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Full text of "Poesías"

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POESÍAS 



JUAN GU ALBERTO GODOY 



POESÍAS 



í^ 



BUENOS AIRES 

IlfrPRBNTA DE PABLO B. CONI B HIJOS 

680 — CALLE PKRÚ — 680 

1889 



AL LECTOR 



Entrego á las letras argentinas la preciosa he- 
rencia que al tiempo de su muerte, legárame mi 
ilustre tio D. Juan Gualberto (Jodoy. 

Mi señor padre, con quien el austero poeta esta- 
ba vinculado por estrechísima amistad, intimada 
bajo el techo común en que por años compartie- 
ron contrariedades y vicisitudes, recibió de ma- 
nos de aquel, poco antes de su &llecimiento, en 
calidad de depósito, los productos de su inspira- 
ción ó ingenio, consistentes en numerosos manus- 
critos de sus poesías hasta la fecha inéditas. 

« Dejo esos papeles á mi sobrino Roberto, por 
si algún dia pudieran serle útiles », fueron las pa- 



— VI — 

labras con que el modesto vate acompañó su lega- 
do, sin darle otro alcance que el de hacer una ca- 
riñosa distinción, como el pobre que obsequia la 
prenda que le es más cara, y sin que la idea de su 
propia gloria y nombradia entrase para nada en 
sus propósitos, pues en su sincera modestia no 
atribuía mérito alguno á sus versos, como él los 
llamaba. 

Como documentos ilustrativos que pueden ser- 
vir á los que preparados para tareas de esta índo- 
le, se ocupen del virtuoso poeta, insertamos á con- 
tinuación un artículo necrológico escrito por uno 
de sus contemporáneos más distinguido D. Do- 
ningo de Oro y una ligera reseña de su vida y 
producciones más remarcables, escrita por Do- 
mingo Sarmiento, hijo, según datos suministra- 
dos á su requerimiento por mi señor padre, el año 
de 1863. 

Hemos pensado que era llegado el tiempo de 
hacer entrega á la literatura nacional, de un cau- 
dal que más que á nosotros le pertenece, propor- 
cionando así á los hombres de letras los elemen- 
tos necesarios para pronunciar su fallo definitivo 
sobre un nombre que ha llegado hasta nuestros 



— VII — 

dias con tradición de meritorio y de una obra 
aclamada en el circulo de sus contemporáneos de 
quienes solamente era conocida en parte : á tales 
móviles responde la aparición del presente volu- 
men de las poesías deD. Juan G. Godoy. 

Roberto Berghmans. 



COMUNICADO 



¡ D. Juan Grodoy ha muerto ! Una de las más 
elevadas inteligencias de la República, una de las 
más altas ilustraciones de Mendoza se ha apa- 
gado. 

Por natural que sea tal acontecimiento no es po- 
sible prescindir del dolor que produce. 

Ha muerto anciano ya, y aunque todos saben 
que su muerte es una gran desgracia, hay quizá 
una generación entera que no conoce sino alguna 
de las faces notables de esa existencia tan fecunda 
en ejemplos. El mismo que escribe estos renglo- 
nes, amigo íntimo de Godoy, desde cerca de 40 
años, no conoce sino incompletamente la historia 
de su vida, y con lo que conoce habría lo bastante 
para honrar la carrera mortal de muchos. 



— X — 

Las aventajadas dotes de Godoy no fueron cul- 
tivadas metódicamente en su juventud. Godoy 
pertenece al número de esos talentos desarrolla- 
dos como las plantas, por sí mismos y sin el auxi- 
lio del estudio de las aulas, de que tan brillantes 
muestras ha presentado siempre la República 
Argentina, y de los que no necesitamos citar 
otras que el actual Presidente de la República y 
Domingo F. Sarmiento. 

Godoy nació poeta como nació amigo de la vir- 
tud, como sincero y generoso. La causa de los bue- 
nos principios lo tuvo siempre entre sus defenso- 
res y el Juvenal mendocino enarboló el látigo de 
la sátira contra el vicio cínico y contra la arbitra- 
riedad que lo escudaba. En aquellos tiempos se 
necesitaba para obrar así más valor que para pe- 
lear en los campos de batalla. En estos se podía 
sucumbir sin perecer. El escritor arrogante que 
había hecho de su pluma un escalpelo para poner 
á descubierto los senos más hondos del cáncer so- 
cial, estaba condenado de antemano para cuando 
cayese en las de los sostenedores del arbitrario. 

Fué tan modesto que costó trabajo á algunos de 
sus amigos persuadirle que había en el satírico 



— XI — 

tela para otra clase de producciones. El que des- 
pués cantó Los Andes, Las llanuras de mi tierra, 
La palma y tantos otros asuntos, se tenia por un 
payador. 

Exento de rencores, corazón sano, le hemos 
visto en una larga emigración en Chile consecuen- 
te con sus amigos, ayudar á sus antiguos enemi- 
gos, sin serlo personal jamás de nadie. 

En esa emigración no buscó medios de existen- 
cia sino en sus talentos, dirómoslo así, más vulga- 
res. Estuvo dedicado á la enseñanza primaria, sir- 
vió después en la administración, donde se hizo 
notable, y el gobierno aprovechó sus aptitudes. 

Asi bastó á su sosten y al de la señora su espo- 
sa y compañera en todas las épocas de su vida, y 
tuvo siempre sus escasos ahorros á la disposición 
de sus amigos. 

Si hubiera quien escribiese la historia de esa 
emigacion de Chile haría un libro muy interesan- 
te. Referiría faltas y flaquezas, pero contaría anéc- 
dotas y rasgos que hacen honor á la humanidad. 
No es de este momento estenderse sobre tal mate- 
ria, pero no puedo omitir el recuerdo de D. Vi- 
cente Moreno. Este hombre, antiguo oficial de la 



— XII — 

Independencia, espíritu superficial y ligero, cora- 
zón de oro, vivía con los productos de una mez- 
quina fábrica de cerveza, que convirtió en apo- 
sentamiento de emigrados cuando el desastre del 
general Lamadrid, en Mendoza, llegando á reunir 
una veintena de ellos á cuyas necesidades proveía. 
En esa ocasión le he visto irritado, porque acosa- 
do de pedidos de otros afligidos, no le quedaba 
arbitrio á qué apelar para remediar esas des- 
dichas. 

Godoy volvió al fin á su casa y al seno de los 
suyos dejando en Chile un nombre honrado. Vol- 
vió pobre, viejo y con salud achacosa ; pero siem- 
pre laborioso, ha trabajado hasta terminar su exis- 
tencia. Sirvió la cancillería y después el consulado 
de Chile, porque podía decir, como el ilustre gene- 
ral Las Heras, que tenía más de una patria. No tu- 
vo jamás el talento de hacerse valer, y asi sus 
puestos públicos nunca estuvieron al nivel de sus 
aptitudes y de su mérito. 

La recomendable señora que ha sido su esposa 
queda sola, porque esa unión fué herida de infe- 
cundidad. La acompañarán ; en su amargura los 
muchos amigos que Godoy deja por todas partes. 



— XIII — 

Estos pobres renglones no están destinados á 
hacer el elogio de mi querido amigo, sino á dar 
espansion al dolor que su pérdida me causa. Es 
el ¡ ay ! del aílijido, y es al mismo tiempo la invi- 
tación á tomar ejemplo de las virtudes y de la mo- 
ralidad del muerto. 

D. de Oro. 



(El Zonda de San Juan» Mayo 21 de 1864 ) 



JUAN GUALBERTO GODOY 

ENSAYO LITERARIO POR DOMINGO F. SARMIENTO (hIJO) 



Las musas son inmor- 
tales porque rejuvenecen 
aspirando el aura de la 
paz. 

Juan M. Gutiérrez. 



La literatura argentina vive apenas en algunos 
de los poetas que han conseguido salvar su nom- 
bre del olvido y de la decadencia de nuestras le- 
tras, ahogadas en medio de las luchas y de las con- 
mociones de la patria. Sin embargo, la última dó- 

6 



— XVI — 

cada ha sido feliz para el engrandecimiento litera- 
rio. Algunas producciones históricas han creado 
nombres nuevos y la grave tarea de recoger los ele- 
mentos dispersos de nuestras letras ha sido iniciado 
con el fervor que inspiran los recuerdos grandiosos 
de los hombres que cantaron las virtudes bélicas de 
nuestra epopeya y que como López, interpreta- 
ron el sentimiento popular, las ambiciones de un 
pueblo, lanzando al mundo las estrofas sublimes 
del himno patrio. 

Hubo una generación de poetas cuyas figuras se 
destacan á través del tiempo : enérgicas y severas 
como la época en que vivieran inspiradas, como el 
fuego sublime que les daba aliento : grandiosas 
como la misión que se habían encomendado, co- 
mo la escena en que entonaron sus cantos líricos. 
A esa falange pertenecieron Luca, Lafinur, Vare- 
la, López, Rodríguez é Hidalgo, que desde las ve- 
' ciñas playas lanzaban esta imprecación contra la 
reconquista del coloniaje que amenazaba el pabe- 
llón de la patria en aquel pedazo de la República : 



Si el tírano intentase arrebatarlo 

Antes en sangre y muerte se halle envuelto, 



— XVII — 

El día se eucapote, gima el aire, 
La bóveda celeste al ronco estruendo 
Despida rayos y U triste noche 
Aumente su payor... 

Los cantores de aquella época eran hijos del en- 
tusiasmo y de la victoria, y las letras americanas 
eran intérpretes de un mismo sentimiento cuando 
lució el primer dia de libertad y de independen- 
cia para el vasto continente de Colon. La poesía 
era guerrera,[entónces, porque en la guerra estaban 
las esperanzas del pueblo, pbrque la última ambi- 
ción del pensamiento era sacudir la dominación y 
dar á cada americano un hogar propio. Vinieron 
en seguida Várela (D. Florencio), Echeverría, Bal- 
caree, poeta tan notable el primero, como escritor 
político; cantor, el segimdo, de una naturaleza 
grandiosa de nuestro suelo ; sentimental el último 
y elevado en sus concepciones. 

Llegábamos al momento decisivo y crítico de 
nuestra literatura. La historia iba á anunciar los 
fastos de una nueva nación, y la poesía tendería 
su vuelo á las regiones inmortales del pensamien- 
to, para buscar allí los grandes preceptos, las no- 
bles máximas que crean las escuelas de los pueblos 



— XVIII — 

y que son las entrañas de su literatura, ligada á 
su vida y á su gloria. La República iba á mostrar- 
se al mundo grandiosa por sus hechos sublimes en 
nombre de su genio, cuando el cielo se oscureció ; 
y las liras enmudecieron porque los poetas no can- 
tan á la patria en medio de su dolor y de su llanto. 

La literatura patria desaparecía entre el polvo 
de los combates de la guerra civil, y los bardos 
argentinos abandonaban el suelo que los vio nacer, 
dejando á los ingratos la herencia maldecida de 
un tirano que proscribía de sus dominios al genio 
y al talento. 

Una generación entera ha vivido en el destier- 
ro. La emigración ha sido el óbolo de sacrificios 
con que han contribuido millares de argentinos. 
En ella nacieron nuevos vínculos, porque en la 
desgracia está la verdadera fraternidad de los 
hombres. 

Así como algunos años atrás, la República esta- 
ba representada en sus poetas, como en sus Con- 
gresos : cuando el lazo estrecho del pensamiento y 
del genio ligaba á Luca y los Várela de Buenos 
Aires, con Rivera Indarte,',nacido en Córdoba, y 
Lafinur, de San Luis ; así en el destierro los ar- 



— XIX — 

gentinos salvaban la literatura de la patria, conser- 
vando la unidad del suelo que los vio nacer, y el 
diaque la historia recoja los hechos de aquella pe- 
regrinación de veinte años, muchos nombres se- 
rán ensalzados porque supieron alimentar las tra- 
diciones de la tierra natal, para llenar más tarde 
con ellas, la inmensa laguna de negación de liber- 
tad y de pensamiento. 

Durante la emigración comenzaron los prime- 
ros trabajos tendentes á popularizar los nombres 
de los literatos americanos ; yes obra argentina el 
primer monumento que se haya elevado á las le- 
tras hispano-americanas : La América poética. En 
esa época aparecieron algunos hombres dignos 
de ocupar un puesto notable en la Uteratura patria 
y que más tarde volvieron á la República para vi- 
vir ignorados en el lugar de su nacimiento, des- 
pués de haber sembrado en medio continente los 
frutos de su genio. 

Seríamos injustos, hoy dia que las letras vuel- 
ven de nu#o* atender el vuelo, si no pronunciára- 
mos en este momento reparador, un nombre que 
tiene asegurado un puesto notabilísimo en nues- 
tra Uteratura, y que es enteramente desconocido de 



— XX — 

las generaciones presentes. El hombre que respon- 
de á éstos antecedentes es D. Juan Gualberto Go- 
doy, poeta mendocino, cuya muerte ha acaecido 
el 16 de Mayo de 1864 en la nueva población de 
Mendoza. D. Domingo de Oro, su amigo desde 
cercado cuarenta años, anupcia su fallecimiento 
con estas palabras, dignas del respeto que inspiran 
su nombre y sus canas : « D. Juan Godoy, dice, ha 
muerto ! Una de las más elevadas inteligencias de 
la República, una de las más altas ilustraciones de 
Mendoza, se ha apagado », y más adelante agrega 
en su necrología : « que no conoce sino incomple- 
tamente la historia de su vida y con lo que conoce 
habría lo bastante para honrar la carrera mortal 
de muchos». 

Vamos á trazar á grandes rasgos la vida del 
hombre, el carácter del poeta, las vicisitudes de su 
existencia ; y sentimos en el alma no tener el aco- 
pio suficiente de datos para mostrar hecho por he- 
cho los detalles de su vida. Nuestro trabajo pálido 
é incompleto, aparece solo como una j^uestra de 
respeto á la memoria de D. Juan Godoy, dejando 
á manos más hábiles la tarea de estudiar á fondo 
su vida y su genio. 



— XXI — 



II 



Don Juan Gualberto Godoy, nació el 12 de Ju- 
lio de 1793, en la ciudad de Mendoza, capital de 
la provincia del mismo nombre, en el far west de 
la República al pié de las Andes, cuyo aspecto 
sobrecojía al poeta haciéndole decir : 

lEn qué tiempo, en cuál dia ó en qué hora 
No es grandioso, soberbio é imponente, 
Altísima montaña. 
Tu aspecto magestuosof 

Aprendió á leer en una escuela de mujeres y á 
la edad de siete años le enseñó á escribir D. Alejos 
Nazarre, interventor entonces de tabacos en Men- 
doza, y más tarde gobernador de la provincia en 
los primeros dias de la revolución. En la escuela 
de los Belermos estudió la gramática latina, ad- 
quiriendo algunas otras nociones puramente rudi- 
mentales. D. Juan Godoy había adquirido una 
• forma de letra tan gallarda y correcta que tuvo 
desde sus primeros años asegurada su subsisten- 



— XXII — 

cia con este talento, dirémoslo así, vulgar. A la 
edad de 12 años, le valió un puesto en la Tesore- 
ría de la Real Hacienda, donde permaneció has- 
ta 1809. 

La ausencia de su padre durante algún tiempo 
le obligó á interrumpir los pobres estudios que 
entonces se cursaban públicamente, entregándose 
al cuidado de la Chacra paterna y á las labores ru- 
rales. 

Como una muestra de carácter útil y emprende- 
dor, señalaremos su empeño en obtener vinos por 
los medios más naturales y fáciles, en un lugar 
donde esta industria no se había despertado aún 
ni asumido las dimensiones que tiene hoy dia. 
Debido á su empeño y constancia consiguió iniciar 
en 1811 los primeros trabajos tendentes á dar vida 
a esta industria. Sería este solo título suficiente 
para recordar su nombre como acreedor á la con- 
sideración que merecen los creadores de hechos 
útiles y prácticos á su país, si no descollara á ma- 
yor altura como entidad conspicua en nuestra li- 
teratura. 

Muy pobre era la educación que debía á sus 
maestros para que bastara á preparar su espíritu 



— XXllI — 

á las grandes concepciones; pero D. Juan Godoy 
«había nacido poeta, según la espresion de D. Do- 
mingo de Oro, como nació amigo de la virtud, 
como sincero y generoso». Su talento fué cultiva- 
do por él mismo, y todo se lo debe á sus propios 
esfuerzos y á su constancia. Apasionado desde muy 
niño por la lectura de poesías, leyó cien veces los 
escasos volúmenes que componían su biblioteca. 
Las únicas obras poéticas que tenía ala mano eran 
Quevedo y la Araucana de Ercilla y en ellas bebió, 
en cuanto lo permitía su talento original, el espí- 
ritu y el carácter de la poesía castellana que más 
tarde llegó á conocer con la perfección de un lite- 
rato consumado. Pertenece Don Juan Godoy á 
esa clase de hombres que saben sin llevar el sello 
de los maestros, á esas inteligencias cultivadas y 
despiertas, que no tienen despachos universitarios, 
y que jamás se han inscripto en las matrículas de 
las aulas. 

No tenemos datos ciertos sobre la época en que 
hizo sus primeros ensayos poéticos ; él mismo nos 
ha asegurado no recordar cuando tentó su astro ; 
pero su carácter elevado y severo, lo impulsó des- 
de muy joven, á criticar todo abuso, á corregir 



— XXIV — 

todo yerro. Poeta de alma y de conciencia, la for- 
ma favorita de su pensamiento escrito, era el verso 
fluido y fácil, como todo lo que responde á la pre- 
disposición natural de una inteligencia fecunda y 
vigorosa. 

En 1817 hizo su primer viaje á Buenos Aires, 
regresando á Mendoza casi inmediatamente á con- 
tinuar sus labores agrícolas al lado de su padre. Ni 
este viaje ni otro que hizo el año 22 le sirvieron 
para aumentar sus conocimientos : sin embargo en 
el último, hizo relación con el Doctor Lafinur, 
quien le invitó por repetidas veces á publicar en 
el Verdadero amigo del país, diario fundado 
bajo sus auspicios alguna de sus composiciones. 

En este diario vieron la luz pública por primera 
vez, dos ó tres poesías de Don Juan Godoy, cuyos 
nombres no hemos podido obtener. Vuelto á Men- 
doza, se dirigió á Chile conduciendo una factura 
de efectos, donde permaneció ocupado en el co- 
mercio en calidad de dependiente, hasta el año 24, 
que regresó á su ciudad natal. Continuó dm*ante 
algim tiempo en el comercio, vendiendo desde el 
mostrador no solo Uenzos sino también composi- 
ciones poéticas para los gauchos cantores, para dar 



— XXV — 

dias y celebrar aniversarios de personas queridas 
de cuantos solicitaban este favor del poeta fecundo 
ó ignorado Don Juan Godoy; poseía ese estilo fácil 
é impregnado del lenguaje decidor y vulgar de 
nuestros gauchos, era algo de lo que es Trueba 
para la España : un cantor de escenas llenas de ani- 
mación y de fuego, entonadas en voces accesibles 
á todos y con el tinte vivo de la palabra vulgar, 
con el lenguaje estropeado con modismos nacidos 
de buena fé en la gente del pueblo, llenos de verdad 
y de vida. 

Don Juan Godoy fué el primero que ensayó en 
la República el metro de los payadores, haciendo 
versos notables, ya por la dulzura y el sentimiento 
de que están impregnados, ya por la sátira punzan- 
te que fustiga los vicios y desmanes sociales, en la 
forma genuina del lenguaje del cantor gaucho. 
Hemos dicho el primero, teniendo preséntela épo- 
ca en que apareció el Diálogo patriótico entre 
Chano y Contreras de D. Bartolomé Hidalgo. 
Algún tiempo antes de esta publicación D. Juan 
Godoy escribió é hizo imprimir su Corro y folleto 
de 30 páginas en octavo, compuesto en el mismo 
metro y en la misma habla que el anterior, y alu- 



— XXVI — 

sivo al Coronel Corro que trataba un diálogo con 
un gaucho, su amigo, después de su derrota y es- 
pulsion de Salta, donde habla encabezado una re- 
volución. Esta composición y mil otras que toda 
Mendoza conoce, daban á Don Juan Godoy una 
especie de influencia social de un carácter correc- 
cional y moralizador. No ha habido desmán ni ar- 
bitrariedades, abusos ó vicios á que no haya pro- 
testado en versos enérgicos y satíricos hasta lo 
sumo, y como él decía en sus últimos años, se había 
sentido poeta, cuando se había indignado ante ar- 
bitrariedades insoportables : « mi inclinación era 
hacer versos burlescos contra todo lo que me pare- 
cía malo» y á fe que congenio y con el espíritu 
de Quevedo, había para hilar largo, allí donde los 
abusos no eran escasos. 

« La causa de los buenos principios lo tuvo siem- 
pre entre sus defensores, y el Juvenal mendocino 
enarboló el látigo de la sátira contra el vicio cí- 
nico y contra la arbitrariedad que lo escudaba. 
En aquellos tiempos se necesitaba para obrar así 
más valor que para pelear en los campos de ba- 
talla. En estos se podía sucumbir sin perecer. 
El escritor arrogante que había hecho de su 



— XXVII — 

pluma un escalpelo para poner al descubierto los 
senos mas hondos del cáncer social, estaba con- 
denado de antemano para cuando cayese en las 
de los sostenedores del arbitrario (1) . 

El año 1824, fundó en Mendoza un periódico ti- 
tulado el jFco rfe los Andes, redactado por él y 
varios de sus amigos, dos años más tarde, redactó 
el Iris Argentino, y junto con este, el Huracán, 
periódico de circunstancias, escrito en verso de 
punta á cabo, satírico como los más y en el que 
aparecieron los primeros retratos de cuanto perso- 
nage tenia algima posición en Mendoza. Las perso- 
nas de aquella época recuerdan estrofas enteras de 
aquellas descripciones picantes, en que cada tipo 
está diciendo á voces : soy fulano, tal es la preci- 
sión y la exactitud de aquel diseñador de fisono- 
mías y caracteres. No eran tiempos aquellos en 
que la Constitución garantiera en Mendoza la li- 
bertad de imprenta, ni los gobernantes de enton- 
ces dejaban de ser hombres, para no vengarse de 
las sátiras. El Huracán fué suprimido, y Don Juan 



(1) Necrología de D. Juan Godoy, publicada en el número 
315 del Zonda de San Juan. 



— XXVIII — 

Godoy, tuvo que escapar á uña de caballo, de 
aquel gobierno que lo perseguía encarnizadamen- 
te, porque se había tomado la libertad de hacer su 
boceto, ya que no su retrato. Don Juan Godoy 
volvió á Buenos Aires, residiendo alternativamen- 
te en esta ciudad, en Dolores y en el Tuyú, hasta > 
1830, que regresó á Mendoza, redactando un nue- 
vo periódico satírico el Coracero, lo que le valió 
la emigración á Chile y el destierro por más de 
26 años. Pocos hombres hay que como él se hayan 
servido con tanta ventaja de la poesía para corre- 
jir con estrofas admirables, errores administrati- 
vos, faltas judiciales y cuanto aparecía en su pro- 
vincia de malo y abusivo. 

Su palabra era siempre la primera que lanzaba 
el grito de reprobación, y puede decirse de él, que 
era un verdadero poeta, porque sus composiciones 
mostraban á la vez los arranques del genio y los 
impulsos generosos de una alma bien templada, 
honrada y justa. 

Durante su residencia en Chile, se sirvió de sus 
talentos más vulgares para proveer á su subsisten- 
cia, y á pesar de esto, obtuvo más tarde puestos 
honorables en la administración de aquel país 



— XXIX — 

hospitalario, que dio abrigo á los argentinos en la 
época aciaga de nuestra historia. Hasta 1837, fué 
maestro de una escuela pública en la Cañadilla, 
barrio apartado de la ciudad de Santiago ; oficial 
segundo de la secretaría del gobierno local de San- 
tiago ; maestro de caUgrafia en la Academia Mili- 
tar ; y oficial único de la secretaría de Cabildo, 
consecutivamente hasta 1839, época en que tomó 
la dirección de im establecimiento de minas de 
oro en la provincia de Colchagua, volvió á Santia- 
go poco tiempo después, ocupando el puesto de ofi- 
cial auxiliar en la Intendencia hasta el año 1842, 
en que se le envió como oficial de la legación de 
Chile en el Perú. 

No sentándole bien el temperamento de Lima, 
regresó á Chile después de año y medio, donde po- 
cos dias después de su llegada obtuvo el empleo 
que había dejado al partir, desempeñándolo hasta 
el año 1847. El Intendente Don José María Egaña, 
lo llamó á la secretaria de la Intendencia el año 
1848, destino que abandonó para tomar la direc- 
ción de la Escuela Normal de Preceptores. El año 
1853, fué nombrado Diputado al primer Congreso 
legislativo de la RepúbUca Argentina, honor al 



— XXX — 

que renunció por estar comprometido al servicio 
de Chile. Viejo, enfermo y achacoso, volvió á 
Mendoza en 1856, buscando alivio en el tempera- 
mento de su ciudad natal para su enfermedad al 
pecho de que sufría desde joven. Varios cargos 
públicos desempeñó en Mendoza, pero las discu- 
siones intestinas, las luchas de partidos, que todo 
lo hieren lo obligaron á aceptar el puesto de Can- 
ciller del consulado de Chile en Mendoza, buscan- 
do así, un abrigo en el pabellón de la República 
hermana, contra los rencores y los odios encona- 
dos que lo perseguían, robándole la tranquilidad 
que merecen las canas del anciano. Don Juan Go- 
doy es uno de esos hombres que no tendrá un 
puesto en nuestra historia política porque no ganó 
batallas, ni fué majistrado, ni orador : pero cuando 
se conoce la multitud de hechos á que ha contri- 
buido con su espíritu justo y elevado, cuando se 
miden sus sufrimientos y las acciones que hacen 
al hombre, no se puede prescindir de saludar con 
respeto su nombre, que nuestra literatea corona- 
rá como poeta, el dia que haya verdaderamente li- 
teratura nacional, es decir, el dia que nazcan para 
todos, las obras de los hombres ignorados, porque 



— XXXI — 



su teatro fué pequeño y apartado de los grandes 
centros de población. 



III 



Don Juan Godoy, nació poeta, hemos dicho en 
alguna parte de este ensayo, y sus inspiraciones 
llevan impreso el sello del genio y del carácter 
eminentemente filosófico de la poesía, de la verdad 
y del pensamiento, pertenece á esa escuela de poe- 
tas que han comprendido su misión, y que han di- 
cho con Rivera Indarte : la poesía debe tener una 
misión de premio y de castigo y no perderse en el 
platonicismo de las ideas, ni en la espiritualización 
del amor. No ha cantado él, ni á la belleza, ni 
á las flores sin sembrar de pensamientos profun- 
dos el velo diáfano que cubre los encantos de esas 
armonías vagas que deleitan el oido á riesgo de no 
dejar frutos al espíritu. En sus cantos líricos, hay 
nervio y suavidad, mientras se alza rudo y cáus- 
tico en sus estrofas satíricas, poderosas como los 
yambos de Juvenal, y llenas de sal que pudiera 



— XXXII — 

llamarse argentina, tan impregnada está de los 
dichos populares y de las frases conocidas del hom- 
bre culto y del gaucho de la Pampa. 

Si fuéramos á juzgar el espíritu de sus produc- 
ciones por los pensamientos elevados de que están 
nutridas, no podríamos menos de reconocer, que 
campea en ellas el carácter de la poesía inglesa 
por lo profundo del concepto, lo meditado de la 
idea exacta siempre en la espresion y analizadora 
como el desarrollo de una investigación de la cien- 
cia. Don Juan Godoy, más poeta, más satírico que 
Moore, tiene puntos de conexión con Bloomfield, 
el zapatero, intérprete digno de la poesía popular. 
Godoy no sucumbió como este á los desencantos, 
sino que cuando su nombre era conocido como 
cantor popular, y su fama de payador iba crecien- 
do como la de los trovadores del siglo xii, remon- 
tó más alto su vuelo, y en las elevadas regiones 
del pensamiento cantó sus inspiraciones envueltas 
en la amargura de 'la situación de su patria ó en 
los preceptos intransigentes del arte en las altas 
concepciones del espíritu. 

Enarbola el látigo de Juvenal y levanta la mo- 
ral ultrajada ó contiene un desmán pronto á pro- 



— XXXIII — 

ducirse, teniendo á raya los abusos en su provin- 
cia; canta desde el destierro ¿l Los Andes y no 
puede escapar á la descripción de la época prima- 
ria de la creación. 

En la edad primitiva de la tierra. 
Cuando el fuego voraz que en lo más hondo 
De sus senos recónditos se encierra. 
Más á la superficie se acercaba ; 
Y cuando en cada una 
De tus cumbres altísimas se vía. 
Que en torbellinos de humo ardiente lava 
El cráter inflamado despedía 
De cien volcanes, cuyas erupciones 
Nuevos montes y valles, nuevos lagos 
Dejaron por señal de sus estragos : 



Se inspira recordando la palmera y revela en 
cada estrofa ese sentimiento íntimo que nos domi- 
na al escuchar el manso murmullo del arroyuelo, 
ó al ruido misterioso del follaje agitado por las 
brisas, sentimiento esplotado diestramente por 
Chateaubriand en su lucha contra el escepticismo y 
los enciclopedistas ; y que ha hecho decirwque de- 
volvió al cielo y á la tierra las armonías misterio- 
sas que tienen con la existencia humana.» Don 
Juan Godoy, en La Palma del desierto ^ describe, 



— XXXIV — 

medita y deja en sus observaciones un bálsamo 
purísimo que perfuma toda la composición, hala- 
gando sentimientos íntimos que despiertan con 
las armonías vagas de la naturaleza y de la vida. 
Tomamos las siguientes estrofas de esa compo- 
sición dedicada á D. Carlos Bello : 

Palma altiva y solitaria 
Que en los bosques te presentas, 
O en agreste falda ostentas 
Tu jigante elevación. 
Ese ruido misterioso 
Que se escucha en tu ramaje, 
4 Es, acaso, tu lenguaje, 
Es tu idioma, es tu espresion f 

Respondes, quizá, y no entiendo 
Tu respuesta, palma bella. 
Por más que quisiera en ella 
Lo que dices comprender. 
Mas yo escucho tu murmullo, 
Y que tú me hablas sospecho, 
¡ Ay I no puedo satisfecho. 
Tus palabras entender. 

De tus abanicos verdes 
Por el céfiro movidos. 
Los misteriosos sonidos • 
Creo que palabras son. 
Porque, 4 qué es la voz humana 
Si palabras articula. 
Sino el aire que modula 
El hombre, con precisión! 



— XXXV — 

Si él espresa en sus palabras 
Ideas y pensamientos, 
4 Quién sabe si tus acentos 
Ideas no son también, 
Ideas que tú á tu modo 
Espresas en tu lenguaje, 
Modulando en tu ramaje 
El aire con tu vaivén t 

i 

Y más adelante en la misma composición agre- 
ga que quiere á la palma por su aspecto gallardo, 
su belleza : 

Mas sabiendo que á las naves 
Do truena el bronce horadado 
Jamás una tabla has dado 
Ni á una lanza duro astil. 

Idea que más de una vez encontramos repetida 
en sus composiciones, bajo diversas formas : 
muestra de adversión profunda á esa laboriosidad 
del hombre empleada en buscar medios de des- 
trucción y de luchas. 

D. Juan Godoy tiene producciones eminente- 
mente poéticas. Las llanuras de mi patria, El 
cipréSj La campana, digna del canto de Schiller, 
El sereno j y otras más entonadas al compás de la 
lira grave y magestuosa : sus cantos líricos á Afa- 



— XXXVI — 

yo, en 1849, notable por los pensamientos que en- 
cierra: 

I República I ] República I es el grito 
Que de un polo á otros reproduce el eco. 

esclama en él, el poeta contemplando el movimien- 
to de la revolución francesa de 1848, que parecía 
iniciar la vida de la democracia para la Europa; y 
luego dirige sus ojos á la patria y no puede dejar 
de decir : 

Y el argentino que á este grito santo 
En ochocientos diez se hizo guerrero 
El único será que no la escuche 
Y resignado encorve al yugo el cuello 
Si esta la suerte que el cielo nos depara. 
En tierra estrana queden nuestros huesos. 

este Último verso recuerda el anatema de Moisés 
á los hijos de Israel, tan solemne en su composi- 
ción, tan bien espresado se encuentra el último su- 
plicio del hombre : la pérdida del hogar y del sue- 
lo natal. 

Publicamos íntegros los cantos La Campana y 
El Sereno, que aparecieron el año 42 en los perió- 
dicos de Chile. 



EL SERENO 



Mientras que en sueño profundo 
Yace el pueblo sosegado, 
De un segundo á otro segundo 
Anuncia el sereno al mundo 
La hora que el reloj ha dado. 



Cada calle está desierta, 
Todo en silencio descansa : 
Solo el sereno está alerta, 
Como en el alma despierta 
Está siempre la esperanza. 



Pero este hombre misterioso 
Que solo de noche vive; 
Que ni en tiempo borrascoso 
Busca en el lecho reposo, 
4 Por qué tanto se desvive? 



— 22 — 

Asi la esperanza amiga 
Es perpetuo centinela 
Que en el corazón se abriga ; 

Y que nunca en la fatiga 
Se cansa de estar en vela. 

Cual de copioso raudal 
Baja la lluvia á torrentes, 

Y en silencio sepulcral 
Está la plaza, el portal 

Do suelen bullir las gentes. 

Mas, la voz estrepitosa 
Que á la par del ronco trueno 
Se oye en noche tempestuosa, 
Cuando todo en paz reposa. 
Esta es la voz del sereno. 

Se divisan á lo lejos 
Vislumbres de una luz vaga, 
Cuyos destellos bermejos 
Son los últimos reflejos 
De un farol que ya se apaga. 

Y al siniestro resplandor 
Que arroja su luz rojiza 
Por todo el alrededor 
Cual espectro aterrador 
Al sereno se divisa. 



- 23 - 

Como en lóbrego panteón 
Marchando con paso incierto, 
A la estraviada razón 
Pinta la imajinacion 
La triste sombra de un muerto. 

Viene el trémulo tañido 
De la sonora campana, 
Por el aire conducido, 
A decirle en el oido 
Son las dos de la mañana. 

Al instante arroja el pito 
Un silbido prolongado ; 
Y en seguida anuncia un grito 
Que en el abismo infinito 
Otra hora se ha sepultado. 

De la noche á la mañana, 
Cada minuto de la hora 
Interpreta en voz humana 
Los golpes que la campana 
Arroja grave y sonora. 

Pero este reloj viviente 
Retumbo de la campana. 
Buscaría inútilmente 
En el instante presente 
El de otra hora más temprana. 



— 24 — 

Pasó para no volver, 

Y eterna será su huida : 
Que la hora que pasó ayer 
Es una hora que el no ser 
Cercena de nuestra vida. 

No la detiene en su casa 
Aquel de tesoros lleno ; 
Ni aquel de fortuna escasa, 
Pues que para todos pasa 
La hora que canta el sereno. 

Porque junto con la voz 
Que nos dice la hora nueva, 
El tiempo que huye veloz 
Se apodera de las dos 

Y á la eternidad las lleva. 

Pasa para la belleza, 
Que nos encanta y subyuga. 
La hora que vá y la que empieza 
Dejando sobre ella impresa 
La línea do habrá una arruga. 

No pasa con'más despacio 
Por la techmnbre dorada 
De las salas de palacio ; 
Antes si, corre su espacio 
Con rapidez duplicada. 



— 25 — 

Pasa para el orgulloso 
A quien ¿upo por fortuna 
Llevar un nombre famoso : 
Para el viejo y para el mozo, 

Y para el que está en la cuna. 

Y en este eterno pasar 

De una hora tras la siguiente, 
Caminamos sin cesar. 
Sin que podamos parar 
Aún el instante presente. 

Porque al decir los serenos 
El instante que entonce es, 
Ya es uno de los ajenos, 
En nuestra vida de menos 
El otro instante después. 

Y en tanto que el tiempo vuela, 

Y nuestra vida se estrecha, 
El sereno es centinela. 

Que animcia que el tiempo es tela 
De que la vida está hecha. 

Porque bien examinada 
¿Qué es ima hora vivida, 
Más que ima hebra muy delgada. 
Que con otras enlazada 
Forman el tejido rítfa? 



— 26 - 

4 Pero qué sirve este aviso, 
Que por momentos tenemos ; 
Cuando el tiempo escurridizo 
Se nos pasa de improviso 
Sin que una hora aprovechemos? 

Sumidos en sueño inerte 
Nos ve cada hora en su huida 
Hacer de la vida muerte, 
Acortando de esta suerte 
Los momentos de la vida. 

Porque en suma ¿qué es dormir? 
¿No es morir un tiempo dado? 
Y si el dormir es morir 
No. es la vida disminuir 
El tiempo al sueño entregado? 

En vano canta el sereno 
Las horas que van pasando 
Si tratamos como ajeno 
El tiempo malo, y el bueno, 
Que el sereno va anunciando. 

Asi en vano voltejea 
El cárabo taciturno. 
Cuando con su luz platea 
El astro de Citerea 
El denso manto nocturno. 



— 27 — 

Igual resultado deja 
El sereno en favor nuestro 
Cuando nos canta en la oreja, 
Que el vuelo con que se aleja 
Aquel pájaro siniestro. 

Asi con celeridad 
De un instante en otro instante, 
Sin valuar su brevedad 
Vamos á la eternidad 
Tras otros que van delante. 

Allí es donde todo para, 
Y de donde nada vuelve 
A pasar por do pasara 
Desde que en su seno avara 
La eternidad nos envuelve. 

Triste aquel que solo espera 
Respirar él aire ajeno ; 
Para quien la hora postrera 
Proscrito en tierra estranjera 
Ha de anunciar el sereno. 



Santiago de Chile, Junio 7 de 1842. 



LA CAMPANA 



Campana grave y sonora, 
Cuando el martillo te ha herido, 
Del reloj para dar la hora. 
Cuando viene hasta mi oido 
Tu voz fuerte y vibradora, 



No es tu tañido una queja 
Que el badajo arranca al bronce, 
La que retumba en mi oreja; 
La voz del tiempo es que entonce 
Me dice adiós, y se aleja. 



Cuando tu voz por el viento 
Parte desde el campanario, 
Y anunciando va el momento 
De concurrir al Santuario 
Para el sacrificio incruento. 



— 30 — 

Entonces no es tu sonido 
La articulación ó voz 
Que el martillo ha producido I 
Es esta la voz de Dios 
Que á sonar viene en mi oido. 

Cual el de la voz humana, 
Es el misterioso son 
De la armoniosa campana, 
Que en cada nueva inflexión 
Nuevo sentimiento emana. 

En la noche torva, oscura, 
Cuántas veces tu cadencia 
A mi mente se figura, 
El grito de una conciencia 
Que en la soledad murmura I 

Si al alba, dulce y canora. 
Acompañas la avecilla 
Que hace el saludo á la aurora. 
Eres la espresion sencilla 
Del alma que á Dios adora. 

Un repique estrepitoso 
Dice que al mundo ha venido 
Un niño tierno y hermoso 
En que vé reproducido 
El padre su ser dichoso. 



— 31 — 

Pero suena de otra suerte 
Esta campana y anuncia;, 
Que un joven robusto y fuerte, 
Cual débil tallo de juncia, 
Cayó al golpe de la muerte. 

Resuena su triste acento 
En la noche silenciosa 
Para avisar el momento 
Que á una madre y tierna esposa 
Le llevan el sacramento. 

Cada uno desde su lecho, 
Al escucharte, campana. 
Dice dentro de su pecho : 
«Quizás sonarás mañana 
Por mi animciando igual hecho». 

También en medio del dia, 
Con acento lastimero 
Y fúnebre melodía, 
Anuncias al pueblo entero 
De un anciano la agonía. 

En continua vibración 
Tu voz magestuosa y recia, 
Convoca á oir el sermón 
Que precederá en la iglesia 
A la devota oración. 



— 32 — 

Con plañidero sonido 
Das el aviso en compendio, 
De que el fuego embravecido 
En las llamas de un incendio 
Una casa ha consumido. 

Cual prolongado sollozo 
Que arranca intenso dolor, 
Tu retumbo cadencioso. 
Que no envié otro temblor 
Suplica al ser poderoso. 

Conmoverá su sonido 
Al corazón más bastardo 
Cuando al viajero perdido 
Le anuncia en el San Bernardo 
Do será bien recibido. 

Pero no solo es, campana, 
La voz de la religión 
Ese son que de tí emana. 
El es también la espresion 
De la alegría mundana. 

Y, cuántas veces ha sido, 
TaUsman afortunado 
Tu retumbante sonido. 
Que en defensa del Estado 
A los hombres ha reunido ! 



— as- 
para unir la muchedumbre 
Y resistir á la España, 
El Indio sobre la cumbre 
De una elevada montaña 
Encendía una gran lumbre ; 

Y el antiguo Caledon 
Despachaba mensajeros, 
Cada uno con un tizón. 
Que citasen los guerreros 
De los Clanes á reunión. 

En la campana tenían 
Un medio más pronto y cierto 
Nuestros Padres, si querían 
Reunirse en Cabildo abierto, 

Y á su toque concurrían. 

¿ Quién será aquel que no estime 
Conservar en su memoria, 
Un punto que le aproxime 
A aquellos tiempos de gloria, 
En su recuerdo sublime ? 

Cuando esos héroes supieron 
Vengarse de las injurias 
Que los reyes les hicieron ; 

Y el yugo de tres centurias 
Tan animosos rompieron ! 



— 34 — 

Para tí, Patria querida, 
Ese tiempo es ya pasado ! 
Una turba envilecida 
De esclavos, ha remplazado 
Aquella gente escojida. 

Ahora el tirano llama. 
Como á su perro el pastor, 
A esa junta que proclama 
Héroe, á un vil degollador. 
Cuando más terco la infama. 

Para defender sus fueros 
Ha puesto ya la nación 
En campaña sus guerreros. 
Forzoso es que haya una acción 
En que midan sus aceros. 

Cada uno tira la cuenta 
De el dia que debe ser 
Esta batalla sangrienta : 
Todos quieren entrever 
Lo que el general intenta. 

En un mapa aquel calcula 
Con el compás la distancia 
Do las huestes acumula : 
Otro allá con arrogancia 
Los movimientos regula. 



— 35 - 

Viene un posta á dar aviso 
Que la acción está empeñada : 

Y anuncia que de improviso 
Se principió la jornada, 

Y que el triimfo está indeciso. 

Crece entonces la ansiedad, 

Y las congeturas crecen ; 
Inquieta la sociedad, 
Solo corrillos ofrecen 
Las calles de la ciudad. 

En sudoroso corcel 
Cruza un militar la plaza : 
Descubrir quieren en él 
No un simple oficial que pasa, 

Y le siguen en tropel. 

Rodeado de esta caterva 
Llega á casa del gobierno, 

Y sin ver que se le observa 
Penetra al recinto interno 
Con afectada reserva. 

Con más zozobra y cuidado 
Todo el concurso se afana 
Por saber el resultado. 
Hasta que al fin la campana 
Dice la acción se ha ganado. 



— 36 — 

En los rostros la alegría 
Cual chispa eléctrica corre : 
Ya ninguno desconfía 
Desde que escucha en la torre 
La buUiciosa armonía. 

Triste el que en tierra estrangera 
Desde su Patria lejana 
Alguna noticia espera ! 
Muda es para él la campana, 
Para otros tan vocinglera. 

Tu plácida entonación, 
Recuerda el dia grandioso 
En que la revolución 
Tendió á sus pies el coloso 
De tres siglos de opresión. 

Y en tanto que la alegría 
Se espresa con tus sonidos, 
El pié de la tiranía 
Huella los lares queridos 
De la dulce Patria mía ! 

No quieras, por Dios, sonar 
Saludando el primer rayo. 
Que sobre el Plata ha de enviar 
El próximo sol de Mayo, 
Si al tirano ha de alumbrar. 



— 37 — 

Muera ese tirano atroz 
Antes que llegue ese dia ; 
Y, sino, calle tu voz ! 
¡ No haya un eco de alegría 
Ni aún fugitivo y veloz ! 

Entonce en mi último aliento 
No sonará la campana, 
Que anunció mi nacimiento ! 
Proscripto en tierra lejana 
No tendré ni este contento. 



Santiago de Chile, Junio 7 de 1842. 



MALVINA 



Cuando va tu voz, Malvina, 
Siguiendo cada inflexión. 
Del tíemo armonioso son 
Que esprime tu arpa divina : 
Cuando tu mano graciosa 
Pulsa la trémula cuerda. 
Sin que á su contacto pierda 
Su blandura deliciosa : 
Entonces, bella Malvina, 
Imposible es que haya un alma 
Que se mantenga en su calma 
En tu presencia divina. 

Si de la verde gramilla 
Al compás del oboe 
Tu pequeñísimo pié 
Los tiernos tallos humilla : 
Si de actitud voluptuosa, 



— 40 — 

Tu talle gentil y esbelto 
Ajil cambia ; y siempre suelto 
Otra toma más airosa : 
Entonces, bella Malvina, 
Apenas hubiera un alma 
Que conservase su calma 
En tu presencia divina. 

Si tus labios de carmín 
Los conmueve una sonrisa, 
Y en tus dientes se divisa 
La blancura del jazmin : 
Si el pañuelo trasparente. 
Que el candido pecho encubre, 
Al blando latir descubre • 
La móvil forma turgente : 
Entonces, bella Malvina, 
No hay sobre la tierra un alma 
Que pueda mostrarse en calma 
En tu presencia divina. 

Si tus ojos humedece 
Centellante y cristalina 
Una lágrima, Malvina, 
Al ver un ser que padece ; 
Si al correr por tu mejilla 



— 41 — 

Para en ella un solo instante 
Como chispa de diamante 
Que sobre una rosa brilla : 
Entonces, bella Malvina, 
No creo que hubiera un alma 
Que permaneciese en calma 
En tu presencia divina. 

Cuando el nítido arroyuelo 
Con su linfa cristalina 
Cubre tus formas, Malvina, 
Como transparente velo ; 
Y que bulliciosa y pura 
Lamiendo el nevado cuello 
Los rizos de tu cabello 
Acaricia con blandura : 
Entonces, bella Malvina. 
Estoy cierto que no hay alma. 
Que pudiera estar en calma 
En tu presencia divina. 

En blanco y mullido lecho 
Vi, de Malvina dormida. 
La cabellera esparcida 
Sobre el cuello y lindo pecho. 
No era de simple mujer. 
Era de ángel su presencia. 



— 42 — 

Era la misma inocencia 
Representada en su ser. 
Entonces, bella Malvina, 
Entonces, sentí que mi alma 
Había perdido su calma 
En tu presencia divina. 



Santiago de Chile. Julio 7 de 1842. 



A ORSILA 

EN SU EMIGRACIÓN 



¿Por qué dime, Orsila, 
Mancilla tu hermosura 
Un tinte de amargura, 
Reflejo del dolor? 
¿En el alma más pura 
Que crió naturaleza 
Derrama la tristeza 
Amargo sinsabor? 

¿ Solo porque dejaste 
El recinto argentino 
En tu rostro divino 
La angustia impresa va? 
No es el suelo, Orsila 
Lo que patria se llama. 
Donde está lo que se ama 
Allí la patria está. 



— 44 — 

En el helado polo 
Contigo, amiga mía, 
Mi espíritu hallaría 
Encantos y placer; 

Y el solar de mis padres 
Sin tí, Orsila, fuera 
Una tierra estrangera. 
Mansión de padecer. 

Que al hombre no es posible 
Vivir quieto y sereno 
Respirando aire ajeno 
Por experiencia sé. 
Once años he vivido 
En la tierra extranjera ; 

Y aún hoy i quién lo creyera ! 
La pisa incierto el pié. 

Si el nombre de mi patria 
Suena en mi ardiente labio 
¡ Cuan austero resabio 
En mi alma deja en pos ! 
Este nombre querido 
Retraza en mi memoria 
La tenebrosa historia 
De ese período atroz. 



— 45 — 

¿No ves ya cuantos años 
Al destino le plugo 
Bajo afrentoso yugo 
A nuestra patria uncir ? 
A vivir fugitivos 

Y errantes nos condena, 
Buscando en tierra ajena 
Lugar donde existir. 

Empero, si arrojados 
Somos á país lejano 
Dó su hálito el tirano 
No pueda derramar : 
Allí estará la patria, 
Si allí libres vivimos : 

Y si libres sentimos 
Las delicias de amar. 

Cual aire fugitivo 
Que las hojas ajita 

Y que libre visita 
La solitaria flor : 
Así, Orsila, bella, 
Cual suelta mariposa 
En libertad dichosa. 
Nos visita el amor. 



— 46 — 

Entre ruinas y escombros 
Ni entre árido ramaje 
De la yerba salvaje 
Amor no estampa el pió : 
Donde la tiranía 
Con sangre el campo riega, 
Sus alas no despliega, 
Su lampo no se vé. 

Do aromáticas flores 
Vierte la primavera ; 
Do esmalta la pradera 
De risueño verdor; 
Do libre como el aire 
El pensamiento gira ; 
Do libertad respira. 
Morada es del amor. 

Ningún afecto tierno, 
Mi celestial amiga. 
El corazón abriga 
En triste esclavitud. 
Pasiones generosas 
El esclavo no siente. 
Encórvase paciente, 
Y obra por habitud. 



— 47 — 

Un corazón, Orsila, 
Que algún dia ha latido, 
Sin que le haya oprimido 
Tiránico rigor. 
No vive sino siente, 
Que el blando amor le ajita : 
Solo amando palpita; 
Su vida es el amor. 

Y bajo el yugo odioso 
Que nuestra patria oprime, 
Cuando cada uno gime 
So el brazo asolador 
De un tirano que todo 
Lo mancha y aniquila, 
¿ Quién, divina Orsila, 
Suspirará de amor? 

Olvidemos el suelo 
Do la lumbre, Orsila, 
Nuestra tierna pupila 
Hirió la primer vez ; 
Hasta que los tiranos 
Huyan de su recinto ; 
Y hasta que quede extinto 
El rastro de sus pies. 



— 48 — 

No juzgues, linda amiga, 
Que me es aborrecido 
Ese suelo querido. 
Do por dicha nací. 
Rencor á los tiranos. 
Odio á la tiranía 
Es solo, amiga mía, 
Lo que hace que hable asi. 

Lo amo, mil veces lo amo, 
Orsila, y si muriese 
En la tierra estranjera 
En él fuera á buscar 
Mi espíritu morada, 
Y en sus bellas llanuras 
Entre las auras puras 
Iría á reposar. 

Preciso es que el encono 
Burlemos de la suerte 
Oponiendo alma fuerte 
A dura adversidad ; 
Diráse que proscritos 
Nuestros días pasamos, 
Pero que conservamos 
Amor y libertad. 

Santiago de Chile, 1842. 



AL PIÉ DE UNA MA 

DÉCIMA 



Al ver tu pequeño pie, 
Y la pierna á que está asido, 
Mi pensamiento ha medido 
Lo demás que no se vé. 
En vano el vestido á fó 
Oculta tanto portento; 
Los roba por un momento 
Al ojo, pero ¿que avanza? 
Si donde el ojo no alcanza 
Se introduce el pensamiento. 



EN UN ÁLBUM 



SONETO 

Cual árbol solitario, que en su huida 
Espumoso torrente ha derribado 
Y es por sus tiu^bias ondas arrastrado 
A una orilla quizás desconocida. 

En la escabrosa senda de la vida, 
Por destino fatal y despiadado, 
Me veo á mi pesar precipitado 
Sin poder levantar de mi caida. 

Do quiera que mis ojos se dirijen 
Procurando evitar mayores daños 
Nuevos pesares sin cesar me allijen. 

Una escuela de amargos desengaños 
Mis horas fueron, y la suerte exige 
Que en tierra extraña viva, y entre extraños. 

Valparaíso, Diciembre 13 de 1842. 



DELICIAS DE LA VIDA CAMPESTRE 



Deja el mullido lecho, 
Lisis graciosa y bella, 
Que en el cielo una estrella 
No centellea ya ; 
Tras de la onda azulada 
Del mar del occidente, 
De la luna fulgente. 
El disco oculto está. 



Orillas de esta fuente 
Sonora y cristalina 
La brisa matutina 
Ven, Lisis, á respirar : 
Verás mis cabritillos 
Triscar por las laderas 
Y mis mansas corderas 
Alegres retozar. 



— 54 — 

De flor en flor vagando 
Verás las mariposas, 
Y entre aromas y rosas 
La abeja voltegear; 
Oirás entre el follaje, 
Blandamente mecido, 
Del céfiro el jemido 
Que allí viene á espirar. 

Bajo los bosquecillos 
Que guarnecen la entrada 
Del valle, Lisi amada, 
Allí te esperaré, 
De lindas minituzas 
Que esmaltan esta falda 
Tejeré una guirnalda 
Que á tu sien ceñiré. 

Mi cabana aunque pobre. 
Siempre fresca y aseada, 
Por árboles sombreada 
Asilo te dará : 
Do los rayos solares 
A penetrar no alcancen 
Do tus miembros descansen 
Mientras el sol se vá. 



— 55 — 

Deja, Lisís, que el rico 
Inerte se consuma 
Sobre lecho de pluma 
En su letal sopor. 
Nosotros entre tanto 
Gocemos la belleza 
De la naturaleza 
Con el primer albor. 

De las grandes ciudades 
El morador ignora 
Cuan hermosa es la aurora, 
Cuan bello el arrebol 
Con que esmalta los campos 
La luz de la mañana, 
Ese fulgor de grana 
Con que los dora el sol. 

El no sabe cuan grato 
Es sobre las colinas 
Las brisas matutinas 
V^nir á respirar ; 
Ni conoce el aroma 
Que el aire perfumado 
Por las flores del prado 
Derrama sin cesar. 



— 56 — 

¿Gustó una vez acaso 
El agua de la fuente, 
Que pura y trasparente 
Lamiendo la raíz * 

Q6 las vanadas plantas 
Entre algas se desliza, 
Y su orilla matiza 
De flores un tapiz ? 

No, Lisis : solo el campo 
Ofrece tales goces ; 
Tú que no lo conoces 
Ignoras su valor. 
Ven, gusta estas delicias. 
Que en el alma no dejan 
Si alguna vez se alejan, 
Austero sinsabor. 



Solo el campo merece 
Tenerte entre sus flores. 
Para que á sus olores 
Tu aliento aromas dé. 
Tu que eres peregrina 
Cual la flor del desierto, 
¡ Cuan místico concierto 
Harás donde ella esté ! 



— 57 — 

Los valles solitarios 
Criólos Providencia, 
Para que á la inocencia 
Seguro asilo den. 
En ellos halla el hombre 
Que tímido se aleja 

Y el torbellino deja 

Del mundo un nuevo Edén. 

El aire emponzoñado 
Que exhalan las ciudades, 
No es en las soledades 
Do se viene á esparcir : 
Allí el grito doliente, 
Allí el hondo gemido 
Del misero oprimido 
No se dejan sentir: 

Cuando ensañado brama 
El toro en la alta sierra, 

Y entre nubes de tierra 
Envuelve su clamor 

El dolor no le arranca 
Su mugido sonoro ; 
No es la espresion del lloro 
La voz, es del amor. 



— 58 — 

Si gime en la espesura 
La tórtola inocente, 
No se queja doliente 
De que haya el cazador, 
Ck)n tiro inesperado, 
Robádole á su nido 
El consorte querido 
Objeto de su amor. 

El lujo de los grandes 
Que en las ciudades brilla, 
Aquí no nos humilla 
Rompiendo la igualdad. 
A la joven hermosa . 
La salud da colores, 
Y el campo bellas flores 
Que adornen su beldad. 

Infame aquí no mancha 
El labio la mentira. 
Verdad solo respira 
Pureza y sencillez; 
Es solo en los salones 
Do el cortesano mora 
Do lengua engañadora 
Hace uso del doblez. 



— 59 - 

La mano ensangrentada 
De un tirano no asusta ; 
Ni sombría y adusta 
Levanta aquí su faz ; 
Aduladores no halla 
Aqui la tiranía; 
Ni vil, con osadía 
Para ser su secuaz. 

Como el aire que suelto 
Circula en la llanura, 
Rizando la verdura 

Y meciendo al huir 
El espeso follaje 

Del bosque silencioso, 

Y im eco misterioso 
Recojo su gemir. 

Así es, Lisis, el hombre 
Que en el campo reside : 
Su libertad no mide 
Ni la ley, ni el poder. 
En medio del desierto 
O bajo su cabana 
La libertad no extraña 
Hoy, que gozaba ayer. 



— 60 — 

Deja el mullido lecho, 
Lisis encantadora, 
Que ya los prados dora 
El rayo matinal. 
El cielo y el desierto 
Es la hora en que se anegan 
En luz, y que despliegan 
Grandeza sin igual. 

Ven dulce y tierna amiga, 
Ven candida paloma 
A henchir de grato aroma 
Tu puro corazón ; 
Ven rosa solitaria 
Del escondido valle 
A donde tu alma no halle 
Ni engaño, ni ficción. 

En las ciudades queden 
Los que gustan de engaños : 
Pasen alli sus años 
Mendigando el favor. 
Del poderoso esquivo. 
Del intrigante artero. 
De adulador rastrero 
De dama sin pudor. 

lima, Enero 17 de 1843. 



Á UNA MUJER 



4 Por que dime, bella Elisa, 
Entre tus labios ayer 
Se mecía una sonrisa, 
Pura y solemne divisa 
De inocencia y de placer! 



¿Por qué hoy ha reemplazado 
El sonreír delicioso. 
En tu labio colorado 
Inocente y deUcado 
La contracción del sollozo? 



4 Qué ha podido en tu alma pura 
La paz haber alterado, 
Que hoy se advierte en tu figura 
Esa impresión de amargura 
De un corazón ulcerado? 



— 62 — 

Dibujado está en tu frente 
El amargo descontento, 
Que una conciencia doliente 
De lo pasado, al presente. 
Hace el continuo tormento. 

Cual la brisa matutina 
Que las flores va meciendo 
Por el valle y la colina, 

Y que vaga y peregrina 

Sus perfumes va esparciendo. 

Asi eras ayer Elisa: 
El aliento de tu boca 
Era la celeste brisa 
Que en el verjel se desliza; 
Tus labios, la flor que toca. 

Ayer brillaban tus ojos 
Cual de candida paloma; 

Y ahora lánguidos y rojos 
Entre sus párpados flojos 
Una lágrima se asoma. 

Pero no es aquel humor 
Que al corazón la ternura 
Arranca en sutil vapor, 
Que lo condensa el dolor, 

Y el ojo le dá soltura. 



— 63 — 

Es aquel liquido ardiente 
Con que la conciencia moja 
El ojo del delincuente, 
Que el ojo no lo consiente, 
Y de su órbita lo arroja. 

Ayer, Elisa en tu lecho, 
Eras un ángel dormido; 
El blando latir del pecho 
Mostraba que satisfecho 
Se había al sueño rendido. 

Tu dormir, Elisa, hoy día 
Es la convulsión violenta 
Que acompaña la agonía 
Del que una conciencia impía 
En la última hora amedrenta. 

De la noche á la mañana, 
Dejaste de ser aquella 
Cuya hermosura temprana 
Fresca, pulida y lozana 
Era del cielo una estrella. 

¡ Pocos días han bastado 
Para destruirla del todo ! 
Un siglo entero ha dejado 
Sobre ella su pié grabado. 
Cual si fiíera sobre lodo ! 



— 64 — 

¿Qué huracán te ha marchitado 
Pobre solitaria flor, 
Que tu cáliz perfumado 
Roto ha caido deshojado 
Sin fragancias, sin color? 

¡ Pobre Elisa, qué lección 
En ti el cielo nos ha dado ! 
Suya, suya es la invención 
Tú solo eres el catión 
En que la ha manifestado. 



Santiago de Chile, Junio 19 de 1841. 



LA JUDIA 



¿Dónde vas, hija de Sion, 
Tan sola por el desierto 
Do ruje el tigre y el león, 
Do el pié vacilante, incierto, 
Puede herirlo el escorpión 
Bajo la yerba encubierto? 
¿Dónde vas? No sigas, ven, 
Hija de Jerusalen. 



¡ Desgarrado está tu manto, 
Desgreñado tu cabello ! 
Veo que apaga el espanto 
De tu rostro el tinte bello I 
Y tu ojo negro, entre tanto 
Que arroja mustio destello. 
Vaga indeciso ó incierto 
Por el inmenso desierto ! 



— 66 — 

¿Callas? Pero á qué callar, 
Si del pesar que te humilla 
El anuncio viene á dar 
Esa lágrima que brilla, 
Y lenta se ve pasar 
Por tu pálida mejilla? 
¿ Quién causa la pena amarga 
Que tus palabras embarga? 



¡ Triste vastago de Israel I 
Honda copa de amargura 
Derramó toda su hiél 
En tu alma inocente y pura I 
El hombre bárbaro y cruel 
No respeta tu hermosura I 
Y te persigue tenaz 
Como al lobo montaraz. 



Adoras al Dios de todo 
Y esta adoración pretende 
El hombre , mísero lodo ! 
Porque no lo haces del modo, 
Que su ignorancia comprende ! 
¡ Y en nombre de Dios te quema 
O te lanza su anatema ! 



— 67 — 

Corre, apresura tu huida, 
Huye la persecución ; 
Y un asilo en su guarida 
Pide al despiadado león : 
El respetará la vida 
Que el hombre en la exaltación 
De su fanático celo 
Ofrecerle quiere al cielo. 

Empero ¿has puesto á medida 
El tremendo sacrificio 
Que consumas en tu huida? 
¿Has formado exacto juicio 
Si es que merece la vida 
Hacer en su beneficio 
Absoluta abnegación 
De cuanto ama el corazón? 

Huyes el suelo querido 
De la patria, donde dejas 
Lo que más grato te ha sido. 
Huyes sin ver que te alejas 
Donde no alcance tu oido 
A escuchar las tristes quejas 
De tu amante, de tu padre. 
De tu anciana y tierna madre. 



■- 68 — 

¿Quién en la persecución 
Les tenderá mano amiga? 
¿Quién en la oscura prisión 
Aliviará su fatiga? 
4 Quién partirá su aflicción 
Cuando consuelos les diga, 
Si la querida se aleja, 
Y la hija los padres deja? 

Empero ¿acaso le es dado 
Ofrecer algún servicio 
A los padres y al amado, 
A costa del sacrificio 
De la vida que ha salvado? 
No : de ningún beneficio 
Otra victima les fuera 
Que ardiese en la misma hoguera. 

Pero ¿dónde vas ? Ay triste 1 
¿Dó está tu patria y tu hogar? 
¿ Dó los padres que perdiste ? 
¿Dó aquel que juraste amar? 
Ya nada para ti existe ; 
j Y solo podrás hallar 
Sepulcro lejos del hombre 
En algún lugar sin nombre ! 



— 69 — 

j Ah ! só que patria no tienes 
Y que el hombre te ha privado 
De los más preciosos bienes 
Que el cielo al mortal ha dado ! 
Só que si vas, ó si vienes 
No mejorará tu estado ; 
Porque siempre y por do quiera 
Pisas en tierra estrangera ! 

Huye y si encuentras la muerte 
Entre las garras sangrientas 
Del tigre, no mejor suerte. 
En el país de do te ausentas. 
Los hombres han de ofrecerte, 
Si esta esperanza alimentas. 
La suerte que en él te espera 
Son las llamas de una hoguera. 

Después que hayas agotado 
El dolor en los tormentos : 
Después de despedazado 
Tu cuerpo en trozos sangrientos, 
Será vilmente arrastrado 
Por oprobio á pasos lentos, 
Entre la grita y desprecio 
De im pueblo bárbaro y necio. 



— 70 — 

Tu niñez y tu inocencia, 
Tus lágrimas, tu hermosura, 
Tu ninguna resistencia 
No harán tu vida segura. 
Una estraviada conciencia 
Aniquilarla procura 
Para aplacar el disgusto 
De un Dios sombrío y adusto. 

Huye en fin al bosque mnbroso 
Do planta humana maldita 
No estampó su rastro odioso. 
De la hoja que cae marchita 
Tendrás lecho de reposo : 
De otro árbol fruta esquisita 
Te dará el ramo frondoso. 
Allí tendrás muerte lenta 
Pero sin dolor, ni afrenta. 



Santiago de Chile, Julio 7 de 1841. 



LAS LLANURAS 

DE LA REPÚBLICA ARGENTINA 



¡ Qué bello es en la llanura 
El despertar de la aurora, 
Cuando con su lumbre pura 
Las sábanas de verdura 
El sol refulgente dora ! 

Nada á la vista se ofrece 
Que estorbe ver descubierto 
El sol que por grados crece, 
Y cual jigante aparece 
Al extremo del desierto. 

Aún no muestra en el oriente 
El astro de la mañana 
Su gran disco refulgente, 
Cuando corona su frente 
Una aureola de oro y grana. 



— 72 - 

Cambia este iris sus colores, 
Poco á poco, y desde luego 
Se enrojecen los vapores 
Hasta que el sol sus fulgores 
Ostenta en un mar de fuego. 

Entonces sobre cada hoja 
Del trébol y la gramilla. 
El rocío que las moja 
Al rayo que el astro arroja 
Es un diamante que brilla. 

Todo entonce en la llanura 
Es magnifico y grandioso. 
Mece el aire la verdura, 
Todo es luz, todo hermosura. 
Todo es bello y misterioso. 

No es allí donde el oído 
Regala el canto armonioso 
Del ruiseñor que escondido 
Saluda desde su nido 
Al luminar magestuoso. 

En la sábana espaciosa 
No hay un árbol verde ó seco. 
En cuya rama frondosa 
Jima tórtola amorosa 
Y su voz repita el eco. 



— 73 — 

Pero se vé el cuerno erguido 
Del toro que con su planta 
Caba el suelo embravecido, 

Y á la par de su bramido 
Nubes de polvo levanta. 

Más allá se vé corriendo 
El potro gallardo y bello, 
Que las yeguas va siguiendo, 

Y mil corvetas haciendo 
Arquea el crinado cuello. 

Allí tropa numerosa 
De gamos viene pastando, 

Y por instinto medrosa 
La cabeza magestuosa 
Levanta de cuando en cuando. 

Y si en la inmensa pradera 
Se siente leve ruido 
Huye con planta lijera ; 

Y en su rápida carrera 
Marcha el escuadrón reunido. 

Acá cual alto plumero. 
Que flexible ondea incierto 
Sobre el casco de un guerrero, 
Muestra el humo el paradero 
Del monarca del desierto. 



— 74 — 

A su alrededor se miran, 
En distintas direcciones 
Ginetes que el lazo giran, 
Que se acercan y retiran 
En sus lijeros bridones. 

Un escuadrón de repente 
Se vé que formado avanza. 
Que denodado y valiente 
Con bizarro continente 
Cada uno lleva su lanza. 

El ojo se fija atento 

Y entonce á entrever alcanza 
Que este bélico armamento 
Es de avestruces un ciento, 

Y cada cuello una lanza. 

Cuando todo en el oriente 
Está calmado y sereno, 
Negra nube al occidente 
Arroja el rayo fulgente 
Precursor de horrendo trueno. 

El viento por grados crece, 

Y silva por la llanura. 
Que obstáculos no le ofrece. 

Y el dia cambiar parece 

De improviso en noche oscura. 



— 75 — 

Entonce el cuadro grandioso 
Toma un aspecto espantable : 
Del luminar majestuoso 
Cubre el disco luminoso 
Negro velo impenetrable. 

Cruzan en vuelo lijero 
De patos pardas bandadas 
Del chajá y el terotero 
Se oye el grito plañidero 
En voces desentonadas. 

Brama el toro en modo extraño, 
Da el potro extraños bufidos ; 
Mientras el manso rebaño 
Anuncia inminente daño 
En lastimosos balidos. 

De un momento á otro momento 
Brilla el rayo, y desde luego 
Parece que este elemento 
Desciende del firmamento 
En una lluvia de fuego. 

A contemplar respetuosa 
El alma se reconcentra 
Esta escena portentosa, 
Y la mano poderosa 
Del supremo ser encuentra. 



- 76 — 

Y entonces toda abismada 
En religioso fervor, 
Ya le bendice humillada, 
O ya se eleva confiada 
Hasta el trono del Criador. 

La calma se restablece 
A la par que el viento cesa, 
El sol de nuevo aparece, 

Y más risueña se ofrece 
Toda la naturaleza. 

A lo lejos se divisa, 
Del desierto en la ancha falda, 
Un iris que el sol matiza 

Y con sus extremos pisa 
Sobre un campo de esmeralda. 

Rompe las nubes el viento 
Do el iris brilló poco antes ; 

Y en grupos de ciento en ciento. 
Por la faz del firmamento. 
Cruzan cual fieros jigantes. 

Baja el sol al occidente 

Y antes de haberse escondido 
Cubre una nube su frente. 
Cual cortinaje esplendente 
Con franjas de oro guarnido. 



— 77 — 

¡ Oh cuan bella es la llanura 
De la amada patria mía ! 
4 Mas que sirve su hermosura 
Cuando con su planta impura 
La oprime la tiranía? 

j Oh cuánto más dulce fuera 
Nacer en país menos bello, 
Con tal que de él no tuviera. 
Que huir á tierra estrangera 
O llevar de esclavo el sello ! 

Mas ya que á esta alternativa 
Me ha condenado el destino, 
Conservaré mientras viva 
Un alma fuerte y altiva 
Digna del nombre argentino. 



Santiago de Chile, Julio 19 de 1841. 



EL TROVADOR PROSCRITO 



Cante el Bardo dichoso 
Al lado de su amada 
Los triunfos de su espada 
Las glorias del amor ; 
Mientras que en tierra estraña, 
En triste albergue llora, 
Su Patria y la que adora 
Proscrito el Trovador. 



Cuando la penachuda 
Elevada cimera 
La cabeza altanera 
Sombreó del Trovador ; 
Cuando el brazo esforzado 
Blandía con pujanza 
La poderosa lanza, 
Se admiró su valor. 



• — 80 — 

Hoy nadie reconoce 
Aquel viejo guerrero 
Cuyo guante de acero 
Tan respetado fué ; 
Ni de las cicatrices 
Que su pecho presenta 
Ninguno hace ya cuenta 
Ninguno ya las vé. 

No ya de sus colores 
Ciñe el brazo membrudo, 
Ni' en el pesado escudo 
Emblema hay ó señal, 
Que anuncie al que lo mira 
El rango del guerrero. 
Ni la patria, ni el fuero 
Del bravo menestral. 

Solo quedan los golpes 
Del acero enemigo. 
Ellos son el testigo 
De que guerrero filó, 
El que llevó el escudo. 
Do la punta acerada 
De la enemiga espada 
Dio el golpe que aún se vó. 



— 81 — 

El tiempo ha envejecido 
Sus lauros y su gloria, 
j Ingrata la memoria 
No los recuerda ya; 
Y estrangero en el suelo 
Que libertó su espada, 
Gime en choza ignorada; 
Solo él sabe dó está I 



Un tiempo hubo que altiva 
Su patria alzó la frente 
Y una aureola fulgente 
Ciñó su augusta sien ; 
Sus bardos la cantaron 
En justas y festines. 
Sus bravos Paladines 
La ensalzaron también. 

No solo en la defensa 
De los paternos lares. 
Ni solo en sus hogares 
Supieron combatir. 
Su espada victoriosa 
Brilló en tierras extrañas, 
Sus proezas y hazañas 
Hiciéronse esculpir. 



— 82- 

Pasaron esos tiempos 
Pasaron esos años 
¡ Oh cuantos desengaños 
Han dejado detrás I 
Cayó el laurel marchito 
De la sien del guerrero, 
Recuerdo pasajero 
Le queda ya no más. 

No ya la banderola 
De la lanza pendiente 
Flamea, ni se siente 
El duro arnés crujir; 
Ni el acerado peto, 
Ni la bruñida malla. 
En justas ó batalla 
Se miran relucir. 

La sala del banquete 
Desierta está y oscura. 
De su arpa la dulzura 
No esprime el menestral ; 
Ni el crujir de las armas 
Que viste el caballero, 
Anuncia del guerrero 
La presencia marcial. 



— 83 — 

I Todo, todo ha concluido 
Que al fin todo se pierde ! 
Nada hay ya que recuerde 
Aquel valor audaz, 
Que asombró en los combates, 
Que brilló en los torneos: 
Espadas y trofeos 
Descansan hoy en paz. 

Huella un tirano oscuro 
La patria y sus destinos, 
Cuadrillas de asesinos 
Afianzan su poder. 
De altivez y bravura 
Tan solo restos quedan. 
Que ni acaten, ni cedan 
A su brutal querer. 

¡ Por qué, por qué en el campo 
Del combate postrero. 
La muerte del guerrero 
No cupo al Trovador ! 
Que al que de \m golpe pierde 
Su patria y su querida, 
¿De qué precio es la vida 
Sin patria y sin amor? 



— 84 — 

¡ Oh cuánto mejor fuera 
Que acabara ese día, 
Que no en lenta agonía 
Hallar un triste fin ! 
¡ Mas ay 1 Huesa ignorada 
En la tierra estrangera, 
Es lo único que espera 
Proscrito el Paladín. 



Santiago de Chile, Agosto 9 de 1841. 



PENSAMIENTOS SOBRE LA AMISTAD 



Dedicados á D. Mauricio Rugendas 



La vida es mar tempestuoso 
De mil escollos cubierto, 
En donde hay un solo puerto 
Que ofrezca seguridad : 
Es entrada la virtud 
A ese puerto de salud, 
Y este puerto es la amistad. 



Más de una soberbia nave 
Desafiar tormenta fiera, 
Vi con desden altanera 
Este puerto despreciar. 
Arreció su furia el noto, 
Y yo vi su casco roto 
Himdirse en la onda del mar. 



— 86 - 

He visto débil barquilla 
En el puerto sin afán, 
Más impetuoso huracán 
Que esas naves resistir; 
Y en más plácido momento, 
Tender sus velas al viento 
•Y su derrota seguir. 

Cuando la diosa inconstante 
Nos prodiga sus favores, 
Los más altivos señores 
Disputan nuestra amistad : 
Más si la espalda nos vuelve, 
Como el humo se disuelve 
Esta mentida lealtad. 

Tristes y errantes entonces, 
Como el ave de pasaje. 
Solitarios nuestro viaje 
Tenemos que continuar. 
Donde antes la patria fuera 
Ahora es tierra estrangera, 
Allí no está nuestro hogar. 

Mas si en tan fiera borrasca 
Vemos una mano amiga. 
Que cuidados nos prodiga 



— 87 — 

Por calmar nuestra aflicción. 
A éste placer inefable, 
No hay un punto comparable 
En toda la creación. 

La lágrima de un amigo 
Cuando el mal nos martiriza, 
Bálsamo es que cicatriza 
La herida del corazón : 
Sus palabras, el consuelo 
Que un ángel trae del cielo 
En las horas de aflicción. 

Aquel seno cariñoso 
En que tantas ocasiones, 
Sus angustias y aflicciones 
Mi pecho fué á derramar : 
Aquel corazón amigo, 
Que lloró junto conmigo 
¿Quién lo podrá reemplazar? 

Feliz el mortal que alcanza 
Que un amigo le dé el cielo. 
Mientras que en rápido vuelo 
Le arrastra el tiempo tras sí ; 
Y que las horas amargas. 
Para el infeliz tan largas. 
Acelerar puede así. 



— 88 — 

Esas horas bulliciosas, 
Horas sin repetición, 
Horas que en el alma son 
De dicha y prosperidad. 
Se sienten multiplicarse, 

Y sabrosas dilatarse 
Partidas con la amistad. 

Pero si esas mismas horas, 
Busco y no encuentro al amigo. 
Que había de partir conmigo, 
Estas horas de embriaguez. 
El tiempo que las acecha 
En la eternidad las echa 

Y no vuelven otra vez. 

Esa mágica atracción 
Cuya misteriosa influencia, 
En toda nuestra existencia 
Se siente con tal poder, 
Que nos arrastra consigo 
A buscar un ser amigo 
A quien unir nuestro ser : 

Esa atmósfera risueña 
En que el alma se duplica 
Si á otra alma se identifica 



.— 89 — 

Hasta formar la unidad 
De dos almas, de tal modo, 
Que entre ambos forman un todo, , 
Esta es solo la amistad. 

Misero aquel que engañado 
Por im rastrero egoísmo, 
Juzga bastarse á si mismo 

Y desdeña la amistad. 
De la fortuna enemiga 
Un solo vuelco castiga 
Su necia temeridad. 

Los bienes que la fortima 
Nos prodiga á manos llenas. 
Pueden convertirse en penas 
Quizás una hora después ; 
Mas si im amigo nos queda. 
Bastante es para que pueda 
Tal revés, no ser revés. 

1 Triste aquel, que de amargura 
La profunda copa agota, 

Y que el dolor gota á gota 
Lacera su corazón ! 

Sin que una lágrima vea, 
Que signo espresivo sea 
De la agena compasión. 



— 90 — . 

Que si en su agonía busca 
Quien sus suspiros reciba 

Y con mano campasiva 
Sus ojos venga á cerrar, 
Solo se encuentra á sí mismo 
En el borde de un abismo, 
Que imposible es evitar 1 

Solo en vos grata amistad 
Quisiera darnos el cielo 
Un asilo sobre el suelo, 
Un puerto de salvación, 
A do ningún mal alcance, 

Y donde su paz afiance 
Siempre, siempre el corazón. 



Santiago de Chile, Octubre 17 de 1841. 



AL CUMPLEAÑOS DE UNA NIÑA 



Lolita, bella y querida, 
Más graciosa ó inocente 
Que el botón fresco y naciente 
De solitario rosal : 
Pura como la ariruma 
Que la floresta perfuma 
Con su hálito virjinal. 

Como la flor misteriosa 
Que en lejano valle nace, 
Crece, vive y se deshace 
Sin que un soplo destructor, 
Al cáliz embalsamado 
Robe el olor regalado, 
Ni de su tallo el verdor. 

Así mi linda Lolita, 
Crezca y viva tu inocencia, 
Sin que la turbe la influencia 



— 92 — 

Funesta de una pasión; 
Así la quietud de tu alma 
Deje en deliciosa calma 
Palpitar tu corazón. 

Cual solitario arroyuelo 
Cuyas linfas cristalinas 
Entre flores peregrinas 
Se deslizan sin sentir, 
Tu vida pura y felice 
Pacífica se deslice 
En un dulce porvenir. 

Así como tierna planta 
Cultivada por la mano 
De cuidadoso hortelano 
Se desarrolla precoz, 
La virtud en tu alma pura 
Por la maternal ternura 
Se desenvuelva ante Dios. 

En esos ojos azules 
Sin esfuerzo, sin molestia, 
En su mirar la modestia 
Sea el digno precursor, 
Y que tu mejilla pinte 
Del clavel el rojo tinte, 
Hijo siempre del pudor. 



— 93 — 

Pequeña eres todavía 
Mas son los rasgos tan vivos 
De tus formas y atractivos, 
Que ya dejan conocer 
Cuan lijero, cuan esbelto 
Será tu talle y cuan suelto 
Cuando acabes de crecer. 

Combinadas en tu rostro 
Con primor tan estremado 
Están la flor del granado, 
La blancura del jazmin. 
Que tu celestial figura 
No es de humana criatura 
Sino la de un serafín. 

Ojalá que el tiempo aleve 
Que tus gracias va formando. 
Tus contomos redondeando 

Y dándoles pulidez, 

No imprima en ellos su planta 
Con que todo lo quebranta 

Y lo reduce á vejez. 

Los años que para ti 
Cierren su curso este dia. 
De juventud y alegría 
Lleven el sello inmortal. 



— 94 - 

Sin que en su larga carrera 
Los turbe una vez siquiera 
Lijera sombra de mal. 

Estos los votos serán 
Que siempre dirijire, 
Mientras en la tierra esto, 
Por ti al supremo hacedor, 
Porque larga y feliz vida 
Te dé, Lolita querida, 
Sin resabios de dolor. 



Santiago de Chile, Abril 19 de 1841. 



LA PALMA DEL DESIERTO 



Señor D. Carlos Bello. 

Mi querido amigo : 

Era muy joven cuando vi por la primera vez una palma, y 
á pesar de haberme hecho la más profunda impresión su vista, 
nunca se me había ocurrido cantarla. Ahora lo he hecho ; no 
sé si al dejar correr mi imajinacion he llenado mi objeto ; pero 
sea como fuere, le ruego me permita dedicar estos recuerdos de 
mi primera edad, á la amistad con que Vd. tiene la bondad de 
honrarme ; que aunque recien nacida, no por eso deja de tener 
ya raices muy profundas en el corazón de su afectísimo amigo 

Q. B. S. M. 

Juan Godoy. 



Palma altiva y solitaria 
Que en los bosques te presentas, 
O en agreste falda ostentas 
Tu jigante elevación, 
Ese ruido misterioso 
Que se escucha en tu ramaje, 
¿Es, acaso, tu lenguaje. 
Es tu idioma, es tu espresion ? 



— 96 - 

Respondes, quizá, y no entiendo 
Tu respue*sta, palma bella, 
Por más que quisiera en ella 
Lo que dices comprender. 
Mas yo escucho tu murmullo, 
Y que tú me hablas sospecho. 
¡ Ay ! no puedo, satisfecho, 
Tus palabras entender ! 

De tus abanicos verdes 
Por el céfiro movidos, 
Los misteriosos sonidos 
Creo que palabras son. 
Porque, ¿qué es la voz hiunana 
Si palabras articula. 
Sino el aire que modula 
El hombre, con precisión? 

Si él espresa en sus palabras 
Ideas y pensamientos, 
¿Quién sabe si tus acentos 
Ideas no son también, 
Ideas que tu á tu modo 
Espresas en tu lenguaje, 
Modulando en tu ramaje 
El aire con tu vaivén? 



— 97 — 

Pero, sea lo que fuere, 
Bástame á mi, para amarte, 
Tan gallarda contemplarte. 
Tan altiva y tan gentil ; 
Más, sabiendo que á las naves, 
Do truena el bronce oradado. 
Jamás una tabla has dado. 
Ni á una lanza duro hastil. 

Por ti ningún pueblo llora 
Los males de la conquista; 
Ninguno se halla en la lista 
De los esclavos por ti. 
Al contrario, al hombre enseñas 
Que el primer bien de la vida 
Es buscar una querida, 
Cuando tú lo haces así. 

En vano la primavera 
De flores el campo inunda. 
Tu cáliz no se fecunda 
Si compañera no ves ; 
Pero si otra copa erguirse 
Divisas á la distancia, 
Racimos en abundancia 
Se desgajan á tus pies. 



— 98 — 

Alzarse graciosa he visto 
Más que el pino tu cabeza, 

Y ostentar su gentileza 
A orillas del Paraná; 
He visto el añoso cedro 
Dominar la selva ufano, 

Y me ha parecido enano 
Siempre que á tu lado está. 

Si las aves del desierto 
En tu copa hacen su nido. 
Jamás al pichón querido 
Tu altura le ha sido infiel : 
Cuando sus alas implumes 
No puede tender al viento, 
Entre tus ramas contento 
No teme un asalto cruel. 

1 Ah ! si en ardorosa siesta 
Me das tu sombra propicia, 

Y el cefirillo acaricia 
Tu verde copa al pasar; 

1 Cuan dulce, cuan delicioso 
Es quedarme allí dormido, 
Al son del blando gemido 
Que repites sin cesar ! 



— 99 — 

En tí la imagen admiro 
Del ángel que es mi tesoro, 
De la bella que yo adoro 
Tú me das la copia fiel. 
En ese tallo gallardo 
Con que se engalana el valle, 
De su delicado talle 
La redondez veo en él. 

La fragancia de tus flores 
El aroma es de su aliento, 
Que al acercarme á ella siento 
Perfumar su alrededor, 

Y ¡embriagado al aspirarlo 
Es tan dulce su incentivo. 
Que si entonces sé que vivo 
Es porque muero de amor. 

Cada ramo de tu copa 
Que sombrea el tronco bello. 
Un rizo es de su cabello 
Que el cuello \áene á sombrear, 

Y los racimos do escondes, 
Linda palma, tu simiente. 
El blanco pecho turjente 
Me parecen, diseñar. 



— 100 — 

¡ Ojalá que un siglo entero 
Te mire verde y frondosa, 
Ojalá que majestuosa 
Tu tronco eleves galán; 
Sin que roedor gusano 
Haga de oradarlo ensayo, 
Sin que lo consuma el rayo. 
Ni lo quiebre el huracán. 

Otra fortuna no envidio 
Que descansar á tu sombra. 
Bajo la olorosa alfombra 
De trébol que hay á tu pié. 
No importa que sepultura, 
En la bella patria mia. 
Me niegue la tiranía. 
Con tal que á tu lado esté» 



Urna, Mayo 25 de 1843. 



Á LA SEÑORA 

CLORINDA CORRADI PANTANBLLI 



PRIMERA DAMA DE LA COMPAÑÍA LÍRICA 
EN EL TEATRO DE LIMA 



Cante otro las hazañas 
De iracundo guerrero, 
Que yo cantar no quiero 
Hechos que despedacen mis entrañas, 
Ni glorias que se fundan 
En la ruina y espanto. 
En el luto y el llanto 
De pueblos que de lágrimas inundan. 

Eternizar la guerra 
Encomiando al guerrero, 
Más que los tigres fiero. 
No es la misión del bardo, hoy en la tierra. 



— 102 — 

De las armas el ruido, 

Los gritos del combate, 

Solo arrancan del vate 

Acentos de dolor, hondo gemido. 

En mi retiro oculto. 
De todos ignorado, 
A mi mismo entregado 
Tan solo á lo que admiro daré culto. 
Yo elogiaré en mi lira 
Tu voz dulce, armoniosa, 
Sonora y cadenciosa, 

Y tu acción, Pantanelli, que me admira. 

Tu mérito en ese arte 
Que todo lo ameniza, 
Que al hombre civiliza 

Y sus encantos por do quier reparte ; 
Tu mérito que veo 

Crecer de dia en dia 

Y alzar tu nombradla 

Hasta tocar, Clorinda, en su apogeo. 

Será de mis canciones 
Objeto permanente; 
Objeto que en mi mente 
Derrame sin cesar inspiraciones ; 



— 103 - 

Y en tanto que á mi oido 
Llegue tu dulce acento, 
Sabrá en mi pensamiento 
Entusiasmo verter con su sonido. 

Hermanas son gemelas 
La Música y Poesía, 

Y tú del armonía 

Quien los árcanos, al cantar, revelas. 
El bardo, pues, entone 
Tu encomio en lira de oro, 

Y en su canto sonoro 

De flores la Poesía te corone. 

¿ Quién hay que más merezca 
Que en su entusiasmo el vate 
El renombre dilate, 

Y sus canciones en tu elogio ofrezca? 
Tú que con el encanto 

De inefable armonía, 

Tierna melancolía 

En el alma derramas con tu canto. 

El acorde sonido 
De tu voz peregrina 
Es de un arpa colina 
Que el aura con sus alas ha movido. 



— 104 — 

Si en delicados giros, 

Tu celestial acento, 

Expresa sentimiento. 

Sabe verter cantando hondos suspiros. 

Si bajo el peto duro 
De láminas de acero 
Que vistiera el guerrero 
Te muestras con semblante y pié seguro, 

Y expresan tus enojos 
Miradas penetrantes, 
Jamás son tan punzantes, 
Clorinda, las miradas de tus ojos. 

Yo sé cuan poco vale, 
Clorinda, esta poesía, 

Y que ser no debía 

Elojio de quien tanto sobresale. 
Empero ella es el fruto 
De desvalida musa : 
Sírvale esto de excusa 

Y admite, aunque pequeño, este tributo. 



Lima, Junio 5 de 1843. 



A LA SEÑORA TERESA ROSSI 



PRIMA DONA DE LA COMPAÑÍA LÍRICA 



¡ Ah I si del Bardo ciego 
Que en su arpa celestial cantó á Malvina 
Poseyera yo el fuego 
Para cantarte á tí, Rossi divina, 
Con cuan sublime acento 
Elojiara tu voz y tu talento ! 



Empero el astro ardiente, 
Que del alma del Vate se apodera. 
En mi abrazada mente 
Siento, cuando tu voz rompe la esfera 
Del viento, y en mi oido 
Derrama tu dulcísimo sonido. 



— 106 — 

Ese armonioso acento 
De tu angélica voz mi numen sea; 
El lleve el pensamiento 
De una idea feliz, en otra idea ; 
Tu seas, quien me inspira, 

Y quien templa las cuerdas de mi lira. 

Que si me propusiera 
En tu elojio mi afecto demostrarte 
A Erato le pidiera 
Su melodioso laúd para cantarte ; 

Y mi canto seria 

La espresion del amor en la armonía. 

La inspiración empero 
En que inflamarse, Rossi, el pechp siento, 
Su origen verdadero 
En tu mérito tiene y tu talento : 
Amor no es necesario 
Para admirar lo que es estraordinario. 

A las inspiraciones 
De tu genio sublime te abandonas 

Y raras inflexiones, 

Y trinos raros con tu voz entonas : 
Basta entonces mirarte, 

Y percibir tu acción para admirarte. 



— 107 — 

Si entusiasmada pruebas 
De tono en tono alzar tu voz flexible 

Y tan dulce la elevas 

Do nadie imaginó fuera posible: 

Entonces tu garganta 

Es la de un ángel que en el cielo canta. 

Ya de tu voz ostentas 
La grandiosa estension en un crescendo 
Ya un nuevo jiro inventas, 

Y en vuelo rapidísimo corriendo 
El diapasón repasas 

Y armonías dulcísimas enlazas. 

Y si blanda declina, 
Como la linfa pura y trasparente 
De fuente cristalina 
Que recorre suavísima pendiente, 

Y el cromático ensaya 

¿ Quién intenta imitarte y no desmaya ? 

Tal eres, si el oido 
De tu mérito juzga cuando cantas : 
Desacorde sonido. 
Si ya bajas tu voz, ó la levantas 
No lo hiere ó fastidia ; 

Y un ruiseñor te oyera con envidia. 



— 108 — 

¿ Y tu acción en la escena ? 
Si trájica, tan tierna y espresiva : 
De tantas gracias llena 
Cuando la pieza es cómica y festiva ; 
Si te muestras amante 
¡ Cuan viva es tu expresión, cuan insinuante ! 

Un puñal te amenaza 

Y todos tiemblan, Rossi, por tu vida 
Funesto amor te abrasa... 

Tu desgracia, por todos es sentida. 

Si amargas son tus horas 

Todos lloran contigo cuando lloras. 

Pero alegre es la pieza : 
Cuánta gracia picante, cuánto ingenio 

Y cuánta sutileza 

Sabe inspirarte tu fecundo genio ! 

Cuan diferentes modos 

Encuentras siempre de agradar á todos. 

4 Qué habrá de más picante 
Que la coquetería y desenfado 
Que muestra tu semblante, 
Cuando el elixir burlas afamado, 

Y al simple charlatán que te lo dá 
Repites : Maper mé üirtu non ha ? 



— 109 — 

No hay nada comparable 
Al jesto y á la acción con que acompañas. 
El non ha inimitable, 
Con que al buen esculapio desengañas. 
Fuerza es ser más que adusto 
Para mirar tu acción sin reir degusto. 

Recibe este homenaje 
A tu eminete mérito debido ; 
Pero pequeño gaje 
Si su valor por él fuere medido : 
Recíbelo, no obstante 
Hasta que en mejor lira otro te cante. 



Lima, Mayo 25 de 1843. 



Á LA MISMA EN Sü BENEFICIO 



¡ Qué májico poder, qué oculto encanto 
Angélica mujer contigo llevas, 
Que siempre encuentro en ti bellezas nuevas 

Y nuevas perfecciones en tu canto ? 
Absorto te escuchó la vez primera, 

Y creí que más hacer no fuera dable 

A la voz de un mortal, que lo que hacias ; 
Más otra vez te oí, y vi que era 
Tu talento una fuente inagotable. 
Tu voz una corriente de armonías. 
Llegó en fin la ocasión de que subiera 
A su zenit tu mérito y tu gloria, 

Y fijarlo quisiste en la memoria 

De todo el que te viese, y que te oyera ; 

Y en la polaca de los puritanos 
La muestra diste de lo que podías 
Hacer cuando encantar te proponías : 
De tu voz, celestial era el acento 



- 112 - 

Más dulce, más variado que el lejano 
Misterioso sonido de arpa eólica, 
Que en su ala fugitiva lleva el viento 
En silenciosa noche de verano. 
Cantarás otra vez, y en ese canto 
Derramarás, Teresa, un nuevo encanto. 



lima, Agosto 8 de 1843. 



Á LA MISMA 

EN SU CUMPLEAÑOS 



No cantaré este dia 
Tu angélica hermosura ; 
Ni tu voz dulce y pura, 
Divina emanación de armonía. 
Himnos entonaré de honor al cielo 
Que en este mundo de dolor y duelo 
Derramar quiso flores peregrinas, 
Que perfumen el aire con su esencia ; 

Y que esmaltando valles y colinas 
Embellezcan la humana residencia; 

Y ángeles como tú, linda Teresa, 
Modelos de bondad y de belleza. 

Llévete el tiempo sobre su ola leve 
Por campos que tapicen flores gayas, 
Cual nave hermosa que la brisa mueve ; 

Y cuando pises las ausonias playas. 

Te muestres cual la flor que el aura besa, 
Sin marchitar sus galas y belleza. 



— 114 — 

Plácidas horas de gloria y alegría 
Visiten tu existencia venidera ; 

Y completar mil vueltas en la esfera 
Veas, Teresa, al sol en igual dia ; 

Y en cada una recuerde el pensamiento 
Una estación continua de contento. 

Son estos mis votos, Teresa divina, 
Los votos que al cielo, tu amigo encamina ; 
¡ Ojalá propicio los quiera escuchar ! 
Si todos cimiplidos un dia los viera. 
Humilde holocausto en su ara ofreciera 
Fragantes aromas quemara en su altar. 



Lima, Octubre 14 de 1843. 



DESPEDIDA 



¡ Dulce amiga, se acerca el momento 
De dejar esta tierra querida I 
Una nave del viento impelida 
Mar y tierra pondrá entre los dos. 
En instante tan fiero y terrible 
En tumulto las ansias me asaltan ; 
Y á mi labio las fuerzas le faltan 
Para hablar, y decirte un adiós. 



Oponer resistencia no puedo 
A la saña tenaz del destino, 
Que imperioso prescribe el camino 
En que marcho con tímido pió. 
Veo triste alargarse el espacio 
Que de tí, dulce amiga, me aleja ; 
Y abismado, exhalar una queja. 
Ni im gemido ¡ infelice I no só. 



— 116 — 

I Oh ! si dado me fuera mostrarte 
Todo el fondo de mi alma, verías, 
Cuan acerbas, cuan negras é impías. 
Son* las penas que sufro al partir. 
Todo, todo el furor de la suerte 
Contra mí, por mi mal se conjura : 
Por do quiera el pesar, la amargura 
A mi encuentro las veo venir. 

Pero llevo, á despecho del hado, 
En mi mente tu imájen querida, 
Que asociada al principio de vida 
Formarán mi existencia las dos : 
De este modo do quiera que vaya 
Poseeré tus encantos, amiga ; 
Y el destino no hará que te diga. 
Balbuciente mi labio otro adiós. 



Talcahuano, Mayo 31 de 1844. 



ALÍ BAJÁ DE JANDÍA, CELOSO 



¿Qué importa que mil eunucos 
Guarden mis sultanas bellas 
Si oculto ha logrado entre ellas 
Pasar un hombre en mi Harem? 
¡ Oh qué infamia I ¡ Vive Alá ! 
Que han de rodar cien cabezas 
De esas pérfidas bellezas, 
Aunque inocentes estén ! 



¿ Ser Bajá, qué serviría 
De una, dos, ó de tres colas. 
Si mi alfanje y mis pistolas 
No pudiera manejar? 
¡ Un triste juguete fuera 
Hasta del griego cautivo, 
Si ofendido en lo más vivo 
No me pudiera vengar I 



— 118 — 

i 
Venganza, exterminio, muerte, 

Serán mis palabras solas, 

El fuego de mis pistolas, 

Y mi alfanje la darán. 
Por la tumba de Mahoma; 
Por la misma santa Caaba 
Juro matar toda esclava 

De las que en mi Harem están. 

No quedará un solo eunuco 
Que no pague con la vida 
La deslealtad cometida 
Por las mujeres de Alí. 
Me darán nuevas esclavas 
Jeorgia, Grecia y Circacia, 
Mientras mi furor se sacia 
En las que se hallan aquí. 

Tienen baños cristalinos, 
Tienen jardines hermosos 

Y sorbetes deliciosos 
Que conserven su salud : 
Tienen perlas y diamantes 

Y chales de Cachemira, 

¿Qué echan de menos? ¡ Qué ira ! 
Mi pasada juventud ! ! 



— 119 — 

Es cierto que de mi barba 
Blanquea el cabello cano; 
Pero el alfanje en mi mano 
Es como el rayo de Alá; 
Y cuando celos mi pecho 
Despedazan de tal suerte, 
Sin agonía, una muerte 
Es cada golpe que dá. 

Mi famosa carabina 
De azufre y plomo preñada. 
Nunca fué por mí apuntada 
Sin ser su tiro fatal : 
Lo mismo son las pistolas 
Que brillan en mi cintura; 
4 Y qué cota, ó armadura 
Resiste á mi yatagán? 

Temblarán mis odaliscas 
Cual la caña del desierto, 
Cuando con su soplo incierto 
La resacude el Simoon : 
Como entre ondas agitadas 
Tiembla débil navecilla; 
Como simple corderilla 
Al rugido del león. 



— 120 — 

Diez cabezas han caído 

Y ya la alfombra persiana 
De roja y humeante grana 
Do quier salpicada está ! 
Pero en mi espíritu crece 
El deseo de venganza ! 
Diez, es muy poca matanza 
Para vengar á un Bajá. 

El aroma delicioso 
Que alguna odalisca quema, 
De la estancia de Zulema 
Me anuncia la inmediación. 
Mellado está ya mi alfanje ; 
Mas del Bajá de Janina 
La dorada carabina 
No ha hecho aún esplosion. 

¿Penetraré...? más yo siento, 
Al pisar en esta estancia, 
Que desmaya mi arrogancia, 

Y vacila incierto el pié. 

¡ Qué veo ! ¡Vive el Profeta ! 
Es Zulema arrodillada. 
Que con llorosa mirada 
Espera el golpe la dé ! 



— 121 — 

¡ No puedo estar indeciso I 
Venciste, bella Sultana : 
Tu mirada soberana 
Es la mirada de Alá; 
Que en medio de la tormenta 
El mar agitado mira, 

Y de las ondas la ira 
Calmada en seguida está. 

Este alfanje, estas pistolas. 
Este Bajá de Janina, 
C!on su rica carabina, 
Con su puñal vengador. 
Nada son en tu presencia; 

Y aunque venganza respire, 
Como tu ojo negro mire 

Se toma su ira en amor. 

¡ Triunfaste bella sultana I 
Deja esa humilde postura. 
Que no debe tu hermosura 
En esa actitud estar. 
Eres hurí del paraiso. 
Que si el profeta te viera. 
Sobre la décima esfera 
Te pusiera en un altar. 



— 122 — 

Deja esa actitud, Zulema, 
Dejala hurí peregrina : 
Recuerda que eres divina, 
Para que en tierra no estés. 
A Ali deja ese lugar; 
Déjalo bella Zulema, 
Y verás qué aromas quema 
De rodillas á tus pies. 



Santiago de Chile, Mayo 24 de 1844. 



EL CIPRÉS 



¡ Árbol fatídico y triste 
Compañero de los muertos, 
Que solo sepulcros yertos 
Sombreas en el panteón ! 
Sin flores en primavera, 
En el verano sin fruto. 
Mustia tu copa de luto 
Se mece en toda estación. 



¡ Solitario donde naces, 
A tu derredor no crece 
Un vastago, donde empiece 
El que te debe seguir ! 
Cuando el tiempo inexorable 
Tu tronco haya carcomido, 
Una nada y un olvido 
Son, ciprés, tu porvenir. 



— 124 — 

Con el frió de tu sombra 
Matas la yerba menuda ; 

Y tierra árida y desnuda 
Solo rodea tu pié. 

Si tu semilla derramas 
Otro ciprés no germina ; 

Y tu existencia termina 
Sin dejar señal que fué. 

Una imájen de mi suerte 
Veo en tu copa sombría : 
¡ Cuan perfecta analojía 
Tiene contigo, ciprés ! 
Ceño el presente me muestra 
Como tú torvo y severo ; 

Y nada y olvido espero 
Como tú para después. 

Solo las aves nocturnas 
Buscan en tí su guarida ! 
Tu ramaje las convida 
Con igual oscuridad 
A la que les da la noche, 
De que eres perfecta copia ; 
Pues la tiniebla te es propia, 

Y propia la soledad. 



— 125 — 

Cuando en noche tempestuosa 
Altiva se enseñorea 
Tu copa, y la bambolea 
El ala del aquilón ; 
Entonces el que te mira 
De frío pavor se pasma, 
Y te cree negra fantasma 
O infernal aparición. 

Hijo de áridas montañas 
Llevas su aspecto sombrío ; 
Sin galas, sin atavio 
En la florida estación ; 
De alegre verdor privados 
Tus ramos mustios y yertos, 
Tu cortejo son los muertos 
Las tumbas son tu mansión. 



¿ Y quién en lóbrega noche 
Vio la niebla amontonada, 
Sobre tu copa elevada 
Y entonces no imaginó 
Ver la sombra de un jigante. 
Que alzándose de la huesa 
Lleva sobre su cabeza 
La loza que la cubrió ? 



— 126 — 

Eres útil á los hombres 

Y ellos tímidos ó esquivos 
Te niegan entre los vivos 
Un lugar donde existir : 
Por eso naces y mueres 
En los páramos desiertos, 
O donde moran los muertos 
Te hacen nacer y morir. 

¡ Triste ciprés solitario ! 
Cuando la tumba propicia 
Me guarde de la injusticia 
Que obran los hombres en mí, 
Cobíjala con tu sombra, 

Y si unidos no vivimos 
Los que tan iguales fuimos. 
Sea nuestra mansión allí. 



Sobre mi tumba no habrá 
Flores que tu sombra mate. 
Ni planta que te arrebate 
El jugo y fomentación. 
Que mis huesos á tu savia 
Puedan dar desde la fosa. 
Tu sombra será mi loza. 
Tus raíces la inscripción. 



— 127 — 

¡ Árbol fatídico y triste 
Compañero de los muertos, 
Que solo sepulcros yertos 
Tu copa sabe sombrear ! 
De ti colgaré mi Ura 
En el último momento 
Para que al mecerte el viento 
Con su ala la haga sonar. 

Y el son que de sobre su ala 
Vagorosa y fugitiva, 
Otro viento lo reciba, 

Y volando sin cesar 
Páselo sobre los picos 
Que la cordillera empina, 

Y allá en la tierra argentina 
Algún óco ha de encontrar. 



Santiago de Chile, Junio 17 de 1844. 



A J..., DE MANTÓN 



¡ Niña, del andar gracioso ! 
¿ Por qué sales á la calle 
Cubriendo el esbelto talle 
Con tan enorme mantón? 
¿ Es acaso porque temes 
Que constiparse pudiera, 
Esa cintura lijera 
Modelo de perfección? 



¿ Porqué á tu cuerpo divino 
Que una sílfide retrata, 
El aire das de una beata 
Que finge del mundo huir ? 
Atiende preciosa niña, 
Por piedad, á lo que te hablo : 
Tras de la cruz está el diablo, 
Al verte pueden decir. 



— 130 — 

No fuera así si te viesen 
Ostentar toda tu gracia, 
Repeliendo la falacia 
Que al vicio suele ocultar : 
Entonces dirían todos, 
A tan sublime hermosura, 
Un alma muy bella y pura 
Solo se puede asociar. 

¿O así te crees más hermosa. 
Más honesta y recatada? 
¿ O piensas que así embozada 
Agradas más al Señor ? 
Si Dios te quiso hacer bella, 
Y tu quieres ser honesta. 
Puedes muy bien ser modesta 
Sin contrariar al Creador. 



Advierte que la modestia 
De una virgen pudorosa, 
No consiste, niña hermosa. 
En lo grande del mantón. 
Cientos hay que bajo el manto. 
Anuncian con solo un gesto, 
Que San Casto y San Modesto 
No son de su devoción. 



— 131 — 

¿Es más radiante la luna 
Si nubarrón espantable, 
Negro, denso, impenetrable. 
Cubre su nítida faz ? 
Pues el mismo electo causa 
En la luna, nube oscura, 
Que en tu angélica hermosura 
El manto en que oculta vas. 

Por el contrario contempla 
Ese astro cruzando el cielo. 
Bajo trasparente velo 
De niebla blanca y sutil 
Y verás, que sin robarle 
Un átomo á su hermosura, 
Al través de su blancura 
Muestra su forma gentil. 

4 Es, por ventura, pecado 
Ser hermosa en cualquier parte, 
Que procuras afearte 
Cuando á orar al templo vas ? 
Al producirte tan linda 
Como el ser supremo quiso. 
Graciosa niña, lo hizo 
Porque así le agradas más. 



^ 132 — 

Con ese mantx> mongil 
En que ocultas tu hermosura. 
Podrás dar á tu figura 
Un aire de beatitud ; 
Empero, quiero advertirte, 
Que á tan ruin gasmoñeria 
Se acoje la hipocresía, 
Pero jamás la virtud. 

Me contestarás, « es moda, 

Y todo aquel que se excusa 
De llevar lo que se usa 
Incurre en ridiculez ». 
Mas debes tener presente. 
Que solo aquel que desprecia 
Una moda inculta y necia, 
Da muestras de sensatez. 

No indica más ese embozo 
Que desaseo y descuido. 
Desaliño en el vestido, 
O un defecto corporal. 
Tu que no eres jorobada, 

Y vistes con elegancia, 
Arroja con repugnancia 
Ese manto monacal. 



— 133 — 

Deja por Dios, linda niña, 
Moda que tanto te afea, 
A la misera ralea 
De quien las virtudes son, 
Hacer de vicios y enredos. 
De hipocresía y pereza. 
Un fardo cuya impureza 
La tapa negro jergón. 

Como las gallardas flores 
Que su rico aroma exhalan, 

Y olfato y vista regalan. 
Asi ha de ser la mujer. 
Todo ha de anunciar en ella 
De la flor la grata esencia : 
En tomo de su existencia 
Todo encantos debe ser. 

Me dirás que la violeta 
Bajo las hojas se esconde ; 

Y que á la hoja corresponde 
Ese perverso mantón. 
Mira, esa tímida flor 
Tiene la hoja por morada; 
Entra en ella ¿ y que hallas ? nada 
Que oculte su perfección. 



— 134 — 

, 4 Crees que si. esa flor pudiera, 
Como tú, andar en la calle, 
El fino y gracioso talle 
Ocultara como tú? 
Mira, una beata quería 
Al mundo engañar y al cielo, 
Y del mantón el modelo 
Le reveló Belcebú. 

Como no hay violetas beatas 
Ni Belcebú de las flores 
El manto y sus pormenores 
Revelado debió ser, 
A uno de esos avechuchos. 
Que hacen consistir lo santo 
En envolverse en im manto 
Para no dejarse ver. 

I Niña del andar gracioso I 
Tu que tanto sobresales 
En formas angelicales 
A cuanto en tomo se vé, 
Arroja ese negro manto ; 
Arrójalo, por tu vida ; 
Que no es justo que escondida 
Tanta perfección esté. 

Santiago de Chile, Julio 8 de 1849. 



AL CORONEL D. FRANCISCO IBAÑEZ 



¡ Espíritu sublime que has volado 
A la eterna mansión, do las pasiones 
Del misero mortal no hallan cabida ! 
Tú que animaste el cuerpo del soldado, 
Que con nobles acciones 
Supo ilustrar los dias de su vida. 
Que combatiendo al lado de los héroes. 
Que nuestras ligaduras destrozaron, 
Y la patria elevaron 
Al rango de nación independiente, 
A la par de ellos se mostró valiente; 
Hoy que ya desasido 
De los lazos mortales 
Visitas las moradas celestiales, 
Por el ángel de Chile conducido : 
Hoy que cruzando en magestuoso vuelo 
Los estrellados ámbitos del cielo, 
De tu patria te alejas, 



— 136 — 

En la tierra que dejas 
Recibe el homenaje merecido, 
A tu virtud y méritos debido 

Te hizo nacer la suerte 
En las humildes clases del estado, 
De donde solo es dado 
Elevarse, al varón constante y fuerte. 
Empero el padre universal, que solo 
Puede dar al mortal genio y grandeza, 
Dióte una alma elevada, 

Y corazón dotado de nobleza, 

Y burlando las leyes del destino 
Te puso en el camino. 

Por do marchaste con la frente alzada, 
Como el águila audaz que se levanta 
A la región del trueno 

Y del espacio inmenso no se espanta. 
Ni su vuelo detiene lo terreno. 

Asi marchaste tú, con firme aliento 
De la inmortalidad al alto asiento : 

Y ese nombre de Ibañez, 
En su origen oscuro. 

Lo hiciste tú brillar entre otros nombres. 
Como un rayo del sol, sin mancha y puro, 
A pesar de las trabas que los hombres 
Mezquinos te pusieron ; 



— 137 — 

Y en algún dia ostentará la historia 
Con caracteres de oro tu memoria. 

Es cierto que á tus hijos por herencia, 
Al morir has dejado, 
Solo laureles que tu frente orlaron ; 
Empero la indigencia, 
Patrimonio del hijo del soldado, 
No pisará el umbral de la morada 
Do huérfanos quedaron. 
No es madre despiadada 
La patria á que serviste ; 
Es madre de los hijos del guerrero. 
Que entre el humo y el polvo del combate 
Esgrimiendo su acero, 
Al rango la elevó, do ahora existe. 
Les tenderá su mano poderosa, 

Y en la hoja de servicios 
Del padre que perdieron. 
Una medalla honrosa. 

Un título tendrán esclarecido; 

Y en tanto que los nombres 

De Rancagua, de Maipó y de Barrasa 
Duren entre los hombres, 
Vivo timbre serán para su casa. 

Desde el seno de Dios donde reposas. 
De los afanes con que el mundo aflijo. 



— 138 — 

Miradas cariñosas 

A tupatriadirije; 

A esta patria querida 

A cuya independencia consagraste 

Los más floridos años de tu vida, 

Y con valiente sangre la sellaste. 
Ruégale al Ser eterno la proteja, 

Y la mire amoroso ; 
Porque si de ella aleja 
Su brazo poderoso, 

Y no le traza la precisa huella, 
El pestífero aliento 

De villanas pasiones. 
Derramará sobre ella 
Muerte, desolación y abatimiento; 

Y manchará, como otras ocasiones. 
Su frente virginal, radiante y bella. 

¡ Nuevas generaciones ! 
Que tenéis por herencia 
Patria, glorias, honor, independencia. 
Un modelo hallareis en los varones 
Que bienes tan preciosos os legaron ! 
Contemplad sus acciones 

Y seguid por la senda que os trazaron. 
Traed á la memoria, 

Que sin tanta virtud tan eminente; 



— 139 — 

Sin esa abnegación sublime y rara 

En esa ilustre gente, 

Hoy Chile no seria 

El pueblo más feliz del continente. 

O rasgara su seno la anarquía, 

O á los pies de un tirano se arrastrara, 

Que en su llanto y angustias se gozara. 

No os olvidéis que pesa 

Sobre vosotros el deber inmenso, 

De conservar intacta su grandeza, 

Y que el más grato incienso 

Que podéis ofrecer en su ara augusta, 

Es ahogar los rujidos 

De las viles pasiones. 

Que una vez sueltas, con su faz adusta 

Y el veneno en los labios fementidos, 
Dias de crimen, de horror y maldiciones 
Harán los mismos dias 

Que fueron de progreso y bendiciones. 



SONETO 



En los dias floridos de mi vida 
Mil sueños de placer y bienandanza 
Circundaban mi lecho; y mi esperanza 
Verdades los tomaba, fementida. 

Destruyeron los años, en seguida, 
Mi juvenil y estúpida confianza; 
Huyó con mis ensueños la bonanza, 
Y mi esperanza los siguió en su huida. 

Hoy todo es realidad, y ¿qué ha quedado 
De lo que en otro tiempo me halagaba? 
Un cuerpo envejecido y descarnado; 

Un fastidio mortal que no se acaba; 
Un corazón marchito y ulcerado; 
Un no más esperar lo que esperaba. 

Santiago de Chile, Abril 15 de 1849. 




poesías eróticas 



A LA SEÑORA TERESA ROSSI 



ACADÉMICA FILARMÓNICA DE MILÁN Y DE LA HABANA 
PRIMERA DAMA DE LA COMPAÑÍA LÍRICA DE LIMA 



1 Oh, qué impresión tan suave 
Tu voz deja en mi oido, 
Divina Rossi, cuando á herirle llega I 
No es el canto del ave, 
No es el blando jemido 
Del céfiro que juega 
Dulce como tu acento ; 
Ni el munnullo armonioso 
De fuente resonante y cristalina. 
Es grato y melodioso 
Como tu voz divina 
Cuando desde la escena 
Me arrebata, deleita y enajena. 

De la Fanni mil veces he oido 
El acento sonoro y peregrino 

10 



— 146 — 

Electrizar á muchos con su canto ; 
Mas yo no la he sentido 
Abrirse, como tú, Rossi, el camino 
Que al corazón conduce, y tal encanto 
En su seno verter, que es imposible 
No ceder á su magia irresistible. 

Cuando en la Parissina 
Te presentas de luto, 
4 Cuál es el ojo que te mira enjuto ? 
¿Quién á escucharte atina 
Sin que contigo parta en tal momento 
Tu angustia, tu dolor, tu sentimiento? 
Confieso sin recelo 
Que al verte de rodillas 
Inundadas en llanto las mejillas, 
Tus lindos ojos dirijir al cielo 
Mirando suplicante. 
Toda lo sangre diera de mis venas 
Por ser Hugo ese instante. 
Aunque su muerte cruel me ocasionaras 
Con tal de que por mi, Rossi, lloraras. 

Yo por la vez primera, 
Anjólica mujer, te he escuchado, 
Por la primera vez vi tu figura, 
Y tu voz melodiosa me ofreciera 



— 147 — 

El placer más sublime y, delicado, 
La delicia más pura; 

Y de tu gentileza 

Mi mente obtuvo la feliz idea 

De perfecta belleza, 

En que mi alma se extasía y se recrea. 

¿Cómo olvidar podrán mi ojo y mi oido 

Las gratas emociones que han sentido 

Al verte, al escucharte? 

Conmigo á cualquier parte, 

Tu aspecto encantador sobre la escena, 

Irá en mi pensamiento ; 

Y tu voz argentina que aún resuena 
En mi oido, todavía 

Mi bien hará, mi gloria y mi contento ; 
Esa suprema dicha, esa delicia 
De que solo el amor y la armonía 
Idea pueden dar clara y patente 
A un alma racional cuando las siente. 

Si cuando absorto oía 
Esa voz peregrina ó insinuante, 
De mil mundos monarca hubiera sido, 
Poco reputaría 

Mil mundos ofrecerte en ese instante : 
Poco hubiera creído 
Al trono de mil mundos elevarte; 



— 148 — 

Y hacer que las criaturas 
Que en cada una habitaran 

Se ocupasen tan solo de adorarte, 

Y los astros que pueblan las alturas 
Obedientes giraran 

A tu querer sujetos en su esfera, 

Y cada uno homenajes te rindiera. 

¿ Por qué, gran Dios, me diste 
Un alma que sintiera 
La magia de esa voz con tal vehemencia, 

Y tan avaro fuiste, 

Que al hacer que naciera, 
Unido no me diste á la existencia 
Ese poder inmenso, esa grandeza 
Que á tantos en el mundo has prodigado. 
Para que á la belleza 

Y al talento lo hubiese consagrado? 
Empero ya que el cielo me ha negado, 
Amable Rossi, un reino, una corona 
Con que ceñir tu sien, y al trono alzarte. 
Mi pensamiento, al oirte, arrebatado 
Tu nombre llevará de zona en zona, 

Y hará que quien no goce de escucharte, 

Y en la escena admirar tu gentileza, 

Al pronunciar tu nombre por mi escrito. 
Tus talentos bendiga y tu belleza; 



— 149 — 

Y que para cada hombre sea un rito 
Simpatías tenerte, y ese afecto 
Que sabe idealizar y hacer perfecto 
El venturoso ser que ha conseguido 
Al corazón haberse introducido. 

Un corazón palpita aquí en mi pecho, 
Tu imagen allí, Rossi, está grabada : 
Allí mi alma te adora, 
Allí tu voz escucho satisfecho : 
Fija está de tus ojos la mirada, 
Mirada irresistible, encantadora : 
Toda, Rossi, te tengo allí de asiento ; 

Y estarás mientras dure en mí el aliento. 



A UNA SEÑORITA VESTIDA DE BLANCO 



Mira, niña, ese vestido 
Tan gracioso y elegante, 

Y cual la perla brillante, 
A que disputa el color : 
A tu cintura ceñido 

Fué, do mis ojos le vieron, 

Y de Venus le creyeron 
El gracioso ceñidor. 



Creí eras esa deidad 
Que de la onda húmeda y fría 
Sobre una concha salía, 

Y confieso que temí 
Que tus celestiales ojos 
Una mirada me echasen 

Y que el alma me llevasen, 
Graciosa niña, tras sí. 



— 152 — 

Y aquel precioso pañuelo 
Que el lindo pecho cubría, 

Y en su color competía 
Con el rojo del coral : 
Dime, ¿no fuera mejor 
El que ese avaro pañuelo 
No le sirviese de velo 

A ese pecho sin igual? 

Mil veces le tuve envidia, 

Y mil veces enojado 
Maldije desesperado 

Su existencia en tal lugar; 

Y si arrancarlo de allí 
Posible me hubiera sido, 
¡ Pobre pañuelo I perdido 
Se debería contar. 

No así la bella guirnalda 
Que tu blanca sien ceñía 
La irritación producía 
Que aquel pañuelo fatal. 
Blanca, brillante, graciosa, 
Tus negros rizos ciñendo, 
Creía en ella estar viendo 
Una aureola celestial. 



— 153 — 

Deslumhrados al mirarte 
Mis ojos, niña, bajaron, 

Y queriendo huir miraron 
Tu pequeñísimo pié ; 

Y al verlo dije : ha caido 
De la guirnalda una perla ; 
Más al querer recojerla 
Vi lo que era y me callé. 

Pues siendo de razo blanco 
El zapato que vestía, 
De su pequenez nacía 
En mí esta equivocación. 
Empero desengañado, 
Mirándolo de hito en hito. 
Le dije : Gua pió maldito. 
No te veré otra ocasión. 



Urna. 1843 



Á UNA DAMA QUE PASEABA EN CALEZA 



El ruido desapacible 
Que en el empedrado hacia 
Un carruaje que venía, 
Los ojos me hizo volver. 
¡ Ay Camira 1 y al fijarlos 
Divisó por la vidriera 
Tu flotante cabellera 
En mil rizos descender. 



Yo que la viera poco antes 
Ceñida de una guirnalda, 
La blanca y mórbida espalda 
Y el terso cuello sombrear, 
Al ver su nuevo tocado 
Tan elegante y perfecto 
¡ Juzga, Camira, el efecto, 
Que debí experimentar 1 



— 156 — 

Tener á raya no pude, 
Camíra, mi pensamiento 
Que volando más que el viento 
Al carruaje penetró ; 

Y allí del lijero talle 
La perfección delicada 

Y la voluble mirada 
De tus ojos saboreó. 

Di, Camira, no sentiste 
Un tierno ardoroso beso 
Que imprimió con embeleso 
Mi pensamiento en tu pie? 
¿ No advertiste que á tu seno 
Penetrando blandamente 
Tocó la forma turgente 
Que ocultaba tu corsé? 

¡ Ay Camira 1 era imposible 
No advertir en el latido 
Blando, pausado y medido 
Que daba tu corazón, 
El que de la llama ardiente 
Que me abrasa sin sociego 
Ninguna chispa de fuego 
Lo puso en agitación. 



— 157 — 

El resonar del carruaje 
Que al paso que se alejaba, 
Más débil á mi llegaba 
Dejó de hacerme impresión. 
Vuelto entonces en mi mismo 
Quise abrazarte, Camira, 
j Pero, ay triste I con cuánta ira 
Vi que todo era ilusión. 

Mustio y sombrío maldije 
Mil veces mi cruda suerte : 
En vano invoqué la muerte 
¡ Ni la muerte me atendió ! 
Quise huir donde no viera 
Que el carruaje se alejaba 

Y de mí se retiraba. 
Mas la fuerza me faltó. 

Por el dolor abismado 
Sin acción, sin movimiento. 
Apenas conservé aliento 
Para entrar en reflexión. 
Qué insufrible es, me decía 
Arder de amor á toda hora, 

Y poseer lo que se adora. 
Solo en la imaginación ! 



— 158 — 

Así, divina Camira, 
Un dia tras otro pasa, 
Mientras que el alma se abrasa 

Y se siente consumir ; 

Y cuando á todos quejarse 
En sus tormentos es dado, 
Solo yo estoy condenado 
A callar hasta morir. 



Lima, Febrero 13 de 1S43. 



A UNA ROSA 



Rosa gentil que ornamento 
Del prado y el valle fuiste 

Y que de fragancias diste 
Tributo al aire fugaz, 

Tu perfume delicioso 

En el prado y valle umbroso 

Otra vez no exhalarás. 

Mas ya que de la floresta 
Dejaste el recinto ameno, 
Yo te guardaré en mi seno 
Para no salir de allí ; 

Y el corazón por altar 
Quiero desde hoy consagrar, 
Bella rosa, para tí. 

No ya el ardoroso estío 
Ni el helado y crudo invierno 
Tus hojas y tallo tierno 



— 160 — 

Volverán á marchitar, 
Ni de mano despiadada, 
Ni de huracán deshojada 
Te verás á tu pesar. 

Cuando las plantas y flores 
Agoste el sol del estío 
Te pondré donde el rocío 
Frescor á tus hojas dé; 

Y contra el helado viento 
Del invierno con mi aliento 
Suave calor te daré. 

Mas no pienses rosa bella 
Que por gallarda y hermosa, 

Y por ser tan olorosa 
Cuido tu conservación : 
Es porque de mi querida 
La mano blanca y pulida 
Me puso en tu posesión. 

Linda Rosa, si volvieses 
A brillar sobre su seno 
De gracias y encantos lleno 
Habíale así en mi favor. 
Dila que de amor me muero, 

Y que otra cosa no quiero 
Que amarla y morir de amor. 



. — 161 — 

Mas no, Rosa, no la digas 
Una palabra siquiera, 

Y aunque veas que me muera 
Nada la digas por mi : 

Que su condición ingrata 
Se complace si me mata 

Y no ha de escucharte á ti. 

Quedarte será mejor, 
Rosa querida, conmigo, 

Y en mi tendrás un amigo. 
Eterno, constante y fiel. 
No vuelvas á esa hermosura 
Que ser inconstante jura 

Y se complace en ser cruel. 

Cuando el tiempo, cuyo tacto 
Todo lo a^aba y consume. 
Te haya robado el perfume 

Y á tus hojas el color, 
Siempre te conservaré 

Y en tus reliquias veré 
Las memorias de mi amor. 



Jaquil, Noviembre 17 de 1859. 



11 



Á UNA DESDEÑOSA 



(imitación de fray luis de león) 



Ese cuello tan erguido 
Que el yugo de amor desdeña, 
Lo he de ver que se domeña, 
Y tira el carro á Cupido. 
Sé ingrata cuanto quisieres 
Más no esperes. 
Negándome tu favor. 
Burlar por eso al amor 
Aunque vayas donde fueres. 



Cuando torne el tiempo aleve 
Los negros rizos que hoy viste 
Tu cabeza en campo triste 
Cubierto de blanca nieve ; 
Cuando en la tersa mejilla, 



— 164 — 

Sin mancilla, 
Tirante, mórbida y fresca 
La fea arruga aparezca 
Do ahora la rosa brilla. 

Cuando el rayo penetrante 
De tus ojos anublado 
Cada pecho halle cerrado 
Porque ya no es tan punzante ; 
Entonces verás, señora, 
Que la hora 
De tu poder ha pasado 

Y que tu sol ha llegado 

Al punto opuesto á su aurora. 

Cuando en tu nevado pecho 
Las esferas de alabastro 
Dejen solo ver el rastro 
Del estrago que el tiempo ha hecho, 
Sentirás que pereció, 

Y acabó 

Cual lluvia de primavera 
Esa hermosura altanera. 
Que á tantos tormento dio. 

Cuando tu planta lijera 
Pierda su garbo y soltura, 

Y que errante y mal segura 



— 165 — 

Tropiezos halle do quiera; 
En vano te empeñarás, 
Más y más, 

En buscar amante entonces. 
Pues solo pechos de bronce 
Triste CeUa encontrarás. 

Cuando el objeto que adores 
Desprecie tu humilde ruego, 

Y que de tu amor el fuego 
No sienta, por más que llores : 
Sabrás cuánto dolor cuesta 

Y molesta 

Querer y no ser querido, 

Y sentir lo que he sufrido 
Por ti en situación como esta. 



Por fin cuando cada año, 
Cada hora, cada momento 
Te traiga un nuevo escarmiento 
Tras un nuevo desengaño : 
Entonces dirás, pluguiera 
Que volviera 

La belleza que he perdido ; 
O que en el tiempo que ha huido. 
Como ahora, amor tuviera. 



— 166 — 

Mas ya que lloras, Celia mia, 
Y me llamas tu enemigo, 
Porque la verdad te digo 
De lo que será algún dia. 
No hagas, Celia, algún desliz 
Que en un triz 
Está todo de ser nada, 
Si es que de plata sellada 
Te puedes dar un barniz. 



Santiago, Mayo 19 de 1839. 



Á UNA JOVEN VESTIDA DE LUTO 



De aquella que negro viste 
Descubre la parda toca, 
Dos corales en su boca, 
Una azucena en su tez : 
Dos luceros en sus ojos. 
Una rosa en su mejilla, 
Y el oró que en trenzas brilla 
Símbolo es de su niñez. 



Su estatura es más gallarda 
Que la palma del desierto, 

Y su talle, aunque cubierto 
Por los pliegues del mantón, 
Se vó que es suelto y flexible, 

Y que su aérea lijereza 
No le cede en gentileza 
Al de la madre de amor. 



— 168 — 

De su linda mano, el guante 
No deja ver la blancura, 
Ni su graciosa estructura, 
Pero si su pequenez. 
Su andar es el de una virgen 
Que ha descendido del cielo 
Para lucir en el suelo 
Sus pequeñísimos pies. 

Por piedad jamás te quites 
Si á la calle sales, niña, 
Ese manto, esa basquina, 
Esos guantes, porque así 
La ardiente antorcha que lleva 
En su mano el niño ciego. 
No tiene bastante fuego 
Para que incendie sin tí. 

Pero si quieres que el mundo 
En hoguera se convierta. 
Suelta el manto y descubierta 
Un día déjate ver; 
Y yo te juro que el fiíego 
De tus ojos celestiales, 
A los miseros mortales 
Hará de improviso arder. 



— 169 — 

Necio yo, mil veces necio 
Cuando por piedad te pido 
Que ocultes lo más cumplido 
De toda la creación ! 
No escuches esta plegaria, 
A tus gracias quita el velo ; 
Y arda la tierra y el cielo. 
Como arde mi corazón. 



Santiago, Junio 13 de 1841. 



ANACREÓNTICAS 



BERTILA 



¿Por qué, ¿dime Bertila, 
Por qué cuando á mi perro 
Alhagas y acaricias, 
Yo solo no merezco 
Que una ocasión me mires 
Sin un airado ceño? 
¿ Es más leal, por ventura, 
Es amigo más tierno 
Que yo, Bertila ingrata. 
Mi afortunado perro? 
Pero ya só, Bertila, 
Cuáles son tus intentos 
Cuando al animal haces 
Más caricias que al dueño. 
Quieres que mi desgracia 
Se aumente hasta el extremo 
Que á todos tenga envidia 
Sin exceptuar mi perro. 

Año de 1836. 



OTRA 



¿Qué importa mi Bertila 
Que yo tan viejo sea, 
Si tumultuosa corre 
La sangre por mis venas? 
Es cierto que de nieve 
Se ha vuelto mi cabeza, 
Y que de hondas arrugas 
Mi frente está cubierta ; 
Pero también es cierto 
Que al ver tu imagen bella, 
Mi corazón palpita 
Como en la edad primera. 
Si es la vejez un hielo 
Que todo lo deseca. 
Es el amor un fuego 
Que todo lo renueva, 
Permíteme que te ame. 
Mi Bertila, y no temas 



— 176 — 

Que más estragos cause 
El tiempo en mi existencia; 
Tus favores, bien mió, 
Harán que se matenga 
Mi vida, vigorosa 
Por la enérgica fuerza 
Del amor que es el fuego 
Que todo lo conserva. 



OTRA 



Ven al campo, Bertila, 
Ven, querida, no pierdas 
Pisar la linda alfombra 
De lirios y azucenas, 

Y aspirar el perfume 

Que exhalan por do quiera. 
Verás en este prado 
Retozar las ovejas : 
Oirás bramar el toro 
En la vecina tierra; 

Y orillas de este arroyo 
Que entre guijuelas juega, 
Bajo estos arrayanes 
Pasaremos la siesta. 

De miel y fresca leche, 
Blanco pan y manteca 
Entre fragantes rosas 
Prepararé la mesa. 



is 



— 178 — 

Después á la alma Venus 
Haremos una ofrenda 
De mis dos tortolillas, 

Y dos lindas corderas. 

¡ Pero venir no quieres 
Ingrata porque esperas 
Aquel almibarado 
Que dicen te requiebra ! 
Queda con Dios, Bertila, 

Y al campo nunca vengas. 
En él las inconstantes 
Amadores no encuentran. 
En la ciudad Bertila, 

En la ciudad te queda. 
Que allí ser inconstante 
Es ima bella prenda, 
Do del amor ninguno 
Conoce las ternezas 
Tu que amar no has sabido 
Para siempre te queda. 



OTRA 



Era yo jovencito. 
Cuando la vez primera 
Para salir al campo 
Obtuve una licencia, 
Con mi honda prevenida 
Persiguiendo imas tencas 
A pasos silenciosos 
Entró en ima arboleda. 
Asustadas las aves, 
* Al zumbar de mis piedras. 
De un árbol en otro árbol 
Precipitadas vuelan. 
Yo embebido las sigo 
Por entre las malezas, 
Sin reparar en nada 
De cuanto me rodea. 
Por fin llego á una fuente 
Que la selva atraviesa. 



— 180 — 

En cuya orilla crecen 
Violetas y alhucemas, 

Y el arrayan y el junco 
Sus fragancias bostezan. 
Allí por el cansancio 
Suspendo mi carrera 

Y de im maiten coposo 
Bajo la sombra fresca 
Mis fatigados miembros 
Al descanso se entregan. 
El blando soplo entonces, 
Del céfiro que juega 
Entre el verde follaje 
Bate mi cabellera, 

Y poco á poco al sueño 
Mis párpados se cierran. 
Mi celestial Bertila 
Que de lejos observa 
En donde yo parara 
Llega sin que la sienta. 
Con sus dos manecitas 
Toma del agua f rezca 
Lo más que en ellas cabe 

Y en el rostro me la echa; 
Despierto, y al instante 
Busco con impaciencia 
Quien tal ha hecho conmigo ; 



— 181 — 

Más cuando vi que era 
Mi adorada Bertila, 
Corro donde se encuentra, 
La estrecho entre mis brazos, 
La beso, sin que pueda 
Al ardor que me abrasa 
Oponer resistencia. 
La tejo una guirnalda 
De rosas y violetas, 
Y haciéndola caricias 
La pongo en su cabeza. 
Después del brazo asidos 
Volvimos á la aldea. 



OTRA 



En tu angélica boca 
Las gracias derramaron, 
De Venus la sonrisa 
Del amor los encantos : 
La copa del deleite 
Pusieron en tus labios, 

Y en tu aliento, Atalina, . 
Los aromas del campo. 

No es el botón de rosa 

Que aún no ha desabrochado, 

El virginal capullo, 

Más fresco ni lozano 

Que tu boca si cierras 

Los coralinos labios ; 

Pero si una sonrisa, 

Si un gesto involuntario. 

Los entreabre, Atalina, 

Y muestra el alabastro 



— 184 — 

De tus menudos dientes, 
Más que la nieve blancos ; 
1 Oh Dios de amor ! entonces 
Ni la deidad de Páfos 
Contigo es comparable. 
¡ Ah boca ! en mi arrebato 
Extasiado repito.... 
Si á mi me fuese dado 
Imprimir en ti un beso, 
Aunque después en pago 
La vida me pidieras. 
La diera sin reparo; 
Y otras mil, si mil vidas 
Pudiera darte en cambio. 



Lomas, Janio de 1839. 



OTRA 



Cante otro las hazañas 
Que hiciesen en la guerra, 
Los que de laurel fresco 
La sien orlarse quieran. 
Elojie los magnates 
El que busque riquezas, 
U que á ocupar aspire 
Las sillas palaciegas. 
Yo pobre en choza humilde. 
Proscrito en tierra ajena, 
Amo más que la vida 
Mi dulce independencia. 

Y si es fuerza que á un yugo 
Mi cuello se someta, 

Y yo puedo elejirlo. 
El de Orosila sea. 

Si he de cantar hazañas 
Cantaré las proezas 



— 186 — 

Que sus brillantes ojos 
Con su mirar emprendan. 
Cantaré sus amores, 
Cantaré sus ternezas ; 
Y sus ingratitudes, 
Si ingrata ser pudiera. 
Mientras que cantan otros 
Las glorias de la guerra. 



Santiago, Setiembre 5 de 1840. 



ROMANCES 



Á LOS OJOS DE MI AMIGA 



4 Quién pudiera de tus ojos 
Resistir una mirada, 
Si en el momento que miras, 
Entre tus negras pestañas 
No se embebiesen los rayos 
Que tus lindos ojos lanzan? 
Yo sé, dulce amiga mia. 
Por una esperiencia larga 
Cuánto es su poder, y cuántos 
Son los efectos que causa, 
Testigo es mi corazón, 
Dó no bien cicatrizadas. 
Miles de heridas existen 
Que tus ojos le asestaron. 
No obstante esto 4 cuál será 
Quien no apetezca estas llagas, 
A trueque de que tu le honres. 
Mi bien, con una mirada? 



— 190 — 

Y por fin cuando es sabido 
Que tus hermosas pestañas 
Hacen más suaves los golpes 
Que á no ser ellas mataran, 
¿Quién á costa de una herida 
No comprara una mirada 
De tus ojos, que aunque hieren 
Con las heridas alhagan? 
Yo te juro amiga mía 
Que aunque mil muertes hallara 
En cada mirada tuya 
Quisiera que me miraras. 



Santiago, Setíembre 14 de 1841. 



DECIMA A LA MISMA 



Después que de tantos dones 
Te colmó naturaleza, 
¿Quién podrá ver tu belleza 
Sin rendirte adoraciones ? 
Si ries, cuántas razones 
Hay para encontrarte bella! 
Si miras, ¿ quién la centella 
Resistirá de tus ojos, 
Sin que deje por despojo 
El alma y vida con ella? 



Santíago, Setiembre 14 de 1841. 



Á LA SEÑORA TERESA ROSSI 



CANTANDO LA CAVATINA DE LA «GAZZA LADRA» 

Di piacer mi balsa il cor, 

\ Ay ! no cantes que me mata 
De tu voz el dulce acento ; 
Sin pulso ya, sin aliento 
Me siento desfallecer : 
Pero canta que más quiero 
Oir tu voz y morir, 
Que á costa de no te oír 
Evitar el perecer. 

I Ay ! no cantes, no, no cantes 
Que si prosigues me muero. 
No me mates que yo quiero 
Que un triunfo obtengas mayor : 
Déjame verte Teresa 
Siquiera ima sola vez, 
Y sin matarme á tus pies 
Me veras morir de amor. 

13 



— 194 — 

Pero canta, aunque me mates 
Que yo moriré contento, 
Si es tu voz el instrumento 
Que mi vida ha de acabar. 
Morir de oírte, ó de amarte 
Es lo mismo ; y yo prefiero 
Ser el cisne que me muero. 
Si tu canto es mi cantar. 

Mas no cantes, que pudiera, 
Si asi me quitas la vida. 
Te acusaran de homicida 

Y te tuvieran rencor. 
Déjame, bella Teresa, 
Que yo mi vida te ofrezca, 

Y aunque mil veces perezca 
Deja que muera de amor. 

Pero canta^y deja ¡ oh cielos ! 
Que te adore, y que tu canto 
Media vida acabe, en tanto 
Que la otra media el amor. 
Asi me tendrán envidia 
Los que sepan he concluido. 
Porque tu canto he oído. 
Porque fui tu adorador. 



— 195 — 

¡ Feliz yo si de tal modo 
Mi existencia se extinguiera ! 
¿ Qué dicha mayor pudiera 
Apetecer un mortal? 
¡ Ah consúmame la llama 
Que con mi sangre alimento ; 

Y tu voz en tal momento 
Entone mi funeral 1 

I Incomparable mujer! 
Si así lleno mi destino, 
¿ Qué importa que mi camino 
Termine su porveiiir ? 
Me extinguiré como antorcha 
Que un soplo violento apaga; 

Y que con vislumbre vaga 
No volverá á relucir. 



Lima, Agosto 8 de 1843. 



A LA MISMA 



SONETO 

Yo vi una vez, bellísima Terencia, 
Lejos de este pais tu nombre impreso ; 

Y estampando, sobre él ardiente beso 
Suspiró por hallarme en tu presencia. 

Este nombre querido, que en tu ausencia, 
Mil veces repetí con embeleso. 
Jamás sonó en mi labio, te confieso, 
Sin que mi alma sintiera complacencia. 

¿Qué misterio de amor tu nombre lleva ? 
4 Por qué siempre al oírlo he recibido 
Un secreto placer, delicia nueva? 

¿Por qué cuando tu nombre he repetido 
La sangre de mis venas se subleva 

Y el corazón duplica su latido? 

Urna, Junio 9 de 1843. 



SORAIMA 



¡ Quién me dijera, Soraima, 
Que feliz no había de ser, 
Cuando en tus brazos ayer 
Acariciarme te vi ! 
Cuando bajando esos ojos, 
Do tiene el amor su nido. 
Vertió tu labio en mi oído 
El grato anhelado si 1 



¡ Pero á nadie es concedido 
Rasgar el oscuro velo, 
Con que quiso esquivo el cielo 
Ocultar el porvenir I 
Por eso en tiempo felice 
Incanato me he engañado 
Creyendo que afortunado 
Debía un tiempo seguir. 



— 200 - 

En la embriaguez deliciosa 
Que á tu lado experimento. 
Me creí por un momento 
Feliz sin contradicción : 
Mas si olvidar un instante 
Pude mi destino crudo, 
Vino otro instante, y no pudo 
Conservarse la ilusión. 



Cual la vislumbre indecisa 
De relámpago lejano, 
En tormenta de verano 
Suele un instante brillar 
Y al abrir de nuevo el ojo 
Que el reflejo ha deslumhrado, 
Más negro, más enlutado 
Se ^Tlelve todo á encontrar. 

Asi en el fondo de mi alma 
Esparció por un instante 
Su vislumbre vacilante 
Una esperanza fugaz ; 
Pero se extinguió y entonces 
La lobreguez silenciosa 
De la tiniebla espantosa 
Se condensó más v más. 



— 201 — 

En vano el labio abrasado 
Tocar en tus labios siento, 
El secreto descontento 
No sale del corazón : 
Feliz mientras permanezco 
De placer enajenado, 
Mil veces más desgraciado 
Soy al volver mi razón. 

¡ Ah Soraima! si mi estrella 
Su adverso influjo cambiara ! 
A tu lado no envidiara 
De un ángel la suerte, no. 
Bastantes fueran á mi alma 
Para cielo tus dos ojos : 
Do ahora solo hay abrojos 
Flores recojiera yo. 

¡ AJi! yo debería amarte 
Como el hermano á la hermana; 

Y siempre tener lejana 
La idea de otro placer ! 
Pero, divina Soraima, 
¿Quién mirándote pudiera 
Amarte de esta manera 

Y otro bien no pretender? 



— 202 — 

Eres para mi más dulce 
Que el recuerdo de la infancia; 
En tu aliento hay más fragancia 
Que perfume en cada flor. 
Pequeña eres, pero bella 
Como gota de rocío 
Y no es el sol del estío 
Cual tu beso abrazador. 

El misterioso murmullo 
De solitario arroyuelo, 
A que le sirve de velo 
El follaje del bambú, 
No es grato, no es armonioso, 
Ni deleita mis oídos 
Como los dulces sonidos 
De tu voz cuando hablas tú. 

Mas yo, Soraima, deliro : 
Fascíname tu hermosura; 
Ella causa esta locura 
Que me obliga á delirar. 
En sus accesos, Soraima, 
Allá en mi ajitada mente 
Solo tú te hallas presente. 
Solo tú tienes lugar. 



— 203 — 

¿No adviertes que de la llama 
Que me abrasa con viveza, 
Es mi corazón pavesa 
De tal incendio señal? 
Si ajitarse en tu presencia 
Con fuerte latido avisa 
Se mueve cual la ceniza 
Al soplo del vendabál. 

¡ Aborréceme, Soraima, 
Odiame, si esto te es dable^ 

Y no permitas que te hable 
Ni aún para decirte adiós; 
Advierte que mi destino 
Siempre implacable y severo 
Un muro inmenso de acero 
Ha elevado entre los dos. 

Cuando de la mar sañuda 
Me lleve la onda encrespada, 
A playa de ti ignorada, 
Desde allí te adoraré : 

Y si mi mente concibe 
Una idea, un pensamiento, 
Será mi emisario el viento. 
Con él te lo enviaré. 



— 204 — 

Si del corazón, Soraima, 
Un suspiro se desprende; 
Si una lágrima desciende 
Del ojo con que te vi ! 
Nadie, nadie mientras viva 
Recojerá en mi retiro, 
Esta lágrima y suspiro 
Ambos serán para tí. 



lima. Octubre 7 de 1843. 



PASEO Á LA FIESTA DE LA CRUZ 



EN LA CAPILLA DEL BARRANCO 



En una de aquellas 
Mañanas de Mayo, 
En que un solo rayo 
Ningún arrebol, 
Desciende á la tierra. 
Porque el cielo puebla 
Un velo de niebla 
Do se ocultad sol. 

A beber el aiie 
Que de ámbar perfuma 
La fresca ariruma 
La rosa gentil : 
Salíme del muro 
Que en circulo abraza 
A Lima y que traza 
Su inmenso perfil. 



— 206 — 

Al mirar mis ojos 
Campiñas amenas, 
Sentí por mis venas 
Insólito ardor. 
I Ay ! era el presagio 
De que yo sería 
Este mismo día 
La presa de amor. 

Que así nos anuncia 
El próximo estrago, 
Un presentir vago 
Que sin duda es 
El ruido lejano 
Que al venir los males 
Sobre los mortales, 
Hacen con sus pies. 

Así sin destino 
Seguí paso á paso, 
Y andando al acaso 
A un punto llegué 
De do entre el follaje 
De copas frondosas 
Dos torres graciosas 
Resaltar se vé. 



— 207 — 

Cual alza la espiga 
Entre la maleza 
Su rubia cabeza, 
Cual suele ostentar 
La palma en el bosque 
Su copa altanera, 
O el mástil velera 
La nave en el mar. 



Estas torrecillas 
Son de Miraflores, ' 
Recinto de amores, 
De encanto y placer. 
Si una entre el follaje 
La cúspide asoma, 
Cándida paloma 
Pudiérase creer. 

Mas allá de Miraflores 
Se divisa una capilla. 
Como colgada en la orilla 
De la barranca del mar. 
Sus blancas torres parecen 
Dos palomas mensageras 
Que del mar en las riberas 
Se han parado á reposar. 



— 208 — 

O dos cisnes que han salido 
Do las saladas espumas, 

Y con el pico las plumas 
Componen á su placer 
Para volver á su nido 

A cubrir el blanco huevo 
De donde otro cisne nuevo 
A la vida ha de nacer. 

Allí la onda convulsiva 
Se aglomera, ó se dilata, 

Y como franja de plata. 
Sobre la arena se ve : 

Y como al tocar la playa 
De improviso se contiene. 
Parece que solo viene 

A besar del templo el pié. 

Este templo solitario 
Sobre la mar colocado. 
Parece un puesto avanzado 
Del mundo en la eternidad ; 
O emblema de la esperanza 
Que en el corazón habita. 
Que no se altera ni ajita 
Cual lí\ onda en la tempestad. 



— 209 — 

En ese santuario aislado 
Sin relación con el mundo, 
Que la tierra y mar profundo 
Toca á la vez con su pié : 
Un gran concurso de gentes 
Celebraban ese dia, 
Con cánticos de alegría 
El gran signo de la fó. 

El toque de las campanas 
Me llamó hacia su recinto 
Obedeciendo á un instinto 
Que no pude resistir. 
Acerquéme y de improviso 
A mis ojos se presenta 
El templo y el mar que ostenta 
Su continuo ir y venir. 

Y sobre la onda espumosa 
Que ya se acerca, ó se aleja, 
El templo su faz refleja 
Y con ella viene y vá ; 
Cual sigue la imagen bella 
En el corazón grabada 
La oscilación continuada 
En que el corazón está. 



u 



— 210 — 

De los cánticos sagrados 
El melancólico acento, 
Conducido por el viento 
Hacia el interior del mar; 

Y el estruendo de las olas 
Que á compás se repetía 
Formaban una armonía 
Indefinible y sin par. 

Como bullicioso enjambre 
De abejas en primavera, 
Se derrama por do quiera 
En el prado y el vergel ; 

Y zumbando entre las flores 
Una por una visitan 

Y á cada cáliz le quitan 
La blanca cera y la miel : 

Grupos de lindas limeñas 
Luciendo elegante adorno. 
Voltejeaban en contorno 
De la Casa del Señor 
Algima la mar contempla; 
Otra del templo se aleja; 
Otra entra en él cual abeja 
En el cáliz de una flor. 



— 211 — 

Entre ellas iba Hualdina, 
Más elegante y graciosa 
Que el lindo botón de rosa 
Que abriera al amanecer. 
Cubre su cabeza altiva 
Un precioso sombrerillo; 
Y su vestido sencillo 
Sus formas deja entrever. 

Como suele entre las flores 
Gallarda, blanca y serena 
Aromática azucena 
La cabeza levantar, 
Asi la linda Hualdina 
Resaltaba entre las bellas 
Cual brilla entre las estrellas 
La estrella canicular. 

Si como yo esta reunión 
De tan raras hermosuras, 
Y más que la lumbre puras. 
Presenciara un musulmán. 
Para su harem las deseara; 
Mas, ni á desear se atreviera, 
Pues sin duda las creyera 
Las Huris del Alcorán. 



— 212 — 

Antes de ver á Hualdina 
Sentía el corazón mío 
Un insondable vacio, 
Un desear sin saber qué, 
Un intimo descontento, 
Un malestar renaciente, 
A todas horas creciente. 
Cuyas causas ignoré. 

En este misero estado 
Era la vida una carga, 
Un dolor, una hez amarga 
Clavada en mi corazón, 
¡ Qué insufrible es en tal caso 
La idea de la existencia ! 
¡ Cuánto apura la paciencia 
Tolerar su duración ! 



Un veneno derramado 
Gota á gota en una llaga; 
Un fuego que no se apaga 
Y siempre quemando está, 
Es cada instante de vida ; 
Un siglo es cada momento ; 
j Oh cuan perezoso y lento 
Las horas el reloj dá ! 



— 213 — 

En tal estremo abismado 
Fué cuando vi de Hualdina 
Esa faz leda y divina; 

Y la escena se cambió. 
Yo sentí lleno el vacío 
Que en mi corazón había, 

Y que de mi renacía 
A la vida un nuevo yo. 

No sigue con más ahinco 
Acero que el imán toca 
El Norte, ni de los cuerpos 
El movimiento, la sombra. 

Cual seguía yo los pasos. 
La sonrisa seductora 

Y aún las miradas furtivas 

De Hualdina. Era una antorcha 

Que de mi árida existencia 
En la noche tempestuosa. 
Derramando su luz pura 
Desvaneciera las sombras. 

Sacárame de un abismo 
En que pasaban mis horas. 
Como en lóbrego desierto. 
Noche de invierno lluviosa. 



— 214 — 

A una atmósfera risueña, 
A un campo que la luz dora, 
Do el blando favonio mece 
Verdes bulliciosas hojas. 

Uniérame á la cadena 
Que todos los seres forman 

Y esta unión aunque reciente 
Era de Hualdina la obra. 

Por eso sentía en ella, 

Y no más que en ella sola, 
El lazo que me anudaba 
A esta cadena grandiosa. 

El sentimiento del bien. 
Que después de amargas horas 
De un padecer incesante. 
Por primera vez se goza. 

Un nuevo tormento engendra 
Despertando en la memoria 
La idea cruel de perderlo, 

Y que pasa como sombra. 

Tal fué la primera idea 
Que á turbar vino á deshora 
El ensueño delicioso 
En que mi alma estaba absorta ; 



— 215 — 

Cual tras de la tempestad, 
Parda nube tenebrosa 
La blanca faz de la luna 
Cubre con siniestra sombra, 

Esta idea fija en mi alma 
Recreciendo de hora en hora, 
Una sombra, una tiniebla 
Echó en mi existencia toda. 

Desvanecer se sentía, 
Como niebla vaporosa, 
La risueña perspectiva 
De mis fugitivas glorias ; 

Y mi corazón en vano 
Quiso asirlas, todas, todas 
Se escaparon, se escaparon 
Dejando solo memorias 

En el alma, como suele. 
El relámpago que dora 
El fondo de oscura nube. 
Dejar su vislumbre roja. 



ERASTENIA CONVALECIENTE 



Siempre más bella te vi 
Que la azucena del campo, 

Y que el misterioso lampo 
Del almo día precursor ; 
Siempre festiva y alegre, 
Como el pájaro que vuela, 

Y en tus ojos de gacela 
Vi dos luceros de amor. 



Cuando blanca como nieve 
Era tu veste sencilla. 
Trasparente nubecilla 
Alguna vez te creí ; 
O ángel que dejando el cielo 
A la tierra descendía; 
Y ¡ cuan bella te vería 
Para equivocarme así ! 



— 218 — 

Restábame empero verte 
En esos días aciagos, 
En que hace crueles estragos 
En la existencia el dolor. 
Esos días en que huyendo 
La rosa de las mejillas 
Mustias toman amarillas 
De la retama el color. 



Y te vi cuando á tu rostro 
El dolor había robado 
Ese tinte delicado, 
Mezcla de nieve y coral : 
Una sombra de tristeza 
Cubria tu faz hermosa 
Cual la toca misteriosa 
La frente de una Vestal. 



¡ Oh qué dulces, qué insinuantes 
Todas tus gracias hacia 
La tierna melancolía 
Que en ellas dejó el dolor ! 
Bella eres como la luna 
En noche de primavera. 
Cuando una niebla lijera 
Debilita su esplendor. 



— 219 — 

Cual la luz de sol de invierno, 
Pálido era tu semblante; 

Y un no se qué de tocante 
Había en su palidez ; 

Era un velo imperceptible 
Que tus facciones cubría, 
Dando á tu fisonomía 
Inefable languidez. 

AqueUa mirada ardiente, 
Esa mirada de fuego, 
Que á mi me robó el sosiego, 

Y en cambio penas me dio ; 
No era entonces un meteoro 
Que arrojaba tu pupila ; 
Era la lumbre tranquila 
Que un planeta reflejó. 

Y eres bella como el lirio 
Que en su tallo se reclina. 
Cuando los cielos domina 
El ardiente luminar. 
Como el ojo de una virgen 
Que una lágrima humedece ; 
Como el dia que amanece 
Tras la tormenta en el mar. 



— 220 - 

Pero, angélica Erastenia, 
¿ Para qué te veo hermosa, 
Cuando jamas cariñosa 
He de verte una ocasión? 
Esa celestial belleza 
Que necio á mirar me atrevo 
Es un cáustico que llevo 
De asiento en mi corazón. 

De continuo encuentra mi alma 
En tus gracias un martirio. 
Como aquel que en el delirio 
De la fiebre vó correr 
Linfa pura y bulliciosa, 
Pero que huye en el momento 
Que el labio seco y sediento 
Se vá en ella á humedecer. 

Por piedad, dulce Erastenia, 
Ya que ni un lijero halago 
He de recibir en pago 
De mis afectos jamás ; 
Deja que siquiera espere 
Que cuando estos versos leas 
Inconstante no me creas 
Como crees á los demás. 

(Publicados en El Comercio de Lima, Enero 12 de 1844). 



IMPROVISADOS EN M CONVITE 



EN QUE DEDICARON Á UNA SEÑORITA UN DULCE QUE CONTENÍA 
EL CUARTETO QUE SE GLOSÓ Á PETICIÓN DE ELLA MI8MA 



Lirio del valle, candida azucena, 
Ángel de perfección, soplo divino ! 
Suave como la brisa en mar serena. 
Bella como el rocío matutino I 
¡ Ah ! sin verte el amor no conociera ! 
¿Por qué funesto el hado huso te viera? 

Pero ya que te vi ¿por qué no ha sido 
Allá en el suelo de la patria mía, 
Antes de andar errante y perseguido? 
Pero golpe mortal me prevenía 
Obligándome amor á que te amara, 
Cuando en adversa suerte me encontrara. 

¡Jamás gustó mi labio el néctar puro, 
Que en deliciosa copa amor ofrece ! 
Mezclado de amargor, en vaso oscuro 



— 222 — 

Desabrido el placer hizo que fuese 
El destino que atroz me persiguiera 

Y con tu amor el gran pesar me diera. 

Humilde en holocausto he ofrecido 
En el altar de amor inmaculado, 
Cuando era joven, el primer latido 
Que mi sencillo corazón ha dado; 

Y el amargor sentí sobre sus aras, 

De no ser el primero á quien amuras. 

4 Por qué funesto el hado hizo te viera 
Cuando en adversa suerte me encontrara, 

Y con tu amor el gran pesar me diera 
De no ser el primero á quien amaras? 

Lirio del Valle, candida azucena 
Ángel de perfección, soplo divino ! 
A este pesar injusto me condena 
La ojeriza tenaz de mi destino. 
Por tí llevo en silencio su cadena, 
Lirio del Valle, candida azucena. 



lima, Noviembre 9 de 1843. 



EL RESEDÁ 



(Á besila) 



De resedá fragante 
Llevaba un hacecillo, 
Mi adorada Besila 
En el seno escondido. 
Hablábase de flores, 
De perfume esquisito, 

Y dije yo que nunca 
Había percibido 
Del resedá el aroma 

Que otros sienten tan fino. 
Besila al escucharme 
Sacó del seno esquivo 
El resedá oloroso, 

Y dióme el hacecillo. 

¿ Sientes su esencia ahora? 
Burlándose me dijo. 



— 224 — 

Sí, la dije, Besila; 
Más saber es preciso, 
Si del resedá es propia 
La fragancia que aspiro 
O la sacó en sus hojas 
Del seno do ha venido. 



Santiago, Diciembre 17 de 1845. 



Á LA MISMA, QUE IBA Á PASEO 



DÁNDOLE LA iCABASA IHDUNA'i 



l^ues que te vas Besila, 
Y yo infeliz no puedo 
Seguirte, al menos lleva 
Contigo algún recuerdo 
En el pequeño libro 
Que tímido te ofrezco. 
Tú vas, Besila mía, 
A un lugar de recreo, 
Do el roce de las gentes. 
Do el bullicio, el contento. 
De que de mi te acuerdes, 
No te dejarán tiempo. 
Me olvidarás, sin duda...! 
Empero si un momento 
Alejada de todos 
En un lugar secreto, 

15 



— 226 — 

Este pequeño libro 
Abrieres para leerlo, 
No dudo dulce amiga, 
El que á tu pensamiento 
Vendré por un instante, 
Aimque de ti esté lejos. 
También yo soy un paria, 
Que hogar, ni patria tengo 
A todos soy extraño ; 
Doquier soy estrangero. 
La mano del destino 
Dejó en mi frente impresa 
De proscripción la marca, 
De la desgracia el sello. 
Con todo, de mi suerte 
Yo sufriré en silencio 
Todo el tenaz encono. 
Todo el rigor acervo, 
Si ima ocasión, Besila, 
Haces de mi un recuerdo. 
Cuando este libro leas 
O quemes estos versos. 



Santiago, Diciembre 31 de 1845. 



Á UNA ROSA HECHA DE AZÜCAR 



¡ Copia perfecta de mi flor amada 
En que ha ostentado el arte su destreza ! 
Si te dio su gallarda gentileza 
Sin su fragancia pura y regalada; 

El te ha dado dulzura delicada 
Que á ella le negó naturaleza; 
Y añadiendo esta parte á tu belleza 
Dejó la que no daba reemplazada. 

Mas si natura, y arte se sirvieran 
De la Rosa que adoro, como norma. 
Su obra ganara siendo su retrato : 

Perfume de su aliento recojieran; 
Gallarda gentileza de su forma; 
Dulzura incomparable de su trato. 

Lima, Noviembre 19 de 1843. 



Á UNA BOCA 



El carmín encendido del labio 
De tu boca pequeña y graciosa, 
Al botón de aromática rosa 
Aventaja en frescura y color. 
Si cerrado sus perlas oculta, 
Una dulce y lijera sonrisa 
De corales y aljófar matiza 
Ese nido do vive el amor. 



¿De los nardos la suave fragancia 
Comparable es acaso al aliento 
Que exhalar de la boca te siento 
Cuando ríes ó quieres hablar? 
A su esencia divina no iguala 
El olor con que el aire perfuma 
La balsámica y fresca ariruma 
Ni el aroma que exhala el azar. 



EL SUICIDA y Sü PUÑAL 



Puñal, ¿para qué te quiero? 
¿Que haces ocioso en mi mano, 
Si no puedo, todo entero. 
Sepultar tu agudo acero 
En el pecho del tirano? 

¡ Ah ! si posible me fuera 
Hacer que su pecho odiado, 
De tu hoja el frió sintiera ! 
¡ Oh puñal afortunado 1 
Por líneas te introdujera. 

Cuando por tu hoja mi mano 
Sintiese las convulsiones 
De aquel corazón villano 
Y á tu contacto el tirano 
Hiciera mil contorsiones : 



— 232 — 

Entonces, puñal querido, 
Mi mano acariciaría 
Tu pomo negro y bruñido; 
Mientras el feroz bandido 
Luchaba con la agonía. 

Y cuando viese esparcida 
La palidez de la muerte 
Sobre su frente fruncida, 
E incierta buscar la herida 
Su mano torpe ó inerte; 

De su pecho te arrancara 
Destilando sangre roja, 

Y al pueblo te presentara 
Para que leyese en tu hoja 
Que hubo ya quien le vengara. 

¡ Pero ay, mi lindo puñal 
Este es un vano delirio ! 
Mi patria sufrirá el mal 

Y su verdugo brutal 

Se gozará en su martirio ! 

¿Y si mi desgracia es tal 
Que infelice ya no espero 
Ver al hijo de Belial, 
Dejar por tí de hacer mal, 
Puñal, para qué te quiero? 



— 233 — 

Mas ya que ordena el destino 
Que no pueda por mi mano 
Vengar al pueblo argentino, 
Tiñendo tu acero fino 
En la sangre del tirano : 

Ya que mi Patria querida 
Debe ser el patrimonio 
De su propio parricida, 

Y gemir envilecida 

A los pies de ese demonio : 

Y ya, en fin que he de arrastrar 
La miserable existencia 
Del proscrito, sin hallar 
En ninguna parte hogar 
Do fijar mi residencia : 

Será, mi lindo puñal. 
Tu delgada hoja de acero. 
Ese remedio final. 
Que sabe curar el mal 
Más insufrible y severo. 

Así hablaba, una vez, un argentino 
En el silencio de la noche lunbría 

Y un puñal en su mano relucía 

De bien templado acero damasquino. 



— 234 — 

Calló el cuitado, y en seguida vino, 
Un estertor que el aire conducía 
A denunciar que la última agonía 
Sellaba, en fin, su mísero destino. 

Un silencio siguió, no más turbado; 
Mostróse luego el sol en el Oriente 
De mil grupos de púrpura cercado. 

Su primer rayo reflejó en la frente 
De un joven, cuya mano no ha soltado 
El puñal que su pecho ya no siente. 



Santiago, Enero 19 de 1851. 



• •• 



¡ Pasaron, pasaron los tiempos de gloria, 
Período sagrado de ilustre memoria; 
Cual sombra pasaron sus héroes también ! 
La trompa sonora de Marte no suena. 
El plomo no silva, el bronce no truena. 
La patria en peligro sus hijos no ven. 

Junin y Ayacucho, del león de la España 
Ahogaron en sangre la furia y la saña, 
La tierra del Inca vengada quedó. 
Allí de guerreros la sangre vertida 
De pueblos distintos, quedó confundida 
Y el árbol sagrado unida regó. 

Allí cada uno dejó con su espada 
Escrito su nombre, su patria afianzada. 
Patria que lidiando supiera ganar. 
¡ Entonce á ninguno le vino á las mientes 
Llamar estrangeros aquellos valientes 
Que patria, venciendo, supiéronles dar ! 



. — 236 — 

¡Empero esos tiempos bellos han huido ! 
¡ Azañas y nombres sepulta el olvido; 

Y en premio los héroes reciben baldón ! 
Un pueblo de ingratos los ha reemplazado, 
Que, cierto, sin ellos yaciera arrojado, 
Sumido en el fango de vil opresión. 

Con grito insolente se llama estrangero, 
Al bravo que supo blandiendo el acero, 
El yugo afrentoso valiente romper I 

Y aquellos que entonces hubieran temblado 
Al ver el semblante de un hombre enojado 
Cual perros rabiosos le quieren morder ! 

¿Do estabais vosotros cuando ese guerrero 
Cubierto de heridas, cayó prisionero. 
Después de haber roto su lanza en Junin ? 
¡ Vosotros ! cantabais, tal vez, en la orgia; 
Mientras que en peligro la patria ese día, 
Lidiaba por ella aquel paladin. 

¡Y ahora estrangero llamáis al valiente. 
Que entonces altivo ceñía su frente 
De roble y de encina, de fresco laurel ! 
Vosotros que ahora esclavos villanos. 
Besarais la planta de vuestros tiranos; 

Y siervos abyectos murierais sin él ! 



— 237 — 

¿ Qué hazaña, qué nombre, qué proeza, qué gloria 
Miserables disteis, que cuente la historia? 
Ninguno, ninguno la fama cantó. 
Esclavos smnisos de España vivieron. 
En tanto que aquellos que patria les dieron, 
La sangre vertían que patria les dio. 

Callad, miserables, callad que la envidia 
Con todo su encono y artera perfidia 
No puede en tal héroe echar un borrón, 
Hondas cicatrices que el tiempo respeta 
La fama aseguran del ínclito atleta, 
Su timbre son ellas, su diploma son. 

Callad, miserables, callad, insensatos. 
No á más de cobardes paséis por ingratos; 
Guardad en secreto la envidia, el rencor. 
No echéis en la frente del viejo guerrero 
Inmunda saliva; mirad que su acero 
Aún guarda sin mancha su antiguo esplendor. 

Mirad que aún le ciñe el mismo soldado 
De indómito pecho, de brazo esforzado. 
Que el golpe primero dio siempre en la lid. 
Temblad si la injuria le inspira venganza. 
Si brilla en su mano la fúlgida lanza ; 
Y cuenta os demanda el bravo adalid. 

Lima, Agosto 17 de 1843. 



QUINTILLAS 



¿Sabrás que salto, Francisca, 
De ganas de darte un beso? 
¿Pero te enojas por eso? 
No te me pongas arisca. 
Que hombre soy de carne y hueso. 

Siendo blanda, cual paloma, 
Francisca, ¿por qué conmigo 
Te enfadas, cuando te digo 
Me des un beso, por broma 
No habiendo ningún testigo? 

¿Tan extraño te parece 
Que el diablo me haya tentado, 
Viendo una flor de granado 
Que con la brisa se mece, 
A besarla enamorado? 



— 240 — 

Pues mira, tu fresco labio, 
Que tiene el mismo color 
De esa peregrina flor, 
Dejará menos resabio 
Después de un beso de amor. 

Y si pudiera Francisca 
Alguna vez sorprenderte, 

Y darte un beso bien fuerte, 
No se me diera ni pizca 

De hallar en cambio la muerte. 

Entonces yo moriría 
Como linda mariposa 
Que acariciando amorosa 
La llama de una bujía 
Se abrasa y muere dichosa. 

Si disculpa no merece 
El deseo que me inspiras, 

Y objeto soy de tus iras, 
No consientas que te bese 

Y cuando lo haga, hazme tiras. 

Pero ten bien entendido 
Que cuando me hagas pedazos 
Rompes, Francisca, los lazos 
De ima vida que he querido 
Solo para darte abrazos. 



— 241 — 

Y si de este modo tratas 
Al que te abraza y te besa, 
Y es tan rara tu aspereza 
Que sin compasión lo achatas, 
O le rompes la cabeza. 

¿Que harás, di, bella Francisca, 
Con quien te mire de reojo, 
O por desfogar su enojo 
Te maltrata y te pellizca, 
O te empuja por antojo? 

Más propio es de la hermosura 
Con que Dios dotarte quiso, 
Mostrar sus galas y hechizo 
Dando ejemplo de blandura, 
Que hacer el papel de erizo. 

En fin, haz tu lo que quieras. 
Muéstrate blanda y afable, 
O terca, dura, intratable. 
Si más ventajas esperas 
De ser adusta que amable. 

Pero deja que te bese 
Una vez, y probarás 
Que no es mi boca de agraz, 

Y que tal vez no te pese, 

Y quieras un beso más. 

Santiago, Enero 17 de 1851. 



le 



LA BEATA 



A mi no me engañas, Juana, 
Porque á beata te has metido ; 
Pues de mujer tan liviana, 
Como yo te he conocido, 
No se hace buena cristiana. 



De las Marias Magdalenas 
Pasó el tiempo; picaronal 
Ni se hallan á manos llenas 
Margaritas de Cortona, 
Aunque hay beatas por centenas. 



4 Y no he de estar admirado, 
Y muy sorprendido, Juana, 
Al ver que te has embeatado 
De la noche á la mañana. 
Siendo de cuarto alquilado? 



— 244 — 

Pégala, si es lo que quieres, 
A hombres de buenas creederas, 
Persuadiéndoles que no eres 
La que ha pocos dias eras . 
Entre las malas mujeres. 

Pero á mi, Juana, no intentes, 
Con tu vida mojigata 

Y modales penitentes. 
Persuadir te has hecho beata. 
Porque te diré que mientes. 

De iglesa en iglesia vas 
En busca de confesores, 
Porque acostumbl*ada estás 
A variar de directores 
Para poder pecar más. 

¿ Crees que ha de santificarte 
Tan continuo confesar? 
No tener de qué acusarte 
Es lo que debes cuidar. 
Si deseas enmendarte. 

Pero confesar ahora 
Haber hecho algún pecado, 

Y antes de pasar una hora 
Del vicio que has confesado 
Volver á ser pecadora. . . . 



— 245 — 

Es hacer del Sacramento 
Un ridículo juguete ; 
O tener el torpe intento 
De dar á Dios un moquete, 
Y contentarlo al momento. 

No solo es irreverencia, 
Es sacrilegio, mujer, 
Hacer de la penitencia 
Una ropa de alquiler 
Para la mala conciencia. 

A muchos embaucarás, 
Juana, con tu beatitud ; 
Más rib se la pegarás 
A Dios fingiendo virtud 
Que no tienes, ni tendrás. 

¿Sabes? Quiero penetrar 
Un secreto que no entiendo : 
Tu lo puedes aclarar; 
Más según lo que comprendo, 
Juana, te me has de negar. 

Tu, no tienes plata, Juana, 
Hacienda, chacra, ni casas ; 
¿Cómo es que tan de mañana 
Vas al templo y allí pasas 
Hasta que te dá la gana? 



— 246 — 

Allí no vas á coser 
Hilar ó tejer calcetas, 
¿De dónde sacas, mujer. 
Una, dos ó tres pesetas 
Para vestir ó comer? 

Con todo vistes decente, 

Y estás gorda y colorada. 

Lo que indica bien que el diente 
No pasa sin mascar nada, 
Ni el tendero sin que cuente. 

¿Dime mujer del demonio, 
Imajinas que harás creer 
Al más Simplicio bolonio^ * 
Que tú engordas sin comer 
Cual niño de San Antonio? 

Asi pasas la mañana; 
Más luego que las tres dan 
Ya estás en el templo, Juana, 
Mucho antes que el sacristán 
Lo abra ó toque la campana I 

Sales de la iglesia fría 
Cuando silvan los serenos ; 

Y luego en la portería 
Pasas ima hora, lo menos 

Y así has completado el día f 



— 247 — 

Los que así te ven vivir, 
Pagar cuarto, usar alhajas, 
Razón tienen en decir 
Que tú en la cama trabajas, 

Y al templo vas á dormir. 

Y para ellos eres, Juana, 
Caricatura de Roma 
Viciosa cuando pagana. 
Inmoral cuando cristiana 

Y no creas que esto es broma. 

De bromas no entiendo jota. 
Si crees que de eso se trata. 
Te lo advierto, pero nota 
Que pasar de p. . . á beata 
Es colgarse en la picota. 

Todavía es tiempo, Juana, 
De que tal vida abandones : 
Oye misa de mañana. 
Vé el domingo á las funciones, 

Y trabaja en la semana. 

Así lograrás dos cosas : 
Pasar por mujer honrada. 
De costumbres laboriosas ; 

Y tener vida ajustada 
A las reglas religiosas. 



— 248 — 

Pero estar repantigada 
El dia entero en la iglesia ; 

Y Dios sabe en qué ocupada, 
Vida es ridicula y necia 
Para quien no tiene nada. 

Bueno es que tengas presente, 
Que Dios no le dijo á Adán : 
Orarás continuamente 
Sino, ganarás el pan 
Con el sudor de tu frente. 

Así quedó establecida 
La moda de trabajar, 
Para ganar la comida 

Y prohibido el petardear, 
Para mantener la vida. 

No creas al monigote 
O al ocioso monacillo 
Que diga soy Hugonote, 
Que hablo asi porque soy pillo 

Y escomulgado herejote. 

No, Juana, la religión 

Y la virtud, cada dia. 
Marchan á su perfección : 
La tuya es hipocresía 
Que no tendrá remisión. 



— 249 — 

Y advierte que la sotana 
Que tal vida te aconseje, 
Igual razón tendrá, Juana, 
Para llamarme á mi hereje, 
Como á ti buena cristiana. 



Santiago, Setiembre 11 de 1852. 



LA ALFOMBRA Y EL MANTO 



Vive Dios que he de hablar en adelante 
Un lenguaje del todo parecido 
A la lengua del perro, 
Que lamiendo la llaga repugnante, 
Del humor pestilente y corrompido 
A que abrió puerta el hierro, 
La limpia sin cesar tarde y mañana. 
Hasta que cicatriza y queda sana ; 
Con diferencia, empero, 
Que ser suave como el can no quiero. 

No tengo de dejar mientras circule 
Una gota de sangre por mis venas 
Que una mala costumbre se inocule 
Sin salirla al encuentro, pertrechado 
De mis ideas, ó de las ajenas ; 
Y sin darla de tregua un solo instante, 
La he de rascar por uno y otro lado/ 



— 252 — 

Nadie espere que tímido me espante 

El poder que apadrina 

El vicio, á que yo aseste 

Mi aguzada y pimzante javalina. 

No importa que le preste 

Su protección el hombre poderoso, 

O aquel que tiene influencia 

Por su carácter sobre la conciencia. 

Nada de esto me impone 

Ni me hará que abandone 

La meditada empresa, 

De cuidar que conserven las costumbres 

Su decencia y pureza. 

Si sufrir es preciso pesadumbres, 
Vengan en hora buena 
Que á todo el corazón está dispuesto ; 
Y una vez en la arena 
En lucha con el vicio 
Conservaré mi puesto ; 
O bien hasta vencerlo y desterrarlo, 
O que en mi se consume el sacrificio. 
Como en otros que osaron atacarlo. 

Al manto antes mis tiros he lanzado, 
Porque el vicio cobija con su sombra ; 
A la falsa piedad también he dado 



— 253 — 

Algnnos malos ratos; 

Y hoy al manto y la alfombra 

Un palo quiero dar, que bien merecen, 

Aunque incurra en el odio de los beatos, 

Que la alfombra y el manto favorecen. 

Vayan en hora mala, si se enojan. 

Con tal que esta lección otros recojan. 



Con tu alf ombrita y tu manto 
Te encuentras armada, Juana, 
Para entrarte, sin espanto, 
Al templo tarde y mañana 
O á otro lugar menos santo. 

¡ Qué dicha es para ti, Juana, 
Poder sin peligro alguno 
Hacer lo que te dá gana. 
Sin que cualquier importuno 
Te llame mujer mundanal 

Una alfombra y la basquina. 
Otro tiempo era bastante 
Para largarse una niña, 
Como caballero andante 
Que andaba buscando riña. 



— 254 — 

Pero entonces se sentía 
El molesto inconveniente, 
De no poder si quería, 
Taparse completamente 
Cuando el caso lo exigía. 

Más hoy con la añadidura 
De un descomunal mantón. 
Puede largarse segm^ 
De que en cualquiera ocasión 
Podrá ocultar su figura. 

Y marchar sola y muy sola 
Por aquesos andurriales 
Tras de alguna carambola; 
Porque con arreos tales 
Puede andarse á la bartola. 

Lleva en el manto la cota 
Y su vicera calada : 
Así, si en ima chacota. 
Recibe alguna estocada 
Queda herida, más sin nota. 

Y si hay quien esto moteje, 
Al instante saldrá un santo 
Acusándole de hereje, 

Que quiere extinguir el manto 
Que la honestidad protejo. 



— 255 — 

Y tomará por pretesto, 
Para esforzar su defensa, 
El que á más de ser honesto 
Precave cualquier ofensa 
Del prójimo contra el sexto. 

Y con este fin piadoso 
Según la moral beatuna, 
Se conservará este embozo 
Para que pueda cada una 
Ser liviana con reposo. 

Sin tener que alborotarse 
Porque á otros escandaliza, 
Pues tan solo con taparse 
Hará creer que fué á oir misa, 
Cuando fué á refocilarse. 

Lo que en el mundo conviene 
Es salvar las apariencias ; 
Buena fama asi se obtiene, 
Se serenan las conciencias, 
Y el buen nombre se mantiene. 

En el tiempo en que se usaron 
Los enormes peinetones. 
Sin piedad los atacaron 
En pláticas y sermones 
Hasta que los derrotaron. 



— 256 — 

Y á fó que la cornamenta 
En nada favorecía 

Lo que el mantón aposenta; 

Y sin embargo en el dia 
Nadie al manto pide cuenta. 

Y contra él no se levanta 
La voz del predicador 
Sobre la cátedra santa, 

Ni en él excita temor, 

Ni su conciencia se espanta! 

4 Por qué no se alarma el celo 
Del pastor escrupuloso, 

Y alza su voz sin recelo 
Contra ese maldito embozo 
Que al vicio sirve de velo? 

4 Por qué el manto es la cortina 
Que salva las apariencias? 
¿ Por qué con él no se atina 
A marcar las evidencias 
Que cada cual adivina? 

Vaya que es linda razón, 
Si puede llamarse tal ! 
Que viva pues, el mantón 

Y el principio de moral 
Que se opone á su extinción. 



— 257 — 

Que vivan los concienzudos 
Que tanto del mantón gustan : 
Vivan los hombres sesudos 
Que de los cuernos se asustan 
Y no de que haya cornudos ! 

¡ Silencio 1 y no decir mal 
Ni en público, ni en privado 
Del mantón descomimal; 
Porque está muy bien probado 
Que proteje la moral. 

Y si se añade la alfombra 
Al manto, nueva razón 
Para ordenar un chiton; 
Pues si aquel sirve de sombra 
Tiene ésta, otra aplicación. 

Si no menos importante 
En cien casos muy precisos, 
Lo que es razón muy bastante 
Para que estos dos mellizos 
Vayan en unión constante. 

No había yo comprendido 
Esta mancomunidad ; 

Y en fuerza de haberla oido 
A gentes de probidad 

A conocerla he venido. 

17 



— 258 — 

Y como dice el adagio 

« Hija de algo es la mentira » , 

Es para mi mal presagio 

Do alfombra y mianto se mira, 

Y me digo, allí hay contagio. 

Y escabullóndome luego, 
Porque el diablo no me tiente, 
Me hago mudo, sordo y ciego. 
Que ni oye, ni vé, ni siente 
Hasta que á mi casa llego. 

Esto mismo hacen los santos 
Aunque por otra razón ; 
Asi es que alfombras y mantos 
Siguen en perfecta unión 
Evitando el sepan cuantos. 

Con todo, el manto á fé mia, 
Ofrece una gran ventaja, 
Como lo usan en el dia : 
El barre el lodo y la paja 

Y suple la policía. 

Y no es poco á mi entender 
No entrando en otros detalles. 
Que por moda la mujer 

Se ocupe en barrer las calles 
Que otros debieran barrer. 



— 259 — 

Tomando bajo este aspecto 
El manto, si bien se estima, 
Suple de un modo perfecto 
Los gallinazos de Lima 
Produciendo el mismo efecto. 

Tomado por la figura, 
Entonce es más serio el caso; 
Pues dá el manto á la hermosura 
Las trazas del gallinazo 
Negro y limpiando basura. 

¡ Pájaros afortunados 
Cuánto envidio la grandeza 
De veros representados 
En Chile por la belleza 
Que hermosea los estrados ! 

Y á gritos, Chile, no lloras 

Y el dolor te hace pedazos 
Cuando ves á tus señoras 
Disfrazar de gallinazos 
Sus formas encantadoras ! 

Más ya que tienen empeño 
En ocultar su hermosura, 
Adopten otro diseño 

Y no la triste figura 
Del gallinazo limeño. 



— 260 — 

No por esconder al mundo 
Sus pasos ó sus facciones 
Adopten por un segundo 
La forma y las propensiones 
De pájaro tan inmundo. 

Adviertan que debe ser, 
Un ángel por su belleza 
En el mundo la mujer; 
Y un modelo de pureza 
Si mucho quiere valer. 



Santiago, Febrero 5 de 1853. 



A LA SEÑORITA TERESA GARCÍA 



A que cante me obligas, 
Angélica Teresa, 
Cuando de tu belleza 
Bajo la influencia estoy... 
¿No ves que de tus gracias 
El poderoso encanto, 
Me hará olvidar el canto, 
Lo que era, y lo que soy ? 



4 Olvidas que los años 
Que arrugaron mi frente, 
El fuego de mi mente 
Apagaron también ? 
Si, pasaron los tiempos 
De amor y poesía. 
Donde antes fuego había 
Cenizas hoy se ven. 



— 262 — 

4 Acaso es porque ignoras 
Que soy un peregrino 
Que al verte en mi camino 
Olvido á donde voy? 
Por mi mal lo confieso, 
Contempló tu belleza ; 

Y extático, Teresa, 
Ni un solo paso doy. 

E inmóvil permanezco, 
Cual queda el caminante 
Cuando á sus pies delante 
Un rayo vó caer. 
Tal es la misteriosa 
E irresistible influencia. 
Que ejerce tu presencia 
Sobre todo mi ser 

Mas ya que quieres, niña. 
Que el áspero sonido 
De mi voz, á tu oido 
Pueda esta vez llegar. 
Suspende el fuerte encanto 
Que mi voz aprisiona; 

Y escucharás que entona 
Por tí un nuevo cantar. 



— 263 — 

Y yo te caataró como cantaba 

AUá en los tiempos de mi edad primera, 
Cuando mi sangre hirviente circulaba 

Y el alma de esperanzas rebosaba; 
Como entonces cantara si te viera. 

Mas si me oprime, Teresa, 
Más y más á cada instante 
Tu encantadora belleza; 

Y si esta opresión no cesa 
¿Cómo quieres, di, que cante? 

¡ Ah, no ejerza ese poder 
Tu hermosura sobre mí, 
Que hoy es más fuerte que ayer ! 

Y que mañana ha de ser 
Más fuerte si es dable así. 

Y suelto mi pensamiento 
Del lazo que lo aprisiona. 
Volará á la par del viento ; 

Y admirando en tí un portento 
Oirás que un himno te entona. 

Entonces, linda Teresa, 
Cuando me halle en tu presencia, 
Veo de naturaleza 
Toda la magnificencia 
Compendiada en tu belleza. 



— 264 — 

Y entonces mi corazón • 
Cobrando nueva energía, 
Hallará en tu perfección 
La sublime inspiración, 

Y do quiera poesía. 

Será el aliento que aspiras 
Atmósfera perfumada, 
Blanda brisa si respiras, 
Luceros de la alborada 
Los dos soles con que miras. 

El perfume de tu aliento 
Será el delicioso aroma, 
Que dan las flores al viento; 
Tu tinte el del firmamento 
Así que la aurora asoma. 

La sonrisa que dilata 
Tus dos labios delicados 
Nieve en tus dientes retrata; 

Y en tu boca de escarlata 
Las flores de los granados. 

Tu voz armoniosa y pura 
Me diseñará el murmullo 
De arroyuelo que murmura; 

Y su amorosa blandura 
De la tórtola el arrullo. 



— 265 — 

Empero cuando yo vea 
Tu talle flexible y fino 
Tipo del talle argentino, 
Su gentileza lucir: 
Cuando de tus lindas formas, 
Bajo sencillos adornos, 
Los finísimos contomos* 
Pueda mi mente inferir. 

Cuando tu veste flotante 

Y el pié pequeño y pulido 
Con paso ájil y medido 
Marquen del valz el compás. 
Entonces solo veré. 
Encantadora Teresa, 

Tu incomparable belleza 
Tus gracias, y nada más. 

Y yo las cantaré como solía 
Cantar en otro tiempo á la que amaba, 
Cuando de sus hechizos recibía 
La inspiración el alma, y la poesía; 

Y el pensamiento al Cielo se elevaba. 

¡ Ay ! yo te engaño, Teresa, 
Cuando te prometo tanto. 



— 266 — 

Ríete de mi promesa, 
Que hay canas en mi cabeza ; 
Y mi viejo no sabe el canto 
Del amor, á la belleza. 



Mendoza, Diciembre 17 de 1852. 



Á LA SEÑORA D^ CARMEN ÜRMENETA 



EN SU CUMPLEAÑOS 



¿Qué os pudiera ofrecer, señora mía, 
Un viejo consumido por los años. 
Que digno fuese de tan fausto día? 

Si sus días recorre y los estraños, 
¿Qué otra cosa queda al pobre viejo 
Que profundos y amargos desengaños? 

Del hombre que antes fué mustio reflejo, 
El hombre por el tiempo enmohecido. 
Es del mundo y la vida ingrato dejo. 

A este extremo, señora, he descendido ; 
Y estando en el invierno de la vida. 
El pensamiento yace amortecido. 



— 268 — 

Ninguna idea nueva y atrevida 
Brota como la flor en primavera, 
Del hielo en que la mente está sumida. 

Es, por tanto, señora, una quimera 
Suponer en un viejo la enerjia 
Que solo es dote de la edad primera. 

Que los giros diversos, la armonía, 
La libre elevación del pensamiento 
Que imprimen su belleza á la poesía. 

No se engendran, ni encuentran alimento, 
Sino en la juventud fresca y lozana, 
Llena de savia, vida y movimiento. 

Solo ella vivifica y engalana 
El monte, el valle, el llano y las colinas 

Y bellos tintes presta á la mañana. 

Embalsama las brisas matutinas 
Con el fragante aroma de las flores ; 

Y á la poesía dá formas divinas. 

Si canta, si festeja sus amores. 
De la tórtola imita el blando arrullo, 
O los acordes de los ruiseñores. 



— 269 — 

Abriendo de las rosas el capullo 
A la amistad lo ofrece, si la canta, 

Y en ser constante i leal cifra su orgullo. 

Presentando de flores á su planta 
Fragante alfombra, con su esencia pura 
Su pensamiento al cielo se levanta. 

Pero á mi se me niega esta ventura 
Cuando cantar ensayo vuestro día, 
Pues la vejez me quita la soltura. 

Trabada, á su pesar, la musa mía 
Una línea no se alza sobre el suelo : 
Sus alas no le presta la poesía. 

Vanos esfuerzos hace, pero el hielo 
De los años la agovia, la comprime 

Y no puede elevarse en raudo vuelo 
Para cantaros, á región sublime. 

Asi, señora, os suplico 
Que admitáis en vuestro día. 
Estos versos sin poesía 
Que os ofrece mi amistad, 



— 270 — 

Como la débil esencia 
Que exhala una flor marchita 
A quien sus aromas quita, 
Como á mi también, la edad. 



Santiago, Julio 15 de 1854. 



ANÉCDOTA 



Al mus estaban jugando 
Un alemán y un francés, 
Y á verlos venía Inés 
Muy de prisa caminando; 
Como andaba tan ligero, 
La niña no había advertido 
Que le agarraba el vestido 
Una rama de romero. 
Siguió andando el mismo paso 
Hasta que por fin sintió 
Que del vestido quedó, 
En el romero un pedazo, 
A mudarse iba volviendo 
Toda llena de aflicción, 
A cada paso diciendo : 
Tiene el romero razón. 



MI PROGRAMA 



Desde ahora quiero entrar 
En cuentas conmigo mismo, 
Por si llego á gobernar, 
Y mi cuenta he de sacar 
Aunque tachen de cinismo 
Mi manera de contar. 

Ea pues, manos á la obra. 
No perdíuaaos tiempo en vano, 
Que al pobre y al soberano 
Jamás el tiempo les sobra. 
Como al Sud Americano. 

Entraré, pues, en materia. 
Sin rodeos, ni escapadas. 
Porque andar con agachadas 
Me parece una miseria, 
Propia de almas mal templadas. 



18 



— 274 — 

La política es en suma 
El arte de gobernar; 
Pues bien, la he de examinar, 
He de meterle la pluma 

Y ver lo que puede dar. 

No en bambolla ni en honores 
Porque esa es paja picada, 
Sino en moneda sellada, 
O en efectivos valores. 
Lo demás no vale nada. 

Daráme dinero y fama 
Esta empresa singular, 
Si á este examen puedo dar 
El carácter del programa 
Con que yo he de gobernar. 

Yo al menos así lo espero, 
Pero si mi tal programa 
Tan solo me ha de dar fama, 

Y no me ha de dar dinero. 
Llévese el diablo mí trama. 

¿La política, qué importa 
Cuando no da de comer. 
Casa, estancias y mujer, 

Y á la larga, ó á la corta 
No nos viene á enriquecer? 



— 275 — 

Política que se va 
Solo es para los simplones, 
Que suplen los pantalones 
Poniéndose chiripá 
Y jamás tienen calzones. 

En los veinte años pasados 
Lo cosa no anduvo así; 
Que á muchos que conocí 
Pelados y muy pelados 
Hechos chiche después vi. 

Y no es decir que robaron, 
Según mi cuenta analítica, 
Sino que de la política 
Los tales se aprovecharon, 
En lo que no cabe crítica. 

Pues mucho más he de hacer 
Que aquellos que hicieron más: 
Los he de dejar atrás, 

Y todo el mundo ha de ver 
De lo que yo soy capaz. 

A bien que si un ventarrón 
De mi puesto me hace á un lado, 
No habrá ningún desalmado 
Que pida devolución, 

Y lo apañado, apañado. 



— 276 - 

Que los pueblos sufrirán 
Me lo enseña la esperiencia, 
Porque tanta es su paciencia, 
Que si de azotes les dan 
Los toman por penitencia. 

¿ Qué ha sido antes, en sustancia, 
La República Argentina? 
Lo diré sin repugnancia : 
Cada provincia una estancia, 

Y cada estancia una mina. 

Y si á mí me toca ser 
Alguna vez estanciero 
4 Por que no he de ser minero, 

Y por lerdo he de perder 
La ocasión de hacer dinero? 

Los que la echan de modestos 
De patriotas y de honrados. 
Son irnos diablos menguados, 
Que subiendo á buenos puestos 
Mandan, y salen pelados. 

Más si el hombre de talento 
Estos títeres maneja. 
Estaca en pared no deja, 
Ni piedra sobre su asiento ; 

Y á todos los empareja. 



— 277 — 

Elementos he de crearme 
Para marchar á mi objeto, 
Con un éxito completo, 
Sin que alguien pueda estorbarme, 
Llegar donde me prometo. 

Los medios que yo emplearé 
Para tener servidores 

Y buenos sostenedores, 
Serán, ser de buena fé. 
Caporal de expoliadores. 

Dejaré que cada empleado 
Pueda esplotar su destino, 

Y desnudar al vecino 
Sin temer ser acusado 
De ladrón, ni de asesino. 

Los bobos me ganaré 
Fimdando fuertes y villas, 

Y edificando capillas. 
Cuidando que crean que 
Se pagan á mis costillas. 

Y aunque un centavo no emplee 
De mis haberes en esto. 
No es fácil que haya un molesto 
En la sala, que desee 
Se me exija presupuesto. 



— 278 — 

Así quedará cubierto 
Todo el gasto que haya habido, 

Y el más leido y escribido 
Cuánto es no sabrá de cierto, 
Ni de qué caja ha salido. 

Haré que los ciudadanos 
Entren todos á ejercicios. 
Para corregir los vicios, 

Y que por bienes mundanos 
Dejen de hacerse perjuicios. 

Y mientras cada uno es santo 

Y se ocupa en obras pías, 
Siquiera por quince dias. 
Nadie me estorbará en tanto, 
El hacer yo de las mias. 

Así al mismo tiempo que hago 
Sin estorbos mi negocio 

Y á la religión me asocio. 
Guardo para echar un trago 

Y comer bien en el ocio. 

Yo formaré compañías 
Para introducir ganado : 
El gasto lo hará el Estado, 
Las ganancias, serán mias ; 

Y hasta el capital empleado. 



— 279 — 

Caballos para el arreo 
Los vecinos los darán : 
Algunos los cobrarán ; 
Pero, aunque parezca feo 
Otra vez no los verán. 

Todo el pasto necesario 
Para engordar esta hacienda, 
No buscaré quien lo venda, 
Lo pediré al vecindario, 

Y que la cuide y la atienda. 

Si de mi familia alguno 
Me propone cambalache, 
No haya miedo que me empache, 
Yo le daré tres por uno 

Y haré que se le despache. 

Más si otros me piden dos 
Por un animal de grasa. 
Diré, la hacienda está escasa, 

Y aunque me clamen por Dios, 
Le daré tres al de casa. 

A estos arbitrios sencillos 
Que dan clientela y dinero. 
Agregarles otros quiero 
Que me llenen los bolsillos 
Solo y sin im compañero. 



— 280 — 

Mantendré una guarnición 
En los fuertes permanente, 

Y yo haré la provisión 

De vestuario y mantención , 
Aunque la tropa reviente. 

Y como á nadie le toca 
Hacer este negocito, 

A muchos, por lo bonito. 
Se les hará agua la boca 
Por hacerlo, pero chiiito... 

Y no hay que andar con bullangas, 
La cosa ha de ser así ; 

Porque yo entre el mi y el ti, 
Sea por faldas ó mangas 
Me decido por el mi. 

Una partida de juego 
Con carácter oficial, 
Es un rico mineral 
De plata con que muy luego 
Podré reunir un caudal. 

Todo consiste en el modo 
Con que la cosa maneje, 
Para que á salvo me deje 
Meter el brazo hasta el codo, 

Y que á todos empareje. 



— 281 — 

Si pierdo, debe jugarse 
Hasta haberme desquitado ; 
Pero cuando haya ganado, 
Podrán todos levantarse, 
Cuando me haya levantado. 

Ya se podrá comprender 
Que con tal procedimiento, 
Es de apostar uno á ciento 
A que no puedo perder ; 

Y que es bueno el pensamiento. 

¡ ¡ Los diezmos ! ! esa es mamada ; 
Mistela con bizcochuelos ; 
Eso es chupar caramelos ; 
Hallar la breva pelada ; 
Eso es miel sobre buñuelos. 

Siendo yo gobernador 

Y habiendo al remate entrado. 
Estoy bien asegurado 

De ser el rematador 

Sin que nadie haya pujado. 

No habrá malos pagadores 
Porque cada decurión 
Hará la recaudación. 
Para que los labradores 
No intenten ocultación. 



— 282 — 

Siendo juez el que recaude 

Y siendo yo su fiscal, 
Será el recaudo cabal ; 

Y cuidado que haya fraude 
Siquiera de medio real. 

En cuanto á la cuatropea 
La masa se contará, 

Y el diezmo se sacará 
De lo que la masa sea, 

Y el fraude se evitará. 

Por cualquiera triqui-iraquej 
Zas ! ima contribución, 

Y la orden al decurión 
Que sin remisión la saque. 
Bajo de multa y prisión. 

Y si de caballos es 
Deberán ser escojidos, 
Gordos, de talla y fornidos. 
Sanos de lomos y pies, 

Y además, bien parecidos. 

Llega el momento de enviarios 
A los fuertes y cantones 
Entonces por mancarrones 
Se cambian, para librarlos 
De picaros y ladrones. 



— 283 — 

A más, se logran dos cosas : 
Tener las fuerzas montadas, 

Y vender yo caballadas 
Gordas, sanas y famosas 
Que serán muy bien pagadas. 

Si ima provincia pastora 
Me tocare gobernar, 
Es entonce otro cantar; 
La situación se mejora 

Y más se puede lucrar. 

Ya verán que no me empampo 
En materia de adquirir ; 
A la Sala iré á pedir 
Ocho mil leguas de campo, 

Y las he de conseguir. 

Porque en esto de las Salas 
He llegado á colejir 
Que no sabiendo elejir, 
Todas las Salas son malas, 
Porque saben resistir. 

Pero cuando la elección 
Se hace con algim talento. 
Es la Sala un instrumento 
Que da la autorización 
Para hacer de ima hasta ciento. 



— 284 — 

j Qué agradable será andar 
De estancia en estancia meses, 

Y vender á los Ingleses, 
Sin dejar de gobernar, 

Los cueros de cien mil reses ! ! 

Y si llegare á faltar 
Ganado para el completo, 
Tirar al golpe un decreto 
Prohibiendo á todos matar. 
Hasta salir yo de aprieto. 

Lo mismo es si, saladero 
Tuviere yo establecido 

Y estando comprometido 
Que baje el ganado quiero 
Para no verme aflijido. 

Prohibo entonces trabajar 
En todo otro saladero 
Que el mió y sacar im cuero 
Ni aún para hacer un hijar, 
O carona im estanciero. 

Como con tal prohibición 
Ningún estanciero mata. 
El que necesita plata 
Viene á hacer proposición, 

Y por lo que ofrezco trata. 



— 285 — 

Con solo estas arterías 
Basta para enriquecer 
Porque asi vienen á ser 
Todas las estancias mias, 
Sin tenerlas que atender. 

Solo queda cierto punto 
De la política usual 
Sin tocar, y sin el cu^l 
De mi programa el conjunto 
No quedaría cabal. 

Este es el de la familia, 
Esa fuente de placer. 
En que el goce y el deber, 
Se confunde y se concilla 
Entre el hombre y la mujer. 

Y para que mis tareas. 
Tratadas con mano diestra. 
Puedan dar perfecta muestra 
De los designios é ideas 
Que he lanzado á la palestra, 

Y para que todos sepan 
Cómo irán mis procederes 
En materia de mujeres 

Y que dudas no les quepan 
Los reduzco á caracteres. 



— 286 — 

En materias femeniles 
Echaré también el resto, 
Sin tapujos, ni pretesto ; 
Puesto que en las varoniles 
Dejo el pabellón bien puesto. 

Imitaré á los Romanos 
Sin detenerme en pamplinas 

Y todas las argentinas 

Que pueda haber á las manos, 
Serán, para mi, Sabinas. 

El más ridículo tuno 
De cuantos me ha precedido, 
Tres, cuatro, seis ha exhibido, 
En público, sin que alguno 
Se diese por ofendido. 

Y si á criticar llegaron 
Lo harían tan en secreto, 

Y de modo tan discreto. 
Que ocasión no presentaron 
De tocarles el coleto. 

¡ Y los pueblos recibieron 
Este ejemplo, sin chistar 
Los curas, ni predicar 
Contra los que asi supieron 
Su grey escandalizar ! 1 ! 



— 287 — 

Esos mismos curas, antes, 
Llenos de celo divino, 
Proclamaron libertino 
Al que tuvo en sus estantes 
La Biblia sin Belarmino. 

4 Por qué toleró aquel mal 
Sin resollar el pastor? 
Porque era gobernador, 
O era el señor general 
El escandalizador. 

Pues menos no quiero ser 
Siendo también gobernante : 
Tendré diez, si esto es bastante 

Y ciento, si es menester, 
Sin que ninguno se espante. 

Así se puede vivir. 
Así se puede mandar 

Y gozando preparar 
Un regular porvenir 
Exento de mendigar. 

En fin, no por ganar fama 
Doy en una obra didáctica. 
Como en im manual de táctica. 
La espresion en un programa. 
De mi política práctica. 



— 288 — 

Y si es que á mi diligencia 
Ayuda un poco la suerte, 
No me ha de cojer la muerte, 
Sin poner en evidencia 
Lo que mi programa advierte. 

Entonces he de cantar 
En im harpa bien templada 

Y con voz muy entonada 
La copla que he de dejar 
Al fin de estas consignada. 

Aprended Jlor es de mi 
Lo que va de ayer á hoy : 
Ayer era \m tararí, 
Ved hoy la altura en que estoy 

Y qué maravilla soy 
Aprended flores de mi. 



Mendoza, Enero 30 de 1853. 



(El Constitucional de Mendoza, N* 330). 



CONTESTACIÓN 



AL PROGRAMA GUBERNATIVO DEL SEÑOR K. W. 



« Señor : en vuestro programa 
Mordéis á vivos y muertos, 
Abriendo heridas cerradas 
Sin traemos ningún provecho. 
Emplead mejor vuestra musa 
Con más elevado objeto, 
Que lo pasado, pisado, 
De hablar así ya no es tiempo. 

« Un cantor de vuestro fuste 
(Cuyo talento respeto) 
No debiera descender 
A vertir tales conceptos 
Cuando la oliva de paz 
Que florezca apetecemos. 
Al que purgado ya está 
Es injusticia morderlo. 



19 



— 290 — 

«4 Qué bien reporta á la Patria 
Que le mutiléis sus miembros ; 
Que le ultrajéis ciudadanos 
Exajerando sus yerros ? 
4 Es esto, señor cantor, 
El programa de Caseros, 
Que prometió se olvidasen 
Los pasados desaciertos ? 

« 4 Señor : y vos estáis limpio 
En el alma y en el cuerpo, 
De pecados capitales 
Contra tu nativo suelo ? 
¡ Oh ! señor, vos veis la paja 
En el ojo de otro dueño 
Y la viga no miráis 
Que se atraviesa en los vuestros. 

(( 4 Es esta, señor cantor. 
La ftision de vuestro metro 
Que con sátiras picantes 
Cantáis lo falso y lo cierto 
Pintando á vuestro placer 
A vuestro antojo los hechos, 
En el tenor que cantaran 
En las tabernas los ciegos. 



— 291 — 

« 4 Lo hacéis por ganar la vida, 
O por lucir el talento 
Con que natura os dotó 
Para elevados objetos ? 
¿Lo hacéis porque os den aplausos 
Ciertos hombres virulentos, 
Que inmorales se alimentan 
De ofensivos pensamientos? 

« No, señor, que vuestra Lira 
Cual lira de im caballero 
Se ocupe de grandes cosas 

Y no de rimas groseras. 
Que alarman la sociedad, 
La discordia introduciendo. 
Las familias enconando. 
Las venganzas promoviendo. 

«No, señor, que no es decente 
Atacar al indefenso. 
Roer los huesos al que duerme 
En el seno de los muertos, 

Y es insolencia ultrajar 
Con osado atrevimiento 
De las catorce provincias 
Sus magistrados supremos. 



— 292 — 

« Si uno que otro delinquió 
No los igualéis por esto, 
Ni os toca á vos el juzgarlos, 
Lo hará la historia á su tiempo, 
Sin que sufra el inocente 
Ligado por parentesco, 
Ni el deudo que no apoyó 
Estraviados desaciertos. 

(( Señor : vos os desbordáis 
Al publicar tales versos. 
Contra pactos celebrados. 
Contra preceptos espresos 
Que prohiben que del pecado 
Como jueces inculquemos; 
De otro modo, señor, nimca 
Sin anarquía nos veremos. 

« El programa de la prensa 
Le habéis puesto en el alto aprieto. 
Reclamando con imperio 
Se publicasen tus versos; 
Cual si la patria con ellos 
Trasformada en ágil vuelo. 
En jigante se cambiara 
Con tus sublimes conceptos. 



— 293 — 

« Una, dos, tres, cuatro veces, 
La prensa comprometiendo, 
Instasteis porque salieran 
Con serio apercibimiento, 
Invocando « Libertad », 
Que en la prensa os prometieron ; 
Mas la entendéis por los pies 

Y tomáis por los cabellos. 

« 4 Pues qué libertad de prensa, 
Es para morder á Pedro, 
Antonio, Tristan ó Diego, 
Con versitos vocingleros? 
No señor, para cantores 
Suele también haber freno 
Que le pone im justo Inri, 
O la censura de im pueblo. 

«Vuestra sátira mordaz. 
No respeta ni á los muertos. 

Y tu moral inmoral 

Por corregir los entuertos. 
Abre al desorden un campo, 
A nuestra prensa funesto. 
Apóstoles como vos 
Dan á los vicios fomentos. 



— 294 — 

« Vuestro programa, señor, 
Para hacer un buen gobierno. 
Ha de ser menos cantor 
Ha de ser menos groseíro. 
Ha de respetar los hombres 
Ha de prudenciar sus yerros 
Tanto más si con cantarles 
No se reporta provecho. 

<( ¿Ignoráis que vuestra musa 
Fué fatal en otro tiempo 
Que soplando la anarquía, 
Dio un estallido sangriento ? 
¿Ignoráis que con versitos. 
Las pasiones se encendieron 
Ciertos hombres se endiablaron, 

Y en la demanda murieron? 

« A los párrocos tacháis. 
Porque celosos no fueron, 

Y cuando el vicio impugnaron. 
Les llamasteis «majaderos». 
Vuestra causa ha sido siempre 
Conocida en este suelo 

Por audaz y revoltoso 

Y signo de mal agüero. 



— 295 — 

(( Volvemos á las andadas 
La sociedad corrompiendo, 
Con el desborde de prensas 
Que tantos males trajeron. 
Volvemos á los versitos 
De aquel revoltoso tiempo 
Que ni la vida privada 
Se escapaba de los metros. 

<( Conjuramos tu programa, 
De tu gobierno cantor, 
Está bonita tu Lira, 
Pero perdona, señor. 
Que os digamos en verdad, 
Que no es bueno su tenor. 
Ya el tiempo de los mastines 
Que mordían se acabó. 

« Hoy en un tiempo de paz 
Es criminal el tesón 
De dividir á los hombres 
Un imprudente cantor, 
Paz, paz y más paz 
Nos conviene, si señor, 
Y no cantiñas picantes 
Que revivan el rencor. 



— 296 — 

« Un argentino debiera 
Cuidar siempre del honor, 
De la patria que le diera 
De un argentino el blasón, 
Y no ocuparse de ajarla. 
Con injusto disfavor. 
Cosa que no hiciera un tuno 
Que tuviese pundonor. 



«Garantido por 

«Los TRES IMPARCIALES». 

(El Constitucional de Mendoza, N* 335). 



A LOS TRES IMPARCIALES 



CONTESTACIÓN Á LOS VERSOS PUBLICADOS BAJO ESTE SEUDÓNIMO 

EN El Constitucional de Mendoza, n* 335 



Caballeros imparciales 
Vuestro cantar me revela 
Que sois de la vieja escuela 
De rosines inmorales; 

Y por eso 

Como rata que en el queso 
El gato la ha sorprendido 
Habéis lanzado un chillido 
Al ver mi programa impreso. 

No os alborotéis señores, 
Porque de lo dicho al hecho 
Cierto es que va mucho trecho 
Entre nos los pecadores; 

Y entre tanto 



— 298 — 

Aquellos que saben cuanto 
Se apañó por malos medios, 
Maldicen de los remedios 
A que da lugar mi canto. 

No confundáis torpemente 
La sátira con la historia : 
Esta sirve á la memoria, 
Corrije aquella al presente; 

Y el servicio 

Que presta ella contra el vicio, 
Es de un inmenso valor, 
Pues no la para el temor 
Para hacer el beneficio. 

La historia es la narración 
De buenos y malos hechos; 
En límites más estrechos 
De la sátira es la acción ; 

Y su empresa 

Es acudir con presteza 
Do quiera que el vicio asome, 
A estirparlo antes que tome 
Incremento y fortaleza. 

Hé aquí, pues, la tarea 
A que nací destinado : 
Aunque dura, la he llenado 



— 299 — 

En la paz y en la pelea 
Mi fanal, 

Mi numen es Juvenal, 
No Tácito y Tito Livio; 
Por eso no doy alivio 
A vicios en general. 

El bien que el pais reporta 
De satirizar al malo 
Es, que tema venga el palo 
A la larga, ó á la corta. 

Y no errores 

Son, respetables señores. 
Los que sin piedad ataco : 
Son los cálculos de Caco 
A los que hago los honores. 

A los pueblos se despierta 
Poniéndoles á la vista 
En letras gordas la lista 
De los males que á la puerta 
Les golpean. 

Para que otra vez no sean 
Patrimonio de malvados 

Y en la miseria abismados 
Otra ocasión no se vean. 



— 300 — 

¿En qué libro estrafalario 
El principio habéis hallado, 
Que del pariente malvado 
Es el bueno solidario ? 
Pasó la era 

En que al hijo dio dentera 
Porque el padre comió agraz : 
Hoy nadie responde más 
Que de su proipm perrera. 

Pero hay más, vuestra doctrina. 
Si puede llamarse tal, 
No solo es irracional. 
Sino también peregrina. 
¿Creéis prudente 
Consentir que impunemente 
Sin trabas obre el perverso, 
Por no dar un rato adverso 
A un deudo que fué inocente? 

4 Y cuál es el foragido 
Que en su linage no cuenta 
Una persona que exenta 
De crimen haya vivido? 
Sin embargo 
4 Se le deja de hacer cargos. 



— 301 — 

Y también de castigarle, 
Solo por temor de darle 

Al pariente un rato amargo? 

El programa de Caseros 
Que invocáis tan sin chabeta, 
No es de punto de calceta 
Que da de si; majaderos! 
La igualdad, 
Libertad, fraternidad 
Que consagra, no son tales 
Que hermanen y hagan iguales 
La virtud y la maldad. 

La concordia, caballeros. 
Es hija de la justicia, 
Que refrena la malicia 

Y al vicio pone linderos. 
Solo en ella 

Se puede afianzar aquella; 
Más los hechos reprobados 
Descubiertos ó tapados 
Solo al trastorno abren huella. 

Sed justos si queréis paz 
Porque la injusticia es guerra 
Que al hombre virtuoso aterra 



— 302 — 

Y hace al malo más audaz. 
Las ofensas 

Que á personas indefensas 
Infieran los potentados, 
Vengadlas como atentados 
De consecuencias inmensas. 



Solo así la paz se obtiene 

Y la aventura se alcanza; 
Porque la justicia afianza 
El derecho á quien lo tiene : 
La Nación 

Que mira la vejación 
Inferida á un ciudadano, 
Ck)mo ultraje hecho á un hermano, 
Se encuentra en su perfección. 

Echad una simple ojeada 
Al tiempo que ha trascurrido, 

Y veréis lo que ha sufrido 
Esa patria idolatrada. 
No mis versos 

La dieron ratos adversos... 
Los que la han ensangrentado. 
Envilecido, humillado, 
Son sus tiranos perversos. 



— 303 — 

Son los insignes malvados. 
De pública voz y fama, 
Que describe mi programa 
Copiando sus atentados, 
Los que ahora 
Con clemencia imprevisora 
Queréis que queden exentos 
De los grandes escarmientos 
Con que al malo se mejora. 

Según decís Imparciales, 
A la libertad de imprenta 
Deben cargársele en cuenta 
Todos los pasados males... 
Los tiranos 

Y sus secuaces villanos, 
Temen ver libre la prensa. 
Por ser la mayor defensa 
Que tienen los ciudadanos. 

Ya que veis con sangre fria 
Los escándalos que ayer. 
Con la suma del poder ^ 
Don Juan Manuel cometía : 
A la imprenta 
La prostitución sangrienta 



— 304 — 

De que Rosas se rodeaba 
No atribuyáis 1 era esclava 

Y de cargos está exenta. 

También en cara me echáis, 
El que en época pasada 
Entré en la vida privada 
¿Y verdad en esto habláis? 
¡Vocingleros 11 
Herí con tiros certeros 
Pública inmoralidad; 

Y á los pueblos la maldad 

La presenté siempre en cueros. 

4 Acaso el vicio fomenta 
El que le escribe en la frente 
Lo que le ha dado aliciente 

Y lo que más lo alimenta? 
Fuera raro 

Que poniéndolo así en claro 
Al mirarse en evidencia 
Con más audaz insolencia 
Se aumentase su descaro... 

Decís que sin distinción 
Ataco á vivos y muertos : 
Estos cargos no son ciertos, 



— 305 — 

Y me acusáis sin razón. 

Las maldades, 

Juego, estafas, liviandades, 

Son el blanco en que me fijo : 

Allí mis tiros dirijo, 

Sin buscar más entidades. 



Si á los cuadros que yo exhibo 
Un muerto fué semejante; 
O los toma algún farsante 
Por el retrato de un vivo : 
El culpado 

No soy yo que he delineado 
Cuadro que á ellos se asemeja; 
Sino aquel que ver se deja 
En tal cuadro bien copiado. 

Concluyo, pues, imparciales. 
Dando una contestación 
A la injusta acusación 
De que á mi patria hice males : 
Y en el ojo 

De otros miro con enojo 
La paja y que soy tan malo 
Que habiendo en el mió un palo 
No lo veo y me sonrojo. 



so 



— 306 — 

Dad gracias á que estoy viejo, 
Y que ya en la edad madura, 
El hombre poco se apura 
Por los gritos de un cangrejo. 
Ni de tres : 

Sin esto, y sin ver tal vez 
Vuestra catadura enana, 
Os cardaría la lana 
Al derecho y al revés. 

Tengo, por lo que á mi toca. 
Respecto de mis paisanos. 
Limpio el bolsillo y las manos. 
Libre la pluma y la boca. 
De Caseros 

No penséis, pues, majaderos 
Hacer, si queréis, un manto 
Que se estienda á tapar tanto. 
Que cubra hasta los rateros ; 

Porque os espondreis entonces 
Por injustos ó aturdidos, 
A encontraros confundidos 
Entre la gente del bronce, 
De que Rosas 
Educó sumas pasmosas 



— 307 — 

En los pueblos y campañas; 

Y de cuyas malas mañas 
Quedan muestras horrorosas. 

Callad, pues, señores míos, 
Al público no espetéis 
Otros versos, con que deis 
A la razón calofríos. 
Sabandijas 

Sin juicio, ni ideas fijas 
Sobre lo malo y lo bueno, 
No os presentéis tan de lleno 
En métricas baratijas. 

Si sois patriotas, emplead 
Vuestra pluma y vuestras fuerzas 
Contra las tramas perversas 
Que sabe urdir la maldad. 
Dad lecciones 
Al pueblo, contra bribones ; 

Y acordaos de que en paz, 
No pueden vivir jamás 
El robado y los ladrones. 

Haréis más bien de este modo 
Que defendiendo á malvados, 
Cuyos negros atentados 



— 308 — 

Lo escandalizaron todo. 
Las maldades, 
Y públicas liviandades, 
Llevan semillas fecundas. 
Que echando raices profundas 
Corrompen las sociedades. 



Santiago, 1S53. 



EPIGRAMA 



Dice Dolores, que siente 
Un muslo un poco achacoso, 
Y que un módico famoso 
Dice ser reuma inocente ; 
Más su vecino asegura 
Que el dolor le ha resultado 
De un caballo mal domado 
Que le dio su tío el cura. 



4 A quién debemos creer 
Al doctor, ó á la vecina? 
Dice aquel que en medicina 
Es profundo su saber; 
Más la vecina asegura 
Que del cuarto de Dolores 
Ha visto en paños menores 
Salir á deshora al cura. 



EPIGRAMAS 



I 



Decíale muy formal, 
Tengo que salir á viaje, 
Acomoda mi equipage, 
A su esposa un federal ; 

Y en el tiempo que tardó 
En ponerle piedra á un rifle 
La mujer le acomodó 

Una baraja y un chifle 

Y con eso se marchó, 

II 

No hay mujer más hacendosa. 
Dice don Zoilo, que Pepa, 

Y es preciso que él lo sepa 
Porque al fin Pepa es su esposa. 
De sus cascos esta idea 

Ni el demonio la levanta 




— 312 — 



Ni de Pepa en la garganta 
Los signos de su tarea. 



III 

Todo aquel que mira en vos 
A un tiempo caray cabeza, 
Al punto á dudar empieza 
Si son de un tiempo las dos. 
Si en la cara puso Dios 
Los signos de la vejez, 
El peluquero niñez 
A la cabeza le ha dado 

Y desmentir ha logrado 
Las arrugas de la tez. 

IV 

Se nos desmaya Mercedes 
Cuando vé una lagartija 
Asomar en una endija 
De las que hay en las paredes ; 
Más de esto lo que disgusta 
Es ver que en su propio cuarto, 
Abre su cueva un lagarto 

Y Mercedes no se asusta. 



— 313 — 



De cuarenta y cinco pasa 
Doña Tomasa, y se irrita 
Si en lugar de Tomasita 
La llama alguno Tomasa, 
Más no es un necio prurito 
El que le roba el sosiego 
Cuando la fecha del pliego 
La lleva en el sobrescrito. 



VI 

De su edad en los cincuenta 
Toca ya doña Martina, 
Pero con todo imagina 
Poner solo quince en cuenta ; 
Si en público se presenta, 
Es tomando la actitud 
De la tierna juventud 
Que los colegios frecuenta ; 
Pero aquel que toque ahora 
El cráneo de don Miguel 
Señales hallará en él 
De la edad de su señora. 



SONETO CON ESTRAMBOTE 



¿Quién al ver tu color aceitunado, 
Que no fué por el sol ennegrecido, 
Podrá creer que linaje esclarecido 
Ha producido un ente tan tostado ? 

Predicarás en vano, entusiasmado. 
Por ilustrar, tan solo, tu apellido 
Que marqueses y condes han vivido 
Que el renombre llevaron de Delgado, 

No probarás con eso no ser broza 
Salida de indecentes muladares 
Aunque te empeñes en probar tal cosa, 

DeLeivas, deManriquezyAguilares, 
Ponces de León y Hurtados de Mendoza 
Conozco yo centenas de millares; 



— 316 — 

Pero quiero Mariano que repares 
Que los Leivas y Ponces que he contado. 
Son de Leivas y Ponces los lunares. 
Canalla de quien nadie se ha cuidado. 



SONETO 



Si quieres que te diga sin recato 
Lo que vale en el mundo un apellido, 
Preciso es no te enojes si al oído 
Te llega á sonar mal este relato. 

Nada sirve de nombres gran boato, 
Si no es por pesos fuertes sostenido; 
Porque el hombre más noble empobrecido 
Desciende en el instante á ser mulato. 

Si al Mariano Delgado le acompañas 
Medio millón de dinros valdrás mucho 
En tu tierra natal y las estrañas ; 

Más si quieres que un simple papelucho, 
O pergamino envuelto en telarañas 
Te dé nobleza, no valdrás un pucho. 



EN EL ALBÜM DE UNA SESENTONA 



INTRODUCCIÓN 



La que quiere á los sesenta 
Pasar por niña de ayer 
i Qué merece T hacerle ver 
Que nadie admite su cuenta. 

Quídam. 



Tener álbum no debes, Apolina, 
Pero ya que lo tienes y has pedido 
A mi menguada musa una propina, 
Yo que hago profesión de comedido 
Con la estimable gente femenina. 
Voy á escribir en tu álbum unos versos, 
Aunque me cueste hacer grandes esfuerzos. 



k 



— 320 — 

Estamos en la edad | pobre Apolina ! 
En que el placer nos cierra su santuario, 
Dejándonos las cuentas de un rosario 
Por único solaz y entretención; 
Se alejan de nosotros los amores, 

Y con ellos el gusto y la esperanza : 
Entrar en la cuadrilla y contradanza, 
No podemos andando con bordón. 

4 Qué porvenir nos queda ya en el mundo. 
Qué placeres, qué glorias buscaremos, 
Sin que andando en su busca tropecemos 
Con la sombría puerta del panteón ? 
Los bailes, los cantares, los paseos, 
Las reuniones de amigos, do resalta 
La sabrosa alegría que nos falta. 
Para nosotros. Pola, di ¿qué son? 

Un amargo recuerdo del pasado 
Acerbos males que hoy nos acongojan. 
Querubines que á palos nos arrojan, 
De aquella edad que fuera nuestro Edén; 
¿ Qué remedio, Polina, á mal tan grave? 
Arrastrar nuestros pies hasta el santuario, 

Y rezando en las cuentas de un rosario 
Concluir nuestra oración con un amen. 



— 321 — 

Aceptemos sumisos lo que el tiempo 
A aceptar imperioso nos obliga : 
Recemos mucho, mucho, buena amiga ; 

Y ofrezcamos cada uno por los dos, 
Al cielo subirá nuestra plegaria, 

Y borrará las culpas que tenemos. 
Por este medio fácil lograremos 
Chancolar nuestras cuentas ante Dios. 



¿ Qué importa que repitan malas lenguas 
Que en esto cometemos un engaño ; 
Porque habiendo entregado al diablo el paño 
Las orillas le damos al Criador? 
Unos cuantos oirán estas diatribas, 

Y creerán lo que gusten, en buena hora ; 

Y otros muchos dirán, « esa señora 
Dice que es una santa el confesor ». 

Asi es el mundo. Pola, si queremos 
A todos contentar es tontería : 
El diablo, con ser diablo, no podría 
Diabluras de esta clase realizar. 
Que vaya en hora mala el que no crea 
Que somos unos santos, y atribuya 
Mi conversión, lo mismo que la tuya 
A que el mundo nos quiere abandonar. 

21 



— 322 — 

Aquí tienes diez dias de trabajo, 
Mi querida Apolina; y ya presiento 
Que mis versos te dan un descontento, 
Que al hacerlos debiera yo evitar... 
Pero hay males tan graves, que aunque quiera 
Ocultarlos el médico al paciente, 
Hablan en voz tan alta y elocuente 
Que se hacen más que el médico escuchar. 

En este dinro aprieto me he hallado 
Al escribir en tu álbum, Apolina. 
Mi musa que no es ducha en medicina 
A ocultar á tu juicio no acertó 
La peste de los años; y aunque hubiera 
Mi pulmón, con tal fin, hecho pedazos. 
Una cana, una arruga y tardos pasos 
Hubiéranse hecho oir mejor que yo. 



EN ÜN ÁLBUM 



Álbum, si fueras un libro, 
Como el libro del destino, 
De que solo el ser divino, 
Las páginas puede abrir : 
En tus hojas silenciosas 
Ocultas y misteriosas 
Osaría yo escribir. 



Mas siendo tu condición 
Andar en todas las manos, 
¿ Quién querrá en ti los arcanos 
Del corazón derramar ? 
1 Para que mano atrevida, 
Y quizás aborrecida, 
Los viniese á profanar ! 



— 324 — 

Álbum yo dejo mi plmna, 
Cierra tus páginas bellas ; 
Pues no he de escribir en ellas, 
A más de estos, un renglón. 
A ti no te puedo fiar 
Lo que oculto debe estar 
Dentro de mi corazón. 



Santiago, Junio 9 de 1841. 



EN OTRO ALBÜM 



Venus jovencita y bella 
Inocente todavía 
Un precioso álbum tenía 
Muy digno de tenerlo ella. 
Ignoraba la doncella 
El uso que del se hiciera, 
Y el álbum permaneciera 
Entre sus dijes guardado, 
Años sin haberle dado 
Para que alguien escribiera. 

Cupido, muchacho audaz. 
Insolente entrometido. 
Aprovechando un descuido 
De su madre, este rapaz. 
Toma el álbum con disfraz 
De encima del tocador 



— 326 — 

Y con su dardo mejor 
Escribe en él, y se vá 

« Desde hoy cada álbum será 
Una cartera de amor». 

Tomó Venus el libro 
Entre sus lindas manos 

Y al mirar el letrero 

Que el niño había estampado 
Sin dejar la sonrisa 
Que se anida en sus labios, 
Dijo : « Yo haré se cumpla 
Del Amor el mandato ». 
Arrancó algunas hojas 
Del albiun, y trazando 
Con ellas una esfera, 
Al soplo de su labio 
Tomó las dimensiones 
Del mundo que habitamos. 
De las hojas restantes 
Hizo el variado cuadro 
De plantas y de flores, 

Y seres animados. 

Que de aire, mar y tierra 
Pueblan el ancho espacio. 
En todo este conjunto 
Fijó el deseo innato, 



— 327 — 

Deseo inextinguible 
De amar y ser amado. 
Así de un solo golpe, 

Y con un mismo lazo, 
Ligó todos los sores 

Del mundo que había creado. 

Entonces satisfecha. 

Dijo : « Está lleno mi álbum 

Y del amor ciunplido 
El supremo mandato ». 

¡ Oh, vosotros amadores ! 
Cuando ima bella inclemente 
Su lindo álbum os presente, 
Pensad lo que aconteció 
Con aquel albimi primero, 

Y recordadla el letrero 
Que Amor en él escribió. 

Decidla que del insecto 
Impalpable, al elefante; 
Del musgo al cedro jigante, 

Y al fin toda la creación 
En su magnífica escena, 
Es de amor ima cadena 
De que ella es un eslabón. 




— 328 — 

Que romper es imposible 
El nudo que á todos ata, 
Y que se engaña si trata 
Las leyes de amor burlar; 
Porque una fuerza invisible, 
A todos irresistible, 
Se las hará respetar. 

Y si con todo zahareña 
Persiste cruel, intratable. 
Usar es indispensable 
O ya el lápiz ó el pincel. 
En el álbum un peñón 
Dibujadla, y ni un renglón 
Jamás escribáis en él. 

¿La iréis á escribir que es linda? 
Si lo es, ya lo sabrá; 
Si no lo es, se ofenderá. 
¿Que es amable? ¿á qué mentir? 
Si solo es amable aquella 
Que del amor la centella 
Sabe en su pecho sentir. 

Pero, si por el contrario 
Una temprana hermosura 
Que al veros baja los ojos 



- 329 — 

Y en su frente se dibuja 
La .turbación que el amor 
Sabe espresar (y nii pliuna 
Jamás sabrá describir), 

Os dá su álbum, por fortuna, 
Pedid á Tibulo entonces 
La lira que en manos suyas 
Fué la tórtola amorosa 
Que en blando gemido animcia 
La llama que la consume 
Cuando á su querido arrulla. 
Invocad al niño Amor, 

Y luego tomad la pluma; 

Y si es dable que un suspiro 
La medida constituya 

De cada verso, un suspiro 
El pecho ardoroso efunda. 
Penetrad las soledades. 
Pues las pasiones profundas 
Aborrecen el bullicio, 

Y se dilatan y aguzan 

En los bosques silenciosos 
Donde las abejas zumban. 
Do los aves se acarician 

Y do las fuentes murmullan ; 

Y cuando sintáis que el pecho 
Se abrasa en la llama pura. 



— 330 — 

Que Amor con su tea enciende, 
Poned en su álbum la pluma, 
Y ella sola ha de escribir 
Sin necesidad de ayuda; 
Porque el amor ha de hacer 
Que su decreto se cumpla. 



Sautiago, Junio 9 de 1841 



Á UNA SEÑORA 



EN CUYO ÁLBUM SE LEÍAN Ulf 08 MDY MALOS VERSOS 



¿Por qué, señora, consientes 
Que gentes descomedidas 
(O más bien dicho), dementes 
De tu álbum inclementes 
Manchen las hojas pulidas? 

Si sobran hombres como estos 
Que derramen con descaro 
Sus abortos indigestos, 
Busquen, señora, otros puestos, 
Y háganlo allí sin reparo. 

¡ Pero en tu álbum, Mercedita, 
Recreo de tu memoria ! 
4 A quién, señora, no irrita 
Que una cabeza maldita 
Venga á derramar su escoria? 



— 332 — 

Dirán que por complacerte 
Escriben sus malos versos, 
Sin mirar que es ofenderte 
Complacida suponerte 
En sus bostezos perversos. 



¿ Quieres ver de impertinencias 
Tu lindo álbum atestado? 
No restrinjas las licencias 
De escribir, y de demencias 
Pronto le tendrás plagado. 



Perdona la irritación 
Que en estos versos resalta. 
Si no me crees con razón, 
Un encendido tizón 
Castigue en ellos mi falta. 



Mas si juzgas, Merceditas, 
Que esta irritación es justa, 
Otra ocasión no permitas 
Que á tu álbum haga visitas 
Una fantasma que asusta. 



— 333 — 

Si no remedias, señora, 
Tan espantoso desastre. 
No estrañes ver sin demora 
Que lo que es álbum ahora 
Venga á ser cajón de sastre. 



Julio 23 de 1841. 



EN ÜN ALBÜM 

CUYO DUESO QDBRIÁ SIGNIFICAR SU AMISTAD Á LA AMIOA 
QUE SE LO REGALÓ 



No es esa pasión fogosa 
Que agita los corazones, 
Y es de todas las pasiones 
Quizás la más poderosa 
La que abriga 
Mi corazón, dulce amiga; 
Es más grato sentimiento 
Afianzado en tu bondad. 
El que hace de tu amistad 
Mi grato entretenimiento. 

Esta dulce sensación 
Que á tu alma liga la mia, 
Hija es de la simpatía 



— 336 — 

Y fruto de la razón : 
Entretanto 

Que ese amor que causa llanto 

Y un continuado martirio 
Al alma en que se apodera, 
Es una luz pasajera 

Y de la razón delirio. 



Con más ó menos vehemencia 
Este amor lo sienten todos, 
Según los diversos modos 
En que afecta la existencia. 

Y accequible 

No es á todos, ni posible 
Que con la misma igualdad 
Saboree el corazón 
En la misma proporción 
Los dones de la amistad. 

Feliz yo que supe hallar 
Por mi próspero destino 
Este secreto camino 
Que pocos pueden andar, 

Y en tu seno 

De mis deseos el lleno ; 
Ese placer inefable 



— 337 — 

Que goza en secreto el alma, 
Sin que perturbe su calma 
Resabio desagradable. 

Que antes vea yo apagarse 
La pura lumbre del dia 
Que sentir, amiga mia, 
Mi amistad debilitarse ; 

Y si llega 

Esa hora cruel que me niega 
La facultad tan querida 
De ser tu amigo constante, 
Que la muerte se adelante 
A este instante de mi vida. 

Sobre este libro tan bello, 
Que tu amistad algún dia 
Inventó, querida mia. 
Que de amistad fuese el sello. 
Es mi intento 
Pronimciar un juramento 
Que observaré con lealtad : 

Y es que sus páginas bellas 
Servirán para que en ellas 
Tenga un altar la amistad. 

Santiago, Agosto 17 de 1841. 



EN ÜN ALBÜM 



Sobre un álbum, Antuquita, 
La costumbre es verter flores 
E inciensos aduladores 
Sin medir su profusión. 
Yo soy un viejo argentino 
Que no andará este camino 
Ni aún por ajena impulsión. 

Por eso no escribiré, 
En el álbum de una dama, 
Elojios que no derrama 
De su fondo el corazón ; 
Más cuando en el tuyo escribo, 
Antuca, es porque recibo 
Muy dulce satisfacción. 

El mérito verdadero 
Es semejante á las flores. 



— 340 — 

Que exhalan suaves olores, 
Aunque oculto esté el jardín. 
Por eso ver no me cuesta 
Un alma pura y modesta 
En tu tinte de carmín. 

No quiero añadir, Antuca, 
La palabra más sencilla. 
Por no teñir tu mejilla 
Mas de lo que es natm^al. 
Diría lo que mereces, 
Pero tanto te enrojeces 
Que temo el hacerte mal. 



Santiago, Mayo 9 de 1842. 



EN ÜN ALBÜM 



¿Qué os importa, Corina, 
Que en vuestra faz graciosa 
El tinte de la rosa 
No esparciese el Criador; 
Si en vuestros lindos ojos 
Vertió la ardiente llama 
C!on que todo lo inflama 
La tea del amor? 



¿Quién de vuestra alma pura 
Los nítidos destellos 
En esos ojos bellos 
No advierte relucir? 
Ese fuego sublime 
Que vuestra alma alimenta, 
Allí se trasparenta, 
Allí se hace sentir. 



— 342 — 

Si el que al amor le puso 
Una tea en la mano 
Con que incendie inhumano 
Nuestras almas audaz, 
Vuestros ojos le diera, 
En vez de hacerlo ciego, 
Dariale más fuego 
Mil veces al rapaz. 

Yo quiero suplicaros 
Angélica Corina, 
Que su llama divina 
Extingas esta vez. 
Deja el corazón mió, 
Que el tiempo ha marchitado, 
Palpite sosegado; 
No turbes su vejez. 

No quieras que á la tierra 
Do me arroja el destino, 
Este fuego divino 
Me vaya á consumir ; 
Que ni la onda voluble. 
Do á engolfarme voy luego. 
Si se enciende este fuego. 
Es capaz de extinguir. 

Valparaiso, Diciembre 13 de 1842. 



LA FLOR DE POR LA MAÑANA 



PARA UN ÁLBDH 



Abre el cáliz perfumado 
Al despertar de la aurora, 
Que tu esencia encantadora 
Zaume el aire matinal, 
Bella flor, y que el roció 
Que del cielo se desprenda. 
Sobre tus ojos descienda 
En glóbulos de cristal. 

Asi la humedad conserve 
Tu fragancia delicada, 

Y no se vea alterada 
Tu forma ni tu color ; 
Para que un feliz esposo 
Te corte fresca y lozana, 

Y te ofrezca esa mañana 
Al objeto de su amor. 



— 344 — 

No temas, flor peregrina, 
Se marchite tu belleza ; 
Que es un ángel de pureza, 
Un tipo de perfección 
La joven en cuyo seno 
Vas á derramar tu esencia; 

Y tan grata su presencia 
Cual puro es su corazón. 

¿Qué otro destino mejor 
Te diera el jardin ameno 
Que ir á morir en el seno 
De una angélica mujer? 
Allí quedará tu aroma 
Como el recuerdo que deja 
El amor cuando se aleja 
Quizás para no volver. 

En la planta do naciste 
Tu vida fuera de un dia, 

Y en la tierra rodaría 
Mustia cada hoja después ; 

Y ya el hombre ó ya las aves, 
Tras de caida tan triste. 

Sin recordar lo que fuiste 
Te hollarían con los pies. 



— 345 — 

Entre el nacer y el morir 
Colocada está la vida ; 
Sujetas á esta medida 
También las flores están. 
A unas el sol las abrasa, 
A otras las marchita el hielo, 

Y otras ruedan por el suelo 
Al soplo del huracán. 

A ti suerte más felice, 
Gallarda flor, te cupiera, 
Si abrir el alba te viera 
En la planta paternal, 

Y cuando de deshojarte 
El tiempo trajese la hora. 
El casto pecho de Flora 
Fuese tu lugar final. 

La vida que principiaste 
En una rama frondosa. 
Pasarías deliciosa 
Sobre un tierno corazón. 
El sol no te abrasaría. 
No te marchitara el hielo ; 
Ni rodaras por el suelo 
Al soplo del aquilón. 



— 346 — 

Abre el cáliz perfumado 
Al despertar de la aurora, 

Y las lágrimas que llora 
Recojo en él bella flor ; 
Embalsámelas tu aroma, 

Y este licor trasparente 
Sea un místico presente 
Que á Flora le haga el amor. 



Santiago, Mayo 23 de 1844. 



EN UN ALBÜM 



Un albun es Rosalía 
El libro del amor propio, 
En que hace brillante acopio 
De flores la vanidad : 
Va en él á depositar 
Alguna vez el talento 
Las flores que el pensamiento 
Produce en la soledad. 

Más yo, joven estimable. 
Dejar en el tuyo quiero, . 
Del amigo verdadero. 
Una solemne espresion ; 
Flores no derramaré 
Cuyo fugitivo aroma. 
Cuando la razón asoma 
Huye como una ilusión. 



— 348 — 

Es la hermosura del cuerpo 
La beldad de la materia, 
Esclava de la miseria, 
Como todo lo mortal. 
Un momento basta al tiempo 
Para llevarse en sus alas. 
Sus encantos y sus galas, 
Aunque sean sin igual. 

Reunidos ha puesto en ti 
Pródiga naturaleza 
El talento y la belleza. 
Como suele rara vez ; 
Y tu razón despejada 
Tan precoz se manifiesta 
Que tus palabras me cuesta 
Creer que son de tu niñez. 

Entre estas dos hermosuras 
Cuando elije la prudencia 
Siempre dá la preferencia 
A la hermosura mental. 
Más cuando reunidos se hallan 
Como en tí, niña, las dos. 
Se toma el mortal en Dios 
Que es la hermosura inmortal. 



— 349 — 

Es tu belleza tan pura, 
Cual la de la flor primera, 
Que al venir la primavera 
Se presenta en el jardin : 
Gallarda como la rosa 
Que perfuma oculto valle ; 
4 Y quién no admira en tu talle 
Las formas de un serafín? 



Pero, hermosa Rosalía, 
Advierte que la belleza. 
Que te dio naturaleza 
La puede el tiempo destruir. 
Alterar sus formas puede 
El más ligero accidente 
Cual se anubla en el oriente 
El sol que empieza á lucir. 

¿No ves en noche serena 
Desplegar su blanco velo 
La casta Diosa del cielo, 

Y blanda luz derramar? 

Y que del norte trayendo 
El cierzo una nube oscura 
Su blanca faz,- su luz pura 
Suele en tinieblas tomar? 



— 350 — 

4 No ves el botón lozano 
Del jardín gala y orgullo, 
Que antes de abrir su capullo 
El hielo lo desecó? 
A iguales vicisitudes 
Expuesta está la hermosura : 
Su duración no es segura 
No lo es, Rosalía, no. 

¡ Angélica Rosalía ! 
Cultiva esta planta bella ; 
Y deja afianzado en ella 
Un felice porvenir ; 
Así burlarás del tiempo 
El ala fugaz y leve 
Que aunque tus gracias se lleve 
Tu belleza ha de existir. 



Hay, empero, una belleza 
Que el tiempo no la marchita. 
Ni sus encantos le quita 
Con sus sombra la aflicción, 
Esta belleza impasible 
Tiene en el alma su asiento : 
Su flor es el pensamiento. 
Es su aroma la instrucción. 



— 351 — 

Esta belleza moral 
Que á los tiempos desafía, 
Adorable Rosalía, 
Quisiera admirar en tí. 
Conservas en tu alma pura 
Su principal elemento, 
En tu ingenio, en tu talento ; 
Sin desenvolverse, sí. 

Piensa, niña encantadora. 
Que el talento es una planta. 
Que se engrandece y levanta 
Si cultivo se le dá : 
Que bellas flores produce 
Mientras que la vida dura : 
Que en él se halla la hermosura 
Que no se escapa y tíe vá. 

El estudio es su cultivo. 
Es la observación su riego : 
Tras ellos el fruto luego 
Recompensa nuestro afán. 
Este fruto es esa magia 
Que con su fuerza divina. 
Todo lo encanta y domina; 
Y á que todos culto dan. 

Santiago, Julio 19 de 1844. 



EN ÜN ALBÜM 



Cuando ya de tu memoria, 
Soraima, me hayas borrado, 
Este libro afortunado 
Se conservará, quizá : 
Y si con mis pensamientos 
Un recuerdo te ocasiono, 
He aquí cuánto ambiciono, 
Soraima, no quiero más. 



23 



EN UN ALBÜM 



Dame un lugar en tus hojas, 
Precioso álbum, y permite 
El que en ellas deposite 
Este signo de lealtad, 
Que á una amiga cariñosa, 
Tierna madre y fiel esposa 
Le consagra mi amistad. 

En estos pocos renglones 
No irá un discurso elocuente ; 
Pero si estará patente 
La pura sinceridad 
De un amigo que desea 
Que en ellos solo se vea 
Un recuerdo de amistad. 



EN EL LIBRO DE MEMORIA 



DE UNA TARJETERA 



En las hojas más ocultas 
De tu linda tarjetera 
Un pensamiento siquiera 
¿ Que escriba permitirás ? 
Te llevo en mi pensamiento 
Do quiera que voy, amiga, 
Que un pensamiento te siga 
Por do quiera que tu vas. 



EN ÜN ÁLBUM 



Bello álbum ¡ Si tus hojas 
Estuviesen abiertas 
Para que de tu dueño 
Elojios escribieran, 
¿Di, cuántas quedarían 
Que no estuviesen llenas ? 
Unos del talle esbelto 
El garbo y gentileza 
Habrían elojiado : 
Otros las crespas trenzas 
Que por el blanco cuello 
Bajan de la cabeza, 
Y en rizos se derraman 
Graciosas por do quiera. 
4 Quién al ver el conjunto 
De sus facciones bellas 
No iría entre tus hojas, 



— 360 — 

Si fácil cosa fuera, 

A espresar el efecto 

Que había hecho su belleza ? 

Empero yo no quiero 

Fijarme en estas prendas 

Que la edad las marchita, 

Que el tiempo las afea. 

Emilia posee dotes 
Que la naturaleza 
A todos no concede, 

Y que no están espuestas 
Al estrago que el tiempo 
Hace en nuestra existencia 
Su amor filial tan tierno ; 
Su bondad, su modestia ; 

Y otras tantas virtudes 
Que su alma noble encierra 
Son las que me entusiasman ; 

Y en tus páginas bellas 
Álbum precioso quiero 
Hacerles una ofrenda 

De estos mis pobres versos 
Aunque jamás los lea. 



Valparaíso, Diciembre 13 de 1842. 



6... 



Heureuw coux qui n'ont point 
cu la fumée des ^fetes de l'étran- 
gcr, et qui no se sont assis qu*auw 
Jcstins de lours peres. 

(Chateaurriand, Átala), 



\ Señora ! ya que el destino 
También os ha dado á vos 
El bordón de peregrino, 
Y por el mismo camino 
Tenemos que andar los dos. 

Yo que cuento dieciocho años 
De andar por este sendero, 
No me quedan desengaños, 
Que pudieran serme estraños 
En calidad de viajero. 



— 362 — 

Asi puedo desde ahora 
El fruto de la esperiencia, 
Que cada año se atesora, 
Consagrároslo señora, 
Como don de preferencia. 

Dejadme pues que os lo ofrezca 
Y que en vuestro álbum lo escriba, 
Para que, aunque yo perezca, 
O que mi lengua enmudezca 
Escrito alli siempre viva. 

Por solitario y áspero sendero 
En silencio camina el peregrino, 

Y con tímida planta el césped huella. 
De secreto terror sobrecojido, 
Extraño á todo cuanto le rodea, 
Con mirar estraviado ó indeciso. 
Busca en su derredor un compañero. 
Un hermano, algún ser á quien de amigo 
El título precioso pueda darle, 

Y tropieza doquier consigo mismo ; 
Aislado en todas partes, á toda hora : 
Lo mismo en la ciudad cuyo recinto 
Millares de hombres guarda, que en el yermo 
Por do pasara errante y sin asilo. 

¡ Con qué secreta angustia se detiene 



— 363 — 

Su pensamiento, entonces, en los sitios, 
Que vivos su memoria le presenta, 
Do pasaba sus horas cuando niño. 
Los sauces, los torrentes y las rocas 
Eran todos sus íntimos amigos. 
Más todos con la patria se quedaron 

Y solo sus recuerdos ha traido. 
Esa naturaleza que le hablaba 

En el sauce, en la fuente y en el risco. 
Es un libro cerrado ; es muda ahora 
Para el triste y errante peregrino ; 

Y no le ofrece como allá en su suelo 
En cada ser que mira un buen amigo. 

Pero en esta soledad 
En este conflicto estremo, 
De salvación una tabla 
La Providencia le ha puesto. 

Esta tabla es la amistad. 
Ese grato don del cielo 
Que goza cuando gozamos 
Y pena si padecemos. 

Solo ella puede llenar 
En el angustiado pecho 
El vacio que la patria 
Deja cuando la perdemos. 



— 364 — 

Ocurramos pues á ella, 
Durante nuestro destierro ; 
Y la patria que perdemos 
En los amigos busquemos. 

Por fortuna nos es dado 
Encontrar amigos nuevos, 
Bajo de la linea ardiente, 
O en los círculos de hielo. 

¿Por qué no seguir, señora, 
Del musulmán el ejemplo? 
Cuando en santa romería 
Quiere cruzar el desierto. 

Para visitar la tumba 
Do del profeta los restos, 
Respetados todavía 
Son de la lima del tiempo. 

El árabe no penetra 
En el arenoso yermo. 
Solo en su veloz caballo, 
O en el paciente camello ; 

Por el contrario formando, 
Con otros muchos viajeros, 
Numerosa caravana 
Se lanza al desierto inmenso ; 



— 365 — 

Y lo atraviesa seguro 

Y vuelve al hogar paterno 
Sin verse en las soledades 
A ningún peligro espuesto. 

Es la vida del proscrito 
Aridísimo desierto, 
Sin un árbol cuya sombra 
Le ofrezca algún refrigerio ; 

Sin manantial de aguas vivas 
Do el labio seco y sediento 
Pueda mitigar su sed, 
O humedecerse á lo menos. 

Esta es nuestra condición ; 
Este el aspecto siniestro 
Del desierto de la vida, 
Por do atravesar debemos; 

¿Pero quién sabe, señora. 
Si llegando al otro estremo 
Una patria nos espera 

Y algún dia de consuelo? 

De amigos escojidos 
Formad la caravana. 
En cuya compaiiia 
Hagáis vuestra jomada. 



— 36G — 

Asi aunque peregrina 
Marchéis en tierra estraña 
Pasareis el desierto 
Sin riesgo en vuestra marcha. 

Yo también voy, señora, 
En busca de una patria, 
Do yacen de mis padres 
Las tumbas solitarias ; 

Sin que una vez pudiera 
Con lágrimas regarlas ; 
Ni un sauce babilónico 
Plantar que las sombreara. 

Allí están los recuerdos 
Del tiempo de mi infancia : 
Allí están los naranjos 
A cuya sombra grata 

Mi madre sus lecciones 
Cuando niño me daba ; 
Allí retumba el trueno 
Que estremece las almas : 

Allí el fuego del cielo 
Las pardas nubes rasgan; 
Allí es donde mis pasos 
De peregrino marchan. 



— 367 — 

¿Qué importa que yo sea 
Un miserable paria, 
Para que os acompañe 
También en caravana? 

Decid que nada importa : 
Decid también que vaya; 
Aunque de los viajeros 
Sea el que menos valga. 



UN RECUERDO Y UN RENGLÓN 



PARA UN ÁLBUM 



¿Te acuerdas, di, Lucinda, 
De tus primeros años, 
En que eras inocente 
Como la flor del campo, 
Bella como el lucero 
En cielo despejado? 
Entonces yo te amaba 
Con el amor de hermano ! 
Pero esos bellos tiempos 
Lucinda se pasaron, 
Y no volverán nunca 
Por más que lo queramos; 
Mas nadie ha de quitarme 
Que consigne en tu Álbum 
La sabrosa memoria 

34 



— 370 — 

De tan preciosos años. 
Serán un bello oasis 
En el árido campo 
De mi enfadosa vida 

Y en su recuerdo grato 
Encontraré, Lucinda, 
Esos tiempos pasados 
En que eras inocente 
Como la flor del campo ; 

Y en que yo te quería 
Con el amor de hermano. 
He ahí lo que me queda 
Del tiempo afortunado. 
Un recuerdo en el alma. 
Un renglón en un álbum ! 



Santíago, Abril 9 de 1851. 



EN EL 

ALBÜM DE D* AURORA GUTIÉRREZ 

* DESPUÉS DE HABER PERDIDO Á SU ÚNICO HERMANO 
DON MARCO AURELIO 

¿Qué te queda en el mundo, 
Tórtola solitaria, 
Más que suerte precaria. 
Oscuro porvenir? 
Si al fondo de los bosques 
Temerosa te alejas 
Tu porvenir no dejas, 
Alli te ha de seguir. 

Y en el triste presente 
Que irá también contigo. 
Tu implacable enemigo 
Cerca de tí tendrás ; 
Y cuando todo en calma 
En torno se presente, 
Solo tu alma doliente 
No podrá estar en paz. 



— 372 — 

El eco de los montes 
Recojerá el suspiro 

Y el ¡ ay ! que en el retiro 
Oido alguno escuchó ; 

Y los hará que vuelvan 
Al corazón llagado, 
Que de dolor rasgado. 
De si los arrojó. 

Y entonces á toda hora 
Serán tu compañía 
El ¡ ay ! que el pecho envía, 
Tus suspiros no más; 

Y ni el triste consuelo 
De ver llorar contigo 
Un corazón amigo. 
En tus penas tendrás. 

i En vano de la aurora 
La venida risueña 
En esperar se empeña 
Tu pobre corazón ; 

Y de la noche en vano 
Las silenciosas horas 
Esperarás, si lloras. 
Que calmen tu aflicción ! 



— 373 — 

Aquel que destinado 
Al dolor ha nacido, 
Consigo lleva asido 
El gormen del dolor : 

Y son para el los tiempos 

Y las horas de vida, 

La estension sin medida 
De un lago de amargor. 

¡ Pobre tórtola huérfana ! 
¿Por qué quiere el destino 
Sembrar en tu camino 
A cada paso un mal? 
¿Por qué cuál débil caña 
Aislada en el desierto 
Te espone al soplo incierto 
De recio vendabal? 

I Pobre tórtola amiga ! 
Ten fuerza, no desmayes, 
Que algún <iia tus ayes, 
El cielo habrá de oír; 

Y al ver que resignada 
Superior á la suerte 
Supiste siempre hacerte. 
Feliz te hará vivir. 



INEZ 



EL ALBÜM DE LA S^* CLARA CORTINEZ 



Después que en tu álbum, Clarita, 
Alberdi ha escrito y Sarmiento 
¿Que podrá escribir en él 
Digno de atención un viejo? 
¿Te espetaré como Alberdi 
Algún insulso precepto, 
O una picante ironía 
Como te ha escrito Sarmiento ? 
Vayanse con Dios los dos 
Con su música al infierno 

Y allí cada uno desplegue 
Su erudición y su genio, 

Que yo aunque no soy doctor. 
Ni un escritor de talento, 
No estoy dispuesto á manchar 
Tu álbum siguiendo su ejemplo. 

Pero es forzoso que escriba 1 

Y debiendo hacerlo en verso 



— 37G — 

Te ruego tengas presante 
Que con su guadaña el tiempo 
A mi desvalida musa 
Cortó las alas y el vuelo. 
La poesía huye de mí 
Como el humo huye del viento 
Y en su lugar solo deja 
La medida para el verso ; 
Por eso, bella Clarita, 
Con desconfianza te ofrezco 
Unos versos sin poesía 
En el siguiente soneto. 

Para un Álbum me piden un soneto 
Y quiero complacer á quien lo pide : 
Pero un verso que se hace ó que se mide, 
Es preciso que cante algún objeto. 

Los sesos me devano y en aprieto 
A mi caletre pongo, porque cuide 
De hallar un buen asunto que se anide 
En los catorce versos, justo y neto. 

Mi afán es vano, vano mi trabajo ! 
Viene un verso tras otro, y en ninguno 
Asunto se hallará, de arriba abajo. 



— 377 — 

Ya con este van doce, uno por uno ; 
Y así saliendo voy por el atajo 
Con un soneto sin asunto alguno. 



San Juan, Febrero 27 de 1860. 



POESÍAS PATRIÓTICAS 

Y GUERRERAS 



BAJO LAS ARMAS DE MENDOZA 



PARA UN SARAO, EN MAYO DE 1820 



SONETO 

Infatigable siempre el leal Cuyano 
Empuña ya la espada, ya el arado ; 

Y son ambos columnas del Estado, 
Que con firmeza estriban en su mano. 

Derrama á un mismo tiempo el fértil grano 
Que en breve le dará fruto colmado, 

Y el brazo irresistible, no domado. 
Con indecible ardor lanza al tirano. 

Si la patria le llama en su defensa 
Impertérrito y firme se presenta : 
No hay riesgo ni peligro que no venza. 



— 382 — 

Monos teme la muerte que la afrenta; 
Y anteponiendo al miedo la vergüenza, 
Ni peligro, ni muerte le amedrenta. 



Mayo de 1820. 



Á LA BANDERA ARGENTINA 



SONETO 



¡ Argentinos } Mirad ese estandarte 
Que nos abrió á la gloria ancho sendero ; 
Su vista supo hacer cada guerrero 
Más intrépido y bravo que el Dios Marte. 



A su encuentro fué el León en cualquier parte 
Convertido mil veces en cordero 
Y á su sombra forjó el cortante acero 
Esta Patria, de libres el baluarte. 



Le visteis en los Andes tremolando, 
Y allá en el Ecuador lleno de gloria 
A vuestros enemigos aterrando. 



— 384 — 

Jurad, si le abandona la victoria, 
Que la muerte será por él lidiando 
El último renglón de vuestra historia. 



Mayo de 1823. 



Á LOS 

VALIENTES VENCEDORES DE ANGACO 

(PROVINaA DE SAN JUAN, 16 DB AGOSTO DE 1841) 

CORO 

Dia grande, de triunfo y de gloría, 
De constancia, energía y valor !1 
Sea eterna tu heroica memoría 
Para aquéllos que tengan honor. 

¿ Dónde están los feroces esclavos 
Del tirano salvaje y sombrío ? 
¿ Donde está su selvático brío, 
Do sus huestes soberbias están ? 
Preguntad á los campos de Angaco 
Qué se hicieron sus fuertes legiones, 
Dónde se hallan los rojos pendones 
Signo infame de odioso sultán. 



— 386 — 

Y en letreros de sangre ese suelo, 

Y los ecos del monte vecino 
Os dirán que el valor argentino 
Allí el polvo los hizo morder. 
Las pisadas del bruto fogoso 

Entre miembros del tronco apartados 

Y los huesos do quier hacinados 
Del bravo Acha la huella harán ver. 



Ya los visteis cual fieros caribes 
Con el crimen sus huellas marcar, 

Y los campos y aldeas talar, 
Que lograron sus horda:^ rendir. 
Ya los visteis al hierro homicida 
Del rendido entregar la garganta 

Y do quiera su bárbara planta 
El espanto y la muerte esparcir. 

Ya los visteis en pueblos inermes 
Insultar con semblante inhumano, 
Ya las canas del trémulo anciano 
Ya del niño inocente el candor. 
Ya los visteis teñidos en sangre. 
En sus viles y odiosas orgias 
De la virgen con manos impías 
Mancillar la virtud y el pudor. 



— 387 — 

Pero el dia llegó de venganza, 
Y en Angaco un puñado de bravos 
A dos mil y quinientos esclavos 
Sus delitos hicieron pagar. 
Que no hay nada invencible en la tierra 
Para el hombre que empuña la espada, 
Por vengar á su patria ultrajada, 
O un tirano feroz castigar. 

Sacro campo de Angaco, que fuiste 
Noble teatro de justa venganza. 
Do la fúlgida espada y la lanza 
Tantos héroes hicieron brillar ! 
Si en la noche del tiempo futuro 
Se escondiese algún dia tu gloria, 
Con sus rayos el Sol, tu memoria 
Cada dia sabrá señalar. 



Pero aún quedan Oribe y Pacheco 
Para oprobio del suelo argentino ; 
Queda Echagüe, á quien quiso el destino 
Por capricho quizás conservar ; 
Queda Rosas, el bárbaro Rosas, 
De las furias aborto funesto ! 
Todavía sentado en el puesto 
De do debe al cadalso pasar. 



— 388 — ' 

No habrá patria, renombre, ni gloria 
Mientras monstruo tan bárbaro exista, 
Mientras pueda contarse en la lista 
De los hombres un solo servil. 
En su cueva esos tigres busquemos 
Y juremos segar su garganta. 
4 A cuál hombre su número espanta 
Cuando vale cada uno por mil? 

A las armas corred, Argentinos, 
Que vagáis en la tierra estrangera 
Ya tremola la heroica bandera 
Que triunfante llegó al Ecuador. 
Ya el azul de los cielos y el blanco 
A que siempre siguió la victoria 
Nuevos campos señala de gloria 
Nuevos dias de triunfo y honor. 



AL 18 DE SETIEMBRE DE 1842 



CORO 



Loor eterno al gran dia de Chile, 
Hombres libres del mundo, entonad 1 
Este dia que un pueblo oprimido 
Proclamó lib^tad, libertad. 



Con sus rayos el sol matutino 
De los Andes las cumbres doraba 
Este dia y su luz derramaba 
Sobre el triste colono español, 
Más los hijos de Chile en sus horas 
Las cadenas de afrenta quebraron 
Y en su ocaso este dia alumbraron 
Hombres libres los rayos del sol. 



— 390 — 

Desde entonces las madres no vieron, 
En el blando regazo dormido, 
Un esclavo en el hijo querido 
Heredero de eterno baldón. 
Ciudadanos felices en ellos 
Contemplaba cada una contenta, 
De una patria feliz y opulenta 
De una grande y gloriosa nación. 

No ya el hombre afanoso trabaja 
El arado y los bueyes siguiendo ; 
Ni la tierra fecunda rompiendo 
Riega el surco de ardiente sudor ; 
Para dar oprobioso tributo, 
Adquirido con rudas fatigas, 
En los haces de rubias espigas 
A insolente y avaro señor. 

De las ciencias el templo sagrado. 
Que antes tuvo cerrada la puerta. 
Los chilenos la vieron abierta 
Este dia de eterno blasón ; 
Y en el solio do un tiempo tuvieron 
Alto asiento ignorantes Vireyes 
Un altar sacrosanto á las leyes 
Por sus manos alzó la nación. 



— 391 — 

Sofocar los visires quisieran 
En su cuna este joven jigante 
Que ya el cetro fornido y pujante 
Del monarca amenaza romper ; 
Pero entonces la lanza y la espada 
Como el rayo inflamado lucieron 

Y á las huestes de esclavos hicieron 
En cien campos la espalda volver. 

Concepción, Cuchacucha y el Roble, 

Y San Carlos, Parral, Yerbas-Buenas, 
Membrillar, y los muros y almenas 
De Chillan dó el chileno triunfó. 
Anunciaron al mundo que no era 

El mismo hombre que un tiempo la España 
A su antojo con bárbara sí^ña, 
Como á esclavo infeliz humilló. 

La discordia el camino le abriera 
Al Ibero de Penco á Colchagua 

Y de allí descendiendo á Rancagua, 
Impiadosa gran triunfo le dio 

Y hecho dueño de todo, en su encono. 
Por do quiera cadalzos se alzaron, 
Que al momento en altar se tomaron 
Do el patriota la vida ofreció. 



— 392 — 

Mas un pueblo que libre era entonces 
Escuchó del chileno oprimido, 
El acerbo y profundo gemido 

Y terrible vengarle juró. 
Chacabuco y Putaendo le vieron 
Descender de los Andes al llano 

Y de un golpe arrojar al tirano, 
Que al chileno su patria vejó. 

Talcahuano, reducto postrero 
Del tirano, en la tierra chilena. 
Vio en las playas marinas la arena 
Inundada de rojo coral, 
La Isabel, la Esmeralda, el Callao, 

Y de Maipo la heroica victoria. 
Frutos fueron de honor y de gloria 
Que produjo el dieziocho inmortal. 

¡ Oh gran dia ! en los fastos de Chile 
Será eterna tu ilustre memoria 

Y en tus páginas de oro la historia 
Te pondrá su indeleble señal 

Y de edad en edad recorriendo 
De los siglos la noche futura. 
Otros dias de gloria y ventura 
Te darán un renombre inmortal. 



18 DE SETIEMBRE DE 1844 



Ya del Andes soberbio 
Dora la altiva cumbre 
Con refulgente lumbre 
El rayo matinal ; 
Ya sobre los baluartes 
El tricolor flamea, 

Y brilla y centellea 

En él la estrella austral. 

El bronce que otro tiempo 
Tronó en batalla ruda, 
Con ronca voz saluda 
¡ Oh Chile 1 tu pendón : 
Ese pendón que siempre 
Fué signo de victoria, 

Y ahora es de tu gloria 
La más bella inscripción. 



— 394 — 

Ese sol que hoy derrama 
Su rayo esplendoroso 
En tu seno dichoso, 
¡ Oh Chile ! no será 
Testigo en este dia 
De estragos y matanza : 
En ti un pueblo que avanza 
A su dicha, verá. 

Espejo do te miras 
Es el mar de occidente. 
El Andes imponente 
Es, Chile, tu docel; 
Tus limites circuye 
El árido Atacama 

Y el cabo do rebrama 
El mar que choca en él. 

¡ Ojalá que ellos cierren 
La entrada á las pasiones 
Que ahogan en convulsiones 
La América del Sud 1 
Sea el mar que te ciñe 

Y el Andes elevado 
Paréntesis sagrado 
De paz y de quietud. 



— 395 — 

Que de uno al otro polo 
De boca en boca vuele 
Tu nombre y que revele 
Tu gloria por do quier. 
Que nazcan cada dia 
Pueblos ricos y grandes 
Entre el mar y los Andes 
Do fué desierto ayer. 

Que tus instituciones 
Llamen de todas partes 
Las ciencias y las artes, 
A difundir aquí 
El saber y riqueza 
De las viejas naciones 

Y en cambio de sus dones, 
Hallen ventura en tí. 

En tí hallen nueva patria 
Los que su patria dejan. 
Porque allí los aquejan 
Miseria ú opresión ; 
Libertad y abundancia 
Gocen, y garantías, 

Y tiernas simpatías 
En su país de elección. 



— 396 — 

Que tus ricos veneros 
En que el oro se cria, 
Alcen tu nombradla 
A par de la de Ofir : 
Que por remotos mares 
Tus naves por do quiera 
Vean en su bandera 
Tu estrella relucir. 

Salúdente los pueblos 
Que se hallan más lejanos ; 
Y una nación de hermanos 
Solo vean en ti ; 
Que al recorrer el mapa 
Que traza el mundo entero, 
El artista, el viajero 
Digan : « Chile está allí ». 

« Allí, suelo fecundo, 
« Clima benigno y bueno, 
« Cielo puro y sereno 
« Hay en toda estación : 
« Allí, bajo la éjida 
(( De leyes protectoras, 
<( El hombre á todas horas 
« Descansa en su mansión. » 



— 397 — 

Estos votos recibe 
De un alma agradecida, 
A quien diste acojida 
¡ Oh Chile I en la aflicción. 
¡ Ojalá quiera el cielo 
Que cumplidos los veas ! 
¡ Ojalá pronto seas 
Feliz y gran nación 1 



CÁNTICO 



INVOCACIÓN A LA PROVIDENCIA 



EN LA PUNaON DE DISTRIBUCIÓN DE PREMIOS 

Á LA MORAL, INDUSTRIA Y APLICACIÓN, POR LA SOCIEDAD 

DE BENEFICENCIA, EL 24 DE SETIEMBRE DE 1852 



CORO 

Inclinemos humildes la frente 
En presencia del Sumo Hacedor : 
Hasta el cielo elevemos la mente 
E invoquemos su ayuda y favor. 

¡ Gran Ser que antes del tiempo ya existias, 
Y de tu voluntad al movimiento, 
Las azuladas bóvedas vacias 
Del inconmensurable firmamento 
Decoraste de soles y de estrellas 
Vertiendo brillantez y luz en ellas ! 



— 400 — 

Tu solio sobre el sol estableciste, 

Y las inmensidades del espacio 

En que miles de antorchas esparciste 
El vestíbulo son de tu palacio, 
Los Cielos la mansión en donde moras, 
La Eternidad es una de tus horas. 

Mas no impide. Señor, tanta grandeza, 
Que del insecto cuides, impalpable; 

Y que de dones colmes con largueza 
La pequenez del hombre miserable ; 
Darle al musgo la savia que lo cría, 

Y al universo vida y armonía. 

Ante tu trono, gran Señor, postrados 
Invocamos tu inmensa Providencia : 
Tú miras esta nada en que abismados 
Quedamos, Dios Eterno, en tu presencia; 
Pero a tí, que nos diste la esperanza. 
Ocurrimos henchidos de confianza. 

Tú que los campos de verdura y flores 
Esmaltas, como al cielo das estrellas : 
Tú que á las mariposas das colores 

Y prescribes al sol precisas huellas : 
Tú, Señor, que nos dejas contemplarte. 
Danos, también la facultad de amarte. 



— 401 — 

Haz, Señor, que este amor sea tan puro 
Como un rayo del sol resplandeciente 

Y que este corazón inerte y duro 
En su llama se abrase eternamente. 
Hazlo que arda. Señor, de tal manera, 
Que llegue á ser de amor eterna hoguera. 

De tu divina lumbre nos envía 
Un destello, Señor, en que se encienda 
De nuestro corazón la nieve fría. 
A nuestra alma tu espíritu descienda, 

Y derramando en ella la esperanza. 
Salga por nuestros labios tu alabanza. 

CORO 

De la moral ó industria 
Y de la aplicación 
Los constantes esfuerzos 
Hoy premia la nación. 



Á LA MORAL 

¡ Benéfica centella 
Desprendida del cielo 
Tú detienes el vuelo 



— 402 — 

Que nos conduce al mal ! 
Reflejo del Eterno 
Es tu lumbre divina, 
Que al bien nos encamina, 
¡ Oh sublime moral 1 

Ojala que este premio 
Con que hemos decorado 
Al que te ha practicado 
Sea en el porvenir 
Un faro luminoso 
En eminente altura, 
Que anime al que procura 
Tu camino seguir. 



Á LA INDUSTRIA 

¡ Fuente pura y fecunda 
De poder y grandeza, 
De goces y riqueza, 
De holgura y bienestar ! 
Tú el vapor dirijiendo, 
Haces volar las naves, 
Mover los trenes graves. 
Los tomos y el telar. 



— 403 — 

Tú aproximas al hombre 
A la Suprema esencia 
Que forma y existencia 
A la materia dá. 
Las ciencias en su mente 
Conciben un portento : 
Tomas tú el pensamiento 
Y á ser un hecho vá. 



A tu débil infancia, 
En triste cuna ahora 
Su mano protectora 
Le tiende la Nación. 
Su brazo poderoso 
Te dará fuerza y vida, 
Si tú reconocida 
Aceptas este don. 



Á LA APLICACIÓN 



Miseria ó ignorancia 
Son la funesta herencia 
Que unida á su existencia 
Lleva la humanidad. 



— 404 — 

De los males y errores 
Que la cercan y aflijen, 
Es el impuro origen 
Esta triste heredad. 

Feliz aquel que alcanza 
A fuerza de energía 
A triunfar algún día 
De su dura opresión 1 
Pero esto solo es dado 
Al que desde la infancia 
Opone á la ignorancia 
Constante aplicación ; 

Al hombre que al trabajo 
De corazón se entrega, 
Que persevera y llega 
Al fin, hasta vencer 
Los tropiezos y escollos 
Que obstruyen su camino, 
Y eleva su destino 
En su propio taller. 



Santiago, Setiembre 9 de 1852. 



EL 25 DE MAYO 1849 



Este gran dia, que otro tiempo fuera 
Dia de regocijos y contento 
Para el hombre nacido en las llanuras 
Que ciñe el Plata con su brazo inmenso, 

Y los Andes jigantes, con sus nieves, 
Soberbios cierran por el otro estremo. 
Es hoy para nosotros solamente 

Un dia de esperanzas y recuerdos, 
Un dia de amistad, en que proscriptos 
Saludamos la patria desde lejos. 

Pasan los años, cual las nubes pasan 
Arrebatadas de impetuoso viento. 
Dejando tras de si por do pasaron 
De negra oscuridad un denso velo ; 

Y los hechos ilustres, y los hombres, 
En este limbo de tiniebla envueltos. 
Escondidos, quedaran ignorados 

O sepultados en olvido eterno, 



— 406 — 

Si dias, como el de hoy, no los trajeran 
Del pasado al presente, para aquellos 
Que á la luz de la historia, penetrando 
En la noche sombría de los tiempos, 
De los pocos que el bien ambicionaron 
Conocen las tendencias y los hechos 

Y agradecidos, á su vez, entonces 
A su virtud consagran un recuerdo. 

Quódannos, por fortuna, todavía 
Restos preciosos, que respetó el tiempo 

Y el cañón enemigo en los combates 
De la generación que á nuestro pueblo 
En ochocientos diez, en este dia, 

Dio la primer lección de sus derechos. 
Empero entre aquel tiempo y el presente 
Un período de horror y vilipendio 
Se interpone ¡ oh dolor ! y de un tirano 
La sombra adusta ó infernal aliento 
Interpuestos también, de aquellas glorias 
Solo dejan llegar algún reflejo. 
Que nos revele lo que entonces fuimos 

Y nos recuerde lo que ser debemos. 

Al pensar en la patria que adoramos, 
¿Qué argentino no esclama con despecho : 
Qué se hizo esa nación llena de vida. 



— 407 — 

Que lanzando do quiera sus guerreros 
Orló su frente do inmortal aureola 

Y dio la independencia á tantos pueblos? 
¿Qué es hoy para nosotros esa patria 
Que produjo un Belgrano y un Moreno ; 
Un San Martin, un sabio Rivadavia; 
Un Castelli, un las Heras, un Agüero; 
Un Balcarce y un bravo Necochea ; 

Un Peña, un Monteagudo y otros ciento? 
El Paraíso perdido es, que lloramos, 
Mustia flor que al abrir desecó el hielo 

Y que marchita y encorvada yace ; 
Libro despedazado por el viento. 
Cuyas hojas, dispersas por do quiera, 
Lección terrible son para otros pueblos. 

Ignorantes colonos de la España, 
Respirando las brisas del desierto. 
Capaces fuimos de ceñir la espada 

Y de blandir la lanza con denuedo. 
Para triunfar lidiando en las batallas 
Una vez profanado no fué el suelo 
De la patria, durante la contienda, 
Por las legiones del monarca ibero. 
Sin que con rudos golpes recibieran 

La profunda impresión del escarmiento. * 
Supirftos conquistar la independencia, 



— 408 — 

Pero para ser libres, inespertos, 
La libertad buscamos do no estaba, 

Y un tirano saliónos al encuentro. 

De hondo lago de sangre se ha rodeado, 

Y de la muerte su instrumento ha hecho ! 
Empero las ideas no se matan 

Como puede matarse un pueblo entero. 
Si en un punto, tal vez, la tiranía 
A hollarlas llega con su pió de liierro. 
En otros mil derriban los tiranos, 

Y en Repúblicas tornan los Imperios. 

Veinte años de barbarie se han echado 
Sobre el pueblo argentino ; mas por eso 
No logrará el tirano que lo oprime 
Sustraerlo para siempre al movimiento 
Que han dado las ideas hoy al mundo : 
Su marcha detendrá por algún tiempo, 
Como detiene al rio la montaña 
Que se desploma sobre su sendero ; 
Mas después, arrastradas por las aguas. 
Sus rocas mismas son el pavimento 
Por do espumante ó impetuoso corre. 
Sin obstáculo alguno por su lecho. 
El tirano argentino no es más fuerte 
Que los demás tiranos, ni ese pueblo 
Es menos susceptible de ser libre 



— 409 — 

Que otros mil que reclaman sus derechos. 
Cada dia que el sol la tierra alumbra, 
Echa sus rayos de oro desde el cielo 
Sobre un pueblo que rompe sus cadenas, 
O que conquista parte de los fueros 
Que la mano de Dios le diera al hombre 
Al formarlo á su imagen. Los perversos, 
¿ Tienen poder acaso que contenga 
Tan simultáneo y fuerte movimiento? 
¡ República ! ¡ República I es el grito 
Que de un polo a otro reproduce el eco : 
¿Y el argentino que á este grito santo. 
En ochocientos diez, se hizo guerrero 
El único será que no lo escuche, 

Y resignado encorve al yugo el cuello? 
Si este el hado es que el cielo nos depara. 
En tierra estraña queden nuestros huesos ; 
Pero no será asi ; — y el sol de Mayo 

Su luz derramará sobre aquel pueblo 
En República grande constituido. 
Donde la libertad tenga su asiento ; 

Y alguno de los que hoy lo saludamos, 
Desde el suelo feliz del estrangero. 
Bajo del cielo hermoso de la patria 
Por muchos años lo saludaremos. 
Allí el abrazo fraternal reciba 

Hasta el kalmuko, que su hogar paterno 



— 410 — 

Por nuestra patria deje y ciudadano 
Al estampar su planta en aquel suelo, 
Argentino se estime, porque goza 
Del argentino todos los derechos. 



Saotíago de Chile, Mayo 23 de 1849. 



EL 25 DE MAYO DE 1850 



¡ Recuerdos de mi patria que tan vivos 
Me agitáis este dia 

Porque sois de los tiempos de su gloria I 
Ojalá imperceptibles, fugitivos 
Como fué siempre la fortuna mia, 
Pasaseis esta vez por mi memoria. ... 
Asi yo no pudiera 
Comparar el pasado y el presente, 

Y mi dolor no fuera 

Tan profundo, tan cruel y tan vehemente, 
Al contemplar lo grande del pasado 
Del presente lo vil y lo menguado. 
¿Quién verá sin rubor los descendientes, 
De aquellos que colonos todavía, 
A las huestes de Albion escarmentaron ; 

Y que después valientes, 
En este mismo dia 

La heroica frente alzaron ; 



— 412 — 

Y de la independencia 

El primer estandarte enarbolaron ? 
¿Quien los verá, repito, sin vergüenza 
Rogar al más estúpido tirano. 
Que ejerza la funesta dictadura ; 

Y que besando la sangrienta mano. 

Que á sus hermanos degolló y sus padres 
Ante el monstruo doblando la rodilla 
Acaten el poder que los humilla? 

Y al ver tanta abyección, tanta vileza, 
¿Quién no quiere ¡ gran Dios ! que por su mente, 
Cual siniestro meteoro, fugitivo 

Se deslice la idea del presente ; 

Y con ella también de la memoria 
Este periodo horrible de la historia? 
¿ Pero cómo borrar del pensamiento 
Aquellos altos ó ínclitos varones, 
Que supieron ganar con sus acciones 
De la inmortalidad el alto asiento ? 
¿Cómo no tributar á su memoria 

A su heroico valor y bizarría 

De que tan alto elogio hace la historia, 

El debido homenaje en este día, 

En que con esa fuerza irresistible 

Que da la convicción de la justicia, 

El poder derribaron 

Que sus padres y abuelos acataron ? 



— 413 — 

Poder que los monarcas castellanos 
Desde Fernando el Grande ó Isabela, 
Hasta Fernando el sétimo tuvieron 
En sus potentes manos ? 
No es posible olvidar tanta grandeza. . . 
Si sus nobles esfuerzos se perdieron 

Y una raza más vil que la maleza, 
Que arranca de raíz el hortelano, 
Se prosterna y humilla 

Hasta besar la planta del tirano, 
Que bárbaro la ultraja y amancilla, 
A los héroes de mayo ha reemplazado ; 
Si al grito de victoria de los bravos, 
A cuyo altivo aspecto el león de España 
La crinada cerviz dobló aterrado. 
El gemido siguió de los esclavos ; 
No por eso seria 
Razón que en este dia 
Muda la lengua no arrojase un viva 
A los atletas que nos precedieron 

Y que haciendo rodar la tiranía 
Bajo su planta con firmeza altiva 
Entonaron el santo « Oid mortales »! 
Que la gloria será de sus anales. 

¡ Augustos héroes de la patria mía ! 
Que rompiendo valientes la cadena. 
Que pesada y terrible la oprimía 



— 414 — 

A tan sublime altura la encumbrasteis : 

Vosotros que en la arena 

Do intrépidos lidiasteis 

Por darle libertad é independencia, 

Con sangre pura de copiosa vena 

Su independencia y libertad sellasteis : 

De la mansión de paz y de ventura 

Do moran los que aquí se han consagrado 

A mejorar la condición humana; 

De aquella lumbre pura, 

De aquel fuego sagrado 

Que fluye de la esencia soberana, 

Pedid que un solo rayo se desprenda 

Desde el trono de Dios, y que descienda 

A esta patria querida, porque tanto 

Hicisteis en la vida. 

Para que libre fuese y venturosa ; 

É infunda en cada pecho el fuego santo ; 

Esa llama sublime que encendida 

En vuestras almas se ostentó grandiosa : 

Asi esos hombres que hoy envilecidos 

Por el terror y espanto ; 

Por la presencia odiosa 

De un bandido rodeado de tiranos 

Sin rubor suplicaron 

Que en sus sangrientas manos 

La suma del poder eterna sea, 



— 415 — 

Se acordarán que son los descendientes 
De aquellos eminentes ciudadanos 
Que este dia juraron 
Vivir independientes 

Y libres para siempre de tiranos. 
Entonces ese monstruo, ese demonio, 
Bostezo inmundo de las negras furias. 
Que ahogando el pensamiento 

En la sangre que cruel ha derramado, 

Do victimas sin cuento. 

Su ominoso poder ha cimentado 

El tremendo escarmiento 

Que los malvados sufren. 

Devorará también, á su despecho 

Y la pena terrible aunque tardía 
Que tanto provocó su tiranía. 
Entonces esos pueblos agobiados 
Bajo su poder inicuo y desmedido, 
Levantarán la frente, 

Y cuenta pedirán á los malvados 
Que los han humillado y oprimido : 
Entonces no será la ley vigente 

El sangriento puñal del asesino; 

Ni el capricho de un Gaucho de la Pampa. 

Y ese mismo argentino 

Que solo de desprecio es digno ahora 
Engalanado con odiosa estampa 



i 




— 41G — 

De su feroz verdugo, 

Empuñará la espada vengadora, 

Que siempre hizo temblar á los tiranos, 

Y haciendo trizas el ferrado yugo, 
Que veinte años llevó sobre su cuello 
Recobrará la dignidad del hombre 

Y se hará digno de llevar tal nombre. 



Santiago de Chile. 



EL 25 DE MAYO DE 1857 



Del rayo primero reflejan la lumbre 
Las nieves que cubren del Andes la cumbre 
Su disco de fuego asoma ya el sol 
De púrpura y oro se viste el espacio, 

Y grupos de grana, azul y topacio 
Al astro rodean de ondeante arrebol. 

Repiten los ecos del valle lejano 
El ronco estampido que viene del llano. 
Do al astro saluda rugiendo el cañón. 
La^ hermosa Bandera al viento tendida 
Brillante flamea del aire movida 
Salúdala el pueblo con grata emoción. 

Alegres mil voces sonoras entonan 
El Oid mortales y al mimdo pregonan 
Que el voto del pueblo siempre es libertad ; 

Y todos repiten aquel juramento, 

De morir con gloria, si llega el momento 

Que caiga del trono la noble igualdad. 

rt 



— 418 — 

Qué grato es entonces oir que repite, 
El niño inocente, las voces que emite 
El pueblo que jura ser libre ó morir 1 
Los pechos se sienten henchidos de gozo ; 

Y el trémulo anciano y el joven fogoso 
Confiados esperan un gran porvenir. 

Mas pasa el momento de viva alegría 
Que en todos despierta la luz de ese día, 

Y sigue un silencio sombrío y glacial; 
Silencio que animcia que el pueblo padece, 

Y jura en secreto que el mal que aborrece 
Tendrá su medida, su instante final. 

La plaza, donde antes el pueblo solía 
Festivo y contento reunirse este día 
A ver los guerreros sus armas lucir; 
Ahora á su vista tan solo presenta 
De muerte y degüellos la escena sangrienta 
En brutos inermes que se hacen morir. 

Resagos funestos, que el tiempo pasado, 
De oprobio y afrenta en pos ha dejado. 
Su influencia ominosa ejercen aún; 

Y todos lo sienten, y todos lamentan. 
Que los que el atraso y el mal representan. 
Estorben impunes la dicha comim. 



— 419 — 

I Aún hay insensato que ordene á la hueste 
Quitar la divisa de blanco y celeste 
Y el rojo sangriento de Rosas llevar 1 
\ Y nadie castiga tan vil osadía 
Ultraje insolente lanzado al gran día 
Que todo argentino debiera vengar 1 

Cubriéndose el rostro, airados dirían 
Aquellos, que en Maipo las sienes ceñían 
De frescos laureles, después de triunfar : 
4 Son estos los hijos que Mayo nos diera. 
Los viles que cambian la noble bandera. 
Que el alto Pichincha miró tremolar? 

¡ Vergüenza y oprobio del nombre argentino I 
¿ Son esos menguados, que quiso el destino 
De padres jigantes hacer descender? 
¿Por qué dejeneran así los hermanos? 
4 Por qué de los héroes descienden villanos, 
Debiendo en sus venas su sangre correr? 

¿Y el bravo soldado que guió sus guerreros 
Valientes, al triunfo grandioso en Caseros, 
Do undió para siempre el rojo pendón; 
Mirará impasible tan grave atentado? 
4 Sufrirá en silencio que sea ultrajado, 
Con tal insolencia el de la Nación? 



— 420 — 

¡ Oh no ! que indignado blandirá su lanza, 

Y en nombre del pueblo tomará venganza 
Del vil que atrevido lo quiso ultrajar; 

Y allí el escarmiento que sigue al castigo 
Lección elocuente llevará consigo, 

Que hará á los traidores de espanto temblar. 

Una es la bandera, la patria una sola : 
Su gloria recuerda, si aquella tremola; 
Festeja sus triunfos, anuncia la unión. 
Emblema de gloria son estos colores; 
Recuerdo es el rojo de sangre y horrores. 
De. oprobio y afrenta, de infamia y baldón. 

Pasiones horribles, mezquinos provechos, 
De tristes rencores hincheron los pechos, 

Y el crimen su fruto funesto nos dio, 
Las leyes callaron, surgió la discordia; 

Ya no hubo justicia, ya no hubo concordia ; 

Y un pueblo de esclavos el mundo nos vio. 

Los odios y enconos, la guerra entre hermanos. 
Del bien nos alejan y engendran tiranos. 
Que hollando las leyes, con risa infernal, 
Feroces se gozan oyendo el jemido 
Del pueblo aterrado, que llora oprimido 
Sujeto al capricho del genio del mal. 



— 421 — 

¡ Oíd argentinos ! sonó ya la hora 
De paz y progreso, de unión y mejora; 
Los odios y celos llevad al altar 
Del Dios de la patria; y allí en holocausto, 
En dia tan grande, en dia tan fausto. 
Jurad para siempre hacerlos cesar. 



POESÍAS RELIGIOSAS 



CÁNTICO 

DB 

ACCIÓN DE GRACIAS AL SER SUPREMO 

AL VENIR LA AURORA 



In matutinis meditabor 
in te guia fuiste adjutor 
mcu8. 

(P8AL. 62, V. 7). 



Ya el denso manto nocturno 
Toma un color blanquecino, 
Ya en el olivar vecino 
Gorjea alegre el zorzal, 
Ya el brillante centelleo 
De las estrellas se extingue. 
Ya cada ser se distingue 
Casi en su forma especial. 



— 426 — 

No despierta todavía 
Toda la naturaleza, 
Oculta aún su belleza 
Bajo del denso capuz 
Con que al desplegar sus alas 
Envuelve la noche al mundo, 
Cuando el astro rubicundo 
Lleva á otra región su luz. 

Entre el espeso follaje 
De la arboleda sombría 
Canta el gallo todavía, 
Y otra vez vuelve á dormir. 
Cruzan las aves nocturnas 
Huyendo en siniestro vuelo 
Antes que ilumine el cielo 
El día que ha de venir. 

No brilla en el firmamento 
El azul nítido y puro, 
Todavía un claro oscuro 
Vela la celeste faz ; 
De los pardos y altos cerros 
Se ven las hondas quebradas 
Apenas iluminadas 
Por un resplandor fugaz. 



— 427 — 

Es esta la hora en que mi alma 
A ti se eleva, Dios mió, 

Y adoro tu poderío 

Y la paternal bondad, 

Con que derramas tus dones 
Sobre el pobre y sobre el rico. 
Sobre el grande y sobre el chico 
Con la más sabia equidad 

Al sol has puesto el precepto 
De darme su luz brillante 

Y un calor vivificante 
Que todo haga germinar; 
A la luna y las estrellas 
Ordenas que, magestuosas 
En las noches silenciosas, 
Me vengan á iluminar. 

Tú, gran Dios, lluvias me envías, 
Las nieves y los rocíos 
Que en los ardientes estíos 
Me den su grato frescor. 
Tu mandas los huracanes 
Que la atmósfera renueven 

Y que los miasmas se lleven 
Do no me dañen. Señor. 



\ 




— 428 — 

Me dá de ríos y fuentes 
Tu Providencia divina 
Agua pura y cristalina 
Que no se agota jamás ; 
De los árboles y plantas 
Dulces frutos regalados, 
De forma y sabor variados 
También benigno me das. 

A tí debo, Padre mió. 
Este monte, esta llanura, 
En que flores y verdura 
Derramas con profusión : 
Tú crías los animales 
Que me visten y alimentan, 
Los pastos que los sustentan 
También obra tuya son. 

Es tu mano bienhechora, 
Señor la que me prodiga 
La fecunda y rubia espiga 
Que me dá copiosa mies ; 
Este aire que los pulmones 
Me refresca f vivifica, 
Y mi sangre purifica 
Obra tuya. Señor, es. 



— 429 — 

En los arroyos y ríos, 
En los lagos y los mares, 
Me dá peces á millares, 
Tu cuidado paternal. 
Inmenso número de aves 
Que me divierta y sustente ; 
Y fuego que me caliente 
Me das, Padre celestial. 



Quid retribuam domino 
pro ómnibus que retribuit 
mihi. 



4 Por todos estos dones 
Que me ha dado tu mano 
Yo mísero gusano 
Qué te puedo volver? 
El soplo de tu boca 
Que vertió tu ternura 
Sobre esta tierra impura 
Señor, te iré á ofrecer. 



— 430 — 

Un corazón me diste 
Dotado de justicia; 
Manchólo mi malicia, 
Indigno es ya de ti; 
De afectos mundanales 
Está, Dios mío, lleno; 
Recibelo en tu seno 
Purifícalo allí. 

Esto es cuanto poseo 
Manchado está de lodo, 
Asi lo vuelvo todo. 
Con toda voluntad, 
A ti. Señor, que eres 
De quien lo he recibido. 
Que lo admitas, te pido. 
Con paternal bondad. 

Yo te adoro. Dios mío, 
Con el albor primero 
Que acompaña el lucero 
Del dia precursor 
Y antes que en el oriente 
Se anuncie la mañana, 
Con franja de oro y grana, 
Te bendigo. Señor. 



— 431 — 

Antes que sus cantares 
Entone el pajarillo, 
Que inocente y sencillo 
Bendice tu bondad, 
Agradecida canta 
Tu alabanza mi boca, 
Mi alma. Señor, invoca 
Tu inmensa magostad. 

Junto con el perfume 
Que tierna flor te ofrece. 
Cuando el dia amanece 
Suba á ti mi oración 
Y como el suave incienso 
Que en tus aras humea, 
Asi grata te sea 
Mi humilde adoración. 



Alábente los seres 
Que habitan las alturas 
Y todas las criaturas 
Alábente también. 
Los mares y los rios, 
Los valles y los prados, 
Los montes y collados 
Adoración te den. 



— 432 — 



Dignare domine die isto, 
8inc pecato nos custodire. 



Señor, yo te suplico 
No dejes que este día 
Ande la senda impía 
Que conduce al error. 
Sin tu eficaz auxilio 
Nada puedo, Dios mío, 
Tan solo en ti confio 
Que eres mi ayudador. 

Tú sabes que ese limo 
De que tu mano me hizo. 
Es frágil, quebradizo. 
Incapaz de durar, 
Mas si tu fuerte brazo 
Benéfico le toca 
Como maciza roca 
Se puede eternizar. 

Escucha mi plegaria. 
Escúchala te pido, 
Presta benigno oído 
A mi ruego, señor ; 
Cúbreme con tu manto. 
Escóndeme en tu seno. 



— 433 — 

Sin mirar que soy cieno 
Pues sois, mi criador. 



No quieras que perezca 
Siendo tu criatura, 
Cual perece la hechura 
Del mísero mortal. 
Dirije mi camino, 
Tu luz, Señor, me guíe 
Tu brazo me desvíe 
De la senda del mal. 



Si tu divina gracia 
No me ampara y me ayuda. 
Perecerá sin duda. 
Tu ovejuela, señor ; 
No apartes de mí el rostro, 
¿ Por qué oírme no quieres? 
Acuérdate que eres 
Mi padre y protector. 



Sácame de este valle 
De miseria y de llantos 
Para que con tus santos 
Habite tu mansión 

S8 



— 434 — 

Y con tus escojidos, 
Sin afección mundana 
Cante el alegre hosana 
En la celeste Sion. 



HIMNO RELIGIOSO 



EN EL ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE YUNGAY 

Y COLOCACIÓN DE LA PIEDRA FUNDAMENTAL DE LA CAPILLA 

DEL ASILO DEL SALVADOR 



Cantemos al Señor de las alturas, 
Ensalcemos su gloria; 
Porque somos su pueblo y sus criaturas ; 
Porque nos dio este dia la victoria 
Y la paz bienhechora 
Que nos colma de dones de hora en hora. 



Bendigamos su nombre sacrosanto 
Y el brazo poderoso, 

Que derramó el terror, sembró el espanto 
En las huestes del déspota orgulloso, 
Que á su soberbia planta 
Quiso hacer escabel nuestra garganta. 



— 436 — 

Si consintió paciente que altanero 
Numerosas legiones, 
Condujese al combate, erguido y fiero, 
Supo también cercar sus escuadrones 
De pavor, y ahuyentados 
A nuestros pies cayeron aterrados. 

Y así como después de la tormenta 
Que amenazó tragarnos. 
Mas plácida la luna se presenta, 
Asi vino la paz á visitarnos 
Mas bonancible y pura 
Que la estrella polar en noche oscura. 

Hoy que sus bienes sin temor gozamos. 
Hoy que hacemos memoria 
Del espléndido triunfo que alcanzamos. 
Bendigamos al Dios de la victoria. 
Su poder acatemos 

Y un himno nuevo en su loor cantemos. 

Solo á su omnipotencia era posible 
Extinguir los furores, 

Y los estragos de una guerra horrible. 
Con su cortejo inmenso de rencores; 

Y que tras la batalla 

La paz pusiese á los enconos valla. 



— 437 — 

Y lo hiciste, Señor, y nos salvaste, 

Y tu amparo nos diste : 

La calma en nuestros pechos derramaste : 
Los corazones todos conmoviste ; 

Y todos se rindieron, 

Y en tu nombre un asilo al pobre dieron. 

Así Padre y Señor, son los arcanos 
De tu mente insondable, 
Que penetrar no es dado á los humanos : 
A tu ley soberana ó inmutable* 
Sujeto está el destino, 

Y todo anuncia tu poder divino. 

Bendícenos, Señor, y de las malas 
Pasiones nos preserva 
Bajo la grata sombra de tus alas I 
A tu pueblo por siempre le conserva 
La paz y la ventura, 

Y con ella sus bienes le asegura. 

Ilumina, gran Dios, nuestro camino 

Y dirija propicio 

Nuestras acciones tu poder divino, 

Aceptable le sea á tu servicio 

El ara pura y santa 

Nuevo templo que el pueblo te levanta. 




— 438 — 

Bendícelo, Señor, para que sea 
Digno de tu presencia 
Para que el pueblo en sus umbrales crea 
Que allí mora, gran Dios, tu omnipotencia, 
Tus ángeles envía 
Que custodien tus puertas noche y día. 

Allí tu nombre el huérfano y la viuda 
Invocarán confiados; 
Allí te pedirán, Señor, tu ayuda. 
Para salvar de un mundo de pecados ; 

Y al pió de tus altares 
Depondrán sus dolores y pesares. 

Acuérdate, Señor, que de tu boca 
El soplo recibieron 
En tí cada uno, su Criador, invoca; 

Y que por ellos tus venas se rompieron 
En la cruz, do moriste 

Cuando el género humano redimiste. 



Santiago, Enero 17 de 1S51. 



ÍNDICE 



Páginas 

Al lector v 

Comunicado ix 

Juan Gualberto Godoy. Ensayo literario por Domingo F. 
Sarmiento, hijo xv 



POESÍAS DIVERSAS 

El aventurero de fines de la edad media 3 

Canto á la Cordillera de los Andes 7 

El Sereno 21 

La Campana 29 

Malvina 39 

A Orsila, en su emigración 43 

Al pié de una niña 49 

En un álbum 51 

Delicias de la vida campestre 53 

A una mujer 61 

La Judía 65 

Las llanuras de la República Argentina 71 

El Trovador proscrito 79 

Pensamientos sobre la amistad 85 




— 440 — 

Páginas 

Al cumpleaños de una niña 91 

La palma del desierto : 95 

A la señora Clorinda Corradi Pantanelli 101 

A la señora Teresa Rossi 105 

A la misma en su beneficio •. 111 

A la misma en su cumpleaños 113 

Despedida 115 

Alí Bajá de Janina, celoso , 117 

El ciprés 123 

A J..., de mantón 129 

Al coronel D. Francisco Ibañez 135 

Soneto 141 

POESÍAS ERÓTICAS 

A la señora Teresa Rossi 145 

A una señorita vestida de blanco 151 

A una dama que paseaba en caleza 155 

A un rosa 159 

A una desdeñosa — , 163 

A una joven vestida de luto 167 

ANACREÓNTICAS 

Bertila 173 

Otra. 175 

Otra 177 

Otra 179 

Otra 183 

Otra 185 

ROMANCES 

A los ojos de mi amiga • 189 

Décima á la misma 191 



— 441 — 

Páginas 

A la señora Teresa Rossi 193 

A la misma • 197 

Soraina 199 

Paseo á la fiesta de la Cruz, en la Capilla del Barranco.. 205 

Erastenia convaleciente 217 

Cuarteto improvisado 221 

El resedá. A Besila 223 

A la misma que iba á paseo 225 

A una rosa hecha de azúcar 227 

Auna boca 229 

El suicida y su puñal 231 

••• 235 

Qui ntillas 239 

La beata 243 

La alfombra y el manto 251 

A la señorita Teresa García 261 

A la señora D* Carmen Urmeneta 267 

Anécdota 271 

Mi programa 273 

Contestación al programa gubernativo del señor K. W. . . 289 

Contestación á los tres imparciales 297 

Epigrama 309 

Epigramas 311 

Soneto con estrambote 315 

Soneto 317 

En el álbum de una sesentona 319 

En un álbum 323 

En otro álbum 325 

A una señora en cuyo álbum se leian unos muy malos 

versos 331 

En un álbum, cuyo dueño quería significar su amistad á 

la amiga que se lo regaló • 335 

En un álbum 339 

En un álbum 341 

La flor de por la mañana. 343 

En un álbum 347 

En un álbum 353 



— A42 — 

Páginas 

£d un álbum 355 

En el libro de memorias de una tarjetera 357 

En un álbum 359 

B 361 

Un recuerdo y un renglón 369 

En el álbum de D« Aurora Gutiérrez 371 

En el álbum de la señorita Clara Cortinez 375 



poesías patrióticas y guerreras 

Bajo las armas de Mendoza 381 

A la bandera argentina 383 

A los valientes vencedores de Angaco 385 

Al 18 de Setiembre de 1842 389 

Al 18 de Setiembre de 1844 393 

Cántico de invocación á la Providencia 399 

El 25 de Mayo de 1849 405 

El 25 de Mayo de 1850 411 

El 25 de Mayo de 1857 417 



POESÍAS RELIGIOSAS 

Cántico de acción de gracias al Ser Supremo al venir la 
aurora 425 

Himno religioso en el aniversario de la batalla del Yun- 
gay y colocación de la priedra fundamental de la Capi- > 

lia del Asilo del Salvador 435 



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