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Full text of "Poesías de José Joaquín Ortiz"

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THE UBRARY 

OF 

THE UNIVERSITY 

OF TEXAS 

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POESÍAS ^ 



i>£: 



JOSÉ JOAQUÍN ORTIZ 



BOGOTÁ 
IMPKBNTA DE EOHETBBItÍA HEBHANOS 

1880 



Hs propiedad del autor. 



Á LA AMADA MEMORIA 



DE 



JUAN FRANCISCO ÍotITIZ 



su HERMANO 



RECUERDOS DE LA PATRIA 



¡ Patria ! . . 



Para oantar-TOs mente As Musas dada. 

GAMdES. 



The Vh:-rr 
of Texas 



LA BAITDEEA COLOMBIANA. 



I No oís ? Bs cual la voz de gran torrente, 
i3on las lluvias de Dios acrecentado, 
Que baja de los Andes despeñado, 
Raudo, tremendo, asordador, rugiente. 
¿No oís más cerca ya! Se une á los ecos 
El ruido de música guerrera 
Que, en alas de los vientos desatado, 
Colma el ámbito inmenso de la esfera. 
Pero ved más allá cómo se avanza. 
Entre un bosque de aceros refulgente, 
Que del sol á los rayos reverbera. 
Del pueblo entre la ola, 
Al firmamento azul enhiesta y sola. 
De nuestra Patria la inmortal bandera. 
Y sube al Capitolio, y los clarines 
Sueltan su aguda voz; retumba el trueno 
Del cañón en los últimos confines. 
¡Oh! ¡salve á ti, magnífica y sublime. 
Ungida con la sangre de los bravos 
Muertos en la pelea I 
jOhl ¡salve á ti, quemada pOT el fuego 
De las contrarias huestes; 
Tú, poder, gloria y de la Patria ideai 



3(347^19 

BOUND^ SEP 19 



8 Recuerdm de la Patria. 

■ ■■¡■■■■■■■■■■■•■■■^»^<i»^^»wwwj» W i>rWMw^«wMwii ■■■■■■■■■»■■ ■■■■■■■—■■■■■■■■■■ 1 I ■ — ■■■■■■■■■■■■■■ 

¡Oh! la bandera de la Patria es santa^ 
Flote en las manos que flotare; ora 
Volviendo vencedora, 
Entre lluvia de flores 
Al son del bimno que su gl(»aa canta^ 

ó de la adversa lid acaso vuelva 

¡Oh! ¡de la Patria la bandera es santal 
Y si hay un ciudadano que, pensando 
En el secreto de su alma, diga : 
^' ¡Está en indignas manos!" ese puede- 
A su madre ne¿ar en su iraánsmiaf 
lío tiene corazón, y entre sus venaa 
Empobreció la sangre c(^ombiana. 



Cuando lanzar un pueblo Dios dispone 
En la espléndida s^ida de la Historia^ 
Da la señal de marcha; y en la mano 
De sus caudillos pone 
El pendón que ha de guiarlo, cual un dia 
Mandó sobre Jacob la parda nube. 
Que, flotando en el aire. 
Fué en el Desierto misteriosa guia; 
Y en el velo que al sol en onda suave 
Desarrollan los céfiros, escribe 
Con invisible dedo y caracteres 
Arcanos, que leer tan sólo él sabe,. 
Cuál su rumba será, si habrá bonanza,. 
Qué tempestad vendrá, la hora de gloria, 
La hora del cautiverio. 
La del rescate y de la gran victoria^ 



La hcmdera cohmbia/na. 



Puso en una las águilas caudales 
Del claro, inmenso cielo emperatrices; 
Un hacecillo en otra de los rayos 
Que procelosa nube al mundo lanza, 

Y en otra derramó de oro las Uses, 
Como emblema de fuerza ó de esperanza, 
ó de dominación ó de ruina. 

Así á la verde Brina 

Dio el arpa gemidora, 

Alto don al que i>ena y al que llora ; 

Y puso por presagio al gran destino 
Que reservó á la Iglesia, 

Sobre el delgado lino 

Que al vendabal de temi)estad se mueve 

O al tenue soplo de favonio suave, 

Y en que juntó al vellón de pura nieve 
Un rayo de la frente de la Aurora, 
Del Pescador la milagrosa nave. 

Y cuando crió á Colombia, generoso 
Easgó un jirón del iris radioso 

Que tras la tempestad alegra al mundo, 

Y lo entregó á Bolívar 5 y Bolívar 

De triuníb en triunfo lo llevój de donde 
Orinoco se lanza al mar profundo 
A donde él Potosí su nivea cumbre 
En la región del firmamento esconde. 

Mas arbitras se juzgan, 
Dueñas de sus destinos las Naciones. 
Creen que cuando baja la Victoria 
A coronar sus fuertes campeones, 



11} Becfmrdo$ de la Patria. 

Suyo es el triunfo y la Yictoria suya; 

Mas ¡ay ! que ignoran ellas 

Que la secreta tela de su historia 

Se teje entre las manos invisibles 

Del que es señor del mundo y las estrellas. 

Dios fué quien á las águflas romanas 
De ciudad en ciudad llevó volando 
En los antiguos dias 
Hasta el confln del orbe, preparando 
La paz universal á su Mesías: 
Dios quien hizo salir de las regiones 
Al aterido polo más cercanas^ 
I>e b^baros innúmeras legiones, 

Y al Mediodía encaminólas cuando 
Quiso purgar la tierra 

Con la espantosa plaga de la guerra. 

Y cuando, lleno de clemencia, quiso 
Dar una muestra de su amor profundo 
Mostrando al Yiejo Mundo 

Este, hasta aUí, velado Paraíso; 
Llamó á Oolon, y le mostró la senda 
De América al conñn del Océano, 
Al través de las nieblas y huracanes 

Y tempestad tremenda; 

Y CJolon obediente 
Venciendo el ciego caos 

Cruzó el férvido Atlántico animoso 
En tres fragües naos, 

Y el pendón de Castilla glorioso 
Plantó al fin en la tierra de Occidente. 



LcC bandera eoUmbiana, II 

Dios sacó de la inmensa mnchedtinibre 
De nuestra tierra un hombre 
Que distinguió entire todos: era un mundo 
De nobles x>ensamientos su cabeza; 
Su espíritu, tesoro inagotable 
De fuerza y voluntad: él conocía 
Del corazón de los demás las sendas, 

Y elocuente sabia 

Cómo hacer i)oderosa su palabra; 

Y así, cuando de golpe aparecía 
En medio del combate, del soldado 
El pecho palpitaba, cual si viera 
ó la faz de su madre placentera 
ó el bello rostro del objeto amado. 

Él se llamó Bolívar, y do quiera 
Fué símbolo del pueblo, en la batalla 

Y bajo del dosel, y hasta que á orillas 
Del mar ferviente halló la paz que sólo 
En el silencio de la tumba se halla. 
De su caballo al escucharse el trote 
Temblaba el corazón, y á los reflejos 
De su fdlmineo acero se cubrían 

De palidez las frentes, y do quiera 
Que rápido pasaba, la Yictoría 
Derramaba laurel en su bandera. 
Soplaba; el yerto polvo de las fosas 
Del esclavo tomábase fecundo; 

Y tres grandes Kaciones de repente 
Se alzaron de él, de gloria radiosas, 
Con pasmo universal de todo el mundo. 



tí Becuerdaa de la Patria. 

Murió; y callaron los heroicos hechos, 
Mas como el sol tras la últíma colina 
Del Occidente azul su disco inclina 
T cae en un abismo de oro y llama ; 
T enmudeció la trompa de la Fama, 

Y tan grande vacío hubo en la Historia 
Que colmarse hasta ahora no ha i>odido 
ISi en patriotismo, ni en valor, ni en gloria. 

Su portentosa vida. 
De excelso honor y de dolor tejida. 
Será en edad lejana 
La mayor epopeya americana. 
Las liras de los bardos 
Que lloren la tristísima elegía 
Bajo los sauces de su tumba fiia 
Inmortales se harán, pues su alto ejemplo 
Tal reguero de luz deja, que nadie 
Se atreverá á seguir sus nobles huellas 
De la iomortalidad al santo templo. 

Él amaba la Patria; mas la Patria 
Ko era sólo para él la hermosa tierra 
Que, como con un velo. 
Arropa el combo cielo, 

Y reverente encierra 

Las cunas de los hijos y las tumbas 
De nuestros padres caras; 
Que en su seno también ñrmes reposan 
De nuestro Dios las bendecidas aras: 

Y fué así como en su hora soberana, 



Tlse Lib:ary 
The ¡¡¿ixirJ.':/ 

La ba/ndera eoMmíMína. 13 



I*Tonto á dejar el mundo. 

Se ^avolvió en la bandera colombiana, 

ir con amor profundo 

£*ronanció lleno de esperanza el nombre 

Del que murió por libertar al hombre. 



1047619 



NOCHE SUPEEMA. 



Gomo los blancos dsnes en nn lago 
Por sobre el mar inmenso, viento en popa, 
Desde las playas últimas de Enropa 
Tres carabelas navegando van. 
La Inna ha renovado varias veces 
Su blanca faz en el aznl sereno, 
Desde que van arando el ancho seno 
Del piélago á merced del huracán* 

Un hombre audaz, espíritu subUme, 
En el abismo incógnito las guia, 
Y en el favor de Dios solo confia 
Su indómito, marmóreo corazón. 
Jenoves x>or su patria, marinero 
De profesión, y por su fe cristiano. 
Tal es ese guerrero y noble anciano 
Que yendo á España se llamó Oolon. 

Ha resonado en tomo de las quillas 
Durante el largo, incierto, triste viaje 
Con duplicado y fúnebre oleaje 
La onda salada del inquieto mar. 
Furioso el vendaba! ha desgarrado 
La frágü vela de delgado lino, 
T los astros del délo en su camino 
Focas horas se han visto fulgurar. 



WcAe Hg^ema. 15 



■■■■■■■■#1 1 



Sos mismos compañeros, condenados 
CSon él, tal vez, á muerte inevitable, 
Han alzado el acero formidable 
Sa noble pedio am^mzitíido herir. 
Mas él ha visto oon igual s^nMante 
La^ ondas dar esx el bajel medroso, 
Las yelaa destrozar noto impetuoso 

Y el acero en las sombras relucir; 

Y ha sonido sa rumbo aventurero, 
Bompiendo osado la apiñada bruma, 
Dejando atxas el surco de alba espuma 
Que alza en el mar el rápido bajeL 

Es alta noche ahora. — I^o hay estrella 
Que reverbere sobre el negro manto; 
I>uerme la chusma en el bsg'él en tanto, 

Y velando se encuentra sólo éL 

£1, sentado en el banco del piloto. 
Los ojos íUos en la mar oscura; 
Escudriña la mar^ y hallar procura 
En ella el mundo que bascando va» 
Bepasa entre su mente tantas horas 
De temor, de esperanza, de agonía; 
Tantas de afán, dolor, melancolía; 
Tantas de pena que ha sufrido ya. 

Y hoy se encuentra distante de los lindes 
Del conocido mundo: tan distante 

Que va arando su prora resonante 
Donde antes otxa prora no tocó. 



— — ■ ■■■>■■< 



16 Recuerdos de la Patria. 

Un pensamiento á veces se le ofrece 
Que de temor el corazón le yela: 
¡Tal vez su nave presurosa vuela 
Allá donde la luz nunca' alcanzó! 



A la región desnuda, solitaria, 
Que interminable mar ciñe doquiera, 
Donde no hay una brisa lisonjera 
Que pueda el seno nítido rizar. 
4 1^0 es cierto que las fúnebres historias 
Leyó de barcos en el mar perdidos, 
Que fderon por los vientos conducidos 

Y que jamas pudieron retomar! 

^'So vive en los confines de ese mundo 
Tremendo Genio que al piloto espanta, 
Que de la mar oscura se levanta 
Guando las olas siente estremecer, 
Y, escondiendo su frente entre las nubes, 
Pues tan grande es, con los membrudos brazos 
Vuelve la nave errante mü x)edazos 

Y la hunde en el abismo con sus piésf 

¿Qué existe en la región en que su carro 
Hace rodar de tarde el sol ardiente! — 
Mebla y ondas dormidas solamente, 
Según la recibida tradición. 
] Pavor, oscuridad, muerte, süencio! 
— "Mas yo en el Dios omnipotente fio 
Que ha de cubrir con su ala el barco mió 

Y mostrarme la incógnita región. . . 



Noche suprema. 17 



•••••••*••»• 



"¡Y si se levantara de repente 
Del seno del Océano profundo 
Ese tan suspirado !N'uevo Mundo 
Que tanto tiemiK) en sueños viendo estoy ! 
¡Si viera dibujados en el cielo 
El perfil de sus montes elevados! 
¡T si de sus torrentes despeñados 
El eco desde el mar oyera hoy! 

*^ ¡ Si con la luz primera de la aurora 
Sus campos de esmeralda distinguiera, 

Y mecer su corona á la palmera 
Délos ruidosos vientos al vaivén!'' 
— Calló después: las ondas se sentían 
De tíemiK) en tiempo dar contra la nave, 
Que en paz, con viento prósi)ero y suave, 
Rumbo feliz siguiendo va también. 

¡Qué largas horas en silencio pasa 
Sumergido pensando entre sí mismo, 
De incertídumbre en más oscuro abismo 
Que el abismo que mira en derredor! 
Los ojos alza al fin, como pidiendo 
Auxilio al Dios que el universo inspira, 

Y cree mirar en la tiniebla ... y mira 
De una antorcha lucir el resplandor. 

Es tan intensa la impresión en su alma^ 
Que cree ser presa de delirio insano j 
Por los ojos pasó pronta la mano, 

Y en el instante pénese de pié. 

2 



is Becuerdos de la Patria* 



La luz que vio briUar luego se pierde 
Del horizonte en el oscuro velo; 
Vuelve á mirar en el confin del cielo. . . 
No es ilusión, | gran Dios ! delirio no es. 

¡Tierra! fué el grito que escuchó distinto 
En las alas del céñro sonando; 

Y se oyó el trueno del canon rodando 
Del mar sobre la inmensa soledad: 

Y con la clara luz de la mañana 
Vieron aparecer una isla hermosa^ 
Saliendo de las aguas, nemorosa, 
Llena de juventud y de beldad. 

Salta en ella Colon, y besa el suelo 
(Jiie Dios le dio encontrar en claro dia; 

Y lágrimas ardientes de alegría 
Corren á humedecer su noble faz. 
Al aire abierto, en la tendida playa. 

Del Nuevo Mundo en el umbral, clavaron 
TJua cruz que piadosos adoraron 
Cual signo santo de clemencia y paz* 

¡Te alabamos, oh Dios omnipotente, 
Santo, inmortal, magnífico y clementCj 

De los mundos señor! 
El ancho mar aplánase á tu acento, 

Y retiembla el sereno firmamento 

Cuando escucha tu voz. 

Y conoce esa voz la clara Aurora, 

Y el Occidente, y póstrase y te adora 



Noche suprema. 19 



Lleno de gratitud; 

Y de los puros ángeles el coro 
Hace humear los incensarios de oro, 

Y sonar su laüd. 

También te adoran numerosas almas, 
Inclinando ante ti las cruentas palmas 
Que el martirio les dio; 

Y el ejército santo de profetas, 
De humildes solitarios y poetas 

Que tu aliento inspiró. 

Y dadas de la mano las doncellas, 
Que el vicio no manchó, puras y bellas, 

Cantan en tu loor: 
¡A ti, de majestad, oh Padre tierno! 
¡ Y á tu Hyo adorable, y al Eterno 

Santo Consolador! 

¡Gloria al Señor! El eco soberano 
Vaya rodando por el aire vano : 

¡Gloria, gloria al Seiíor! 
¡ Al que sacó la tierra de la nada, 
Al que nos da victoria señalada, 

Gloria, eterno loor! 

A estos ecos de triunfo majestuoso 
De América las playas resonaron, 

Y los Ánjeles puros los cantaron 
Sobre arpas de oro en la sagrada Sion. 
Los que gustáis de empresas jenerosas, 
Vosotros de la gloria amantes fieles, 



20 Recuerdos de la Patria^ 

■ ■■>■■■■■■■>■—■■■■■■■■■■■■■■■■■■■> ■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■— ■■■■■— >—■■■■■—■>»■■■ ■■—■■<■«■'■■■ ■■ 

Poetan qne os ceñís con los lanreleSy 
Podréis decir lo que sintió Colon: 



Qué sintió su alma grande, (^asíonada 
Al contemplar los grumos de verdura, 
Bajar como lozana vestidura 
Hasta la orilla de la inquieta mar; 
Al escuchar el eco melodioso 
Que hace el cristal de la sonora fuente, 
Dando so])re las piedras blandamente 
Con suave queja y grato murmurar : 

Que sintió al ver extático los valles 
Cuajados de jazmines y de rosas; 

Y al respirar las auras aromosas, 
Toílo á la luz de un suave resplandor; 

Y qué cuando esas Evas del Desierto, 

» 

Danzando en ancha rueda á su contomo, 
" ¡ Traed flores, clamaban, para adorno 
De la sien de los hijos del Gran Sol!'' 

¡ Oh! ¡qué triimfo, Colon I La noble frente 
Puedes alzar regocijado ahora, 

Y revolver tu resonante prora 
A la región do nace la alma luz. 
¡Ahora puedes volver, loco sublime. 
La obra á mostrar de tu tenaz empeño, 

Y tranquilo dormir el postrer sueño 
Bajo la sombra de la santa cruz ! 



LOS COLONOS, 



No i)or florido otero ó v^rde riva 
A la margen de rio clamoroso, 
Cuya onda fugitiva 
Entre tupido bosque y fresca grama, 
Como formando diálogo quejoso, 
De la üma espumosa se derrama ; 
Mas, envuelto en el denso torbellino 
De seco i)olvo que alza galopando 
Mi corcel generoso, 
A la ciudad distante me encamino. 

¡ Vedla 1 ¡ allá está ! Sus blancas, alta^ torres 
Entre espirales de humo se levantan 
Sobre los rojos techos, 

Y raros grui)os de árboles á trechos 
Alzan por cima su greñuda copa. 

I Cid I el murmurar del pueblo llega 
Al acercamos más, cual voz de un rio 
Que despeñado de la sierra baja, 

Y los peñascos con su espuma arropa 

Y en altos tumbos fiero se desgaja. 
De caballos el trote, 

Y el chirriar de los carros en las guijas, 

Y el tráfago de gentes afanadas 
Sordamente resuena, 

Y hierve la ciudad como si fuese 
De los hombres anchísima colmena. 



22 Recuerdos de la Patria. 



I Mas no ítié siempre así ! Mi fiuitasía 
A la pasada edad tomando él Tuelo^ 
Se place en contemplar la dulce Patria 
De su oriente pacífico en el día» 
Donde hoy, bajo la cúpula que al cielo 
Se yergue de basílica suntuosa. 
El altar santo queda^ 
Con el céfiro manso una arboleda 
De robles seculares se mecia ; 
Y aquel otero allá, de donde corre 
Primero, rotas peñas quebrantandO| 
De linfas claras resonante rio, 
De cabanas de bálago cubiertas 
Era entónces'^in pobre caserío. 

¿ Y en qué lugar al aire abierto un día 
La redentora cruz se alzó primero t 
El escuadrón conquistador la frente 
Humillado inclinaba, 
Mientras la muisca gente 
Viendo rendir el formidable acero 
Que desquició su antigua monarquía 
Llena de mudo asombro se extasiaba. 

¡ Oh ! ¡ ven conmigo, antigua amiga mia, 
Musa ! que no quemaste un solo grano 
De incienso nunca ante ningún tirano j 
Tú que arrojas coronas enlazadas 
Con ramas de laurel que jamas muere 
Para ceñir la sien, no del guerrero 
Que se alza, lidia y triunfa, 



Los Colonos, 23 



Y cual tormenta que pasando asuela 
Dejando en -pos de sí tristes despojos, 
Mas la frente del útil ciudadano 
Que primero este camiK) hizo fecundo 
Sembrando en la era el extranjero grano ; 
Del cenobita impávido que al centro 
Penetró del desierto más profundo, 

Y á la vida social al indio errante 
Redujo del amor con suave mano ; 

Y del quepan y regalado lecho 
Dio cariñoso al desvalido infeuite. 

¡Oid cómo resuena 
Adentro la montaña con los golpes 
Del hacha I Ya en la loma más distante 
Prende voraz el fuego, 

Y el humo azul camina lentamente ; 
Mas se derrama luego 

Por los collados todos; 

Y el águila imperial, alipotente, 
Fija la vista al sol, alza su vuelo, 

Y se picBde en las nubes arrolladas 
En la región espléndida del cielo. 

Y mirad más acá, cual va inclinado 
Bajo el fecundo arado 
El toro, padre de la grey ; el seno 
De la tierra rompiéndose negrea, 

Y la que antes espada destructora 
Resplandeció ominosa en la pelea. 
Ora en reja cambiada 



24 Beeuerdo» de la Patria. 



••«««•«•*«« «^»*»«*^»« 



Eutre los grandes surcos centellea; 

Y ese que hoy labrador^ ayer guerrero, 
El mar cruzó trayendo el rubio grano 
Que derramado en la era 

Dará abundancia á la Colonia entera, 
Después verá doblándose á los soplos 
Del favonio suave 
La frágil caña con la espiga grave; 
Otro la carga llevará al molino, 

Y entre el firagor del agua despeñada, 
En el estrecho cauce atormentada 
Do se cambia en espuma mstalina, 
Recogerá, saliendo en leves ondas. 

El blanco rio de menuda harina. 

Ya que Musa servil loores canta. 
Al guerrero que al mundo en sangre tiñe 

Y la corona á la virtud debida 
Doblando la rodilla humilde ciñe, 
jMusa mia! levanta 

De éstos los nombres sin culpable miedo, 

Y mi Patria no ignore 
Que el iomenso bien debe 

A Briceño, y á Aguayo y á Acevedo. 

Y de prez no menor dignos se hicieron 
Para ilustrar su nombre. 

Aquellos españoles que trajeron 
Los animales útiles al hombre. 
Junto al hogar medio apagado yace 
Adormido éi lebrel de noble rmsk : 
Mas oiga el eco gemebundo ai>énas 



Los Colonos. 25 



De la armoniosa trompa de la caza 

Y vereislo partir. La tierra toca 
El delicado muso, alarga el cuello, 
Y, cual la flecha que silbando ra^a, 
Con vivísimos saltos atraviesa 
Tras la tímida corza ó suelta liebre 
"El llano, el bosque, el rio, el alta roca 
Hasta que al fin la presa 

Vencida rinde y bárbaro apedaza. 

¡ Con qué estiipido pasmo no veria 
El indio inculto por la vez primera 
El altivo corcel ! No de la trompa 
El ronco son espera ; 
lia leve oreja tiende 

Y el fácil cuello enarca 

Al rumor de los céfiros de mayo, 

Y fogoso, impaciente se enannona ; 
Súbito ftiego su pupila enciende, 
Dejando ver de su ojo todo el blanco. 
Atrás hecha la crin en ondas sueltas 
Sobre el trémulo flanco, 

Y libre del ronzal que lo aprisiona 
Vuela en el campo abierto ; 
Traspasa el seco erial, solo y desierto, 
Con duro casco el pedregal trillando ; 
O para en alta loma 

Y suelta su relincho sonoroso 
Si oteó la yeguada desde lejos 5 
O á la orilla del rio espacioso 
Tranquilo al ruido va del agua mansa^ 



26 Becuerdos de la Patria. 



í3on las brisas del monte jugaeteando, 
Por la alta grama de la fértil vega 
Que nuestro patrio Sogamoso riega. 

Mas 4 cuál fué la española, 
(Pues mujer debió ser sensible y bella) 
Que, cual triste recuerdo 
De Patria ausente ó fúnebres amores, 
Pasando á la comarca 
De la extensa y feliz Cundinamarca 
Trajo consigo el germen de las flores f 
Débenla nuestros prados y pensiles 
Verse alfombrados de las nueras rosas 
Cuando en el cielo rien los abriles 5 

Y el clavel salpicado 
Con el múrice tirio 

La altiva copa alzar en frágil ramo, 

Y su manto ostentar, más esplendente 
(¿ue los del mismo Salomón, el lirio ; 

Y la albahaca, del hogar amigp.. 
Que crece sin fatiga, 

Con su aroma empapar todo el ambiente. 

Rasgando el aire mudo. 
Cuando apunta la luz del nuevo dia, 
1^0 bajará quejoso el son agudo 
De la campana desde excelsa torre 
A celebrar las glorias de María ; 
Mas del pajizo alar de la cabana 
Saldrá el clangor cual de clarín sonoro 
Del gallo \igilante, 



Los Colonos. 27 



Que sáhide el lucero de la aurora, 
Que sube por el éter rutilante 
Tiñéndose del sol con la luz de oro ; 
Y veráse después cómo á la turba 
Que su serrallo numeroso puebla, 
(3on voz amante Uama 
A recoger el derramado grano 
Del rubio trigo entre la verde grama. 

Como después que el labrador recoge 
En la espaciosa troje 
Los ñutos que le dio próvido el cielo, 
De las chisgas el pueblo nimieroso, 
En alas de los céfiros traido, 
Cual en un gran palacio prevenido 
Por el Dios bondadoso 
Sobre un árbol copudo abate el vuelo. 
Debajo de la tribu desparece 
De repente el follaje ; el árbol briUa 
Como una grande cúpula de oro, 
Y de tanta avecilla 
No cesa un punto el goijear sonoro : 
Así de la Misión todos los niños 
Cuando oyen la sonora campanilla, 
Corren en tomo de la cruz que arranca 
Enhiesta al aire y cercan al anciano. 
Que entre tantas cabezas infantiles 
Descuella allí con su cabeza blanca. 
¡ Oh ! ni Platón ni Sócrates, famosos 
En los anales del saber, supieron 
Tras largos años de velar contino 



28 Becuerdos de la Fatria. 



——•••»y^« ■•■•*— — 



Lo que estos pobres niños, candorosos, 
De los trémulos labios del anciano, 
Al pié del leño rústico aprendieron^ 

IS'o es bastante al ardor que el x>echo inflama 
De los santos discípulos de Cristo 
Una sola región y un solo clima. 
Ellos irán de amor la pura llama 
A prender en el pecho del salvaje, 
A par las artes de la paz mostrando, 
Al suelo donde Arauca se derrama 

Y el Meta, y Casanare y raudo Upía, 
La inmensa soledad fertilizando. 
Bttbirán á la cumbre siempre yerta. 
Trono de la borrasca asordadora, 

Y oirán por fin el cántico sonando 
En loor de la Cruz reparadora. 
En cuantas son las lenguas 

Por cuantas son las tribus que mi Patria 
Pueblan del Occidente basta la Aurora. 

Y no desmayará su ardiente celo. 
Porque después de alzar templos suntuosos 
A nuestro Padre Dios que está en el Cielo, 
Al enfermo abrirán quietos asilos, 
Darán madre á los liuérfanos 

Y bendecido lecho á los ancianos, 
Donde al fin puedan espirar tranquilos. 

¡ Y es poco aún ! . . en su incansable anhelo 
Por anunciar la vida á las naciones 



Los Colonos. 29 



Quieren centuplicar la voz divina, 
Fijando su fugaz é instable vuelo ; 

Y el árbol de la ciencia, 

Que es bien á un tiempo y mal, y vida y muerte, 
Que encontró Guttenberg, ellos plantaron, 
Antes que otro, en la tierra granadina. 

¡ Oh ! ¡ dadme frescas palmas 
Con que tejer coronas 

Que ornen la sien del vencedor ! ¡ Oh I ¡ dadme 
La lira de grandílocuos concentos 
Para cantar sus ignorados nombres ; 

Y en alas de los céfiros llevados 
be la tierra á los climas apartados 
Sean amor y orgullo de los hombres ! 

. ¡ A todo bien tributo de alabanza ! 
¡ A toda noble inspiración un canto ! 
Lo mismo al que confiando su fortuna 
A frágil tabla y á delgado lino 
Al Océano férvido se lanza 
Hallando de la América el camino, 
Que al que rasgando el florecido manto 
De la tierra el arado usó primero : 
¡ A todo bien tributo de alabanza ! 
¡ A toda noble inspiración un canto ! 



BALBOA. 



Hay un íntímo gozo y un contento 
En vagar por las selvas primitívas, 
O con la luz de perla de la aurora^ 
O pOT la tarde cuando el sol declina. 
Gime el desierto con su voz augusta ; 
Entre el cañaveral suena la brisa, 
Y se oye lejos el mugido ronco 
Del toro, padre de la grey tardía, 
Que al redil se receje lentamente 
A la hora vespertina. 

Desde niíío gustóme ver la luna 
Lentamente cruzar el firmamento. 
Como una nave candida, impelida, 
Sobre urnas de nácar por el cierzo. 
¡Cuántas veces, pasada la tormenta. 
Desde elevada torre, vi los cielos 
Becobrar su esplendor, mientras alzaban 
Los árboles doblados por el viento 
Sus ramos empapados con la lluvia 
Y de fragancia llenos ! 



Balboa, 31 



Eecorrí la« sabanas solitarias 
Sobre corcel indómito y fogoso, 
Veloz como el relámpago, revuelto 
En densa nube de menudo polvo. 
Desalado salvaba los torrentes. 
Que rebramaban con acento ronco, 

Y trepaba á la cumbre de los montes, 

Y miraba ocultarse poco á poco 

El bello sol del trópico en su tumba 
De púrpura y dé oro. 

Y también me he sentado i)ensativo 
A par del melancólico sepulcro, 

Y he visto á la abubilla solitaria 
Volar sobre las cruces de los túmulos. 
He sentido rodar las secas hojas 
Con sordo y melancólico murmullo, 

Y víla espina alzar sus corvos ramos 
Abrazando las tumbas, y del buho 
Escuché, que se queja entre la sombra, 

El eco jemebundo. 

Me he sentado á la margen de gran lago 
Siguiendo el curso vario de las ondas, 
Que acompasadas baten en la orilla 
La suelta arena y las silvestres ovas. 

Y he mirado en silencio y distraído 
En la opuesta ribera, alzar la corza 
Su enramada cabeza, y á las garzas 
Atravesar el lago majestuosas, 
Olvidando las penas de mi vida. 

En tu margen, ¡oh Total 



32 Recuerdos de la Patria, 

Y al borde de tu horrible precipicio 
Me he sentado también, ¡oh Tequendama! 

Y escaché con delicia el gran estruendo 
Que hacen en la vorájine las aguas. 
Imagen de la vida de los hombres 
Que á hundirse van en tumba solitaria 
Para volar después á otras regiones, 
CSual las fugaces nubes que se alzan, 

Y brillar, como brillan i)or tu frente. 

Iris de corvas alas ! . 

Mas si naturaleza en tantas formas 
Su original belleza nos ofrece. 
Ya entre los bosques al caer la tarde. 
Ya en las quejas del rái)ido torrente. 
Ya en la luz de la luna solitaria 
Que en los antiguos árboles se cierne, 
¡Cuan terrífica y grande no se muestra 
Dentro del corazón del hombre débil! 
¡Qué cuadros en sus páginas la historia 
Xos hace ver i)resentes! 

¡Qué abismo el corazón con sus pasiones, 
Sus mentirosas glorias y sus males! 
Jamas se oyó rugir con mayor fuerza 
El ala de los recios huracanes. 
Cuando en medrosa noche hundiendo el día 
La extensa soledad airados barren. 
¡ Ay del pobre mortal que solo á solo, 
Como Jacob, batalla con el Ángel! 
¡Feliz al menos al cerrar los ojos, 
Si victorioso cae! 



i 



Bátboa. SS 

Mas la Hiatoria no pinta su miaeria, 
Ni sn interior aián, ni sa martirio ; 
Ko recaerda su llanto solitario, 
ÜTo rasga el Telo á su interior abismo. 
{ El hombre es nna mina ! Más sombría 
Qae las de Babilonia y las de Tiro ; 
Campo inmenso, cabierto de cenizas. 
Por temi>estaosos ábregos barrido, 
En que el viajero no halla ni una piedra, 
M nn nombire en ella escrito ! 

Ved á Kúñez Balboa abrirse campo 
A pesar de la snerte y de los hombres, 
Hasta subir al templo de la Fama 
Y grabar tnonfador en él su nombre. 
De enmedio de las filas populares 
Se alzó intrépido ; así desde los montes 
Se lanza á la región de las tcnmentas 
El águila con vuelos vencedores. 
Dejando atrás la nube en cuyas alas 
Airado el rayo corre. 

Su valor es su alcurnia eschffecida, 

Su espada es el blasón de su nobleza : 

De unos pocos soldados rodeado, 

Confiando sólo en su feliz estrella, 

Puesto el oido al canto de la Fama 

Que á rematar lo impele la alta empresa. 

En los bosques del Istmo, donde nunca 

Hombre civilizado puso huella, 

A abrir paso bI comercio y á las artes, 

Imx^vido p^ietra. 

3 



/ 



M Beeuerdoi de la Podría. * 

4 Qmé ensm ante m pecho ée diamante 
Sierras bravias, seledad temiUe^ 
Naturaleza virgen en que sacan 
En confusión á la regi<m sublime 
Bus elegantes ooi>a8 las palmeras. 
Los e(»palento6 cacu^bos y los dindes ^ 
Mientras entre d jaral inextrieal^ 
Tienden sus brazos los sQvestres mimbres, 
Formando una muralla que los rayos 
Del sol nunca recibe f 

I^Ni qué mella en su pecho berroqueño 
Pueden hacer los desiguales saltos 
Del chacal carnicero, ni el aspecto 
De la servente rapada, ni el dardo 
Del salvaje, habitante de los bosques f 
Tal parece que el cielo le ha formado 
De otra naturaleza, dándole alma 
Dura como el acero ó como el mármol^ 
Criándolo en la escuela de las penas 
Y los duros trabajos. 

f Vedlo I impávido trepa el agrio monte 
Que sirve de barrera á entrambos mares, 
Abriéndose camino victorioso 
Por medio de la selva inextricable. ' 
Ya no se oye el murmullo de las olas^ 
Ya no se siento el céfiro suave. 
Ya no se ven las purpurinas flore» 
Sus perfumadas copas dar al aire,, 
Ya no se ve á los pájaros cantores 
Dar sus vuelos fugaces,. 



Balboa. . 35 



■■■■■• » — >——■■■>• 



Una naturaleza más angosta, 
Grandes cnadros presenta ante los ojos. 
Barre fuerte huracán aquellas sierras. 
Zumbando airado en los desnudos troncos : 
Saltan en blanca espuma de las rocas 
Puros y cristalinos los arroyos : 
Allí crecen el musgo y los heléchos 

Y la e8i>elecia de amarillos copos ; 

Y el gavilán que habita entre las i>eña8 

Pasa volando solo. 

Pero el color del cielo es exquisito, 
Puro y azul, sereno y transparente, 
Gomo brillantes son los sueños gratos 
En que su alma magnánima se mece. 
Delante va del escuadrón pequeño 
Con pa«o firme, con serena frente. 
Cual el brindon lozano en la yeguada 
Primero á los obstáculos se ofrece, 

Y alzando airoso la cabeza, corre 

Y á un lado y á otro vuelve. 

Subió al fin á la cumbre de los Andes, 

Y á bajar empezó la alegre tropa ; 

Y á internarse volvieron en los montes, 

Y á caminar bajo la espesa sombra 
De árboles seculares *, y volvieron 
El arrullo á escuchar de las palomas, 

Y á romper con la espada las lianas, 

Y á oir de lejos ruido de las ondas. 

Mas ondas de otro mar que iba buscando 
Tasco !Núñez Balboa. 



36 Beouerdo» de la Patria. 

Y sabe á alto pefíon^ á caja planta 
Haimora con amor la onda marina, 

Y de repente con asombro y gozo 

El Mar del Bur por vez primera mira. 
Desplomáronse lánguidos sas brazos ; 
Dobló ante tanta gloria la rodilla, 

Y mojaron su faz regoc\)ada 
Lágrimas inefables de idegría, 

Y sn pecho, formado por la Gloria, 

Gon la gloria palpita. 

¡ Oh generosa 'edad de fe sincera. 
Si afeada por crímenes atroces. 
En que por Dios y por su Eey cumplían 
Tanta hazaña inmortal los españoles ! 
El canto de alabanza acompañaban 
A toda heroica acción aquellos hombres, 

Y al Señor humildosos referian 
El éxito feliz de sus acciones. 
Puesto en pié Vasco Núñez, á su tropa 

Dirigía estas voces : 

" ¡ Venid á contemplar, amigos míos. 
El blasón inmortal de vuestra fama ! 
¡ Ved ese mar inmenso y apacible 
Que venimos buscando, cuál dilata 
Hasta el confin del mundo postrimero 
Sus ondas bellas que la vista encantan ! 
{ Está abierta la puerta que tenia 
Esta región del Mundo separada I 
¡Yo tomo posesión del Océano 

Por mi augusto Monarca ! ^ 



Balboa. 37 



■» f » — •> — «a fW ^^— — ^^^— —¡a— — ■■■^■■a !■■■»■■ ■■■■■■■ ■■■■—■■■■■■■—————— 1M>—— I 

Esto ó^Oj y desciende esi)ada en mano, 

Y á poco ya mojaban sus rodillas 
Las aguas de la mar. La mar entonces 
Gomo un espejo inmenso relucía ; 

Y un himno de contento de sus ondas 
Sonando á la región lejana iba. 

Que ve las altas torres elevarse 
Bajo el cielo purísimo de Lima, 

Y á las regiones últimas, desiertas 

Que Magallanes via. 

Muchas islas^ cual l^ácaros de flores. 
Flotando en esas aguas ve Balboa, 

Y las visita sobre frágil balsa 

Que de silvestre junco y ramas forma. 
Sacan las Hijas de la Mar cerúlea 
La blanca ñ*ente coronada de ovas, 

Y le oñ*endan las perlas exquisitas, 
Espuma de la mar cuajada en gotas : 
De amor y admiración débil tributo 

A empresa tan heroica. 



Y voló el tiempo, y en su curso trajo 
Un hombre audaz, espíritu sublime, 
Que asciende á esa atalaya de la tierra. 
Toma la clava ponderosa, y dice : 
<^ Yo rompepé la roca formidable 
Que el coiArcio del mundo hasta ahora impide; 



38 Beeuerdoi de la Patria. 



,»%■<•—%»———*■ ■■■■ ■■■■■■■■——■■■■■■■■■■■ I 



Y juntando de im mar y otro las olas, 
A las naves daré tránsito libre^ 
Haciendo verdaderas las hazañas 

Del fabuloso Alcídes. 

" I Y qué I 4 no pude yo romper el muro 
Que cerraba las puertas del Oriente, 
Obra en que desmayaron del Egipto, 
Sin alcanzarla, los soberbios Beyes t " 
— ¡ TriunfiE^ pues, oh magnánimo ! ¡ La gloria 
Coronas trenza ya para tus sienes : 
Tu obra bendice Dios ;.y los poetas 
Cantan ya en tu loor himnos celestes, 

Y tu nombre, Lesseps, y el de Balboa 
Juntos irán á las remotas gentes ! 



LA MISIÓN* 

Quien tras penosas horas de camino 

Pisa al fin La Sabana^ 
Descubre nn panorama peregrino 
A la primera luz de la mañana. 

Ve la excelsa cadena de los montes 
Alzarse en el Orienté, 

Y un campo sA pié de extensos horizontes 
Dilatarse cual lago transparente. 

Ab%jo de la altiva cordillera 
Ve á Bogotá tendida, 
Goal si una ninfa de los bosques fuera 
Que, después de la caza, está dormida. 

Sus desiguales torres á los cielos 

Las iglesias levantan, 
Mientras cruzan el aire en raudos vuelos 
Mil avecillas que gozosas cantan. 

Borbollan los cristales de la fiíente 
Gon murmullo sonoro, 

Y la brisa que baja del Oriente 

Se desparrama sobre mieses de oro. 

El verde de sus fértiles praderas, 
Es de esmeralda el verde ; 
De sus montes las quejas lastimeras, 
De arpas el son que entre árboles se pierdew 



40 Beouerdos de la Patria. 



**■»••••■■•>•••••<••■• 



Sus noches apacibles y estrelladas^ 
Son las noches de Atenas ; 

Y sus vegas se miran matizadas 
De randas de jazmines y azucenas ; 

Y quien respira allí biyo las frondas 

De la selva el ambt^ate^ 
De luz bañado en portentosas, endas^ 
Más completa correr la vida siente. 



I Con qué pasmo verían los primeros 

Fieros conquistadores 
La amplísima Sabana y los oteros 
Cubiertos todos de silvestres flores I 

Fué así como Jiménez de Quesada, 

Descubriendo esta vega, 
Gritó á su tropa : " ¡ Ved otra Granada 
Que á nuestros ojos desde el Cielo Uega ! " 

Mas no todos soldados. Otros hombres, 

Hombres de paz venían, 
Que no el mando, ni el oro, ni los nombres 
Que la Fama eterniza apetecían. 

Luenga la barba, enjutos los semblantes, 

Encovados los o^os, 
A fónebres fantasmas semejantes 
De los sepulcros lívidos despojos ; 



La MÍ9Íon, 41 



» >■»■ — ••••^•y 



Oubre tosco sayal su cuerpo ; pisa 
Su pié desnudo el suelo^ 

Y al sol ardiente, de la inquieta brisa 
Hace flotar su cabellera el vuelo. 

Parados de la nave en la alta popa, 

Miraban silenciosos 
La última tierra de la culta Europa 
Poderse en los confines tenebrosos. 

¡ Dejar la Patria!. . ¡ y para siempre ! ¡ el suave 

Hogar donde vivimos, 
El campo, el rio, la floresta, el ave !. . 
¡ La dulce luz del cielo en que nacimos I . . 

4 Y á qué venir á América salvaje, 

Dejando aUá la vida í 
I Y para qué emprender tan largo vi^ 
A bárbara región, desconocida I 

4 Hene acaso vislumbre de esperanza 

La débil golondrina 
Que al Océano rápida se lanza 
Con vuelo sesgo osada peregrina, 

De volver, cuando vuelva primavera, 

A piar dulcemente 
En la granja en que vio la luz primera 
Del sol de mayo al esplendor ñdgente t 

4 Quién era más en esa edad de hierro 

Y hazañas inauditas. 
Los ^ue se condenaban al destierro 

Y á muerte cierta, pobres cenobitas. 



42 Becuerioi de la Patria. 

O el aadas paladín que, cual tormenta 

Que arrasa y que devora, 
Ni edad ni condición dejaba exenta 
Del filo de su espada destructora f 

Bste alza el hacha airado, y se derromba 

Inmensa monarquía, 
T veinte reyes b%jan á la tumba 
Con sus vasallos todos en un día ; 

¥ del otro en los labios hay sonrisas, 

Palabras de amor santas, 
T ve las hordas bárbaras sumisas 
Como mansos corderos á sus plantas. 

La inmensa soledad abrió su seno . . . 

] Oh portentosos montes. 
En cuyas arduas cimas duerme el trueno ! 
2 Sabanas que os tendéis sin horizontes I 

¡ Rápidos rios, nunca vadeables ! 

¡ Begion do el rayo zumba ! 
2 A esos hombres de Dios sed favorables ! - 
} Oh ! ¡ no lo fueron, no I les dieron tumba. 



2 Las Misiones no existen I Ni memorias 

Quedan ya de esos hombres : 
Nadie podrá contamos sus historias. 
Nadie decimos sus benditos nombres* 



á 



La Misión. 43 



••■■■■■•■■■■■■••^■■■■■■•■^^•■■■■■»— ■■■■■■•—•■■■■»■■■■«■•••— »■■•■■ 



Donde hoy la selva crece i se enmaraña, 

Y tapida se estrecha, 

T roble, y pino, y sanee, y espadaña 
Al viajero extraviado no abren brecha, 

Hnbo un pueblo feliz. To me transporto 
A ese pasado dia, 

Y lo que fué Misión contemplo absorto, 
En otro tiempo cuan<^ Dios quería. 

De las hachas al golpe el eco gime, 

Y huye el águila altiva, 

Y se remonta á la región sublime 
Asustada á buscar en donde viva. 

Desviado de su lecho el gran torrente, 
Corre en ondas de plata, 

Y murmurando, rápido y ferviente 
En la ancha loma su raudal dilata. 

Bajo el paciente buey el limpio arado 
Basga la tierra dura ; 

Y el rubio grano en ella derramado 
A ese pueblo dará después hartura ; 

Y allí donde él espino y los abrojos 

Tupian la montana, 
Ven blandear atónitos los ojos 
Dorada espiga sobre frágil caña. 

¡ Qué dulcemente que susurra él viento 

En los techos pajizos, 
De donde el humo en blando movimiento 
Alza su espira de azulados rizos I 



44 Beeuerdos de la Patria. 



Y en medio de las mieses y en la alfombra 

Que á tomillo trasciende, * 
A una gente sencilla haciendo sombra, 
La cmz del Bedentor sns brazos tiende ; 

T nace la república cristiana; 
Y otra, y otras, y ciento. 
Ya orillas de algnn rio, en la Sabana, 
Ya en el monte que toca al firmamento. 



¡ Mab el tiempo voló ! 4 Qué halló el videro 

Que perdido el camino 
Llegó á sentarse allí, cuando el lucero 
De la tarde se alzaba peregrino f 

£1 zarzal extendía como alfombra 

Sus dilatados brazos; 
La cruz de la Misión no daba sombra 
Que en el suelo yacia hecha pedazos. 

Perdió su antiguo lecho el gran torrente 
E inundó la campaña ; 

Y sobre esa laguna transparente 
El junco alzó su resonante caña. 

Saltó sobre un lejano montecillo, 

Sin el menor recelo 
De cazador, el suelto cervatillo, 

Y la garza pasó con blando vuelo. 



La Misión. 45 



Allí no clamorean las campanas 

Con alocados sones, 
Y del templo, en los brazos de las lianas, 
Qnedan sólomusgosos paredones « . . 



¡ Tal fué de destrucción la obra funesta 

Bel Monarca tirano ; 
Mas que tirano, débil, que se presta 
A que la orden selle ajena mano ! 

¡ Carlos ! . . Mas no profanes. Musa mia. 

Con semejante nombre 
El cántico armonioso de alegría 
No al tigre consagrado sino al hombre. 

Ya en ese corazón su fria mano 

Puso la fiera Muerte ... 
¡ Aguardemos al dia soberano 
En que el mal Eey del sueno se despierte ! 



LAOOAJIBA: • 



Á LAS MADBIS OOLOMBIAM A8. 



Guando el sol de los trópicos se lanza 
En el espacio cóncavo del cielo, 
Cual gigante que empieza su carrera. 
En oriámbar baña la primera 
Una bella región que el mar azota 
Que último vio Colon, y el que estremece 
La regalada brisa 

Que en Paria hermosa los palmeros mece. 
Allí, al Poniente, en la región suprema, 
Con los rayos del sol reverberantes, 
Cual límpidos diamantes. 
Be La Sierra en la cima resplandece 
Be granizo inmortal la gran diadema. 
Soledad deleitosa, ñel remedo 
Que ha quedado en la tierra 
Bel primitivo Edén ; donde las aguas. 
La luz, y el cielo, y las espesas sombras 
Bel bosque secular, y los ruidos 
Be blandas ondas y sonoro vienta 
Se hallan en armonía, 
Y son música grata á los oidos, 
Bescanso al pensamiento, 
Paz á la alma, á la mente poesía. 



Ijo, Chajira. 47 



^■■■■« ■—■■■■■ 



Es la región goajira 
Donde Naturaleza almo la mano^ 

Y pródiga vertió de su tesoro 
Flores y frutos, y esmeraldas, y oro, 

Y hermosura y plaeerj á la que abraza 
Enamorado el férvido Océano 

De blandas ondas al rumor sonoro ; 
Donde es divino el cielo que se mira 
Encima sonreir claro y sereno, 

Y regalada el aura que respira, 
Pura y vital, regocijado el seno. 

Para el Mjo de aquellas soledades 
Del alta Sierra en albos grumos baja 
El afanoso rio que, entoldado 
Por árboles que vencen las edades. 
Boto entre el peñascal gime y borbota. 
Para él amante cuaja 
En la cerúlea caja. 

Que guarda el mar en su profundo seno, 
Cambiada en i>erla transparente gota. 

Y cuando el cielo inundan los raudales 
De santa luz con que el Oriente brilla, 
Despierta para él el almo coro. 

En el que oír se deja. 
Como reclamo de amorosa queja. 
La vencedora voz de sus turpiales. 
Entre las mil de innúmera avecilla ; 

Y hace para él volar en el ambiente 
La fragancia que guarda 

En sus nectarios de oro 

La trepante, aromática vainilla. 



48 Becuerdos de la Patria. 

- - - - ■■■■■■ Mwa ■■——■■■■■■*T^' ■ 

»<»— — ■••«^•■■■■»^wi III iiiiBaB ■ ■■■ ■■■ 

I Y hoy esa tierra está muda y oculta ! 
¡Y hoy nadie traspasar sus lindes osa! 
I Y hoy esa raza que la puebla, vive 
Gomo las fieras ; y ni luz, ni ciencia, 
Ni salud, ni verdad, nada recibe ! 
¡Y esa región es tierra colombiana ! 
¡Y el viajero que surca el Mar Caribe, 

Y el que de Paria el litoral azota. 
Se pregunta asombrado 

C5ómo el patrio pendón no en ella flota ! 
j Hijos no son acaso también ésos 
De la Patria común, pues cómo yacen 
En abandono tal f — Mas de repente 
Oigo una voz de luto y de querella, 

Y se ofrece á mis ojos 

La Madre Goajira enhiesta y bella. 

Por sus hombros y cuello 
Baja suelto el undívago cabello 
Las formas á velar frescas y puras 
De su seno fecundo. 

Muy más que el de Cibeles, la gran diosa 
Que nos fingió la Grecia 
Hija del Cielo y de Saturno esposa. 
La languidez de su húmeda mirada, 
Gomo del que ha llorado amargamente. 
Contrasta con la fíinebre sonrisa 
Que vaga por su boca delicada. 
Tal sobre el césped que una tumba arropa 
Se balancea al soplo de la brisa 
De una silvestre flor la bella copa. 



La Oúojira. 49 



^^{Ayl |ay demi 
Om amargara diee, 
(Qué me ha valido aer del almo délo 
Favorecida tanto. 
Si mis lu¡|os eonaomffli aín eonaaelo 
Su inútil, vida en ^ error y A llanto t 
Unas veces eon pié vagan in<»erto 
Por la espesura de la selva umbrosa 
O la ribera del sonante rio, 

Y otras las grandes pampas dd Desierto, 
Rápidos cual relámpago, atraviesan 
Sobre corcel indómito y bravio ; 

Otras, de pié, sol»e ri excelso escollo, 

En el arco apoyados, largas iMuras 

Pasan meditabundos 

Contemplando la mar que arrastra airada 

De sus ondas gravísimas el rollo 

A romperse con ecos gemebundos. 

"¡ Ayl y yo misma atravesar he visto 
Los senos de este j^élago profundos 
A v^as desplegadas una nave. . . 
En una de esas ñié do aquí aportaron 
En los antiguos dias 
Los humildes discípulos de Cristo } 
Los que con sus palabras de amor suave 
De la salud la senda nos mostraron. 
Hoy, como mempre, miro 
Naves y naves desfilar veloces : 

Y hoy, como siempre, en vano yo suspiro, 

Y en vano laiLzo mis dolientes voces* 

4 



50 La Qoajira. 

»».-....««««« ■■— — — m ili ■■■■ — ■» ««««I ■■■■ ^mm^mmmmm^immmmmmm'mmmma^^iammmmmmm» 

¡ Vosotros, ay ! los que os llamáis cristianos, 
Los que os llamáis del desgraciado hermanos. 
Dad un altar al infeliz goajiro I 

^^ La nave qne ahora pasa y desparece 
En el límite combo de los mares, 
Lleva tal vez los santos misioneros 
Que van á alzar en la última Oceanía 
Al verdadero Dios templo y altares. 
T el que llega á estas playas, 
Mercader sin entrañas, en retomo 
Del saludable bálsamo y las x>erlas, 

Y del oro nativo y plumas gayas 

Nos brinda armas mortíferas, y en copas 
En que el licor chispea, aleve vierte 
El sueño del espíritu y la muerte. 
I Y veis vosotros esto, y los atroces 
Dolores en que espiro, 

Y no atendéis á mis dolientes voces í 
I Y todavía os llamareis cristianos t 

4 Diréis que sois del desgraciado hermanos f 
¡Tened piedad del trance en que me miro 
Dando un altar al infeliz goajiro! 

" Todavía en el fondo de las selvas 
Al extraviado cazador admira 
Hallar las ruinas del altar sagrado 
De la antigua Misión : palmas y dindes 
Entre las rotas piedras han brotado, 

Y la ^cza derrama sus festones 
De la cru? en un brazo destrozado* 



•*.^ 



La Ooajira, 61 



••••»•■»•■» 



" ¡Venid I mano leal y fácil senda 
El goajiro os dará^ tan fiel amigo 
Cual fatal enemigo en la contienda. 
Talad los bosques : surque el pino leve 
El mar, y la riqueza de mi seno 
A las regiones más remotas lleve. 
Abrid, abrid los puertos ; 
Trazad caminos y fundad ciudades ; 
Cambiad en poblaciones los desiertos : 
1 Ay ! y en retomo de riqueza tanta, 
Concededme los bienes á que aspiro : 
¡ Dadle donde adorar una ara santa, 
T una Patria que amar, dad al goajiro I 

^^T vosotras, job madres colombianas! 
Mirad mis pobres hijos. . . 
No derramó la púdica azucena 
La nieve por su ííelz, ni sus cabellos 
Bajan hasta su cuello en ondas de oro ; 
Mas mirad de sus ojos los destellos, 

Y sus labios rfentes 

Que dejan ver, iguales cual las horas. 
Entre el rojo coral los blancos dientes . . . 
8u madre soy, y me parecen bellos. 
Por amor de los vuestros tan hermosos, 

Y junto de vosotras tan dichosos, 

¡ Tened piedad compadecidas de ellos I 
I Si una lágrima sola, si un suspiro 
Os merecen sus hados inhumanos^ 
Darán vuestros esposos. 
Que se precian de hidalgos y erístíáno»^ 
Patria y altar al infeliz goajiro P 



I 



BOYAPÁ, 



Yo contemplé con pasmo I]^^gio90 
Alzarse el sol ardiendo ^n Tívp liwpPf 
Una vez y otra vez ns^lc^leciei^te, 
¡ Famoso Boyacái sobro ta c^pp. 
Ta los ecos salvajes 
De ta colina bella 

Ko repiten del bronce el estampido : 
Ya de ta antigaa gloria <mi ti no hi^ hi|alla ; 

Y aqoí se dieron cit^ 
Dos pueblos valerosos 

A definir ana mortal querella. 

Y éste es el mismo rio qae, engrosado 
De las tormentas con las tarbias agoaa, 
Sobre la roca solitaria espuma^ 
Donde enlazados en abrazo odioso 

En la tíltíma agonía 

Los caerpos de los fuertes campeones 

Arrastró conftindidos aquél dia. 

Ko bay túmulos aquí, no hay inscripciones 

Que conmemoren tan heroicos hedios. 

Las cruces de madera 

Con que la Beligion honró las tumba« 



Bóyaeá. ^S 



■ 7iV.vj ff ■•.•■v.v f ■ .TJtfwa tc 



Cayeron ) áho^ ézttíenden }m bekféh69 
Tan sólo a^M au í&orredka eop% 

Y pasta mi corcel la Tet^de gumía 
Que de los bravos el sepulcro arropa : 

Y aquí, de nodbe^ los labtiegoB oyéií 
Suspiros eñ el viento^ 

Tropeles de caballos desboieados 

Y el retintín de Aceros (futí se cbocaá. 
Guando se pone hk menguada luna 
Entre las negras nubes de Occidente, 

Y el can ladm á las soÉibrae; tristemente. 

Los Alpes gigaaxtescos, la bartefa 
Que entre los t>uebloB asentó el Eterúó, 
Ko atajaron el pflso al neto Aníbal, 
En Trasimeno vencedoír y en Cfanas^ 
Ni al gran Napoleón para eefiirse;,. 
De Marengo los lautos 
En las campulas fértiles romanas. 
Gállense estas empresas generosaáL 
Que aquí hay mayor Túrtod y líeobos Aiád gtaódéé^ 
Gomo á la cima de las Alpes Yenée 
La excelsi%Éd enor^ofte de los Andeil^ 

Desde d<»ftde él Ápute at Orinoco 
Con ronco eslftteftdo su raudal ^Ibutá^ 
Hasta donde los AÉé&a su eábéíé 
Alzan orlada de perpetná^ mete ; 
Llanos inmensos^ caudalosos íios^j 
Soledad espmileefl^ a^^aVesa^dé, 
Bolívar salva, aft éÉjMKói INisetedol 



54 BoyOfCá. 



No el cíelo, triste con el largo inviemoi 
Que toma en mar inmenso las sabanas; 
'So la inclemente tierra, en qne del tigre 
Sólo se ven las huellas, 
A Bolívar detienen : marcha, abajo 
Quedan los Llanos; marcha, y á la cumbre 
Trepa de los gigantes de la tierra, 
T pisa al fin la ubérrima comarca 
De la bella y feliz Cundinamatca. 

Cual tempestad horrenda que camina 
Cubriendo con sus alas pavorosas 
Monte y valle, poblados y colina ; 
La oscuridad y el miedo la preceden, 
El exterminio y muerte van con ella'; 
Sopfa abrasado el huracán; se raja 
La oscura nube donde duerme el rayo, 

Y en ángulos de fuego corre y baja ; 
Betumba rimbombando el ronco trueno' - 
T de la tierra se estremece el seno : 
Así Bolívar llega, y se presenta 

A la contraria hueste de improviso. 
Que, asombrada, la fíiga en vano tienta. 
El héroe como el águila, sedienta 
De sangre, y de fiíror llena y de rabia, 
Que por do quier su presa enhambréddá 
Sigue sin darle punto de respiro. 
Cierra las sendas á cobarde huida. 

Y se traba la lid : la Muerte cruda 
En ambos campos pasa la hoz aguda 
Limolando cien víctimas y dentó ; 



Boyacá. 55 

III ■»■«»■■■■ i«—i I»»!! ■■■■■■ n I m mu III I III ■■———■ I 111 ■■■■ ■ ■»«««»....i. ■ ■.■»» 

Y cuando en el hervor de la pelea^ 

£1 tronar del canon cesa nn momento, 

De los heridos se oye la alarida 

CVon triste guaya ensordeciendo el viento, 

O la voz de Bolívar conocida 

Que al combatiente infunde nuevo aliento. 

El sol que en la mitad de su carrera 
Vio empezar el combate, 
De púrpura riquísima en el velo- 
Que en el pórtico tiéndese del cielo 
Ta con menos fulgor la frente abate; 
T la mortal contienda acaba sólo 
Cuando llega la noche, y las estrellaa 
Con su luz celestial bañan el polo. 

I Oh! ¡qué espléndido triunfo I ¡ Cuántas veces 
Cuando el héroe magnánimo, 
En las noches sin sueño, 
SoUtario ^i su tienda se sentaba 
Y el i^ensamiento inquieto revol\ia 
Al tiempo irrevocable, 
Las inmortales hijas de su gloria, 
— Ayucucho, y Junin, y Garabobo ... — 
Badiosa« desfilajr saxte él veia : 
Qial Boyacá ninguna 
Entce tanta victoria. 
Que así pierden su brillo las estrellas 
Cuando aparece la fulgente luna. 

Se figuraba entonce estar.oy^ido 
£1 eco del darin entre el redoble 



66 SoyoddL 

Del atambor gaenero y k» deseargas; 
Del cañón el estmoido^ 
Los gritos de victoria^ ks qnej^doet 
Del soldado mmexiáo^ 

Y el alto relinchar de ks eábalkM» 

Que sin daeHoen el emipo Tagiieabaii ; 

Y ver el flamear de las banderas, 

Y el brillo de laa amas rtÉilgente^ 

Y las nubes de humo . • . 

A nueva vida ent^ieea renaetft 

8u coraacm de paias espirante^ 

Gual cobra su efgpleaásM pot «a mosofíak^ 

Lámpara moríbiuKla 

Cuando sopla una ráfii^ de vientow 

Es de inmortalidad el aura santa 

Que de otros mundos á nosotros viene^ 

Que miestro pobre eataacm iaonda 

De paz, que en él martirio no» sostíena 

Y á regiones de gloria nos levanto. 

(Todo pasó t , Mas dexto 
Que tal valor, virtud y i>atriotiÉBMi 
Mejor corona y prenuo mereeiaD. 
{Patria ! tá mandas el deber sevem. 
Sin prometer el canto de la Fama 
Ni el honor del sepulcro postriiM^^ 
{Begoetjate ya! Los claros nombre» 
De tus htJo^. A por pueden wase 
De los que ñieroa prez de olraatedadieS) 
Más semidioses que hombres, 
Camilos, y Lecgiidas, y Miteíftdmi 



B&yacá. 67 

— — — «— — it— — — — > ■■■■»■»■ I —————— ——M——— iii m iM 

Mas si tales la suerte y los destinos 
De nuestra raza son ; y si el torrente 
Del tiempo en sus revueltos torbellinos 
(3oiisigo arrastra á una 
De los mortales glorias y fortuna^ 
Quedan eon todo nombres 
Que eternos Tivirán entre las gentes; 

Y él tuyo ¡ Boysusil faé ectúmigaA» 
A la inmortalidad en el gran di» 
En que Bolírar desnudó so eipada 
En tu glorioso eusapOj 

Y disipó con victorioso lampo 
De esclavitud la centenaria niébfa» 
En que Colombia misera yada. 

¡OhBoyaeá! (tú, testimcmioTivo 
Eres de esta verdad asombradora I 
Vives; mas sólo reina en tu ecdina 
El sílendo sublime 

De augusta mn^estad : si el vieaio gime 
Sólo la voz del rio aduladora 
Lleva, ó la ddl cansado pe r qgi' lao 
Que casta — y no á tu i^oria, que ét igoKMi^^ 
Por consolar fai pena dd eambiOr 



COLON Y BOLlVAE. 

Guando Oolon, desde la frágil qnilla 
De su roto bajel^ vio de repente, 
C!on la primera luz del sol naciente, 
Aparecer la americana orilla ^ 

Y el canto oyó de innúmera avecilla, 

Y oyó el rumor de la lejana fuente, 

Y la tierra besando reverente, 
Di^ló al gran Dios humilde la rodilla ; 

Y cuando así los anos de tristeza 
Los de larga orfandad y de aflicciones 
Premmba Dios oon sin igual largueza ; 

Guando daba otro Mundo á las naciones, 
4 Pudo pensar jamás que en pobre huesa 
Dormiria entre férreos eslabones t 



Y CUANDO como el águila, señora 
De la libre región del firmamento, 
Basgando audaz el tormentoso viento 
Ll^a al alto peñón en donde mora, 



Colon y Bolívar. 59 



•«•••Mto^MkA^M 



■ ■■■■■■a— y a^» »%' ■■■■ . ■! 



Bolívar á la cnnibre aterradora 
DéL Cbimborazo-rey subié contento, . 
De noble palma y de laurel sangriento 
Coronada la ñrente pensadora ; 

Y vio del Orinoco al Apurima,/ 
IM nno al otro mar la ancha bandera 
De. santa Libertad flotar encima ; 

4 Fado pensar jamás en la palmera 
Qae habia de dar sombra en otro clima 
A sa tumba del mar en la ribera t 



LA MONJA DESTERRADA, 



(EN ALTA XAK.) 



Uomiiii poi ft mal páil che n befté xm 
Foop me Kupiron della dolce cbiostra; 
Dio lo 8i sa qiial poi mia vita ñuL 

Dante, Parad, c IIL 



De pié, sobre la popa de una nave 
Que rompe la onda del cerúleo mar, 
La faz enternecida, pero grave, 
¿Dónde va esa mujert ¡M ella lo sabe! 
4 A Italiat ¿áFranciat ¿á Españ^t 
¡Donde quiera que llegue, tierra extraña 
Sólo su planta logrará pisar I 

De sus miembros en tomo el viento azota, 
Combas formando, el áspero sayal ; 
Sobre su espalda el blanco velo flota, 

Y de su Patria en la región remota 

El ojo clava ^o, 

Y sobre el pecho aprieta un crucifijo, 
Solo refugio en medio á su orfandad* 



La Monja detterrada» 61 



i f,Vl * " —f ^fHWr— ——* " ■ " ■ " ii' ni 'i i i inj m i 



Le ptegoñtan tal vfi^ : -** 4 De dónde Tienee Y 
—De Bogotá I veeponde con doliHr» 
— ¿Padres, deudos, amigos allá tíenest 
—Mi altoar, mi homUde celda eran mis bienes, 

Y mi padre y mi esposo, 
Mi único amante, amigo generoso, 
¡Mi único bien sobre la tierra, Dios! 

— lY á dónde vas, desamparada y sola 
Por el mando falaz, pobre mujer f 
— ^Tanto saben las bctjas de amapola 
Donde las Ueya el viento; tanto la ola 

De este ancho mar de plata. 
Que hasta el polo del mundo se dilata, 
El escollo en que al fin se irá á romx>er. 

— ^Y cuál tu (»*ímen fué, virgen cristiana, 
Para tal abandono y proscripción t 
— ^Allá dictaron una ley tirana : 
Toda razón y súplica fué vana ; 

Y á mendigar salimos ; 
Y hogar, y pan, quietud y paa: perdimos. 
I Y nuestro crimen t Adorar á Dios I 

Sofié desconocida en mi retiró 
Junto al altar de mi Señor morir: 
B^oy... ¡ ya no tengo Patria I En vano miró 
Montea excelsos, ancho mar que admiro, 

Pero que amar no puedo. 
Porque me infunden pasmo, asombro y miedo 
Su inmensa mole y su incesante hervir. 



62 La Moi^a destemida. 



Yí por entre las sombras vespertinas, 
A tierra el vuelo osado enderezar, 
Bandadius de fugaces golondrinas : 
Ellas también, cual yo, son peregrina^; 

Mas, ¡qué distinta suerte! 
¡Olí Patria ! yo jamas volveré á verte, 
¡ Ellas van en tu s^io á reposar ! 

¡ Oh I I volad ! ¡ y llegando finalmente, 
Al través de la negra tempestad, 
Bajo el ala del Padre Omnipotente, 
Con la primera luz del sol naciente, 

Al profanado asilo 
Donde pasaba mi vivir tranquilo, 
De mi celda en la reja gorjead! ' 

¡ Oh Patria ! yo bajé tus grandes rios, 

Y tus sabanas fértiles crucé ; 
Subí á tus montes ásperos, bravios. 
En que la nieve vence á los estíos; 

Y luego en la ribera 
Parada, la ancha mar, tendida y fiera, 
Con pasmo y con delicia contemplé. 

¡ Oh ! ¡ qué hermosa eres tú ! Grande y fecunda^ 
Como el Edén que el crimen nos robó ; 
Besa tus pies la mar ancha y profunda, 

Y en raudales de fuego el sol te inunda. 

Bica de tantos dones, 
I Qué nación entre todas las naciones 
Merece más, de las que Dios formót 



La Monja desterrada. 63 



r» »>s«ai n ■■■■■■ > ■■■■■—■■■■■■■•■■■ — ■»»■—■■■■■■— ———^■■i— —————— ^^^iB^HB^ 



TTno^ de quien América blasona^ 
Por este mismo mar cruzó también 
Bascando tumba en apartada zona: 
Hallóla; y llanto^ y palmas, y corona; 

Pero ] silencio ! ] basta I . . . 
{ Ah Patria ! ] ah Patria ! ¡ tú, cruel madrastra 
De hijos que fueron tu ornamento y prez ! 

Yo iré á vivir también con los extraños^ 
Yo iré á comer el pan de mi dolor, 
y á suMr esquivez, miseria, engaños ; 
Mas cuando Uegue el plazo de mis año» 

Eeclinaré mi ñ^nte, 
Al pasado dolor indiferente. 
En el seno amoroso del Señor! 



A Uir JOVEK POETA- 



(D. K. POMBO — 1856.) 



Poeta I^ euando brillas en ta aurora. 
Conquistando con lira vencedora 
Bamo imperecedero de laurel ; 

Yo me apago en mi pálido Occidente, 
Marchita la corona de la frente 
Que de mi necio orgullo premio fué. 



Todo rie á tus ojos en la vida. 
Bajo de un cielo a^ul miras tendida 
La tierra como un rollo de verdor; 

Y encima reverberan como faros 
Del Ecuador los astros siempre claros 
Derramando purísimo esplendor. 



¡ Contempla el sol, la tierra, el firmamento ! 
j Oye las alas rebatir al viento ! 
¡ Percibe los aromas del pensü I 

¡ Mira ese fiero mar, extenso y solo, 
Sus ondas arrastrar de polo á polo 
De blanca espuma en promontorios mil I 



> i 



A unjávenpoeteu 65 



Gontempla de los séi^s la cadena, 
Desde el insecto oculto entre la arena, 
Al hombre, rey de toda la Creación ; 

Y*álzate más allá con audaz ala, 
Del Patriarca Jacob sobre la escala, 
A las gradas del trono del Señor. 

I Poeta! ¡ es tuyo el universo entero ! 
¡ Míralo cuan hermoso y placentero 
Ostenta sus encantos ante ti ! 

Y es juntamente amor y poesía, 
T un cántico solemne de alegría 
Al que lo supo criar y ornar asL 



El tempestuoso mar ruge bravio, 
Mientras duerme la gota de rocío 
En la fragante copa del rosal . • • 

Yuela el dorado insecto, cuya vida 
Es de un dia, en la flor, cuando atrevida 
Basga el éter el águila caodaL 

Sobre un lecho de musgo la gacela 
Descansa al son del céfiro que vuela 
Medio doblando el cáliz de la flor ; 

Mientras arrastran crótalos crueles 
Entre el jaral sus roncos cascabeles, 
Cuyo ruido intimida al cazador. 

6 



66 Beouerdas dé la Pairia. 



Yuela tí. cocuy tu noche tenebrosa 
Tras 8í dejando huella luminosa, 
Que es de su amor cladeómo fanal ; 

Y el sol derrama fúlgidos torrentes 
Que inundan cuantos mundos hay presentes 
Del Criador á la vista paternal. 

Así, á par de su dulce compaSera, 
Del laurel á la sombra y la x>almera, 
En los risueños bosques ctel Eden^ 

Yió pasar la Creación el primer hombre^ 
T, viéndola tan bella, le dio nombre, 

Y ella sumisa le inclinó la sien. 

I Yé la miger ! . . criatura cuya planta 
La yerba apenas al andar quebranta^ 
Si pensativa vaga en el verjel ; 

Del hombre madre ó la feliz esposa, 
Siempre sagrada, buena, candorosa, 
Qrata c<ms(dacion y amiga fieL 

Tembloroso di Pudor y reverente^ 
Mirándola tan bella, en la alba frente 
Su casto beso con amor la dio. 

Ruedan sobre sus hombros los cabellos^ 
Como los gi^os del jacinto bellos, 
En anillos que él céfiro enredó. 

Duerme en sus ojos el fulge»? del rayo^ 

Y el color de su faz rosas de Mayo 
£s^ mezcladac^ á globos de jazmín; 



A un jóeen póeéé* 67 

Y enaiido abre su labio la sonrisa, 
TSo hay aroma de flor, ni suave brisa 
Que la iguale en eq^^idido jardinr 



] Y ese miiverso es tayoI---El gran lamento 
Con qne en antígaos bosques gime el viento 
Cual órgano en inmensa catedral; 

De las flores de Abril las lindas galas ; 
Del iris corvo las brillantes alas, 
Desplegadas después deP vendabal ; 

La lágrima que brilla vadlando 
En la pupila de la virgen, cuando 
Da el postra beso y tí. postrer adiós } 

Y la sangre del héroe que gotea 
Enrojeciendo el polvo en la pelea 

Al morir poT su Patria ó i)or su Dios ; 

Y la fe de Colon cuando despliega, 
A despecho del austro, en noche ciega 
Las destrosadas velas á la mar ; 

Y de Bolívar la fulmínea espada, 

Que, cual la voz de Dios, de entre la nada 
Pudo tres grandes pueblos levantar ; 

Del hombre él corazón, profundo seno 
De iBosA y Iñen, de luz y sombra lleno, 
De duda y fe, tenoc»* y caridad ; 



68 Bectterdoa de la Patria. 

T»Ttr *^T>g yr«««->-irTgrrTTrTrT T>« ■■>■■■■■ ■■■■■■■<■■■■»■■■■■■■■■■» ■■■»iiiib»iií i» ■ — ■■■■—<— >—#»B>lia >>■ ■ j 

Con su durable pena y corto gozo^ 
Y loco orgullo : ¡ abismo prodigioso 
Barrido por perpetua tempestad ! 



I Ese tu imperiol ¡ cuanto ven tos ojos ! 
Al mirarlo, i>ostrándote de hinojos, 
Adora en tos cantares al Señor; 

Porque así como el sol brilla en la esfera 
Único rey de la Creación entera, 
¡ Así omnímodo, solo, único. Dios I 

De él derivamos nuestra ciencia escasa, 
Kuestra corta virtud y fuerza lasa, 
Débil amor y flaca voluntad ; 

Mas por él nos alzamos á la fuente 
De todo lo que es bello, solamente 
En cuanto es bueno y en cuanto es TEBPÁB ; 

Y honramos del anciano los cabellos, 

Y la inocencia de los niños bellos, 

Y de la virgen tímida el pudor ; 

Y el i)olvo de los mártires honramos, 

Y d. flero despotismo detestamos 
Porque la ley ofende del amor I 



Ck>n tu varilla mágica golpea 
Diciendo al polvo del sepulcro: ¡ Sea i 
Y á la vida los héroes tomarán 



A un joven poeta. 69 



■■■■>■■ ■■■■——■■ 



Llenos de msyestad, de laz^ de pompa ; 
Y apar de ti la damorosa trompa 
Que sos hechos celebre escucharán. 

[ Oh, canta, pues I que el orbe espera atento 
I^nto á aplaudir tu levantado acento 
T á arrojar las coronas á tu sien ; 

Yy aunque tocando casi á mi occidente, 
Yo volveré mi complacida frente 
Por ver tu triunfo y aplaudir también. 



AL TEQTJENDAMA. 



OiB ansié tu tmeno majestuoso, 
¡ Tremendo Tequendama I ansié sentarme 
A orillas de tu abismo pavoroso, 
Teniendo por dosel de parda nube 
El penacho que se alza por tu frente, 
Que, cual el polvo de la lid ardiente. 
En confundidos torbellinos sube. 
Quise también mezclar mi acento débil 
Al grande acento de tus muchas aguas, 
Y, respirando el aire de tu gloria. 
Ensalzarla también con voz ferviente, 
Mi lira haciendo digna de memoria, 

Y arrojarla después á tu corriente. 

Heme aquí contemplándote anhelante, 
Suspenso de tu abismo : 
Mi alma atónita, absorta, confundida 
Con tan grande impresión te sigue ansiosa 
En tu glorioso vuelo, 

Y al querer comprenderte desfallece 
I>e tanta fuerza y majestad vencida. 



Al Te^p/endaima. 71 



Tu TOS es cual la vos de un Dios que paBma 
De asombro y de terror á las naciones ; 
Cual rimbomba el canon de la pelea, 

Y anuncia así de lejos al viajero 
La hórrida majestad que te rodea. 
Los ecos ensordecen y se cansan 
De repetir la horrísona armonía 
Que de ti suena en tomo 

Oual si fueran los himnos de un triunfo 
Lleno de pompa y bélica armonía. 
El águila asustada alza sus vuelos 
Por el éter brillante á las montañas 
Donde chillan hambrientos sus híjueloft. 

Manso y tranquilo, y sosegado corre 
Lleno de majestad ; y de repente 
Cual dragón infernal alza la frentCi 
Sacude enfurecido 
Las vedijudas greñas, 
Se asoma al borde del abismo, y brama, 

Y se lanza iracundo 

De un abismo á otro abismo más profundo 
En sábanas lumbrosas de alba espuma, 
A ser despedazado entre las peñas. 
La roca al golpe gime ; 
Hierve la onda atormentada y gira, 
Se romi)e, se revuelve, se comprime 
Con clamoroso y desigual estruendo, 
O como quien se queja y quien suspira, 

Y como el humo de una gran hoguera 
A torbellinos al Olimpo sube 



72 Bectierdos de la Patria. 



De clara niebla en argentada nube ; 

Y el poderoso acento 

De soledad en soledad^ de nn monte 
A un monte más lejano, lleva el viento^ 

El Ángel Ouardador de tus raudales 
Aqiií, de tarde, á contemplarte viene, 
T en ese altar de piedra que se avanza 
Lleno de algas, de espuma zarpeado. 
Se sienta, el nodo de tu choque oyendOé 
Su cabeza de juncos ven ceñida 

Y de silvestres ovas, 

Y su capa de púrpura tenida, 

Los montañeses, y oyen el concierto 
De su laúd divino, al brfllo incierto 
De la pálida luna 
Cuando en silencio está todo éí Desierto. 

( Prodigio del Creador ! [obl ¡nada falta 
A tu gloria I Pictórico horizonte 
Delante se abre ; antiguos como el mundo 
Los árboles* se elevan en tu monte; 
Solemnes armonías 

Eesuenan eu tu seno ancho y profundo: 
Flores, aromas, luz y movimiento ; 
Aire esenciaLde vida en cada aliento ; 
Un cielo claro encima, 
Como el almA de un niño^ ven kis. ojos; 

Y por diad^na para ornar tu frente 
Iris de oro, de púrpura y diamantes 
Se <»nizan sobre ti reverberantes^ 



Al Tequendama. 73 

■É»»<««»aa»>a»^ w »M^BaBa ■ ■ a^»— —■■■■ — ■■■■ — ■■■■■■■■ w^— ——•■■»■■■■■ — >———■■■■■■>■■■■■■■— — ■■■<■■■■ ■■ 

Mas ( dónde están, ¡oh río! aquellos pueblos 
De esta región antiguos moradores f 
4 Qué se hicieron los Zipa« triunfadores 
Que se sentaban sobre el trono de oro, 
Y que padres más bien que augustos reyes 
Con amor sonriendo y frente leda. 
De dulce paz dictando iguales leyes, 
Cual se gobierna una familia, al pueblo 
Con el cayado patriarcal guiaban 
Cual con riendas de sedat 

I En dónde el templo en láminas de oro 
Resplandeciente al sol f | Á qué comarca 
Trasladaron las aras en que ardia 
El aroma suavísimo, entre el coro 
De virginales voces noche y diaf 
|Dónde Aquimín f | el Bogotá f | el Tundama f 
4 A dónde el santo Sugamuxi, á dónde f — 
Tu trueno asordador, como un lamento, 
Es la vo»sola que á mi voz responde. 

¡Pobres indios, abyectos, decaídos 
Del vigor varonil, desheredados 
De este tan bello y tan fecundo suelo, 
Vosotros no poseéis de vuestra Patria 
Sino el dulce aire y el brillante cielo, 
O una heredad cortísima I El arado 
Bompe la tierra, y de las tumbas saca 
Los ídolos pequeños, confundidos 
Con el polvo sagrado 
De un sacerdote, un Zipa, im Bey de Iraca. 



74 BeeueríUm de la Patria. 



Como 86 avanzan á este abismo oscuro 

Y en él se pierden las pesadas ondas, 
Así su pobre rasa desparece : 
Parte cayó bi^o el acero duro 

De los conquistadores; en los hierros, * 
En infectas prisiones y sombrías 
Se marchitó su juventud lozana ; 
Otra se pierde en el extraño abrazo 
Con sangre de verdugos confundida • . . 
¡ Kacion ayer, no existirá mañana ! 

2 Y este río caudal sigue corriendo 
Como corrió desde la edad antigua ! 
¡ Y el trueno. aterrador que estoy oyendo, 
Sonaba entonces como suena ahora, 
Duro, rabioso, asordador, tremendo, 
Gomo una eternidad devoradora, 

Y sonará cuando al sepulcro caiga 
Este hombre oscuro, débil, ignorado 
Que oyéndolo á su borde está senta4o ! 

¡ Oh ! j qué objetos ! j el hombre y Tequendama ! 
j El hombre sin poder, pincel, ni acento 
Con que pintar lo que su mente inflama. 
Que ayer nacido, vivirá un momento, 

Y mañana en el polvo del sepulcro 
De su vivir se apagará la llama! 

¡ Y esta tremenda catarata, eterna. 
Con esa voz cual la de mil tambores. 
Cual ruido estrepitoso 
De cien y cien caballos triunfadores 



Al Tequendama. 75 



En el afieui de una total derrota ; 

r ese hervir fragoro0o, inextíngoible, 

Y esa su roca, firme, estable, inmota, 
Qae alcanzará á los años de los años 

Y del mnndo á la edad la más remota! 

¡ Calma mi momento el torbellino rando 
En qne ruedas, oh rio, al dego abismo 

Y ese fragor y la explosión del tmenof 
¡ Disipa el pabellón de negra nube 
Que cada instante de tu lecho sube 
Para velar tu majestad I Mi alma. 
Mis deslumhrados ojos, mis oidos 
Sordos ya con el ruido de tus aguas. 
Anhelan contemplarte un solo instante 

Y dej'arte después agradecidos ! 
Porque tu vista bella 

Asombro, pasmo, horror sublime inspira, 

Y de verdad severa lección grande 
Deja en la mente con profunda huella. 
Aire de gloria y de virtud respira 

El hombre en ti : capaz de más se siente : 

De legar á los siglos su memoria. 

De ser un héroe, un santo ó un x>oeta ; 

T sacar de su lira 

Un son tan armonioso y tan sublime 

Como el Ms que brilla por tu frente. 

Como el eco de triunfo que en ti gime. 



A TUNJA. 



(DB8DB XL ALTO DI SOSÁcI) 



{Oh! ¡ved allí la antigua y noble villa 
Patria del Zaque y tumba de Bondon, 
Oon su aire puro y su brillante cielo. 
Sus altas torres que ilumina el sol ! 

A su sagrado suelo no dan sombra 
La palma, el limonero ni el jazmin; 
Ni se escucha la voz de los torrentes 
Que ronca vaya al último conñn. 

Esto conviene á sus pasadas glorias 
Y á su terrible y fiera majestad; 
'So el vuelo de la brisa entre las flores, 
Más ronco son de recio vendabal. 

Ella cual la Cibeles de la fábula, 
Nos muestra sonriendo por blasón 
La virtud y belleza de sus h\jas, 
De sus heroicos hijos el valor. 



A Tunja. 7 



••«M 



Que tengan otras tierras bellos campos, 
Sios, flores. . . jqué importaf aqní nacf : 
i No ama también el águila su roca. 
Goal su humilde rosal el colibrí f 

Esos despedazados monumentos, 
Que no pueden mirarse sin dolor, 
Son elocuentes ruinas que publican 
Noble infortunio y sin igual valor. 

I Qué luz de gloria en los antiguos dias 
Su augusta frente iluminó fugaz, 
Cuál se mira entre nubes tormentosas 
El Ms del Señor reverberar I 

Guando Aquimin manchaba con su sangre 
Las aras en que amor lo coronó ; 
Cuando Quesada sus feroces huestes 
Como un torrente aselador soltó; 

Y cuando, desplegada al vago viento. 
Boto por la metralla en Boyacá, 
El pendón de la Patria flameaba. 
Prenda de redención y libertad ! • . 

De tu glorioso escudo los cuarteles 
Por la injuria del Tiempo destructor 
Cayendo van sin remisión, ¡ oh Tuiga 1 
Cuna de la nobleza y del honor, 

Cual vuelan por el bosque solitario, 
A impulso del horrísono huracán. 
Una á una las plumas desprendidas 
De las alas del águila caudal. 



78 Beeuerióé ie te Patria. 

I Quién te voMera el esplendor perdido, 
Tu ni%je8tad y tu opulencia, qniénf 
¿Quién «obre ti vertiera los raudales 
De riqueza, de gloria, dicha y bienf 

¡Ohl |8i tos mismos h\jos!.. Mas ¡silencio! 
Que de la ausencia escudio ya la voz 
Inflexibe sonar ... I Adiós, oh Tui^a ! 
j Adiós, oh Tunja! ¡y, para siempre, adiós! 



LIRA SAGRADA. 



Confitebor Ubi in oit]iaza« 
Déos, Dens metis. 

Ts. ZLii, 4. 



EL POETAL DE BELBK 

vSxjANBO en él cielo de Bélea hermosa 
13espimtó pora y bella 
fJna, antes nunca TÍsta, daia^eati^a 
De la calladanodie en el reposo ; 
Su rayo huntn^so 
£n xm portal linnulde x>6o^2ando 
Dejó ver, las tinieblas disipaiidOy 
No en cnna de oro y sobre piel de armiño, 
Sino en musgos y encima de nna piedra, 
Becien nacido cm niño. 

Por sobre él sesgo rayo de la lona 
De Ángeles ana tropa descendía^ 
Que en tomo mirto y Medra 
T flores olorosas esparcía^ 

Y un armónico cora, 
Yisto por los pastores, 
Cantaba los loores 

Del Hombre Dios sobre sus arpas <leo!ro^ 
T alzándose á los cielos repetían 
3 Gloria á Dios ea el alto firmameBto 1 
2 Paz en la tí^ra al hombre I 

Y el himno celestial lejos llevaba 
En sus alas deq[raes el raudo Tiento 
Del Tabor y dd lobaí^ á las ecuniírai 



82 Lira sagrada. 



De grato aroma y de fragancia llenas, 

Y más lejos volando resbalaba 

Sobre el mar de Gartago y el de Atenas. 

Entonces juntamente ¡ oh maravilla! 
Se vio á los infelices ganaderos 

Y á los sabios altivos del Oriente 
Correr apresurados^^ 

Y caer derribados 

Doblando ante él sumisos la rodilla. 

La humilde pastorciUa 
De flores recogidas en el campo 
Gozosa trae débil canastilla 
Que se derrama ya de puro llena. 
Míranse en ella unidos á las rosas 
Los globos de la pálida azucena^ 

Y el turquesado lirio y el Jacinta 

Y el soberbio clavel en sangre tinto. 
TJn corderillo, limpio como el ampo 
De la nieve otra ofrece, 

Que lavó en el torrente del Desierto, 

De veUon oloroso 

Porque dormia donde el nardo crece ; 

Otra rendida trac 

Un ramo de manzanas, aun cubierto 

De gotas de rocío .. . 

En el azul riquísimo del cielo 
Brillan con nueva lumbre las estrellas; 
Más ármomoso se oye el son del rio ; 



J 



m Portal de Belén. 83 



■■■■•■••■■■••«•*** 



Con más blando mmor sos alas bellM 

Bate en la verde grama, 

ó entre las flores de tapida rama, 

El murmurante céfiro de estío ; 

Y de perfumes á los aires sube 

Gomo de un holocausto la ancha nube. 

Al cántico de triunfo en que consuenan 
Las santas liras de oro 
En el Portal dichoso, los pastores 
Asi responden en humilde coro: 

I Como caida del alto cielo 
Bella, purpúrea, fragante flor 
Entre zarzales é inmundo suelo, 
Así ha nacido el Salvados ! 

¡ Oh! ¡que ese musgo blando te sea! 
¡Oh ! ¡ que las auras te den calor! 
¡Y el sol no queme, si centellea. 
Tu faz de nieve, Eey y Señob! 

No en cuna de oro, ni en blanco lino 
JSi en el suave, blando plumón. 
Sino entre musgos duerme el que vino 
Á libertar nuestra Kacion. 

^ ¡ Doblad, oh rosas, vuestro capullo 
Sobre su cuna como un dosel ! 
¡ Batid, oh céfiros, con blaiido arrullo 
La ala que espira nardo y clavel ! 






{ Fuentes^ voaotnia el xom>Q e^taro^ado 
De vuestras oncUs de plata^ ábadl 
¡ El son quei:^ del que ámmm^ 
Está tranquilo^ reduidioftd I 

I Oh! iqueesezawgoblmdi^teaei^l 

¡ Oh ! I que las auras te den calor ! 
I X d (EKd a^ q^b^ne, ñ cwtell^ 
Ta &tíz de nieve, BiiY y SsSoi^{ 



HQfKOS A LA TÍfiGEIír. 



QiTJiEtto entonar un canto de tdábanza 
A la Virgen gloriosa: 
Peix) la humana voz ronca y medrosa 
Mi ardiente amor á retratar no alcanza. 
Así el águila audaz al éter vago 
Enamorada de la luz se lanza, 
T en el piéli^ inmenso sumergida 
Las vietork)Bas alas estremece 
Y á los humanos ojos despaarece. 

¡ Oh si la voz grandísona tuviera 
G(m que la inmensa mar su queja exprime 
Al golpear un polo y otro polo 
T el eco tiembla en la región sublime : 
Si de todas las h\jas de los aires 
Tuviera la acordada melodía. 
Cuando saludan el albor primero 
Que ba&a ^ cielo al asomar ri día; 
Si la vols del Arcángel inflamado 
En la Increada Luz, cuando la gloria 
Del que venció á la Muerte y al Pecado 
En su lira inmortal gozoso canta, 
¡Oh! { nunca lograría 
Cantarte dignamente, Yírgen Santa L . 



86 Lira $agraéUL 



Ya 4 apagarse mi lámpara noctama; 
¡ To velo solo aqní ! j oigo el aliento 
Del fajo mió que ^i su cuna dueime, 
Como en sn nido la paloma inerme. 
Be sa pecho el pausado movimiento 
Ckm las oscilaciones armoniza 
De la espirante Inz, que aclara ahora, 
Y ah<»ra deja ^i sombra él cuadro beUo^ 
Fijo en el muro, de la gran S^k>ra. 

¡OhYírgen! he pedido ardientemente 
Al corazón de mi ternura A hinmo. 
Mas callóse asustado: 
La canción á mi lira he demandado, 
Mas consonar no pudo al santo nombre : 
I La temi)estad que hiela 
El corazón del hombre, 
TamMen alcanza, en su funesta ira, 
A humedecer las cuerdas de la lira! . . 
¡ Y he de entonar con todo mis cantares 
Hoy que, rindiendo de su amor A culto^ 
De ñ'esco lauro y flores 
Todo el mundo corona tus altares I 

I Cuál es el nombre más suave y puro 
Que te ha dado en su amor, S<^ora, el hombre T 
— £l te llama JSsperanaay 
Te apellida OonsuelOj 
Estrella de la mar y Puerta del Oiélo. • . 
Mas ¡ah ! que ningún nombre 
OoQ el de M,adre á competir alcanza ! 



Himnos á la Virgen. 87 

»— i»— ———i—— —— — ■■■■■■■■■■— —^—■^■■■■■■■■■■■■■■■■■—»—— *—ifc<l> ■■■■■■■■■ — ■■ »»•■ — *■ 

¡ T tú, Berna del Cielo esclarecida, 
Tú quieres que te invoque de esa suerte 
El mísero mortal, nacido en crimen 

Y esclavo de la muerte, 

Porque probaste el amargor del llanto 
Sn mísera orfandad, ^q conducida 
Por el Hijo del Hombre al Tabor fuiste 
A contemplar el rapto de su gloria; 
Mas entre olas de plebe enfurecida. 
Que baldonaba al Justo, 
3u infame muerte á presenciar subisteu 

La idea del dolor vaticinado 

Y del dolor la realidad cumplida. 
Formaron de la trama de tu vida 
Un martirio espantoso y prolongadou 
J>e la maternidad el santo gozo 

Que á las bijas de Adán, acá en la tierra, 

Hace entrever el Cielo, 

Fué para ti amargado 

Con imagen de muerte y desconsuelo. 

jHija dd Bey, nacida en la pobreza, 
Crecida en soledad y en abandono^ 
Á arropar no bajó tu humüde cuna 
ISi un girón de la púrpura del trono i 
Peregrina, á la tierra 
Del cautiverio antiguo de tu pueblo 
Vas huyendo del odio de un tirano . . • 
¡Vientos tempestuosos de la Arabia, 
Que barréis los inmensos arenales 



88 Liraiogradm. 



Del gran Desierto con ftmesta tbUAs^ 
La caravana respetad que lleva 
Una mivier, un ni£k> y nn andano I 
fl^ubesl i tended encima nn d^isa veBii 
Que temple del estío los ardores I 
¡ Oh Ángeles! ¡ vosotxos 
Acompañadla plácidos, el snelo 
Donde estampare su i>eqiMSa huella 
La cefestiáfi dáMDbeella 
Alfombrando de ffi>res f 

Y el frescor grato de sos anefias copa» 
Tiendan las palmas, y la clara fuente 
Su blanca espuma sobre verde grama 
De sus límpidas ánfefas derrame 

Y á descansar á los viajerss llame» 

¿ Quién es esa que sube 
De Kaaareth á la montaña santa 
€on reposada planta, 
Hermosa cual la luz: euanéo amanece,. 
De aroma ^ivudtaeirnaeiuradl» nube T 
Ciñen su frente leda 
Bosas que en Jerícó la brisa mece; 
Sobre sus hombros bellos 
Bajan en áureas ondas los cabellos r 
La muelle y suelta seAi 
En tomo de sus miembros delicados 
En amorosos pliegues se derrama 
Al vaivén de los vientos embregados: 
Tde la faz de Dios bajet á su frente^ 
Un rayo de la Inzi indeficiente 



^ 



HinmM á la Virgen. 89 



W— >— — Mi^^W— «I»»*»»»»»»— — 



Que en claror svav^niente la circunda 
Y el aire^ el mar y el cielo todo inunda» 

] Sube, Santa Mnjer^ oyendo él coro 
Que en tu alabanza vuela 
!E:n la solemne voz del mar BODOtK^ 
ir en ecos de los montes empinados^ 

Y en el son de los ríos de6x>eñados, 
ir en las alas undívagas del viento 
Que rueda y se levanta 

Hasta la última esd^lla ' 
Que brUla én el confín del firmamento, 
T el himno augusto de tn gloría canta : 
/ Cayó el Dragón temidú t ¡ La Doncella 
Domó su cuello al fin con firme pUmta ! 

\ Salve de nuestra estirpe protectora, 
Que oir no puedes del que ansioso Hora 
El ay desgarrador, sin que tu mano 
Sos lágrimas enjugue bienhéchorlEU 
Á ti la enfermedad, y el cautiverio^ 

Y la orfandad, y la secreta pena 
Que silenciosa el corazón carccnne 
Hallaron favorable : unhemisferioí 

Á otro hemisferio cuenta tus piedades, 

Y la presente edad su voz levanta 
Bespondiendo á la voz de otras edades, 
CiHuo cuando en el piélago desierto 

La América se halló : fñnebremaite 
La onda sonante de la mar que hervía 
Azotaba rabiosa el lado abierto 



90 Lira$agrad<L 



De la nao que á Ck>lombo condada. 

Cinco veces ri sol negado había 

Bu resplandor propicio : 

Sólo de coando en cuando iluminaba 

Oárdena luz del rayo^ 

El vórtice insondable 

Á donde, rota ya la débil lona. 

La nave el aquilón precipitaba. 

^^ ¡ Los destinos de un mundo, 
Se&ora, van allí I ^ Y oyó clemente 
Bsa voz de dolor que rasgó el viento, 

Y apareció en la sombra, y al momento 
Cesó del mar el rebramar profundo : 
De oriámbar se tiñe el firmamento ; 
Toman de nuevo á desplegar las brisas 
Con regalado son su débil ala, 

Y por sobre las ondas ya sumisas 
La redimida nave se resbala; 

Y con la nueva aurora 
La americana tierra 

Tocó x)or fin la venturosa prora. 

] Oh I para celebrar bienes tan grandes 
Unid, hjjjos de América, las voces 
Al himno reverente del poeta, 
Que bsya de la cumbre de los Andes 
Á laj» ardientes playas 
Que el Plata y Elmac baña y Magdalena, 

Y Amazonas terrífico y el Guayas. 
I Madres americanas I ¡ y vosotras 



J 



Himnos á la Virgen, di 

Arrollad vaestros hijos en la cuna 

Ck>ii la canción sencilla 

Á la excelsa Señora, 

Y Virgen sin mancilla, 

Del Nuevo Mondo Madre y Protectora ! 



n 



Con la loz de clara aorora, 
Goal perfome deUcioso, 
Se levanta á ti, Señora, 
Un concierto de loor. 

Voz del mar estrepitoso, 
De la brisa habla sonora. 
Canto de aves melodioso, 
Voz del hombre qoe te adora, 
De la tierra himno de amor* 

T al tocar el sol ñdgente 
Al cénit de so carrera, 
Y al doblar so robia frente 
De amplio cielo en el confin } 

Con la esqoila lastimera 
Qoe se qoeja largamente 
Besonando por do qoiera. 
Se alza un cántico ferviente 
De la tierra á ti sin fin : 



92 lÁra $agrada. 



■— ■■» I 



Queja amarga del que gime, 
Ay del triste desterrado 
Que en la argolla que lo oprüue 
Da á los vientos su canción. 

I Quién habrá que al desgraciado 
La cadena odiosa lime 
En que llora esclavizado, 
Pobre mártir, mas sublime, 
Tantos anos de opresión! 

Muda encuentra á su agonía 
fil su cárcel tenebrosa: 
Sola tú su pena impía 
Yes con rostro de bondad ; 

Tú k) escuchas generosa ; 
T al momento la alegría 
Le sonríe cariñosa, 
T á sus ojos luce el dia 
De su antigua libertad. 

Guando en piélago revuelto 
Por borrasca horrenda, solo, 
El viajero en noche envuelto 
El abismo abrirse ve ; 

Hierve el mar y truena el polo. 
Cruza el cielo el layo suelto, 
Gime d mar soplando Eolo, 
IS'egra noche el dia vuelto • . . 
¡ Ay del mís^t) bajel! 



HimnM á 2a Virgen. 93 

Mas di pobre navegaate 
Á Mabía entonces clama, 

Y su finia en el instante 
Ya calmando tí. aquilón : 

Ta los rayos su (^mel llama 
Apagaron^ y distante 
Sordamente el trueno brama . . . 
Sale el sol muy más brillante, 
Bueda la onda en blando son. 

Tal tocando en frágil quilla 
Á la playa americana, 
Dando gradas, la rodilla 
Ante Dios Colon dobló* 

De la Edna soberana^ 
De la Yírgen sin mancilla 
El gran nombre aitre el bosaima, 
De la América en la orilla. 
Por primera Tes sonó* 

Por primera vez el viento 
Oyó el nombre de Mábía, 
Subió al combo firmamento, 
Bodó en ondas de la mar; 

Y ^ esa dulce mdodía 
Despertóse en el momento 
Eco antiguo que dormia, 

Y ese eco faé un concaito, 
De sus glorias un cantor. 



94 Lira Mgrada, 

Cubren flores á millares 
En la tierra granadina^ 
{Virgen pura! tos altares 
Entre ramos de laurel ; 

Y á tu pié forman cortina 
Gon matices singolares^ 
Á la rosa purpurina 
Enredados azahares, 

Y violetas y claveL 

Esta es esa Mujer beDa 
Que nació en humilde cuna, 
Modestísima doncella 
De la pobre Nazaret; 

Más hermosa que la Luna, 
De la mar brillante Estrella, 
Que sin leve mancha alguna 
Á nosotros luz destella 
Desde el cielo de IsraeL 

Esta es esa Mujer santa, 
Compasiva, pero fuerte 
Que aplastó con firme planta 
La cabeza del Dragón. 

Eescatada de esa suerte, 
I^uestra estirpe se levanta 
Del pecado y de la muerte, 

Y gozosa el himno canta 
De la santa redención. 



LA. IGLBSITA DE LA ALDEA- 

Contemplo un cielo esplendoroso arriba, 
De verde grama abajo una ancha alfombra, 

Y un despenado rio á cuya riba 
Salvias y alisos dan tupida sombra; 

Y árboles mil que allá, de trecho en trecho, 
Alzan al cielo su follaje vario, 

Y entre ellos elevarse el pardo techo 

De una iglesia y la cruz de un campanario. 

Á. tí. llego, por fin, ¡ oh cdsa santa ! 
Cual náufrago á la orilla. 
Después que vio romperse en foria tanta, 

Y hundir el mar su mísera barquilla. 

De la elevada torre entre la paja 
Marchita, y entre pálidos heléchos 
Una silvestre hiedra en grumos baja 
Derramada en el pórtico y los techos. 

Las sueltas golondrinas se descuelgan 
Del salidizo hacia el abierto campo ; 
Van y vuelven, se posan, triscan, huelgan 
Del sol que va á morir al postrer lampo. 

Én buena parte á ediñcar los nidos 
Acertaron allí de sus hijuelos, 
Porque no hay adversarios tan temidos 
Junto del Bey piadoso de los Cielos» 



96 Lira sagrada. 



Aquí me siento á descaimar. — Abierta 
Miro, como qne es sábado en la tarde. 
Be la iglesia de par en par la pnerta, 
Y diviso una lámpara que arde 

Ante la imagen santa 
De la Virgen Mabíá que en los brazos 
Tiene al 2Tiño : un montón yace á su planta 
De cadenas de hierro heclias pedazos. 

Oyendo estoy el plácido conderto 
Del órgano solemne y TOces gratas, 
Cual si fueran los ecos del Desierto 
ó el rumor de lejanas cataratas. 

Y afiíera el manso céfiro murmura 
Del trigal en las cañas amarillo, 
Que á ole&das doblándose figura 
Surcos del mar del sol al claxo brillo. 

Y suena adentro de la iglesia en tanto 
Con lenta melodía, 

Lleno de unción el canto 
De sencilla y piadosa letanía. 

<< I Srire, Señora, á ti, Pu^*ta del Cielo! 
¡ Salve, Estrella feliz de la mañana ! 
l'Oli del triste consuelo I 
] Sola esperanza de la vida bumana!" 

Y añiera ronco el son lejos responde 
Del rio que rabioso se despeña ' 

Al v^^ce ísAaL lanzado en donde 
Se rompe en una peña y otra peña. 



2Ja igitesita de la aldecu 97 



m/m»it/9ammmi^t0mm^^m 



'^ ¡ Virgen bendita, por nosotros ara. 
Pasajeros del mundo ! — 
I Bnega por nos, Señora ! ^ 
Bepite el coro en eco gemebundo. 

Es cual la voz santísima del Cielo 
Junto á la voz amarga de la tierra ; 
XiUz, dolor, esperanza, desconsuelo, 
Que en una misma sápUca se encierra. 

¡ Oh ! yo también. . . también soy desterrado. 
Yo yiajero, yo mísero, afligido, 
Y debo entrar, y humilde, y prosternado. 
Exhalar ante su ara mi gemido. 



He aquí que salvo la sagrada puerta. 
El alma llena de terror y espanto. 
La iglesia muda está, sola y desierta; 
Ya callaron el órgano y el canto. 

De la trémula lámpara que arde 
Ante el altar sencillo, 
Ck>n el fulgor rojizo de la tarde . 

Incierto apenas se i>ercibe el brillo. 

» 

Aun arrollada la ondeante nube 
De incienso reluciente como plata 
A la bóveda sube, 
Y en blanda espira al cabo se desata. 



98 Liraiograda. 



Junto al altar, en el sQencío mudo, 
I Qué inexplicable atmósfera de calm^ 
Qae en el mondo jamás disfiratar pudo, 
Beepira aquí regocijada el alma! 

Aquí el dolor acaba ó se mitiga, 
Aquí es süaye el mismo amargo lloro. .. 
{Oh santa Bdigion, del bombre amiga !.. 
Gallo. . . me hnmillo. . • y en silencio adorp. 



MEDITACIÓN- 

I Qué de tumbas! ¡ qué de nombres ! 

¡ Qué de dichas engañosas ! 

Niños, mujeres y hombres. 

Jóvenes feas y hermosas, 
Esperan todos en quietud completa 
El son oir de la final trompeta. 

] Tumbas ! tumbas donde quiera, 

Cual si fuera un palomar. 

En hilera sobre hilera ; 

No hay casi donde pisar: 
Tumbas á un lado, tumbas hasta el cielo, 
I Tumbas también en el bendito suelo ! 

La Muerte tapó su oido 

Con la mano, y no los hiere 

Ningún humano ruido, 

Ni del triste miserere 
El lento y apenado clamoreo, 
Ni del cirio el fugaz chisporroteo. 

Con quien ld> leche en los labios 
Tenia, quien llegó tarde. 
Los necios junto á los sabios, 
Junto al valiente el cobarde ; 

Junto á la honesta virgen yace Bhon 

La«potoe Magdalena pecadora. 



100 Lira sagrada. 

T junto al rico avariento 
El pobre Lázaro duerme ; 
Gexca al áétípúta, sangriento 
La humilde virtud inerme ; 
¡Solo esta vez los míseros mortales 
Bajo la sombra de la Cruz iguales! 

Ko valieron á la hermosa 
Ojos ni boca ri'ente f 
Marchita se hsdla la rosa 
En su descamada frente } 
Y el laurel que adornó la del soldada 
Se halla seco también y dei^ojado. 

{ Todo ñnó para ellos ! 
No tiene el campo verdura, 
No tiene el cielo destellos : 
j De qué sirve su hermosura 
Para ojos ciegos, corazón inerte 
Helado por la mano de la Muerte f 

I Nada al morir se llevaron! 
Cetro, espada, toga, lira, 
Patria y familia dejaron. 
Amor por que se delira, 

Tesoros tantos, ídolos de gloria. . . 

¡ Quimeras de la vida transitoria ! 

A unos mármol bello arropa 
Con doradas inscripciones, 
Do mueve el ciprés su copa 
Al soplar los aquilones, 
T solamente á otros tosca piedra 
Que cubren zarzas ó silvestre hiedra. 



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Meditación. 101 

¡ Y todos ellos perdidos 
Sin remisión para el mundo I 
I Todos ellos convertidos 
En ceniza y polvo inmundo ! 
¡ Si alzáis la losa de una tumba helada, 
Os pasmará «1 misterio de la nadal 

Y ese montón de ruinas 
Informes, feas, sin nombre, 
4 Eran las formas divinas 
Del ser que se llamó el Hombre t 
I Polvo que al máfl ligero movimiento 
Se difunde en el ámbito del viento ! 

Ko da fruto la simiente. 
Si no se pudre en la tierra ; 
üül suelta el ala esplendente 
La oruga, si no se encierra ; 
Y'á la oruga inmortal le es necesario 
Para vivir, tenderse en el sudario. 

¡Oh! ¡entonando jubilosa 
El santo himno de alegría, 
De su tumba silenciosa 
Se alzará de nuevo un día, 
* Botando la mortaja hecha pedazos, 
Á reposar de Dios entre los brazos I 

Cuando los hórridos scmes 

De la trompeta sacudan 

Del sepulcro las regiones ; 

Guando los pueblos acudan 
Del Juez de majestad á la presencia 
Á oíT; turbados, su flnal sentencia; 



102 Lira iograda. 

■«■■««■«■■■»«»»»M»««« o<— ■ «M ' wtn » »■»—«■■»«■■■«■■»»■■■■■■■■■»■■■■■■■■■ ^■■^«■■¡»«^^a—^^aw^^^y J l H »l J ^^^^■f^■^ 

Se sabrá entonces al cabo 

Qoé vale más, si el lamento 

Del agarrotado esdavo 

ó del tirano el ocrntento, 
T el precio en el gran juicio de la vida 
Del placer t(»pe y la aflicción sofióda. 

Que si aquí finara todo, 

Y si un más aUá no hubiera, 
Nuestra existencia de lodo 
Explicación no tuviera ; 

Mas se halla al fin de la existencia humana 
Dios pesando en balanza soberana. 

Pesará del rico el oro, 

Y del pobre los andrajos, 
El deleite, el triste lloro, 

Y la risa y los trabólos, 

Y el triunfo audaz é insultador del vido 
Con el lento x>enar del sacrificio. 

Tar eso aquí se levanta, 

Y por todas partes gime 
La voz de esperanza santa 

Y resignación sublime : 

¡Vetij pitea eres la Vidaj á restauramos ! 
¡ Vefiy BedeiUory del polvo á levantarnos ! 



LOS SEFXJLGB03 DE LA ALDEA, 

▲L SINOB D. D. JOSÉ X. TcS&BU CAICIDO. 

ITa va á pónanse el sol! De roja tinta 
Las apiñadas nubes de Occidente 

Y de oiiambar deHcioso pinta, 

Y en rósea claridad baña el ambiente. 

Yo llego aqní á sentarme 
Á la oriha del plácido remanso 
Al pié de añoso roble, sobre el lecho 
Con que al viajero invitan al descanso 
La florecida grama, el verde helécho. 

Lejos dibujan soUtarios montes 
Sobre los dilatados horizontes 
De sus cumbres los débiles perfiles : 
El rio allá rodando serpentea 
Por en medio de oteros y pensiles ; 
Y, á mis plantas, abajo entre el misterio 
De la selva y las sombras de la tarde, 

Y los velos del humo derramado 
En el azul del cóncavo hemisferio 
En que el primer lucero de la noche 
Con vivísima lumbre centellea. 

Se alzan la santa cruz del cementerio 

Y los techos pajizos de la aldea. 



104 Lira sagrad. 



••m»m9mmmmmm 



¡ Oh ! ¡si dormir pudiera, como daermen 
Biyo la alfombra de olorosa gr^ma 
En ese silencioso Gamx>o santo 
Los que el penoso Yi{ye concluyeron 
En este valle de dolor y llanto! 

En el umbral que á traspasar no vuelve 
El que espiró, la Muerte está sentada ; 
Mas no á buscarla iré: con frente leda 
La miraré llegar; y cuando el lazo 
Desate de mi vida, y á librarme 
Al cabo venga de tan grave peso, 
El cántico entonando del regreso 
Á la anhelada Patria, 
Como á una amiga le daré mi abrazo, 
Gomo á una amiga le daré mi beso. 

En medio de las pingUes sementeras 
Un corto valle que el Abril alfombra 
De oloroso tomillo, 

Y al que copudos árboles dan s(»nbra. 
Con débil muro de grosero césped 
Separó para Campo de loi MuertOB 
El labrador sencillo. 
La zarza y las humildes cambroneras 
Entretejen allí rama con rama, 
T sobre el fondo de apiñadas hojas 
La agreste capuchina desparrama. 
Cual bordando un tapiz, sus flores rojas. 

Del labrador pacíñco los cami)os 
Fueron único amor mientras vivia j 



LoB sepuloroB de la aldea. 105 

Y hoy que en la tumba duerme^ 

En tomo de eUa^ y para honrar su suelo. 
Hacen larga y tristísima armonía 
El eco de los montes, el mugido 
Del buey que baja al vado conocido. 
Del leñador el canto en la montaña, 

Y el ronco son que forma lastimero, 
CSomo dilatadísimo aguacero. 

Del ya seco maíz la áspera caña. 
Suele á veces también la mirla errante 
Su flauteada yoz un breve instante 
Dar al viento, posándose en la copa 
Del no podado sauce 
Que la callada sepultura arropa. 

No túmulo de mármol cincelado, 
Ki la inscripción, en letras de oro rica, 
Que el insensato orgullo de su dueño 
Hasta en el mismo polvo audaz publica 
Necesitan los hijos de la aldea 
Para dormir en paz su último sueña 
Pocos palmos de tierra, en el recinto 
Del consagrado panteón, les basta, 

Y la paz del Señor. . . Tal vez indica 
El oscuro rincón de su descanso, 

En vez del celebrado mauseolo. 
De fi*esco césped una capa sólo ; 
ó el desigual montón de toscas piedras 
De que se agarran trepadoras hiedras, 
ó de una cruz el mal trabado leño 
Que encima de la negra arcilla saca 



106 Liraéograda. 

Sus carcomidos brazos, 

OubI en la mar, tras la tormenta, flota 

Á merced del ftaror de la resaca 

El mástil de una nave hecha pedazos : • 

¡ Melancólico emblema 

De lo fagaz del sueño de la vida, 

Que se escapa cual sombra de una nube, 

Cual del sol al morir la luz extrema ! 

Y I cuántas veces más sincera sube 
Desde aquí la plegaria del quebranto. 
Que en las ciudades el acorde canto 
Entre notas de música arm<miosa ! 

Y ¡ cuántas veces más ferviente bafia 
Del padre, de los hijos, de la esposa 
Los campesinos túmulos el Uanto, 
Aunque el olor de aromas no traspira^ 
De la nielada pira, 

Ni se arrojan coronas por adorno 
Al incensado féretro que marcha, 
Cubierto de goimaldas y crespones. 
Con el cortejo indiferente en tomo 
Al son atronador de los cañones ! 

Aquí no yacen esos que la Fama 
Ensalza con la lira aduladora, 

Y á quienes héroes llama 

Porque más sangre derramaron ; ni esos 
Sin corazón, idólatras del oro. 
Que en la pálida faz de la miseria 
Jamás supieron enjugar el lloro. 



Lo8 sepuloroB de la aldea. 107 

Aquí el vulgo refiere 

La prístina virtud del que el arado 

Honraba en otra edad de paz y de oro^ 

Palemón venerable de la aldea. 

I Oh Dios ! ¡ que el sueño del sepulcro sea 

Suave, bajo la cruz de su esperanza, 

Á la que conservó puros los velos 

De la viudiez ; antecedió á la aurora 

Por dar pan á sus 14jos pequeñuelos, 

Dividió co^ sus siervas la tarea, 

T la halló todavía el sol poniente 

Torciendo el débil hilo 

En la rueca con mano diligente I 

Su Heloisa sensible y su Abdardo, 
Pares en el amor y en la desgracia, 
^o en el culpable error de su ternura, 
Tuvo también la aldea } 

Y hoy una misma acacia 
Su humilde sepultura 

Con sus ramos gratísimos sombrea. 
Allí, cuando de tarde se alza el viento 
Entre las cañas del guadual, murmura 
Su nombre á la manetra de un lamento : 
Lo conocen los ecos de los montes. 
Lo sabe repetir la onda del rio ^ 

Y si ¡ Pablo y !^elena ! en la espesura 
De los montes resuena, 

Besponde el rio allá ¡ Pablo y Helena ! 

Esta es de todo el año 
Hermosa tarde, entre las tardes bellas ; 



108 lAra sagrada. 



1 1 ■««■■^■■■i I ■—«»«—««»*■ 



El campo ríe ahora, y con más brillo 
Á falgarar empiezan las estrellas. 
No lejos del sepulcro de sus padres, 
Al grato son del dulce caramillo, 
Danzan en ancha rueda las doncellas, 
Exentas de temores 
De grave enojo y punzadoras cuitas, 
Hollando alegres las hermosas florea, 
Que si al alba de ayer frescas brotaron 
La de mañana las verá marchitas. 

Mas para los que yacen no se abre 
Gual rosa celestial naciendo el dia 
Claro el Oriente ya, ni de las nubes 
El puro aljófar en las flores llueve ; 
Para ellos ya la mies sus cañas de oro, 
Batidas por la brisa regalada. 
Como mares undívagos no mueve : 
Ni Uegarán jamás á sus oidos 
Los plácidos balidos 
De la oveja que pasta descuidada. 
Saltando encima de su tumba, el césped ; 
Ni el áspero gorjeo, aunque agradable 
De fugaz golondrina, antiguo huésped 
Del campesino hogar ; ay ! ni el murmullo 
Del cerrentoso rio. 
Que desde la honda vega 
Con el soplo del viento á oleadas Uega, 

|0h camposl ¡oh virtud! ¡oh edad primera! 
¡Felicidad tan corta de la vida 
Al viajero del mundo concedida ! 



LoB sepulcros de la aldea. 109 



■■■•—■■■■■■■■■■■■■i#« 



4 Qnién ¡ ay I quién me volviera 
El techo hnmilde mió, 
£1 espléndido sol de mi montaña, 
Mi amada selva, mi apacible rio t 

¡Oh I ¡morir en el campo I contemplando 
Cómo corren las nubes por el cielo 
Escarmenadas por el viento blando, 
De las yerbas del monte en la fragancia 
El aire embalsamado respirando ! 
¡ Morir do se ha nacido, 
Y reposar los fatigados huesos 
Bajo el árbol querido 
De nuestra dulce infancia 
En cuyo tronco esta inscripción se lea: 
También nad en Arcadia^ y hoy reposo 
En paz entre los hijos de la aldea t 



Mas partamos de aquí, que el día muere.- 
Ya en el ámbito espléndido del cielo 
De la púrpura cede el rico velo 
Á las tinieblas ; en el éter vago 
La última luz del sol trémula oscila ; 
De estrellas de oro se tachona el polo ; 
La aldea, el valle, el monte callan ora; 
Y de la noche plácida y tranquila 
El gran silencio lo interrumpe sólo 
Llamando á la oración, como quien llor% 
El eco agudo de lejana esquila. 



B etapa ríe thon, j om más brflb 
A flilgnnr emjMíaii J« estoJIas. 
So IÍÍ08 dd Bepoloo de BUS pidn^ 
AJ íimtowíndddüJcecanuniUOi 
Dunn en andu nteda las dom^ 
BxntM de teoMxw 
De gTiTv eoojo y pnnzadfffag cnitaa, 
HoOftado afires las liennosas flores, 
<^ a «1 aíba de ayer frescu brotan».'! 
l^deiiMliwlagTeiiiparehitaa. 






EL ALMA HUÉRPANA. 

Sola en la vida faí ; no la sonrisa 
Contemplé de nna madre entre el regazo ; 
m el paternal amor, cual blanda brisa, 
Alegró mi alma en regalado abrazo. 

Yo de la vida atravesé el sendero 
Gomo sombra fagaz que nadie advierte, 
Y de la juventud cuando el lindero 
Pisaba ya, me arrebató la Muerte. 

Los que me conocieron ya no viven : 
Tui\ja mi tierra, y me Uamé María ; 
Mas ese nombre plácido reciben 
Todas las niñas en la Patria mia. 

Mi Amante, que es celoso y no tolera 
Afecto compartido, aquí me lanza, 
Á esta región desconsolada y ñera, 
Dejándome tan sólo la esperanza. 

Desde que estoy aquí cincuenta abriles 
El cáliz de la flor habrán abierto ; 
Cincuenta veces sotos y pensiles 
De tosas y jazmín se habrán cubierto. 

i Quién de la pobre huérfana memoria 
Guardará ya en el mimdo de los vivos, 
Cuando al amor, peder, riqueza y gloria 
Sólo dan los momentos fugitivo»! 



El alma huérfo/na. lU 

4 Qnién de la pobre huérfana oonseira 
T7n recuerdo en el mundo, si su tumba 
Se borró ya tapada por la yerba 
T sólo el moscardón sobre ella zumba 1 

¡ T yo entre tanto aquí mísera lloro, 
De esta cárcel horrenda en el profundo ; 
Y en plegaría incesante en vano imploro 
Que oren por mí : ¡ no me conoce el mundo ! 

Y no es tan sólo el espantoso hielo, 
La horrenda oscuridad que me circunda, 
El viento que me azota ; es el anhelo 
De ir al Señor que el corazón me inunda. 

¡ Y anhelando volar, verme cautiva I 
¡ Prisionera de amor, de amor muriendo ! 
¡ Eechazada por él con fuerza viva. 
Una fuerza en mi ser de ir á £1 sintiendo ! 

A aclarar este caos inclemente 
De santa luz el reflejar dorado. 
Tres veces llega aquí tan solamente 
Cada año, como siglo dilatado : 

Guando nadó el Señor, cuando triunfante 
Se alzó del polvo, y el glorioso día 
En que impmal corona de diamante 
Nuestro buen Padre Dios ciñó á MasíÁm 

Dios á veces permite que á la mente 
De algún humano, sombra gemebimda, 
Oon silencioso vuelo me presente 
De ciega noche en la quietud profunda. 



112 Lira sagfaáa» 



> — ■■ — ■■■ % ^» ■ • ■ V ifay 



Mi faz pálida está como los velos 
Qae de mi frente b%jan á la falda } 
Pálida y ya marchita por los duelos 
Cnal la flor de azahar de mi guirnalda. 

Ver mis ojos de lágrimas cuajados, 
Ver la expresión amarga de mi boca 

Y escuchar mis sollozos sofocados, 
Á compasión y á lástima provoca. 

Y yo callo angustiada } y no es preciso 
Que de querella en son mi acento suene, 
Pues se ve el ansia en mí del Paraíso 
Junto de angustia al torcedor perenne. 

Despierta entonces el cristiano y piensa : 
— *^jFué sueño? jftié visión? ¡ pobre criatura ! 
¡ Seas quien fueres, esa pena inmensa 
Piedad demanda y llanto de amargura ! " 

Y alza im ruego al Creador por nd descanso, 

Y ¡ oh cadena que entrambos mundos liga ! 
Yo siento orear como favonio manso 

En mi ser, y el tormento se mitiga. 

¡ Los que abrigáis un corazón sensible, 

Y sin llorar no veis correr el llanto, 
Tened piedad de mí, que es indecible 
Mi fiero mal y mi crttel quebranto ! 



OAIilLEO. 



En alta torre alzado, en noche ombria, 
Bl ojo armado de su activo lente, 
Bevaelta á Yénus la serena frente, 
A Galileo absorto se veía. 

El astro en tanto en su órbita corría 
De vivísima luz entre un torrente, 
Y el viejo, en su balanza omnipotente, 
Su volumen y fuerza audaz media^ 

Los Ángeles del Cielo que lo vieron 
Del planeta seguir las claras huellas, 
Por un simple mortal no lo tuvieron ; 

T él dobló su rodilla á las estrellas, 
Porque sus ojos de águila leyeron 
El nombre del SeSob escrito en ellas. 



8 



EL DESTEBBABO. 



(D. D. XAKUSL J. MOSqUBlAy ABZOBISPO 01 BOOOTA— 1852) 



Guando ante Dios en el antiguo día 
Para tentar á Job fué Satanás : 
^^En ta mano lo pongo^ Dios decía, 
Pero á su alma. Luzbel, no tocarás.'^ 

Por probar á otro justo altivo llega 
Hoy el Ángel rebelde ante el Señor, 
Y lo que entonces le negó le entrega : 
La alma inmortal, imagen del Creador* 



Al través de los reinos de la muerte^ 
En que no alumbra un rayo celestial, 
Las negras alas tiende en vuelo fuerte 
Viajando al mundo el numen infernal* 



M desterrado. 115 



Lanza su vaelo audaz al firmamento, 
Como inmenso cometa asolador ; 
Gomo derrama el rayo por el Tiento 
Del Oriente al Ocaso su esplendor. 

Baja á la tierra, y mira al justo luego 
De menguado crepúsculo á la luz, 
Alzando al Cielo fervoroso ruego, 
Arrodillado ante la santa Cruz. 

La atroz maldad y la traición le ofrece; 
Y él, con acento firme dice : " ¡ Nó ! 
¡ ^o apostata el cristiano, antes perece ! 
¡Terezca sí, pues soy cristiano yo ! ^ 

Satán absorto lo contempla ; y gime 
De rabia, de estupor, de admiración. 
Que una virtud tan grande y tan sublime 
Ko la alcanza á abarcar su comprensión. 

Y, desparece rápido, vencido. — 
I Oh ! ¡ Gloria al Santo, al único Señor 
Que da fuerzas al débil oprimido 
Para ceñirse el lauro vencedor ! 



Después de esta victoria | qué es la saña 
De un enemigo, ciego por su mal ? 
— La calumnia más pérfida no empaña 
Con su ap<dstado aliento nombre tal. 



116 Lira iograda. 

La Patria le negó su hermoso délo . . . 
La Patria no, que escucho en derredor 
Ayes de pena y voz de desconsuelo^ 
Lamento amargo y llanto de dolor. 



|Oh i ¡ que las olas plácidas la nave 
Lamiendo vaya de sereno mar I 
I Sople en las velas céfiro suave 
Que á buen puerto lo lleve á reposar I 

¡ El Ángel del Señor su sueño vele, 

Y la salud le vuelva que x>erdió ; 

Y él descanso, y la paz, y el gozo déle 
Que mejor que ninguno mereció i 

¡ Oh ! ¡ que abrevie de Dios la mano pia 
Este tiempo de prueba y de pesar, 

Y vuelva el noble desterrado un dia 
Á su paterna tierra á descansar I 



EN LA MUERTE 



DBL DE, LUIS &. LIZARRALDE, rB»o. 



8BCXBTARI0 DBL SB^lfOB ARZOBISPO MOSqUBBA. 



i Es de noche ! — La noche más oscura 
Envuelve el mundo con su negro manto, 
Y en la cóncava bóveda del cielo 
Su leve luz no arroja ningún astro. 
Un bajel en el seno inmensurable 
Bogando va del férvido Océano, 
<3on rumbo venturoso ciertamente 
De violento huracán no contrastado. 

Un proscrito, en silencio, junto al lecho 
De un joven sacerdote está velando: 
^< ¡ No alcanzará la luz del nuevo dia ! " 
Fué el pensamiento que en su mente raudo 
Oruzó, como una sombra. — Lentamente, 
Por la fúnebre bóveda, su paso 
La larguísima noche de agonía 
Besbaló ; y al brillar el primer i^yo 
De luz en el Oriente, el moribundo 
Se alzó en su lecho, á medias, con trabajo, 
Y^xclamó: ^^¡DulcePatria!.. ¡ohmadremia! 



• • 



118 Lira iograda. 



♦••>•••»• 



¡ Cúmplase, oh Dios, ta voluntad !.. " Él barco 

GoDtiuaaba su rombo, y del proscrito 

Los ahogados sollozos y los llantos 

Morían con las brisas y las olas 

Del mar de las Antillas entre tanto. . • 

— ¡Madre infeliz, no leas esta amarga 
Relación ! — Entre tanto, de la nao 
En la cubierta se hacen las exequias, 
No cual las celebramos en los campos, 
Del cementerio en la bendita tierra. 
¡ El mar es implacable ! Ki del santo, 
Ni dd héroe conserva las cenizas 
Que se conflan á su seno airado. 

Entre la rota vela de un navio 
El cuerpo envuelven, ¡ f&nebre sudario 
No dispuesto á guardarlo largo tiempo I 
T para hallar más pronto el seno vasto 
De la espantosa eternidad, añaden 
La grave bala de un cañón. El canto. 
Las antorchas, las flores, los aromas, 
£stos, que ornan el lecho funerario . . * 
¡ Oh ! ¡ su vida empezada entre borrascas 
Debió hallar una tumba en el Océano I 

¡Escuchad I Del antiguo Job resuena 
La voz sobre las ondas resbalando, 
Eetocadas del sol que va á elevarse: 
" ¡ Nací como una flor y fui cortado ! ^ 
Suena el cañón : su trueno no despierta 
Ningún eco en los mares soUtarioa, 



^iriMM 



En la muerte del Dr. lÁzarraUe. 119 

I Otra vez el caSLonl. . y luego se oye 
Un goli>e sobre el agna^ sordo, opaco ; 
Las ondas se abren, ciérranse, dilátanse ... 
La Eternidad encima echó su manto. 

Del proscrito Pontífice se escacha 
La voz solemne el aire desgarrando : 
^* Yo sé que vive el Bedentor, y un día 
€k>n mis ojos de carne he de mirarlo. 
Me alzaré del sepulcro á nueva vida: 
I Esta esperanza entre mi pecho guardo ! ^ 

Vuelve á bogar la nave ; y á un momento 
Se pierde sin dejar ni leve rastro. 



A CHILE 

COV MOTIVO »SL IirCSHDIO 9SL TlVri» 
»X lA COKPAlTu ]>S SAHriAGO. — 1S68L 

GuAiaK) el Eterno quiere alzar nn pueblo 
Del poder á la cumbre y á la gloría, 
'ÍSopla sobre él^ y ent^kices^ de repente^ 
El qne envaelto en cadenas sollozaba 
Hecho befa del orbe, 

Y despreciado de él cnal tü escoria, 
Alza cubierta de esplendor la frente; 
Brota la tierra Cides y Pelayos, 
Leónidas y Pelópidas qne blanden 
El duro acero y la robusta clava, 
Como el Ángel de Dios lanza los rayos, 

Y el yugo quiebran de la Patria esdara. 

Abiertas las entrañas de los montes 
Dejan yer los riquísimos Teneros 
D<mde el oro se engendra, 

Y las piedraa preciosas 

En que la luz del sol se multiplica ; 

Y cubre la sabana y los oteros, 
Hasta los más remotos horizontes,» 
Mies abundosa y rica, 



AChOe. 121 

Que á guardar no alcanzaran 

Del Faraón antigao los graneros» 

Orillan de los ríos 

Pastan tranquilas las inmensas greyeB 

I>e ovejas niveas y de tardos bueyes ; 

Mientras, vagando con los cierzos, cruzan 

Eii raudo torbellino las manadas 

De corceles bravios ; 

Con viento favorable sus navios 

Surcan el ancho mar fiero é instable, 

A llevar el sustento á otras naciones. 

Bl ronco son del atambor un eco 

Jamás encuentra en la empinada roca 

Que alfombra de la vid el verde ramo, 

De donde se alza el humo en turbión hueco^ 

T de do baja, cuando muere el dia. 

Temblorosa la voz de la campana 

Que pidiendo con grave melodía 

Para el hombre piedad, á Dios invoca. 

(Mas qué cuando el Señor sobre la tierra 

Derrama de su cólera la copa f 

En la orilla del Ganges caudaloso 

Se alza fiera la Muerte 

Que de terror y espantos se rodea, 

Y blandiendo la hoz siega los pueblos 

Y por un mundo y otro se pasea ; ' 
O hierve de la tierra en las entrañas 
El fuego del Infierno, y se estremecen 
Hasta sus hondas bases las montañas, 

^ La Peste negra, 1345. — £1 Gdlera asiático, 1832. 



122 lÁra sagrada. 



I— ^■■■■■>«>p*p* 



Cual las débiles cañas 

Guando los aquilones se ^abravecesi ; ^ 

O suena el ronco Océano profondo^ 

Y alza «os negras moles hasta el cielo, 

Y sumerge las naves, golpeando 
BaUoso la ribera 

Gomo si pretendiera 

Los fundamentos conmover del mundo. * 

Mas si el Señor en su insondable arcana 
Quiere probar á un pueblo, alza la mano, 
Llama á un conquistador ; y él le responde, 
Y, obediente á su voz, rápido viene 
De la región desconsolada, en donde 
Bntre perpetuos hielos 
Una noche etemal su imperio tiene. 
No más furioso el vendaval sacude 
Una selva antiquísima, y la tala ; 
ISi más airado hasta él asiento barre 
Del Océano de Aquilón el ala. 
Gae como torrente despeñado 
Sobre las poblaciones indefensas, 

Y blasfema insolente : 

*^ I Yo soy el rayo del Señor ! j do pisa 
De mi corcel la planta 
No crece yerba más i ¡ Lo haré en la ñiente 
Beber en donde corre el agua santa 
Que hace cristiaiio al hombre ! . 

> Terremoto de Lisboa, 1755. 
» Inmidacion del Callao, 1368. 



A CMU. 123 



*••■# »■ ■»>■ 



¡Entregaré á la espada sos guerreros ! 
¡ Dormirán sus doncellas en mis brazos ! 
4IÍ0 soy Atila yo f " — La luz rojiza 
Del sol que se alza opaco otra mañana, 
Alumbra solamente 
En los hermosos campos italianos 
Escombros y montones de ceniza. 

I Oh prueba del Señor I Do quier .que forma 
Fugitivo relámpago una espada 
Al saJir de la vaina, un pueblo gime, 

Y amargo acíbar bebe en ancha copa, 
T dama en vano con dolientes ayes 
Al son de la cadena que lo oprime. 

¡ Oh ! düo, si no, tú, ¡desventurada, 
Abatida Polonia I sobre el potro 
Del tormento amarrada. 
Desceñida la ropa. 

Seco en la frente el lauro de las lides, 
Por tus fieros verdugos 
Escupida en la faz y abofeteada ! 
La libertad de Dios en vano pides 
Ante los pueblos todos de la Europa 
Que te miran luchar sin darte ayuda. — 
¡ Lucha y espera en medio del martirio ! 
Tu causa es causa santa, 

Y tu acerbo dolor, prueba bendita 
De la suprema mano ; 

I Y Dios compadecido de tu pena 
Ha de romper al fin la atroz cadena 
En la fi:ente del fiero moscovita ! 



124 lÁra, wgraAa. 



|E1 dolor no 68 el crimen! Es la herencia 
Del infelice genitor primero 
Legada, no á sns hijos solamente 
Sino también á su linaje entero. 
¡ Ab I si el hombre entre penas agoniza. 
Naciones hay qne b^jan á sentarse 
Sobre el estercolero 
Gomo el antiguo Job, roto el vestido 

Y la frente cubierta de ceniza. 

Si no, decid, ¿qué le valió á la Irlanda 
Su preciada virtud ni su hermosura? 
Del espumoso seno de los mares, 
Al reflejo de un sol de primavera. 
Con el son de las brisas amorosas 
Salió cubierta de etemal verdura. 
No postrarse á adorar en los altares 
Que alzó el bretón, es sólo su delito : 
Firme en su fe, prefiere ver sus lares 
Seducidos á pálida ceniza, 

Y al duro torcedor del hambre fiera 
En tormento larguísimo agoniza. 
Gomo sombras, con paso vacilante. 
El carmin bello de la faz marchito, 
Las madres irlandesas 

Van á rendir su postrimer aüento 
En el inmundo bálago postradas ; 
Sobre su seno espira el pobre infante 
Esforzándose á hallar un alimento 
Pe la vida en las fuentes ya cegadas. 
Lanza la Irlanda entera un alto grito, 
Que mueve á compasión el pecho humano; 
Pide piedad ; pero la pide en vano. 



1 Chile. 12S 



•••*••••••«••••« 



Que el irlandés es pueblo ya proscrito, 
T sólo obtendrá pan al precio infame 
De vil apostasía. 

¡ Oh baldón! 4 y es posible que cristiano 
Con desden altanero se proclame 
El opresor de Irlanda todavía t 

¡ Ko es crimen el dolor! Es como el niego 
Que purifica en el crisol el oro ; 
Es cual la tumba fría y silenciosa 
En que la humilde larva se sepulta, 
T de donde triunfante saldrá luego 
Con ala tinta en oro, azul y rosa 
Á volar por el éter cristalino, 
Trasformada en festiva mariposa. 

Esta es la eterna ley ; de nuestra raza 
Este el destino irrevocable y justo : 
Por el dolor alzarse hasta la gloria. 
Por el placer bajar hasta el abismo; 
- Y á fuerza de luchar heroicamente 
Conseguir el laurel de la victoria. 
I Ko se llamaba un Hombre de dolores 
El gran Libertador del mundo mismo f 
— Quiso nacer en un pesebre oscuro, 
T en el taller vivir de un artesano; 
Y escogió sus amigos 
Entre los pescadores y mendigos. 
Sólo una vez entró, y esa en cadenas, 
De Heródes al palacio; 
Una vez, y no más subió al Pretorio, 



126 Lira sagrada* 



Y esa en medio de bárbaros sayones. 
Hyo de augustos Beyes, la corona 
Que sus sienes divinas 

Adornó, fué de abrojos y de espinas; 

Y el manto que cayó sobre sus hombros, 
De púrpura un girón pálido era; 

Y el cetro de oro que empuñó su mano, 
Una caña marchita 

Del Jordán arrancada en la ribera. 

Cuando después, cual jefe valeroso 

Al irente de sus huestes que cejaban. 

Se arrojó generoso 

Al puente del dolor por Dios echado 

Desde la tierra al Cielo ; 

Sacudiendo la piedra de su tumba. 

Apareció de gloria circuido. 

Mostrando á las naciones 

La cruz de su ignominia y de su gloria, 

Y entonando su canto de victoria : 

'< ¡ El mundo finalmente está vencido ! " 



Mas I cuál es ese acento lamentable 
Que, salvando la mar, hiere mi oido f 
— Voz es de todo un pueblo generoso. 
Que por la mano del Señor herido. 
Sobre un montón de ruinas 
Hoy derrama su llanto doloroso. 



J 



A Chile. 127 



^•■^■" 



Por la bóveda espléndida del cielo 
lia luna el globo nítido resbala ; 
Ki del céfiro se oye el manso vuelo 
Cuando sobre las rosas bate el ala : 
{Todo es profunda paz ! La ciudad bella 
Que honra en el suyo el nombre de Santiago^ 
Ck>rre al pié de las aras de la Virgen 
Madre de Dios^ y allí devotas preces 
£ileva fervorosa. 
Oyese ya del órgano que gime 
Lia atronadora voz mezclada al canto; 

Y á alzarse empieza ya del puro incienso 
Lia ¿acarada nube como un manto ) 
Guando, ¡ oh Dios I de repente 

Arde el altar, y se derrama el fuego 
CJomo raudal inextinguible y ciego, 

Y en sus ondas rabiosas 
Envuelve los inmensos artesones 
Que se desploman, y ábrense, 
Crugiendo caen ) y las fieras llamas, 
Cual las greñas de un monstruo del abismo 
Kuevas fuerzas cobrando, 

Cébanse en nuevo pábulo, y ondean 
En el ancho ropaje 
De la casta matrona, y en los velos 
De la doncella tímida, que en vano 
Mira á su alrededor, y se estremece, 

Y pidiendo favor alza á los cielos 
Los extraviados ojos, 

Y huye, y huyendo más la llama cieee. 



128 Lira sagrada. 



»——••»■•■■■••■••>—■•■ 



■—»^» w «»»»« — ••*••••— •»*«—**^** 



I Oh I ¡ no hay salud para ninguno I Forman 
Impenetrable muro sobre el quicio 
Del templo, los cadáveres de aquellos 
Que afanosos pensaron 
Salvar la vida huyendo, y en las puertas 
Luchando unos con otros 
Detenidos, postrados espiraron. 
De la aterrada gente nueva ola 
Que huyendo va, frenética se avanza, 

Y caej y nueva ola le sucede 

Que á morir llega allí sin esx>eranza. 
Tal á estrellarse contra el blanco escollo 
Ck>rren unas tras otras murmurando 
Del mar las aguas en inmenso rollo ; 

Y giran, se revuelven, y se rompen 
En espantoso vórtice . . . Ko valen 
Al anciano las canas, ni su fuerza 
Á la gallarda juventud ; ni alcanza 
Kada tampoco la belleza : un mismo 
Inmutable destino los comprende : 

¡ Luchar para morir sin esperanza! 
¡ Y caer sin remedio al ciego abismo ! 

Se oye dentro del templo. 
Que arde como un volcan, el largo aullido 
De las mujeres míseras, mezclado 
Al traquear del fuego, entre las mangas 
Del humo que se eleva ennegrecido. 
¡ Oh I no hay acento que á pintar alcance 
La confusión, el pasmo, la agonía 
De esa gente infeliz, que de la muerte 



1 Chile. 129 

El rostro descamado 

Contempla frente á frente en aquel trance. 

Allí cayó la flor de la nobleza, 

Y el brillo se eclipsó de la belleza ; 

Lia hembra que espira sollozando, el hombre 
Que, en pió, sereno, espera el crudo asalto 
Sin que el horror terrífico le asombre; 

Y el inocente niño que miraba 
lias llamas ondular con rostro ledo, 
En sepulcro común yacen, sin nombre, 
Cubiertos con un manto de ceniza. 

Á. los ayes de espanto y de querella, 

Al sordo estruendo, cual de mar que brama 

Y en promontoiio altísimo se estrella, 
Se sucede silencio repentino ! . . 
Porque la muerte con su mano sella 
LiOS labios de los míseros. Ko se oye 
Sino á intervalos revivir la llama, 

O el estridor que forma horrisonante 
Entre las nubes de humo traqueando, 
-Al elevarse al aire, ima centella. 



] Llorad, madres chilenas, 
Las sin ventura y huérfanas, un día 
Cuando lo quiso el cielo, de alegría 
Henchido el corazón, de gozo llenas I 
Hoy. . . j Bendecid la mano poderosa 



190 lÁra MOfTMda. 

Qae en la i>6na os sumerge y en d Dantot 

( El éokf£ no 66 el erímesk I 

¡Y si, para templar yoestro quebrante^ 

Algo puede valer la ñrapatia 

Del nnindo deC/cdoB^ donde se eaeste 

Yae0b0 in&»t«iio, reeitM ^ eaato 

Qcte- por mi YOfis América os ^rría ! 



FUNEEALES BE XTÍTA HIJA DEL PUEBLO. 



And thon art dead 

A-forme so soft and charmes so tare, 
Too soon retum'd to eartb ! - 

Btkon. 
1844. 

i Vei> ese pobre y fúnebre corteo ! 
Un carro — es el de siempre — tres mujeres, 
Hijas del pueblo, un bombre encapotado, 
Y dos niños que van jugando alegres. 

En el carro va el cuerpo de una joven 
Muerta ayer^ las mujeres son las fielea 
Sirvientas de su casa, el encapado 
Quien de padre de aquélla hizo las veces. 

Ki sacerdote, ni enlutada eseolta, 
Ki cantos, ni guirnaldas, ni corceles, 
Ki incienso . . . sola, al último recinto 
Marcha á dormir en polvo para siempre» 

Ko se meció la nina en cuna nobie, 
Ki la hermosura engalanó su frente ^ 3 

"So fué rica ni sabia ; pasó oscura 
Como el arr^o en un desierto suele. 



Su ctoméstico bogar ei^ su mimdo, 

Y en él cual Seina amada, con ardieote 
Amor fué,^ que el orgullo y la riqaesft 

Y el espléndido fliosto mmesk obümstu 



1 I 






.4 



132 lAra sagrada. 



I Era tan buena, candida y sencilla ! 
I En sns labios sonrisas tan alegres 
Tenia para todos, y en sus ojos 
Para los pobres lágrimas ardientes ! . . 

Un dia amaneció pálida y triste ; 
Su madre al verla se asustó : — "4 Qué tienes, 
Mi ángel f yo viviré si tú me vives ; 
Yo moriré también si te me mueres ! ^ 

— " Madre! he soñado un sueño misterioso : 
Oia cual los cantos de la Muerte ; 
Olia á suave incienso, y á mi lado 
Vi acercarse un Espíritu celeste ^ . . . 

La ciencia inútil fué, vano el esfuerzo 
Del maternal amor 5 y, cual se duerme 
Un niño en el regazo de su madre, 
AI apuntar la luz, la niña muere. 

Cuatro cirios cercándola iluminan 
Su faz, sus manos y su blanca frente, 
De donde derramados sus cabellos 
Bajan y undulan entre gasa leve. 

Un crucifijo de ébano sus dedos 
Contra su pecho aprietan fuertemente, 
Cual si el áncora en medio del naufragio 
De la existencia desgraciada, fuese. 

Cuantos la amaron lloran en contomo, 
Viejos que socorrió, pobres mujeres. , . 
¡Todo acabó sin remisión! La tumba 
Bus víctimas al mundo no devuelve. 



Funerales de una hija del pueblo. 133 

■ ■■■ rfl W W w ■■■■■■■■■■■ ■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■!■■■■■ !■■■■■■■■ ■■■■■■■■■■■■— ———gfclf^iaBBBBWMM^ 



lias flores que cuidaba se secaron, 
Faltas del riego de la clara fuente ; 
Las aves que criaba enmudecieron, 
De solitaria jaula entre las redes ; 

El dibujo en la tela que bordaba 
8ÍQ acabar quedó. - - ¡ y boy, finalmente, 
Va á dormir en el polvo del sepulcro 
Esa bija del pueblo, para siempre I 

líingun soberbio túmulo recibe 
Aquellos pobres restos ; los cipreses 
l^o tenderán sus resonantes ramas 
Del mármol cincelado en los relieves. 

En la fosa que cavan y que cubren 
Con tierra, de aquí á años podrá verse 
Mover su débil copa al jaramago 
Sobre la alfombra de tupido césped. 

Y por toda inscripción que, cual tribijto 
A la virtud modesta, el mundo ofrece, 
De mal trabados leños, como nave 
Que ha naufragado, encima una cruz tiene. 

líadie pregunta : ¿ Quién allí reposa f 
Que oscuro el polfre nace, vive, muere . . . 
Mas i qué será de la infelice madre. 
Si su dolor no aüvia Dios clemente? 

Cuando vuelva la aurora cada dia, 
Ko estará la hija allí, ni cuando reine 
La oscura noche, en el hogar desierto, 
Cual antes, sonará su voz alegre. 



134 Lira Mgrada. 



¡ Oh ! los que habéis perdido xm hyo amado. 
Decidme, si i>odeiS; 4 qué es lo que »ente 
El alma en esa fatí» del ruido, 
De la voz, del andar del que se muere f 

Cerrar los ojos y espirar, es poco ; 
Es i^atural, el pdvo al polvo vudve : 
Pero se desnivela la familia, 

Y el recuerdo tenaz existe siempre ; 

Y el alma se alimenta de amar^^u^, 

Y hasta los mismos sueños se apetecen, 

Y por ver el objeto que perdimos 
Diéramos nuestra vida muchas veces. 

I Un instante no más ! ¡ un sólo instante ! 
Lo que dura un relámpago fulgente, 

Y hasta el confin del mundo peregrinofi^ 
Iríamos nosotros siemjire alegres. 

¡ Pero imposible traspasar los lindes 
Donde sentada está la fiera Muerte ! 
¡ Imposible romper el frió mármol 
Donde mi padre, donde mi hijo duermen I 

Y á esa región del sueño y del silencio 
Bajíi á dormir la virgen pata siempre, 
Con más quietud que entre su tumba de oro 
El vicioso magnate prepotente; 

Que ella pasó cual rosa del Desierto ; 
Pora bajó á la tumba cual la nieve ; 
No hizo ruido su paso, y en retomo 
Dios le ciñó corona siempre verde, 



Funerales de una hija del pueblo. 135 

rta«— ^>^M^i»ii ■■■■■■■■■ lili ■■■■iiiiiiiiiiiiiiiiii I lili I r- -T-r-1 •"• 

Inmaoxiesible, eterna ; caal eterno 
Es el gozo qne en sn ánimo se erdeade. — 
] Ay tle la pobre madre que la llora. 
Si su dol<Hr no alivia Dios «demaite I 

1865 

2 Yeikte anos ya! Y 2^ fin hallo estas Sneas 
Cual si h<yas del ciprés mortuorio ñiesen, 
En la senda esparcidas de mi vida, 
Que mi llanto ha recado taitas veces. 

Y vuelvo á oir los llantos de esa madre, 
Y vuelvo á ver tendida á la inocente 

En su pobre ataúd, iluminada 
Por los pálidos cirios de la Muerte. 

Y al Campo santo para hallar su tumba, 
Vuelvo. . . Como las olas se suceden 

En mar airado, tumbas sobre tumbas 
La pala abrió del hombre indiferente. 

ÜTo hay ni señales ya donde su huesa 
Cavaron; igualó la grama verde 
Todas las sepulturas, cual se borra 
El recuerdo también de nuestra mente. 

4 Yo mismo no olvidó su nombre? — ¿Elisaf .. 
4Lauraf..¿Inesf..¡!N'o lo sé! Quien fija siempre 
Tuvo en su corazón la cara imagen 
Hoy, ] pobre madre 1 entre la tumba duerme. 

2 Este secreto se ha perdido ! ¡ Solo 
Dios, nuestro Padre, santo, omnipresente, 
Que premió su virtud, el rincón sabe 
Donde yace su polvo para siempre 1 






EL POBEE Y EL mSO. 



Cuando el sol va á caeí entre su tumba, 
El aire de la tarde está impregnado 
Con el olor de las fragantes hierbas 
Que los vientos orean en el campo. 
Oyese en el paseo el ruido ronco 
De los carruajes ; los brillantes granos 
De la nube de polvo que se eleva 
Bailan del sol á los oblicuos rayos. 
Se oye distinto ahora, y luego lejos, 
Más lejos el galope del caballo, 

Y perdiéndose allá, la estrepitosa 
Voz del que ríe cuando va pasando. 
^ 1^0 debe ser común esta alegría ? 

I Hijos todos de Dios no son acaso ? 

I Ay r ¡ gime el pobre entre el común concierto, 

Y ese sol esplendente,, y ese campo, 

Y esa belleza no se ven lo- mismao 
Con ojos empañados por el llanto t 



¡ Salgamos hoy también I pensaba el pobre, 
Y nuestra cruz impávidos carguemos, 
Ascendiendo al Calvario doloroso 
De la saugre de Dios por el reguero I 



Ul pobre y el niño, IST 



Esto pensó, y alzando entre sus brazos 
A un pobre niño débil, macilento, 
T, cogiendo el bordón, tomó su via. 
El bordón en las guijas forma un eco ; 
El dolor en el alma del anciano 
Más hondamente clava el diente acerbo. 
—Qué bello está ! pensaba, retirando 
AI pobre niño un poco de su peclio. 
Sus ojos son los mismos de su madre^ 
Su risa la de un ángel, sus cabellos 
Enrizados al aura una diadema 
De oro forman, del sol con los reflejos. 
4 Qué rico tiene un hijo más hermoso? 
4 Qué rico á su hijo amó con más afecto í 



I A qué venís ahora á presentaros 
En tropel á mi mente, más amarga 
Para tomar mi fúnebre existencia, 
Dulces recuerdos de la edad pasada t 
Si un tiempo filé que de abundante mesa 
Entre el gozo y el canto, el pan rodaba 
Para saciar á muchos 5 si mi oido 
Jamas cerré del pobre á las plegarias j 
Si las enfermedades y los años 
Hb lograron las penas de mi alma 
Arrancar, ni el rubor de mi semblante- . . 
f Lejos huid, pues voy de casa en casa 
A pedir por piedad ! — " Así clemente 
El buen Dios os dé paz, salud y calma 



138 lÁra sagrada. 



tmfm^ammtaummmaam^m 



Como qneraiSy selor, durme piadoso 
Para este niño «n pan! " — La mano alza 
EL rico señalándole la senda : 

— ^ SigcM, dice^ tu fluirchal '' 



] Nunca el mal viene solo ! se eslabcman 
Uno con otro en fúnebre cadena 
A un dolcnr un ácloír aun más amargo, 
T á una pena otra pena más intensa. 

1 Oh espectáculo atroz ! Entre las llamas 
Yi reducida á míseras pavesas 

En un punto mi casa : entró primero 
A mi hogar y sentóse la Pobreza j 

Y filé mi despertar sin alegría, 

Y hubo noches de insomnio casi eternas, 

Y llantos simulados con sonrisas 
Que mal cubrían mi profunda pena. 
Luego vino la Muerte y de mis brazos 
Arrebató á mi esposa, y después llega 

La Enfermedad. . — '' Señor! si sois clemente . . 
¡Nuestro buen Dios con ciento recompensa! 

2 Un pan para este niño I — ¡No hay, hermano ! 

] Llamad á la otra puerta !'' 



] Oh]Yírgen santa, amx>áTame y defiéndeme 
En esta horrible y formidable lucha 
Contra la adversidad! Ningún momento 



m pobre y él niño. 1}9 

; Máfi cruel en mi vida que la oscura 
Noche en que vi el Suicidio ante mis ojos. . . 
Lia noche estaba negra cual la tumba. 
TJn bocado de pan en todo el dia 
Ni éste ni yo gustamos : sed aguda 
Nuestras entrañas abrasaba; y dijo: 
Sígneme ! Iba á seguirlo. Esta criatura 
Vuelvo á mirar. — 4 Y entonces este niño t 
lie respondí. ¡ Tu auxilio. Virgen pura, 
ir el amor de mi hijo me salvaron I 
Sobre mi frente que el sudor inunda 
Hago la santa cruz : despnes dormimos. 
— " ¡ Señor ! así el buen Dios le dé su ayuda, 
¡ Un pan para este niño I — l^o hay, hermaoo } 
I Tenga paciencia ! ¡ sufra I ^ 



¡ Y ved I ¡ Apenas se darán más negroe, 
Ki más lucientes ojos, ni más grandes ! 
Echan encima de ellos como un velo 
Bizadas sus x)estañas : ¡ ay ! en antes 
Eran de frescas rosas sus mejillas ; 
El iosomnio mortífero y el hambre 
Han derramado palidez de tumba. 
Cual gajos de jacinto en ondas caen 
Sus cabellos aún ; más ¡ ay ! si vierais 
Desnudo al inocente, ¡es un cadáver! 
¡ Hijo mió ! ¡ hijo mió ! — Se anudaron 
Las voces del anciano entre sus fauces, 
Y dos amargas lágrimas cayeron, 



m 



140 Lira sagrada, 

wmm^mm^00mfmt^mmmmmmmmmi^mi^mmm0mmmmm^^mm'm i ■■■■■■■■ i i i i— i ■ ■■ - ir n'-f — n - - — 

Muestra de su dolor. — <^ i Aquí no hay padres 
Que comprendan mi pena indefinible I 
¡ Señor ! si tenéis hijos, ¡ Dios los guarde 
De la miseria! — Hermano, mi limosna 
De hoy, di ; llegasteis tarde I ^ 



Beñeren que hay ciudades en que el viejo 
Encuentra asilo y lecho, abrigo y sopa ; 
T madres la niñez desamparada 
Que á su regazo la alcen amorosas ; 
Que calientes plumones la preservan 
De la estación del ino rigurosa ; 
Que en vez del néctar del materno pecho 
Leche espumante bebe en anchas copas ; 
Que remece sus cunas suavemente 
La Caridad cantando santas trovas, 
Y duerme como suelen los polluelos 
B^o el ala de amor de la paloma. 
El hombre al fin conlleva resignado 
La privación y penas que lo agobian j 
Los niños cual las aves necesitan 
Agua, alimentos, y aire y frescas sombras: 
" j Señor I j vednos piadoso ! '^ — A estos acentos 
No hay nadie que responda ! 



Así de puerta en puerta. 
Llamando elpobre fué con su bordón ; 



M pobre y él niño. lál 



¡ 'So halló ninguna abierta I 

¡ Ay I ¡ ni sensible un solo corazón I 

Y cual hoja marchita 

Que del tronco arrebata el huracán, 

Y de aquí para allá la precipita 
Con ronco son en incesante afán, 
Despareció aquel hombre, 

Y nadie supo ya qué fuera de él, 

I En grabar de los míseros el nombre, 
Nunca en el mármol se ocupó el cincel ! 



MAGDALElíA. 

I Oh ! yo te vi primero rodeada 
De familia, de amigos y de amantes^ 
Ct^jado el blanco eaello de diamantes, 
El anra respirando del placer. 
I Y ora! . . j Gaida del dichoso estado, 
Beina de la liermosora destronada, 
Arrastrando una vida emponzoñada 
Con el amargo torcedor do ayer! 

4Á qné bajaste al mundo, ángel tan bello, 
Para manchar tus sienes con su lodof 
I Ay ! 4 por qué abandonaste de ese modo. 
Pobre paloma, el nido maternal f 
4 Qué te faltaba en élf Leyes tu acento^ 
Tus pies hollaban delicada alfombra, 
T en tu frente no echaba leve sombra 
La mano Ma del tremendo Mal. 

Tu anciano padre consagró su vida 
A tributarte culto idolatrarlo : 
Tú dejaste el doméstico santuario, 
T él bajó al polvo, roto el corazón. 
(Quiera Dios que penado y moribundo. 
Solo — 4 sabes lo que esf — su pensamiento 
Ko haya á ti vuelto en su postrer momento, 
Para echarte su eterna maldición I 



J 



Magdalena, Í43f 

¡Y yo te he visto alKH^al El falso mmgo 
Que sempiterno amen* jnrd en tus brazos^ 
De BU mentido amor rompi6 los kizoB^ 
T para nunca verte se ausentó. 
Termo quedó tu corazón, barrido 
Como el Desierto por la seca brisa; 
Murió sobre tu labio la sonrisa, 

Y tu alma enfrente del dolc»r se bailón 

I Pobre mujer I Por pieles deliciosas 
Tosco manto te cubre, y sienten frío; 

Y sientes bambre y sed, que está vacfo^ 
Sin lumbre, húmedo y fino el pobre hogdír t 
¡Mira á dónde bajaste! Las espaldas 

Te vuelven los antiguos' amadores^ 

Y tu noche sin sueño y de dolores 
Sobre estrecho jergón sientes rodan. 

Y tú, nacida sobre noble cuna, 

Y tú, dotada de alta inteligencia, 
Sientes la privación de la indigencia/ 
Comprendiéndola en toda su extensíott. 
Triste es mirar huirse la belleza 

Cual las nubes delante de la Luna^ 

Y de la edad las rosas una á una 
Ver marchitarse ya sm remisión ; 

I Pero sentir envilecida el almSi 
Perdida la inocencia primitiva 
De las pasiones en la lucha viva^ 
Es sentir el infierno en vida ya i 



144 Lira sagraba 



■■■ ■ 1 1—» >— ■<i ^ p»i>*— 



I Dónde irá la infeliz sobre el vil polvo 
Del insensible mundo, que su llanto 
Sepa ó quiera enjugar? ¿quién con el manto 
De indulgencia sus faltas cubrirá ? 

I Oye ! Hubo un tiempo una mujer sensible, 
Cual tú llena de encantos y hermosura, 
Cual tú i)erdida en la corriente impura, 
Por su amante engañada como tú. ^ 
Perdió el honor; perdió la paz del alma : 
Sola quedó con su dolor al mundo, 
Como barca en mitad del mar profundo, 
Bajo cielos sin astros y sin luz. 

Mas en aquellos dias caminaba 
Por sobre el polvo de la tierra un hombre j 

Y ella oyó pronunciar su bello nombre 
Como el de un padre, un grande bienhechor, 
Por los ciegos que vieron la luz pura, 

Por los que eran enfermos y sanaron. 
Por los que estando muertos se elevarou 
Del sepulcro á su acento animador. 

Era Jestjs de !N"azareth, el bueno. 
Amigo del que llora y del que pena; 
La mujer pecadora, Magdalena, 
Por su patria, llamábase después. 

Y esta mujer creyó, y ante las plantas 
Del Hombre Dios vertió su amargo lloro ; 
Pidió i)erdon, y con las trenzas de oro 
Enjugó del Señor los santos pies. 



Magdalena. 145 



] Levántate del cieno de ignominia 
X!n que yaces caida^ á noble altara. 
Que si no recuperas la hermosura^ 
liecobrarás la paz del corazón ! 
Jesús pasó del mondo, pero vive, 
X es padre de piedad y de clemencia : 
] Llora postrada en su inmortal presencia 
Que ]Sl te dará su abrazo y tu i>erdon] 



10 



L 



JBi 



VERSOS DEL ^HOGAR 



Un ángulo me basta entre mis lares. 

BlOJA. 



LA BIEKVENIDA. 



I Oh ! ¡ bienvenida entre nosotros seas, 
Ángel que Dios ha desterrado al mundo ! 
Tú que naces tan débil y tan pura 
Gual la primera lumbre 
Guando empieza á rayar el claro dia ; 
Tú en cuya ñiz se advierte todavía 
De la sidérea luz una vislumbre, 
Don del Señor que el corazón recreas, 
I Oh ! ¡ bienvenida entre nosotros seas ! 

4 Vendrá, niña, contigo 
De dichas un tesoro, 

viéndote penar derramaremos 
Abundante raudal de amargo lloro ? 
Mas aunque hundida en el dolor te veas, 

1 Ay ! no por eso creas 
Que menos te amaremos. . . 

I Oh ! ¡ bienvenida entre nosotros seas ! 

En el regazo de tu madre ríe : 
¡ Ah ! ¡por ti padeció tanta amargura! 
T en psemio el corazón se le deslíe 
De inefable placer y de ternura. 
Y tú, niña, aprovecha el breve instante 



150 Versoé del hogar. 



Concedido al vúyero por el mandO; 
Para pagarle con amor profundo 
El amor con que el alma le recreas, 
¡Y bienvenida entre nosotros seas ! 

Vén á sentarte en nuestro hogar dichoso^ 
Entre los seres que amo ; 
I Vén á participar de nuestras penas, 
Vén á participar de nuestro gozo ! 
¡ Cuánta parte del llanto 
Te tocará de nuestra herencia I j cuánta 
De orfandad, de pobreza y desccmsuelo, 
Hasta que el cLaio cielo 
Por vez postrera veas I 
Mas con todo eso, ¡ bienv^da seas ! 

¡ Ángel bello de Dios ! 4 porqué bajaste, 
Si tu herencia en la vida era tan triste f 
I No vale el beso matemsú que hallaste 
Los inefables gozos que perdiste ! 
Mas alaba al Señor que así lo quiso ; 

Y aunque empapes con llanto, 
Conserva puro el manto 

Y las ricas preseas 

Que al tocar á la vida recibiste, 
¡ Y bienvenida entre nosotros seas 



semejanza- 
La misma despejada, hermosa frente 
Es la tuya, y el mismo sonreír, 
T la húmeda mirada refdlgente, 
Y el eco mismo de la voz ferviente 
Del ángel de mi vida que perdí. 

Guando «n ^ seno de mi pcA^ce amiga, 
Gomo so1)re el rosal está el botón. 
Duermes, cual la paloma que se abriga, 
Gediendo de volar á la fatiga, 
Del ala maternal bajo el plumón ; 

Yo, ñjando en silencio y pensativo, 
Mis miradas extáticas en ti, 
Que estoy alucinado no percibo. 
Pienso que está durmiendo y que está vivo 
El ángel de mi vida que i>erdL 

ÜS'iña tú, de tu voz la melodía 
Ünicamente alegrará mi hogar ; 
Mas de la suya, j quién decir podría 
Gon qué fuerza en la lid sonado habría 
O en medio de la ira popular ? 

]Feliztúl ¡felixéll — Enelabraízo 
De vigilante amor ambos dermis : 
¡ Tú de tu madre en el estrecho lazo. 
De nuestro Padre Dios en el regazo 
Aquel ángel del Cielo que perdí ! 



LA BENDICIOir. 

Cuando la noche tiende el negro velo 
Se acoge á la espesura del j aral 
Del ave de los bosques el poUuelo 
A dormir b%jo el ala maternal j 

Y alaba aUí, piando dnlc^nente 
Al qae para su nido musgo dio, 

Y cristalinas aguas al torr^ate^ 

Y rubio grano en la era derramó. 

¡ Hl^as mias^ vosotras haced eso, 

Y elevad al Buen Dios una oramn ; 

Y venid apagarme con un beso 
IMi paternal y amante bendición ! 

Si el niño es bueno y si de veras ama 
A nuestro Padre que en el Cielo está, 

Y si con obraa de su amor se inflama^ 
Amigo de Io& Ángeles será ;, 

Y cuando el niño duerma^ como hermanos 
Del Cielo bajarán Ángeles mil 

A cantarle cantares soberanos 

Y á remecer su cuna de marñl. 

I H\ja8 mias, sed buenas para eso, 

Y elevad al Buen Dios una oración ; 

Y venid á pagarme con un beso 
Mi paternal y amante bendición I 



La Bendición» 163 



Los lleyan donde hay campos de esmeraldas, 
Sios de plata y flores de rabí ; 

Y coronan sus sienes con gnimaldas 
De rosas, de jazmines y alelí. 

. Y hay caballitos, mansos cual corderos, 
En qae pueden sin riesgo galopar ; 

Y hay arpas de oro, y flautas y panderos ; 

Y todo niño sabe aÚí cantar. 

¡ H\jas mias, sed buenas para eso, 

Y elevad al Buen Dios una oración ; 

Y venid á pagarme con un beso 
Mi paternal y amante bendición I 

Los llevan á la Gruta milagrosa 
Cuya puerta es un iris de cristal. 
De zafiro la bóveda lustrosa. 
Donde resuena un canto celestial ; 

Vuela vida inmortal entre la brisa, 

Y la Virgen los niños b£ga á ver 5 

Y si son buenos, gozan su sonrisa 

Y los convida al primitivo Edén. 

t Hija« mias, sed buenas para eso, 

Y elevad al Buen Dios una oradon ; 

Y venid á pagarme con un beso 
Mi paternal y amante bendición ! 

Pueden besar la fimbria de su manto. 
Pueden oir su regalada voz, 

Y pueden llamar madre en dulce canto 
A la que es Madre del Eterno Dios; 



154 Ver$o$ id hogar. 



n— >— t 



Ypaed^i ver su frente que serena 
El fiero mar en reeía tempestad, 

Y cambia en gozo la funesta pena, 

Y en salad la más erada en£»medad. 
I Hyas mías, sed boenas para eso, 

Y elevad al Buen Dios una oradon ; 

Y venid á pagarme oon nn beso 
Mi paternal y amante bendidon 1 

Así, jantas las manos sobre el peclio, 
Baja la frente, alegre el corazón, 
Paes ningan mal habds vosotras hecho, 
Llegad á recibir mi bendición. 

Y no sólo la mía ; qne está arriba 
El qae da musgo al ave en ^ jaral, 

Y trigo de las eras, y agua viva, 

Y él os bendice — el Padre celestial! 
¡ H\jas mias, sed buenas para eso, 

Y elevad al Buen Dios una oradon ; 

Y venid á pagarme con un beso 
Mi paternal y amante bendición ! 



A MI ESPOSA. 



Cuando te vi, mi ser sentí inundado 
De santa luz en claro resplandor, 

Y á una región de paz fiíí arrebatado 
De esta región de luto y de dolor. 

Cuando te oi, pasó por sobre mi alma 
Desconocido y plácido raudal 
De tanta dicha é inefable calma, 
Que cambió en bien mi insoportable mal. 

Guando, confiado en tu bondad, un dia 
Al pié del ara santa te Uevé, 
!N"o hay voz de hombre ni de Ángel armonía 
Que pintar pueda cuál mi dicha fué. 

Después . . . pálida y débil, «onríendo 
El primer firuto de mi casto amor, 
En tus brazos mostrásteme durmiendo 
Cual gota de rocío en una flor. 

Hoy que ya no eres jóv^i, Julia mia, 
¡ Oh amiga de mi bella juventud I 
Tu amor es mi tesoro y mi alegría, 

Y mi único consuelo tu virtud. 



EN EL ÁLBUM DE TJITA JÓVE2Í. 



Pidió nna vez la alegre Prímayeía 
Al aterido InTiemo bellas flores, 
T él, serenando al punto la faz flera, 
Le contestó: — ^^Mis cierzos bramadores 
Barrieron los pensiles ; 
I Dcga que ynelva el sol esplendoroso 
A iluminar el campo en los abrilesl" 

Pidió una vez la cristalina Fuente 
Claro raudal al turbulento Bio, 

Y él contestó con eco omnipotente: 
— " "So puede ser, bien mió, 

Que ha enturbiado mi seno 

La fiíriosa tormenta ; 

¡ Deja que vuelva el tiempo á estar sereno !" 

Pidió al Eco del monte silencioso 
La campesina Tórtola un arrullo; 

Y él respondió con tono lastimoso : 

— << El Imracan barrió la antigua selva; 

{ Dcga que á mecer vuelva 

La aura primaveral las nuevas flores, 

Y ella ha de darte su mejor murmullo!" 



En él álbum de una joven. 157 

Pidió una niña, como tú, inocente^ 
Al poeta Jacob versos un día, 

Y él le dijo : " En mi cítara doUente 
Ko hay un hiJEnno siquiera de alegría. 
Que sonar pueda para tí elocuente ; 
Mas siéntate á mi lado, y en la mente 
Esta sentencia graba, 

Palabra de inmortal sabiduría, 

T al Sumo Dios con humildad alaba. 

^^ Guando naciste tú, palmera hermosa 
Del Desierto de Engaddi, en paz serena 
La mar estaba entonces, y en el aire 
Sobre una y otra arrebolada nube 
Ccono entre urnas de nácar reluciente 
Su blanco globo alzó la Luna llena. 
El Cielo dio á tu frente 
De las perlas de Oriente 
La suave trasparencia 5 y tus cabellos 
Bajaron por tus hombros derramados 
Cual gayos de jacinto perfumados, 
En ondas de oro, nítidos y bellos. 
Algo tienen tus ojos de la lumbre 
Del astro de la tarde que en la cumbre 
Del alto Hermon asoma, 

Y que en el lago cristalino riela 5 

Y algo de los de tímida gacela 

Que reposa entre heléchos en la loma } 

Y á tu boca prestaron sus corales 
Las ondas de la mar, y los rosales 
De Jericó les dieron grato aroma. 



158 Ver$ú9 dd hégar. 

^^ lOhoSaiviyeyeKeee 
Goal el lirio que meee 
En retirado monte 
8a perfíinuida eopa^ jonto al agoa 
Que resbalando sa eristál murmura^ 

Y oon las gracias y esplendor florece 
De que dichosa tedotó natura. 

<< Bellas eran Baqnel^ Sara y Bebeea, 
Madres de un pueblo heroico^ y bsgo el manto 
Velaban él encanto 
De gracia y juyentod^ y ejercitaban 
La ebúrnea mano con la tosca rueca ; 
O iban oon paso suelto y diligente, 
Llev»ido al hombro de la frágil asa 
El ánfora á llenar de agua á la fuente^ 

Y en la movible tienda del viiyero 
Amamantaban de héroes una rasa: 
Así se hicieron cabres ; su nombre 
En la canción de nuestras tribus dura, 
Por que antes la modestia es que él ingenjp, 
Antes es la virtud que la hennosuxa. ^ 



A FEANOISOO JAVDBB CABO* 

y XTELTS traa una noche tormentosa 
El cielo á esclarecer la luz diyina, 
T en el alar de la pajiza choza 
Vuelve á triscar la errante golondrina ^ 

Y á alfombrarse de flores toma el prado 
Después de polvoroso y seco estío, 
T á sonar con acento regalado 
Deshecho en perlas nuestro patrio rio. 

Si el alma del poeta no envejece^ 
T hay en la lira un mundo de arammías, 
I Vuelve á cantar en tanto que anochece! 
t Vuelve á vivir en los antiguos días t 

Tú lo recordarás^ aunque pasaron 
De entonces tantos años enanigos. 
Guando nuestras dos BAmm se encontraron^ 

Y nos dimos los dos mano de amigos; 
Guando al salir de la niñez apenas^ 

Gomo un Edén se nos mostraba el mundo, 

Y las horas volaban de paz Uenas, 

Y era en ventura el porvenir fecundo. 
Si el alma del poeta no envejece^ 

Becuerda de esa edad las alegrías } 
¡Vuelve á eantar en tanto que aoochecieí 
{ Vuelve á vivir ^ los antigaos. diaa I 



160 Versos del hogar. 



Kanca olvida el tnrpial de nuestros montes, 
Ni prisionero, su meloso canto, 
T llena los remotos horizontes 
Ckm la plácida voz de su quebranto. 

T tú^ poeta desterrado al snelo, 
I Benegarias de ta noble raza, 
Guando tu mente de la luz del cielo 
Formada fué, que el universo abraza f 

Si el alma del poeta no envejece, 
Y hay en. la lira un mundo de armonías, 
I Vuelve á cantar en tanto que anochece ! 
¡Vuelve á vivir en los antiguos dias ! 

Ko es todo mal en la existencia humana, 
M el llanto sólo del mortal herencia, 
Que regocija al orbe en la mañana. 
Tras la tormenta, el sol con su presencia. 

T queda al fin de la ilusión perdida, 
Gomo puerto del náufrago del mundo. 
El dulce hogar, consuelo de la vida, 
G<»i su amistad y con su amor profundo. 

Si es cierto que nuestra alma no envejece, 
Si hay en la lira un mundo de armonías, 
¡Vuelve á cantar en tanto que anochece ! 
¡ Vuelve á vivir en los antiguos dias ! 

Ta muere el día : el sol resplandeciente 
En un mar de oro y fuego tambalea. 
Mientras que de la noche en el Oriente 
El primer asteo trémulo chispea. 



A Francisco Javier Caro. 161 

El COITO firmamento en róseapS tintas 
Báñase al punto; y es el aire saavOy 
Dulce la luz, y se oyen más distintas 
La voz del eco, y bosqne, y fdente y ave. 

Eyi el alma del poeta no envcg'ece, 
Yhay en flniira un mundo de armonías, 
{ Yuelve á cantar en tanto que anochece ! 
I Yuelve & vivir en los antiguos diasl 



U 



GOTAS DE BOCÍO Y HOJAS DE LAÜEELi. 



Ds Dífio^ ana nmfiflftia salí al casipo, 

Y vi chispear^ del 0OI lá títo lampo. 

En la grama fragante, 
Una cosa brílliuiílo enal diamante. 

Mirada desde l^jos. 
De la luz con los trémolos reflejos, 
TemUaba y c<hi las auras en la hoja; 

Y era ora azul, después dorada ó roja» 
Yo, inocente, en mi loco desvarío. 
Creyendo que un diamante hermoso fuera^ 
Tendí la mano iwr cogerlo, y era. . . 

¡ Solamente una gota de rocío ! 

Una tarde, de niño, salí al prado, 

Y vi un pórtico espléndido, encorvado 

De un monte á otro distante, 
Con suavidad leaderse rutilante. 

No tan bellos colores 
Tienen en el pensil las frescas flores. 
La grana al oro júntase y al verde : 
4 Dónde comienza el uno, dó se pierde t 
Yo, inocente, en mi loco desvarío 
Pienso que un arco de cristales fuera. 
Corro ansioso, y encuentro con que era. . . 
{ Tsui solamente gotas de j:ocío I 



Gotas de rocío y hojas de laurel. 163 



Joven después, yo presto atento oido 
De una lira ' al dnlcíslmo quejido 

Que rasga el vago viento ; 
Canta el Amor, del ánima alimento. 

La Patria idolatrada, 
Dulce visión del ánima extraviada. 
Yo por Patria y Amor loco y enfermo 
Al canto melancólico me aduermo ; 
Mas vuelvo de mi insano desvarío. 
4 Dónde fué el canto y el cantor aquel f 
— Kada quedó! La soledad, vacío. . . 
¡Ah! ¡ sólo un gajo seco de laurel I 

Hombre después, escucho cuál proclama 
Héroe íomortal el canto de la Fama 

A un terrible guerrero, ' 
Que al fin dormía el sueño postrimero 

Entre su quieta tumba. 
El eco del cañón bronco retumba, 
Honiando sus solemnes funerales; 
Miro el llanto del pueblo, y á la Historia 
Que consagra en los siglos su memoria; 
Y me acerco en mi loco desvarío 
A ver la tuml>a en que reposa él. . . 
¡Delirio I ¡ Sa sepulcro está vacío ! 
¡"So hay sino un gajo seco de laurell 

¡ Sombras de un sueño ! ¡ todo desvarío. 
Sin realidad, tan vanas como él I 
Poder y gloria — ¡ gotas de rocío I 
I Y gajos marchitados de laurell 

^ José Ensebio Caro. * Bolívar. 



PABA LA COEOlSrA PÚITEBEE 

DS LA X8P0SA DI D. J. V. YASGABA 7 Y. 

i Gomo flor! . . ¡ como nave I. « ] como sombial 
] Ay I como flor galana 
Que al primer esplendor de la mañana 
El cáliz coronado de rocío 
Golnmpia airoso sobre el tallo verde 
Al apacible céfiro de estío, 

Y al trasponer el dia 
Tronchada cae y pierde 

Bello color, fragancia y lozanía.. . 

Gomo la rica nave qne del puerto 
Empavesada zarpa 
T al vario viento da la blanca lona, 

Y á una distante zona 
Dirige el rombo incierto, 
Despareciendo va, y al fin se oculta 
En el confin del piélago desierto.* • 

Gomo la instable sombra 
Qne la mullida alfombra 
Del campo abierto rasa, 
Y, sin dejar ni imperceptible huella^ 



Corona f&nehre. 165 



Bápidamente pasa. . . 

Así por el desierto de la vida 

Baena^ y sensible y tan amada, aquella 

Que mi labio no nombra, 

Pasó cual flor. . . cual nave» - - como sombra. 

Fué ayer, ayer no más, cuando la vimos 
Venir á honrar con su bondad, dejando 
El firmamento de su Patria bello, 
El bogar de su esposo, 
Adolescente apenas, 
Dado á las leves auras el cabello 
Coronado de rosas y azucenas. 

Fué ayer, ayer no más, cuando la vimos 
Madre dichosa, embebecida el alma 
En la sonrisa púdica y sencilla 

Y en la luz en los ojos chispeante 
De un pequeüuelo infante 

Que amoroso jugaba en su rodilla. 

Eso fdé ayer no más. . . ¡ ayer! . . y ahora, 
Ea vez de tanta paz y dicha tanta, 

Y tanto amor, y tanto hermoso sueño 
Que se fingió lá alegre fantasía, 

¡ Ay ! como ella se fué, puso su planta 
La Pena en el hogar antes risueño j 

Y se oyen desde ayer hondos sollozos 

Y alaridos agudos, 

Y se mira también correr el llanto 
Por semblantes escuálidos y mudos. 



IM Versoi del Xogar. 



{ 



También así b^o la instable tienda 
Del antiguo Patriarca 
Resonaba el lamento del quebranto 
Guando espiró Baquel dando la vida 
De su dolor al hijo, y desde afuera 
8e oia el sollozar ahogado y ronco^ 
Cual si el quejido fuera 
Del ábrego luchando airado y bronco 
Oon las ondas del mar en la ribera. 

Guando, saliendo apenas de la cuna^ 
Gomienza el i)ercgrino de la vida 
El temeroso viaje, ante sus ojos 
La Pena se presenta, y le señala 
Vasto campo y erial, Heno de abrojos, 
Y oon faz donde imperan los enojos : 
" Inseparable compañera tuya 
Seré, dice, hasta el punto en que la Muerte 
Cubriéndote con su ala 
La antigua libertad te restituya.'' 

i Quién, pues, exento del dolor f j Acaso 
El que ostenta en su frente una corona 
De diamantes y de oro f 
j Quien la grey en los valles pastorea f 
4 O el hijo del Parnaso f 
¡ Ninguno I Todos abundante lloro 
Derraman mientras viven ; 
Y las amargas heces 
Del infortunio beben en el yaso. 



Carona f&nebre» 167 



Gomo arrastradas van las secas hojas 
Del bosque, entro revuelto torbellino 5 
Cual los granos de polvo sobre un rayo 
Horizontal del Sol saltando pasan 
En número infinito, los mortales 
Tinos en i)os de otros, del sepulcro 
Salvando van los f&nebres umbrales. 

Y ella, cual los demás, en la corriente 
Irremediable entró; mas dulcemente, 
Vueltos al Padre universal los ojos, 

Y en su clemencia y su bondad confiando, 
En el sepulcro reclinó la frente. 

I Adiós, pompa nupcial ! ¡ Alegre coro 
Que en honor resonaba de la esposa 1 
1 Blancos velos ! j Corona entrelazada 
De niveos azahares y de rosa ! 
5 Ayes de amor ! | Involuntario florol 
I Bella ilusión para mejores diasl 
¡ Todo ayer acabó 1 — ¡ Voz quejumbrosa 
Del órgano en las bóvedas temblando I 
'¡ Canto del sacerdote que reclama 
Paz para los que fueron ! ¡ Blanca nube 
Del sacro incienso, que del ara sube 

Y en el aire tranquilo se derrama! 

1 Como ellos pasareis también vosotros! 
] Las lágrimas de amor ó de dolores, 
Lágrimas, con el viento se secaron ; 

Y las fragantes fieros, 

Como flores al fin^ se marchitaronl 



168 Verso9 del Tiogar. 



Mas vive, y en Tision noctama bs^^ 
A consolar el alma del esposo; 
Porque la misma mnerte no relaja 
£1 YÍncalo que muera delicioso 
En la vida á los míseros mortales, 
t Contempladla al pasar! Hay en sos ojos 
Miradas qne se hicieron celestiales 
Al brUlo de la luz indeñciente. 
¡ Oidla I Hay en sus labios todavía 
Palabras deliciosas 
Llenas de celestial melancolía: 
" Aun te amo, y soy feliz: si serio quieres. 
Pisa de la virtud las agrias sendas,. 
Ajeno de la vida á los placeres j 

Y vive de mi amor para las prendas.'^^ 

Tal parece decir, y en rósea nube, 
Sombra bendita al retomar se vela^ 

Y al éter puro por el aire sube 
A manera del ave cuando vuela.. 



A UNA MIBIíA 

I MiBA ese pobre pájaro cantívo 
Oaál forceja en la jaula Tanamente^ 

Y pido en vano el sol de bu montaña 
Bregando por huir inquieto y vivo ! — 
I Oyó el ruido lejano del torrente, 

Y respiró el aroma de lo8 cami)OB 
Que le trajo en bus alas el ambiente ! 

4 Qué tiene en cambio aquí del verde otero, 
De su laurel del bosque solitario, 
Del murmurai* del viento fuerte y vario 
Que las marchitas hojas barre fiero 1 
4 Qué le valen auroras tan serenas, 
B"! que el sol se levante en nubes de oro 
8obre los altos montes ; 
Hi que en los apailados horizontes 
Se oiga el último trueno del invierno 1 
ISol vano para ella 
El campo lejos tiende un manto verde, 

Y él ei^omoso rio en vano estrella 

Su raudal que en los árboles se pierde* 

Dale la libertad, ¡ oh Julia mia! 
Tienda al aire sus alas 
Entorpecidas ya con las prisiones, 

Y vuelva á su montaña primitiva ; 

Y en la musgosa piedra del desierto, 



ITO Versos del \ogar. 



Entonando suavísimas canciones, 
C3on las ondas de luz fuerza reciba ! 
El que gime cautivo 
Solamente, cual yo, sabe por cierto 
Cuánto pesa y abruma una cadena, 
Cuan lentamente el tiempo de su mano 
Deja caer el grano 
De la menuda arena. 

Unos gustan del canto de la Fama, 
Infierno y Paraíso de la vida; 
Otros corriendo van tras la Fortuna, 
Simulacro incensado á par que inmundo ; 
Otro los campos de sus padres ama, 
Donde dichosa se meció su cuna 
En la ñcxible rama 
Al rayo incierto de naciente luna, 
Y de la Corte al esplendor prefiere 
El mugir de la grey que á paso lento 
Becoge el labrador, cuando la tarcb 
Va declinando silenciosa, y ardo 
Su estrella en el azul del firmamento; 
ó el nocturno paseo por los bosques 
De la luna al ocaso delicioso ; 
Ü oir la tempestad batir con su ala 
Húmeda y fiía el no envidiado techo. 
Alzando á Dios el ruego fervoroso 
De adoración de su tranquilo pecho. 

ó ama sentarse al borde del torrente 
Que con fragor sus ondas precipita 



A una mirla. 171 



Entre musgosas piedras y espadañas^ 
ó ver doblarse trémnlas al soplo 
Del aura meridiana, recostado 
En la era polvorosa, 
De blonda mies las movedizas canas* 

Y si acaso pasea 

Cerca del enyerbado Cementerio, 

Donde duermen los padres de la aldea, 

Fo es para él de luto y agonía 

La manifestación del gran misterio 

De la existencia humana, 

M de la muerte la tremenda idea. 

¡ Oh ! ¿ dónde están ahora 
Mi delicioso campo, 
Mi bello bosque umbrío. 
Mi claro y sesgo rio ? 
¡ Ay ! á mí no me toca alzar doliente 
Amarga queja por mi suerte al Cielo: 
¡ Quísolo Dios, y bajaré hasta el suelo, 
Besignado adorándolo, mi frente ! 

Mas ¡esa mirla ! ¡oh! ¡vuelva á sus colinas! 
¡Tome á cruzar la solitaria selva. 
Tome á empapar sus fatigadas alas 
Del arroyo en las ondas cristalinas ! 
La ley de Dios no contrariemos. ¡ Vuelva 
Libre á cruzar el ancho firmamento, 

Y vuelva á alzar el olvidado canto 
Pe gratitud y übertad al viento! 



172 



Veno» del hogar. 



■■■■«■■■»■■* 



Dios te bendiga ¡oh Julial pues piadosa 
La estrecha janle. abriste 
A la avecilla triste. 
I Mírala cómo parte acelerada ! 
I Mírala cómo laégo fatigada 
En ese árbol reposa ! 
OomiK>ne allí la plnma . . . 
Vnela, ¡ y es para siempre ! 

I Dónde el Ángel está, piadoso amigo, 
Que, clemente mostrándose conmigo, 
Lleno de caridad, al cabo lime 
La rada argolla qne mi cneUo oprime, 

Y qué, j oh placer I me vuelva 

Al suspirado campo de mis padres, 

Y á mis torrentes y á mi antigua selva t 



jMaSTAITA! 

Abbe un botón su capullo 
Y el sol lo tiue de grana, 
Mécelo con blando arrullo 
Tibia la brisa temprana, 
T es del campo amor y orgullo j 
4 Cuánto duras, flor lozana f 

— Dicha prometida al hombre, 

j Cuál es tu nombre»— ¡ MaSana I 

Kino que en la cuna lloras 
Por una quimera vana. 
Joven que á pocas auroras 
Verás tu cabeza cana; 
4 Qué son las fugaces horas 
De la existencia liviana f 

— Dicha prometida al hombre, 

4 Cuál es tu nombre f ~ I adjfiana I 

Toma el mortal su camin<) 
Del alba á la luz temprana, 
T en el mundo peregrino 
Como en desierta sabana 
P^seguir es su destino 
Fugitiva sombra vana« . , 

— Dicha prometida al hombre, 

4 Cuál es tu nombret— ¡ MaHanaf 



174 Ver$os del hogar. 



I 



Iris de ala rcfolíreote 



&' 



Que el firmamento eogalanal 
¡ Aspiración permanente 

Y eterna del alma hamana I 
¡ Beposo de nuestra mente 
Al fin de una lucha insana i 

— Dicha prometida al hombre^ 
jCoál es tu nombre f — ¡Mañana I 

¡Mañana I 4 Y por qné no es Hoy t 
4 Y por qné siempre Mañana t 
¡ Ah I ¡ me olvidé de que soy 
Débil criatura mundana, 

Y peregrinando voy 
Hacia una Patria lejana! 

— Dicha prometida al hombre, 

4 Cuál es tu nombre f — ¡ Mañana! 



A JTSA AMIGA, 

Junto de ti mostróscme presente 
La cara imágea de mi antiguo bien. 
Con su gracia y mirada reluciente, 

Y su bondad de corazón también. 

Gomo ella esposa y madre, de la yida 
Boyando el rio turbulento vas ; 
[Oh ! ¡con tíin santo amor fortalecida, 
El sendero del bien no dejarás I 

(Buena y sensible Amiga! ¡Cuántas penas 
Dudas, angustias y horas de dolor, 

Y de afán, y de pasmo ansioso llenas, 
ISTo nos ofrece el mundo engañador I 

Por una rosa que tn vista encante, 
¡Cuántas espinas herirán tu pié ! 
Por un amigo bueno, fiel, constante, 
[Cuántos traidores burlarán tu fe I 

Gran don es el Ingenio, y la HermQSura 
Del Padre Celestial es un gran don j 
Pero es mayor que todos la ternura 

Y la dulce Bondad del corazón. 



1 76 Ver$09 del hogar. 



}Oh I no hay pasión que la Virtud no dome 
Ni noche que no logre flnminari 
Lágrima que á los párpados asome 
Que sus manos no sepan enjugar. 

¡Ese él astro iiolar de tu destínol 
Alza la frente 7 marcha de él en pos: 
¡No vadles, que ál fin de tu camino 
Beposarás en brazos de tu Dios! 



EL AMOR Y EL DEBER. 

DíJOME Amor mostrándome la hermosa 
Que pagó con olvido mi terneza : 
— ^^ Mira esa firesca faa en que la rosa 
Se mezcló de la nieve á la pureza» 

^^ Mira los grandes Jiegros ojos, bellos. 
Que despiden de luz vivos raudales, 
Oomo en tranquila noche los destellos 
Relucen de los astros celestiales. 

" Vé su boca : es cual rosa medio abierta, 
Bella cuando habla, ó calla, ó dulce ríe ; 

Y el eco de su clara voz despierta 
Fuego de amor que el corazón deslíe. 

" Lejos huirán tus penas y dolores. 
Pues sabrá amarte con amor profundo : 
Yo cubriré por ti de frescas flores 
La estéril senda que te ofrece el mundo.^ 

Yo lleno de estupor, sólo un momento 
Me atreví á alzar los ojos hacia ella ; 

Y sentí juntamente ansia y tormento: 
Era por cierto una mujer muy bella. 

CalM el Amor, y yo también callaba 

Gomo el que piensa y duda ^ y de repente 

Junto á nosotros una voz sonaba 

No halagüeña, mas sí muy elocuente. 

12 



178 Versoi del hogar. 



Y me dyo el Deber: — "4 Te atreverías 
Tú, noble y generoso, tú, cristiano, 

A llenar de aflicción tan bellos dias, 
Profanando su honor con torpe mano t 

*'' Está sola en el mundo ¡ y es hermosa ! 
Hogar no tiene ya, no tiene madre ; 
Sírvela, pues, de egida poderosa, 
Siendo para ella amigo, hermanó y padre.'' 

Y yo cumplí él decreto soberano ; 

Y ella sus penas consoló conmigo, 

Y halló en mi corazón el de un hermano^ 

Y en mi afecto veraz el de un amigo. 



Y FUÉ una vez. — Biyo la negra sombra 
De ia gran selva murmuraba el río ; 

Y de los prados en la verde alfombra 
Be mecían las gotas de rocío. 

De la silvestre ruda y el tomíBo 
Se esparcía el olor al horizonte, 

Y allá se oía el son del caramillo 

Con que el pastor su grey conduce al monte. 

De hojas de rosas y jazmín la grama* 
Alfombra el pié del árbol, donde asoma^ 
Entre la verde pompa de la rama, 
Sus globos de oro la fragante poma* 



m Amor y el Deber. 179 



•*J*««»*> w «»»»^g^«»»»»w 



De cuando en cuando á mí llegaba el eco 

De los ruidos del campo y las montañas, 

O el rumor sordo del maizal ya seiC50 

Que un lamento fingía entre las cañas. 

« 
Entonces presentóse de repente, 

Y/ hundiendo entre mis brazos su cabeza, - 

Gimió en yoz alta, abierta y locamente 

Su orfandad, su aislamiento, su pobreza. 

Entonces murmuraba como ahora 
Bonco el rio entre piedras espnmante ; 
Y ésta la misma luz er^ que hoy dora 
El campanario que se ve distante; 

Y este el mismo ramor que cual lamento 
Oíamos entonces entre la alta 
Ck>pa de los alisos con el viento : 
Kada ÜEilta hoy aquí : | sólo ella falta ! 



LA LIBERTAD. 

¡ Ay ! 4 quién tendrá piedad del desgra<áado 
Que en dorada cadena preso gime f 
4 No habrá mano clemente que la lime 
Y le vuelva su antigua libertad f 
— Quebrándose en el muro, opacos, Mos 
Entran aquí los rayos del sol beUo, 
Cual de un fanal el pálido destello 
Que alumbra el mar en negra tempestad. 

¡Llévame, oh Musa, tú, donde solías 
En los años risueños de mi infancia^ 
Á respirar del campo la fragancia 
Que de salud repleta el corazón ! 
] Condúceme á los campos solitarios, 
Al fértil valle y al tendido otero, 
Donde del rio que se lanza fiero 
Escuche el clamoroso y ronco son ! 

Quiero sentir el viento que sacuda 
Mi cabello con ímpetu en la frente ; 
Quiero sentir el sol vivaz y ardiente 
Que las fuerzas me vuelva que perdí. 
Sentir mis pies humedecidos quiero 
Del campo con el diáfano rocío ; 
T ver el mismo monte, el mismo rio 
Que en mi niñez afortunada vi. 



La Libertad. 181 



.«•••••••««••• •«••••^•••••••••••••■••«•* 



Quiero entrar á la casa de mis padres 
Hoy "poT gentes extrañas habitada ; 

Y estar donde mi cuna fué colgada, 

Y respirar donde antes respiré. 

— ¡ I^ada habrá de ellos hoy ! Ninguno al hijo 
Conocerá de aquel antiguo dueño : 
1^1 duerme hace años el eterno sueño^ 

Y un extraño en su casa yo seré. 

I Qué parecida á la existencia mia, 
Tan llena da borrascas y dolores, 
Oh sagrada mansión de mis mayores, 
Después de tanto tiempo te he de hallar ! 
¡ Ruinas allá y aquí ! De cualquier modo 
Con que alomarme al corazón intente, 
En su interior abismo solamente 
Sombras hallo de luto y de pesar. 

Mas al pasar los anchurosos patios, 
Al cruzar los espléndidos salones 
De altísimos, severos artesones, 

Y en la capilla al asentar el pié: 

¡ Ay ! ¡ cuántas melancólicas memorias 
Despetaránse entonces de repente. 
Que dormidas reposan en mi mente. 
Del tiempo aquel que tan dichoso fué] 

¡ Oh ¡ dadme pronto un corredor brioso 
Que deje atrás al céfiro en su vuelo ; 
Porque perderme en el confin dudoso, 
Veloz cual los relámpagos, anhelo ! 



182 Venan del hogar. 



■——1»^ ■■■■■»•■•»•■•— 



¡ Valles proftindos^ solitarios montes. 
Selvas, lagos, collados y torrentes, 
Sabanas que os tendéis sin horizontes. 
Fecundadas dé soles esplendentes ! 

\ Abridme vuestro campo I Tin pecho lleho 
De dolor vuestras auras necesita : 
{ Ah ! ¡ la tremenda pena que me agita 
Sólo puede calmarse en vuestro seno ! 



Huelo el tomillo que el ambiente llena 
Del ave solitaria escucho el grito, 
Saliendo á ratos del jaral marchito 
Que el seco cauce del torrente ornó. 
Del mediodía baja el tibio viento 

Y en las flores del valle juguetea, 

Y las mieses undívagas blandea, 

Y al término del campo se extendió. ^■, 

Álzase en este' instante una armonía, 
Himno al Señor« universal, solemne, 
Desde la copa del ciprés perenne 
Que resiste al fiíror del hui^EU^ioí, 

Hasta las delicadas florecillas 
Que ayer nacidas sobre débil caña 
Á la luz de ota*a aurora, en la montiuia 
Arrastradaé del viento rodarán. 



La Libertad. 1S5 



6aeltaii las arjes sa 43ilyestre,captoi 
De las vacadas óyese el magido: 
La flauta campesina susonido 
Extiende al valle oculto y al verjel. •« 
2 Oh ! ¡no cabe en el hombre limitado 
Tanta impresión de libertad y calma ! 
Calla la voz, porque se arroba el alma 
Y de la mano suéltase el pinedL 

Como un cautivo de sus grillos libre, 
Acostumbrado al aire infecto, impuro^ 
¥ á la estrechez del calabozo oscuro 
En que por largos años suspiró; 
Para tomar alieaito y nuevas fuerzas, 
Necedto asentarme en el remanso 
Do el arroyo entre guijas corre manso . . . 
I También en cautiverio gemí yo i 



El cielo, há poco tinto de <»ro y grana, 
En riquísimo azul cambiarse veo : 
Triste zumba á lo l^os la campana : 
La noche me sorprende en mi paseo. 

Ai Uaneo rayo de menguada luna 
Tengo que caminar calladamente; 
Oyendo el ruido de lejana fuente. 
Como el llanto de un niño entre la cuna. 



IM Versos del hoffar. 



Bompe el aire del perro el largo aullido; 
Buena del grillo la importuna queja, 
T una luz solitaria ver se deja 
l>el montañés en el hogar querido. 

Por senda estre<dia j lóbrega guiado 
Llego hasta el cementerio de la aldea : 
Cristiano, humilde asilo, que rodé» 
Tosco muro de cési)edes formado. 

Miro el túmulo rústico, sin nombre 
Que del arado la quietud recuerde. 
En él grande virtud se oculta al hombre, 
B^ del césped oloroso y verde. 

¡ Oh ! [quién übare de hierros y pesare» 
En retiro paeíñco viviera, 
Y á sus pobres penates erigiera 
Seguro asiento y plácidos altares I 

2 Quién fuera tan feliz que, vinculando 
En el arado un porvenir tranquilo,. 
Los ojos en virtud y paz cerrando^ 
Dormir pudiera en este quieto asilo ! 



LA GOLOlTORIírA. 

i De dónde '\iene8 tú con sesgo vuelo, 
Alegre golondrina, 
Ahora que el sol el espacioso cielo 
De fuego con raudales ilumina T 
4 De dónde vienes ahora 
Que el monte y la colina 
Se ornan de nueva flor y nueva grama; 
Ahora que el torrente ftugoroso 
Por el camiM) oloroso 
Sus claras ondas rápido derrama f 
Ya i)a8Ó la estación de las tormentas, 
Ya las alegres Horas van danzando, 

Y de arrayan y flores mil coronas 
Sobre el paterno campo derramando. 

Bse que ves tan verde y tan florido, 
Tu otero conocido; 

Y ese en que tu ala fugitiva rasa, 
Es tu claro torrente ; 

Y ese, tu dulce nido 
Que en el alar saliente 

Vuolvejs á hallar de nuestra pobre casa. 

¡ Oh I ¡ sigue revolando vagarosa, 

Y sobre el campanario de la aldea 
Un momento reposa I 

Desde allí todo el campo se domina. 



186 Veno$ dd kogar. 

Y las mieees que suave el viento orea, 

Y el lejano molino, y la musgosa 
Alta cnuE del blanqueado cementerio 
Que en medio de los árboles se empina!... 
¡Tiende la vista desde allí gozosa, 

Y contempla tu Patria deliciosa! 

Al primer trueno del oscuro invierno, 

Y las lluvias primeras, 

Volaste abandonando las praderas 

Y tu apacible hogar y nido tierno. 
4 Á dónde entonces ñdste 

Con ala infotígable, 

Dejando atrás el horizonte triste 

Cubierto de tiniebla. 

En cuyo oscuro seno el sol de Mayo 

Mal alcanzaba á disipar la niebla, 

Donde á intervalos con horror lucia 

De ix>rmentosa nube el presto rayo f 

Tal vez á las regiones del Oriente 
, Pasaste con las brisas sonorosas, 

Y del Meta en la rápida corriente 
Bemojaste las alas temblorosas ; 
Tul vez desde la huta del salv^e, 
ó desde la alta torre ya en ruina 
De la antigua Misión, viste la frente 
poblar al sol detras del horizonte 
Cual mar sin playa de la gran sabana 
De la risueña Arauea, ¡oh Golondrina! 
En su tumba de azul, de oró y de grana; 



La Golondrina. 187 



Y al revolar de la aura vespertina 
Trajo hasta ti la voz del gran Desierto 
Quejas de bosque^ son de ronco rio, 

Y melodioso pío 

De las aves del campo solitarias, 
Formando todo espléndido concierto 
De júbilo solemne ó de plegarias. 

4 Es venturoso, düne, 
El indio entre su selva primitiva, 
Á quien la ley no oprime 

Y la cerviz altiva 
Tan sólo en el Desierto 

Inclina al Grande Espíritu Sublime f 
4 ó le siguen do quier las mismas penas 

Y del alma las mismas tempestades, 

Y el pobre corazón lo mismo gime 
Que en las grandes ciudades 

En medio de las vastas soledades, 

Oprimido de bárbaras cadenas f — 

\ Oh ! que también en el Desierto crecen 

Flores para adornar la sepultura ; 

¡ También brillan al sol de sus sabanas 

Lágrimas de dolor y de amargura ! 

En mi primera edad, con la luz pura 
Del sol, en el umbral de humilde techo 
La banda de ruidosas golondrinas 
Miraba, henchido de placer el pecho, 
Ir y volver, y revolar contentas 
De la pajiza choza 



1S8 Versos del hogar. 



A la extensa llanura, 

Onal pasa pronta y viva 

La luz de las tormentas, 

Rozando con el ala fugitiva 

Ya sobre la lürboleda majestuosa, 

Ya sobre el ancho, azul, tranquilo lago, 

Ya sobre la era antigua que llenaba 

La flor del amarillo jaramago. 

Cuando era niño, en casa de mis padres, 
Dejaba yo que se muriera el dia, 

Y de las salas lóbregas, desiertas i 
Empujaba las puertas; 

ó los duros cerrojos con trabsgo 
De la antigua capilla descorría, 

Y á descansar entraba i 

I 

De golondrinas banda innumerable : 
Yo de un varal larguísimo auxiliado 

Y de otros niños de mi edad seguido. 
Por teclios y cornisas implacable, 
Bin respetar el inocente nido, 

Á la avecilla tímida acosaba 

Que prisionera luego 

A una cárcel tristísima pasaba. 

Mi sueño sin sosiego 
Al clarear el alba intemimpia, 

Y á cortarles las alas temblorosas. 
Maligno niño, súbito conia. 

Hoy es, aun lo recuerdo I los chirridos 
De la avecilla dan en mis oídos, 



iilo1l»B«>> 



.íerta» 

abajo 
cari», 

minera»»''- 

,I»d segáA"' 

nido, 






LAS BOMBAS BE JABOlf . 

— MmAy papáy I qué bomba tan bifllante 
Al soplar sale de la leve caña! 

Y sobre el tenue globo^ ¡ cuál se pinta 
La varia y gaya tinta 

En que el iris espléndido se baña I 

¡ Mírala c^o vuela I 

¡ Mira qué blandamente 

Por los aires se eleva ! 

T después.. . | se deshizo de repente! 

— Así es todo en el inundo^ vida mia. 
¡ Tan transitorio y leve 
Que apenas dura un dia I 
Ese cabello que en anillos de pro 
Baja sobre tu faz, como la nieve 
Que rueda en remolinos hasta el prado, 
Luego, antes que lo pienses, en la almohada 
Estará yerto del sepulcro helado. 

Así pasan las cosas y los hombres. 

— j Hombres y globos de jabón lo mismo f 

— Sí : todos á un abismo 

Yan á parar, sin que en el mundo queden 
De algunos ni los nombres. 

— j Beyes, y Capitanes, y x>oetast 
— Y pastores, y santos, 

Y mujeres hermosas y discretas, 



LOA bomlas de jabona 191 

Y i)obres y opulentos, 

Y de los hijos, cuantos 

De la greda de Adán fueron naeidos, 
Como esa bomba por los vagos vientos 
Todos, sin remisión, todos perdidos I 

— Este que vuela rápido 
Globo reverberante, 
4 Será t. . — Ponle tú nombre, 
Cualquiera, no hace al caso, 
Llámalo Homero, ó Alejandro ó Tasso, 
Napoleón, Pelópidas ó Dante. 
Luz, poder, resplandcH*, genio, poesía, 
Todo fugaz, y todo pasajero. 
Cual bomba de jabón que apenas nace 
Guando en el aire luego se deshace. 

— i Y tú, papá, también t — Ese que ahora 
Vuela, será mi globo. — ¡ Quiera el Cielo 
Que no se rompa nunca, x)apá mío I 

— T se rompió I ¡ Más bien el Cielo quiera 
Que antes que el de tu madre y tus hemanos 
Pueda perderse en la anchurosa esfera I 



BELLEZA Y PUDOR. 

Ven al espejo^ niña encantadora, 
T en él contempla tu semblante bello ; 
De esos ojos el fúlgido destello, 
De esa boca la risa seductora. 

Vé la nivea mejilla que colora 
La rosa, y el undívago cabello 
Que derramado por el hombro y cuello 
A gracias mil, mil gracias atesora. 

I Mas llena de rubor bajas la frente, 

Y en tus párpados tiembla y brota el llanto t 
I No sea así, por Dios I cobra la calma. 

* 

¡ Oye, preciosa niña! Ese inocente 
Rubor añade encantos á tu encanto, 

Y hace más bella que tu faz tu alma. 



LA AKOIAITA Y LA mSA. 

CuAiíDO, al rayo de sol esplendoroso, 
Que en el Ocaso pronto á hundirse va, 
Contemplo tu semblante radioso 
Beclinado en el hombro maternal; 

¡Oh niña! al ver tus ojos negros, bellos, 
Junto á los de tu madre relucir, 

Y junto de los suyos tus cabellos 
Derramados en áureas ondas mil : 

Si considero la armoniosa forma 
Tan limpia y digna en la materna faz, 
Que de una Niobe hubiera para norma 
Ansiado el estatuario de otra edad; 

Una imaginación me asalta vana, 

Y me figuro alucinado ver, 

La niñez en el rostro de la anciana, 

Y en la £a.z de la niña la vejez. 



Al dar el Tiempo un paso solamente 
Los efímeros dones cambiarán : 
La boca que ora ríe dulcemente, 
Los cgos que ora en fuego ardiendo están. 

13 



194 VerMS del hogar. 



De ta madre la nivea cabellera 
Qae hoy es digna aureola de su sien, 
Hermosos gajos de jacintos era 
Desatados á un céfiro de Edén. 

Su bella faz brilló fúlgida en antes 
Cual cólmala aldeana ancho tazón 
De fresca leche en grumos espumantes 
Coronado de rosas de Saharon; 

Y el eco de una lira era su acento, 
Y el brillo de sus ojos cual la luz 
Que derrama en el ancho firmamento 
La gran constelación de la Austral Cruz. 



CuAia)0 al estruendo del ccmcierto ella 
Siguió la danza con cadente pié, 
ISntre las bellas la mujer más bella 
Lleno de admiración la contemplé. 

Cuando asentada al melodioso piano 
Dulcemente lo hacia suspirar, 
Despertando debajo de su mano 
Un mundo de armonía celestial; 

■ 

Y si entonces del fondo de su pecho 
Elocuente elevábase su voz, 
Su corazón en lágrimas deshecho 
Era más bien un cántico hacia Dios ; 



La (mci<ma y la nifía. 195 



■••■■•»■■■—■■■—■■■■■•—»>» 



V 



Mas cnando al pobre albergue do gemía 
Un moríbiindOy el paso encaminó^ 

Y allí la mano generosa abria 

T el llanto su semblante Iramededó ; 

Entonces la mxijer joven y hermosa 
Despareció^ borrándose ante mí, 

Y nn Ángel de bondad con faz radiosa 
De nuestra propia raza sólo tL 



Los años volarán sobre tu frente, 
Niña, y las flores de hoy se secarán, 

Y el brillo de tus ojos ñnalmente 
Lágrimas de dolor empañarán. 

De tu purpúreo labio la sonrisa 
Marchitarán los cierzos del dolor, 

Y un velo, cual de pálida ceniza, 
Cubrirá tu cabeza en derredor; 

Y volverán la espalda los amantes 
Que te juraban siempre eterna fe ; 
Mas para honrar tus últimos instantes 
La Amistad sola quedará de pié. 

Y si, lleno de asombro, en esa hora. 
Pregunta quien de joven te admiró : 

^' 4 Dónde está la mi^er encantador^ 
Que la Fama en sus himnos ensalzó t ^ 



196 Verio^ del hogar. 



Tú le responderás: f^La edad consume 
La beldad de la flor y la mi\fer ; 
¡ La flor goarda, con todo, su perfiíme ! 
¡La mnjer guarda su virtud también ! " 



A UNA JOVEN. 

(os CHATBAUBBIAKO ). 

Bajan el ataud^ y las firagantes 
Mores que un padre en maestra de dolor 
Begó sobre él ¡oh tierral las sepultas, 

Y entre tu seno juntamente ocultas 
Joven doncella y delicada flor. 

¡Ohl no las vuelvas nunca á este profano 
Mundo de angustias, penas y dolor, 
Que el airado aquilón rompe y desgaja, 

Y el sol marchita y %ja 
Joven doncella y delicada flor ! 

Saliste de la in£emcía ¡oh niña! y duermes 
Sin miedo ya del sol abrasador. 
¡Para siempre acabaron sus auroras 
Frescas y encantadoras. 
Joven doncella y delicada flor ! 



A TTS NlKO MUSBTO EN LA CUITA. 

(TEáDUOCIOV). 

Con el saeño félús déla inooenda 
Duermes tranquilo en esa fna cama, 
¡ H\jo de mi alma, oh de mi vida encanto ! 
] Oye! ¡mira!., es tu madre quien te llama : 
Despierta ya; ¡nunca has dormido tanto! 



EL POETA T EL LESTADOR. 

Atbayesaba nn bosque de los Andes 
TJn poeta viajero, 
De esos que á caza van de inspiraeioues, 

Y prestan el oído 
Tanto al sordo mido 

Que forma con sus masas broncas, grandes, 
La mar en sus sublimes elaciones. 
Como al eco indeciso y lastimero 
, Del hilo débil de agua, que perdido 
Bajsb entre un matorral x>or el otero ; 
De esos, cuya alta mente se extasía 
Tanto en el vuelo audaz y resonante 
Del cóndor, rey de la montaña umbría, 
Gomo en el giro débil, vacilante 
De la hoja amarillenta 
Que arrastra el huracán de la tormenta ; 
(Genios que el mundo ven únicamente 
De poesía por el rico lente. 

Escucha repetir al eco herido 
, El monótono golpe de una hacha, 

Y ve después á un viejo que se agacha 
A la ruda fatiga ya rendido. 

El árbol que tumbaba 
Un dinde secular, marchito era, 
En cuyos gajos pálidos flotaba 
El musgo cual nevada cabellera: 



200 Versas del hogar. 



Árbol, padre del monte solitario^ 
Qae con su aspecto rústico y saly%|6 
Ailadia hetmosora á aquel pais%^ 

El Poeta viajero queesto mira 
Se enciende en santa ira, 
Y exclama enfurecido : ^^ ¡Tente, anciaiK) ! 
¿ No ves que así destruyes inhumano 
El cuadro más hermoso y placentero 
Que en medio de esta zona Dios reserva 
A los cansados ojos del viajero t 
¡ Mira ese árbol augusto cuál inclina 
8u venerable frente 
Sobre el agua espumosa del torrente^ 
Como si presintiera su ruina! 
¡Ese bárbaro empeño, anciano, deja! 
4 No oyes al pobre dinde 
Cómo al cnQir parece que se queja f 
¡ Cuántas guirnaldas de olorosas flores 
Su copa habrán un tiempo embellecido! 
¡ Y en su espeso follaje, cuánto nido 
Habrán labrado pájaros cantores ! 
I Por qué tu ira vandálica se empeña 
En cortar ese tronco carcomido t ^ 
— ^^ Porque mi débil fuerza ya no alcanza^ 
Le responde el anciano, 
Otro á tumbar; porque no tengo leña 
Para mi hogar querido; 
Porque antes son ñus hijos y mi esposa. 
Que necesitan fuego y lumbre viva. 
Que la más exquisita p^rspectiva^^ 



/ 



LOS DOS EEMITAStOS. 

En los tiempos de antaño 
Vivía en la Tebaida nn ermitaño* 
El hueco de una peña^ 
Su palacio real : iba cubierto 
Con la piel de un león en vez de páño^ 
T su banquete opíparo una haba . 
Que, por querer del Cielo, en el Desierto 
Cada dia á las doce se encontraba: 
Su vino de Jerez y Malvasía 
El agua de un arroyo que en el llano 
Pausadamente murmurar se oia; 
Y el cuenco corvo de su flaca mano 
La copa en que su sed satisfacía. 

"¡ Yo sí que soy virtuoso! ¡No hay ninguno 
En toda esta comarca 
Que tenga mesa, como yo, tan parca, 
Que guarde, como yo, tan largo ayuno! ^ 
Esto pensaba en su interior un dia, 
Tirando al arroyuelo 
La cascara del haba ya vacía. 

Entonces se aparece refulgente 
Un Ángel á sus ojos de repente : 
" ¡ En vano te jactaste! Vén, le dice, 
Te llevaré, cuitado, á donde habita 
Uno, junto del cual, tú que no comes, 



202 Versoi del kogar. 



EreB un destacado sibarita." 
Y en un abrir y en im cerrar de ojos 
Arroyo ab^|o lo llevó, do estaba 
Otro ennitaño que en süendo oraba. 

Al de abajo éL de arriba dijo : — ^^H^mano, 
Si le soy imxM>rtano 
Perdóneme, por Dios; mas yo quisiera 
Que usted se molestara y me dijera 
Cuál es su modo de goardar ayuno, 
Pues yo hago colación con una habita." 
— "Y yo, respondió el otro, solamente 
Me cómo la yacía cascarita 
Que tira usted, hermano, en el torrente. " 

Al que se uñma altivo 
Con su virtud, sii ciencia ó su talento, 
Le viene como anillo al dedo, el cuento. 



LA GLORIA. 

1 Amo la Gloria I j Maldecido numen 
De inspiración 1 4 en dónde te hallaré f 
Mis fuerzas vanamente se consumen, 
¡ Oh fantasma I y sin verte moriré! 

¿Fantasmaf ¡Nól que en los acordes sones 
De la lira del Tasso viva estás ; 
Yo sufriera su suerte y sus prisiones, 
En cambio de su gloria, y mucho más. 

I Fantasma t ¡ Nó ! que el mármol se conmueve, 
Vive y palpita al golpe del cincel, 
Y es un mortal que se alza, y que se mueve 
La divina creación del gran Miguel. 

Y yo te busco aún desesperado, 
Ninfa de ojos de fuego y blanca faz. 
De tu hermoso retrato enamorado, 
Sin esperar hallarte ya jamás. 

(Torro tras ti sin esperanza alguna. 
Lleno de nuevas ansias cada vez. 
Desde que desx)ertásteme en la cuna. 
Feliz sin tí, de mi fugaz niñez. 

4 En dónde bebe el bardo ese torrente 
De fantásticas glorias y de amor t 
^ Bn qué raudal mojó d pincel valiente 
Para ganar sus palmea el pintor t 



204 Ver$o$ dd hogar. 



^ Dónde se oculta ese antro milagroso 
Que van ellos, de noche, á visitar t | 

^ En dónde el sacerdote misterioso 
Que les puede el arcano revelart 

— Yo te busqué en el mar tendido y solo, 
Guando mudo, cuando alza su gran voz, 
Manto que arropa un polo y otro polo. 
Imagen hermosísima de Dios. 

El bramido escuché de la tormenta 
En medio del desierto de la mar. 
Firme en la popa, con la yista atenta, 
Por si acaso te yia atravesar. 

Yo te busqué en el rayo de la luna, 
Te busqué en el aroma de la flor; 
Pensé verte en la risa de la cuna. 
Pensé hallarte en los raptos del amor; 

En los ojos del héroe agonizante. 
En la orquesta, en las brisas del jardin, 
Eñ la frente del nifio radiante. 
En los alegres brindis del festín ; 

En las ruinas de Atenas y Solima, 
En la margen del Tíber y el Jordán; 
En la nevada copa del Tolima 
Guando azota su flanco el huracán. 

Juzgué contigo estar á par sentado 
En las ruinas de un pueblo que pasó, 
Gomo pasa un espíritu exhalado, 
Gomo una flor que el labrador tronchó. 



La Gloria. 205 



— »—— ■••■•■ 



Lánceme cual el rayo, en las sabanas, 
Sobre imx>etaoso y rápido bridón; 
T en medio de la noche, énlas campanas 
Escaché del alarma el triste son. 

¡Y no pnedo encontrarte en dónde te hallan 
Esos que viven de la gloria aquí; 
Esod que por mirarte no batallan, 
Y á quienes buscas tú y abrazas, sí I 

¡ Oh desesperación I — 4 Es por ventura 
Que empieza ya el tormento vengador 
Del inñemo, sin ver la sepultura 
Ki en el sudario echarse el pecador f 

¡ Maldita Gloria, pues ! que cual señora 
El alma oprimes bárbara y cruel ! 
Maga de risa hipócrita y traidora, 
Toma, ahí está; ¡ no quiero tu pincel I 



Esto un pintor, su nombre era Castillo, 
Que en España la luz del cielo vio. 
De hinojos ante un cuadro de Murillo, 
Con lágrimas de rabia pronunció. 

Sin ñierzas cae en la baldosa fria ; 
Y de otra aurora la naciente luz 
En una tamba dio, donde se vía 
Un ramo de ciprés sobre una cruz. 



EL ENTIBEEO DE TUJA AVECITA. 

V iNiEíaK) un día Juanillo 
Para su casa del aula^ 
Vio de venta un gorrioncillo 
Aprisionado en su jaula. 

I Qué valef — TJn reaL — Es mucho ; 
Medio daré. — Ni pensarlo, 
Le resx>ondió el indio ducho; 
tJh real; si no, dejarlo. 

A Juan se le van los ojos 
Tras el pájaro travieso ; 
Has sin cuidarse de antojos, 
El indio tieso que tieso. 

Cesó al fin la lucha extraña. 
Venció el gusto al interés; 
Paga Juan, la jaula apaña. 
Corre, y dice el indio : Eso es! 

¡ Qué grande fué la alegría, 
Y cuánto gusto tuvieron 
Pepa, Gil, Lola y María 
Cuando el gorrioncillo vieron! 

La una, cual niño, lo arrulla; 
Otra lo mima y lo besa ; 
¡Oh! ¡qué brincos! ¡qué garulla! 
{Qué horrenda algazara es ésa! 



JEl entierro de una avecita. 267 

Mas entre tanta alegría 
Hubo un picaro traidor, 
Que con el ojo avizor 
La pista al ave segnia. 

Marramaquiz, el ladrón. 
Con aire de distraído, 
Aprovechando un descuido 
Se lanza sobre el gorrión. 

" ¡ Que lo mata! ¡ Se lo lleval '^ 
Fué el lamento general j 
Todos corren á esta nueva, 
Persiguiendo al criminaL 

Él se escapó velozmente, 
Y la víctima soltó; 
j Y del suelo Juan alzó 
Un cadáver solamente! 

4 Y para esto en bosque umbroso 
Se meció su frágil nido, 
Al crepúsculo dudoso. 
Del torrente al manso ruido t 

4 Y para esto cuidadosa 
Le mulló plumón suave 
Fna madre, cariñosa 
Como madre y como avef 

¡ Adiós, bosque ! ¡ aura fragante ! 
¡ Adiós, toldos de verdura ! 
¡ Todo huyó desde el instante 
De caer en cárcel dura! 



i 



208 Versoi del hogar. 



] Oh I ¡ levántese la Maerte 
Como amiga del que gimOi 
T piadosa lo liberte 
T sns fieros grillos lime! 

Mas el niño que ora llora 
Cantará gozoso luego; 

Y el juguete que hoy adora 
Echará mi^Lana al fuego. 

Un momento. . . Juan los llama 
Para hacer los funerales, 

Y publica su programa 
Como se usa en casos tales. 

El carrito en que á María 
Arrastran en la alameda. 
Cubren de gasa sombría 

Y de gsyos de reseda. 

Pico arriba y aliabierto 
Sobre un mullido almohadón 
Ya cimbreándose el muerto 
Camino del panteón* 

Llevando la delantera 
Pepa va con una rama 
De amarillenta retama 
A guisa de una bandera. 

Gil arrastra el lento carro, 
Que ora suena blandamente 
En la yerba, ora estridente 
Cnge al dar contra el guijarro. 



m entierro de una aúecita. 209 

Tras él no maxclu^ camina 
El caballo de 1;)atalla 
Del difantOy el buen Andalla, 
Prez de la raza canina. 

Audálla el de orejas gachas, 
De ojos llenos de carifio, 
El amigo flel del niño, 
Con quien juegan las muchachas. 

¡Hoy no juegat ¡Oh. . ! ¡ cómo! ¡ vamos ! 
Hoy no ladra en la pradera, 

Y llorara si pudiera 

Por complacer á sus amos. 

¡ Gosa rara I hasta los perros 
Con sus modos tan urbanos 
Dan ejemplo á los cristianos 
De decencia en los entierros. 

Mas en esta moraleja 
Yo no insisto, porque soy 
Simple lego, y ya el convoy 
Listo va y atrás me deja. 

La procesión cierra Lola ; 

Y ella el llanto que le cae 
Limpia con la mano, y trae 
La jaula callada y sola. 

La jaula muda y vacía, 
¡Trofeo y cárcel del muertol 
¿Mas de Lola el llanto es cierto, 
O es solo superchería t 



210 Versos del hogar. 



¡Ohl inol parquees niña apénaa, 
T 4 esa edad ellas no mienten; 

Y antes bieb de candor llenas 
Dicen todo cnanto sienten. 

¡ Lloial Hoy Hora por nn ave 
T se ensaya en él dolor; 

Y mañana en edad grave 
Llorará pena mayor. 

Al remate del camino 
Donde da su sombra nn sanee, 
Frente á la cerca de espino. 
Del arroyo jonto al cauce, 

Llegan ya, y allí se paran. 
Pedro y Lúeas, dos parientes 

Y amigos de los dolientes, 
La sepultura preparan. 

De la palalse oye el eco 
Que sordamente retumba, 

Y del seno de la tumba 
Se ve alzarse el polvo seco. 

Al hoyo el gorrión desciende . . - 
Acabaron vuelo y canto : 
¡ Adiós por siempre ! su manto 
El olvido endma tiende. 

¡ Polvol ¡ ah ! I polvo sólo! igual 
El polvo de un gorrión 
Al del más grande mortal, 
Al de un Napoleón. 



El entierro áe una avecita. 211 



» ; >—»■■■»«»—«—»«■«»■—»«»»«»«■«««■■■»—«»«»«——»—»»»»»—«—»■ ■ »«■»■ —— • — »»——«««—»«« 



Golpea el tiempo con su ala, 

Y toda tamba perece, 

Y el suelo otra vez se iguala, 

Y otra yerba encima crece. 



/ 



A triTA EOSA 

IV ACIDA Ilf UNA CALAYIBA XN KL CEKXirTSKIO. 

Otbas floxes al cíelo alzan la frente 
Entre las galas del alegre Mayo, 
O se mecen á orillas del torrente 
Del sol bañadas con el tibio rayo. 

Llueve en perlas sobre ellas el rocío 
T en el aroma que su copa exhala. 
En el ardor del x)olyoroso estío, 
Moja el viento fugaz su débil ala. 

Eondando sin cesar, en tomo vuela 
La li\ja de Abril, inquieta mariposa ; 

Y entonando inocente cantinela 
Sírveles de guardián alguna hermosa. 

Mas tú encerrada en tumba solitaria, 
Lejos del sol, del céfiro amoroso, 
Oyes de la campana la plegaria 
En vez del son del viento melodioso. 

¡ Qué suerte tan diversa I Tú debías 
Haber nacido en el pensil lozano. 
Del torrente escuchar las armonías 

Y mecerte á las brisas del verano ; 



j 



A vma rosa nacida en una calavera. 213 



■ ■■»«« m « HM — '» — »*— 



ó morir en la lira del poeta 
Desposada al jazmin en lazos bellos ; 
ó en una frente plácida y quieta^ 
O enredada de un niño en los cabellos. 

Mas, ¡ oh dolor! aquí , • . Tiende la araña, 
En silencio abrazándote, su tela; 
Thi brillo el aire del sepulcro empaña, 
Y á sus miasmas tu olor mezclado vuela. 

Si te llevo, pocas boras 
Tardaré marchita en verte ; 

Y aquí verás más auroras. 
Aunque auroras de la muerte. 

Quédate aquí sola y triste 
Sufriendo tu adversa suerte, 

Y espira donde naciste, 
Ya que vives con la muerte. 



NOTAS 



I 



{ 



I 



ZSTOTjAuS- 



1] LOS COLONOS, 

Pág. 23. 

/ Oid cómo resuena 

Adentro la montana con los golpes 

Del hacha! 



CoNSAaRAMOS este canto á los que trajeron á 
nuestra Patria los animales útiles, las plantas 
cereales, las flores j como tributo de alabanza á 
los que fundaron la primera iglesia, el primer hos- 
pital, la primera escuela, la primeía imprenta. 
Vale más esto, sin duda, que cantar á los que hi- 
cieron la primera guerra. 

Gonzalo Jiménez de Quesada trajo los caballos; 
Alonso Luis de Lugo, la cabra, la oveja y algunas 
semillas 5 Jerónimo de Lebrón, el trigo y la ceba- 
da; Fernando Álvarez de Acevedo, el ganado 
vacuno ; Jerónimo de Aguayo sembró y cosechó 
el trigo ; Pedro Briceño construyó un molino ; el 
Obispo Fr. Juan de los Barrios fundó el primer 
hospital; la primera imprenta la trajeron los 
Jesuítas á Santafé en 1738 ; el primer sacerdote 
que pisó la Sabana de Bogotá fué el dominicano 
Domingo de Las Oásas, y la primera misa se dijo 



218 Kotas. 

COI el logar que ocupa hoy el altar mayor de la 
Catedral de Bogotá. El perro, modelo de amigos, 
debió de venirse solo detras de alguno de los con- 
qoistadoreSy pues no hemos encontrado en los 
libros que tratan de estas cosas quién lo tnyera. 



2 1 Pig. n. 

De las chisgcLS el pueblo numeroso. 

Las chisgas son aves notables más que por 
la belleza de su plumaje, en el cual predomina el 
color de oro, por la vivacidad de sus movimientos 
y lo continuado y suave de sus gorjeos. Yuelan en 
bandadas, principalmente al tiempo de la cosecha. 



3 ] BALBOA. 

Pág. 87. 

T voló el UempOy y en su curso trajo 
Un hombre audaz^ espíritu sviblime . . . 

No hemos podido menos de unii al de Balboa^ 
descubridor del Mar del Sur, el nombre del ilustre 
de Lesseps que ha de poner en comunicación los 
dos Océanos, mediante Dios. Ambas empresas se 
ligan por su importancia para la civilización del 
mundo y son hijas gemelas de la Gloria. 



Notas. 219 



»>■■»» 



4 ] LAS MISIONES. 



Tig. 42. 



/ Las Misiones no existen ! Ni memorias 
Quedan ya de esos hombres : • • • 



Los misioneros sabieron con Ghampelain el rio 
San Lorenzo, y penetraron á los bosques del Ca- 
nadá ; tras las huellas de Ponce de León entraron 
en el delicioso territorio de la Florida f á la zaga 
de Hernando de Soto subieron el Mississipi; pa- 
saron tras de Kúñez de Balboa el Istmo de Pana- 
má; y con Pizarro fueron al Perú, y con Pedro de 
Valdivia á la tierra no domada de Arauco, y con 
JuanEuizde Solis remontaron el Plata, y con 
Francisco de Orellana el caudaloso Amazonas. Y 
tras de Ojeda y Pedrarias Dávila, y Bastida, y 
Gonzalo Jiménez de Qnesada predicaron en la 
Antigua del Darien, en San Sebastian de Urabá 
y Cartagena, catequizaron los indios de la Sierra 
y se internaron en el corazón de la Kueva Grana- 
da. Á la vuelta de pocos años, existían pueblos 
por donde quiera. 

Hablaremos solamente, por no citar más, de las 
Misiones del Meta. 



sao mtoi. 

Fondadas en 1739^ ya en 1805 comprendían los 
pueblos de Macaco, Soiimena, Gnanapalo, Cabar 
pune, Casimenay Onacasia, Maqmvor, Buenavista 
y Arímena ; contaban 8,077 indios de las diversas 
naciones de los Salibas, Achagoas, OuahiTOS, 
Cabres, Cataros y Chucanas con más de 6,000 
yeguas, 3,000 caballos y 104,400 reses. Sus fon- 
dadores faeron los Jesuítas Boman, Cobarte y 
Díaz, y los Candelarios Miguel de los Dolores, 
López y Sánchez. 

Los Jesuítas regentaban colegios de misiones 
^i Bogotá, Cartagena, Tunja, Honda, Pamplona 
yMérida; catequizaban en Morcóte, Chita, Tá- 
mara y Pauto, y tenian reducciones entre los 
Achaguas, Airicos, Jiraras y Chirocoas y en la 
numerosísima tribu de los Salibas; erigieron á 
Betoyes, á oriUas del Tame, y otros pueblos en 
las márgenes del Guanapalo y del Gravo. 

Choiseul, Pombal y Aranda, Ministros de Beyes 
católicos, cristianísimos y fidelísimos, decretaron 
la expulsión de estos Padres: las órdenes fderon 
severas, los misioneros marcharon en el silencio 
de la noche, á escondidas de sus neófitos, y se 
embarcaron. El Bey ocupó sus temporalidades. 
Los eTesuitas erraron como XJlíses en la soledad de 
los mares por mucho tiempo, sin hallar puerto 
que les brindara hospitalidad ... y los indios ga- 
naron de nuevo el Desierto. 



Nolm. 221 



4— ^^••••••» — ■—■■»*•— ^—*——*—*«***^**^* 






5J LÁ OCÁJIRÁ. 

Pág. 19. 

/JLy/ ¡ ay de mí infelice t 
¿ Qué me ha valido ser del alm>o Cielo 
Favorecida tantOy 
8i mi8 hijos consumen sin consuelo 
8u inútil vida en el error y el llanto f 

El goajiro, que es bueno y hospitalario como 
amigo, es temible de enemigo, y no ha tendido en 
tiempo alguno, ni en el de la Conquista, doméstico 
el cuello ni á españoles ni á colombianos, y con* 
sen'^a hasta hoy su independencia primitiva, y es 
dueño absoluto de la península á que se da su 
nombre. 

Guando, errando con su movible campamento, 
llega el salvaje á la cumbre de la Teta goajira, 
monte aislado que demora en el centro de la 
península, ve desde allí, como desde sublime ata- 
laya, 'poT el Oriente el golfo de Maracaibo, á sus 
plantas al Korte y Occidente las olas de la mar 
que golpean en el Cabo de la Vela y playas de 
Biohacha, y á la parte del mediodía reverberar 
con los rayos del sol el granizo de la Sierra Ke» 
vada. Baja de allí como el águila á sacar de los 
abismos del Océano las conchas de las afamadas 
perlas, ó á cambiar mano á mano con los holan- 
deses ó ingleses en Bahiahonda sus mantas dé 



222 Notas. 

algodón, sos hamacas, sus peilas y corales por 
hcores espirttaosos, por armas de fuego ó por es- 
cliyros negros ; ó va á Biohacha haciéndose pre* 
ceder por la esposa cargada de i>esados fiírdos y 
del redenacido mamoncillo. !N^o permite que entr^i 
en su territorio, aunque á veces concede este 
favor sólo para el tránsito por él, mediante una 
buena retribución. En el interior de la península 
es ganadero, y pasa dejativamente la vida tendido 
en su hamaca, mascando la planta del hayo 
revuelta con polvos de conchas marinas, mientras 
que la esposa trabaja sin descanso. 

La estatura del goajiro es alta, su consti- 
tución robusta y fuerte, y maneja con destreza 
sus famosos cabaJlos aguilillas. Sus mujeres son 
beDas, con aquel género de hermosura melancólica 
de los salvajes que á su faz imprime la languidez 
de la mirada unida á cierta contracción de la 
boca como para la sonrisa. El Jesuíta Antonio 
Julián dice en La Perla de América que la lengua 
goajira es sonora, clara y breve en la expresión, 
sin el fastidioso hacinamiento de letras y sflabas 
en una misma palabra, ni la molestia de conso- 
nantes sin vocal ninguna, ni el tormento de extra- 
vagantes inflexiones de los labios, ni las contor- 
ciones de narices, como algunas lenguas del 
Orinoco. Hoy se calcula el número de goajiros en 
cuarenta mil : los historiadores antiguos suponían 
ser más de setenta mil. 

El aspecto de la comarca es magnífico, por las 
bellezas de la tierra unidas á las del mar. La Sierra 



KotoB. 223 



■<■•<■*■—■ 



Keyada, se levanta á una altura de 7,926 metros 
sobre el nivel del mar, y las naves que se acercan 
á aquellas costas pueden ver la diadema perpetua 
de granizo que la corona desde 40 miriámetros de 
distancia. Hay vaUes cubiertos de excelentes 
pastos, hermosas vegas, montes llenos de árboles 
de buena madera de construcción; y crecen allí 
la tagua ó marñl vegetal, el cedrón, remedio contfca 
d veneno de las serpientes, y la palma nacuma, 
útil en la fabricación de sombreros: prosperan 
también el caballo, el asno y la oveja, y hay bue- 
nos puertos y bahías seguras para el comercio 
ei^terior. 

Los gosyiros se sublevaron en 1769 y el Virey 
español, entonces B. Manuel Antonio Ilórez, 
comisionó á D. Antonio de Arévalo, Brigadier é 
Ingeniero, para la pacificación. Éste levantó un 
mapa general de la provincia del Hacha " para 
" inteligencia de la situación de los nuevos pue- 
" blos á que se redujeron á principios del año de 
" 1773 los indios goajiros sublevados en el de 69, 
" y la de otros que se han fundado, ó igualmente 
" de la de las nuevas fundaciones de españoles, 
" hechas á fin de conseguir la pacificación general 
" de ella.'' Existían entonces veinte pueblos : hoy 
hay cuatro solamente. 

El presbítero D. Kafael Celedón ha evangeli- 
zado en la Goajira, y el Eeverendo Obispo de la 
diócesis ha trabajado en el establecimiento de 
misiones. T5ltímamente han llegado de Euroi^a 
dos sacerdotes holandeses, los Padres Juan An- 



224 Not(U. 



II W— II 



tonio Te Riele y Femando Eduardo G. Kieckens. 
El mismo señor Celedón compnso é imprimió nna 
CfrawuUkOy oatedsiño y vocabulario de la lengua 
goc^rOj qae &cilita la cateqoizacion de los salva- 
jes — Paris, 1878 — Forma el tomo V de la Collee- 
tion Unguistique américaine. 



6] LA MONJA DESTSBBADA. 

Tig. 61. 

— ¿ Y cuál tu crimen fué j virgen cristiana, 
Para tal abandono y proscripción f 

La extinción de las comunidades religiosas fué 
una patente violación del derecho de asociación, 
que no se justifica con lo que se ha hecho en otras 
naciones. 

El espectáculo que ofrecieron esas pobres mu- 
jeres, ajenas á las pasiones de la política, fué muy 
doloroso. ^^La rebeldía de la mujer, escribimos 
entonces fJEJl Pueblo, Junio de 1863), la rebeldía 
de seres inofensivos que viven en la tierra oyendo , 
ya los himnos de las arpas del Empíreo, era un 
crimen ; y se rodearon sus conventos de soldados 
armados, y se desarrajaron las puertas á golpes 
de hacha, y penetraron en la casa de la oración 
profanándola con pié impuro y con labios blasfb 
mos, y todo en nombre del progreso, y en el tuyo 
también, ¡oh santa Libertad I 



Notas. 225 



" Kosotros presenciamos ese doloroso espectá* 
culo. Las religiosas habían abandonado ya sus 
pobres celdillas y se habian refugiado al coro^ 
cerca de los altares de Dios. Así cuando en tma 
larga noche de invierno, en que se ocultan todas 
las estrellas del cielo, el lobo, acosado x>or una 
hambre de largos días, rodea el redil en que están 
encerradas las tímidas ovejas, éstas se agrui>an 
palpitantes al paraje que tienen por más seguro \ 
así también cuando la tempestad despliega sus 
furores, las palomas que vagaban por el cami>o 
vuelan á guarecerse del embate del huracán en el 
hueco, de una peña ó en las ventanas elevadas de 
una torre solitaria. 

" El paso de los soldados retumbó sordamente 
en las baldosas sagradas, y el ruido de sus armas 
resonó con un eco siniestro, cuando rodeaban á 
las religiosas. Estas permanecían de hinojos, ano- 
nadadas delante del Dios Fuerte y Misericordioso 
que sometía á sus escogidas á prueba tan dolo- 
rosa. De cuando en cuando se escuchaba un sollo- 
zo mal ahogado que rompía ese funesto silencio. 
Los mismos ejecutores de la iniquidad se hallaban 
susi)ensos : los soldados mismos, volviendo la es- 
palda á la pared, lloraban. El tiempo instaba 

^ entretanto : era urgente echar de su casa y de su 

templo á las dueñas de la casa y del templo. Entre 
las religiosas, había de todas edades : á la ancia- 
nidad venerable no valieron sus cabellos canos; 
á la juventud no aprovecharon tampoco las rosas 
de la hermosura ni el frescor de los años : algunas 

f 15 



226 Notas. 

de eUas no conocían sino el recinto de su convento, 
pues habian entrado en él de pocos años; á otraa 
la muerte no había dejado ya ningnn indivídno 
de su familia. Ahora, como malhechoras^ entre 
soldados, eran arrojadas fuera, con ignominia, á 
la clara luz del mediodía, en una ciudad civilizada, 
sirviendo de espectáculo á los Ángeles y á los 
hombres, 

" En medio del silencio de las lágrimas se oyó- 
de repente una voz ronca: ¡era la orden de 
marcha I 

" Hubo luego un tumulto : todos se movieron : 
los circunstantes, los soldados, las reügiosas. 

" La Superiora del convento, venerable matro- 
na por su edad y su virtud, puesta en pié dirigió 
con acento firme, lleno de unción como que partía 
del mismo fondo del alma, estas palabras al pe* 
queño rebaño que la rodeaba : ^¡ Hijas I bebamos 
una parte del amargo cáliz que Jesucristo bebió 
por nosotras, y pidámosle que envíe á nuestros 
enemigos tantas gracias como lágrimas derrama- 
mos al abandonar este asilo.' 

^< Las religiosas marchaban de dos en dos : una 
de ellas llevaba á la cabeza de la fila alzado al 
aire un crucifijo. Eechinaron los cerrojos de las 
pesadas puertas, que ellas no pensaron atr^>vesar 
jamás; y á medida que iban saliendo, se postra- 
ban adorando al Sacramento, y se alzaban después 
repitiendo lentamente el salmo del dolor y del 
arrepentimiento : Miserere mei^ DeiiSj eeoundwn 
PMgnam müericordiam tuam. 



Notas. 227 

" Y á medida que salvaban el umbral de la 
puerta del templo, se inclinaban á besar las hela- 
das piedras del quicio, por Jiumildad y por amor 
y como postrimera despedida.'^ 

Mi amigo D. Miguel A. Caro se sirvió ennoble- 
cer mi canto trasladándolo á la sonora lengtiS de 
Virgilio : 



elegía. 



¿LLA, mari magno, celáis quae puppibas haeret, 

Spectat et iminotis aequora laminibus, 
Cui tenero sedet et gravitas et pallor in ore, 

Qao tendit? Gursus nescit et ipsa siios. 
Sen petit Hesperia, attinget seu Gallioa tándem 

Littora, ad incertos it peregrina fooos. 
En, quibus ipsa vagas perstringit flatibus undas, 

Gaudet ei albentes aura moveré sinus. 
Respicit; ad patriam nequicqnam torquet oeellos; 

A patria tantnm se prooul iré videt, 
Forsitan e^ lapsos longe reminisoitur anuos; 

Ad trepidum sacram coi* premit ueque oruoem. 
Adspice, ut hinc illinc compellent : un de, requirunt, 

Infelix yeniat, littora quaeve petat ; 
Qui sibi 6int patres, quae duloia liquerit arval 

nía quibus tándem, non sine lacrymulis : 
Bel miUil quam placidas invitae Hquimus aedesl 

Ergo in perpetuum, térra paterna, vale 1 
Ara fuit mihi sola domns ; mihi solus amicus, 

Et pater, et sponsus, spes mihi sola, Deus. 
Bar^aruB insontes eiecit^ flectere nulla 

Quem pietasy ratio fiectere nulla potest 



228 ITotag. 



»•»—<■■■•■ 



Qoaeritb hio demum qnae Bp€8 subrepat enoti t 

Quove, procellosiim per mare rapta, ferar I 
Qoi maneat soopulus, fluitanti qoaerite ab aada ; 

Quaerite ab ezoussa, quo feral aura, rosa. 
Id saltem, ad dulces, quondaní spcrarimos, ara» 

Poete latebruse vivere, posee morí. 
Tuno Tero eieotae, tuno mendioare coaetae; 

Hoc uoum nobis crinieo : amare Deuro. 
Ipea etiam ad littus ( migrantum mili ¡a TÍdi ) 

Advena desertam oarpit hiruodo viam. 
Illa lamen releget nidos. Non uUa videndae 

Sjies mibi, quam liqui, teeta beatn, domus. 
Ergo Tolate, precor, vastum perourrite pontam; 

Sic vigil illius vos tegat ala PatrisI 
Ite, salutatom priroi oom lamine solis, 

Atria, victrici nunc violata manu. 
Aedes tum vacuas, vitream lústrate fenestram, 

Et quernlae e tectis fundite carmen, aves I 
Kos, Qranata, tuos montes superavimus, alta 

Queis nitet integra frons adoperta nive. 
Kos et odoratos, YÍridesqae caourrimus agros, 

Spirat ubi assiduum ver, ubi palma sonat. 
Littoreque e curvo, fluctué quo murmure tendunt, 

Pectora terrentem vidimus Oceanum. 
¡O longe ante alias omnes pulcherrima tellus, 

Una et^ opum toto quidquid in orbe, gerens I 
Kam tibí, dom radiis ornata ao roque refulges, 

Caerula gemmatos alluit unda pedes. 
Quid tamen haeo prosunt ? Natos díscedere longa 

Immeritos, mater barbara oempe, jilbesl 
Exul et has olim períturns transiit undas, 

Ule, Americani gloria summa soli. 
Et procul ille iacet. .. Quid demens plura revolramt 

Hei misero indigne Pastor adempte gregi I 
Cogimur externas sio nos errare per oras, 

Et mixtum laorymia cogimur esae cibnm. 



Nbt(u. 229 

1 j ! ■< , ■■■■■■■■■ I ■■■■■■■■■■■ ■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■ 11 m il I ■ iijT >-— .- 

O Pater omoipotens! quonUm taa sancta volontaa 

Yirginei coetus corda probare toi ; 
Kec lioet antiquis plaoide obdormíre eepulcris, 

Sed profugae ciñeres ierra aliena teget ; 
Accipe pro solitis et thure et cantibuB, unda 

Quo8 fletus, teñeras qaas rapit aara preces; 
A te dum gremio» miseros oblita labores^ 

Ezcipiar: fessam namqae vocare, tuum est» 

1864. 



7J EL TEQTJENDAMA. 



Tig. 78< 



¿Dónde Aquiminj el Bogotá^ el Tundamat 
¿Á dónde el santo Stigamuxij á dónde f — . 
¡Pobres indios ... 

Vosotros no poseéis de vuestra Patria 
Bino el dulce aire y el brillante délo 
Y una heredad cortísima!. . 



La raza de los aborígenes va desapareciendo ya; 
á su extincion no contribuyó poco la venta de sus 
predios^ conocidos con el nombre de resguardos 
de indígenas. Es completamente inútil buscar las 
huellas de los antiguos templos ó monumentos : 
algunas pinturas en ciertas rocas, como en las 



2S0 Noim, 

piedras de Saboyá, los rastros del Too en Chia^ 
son únicas memorias qne restan de esos pueblos 
qne pasaron. Del mismo templo del Sol en Soga- 
moso, no queda sino la tradición del lugar en que 
estaba. Visité esos lugares errando á orillas de 
un arroyo de pobrea aguas ; la luna menguada 
caía al horizonte y sus rayos apenas alcanzaban á 
iluminar esos lagares ; todo estaba en silencio, que 
sólo de cuándo en cuándo era interrumpido por el 
viento que venia del Oriente y que formaba un 
rumor sordo entre el gramal de la sabana, ó el 
ladrido melancólico del perro que sonaba distante. 



8] Pág. 109. 



También noel en Arcadia 



Beminiscencia del famoso cuadro del Pusino 
llamado La Arcadia^ que representa un x>aisaje 
campestre y una danza de zagales, y más lejos, 
bíoo la sombra de un ciprés, un sepulcro con esta 
letra: M in Arcadia ego! Es la moral del gran 
pintor que, difundiendo en el corazón una dulce 
melancolía, despierta las más grandes reflexiones 
sobre la brevedad de la existencia. 



Notas. 231 



9] EL DESTERRADO* 



Pág. 115. 



y 



: ^'¡M! 

¡ lío apostata el cristiano j antes perece ! 
¡Perezca siy pues soy cristiaiw yo!^ 



ÉSTE canto y el siguiente están consagrados Á 
recordar un grande infortunio. El Tlustrísimo 
Mosquera emprendió el viaje de su destierro pobre 
y enfermo, y tuvo el dolor de ver morir en el mar . 
á su joven amigo y Secretario Lizarralde. Hala- 
gábale la esperanza de llegar á Eoma á echarse 
en los brazos de Pió IX; pero la muerte le sor- 
prendió en Marsella. Es débil tributo ala amistad 
que me profesó. Además de la distinción de su 
cariño, le debo mi educación religiosa, pues es de 
justicia consignar aquí en honor suyo que me pre- 
cavió de sucumbir en la borrasca que reina en lo» 
años de la juventud. 

La firmeza de aquel ilustre Prelado para defen- 
der los santos fueros de la conciencia humana y 
los derechos y libertad de la Iglesia suscitó 
contra él la boiírasca que lo arrastró á morir en 
suelo extranjero. Fué objeto de admiración y de 



232 yoias. 



mmmmmm^m^mm 



obsequios exquisitos á su tránsito de Colombia á 
Europa, en los Estados Unidos y en las ciudades 
de Francia en donde tocó. El mismo Pontíñce 
Pío IX luego que supo que llegaba á París le diri- 
gió el breve siguiente. La voz del supremo maes- 
tro de la moral aprueba su conducta y elogia su 
virtud y magnanimidad : es la voz que antecede 
al fallo de la Hisioría. 

" Luego que supimos, Venerable Hermano, 
que estabas próximo á llegar á París, hemos re- 
suelto dirígirte esta carta, á fin de testificarte una 
vez más el particular amor que te profesamos, el 
alto grado de estimación en qué tenemos tu admi- 
rable valor en defender la causa de la Iglesia, en 
sostener sus derechos y en desempeñar el cargo 
episcopal ; no menos que el dolor que sentimos al 
ver las prolongadas y gravísimas tribulaciones 
que con tanta vehemencia han caido sobre tí. Ya 
podrás inferir tú mismo, por esta expresión de 
nuestros sentimientos, cuan grata y satisfactoria 
nos será tu llegada á Eoma, pues deseamos viva- 
mente abrazarte con el entrañable afecto de nues- 
tro corazón, gozar de tu presencia y conversación, 
y congratulamos contigo de tus singulares mere- 
cimientos en servicio de la EeUgion católica. 

Pío Papa ix.» 

El Arzobispo Mosquera contestó desde Paris 
el 18 de Julio de 1853 : 

" Aunque no alcance á expresar suficientemente 
cuan grande gozo y gratitud ha excitado en mi 
Qorazon la afectuosísima carta que be recibido de 



ITotas. 233 



Vuestra Santidad, fecha en Eoma á 1 de Abril, 
no debo diferirlo para aquel tiempo en que, i)os- 
trado á los pies de Vuestra Santidad, me será al 
fin un dia permitido manifestarle de viva voz los* 
üitimos sentimientos de mi corazón. Y á la verdad, 
oprimido, como me hallo hasta el dia de hoy, i)or 
el peso de las enfermedades y las amarguras del 
alma, y rendido en cama por la mala estación, sólo 
me consuela la esperanza de que no muy tarde 
podré ir á Eoma á visitar á mi Padre. Sí, veré á 
mi Padre antes de morir. ¡ Esta es mi esperanza 
y esta la oración del alma mia ! 

" Entretanto, aquí en Paris,* no cesaré de pedir 
á Dios con lágrimas y plegarias se digne de soco- 
rrer á mi grey, i)or lo cual de buena voluntad, una 
y muchas veces me sacrificaria.'' 

El Arzobispo Mosquera no alcanzó á rendir su 
viaje á Eoma pues murió en Marsella el 10 de Di- 
ciembre de 1853. 



10] LA LOEBTAD. 



Pág. 181. 



/ Qué parecida á la existencia mia 

Oh sagrada mansión de mis mayores^ 
J)espues de tanto tiempo te he de hallar! 



234 Notas. 

Lá hacienda del Salitre de Paipa, pippiedad de 
mi padre desde antes de la guerra de la Indepen- 
dencia, perdida despnes de ella i)or los destrozos 
cansados con el embargo ordenado por los Paciñ- 
cadores de Tierra firme. Linda con el Pantano 
de Vargas, en donde se libró la batalla que pre- 
cedió á la de Boyacá en 1819. 



11] LA GLOBIA. 



Pig. 205. 



Esto un pintor j su nombre era Castillo^ 
Que en España la luz del cielo tiój . . . 



Castillo y Saavedra ( ANTOiao í>is^L)—Naciá 
en Córdoba el año de 1603; murió en la misma ciu- 
dad en 1667. (Escuela Sevillana). 

Su padre, el sevillano Agustín del Castillo, es- 
tablecido en Córdoba, y acreditado en la pintura 
al fresco y al óleo, le enseñó cuanto sabia, y cuan- 
do falleció, pasó Antonio á Sevilla con José de 
Sarabia y se puso bajo la dirección de Zurbarán. 
Con los buenos principios que teuia y las leccio- 
nes del nuevo maestro, llegó pronto á dar su in- 
genio sazonados frutos. Eestítuido á su patria, se 



MÍOS. 235 



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dedicó con extraordinaria aplicación á dibujar y 
á observar el natural en todas sus manifestacio- 
nes: salia con frecuencia al campo, dibujaba las 
cabanas, los animales, los carros, los útiles tojlos 
de la agricultura, y no omitía ninguno de los ac- 
cidentes y caprichos de la naturaleza que caiají 
bajo su observación concienzuda. Modelaba tam- 
bién con mucho espíritu, y sus pensamientos en 
barro servian á los afamados plateros cordobeses 
para sus obras. En los retratos llegó á distinguir- 
se tai^to, que no habia familia en la ciudad que 
no se estímase desairada si carecía de alguna de 
sus producciones en este género. Hallábase así 
en la i)Osesion de ser el primer pintor de la ciudad, 
cuando regresó á ésta su discípulo Alfaro, que 
venia de Madrid de serlo de Velásquez; y aunque 
era mayor su petulancia que su saber, los aficio- 
nados á novedades, que no faltan nunca para 
comprometer la ejecución de los buenos propósi- 
tos, obtuvieron para él que, postergando á Oastí- 
11o, se le encargasen los cuadros con que 4 la 
sazón se iba á decorar el claustro del cínvento de 
San Francisco de Córdoba. Pintó Alfaro los lien- 
Bos, y con vanidad depresiva para su maestro, los 
firmó, i)oniendo en todos ellos con letras muy visi- 
bles: Alfaro phixit Mortificado Castillo, solicitó 
pintar otro lienzo para el mismo claustro, y ha- 
biéndolo obtenido, ejecutó muy gallardamente su 
obra, escribiendo en ella las palabras JV^on pinxit 
Alfaro. Esta ocurrencia fué muy aplaudida en la 
dudad, y muy del gusto de los hombres sensatos, 



236 Notas. 



opuestos á los noveleros. Pero si un convento de 
franciscanos había sido la palestra de su triunfo, 
otro convento de San Francisco ( el de Sevilla) 
fué el teatro de su vencimiento. Cuéntase, en 
efecto, que un tanto envanecido Castillo con el 
lauro obtenido al recuperar en Córdoba su fama 
de primer pintor de la ciudad, pasó á Sevilla á 
medirse con los buenos artistas que gozaban allí 
de mayor crédito, y que habiendo visto los cuadros 
que habia pintado Murillo en el claustro chico, 
quedó tan asombrado y corrido, que exclamó, 
como pronunciando contra sí mismo el fallo espon- 
táneo de su conciencia: ¡Tamuria Castillo! Al 
año siguiente (1667) falleció en Córdoba, de hipo- 
eondría, después de haber hecho inútiles esfuerzos 
por imitar al antiguo discípulo de su tio Juan del 
Castillo, en varias obras que ejecutó. — Catálogo 
descriptivo é histórico del Museo del Prado de Ma- 
drid por D. Pedro de Madrazo, Parte 1*, pág. 381. 



12] 1 UNA EOSA. 



Pág. 212. 



Mas tú encerrada en tumba solitaria^ 
L^os del solj del céfiro amoroso. . . 



Kotas. 2á7 



Don Francisco de Quevedo improvisó, según 
cuentan, los versos siguientes, al ver que habia 
nacido una rosa en una calavera: 

Bella flor, cuando naciste, 
¡ Qué funesta fué tu suerte. 
Que al primer paso que diste 
Tropezaste con la muerte ! 

Dejarte aquí es cosa triste, 
Y llevarte es cosa fuerte ; 
Dejarte donde naciste 
Es dejarte con la muerte. 

Mi poesía no es sino amplificacon del pensa- 
miento del insigne poeta español. 



índice: 



P6g. 

Dbdicatobia 3 

BECUEKDOS DE LA PATEIA. 

liSiíBandera Golom'biaiía 7 

Noche suprema 14 

IjosCk)lonos 21 

Balboa. 3Q 

La Misión ^ 39 

La Goajira 46 

Boyacá 52 

Colon y Bolívar 58 

La monja desterrada 60 

A un joven poeta 64 

Al Tequendama 70 

ATunja 76 

LIBA SAGRABA. 

Ei portal de Belén 81 

Himnos á la Virgen 85 

La iglesita de la aldea .,.,..., 95 

Heditacion 99 

Los sepulcros de la aldea. 103 

£1 alma huérfana , 110 

Galijeo ;. 113 

£1 desterrado. ,....,....«. • 114 



índice. 




Pág. 



En la maert« del Doctor Luis R. Lizarralde 117 

Achile 120 

Fanerales de una liija del pueblo 131 

£1 pobre y el niño 136 

Magdalena 142 

VERSOS PEL HOGAB. 

La bienvenida. 149 

Semejanza 151 

La bendición 152 

A mi esposa '. : 155 

En el álbum de una joven. 156 

A Francisco Javier Caro 159 

Gotas de rocío y hojas de laurel 162 

Para la corona f dnebre de la señora Vergara. 164 

A una mirla 16fli 

^Mañana! 173 

Jl una amiga 175 

El Amor y el Deber ,. 177 

La libertad 180 

La^olondrina 185 

Las bombas de jabón 190 

Belleza y pudor 192 

La anciana y la niña • «..V, 193 

A una joven 197 

Jl un niño muerto en la cuna 198 

El poeta y el leñador T. 199 

Los dos ermitaños r*if^..... 201 

La Gloria. f. 203 

El entierro de una avecita ««^k 20d 







I^iarosa^ mü^ 212 



Mf^lKt.i^^.o ;..-.. ..A. 217 






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