Tere. 
Heme. 
Pili 
Pkpk 

Marck, 


Tere. 
Reme. 
Pepe 


Menos  mal. 

i  Más  que  de  veinticinco  ! 

i  Jesús  ! 

Gracias  a  Ramos  he  sabio  que  dieciséis  han  sío 
por  atropello  y  nueve  por  choque... 
Bueno ;    pero  entre  los  choques,    ¿  alguno  de 
varios  jóvenes? 
Sí. 

i  Madre  mía!...  Habla... 

En  la  Puerta  del  Sol,  han  chocao  ayer  cuatro 
jóvenes  que  iban  borrachos  en  un  «auto». 
¡  Ay,  Dios  mío  !...  ¿Y  por  qué  han  chocao? 
Porque  iban  en  calzoncillos  y  dando  voces,  a 
las  once  de  la  mañana. 
¡  Es  pa  chocar ! 

Bueno;  ¿pero  de  los  accidentes,  qué? 
No  t'asustes,  que  no  hay  más  que  deciséis  he- 
ridos, ocho  que  no  se  han  hecho  náa,  y  entre 
ellos  dos  muertos. 
¡  Virgen  Santa  !  [Desesperada.) 
j  Ay,   Dios  bendito  ! 
i  Qué  horror  ! 

Pero  no  han  sido  identificaos  ;  de  forma  que  no 
t'apures,  porque  aunque  los  vieras,  no  los  co- 
nocerías. 

(Llorando.)  \  Ay,  Dios  mío  !...  i  Muertos,  heri- 
dos !...  i  Ay,  Tere,  dame  el  abrigo,  que  me  voy 
a  la  Dirección  de  Seguridad...  j  Ay  mi  hijo  !... 
{Le  da  como  una  congoja.  Todos  la  auxilian. 
Cae  en  un  sillón.) 
¡  Pero,  mujer,  no  te  pongas  así ! 
Hacerla  tila. 

Traiga  usté  antiespasmódica. 
¿  La  aflojo  el  corsé  ? 

¡  Ay,  Pili,  que  hay  muertos  y  heridos  !  {Ha  sa- 
lido al  balcón  a  decirlo,  y  al  entrar  vuelve  a 
caer  teinblorosa  en  el  sillón.)  ¡  Pronto,  el  abri- 
go, que  me  voy  !  ¡  Ay  !  i  Ay  ! 
¿  Pero  dónde  vas  con  esa  congoja  ? 
Una  cosa  pa  hacerla  aire... 
Un  Liberal.  {Le  da  un  periódico.) 


14 


Pili 

Pepe 

Tere 

Pepe 

Tere. 

Todos 
Pili 

Todos 
Pili 


Reme 

Marce. 

Tere. 
Marce. 


Remr. 
Marce. 


Tere. 


Esto  es  poco. 
Dos  Liberales.  (Se  los  da.) 
¡  Quítate  de  enmedio  ! 
¿La  aflojo  el  corsé? 

¡  Que  te  quites  de  enmedio  !  {Suena  la  bocina 
de  un  autovióvil  en  la  calle  repetidamente .) 
¿Eh?...  (Atención.) 

{Que  se  ha  asomado  al  halcón.)  \  Ya  está  ahí  I 
]  Ya  está  ahí ! 
¿Qué? 

j  Paquito  !...  i  Paquito  !...  ¡Ya  está  ahí,  señora 
Marce  !...  ¡  ¡  ¡  Ya  está  ahí  !  !  !  ¡  Tranquilícese 
usté  ! 

¡  Ya  está  ahí  el  chico  ! 

{Asomándose.)  ¡  Hijo  mío  !...  ¡  Hijo  de  mi  vi- 
da !.. .  i  Gracias  a  Dios  ! 
¿  Ves  cómo  no  le  ha  pasao  náa,  mujer  ? 
{Que  reacciona,  desesperándose.)  No,  pero  le 
va  a  pasar;  porque  lo  mato  de  una  paliza  en 
cuanto  suba...  i  Granuja  !  ¡  Canalla  !...  j  Ha- 
cerme pasar  estos  ratos  !...  ¡  Bribón  !  j  Sinver- 
güenza ! 

¡Vamos,  por  Dios;  después  de  esta  alegría  1... 
¡  No,  no;  no  se  lo  aguanto  !  Y  ahora  le  encie- 
rro toa  la  ropa,  le  vendo  el  ((auto»  y  no  le  vuel- 
vo a  dar  una  peseta  en  toa  su  vida.  ¡  Qué  me 
va  a  matar  ese  golfo  !...  \  Más  que  golfo  ! 
¡  Por  Dios,  no  llores  ahora,  que  ya  está  aquí  I 


ESCENA  VI 

Dichos.  Paquito.  Luego,  Bendaña  y  Telele. 
{Puerta  derecha.) 

Paqgito  {Es  un  jovencillo  de  veintidós  a  veintitrés 
años.  Viene  vestido  elegantemente  con  atavíos 
automovilistas.  Entra  y  se  lanza  apasionada- 
mente con  los  brazos  abiertos  hacia  su  madre, 
fingiendo  una  emoción,  que  en  realidad  no 
siente.)  ¡  ¡  Mamá  !  ! 

Marce.         {Sin  poder  contener  su  amor  maternal.)  ¡  Hijo 


-  15 


Marck. 
Paqüito 
Marce. 
Paqüito 

Todos 
Mabce. 

Paqüito 


Marcb, 


mío!  {Reacciona  inmediatamente  e  indignada, 

lo   aparia  de  sí.)    ¡  Pero  quita,   quítate  de  mi 

vista,  que  no  quiero  verte  ! 

{Volviendo    hacia    ella    con    mayor    efusión.) 

¡  Mamá  de  mi  alma  ! 

¡  Suéltame,  descastao,  mal  hijo  ! 

{Po7iiéndose  trágico,)  ¡  Por  Dios,  mamá,  por  lo 

que  más  quiera  !...  ¡  No  me  regañe  usté  antes 

de  oírme  ! 

Es  decir,  que  encima  que  una... 

j  Óigame  usté  antes,  se  lo  suplico  !...  ¡  Mire  us- 


té cómo  tiemblo 


Mire  usté  cómo  lloro  ! 


¿  Pero  qué  te  pasa  ? 

Náa;  que  mañana  mande  usté  decir  una  misa 
en  San  Lorenzo,  en  acción  de  gracias. 
{Acercándose  y  con  espanto.)   ¿Una  misa? 
¿  Pero  una  misa,  por  qué  ? 

{Abrazando  al  sordo,  y  muy  fuerte.)  jY  vas 
a  oírla  tú  ! 

¿  Qué  ?   {Se  lo  pregunta  a  su  mujer.) 
Que  tiés  que  oír  mañana  una  misa. 
Yo,  si  la  dicen  fuertecito... 
Pero  explícate,  por  Dios  !  ¿  Qué  t'ha  pasao  pa 
eso,  hijo  mío  ? 

Que  estoy  en  sus  brazos  de  usté  por  un  milagro 
de  la  Divina  Providencia.  {La  vuelve  a  abra- 
zar llorando.)  ¡  Mamá  de  mi  vida,  no  me  re- 
gañe usté  ! 

Bueno,  hijo;  no  te  regañaré,  pero... 
{Que  sigue  hipando.)  ¡  Me  he  visto  muerto! 
{Con  horror.)  \  Tú  muerto  ! 
Y  cuando  me  iba  faltando  la  vida,  mis  únicas 
palabras  fueron  :    ((Ay,  mi  mamá  !» 
i  Ay,  su  mamá  ! 

{Abrazándole.)  ¿Pero  qué  estas  diciendo?... 
¿Qué  te  ha  sucedido? 

No,  mamá;  no  quiero  afligirla  a  usté  con  el 
relato  de  una  catástrofe  que...  Porque  después 
de  todo  no  ha  sido  nada...  ¡  Un  precipicio  !  Se- 
senta metros  de  altura,  tres  vueltas  de  cam- 
pana... Nada...  {Se  limpia  las  lágrimas.) 
{Reaccionando  momentáneamenie .)  \  Ay,  hijo 


16 


mío,  por  Dios  !  ¡  No  me  aterres  inútilmente  ! 
¿  No  será  esto,  como  siempre,  una  nueva  pam- 
plina, pa  disculpar  tu...? 

Paqüitü  (Indignado.)  ¿Pamplina?...  Va  usté  a  ver  los 
restos  de  mis  compañeros  de  viaje. 

Makcé.  (Horrorizada.)  ¿Cómo  los  restos?... 

Paquito  ¿os  restos;  no  quito  una  piltrafa.  (Se  acerca  a 
la  puerta  derecha.)  Pasa,  Bendaña, 

Todos  (Entra  Bendaña,  envuelta  la  cabeza  en  gasas 

y  el  brazo  en  cabestrillo.  Al  verlo.)  ¡  Jesús  ! 

Marce.         ¡  Madre  mía  ! 

Benda.         ¡  Salú  ! 

Paqbito  1,0  de  salú  lo  dice  por  presumir.  Se  ha  dejao 
en  la  carretera  media  cara  ;  se  ha  frazturao  una 
costilla,  se  ha  roto  un  brazo. 

Benda.         ¡  Náa  más  que  eso  ! 

Marce.         ¡  Dios  mío  ! . . .  i  Pero  si  no  le  había  conocido  ! 

Benda.         ¡  Ni  mi  madre  ! 

Paqüito  Hasta  que  no  lo  desembalen,  ¿quién  lo  va  a 
conocer  ? 

Benda.  M'han  llevao  a  casa  y  no  m'ha  dejao  subir  el 
portera,  í  no  le  digo  a  usté  más  ! 

Paquito  Ha  dicho  que  estos  bultos,  por  la  escalera  in- 
terior. (Va  hacia  la  puerta.)  Y  aquí  tiene  usté 
al  otro  pedazo  de  amigo  que  me  ha  quedao. 
Pasa,  Telele. 

Telele.  (Entra  cojeando;  lleva  la  pierna  vendada  y 
parches  de  tafetán  en  cara  y  frente.)  \  Felices  ! 

Marce.         \  Pero  eres  tú,  Telesforo  ? 

Telele.        Residuos  na  más,  señora. 

Marce.         ¿  Pero  como  ha  sío  eso  ? 

Telele.  í  Velay  !...  Que  estaba  yo  en  mi  casa,  tan  tran- 
quilo; vino  Paco,  y  me  dijo  que  me  iba  a  dar 
una  vuelta...,  y  m'ha  dao  tres,  pero  de  cam- 
pana... ¡Si  él  me  anuncia  a  mí  este  repique, 
de  dónde  salgo  yo? 

Reme.  (A  Paquito.)  ¿De  modo  que  han  tenido  uste- 

des pan  ? 

Paqüito  Pero  pan  de  picos,  i  Porque  hay  que  ver  cómo 
trae  ese  la  cabeza  ! 

Marce.         ¿Y  a  ti,  hijo  mío?... 

Paquito      A  mí...,  me  ha  pasao  el  coche  por  encima... 


r 


Marck. 

Benda. 

Tele. 

Benda. 

Tele. 


Paqltito 


Makce. 
Paquito 


Todos 
Paquito 


Todos 
Paqcito 


Todos 
Paquito 


i  Jesús  ! 

Por  encima  de  la  maleta;  no  se  asuste  usté. 
Las  cosas  que  se  enredan... 
El  ((auto»  iba  un  poco  cargao... 
Y  nosotros  también,  la  verdá...  Porque  ya  co- 
noce usté  a  éste...  íbamos  amigos,  señoritas, 
peones  camineros,  dos  perros... 
El   circo  Krone...    No   sé   negarme   a   nada... 
Bueno;  pues  en  esto,  una  de  las  señoritas,  pa- 
rienta  de  éste... 

(Con  cierta  malicia.)  ¿Pero  parienta  cercana? 
¡Y  tan  cercana!  Como  que  la  llevaba  en  las 
rodillas...  Va  y  dice  que  el  coche  de  su  primo 
corría  más  que  el  mío,  porque  iba  a  Valladolid 
en  tres  horas  y  media.  Y  claro,  mamá;  uno  tie- 
ne su  amor  propio;  y  no  hice  más  que  oír 
aquello,  pisar  el  acelerador  y  salir  pa  Vallado- 
lid  a  ciento  diez...  Y  volando  a  esta  velocidad 
llevaba  no  sé  cuánto  tiempo,  cuando  al  llegar 
a  la  Cuesta  de  Olmedo,  ¡^zás!,  se  nos  funde 
una  culata,  se  agarrota  un  cilindro  y  me  dejan 
de  funcionar  los  frenos... 
(Ya  interesados  en  el  relato.)  ¡  Qué  horror  ! 
(Dramáticamente.)  En  esto,  yo,  lanzao  a  aquel 
frenesí  y  sin  poder  parar  el  coche,  me  veo  que 
a  este  lao...,  había  un  precipicio  y  a  aquel  otro 
un  río,  que  venía  desbordao... 
i  Qué  espanto  ! 

El  coche  me  se  iba  a  lanzar  al  precipicio,  y 
en  eso  dan  estos  un  grito  de  terror  :  ((Estamos 
perdidos.»  Pero  yo,  sereno  en  el  peligro,  dije: 
((De  perdidos,  al  río.»  Viré  casi  en  el  aire,  y 
cuando^  ya  las  ruedas  delanteras  tocaban  el 
agua  e. íbamos  a  morir  ahogaos,  doy  otro  viraje 
fantástico,  y  un  peñasco  de  cuarenta  metros 
que  me  se  pone  delante  !  !... 
i  Jesús  ! 

Y  cuando  la  muerte  por  estrellamiento  era  in- 
evitable, ¡  frííííís  !,  me  se  sale  el  aceite. 
¡  Chooos  !,  me  se  gripa  el  motor,  i  Pom  !,  me 
estalla  una  cubierta,  y  en  esto,  yo,  ¡  rom !, 
piso  los  frenos,  que  me  obedecieron  providen- 

2 


.-  18  - 


cialmente,  y  tolón,  tolóii,  tolón...,  damos  tres 
vueltas  de  campana,  sin  más  consecuencias 
que  lo  que  está  a  la  vista,  una  señorita  lesio- 
nada y  los  dos  peones  camineros,  que  {Con 
tristeza.)  se  han  quedao  en  la  carretera... 

Marck.         ¿Muertos?... 

Paquito  Muertos  de  risa,  porque  decían  que  en  su  vida 
han  visto  conducir  peor  a  un  señorito.  No  los 
he  estrellao,  porque  ya  le  he  dicho  a  usté  que 
me  había  quedao  sin  aceite... 

Marce.  Bueno;  pero  todo  eso  os  habrá  pasao  en  diez 
minutos,  y  tú  has  tardao  tres  días  en  volver. 

Paquito  (Vacilante.)  Bueno,  mamá;  pero  yo  soy  hom- 
bre educao,  y  he  tenido  que  ir  dejando  en  su 
casa  a  las  señoritas  que  nos  acompañaban... 

Marce.         ¿Tan  lejos  vivían? 

Paquito  En  tres  ciudades  diferentes :  una,  en  la  Ciu- 
dad Lineal;  otra,  en  la  Ciudad  Jardín,  y  otra, 
en  la  Ciudad  Universitaria. 

Benda.  y  otra  que  tenía  que  estar  antes  del  sábado  en 
Almería  pa  que  no  la  echasen  de  menos  en  su 
casa. 

Tele.  Y  gracias  que  una  chica  morena,  muy  mona, 

cuando  volcamos  en  Olmedo,  se  nos  perdió,  y 
suponemos  que  se  iría  a  pie,  porque  ya  la  pi- 
llaba cerca  de  Cáceres. 

Paquito       ¡  Y  esto  ha  sido  todo  !... 

Marce.  ¡  Ay,  cuándo  s'acabarán  estas  coi]g"ojas  y  es- 
tos sustos  con  que  me  estás  quitando  la  vida  ? 

Paquito  Bueno,  y  a  todo  esto,  seña  Reme,  perdone  us- 
té, que  con  la  emoción...  (La  da  ¡a  mano.)  Ya 
la  veo  tan  buena...,  y  tú  tan  guapa,  Pili. 

Pihi  Igualmente,  Paquito... 

Paquito  [A  los  servidores.)  ¡Y  vosotros,  un  abrazo!... 
[Se  lo  da.)  Y  que  no  deje  de  ir  nadie  mañana 
a  San  Lorenzo.  Y  ahora,  agradecidísimo  al  in- 
terés de  todos  ;  pero  si  quisieran  ustedes  de- 
jarme un  momento  con  mi  madre,  todavía 
asustada  por  mi  desgracia...,  y  ustedes  perdo- 
nen... 

Reme.  ${,  hijo;  es  muy  natural  que  queráis  quedaros 

solos. 


—   19 


riLi 

Bemda. 
Pili 


PAQriTO 
KMK. 

Marce. 

Tere. 

Pepe 

Paquito 

Pbpe 

Paqütto 

Pepic 

Paquito 

Pepe 

Tere. 


Nada,  y  que  nosotras,  viéndole  a  usté  sano  y 
salvo. . . 

¡  A  los  demás,  que  nos  parta  un  rayo !... 
(Despidiéndose.)  Hombre,  no  es  eso;  pero,  va- 
mos, quiero  decir...  que...  nos  alegramos  que 
no  haya  sido  nada...  Nada  más  que  lo  que  ha 
sido... 

Y  tantas  gracias  por  el  interés. 

¡  Quiere  usté  callar  !...  (La  dan  la  mano.) 
Deja,  os  acompañaré  hasta  la  puerta.  (Sale  con 
ellas  puerta  derecha.) 

Y  nosotros,  a  la  cocina. 

Te  felicito.  {Le  da  la  mano.) 

De  buena  me  he  librao.  ¿Lo  has  oído? 

Yo  no. 

Entonces,  ¿de  qué  te  asustabas? 

De  los  pellizcos  de  ésta. 

Pues  una  vez  te  he  visto  casi  llorar. 

Ks  que  no  sabes  lo  que  aprieta  cuando  quié 

que  me  emocione. 

¡  Como  que  si  no  le  pellizco  no  se  entera  !  [Van- 

se  segunda  izquierda.) 


ESCENA  VII 
Paquito.  Telele.  Bendaña. 

Tele.  ¡  Ya  has  despachao  el  torito,  amigo  ! 

Paquito  Bueno,  ¿  cuánta  vergüenza  crees  tú  que  tene- 
mos entre  los  tres?...  Haz  un  cálculo. 

Tele.  {Queda  pensativo,  como  haciendo  un  cálculo.) 

Ninguna. 

Paquito       Quita  medio  kilo. 

Tele.  Quitao. 

Paqdito  Estamos  en  lo  justo.  Ahora,  que,  como  yo  me 
figuraba,  si  no  nos  presentamos  con  este  as- 
pecto catastrófico,  no  convenzo  a  mi  madre. 

Tele.  Bueno,  hemos  hecho  una  presentación  de  clí- 

nica de  urgencia. 

Benda.  a  mí,  si  me  ven  en  San  José  y  Santa  Adela, 
me  operan. 


-  20 


Pa QUITO      Cojeas  comoi  pa  un  concurso. 

Bknda.  Oye,  tú,  que  yo  m'asfixio.  ¿Me  levanto  la 
cura? 

Paquito  Incorpóratela  na  más,  no  salga  mi  madre  de 
improviso. 

Benda.  Bueno;  pero  no  olvides  que  aún  te  queda  lo 
más  duro,  pollo. 

Paqüito  i  No  me  lo  digas!...  Sacarle  las  dos  mil  pe- 
setas, ya  lo  sé. 

Tele.  Hso  va  a  ser  lo  gordo. 

Benda.         Pero  de  eso  tiés  tú  sólito  la  culpa,  ninchi. 

Tele.  Porque  bien  está  una  mijita  de  bullanga  en  las 

juergas;  pero  es  que  tú  te  excedes. 

Paquito       ¡  I^as  juergas  tién  que  ser  movidas,  señor  ! 

Benda.  Pero  eso  de  tirar  la  pianola  por  el  balcón  ná 
más  que  pa  que  no  toquen  tangos  argentinos, 
no  te  lo  sufren  en  ningún  restauran. 

Paquito       Ná,  que  tengo  un  champán  triste. 

Benda.  ¿Por  qué  no  pruebas  a  beberlo  que  no  sea  de 

la  Viuda?... 

Paquito  Y  a  más,  que  estoy  disgustao  conmigo;  me 
doy  asco;  porque,  encima  de  los  sustos  que  la 
doy  a  la  pobre  de  mi  madre,  ahora  sacarla  el 
dinero. . .  ¡  No  tengo  perdón  de  Dios  ! 

Benda.         j  Pues  quítate  de  esta  vida  loca,  so  primo  ! 

Paquito  ¡No  puedo,  Bendaña,  no  puedo!...  ¡Eso  sí 
que  no  puedo  ! 

Telé.  ¿Pero  por  qué? 

Paquito  ¡  Demasiao  sabéis  por  qué!...  Porque  quiero 
aturdirme,  porque  quiero  olvidar,  porque  quie- 
ro ver  si  me  arranco  este  clavo  que  tengo  me- 
tido en  el  alma  ! 

Tele.  ¡  Ya  salió  el  clavito  ! 

Paquito  Y  ná  más.  Demasiao  sabéis  que  me  farreo  sin 
gana,  y  que  ni  me  divierten  las  juergas,  ni  me 
entretienen  las  mujeres,  ni  me  alegra  ná..., 
porque  tengo  metía  aquí  dentro  la  osesión  de 
una  mujer. 

Benda.  ¡  La  Amalia,  lo  menos  !  {Ríe  con  guasa.) 

Paquito  ¡  La  Amalia  siempre  !...  La  Amalia  pinturera, 
bonita,  alegre  como  ninguna.  La  Amalia,  que 
es  como  un  Sábado  de  Gloria;  campanitas  que 


-  21  - 


repican,  primavera  que  empieza,  alegría  del 
Cielo  !...  ¡  Qué  sé  yo  ! 

"Renda.  ¡  Oye,  que  se  nos  está  volviendo  rubendariano  ! 

Paquito  j  Esa  mujer  se  me  está  metiendo  en  el  alma, 
y  tengo  un  deseo  de  ella...,  un  ansia  de  ella  ! 

Tele.  \  Los  caprichos  tuyos  ! 

Benda.  ¡  De  niño  mimao  !  ¡  Pero  si  tienes  ese  afán,  an- 
da con  ella,  so  primo  ! 

Tele.  Y  ná  más.   ¿Qué  te  falta  a  tí  pa  que  ella  te 

quiera  con  locura,  si  lo  tiés  tó  ? 

Benda.         Eres  guapo... 

Paquito      ¡  Hombre  ! 

Tele.  Elegante... 

Paqi'Ito       (Estiráyidose.)  Regular... 

Benda.         joven... 

Paquito       No  puedo  negarlo. 

Benda.         Y  rico... 

Paquito       Me  suena.  {Golpeándose  el  bolsillo.) 

Benda.  ¿Entonces?...  ¡  El  mundo  es  tuyo,  Paquito  ! 

Paquito  ¿De  modo,  que  vosotros  creéis  que  si  yo  le  di- 
jese a  la  Amalia?... 

Tele.  Lo  que  te  diera  la  gana  de  ella,  so  pipi. 

Paquito       ¡  Es  posible  !...  A  mí  no  m'ha  fallao  ninguna... 

Benda.         Catalina,  la  del  pollero. 

Paquito  Pero  no  es  que  me  falló;  es  que  me  dijo  que  no 
le  gustaban  los  pesos  pluma.  ¡  Pues  si  no  me 
ha  fallao  ninguna,  por  qué  me  va  a  fallar  ésta, 
verdá  ? 

Tele.  Y  ná  más. 

Paquito       Si  yo  me  atreviera  o  si  mi  madre  m'ayudara... 

Benda.  ¿Pero  vas  a  complicar  a  tu  madre  en  tus  capri- 

chos? 

Paquito  Primero,  que  no  es  capricho,  y  luego,  que  la 
Amalia  quiere  mucho  a  mi  madre  y  mi  madre 
a  ella,  y  si  mi  madre  le  indicara  algo,  pues  me 
desbrozaba  el  camino. 

Tele.  No  vas  mal,  porque  sus  padres  están  viviendo 

de  vosotros,  y  ella  poco  menos...,  de  forma, 
que  aunque  no  sea  más  que  por  gratitud... 

Paquito       Chist...,  dejarme.  Mi  madre  que  viene. 

Benda.  ¡  Pues  es  poquito  lo  que  le  vas  a  pedir  hoy  !... 
(Riendo.)  ¡  ¡  Dos  mil  pesetas  y  una  socia  !  ! 


22 


Paqüito       ¡  Na  más  que  eso  ! 

Benda.         Paquito,   el  Guadarrama  a  tu  lao  es  una  be- 

rruga. 
Paquito       ¡  Iros  a  mi  cuarto  ! 
Tele.  ¡  Que  te  sople  la  musa  ! 

Paquito       ¡Dame  por  soplao  !   {Vanse  primera  izquierda 

Bendaña  y  Telele.) 


ESCENA  VIII 


Marce. 

Paquito 

Marce. 

Paquito 
Marce. 


Paquito 

Marce. 

Paquito 
Marce. 


Paquito 
Marce. 

Paquito 

Marck. 
Paqcito 


MarceIvINA.  Paquito.  {Ella  sale  puerta  de- 
recha.) 

i  Hijo  mío ! 
¡  Mamá  ! 

Como  has  visto,  la  posdata  ha  sío  más  larga 
que  la  carta. 

Son  unas  pelmas  esas  señoras. 
Y  con  unas  cosas  y  con  otras,  no  te  hemos  he- 
cho una  taza  e  tila  ni  ná,  con  el  susto  que 
traerías. 

Ni  usté  tampoco  l'ha  tomao,  que  1' hacía  más 
falta  que  a  mí. 

Yo,  hijo,  viéndote  bueno  y  en  casa,  ya  no  ne- 
cesito más  medicina. 
Ay,  mamá,  ¿  por  qué  es  usté  tan  buena  ? 
Porque  soy  tu  madre  y  te  quiero  con  toa  mi 
alma.  Y  tú,  ven  aquí,  granuja,  que  no  sé  como 
no  te  he  matao  !  (Se  sieyíta  en  un  sillón  y  lo 
toma  casi  en  brazos.)  Y  dime,  ¿por  qué  eres 
tan  malo  ?  ¡  Que  te  voy  a  arrancar  estar  ore- 
jitas  que  tienes!...  {Le  tira  cariñosamente  de 
ellas.) 

Pero  si  no  soy  malo,  mamá, 
i  Ay,    hijo  mío !    ¿  Por   qué    te   habrás  hecho 
hombre  ? 

El  camino  que  llevaba  desde  que  nací  no  era 
para  otra  cosa. 

He  querío  decir  que  por  qué  habrás  creció. 
i  Pero  si  he  crecido  muy  poco  ! 


—  23 


Mahck.  Pero  eso  poco  que  tú  dices,  ¿  por  qu  lo  habrás 

crecido?  Yo  te  hubiera  deseao  toa  la  vida  pe- 
queño, pequeñito...,  pa  haberte  teiiío  siempre 
en  mis  brazos. 

Paqcito       Vaya  una  gana. 

Marce.  Pues  ya  ves.  Toas  las  madres  tién  ilusión  de 
(luo.  sus  hijos  hablen  pronto  y  echen  a  andar... 
Yo  no;  bien  lo  sabe  Dios.  Yo  era  tan  egoísta 
de  tu  cariño,  que  prefería  que  no  pudieras  va- 
lerte  con  tus  piernecitas,  pa  llevarte  siempre 
sobre  mi  corazón;  y  como  yo  sé  que  la  prime- 
ra valentía  que  hacen  los  chicos  cuando  los 
ponen  en  el  suelo  es  alejarse  de  su  madre.... 
me  daba  miedo  de  que  Uegase  ese  día,  en  que 
te  sintieras  tan  fuerte  que  ya  no  volvicids 
más  a  mis  brazos. 

Paqcito       i  Pues  ya  ve  usté  cómo  vuelvo!... 

Marce.  Sí,  pero  no  por  el  amor  que  encuentras  en 
ellos,  que  no  creas  que  soy  tonta,  sino  por  lo 
que  necesitas:    aj^er,  por  dinero... 

Paquito       j  Y  hoy  !... 

Marce.  ¡  No  gastes  bromas  !  Otro  día,  por  un  automó- 
vil ;  otro,  por  un  capricho,  i  Siempre  por  algo  ! 
Cuando  dejan  de  ser  niños  y  vuelven  los  hi- 
jos a  las  madres,  ya  se  sabe...,  cada  caricia  es 
una  cosa  que  les  hace  falta.  ¡  El  egoísmo  de 
la  vida  ! 

Paquito  Hl  mismo  egoísmo  que  de  chicos.  ¿A  qué  va 
uno  de  pequeño  a  los  brazos  de  la  madre?... 
A  mamar  cuando  tiene  gana,  a  dormir,  cuan- 
do tiene  sueño,  a  sostenerse,  cuando  necesi- 
ta apoyo...  Otro  egoísmo. 

Marce.  Sí;  pero  entonces,  como  no  saben  hablar,  no 
lo  piden,  y  la  madre  se  hace  la  ilusión  de  que 
too  lo  que  le  da  al  hijo  se  lo  da  por  su  amor, 
no  por  su  necesidad...  ¡  Y  bendita  ilusión  !... 
Por  eso,  i  qué  feliz  sería  yo  ahora,  que  te  ten- 
go en  mis  brazos,  si  te  volvieses  pequeñito, 
pequeñito,  como  el  rorro  de  aquellos  días  de 
mi  juventú,  al  que  yo  le  cantaba  pa  dormirlo  ! 
(¡Ha,  la  nana;  duéraiete,  lucerito,  de  la  ma- 
ñana !» 

Paquito       (Besándoja.)    ¡Lucerito,   y  estrella,   y  sol  del 


24 


cielo  es  usté,  madre  !  ¡  Mi  madre  guapa  y  mo- 
rena de  mi  vida!...  ¿Quién  la  quiere  a  usté? 
¿  Quién  ? 

Marce.         Bueno,   ¿cuánto  necesitas? 

Paquito  {Conmovido.)  ¡  Mamá  !...  j  Mamá  de  mi  alma  ! 
Usté  me  ofende.  No  necesito  nada,  no  quiero 
nada,  porque  yo  soy  un  sinvergüenza  y  un 
granuja,  que  no  merezco  esa  bondad  de  usté... 
Soy  un  canalla,  mamá;  y  como  la  estoy  a  usté 
haciendo  sufrir  y  martirizándola,  y  usté  no  tié 
valor  pa  maltratarme,  me  voy  a  castigar  yo 
solo,  ¡  ea  !... 

Marce.         ¡  Por  Dios,  hijo  ! 

Paquito  [Se  coge  él  mismo  de  la  solapa  y  se  zarandea.) 
]  Ven  aquí,  so  píllete  !  ¡  Que  eres  un  sinver- 
güenza y  un  golfo,  que  estás  matando  a  dis- 
gustos a  tu  madre  !...  ¡  Toma,  por  granuja  !... 
{Empieza  a  darse  cachetes,  y  tnetidos,  y  azotes 
y  bofetadas.)  \  Toma,  por  canalla  !  j  Y  no  me 
doy  un  puntapié  porque  no  me  alcanzo!... 
¡  Pero  toma,  por  hacerla  sufrir...,  {Golpe.)  por 
sacarla  los  cuartos  !  {Golpe.) 

Marce.  {Riendo.)  \  Pero,  hijo,  por  Dios,  no  te  mal- 
trates ! 

Paquito  j  A  ti  te  parece  bonito  estarla  pidiendo  dinero 
toos  los  días?...  ¿Y  hoy  quererla  pedir  dos 
mil  pesetas?... 

Marce.         {Poniéndose  seria.)  ¿Qué  estás  diciendo? 

Paquito       ¡  Pues  no  te  las  dará,  so  golfo  ! 

Marce.         ¡  Claro  que  no  ! 

Paquito  ¿  Que  tienes  un  compromiso  ? . . .  i  Que  lo  ten- 
gas !...  ¿Que  te  ves  en  el  Juzgao?...  j  Que  te 
veas ! . . . 

Marce.  ¡  Ay,  ay,  Paquito!...  Mira,  déjate  de  zaraga- 
tas y  vamos  a  poner  en  claro  todas  estas  pam- 
plinas, que  te  conozco. . .  Bueno,  ¿  qué  te  pasa  ? 

Paqcito       Nada,  mamá. 

Marce.         ¿  Qué  te  pasa  ? 

Paquito  Mamá,  perdón;  que  esta  es  la  última  granuja- 
da que  la  hago  a  usté. 

Marce.         {Asustada.)  ¿Pero  qué  dices? 

Paquito        j  Necesito  dos  mil  pesetas,  mamá  ! 

Marce.         ¡  Pero  dos  mil  pesetas,  pa  qué  ? 


25 


Paqcito 
Marce. 

Paquito 

Marce. 

Paquito 


Ks  una  deuda  de  honor. 

¡  Pero  qué  honor  ni  qué  narices,  caray  !...  ¡  Que 
siempre  acabamos  lo  mismo  y  no  pararás  has- 
ta que  me  veas  en  la  miseria  ! 
¡  Mamá,   le  juro  a  usté  que  estas  son  las  úl- 
timas ! 

i  Cuarenta  veces  me  has  jurao  lo  mismo  ! 
Pero  hoy  le  juro  a  usté  que  lo  que  le  juro  es  la 
verdá.  Y  van  a  ser  las  últimas,  porque  des- 
pués que  me  las  dé  usté  le  voy  a  hacer  una 
confesión  que  va  usté  a  comprender  por  qué 
estoy  haciendo  esta  vida  de  golfo  y  por  qué 
si  usté  me  ayuda,  la  dejaré  de  hacer  pa  siem- 
pre. 

¡  Pamplinas  ! 

¡  Por  esta  cruz  !  {La  hace  con  los  dedos  y  la 
besa.) 

Bueno,  ¿y  qué  confesión  es  esa?  ¡  Venga,  que 
tus  misterios  me  asustan  !   (Llaman.) 
Calle  usté  ahora,  que  han  llamao. 
Patro...   {Sale  Pairo  segunda  izquierda.)  Veas 
quién  es. 

{Volviexido.)  El  señor  Santos.  (Vase.) 
{Expresando  gran  contranedad.)   \  Ese  tío  ! 
¡  Por  Dios,  hijo,  no  le  ofendas  ! 
¡  Me  revienta  ese  señor  ;  qué  quié  usté  que  le 
diga  ! 

No  olvides  que  ese  hombre,  desde  la  muerte 
de  tu  padre,  ha  sío  pa  mí  el  iinico  amigo  leal 
y  verdadero. 

Alguna  cuenta  le  traerá  administrarle  a  usté 
sus  fondos. 

Perder  su  tiempo  y  su  dinero.  Que  si  no  hu- 
biera sido  por  él,  no  sé  dónde  estarían  las  pe- 
setas que  tu  padre  nos  dejó. 
Pues  con  todo  y  con  eso  me  revienta.  Y  ni  me 
gusta  que  venga  a  esta  casa,  ni  que  se  meta 
en  lo  nuestro,  ni  que  usté  le  quiera. 
Le  estime,  mírame  bien  a  la  cara,  hijo,  le  es- 
time, que  yo  no  quiero  a  nadie  en  este  mundo 
más  que  a  ti. 
Bueno;  pues  dígale  usté  que  saque  del  Banco 


-  26  - 

las  dos  mil  pesetas,  y  que  se  limite  a  traerlas 
sin  comeotarios  que  le  quiten  a  usté  la  volun- 
ta pa  mí.  Y  ná  más.  ¡  O  salgo  yo  y  tenemos  una 
gorda ! 

Marce.  Bueno,  hijo,  anda,  anda  a  ver  cómo  están  los 
heridos. 

Paquito  ¡o  tenemos  una  gorda!  ¡Por  éstas!  {Vase 
primera  izquierda.) 

Marce.         ¡  Qué  hijo  éste!... 


ESCENA  IX 
MARCEI.INA.  Señor  Santos.  {Puerta  derecha.) 

Santos        ¿Se  puede? 

Marce.         Pasa,  Santos. 

Santos         ¿Qué,  ha  parecido  el  pollo? 

Marce.         Sí;  no  sé  qué  les  pasó.  Creo  que  han  volcao. 

Santos         j  Qué  van  a  volcar  ! 

Marce.         Sí,  hombre,  que  ha  traído  dos  amigos  heridos. 

Santos         ¡  No  hagas  caso  ! 

Marce.  Pero  si  están  ahí  que  no  se  puén  mover,  que 
uno  creo  que  medio  s'ha  roto  una  pierna. 

Santos  ¿  Quiés  que  vaya  a  la  Casa  de  Socorro  pa  que 
venga  un  médico  y  se  la  entablille?...  ¿A  que 
echa  a  correr?... 

Marce.  Hombre,  yo,  lo  que  m'han  dicho...,  ya  com- 
prenderás. . . 

Sai-ítos  Demasiao  sabes  tú  que  la  única  verdá  de  esta 
casa  es  que  ese  hijo  que  tienes  es  un  trasto  pin- 
turerillo  y  vago,  que  no  tié  más  ley  que  su 
gusto  y  que  abusa  de  tu  ceguera  por  él. 

Marce.  Hombre,  no  tanto  ;  tú  es  que  la  has  tomao  con 
el  chico  y  no  le  quieres  bien. 

Santos  Ni  bien  ni  mal;  pero  no  sé  mentir,  y  veo  que 
es  tu  tormento  y  tu  ruina,  y  eso... 

Marce.  ¡  No  exageres,  hombre!...  Ño  te  diré  que  no 
sea  un  atolondrado,  como  toos  los  chicos,  pero 
es  bueno  y  me  quiere. 

Santos  Si  él  te  quiere,  no  lo  sé  ;  de  lo  que  estoy  segu- 
ro es  de  que  tú  no  lo  quieres  a  él. 

Marce.         j  Que  no  quiero  yo  a  mi  hijo?... 


o  que  no  lo  sabes  querer,  que  viene  a  ser  lo 
mismo.  Que  a  ti  te  ocurre  lo  que  a  tantas  ma- 
dres, que  os  pensáis  que  querer  a  los  hijos  es 
darles  toos  los  gustos,  porque  así,  llenándoles 
la  vida  de  alegría,  os  figuráis  que  os  quieren 
más;  y,  aparentemente,  sí.  Siempre  queremos 
más  al  que  nos  da  la  felicidá...,  mientras  nos  la 
va  dando.  Pero  la  vida  no  es  felicidá  solo... 
La  vida  es  trabajo,  sacrificio,  penas,  contrarie- 
dades... ¿Pues  qué  le  enseñas  a  tu  hijo  si  no 
lo  educas  y  lo  preparas  pa  sufrir  y  resignarse 
con  tó  lo  bueno  y  lo  malo  que  le  traiga  la  vida; 
y  si  no  lo  quitas  de  esa  vagancia  y  de  esa...  ? 
Hombre,  yo... 

Los  hijos  piden  sin  tasa,  y  cuando  los  padres 
dan  sin  medida,  el  bien  se  acaba,  porque  el 
bien  es  corto ;  y  ese  día,  el  día  que  no  pue- 
das darle  too  lo  que  quiera,  la  primera  que- 
ja que  saldrá  de  sus  labios  será  contra  ti,  ya 
lo  verás!...  Acuérdate. 

{Impacierute.)  \  Bueno,  Santos,  no  me  asustes, 
por  lo  que  más  quieras  !  Yo  le  doy  a  mi  hijo 
too  lo  bueno  que  pueda. 
Es  que  la  vida  le  dará  lo  malo. . . 
Pues  lo  malo  que  se  lo  dé  la  vida...  Yo  soy 
madre:   la  vida  es  madrastra...,  lo  tengo  oído 
decir  muchas  veces.  ¡  Pues  allá  la  vida  !...- 
No  se  puede  contigo.  Maree, 
j  Qué  le  vas  a  hacer  !...  Dejemos  esto  y  a  otra 
cosa.  Necesito  dos  mil  pesetas. 
¿  Pa  qué  ? 

Pa  ná;  pa  que  las  necesito.   Haz  el  favor  de 
traérmelas. 
¿P'al  niño? 

Pa  lo  que  sea;  las  necesito. 
Pues  pa  eso  no  te  las  traigo. 
¿Qué  dices? 

Tuyas  son.  En  el  Banco  las  tienes.  Puedes  ir 
por  ellas  cuando  gustes;  pero  yo,  pa  los  vi- 
cios de  ese  niño,  no  traigo  una  peseta  más  a 
esta  casa...  ¡Precisamente,  venía  a  hablarte 
de  eso  !  Y  aunque  a  ti  te  moleste  que  te  lo  di- 


~  28  — 

ga,  te  quiero  yo  deinasiao  pa  ver  que  te  arrui- 
nas sin  protestar  y  sin  rebelarme,  ea  ! 


Paquito 


Santos 

Paquito 

Santos 

Paquito 

Santos 

Paquito 

Santos 
Paquito 

Marce. 

Santos 

Paquito 

Santos 
Paquito 


Santos 
Paquito 

Santos 

Paquito 

Marce. 

Santos 

Paquito 


ESCENA  X 
Dichos  y  Paquito.  [Primera  izquierda.) 

[Airado.)  \  Pues  hace  usté  muy  mal,  porque  esa' 
esa  una  de  las  cuarenta  y  siete  mil  cosas  que  a 
usté  no  le  importan  :  que  nos  arruinemos  ! 
¿  Estabas  escondido  oyendo  ? 
Estaba  en  lo  que  me  convenía. 
Pues  está  feo  oír. 
Estoy  en  mi  casa. 
Aun  así,  está  feo. 

Más  feo  está  no  estar  en  su  casa  y  venir  con 
la  pretensión  de  mandar  en  ella. 
Mira,  niño... 

No  sé  dónde  habrá  usté  visto  el  babero  que  le 
autorice  a  llamarme  así. 
i  Por  Dios,  Santos,  ten  calma  ! 
No  tengas  cuidao,  que  no  pierdo  la  serenidá,  ni 
nada. 

Me  alegro,  porque  donde  no  se  le  ha  perdido 
a  uno  nada...,  ya  sabe  usté... 
No  sé  lo  que  quiés  decir... 
Lo  que  he  querío  decirle  a  usté,  señor  Santos,, 
traducido  al  castellano,  es  que  usté  no  tié  que 
mezclarse  para  nada  en  los  asuntos  de  esta 
casa. 

En  nada  me  mezclo... 

Sí,  señor;  que  usté  quié  quitarle  a  mi  madre 
la  volunta  que  tié  pa  mí. 
¡  Mentira  ! 

Ya  empieza  a  escocer, 
¡  Por  Dios,  hijo  ! 
Déjalo  que  disparate. 

No  son  disparates;  que  el  que  usté  fuera  ami- 
go de  mi  padre  no  le  autoriza  pa  venir  a  mez- 
clarse en  lo  que  ahora  y  siempre,  óigalo  us- 


29  - 


té  bien,  ahora  y  siempre  no  pué  ser  más  que 
mío. 

¿Pero  qué  es  lo  que  no  pué  ser  más  que  tuyo, 
dilo  claro? 

El  dinero  de  mi  padre  y  el  cariño  de  mi  madre, 
que  son  dos  cosas  que,  por  lo  visto,  le  preocu- 
pan a  usté. 

(Airado.)  ¿Qué  ruindá  me  estás  diciendo? 
{Asustada.)  Santos,  por  lo  que  más  quieras... 
Mira,   niño;  toda  la  calma  se  pierde  con  una 
educación  como  la  tuya.  Eso  que  m'has  dicho, 
no  tiene  más  que  dos  contestaciones :    o  de- 
mostrarte duramente  que  no  se  puede  ofender 
sin  motivo  a  un  hombre  de  bien,  o  irme  de  aquí 
escupiéndote  a  la  cara,  pa  que  veas  lo  poco  que 
me  interesa  tu  dinero. 
¿  Escupirme  a  mí  ? 
¿Qué  estás  diciendo,   Santos? 
Lo  que  hace  falta  que  sepa  ese  pollo.  Que  a 
mí  de  esta  casa  no  me  interesa  el  dinero  ;  me  sé 
yo  ganar  lo  que  necesito.  Lo  que  me  interesa 
es  otra  cosa,  tan  noble  y  tan  legítima  como  la 
que  más,   porque  va  por  caminos  honraos.   Y 
de  eso,  pué  hablar  tu  madre  un  rato. 
Mi  madre  no  tié  que  hablar  de  eso  ni  un  se- 
gundo,   porque  a    la    primer   palabra  que   no 
fuera  pa  respetar  la  memoria  de  mi  padre,  sa- 
lía yo  danzando  de  aquí. 

¿Pero  qué  memoria  ni  qué  pamplinas  estás 
vociferando  ahí  ? 

Y  ea,  basta  de  discusiones.  Madre,  escoja  us- 
té enseguida...  \  O  echa  usté  a  ese  hombre,  o  me 
voy  yo  ! . . . 
¿Pero,  hijo,  pero  qué  dices?... 


Pronto!...    ¡Que  no  aguanto 


¡  O  él  o  yo 
más  ! 

¡  Por  Dios,  hijo,  que  me  asustáis  !... 
No  te  asustes,  Marcelina,  ni  te  molestes,  que 
ya  me  voy  yo.  El  quié  quedarse  solo,  pa  do- 
minarte y  saquearte. 
Oiga  usté... 
Así,  clarito...  Pues  quédate  con  él.  Al  fin  es 


-  30  — 


tu  hijo,  j  Pero  si  algún  día  me  necesitas,  an- 
tes que  tú  me  llames,  pué  que  vuelva  yo..., 
que,  al  fin,  tu  delito  es  que  eres  madre,  y  eso, 
quién  no  lo  perdona  !...  Adiós,  pollo;  hasta  la 
vista. 

Páquito        i  Hasta  nunca  ! 

Santos  Eso  quisieras  tú.  Hasta  la  vista.  [Vase  dere- 
cha.) 

Marce.         {Llamando.)  Santos,  Santos... 

Paquito  Si  le  llama  usté  otra  vez,  el  que  se  marcha  de 
esta  casa  pa  no  volver,  soy  yo... 

Marce.  ¡  Por  Dios,  hijo,  que  no  sólo  me  martirizas  y 
me  arruinas,  sino  que  quiés  apartar  de  mi  vida 
tó  lo  que  puede  ser  pa  mí  un  poco  de  defensa 
y  de  apoyo. 

Paquito  No  es  eso,  mamá;  es  que  yo  quiero  que  el  ca- 
riño de  usté  sea  pa  mí.  ¡  Pa  mí  solo  !  ¿  Lo  oye 
usté? 

Marce.         ¿Pues  pa  quién  es? 

Paquito  Porque  yo  la  quiero  a  usté 'con  toa  mi  alma, 
con  toa  mi  vida  y  con  too  mi  corazón  [Besán- 
dola apasionadamente .) 

Marce.  ¡  Sí,  muchos  extremos  después  que  me  das  los 
disgustos  !  i  Que  si  eso  fuera  verdá,  hijo ! 

Paquito  Lo  es,  mamá;  sin  ratimagos  y  sin  pamplinas. 
¡  Por  éstas  !  Y  vaya,  después  de  lo  que  acaba 
de  pasar,  y  ahora  más  que  nunca  quiero  en- 
mendarme, corregirme,  hacerme  bueno,  pa 
que  sea  usté  feliz  y  yo  también  lo  sea. 

Marce.  ¡  Ay,  hijo  de  mi  vida,  si  un  ángel  te  tocara  en 
el  corazón  ! 

Paquito       Mamá...  (Pausa.  Mira  a  su  madre  y  sonríe.) 

Marce.         ¿  Qué  ? 

Paquito       {Con  cierto  rubor.)  Que  creo  que  m'ha  tocao. 

Marce.         ¿Qué  dices? 

Paquito       Que  m'ha  tocao. 

Marce.         ¿  Pero  un  ángel  ? 

Paquito      Un...,  bueno...,  una...,  no  sé  cómo  se  dice  án-^ 

gel  en  femenino... 
Marce.         Si  no  te  explicas. . . 

Paquito  ¿  S'acuerda  usté  que  la  he  dicho  antes  que  que- 
ría hacerle  a  usté  una  confesión  ? 


ol 


Sí,  ¿y  qué  es? 

j  Que  estoy  enamorao,  mamá  ! 

I  Tú  !...  i  Tú  enamorao,  con  cuarenta  mujeres 

al  retortero  ! 

Ya  ve  usté.  Cuarenta  pa  olvidar  a  una,  y  no  he 

podido. 

¿Ay,  pero  quién  es  esa  una?...  ¡  Que  a  lo  me- 


jor 


Pues,  ¡  la  Amalia  ! 

¿  Qué  Amalia  ? 

La  Amalia. 

i  Tu  prima  ? 

Mi  prima. 

¡  Una  simple  peinadora  !... 

Lo  que  sea,  pero  la  quiero  con  toda  mi  alma. 

Pero  hijo,    ¿no  será  esto  un  nuevo  capricho 

tuyo? 

Es  una  pasión,  es  una  ceguera  tremenda,  que 

me.  tiene  sin  alegría  y  sin  sueño,  y  que  me  se 

figura  a  mí  que  me  redimirá  y  me  hará  bueno. 

i  Créalo  usté,  mamá  ! 

Marok.  i  Pero  qué  cosas  tienes,  hijo;  me  dejas  tonta  ! 
¿  Y  ella  lo  sabe  ? 

Paquito  No,  señora;  no  me  he  atrevido  a  decírselo,  por- 
que quería  hablar  antes  con  usté,  por  si 
usté  me  quería  hacer  el  favor  de... 

Marce.         ¿De  declararme  yo? 

Paqüito  No  tanto;  pero  como  ella  la  respeta  a  usté  y  la 
quiere,  si  usté  la  dijese  antes...,  porque  yo  me 
acuerdo  que  de  chica,  un  día  que  estrenaba  un 
trajecito  la  llamé  escuerzo  y  todos  se  rieron  y 
estuvo  toa  la  tarde  llorando...  Y  desde  entonces 
no  me  ha  perdonao,  y  siempre  me  ha  mirao 
así...  Y  si  s'acuerda... 

Maiice.  ¡  En  medio  de  too...,  eres  un  chiquillo  !  ¡  No  me 
hagas  reír  ! . . .  ¡  Cómo  se  va  acordar  de  esas 
tontunas ! 

Paqüito  ¿Usté  cree  que  no?  ¡Es  que  ya  conoce  usté 
su  carácter  ! 

Marce.  j  Y  aunque  se  acordará,  hijo  !  En  cuanto  tú  le 
digas  a  la  Amalia  que  la  quieres,  se  cae  de 
ííusto. 


32 


Paqüito 

Marce. 

Paquito 

Marce. 

Paqu  ITO 

Marce. 

Paquito 

Marce. 

Paquito 

Marce. 

Paquito 
Marce. 


Paquito 
Marce. 

Paquito 
Marce. 

Paquito 

Marce. 

Paquito 

Marce. 

Paquito 

Marce. 

Paquito 


(Radiante.)   ¿Cree  usté? 

Mírate  al  espejo. 

Madre... 

Mírate. 

(Presu^niendo.)  Sí,  verdaderamente... 

¿Qué  mujer  querrás  tú  que  no  te  quiera?... 

Hoy  por  hoy,  ¡  el  mundo  es  tuyo,  hijo  mío  !... 

¿  Sí  mamá  ? 

Y  ella,   una  infeliz,   ¿qué  más  pué  desear?... 
Le  van  a  faltar  manos  pa  cogerte  ! 

¡  Ay,  madre,   no  me  lo  diga  usté,   porque  si 
me  hago  esa  ilusión  y  luego  !... 

Y  como  ya  son  las  doce  y  no  tardará  en  venir 
a  peinarme,  de  sus  labios  vas  a  oírlo... 
¿Entonces?... 

No  es  la  mujer  que  yo  soñaba  pa  ti;  pero  si  es 
tu  gusto...  En  cuanto  venga,  yo  la  hablo,  te 
llamo,  y  se  lo  dices... 
Sí,  mamá... 

Y  a  hacerte  bueno,  y  a  ser  feliz...,  al  menos 
hasta  que  te  se  pase  el  arrechucho. 

i  Nunca  ! 

Ya  veremos.  ¡  Y  pídele  más  a  tu  madre,  si  más 
quieres  ! 

¡  Mamá  de  mi  alma  !...  {Se  abrazan.  Suena  el 
thnbre  de  la  puerta.) 
j  Ahí  la  tienes  ! 
¿Será  ella? 
Es  su  hora. 

(Va,  mira  y  vuelve.)  ¡  Ella  es  ! 
Pues  anda  ahí  dentro,  que  yo  te  avisaré.  Voy 
a  abrirla.  {Sale  puerta  derecha.) 
i  Ella  !...  Tengo  el  corazón  que  me  hace  cro- 
ché !...  Pero,  señor,  después  de  tó,  ¿por  qué? 
¿No  tengo?...  {Por  la  cara.)  ¿No  tengo?... 
{Por  el  traje.)  ¿Y  no  tengo?...  {Por  el  bolsillo.) 
Pues  tié  razón  mi  madre.  ¡  El  mundo  es  mío  ! 
{Hace  un  mutis  jacarandoso  primera  iz- 
quierda.) 


ESCENA  XI 
]\Iarceijna  y  Amalia 

Pasa,  Amalia, 

{Es  una  mocita  madrileña,  pinturera,   elegan- 
tita  y  garbosa  y  todo  lo  más  guapa  que  se  pue- 
da ser.  Lleva  en  sus  risas,  en  sus  palabras  y 
en  sus  miradas,  toda  la  gracia  y  la  alegría  de 
la  tierra.)  ¡  Hola,  tía  !...  ¡  Alegres  y  felices  !... 
¿Y  por  aquí  todos,  tirandillo? 
Sí,  hija,  a  Dios  sean  dadas. 
Y  tanto  que  me  alegro.   ¿Y  mis  papas,  en  el 
f  ogón-palace  ? 
Ahí  en  la  cocina  los  tienes. 
Por  muchos  años.  ¿Qué,  y  Paquito,  pareció? 
Por  fin. 

,:  Qué  ha  dicho  que  ha  sido  ? 
Ño  sé  qué  de  un  accidente.   Lo  de  siempre. 
Que  lian  tenido  pan. 
Amalia        Pues  tóos  los  días  están  lo  mismo.  Diga  usté 
que  en  vez  de  un  Ford  más  valía  que  se  hubie- 
se comprao  una  tahona. 
Marck.         y  tú,  ¿cómo  has  tardao  tanto? 
Amalia         ¡  Calle  usté,  tía,  que  es  que  no  la  dejan  a  una 
andar  por  la  calle  ;  que  la  digo  a  usté  que  no 
sirve  ni  que  los  metan  en  la  cárcel,  porque  hay 
por  ahí  cáa  pollo,  que  es  un  tarro  de  Nieve 
Haceline. 
Marce.         Como  que  yo  soy  vieja  y  hay  veces  que  me 

sacan  los  colores  a  la  cara, 
Amalia  No;  a  mí  los  colores  no  me  los  saca  más  que  la 
barrita  que  llevo  en  el  bolso;  porque  no  hay 
mejor  sordo,  etcétera...  Ahora  que  los  hay  que 
dicen  las  burras  con  sorpresa,  y,  claro,  no  dan 
tiempo  a  avisar  a  los  guardias...  Verá  usté  lo 
que  m'ha  pasao  :  venía  yo  ahora  mismito  calle 
abajo,  cuando  va  y  ?e  me  arrima  un  pollo  regu- 
larmente portao,  y  va  y  me  dice  con  voz  lasti- 
mosa: «Oiga,  usté,  joven;  estoy  sin  trabajo;  si 
me  pudiera  usté  colocar...))  Yo  me  he  qucdao 

3 


-  34  - 


dudando,  y  le  digo  :  «¿Colocar,  dónde  ?»  Y  me 
dice  con  toa  su  frescura:  «¿No  tendría  usté 
una  vacante  en  ese  cuerpo?...»  Conque  me  re- 
pongo, y  le  digo :  <(  ¡  Hay  que  hacer  oposicio- 
nes, hijo  !))  «Es  que  me  sé  el  programa;  conque 
colóqueme  usté,  pa  que  yo  tome  posesión;  me 
señala  usté  los  días  de  oficina  que  le  dé  la  ga- 
na, sin  hacer  caso  de  las  fiestas,  que  van  a  ser 
muchas,  y  hasta  que  Dios  me  dé  el  cese,  in- 
amovible.» Y  al  decir  lo  de  inamovible,  me  ha 
ido  a  agarrar  por  la  cintura. 

Marce.         ¿y  tú,  qué? 

Amalia  Que  le  he  pegao  una  bofetá,  que  ha  tenío  que 
pedir  la  jubilación.  {Acción  de  irse.)  Y  si  no 
se  va,  le  hago  un  morao  en  la  hoja  de  servi- 
cios. ¡  A  mí  con  camelitos  ! 

Marct;:.         ¡  Bien  hecho,  hija  ! 

Amalia  ¡Bueno,  y  qué!  ¿S'ha  lavao  usté  ya  la  ca- 
beza ? 

Marce.         No  he  tenido  tiempo. 

Amali\         ¿Entonces  no  la  ondulo? 

Marcp:.  Déjate,  luego  hablaremos  de  eso.  Y  ahora,  una 
pregunta,  Amalia. 

Amalia        Y  dos. 

Marce.         ¿Con  que  pie  has  salió  hoy  de  tu  casa? 

Amalia         Con  uno  de  los  cuatro  ;  pero  no  me  acuerdo. 

Marce.         Con  el  derecho  tié  que  haber  sido. 

Amalia        Puede... 

Marce.         Porque  te  voy  a  decir  una  cosa  que  t' alegrará. 

Amalia         ¿Que  regalan  duros? 

Marce.         Mejor. 

Amalia        Venga. 

Marce  Que  Paquito  me  ha  dicho  que  le  avisase  en 

cuanto  llegases,    que   quié   hablar   contigo. 

Amalia         ¿Conmigo?...  ¡  Paquito  !...  ¿De  qué?... 

Marce.  ¿Qué  sé  yo?  ¿Dé  qué  crees  tú  que  puede  ha- 

blar un  chico  guapo,  como  él,  con  una  chica 
guapa,  como  tú? 

Amalia  Pues  desde  la  conveniencia  del  masaje  facial, 
hasta  de  la  utilidá  del  dóminus  vohiscurn  en 
la  misa  de  una...,  ¡  va  usté  a  saber  ! 


35 


Maücií.  Bueno,  sin  guasa,  porque  contigo  no  hay  for- 

ma. Paquito  te  quiere  hablar. 

Am.\ha         Bueno. 

INI  ARCE.         Creo  que  te  alegrará  lo  que  te  diga. 

Amalia         ¡  Ojalá  !... 

Marck.         Óyelo  en  serio. 

Amalia  Con  una  seriedad,  que  me  voy  a  reír,  y  le  va  a 
dar  pena. 

Maííck.  Pues  voy  a  llamarlo.  {Vase  primera  izquierda.) 

Amalia  Encantada...  ¿Que  Paquito  quié  hablarme?... 
¿De  qué?...  ¡Y  mi  tía  parece  preocupada!... 
Ahí  está  el  hombre,  digámoslo  así. 


ESCENA  XII 
Amalia  y  Paquito.  {Primera  izquierda. 


Paquit(j        (Saliendo.)  ¡  Hola,  Amalia  ! 

Amalia         ]  Adiós,  Valentino  ! 

Paquito        (Con   malicia  y   como  dibujando   unas  formas 

de  mujer  en  el  aire.)  Muy  buenas. 
Amalia        Regulares. 
Paquito       ¿Qué  te  cuentas? 
Amalia         Ni  tanto  así,  hijo.  ¿  Ya  has  parecido  ? 
Paquito       Ya.  Y  además,  con  la  resolución  de  quitarme 

de  locuras  pa  siempre. 
Amalia         ¿Te  se  ha  acabao  el  dinero? 
Paquito       Que  quiero  sentar  la  cabeza. 
Amalia        Con  que  la  pusieras  en  cuclillas  se  conformaba 

tu  mamá.   (Pausa.) 
Paquito       ¿  Bueno,  y  tú  qué  te  haces,  peinadora  ? 
Amalia        Lo  de  siempre  :  tomarle  el  pelo  a  la  parroquia. 

(Pausa.) 
Paquito       ¿Has  visto  qué  días? 
Amalia        Calla,  hijo  ;   encogidos,  con  una  hora  menos. 

¿  Qué  moditas  van  sacando,  eh  ? 
Paquito       Pero  siéntate. 
Amalia        Quiero  crecer. 
Paqujto       De  bonita,  no  es  posible. 
Amalia        j  Oy,  qué  ñno  ! 
Paquito       Estás  que  chillas  de  guapa,  nena. 


m  - 


Amalia 


Paquito 
Amalia 
Paquito 
Amalia 

PAQÜfTO 

Amalia 
Paquito 

Amalia 

Paquito 


Amalia 

Paquito 

Amalia 

Paquito 

Amalia 
Paquito 

Amalia 

Paquito 

Amalia 

Paquito 

Amalia 

Paquito 

Amalia 

Paquito 

Amalia 

Paquito 

Amalia 


Pues  te  contestaré  con  los  dedos  pa  no  alboro- 
tar... (Habla  como  los  mudos,  con  los  dedos  de 
la  mano.)  ¡  Me  alegro  ! 
¡  Y  tiés  un  cuerpo  ! . . . 
¿Qué  iba  a  hacer  con  dos?...  (Pausa.) 
Pues  yo,  Amalia,  quería  decirte  una  cosa... 
¿Una?...  Poco  es,  pero  venga. 
Ks  que  no  sé  por  dónde  empezar. 
Por  lo  más  corto,  y  llegas  antes. 
Tiés  razón.  Cuantos  menos  rodeos,  mejor;  oye, 
Amalia, 
i  Oye  usté  ? 

Pues  la  cosa  es  que  le  he  dicho  a  mi  madre,  ¿  sa- 
bes?, que,  vamos,  que  si  tú...,  que,  bueno, 
que  yo...,  que  nada...,  ¡  i  que  te  quiero  de  ver- 
dá  !  !  i  Y  que  si  tú  me  quisieras,  me  hacía  un 
hombre  formal  ! . . .  ¡  Por  éstas  ! 
¡  i  Mi  madre  !  !  ¡  Me  dejas  más  tonta  de  lo  que 


soy 


Bueno,   cuando 


se  va  a  disparar  un 
¿Que  me  quieres?... 

f 


cohete,  se  avisa,  hijo 
¡  A  mí?...  (Riendo.)  \  Ja,  jay,  qué  gracia 
No  te  rías,  que  es  en  serio,  que  mi  madre  te  lo 
dirá  también.  ¡  Que  te  quiero,  Amalia  ! 
(Riendo.)  \  Amos,  cállate,  por  tu  salú,  que  tiés 
unas  salidas  !...  ¡  Ja,  ja,  ja  ! 
(Amoscado.)  Que  no  lo  tomes  a  risa,  que  te  di- 
go que  es  en  serio, 
i  Ah  !  ¿Pero  en  serio,  en  serio...  ? 
De  lo  más.  ¡  Por  éstas  !...  Con  que  sobran  las 
risas. 

Bueno,  me  pondré  formal. 
¿  Y  qué  me  contestas  ? 
Que  ni  hablar  de  eso. 

{Como  no  dando  crédito  a  lo  que  oye.)  ¿Cómo? 
Que  ni  hablar  de  eso,  Paquito. 
¿Es  decir,  que  me  dices  que  no?... 
Pues  claro, 

¿  Pero  así,  en  redondo  ? 

No  lo  tomes  en  redondo,  porque  bola  no  es. 
¿  Es  la  verdá  ? . . . 

Franca  y  clara.  Yo  no  sirvo  pa  mentir,  ya  me 
conoces. 


Paquito 
Amalia 

PaQUITO 

Amalia 

Pa QUITO 

Amalia 

P  A  QUITO 

Amalia 

Pa  QUITO 
Amalia 

Paqüito 
Amalia 

Pa  QUITO 

Amalia 


Paquito 
Amalia 


Paquito 
Amalia 


Pa(¿üjto 
Amalia 


¿Y  sería  mucho  pedirte  que  me  dijeras  por 
qué  no  me  quieres? 

En  el  querer  no  hay  ix>r  qué  ni  por  qué  no ; 
se  quiere  o  no  se  quiere,  sin  más  razones. 
¿  Es  que  yo  no  lo  valgo  ? 

Y  mucho.  No  te  quito  tu  mérito;  pero  pa  otra. 
¿  Pa  ti  no  ? 

¡  Pa  mí  no...,  porque  yo...,  yo  ya  tei^go  mi  no- 
vio, hijo  !i 
¡  ¡  i  Tu  novio  !  !  ! 

En  un  cacho.  ¿Es  que  no  tengo  derecho? 
Bueno  ;  pero  será. . . 

Más  pobre  que  las  ratas;  pero  guapo,  honrao, 
trabajador... 
¿  Y  no  tiene  fortuna  ? 

Gustarme  a  mí,   ¿te  parece  poca?...   ¡Al  me- 
nos, él  se  conforma  con  esa  ! 
Bueno,  ¿  pero  qué  necesidá  tiés  tú  de  un  traba- 
jador, cuando  yo  tengo  pa  ti...  ? 
Déjate  del  dinero;  no  voy  por  ahí.  Preferiría, 
¿  cómo  no  ?,  un  hombre  con  pasta  ;  pero  de  no 
juntarse  las  dos  cosas,  me  gusta  más  el  hombre 
que  el  dinero,  que  con  un  hombre  que  te  gus- 
te, hasta  con  dos  realitos  tiés  la  felicidá. 
Barata  la  compras. 

i  A  ver  !  Te  sientas  en  Rosales  con  un  chaval 
de  tu  gusto,  te  tomas  un  sifón,  y  ná  más  con 
que  te  suba  a  las  narices  el  picor  de  la  gaseosa, 
un  Edén...  ¡  Y  tó  por  cincuenta  céntimos,  con 
propina  y  todo  !  Yo,  de  cariño,  hasta  el  cielo; 
de  dinero,  lo  preciso,  y  ná  más. 
¿De  modo  que  me  desprecias?... 
¡  Líbreme  Dios  !...  Una  mujer  no  desprecia  nin- 
gún corazón  donde  sabe  que  hay  un  poco  de 
simpatía  pa  ella...;  pero,  vamos,  de  eso  a  lo 
otro... 

A  tí  lo  que  te  pasa,  Amalia,  es  que  no  me  crees 
porque  soy  un  tarambana,  dímelo  claro...;  pero 
en  esta  ocasión,  yo  te  juro... 
i  Déjate   de   juramentos,    tonto!...    Yo   no    te 
quiero  porque  tengo  mi  novio,  ya  te  lo  he  di- 


38  - 


Pa  QUITO 

Amalia 


Paquito 
Amalia 


Paquito 
Amai.ia 

Paquito 

Amalia 


cho.   Pero   aunque  así  no  fuera,   tampoco  te 
querría,  porque  tú  no  quieres  a  nadie. 
¿Que  no? 

Que  no.  Lo  que  te  pasa  es  que  eres  voluntario- 
so, estás  consentido,  acostumbrao  a  hacer  tu  ca- 
pricho desde  chico,  tiés  dinero,  y  te  da  rabia 
no  poder  lograr  tó  lo  que  te  se  ocurra. 
Ahora  no  es  eso,  Amalia. 

Es  eso.  Y  luego,  no  te  hagas  ilusiones,  Paqui- 
to. Amos  a  hablar  con  verdá.  ¿Qué  hombre 
eres  tú  pa  gustarle  a  una  mujer?...  Ni  tiés  ca- 
rrera, ni  oficio,  ni  beneficio ;  ni  podrás  tener 
un  duro  cuando  no  te  lo  dé  tu  madre,  porque 
no  sabes  ganártelo.  ¿Es  mentira?...  Pa  ti  no 
hay  más  que  la  Cuesta  e  las  Perdices,  el  auto- 
movilito,  el  pintureo,  juergas,  borracheras,  cu- 
chipandas con  amigotes  y  gandulas...  ¿Y  te 
crees  tú  que  tó  eso  vale  algo  pa  una  mujer 
como  yo,  que  tenga  su  alma  en  su  armario?... 
Nada.  Con  que  no  te  molestes,  Paco;  no  eres 
pa  mí.  i  Qué  le  vamos  a  hacer  ! 
{Airado  y  agresivo.)  Está  bien. 
Está  mal...,  porque  a  ti  no  te  gusta;  pero  así 
es. 

Pues  descuida,  que  ya  no  te  molestaré  en  toda 
mi  vida. 
Mejor  será...,  porque  sería  io  mismo. 


ESCENA  XIÍI 
Dichos  y  Marcelina.  {Segunda  izquierda.) 


Marce.  {Sale  airada.)  \  No  te  rebajes  más,  hijo ! 

Paquíto       ¡Mamá!... 

Marce.         ¿Qué  te  importa  a  ti  esa  mequetrefa? 

Amalia        ¿o  mismo  digo. 

Marce.  Pues  yo  te  voy  a  decir  más :  que  quizá  tenga 
de  malo  tó  lo  que  tú  le  has  dicho.  Pero  tiene 
de  bueno,  juventú,  bondá  de  corazón,  dinero 
y  simpatía  de  sobra  pa  que  le  quieran  muchas 
que  valen  un  poquito  más  que  tú. 


89   - 


Amalia 
Paquito 
Maikk. 


Amalia 
Makcií. 
Amalia 
Marí  R. 


PAQriTO 

Makck. 


Amalia 
Paqüito 
Marce. 


i  Pero  tía  ! 
i  Por  Dios,  mamá  ! 

Y  además,  tiene  el  carino  de  su  madre,  que  an- 
tes me  picarían  que  consentir  que  lo  volviera  a 
despreciar  una  muerta  de  hambre,  como  tú. 
i  Muerta,    no;    que  acabo   de  dar   pruebas   de 
viva  ! 

Quita  d'ahí  que  tienes  más  vanidá  y  estás  más 
hinchada  que  un  sapo. 

¿  Pero  es  que  esto  de  querer  a  su  hijo  de  usté  es 
servicio  obligatorio  ?... 

No  es  que  lo  sea  ;  pero,  ¿  quién  eres  tú  pa  reír- 
te de  mi  hijo?...  Si  te  pasan  el  plumero  y  te 
quitan  el  colorete  y  los  cuatro  trapitos,  un  es- 
cuerzo. 
¡Por  Dios!... 

j  No  quiero,  vaya...,  no  quiero  que  a  ti  te  des- 
precie nadie  sin  que  le  pese  !...  ¡  Con  que,  hala, 
a  la  calle  deseguida  !... 
(Aterrada.)  ¡  Pero  tía  ! 

Pero  qué  dice  usté?... 

A  la  calle  he  dicho  !  ¡  Y  tus  padres,  lo  mismo  ! 
{Llamando  a  voces.)  ¡Tere...,  sal  con  tu  ma- 
rido ! 


ESCENA  XIV 


Dichos.  Teresa.  Luego,  Pepe.  {Segunda 
izquierda.) 

Trhf..  (/líarmada.)  ¿Qué  pasa? 

Mauoe.         j  Que  os  vayáis  a  la  cochina  calle  !  j  Pero  sobre 

la  marcha  ! 
Tere.  ¿  Pero  qué  estás  diciendo  ? 

Matíck.         y  ná  más...  i  Deseguida  ! 
Terr.  ¿Pero  por  qué? 

Pkí*''^'  (Saliendo.)  ¿Pa  qué  soy  requerido? 

Marck.         Que  no  os  volváis  a  acordar  de  esta  casa,  ni 

del  santo  de  mi  nombre  en  vuestra  vida. 
Pepíí  ¿  Qué  dices  ? 

Marce.         ¡  Que  ahí  tiés  la  puerta  ! 


-  40  - 


Pepe 

Mar  CE. 

Pepk 

Tehk. 

Pepe 

Tere. 

Pepk 

Marce. 
Amalia 
Vevk: 
Amalia 

Tere. 

Amalia 

Marce. 


Patro. 
Marce. 

Pa  QUITO 

Marce. 


Paquito 


Marce. 


¿La  pinto? 

Que  tomes  la  puerta  y  te  vajeas  a  tu  casa. 
¿  Que  la  pinte  en  casa  ? 
{Fuerte.)  ¡  Que  dice  que  nos  vayamos  ! 
¿Pero  dónde? 
A  la  cochina  calle, 

j  Lo  de  cochina,  que  se  lo  diga  al  Ayuntamien- 
to ! 

¡  Hala,  hala,  pronto,  fuera  d"aquí  ! 
i  Vamos,  vamos,  padres  ! . . . 
Pero  a  todo  esto,  ¿  qué  ha  pasao  ? 
i  Ná,  un  crimen  lo  menos  !...  ¡  Que  no  he  que- 
río  al  niño  !  i  Ya  ve  usté  qué  delito ;  ná  más  ! 
¡  Madre,  y  por  eso  nos  despachas  !...  {Se  van  to- 
dos dando  voces.) 

i  Hale,  hale...,  padre,  a  la  calle  !  ¡  A  la  calle, 
madre  !  ¡  Y  perdón  si  se  ha  faltao  !  {Vanse.) 
Así...,  a  la  calle,  ¡ingratos!...  ¡Perros!... 
¿Qué  más  podían  querer?...  i  Que  se  mueran 
de  hambre  !...  {A  Paquito,  que  queda  sentado 
en  una  silla,  pálido,  tembloroso,  estupefacto, 
haciendo  guiños  y  contracciones,  como  próxi- 
mo a  una  crisis  nerviosa.)  ¿Pero  qué  te  pasa, 
hijo?...   ¿Qué  tienes?...   ¡Por  Dios,  no  hagas 


Pa- 
¡V 


i  Ay,   mamá!...    ¡  Ay, 


caso,  hijo  mío  !  ¡  Que  el  mundo  es  tuyo  ! 
tro,  Patro  !  {Llamando.)   ¡  Desprecíalos 
hala,  como  si  tal  cosa  !... 
'{Saliendo.)  Señora... 
Pon  la  mesa. 
{Se  levanta  contraído. 
m.amá  !... 

¡  Hijo,  por  Dios,  no  hagas  caso  !...  ¡  Ríete  des- 
precíalos !...  Y  ahora  te  doy  tres  mil  pesetas, 
y  esta  noche  te  vas  a  divertirte  y  a  olvidar  a 
esa  galocha,  y  ahora  a  comer,  como  si  tal  cosa... 
{En  una  crisis  nerviosa  tremenda.)  \  \  No !  ! 
¡  ¡  No  !  !  i  No  quiero  !  ¡  La  mesa  no  !...  {Tira  los 
platos,  tira  el  mantel,  tira  la  mesa,  las  sillas, 
llora  grita,  se  arranca  los  pelos.)  ¡  No  quiero 
comer,  no  quiero  vivir  ! 

¡  Ay,  hijo  de  mi  alma  !  ¿  Pero  qué  te  pasa  r 
¡  No  te  pongas  así  !...  ;  Ay,  que  me  lo  han  ma- 
tao ! 


-  41 


Pa  QUITO 

MARCE: 

Los  DOS 

Paqüito 
Marck. 

Los  DOS 
Pa  QUITO 


Soltarme 


Que   quiero  morirme  !    ¡  Rom- 


Marct?. 
Paquito 


Marck. 
Benda. 


perlo  todo  !  ¡  Tirarlo  todo  ! 
¡  Sujétalo,  Patro  !  ¡  ¡  Socorro  !  !  {Salen  los  dos 
amigos  de  la  primera  izquierda.) 
¿  Pero  qué  pasa  ? 

¡  Que  quiero  estrellarme  contra  las  piedras  de 
la  calle  ! 
¡  Sujetarlo  ! 

¡  Por  Dios,  Paquito  !  {Lo  sujetan  todos.) 
¡Me  ha  engañao...,  me  ha  engañao  usté,  ma- 
dre !  ¡  Usté  decía  que  el  mundo  era  mío  !  j  Men- 
tira !  ¡  Mentira  !  ¡  No  es  mío  !...  ¡  No  es  mío  !... 
¡  Nada  es  mío  !...  ¡  Nadie  me  quiere  !...  ¡  Soy 
un  desgraciao  !...  i  Quiero  matarme!  {Se  suel- 
ta en  un  esfuerzo.)  \  Un  balcón  para  matarme  ! 
{Corre  al  balcón.) 

i  Ay,  mi  hijo  !...  ¡  Socorro  !  ¡  Socorro  ! 
{Llega  al  balcón,  pone  el  pie  sobre  la  barandi- 
lla, como  para  tirarse  a  la  calle,  y  aterrado  del 
daño  que  puede  hacerse,  vacila  unos  segundos, 
y  vuelve  al  fin,    llorando,   a  los  brazos  de  su 
madre.)  ¡  Mamá  ! 
¡  ¡  Hijo  mío  !  !  {Se  abrazan.) 
{A  Telele,  con  sorna.)  ¡  Intento  de  suicidio  !... 
¡  Tres  mil  pesetas  más  ! 


TELÓN 


FIN  DEL  ACTO  PRIMERO 


ACTO  SEGUNDO 


La  misma  decoración  del  anterior.  De  día  también. 


El  balcón,  entornado,  deja  la  escena  a  media  luz.  La 
Seña  Marce  enfría  con  una  cucharilla  una  taza  de  cal- 
do. Pa QUITO  está  acostado  en  una  chaiss-longue;  lleva 
un  pijama  de  paño  y  está  envuelto  en  un  plaid  claro. 
Aparece    despeinado,    ojeroso,    con    aspecto    de    enfermo. 

ESCENA  PRIMERA 


La  Seña   Marce  y   Paquito.   Luego,    Patro. 
{De  la  segunda  izquierda.) 


Marcb. 


Paquito 
Marce. 

PaQI  ITO 

Marce. 
Paquito 


Maiíck. 


(Suplicante.)  ¡  Tómate  esta  taza  de  caldo,  que 
desde  que  estás  enfermo  con  la  neurastenia, 
no  hay  quien  te  haga  probar  el  alimento  ! 
{Con  voz  llorosa  y  dolorida.)  \  Pero  si  no  pue- 
do, mamá  ! 

i  Amos,  hijo,  que  es  con  Valentine  ! 
¡  Por  muy  Valentine  que  sea,  no  me  es  posi- 
ble, mamá  ! 

¡  Que  llevas  veinticuatro  horas  sin  tomar  nada  ! 
(Excitáyidose  por  momentos.)  ¡  Aunque  lle- 
vase cuarenta  y  ocho  ! . . .  ¿  Cómo  se  dice  que 
no  puedo,  mamá?... 

¡Un  sorbito  siquiera!...  ¡Anda,  hijo,  hazlo 
por  mí ! . . . 


u 


Paqüito  {Ya  sencillamente  furioso.)  ¡  Ni  por  usté  ni 
por  nadie  !  ¡  Vaya  !...  j  Que  estoy  diciendo  que 
no  puedo!...  ¡Y  además,  que  no  quiero  to- 
mar nada  :  ni  caldos,  ni  potingues,  ni  nada  !... 
¿Cómo  se  dice  nada?... 

Bueno,  no  grites  así,  que  te  excitas  y  te  pones 
peor.  {Desesperada,  deja  la  taza  encima  de 
una  mesa  y  se  sienta  llorosa  en  tina  silla.) 
¿  Cómo  no  voy  a  gritar,  si  me  está  usté  deses- 
perando ?  ¡  Y  a  mí  que  no  me  hablen  de  me- 
dicinas, porque  en  cuanto  venga  alguien  y  me 
miente  una  medicina  náa  más...,  es  que  me  voy 
al  balcón  y  me  tiro  de  cabeza  1 
¡  No,  cálmate,  no  tengas  cuidao  !...  ¡  Ay,  Dios 


Marce. 
Paqüito 

Marce. 
Patro 


Marce. 
Patro 


Paqüito 

Patro 
Paqüito 
Marce. 
Patro 


Paqüito 

Marce. 
Patro 


mío,  que  este  hijo  me  se  muere  !...  j  Qué  con- 
denación de  enamoramiento  !...  ¿Por  qué  echa- 
ría yo  de  casa  a  ese  demonio  e  chica  ?, . . 
{Entra  de  puntillas  y  habla  en  voz  queda.  Pa- 
qüito se  incorpora,  atendiendo.)  Señora,  se- 
ñora... 
¿  Qué  pasa  ? 

Que  venía  a  decirla  a  usté  que  son  las  once  y 
que  hay  que  darle  al  señorito  la  cucharada  y 
las  dos  pildoras...  {Cada  vez  que  la  doncella 
nombra  una  medicina,  Paqüito  hace  un  gesto 
iracundo.)  porque  están  al  caer  las  cuatro  go- 
tas pa  que  a  la  media  hora  se  tome  el  papelito 
y  a  los  quince  minutos  se  le  pueda  poner  la 
inyeción. 

{Que  se  ha  levantado,  la  da  un  empujón  y  gri- 
ta.) ¡  Fuera  de  aquí  ! 

{Aterrada  y  temblorosa.)  \  Ay,  mi  madre  ! 
¡  Fuera  de  aquí,  o  te  estrangulo  ! 
¡Cálmate,  hijo!...    {Obligándole  a   echarse.) 
{Llorando.)  ¡  Dios  mío,  encima  de  que  una  lo 
hace  por  el  interés  que  tié  una  de  que  se  pon- 
ga bueno...,  porque  si  fuera  que  una...;  pero 
por  qué  lo  hará  una,  si  una... 
{Amenazador.)  \  Que  se  vaya  una,  porque  si  no 
va  a  salir  media  !... 
¡  Amos,  cállate  y  no  hables  más ! 
¡  Pero  si  es  que  no  gana  una  pa  sustos...,  que 


45 


tengo  el  corazón,  que  con  esta  enfcrmedá  del 
señorito,  la  que  va  a  salir  danzando  pal  ce- 
menterio va  a  ser  una  ;  porque  ayer  le  dio  un 
ataque  de  esos,  que  si  me  da  de  lleno  el  puñe- 
tazo que  me  tiró,  a  estas  horas  tengo  la  cara  en 
la  nuca  ! 

Makce.         ¡  Son  convulsiones  que  le  dan,  hija  ! 

Patrü  Pero  le  podían  dar  pa  un  sitio  donde  no  tuvie- 

ra yo  las  narices.  ¡Caray,  que  una!...  {Suena 
un  timbre.) 

Marce.  Anda,  anda,  calla  y  veas  quién  es,  que  han  11a- 

mao.  {Sale  Pairo  primera  derecha.)  \  Dios  mío, 
un  chico  que  en  su  vida  se  había  fijao  en  nada  ! 
¿Quién  se  podía  figurar  que  se  iba  a  poner 
así  por  una  mequetrefa,  que...  ? 

Patro  {Entrando.)  El  señorito  Ben daña... 

Marce.  ¡  Ay,  gracias  a  Dios  !...  A  ver  si  me  trae  algu- 
na buena  noticia.  Espera.  {Se  acerca  a  Paqui- 
ta.) Paquito,  ahí  está  Bendaña. 

Paqlito       {A  gritos.)  ¡  Que  se  vaya  ! 

Marce.         ¿  Pero  no  quieres  que  pase  ? 

Paqdito        {Gritando.)  No. 

Marce.  j  Un  amigo  tan  bueno  !...  ¡  Mira  que  viene  a 
verte,  hijo  ! 

Paquitu       (Sigue  gritando.)  ¡  Que  no  ! 

Benda.  {Aparecie7ido  en  la  puerta,  con  voz  temerosa.) 
¿  Se  puede  ? 

Paqcito        {Gritando  más.)  ¡  No  !... 

Bendá.  i  Mi  madre  !...  Hombre,  yo  venía... 

Paquito       Que  no... 

Benda.  Bueno,  pues  adiós...  {Inicia  el  mutis.) 

Paquito       Que  no...,  que  no  se  vaya. 

Benda.  ¿  En  qué  quedamos ? 

Marce.  Pase,  pase  usté  y  perdone,  amigo  Bendaña... 

Que  es  que  no  sabe  lo  que  quiere. 

Paquito  Y  cuando  yo  diga  que  no,  hay  que  esperarse, 
a  ver  lo  que  añado. 

Benda.  Bueno,  hombre,  dispensa...;  pero  como  en 
cuanto  dices  que  me  vaya,  lo  que  añades  es 
que  no  vuelva,  yo,  por  eso...  Y  qué,  ¿cómo 
te  encuentras? 

Paquito       Ivlal,  muy  mal.  No  tengo  remedio,  Bendaña. 


46 


Bknda.        Amos,  hombre... 

Marce.  ¡  Pues  así  está  día  y  noche  !  No  dice  otra  cosa, 
(Llora.) 

Bknda.  ¡  Pero  Paquito,  por  Dios  !...  ¿No  ves  a  tu  ma- 
dre lo  apurada  que  está?...  ¿En  qué  estás 
pensando?... 

Paquito       En  nada. 

Marck.         ¿Oye   usté? 

Benda.  Bueno,  en  lo  que  ha  pensao  toa  su  vida;  eso 
no  es  alarmante. 

Marce.  ¿Pero  usté  cree,  amigo  Bendaña,  que  es  mo- 
tivo el  que  una  mostrenca...  ? 

Paquito       (Furioso.)  \  Mostrenca,  no  ! 

Marce.  Bueno,  no  te  alteres;  la  llamaré  como  te  dé  la 
gana... 

Paquito       (Gritando.)   ¡  Mostrenca,   no  ! 

Marce.  ¿Pero  usté  cree  que  es  motivo  el  que  esa..., 

chiquilla  le  haya  dao  calabazas,  pa  acarrear- 
se esta  enfermedá?... 

Benda.  Naturalmente,  señora.  Pero  si  es  lo  que  le  ven- 

go diciendo,  no  digo  desde  que  hacemos  uso 
de  razón,  porque  nosotros  la  razón  no  la  he- 
mos usao  casi  nunca  ;  pero,  vamos,  desde  siem- 
pre :  «Mira,  Paquito,  y  que  no  le  hagas  mu- 
cho caso  a  las  mujeres,  porque  las  mujeres  no 
son  más  que  un  conglomerao.»  ¿Te  lo  he  di- 
cho? 

Paquito  Pero  lo  que  no  me  has  dicho  es  lo  que  es  un 
conglomerao. 

Benda.  Pues  un  montón  de  cosas  buenas  y  malas;  y 
las  mujeres  hacen  como  los  vendedores  de 
fruta:  que  las  buenas  las  ponen  encima... 
Pues  no  seas  tonto,  y  cuando  te  arrimes  cóm- 
prales un  kilo  ná  más  de  lo  que  se  vea,  y  te 
llevas  la  flor...  ¡  Pero  como  te  entusiasmes  y 
te  quedes  con  todo  el  montón,  pues  tienes  que 
cargar  con  lo  mollar  y  con  lo  agusanao  !...  i  A 
ver  si  es  mentira  !... 

Ma»(?e.  (En  voz  baja.)  Calle  usté,  que  parece  que  se 
ha  quedao  un  poco  traspuesto...,  y  tengo  im- 
paciencia por  saber... 

Benda.  Sí;  pero  que  no  nos  oiga...;  porque  si  averigua 
que  yo  V03'  y  vengo... 


-  4', 


Marcr. 


BlíNDA. 

Marce. 

BE^DA. 


Mahck. 

BEjNDA. 

Marce. 
Bknda. 
Marce. 
Be.nda. 

Marce. 


Benda. 
Mauce. 


Bknda. 
Makck. 
Benda. 

Marce. 
Bknda. 

PAQriTO 


Marck. 
Benda. 

P  A  QUITO 


Chits...  Venga  usté  y  no  levante  la  voz.  {Se 
van  aparte  y  hablan  en  voz  baja.)  Qué,  ¿hizo 
usté  mi  encargo? 

Sí,  señora;  pero  sin  resultao  ninguno. 
{Apurada.)    ¡Santo  Dios!...    ¿No  quieren  ve- 
nir? 

Ni  a  la  rastra.  Claro,  ven  que  ha  tenido  usté 
que  humillarse  y  abusan.  Dicen  que  usté  los 
echó  de  esta  casa,  y  que  ni  ellos  ni  su  hija 
vuelven  a  poner  más  los  pies  en  ella,  pase  lo 
que  pase. 

i  Dios  mío  !   ¿Pero  usté  les  ha  suplicao...  ? 
¿Suplicar?...   Más:    se  lo  he  pedido  de  rodi- 
llas. 

¿Y  les  ha  ofrecido...  ? 
Las  dos  mil  pesetas  que  usté  me  dijo. 
¿Y  ni  así?... 

i  Emperraos  en  que  no  vienen  y  que  no  vie- 
nen ! 

j  Qué  orgullo,   Dios  mío,   con  una  pobre  ma- 
dre !...  Entonces,   ¿qué  más  puedo  hacer  yo? 
i  Porque  si  esa  chica  no  vuelve,   mi  hijo  me 
se  muere...,  o  me  se  mata,  Bendaña,  o  me  se 
mata,  que  me  lo  estoy  temiendo  todo. 
¡  Por  Dios,  seña  Marce,  no  diga  usté  eso  ! 
Es  que  tenía  una  pistola  y  la  ha  escondido..., 
y  de  vez  en  cuando  dice  unas  cosas  que  po- 
nen los  pelos  de  punta. 
¡  Caramba,  pues  sí  que  sería  una  gracia  ! 
¿Qué  haría  yo,  Bendaña,  que  haría  yo? 
¿Por  qué  no  llama  usté  al  señor  Santos  y  le 
consulta  ? 

Sí,  es  verdá...  Baje  usté  a  la  tienda  y  llámele 

por  teléfono.  Dígale  usté  si  pué  venir  a  escape. 

En  un  vuelo...  ¡  Eso  de  la  pistola,  me  ha  de- 

jao  !... 

'{Se  incorpora  lívido,    con   los  pelos  de  punta, 

llevándose  las  manos  a  la  garganta,  al  pecho, 

a  la  cabeza,  al  estómago.)  ;  Ay,  ay,  ay,  ay  !... 

{Corre  alarmada.)  ¿Qué  te  pasa,  hijo  mío? 

{Ídem.)  ¿Qué  es  eso,  Paquito?... 

¡  Ay,  mamá!...   ¡  Ay,  mamá  de  mi  alma,  que 


-  48 


yo  me  pongo  muy  malo,  que  yo  me  muero ! 

Marce.         j  Por  Dios,  que  llamen  al  médico! 

Paqqito       i  No,  que  me  pondría  peor!... 

Telele.  j  Pero  no  te  asustes,  hijo;  si  ya  les  has  oído  de- 
cir a  todos  que  no  tienes  nada. 

Paquito  Sí,  mamá,  sí  tengo;  que  voy  a  respirar  y  el 
aire  no  me  pasa  de  aquí;  y  piso  el  suelo  y  me 
se  hunde,  y  las  piernas  me  se  doblan,  y  los 
brazos  me  cuelgan...  ¿Por  qué  me  cuelgan  a 
mí  los  brazos,  Bendaña? 

Benda.  ¡  Por  lo  que  a  mí ;  porque  no  los  llevamos  con 
guardamalletas,  miá  éste  ! 

Paqüito       j  Yo  estoy  muy  malo,  mamá  ! 

Merce.  I^o  que  debías  tomar  es  alimento,  que  tó  eso 
es  debilidá. 

Paquito  No,  no  es  debilidá,  mamá;  es  que  me  muero; 
es  que  no  puedo  vivir  así,  no,  no  puedo  vivir 
así  ni  un  día  más.  ¡  Pronto  te  voy  a  dejar  sola  ! 

Marce.  j  Por  Dios,  hijo,  calla  !  j  Calla  y  no  me  asesines, 

que  parece  que  te  gozas  en  martirizarme  ! 

Paquito  {Cavibiando  la  expresión  de  terror  en  iracun- 
dia.) ¿Que  no  la  asesine?  i  Bien  se  conoce 
que  la  remuerde  a  usté  la  conciencia  ! 

Marce.         í  A  mí? 

Paquito  j  A  usté !...  ¡Sí,  a  usté,  que  es  la  que  tiene  la 
culpa  de  todo  lo  que  estoy  sufriendo,  de  todo 
lo  que  estoy  pasando  ! 

Marce.         j  Que  yo  tengo  la  culpa...  ? 

Paquito       Sí,  señora...  ¡  Porque  si  usté  no  hubiese  echao 
de  esta  casa  a  la  Amalia  ni  a  sus  padres,  no 
estaría  yo  como  estoy  ! 
Marce.         Pero  yo  lo  hice  porque  te  despreciaban. 

Paquito  Usté  lo  hizo  porque  siempre  ha  tenido  un  ca- 
rácter orgulloso  y  arrebatao...  Ni  más,  ni  me- 
nos... ¡Orgulloso  y  arrebatao!  ¡Ni  más  ni 
menos  ! 
Marce.  [Asustada.)  Sí,  hijo,  sí,  bueno;  pero,  por  Dios, 
perdóname  y  no  te  exaltes,  porque  luego  te 
pones  peor... 
Paquito       ¿y  qué  me  importa  ponerme  peor,  si  lo  que 

quiero  es  morirme? 
Marce.         ¡  Pero  hijo  !... 


49 


Paquito        i  Sí,  morirme,  morirme  ! 

Marok.         ¡No,    hijo,    no!...    ¡No    me    digas    eso,    por 

Dios  !...  {Llora.) 
Paquito        {A  Beudaña.  Imperativo.)  Déjanos,  que  tengo 

que  hablar  a  solas  con  mi  madre. 
Benda.         Sí,  hombre,  lo  que  quieras...  (Voy  a  avisar  al 

señor  Santos.)  {Sale  disparado.) 
Paquito       ¡  Mamá  ! 
Marck.         ¡  Hijo  mío  ! 

Paquito       Mamá,   yo  siento  con  toda  mi  alma  tenérselo 
que   decir  a   usté,    pero  yo,   yo  necesito  que 
vuelva  la  Amalia  a  esta  casa  !...  ¡  Yo  necesito 
hablar  con  ella  hoy  mismo,  pero  hoy  mismo  ! 
Makce.  ¡Cómo  hoy  mismo?...    ¿Y  si  no  quisiera  ve- 

nir? *^ 

Paqílto  Ruégueselo  usté...,  suplíqueselo  usté...  Yo  ne- 
cesito que  la  Amalia  me  quiera,  ¿  lo  oye  usté  ? 
Que  la  Amalia  me  quiera  ;  porque  es  que  no 
puedo  vivir  sin  ella;  no  puedo,  no  puedo,  no 
puedo...  {Llora.) 
Makce.  Pero,  ¿  te  has  olvidao  que  tiene  un  novio  ?. . . 

Paquito       ¡  No  me  he  olvidao  de  eso  ni  de  nada  !...  ¡  Pero 
de  lo  primero  que  me  acuerdo  es  de  que  yo  la 
quiero  con  locura...,  y  lo  que  no  me  se  olvida 
un  segundo,  porque  lo  tengo  metido  aquí  co- 
mo un  clavo,  es  que  si  ella  no  me  quiere  ya 
no  me  importará  la  vida  para  nada;  y  entonces 
puede  que...,    puede  que   haga   un   disparate, 
mamá  !...  ¡  Por  estas,  que  puede  que  haga  un 
disparate  ! 
Makí  K.         i  Calla,  calla,  por  Dios,  que  estás  loco  !... 
Paquito       Tengo  la  pistola  escondida,  y  si  hoy  no  hablo 
con  ella...,  si  hoy  no  me  dice  que  me  quiere... 
Si  hoy  no...  Yo  no  sé  si...,  yo  no  sé  si... 
Makck.  i  Por  Dios,  cómo  tiemblas  !...  ¡  Me  das  miedo  ! 

{Sirviéndosela.)  \  Tómate  esta  cucharada,  que 
es  calmante;  {Se  la  da.)  anda,  tómatela... 
Paquito  {Con  tnano  Irétnula  intenta  llevársela  a  la  boca 
y  no  acierta.)  No,  no  puedo...,  ni  me  encuen- 
tro la  boca...,  ni  me...  {Tira  la  cuchara.)  Ade- 
más, que  yo  ya  no  quiero  nada,  nada...  Yo  ^-a 
no  quiero  sellos,   ni  i)íldoras,   ni  nada...    {Es- 

4 


-  50  — 


parce  ¡os  papeles  por  el  aire  y  tira  ¡as  pildo- 
ras por  el  suelo.)  \  Fuera  el  salicilato,  el  vale- 
rianato,  el  bicarbonato  !  {Lo  tira  todo  de  los 
frascos,  epilépticamente.)  \  \  Fuera  todo  !  !  ¡Es 
su  cariño,  su  cariño,  lo  único  que  me  hace 
falta  ! 

Marce.  ¡  Pero  hijo,  que  te  vas  a  volver  loco,  que  me 
estás  matando ! 

Benda.  (Saliendo.)  ¡Vuelve  en  ti,  Paco!...  ¿Pero  no 
te  se  mueve  el  corazón  viendo  el  dolor  de  tu 
madre  ? 

Marce.  (Llorando.)  ¡  Deje  usté  ;  que  ya  no  le  importa 
para  nada  su  madre  !  (Con  gran  aflicción.) 

Paquito  (Reaccionando  ante  el  desconsuelo  de  Marce- 
lina.) ¡  Ay,  mamá;  no  llore  usté,  por  Dios, 
que  sí  que  me  importa  usté  !...  Y  ahora,  re- 
cogeremos las  pildoras...  (Autoritariamente.) 
i  Bendaña,  recoge  las  pildoras  a  escape  ! 

Benda.  ¿Pero  cómo  recojo  yo  doscientas  cuarenta  y 
ocho  pildoras  lo  menos?  (Tratando  de  recoger 
algunas.) 

Paquito       ¡  Recoje  los  polvos  en  seguida  ! 

Brnda.  j  Como  no  sea  con  un  plumero  !...     ** 

Paqüito  i  Recógelo  todo,  todo  !...  ¡  Pronto  !...  ¡  Que  na 
llore  mi  madre  ! 

Benda.         Bueno...  (Hace  como  que  recoge.) 

Paqüito  Y  usté,  mamá,  perdóneme  los  disgustos  que 
la  estoy  dando...;  pero,  por  Dios,  traiga  usté 
a  la  Amalia,  sea  como  sea.  Que  venga,  que 
quiero  verla,  que  tengo  que  hablarla  lioy,  ¡  hoy 
mismo!...   i  Hoy  mismo,  mamá.  (Llorando.) 

Marck.  Sí;  pero  vamos  a  la  cama,  que  estás  muy  esci- 

tao.  ¡  Ayúdeme  a  llevarlo,  Bendaña.  (Lo  co- 
gen de  los  brazos.)  Y  no  llores,  hijo  mío,  y  es- 
táte tranquilo,  que  vendrá;  yo  iré  a  pedírselo, 
aunque  me  escupan;  yo  iré  a  buscarla,  aunque 
tuviese  que  consentir  que  me  arrancaran  el 
pellejo  a  tiras.  (Hacen  mutis  primera  izquier- 
da.) 


51 


ESCENA  II 

Bendaña.   Luego,   Marcelina,  que  sale  de  la 
primera  izquierda  desesperada.) 


Benda. 


Marce. 

Benda. 
Marce. 


Bknda. 
Marce. 


Benda. 


Marce. 
Benda. 


¡  Bueno,  este  chico  no  está  pa  competir  con 
Ramper,  ni  mucho  menos  !...  ¡  Pa  mí  que  tie- 
ne un  desequilibrio  mental,  que  ya  no  se  acuer- 
da ni  por  dónde  se  come  el  cocido.  Y  luego, 
eso  de  que  haya  escondido  la  pistola  me  tie- 
ne a  mí...,  porque  estos  neurasténicos,  como 
les  dé  la  negra... 

(Desfallecida.)  ¡  Ay,  Bendaña,  yo  ya  no  puedo 
más!...  ¡Es  mucho  esto,  hasta  para  una  ma- 
dre!... 

i  Me  hago  cargo,  seña  Marce  !...  A  mí  también 
me  tiene... 

¡  Ya  lo  ha  oído  usté  !...  O  viene  la  Amalia  hoy, 
o  ese  chico  se  mata...  ¡  Y  eso  no,  Bendaña,  eso 
no,  porque  sería  mi  mjuerte  ! 
¿  Y  qué  hacemos  ? 

Vuelva  usté  otra  vez  a  casa  de  la  Tere  y  ofréz- 
cales tres  mil,  cinco  mil,  ocho  mil  pesetas... 
i  Lo  que  quieran  !...  Dígales  usté  que  vengan, 
que  es  pa  pedirles  perdón.  ¡  Pínteles  usté  este 
cuadro  !  ¡  Y  que  vengan,  que  se  lo  pide  una 
madre  desconsolada  !... 

Sí,  señora.  ¡  Me  da  rabia,  indignación,  que  us- 
té tenga  que  humillarse  tanto...  ¡  Pero,  maldi- 
ta sea  mi  suerte,  que  le  juro  a  usté  que  los  trai- 
go, aunque  sea  en  una  espuerta...  ¡  Por  éstas  ! 
¡  Sí;  hágalo  usté  por  mí ! 
¡  Los  traigo  !  ¡  Yo  no  sé  en  cuantas  veces,  pero 
los  traigo  !  (Vase  derecha.) 


Marce. 


ESCENA  III 

Marcelina.  Santos. 

j  Que  Dios  le  ilumine  y  a  ellos  les  toque  en  el 
corazón  ! 


Santos         {Entrando  primera  derecha.)  ¡  Maree  !... 

Marce.         ¡  Tú  ? 

Santos  Salía  Bendaña  cuando  yo  iba  a  llamar.  Recibí 
tu  recao  telefónico  pa  que  viniera,  y  aquí  me 
tienes.  ¿  Qué  ocurre  ? 

Marce.  j  Perdona  que  te  haya  molestao,  Santos,  pero 
estoy  loca  !... 

Santos         Tú  mandas  en  mi  vida,  ya  lo  sabes. 

Marce.  ¡  Ay,  Santos;  pues  te  he  llamao  porque  necesi- 
to tu  consejo.  El  chico  cáa  día  está  peor  !...  i  Y 
hoy  ha  llegao  ya  a  un  extremo  !... 

Santos  (Ríe.)  ¿Y  pa  eso  me  llamas?...  ¡  Amos,  no  ha- 
gas caso  de  tontunas,  Marce  ! 

Marce.         ¿  Que  no  haga  caso  ? . . . 

Santos  Natural.  Afortunadamente,  la  enfermedá  de  tu 
hijo  no  te  debe  inquietar. 

Marce.  No  empieces,  Santos,  i  Tú  no  sabes  lo  que  está 
sufriendo  ! 

Santos  Pues  lo  que  está  sufriendo  no  es  ni  más  ni  me- 
nos que  la  rabia  de  un  capricho  contrariao  en 
una  criatura  consentida  y  voluntariosa. 

Marce.         ¿  y  todo  lo  que  padece  ? 

Santos  Nada.  El  de  la  Amalia  es  el  primer  capricho 
que  le  falla.  Esa  chiquilla,  o  porque  no  le  quie- 
re o  porque  es  juiciosa,  le  ha  puesto  la  proa, 
y  él,  acostumbrao  a  hacer  tabla  rasa  con  todo, 
se  le  ha  venido  el  mundo  encima.  Y  eso  es  lo 
que  tiene.  Ni  más,  ni  menos. 

Marce.  ¿  Y  tú  crees  que  sólo  por  eso  pasaría  las  noches 
que  pasa  y  las  angustias  que  padece  ? 

Santos  Mira,  Marce,  yo  creo  en  todas  las  enfermeda- 
des cuando  el  enfermo  es  el  que  sufre;  pero  en 
aquellas  en  que  el  enfermo  se  alimenta  mejor, 
bebe  mejor,  y  se  pasa  la  vida  tumbao,  y  los 
únicos  que  ni  comen,  ni  beben,  ni  descansan 
son  los  que  le  rodean,  en  esas,  qué  quieres 
que  te  diga,  no  tengo  mucha  fe.  Pero  lo  malo 
no  es  lo  del  chico.  Lo  que  siento  es  lo  tuyo; 
que  veo  que  te  consumes  y  pierdes  la  salú,  y 
que  además  he  sabido  que  te  estás  rebajando  a 
una  gente  vocinglera,  que  se  ufana  de  tu  hu- 
millación y  que  se  burla  de  ti  y  te  va  a  ex- 
plotar. 


I 


53  - 


Marck. 
Santos 


Marce. 


Santob 


Marce. 


Satsitüs 


Marcb. 

Santos 
Marce. 

Santos 


Marck. 
Santos 
Marce. 


Por  un  hijo  se  debe  hacer  todo,  vSantos. 
¡  Por  un  hijo  se  debe  hacer  todo,  Marce  !...  Se 
debe  hacer  todo...,  ¡todo!...,  menos  quererlo 
tanto,  que  de  tanto  quererlo  hagamos  ya  casi 
imposible  su  felicidad,  que  es  lo  que  tú  has 
hecho.  Ya  te  lo  dije.  ¡  Si  me  hubieras  creído  ! 
Mira,  Santos  ;  ya  no  es  hora  de  reflexiones  ni 
de  volver  sobre  lo  pasao.  vSino  de  darme  un 
consejo  que  me  evite  una  desgracia. 
Pues  mi  consejo  es  que  me  dejes  intervenir. 
Tu  hijo  no  tiene  más  atadero  que  el  que  yo, 
autorizao  por  ti,  intervenga  y  le  haga  volver  a 
la  reflexión  3^  le  meta  en  vereda  enérgica- 
mente. 

(Horrorizada.)  ¡  Calla,  por  Dios,  Santos,  que  el 
chico,  con  la  idea  que  te  tiene,  se  moría  del 
disgusto.  , 

¡  Qué  se  iba  a  morir  !...  Ya  se  yo  que  al  prin- 
cipio pelearíamos,  pero  yo  le  traería  a  la  ra- 
zón por  las  buenas,  que  yo  no  le  quiero  mal... 
¿Cómo  no  he  de  querer  yo  bien  a  todo  lo  que 
sea  tuyo?...  ¡  Hazme  caso,  Marce;  déjame  in- 
tervenir, que  aún  podemos  ser  felices  todos. 
Este  es  mi  consejo. 

¡  Pues  no  es  ese  el  consejo  que  yo  quería  de  ti  ! 
Pues  no  tengo  otro  que  darte. 
i  Lo  siento  ;  pero  ése,  en  estas  circunstancias, 
no  me  vale  ! 

¿Qué  se  le  va  a  hacer?...  Otros  días  traerán 
otras  horas,  y  otras  horas  otras  circunstancias. 
Y  entonces  hablaremos,  que  la  vida  no  nos  suel- 
ta sin  darnos  a  cada  uno  lo  que  nos  correspon- 
de... Conque...,  [Inicia  el  mniis.)  signe  en  tu 
ceguera. 

Vete  con  Dios,  Santos. 
Hasta  más  ver.  {Vase  primera  derecha.) 
[Llorando.)  \  Qué  lucha.  Dios  mío  !  ¡  Cada  uno 
con  su  egoísmo  o  con  su  capricho  !  \  No  hay 
cariños  ni  amistades  en  el  mundo  !...  ¡  Menti- 
ra !...  Y  el  que  sufre,  se  queda  solo;  solo  en  la 
vida,  para  luchar  con  sus  penas,  y  no  liay 
más. 


54 


Patro 

Marce. 

Patro 


Maroe. 

Patro 
Marce 


ESCENA  IV 

Marcelina  y  Patro.  [Que  sale  segunda 
izquierda.) 

I  Señora,  señora  !... 
¿Qué  pasa  ? 

i  Que  por  el  balcón  del  gabinete  he  visto  al 
señor  Bendaña,  que  trae  a  la  seña  Tere  y  al 
señor  Pepe  en  un  taxis  ! 

(Con  enorme  alegría.)  j  lyos  trae?...  |  Ay,  gra- 
cias, Dios  mío  ! 
¿  Abro  ? 

Sí,  corre.  {Vase  Patro.)  \  lyos  trae  !...  ¡  Por  fin 
i  Virgen  de  la  Paloma!...  ¡Te  debo  un  taxis 
de  cera  !... 


ESCENA  V 
Marcelina  y  Bendaña. 


Benda.         [Entrando  primera  derecha.)  Ahí  los  tié  usté. 

Marce.         Gracias,  Bendaña.  ¿Y  cómo  los  ha  traído? 

Benda.        Con  la  puesta  en  marcha. 

Marce.         ¿  Qué  es  eso  ? 

Bknda.  Dándoles  cada  empujón  de  seis  metros...,  has- 
ta que  hemos  llegao  a  un  taxis. 

Marck.         ¿y  cómo  vienen? 

Benda.         ¿Tiene  usté  mucha  paciencia? 

Marce.         Mucha. 

Benda.  Pues  azquiera  usté  seis  kilos  más,  por  lo  que 
sea,  que  todo  le  va  a  hacer  falta. 

Marce.  Voy  a  cerrar  la  alcoba  de  mi  hijo,  pa  que  no 
los  oiga.  iVase  primera  derecha.) 

Benda.  Y  yo  voy  a  introducirlos.  Ya  me  contará  us- 
té... (Saliendo.)  Que  pasen  ustedes. 


—    00 


Pepe 

Tere. 

Pepe 

Tere. 

Pbpe 


Tere. 


Pepe 

Marce. 

Tere. 

Pep.: 

Tkrr. 

Pkpb 

Marck. 

Terk 

Makck. 
Tere. 

Pepe 
Tere. 

Marce. 


Tere, 


Marce 


Pepe 


ESCENA  VI 
TerKvSa.  Pepe.  Luego,  Marce. 

{Asomándose   desde   la  puerta.)   ¿Pa  qué  soy 
requerido  ? 

{Que  se  asoma  después.)   No  te  desperdicies, 
í^íaláu,  que  no  hay  nadie. 
Se  pué  pasar... 
¿  No  te  digo  que  sí  ? 

Déjame  que  termine  ;    se  puede  pasar  el  que 
te  echen  de  una  casa;  pero  que  te  pidan  luego 
de  rodillas  que  vuelvas  es  un  cúmulo,  que  hay 
que  explotarlo,  Tere...  ¿Te  has  percatao? 
¡  A  mí  con  esas  ! . . .  ¡  Esta  se  la  cobramos,  pero 
en  gordo!...  Chits...,  que  sale  la  Marce.  Ca- 
ras duras.  {Las  ponen.) 
¡  Fíjate  en  la  mía  :   hormigón  armao  ! 
{Entrando.  Muy  risueña.)  ¡  Buenos  días  !... 
Veremos. 
Buen  jour. 

i  Ojo  con  lo  que  dices  ! 
El  francés  no  compromete  a  nada. 
i  Gracias  a  Dios  que  se  os  echa  la  vista  enci- 
ma ! 

Por  poco  será,  que  no  som.os  calienta  sillas. 
Bueno,  mujer.  Y  qué,  ¿  cómo  estáis  ? 
Mejor  que  el  día  que  nos  echaste,  a  Dios  gra- 
cias. Joselito  ha  ganao  tres  kilos... 
Se  puede  comprobar... 
Y  una  servidora  cinco.  Conque  ya  ves. 
Bueno,  Tere;  pero  no  hay  por  qué  recordar  lo 
que  yo  quiero  que  olvidemos  todos.   Aquello 
fué  un  acaloro. 

Pues  hija,  hay  que  mirarse  un  poco  antes  de 
acalorarse,  pa  no  tenerse  luego  que  guardar 
el  genio  en  una  fresquera,  como  salta  a  la  vista. 
Bien  está,  mujer  ;  pero  no  seas  rencorosa.  Os 
he  sui^licao  que  vinierais;  habéis  venido,  pues 
tan  contenta.  Pero  sentaros.  {Alto  al  sordo.) 
Siéntate  y  quítate  la  gorra,  si  quieres. 
Gracias,  es  comodidaz.  ¿Dónde  me  siento? 


56 


Tere.  Ahí  en  el  sillón. 

Pepe  ¿  No  tenéis  mecedoras  ? 

Tere.  j  Como  no  te  columpies  en  el  trinchero  !... 

Pepe  {Cogie^ido  una  botella  del  aparador.)   ¿Se  pué 

beber  una  copa  de  esto? 

Marce.  I^as  que  quieras, 

Pepe  (A  Tere.)  ¿Gustas? 

Tere.  Ni  aunque  fuera  gloria. 

PríPE  Yo  sí.  {Se  sirve  una  copa.)  Es  Jerez.  (Se  per- 

signa antes  de  bebería.) 

Tere.  ¿Por  qué  te  persignas? 

Pepe  Porque  es  de  Misa.  {Se  la  bebe,  besa  la  copa  y 

la  deja.)  Cáa  uno,  sus  creencias. 

Marce.  Bueno,  pues  a  lo  nuestro.  Tere,  os  he  llamao, 

voy  a  hablaros  con  toda  la  franqueza  de  mi  co- 
razón, porque  ya  sabéis  que  al  chico  le  ha  en- 
trao  una  pasión  de  ánimo  por  la  Amalia,  que 
si  la  chica  no  viene  a  verlo,  yo  creo  que  me  se 
muere... 

Pues,  hija,  mal  asunto  es  ese,  porque  ya  sabes 
que  la  Amalia  tiene  novio, 
i  Pero  no  será  una  cosa  tan  formal,  mujer  ! 
Formalísima.  Se  trata  de  un  chaval,  trabaja- 
dor,   honrao,    vecino   de   toa   la   vida...    ¡Una 
alhaja  !... 

Ha  sío  sacristán  :  no  te  digo  más. 
Pero  vosotros  podíais  hablarle  a  vuestra  hija, 
por  lo  menos,  pa  que  le  diese  largas  al  asunto. . . 
¿Y  quién  le  da  largas  a  un  sacristán?... 
i  Ni  hablar  de  eso  !  ¿  Cómo  quieres  que  obligue 
yo  a  una  hija,  que  es  lo  más  sagrao,  a  que  un 
cariño  que  tiene  lo  tire  a  la  calle  por  un  ca- 
pricho de  un...  ? 

Mira,  Tere,  es  que  como  convenirle  a  la  Ama- 
lia, yo  creo  que  mi  hijo  le  conviene  más  que 
ninguno...  A  más  que  yo...,  vaya,  vamos  a  po- 
ner las  cartas  boca  arriba,  si  la  cosa  se  arre- 
glara, os  sacaba  de  pobres  pa  siempre.  Así  co- 
mo suena. 

Tere.  {Acercando  la  silla.)  A  ver,  a  ver.  ¿Qué  dices? 

Marce.         Que  lo  primero  que  yo  haría,  si  lo  de  los  chicos 
se  arreglara,  es  poneros  donde  quisierais  una 


Tere. 

Marcíí. 
Tere. 


Pepe 
Marce 

Pepe 
Tere. 


Marce. 


Teiíe. 
Pkpe 

Tere. 

Pepk 
Tere. 

Pepe 


Marce. 


Tere. 

Marce. 

Tere. 

Marce, 


Tere. 
Marce. 


tienda  de  lo  que  os  diera  la  gana,  y  ya  teníais 
pa  vivir  too  lo  que  vivierais. 
¡Caray!...   (Alio  a  Pepe.)  Que  dice  que  si  la 
Amalia  y  Paquito  se  arreglan,   que  nos  pon- 
dría una  tiendecita. 

Alto  el  camión.  A  mí  no  me  sastiface  el  co- 
mercio. Eso  da  trabajo...  Yo  prefiero  un  capi- 
talito  pa  renta.  Ya  conoces  el  ideal  del  obrero 
manual :  estar  mano  sobre  mano.  ¡  Porque  más 
manual  que  eso  !... 

{A  Pepe.)  Oye,   ¿y  si  nos  pusiera  un  estable- 
cimiento de  vinos? 
Eso  ya  va  más  encarrilao. 

Podríamos  añadir  una  miaja  de  tienda  de  co- 
midas y  yo  me  apañaría  a  guisar. 
Bueno,  tú  haz  lo  que  te  cuadre;  ahora,  que 
servidor,  trabajar,  de  ninguna  forma;  que  yo 
ya  no  vuelvo  a  coger  la  brocha  más  que  pa 
usos  domésticos,  porque  en  cuanto  yo  tenga  la 
probalidá  de  tener  dos  pesetas  seguras,  me  di- 
ces como  pintor  que  te  dé  una  mano,  y  no  te 
doy  una  mano  ni  pa  levantarte  del  suelo,  A 
partir  de  ahí,  y  conocidos  mis  ideales,  tuyo  se- 
g^uro  servidor... 

Bueno;  todo  eso  es  a  tratar  en  vuestra  conve- 
niencia. Conmigo  contar  pa  todo.  Pero  lo  pri- 
mero es  que  la  Amalia  vuelva  ho}^  mismo  a 
esta  casa,  y  que  el  chico  la  vea.  ¿Dónde  podría 
yo  encontrarla? 

Bien  cerquita.  Abajo  en  la  esquina  la  tienes. 
¿Abajo?...  ¿Subiría  si  yo  se  lo  pidiera,  Tere? 
Tiene  mucho  orgullo  y  es  muy  sentida;  ¡  pero 
prueba  a  ver  !... 

Pues  yo  misma  voy  a  bajar  por  ella...  ¡  Con 
tal  de  darle  a  mi  hijo  esa  alegría  !...  ¡  Ojalá  que 
quiera  subir  ! . . . 

Dila  que  hay  ascensor,  que  eso  anima. 
Aguardar  un  minuto.  {Vase  puerta  derecha.) 


58 


ESCENA  VII 
Seña  Tere.  Pepe. 

Tp]ke.  ;  La  •  emos  chafao  ! 

Pepe  j  Qué  ? 

Tere.  Saca  la  trompetilla  pa  no  chillar,  no  sea  que 

alguien...   {Indica  el  oído.) 

Pepe  {La  sopla  en  la  propia  cara  de  Tere.)  Dime. 

Tere.  {Rechazándole.)  ¡Amos...,  desinféztala  pa  otro 

lao,  que  me  has  dejao  ciega  !... 

Pepe  Bueno,  venga. 

Tehk.  Que  yo  ya  me  veo  con  el  negocio  montao  y  el 

restauran  montao. 

Pepe  Sí  ;  pero  como  lo  Amalia  se  ponga  tonta,  ten- 

gas montao  lo  que  tengas  montao,  te  lo  apea. 
Que  3-a  la  conoces. 

Tere.  Oye  :  en  caso  de  que  la  cosa  se  arreglara,  ¿  có- 

mo le  pondríamos  al  restauran  ? 

Pepe  I^e  podíamos  poner  un  nombre  vasco,  que  aho- 

ra están  de  moda:   ((Chacharramelamundi». 

Tere.  ¿  Pero  eso  es  una  cosa  pa  comer  ? 

Pepe  No;  pero  es  pa  hacer  apetito,  porque  es  larga. 

Tere.  ¿Y  si  le  pusiéramos  «A  la  buena  digestión»? 

Pepe  No  está  mal;  y  después,  a  los  postres,  podías 

dar  bicarbonato. 

Tere.  No  es  ninguna  tontería. 

Pepe  Y  menos  guisando  tú. 

Tiíre.  I^a  paella  a  la  valenciana  podías  hacerla  tú.  Eso 

lo  haces  m\iy  bien. 

Pepe  j  Y  qué  me  dices  de  los  callos  ? 

Tere,  Que  te  los  cuides.  Y  calla,  que  suben. 


Marce. 
Amalia 


ESCENA  VIH 

Dichos,  Amalia  y  INIarcelina. 
{Entran  primera  derecha.) 

i  Pasa,  hija,  pasa,  que  no  sabes  la  alegría  que 

me  das  ! 

(La  sigue  alegre,  riendo^  contenta,  inás  bonita 


o9 


que  nunca.)  ¡Ja,  ja,  ja!...  ¡Y  yo  encantada, 
tía,  que  ya  ve  usté  cómo  me  se  sale  la  risa  a 
chorros,  de  volverme  a  ver  aquí  !...  ¡Y  desde 
mañana  empiezo  a  peinarla  a  usté  otra  vez, 
como  si  tal  cosa  !...  ¡Y  la  hago  la  ondulación 
Marcel  ! 
Maui  E.  ¿La  has  aprendido? 
Amalia        Muy  bien  :   ya  no  quemo  más  que  la  mitad  de 

las  ondas. 
MaK"  ■:.         ¡  Tú  siempre  tan  diablo  !...  j  Pues,  ay,  hija,  tú 
no  sabes  el  bien  que  puedes  hacer  hoy  en  esta 
casa  ! 
Amalia        Pues  todo  el  que  pueda  hacer,  ya  está  hecho. 
Mauce.         ¡  Ya  ves,  cuando  yo  misma  he  bajao  a  supli- 
carte ! . . . 
Amalia        Porque  ha  sido  de  su  gusto.  Que  a  mí,  a  bue- 
nas, no  digo  yo  subir;  me  manda  usté  llevarle 
el  gazpacho  a  Taina,  que  vivía  dos  calles  más 
abajo  de  donde  Cristo  dio  las  tres  voces,  y  voy 
a  la  pata  coja. 
Maroíl         ¿De  modo  que  vuelves  contenta? 
Amalia        ¡  Pero  si  yo  soy  como  la  pelota,  tía  :   que  me 
echan  contra  la  pared  y  vuelvo  ! . . .  ¡  Cómo  no 
volver  a  sus  brazos?...  ¡  Que  sí,  que  siempre  ! 
i  Que  viva  mi  tía  ! 
Marck.  {La  abraza.)  \  Hija  de  mi  alma  i 

Tkrk.  j  Pero  no  des  voces,  que  hay  enfermos,  y  tú 

eres  una  escandalosa  ! 
Amalia        {Bajando  cómicamente  la  voz.)  ¡Escandalosa... 
y  no  como  nueces  por  no  meter  ruido?...  Bue- 
no, tía,  ¿y  pa  qué  soy  requerida,  como  dice  mi 
padre  ? 
Makce.  j  Ay,  Amalia,  Paquito  está  loco  I 

Amalia         j  Usté  exagera  !...  ¡  Me  han  diclio  que  tonto  na 

más  ! 
Marce.         y  yo  quisiera  que  tú  le  oyeses...,  por  lómenos 

que  le  oyeses... 
Amalia        Con  poco  fuerte  que  hable... 
Maroe.         Pero  no  como  aquel  día...,  sino  dándole  siquie- 
ra una  esperanza. 
Amalia         {Riendo.)  ¡  Pa  que  se  la  juegue  al  mus?...  Va- 
mos, vamos,  tía,  dígale  usté  a  ese  maula  que 


-  60 


Marce. 


salga,  que  me  han  dicho  que  está  neurasténico 
y  que  llora,   y  tengo  mucha  gana  de  reírme 
viéndole  llorar.  Ande  usté. 
¡Sí,    sí!...    ¡Verás   qué    alegría    le    damos!,.. 
{Vase  primera  izquierda.) 


ESCENA  IX 
TerEvSa,  Amalia  y  Pepe. 

Tere.  Bueno,   hija,   ya  habrás  visto  que  aquí  somos 

los  amos,  si  sabemos  aprovecharnos ;  conque 
ten  ojito. 

Amalia  No  quiero  tener  náa,  que  pa  mí,  que  cuando 
se  hace  uno  el  amo  de  donde  no  lo  es,  lo  que 
es,  es  un  sinvergüenza. 

Tere.  ¡  Pero  estás  oyendo  ? 

Pepe  Yo  no. 

Tere.  Más  vale.  Estoy  viendo  que  se  nos  repucha. 

Pepe  Te  avierto  que  si  le  haces  caso  a  Paquito  y  pa- 

saporteas  a  Casiano,  nos  ponen  un  estableci- 
miento mercantil  y  alimenticio.  Náa  más  que 
eso.  Y  Lhardy,  se  finí.  {Se  pone  la  corneita  al 
oído.)  ¿Qué  dices? 

Amalia  {En  la  trompeta.)  ]  Que  tararí !...  porque  no  sé 
cómo  se  toca  silencio  con  trompeta. 

Tere.  ¡  Pero,  qué  vas  a  hacer,  so  loca  ? 

Amalia        I^o  que  me  convenga,  respetos  aparte,  madre. 

Tere.  Pero  tus  padres  te  tién  que  aconsejar. 

Amalia  Ustés  me  aconsejan  lo  que  quieran,  y  Dios  se  lo 
pague;  pero  mi  vida  es  mi  vida,  y  me  la  tengo 
que  vivir  yo  sola  de  arriba  a  abajo;  con  que 
ustés  se  callan  como  dos  tumbitas  y  me  dejan, 
que  en  estos  asuntos  del  principal  izquierda 
quiero  caminar  por  donde  sea  de  mi  agrado. 

Tere.  ¡  Entonces,  quié  decirse...  ? 

Amalia  Que  tengo  echadas  las  cuentas  de  mi  vida.  Ná 
más.  Y  cuando  ustés  vean  que  les  ofendo  en 
su  respeto  de  padres  u  en  su  honra  de  personas 
cabales,  me  avisan.  Tan  y  mientras,  dos  pun- 
tos. 


61 


Tere.  Eso  de  dos  puntos  no  lo  dirás  por  nosotros. . . 

Amalia        Dios  me  libre.  Yo  lo  que  digo  es  que  lo  que 
hago  sé  por  qué  lo  hago,  y  ná  más. 

Tere.  {Al   marido.)  Oye,  saca  los  tres  pisos.    {Pepe 

saca  la  iro^npetilla  en  toda  su  e.xiensión.)  Me 
estoy  viendo  ((La  buena  digestión»  por  el 
suelo. 

Pepe  Mira,  Amalia,  hazle  caso  a  tu  padre,  y  hazle 

caso  a  tu  primo,  y  hazle  caso...  {Indica  acción 
de  dinero  con  los  dedos.) 

Amalia        ¿A  usté  le  gusta  la  Plaza  del  Callao? 

Pepe  Mucho. 

Amall\         Pues  como  si  la  hubiese  usté  ganao  por  oposi- 
ción. Conque  mutis,  que  salen.  {Los  hace  salir.) 

Pepe  Ná,   que  estás  perdido  cuando  te  toca  en  el 

sorteo  una  hija  modernista  y  feminista. 

Tere.  Claro,  como  que  no  hacen  más  que  los  que  les 

da  la  ^anista.  {Hacen  mutis  secunda  derecha.) 


ESCENA  X 


AMALI.^,  Marcelina  y  Paquitó 


Paqüito  {Que  sale  primera  izquierda  del  brazo  de  su 
madre.)  ¡  Pero  para  qué  me  hace  usté  salir 
aquí,  mamá,  si  no  tengo  alientos  ni  para  mo- 
verme ! 

Marce.  {Haciendo  señas  de  intelige^icia  a  Amalia,  que 

se  ha  ocultado  un  poco.)  A  ver  si  revives  cer- 
ca del  balcón,  hijo  mío,  que  ya  va  a  entrar  el 
sol... 

Paqüito  {Tristón  y  lloroso.)  ¡Sí,  sí,  revives!...  Y  este 
brazo  que  me  se  ha  dormido...,  y  este  otro  que 
no  puedo  moverlo...,  y  las  piernas,  que  siento 
un  hormigueo,  que  también  me  se  van  a  dor- 
mir. . . 

Amalia  {Muy  alegre.)  ¡  Pues  a  espabilarlo  todo,  galán, 
que  ha  llegado  el  despertador  ! 

Paqüito  {Sin  saber  si  llorar  o  reírse,  pero  con  una  emo- 
cionada y  enorme  alegría.)   \  \  Amalia  !  ! 


62  — 


Amalia  ¡  j  Paquito  !  !  {Se  abrazan.  El  no  ¡a  suelta. 
Tiembla  y  ríe  histéricamente.) 

Paquito  ¡  Ay,  Amalia  de  mi  vida!...  ¡  Ay,  pero  eres 
tú?...  ¡Sí!...  ¡Tú!...  ¡Tú!... 

Amalia        ¡Sí,  yo!...  ¡  La  mismita  !.. . 

Paquito       (Sin  soltarla,  a  su  madre.)  ¡  Ay,  pero  es  ella? 

Marce.  ¡  Sí,  hombre,  palabra  de  honor;  pero  suél- 
tala ! 

Paquito       ¡  Bien  decía  usté  que  iba  a  entrar  el  sol  !  j  Ay,     • 


j  Ay,  Amalia,  {Sin 
gracias  !...    ¡  Pero 


mamá,  gracias,  gracias!... 
soltarla  todavía.)  gracias 
eres  tú?... 

Amalia  Sí,  hombre;  toma  la  cédula,  y  suéltame,  si 
quieres. . . 

Paqoito  í  Ay,  si  no  puedo  !...  Si  es  que  no  puedo  sol- 
tarte. . .  Si  es  que  estoy  nervioso  y  mareao,  y  si 
me  suelto  me  caigo. 

Amalia        Pues  cáete,  que  ya  te  cogeremos. 

Paquito       No,  que  me  puedo  hacer  daño. 

Marce.         j  Pero  suéltala,  hijo  ! 

Paquito       ¡  Sí,  claro,  a  usté  como  no  le  dan  mareos  !... 

Amalia        Y  qué,  ¿cómo  te  encuentras,  mamarracho? 

Paquito  {Lloroso.)  ¡  Ay,  Amalia ;  si  vieras  qué  días 
estoy  pasando  !... 

Amalia  Ya  me  han  dicho  que  estás  más  triste  que  un 
callejón  sin  salida. 

Paquito        ¡  Y  mira  cómo  me  he  desmejorao  ! 

Amalia  i  Quiá,  hombre,  si  tiés  una  cara  que  de  guapo 
le  pues  dar  veinticinco  pa  cincuenta  a  Chon 
Chilberl... 

Paquito  Pues  todos  los  médicos  me  aseguran  que  ten- 
go estropeaos  los  grandes  vasos... 

Amalia  ¿Y  qué  falta  te  hacen  a  ti  los  vasos?...  j  Bebes 
en  porrón  !  ¡  El  asunto  es  que  no  te  se  dete- 
riore el  resto  de  la  vajilla,  tonto  ! 

Paquito  ¡  Ay,  Amalia,  por  lo  que  más  quieras,  no  me 
hagas  reír  ! 

Amalia  ¿Que  no  te  haga  reír?...  ¿Pero  es  que  te  han 
puesto  contador?...  ¡  Amos,  ríete,  que  aún  no 
lo  cobran  ! 

Marce.  ¡  Ay,  que  se  ríe  !  j  ¡  Se  ríe  !  !  ¡La  primera  vez 
que  se  ha  reído  en  dos  meses  ! . . . 


6:} 


Amalia  ¡  De  moilo  que  lie  venido  vo  a  hacer  de  Char- 
ló?... 

Paqoito      i  A  hacer  de  gloria  divina  !  {La  abraza.) 

Marck.         j  Y  ya  tiene  otra  cara  ! 

Amalia  (Rechazándolo.)  ¡  Y  otros  hechos...,  sí,  se- 
ñora ! 

Marce.  ¡  y  si  tú  quisieras,  le  traía  yo  un  poco  de  ali- 
mento, a  ver  si,  distraído  contigo,  se  lo  toma- 
ba !... 

Amalia  Bueno;  lo  que  usté  quiera.  Le  liare  de  vermú. 
¿  Daré  yo  apetito  ? 

Paqüito  ¡  Como  pa  morirse  de  gana  !  ¿  Y  tú  me  darás 
lo  que  me  traigan  ? 

Amalia  Todo.  Y  lo  que  yo  te  dé,  te  lo  juedes  tomar 
con  satisfacción,  que  está  feo  que  yo  lo  diga, 
pero  soy  de  curiosa  que  a  mí  no  me  se  para  una 
mosca  encima...  sin  limpiarse  las  patas.  Con- 
que hale,  tráigale  usté  al  perita  lo  que  sea. 

Marce.         Una  taza  e  caldo  y  un  sesito.  Voy  por  ello. 

Amalia  Oiga  usté,  tía.  ¿Y  si  cuando  se  vaya  usté  se 
miarea?... 

Marce.  Sales.  Ahí  tienes  el  frasco.  (Lo  seríala  y  vase 
segunda  derecha.) 

Paqüito       ¡  Ay,  AmaHa,  qué  gana  tengo...  ! 

Amalia  ¡  Pues  ahora,  cuando  traigan  la  comida,  te 
hinchas  !... 

Paqüito  No;  digo,  que  qué  gana  tengo  de  hablar  conti- 
go, de  hablar  mucho. . . 

Amalia         ¿Para  qué? 

Paqüito  Pues  para...  ¡  Ay,  Amalia,  qué  .£:uapa  estás  !... 
¡  Ay,  Amalia,  que  tengo  una  coní^oja...,  de  la 
impresión  de  verte  !...  Dame  la  mano,  que  me 
mareo...  [Intenta  cogérsela.) 

Amalia  No,  no ;  estáte  quietito,  que  ya  has  oído  a  tu 
madre...  Si  se  marea,  sales...,  sales  y  me  lla- 
mas..., conque...  [Inicia  el  mutis.) 

Paqüito  No,  no  salgas,  no  te  vayas...,  que  quiero  de- 
cirte algo  de  que  quizá  depende  mi  felicidá..., 
¡  tal  vez  mi  vida  !... 

Amalia  ¡  Caray,  cuánta  cosa  !...  ¡A  ver  qué  es  eso  tan 
complicao ! 

Paqüito       ¡  Que  yo  me  voy  a  morir,  Amalia  ! 


-  64 


Amalia  ¡  Toma,  y  yo...,  pero  no  sé  cuándo  !  Ahora  que 
no  pienso  meter  prisa,  a  ver  si  se  distraen  y  me 
dejan  un  rato. 

Paqqito  No  te  rías,  que  es  que  yo  me  voy  a  morir  de 
veras ! 

Amalia        ¡  Pero  por  qué,  so  tonto  ? 

Paqüito  Porque  hay  una  mujer  que  no  me  quiere..., 
que  no  me  quiere  porque  quiere  a  otro. 

Amalia        Sí  que  es  mal  negocio. 

Paquito        ¿  Qué  remedio  crees  tú  que  tiene  eso,  Amalia  ? 

Amalia  Ninguno.  Hay  que  sufrir  y  aguantarse,  y  que 
la  pena  te  sirva  pa  hacerte  mejor  y  pa  llegar  a 
valer  más  que  el  sujeto  por  quien  te  han  des- 
preciao,  que  es  lo  único  que  te  consolará  un 
poco.  No  tienes  otro  remedio. 

Paqüito  Sí,  yo  haría  eso,  pero  es  que  no  puedo,  porque 
la  neurastenia  me  ha  dejao  sin  volunta. 

Amalia  Pues  cómprate  una  o  que  te  la  presten,  que  el 
que  vive  sin  volunta  no  vive  como  quiere,  sino 
como  le  dejan;  y  para  eso  más  vale  morirse. 

Paqüito  Es  que  mi  volunta...,  la  tiene  otra  persona, 
Amalia. 

Amalia        ¿Quién? 

Paqüito       ¡  Tú  ! 

Amalia        ¡  Yo?...  Que  me  registren. 

Paqüito        Es  que  me  la  ha  robao  el  querer  que  te  tengo. 

Amalia  Pues  denuncíalo  por  hurto,  y  al  Juzgao;  que 
yo  soy  inocente. 

Paqüito       ¡  Cómo  te  burlas  !... 

Amalia  ¡  Dios  me  libre  !...  Pero  no  quiero  caer  en  lo 
de  la  otra  vez,  y  hago  lo  que  me  ha  dicho  tu 
madre :  entretenerte  hasta  que  te  traigan  el 
seso,  que  buena  falta  te  hace,  hijo  mío  ! 

X\[ARCR.  {Saliendo.)  Aquí  está. 

Amalia        ¿Ves  qué  a  punto? 

Marce.         Partidito  ya  y  muy  rico. 

Amalia  {Pinchándolo  con  el  tenedor.)  Pues  abre  la  bo- 
ca, que  ahí  va  el  primer  pedazo  ! 


ESCENA  XI 


Dichos.  Casiano.  {Aparece  primera  derecha.) 

Casia.  (Es  un  joven  obrero  que  viste  un  mono  azul, 

de  mecánico.  Tiene  el  prurito  de  no  dejar  la 
gorra  quieta.  La  golpea,  la  da  vueltas,  la  sacu- 
de contra  sí  mismo,  contra  los  tnuebles  que 
tiene  cerca,  contra  todo.  Con  cara  abobada  y 
complaciente.)  De  salú  sirva. 

Amalia        (Con  alegría.)   \  Mi  novio  ! 

Paquito        [Trocando  su  expresión  alegre  en  un  ceño  som- 
brío.) i  Tu  novio? 

Marce.  (Conirariadísima.)  \  Su  novio  ! 

Amalia         (Sonrieiido.)  ¡Casiano  \... 

Casia.  [Un  poco  asustado.)  ¿Qué  pasa? 

Amalia        Que  has  venido  <  on  la  misma  oportunidad  que 
una  murg-a  a  la  hora  de  la  siesta. 

Casia.  ¡Caray,    pues  sí   que   lo   siento!...    Estaba   la 

puerta  abierta,  y  yo...  i  Ustés  disimulen  que 
m.e  haiga  tomao  la  liberta  de  subir,  que  veo 
que  he  hecho  un  efecto,  amos,  que  me  está 
dando  el  corazón  unos  saltos  que  ni  Isabelita 
Ruiz  !...  Yo,  es  que  ésta  me  ha  dicho  :  «Espe- 
ra un  minuto)),  y  llevo  esperando  un  rato  co- 
mo pa  que  me  se  haiga  pasao  de  moda  el  tra- 
jecito. 

Marce.         Es  mono. 

Casia.  (Creyendo  que  es  por  él,   y  muy  satisfecho.) 

Muchas  gracias. 

Marce.  (Muy  seria.)  Digo  que  no  es  traje,  que  es  mono. 

Casia.  Ah,  sí,  señora,  mono  de  faena.  Soy  un  humil- 

de trabajador.  No  puedo  pintarla  más  que  los 
domingos  ;  ]>ero  así  me  quiere  ella  con  toda 
su  alma,  y  gustándole  a  ella,  ¿qué  me  impor- 
ta lo  demás  ? 

Amalia         ¡  Y  que  lo  digas,  Casiano  !  (Paquito  da  un  gru- 
ñido y  un  puñetazo.) 

Casia.  í  Caray,  que  pasa?...  Y  si  es  que  he  molestao 

subiendo,  se  perdona;  (Sin  dejar  en  paz  la  go- 
rra.) porque  también  es  que  estaba  intranqui- 
lo. Que  como  me  ha  dicho  ésta:    ((Subo  a  ver 

5 


—  66 


Paqüito 
Casia. 

Marce. 
Casia. 


Amalia 
Marce. 
Amalia 

Casia. 

Marce. 

Casia. 


Marck. 
Casia. 


Amalia 


Mekce. 
Amalia 


Casia. 

Amalia 
Casia. 


a  mi  primo,  que  yace  enfermo»,  y  tardaba^ 
dije  :  {(A  ver  si  es  que  se  ha  puesto  peor  ese 
primo  que  yace...» 

{Con  voz  ronca  y  gesto  torvo.)  ¡  Pues  este  pri- 
mo no  yace,  pero  está  peor  ! 
¡Caray;  pues  me  alegro  mucho...,  haber  su- 
bido! 

¿  Y  usté  no  podía  dejar  la  gorrita  quieta  ? 
No,  señora  ;   que  es  que  soy  muy  nervioso,  y 
si  me  quitan  este  trajín  de  la  gorra,  me  da  por 
arrancarme  los  botones,   y  calcule  usté...  En 
el  invierno  me  pilla  con  gabán,  y  menos  mal; 
pero  en  este  tiempo,  que  ya  no  llevo  ni  cha- 
leco, es  un  peligro  !... 
i  Qué  gracioso  eres,  Casiano  ! 
(Contrariada.)  Ya,  ya... 

El  único  defecto  que  tiene  :  hacer  juegos  mala- 
bares con  la  gorra. 

(Alardeando.)  La  inflo,  la  chafo,  la  volteo,  y 
me  la  pongo  de  siete  maneras. 
Lo  único  que  no  sabrá  usté  hacer  es  dejarla 
en  la  percha,  ¿  verdad  ? 

No,   señora.    (A   Anialia.)  Conque  oye,   cielo; 
amónos,  que  el  trabajo  nos  reclama,  {Le  ense- 
ña el  reloj.)  que  mira  la  hora... 
¿  Y  no  se  podía  usté  ir  solo  ? 


No  me  dejaría  ella 


No  pué  vivir  sin  mí  í 


j  Diles  lo  que  me  quieres,  que  son  de  la  fami- 
lia!... 

¡Sí...,  le  quiero  mucho,  la  verdá  !  Porque  nos 
conocemos  desde  que  hemos  nacido,  y  somos 
novios  desde  antes  de  nacer. 
i  Caray  ! 

Sí,  señora;  parece  raro,  pero  es  verdá,  porque 
es  que  su  padre  y  el  mío  ei-an  muy  amigos, 
¿sabe  usté?,  y  fueron  y  dijeron  cuando  su 
madre  y  la  mía  estaban... 

Amos,   esperando,   porque  habían  coincidido  : 
«A  ver  si  nos  sale  una  pareja...» 
Y  salimos  nosotros. 
Y,  claro,  pues  desde  pequeños,  aprovechando 


67 


Amalia 


Casia. 
Marce. 
Casia. 
Amalia 


Caíia. 
Amalia 


esta  coincidencia  non  nata,  pues  nos  (lucre- 
mos y  nos... 

{Enojada,  y  viendo  el  gesto  de  su  hijo.)  Bueno, 
bueno...,  ande  usté  a  su  trabajo. 
Mi  trabajo  es  de  electricista  :  perito  instalador. 
Pero  me  agarro  a  todo  lo  que  me  sale  ;  no  des- 
canso. Los  domingos,  en  los  ratos  de  ocio,  ha- 
ga jaulas  pa  grillos  con  tres  departamentos  y 
cuarto  de  baño;  por  las  siestas,  tapizo,  amos, 
que  forro  butacas  ;  y  por  las  mañanas,  constru- 
yo mondadientes  de  mi  invención,  con  dos 
usos  :  una  punta  pa  las  muelas  de  arriba,  y 
otra  pa  las  de  abajo. 
¡  Qué  monada  ! 

Se  mata  a  trabajar  y  es  bueno;  pero  no  puede 
quejarse.  Gana  de  ciento  diez  a  ciento  veinte 
pesetas  semanales. 

Todo  es  poco,  señora  ;  mantengo  a  mi  anciana 
madre  y  a  una  hermanita  que  tengo,  que  es 
idiota;  somos  mellizos. 
(Siniestro.)  ¡  Ya  se  conoce  ! 
Pero  todo  tiene  su  recompensa,  porque  cuando 
termina  el  trabajo  del  día,  me  espera  ésta,  y, 
ya  de  noche,  damos  una  vuelta  por  las  calles 
solitarias,  muy  pegaítos,  muy  pegaítos,  y  me 
dice  unas  cosas...  Anda,  diles  lo  que  me  dices. 
Pues  nada;  que  hemos  tomao  una  casita  de 
diez  duros,  preciosa...  Y  la  llamamos  «El  feli- 
cidá  Palace»...  ¡  Y  yo,  claro...,  le  planeo  la  dis- 
tribución !...  Aquí  pondremos  el  comedorci- 
to...,  aquí  el  gabinetito. . . ,  aquí  la  alcobita... 
{Paquito,  frenético,  da  un  puñetazo  y  un  ron- 
quido.) 

¡  Caray,  pero  qué  le  pasa  a  ese  joven  ? 
¡  Nada,  la  neurastenia  ! 
¿  Pero  la  ha  cogido  en  Jaén  ? 
No,  hombre...;  pero  como  tú  no  dejas  la  gorra 
€n  paz  y  yo  hablo  más  de  la  cuenta,  se  conoce 
que  le  estamos  poniendo  nervioso. 
Tiés  razón.  Pues  ustés  disimulen,  y  vamonos, 
Amalia. 
Vamonos,  Casiano. 


Casia. 


Amalia 


Casia. 


¿Con  que  he  tenido  acierta  o  no  he  tenido 
acierto?...  Me  quiere,  me  anima,  me  ayuda,  me 
ilusiona...  Es  guapa,  y  es  honrada,  y  será  bue- 
na mujer  pa  mí  y  buena  madre  pa  mis  hijos. 
¿Pues  y  yo?...  No  es  guapo,  ni  rico,  ni  fino, 
ni  elegante  ;  pero  nunca  le  asustará  la  vida, 
porque  sabe  vivirla,  y  no  se  morirá  acobarda© 
en  un  rincón,  porque  sabe  trabajar  como  un 
hombre,  querer  como  un  enamorao,  y  reír  co- 
mo un  chico...,  que  así  debe  ser  la  juventú. 
Con  que  vamonos,  Casiano...  ¡  A  vivir  la  vida  ! 
¡A  sufrir,  a  reír,  a  llorar...,  a  lo  que  sea!... 
i  Pero  a  querernos  1...  j  ¡  Que  eso  sí  que  es  vi- 
vir !  !  ' 
i  Amos  allá  !...  Y  bendita  seas  tú,  tu  alma,  tu 
cuerpo,  tu  vida...,  y  ole  con  ole  !  {Echa  la  go- 
rra en  alto  de  alegría  y  la  vuelve  a  recoger,  y 
salen  riendo  y  alegres  como  dos  chiquillos  fe- 
lices por  la  puerta  derecha.) 


ESCENA  XII 

Marcelina  y  Paquito. 

(Paquito,  durante  la  escena  anterior,  con  sus 
gestos  y  sus  silencios,  habrá  dado  a  entender 
la  aynargura  de  su  alma.  Al  fin,  cuando  se  van 
los  novios,  radiantes  y  felices,  un  gesto,  m^ez- 
cla  de  odio  y  de  envidia,  ensombrece  su  cara, 
dándole  un  aspecto  reconcentrado  y  siniestro; 
se  levaruta  tambaleándose .) 

Marce.         [Que  lo  observa  con  terror.)  \  Hijo  mío! 

Paquito       ¡  Madre  ! 

Marce.         ¿Qué  te  pasa? 

Paquito       Nada. 

Marce.         Es  que  yo  te  noto  otra  cara. 

Paquito  Y  si  me  viese  usté  por  dentro  me.  notaría  otra 
alma  también. 

Marce.         i  Qué  dices,  hijo? 

Paquito  Contra  usté,  nada;  no  quiero  decir  nada,,  por- 
que no  ha  hecho  usté  más  que  quererme  ;  pero 
me  ha  querido  usté  tanto,  tanto,  que  ha  des- 
trozao  usté  mi  vida. 


-   69 


¡Yo? 

Sí,  madre;  porque  me  lia  dao  usté  todos  los 
caprichos,  todos  los  caprichos  que  no  me  im- 
portaban, y  el  único  (jue  me  importa  no  me 
lo  puede  usté  dar  y  se  lo  lleva  otro...  ¡  Otro  que 
ni  es  mejor  que  yo,  ni  vale  más  que  yo...  ! 
(Abrumada.)  ¡Hijo! 

¡  Madre  !...  ¿Por  qué  no  me  ha  enseñao  usté  a 
mí  a  trabajar,  a  sufrir,  a  ganarme  la  vida,  co- 
mo ese?...  Eso  debía  usté  haber  hecho,  aun- 
que hubiese  sido  con  golpes,  con  azotes,  con 
lágrimas,  pa  que  la  mujer  que  quiero  hubiese 
podido  ser  mía,  ¡  mía  !  j  Y  darme  a  mí  la  fe- 
licidá  que  le  va  a  dar  a  él  !... 
¡  Pero  hijo,  es  que  crees  que  por  mi  culpa  has 
perdido  a  la  Amalia  ? 

(Exaltándose.)  \  No,   si  a  la  Amalia  no  la  he 
perdido  !...  ¡  No,  no  la  he  perdido,  madre  ! 
¡  Qué  dices  ? 

Que  no  la  he  perdido...,  que  no  me  resigno  a 
perderla,  no,  señora.  ¡  Porque  ella  es  mi  vida, 
y  mi  vida  no  se  la  dejo  yo  a  otro  !...  Y  ya  que 
no  se  la  puedo  disputar  al  que  se  la  lleva  ni 
por  trabajador  ni  por  honrao,  se  la  disputaré 
por  chulo,  que  eso  sí,  eso  sí,  lo  he  apren- 
dido mejor  que  nadie  en  veinte  años  de  vagan- 


Ese  hombre  no  se  la  He- 
la nava- 


cia  y  de  golfería  ! 

va  !...  (Resuelto.)  Venga  la  pistola. 
ja...  (Las  saca  de  un  cajón.) 
(Aterrada.)  ]  Pero  hijo  mío  ! 
(Cogiendo  el  sombrero.)  Sí,  madre,  sí;  y  no  se 
asuste  usté,  que  esta  es  su  obra,  que  cada  uno 
tiene  que  defenderse  con  lo  que  le  han  ense- 
ñao. Ese  no  se  lleva  a  la  Amalia.  (Mira  desde  el 
balcón.)  Por  allí  van...  ¡Voy  a  buscarlos!... 
(Inicia  el  mutis.) 

(Deteniéndole.)  ¡  No  sales,  hijo,  no  sales  ! 
¡  Suélteme  usté  !  (Luchan.) 
(Angustiada.)     ¡Venir!...     ¡Correr!...     ¡Que 
quiere  matar  a  Casiano!... 
(Se  desprende  de  su  madre.)  ¡  Y  le  mataré,  sea 
como  sea  ! 
¡  Salir...,  correr  detrás  de  él  !  (Sale  frenético.) 


I 


70  ~ 


Tere. 

Pepe 

Marce. 

Pkpe 

Patro 

Tere. 

Patro 

Marce. 

Tere. 
Patro 

Casia. 
Tere. 
Casia. 
M  arce. 
Casia. 

Pkpe 

Casia. 
Patro 
Paquito 

Amalia 
Casia. 

Todos 
Pepe 
Tere. 
Pepe 


.    ¡  Vienen   los  guar- 
¡  Socorro  !  j  Socorro  ! 


j  Sujetarlo,  que  le  mata  ! 
(Horrorizada.)  \  Pero  qué  ocurre? 
¿  Qué  sucede  ? 

i  Que  se  ha  ido  a  matar  a  Casiano ! 
i  Mi  madre  !...  (Sale  corriendo  puerta  derecha.) 
(Se  asoma  al  halcÓ7i.)  \  Pues  están  allí  paraos  ! 
(ídem.)   i  Ay,  que  se  dirige  a  él!...  ¡  Ay,  que 
discuten  ! 

{Que  vuelve  la  cabeza  horrorizada.)  \  Ay,  que 
le  apunta  !  (Suenan  dos  tiros.) 
j  Ay,  Virgen  Santa  !  (Cae  acongojada  en  el  so- 
fá.) 

¿  Pero  le  ha  matao  ? 
¡  Se   arremolina  gente  !. 
dias  !... 

(Entrando  despavorido.] 
¿Qué  te  pasa? 

i  Ay,  que  me  ha  dao  !...  ¡  Ay  que  me  ha  dao  !... 
¡  Dónde  ? 

i  Que  me  ha  dao  un  susto  de  muerte,  y  si  no 
me  meto  en  el  portal,  me  mete  dos  balas !... 
i(Que  viene  con  él.)   ]  Si  no  lo  traigo,  lo  des- 
hace ! 

(Aterrado.)  ¿Sube? 
Sí,  sí  sube. 

(Entrando  desesperado.)  ¿Dónde  está  ese  co- 
barde ? 

(Que  le  sigue.)  \  Por  Dios,  Paco,  déjalo  ! 
i  Está  loco  !...   ¡  Me  mata  !   j  Yo  me  tiro  a  la. 
calle  !  (Se  tira  por  el  balcón.) 
¡Ay! 

i  Si  no  es  un  entresuelo,  se  estrella  ! 
¿  Qué  se  ha  hecho  ? 

i  Ha  roto  el  toldo  de  la  frutería  de  abajo,  ha  caí- 
do en  una  banasta  de  tomates,  a  echao  a  co- 
rrer, y  cómo  llevará  el  pantalón  que  parece  un 
coleccionista  de  pipas  ! . . . 


TELÓN 
FIN  DEL  ACTO  SEC^.UNDO 


Á 


BBfflMKKffliBESiPPlílíaEEPlíEllíCPIÍlIía 


ACTO  TERCERO 


Pequeña  azotea  del  ático  que  habita  Amalia  en  una  casa 
humilde  de  los  barrios  bajos.  Al  foro,  barandilla  de  hie- 
rro que  da  a  la  calle.  A  la  izquierda,  tabique  como  de  dos 
metros  de  altura,  que  separa  esta  azotea  de  la  contigua. 
A  la  derecha,  puerta  que  da  al  interior  de  la  vivienda,  y 
dos  ventanas,  rasgadas  casi  hasta  el  suelo,  en  primero  y 
segundo  término.  El  suelo  de  la  azotea  es  de  ladrillos. — 
Al  foro,  telón  de  azoteas,  tejados  y  torres  de  iglesias  leja- 
nas. En  el  telón,  practicables,  dos  ventanas  de  dos  azo^ 
teas  vecinas.  Por  toda  la  escena,  tiestos  de  flores  sobre 
banquillos  de  madera;  alguna  jaula  con  pájaro,  y  cuer- 
das de  tender  ropa.  Es  por  la  tarde. 

ESCENA  PRIMERA 


Amalia.  Seña  Tere.  Una  Niña.  Nati.  Un 
Vecino. 

Amalia  {Plancha  una  blusa  de  trabajo  de  hombre  en 
una  mesita  adecuada,  y  canturrea.  La  SeÑÁ 
Tere,  sentada  en  una  silla,  quita  las  hebras^ 
con  un  cuchillo,  a  unas  judías  verdes.  Un  Ve- 
cino {que  no  se  ve)  canta  con  voz  monótona  y 
mala  entonación  el  tango  del  Caminito.) 

Vecino  {Cantando.)  Desde  que  se  fué,  nunca  más  vol- 
vió, caminito... 

Tere.  ¡Caray  con  el  caminito!...  ¿Por  que  no  cam- 

biará el  disco  ese  hombre? 


—  72  - 


Amalia        (Gritando.)  ¡  Señor  Cefe  !... 

Voz  ¿  Qué  pasa  ? 

Amalia  \  Que  lleva  usté  media  hora  de  caminito  ;  si  se 
va  usté  a  pie  a  Pozuelo,  llega  antes  ! 

Voz  ¡  Estos  tangos  son  como   el   salpullido,   hija  \ 

i  Cuanto  más  se  rasca  uno,  más  le  pica  ! 

Amalia        ¡  Ya,  ya  !... 

Niña  (Asoynándose  a  una  vcntanita  de  una  casa  de 

enfrente.)  Seña  Tere... 

Tere.  ¡  Hola,  preciosa  ! 

ISiÑA  Dice  mi  madre  si  me  puede  usté  echar  un  poco 

de  perejil. 

Tere.  Dile  que  no  lo  uso,  porque  tengo  miedo  no  me 

se  envenene  mi  marido.  (Se  oculta  la  niña.) 

Nati  (Se  asoma  a  otra  ventana  y  sacude  los  hilachos 

de  un  trajecillo  de  mujer.)  \  Buenas  tardes, 
vecina  ! 

Amalia       Adiós,  Nati. 

Nati  ¿  Y  tus  cosas,  se  arreglan  ? 

Amalia       Como  son  poquitas,  sí. 

Nati  ¿Qué  haces? 

Amalia  Pues  mira,  aquí,  planchando  la  blusa  de  fae- 
na de  mi  padre. 

Nati  ¡  Qué  raro  !  ¿  Le  ha  caído  qué  hacer  ? 

Amalia  No...  Que  la  vamos  a  mandar  al  Museo  ar- 
queológico de  la  Casa  el  Pueblo.  ¡  Treinta  y 
dos  años  que  no  la  usa  ! 

Nati  ¡  Es  pa  que  le  den  la  medalla  del  trabajo  ! 

Amalia  A  mi  madre,  que  lo  ha  aguantao;  j  que  no  te 
creas  tú  que  no  es  trabajo ! 

Nati  ¿y  qué  es  de  tu  madre? 

Tere.  Pues  aquí  me  tienes  quitándole  hebras  al  me- 

nú. 

Nati  ¿Qué  tién  ustés  pa  cenar? 

Tere.  Gana. 

Nati  ¿Y  de  segundo  plato ? 

Tere.  Judías  con  tomate. 

Amalia  Que  nos  estamos  poniendo  de  judías  que  el 
día  que  vayamos  a  misa  no  nos  dejan  entrar. 
No  te  digo  más. 

Nati  Seguro.  (Ríe.) 

Amalia        ¿  Y  tú,  que  haces  ? 


n  - 


Nati 

Amalia 

Nati 
Ter:^:. 

Nait 
Tere. 

Amalia 
Tere. 

Amalia 

Niña 

Tere. 

Niña  . 

Tere. 


Amalia 


Pues  mira,  que  me  estoy  acabando  el  trajecito 
(jue  me  compré  en  los  González.  ¿Te  gusta? 
¡  Mu  mono  ha  quedao  ! 
Es  de  vuela... 

¡  Cómo  se  conoce  que  tenéis  en  casa  a  tu  primo 
el  aviador  ! 

Hay  que  ponerse  a  tono,  seña  Tere.  {Se  oculta.) 
Estoy  viendo  que  el  marido  de  esa  va  a  tener 
que  agarrarse  al  paracaídas. 
No  le  hace  falta...  Aterriza  planeando. 
¡  Como  que  el  pobre  tiene  un  par...,  de  alas  !... 
{Se  levanta.)  ¿Quito  las  planchas? 
Déjeme  usté  una  pa  la  combinación. 
{Asomándose  de  nuevo.)  Seña  Tere... 
¡  (Itra  vez  ?. . .  ¿  Qué  quieres,  sultana  ? 
Dice  mi  madre  que  si  me  puede  usté  echar  un 
ajo. 

Hija,  tanto  me  vais  a  pedir,  que...,  que...  Dile 
que  ahora  le  echaré  un  diente.  {La  niña  se  re- 
tira.) ¿Qué  comprará  esta  mujer  cuando  baja 
a  la  verdulería?...  {Entra  en  la  casa.) 
Alpargatas,  {Sigue  planchando.  Canta.)  Desde 
que  se  fué,  nunca  más  volvió,  caminito...  {Ha- 
blado.) \  Atiza  !...  ¡  Ya  se  me  ha  pegao  el  tan- 
guito ! 


ESCENA  II 
Amalia.  Casiano. 


Casia.  {Asomándose  temeroso  y  asustado  por  la  tapia 

divisoria  de  la  azotea.)  ¡Amalia!... 

Amalia       ¡Casiano!...  ¡¡Tú!! 

Casia.  ¿Estás  sola? 

Amalia       Y  no  de  Dios.  ¿Qué  pasa? 

Casia.  {Queda  echado   sobre  la   tapia.)   ¿No  está  tu 

Casia.  primo? 

Amalia       No,  hombre.  ¡  Qué  panicazo  le  tienes  ! 

Casía.  Es  que  tengo  que  decirte  una  cosa  gravísima  y 

urgentísima. 

Amalia       ¿Pues  qué  ocurre? 

Casia.  Que  esta  situación  no  puede  prolongarse,  Ama- 


/^ 


lia.  Que  yo  así  estoy  muy  mal. 

Ama  LÍA       Pues  bájate. 

Casca.  No  te  guasees,  que  ya  sabes  a  lo  que  me  re- 

fiero. 

Amalia        ¿  Y  qué  quiés  que  yo  le  haga? 

Casia.  Nada;  pero  yo,  desde  el  día  fatídico  que  me  hi- 

ciste ir  a  casa  e  tu  primo  a  echármelas  de  labo- 
rioso, que  de  poco  me  cuesta  la  vida,  que  estoy 
que  no  me  llega  la  camisa  al  cuerpo. 

Amalia        {Viendo  que  sólo  lleva  una  camiseta  a  raycts.) 
El  día  que  te  la  pongas  será. 

Casia.  Tu    primo    cáa    día    más    nurasténico    y    más 

ero.perrao  en  matarme. 

Amalia        ¡  No,  hombre  ! 

Casia.  Sí,  hombre ;   que  me  ha  dicho  Pepe  el  Mane- 

ras que  anoche  juró  en  el  café  que  el  primer 
día  que  me  encuentre  me  parte  el  cranio. 

Amalia        ¿  Y  pa  qué  querrá  el  serrín,  si  no  tiene  gato? 

Casia.  No  chirigotees,  Amalia,  por  lo  que  más  quie- 

ras; que  por  tus  bromas  llevo  un  mes  cojo  y  es- 
toy que  no  duermo  ni  descanso,  y  no  sé  ni  dón- 
de me  doy  con  la  gorra.  De  forma  que  creo  que 
ha  llegao  el  momento  de  que  cojas  a  tu  primo 
y  le  digas  de  una  vez  y  para  siempre... 
¡  Calla,  que  me  parece  !... 

{Aterrado.)  ¿Será  ese  loco?...  {Se  dispone  a 
huir.) 

No,  es  que  creí  que  habían  Uamao. 
Bueno;  pues  que  le  digas  lo  que  te  parezca;  pe- 
ro lo  que  no  tiés  que  decirle  de  ninguna  de  las 
maneras  es  que  no  pues  vivir  sin  mí. 
¿Por  qué? 

Porque  ha  dicho  que  por  una  de  las  cosas  que 
me  quié  matar,  es  pa  que  te  vayas  acostum- 
brando. Y  ha  apostao  a  que  el  primer  tiro  me 
lo  da  en  la  cabeza  ;  pa  lo  cual  se  está  ensayan- 
do con  un  botijo,  que  ya  le  han  visto  al  pri- 
mer disparo  quitarle  el  pitorro. 

Amalia        \  Qué  puntería  ! 

Casia.  Como  que  hace  seis  días  que  duermo  con  las 

nances  en  una  caja  de  galletas  ;  no  te  digo  más. 
Le  tengo  mucho  miedo  a  los  locos,  no  puedo 
remediarlo. 


Amalia 
Casia. 

Amalia 
Casia. 


Amalia 
Casia. 


Amalia 


Casia. 
Amalia 


Casia, 
Amalia 


Casia. 
Amalia 


Casia. 


Amalia 
Casia. 

Amalia 


¡  No  hagas  caso  de  habladurías,  hombre  !  Pero 
si  precisamente  a  Paquito  se  le  ha  qiiitao  va 
la  neurastenia  rabiosa  ! 
No  te  fíes. 

Sí,  hombre.  Mira,  yo  he  oído  decir  a  los  mé- 
dicos que  la  neurastenia  tié  dos  fases :  la  co- 
lérica, que  se  ix>nen  que  tó  lo  morderían,  y  la 
sentimental  u  llorona,  que  es  en  la  que  está 
ahora  Paquito,  que  todo  les  da  lástima. 
Que  no  te  fíes,  digo. 

Precisamente,  ayer  me  contaron  que  le  dio  una 
llorera  espantosa  cuando  le  iban  a  limpiar  los 
zapatos,  ya  ves. 
¿  Por   qué  ? 

Porque  en  cuanto  vio  que  el  betunero  se  po- 
nía de  rodillas  delante  de  él,  empezó  a  darle 
abrazos  y  a  decirle  :  «No,  humillaciones,  no.» 
Y  se  tuvo  que  sentar  el  hombre  en  una  ban- 
nueta,  porque  si  no  no  se  los  deja  limpiar. 
Sí,  pero  conmigo  no  reza  eso,  porque  yo  me  lo 
encontré  el  otro  día  en  .la  calle  de  la  Ventosa, 
y  sí  que  iba  llorando  amargamente;  pero  de  que 
me  vio  me  tiró  un  estacazo  que  si  no  corro  me 
tienen  que  llevar  al  Equipo  quirúrgico  del 
Centro. 

¡  Calla,  él !...  ¡  Ahora  sí  que  es  él  ! 
¡  Mi  madre  !  ¡  El  loco  !  {Se  deja  caer  y  se  oye 
un  porrazo  detrás  de  la  tapia.) 
i  Atiza  !...  ¡De  poco  se  mata  !  ¡  Le  tiene  un 
miedo!...  {Mira  hacia  dentro.)  ¡Pobre  Paqui- 
to! ¡  Qué  cara  trae  más  sentimental!...  ¡Lo 
que  habrá  podido  llorar  este  chico  en  quince 
días  !...  ¡  Pa  llenar  una  piscina  ! 


ESCENA  III 
Amalia.  Paquito.  {Por  Ja  puerta  de  la  azotea.) 

Paquito        {Con  cara  Idjiguida,  muy  pálido;  la  voz  conmo- 
vida y  llorosa.)  ¡  Amalia  ! 
Amalia         {Con  alegría.)    ¡Paquito!...    {Pausa.   Pasa  por 


76 


la  garganta  de  Paquito  la  contracción  violenta 
de  un  sollozo.)  ¿Pero  qué  te  pasa  ? 

Paqüito  (Sentándose.)  No,  nada.  Estao  de  ánimo.  (Pau- 
sa. Muy  melancólicamente.)  ¿Planchas? 

Amalia         (Poniéndose  a  tono.)  \  Estiro  imas  sábanas  ! 

Paqüito       (Po^íícameníe.)  ¿De  tu  cama? 

Amalia        De  la  de  mi  padre. 

Paqüito  (Gesto  de  repulsión.)  \  Arrrj  !...  (Pausa.)  Ama- 
lia..., esta  es  la  cuarta  vez  que  vengo  hoy  a  tu 
casa,  ¿te  molesta? 

Amalia        Hombre,  molestarme,  no,  pero... 

Paqüito  sí,  te  molesta,  sé  que  te  molesta;  pero  perdó- 
name, que  es  que  no  puedo  pasar  sin  verte. 
Bastante  lo  siento.  (Llora.) 

Amalia  No,  hombre,  si  a  mí  no  me  molesta.  A  la  que 
le  molestará  es  a  tu  madre,  porque  no  paras  en 
tu  casa,  y  como  no  sales  de  ésta,  puede  que  se 
figure  que  soy  yo  la  que  te  hago  venir,  y  ya 
sabes  tú  que  no  es  eso... 

Paqüito  Sí,  ya  lo  sí;  no  me  lo  recalques  ;  ya  sé  que  no 
eres  tú  la  que. . . 

Amalia  Que  yo  no  te  digo  que  vengas,  ni  mucho  me- 
nos; que  conste. 

Paqüito  Ya  sé  que  no  me  lo  dices.  ¡  Ya  sé  que  nadie  me 
quiere  ! 

Amalia  Hombre,  no  exageres;  nadie  te  quiere  a  tu  ca- 
pricho; pero,  vamos,  quererte,  ya  sabes  tú  que 
en  esta  casa  re  se  tiene  algún  aprecio. 

Paquito  ¿Aprecio?...  No,  no.  nada  de  paliativos.  Na- 
die me  quiere,  ya  lo  sé.  En  todas  partes  estor- 
bo. Voy  a  mi  casa,  y  mi  madre  se  molesta  por- 
que no  voy.  Vengo  aquí,  y  tú  te  molestas  por- 
que vengo...  Donde  voy  porque  voy  y  donde 
no  voy  porque  no  voy,  ¡  qué  desgraciao  soy  ! 
(Esto  casi  sollozando.) 

Amalia  Vamos,  hombre,  no  digas  tonterías ;  ni  hace 
falta  que  te  apures  de  ese  modo,  que  no  hay 
por  qué...,  y  limpíate  ese  lagrimón,  so  tonto! 
(Figura  que  se  lo  quita  de  un  papirotazo.  El 
la  coge  la  mano  y  se  la  besa.)  \  Vamos,  estáte 
quieto  !... 

Paqüito       (Suplicante.)  ¡Amalia!... 

Amalia        Bueno,  ¿y  de  dónde  vienes  ahora? 


-  ll 


P  A  QUITO 

Amama 
Paquito 


Amalia 
Paquito 


Amalia 
Paquito 


Amalia 
Paquito 


Amalia 

Paquitv) 
Amalia 
Paquito 


Amalia 


Paquito 


{Todavía  afligido.)  De  la  Academia  Reus. 
¡  Sí  que  es  raro  el  sitio;  pero,  vamos,  no  es  pa 
llorar  ! 

Como  tú  me  dijiste  una  vez  que  debía  estudiar 
y  tener  una  carrera,  he  ido  a  matricularme  pa- 
ra Aduanas. 

{Co7nplacida.)  ¡  Hombre,  muy  bien  ! 
Pero  cuando  me  estaban  extendiendo  la   ma- 
trícula me  ha   dao  una  congoja  que  de  poco 
me  muero. 
¿Pero  por  qué? 

Porque  ya  sabes  tú  que  las  Aduanas  están  en 
los  puertos  de  mar  y,  ¡  el  mar  !,  el  mar  me  ha 
recordao  a  los  pobres  pescadores  luchando  con 
las  olas:  el  barco  de  emigrantes,  llevando  lejos 
de  la  Patria  a  los  que  se  dejan  en  ella  pedazos 
de  sus  entrañas;  la  galerna  furiosa,  el  naufra- 
gio angustioso,  restos  de  barcos,  maderos  que 
flotan,  muerte,  silencio,  dolor...  ¡  Y  no  me  he 
matriculao  !... 
¡  Caray,  pues  sí  que...  ! 

Y  he  dicho  :  me  matricularé  para  auxiliares  de 
Hacienda...,  que  es  más  consolador;  pero  tam- 
poco me  he  atrevido. 
¿Por  qué? 

¿  Tú  sabes  lo  que  es  la  Hacienda  ? 
¡  Yo  no ! 

La  contribución,  el  apremio,  el  dogal  de  los  in- 
dustriales menesterosos...  ¡La  miseria  en  ini- 
llones  de  hogares!...  Un  tío  con  un  papelito 
en  la  mano  todos  los  trimestres  que  en  cuanto 
te  descuidas  te  lo  recarga...  ¡El  embargo,  el 
hqmhre,  el  suicidio  ! 

Hombre,  claro;  si  tomas  las  cosas  así,  entras 
en  una  confitería  a  comerte  un  pastel,  y  te  es- 
garras a  llorar,  porque,  claro,  empiezas  a  de- 
cir:  «¿Dónde  estará  la  pobre  gallina  que  puso 
el  huevo  cuya  clara  se  batió  para  hacer  esta 
golosina?»  Y  entras  a  comerte  un  merengue, 
y  sales  de  luto  riguroso. 

No  te  burles,  que,  en  cambio,  he  pensao  poner 
una  tienda  de  ultramarinos,  porque  así  las  víc- 
timas casi  nunca  las  ves. 


—   78 


Amalia         Menos  mal.  (Patisa.) 

Paquito      Amalia... 

Amalia        ¿Qué? 

Paquito       Que  va  a  caer  la  tarde,  ¿  lo  has  notao  ? 

Amalia        Sí,  pero  no  llores,  que  no  se  va  a  'lacer  aaño. 

Ya  tié  costumbre. 
Paquito       ¿Tendrías  un  cigarro  de  tu  padre? 
Amalia        Sí,  mira;  aquí  tiene  la  petaca;  toma.  {Se  la  da.) 
Paqoito       {Lo  enciende.)  ¡  Mi  madre  !...  ¡  Ay,  Dios! 
Ama  lía        ¿De  qué  lloras? 
Paquito       Ahora  es  del  tabaco. 
Amalia        El  también  llora  algunas  veces. 
Paquito       Y  todo  el  que  lo  fume.  ¡  Es  un  rayo  !  {Pausa. 

Se  levanta.)  Oye. 
Amalia        ¿Qué  quieres? 
Pa<5üito       ¿Cómo  está?...   {Se  levanta  y  se  acerca  a  ella, 

muy  confidencial.)  ¿Cómo  está  tu  novio? 
Amalia        Hstá  mejorcito,  el  pobre. 
Paquito       ¿Se  le  pasó  la  cojera? 
Amalia        Se  le  va  pasando.  Antes  se  ponía  en  ridículo 

con  los  ladrillos  :  nunca  pisaba  el  que  quería; 

ahora,  ya,  al  que  amenaza,  lo  pisa. 
Paquito      Menos  mal...   ¡Pobre  chico!...  Te  molestaría 

que  quisiera  yo  matarlo  aquel  día,  ¿  verdad  ? 
Amalia        ¡  Hombre,   claro;  quererme  dejar  viuda  antes 

de  tiempo  !... 
Paquito       ¡Antes  le  tenía  yo  un  odio  feroz!...   Ahora, 

ya...,    ante    lo    irremediable...    ¡Dichoso    él  I 

i  Cómo  le  envidio,  Amalia,  cómo  le  envidio  ! 
Amalia        Bueno,  cálmate  y  toma  un  poco  de  agua,  anda. 

Y  dejemos  el  temita,  porque... 
Paquito       ¿I^e  quieres  mucho,  Amalia? 
Amalia        Hombre,  todo  lo  que  se  merece;  ya  te  he  dicho 

que  es  muy  formal. 
Paqoito       ¿  Y  no  podrías  dejar  de  quererlo  nunca  ? 
Amalia        ¿Qué  sé  yo?...  Pero  mientras  él  sea  bueno  pa 

mí... 
Paqui'ío       ¿y  si  él  dejara  de  quererte  alguna  vez? 
Amalia        ¡  Hombre,  entonces,  no  sé  ;  pero,  vamos,  eso 

es  tan  difícil  ! . . . 
Paquito       ¿  Y  si  él  dejara  de  quererte  alguna  vez  ?. . .  Con- 
testa. 
Amalia        Que  te  digo  que  entonces  no  sé;  pero,  ¿a  qué 


■y   - 


Taquiio 


Amalia 


Paqi'ito 

Amalia 
Paquito 

Amalia 

Paqimto 
Amalia 


Paqujto 
Amalm 

Paqlito 
Amalia 
Paquito 
Amali  a 
Paoi^ito 


Amalia 


vienen  esas  preguntas,  si  eso  no  ha  de  pasar  ? 
j  A  nada...,  no  vienen  a  nada  !  ¡  Ilusiones  im- 


posilíli 


Locuras  mías  !...  ¡A  nada  !. 


No 


vienen  a  nada  !  {Cae  en  un  profundo  abatimien- 
to. Tiembla;  bosteza  histéricamente.) 
Bueno,  bueno;  tú  tó  lo  que  tienes  es  debilidá  ; 
¿quiés  merendar,   tomar  algo?...    ¿Quiés  que 
te  haga  un  ponche  ? 
{Como   hablando  consííro  mismo.)    ¡  Ah,  si  yo 


pudiera 


Sí,  él. 


¿Y  una  ensaladilla  de  tomate  y  pepino? 
No,  gracias;  de  pepino,  no.  A  propósito;  ¿está 
tu  padre? 

Ahí  lo  tienes  en  su  cuarto,  durmiendo  las  sies- 
tas. 

¿  Cómo  las  siestas  ? 

Es  que  tiene  tres  atrasadas,  y  se  conoce  que  se 
está  poniendo  al  corriente,  porque  se  acostó  a 
i:i--  doce  V  aún  no  se  ha  despertao. 
¿Y  no  podría  yo  hablar  con  él  ? 
Entra  y  despiértalo,  que  ya  tiene  de  sobra. 
Cuélate  por  la  ventana,  a  ver  si  del  susto... 
Amalia...  {Suplicante.) 
¿Qué?... 

¿Y  si  él  dejara  de  quererte  alguna  vez? 
j  No  te  preocupes...,  que  verás  cómo  no  deja  ! 
i  Aaaaah  !  ¡  Qué  seguridad  en  su  cariño  !  ¡  Mal- 
ílita  sea  !  (Se  tira  de  los  pelos  llorando,  se  me- 
te por  la  ventana  y  iira  dos  o  tres  tiestos.) 
i  Ay,  mis  geranios!...  ¡Bueno;  el  pobre  está 
de  un  loco,  como  pa  acabar  con  el  Botánico ! 
{Recoje  los  tiestos  y  los  pone  donde  estaban.) 


Tkre. 

Amalia 
Tere. 


ESCENA  IV 

Amall-^.  Señ.v  Tere.  {Por  la  puerta  de  la 
azotea.) 

{Hablando  en  voz  baja,  pero  temblorosa  y  ex- 
citada.) ¡Amalia,  hija!... 
¿Qué  pasa,  madre? 
i  Ay,  hija  de  mi  vida  ! 


-  m 


Amalia 
Tere. 


Amalia 
Tere. 

Amalia 
Tere. 
Amalia 
Tere. 

Amalia 
Tere. 


Amalia 
Tere. 
Amalia 
Tere. 


Amalia 


Tere. 
Amalia 

Tere. 

Amalia 
Tere. 


Amalia 
Tere. 

Amalia 
Tere. 


Pero,  ¿  qué  la  ocurre  a  usté  ? 
Que  te  voy  a  decir  una  cosa  que  si  no  te  des- 
mayas es  porque  hace  un  rato  que  has  meren- 
dao;  ¡4}ero  te  vas  a  quedar  tonta  ! 
i  Por  Dios,  dígame  usté  pronto :    ¿  qué  es  ? 
Pues  que  tu  padre...   {Mirando  a  un  lado  y  a 
otro.),  tu  padre...,  ¡  tu  padre  tiene  dinero  ! 
i  Amos...,  no  diga  usté  tonterías  !... 
i  Tiene  dinero,  y  no  poco  ! 
¡  Madre,  usté  está  pa  que  la  duerman  ! 
Ochocientas  pesetas,  en  ocho  billetes,  en  esta 
cartera  vieja...  ¡  Mialas  !  {Se  las  enseña.) 
{Jesús!... 

Las  tenía   escondidas   debajo  de  un  ladrillo. 
Algo  me  sospechaba  yo;   porque  le  he  visto 
comprarse  mojama  dos  veces  en  lo  que  va  de 
mes  y  un  habano  de  a  quince. 
¿  Y  de  dónde  los  habrá  sacao  ? 
Eso  es  lo  que  me  vuelve  loca  y  no  caigo. 
¿Habrá  hecho  alguna  cosa  fea,  madre? 
Eso  no;  porque  él,  amigos  maleantes  que  hu- 
biesen podido  meterle  en  un  negocio  sucio,  no 
tiene...  y  limpio... 

Limpio,  en  mi  padre  no  hay  que  pensar.  El, 
hablar  no  habla  con  nadie  más  que  con  Ca- 
siano... 

Aguarda  ;  ¿y  no  podría  ser  que...  ? 
Pero  Casiano,   el  pobre,   ¿de  dónde  va  a  sa- 
car?... 

No,  si  tienes  razón;  pero  entonces,  ¿este  di- 
nero?... 

Ese  dinero  es  de  alguien,  madre. 
No...  Este  dinero,  por  de  pronto,  es  mío.  Aho- 
ra, que  como  el  dinero  desconocido  parece  que 
te  quema  las  manos,  yo...,   yo  me  lo  voy  a 
guardar  en  el  baúl,  Y  lo  que  fuere,  sonará. 
¿Y  si  no  suena? 

Si  no  suena,  me  compro  un  mantón  de  Manila; 
ya  lo  tengo  pensao. 
j  Pero,  madre  !... 

¡  Azul  con  blanco  !  ¡  El  ideal  de  toa  mi  vida  ! . . . 
Calla...  Salen...  Ven...,  ya  te  diré...  {Entran 
en  la  casa.) 


-    SI 


HSCENA  V 

Señor  Pepk.  Paquito.  {Por  ¡a 
izquierda.) 


ventana  primera 


Paqltito        (Alto.)  Qué  dichoso  usté,  que  puede  caer  tran- 

(luilo  en  los  brazos  de  Morfeo. 
Pepk  Y  que  cuando  caigo,  me  cuesta  la  mar  de  tra- 

bajo levantarme. 
pAQL'iro       Ya  lo  he  visto. 

Pepe  Bueno,  ¿y  cómo  van  esos  nervios,  pollo? 

Paquito       ¡  Oh,  una  verdadera  desdicha  !...  ¡  Ah  ! 
Pepe  ¿  Qué  ? 

Paquito        (Alto.)  ¡  Que,  oh,  una  verdadera  desdicha,  ah  ! 
Pepe  Eso  te  se  quita  a  ti  con  filetes  y  buen  trago; 

cree  a  tu  tío. 
Paquito        No  lo  crea  usté,  ¡  ay  de  mí  ! 
Pp:pe  ¿  Qué  ? 

Paquito       (Muy  alto.)  Que  no  lo  crea  usté,  j  ay  de  mí  ! 
Y  saque  usté  la  trompetilla,  que  yo,  con  la  pa- 
sión de  ánimo  que  tengo,   estoy  poniendo  en 
ridículo  m.is  lamentos. 
Pepk  Bueno.  {Saca  la  trompetilla.) 

Paquito       A  más,  que  le  he  sacao  a  usté  aquí  porque  te- 
nemos que  hablar  en  secreto  de  lo  nuestro... 
Pepe  Chits...,    calla,    que   no    te   oigan.    {Cierra    la 

puerta  de  la  azotea.) 
Paquito       Arrímese  usté  a  este  rincón. 
Pepe  Venga.  {Se  pone  la  trompetilla.) 

Paquito       ¿Como  está  Casiano? 
Pepe  Mejorcito. 

Paquito        ¡  Su  pobre  madre  sin  jornal  tanto  tiempo  por 

culpa  mía  !... 
Pepe  Están  en  la  mayor  miseria. 

Paquito       Dele  usté  estas  otras  cien  pesetas  hoy  mismo. 

{Se  las  da.) 
Pepe  {Se  las  guarda.)  Descuida. 

Paquito       ¿Le  dio  usté  las  ochocientas  anteriores?  _ 
Pepe  Todo  está  en  su  poder.   ¡  No  sabes  el  bien  de 

caridá  que  haces  !... 
Paquito       Bueno;    pero   vamos  a   lo   importante.    ¿Qué 
hay  de  lo  otro  ? 

6 


—  82 


Pepe  Que  se  lo  he  propuesto  como  cosa  mía,  y  acep- 

ta. 

Paqüito  {Co7i  gran  alegría.)  ¡Acepta!...  ¿Pero  es  de 
veras  ? . . . 

Pepe  Chitss... 

Paquito       ¿De  modo  que  accede?... 

Pepe  Accede...,    pero  ha  echao   sus  cuentas  y  ne- 

cesita cinco  mil  más... 

Paquito  ¡Si  me  da  esa  alegría,  cuanto  pida...,  dígale 
usté  que  cuanto  pida  ! 

Pepe  ¿Pero  tu  mamá...  ? 

Paquito  ¡  i^os  disgustos  son  horribles  !  ¡  Pero  todo,  todo 
para  que  ese  hombre  desaparezca  ! 

Pepe  Desaparecerá. 

Paquito       Kn  usté  confío,  tío. 

Pkpe  Confía.  Silencio.  {Campanilla  que  suelta.) 

Paquito       ¡  Calle  usté,  que  han  llamao  !... 

Pepe  ¿Quién  será?...  {Aparece  Amalia,  y  desde  este 

momento  el  señor  Pepe,  para  enterarse,  dirije 
la  corneta  al  que  ve  hablar,  sin  conseguir  nada, 
porque  se  la  apattan.) 

Amalia         {Entrando.)  \  Paquito  ! 

Paquito       ¿  Qué  ? 

Amalia        Tu  madre  y  el  señor  Santos. 

Paquito        ]  Atiza  !...  ¡Mi  madre  aquí  !  ¿A  qué  vendrán? 

Amalia         ¿  Qué  sé  yo  ?  ¿  Quieres  que  te  vean  ? 

Paquito  No,  no  quiero  discusiones  ni  malas  caras.  ¡  Si 
pudiera  ocultarme !... 

Amalia        Pasar  ahí,  al  cuarto  de  mi  padre. 

Paquito       {Llevándose  a  su  tío.)  Sí,  vamos... 

Pepe  ¿  Qué  es  ? 

Amalia  No  es  pa  corneta.  Ya  se  lo  dirá  éste  con  las 
manos.  {Va7ise  por  la  ventana  Pepe  y  Paquito.) 


—  83 


ESCENA  VI 


Queda  Amalia  y  entran  Señá  Tere,  Seña 

Marce  y  Señor  Santos.  {Por  la  puerta  del 

centro.) 


Tere.  Pasar,   pasar  aquí  a  la  terraza,  que  está  más 

fresco. 
Marce.         Donde  queráis,  que  molestaremos  poco. 
Amalia         [Poniéndoles   sillas.)    ¡  Ay,    pero  tía,   con  qué 

cumplidos  se  viene  usté  ! 
Makce.         ¡  Hija,  lo  digo  porque  como  estaréis  hartos  de 

familia  !... 
Tere.  ¿Pues?... 

Marce.         Porque  mi  hijo  creo  que  no  sale  de  aquí... 
Tere.  Mujer,   sí  viene  con  alguna  frecuencia;  pero 

no  creas  que  nadie  lo  llama... 
Amalia        ¡  No  le  ensefíará  a  usté  las  invitaciones,  a  buen 
seguro  !  Viene,  y,  claro,  no  lo  vamos  a  echar. 
Tere.  Pero  si  tú  quieres  que  no  vuelva,  pronto  lo  ali- 

viamos. 
Marce.         No  es  pa  tanto,  hija. 
Amalia        Pero  siéntense  ustedes. 
Santos        Con  permiso.  {Se  sientan.) 
Tere.  Pues  tu  dirás  a  qué  debemos  el  gusto  de  esta 

visita. 
Marce.        Santos,  espláyate  tú,  que  una  viene  acongoja- 
da y  no  sé  si  podría...  {Afectada,  se  limpia  los 
ojos  con  el  pañuelo.) 
Tere.  Caray,  ¿  pero  tan  complicao  es  lo  que  vas  a  de- 

cir que  necesitas  un  altavoz  ?,  y  usté  disimule. 
Santos        Los  ajetivos  me  resbalan,  señora. 
Tere.  No  sabía  que  estuviese  usté  encerao. 

Marce.         No  es  que  sea  complicao  lo  que  traemos;  pero 
una  tendría  que  expresarse  como  madre,  y  aho- 
ra pué  que  no  convenga.  Habla,  Santos. 
Santos        Con  permiso  de  usted  e  hija. 
Tere.  Usté  es  muy  dueño.  {Aparte.)  (A  ver  qué  en- 

ciclopedia se  traen  estos  pa  tanto  ringorrango.) 
Santos         Seña  Tere... 
Tere.  E  hija. 


84  — 


Santos        I^a  Maree,  como  todos  sabemos,  tiene  un  hijo. 

Tere.  Muy  señor  mío. 

Santos         Llamao  Francisco  de  Paula... 

Tere.  Natural   de   Madrid,    soltero,    de  veinticuatro 

años. 

Amalia        Nos  sabemos  la  cédula. 

Santos        De  cómo  le  ha  querido,  no  voy  a  disertar. 

Tere.  Con  desageración.  Lo  hemos  criticao  tóos. 

Marce.        He  sío  una  madraza;  bien  me  pena. 

Santos  Ha  sío  una  osesión.  No  ha  vivido  más  que  por 
el  hijo  y  para  el  hijo.  No  ha  pensao  en  ella  ni 
en  que  se  quedaba  viuda  a  los  veintidós  años, 
edad  prematura  pa  la  viudez  ;  ésta  siempre  ha 
sido  impaciente;  ni  en  que  malbarataba  una  ju- 
ventú,  ni  en  que  destrozaba  el  cariño  de  un 
hombre  que  la  quería  a  cegar,  servidor...  Pa 
ella  no  ha  habido  más  Dios  ni  más  Santa  Ma- 
ría que  el  hijo,  y  el  hijo,  y  el  hijo...  Y,  ¡  ay, 
seña  Tere...,  e  hija  !...  Los  hijos,  los  hijos  no 
corresponden,  seamos  sinceros;  los  hijos  quie- 
ren a  los  padres  con  locura...,  mientras  no  tie- 
nen otra  cosa  que  querer...,  y  se  les  van  dando 
tóos  los  caprichos.  Pero  les  brota  de  repente 
un  cariño  por  fuera  del  hogar  doméstico,  y 
adiós  papas... 

Tere.  Adiós  papá,  que  la  mía  no  tiene  más  que  uno, 

en  buena  hora  lo  diga. 

Santos  Hablo  en  sentido  plural...  Y  adiós  papas,  y 
adiós  mamas,  i  Cogen  el  atillo,  y  a  volar  !...  Y 
pa  disculpar  la  ingratitú,  siempre  la  misma 
canción :  «Que  si  mi  padre  hubiera  sido  otro... 
(que  a  veces  es  otro) .  Que  si  mi  madre  me  hu- 
biera educao  mejor ;  que  si  después  de  tó  no 
han  hecho  más  que  lo  que  debían;  que  si  ellos 
también  se  fueron  de  su  casa,..,  etc.,  etc.,» 

Amalia  Pero  los  hijos  también  tienen  que  mirar  por  su 
vida,  señor  mío. 

MArce.  y  los  padres  por  la  suya,  que  es  lo  que  yo  le 
he  pedricao  a  ésta;  no  seamos  egoístas,  nena. 

Amalia  No  lo  niego.  Cada  uno  por  cada  uno,  que  la 
vida  es  así.  Pero  si  una  madre  se  sacrifica  por 
un  hijo  y  un  día,  aunque  padezca  lo  que  pa- 
dezca, lo  ve  dichoso,  ¿hay  mayor  satisfacción? 


85 


Santob 
Tere. 


Marck. 


Tere. 
Marce. 
Teke. 
Marce. 


Tere. 
Santos 
Amalia 
Mauce. 

Amalia 

Santos 

Makcr. 


Terk. 
Marce. 


Amali\ 
Marce. 


Amalia 
Marck. 
Tere. 
Marce. 

Santos 


Mujer,  te  diré... 

No  la  diga  usté  ni  una  coma,  que  ésta  discute 

con  el  sol,  de  que  no  debía  calentar  en  verano 

y  Je  hace  un  taco. 

De  lo  que  una  madre  tiene  que  hacer  por  un 

hijo,  no  necesito  yo  que  tu  hija  ni  nadie  me 

diga  nada,  porque  lo  tengo  todo  hecho   Pero  es 

que  en  el  caso  presente  no  se  trata  de  más  o 

menos  sacnficios,  ni  de  que  mi  hijo,  que  no 

salía  de  mi  lao... 

Más  que  una  vez  al  mes,  pa  volver  al  siguiente 

Losas  de  juventii,  hija. 

No  lo  niego. 

^.. ahora,  no  parezca  por  su  casa  más  que  a  las 

horas  de  dormir,  porque  otro  cariño  lo  aparte 

de  mi  lao...,   no  se  trata  de  eso...    ¡Es  alg-o 

peor!...  * 

¿  Pues  de  qué  se  trata  ? 

De  algo  relacionao  con  ustedes,  y  muy  grave 

¿  Con  nosotros  ? 

Y  éste  es  el  objeto  de  la  visita  ;  que  si  no    y® 

no  hubiera  venido.  ' 

Venga,  venga,  que  no  me  explico... 

Pues  te  lo  vas  a  explicar,  tú,  que  eres  tan  in- 

teletual. 

Pues  que  mi  hijo  quiere  llevarme  a  los  Tribu- 
nales, ¡  mi  hijo  !...  ¡  j  Mi  hijo,  a  mí !  !  j  A  los 

Tribunales  ! 

¿  Y  por  qué  ? 

Pa  pedirme  la  hijuela  de  su  padre,  porque  me 

he  negao  a  darle  veinticinco  mil  pesetas  que 

quiere  a  toca  teja. 

¿  Y  qué  tenemos  nosotros  que  ver  con  eso  ? 

Aguarda,   que  sí  que   tenéis  que   ver.    ¿Qué, 

tú  no  sabes  pa  qué  quiere  las  veinticinco  mi! 

pesetas?... 

¿  Pa  qué  ? 

Pues  pa  dárselas  a  tu  novio. 

¿A  Casiano? 

A...  como  se  llame,  que  ni  me  acuerdo,  ni  ga- 
nas. 

Pa  dárselas  a  tu  novio,  que  se  ha  conchavao 
con  tu  i>adre... 


-  86 


Amalia         ¡  Con  mi  padre  ? 

Marce.  y  le  han  ofrecido,  que  si  les  da  esa  cantidá, 

tu  novio  se  marcha  a  Buenos  Aires,  te  aban- 
dona y  le  deja  a  mi  hijo  el  campo  libre. 
Amalia         (Se  levanta  aterrada.)  ¡  Mi  madre  ! 
Tere.  ¡  Tu  madre  es  inocente,  hija  ! 

Amalia         ¿Pero  eso  es  verdá? 
Santos         Tenemos  pruebas.  Y  el  mismo  Paquito  te  lo 

puede  testificar. 
Amalia         (Desesperada.)   \  Ay,  madre,  que  mi  padre  es 

un  sinvergüenza  !... 
Tkre.  ¡  Pero  no  me  lo  vienes  oyendo  hace  veintidós 

años  ?  ¿  Es  que  crees  que  bromeaba  ? 
Amalia         ¡  Y  Casiano  un  canalla!...   i  Y  maldita  sea  mi 
suerte,   que  como  eso  sea  cierto,   yo  soy  una 
chica,  pero  el  árnica  se  pone  en  este  barrio  a 
cincuenta  pesetas  el  litro,  por  mi  salú  ! 
Marcb.         y  sabemos  que  le  lleva  entregadas  desde  el  día 

fatídico  de  lo  del  balcón,  ochocientas  pesetas. 
Amalia         (Aparte.)  \  Ay,  madre,  las  ochocientas...  ! 
Tere.  Cállate  (La  tapa  la  boca.),  que  luego  ventila- 

remos eso;  ahora  vamos  a  lo  gordo. 
Marcb.         ¿  De  modo  que  vais  comprendiendo  ? 
Santos         ¿  Se  esplican  ustés  la  visita  ? 
Amalia         Ni  una  palabra  más.  ¡  Conque  mi  padre  y  ese 
golfo,  conchavaos  pa  que  ! . . .  ¡  Bueno  !  Pues  es- 
to se  va  a  poner  en  claro  ahora  mismo,  porque 
ya  saben  ustés  que  Casiano  vive  paré  por  me- 
dio. 
Marce.         Será  lo  mejor. 

Pepe  (Saliendo.)  Muy  buenas.  ¿Qué  tal? 

Tere.  (¡  Miá  este  canalla  !) 

Pepe  Vosotros  por  aquí...  ¡Tanto  gusto  ! 

Marce  (Secamente.)  Buenas... 

Pepe  ¿Ya  qué  se  debe  el  placer. . .  ? 

Santos         Pregúntelo  a  su  familia. 
Pepe  (Aparte.)  (¡Qué  caras!)  (Alto.)  i  Hace  mucha 

calor!...  (Parecen  congestionaos.) 
Amalia        Vayase  usté. 
Pepe  ¿  Os  hago  una  sangría  ? 

Amalia        Pa  eso  estamos;  pero  ahora,  adentro. 
Pepe  (A  su  mujer.)  ¿Qué  pasa? 

Tere.  Todavía,  nada. 


Dímelo  con  las  manos. 

{Amenazadora.)  \  Descuida,  que  pué  que  te  lo 

repita  ocho  u  diez  veces  ! 

Xo  me  explico,  {l'ase  por  ¡a  ventana.) 

Conque  lo  dicho.   Entren  ustés  en  casa,   que 

quiero  que  lo  oigan  ;  porque  yo  pongo  en  claro 

todo  esto  ahora  mismo. 

Vamos  allá. 

Pasar,  pasar... 

¡Mi  hijo  en  estas  golferías!...   ¡Virgen  de  la 


Paloma  !...  (Entran  en  la  casa. 
Trrk.  (A  su  hija.)  Y  de  lo  de  las  ochocientas. 

una  palabra  !  [Vase  a  la  casa  también.) 


ni 


EvSCENA  VII 
Amalia  y  Casiano. 


Amalia  ¡  Conque  cinco  mil  duros  pa  irse  a  Buenos 
Aires  y  abandonanne,  el  canalla!...  ¡Y  qué 
bien  fingía  el  miedo  y  la  !...  i  Maldita  sea  su  es- 
tampa !...  Ahora  verás.  {Se  empina  en  la  cajo- 
nera de  las  plantas  para  asomarse  a  la  azotea 
vecina.  Llama.)  Casiano...,  Casiano... 

Casia.  {Asomándose  a  la  tapia.)  ¿Estás  sola? 

Amalia        Contigo,  que  es  peor.  Salta,  salao. 

Casia.  ¿No  me  ocurrirá  nada?  {Queda  cabalgando  en 

la  tapia.) 

Amalia         No  todo  lo  que  debía. 

Casia.  Entonces...  {Acción  de  irse.) 

Amalia  {Sujetándolo  por  la  pierna.)  Salta,  que  no  te 
suelto.  Tenemos  que  hablar,  y  a  escape,  rico. 

Casia.  (Saltando.)  ¿  Pues  qué  ocurre  ? 

Amalia  Que  me  han  dicho  una  cosa,  Casiano,  j  no 
quiero  creerla. 

Casia.  (Golpeándose  con  la  gorra.)  Pues  no  la  creas. 

Cáa  uno  debe  hacer  su  gusto. 

Amalia  Porque  si  fuera  cierta,  es  pa  machacarle  los 
sesos  al  interesao...,  y  el  interesao  eres  tú. 

Casia.  (Poniéndose    la  gorra  y   estacándosela.)    \  Re- 

chufa !  ¿  Pero  qué  es  ? 

Amalia         Pues  nada;  que  me  han  asegurao  que  te  has 


—  88 


Casia. 
Amalia 

Casia. 
Amalia 
Casia. 
Amalia 

Casia. 

Amalia 

Casia. 

Amalia 

Casia. 

Amalia 


Casta. 
Amalia 


Casia. 
Amalia 


Casia. 


Amalia 
Casia. 


puesto  de  acuerdo  con  mi  padre,  pa  sacarle  cin- 
co mil  duros  a  mi  primo... 
¡  Yo?...  iSe  va  hacia  la  tapia.) 
Con  el  compromiso  de  irte  a  Buenos  Aires  y 
abandonarme. . . 

{Quiere  trepar  por  la  tapia.)  j  Yo?... 
(Sujetándolo.)  Y  dejarle  el  campo  libre. 
i  Yo?...  Yo  me  voy. 

Tú  no  te  vas  sin  ponerlo  en  claro.  ¿  Es  verdá 
eso? 

Mujer,  te  diré... 

No  me  digas  nada.  ¿Es  verdá  o  no? 
No... 

¿Que  no?  (Le  coge  por  las  solapas.) 
Que  no  puedo  negarte  que  a  mí  me  se  han  he- 
cho proposiciones,  y  que  uno. . . 
¿  Y  has  tenido  valor,  so  canalla,  de  que  vieran 
que  ponías  a  subasta  mi  cariño,  y  de  estafar  a 
un  pobre  chico  y  rebajar  mi  dignidad  de  mu- 
jer?... 

Mujer,  yo... 

(Zarandeándolo .)  ¡  Pues  eso  es  una  canallada  y 
una  vergüenza  y  una  infamia  !...  ¡  Así,  clarito» 
so  granuja  ! 
Mujer,  yo... 

(Sigue  el  zarandeo.)  So  asqueroso,  indecente, 
golfo  !  ¿  Te  parece  bien  hacerle  eso  a  una  po- 
bre chica  que  había  depositao  en  ti  su  confian- 
za? ¡  Dilo,  dilo  pronto  !... 

Mira,  Amalia,  vaya...,  vamos  a  hablar  claro, 
que  a  mí  no  me  rompes  tú  la  americana  de 
vestir,  ¡  y  además,  llevo  un  mes  de  tonnento 
y  ya  me  he  cansao,  j  ea  !  (Exaltado  y  gritan- 
do.) ¿Tú  no  me  dijiste  a  mí,  hará  medio  año, 
mes  más,  mes  menos,  mes  menos,  mes  más, 
que  estabas  enamorada  hasta  la  locura  de  tu 
primo  ?  (Paquito  cLSon\a  por  la  ventana  con  la 
cara  de  asombro  consiguiente.) 
(Temerosa  de  que  les  oigan.)  jChitss!... 
¡A  mí  no  me  chistes,  que  la  verdá  es  la  ver- 
dá !  ¿  A  mí  no  me  dijiste  tú  que  pa  volverlo 
loco  del  todo  y  que  te  quisiera  a  ti  sola,  y  se 


-  .sV 


Amalia 
Casia. 


Amalia 
Casia. 


Amalia 
Casia. 


Amalia 
Cabía. 


dejase  de  mujeres  y  de  juergas,  necesitabas 
que  yo  pasase  por  tu  novio  y  te  hiciera  ese  fa- 
vor por  quince  u  veinte  días?  ¿Es  verdá  u  es 
mentira  ? 

(Temerosa.)  Hombre,  te  diré... 
No  me  dirás  nada;  porque  si  me  desmientes 
eso,  eres  capaz  de  desmentir  a  San  Mateo  y  a 
San  Lucas  y  a  toos  los  evangelistas,  enclavaos 
en  el  distrito  del  Hospicio. 
Hombre,  yo... 

¡  ¡  Ah  !  !...  {Se  arranca  un  botón  de  la  america- 
na, tirándolo  contra  el  suelo.)  ¿Tú  no  me  dijis- 
te un  día  que  subiese  a  la  casa  de  tu  susodi- 
cho primo  y  me  diese  a  conocer  como  traba- 
jador, pa  lo  cual  me  compraste  un  ((mono»,  que 
me  estaba  grande,  y  me  dijiste  que  dijera  que 
era  más  laborioso  que  una  máquina  registra- 
dora y  todas  las  mentiras  que  dije,  que  fueron 
mi  perdición,  porque  tu  primo,  exasperao,  sacó 
una  brovinge  y  me  persiguió,  y  si  no  me  tiro 
por  el  balcón  estoy  a  estas  lioras  de  fiambre  en 
la  estantería  de  una  sacramental?...  ¿Es  men- 
tira u  no  es  mentira  ? 
Hombre,  yo... 

¡¡Ah!!...  (Se  arranca  y  tira  otro  botan.) 
Pues  en  estas  condiciones,  todavía  cojo  del 
porrazo,  sin  trabajo  y  amcnazao  de  muerte, 
me  dice  tu  padre :  cTe  dan  cinco  mil  duros 
si  te  vas  a  Buenos  Aires  y  le  dejas  a  mi  so- 
brino el  campo  libre.»  Y  como  yo,  pa  de- 
jarle a  tu  primo  el  campo  libre,  no  necesito 
irme  a  Buenos  Aires,  ni  siquiera  a  Cuatro 
Vientos,  porque  en  la  vida  has  tenido  el  ho- 
nor de  quererme  a  mí,  ni  yo  el  de  ídem  a  ti, 
pues  dije  que  sí.  ¡  Porque,  caray,  no  se  pué 
vivir  diariamente  bajo  la  amenaza  de  un  hom- 
bre nurasténico  y  osesionao  en  añadirte  tres  u 
cuatro  agujeros  a  los  que  te  han  correspon- 
dido en  el  reparto,  otorgao  a  los  seres  huma- 
nos y  bípedos.  ¿Me  se  pué  negar  esto? 
No,  pero... 
jjAh!!...    [Se   arranca  otro   botón   y   lo  tira.) 


—  90  — 

Pues  si  todo  lo  que  has  hecho  lo  has  he- 
cho porque  quieres  a  tu  primo  desde  chica 
de  un  modo  apasionao  y  constante,  díselo  ya 
claramente,  porque  no  es  justo  de  que  yo  esté 
espuesto  a  una... 


ESCENA  VIII 
Dichos  y  Paquito. 

Paqüito  [Saliendo  a  la  azotea,  apasionado  y  loco  de  ale- 
gría.)  i  ¡  Amalia  de  mi  vida  !  ! 

Casia.  ¡  Mi  madre  !...  ¡El  loco  !...  [Se  tira  de  cabeza 

a  la  azotea  de  al  lado.) 

Paquiio  ¿Pero  es  verdá  lo  que  he  oído,  Amalia  de  mi 
alma?  (Amalia,  ruborosa,  no  contesta.)  ¿Es 
verdá  lo  que  he  oído  ? 

Casia.  {Asomándose  a,  Ja  tapia  y  escondiéndose  en  se- 

guida.) Sí,  señor. 

Paqüito       ¿De  modo  que  me  querías  desde  chica? 

Casia.  (Repite  el  juego.)  Sí,  señor. 

Paquito  (En  gallando  se.)  i  Ya  decía  yo!...  ¡Y  no  ha- 
berlo notao  !  ¡  Seremos  burros  ? 

Casia.  (Lo  mismo.)  Mucho. 

Paquito  {A  Casiano.)  ¡  A  usté  no  se  lo  pregunto  !  {A 
Amalia.)  ¿De  modo  que  siempre  me  has  que- 
rido? 

Casia.  Siempre.  (ídem.) 

Amalia        ¿Pero  quiés  callarte? 

Casia.  ¡  Cómo  tú  no  contestas  !... 

Paqüito       ¡  Qué  bien  has  sabido  disimularlo,  Amalia  ! 

Amalia  Si  las  mujeres  no  supiéramos  disimular  eso, 
¿  cómo  íbamos  a  defendemos  ? 

Paquito  ¿Y  no  te  ha  dao  lástima  lo  que  he  sufrido  en 
seis  meses? 

Amalia  ¿  Y  no  te  ha  dao  lástima  a  ti  lo  que  he  sufrido 
yo  en  diez  años,  desde  aquel  día  que  esti-ené 
un  trajecito  ruin,  y  que  me  Uamaste  escuerzo, 
haciendo  reír  a  todo  el  mundo  a  mi  costa? 

Paquito       ¡  Bien  te  has  vengao  ! 

Amalia        Bien  te  he  querido;  que  de  no  quererte,  ¿pa 


—  UL 


Casia. 
Paquito 
Casia. 
Amalia 


qué  iba  a  vencjfarme  ni  a  buscar  novios  que  no 
quería?... 

{Asomándose.)  Gracias. 

¿...ni  a  fuií^irme  alegre  cuando  lloraba  por 
dentro  viéndote  con  otras  chicas  más  guapas 
que  yo  y  más  alegres  que  yo,  porque  no  les 
importabas  nada?...  ¡Qué  sabes  tú  de  sufrir? 
¡  Tormento,  el  mío  en  estos  diez  años;  que  no 
hay  cosa  que  dé  más  rabia  que  no  po<lcr  dejar 
de  querer  a  quien  no  nos  quiere  !... 

¡  Amalia  ! 

i  Y  mira  si  te  habré  querido,  que  no  me  ha  im- 
portao  hacerte  sufrir  con  tal  de  lograr  tu  cari- 
ño y  que  fueras  pa  mí  sola  ! 
¿Y  no  te  ha  dao  compasión,  ni  aun  cuando 
me  has  visto  enfermo? 
¡  Como  yo  tenía  el  remedio  en  la  mano  !... 
Pero  no  hacía  falta  haber  sido  tan  cruel. 
Sí,  Paquito;  que  no  olvides  que  tú  eras  un  fru- 
ta, vago  y  pinturero  y  había  que  quitarte  hu- 
mos y  muchas  mañas,  y  eso  ya  está  lograo. 
{Con  cierta  presunción  reminiscente  de  su  an- 
tigua chulería.)  ¿  L^o  crees  tú  así? 
Seguro.  Porque  si  no,  como  me  he  pasao  diez 
años,  queriendo  y  disimulando,  me  paso  otros 
cuarenta,  que  ya  conoces  mi  temple;  conmigo, 
o  lo  que  deba  ser,  o  nada.  Y  no  hay  más.  Y 
así  soy.  i  Si  así  me  quieres?... 
Con  toda  el  alma  ;  pero  si  pudieras  ser  un  po- 
quito más  suave... 

No,  Paco,  que  ahora  he  aprendido  que  en  el 
cariño  no  se  debe  poner  todo  lo  que  se  tenga. 
¿Siendo  una  cosa  tan  dulce?... 
Por  eso  mismo.  Si  lo  atiborras  a  uno  de  me- 
rengues, por  mucho  que  le  gusten,  se  empa- 
cha. En  cambio,  si  se  los  vas  dando  uno  a 
uno,  pues  le  has  asegurao  el  postre  pa  una 
temporada. 

(Asomándose.)  ¡  Lo  que  saben  ! 
¿Ya  usté  qué  le  importa  ? 
Es  que  también  soy  goloso... 
¡  Déjalo ! 


—  92 


Paquito  No,  que  a  este  vecina  le  voy  yo  a  lisiar,  por 
cómplice. 

Casia.  ¡  Encima  que  he  hecho  de  cimbel?... 

Paquito  \  Qué  farsante  !  ¿  De  modo  que  aquello  de  aquí 
el  gabinete,  y  aquí  la  alcobn...  ? 

Casia.  ¡  Un  croquis  pa  engolosinarlo  a  usté,  so  primo  í 

Paquito        (Ofendido.)  Oiga  usté,  eso  de  primo... 

Casia.  So  primo  de  la   joven,   que  yo  no  ofendo  a 

nadie. 

Paquito        Bueno,  baje  usté,  que  se  lo  perdono  todo. 

Casia.  ¿Todo? 

Paquito  Incluso  las  ochocientas  pesetas  que  le  di  a  mi 
tío  Pepe  pa  que  se  las  diese  a  usté. 

Casia.  {Saltando  con  una  velocidad  como  para  matar- 

se.) ¡Cómo?...  ¿Que  ha  dicho  usté  de  ocho- 
cientas pesetas? 

Paquito  Ochocientas  pesetas  que  le  he  entregao  a  mi 
tío  con  destino  a  usté  pa  indemnizarle  del  po- 
rrazo que  se  dio  por  mi  culpa. 

Casia.  j  Mi  madre!...  ¡Pero  si  no  he  visto  un  cén- 

timo ! 

Paquito  ¿Es  posible?  {Se  apartan  riendo  y  hablan 
aparte.) 

Casia.  i  Qué  sinvergüenza  de  sordo!., 

sí  que  me  va  a  oír  !  {Llamando. 
señor  Pepe  ! . . . 

Pepe  {Saliendo.)  ¿Pa  qué  soy  requerido? 

Cabía.  Pa  que  diga  usté  isojazto  qué  ha  hecho  de  las 

ochocientas  leandras  que  le  apoquinó  el  señor 
pa  mangue. 

Pepe  No  oigo. 

Casia.  Pues  aguarde  usté.    {Entra  por  la  ventana  y 

saca  una  bocina  de  gramófono,  que  le  coloca  en 
el  oído.)  ¿Que  qué  ha  hecho  usté  de  las  ocho- 
cientas pesetas  que  le  dio  el  joven  para  mí  ? 

Pepe  Hombre,  yo,  como  era  una  limosna  y  tú  eres 

tan  pundonoroso,  dije  :  uNo  las  va  a  azmitir», 
y  no  las  iba  a  tirar.  Conque  hasta  luego,  que 
me  están  esperando  en  la  esquina. 

Casia.  {Todo  con  la  bocina.)  Pues  u  me  las  da  usté 

sobre  la  marcha,  u  hay  tiros;  que  con  mis  in- 
tereses no  se  contonea  nadie. 


i  Pues  ahora 
i  Señor  Pepe, 


9á 


Pepe 
Tkrk. 


Hombre,  yo...,  bueno...  Voy  por  ellas,  que  te 
las  guardaba  debajo  de  un  ladrillo. 
{Saliendo.)  \  No  te  molestes,  que  esta  mañana 
ha  venido  un  albañil  y  los  ha  afirmao  todos  ! 
{Con  la  bocina.) 
¡  Mi  madre  ! 
¡  Nos  ha  perdido  !... 

{Con  la   bocina.)    ¡Pero  no  te  apures,   que  a 
cambio  te  voy  a  dar  una  buena  noticia  ' 
¿  Cuála  ? 

Que  me  voy  a  comprar  un  mantón  de  Manila 
de  ochocientas  pesetas. 

{Cogiendo   la  bocina  para  hablar  él.)   ¡  No  lo 
consienta  usté  ! 

Déjalo  que  se  le  compre,  que  así  no  lo  habre- 
mos perdido  todo.  {Se  lo  dice  al  oído.) 
¿  Por  qué  ? 

Porque  en  cuanto  lo  compre,  se  lo  empeño  y 
partimos. 

{Con  la  bocina.)  ¡  Vivan  los  previsores  del  por- 
venir ! 


ESCENA  ULTIMA 

Dichos,  Marce  y  Señor  Santos. 
{De  la  casa.) 


¿  Has  visto  esa  chiquilla  sabiendo  ? 
¡  Ya,  ya  ! 

¡  Perdóneme  usté,  tía  ! 

¿Perdonarte  de  qué?...  ¡Menuda  lección  me 
has  dao!...  Yo,  por  quererlo  con  locura,  he 
estao  a  punto  de  llevarlo  a  la  perdición.  ¡  Gra- 
cias a  ti,  hija  mía,  que  has  sabido  querer  como 
debe  quererse  y  me  lo  has  salvao  ! 
¡  Madre  !...  Déjela  usté  que  tenga  un  hijo,  que 
ahí  se  acaba  la  sabiduría  de  las  mujeres. 
¡  Lo  malo,  Marce,  es  que  nos  han  hecho  llegar 
viejos  a  nuestra  felicidad  ! 


94 


Tere. 

Makcf:. 
Pepp: 

Paquito 


Tere. 
Pepp^ 


Tere. 

Paquito 
Amalia. 


No  importa.  Así  tién  ustés  menos  tiempo  pa 
aburrirse. 
Es  verdá.  Tere. 

Mirarse  en  nuestro  espejo.   ¡  Veinticinco  años 
casaos,  y  estamos  como  el  primer  día  ! 
¡  Es  que  creo  que  el  primer  día,  se  dieron  us- 
tedes a  la  puerta  de  la  iglesia  una  paliza  tre- 
menda ! 
Le  di. 

Por  eso  digo  que  estamos  como  el  primer  día, 
porque  ya  me  ha  anunciao  otra  ;  conque  mirar- 
se en  nuestro  espejo...  j  y  no  casarse,  que  aúti 
estáis  a  tiempo  ! 

¿Y  en  qué  ibas  a  entretenerte,  si  yo  no  te  pe- 
gara, a  ti,  que  no  te  gusta  el  cine?... 
{A  Amalia.)  \  Cómo  me  has  engañao  ! 
¡  Tú  querías  que  el  mundo  fuera  pa  ti  solo,  y 
yo  he  querido  que  sea  pa  los  dos,  y  que  nos 
venga  estrecho  ! 


TELÓN 


FIN  DE  LA  FARvSA 


OBRAS  DE  CARLOS  ARNICHES 


Casa  editorial. 

La  yerdad  desnuda. 

Las    manías. 

Ortografía. 

El  fuego  de  San  Telmo. 

Panorama  nacional. 

Sociedad   secreta. 

Las  guardillas. 

Candidato  independiente. 

La  leyenda  del  Monje. 

Calderón. 

Nuestra  Seííora. 

Victoria. 

Los  aparecidos. 

Los  secuestradores. 

Vía  libre. 

Loe  descamisados. 

El  brazo  derecho. 

í:1   reclamo. 

Los  Mostenses. 

Los  Puritanos. 

El  pie  izquierdo. 

Las  amapolas. 

TabardiUo. 

El   Cabo  primero. 

El  otro  mundo- 

El  príncipe  heredero. 

El  coche  eoiTeo. 

Las  malas  lenguas. 

La  banda  de  trompetas. 

Los  bandidos. 

Los  conejos. 

Los  camarones. 

La  guardia  amarilla. 


La  carne  íiíiea. 

El  hurón. 

Felii)e   Segundo. 

La  alegría  del  batallón. 

El   método  Gorritz. 

Mi  papá. 

La  primera  coixjuiBta. 

El  amo  de  la  callo. 

El  trust  de  los  tenorios. 

Genio  y  figwra. 

Genio  y  figura. 

Gente  menuda. 

El  fresco  de  Goya. 

El  cuarteto  Pons. 

La  pobre  niña. 

El  premio  Nóbe!. 

La  gentuza. 

La  corte  de  lüfealia. 

El  amigo  Melquiades, 

La  sombra  del  molino. 

La  sobrina  del  cura. 

Las  aventuras  df^  Max  y  Mino. 

El  chico  de  las  l^eñuelsus. 

La  casa  de  Quirós. 

La  estrella  de  Olympia. 

Café   solo. 

Serafín   el    pinturero. 

La  señorita  ae  Trevéleí5. 

La  Tenganza  de  la  Petra. 

El  agua  del  Manzcnareís, 

i.iis  lágrimas  de  ia  Trini. 

Las  grande.^  fortuna». 

Ijn  mujer  artificial. 

El  conde  de  LaTapiés. 


—  96 


El  santo  de  la  Isidra. 

La  fiesta  de  San  Antón. 

Instantáneas, 

SI  último  chulo. 

I,a  cara  de  Dios. 

El  escalo. 

María  de  los  Angeles. 

Sandías   y   melones. 

El  tío  de  Alcalá. 

Doloretes. 

Los  niños  llorones. 

La  muerte  de  Agriplna. 

La  divisa. 

Gazpacho  andaluz. 

s;an  Juan  de  Luz. 

El  puñao  de  rosas. 

Los  granujas. 

La  canción  del  náufrago. 

El  terrible  Pérez. 

Colorín,  colorao... 

Los  chicos  de  la  escuela. 

Los  picaros  celos. 

El   pobre    Valbuena. 

Las  estrellas. 

Los  guapos. 

El  perro  chico. 

La  reja  de  la  Dolores. 

El  iluso  Cañizares. 

El  maldito  dinero. 

FA  pollo  Tejada. 

La  pena  negra. 

El  distinguido  sportman. 

La  noche  de  Reyes. 

La  edad  de  hierro. 

La  gente  seria. 

La  suerte  loca. 

Alma  de  Dios. 

Coplas  de  Ronda. 


La  maña  de  la  mauica. 

La  flor  del  barrio. 

Los  caciaues. 

Vo  te  ofendas,  Beatri». 

La  chica  del  gato. 

La  heroica  villa. 

Mariquita  la  Pispajo  o  No  hay- 
bien  como  la  alegría. 

Es  mi  hombre. 

La  hora  mala. 

La  tragedia  de  Marichu. 

La  locura  de  Don  Juan. 

;  Que  viene  mi  marido  í 

Los  milagros  del  jornal. 

El  camino  de  todos. 

El  género  alegre. 

El  príncipe  Casto. 

La  risa  de  Juana. 

Don  Quintín  el  amargao  o  El 
que  siembra   vientos. 

El  tío  Quico. 

¡  Qué  hombre  tan  simpático ! 

El   tropiezo  de  la  Nati  o  Baj» 

una   mala  capa... 

j  Qué  encanto  de  mujer ! 

La  cruz  de  Pepita. 

La  dichosa  honradez. 

Angela   María. 

El  señor  Pepe  el  Templao  o  La 
mancha  de  la  mora... 

Los  celos  me  están  matando. 

En  Aragón  hi  nacido. 

El  último  mono  o  El  chico  de 
la  tienda. 

¡  Mecáchis,   qué  guaix)  soy ! 

Me  casó  mi  madre  o  Las  velei- 
dades de  Elena. 

La   cárcel  modelo. 


PRECIO:  4  PESETAS