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Q»«t
THE UBRARY
OF
THE UNIVERSITY
OF TEXAS
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This Book is Dúo on th« Lot«st Dot« Stampod
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7
POESÍAS ^
i>£:
JOSÉ JOAQUÍN ORTIZ
BOGOTÁ
IMPKBNTA DE EOHETBBItÍA HEBHANOS
1880
Hs propiedad del autor.
Á LA AMADA MEMORIA
DE
JUAN FRANCISCO ÍotITIZ
su HERMANO
RECUERDOS DE LA PATRIA
¡ Patria ! . .
Para oantar-TOs mente As Musas dada.
GAMdES.
The Vh:-rr
of Texas
LA BAITDEEA COLOMBIANA.
I No oís ? Bs cual la voz de gran torrente,
i3on las lluvias de Dios acrecentado,
Que baja de los Andes despeñado,
Raudo, tremendo, asordador, rugiente.
¿No oís más cerca ya! Se une á los ecos
El ruido de música guerrera
Que, en alas de los vientos desatado,
Colma el ámbito inmenso de la esfera.
Pero ved más allá cómo se avanza.
Entre un bosque de aceros refulgente,
Que del sol á los rayos reverbera.
Del pueblo entre la ola,
Al firmamento azul enhiesta y sola.
De nuestra Patria la inmortal bandera.
Y sube al Capitolio, y los clarines
Sueltan su aguda voz; retumba el trueno
Del cañón en los últimos confines.
¡Oh! ¡salve á ti, magnífica y sublime.
Ungida con la sangre de los bravos
Muertos en la pelea I
jOhl ¡salve á ti, quemada pOT el fuego
De las contrarias huestes;
Tú, poder, gloria y de la Patria ideai
3(347^19
BOUND^ SEP 19
8 Recuerdm de la Patria.
■ ■■¡■■■■■■■■■■■•■■■^»^<i»^^»wwwj» W i>rWMw^«wMwii ■■■■■■■■■»■■ ■■■■■■■—■■■■■■■■■■ 1 I ■ — ■■■■■■■■■■■■■■
¡Oh! la bandera de la Patria es santa^
Flote en las manos que flotare; ora
Volviendo vencedora,
Entre lluvia de flores
Al son del bimno que su gl(»aa canta^
ó de la adversa lid acaso vuelva
¡Oh! ¡de la Patria la bandera es santal
Y si hay un ciudadano que, pensando
En el secreto de su alma, diga :
^' ¡Está en indignas manos!" ese puede-
A su madre ne¿ar en su iraánsmiaf
lío tiene corazón, y entre sus venaa
Empobreció la sangre c(^ombiana.
Cuando lanzar un pueblo Dios dispone
En la espléndida s^ida de la Historia^
Da la señal de marcha; y en la mano
De sus caudillos pone
El pendón que ha de guiarlo, cual un dia
Mandó sobre Jacob la parda nube.
Que, flotando en el aire.
Fué en el Desierto misteriosa guia;
Y en el velo que al sol en onda suave
Desarrollan los céfiros, escribe
Con invisible dedo y caracteres
Arcanos, que leer tan sólo él sabe,.
Cuál su rumba será, si habrá bonanza,.
Qué tempestad vendrá, la hora de gloria,
La hora del cautiverio.
La del rescate y de la gran victoria^
La hcmdera cohmbia/na.
Puso en una las águilas caudales
Del claro, inmenso cielo emperatrices;
Un hacecillo en otra de los rayos
Que procelosa nube al mundo lanza,
Y en otra derramó de oro las Uses,
Como emblema de fuerza ó de esperanza,
ó de dominación ó de ruina.
Así á la verde Brina
Dio el arpa gemidora,
Alto don al que i>ena y al que llora ;
Y puso por presagio al gran destino
Que reservó á la Iglesia,
Sobre el delgado lino
Que al vendabal de temi)estad se mueve
O al tenue soplo de favonio suave,
Y en que juntó al vellón de pura nieve
Un rayo de la frente de la Aurora,
Del Pescador la milagrosa nave.
Y cuando crió á Colombia, generoso
Easgó un jirón del iris radioso
Que tras la tempestad alegra al mundo,
Y lo entregó á Bolívar 5 y Bolívar
De triuníb en triunfo lo llevój de donde
Orinoco se lanza al mar profundo
A donde él Potosí su nivea cumbre
En la región del firmamento esconde.
Mas arbitras se juzgan,
Dueñas de sus destinos las Naciones.
Creen que cuando baja la Victoria
A coronar sus fuertes campeones,
11} Becfmrdo$ de la Patria.
Suyo es el triunfo y la Yictoria suya;
Mas ¡ay ! que ignoran ellas
Que la secreta tela de su historia
Se teje entre las manos invisibles
Del que es señor del mundo y las estrellas.
Dios fué quien á las águflas romanas
De ciudad en ciudad llevó volando
En los antiguos dias
Hasta el confln del orbe, preparando
La paz universal á su Mesías:
Dios quien hizo salir de las regiones
Al aterido polo más cercanas^
I>e b^baros innúmeras legiones,
Y al Mediodía encaminólas cuando
Quiso purgar la tierra
Con la espantosa plaga de la guerra.
Y cuando, lleno de clemencia, quiso
Dar una muestra de su amor profundo
Mostrando al Yiejo Mundo
Este, hasta aUí, velado Paraíso;
Llamó á Oolon, y le mostró la senda
De América al conñn del Océano,
Al través de las nieblas y huracanes
Y tempestad tremenda;
Y CJolon obediente
Venciendo el ciego caos
Cruzó el férvido Atlántico animoso
En tres fragües naos,
Y el pendón de Castilla glorioso
Plantó al fin en la tierra de Occidente.
LcC bandera eoUmbiana, II
Dios sacó de la inmensa mnchedtinibre
De nuestra tierra un hombre
Que distinguió entire todos: era un mundo
De nobles x>ensamientos su cabeza;
Su espíritu, tesoro inagotable
De fuerza y voluntad: él conocía
Del corazón de los demás las sendas,
Y elocuente sabia
Cómo hacer i)oderosa su palabra;
Y así, cuando de golpe aparecía
En medio del combate, del soldado
El pecho palpitaba, cual si viera
ó la faz de su madre placentera
ó el bello rostro del objeto amado.
Él se llamó Bolívar, y do quiera
Fué símbolo del pueblo, en la batalla
Y bajo del dosel, y hasta que á orillas
Del mar ferviente halló la paz que sólo
En el silencio de la tumba se halla.
De su caballo al escucharse el trote
Temblaba el corazón, y á los reflejos
De su fdlmineo acero se cubrían
De palidez las frentes, y do quiera
Que rápido pasaba, la Yictoría
Derramaba laurel en su bandera.
Soplaba; el yerto polvo de las fosas
Del esclavo tomábase fecundo;
Y tres grandes Kaciones de repente
Se alzaron de él, de gloria radiosas,
Con pasmo universal de todo el mundo.
tí Becuerdaa de la Patria.
Murió; y callaron los heroicos hechos,
Mas como el sol tras la últíma colina
Del Occidente azul su disco inclina
T cae en un abismo de oro y llama ;
T enmudeció la trompa de la Fama,
Y tan grande vacío hubo en la Historia
Que colmarse hasta ahora no ha i>odido
ISi en patriotismo, ni en valor, ni en gloria.
Su portentosa vida.
De excelso honor y de dolor tejida.
Será en edad lejana
La mayor epopeya americana.
Las liras de los bardos
Que lloren la tristísima elegía
Bajo los sauces de su tumba fiia
Inmortales se harán, pues su alto ejemplo
Tal reguero de luz deja, que nadie
Se atreverá á seguir sus nobles huellas
De la iomortalidad al santo templo.
Él amaba la Patria; mas la Patria
Ko era sólo para él la hermosa tierra
Que, como con un velo.
Arropa el combo cielo,
Y reverente encierra
Las cunas de los hijos y las tumbas
De nuestros padres caras;
Que en su seno también ñrmes reposan
De nuestro Dios las bendecidas aras:
Y fué así como en su hora soberana,
Tlse Lib:ary
The ¡¡¿ixirJ.':/
La ba/ndera eoMmíMína. 13
I*Tonto á dejar el mundo.
Se ^avolvió en la bandera colombiana,
ir con amor profundo
£*ronanció lleno de esperanza el nombre
Del que murió por libertar al hombre.
1047619
NOCHE SUPEEMA.
Gomo los blancos dsnes en nn lago
Por sobre el mar inmenso, viento en popa,
Desde las playas últimas de Enropa
Tres carabelas navegando van.
La Inna ha renovado varias veces
Su blanca faz en el aznl sereno,
Desde que van arando el ancho seno
Del piélago á merced del huracán*
Un hombre audaz, espíritu subUme,
En el abismo incógnito las guia,
Y en el favor de Dios solo confia
Su indómito, marmóreo corazón.
Jenoves x>or su patria, marinero
De profesión, y por su fe cristiano.
Tal es ese guerrero y noble anciano
Que yendo á España se llamó Oolon.
Ha resonado en tomo de las quillas
Durante el largo, incierto, triste viaje
Con duplicado y fúnebre oleaje
La onda salada del inquieto mar.
Furioso el vendaba! ha desgarrado
La frágü vela de delgado lino,
T los astros del délo en su camino
Focas horas se han visto fulgurar.
WcAe Hg^ema. 15
■■■■■■■■#1 1
Sos mismos compañeros, condenados
CSon él, tal vez, á muerte inevitable,
Han alzado el acero formidable
Sa noble pedio am^mzitíido herir.
Mas él ha visto oon igual s^nMante
La^ ondas dar esx el bajel medroso,
Las yelaa destrozar noto impetuoso
Y el acero en las sombras relucir;
Y ha sonido sa rumbo aventurero,
Bompiendo osado la apiñada bruma,
Dejando atxas el surco de alba espuma
Que alza en el mar el rápido bajeL
Es alta noche ahora. — I^o hay estrella
Que reverbere sobre el negro manto;
I>uerme la chusma en el bsg'él en tanto,
Y velando se encuentra sólo éL
£1, sentado en el banco del piloto.
Los ojos íUos en la mar oscura;
Escudriña la mar^ y hallar procura
En ella el mundo que bascando va»
Bepasa entre su mente tantas horas
De temor, de esperanza, de agonía;
Tantas de afán, dolor, melancolía;
Tantas de pena que ha sufrido ya.
Y hoy se encuentra distante de los lindes
Del conocido mundo: tan distante
Que va arando su prora resonante
Donde antes otxa prora no tocó.
— — ■ ■■■>■■<
16 Recuerdos de la Patria.
Un pensamiento á veces se le ofrece
Que de temor el corazón le yela:
¡Tal vez su nave presurosa vuela
Allá donde la luz nunca' alcanzó!
A la región desnuda, solitaria,
Que interminable mar ciñe doquiera,
Donde no hay una brisa lisonjera
Que pueda el seno nítido rizar.
4 1^0 es cierto que las fúnebres historias
Leyó de barcos en el mar perdidos,
Que fderon por los vientos conducidos
Y que jamas pudieron retomar!
^'So vive en los confines de ese mundo
Tremendo Genio que al piloto espanta,
Que de la mar oscura se levanta
Guando las olas siente estremecer,
Y, escondiendo su frente entre las nubes,
Pues tan grande es, con los membrudos brazos
Vuelve la nave errante mü x)edazos
Y la hunde en el abismo con sus piésf
¿Qué existe en la región en que su carro
Hace rodar de tarde el sol ardiente! —
Mebla y ondas dormidas solamente,
Según la recibida tradición.
] Pavor, oscuridad, muerte, süencio!
— "Mas yo en el Dios omnipotente fio
Que ha de cubrir con su ala el barco mió
Y mostrarme la incógnita región. . .
Noche suprema. 17
•••••••*••»•
"¡Y si se levantara de repente
Del seno del Océano profundo
Ese tan suspirado !N'uevo Mundo
Que tanto tiemiK) en sueños viendo estoy !
¡Si viera dibujados en el cielo
El perfil de sus montes elevados!
¡T si de sus torrentes despeñados
El eco desde el mar oyera hoy!
*^ ¡ Si con la luz primera de la aurora
Sus campos de esmeralda distinguiera,
Y mecer su corona á la palmera
Délos ruidosos vientos al vaivén!''
— Calló después: las ondas se sentían
De tíemiK) en tiempo dar contra la nave,
Que en paz, con viento prósi)ero y suave,
Rumbo feliz siguiendo va también.
¡Qué largas horas en silencio pasa
Sumergido pensando entre sí mismo,
De incertídumbre en más oscuro abismo
Que el abismo que mira en derredor!
Los ojos alza al fin, como pidiendo
Auxilio al Dios que el universo inspira,
Y cree mirar en la tiniebla ... y mira
De una antorcha lucir el resplandor.
Es tan intensa la impresión en su alma^
Que cree ser presa de delirio insano j
Por los ojos pasó pronta la mano,
Y en el instante pénese de pié.
2
is Becuerdos de la Patria*
La luz que vio briUar luego se pierde
Del horizonte en el oscuro velo;
Vuelve á mirar en el confin del cielo. . .
No es ilusión, | gran Dios ! delirio no es.
¡Tierra! fué el grito que escuchó distinto
En las alas del céñro sonando;
Y se oyó el trueno del canon rodando
Del mar sobre la inmensa soledad:
Y con la clara luz de la mañana
Vieron aparecer una isla hermosa^
Saliendo de las aguas, nemorosa,
Llena de juventud y de beldad.
Salta en ella Colon, y besa el suelo
(Jiie Dios le dio encontrar en claro dia;
Y lágrimas ardientes de alegría
Corren á humedecer su noble faz.
Al aire abierto, en la tendida playa.
Del Nuevo Mundo en el umbral, clavaron
TJua cruz que piadosos adoraron
Cual signo santo de clemencia y paz*
¡Te alabamos, oh Dios omnipotente,
Santo, inmortal, magnífico y clementCj
De los mundos señor!
El ancho mar aplánase á tu acento,
Y retiembla el sereno firmamento
Cuando escucha tu voz.
Y conoce esa voz la clara Aurora,
Y el Occidente, y póstrase y te adora
Noche suprema. 19
Lleno de gratitud;
Y de los puros ángeles el coro
Hace humear los incensarios de oro,
Y sonar su laüd.
También te adoran numerosas almas,
Inclinando ante ti las cruentas palmas
Que el martirio les dio;
Y el ejército santo de profetas,
De humildes solitarios y poetas
Que tu aliento inspiró.
Y dadas de la mano las doncellas,
Que el vicio no manchó, puras y bellas,
Cantan en tu loor:
¡A ti, de majestad, oh Padre tierno!
¡ Y á tu Hyo adorable, y al Eterno
Santo Consolador!
¡Gloria al Señor! El eco soberano
Vaya rodando por el aire vano :
¡Gloria, gloria al Seiíor!
¡ Al que sacó la tierra de la nada,
Al que nos da victoria señalada,
Gloria, eterno loor!
A estos ecos de triunfo majestuoso
De América las playas resonaron,
Y los Ánjeles puros los cantaron
Sobre arpas de oro en la sagrada Sion.
Los que gustáis de empresas jenerosas,
Vosotros de la gloria amantes fieles,
20 Recuerdos de la Patria^
■ ■■>■■■■■■■>■—■■■■■■■■■■■■■■■■■■■> ■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■— ■■■■■— >—■■■■■—■>»■■■ ■■—■■<■«■'■■■ ■■
Poetan qne os ceñís con los lanreleSy
Podréis decir lo que sintió Colon:
Qué sintió su alma grande, (^asíonada
Al contemplar los grumos de verdura,
Bajar como lozana vestidura
Hasta la orilla de la inquieta mar;
Al escuchar el eco melodioso
Que hace el cristal de la sonora fuente,
Dando so])re las piedras blandamente
Con suave queja y grato murmurar :
Que sintió al ver extático los valles
Cuajados de jazmines y de rosas;
Y al respirar las auras aromosas,
Toílo á la luz de un suave resplandor;
Y qué cuando esas Evas del Desierto,
»
Danzando en ancha rueda á su contomo,
" ¡ Traed flores, clamaban, para adorno
De la sien de los hijos del Gran Sol!''
¡ Oh! ¡qué triimfo, Colon I La noble frente
Puedes alzar regocijado ahora,
Y revolver tu resonante prora
A la región do nace la alma luz.
¡Ahora puedes volver, loco sublime.
La obra á mostrar de tu tenaz empeño,
Y tranquilo dormir el postrer sueño
Bajo la sombra de la santa cruz !
LOS COLONOS,
No i)or florido otero ó v^rde riva
A la margen de rio clamoroso,
Cuya onda fugitiva
Entre tupido bosque y fresca grama,
Como formando diálogo quejoso,
De la üma espumosa se derrama ;
Mas, envuelto en el denso torbellino
De seco i)olvo que alza galopando
Mi corcel generoso,
A la ciudad distante me encamino.
¡ Vedla 1 ¡ allá está ! Sus blancas, alta^ torres
Entre espirales de humo se levantan
Sobre los rojos techos,
Y raros grui)os de árboles á trechos
Alzan por cima su greñuda copa.
I Cid I el murmurar del pueblo llega
Al acercamos más, cual voz de un rio
Que despeñado de la sierra baja,
Y los peñascos con su espuma arropa
Y en altos tumbos fiero se desgaja.
De caballos el trote,
Y el chirriar de los carros en las guijas,
Y el tráfago de gentes afanadas
Sordamente resuena,
Y hierve la ciudad como si fuese
De los hombres anchísima colmena.
22 Recuerdos de la Patria.
I Mas no ítié siempre así ! Mi fiuitasía
A la pasada edad tomando él Tuelo^
Se place en contemplar la dulce Patria
De su oriente pacífico en el día»
Donde hoy, bajo la cúpula que al cielo
Se yergue de basílica suntuosa.
El altar santo queda^
Con el céfiro manso una arboleda
De robles seculares se mecia ;
Y aquel otero allá, de donde corre
Primero, rotas peñas quebrantandO|
De linfas claras resonante rio,
De cabanas de bálago cubiertas
Era entónces'^in pobre caserío.
¿ Y en qué lugar al aire abierto un día
La redentora cruz se alzó primero t
El escuadrón conquistador la frente
Humillado inclinaba,
Mientras la muisca gente
Viendo rendir el formidable acero
Que desquició su antigua monarquía
Llena de mudo asombro se extasiaba.
¡ Oh ! ¡ ven conmigo, antigua amiga mia,
Musa ! que no quemaste un solo grano
De incienso nunca ante ningún tirano j
Tú que arrojas coronas enlazadas
Con ramas de laurel que jamas muere
Para ceñir la sien, no del guerrero
Que se alza, lidia y triunfa,
Los Colonos, 23
Y cual tormenta que pasando asuela
Dejando en -pos de sí tristes despojos,
Mas la frente del útil ciudadano
Que primero este camiK) hizo fecundo
Sembrando en la era el extranjero grano ;
Del cenobita impávido que al centro
Penetró del desierto más profundo,
Y á la vida social al indio errante
Redujo del amor con suave mano ;
Y del quepan y regalado lecho
Dio cariñoso al desvalido infeuite.
¡Oid cómo resuena
Adentro la montaña con los golpes
Del hacha I Ya en la loma más distante
Prende voraz el fuego,
Y el humo azul camina lentamente ;
Mas se derrama luego
Por los collados todos;
Y el águila imperial, alipotente,
Fija la vista al sol, alza su vuelo,
Y se picBde en las nubes arrolladas
En la región espléndida del cielo.
Y mirad más acá, cual va inclinado
Bajo el fecundo arado
El toro, padre de la grey ; el seno
De la tierra rompiéndose negrea,
Y la que antes espada destructora
Resplandeció ominosa en la pelea.
Ora en reja cambiada
24 Beeuerdo» de la Patria.
••«««•«•*«« «^»*»«*^»«
Eutre los grandes surcos centellea;
Y ese que hoy labrador^ ayer guerrero,
El mar cruzó trayendo el rubio grano
Que derramado en la era
Dará abundancia á la Colonia entera,
Después verá doblándose á los soplos
Del favonio suave
La frágil caña con la espiga grave;
Otro la carga llevará al molino,
Y entre el firagor del agua despeñada,
En el estrecho cauce atormentada
Do se cambia en espuma mstalina,
Recogerá, saliendo en leves ondas.
El blanco rio de menuda harina.
Ya que Musa servil loores canta.
Al guerrero que al mundo en sangre tiñe
Y la corona á la virtud debida
Doblando la rodilla humilde ciñe,
jMusa mia! levanta
De éstos los nombres sin culpable miedo,
Y mi Patria no ignore
Que el iomenso bien debe
A Briceño, y á Aguayo y á Acevedo.
Y de prez no menor dignos se hicieron
Para ilustrar su nombre.
Aquellos españoles que trajeron
Los animales útiles al hombre.
Junto al hogar medio apagado yace
Adormido éi lebrel de noble rmsk :
Mas oiga el eco gemebundo ai>énas
Los Colonos. 25
De la armoniosa trompa de la caza
Y vereislo partir. La tierra toca
El delicado muso, alarga el cuello,
Y, cual la flecha que silbando ra^a,
Con vivísimos saltos atraviesa
Tras la tímida corza ó suelta liebre
"El llano, el bosque, el rio, el alta roca
Hasta que al fin la presa
Vencida rinde y bárbaro apedaza.
¡ Con qué estiipido pasmo no veria
El indio inculto por la vez primera
El altivo corcel ! No de la trompa
El ronco son espera ;
lia leve oreja tiende
Y el fácil cuello enarca
Al rumor de los céfiros de mayo,
Y fogoso, impaciente se enannona ;
Súbito ftiego su pupila enciende,
Dejando ver de su ojo todo el blanco.
Atrás hecha la crin en ondas sueltas
Sobre el trémulo flanco,
Y libre del ronzal que lo aprisiona
Vuela en el campo abierto ;
Traspasa el seco erial, solo y desierto,
Con duro casco el pedregal trillando ;
O para en alta loma
Y suelta su relincho sonoroso
Si oteó la yeguada desde lejos 5
O á la orilla del rio espacioso
Tranquilo al ruido va del agua mansa^
26 Becuerdos de la Patria.
í3on las brisas del monte jugaeteando,
Por la alta grama de la fértil vega
Que nuestro patrio Sogamoso riega.
Mas 4 cuál fué la española,
(Pues mujer debió ser sensible y bella)
Que, cual triste recuerdo
De Patria ausente ó fúnebres amores,
Pasando á la comarca
De la extensa y feliz Cundinamarca
Trajo consigo el germen de las flores f
Débenla nuestros prados y pensiles
Verse alfombrados de las nueras rosas
Cuando en el cielo rien los abriles 5
Y el clavel salpicado
Con el múrice tirio
La altiva copa alzar en frágil ramo,
Y su manto ostentar, más esplendente
(¿ue los del mismo Salomón, el lirio ;
Y la albahaca, del hogar amigp..
Que crece sin fatiga,
Con su aroma empapar todo el ambiente.
Rasgando el aire mudo.
Cuando apunta la luz del nuevo dia,
1^0 bajará quejoso el son agudo
De la campana desde excelsa torre
A celebrar las glorias de María ;
Mas del pajizo alar de la cabana
Saldrá el clangor cual de clarín sonoro
Del gallo \igilante,
Los Colonos. 27
Que sáhide el lucero de la aurora,
Que sube por el éter rutilante
Tiñéndose del sol con la luz de oro ;
Y veráse después cómo á la turba
Que su serrallo numeroso puebla,
(3on voz amante Uama
A recoger el derramado grano
Del rubio trigo entre la verde grama.
Como después que el labrador recoge
En la espaciosa troje
Los ñutos que le dio próvido el cielo,
De las chisgas el pueblo nimieroso,
En alas de los céfiros traido,
Cual en un gran palacio prevenido
Por el Dios bondadoso
Sobre un árbol copudo abate el vuelo.
Debajo de la tribu desparece
De repente el follaje ; el árbol briUa
Como una grande cúpula de oro,
Y de tanta avecilla
No cesa un punto el goijear sonoro :
Así de la Misión todos los niños
Cuando oyen la sonora campanilla,
Corren en tomo de la cruz que arranca
Enhiesta al aire y cercan al anciano.
Que entre tantas cabezas infantiles
Descuella allí con su cabeza blanca.
¡ Oh ! ni Platón ni Sócrates, famosos
En los anales del saber, supieron
Tras largos años de velar contino
28 Becuerdos de la Fatria.
——•••»y^« ■•■•*— —
Lo que estos pobres niños, candorosos,
De los trémulos labios del anciano,
Al pié del leño rústico aprendieron^
IS'o es bastante al ardor que el x>echo inflama
De los santos discípulos de Cristo
Una sola región y un solo clima.
Ellos irán de amor la pura llama
A prender en el pecho del salvaje,
A par las artes de la paz mostrando,
Al suelo donde Arauca se derrama
Y el Meta, y Casanare y raudo Upía,
La inmensa soledad fertilizando.
Bttbirán á la cumbre siempre yerta.
Trono de la borrasca asordadora,
Y oirán por fin el cántico sonando
En loor de la Cruz reparadora.
En cuantas son las lenguas
Por cuantas son las tribus que mi Patria
Pueblan del Occidente basta la Aurora.
Y no desmayará su ardiente celo.
Porque después de alzar templos suntuosos
A nuestro Padre Dios que está en el Cielo,
Al enfermo abrirán quietos asilos,
Darán madre á los liuérfanos
Y bendecido lecho á los ancianos,
Donde al fin puedan espirar tranquilos.
¡ Y es poco aún ! . . en su incansable anhelo
Por anunciar la vida á las naciones
Los Colonos. 29
Quieren centuplicar la voz divina,
Fijando su fugaz é instable vuelo ;
Y el árbol de la ciencia,
Que es bien á un tiempo y mal, y vida y muerte,
Que encontró Guttenberg, ellos plantaron,
Antes que otro, en la tierra granadina.
¡ Oh ! ¡ dadme frescas palmas
Con que tejer coronas
Que ornen la sien del vencedor ! ¡ Oh I ¡ dadme
La lira de grandílocuos concentos
Para cantar sus ignorados nombres ;
Y en alas de los céfiros llevados
be la tierra á los climas apartados
Sean amor y orgullo de los hombres !
. ¡ A todo bien tributo de alabanza !
¡ A toda noble inspiración un canto !
Lo mismo al que confiando su fortuna
A frágil tabla y á delgado lino
Al Océano férvido se lanza
Hallando de la América el camino,
Que al que rasgando el florecido manto
De la tierra el arado usó primero :
¡ A todo bien tributo de alabanza !
¡ A toda noble inspiración un canto !
BALBOA.
Hay un íntímo gozo y un contento
En vagar por las selvas primitívas,
O con la luz de perla de la aurora^
O pOT la tarde cuando el sol declina.
Gime el desierto con su voz augusta ;
Entre el cañaveral suena la brisa,
Y se oye lejos el mugido ronco
Del toro, padre de la grey tardía,
Que al redil se receje lentamente
A la hora vespertina.
Desde niíío gustóme ver la luna
Lentamente cruzar el firmamento.
Como una nave candida, impelida,
Sobre urnas de nácar por el cierzo.
¡Cuántas veces, pasada la tormenta.
Desde elevada torre, vi los cielos
Becobrar su esplendor, mientras alzaban
Los árboles doblados por el viento
Sus ramos empapados con la lluvia
Y de fragancia llenos !
Balboa, 31
Eecorrí la« sabanas solitarias
Sobre corcel indómito y fogoso,
Veloz como el relámpago, revuelto
En densa nube de menudo polvo.
Desalado salvaba los torrentes.
Que rebramaban con acento ronco,
Y trepaba á la cumbre de los montes,
Y miraba ocultarse poco á poco
El bello sol del trópico en su tumba
De púrpura y dé oro.
Y también me he sentado i)ensativo
A par del melancólico sepulcro,
Y he visto á la abubilla solitaria
Volar sobre las cruces de los túmulos.
He sentido rodar las secas hojas
Con sordo y melancólico murmullo,
Y víla espina alzar sus corvos ramos
Abrazando las tumbas, y del buho
Escuché, que se queja entre la sombra,
El eco jemebundo.
Me he sentado á la margen de gran lago
Siguiendo el curso vario de las ondas,
Que acompasadas baten en la orilla
La suelta arena y las silvestres ovas.
Y he mirado en silencio y distraído
En la opuesta ribera, alzar la corza
Su enramada cabeza, y á las garzas
Atravesar el lago majestuosas,
Olvidando las penas de mi vida.
En tu margen, ¡oh Total
32 Recuerdos de la Patria,
Y al borde de tu horrible precipicio
Me he sentado también, ¡oh Tequendama!
Y escaché con delicia el gran estruendo
Que hacen en la vorájine las aguas.
Imagen de la vida de los hombres
Que á hundirse van en tumba solitaria
Para volar después á otras regiones,
CSual las fugaces nubes que se alzan,
Y brillar, como brillan i)or tu frente.
Iris de corvas alas ! .
Mas si naturaleza en tantas formas
Su original belleza nos ofrece.
Ya entre los bosques al caer la tarde.
Ya en las quejas del rái)ido torrente.
Ya en la luz de la luna solitaria
Que en los antiguos árboles se cierne,
¡Cuan terrífica y grande no se muestra
Dentro del corazón del hombre débil!
¡Qué cuadros en sus páginas la historia
Xos hace ver i)resentes!
¡Qué abismo el corazón con sus pasiones,
Sus mentirosas glorias y sus males!
Jamas se oyó rugir con mayor fuerza
El ala de los recios huracanes.
Cuando en medrosa noche hundiendo el día
La extensa soledad airados barren.
¡ Ay del pobre mortal que solo á solo,
Como Jacob, batalla con el Ángel!
¡Feliz al menos al cerrar los ojos,
Si victorioso cae!
i
Bátboa. SS
Mas la Hiatoria no pinta su miaeria,
Ni sn interior aián, ni sa martirio ;
Ko recaerda su llanto solitario,
ÜTo rasga el Telo á su interior abismo.
{ El hombre es nna mina ! Más sombría
Qae las de Babilonia y las de Tiro ;
Campo inmenso, cabierto de cenizas.
Por temi>estaosos ábregos barrido,
En que el viajero no halla ni una piedra,
M nn nombire en ella escrito !
Ved á Kúñez Balboa abrirse campo
A pesar de la snerte y de los hombres,
Hasta subir al templo de la Fama
Y grabar tnonfador en él su nombre.
De enmedio de las filas populares
Se alzó intrépido ; así desde los montes
Se lanza á la región de las tcnmentas
El águila con vuelos vencedores.
Dejando atrás la nube en cuyas alas
Airado el rayo corre.
Su valor es su alcurnia eschffecida,
Su espada es el blasón de su nobleza :
De unos pocos soldados rodeado,
Confiando sólo en su feliz estrella,
Puesto el oido al canto de la Fama
Que á rematar lo impele la alta empresa.
En los bosques del Istmo, donde nunca
Hombre civilizado puso huella,
A abrir paso bI comercio y á las artes,
Imx^vido p^ietra.
3
/
M Beeuerdoi de la Podría. *
4 Qmé ensm ante m pecho ée diamante
Sierras bravias, seledad temiUe^
Naturaleza virgen en que sacan
En confusión á la regi<m sublime
Bus elegantes ooi>a8 las palmeras.
Los e(»palento6 cacu^bos y los dindes ^
Mientras entre d jaral inextrieal^
Tienden sus brazos los sQvestres mimbres,
Formando una muralla que los rayos
Del sol nunca recibe f
I^Ni qué mella en su pecho berroqueño
Pueden hacer los desiguales saltos
Del chacal carnicero, ni el aspecto
De la servente rapada, ni el dardo
Del salvaje, habitante de los bosques f
Tal parece que el cielo le ha formado
De otra naturaleza, dándole alma
Dura como el acero ó como el mármol^
Criándolo en la escuela de las penas
Y los duros trabajos.
f Vedlo I impávido trepa el agrio monte
Que sirve de barrera á entrambos mares,
Abriéndose camino victorioso
Por medio de la selva inextricable. '
Ya no se oye el murmullo de las olas^
Ya no se siento el céfiro suave.
Ya no se ven las purpurinas flore»
Sus perfumadas copas dar al aire,,
Ya no se ve á los pájaros cantores
Dar sus vuelos fugaces,.
Balboa. . 35
■■■■■• » — >——■■■>•
Una naturaleza más angosta,
Grandes cnadros presenta ante los ojos.
Barre fuerte huracán aquellas sierras.
Zumbando airado en los desnudos troncos :
Saltan en blanca espuma de las rocas
Puros y cristalinos los arroyos :
Allí crecen el musgo y los heléchos
Y la e8i>elecia de amarillos copos ;
Y el gavilán que habita entre las i>eña8
Pasa volando solo.
Pero el color del cielo es exquisito,
Puro y azul, sereno y transparente,
Gomo brillantes son los sueños gratos
En que su alma magnánima se mece.
Delante va del escuadrón pequeño
Con pa«o firme, con serena frente.
Cual el brindon lozano en la yeguada
Primero á los obstáculos se ofrece,
Y alzando airoso la cabeza, corre
Y á un lado y á otro vuelve.
Subió al fin á la cumbre de los Andes,
Y á bajar empezó la alegre tropa ;
Y á internarse volvieron en los montes,
Y á caminar bajo la espesa sombra
De árboles seculares *, y volvieron
El arrullo á escuchar de las palomas,
Y á romper con la espada las lianas,
Y á oir de lejos ruido de las ondas.
Mas ondas de otro mar que iba buscando
Tasco !Núñez Balboa.
36 Beouerdo» de la Patria.
Y sabe á alto pefíon^ á caja planta
Haimora con amor la onda marina,
Y de repente con asombro y gozo
El Mar del Bur por vez primera mira.
Desplomáronse lánguidos sas brazos ;
Dobló ante tanta gloria la rodilla,
Y mojaron su faz regoc\)ada
Lágrimas inefables de idegría,
Y sn pecho, formado por la Gloria,
Gon la gloria palpita.
¡ Oh generosa 'edad de fe sincera.
Si afeada por crímenes atroces.
En que por Dios y por su Eey cumplían
Tanta hazaña inmortal los españoles !
El canto de alabanza acompañaban
A toda heroica acción aquellos hombres,
Y al Señor humildosos referian
El éxito feliz de sus acciones.
Puesto en pié Vasco Núñez, á su tropa
Dirigía estas voces :
" ¡ Venid á contemplar, amigos míos.
El blasón inmortal de vuestra fama !
¡ Ved ese mar inmenso y apacible
Que venimos buscando, cuál dilata
Hasta el confin del mundo postrimero
Sus ondas bellas que la vista encantan !
{ Está abierta la puerta que tenia
Esta región del Mundo separada I
¡Yo tomo posesión del Océano
Por mi augusto Monarca ! ^
Balboa. 37
■» f » — •> — «a fW ^^— — ^^^— —¡a— — ■■■^■■a !■■■»■■ ■■■■■■■ ■■■■—■■■■■■■—————— 1M>—— I
Esto ó^Oj y desciende esi)ada en mano,
Y á poco ya mojaban sus rodillas
Las aguas de la mar. La mar entonces
Gomo un espejo inmenso relucía ;
Y un himno de contento de sus ondas
Sonando á la región lejana iba.
Que ve las altas torres elevarse
Bajo el cielo purísimo de Lima,
Y á las regiones últimas, desiertas
Que Magallanes via.
Muchas islas^ cual l^ácaros de flores.
Flotando en esas aguas ve Balboa,
Y las visita sobre frágil balsa
Que de silvestre junco y ramas forma.
Sacan las Hijas de la Mar cerúlea
La blanca ñ*ente coronada de ovas,
Y le oñ*endan las perlas exquisitas,
Espuma de la mar cuajada en gotas :
De amor y admiración débil tributo
A empresa tan heroica.
Y voló el tiempo, y en su curso trajo
Un hombre audaz, espíritu sublime,
Que asciende á esa atalaya de la tierra.
Toma la clava ponderosa, y dice :
<^ Yo rompepé la roca formidable
Que el coiArcio del mundo hasta ahora impide;
38 Beeuerdoi de la Patria.
,»%■<•—%»———*■ ■■■■ ■■■■■■■■——■■■■■■■■■■■ I
Y juntando de im mar y otro las olas,
A las naves daré tránsito libre^
Haciendo verdaderas las hazañas
Del fabuloso Alcídes.
" I Y qué I 4 no pude yo romper el muro
Que cerraba las puertas del Oriente,
Obra en que desmayaron del Egipto,
Sin alcanzarla, los soberbios Beyes t "
— ¡ TriunfiE^ pues, oh magnánimo ! ¡ La gloria
Coronas trenza ya para tus sienes :
Tu obra bendice Dios ;.y los poetas
Cantan ya en tu loor himnos celestes,
Y tu nombre, Lesseps, y el de Balboa
Juntos irán á las remotas gentes !
LA MISIÓN*
Quien tras penosas horas de camino
Pisa al fin La Sabana^
Descubre nn panorama peregrino
A la primera luz de la mañana.
Ve la excelsa cadena de los montes
Alzarse en el Orienté,
Y un campo sA pié de extensos horizontes
Dilatarse cual lago transparente.
Ab%jo de la altiva cordillera
Ve á Bogotá tendida,
Goal si una ninfa de los bosques fuera
Que, después de la caza, está dormida.
Sus desiguales torres á los cielos
Las iglesias levantan,
Mientras cruzan el aire en raudos vuelos
Mil avecillas que gozosas cantan.
Borbollan los cristales de la fiíente
Gon murmullo sonoro,
Y la brisa que baja del Oriente
Se desparrama sobre mieses de oro.
El verde de sus fértiles praderas,
Es de esmeralda el verde ;
De sus montes las quejas lastimeras,
De arpas el son que entre árboles se pierdew
40 Beouerdos de la Patria.
**■»••••■■•>•••••<••■•
Sus noches apacibles y estrelladas^
Son las noches de Atenas ;
Y sus vegas se miran matizadas
De randas de jazmines y azucenas ;
Y quien respira allí biyo las frondas
De la selva el ambt^ate^
De luz bañado en portentosas, endas^
Más completa correr la vida siente.
I Con qué pasmo verían los primeros
Fieros conquistadores
La amplísima Sabana y los oteros
Cubiertos todos de silvestres flores I
Fué así como Jiménez de Quesada,
Descubriendo esta vega,
Gritó á su tropa : " ¡ Ved otra Granada
Que á nuestros ojos desde el Cielo Uega ! "
Mas no todos soldados. Otros hombres,
Hombres de paz venían,
Que no el mando, ni el oro, ni los nombres
Que la Fama eterniza apetecían.
Luenga la barba, enjutos los semblantes,
Encovados los o^os,
A fónebres fantasmas semejantes
De los sepulcros lívidos despojos ;
La MÍ9Íon, 41
» >■»■ — ••••^•y
Oubre tosco sayal su cuerpo ; pisa
Su pié desnudo el suelo^
Y al sol ardiente, de la inquieta brisa
Hace flotar su cabellera el vuelo.
Parados de la nave en la alta popa,
Miraban silenciosos
La última tierra de la culta Europa
Poderse en los confines tenebrosos.
¡ Dejar la Patria!. . ¡ y para siempre ! ¡ el suave
Hogar donde vivimos,
El campo, el rio, la floresta, el ave !. .
¡ La dulce luz del cielo en que nacimos I . .
4 Y á qué venir á América salvaje,
Dejando aUá la vida í
I Y para qué emprender tan largo vi^
A bárbara región, desconocida I
4 Hene acaso vislumbre de esperanza
La débil golondrina
Que al Océano rápida se lanza
Con vuelo sesgo osada peregrina,
De volver, cuando vuelva primavera,
A piar dulcemente
En la granja en que vio la luz primera
Del sol de mayo al esplendor ñdgente t
4 Quién era más en esa edad de hierro
Y hazañas inauditas.
Los ^ue se condenaban al destierro
Y á muerte cierta, pobres cenobitas.
42 Becuerioi de la Patria.
O el aadas paladín que, cual tormenta
Que arrasa y que devora,
Ni edad ni condición dejaba exenta
Del filo de su espada destructora f
Bste alza el hacha airado, y se derromba
Inmensa monarquía,
T veinte reyes b%jan á la tumba
Con sus vasallos todos en un día ;
¥ del otro en los labios hay sonrisas,
Palabras de amor santas,
T ve las hordas bárbaras sumisas
Como mansos corderos á sus plantas.
La inmensa soledad abrió su seno . . .
] Oh portentosos montes.
En cuyas arduas cimas duerme el trueno !
2 Sabanas que os tendéis sin horizontes I
¡ Rápidos rios, nunca vadeables !
¡ Begion do el rayo zumba !
2 A esos hombres de Dios sed favorables ! -
} Oh ! ¡ no lo fueron, no I les dieron tumba.
2 Las Misiones no existen I Ni memorias
Quedan ya de esos hombres :
Nadie podrá contamos sus historias.
Nadie decimos sus benditos nombres*
á
La Misión. 43
••■■■■■•■■■■■■••^■■■■■■•■^^•■■■■■»— ■■■■■■•—•■■■■»■■■■«■•••— »■■•■■
Donde hoy la selva crece i se enmaraña,
Y tapida se estrecha,
T roble, y pino, y sanee, y espadaña
Al viajero extraviado no abren brecha,
Hnbo un pueblo feliz. To me transporto
A ese pasado dia,
Y lo que fué Misión contemplo absorto,
En otro tiempo cuan<^ Dios quería.
De las hachas al golpe el eco gime,
Y huye el águila altiva,
Y se remonta á la región sublime
Asustada á buscar en donde viva.
Desviado de su lecho el gran torrente,
Corre en ondas de plata,
Y murmurando, rápido y ferviente
En la ancha loma su raudal dilata.
Bajo el paciente buey el limpio arado
Basga la tierra dura ;
Y el rubio grano en ella derramado
A ese pueblo dará después hartura ;
Y allí donde él espino y los abrojos
Tupian la montana,
Ven blandear atónitos los ojos
Dorada espiga sobre frágil caña.
¡ Qué dulcemente que susurra él viento
En los techos pajizos,
De donde el humo en blando movimiento
Alza su espira de azulados rizos I
44 Beeuerdos de la Patria.
Y en medio de las mieses y en la alfombra
Que á tomillo trasciende, *
A una gente sencilla haciendo sombra,
La cmz del Bedentor sns brazos tiende ;
T nace la república cristiana;
Y otra, y otras, y ciento.
Ya orillas de algnn rio, en la Sabana,
Ya en el monte que toca al firmamento.
¡ Mab el tiempo voló ! 4 Qué halló el videro
Que perdido el camino
Llegó á sentarse allí, cuando el lucero
De la tarde se alzaba peregrino f
£1 zarzal extendía como alfombra
Sus dilatados brazos;
La cruz de la Misión no daba sombra
Que en el suelo yacia hecha pedazos.
Perdió su antiguo lecho el gran torrente
E inundó la campaña ;
Y sobre esa laguna transparente
El junco alzó su resonante caña.
Saltó sobre un lejano montecillo,
Sin el menor recelo
De cazador, el suelto cervatillo,
Y la garza pasó con blando vuelo.
La Misión. 45
Allí no clamorean las campanas
Con alocados sones,
Y del templo, en los brazos de las lianas,
Qnedan sólomusgosos paredones « . .
¡ Tal fué de destrucción la obra funesta
Bel Monarca tirano ;
Mas que tirano, débil, que se presta
A que la orden selle ajena mano !
¡ Carlos ! . . Mas no profanes. Musa mia.
Con semejante nombre
El cántico armonioso de alegría
No al tigre consagrado sino al hombre.
Ya en ese corazón su fria mano
Puso la fiera Muerte ...
¡ Aguardemos al dia soberano
En que el mal Eey del sueno se despierte !
LAOOAJIBA: •
Á LAS MADBIS OOLOMBIAM A8.
Guando el sol de los trópicos se lanza
En el espacio cóncavo del cielo,
Cual gigante que empieza su carrera.
En oriámbar baña la primera
Una bella región que el mar azota
Que último vio Colon, y el que estremece
La regalada brisa
Que en Paria hermosa los palmeros mece.
Allí, al Poniente, en la región suprema,
Con los rayos del sol reverberantes,
Cual límpidos diamantes.
Be La Sierra en la cima resplandece
Be granizo inmortal la gran diadema.
Soledad deleitosa, ñel remedo
Que ha quedado en la tierra
Bel primitivo Edén ; donde las aguas.
La luz, y el cielo, y las espesas sombras
Bel bosque secular, y los ruidos
Be blandas ondas y sonoro vienta
Se hallan en armonía,
Y son música grata á los oidos,
Bescanso al pensamiento,
Paz á la alma, á la mente poesía.
Ijo, Chajira. 47
^■■■■« ■—■■■■■
Es la región goajira
Donde Naturaleza almo la mano^
Y pródiga vertió de su tesoro
Flores y frutos, y esmeraldas, y oro,
Y hermosura y plaeerj á la que abraza
Enamorado el férvido Océano
De blandas ondas al rumor sonoro ;
Donde es divino el cielo que se mira
Encima sonreir claro y sereno,
Y regalada el aura que respira,
Pura y vital, regocijado el seno.
Para el Mjo de aquellas soledades
Del alta Sierra en albos grumos baja
El afanoso rio que, entoldado
Por árboles que vencen las edades.
Boto entre el peñascal gime y borbota.
Para él amante cuaja
En la cerúlea caja.
Que guarda el mar en su profundo seno,
Cambiada en i>erla transparente gota.
Y cuando el cielo inundan los raudales
De santa luz con que el Oriente brilla,
Despierta para él el almo coro.
En el que oír se deja.
Como reclamo de amorosa queja.
La vencedora voz de sus turpiales.
Entre las mil de innúmera avecilla ;
Y hace para él volar en el ambiente
La fragancia que guarda
En sus nectarios de oro
La trepante, aromática vainilla.
48 Becuerdos de la Patria.
- - - - ■■■■■■ Mwa ■■——■■■■■■*T^' ■
»<»— — ■••«^•■■■■»^wi III iiiiBaB ■ ■■■ ■■■
I Y hoy esa tierra está muda y oculta !
¡Y hoy nadie traspasar sus lindes osa!
I Y hoy esa raza que la puebla, vive
Gomo las fieras ; y ni luz, ni ciencia,
Ni salud, ni verdad, nada recibe !
¡Y esa región es tierra colombiana !
¡Y el viajero que surca el Mar Caribe,
Y el que de Paria el litoral azota.
Se pregunta asombrado
C5ómo el patrio pendón no en ella flota !
j Hijos no son acaso también ésos
De la Patria común, pues cómo yacen
En abandono tal f — Mas de repente
Oigo una voz de luto y de querella,
Y se ofrece á mis ojos
La Madre Goajira enhiesta y bella.
Por sus hombros y cuello
Baja suelto el undívago cabello
Las formas á velar frescas y puras
De su seno fecundo.
Muy más que el de Cibeles, la gran diosa
Que nos fingió la Grecia
Hija del Cielo y de Saturno esposa.
La languidez de su húmeda mirada,
Gomo del que ha llorado amargamente.
Contrasta con la fíinebre sonrisa
Que vaga por su boca delicada.
Tal sobre el césped que una tumba arropa
Se balancea al soplo de la brisa
De una silvestre flor la bella copa.
La Oúojira. 49
^^{Ayl |ay demi
Om amargara diee,
(Qué me ha valido aer del almo délo
Favorecida tanto.
Si mis lu¡|os eonaomffli aín eonaaelo
Su inútil, vida en ^ error y A llanto t
Unas veces eon pié vagan in<»erto
Por la espesura de la selva umbrosa
O la ribera del sonante rio,
Y otras las grandes pampas dd Desierto,
Rápidos cual relámpago, atraviesan
Sobre corcel indómito y bravio ;
Otras, de pié, sol»e ri excelso escollo,
En el arco apoyados, largas iMuras
Pasan meditabundos
Contemplando la mar que arrastra airada
De sus ondas gravísimas el rollo
A romperse con ecos gemebundos.
"¡ Ayl y yo misma atravesar he visto
Los senos de este j^élago profundos
A v^as desplegadas una nave. . .
En una de esas ñié do aquí aportaron
En los antiguos dias
Los humildes discípulos de Cristo }
Los que con sus palabras de amor suave
De la salud la senda nos mostraron.
Hoy, como mempre, miro
Naves y naves desfilar veloces :
Y hoy, como siempre, en vano yo suspiro,
Y en vano laiLzo mis dolientes voces*
4
50 La Qoajira.
»».-....««««« ■■— — — m ili ■■■■ — ■» ««««I ■■■■ ^mm^mmmmm^immmmmmm'mmmma^^iammmmmmm»
¡ Vosotros, ay ! los que os llamáis cristianos,
Los que os llamáis del desgraciado hermanos.
Dad un altar al infeliz goajiro I
^^ La nave qne ahora pasa y desparece
En el límite combo de los mares,
Lleva tal vez los santos misioneros
Que van á alzar en la última Oceanía
Al verdadero Dios templo y altares.
T el que llega á estas playas,
Mercader sin entrañas, en retomo
Del saludable bálsamo y las x>erlas,
Y del oro nativo y plumas gayas
Nos brinda armas mortíferas, y en copas
En que el licor chispea, aleve vierte
El sueño del espíritu y la muerte.
I Y veis vosotros esto, y los atroces
Dolores en que espiro,
Y no atendéis á mis dolientes voces í
I Y todavía os llamareis cristianos t
4 Diréis que sois del desgraciado hermanos f
¡Tened piedad del trance en que me miro
Dando un altar al infeliz goajiro!
" Todavía en el fondo de las selvas
Al extraviado cazador admira
Hallar las ruinas del altar sagrado
De la antigua Misión : palmas y dindes
Entre las rotas piedras han brotado,
Y la ^cza derrama sus festones
De la cru? en un brazo destrozado*
•*.^
La Ooajira, 61
••••»•■»•■»
" ¡Venid I mano leal y fácil senda
El goajiro os dará^ tan fiel amigo
Cual fatal enemigo en la contienda.
Talad los bosques : surque el pino leve
El mar, y la riqueza de mi seno
A las regiones más remotas lleve.
Abrid, abrid los puertos ;
Trazad caminos y fundad ciudades ;
Cambiad en poblaciones los desiertos :
1 Ay ! y en retomo de riqueza tanta,
Concededme los bienes á que aspiro :
¡ Dadle donde adorar una ara santa,
T una Patria que amar, dad al goajiro I
^^T vosotras, job madres colombianas!
Mirad mis pobres hijos. . .
No derramó la púdica azucena
La nieve por su ííelz, ni sus cabellos
Bajan hasta su cuello en ondas de oro ;
Mas mirad de sus ojos los destellos,
Y sus labios rfentes
Que dejan ver, iguales cual las horas.
Entre el rojo coral los blancos dientes . . .
8u madre soy, y me parecen bellos.
Por amor de los vuestros tan hermosos,
Y junto de vosotras tan dichosos,
¡ Tened piedad compadecidas de ellos I
I Si una lágrima sola, si un suspiro
Os merecen sus hados inhumanos^
Darán vuestros esposos.
Que se precian de hidalgos y erístíáno»^
Patria y altar al infeliz goajiro P
I
BOYAPÁ,
Yo contemplé con pasmo I]^^gio90
Alzarse el sol ardiendo ^n Tívp liwpPf
Una vez y otra vez ns^lc^leciei^te,
¡ Famoso Boyacái sobro ta c^pp.
Ta los ecos salvajes
De ta colina bella
Ko repiten del bronce el estampido :
Ya de ta antigaa gloria <mi ti no hi^ hi|alla ;
Y aqoí se dieron cit^
Dos pueblos valerosos
A definir ana mortal querella.
Y éste es el mismo rio qae, engrosado
De las tormentas con las tarbias agoaa,
Sobre la roca solitaria espuma^
Donde enlazados en abrazo odioso
En la tíltíma agonía
Los caerpos de los fuertes campeones
Arrastró conftindidos aquél dia.
Ko bay túmulos aquí, no hay inscripciones
Que conmemoren tan heroicos hedios.
Las cruces de madera
Con que la Beligion honró las tumba«
Bóyaeá. ^S
■ 7iV.vj ff ■•.•■v.v f ■ .TJtfwa tc
Cayeron ) áho^ ézttíenden }m bekféh69
Tan sólo a^M au í&orredka eop%
Y pasta mi corcel la Tet^de gumía
Que de los bravos el sepulcro arropa :
Y aquí, de nodbe^ los labtiegoB oyéií
Suspiros eñ el viento^
Tropeles de caballos desboieados
Y el retintín de Aceros (futí se cbocaá.
Guando se pone hk menguada luna
Entre las negras nubes de Occidente,
Y el can ladm á las soÉibrae; tristemente.
Los Alpes gigaaxtescos, la bartefa
Que entre los t>uebloB asentó el Eterúó,
Ko atajaron el pflso al neto Aníbal,
En Trasimeno vencedoír y en Cfanas^
Ni al gran Napoleón para eefiirse;,.
De Marengo los lautos
En las campulas fértiles romanas.
Gállense estas empresas generosaáL
Que aquí hay mayor Túrtod y líeobos Aiád gtaódéé^
Gomo á la cima de las Alpes Yenée
La excelsi%Éd enor^ofte de los Andeil^
Desde d<»ftde él Ápute at Orinoco
Con ronco eslftteftdo su raudal ^Ibutá^
Hasta donde los AÉé&a su eábéíé
Alzan orlada de perpetná^ mete ;
Llanos inmensos^ caudalosos íios^j
Soledad espmileefl^ a^^aVesa^dé,
Bolívar salva, aft éÉjMKói INisetedol
54 BoyOfCá.
No el cíelo, triste con el largo inviemoi
Que toma en mar inmenso las sabanas;
'So la inclemente tierra, en qne del tigre
Sólo se ven las huellas,
A Bolívar detienen : marcha, abajo
Quedan los Llanos; marcha, y á la cumbre
Trepa de los gigantes de la tierra,
T pisa al fin la ubérrima comarca
De la bella y feliz Cundinamatca.
Cual tempestad horrenda que camina
Cubriendo con sus alas pavorosas
Monte y valle, poblados y colina ;
La oscuridad y el miedo la preceden,
El exterminio y muerte van con ella';
Sopfa abrasado el huracán; se raja
La oscura nube donde duerme el rayo,
Y en ángulos de fuego corre y baja ;
Betumba rimbombando el ronco trueno' -
T de la tierra se estremece el seno :
Así Bolívar llega, y se presenta
A la contraria hueste de improviso.
Que, asombrada, la fíiga en vano tienta.
El héroe como el águila, sedienta
De sangre, y de fiíror llena y de rabia,
Que por do quier su presa enhambréddá
Sigue sin darle punto de respiro.
Cierra las sendas á cobarde huida.
Y se traba la lid : la Muerte cruda
En ambos campos pasa la hoz aguda
Limolando cien víctimas y dentó ;
Boyacá. 55
III ■»■«»■■■■ i«—i I»»!! ■■■■■■ n I m mu III I III ■■———■ I 111 ■■■■ ■ ■»«««»....i. ■ ■.■»»
Y cuando en el hervor de la pelea^
£1 tronar del canon cesa nn momento,
De los heridos se oye la alarida
CVon triste guaya ensordeciendo el viento,
O la voz de Bolívar conocida
Que al combatiente infunde nuevo aliento.
El sol que en la mitad de su carrera
Vio empezar el combate,
De púrpura riquísima en el velo-
Que en el pórtico tiéndese del cielo
Ta con menos fulgor la frente abate;
T la mortal contienda acaba sólo
Cuando llega la noche, y las estrellaa
Con su luz celestial bañan el polo.
I Oh! ¡qué espléndido triunfo I ¡ Cuántas veces
Cuando el héroe magnánimo,
En las noches sin sueño,
SoUtario ^i su tienda se sentaba
Y el i^ensamiento inquieto revol\ia
Al tiempo irrevocable,
Las inmortales hijas de su gloria,
— Ayucucho, y Junin, y Garabobo ... —
Badiosa« desfilajr saxte él veia :
Qial Boyacá ninguna
Entce tanta victoria.
Que así pierden su brillo las estrellas
Cuando aparece la fulgente luna.
Se figuraba entonce estar.oy^ido
£1 eco del darin entre el redoble
66 SoyoddL
Del atambor gaenero y k» deseargas;
Del cañón el estmoido^
Los gritos de victoria^ ks qnej^doet
Del soldado mmexiáo^
Y el alto relinchar de ks eábalkM»
Que sin daeHoen el emipo Tagiieabaii ;
Y ver el flamear de las banderas,
Y el brillo de laa amas rtÉilgente^
Y las nubes de humo . • .
A nueva vida ent^ieea renaetft
8u coraacm de paias espirante^
Gual cobra su efgpleaásM pot «a mosofíak^
Lámpara moríbiuKla
Cuando sopla una ráfii^ de vientow
Es de inmortalidad el aura santa
Que de otros mundos á nosotros viene^
Que miestro pobre eataacm iaonda
De paz, que en él martirio no» sostíena
Y á regiones de gloria nos levanto.
(Todo pasó t , Mas dexto
Que tal valor, virtud y i>atriotiÉBMi
Mejor corona y prenuo mereeiaD.
{Patria ! tá mandas el deber sevem.
Sin prometer el canto de la Fama
Ni el honor del sepulcro postriiM^^
{Begoetjate ya! Los claros nombre»
De tus htJo^. A por pueden wase
De los que ñieroa prez de olraatedadieS)
Más semidioses que hombres,
Camilos, y Lecgiidas, y Miteíftdmi
B&yacá. 67
— — — «— — it— — — — > ■■■■»■»■ I —————— ——M——— iii m iM
Mas si tales la suerte y los destinos
De nuestra raza son ; y si el torrente
Del tiempo en sus revueltos torbellinos
(3oiisigo arrastra á una
De los mortales glorias y fortuna^
Quedan eon todo nombres
Que eternos Tivirán entre las gentes;
Y él tuyo ¡ Boysusil faé ectúmigaA»
A la inmortalidad en el gran di»
En que Bolírar desnudó so eipada
En tu glorioso eusapOj
Y disipó con victorioso lampo
De esclavitud la centenaria niébfa»
En que Colombia misera yada.
¡OhBoyaeá! (tú, testimcmioTivo
Eres de esta verdad asombradora I
Vives; mas sólo reina en tu ecdina
El sílendo sublime
De augusta mn^estad : si el vieaio gime
Sólo la voz del rio aduladora
Lleva, ó la ddl cansado pe r qgi' lao
Que casta — y no á tu i^oria, que ét igoKMi^^
Por consolar fai pena dd eambiOr
COLON Y BOLlVAE.
Guando Oolon, desde la frágil qnilla
De su roto bajel^ vio de repente,
C!on la primera luz del sol naciente,
Aparecer la americana orilla ^
Y el canto oyó de innúmera avecilla,
Y oyó el rumor de la lejana fuente,
Y la tierra besando reverente,
Di^ló al gran Dios humilde la rodilla ;
Y cuando así los anos de tristeza
Los de larga orfandad y de aflicciones
Premmba Dios oon sin igual largueza ;
Guando daba otro Mundo á las naciones,
4 Pudo pensar jamás que en pobre huesa
Dormiria entre férreos eslabones t
Y CUANDO como el águila, señora
De la libre región del firmamento,
Basgando audaz el tormentoso viento
Ll^a al alto peñón en donde mora,
Colon y Bolívar. 59
•«•••Mto^MkA^M
■ ■■■■■■a— y a^» »%' ■■■■ . ■!
Bolívar á la cnnibre aterradora
DéL Cbimborazo-rey subié contento, .
De noble palma y de laurel sangriento
Coronada la ñrente pensadora ;
Y vio del Orinoco al Apurima,/
IM nno al otro mar la ancha bandera
De. santa Libertad flotar encima ;
4 Fado pensar jamás en la palmera
Qae habia de dar sombra en otro clima
A sa tumba del mar en la ribera t
LA MONJA DESTERRADA,
(EN ALTA XAK.)
Uomiiii poi ft mal páil che n befté xm
Foop me Kupiron della dolce cbiostra;
Dio lo 8i sa qiial poi mia vita ñuL
Dante, Parad, c IIL
De pié, sobre la popa de una nave
Que rompe la onda del cerúleo mar,
La faz enternecida, pero grave,
¿Dónde va esa mujert ¡M ella lo sabe!
4 A Italiat ¿áFranciat ¿á Españ^t
¡Donde quiera que llegue, tierra extraña
Sólo su planta logrará pisar I
De sus miembros en tomo el viento azota,
Combas formando, el áspero sayal ;
Sobre su espalda el blanco velo flota,
Y de su Patria en la región remota
El ojo clava ^o,
Y sobre el pecho aprieta un crucifijo,
Solo refugio en medio á su orfandad*
La Monja detterrada» 61
i f,Vl * " —f ^fHWr— ——* " ■ " ■ " ii' ni 'i i i inj m i
Le ptegoñtan tal vfi^ : -** 4 De dónde Tienee Y
—De Bogotá I veeponde con doliHr»
— ¿Padres, deudos, amigos allá tíenest
—Mi altoar, mi homUde celda eran mis bienes,
Y mi padre y mi esposo,
Mi único amante, amigo generoso,
¡Mi único bien sobre la tierra, Dios!
— lY á dónde vas, desamparada y sola
Por el mando falaz, pobre mujer f
— ^Tanto saben las bctjas de amapola
Donde las Ueya el viento; tanto la ola
De este ancho mar de plata.
Que hasta el polo del mundo se dilata,
El escollo en que al fin se irá á romx>er.
— ^Y cuál tu (»*ímen fué, virgen cristiana,
Para tal abandono y proscripción t
— ^Allá dictaron una ley tirana :
Toda razón y súplica fué vana ;
Y á mendigar salimos ;
Y hogar, y pan, quietud y paa: perdimos.
I Y nuestro crimen t Adorar á Dios I
Sofié desconocida en mi retiró
Junto al altar de mi Señor morir:
B^oy... ¡ ya no tengo Patria I En vano miró
Montea excelsos, ancho mar que admiro,
Pero que amar no puedo.
Porque me infunden pasmo, asombro y miedo
Su inmensa mole y su incesante hervir.
62 La Moi^a destemida.
Yí por entre las sombras vespertinas,
A tierra el vuelo osado enderezar,
Bandadius de fugaces golondrinas :
Ellas también, cual yo, son peregrina^;
Mas, ¡qué distinta suerte!
¡Olí Patria ! yo jamas volveré á verte,
¡ Ellas van en tu s^io á reposar !
¡ Oh I I volad ! ¡ y llegando finalmente,
Al través de la negra tempestad,
Bajo el ala del Padre Omnipotente,
Con la primera luz del sol naciente,
Al profanado asilo
Donde pasaba mi vivir tranquilo,
De mi celda en la reja gorjead! '
¡ Oh Patria ! yo bajé tus grandes rios,
Y tus sabanas fértiles crucé ;
Subí á tus montes ásperos, bravios.
En que la nieve vence á los estíos;
Y luego en la ribera
Parada, la ancha mar, tendida y fiera,
Con pasmo y con delicia contemplé.
¡ Oh ! ¡ qué hermosa eres tú ! Grande y fecunda^
Como el Edén que el crimen nos robó ;
Besa tus pies la mar ancha y profunda,
Y en raudales de fuego el sol te inunda.
Bica de tantos dones,
I Qué nación entre todas las naciones
Merece más, de las que Dios formót
La Monja desterrada. 63
r» »>s«ai n ■■■■■■ > ■■■■■—■■■■■■■•■■■ — ■»»■—■■■■■■— ———^■■i— —————— ^^^iB^HB^
TTno^ de quien América blasona^
Por este mismo mar cruzó también
Bascando tumba en apartada zona:
Hallóla; y llanto^ y palmas, y corona;
Pero ] silencio ! ] basta I . . .
{ Ah Patria ! ] ah Patria ! ¡ tú, cruel madrastra
De hijos que fueron tu ornamento y prez !
Yo iré á vivir también con los extraños^
Yo iré á comer el pan de mi dolor,
y á suMr esquivez, miseria, engaños ;
Mas cuando Uegue el plazo de mis año»
Eeclinaré mi ñ^nte,
Al pasado dolor indiferente.
En el seno amoroso del Señor!
A Uir JOVEK POETA-
(D. K. POMBO — 1856.)
Poeta I^ euando brillas en ta aurora.
Conquistando con lira vencedora
Bamo imperecedero de laurel ;
Yo me apago en mi pálido Occidente,
Marchita la corona de la frente
Que de mi necio orgullo premio fué.
Todo rie á tus ojos en la vida.
Bajo de un cielo a^ul miras tendida
La tierra como un rollo de verdor;
Y encima reverberan como faros
Del Ecuador los astros siempre claros
Derramando purísimo esplendor.
¡ Contempla el sol, la tierra, el firmamento !
j Oye las alas rebatir al viento !
¡ Percibe los aromas del pensü I
¡ Mira ese fiero mar, extenso y solo,
Sus ondas arrastrar de polo á polo
De blanca espuma en promontorios mil I
> i
A unjávenpoeteu 65
Gontempla de los séi^s la cadena,
Desde el insecto oculto entre la arena,
Al hombre, rey de toda la Creación ;
Y*álzate más allá con audaz ala,
Del Patriarca Jacob sobre la escala,
A las gradas del trono del Señor.
I Poeta! ¡ es tuyo el universo entero !
¡ Míralo cuan hermoso y placentero
Ostenta sus encantos ante ti !
Y es juntamente amor y poesía,
T un cántico solemne de alegría
Al que lo supo criar y ornar asL
El tempestuoso mar ruge bravio,
Mientras duerme la gota de rocío
En la fragante copa del rosal . • •
Yuela el dorado insecto, cuya vida
Es de un dia, en la flor, cuando atrevida
Basga el éter el águila caodaL
Sobre un lecho de musgo la gacela
Descansa al son del céfiro que vuela
Medio doblando el cáliz de la flor ;
Mientras arrastran crótalos crueles
Entre el jaral sus roncos cascabeles,
Cuyo ruido intimida al cazador.
6
66 Beouerdas dé la Pairia.
Yuela tí. cocuy tu noche tenebrosa
Tras 8í dejando huella luminosa,
Que es de su amor cladeómo fanal ;
Y el sol derrama fúlgidos torrentes
Que inundan cuantos mundos hay presentes
Del Criador á la vista paternal.
Así, á par de su dulce compaSera,
Del laurel á la sombra y la x>almera,
En los risueños bosques ctel Eden^
Yió pasar la Creación el primer hombre^
T, viéndola tan bella, le dio nombre,
Y ella sumisa le inclinó la sien.
I Yé la miger ! . . criatura cuya planta
La yerba apenas al andar quebranta^
Si pensativa vaga en el verjel ;
Del hombre madre ó la feliz esposa,
Siempre sagrada, buena, candorosa,
Qrata c<ms(dacion y amiga fieL
Tembloroso di Pudor y reverente^
Mirándola tan bella, en la alba frente
Su casto beso con amor la dio.
Ruedan sobre sus hombros los cabellos^
Como los gi^os del jacinto bellos,
En anillos que él céfiro enredó.
Duerme en sus ojos el fulge»? del rayo^
Y el color de su faz rosas de Mayo
£s^ mezcladac^ á globos de jazmín;
A un jóeen póeéé* 67
Y enaiido abre su labio la sonrisa,
TSo hay aroma de flor, ni suave brisa
Que la iguale en eq^^idido jardinr
] Y ese miiverso es tayoI---El gran lamento
Con qne en antígaos bosques gime el viento
Cual órgano en inmensa catedral;
De las flores de Abril las lindas galas ;
Del iris corvo las brillantes alas,
Desplegadas después deP vendabal ;
La lágrima que brilla vadlando
En la pupila de la virgen, cuando
Da el postra beso y tí. postrer adiós }
Y la sangre del héroe que gotea
Enrojeciendo el polvo en la pelea
Al morir poT su Patria ó i)or su Dios ;
Y la fe de Colon cuando despliega,
A despecho del austro, en noche ciega
Las destrosadas velas á la mar ;
Y de Bolívar la fulmínea espada,
Que, cual la voz de Dios, de entre la nada
Pudo tres grandes pueblos levantar ;
Del hombre él corazón, profundo seno
De iBosA y Iñen, de luz y sombra lleno,
De duda y fe, tenoc»* y caridad ;
68 Bectterdoa de la Patria.
T»Ttr *^T>g yr«««->-irTgrrTTrTrT T>« ■■>■■■■■ ■■■■■■■<■■■■»■■■■■■■■■■» ■■■»iiiib»iií i» ■ — ■■■■—<— >—#»B>lia >>■ ■ j
Con su durable pena y corto gozo^
Y loco orgullo : ¡ abismo prodigioso
Barrido por perpetua tempestad !
I Ese tu imperiol ¡ cuanto ven tos ojos !
Al mirarlo, i>ostrándote de hinojos,
Adora en tos cantares al Señor;
Porque así como el sol brilla en la esfera
Único rey de la Creación entera,
¡ Así omnímodo, solo, único. Dios I
De él derivamos nuestra ciencia escasa,
Kuestra corta virtud y fuerza lasa,
Débil amor y flaca voluntad ;
Mas por él nos alzamos á la fuente
De todo lo que es bello, solamente
En cuanto es bueno y en cuanto es TEBPÁB ;
Y honramos del anciano los cabellos,
Y la inocencia de los niños bellos,
Y de la virgen tímida el pudor ;
Y el i)olvo de los mártires honramos,
Y d. flero despotismo detestamos
Porque la ley ofende del amor I
Ck>n tu varilla mágica golpea
Diciendo al polvo del sepulcro: ¡ Sea i
Y á la vida los héroes tomarán
A un joven poeta. 69
■■■■>■■ ■■■■——■■
Llenos de msyestad, de laz^ de pompa ;
Y apar de ti la damorosa trompa
Que sos hechos celebre escucharán.
[ Oh, canta, pues I que el orbe espera atento
I^nto á aplaudir tu levantado acento
T á arrojar las coronas á tu sien ;
Yy aunque tocando casi á mi occidente,
Yo volveré mi complacida frente
Por ver tu triunfo y aplaudir también.
AL TEQTJENDAMA.
OiB ansié tu tmeno majestuoso,
¡ Tremendo Tequendama I ansié sentarme
A orillas de tu abismo pavoroso,
Teniendo por dosel de parda nube
El penacho que se alza por tu frente,
Que, cual el polvo de la lid ardiente.
En confundidos torbellinos sube.
Quise también mezclar mi acento débil
Al grande acento de tus muchas aguas,
Y, respirando el aire de tu gloria.
Ensalzarla también con voz ferviente,
Mi lira haciendo digna de memoria,
Y arrojarla después á tu corriente.
Heme aquí contemplándote anhelante,
Suspenso de tu abismo :
Mi alma atónita, absorta, confundida
Con tan grande impresión te sigue ansiosa
En tu glorioso vuelo,
Y al querer comprenderte desfallece
I>e tanta fuerza y majestad vencida.
Al Te^p/endaima. 71
Tu TOS es cual la vos de un Dios que paBma
De asombro y de terror á las naciones ;
Cual rimbomba el canon de la pelea,
Y anuncia así de lejos al viajero
La hórrida majestad que te rodea.
Los ecos ensordecen y se cansan
De repetir la horrísona armonía
Que de ti suena en tomo
Oual si fueran los himnos de un triunfo
Lleno de pompa y bélica armonía.
El águila asustada alza sus vuelos
Por el éter brillante á las montañas
Donde chillan hambrientos sus híjueloft.
Manso y tranquilo, y sosegado corre
Lleno de majestad ; y de repente
Cual dragón infernal alza la frentCi
Sacude enfurecido
Las vedijudas greñas,
Se asoma al borde del abismo, y brama,
Y se lanza iracundo
De un abismo á otro abismo más profundo
En sábanas lumbrosas de alba espuma,
A ser despedazado entre las peñas.
La roca al golpe gime ;
Hierve la onda atormentada y gira,
Se romi)e, se revuelve, se comprime
Con clamoroso y desigual estruendo,
O como quien se queja y quien suspira,
Y como el humo de una gran hoguera
A torbellinos al Olimpo sube
72 Bectierdos de la Patria.
De clara niebla en argentada nube ;
Y el poderoso acento
De soledad en soledad^ de nn monte
A un monte más lejano, lleva el viento^
El Ángel Ouardador de tus raudales
Aqiií, de tarde, á contemplarte viene,
T en ese altar de piedra que se avanza
Lleno de algas, de espuma zarpeado.
Se sienta, el nodo de tu choque oyendOé
Su cabeza de juncos ven ceñida
Y de silvestres ovas,
Y su capa de púrpura tenida,
Los montañeses, y oyen el concierto
De su laúd divino, al brfllo incierto
De la pálida luna
Cuando en silencio está todo éí Desierto.
( Prodigio del Creador ! [obl ¡nada falta
A tu gloria I Pictórico horizonte
Delante se abre ; antiguos como el mundo
Los árboles* se elevan en tu monte;
Solemnes armonías
Eesuenan eu tu seno ancho y profundo:
Flores, aromas, luz y movimiento ;
Aire esenciaLde vida en cada aliento ;
Un cielo claro encima,
Como el almA de un niño^ ven kis. ojos;
Y por diad^na para ornar tu frente
Iris de oro, de púrpura y diamantes
Se <»nizan sobre ti reverberantes^
Al Tequendama. 73
■É»»<««»aa»>a»^ w »M^BaBa ■ ■ a^»— —■■■■ — ■■■■ — ■■■■■■■■ w^— ——•■■»■■■■■ — >———■■■■■■>■■■■■■■— — ■■■<■■■■ ■■
Mas ( dónde están, ¡oh río! aquellos pueblos
De esta región antiguos moradores f
4 Qué se hicieron los Zipa« triunfadores
Que se sentaban sobre el trono de oro,
Y que padres más bien que augustos reyes
Con amor sonriendo y frente leda.
De dulce paz dictando iguales leyes,
Cual se gobierna una familia, al pueblo
Con el cayado patriarcal guiaban
Cual con riendas de sedat
I En dónde el templo en láminas de oro
Resplandeciente al sol f | Á qué comarca
Trasladaron las aras en que ardia
El aroma suavísimo, entre el coro
De virginales voces noche y diaf
|Dónde Aquimín f | el Bogotá f | el Tundama f
4 A dónde el santo Sugamuxi, á dónde f —
Tu trueno asordador, como un lamento,
Es la vo»sola que á mi voz responde.
¡Pobres indios, abyectos, decaídos
Del vigor varonil, desheredados
De este tan bello y tan fecundo suelo,
Vosotros no poseéis de vuestra Patria
Sino el dulce aire y el brillante cielo,
O una heredad cortísima I El arado
Bompe la tierra, y de las tumbas saca
Los ídolos pequeños, confundidos
Con el polvo sagrado
De un sacerdote, un Zipa, im Bey de Iraca.
74 BeeueríUm de la Patria.
Como 86 avanzan á este abismo oscuro
Y en él se pierden las pesadas ondas,
Así su pobre rasa desparece :
Parte cayó bi^o el acero duro
De los conquistadores; en los hierros, *
En infectas prisiones y sombrías
Se marchitó su juventud lozana ;
Otra se pierde en el extraño abrazo
Con sangre de verdugos confundida • . .
¡ Kacion ayer, no existirá mañana !
2 Y este río caudal sigue corriendo
Como corrió desde la edad antigua !
¡ Y el trueno. aterrador que estoy oyendo,
Sonaba entonces como suena ahora,
Duro, rabioso, asordador, tremendo,
Gomo una eternidad devoradora,
Y sonará cuando al sepulcro caiga
Este hombre oscuro, débil, ignorado
Que oyéndolo á su borde está senta4o !
¡ Oh ! j qué objetos ! j el hombre y Tequendama !
j El hombre sin poder, pincel, ni acento
Con que pintar lo que su mente inflama.
Que ayer nacido, vivirá un momento,
Y mañana en el polvo del sepulcro
De su vivir se apagará la llama!
¡ Y esta tremenda catarata, eterna.
Con esa voz cual la de mil tambores.
Cual ruido estrepitoso
De cien y cien caballos triunfadores
Al Tequendama. 75
En el afieui de una total derrota ;
r ese hervir fragoro0o, inextíngoible,
Y esa su roca, firme, estable, inmota,
Qae alcanzará á los años de los años
Y del mnndo á la edad la más remota!
¡ Calma mi momento el torbellino rando
En qne ruedas, oh rio, al dego abismo
Y ese fragor y la explosión del tmenof
¡ Disipa el pabellón de negra nube
Que cada instante de tu lecho sube
Para velar tu majestad I Mi alma.
Mis deslumhrados ojos, mis oidos
Sordos ya con el ruido de tus aguas.
Anhelan contemplarte un solo instante
Y dej'arte después agradecidos !
Porque tu vista bella
Asombro, pasmo, horror sublime inspira,
Y de verdad severa lección grande
Deja en la mente con profunda huella.
Aire de gloria y de virtud respira
El hombre en ti : capaz de más se siente :
De legar á los siglos su memoria.
De ser un héroe, un santo ó un x>oeta ;
T sacar de su lira
Un son tan armonioso y tan sublime
Como el Ms que brilla por tu frente.
Como el eco de triunfo que en ti gime.
A TUNJA.
(DB8DB XL ALTO DI SOSÁcI)
{Oh! ¡ved allí la antigua y noble villa
Patria del Zaque y tumba de Bondon,
Oon su aire puro y su brillante cielo.
Sus altas torres que ilumina el sol !
A su sagrado suelo no dan sombra
La palma, el limonero ni el jazmin;
Ni se escucha la voz de los torrentes
Que ronca vaya al último conñn.
Esto conviene á sus pasadas glorias
Y á su terrible y fiera majestad;
'So el vuelo de la brisa entre las flores,
Más ronco son de recio vendabal.
Ella cual la Cibeles de la fábula,
Nos muestra sonriendo por blasón
La virtud y belleza de sus h\jas,
De sus heroicos hijos el valor.
A Tunja. 7
••«M
Que tengan otras tierras bellos campos,
Sios, flores. . . jqué importaf aqní nacf :
i No ama también el águila su roca.
Goal su humilde rosal el colibrí f
Esos despedazados monumentos,
Que no pueden mirarse sin dolor,
Son elocuentes ruinas que publican
Noble infortunio y sin igual valor.
I Qué luz de gloria en los antiguos dias
Su augusta frente iluminó fugaz,
Cuál se mira entre nubes tormentosas
El Ms del Señor reverberar I
Guando Aquimin manchaba con su sangre
Las aras en que amor lo coronó ;
Cuando Quesada sus feroces huestes
Como un torrente aselador soltó;
Y cuando, desplegada al vago viento.
Boto por la metralla en Boyacá,
El pendón de la Patria flameaba.
Prenda de redención y libertad ! • .
De tu glorioso escudo los cuarteles
Por la injuria del Tiempo destructor
Cayendo van sin remisión, ¡ oh Tuiga 1
Cuna de la nobleza y del honor,
Cual vuelan por el bosque solitario,
A impulso del horrísono huracán.
Una á una las plumas desprendidas
De las alas del águila caudal.
78 Beeuerióé ie te Patria.
I Quién te voMera el esplendor perdido,
Tu ni%je8tad y tu opulencia, qniénf
¿Quién «obre ti vertiera los raudales
De riqueza, de gloria, dicha y bienf
¡Ohl |8i tos mismos h\jos!.. Mas ¡silencio!
Que de la ausencia escudio ya la voz
Inflexibe sonar ... I Adiós, oh Tui^a !
j Adiós, oh Tunja! ¡y, para siempre, adiós!
LIRA SAGRADA.
Confitebor Ubi in oit]iaza«
Déos, Dens metis.
Ts. ZLii, 4.
EL POETAL DE BELBK
vSxjANBO en él cielo de Bélea hermosa
13espimtó pora y bella
fJna, antes nunca TÍsta, daia^eati^a
De la calladanodie en el reposo ;
Su rayo huntn^so
£n xm portal linnulde x>6o^2ando
Dejó ver, las tinieblas disipaiidOy
No en cnna de oro y sobre piel de armiño,
Sino en musgos y encima de nna piedra,
Becien nacido cm niño.
Por sobre él sesgo rayo de la lona
De Ángeles ana tropa descendía^
Que en tomo mirto y Medra
T flores olorosas esparcía^
Y un armónico cora,
Yisto por los pastores,
Cantaba los loores
Del Hombre Dios sobre sus arpas <leo!ro^
T alzándose á los cielos repetían
3 Gloria á Dios ea el alto firmameBto 1
2 Paz en la tí^ra al hombre I
Y el himno celestial lejos llevaba
En sus alas deq[raes el raudo Tiento
Del Tabor y dd lobaí^ á las ecuniírai
82 Lira sagrada.
De grato aroma y de fragancia llenas,
Y más lejos volando resbalaba
Sobre el mar de Gartago y el de Atenas.
Entonces juntamente ¡ oh maravilla!
Se vio á los infelices ganaderos
Y á los sabios altivos del Oriente
Correr apresurados^^
Y caer derribados
Doblando ante él sumisos la rodilla.
La humilde pastorciUa
De flores recogidas en el campo
Gozosa trae débil canastilla
Que se derrama ya de puro llena.
Míranse en ella unidos á las rosas
Los globos de la pálida azucena^
Y el turquesado lirio y el Jacinta
Y el soberbio clavel en sangre tinto.
TJn corderillo, limpio como el ampo
De la nieve otra ofrece,
Que lavó en el torrente del Desierto,
De veUon oloroso
Porque dormia donde el nardo crece ;
Otra rendida trac
Un ramo de manzanas, aun cubierto
De gotas de rocío .. .
En el azul riquísimo del cielo
Brillan con nueva lumbre las estrellas;
Más ármomoso se oye el son del rio ;
J
m Portal de Belén. 83
■■■■•■••■■■••«•***
Con más blando mmor sos alas bellM
Bate en la verde grama,
ó entre las flores de tapida rama,
El murmurante céfiro de estío ;
Y de perfumes á los aires sube
Gomo de un holocausto la ancha nube.
Al cántico de triunfo en que consuenan
Las santas liras de oro
En el Portal dichoso, los pastores
Asi responden en humilde coro:
I Como caida del alto cielo
Bella, purpúrea, fragante flor
Entre zarzales é inmundo suelo,
Así ha nacido el Salvados !
¡ Oh! ¡que ese musgo blando te sea!
¡Oh ! ¡ que las auras te den calor!
¡Y el sol no queme, si centellea.
Tu faz de nieve, Eey y Señob!
No en cuna de oro, ni en blanco lino
JSi en el suave, blando plumón.
Sino entre musgos duerme el que vino
Á libertar nuestra Kacion.
^ ¡ Doblad, oh rosas, vuestro capullo
Sobre su cuna como un dosel !
¡ Batid, oh céfiros, con blaiido arrullo
La ala que espira nardo y clavel !
{ Fuentes^ voaotnia el xom>Q e^taro^ado
De vuestras oncUs de plata^ ábadl
¡ El son quei:^ del que ámmm^
Está tranquilo^ reduidioftd I
I Oh! iqueesezawgoblmdi^teaei^l
¡ Oh ! I que las auras te den calor !
I X d (EKd a^ q^b^ne, ñ cwtell^
Ta &tíz de nieve, BiiY y SsSoi^{
HQfKOS A LA TÍfiGEIír.
QiTJiEtto entonar un canto de tdábanza
A la Virgen gloriosa:
Peix) la humana voz ronca y medrosa
Mi ardiente amor á retratar no alcanza.
Así el águila audaz al éter vago
Enamorada de la luz se lanza,
T en el piéli^ inmenso sumergida
Las vietork)Bas alas estremece
Y á los humanos ojos despaarece.
¡ Oh si la voz grandísona tuviera
G(m que la inmensa mar su queja exprime
Al golpear un polo y otro polo
T el eco tiembla en la región sublime :
Si de todas las h\jas de los aires
Tuviera la acordada melodía.
Cuando saludan el albor primero
Que ba&a ^ cielo al asomar ri día;
Si la vols del Arcángel inflamado
En la Increada Luz, cuando la gloria
Del que venció á la Muerte y al Pecado
En su lira inmortal gozoso canta,
¡Oh! { nunca lograría
Cantarte dignamente, Yírgen Santa L .
86 Lira $agraéUL
Ya 4 apagarse mi lámpara noctama;
¡ To velo solo aqní ! j oigo el aliento
Del fajo mió que ^i su cuna dueime,
Como en sn nido la paloma inerme.
Be sa pecho el pausado movimiento
Ckm las oscilaciones armoniza
De la espirante Inz, que aclara ahora,
Y ah<»ra deja ^i sombra él cuadro beUo^
Fijo en el muro, de la gran S^k>ra.
¡OhYírgen! he pedido ardientemente
Al corazón de mi ternura A hinmo.
Mas callóse asustado:
La canción á mi lira he demandado,
Mas consonar no pudo al santo nombre :
I La temi)estad que hiela
El corazón del hombre,
TamMen alcanza, en su funesta ira,
A humedecer las cuerdas de la lira! . .
¡ Y he de entonar con todo mis cantares
Hoy que, rindiendo de su amor A culto^
De ñ'esco lauro y flores
Todo el mundo corona tus altares I
I Cuál es el nombre más suave y puro
Que te ha dado en su amor, S<^ora, el hombre T
— £l te llama JSsperanaay
Te apellida OonsuelOj
Estrella de la mar y Puerta del Oiélo. • .
Mas ¡ah ! que ningún nombre
OoQ el de M,adre á competir alcanza !
Himnos á la Virgen. 87
»— i»— ———i—— —— — ■■■■■■■■■■— —^—■^■■■■■■■■■■■■■■■■■—»—— *—ifc<l> ■■■■■■■■■ — ■■ »»•■ — *■
¡ T tú, Berna del Cielo esclarecida,
Tú quieres que te invoque de esa suerte
El mísero mortal, nacido en crimen
Y esclavo de la muerte,
Porque probaste el amargor del llanto
Sn mísera orfandad, ^q conducida
Por el Hijo del Hombre al Tabor fuiste
A contemplar el rapto de su gloria;
Mas entre olas de plebe enfurecida.
Que baldonaba al Justo,
3u infame muerte á presenciar subisteu
La idea del dolor vaticinado
Y del dolor la realidad cumplida.
Formaron de la trama de tu vida
Un martirio espantoso y prolongadou
J>e la maternidad el santo gozo
Que á las bijas de Adán, acá en la tierra,
Hace entrever el Cielo,
Fué para ti amargado
Con imagen de muerte y desconsuelo.
jHija dd Bey, nacida en la pobreza,
Crecida en soledad y en abandono^
Á arropar no bajó tu humüde cuna
ISi un girón de la púrpura del trono i
Peregrina, á la tierra
Del cautiverio antiguo de tu pueblo
Vas huyendo del odio de un tirano . . •
¡Vientos tempestuosos de la Arabia,
Que barréis los inmensos arenales
88 Liraiogradm.
Del gran Desierto con ftmesta tbUAs^
La caravana respetad que lleva
Una mivier, un ni£k> y nn andano I
fl^ubesl i tended encima nn d^isa veBii
Que temple del estío los ardores I
¡ Oh Ángeles! ¡ vosotxos
Acompañadla plácidos, el snelo
Donde estampare su i>eqiMSa huella
La cefestiáfi dáMDbeella
Alfombrando de ffi>res f
Y el frescor grato de sos anefias copa»
Tiendan las palmas, y la clara fuente
Su blanca espuma sobre verde grama
De sus límpidas ánfefas derrame
Y á descansar á los viajerss llame»
¿ Quién es esa que sube
De Kaaareth á la montaña santa
€on reposada planta,
Hermosa cual la luz: euanéo amanece,.
De aroma ^ivudtaeirnaeiuradl» nube T
Ciñen su frente leda
Bosas que en Jerícó la brisa mece;
Sobre sus hombros bellos
Bajan en áureas ondas los cabellos r
La muelle y suelta seAi
En tomo de sus miembros delicados
En amorosos pliegues se derrama
Al vaivén de los vientos embregados:
Tde la faz de Dios bajet á su frente^
Un rayo de la Inzi indeficiente
^
HinmM á la Virgen. 89
W— >— — Mi^^W— «I»»*»»»»»»— —
Que en claror svav^niente la circunda
Y el aire^ el mar y el cielo todo inunda»
] Sube, Santa Mnjer^ oyendo él coro
Que en tu alabanza vuela
!E:n la solemne voz del mar BODOtK^
ir en ecos de los montes empinados^
Y en el son de los ríos de6x>eñados,
ir en las alas undívagas del viento
Que rueda y se levanta
Hasta la última esd^lla '
Que brUla én el confín del firmamento,
T el himno augusto de tn gloría canta :
/ Cayó el Dragón temidú t ¡ La Doncella
Domó su cuello al fin con firme pUmta !
\ Salve de nuestra estirpe protectora,
Que oir no puedes del que ansioso Hora
El ay desgarrador, sin que tu mano
Sos lágrimas enjugue bienhéchorlEU
Á ti la enfermedad, y el cautiverio^
Y la orfandad, y la secreta pena
Que silenciosa el corazón carccnne
Hallaron favorable : unhemisferioí
Á otro hemisferio cuenta tus piedades,
Y la presente edad su voz levanta
Bespondiendo á la voz de otras edades,
CiHuo cuando en el piélago desierto
La América se halló : fñnebremaite
La onda sonante de la mar que hervía
Azotaba rabiosa el lado abierto
90 Lira$agrad<L
De la nao que á Ck>lombo condada.
Cinco veces ri sol negado había
Bu resplandor propicio :
Sólo de coando en cuando iluminaba
Oárdena luz del rayo^
El vórtice insondable
Á donde, rota ya la débil lona.
La nave el aquilón precipitaba.
^^ ¡ Los destinos de un mundo,
Se&ora, van allí I ^ Y oyó clemente
Bsa voz de dolor que rasgó el viento,
Y apareció en la sombra, y al momento
Cesó del mar el rebramar profundo :
De oriámbar se tiñe el firmamento ;
Toman de nuevo á desplegar las brisas
Con regalado son su débil ala,
Y por sobre las ondas ya sumisas
La redimida nave se resbala;
Y con la nueva aurora
La americana tierra
Tocó x)or fin la venturosa prora.
] Oh I para celebrar bienes tan grandes
Unid, hjjjos de América, las voces
Al himno reverente del poeta,
Que bsya de la cumbre de los Andes
Á laj» ardientes playas
Que el Plata y Elmac baña y Magdalena,
Y Amazonas terrífico y el Guayas.
I Madres americanas I ¡ y vosotras
J
Himnos á la Virgen, di
Arrollad vaestros hijos en la cuna
Ck>ii la canción sencilla
Á la excelsa Señora,
Y Virgen sin mancilla,
Del Nuevo Mondo Madre y Protectora !
n
Con la loz de clara aorora,
Goal perfome deUcioso,
Se levanta á ti, Señora,
Un concierto de loor.
Voz del mar estrepitoso,
De la brisa habla sonora.
Canto de aves melodioso,
Voz del hombre qoe te adora,
De la tierra himno de amor*
T al tocar el sol ñdgente
Al cénit de so carrera,
Y al doblar so robia frente
De amplio cielo en el confin }
Con la esqoila lastimera
Qoe se qoeja largamente
Besonando por do qoiera.
Se alza un cántico ferviente
De la tierra á ti sin fin :
92 lÁra $agrada.
■— ■■» I
Queja amarga del que gime,
Ay del triste desterrado
Que en la argolla que lo oprüue
Da á los vientos su canción.
I Quién habrá que al desgraciado
La cadena odiosa lime
En que llora esclavizado,
Pobre mártir, mas sublime,
Tantos anos de opresión!
Muda encuentra á su agonía
fil su cárcel tenebrosa:
Sola tú su pena impía
Yes con rostro de bondad ;
Tú k) escuchas generosa ;
T al momento la alegría
Le sonríe cariñosa,
T á sus ojos luce el dia
De su antigua libertad.
Guando en piélago revuelto
Por borrasca horrenda, solo,
El viajero en noche envuelto
El abismo abrirse ve ;
Hierve el mar y truena el polo.
Cruza el cielo el layo suelto,
Gime d mar soplando Eolo,
IS'egra noche el dia vuelto • . .
¡ Ay del mís^t) bajel!
HimnM á 2a Virgen. 93
Mas di pobre navegaate
Á Mabía entonces clama,
Y su finia en el instante
Ya calmando tí. aquilón :
Ta los rayos su (^mel llama
Apagaron^ y distante
Sordamente el trueno brama . . .
Sale el sol muy más brillante,
Bueda la onda en blando son.
Tal tocando en frágil quilla
Á la playa americana,
Dando gradas, la rodilla
Ante Dios Colon dobló*
De la Edna soberana^
De la Yírgen sin mancilla
El gran nombre aitre el bosaima,
De la América en la orilla.
Por primera Tes sonó*
Por primera vez el viento
Oyó el nombre de Mábía,
Subió al combo firmamento,
Bodó en ondas de la mar;
Y ^ esa dulce mdodía
Despertóse en el momento
Eco antiguo que dormia,
Y ese eco faé un concaito,
De sus glorias un cantor.
94 Lira Mgrada,
Cubren flores á millares
En la tierra granadina^
{Virgen pura! tos altares
Entre ramos de laurel ;
Y á tu pié forman cortina
Gon matices singolares^
Á la rosa purpurina
Enredados azahares,
Y violetas y claveL
Esta es esa Mujer beDa
Que nació en humilde cuna,
Modestísima doncella
De la pobre Nazaret;
Más hermosa que la Luna,
De la mar brillante Estrella,
Que sin leve mancha alguna
Á nosotros luz destella
Desde el cielo de IsraeL
Esta es esa Mujer santa,
Compasiva, pero fuerte
Que aplastó con firme planta
La cabeza del Dragón.
Eescatada de esa suerte,
I^uestra estirpe se levanta
Del pecado y de la muerte,
Y gozosa el himno canta
De la santa redención.
LA. IGLBSITA DE LA ALDEA-
Contemplo un cielo esplendoroso arriba,
De verde grama abajo una ancha alfombra,
Y un despenado rio á cuya riba
Salvias y alisos dan tupida sombra;
Y árboles mil que allá, de trecho en trecho,
Alzan al cielo su follaje vario,
Y entre ellos elevarse el pardo techo
De una iglesia y la cruz de un campanario.
Á. tí. llego, por fin, ¡ oh cdsa santa !
Cual náufrago á la orilla.
Después que vio romperse en foria tanta,
Y hundir el mar su mísera barquilla.
De la elevada torre entre la paja
Marchita, y entre pálidos heléchos
Una silvestre hiedra en grumos baja
Derramada en el pórtico y los techos.
Las sueltas golondrinas se descuelgan
Del salidizo hacia el abierto campo ;
Van y vuelven, se posan, triscan, huelgan
Del sol que va á morir al postrer lampo.
Én buena parte á ediñcar los nidos
Acertaron allí de sus hijuelos,
Porque no hay adversarios tan temidos
Junto del Bey piadoso de los Cielos»
96 Lira sagrada.
Aquí me siento á descaimar. — Abierta
Miro, como qne es sábado en la tarde.
Be la iglesia de par en par la pnerta,
Y diviso una lámpara que arde
Ante la imagen santa
De la Virgen Mabíá que en los brazos
Tiene al 2Tiño : un montón yace á su planta
De cadenas de hierro heclias pedazos.
Oyendo estoy el plácido conderto
Del órgano solemne y TOces gratas,
Cual si fueran los ecos del Desierto
ó el rumor de lejanas cataratas.
Y afiíera el manso céfiro murmura
Del trigal en las cañas amarillo,
Que á ole&das doblándose figura
Surcos del mar del sol al claxo brillo.
Y suena adentro de la iglesia en tanto
Con lenta melodía,
Lleno de unción el canto
De sencilla y piadosa letanía.
<< I Srire, Señora, á ti, Pu^*ta del Cielo!
¡ Salve, Estrella feliz de la mañana !
l'Oli del triste consuelo I
] Sola esperanza de la vida bumana!"
Y añiera ronco el son lejos responde
Del rio que rabioso se despeña '
Al v^^ce ísAaL lanzado en donde
Se rompe en una peña y otra peña.
2Ja igitesita de la aldecu 97
m/m»it/9ammmi^t0mm^^m
'^ ¡ Virgen bendita, por nosotros ara.
Pasajeros del mundo ! —
I Bnega por nos, Señora ! ^
Bepite el coro en eco gemebundo.
Es cual la voz santísima del Cielo
Junto á la voz amarga de la tierra ;
XiUz, dolor, esperanza, desconsuelo,
Que en una misma sápUca se encierra.
¡ Oh ! yo también. . . también soy desterrado.
Yo yiajero, yo mísero, afligido,
Y debo entrar, y humilde, y prosternado.
Exhalar ante su ara mi gemido.
He aquí que salvo la sagrada puerta.
El alma llena de terror y espanto.
La iglesia muda está, sola y desierta;
Ya callaron el órgano y el canto.
De la trémula lámpara que arde
Ante el altar sencillo,
Ck>n el fulgor rojizo de la tarde .
Incierto apenas se i>ercibe el brillo.
»
Aun arrollada la ondeante nube
De incienso reluciente como plata
A la bóveda sube,
Y en blanda espira al cabo se desata.
98 Liraiograda.
Junto al altar, en el sQencío mudo,
I Qué inexplicable atmósfera de calm^
Qae en el mondo jamás disfiratar pudo,
Beepira aquí regocijada el alma!
Aquí el dolor acaba ó se mitiga,
Aquí es süaye el mismo amargo lloro. ..
{Oh santa Bdigion, del bombre amiga !..
Gallo. . . me hnmillo. . • y en silencio adorp.
MEDITACIÓN-
I Qué de tumbas! ¡ qué de nombres !
¡ Qué de dichas engañosas !
Niños, mujeres y hombres.
Jóvenes feas y hermosas,
Esperan todos en quietud completa
El son oir de la final trompeta.
] Tumbas ! tumbas donde quiera,
Cual si fuera un palomar.
En hilera sobre hilera ;
No hay casi donde pisar:
Tumbas á un lado, tumbas hasta el cielo,
I Tumbas también en el bendito suelo !
La Muerte tapó su oido
Con la mano, y no los hiere
Ningún humano ruido,
Ni del triste miserere
El lento y apenado clamoreo,
Ni del cirio el fugaz chisporroteo.
Con quien ld> leche en los labios
Tenia, quien llegó tarde.
Los necios junto á los sabios,
Junto al valiente el cobarde ;
Junto á la honesta virgen yace Bhon
La«potoe Magdalena pecadora.
100 Lira sagrada.
T junto al rico avariento
El pobre Lázaro duerme ;
Gexca al áétípúta, sangriento
La humilde virtud inerme ;
¡Solo esta vez los míseros mortales
Bajo la sombra de la Cruz iguales!
Ko valieron á la hermosa
Ojos ni boca ri'ente f
Marchita se hsdla la rosa
En su descamada frente }
Y el laurel que adornó la del soldada
Se halla seco también y dei^ojado.
{ Todo ñnó para ellos !
No tiene el campo verdura,
No tiene el cielo destellos :
j De qué sirve su hermosura
Para ojos ciegos, corazón inerte
Helado por la mano de la Muerte f
I Nada al morir se llevaron!
Cetro, espada, toga, lira,
Patria y familia dejaron.
Amor por que se delira,
Tesoros tantos, ídolos de gloria. . .
¡ Quimeras de la vida transitoria !
A unos mármol bello arropa
Con doradas inscripciones,
Do mueve el ciprés su copa
Al soplar los aquilones,
T solamente á otros tosca piedra
Que cubren zarzas ó silvestre hiedra.
r
I
í
Meditación. 101
¡ Y todos ellos perdidos
Sin remisión para el mundo I
I Todos ellos convertidos
En ceniza y polvo inmundo !
¡ Si alzáis la losa de una tumba helada,
Os pasmará «1 misterio de la nadal
Y ese montón de ruinas
Informes, feas, sin nombre,
4 Eran las formas divinas
Del ser que se llamó el Hombre t
I Polvo que al máfl ligero movimiento
Se difunde en el ámbito del viento !
Ko da fruto la simiente.
Si no se pudre en la tierra ;
üül suelta el ala esplendente
La oruga, si no se encierra ;
Y'á la oruga inmortal le es necesario
Para vivir, tenderse en el sudario.
¡Oh! ¡entonando jubilosa
El santo himno de alegría,
De su tumba silenciosa
Se alzará de nuevo un día,
* Botando la mortaja hecha pedazos,
Á reposar de Dios entre los brazos I
Cuando los hórridos scmes
De la trompeta sacudan
Del sepulcro las regiones ;
Guando los pueblos acudan
Del Juez de majestad á la presencia
Á oíT; turbados, su flnal sentencia;
102 Lira iograda.
■«■■««■«■■■»«»»»M»««« o<— ■ «M ' wtn » »■»—«■■»«■■■«■■»»■■■■■■■■■»■■■■■■■■■ ^■■^«■■¡»«^^a—^^aw^^^y J l H »l J ^^^^■f^■^
Se sabrá entonces al cabo
Qoé vale más, si el lamento
Del agarrotado esdavo
ó del tirano el ocrntento,
T el precio en el gran juicio de la vida
Del placer t(»pe y la aflicción sofióda.
Que si aquí finara todo,
Y si un más aUá no hubiera,
Nuestra existencia de lodo
Explicación no tuviera ;
Mas se halla al fin de la existencia humana
Dios pesando en balanza soberana.
Pesará del rico el oro,
Y del pobre los andrajos,
El deleite, el triste lloro,
Y la risa y los trabólos,
Y el triunfo audaz é insultador del vido
Con el lento x>enar del sacrificio.
Tar eso aquí se levanta,
Y por todas partes gime
La voz de esperanza santa
Y resignación sublime :
¡Vetij pitea eres la Vidaj á restauramos !
¡ Vefiy BedeiUory del polvo á levantarnos !
LOS SEFXJLGB03 DE LA ALDEA,
▲L SINOB D. D. JOSÉ X. TcS&BU CAICIDO.
ITa va á pónanse el sol! De roja tinta
Las apiñadas nubes de Occidente
Y de oiiambar deHcioso pinta,
Y en rósea claridad baña el ambiente.
Yo llego aqní á sentarme
Á la oriha del plácido remanso
Al pié de añoso roble, sobre el lecho
Con que al viajero invitan al descanso
La florecida grama, el verde helécho.
Lejos dibujan soUtarios montes
Sobre los dilatados horizontes
De sus cumbres los débiles perfiles :
El rio allá rodando serpentea
Por en medio de oteros y pensiles ;
Y, á mis plantas, abajo entre el misterio
De la selva y las sombras de la tarde,
Y los velos del humo derramado
En el azul del cóncavo hemisferio
En que el primer lucero de la noche
Con vivísima lumbre centellea.
Se alzan la santa cruz del cementerio
Y los techos pajizos de la aldea.
104 Lira sagrad.
••m»m9mmmmmm
¡ Oh ! ¡si dormir pudiera, como daermen
Biyo la alfombra de olorosa gr^ma
En ese silencioso Gamx>o santo
Los que el penoso Yi{ye concluyeron
En este valle de dolor y llanto!
En el umbral que á traspasar no vuelve
El que espiró, la Muerte está sentada ;
Mas no á buscarla iré: con frente leda
La miraré llegar; y cuando el lazo
Desate de mi vida, y á librarme
Al cabo venga de tan grave peso,
El cántico entonando del regreso
Á la anhelada Patria,
Como á una amiga le daré mi abrazo,
Gomo á una amiga le daré mi beso.
En medio de las pingUes sementeras
Un corto valle que el Abril alfombra
De oloroso tomillo,
Y al que copudos árboles dan s(»nbra.
Con débil muro de grosero césped
Separó para Campo de loi MuertOB
El labrador sencillo.
La zarza y las humildes cambroneras
Entretejen allí rama con rama,
T sobre el fondo de apiñadas hojas
La agreste capuchina desparrama.
Cual bordando un tapiz, sus flores rojas.
Del labrador pacíñco los cami)os
Fueron único amor mientras vivia j
LoB sepuloroB de la aldea. 105
Y hoy que en la tumba duerme^
En tomo de eUa^ y para honrar su suelo.
Hacen larga y tristísima armonía
El eco de los montes, el mugido
Del buey que baja al vado conocido.
Del leñador el canto en la montaña,
Y el ronco son que forma lastimero,
CSomo dilatadísimo aguacero.
Del ya seco maíz la áspera caña.
Suele á veces también la mirla errante
Su flauteada yoz un breve instante
Dar al viento, posándose en la copa
Del no podado sauce
Que la callada sepultura arropa.
No túmulo de mármol cincelado,
Ki la inscripción, en letras de oro rica,
Que el insensato orgullo de su dueño
Hasta en el mismo polvo audaz publica
Necesitan los hijos de la aldea
Para dormir en paz su último sueña
Pocos palmos de tierra, en el recinto
Del consagrado panteón, les basta,
Y la paz del Señor. . . Tal vez indica
El oscuro rincón de su descanso,
En vez del celebrado mauseolo.
De fi*esco césped una capa sólo ;
ó el desigual montón de toscas piedras
De que se agarran trepadoras hiedras,
ó de una cruz el mal trabado leño
Que encima de la negra arcilla saca
106 Liraéograda.
Sus carcomidos brazos,
OubI en la mar, tras la tormenta, flota
Á merced del ftaror de la resaca
El mástil de una nave hecha pedazos : •
¡ Melancólico emblema
De lo fagaz del sueño de la vida,
Que se escapa cual sombra de una nube,
Cual del sol al morir la luz extrema !
Y I cuántas veces más sincera sube
Desde aquí la plegaria del quebranto.
Que en las ciudades el acorde canto
Entre notas de música arm<miosa !
Y ¡ cuántas veces más ferviente bafia
Del padre, de los hijos, de la esposa
Los campesinos túmulos el Uanto,
Aunque el olor de aromas no traspira^
De la nielada pira,
Ni se arrojan coronas por adorno
Al incensado féretro que marcha,
Cubierto de goimaldas y crespones.
Con el cortejo indiferente en tomo
Al son atronador de los cañones !
Aquí no yacen esos que la Fama
Ensalza con la lira aduladora,
Y á quienes héroes llama
Porque más sangre derramaron ; ni esos
Sin corazón, idólatras del oro.
Que en la pálida faz de la miseria
Jamás supieron enjugar el lloro.
Lo8 sepuloroB de la aldea. 107
Aquí el vulgo refiere
La prístina virtud del que el arado
Honraba en otra edad de paz y de oro^
Palemón venerable de la aldea.
I Oh Dios ! ¡ que el sueño del sepulcro sea
Suave, bajo la cruz de su esperanza,
Á la que conservó puros los velos
De la viudiez ; antecedió á la aurora
Por dar pan á sus 14jos pequeñuelos,
Dividió co^ sus siervas la tarea,
T la halló todavía el sol poniente
Torciendo el débil hilo
En la rueca con mano diligente I
Su Heloisa sensible y su Abdardo,
Pares en el amor y en la desgracia,
^o en el culpable error de su ternura,
Tuvo también la aldea }
Y hoy una misma acacia
Su humilde sepultura
Con sus ramos gratísimos sombrea.
Allí, cuando de tarde se alza el viento
Entre las cañas del guadual, murmura
Su nombre á la manetra de un lamento :
Lo conocen los ecos de los montes.
Lo sabe repetir la onda del rio ^
Y si ¡ Pablo y !^elena ! en la espesura
De los montes resuena,
Besponde el rio allá ¡ Pablo y Helena !
Esta es de todo el año
Hermosa tarde, entre las tardes bellas ;
108 lAra sagrada.
1 1 ■««■■^■■■i I ■—«»«—««»*■
El campo ríe ahora, y con más brillo
Á falgarar empiezan las estrellas.
No lejos del sepulcro de sus padres,
Al grato son del dulce caramillo,
Danzan en ancha rueda las doncellas,
Exentas de temores
De grave enojo y punzadoras cuitas,
Hollando alegres las hermosas florea,
Que si al alba de ayer frescas brotaron
La de mañana las verá marchitas.
Mas para los que yacen no se abre
Gual rosa celestial naciendo el dia
Claro el Oriente ya, ni de las nubes
El puro aljófar en las flores llueve ;
Para ellos ya la mies sus cañas de oro,
Batidas por la brisa regalada.
Como mares undívagos no mueve :
Ni Uegarán jamás á sus oidos
Los plácidos balidos
De la oveja que pasta descuidada.
Saltando encima de su tumba, el césped ;
Ni el áspero gorjeo, aunque agradable
De fugaz golondrina, antiguo huésped
Del campesino hogar ; ay ! ni el murmullo
Del cerrentoso rio.
Que desde la honda vega
Con el soplo del viento á oleadas Uega,
|0h camposl ¡oh virtud! ¡oh edad primera!
¡Felicidad tan corta de la vida
Al viajero del mundo concedida !
LoB sepulcros de la aldea. 109
■■■•—■■■■■■■■■■■■■i#«
4 Qnién ¡ ay I quién me volviera
El techo hnmilde mió,
£1 espléndido sol de mi montaña,
Mi amada selva, mi apacible rio t
¡Oh I ¡morir en el campo I contemplando
Cómo corren las nubes por el cielo
Escarmenadas por el viento blando,
De las yerbas del monte en la fragancia
El aire embalsamado respirando !
¡ Morir do se ha nacido,
Y reposar los fatigados huesos
Bajo el árbol querido
De nuestra dulce infancia
En cuyo tronco esta inscripción se lea:
También nad en Arcadia^ y hoy reposo
En paz entre los hijos de la aldea t
Mas partamos de aquí, que el día muere.-
Ya en el ámbito espléndido del cielo
De la púrpura cede el rico velo
Á las tinieblas ; en el éter vago
La última luz del sol trémula oscila ;
De estrellas de oro se tachona el polo ;
La aldea, el valle, el monte callan ora;
Y de la noche plácida y tranquila
El gran silencio lo interrumpe sólo
Llamando á la oración, como quien llor%
El eco agudo de lejana esquila.
B etapa ríe thon, j om más brflb
A flilgnnr emjMíaii J« estoJIas.
So IÍÍ08 dd Bepoloo de BUS pidn^
AJ íimtowíndddüJcecanuniUOi
Dunn en andu nteda las dom^
BxntM de teoMxw
De gTiTv eoojo y pnnzadfffag cnitaa,
HoOftado afires las liennosas flores,
<^ a «1 aíba de ayer frescu brotan».'!
l^deiiMliwlagTeiiiparehitaa.
EL ALMA HUÉRPANA.
Sola en la vida faí ; no la sonrisa
Contemplé de nna madre entre el regazo ;
m el paternal amor, cual blanda brisa,
Alegró mi alma en regalado abrazo.
Yo de la vida atravesé el sendero
Gomo sombra fagaz que nadie advierte,
Y de la juventud cuando el lindero
Pisaba ya, me arrebató la Muerte.
Los que me conocieron ya no viven :
Tui\ja mi tierra, y me Uamé María ;
Mas ese nombre plácido reciben
Todas las niñas en la Patria mia.
Mi Amante, que es celoso y no tolera
Afecto compartido, aquí me lanza,
Á esta región desconsolada y ñera,
Dejándome tan sólo la esperanza.
Desde que estoy aquí cincuenta abriles
El cáliz de la flor habrán abierto ;
Cincuenta veces sotos y pensiles
De tosas y jazmín se habrán cubierto.
i Quién de la pobre huérfana memoria
Guardará ya en el mimdo de los vivos,
Cuando al amor, peder, riqueza y gloria
Sólo dan los momentos fugitivo»!
El alma huérfo/na. lU
4 Qnién de la pobre huérfana oonseira
T7n recuerdo en el mundo, si su tumba
Se borró ya tapada por la yerba
T sólo el moscardón sobre ella zumba 1
¡ T yo entre tanto aquí mísera lloro,
De esta cárcel horrenda en el profundo ;
Y en plegaría incesante en vano imploro
Que oren por mí : ¡ no me conoce el mundo !
Y no es tan sólo el espantoso hielo,
La horrenda oscuridad que me circunda,
El viento que me azota ; es el anhelo
De ir al Señor que el corazón me inunda.
¡ Y anhelando volar, verme cautiva I
¡ Prisionera de amor, de amor muriendo !
¡ Eechazada por él con fuerza viva.
Una fuerza en mi ser de ir á £1 sintiendo !
A aclarar este caos inclemente
De santa luz el reflejar dorado.
Tres veces llega aquí tan solamente
Cada año, como siglo dilatado :
Guando nadó el Señor, cuando triunfante
Se alzó del polvo, y el glorioso día
En que impmal corona de diamante
Nuestro buen Padre Dios ciñó á MasíÁm
Dios á veces permite que á la mente
De algún humano, sombra gemebimda,
Oon silencioso vuelo me presente
De ciega noche en la quietud profunda.
112 Lira sagfaáa»
> — ■■ — ■■■ % ^» ■ • ■ V ifay
Mi faz pálida está como los velos
Qae de mi frente b%jan á la falda }
Pálida y ya marchita por los duelos
Cnal la flor de azahar de mi guirnalda.
Ver mis ojos de lágrimas cuajados,
Ver la expresión amarga de mi boca
Y escuchar mis sollozos sofocados,
Á compasión y á lástima provoca.
Y yo callo angustiada } y no es preciso
Que de querella en son mi acento suene,
Pues se ve el ansia en mí del Paraíso
Junto de angustia al torcedor perenne.
Despierta entonces el cristiano y piensa :
— *^jFué sueño? jftié visión? ¡ pobre criatura !
¡ Seas quien fueres, esa pena inmensa
Piedad demanda y llanto de amargura ! "
Y alza im ruego al Creador por nd descanso,
Y ¡ oh cadena que entrambos mundos liga !
Yo siento orear como favonio manso
En mi ser, y el tormento se mitiga.
¡ Los que abrigáis un corazón sensible,
Y sin llorar no veis correr el llanto,
Tened piedad de mí, que es indecible
Mi fiero mal y mi crttel quebranto !
OAIilLEO.
En alta torre alzado, en noche ombria,
Bl ojo armado de su activo lente,
Bevaelta á Yénus la serena frente,
A Galileo absorto se veía.
El astro en tanto en su órbita corría
De vivísima luz entre un torrente,
Y el viejo, en su balanza omnipotente,
Su volumen y fuerza audaz media^
Los Ángeles del Cielo que lo vieron
Del planeta seguir las claras huellas,
Por un simple mortal no lo tuvieron ;
T él dobló su rodilla á las estrellas,
Porque sus ojos de águila leyeron
El nombre del SeSob escrito en ellas.
8
EL DESTEBBABO.
(D. D. XAKUSL J. MOSqUBlAy ABZOBISPO 01 BOOOTA— 1852)
Guando ante Dios en el antiguo día
Para tentar á Job fué Satanás :
^^En ta mano lo pongo^ Dios decía,
Pero á su alma. Luzbel, no tocarás.'^
Por probar á otro justo altivo llega
Hoy el Ángel rebelde ante el Señor,
Y lo que entonces le negó le entrega :
La alma inmortal, imagen del Creador*
Al través de los reinos de la muerte^
En que no alumbra un rayo celestial,
Las negras alas tiende en vuelo fuerte
Viajando al mundo el numen infernal*
M desterrado. 115
Lanza su vaelo audaz al firmamento,
Como inmenso cometa asolador ;
Gomo derrama el rayo por el Tiento
Del Oriente al Ocaso su esplendor.
Baja á la tierra, y mira al justo luego
De menguado crepúsculo á la luz,
Alzando al Cielo fervoroso ruego,
Arrodillado ante la santa Cruz.
La atroz maldad y la traición le ofrece;
Y él, con acento firme dice : " ¡ Nó !
¡ ^o apostata el cristiano, antes perece !
¡Terezca sí, pues soy cristiano yo ! ^
Satán absorto lo contempla ; y gime
De rabia, de estupor, de admiración.
Que una virtud tan grande y tan sublime
Ko la alcanza á abarcar su comprensión.
Y, desparece rápido, vencido. —
I Oh ! ¡ Gloria al Santo, al único Señor
Que da fuerzas al débil oprimido
Para ceñirse el lauro vencedor !
Después de esta victoria | qué es la saña
De un enemigo, ciego por su mal ?
— La calumnia más pérfida no empaña
Con su ap<dstado aliento nombre tal.
116 Lira iograda.
La Patria le negó su hermoso délo . . .
La Patria no, que escucho en derredor
Ayes de pena y voz de desconsuelo^
Lamento amargo y llanto de dolor.
|Oh i ¡ que las olas plácidas la nave
Lamiendo vaya de sereno mar I
I Sople en las velas céfiro suave
Que á buen puerto lo lleve á reposar I
¡ El Ángel del Señor su sueño vele,
Y la salud le vuelva que x>erdió ;
Y él descanso, y la paz, y el gozo déle
Que mejor que ninguno mereció i
¡ Oh ! ¡ que abrevie de Dios la mano pia
Este tiempo de prueba y de pesar,
Y vuelva el noble desterrado un dia
Á su paterna tierra á descansar I
EN LA MUERTE
DBL DE, LUIS &. LIZARRALDE, rB»o.
8BCXBTARI0 DBL SB^lfOB ARZOBISPO MOSqUBBA.
i Es de noche ! — La noche más oscura
Envuelve el mundo con su negro manto,
Y en la cóncava bóveda del cielo
Su leve luz no arroja ningún astro.
Un bajel en el seno inmensurable
Bogando va del férvido Océano,
<3on rumbo venturoso ciertamente
De violento huracán no contrastado.
Un proscrito, en silencio, junto al lecho
De un joven sacerdote está velando:
^< ¡ No alcanzará la luz del nuevo dia ! "
Fué el pensamiento que en su mente raudo
Oruzó, como una sombra. — Lentamente,
Por la fúnebre bóveda, su paso
La larguísima noche de agonía
Besbaló ; y al brillar el primer i^yo
De luz en el Oriente, el moribundo
Se alzó en su lecho, á medias, con trabajo,
Y^xclamó: ^^¡DulcePatria!.. ¡ohmadremia!
• •
118 Lira iograda.
♦••>•••»•
¡ Cúmplase, oh Dios, ta voluntad !.. " Él barco
GoDtiuaaba su rombo, y del proscrito
Los ahogados sollozos y los llantos
Morían con las brisas y las olas
Del mar de las Antillas entre tanto. . •
— ¡Madre infeliz, no leas esta amarga
Relación ! — Entre tanto, de la nao
En la cubierta se hacen las exequias,
No cual las celebramos en los campos,
Del cementerio en la bendita tierra.
¡ El mar es implacable ! Ki del santo,
Ni dd héroe conserva las cenizas
Que se conflan á su seno airado.
Entre la rota vela de un navio
El cuerpo envuelven, ¡ f&nebre sudario
No dispuesto á guardarlo largo tiempo I
T para hallar más pronto el seno vasto
De la espantosa eternidad, añaden
La grave bala de un cañón. El canto.
Las antorchas, las flores, los aromas,
£stos, que ornan el lecho funerario . . *
¡ Oh ! ¡ su vida empezada entre borrascas
Debió hallar una tumba en el Océano I
¡Escuchad I Del antiguo Job resuena
La voz sobre las ondas resbalando,
Eetocadas del sol que va á elevarse:
" ¡ Nací como una flor y fui cortado ! ^
Suena el cañón : su trueno no despierta
Ningún eco en los mares soUtarioa,
^iriMM
En la muerte del Dr. lÁzarraUe. 119
I Otra vez el caSLonl. . y luego se oye
Un goli>e sobre el agna^ sordo, opaco ;
Las ondas se abren, ciérranse, dilátanse ...
La Eternidad encima echó su manto.
Del proscrito Pontífice se escacha
La voz solemne el aire desgarrando :
^* Yo sé que vive el Bedentor, y un día
€k>n mis ojos de carne he de mirarlo.
Me alzaré del sepulcro á nueva vida:
I Esta esperanza entre mi pecho guardo ! ^
Vuelve á bogar la nave ; y á un momento
Se pierde sin dejar ni leve rastro.
A CHILE
COV MOTIVO »SL IirCSHDIO 9SL TlVri»
»X lA COKPAlTu ]>S SAHriAGO. — 1S68L
GuAiaK) el Eterno quiere alzar nn pueblo
Del poder á la cumbre y á la gloría,
'ÍSopla sobre él^ y ent^kices^ de repente^
El qne envaelto en cadenas sollozaba
Hecho befa del orbe,
Y despreciado de él cnal tü escoria,
Alza cubierta de esplendor la frente;
Brota la tierra Cides y Pelayos,
Leónidas y Pelópidas qne blanden
El duro acero y la robusta clava,
Como el Ángel de Dios lanza los rayos,
Y el yugo quiebran de la Patria esdara.
Abiertas las entrañas de los montes
Dejan yer los riquísimos Teneros
D<mde el oro se engendra,
Y las piedraa preciosas
En que la luz del sol se multiplica ;
Y cubre la sabana y los oteros,
Hasta los más remotos horizontes,»
Mies abundosa y rica,
AChOe. 121
Que á guardar no alcanzaran
Del Faraón antigao los graneros»
Orillan de los ríos
Pastan tranquilas las inmensas greyeB
I>e ovejas niveas y de tardos bueyes ;
Mientras, vagando con los cierzos, cruzan
Eii raudo torbellino las manadas
De corceles bravios ;
Con viento favorable sus navios
Surcan el ancho mar fiero é instable,
A llevar el sustento á otras naciones.
Bl ronco son del atambor un eco
Jamás encuentra en la empinada roca
Que alfombra de la vid el verde ramo,
De donde se alza el humo en turbión hueco^
T de do baja, cuando muere el dia.
Temblorosa la voz de la campana
Que pidiendo con grave melodía
Para el hombre piedad, á Dios invoca.
(Mas qué cuando el Señor sobre la tierra
Derrama de su cólera la copa f
En la orilla del Ganges caudaloso
Se alza fiera la Muerte
Que de terror y espantos se rodea,
Y blandiendo la hoz siega los pueblos
Y por un mundo y otro se pasea ; '
O hierve de la tierra en las entrañas
El fuego del Infierno, y se estremecen
Hasta sus hondas bases las montañas,
^ La Peste negra, 1345. — £1 Gdlera asiático, 1832.
122 lÁra sagrada.
I— ^■■■■■>«>p*p*
Cual las débiles cañas
Guando los aquilones se ^abravecesi ; ^
O suena el ronco Océano profondo^
Y alza «os negras moles hasta el cielo,
Y sumerge las naves, golpeando
BaUoso la ribera
Gomo si pretendiera
Los fundamentos conmover del mundo. *
Mas si el Señor en su insondable arcana
Quiere probar á un pueblo, alza la mano,
Llama á un conquistador ; y él le responde,
Y, obediente á su voz, rápido viene
De la región desconsolada, en donde
Bntre perpetuos hielos
Una noche etemal su imperio tiene.
No más furioso el vendaval sacude
Una selva antiquísima, y la tala ;
ISi más airado hasta él asiento barre
Del Océano de Aquilón el ala.
Gae como torrente despeñado
Sobre las poblaciones indefensas,
Y blasfema insolente :
*^ I Yo soy el rayo del Señor ! j do pisa
De mi corcel la planta
No crece yerba más i ¡ Lo haré en la ñiente
Beber en donde corre el agua santa
Que hace cristiaiio al hombre ! .
> Terremoto de Lisboa, 1755.
» Inmidacion del Callao, 1368.
A CMU. 123
*••■# »■ ■»>■
¡Entregaré á la espada sos guerreros !
¡ Dormirán sus doncellas en mis brazos !
4IÍ0 soy Atila yo f " — La luz rojiza
Del sol que se alza opaco otra mañana,
Alumbra solamente
En los hermosos campos italianos
Escombros y montones de ceniza.
I Oh prueba del Señor I Do quier .que forma
Fugitivo relámpago una espada
Al saJir de la vaina, un pueblo gime,
Y amargo acíbar bebe en ancha copa,
T dama en vano con dolientes ayes
Al son de la cadena que lo oprime.
¡ Oh ! düo, si no, tú, ¡desventurada,
Abatida Polonia I sobre el potro
Del tormento amarrada.
Desceñida la ropa.
Seco en la frente el lauro de las lides,
Por tus fieros verdugos
Escupida en la faz y abofeteada !
La libertad de Dios en vano pides
Ante los pueblos todos de la Europa
Que te miran luchar sin darte ayuda. —
¡ Lucha y espera en medio del martirio !
Tu causa es causa santa,
Y tu acerbo dolor, prueba bendita
De la suprema mano ;
I Y Dios compadecido de tu pena
Ha de romper al fin la atroz cadena
En la fi:ente del fiero moscovita !
124 lÁra, wgraAa.
|E1 dolor no 68 el crimen! Es la herencia
Del infelice genitor primero
Legada, no á sns hijos solamente
Sino también á su linaje entero.
¡ Ab I si el hombre entre penas agoniza.
Naciones hay qne b^jan á sentarse
Sobre el estercolero
Gomo el antiguo Job, roto el vestido
Y la frente cubierta de ceniza.
Si no, decid, ¿qué le valió á la Irlanda
Su preciada virtud ni su hermosura?
Del espumoso seno de los mares,
Al reflejo de un sol de primavera.
Con el son de las brisas amorosas
Salió cubierta de etemal verdura.
No postrarse á adorar en los altares
Que alzó el bretón, es sólo su delito :
Firme en su fe, prefiere ver sus lares
Seducidos á pálida ceniza,
Y al duro torcedor del hambre fiera
En tormento larguísimo agoniza.
Gomo sombras, con paso vacilante.
El carmin bello de la faz marchito,
Las madres irlandesas
Van á rendir su postrimer aüento
En el inmundo bálago postradas ;
Sobre su seno espira el pobre infante
Esforzándose á hallar un alimento
Pe la vida en las fuentes ya cegadas.
Lanza la Irlanda entera un alto grito,
Que mueve á compasión el pecho humano;
Pide piedad ; pero la pide en vano.
1 Chile. 12S
•••*••••••«••••«
Que el irlandés es pueblo ya proscrito,
T sólo obtendrá pan al precio infame
De vil apostasía.
¡ Oh baldón! 4 y es posible que cristiano
Con desden altanero se proclame
El opresor de Irlanda todavía t
¡ Ko es crimen el dolor! Es como el niego
Que purifica en el crisol el oro ;
Es cual la tumba fría y silenciosa
En que la humilde larva se sepulta,
T de donde triunfante saldrá luego
Con ala tinta en oro, azul y rosa
Á volar por el éter cristalino,
Trasformada en festiva mariposa.
Esta es la eterna ley ; de nuestra raza
Este el destino irrevocable y justo :
Por el dolor alzarse hasta la gloria.
Por el placer bajar hasta el abismo;
- Y á fuerza de luchar heroicamente
Conseguir el laurel de la victoria.
I Ko se llamaba un Hombre de dolores
El gran Libertador del mundo mismo f
— Quiso nacer en un pesebre oscuro,
T en el taller vivir de un artesano;
Y escogió sus amigos
Entre los pescadores y mendigos.
Sólo una vez entró, y esa en cadenas,
De Heródes al palacio;
Una vez, y no más subió al Pretorio,
126 Lira sagrada*
Y esa en medio de bárbaros sayones.
Hyo de augustos Beyes, la corona
Que sus sienes divinas
Adornó, fué de abrojos y de espinas;
Y el manto que cayó sobre sus hombros,
De púrpura un girón pálido era;
Y el cetro de oro que empuñó su mano,
Una caña marchita
Del Jordán arrancada en la ribera.
Cuando después, cual jefe valeroso
Al irente de sus huestes que cejaban.
Se arrojó generoso
Al puente del dolor por Dios echado
Desde la tierra al Cielo ;
Sacudiendo la piedra de su tumba.
Apareció de gloria circuido.
Mostrando á las naciones
La cruz de su ignominia y de su gloria,
Y entonando su canto de victoria :
'< ¡ El mundo finalmente está vencido ! "
Mas I cuál es ese acento lamentable
Que, salvando la mar, hiere mi oido f
— Voz es de todo un pueblo generoso.
Que por la mano del Señor herido.
Sobre un montón de ruinas
Hoy derrama su llanto doloroso.
J
A Chile. 127
^•■^■"
Por la bóveda espléndida del cielo
lia luna el globo nítido resbala ;
Ki del céfiro se oye el manso vuelo
Cuando sobre las rosas bate el ala :
{Todo es profunda paz ! La ciudad bella
Que honra en el suyo el nombre de Santiago^
Ck>rre al pié de las aras de la Virgen
Madre de Dios^ y allí devotas preces
£ileva fervorosa.
Oyese ya del órgano que gime
Lia atronadora voz mezclada al canto;
Y á alzarse empieza ya del puro incienso
Lia ¿acarada nube como un manto )
Guando, ¡ oh Dios I de repente
Arde el altar, y se derrama el fuego
CJomo raudal inextinguible y ciego,
Y en sus ondas rabiosas
Envuelve los inmensos artesones
Que se desploman, y ábrense,
Crugiendo caen ) y las fieras llamas,
Cual las greñas de un monstruo del abismo
Kuevas fuerzas cobrando,
Cébanse en nuevo pábulo, y ondean
En el ancho ropaje
De la casta matrona, y en los velos
De la doncella tímida, que en vano
Mira á su alrededor, y se estremece,
Y pidiendo favor alza á los cielos
Los extraviados ojos,
Y huye, y huyendo más la llama cieee.
128 Lira sagrada.
»——••»■•■■■••■••>—■•■
■—»^» w «»»»« — ••*••••— •»*«—**^**
I Oh I ¡ no hay salud para ninguno I Forman
Impenetrable muro sobre el quicio
Del templo, los cadáveres de aquellos
Que afanosos pensaron
Salvar la vida huyendo, y en las puertas
Luchando unos con otros
Detenidos, postrados espiraron.
De la aterrada gente nueva ola
Que huyendo va, frenética se avanza,
Y caej y nueva ola le sucede
Que á morir llega allí sin esx>eranza.
Tal á estrellarse contra el blanco escollo
Ck>rren unas tras otras murmurando
Del mar las aguas en inmenso rollo ;
Y giran, se revuelven, y se rompen
En espantoso vórtice . . . Ko valen
Al anciano las canas, ni su fuerza
Á la gallarda juventud ; ni alcanza
Kada tampoco la belleza : un mismo
Inmutable destino los comprende :
¡ Luchar para morir sin esperanza!
¡ Y caer sin remedio al ciego abismo !
Se oye dentro del templo.
Que arde como un volcan, el largo aullido
De las mujeres míseras, mezclado
Al traquear del fuego, entre las mangas
Del humo que se eleva ennegrecido.
¡ Oh I no hay acento que á pintar alcance
La confusión, el pasmo, la agonía
De esa gente infeliz, que de la muerte
1 Chile. 129
El rostro descamado
Contempla frente á frente en aquel trance.
Allí cayó la flor de la nobleza,
Y el brillo se eclipsó de la belleza ;
Lia hembra que espira sollozando, el hombre
Que, en pió, sereno, espera el crudo asalto
Sin que el horror terrífico le asombre;
Y el inocente niño que miraba
lias llamas ondular con rostro ledo,
En sepulcro común yacen, sin nombre,
Cubiertos con un manto de ceniza.
Á. los ayes de espanto y de querella,
Al sordo estruendo, cual de mar que brama
Y en promontoiio altísimo se estrella,
Se sucede silencio repentino ! . .
Porque la muerte con su mano sella
LiOS labios de los míseros. Ko se oye
Sino á intervalos revivir la llama,
O el estridor que forma horrisonante
Entre las nubes de humo traqueando,
-Al elevarse al aire, ima centella.
] Llorad, madres chilenas,
Las sin ventura y huérfanas, un día
Cuando lo quiso el cielo, de alegría
Henchido el corazón, de gozo llenas I
Hoy. . . j Bendecid la mano poderosa
190 lÁra MOfTMda.
Qae en la i>6na os sumerge y en d Dantot
( El éokf£ no 66 el erímesk I
¡Y si, para templar yoestro quebrante^
Algo puede valer la ñrapatia
Del nnindo deC/cdoB^ donde se eaeste
Yae0b0 in&»t«iio, reeitM ^ eaato
Qcte- por mi YOfis América os ^rría !
FUNEEALES BE XTÍTA HIJA DEL PUEBLO.
And thon art dead
A-forme so soft and charmes so tare,
Too soon retum'd to eartb ! -
Btkon.
1844.
i Vei> ese pobre y fúnebre corteo !
Un carro — es el de siempre — tres mujeres,
Hijas del pueblo, un bombre encapotado,
Y dos niños que van jugando alegres.
En el carro va el cuerpo de una joven
Muerta ayer^ las mujeres son las fielea
Sirvientas de su casa, el encapado
Quien de padre de aquélla hizo las veces.
Ki sacerdote, ni enlutada eseolta,
Ki cantos, ni guirnaldas, ni corceles,
Ki incienso . . . sola, al último recinto
Marcha á dormir en polvo para siempre»
Ko se meció la nina en cuna nobie,
Ki la hermosura engalanó su frente ^ 3
"So fué rica ni sabia ; pasó oscura
Como el arr^o en un desierto suele.
Su ctoméstico bogar ei^ su mimdo,
Y en él cual Seina amada, con ardieote
Amor fué,^ que el orgullo y la riqaesft
Y el espléndido fliosto mmesk obümstu
1 I
.4
132 lAra sagrada.
I Era tan buena, candida y sencilla !
I En sns labios sonrisas tan alegres
Tenia para todos, y en sus ojos
Para los pobres lágrimas ardientes ! . .
Un dia amaneció pálida y triste ;
Su madre al verla se asustó : — "4 Qué tienes,
Mi ángel f yo viviré si tú me vives ;
Yo moriré también si te me mueres ! ^
— " Madre! he soñado un sueño misterioso :
Oia cual los cantos de la Muerte ;
Olia á suave incienso, y á mi lado
Vi acercarse un Espíritu celeste ^ . . .
La ciencia inútil fué, vano el esfuerzo
Del maternal amor 5 y, cual se duerme
Un niño en el regazo de su madre,
AI apuntar la luz, la niña muere.
Cuatro cirios cercándola iluminan
Su faz, sus manos y su blanca frente,
De donde derramados sus cabellos
Bajan y undulan entre gasa leve.
Un crucifijo de ébano sus dedos
Contra su pecho aprietan fuertemente,
Cual si el áncora en medio del naufragio
De la existencia desgraciada, fuese.
Cuantos la amaron lloran en contomo,
Viejos que socorrió, pobres mujeres. , .
¡Todo acabó sin remisión! La tumba
Bus víctimas al mundo no devuelve.
Funerales de una hija del pueblo. 133
■ ■■■ rfl W W w ■■■■■■■■■■■ ■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■!■■■■■ !■■■■■■■■ ■■■■■■■■■■■■— ———gfclf^iaBBBBWMM^
lias flores que cuidaba se secaron,
Faltas del riego de la clara fuente ;
Las aves que criaba enmudecieron,
De solitaria jaula entre las redes ;
El dibujo en la tela que bordaba
8ÍQ acabar quedó. - - ¡ y boy, finalmente,
Va á dormir en el polvo del sepulcro
Esa bija del pueblo, para siempre I
líingun soberbio túmulo recibe
Aquellos pobres restos ; los cipreses
l^o tenderán sus resonantes ramas
Del mármol cincelado en los relieves.
En la fosa que cavan y que cubren
Con tierra, de aquí á años podrá verse
Mover su débil copa al jaramago
Sobre la alfombra de tupido césped.
Y por toda inscripción que, cual tribijto
A la virtud modesta, el mundo ofrece,
De mal trabados leños, como nave
Que ha naufragado, encima una cruz tiene.
líadie pregunta : ¿ Quién allí reposa f
Que oscuro el polfre nace, vive, muere . . .
Mas i qué será de la infelice madre.
Si su dolor no aüvia Dios clemente?
Cuando vuelva la aurora cada dia,
Ko estará la hija allí, ni cuando reine
La oscura noche, en el hogar desierto,
Cual antes, sonará su voz alegre.
134 Lira Mgrada.
¡ Oh ! los que habéis perdido xm hyo amado.
Decidme, si i>odeiS; 4 qué es lo que »ente
El alma en esa fatí» del ruido,
De la voz, del andar del que se muere f
Cerrar los ojos y espirar, es poco ;
Es i^atural, el pdvo al polvo vudve :
Pero se desnivela la familia,
Y el recuerdo tenaz existe siempre ;
Y el alma se alimenta de amar^^u^,
Y hasta los mismos sueños se apetecen,
Y por ver el objeto que perdimos
Diéramos nuestra vida muchas veces.
I Un instante no más ! ¡ un sólo instante !
Lo que dura un relámpago fulgente,
Y hasta el confin del mundo peregrinofi^
Iríamos nosotros siemjire alegres.
¡ Pero imposible traspasar los lindes
Donde sentada está la fiera Muerte !
¡ Imposible romper el frió mármol
Donde mi padre, donde mi hijo duermen I
Y á esa región del sueño y del silencio
Bajíi á dormir la virgen pata siempre,
Con más quietud que entre su tumba de oro
El vicioso magnate prepotente;
Que ella pasó cual rosa del Desierto ;
Pora bajó á la tumba cual la nieve ;
No hizo ruido su paso, y en retomo
Dios le ciñó corona siempre verde,
Funerales de una hija del pueblo. 135
rta«— ^>^M^i»ii ■■■■■■■■■ lili ■■■■iiiiiiiiiiiiiiiiii I lili I r- -T-r-1 •"•
Inmaoxiesible, eterna ; caal eterno
Es el gozo qne en sn ánimo se erdeade. —
] Ay tle la pobre madre que la llora.
Si su dol<Hr no alivia Dios «demaite I
1865
2 Yeikte anos ya! Y 2^ fin hallo estas Sneas
Cual si h<yas del ciprés mortuorio ñiesen,
En la senda esparcidas de mi vida,
Que mi llanto ha recado taitas veces.
Y vuelvo á oir los llantos de esa madre,
Y vuelvo á ver tendida á la inocente
En su pobre ataúd, iluminada
Por los pálidos cirios de la Muerte.
Y al Campo santo para hallar su tumba,
Vuelvo. . . Como las olas se suceden
En mar airado, tumbas sobre tumbas
La pala abrió del hombre indiferente.
ÜTo hay ni señales ya donde su huesa
Cavaron; igualó la grama verde
Todas las sepulturas, cual se borra
El recuerdo también de nuestra mente.
4 Yo mismo no olvidó su nombre? — ¿Elisaf ..
4Lauraf..¿Inesf..¡!N'o lo sé! Quien fija siempre
Tuvo en su corazón la cara imagen
Hoy, ] pobre madre 1 entre la tumba duerme.
2 Este secreto se ha perdido ! ¡ Solo
Dios, nuestro Padre, santo, omnipresente,
Que premió su virtud, el rincón sabe
Donde yace su polvo para siempre 1
EL POBEE Y EL mSO.
Cuando el sol va á caeí entre su tumba,
El aire de la tarde está impregnado
Con el olor de las fragantes hierbas
Que los vientos orean en el campo.
Oyese en el paseo el ruido ronco
De los carruajes ; los brillantes granos
De la nube de polvo que se eleva
Bailan del sol á los oblicuos rayos.
Se oye distinto ahora, y luego lejos,
Más lejos el galope del caballo,
Y perdiéndose allá, la estrepitosa
Voz del que ríe cuando va pasando.
^ 1^0 debe ser común esta alegría ?
I Hijos todos de Dios no son acaso ?
I Ay r ¡ gime el pobre entre el común concierto,
Y ese sol esplendente,, y ese campo,
Y esa belleza no se ven lo- mismao
Con ojos empañados por el llanto t
¡ Salgamos hoy también I pensaba el pobre,
Y nuestra cruz impávidos carguemos,
Ascendiendo al Calvario doloroso
De la saugre de Dios por el reguero I
Ul pobre y el niño, IST
Esto pensó, y alzando entre sus brazos
A un pobre niño débil, macilento,
T, cogiendo el bordón, tomó su via.
El bordón en las guijas forma un eco ;
El dolor en el alma del anciano
Más hondamente clava el diente acerbo.
—Qué bello está ! pensaba, retirando
AI pobre niño un poco de su peclio.
Sus ojos son los mismos de su madre^
Su risa la de un ángel, sus cabellos
Enrizados al aura una diadema
De oro forman, del sol con los reflejos.
4 Qué rico tiene un hijo más hermoso?
4 Qué rico á su hijo amó con más afecto í
I A qué venís ahora á presentaros
En tropel á mi mente, más amarga
Para tomar mi fúnebre existencia,
Dulces recuerdos de la edad pasada t
Si un tiempo filé que de abundante mesa
Entre el gozo y el canto, el pan rodaba
Para saciar á muchos 5 si mi oido
Jamas cerré del pobre á las plegarias j
Si las enfermedades y los años
Hb lograron las penas de mi alma
Arrancar, ni el rubor de mi semblante- . .
f Lejos huid, pues voy de casa en casa
A pedir por piedad ! — " Así clemente
El buen Dios os dé paz, salud y calma
138 lÁra sagrada.
tmfm^ammtaummmaam^m
Como qneraiSy selor, durme piadoso
Para este niño «n pan! " — La mano alza
EL rico señalándole la senda :
— ^ SigcM, dice^ tu fluirchal ''
] Nunca el mal viene solo ! se eslabcman
Uno con otro en fúnebre cadena
A un dolcnr un ácloír aun más amargo,
T á una pena otra pena más intensa.
1 Oh espectáculo atroz ! Entre las llamas
Yi reducida á míseras pavesas
En un punto mi casa : entró primero
A mi hogar y sentóse la Pobreza j
Y filé mi despertar sin alegría,
Y hubo noches de insomnio casi eternas,
Y llantos simulados con sonrisas
Que mal cubrían mi profunda pena.
Luego vino la Muerte y de mis brazos
Arrebató á mi esposa, y después llega
La Enfermedad. . — '' Señor! si sois clemente . .
¡Nuestro buen Dios con ciento recompensa!
2 Un pan para este niño I — ¡No hay, hermano !
] Llamad á la otra puerta !''
] Oh]Yírgen santa, amx>áTame y defiéndeme
En esta horrible y formidable lucha
Contra la adversidad! Ningún momento
m pobre y él niño. 1}9
; Máfi cruel en mi vida que la oscura
Noche en que vi el Suicidio ante mis ojos. . .
Lia noche estaba negra cual la tumba.
TJn bocado de pan en todo el dia
Ni éste ni yo gustamos : sed aguda
Nuestras entrañas abrasaba; y dijo:
Sígneme ! Iba á seguirlo. Esta criatura
Vuelvo á mirar. — 4 Y entonces este niño t
lie respondí. ¡ Tu auxilio. Virgen pura,
ir el amor de mi hijo me salvaron I
Sobre mi frente que el sudor inunda
Hago la santa cruz : despnes dormimos.
— " ¡ Señor ! así el buen Dios le dé su ayuda,
¡ Un pan para este niño I — l^o hay, hermaoo }
I Tenga paciencia ! ¡ sufra I ^
¡ Y ved I ¡ Apenas se darán más negroe,
Ki más lucientes ojos, ni más grandes !
Echan encima de ellos como un velo
Bizadas sus x)estañas : ¡ ay ! en antes
Eran de frescas rosas sus mejillas ;
El iosomnio mortífero y el hambre
Han derramado palidez de tumba.
Cual gajos de jacinto en ondas caen
Sus cabellos aún ; más ¡ ay ! si vierais
Desnudo al inocente, ¡es un cadáver!
¡ Hijo mió ! ¡ hijo mió ! — Se anudaron
Las voces del anciano entre sus fauces,
Y dos amargas lágrimas cayeron,
m
140 Lira sagrada,
wmm^mm^00mfmt^mmmmmmmmmi^mi^mmm0mmmmm^^mm'm i ■■■■■■■■ i i i i— i ■ ■■ - ir n'-f — n - - —
Muestra de su dolor. — <^ i Aquí no hay padres
Que comprendan mi pena indefinible I
¡ Señor ! si tenéis hijos, ¡ Dios los guarde
De la miseria! — Hermano, mi limosna
De hoy, di ; llegasteis tarde I ^
Beñeren que hay ciudades en que el viejo
Encuentra asilo y lecho, abrigo y sopa ;
T madres la niñez desamparada
Que á su regazo la alcen amorosas ;
Que calientes plumones la preservan
De la estación del ino rigurosa ;
Que en vez del néctar del materno pecho
Leche espumante bebe en anchas copas ;
Que remece sus cunas suavemente
La Caridad cantando santas trovas,
Y duerme como suelen los polluelos
B^o el ala de amor de la paloma.
El hombre al fin conlleva resignado
La privación y penas que lo agobian j
Los niños cual las aves necesitan
Agua, alimentos, y aire y frescas sombras:
" j Señor I j vednos piadoso ! '^ — A estos acentos
No hay nadie que responda !
Así de puerta en puerta.
Llamando elpobre fué con su bordón ;
M pobre y él niño. lál
¡ 'So halló ninguna abierta I
¡ Ay I ¡ ni sensible un solo corazón I
Y cual hoja marchita
Que del tronco arrebata el huracán,
Y de aquí para allá la precipita
Con ronco son en incesante afán,
Despareció aquel hombre,
Y nadie supo ya qué fuera de él,
I En grabar de los míseros el nombre,
Nunca en el mármol se ocupó el cincel !
MAGDALElíA.
I Oh ! yo te vi primero rodeada
De familia, de amigos y de amantes^
Ct^jado el blanco eaello de diamantes,
El anra respirando del placer.
I Y ora! . . j Gaida del dichoso estado,
Beina de la liermosora destronada,
Arrastrando una vida emponzoñada
Con el amargo torcedor do ayer!
4Á qné bajaste al mundo, ángel tan bello,
Para manchar tus sienes con su lodof
I Ay ! 4 por qué abandonaste de ese modo.
Pobre paloma, el nido maternal f
4 Qué te faltaba en élf Leyes tu acento^
Tus pies hollaban delicada alfombra,
T en tu frente no echaba leve sombra
La mano Ma del tremendo Mal.
Tu anciano padre consagró su vida
A tributarte culto idolatrarlo :
Tú dejaste el doméstico santuario,
T él bajó al polvo, roto el corazón.
(Quiera Dios que penado y moribundo.
Solo — 4 sabes lo que esf — su pensamiento
Ko haya á ti vuelto en su postrer momento,
Para echarte su eterna maldición I
J
Magdalena, Í43f
¡Y yo te he visto alKH^al El falso mmgo
Que sempiterno amen* jnrd en tus brazos^
De BU mentido amor rompi6 los kizoB^
T para nunca verte se ausentó.
Termo quedó tu corazón, barrido
Como el Desierto por la seca brisa;
Murió sobre tu labio la sonrisa,
Y tu alma enfrente del dolc»r se bailón
I Pobre mujer I Por pieles deliciosas
Tosco manto te cubre, y sienten frío;
Y sientes bambre y sed, que está vacfo^
Sin lumbre, húmedo y fino el pobre hogdír t
¡Mira á dónde bajaste! Las espaldas
Te vuelven los antiguos' amadores^
Y tu noche sin sueño y de dolores
Sobre estrecho jergón sientes rodan.
Y tú, nacida sobre noble cuna,
Y tú, dotada de alta inteligencia,
Sientes la privación de la indigencia/
Comprendiéndola en toda su extensíott.
Triste es mirar huirse la belleza
Cual las nubes delante de la Luna^
Y de la edad las rosas una á una
Ver marchitarse ya sm remisión ;
I Pero sentir envilecida el almSi
Perdida la inocencia primitiva
De las pasiones en la lucha viva^
Es sentir el infierno en vida ya i
144 Lira sagraba
■■■ ■ 1 1—» >— ■<i ^ p»i>*—
I Dónde irá la infeliz sobre el vil polvo
Del insensible mundo, que su llanto
Sepa ó quiera enjugar? ¿quién con el manto
De indulgencia sus faltas cubrirá ?
I Oye ! Hubo un tiempo una mujer sensible,
Cual tú llena de encantos y hermosura,
Cual tú i)erdida en la corriente impura,
Por su amante engañada como tú. ^
Perdió el honor; perdió la paz del alma :
Sola quedó con su dolor al mundo,
Como barca en mitad del mar profundo,
Bajo cielos sin astros y sin luz.
Mas en aquellos dias caminaba
Por sobre el polvo de la tierra un hombre j
Y ella oyó pronunciar su bello nombre
Como el de un padre, un grande bienhechor,
Por los ciegos que vieron la luz pura,
Por los que eran enfermos y sanaron.
Por los que estando muertos se elevarou
Del sepulcro á su acento animador.
Era Jestjs de !N"azareth, el bueno.
Amigo del que llora y del que pena;
La mujer pecadora, Magdalena,
Por su patria, llamábase después.
Y esta mujer creyó, y ante las plantas
Del Hombre Dios vertió su amargo lloro ;
Pidió i)erdon, y con las trenzas de oro
Enjugó del Señor los santos pies.
Magdalena. 145
] Levántate del cieno de ignominia
X!n que yaces caida^ á noble altara.
Que si no recuperas la hermosura^
liecobrarás la paz del corazón !
Jesús pasó del mondo, pero vive,
X es padre de piedad y de clemencia :
] Llora postrada en su inmortal presencia
Que ]Sl te dará su abrazo y tu i>erdon]
10
L
JBi
VERSOS DEL ^HOGAR
Un ángulo me basta entre mis lares.
BlOJA.
LA BIEKVENIDA.
I Oh ! ¡ bienvenida entre nosotros seas,
Ángel que Dios ha desterrado al mundo !
Tú que naces tan débil y tan pura
Gual la primera lumbre
Guando empieza á rayar el claro dia ;
Tú en cuya ñiz se advierte todavía
De la sidérea luz una vislumbre,
Don del Señor que el corazón recreas,
I Oh ! ¡ bienvenida entre nosotros seas !
4 Vendrá, niña, contigo
De dichas un tesoro,
viéndote penar derramaremos
Abundante raudal de amargo lloro ?
Mas aunque hundida en el dolor te veas,
1 Ay ! no por eso creas
Que menos te amaremos. . .
I Oh ! ¡ bienvenida entre nosotros seas !
En el regazo de tu madre ríe :
¡ Ah ! ¡por ti padeció tanta amargura!
T en psemio el corazón se le deslíe
De inefable placer y de ternura.
Y tú, niña, aprovecha el breve instante
150 Versoé del hogar.
Concedido al vúyero por el mandO;
Para pagarle con amor profundo
El amor con que el alma le recreas,
¡Y bienvenida entre nosotros seas !
Vén á sentarte en nuestro hogar dichoso^
Entre los seres que amo ;
I Vén á participar de nuestras penas,
Vén á participar de nuestro gozo !
¡ Cuánta parte del llanto
Te tocará de nuestra herencia I j cuánta
De orfandad, de pobreza y desccmsuelo,
Hasta que el cLaio cielo
Por vez postrera veas I
Mas con todo eso, ¡ bienv^da seas !
¡ Ángel bello de Dios ! 4 porqué bajaste,
Si tu herencia en la vida era tan triste f
I No vale el beso matemsú que hallaste
Los inefables gozos que perdiste !
Mas alaba al Señor que así lo quiso ;
Y aunque empapes con llanto,
Conserva puro el manto
Y las ricas preseas
Que al tocar á la vida recibiste,
¡ Y bienvenida entre nosotros seas
semejanza-
La misma despejada, hermosa frente
Es la tuya, y el mismo sonreír,
T la húmeda mirada refdlgente,
Y el eco mismo de la voz ferviente
Del ángel de mi vida que perdí.
Guando «n ^ seno de mi pcA^ce amiga,
Gomo so1)re el rosal está el botón.
Duermes, cual la paloma que se abriga,
Gediendo de volar á la fatiga,
Del ala maternal bajo el plumón ;
Yo, ñjando en silencio y pensativo,
Mis miradas extáticas en ti,
Que estoy alucinado no percibo.
Pienso que está durmiendo y que está vivo
El ángel de mi vida que i>erdL
ÜS'iña tú, de tu voz la melodía
Ünicamente alegrará mi hogar ;
Mas de la suya, j quién decir podría
Gon qué fuerza en la lid sonado habría
O en medio de la ira popular ?
]Feliztúl ¡felixéll — Enelabraízo
De vigilante amor ambos dermis :
¡ Tú de tu madre en el estrecho lazo.
De nuestro Padre Dios en el regazo
Aquel ángel del Cielo que perdí !
LA BENDICIOir.
Cuando la noche tiende el negro velo
Se acoge á la espesura del j aral
Del ave de los bosques el poUuelo
A dormir b%jo el ala maternal j
Y alaba aUí, piando dnlc^nente
Al qae para su nido musgo dio,
Y cristalinas aguas al torr^ate^
Y rubio grano en la era derramó.
¡ Hl^as mias^ vosotras haced eso,
Y elevad al Buen Dios una oramn ;
Y venid apagarme con un beso
IMi paternal y amante bendición !
Si el niño es bueno y si de veras ama
A nuestro Padre que en el Cielo está,
Y si con obraa de su amor se inflama^
Amigo de Io& Ángeles será ;,
Y cuando el niño duerma^ como hermanos
Del Cielo bajarán Ángeles mil
A cantarle cantares soberanos
Y á remecer su cuna de marñl.
I H\ja8 mias, sed buenas para eso,
Y elevad al Buen Dios una oración ;
Y venid á pagarme con un beso
Mi paternal y amante bendición I
La Bendición» 163
Los lleyan donde hay campos de esmeraldas,
Sios de plata y flores de rabí ;
Y coronan sus sienes con gnimaldas
De rosas, de jazmines y alelí.
. Y hay caballitos, mansos cual corderos,
En qae pueden sin riesgo galopar ;
Y hay arpas de oro, y flautas y panderos ;
Y todo niño sabe aÚí cantar.
¡ H\jas mias, sed buenas para eso,
Y elevad al Buen Dios una oración ;
Y venid á pagarme con un beso
Mi paternal y amante bendición I
Los llevan á la Gruta milagrosa
Cuya puerta es un iris de cristal.
De zafiro la bóveda lustrosa.
Donde resuena un canto celestial ;
Vuela vida inmortal entre la brisa,
Y la Virgen los niños b£ga á ver 5
Y si son buenos, gozan su sonrisa
Y los convida al primitivo Edén.
t Hija« mias, sed buenas para eso,
Y elevad al Buen Dios una oradon ;
Y venid á pagarme con un beso
Mi paternal y amante bendición !
Pueden besar la fimbria de su manto.
Pueden oir su regalada voz,
Y pueden llamar madre en dulce canto
A la que es Madre del Eterno Dios;
154 Ver$o$ id hogar.
n— >— t
Ypaed^i ver su frente que serena
El fiero mar en reeía tempestad,
Y cambia en gozo la funesta pena,
Y en salad la más erada en£»medad.
I Hyas mías, sed boenas para eso,
Y elevad al Buen Dios una oradon ;
Y venid á pagarme oon nn beso
Mi paternal y amante bendidon 1
Así, jantas las manos sobre el peclio,
Baja la frente, alegre el corazón,
Paes ningan mal habds vosotras hecho,
Llegad á recibir mi bendición.
Y no sólo la mía ; qne está arriba
El qae da musgo al ave en ^ jaral,
Y trigo de las eras, y agua viva,
Y él os bendice — el Padre celestial!
¡ H\jas mias, sed buenas para eso,
Y elevad al Buen Dios una oradon ;
Y venid á pagarme con un beso
Mi paternal y amante bendición !
A MI ESPOSA.
Cuando te vi, mi ser sentí inundado
De santa luz en claro resplandor,
Y á una región de paz fiíí arrebatado
De esta región de luto y de dolor.
Cuando te oi, pasó por sobre mi alma
Desconocido y plácido raudal
De tanta dicha é inefable calma,
Que cambió en bien mi insoportable mal.
Guando, confiado en tu bondad, un dia
Al pié del ara santa te Uevé,
!N"o hay voz de hombre ni de Ángel armonía
Que pintar pueda cuál mi dicha fué.
Después . . . pálida y débil, «onríendo
El primer firuto de mi casto amor,
En tus brazos mostrásteme durmiendo
Cual gota de rocío en una flor.
Hoy que ya no eres jóv^i, Julia mia,
¡ Oh amiga de mi bella juventud I
Tu amor es mi tesoro y mi alegría,
Y mi único consuelo tu virtud.
EN EL ÁLBUM DE TJITA JÓVE2Í.
Pidió nna vez la alegre Prímayeía
Al aterido InTiemo bellas flores,
T él, serenando al punto la faz flera,
Le contestó: — ^^Mis cierzos bramadores
Barrieron los pensiles ;
I Dcga que ynelva el sol esplendoroso
A iluminar el campo en los abrilesl"
Pidió una vez la cristalina Fuente
Claro raudal al turbulento Bio,
Y él contestó con eco omnipotente:
— " "So puede ser, bien mió,
Que ha enturbiado mi seno
La fiíriosa tormenta ;
¡ Deja que vuelva el tiempo á estar sereno !"
Pidió al Eco del monte silencioso
La campesina Tórtola un arrullo;
Y él respondió con tono lastimoso :
— << El Imracan barrió la antigua selva;
{ Dcga que á mecer vuelva
La aura primaveral las nuevas flores,
Y ella ha de darte su mejor murmullo!"
En él álbum de una joven. 157
Pidió una niña, como tú, inocente^
Al poeta Jacob versos un día,
Y él le dijo : " En mi cítara doUente
Ko hay un hiJEnno siquiera de alegría.
Que sonar pueda para tí elocuente ;
Mas siéntate á mi lado, y en la mente
Esta sentencia graba,
Palabra de inmortal sabiduría,
T al Sumo Dios con humildad alaba.
^^ Guando naciste tú, palmera hermosa
Del Desierto de Engaddi, en paz serena
La mar estaba entonces, y en el aire
Sobre una y otra arrebolada nube
Ccono entre urnas de nácar reluciente
Su blanco globo alzó la Luna llena.
El Cielo dio á tu frente
De las perlas de Oriente
La suave trasparencia 5 y tus cabellos
Bajaron por tus hombros derramados
Cual gayos de jacinto perfumados,
En ondas de oro, nítidos y bellos.
Algo tienen tus ojos de la lumbre
Del astro de la tarde que en la cumbre
Del alto Hermon asoma,
Y que en el lago cristalino riela 5
Y algo de los de tímida gacela
Que reposa entre heléchos en la loma }
Y á tu boca prestaron sus corales
Las ondas de la mar, y los rosales
De Jericó les dieron grato aroma.
158 Ver$ú9 dd hégar.
^^ lOhoSaiviyeyeKeee
Goal el lirio que meee
En retirado monte
8a perfíinuida eopa^ jonto al agoa
Que resbalando sa eristál murmura^
Y oon las gracias y esplendor florece
De que dichosa tedotó natura.
<< Bellas eran Baqnel^ Sara y Bebeea,
Madres de un pueblo heroico^ y bsgo el manto
Velaban él encanto
De gracia y juyentod^ y ejercitaban
La ebúrnea mano con la tosca rueca ;
O iban oon paso suelto y diligente,
Llev»ido al hombro de la frágil asa
El ánfora á llenar de agua á la fuente^
Y en la movible tienda del viiyero
Amamantaban de héroes una rasa:
Así se hicieron cabres ; su nombre
En la canción de nuestras tribus dura,
Por que antes la modestia es que él ingenjp,
Antes es la virtud que la hennosuxa. ^
A FEANOISOO JAVDBB CABO*
y XTELTS traa una noche tormentosa
El cielo á esclarecer la luz diyina,
T en el alar de la pajiza choza
Vuelve á triscar la errante golondrina ^
Y á alfombrarse de flores toma el prado
Después de polvoroso y seco estío,
T á sonar con acento regalado
Deshecho en perlas nuestro patrio rio.
Si el alma del poeta no envejece^
T hay en la lira un mundo de arammías,
I Vuelve á cantar en tanto que anochece!
t Vuelve á vivir en los antiguos días t
Tú lo recordarás^ aunque pasaron
De entonces tantos años enanigos.
Guando nuestras dos BAmm se encontraron^
Y nos dimos los dos mano de amigos;
Guando al salir de la niñez apenas^
Gomo un Edén se nos mostraba el mundo,
Y las horas volaban de paz Uenas,
Y era en ventura el porvenir fecundo.
Si el alma del poeta no envejece^
Becuerda de esa edad las alegrías }
¡Vuelve á eantar en tanto que aoochecieí
{ Vuelve á vivir ^ los antigaos. diaa I
160 Versos del hogar.
Kanca olvida el tnrpial de nuestros montes,
Ni prisionero, su meloso canto,
T llena los remotos horizontes
Ckm la plácida voz de su quebranto.
T tú^ poeta desterrado al snelo,
I Benegarias de ta noble raza,
Guando tu mente de la luz del cielo
Formada fué, que el universo abraza f
Si el alma del poeta no envejece,
Y hay en. la lira un mundo de armonías,
I Vuelve á cantar en tanto que anochece !
¡Vuelve á vivir en los antiguos dias !
Ko es todo mal en la existencia humana,
M el llanto sólo del mortal herencia,
Que regocija al orbe en la mañana.
Tras la tormenta, el sol con su presencia.
T queda al fin de la ilusión perdida,
Gomo puerto del náufrago del mundo.
El dulce hogar, consuelo de la vida,
G<»i su amistad y con su amor profundo.
Si es cierto que nuestra alma no envejece,
Si hay en la lira un mundo de armonías,
¡Vuelve á cantar en tanto que anochece !
¡ Vuelve á vivir en los antiguos dias !
Ta muere el día : el sol resplandeciente
En un mar de oro y fuego tambalea.
Mientras que de la noche en el Oriente
El primer asteo trémulo chispea.
A Francisco Javier Caro. 161
El COITO firmamento en róseapS tintas
Báñase al punto; y es el aire saavOy
Dulce la luz, y se oyen más distintas
La voz del eco, y bosqne, y fdente y ave.
Eyi el alma del poeta no envcg'ece,
Yhay en flniira un mundo de armonías,
{ Yuelve á cantar en tanto que anochece !
I Yuelve & vivir en los antiguos diasl
U
GOTAS DE BOCÍO Y HOJAS DE LAÜEELi.
Ds Dífio^ ana nmfiflftia salí al casipo,
Y vi chispear^ del 0OI lá títo lampo.
En la grama fragante,
Una cosa brílliuiílo enal diamante.
Mirada desde l^jos.
De la luz con los trémolos reflejos,
TemUaba y c<hi las auras en la hoja;
Y era ora azul, después dorada ó roja»
Yo, inocente, en mi loco desvarío.
Creyendo que un diamante hermoso fuera^
Tendí la mano iwr cogerlo, y era. . .
¡ Solamente una gota de rocío !
Una tarde, de niño, salí al prado,
Y vi un pórtico espléndido, encorvado
De un monte á otro distante,
Con suavidad leaderse rutilante.
No tan bellos colores
Tienen en el pensil las frescas flores.
La grana al oro júntase y al verde :
4 Dónde comienza el uno, dó se pierde t
Yo, inocente, en mi loco desvarío
Pienso que un arco de cristales fuera.
Corro ansioso, y encuentro con que era. . .
{ Tsui solamente gotas de j:ocío I
Gotas de rocío y hojas de laurel. 163
Joven después, yo presto atento oido
De una lira ' al dnlcíslmo quejido
Que rasga el vago viento ;
Canta el Amor, del ánima alimento.
La Patria idolatrada,
Dulce visión del ánima extraviada.
Yo por Patria y Amor loco y enfermo
Al canto melancólico me aduermo ;
Mas vuelvo de mi insano desvarío.
4 Dónde fué el canto y el cantor aquel f
— Kada quedó! La soledad, vacío. . .
¡Ah! ¡ sólo un gajo seco de laurel I
Hombre después, escucho cuál proclama
Héroe íomortal el canto de la Fama
A un terrible guerrero, '
Que al fin dormía el sueño postrimero
Entre su quieta tumba.
El eco del cañón bronco retumba,
Honiando sus solemnes funerales;
Miro el llanto del pueblo, y á la Historia
Que consagra en los siglos su memoria;
Y me acerco en mi loco desvarío
A ver la tuml>a en que reposa él. . .
¡Delirio I ¡ Sa sepulcro está vacío !
¡"So hay sino un gajo seco de laurell
¡ Sombras de un sueño ! ¡ todo desvarío.
Sin realidad, tan vanas como él I
Poder y gloria — ¡ gotas de rocío I
I Y gajos marchitados de laurell
^ José Ensebio Caro. * Bolívar.
PABA LA COEOlSrA PÚITEBEE
DS LA X8P0SA DI D. J. V. YASGABA 7 Y.
i Gomo flor! . . ¡ como nave I. « ] como sombial
] Ay I como flor galana
Que al primer esplendor de la mañana
El cáliz coronado de rocío
Golnmpia airoso sobre el tallo verde
Al apacible céfiro de estío,
Y al trasponer el dia
Tronchada cae y pierde
Bello color, fragancia y lozanía.. .
Gomo la rica nave qne del puerto
Empavesada zarpa
T al vario viento da la blanca lona,
Y á una distante zona
Dirige el rombo incierto,
Despareciendo va, y al fin se oculta
En el confin del piélago desierto.* •
Gomo la instable sombra
Qne la mullida alfombra
Del campo abierto rasa,
Y, sin dejar ni imperceptible huella^
Corona f&nehre. 165
Bápidamente pasa. . .
Así por el desierto de la vida
Baena^ y sensible y tan amada, aquella
Que mi labio no nombra,
Pasó cual flor. . . cual nave» - - como sombra.
Fué ayer, ayer no más, cuando la vimos
Venir á honrar con su bondad, dejando
El firmamento de su Patria bello,
El bogar de su esposo,
Adolescente apenas,
Dado á las leves auras el cabello
Coronado de rosas y azucenas.
Fué ayer, ayer no más, cuando la vimos
Madre dichosa, embebecida el alma
En la sonrisa púdica y sencilla
Y en la luz en los ojos chispeante
De un pequeüuelo infante
Que amoroso jugaba en su rodilla.
Eso fdé ayer no más. . . ¡ ayer! . . y ahora,
Ea vez de tanta paz y dicha tanta,
Y tanto amor, y tanto hermoso sueño
Que se fingió lá alegre fantasía,
¡ Ay ! como ella se fué, puso su planta
La Pena en el hogar antes risueño j
Y se oyen desde ayer hondos sollozos
Y alaridos agudos,
Y se mira también correr el llanto
Por semblantes escuálidos y mudos.
IM Versoi del Xogar.
{
También así b^o la instable tienda
Del antiguo Patriarca
Resonaba el lamento del quebranto
Guando espiró Baquel dando la vida
De su dolor al hijo, y desde afuera
8e oia el sollozar ahogado y ronco^
Cual si el quejido fuera
Del ábrego luchando airado y bronco
Oon las ondas del mar en la ribera.
Guando, saliendo apenas de la cuna^
Gomienza el i)ercgrino de la vida
El temeroso viaje, ante sus ojos
La Pena se presenta, y le señala
Vasto campo y erial, Heno de abrojos,
Y oon faz donde imperan los enojos :
" Inseparable compañera tuya
Seré, dice, hasta el punto en que la Muerte
Cubriéndote con su ala
La antigua libertad te restituya.''
i Quién, pues, exento del dolor f j Acaso
El que ostenta en su frente una corona
De diamantes y de oro f
j Quien la grey en los valles pastorea f
4 O el hijo del Parnaso f
¡ Ninguno I Todos abundante lloro
Derraman mientras viven ;
Y las amargas heces
Del infortunio beben en el yaso.
Carona f&nebre» 167
Gomo arrastradas van las secas hojas
Del bosque, entro revuelto torbellino 5
Cual los granos de polvo sobre un rayo
Horizontal del Sol saltando pasan
En número infinito, los mortales
Tinos en i)os de otros, del sepulcro
Salvando van los f&nebres umbrales.
Y ella, cual los demás, en la corriente
Irremediable entró; mas dulcemente,
Vueltos al Padre universal los ojos,
Y en su clemencia y su bondad confiando,
En el sepulcro reclinó la frente.
I Adiós, pompa nupcial ! ¡ Alegre coro
Que en honor resonaba de la esposa 1
1 Blancos velos ! j Corona entrelazada
De niveos azahares y de rosa !
5 Ayes de amor ! | Involuntario florol
I Bella ilusión para mejores diasl
¡ Todo ayer acabó 1 — ¡ Voz quejumbrosa
Del órgano en las bóvedas temblando I
'¡ Canto del sacerdote que reclama
Paz para los que fueron ! ¡ Blanca nube
Del sacro incienso, que del ara sube
Y en el aire tranquilo se derrama!
1 Como ellos pasareis también vosotros!
] Las lágrimas de amor ó de dolores,
Lágrimas, con el viento se secaron ;
Y las fragantes fieros,
Como flores al fin^ se marchitaronl
168 Verso9 del Tiogar.
Mas vive, y en Tision noctama bs^^
A consolar el alma del esposo;
Porque la misma mnerte no relaja
£1 YÍncalo que muera delicioso
En la vida á los míseros mortales,
t Contempladla al pasar! Hay en sos ojos
Miradas qne se hicieron celestiales
Al brUlo de la luz indeñciente.
¡ Oidla I Hay en sus labios todavía
Palabras deliciosas
Llenas de celestial melancolía:
" Aun te amo, y soy feliz: si serio quieres.
Pisa de la virtud las agrias sendas,.
Ajeno de la vida á los placeres j
Y vive de mi amor para las prendas.'^^
Tal parece decir, y en rósea nube,
Sombra bendita al retomar se vela^
Y al éter puro por el aire sube
A manera del ave cuando vuela..
A UNA MIBIíA
I MiBA ese pobre pájaro cantívo
Oaál forceja en la jaula Tanamente^
Y pido en vano el sol de bu montaña
Bregando por huir inquieto y vivo ! —
I Oyó el ruido lejano del torrente,
Y respiró el aroma de lo8 cami)OB
Que le trajo en bus alas el ambiente !
4 Qué tiene en cambio aquí del verde otero,
De su laurel del bosque solitario,
Del murmurai* del viento fuerte y vario
Que las marchitas hojas barre fiero 1
4 Qué le valen auroras tan serenas,
B"! que el sol se levante en nubes de oro
8obre los altos montes ;
Hi que en los apailados horizontes
Se oiga el último trueno del invierno 1
ISol vano para ella
El campo lejos tiende un manto verde,
Y él ei^omoso rio en vano estrella
Su raudal que en los árboles se pierde*
Dale la libertad, ¡ oh Julia mia!
Tienda al aire sus alas
Entorpecidas ya con las prisiones,
Y vuelva á su montaña primitiva ;
Y en la musgosa piedra del desierto,
ITO Versos del \ogar.
Entonando suavísimas canciones,
C3on las ondas de luz fuerza reciba !
El que gime cautivo
Solamente, cual yo, sabe por cierto
Cuánto pesa y abruma una cadena,
Cuan lentamente el tiempo de su mano
Deja caer el grano
De la menuda arena.
Unos gustan del canto de la Fama,
Infierno y Paraíso de la vida;
Otros corriendo van tras la Fortuna,
Simulacro incensado á par que inmundo ;
Otro los campos de sus padres ama,
Donde dichosa se meció su cuna
En la ñcxible rama
Al rayo incierto de naciente luna,
Y de la Corte al esplendor prefiere
El mugir de la grey que á paso lento
Becoge el labrador, cuando la tarcb
Va declinando silenciosa, y ardo
Su estrella en el azul del firmamento;
ó el nocturno paseo por los bosques
De la luna al ocaso delicioso ;
Ü oir la tempestad batir con su ala
Húmeda y fiía el no envidiado techo.
Alzando á Dios el ruego fervoroso
De adoración de su tranquilo pecho.
ó ama sentarse al borde del torrente
Que con fragor sus ondas precipita
A una mirla. 171
Entre musgosas piedras y espadañas^
ó ver doblarse trémnlas al soplo
Del aura meridiana, recostado
En la era polvorosa,
De blonda mies las movedizas canas*
Y si acaso pasea
Cerca del enyerbado Cementerio,
Donde duermen los padres de la aldea,
Fo es para él de luto y agonía
La manifestación del gran misterio
De la existencia humana,
M de la muerte la tremenda idea.
¡ Oh ! ¿ dónde están ahora
Mi delicioso campo,
Mi bello bosque umbrío.
Mi claro y sesgo rio ?
¡ Ay ! á mí no me toca alzar doliente
Amarga queja por mi suerte al Cielo:
¡ Quísolo Dios, y bajaré hasta el suelo,
Besignado adorándolo, mi frente !
Mas ¡esa mirla ! ¡oh! ¡vuelva á sus colinas!
¡Tome á cruzar la solitaria selva.
Tome á empapar sus fatigadas alas
Del arroyo en las ondas cristalinas !
La ley de Dios no contrariemos. ¡ Vuelva
Libre á cruzar el ancho firmamento,
Y vuelva á alzar el olvidado canto
Pe gratitud y übertad al viento!
172
Veno» del hogar.
■■■■«■■■»■■*
Dios te bendiga ¡oh Julial pues piadosa
La estrecha janle. abriste
A la avecilla triste.
I Mírala cómo parte acelerada !
I Mírala cómo laégo fatigada
En ese árbol reposa !
OomiK>ne allí la plnma . . .
Vnela, ¡ y es para siempre !
I Dónde el Ángel está, piadoso amigo,
Que, clemente mostrándose conmigo,
Lleno de caridad, al cabo lime
La rada argolla qne mi cneUo oprime,
Y qué, j oh placer I me vuelva
Al suspirado campo de mis padres,
Y á mis torrentes y á mi antigua selva t
jMaSTAITA!
Abbe un botón su capullo
Y el sol lo tiue de grana,
Mécelo con blando arrullo
Tibia la brisa temprana,
T es del campo amor y orgullo j
4 Cuánto duras, flor lozana f
— Dicha prometida al hombre,
j Cuál es tu nombre»— ¡ MaSana I
Kino que en la cuna lloras
Por una quimera vana.
Joven que á pocas auroras
Verás tu cabeza cana;
4 Qué son las fugaces horas
De la existencia liviana f
— Dicha prometida al hombre,
4 Cuál es tu nombre f ~ I adjfiana I
Toma el mortal su camin<)
Del alba á la luz temprana,
T en el mundo peregrino
Como en desierta sabana
P^seguir es su destino
Fugitiva sombra vana« . ,
— Dicha prometida al hombre,
4 Cuál es tu nombret— ¡ MaHanaf
174 Ver$os del hogar.
I
Iris de ala rcfolíreote
&'
Que el firmamento eogalanal
¡ Aspiración permanente
Y eterna del alma hamana I
¡ Beposo de nuestra mente
Al fin de una lucha insana i
— Dicha prometida al hombre^
jCoál es tu nombre f — ¡Mañana I
¡Mañana I 4 Y por qné no es Hoy t
4 Y por qné siempre Mañana t
¡ Ah I ¡ me olvidé de que soy
Débil criatura mundana,
Y peregrinando voy
Hacia una Patria lejana!
— Dicha prometida al hombre,
4 Cuál es tu nombre f — ¡ Mañana!
A JTSA AMIGA,
Junto de ti mostróscme presente
La cara imágea de mi antiguo bien.
Con su gracia y mirada reluciente,
Y su bondad de corazón también.
Gomo ella esposa y madre, de la yida
Boyando el rio turbulento vas ;
[Oh ! ¡con tíin santo amor fortalecida,
El sendero del bien no dejarás I
(Buena y sensible Amiga! ¡Cuántas penas
Dudas, angustias y horas de dolor,
Y de afán, y de pasmo ansioso llenas,
ISTo nos ofrece el mundo engañador I
Por una rosa que tn vista encante,
¡Cuántas espinas herirán tu pié !
Por un amigo bueno, fiel, constante,
[Cuántos traidores burlarán tu fe I
Gran don es el Ingenio, y la HermQSura
Del Padre Celestial es un gran don j
Pero es mayor que todos la ternura
Y la dulce Bondad del corazón.
1 76 Ver$09 del hogar.
}Oh I no hay pasión que la Virtud no dome
Ni noche que no logre flnminari
Lágrima que á los párpados asome
Que sus manos no sepan enjugar.
¡Ese él astro iiolar de tu destínol
Alza la frente 7 marcha de él en pos:
¡No vadles, que ál fin de tu camino
Beposarás en brazos de tu Dios!
EL AMOR Y EL DEBER.
DíJOME Amor mostrándome la hermosa
Que pagó con olvido mi terneza :
— ^^ Mira esa firesca faa en que la rosa
Se mezcló de la nieve á la pureza»
^^ Mira los grandes Jiegros ojos, bellos.
Que despiden de luz vivos raudales,
Oomo en tranquila noche los destellos
Relucen de los astros celestiales.
" Vé su boca : es cual rosa medio abierta,
Bella cuando habla, ó calla, ó dulce ríe ;
Y el eco de su clara voz despierta
Fuego de amor que el corazón deslíe.
" Lejos huirán tus penas y dolores.
Pues sabrá amarte con amor profundo :
Yo cubriré por ti de frescas flores
La estéril senda que te ofrece el mundo.^
Yo lleno de estupor, sólo un momento
Me atreví á alzar los ojos hacia ella ;
Y sentí juntamente ansia y tormento:
Era por cierto una mujer muy bella.
CalM el Amor, y yo también callaba
Gomo el que piensa y duda ^ y de repente
Junto á nosotros una voz sonaba
No halagüeña, mas sí muy elocuente.
12
178 Versoi del hogar.
Y me dyo el Deber: — "4 Te atreverías
Tú, noble y generoso, tú, cristiano,
A llenar de aflicción tan bellos dias,
Profanando su honor con torpe mano t
*'' Está sola en el mundo ¡ y es hermosa !
Hogar no tiene ya, no tiene madre ;
Sírvela, pues, de egida poderosa,
Siendo para ella amigo, hermanó y padre.''
Y yo cumplí él decreto soberano ;
Y ella sus penas consoló conmigo,
Y halló en mi corazón el de un hermano^
Y en mi afecto veraz el de un amigo.
Y FUÉ una vez. — Biyo la negra sombra
De ia gran selva murmuraba el río ;
Y de los prados en la verde alfombra
Be mecían las gotas de rocío.
De la silvestre ruda y el tomíBo
Se esparcía el olor al horizonte,
Y allá se oía el son del caramillo
Con que el pastor su grey conduce al monte.
De hojas de rosas y jazmín la grama*
Alfombra el pié del árbol, donde asoma^
Entre la verde pompa de la rama,
Sus globos de oro la fragante poma*
m Amor y el Deber. 179
•*J*««»*> w «»»»^g^«»»»»w
De cuando en cuando á mí llegaba el eco
De los ruidos del campo y las montañas,
O el rumor sordo del maizal ya seiC50
Que un lamento fingía entre las cañas.
«
Entonces presentóse de repente,
Y/ hundiendo entre mis brazos su cabeza, -
Gimió en yoz alta, abierta y locamente
Su orfandad, su aislamiento, su pobreza.
Entonces murmuraba como ahora
Bonco el rio entre piedras espnmante ;
Y ésta la misma luz er^ que hoy dora
El campanario que se ve distante;
Y este el mismo ramor que cual lamento
Oíamos entonces entre la alta
Ck>pa de los alisos con el viento :
Kada ÜEilta hoy aquí : | sólo ella falta !
LA LIBERTAD.
¡ Ay ! 4 quién tendrá piedad del desgra<áado
Que en dorada cadena preso gime f
4 No habrá mano clemente que la lime
Y le vuelva su antigua libertad f
— Quebrándose en el muro, opacos, Mos
Entran aquí los rayos del sol beUo,
Cual de un fanal el pálido destello
Que alumbra el mar en negra tempestad.
¡Llévame, oh Musa, tú, donde solías
En los años risueños de mi infancia^
Á respirar del campo la fragancia
Que de salud repleta el corazón !
] Condúceme á los campos solitarios,
Al fértil valle y al tendido otero,
Donde del rio que se lanza fiero
Escuche el clamoroso y ronco son !
Quiero sentir el viento que sacuda
Mi cabello con ímpetu en la frente ;
Quiero sentir el sol vivaz y ardiente
Que las fuerzas me vuelva que perdí.
Sentir mis pies humedecidos quiero
Del campo con el diáfano rocío ;
T ver el mismo monte, el mismo rio
Que en mi niñez afortunada vi.
La Libertad. 181
.«•••••••««••• •«••••^•••••••••••••■••«•*
Quiero entrar á la casa de mis padres
Hoy "poT gentes extrañas habitada ;
Y estar donde mi cuna fué colgada,
Y respirar donde antes respiré.
— ¡ I^ada habrá de ellos hoy ! Ninguno al hijo
Conocerá de aquel antiguo dueño :
1^1 duerme hace años el eterno sueño^
Y un extraño en su casa yo seré.
I Qué parecida á la existencia mia,
Tan llena da borrascas y dolores,
Oh sagrada mansión de mis mayores,
Después de tanto tiempo te he de hallar !
¡ Ruinas allá y aquí ! De cualquier modo
Con que alomarme al corazón intente,
En su interior abismo solamente
Sombras hallo de luto y de pesar.
Mas al pasar los anchurosos patios,
Al cruzar los espléndidos salones
De altísimos, severos artesones,
Y en la capilla al asentar el pié:
¡ Ay ! ¡ cuántas melancólicas memorias
Despetaránse entonces de repente.
Que dormidas reposan en mi mente.
Del tiempo aquel que tan dichoso fué]
¡ Oh ¡ dadme pronto un corredor brioso
Que deje atrás al céfiro en su vuelo ;
Porque perderme en el confin dudoso,
Veloz cual los relámpagos, anhelo !
182 Venan del hogar.
■——1»^ ■■■■■»•■•»•■•—
¡ Valles proftindos^ solitarios montes.
Selvas, lagos, collados y torrentes,
Sabanas que os tendéis sin horizontes.
Fecundadas dé soles esplendentes !
\ Abridme vuestro campo I Tin pecho lleho
De dolor vuestras auras necesita :
{ Ah ! ¡ la tremenda pena que me agita
Sólo puede calmarse en vuestro seno !
Huelo el tomillo que el ambiente llena
Del ave solitaria escucho el grito,
Saliendo á ratos del jaral marchito
Que el seco cauce del torrente ornó.
Del mediodía baja el tibio viento
Y en las flores del valle juguetea,
Y las mieses undívagas blandea,
Y al término del campo se extendió. ^■,
Álzase en este' instante una armonía,
Himno al Señor« universal, solemne,
Desde la copa del ciprés perenne
Que resiste al fiíror del hui^EU^ioí,
Hasta las delicadas florecillas
Que ayer nacidas sobre débil caña
Á la luz de ota*a aurora, en la montiuia
Arrastradaé del viento rodarán.
La Libertad. 1S5
6aeltaii las arjes sa 43ilyestre,captoi
De las vacadas óyese el magido:
La flauta campesina susonido
Extiende al valle oculto y al verjel. •«
2 Oh ! ¡no cabe en el hombre limitado
Tanta impresión de libertad y calma !
Calla la voz, porque se arroba el alma
Y de la mano suéltase el pinedL
Como un cautivo de sus grillos libre,
Acostumbrado al aire infecto, impuro^
¥ á la estrechez del calabozo oscuro
En que por largos años suspiró;
Para tomar alieaito y nuevas fuerzas,
Necedto asentarme en el remanso
Do el arroyo entre guijas corre manso . . .
I También en cautiverio gemí yo i
El cielo, há poco tinto de <»ro y grana,
En riquísimo azul cambiarse veo :
Triste zumba á lo l^os la campana :
La noche me sorprende en mi paseo.
Ai Uaneo rayo de menguada luna
Tengo que caminar calladamente;
Oyendo el ruido de lejana fuente.
Como el llanto de un niño entre la cuna.
IM Versos del hoffar.
Bompe el aire del perro el largo aullido;
Buena del grillo la importuna queja,
T una luz solitaria ver se deja
l>el montañés en el hogar querido.
Por senda estre<dia j lóbrega guiado
Llego hasta el cementerio de la aldea :
Cristiano, humilde asilo, que rodé»
Tosco muro de cési)edes formado.
Miro el túmulo rústico, sin nombre
Que del arado la quietud recuerde.
En él grande virtud se oculta al hombre,
B^ del césped oloroso y verde.
¡ Oh ! [quién übare de hierros y pesare»
En retiro paeíñco viviera,
Y á sus pobres penates erigiera
Seguro asiento y plácidos altares I
2 Quién fuera tan feliz que, vinculando
En el arado un porvenir tranquilo,.
Los ojos en virtud y paz cerrando^
Dormir pudiera en este quieto asilo !
LA GOLOlTORIírA.
i De dónde '\iene8 tú con sesgo vuelo,
Alegre golondrina,
Ahora que el sol el espacioso cielo
De fuego con raudales ilumina T
4 De dónde vienes ahora
Que el monte y la colina
Se ornan de nueva flor y nueva grama;
Ahora que el torrente ftugoroso
Por el camiM) oloroso
Sus claras ondas rápido derrama f
Ya i)a8Ó la estación de las tormentas,
Ya las alegres Horas van danzando,
Y de arrayan y flores mil coronas
Sobre el paterno campo derramando.
Bse que ves tan verde y tan florido,
Tu otero conocido;
Y ese en que tu ala fugitiva rasa,
Es tu claro torrente ;
Y ese, tu dulce nido
Que en el alar saliente
Vuolvejs á hallar de nuestra pobre casa.
¡ Oh I ¡ sigue revolando vagarosa,
Y sobre el campanario de la aldea
Un momento reposa I
Desde allí todo el campo se domina.
186 Veno$ dd kogar.
Y las mieees que suave el viento orea,
Y el lejano molino, y la musgosa
Alta cnuE del blanqueado cementerio
Que en medio de los árboles se empina!...
¡Tiende la vista desde allí gozosa,
Y contempla tu Patria deliciosa!
Al primer trueno del oscuro invierno,
Y las lluvias primeras,
Volaste abandonando las praderas
Y tu apacible hogar y nido tierno.
4 Á dónde entonces ñdste
Con ala infotígable,
Dejando atrás el horizonte triste
Cubierto de tiniebla.
En cuyo oscuro seno el sol de Mayo
Mal alcanzaba á disipar la niebla,
Donde á intervalos con horror lucia
De ix>rmentosa nube el presto rayo f
Tal vez á las regiones del Oriente
, Pasaste con las brisas sonorosas,
Y del Meta en la rápida corriente
Bemojaste las alas temblorosas ;
Tul vez desde la huta del salv^e,
ó desde la alta torre ya en ruina
De la antigua Misión, viste la frente
poblar al sol detras del horizonte
Cual mar sin playa de la gran sabana
De la risueña Arauea, ¡oh Golondrina!
En su tumba de azul, de oró y de grana;
La Golondrina. 187
Y al revolar de la aura vespertina
Trajo hasta ti la voz del gran Desierto
Quejas de bosque^ son de ronco rio,
Y melodioso pío
De las aves del campo solitarias,
Formando todo espléndido concierto
De júbilo solemne ó de plegarias.
4 Es venturoso, düne,
El indio entre su selva primitiva,
Á quien la ley no oprime
Y la cerviz altiva
Tan sólo en el Desierto
Inclina al Grande Espíritu Sublime f
4 ó le siguen do quier las mismas penas
Y del alma las mismas tempestades,
Y el pobre corazón lo mismo gime
Que en las grandes ciudades
En medio de las vastas soledades,
Oprimido de bárbaras cadenas f —
\ Oh ! que también en el Desierto crecen
Flores para adornar la sepultura ;
¡ También brillan al sol de sus sabanas
Lágrimas de dolor y de amargura !
En mi primera edad, con la luz pura
Del sol, en el umbral de humilde techo
La banda de ruidosas golondrinas
Miraba, henchido de placer el pecho,
Ir y volver, y revolar contentas
De la pajiza choza
1S8 Versos del hogar.
A la extensa llanura,
Onal pasa pronta y viva
La luz de las tormentas,
Rozando con el ala fugitiva
Ya sobre la lürboleda majestuosa,
Ya sobre el ancho, azul, tranquilo lago,
Ya sobre la era antigua que llenaba
La flor del amarillo jaramago.
Cuando era niño, en casa de mis padres,
Dejaba yo que se muriera el dia,
Y de las salas lóbregas, desiertas i
Empujaba las puertas;
ó los duros cerrojos con trabsgo
De la antigua capilla descorría,
Y á descansar entraba i
I
De golondrinas banda innumerable :
Yo de un varal larguísimo auxiliado
Y de otros niños de mi edad seguido.
Por teclios y cornisas implacable,
Bin respetar el inocente nido,
Á la avecilla tímida acosaba
Que prisionera luego
A una cárcel tristísima pasaba.
Mi sueño sin sosiego
Al clarear el alba intemimpia,
Y á cortarles las alas temblorosas.
Maligno niño, súbito conia.
Hoy es, aun lo recuerdo I los chirridos
De la avecilla dan en mis oídos,
iilo1l»B«>>
.íerta»
abajo
cari»,
minera»»''-
,I»d segáA"'
nido,
LAS BOMBAS BE JABOlf .
— MmAy papáy I qué bomba tan bifllante
Al soplar sale de la leve caña!
Y sobre el tenue globo^ ¡ cuál se pinta
La varia y gaya tinta
En que el iris espléndido se baña I
¡ Mírala c^o vuela I
¡ Mira qué blandamente
Por los aires se eleva !
T después.. . | se deshizo de repente!
— Así es todo en el inundo^ vida mia.
¡ Tan transitorio y leve
Que apenas dura un dia I
Ese cabello que en anillos de pro
Baja sobre tu faz, como la nieve
Que rueda en remolinos hasta el prado,
Luego, antes que lo pienses, en la almohada
Estará yerto del sepulcro helado.
Así pasan las cosas y los hombres.
— j Hombres y globos de jabón lo mismo f
— Sí : todos á un abismo
Yan á parar, sin que en el mundo queden
De algunos ni los nombres.
— j Beyes, y Capitanes, y x>oetast
— Y pastores, y santos,
Y mujeres hermosas y discretas,
LOA bomlas de jabona 191
Y i)obres y opulentos,
Y de los hijos, cuantos
De la greda de Adán fueron naeidos,
Como esa bomba por los vagos vientos
Todos, sin remisión, todos perdidos I
— Este que vuela rápido
Globo reverberante,
4 Será t. . — Ponle tú nombre,
Cualquiera, no hace al caso,
Llámalo Homero, ó Alejandro ó Tasso,
Napoleón, Pelópidas ó Dante.
Luz, poder, resplandcH*, genio, poesía,
Todo fugaz, y todo pasajero.
Cual bomba de jabón que apenas nace
Guando en el aire luego se deshace.
— i Y tú, papá, también t — Ese que ahora
Vuela, será mi globo. — ¡ Quiera el Cielo
Que no se rompa nunca, x)apá mío I
— T se rompió I ¡ Más bien el Cielo quiera
Que antes que el de tu madre y tus hemanos
Pueda perderse en la anchurosa esfera I
BELLEZA Y PUDOR.
Ven al espejo^ niña encantadora,
T en él contempla tu semblante bello ;
De esos ojos el fúlgido destello,
De esa boca la risa seductora.
Vé la nivea mejilla que colora
La rosa, y el undívago cabello
Que derramado por el hombro y cuello
A gracias mil, mil gracias atesora.
I Mas llena de rubor bajas la frente,
Y en tus párpados tiembla y brota el llanto t
I No sea así, por Dios I cobra la calma.
*
¡ Oye, preciosa niña! Ese inocente
Rubor añade encantos á tu encanto,
Y hace más bella que tu faz tu alma.
LA AKOIAITA Y LA mSA.
CuAiíDO, al rayo de sol esplendoroso,
Que en el Ocaso pronto á hundirse va,
Contemplo tu semblante radioso
Beclinado en el hombro maternal;
¡Oh niña! al ver tus ojos negros, bellos,
Junto á los de tu madre relucir,
Y junto de los suyos tus cabellos
Derramados en áureas ondas mil :
Si considero la armoniosa forma
Tan limpia y digna en la materna faz,
Que de una Niobe hubiera para norma
Ansiado el estatuario de otra edad;
Una imaginación me asalta vana,
Y me figuro alucinado ver,
La niñez en el rostro de la anciana,
Y en la £a.z de la niña la vejez.
Al dar el Tiempo un paso solamente
Los efímeros dones cambiarán :
La boca que ora ríe dulcemente,
Los cgos que ora en fuego ardiendo están.
13
194 VerMS del hogar.
De ta madre la nivea cabellera
Qae hoy es digna aureola de su sien,
Hermosos gajos de jacintos era
Desatados á un céfiro de Edén.
Su bella faz brilló fúlgida en antes
Cual cólmala aldeana ancho tazón
De fresca leche en grumos espumantes
Coronado de rosas de Saharon;
Y el eco de una lira era su acento,
Y el brillo de sus ojos cual la luz
Que derrama en el ancho firmamento
La gran constelación de la Austral Cruz.
CuAia)0 al estruendo del ccmcierto ella
Siguió la danza con cadente pié,
ISntre las bellas la mujer más bella
Lleno de admiración la contemplé.
Cuando asentada al melodioso piano
Dulcemente lo hacia suspirar,
Despertando debajo de su mano
Un mundo de armonía celestial;
■
Y si entonces del fondo de su pecho
Elocuente elevábase su voz,
Su corazón en lágrimas deshecho
Era más bien un cántico hacia Dios ;
La (mci<ma y la nifía. 195
■••■■•»■■■—■■■—■■■■■•—»>»
V
Mas cnando al pobre albergue do gemía
Un moríbiindOy el paso encaminó^
Y allí la mano generosa abria
T el llanto su semblante Iramededó ;
Entonces la mxijer joven y hermosa
Despareció^ borrándose ante mí,
Y nn Ángel de bondad con faz radiosa
De nuestra propia raza sólo tL
Los años volarán sobre tu frente,
Niña, y las flores de hoy se secarán,
Y el brillo de tus ojos ñnalmente
Lágrimas de dolor empañarán.
De tu purpúreo labio la sonrisa
Marchitarán los cierzos del dolor,
Y un velo, cual de pálida ceniza,
Cubrirá tu cabeza en derredor;
Y volverán la espalda los amantes
Que te juraban siempre eterna fe ;
Mas para honrar tus últimos instantes
La Amistad sola quedará de pié.
Y si, lleno de asombro, en esa hora.
Pregunta quien de joven te admiró :
^' 4 Dónde está la mi^er encantador^
Que la Fama en sus himnos ensalzó t ^
196 Verio^ del hogar.
Tú le responderás: f^La edad consume
La beldad de la flor y la mi\fer ;
¡ La flor goarda, con todo, su perfiíme !
¡La mnjer guarda su virtud también ! "
A UNA JOVEN.
(os CHATBAUBBIAKO ).
Bajan el ataud^ y las firagantes
Mores que un padre en maestra de dolor
Begó sobre él ¡oh tierral las sepultas,
Y entre tu seno juntamente ocultas
Joven doncella y delicada flor.
¡Ohl no las vuelvas nunca á este profano
Mundo de angustias, penas y dolor,
Que el airado aquilón rompe y desgaja,
Y el sol marchita y %ja
Joven doncella y delicada flor !
Saliste de la in£emcía ¡oh niña! y duermes
Sin miedo ya del sol abrasador.
¡Para siempre acabaron sus auroras
Frescas y encantadoras.
Joven doncella y delicada flor !
A TTS NlKO MUSBTO EN LA CUITA.
(TEáDUOCIOV).
Con el saeño félús déla inooenda
Duermes tranquilo en esa fna cama,
¡ H\jo de mi alma, oh de mi vida encanto !
] Oye! ¡mira!., es tu madre quien te llama :
Despierta ya; ¡nunca has dormido tanto!
EL POETA T EL LESTADOR.
Atbayesaba nn bosque de los Andes
TJn poeta viajero,
De esos que á caza van de inspiraeioues,
Y prestan el oído
Tanto al sordo mido
Que forma con sus masas broncas, grandes,
La mar en sus sublimes elaciones.
Como al eco indeciso y lastimero
, Del hilo débil de agua, que perdido
Bajsb entre un matorral x>or el otero ;
De esos, cuya alta mente se extasía
Tanto en el vuelo audaz y resonante
Del cóndor, rey de la montaña umbría,
Gomo en el giro débil, vacilante
De la hoja amarillenta
Que arrastra el huracán de la tormenta ;
(Genios que el mundo ven únicamente
De poesía por el rico lente.
Escucha repetir al eco herido
, El monótono golpe de una hacha,
Y ve después á un viejo que se agacha
A la ruda fatiga ya rendido.
El árbol que tumbaba
Un dinde secular, marchito era,
En cuyos gajos pálidos flotaba
El musgo cual nevada cabellera:
200 Versas del hogar.
Árbol, padre del monte solitario^
Qae con su aspecto rústico y saly%|6
Ailadia hetmosora á aquel pais%^
El Poeta viajero queesto mira
Se enciende en santa ira,
Y exclama enfurecido : ^^ ¡Tente, anciaiK) !
¿ No ves que así destruyes inhumano
El cuadro más hermoso y placentero
Que en medio de esta zona Dios reserva
A los cansados ojos del viajero t
¡ Mira ese árbol augusto cuál inclina
8u venerable frente
Sobre el agua espumosa del torrente^
Como si presintiera su ruina!
¡Ese bárbaro empeño, anciano, deja!
4 No oyes al pobre dinde
Cómo al cnQir parece que se queja f
¡ Cuántas guirnaldas de olorosas flores
Su copa habrán un tiempo embellecido!
¡ Y en su espeso follaje, cuánto nido
Habrán labrado pájaros cantores !
I Por qué tu ira vandálica se empeña
En cortar ese tronco carcomido t ^
— ^^ Porque mi débil fuerza ya no alcanza^
Le responde el anciano,
Otro á tumbar; porque no tengo leña
Para mi hogar querido;
Porque antes son ñus hijos y mi esposa.
Que necesitan fuego y lumbre viva.
Que la más exquisita p^rspectiva^^
/
LOS DOS EEMITAStOS.
En los tiempos de antaño
Vivía en la Tebaida nn ermitaño*
El hueco de una peña^
Su palacio real : iba cubierto
Con la piel de un león en vez de páño^
T su banquete opíparo una haba .
Que, por querer del Cielo, en el Desierto
Cada dia á las doce se encontraba:
Su vino de Jerez y Malvasía
El agua de un arroyo que en el llano
Pausadamente murmurar se oia;
Y el cuenco corvo de su flaca mano
La copa en que su sed satisfacía.
"¡ Yo sí que soy virtuoso! ¡No hay ninguno
En toda esta comarca
Que tenga mesa, como yo, tan parca,
Que guarde, como yo, tan largo ayuno! ^
Esto pensaba en su interior un dia,
Tirando al arroyuelo
La cascara del haba ya vacía.
Entonces se aparece refulgente
Un Ángel á sus ojos de repente :
" ¡ En vano te jactaste! Vén, le dice,
Te llevaré, cuitado, á donde habita
Uno, junto del cual, tú que no comes,
202 Versoi del kogar.
EreB un destacado sibarita."
Y en un abrir y en im cerrar de ojos
Arroyo ab^|o lo llevó, do estaba
Otro ennitaño que en süendo oraba.
Al de abajo éL de arriba dijo : — ^^H^mano,
Si le soy imxM>rtano
Perdóneme, por Dios; mas yo quisiera
Que usted se molestara y me dijera
Cuál es su modo de goardar ayuno,
Pues yo hago colación con una habita."
— "Y yo, respondió el otro, solamente
Me cómo la yacía cascarita
Que tira usted, hermano, en el torrente. "
Al que se uñma altivo
Con su virtud, sii ciencia ó su talento,
Le viene como anillo al dedo, el cuento.
LA GLORIA.
1 Amo la Gloria I j Maldecido numen
De inspiración 1 4 en dónde te hallaré f
Mis fuerzas vanamente se consumen,
¡ Oh fantasma I y sin verte moriré!
¿Fantasmaf ¡Nól que en los acordes sones
De la lira del Tasso viva estás ;
Yo sufriera su suerte y sus prisiones,
En cambio de su gloria, y mucho más.
I Fantasma t ¡ Nó ! que el mármol se conmueve,
Vive y palpita al golpe del cincel,
Y es un mortal que se alza, y que se mueve
La divina creación del gran Miguel.
Y yo te busco aún desesperado,
Ninfa de ojos de fuego y blanca faz.
De tu hermoso retrato enamorado,
Sin esperar hallarte ya jamás.
(Torro tras ti sin esperanza alguna.
Lleno de nuevas ansias cada vez.
Desde que desx)ertásteme en la cuna.
Feliz sin tí, de mi fugaz niñez.
4 En dónde bebe el bardo ese torrente
De fantásticas glorias y de amor t
^ Bn qué raudal mojó d pincel valiente
Para ganar sus palmea el pintor t
204 Ver$o$ dd hogar.
^ Dónde se oculta ese antro milagroso
Que van ellos, de noche, á visitar t |
^ En dónde el sacerdote misterioso
Que les puede el arcano revelart
— Yo te busqué en el mar tendido y solo,
Guando mudo, cuando alza su gran voz,
Manto que arropa un polo y otro polo.
Imagen hermosísima de Dios.
El bramido escuché de la tormenta
En medio del desierto de la mar.
Firme en la popa, con la yista atenta,
Por si acaso te yia atravesar.
Yo te busqué en el rayo de la luna,
Te busqué en el aroma de la flor;
Pensé verte en la risa de la cuna.
Pensé hallarte en los raptos del amor;
En los ojos del héroe agonizante.
En la orquesta, en las brisas del jardin,
Eñ la frente del nifio radiante.
En los alegres brindis del festín ;
En las ruinas de Atenas y Solima,
En la margen del Tíber y el Jordán;
En la nevada copa del Tolima
Guando azota su flanco el huracán.
Juzgué contigo estar á par sentado
En las ruinas de un pueblo que pasó,
Gomo pasa un espíritu exhalado,
Gomo una flor que el labrador tronchó.
La Gloria. 205
— »—— ■••■•■
Lánceme cual el rayo, en las sabanas,
Sobre imx>etaoso y rápido bridón;
T en medio de la noche, énlas campanas
Escaché del alarma el triste son.
¡Y no pnedo encontrarte en dónde te hallan
Esos que viven de la gloria aquí;
Esod que por mirarte no batallan,
Y á quienes buscas tú y abrazas, sí I
¡ Oh desesperación I — 4 Es por ventura
Que empieza ya el tormento vengador
Del inñemo, sin ver la sepultura
Ki en el sudario echarse el pecador f
¡ Maldita Gloria, pues ! que cual señora
El alma oprimes bárbara y cruel !
Maga de risa hipócrita y traidora,
Toma, ahí está; ¡ no quiero tu pincel I
Esto un pintor, su nombre era Castillo,
Que en España la luz del cielo vio.
De hinojos ante un cuadro de Murillo,
Con lágrimas de rabia pronunció.
Sin ñierzas cae en la baldosa fria ;
Y de otra aurora la naciente luz
En una tamba dio, donde se vía
Un ramo de ciprés sobre una cruz.
EL ENTIBEEO DE TUJA AVECITA.
V iNiEíaK) un día Juanillo
Para su casa del aula^
Vio de venta un gorrioncillo
Aprisionado en su jaula.
I Qué valef — TJn reaL — Es mucho ;
Medio daré. — Ni pensarlo,
Le resx>ondió el indio ducho;
tJh real; si no, dejarlo.
A Juan se le van los ojos
Tras el pájaro travieso ;
Has sin cuidarse de antojos,
El indio tieso que tieso.
Cesó al fin la lucha extraña.
Venció el gusto al interés;
Paga Juan, la jaula apaña.
Corre, y dice el indio : Eso es!
¡ Qué grande fué la alegría,
Y cuánto gusto tuvieron
Pepa, Gil, Lola y María
Cuando el gorrioncillo vieron!
La una, cual niño, lo arrulla;
Otra lo mima y lo besa ;
¡Oh! ¡qué brincos! ¡qué garulla!
{Qué horrenda algazara es ésa!
JEl entierro de una avecita. 267
Mas entre tanta alegría
Hubo un picaro traidor,
Que con el ojo avizor
La pista al ave segnia.
Marramaquiz, el ladrón.
Con aire de distraído,
Aprovechando un descuido
Se lanza sobre el gorrión.
" ¡ Que lo mata! ¡ Se lo lleval '^
Fué el lamento general j
Todos corren á esta nueva,
Persiguiendo al criminaL
Él se escapó velozmente,
Y la víctima soltó;
j Y del suelo Juan alzó
Un cadáver solamente!
4 Y para esto en bosque umbroso
Se meció su frágil nido,
Al crepúsculo dudoso.
Del torrente al manso ruido t
4 Y para esto cuidadosa
Le mulló plumón suave
Fna madre, cariñosa
Como madre y como avef
¡ Adiós, bosque ! ¡ aura fragante !
¡ Adiós, toldos de verdura !
¡ Todo huyó desde el instante
De caer en cárcel dura!
i
208 Versoi del hogar.
] Oh I ¡ levántese la Maerte
Como amiga del que gimOi
T piadosa lo liberte
T sns fieros grillos lime!
Mas el niño que ora llora
Cantará gozoso luego;
Y el juguete que hoy adora
Echará mi^Lana al fuego.
Un momento. . . Juan los llama
Para hacer los funerales,
Y publica su programa
Como se usa en casos tales.
El carrito en que á María
Arrastran en la alameda.
Cubren de gasa sombría
Y de gsyos de reseda.
Pico arriba y aliabierto
Sobre un mullido almohadón
Ya cimbreándose el muerto
Camino del panteón*
Llevando la delantera
Pepa va con una rama
De amarillenta retama
A guisa de una bandera.
Gil arrastra el lento carro,
Que ora suena blandamente
En la yerba, ora estridente
Cnge al dar contra el guijarro.
m entierro de una aúecita. 209
Tras él no maxclu^ camina
El caballo de 1;)atalla
Del difantOy el buen Andalla,
Prez de la raza canina.
Audálla el de orejas gachas,
De ojos llenos de carifio,
El amigo flel del niño,
Con quien juegan las muchachas.
¡Hoy no juegat ¡Oh. . ! ¡ cómo! ¡ vamos !
Hoy no ladra en la pradera,
Y llorara si pudiera
Por complacer á sus amos.
¡ Gosa rara I hasta los perros
Con sus modos tan urbanos
Dan ejemplo á los cristianos
De decencia en los entierros.
Mas en esta moraleja
Yo no insisto, porque soy
Simple lego, y ya el convoy
Listo va y atrás me deja.
La procesión cierra Lola ;
Y ella el llanto que le cae
Limpia con la mano, y trae
La jaula callada y sola.
La jaula muda y vacía,
¡Trofeo y cárcel del muertol
¿Mas de Lola el llanto es cierto,
O es solo superchería t
210 Versos del hogar.
¡Ohl inol parquees niña apénaa,
T 4 esa edad ellas no mienten;
Y antes bieb de candor llenas
Dicen todo cnanto sienten.
¡ Lloial Hoy Hora por nn ave
T se ensaya en él dolor;
Y mañana en edad grave
Llorará pena mayor.
Al remate del camino
Donde da su sombra nn sanee,
Frente á la cerca de espino.
Del arroyo jonto al cauce,
Llegan ya, y allí se paran.
Pedro y Lúeas, dos parientes
Y amigos de los dolientes,
La sepultura preparan.
De la palalse oye el eco
Que sordamente retumba,
Y del seno de la tumba
Se ve alzarse el polvo seco.
Al hoyo el gorrión desciende . . -
Acabaron vuelo y canto :
¡ Adiós por siempre ! su manto
El olvido endma tiende.
¡ Polvol ¡ ah ! I polvo sólo! igual
El polvo de un gorrión
Al del más grande mortal,
Al de un Napoleón.
El entierro áe una avecita. 211
» ; >—»■■■»«»—«—»«■«»■—»«»»«»«■«««■■■»—«»«»«——»—»»»»»—«—»■ ■ »«■»■ —— • — »»——«««—»««
Golpea el tiempo con su ala,
Y toda tamba perece,
Y el suelo otra vez se iguala,
Y otra yerba encima crece.
/
A triTA EOSA
IV ACIDA Ilf UNA CALAYIBA XN KL CEKXirTSKIO.
Otbas floxes al cíelo alzan la frente
Entre las galas del alegre Mayo,
O se mecen á orillas del torrente
Del sol bañadas con el tibio rayo.
Llueve en perlas sobre ellas el rocío
T en el aroma que su copa exhala.
En el ardor del x)olyoroso estío,
Moja el viento fugaz su débil ala.
Eondando sin cesar, en tomo vuela
La li\ja de Abril, inquieta mariposa ;
Y entonando inocente cantinela
Sírveles de guardián alguna hermosa.
Mas tú encerrada en tumba solitaria,
Lejos del sol, del céfiro amoroso,
Oyes de la campana la plegaria
En vez del son del viento melodioso.
¡ Qué suerte tan diversa I Tú debías
Haber nacido en el pensil lozano.
Del torrente escuchar las armonías
Y mecerte á las brisas del verano ;
j
A vma rosa nacida en una calavera. 213
■ ■■»«« m « HM — '» — »*—
ó morir en la lira del poeta
Desposada al jazmin en lazos bellos ;
ó en una frente plácida y quieta^
O enredada de un niño en los cabellos.
Mas, ¡ oh dolor! aquí , • . Tiende la araña,
En silencio abrazándote, su tela;
Thi brillo el aire del sepulcro empaña,
Y á sus miasmas tu olor mezclado vuela.
Si te llevo, pocas boras
Tardaré marchita en verte ;
Y aquí verás más auroras.
Aunque auroras de la muerte.
Quédate aquí sola y triste
Sufriendo tu adversa suerte,
Y espira donde naciste,
Ya que vives con la muerte.
NOTAS
I
{
I
ZSTOTjAuS-
1] LOS COLONOS,
Pág. 23.
/ Oid cómo resuena
Adentro la montana con los golpes
Del hacha!
CoNSAaRAMOS este canto á los que trajeron á
nuestra Patria los animales útiles, las plantas
cereales, las flores j como tributo de alabanza á
los que fundaron la primera iglesia, el primer hos-
pital, la primera escuela, la primeía imprenta.
Vale más esto, sin duda, que cantar á los que hi-
cieron la primera guerra.
Gonzalo Jiménez de Quesada trajo los caballos;
Alonso Luis de Lugo, la cabra, la oveja y algunas
semillas 5 Jerónimo de Lebrón, el trigo y la ceba-
da; Fernando Álvarez de Acevedo, el ganado
vacuno ; Jerónimo de Aguayo sembró y cosechó
el trigo ; Pedro Briceño construyó un molino ; el
Obispo Fr. Juan de los Barrios fundó el primer
hospital; la primera imprenta la trajeron los
Jesuítas á Santafé en 1738 ; el primer sacerdote
que pisó la Sabana de Bogotá fué el dominicano
Domingo de Las Oásas, y la primera misa se dijo
218 Kotas.
COI el logar que ocupa hoy el altar mayor de la
Catedral de Bogotá. El perro, modelo de amigos,
debió de venirse solo detras de alguno de los con-
qoistadoreSy pues no hemos encontrado en los
libros que tratan de estas cosas quién lo tnyera.
2 1 Pig. n.
De las chisgcLS el pueblo numeroso.
Las chisgas son aves notables más que por
la belleza de su plumaje, en el cual predomina el
color de oro, por la vivacidad de sus movimientos
y lo continuado y suave de sus gorjeos. Yuelan en
bandadas, principalmente al tiempo de la cosecha.
3 ] BALBOA.
Pág. 87.
T voló el UempOy y en su curso trajo
Un hombre audaz^ espíritu sviblime . . .
No hemos podido menos de unii al de Balboa^
descubridor del Mar del Sur, el nombre del ilustre
de Lesseps que ha de poner en comunicación los
dos Océanos, mediante Dios. Ambas empresas se
ligan por su importancia para la civilización del
mundo y son hijas gemelas de la Gloria.
Notas. 219
»>■■»»
4 ] LAS MISIONES.
Tig. 42.
/ Las Misiones no existen ! Ni memorias
Quedan ya de esos hombres : • • •
Los misioneros sabieron con Ghampelain el rio
San Lorenzo, y penetraron á los bosques del Ca-
nadá ; tras las huellas de Ponce de León entraron
en el delicioso territorio de la Florida f á la zaga
de Hernando de Soto subieron el Mississipi; pa-
saron tras de Kúñez de Balboa el Istmo de Pana-
má; y con Pizarro fueron al Perú, y con Pedro de
Valdivia á la tierra no domada de Arauco, y con
JuanEuizde Solis remontaron el Plata, y con
Francisco de Orellana el caudaloso Amazonas. Y
tras de Ojeda y Pedrarias Dávila, y Bastida, y
Gonzalo Jiménez de Qnesada predicaron en la
Antigua del Darien, en San Sebastian de Urabá
y Cartagena, catequizaron los indios de la Sierra
y se internaron en el corazón de la Kueva Grana-
da. Á la vuelta de pocos años, existían pueblos
por donde quiera.
Hablaremos solamente, por no citar más, de las
Misiones del Meta.
sao mtoi.
Fondadas en 1739^ ya en 1805 comprendían los
pueblos de Macaco, Soiimena, Gnanapalo, Cabar
pune, Casimenay Onacasia, Maqmvor, Buenavista
y Arímena ; contaban 8,077 indios de las diversas
naciones de los Salibas, Achagoas, OuahiTOS,
Cabres, Cataros y Chucanas con más de 6,000
yeguas, 3,000 caballos y 104,400 reses. Sus fon-
dadores faeron los Jesuítas Boman, Cobarte y
Díaz, y los Candelarios Miguel de los Dolores,
López y Sánchez.
Los Jesuítas regentaban colegios de misiones
^i Bogotá, Cartagena, Tunja, Honda, Pamplona
yMérida; catequizaban en Morcóte, Chita, Tá-
mara y Pauto, y tenian reducciones entre los
Achaguas, Airicos, Jiraras y Chirocoas y en la
numerosísima tribu de los Salibas; erigieron á
Betoyes, á oriUas del Tame, y otros pueblos en
las márgenes del Guanapalo y del Gravo.
Choiseul, Pombal y Aranda, Ministros de Beyes
católicos, cristianísimos y fidelísimos, decretaron
la expulsión de estos Padres: las órdenes fderon
severas, los misioneros marcharon en el silencio
de la noche, á escondidas de sus neófitos, y se
embarcaron. El Bey ocupó sus temporalidades.
Los eTesuitas erraron como XJlíses en la soledad de
los mares por mucho tiempo, sin hallar puerto
que les brindara hospitalidad ... y los indios ga-
naron de nuevo el Desierto.
Nolm. 221
4— ^^••••••» — ■—■■»*•— ^—*——*—*«***^**^*
5J LÁ OCÁJIRÁ.
Pág. 19.
/JLy/ ¡ ay de mí infelice t
¿ Qué me ha valido ser del alm>o Cielo
Favorecida tantOy
8i mi8 hijos consumen sin consuelo
8u inútil vida en el error y el llanto f
El goajiro, que es bueno y hospitalario como
amigo, es temible de enemigo, y no ha tendido en
tiempo alguno, ni en el de la Conquista, doméstico
el cuello ni á españoles ni á colombianos, y con*
sen'^a hasta hoy su independencia primitiva, y es
dueño absoluto de la península á que se da su
nombre.
Guando, errando con su movible campamento,
llega el salvaje á la cumbre de la Teta goajira,
monte aislado que demora en el centro de la
península, ve desde allí, como desde sublime ata-
laya, 'poT el Oriente el golfo de Maracaibo, á sus
plantas al Korte y Occidente las olas de la mar
que golpean en el Cabo de la Vela y playas de
Biohacha, y á la parte del mediodía reverberar
con los rayos del sol el granizo de la Sierra Ke»
vada. Baja de allí como el águila á sacar de los
abismos del Océano las conchas de las afamadas
perlas, ó á cambiar mano á mano con los holan-
deses ó ingleses en Bahiahonda sus mantas dé
222 Notas.
algodón, sos hamacas, sus peilas y corales por
hcores espirttaosos, por armas de fuego ó por es-
cliyros negros ; ó va á Biohacha haciéndose pre*
ceder por la esposa cargada de i>esados fiírdos y
del redenacido mamoncillo. !N^o permite que entr^i
en su territorio, aunque á veces concede este
favor sólo para el tránsito por él, mediante una
buena retribución. En el interior de la península
es ganadero, y pasa dejativamente la vida tendido
en su hamaca, mascando la planta del hayo
revuelta con polvos de conchas marinas, mientras
que la esposa trabaja sin descanso.
La estatura del goajiro es alta, su consti-
tución robusta y fuerte, y maneja con destreza
sus famosos cabaJlos aguilillas. Sus mujeres son
beDas, con aquel género de hermosura melancólica
de los salvajes que á su faz imprime la languidez
de la mirada unida á cierta contracción de la
boca como para la sonrisa. El Jesuíta Antonio
Julián dice en La Perla de América que la lengua
goajira es sonora, clara y breve en la expresión,
sin el fastidioso hacinamiento de letras y sflabas
en una misma palabra, ni la molestia de conso-
nantes sin vocal ninguna, ni el tormento de extra-
vagantes inflexiones de los labios, ni las contor-
ciones de narices, como algunas lenguas del
Orinoco. Hoy se calcula el número de goajiros en
cuarenta mil : los historiadores antiguos suponían
ser más de setenta mil.
El aspecto de la comarca es magnífico, por las
bellezas de la tierra unidas á las del mar. La Sierra
KotoB. 223
■<■•<■*■—■
Keyada, se levanta á una altura de 7,926 metros
sobre el nivel del mar, y las naves que se acercan
á aquellas costas pueden ver la diadema perpetua
de granizo que la corona desde 40 miriámetros de
distancia. Hay vaUes cubiertos de excelentes
pastos, hermosas vegas, montes llenos de árboles
de buena madera de construcción; y crecen allí
la tagua ó marñl vegetal, el cedrón, remedio contfca
d veneno de las serpientes, y la palma nacuma,
útil en la fabricación de sombreros: prosperan
también el caballo, el asno y la oveja, y hay bue-
nos puertos y bahías seguras para el comercio
ei^terior.
Los gosyiros se sublevaron en 1769 y el Virey
español, entonces B. Manuel Antonio Ilórez,
comisionó á D. Antonio de Arévalo, Brigadier é
Ingeniero, para la pacificación. Éste levantó un
mapa general de la provincia del Hacha " para
" inteligencia de la situación de los nuevos pue-
" blos á que se redujeron á principios del año de
" 1773 los indios goajiros sublevados en el de 69,
" y la de otros que se han fundado, ó igualmente
" de la de las nuevas fundaciones de españoles,
" hechas á fin de conseguir la pacificación general
" de ella.'' Existían entonces veinte pueblos : hoy
hay cuatro solamente.
El presbítero D. Kafael Celedón ha evangeli-
zado en la Goajira, y el Eeverendo Obispo de la
diócesis ha trabajado en el establecimiento de
misiones. T5ltímamente han llegado de Euroi^a
dos sacerdotes holandeses, los Padres Juan An-
224 Not(U.
II W— II
tonio Te Riele y Femando Eduardo G. Kieckens.
El mismo señor Celedón compnso é imprimió nna
CfrawuUkOy oatedsiño y vocabulario de la lengua
goc^rOj qae &cilita la cateqoizacion de los salva-
jes — Paris, 1878 — Forma el tomo V de la Collee-
tion Unguistique américaine.
6] LA MONJA DESTSBBADA.
Tig. 61.
— ¿ Y cuál tu crimen fué j virgen cristiana,
Para tal abandono y proscripción f
La extinción de las comunidades religiosas fué
una patente violación del derecho de asociación,
que no se justifica con lo que se ha hecho en otras
naciones.
El espectáculo que ofrecieron esas pobres mu-
jeres, ajenas á las pasiones de la política, fué muy
doloroso. ^^La rebeldía de la mujer, escribimos
entonces fJEJl Pueblo, Junio de 1863), la rebeldía
de seres inofensivos que viven en la tierra oyendo ,
ya los himnos de las arpas del Empíreo, era un
crimen ; y se rodearon sus conventos de soldados
armados, y se desarrajaron las puertas á golpes
de hacha, y penetraron en la casa de la oración
profanándola con pié impuro y con labios blasfb
mos, y todo en nombre del progreso, y en el tuyo
también, ¡oh santa Libertad I
Notas. 225
" Kosotros presenciamos ese doloroso espectá*
culo. Las religiosas habían abandonado ya sus
pobres celdillas y se habian refugiado al coro^
cerca de los altares de Dios. Así cuando en tma
larga noche de invierno, en que se ocultan todas
las estrellas del cielo, el lobo, acosado x>or una
hambre de largos días, rodea el redil en que están
encerradas las tímidas ovejas, éstas se agrui>an
palpitantes al paraje que tienen por más seguro \
así también cuando la tempestad despliega sus
furores, las palomas que vagaban por el cami>o
vuelan á guarecerse del embate del huracán en el
hueco, de una peña ó en las ventanas elevadas de
una torre solitaria.
" El paso de los soldados retumbó sordamente
en las baldosas sagradas, y el ruido de sus armas
resonó con un eco siniestro, cuando rodeaban á
las religiosas. Estas permanecían de hinojos, ano-
nadadas delante del Dios Fuerte y Misericordioso
que sometía á sus escogidas á prueba tan dolo-
rosa. De cuando en cuando se escuchaba un sollo-
zo mal ahogado que rompía ese funesto silencio.
Los mismos ejecutores de la iniquidad se hallaban
susi)ensos : los soldados mismos, volviendo la es-
palda á la pared, lloraban. El tiempo instaba
^ entretanto : era urgente echar de su casa y de su
templo á las dueñas de la casa y del templo. Entre
las religiosas, había de todas edades : á la ancia-
nidad venerable no valieron sus cabellos canos;
á la juventud no aprovecharon tampoco las rosas
de la hermosura ni el frescor de los años : algunas
f 15
226 Notas.
de eUas no conocían sino el recinto de su convento,
pues habian entrado en él de pocos años; á otraa
la muerte no había dejado ya ningnn indivídno
de su familia. Ahora, como malhechoras^ entre
soldados, eran arrojadas fuera, con ignominia, á
la clara luz del mediodía, en una ciudad civilizada,
sirviendo de espectáculo á los Ángeles y á los
hombres,
" En medio del silencio de las lágrimas se oyó-
de repente una voz ronca: ¡era la orden de
marcha I
" Hubo luego un tumulto : todos se movieron :
los circunstantes, los soldados, las reügiosas.
" La Superiora del convento, venerable matro-
na por su edad y su virtud, puesta en pié dirigió
con acento firme, lleno de unción como que partía
del mismo fondo del alma, estas palabras al pe*
queño rebaño que la rodeaba : ^¡ Hijas I bebamos
una parte del amargo cáliz que Jesucristo bebió
por nosotras, y pidámosle que envíe á nuestros
enemigos tantas gracias como lágrimas derrama-
mos al abandonar este asilo.'
^< Las religiosas marchaban de dos en dos : una
de ellas llevaba á la cabeza de la fila alzado al
aire un crucifijo. Eechinaron los cerrojos de las
pesadas puertas, que ellas no pensaron atr^>vesar
jamás; y á medida que iban saliendo, se postra-
ban adorando al Sacramento, y se alzaban después
repitiendo lentamente el salmo del dolor y del
arrepentimiento : Miserere mei^ DeiiSj eeoundwn
PMgnam müericordiam tuam.
Notas. 227
" Y á medida que salvaban el umbral de la
puerta del templo, se inclinaban á besar las hela-
das piedras del quicio, por Jiumildad y por amor
y como postrimera despedida.'^
Mi amigo D. Miguel A. Caro se sirvió ennoble-
cer mi canto trasladándolo á la sonora lengtiS de
Virgilio :
elegía.
¿LLA, mari magno, celáis quae puppibas haeret,
Spectat et iminotis aequora laminibus,
Cui tenero sedet et gravitas et pallor in ore,
Qao tendit? Gursus nescit et ipsa siios.
Sen petit Hesperia, attinget seu Gallioa tándem
Littora, ad incertos it peregrina fooos.
En, quibus ipsa vagas perstringit flatibus undas,
Gaudet ei albentes aura moveré sinus.
Respicit; ad patriam nequicqnam torquet oeellos;
A patria tantnm se prooul iré videt,
Forsitan e^ lapsos longe reminisoitur anuos;
Ad trepidum sacram coi* premit ueque oruoem.
Adspice, ut hinc illinc compellent : un de, requirunt,
Infelix yeniat, littora quaeve petat ;
Qui sibi 6int patres, quae duloia liquerit arval
nía quibus tándem, non sine lacrymulis :
Bel miUil quam placidas invitae Hquimus aedesl
Ergo in perpetuum, térra paterna, vale 1
Ara fuit mihi sola domns ; mihi solus amicus,
Et pater, et sponsus, spes mihi sola, Deus.
Bar^aruB insontes eiecit^ flectere nulla
Quem pietasy ratio fiectere nulla potest
228 ITotag.
»•»—<■■■•■
Qoaeritb hio demum qnae Bp€8 subrepat enoti t
Quove, procellosiim per mare rapta, ferar I
Qoi maneat soopulus, fluitanti qoaerite ab aada ;
Quaerite ab ezoussa, quo feral aura, rosa.
Id saltem, ad dulces, quondaní spcrarimos, ara»
Poete latebruse vivere, posee morí.
Tuno Tero eieotae, tuno mendioare coaetae;
Hoc uoum nobis crinieo : amare Deuro.
Ipea etiam ad littus ( migrantum mili ¡a TÍdi )
Advena desertam oarpit hiruodo viam.
Illa lamen releget nidos. Non uUa videndae
Sjies mibi, quam liqui, teeta beatn, domus.
Ergo Tolate, precor, vastum perourrite pontam;
Sic vigil illius vos tegat ala PatrisI
Ite, salutatom priroi oom lamine solis,
Atria, victrici nunc violata manu.
Aedes tum vacuas, vitream lústrate fenestram,
Et quernlae e tectis fundite carmen, aves I
Kos, Qranata, tuos montes superavimus, alta
Queis nitet integra frons adoperta nive.
Kos et odoratos, YÍridesqae caourrimus agros,
Spirat ubi assiduum ver, ubi palma sonat.
Littoreque e curvo, fluctué quo murmure tendunt,
Pectora terrentem vidimus Oceanum.
¡O longe ante alias omnes pulcherrima tellus,
Una et^ opum toto quidquid in orbe, gerens I
Kam tibí, dom radiis ornata ao roque refulges,
Caerula gemmatos alluit unda pedes.
Quid tamen haeo prosunt ? Natos díscedere longa
Immeritos, mater barbara oempe, jilbesl
Exul et has olim períturns transiit undas,
Ule, Americani gloria summa soli.
Et procul ille iacet. .. Quid demens plura revolramt
Hei misero indigne Pastor adempte gregi I
Cogimur externas sio nos errare per oras,
Et mixtum laorymia cogimur esae cibnm.
Nbt(u. 229
1 j ! ■< , ■■■■■■■■■ I ■■■■■■■■■■■ ■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■ 11 m il I ■ iijT >-— .-
O Pater omoipotens! quonUm taa sancta volontaa
Yirginei coetus corda probare toi ;
Kec lioet antiquis plaoide obdormíre eepulcris,
Sed profugae ciñeres ierra aliena teget ;
Accipe pro solitis et thure et cantibuB, unda
Quo8 fletus, teñeras qaas rapit aara preces;
A te dum gremio» miseros oblita labores^
Ezcipiar: fessam namqae vocare, tuum est»
1864.
7J EL TEQTJENDAMA.
Tig. 78<
¿Dónde Aquiminj el Bogotá^ el Tundamat
¿Á dónde el santo Stigamuxij á dónde f — .
¡Pobres indios ...
Vosotros no poseéis de vuestra Patria
Bino el dulce aire y el brillante délo
Y una heredad cortísima!. .
La raza de los aborígenes va desapareciendo ya;
á su extincion no contribuyó poco la venta de sus
predios^ conocidos con el nombre de resguardos
de indígenas. Es completamente inútil buscar las
huellas de los antiguos templos ó monumentos :
algunas pinturas en ciertas rocas, como en las
2S0 Noim,
piedras de Saboyá, los rastros del Too en Chia^
son únicas memorias qne restan de esos pueblos
qne pasaron. Del mismo templo del Sol en Soga-
moso, no queda sino la tradición del lugar en que
estaba. Visité esos lugares errando á orillas de
un arroyo de pobrea aguas ; la luna menguada
caía al horizonte y sus rayos apenas alcanzaban á
iluminar esos lagares ; todo estaba en silencio, que
sólo de cuándo en cuándo era interrumpido por el
viento que venia del Oriente y que formaba un
rumor sordo entre el gramal de la sabana, ó el
ladrido melancólico del perro que sonaba distante.
8] Pág. 109.
También noel en Arcadia
Beminiscencia del famoso cuadro del Pusino
llamado La Arcadia^ que representa un x>aisaje
campestre y una danza de zagales, y más lejos,
bíoo la sombra de un ciprés, un sepulcro con esta
letra: M in Arcadia ego! Es la moral del gran
pintor que, difundiendo en el corazón una dulce
melancolía, despierta las más grandes reflexiones
sobre la brevedad de la existencia.
Notas. 231
9] EL DESTERRADO*
Pág. 115.
y
: ^'¡M!
¡ lío apostata el cristiano j antes perece !
¡Perezca siy pues soy cristiaiw yo!^
ÉSTE canto y el siguiente están consagrados Á
recordar un grande infortunio. El Tlustrísimo
Mosquera emprendió el viaje de su destierro pobre
y enfermo, y tuvo el dolor de ver morir en el mar .
á su joven amigo y Secretario Lizarralde. Hala-
gábale la esperanza de llegar á Eoma á echarse
en los brazos de Pió IX; pero la muerte le sor-
prendió en Marsella. Es débil tributo ala amistad
que me profesó. Además de la distinción de su
cariño, le debo mi educación religiosa, pues es de
justicia consignar aquí en honor suyo que me pre-
cavió de sucumbir en la borrasca que reina en lo»
años de la juventud.
La firmeza de aquel ilustre Prelado para defen-
der los santos fueros de la conciencia humana y
los derechos y libertad de la Iglesia suscitó
contra él la boiírasca que lo arrastró á morir en
suelo extranjero. Fué objeto de admiración y de
232 yoias.
mmmmmm^m^mm
obsequios exquisitos á su tránsito de Colombia á
Europa, en los Estados Unidos y en las ciudades
de Francia en donde tocó. El mismo Pontíñce
Pío IX luego que supo que llegaba á París le diri-
gió el breve siguiente. La voz del supremo maes-
tro de la moral aprueba su conducta y elogia su
virtud y magnanimidad : es la voz que antecede
al fallo de la Hisioría.
" Luego que supimos, Venerable Hermano,
que estabas próximo á llegar á París, hemos re-
suelto dirígirte esta carta, á fin de testificarte una
vez más el particular amor que te profesamos, el
alto grado de estimación en qué tenemos tu admi-
rable valor en defender la causa de la Iglesia, en
sostener sus derechos y en desempeñar el cargo
episcopal ; no menos que el dolor que sentimos al
ver las prolongadas y gravísimas tribulaciones
que con tanta vehemencia han caido sobre tí. Ya
podrás inferir tú mismo, por esta expresión de
nuestros sentimientos, cuan grata y satisfactoria
nos será tu llegada á Eoma, pues deseamos viva-
mente abrazarte con el entrañable afecto de nues-
tro corazón, gozar de tu presencia y conversación,
y congratulamos contigo de tus singulares mere-
cimientos en servicio de la EeUgion católica.
Pío Papa ix.»
El Arzobispo Mosquera contestó desde Paris
el 18 de Julio de 1853 :
" Aunque no alcance á expresar suficientemente
cuan grande gozo y gratitud ha excitado en mi
Qorazon la afectuosísima carta que be recibido de
ITotas. 233
Vuestra Santidad, fecha en Eoma á 1 de Abril,
no debo diferirlo para aquel tiempo en que, i)os-
trado á los pies de Vuestra Santidad, me será al
fin un dia permitido manifestarle de viva voz los*
üitimos sentimientos de mi corazón. Y á la verdad,
oprimido, como me hallo hasta el dia de hoy, i)or
el peso de las enfermedades y las amarguras del
alma, y rendido en cama por la mala estación, sólo
me consuela la esperanza de que no muy tarde
podré ir á Eoma á visitar á mi Padre. Sí, veré á
mi Padre antes de morir. ¡ Esta es mi esperanza
y esta la oración del alma mia !
" Entretanto, aquí en Paris,* no cesaré de pedir
á Dios con lágrimas y plegarias se digne de soco-
rrer á mi grey, i)or lo cual de buena voluntad, una
y muchas veces me sacrificaria.''
El Arzobispo Mosquera no alcanzó á rendir su
viaje á Eoma pues murió en Marsella el 10 de Di-
ciembre de 1853.
10] LA LOEBTAD.
Pág. 181.
/ Qué parecida á la existencia mia
Oh sagrada mansión de mis mayores^
J)espues de tanto tiempo te he de hallar!
234 Notas.
Lá hacienda del Salitre de Paipa, pippiedad de
mi padre desde antes de la guerra de la Indepen-
dencia, perdida despnes de ella i)or los destrozos
cansados con el embargo ordenado por los Paciñ-
cadores de Tierra firme. Linda con el Pantano
de Vargas, en donde se libró la batalla que pre-
cedió á la de Boyacá en 1819.
11] LA GLOBIA.
Pig. 205.
Esto un pintor j su nombre era Castillo^
Que en España la luz del cielo tiój . . .
Castillo y Saavedra ( ANTOiao í>is^L)—Naciá
en Córdoba el año de 1603; murió en la misma ciu-
dad en 1667. (Escuela Sevillana).
Su padre, el sevillano Agustín del Castillo, es-
tablecido en Córdoba, y acreditado en la pintura
al fresco y al óleo, le enseñó cuanto sabia, y cuan-
do falleció, pasó Antonio á Sevilla con José de
Sarabia y se puso bajo la dirección de Zurbarán.
Con los buenos principios que teuia y las leccio-
nes del nuevo maestro, llegó pronto á dar su in-
genio sazonados frutos. Eestítuido á su patria, se
MÍOS. 235
■4k**»*»*a«V»«1MB«
dedicó con extraordinaria aplicación á dibujar y
á observar el natural en todas sus manifestacio-
nes: salia con frecuencia al campo, dibujaba las
cabanas, los animales, los carros, los útiles tojlos
de la agricultura, y no omitía ninguno de los ac-
cidentes y caprichos de la naturaleza que caiají
bajo su observación concienzuda. Modelaba tam-
bién con mucho espíritu, y sus pensamientos en
barro servian á los afamados plateros cordobeses
para sus obras. En los retratos llegó á distinguir-
se tai^to, que no habia familia en la ciudad que
no se estímase desairada si carecía de alguna de
sus producciones en este género. Hallábase así
en la i)Osesion de ser el primer pintor de la ciudad,
cuando regresó á ésta su discípulo Alfaro, que
venia de Madrid de serlo de Velásquez; y aunque
era mayor su petulancia que su saber, los aficio-
nados á novedades, que no faltan nunca para
comprometer la ejecución de los buenos propósi-
tos, obtuvieron para él que, postergando á Oastí-
11o, se le encargasen los cuadros con que 4 la
sazón se iba á decorar el claustro del cínvento de
San Francisco de Córdoba. Pintó Alfaro los lien-
Bos, y con vanidad depresiva para su maestro, los
firmó, i)oniendo en todos ellos con letras muy visi-
bles: Alfaro phixit Mortificado Castillo, solicitó
pintar otro lienzo para el mismo claustro, y ha-
biéndolo obtenido, ejecutó muy gallardamente su
obra, escribiendo en ella las palabras JV^on pinxit
Alfaro. Esta ocurrencia fué muy aplaudida en la
dudad, y muy del gusto de los hombres sensatos,
236 Notas.
opuestos á los noveleros. Pero si un convento de
franciscanos había sido la palestra de su triunfo,
otro convento de San Francisco ( el de Sevilla)
fué el teatro de su vencimiento. Cuéntase, en
efecto, que un tanto envanecido Castillo con el
lauro obtenido al recuperar en Córdoba su fama
de primer pintor de la ciudad, pasó á Sevilla á
medirse con los buenos artistas que gozaban allí
de mayor crédito, y que habiendo visto los cuadros
que habia pintado Murillo en el claustro chico,
quedó tan asombrado y corrido, que exclamó,
como pronunciando contra sí mismo el fallo espon-
táneo de su conciencia: ¡Tamuria Castillo! Al
año siguiente (1667) falleció en Córdoba, de hipo-
eondría, después de haber hecho inútiles esfuerzos
por imitar al antiguo discípulo de su tio Juan del
Castillo, en varias obras que ejecutó. — Catálogo
descriptivo é histórico del Museo del Prado de Ma-
drid por D. Pedro de Madrazo, Parte 1*, pág. 381.
12] 1 UNA EOSA.
Pág. 212.
Mas tú encerrada en tumba solitaria^
L^os del solj del céfiro amoroso. . .
Kotas. 2á7
Don Francisco de Quevedo improvisó, según
cuentan, los versos siguientes, al ver que habia
nacido una rosa en una calavera:
Bella flor, cuando naciste,
¡ Qué funesta fué tu suerte.
Que al primer paso que diste
Tropezaste con la muerte !
Dejarte aquí es cosa triste,
Y llevarte es cosa fuerte ;
Dejarte donde naciste
Es dejarte con la muerte.
Mi poesía no es sino amplificacon del pensa-
miento del insigne poeta español.
índice:
P6g.
Dbdicatobia 3
BECUEKDOS DE LA PATEIA.
liSiíBandera Golom'biaiía 7
Noche suprema 14
IjosCk)lonos 21
Balboa. 3Q
La Misión ^ 39
La Goajira 46
Boyacá 52
Colon y Bolívar 58
La monja desterrada 60
A un joven poeta 64
Al Tequendama 70
ATunja 76
LIBA SAGRABA.
Ei portal de Belén 81
Himnos á la Virgen 85
La iglesita de la aldea .,.,..., 95
Heditacion 99
Los sepulcros de la aldea. 103
£1 alma huérfana , 110
Galijeo ;. 113
£1 desterrado. ,....,....«. • 114
índice.
Pág.
En la maert« del Doctor Luis R. Lizarralde 117
Achile 120
Fanerales de una liija del pueblo 131
£1 pobre y el niño 136
Magdalena 142
VERSOS PEL HOGAB.
La bienvenida. 149
Semejanza 151
La bendición 152
A mi esposa '. : 155
En el álbum de una joven. 156
A Francisco Javier Caro 159
Gotas de rocío y hojas de laurel 162
Para la corona f dnebre de la señora Vergara. 164
A una mirla 16fli
^Mañana! 173
Jl una amiga 175
El Amor y el Deber ,. 177
La libertad 180
La^olondrina 185
Las bombas de jabón 190
Belleza y pudor 192
La anciana y la niña • «..V, 193
A una joven 197
Jl un niño muerto en la cuna 198
El poeta y el leñador T. 199
Los dos ermitaños r*if^..... 201
La Gloria. f. 203
El entierro de una avecita ««^k 20d
I^iarosa^ mü^ 212
Mf^lKt.i^^.o ;..-.. ..A. 217
.1*