Full text of "Poesías"
This is a digital copy of a book that was preserved for generations on library shelves before it was carefully scanned by Google as part of a project
to make the world's books discoverable online.
It has survived long enough for the copyright to expire and the book to enter the public domain. A public domain book is one that was never subject
to copyright or whose legal copyright term has expired. Whether a book is in the public domain may vary country to country. Public domain books
are our gateways to the past, representing a wealth of history, culture and knowledge that's often difficult to discover.
Marks, notations and other marginalia present in the original volume will appear in this file - a reminder of this book's long journey from the
publisher to a library and finally to you.
Usage guidelines
Google is proud to partner with librarles to digitize public domain materials and make them widely accessible. Public domain books belong to the
public and we are merely their custodians. Nevertheless, this work is expensive, so in order to keep providing this resource, we have taken steps to
prevent abuse by commercial parties, including placing technical restrictions on automated querying.
We also ask that you:
+ Make non-commercial use of the files We designed Google Book Search for use by individuáis, and we request that you use these files for
personal, non-commercial purposes.
+ Refrainfrom automated querying Do not send automated queries of any sort to Google's system: If you are conducting research on machine
translation, optical character recognition or other áreas where access to a large amount of text is helpful, please contact us. We encourage the
use of public domain materials for these purposes and may be able to help.
+ Maintain attribution The Google "watermark" you see on each file is essential for informing people about this project and helping them find
additional materials through Google Book Search. Please do not remo ve it.
+ Keep it legal Whatever your use, remember that you are responsible for ensuring that what you are doing is legal. Do not assume that just
because we believe a book is in the public domain for users in the United States, that the work is also in the public domain for users in other
countries. Whether a book is still in copyright varies from country to country, and we can't offer guidance on whether any specific use of
any specific book is allowed. Please do not assume that a book's appearance in Google Book Search means it can be used in any manner
any where in the world. Copyright infringement liability can be quite severe.
About Google Book Search
Google's mission is to organize the world's Information and to make it universally accessible and useful. Google Book Search helps readers
discover the world's books while helping authors and publishers reach new audiences. You can search through the full text of this book on the web
at |http : //books . google . com/
Acerca de este libro
Esta es una copia digital de un libro que, durante generaciones, se ha conservado en las estanterías de una biblioteca, hasta que Google ha decidido
escanearlo como parte de un proyecto que pretende que sea posible descubrir en línea libros de todo el mundo.
Ha sobrevivido tantos años como para que los derechos de autor hayan expirado y el libro pase a ser de dominio público. El que un libro sea de
dominio público significa que nunca ha estado protegido por derechos de autor, o bien que el período legal de estos derechos ya ha expirado. Es
posible que una misma obra sea de dominio público en unos países y, sin embargo, no lo sea en otros. Los libros de dominio público son nuestras
puertas hacia el pasado, suponen un patrimonio histórico, cultural y de conocimientos que, a menudo, resulta difícil de descubrir.
Todas las anotaciones, marcas y otras señales en los márgenes que estén presentes en el volumen original aparecerán también en este archivo como
testimonio del largo viaje que el libro ha recorrido desde el editor hasta la biblioteca y, finalmente, hasta usted.
Normas de uso
Google se enorgullece de poder colaborar con distintas bibliotecas para digitalizar los materiales de dominio público a fin de hacerlos accesibles
a todo el mundo. Los libros de dominio público son patrimonio de todos, nosotros somos sus humildes guardianes. No obstante, se trata de un
trabajo caro. Por este motivo, y para poder ofrecer este recurso, hemos tomado medidas para evitar que se produzca un abuso por parte de terceros
con fines comerciales, y hemos incluido restricciones técnicas sobre las solicitudes automatizadas.
Asimismo, le pedimos que:
+ Haga un uso exclusivamente no comercial de estos archivos Hemos diseñado la Búsqueda de libros de Google para el uso de particulares;
como tal, le pedimos que utilice estos archivos con fines personales, y no comerciales.
+ No envíe solicitudes automatizadas Por favor, no envíe solicitudes automatizadas de ningún tipo al sistema de Google. Si está llevando a
cabo una investigación sobre traducción automática, reconocimiento óptico de caracteres u otros campos para los que resulte útil disfrutar
de acceso a una gran cantidad de texto, por favor, envíenos un mensaje. Fomentamos el uso de materiales de dominio público con estos
propósitos y seguro que podremos ayudarle.
+ Conserve la atribución La filigrana de Google que verá en todos los archivos es fundamental para informar a los usuarios sobre este proyecto
y ayudarles a encontrar materiales adicionales en la Búsqueda de libros de Google. Por favor, no la elimine.
+ Manténgase siempre dentro de la legalidad Sea cual sea el uso que haga de estos materiales, recuerde que es responsable de asegurarse de
que todo lo que hace es legal. No dé por sentado que, por el hecho de que una obra se considere de dominio público para los usuarios de
los Estados Unidos, lo será también para los usuarios de otros países. La legislación sobre derechos de autor varía de un país a otro, y no
podemos facilitar información sobre si está permitido un uso específico de algún libro. Por favor, no suponga que la aparición de un libro en
nuestro programa significa que se puede utilizar de igual manera en todo el mundo. La responsabilidad ante la infracción de los derechos de
autor puede ser muy grave.
Acerca de la Búsqueda de libros de Google
El objetivo de Google consiste en organizar información procedente de todo el mundo y hacerla accesible y útil de forma universal. El programa de
Búsqueda de libros de Google ayuda a los lectores a descubrir los libros de todo el mundo a la vez que ayuda a autores y editores a llegar a nuevas
audiencias. Podrá realizar búsquedas en el texto completo de este libro en la web, en la página lhttp : / /books . google . com
POESÍAS
JUAN GU ALBERTO GODOY
POESÍAS
í^
BUENOS AIRES
IlfrPRBNTA DE PABLO B. CONI B HIJOS
680 — CALLE PKRÚ — 680
1889
AL LECTOR
Entrego á las letras argentinas la preciosa he-
rencia que al tiempo de su muerte, legárame mi
ilustre tio D. Juan Gualberto (Jodoy.
Mi señor padre, con quien el austero poeta esta-
ba vinculado por estrechísima amistad, intimada
bajo el techo común en que por años compartie-
ron contrariedades y vicisitudes, recibió de ma-
nos de aquel, poco antes de su &llecimiento, en
calidad de depósito, los productos de su inspira-
ción ó ingenio, consistentes en numerosos manus-
critos de sus poesías hasta la fecha inéditas.
« Dejo esos papeles á mi sobrino Roberto, por
si algún dia pudieran serle útiles », fueron las pa-
— VI —
labras con que el modesto vate acompañó su lega-
do, sin darle otro alcance que el de hacer una ca-
riñosa distinción, como el pobre que obsequia la
prenda que le es más cara, y sin que la idea de su
propia gloria y nombradia entrase para nada en
sus propósitos, pues en su sincera modestia no
atribuía mérito alguno á sus versos, como él los
llamaba.
Como documentos ilustrativos que pueden ser-
vir á los que preparados para tareas de esta índo-
le, se ocupen del virtuoso poeta, insertamos á con-
tinuación un artículo necrológico escrito por uno
de sus contemporáneos más distinguido D. Do-
ningo de Oro y una ligera reseña de su vida y
producciones más remarcables, escrita por Do-
mingo Sarmiento, hijo, según datos suministra-
dos á su requerimiento por mi señor padre, el año
de 1863.
Hemos pensado que era llegado el tiempo de
hacer entrega á la literatura nacional, de un cau-
dal que más que á nosotros le pertenece, propor-
cionando así á los hombres de letras los elemen-
tos necesarios para pronunciar su fallo definitivo
sobre un nombre que ha llegado hasta nuestros
— VII —
dias con tradición de meritorio y de una obra
aclamada en el circulo de sus contemporáneos de
quienes solamente era conocida en parte : á tales
móviles responde la aparición del presente volu-
men de las poesías deD. Juan G. Godoy.
Roberto Berghmans.
COMUNICADO
¡ D. Juan Grodoy ha muerto ! Una de las más
elevadas inteligencias de la República, una de las
más altas ilustraciones de Mendoza se ha apa-
gado.
Por natural que sea tal acontecimiento no es po-
sible prescindir del dolor que produce.
Ha muerto anciano ya, y aunque todos saben
que su muerte es una gran desgracia, hay quizá
una generación entera que no conoce sino alguna
de las faces notables de esa existencia tan fecunda
en ejemplos. El mismo que escribe estos renglo-
nes, amigo íntimo de Godoy, desde cerca de 40
años, no conoce sino incompletamente la historia
de su vida, y con lo que conoce habría lo bastante
para honrar la carrera mortal de muchos.
— X —
Las aventajadas dotes de Godoy no fueron cul-
tivadas metódicamente en su juventud. Godoy
pertenece al número de esos talentos desarrolla-
dos como las plantas, por sí mismos y sin el auxi-
lio del estudio de las aulas, de que tan brillantes
muestras ha presentado siempre la República
Argentina, y de los que no necesitamos citar
otras que el actual Presidente de la República y
Domingo F. Sarmiento.
Godoy nació poeta como nació amigo de la vir-
tud, como sincero y generoso. La causa de los bue-
nos principios lo tuvo siempre entre sus defenso-
res y el Juvenal mendocino enarboló el látigo de
la sátira contra el vicio cínico y contra la arbitra-
riedad que lo escudaba. En aquellos tiempos se
necesitaba para obrar así más valor que para pe-
lear en los campos de batalla. En estos se podía
sucumbir sin perecer. El escritor arrogante que
había hecho de su pluma un escalpelo para poner
á descubierto los senos más hondos del cáncer so-
cial, estaba condenado de antemano para cuando
cayese en las de los sostenedores del arbitrario.
Fué tan modesto que costó trabajo á algunos de
sus amigos persuadirle que había en el satírico
— XI —
tela para otra clase de producciones. El que des-
pués cantó Los Andes, Las llanuras de mi tierra,
La palma y tantos otros asuntos, se tenia por un
payador.
Exento de rencores, corazón sano, le hemos
visto en una larga emigración en Chile consecuen-
te con sus amigos, ayudar á sus antiguos enemi-
gos, sin serlo personal jamás de nadie.
En esa emigración no buscó medios de existen-
cia sino en sus talentos, dirómoslo así, más vulga-
res. Estuvo dedicado á la enseñanza primaria, sir-
vió después en la administración, donde se hizo
notable, y el gobierno aprovechó sus aptitudes.
Asi bastó á su sosten y al de la señora su espo-
sa y compañera en todas las épocas de su vida, y
tuvo siempre sus escasos ahorros á la disposición
de sus amigos.
Si hubiera quien escribiese la historia de esa
emigacion de Chile haría un libro muy interesan-
te. Referiría faltas y flaquezas, pero contaría anéc-
dotas y rasgos que hacen honor á la humanidad.
No es de este momento estenderse sobre tal mate-
ria, pero no puedo omitir el recuerdo de D. Vi-
cente Moreno. Este hombre, antiguo oficial de la
— XII —
Independencia, espíritu superficial y ligero, cora-
zón de oro, vivía con los productos de una mez-
quina fábrica de cerveza, que convirtió en apo-
sentamiento de emigrados cuando el desastre del
general Lamadrid, en Mendoza, llegando á reunir
una veintena de ellos á cuyas necesidades proveía.
En esa ocasión le he visto irritado, porque acosa-
do de pedidos de otros afligidos, no le quedaba
arbitrio á qué apelar para remediar esas des-
dichas.
Godoy volvió al fin á su casa y al seno de los
suyos dejando en Chile un nombre honrado. Vol-
vió pobre, viejo y con salud achacosa ; pero siem-
pre laborioso, ha trabajado hasta terminar su exis-
tencia. Sirvió la cancillería y después el consulado
de Chile, porque podía decir, como el ilustre gene-
ral Las Heras, que tenía más de una patria. No tu-
vo jamás el talento de hacerse valer, y asi sus
puestos públicos nunca estuvieron al nivel de sus
aptitudes y de su mérito.
La recomendable señora que ha sido su esposa
queda sola, porque esa unión fué herida de infe-
cundidad. La acompañarán ; en su amargura los
muchos amigos que Godoy deja por todas partes.
— XIII —
Estos pobres renglones no están destinados á
hacer el elogio de mi querido amigo, sino á dar
espansion al dolor que su pérdida me causa. Es
el ¡ ay ! del aílijido, y es al mismo tiempo la invi-
tación á tomar ejemplo de las virtudes y de la mo-
ralidad del muerto.
D. de Oro.
(El Zonda de San Juan» Mayo 21 de 1864 )
JUAN GUALBERTO GODOY
ENSAYO LITERARIO POR DOMINGO F. SARMIENTO (hIJO)
Las musas son inmor-
tales porque rejuvenecen
aspirando el aura de la
paz.
Juan M. Gutiérrez.
La literatura argentina vive apenas en algunos
de los poetas que han conseguido salvar su nom-
bre del olvido y de la decadencia de nuestras le-
tras, ahogadas en medio de las luchas y de las con-
mociones de la patria. Sin embargo, la última dó-
6
— XVI —
cada ha sido feliz para el engrandecimiento litera-
rio. Algunas producciones históricas han creado
nombres nuevos y la grave tarea de recoger los ele-
mentos dispersos de nuestras letras ha sido iniciado
con el fervor que inspiran los recuerdos grandiosos
de los hombres que cantaron las virtudes bélicas de
nuestra epopeya y que como López, interpreta-
ron el sentimiento popular, las ambiciones de un
pueblo, lanzando al mundo las estrofas sublimes
del himno patrio.
Hubo una generación de poetas cuyas figuras se
destacan á través del tiempo : enérgicas y severas
como la época en que vivieran inspiradas, como el
fuego sublime que les daba aliento : grandiosas
como la misión que se habían encomendado, co-
mo la escena en que entonaron sus cantos líricos.
A esa falange pertenecieron Luca, Lafinur, Vare-
la, López, Rodríguez é Hidalgo, que desde las ve-
' ciñas playas lanzaban esta imprecación contra la
reconquista del coloniaje que amenazaba el pabe-
llón de la patria en aquel pedazo de la República :
Si el tírano intentase arrebatarlo
Antes en sangre y muerte se halle envuelto,
— XVII —
El día se eucapote, gima el aire,
La bóveda celeste al ronco estruendo
Despida rayos y U triste noche
Aumente su payor...
Los cantores de aquella época eran hijos del en-
tusiasmo y de la victoria, y las letras americanas
eran intérpretes de un mismo sentimiento cuando
lució el primer dia de libertad y de independen-
cia para el vasto continente de Colon. La poesía
era guerrera,[entónces, porque en la guerra estaban
las esperanzas del pueblo, pbrque la última ambi-
ción del pensamiento era sacudir la dominación y
dar á cada americano un hogar propio. Vinieron
en seguida Várela (D. Florencio), Echeverría, Bal-
caree, poeta tan notable el primero, como escritor
político; cantor, el segimdo, de una naturaleza
grandiosa de nuestro suelo ; sentimental el último
y elevado en sus concepciones.
Llegábamos al momento decisivo y crítico de
nuestra literatura. La historia iba á anunciar los
fastos de una nueva nación, y la poesía tendería
su vuelo á las regiones inmortales del pensamien-
to, para buscar allí los grandes preceptos, las no-
bles máximas que crean las escuelas de los pueblos
— XVIII —
y que son las entrañas de su literatura, ligada á
su vida y á su gloria. La República iba á mostrar-
se al mundo grandiosa por sus hechos sublimes en
nombre de su genio, cuando el cielo se oscureció ;
y las liras enmudecieron porque los poetas no can-
tan á la patria en medio de su dolor y de su llanto.
La literatura patria desaparecía entre el polvo
de los combates de la guerra civil, y los bardos
argentinos abandonaban el suelo que los vio nacer,
dejando á los ingratos la herencia maldecida de
un tirano que proscribía de sus dominios al genio
y al talento.
Una generación entera ha vivido en el destier-
ro. La emigración ha sido el óbolo de sacrificios
con que han contribuido millares de argentinos.
En ella nacieron nuevos vínculos, porque en la
desgracia está la verdadera fraternidad de los
hombres.
Así como algunos años atrás, la República esta-
ba representada en sus poetas, como en sus Con-
gresos : cuando el lazo estrecho del pensamiento y
del genio ligaba á Luca y los Várela de Buenos
Aires, con Rivera Indarte,',nacido en Córdoba, y
Lafinur, de San Luis ; así en el destierro los ar-
— XIX —
gentinos salvaban la literatura de la patria, conser-
vando la unidad del suelo que los vio nacer, y el
diaque la historia recoja los hechos de aquella pe-
regrinación de veinte años, muchos nombres se-
rán ensalzados porque supieron alimentar las tra-
diciones de la tierra natal, para llenar más tarde
con ellas, la inmensa laguna de negación de liber-
tad y de pensamiento.
Durante la emigración comenzaron los prime-
ros trabajos tendentes á popularizar los nombres
de los literatos americanos ; yes obra argentina el
primer monumento que se haya elevado á las le-
tras hispano-americanas : La América poética. En
esa época aparecieron algunos hombres dignos
de ocupar un puesto notable en la Uteratura patria
y que más tarde volvieron á la República para vi-
vir ignorados en el lugar de su nacimiento, des-
pués de haber sembrado en medio continente los
frutos de su genio.
Seríamos injustos, hoy dia que las letras vuel-
ven de nu#o* atender el vuelo, si no pronunciára-
mos en este momento reparador, un nombre que
tiene asegurado un puesto notabilísimo en nues-
tra Uteratura, y que es enteramente desconocido de
— XX —
las generaciones presentes. El hombre que respon-
de á éstos antecedentes es D. Juan Gualberto Go-
doy, poeta mendocino, cuya muerte ha acaecido
el 16 de Mayo de 1864 en la nueva población de
Mendoza. D. Domingo de Oro, su amigo desde
cercado cuarenta años, anupcia su fallecimiento
con estas palabras, dignas del respeto que inspiran
su nombre y sus canas : « D. Juan Godoy, dice, ha
muerto ! Una de las más elevadas inteligencias de
la República, una de las más altas ilustraciones de
Mendoza, se ha apagado », y más adelante agrega
en su necrología : « que no conoce sino incomple-
tamente la historia de su vida y con lo que conoce
habría lo bastante para honrar la carrera mortal
de muchos».
Vamos á trazar á grandes rasgos la vida del
hombre, el carácter del poeta, las vicisitudes de su
existencia ; y sentimos en el alma no tener el aco-
pio suficiente de datos para mostrar hecho por he-
cho los detalles de su vida. Nuestro trabajo pálido
é incompleto, aparece solo como una j^uestra de
respeto á la memoria de D. Juan Godoy, dejando
á manos más hábiles la tarea de estudiar á fondo
su vida y su genio.
— XXI —
II
Don Juan Gualberto Godoy, nació el 12 de Ju-
lio de 1793, en la ciudad de Mendoza, capital de
la provincia del mismo nombre, en el far west de
la República al pié de las Andes, cuyo aspecto
sobrecojía al poeta haciéndole decir :
lEn qué tiempo, en cuál dia ó en qué hora
No es grandioso, soberbio é imponente,
Altísima montaña.
Tu aspecto magestuosof
Aprendió á leer en una escuela de mujeres y á
la edad de siete años le enseñó á escribir D. Alejos
Nazarre, interventor entonces de tabacos en Men-
doza, y más tarde gobernador de la provincia en
los primeros dias de la revolución. En la escuela
de los Belermos estudió la gramática latina, ad-
quiriendo algunas otras nociones puramente rudi-
mentales. D. Juan Godoy había adquirido una
• forma de letra tan gallarda y correcta que tuvo
desde sus primeros años asegurada su subsisten-
— XXII —
cia con este talento, dirémoslo así, vulgar. A la
edad de 12 años, le valió un puesto en la Tesore-
ría de la Real Hacienda, donde permaneció has-
ta 1809.
La ausencia de su padre durante algún tiempo
le obligó á interrumpir los pobres estudios que
entonces se cursaban públicamente, entregándose
al cuidado de la Chacra paterna y á las labores ru-
rales.
Como una muestra de carácter útil y emprende-
dor, señalaremos su empeño en obtener vinos por
los medios más naturales y fáciles, en un lugar
donde esta industria no se había despertado aún
ni asumido las dimensiones que tiene hoy dia.
Debido á su empeño y constancia consiguió iniciar
en 1811 los primeros trabajos tendentes á dar vida
a esta industria. Sería este solo título suficiente
para recordar su nombre como acreedor á la con-
sideración que merecen los creadores de hechos
útiles y prácticos á su país, si no descollara á ma-
yor altura como entidad conspicua en nuestra li-
teratura.
Muy pobre era la educación que debía á sus
maestros para que bastara á preparar su espíritu
— XXllI —
á las grandes concepciones; pero D. Juan Godoy
«había nacido poeta, según la espresion de D. Do-
mingo de Oro, como nació amigo de la virtud,
como sincero y generoso». Su talento fué cultiva-
do por él mismo, y todo se lo debe á sus propios
esfuerzos y á su constancia. Apasionado desde muy
niño por la lectura de poesías, leyó cien veces los
escasos volúmenes que componían su biblioteca.
Las únicas obras poéticas que tenía ala mano eran
Quevedo y la Araucana de Ercilla y en ellas bebió,
en cuanto lo permitía su talento original, el espí-
ritu y el carácter de la poesía castellana que más
tarde llegó á conocer con la perfección de un lite-
rato consumado. Pertenece Don Juan Godoy á
esa clase de hombres que saben sin llevar el sello
de los maestros, á esas inteligencias cultivadas y
despiertas, que no tienen despachos universitarios,
y que jamás se han inscripto en las matrículas de
las aulas.
No tenemos datos ciertos sobre la época en que
hizo sus primeros ensayos poéticos ; él mismo nos
ha asegurado no recordar cuando tentó su astro ;
pero su carácter elevado y severo, lo impulsó des-
de muy joven, á criticar todo abuso, á corregir
— XXIV —
todo yerro. Poeta de alma y de conciencia, la for-
ma favorita de su pensamiento escrito, era el verso
fluido y fácil, como todo lo que responde á la pre-
disposición natural de una inteligencia fecunda y
vigorosa.
En 1817 hizo su primer viaje á Buenos Aires,
regresando á Mendoza casi inmediatamente á con-
tinuar sus labores agrícolas al lado de su padre. Ni
este viaje ni otro que hizo el año 22 le sirvieron
para aumentar sus conocimientos : sin embargo en
el último, hizo relación con el Doctor Lafinur,
quien le invitó por repetidas veces á publicar en
el Verdadero amigo del país, diario fundado
bajo sus auspicios alguna de sus composiciones.
En este diario vieron la luz pública por primera
vez, dos ó tres poesías de Don Juan Godoy, cuyos
nombres no hemos podido obtener. Vuelto á Men-
doza, se dirigió á Chile conduciendo una factura
de efectos, donde permaneció ocupado en el co-
mercio en calidad de dependiente, hasta el año 24,
que regresó á su ciudad natal. Continuó dm*ante
algim tiempo en el comercio, vendiendo desde el
mostrador no solo Uenzos sino también composi-
ciones poéticas para los gauchos cantores, para dar
— XXV —
dias y celebrar aniversarios de personas queridas
de cuantos solicitaban este favor del poeta fecundo
ó ignorado Don Juan Godoy; poseía ese estilo fácil
é impregnado del lenguaje decidor y vulgar de
nuestros gauchos, era algo de lo que es Trueba
para la España : un cantor de escenas llenas de ani-
mación y de fuego, entonadas en voces accesibles
á todos y con el tinte vivo de la palabra vulgar,
con el lenguaje estropeado con modismos nacidos
de buena fé en la gente del pueblo, llenos de verdad
y de vida.
Don Juan Godoy fué el primero que ensayó en
la República el metro de los payadores, haciendo
versos notables, ya por la dulzura y el sentimiento
de que están impregnados, ya por la sátira punzan-
te que fustiga los vicios y desmanes sociales, en la
forma genuina del lenguaje del cantor gaucho.
Hemos dicho el primero, teniendo preséntela épo-
ca en que apareció el Diálogo patriótico entre
Chano y Contreras de D. Bartolomé Hidalgo.
Algún tiempo antes de esta publicación D. Juan
Godoy escribió é hizo imprimir su Corro y folleto
de 30 páginas en octavo, compuesto en el mismo
metro y en la misma habla que el anterior, y alu-
— XXVI —
sivo al Coronel Corro que trataba un diálogo con
un gaucho, su amigo, después de su derrota y es-
pulsion de Salta, donde habla encabezado una re-
volución. Esta composición y mil otras que toda
Mendoza conoce, daban á Don Juan Godoy una
especie de influencia social de un carácter correc-
cional y moralizador. No ha habido desmán ni ar-
bitrariedades, abusos ó vicios á que no haya pro-
testado en versos enérgicos y satíricos hasta lo
sumo, y como él decía en sus últimos años, se había
sentido poeta, cuando se había indignado ante ar-
bitrariedades insoportables : « mi inclinación era
hacer versos burlescos contra todo lo que me pare-
cía malo» y á fe que congenio y con el espíritu
de Quevedo, había para hilar largo, allí donde los
abusos no eran escasos.
« La causa de los buenos principios lo tuvo siem-
pre entre sus defensores, y el Juvenal mendocino
enarboló el látigo de la sátira contra el vicio cí-
nico y contra la arbitrariedad que lo escudaba.
En aquellos tiempos se necesitaba para obrar así
más valor que para pelear en los campos de ba-
talla. En estos se podía sucumbir sin perecer.
El escritor arrogante que había hecho de su
— XXVII —
pluma un escalpelo para poner al descubierto los
senos mas hondos del cáncer social, estaba con-
denado de antemano para cuando cayese en las
de los sostenedores del arbitrario (1) .
El año 1824, fundó en Mendoza un periódico ti-
tulado el jFco rfe los Andes, redactado por él y
varios de sus amigos, dos años más tarde, redactó
el Iris Argentino, y junto con este, el Huracán,
periódico de circunstancias, escrito en verso de
punta á cabo, satírico como los más y en el que
aparecieron los primeros retratos de cuanto perso-
nage tenia algima posición en Mendoza. Las perso-
nas de aquella época recuerdan estrofas enteras de
aquellas descripciones picantes, en que cada tipo
está diciendo á voces : soy fulano, tal es la preci-
sión y la exactitud de aquel diseñador de fisono-
mías y caracteres. No eran tiempos aquellos en
que la Constitución garantiera en Mendoza la li-
bertad de imprenta, ni los gobernantes de enton-
ces dejaban de ser hombres, para no vengarse de
las sátiras. El Huracán fué suprimido, y Don Juan
(1) Necrología de D. Juan Godoy, publicada en el número
315 del Zonda de San Juan.
— XXVIII —
Godoy, tuvo que escapar á uña de caballo, de
aquel gobierno que lo perseguía encarnizadamen-
te, porque se había tomado la libertad de hacer su
boceto, ya que no su retrato. Don Juan Godoy
volvió á Buenos Aires, residiendo alternativamen-
te en esta ciudad, en Dolores y en el Tuyú, hasta >
1830, que regresó á Mendoza, redactando un nue-
vo periódico satírico el Coracero, lo que le valió
la emigración á Chile y el destierro por más de
26 años. Pocos hombres hay que como él se hayan
servido con tanta ventaja de la poesía para corre-
jir con estrofas admirables, errores administrati-
vos, faltas judiciales y cuanto aparecía en su pro-
vincia de malo y abusivo.
Su palabra era siempre la primera que lanzaba
el grito de reprobación, y puede decirse de él, que
era un verdadero poeta, porque sus composiciones
mostraban á la vez los arranques del genio y los
impulsos generosos de una alma bien templada,
honrada y justa.
Durante su residencia en Chile, se sirvió de sus
talentos más vulgares para proveer á su subsisten-
cia, y á pesar de esto, obtuvo más tarde puestos
honorables en la administración de aquel país
— XXIX —
hospitalario, que dio abrigo á los argentinos en la
época aciaga de nuestra historia. Hasta 1837, fué
maestro de una escuela pública en la Cañadilla,
barrio apartado de la ciudad de Santiago ; oficial
segundo de la secretaría del gobierno local de San-
tiago ; maestro de caUgrafia en la Academia Mili-
tar ; y oficial único de la secretaría de Cabildo,
consecutivamente hasta 1839, época en que tomó
la dirección de im establecimiento de minas de
oro en la provincia de Colchagua, volvió á Santia-
go poco tiempo después, ocupando el puesto de ofi-
cial auxiliar en la Intendencia hasta el año 1842,
en que se le envió como oficial de la legación de
Chile en el Perú.
No sentándole bien el temperamento de Lima,
regresó á Chile después de año y medio, donde po-
cos dias después de su llegada obtuvo el empleo
que había dejado al partir, desempeñándolo hasta
el año 1847. El Intendente Don José María Egaña,
lo llamó á la secretaria de la Intendencia el año
1848, destino que abandonó para tomar la direc-
ción de la Escuela Normal de Preceptores. El año
1853, fué nombrado Diputado al primer Congreso
legislativo de la RepúbUca Argentina, honor al
— XXX —
que renunció por estar comprometido al servicio
de Chile. Viejo, enfermo y achacoso, volvió á
Mendoza en 1856, buscando alivio en el tempera-
mento de su ciudad natal para su enfermedad al
pecho de que sufría desde joven. Varios cargos
públicos desempeñó en Mendoza, pero las discu-
siones intestinas, las luchas de partidos, que todo
lo hieren lo obligaron á aceptar el puesto de Can-
ciller del consulado de Chile en Mendoza, buscan-
do así, un abrigo en el pabellón de la República
hermana, contra los rencores y los odios encona-
dos que lo perseguían, robándole la tranquilidad
que merecen las canas del anciano. Don Juan Go-
doy es uno de esos hombres que no tendrá un
puesto en nuestra historia política porque no ganó
batallas, ni fué majistrado, ni orador : pero cuando
se conoce la multitud de hechos á que ha contri-
buido con su espíritu justo y elevado, cuando se
miden sus sufrimientos y las acciones que hacen
al hombre, no se puede prescindir de saludar con
respeto su nombre, que nuestra literatea corona-
rá como poeta, el dia que haya verdaderamente li-
teratura nacional, es decir, el dia que nazcan para
todos, las obras de los hombres ignorados, porque
— XXXI —
su teatro fué pequeño y apartado de los grandes
centros de población.
III
Don Juan Godoy, nació poeta, hemos dicho en
alguna parte de este ensayo, y sus inspiraciones
llevan impreso el sello del genio y del carácter
eminentemente filosófico de la poesía, de la verdad
y del pensamiento, pertenece á esa escuela de poe-
tas que han comprendido su misión, y que han di-
cho con Rivera Indarte : la poesía debe tener una
misión de premio y de castigo y no perderse en el
platonicismo de las ideas, ni en la espiritualización
del amor. No ha cantado él, ni á la belleza, ni
á las flores sin sembrar de pensamientos profun-
dos el velo diáfano que cubre los encantos de esas
armonías vagas que deleitan el oido á riesgo de no
dejar frutos al espíritu. En sus cantos líricos, hay
nervio y suavidad, mientras se alza rudo y cáus-
tico en sus estrofas satíricas, poderosas como los
yambos de Juvenal, y llenas de sal que pudiera
— XXXII —
llamarse argentina, tan impregnada está de los
dichos populares y de las frases conocidas del hom-
bre culto y del gaucho de la Pampa.
Si fuéramos á juzgar el espíritu de sus produc-
ciones por los pensamientos elevados de que están
nutridas, no podríamos menos de reconocer, que
campea en ellas el carácter de la poesía inglesa
por lo profundo del concepto, lo meditado de la
idea exacta siempre en la espresion y analizadora
como el desarrollo de una investigación de la cien-
cia. Don Juan Godoy, más poeta, más satírico que
Moore, tiene puntos de conexión con Bloomfield,
el zapatero, intérprete digno de la poesía popular.
Godoy no sucumbió como este á los desencantos,
sino que cuando su nombre era conocido como
cantor popular, y su fama de payador iba crecien-
do como la de los trovadores del siglo xii, remon-
tó más alto su vuelo, y en las elevadas regiones
del pensamiento cantó sus inspiraciones envueltas
en la amargura de 'la situación de su patria ó en
los preceptos intransigentes del arte en las altas
concepciones del espíritu.
Enarbola el látigo de Juvenal y levanta la mo-
ral ultrajada ó contiene un desmán pronto á pro-
— XXXIII —
ducirse, teniendo á raya los abusos en su provin-
cia; canta desde el destierro ¿l Los Andes y no
puede escapar á la descripción de la época prima-
ria de la creación.
En la edad primitiva de la tierra.
Cuando el fuego voraz que en lo más hondo
De sus senos recónditos se encierra.
Más á la superficie se acercaba ;
Y cuando en cada una
De tus cumbres altísimas se vía.
Que en torbellinos de humo ardiente lava
El cráter inflamado despedía
De cien volcanes, cuyas erupciones
Nuevos montes y valles, nuevos lagos
Dejaron por señal de sus estragos :
Se inspira recordando la palmera y revela en
cada estrofa ese sentimiento íntimo que nos domi-
na al escuchar el manso murmullo del arroyuelo,
ó al ruido misterioso del follaje agitado por las
brisas, sentimiento esplotado diestramente por
Chateaubriand en su lucha contra el escepticismo y
los enciclopedistas ; y que ha hecho decirwque de-
volvió al cielo y á la tierra las armonías misterio-
sas que tienen con la existencia humana.» Don
Juan Godoy, en La Palma del desierto ^ describe,
— XXXIV —
medita y deja en sus observaciones un bálsamo
purísimo que perfuma toda la composición, hala-
gando sentimientos íntimos que despiertan con
las armonías vagas de la naturaleza y de la vida.
Tomamos las siguientes estrofas de esa compo-
sición dedicada á D. Carlos Bello :
Palma altiva y solitaria
Que en los bosques te presentas,
O en agreste falda ostentas
Tu jigante elevación.
Ese ruido misterioso
Que se escucha en tu ramaje,
4 Es, acaso, tu lenguaje,
Es tu idioma, es tu espresion f
Respondes, quizá, y no entiendo
Tu respuesta, palma bella.
Por más que quisiera en ella
Lo que dices comprender.
Mas yo escucho tu murmullo,
Y que tú me hablas sospecho,
¡ Ay I no puedo satisfecho.
Tus palabras entender.
De tus abanicos verdes
Por el céfiro movidos.
Los misteriosos sonidos •
Creo que palabras son.
Porque, 4 qué es la voz humana
Si palabras articula.
Sino el aire que modula
El hombre, con precisión!
— XXXV —
Si él espresa en sus palabras
Ideas y pensamientos,
4 Quién sabe si tus acentos
Ideas no son también,
Ideas que tú á tu modo
Espresas en tu lenguaje,
Modulando en tu ramaje
El aire con tu vaivén t
i
Y más adelante en la misma composición agre-
ga que quiere á la palma por su aspecto gallardo,
su belleza :
Mas sabiendo que á las naves
Do truena el bronce horadado
Jamás una tabla has dado
Ni á una lanza duro astil.
Idea que más de una vez encontramos repetida
en sus composiciones, bajo diversas formas :
muestra de adversión profunda á esa laboriosidad
del hombre empleada en buscar medios de des-
trucción y de luchas.
D. Juan Godoy tiene producciones eminente-
mente poéticas. Las llanuras de mi patria, El
cipréSj La campana, digna del canto de Schiller,
El sereno j y otras más entonadas al compás de la
lira grave y magestuosa : sus cantos líricos á Afa-
— XXXVI —
yo, en 1849, notable por los pensamientos que en-
cierra:
I República I ] República I es el grito
Que de un polo á otros reproduce el eco.
esclama en él, el poeta contemplando el movimien-
to de la revolución francesa de 1848, que parecía
iniciar la vida de la democracia para la Europa; y
luego dirige sus ojos á la patria y no puede dejar
de decir :
Y el argentino que á este grito santo
En ochocientos diez se hizo guerrero
El único será que no la escuche
Y resignado encorve al yugo el cuello
Si esta la suerte que el cielo nos depara.
En tierra estrana queden nuestros huesos.
este Último verso recuerda el anatema de Moisés
á los hijos de Israel, tan solemne en su composi-
ción, tan bien espresado se encuentra el último su-
plicio del hombre : la pérdida del hogar y del sue-
lo natal.
Publicamos íntegros los cantos La Campana y
El Sereno, que aparecieron el año 42 en los perió-
dicos de Chile.
EL SERENO
Mientras que en sueño profundo
Yace el pueblo sosegado,
De un segundo á otro segundo
Anuncia el sereno al mundo
La hora que el reloj ha dado.
Cada calle está desierta,
Todo en silencio descansa :
Solo el sereno está alerta,
Como en el alma despierta
Está siempre la esperanza.
Pero este hombre misterioso
Que solo de noche vive;
Que ni en tiempo borrascoso
Busca en el lecho reposo,
4 Por qué tanto se desvive?
— 22 —
Asi la esperanza amiga
Es perpetuo centinela
Que en el corazón se abriga ;
Y que nunca en la fatiga
Se cansa de estar en vela.
Cual de copioso raudal
Baja la lluvia á torrentes,
Y en silencio sepulcral
Está la plaza, el portal
Do suelen bullir las gentes.
Mas, la voz estrepitosa
Que á la par del ronco trueno
Se oye en noche tempestuosa,
Cuando todo en paz reposa.
Esta es la voz del sereno.
Se divisan á lo lejos
Vislumbres de una luz vaga,
Cuyos destellos bermejos
Son los últimos reflejos
De un farol que ya se apaga.
Y al siniestro resplandor
Que arroja su luz rojiza
Por todo el alrededor
Cual espectro aterrador
Al sereno se divisa.
- 23 -
Como en lóbrego panteón
Marchando con paso incierto,
A la estraviada razón
Pinta la imajinacion
La triste sombra de un muerto.
Viene el trémulo tañido
De la sonora campana,
Por el aire conducido,
A decirle en el oido
Son las dos de la mañana.
Al instante arroja el pito
Un silbido prolongado ;
Y en seguida anuncia un grito
Que en el abismo infinito
Otra hora se ha sepultado.
De la noche á la mañana,
Cada minuto de la hora
Interpreta en voz humana
Los golpes que la campana
Arroja grave y sonora.
Pero este reloj viviente
Retumbo de la campana.
Buscaría inútilmente
En el instante presente
El de otra hora más temprana.
— 24 —
Pasó para no volver,
Y eterna será su huida :
Que la hora que pasó ayer
Es una hora que el no ser
Cercena de nuestra vida.
No la detiene en su casa
Aquel de tesoros lleno ;
Ni aquel de fortuna escasa,
Pues que para todos pasa
La hora que canta el sereno.
Porque junto con la voz
Que nos dice la hora nueva,
El tiempo que huye veloz
Se apodera de las dos
Y á la eternidad las lleva.
Pasa para la belleza,
Que nos encanta y subyuga.
La hora que vá y la que empieza
Dejando sobre ella impresa
La línea do habrá una arruga.
No pasa con'más despacio
Por la techmnbre dorada
De las salas de palacio ;
Antes si, corre su espacio
Con rapidez duplicada.
— 25 —
Pasa para el orgulloso
A quien ¿upo por fortuna
Llevar un nombre famoso :
Para el viejo y para el mozo,
Y para el que está en la cuna.
Y en este eterno pasar
De una hora tras la siguiente,
Caminamos sin cesar.
Sin que podamos parar
Aún el instante presente.
Porque al decir los serenos
El instante que entonce es,
Ya es uno de los ajenos,
En nuestra vida de menos
El otro instante después.
Y en tanto que el tiempo vuela,
Y nuestra vida se estrecha,
El sereno es centinela.
Que animcia que el tiempo es tela
De que la vida está hecha.
Porque bien examinada
¿Qué es ima hora vivida,
Más que ima hebra muy delgada.
Que con otras enlazada
Forman el tejido rítfa?
— 26 -
4 Pero qué sirve este aviso,
Que por momentos tenemos ;
Cuando el tiempo escurridizo
Se nos pasa de improviso
Sin que una hora aprovechemos?
Sumidos en sueño inerte
Nos ve cada hora en su huida
Hacer de la vida muerte,
Acortando de esta suerte
Los momentos de la vida.
Porque en suma ¿qué es dormir?
¿No es morir un tiempo dado?
Y si el dormir es morir
No. es la vida disminuir
El tiempo al sueño entregado?
En vano canta el sereno
Las horas que van pasando
Si tratamos como ajeno
El tiempo malo, y el bueno,
Que el sereno va anunciando.
Asi en vano voltejea
El cárabo taciturno.
Cuando con su luz platea
El astro de Citerea
El denso manto nocturno.
— 27 —
Igual resultado deja
El sereno en favor nuestro
Cuando nos canta en la oreja,
Que el vuelo con que se aleja
Aquel pájaro siniestro.
Asi con celeridad
De un instante en otro instante,
Sin valuar su brevedad
Vamos á la eternidad
Tras otros que van delante.
Allí es donde todo para,
Y de donde nada vuelve
A pasar por do pasara
Desde que en su seno avara
La eternidad nos envuelve.
Triste aquel que solo espera
Respirar él aire ajeno ;
Para quien la hora postrera
Proscrito en tierra estranjera
Ha de anunciar el sereno.
Santiago de Chile, Junio 7 de 1842.
LA CAMPANA
Campana grave y sonora,
Cuando el martillo te ha herido,
Del reloj para dar la hora.
Cuando viene hasta mi oido
Tu voz fuerte y vibradora,
No es tu tañido una queja
Que el badajo arranca al bronce,
La que retumba en mi oreja;
La voz del tiempo es que entonce
Me dice adiós, y se aleja.
Cuando tu voz por el viento
Parte desde el campanario,
Y anunciando va el momento
De concurrir al Santuario
Para el sacrificio incruento.
— 30 —
Entonces no es tu sonido
La articulación ó voz
Que el martillo ha producido I
Es esta la voz de Dios
Que á sonar viene en mi oido.
Cual el de la voz humana,
Es el misterioso son
De la armoniosa campana,
Que en cada nueva inflexión
Nuevo sentimiento emana.
En la noche torva, oscura,
Cuántas veces tu cadencia
A mi mente se figura,
El grito de una conciencia
Que en la soledad murmura I
Si al alba, dulce y canora.
Acompañas la avecilla
Que hace el saludo á la aurora.
Eres la espresion sencilla
Del alma que á Dios adora.
Un repique estrepitoso
Dice que al mundo ha venido
Un niño tierno y hermoso
En que vé reproducido
El padre su ser dichoso.
— 31 —
Pero suena de otra suerte
Esta campana y anuncia;,
Que un joven robusto y fuerte,
Cual débil tallo de juncia,
Cayó al golpe de la muerte.
Resuena su triste acento
En la noche silenciosa
Para avisar el momento
Que á una madre y tierna esposa
Le llevan el sacramento.
Cada uno desde su lecho,
Al escucharte, campana.
Dice dentro de su pecho :
«Quizás sonarás mañana
Por mi animciando igual hecho».
También en medio del dia,
Con acento lastimero
Y fúnebre melodía,
Anuncias al pueblo entero
De un anciano la agonía.
En continua vibración
Tu voz magestuosa y recia,
Convoca á oir el sermón
Que precederá en la iglesia
A la devota oración.
— 32 —
Con plañidero sonido
Das el aviso en compendio,
De que el fuego embravecido
En las llamas de un incendio
Una casa ha consumido.
Cual prolongado sollozo
Que arranca intenso dolor,
Tu retumbo cadencioso.
Que no envié otro temblor
Suplica al ser poderoso.
Conmoverá su sonido
Al corazón más bastardo
Cuando al viajero perdido
Le anuncia en el San Bernardo
Do será bien recibido.
Pero no solo es, campana,
La voz de la religión
Ese son que de tí emana.
El es también la espresion
De la alegría mundana.
Y, cuántas veces ha sido,
TaUsman afortunado
Tu retumbante sonido.
Que en defensa del Estado
A los hombres ha reunido !
— as-
para unir la muchedumbre
Y resistir á la España,
El Indio sobre la cumbre
De una elevada montaña
Encendía una gran lumbre ;
Y el antiguo Caledon
Despachaba mensajeros,
Cada uno con un tizón.
Que citasen los guerreros
De los Clanes á reunión.
En la campana tenían
Un medio más pronto y cierto
Nuestros Padres, si querían
Reunirse en Cabildo abierto,
Y á su toque concurrían.
¿ Quién será aquel que no estime
Conservar en su memoria,
Un punto que le aproxime
A aquellos tiempos de gloria,
En su recuerdo sublime ?
Cuando esos héroes supieron
Vengarse de las injurias
Que los reyes les hicieron ;
Y el yugo de tres centurias
Tan animosos rompieron !
— 34 —
Para tí, Patria querida,
Ese tiempo es ya pasado !
Una turba envilecida
De esclavos, ha remplazado
Aquella gente escojida.
Ahora el tirano llama.
Como á su perro el pastor,
A esa junta que proclama
Héroe, á un vil degollador.
Cuando más terco la infama.
Para defender sus fueros
Ha puesto ya la nación
En campaña sus guerreros.
Forzoso es que haya una acción
En que midan sus aceros.
Cada uno tira la cuenta
De el dia que debe ser
Esta batalla sangrienta :
Todos quieren entrever
Lo que el general intenta.
En un mapa aquel calcula
Con el compás la distancia
Do las huestes acumula :
Otro allá con arrogancia
Los movimientos regula.
— 35 -
Viene un posta á dar aviso
Que la acción está empeñada :
Y anuncia que de improviso
Se principió la jornada,
Y que el triimfo está indeciso.
Crece entonces la ansiedad,
Y las congeturas crecen ;
Inquieta la sociedad,
Solo corrillos ofrecen
Las calles de la ciudad.
En sudoroso corcel
Cruza un militar la plaza :
Descubrir quieren en él
No un simple oficial que pasa,
Y le siguen en tropel.
Rodeado de esta caterva
Llega á casa del gobierno,
Y sin ver que se le observa
Penetra al recinto interno
Con afectada reserva.
Con más zozobra y cuidado
Todo el concurso se afana
Por saber el resultado.
Hasta que al fin la campana
Dice la acción se ha ganado.
— 36 —
En los rostros la alegría
Cual chispa eléctrica corre :
Ya ninguno desconfía
Desde que escucha en la torre
La buUiciosa armonía.
Triste el que en tierra estrangera
Desde su Patria lejana
Alguna noticia espera !
Muda es para él la campana,
Para otros tan vocinglera.
Tu plácida entonación,
Recuerda el dia grandioso
En que la revolución
Tendió á sus pies el coloso
De tres siglos de opresión.
Y en tanto que la alegría
Se espresa con tus sonidos,
El pié de la tiranía
Huella los lares queridos
De la dulce Patria mía !
No quieras, por Dios, sonar
Saludando el primer rayo.
Que sobre el Plata ha de enviar
El próximo sol de Mayo,
Si al tirano ha de alumbrar.
— 37 —
Muera ese tirano atroz
Antes que llegue ese dia ;
Y, sino, calle tu voz !
¡ No haya un eco de alegría
Ni aún fugitivo y veloz !
Entonce en mi último aliento
No sonará la campana,
Que anunció mi nacimiento !
Proscripto en tierra lejana
No tendré ni este contento.
Santiago de Chile, Junio 7 de 1842.
MALVINA
Cuando va tu voz, Malvina,
Siguiendo cada inflexión.
Del tíemo armonioso son
Que esprime tu arpa divina :
Cuando tu mano graciosa
Pulsa la trémula cuerda.
Sin que á su contacto pierda
Su blandura deliciosa :
Entonces, bella Malvina,
Imposible es que haya un alma
Que se mantenga en su calma
En tu presencia divina.
Si de la verde gramilla
Al compás del oboe
Tu pequeñísimo pié
Los tiernos tallos humilla :
Si de actitud voluptuosa,
— 40 —
Tu talle gentil y esbelto
Ajil cambia ; y siempre suelto
Otra toma más airosa :
Entonces, bella Malvina,
Apenas hubiera un alma
Que conservase su calma
En tu presencia divina.
Si tus labios de carmín
Los conmueve una sonrisa,
Y en tus dientes se divisa
La blancura del jazmin :
Si el pañuelo trasparente.
Que el candido pecho encubre,
Al blando latir descubre •
La móvil forma turgente :
Entonces, bella Malvina,
No hay sobre la tierra un alma
Que pueda mostrarse en calma
En tu presencia divina.
Si tus ojos humedece
Centellante y cristalina
Una lágrima, Malvina,
Al ver un ser que padece ;
Si al correr por tu mejilla
— 41 —
Para en ella un solo instante
Como chispa de diamante
Que sobre una rosa brilla :
Entonces, bella Malvina,
No creo que hubiera un alma
Que permaneciese en calma
En tu presencia divina.
Cuando el nítido arroyuelo
Con su linfa cristalina
Cubre tus formas, Malvina,
Como transparente velo ;
Y que bulliciosa y pura
Lamiendo el nevado cuello
Los rizos de tu cabello
Acaricia con blandura :
Entonces, bella Malvina.
Estoy cierto que no hay alma.
Que pudiera estar en calma
En tu presencia divina.
En blanco y mullido lecho
Vi, de Malvina dormida.
La cabellera esparcida
Sobre el cuello y lindo pecho.
No era de simple mujer.
Era de ángel su presencia.
— 42 —
Era la misma inocencia
Representada en su ser.
Entonces, bella Malvina,
Entonces, sentí que mi alma
Había perdido su calma
En tu presencia divina.
Santiago de Chile. Julio 7 de 1842.
A ORSILA
EN SU EMIGRACIÓN
¿Por qué dime, Orsila,
Mancilla tu hermosura
Un tinte de amargura,
Reflejo del dolor?
¿En el alma más pura
Que crió naturaleza
Derrama la tristeza
Amargo sinsabor?
¿ Solo porque dejaste
El recinto argentino
En tu rostro divino
La angustia impresa va?
No es el suelo, Orsila
Lo que patria se llama.
Donde está lo que se ama
Allí la patria está.
— 44 —
En el helado polo
Contigo, amiga mía,
Mi espíritu hallaría
Encantos y placer;
Y el solar de mis padres
Sin tí, Orsila, fuera
Una tierra estrangera.
Mansión de padecer.
Que al hombre no es posible
Vivir quieto y sereno
Respirando aire ajeno
Por experiencia sé.
Once años he vivido
En la tierra extranjera ;
Y aún hoy i quién lo creyera !
La pisa incierto el pié.
Si el nombre de mi patria
Suena en mi ardiente labio
¡ Cuan austero resabio
En mi alma deja en pos !
Este nombre querido
Retraza en mi memoria
La tenebrosa historia
De ese período atroz.
— 45 —
¿No ves ya cuantos años
Al destino le plugo
Bajo afrentoso yugo
A nuestra patria uncir ?
A vivir fugitivos
Y errantes nos condena,
Buscando en tierra ajena
Lugar donde existir.
Empero, si arrojados
Somos á país lejano
Dó su hálito el tirano
No pueda derramar :
Allí estará la patria,
Si allí libres vivimos :
Y si libres sentimos
Las delicias de amar.
Cual aire fugitivo
Que las hojas ajita
Y que libre visita
La solitaria flor :
Así, Orsila, bella,
Cual suelta mariposa
En libertad dichosa.
Nos visita el amor.
— 46 —
Entre ruinas y escombros
Ni entre árido ramaje
De la yerba salvaje
Amor no estampa el pió :
Donde la tiranía
Con sangre el campo riega,
Sus alas no despliega,
Su lampo no se vé.
Do aromáticas flores
Vierte la primavera ;
Do esmalta la pradera
De risueño verdor;
Do libre como el aire
El pensamiento gira ;
Do libertad respira.
Morada es del amor.
Ningún afecto tierno,
Mi celestial amiga.
El corazón abriga
En triste esclavitud.
Pasiones generosas
El esclavo no siente.
Encórvase paciente,
Y obra por habitud.
— 47 —
Un corazón, Orsila,
Que algún dia ha latido,
Sin que le haya oprimido
Tiránico rigor.
No vive sino siente,
Que el blando amor le ajita :
Solo amando palpita;
Su vida es el amor.
Y bajo el yugo odioso
Que nuestra patria oprime,
Cuando cada uno gime
So el brazo asolador
De un tirano que todo
Lo mancha y aniquila,
¿ Quién, divina Orsila,
Suspirará de amor?
Olvidemos el suelo
Do la lumbre, Orsila,
Nuestra tierna pupila
Hirió la primer vez ;
Hasta que los tiranos
Huyan de su recinto ;
Y hasta que quede extinto
El rastro de sus pies.
— 48 —
No juzgues, linda amiga,
Que me es aborrecido
Ese suelo querido.
Do por dicha nací.
Rencor á los tiranos.
Odio á la tiranía
Es solo, amiga mía,
Lo que hace que hable asi.
Lo amo, mil veces lo amo,
Orsila, y si muriese
En la tierra estranjera
En él fuera á buscar
Mi espíritu morada,
Y en sus bellas llanuras
Entre las auras puras
Iría á reposar.
Preciso es que el encono
Burlemos de la suerte
Oponiendo alma fuerte
A dura adversidad ;
Diráse que proscritos
Nuestros días pasamos,
Pero que conservamos
Amor y libertad.
Santiago de Chile, 1842.
AL PIÉ DE UNA MA
DÉCIMA
Al ver tu pequeño pie,
Y la pierna á que está asido,
Mi pensamiento ha medido
Lo demás que no se vé.
En vano el vestido á fó
Oculta tanto portento;
Los roba por un momento
Al ojo, pero ¿que avanza?
Si donde el ojo no alcanza
Se introduce el pensamiento.
EN UN ÁLBUM
SONETO
Cual árbol solitario, que en su huida
Espumoso torrente ha derribado
Y es por sus tiu^bias ondas arrastrado
A una orilla quizás desconocida.
En la escabrosa senda de la vida,
Por destino fatal y despiadado,
Me veo á mi pesar precipitado
Sin poder levantar de mi caida.
Do quiera que mis ojos se dirijen
Procurando evitar mayores daños
Nuevos pesares sin cesar me allijen.
Una escuela de amargos desengaños
Mis horas fueron, y la suerte exige
Que en tierra extraña viva, y entre extraños.
Valparaíso, Diciembre 13 de 1842.
DELICIAS DE LA VIDA CAMPESTRE
Deja el mullido lecho,
Lisis graciosa y bella,
Que en el cielo una estrella
No centellea ya ;
Tras de la onda azulada
Del mar del occidente,
De la luna fulgente.
El disco oculto está.
Orillas de esta fuente
Sonora y cristalina
La brisa matutina
Ven, Lisis, á respirar :
Verás mis cabritillos
Triscar por las laderas
Y mis mansas corderas
Alegres retozar.
— 54 —
De flor en flor vagando
Verás las mariposas,
Y entre aromas y rosas
La abeja voltegear;
Oirás entre el follaje,
Blandamente mecido,
Del céfiro el jemido
Que allí viene á espirar.
Bajo los bosquecillos
Que guarnecen la entrada
Del valle, Lisi amada,
Allí te esperaré,
De lindas minituzas
Que esmaltan esta falda
Tejeré una guirnalda
Que á tu sien ceñiré.
Mi cabana aunque pobre.
Siempre fresca y aseada,
Por árboles sombreada
Asilo te dará :
Do los rayos solares
A penetrar no alcancen
Do tus miembros descansen
Mientras el sol se vá.
— 55 —
Deja, Lisís, que el rico
Inerte se consuma
Sobre lecho de pluma
En su letal sopor.
Nosotros entre tanto
Gocemos la belleza
De la naturaleza
Con el primer albor.
De las grandes ciudades
El morador ignora
Cuan hermosa es la aurora,
Cuan bello el arrebol
Con que esmalta los campos
La luz de la mañana,
Ese fulgor de grana
Con que los dora el sol.
El no sabe cuan grato
Es sobre las colinas
Las brisas matutinas
V^nir á respirar ;
Ni conoce el aroma
Que el aire perfumado
Por las flores del prado
Derrama sin cesar.
— 56 —
¿Gustó una vez acaso
El agua de la fuente,
Que pura y trasparente
Lamiendo la raíz *
Q6 las vanadas plantas
Entre algas se desliza,
Y su orilla matiza
De flores un tapiz ?
No, Lisis : solo el campo
Ofrece tales goces ;
Tú que no lo conoces
Ignoras su valor.
Ven, gusta estas delicias.
Que en el alma no dejan
Si alguna vez se alejan,
Austero sinsabor.
Solo el campo merece
Tenerte entre sus flores.
Para que á sus olores
Tu aliento aromas dé.
Tu que eres peregrina
Cual la flor del desierto,
¡ Cuan místico concierto
Harás donde ella esté !
— 57 —
Los valles solitarios
Criólos Providencia,
Para que á la inocencia
Seguro asilo den.
En ellos halla el hombre
Que tímido se aleja
Y el torbellino deja
Del mundo un nuevo Edén.
El aire emponzoñado
Que exhalan las ciudades,
No es en las soledades
Do se viene á esparcir :
Allí el grito doliente,
Allí el hondo gemido
Del misero oprimido
No se dejan sentir:
Cuando ensañado brama
El toro en la alta sierra,
Y entre nubes de tierra
Envuelve su clamor
El dolor no le arranca
Su mugido sonoro ;
No es la espresion del lloro
La voz, es del amor.
— 58 —
Si gime en la espesura
La tórtola inocente,
No se queja doliente
De que haya el cazador,
Ck)n tiro inesperado,
Robádole á su nido
El consorte querido
Objeto de su amor.
El lujo de los grandes
Que en las ciudades brilla,
Aquí no nos humilla
Rompiendo la igualdad.
A la joven hermosa .
La salud da colores,
Y el campo bellas flores
Que adornen su beldad.
Infame aquí no mancha
El labio la mentira.
Verdad solo respira
Pureza y sencillez;
Es solo en los salones
Do el cortesano mora
Do lengua engañadora
Hace uso del doblez.
— 59 -
La mano ensangrentada
De un tirano no asusta ;
Ni sombría y adusta
Levanta aquí su faz ;
Aduladores no halla
Aqui la tiranía;
Ni vil, con osadía
Para ser su secuaz.
Como el aire que suelto
Circula en la llanura,
Rizando la verdura
Y meciendo al huir
El espeso follaje
Del bosque silencioso,
Y im eco misterioso
Recojo su gemir.
Así es, Lisis, el hombre
Que en el campo reside :
Su libertad no mide
Ni la ley, ni el poder.
En medio del desierto
O bajo su cabana
La libertad no extraña
Hoy, que gozaba ayer.
— 60 —
Deja el mullido lecho,
Lisis encantadora,
Que ya los prados dora
El rayo matinal.
El cielo y el desierto
Es la hora en que se anegan
En luz, y que despliegan
Grandeza sin igual.
Ven dulce y tierna amiga,
Ven candida paloma
A henchir de grato aroma
Tu puro corazón ;
Ven rosa solitaria
Del escondido valle
A donde tu alma no halle
Ni engaño, ni ficción.
En las ciudades queden
Los que gustan de engaños :
Pasen alli sus años
Mendigando el favor.
Del poderoso esquivo.
Del intrigante artero.
De adulador rastrero
De dama sin pudor.
lima, Enero 17 de 1843.
Á UNA MUJER
4 Por que dime, bella Elisa,
Entre tus labios ayer
Se mecía una sonrisa,
Pura y solemne divisa
De inocencia y de placer!
¿Por qué hoy ha reemplazado
El sonreír delicioso.
En tu labio colorado
Inocente y deUcado
La contracción del sollozo?
4 Qué ha podido en tu alma pura
La paz haber alterado,
Que hoy se advierte en tu figura
Esa impresión de amargura
De un corazón ulcerado?
— 62 —
Dibujado está en tu frente
El amargo descontento,
Que una conciencia doliente
De lo pasado, al presente.
Hace el continuo tormento.
Cual la brisa matutina
Que las flores va meciendo
Por el valle y la colina,
Y que vaga y peregrina
Sus perfumes va esparciendo.
Asi eras ayer Elisa:
El aliento de tu boca
Era la celeste brisa
Que en el verjel se desliza;
Tus labios, la flor que toca.
Ayer brillaban tus ojos
Cual de candida paloma;
Y ahora lánguidos y rojos
Entre sus párpados flojos
Una lágrima se asoma.
Pero no es aquel humor
Que al corazón la ternura
Arranca en sutil vapor,
Que lo condensa el dolor,
Y el ojo le dá soltura.
— 63 —
Es aquel liquido ardiente
Con que la conciencia moja
El ojo del delincuente,
Que el ojo no lo consiente,
Y de su órbita lo arroja.
Ayer, Elisa en tu lecho,
Eras un ángel dormido;
El blando latir del pecho
Mostraba que satisfecho
Se había al sueño rendido.
Tu dormir, Elisa, hoy día
Es la convulsión violenta
Que acompaña la agonía
Del que una conciencia impía
En la última hora amedrenta.
De la noche á la mañana,
Dejaste de ser aquella
Cuya hermosura temprana
Fresca, pulida y lozana
Era del cielo una estrella.
¡ Pocos días han bastado
Para destruirla del todo !
Un siglo entero ha dejado
Sobre ella su pié grabado.
Cual si fiíera sobre lodo !
— 64 —
¿Qué huracán te ha marchitado
Pobre solitaria flor,
Que tu cáliz perfumado
Roto ha caido deshojado
Sin fragancias, sin color?
¡ Pobre Elisa, qué lección
En ti el cielo nos ha dado !
Suya, suya es la invención
Tú solo eres el catión
En que la ha manifestado.
Santiago de Chile, Junio 19 de 1841.
LA JUDIA
¿Dónde vas, hija de Sion,
Tan sola por el desierto
Do ruje el tigre y el león,
Do el pié vacilante, incierto,
Puede herirlo el escorpión
Bajo la yerba encubierto?
¿Dónde vas? No sigas, ven,
Hija de Jerusalen.
¡ Desgarrado está tu manto,
Desgreñado tu cabello !
Veo que apaga el espanto
De tu rostro el tinte bello I
Y tu ojo negro, entre tanto
Que arroja mustio destello.
Vaga indeciso ó incierto
Por el inmenso desierto !
— 66 —
¿Callas? Pero á qué callar,
Si del pesar que te humilla
El anuncio viene á dar
Esa lágrima que brilla,
Y lenta se ve pasar
Por tu pálida mejilla?
¿ Quién causa la pena amarga
Que tus palabras embarga?
¡ Triste vastago de Israel I
Honda copa de amargura
Derramó toda su hiél
En tu alma inocente y pura I
El hombre bárbaro y cruel
No respeta tu hermosura I
Y te persigue tenaz
Como al lobo montaraz.
Adoras al Dios de todo
Y esta adoración pretende
El hombre , mísero lodo !
Porque no lo haces del modo,
Que su ignorancia comprende !
¡ Y en nombre de Dios te quema
O te lanza su anatema !
— 67 —
Corre, apresura tu huida,
Huye la persecución ;
Y un asilo en su guarida
Pide al despiadado león :
El respetará la vida
Que el hombre en la exaltación
De su fanático celo
Ofrecerle quiere al cielo.
Empero ¿has puesto á medida
El tremendo sacrificio
Que consumas en tu huida?
¿Has formado exacto juicio
Si es que merece la vida
Hacer en su beneficio
Absoluta abnegación
De cuanto ama el corazón?
Huyes el suelo querido
De la patria, donde dejas
Lo que más grato te ha sido.
Huyes sin ver que te alejas
Donde no alcance tu oido
A escuchar las tristes quejas
De tu amante, de tu padre.
De tu anciana y tierna madre.
■- 68 —
¿Quién en la persecución
Les tenderá mano amiga?
¿Quién en la oscura prisión
Aliviará su fatiga?
4 Quién partirá su aflicción
Cuando consuelos les diga,
Si la querida se aleja,
Y la hija los padres deja?
Empero ¿acaso le es dado
Ofrecer algún servicio
A los padres y al amado,
A costa del sacrificio
De la vida que ha salvado?
No : de ningún beneficio
Otra victima les fuera
Que ardiese en la misma hoguera.
Pero ¿dónde vas ? Ay triste 1
¿Dó está tu patria y tu hogar?
¿ Dó los padres que perdiste ?
¿Dó aquel que juraste amar?
Ya nada para ti existe ;
j Y solo podrás hallar
Sepulcro lejos del hombre
En algún lugar sin nombre !
— 69 —
j Ah ! só que patria no tienes
Y que el hombre te ha privado
De los más preciosos bienes
Que el cielo al mortal ha dado !
Só que si vas, ó si vienes
No mejorará tu estado ;
Porque siempre y por do quiera
Pisas en tierra estrangera !
Huye y si encuentras la muerte
Entre las garras sangrientas
Del tigre, no mejor suerte.
En el país de do te ausentas.
Los hombres han de ofrecerte,
Si esta esperanza alimentas.
La suerte que en él te espera
Son las llamas de una hoguera.
Después que hayas agotado
El dolor en los tormentos :
Después de despedazado
Tu cuerpo en trozos sangrientos,
Será vilmente arrastrado
Por oprobio á pasos lentos,
Entre la grita y desprecio
De im pueblo bárbaro y necio.
— 70 —
Tu niñez y tu inocencia,
Tus lágrimas, tu hermosura,
Tu ninguna resistencia
No harán tu vida segura.
Una estraviada conciencia
Aniquilarla procura
Para aplacar el disgusto
De un Dios sombrío y adusto.
Huye en fin al bosque mnbroso
Do planta humana maldita
No estampó su rastro odioso.
De la hoja que cae marchita
Tendrás lecho de reposo :
De otro árbol fruta esquisita
Te dará el ramo frondoso.
Allí tendrás muerte lenta
Pero sin dolor, ni afrenta.
Santiago de Chile, Julio 7 de 1841.
LAS LLANURAS
DE LA REPÚBLICA ARGENTINA
¡ Qué bello es en la llanura
El despertar de la aurora,
Cuando con su lumbre pura
Las sábanas de verdura
El sol refulgente dora !
Nada á la vista se ofrece
Que estorbe ver descubierto
El sol que por grados crece,
Y cual jigante aparece
Al extremo del desierto.
Aún no muestra en el oriente
El astro de la mañana
Su gran disco refulgente,
Cuando corona su frente
Una aureola de oro y grana.
— 72 -
Cambia este iris sus colores,
Poco á poco, y desde luego
Se enrojecen los vapores
Hasta que el sol sus fulgores
Ostenta en un mar de fuego.
Entonces sobre cada hoja
Del trébol y la gramilla.
El rocío que las moja
Al rayo que el astro arroja
Es un diamante que brilla.
Todo entonce en la llanura
Es magnifico y grandioso.
Mece el aire la verdura,
Todo es luz, todo hermosura.
Todo es bello y misterioso.
No es allí donde el oído
Regala el canto armonioso
Del ruiseñor que escondido
Saluda desde su nido
Al luminar magestuoso.
En la sábana espaciosa
No hay un árbol verde ó seco.
En cuya rama frondosa
Jima tórtola amorosa
Y su voz repita el eco.
— 73 —
Pero se vé el cuerno erguido
Del toro que con su planta
Caba el suelo embravecido,
Y á la par de su bramido
Nubes de polvo levanta.
Más allá se vé corriendo
El potro gallardo y bello,
Que las yeguas va siguiendo,
Y mil corvetas haciendo
Arquea el crinado cuello.
Allí tropa numerosa
De gamos viene pastando,
Y por instinto medrosa
La cabeza magestuosa
Levanta de cuando en cuando.
Y si en la inmensa pradera
Se siente leve ruido
Huye con planta lijera ;
Y en su rápida carrera
Marcha el escuadrón reunido.
Acá cual alto plumero.
Que flexible ondea incierto
Sobre el casco de un guerrero,
Muestra el humo el paradero
Del monarca del desierto.
— 74 —
A su alrededor se miran,
En distintas direcciones
Ginetes que el lazo giran,
Que se acercan y retiran
En sus lijeros bridones.
Un escuadrón de repente
Se vé que formado avanza.
Que denodado y valiente
Con bizarro continente
Cada uno lleva su lanza.
El ojo se fija atento
Y entonce á entrever alcanza
Que este bélico armamento
Es de avestruces un ciento,
Y cada cuello una lanza.
Cuando todo en el oriente
Está calmado y sereno,
Negra nube al occidente
Arroja el rayo fulgente
Precursor de horrendo trueno.
El viento por grados crece,
Y silva por la llanura.
Que obstáculos no le ofrece.
Y el dia cambiar parece
De improviso en noche oscura.
— 75 —
Entonce el cuadro grandioso
Toma un aspecto espantable :
Del luminar majestuoso
Cubre el disco luminoso
Negro velo impenetrable.
Cruzan en vuelo lijero
De patos pardas bandadas
Del chajá y el terotero
Se oye el grito plañidero
En voces desentonadas.
Brama el toro en modo extraño,
Da el potro extraños bufidos ;
Mientras el manso rebaño
Anuncia inminente daño
En lastimosos balidos.
De un momento á otro momento
Brilla el rayo, y desde luego
Parece que este elemento
Desciende del firmamento
En una lluvia de fuego.
A contemplar respetuosa
El alma se reconcentra
Esta escena portentosa,
Y la mano poderosa
Del supremo ser encuentra.
- 76 —
Y entonces toda abismada
En religioso fervor,
Ya le bendice humillada,
O ya se eleva confiada
Hasta el trono del Criador.
La calma se restablece
A la par que el viento cesa,
El sol de nuevo aparece,
Y más risueña se ofrece
Toda la naturaleza.
A lo lejos se divisa,
Del desierto en la ancha falda,
Un iris que el sol matiza
Y con sus extremos pisa
Sobre un campo de esmeralda.
Rompe las nubes el viento
Do el iris brilló poco antes ;
Y en grupos de ciento en ciento.
Por la faz del firmamento.
Cruzan cual fieros jigantes.
Baja el sol al occidente
Y antes de haberse escondido
Cubre una nube su frente.
Cual cortinaje esplendente
Con franjas de oro guarnido.
— 77 —
¡ Oh cuan bella es la llanura
De la amada patria mía !
4 Mas que sirve su hermosura
Cuando con su planta impura
La oprime la tiranía?
j Oh cuánto más dulce fuera
Nacer en país menos bello,
Con tal que de él no tuviera.
Que huir á tierra estrangera
O llevar de esclavo el sello !
Mas ya que á esta alternativa
Me ha condenado el destino,
Conservaré mientras viva
Un alma fuerte y altiva
Digna del nombre argentino.
Santiago de Chile, Julio 19 de 1841.
EL TROVADOR PROSCRITO
Cante el Bardo dichoso
Al lado de su amada
Los triunfos de su espada
Las glorias del amor ;
Mientras que en tierra estraña,
En triste albergue llora,
Su Patria y la que adora
Proscrito el Trovador.
Cuando la penachuda
Elevada cimera
La cabeza altanera
Sombreó del Trovador ;
Cuando el brazo esforzado
Blandía con pujanza
La poderosa lanza,
Se admiró su valor.
• — 80 —
Hoy nadie reconoce
Aquel viejo guerrero
Cuyo guante de acero
Tan respetado fué ;
Ni de las cicatrices
Que su pecho presenta
Ninguno hace ya cuenta
Ninguno ya las vé.
No ya de sus colores
Ciñe el brazo membrudo,
Ni' en el pesado escudo
Emblema hay ó señal,
Que anuncie al que lo mira
El rango del guerrero.
Ni la patria, ni el fuero
Del bravo menestral.
Solo quedan los golpes
Del acero enemigo.
Ellos son el testigo
De que guerrero filó,
El que llevó el escudo.
Do la punta acerada
De la enemiga espada
Dio el golpe que aún se vó.
— 81 —
El tiempo ha envejecido
Sus lauros y su gloria,
j Ingrata la memoria
No los recuerda ya;
Y estrangero en el suelo
Que libertó su espada,
Gime en choza ignorada;
Solo él sabe dó está I
Un tiempo hubo que altiva
Su patria alzó la frente
Y una aureola fulgente
Ciñó su augusta sien ;
Sus bardos la cantaron
En justas y festines.
Sus bravos Paladines
La ensalzaron también.
No solo en la defensa
De los paternos lares.
Ni solo en sus hogares
Supieron combatir.
Su espada victoriosa
Brilló en tierras extrañas,
Sus proezas y hazañas
Hiciéronse esculpir.
— 82-
Pasaron esos tiempos
Pasaron esos años
¡ Oh cuantos desengaños
Han dejado detrás I
Cayó el laurel marchito
De la sien del guerrero,
Recuerdo pasajero
Le queda ya no más.
No ya la banderola
De la lanza pendiente
Flamea, ni se siente
El duro arnés crujir;
Ni el acerado peto,
Ni la bruñida malla.
En justas ó batalla
Se miran relucir.
La sala del banquete
Desierta está y oscura.
De su arpa la dulzura
No esprime el menestral ;
Ni el crujir de las armas
Que viste el caballero,
Anuncia del guerrero
La presencia marcial.
— 83 —
I Todo, todo ha concluido
Que al fin todo se pierde !
Nada hay ya que recuerde
Aquel valor audaz,
Que asombró en los combates,
Que brilló en los torneos:
Espadas y trofeos
Descansan hoy en paz.
Huella un tirano oscuro
La patria y sus destinos,
Cuadrillas de asesinos
Afianzan su poder.
De altivez y bravura
Tan solo restos quedan.
Que ni acaten, ni cedan
A su brutal querer.
¡ Por qué, por qué en el campo
Del combate postrero.
La muerte del guerrero
No cupo al Trovador !
Que al que de \m golpe pierde
Su patria y su querida,
¿De qué precio es la vida
Sin patria y sin amor?
— 84 —
¡ Oh cuánto mejor fuera
Que acabara ese día,
Que no en lenta agonía
Hallar un triste fin !
¡ Mas ay 1 Huesa ignorada
En la tierra estrangera,
Es lo único que espera
Proscrito el Paladín.
Santiago de Chile, Agosto 9 de 1841.
PENSAMIENTOS SOBRE LA AMISTAD
Dedicados á D. Mauricio Rugendas
La vida es mar tempestuoso
De mil escollos cubierto,
En donde hay un solo puerto
Que ofrezca seguridad :
Es entrada la virtud
A ese puerto de salud,
Y este puerto es la amistad.
Más de una soberbia nave
Desafiar tormenta fiera,
Vi con desden altanera
Este puerto despreciar.
Arreció su furia el noto,
Y yo vi su casco roto
Himdirse en la onda del mar.
— 86 -
He visto débil barquilla
En el puerto sin afán,
Más impetuoso huracán
Que esas naves resistir;
Y en más plácido momento,
Tender sus velas al viento
•Y su derrota seguir.
Cuando la diosa inconstante
Nos prodiga sus favores,
Los más altivos señores
Disputan nuestra amistad :
Más si la espalda nos vuelve,
Como el humo se disuelve
Esta mentida lealtad.
Tristes y errantes entonces,
Como el ave de pasaje.
Solitarios nuestro viaje
Tenemos que continuar.
Donde antes la patria fuera
Ahora es tierra estrangera,
Allí no está nuestro hogar.
Mas si en tan fiera borrasca
Vemos una mano amiga.
Que cuidados nos prodiga
— 87 —
Por calmar nuestra aflicción.
A éste placer inefable,
No hay un punto comparable
En toda la creación.
La lágrima de un amigo
Cuando el mal nos martiriza,
Bálsamo es que cicatriza
La herida del corazón :
Sus palabras, el consuelo
Que un ángel trae del cielo
En las horas de aflicción.
Aquel seno cariñoso
En que tantas ocasiones,
Sus angustias y aflicciones
Mi pecho fué á derramar :
Aquel corazón amigo,
Que lloró junto conmigo
¿Quién lo podrá reemplazar?
Feliz el mortal que alcanza
Que un amigo le dé el cielo.
Mientras que en rápido vuelo
Le arrastra el tiempo tras sí ;
Y que las horas amargas.
Para el infeliz tan largas.
Acelerar puede así.
— 88 —
Esas horas bulliciosas,
Horas sin repetición,
Horas que en el alma son
De dicha y prosperidad.
Se sienten multiplicarse,
Y sabrosas dilatarse
Partidas con la amistad.
Pero si esas mismas horas,
Busco y no encuentro al amigo.
Que había de partir conmigo,
Estas horas de embriaguez.
El tiempo que las acecha
En la eternidad las echa
Y no vuelven otra vez.
Esa mágica atracción
Cuya misteriosa influencia,
En toda nuestra existencia
Se siente con tal poder,
Que nos arrastra consigo
A buscar un ser amigo
A quien unir nuestro ser :
Esa atmósfera risueña
En que el alma se duplica
Si á otra alma se identifica
.— 89 —
Hasta formar la unidad
De dos almas, de tal modo,
Que entre ambos forman un todo, ,
Esta es solo la amistad.
Misero aquel que engañado
Por im rastrero egoísmo,
Juzga bastarse á si mismo
Y desdeña la amistad.
De la fortuna enemiga
Un solo vuelco castiga
Su necia temeridad.
Los bienes que la fortima
Nos prodiga á manos llenas.
Pueden convertirse en penas
Quizás una hora después ;
Mas si im amigo nos queda.
Bastante es para que pueda
Tal revés, no ser revés.
1 Triste aquel, que de amargura
La profunda copa agota,
Y que el dolor gota á gota
Lacera su corazón !
Sin que una lágrima vea,
Que signo espresivo sea
De la agena compasión.
— 90 — .
Que si en su agonía busca
Quien sus suspiros reciba
Y con mano campasiva
Sus ojos venga á cerrar,
Solo se encuentra á sí mismo
En el borde de un abismo,
Que imposible es evitar 1
Solo en vos grata amistad
Quisiera darnos el cielo
Un asilo sobre el suelo,
Un puerto de salvación,
A do ningún mal alcance,
Y donde su paz afiance
Siempre, siempre el corazón.
Santiago de Chile, Octubre 17 de 1841.
AL CUMPLEAÑOS DE UNA NIÑA
Lolita, bella y querida,
Más graciosa ó inocente
Que el botón fresco y naciente
De solitario rosal :
Pura como la ariruma
Que la floresta perfuma
Con su hálito virjinal.
Como la flor misteriosa
Que en lejano valle nace,
Crece, vive y se deshace
Sin que un soplo destructor,
Al cáliz embalsamado
Robe el olor regalado,
Ni de su tallo el verdor.
Así mi linda Lolita,
Crezca y viva tu inocencia,
Sin que la turbe la influencia
— 92 —
Funesta de una pasión;
Así la quietud de tu alma
Deje en deliciosa calma
Palpitar tu corazón.
Cual solitario arroyuelo
Cuyas linfas cristalinas
Entre flores peregrinas
Se deslizan sin sentir,
Tu vida pura y felice
Pacífica se deslice
En un dulce porvenir.
Así como tierna planta
Cultivada por la mano
De cuidadoso hortelano
Se desarrolla precoz,
La virtud en tu alma pura
Por la maternal ternura
Se desenvuelva ante Dios.
En esos ojos azules
Sin esfuerzo, sin molestia,
En su mirar la modestia
Sea el digno precursor,
Y que tu mejilla pinte
Del clavel el rojo tinte,
Hijo siempre del pudor.
— 93 —
Pequeña eres todavía
Mas son los rasgos tan vivos
De tus formas y atractivos,
Que ya dejan conocer
Cuan lijero, cuan esbelto
Será tu talle y cuan suelto
Cuando acabes de crecer.
Combinadas en tu rostro
Con primor tan estremado
Están la flor del granado,
La blancura del jazmin.
Que tu celestial figura
No es de humana criatura
Sino la de un serafín.
Ojalá que el tiempo aleve
Que tus gracias va formando.
Tus contomos redondeando
Y dándoles pulidez,
No imprima en ellos su planta
Con que todo lo quebranta
Y lo reduce á vejez.
Los años que para ti
Cierren su curso este dia.
De juventud y alegría
Lleven el sello inmortal.
— 94 -
Sin que en su larga carrera
Los turbe una vez siquiera
Lijera sombra de mal.
Estos los votos serán
Que siempre dirijire,
Mientras en la tierra esto,
Por ti al supremo hacedor,
Porque larga y feliz vida
Te dé, Lolita querida,
Sin resabios de dolor.
Santiago de Chile, Abril 19 de 1841.
LA PALMA DEL DESIERTO
Señor D. Carlos Bello.
Mi querido amigo :
Era muy joven cuando vi por la primera vez una palma, y
á pesar de haberme hecho la más profunda impresión su vista,
nunca se me había ocurrido cantarla. Ahora lo he hecho ; no
sé si al dejar correr mi imajinacion he llenado mi objeto ; pero
sea como fuere, le ruego me permita dedicar estos recuerdos de
mi primera edad, á la amistad con que Vd. tiene la bondad de
honrarme ; que aunque recien nacida, no por eso deja de tener
ya raices muy profundas en el corazón de su afectísimo amigo
Q. B. S. M.
Juan Godoy.
Palma altiva y solitaria
Que en los bosques te presentas,
O en agreste falda ostentas
Tu jigante elevación,
Ese ruido misterioso
Que se escucha en tu ramaje,
¿Es, acaso, tu lenguaje.
Es tu idioma, es tu espresion ?
— 96 -
Respondes, quizá, y no entiendo
Tu respue*sta, palma bella,
Por más que quisiera en ella
Lo que dices comprender.
Mas yo escucho tu murmullo,
Y que tú me hablas sospecho.
¡ Ay ! no puedo, satisfecho,
Tus palabras entender !
De tus abanicos verdes
Por el céfiro movidos,
Los misteriosos sonidos
Creo que palabras son.
Porque, ¿qué es la voz hiunana
Si palabras articula.
Sino el aire que modula
El hombre, con precisión?
Si él espresa en sus palabras
Ideas y pensamientos,
¿Quién sabe si tus acentos
Ideas no son también,
Ideas que tu á tu modo
Espresas en tu lenguaje,
Modulando en tu ramaje
El aire con tu vaivén?
— 97 —
Pero, sea lo que fuere,
Bástame á mi, para amarte,
Tan gallarda contemplarte.
Tan altiva y tan gentil ;
Más, sabiendo que á las naves,
Do truena el bronce oradado.
Jamás una tabla has dado.
Ni á una lanza duro hastil.
Por ti ningún pueblo llora
Los males de la conquista;
Ninguno se halla en la lista
De los esclavos por ti.
Al contrario, al hombre enseñas
Que el primer bien de la vida
Es buscar una querida,
Cuando tú lo haces así.
En vano la primavera
De flores el campo inunda.
Tu cáliz no se fecunda
Si compañera no ves ;
Pero si otra copa erguirse
Divisas á la distancia,
Racimos en abundancia
Se desgajan á tus pies.
— 98 —
Alzarse graciosa he visto
Más que el pino tu cabeza,
Y ostentar su gentileza
A orillas del Paraná;
He visto el añoso cedro
Dominar la selva ufano,
Y me ha parecido enano
Siempre que á tu lado está.
Si las aves del desierto
En tu copa hacen su nido.
Jamás al pichón querido
Tu altura le ha sido infiel :
Cuando sus alas implumes
No puede tender al viento,
Entre tus ramas contento
No teme un asalto cruel.
1 Ah ! si en ardorosa siesta
Me das tu sombra propicia,
Y el cefirillo acaricia
Tu verde copa al pasar;
1 Cuan dulce, cuan delicioso
Es quedarme allí dormido,
Al son del blando gemido
Que repites sin cesar !
— 99 —
En tí la imagen admiro
Del ángel que es mi tesoro,
De la bella que yo adoro
Tú me das la copia fiel.
En ese tallo gallardo
Con que se engalana el valle,
De su delicado talle
La redondez veo en él.
La fragancia de tus flores
El aroma es de su aliento,
Que al acercarme á ella siento
Perfumar su alrededor,
Y ¡embriagado al aspirarlo
Es tan dulce su incentivo.
Que si entonces sé que vivo
Es porque muero de amor.
Cada ramo de tu copa
Que sombrea el tronco bello.
Un rizo es de su cabello
Que el cuello \áene á sombrear,
Y los racimos do escondes,
Linda palma, tu simiente.
El blanco pecho turjente
Me parecen, diseñar.
— 100 —
¡ Ojalá que un siglo entero
Te mire verde y frondosa,
Ojalá que majestuosa
Tu tronco eleves galán;
Sin que roedor gusano
Haga de oradarlo ensayo,
Sin que lo consuma el rayo.
Ni lo quiebre el huracán.
Otra fortuna no envidio
Que descansar á tu sombra.
Bajo la olorosa alfombra
De trébol que hay á tu pié.
No importa que sepultura,
En la bella patria mia.
Me niegue la tiranía.
Con tal que á tu lado esté»
Urna, Mayo 25 de 1843.
Á LA SEÑORA
CLORINDA CORRADI PANTANBLLI
PRIMERA DAMA DE LA COMPAÑÍA LÍRICA
EN EL TEATRO DE LIMA
Cante otro las hazañas
De iracundo guerrero,
Que yo cantar no quiero
Hechos que despedacen mis entrañas,
Ni glorias que se fundan
En la ruina y espanto.
En el luto y el llanto
De pueblos que de lágrimas inundan.
Eternizar la guerra
Encomiando al guerrero,
Más que los tigres fiero.
No es la misión del bardo, hoy en la tierra.
— 102 —
De las armas el ruido,
Los gritos del combate,
Solo arrancan del vate
Acentos de dolor, hondo gemido.
En mi retiro oculto.
De todos ignorado,
A mi mismo entregado
Tan solo á lo que admiro daré culto.
Yo elogiaré en mi lira
Tu voz dulce, armoniosa,
Sonora y cadenciosa,
Y tu acción, Pantanelli, que me admira.
Tu mérito en ese arte
Que todo lo ameniza,
Que al hombre civiliza
Y sus encantos por do quier reparte ;
Tu mérito que veo
Crecer de dia en dia
Y alzar tu nombradla
Hasta tocar, Clorinda, en su apogeo.
Será de mis canciones
Objeto permanente;
Objeto que en mi mente
Derrame sin cesar inspiraciones ;
— 103 -
Y en tanto que á mi oido
Llegue tu dulce acento,
Sabrá en mi pensamiento
Entusiasmo verter con su sonido.
Hermanas son gemelas
La Música y Poesía,
Y tú del armonía
Quien los árcanos, al cantar, revelas.
El bardo, pues, entone
Tu encomio en lira de oro,
Y en su canto sonoro
De flores la Poesía te corone.
¿ Quién hay que más merezca
Que en su entusiasmo el vate
El renombre dilate,
Y sus canciones en tu elogio ofrezca?
Tú que con el encanto
De inefable armonía,
Tierna melancolía
En el alma derramas con tu canto.
El acorde sonido
De tu voz peregrina
Es de un arpa colina
Que el aura con sus alas ha movido.
— 104 —
Si en delicados giros,
Tu celestial acento,
Expresa sentimiento.
Sabe verter cantando hondos suspiros.
Si bajo el peto duro
De láminas de acero
Que vistiera el guerrero
Te muestras con semblante y pié seguro,
Y expresan tus enojos
Miradas penetrantes,
Jamás son tan punzantes,
Clorinda, las miradas de tus ojos.
Yo sé cuan poco vale,
Clorinda, esta poesía,
Y que ser no debía
Elojio de quien tanto sobresale.
Empero ella es el fruto
De desvalida musa :
Sírvale esto de excusa
Y admite, aunque pequeño, este tributo.
Lima, Junio 5 de 1843.
A LA SEÑORA TERESA ROSSI
PRIMA DONA DE LA COMPAÑÍA LÍRICA
¡ Ah I si del Bardo ciego
Que en su arpa celestial cantó á Malvina
Poseyera yo el fuego
Para cantarte á tí, Rossi divina,
Con cuan sublime acento
Elojiara tu voz y tu talento !
Empero el astro ardiente,
Que del alma del Vate se apodera.
En mi abrazada mente
Siento, cuando tu voz rompe la esfera
Del viento, y en mi oido
Derrama tu dulcísimo sonido.
— 106 —
Ese armonioso acento
De tu angélica voz mi numen sea;
El lleve el pensamiento
De una idea feliz, en otra idea ;
Tu seas, quien me inspira,
Y quien templa las cuerdas de mi lira.
Que si me propusiera
En tu elojio mi afecto demostrarte
A Erato le pidiera
Su melodioso laúd para cantarte ;
Y mi canto seria
La espresion del amor en la armonía.
La inspiración empero
En que inflamarse, Rossi, el pechp siento,
Su origen verdadero
En tu mérito tiene y tu talento :
Amor no es necesario
Para admirar lo que es estraordinario.
A las inspiraciones
De tu genio sublime te abandonas
Y raras inflexiones,
Y trinos raros con tu voz entonas :
Basta entonces mirarte,
Y percibir tu acción para admirarte.
— 107 —
Si entusiasmada pruebas
De tono en tono alzar tu voz flexible
Y tan dulce la elevas
Do nadie imaginó fuera posible:
Entonces tu garganta
Es la de un ángel que en el cielo canta.
Ya de tu voz ostentas
La grandiosa estension en un crescendo
Ya un nuevo jiro inventas,
Y en vuelo rapidísimo corriendo
El diapasón repasas
Y armonías dulcísimas enlazas.
Y si blanda declina,
Como la linfa pura y trasparente
De fuente cristalina
Que recorre suavísima pendiente,
Y el cromático ensaya
¿ Quién intenta imitarte y no desmaya ?
Tal eres, si el oido
De tu mérito juzga cuando cantas :
Desacorde sonido.
Si ya bajas tu voz, ó la levantas
No lo hiere ó fastidia ;
Y un ruiseñor te oyera con envidia.
— 108 —
¿ Y tu acción en la escena ?
Si trájica, tan tierna y espresiva :
De tantas gracias llena
Cuando la pieza es cómica y festiva ;
Si te muestras amante
¡ Cuan viva es tu expresión, cuan insinuante !
Un puñal te amenaza
Y todos tiemblan, Rossi, por tu vida
Funesto amor te abrasa...
Tu desgracia, por todos es sentida.
Si amargas son tus horas
Todos lloran contigo cuando lloras.
Pero alegre es la pieza :
Cuánta gracia picante, cuánto ingenio
Y cuánta sutileza
Sabe inspirarte tu fecundo genio !
Cuan diferentes modos
Encuentras siempre de agradar á todos.
4 Qué habrá de más picante
Que la coquetería y desenfado
Que muestra tu semblante,
Cuando el elixir burlas afamado,
Y al simple charlatán que te lo dá
Repites : Maper mé üirtu non ha ?
— 109 —
No hay nada comparable
Al jesto y á la acción con que acompañas.
El non ha inimitable,
Con que al buen esculapio desengañas.
Fuerza es ser más que adusto
Para mirar tu acción sin reir degusto.
Recibe este homenaje
A tu eminete mérito debido ;
Pero pequeño gaje
Si su valor por él fuere medido :
Recíbelo, no obstante
Hasta que en mejor lira otro te cante.
Lima, Mayo 25 de 1843.
Á LA MISMA EN Sü BENEFICIO
¡ Qué májico poder, qué oculto encanto
Angélica mujer contigo llevas,
Que siempre encuentro en ti bellezas nuevas
Y nuevas perfecciones en tu canto ?
Absorto te escuchó la vez primera,
Y creí que más hacer no fuera dable
A la voz de un mortal, que lo que hacias ;
Más otra vez te oí, y vi que era
Tu talento una fuente inagotable.
Tu voz una corriente de armonías.
Llegó en fin la ocasión de que subiera
A su zenit tu mérito y tu gloria,
Y fijarlo quisiste en la memoria
De todo el que te viese, y que te oyera ;
Y en la polaca de los puritanos
La muestra diste de lo que podías
Hacer cuando encantar te proponías :
De tu voz, celestial era el acento
- 112 -
Más dulce, más variado que el lejano
Misterioso sonido de arpa eólica,
Que en su ala fugitiva lleva el viento
En silenciosa noche de verano.
Cantarás otra vez, y en ese canto
Derramarás, Teresa, un nuevo encanto.
lima, Agosto 8 de 1843.
Á LA MISMA
EN SU CUMPLEAÑOS
No cantaré este dia
Tu angélica hermosura ;
Ni tu voz dulce y pura,
Divina emanación de armonía.
Himnos entonaré de honor al cielo
Que en este mundo de dolor y duelo
Derramar quiso flores peregrinas,
Que perfumen el aire con su esencia ;
Y que esmaltando valles y colinas
Embellezcan la humana residencia;
Y ángeles como tú, linda Teresa,
Modelos de bondad y de belleza.
Llévete el tiempo sobre su ola leve
Por campos que tapicen flores gayas,
Cual nave hermosa que la brisa mueve ;
Y cuando pises las ausonias playas.
Te muestres cual la flor que el aura besa,
Sin marchitar sus galas y belleza.
— 114 —
Plácidas horas de gloria y alegría
Visiten tu existencia venidera ;
Y completar mil vueltas en la esfera
Veas, Teresa, al sol en igual dia ;
Y en cada una recuerde el pensamiento
Una estación continua de contento.
Son estos mis votos, Teresa divina,
Los votos que al cielo, tu amigo encamina ;
¡ Ojalá propicio los quiera escuchar !
Si todos cimiplidos un dia los viera.
Humilde holocausto en su ara ofreciera
Fragantes aromas quemara en su altar.
Lima, Octubre 14 de 1843.
DESPEDIDA
¡ Dulce amiga, se acerca el momento
De dejar esta tierra querida I
Una nave del viento impelida
Mar y tierra pondrá entre los dos.
En instante tan fiero y terrible
En tumulto las ansias me asaltan ;
Y á mi labio las fuerzas le faltan
Para hablar, y decirte un adiós.
Oponer resistencia no puedo
A la saña tenaz del destino,
Que imperioso prescribe el camino
En que marcho con tímido pió.
Veo triste alargarse el espacio
Que de tí, dulce amiga, me aleja ;
Y abismado, exhalar una queja.
Ni im gemido ¡ infelice I no só.
— 116 —
I Oh ! si dado me fuera mostrarte
Todo el fondo de mi alma, verías,
Cuan acerbas, cuan negras é impías.
Son* las penas que sufro al partir.
Todo, todo el furor de la suerte
Contra mí, por mi mal se conjura :
Por do quiera el pesar, la amargura
A mi encuentro las veo venir.
Pero llevo, á despecho del hado,
En mi mente tu imájen querida,
Que asociada al principio de vida
Formarán mi existencia las dos :
De este modo do quiera que vaya
Poseeré tus encantos, amiga ;
Y el destino no hará que te diga.
Balbuciente mi labio otro adiós.
Talcahuano, Mayo 31 de 1844.
ALÍ BAJÁ DE JANDÍA, CELOSO
¿Qué importa que mil eunucos
Guarden mis sultanas bellas
Si oculto ha logrado entre ellas
Pasar un hombre en mi Harem?
¡ Oh qué infamia I ¡ Vive Alá !
Que han de rodar cien cabezas
De esas pérfidas bellezas,
Aunque inocentes estén !
¿ Ser Bajá, qué serviría
De una, dos, ó de tres colas.
Si mi alfanje y mis pistolas
No pudiera manejar?
¡ Un triste juguete fuera
Hasta del griego cautivo,
Si ofendido en lo más vivo
No me pudiera vengar I
— 118 —
i
Venganza, exterminio, muerte,
Serán mis palabras solas,
El fuego de mis pistolas,
Y mi alfanje la darán.
Por la tumba de Mahoma;
Por la misma santa Caaba
Juro matar toda esclava
De las que en mi Harem están.
No quedará un solo eunuco
Que no pague con la vida
La deslealtad cometida
Por las mujeres de Alí.
Me darán nuevas esclavas
Jeorgia, Grecia y Circacia,
Mientras mi furor se sacia
En las que se hallan aquí.
Tienen baños cristalinos,
Tienen jardines hermosos
Y sorbetes deliciosos
Que conserven su salud :
Tienen perlas y diamantes
Y chales de Cachemira,
¿Qué echan de menos? ¡ Qué ira !
Mi pasada juventud ! !
— 119 —
Es cierto que de mi barba
Blanquea el cabello cano;
Pero el alfanje en mi mano
Es como el rayo de Alá;
Y cuando celos mi pecho
Despedazan de tal suerte,
Sin agonía, una muerte
Es cada golpe que dá.
Mi famosa carabina
De azufre y plomo preñada.
Nunca fué por mí apuntada
Sin ser su tiro fatal :
Lo mismo son las pistolas
Que brillan en mi cintura;
4 Y qué cota, ó armadura
Resiste á mi yatagán?
Temblarán mis odaliscas
Cual la caña del desierto,
Cuando con su soplo incierto
La resacude el Simoon :
Como entre ondas agitadas
Tiembla débil navecilla;
Como simple corderilla
Al rugido del león.
— 120 —
Diez cabezas han caído
Y ya la alfombra persiana
De roja y humeante grana
Do quier salpicada está !
Pero en mi espíritu crece
El deseo de venganza !
Diez, es muy poca matanza
Para vengar á un Bajá.
El aroma delicioso
Que alguna odalisca quema,
De la estancia de Zulema
Me anuncia la inmediación.
Mellado está ya mi alfanje ;
Mas del Bajá de Janina
La dorada carabina
No ha hecho aún esplosion.
¿Penetraré...? más yo siento,
Al pisar en esta estancia,
Que desmaya mi arrogancia,
Y vacila incierto el pié.
¡ Qué veo ! ¡Vive el Profeta !
Es Zulema arrodillada.
Que con llorosa mirada
Espera el golpe la dé !
— 121 —
¡ No puedo estar indeciso I
Venciste, bella Sultana :
Tu mirada soberana
Es la mirada de Alá;
Que en medio de la tormenta
El mar agitado mira,
Y de las ondas la ira
Calmada en seguida está.
Este alfanje, estas pistolas.
Este Bajá de Janina,
C!on su rica carabina,
Con su puñal vengador.
Nada son en tu presencia;
Y aunque venganza respire,
Como tu ojo negro mire
Se toma su ira en amor.
¡ Triunfaste bella sultana I
Deja esa humilde postura.
Que no debe tu hermosura
En esa actitud estar.
Eres hurí del paraiso.
Que si el profeta te viera.
Sobre la décima esfera
Te pusiera en un altar.
— 122 —
Deja esa actitud, Zulema,
Dejala hurí peregrina :
Recuerda que eres divina,
Para que en tierra no estés.
A Ali deja ese lugar;
Déjalo bella Zulema,
Y verás qué aromas quema
De rodillas á tus pies.
Santiago de Chile, Mayo 24 de 1844.
EL CIPRÉS
¡ Árbol fatídico y triste
Compañero de los muertos,
Que solo sepulcros yertos
Sombreas en el panteón !
Sin flores en primavera,
En el verano sin fruto.
Mustia tu copa de luto
Se mece en toda estación.
¡ Solitario donde naces,
A tu derredor no crece
Un vastago, donde empiece
El que te debe seguir !
Cuando el tiempo inexorable
Tu tronco haya carcomido,
Una nada y un olvido
Son, ciprés, tu porvenir.
— 124 —
Con el frió de tu sombra
Matas la yerba menuda ;
Y tierra árida y desnuda
Solo rodea tu pié.
Si tu semilla derramas
Otro ciprés no germina ;
Y tu existencia termina
Sin dejar señal que fué.
Una imájen de mi suerte
Veo en tu copa sombría :
¡ Cuan perfecta analojía
Tiene contigo, ciprés !
Ceño el presente me muestra
Como tú torvo y severo ;
Y nada y olvido espero
Como tú para después.
Solo las aves nocturnas
Buscan en tí su guarida !
Tu ramaje las convida
Con igual oscuridad
A la que les da la noche,
De que eres perfecta copia ;
Pues la tiniebla te es propia,
Y propia la soledad.
— 125 —
Cuando en noche tempestuosa
Altiva se enseñorea
Tu copa, y la bambolea
El ala del aquilón ;
Entonces el que te mira
De frío pavor se pasma,
Y te cree negra fantasma
O infernal aparición.
Hijo de áridas montañas
Llevas su aspecto sombrío ;
Sin galas, sin atavio
En la florida estación ;
De alegre verdor privados
Tus ramos mustios y yertos,
Tu cortejo son los muertos
Las tumbas son tu mansión.
¿ Y quién en lóbrega noche
Vio la niebla amontonada,
Sobre tu copa elevada
Y entonces no imaginó
Ver la sombra de un jigante.
Que alzándose de la huesa
Lleva sobre su cabeza
La loza que la cubrió ?
— 126 —
Eres útil á los hombres
Y ellos tímidos ó esquivos
Te niegan entre los vivos
Un lugar donde existir :
Por eso naces y mueres
En los páramos desiertos,
O donde moran los muertos
Te hacen nacer y morir.
¡ Triste ciprés solitario !
Cuando la tumba propicia
Me guarde de la injusticia
Que obran los hombres en mí,
Cobíjala con tu sombra,
Y si unidos no vivimos
Los que tan iguales fuimos.
Sea nuestra mansión allí.
Sobre mi tumba no habrá
Flores que tu sombra mate.
Ni planta que te arrebate
El jugo y fomentación.
Que mis huesos á tu savia
Puedan dar desde la fosa.
Tu sombra será mi loza.
Tus raíces la inscripción.
— 127 —
¡ Árbol fatídico y triste
Compañero de los muertos,
Que solo sepulcros yertos
Tu copa sabe sombrear !
De ti colgaré mi Ura
En el último momento
Para que al mecerte el viento
Con su ala la haga sonar.
Y el son que de sobre su ala
Vagorosa y fugitiva,
Otro viento lo reciba,
Y volando sin cesar
Páselo sobre los picos
Que la cordillera empina,
Y allá en la tierra argentina
Algún óco ha de encontrar.
Santiago de Chile, Junio 17 de 1844.
A J..., DE MANTÓN
¡ Niña, del andar gracioso !
¿ Por qué sales á la calle
Cubriendo el esbelto talle
Con tan enorme mantón?
¿ Es acaso porque temes
Que constiparse pudiera,
Esa cintura lijera
Modelo de perfección?
¿ Porqué á tu cuerpo divino
Que una sílfide retrata,
El aire das de una beata
Que finge del mundo huir ?
Atiende preciosa niña,
Por piedad, á lo que te hablo :
Tras de la cruz está el diablo,
Al verte pueden decir.
— 130 —
No fuera así si te viesen
Ostentar toda tu gracia,
Repeliendo la falacia
Que al vicio suele ocultar :
Entonces dirían todos,
A tan sublime hermosura,
Un alma muy bella y pura
Solo se puede asociar.
¿O así te crees más hermosa.
Más honesta y recatada?
¿ O piensas que así embozada
Agradas más al Señor ?
Si Dios te quiso hacer bella,
Y tu quieres ser honesta.
Puedes muy bien ser modesta
Sin contrariar al Creador.
Advierte que la modestia
De una virgen pudorosa,
No consiste, niña hermosa.
En lo grande del mantón.
Cientos hay que bajo el manto.
Anuncian con solo un gesto,
Que San Casto y San Modesto
No son de su devoción.
— 131 —
¿Es más radiante la luna
Si nubarrón espantable,
Negro, denso, impenetrable.
Cubre su nítida faz ?
Pues el mismo electo causa
En la luna, nube oscura,
Que en tu angélica hermosura
El manto en que oculta vas.
Por el contrario contempla
Ese astro cruzando el cielo.
Bajo trasparente velo
De niebla blanca y sutil
Y verás, que sin robarle
Un átomo á su hermosura,
Al través de su blancura
Muestra su forma gentil.
4 Es, por ventura, pecado
Ser hermosa en cualquier parte,
Que procuras afearte
Cuando á orar al templo vas ?
Al producirte tan linda
Como el ser supremo quiso.
Graciosa niña, lo hizo
Porque así le agradas más.
^ 132 —
Con ese mantx> mongil
En que ocultas tu hermosura.
Podrás dar á tu figura
Un aire de beatitud ;
Empero, quiero advertirte,
Que á tan ruin gasmoñeria
Se acoje la hipocresía,
Pero jamás la virtud.
Me contestarás, « es moda,
Y todo aquel que se excusa
De llevar lo que se usa
Incurre en ridiculez ».
Mas debes tener presente.
Que solo aquel que desprecia
Una moda inculta y necia,
Da muestras de sensatez.
No indica más ese embozo
Que desaseo y descuido.
Desaliño en el vestido,
O un defecto corporal.
Tu que no eres jorobada,
Y vistes con elegancia,
Arroja con repugnancia
Ese manto monacal.
— 133 —
Deja por Dios, linda niña,
Moda que tanto te afea,
A la misera ralea
De quien las virtudes son,
Hacer de vicios y enredos.
De hipocresía y pereza.
Un fardo cuya impureza
La tapa negro jergón.
Como las gallardas flores
Que su rico aroma exhalan,
Y olfato y vista regalan.
Asi ha de ser la mujer.
Todo ha de anunciar en ella
De la flor la grata esencia :
En tomo de su existencia
Todo encantos debe ser.
Me dirás que la violeta
Bajo las hojas se esconde ;
Y que á la hoja corresponde
Ese perverso mantón.
Mira, esa tímida flor
Tiene la hoja por morada;
Entra en ella ¿ y que hallas ? nada
Que oculte su perfección.
— 134 —
, 4 Crees que si. esa flor pudiera,
Como tú, andar en la calle,
El fino y gracioso talle
Ocultara como tú?
Mira, una beata quería
Al mundo engañar y al cielo,
Y del mantón el modelo
Le reveló Belcebú.
Como no hay violetas beatas
Ni Belcebú de las flores
El manto y sus pormenores
Revelado debió ser,
A uno de esos avechuchos.
Que hacen consistir lo santo
En envolverse en im manto
Para no dejarse ver.
I Niña del andar gracioso I
Tu que tanto sobresales
En formas angelicales
A cuanto en tomo se vé,
Arroja ese negro manto ;
Arrójalo, por tu vida ;
Que no es justo que escondida
Tanta perfección esté.
Santiago de Chile, Julio 8 de 1849.
AL CORONEL D. FRANCISCO IBAÑEZ
¡ Espíritu sublime que has volado
A la eterna mansión, do las pasiones
Del misero mortal no hallan cabida !
Tú que animaste el cuerpo del soldado,
Que con nobles acciones
Supo ilustrar los dias de su vida.
Que combatiendo al lado de los héroes.
Que nuestras ligaduras destrozaron,
Y la patria elevaron
Al rango de nación independiente,
A la par de ellos se mostró valiente;
Hoy que ya desasido
De los lazos mortales
Visitas las moradas celestiales,
Por el ángel de Chile conducido :
Hoy que cruzando en magestuoso vuelo
Los estrellados ámbitos del cielo,
De tu patria te alejas,
— 136 —
En la tierra que dejas
Recibe el homenaje merecido,
A tu virtud y méritos debido
Te hizo nacer la suerte
En las humildes clases del estado,
De donde solo es dado
Elevarse, al varón constante y fuerte.
Empero el padre universal, que solo
Puede dar al mortal genio y grandeza,
Dióte una alma elevada,
Y corazón dotado de nobleza,
Y burlando las leyes del destino
Te puso en el camino.
Por do marchaste con la frente alzada,
Como el águila audaz que se levanta
A la región del trueno
Y del espacio inmenso no se espanta.
Ni su vuelo detiene lo terreno.
Asi marchaste tú, con firme aliento
De la inmortalidad al alto asiento :
Y ese nombre de Ibañez,
En su origen oscuro.
Lo hiciste tú brillar entre otros nombres.
Como un rayo del sol, sin mancha y puro,
A pesar de las trabas que los hombres
Mezquinos te pusieron ;
— 137 —
Y en algún dia ostentará la historia
Con caracteres de oro tu memoria.
Es cierto que á tus hijos por herencia,
Al morir has dejado,
Solo laureles que tu frente orlaron ;
Empero la indigencia,
Patrimonio del hijo del soldado,
No pisará el umbral de la morada
Do huérfanos quedaron.
No es madre despiadada
La patria á que serviste ;
Es madre de los hijos del guerrero.
Que entre el humo y el polvo del combate
Esgrimiendo su acero,
Al rango la elevó, do ahora existe.
Les tenderá su mano poderosa,
Y en la hoja de servicios
Del padre que perdieron.
Una medalla honrosa.
Un título tendrán esclarecido;
Y en tanto que los nombres
De Rancagua, de Maipó y de Barrasa
Duren entre los hombres,
Vivo timbre serán para su casa.
Desde el seno de Dios donde reposas.
De los afanes con que el mundo aflijo.
— 138 —
Miradas cariñosas
A tupatriadirije;
A esta patria querida
A cuya independencia consagraste
Los más floridos años de tu vida,
Y con valiente sangre la sellaste.
Ruégale al Ser eterno la proteja,
Y la mire amoroso ;
Porque si de ella aleja
Su brazo poderoso,
Y no le traza la precisa huella,
El pestífero aliento
De villanas pasiones.
Derramará sobre ella
Muerte, desolación y abatimiento;
Y manchará, como otras ocasiones.
Su frente virginal, radiante y bella.
¡ Nuevas generaciones !
Que tenéis por herencia
Patria, glorias, honor, independencia.
Un modelo hallareis en los varones
Que bienes tan preciosos os legaron !
Contemplad sus acciones
Y seguid por la senda que os trazaron.
Traed á la memoria,
Que sin tanta virtud tan eminente;
— 139 —
Sin esa abnegación sublime y rara
En esa ilustre gente,
Hoy Chile no seria
El pueblo más feliz del continente.
O rasgara su seno la anarquía,
O á los pies de un tirano se arrastrara,
Que en su llanto y angustias se gozara.
No os olvidéis que pesa
Sobre vosotros el deber inmenso,
De conservar intacta su grandeza,
Y que el más grato incienso
Que podéis ofrecer en su ara augusta,
Es ahogar los rujidos
De las viles pasiones.
Que una vez sueltas, con su faz adusta
Y el veneno en los labios fementidos,
Dias de crimen, de horror y maldiciones
Harán los mismos dias
Que fueron de progreso y bendiciones.
SONETO
En los dias floridos de mi vida
Mil sueños de placer y bienandanza
Circundaban mi lecho; y mi esperanza
Verdades los tomaba, fementida.
Destruyeron los años, en seguida,
Mi juvenil y estúpida confianza;
Huyó con mis ensueños la bonanza,
Y mi esperanza los siguió en su huida.
Hoy todo es realidad, y ¿qué ha quedado
De lo que en otro tiempo me halagaba?
Un cuerpo envejecido y descarnado;
Un fastidio mortal que no se acaba;
Un corazón marchito y ulcerado;
Un no más esperar lo que esperaba.
Santiago de Chile, Abril 15 de 1849.
poesías eróticas
A LA SEÑORA TERESA ROSSI
ACADÉMICA FILARMÓNICA DE MILÁN Y DE LA HABANA
PRIMERA DAMA DE LA COMPAÑÍA LÍRICA DE LIMA
1 Oh, qué impresión tan suave
Tu voz deja en mi oido,
Divina Rossi, cuando á herirle llega I
No es el canto del ave,
No es el blando jemido
Del céfiro que juega
Dulce como tu acento ;
Ni el munnullo armonioso
De fuente resonante y cristalina.
Es grato y melodioso
Como tu voz divina
Cuando desde la escena
Me arrebata, deleita y enajena.
De la Fanni mil veces he oido
El acento sonoro y peregrino
10
— 146 —
Electrizar á muchos con su canto ;
Mas yo no la he sentido
Abrirse, como tú, Rossi, el camino
Que al corazón conduce, y tal encanto
En su seno verter, que es imposible
No ceder á su magia irresistible.
Cuando en la Parissina
Te presentas de luto,
4 Cuál es el ojo que te mira enjuto ?
¿Quién á escucharte atina
Sin que contigo parta en tal momento
Tu angustia, tu dolor, tu sentimiento?
Confieso sin recelo
Que al verte de rodillas
Inundadas en llanto las mejillas,
Tus lindos ojos dirijir al cielo
Mirando suplicante.
Toda lo sangre diera de mis venas
Por ser Hugo ese instante.
Aunque su muerte cruel me ocasionaras
Con tal de que por mi, Rossi, lloraras.
Yo por la vez primera,
Anjólica mujer, te he escuchado,
Por la primera vez vi tu figura,
Y tu voz melodiosa me ofreciera
— 147 —
El placer más sublime y, delicado,
La delicia más pura;
Y de tu gentileza
Mi mente obtuvo la feliz idea
De perfecta belleza,
En que mi alma se extasía y se recrea.
¿Cómo olvidar podrán mi ojo y mi oido
Las gratas emociones que han sentido
Al verte, al escucharte?
Conmigo á cualquier parte,
Tu aspecto encantador sobre la escena,
Irá en mi pensamiento ;
Y tu voz argentina que aún resuena
En mi oido, todavía
Mi bien hará, mi gloria y mi contento ;
Esa suprema dicha, esa delicia
De que solo el amor y la armonía
Idea pueden dar clara y patente
A un alma racional cuando las siente.
Si cuando absorto oía
Esa voz peregrina ó insinuante,
De mil mundos monarca hubiera sido,
Poco reputaría
Mil mundos ofrecerte en ese instante :
Poco hubiera creído
Al trono de mil mundos elevarte;
— 148 —
Y hacer que las criaturas
Que en cada una habitaran
Se ocupasen tan solo de adorarte,
Y los astros que pueblan las alturas
Obedientes giraran
A tu querer sujetos en su esfera,
Y cada uno homenajes te rindiera.
¿ Por qué, gran Dios, me diste
Un alma que sintiera
La magia de esa voz con tal vehemencia,
Y tan avaro fuiste,
Que al hacer que naciera,
Unido no me diste á la existencia
Ese poder inmenso, esa grandeza
Que á tantos en el mundo has prodigado.
Para que á la belleza
Y al talento lo hubiese consagrado?
Empero ya que el cielo me ha negado,
Amable Rossi, un reino, una corona
Con que ceñir tu sien, y al trono alzarte.
Mi pensamiento, al oirte, arrebatado
Tu nombre llevará de zona en zona,
Y hará que quien no goce de escucharte,
Y en la escena admirar tu gentileza,
Al pronunciar tu nombre por mi escrito.
Tus talentos bendiga y tu belleza;
— 149 —
Y que para cada hombre sea un rito
Simpatías tenerte, y ese afecto
Que sabe idealizar y hacer perfecto
El venturoso ser que ha conseguido
Al corazón haberse introducido.
Un corazón palpita aquí en mi pecho,
Tu imagen allí, Rossi, está grabada :
Allí mi alma te adora,
Allí tu voz escucho satisfecho :
Fija está de tus ojos la mirada,
Mirada irresistible, encantadora :
Toda, Rossi, te tengo allí de asiento ;
Y estarás mientras dure en mí el aliento.
A UNA SEÑORITA VESTIDA DE BLANCO
Mira, niña, ese vestido
Tan gracioso y elegante,
Y cual la perla brillante,
A que disputa el color :
A tu cintura ceñido
Fué, do mis ojos le vieron,
Y de Venus le creyeron
El gracioso ceñidor.
Creí eras esa deidad
Que de la onda húmeda y fría
Sobre una concha salía,
Y confieso que temí
Que tus celestiales ojos
Una mirada me echasen
Y que el alma me llevasen,
Graciosa niña, tras sí.
— 152 —
Y aquel precioso pañuelo
Que el lindo pecho cubría,
Y en su color competía
Con el rojo del coral :
Dime, ¿no fuera mejor
El que ese avaro pañuelo
No le sirviese de velo
A ese pecho sin igual?
Mil veces le tuve envidia,
Y mil veces enojado
Maldije desesperado
Su existencia en tal lugar;
Y si arrancarlo de allí
Posible me hubiera sido,
¡ Pobre pañuelo I perdido
Se debería contar.
No así la bella guirnalda
Que tu blanca sien ceñía
La irritación producía
Que aquel pañuelo fatal.
Blanca, brillante, graciosa,
Tus negros rizos ciñendo,
Creía en ella estar viendo
Una aureola celestial.
— 153 —
Deslumhrados al mirarte
Mis ojos, niña, bajaron,
Y queriendo huir miraron
Tu pequeñísimo pié ;
Y al verlo dije : ha caido
De la guirnalda una perla ;
Más al querer recojerla
Vi lo que era y me callé.
Pues siendo de razo blanco
El zapato que vestía,
De su pequenez nacía
En mí esta equivocación.
Empero desengañado,
Mirándolo de hito en hito.
Le dije : Gua pió maldito.
No te veré otra ocasión.
Urna. 1843
Á UNA DAMA QUE PASEABA EN CALEZA
El ruido desapacible
Que en el empedrado hacia
Un carruaje que venía,
Los ojos me hizo volver.
¡ Ay Camira 1 y al fijarlos
Divisó por la vidriera
Tu flotante cabellera
En mil rizos descender.
Yo que la viera poco antes
Ceñida de una guirnalda,
La blanca y mórbida espalda
Y el terso cuello sombrear,
Al ver su nuevo tocado
Tan elegante y perfecto
¡ Juzga, Camira, el efecto,
Que debí experimentar 1
— 156 —
Tener á raya no pude,
Camíra, mi pensamiento
Que volando más que el viento
Al carruaje penetró ;
Y allí del lijero talle
La perfección delicada
Y la voluble mirada
De tus ojos saboreó.
Di, Camira, no sentiste
Un tierno ardoroso beso
Que imprimió con embeleso
Mi pensamiento en tu pie?
¿ No advertiste que á tu seno
Penetrando blandamente
Tocó la forma turgente
Que ocultaba tu corsé?
¡ Ay Camira 1 era imposible
No advertir en el latido
Blando, pausado y medido
Que daba tu corazón,
El que de la llama ardiente
Que me abrasa sin sociego
Ninguna chispa de fuego
Lo puso en agitación.
— 157 —
El resonar del carruaje
Que al paso que se alejaba,
Más débil á mi llegaba
Dejó de hacerme impresión.
Vuelto entonces en mi mismo
Quise abrazarte, Camira,
j Pero, ay triste I con cuánta ira
Vi que todo era ilusión.
Mustio y sombrío maldije
Mil veces mi cruda suerte :
En vano invoqué la muerte
¡ Ni la muerte me atendió !
Quise huir donde no viera
Que el carruaje se alejaba
Y de mí se retiraba.
Mas la fuerza me faltó.
Por el dolor abismado
Sin acción, sin movimiento.
Apenas conservé aliento
Para entrar en reflexión.
Qué insufrible es, me decía
Arder de amor á toda hora,
Y poseer lo que se adora.
Solo en la imaginación !
— 158 —
Así, divina Camira,
Un dia tras otro pasa,
Mientras que el alma se abrasa
Y se siente consumir ;
Y cuando á todos quejarse
En sus tormentos es dado,
Solo yo estoy condenado
A callar hasta morir.
Lima, Febrero 13 de 1S43.
A UNA ROSA
Rosa gentil que ornamento
Del prado y el valle fuiste
Y que de fragancias diste
Tributo al aire fugaz,
Tu perfume delicioso
En el prado y valle umbroso
Otra vez no exhalarás.
Mas ya que de la floresta
Dejaste el recinto ameno,
Yo te guardaré en mi seno
Para no salir de allí ;
Y el corazón por altar
Quiero desde hoy consagrar,
Bella rosa, para tí.
No ya el ardoroso estío
Ni el helado y crudo invierno
Tus hojas y tallo tierno
— 160 —
Volverán á marchitar,
Ni de mano despiadada,
Ni de huracán deshojada
Te verás á tu pesar.
Cuando las plantas y flores
Agoste el sol del estío
Te pondré donde el rocío
Frescor á tus hojas dé;
Y contra el helado viento
Del invierno con mi aliento
Suave calor te daré.
Mas no pienses rosa bella
Que por gallarda y hermosa,
Y por ser tan olorosa
Cuido tu conservación :
Es porque de mi querida
La mano blanca y pulida
Me puso en tu posesión.
Linda Rosa, si volvieses
A brillar sobre su seno
De gracias y encantos lleno
Habíale así en mi favor.
Dila que de amor me muero,
Y que otra cosa no quiero
Que amarla y morir de amor.
. — 161 —
Mas no, Rosa, no la digas
Una palabra siquiera,
Y aunque veas que me muera
Nada la digas por mi :
Que su condición ingrata
Se complace si me mata
Y no ha de escucharte á ti.
Quedarte será mejor,
Rosa querida, conmigo,
Y en mi tendrás un amigo.
Eterno, constante y fiel.
No vuelvas á esa hermosura
Que ser inconstante jura
Y se complace en ser cruel.
Cuando el tiempo, cuyo tacto
Todo lo a^aba y consume.
Te haya robado el perfume
Y á tus hojas el color,
Siempre te conservaré
Y en tus reliquias veré
Las memorias de mi amor.
Jaquil, Noviembre 17 de 1859.
11
Á UNA DESDEÑOSA
(imitación de fray luis de león)
Ese cuello tan erguido
Que el yugo de amor desdeña,
Lo he de ver que se domeña,
Y tira el carro á Cupido.
Sé ingrata cuanto quisieres
Más no esperes.
Negándome tu favor.
Burlar por eso al amor
Aunque vayas donde fueres.
Cuando torne el tiempo aleve
Los negros rizos que hoy viste
Tu cabeza en campo triste
Cubierto de blanca nieve ;
Cuando en la tersa mejilla,
— 164 —
Sin mancilla,
Tirante, mórbida y fresca
La fea arruga aparezca
Do ahora la rosa brilla.
Cuando el rayo penetrante
De tus ojos anublado
Cada pecho halle cerrado
Porque ya no es tan punzante ;
Entonces verás, señora,
Que la hora
De tu poder ha pasado
Y que tu sol ha llegado
Al punto opuesto á su aurora.
Cuando en tu nevado pecho
Las esferas de alabastro
Dejen solo ver el rastro
Del estrago que el tiempo ha hecho,
Sentirás que pereció,
Y acabó
Cual lluvia de primavera
Esa hermosura altanera.
Que á tantos tormento dio.
Cuando tu planta lijera
Pierda su garbo y soltura,
Y que errante y mal segura
— 165 —
Tropiezos halle do quiera;
En vano te empeñarás,
Más y más,
En buscar amante entonces.
Pues solo pechos de bronce
Triste CeUa encontrarás.
Cuando el objeto que adores
Desprecie tu humilde ruego,
Y que de tu amor el fuego
No sienta, por más que llores :
Sabrás cuánto dolor cuesta
Y molesta
Querer y no ser querido,
Y sentir lo que he sufrido
Por ti en situación como esta.
Por fin cuando cada año,
Cada hora, cada momento
Te traiga un nuevo escarmiento
Tras un nuevo desengaño :
Entonces dirás, pluguiera
Que volviera
La belleza que he perdido ;
O que en el tiempo que ha huido.
Como ahora, amor tuviera.
— 166 —
Mas ya que lloras, Celia mia,
Y me llamas tu enemigo,
Porque la verdad te digo
De lo que será algún dia.
No hagas, Celia, algún desliz
Que en un triz
Está todo de ser nada,
Si es que de plata sellada
Te puedes dar un barniz.
Santiago, Mayo 19 de 1839.
Á UNA JOVEN VESTIDA DE LUTO
De aquella que negro viste
Descubre la parda toca,
Dos corales en su boca,
Una azucena en su tez :
Dos luceros en sus ojos.
Una rosa en su mejilla,
Y el oró que en trenzas brilla
Símbolo es de su niñez.
Su estatura es más gallarda
Que la palma del desierto,
Y su talle, aunque cubierto
Por los pliegues del mantón,
Se vó que es suelto y flexible,
Y que su aérea lijereza
No le cede en gentileza
Al de la madre de amor.
— 168 —
De su linda mano, el guante
No deja ver la blancura,
Ni su graciosa estructura,
Pero si su pequenez.
Su andar es el de una virgen
Que ha descendido del cielo
Para lucir en el suelo
Sus pequeñísimos pies.
Por piedad jamás te quites
Si á la calle sales, niña,
Ese manto, esa basquina,
Esos guantes, porque así
La ardiente antorcha que lleva
En su mano el niño ciego.
No tiene bastante fuego
Para que incendie sin tí.
Pero si quieres que el mundo
En hoguera se convierta.
Suelta el manto y descubierta
Un día déjate ver;
Y yo te juro que el fiíego
De tus ojos celestiales,
A los miseros mortales
Hará de improviso arder.
— 169 —
Necio yo, mil veces necio
Cuando por piedad te pido
Que ocultes lo más cumplido
De toda la creación !
No escuches esta plegaria,
A tus gracias quita el velo ;
Y arda la tierra y el cielo.
Como arde mi corazón.
Santiago, Junio 13 de 1841.
ANACREÓNTICAS
BERTILA
¿Por qué, ¿dime Bertila,
Por qué cuando á mi perro
Alhagas y acaricias,
Yo solo no merezco
Que una ocasión me mires
Sin un airado ceño?
¿ Es más leal, por ventura,
Es amigo más tierno
Que yo, Bertila ingrata.
Mi afortunado perro?
Pero ya só, Bertila,
Cuáles son tus intentos
Cuando al animal haces
Más caricias que al dueño.
Quieres que mi desgracia
Se aumente hasta el extremo
Que á todos tenga envidia
Sin exceptuar mi perro.
Año de 1836.
OTRA
¿Qué importa mi Bertila
Que yo tan viejo sea,
Si tumultuosa corre
La sangre por mis venas?
Es cierto que de nieve
Se ha vuelto mi cabeza,
Y que de hondas arrugas
Mi frente está cubierta ;
Pero también es cierto
Que al ver tu imagen bella,
Mi corazón palpita
Como en la edad primera.
Si es la vejez un hielo
Que todo lo deseca.
Es el amor un fuego
Que todo lo renueva,
Permíteme que te ame.
Mi Bertila, y no temas
— 176 —
Que más estragos cause
El tiempo en mi existencia;
Tus favores, bien mió,
Harán que se matenga
Mi vida, vigorosa
Por la enérgica fuerza
Del amor que es el fuego
Que todo lo conserva.
OTRA
Ven al campo, Bertila,
Ven, querida, no pierdas
Pisar la linda alfombra
De lirios y azucenas,
Y aspirar el perfume
Que exhalan por do quiera.
Verás en este prado
Retozar las ovejas :
Oirás bramar el toro
En la vecina tierra;
Y orillas de este arroyo
Que entre guijuelas juega,
Bajo estos arrayanes
Pasaremos la siesta.
De miel y fresca leche,
Blanco pan y manteca
Entre fragantes rosas
Prepararé la mesa.
is
— 178 —
Después á la alma Venus
Haremos una ofrenda
De mis dos tortolillas,
Y dos lindas corderas.
¡ Pero venir no quieres
Ingrata porque esperas
Aquel almibarado
Que dicen te requiebra !
Queda con Dios, Bertila,
Y al campo nunca vengas.
En él las inconstantes
Amadores no encuentran.
En la ciudad Bertila,
En la ciudad te queda.
Que allí ser inconstante
Es ima bella prenda,
Do del amor ninguno
Conoce las ternezas
Tu que amar no has sabido
Para siempre te queda.
OTRA
Era yo jovencito.
Cuando la vez primera
Para salir al campo
Obtuve una licencia,
Con mi honda prevenida
Persiguiendo imas tencas
A pasos silenciosos
Entró en ima arboleda.
Asustadas las aves,
* Al zumbar de mis piedras.
De un árbol en otro árbol
Precipitadas vuelan.
Yo embebido las sigo
Por entre las malezas,
Sin reparar en nada
De cuanto me rodea.
Por fin llego á una fuente
Que la selva atraviesa.
— 180 —
En cuya orilla crecen
Violetas y alhucemas,
Y el arrayan y el junco
Sus fragancias bostezan.
Allí por el cansancio
Suspendo mi carrera
Y de im maiten coposo
Bajo la sombra fresca
Mis fatigados miembros
Al descanso se entregan.
El blando soplo entonces,
Del céfiro que juega
Entre el verde follaje
Bate mi cabellera,
Y poco á poco al sueño
Mis párpados se cierran.
Mi celestial Bertila
Que de lejos observa
En donde yo parara
Llega sin que la sienta.
Con sus dos manecitas
Toma del agua f rezca
Lo más que en ellas cabe
Y en el rostro me la echa;
Despierto, y al instante
Busco con impaciencia
Quien tal ha hecho conmigo ;
— 181 —
Más cuando vi que era
Mi adorada Bertila,
Corro donde se encuentra,
La estrecho entre mis brazos,
La beso, sin que pueda
Al ardor que me abrasa
Oponer resistencia.
La tejo una guirnalda
De rosas y violetas,
Y haciéndola caricias
La pongo en su cabeza.
Después del brazo asidos
Volvimos á la aldea.
OTRA
En tu angélica boca
Las gracias derramaron,
De Venus la sonrisa
Del amor los encantos :
La copa del deleite
Pusieron en tus labios,
Y en tu aliento, Atalina, .
Los aromas del campo.
No es el botón de rosa
Que aún no ha desabrochado,
El virginal capullo,
Más fresco ni lozano
Que tu boca si cierras
Los coralinos labios ;
Pero si una sonrisa,
Si un gesto involuntario.
Los entreabre, Atalina,
Y muestra el alabastro
— 184 —
De tus menudos dientes,
Más que la nieve blancos ;
1 Oh Dios de amor ! entonces
Ni la deidad de Páfos
Contigo es comparable.
¡ Ah boca ! en mi arrebato
Extasiado repito....
Si á mi me fuese dado
Imprimir en ti un beso,
Aunque después en pago
La vida me pidieras.
La diera sin reparo;
Y otras mil, si mil vidas
Pudiera darte en cambio.
Lomas, Janio de 1839.
OTRA
Cante otro las hazañas
Que hiciesen en la guerra,
Los que de laurel fresco
La sien orlarse quieran.
Elojie los magnates
El que busque riquezas,
U que á ocupar aspire
Las sillas palaciegas.
Yo pobre en choza humilde.
Proscrito en tierra ajena,
Amo más que la vida
Mi dulce independencia.
Y si es fuerza que á un yugo
Mi cuello se someta,
Y yo puedo elejirlo.
El de Orosila sea.
Si he de cantar hazañas
Cantaré las proezas
— 186 —
Que sus brillantes ojos
Con su mirar emprendan.
Cantaré sus amores,
Cantaré sus ternezas ;
Y sus ingratitudes,
Si ingrata ser pudiera.
Mientras que cantan otros
Las glorias de la guerra.
Santiago, Setiembre 5 de 1840.
ROMANCES
Á LOS OJOS DE MI AMIGA
4 Quién pudiera de tus ojos
Resistir una mirada,
Si en el momento que miras,
Entre tus negras pestañas
No se embebiesen los rayos
Que tus lindos ojos lanzan?
Yo sé, dulce amiga mia.
Por una esperiencia larga
Cuánto es su poder, y cuántos
Son los efectos que causa,
Testigo es mi corazón,
Dó no bien cicatrizadas.
Miles de heridas existen
Que tus ojos le asestaron.
No obstante esto 4 cuál será
Quien no apetezca estas llagas,
A trueque de que tu le honres.
Mi bien, con una mirada?
— 190 —
Y por fin cuando es sabido
Que tus hermosas pestañas
Hacen más suaves los golpes
Que á no ser ellas mataran,
¿Quién á costa de una herida
No comprara una mirada
De tus ojos, que aunque hieren
Con las heridas alhagan?
Yo te juro amiga mía
Que aunque mil muertes hallara
En cada mirada tuya
Quisiera que me miraras.
Santiago, Setíembre 14 de 1841.
DECIMA A LA MISMA
Después que de tantos dones
Te colmó naturaleza,
¿Quién podrá ver tu belleza
Sin rendirte adoraciones ?
Si ries, cuántas razones
Hay para encontrarte bella!
Si miras, ¿ quién la centella
Resistirá de tus ojos,
Sin que deje por despojo
El alma y vida con ella?
Santíago, Setiembre 14 de 1841.
Á LA SEÑORA TERESA ROSSI
CANTANDO LA CAVATINA DE LA «GAZZA LADRA»
Di piacer mi balsa il cor,
\ Ay ! no cantes que me mata
De tu voz el dulce acento ;
Sin pulso ya, sin aliento
Me siento desfallecer :
Pero canta que más quiero
Oir tu voz y morir,
Que á costa de no te oír
Evitar el perecer.
I Ay ! no cantes, no, no cantes
Que si prosigues me muero.
No me mates que yo quiero
Que un triunfo obtengas mayor :
Déjame verte Teresa
Siquiera ima sola vez,
Y sin matarme á tus pies
Me veras morir de amor.
13
— 194 —
Pero canta, aunque me mates
Que yo moriré contento,
Si es tu voz el instrumento
Que mi vida ha de acabar.
Morir de oírte, ó de amarte
Es lo mismo ; y yo prefiero
Ser el cisne que me muero.
Si tu canto es mi cantar.
Mas no cantes, que pudiera,
Si asi me quitas la vida.
Te acusaran de homicida
Y te tuvieran rencor.
Déjame, bella Teresa,
Que yo mi vida te ofrezca,
Y aunque mil veces perezca
Deja que muera de amor.
Pero canta^y deja ¡ oh cielos !
Que te adore, y que tu canto
Media vida acabe, en tanto
Que la otra media el amor.
Asi me tendrán envidia
Los que sepan he concluido.
Porque tu canto he oído.
Porque fui tu adorador.
— 195 —
¡ Feliz yo si de tal modo
Mi existencia se extinguiera !
¿ Qué dicha mayor pudiera
Apetecer un mortal?
¡ Ah consúmame la llama
Que con mi sangre alimento ;
Y tu voz en tal momento
Entone mi funeral 1
I Incomparable mujer!
Si así lleno mi destino,
¿ Qué importa que mi camino
Termine su porveiiir ?
Me extinguiré como antorcha
Que un soplo violento apaga;
Y que con vislumbre vaga
No volverá á relucir.
Lima, Agosto 8 de 1843.
A LA MISMA
SONETO
Yo vi una vez, bellísima Terencia,
Lejos de este pais tu nombre impreso ;
Y estampando, sobre él ardiente beso
Suspiró por hallarme en tu presencia.
Este nombre querido, que en tu ausencia,
Mil veces repetí con embeleso.
Jamás sonó en mi labio, te confieso,
Sin que mi alma sintiera complacencia.
¿Qué misterio de amor tu nombre lleva ?
4 Por qué siempre al oírlo he recibido
Un secreto placer, delicia nueva?
¿Por qué cuando tu nombre he repetido
La sangre de mis venas se subleva
Y el corazón duplica su latido?
Urna, Junio 9 de 1843.
SORAIMA
¡ Quién me dijera, Soraima,
Que feliz no había de ser,
Cuando en tus brazos ayer
Acariciarme te vi !
Cuando bajando esos ojos,
Do tiene el amor su nido.
Vertió tu labio en mi oído
El grato anhelado si 1
¡ Pero á nadie es concedido
Rasgar el oscuro velo,
Con que quiso esquivo el cielo
Ocultar el porvenir I
Por eso en tiempo felice
Incanato me he engañado
Creyendo que afortunado
Debía un tiempo seguir.
— 200 -
En la embriaguez deliciosa
Que á tu lado experimento.
Me creí por un momento
Feliz sin contradicción :
Mas si olvidar un instante
Pude mi destino crudo,
Vino otro instante, y no pudo
Conservarse la ilusión.
Cual la vislumbre indecisa
De relámpago lejano,
En tormenta de verano
Suele un instante brillar
Y al abrir de nuevo el ojo
Que el reflejo ha deslumhrado,
Más negro, más enlutado
Se ^Tlelve todo á encontrar.
Asi en el fondo de mi alma
Esparció por un instante
Su vislumbre vacilante
Una esperanza fugaz ;
Pero se extinguió y entonces
La lobreguez silenciosa
De la tiniebla espantosa
Se condensó más v más.
— 201 —
En vano el labio abrasado
Tocar en tus labios siento,
El secreto descontento
No sale del corazón :
Feliz mientras permanezco
De placer enajenado,
Mil veces más desgraciado
Soy al volver mi razón.
¡ Ah Soraima! si mi estrella
Su adverso influjo cambiara !
A tu lado no envidiara
De un ángel la suerte, no.
Bastantes fueran á mi alma
Para cielo tus dos ojos :
Do ahora solo hay abrojos
Flores recojiera yo.
¡ AJi! yo debería amarte
Como el hermano á la hermana;
Y siempre tener lejana
La idea de otro placer !
Pero, divina Soraima,
¿Quién mirándote pudiera
Amarte de esta manera
Y otro bien no pretender?
— 202 —
Eres para mi más dulce
Que el recuerdo de la infancia;
En tu aliento hay más fragancia
Que perfume en cada flor.
Pequeña eres, pero bella
Como gota de rocío
Y no es el sol del estío
Cual tu beso abrazador.
El misterioso murmullo
De solitario arroyuelo,
A que le sirve de velo
El follaje del bambú,
No es grato, no es armonioso,
Ni deleita mis oídos
Como los dulces sonidos
De tu voz cuando hablas tú.
Mas yo, Soraima, deliro :
Fascíname tu hermosura;
Ella causa esta locura
Que me obliga á delirar.
En sus accesos, Soraima,
Allá en mi ajitada mente
Solo tú te hallas presente.
Solo tú tienes lugar.
— 203 —
¿No adviertes que de la llama
Que me abrasa con viveza,
Es mi corazón pavesa
De tal incendio señal?
Si ajitarse en tu presencia
Con fuerte latido avisa
Se mueve cual la ceniza
Al soplo del vendabál.
¡ Aborréceme, Soraima,
Odiame, si esto te es dable^
Y no permitas que te hable
Ni aún para decirte adiós;
Advierte que mi destino
Siempre implacable y severo
Un muro inmenso de acero
Ha elevado entre los dos.
Cuando de la mar sañuda
Me lleve la onda encrespada,
A playa de ti ignorada,
Desde allí te adoraré :
Y si mi mente concibe
Una idea, un pensamiento,
Será mi emisario el viento.
Con él te lo enviaré.
— 204 —
Si del corazón, Soraima,
Un suspiro se desprende;
Si una lágrima desciende
Del ojo con que te vi !
Nadie, nadie mientras viva
Recojerá en mi retiro,
Esta lágrima y suspiro
Ambos serán para tí.
lima. Octubre 7 de 1843.
PASEO Á LA FIESTA DE LA CRUZ
EN LA CAPILLA DEL BARRANCO
En una de aquellas
Mañanas de Mayo,
En que un solo rayo
Ningún arrebol,
Desciende á la tierra.
Porque el cielo puebla
Un velo de niebla
Do se ocultad sol.
A beber el aiie
Que de ámbar perfuma
La fresca ariruma
La rosa gentil :
Salíme del muro
Que en circulo abraza
A Lima y que traza
Su inmenso perfil.
— 206 —
Al mirar mis ojos
Campiñas amenas,
Sentí por mis venas
Insólito ardor.
I Ay ! era el presagio
De que yo sería
Este mismo día
La presa de amor.
Que así nos anuncia
El próximo estrago,
Un presentir vago
Que sin duda es
El ruido lejano
Que al venir los males
Sobre los mortales,
Hacen con sus pies.
Así sin destino
Seguí paso á paso,
Y andando al acaso
A un punto llegué
De do entre el follaje
De copas frondosas
Dos torres graciosas
Resaltar se vé.
— 207 —
Cual alza la espiga
Entre la maleza
Su rubia cabeza,
Cual suele ostentar
La palma en el bosque
Su copa altanera,
O el mástil velera
La nave en el mar.
Estas torrecillas
Son de Miraflores, '
Recinto de amores,
De encanto y placer.
Si una entre el follaje
La cúspide asoma,
Cándida paloma
Pudiérase creer.
Mas allá de Miraflores
Se divisa una capilla.
Como colgada en la orilla
De la barranca del mar.
Sus blancas torres parecen
Dos palomas mensageras
Que del mar en las riberas
Se han parado á reposar.
— 208 —
O dos cisnes que han salido
Do las saladas espumas,
Y con el pico las plumas
Componen á su placer
Para volver á su nido
A cubrir el blanco huevo
De donde otro cisne nuevo
A la vida ha de nacer.
Allí la onda convulsiva
Se aglomera, ó se dilata,
Y como franja de plata.
Sobre la arena se ve :
Y como al tocar la playa
De improviso se contiene.
Parece que solo viene
A besar del templo el pié.
Este templo solitario
Sobre la mar colocado.
Parece un puesto avanzado
Del mundo en la eternidad ;
O emblema de la esperanza
Que en el corazón habita.
Que no se altera ni ajita
Cual lí\ onda en la tempestad.
— 209 —
En ese santuario aislado
Sin relación con el mundo,
Que la tierra y mar profundo
Toca á la vez con su pié :
Un gran concurso de gentes
Celebraban ese dia,
Con cánticos de alegría
El gran signo de la fó.
El toque de las campanas
Me llamó hacia su recinto
Obedeciendo á un instinto
Que no pude resistir.
Acerquéme y de improviso
A mis ojos se presenta
El templo y el mar que ostenta
Su continuo ir y venir.
Y sobre la onda espumosa
Que ya se acerca, ó se aleja,
El templo su faz refleja
Y con ella viene y vá ;
Cual sigue la imagen bella
En el corazón grabada
La oscilación continuada
En que el corazón está.
u
— 210 —
De los cánticos sagrados
El melancólico acento,
Conducido por el viento
Hacia el interior del mar;
Y el estruendo de las olas
Que á compás se repetía
Formaban una armonía
Indefinible y sin par.
Como bullicioso enjambre
De abejas en primavera,
Se derrama por do quiera
En el prado y el vergel ;
Y zumbando entre las flores
Una por una visitan
Y á cada cáliz le quitan
La blanca cera y la miel :
Grupos de lindas limeñas
Luciendo elegante adorno.
Voltejeaban en contorno
De la Casa del Señor
Algima la mar contempla;
Otra del templo se aleja;
Otra entra en él cual abeja
En el cáliz de una flor.
— 211 —
Entre ellas iba Hualdina,
Más elegante y graciosa
Que el lindo botón de rosa
Que abriera al amanecer.
Cubre su cabeza altiva
Un precioso sombrerillo;
Y su vestido sencillo
Sus formas deja entrever.
Como suele entre las flores
Gallarda, blanca y serena
Aromática azucena
La cabeza levantar,
Asi la linda Hualdina
Resaltaba entre las bellas
Cual brilla entre las estrellas
La estrella canicular.
Si como yo esta reunión
De tan raras hermosuras,
Y más que la lumbre puras.
Presenciara un musulmán.
Para su harem las deseara;
Mas, ni á desear se atreviera,
Pues sin duda las creyera
Las Huris del Alcorán.
— 212 —
Antes de ver á Hualdina
Sentía el corazón mío
Un insondable vacio,
Un desear sin saber qué,
Un intimo descontento,
Un malestar renaciente,
A todas horas creciente.
Cuyas causas ignoré.
En este misero estado
Era la vida una carga,
Un dolor, una hez amarga
Clavada en mi corazón,
¡ Qué insufrible es en tal caso
La idea de la existencia !
¡ Cuánto apura la paciencia
Tolerar su duración !
Un veneno derramado
Gota á gota en una llaga;
Un fuego que no se apaga
Y siempre quemando está,
Es cada instante de vida ;
Un siglo es cada momento ;
j Oh cuan perezoso y lento
Las horas el reloj dá !
— 213 —
En tal estremo abismado
Fué cuando vi de Hualdina
Esa faz leda y divina;
Y la escena se cambió.
Yo sentí lleno el vacío
Que en mi corazón había,
Y que de mi renacía
A la vida un nuevo yo.
No sigue con más ahinco
Acero que el imán toca
El Norte, ni de los cuerpos
El movimiento, la sombra.
Cual seguía yo los pasos.
La sonrisa seductora
Y aún las miradas furtivas
De Hualdina. Era una antorcha
Que de mi árida existencia
En la noche tempestuosa.
Derramando su luz pura
Desvaneciera las sombras.
Sacárame de un abismo
En que pasaban mis horas.
Como en lóbrego desierto.
Noche de invierno lluviosa.
— 214 —
A una atmósfera risueña,
A un campo que la luz dora,
Do el blando favonio mece
Verdes bulliciosas hojas.
Uniérame á la cadena
Que todos los seres forman
Y esta unión aunque reciente
Era de Hualdina la obra.
Por eso sentía en ella,
Y no más que en ella sola,
El lazo que me anudaba
A esta cadena grandiosa.
El sentimiento del bien.
Que después de amargas horas
De un padecer incesante.
Por primera vez se goza.
Un nuevo tormento engendra
Despertando en la memoria
La idea cruel de perderlo,
Y que pasa como sombra.
Tal fué la primera idea
Que á turbar vino á deshora
El ensueño delicioso
En que mi alma estaba absorta ;
— 215 —
Cual tras de la tempestad,
Parda nube tenebrosa
La blanca faz de la luna
Cubre con siniestra sombra,
Esta idea fija en mi alma
Recreciendo de hora en hora,
Una sombra, una tiniebla
Echó en mi existencia toda.
Desvanecer se sentía,
Como niebla vaporosa,
La risueña perspectiva
De mis fugitivas glorias ;
Y mi corazón en vano
Quiso asirlas, todas, todas
Se escaparon, se escaparon
Dejando solo memorias
En el alma, como suele.
El relámpago que dora
El fondo de oscura nube.
Dejar su vislumbre roja.
ERASTENIA CONVALECIENTE
Siempre más bella te vi
Que la azucena del campo,
Y que el misterioso lampo
Del almo día precursor ;
Siempre festiva y alegre,
Como el pájaro que vuela,
Y en tus ojos de gacela
Vi dos luceros de amor.
Cuando blanca como nieve
Era tu veste sencilla.
Trasparente nubecilla
Alguna vez te creí ;
O ángel que dejando el cielo
A la tierra descendía;
Y ¡ cuan bella te vería
Para equivocarme así !
— 218 —
Restábame empero verte
En esos días aciagos,
En que hace crueles estragos
En la existencia el dolor.
Esos días en que huyendo
La rosa de las mejillas
Mustias toman amarillas
De la retama el color.
Y te vi cuando á tu rostro
El dolor había robado
Ese tinte delicado,
Mezcla de nieve y coral :
Una sombra de tristeza
Cubria tu faz hermosa
Cual la toca misteriosa
La frente de una Vestal.
¡ Oh qué dulces, qué insinuantes
Todas tus gracias hacia
La tierna melancolía
Que en ellas dejó el dolor !
Bella eres como la luna
En noche de primavera.
Cuando una niebla lijera
Debilita su esplendor.
— 219 —
Cual la luz de sol de invierno,
Pálido era tu semblante;
Y un no se qué de tocante
Había en su palidez ;
Era un velo imperceptible
Que tus facciones cubría,
Dando á tu fisonomía
Inefable languidez.
AqueUa mirada ardiente,
Esa mirada de fuego,
Que á mi me robó el sosiego,
Y en cambio penas me dio ;
No era entonces un meteoro
Que arrojaba tu pupila ;
Era la lumbre tranquila
Que un planeta reflejó.
Y eres bella como el lirio
Que en su tallo se reclina.
Cuando los cielos domina
El ardiente luminar.
Como el ojo de una virgen
Que una lágrima humedece ;
Como el dia que amanece
Tras la tormenta en el mar.
— 220 -
Pero, angélica Erastenia,
¿ Para qué te veo hermosa,
Cuando jamas cariñosa
He de verte una ocasión?
Esa celestial belleza
Que necio á mirar me atrevo
Es un cáustico que llevo
De asiento en mi corazón.
De continuo encuentra mi alma
En tus gracias un martirio.
Como aquel que en el delirio
De la fiebre vó correr
Linfa pura y bulliciosa,
Pero que huye en el momento
Que el labio seco y sediento
Se vá en ella á humedecer.
Por piedad, dulce Erastenia,
Ya que ni un lijero halago
He de recibir en pago
De mis afectos jamás ;
Deja que siquiera espere
Que cuando estos versos leas
Inconstante no me creas
Como crees á los demás.
(Publicados en El Comercio de Lima, Enero 12 de 1844).
IMPROVISADOS EN M CONVITE
EN QUE DEDICARON Á UNA SEÑORITA UN DULCE QUE CONTENÍA
EL CUARTETO QUE SE GLOSÓ Á PETICIÓN DE ELLA MI8MA
Lirio del valle, candida azucena,
Ángel de perfección, soplo divino !
Suave como la brisa en mar serena.
Bella como el rocío matutino I
¡ Ah ! sin verte el amor no conociera !
¿Por qué funesto el hado huso te viera?
Pero ya que te vi ¿por qué no ha sido
Allá en el suelo de la patria mía,
Antes de andar errante y perseguido?
Pero golpe mortal me prevenía
Obligándome amor á que te amara,
Cuando en adversa suerte me encontrara.
¡Jamás gustó mi labio el néctar puro,
Que en deliciosa copa amor ofrece !
Mezclado de amargor, en vaso oscuro
— 222 —
Desabrido el placer hizo que fuese
El destino que atroz me persiguiera
Y con tu amor el gran pesar me diera.
Humilde en holocausto he ofrecido
En el altar de amor inmaculado,
Cuando era joven, el primer latido
Que mi sencillo corazón ha dado;
Y el amargor sentí sobre sus aras,
De no ser el primero á quien amuras.
4 Por qué funesto el hado hizo te viera
Cuando en adversa suerte me encontrara,
Y con tu amor el gran pesar me diera
De no ser el primero á quien amaras?
Lirio del Valle, candida azucena
Ángel de perfección, soplo divino !
A este pesar injusto me condena
La ojeriza tenaz de mi destino.
Por tí llevo en silencio su cadena,
Lirio del Valle, candida azucena.
lima, Noviembre 9 de 1843.
EL RESEDÁ
(Á besila)
De resedá fragante
Llevaba un hacecillo,
Mi adorada Besila
En el seno escondido.
Hablábase de flores,
De perfume esquisito,
Y dije yo que nunca
Había percibido
Del resedá el aroma
Que otros sienten tan fino.
Besila al escucharme
Sacó del seno esquivo
El resedá oloroso,
Y dióme el hacecillo.
¿ Sientes su esencia ahora?
Burlándose me dijo.
— 224 —
Sí, la dije, Besila;
Más saber es preciso,
Si del resedá es propia
La fragancia que aspiro
O la sacó en sus hojas
Del seno do ha venido.
Santiago, Diciembre 17 de 1845.
Á LA MISMA, QUE IBA Á PASEO
DÁNDOLE LA iCABASA IHDUNA'i
l^ues que te vas Besila,
Y yo infeliz no puedo
Seguirte, al menos lleva
Contigo algún recuerdo
En el pequeño libro
Que tímido te ofrezco.
Tú vas, Besila mía,
A un lugar de recreo,
Do el roce de las gentes.
Do el bullicio, el contento.
De que de mi te acuerdes,
No te dejarán tiempo.
Me olvidarás, sin duda...!
Empero si un momento
Alejada de todos
En un lugar secreto,
15
— 226 —
Este pequeño libro
Abrieres para leerlo,
No dudo dulce amiga,
El que á tu pensamiento
Vendré por un instante,
Aimque de ti esté lejos.
También yo soy un paria,
Que hogar, ni patria tengo
A todos soy extraño ;
Doquier soy estrangero.
La mano del destino
Dejó en mi frente impresa
De proscripción la marca,
De la desgracia el sello.
Con todo, de mi suerte
Yo sufriré en silencio
Todo el tenaz encono.
Todo el rigor acervo,
Si ima ocasión, Besila,
Haces de mi un recuerdo.
Cuando este libro leas
O quemes estos versos.
Santiago, Diciembre 31 de 1845.
Á UNA ROSA HECHA DE AZÜCAR
¡ Copia perfecta de mi flor amada
En que ha ostentado el arte su destreza !
Si te dio su gallarda gentileza
Sin su fragancia pura y regalada;
El te ha dado dulzura delicada
Que á ella le negó naturaleza;
Y añadiendo esta parte á tu belleza
Dejó la que no daba reemplazada.
Mas si natura, y arte se sirvieran
De la Rosa que adoro, como norma.
Su obra ganara siendo su retrato :
Perfume de su aliento recojieran;
Gallarda gentileza de su forma;
Dulzura incomparable de su trato.
Lima, Noviembre 19 de 1843.
Á UNA BOCA
El carmín encendido del labio
De tu boca pequeña y graciosa,
Al botón de aromática rosa
Aventaja en frescura y color.
Si cerrado sus perlas oculta,
Una dulce y lijera sonrisa
De corales y aljófar matiza
Ese nido do vive el amor.
¿De los nardos la suave fragancia
Comparable es acaso al aliento
Que exhalar de la boca te siento
Cuando ríes ó quieres hablar?
A su esencia divina no iguala
El olor con que el aire perfuma
La balsámica y fresca ariruma
Ni el aroma que exhala el azar.
EL SUICIDA y Sü PUÑAL
Puñal, ¿para qué te quiero?
¿Que haces ocioso en mi mano,
Si no puedo, todo entero.
Sepultar tu agudo acero
En el pecho del tirano?
¡ Ah ! si posible me fuera
Hacer que su pecho odiado,
De tu hoja el frió sintiera !
¡ Oh puñal afortunado 1
Por líneas te introdujera.
Cuando por tu hoja mi mano
Sintiese las convulsiones
De aquel corazón villano
Y á tu contacto el tirano
Hiciera mil contorsiones :
— 232 —
Entonces, puñal querido,
Mi mano acariciaría
Tu pomo negro y bruñido;
Mientras el feroz bandido
Luchaba con la agonía.
Y cuando viese esparcida
La palidez de la muerte
Sobre su frente fruncida,
E incierta buscar la herida
Su mano torpe ó inerte;
De su pecho te arrancara
Destilando sangre roja,
Y al pueblo te presentara
Para que leyese en tu hoja
Que hubo ya quien le vengara.
¡ Pero ay, mi lindo puñal
Este es un vano delirio !
Mi patria sufrirá el mal
Y su verdugo brutal
Se gozará en su martirio !
¿Y si mi desgracia es tal
Que infelice ya no espero
Ver al hijo de Belial,
Dejar por tí de hacer mal,
Puñal, para qué te quiero?
— 233 —
Mas ya que ordena el destino
Que no pueda por mi mano
Vengar al pueblo argentino,
Tiñendo tu acero fino
En la sangre del tirano :
Ya que mi Patria querida
Debe ser el patrimonio
De su propio parricida,
Y gemir envilecida
A los pies de ese demonio :
Y ya, en fin que he de arrastrar
La miserable existencia
Del proscrito, sin hallar
En ninguna parte hogar
Do fijar mi residencia :
Será, mi lindo puñal.
Tu delgada hoja de acero.
Ese remedio final.
Que sabe curar el mal
Más insufrible y severo.
Así hablaba, una vez, un argentino
En el silencio de la noche lunbría
Y un puñal en su mano relucía
De bien templado acero damasquino.
— 234 —
Calló el cuitado, y en seguida vino,
Un estertor que el aire conducía
A denunciar que la última agonía
Sellaba, en fin, su mísero destino.
Un silencio siguió, no más turbado;
Mostróse luego el sol en el Oriente
De mil grupos de púrpura cercado.
Su primer rayo reflejó en la frente
De un joven, cuya mano no ha soltado
El puñal que su pecho ya no siente.
Santiago, Enero 19 de 1851.
• ••
¡ Pasaron, pasaron los tiempos de gloria,
Período sagrado de ilustre memoria;
Cual sombra pasaron sus héroes también !
La trompa sonora de Marte no suena.
El plomo no silva, el bronce no truena.
La patria en peligro sus hijos no ven.
Junin y Ayacucho, del león de la España
Ahogaron en sangre la furia y la saña,
La tierra del Inca vengada quedó.
Allí de guerreros la sangre vertida
De pueblos distintos, quedó confundida
Y el árbol sagrado unida regó.
Allí cada uno dejó con su espada
Escrito su nombre, su patria afianzada.
Patria que lidiando supiera ganar.
¡ Entonce á ninguno le vino á las mientes
Llamar estrangeros aquellos valientes
Que patria, venciendo, supiéronles dar !
. — 236 —
¡Empero esos tiempos bellos han huido !
¡ Azañas y nombres sepulta el olvido;
Y en premio los héroes reciben baldón !
Un pueblo de ingratos los ha reemplazado,
Que, cierto, sin ellos yaciera arrojado,
Sumido en el fango de vil opresión.
Con grito insolente se llama estrangero,
Al bravo que supo blandiendo el acero,
El yugo afrentoso valiente romper I
Y aquellos que entonces hubieran temblado
Al ver el semblante de un hombre enojado
Cual perros rabiosos le quieren morder !
¿Do estabais vosotros cuando ese guerrero
Cubierto de heridas, cayó prisionero.
Después de haber roto su lanza en Junin ?
¡ Vosotros ! cantabais, tal vez, en la orgia;
Mientras que en peligro la patria ese día,
Lidiaba por ella aquel paladin.
¡Y ahora estrangero llamáis al valiente.
Que entonces altivo ceñía su frente
De roble y de encina, de fresco laurel !
Vosotros que ahora esclavos villanos.
Besarais la planta de vuestros tiranos;
Y siervos abyectos murierais sin él !
— 237 —
¿ Qué hazaña, qué nombre, qué proeza, qué gloria
Miserables disteis, que cuente la historia?
Ninguno, ninguno la fama cantó.
Esclavos smnisos de España vivieron.
En tanto que aquellos que patria les dieron,
La sangre vertían que patria les dio.
Callad, miserables, callad que la envidia
Con todo su encono y artera perfidia
No puede en tal héroe echar un borrón,
Hondas cicatrices que el tiempo respeta
La fama aseguran del ínclito atleta,
Su timbre son ellas, su diploma son.
Callad, miserables, callad, insensatos.
No á más de cobardes paséis por ingratos;
Guardad en secreto la envidia, el rencor.
No echéis en la frente del viejo guerrero
Inmunda saliva; mirad que su acero
Aún guarda sin mancha su antiguo esplendor.
Mirad que aún le ciñe el mismo soldado
De indómito pecho, de brazo esforzado.
Que el golpe primero dio siempre en la lid.
Temblad si la injuria le inspira venganza.
Si brilla en su mano la fúlgida lanza ;
Y cuenta os demanda el bravo adalid.
Lima, Agosto 17 de 1843.
QUINTILLAS
¿Sabrás que salto, Francisca,
De ganas de darte un beso?
¿Pero te enojas por eso?
No te me pongas arisca.
Que hombre soy de carne y hueso.
Siendo blanda, cual paloma,
Francisca, ¿por qué conmigo
Te enfadas, cuando te digo
Me des un beso, por broma
No habiendo ningún testigo?
¿Tan extraño te parece
Que el diablo me haya tentado,
Viendo una flor de granado
Que con la brisa se mece,
A besarla enamorado?
— 240 —
Pues mira, tu fresco labio,
Que tiene el mismo color
De esa peregrina flor,
Dejará menos resabio
Después de un beso de amor.
Y si pudiera Francisca
Alguna vez sorprenderte,
Y darte un beso bien fuerte,
No se me diera ni pizca
De hallar en cambio la muerte.
Entonces yo moriría
Como linda mariposa
Que acariciando amorosa
La llama de una bujía
Se abrasa y muere dichosa.
Si disculpa no merece
El deseo que me inspiras,
Y objeto soy de tus iras,
No consientas que te bese
Y cuando lo haga, hazme tiras.
Pero ten bien entendido
Que cuando me hagas pedazos
Rompes, Francisca, los lazos
De ima vida que he querido
Solo para darte abrazos.
— 241 —
Y si de este modo tratas
Al que te abraza y te besa,
Y es tan rara tu aspereza
Que sin compasión lo achatas,
O le rompes la cabeza.
¿Que harás, di, bella Francisca,
Con quien te mire de reojo,
O por desfogar su enojo
Te maltrata y te pellizca,
O te empuja por antojo?
Más propio es de la hermosura
Con que Dios dotarte quiso,
Mostrar sus galas y hechizo
Dando ejemplo de blandura,
Que hacer el papel de erizo.
En fin, haz tu lo que quieras.
Muéstrate blanda y afable,
O terca, dura, intratable.
Si más ventajas esperas
De ser adusta que amable.
Pero deja que te bese
Una vez, y probarás
Que no es mi boca de agraz,
Y que tal vez no te pese,
Y quieras un beso más.
Santiago, Enero 17 de 1851.
le
LA BEATA
A mi no me engañas, Juana,
Porque á beata te has metido ;
Pues de mujer tan liviana,
Como yo te he conocido,
No se hace buena cristiana.
De las Marias Magdalenas
Pasó el tiempo; picaronal
Ni se hallan á manos llenas
Margaritas de Cortona,
Aunque hay beatas por centenas.
4 Y no he de estar admirado,
Y muy sorprendido, Juana,
Al ver que te has embeatado
De la noche á la mañana.
Siendo de cuarto alquilado?
— 244 —
Pégala, si es lo que quieres,
A hombres de buenas creederas,
Persuadiéndoles que no eres
La que ha pocos dias eras .
Entre las malas mujeres.
Pero á mi, Juana, no intentes,
Con tu vida mojigata
Y modales penitentes.
Persuadir te has hecho beata.
Porque te diré que mientes.
De iglesa en iglesia vas
En busca de confesores,
Porque acostumbl*ada estás
A variar de directores
Para poder pecar más.
¿ Crees que ha de santificarte
Tan continuo confesar?
No tener de qué acusarte
Es lo que debes cuidar.
Si deseas enmendarte.
Pero confesar ahora
Haber hecho algún pecado,
Y antes de pasar una hora
Del vicio que has confesado
Volver á ser pecadora. . . .
— 245 —
Es hacer del Sacramento
Un ridículo juguete ;
O tener el torpe intento
De dar á Dios un moquete,
Y contentarlo al momento.
No solo es irreverencia,
Es sacrilegio, mujer,
Hacer de la penitencia
Una ropa de alquiler
Para la mala conciencia.
A muchos embaucarás,
Juana, con tu beatitud ;
Más rib se la pegarás
A Dios fingiendo virtud
Que no tienes, ni tendrás.
¿Sabes? Quiero penetrar
Un secreto que no entiendo :
Tu lo puedes aclarar;
Más según lo que comprendo,
Juana, te me has de negar.
Tu, no tienes plata, Juana,
Hacienda, chacra, ni casas ;
¿Cómo es que tan de mañana
Vas al templo y allí pasas
Hasta que te dá la gana?
— 246 —
Allí no vas á coser
Hilar ó tejer calcetas,
¿De dónde sacas, mujer.
Una, dos ó tres pesetas
Para vestir ó comer?
Con todo vistes decente,
Y estás gorda y colorada.
Lo que indica bien que el diente
No pasa sin mascar nada,
Ni el tendero sin que cuente.
¿Dime mujer del demonio,
Imajinas que harás creer
Al más Simplicio bolonio^ *
Que tú engordas sin comer
Cual niño de San Antonio?
Asi pasas la mañana;
Más luego que las tres dan
Ya estás en el templo, Juana,
Mucho antes que el sacristán
Lo abra ó toque la campana I
Sales de la iglesia fría
Cuando silvan los serenos ;
Y luego en la portería
Pasas ima hora, lo menos
Y así has completado el día f
— 247 —
Los que así te ven vivir,
Pagar cuarto, usar alhajas,
Razón tienen en decir
Que tú en la cama trabajas,
Y al templo vas á dormir.
Y para ellos eres, Juana,
Caricatura de Roma
Viciosa cuando pagana.
Inmoral cuando cristiana
Y no creas que esto es broma.
De bromas no entiendo jota.
Si crees que de eso se trata.
Te lo advierto, pero nota
Que pasar de p. . . á beata
Es colgarse en la picota.
Todavía es tiempo, Juana,
De que tal vida abandones :
Oye misa de mañana.
Vé el domingo á las funciones,
Y trabaja en la semana.
Así lograrás dos cosas :
Pasar por mujer honrada.
De costumbres laboriosas ;
Y tener vida ajustada
A las reglas religiosas.
— 248 —
Pero estar repantigada
El dia entero en la iglesia ;
Y Dios sabe en qué ocupada,
Vida es ridicula y necia
Para quien no tiene nada.
Bueno es que tengas presente,
Que Dios no le dijo á Adán :
Orarás continuamente
Sino, ganarás el pan
Con el sudor de tu frente.
Así quedó establecida
La moda de trabajar,
Para ganar la comida
Y prohibido el petardear,
Para mantener la vida.
No creas al monigote
O al ocioso monacillo
Que diga soy Hugonote,
Que hablo asi porque soy pillo
Y escomulgado herejote.
No, Juana, la religión
Y la virtud, cada dia.
Marchan á su perfección :
La tuya es hipocresía
Que no tendrá remisión.
— 249 —
Y advierte que la sotana
Que tal vida te aconseje,
Igual razón tendrá, Juana,
Para llamarme á mi hereje,
Como á ti buena cristiana.
Santiago, Setiembre 11 de 1852.
LA ALFOMBRA Y EL MANTO
Vive Dios que he de hablar en adelante
Un lenguaje del todo parecido
A la lengua del perro,
Que lamiendo la llaga repugnante,
Del humor pestilente y corrompido
A que abrió puerta el hierro,
La limpia sin cesar tarde y mañana.
Hasta que cicatriza y queda sana ;
Con diferencia, empero,
Que ser suave como el can no quiero.
No tengo de dejar mientras circule
Una gota de sangre por mis venas
Que una mala costumbre se inocule
Sin salirla al encuentro, pertrechado
De mis ideas, ó de las ajenas ;
Y sin darla de tregua un solo instante,
La he de rascar por uno y otro lado/
— 252 —
Nadie espere que tímido me espante
El poder que apadrina
El vicio, á que yo aseste
Mi aguzada y pimzante javalina.
No importa que le preste
Su protección el hombre poderoso,
O aquel que tiene influencia
Por su carácter sobre la conciencia.
Nada de esto me impone
Ni me hará que abandone
La meditada empresa,
De cuidar que conserven las costumbres
Su decencia y pureza.
Si sufrir es preciso pesadumbres,
Vengan en hora buena
Que á todo el corazón está dispuesto ;
Y una vez en la arena
En lucha con el vicio
Conservaré mi puesto ;
O bien hasta vencerlo y desterrarlo,
O que en mi se consume el sacrificio.
Como en otros que osaron atacarlo.
Al manto antes mis tiros he lanzado,
Porque el vicio cobija con su sombra ;
A la falsa piedad también he dado
— 253 —
Algnnos malos ratos;
Y hoy al manto y la alfombra
Un palo quiero dar, que bien merecen,
Aunque incurra en el odio de los beatos,
Que la alfombra y el manto favorecen.
Vayan en hora mala, si se enojan.
Con tal que esta lección otros recojan.
Con tu alf ombrita y tu manto
Te encuentras armada, Juana,
Para entrarte, sin espanto,
Al templo tarde y mañana
O á otro lugar menos santo.
¡ Qué dicha es para ti, Juana,
Poder sin peligro alguno
Hacer lo que te dá gana.
Sin que cualquier importuno
Te llame mujer mundanal
Una alfombra y la basquina.
Otro tiempo era bastante
Para largarse una niña,
Como caballero andante
Que andaba buscando riña.
— 254 —
Pero entonces se sentía
El molesto inconveniente,
De no poder si quería,
Taparse completamente
Cuando el caso lo exigía.
Más hoy con la añadidura
De un descomunal mantón.
Puede largarse segm^
De que en cualquiera ocasión
Podrá ocultar su figura.
Y marchar sola y muy sola
Por aquesos andurriales
Tras de alguna carambola;
Porque con arreos tales
Puede andarse á la bartola.
Lleva en el manto la cota
Y su vicera calada :
Así, si en ima chacota.
Recibe alguna estocada
Queda herida, más sin nota.
Y si hay quien esto moteje,
Al instante saldrá un santo
Acusándole de hereje,
Que quiere extinguir el manto
Que la honestidad protejo.
— 255 —
Y tomará por pretesto,
Para esforzar su defensa,
El que á más de ser honesto
Precave cualquier ofensa
Del prójimo contra el sexto.
Y con este fin piadoso
Según la moral beatuna,
Se conservará este embozo
Para que pueda cada una
Ser liviana con reposo.
Sin tener que alborotarse
Porque á otros escandaliza,
Pues tan solo con taparse
Hará creer que fué á oir misa,
Cuando fué á refocilarse.
Lo que en el mundo conviene
Es salvar las apariencias ;
Buena fama asi se obtiene,
Se serenan las conciencias,
Y el buen nombre se mantiene.
En el tiempo en que se usaron
Los enormes peinetones.
Sin piedad los atacaron
En pláticas y sermones
Hasta que los derrotaron.
— 256 —
Y á fó que la cornamenta
En nada favorecía
Lo que el mantón aposenta;
Y sin embargo en el dia
Nadie al manto pide cuenta.
Y contra él no se levanta
La voz del predicador
Sobre la cátedra santa,
Ni en él excita temor,
Ni su conciencia se espanta!
4 Por qué no se alarma el celo
Del pastor escrupuloso,
Y alza su voz sin recelo
Contra ese maldito embozo
Que al vicio sirve de velo?
4 Por qué el manto es la cortina
Que salva las apariencias?
¿ Por qué con él no se atina
A marcar las evidencias
Que cada cual adivina?
Vaya que es linda razón,
Si puede llamarse tal !
Que viva pues, el mantón
Y el principio de moral
Que se opone á su extinción.
— 257 —
Que vivan los concienzudos
Que tanto del mantón gustan :
Vivan los hombres sesudos
Que de los cuernos se asustan
Y no de que haya cornudos !
¡ Silencio 1 y no decir mal
Ni en público, ni en privado
Del mantón descomimal;
Porque está muy bien probado
Que proteje la moral.
Y si se añade la alfombra
Al manto, nueva razón
Para ordenar un chiton;
Pues si aquel sirve de sombra
Tiene ésta, otra aplicación.
Si no menos importante
En cien casos muy precisos,
Lo que es razón muy bastante
Para que estos dos mellizos
Vayan en unión constante.
No había yo comprendido
Esta mancomunidad ;
Y en fuerza de haberla oido
A gentes de probidad
A conocerla he venido.
17
— 258 —
Y como dice el adagio
« Hija de algo es la mentira » ,
Es para mi mal presagio
Do alfombra y mianto se mira,
Y me digo, allí hay contagio.
Y escabullóndome luego,
Porque el diablo no me tiente,
Me hago mudo, sordo y ciego.
Que ni oye, ni vé, ni siente
Hasta que á mi casa llego.
Esto mismo hacen los santos
Aunque por otra razón ;
Asi es que alfombras y mantos
Siguen en perfecta unión
Evitando el sepan cuantos.
Con todo, el manto á fé mia,
Ofrece una gran ventaja,
Como lo usan en el dia :
El barre el lodo y la paja
Y suple la policía.
Y no es poco á mi entender
No entrando en otros detalles.
Que por moda la mujer
Se ocupe en barrer las calles
Que otros debieran barrer.
— 259 —
Tomando bajo este aspecto
El manto, si bien se estima,
Suple de un modo perfecto
Los gallinazos de Lima
Produciendo el mismo efecto.
Tomado por la figura,
Entonce es más serio el caso;
Pues dá el manto á la hermosura
Las trazas del gallinazo
Negro y limpiando basura.
¡ Pájaros afortunados
Cuánto envidio la grandeza
De veros representados
En Chile por la belleza
Que hermosea los estrados !
Y á gritos, Chile, no lloras
Y el dolor te hace pedazos
Cuando ves á tus señoras
Disfrazar de gallinazos
Sus formas encantadoras !
Más ya que tienen empeño
En ocultar su hermosura,
Adopten otro diseño
Y no la triste figura
Del gallinazo limeño.
— 260 —
No por esconder al mundo
Sus pasos ó sus facciones
Adopten por un segundo
La forma y las propensiones
De pájaro tan inmundo.
Adviertan que debe ser,
Un ángel por su belleza
En el mundo la mujer;
Y un modelo de pureza
Si mucho quiere valer.
Santiago, Febrero 5 de 1853.
A LA SEÑORITA TERESA GARCÍA
A que cante me obligas,
Angélica Teresa,
Cuando de tu belleza
Bajo la influencia estoy...
¿No ves que de tus gracias
El poderoso encanto,
Me hará olvidar el canto,
Lo que era, y lo que soy ?
4 Olvidas que los años
Que arrugaron mi frente,
El fuego de mi mente
Apagaron también ?
Si, pasaron los tiempos
De amor y poesía.
Donde antes fuego había
Cenizas hoy se ven.
— 262 —
4 Acaso es porque ignoras
Que soy un peregrino
Que al verte en mi camino
Olvido á donde voy?
Por mi mal lo confieso,
Contempló tu belleza ;
Y extático, Teresa,
Ni un solo paso doy.
E inmóvil permanezco,
Cual queda el caminante
Cuando á sus pies delante
Un rayo vó caer.
Tal es la misteriosa
E irresistible influencia.
Que ejerce tu presencia
Sobre todo mi ser
Mas ya que quieres, niña.
Que el áspero sonido
De mi voz, á tu oido
Pueda esta vez llegar.
Suspende el fuerte encanto
Que mi voz aprisiona;
Y escucharás que entona
Por tí un nuevo cantar.
— 263 —
Y yo te caataró como cantaba
AUá en los tiempos de mi edad primera,
Cuando mi sangre hirviente circulaba
Y el alma de esperanzas rebosaba;
Como entonces cantara si te viera.
Mas si me oprime, Teresa,
Más y más á cada instante
Tu encantadora belleza;
Y si esta opresión no cesa
¿Cómo quieres, di, que cante?
¡ Ah, no ejerza ese poder
Tu hermosura sobre mí,
Que hoy es más fuerte que ayer !
Y que mañana ha de ser
Más fuerte si es dable así.
Y suelto mi pensamiento
Del lazo que lo aprisiona.
Volará á la par del viento ;
Y admirando en tí un portento
Oirás que un himno te entona.
Entonces, linda Teresa,
Cuando me halle en tu presencia,
Veo de naturaleza
Toda la magnificencia
Compendiada en tu belleza.
— 264 —
Y entonces mi corazón •
Cobrando nueva energía,
Hallará en tu perfección
La sublime inspiración,
Y do quiera poesía.
Será el aliento que aspiras
Atmósfera perfumada,
Blanda brisa si respiras,
Luceros de la alborada
Los dos soles con que miras.
El perfume de tu aliento
Será el delicioso aroma,
Que dan las flores al viento;
Tu tinte el del firmamento
Así que la aurora asoma.
La sonrisa que dilata
Tus dos labios delicados
Nieve en tus dientes retrata;
Y en tu boca de escarlata
Las flores de los granados.
Tu voz armoniosa y pura
Me diseñará el murmullo
De arroyuelo que murmura;
Y su amorosa blandura
De la tórtola el arrullo.
— 265 —
Empero cuando yo vea
Tu talle flexible y fino
Tipo del talle argentino,
Su gentileza lucir:
Cuando de tus lindas formas,
Bajo sencillos adornos,
Los finísimos contomos*
Pueda mi mente inferir.
Cuando tu veste flotante
Y el pié pequeño y pulido
Con paso ájil y medido
Marquen del valz el compás.
Entonces solo veré.
Encantadora Teresa,
Tu incomparable belleza
Tus gracias, y nada más.
Y yo las cantaré como solía
Cantar en otro tiempo á la que amaba,
Cuando de sus hechizos recibía
La inspiración el alma, y la poesía;
Y el pensamiento al Cielo se elevaba.
¡ Ay ! yo te engaño, Teresa,
Cuando te prometo tanto.
— 266 —
Ríete de mi promesa,
Que hay canas en mi cabeza ;
Y mi viejo no sabe el canto
Del amor, á la belleza.
Mendoza, Diciembre 17 de 1852.
Á LA SEÑORA D^ CARMEN ÜRMENETA
EN SU CUMPLEAÑOS
¿Qué os pudiera ofrecer, señora mía,
Un viejo consumido por los años.
Que digno fuese de tan fausto día?
Si sus días recorre y los estraños,
¿Qué otra cosa queda al pobre viejo
Que profundos y amargos desengaños?
Del hombre que antes fué mustio reflejo,
El hombre por el tiempo enmohecido.
Es del mundo y la vida ingrato dejo.
A este extremo, señora, he descendido ;
Y estando en el invierno de la vida.
El pensamiento yace amortecido.
— 268 —
Ninguna idea nueva y atrevida
Brota como la flor en primavera,
Del hielo en que la mente está sumida.
Es, por tanto, señora, una quimera
Suponer en un viejo la enerjia
Que solo es dote de la edad primera.
Que los giros diversos, la armonía,
La libre elevación del pensamiento
Que imprimen su belleza á la poesía.
No se engendran, ni encuentran alimento,
Sino en la juventud fresca y lozana,
Llena de savia, vida y movimiento.
Solo ella vivifica y engalana
El monte, el valle, el llano y las colinas
Y bellos tintes presta á la mañana.
Embalsama las brisas matutinas
Con el fragante aroma de las flores ;
Y á la poesía dá formas divinas.
Si canta, si festeja sus amores.
De la tórtola imita el blando arrullo,
O los acordes de los ruiseñores.
— 269 —
Abriendo de las rosas el capullo
A la amistad lo ofrece, si la canta,
Y en ser constante i leal cifra su orgullo.
Presentando de flores á su planta
Fragante alfombra, con su esencia pura
Su pensamiento al cielo se levanta.
Pero á mi se me niega esta ventura
Cuando cantar ensayo vuestro día,
Pues la vejez me quita la soltura.
Trabada, á su pesar, la musa mía
Una línea no se alza sobre el suelo :
Sus alas no le presta la poesía.
Vanos esfuerzos hace, pero el hielo
De los años la agovia, la comprime
Y no puede elevarse en raudo vuelo
Para cantaros, á región sublime.
Asi, señora, os suplico
Que admitáis en vuestro día.
Estos versos sin poesía
Que os ofrece mi amistad,
— 270 —
Como la débil esencia
Que exhala una flor marchita
A quien sus aromas quita,
Como á mi también, la edad.
Santiago, Julio 15 de 1854.
ANÉCDOTA
Al mus estaban jugando
Un alemán y un francés,
Y á verlos venía Inés
Muy de prisa caminando;
Como andaba tan ligero,
La niña no había advertido
Que le agarraba el vestido
Una rama de romero.
Siguió andando el mismo paso
Hasta que por fin sintió
Que del vestido quedó,
En el romero un pedazo,
A mudarse iba volviendo
Toda llena de aflicción,
A cada paso diciendo :
Tiene el romero razón.
MI PROGRAMA
Desde ahora quiero entrar
En cuentas conmigo mismo,
Por si llego á gobernar,
Y mi cuenta he de sacar
Aunque tachen de cinismo
Mi manera de contar.
Ea pues, manos á la obra.
No perdíuaaos tiempo en vano,
Que al pobre y al soberano
Jamás el tiempo les sobra.
Como al Sud Americano.
Entraré, pues, en materia.
Sin rodeos, ni escapadas.
Porque andar con agachadas
Me parece una miseria,
Propia de almas mal templadas.
18
— 274 —
La política es en suma
El arte de gobernar;
Pues bien, la he de examinar,
He de meterle la pluma
Y ver lo que puede dar.
No en bambolla ni en honores
Porque esa es paja picada,
Sino en moneda sellada,
O en efectivos valores.
Lo demás no vale nada.
Daráme dinero y fama
Esta empresa singular,
Si á este examen puedo dar
El carácter del programa
Con que yo he de gobernar.
Yo al menos así lo espero,
Pero si mi tal programa
Tan solo me ha de dar fama,
Y no me ha de dar dinero.
Llévese el diablo mí trama.
¿La política, qué importa
Cuando no da de comer.
Casa, estancias y mujer,
Y á la larga, ó á la corta
No nos viene á enriquecer?
— 275 —
Política que se va
Solo es para los simplones,
Que suplen los pantalones
Poniéndose chiripá
Y jamás tienen calzones.
En los veinte años pasados
Lo cosa no anduvo así;
Que á muchos que conocí
Pelados y muy pelados
Hechos chiche después vi.
Y no es decir que robaron,
Según mi cuenta analítica,
Sino que de la política
Los tales se aprovecharon,
En lo que no cabe crítica.
Pues mucho más he de hacer
Que aquellos que hicieron más:
Los he de dejar atrás,
Y todo el mundo ha de ver
De lo que yo soy capaz.
A bien que si un ventarrón
De mi puesto me hace á un lado,
No habrá ningún desalmado
Que pida devolución,
Y lo apañado, apañado.
— 276 -
Que los pueblos sufrirán
Me lo enseña la esperiencia,
Porque tanta es su paciencia,
Que si de azotes les dan
Los toman por penitencia.
¿ Qué ha sido antes, en sustancia,
La República Argentina?
Lo diré sin repugnancia :
Cada provincia una estancia,
Y cada estancia una mina.
Y si á mí me toca ser
Alguna vez estanciero
4 Por que no he de ser minero,
Y por lerdo he de perder
La ocasión de hacer dinero?
Los que la echan de modestos
De patriotas y de honrados.
Son irnos diablos menguados,
Que subiendo á buenos puestos
Mandan, y salen pelados.
Más si el hombre de talento
Estos títeres maneja.
Estaca en pared no deja,
Ni piedra sobre su asiento ;
Y á todos los empareja.
— 277 —
Elementos he de crearme
Para marchar á mi objeto,
Con un éxito completo,
Sin que alguien pueda estorbarme,
Llegar donde me prometo.
Los medios que yo emplearé
Para tener servidores
Y buenos sostenedores,
Serán, ser de buena fé.
Caporal de expoliadores.
Dejaré que cada empleado
Pueda esplotar su destino,
Y desnudar al vecino
Sin temer ser acusado
De ladrón, ni de asesino.
Los bobos me ganaré
Fimdando fuertes y villas,
Y edificando capillas.
Cuidando que crean que
Se pagan á mis costillas.
Y aunque un centavo no emplee
De mis haberes en esto.
No es fácil que haya un molesto
En la sala, que desee
Se me exija presupuesto.
— 278 —
Así quedará cubierto
Todo el gasto que haya habido,
Y el más leido y escribido
Cuánto es no sabrá de cierto,
Ni de qué caja ha salido.
Haré que los ciudadanos
Entren todos á ejercicios.
Para corregir los vicios,
Y que por bienes mundanos
Dejen de hacerse perjuicios.
Y mientras cada uno es santo
Y se ocupa en obras pías,
Siquiera por quince dias.
Nadie me estorbará en tanto,
El hacer yo de las mias.
Así al mismo tiempo que hago
Sin estorbos mi negocio
Y á la religión me asocio.
Guardo para echar un trago
Y comer bien en el ocio.
Yo formaré compañías
Para introducir ganado :
El gasto lo hará el Estado,
Las ganancias, serán mias ;
Y hasta el capital empleado.
— 279 —
Caballos para el arreo
Los vecinos los darán :
Algunos los cobrarán ;
Pero, aunque parezca feo
Otra vez no los verán.
Todo el pasto necesario
Para engordar esta hacienda,
No buscaré quien lo venda,
Lo pediré al vecindario,
Y que la cuide y la atienda.
Si de mi familia alguno
Me propone cambalache,
No haya miedo que me empache,
Yo le daré tres por uno
Y haré que se le despache.
Más si otros me piden dos
Por un animal de grasa.
Diré, la hacienda está escasa,
Y aunque me clamen por Dios,
Le daré tres al de casa.
A estos arbitrios sencillos
Que dan clientela y dinero.
Agregarles otros quiero
Que me llenen los bolsillos
Solo y sin im compañero.
— 280 —
Mantendré una guarnición
En los fuertes permanente,
Y yo haré la provisión
De vestuario y mantención ,
Aunque la tropa reviente.
Y como á nadie le toca
Hacer este negocito,
A muchos, por lo bonito.
Se les hará agua la boca
Por hacerlo, pero chiiito...
Y no hay que andar con bullangas,
La cosa ha de ser así ;
Porque yo entre el mi y el ti,
Sea por faldas ó mangas
Me decido por el mi.
Una partida de juego
Con carácter oficial,
Es un rico mineral
De plata con que muy luego
Podré reunir un caudal.
Todo consiste en el modo
Con que la cosa maneje,
Para que á salvo me deje
Meter el brazo hasta el codo,
Y que á todos empareje.
— 281 —
Si pierdo, debe jugarse
Hasta haberme desquitado ;
Pero cuando haya ganado,
Podrán todos levantarse,
Cuando me haya levantado.
Ya se podrá comprender
Que con tal procedimiento,
Es de apostar uno á ciento
A que no puedo perder ;
Y que es bueno el pensamiento.
¡ ¡ Los diezmos ! ! esa es mamada ;
Mistela con bizcochuelos ;
Eso es chupar caramelos ;
Hallar la breva pelada ;
Eso es miel sobre buñuelos.
Siendo yo gobernador
Y habiendo al remate entrado.
Estoy bien asegurado
De ser el rematador
Sin que nadie haya pujado.
No habrá malos pagadores
Porque cada decurión
Hará la recaudación.
Para que los labradores
No intenten ocultación.
— 282 —
Siendo juez el que recaude
Y siendo yo su fiscal,
Será el recaudo cabal ;
Y cuidado que haya fraude
Siquiera de medio real.
En cuanto á la cuatropea
La masa se contará,
Y el diezmo se sacará
De lo que la masa sea,
Y el fraude se evitará.
Por cualquiera triqui-iraquej
Zas ! ima contribución,
Y la orden al decurión
Que sin remisión la saque.
Bajo de multa y prisión.
Y si de caballos es
Deberán ser escojidos,
Gordos, de talla y fornidos.
Sanos de lomos y pies,
Y además, bien parecidos.
Llega el momento de enviarios
A los fuertes y cantones
Entonces por mancarrones
Se cambian, para librarlos
De picaros y ladrones.
— 283 —
A más, se logran dos cosas :
Tener las fuerzas montadas,
Y vender yo caballadas
Gordas, sanas y famosas
Que serán muy bien pagadas.
Si ima provincia pastora
Me tocare gobernar,
Es entonce otro cantar;
La situación se mejora
Y más se puede lucrar.
Ya verán que no me empampo
En materia de adquirir ;
A la Sala iré á pedir
Ocho mil leguas de campo,
Y las he de conseguir.
Porque en esto de las Salas
He llegado á colejir
Que no sabiendo elejir,
Todas las Salas son malas,
Porque saben resistir.
Pero cuando la elección
Se hace con algim talento.
Es la Sala un instrumento
Que da la autorización
Para hacer de ima hasta ciento.
— 284 —
j Qué agradable será andar
De estancia en estancia meses,
Y vender á los Ingleses,
Sin dejar de gobernar,
Los cueros de cien mil reses ! !
Y si llegare á faltar
Ganado para el completo,
Tirar al golpe un decreto
Prohibiendo á todos matar.
Hasta salir yo de aprieto.
Lo mismo es si, saladero
Tuviere yo establecido
Y estando comprometido
Que baje el ganado quiero
Para no verme aflijido.
Prohibo entonces trabajar
En todo otro saladero
Que el mió y sacar im cuero
Ni aún para hacer un hijar,
O carona im estanciero.
Como con tal prohibición
Ningún estanciero mata.
El que necesita plata
Viene á hacer proposición,
Y por lo que ofrezco trata.
— 285 —
Con solo estas arterías
Basta para enriquecer
Porque asi vienen á ser
Todas las estancias mias,
Sin tenerlas que atender.
Solo queda cierto punto
De la política usual
Sin tocar, y sin el cu^l
De mi programa el conjunto
No quedaría cabal.
Este es el de la familia,
Esa fuente de placer.
En que el goce y el deber,
Se confunde y se concilla
Entre el hombre y la mujer.
Y para que mis tareas.
Tratadas con mano diestra.
Puedan dar perfecta muestra
De los designios é ideas
Que he lanzado á la palestra,
Y para que todos sepan
Cómo irán mis procederes
En materia de mujeres
Y que dudas no les quepan
Los reduzco á caracteres.
— 286 —
En materias femeniles
Echaré también el resto,
Sin tapujos, ni pretesto ;
Puesto que en las varoniles
Dejo el pabellón bien puesto.
Imitaré á los Romanos
Sin detenerme en pamplinas
Y todas las argentinas
Que pueda haber á las manos,
Serán, para mi, Sabinas.
El más ridículo tuno
De cuantos me ha precedido,
Tres, cuatro, seis ha exhibido,
En público, sin que alguno
Se diese por ofendido.
Y si á criticar llegaron
Lo harían tan en secreto,
Y de modo tan discreto.
Que ocasión no presentaron
De tocarles el coleto.
¡ Y los pueblos recibieron
Este ejemplo, sin chistar
Los curas, ni predicar
Contra los que asi supieron
Su grey escandalizar ! 1 !
— 287 —
Esos mismos curas, antes,
Llenos de celo divino,
Proclamaron libertino
Al que tuvo en sus estantes
La Biblia sin Belarmino.
4 Por qué toleró aquel mal
Sin resollar el pastor?
Porque era gobernador,
O era el señor general
El escandalizador.
Pues menos no quiero ser
Siendo también gobernante :
Tendré diez, si esto es bastante
Y ciento, si es menester,
Sin que ninguno se espante.
Así se puede vivir.
Así se puede mandar
Y gozando preparar
Un regular porvenir
Exento de mendigar.
En fin, no por ganar fama
Doy en una obra didáctica.
Como en im manual de táctica.
La espresion en un programa.
De mi política práctica.
— 288 —
Y si es que á mi diligencia
Ayuda un poco la suerte,
No me ha de cojer la muerte,
Sin poner en evidencia
Lo que mi programa advierte.
Entonces he de cantar
En im harpa bien templada
Y con voz muy entonada
La copla que he de dejar
Al fin de estas consignada.
Aprended Jlor es de mi
Lo que va de ayer á hoy :
Ayer era \m tararí,
Ved hoy la altura en que estoy
Y qué maravilla soy
Aprended flores de mi.
Mendoza, Enero 30 de 1853.
(El Constitucional de Mendoza, N* 330).
CONTESTACIÓN
AL PROGRAMA GUBERNATIVO DEL SEÑOR K. W.
« Señor : en vuestro programa
Mordéis á vivos y muertos,
Abriendo heridas cerradas
Sin traemos ningún provecho.
Emplead mejor vuestra musa
Con más elevado objeto,
Que lo pasado, pisado,
De hablar así ya no es tiempo.
« Un cantor de vuestro fuste
(Cuyo talento respeto)
No debiera descender
A vertir tales conceptos
Cuando la oliva de paz
Que florezca apetecemos.
Al que purgado ya está
Es injusticia morderlo.
19
— 290 —
«4 Qué bien reporta á la Patria
Que le mutiléis sus miembros ;
Que le ultrajéis ciudadanos
Exajerando sus yerros ?
4 Es esto, señor cantor,
El programa de Caseros,
Que prometió se olvidasen
Los pasados desaciertos ?
« 4 Señor : y vos estáis limpio
En el alma y en el cuerpo,
De pecados capitales
Contra tu nativo suelo ?
¡ Oh ! señor, vos veis la paja
En el ojo de otro dueño
Y la viga no miráis
Que se atraviesa en los vuestros.
(( 4 Es esta, señor cantor.
La ftision de vuestro metro
Que con sátiras picantes
Cantáis lo falso y lo cierto
Pintando á vuestro placer
A vuestro antojo los hechos,
En el tenor que cantaran
En las tabernas los ciegos.
— 291 —
« 4 Lo hacéis por ganar la vida,
O por lucir el talento
Con que natura os dotó
Para elevados objetos ?
¿Lo hacéis porque os den aplausos
Ciertos hombres virulentos,
Que inmorales se alimentan
De ofensivos pensamientos?
« No, señor, que vuestra Lira
Cual lira de im caballero
Se ocupe de grandes cosas
Y no de rimas groseras.
Que alarman la sociedad,
La discordia introduciendo.
Las familias enconando.
Las venganzas promoviendo.
«No, señor, que no es decente
Atacar al indefenso.
Roer los huesos al que duerme
En el seno de los muertos,
Y es insolencia ultrajar
Con osado atrevimiento
De las catorce provincias
Sus magistrados supremos.
— 292 —
« Si uno que otro delinquió
No los igualéis por esto,
Ni os toca á vos el juzgarlos,
Lo hará la historia á su tiempo,
Sin que sufra el inocente
Ligado por parentesco,
Ni el deudo que no apoyó
Estraviados desaciertos.
(( Señor : vos os desbordáis
Al publicar tales versos.
Contra pactos celebrados.
Contra preceptos espresos
Que prohiben que del pecado
Como jueces inculquemos;
De otro modo, señor, nimca
Sin anarquía nos veremos.
« El programa de la prensa
Le habéis puesto en el alto aprieto.
Reclamando con imperio
Se publicasen tus versos;
Cual si la patria con ellos
Trasformada en ágil vuelo.
En jigante se cambiara
Con tus sublimes conceptos.
— 293 —
« Una, dos, tres, cuatro veces,
La prensa comprometiendo,
Instasteis porque salieran
Con serio apercibimiento,
Invocando « Libertad »,
Que en la prensa os prometieron ;
Mas la entendéis por los pies
Y tomáis por los cabellos.
« 4 Pues qué libertad de prensa,
Es para morder á Pedro,
Antonio, Tristan ó Diego,
Con versitos vocingleros?
No señor, para cantores
Suele también haber freno
Que le pone im justo Inri,
O la censura de im pueblo.
«Vuestra sátira mordaz.
No respeta ni á los muertos.
Y tu moral inmoral
Por corregir los entuertos.
Abre al desorden un campo,
A nuestra prensa funesto.
Apóstoles como vos
Dan á los vicios fomentos.
— 294 —
« Vuestro programa, señor,
Para hacer un buen gobierno.
Ha de ser menos cantor
Ha de ser menos groseíro.
Ha de respetar los hombres
Ha de prudenciar sus yerros
Tanto más si con cantarles
No se reporta provecho.
<( ¿Ignoráis que vuestra musa
Fué fatal en otro tiempo
Que soplando la anarquía,
Dio un estallido sangriento ?
¿Ignoráis que con versitos.
Las pasiones se encendieron
Ciertos hombres se endiablaron,
Y en la demanda murieron?
« A los párrocos tacháis.
Porque celosos no fueron,
Y cuando el vicio impugnaron.
Les llamasteis «majaderos».
Vuestra causa ha sido siempre
Conocida en este suelo
Por audaz y revoltoso
Y signo de mal agüero.
— 295 —
(( Volvemos á las andadas
La sociedad corrompiendo,
Con el desborde de prensas
Que tantos males trajeron.
Volvemos á los versitos
De aquel revoltoso tiempo
Que ni la vida privada
Se escapaba de los metros.
<( Conjuramos tu programa,
De tu gobierno cantor,
Está bonita tu Lira,
Pero perdona, señor.
Que os digamos en verdad,
Que no es bueno su tenor.
Ya el tiempo de los mastines
Que mordían se acabó.
« Hoy en un tiempo de paz
Es criminal el tesón
De dividir á los hombres
Un imprudente cantor,
Paz, paz y más paz
Nos conviene, si señor,
Y no cantiñas picantes
Que revivan el rencor.
— 296 —
« Un argentino debiera
Cuidar siempre del honor,
De la patria que le diera
De un argentino el blasón,
Y no ocuparse de ajarla.
Con injusto disfavor.
Cosa que no hiciera un tuno
Que tuviese pundonor.
«Garantido por
«Los TRES IMPARCIALES».
(El Constitucional de Mendoza, N* 335).
A LOS TRES IMPARCIALES
CONTESTACIÓN Á LOS VERSOS PUBLICADOS BAJO ESTE SEUDÓNIMO
EN El Constitucional de Mendoza, n* 335
Caballeros imparciales
Vuestro cantar me revela
Que sois de la vieja escuela
De rosines inmorales;
Y por eso
Como rata que en el queso
El gato la ha sorprendido
Habéis lanzado un chillido
Al ver mi programa impreso.
No os alborotéis señores,
Porque de lo dicho al hecho
Cierto es que va mucho trecho
Entre nos los pecadores;
Y entre tanto
— 298 —
Aquellos que saben cuanto
Se apañó por malos medios,
Maldicen de los remedios
A que da lugar mi canto.
No confundáis torpemente
La sátira con la historia :
Esta sirve á la memoria,
Corrije aquella al presente;
Y el servicio
Que presta ella contra el vicio,
Es de un inmenso valor,
Pues no la para el temor
Para hacer el beneficio.
La historia es la narración
De buenos y malos hechos;
En límites más estrechos
De la sátira es la acción ;
Y su empresa
Es acudir con presteza
Do quiera que el vicio asome,
A estirparlo antes que tome
Incremento y fortaleza.
Hé aquí, pues, la tarea
A que nací destinado :
Aunque dura, la he llenado
— 299 —
En la paz y en la pelea
Mi fanal,
Mi numen es Juvenal,
No Tácito y Tito Livio;
Por eso no doy alivio
A vicios en general.
El bien que el pais reporta
De satirizar al malo
Es, que tema venga el palo
A la larga, ó á la corta.
Y no errores
Son, respetables señores.
Los que sin piedad ataco :
Son los cálculos de Caco
A los que hago los honores.
A los pueblos se despierta
Poniéndoles á la vista
En letras gordas la lista
De los males que á la puerta
Les golpean.
Para que otra vez no sean
Patrimonio de malvados
Y en la miseria abismados
Otra ocasión no se vean.
— 300 —
¿En qué libro estrafalario
El principio habéis hallado,
Que del pariente malvado
Es el bueno solidario ?
Pasó la era
En que al hijo dio dentera
Porque el padre comió agraz :
Hoy nadie responde más
Que de su proipm perrera.
Pero hay más, vuestra doctrina.
Si puede llamarse tal,
No solo es irracional.
Sino también peregrina.
¿Creéis prudente
Consentir que impunemente
Sin trabas obre el perverso,
Por no dar un rato adverso
A un deudo que fué inocente?
4 Y cuál es el foragido
Que en su linage no cuenta
Una persona que exenta
De crimen haya vivido?
Sin embargo
4 Se le deja de hacer cargos.
— 301 —
Y también de castigarle,
Solo por temor de darle
Al pariente un rato amargo?
El programa de Caseros
Que invocáis tan sin chabeta,
No es de punto de calceta
Que da de si; majaderos!
La igualdad,
Libertad, fraternidad
Que consagra, no son tales
Que hermanen y hagan iguales
La virtud y la maldad.
La concordia, caballeros.
Es hija de la justicia,
Que refrena la malicia
Y al vicio pone linderos.
Solo en ella
Se puede afianzar aquella;
Más los hechos reprobados
Descubiertos ó tapados
Solo al trastorno abren huella.
Sed justos si queréis paz
Porque la injusticia es guerra
Que al hombre virtuoso aterra
— 302 —
Y hace al malo más audaz.
Las ofensas
Que á personas indefensas
Infieran los potentados,
Vengadlas como atentados
De consecuencias inmensas.
Solo así la paz se obtiene
Y la aventura se alcanza;
Porque la justicia afianza
El derecho á quien lo tiene :
La Nación
Que mira la vejación
Inferida á un ciudadano,
Ck)mo ultraje hecho á un hermano,
Se encuentra en su perfección.
Echad una simple ojeada
Al tiempo que ha trascurrido,
Y veréis lo que ha sufrido
Esa patria idolatrada.
No mis versos
La dieron ratos adversos...
Los que la han ensangrentado.
Envilecido, humillado,
Son sus tiranos perversos.
— 303 —
Son los insignes malvados.
De pública voz y fama,
Que describe mi programa
Copiando sus atentados,
Los que ahora
Con clemencia imprevisora
Queréis que queden exentos
De los grandes escarmientos
Con que al malo se mejora.
Según decís Imparciales,
A la libertad de imprenta
Deben cargársele en cuenta
Todos los pasados males...
Los tiranos
Y sus secuaces villanos,
Temen ver libre la prensa.
Por ser la mayor defensa
Que tienen los ciudadanos.
Ya que veis con sangre fria
Los escándalos que ayer.
Con la suma del poder ^
Don Juan Manuel cometía :
A la imprenta
La prostitución sangrienta
— 304 —
De que Rosas se rodeaba
No atribuyáis 1 era esclava
Y de cargos está exenta.
También en cara me echáis,
El que en época pasada
Entré en la vida privada
¿Y verdad en esto habláis?
¡Vocingleros 11
Herí con tiros certeros
Pública inmoralidad;
Y á los pueblos la maldad
La presenté siempre en cueros.
4 Acaso el vicio fomenta
El que le escribe en la frente
Lo que le ha dado aliciente
Y lo que más lo alimenta?
Fuera raro
Que poniéndolo así en claro
Al mirarse en evidencia
Con más audaz insolencia
Se aumentase su descaro...
Decís que sin distinción
Ataco á vivos y muertos :
Estos cargos no son ciertos,
— 305 —
Y me acusáis sin razón.
Las maldades,
Juego, estafas, liviandades,
Son el blanco en que me fijo :
Allí mis tiros dirijo,
Sin buscar más entidades.
Si á los cuadros que yo exhibo
Un muerto fué semejante;
O los toma algún farsante
Por el retrato de un vivo :
El culpado
No soy yo que he delineado
Cuadro que á ellos se asemeja;
Sino aquel que ver se deja
En tal cuadro bien copiado.
Concluyo, pues, imparciales.
Dando una contestación
A la injusta acusación
De que á mi patria hice males :
Y en el ojo
De otros miro con enojo
La paja y que soy tan malo
Que habiendo en el mió un palo
No lo veo y me sonrojo.
so
— 306 —
Dad gracias á que estoy viejo,
Y que ya en la edad madura,
El hombre poco se apura
Por los gritos de un cangrejo.
Ni de tres :
Sin esto, y sin ver tal vez
Vuestra catadura enana,
Os cardaría la lana
Al derecho y al revés.
Tengo, por lo que á mi toca.
Respecto de mis paisanos.
Limpio el bolsillo y las manos.
Libre la pluma y la boca.
De Caseros
No penséis, pues, majaderos
Hacer, si queréis, un manto
Que se estienda á tapar tanto.
Que cubra hasta los rateros ;
Porque os espondreis entonces
Por injustos ó aturdidos,
A encontraros confundidos
Entre la gente del bronce,
De que Rosas
Educó sumas pasmosas
— 307 —
En los pueblos y campañas;
Y de cuyas malas mañas
Quedan muestras horrorosas.
Callad, pues, señores míos,
Al público no espetéis
Otros versos, con que deis
A la razón calofríos.
Sabandijas
Sin juicio, ni ideas fijas
Sobre lo malo y lo bueno,
No os presentéis tan de lleno
En métricas baratijas.
Si sois patriotas, emplead
Vuestra pluma y vuestras fuerzas
Contra las tramas perversas
Que sabe urdir la maldad.
Dad lecciones
Al pueblo, contra bribones ;
Y acordaos de que en paz,
No pueden vivir jamás
El robado y los ladrones.
Haréis más bien de este modo
Que defendiendo á malvados,
Cuyos negros atentados
— 308 —
Lo escandalizaron todo.
Las maldades,
Y públicas liviandades,
Llevan semillas fecundas.
Que echando raices profundas
Corrompen las sociedades.
Santiago, 1S53.
EPIGRAMA
Dice Dolores, que siente
Un muslo un poco achacoso,
Y que un módico famoso
Dice ser reuma inocente ;
Más su vecino asegura
Que el dolor le ha resultado
De un caballo mal domado
Que le dio su tío el cura.
4 A quién debemos creer
Al doctor, ó á la vecina?
Dice aquel que en medicina
Es profundo su saber;
Más la vecina asegura
Que del cuarto de Dolores
Ha visto en paños menores
Salir á deshora al cura.
EPIGRAMAS
I
Decíale muy formal,
Tengo que salir á viaje,
Acomoda mi equipage,
A su esposa un federal ;
Y en el tiempo que tardó
En ponerle piedra á un rifle
La mujer le acomodó
Una baraja y un chifle
Y con eso se marchó,
II
No hay mujer más hacendosa.
Dice don Zoilo, que Pepa,
Y es preciso que él lo sepa
Porque al fin Pepa es su esposa.
De sus cascos esta idea
Ni el demonio la levanta
— 312 —
Ni de Pepa en la garganta
Los signos de su tarea.
III
Todo aquel que mira en vos
A un tiempo caray cabeza,
Al punto á dudar empieza
Si son de un tiempo las dos.
Si en la cara puso Dios
Los signos de la vejez,
El peluquero niñez
A la cabeza le ha dado
Y desmentir ha logrado
Las arrugas de la tez.
IV
Se nos desmaya Mercedes
Cuando vé una lagartija
Asomar en una endija
De las que hay en las paredes ;
Más de esto lo que disgusta
Es ver que en su propio cuarto,
Abre su cueva un lagarto
Y Mercedes no se asusta.
— 313 —
De cuarenta y cinco pasa
Doña Tomasa, y se irrita
Si en lugar de Tomasita
La llama alguno Tomasa,
Más no es un necio prurito
El que le roba el sosiego
Cuando la fecha del pliego
La lleva en el sobrescrito.
VI
De su edad en los cincuenta
Toca ya doña Martina,
Pero con todo imagina
Poner solo quince en cuenta ;
Si en público se presenta,
Es tomando la actitud
De la tierna juventud
Que los colegios frecuenta ;
Pero aquel que toque ahora
El cráneo de don Miguel
Señales hallará en él
De la edad de su señora.
SONETO CON ESTRAMBOTE
¿Quién al ver tu color aceitunado,
Que no fué por el sol ennegrecido,
Podrá creer que linaje esclarecido
Ha producido un ente tan tostado ?
Predicarás en vano, entusiasmado.
Por ilustrar, tan solo, tu apellido
Que marqueses y condes han vivido
Que el renombre llevaron de Delgado,
No probarás con eso no ser broza
Salida de indecentes muladares
Aunque te empeñes en probar tal cosa,
DeLeivas, deManriquezyAguilares,
Ponces de León y Hurtados de Mendoza
Conozco yo centenas de millares;
— 316 —
Pero quiero Mariano que repares
Que los Leivas y Ponces que he contado.
Son de Leivas y Ponces los lunares.
Canalla de quien nadie se ha cuidado.
SONETO
Si quieres que te diga sin recato
Lo que vale en el mundo un apellido,
Preciso es no te enojes si al oído
Te llega á sonar mal este relato.
Nada sirve de nombres gran boato,
Si no es por pesos fuertes sostenido;
Porque el hombre más noble empobrecido
Desciende en el instante á ser mulato.
Si al Mariano Delgado le acompañas
Medio millón de dinros valdrás mucho
En tu tierra natal y las estrañas ;
Más si quieres que un simple papelucho,
O pergamino envuelto en telarañas
Te dé nobleza, no valdrás un pucho.
EN EL ALBÜM DE UNA SESENTONA
INTRODUCCIÓN
La que quiere á los sesenta
Pasar por niña de ayer
i Qué merece T hacerle ver
Que nadie admite su cuenta.
Quídam.
Tener álbum no debes, Apolina,
Pero ya que lo tienes y has pedido
A mi menguada musa una propina,
Yo que hago profesión de comedido
Con la estimable gente femenina.
Voy á escribir en tu álbum unos versos,
Aunque me cueste hacer grandes esfuerzos.
k
— 320 —
Estamos en la edad | pobre Apolina !
En que el placer nos cierra su santuario,
Dejándonos las cuentas de un rosario
Por único solaz y entretención;
Se alejan de nosotros los amores,
Y con ellos el gusto y la esperanza :
Entrar en la cuadrilla y contradanza,
No podemos andando con bordón.
4 Qué porvenir nos queda ya en el mundo.
Qué placeres, qué glorias buscaremos,
Sin que andando en su busca tropecemos
Con la sombría puerta del panteón ?
Los bailes, los cantares, los paseos,
Las reuniones de amigos, do resalta
La sabrosa alegría que nos falta.
Para nosotros. Pola, di ¿qué son?
Un amargo recuerdo del pasado
Acerbos males que hoy nos acongojan.
Querubines que á palos nos arrojan,
De aquella edad que fuera nuestro Edén;
¿ Qué remedio, Polina, á mal tan grave?
Arrastrar nuestros pies hasta el santuario,
Y rezando en las cuentas de un rosario
Concluir nuestra oración con un amen.
— 321 —
Aceptemos sumisos lo que el tiempo
A aceptar imperioso nos obliga :
Recemos mucho, mucho, buena amiga ;
Y ofrezcamos cada uno por los dos,
Al cielo subirá nuestra plegaria,
Y borrará las culpas que tenemos.
Por este medio fácil lograremos
Chancolar nuestras cuentas ante Dios.
¿ Qué importa que repitan malas lenguas
Que en esto cometemos un engaño ;
Porque habiendo entregado al diablo el paño
Las orillas le damos al Criador?
Unos cuantos oirán estas diatribas,
Y creerán lo que gusten, en buena hora ;
Y otros muchos dirán, « esa señora
Dice que es una santa el confesor ».
Asi es el mundo. Pola, si queremos
A todos contentar es tontería :
El diablo, con ser diablo, no podría
Diabluras de esta clase realizar.
Que vaya en hora mala el que no crea
Que somos unos santos, y atribuya
Mi conversión, lo mismo que la tuya
A que el mundo nos quiere abandonar.
21
— 322 —
Aquí tienes diez dias de trabajo,
Mi querida Apolina; y ya presiento
Que mis versos te dan un descontento,
Que al hacerlos debiera yo evitar...
Pero hay males tan graves, que aunque quiera
Ocultarlos el médico al paciente,
Hablan en voz tan alta y elocuente
Que se hacen más que el médico escuchar.
En este dinro aprieto me he hallado
Al escribir en tu álbum, Apolina.
Mi musa que no es ducha en medicina
A ocultar á tu juicio no acertó
La peste de los años; y aunque hubiera
Mi pulmón, con tal fin, hecho pedazos.
Una cana, una arruga y tardos pasos
Hubiéranse hecho oir mejor que yo.
EN ÜN ÁLBUM
Álbum, si fueras un libro,
Como el libro del destino,
De que solo el ser divino,
Las páginas puede abrir :
En tus hojas silenciosas
Ocultas y misteriosas
Osaría yo escribir.
Mas siendo tu condición
Andar en todas las manos,
¿ Quién querrá en ti los arcanos
Del corazón derramar ?
1 Para que mano atrevida,
Y quizás aborrecida,
Los viniese á profanar !
— 324 —
Álbum yo dejo mi plmna,
Cierra tus páginas bellas ;
Pues no he de escribir en ellas,
A más de estos, un renglón.
A ti no te puedo fiar
Lo que oculto debe estar
Dentro de mi corazón.
Santiago, Junio 9 de 1841.
EN OTRO ALBÜM
Venus jovencita y bella
Inocente todavía
Un precioso álbum tenía
Muy digno de tenerlo ella.
Ignoraba la doncella
El uso que del se hiciera,
Y el álbum permaneciera
Entre sus dijes guardado,
Años sin haberle dado
Para que alguien escribiera.
Cupido, muchacho audaz.
Insolente entrometido.
Aprovechando un descuido
De su madre, este rapaz.
Toma el álbum con disfraz
De encima del tocador
— 326 —
Y con su dardo mejor
Escribe en él, y se vá
« Desde hoy cada álbum será
Una cartera de amor».
Tomó Venus el libro
Entre sus lindas manos
Y al mirar el letrero
Que el niño había estampado
Sin dejar la sonrisa
Que se anida en sus labios,
Dijo : « Yo haré se cumpla
Del Amor el mandato ».
Arrancó algunas hojas
Del albiun, y trazando
Con ellas una esfera,
Al soplo de su labio
Tomó las dimensiones
Del mundo que habitamos.
De las hojas restantes
Hizo el variado cuadro
De plantas y de flores,
Y seres animados.
Que de aire, mar y tierra
Pueblan el ancho espacio.
En todo este conjunto
Fijó el deseo innato,
— 327 —
Deseo inextinguible
De amar y ser amado.
Así de un solo golpe,
Y con un mismo lazo,
Ligó todos los sores
Del mundo que había creado.
Entonces satisfecha.
Dijo : « Está lleno mi álbum
Y del amor ciunplido
El supremo mandato ».
¡ Oh, vosotros amadores !
Cuando ima bella inclemente
Su lindo álbum os presente,
Pensad lo que aconteció
Con aquel albimi primero,
Y recordadla el letrero
Que Amor en él escribió.
Decidla que del insecto
Impalpable, al elefante;
Del musgo al cedro jigante,
Y al fin toda la creación
En su magnífica escena,
Es de amor ima cadena
De que ella es un eslabón.
— 328 —
Que romper es imposible
El nudo que á todos ata,
Y que se engaña si trata
Las leyes de amor burlar;
Porque una fuerza invisible,
A todos irresistible,
Se las hará respetar.
Y si con todo zahareña
Persiste cruel, intratable.
Usar es indispensable
O ya el lápiz ó el pincel.
En el álbum un peñón
Dibujadla, y ni un renglón
Jamás escribáis en él.
¿La iréis á escribir que es linda?
Si lo es, ya lo sabrá;
Si no lo es, se ofenderá.
¿Que es amable? ¿á qué mentir?
Si solo es amable aquella
Que del amor la centella
Sabe en su pecho sentir.
Pero, si por el contrario
Una temprana hermosura
Que al veros baja los ojos
- 329 —
Y en su frente se dibuja
La .turbación que el amor
Sabe espresar (y nii pliuna
Jamás sabrá describir),
Os dá su álbum, por fortuna,
Pedid á Tibulo entonces
La lira que en manos suyas
Fué la tórtola amorosa
Que en blando gemido animcia
La llama que la consume
Cuando á su querido arrulla.
Invocad al niño Amor,
Y luego tomad la pluma;
Y si es dable que un suspiro
La medida constituya
De cada verso, un suspiro
El pecho ardoroso efunda.
Penetrad las soledades.
Pues las pasiones profundas
Aborrecen el bullicio,
Y se dilatan y aguzan
En los bosques silenciosos
Donde las abejas zumban.
Do los aves se acarician
Y do las fuentes murmullan ;
Y cuando sintáis que el pecho
Se abrasa en la llama pura.
— 330 —
Que Amor con su tea enciende,
Poned en su álbum la pluma,
Y ella sola ha de escribir
Sin necesidad de ayuda;
Porque el amor ha de hacer
Que su decreto se cumpla.
Sautiago, Junio 9 de 1841
Á UNA SEÑORA
EN CUYO ÁLBUM SE LEÍAN Ulf 08 MDY MALOS VERSOS
¿Por qué, señora, consientes
Que gentes descomedidas
(O más bien dicho), dementes
De tu álbum inclementes
Manchen las hojas pulidas?
Si sobran hombres como estos
Que derramen con descaro
Sus abortos indigestos,
Busquen, señora, otros puestos,
Y háganlo allí sin reparo.
¡ Pero en tu álbum, Mercedita,
Recreo de tu memoria !
4 A quién, señora, no irrita
Que una cabeza maldita
Venga á derramar su escoria?
— 332 —
Dirán que por complacerte
Escriben sus malos versos,
Sin mirar que es ofenderte
Complacida suponerte
En sus bostezos perversos.
¿ Quieres ver de impertinencias
Tu lindo álbum atestado?
No restrinjas las licencias
De escribir, y de demencias
Pronto le tendrás plagado.
Perdona la irritación
Que en estos versos resalta.
Si no me crees con razón,
Un encendido tizón
Castigue en ellos mi falta.
Mas si juzgas, Merceditas,
Que esta irritación es justa,
Otra ocasión no permitas
Que á tu álbum haga visitas
Una fantasma que asusta.
— 333 —
Si no remedias, señora,
Tan espantoso desastre.
No estrañes ver sin demora
Que lo que es álbum ahora
Venga á ser cajón de sastre.
Julio 23 de 1841.
EN ÜN ALBÜM
CUYO DUESO QDBRIÁ SIGNIFICAR SU AMISTAD Á LA AMIOA
QUE SE LO REGALÓ
No es esa pasión fogosa
Que agita los corazones,
Y es de todas las pasiones
Quizás la más poderosa
La que abriga
Mi corazón, dulce amiga;
Es más grato sentimiento
Afianzado en tu bondad.
El que hace de tu amistad
Mi grato entretenimiento.
Esta dulce sensación
Que á tu alma liga la mia,
Hija es de la simpatía
— 336 —
Y fruto de la razón :
Entretanto
Que ese amor que causa llanto
Y un continuado martirio
Al alma en que se apodera,
Es una luz pasajera
Y de la razón delirio.
Con más ó menos vehemencia
Este amor lo sienten todos,
Según los diversos modos
En que afecta la existencia.
Y accequible
No es á todos, ni posible
Que con la misma igualdad
Saboree el corazón
En la misma proporción
Los dones de la amistad.
Feliz yo que supe hallar
Por mi próspero destino
Este secreto camino
Que pocos pueden andar,
Y en tu seno
De mis deseos el lleno ;
Ese placer inefable
— 337 —
Que goza en secreto el alma,
Sin que perturbe su calma
Resabio desagradable.
Que antes vea yo apagarse
La pura lumbre del dia
Que sentir, amiga mia,
Mi amistad debilitarse ;
Y si llega
Esa hora cruel que me niega
La facultad tan querida
De ser tu amigo constante,
Que la muerte se adelante
A este instante de mi vida.
Sobre este libro tan bello,
Que tu amistad algún dia
Inventó, querida mia.
Que de amistad fuese el sello.
Es mi intento
Pronimciar un juramento
Que observaré con lealtad :
Y es que sus páginas bellas
Servirán para que en ellas
Tenga un altar la amistad.
Santiago, Agosto 17 de 1841.
EN ÜN ALBÜM
Sobre un álbum, Antuquita,
La costumbre es verter flores
E inciensos aduladores
Sin medir su profusión.
Yo soy un viejo argentino
Que no andará este camino
Ni aún por ajena impulsión.
Por eso no escribiré,
En el álbum de una dama,
Elojios que no derrama
De su fondo el corazón ;
Más cuando en el tuyo escribo,
Antuca, es porque recibo
Muy dulce satisfacción.
El mérito verdadero
Es semejante á las flores.
— 340 —
Que exhalan suaves olores,
Aunque oculto esté el jardín.
Por eso ver no me cuesta
Un alma pura y modesta
En tu tinte de carmín.
No quiero añadir, Antuca,
La palabra más sencilla.
Por no teñir tu mejilla
Mas de lo que es natm^al.
Diría lo que mereces,
Pero tanto te enrojeces
Que temo el hacerte mal.
Santiago, Mayo 9 de 1842.
EN ÜN ALBÜM
¿Qué os importa, Corina,
Que en vuestra faz graciosa
El tinte de la rosa
No esparciese el Criador;
Si en vuestros lindos ojos
Vertió la ardiente llama
C!on que todo lo inflama
La tea del amor?
¿Quién de vuestra alma pura
Los nítidos destellos
En esos ojos bellos
No advierte relucir?
Ese fuego sublime
Que vuestra alma alimenta,
Allí se trasparenta,
Allí se hace sentir.
— 342 —
Si el que al amor le puso
Una tea en la mano
Con que incendie inhumano
Nuestras almas audaz,
Vuestros ojos le diera,
En vez de hacerlo ciego,
Dariale más fuego
Mil veces al rapaz.
Yo quiero suplicaros
Angélica Corina,
Que su llama divina
Extingas esta vez.
Deja el corazón mió,
Que el tiempo ha marchitado,
Palpite sosegado;
No turbes su vejez.
No quieras que á la tierra
Do me arroja el destino,
Este fuego divino
Me vaya á consumir ;
Que ni la onda voluble.
Do á engolfarme voy luego.
Si se enciende este fuego.
Es capaz de extinguir.
Valparaiso, Diciembre 13 de 1842.
LA FLOR DE POR LA MAÑANA
PARA UN ÁLBDH
Abre el cáliz perfumado
Al despertar de la aurora,
Que tu esencia encantadora
Zaume el aire matinal,
Bella flor, y que el roció
Que del cielo se desprenda.
Sobre tus ojos descienda
En glóbulos de cristal.
Asi la humedad conserve
Tu fragancia delicada,
Y no se vea alterada
Tu forma ni tu color ;
Para que un feliz esposo
Te corte fresca y lozana,
Y te ofrezca esa mañana
Al objeto de su amor.
— 344 —
No temas, flor peregrina,
Se marchite tu belleza ;
Que es un ángel de pureza,
Un tipo de perfección
La joven en cuyo seno
Vas á derramar tu esencia;
Y tan grata su presencia
Cual puro es su corazón.
¿Qué otro destino mejor
Te diera el jardin ameno
Que ir á morir en el seno
De una angélica mujer?
Allí quedará tu aroma
Como el recuerdo que deja
El amor cuando se aleja
Quizás para no volver.
En la planta do naciste
Tu vida fuera de un dia,
Y en la tierra rodaría
Mustia cada hoja después ;
Y ya el hombre ó ya las aves,
Tras de caida tan triste.
Sin recordar lo que fuiste
Te hollarían con los pies.
— 345 —
Entre el nacer y el morir
Colocada está la vida ;
Sujetas á esta medida
También las flores están.
A unas el sol las abrasa,
A otras las marchita el hielo,
Y otras ruedan por el suelo
Al soplo del huracán.
A ti suerte más felice,
Gallarda flor, te cupiera,
Si abrir el alba te viera
En la planta paternal,
Y cuando de deshojarte
El tiempo trajese la hora.
El casto pecho de Flora
Fuese tu lugar final.
La vida que principiaste
En una rama frondosa.
Pasarías deliciosa
Sobre un tierno corazón.
El sol no te abrasaría.
No te marchitara el hielo ;
Ni rodaras por el suelo
Al soplo del aquilón.
— 346 —
Abre el cáliz perfumado
Al despertar de la aurora,
Y las lágrimas que llora
Recojo en él bella flor ;
Embalsámelas tu aroma,
Y este licor trasparente
Sea un místico presente
Que á Flora le haga el amor.
Santiago, Mayo 23 de 1844.
EN UN ALBÜM
Un albun es Rosalía
El libro del amor propio,
En que hace brillante acopio
De flores la vanidad :
Va en él á depositar
Alguna vez el talento
Las flores que el pensamiento
Produce en la soledad.
Más yo, joven estimable.
Dejar en el tuyo quiero, .
Del amigo verdadero.
Una solemne espresion ;
Flores no derramaré
Cuyo fugitivo aroma.
Cuando la razón asoma
Huye como una ilusión.
— 348 —
Es la hermosura del cuerpo
La beldad de la materia,
Esclava de la miseria,
Como todo lo mortal.
Un momento basta al tiempo
Para llevarse en sus alas.
Sus encantos y sus galas,
Aunque sean sin igual.
Reunidos ha puesto en ti
Pródiga naturaleza
El talento y la belleza.
Como suele rara vez ;
Y tu razón despejada
Tan precoz se manifiesta
Que tus palabras me cuesta
Creer que son de tu niñez.
Entre estas dos hermosuras
Cuando elije la prudencia
Siempre dá la preferencia
A la hermosura mental.
Más cuando reunidos se hallan
Como en tí, niña, las dos.
Se toma el mortal en Dios
Que es la hermosura inmortal.
— 349 —
Es tu belleza tan pura,
Cual la de la flor primera,
Que al venir la primavera
Se presenta en el jardin :
Gallarda como la rosa
Que perfuma oculto valle ;
4 Y quién no admira en tu talle
Las formas de un serafín?
Pero, hermosa Rosalía,
Advierte que la belleza.
Que te dio naturaleza
La puede el tiempo destruir.
Alterar sus formas puede
El más ligero accidente
Cual se anubla en el oriente
El sol que empieza á lucir.
¿No ves en noche serena
Desplegar su blanco velo
La casta Diosa del cielo,
Y blanda luz derramar?
Y que del norte trayendo
El cierzo una nube oscura
Su blanca faz,- su luz pura
Suele en tinieblas tomar?
— 350 —
4 No ves el botón lozano
Del jardín gala y orgullo,
Que antes de abrir su capullo
El hielo lo desecó?
A iguales vicisitudes
Expuesta está la hermosura :
Su duración no es segura
No lo es, Rosalía, no.
¡ Angélica Rosalía !
Cultiva esta planta bella ;
Y deja afianzado en ella
Un felice porvenir ;
Así burlarás del tiempo
El ala fugaz y leve
Que aunque tus gracias se lleve
Tu belleza ha de existir.
Hay, empero, una belleza
Que el tiempo no la marchita.
Ni sus encantos le quita
Con sus sombra la aflicción,
Esta belleza impasible
Tiene en el alma su asiento :
Su flor es el pensamiento.
Es su aroma la instrucción.
— 351 —
Esta belleza moral
Que á los tiempos desafía,
Adorable Rosalía,
Quisiera admirar en tí.
Conservas en tu alma pura
Su principal elemento,
En tu ingenio, en tu talento ;
Sin desenvolverse, sí.
Piensa, niña encantadora.
Que el talento es una planta.
Que se engrandece y levanta
Si cultivo se le dá :
Que bellas flores produce
Mientras que la vida dura :
Que en él se halla la hermosura
Que no se escapa y tíe vá.
El estudio es su cultivo.
Es la observación su riego :
Tras ellos el fruto luego
Recompensa nuestro afán.
Este fruto es esa magia
Que con su fuerza divina.
Todo lo encanta y domina;
Y á que todos culto dan.
Santiago, Julio 19 de 1844.
EN ÜN ALBÜM
Cuando ya de tu memoria,
Soraima, me hayas borrado,
Este libro afortunado
Se conservará, quizá :
Y si con mis pensamientos
Un recuerdo te ocasiono,
He aquí cuánto ambiciono,
Soraima, no quiero más.
23
EN UN ALBÜM
Dame un lugar en tus hojas,
Precioso álbum, y permite
El que en ellas deposite
Este signo de lealtad,
Que á una amiga cariñosa,
Tierna madre y fiel esposa
Le consagra mi amistad.
En estos pocos renglones
No irá un discurso elocuente ;
Pero si estará patente
La pura sinceridad
De un amigo que desea
Que en ellos solo se vea
Un recuerdo de amistad.
EN EL LIBRO DE MEMORIA
DE UNA TARJETERA
En las hojas más ocultas
De tu linda tarjetera
Un pensamiento siquiera
¿ Que escriba permitirás ?
Te llevo en mi pensamiento
Do quiera que voy, amiga,
Que un pensamiento te siga
Por do quiera que tu vas.
EN ÜN ÁLBUM
Bello álbum ¡ Si tus hojas
Estuviesen abiertas
Para que de tu dueño
Elojios escribieran,
¿Di, cuántas quedarían
Que no estuviesen llenas ?
Unos del talle esbelto
El garbo y gentileza
Habrían elojiado :
Otros las crespas trenzas
Que por el blanco cuello
Bajan de la cabeza,
Y en rizos se derraman
Graciosas por do quiera.
4 Quién al ver el conjunto
De sus facciones bellas
No iría entre tus hojas,
— 360 —
Si fácil cosa fuera,
A espresar el efecto
Que había hecho su belleza ?
Empero yo no quiero
Fijarme en estas prendas
Que la edad las marchita,
Que el tiempo las afea.
Emilia posee dotes
Que la naturaleza
A todos no concede,
Y que no están espuestas
Al estrago que el tiempo
Hace en nuestra existencia
Su amor filial tan tierno ;
Su bondad, su modestia ;
Y otras tantas virtudes
Que su alma noble encierra
Son las que me entusiasman ;
Y en tus páginas bellas
Álbum precioso quiero
Hacerles una ofrenda
De estos mis pobres versos
Aunque jamás los lea.
Valparaíso, Diciembre 13 de 1842.
6...
Heureuw coux qui n'ont point
cu la fumée des ^fetes de l'étran-
gcr, et qui no se sont assis qu*auw
Jcstins de lours peres.
(Chateaurriand, Átala),
\ Señora ! ya que el destino
También os ha dado á vos
El bordón de peregrino,
Y por el mismo camino
Tenemos que andar los dos.
Yo que cuento dieciocho años
De andar por este sendero,
No me quedan desengaños,
Que pudieran serme estraños
En calidad de viajero.
— 362 —
Asi puedo desde ahora
El fruto de la esperiencia,
Que cada año se atesora,
Consagrároslo señora,
Como don de preferencia.
Dejadme pues que os lo ofrezca
Y que en vuestro álbum lo escriba,
Para que, aunque yo perezca,
O que mi lengua enmudezca
Escrito alli siempre viva.
Por solitario y áspero sendero
En silencio camina el peregrino,
Y con tímida planta el césped huella.
De secreto terror sobrecojido,
Extraño á todo cuanto le rodea,
Con mirar estraviado ó indeciso.
Busca en su derredor un compañero.
Un hermano, algún ser á quien de amigo
El título precioso pueda darle,
Y tropieza doquier consigo mismo ;
Aislado en todas partes, á toda hora :
Lo mismo en la ciudad cuyo recinto
Millares de hombres guarda, que en el yermo
Por do pasara errante y sin asilo.
¡ Con qué secreta angustia se detiene
— 363 —
Su pensamiento, entonces, en los sitios,
Que vivos su memoria le presenta,
Do pasaba sus horas cuando niño.
Los sauces, los torrentes y las rocas
Eran todos sus íntimos amigos.
Más todos con la patria se quedaron
Y solo sus recuerdos ha traido.
Esa naturaleza que le hablaba
En el sauce, en la fuente y en el risco.
Es un libro cerrado ; es muda ahora
Para el triste y errante peregrino ;
Y no le ofrece como allá en su suelo
En cada ser que mira un buen amigo.
Pero en esta soledad
En este conflicto estremo,
De salvación una tabla
La Providencia le ha puesto.
Esta tabla es la amistad.
Ese grato don del cielo
Que goza cuando gozamos
Y pena si padecemos.
Solo ella puede llenar
En el angustiado pecho
El vacio que la patria
Deja cuando la perdemos.
— 364 —
Ocurramos pues á ella,
Durante nuestro destierro ;
Y la patria que perdemos
En los amigos busquemos.
Por fortuna nos es dado
Encontrar amigos nuevos,
Bajo de la linea ardiente,
O en los círculos de hielo.
¿Por qué no seguir, señora,
Del musulmán el ejemplo?
Cuando en santa romería
Quiere cruzar el desierto.
Para visitar la tumba
Do del profeta los restos,
Respetados todavía
Son de la lima del tiempo.
El árabe no penetra
En el arenoso yermo.
Solo en su veloz caballo,
O en el paciente camello ;
Por el contrario formando,
Con otros muchos viajeros,
Numerosa caravana
Se lanza al desierto inmenso ;
— 365 —
Y lo atraviesa seguro
Y vuelve al hogar paterno
Sin verse en las soledades
A ningún peligro espuesto.
Es la vida del proscrito
Aridísimo desierto,
Sin un árbol cuya sombra
Le ofrezca algún refrigerio ;
Sin manantial de aguas vivas
Do el labio seco y sediento
Pueda mitigar su sed,
O humedecerse á lo menos.
Esta es nuestra condición ;
Este el aspecto siniestro
Del desierto de la vida,
Por do atravesar debemos;
¿Pero quién sabe, señora.
Si llegando al otro estremo
Una patria nos espera
Y algún dia de consuelo?
De amigos escojidos
Formad la caravana.
En cuya compaiiia
Hagáis vuestra jomada.
— 36G —
Asi aunque peregrina
Marchéis en tierra estraña
Pasareis el desierto
Sin riesgo en vuestra marcha.
Yo también voy, señora,
En busca de una patria,
Do yacen de mis padres
Las tumbas solitarias ;
Sin que una vez pudiera
Con lágrimas regarlas ;
Ni un sauce babilónico
Plantar que las sombreara.
Allí están los recuerdos
Del tiempo de mi infancia :
Allí están los naranjos
A cuya sombra grata
Mi madre sus lecciones
Cuando niño me daba ;
Allí retumba el trueno
Que estremece las almas :
Allí el fuego del cielo
Las pardas nubes rasgan;
Allí es donde mis pasos
De peregrino marchan.
— 367 —
¿Qué importa que yo sea
Un miserable paria,
Para que os acompañe
También en caravana?
Decid que nada importa :
Decid también que vaya;
Aunque de los viajeros
Sea el que menos valga.
UN RECUERDO Y UN RENGLÓN
PARA UN ÁLBUM
¿Te acuerdas, di, Lucinda,
De tus primeros años,
En que eras inocente
Como la flor del campo,
Bella como el lucero
En cielo despejado?
Entonces yo te amaba
Con el amor de hermano !
Pero esos bellos tiempos
Lucinda se pasaron,
Y no volverán nunca
Por más que lo queramos;
Mas nadie ha de quitarme
Que consigne en tu Álbum
La sabrosa memoria
34
— 370 —
De tan preciosos años.
Serán un bello oasis
En el árido campo
De mi enfadosa vida
Y en su recuerdo grato
Encontraré, Lucinda,
Esos tiempos pasados
En que eras inocente
Como la flor del campo ;
Y en que yo te quería
Con el amor de hermano.
He ahí lo que me queda
Del tiempo afortunado.
Un recuerdo en el alma.
Un renglón en un álbum !
Santíago, Abril 9 de 1851.
EN EL
ALBÜM DE D* AURORA GUTIÉRREZ
* DESPUÉS DE HABER PERDIDO Á SU ÚNICO HERMANO
DON MARCO AURELIO
¿Qué te queda en el mundo,
Tórtola solitaria,
Más que suerte precaria.
Oscuro porvenir?
Si al fondo de los bosques
Temerosa te alejas
Tu porvenir no dejas,
Alli te ha de seguir.
Y en el triste presente
Que irá también contigo.
Tu implacable enemigo
Cerca de tí tendrás ;
Y cuando todo en calma
En torno se presente,
Solo tu alma doliente
No podrá estar en paz.
— 372 —
El eco de los montes
Recojerá el suspiro
Y el ¡ ay ! que en el retiro
Oido alguno escuchó ;
Y los hará que vuelvan
Al corazón llagado,
Que de dolor rasgado.
De si los arrojó.
Y entonces á toda hora
Serán tu compañía
El ¡ ay ! que el pecho envía,
Tus suspiros no más;
Y ni el triste consuelo
De ver llorar contigo
Un corazón amigo.
En tus penas tendrás.
i En vano de la aurora
La venida risueña
En esperar se empeña
Tu pobre corazón ;
Y de la noche en vano
Las silenciosas horas
Esperarás, si lloras.
Que calmen tu aflicción !
— 373 —
Aquel que destinado
Al dolor ha nacido,
Consigo lleva asido
El gormen del dolor :
Y son para el los tiempos
Y las horas de vida,
La estension sin medida
De un lago de amargor.
¡ Pobre tórtola huérfana !
¿Por qué quiere el destino
Sembrar en tu camino
A cada paso un mal?
¿Por qué cuál débil caña
Aislada en el desierto
Te espone al soplo incierto
De recio vendabal?
I Pobre tórtola amiga !
Ten fuerza, no desmayes,
Que algún <iia tus ayes,
El cielo habrá de oír;
Y al ver que resignada
Superior á la suerte
Supiste siempre hacerte.
Feliz te hará vivir.
INEZ
EL ALBÜM DE LA S^* CLARA CORTINEZ
Después que en tu álbum, Clarita,
Alberdi ha escrito y Sarmiento
¿Que podrá escribir en él
Digno de atención un viejo?
¿Te espetaré como Alberdi
Algún insulso precepto,
O una picante ironía
Como te ha escrito Sarmiento ?
Vayanse con Dios los dos
Con su música al infierno
Y allí cada uno desplegue
Su erudición y su genio,
Que yo aunque no soy doctor.
Ni un escritor de talento,
No estoy dispuesto á manchar
Tu álbum siguiendo su ejemplo.
Pero es forzoso que escriba 1
Y debiendo hacerlo en verso
— 37G —
Te ruego tengas presante
Que con su guadaña el tiempo
A mi desvalida musa
Cortó las alas y el vuelo.
La poesía huye de mí
Como el humo huye del viento
Y en su lugar solo deja
La medida para el verso ;
Por eso, bella Clarita,
Con desconfianza te ofrezco
Unos versos sin poesía
En el siguiente soneto.
Para un Álbum me piden un soneto
Y quiero complacer á quien lo pide :
Pero un verso que se hace ó que se mide,
Es preciso que cante algún objeto.
Los sesos me devano y en aprieto
A mi caletre pongo, porque cuide
De hallar un buen asunto que se anide
En los catorce versos, justo y neto.
Mi afán es vano, vano mi trabajo !
Viene un verso tras otro, y en ninguno
Asunto se hallará, de arriba abajo.
— 377 —
Ya con este van doce, uno por uno ;
Y así saliendo voy por el atajo
Con un soneto sin asunto alguno.
San Juan, Febrero 27 de 1860.
POESÍAS PATRIÓTICAS
Y GUERRERAS
BAJO LAS ARMAS DE MENDOZA
PARA UN SARAO, EN MAYO DE 1820
SONETO
Infatigable siempre el leal Cuyano
Empuña ya la espada, ya el arado ;
Y son ambos columnas del Estado,
Que con firmeza estriban en su mano.
Derrama á un mismo tiempo el fértil grano
Que en breve le dará fruto colmado,
Y el brazo irresistible, no domado.
Con indecible ardor lanza al tirano.
Si la patria le llama en su defensa
Impertérrito y firme se presenta :
No hay riesgo ni peligro que no venza.
— 382 —
Monos teme la muerte que la afrenta;
Y anteponiendo al miedo la vergüenza,
Ni peligro, ni muerte le amedrenta.
Mayo de 1820.
Á LA BANDERA ARGENTINA
SONETO
¡ Argentinos } Mirad ese estandarte
Que nos abrió á la gloria ancho sendero ;
Su vista supo hacer cada guerrero
Más intrépido y bravo que el Dios Marte.
A su encuentro fué el León en cualquier parte
Convertido mil veces en cordero
Y á su sombra forjó el cortante acero
Esta Patria, de libres el baluarte.
Le visteis en los Andes tremolando,
Y allá en el Ecuador lleno de gloria
A vuestros enemigos aterrando.
— 384 —
Jurad, si le abandona la victoria,
Que la muerte será por él lidiando
El último renglón de vuestra historia.
Mayo de 1823.
Á LOS
VALIENTES VENCEDORES DE ANGACO
(PROVINaA DE SAN JUAN, 16 DB AGOSTO DE 1841)
CORO
Dia grande, de triunfo y de gloría,
De constancia, energía y valor !1
Sea eterna tu heroica memoría
Para aquéllos que tengan honor.
¿ Dónde están los feroces esclavos
Del tirano salvaje y sombrío ?
¿ Donde está su selvático brío,
Do sus huestes soberbias están ?
Preguntad á los campos de Angaco
Qué se hicieron sus fuertes legiones,
Dónde se hallan los rojos pendones
Signo infame de odioso sultán.
— 386 —
Y en letreros de sangre ese suelo,
Y los ecos del monte vecino
Os dirán que el valor argentino
Allí el polvo los hizo morder.
Las pisadas del bruto fogoso
Entre miembros del tronco apartados
Y los huesos do quier hacinados
Del bravo Acha la huella harán ver.
Ya los visteis cual fieros caribes
Con el crimen sus huellas marcar,
Y los campos y aldeas talar,
Que lograron sus horda:^ rendir.
Ya los visteis al hierro homicida
Del rendido entregar la garganta
Y do quiera su bárbara planta
El espanto y la muerte esparcir.
Ya los visteis en pueblos inermes
Insultar con semblante inhumano,
Ya las canas del trémulo anciano
Ya del niño inocente el candor.
Ya los visteis teñidos en sangre.
En sus viles y odiosas orgias
De la virgen con manos impías
Mancillar la virtud y el pudor.
— 387 —
Pero el dia llegó de venganza,
Y en Angaco un puñado de bravos
A dos mil y quinientos esclavos
Sus delitos hicieron pagar.
Que no hay nada invencible en la tierra
Para el hombre que empuña la espada,
Por vengar á su patria ultrajada,
O un tirano feroz castigar.
Sacro campo de Angaco, que fuiste
Noble teatro de justa venganza.
Do la fúlgida espada y la lanza
Tantos héroes hicieron brillar !
Si en la noche del tiempo futuro
Se escondiese algún dia tu gloria,
Con sus rayos el Sol, tu memoria
Cada dia sabrá señalar.
Pero aún quedan Oribe y Pacheco
Para oprobio del suelo argentino ;
Queda Echagüe, á quien quiso el destino
Por capricho quizás conservar ;
Queda Rosas, el bárbaro Rosas,
De las furias aborto funesto !
Todavía sentado en el puesto
De do debe al cadalso pasar.
— 388 — '
No habrá patria, renombre, ni gloria
Mientras monstruo tan bárbaro exista,
Mientras pueda contarse en la lista
De los hombres un solo servil.
En su cueva esos tigres busquemos
Y juremos segar su garganta.
4 A cuál hombre su número espanta
Cuando vale cada uno por mil?
A las armas corred, Argentinos,
Que vagáis en la tierra estrangera
Ya tremola la heroica bandera
Que triunfante llegó al Ecuador.
Ya el azul de los cielos y el blanco
A que siempre siguió la victoria
Nuevos campos señala de gloria
Nuevos dias de triunfo y honor.
AL 18 DE SETIEMBRE DE 1842
CORO
Loor eterno al gran dia de Chile,
Hombres libres del mundo, entonad 1
Este dia que un pueblo oprimido
Proclamó lib^tad, libertad.
Con sus rayos el sol matutino
De los Andes las cumbres doraba
Este dia y su luz derramaba
Sobre el triste colono español,
Más los hijos de Chile en sus horas
Las cadenas de afrenta quebraron
Y en su ocaso este dia alumbraron
Hombres libres los rayos del sol.
— 390 —
Desde entonces las madres no vieron,
En el blando regazo dormido,
Un esclavo en el hijo querido
Heredero de eterno baldón.
Ciudadanos felices en ellos
Contemplaba cada una contenta,
De una patria feliz y opulenta
De una grande y gloriosa nación.
No ya el hombre afanoso trabaja
El arado y los bueyes siguiendo ;
Ni la tierra fecunda rompiendo
Riega el surco de ardiente sudor ;
Para dar oprobioso tributo,
Adquirido con rudas fatigas,
En los haces de rubias espigas
A insolente y avaro señor.
De las ciencias el templo sagrado.
Que antes tuvo cerrada la puerta.
Los chilenos la vieron abierta
Este dia de eterno blasón ;
Y en el solio do un tiempo tuvieron
Alto asiento ignorantes Vireyes
Un altar sacrosanto á las leyes
Por sus manos alzó la nación.
— 391 —
Sofocar los visires quisieran
En su cuna este joven jigante
Que ya el cetro fornido y pujante
Del monarca amenaza romper ;
Pero entonces la lanza y la espada
Como el rayo inflamado lucieron
Y á las huestes de esclavos hicieron
En cien campos la espalda volver.
Concepción, Cuchacucha y el Roble,
Y San Carlos, Parral, Yerbas-Buenas,
Membrillar, y los muros y almenas
De Chillan dó el chileno triunfó.
Anunciaron al mundo que no era
El mismo hombre que un tiempo la España
A su antojo con bárbara sí^ña,
Como á esclavo infeliz humilló.
La discordia el camino le abriera
Al Ibero de Penco á Colchagua
Y de allí descendiendo á Rancagua,
Impiadosa gran triunfo le dio
Y hecho dueño de todo, en su encono.
Por do quiera cadalzos se alzaron,
Que al momento en altar se tomaron
Do el patriota la vida ofreció.
— 392 —
Mas un pueblo que libre era entonces
Escuchó del chileno oprimido,
El acerbo y profundo gemido
Y terrible vengarle juró.
Chacabuco y Putaendo le vieron
Descender de los Andes al llano
Y de un golpe arrojar al tirano,
Que al chileno su patria vejó.
Talcahuano, reducto postrero
Del tirano, en la tierra chilena.
Vio en las playas marinas la arena
Inundada de rojo coral,
La Isabel, la Esmeralda, el Callao,
Y de Maipo la heroica victoria.
Frutos fueron de honor y de gloria
Que produjo el dieziocho inmortal.
¡ Oh gran dia ! en los fastos de Chile
Será eterna tu ilustre memoria
Y en tus páginas de oro la historia
Te pondrá su indeleble señal
Y de edad en edad recorriendo
De los siglos la noche futura.
Otros dias de gloria y ventura
Te darán un renombre inmortal.
18 DE SETIEMBRE DE 1844
Ya del Andes soberbio
Dora la altiva cumbre
Con refulgente lumbre
El rayo matinal ;
Ya sobre los baluartes
El tricolor flamea,
Y brilla y centellea
En él la estrella austral.
El bronce que otro tiempo
Tronó en batalla ruda,
Con ronca voz saluda
¡ Oh Chile 1 tu pendón :
Ese pendón que siempre
Fué signo de victoria,
Y ahora es de tu gloria
La más bella inscripción.
— 394 —
Ese sol que hoy derrama
Su rayo esplendoroso
En tu seno dichoso,
¡ Oh Chile ! no será
Testigo en este dia
De estragos y matanza :
En ti un pueblo que avanza
A su dicha, verá.
Espejo do te miras
Es el mar de occidente.
El Andes imponente
Es, Chile, tu docel;
Tus limites circuye
El árido Atacama
Y el cabo do rebrama
El mar que choca en él.
¡ Ojalá que ellos cierren
La entrada á las pasiones
Que ahogan en convulsiones
La América del Sud 1
Sea el mar que te ciñe
Y el Andes elevado
Paréntesis sagrado
De paz y de quietud.
— 395 —
Que de uno al otro polo
De boca en boca vuele
Tu nombre y que revele
Tu gloria por do quier.
Que nazcan cada dia
Pueblos ricos y grandes
Entre el mar y los Andes
Do fué desierto ayer.
Que tus instituciones
Llamen de todas partes
Las ciencias y las artes,
A difundir aquí
El saber y riqueza
De las viejas naciones
Y en cambio de sus dones,
Hallen ventura en tí.
En tí hallen nueva patria
Los que su patria dejan.
Porque allí los aquejan
Miseria ú opresión ;
Libertad y abundancia
Gocen, y garantías,
Y tiernas simpatías
En su país de elección.
— 396 —
Que tus ricos veneros
En que el oro se cria,
Alcen tu nombradla
A par de la de Ofir :
Que por remotos mares
Tus naves por do quiera
Vean en su bandera
Tu estrella relucir.
Salúdente los pueblos
Que se hallan más lejanos ;
Y una nación de hermanos
Solo vean en ti ;
Que al recorrer el mapa
Que traza el mundo entero,
El artista, el viajero
Digan : « Chile está allí ».
« Allí, suelo fecundo,
« Clima benigno y bueno,
« Cielo puro y sereno
« Hay en toda estación :
« Allí, bajo la éjida
(( De leyes protectoras,
<( El hombre á todas horas
« Descansa en su mansión. »
— 397 —
Estos votos recibe
De un alma agradecida,
A quien diste acojida
¡ Oh Chile I en la aflicción.
¡ Ojalá quiera el cielo
Que cumplidos los veas !
¡ Ojalá pronto seas
Feliz y gran nación 1
CÁNTICO
INVOCACIÓN A LA PROVIDENCIA
EN LA PUNaON DE DISTRIBUCIÓN DE PREMIOS
Á LA MORAL, INDUSTRIA Y APLICACIÓN, POR LA SOCIEDAD
DE BENEFICENCIA, EL 24 DE SETIEMBRE DE 1852
CORO
Inclinemos humildes la frente
En presencia del Sumo Hacedor :
Hasta el cielo elevemos la mente
E invoquemos su ayuda y favor.
¡ Gran Ser que antes del tiempo ya existias,
Y de tu voluntad al movimiento,
Las azuladas bóvedas vacias
Del inconmensurable firmamento
Decoraste de soles y de estrellas
Vertiendo brillantez y luz en ellas !
— 400 —
Tu solio sobre el sol estableciste,
Y las inmensidades del espacio
En que miles de antorchas esparciste
El vestíbulo son de tu palacio,
Los Cielos la mansión en donde moras,
La Eternidad es una de tus horas.
Mas no impide. Señor, tanta grandeza,
Que del insecto cuides, impalpable;
Y que de dones colmes con largueza
La pequenez del hombre miserable ;
Darle al musgo la savia que lo cría,
Y al universo vida y armonía.
Ante tu trono, gran Señor, postrados
Invocamos tu inmensa Providencia :
Tú miras esta nada en que abismados
Quedamos, Dios Eterno, en tu presencia;
Pero a tí, que nos diste la esperanza.
Ocurrimos henchidos de confianza.
Tú que los campos de verdura y flores
Esmaltas, como al cielo das estrellas :
Tú que á las mariposas das colores
Y prescribes al sol precisas huellas :
Tú, Señor, que nos dejas contemplarte.
Danos, también la facultad de amarte.
— 401 —
Haz, Señor, que este amor sea tan puro
Como un rayo del sol resplandeciente
Y que este corazón inerte y duro
En su llama se abrase eternamente.
Hazlo que arda. Señor, de tal manera,
Que llegue á ser de amor eterna hoguera.
De tu divina lumbre nos envía
Un destello, Señor, en que se encienda
De nuestro corazón la nieve fría.
A nuestra alma tu espíritu descienda,
Y derramando en ella la esperanza.
Salga por nuestros labios tu alabanza.
CORO
De la moral ó industria
Y de la aplicación
Los constantes esfuerzos
Hoy premia la nación.
Á LA MORAL
¡ Benéfica centella
Desprendida del cielo
Tú detienes el vuelo
— 402 —
Que nos conduce al mal !
Reflejo del Eterno
Es tu lumbre divina,
Que al bien nos encamina,
¡ Oh sublime moral 1
Ojala que este premio
Con que hemos decorado
Al que te ha practicado
Sea en el porvenir
Un faro luminoso
En eminente altura,
Que anime al que procura
Tu camino seguir.
Á LA INDUSTRIA
¡ Fuente pura y fecunda
De poder y grandeza,
De goces y riqueza,
De holgura y bienestar !
Tú el vapor dirijiendo,
Haces volar las naves,
Mover los trenes graves.
Los tomos y el telar.
— 403 —
Tú aproximas al hombre
A la Suprema esencia
Que forma y existencia
A la materia dá.
Las ciencias en su mente
Conciben un portento :
Tomas tú el pensamiento
Y á ser un hecho vá.
A tu débil infancia,
En triste cuna ahora
Su mano protectora
Le tiende la Nación.
Su brazo poderoso
Te dará fuerza y vida,
Si tú reconocida
Aceptas este don.
Á LA APLICACIÓN
Miseria ó ignorancia
Son la funesta herencia
Que unida á su existencia
Lleva la humanidad.
— 404 —
De los males y errores
Que la cercan y aflijen,
Es el impuro origen
Esta triste heredad.
Feliz aquel que alcanza
A fuerza de energía
A triunfar algún día
De su dura opresión 1
Pero esto solo es dado
Al que desde la infancia
Opone á la ignorancia
Constante aplicación ;
Al hombre que al trabajo
De corazón se entrega,
Que persevera y llega
Al fin, hasta vencer
Los tropiezos y escollos
Que obstruyen su camino,
Y eleva su destino
En su propio taller.
Santiago, Setiembre 9 de 1852.
EL 25 DE MAYO 1849
Este gran dia, que otro tiempo fuera
Dia de regocijos y contento
Para el hombre nacido en las llanuras
Que ciñe el Plata con su brazo inmenso,
Y los Andes jigantes, con sus nieves,
Soberbios cierran por el otro estremo.
Es hoy para nosotros solamente
Un dia de esperanzas y recuerdos,
Un dia de amistad, en que proscriptos
Saludamos la patria desde lejos.
Pasan los años, cual las nubes pasan
Arrebatadas de impetuoso viento.
Dejando tras de si por do pasaron
De negra oscuridad un denso velo ;
Y los hechos ilustres, y los hombres,
En este limbo de tiniebla envueltos.
Escondidos, quedaran ignorados
O sepultados en olvido eterno,
— 406 —
Si dias, como el de hoy, no los trajeran
Del pasado al presente, para aquellos
Que á la luz de la historia, penetrando
En la noche sombría de los tiempos,
De los pocos que el bien ambicionaron
Conocen las tendencias y los hechos
Y agradecidos, á su vez, entonces
A su virtud consagran un recuerdo.
Quódannos, por fortuna, todavía
Restos preciosos, que respetó el tiempo
Y el cañón enemigo en los combates
De la generación que á nuestro pueblo
En ochocientos diez, en este dia,
Dio la primer lección de sus derechos.
Empero entre aquel tiempo y el presente
Un período de horror y vilipendio
Se interpone ¡ oh dolor ! y de un tirano
La sombra adusta ó infernal aliento
Interpuestos también, de aquellas glorias
Solo dejan llegar algún reflejo.
Que nos revele lo que entonces fuimos
Y nos recuerde lo que ser debemos.
Al pensar en la patria que adoramos,
¿Qué argentino no esclama con despecho :
Qué se hizo esa nación llena de vida.
— 407 —
Que lanzando do quiera sus guerreros
Orló su frente do inmortal aureola
Y dio la independencia á tantos pueblos?
¿Qué es hoy para nosotros esa patria
Que produjo un Belgrano y un Moreno ;
Un San Martin, un sabio Rivadavia;
Un Castelli, un las Heras, un Agüero;
Un Balcarce y un bravo Necochea ;
Un Peña, un Monteagudo y otros ciento?
El Paraíso perdido es, que lloramos,
Mustia flor que al abrir desecó el hielo
Y que marchita y encorvada yace ;
Libro despedazado por el viento.
Cuyas hojas, dispersas por do quiera,
Lección terrible son para otros pueblos.
Ignorantes colonos de la España,
Respirando las brisas del desierto.
Capaces fuimos de ceñir la espada
Y de blandir la lanza con denuedo.
Para triunfar lidiando en las batallas
Una vez profanado no fué el suelo
De la patria, durante la contienda,
Por las legiones del monarca ibero.
Sin que con rudos golpes recibieran
La profunda impresión del escarmiento. *
Supirftos conquistar la independencia,
— 408 —
Pero para ser libres, inespertos,
La libertad buscamos do no estaba,
Y un tirano saliónos al encuentro.
De hondo lago de sangre se ha rodeado,
Y de la muerte su instrumento ha hecho !
Empero las ideas no se matan
Como puede matarse un pueblo entero.
Si en un punto, tal vez, la tiranía
A hollarlas llega con su pió de liierro.
En otros mil derriban los tiranos,
Y en Repúblicas tornan los Imperios.
Veinte años de barbarie se han echado
Sobre el pueblo argentino ; mas por eso
No logrará el tirano que lo oprime
Sustraerlo para siempre al movimiento
Que han dado las ideas hoy al mundo :
Su marcha detendrá por algún tiempo,
Como detiene al rio la montaña
Que se desploma sobre su sendero ;
Mas después, arrastradas por las aguas.
Sus rocas mismas son el pavimento
Por do espumante ó impetuoso corre.
Sin obstáculo alguno por su lecho.
El tirano argentino no es más fuerte
Que los demás tiranos, ni ese pueblo
Es menos susceptible de ser libre
— 409 —
Que otros mil que reclaman sus derechos.
Cada dia que el sol la tierra alumbra,
Echa sus rayos de oro desde el cielo
Sobre un pueblo que rompe sus cadenas,
O que conquista parte de los fueros
Que la mano de Dios le diera al hombre
Al formarlo á su imagen. Los perversos,
¿ Tienen poder acaso que contenga
Tan simultáneo y fuerte movimiento?
¡ República ! ¡ República I es el grito
Que de un polo a otro reproduce el eco :
¿Y el argentino que á este grito santo.
En ochocientos diez, se hizo guerrero
El único será que no lo escuche,
Y resignado encorve al yugo el cuello?
Si este el hado es que el cielo nos depara.
En tierra estraña queden nuestros huesos ;
Pero no será asi ; — y el sol de Mayo
Su luz derramará sobre aquel pueblo
En República grande constituido.
Donde la libertad tenga su asiento ;
Y alguno de los que hoy lo saludamos,
Desde el suelo feliz del estrangero.
Bajo del cielo hermoso de la patria
Por muchos años lo saludaremos.
Allí el abrazo fraternal reciba
Hasta el kalmuko, que su hogar paterno
— 410 —
Por nuestra patria deje y ciudadano
Al estampar su planta en aquel suelo,
Argentino se estime, porque goza
Del argentino todos los derechos.
Saotíago de Chile, Mayo 23 de 1849.
EL 25 DE MAYO DE 1850
¡ Recuerdos de mi patria que tan vivos
Me agitáis este dia
Porque sois de los tiempos de su gloria I
Ojalá imperceptibles, fugitivos
Como fué siempre la fortuna mia,
Pasaseis esta vez por mi memoria. ...
Asi yo no pudiera
Comparar el pasado y el presente,
Y mi dolor no fuera
Tan profundo, tan cruel y tan vehemente,
Al contemplar lo grande del pasado
Del presente lo vil y lo menguado.
¿Quién verá sin rubor los descendientes,
De aquellos que colonos todavía,
A las huestes de Albion escarmentaron ;
Y que después valientes,
En este mismo dia
La heroica frente alzaron ;
— 412 —
Y de la independencia
El primer estandarte enarbolaron ?
¿Quien los verá, repito, sin vergüenza
Rogar al más estúpido tirano.
Que ejerza la funesta dictadura ;
Y que besando la sangrienta mano.
Que á sus hermanos degolló y sus padres
Ante el monstruo doblando la rodilla
Acaten el poder que los humilla?
Y al ver tanta abyección, tanta vileza,
¿Quién no quiere ¡ gran Dios ! que por su mente,
Cual siniestro meteoro, fugitivo
Se deslice la idea del presente ;
Y con ella también de la memoria
Este periodo horrible de la historia?
¿ Pero cómo borrar del pensamiento
Aquellos altos ó ínclitos varones,
Que supieron ganar con sus acciones
De la inmortalidad el alto asiento ?
¿Cómo no tributar á su memoria
A su heroico valor y bizarría
De que tan alto elogio hace la historia,
El debido homenaje en este día,
En que con esa fuerza irresistible
Que da la convicción de la justicia,
El poder derribaron
Que sus padres y abuelos acataron ?
— 413 —
Poder que los monarcas castellanos
Desde Fernando el Grande ó Isabela,
Hasta Fernando el sétimo tuvieron
En sus potentes manos ?
No es posible olvidar tanta grandeza. . .
Si sus nobles esfuerzos se perdieron
Y una raza más vil que la maleza,
Que arranca de raíz el hortelano,
Se prosterna y humilla
Hasta besar la planta del tirano,
Que bárbaro la ultraja y amancilla,
A los héroes de mayo ha reemplazado ;
Si al grito de victoria de los bravos,
A cuyo altivo aspecto el león de España
La crinada cerviz dobló aterrado.
El gemido siguió de los esclavos ;
No por eso seria
Razón que en este dia
Muda la lengua no arrojase un viva
A los atletas que nos precedieron
Y que haciendo rodar la tiranía
Bajo su planta con firmeza altiva
Entonaron el santo « Oid mortales »!
Que la gloria será de sus anales.
¡ Augustos héroes de la patria mía !
Que rompiendo valientes la cadena.
Que pesada y terrible la oprimía
— 414 —
A tan sublime altura la encumbrasteis :
Vosotros que en la arena
Do intrépidos lidiasteis
Por darle libertad é independencia,
Con sangre pura de copiosa vena
Su independencia y libertad sellasteis :
De la mansión de paz y de ventura
Do moran los que aquí se han consagrado
A mejorar la condición humana;
De aquella lumbre pura,
De aquel fuego sagrado
Que fluye de la esencia soberana,
Pedid que un solo rayo se desprenda
Desde el trono de Dios, y que descienda
A esta patria querida, porque tanto
Hicisteis en la vida.
Para que libre fuese y venturosa ;
É infunda en cada pecho el fuego santo ;
Esa llama sublime que encendida
En vuestras almas se ostentó grandiosa :
Asi esos hombres que hoy envilecidos
Por el terror y espanto ;
Por la presencia odiosa
De un bandido rodeado de tiranos
Sin rubor suplicaron
Que en sus sangrientas manos
La suma del poder eterna sea,
— 415 —
Se acordarán que son los descendientes
De aquellos eminentes ciudadanos
Que este dia juraron
Vivir independientes
Y libres para siempre de tiranos.
Entonces ese monstruo, ese demonio,
Bostezo inmundo de las negras furias.
Que ahogando el pensamiento
En la sangre que cruel ha derramado,
Do victimas sin cuento.
Su ominoso poder ha cimentado
El tremendo escarmiento
Que los malvados sufren.
Devorará también, á su despecho
Y la pena terrible aunque tardía
Que tanto provocó su tiranía.
Entonces esos pueblos agobiados
Bajo su poder inicuo y desmedido,
Levantarán la frente,
Y cuenta pedirán á los malvados
Que los han humillado y oprimido :
Entonces no será la ley vigente
El sangriento puñal del asesino;
Ni el capricho de un Gaucho de la Pampa.
Y ese mismo argentino
Que solo de desprecio es digno ahora
Engalanado con odiosa estampa
i
— 41G —
De su feroz verdugo,
Empuñará la espada vengadora,
Que siempre hizo temblar á los tiranos,
Y haciendo trizas el ferrado yugo,
Que veinte años llevó sobre su cuello
Recobrará la dignidad del hombre
Y se hará digno de llevar tal nombre.
Santiago de Chile.
EL 25 DE MAYO DE 1857
Del rayo primero reflejan la lumbre
Las nieves que cubren del Andes la cumbre
Su disco de fuego asoma ya el sol
De púrpura y oro se viste el espacio,
Y grupos de grana, azul y topacio
Al astro rodean de ondeante arrebol.
Repiten los ecos del valle lejano
El ronco estampido que viene del llano.
Do al astro saluda rugiendo el cañón.
La^ hermosa Bandera al viento tendida
Brillante flamea del aire movida
Salúdala el pueblo con grata emoción.
Alegres mil voces sonoras entonan
El Oid mortales y al mimdo pregonan
Que el voto del pueblo siempre es libertad ;
Y todos repiten aquel juramento,
De morir con gloria, si llega el momento
Que caiga del trono la noble igualdad.
rt
— 418 —
Qué grato es entonces oir que repite,
El niño inocente, las voces que emite
El pueblo que jura ser libre ó morir 1
Los pechos se sienten henchidos de gozo ;
Y el trémulo anciano y el joven fogoso
Confiados esperan un gran porvenir.
Mas pasa el momento de viva alegría
Que en todos despierta la luz de ese día,
Y sigue un silencio sombrío y glacial;
Silencio que animcia que el pueblo padece,
Y jura en secreto que el mal que aborrece
Tendrá su medida, su instante final.
La plaza, donde antes el pueblo solía
Festivo y contento reunirse este día
A ver los guerreros sus armas lucir;
Ahora á su vista tan solo presenta
De muerte y degüellos la escena sangrienta
En brutos inermes que se hacen morir.
Resagos funestos, que el tiempo pasado,
De oprobio y afrenta en pos ha dejado.
Su influencia ominosa ejercen aún;
Y todos lo sienten, y todos lamentan.
Que los que el atraso y el mal representan.
Estorben impunes la dicha comim.
— 419 —
I Aún hay insensato que ordene á la hueste
Quitar la divisa de blanco y celeste
Y el rojo sangriento de Rosas llevar 1
\ Y nadie castiga tan vil osadía
Ultraje insolente lanzado al gran día
Que todo argentino debiera vengar 1
Cubriéndose el rostro, airados dirían
Aquellos, que en Maipo las sienes ceñían
De frescos laureles, después de triunfar :
4 Son estos los hijos que Mayo nos diera.
Los viles que cambian la noble bandera.
Que el alto Pichincha miró tremolar?
¡ Vergüenza y oprobio del nombre argentino I
¿ Son esos menguados, que quiso el destino
De padres jigantes hacer descender?
¿Por qué dejeneran así los hermanos?
4 Por qué de los héroes descienden villanos,
Debiendo en sus venas su sangre correr?
¿Y el bravo soldado que guió sus guerreros
Valientes, al triunfo grandioso en Caseros,
Do undió para siempre el rojo pendón;
Mirará impasible tan grave atentado?
4 Sufrirá en silencio que sea ultrajado,
Con tal insolencia el de la Nación?
— 420 —
¡ Oh no ! que indignado blandirá su lanza,
Y en nombre del pueblo tomará venganza
Del vil que atrevido lo quiso ultrajar;
Y allí el escarmiento que sigue al castigo
Lección elocuente llevará consigo,
Que hará á los traidores de espanto temblar.
Una es la bandera, la patria una sola :
Su gloria recuerda, si aquella tremola;
Festeja sus triunfos, anuncia la unión.
Emblema de gloria son estos colores;
Recuerdo es el rojo de sangre y horrores.
De. oprobio y afrenta, de infamia y baldón.
Pasiones horribles, mezquinos provechos,
De tristes rencores hincheron los pechos,
Y el crimen su fruto funesto nos dio,
Las leyes callaron, surgió la discordia;
Ya no hubo justicia, ya no hubo concordia ;
Y un pueblo de esclavos el mundo nos vio.
Los odios y enconos, la guerra entre hermanos.
Del bien nos alejan y engendran tiranos.
Que hollando las leyes, con risa infernal,
Feroces se gozan oyendo el jemido
Del pueblo aterrado, que llora oprimido
Sujeto al capricho del genio del mal.
— 421 —
¡ Oíd argentinos ! sonó ya la hora
De paz y progreso, de unión y mejora;
Los odios y celos llevad al altar
Del Dios de la patria; y allí en holocausto,
En dia tan grande, en dia tan fausto.
Jurad para siempre hacerlos cesar.
POESÍAS RELIGIOSAS
CÁNTICO
DB
ACCIÓN DE GRACIAS AL SER SUPREMO
AL VENIR LA AURORA
In matutinis meditabor
in te guia fuiste adjutor
mcu8.
(P8AL. 62, V. 7).
Ya el denso manto nocturno
Toma un color blanquecino,
Ya en el olivar vecino
Gorjea alegre el zorzal,
Ya el brillante centelleo
De las estrellas se extingue.
Ya cada ser se distingue
Casi en su forma especial.
— 426 —
No despierta todavía
Toda la naturaleza,
Oculta aún su belleza
Bajo del denso capuz
Con que al desplegar sus alas
Envuelve la noche al mundo,
Cuando el astro rubicundo
Lleva á otra región su luz.
Entre el espeso follaje
De la arboleda sombría
Canta el gallo todavía,
Y otra vez vuelve á dormir.
Cruzan las aves nocturnas
Huyendo en siniestro vuelo
Antes que ilumine el cielo
El día que ha de venir.
No brilla en el firmamento
El azul nítido y puro,
Todavía un claro oscuro
Vela la celeste faz ;
De los pardos y altos cerros
Se ven las hondas quebradas
Apenas iluminadas
Por un resplandor fugaz.
— 427 —
Es esta la hora en que mi alma
A ti se eleva, Dios mió,
Y adoro tu poderío
Y la paternal bondad,
Con que derramas tus dones
Sobre el pobre y sobre el rico.
Sobre el grande y sobre el chico
Con la más sabia equidad
Al sol has puesto el precepto
De darme su luz brillante
Y un calor vivificante
Que todo haga germinar;
A la luna y las estrellas
Ordenas que, magestuosas
En las noches silenciosas,
Me vengan á iluminar.
Tú, gran Dios, lluvias me envías,
Las nieves y los rocíos
Que en los ardientes estíos
Me den su grato frescor.
Tu mandas los huracanes
Que la atmósfera renueven
Y que los miasmas se lleven
Do no me dañen. Señor.
\
— 428 —
Me dá de ríos y fuentes
Tu Providencia divina
Agua pura y cristalina
Que no se agota jamás ;
De los árboles y plantas
Dulces frutos regalados,
De forma y sabor variados
También benigno me das.
A tí debo, Padre mió.
Este monte, esta llanura,
En que flores y verdura
Derramas con profusión :
Tú crías los animales
Que me visten y alimentan,
Los pastos que los sustentan
También obra tuya son.
Es tu mano bienhechora,
Señor la que me prodiga
La fecunda y rubia espiga
Que me dá copiosa mies ;
Este aire que los pulmones
Me refresca f vivifica,
Y mi sangre purifica
Obra tuya. Señor, es.
— 429 —
En los arroyos y ríos,
En los lagos y los mares,
Me dá peces á millares,
Tu cuidado paternal.
Inmenso número de aves
Que me divierta y sustente ;
Y fuego que me caliente
Me das, Padre celestial.
Quid retribuam domino
pro ómnibus que retribuit
mihi.
4 Por todos estos dones
Que me ha dado tu mano
Yo mísero gusano
Qué te puedo volver?
El soplo de tu boca
Que vertió tu ternura
Sobre esta tierra impura
Señor, te iré á ofrecer.
— 430 —
Un corazón me diste
Dotado de justicia;
Manchólo mi malicia,
Indigno es ya de ti;
De afectos mundanales
Está, Dios mío, lleno;
Recibelo en tu seno
Purifícalo allí.
Esto es cuanto poseo
Manchado está de lodo,
Asi lo vuelvo todo.
Con toda voluntad,
A ti. Señor, que eres
De quien lo he recibido.
Que lo admitas, te pido.
Con paternal bondad.
Yo te adoro. Dios mío,
Con el albor primero
Que acompaña el lucero
Del dia precursor
Y antes que en el oriente
Se anuncie la mañana,
Con franja de oro y grana,
Te bendigo. Señor.
— 431 —
Antes que sus cantares
Entone el pajarillo,
Que inocente y sencillo
Bendice tu bondad,
Agradecida canta
Tu alabanza mi boca,
Mi alma. Señor, invoca
Tu inmensa magostad.
Junto con el perfume
Que tierna flor te ofrece.
Cuando el dia amanece
Suba á ti mi oración
Y como el suave incienso
Que en tus aras humea,
Asi grata te sea
Mi humilde adoración.
Alábente los seres
Que habitan las alturas
Y todas las criaturas
Alábente también.
Los mares y los rios,
Los valles y los prados,
Los montes y collados
Adoración te den.
— 432 —
Dignare domine die isto,
8inc pecato nos custodire.
Señor, yo te suplico
No dejes que este día
Ande la senda impía
Que conduce al error.
Sin tu eficaz auxilio
Nada puedo, Dios mío,
Tan solo en ti confio
Que eres mi ayudador.
Tú sabes que ese limo
De que tu mano me hizo.
Es frágil, quebradizo.
Incapaz de durar,
Mas si tu fuerte brazo
Benéfico le toca
Como maciza roca
Se puede eternizar.
Escucha mi plegaria.
Escúchala te pido,
Presta benigno oído
A mi ruego, señor ;
Cúbreme con tu manto.
Escóndeme en tu seno.
— 433 —
Sin mirar que soy cieno
Pues sois, mi criador.
No quieras que perezca
Siendo tu criatura,
Cual perece la hechura
Del mísero mortal.
Dirije mi camino,
Tu luz, Señor, me guíe
Tu brazo me desvíe
De la senda del mal.
Si tu divina gracia
No me ampara y me ayuda.
Perecerá sin duda.
Tu ovejuela, señor ;
No apartes de mí el rostro,
¿ Por qué oírme no quieres?
Acuérdate que eres
Mi padre y protector.
Sácame de este valle
De miseria y de llantos
Para que con tus santos
Habite tu mansión
S8
— 434 —
Y con tus escojidos,
Sin afección mundana
Cante el alegre hosana
En la celeste Sion.
HIMNO RELIGIOSO
EN EL ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE YUNGAY
Y COLOCACIÓN DE LA PIEDRA FUNDAMENTAL DE LA CAPILLA
DEL ASILO DEL SALVADOR
Cantemos al Señor de las alturas,
Ensalcemos su gloria;
Porque somos su pueblo y sus criaturas ;
Porque nos dio este dia la victoria
Y la paz bienhechora
Que nos colma de dones de hora en hora.
Bendigamos su nombre sacrosanto
Y el brazo poderoso,
Que derramó el terror, sembró el espanto
En las huestes del déspota orgulloso,
Que á su soberbia planta
Quiso hacer escabel nuestra garganta.
— 436 —
Si consintió paciente que altanero
Numerosas legiones,
Condujese al combate, erguido y fiero,
Supo también cercar sus escuadrones
De pavor, y ahuyentados
A nuestros pies cayeron aterrados.
Y así como después de la tormenta
Que amenazó tragarnos.
Mas plácida la luna se presenta,
Asi vino la paz á visitarnos
Mas bonancible y pura
Que la estrella polar en noche oscura.
Hoy que sus bienes sin temor gozamos.
Hoy que hacemos memoria
Del espléndido triunfo que alcanzamos.
Bendigamos al Dios de la victoria.
Su poder acatemos
Y un himno nuevo en su loor cantemos.
Solo á su omnipotencia era posible
Extinguir los furores,
Y los estragos de una guerra horrible.
Con su cortejo inmenso de rencores;
Y que tras la batalla
La paz pusiese á los enconos valla.
— 437 —
Y lo hiciste, Señor, y nos salvaste,
Y tu amparo nos diste :
La calma en nuestros pechos derramaste :
Los corazones todos conmoviste ;
Y todos se rindieron,
Y en tu nombre un asilo al pobre dieron.
Así Padre y Señor, son los arcanos
De tu mente insondable,
Que penetrar no es dado á los humanos :
A tu ley soberana ó inmutable*
Sujeto está el destino,
Y todo anuncia tu poder divino.
Bendícenos, Señor, y de las malas
Pasiones nos preserva
Bajo la grata sombra de tus alas I
A tu pueblo por siempre le conserva
La paz y la ventura,
Y con ella sus bienes le asegura.
Ilumina, gran Dios, nuestro camino
Y dirija propicio
Nuestras acciones tu poder divino,
Aceptable le sea á tu servicio
El ara pura y santa
Nuevo templo que el pueblo te levanta.
— 438 —
Bendícelo, Señor, para que sea
Digno de tu presencia
Para que el pueblo en sus umbrales crea
Que allí mora, gran Dios, tu omnipotencia,
Tus ángeles envía
Que custodien tus puertas noche y día.
Allí tu nombre el huérfano y la viuda
Invocarán confiados;
Allí te pedirán, Señor, tu ayuda.
Para salvar de un mundo de pecados ;
Y al pió de tus altares
Depondrán sus dolores y pesares.
Acuérdate, Señor, que de tu boca
El soplo recibieron
En tí cada uno, su Criador, invoca;
Y que por ellos tus venas se rompieron
En la cruz, do moriste
Cuando el género humano redimiste.
Santiago, Enero 17 de 1S51.
ÍNDICE
Páginas
Al lector v
Comunicado ix
Juan Gualberto Godoy. Ensayo literario por Domingo F.
Sarmiento, hijo xv
POESÍAS DIVERSAS
El aventurero de fines de la edad media 3
Canto á la Cordillera de los Andes 7
El Sereno 21
La Campana 29
Malvina 39
A Orsila, en su emigración 43
Al pié de una niña 49
En un álbum 51
Delicias de la vida campestre 53
A una mujer 61
La Judía 65
Las llanuras de la República Argentina 71
El Trovador proscrito 79
Pensamientos sobre la amistad 85
— 440 —
Páginas
Al cumpleaños de una niña 91
La palma del desierto : 95
A la señora Clorinda Corradi Pantanelli 101
A la señora Teresa Rossi 105
A la misma en su beneficio •. 111
A la misma en su cumpleaños 113
Despedida 115
Alí Bajá de Janina, celoso , 117
El ciprés 123
A J..., de mantón 129
Al coronel D. Francisco Ibañez 135
Soneto 141
POESÍAS ERÓTICAS
A la señora Teresa Rossi 145
A una señorita vestida de blanco 151
A una dama que paseaba en caleza 155
A un rosa 159
A una desdeñosa — , 163
A una joven vestida de luto 167
ANACREÓNTICAS
Bertila 173
Otra. 175
Otra 177
Otra 179
Otra 183
Otra 185
ROMANCES
A los ojos de mi amiga • 189
Décima á la misma 191
— 441 —
Páginas
A la señora Teresa Rossi 193
A la misma • 197
Soraina 199
Paseo á la fiesta de la Cruz, en la Capilla del Barranco.. 205
Erastenia convaleciente 217
Cuarteto improvisado 221
El resedá. A Besila 223
A la misma que iba á paseo 225
A una rosa hecha de azúcar 227
Auna boca 229
El suicida y su puñal 231
••• 235
Qui ntillas 239
La beata 243
La alfombra y el manto 251
A la señorita Teresa García 261
A la señora D* Carmen Urmeneta 267
Anécdota 271
Mi programa 273
Contestación al programa gubernativo del señor K. W. . . 289
Contestación á los tres imparciales 297
Epigrama 309
Epigramas 311
Soneto con estrambote 315
Soneto 317
En el álbum de una sesentona 319
En un álbum 323
En otro álbum 325
A una señora en cuyo álbum se leian unos muy malos
versos 331
En un álbum, cuyo dueño quería significar su amistad á
la amiga que se lo regaló • 335
En un álbum 339
En un álbum 341
La flor de por la mañana. 343
En un álbum 347
En un álbum 353
— A42 —
Páginas
£d un álbum 355
En el libro de memorias de una tarjetera 357
En un álbum 359
B 361
Un recuerdo y un renglón 369
En el álbum de D« Aurora Gutiérrez 371
En el álbum de la señorita Clara Cortinez 375
poesías patrióticas y guerreras
Bajo las armas de Mendoza 381
A la bandera argentina 383
A los valientes vencedores de Angaco 385
Al 18 de Setiembre de 1842 389
Al 18 de Setiembre de 1844 393
Cántico de invocación á la Providencia 399
El 25 de Mayo de 1849 405
El 25 de Mayo de 1850 411
El 25 de Mayo de 1857 417
POESÍAS RELIGIOSAS
Cántico de acción de gracias al Ser Supremo al venir la
aurora 425
Himno religioso en el aniversario de la batalla del Yun-
gay y colocación de la priedra fundamental de la Capi- >
lia del Asilo del Salvador 435
^_;X:-^jrw.
XK
>-.'
PQ 77§7 GS526 A17 isee C 1
Siantord Unlvttr«lty Ubrarles
lllllllll
3 6105 034 782 057
QATE DUE 1
1
1
■
-^
1
'
STANFORD UNIVERSITY LIBRARIES
STANFOBD, CALIFORNIA 94305-6004
>
J