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Full text of "Poesías escogidas. Nueva y unica edición ilustrada autorizada por el autor y aumentada con varias composiciones inéditas"

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JUAN   DE  DIOS  PEZA 


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poesías  escogidas 


Nueva  y  úaíca  edición  ilustrada 

autorizada  por  el  autor 
y  aumentada  con  varías  composiciones  inéditas 


CARL.OS    IVIAUCCI 

EDITOR 

Via   Pagano   Doria,  7   -  Genova  (Italia) 


MAUCCI  HERMANOS  e    HIJOS 
Calle  Indipendenoia  n.  672 

BUENOS    AIRES 


JOSÉ    LÓPEZ    rodríguez 
Pi   y  Margall  n.  136 

HABANA 


MAUCCI  HERMANOS   y    Cía 

4.a  Calle  de  Tacaba  n.  4G 

MÉXICO    D.     F. 


L.   PUIG    ROS  &    PARRA 
ALMENAR  -  Sucesor 

CARACAS 


La  Casa  de  Carlos  y  Alejandro  Maucci  ha  adquirido,  del 
autor  de  este  libro,  autorización  para  hacer  de  él  cuantas 
ediciones  tenga  por  conveniente. 


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V       Yo  lo 


POESÍAS   ESCOGIDAS  13 


I 


Yo  lo  recuerdo  aún  :  llegúeme  un  día 
De  una  llanura  en  la  extensión  desierta, 
A  la  ruinosa  y  gótica  arquería 
Que  un  castillo  feudal  tiene  á  la  puerta. 

Y  del  plinto  en  que  antiguos  moradores 
Estuvieran  sus  justas  preparando, 
Corté  las  tristes  y  amarillas  flores 
Que  en  testimonio  de  mi  amor  te  mando. 
Ellas  guardan  las  plácidas  historias 
De  aquellas  horas,  por  fugaces  gratas, 
Que  vieron  tres  románticas  memorias, 
Hondos  duelos  y  alegres  serenatas. 

Cada  flor  mis  tristezas  simboliza, 

Y  á  revelarte  mi  amargur-^  alcanza 
Queda,  al  morir  el  fuego,  la  ceniza 

Y  el  dolor,  cuando  muere  la  esperanza. 
No  cause  á  nadie  fútiles  asombros 

Hallar  amor  sobre  mi  vida  inquieta; 
Como  la  flor  que  nace  en  los  escombros, 
Es  el  amor  del  alm    de'  poeta. 

Guarda  Nivea,  estas  flores;  escondida 
En  ellas  va  la  imagen  de  mi  suerte... 
Ellas  sobre  la  muerte  hallaron  vida. 
¡Ay  de  mí,  que  en  vivir  hallo  la  muerte  I 


A  VÍCTOR  HUGO. 

¿Quién  soy  para  ofrecerte  mis  cantares?.. 
Hablarte  en  tu  lenguaje  fuera  mengua : 
Al  que  es  grande  y  profundo  cua'  los  mares, 
Le  canta  el  huracán,  y  no  la  lengua. 

En  desusado  atrevimiento  raya 
Hablar  en  verso  provocando  mofa, 
Al  que  tuvo  por  lira  un  Himalaya, 
Con  una  tempestad  en  cada  estrofa. 

Querer  medir  su  magnitud,  abisma. 
Todo  un  siglo  te  sirve  de  proscenio. 


Í4  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Eres  más  que  ,un  mortal,  la  Francia  misma, 
Hecha  de  carne  y  fulgurante  en  genio. 

Con  cada  frase  que  tu  labio  dice, 
Cae  un  trono  y  se  quiebra  una  corona ; 
Eres  la  humanidad  cuando  maldice, 

Y  la  austera  virtud  cuando  perdona. 

Los  pensamientos  que  en  tu  mente  hirvieron, 
Caudal  te  forman  de  inmortales  rastros; 
De  tu  cerebro  colosal  surgieron, 
Cual  de  la  mano  del  Señor  los  astros ; 

Para  cantar  tu  'genio,  que  hoy  aprecia 
Como  el  más  alto  el  Universo  entero. 
Preciso  fuera,  conmoviendo  á  Grecia, 
Ir  á  su  tumba  á  despertar  á  Homero. 

En  tu  trono  de  luz  dejarte  solo, 
Tender  bajo  tus  pies  la  mar  Egea, 

Y  sentar  á  tu  diestra  el  Dios  Apolo ; 

Y  á  tu  siniestra  Venus  Citerea ; 

Al  rayar  del  Olimpo  la  alborada, 
Que  Homero  te  conozca,  que  se  asombre, 

Y  con  su  stylo  que  escribió  la  Iliada, 
Que  esculpa  al  pie  del  Partenón  tu  nombre 

Que  en  Pentélico  mármol  Praxiteles 
Labre  tu  estatua,  y  al  pasar  severos, 
Se  inclinen  saludando  tus  laureles 
Admirados  los  siglos  venideros. 

¿  Quién  te  puede  juzgar  en  nuestros  días 
¿Quién  de  tu  gloria  llamará  á  las  puertas? 
Ya  murieron  Homero  é  Isaías, 

Y  Atenas  y  Sión  estás  desiertas. 
¿Cómo  juzgarte,  pensador  gigante? 

El  solo  peso  de  tu  genio  abruma. 
Se  necesitan  planchas  de  diamante, 

Y  en  la  lumbre  del  sol  mojar  la  pluma. 
Entra  al  Olimpo...  Llevas  por  delante 

La  columna  de  fuego  de  la  Historia. 
Diga  el  mundo  de  ti  cuanto  es  bastante : 
¡  Nació  francés,  mas  lo  engendró  la  gloria ! 


AL   QU€   L€Y€R€ 


Muchas  dé  estas  composiciones,  fueron  escritas  por  el 
autor,  en  los  primeros  días  de  la  vida,  cuando  es  el  co- 
razón V  no  el  raciocinio,  calculador  y  frío,  el  qUe  'dictai 
las  ^estrofas,  el  que  inspira  los  sueños  de  amores  y  el  que 
dibuja  en  el  horizonte  azul  de  la  esperanza,  los  celajes  de 
oro  de  una  felicidad  soñada. 

Algunas  hay  que  han  sido  escritas  cuando  ya  las  canas 
plateaban  su  cabeza,  y  el  desengaño  miristecia  su  espíritu. 

Juan  de  Dios  Peza,  llamado  en  todas  partes  el  cantor  del 
hogar,  mira  estos  versos  como  las  primeras  flores  nacidas 
en  el  campo  de  sus  ilusioríes;  sabe  que  adolecen  de  incorre- 
cciones hijas  de  la  inexperiencia,  pero  sin  duda  comprende 
que  tienen  esa  frescura  y  ese  aroma  quei  sólo  quitan  y 
empañan  las   tristezas  desgarradoras  del  mundo. 

Con  el  fin  de  rendir  el  culto  debido  á  poeta  tan  fammso, 
hemos  aumentado  esta  edición,  añadiendo  al  final  hermo- 
sísimas poesías,  inéditas  unas  y  perdidas  otras  en  las  olvi- 
dadas colecciones  de  los  periódicos. 

Asi  nuestra  obra  será  inás  completa,  y  el  público  nos 
agradecerá  que  le  dennos  á  conocer  versos  admirables  que 
templarán  su  alma  y  colmarán  su  entusiasmo,  ya  que  el 
cantor  del  hogar  es  uno  de  los  poetas  más  delicados,  más 
ardientes,  más   tiernos  y  más  morales   que  existen. 

No  es  este  uh  libro  para  los  académicos  y  los  filósofos; 
pero  será  como  joya  inestimable,  para  los  que  saben  amar, 
sentir  y  soñar;  para  los  que  anhelan,  como  fin  de  la  vida, 
el  amor  bajo  todos  sus  aspectos. 

Los  Editores. 


Digitized  by  the  Internet  Archive 

in  2009  with  funding  from 

University  of  Toronto 


http://www.archive.org/details/poesasescogidaOOpeza 


PROLOGO 


TRES  poetas  distinguidos  han  empuñado  el  cetro  de 
la  poesía  popular  en  México,  D.  Manuel  Carpió, 
D.  Guillermo  Prieto  y  D.  Juan  de  Dios  Peza,  sin 
'I  que  por  esto  pongamos  en  duda  que  ha  habido 
otros  muy  populares,  muy  inspirados  y  muy  eximios. 
D.  Manuel  Carpió,  á  pesar  de  lo  exótico  de  la  mayoría 
de  sus  composiciones,  fué  un  poeta  que  encarnó  los  senti- 
mientos religiosos  de  una  gran  parte  de  la  sociedad  mexi- 
cana, y  en  sus  poemas  descriptivos  se  siente  el  sol  de  nues- 
tro clima,  se  palpa  la  vegetación  de  nuestra  naturaleza  y  se 
contempla  el  cielo  purísimo  de  la  Patria.  Sucedióle  á 
Carpió  lo  que  les  aconteQe  á  los  artistas  nacionales,  que 
cuando  copian  una  madona  extranjera,  sin  quererlo,  sin 
intentarlo,  aunque  el  fondo  del  cuadro  y  los  detalles  sean 
extraños,  producen  inconscientemente  el  rostro  y  la  fiso- 
nomía de  una  mujer  de  su  país.  Por  eso  Carpió  fué  po- 
pular y  admirado  entre  nosotros,  porque  se  inspiró  en 
nuestros  sentimientos  y  describió  nuestras  cosas. 

D.  Guillermo  Prieto  fué  el  poeta  nacional  por  exce- 
lencia. Asuntos,  ideales,  esti'o,  todo  en  él  fué  mexicano. 
Fué  además  el  poeta  de  épicas  luchas  en  períodos  gran- 
diosos para  nuestra  Patria,  y  lo  mismo  pulsó  la  lira  de 
bronce  entonando  himnos  á  los  héroes  de  la  Indepen- 
dencia de  1810,  que  en  contra  de  los  invasores  de  1846; 


PRÓLOGO 


lo  mismo  en  alabanza  de  los  caudillos  de  la  Reforma, 
que  en  contra  de  los  intervencionistas  é  imperiales;  igual- 
miente  arrancó  notas  argentinas  á  la  lira  juvenil  cantando 
amores  tiernos  y  románticos,  que  alegres  y  festivas  notas 
á  la  guitarra  nacional,  para  ensalzar,  describir  y  emocio- 
nar con  sus  inimitables  romances  que  informan  la  Musa 
Callejera.  Por  esto,  Prieto,  como  Carpió,  fué  también 
un  poeta  popular. 

Juan  de  Dios  Peza,  muerto  Carpió  y  desde  antes  de 
que  muriese  Prieto,  ya  era  el  heredero  legítimo  al  trono 
de  la  poesía  popular. 

Desde  muy  temprano,  desde  que  publicó  la  primera 
edición  de  sus  versos,  dos  grandes  maestros  de  nuestra 
literatura,  D.  Ignacio  Ramirez  y  D.  Ignacio  Manuel  Alta- 
mirano,  habían  recibido  sus  producciones,  no  con  la  in- 
dulgencia que  acostumbraban  con  muchos  de  sus  discí- 
pulos, sino  convencido"  del  positivo  mérito  del  numen 
que  despuntaba  en  aquel  joven. 

Peza,  permítaseme  e^  símil,  hizo  su  carrera  conquis- 
tando grado  por  grado  los  ascensos  en  la  poesía,  desde 
soldado  hasta  generalísimo.  No  se  improvisó  un  nombre, 
no  es  un  poeta  de  esos  que  como  relámpagos  deslum- 
hran y  desaparecen  instantáneamente.  Es  un  Sol  que  ilu- 
mina el  horizonte,  y  sube  alumbrando  vaUes,  campos, 
bosques,  colinas  y  montañas;  chozas,  casas,  palacios  y 
altas  torres,  para  descender  después— ¡  inevitable  destino 
de  todo  lo  que  vive!— pero  deslumhrando  con  su  gran- 
diosa ocultación  entre  celaje^  bellísimios  de  múltiples  co- 
lores. 

Peza,  cautiva  con  sus  primeras  producciones  amorosas, 
tintes  de  su  aurora.  Poco  á  poco,  vá  sugestionando  con 
su  Musa,  pues  escribe  poemas  consagrados  á  todo  lo 
bello  y  á  todo  lo  grande,  á  todo  lo  que  enternece  y  á 
todo  lo  que  admira;  poemas  en  los  cuales  vemos  un  fer- 
voroso culto  al  abuelo,  al  padre,  á  los  juegos  infantiles 
de  sus  hijos,  lo  propio  que  á  los  grandes  hombres  como 
Colón,  que  á  los  grandes  héroes,  como  Hidalgo. 

En  su  Lira  Patria  inmortaliza  hechos  desconocidos, 
acciones  olvidadas,  ejemplos  dignos  de  imitarse,  que  la 


PRÓLOGO 


Historia  severa  no  había  entrevisto,  que  la  Crónica  mi- 
nuciosa no  había  recogido,  y  que  el  poeta,  como  los 
homéridas,  ha  ido  coleccionando  para  formar  la  Ilíada 
mexicana,  no  escrita  en  libros  serios  de  narradores  eru- 
ditos. Peza  ha  hecho  una  verdadera  resurrección,  en  sus 
hermosísimos  romances  de  h  Intervención  y  del  Imperio, 
de  héroes  sepultados  bajo  injusto  olvido  y  de  hazañas 
gloriosas,  ocultas  por  1"  incuria;  en  que  vemos  aparecer, 
evocados  por  su  mimen,  á  los  chinacos  guerrilleros,  con 
rojas  blusas,  largas  lanzas  y  flámulas  y  banderolas  que 
ostentan  descarnados  cráneos,  símbolo  de  la  guerra  á 
muerte,  con  que  fieros  y  altivos  retaban  á  los  invasores 
extranjeros.  Pero  Peza  no  hi  sido  injusto  ni  parcial  ni 
amigo  sólo  de  los  nuestros :  su  Lira  Patria  tiene  cuerdas 
nobles  para  loar  actos  plenos  de  nobleza,  de  los  que 
ofuscados  ó  en  cumplimiento  de  sus  deberes,  desgracia- 
damente, luchaban  en  contra  de  la  santa  causa  mexicana. 
Todos  estos  sentimientos,  propios  de  la  inmensa  mayoría 
de  nuestra  Nación,  los  ha  interpretado  y  expresado  Peza, 
de  modo  que  por  ello,  como  Carpió  y  como  Prieto,  es 
un  poema  popular. 

Pero  la  popularidad  de  Peza  tiene  rasgos  especiales 
que  no  tuvieron  siempre  sus  venerables  antecesores.  r*eza 
no  solamente  es  leído  en  periódicos  y  en  libros,  en  el 
taller  y  en  el  hogar,  en  la  tertulia  íntima  de  hombres  de 
letras  y  en  la  sociedad  literaria  reglamentada;  Peca  es 
oído  con  admiración  y  aplaudido  con  entusiasmo  cuando 
recita  sus  poesías  en  las  veladas,  en  el  Teatro  ó  eu  la 
Tribuna  Cívica.  Basta  que  el  público  le  vea,  para  que  no 
espere  á  que  el  poeta  comienze  á  decir,  como  él  sabe 
decirlos,  sus  versos  fáciles  y  armoniosos,  sino  que  le  sa- 
luda con  una  verdadera  tempestad  de  aplausos,  que  inte- 
rrumpe al  poeta-orador,  porque  como  buen  orador  se 
impone,  á  cada  final  de  estrofa,  á  cada  imagen  que  des- 
lumhra, á  cada  pensamiento  que  arrebata. 

Peza,  es  popular  también,  porque  á  sus  altas  dotes 
poéticas  reúne  un  personal  "agradable;  cautivador  por  su 
amplia  frente,  por  la  mirada  de  sus  ojos,  por  la  corre- 
cción de  sus  modales,  por  la  sencillez  y  elegancia  con  que 


10  PRÓLOGO 


viste  cuando  se  presenta  en  público.  Su  voz,  sin  ser  voz 
maravillosa,  es  voz  que  agrada,  que  no  lastima,  como 
otras  voces  que  hay  magestuosas,  pero  campanudas;  sono- 
ras, pero  retumbantes;  claras,  pero  pictóricas  de  arro- 
gancia hinchada  y  de  orgullo  desmedido.  En  Peza  no  hay 
afectación :  no  es  el  torrente  que  nos  deja  ensordecidos, 
es  el  río  tranquilo  de  cristales  límpidos,  que  corre  sin 
obstáculos  por  pendientes  suavemente!  inclinadas  y  por 
compiñas  pintorescamente  sembradas  de  hermosas  flores. 

Todavía  más,  Peza,  poeta  popular  en  su  país,  ha  pa- 
sado las  fronteras  con  su  fama,  ha  surcado  los  mares, 
y  en  España  y  en  América,  y  en  naciones  que  hablan 
el  idioma  que  él  habla,  y  en  naciones  que  traducen  sus 
poemas,  se  le  quiere,  se  le  aplaude  y  se  le  admira.  No  es 
liS'  nj  al  amigo,  ni  cariño  por  el  poeta,  ni  galantería  de1 
prologuista.  ¡Que  pocos  de  nuestros  poetas,  por  excelen- 
tes é  inspirados  que  sean,  pueden  ostentar  en  los  anaque- 
les de  sus  armarios,  el  número  de  ediciones  nacionales  y 
extraniei'2?  que  encierran  los  estantes  del  gabinete  de  Juan 
de  Dios  Peza! 

Prueba  lo  que  acabamo  de  afirmar,  esta  nueva  edición 
de  i:  js  Poemas  escogidas,  que  los  inteligentes  hermanos 
Maucci  dan  hoy  á  la  estampa,  y  una  edición  de  los  her- 
manos Maucci  indica  que  el  autor  ha  conquistado  gran 
renombre,  porque  ellos  publican  sólo  las  obras  consa- 
gradas con  el  óleo  de  una  aceptación  universal. 

México,  Abril  2  de  1905. 

Luis  González  Obregón.     i 


I 

I 


PRiAERA  PARTE 

FLORES  DEL  ALMA 


¡ENTRE  LAS  YEDRAS  I 

La  casa  aquella  donde  vivía 
La  q.ue  no  ha  vuelto,  la  qué  fué  mía 

Y  hoy  en  los  cielos  mora  con  Dios, 
¡Está  lo  mismo  que  en  aquel  día 
En  que  á  ocuparla  fuimos  los  dos! 

¡Ah!  ¡Cuan  alegres  los  corredores! 
^Enredaderas  llenas  de  flores 
En  el  alero  y  el  barandal ! 
Como  en  los  tiempos  de  mis  amores 
Todo  es  risueño,  todo  está  igual. 

En  las  hojosas  verdes  cortinas 
Han  vuelto  á  abrirse  las  camelinas; 
La  antigua  higuera  reverdeció ; 
Ya  regresaron  las  golondrinas 

Y  hasta  yo  he  vuelto,  pero  ella  no! 

Gira  en  sus  goznes  la  misma  puerta 
Que  á  nuestras  citas  fácil  y  abierta 
Puerta  del  Cielo  llegué  á  llamar; 
¡Cuando  mi  niña  la  cruzó  muerta, 
La  abrió  el  infierno  de  par  en  par! 

Decora  el  patio  la  misma  fuente 

Y  en  el  marmóreo  tazón  luciente 


12  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Resuena  el  chorro  borbotador. 
¡AV!  ¡Como  el  eco  dulce  y  doliente 
De  sus  postreras  frases  de  amor! 

No  se  me  olvida  que  una  mañana 
Como  á  una  nueva  Samaritana, 
Junto  á  esa  fuente  la  sorprendí, 
Desnudo  el  seno  de  nieve  y  grana 
Que  arropó  al  punto  yo  la  vi. 

Soltó  el  cabello  sobre  la  espalda; 
Con  una  mano  cogió  la  falda, 
Con  la  otra  mano  su  faz  cubrió, 
Y  entre  la  clámide  verde  esmeralda 
De  mirto  y  yedras,  despareció... 


FLORES  MUERTAS. 

En  el  roto  frontón ;  en  el  alero 
Del  alcázar  muzárabe ;  en  la  grada 
Del  templo  antiguo  en  que  el  audaz  guerrero 
Ungió  su  frente  y  consagró  su  espada; 

En  el  desierto  harem  dónde  cautiva 
Gimió  tierna  beldad;  en  los  relieves 
Que,  decorando  la  ventana  ojiva. 
Quiebran  el  vuelo  de  las  auras  leves; 

En  los  muros  del  viejo  santuario; 
En  el  estéril  pedregal  sombrío; 
En  la  artista  del  mudo  campanario 
Que  azota  el  viento  aterrador  y  frío; 

Donde  los  siglos  con  veloz  carrera 
Dejaron  hondo  y  espantoso  estrago, 
Burlando  á  la  encantada  Primavera, 
Crece  la  humilde  flor  4el  jaramago. 

Sin  matizarla  el  sol  con  tintas  rojas 
Es  su  tristeza  su  mayor  encanto; 
De  áspero  tallo  y  amarillas  hojas, 
Nace  en  otoño  y  simboliza  el  llanto. 


POESÍAS    ESCOGIDAS 


15 


DESOLACIÓN. 

h 

Esperanzas  y  ensueños, 

Placer  y  afán, 
Nada  dura  en  h  vida  : 

¡  Todo  se  va ! 
Para  el  artero  mundo, 

Dicha  ó  pesar, 
Lágrim  s  ó  sonrisas, 

¡Todo  es  igual! 
Hace  bien  el  que  lejos 

De  los  demás, 
Se  huelga  ó  se  lamenta 

Del  bien  y  el  mal. 
Hace  bien  el  que  alivio 

Pide  jamás, 
Y  busca  en  sus  pesares 

La  soledad. 
Bien  hace  el  que  disfraza 

Su  propio  mal; 
Bien  hace  el  que  se  esconde 

Para  llorar. 


II. 

No  cruza  por  la  tierra 

Ni  surca  el  mar, 
El  que  cura  los  males 

Que  el  mundo  da. 
Búscalo  cuando  mires 

La  inmensidad; 
Piensa  en  él  cuando  sueñes 

Un  más  allá. 
Invócalo  si  sufres, 

Pídele  paz  : 
El  llena  con  su  aliento 

La  soledad. 


16  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


En  este  mundo  triste 

Todo  es  fugaz. 
Nada  dura  en  la  vida 

i  Todo  se  va ! 

Y  en  esta  lucha  eterna 

Del  bien  y  el  mal, 
Solamente  los  muertos 

Duermen  en  paz. 
Morir  cuando  se  sufre 

Es  descansar... 
No  quiere  tumba  estrecha 

Mi  loco  afán... 
Para  vivir  do  impera 

La  eternidad, 
Quiero,  y  si  Dios  es  justo 

Me  los  dará... 
Por  pabellón  el  cielo, 

Por  lecho  el  mar; 

Y  allí,  mientras  las  olas 

Vienen  y  van, 
¡  Sabré  que  en  este  valle 

Qué  enluta  el  mal. 
Solamente  los  muertos 

Duermen  en  paz  I 


EN  EL  PANTEÓN  DE  LOS  REYES. 

(recuerdos  del  escorial). 

Eterno  sueño  profundo 
Duermen  en  este  recinto 
El  Gran  César  Carlos  Quinto 
Y  el  rey  Felipe  Segundo. 
La  vana  pompa  del  mundo. 
Las  grandezas  de  la  suerte, 
El  rey  más  noble  y  más  fuerte, 


POESÍAS    ESCOGIDAS  17 


¿Qué  son  ya  ?  ¡  Polvo  y  escoria ! 
Recuerdos  para  la  historia, 
Cenizas  para  la  muerte. 

Reyes  ayer  envidiados, 
Hoy  en  las  hurnas  hundidos 
Para  la  tierra  escondidos, 

Y  para  el  trono  olvidados : 
¿Qué  guardáis  de  los  pasados 
Triunfos  que  os  dieron  renombre?. 
Sólo  una  inscripción,  un  nombre. 
Expresión  de  aquella  ley 
Que  trueca  el  cuerpo  de  un  rey 
En  el  cadáver  de  un  hombre. 

¡Ah!  sin  esas  inscripciones, 
Sin  el  mármol,  sin  el  oro, 
Que  son  ornato  y  decoro 
De  los  regios  panteones ; 
Sin  cifras  y  sin  blasones, 
Estos  sepulcros  dejad, 

Y  entonces,  ¿qué  majestad 
Los  revestirá?  ¡Ninguna! 
Tiene,  con  distinta  cuna, 
Igual  fin  la  humanidad. 

Artístico  cementerio. 
Deslumhras  con  tu  esplendor, 
Siendo  la  gala  mejor 
Del  antiguo  monasterio. 
Con  más  pctmpa  que  misterio 
Dejan  en  ti  nobles  manos, 
Despojos  de  soberanos, 

Y  tú,  soberbio,  imponente, 
Los  miras  indiferente 
Tornarse  polvo  y  gusanos. 

Las  reinas  que  en  vida  fueron 
Estrellas  por  su  hermosura, 

Y  amor,  riquezas,  ventura 
A  su  paso  recogieron, 

Poesías    escoaidas. 


18  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Al  rudo  golpe  cayeron 
Como  flores  marchitadas, 

Y  hoy  duermen  aquí  olvidadas, 
Sin  que  en  sus  restos  cautivos 
Vengan  á  buscar  los  vivos 
Breves  grandezas  pasadas. 

¡Carlos!  ¡Felipe!  !Ferdinando! 
¡  Una  historia  en  cada  nombre ! 
Cuando  aquí  penetra  el  hombre 
Siente  que  vive  soñando... 
Cruza  el  viento  murmurando 
En  lúgubre  son  incierto, 
Como  el  simún  del  desierto, 

Y  en  la  alta  torre  lejana 
Vibra  triste  la  campana 
Como  si  tocara  á  muerto. 

Luz  tenue  frente  á  una  cruz 
Baña  el  templo  sepulcral. 
Que  mansión  tan  funeral 
No  necesita  otra  luz, 

Y  envuelto  en  denso  capuz, 
Sin  aurora  ni  arrebol, 
Relumbra  el  arte  español 
En  criptas  y  subterráneos... 

¡  Nunca  en  los  desnudos  cráneos 
Brilló  bien  la  luz  del  sol ! 

Cada  sarcófago  encierra 
La  sola  verdad  que  espanta 
AI  que  audaz  pone  la  planta 
Sobre  la  faz  de  la  tierra. 
Ved  á  estos  reyes...  aterra 
Su  fúnebre  majestad; 
Su  trono  es  la  soledad. 
Su  tesoro,  polvo  inerte, 
Su  obscuro  reino,  la  muerte, 
Su  manto,  ¡la  eternidad  I 


POESÍAS    ESCOGIDAS  19 


ENTRE  RUINAS. 


I. 

Miro  el  templo  en  ruinas, 
Roto  el  frontón,  la  ojiva  cuarteada, 
Revolando  las  negras  golondrinas 
En  la  anchurosa  nave  abandonada. 

El  sol  filtra  su  rayo  amarillento 
Hasta  el  altar  desnudo  y  solitario, 
Mientras  se  plañe  dolorido  el  viento 
En  los  huecos  de  alto  campanario. 

Yace  la  cruz  en  tierra 
Junto  á  la  reja  gótica  del  coro, 
Y  en  medio  á  tanta  spledad  que  aterra, 
Está  sin  voz  el  órgano  sonoro. 

¡  En  todo,  polvo  denso, 
Mudas  memorias  y  cenizas  frías! 
Como  las  blancas  ondas  del  incienso, 
Las  horas  huyen,  y  se  van  los  días. 

En  el  ángulo  obscuro  se  levanta, 
Como  espectro  de  llanto  y  de  dolores, 
De  la  madre  de  Dios  la  imagen  santa, 
I  Ya  sin  altar,  sin  himnos  y  sin  flores ! 

¿Quién  en  los  pebeteros  que  quedaron, 
Calor  y  aromas  á  buscar  se  atreve 
I  Los  aromas  volaron. 
Las  ascuas  son  ceniza  helada  y  leve ! 

Allá  en  el  fondo  un  lienzo  desgarrado 
Ultraja  del  pincel  las  maravillas  : 
I  Ni  el  arte  el  ab-andono  ha  respetado  1 
¡  El  rico  alféizar  se  tornó  en  astillas ! 

Ya  el  tiempo  desprendió  del  tosco  muro 
El  cancel,  que  de  polvo  se  reviste... 
Todo  está  tan  callado,  tan  obscuro. 
Tan  funeral,  tan  lóbrego  y  tan  triste, 
Que  esta  terrible  soledad  advierte : 
I  Cómo  será  la  noche  de  la  muerte  I 


20  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


II. 

Así  como  este  templo  abandonado 
Está  mi  corazón,  triste,  sombrío, 
Por  el  dolor  tan  sólo  visitado, 

Y  sepulto  en  la  noche  delhastío. 
El  ara  de  su  fe  quedó  desierta; 
Ninguna  voz  á  consolarla  alcanza ; 

Y  está  en  el  polvo  muerta 

La  diosa  á  que  dio  culto  la  esperanza. 

¡  Oh  bóvedas  sombrías, 
Símbolos  mudos  de  las  penas  mías ! 
¡Oh  altar  que  ya  sin  cirios  y  sin  flores. 
Eres  mi  corazón  con  sus  dolores! 
Oh  soledad  estéril  y  escondida, 
Semejante  á  las  horas  de  mi  vida ! 
¡  Virgen,  ayer  objeto  de  ternura, 

Y  hoy,  en  el  polvo,  inútil  escultura! 
¡Triste  rumor  del  vagoroso  viento, 
Igual  en  lo  fugaz  á  mi  lamento ! 
¡Quién  pudiera,  feliz  á  vuestro  abrigo 
Morir  abandonado, 

Sin  más  consuelo  amigo 

Que  de  la  obscura  noche  el  beso  helado ! 

¡  Sin  una  sola  lágrima  de  dtjelo, 

Sin  oir  el  <(  adiós  »  de  un  ser  querido ; 

Y  asi  tornarse  polvo  sobre  el  suelo, 

Y  perderse  en  los  senos  del  olvido ! 

Del  mal  del  mundo  en  las  revueltas  olas. 
Si  mueren  el  amor,  la  fe,  la  calma, 
¡  Qué  mayor  dicha  que  morir  á  solas. 
Cuando  ha  vivido  en  soledad  el  alma! 


POESÍAS   ESCOGIDAS  21 


SIEMPRE  CONMIGO. 

Símbolo  de  tu  amor  inmenso  y  triste, 
.  Guardo  el  blanco  pañuelo 

Que  apasionada  y  trémula  me  diste 
Empapado  en  tus  lágrimas  de  duelo. 

Lo  recuerdo  muy  bien  :  llorabas  tanto, 
De  tal  suerte  sufrías, 
¿    Que  desde  entonces  inundó  tu  llanto 
Mis  negras  noches  y  mis  tristes  días. 

Como  el  granado  en  flor,  tus  labios  rojos, 

Ardientes  me  besaron, 
Y,  astros  de  tu  pasión,  tus  negros  ojos 
Hasta  el  fondo  del  alma  me  miraron. 

Al  darme  de  tu  llanto  aquel  tesoro, 

Dijiste  conmovida : 
((¡Ay!  no  me  olvides  nunca;  <(yo  te  adoro 
Como  ninguna  te  amará  en  la  vida  : 

No  fuera,  si  mis  penas  aliviaras. 
De  las  que  humildes  gimen  : 
.^     Entonces  á  un  abismo  me  arrastraras, 

Al  más  hondo  y  más  tétrico,  al  del  crimen. 

Te  he  amado  con  el  alma  toda  entera, 
^  Y  alguna  vez  mi  suerte 

Se  juntará  á  la  tuya...  ¡Dios  lo  quiera! 
Si  no  lo  quiere  Dios,  venga  la  muerte. 

¡Ay!  yo  por  ti  he  llorado  tanto,  tanto, 

Que  en  cambio,  no  te  asombre, 
Te  pido  como  premio  de  mi  llanto, 
Que,  cual  cantas  mi  amor,  calles  mi  nombre. 


X. 


Adiós,  eres  mi  dicha  y  mi  tesoro, 
Mi  estrella  bendecida, 
V  No  me  olvides  jamás,  porque  te  adoro 
Como  ninguna  te  amará  en  la  vida. 


22  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


/ 


Guarda  este  blanco  lienzo;  en  mis  postreras 

Horas  de  inmenso  hastío, 
He  llorado  con  él :  cuando  tú  mueras. 
Llévatelo  al  sepulcro  por  ser  mío». 


¡  Ay !  yo,  infeliz,  desde  la  noche  aquella, 

Guardo  el  blanco  pañuelo 
Que  trémula  me  dio  su  mano  bella. 
Empapado  en  sus  lágrimas  de  duelo. 

¡  Quiera  Dios  que,  si  muero  abandonado, 

La  mano  de  un  amigo 
Le  ate  á  mi  frente,  y  al  sepulcro  helado. 
Símbolo  de  este  amor,  baje  conmigo!  ' 


y 


LATIDOS  MUDOS. 


Corazón  sin  amor,  corazón  muerto. 
Que  en  lóbrega  prisión  lates  vacío  : 
El  mundo  es  para  ti  campo  desierto, 
Sin  límite,  sin  luz,  estéril,  frío. 

Nunca  podrás  ornar  con  frases  huecas 
La  triste  historia  del  dolor  humano. 
¿Qué  son  tus  ilusiones?  Flores  secas. 
¿Qué  son  tus  esperanzas?  Humo  vano. 

Sigue  marcando  rítmico  latido 
Que  á  la  vida  automática  acompaña, 
Fuiste  trono,  volcán,  búcaro  y  nido; 
Hoy  eres,  corazón,  sólo  una  entraña. 


POESÍAS   ESCOGIDAS  23 


MAGDALENA 


¡Te  conocí  soñando,  Magdalena!... 
Cruzó  el  revuelto  mar  de  las  edades 
Mi  espíritu  agobiado  por  la  pena, 

Y  á  orillas  del  hermoso  Tiberiades, 
Sobre  los  campos  del  Medjdel  desiertos. 
Buscó  en  la  triste  soledad  abrigo, 

Y  te  llegó  á  encontrar  y  habló  contigo 
Con  el  lenguaje  extraño  de  los  muertos. 

De  Medjdel  á  Tell-Hum,  ya  fatigado, 
Como  un  ave  del  mar,  doblando  el  ala, 
Crucé  por  Dalmanutha  y  por  Bethsado, 
Dejé  Caphar  y  me  interné  en  Magdala. 

El  lago  estaba  quieto,  de  sus  ondas 
Un  resplandor  tristísimo  surgía; 
Los  arbustos  sin  aves  y  sin  frondas 
El  viento  de  la  noche  sacudía... 

Y  en  una  abrupta  roca  mal  colgada 
Del  hoy  desierto  y  misterioso  monte 
Te  pude  ver  llorando  arrodillada, 
Vuelta  la  vista  al  lúgubre  horizonte. 
El  fugitivo  rayo  de  la  luna, 

Como  celeste  nimbo,  tu  cabeza 
Bañaba  en  tenue  claridad ;  ninguna 
Mujer  tuvo  más  gracia,  más  belleza. 
Más  amarga  aflicción,  ni  más  tristeza 
Que  las  que  reflejaba  tu  semblante, 

Y  que  en  aquellas  horas  tan  tranquilas, 
Miré  con  esos  ojos  pupilas 

Que  le  mostraron  el  infierno  al  Dante. 
¿Qué  te  dije?  ¡  No  sé !  Caí  á  tus  plantas, 
Vi  tu  rostro  tan  dulce  ya  marchito. 
Tu  frente  sin  color,  tu  rubio  pelo. 
Tus  rugosas  y  lívidas  mejillas, 

Y  en  alto  y  juntas,  demandado  al  cielo, 
Tus  manos  descarnadas  y  amarillas. 


24  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


«¿Quién  eres?»  pregunté.  «Turba  un  momento 

Tu  éxtasis  de  dolor,  tu  eterna  lucha». 

Me  viste  entonces,  y  con  dulce  acento, 

«¡Soy  Magdalena!»...  respondiste;  escucha: 

Yo  soy  la  Magdalena  pecadora, 

Por  la  mano  de  un  Dios  regenerada. 

La  que  hoy  disfruta  de  la  eterna  aurora, 

Surgiendo  del  abismo  de  la  nada... 

Bella  estatua  de  barro  deleznable. 

En  el  alma  llevando  el  anatema. 

Mi  vida  tormentosa  y  miserable 

Es  de  la  triste  humanidad  emblema.... 

Entregada  al  placer,  manche  las  alas 

De  la  fe,  del  amor,  de  la  inocencia... 

Prestóme  el  vicio  sus  lucientes  galas, 

Y  sofoqué  la  voz  de  la  conciencia. 
El  velo  del  pudor  rodó  deshecho 

A  mis  pies,  que  marchaban  entre  flores, 

Y  mil  voces  en  torno  de  mi  lecho 
Cantaron  mi  belleza  y  mis  amores. 
Rechazé  á  los  que  sufren  y  que  gimen, 

Y  en  mi  carro  triunfal  conduje  uncidos 
Con  la  cadena  del  amor  y  el  crimen, 
Nobles  magnates  por  mi  amor  vencidos. 
Mas  la  materia  es  frágil ;  nada  dura 
Fuera  de  la  verdad  y  la  pureza... 
Tiene  el  placer  su  noche  de  amargura, 

Y  el  torpe  amor  sus  siglos  de  tristeza 
Como  esa  voz  secreta  que  nos  guía 
Eternamente  al  bien,  y  su  reproche 
Nos  hiere  el  corazón  en  pleno  día, 

Y  nos  perturba  el  sueño  en  cada  noche  : 
Otra  voz  celestial  movió  en  mi  pecho 
La  escondida  virtud,  voz  bendecida 
Que  al  corazón  en  lágrimas  deshecho 
Le  abrió  las  sendas  de  la  nueva  vida. 

Y  en  vez  del  odio  y  del  rencor  profundo, 
Dióle  ternura,  compasión,  consuelo, 


POESÍAS    ESCOGIDAS  25 


Y  en  vez  del  goce  efímero  del  mundo, 
La  eterna  dicha  en  prometido  cielo... 
Esa  voz  la  escuché  del  Dios  Humano 
En  un  triste  rincón  de  la  Judea... 
Tocó  mi  frente  con  su  augusta  mano; 
Tu  culpa,  dijo,  perdonada  sea. 

Y  llorando  á  sus  pies,  todos  mis  males 
En  bienes  se  tornaron  con  su  nombre... 
¡Yo  he  visto  al  Redentor  de  los  mortales! 
¡  He  oído  la  palabra  del  Dios  Hombre ! 
Nada  hay  más  grande,  sabio  ni  profundo; 
Todo  á  su  paso  vive  y  se  levanta... 
El  sol,  los  astros,  cuanto  abarca  el  mundo. 
Son  pobres  pedestales  de  su  planta. 

¡Yo  soy  la  humanidad  culpable  y  ciega 
Que  al  vicio  y  al  error  himnos  entona... 

Y  al  fin  busca  á  su  Dios,  su  fe  le  entrega, 

Y  ese  Dios  la  redime  y  la  perdona ! 


Soy  la  mujer  culpable,  arrepentida, 
Que,  soñando  alcanzar  paz  y  ventura. 
Vuelve  un  Jordán  de  lágrimas  su  vida, 
Y  en  ellas  lava  su  conciencia  impura». 


MYGDALIA. 


A   RAFAEL   DE   ZAYAS   ENRIQUEZ. 

No  te  la  puedo  describir;  quisiera 
Todo  el  brillo  del  sol  al  medio  día, 
Todo  el  matiz  del  campo  en  primavera, 
Los  tumbos  todos  de  la  mar  bravia ; 

Los  tintes  de  los  vírgenes  boscajes, 
Del  iris  los  magníficos  colores, 
Octubre  con  sus  toldos  de  celajes, 
Y  Mayo  con  sus  túnicas  de  flores. 


26  JUAN  DE  DIOS  PEZA 

No  te  la  puedo  describir,  ni  tienes 
De  su  hermosura  corporal,  idea; 
Le  falta  el  lauro  helénico  á  sus  sienes, 
Que  humillan  las  de  Venus  Citerea. 

En  su  pecho  de  mármol  cincelado 
Los  odios  no  hallarás  ni  las  envidias, 
Que  en  sublime  consorcio  le  han  formado, 
Psyquis  el  alma,  y  la  materia  Fidias. 

Hasta  el  aire  se  aduerme  en  su  re'gazo, 
Cuando  no  queda  entre  sus  rizos  preso ; 
Dios  su  talle  formó  para  el  abrazo, 

Y  Satanás  su  boca  para  el  beso. 

De  pie  sobre  un  altar,  ella  tendría 
La  majestad  y  el  cuello  de  la  diosa: 
De  pie  sobre  un  jardín,  ella  sería 
Oropéndola,  lirio  ó  tuberosa. 

Tiene  esa  reina,  que  tornó  su  esclava, 
Con  dardos  de  pasión  el  niño  ciego. 
Venas  azules  que  desbordan  lava, 

Y  ojos  que  miran  desbordando  fuego. 

Su  hablar  cautiva,  su  mirar  provoca ; 
Es  unas  veces  fiera  y  otras  niño; 
Es  de  viviente  púrpura  su  boca, 
Como  es  su  piel  de  palpitante  armiño. 

Esta  pasión  que  se  difunde  ardiente, 
Calcinando  mi  ser  no  es  un  arcano ; 
Es  un  bólido  rojo,  incandescente, 
Que  surge  y  cae  en  el  cerebro  humano. 

Cuando  ella  no  me  ve,  yo  la  persigo ; 
Me  mira,  y  en  bondad  torna  mi  encono. 
Cuando  otros  la  bendicen,  la  maldigo; 
Cuando  otros  la  condenan,  la  perdono. 

Si  llegara  á  juntarnos  el  destino. 
Formáramos  los  dos  contraste  eterno  : 


POESÍAS  ESCOGIDAS  27 


Ella  cual  la  virtud,  del  cielo  vino; 
Yo,  con  mis  penas  visité  el  infierno. 

Ella  es  la  roja  nube  orlada  en  oro 
Que  en  el  lecho  del  sol  flotando  crece; 
Va  muy  alta,  muy  alta,  y  yo  la  adoro ; 
Subo,  llego,  la  toco,  y  desparece. 

La  acompaña  un  verdugo:  el  sentimiento; 
La  domina  una  maga  :  la  ternura ; 
Ha  vivido  en  un  antro  :  el  sufrimiento ; 
Paga  un  crimen  innato :  la  hermosura. 

Nada  en  ella  es  vulgar;  nada  la  engríe; 
Odia  la  compasión;  si  sufre,  canta; 
Siempre  que  tiene  que  llorar  se  ríe, 

Y  esa  risa  con  lágrimas  me  espanta. 

Me  atrae,  me  vence ;  tiene  á  sus  antojos 
Mi  voluntad  humana  sometida; 
Una  chispa  del  rayo  de  sus  ojos 
Es  un  sol  en  los  cielos  de  mi  vida. 

Si  fuera  un  monstruo  la  adorara  ciego; 
Mujer,  esclavo  soy  de  tu  hermosura; 
Sólo  la  muerte  apagará  este  fuego 

Y  esta  pasión  que  en'gendra  la  locura. 

Desatar  estos  lazos  con  el  rudo 
Viril  esfuerzo  del  poder  del  hombre, 
Imposible  será  :  Dios  hizo  el  nudo. 
¿Qué  importan  gloría,  porvenir  ni  nombre? 

Si  al  mismo  tiempo  hasta  ol  dintel  llegamos 
De  ese  abismo  en  quq  todo  se  derrumba, 

Y  en  una  misma  tumba  reposamos, 
¡  Un  tálamo  nupcial  será  esa  tumba ! 


28  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


CONFIDENCIAS  Á  UNA  ESTRELLA* 

Sigue,  sigue,  blanca  estrella, 
Por  el  cielo  en  que  naciste, 
Sin  dejar  ninguna  huella... 
Siempre  te  hallaré  más  bella. 
Siempre  me  verás  más  triste. 

Hoy  vengo  con  mi  dolor. 
Cual  antes  feliz  venía; 
Mas  ya  nunca,  astro  de  amor, 
Ceñirás  con  tu  fulgor 
Ni  su  frente  ni  la  mía. 

Tú  cruzas  por  ese  cielo, 
Dando  con  tu  luz  la  calma ; 
Yo  cruzo  por  este  suelo, 
Llevando  en  mi  desconsuelo 
Llena  de  sombras  el  alma. 

Dame,  dame  tu  luz  bella; 
Que  en  esta  alma  sin  amor, 
Tú  sorprenderás,  estrella. 
En  cada  nube  una  huella, 

Y  en  cada  huella  un  dolor. 

Tú  que  has  escuchado  el  canto 
De  mi  primera  pasión, 
Acompaña  mi  quebranto, 

Y  alumbra  el  amargo  llanto 
Que  brota  del  corazón. 

¡  Horas  del  primer  cariño ! 
Tú  las  miraste  lucir. 
Cuando  ante  tu  luz  de  armiño. 
La  niña  en  brazos  del  niño 
Soñaba  en  el  porvenir. 

¡  Dulce  amor !  ¡  grata  creencia  I 
I  Blanca  luz !  ¡  delirio  ardiente ! 
¿Por  qué  huyes  de  la  existencia, 
Cuando  una  dura  experiencia 
Va  marchitando  la  frente? 


POESÍAS   ESCOGIDAS  29 


j  Aquellos  goces  extraños, 
Aquel  esperar  en  Dios, 
Sin  recoger  desengaños, 
Aquel  pasar  de  los  años 
Sin  perturbar  á  los  dos  I 

Todo,  todo,  blanca  estrella, 
Tu  tibia  luz  alumbró; 
¡  Edad  de  sueños  aquella, 
Envidiable,  dulce,  bella. 
Que  para  siempre  se  huyó ! 

Clelia,  al  espirar  el  día, 
Por  estos  sitios  vendrá, 
Ya  no  como  antes  venía. 
Que  aquella  alma  que  fué  mía, 
Pertenece  á  otra  alma  ya. 

Antes  ¡  ay !  ¡  cuánto  embeleso ! 
Sollozando  de  placer, 
Dejaba  en  mi  frente  un  beso; 
Por  eso,  estrella,  por  eso 
No  quiero  volverla  á  ver. 

Ahora,  dulce  y  cariñosa, 
En  otro  sus  ojos  fijos, 
Tendrá  su  boca  amorosa 
La  majestad  de  la  esposa 
Para  besar  á  sus  hijos. 

Con  tus  rayos  blanquecinos. 
Alumbra  siempre  su  hogar; 
Aparta  nuestros  caminos, 
Y  haz  que  sus  ojos  divinos 
No  aprendan  nunca  á  llorar. 

Si  sigues  tú,  blanca  estrella, 
Por  el  cielo  en  que  naciste. 
Sin  dejar  ninguna  huella... 
Siempre  te  hallaré  más  bella. 
Siempre  me  verás  más  triste. 


30  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


j-'LA  ULTIMA  CITA 

Recuerda  la  vez  aquella  : 
Mi  labio  encendido  al  tuyo, 
La  noche  apacible  y  bella, 
En  cada  nube  una  estrella, 

Y  en  cada  flor  un  cucuyo. 

Llena  de  rubor,  de  miedo, 
Junto  de  mí  te  veía, 

Y  hablabas  quedo,  tan  quedo, 
Qué  sólo  yo  saber  puedo 

Lo  que  tu  alma  me  decía. 

Quiero  olvidar,  pero  en  vano. 
Ese  instante  soberano 
De  nuestra  antigua  pasión; 
Libro  que  dejó  tu  mano 
Escrito  en  mi  corazón. 

¡  Una  flor  y  un  sol  de  estío ! 
Al  calor  del  desvarío 
Abriste  tu  alma  esa  noche. 
Para  guardar  en  su  broche 
Todo  el  sentimiento  inío. 

¡Cómo  olvidar  que,  rendida 
Al  más  amargo  quebranto, 
Trémula,  triste,  afligida, 
Con  la  faz  descolorida, 
Llenos  los  ojos  de  llanto; 

Como  el  que  al  dolor  resiste 
Como  el  que  oculta  un  pesar, 
Alzaste  el  rostro  me  viste 

Y  escuché  un  adiós  tan  triste, 
Que  no  lo  puedo  olvidar. 

Era  la  revelación 
De  una  triste  decepción. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  31 


De  una  ausencia  que  sería 
La  sombra  que  apagaría 
Los  sueños  del  corazón. 

¡Ah!  ¡separarnos  los  dos, 
Cuando  uno  del  otro  en  pos, 
Hallaba  ventura  y  calma!... 
¡Qué  triste  sonó  en  el  alma 
Aquella  palabra  :  ¡Adiós! 

I  Ver  aislada  una  existencia 
Que  se  había  en  otra  fundido ; 
Arrebatarle  su  esencia; 
Darle  una  sombra  la  ausencia; 
Darle  un  s^ulcro  el  olvido ! 

Era  cual  libro  ignorado 
Nuestro  sino  desgraciado. 
Amar,  y  después...  sufrir, 
Ser  un  alma  en  el  pasado, 
Y  dos  en  el  porvenir. 

Con  tu  adiós  dejaste  mudo 
Al  corazón  que  allí  pudo 
Oirlo,  sufriendo  ya; 
Era  el  último  saluao 
Del  que  nunca  volverá. 

¿Qué  hice  al  o>te?  Confieso 
Que  tan  amargo  dolor 
Aun  queda  en  alma  impreso. 
¡  Qué  triste  es  juntar  á  un  beso 
Un  adiós  desgarrador! 

Me  deslumhraba  tu  encanto; 
Al  mirarnos,  nuestro  ser 
Era  un  astro,  un  fuego  santo. 
i  Qué  triste  es  mirarse  tanto. 
Para  no  volverse  á  ver  I 

Nada  huye  del  pensamiento : 
¡Qué  horrible  fué  aquel  momento 


32  JUAN  DE  DIOS  PEZ  A 


Que  nos  vino  á  separar ! 
Cada  frase  era  un  lamento, 
Cada  suspiro  un  pesar, 

Y  vi  cómo  te  alejabas, 
Y  cómo,  el  aire,  dejabas, 
Un  alma  donde  hubo  dos... 
Si  era  verdad  que  me  amabas, 
¿Por  qué  me  dijiste  adiós  ? 


^    I  CREE I 

¡  Qué  dulces  pasan  junto  á  ti  las  horas ! 
¡  Ay !  si  supieras  lo  que  tú  me  inspiras ! 
¡  Si  vieras  cómo  sufro  cuando  lloras, 

Y  cómo  tiemblo  cuando  tú  suspiras ! 

Estando  junto  á  ti,  mi  pensamiento 
Es  todo  luz,  y  fuego,  y  ¿armonía, 

Y  un  raudal  de  ternura  y  sentimiento 
Hay  en  mi  voz  para  llamarte  mía. 

Y  siento  cómo  el  alma  enamorada 
Tierna  acaricia  su  ilusión  ardiente. 
Cuando  baña  la  luz  de  tu  mirada 
Con  dulces  r'iyos  de  pasión  mi  frente. 

Tus  miradas  de  amor  y  de  ternura 
Ningún  pincel  á  retratar  alcanza ; 
Sólo  en  ellas  contemplo  la  ventura. 
Sólo  ellas  me  retratan  la  esperanza. 

Nos  amamos  ¿verdad?  Está  cubierto 
Nuestro  amor  por  el  cielo  de  dos  almas, 
Como  un  rayo  de  luz  en  el  desierto 
Se  pierde  entre  las  sombras  de  dos  palmas. 

Y  ¿es  posible  que  llores?  El  quebranto 
Te  llena  de  letal  melancolía. 

¿Y  dudas  j  ay !  cuando  te  adoro  tanto, 
Cuando  en  ti  cifro  la  ventura  mía? 


POESÍAS    ESCOGIDAS 


33 


-  Solos   los   dos,    amándonos   arátóntes, 
Sin  más  testigo  que  la  blanca  luna, 
Que  alumbraba,  bañando  nuestras  frentes. 
Dos  existencias  palpitando  en  una. 

Ausencia  — 


Poesías   escogidas. 


Ik^ 


34  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


¡  Si  te  pudiera  devolver  la  calma 
Que  antes  defamarnos  te  arrulló  tranquila, 
Y  pudiera  secar  la  luz  de  mi  alma 
La  lágrima  que  empaña  tu  pupila!... 

Mi  labio  en  sueños  con  amor  te  nombra : 
No  dudes  de  ese  amor  que  el  pecho  inflama 
Porque  la  duda,  Carmen,  es  la  sombra 
Que  en  nuestras  alma  el  temor  derrama. 

No  dudes,  porque  tú  eres  de  mi  vida 
La  tínica  luz  que  me  dará  consuelo, 
La  estrella  de  esperanza  que  convida 
A  no  apartarse  nunca  de  su  cielo. 

Unamos  nuestra  vida  y  nuestra  suerte. 
Que  nunca  tu  alma  ante  el  dolor  sucumba. 
¿Separarme  de  ti?  Sólo  la  muerte. 
¿Privarte  de  mi  amor?  sólo  la  tumba. 


^ 


AUSENCIA* 


Aunque  jamás  mi  corazón  abriga 
Miedo  al  dolor,  ni  se  rindió  al  quebranto, 
Hay  una  herida  en  mi  alma  que  me  obliga 
A  humedecer  mis  párpados  en  llanto. 

¡  Qué  débil  soy !  En  vano  he  procurado 
Callar  la  voz  que  en  mi  interior  resuena ; 
Esa  voz  de  las  tumbas  que  ha  brotado 
En  una  noche  de  recuerdos  llena. 

¿Te  acuerdas  de  esa  noche?  Conmovida 
Me  mirabas,  hablando  de  ventura, 
Y  borrabas  del  libro  de  mi  vida 
Con  tus  besos  las  hojas  de  amargura. 

¿Te  acuerdas?  ¡Cuántas  ilusiones  bellas 
Formaron  á  la  luz  de  nuestro  anhelo! 
¡Cuántas  frases  oyeron  las  estrellas 
Sonar  cruzando  la  extensión  del  cielo ! 


POESÍAS    ESCOGIDAS  35 

Solos  los  dos.  amándonos  ardientes, 
Sin  más  testigo  que  la  blanca  luna, 
Que  alumbraba,  bañando  nuestras  frentes, 
Dos  existencias  palpitando  en  una  : 

Amándonos  los  dos  con  la  creencia 
De  nunca  separarnos  en  el  mundo, 
Sin  esta  tempestad  en  la  conciencia, 
Que  torna  en  llanto  nuestro  amor  profundo. 

De  aquella  noche  que  dejó  en  nuestra  alma 
Una  historia  de  amor  y  desvarío, 
Parece  hoy  que  la  atmósfera  de  calma 
Vuelve  á  juntar  tu  corazón  y  el  mío. 

Me  acuerdo  de  las  nubes  azuladas 
En  el  brillante  cielo  suspendidas 
[>   De  sus  horas  de  lentas  campanadas. 
De  tus  promesas  dulces  y  queridas. 

Me  acuerdo  de  tu  aliento  soberano, 
Que  abrasaba  mis  labios  con  su  fuego 
Y  de  tu  mano  que  estrechó  mi  mano 
Como  queriendo  contestar  á  un  ruego. 


Y  hoy,  ausentes,  sin  vernos,  sin  que  pueda 
Oir  tu  voz.  ni  contemplar  tus  gracias ; 
Sin  enjugar  la  lágrima  que  rueda 
De  cada  una  de  todas  mis  desgracias. 

¡  Ay !  ven  :  que  rompa  tu  pasión  los  velos 
Que  hoy  nos  apartan,  y  mi  angustia  cese; 
Ven,  que  haré  de  cada  astro  de  los  cielos 
Un  ángel  que  te  cuide  y  que  te  bese. 

No  consientas  que  sufra ;  yo  te  llamo, 
'Ven  á  alumbrar  mi  lóbrega  existencia ; 
Tú  sabes  que  soy  tuyo  y  que  te  amo 
rComo  el  tínico  Dios  de  mi  conciencia. 

Tú,  la  amorosa  y  única  testigo 
De  mi  honda  pena  y  de  mi  suerte  impía 


36  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Ven,  porque  sufro;  ven,  y  halle  contigo 
Dulce  consuelo  en  la  desgracia  mía. 

l>a  flor  de  nuestro  amor  guarda  en  su  broche 
Un  mundo  de  pasión  y  bienandanza, 
Ven,  y  encendamos  como  aquella  noche 
Un  nuevo  astro  de  amor  y  de  esperanza. 


EN  LAS  RUINAS  DE  MITLA 

A     MI     MUY     QUERIDO     AMIGO     ROSENDO     PINEDA. 

Le  temps  n'outrage  que  l'homme. 

Maravillas  de  otra  edad; 
Prodigios  de  lo  pasado; 
Páginas  que  no  ha  estudiado 
La  indolente  humanidad 
¿Por  qué  vuestra  majestad 
Causa  entusiasmo  y  pavor? 
Porque  de  tanto  esplendor 
Y  de  tantas  muertas  galas, 
Están  batiendo  las  alas 
Los  siglos  en  derredor. 

Muda  historia  de  granito 
Que  erguida  en  pié  te  mantienes, 
¿Qué  nos  escondes?  ¿Qué  tienes 
Por  otras  razas  escrito? 
Cada  inmenso  monolito. 
Del  arte  eximio  trabajo, 
,    ¿Quién  lo  labró?  ¿Quién  lo  trajo 
A  do  nadie  lo  derriba? 
Lo  saben.  Dios  allá  arriba. 
La  soledad  aquí  abajo. 


POESÍAS    ESCOGIDAS  37 


Cada  obelisco  de  pié 
Me  dice  en  muda  arrogancia : 
Tú  eres  dudas  é  ignorancia, 
Yo  soy  el  arte  y  la  fe. 
Semejan  de  lo  que  fué 
Los  muros  viejos  guardianes... 
¡Qué  sacrificios!  ¡qué  afanes 
Revela  lo  que  contemplo ! 
Labrado  está  cada  templo 
No  por  hombres,  por  titanes. 

En  nuestros  tiempos,  ¿qué  son 
Los  ritos,  usos  y  leyes, 
De  sacerdotes  y  reyes 
Que  aquí  hicieron  oración? 
Una  hermosa  tradición 
cuya  antigüedad  arredra; 
Ruinas  que  viste  la  yedra 
Y  que  adorna  el  jaramago; 
¡  La  epopeya  del  estrago 
Escrita  en  versos  de  piedra ! 

Del  palacio  la  grandeza; 
Del  templo  la  pompa  extraña ; 
La  azul  y  abrupta  montaña 
Convertida  en  foltaleza; 
Todo  respira  tristeza, 
Olvido,  luto,  orfandad; 
¡  Aún  del  sol  la  claridad 
Se  torna  opaca  y  medrosa 
En  la  puerta  misteriosa 
De  la  negra  eternidad ! 

Despojo  de  lo  ignorado. 
Busca  un  trono  la  hoja  seca 
En  la  mutilada  greca 
Del  frontón  desportillado. 
Al  pénate  derribado 


38  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


La  ortiga  encubre  y  escuda ; 
Ya  socavó  mano  ruda 
La  perdurable  muralla.... 
Viajero  :  medita  y  calla... 
I  Lo  insondable  nos  saluda ! 

Sabio  audaz,  no  inquieras  nada. 
Que  no  sabrás  más  que  yo  : 
Aquí  una  raza  vivió 
Heroica  y  civilizada ; 
Extinta  ó  degenerada, 
Sin  renombre  y  sin  poder, 
De  su  misterioso  ser 
Alquí  el  esplendor  se  esconde 
Y  aquí  sólo  Dios  responde 
¡Y  Dios  no  ha  de  responder! 


AL    AHUEHUETE 

DE   SANTA    MARÍA   DE   TULE. 

¡Con  qué  pompa  á  la  vista  te  presentas, 
Titán  de  estas  risueñas  soledades ! 
Si  sacuden  tu  copa  las  tormentas 
Sollozan  en  tus  ramas  las  edades. 
¿Qué  te  puedo  decir?  Inspiras  tanto 
Que  á  mí  me  basta  recoger  tu  nombre 
Y  darte  mi  mutismo  como  canto ; 
i  Junto  á  un  árbol  así,  nada  es  el  hombre ! 


POESÍAS    ESCOGIDAS 


AL  CALOR  DEL  HOGAR. 


EN    EL   ÁLBUM    DE   LA   SEÑORA    CUEVAS   DE   ESTEVA. 

Yo  no  canto  castillos  con  aventuras 
Ni  conozco  donceles  con  armaduras ! 
Son  temas  para  bardos  de  tierra  extraña. 
¡  Me  conforman  las  selvas  nuevas  y  puras 
Que  sin  castillos  tiene  la  Nueva  España! 

Antaño,  en  la  callada  noche  sombría, 
Cantaban  con  profunda  melancolía 
Los  del  amor  heraldos  y  paladines, 

Y  prestaba  hospedaje  la  celosía 

Al  eco  de  sus  guzlas  y  mandolines. 

Esos  heraldos  fueron  los  trovadores  : 
Peregrinos  sin  rumbo,  de  los  amores; 
Esmaltan  la  Edad  Media  sus  tristes  huellas. 
En  la  que  son  sus  quejas  y  sus  dolores 
Orgullo  y  regocijo  de  las  doncellas. 

Cerca  de  la  poterna,  bajo  el  almete, 
Al  pie  de  los  aleros  del  minarete, 
Burlando  los  escudos  en  la  oriflama, 
Dijeroñles  mil  veces  :  «  no  cantes,  vete ; 
El  puñal  de  mi  dueño  sangre  reclama  » 

Y  el  trovador  cantando  dulces  canciones. 
Movió  en  los  ballesteros  los  corazones, 

Y  de  peligro  horrible  saliendo  ileso, 
Huyó  sin  ver  el  fausto  de  los  salones, 
Ni  recoger  en  premio  furtivo  beso. 

Ya  no  existen  aquellos  tristes  poetas 
Que  en  los  feudos  buscaban  citas  secretas  ; 
Los  de  un  Rey,  una  dama  y  un  Dios  eterno... 
Hoy  es  otro  el  estilo  y  otras  las  metas, 
Amor,  gloria,  esperanza...  ¡todo  es  moderno  I 


40  JUAN  DE  DIOS  PEZ  A 


Hoy  decimos  :  «  es  oro  lo  que  oro  vale  », 

Y  la  virtud  es  astro  que  sobresale ; 

¡  La  virtud  toda  gracias,  toda  noblezas  I 
La  virtud  que  no  hay  jova  que  se  le  iguale, 
Por  ser  la  más  preciada  de  las  riquezas! 

Yo,  trovador  sin  guzla  ni  pompa  vana, 
Ave  de  las  que  pueblan  la  selva  indiana, 
A  ti,  de  mil  virtudes  hospedadora, 
No  en  minarete  ojivo  ni  alta  ventana. 
Sino  en  tu  hogar  tranquilo,  canto,  señora. 

Yo  no  busco  el  portillo  ni  los  cerrojos 
Que  en  ciudades  moriscas  daban  enojos ; 
Tu  casa,  de  la  dicha  guarda  raudales, 

Y  el  zaguán  de  esa  casa  vale  á  mis  ojos 
Más  que  el  portón  herrado  de  los  feudales. 

Yo  sé  que  sólo  estimas  por  regocijos. 
Tener  sobre  esa  casa  tus  ojos  fijos. 
Velar  todas  sus  horas  con  santo  empeño, 
Siendo  un  ángel  de  guarda  para  tus  hijos. 
Como  eres  una  diosa  para  tu  dueño. 

Yo  no  sé  si  es  de  raso  tu  rico  traje 
Ni  si  en  áurea  carroza  te  espera  el  paje  : 
Yo  sé  que  tu  amor  santo  te  da  la  calma  : 
Que  tu  hogar  es  un  cielo  cuyo  celaje 
Es  la  virtud  que  encierras  dentro  del  alma. 

Sé  que  tú  eres  la  madre  más  amorosa, 
La  perfecta  cristiarja,  la  dulce  esposa 
Que  con  blandas  ternuras  das  fe  y  aliento : 
¡Cómo  quieren  que  cante  tu  faz  hermosa. 
Si  más  hermoso  tienes  el  pensamiento! 

Dios  te  dé  larga  vida,  bella  señora, 
Para  bien  de  los  hijos  que  tu  alma  adora, 
Que  llegues  á  mirarlos  peinando  canas, 

Y  que  puedan  entonces  ¡  ay !  como  ahora 
Sentir  tu  casto  beso  por  las  mañanas. 


POESÍAS    ESCOGIDAS  41 


t   SIN    SOBRE. 

f 

Abro  tu  carta  y  reconozco  ufano 
Tu  letra  fácil,  tu  dicción  hermosa; 
Ttí  la  trazaste  con  tu  propia  mano 
Pues  el  papel  trasciende  á*  tuberosa. 

Al  escribirla  estabas  intranquila 

Y  ya  estoy  sospechando  tus  desvelos 
Los  médicos  jne  han  dicho,  que  vacila 
El  pulso  concia  fiebre  de  los  celos. 

Veo  tus  líneas  torcidas,  descuidadas, 

Y  esto  halaga  mis  propios  pareceres 
Porque  sé  que  no  estando  enamoradas 
Nunca  escriben  sin  falsa  las  mujeres. 

;  Con  el  arrojo  de  tus  veinte  abriles, 
Has  escrito  un  aumento  que  me  mata! 
Siempre  ha  sido  en  las  cartas  femeniles 
Importante  ó  terrible  la  post  data. 

No  me  vuelvas  á  ver.  Ya  no  te  quiero, 
Esto  me  dices  con  desdén  profundo  : 
Yo  traduzco  :  ven  pronto,  que  me  muero. 
De  algo  me  sirve  conocer  el  mundo. 

Dices  que  consolando  tu  tristeza 
Vas  al  campo  á  llorar  penas  de  amores, 
Así  podrá  tener  Naturaleza 
Coronas  de  diamantes  en  las  flores. 

Pero  no  viertas  llanto  por  tus  penas 
Que  siempre  se  evaporan  bajo  el  cielo; 
Las  lluvias,  del  desierto  en  las  arenas, 

Y  el  llanto,  entre  las  blondas  del  pañuelo. 

Las  horas  de  silencio  son  tan  largas, 
Que  comprendo  la  angustia  con  que  gimes ; 
Las  verdades  del  alma  son  amargas, 

Y  las  mentiras  del  amor,  sublimes. 


42  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Inquieres  con  tesón  si  á  cada  instante 
Busco  tu  imagen  ó  su  culto  pierdo. 
¿Dónde  está,  niña  candida,  el  amante 
Que  diga  en  estas  cosas  :  no  me  acuerdo  P 

Quien  convertir  pretenda  de  improviso 
El  amor  terrenal  en  culto  eterno, 
Necesjta  labrar  un  Paraíso 
Sobre  la  obscura  cima  del  infierno. 

¿Ves  ese  Sol  que  llena  de  alegría 
El  cielo,  el  mar,  el  bosque  y  las  llanuras? 
El  trae  á  los  mortales  cada  día 
Nuevas  dichas  y  nuevas  amarguras. 

Cada  alma  tiene  libro  que  atesora 
sus  afectos  en  él.  sin  vano  alarde; 
I  Cuánto  nombre  se  agrega  en  cada  aurora ! 
¡  Cuánto  nombre  se  borra  en  cada  tarde ! 

¿Quién  sabe  por  qué  anhela  lo  que  anhela? 
¿Quién  será  siempre  el  mismo,  siendo  humano? 
Dicha,  amor,  esperanza,  todo  vuela 
Sobre  este  amargo  y  turbulento  Océano. 

Y  así  preguntas  con  afán  sincero : 
¿Por  qué  me  quieres?...  voy  á  responderte : 
Yo  te  quiero,  mujer,  porque  te  quiero;  .1 
No  tengo  otra  razón  para  quererte.        I) 

¿Tú  te  conformarás  con  tal  respuesta, 
Que  de  mi  propio  corazón  recibo? 
Tal  vez  la  encuentres  sin  razón ;  pero  ésta 
Es  la  única  razón  por  qué  te  escribo. 

Que  yo  no  vuelva  á  verte...  me  propones 
Y  aunque  mi  mente  vacilando  queda. 
En  vista  de  tu  sexo  y  tus  razones 
Allá  iré  lo  más  pronto  que  se  pueda. 


FIN   DE   LA   PRIMERA   PARTE. 


PARTE  SEGUNDA 


EL  ARPA   DEL  A/HOR 


f 


I 


V 


HORAS  DE  PASIONo 


I. 

¡Mis  versos  perdona! 
¡Si  van  atrevidos  tu  sueño  a  turbar! 
No  pido  á  la  gloria  su  augusta  corona ; 
A  mi  alma  le  basta  la  idea  de  amar. 

,  ¡Mujer  encantada! 

Tú  vas  de  venturas  y  goces  en  pos, 
Yo  sigo  en  la  tierra  mi  triste  jornada ; 
Por  sendas  opuestas  marchamos  los  dos. 

Estrellas  y  flores 
Tu  cielo  y  tu  mundo  matizan  doquier; 
Mis  versos  te  llevan  mis  sueños  de  amores 
Levanta    en  mis  sueños  tu  altar  de  mujer. 

Serena  y  hermosa, 
Ni  lágrimas  viertes  ni  sabes  sufrir; 
Es  tuyo  este  libro,  mi  espléndida  diosa, 
¡Adiós!  que  sus  dichas  te  dé  el  Porvenir. 

Errante  viajero 
Mi  senda  regando  con  lágrimas  voy ; 
Mañana  ¿qué  importa  saber  que  me  muero? 
¡Adiós!  con  mis  versos  el  alma  te  doy. 


44  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


II. 

Yo  busco,  yo  quiero 
Un  ser  que  comprenda  mis  sueños  de  amor; 

Lo  busco,  lo  espero, 
Yo  soy  un  oriente  que  aguard»  su  sol. 

¡Caricias  sin  nombre! 
¡Ay^  sí!  ¡de  carisias  me  abrasa  la  sed! 

¡  Feliz  aquel  hombre 
Que  en  nubes  y  rosas  convierta  el  pkcer! 

Arcángel  que  arrojas 
En  olas  de  besos  tu  aliento  á  mi  faz; 

Son  tuyas  mis  hojas 
Mi  vida  es  tu  ofrenda,  mi  libro  tu  altar. 

Escúchame,  siento 
No  sé  qué  infinito  misterio  en  mi  ser; 

Deten,  pensamiento, 
Tus  abs  que  llevan  mi  culto  y  mi  fe. 

Mis  versos  han  sido 
Escritos  en  horas  de  dicha  y  amor; 

En  mi  alma  han  crecido 
Las  flores  que  hoy  buscan  el  aire  y  el  sol. 

Si  sueñas  ventura, 
Si  quieres  viviendo  sentir  y  gozar, 

Tan  bella  y  tan  pura, 
No  dejes  al  mundo  tus  alas  manchar. 

Yo  sigo  tu  vuelo. 
Errante  gaviota,  mi  mundo  es  tu  amor, 

Te  sigo  en  tu  cielo, 
¿No  siguen  los  astros  la  marcha  del  sol? 

Yo  sueño  muchas  dichas. 

Yo  espero  muchos  goces, 
Los  goces  infinitos 

de  un  amor  ideal : 
Yo  te  amo  como  se  aman 

Los  seres  de  otros  mundos. 


POESÍAS   ESCOGIDAS  45 


Con  un  amor  del  cielo, 

Sereno  é  inmortal. 
Me  basta  que  me  mires, 

Me  bajta  tu  sonrisa, 
Para  esperar  confiado 

La  paz  del  porvenir; 
Eres  como  un  ensueño 

Que  flota  eternamente. 
Sobre  este  ser  que  alienta 

Y  existe  para  ti. 

IV. 

Miré  en  mis  sueños  un  ángel 
Al  través  de  una  ilusión; 
Trayendo  en  el  alma  un  cielo 

Y  en  las  miradas  un  sol; 
El  sol  para  mi  camino, 

¡Y  el  cielo  para  mi  amor! 
Despierto  y  me  hallo  contigo 

Y  en  ti  presintiendo  á  Dios, 
Eres  tú  el  ángel,  exclamo, 
Que  en  sueños  miraba  yo, 
Tú  tienes  un  boI  y  un  cielo 

Y  entre  tu  cielo  y  tu  sol, 
Debe  juntar  el  destino 
El  porvenir  de  los  dos. 


Vivir  así  como  vivo, 
Sin  cansarme  de  esperar 
Unas  venturas  sin  nombre, 

Y  una*?  dichas  que  vendrán. 

Sentir  así  como  siento. 
Una  pasión  inmortal, 
Que  apenas  cabe  en  el  alma, 

Y  siempre  en  el  alma  está. 

Gozar  así  como  gozo, 
Lejos  de  la  realidad, 


46  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Con  esas  dichas  del  sueño 
Que  mueren  al  despertar. 

No  hay  más  amarga  existencia, 
Más  amargura  no  hay, 
Vivir  como  yo  sin  vida, 
Tener  goces  sin  gozar, 
Siempre  esperando,  esperando, 
Lo  que  esconde  el  más  allá. 

VI. 

Olas  de  besos  manda  tu  aliento 
Olas  de  dicha  da  tu  pasión; 
Es  todo  un  mundo  tu  pensamiento 
Y  un  mar  de  amores  tu  corazón. 

¡Ay!  ¡y  no  basta  mi  amor  profundo 
Para  que  mi  alma  pueda  alcanzar 
Vivir  tranquila  sobre  ese  mundo, 
Morir  dichosa  sobre  ese  mar! 

VIL 

Algo  hay  sobre  tu  frente  más  sereno; 
Algo  dentro  de  tus  ojos  más  azul ; 
Algo  impalpable,   mágico,   divino, 

Como  los  sueños, 

Como  las  dichas. 

Como  la  luz. 
Algo  hay  dentro  mi  mente  más  inquieto; 
Algo  más  «muerto  está  en  mi  corazón. 
Algo  terrible,  tétrico,  ignorado, 

Como  las  quejas, 

Como  las  sombras, 

Como  el   dolor. 
Fueron  ayer  un  mundo  nuestros  sueños 
Sólo  ruinas  y  lágrimas  son  hoy, 
¡Mañana  habrán  pasado  en  nuestras  almas 

Como  un  sollozo. 

Como  un  suspiro, 

Corno  un  adiós! 


POESÍAS    ESCOGIDAS  47 


VIII. 

Tú  eres  dichosa,  tu  nunca  lloras, 
¡Ay!  tú  no  sabes  lo  que  es  llorar; 
Sobre  tu  vida  pasan  las  horas, 
•Come  las  nubes  sobre  la  mar. 

Yo  sufro  y  sufro  porque  te  quiero, 
¡Ay!  nunca  sepas  tierna  querer; 
En  los  abismos  donde  me  muero. 
No  hay  un  instante  para  el  placer. 

Cuando  el  destino  roba  inclemente 
Todas  sus  flores  á  la  ilusión, 
El  hielo  nace  sobre  la  frente, 

Y  es  un  cadáver  el  corazón. 

IX. 

Tienes  los  ojos  muy  bellos, 
Tus  dulces  labios  muy  rojos, 
Muy  rizados  tus  cabellos, 
Y  mi  alma  prendida  en  ellos. 
Va  á  tus  labios  y  á  tus  ojos. 

X. 

Yo  sufro  y  tú  lo  sabes...  aunque  quiero, 
Ocultar  mi  dolor  no  tengo  calma. 
Cada  queja  es  un  'grito  lastimero 
Empapada  en  las  lágrimas  del  alma. 

Te  amo  como  ama  en  nuestra  fértil  tierra 
El  ave  errante  que  en  la  selva  mora, 

Y  este  sagrado  amor  que  el  alma  encierra 
Canta  en  mi  lira  y  en  mis  ojos  llora. 

Te  amo  con  esa  fiebre  bendecida 
Que  besos  da  para  cubrir  tus  huellas, 
Que  se  derrama  en  flores  en  mi  vida. 
Que  en  mi  cielo  se  cubre  con  estrellas. 


48  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Si  tú  lloras  á  solas,  si  no  tienes 
La  fuerza  en  el  dolor,  cual  yo,  bien  mío, 

Y  si  las  flores  que  pisando  vienes 
Lágrimas  sólo  tienen  por  rocío, 

Ahogaré  con  mis  sueños  tu  quebranto, 

Y  mi  ser  que  al  mirarte  se  arrodilla 
Pondrá  sus  labios,  al  beber  tu  llanto, 
Trémulos  de  pasión  en  tu  mejilla. 

i  Tu  amor  será  mi  sol !  su  r^yo  vivo 
Rasga  todas  mis  sombras  de  amargura ; 
Eres  bella  y  feliz,  yo  soy  altivo. 
Dios  unió  la  altivez  á  la  hermosura. 

¡  Habíame  como  me  hablas !  que  tu  acento 
Penetre  cariñoso  en  mis  oídos, 

Y  que  abrase  en  su  llama  el  pensamiento 

Y  que  embriague  de  amor  á  mis  sentidos. 

¡Mírame  como  miras!  con  dulzura. 
Con  la  dulzura  de  tus  lindos  ojos, 
Mientras  sonríen  ardiendo  de  ventura 
Palpitantes  de  amor  tus  labios  rojos. 

Me  siento  todo  tuyo,  no  te  asombre; 
¿Qué  hay  en  mi  ser  que  para  ti  no  sea? 
Desde  mi  débil  corazón  de  hombre 
Hasta  mi  santa  y  postrimer  idea. 

Te  soy  todo  esperanza,  luz,  consuelo. 
Dicha  y  afán  de  un  alma  enamorada; 
Mi  alma  para  vivir  buscaba  el  cielo, 

Y  tú  le  das  un  cielo  en  tu  mirada. 

Vivo  para  adorarte,   mi  existencia, 
Mis  ilusiones  todas,  mis  delicias. 
Buscan  en  el  altar  de  tu  inocencia 
La  gloria  y  el  calor  de  tus  "caricias. 

Esclavo  de  tu  mágica  belleza 
Rindo  mi  corazón  á  tus  amores, 
Mientras  alzas  tu  espléndida  cabeza, 
Astros  vertiendo  y  derramando  flores. 


POES 


ÍÁS    ESCOGIDAS  49 


i 


En  sueños  veo  tu  imagen,  y  temblando, 
He  llegado  á  sentir  ¡  falso  embeleso ! 
Que  tú  me  miras,  que  estoy  te  hablando, 
Que  me  arrodillo  y  que  me  das  un  beso. 

¡Perdóname!   ¡Perdóname!   El  delirio 
Me  llega  á  engañar!  tantos  agravios, 
Tanto  inmenso  dolor,    tanto  martirio 
^¿No  llevarán  mis  labios  á  tus  labios? 

XI. 

Mi  alma  tiene  misterios  que  á  ninguno 

Es  dado  conocer. 
Ellos  sobre  mis  horas  más  tranquilas 

Vierten  gotas  de  hiél! 
Nunca  me  lo  preguntes...  ¡ni  yo  mismo 

los  quisiera  saber! 


XII. 


Guardo  una  flor  que,  llena  de  perfume. 
Me  arrojaste  al  pasar; 
Solitaria  en  mi  estancia  se  consume 

Y  h  hallaré  marchita  al  despertar. 

Aun  vive  y  ya  me  llena  de  tristeza 
Mi  sacrosanta  flor : 
Como  acaban  su  aroma  y  su  belleza 
¿Tendrá  al  fin  que  acabarse  nuestro  amor? 

XIII. 

Si  la  muerte  del  mundo  te  arrancara 

Y  en  el  mundo  y  sin  ti  quedara  yo. 
Aun  pasados  los  años  te  encT)nírara 
Muerta  en  la  tierra,  en  mi  memoria  no. 

Si  hay  un  cielo  de  paz  sobre  mi  suerte 
Cuya  aurora  mi  infancia  iluminó, 
Dime  tú,  si  estaré  tras  de  la  muerte 
Vivo  en  mi  cielo ;  ¡  en  tus  recuerdos  no  I 
jesias   escogidas. 


50  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


XIV. 

Ya  se  apagó  tras  el  monte 
El  postrer  rayo  del  día 

Y  extiende  la  noche  umbría 
Su  mano  en  el  horizonte. 

Melancólicas  y  bellas 
Tenue  fulgor  derramando, 
En  el  espacio  temblando 
Aparecen  las  estrellas. 

Callan  todos  los  rumores, 
Gimen  las  brisas  suaves, 

Y  mientras  duermen  las  aves 
Se  van  cerrando  las  flores. 

Huye  de  mi  alma  el  dolor 

Y  entre  dichas  seductoras. 
Vuelven  á  sonar  las  horas 
De  los  ensueños  de  amor. 

Ven  á  hablarme;  ya  te  espero.. 
Estando  á  solas  conmigo ; 
El  cielo  será  testigo 
De  lo  mucho  que  te  quiero. 

Yo  te  daré  la  ternura 
Que  hay  en  mi  alma  enamorada. 
Ven  mi  virgen,  ven  mi  amada, 
A  volverme  la  ventura. 

¿Qué  me  importa  el  arrebol 
De  la  tarde  ?  ¿qué  la  aurora  ? 
Para  el  alma  que  te  adora 
Eres  el  cielo  y  el  sol. 

Mira  mis  ojos ;  en  ellos 
Retrataré  tu  sonrisa, 
Mientras  que  besa  la  brisa 
Los  rizos  de  tus  cabellos. 


POESÍAS    ESCOGIDAS  51 


Ven,  Dios  que  es  todo  bondad 
Vela  nuestro  amor  profundo, 
Y  ese  amor  hace  en  el  mundo 
De  una  hora,  una  eternidad. 

No  temas...  hay  en  'os  dos 
Un  alma,  una  fe,  un  anhelo; 
Si  está  en  el  amor  el  cielo 
Está  en  nuestras  almas  Dios. 


XV. 

La  tarde  muy  serena, 
El  cielo  muy  azul ; 

I. a  atmósfera  está  llena 
De  aromas  y  de  luz. 

Tiene  mi  pecho,  vida; 
Mi  vida,  juventud; 

Mi  juventud  un  culto 

Y  una  esperanza...  tú. 


^P  XVI. 

'^^Si  mi  alma  fué  para  sufrir  nacida 

¿Quién  así  pudo  contrariar  mi  suerte? 

Si  estaba  en  el  doter  desfallecida, 

¿Quién  la  arrancó  de  manos  de  la  muerte? 

Tú,  que  al  cruzar  los  campos  de  mi  vida 

Me  diste  la  ventura  al  conocerte. 

Tu  amor  da  luz  al  porvenir  incierto 

Y  borra  mi   pasado  tenebroso, 

Y  al  corazón  para  las  dichas  muerto. 
Lo  vuelve  apasionado  y  vigoroso : 
El  mundo  ayer  me  pareció  desierto 

Y  hoy,  a'  pensar  en  ti,  lo  encuentro  hermoso. 

XVIL 

Sonó  la  media  noche  y  solo  en  mi  aposento 
Tu  amor  llenaba  inmenso,  mi  triste  pensamiento, 
Y  solos  y  ya  juntos  hablábamos  los  dos. 


52  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


¡Ah!  tú  traías  belleza  y  dichas  y  ternura; 
Yo  duelos  y  pobrezas,  dolores  y  amargura, 
Toda  la  suerte  horrible  que  pesa  sobre  mí; 
Hablamos  una  historia  de  amor  y  de  ventura. 
Escijchala,   fué  así : 
—  Yo  te  amo,  dijiste  con  dulcido  acent®; 
Comparto  contigo  la  pena,  el  tormento, 
Yo  soy  la   que  sueña   tu   fiel  corazón, 
Te  traigo  tus  gratas  soñadas  delicias, 
Sonrisas,   suspiros,  sollozos,   caricias, 
Todo  eso  que  llaman  los  hombres :  pasión. 

Yo  sé  que  tú  sufres,  yo  sé  que  tú  lloras, 
Que  ves  cómo  pasan  veloces  las  horas 
Sin  que  ellas  te  traigan  consuelo  ni  paz; 
Yo  sé  que  de  niño  tus  ojos  no  vieron 
A  un  ser  adorado.  Callaste  y  corrieron 
Dos  gotas  de  llanto  quemando  tu  faz. 

Yo  sé  que  tú  sufres  ocultos  dolores, 
Yo  sé  que  no  tienes  estrellas  ni  flores, 
Y  sé  que  me  adoras  y  vengo  hasta  tí.  ^^ 

¿Me  juras  amarme?  /\ 

—  Mi  amor  es  de  duelo. 
—  Te  traigo  en  mis  brazos  las  dichas  del  cielo. 
Yo  soy  tu  adorado;  tú  vives  en  mí. 


y 


Responde :  ¿me  quieres,  me  buscas,  me  llamas. 
Me  sueñas,  me  invocas,  me  sigues,  me  amas, 
Formamos  un  alma  tan  sólo  los  dos? 

—  ¡  Ah,  sí !  yo  te  quiero,  te  busco,  te  llamo. 
Te  sueño,  te  invoco,  te  sigo  y  te  amo, 
Cual  aman  y  buscan  los  hombres  á  Dios. 

—  ¡Blasfemo! 

.  —  i  Perdona ! 

— i  Lo  juras ! 

—  ¡Lo  juro. 

—  Tu  amor  es  mentira. 


POESÍAS    ESCOGIDAS  53 


F 

^w  —  Mi  amor  es  tan  puro, 

^^ue  nadie  más  puro  lo  puede  sentir. 

—  ¿Qué  anhelas? 

—  Yo  anhelo  mirarte  á  mi  lado; 
Ser  tuyo,  adorarte  cual  nadie  ha  adorado; 
Contigo  ser  bueno,  contigo  morir. 
¿Son  ciertas  tus  frases? 

—  ¡Oh,  sí!  todo  es  cierto. 
Dormido  te  miro,  te  sueño  despierto 

Y  le  hablo  á  tu  imagen  doquiera  que  estoy. 
En  ti  hallo  la  dicha,  la  gloria,  la  calma 

Y  estás  en  mi  pecho  y  vives  en  mi  alma 

Y  velas  mis  pasos  doquiera  que  voy. 

—  ¿Y  me  amas? 

—  Te  adoro. 

—  ¿Con  fe? 

—  Con  locura; 
;0h!  nunca  me  niegues  la  inmensa  ventura 
De  verme  en  tus  ojos  y  estar  junto  á  tí. 
Que  cuide  tus  pasos,  que  beba  tu  aliento, 
Que  bese  tus  labios,  que  escuche  tu  acento 

Y  nunca,  no  nunca,  te  apartes  de  mí. 

XVIII. 

Déjame  ver  la  risa  enamorada 
Que  entre  tus  rojos  labios  juguetea 
Mientras  que  libre  y  caprichosa  ondea 
Tu  cabellera  al  aire  destrenzada. 

Dame  esa  rosa  pura  y  matizada 
Que  viviendo  en  tu  seno  se  recrea ; 
E)eja   que   toda   mi   ventura   sea 
Abrasarme  en  la  luz  de  tu  mirada. 

Eres  para  mi  vida  tan  hermosa, 
Y  más  que  tan  hermosa,  tan  querida, 
Que  á  tu  alma  vela  mi  alma  presurosa; 
En  tu  seno  una  flor  miro  prendida, 
Cuando  toquen  mis  labios  esa  rosa 
Entre  sus  hojas  dejaré  mi  vida. 


54  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


XIX. 

Violetas,  dulces  violetas, 
Emblemas  de  mi  pasión ; 
Estremecidas  ó  inquietas 
Cual  mensajeras  secretas, 
Habladme  á  mi  corazón. 

¡Qué  arrobador  embeleso 
Siento  al  miraros  aquí! 
¿Qué  hay  en  vuestro  ser  impreso? 
-  ¡  Nuestro  ser  te  trae  un  beso 
Que  nos  dieron  para  ti ! 

—  Ella  —  Sí;  la  virgen  bella 
De  los  cielos  de  tu  amor, 
¿Sientes  su  invisible  huella? 
—  La  siento,  porque  con  ella. 
Está  mi  dicha  mayor. 

Venid,   adoradas  flores, 

Y  mis  labios  perfumad. 
Calmad  todos  mis  dolores 

Y  habladme  de  mis  amores 
Por  toda  una  eternidad. 

Con  ansia  amorosa  y  loca, 
Olvidando  mi  sufrir, 
Como  el  que  la  dicha  invoca, 
Puse  en  las  flores  mi  boca 
¡Torpe!  las  hice  morir. 

De  mi  pena  en  el  exceso 
Olvidé  que  está  el  dolor 
Sobre  mis  labios  impreso... 
Al  contacto  de  aquel  beso 
Fué  muriendo  cada  flor. 

¡Oh!  pobres  violetas  mías, 
En  mi  pecho  su  ataúd, 
Murieron  como  los  días 
De  ensueños  y  de  alegrías 
Que  pueblan  la  juventud 


POESÍAS    ESCOGIDAS  55 

Suerte  cruel,  que  las  despojas 
De  galas  y  de  esplendor, 
Para  aliviar  mis  congojas 
Deja  el  beso  que  en  sus  hojas 
Puso  el  ángel  de  mi  amor. 

Cuando  de  la  pena  al  peso 
El  alma  sucumba  ya, 
Yo,  con  ardiente  embeleso 
Pondré  mi  alma  en  ese  beso 
Y  el  alma  despertará. 

Violetas,  flores  benditas, 
Quedad  siempre,  siempre  aquí; 
Que  en  mis  dichas  infini-tas. 
Si  estáis  para  otros  marchitas. 
Estáis  vivas  para  mí. 

XX     ^ 

Yo  sé  que  tú  guardas,  alma  de  mi  vida, 
La  dulce  esperanza,  la  luz  bendecida. 
Por  eso  te  quiero,  por  eso  te  adoro, 
Por  eso  en  tu  ausencia  te  busco  y  te  lloro, 
¡  Oh !  ¡  virgen !  tú  formas  mi  cielo  de  amor ! 

Si  llega  la  noche  me  sigue  tu  acento, 
Te  lleva  doquiera  mi  fiel  pensamiento. 
Doquier  me  acompañas  y  vives  en  mí. 
Por  ti  ya  renacen  mi  dicha  y  mi  calma, 
Te  llevo  en  mi  mente,  te  guardo  en  mi  alma, 
De  fiebre  de  amores,  me  muero  por  ti. 

Tan  dulce,  tan  bella,  tan  tierna,  tan  pura, 
Son  cielos  tus  ojos,  es  sol  tu  hermosura, 
Y  Dios  te  acompaña  doquiera   que  vas. 
Tu  voz  es  muy  dulce;  tu  acento  ¡qué  digo  I 
Con  toda  mi  vida  tus  frases  bendigo 
Si  escucho  en  mis  sueños  que  habiéndome  estás. 

Quisiera  en  ofrenda  poner  á  tu  paso 
Mi  vida,  mis  sueños,  y  entonces  acaso 
Me  amaras  con  fuego,  con  santa  pasión; 


56  JUAN  DE  DIOS  PEZA 

Son  tuyos  los  cantos  que  brota  mi  lira, 

Tu  rostro  es  el  rostro  que  en  sueños  me  mira, 

Tus  ojos  alumbran  mi  fiel  corazón. 

Yo  te  amo  como  ama  á  Dios  el  creyente, 
La  madre  á  su  hijo,  la  flor  á  la  fuente, 
La  alondra  el  espacio  do  cruza  fugaz, 
Sin  ti  nada  quiero,  sin  ti  seré  nada. 
Mitad  de  mi  vida,  mujer  adorada, 
Tú  formas  mi  mundo  de  gloria  y  de  paz.    , 

Quisiera  en  tus  brazos  morir  de  ventura, 
Borrar  mis  pesares,  calmar  mi  amargura, 

Y  viéndote  siempre,  dejar  el  dolor, 
Dejar  en  tu  frente,  de  blanca  azucena, 
La  vida,  la  gloria,  la  fe  que  me  llena; 
Morir  en  un  beso  supremo  de  amor. 

XXI. 

La  tarde  S8  ha  apagado  en  Occidente, 
Fué  un  crepijsculo  hermoso  su  agonía, 

Y  en  un  lecho  de  nubes  transparente, 
La  luna  asoma  su  argentada  frente 
En  luz  bañando  la  arboleda  umbría. 
Naturaleza  toda  es  un  santuario. 
Cada  flor  al  dormir  plega  su  broche, 

Y  en  misteriosa  voz  el  campanario 
Saluda  el  nacimiento  de  la  noche. 

El  viento  entre  las  hojas  da  un  gemido, 
Calla  la  tierra  en  soñolienta  calma. 
Cada  pájaro  inquieto  vuelve  al  nido 

Y  cada  sueño  de  oro  vuelve  al  alma. 
Es  hora  de  soñar;  en  el  boscaje 
Cada  árbol  es  una  harpa  que  resuena, 
Cada  dulce  ilusión  es  un  miraje, 

Y  cada  alma  que  flota,  una  azucena. 
Hay  en  las  sombras  misteriosas  huellas. 
Hay  algo  como  queja  en  los  rumores, 

Y  hay  rayos  de  esperanza  en  las  estrellas, 

Y  hay  lágrimas  de  amor  sobre  las  flores. 


POESÍAS    ESCOGIDAS  57 


Tu  alma  de  virgen  que  mi  amor  invoca, 
Viene  á  esta  soledad  muda  y  sombría, 

Y  me  deja  los  besos  de  tu  boca, 

Y  te  lleva  los  besos  de  la  mía. 
Miro  tus  ojos  con  ardor  impresos 

En  mi  frente  ya  mustia  y  abatida, 

Y  siento  tus  caricias  y  tus  besos 

Y  tu  aliento  de  amor  dándome  vida. 
Es  un  mundo  de  mágicas  delicias 

El  que  halla  el  alma  aquí  sin  pena  alguna; 
Siento  bajar  del  cielo  tus  caricias, 
En  los  pálidos  rayos  de  la  luna. 

Yo  busco  tu  expresión  dulce  y  hermosa 
En  esta  claridad  llena  de  encanto; 

Y  en  cada  ave  que  duerme,  en  cada  rosa. 
Crece  y  palpita  tu  recuerdo  santo. 

¿Por  qué  no  estás  aquí?  ¿Por  qué  no  vienes 
Libre  á  gozar  feliz  de  tus  amores? 
Azahares  tengo  para  adornar  tus  sienes; 
Serán  tu  alfombra  el  césped  y  las  flores. 

Olvidarás  del  mundo  los  agravios 
Tendrás  los  goces  que  soñó  tu  anhelo, 

Y  al  juntarse  mis  labios  con  tus  labios 
Se  alzarán  nuestras  almas  hasta  el  cielo. 

I  ^^^^' 

^¿Qué  tienen  tus  miradas,  ángel  mío? 
Mírame  siempre  así; 

I  Qué  vértigo  de  amor,  qué  desvarío 

Hay  en  tus  ojos  al  fijarse  en  mí ! 

¡  Mírame !  que  la  dicha  y  el  consuelo 

Lo  busco  en  tu  mirar. 
Es  el  amor  sin  nombre,  amor  del  cielo. 
El  que  saben  tus  ojos  expresar. 

Astros  de  paz,  que  el  corazón  ardiente 

Abrasan  y  fascinan; 
Cuando  vierten  sus  rayos  en  mi  frente, 
Tóáas  mis  horas  tristes  se  iluminan. 


58  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


¡Mírame!  que  no  tengo  más  ventura 

Que  ver  tus  ojos  bellos. 
Su  claridad  envuelve  á  tu«alma  pura; 
Jtjntame  á  tu  alma  al  retratarme  en  ellos. 

Mis  sueños  de  oro,  mi  perdida  calma, 

Mis  horas  más  tranquilas, 
Todo  lo  que  hay  hermoso  para  el  alma, 
Vuelve  á  mí,  si  me  miran  tus  pupilas. 

¿Quieres  verme  feliz?  ¿que  nunca  sienta 

Ni  pesares  ni  enojos? 
Deja  que  mi  alma  de  pasión  sedienta 
Beba  la  luz  divina  de  tus  ojos. 


XXIII. 

Felice  tti,  virgen  bella, 
Que  sin  sufrir  desengaños 
Miras  resbalar  los  años. 
Miras  las  horas  volar. 
Felice  tú  que  en  la  frente 
Llevas  por  luz  la  pureza, 
Sin  que  nublen  tu  belleza 
Las  tinieblas  del  pesar. 

Yo,  que  te  amo  con  fe  ciega, 
Que  con  el  alma  te  adoro. 
Que  sólo  en  tu  ausencia  lloro, 
Que  gozo  cerca  de  ti, 
En  estas  horas  que  el  cielo 
Hizo  sonar  en  tu  cuna. 
De  mis  flores  busco  alguna 
Para  dejártela  aquí. 

Hoy  me  miras  y  te  miro, 
Me  sonríes,  te  sonrío. 
Sintiendo  en  el  pecho  mío. 
La  inmensidad  de  tu  amor. 


POESÍAS    ESCOGIDAS 


59 


Calmando  con  tus  halagos 
Lo  terrible  de  mi  suerte; 
Sin  tener  miedo  á  la  muerte, 
Sin  doblegarme  al  dolor. 

Hoy,  sin  lágrimas,  sin  quejas, 
Alzo  á  ti  mi  voz  sentida, 
Como  una  estrofa  querida 
Que  nace  del  corazón. 
Tú  ya  sabes  de  mi  historia 
Las  tristes  y  obscuras  hojas; 
Tú  ya  sabes  mis  congojas 

Y  comprendes  mi  pasión. 

j  Mañana !  cuando  ya  tengas 
Más  años,  más  fe,  más  calma. 
Mis  pobres  flores  del  alma 
Acaso  llegues  á  ver. 

Y  á  la  luz  esplendorosa 
De  un  recuerdo  linsonjero, 
Dirás  :  « le  quise  y  le  quiero, 
Porque  me  supo  querer  ». 

((  Era  un  ser  que  vio  en  mis  ojos 
Su  delicia  y  su  ventura, 
Le  deslumhró  mi  hermosura, 
Mi  gracia  le  fascinó. 
Poeta,  me  dio  sus  cantares. 
Hombre,  me  dio  su  alma  altiva, 

Y  su  alma  en  mi  amor  cautiva 
Con  delirio  me  adoró  ». 

Dirás  así;  mientras  crecen 
Sobre  mi  tumba  olvidada 
Las  flores  que  en  la  alborada 
Se  entreabran  solas  allí, 
Sin  una  inscripción  bendita, 
Sin  una  dulce  memoria. 
Mi  tumba  como  mi  historia 
Será  ignorada  por  ti. 


60  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Tú,  feliz  y  sosegada, 
Quizá  amando  á  otra  alma  buena, 
Verás  deslizar  serena 
La  vida  en  tu  derredor. 
Tendrás  un  hogar  dichoso, 
Gozarás  dulce  contento 
Y  será  tu  pensamiento 
Nido  de  dichas  y  amor. 

Mientras  que  á  mí,  nadie  lleva 
Las  ofrendas  amistosas, 
Ni  los  lauros  ni  las  rosas., 
Que  mi  mente  ambicionó. 
Sólo  un  sauce  á  cuya  sombra 
Quiero  dormir  sosegado.... 
Se  alzará  triste  y  callado 
En  tanto  que  duermo  yo. 

Virgen  feliz  y  hechicera, 
Fuente  de  luz  y  alegría, 
Vida  de  la  vida  mía, 
Única  fe  de  mi  amor. 
Cuando  la  muerte  ó  la  ausencia 
Me  envíen  á  mudos  extraños... 
Bajo  el  sol  de  tu  cumpleaños. 
Piensa  en  mí;  guarda  esta  flor. 

XXIV. 


^ 


En  cada  corazón  arde  una  llama. 
Si  aun  vive  la  ilusión  y  amor  impera, 
Pero  en  mi  corazón  desde  que  te  ama 
Sin  que  viva  ilusión,  arde  una  hoguera. 

Oye  esta  confesión;  te  amo  con  miedo, 
Con  el  miedo  del  alma  á  tu  hermosura, 
Y  te  traigo  á  mis  sueños  y  no  puedo 
Llevarte  más  allá  de  mi  amargura.. 

¿Sabes  lo  que  de  vivir  como  yo  vivo? 
¿Sabes  lo  que  es  llorar  sin  fe  ni  calma, 


p 


POESÍAS   ESCOGIDAS  61 


Mientras  se  muere  el  corazón  cautivo 

Y  en  la  cruz  del  dolor  respira  el  alma? 

Eres  al  corazón  lo  que  á  las  ruinas 
Son  los  rayos  del  sol  esplendoroso. 
Donde  el  reptil  se  arropa  en  las  espinas 

Y  se  avergüenza  el  sol  de  ser  hermoso. 

Nunca  podrás  amarme  aunque  yo  quiera, 
Poraue  lo  exige  así  mi  suerte  impía, 

Y  si  esa  misma  suerte  nos -uniera 
Tú  fueras  desgraciada  por  ser  mía. 

Deja  que  te  contemple  y  que  te  adore, 

Y  que  escuche  tu  voz  y  que  te  admire, 
Aunque  al  decirte  adiós,  con  risas  llore, 

Y  al  volvernos  á  ver  llore  y  suspire. 

Yo  no  quiero  enlazar  á  mi  destino 
Tu  dulce  juventud  de  horas  tranquilas 
Ni  he  de  dar  otro  sol  á  mi  camino 
Que  los  soles  que  guardan  tus  pupilas. 

Estremézcame  siempre  tu  belleza 
Aunque  no  me  des  nunca  tus  amores, 

Y  no  adornes  con  flores  tu  cabeza 

Pues  me  encelan  los  besos  de  las  flores. 

Siempre  rubios,  finísimos  y  bellos. 
Madejas  de  oro,  en  célica  guirnalda, 
Caigan  flotando  libres  tus  cabellos, 
Como  un  manto  de  reina  por  tu  espalda. 

Es  cielo  azul  el  que  mi  amor  desea. 
La  flor  que  más  me  encanta  es  siempre  hermosa, 
Que  en  tu  talle  gentil  yo  siempre  vea 
Tu  vesta  tropical  de  azul  y  rosa. 

Mírame  con  tus  ojos  adormidos. 
Sonriendo  graciosa  y  dulcemente, 

Y  avergüenza  y  maldice  á  mis  sentidos 
Mostrándome  el  rubor  sobre  tu  frente. 


62  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


¿Yo  nunca  seré  tuyo?  ¡ay!  ese  día, 
Obscureciera  al  sol  duelo  profundo; 
Mas  para  ser  feliz  sobre  este  mundo 
Bástame  amarte  sin  llamarte  mía. 


XXV. 

¡  Soplos  de  llama !  ráfagas  que  abrasan, 
Olas  de  fuego  que  rodando  pasan, 

Y  queman  al  pasar  mi  corazón... 
Flores  que  al  mundo  su  perfume  arrojan 

Y  que  al  ir  á  tocarlas  se  deshojan... 
Eso  las  dichas  de  mi  suerte  son. 

¡Ah!  ¡cuántas  veces  desperté  creyendo 
Que  en  un  hogar  dichoso,  sonriendo 
Conmigo  estabas  sola...  nada  más, 

Y  al  verme  aislado  y  pobre  en  mi  aposento 
Vi  que  la  mayor  dicha,  es  un  momento 
Que  no  llega  jamás! 

La  vida  es  un  cárcel  donde  encierra 
El  alma,  las  miserias  de  la  tierra. 
Odios,  pobreza,  soledad,  dolor... 
Siempre  esperamos  dichas  y  consuelo... 

Y  nunca,  ¡nunca  llegan!  dime  ¡oh  cielo! 
¿Dónde  existe  el  amor? 

En  el  mundo  acompañan  nuestros  años, 
La  tristeza,  el  pesar,  los  desengaños. 
Todas  las  penas  míseras  de  acá. 
El  cuerpo  ya  cansado  se  derrumba... 

Y  el  olvido  nos  sigue  hasta  la  tumba. 
¿Qué  importa  el  más  aUá? 

XXVL 

Si  mi  alma  mártir  se  rompiera  en  flores, 
Como  la  rompe  en  quejas  el  destino, 
Yo  ya  hubiera  alfombrado  en  mis  amores 
Con  las  flores  del  alma  tu  camino. 


I 


POESÍAS   ESCOGIDAS  63 


Si  dieran  luz,  como  en  mi  mal  profundo, 
Dan  hoy  mis  ojos  lágrimas  de  duelo, 
Yo  te  borrara  al  sol  en  este  mundo 

Y  con  toda  esta  luz  te  hiciera  un  cielo. 
Mas  ya  que  mi  alma  triste  y  dolorida 

Flores  no  puede  dar,  ni  luz  mis  ojos... 
Toma  mi  corazón,  toma  mi  vida, 
Por  la  sonrisa  de  tus  labios  rojos. 

XXVII. 

Anoche  soñando  que  tú  me  querías 
Vi  á  un  ángel  del  cielo  tranquilo  bajar, 

Y  luego  juntaba  tu  mano  á  las  mías 

Y  yo  te  miraba  y  tú  me  decías : 

«(Con  todo  mi  pecho  te  voy  á  adorar  ». 

¡  Que  vas  á  adorarme !  mentira,  mentira. 
Yo  soy  la  desgracia  sin  luz  y  sin  fe... 

Y  entonces  el  ángel  solloza,  suspira... 

Y  al  irse  hasta  d  cielo,  sonriendo  te  mira, 

Y  luego...  llorando  de  amor  desperté. 


XXVIII. 

Celoso  estoy ;  mas  no  de  otra  criatura 
Que  te  pueda  querer,  amada  mía, 
¿Quién  al  mirar  tu  espléndida  hermosura 
No  tiene  celos  de  la  luz  del  día? 

¿Quién  al  mirar  tus  ojos  claros,  bellos. 
No  tiembla  de  pasión  con  tu  mirada? 
¿A  qué  brisa  que  juegue  en  tus  cabellos 
No  ha  de  envidiar  el  alma  enamorada? 

El  eco  de  tu  voz,  apenas  toca 
Mis  oídos  y  en  ellos  queda  impreso; 
Envidio  á  las  palabras  de  tu  boca 
Porque  cada  palabra  lleva  un  beso. 

El  aire  embalsamado  que  respiras, 
La  intensa  luz  que  tu  semblante  baña, 
Lo  que  oyes,  lo  que  tocas,  lo  que  miras, 
Todo,  todo,  mis  celos  acompaña. 


64  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


La  bella  flor  que  en  el  pensil  galano 
Siempre  airosa  y  galana  se  levanta, 
Envidia  da  si  la  tocó  tu  mano. 
Celos  me  da  si  la  tocó  tu  planta. 

A  ese  infinito  amor  que  mi  alma  encierra 
Lo  que  se  acerque  á  ti  le  causa  celo... 
No  puede  amar  como  aman  en  la  tierra; 
Mis  celos  y  mi  amor  vienen  del  cielo. 

XXIX. 

Vuelta  inquieta  hora  tras  hora 
Sin  condolerse  de  mí, 

Y  el  alma  que  ausente  llora, 
Te  llam.a,  te  ve,  te  adora, 

Y  vive  sólo  por  ti. 

El  destino  en  su  inclemencia 
Hoy  me  condena  al  dolor, 
Mas  ¿qué  me  importa  la  ausencia 
Si  mi  amor  es  tu  existencia 

Y  mi  existencia  es  tu  amor? 
Muere  un  día,  nace  otro  día 

Y  crece  más  mi  pasión, 

Y  en  tan  ciega  idolatría 
Esta  ausencia,  amada  mía, 
Me  destroza  el  corazón. 

Estrella  de  mis  amones, 
¿Por  qué  me  alejan  de  ti? 
¿Por  qué  dan  á  tus  fulgore, 
Otro  cielo  y  otras  flores. 
Que  están  muy  lejos  de  mí?... 

¿Muy  lejos?...  ¡No!  ¿Qué  barrera 
De  ti  me  separará? 
Esta  alma  que  es  una  hoguera, 
A  ti  su  pasión  postrera 
A  doquiera  seguirá. 

No  te  olvides  del  ausente 
Que  va  de  tu  huella  en  pos; 
Piensa  en  el  que  te  ama  ardiente, 


POESÍAS    ESCOGIDAS 


65 


Al   bailar,   con    aué    soltura 
Pone  los  brazos  en  jarras, 
En  tanto  que  en  torno  suyo 

Canta  el  pueblo  las   «guarachas.» 

En  la  feria  de   Tlacotálpam 


Poesías   escoíjidas. 


66  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Cuyo  labio  balbuciente 
No  pudo  decir  «adiós». 

Piensa  en  el  alma  abatida 
Por  la  ausencia  y  el  dolor, 
Tan  amante  y  tan  sufrida; 
Piensa  mitad  de  mi  vida, 
En  mis  promesas  de  amor. 

Quizá  una  lágrima  bella 
Mi  recuerdo  te  arrancó, 
Y  dulce,  amorosa  estrella, 
Sentiste  brotar  con  ella 
Lo  que  ausente  sufro  yo. 

Tti,  mi  amor;  tú,  mi  alegría, 
Mientras  yo  vuelo  hasta  ti... 
Guárdame  en  tu  fantasía... 
Vida  de  la  vida  mía, 
Siempre,  siempre,  piensa  en  mí. 

XXX. 

Alzada  en  una  pradera 
Toda  luz,  vida  y  amores. 
Cuyas  sempiternas  flores 
Siempre  están  en  primavera; 

Junto  á  las  frescas  orillas 
De  un  arroyo  cristalino 
Que  refresca  en  su  camino 
Jacintos  y  maravillas; 

Frente  á  hondonadas  y  lomas, 
Siempre  hermosas,  siempre  bellas, 
Porque  sólo  se  oye  en  ellas 
El  cantar  de  las  palomas; 

Envuelta  en  blancos  jazmines, 
Sobre  los  cuales  volando 
Pasan  de  tarde  cantando 
Bandas  de  colorines... 

Está  una  humilde  mansión 
Tan  sosegada  y  tan  quieta, 
Que  es  una  imagen  secreta 
De  la  paz  del  corazón. 


I 


POESÍAS    ESCOGIDAS  67 


Entre  nubes  blanquecinas 
Se  alza  pura  en  las  mañanas 
Cuando  sobre  sus  ventanas 
Se  arrullan  las  golondrinas. 

Es  un  palacio  de  amor 
Donde  halla  quietud  el  alma, 
Sin  que  perturbe  su  calma 
La  tempestad  del  dolor. 

Viven  en  ellas  tranquilas 
Almas  buenas  é  inocentes, 
Allí  están  limpias  las  fuentes 

Y  serenas  las  pupilas. 

Su  campo  está  sin  rumores, 
Sus  habitantes  sin  duelo, 
Muy  transparente  su  cielo 

Y  muy  hermosas  sus  flores. 
Le  dan  sus  brisas  ligeras 

Besos  que  están  perfumados; 
Tiene  esa  mansión  tejados 
De  mirtos  y  enredaderas. 

Amor  y  melancolía 
Allí  sus  voces  levantan, 
Cuando  los  pájaros  cantan 
Al  primer  rayo  del  día.  ^ 

De  la  corte  los  engaños 
Nunca  empañan  sus  auroras... 
¡  Qué  dulces  pasan  sus  horas 

Y  se  deslizan  sus  años! 
Allí  entre  goces  suaves 

Las  almas  dichas  apuran, 
Mientras  las  fuentes  murmuran 
Lo  que  repiten  las  aves. 

¡  Qué  soledad  tan  dichosa ! 
¡Qué  quietud  tan  bendecida! 
¡Qué  lenta  pasa  la  vida 
En  esa  mansión  hermosa ! 

AJlí  las  penas  no  abruman, 
Ni  los  dolores  espantan, 


68  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Todos  los  pájaros  cantan, 
Todas  las  flores  perfuman. 

Siempre  que  la  noche  llega 
Deja  más  dichas  soñadas, 
Pues  son  sombras  adoradas 
Las  sombras  que  en  ella  riega. 

Allí  se  vive  contento, 
Allí  se  duerme  con  calma, 
Sin  que  nada  enlute  el  alma 
Ni  entristezca  el   pensamiento. 

Cada  flor  cierra  su  broche, 
Cuando  el  sol  apenas  arde; 
Allí  es  muy  dulce  la  tarde 

Y  es  muy  callada  la  noche. 
Durante  el  sueño,  bajando 

Dios  á  ese  hogar,  lo  bendice; 

Y  es  el  zenzontle  el  que  le  dice 
Las  horas  que  van  pasando. 

Y  si  la  luz  se  avecina 
Despierta  naturaleza... 
Calla  el  zenzontle  y  emipieza 
A  cantar  la  golondrina. 

Despiertan  los  labradores, 
Todo  rebosa  alegría, 

Y  se  alzan  cantando  el  día 
Almas,  pájaros  y  flores. 

En  ella  tendrán  abrigo 
Dos  almas  que  lo  han  soñado. 
Si  allí  te  viera  á  mi  lado 
¡Qué  feliz  fuera  contigo! 

De  nuevas  dichas  en  pos 
Brillarían  nuestras  auroras; 
Allí  caen  á  todas  horas 
Las  bendiciones  de  Dios. 


i 


POESÍAS    ESCOGIDAS 


^ 


XXXI. 


¡  Oh,  tú !  mi  lirio  blanco,  mi  virgen  poderosa, 
A  quien  adoro  ciego,  con  férvida  pasión, 
Cuando  te  miro  y  te  hablo,  mujer  la  más  hermosa, 
No  sé  qué  aliento  mágico  me  quema  el  corazón. 

¡  Perdóname !  ¡  te  amo !  ningún  ser  de  la  tierra, 
Podrá  adorarte  tanto  como  te  adoro  yo 

Y  esta  pasión  sagrada  que  mi  existir  encierra 
Al  conocerte  ¡  oh  virgen !  en  mi  alma  despertó. 

¡  Perdona !  yo  me  duermo  soñando  en  tu  ternura. 
Despierto  y  me  enajena  tu  mágico  esplendor. 
A  ti  se  acerca  eJ  alma,  como  la  linfa  pura 
Se  acerca  á  la  ribera  para  besar  la  flor. 

Amor  es  el  que  llena  las  horas  de*  mi  vida, 
El  que  mi  ser  transforma  en  culto  de  pasión, 
El  que  en  mi  pecho  deja  tu  imagen  bendecida, 
El  que  hace  de  tu  nombre  mi  canto  y  mi  oración. 

Mañana,  cuando  al  soplo  airado  de  la  suerte 
Los  dos  nos  separemos  sin  darnos  un  adiós, 
Mañana  que  el  olvido,  imagen  de  la  muerte, 
Derrame  sus  tinieblas  en  medio  de  los  dos, 

Evocaré  tu  sombra,  soñando  en  tu  existencia, 
Evocaré  tíi  imagen,  amándote  cual  hoy, 

Y  haré  menos  amargas  las  horas  de  la  ausencia, 

Y  haré  florido  el  campo  por  do  cruzando  voy. 

¡  Mujer  de  mis  recuerdos !  mitad  del  alma  mía. 
Mañana  no  te  olvides  de  quien  te  adora  así ; 
Yo  quedo  como  un  mundo  á  quien  le  falta  el  día. 
Un  mudo  de  pesares  que  acabará  sin  ti. 

No  olvides  nuestros  sueños  de  dichas  y  de  amo- 
tres, 
La  tierra  á  tu  presencia  me  pareció  un  edén. 
Tu  velo  vaporoso,  tu  hogar  entre  las  flores, 
Tus  horas  de  deliquio ;  recuérdalas  también. 


70  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Viajero  fatigado,  yo  cruzo  ese  camino 
Que  apenas  puedo  débil  seguir  entre  el  dolor; 
Me  llevan  mis  pesares,  me  lleva  mi  destino ; 
¿Qué  haré  sobre  la  tierra  faltándome  tu  amor? 

No  busques  de  mi  vida  las  páginas  dichosas, . 
Mi  historia  es  de  tormentos;  nací  para  sufrir, 
Tú  fuiste,  virgen  bella,  la  que  sembró  de  rosas  ' 
Los  campos  de  mi  triste  y  obscuro  porvenir. 

Hermosa  y  seductora,  sonriendo  y  cautivando 
¿Por  qué  le  niegas,  dime,  tus  gracias  á  mi  afán? 
Si  tú  no  me  sonríes,  si  no  me  estás  mirando, 
Las  sombras  de  la  muerte  mis  ojos  nublarán. 

Por  eso  luego  escondo  mi  llanto  con  la  risa, 
Con  falsa  dicha  encubro  mi  tétrico  dolor ; 
Tus  ojos  como  soles,  tu  aliento  como  brisa 
Alumbran  y  eternizan  las  flores  de  mi  amor. 

¿Serás  para  mí,  siempre,  severa  y  desdeñosa? 
¿Ni  mi  pasión  inmensa,  ni  mi  fortuna  ves? 
Mi  vida  es  toda  tuya,  contémplame  amorosa. 
Mi  orgullo  es  la  corona  que  tienes  á  tus  pies. 

XXXII. 

Hoy,  en  el  mismo  día 
En  que  pusieron  nombre  á  tu  hermosura 
Llenan  los  ecos  de  la  lira  mía 
Los  himnos  que  levanto  á  tu  ventura. 

Nada  hay  que  pueda  darte 
Digno  de  ti  mi  borrascosa  suerte, 
Yo  nací  nada  más  para  adorarte; 
Tuyo  será  mi  amor  hasta  la  muerte. 

No  temas  al  destino. 
El  cielo  que  en  mirarte  se  embelesa, 
Tiene  un  ángel  que  vela  tu  camino, 
Que  baja  á  tu  alma  y  que  tu  frente  besa. 

Goza  dichas  y  calma. 
Mientras  yo,  que  al  am.arte  te  bendigo. 


p? 


POESÍAS    ESCOGIDAS  71 


En  alas  de  mi  amor  te  mando  el  alma; 
Mi  alma  nació  para  vivir  contigo. 

Pasen  gratas  tus  horas 
De  paz,  de  encanto  y  de  delicia  llenas, 
Yo  sólo  sé  llorar  cuando  tú  lloras, 

Y  sufro  sólo  con  tus  mismas  penas. 
Amarte  con  locura 

Es  el  único  bien  que  mi  alma  alcanza; 
Verte,  hablarte  y  oirte  es  mi  ventura; 
Ser  tuyo,  siempre  tuyo,  es  mi  esperanza. 

XXXÍII. 

Había  una  claridad  en  todo  el  cielo, 
Que  si  era  de  la  tarde  la  agonía, 
La  tarde  agonizaba  dando  al  suelo 
Los  besos  de  aquel  sol  que  se  moría. 

Y  volaban  las  horas...  y  con  ellas 
Eran  más  y  más  dulces  mis  amores... 

Y  envidiosas  se  alzaban  las  estrellas 

Y  avergonzadas   dormíanse  las   flores. 
Ella  fijando  sus  divinos  ojos 

En  mis  ojos  sin  brillo  por  el  llanto... 
Trémulos  de  pasión  los  labios  rojos, 
Llena  la  faz  de  celestial  encanto. 

Pura,    gentil,   apasionada,    ardiente 
Emblema  de  ventura  y  de  poesía... 
Mi  alma  volaba  hasta  besar  su  frente, 
Su  alma  volaba  hasta  besar  la  mía... 

¡Nada  era  allí  dolores  ni  amargura! 
¡Dulces  goces  de  amor,  la  vida  en  ellos! 
¡Cómo  en  su  frente  virginal  y  pura. 
Flotaban  amorosos  sus  cabellos! 

¡Crepúsculo  de  amor,  noche  aromada 
Por  las  urnas  balsámicas  del  cielo! 
¿Hay  mujer  más  hermosa  y  más  amada 
Que  la  mujer  que  consagró  mi  anhelo? 

¿Di  si  hay  otra  alma  que  el  amor  encierra 
Más  inmensa  al  amar  y  más  altiva, 


72  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Que  aquella  alma  que  hallé  sobre  la  tierra 

Y  tiene  á  mi  alma  en  su  pasión  cautiva? 

i  Dime,  noche  de  amor !  ¿más  dicha  existe 
En  otro  corazón  que  la  dd  mío? 
¿Viste  otro  amor,  revélamelo,  viste 
Más  fuego,  más  pasión,  más  desvarío? 

Noche  apacible,  embalsamada  y  bella 
Fuiste  de  nuestras  dichas  la  testigo... 
Mi  alma  ya  no  está  en  mí...  vive  con  ella. 

Su  alma  no  vive  en  ella...  está  conmigo; 
Pues  nos  trajiste  un  beso  en  cada  estrelda; 
¡Oh  noche  de  mi  amor!  yo  te  bendigo. 

XXXIV. 

Escucha...  ya  vibra  la  dulce  campana 
Que  anuncia  y  saluda  la  luz  de  mañana, 
La  luz  que  ha  bañado  tu  cuna  al  nacer : 
Mi  pecho  palpita  de  gozo  profundo, 
A  esa  hora  fué  un  cáliz  de  rosas  el  mundo, 

Y  encima  dos  besos  :  tus  pies  de  mujer. 
¡Naciste!...  cada  astro  bañaba  en  fulgores 

La  mágica  senda  cubierta  de  flores, 
El  santo  camino  que  habías  de  seguir ; 
Tus  ojos  se  abrieron  radiantes  de  encanto. 
En  eillos  el  cielo  retrata  su  manto, 
En  ellos  su  aurora  guardó  el  porvenir. 

Tú  eras  entonces  la  fiel  mensajera 
Que  anuncia  una  eterna  feliz  primavera, 
Que  esparce  la  dicha  matando  el  dolor; 
La  flor  que  á  un  suspiro  celeste  se  abría 
Guardando  en  su  cáliz  los  rayos  del  día 
Por  tu  allma  cambiados  en  rayos  de  amor. 

¡Naciste!  y  las  brisas  soplaron  suaves, 
Se  abrieron  las  flores,  cantaron  las  aves, 

Y  sólo  eran  tuyos  los  rayos  del  sol.. 
Amor  es  tu  culto,  virtud  es  tu  lema, 

Y  fué  desde  entonces  tu  vida  un  poema, 
¡Bendita  mil  veces  tu  santa  misión! 


POESÍAS    ESCOGIDAS  73 


XXXV. 

Hoy  es...  ya  no  vibra  la  dulce  campana. 
Hermosa  y  serena  se  attzó  la  mañana, 
El  sol  como  entonces  radiante  lo  ves. 
Mi  labio  temblando  de  gozo,  te  nombra, 
Acércate,  virgen,  pondré  por  alfombra, 
Ofrenda  del  alma,  mi  lira  á  tus  pies. 

Jamás  cuando  vengas  á  abrir  estas  hojas 
Se  agrupen  en  tu  alma  terribles  congojas : 
Los  ángeles  nunca  supieron  llorar. 
Que  nunca  te  fallte  ni  amor  ni  hermosura, 
El  cielo  que  guarde  tu  eterna  ventura 
Te  ha  dado  en  mi  pecho  tu  trono  y  tu  altar. 

XXXVI. 

Campo  cuya  tierra  nunca 

Besaba  el  sol 
Sin  aves,  fuentes  ni  flores 

Eso  fui  yo. 

Sol  que  brillaba  en  el  cielo 

Siempre  azul... 
Vida  en  su  luz  derramando. 

Fuiste  tú. 

Sol  que  vuelve  al  campo  estéril 

Vida  y  amor... 
Campo  que  vive  á  sus  besos 

Somos  tú  y  yo. 

XXXVII. 

Acabas  de  ver  el  cielo, 
Con  la  esplendidez  de  Dios  : 
Así  se  ha  puesto  mi  alma. 
Espléndida  con  tu  amor. 


74  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


XXXVII. 

¿Más  delirios  aún?...  Sombra  que  vienes 
En  alas  de  la  noche  á  mi  retiro; 
Si  es  la  forma  de  un  sueño  la  que  tienes, 
¿Por  qué  escucho  tu  voz  ?  ¿Por  qué  te  miro  ? 

¿Que  pretendes  decirme  en  estas  horas 
Silenciosas  y  lentas  y  sombrías?... 
Huye,  sombra;  tú  ignoras 
Qué  horribÜes  pasan  mis  amargos  días. 
Tú,  sólo  sabes  que  con  fiebre  loca 
Albro  mi  corazón  á  tus  amores; 
Pero  el  dolor  que  el  alma  me  sofoca, 
No  te  lo  he  de  decir  porque  no  llores. 

Ámame  con  la  fe  de  tu  alma  pura. 
Mírame  de  rubor  estremecida. 
Habíame  de  pasión  y  de  ventura 

Y  huye  de  los  tormentos  de  amargura 
Que  ennegrecen  las  horas  de  mi  vida. 

Hay  en  mi  alma  una  pena,  es  tan  calllada 
Como  intensa  y  tenaz;  forma  mi  anhelo, 
Verla,  si  no  extinguida,  consolada; 
Por  eso  busco  siempre  tu  mirada; 
Sólo  cuando  me  ves  hallo  consuelo. 

Mi  siempre  blanco  y  perfumado  lirio, 
No  enlutarán  mis  duelos  tu  belleza; 
Mi  fe  se  aviva  más  en  el  martirio; 
Mi  alma  tiene  un  refugio  en  la  tristeza. 

Tuyo  es  no  más  mi  corazón  ardiente. 
Calman  tus  esperanzas  mis  dolores; 

Y  las  espinas  que  hay  sobre  mi  frente 
Se  temarán  con  tus  caricias  flores. 

¡  Yo  te  amo !  ¡  sí !  mi  labio  que  lo  dice 
Se  estremece  de  júbilo  y  te  llama.. 
El  alma  en  el  silencio  te  bendice 

Y  lágrimas  de  amor  por  ti  derrama. 


I 


POESÍAS    ESCOGIDAS  75 


¡Mujer  de  bendición!  en  el  incierto 
Camino  por  do  cruzo,  sé  mi  guía, 
¡Cómo  te  íie  de  olvidar!  Estando  muerto 
Mi  polvo  en  el  sepulcro  te  amaría... 
Si  el  más  allá  tras  de  la  tumba  es  cierto.. 
Eternamente,  te  amaré,  alma  mía. 


XXXIX. 


A  ti  te  amo  no  más,  no  más  á  ti 
Dolores  Ouerero. 


A  ti,  la  de  alma  tropical  y  ardiente 
Que  enamorada,  á  bendecirla  llego, 
La  de  ojos  claros  y  mirar  de  fuego, 
Que  enciende  y  arrebata  la  pasión; 
A  ti  todas  las  notas  de  mi  lira, 
A  ti  todo  mi  amor  y  mi  ternura. 
Porque  eres  tú  h  espléndida  criatura 
A  quien  ama  con  fiebre  el  corazón. 

A  ti,  que  eres  más  dulce  y  más  hermosa 
Que  el  primer  resplandor  de  la  mañana, 
Cuando  el  mundo  despierta  y  se  engalana 
Con  el  beso  de  luz  que  envía  Dios ; 
A  ti  todas  mis  tiernas  esperanzas, 
A  ti  toda  mi  fe  santa  y  querida. 
Porque  eres  tu  la  vida  de  mi  vida 

Y  un  solo  corazón  late  en  los  dos. 
Me  da  celos  la  brisa  cuando  pasa 

Acariciando  suave  tu  semblante, 
Me  da  celos  la  fuente  murmurante 
Que  retrata  tu  rostro  en  su  cristal. 
Celos,  la  luz  que  tus  pupilas  hiere 
Si  alzas  tu  rostro  para  ver  al  cielo. 

Y  hasta  Dios,  hasta  Dios  me  causa  celo 
Cuando  rezas  contrita  en  el  altar. 

Yo  quisiera  que  nadie  te  mirara. 
Ni  que  tus  frases  sobre  el  mundo  oyera, 


76  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Y  que  yo  solo  venturoso  fuera 
Guardándote  en  mi  propio  corazón. 
Porque  eres  ttj  la  vida  de  mi  vida, 
Que  yo  idolatro  con  amor  ardiente 

Y  quisiera  vivir  eternamente 
Extasiado  contigo,  de  pasión. 

XL. 

Deja  que  arrodillado  me  embelese 
En  ti,  mi  única  inmensa  adoración. 
Déjame  que  te  abrace,  que  te  bese. 
Junto  á  mi  corazón  tu  corazón. 

Deja  que  se  haga  eterna  aquesta  hora 
En  que  me  ves  y  me  hablas,  vida  mía, 
Que  llore  mi  alma  cuando  tu  alma  llora, 
Que  ría  mi  labio  cuando  el  tuyo  ría. 

Deja  que  Dios  sea  el  único  testigo 
De  esta  pasión  que  el  corazón  abrasa. 
Deja  que  muerta  de  pasión  contigo 
Mientras  la  vida  transitoria  pasa. 

Y  así,  siempre  á  tu  lado  y  de  rodillas, 
Olvidado  del  mundo  y  sus  enojos. 
Sintiendo  en  mis  mejillas  tus  mejillas 

Y  mirando  mis  ojos  en  tus  ojos   ; 
Sintiendo  que  las  ondas  de  tu  aliento 

Van  con  las  ondas  de  mi  aliento,  unidas. 
Estando  en  oración  mi  pensamiento, 

Y  en  éxtasis  latiendo  nuestras  vidas, 
Sabrás  por  qué  mi  corazón  se  viste 

De  luto  que  contagia  mi  cariño, 
Sabrás  por  qué  mi  frente  está  tan  triste 
Desde  mis  horas  plácidas  de  niño. 

Yo  te  diré  qué  amargo  desconsuelo, 
Qué  horrible  maldición  de  la  fortuna, 
Como  un  negro  crespón  sobre  mi  cielo. 
La  suerte  descorrió  sobre  mi  cuna. 


I 


-i- 


POESÍAS    ESCOGIDAS  77 


Sabrás  todo  lo  que  hay  dentro  mi  mente, 

Y  que  sólo  por  ti  disfruto  calma, 

Y  besarás  mis  ojos  y  mi  frente, 

Y  tú  serás  la  adoración  de  mi  alma. 

XU. 

¿Podré  dejar  de  amarte  cuando  has  sido 
La  redención  de  todos  mis  dolores, 

Y  te  podré  olvidar  cuando  he  nacido 
Sólo  para  vivir  de  tus  amores? 

No  puedo  estar  sin  ti...  pasa  un  momento 

Y  al  no  mirarte  me  estremezco  y  lloro, 

Y  te  grita  la  voz  del  pensamiento  : 
Ven,  yo  con  todo  el  corazón  te  adoro. 

¿Y  tú  me  hablas  de  ayer?  ¿y  es  tu  reproche 
Desgarrador  y  amargo?...  ¡suerte  impía! 
¡Ayer!  eterna  y  tenebrosa  noche 
Que  cambiaste  en  aurora,  vida  mía. 

Tú,  sólo  tú  le  volverás  la  calma 
A  este  mi  corazón  que  en  ti  palpita; 
I Y  tú  serás  la  adoración  de  mi  alma 
Inmaculada,  espléndida,  infinita! 

XLII. 

¿No  has  visto  á  la  media  noche 
Cuando  duerme  la  natura, 
Esas  nubes  tan  negras,  tan  tristes 
Que  empañan  la  luna? 

Luna  que  llenas  el  cielo 
De  mi  amor,  de  mi  ventura, 
Nubes  negras  que  se  alzan  del  alma, 
Los  celos  te  nublan. 

¿No  has  visto  cómo  en  el  árbol 
Los  pajarillos  saludan 
A  esos  bellos  celajes  que  prende 
La  aurora  en  su  túnica? 


78  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Celaje  de  oro,  que  rompe 
De  mis  pesares  la  bruma, 
Desde  el  árbol  de  mi  alma,  mis  cantos 
Te  llaman,  te  buscan. 

¿No  has  visto  en  la  Primavera, 
Que  límpido  el  sol  fulgura, 
Cómo  se  abren  las  flores  y  el  campo 
Tranquilas  perfuman? 

Primavera  eternal  de  mi  vida. 
Tu  amor  me  perfuma. 
Son  tus  ojos  dos  soles  que  siempre 
Me  animan,  me  alumbran. 

¿No  has  visto  al  niño  en  el  templo 
Frente  baja,  boca  muda, 
Adorar  con  la  fe  de  la  infancia 
A  Dios  que  lo  escucha? 

Así  yo,  frente  al  destino 
Que  me  mostró  tu  hermosura. 
Te  idola^o  con  esa  fe  inmensa 
Que  se  alza  en  la  cuna. 

Una  estrella  que  el  misterio 
Encendió  sobre  mi  angustia. 
Ilumina  felices  dos  almas, 
Felices,  por  juntas. 

¿Qué  importa  que  nuestra  suerte 
Esté  dudosa  y  obscura? 
¿Quién  podrá  separar  en  la  tierra 
Mi  vida  y  la  tuya?... 

XLIII. 

Anoche  cuando  dormía 
De  cansancio  fatigado. 
No  sé  qué  sueño  dorado 
Flotó  sobre  el  alma  mía... 
Recuerdo  que  te  veía. 


POESÍAS    ESCOGIDAS 


79 


Que  tú  me  estabas  mirando, 
Que  yo  te  estaba  contando 
Mi  vida  triste,  muy  triste; 
Que  después  despareciste 
Y  abrí  los  ojos  llorando.  - 


XLIV. 

Murió  otoño...  el  viento  frío, 
Ahuyenta  á  los  ruiseñores, 

Y  en  el  campo  no  halla  flores 
Donde  posarse  el  rocío; 

Un  árbol  triste  y  sombrío 
Alza  sus  ramas  al  cielo. 
Mata  sus  fuerzas  el  hielo, 
Las  rompe  el  viento  en  astillas, 

Y  sus  hojas  amadlas 
Poco  á  poco  caen  al  suelo. 

En  mi  alma  así  las  pasiones 
Dejando  un  dolor  eterno, 
Vinieron  como  el  invierno 
A  matar  mis  ilusiones ; 
Llanto,  pesar,  decepciones, 
Guardaba  mi  corazón. 

Y  cuando  era  mi  ambición 
Buscar  refugio  en  la  muerte, 
Plugo  al  cielo  conocerte 

Y  volver  á  la  ilusión. 

El  árbol  que  en  la  pradera 
Causaba  al  verlo  congojas, 
Vistióse  de  nuevas  hojas 
Al  nacer  la  primavera. 
Yo,  que  como  el  árbol  era, 
Sin  protección,  sin  abrigo, 
Presa  del  cruel  enemigo 
Del  alma,  la  decepción, 
Al  darte  mi  corazón 
Hallé  la  vida  contigo. 


80  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


XLV. 

Moría  la  tarde,  y  la  noche 
Su  obscuro  velo  tendía. 
Cada  ave  se  recogía, 
Cada  flor  cerraba  el  broche, 

Y  yo  aislado, 
Solamente  acompañado, 
De  tu  imagen  seductora, 
Por  tu  recuerdo  animado. 
Miré  en  la  tarde  la  aurora 
Porque  tú  me  habías  mirado. 

Ama  el  poeta  á  la  natura, 
Ama  á  Dios  el  serafín. 
Pero  ni  el  poeta  ni  el  ángel 
Aman  como  te  amo  á  ti. 

Cada  flor  derrama  esencia, 
Cada  estrella  vierte  luz, 
Pero  ni  flores  ni  estrellas 
Me  deslumhran  como  tú. 
Te  veo  más  linda  que  el  campo, 
Más  pura  que  el  cielo  azul, 

Y  t©  amo  con  toda  el  alma 
Pues  toda  el  alma  eres  tú. 

Dicen  que  los  niños  duermen 
Bajo  las  alas  de  un  ángel... 

Y  yo  no  envidio  á  los  niños. 
Porque  me  vela  tu  imagen. 
Tu  imagen  que  para  el  alma 
Es  dulce  como  una  madre, 
Como  una  hermana,  bendita, 

Y  ardiente,  como  un  amante... 
Dime,   tú,  mujer  del  cielo, 
¿Por  qué  calmas  mis  pesares? 
Al  dormir  cierro  los  ojos 

Y  no  dejo  de  mirarte... 
Porque  si  jo  no  te  viese 


POESÍAS    ESCOGIDAS  81 


No  sería  porque  cegase, 
Que  tan  sólo  es  ciega  el  alma 
Cuando  es  el  cuerpo  un  cadáver, 

Y  te  he  de  ver  mientras  vivas 
Como  á  Dios,  en  todas  partes. 

Vi  un  ave  cruzar  el  cielo, 

Y  pregunté  :  ¿A  dónde  va?... 

Y  ella  sin  parar  el  vuelo, 
Me  respondió  :  «  Voy  allá  ». 
Allá,  me  dije  :  ¡  quién  sabe ! 

Y  ella  me  vio  entristecer; 
Que  tuve  celos  del  ave 
Creyendo  que  te  iba  á  ver. 
Llegué  al  templo  temblando 

De  alguna  creencia  delirante  en  pos ; 
Vi  al  sacerdote  alzando 
La  blanca  forma  en  que  se  oculta  Dios. 
Era  el  primer  albor  de  la  mañana. 
Todo  era  santo  y  misterioso  allí... 
((  De  rodillas  »,  nos  dijo  la  campana, 

Y  no  me  arrodillé...  pensaba  en  ti. 

Alguien  me  dijo  :  ¡  Impío  I 
Póstrate  conmovido  en  oración. 

Y  respondí,  mirándole,  bien  mío  : 

«  Orando  está  mi  ardiente  corazón  ». 


XLVL 

No  quiero  que  el  aire  aliente 
Ni  que  nos  alumbre  el  sol, 
Ni  que  haya  en  la  planta  flor 
Ni  juventud  en  el  alma 

Ni  en  la  juventud  pasión. 
Que  todo  y  mejor  que  todo 
Es  para  mi  ser  tu  amor, 
Y  sin  tu  amor,  vida  mía, 
Nada,  nada  quiero  yo. 


oeslas    escogidas. 


82  JUAN  DE  DIOS  PEZA 

XLVII. 

Era  todo  un  mar  de  oro  el  horizonte; 
Sobre  la  cima  del  helado  monte 
Se  derramaba  en  orlas  la  púrpura  del  sol ; 

Y  suspendido  en  el  azul  del  cielo 
Esplendido  flotaba  como  prendido  á  un  velo 
El  último  celaje  de  nácar  y  arrebol. 

Abriendo  sus  corolas  las  flores  vespertinas, 
Buscando  el  dulce  nido  las  negras  golondrinas, 
Humilde  á  su  cabana  volviendo  el  labrador. 

Todo  lo  que  aparece  al  espirar  el  día 
Se  retrataba  inmenso  dentro  del  alma  mía, 
Del  alma  donde  vive  la  lumbre  de  tu  amor. 

Yo,  que  miraba  absorto  la  natura 
Pensando  en  tu  belleza,  pensando  en  tu  ternura 
«  Voy  á  cantarla  »  dije,  para  gozar  así. 

Y  frente  á  tus  encantos,  hice,  vibrar  mi  lira ; 
Vibró,  pero  en  silencio.  Naturaleza  inspira, 
Pero  mi  lira  es  sólo  para  cantarte  á  ti. 

(Me  dormí  oyendo  el  alma 
No  sé  qué  dulce  concierto, 

Y  en  esa  hora  las  campanas 
Estaban  tocando  á  muerto, 

Y  una  voz  pausada  y  lúgubre 
Rezaba  por  el  que  fué. 

Y  yo  sin  que  nada  santo 
Mi  corazón  consolara. 
Dejé  sonar  esos  dobles. 
Dejé  á  la  voz  que  rezara. .r. 
Pasaste  junto  á  esa  tumba 

Y  al  verte  resucité. 

XLVIII. 

No  me  preguntes  nunca 
Si  he  amado  á  otra  mujer  antes  que  á  ti ; 

Qué  aunque  yo  te  lo  niegue 
Te  ha  de  decir  el  corazón  que  sí... 


i 


POESÍAS    ESCOGIDAS  83 


Y  no  es  porque  haya  sido 

Que  á  nadie  más  que  á  ti,  mi  alma  adoró, 

Y  en  el  amor  inmenso 
Causa  celos  el  tiempo  que  pasó... 

Perdóname  que  débil 
Te  acuse  de  otro  tiempo  y  de  otro  amor, 

Yo  sé  que  no  has  amado, 
Pero  al  pensarlo  muero  de  dolor. 

Los  celos  nos  devoran 
Y  por  esto  sufrimos,  bien  lo  sé : 

Nuestras  almas  se  adoran, 
I  Qué  nunca  falte  á  nuestro  amor  la  fe ! 

Cada  noche  cuando  duermes 
Soñarás  en  que  voy, 
Lejos,  muy  lejos,  muy  lejos 
De  donde  vivimos  hoy. 

Yo  cada  noche  llorando 
Que  me  olvidas  soñaré, 
Y  que  te  vas  y  que  vives 
Muy  lejos  de  donde  esté... 

Pero  no  temas,  no  temas 
Que  ese  sueño  no  será : 
Siempre  el  que  tiene  la  dicha 
Sueña  con  que  se  le  va. 

XLIX. 

Si  el  terrible  poder  del  destino 
Nos  llegase  á  apartar  algún  día. 
Aunque  sigas  opuesto  camino 
Tu  alma  siempre  estará  con  la  mía. 

¿Quién  dos  almas  que  se  aman  divide 
Aunque  el  dardo  de  ausencia  nos  hiera? 
No  me  puedes  pedir  que  te  olvide 
Porque  no  has  de  querer  que  me  muera. 


84  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


¿Cabe  la  eternidad  en  un  instante? 
¡  No !  ¡  No  puede  caber ! 
Y,  sin  embargo,  cuando  estoy  contigo 
Siento  la  eternidad,  si  tú  me  ves... 
El  amor  infinito  es  un  misterio 
Y  todo  lo  imposible  cabe  en  él. 

LI. 

Tengo  una  sombra  sobre  mi  cielo, 
Dentro  del  alma  tengo  un  dolor, 

Sombra  de  duda 

Sombra  de  cielo, 
Sombra  que  empaña  mi  ardiente  amor. 

Mata  esa  sombra  con  tu  ternura, 
Viertan  tus  ojos  con  su  expresión, 

Luz  infinita, 

Luz  de  ventura, 
Luz  que  ilumine  mi  corazón. 

¡  A^y  I  tú  no  sabes  que  sufro  y  lloro, 
Si  no  te  miro,  si  no  me  ves, 

Porque  te  quiero. 

Porque  te  adoro. 
Porque  está  mi  alma  bajo  tus  pies. 

LH. 

¿Que  te  pueda  olvidar?  más  fácil  fuera 

Callar  al  corazón, 
Dejar  sin  pensamiento  mi  cerebro, 
Y  mis  pupilas  sin  la  luz  del  sol... 
Aunque  me  despreciaras,  aun*  entonces 

Te  adoraría  cual  hoy, 
Ttí,  que  orando  te  elevas  hasta  el  cielo 

Pregtjntaselo  á  Dios, 
Todo  puedes  pedirme,  hasta  la  muerte, 
Pero  pedirme  que  te  olvide...  ¡no! 


POESÍAS    ESCOGIDAS 


85 


Lili. 
No  hay  un  cielo  más  hermoso 
Que  el  de  un  amor  en  el  alma, 
Ni  horizonte  más  sereno 
Que  el  que  finge  la  esperanza; 
Mas  ¡  ay !  que  si  el  desengaño 
Su  sombra  en  ello  derrama, 
Ese  cielo  se  obscurece, 
Ese  horizonte  se  apaga, 

Y  en  vano  vi.enen  las  quejas 

Y  en  vano  brotan  las  lágrimas ; 
Vivir  es  tener  el  pecho 
Lleno  de  amor  y  esperanza 

Y  ¡  ay  de  aquel  á  quien  la  suerte 
Sus  ensueños  arrebata ! 

¡  Ay  de  aquel  que  nada  espera  I 
¡  Ay  de  aquel  que  ya  no  ama ! 
i  Qué  tiene  dolor  sin  quejas, 
Que  llega  á  llorar  sin  lágrimas ! 
Es  una  tumba  su  pecho, 
Es  un  cadáver  su  alma, 
Su  porvenir  una  sombra 

Y  su  pasado  un  fantasma. 

I  Vida  de  mi  ardiente  vida  * 
Mi  corazón  te  idolatra; 
Tu  amor  llena  mi  existencia 
De  ilusión  y  de  esperanza, 

Y  si  tu  amor  se  extinguiere. 
Si  mi  esperanza  se  acaba, 
Si  te  ausentas  y  si  dejas 

En  el  olvido  á  mi  alma, 

Y  si  hasta  mi  nombre  borras 

Y  mis  promesas  más  santas; 
Mi  amor  enfrente  á  tu  olvido 
Mantendrá  viva  su  llama; 
Vivirán  mis  ilusiones, 
Vivirán  mis  esperanzas, 
Porque  amando  y  esperando 
¿Qué  corazón  no  se  salva  ? 


JUAN  DE  DIOS  PEZA 


LIV. 

<  Soné  que  sonabas 

¿Sueñas?  despierta,  que  se  acerca  el  día; 
Ella  hablando  dormida :  Te  amo,  sí, 
¿A  quién  hablas  tan  dulce,  vida  mía? 
Despierta,  tengo  celos  ¡qué  agonía! 
¡Quizá  durmiendo  se  olvidó  de  mí! 
Ella :  Tú  formas  mi  pasión,  mi  anhelo, 
¡Calla!  Una  vida  animara  á  les  dos. 
¡Despiértate!...  ¿A  quién  hablas?  ¡tengo  celos! 
Ella  al  abrir  los  ojos :  «  Tú  en  el  cielo  » 


LV. 

Mi  vida  es  como  el  mar ;  tiene  en  sus  horas 
La  agitación  que  lo  levanta  airado, 
Cuando  envuelto  en  sus  ondas  bramadoras, 
Se  arrastra  el  huracán  desenfrenado. 

¡Ay!  cuando  esquiva  tu  mirada  ardiente 
No  la  fijas  en  mí,  que  te  amo  tanto, 
Mi  vida  es  como  un  mar  se  agita  hirviente 

Y  son  su  tempestad,  quejas  y  llanto. 

Cuando  amorosa  y  tierna  cual  ninguna 
Fijas  en  mí  tus  lánguidas  pupilas, 
Mi  vida  es  como  un  mar  donde  la  luna 
Alumbra  olas  calladas  y  tranquilas. 

A  tu  voz  celestial,  mis  ilusiones 
Despiertan  siempre  mágicas  y  bellas, 

Y  tienen  con  tus  dulces  expresiones 
Mi  mundo  flores  y  mi  cielo  estrellas. 

¡  Mi  vida  es  como  el  mar !  tií  la  dominas 

Y  vences  su  arrebato  y  sus  furores ; 
Cambias  en  blondas  de  oro  sus  neblinas. 
Su  estéril  playa,  en  piélago  de  flores. 


p 


POESÍAS    ESCOGIDAS  87 


Se  le  opone  el  destino  y  lo  derrumba, 
Vence  por  ti  las  leyes  de  la  suerte 

Y  salva  los  abismos  de  la  tumba 

Y  enciende  las  tinieblas  de  la  muerte. 


LVI. 

¡Oh,  virgen  del  amor!  es  tu  mirada 
La  mágica  expresión  de  la  pureza 
Que  irradia  en  el  fulgor  de  una  alborada ; 

Y  coronan  tu  frente  inmaculada 

La  juventud,  la  gracia  y  la  belleza. 

Eres  la  predilecta,  la  escogida 
Del  genio  que  protege  la  ventura  ; 
La  flor  en  el  desierto  de  la  vida. 
La  reina  en  el  vergel  de  la  hermosura. 

Cruzas  la  tierra  y  con  tu  leve  planta 
Vas,  al  pisar,  acariciando  el  suelo, 

Y  tu  sonrisa  virginal  y  santa 

Es  un  reflejo  del  amor  del  cielo. 

Eres  esbelta ;  la  flexible  palma 
Te  dio  su  gentileza  y  gallardía... 

Y  al  conocerte  i  religión  del  alma ! 
Te  hallé  como  mi  amor  te  presentía. 

¡Cómo  no  idoloírarte  estremecido  ' 
De  infinita  pasión !  ¡  Cómo  no  verte 
Estando  en  tu  mirar  embebecido ! 
Nunca  este  amor  extinguirá  la  suerte 
Ni  podrán  en  mi  mundo  obscurecerte 
Los  cendales  de  niebla  del  olvido. 

¡  Oh  mi  púdica  y  pálida  azucena ! 
Mi  vida  que  en  el  tedio  se  consume, 
Surge  de  amor  y  de  esperanza  llena 

Y  encuentra  redención  con  tu  perfum#. 


JUAN  DE  DIOS   PEZA 


Te  vi,  y  el  corazón  basado  en  fuego 
Suspendió  su  latir...  te  conocía... 
Se  nublaron  mis  ojos  ¡ay!  y  luego 
Voló  á  tu  corazón  el  alma  mía. 
Busqué  en  vano  la  calma  de  otras  horas, 

Y  evoqué  con  los  sueños  del  pasado 
De  otra  edad  las  fantásticas  auroras; 

Y  fui  feliz  y  me  soñé  á  tu  lado. 

Este  amor  que  halla  el  Universo  estrecho 
Para  poder  vivir,  Dios  es  testigo 
Qué  á  tu  presencia  se  encendió  en  mi  pecho, 
¡  Dios  eabe  bien  que  morirá  conmigo  I 


LVII. 


X 


¿Te  acuerdas  de  aquel  día 
En  que  el  trocarse  en  realidad  mi  anhelo, 
Era  la  vez  primera  que  veía 
Tu  rostro  que  en  mis  sueños  presentía, 
Tus  lindos  ojos  de  color  de  cielo?... 

Era  en  el  mes  de  encantos  seductores, 
Cuando  sólo  hay  perfumes  en  la  brisa, 
Y  el  cielo  es  muy  azul,  hay  muchas  flores... 
Mayo,  que  retrataba  tu  sonrisa, 
Doquier  vertiendo  juventud  y  amores». 

Te»  conocí  cuando  la  amarga  pena 
Hería  mi  corazón;  tras  esos  años 
Cuyo  recuerdo  horrible  me  envenena, 
¡  Ah !  ttá  de  vida  y  esperanza  llena. 
Llorando  yo  mis  tristes  desengaños. 

¡  Divina  encarnación  de  sueño  hermoso ! 
Del  edén  inmortal  ángel  proscrito, 
Al  eco  de  mi  acento  cariñoso 
Escuché  de  tu  labio  tembloroso 
No  sé  qué  de  espontáneo  y  de  bendito... 


POESÍAS    ESCOGIDAS 


¿Me  amabas?  ¡no  lo  sé!  ¿quién  interpreta 
El  misterio  de  un  alma  recatada 
N  quien  el  soplo  del  dolor  inquieta? 
Al  estrechar  tu  mano  fui  poeta, 
¡  Me  soñé  un  dios,  sintiendo  tu"  mirada ! 

Me  deslumhraba  tu  mirar  divino, 
A  tus  plantas  caí  rendido  y  ciego, 

Y  siendo  sobre  el  mundo  un  peregrino 
Puse  á  tus  pies  mi  corazón  de  fuego. 
Hice  de  tu  alma  el  sol  de  mi  destino. 

Hablamos  de  tu  suerte  y  de  mi  suerte, 

Y  tu  acento  de  amor,  dulce  y  querido, 
Me  salvó  del  olvido  y  de  la  muerte ; 

¡  Ah !  yo  te  amaba  ya,  sin  conocerte, 
Mi  alma  te  había  esperado  y  presentido. 

Así...  pálida  y  casta...  tu  belleza 
Como  un  astro  de  amor  dulce  y  profundo, 
¡Jova  de  la  sin  par  Naturaleza! 
Espléndida  y  altiva  tu  cabeza 

Y  la  mirada  desdeñando  el  mundo. 

Así  te  presentí...  tus  ojos  bellos 
De  miradas  serenas  y  tranquilas 
Como  el  alma  que  Dios  puso  tras  ellos... 
La  aurora  con  sus  vividos  destellos 
Envolviendo  la  noche  en  tus  pupilas. 

Al  conocerte,  trémulo  y  de  hinojos, 
Tus  manos  estrechaba  entre  mis  manos. 
Sin  pesares  ni  lágrimas  ni  enojos... 

Y  sorprendí  una  lágrima  en  tus  ojos 
Divinos,  celestiales,  soberanos... 

¿Lloras?...  y  tu  alma  ruborosa  dijo: 
Lloro  al  sentir  que  quiero  y  soy  querida... 
Por  eso  nada  más  lloro  y  me  aflijo... 
El  amores  de  Dios,  Dios  lo  bendijo,, 

Y  él  unirá  tu  vida  con  mi  vida. 


00  JUAN  DE  DIOS   PEZA 


Y  despertó  tu  celestial  acento 
A  mi  alma  que  de  pena  se  moría, 
Y  me  enseñó  á  vencer  el  sufrimiento ; 
Tú  sabes  ya  que  desde  aquel  momento 
Mi  vida  es  tuya,  tu  existencia  es  mía. 


UVIII. 


¡Oh,  Sirio!  fiel  testigo 
De  mis  horas  de  amor,  dulces,  y  bellas, 
Tú  que  la  viste  conversar  conmigo, 
¿No  me  envidiaste,  oh  rey  de  las  estrellas  ? 

Si  das  ventura  y  caima, 
Da  calma  y  haz  feliz  á  su  hermosura, 
Como  á  los  goces  del  amor  del  alma 
Diste  á  los  rayos  de  tu  lumbre  pura. 

Huye  siempre  al  ruido 
El  casto  amor  sin  mancha  y  sin  reproche, 
Y  mientras  más  ardiente  y  más  sentido. 
Más  vive  en  los  misterios  de  la  noche. 

En  las  horas  tranquilas 
En  que  me  habló  feliz  y  enamorada. 
Buscando  tu  fulgor  en  sus  pupilas 
Te  vi  palidecer  en  su  mirada. 

Ella  es  tan  pudorosa, 
Que  al  decirme  te  amo  se  estremece. 
Porque  su  voz  dulcísima  y  hermosa, 
De  pasión  en  sus  labios  enmudece. 

Ella  es  de  gracia  llena, 
Caléndula  de  amor,  que  cuida  el  cielo; 
Pura,  como  la  bóveda  serena 
Donde  prosigues  tu  callado  vuelo. 

I  Oh  Sirio !  estrella  santa, 
Astro  de  nuestro  amor  dulce  y  bendito. 


POESÍAS    ESCOGIDAS  91 

¡Cuánto  en  mis  horas  de  pasión  me  encanta 
Verte  cruzar  el  piélago  infinito  I 

Desde  la  tierra,  juntos ;  ese  día 
Te  llamaré  la  estrella  de  mi  suerte, 
La  estrella  de  mi  amor,  la  estrella  mía. 

LIX. 

¡Deidad  del  alma  mía! 
¿Adonde,  adonde  estás  para  que  llenes 
De  luz  y  amor  mi  ardiente  fantasía? 
Tti,  que  en  las  horas  de  mis  sueños  vienes, 

Y  de  la  noche  entre  la  augusta  calma 
Viertes  en  mí  tus  gratos  embelesos, 
Como  una  lluvia  de  amorosos  besos 
Sobre  'as  flores  del  Jardín  del  alma. 
¿Adonde,  adonde  estás?  Eres  la  estreUa 
Que  en  mi  horizonte  apareció  encendida, 
Para  adumbrar  tan  pálida,  tan  bella 
Las  horas  más  amargas  de  mi  vida. 
Cuando  en  la  infancia  trémulo  y  creyente 
Bajo  la  augusta  bóveda  cristiana. 
Llegue  sumiso  a  doblegar  la  frente 

Al  armónico  son  «ie  una  campana ; 
¿Eres  tú  la  que  mágica  y  hermosa, 
Del  sacro  altar  bajo  el  dosel  inmenso 
Te  alzabas  como  forma  luminosa, 
Arropándote  leve  y  misteriosa 
En  las  azules  nubes  del  incienso? 
Presentimiento  que  á  mi  pecho  vino 

Y  despertó  las  gratas  ilusiones 

Que  quedaban  y  embellecen  mi  destino; 
¿Surgiste  entre  mis  negras  decepciones 
Vencedora  inmortal  de  mi  destino? 
Venciste  mi  alma  y  te  llamó  su  egida. 
Llegaste  al  corazón  y  te  ama  ciego... 

Y  eres  ya  tan  amada  y  tan  querida, 
Que  olvidado  de  ti  tendría  en  la  vida 
Mi  alma  sin  fe  corazón  sin  fuego. 


92  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Deja  que  con  tu  amor  pasen  mis  años, 
Vuelen  mi  horas  y  huyanse  mis  días, 
En  pos  de  sacrosantas  alegrías, 
Lejos  de  dolorosos  desengaños. 
Tú  me  has  visto  llorar,  como  se  llora 
De  dicha  y  de  pasión,  lágrimas  santas 
Que  redimen  al  pecho  que  te  adora. 
¡Mírame  cómo  tiemblo  ante  tus  plantas! 
Tú  calmas  mi  pesar  y  mis  enojos... 
No  te  apartes  de  mí.  que  si  te  alejas 
¿A  quién  daré  mis  quejas? 
¿A  quién  ¡  oh  Dios !  se  volverán  mis  ojos  ? 
¡Yo  vivo  de  tu  amor!  Es  mi  existencia 
Culto  de  un  porvenir  que  nadie  alcanza; 
Has  encendido  el  sol  de  mi  creencia, 
Dando  vida  á  la  flor  de  mi  esperanza. 
¡Amor!  la  ley  suprema,  la  harmonía 
Que  llena  el  cosmos  y  engrandece  al  hombre, 
Al  mirarte  la  siente  el  alma  mía, 
j^En  mí  palpita  al  escuchar  tu  nombre... 
¡Eres  mi  prometida!  la  que  tiene 
Toda  la  luz  del  sol  en  la  mirada, 
La  que  en  mis  noches  solitarias  viene 

Y  está  en  mi  ardiente  corazón  grabada. 
Mi  juventud,  mis  horas  intranquilas 
Las  llena  mi  pasión,  te  adoro  ciego. 

La  claridad  que  envuelve  tus  pupilas 
Es  un  cielo  de  amor  y  un  mar  de  fuego. 
Al  recordarte  el  corazón  te  admira, 
Tu  ser  lo  lleva  el  corazón  impreso, 

Y  al  cantarte,  las  cuerdas  de  mi  lira 
Saben  vibrar  como  el  rumor  de  un  beso. 

J^  ¡Te  adoro,  sí!  bajo  tu  dulce  encanto 
Vive  mi  juventud,  y  ardiente  y  loco, 
Río  con  tu  risa  y  lloro  con  tu  llanto. 

Y  te  amo  tanto,  tanto, 

Que  ante  mi  amor  el  Universo  es  poco. 
Nunca  podrá  terrible  la  amargura 
Borrar  del  corazón  joven  y  ardiente 


/ 


POESÍAS    ESCOGIDAS  93 


Este  fuego  de  amor  y  de  ventura 

Que  siento  arder  en  mi  alma  y  en  mi  frente. 

Mas  ¡ay!  ya  sé  que  todo  lo  querido, 
Todo  lo  que  ama  el  alma  enamorada, 
Se  apaga  entre  las  sombras  del  olvido  ; 
Qué  todo  es  ilusión...  es  humo...  ¡es  nada! 
Sé  qué  van  las  doradas  ilusiones 
A  un  abismo  sin  fin ;  que  nada  queda 
De  los  goces  que  fueron  sin  mancilla, 

Y  que  tampoco  al  recordarlos  rueda 
Una  lágrima  amarga  en  la  mejilla. 

j  Triste  destino  del  que  llega  al  mundo ! 
¡Breves  se  van  los  venturosos  días! 
¡  Ay !  ¡  si  pudiera  con  mi  amor  profundo 
Hiciera  eternas  las  venturas  mías! 

¡Mujer  de  bendición!  tú,  la  que  llenas 
De  ensueños  y  de  amor  todas  mis  horas, 
La  que  das  á  mis  muertas  azucenas 
El  rocío  de  las  lágrimas  que  lloras, 
¿Me  podrás  olvidar?...  Te  amo  y  te  veo 
De  fe  llenando  el  corazón  ateo, 
De  fuego  á  el  alma  pesarosa  y  fría. 
Yo  vivo  del  amor;  mi  afán  profundo 
Es  encontrar  en  ti  dicha  y  consuelo ; 
Lejos  estás  de  la  pasión  del  mundo. 
Yo  te  consagro  la  pasión  del  cielo. 
Te  busco  en  mis  ensueños  y  te  sigo 
Por  doquiera  que  vas;  pues  que  te  amo, 

Y  en  medio  de  mis  penas  te  bendigo 

Y  con  la  voz  del  corazón  te  llamo. 
Quiero  ser  todo  tuyo  y  me  embeleso 

Con  mis  noches  de  amor  ¿no  habrá  ninguna 
En  que  miremos  al  rumor  de  un  beso 
Temblar  de  amor  los  rayos  de  la  luna? 

¡Oh!  mira  cuan  inmenso  es  el  hastío 
Que  me  consume  el  alma  y  la  devora 


94  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Siempre  que  miro  el  porvenir  sombrío, 
Callando  al  corazón  que  amargo  llora. 
¡Alma  del  alma!  ¡sol  de  mi  camino! 
Faro  que  al  puerto  venturoso  guía, 
Si  llega  á  separarnos  el  destino 
¿Qué  será  sin  tu  amor  la  vida  mía? 

LX. 

No  sabes  lo  que  siento,  si  fijas  tu  mirada 
En  mí,  con  amorosa  dulcísima  expresión. 
Mi  sangre  como  una  ola  de  fuego  arrebatada 
Me  llena,  me  sofoca,  me  a"brasa  el  corazón. 

¡  Oh !  ¡  veme,  veme  siempre !  Tus  ojos  son  tan  bellos 
Que  en  vano  envidia  el  cielo  su  dulce  claridad, 
Me  miras  con  el  alma;  cuando  me  ves,  con  ellos 
Amor  está  en  tus  ojos  como  una  eternidad. 

Cuando  me  ves,  mis  horas  deslízanse  tranquilas 

Y  en  vano  á  mi  alma  llegan  las  sombras  del  pesar  : 
Si  un  cielo  está  escondido  detrás  de  tus  pupilas, 
Transpórtame  á  ese  cielo  con  sólo  tu  mirar. 

¡  Encanto  de  mi  vida !  Mujer  idolatrada. 
La  diosa  y  soberana  que  impera  en  mi  existir, 
Que  no  me  falte  nunca  la  luz  de  tu  mirada 
Para  sentirme  tuyo,  para  poder  vivir. 

Yo  te  amo  con  inmensa,  con  ciega  idolatría. 
Eres  mi  solo  ensueño,  mi  encanto  y  mi  pasión, 
Si  no  quiere  la  suerte  que  te  contemple  mía, 
¿Por  qué  no  rompe  y  mata  mi  triste  corazón? 

Mírame,  y  que  tus  ojos  divinos,  seductores. 
Se  aduerman  mientras  busco  en  su  mirar  á  Dios; 
Ttj  eres  sobre  la  tierra  el  Dios  de  mis  amores 

Y  tus  miradas  unen  las  almas  de  los  dos. 

Por  tanto  que  te  adoro,  por  tanto  que  te  quiero, 
Por  este  anhelo  eterno  de  verte  sin  cesar, 
Si  sabes  que  estoy  triste,  si  sabes  que  me  muero, 
Devuélveme  á  la  vida  con  sólo  tu  mirar. 


POESÍAS    ESCOGIDAS  95 


I     Habla...  no  temas  nada...  mi  corazón  te  adora, 
i  El  cielo  de  mis  sueños  encenderá  su  aurora, 
I  Mis  esperanzas  todas  se  encenderán  también. 
Tus  juramentos  guardo  dentro  del  alma  impresos, 
Sobre  mis  labios  arde  la  fiebre  de  tus  besos, 

¡Acércate...  no  temas...  estamos  solos...  ven. 

i 

Tu  mano  entre  mis  manos...  tus  ojos  en  mis  ojos, 
Sin  dudas  ni  pesares,  sin  lágrimas  ni  enojos, 
Dime  tus  pensamientos,  tu  sueño  tu  ambición. 
i  Reclinaré  en  tu  seno  mi  frente  enamorada, 
I  Quiere  beber  el  alma  la  luz  de  tu  mirada, 
I  Quiero  escuchar  latiendo  tu  virgen  corazón. 

I     Mírame...  dime  todo,  ¡tiemblas!  por  que,  mi  vida, 

i  Estamos  en  el  cielo,  tu  frente  está  encendida. 

I  Respóndeme...  es  la  dicha  la  que  sintiendo  estás. 
Deja  que  yo  me  muera  teniéndote  á  mi  lado, 
Incendíeme  la  frente  tu  aliento  embalsamado, 

I  Mátame  con  tus  labios,  besa,  bésame  más. 

r»  Nadie  en  esta  hora  dulce  será  nuestro  testigo, 
'  Estás  dentro  de  mi  alma  para  tener  conmigo 
j  La  realidad  del  cielo,  la  ausencia  del  dolor, 
j  Yo  vivo  para  tu  alma  que  apura  las  delicias 
I  De  todos  sus  sollozos,  de  todas  sus  caricias, 
De  todos  esos. miedos  sin  nombre,  de  tu  amor. 


Cuando  mes  ves,  no  siento  desvanecerse  el  día. 
Mis  labios  no  hablan,  cantan,  cuando  te  llaman  mía. 
Me  faltan  corazones  para  adorarte  más. 
Tú  eres  el  dios  del  alma  á  quien  venera  sola. 
Mírame...  así  me  siento  rodeado  por  la  aureola 
Que  la  ventura  esparce  por  donde  quier  que  vas. 

No  encuentro  hermosura  rival  de  tu  hermosura, 
Creo  sólo  en  la  pureza  que  tu  mirar  fulgura. 
La  eternidad  la  siento,  viviendo  para  ti. 


96  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Tú  eres...  no  sé...  el  lenguaje  es  árido  y  mezquino, 
Eres  luz,  dicha,  gloria,  felicidad,  destino. 
Lo  espléndido,  lo  grande,  eso  eres  para  mí... 


Vivir  siempre  adorándote  besar  todas  tus  huellas, 
•Oir  tus  dulces  frases  para  soñar  con  ellas, 
Morir  entre  tus  brazos  temblando  de  pasión;  , 

Pensar  lo  que  tú  piensas,  tener  tu  mismo  acento, 
Hallar  vida  en  tus  labios,  y  respirar  tu  aliento, 
Teniendo  nuestras  vidas  un  solo  corazón. 

Seguirte  como  esclavo,  cuidarte  como  dueño, 
Velar  cambiando  en  ángel  las  horas  de  tu  sueño 
Seguir  junto  contigo  del  porvenir  en  pos. 
Esa  es  mi  vida,  virgen,  desde  que  yo  te  adoro, 
Tú  eres  del  alma  el  único,  el  sin  rival  tesoro, 
Al  verte  me  arrodillo...  Mujer,  sé  tú  mi  dios. 

LXII.  >' 

A  tus  plantas,  mujer  encantadora. 
Vengo  á  poner  mi  corazón  de  fuego ; 
En  la  noche  del  alma  eres  la  aurora, 

Y  ávido  de  tu  luz,  temblando  llego. 

Yo  sé  que  puedes  dar  á  mi  existencia 
Todo  ese  bien  que  le  negó  la  suerte; 
Por  eso  bajo  el  sol  de  tu  presencia 
¡Ámame!  grita  el  corazón  al  verte. 

El  célico  fulgor  de  tus  miradas 
Que  irradia  en  el  azul  de  mis  amores 
Dio  brillo  á  mis  estrellas  apagadas 

Y  dio  perfume  á  mis  marchitas  flores. 

Vengo  á  pedirte  con  amante  anhelo, 
Para  mi  corazón  delicia  y  calma, 

Y  á  poner  á  tus  pies,  mujer  del  cielo, 
Las  puras  flores  del  amor  del  alma. 

Como  al  templo  de  Dios  penetra  el  niño 

Y  hasta  el  sagrado  altar  trémulo  avanza; 


POESÍAS    ESCOGIDAS 


97 


Y  al  tronar  de  los  fusiles, 
El  grito  de  ¡Viva  Méijco! 
Brotando  de  aquellas  bocas, 
Va  con  su  postrer  aliento 
Por  el  cielo  de  la  patria 
En  nubes  de  gloria  envuelto. 


El  prisionero  de   Papazindán. 


'cesías    vaciifiidas. 


JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Al  santuario  inmortal  de  tu  cariño 
Vengo,  mujer,  temblando  de  esperanza. 

Ni  tu  piedad,  ni  compasión  reclamo, 
Una  mirada  el  corazón  invoca, 
Siento  en  la  inmensidad  con  que  te  amo 
Tus  besos  palpitar  sobre  mi  boca. 

Siento  en  la  soledad  tus  pasos  breves. 
Oigo  tu  voz  en  mi  redor  sombrío; 
Y  cada  vez  que  pasas,  que  te  mueves. 
Llenas  de  luz  el  pensamiento  mío. 

Perdóname  este  amor,  son  mis  dolores 
Disfrazados  de  goces  en  mi  pecho, 
Es  un  perenne  manantial  de  flores 
En  suspiros  y  lágrimas  deshecho. 

Perdóname  este  amor...  busco  tus  ojos, 
Sigo  tu  sombra  y  besé  tus  huellas, 
Para  cambiar  en  rosas  mis  abrojos. 
Para  cambiar  mis  nubes  en  estrellas. 

Rompe  con  tu  cariño  la  cadena 
Que  me  une  con  la  sombra  y  el  quebranto, 
Una  palabra  calmará  mi  pena, 
Una  caricia  enjugará  mi  llanto. 

Tú  eres  mi  redención...  y  antes  que  muera 
Sobre  la  cruz  de  mi  dolor  impío, 
Ven  á  esta  soledad  donde  te  espera 
El  alma  que  te  adora,  encanto  mío. 

LXIII. 

¡Oh   noche,   la  más  hermosa 
de  todas  las  de  mi  vida! 
En  ti  mi  alma  estremecida 
Para  amar  resucitó... 
Y  tú  envolviste  á  mi  pecho, 
De  pasión  viéndolo  ciego. 


POESÍAS   ESCOGIDAS  99 


En  la  atmósfera   del   fuego 
Que  necesitaba  yo... 

Contando  sobre  esta  tierra 
Apenas  veintitrés  años, 
¡Qué  huracán  de  desengaños 
Soplaba  en  mi  corazón! 

Y  tú,  noche,  tú  le  has  dado 
Para  calmar  mis  dolores, 
Estrellas,  aves  y  flores 

Al  mundo  de  mi  ilusión. 

A  ver...  ¡qué  solo  y  qué  triste 
Cruzaba  yo  mi  camino! 
El  látigo  del  destino 
Siempre  me  hirió  sin  piedad. 
Llevando  enferma  y  marchita 
Sin  porvenir  y  sin  calma, 
Por  mis  pesares  el  alma 
Envuelta  en  la  obscuridad. 

Ella,  noche,  tú  le  diste 
Tu  inspiración,  tu  grandeza, 
Cuando  al  sol  de  tu  belleza 
Ma  hiciste  resucitar, 

Y  la  miré  enternecida 

Y  ella  me  miró  de  hinojos, 

Y  al  hallarse  nuestros  ojos 
Dijimos  «  amar  »  <(  amar  ». 

Y  cubiertos  con  el  manto 
Que  tú  extendiste  sombrío, 
Su  corazón  junto  al  mío, 
Nuestras  almas  junto  á  Dios... 
Juramos  ser  uno  de  otro 
Entre  el  placer  y  la  calma 
Tener  qíi  el  mundo  un  alma 

Y  morir  juntos  los  dos. 
Danos  tú.   noche  bendita, 

Tu  sereno  y  dulce  manto. 
Haz  que  sea  eterno  el  encanto, 
De  esa  hora  de  bendición.. 


100  JUAN  DE  DIOS  PE2A 


Y  en  esta  tierra  mezquina 
Sin  llanto  ya  y  sin  dolores 
Eterniza  mis  amores 
Eterniza  mi  pasión. 

LXIV. 

Dices  que  todas  las  flores 
Te  seducen  y  te  encantan, 
Pero  que  de  todas  ellas 
Prefieres  la  rosa  blanca. 
Esos  pétalos  de  nieve, 
Esa  corola  sin  mancha 
Ese  perfume  divino 
Qué  de  su  cáliz  exhala, 
A  tus  sentidos  fascinan 

Y  te  enajenan  el  alma. 

Es  justo  que  tú,  tan  pura, 
Tú,  la  reina  de  las  gracias, 
La  joya  de  la  modestia. 
De  las  virtudes  la  gala, 
Ames  la  rosa  más  linda 
Que  en  el  jardín  te  retrata. 
Recuerdo  que  un  día  muy  triste, 
Al  nacer  de  la  mañana. 
Entregado  á  esos  ensueños 
Del  amor  y  la  esperanza... 
Fui  á  un  jardín  y  entre  sus  flores 
Busqué  en  el  reposo  calma. 
Aun  estaba  húmedo  el  musgo 
Por  las  lágrimas  del  alba, 
Los  pajarillos  contentos, 
Saltando  de  rama  en  rama, 
Daban  sus  trinos  sintiendo 
Luz  y  calor  en  sus  alas... 

Y  allí  bajo  un  bosquecillo 
De  hiedras  y  pasionarias 
Que  entre  los  troncos  añosos 
Se  suspenden  y  se  enlazan, 


POESÍAS  ESCOGIDAS 


101 


Vi  sobre  el  húmedo  musgo 
Abrirse  una  rosa  blanca : 
Era  la  luz,  la  diadema 
De  su»  frente  inmaculada 

Y  eran  sus  más  lindas  joyas 
Las  perlas  de  la  mañana... 
Pero  esa  luz,  esas  perlas 
Eran  en  su  frente  pálidas... 
Aquella  rosa  quería 

El  calor  de  tus  miradas. 
La  gracia  de  tus  sonrisas 

Y  el  amor  de  tus  palabras... 
Se  abrió  para  hallar  la  vida 

Y  no  te  llevaste  el  alma. 

Y  cuando  el  sol  iba  á  hundirse 
En  un  lecho  de  escarlata, 

Y  cada  ave  volvía  al  nido, 

Y  cada  flor  se  plegaba... 
Murió  la  rosa  que  apenas 
¡Vivir  pudo  una  mañana! 

Blanca  rosa  de  mis  sueños, 
Pura  redención  del  alma, 
Si  mañana  por  la  ausencia, 
O  la  muerte  ó  las  desgracias, 
Estoy  muy  lejos,  muy  lejos 
Del  calor  de  tus  miradas. 
Será  recuerdo  y  emblema 
Del  amor  que  hoy  nos  embriaga 
La  flor  que  más  te  cautiva, 
Tu  imagen,  la  rosa  blanca. 

LXV. 


¿Qué  ser  invisible 
Bajando  del  ámbito  inmenso  y  azul 

Envuelve  mi  frente 
En  ondas  gigantes  de  aromas  y  luz?. 


102  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


¿Qué  voz  misteriosa 
Murmura  en  mi  oído  su   extraño  rumor? 

¿Por  qué  se  suspende 
El  alma  en  un  sueño  de  gloria  y  de  amor? 

Sonó  media  noche, 
Y  velo  y  no  tengo  reposo  ni  paz, 

¿Qué  aliento  de  fuego 
Llegando  á  mi  frente  me  quema  la  faz? 

Fantasma,  ¿qué  quieres? 
Llegaste  y  conti'go  mi  ser  despertó... 

¿Qué  buscas?  ¿Quién  eres? 
El  alma  que  tu  alma  soñando  evocó... 

¿Tu  nombre? — no  alcanza 
A  nadie  en  el  mundo  mi  nombre  entender, 

¿Serás  la  esperanza. 
La  dicha,  la  gloria,  la  fama,  el  placer?... 

Feliz  compañera 
De  tu  alma  do  enciendo  la  fe  y  la  pasión; 

Soy  ave  viajera; 
Yo  vivo  en  el  cielo,  me  llamo  Ilusión... 

Detente,  detente 
No  vueles  al  seno  del  ámbito  azul. 

Envuelve  mi  frente 
En  ondas  gigantes  de  aromas  y  luz. 

Te  guarda  mi  alma, 
¡Oh!  deja  que  siempre  guardándote  esté... 

Que  goce  la  calma 
Del  hombre  que  aun  tiene  la  dicha  y  la  fe... 

Mis  duelos,  mis  penas 
Contigo  hallan  siempre  delicias  y  amor... 

Mi  mente  enajenas 
Contigo  se  goza  de  un  mundo  mejor. 

Si  mientes  ventura, 
¡Qué  sueños  tan  dulces  á  mi  alma  le  das 

¡Si  mientes  ternura... 
Tan  dulces  engaños  no  cesen  jamás ! 


F 


POESÍAS  ESCOGIDAS  103 


LXVI. 


Hay  penas  tan  ocultas,  tan  calladas, 
Que  lentamente  roen  el  corazón... 
Áspides  de  las  rosas  nacaradas 
Que  adornan  el  vergel  de  la  ilusión... 

Yo  conozco  esas  penas  y  las  siento, 
Ellas  me  hacen  á  solas  padecer... 

Y  no  puede  mi  voz  dar  un  lamento 
Ni  alma  ninguna  las  podrá  saber. 

Busco  en  tu  amor  consuelos  y  delicias ; 
Tú  podrás  esas  penas  mitigar... 
Tu  ternura,  tu  encanto,  tus  caricias, 
Pueden  mi  eterna  agitación  calmar 

¿Me  miras  siempre  triste?  es  un  hastío 
Que  hace  del  corazón  un  ataúd... 
En  cuyo  seno  cóncavo  y  sombrío 
Duerme  sin  porvenir  mi  juventud... 

:E1  porvenir!  fantasma  caprichoso... 
Contigo  vuelo  de  su  dicha  en  pos... 

Y  no  sé  si  su  brillo  mentiroso 
Al  apagarse  matará  á  los  dos... 

Tú  llevas  la  hermosura  y  la  pureza, 
Un  sol  de  fuego  en  tu  mirada  está, 
Yo  que  llevo  la  noche  en  mi  tristeza 
Voy  delirante  á  donde  tu  alma  va... 

¿No  llegaremos  al  confín  risueño. 
Que  guarda  á  nuestro  amor  templo  y  hogar? 
Si  esto  es  sólo  ilusión,  si  es  solo  sueño... 
Nadie  nos  venga  nunca  á  despertar... 

Esta  fiebre  del  alma,  esta  creencia, 
Es  de  mi  vida  la  esperanza  en  flor... 
Puede  hallar  una  tumba  mi  existencia 
Mas  ¿dónde  está  la  tumba  de  mi  amor? 

Es  mi  pasión  eterna,  nadie  puede 
Matar  su  fuego  sin  matarme  á  mí. 


104  JUAN  DE  DIOS  PEZA 

Y  auque  el  cadáver  sobre  el  mundo  puede 
Mirad  al  cielo  y  la  halleréis  allí. 

Victoriosa  estará  sobre  la  suerte... 
Nadie  podrá  medir  su  inmensidad, 
¿Qué  me  importan  el  tiempo  ni  la  muerte? 
¡Amor  es  Dios...  Dios  es  la  eternidad! 

LXVII. 

¡Cuanta  tristeza  al  corazón  doblega! 
¡Cuánto  pesar  el  alma  me  devora!... 
Herido  el  pecho  á  suspirar  se  entrega 
Viendo  lentas  pasar  hora  tras  hora. 

¿Por  qué  tiemblo  y  sollozo  y  desvarío? 
¿Por  qué  nada  me  da  placer  ni  calma? 
Mi  eterna  enfermedad  es  el  hastío 
Que  me  consume  y  obscurece  el  alma 

Feliz  ttj  que  no  sabes  de  dolores. 
Ni  conoces  tan  tórrido  tormento. 
Ni  has  visto  cómo  mueren  esas  flores 
Que  ornaron  el  jardín  del  pensamiento. 

Te  amo  con  tanto  amor,  que  es  imposible 
Que  se  pueda  amar  más  en  este  suelo; 
Pero  es  mi  pena  y  mi  dolor  horrible 
No  poder  darte  con  mi  amor  el  cielo. 

Aquí  sobre  la  tierra  en  que  han  nacido 
Nuestras  almas  que  se  aman  cpn  locura, 
El  santo  amor  se  paga  con  olvido 

Y  se  paga  el  placer  con  amargura... 

¡Ay!  yo  no  quiero  que  jamás  tú  mente 
Llegue  á  olvidar  de  nuestro  amor  la  historia. 
Mañana  cuando  esté  muerto  ó  ausente 
¿No  guardarás  mi  nombre  en  tu  memoria? 

¿Te  olvidarás  acaso  de  que  un  día 
Cambiaste  en  azucenas  mis  abrojos?... 
¿Podrás  apartar  tu  alma  de  la  mía 
Sin  que  me  vuelvan  á  mirar  tus  ojos? 


POESÍAS  ESCOGIDAS  105 


¿Tú  que  eres  como  el  Dios  de  mi  creencia, 
Me*  olvidarás  al  fin?...  Si  esa  es  mi  suerte, 
¡Ay!  antes  que  tu  olvido  y  que  tu  ausencia 
Mándeme  Dios  la  dicha  de  la  mue/te. 


LXVIII. 

Hay  horas  de  tanta  pena, 
De  tanta  y  tanta  aflicción, 
Que  si  una  tras  otra  suena 
Forman  ¡  ay !  una  cadena 
Que  pesa  en  el  corazón. 

Hay  mañanas  en  que  el  cielo 
No  tiene  ni  un  arrebol 
Prendido  en  su  claro  velo, 

Y  el  alma  está  sin  consuelo 
Como  está  el  cielo  sin  sol. 

Días  que  van  lentamente 
Matándonos  de  pesar, 
Que  pasan  por  nuestra  frente 
Como  pasa  indiferente 
La  gaviota  sobre  el  mar. 

Que  causa  este  tedio  horrible 
Que  tanto  me  hace  sufrir, 
Con  su  martirio  terrible; 
¿Ella  me  olvida  ?  ¡  imposible ! 
Puesto  que  puedo  vivir. 

Pájaro  que  deja  el  nido 
Cuando  aun  no  puede  volar, 
Pronto  se  siente  rendido, 
Vacila,  lanza  un  gemido 

Y  cae  al  suelo  á  espirar. 
Corazón  que  humano  crece 

Y  que  olvida  la  virtud, 

Y  sólo  al  placer  se  ofrece, 
Se  marchita  y  se  envejece 
En  su  plena  juventud. 


106  JUAN  DE  DIOS  PEZA 

¡  Oh,  tiempo !  si  me  despojas, 
De  mis  sueños  y  mi  afán, 
¿Quién  calmará  mis  congojas? 
Del  árbol  que  está  sin  hojas, 
Todas  las  aves  se  van. 

Mientras  descarga  la  suerte 
Esa  horrible  tempestad, 
Que  solo  acaba  en  la  muerte 
Mientras...  sobre  el  pecho  fuerte 
Horas  de  angustia  pasad. 

LXIX. 

Si  el  alma  te  ama  en  cada  día 

Y  el  corazón  para  tu  amor  palpita, 
¿Por  qué  no  he  de  dejarte,  amada  mía. 

La  historia,  aquí,  de  nuestro  amor,  escrita? 

Guárdala,  y  si  la  ausencia  ó  el  destino 
Me  quieren  apartar  de  tu  memoria. 
Sin  llegarme  á   apartar  de  tu  camino. 
Yo  quedo  aquí  con  nuestra  breve  historia. 

Si  el  porvenir  nos  da  todas  sus  flores, 

Y  vivo  junto  á  ti  cual  lo  he  soñado, 
Al  levantar  un  templo  á  mis  amores 
Este  será  el  altar  de  su  pasado. 

Mas  si  al  abrir  mi  libro  ya  estoy  muerto 

Y  de  mi  amor  te  acuerdas  todavía. 
Sobre  las  dichas  que  soñé  despierto 
Deja  caer  una  lágrima,  alma  mía. 

Son  estas  hojas  los  testigos  santos 
De  mis  horas  de  amor,  no  las  destruyas; 
Eres  la  musa  que  inspiró  estos  cantos. 
Mis  horas  de  pasión  son  sólo  tuyas... 

I  Guarda  este  libro !  todas  mis  congojas 

Y  mis  dichas  de  amor  las  lleva  impresas. 
Te  dejo  el  corazón  en  estas  hojas. 

Tú  sabrás  si  las  rompes  ó  las  besas. 


POESÍAS  ESCOGIDAS 


107 


AMOR  ETERNO. 


I. 


y 


Moría  el  sol  como  un  rey  poderoso, 
Sobre  un  lecho  de  armiño  y  de  grana 

Y  sus  últimos  cárdenos  rayos 
De  los  fresnos  las  copas  doraban. 

En  los  senos  obscuros  del  bosque 
Donde  lame  las  rocas  el  agua, 
Era  el  aire  un  concierto  sagrado 
De  pájaros  y  hojas,  de  nidos  y  ramas. 

Por  las  puertas  azules  de  Oriente 
La  noche  en  su  nave  de  sombras  entraba. 
En   el   mástil   trayendo   prendida 
La  luna  de  Enero  cual  faro  de  plata. 

¡Cuál  altivo  esperaba  la  muerte 
En  la  púrpura  envuelto  el  monarca 

Y  su  cetro  de  luz  cuan  hermosa 
En  el  trono  la  reina  empuñaba! 

En  el  borde  cubierto  de  musgo 
Del  lago  poblado  de  cisnes  y  garzas, 
Viendo  el  cielo  pintarse  en  el  fondo 

Y  surgir  las  estrellas  calladas. 

Ella  y  yo,  con  los  ojos  radiantes 
De  amor  y  ternura,  de  fe  y  esperanza, 
Meditábamos  juntos  y  tristes 
En  las  luchas  que  ofrece  el  mañana. 


IL 


Nuestro  amor  era  puro.  En  la  tierra, 
La  pureza  es  la  luz  de  las  almas,   . 
Y  esa  luz  el  rubor  la  embellece 
Con  sus  vivos  reflejos  de  grana. 


108  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Estrechó  con  su  mano  mi  mano 

Y  bajando  la  dulce  mirada  : 

((  ¡Yo  te  adoro  —  me  dijo,  —  no  temas 
Olvido  ni  engaño,  desdén  ni  distancia ! » 

Me  miró  con  sus  ojos  obscuros, 
Sus  ojos  velados  por  negras  pestañas, 

Y  después  por  sus  blancas  mejillas 

Cual  perlas  divinas  rodaron  dos  lágrimas. 

(<  ¿Que  te  olvide,  mi  bien?  ¡ Imposible! 
jMl  pecho  es  tu  templo,  con  fe  te  idolatra 

Y  á  tus  pies,  de  rodillas  te  juro 
Adorarte  lo  mismo  mañana !  » 

¡Me  miró,  la  miré;  nuestros  pechos 
Suspiraron  á  un  tiempo  con  ansia, 

Y  en  un  beso  de  luz  nuestros  ojos 
Confundieron  las  vidas,  las  almas! 

III. 

La  vi  luego  inclinar  la  cabeza, 
Murmurar  algún  rezo  en  voz  baja 

Y  llorar  y  decir  :  <(  nunca  olvides 

Que  soy  tuya  y  la  Virgen  nos  guarda  ». 

Se  hundió  el  sol  y  bañó  nuestras  frentes 
De  la  luna  la  luz  tibia  y  blanca. 
En  sus  nidos  callaron  las  aves 

Y  durmióse  la  brisa  en  las  ramas. 

Silenciosos  del  bosque  salimos 
Con  los  ojos  nublados  de  lágrimas      /"w 

Y  al  decirnos  adiós,  nos  lanzamos 
A  las  luchas  que  ofrece  el  mañana. 


Correr  pueden  los  años  veloces 
Y  al  dejar  en  mi  frente  su  escarcha 


POESÍAS  ESCOGIDAS  109 

Coronarme  con  hebras  de  nieve 

Que  todo  lo  enfrían  y  á  todos  espantan. 

Venir  pueden  rugiendo  en  mi  vida 
Los  duelos  profundos,  las  penas  amargas 

Y  turbar  en  la  noche  mis  sueños 

Con  tristes  visiones  y  extraños  fantasmas. 

Ella  sola  se  hospeda  tranquila 
En  el  fondo  callado  del  alma; 
Ella  sola  preside  mis  horas 
De  angustias  y  penas,  de  amor  y  esperanza. 

Una  noche  muy  negra  es  mi  vida 

Y  ella  espera  llorando  callada 
Algún  astro  que  rompa  las  sombras. 
¡  Ella  espera  cual  yo  la  mañana ! 


Al  mirar  este  bosque  sagrado 
Donde  lame  las  rocas  el  agua 
Y  en  las  tardes  el  aire  es  concierto 
De  pájaros  y  hojas,   de  nidos  y  ramas; 

/   Con  el  goce  más  casto  y  más  puro 
Recuerdo  á  mi  virgen  tan  pura  y  tan  blanca 
Su  apacible  mirar,  sus  sonrisas, 
Sus  ojos  obscuros,  veneros  de  lágrimas. 

Y  recuerdo  también  con  las  flores 
Que  secas  y  mustias  mi  pecho  las  guarda, 
Sus  promesas,  <(  ¡  Te  adoro,  no  temas, 
Olvido  ni  engaño,  desdén  ni  distancia!» 


VI.  ,y 


¿Es  verdad?  ¿Las  mujeres  olvidan? 
¿Es  verdad?  ¿Las  mujeres  engañan? 
¿En  las  luchas  sin  tregua  del  mundo 
Con  la  ausencia  se  alejan  las  almas? 


1 10  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Ella  sola  preside  mis  horas. 
Ella  viene  en  mis  noches  calladas 

Y  á  doquier  que  me  lleven  mis  pasos, 
Ella  sola  mi  vida  acompaña. 

¿Este  amor  tendrá  fin,  como  todo 
En  la  mísera  vida  se  acaba? 
¿Pasará  la  ilusión  como  siempre 
En  la  tierra  fugaz  todo  pasa? 

¿Nuestra  fe  morirá  como  mueren 
Al  soplo  del  tiempo  las  flores  del  alma? 
Ella  puede  olvidarme;  yo,  nunca; 
La  llevo  en  mi  pecho,  no  puedo  arrancarla. 

Si  ella  es  sólo  un  ensueño,  me  llena; 
Si  ella  es  sólo  una  sombra,  me  basta; 
¡Yo  sé  bien  que  mi  vida  es  la  noche 

Y  ella  un  sol  en  el  cielo  del  alma! 


VIL 


Si  ese  sol  como  astro  del  día 
Se  hundiere  en  un  lecho  de  armiño  y  de  grana, 
Aun  veré  que  su  cetro  lo  empuña 
Una  reina  inmortal :  ¡  La  esperanza ! 

Si  es  la  luna  que  alumbra  á  los  muertos. 
Que  se  torna  en  la  vivida  lámpara 
Que  con  pálidos  rayos  me  alumbre 
En  las  luchas  que  ofrece  el  mañana. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  111 


EN  MI  BARRIO» 

Sobre  la  rota  ventana  antigua 
Con  tosco  alféizar,  con  puerta  exigua, 
Que  hacia  la  obscura  calleja  da, 
Pasmando  al  vulgo  como  estantigua 
Tallada  en  piedra,  ia  santa  está. 

Borró  la  lluvia  los  mil  colores 
Que  hubo  en  su  manto  y  en  su  dosel ; 

Y  recordando  tiempos  mejores, 
Guarda  amarillas  y  secas  flores 
De  las  verbenas  del  tiempo  aquel. 

El  polvo  cubre  sus  aureolas. 
Las  telarañas  visten  su  faz, 
Nadie  á  sus  plantas  riega  amapolas, 

Y  ve  la  santa  las  calles  solas, 
La  casa  triste,  la  gente  en  paz. 

Por  muchos  añOs  allí  prendido, 
Único  adorno  del  tosco  altar, 
Flota  un  guiñapo  descolorido. 
Piadosa  ofrenda  que  no  ha  caído 
De  las  desgracias  al  hondo  mar. 

A  arrebatarlo  nadie  se  atreve, 
Símbolo  antiguo  de  gran  piedad. 
Mira  del  tiempo  la  marcha  breve; 

Y  cuando  el  aire  lo  empuja  y  mueve 
Dice  á  los  años  :  pasad,  pasad. 

¡Pobre  guiñapo  que  el  aire  enreda! 
¡Qué  amarga  y  muda  lección  me  da! 
La  vida  pasa,  y  el  mundo  rueda, 

Y  siempre  hay  algo  que  se  nos  queda 
De  tanto  y  tanto  que  se  nos  va. 

Tras  esa  virgen   de  obscura   piedra 
Que  á  nadie  inspira  santo  fervor, 
Todo  el  pasado  surge  y  me  arredra; 
Escombros  míos,  yo  soy  la  yedra; 
¡Nidos  desiertos,  yo  fui  el  amor! 

.Altas  paredes  desportilladas 
Cuyos  sillares  sin  musgo  vi. 


112  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


¡  Cuántas  memorias  tenéis  guardadas ! 
Niveas  cortinas,  jaulas  doradas, 
Tiestos  azules...  ¡no  estáis  aquí! 

En  mi  azarosa  vida  revuelta 
Fui  de  esa  casa  dueño  y  señor, 
¿Do  está  la  ninfa,  de  crencha  suelta, 
De  grandes  ojos,  blanca  y  esbelta, 
Que  fué  mi  encanto,  mi  fe,  mi  amor? 

¡Oh  mundo  ingrato,  cuántos  reveses 
En  ti  he  sufrido!  la  tempestad 
Todos  mis  campos  dejó  sin  mieses... 
La  niña  duerme  bajo  cipreses, 
Su  sueño  arrulla  la  eternidad. 

¡  Todo  ha  pasado !  ¡  Todo  ha  caído ! 
Sólo  en  mi  pecho  queda  la  fe, 
Como  el  guiñapo  descolorido 
Que  á  la  escultura  flota  prendido... 
¡  Todo  se  ha  muerto !  ¡  Todo  se  fué ! 

iPero,   ¡qué  amarga,   profunda  huella 
Llevo  en  mi  pecho!...  ¡Cuan  triste  estoy!.. 
La  fe  radiante  como  una  estrella, 
La  casa  alegre,  la  niña  bella. 
El  perro  amigo...  ¿Dónde  están  hoy? 

¡Oh  calle  sola,  vetusta  casa, 
Angostas  puertas  de  aquel  balcón! 
Si  todo  muere,  si  todo  pasa, 
¿Por  qué  esta  fiebre  que  el  pecho  abrasa 
No  ha  consumido  mi  corazón? 

Ya  no  hay  macetas  llenas  de  flores 
Que  convirtieran  en  un  pensil 
Azotehuelas  y  corredores... 
Ya  no  se  escuchan  frases  de  amores. 
Ni  hay  golondrinas  del  mes  de  Aibril. 

Frente  á  la  casa  la  luz  cristiana 
Del  mismo  templo  donde  rezó. 
Las  mismas  misas  de  la  mañana, 
La  misma  torre  con  la  campana 
Que  entre  mis  brazos  la  despertó. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  113 


Vetusta  casa,  mansión  desierta, 
Mírame  solo  volviendo  á  ti.. 
Arrodillado  beso  tu  puerta 
Creyendo  loco  que  aquella  muerta 
Adentro  espera  pensando  en  mí. 


CAMINO  DE  LA  VILLA, 

Camino  de  la  Villa 

Mi  niña  va 
Y  por  ese  camino 

No'  volverá. 


I. 


Desde  su  más  risueña 

Dichosa  edad 
Amó  mucho  á  la  virgen 

Del  Tepeyac. 
Siempre  tuvo  su  imagen 

Por  talismán, 
Siempre  le  puso  cirios 

Sobre  el  altar. 
La  rezaba  en  las  noches 

Con  tal  piedad 
Que  con  sus  oraciones 

Me  hizo  llorar. 
Para  el  mes  de  Diciembre 

¡Con  cuánto  afán 
Cultivaba  las  rosas 

De  su  rosal! 
Se  las  llevaba  al  templo 

Llena  de  paz, 
Ungidas  con  la  esencia 

De  la  bondad, 
Y  allí  exclamaba  :  ¡  Oh  virgen 

Poco  te  da 


estas   escogidas. 


1 14  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


La  que  contigo  llena 

Su  soledad. 
Este  año  pocas  rosas 

Dio  mi  rosal, 
Pero  el  año  que  viene 

Te  traeré  más. 

Y  alegre  y  satisfecha, 

Libre  del  mal. 
¡Qué  feliz  regresaba 
Hacia  el  hogar! 

n. 

¡Qué  quieta  va  la  niña! 
Dormida  está! 

Y  los  que  la  acompañan 

De  negro  van. 
Tristes  y  obscuros  paños 
Velan  su  faz 

Y  la  suben  en  hombros 

Al  Tepeyac. 


¿Por  qué  no  busca  el  templo, 

Ni  en  el  altar. 
Deja  las  frescas  rosas 

De  su  rosal? 
Blanca  como  la  cera 

Tiene  la  faz; 
Sus  manos  como  lirios 

Cruzadas  van; 
Sus  ojos,  antes  llenos 

De  claridad; 
Cerrados   para   siempre 

No  miran  más. 
Lleva  colgado  al  cuello 

Su  talismán; 
La  imagen  de  la  Virgen 

Del  Tepeyac! 


^ 


POESÍAS  ESCOGIDAS  115 


¡Ay!  ¡pobre  de  mi  niña! 

Durmiendo  está 
Ese  sueño  que  arrulla 

¡La  eternidad! 

III. 

¡Oh  niña  de  mi  vida! 

¿Por  qué   te  vas? 
Sin  ti,  queda  más  sola 

Mi  soledad! 
¡Eras  como  la  blanca 

Flor  de  azahar, 
Símbolo  de  pureza, 

De  castidad! 
Eres  para  mis  horas 

Que  azota  el  mal. 
Tierno  ramo  de  oliva, 

Nuncio  de  paz. 
Mis  culpas,  tu  pureza 

Logró  lavar, 
Que  tú  para  mis  culpas 

Fuiste  el  Jordán, 
Mira  que  tristes  dejas 

El  dulce  hogar : 
Las  aves  que  cuidaste 

No  cantan  más 
Y  el  rosal  de  la  Virgen 

Marchito  está; 


¿Durmiendo  eres  dichosa? 

Duérmete  en  paz... 
¿Quién  besará  tus  ojos 

Al  despertar? 
¡Oh,  niña  de  mis  sueños! 

¡Mi  solo  afán! 
¡  Es  muy  honda  y  muy  negra 

La  eternidad! 


1 16  JUAN  DE  DJOS  PEZA 


Camino  de  la  Villa 
Mi  niña  va 

Y  por  ese  camino 
No  volverá. 


DESDE  EL  BALCÓN. 

Con  su  veintena  de  primaveras, 
Vistiendo  leve,  blanco  linón, 
¡Qué  cosas  dice  tan  hechiceras 
Tras  la  cortina  de  enredaderas, 
Dosel  eterno  de  su  balcón! 

¡Cómo  sin  miedo  de  la  fortuna 
Vemos  al  fondo  del  porvenir, 
Hogar,  alcoba,  regazo  y  cuna, 
T  hablamos  bajo  porque  la  luna 
No  nos  escuche  desde  el  zafir. 

Cimbra  su  talle  como  una  palma 
Cuando  sus  plantas  osa  mover; 
Tiene  el  semblante  lleno  de  calma 

Y  por  sus  ojos  se  asoma  el  alma 
Pues  se  ve  en  ellos  amanecer. 

Formas  de  Venus,  alma  de  santa, 
Seno  de  virgen,  rostro  de  hurí, 
Ninguna  canta  cual  ella  canta. 
Las  arpas  de  oro  de  su  garganta 
Vibran  de  amores  junto  de  mí! 

¿Cuál  es  mi  eterno  dulce  alborozo? 
¿Cuál  es  mi  sola,  dulce  ilusión? 
Ver  que  me  busca  llena  de  gozo 
Mal  disfrazada  con  el  rebozo, 
Entre  el  follaje  de  su  balcón! 

Ver  que  por  nada  deja  la  cita 
Que  en  altas  horas  siempre  le  doy 

Y  á  tu  reflejo,  luna  bendita, 
Ver  con  qué  gracia  su  manecita 

Me  manda  un  beso  cuando  me  voy. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  117 


PRIMEROS  AMORES. 

(del  libro  de  celia) 

En  el  arco  muzárabe  prendido 
Está  un  ancho  festón  de  verde  yedra 

Y  detrás  del  festón  asoma  el  nido 

Que  una  parlera  alondra  ha  suspendido 
Del  rudo  y  tosco  mascarón  de  piedra. 

Sobre  el  arco  la  gótica  ventana 
Cerrada  por  cristales  de  colores : 
Parece  un  minarete  de  sultana 
Donde  al  rayar  la  luz  de  la  mañana 
Hablan  de  amor  las  aves  y  las  flores. 

Allí  vivió  la  que  en  dichoso  día 
Fué  de  mi  corazón  culto  ferviente, 
La  primera  mujer  del  primer  día 
En  que  el  espacio  azul  del  alma  mía 
Vio  un  sol  de  amor  brillando  en  el  Oriente. 

En  esas  rudas  piedras  que  el  galano 
Verdinegro   follaje  cubre   ahora, 
Dejó  mil  veces  alelado,  ufano. 
Entre  las  suyas  mi  convulsa  mano 
Con  fiebre  de  pasión  abrasadora. 

La  dicha  engaña,  el  desengaño  arredra 
¿Quien  ra  matiz  á  la  ilusión  perdida? 
Detrás  de  este  festón  de  verde  yedra 
Yo  dejé  sepultado  en  cada  piedra 
El  pensamiento...  el  corazón...  la  vida. 

Tiene  la  casa  nuevos  moradores, 
El  mism.o  sol  de  ayer  hoy  ha  venido 
A  matizar  los  vidrios  de  colores... 

Y  sólo  habla  de  amor  entre  las  flores 
El  ave  errante  acalorando  el  nido. 

¿Qué  dice  el  ave  al  pie  de  la  ventana 
Si  con  postrer  fulgor  el  sol  la  hiere 
O  con  su  albor  la  envuelve  la  mañana? 


1 18  JUAN  DE  DIOS  PEZ  A 


Que  toda  dicha  en  la  existencia  humana 
Nos  deslumhra  y  después...  se  va,  se  muere. 

¡Sol  del  primer  amor!  entre  congojas 
Te  guarda  aún  el  pensamiento  mío... 
A  ti  que  al  mar  del  porvenir  te  arrojas... 
¡Cubra  el  ancho  festón  de  verdes  hojas 
El  nido  lleno...  el  corazón  vacío! 

Hoy...  ni  una  sola  queja  ni  un  reproche 
De  nuestra  triste  y  do'orosa  suerte... 
A'quí  cuando  la  yedra  plegué  el  broche 
Surgen  nuestras  dos  sombras  en  la  noche 
Y  dialoga  el  olvido  con  la  muerte. 

MIS  LLAVES. 

I. 

Esta  llave  dorada  es  la  alegría, 
La  esperanza,  el  candor... 
Es  de  la  caja  en  que  guardó  María, 
Cartas  y  versos  de  mí  ardiente  amor. 

II. 

Esta  gótica  llave  es  el  testigo 
De  una  dicha  sin  par; 
Es  del  armario  en  que  guardó  conmigo 
Prendas  y  joyas  del  deshecho  hogar. 

III. 
Esta  llave  de  hierro  es  la  que  encierra 
Mi  fe,  mi  juventud : 
Guarda  el  tesoro  que  adoré  en  la  tierra, 
Es  de  una  caja  negra...  ¡Su  atatid! 

Cada  llave  es  de  suyo  misteriosa; 

¡Ella  me  las  dejó 
Para  que  alguna  mano  cariñosa 

Las  arroje  á  la  fosa 
Donde  el  último  sueño  duerma  yo! 


POESÍAS  ESCOGIDAS  119 

EN    VELA» 

A  MI  GENEROSO  AMIGO  MANUEL  A.  MERCADO. 

Yo  tuve  en  mí  Abril  mañanas 
Serenas,   tibias,  iiermosas, 
Todas  tan  llenas  de  rosas 
Cual  estoy  lleno  de  canas, 
Hebras  de  nieve  tempranas, 
¿Venís  cuando  ya  se  van 
La  fe,  la  dicha,  el  afán 
Que  la  juventud  atiza?... 
Decidme,  ¿sois  la  ceniza 

0  la  nieve  de  un  volcán? 

Si  temprano  habéis  venido 

Y  sois  falsos  galardones, 
Al  veros  mis  ilusiones 
Espantadas  han  huido ; 
Aun  siento  caliente  el  nido 
Que  una  alondra  acaloró... 
¿Dónde  está?  la  busco  yo 

Y  el  fiero  destino  aleve 
Me  muestra  lleno  de  nieve 
El  nido  donde  nació. 

Esa  alondra,  ¿fué  la  idea, 
La  ilusión,  el  sueño  vano, 
Que  cual  nube  de  verano 
Huyendo  relampague? 
¿Era  Venus  Citerea? 
¿Era  Minerva?  ¿era  Anfión? 

1  No !  ni  sueño  ni  ilusión, 
Ni  diosa  alguna  escogida; 
La  alondra  es  la  fe  perdida 

Y  el  nido  mi  corazón. 

Y  aun  hay  llamas  del  deseo 
Que  incendian  mi  mente  loca 

Y  aun  sufro  como  en  la  roca 
Con  el  buitre  Prometeo. 


120  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


¿Amo?  ¿Sueño?  ¿Dudo?  Creo? 
¿Qué  tempestad  ruge  así 
Que  produce  el  frenesí 
Por  el  cual  vivo  muriendo  ? 
Estoy  dudando  y  creyendo 
A  un  tiempo  mismo  ¡  ay  de  mí ! 

¿Quién,  si  llegó  á  navegar 
No  vio  de  noche  á  lo  lejos 
Surgir  radiantes  reflejos 
Entre  los  cielos  y  el  mar? 
¿Era  una  estrella  sin  par? 
¿Era  un  faro  en  un  peñón? 
En  el  mar  de  la  ilusión 
Náufrago  vi  una  luz  bella, 
Fuego  fatuo,  faro,  estrella 
Que  atrajo  mi  corazón. 

Luz  que  entre  las  sombras  vaga 

Y  ¿ue  fulgente  cautiva, 
De  lejos  luce  más  viva, 

Y  al  acercarnos  se  apaga. 
Astro  de  mi  suerte  aciaga 
Perdido  en  la  inmensidad, 
Si  busco  tu  claridad 

Miro  que  el  espacio  pueblas 
Donde  reinan  las  tinieblas 
De  una  eterna  soledad. 

¡Cómo  lucha  la  conciencia 
Con  la  virtud  que  se  abate! 
2  Qué  gran  campo  de  combate 
El  campo  de  la  existencia! 
¿Es  la  fiebre?  ¿Es  la  demencia 
Esta  secreta  y  terrible 
Ansiedad  indefinible 
Que  impulsa  constante  y  ciega 
A  esperar  lo  que  no  llega 

Y  á  acariciar  lo  imposible? 

I  Oh,  canas !  No  sois  tempranas ; 
Con  dudas  y  desengaños 


POESÍAS  ESCOGIDAS  121 


Son  como  siglos  los  años 
En  las  contiendas  humanas. 
Yo  en  mi  abril  tuve  mañanas 
Claras,  radiantes  y  hermosas. 
Hoy  son  noches  pesarosas, 
Horas  negras,  penas  graves, 
Hoy  mochuelos,  ayer  aves. 
Hoy  espinas,  ayer  rosas. 

Vuela  fugaz  cada  día; 
El  tiempo  todo  renueva, 
Pero  ingrato  no  se  lleva 
Las  penas  del  alma  mía. 
¿Existe  en  la  tumba  fría 
La  eterna  paz?  ¿ella  encierra 
La  tregua  de  aquesta  guerra? 
¿Allí  está  la  mejor  calma? 
I  Oh,  cuerpo !  prisión  del  alma, 
¡Cuánto  has  sufrido  en  la  tierra! 

;  Eternidad !  en  tu  puerta 
Concluye  el  mundano  empeño ; 
Eres  el  único  sueño 
Del  que  jamás  se  despierta. 
El  que  tenga  el  alma  muerta 
Después  de  tanto  sufrir 
¿Tendrá  derecho  á  pedir 
Tu  abrigo  en  acento  tierno? 
¿Si  la  vida  es  un  infierno 
Es  paraíso  morir? 

¡  Quién  descubre  los  arcanos 
Terribles  de  lo  infinito 
Si  la  muerte  los  ha  escrito 
Entre  huesos  y  gusanos!... 
Soñad  como  sueño  yo... 
Sólo  la  lucha  os  afana 
¿Amáis  el  descanso  ?  ¡  No ! 
Soñad...  ¡qué  hermosa  mañana! 
¡Mi  lámpara  se  apagó! 


122  JUAN  DE  DIOS  PEZA 

EN  JALAPA* 

A  MI  INTELIGENTE  AMIGA  ISABEL  RIVADENEIRA 

En  este  verjel  risueño, 
Donde  es  tan  pródiga  en  dones 
Naturaleza,  que  viste 
Todos  sus  campos  de  flores ; 
En  este  edén  encantado 
Donde  son  las  ilusiones 
Hermanas  de  las  gardenias 
Que  dan  al  céfiro  amores; 
¡Cómo  transcurre  la  vida 

Y  van  las  horas  veloces 
Curando  las  hondas  penas 
De  los  tristes  corazones! 
¡Cómo  se  olvidan  los  duelos 

Y  surgen  encantadores 
Ensueños  de  nácar  y  oro 
Que  al  viejo  tornan  en  joven ! 
¡  Quién  pudiera  con  la  lira 
Que  á  Apolo  presta  sus  sones 
Cantar  en  dulces  endechas 

A  este  emporio  de  las  flores ! 
Cantar  de  sus  lindas  hijas 
Las  pupilas  como  soles, 
Las  mejillas  como  rosas, 
Sus  cantos  de  ruiseñores 

Y  sus  talles  de  palmeras 

Y  sus  sentimientos  nobles. 
Jalapa,  girón  de  cielo 

Que  entre  pintorescos  montes 
Te  recatas  hechicero 
De  las  miradas  del  hombre  ; 
Deja  que  en  humildes  notas 
Que  han  de  apagarse  veloces, 
Te  diga  en  toscos  acentos 
Cuánto  de  mi  pecho  brote. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  123 

Deja  que  te  dé  en  mis  versos, 
Desaliñados  y  pobres, 
Lo  que  el  corazón  me  dicta 
Olvidando  sus  dolores. 
Deja  que  aspire  las  auras 
De  tus  aromados  bosques 

Y  que  pida  en  tus  hogares 
Consuelo  á  mis  aflicciones : 
Deja  que  te  diga  todo 

Lo  que  en  mi  pecho  se  esconde 

Y  resuciten  tus  brisas 
La  flor  de  mis  ilusiones. 
Soy  el  viajero  cansado 
Que  los  desiertos  recorre 

Y  que  no  encuentra  una  tienda 
En  los  negros  horizontes ; 
Pero  tú  que  me  la  ofreces 
Revestida  por  tus  flores, 

Y  velada  en  otro  tiempo 
Por  el  manto  de  tus  noches. 
Que  están  cuajadas  de  estrellas 
Que  deslumhran  como  soles 

Y  por  tus  limpias  auroras 
Que  rompen  el  áureo  broche 
Al  ver  cómo  las  saludan 
Los  mirlos  y  los  zenzontles; 
Doblo  en  tierra  la  rodilla 

Y  así  como  el  sacerdote 
Se  inclina  cuando  levanta 
El  místico  pan  de  amores, 
Inclino  la  frente  mustia 

Que  no  hay  quien  doblarla  logre 

Y  así  mi  pasión  te  expreso 
En  estos  tristes  acordes : 

Tierra  de  amor  y  de  fe, 
De  ternura  y  de  cariño; 
Que  allá  en  mis  horas  de  niño 
Como  ilusión  te  soñé. 


124  JUAN  DE  DIOS  PEZA 

Deja  que  te  diga  aquí 
Al  son  de  mi  humilde  lira 
Cuánto  tu  afecto  me  inspira 

Y  cuánto  siento  por  ti. 

Eres  un  nido  de  amores 
Do  se  querellan  sin  penas 
La  brisa  y  las  azucenas, 
El  lirio  y  los  ruiseñores. 

Donde  al  pálido  arrebol 
Que  en  tus  horizontes  arde 
Se  enamoran  por  la  tarde 
La  luciérnaga  y  el  sol; 

Donde  en  dulce  desvarío, 
El  aire  de  tus  montañas 
Canta  amor  entre  las  cañas 
Que  bordan  el  manso  río ; 

Donde  finge  blancos  tules 
Con  que  tus  cabanas  pueblas, 
Un  manto  de  blancas  nieblas 
Entre  horizontes  azules; 

Donde  ante  el  nítido  espacio 
De  tu  eterna  primavera, 
Es,  junto  á  cada  palmera, 
Cada  cabana  un  palacio ; 

Donde  corteja  el  rocío 
A  los  mirtos  encarnados, 
Bajo  los  rojos  tejados 
De  tu  hermoso  caserío; 

Y  entre  los  verdes  ramajes 

Y  los  juncos  tembladores, 
Es  toda  la  tierra  flores 

Y  todo  el  cielo  celajes; 

Donde,  entre  la  viva  luz 
Que  vierte  en  el  monte  el  cielo, 
Se  alza  brindando  consuelo 
Sobre  la  ermita  la  cruz. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  125 


¿Qué  puedo  entre  tus  jardines. 
A  tu  belleza  cantar 
Si  te  he  venido  á  encontrar 
Poblada  de  serafines? 

Verjel  hermoso  ¿qué  quieres 
Que  te  diga  en  pobre  acento 
Si  tienes  un  firmamento 
Cuyos  astros  son  mujeres? 

Su  candor  disipa  enojos, 
Su  pureza  vence  agravios. 
No  hay  labios  como  sus  labios 
Ni  hay  ojos  como  sus  ojos. 

Su  franqueza  peregrina 
La  vida  en  el  alma  acrece 

Y  su  sonrisa  enloquece 

Y  su  mirada  fascina. 

Tiene  su  faz  expresión, 
Su  cerebro  pensamiento, 
Hay  en  su  alma  sentimiento 

Y  amor  en  su  corazón. 

Nunca  mienten  sus  sonrisas, 
Nunca  engañan  sus  amores,- 
Son  tiernas  como  flores 

Y  puras  como  sus  brisas. 

Quién  las  visita  en  su  hogar" 
Les  da  cariño  profundo 

Y  después  recorre  el  mundo 
Sin  poderlas  olvidar. 

lalapa,  eterno  pensil. 
Nido  de  blancas  palomas, 
Todo  rosas,  todo  aromas, 
Que  vela  un  eterno  Abril. 

¿Qué  te  daré  á  mi  partida? 
Tu  franca  hospitalidad 
Me  dio  la  felicidad 
Que  yo  soñaba  en  la  vida. 


126  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Mañana,  triste  de  mí, 
Estarán  sin  olvidarte. 
Mi  cuerpo  en  cualquiera  parte 
Y  mi  pensamiento  en  ti. 


Jalapa,  Enero  26  de 


COATEPEC 

A  MI  PATERNAL  AMIGO  MANUEL  LEVf 

Velado  entre  un  cortejo 

De  brisas  y  de  aromas, 
Que  de  las  nieblas  rompen 

El   transparente  tul, 
Los  mirlos  Jo  despiertan, 

Lo  arrullan  las  palomas, 
Sobre  una  alfombra  verde, 

Bajo  un  dosel  azul. 

Colmena  de  alabastro 

Semeja  el  caserío; 
Le  forman  los  tejados 

Coronas  de  rubíes, 

Y  aprisionado  corre 
El  murmurante  río 

Entre  gardenias,  mirtos, 
Camelias  y  alelíes. 

Tupidos  cafetales 

Esconden  la  cabana 
Que  el  sol  americano 

Incendia  con  su  luz, 

Y  entre  el  follaje  denso 
Defiende  la  montaña 

La  ermita,  alzando  al  cielo 
Su  solitaria  cruz. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  127 


El  liquidambar  tiende 

Sus  ramas  aromosas 
Sobre  las  verdes  cañas, 

Riqueza  del  verjel; 
Cortejan  los  naranjos 

Las  áureas  mariposas, 
Mientras  las  pinas  brindan 

A  los  jilgueros  miel. 

Al  soplo  de  las  brisas 

El   platanar  resuena; 
Al  peso  de  los  frutos 

Se  dobla  el  cafetal 

Y  al  pie  del  floripondio 
Se  asoma  la  azucena, 

Cuyo  nevado  seno 
Refresca  el  manantial. 

Cuando  la  tibia  noche 
Su  clámide  desata 

Y  el  río  da  á  los  vientos 
Su  mágico  rumor. 

Los  azahares  fingen, 

Aljófares  de  plata 
Que  bañan  los  insectos 

Con  vivido  fulgor. 

Es  Coatepec  un  carmen 

Oculto  en  el  follaje, 
Un  sueño  de  poeta, 

La  flor  de  una  ilusión; 
Del  mar  de  la  existencia 

Venciendo  al  oleaje 
Un  puerto  en  que  se  encuentra 

La  paz  del  corazón. 

Sus  hijas  son  morenas 
Afables  y  sencillas; 
Las  flores  de  su  huerto 
Su  majestad  les  dan. 


128  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Es  ébano  su  pelo, 
Son  rosas  sus  mejillas 

Y  pétalos  sus  labios 
Del  rojo  tulipán. 

Aquí,   para  las  dichas, 

Para  soñar  amores. 
Para  gozar  tranquilo 

De  paz  y  de  quietud, 
La  noche  tiene  estrellas, 

El  campo  tiene  flores 

Y  la  mujer  el  alma 
Randiente  de  virtud. 

Jardín  agreste  y  bello, 

I  Con  qué  placer  te  miro ! 
Revive  de  mi  pecho 

La  amortiguada  fe; 
Contemplo  tus  encantos. 

Tu  atmósfera  respiro; 
Adiós  verjel  hermoso, 

Jamás  te  olvidaré. 

Ausente  veré  en  sueños 
Tus  flores,  tus  cabanas. 

Tu  panorama  hermoso 
Que  ante  mi  vista  está; 

Y  en  alas  de  la  brisa 

Que  corre  en  tus  montañas 
Mañana  á  visitarte 
¡Mi  corazón  vendrá! 


Coatepec,  Enero  21  de  1889. 


POESÍAS  ESCOGIDAS 


129 


¡Oh,    reccuerdo,    que    seducesl 
Fui  su  clarín,  ¿qué  más  gloria? 
¡Yo  di  el  toque  de  victoria 
Sobre  el  mont^e  de  las  cruces! 


Recuerdos  de  un  veterano. 


ios   escogidas. 


130  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


EN  LA  FERIA  DE  TLACOTALPAM 

A    LA    SEÑORA    DONA   PETRONILA   CHAZARO    DE   CHAZARq 

Está  en  su  punto  la  feria 
De  la  alegre  Tlacotálpam, 
Todo  es  músicas  y  risas 

Y  confusión  y  algazara. 
Por  las  pintorescas  calles, 

Entre  las  risueñas  casas, 
Todas  con  portales  blancos 

Y  con  tejados  de  grana, 
En  medio  de  los  fulgores 
De  las  encendidas  hachas, 
Retozando  con  el  pueblo 
Ya  pasó  la  mojiganga. 

¡Qué  extraños  los  gigantones, 
Que  se  achican  y  se  agrandan 
En  manos  de  los  chicuelos 
y^ue  con  orgullo  los  cargan! 
'^''¡•Qué  revoltoso^  los  toros, 
Los  elefantes,   las   garzas, 
Que,  como  si  fueran  vivos. 
Asustando  al  vulgo  pasan! 

¡Qué  alegre  está,  qué  contenta 
La  reina  del  Papaloápam! 
Se  preparan  al  embalse 
Las  corredoras  piraguas 
Pintadas  con  los  colores 
Del  pabellón  de  la  patria. 
Coronadas  de  banderas, 
De  gallardetes  y  flámulas 

Y  listas  para  moverse 

Al  romper  la  luz  del  alba. 

La  gente  que  está  en  el  muelle 
Dichosa  se  mueve  y  canta, 

Y  en  las  puertas  de  la  Iglesia 
Las  mujeres  apiñadas 
Pugnan  por  ver  á  la  hermosa 


POESÍAS  ESCOGIDAS  131 


Virgen  de  la  Candelaria, 
Que  viste  traje  muy  rico 
De  seda  luciente  y  blanca, 
Por  mano  de  las  doncellas 
Con  arte  y  amor  bordada. 
Es  el  altar  de  la  Virgen 
Ancho  torrente  de  llamas 
Que  fingen  un  firmamento 
De  inmensas  estrellas  áureas. 

Fuera  del  Templo  y  llenando 
De  rumor  la  alegre  plaza, 
El  pueblo  formando  coro 
Se  entrega  libre  á  la  danza. 

¿Quién  á  los  bailes  de  sones 
No  va  á  dar  una  mirada, 
Donde  con  lascivas  notas 
Puebla  el  aire  su  guitarra? 
Allí  no  penetra  nunca 
La  tierna  exquisita  dama 
Que  en  los  tranquilos  hogares 
Es  reina  en  virtud  y  gracia. 

Allí  no  está  la  señora 
Orgullo  y  flor  de  su  casa, 
Encanto  y  luz  de  la  costa 
Lujosa  y  aristocrática. 

Llenan  el  baile  de  sones 
Jarochas  de  rompe  y  rasga 
Que  en  la  sonante  tarima 
A  vista  de  todos  danzan  : 

Es  la  jarocha,  morena. 
Con  faz  por  el  sol  tostada, 
Ojos  negros  y  brillantes 
Como  los  ojos  del  águila, 
Con  un  andar  muy  garboso 

Y  una  sonrisa  muy  franca, 

Y  un  talle  esbelto  y  flexible 
Que  se  cimbra  cuando  marcha. 

Tiene  los  negr.os  cabellos 
Sujetos  en  trenzas  largas 


132  •    JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Que  circundan  su  cabeza 
Con  aire  de  musulmana. 
Ciñe  las  trenzas  obscuras 
La  cinta  azul  ó  encarnada. 
Que  en  ancho  y  vistoso  moño 
Sobre  la  frente  remata. 

Por  detrás  de  la  cabeza 
Relumbrando  se  destaca 
Ostentoso  cachirulo 
Con   rica   teja   dorada. 

Envuelve  su  airoso  cuello 
Rica  pañoleta  blanca, 
Ligera  como  la  espuma, 
Brillante  como  la  plata. 

Rebozo  de  grandes  puntas 
Cubre  su   mórbida  espalda 

Y  con  donaire  desciende 
Sobre  la  ligera  enagua, 
Que  adornan  anchos  olanes, 
Lustrosa  y  almidonada. 

Al  bailar,  con  qué  soltura 
Pone  los  brazos  en  jarráis, 
En  tanto  que  én  torno  suyo 
Canta  el  pueblo  las  guarachas 

«Jarochita  de  mis  ojos, 
¿Por  qué  me  olvidas,  ingrata? 
Mírame  y  dame  la  muerte, 
Jarochita  de  mi  alma  ». 

<(  Dejé  á  mi  corazoncito 
A  la  sombra  de  una  palma 

Y  una  jarochita  infame 
Lo  mató  de  una  mirada  ». 

Aplaude  el  pueblo  los  cantos, 
Unos  gritan,  otros  bailan, 
Otros  arrancan  sollozos 
A  las  dolientes  guitarras, 

Y  así  se  pasa  ía  noche, 

Y  así  llega  la  mañana 
Entre  risas  y  suspiros 


POESÍAS  ESCOGIDAS  133 


Y  confusión  y  algazara, 
Mientras  hermoso,  imponente, 
Con  su  manto  de  esmeralda, 
Alegra  y  fecunda  el  río 
Cocos,  cafetos  y  cañas. 

¿Quién  sufre  terribles  duelos? 
¿Quién  llora  penas  amargas? 
Está  en  su  punto  la  feria 
De  la  alegre  Tlacotálpam  : 
El  nenúfar  de  las  ondas. 
De  la  costa  la  sultana, 
Trono  de  las  mariposas 

Y  perla  del  Papaloápam. 

riacotálpam,  Febrero  4  de  188Q, 


AL  PAPALOÁPAM» 

A  MI  FINO  AMIGO  SR.  JUAN  CHÁZARO  SOLER. 

(Leída  á  bordo  del  vapor  <  Tlacotálpam 
el  3  de  Febrero  de  1889). 

¡Salve  anchuroso  río, 
Con  muros  de  esmeralda  por  riberas! 
¡  En  medio  de  tus  ondas  pasajeras 
Concibe  á  Dios  el  pensamiento  mío  I 

Con  eterna  ansiedad  é  igual  encanto 
Hasta  la  mar  profunda  te  deslizas 
Y,  al  blando  soplo  de  las  auras,  rizas 
Sobre  un  abismo  azul  tu  regio  manto. 

No  hay  en  mi  numen  que  tu  luz  abrasa 
Nada  digno  de  ti.  Débil  aspiro 
A  cantar  tu  esplendor.  Prosigue,   pasa... 
¡  Al  ver  tu  majestad  callo  y  te  admiro  I 

¿Qué  mano  augusta  y  pródiga  en  belleza, 
Al  extenderte  sobre  el  virgen  suelo 
Coronó  con  sus  pompas  tu  grandeza? 
¡Nuestra  madre  inmortal,  Naturaleza, 
En  tus  remansos  aprisiona  el  cielo! 


134  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


¿Qué  estrofas  no  aprendidas  te  murmura, 
Robándote  al  pasar  tus  frescas  galas, 
La  brisa  que  deshace  con  sus  alas 
El  niveo  encaje  de  tu  linfa  pura? 
Estrellas  tejen  tu  inmortal  corona 
En  las  noches  del  trópico  calladas, 

Y  las  tibias,  tranquilas  alboradas. 
Oro  derraman  en  tu  fértil  ^ona. 

Cuanto  la  tierra  esconde 
Hermoso  y  rico  en  montes  y  praderas, 
Su  gran  tesoro  de  misterios  lleno, 
Lo  puso  en  tus  riberas 

Y  lo  fecunda  tu  anchuroso  seno. 

Si  muere  el  sol  en  lecho  de  escarlata, 
Líquida  lumbre  entre  tus  hondas  brilla 

Y  en  ellas  alza  la  cortante  quilla 
Al  moverse  el  bajel,  rosas  de  plata. 

La  alegre  casa  nística,  escondida 
De  tu  serena  margen  en  la  falda, 

Y  la  palmera  erguida, 

Con  su  inmenso  penacho  de  esmeralda; 

En  el  diáfano  espacio, 

Fiílgida  antorcha  que  á  lo  lejos  arde, 

Lágrima  de  topacio 

La  solitaria  estrella  de  la  tarde; 

Bordando  las  laderas 

Del  pescador  humilde  las  cabanas; 

Las  espigas  en  anchas  sementeras ; 

La  agreste  soledad  de  las  montañas; 

El  resonante  coro 

A  ique  tu  eterno  murmurar  responde 

Y  en  que  á  los  gritos  del  salvaje  loro 
Se  mezcla  el  arpa  de  oro 

De  los  jilgueros  que  la  yagua  esconde; 
La  tonina  saltando  en  tus  espumas 
Que  el  pescado  alcatraz  roza  intranquilo; 
La  esbelta  garza  de  nevadas  plumas 


POESÍAS  ESCOGIDAS  135 


Burlando  el  acechar  del  cocodrillo ; 
El  huaco  centinela  entre  el  follaje, 
La  guacamaya  de  pausado  vuelo 

Y  como  bardo  errante  del  boscaje 
El  pardo  ruiseñor,  eco  del  cielo. 
Todo  forma  tu  trono  y  tu  paisaje ; 
Todo  matiza  y  borda  tus  orillas 

Y  tú,  grande,  magnífico,  fecundo, 
En  medio  de  tan  regias  maravillas 
Buscas  por  tumba  el  mar  del  Nuevo  Mundo. 

Eres  la  eternidad  que  se  desliza 
Sobre  las  obras  frágiles  humanas 

Y  mira  igual  el  fuego  y  la  ceniza 
Mientras  el  soplo  de  los  siglos  riza 
Su  larga  cauda  de  temblantes  canas. 

Corre,  anchuroso  río, 
Corre  y  torna  á  correr  sin  detenerte; 
Todos  vamos  á  un  fin  triste  y  sombrío, 
¡Tú  vas  hacia  la  mar;  yo  hacia  la  muerte! 

¡Tú  puedes,  en  tus  fértiles  riberas, 
Ver  nacer  y  morir,  año  tras  año, 
Aves,  flores,  espigas  y  palmeras 
Sin  que  nunca  en  invierno  sientas  daño 
Ni  te  alienten  las  dulces  primaveras! 

Indiferente  á  todo,  raudo  lanzas 
A  un  abismo  sin  fin  tus  verdes  ondas 

Y  arrastras  cual  perdidas  esperanzas 
Las  aves  muertas,  las  marchitas  frondas. 
El  roble  añoso  por  el  rayo  herido, 

Los  frutos  arrancados 

Antes  de  que  estuvieran  sazonados 

Y  algún  desierto  nido 

¡Hogar  sin  fe  ni  amor,  que  va  al  olvido! 

Cual  tú  rápido  vas  al  Océano, 
Siempre  lleno  de  luz  y  en  blanda  calma, 
Vuela  á  lo  inmenso  el  pensamiento  humano 
Copiando  en  su  cristal  el  sol  del  alma. 


136  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Así  vuelan  las  aves  de  colores 
Que  en  el  nidal  de  la  ilusión  se  crían; 
Así  se  van  la  dicha  y  los  amores 
Que  á  las  volubles  ondas  todos  fían ; 
Así  cual  tú  se  lanza 
A  otro  abismo  sin  fondo  la  esperanza; 
Así  la  hermosa  juventud  camina 
De  místicos  acentos  al  arrullo, 

Y  así  todo  declina 

De  la  corriente  humana  en  el  murmullo. 

¡Sólo  tú  eres  eterno! 

¡Ni  te  abrasas 
Con  la  lumbre  del  sol,  ni  en  el  invierno 
Tus  ímpetus  sosiegas;  siempre  pasas 

Y  el  hombre  envidia  tu  pasar  eterno! 

¡  El  hombre,  el  rey  que  en  tus  volubles  olas 
Callando  males  que  su  pecho  afligen. 
No  puede  nunca  meditando  á  solas, 
Saber  su  fin  ni  descubrir  su  origen! 

¿De  dó  viene?  ¿A  dó  va? 

¿Quién  ha  logrado 
Su  destín  explotar?  ¡Negra  es  la  suerte 
Que  esconde  lo  futuro  y  lo  pasado! 
¡Tú  paras  en  el  mar,  él  en  la  muerte! 

Deja  que  mi  cansada  fantasía 
Tu  regia  pompa  y  majestad  admire, 
Deja  que  el  alma  mía 
Mirándote  correr  sienta  y  se  inspire; 
Eres  grande  y  hermoso, 
Cuanto  entre  flores  mil  soberbio  creces, 

Y  si  te  encrespa  el  norte  proceloso, 
Gigante  brazo  de  la  mar  pareces. 

A  la  ciudad  risueña 
Que  como  amante  tuya  se  reclina 
Plácida,   pintoresca  y  halagüeña, 
En  tu  clámide  azul  y  cristalina, 
Prestas  eterno  encanto  á  tus  riberas 


POESÍAS  ESCOGIDAS  137 


A  sus  jardines  das  verdor  y  galas, 

Y  se  mira  en  tus  ondas  pasajeras 
Cual  niveo  cisne  de  brillantes  alas. 
¡Llévame  allí!...  Sacude  la  tristeza 
Que  embarga  y  mata  al  pensamiento  mío 

Y  prosigue  soberbio  de  belleza... 

¡  Dios  existe !   !Tú  copias  su  grandeza ! 
¡Salve,  mil  veces,  anchuroso  río  I 

^  bordo  del  «  Tenoja  »,  Enero  31  de  1899. 


A   LA   ENCANTADORA    NINA     ARGENTINA 

MARÍA  ELISA  MENDOZA. 


¡Yo  he  soñado  tu  patria!  Me  ha  traído 
La  ilusión  vagas  notas  del  boyero; 
He  soñado  un  ombú  que  han  sacudido 
Las  alas  poderosa  del  pampero; 
Las  viejas  quintas  de  placeres  nido 
El  payador  errante  y  lastimero, 

Y  ese  gigante  que  la  mar  retrata 
El  hondo,  azul  y  caudaloso  Plata. 

Sí;  yo  he  soñado  la  región  hermosa 
Que  entregan  á  la  historia  con  decoro 
San  Martín  con  su  espada  victoriosa, 
Mármol  con  su  laúd  de  nácar  y  oro ; 
He  soñado  la  pampa  silenciosa 
De  la  salvaje  libertad  tesoro 

Y  al  gaucho  agreste  y  la  gentil  .porteña 
Que  hasta  el  dichoso  que  la  ve  la  sueña. 

Yo  soñé  que  tu  río  en  los  cristales 
La  emigradora  barca  siempre  á  flote, 
La  cruz  del  Sur  que  en  noches  estivales 
Lo  mismo  ampara  al  puerto  que  al  islote; 
Mariposas,  horneros  y  zarzales 
Enamorando  al  verde  camalote 


138  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Toda  la  pompa  agreste  y  soberana 
De  nuestra  virgen  tierra  americana. 

Y  es  porque  yo  nací  donde  nacieron 
Los  aztecas  hundidos  en  estragos, 
Junto  á  los  dos  volcanes  que  surgieron 
Cual  flechas  de  cristal  sobre  los  lagos 
En  seculares  bosques  do  crecieron 
Ahuehuetes  en  vez  de  jaramagos, 
En  Anáhuac,  en  fin,  cuya  grandeza 
Escogió  como  altar  Naturaleza. 

Niña  gentil  en  cuyos  labios  rojos 
Acendran  miel  los  bíblicos  panales : 
Tú,  que  no  ves  cenizas  ni  despojos 
En  los  anchos  desiertos  mundanales, 
Conserva  siempre  en  los  fulgentes  ojos 
El  brillo  de  los  cielos  tropicales 

Y  en  tu  pecho  la  dulce  transparencia 
Que  en  la  virtud  refleja  la  inocencia. 

Cuando  tornes,  alondra  mensajera, 
A  donde  diste  tu  primer  aliento, 
E'  iguales  á  tu  madre  en  lo  hechicera 

Y  á  tu  padre  en  saberes  y  talento; 
Recuerda  esta  región  de  primavera 
Tierra  de  la  lealtad  y  el  sentimiento 

Y  al  consagrarle  una  memoria  grata 
No  te  olvides  de  mí,  rosa  del  Plata. 


COSTEÑA. 

A  MI  AMIGO  EL  ELOCUENTE  ORADOR 
JUAN  MANUEL  BETANCOUR. 

Mulatita,  tus  labios  son  rojos. 
Remeda  tu  talle  gallardo  bambú, 
Y  tienes  tan  grandes,  tan  negros  los  ojos. 
Que  no  todas  saben  mirar  como  tú. 

Estatua  de  Venus  en  bronce  tallada. 
Tu  chai  blanco  y  oro  parece  alquicel, 


POESÍAS  ESCOGIDAS  139 


Y  quema  tu  larga  pestaña  rizada 
El  fuego  no  extinto  del  sol  de  Israel. 

Al  par  que  una  mano  reposa  en  tu  falda 
Con  la  otra  abanicas  tu  lánguida  faz, 

Y  el  hombro  rodando,  la  mórbida  espalda, 
Tu  hamaca  sostiene  brindándote  paz. 

Un  aire  de  fuego  los  campos  agosta, 
Se  ven  á  lo  lejos  las  olas  hervir 

Y  dobla  su  tallo  la  flor  de  la  costa 
Que  anhela  indolente  la  siesta  dormir. 

No  duermas,  mulata :  mirándote  inerme 
Vendrán  las  abejas  tu  boca  á  picar; 
Amor,  cual  abeja,  ni  avisa  ni  duerme 

Y  quiere  en  tus  labios  sus  dardos  clavar. 

Son  griegas  tus  formas,  tu  tez  africana. 
Tus  ojos,  hebreos,  tu  acento  español, 
La  arena  es  tu  alfombra,  la  palma  tu  hermana, 
Te  hicieron  morena  los  besos  del  sol. 

En  ébano  y  bronce  por  Dios  modelada 
Te  esconde  la  playa,  te  arrulla  la  mar. 
Tus  negros  cabellos  en  trenza  encrespada 
Te  envuelven  un  rostro  reflejo  de  Agar. 

Feliz  á  quien  ames...  Feliz  el  que  vibre 
Cual  la  harpa  islamita  del  rey  trovador, 
Mirándote  hermosa...  besándote  libre 
Tendida  en  la  hamaca,  soñando  en  su  amor 

Mulata  :  las  flores  ya  plegan  el  broche. 
Las  olas  se  alejan,  la  playa  está  en  az; 
¡Reposa  tranquila,  que  el  rey  de  la  noche 
Sus  besos  de  fuego  derrama  en  tu  faz! 

No  temas,  dormida,  las  iras  de  Ótelo, 
Si  viene  tu  amante  tu  canto  á  buscar, 
Serán  tus  antorchas  los  astros  del  cielo. 
Serán  tus  arrullos  los  tumbos  del  mar. 

íarado,  Febrero  15  de  1889. 


140  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


A  GUADALAJARA. 

Te  soñé  desde  niña,  tierra  de  flores, 
Más  valiera  que  nunca  yo  te  soñara, 
Pues  hoy  sin  esperanza,  sin  paz  ni  amores, 
Nada  puedo  ofrecerte,  Guadalajara. 

Ya  con  el  alma  enferma  llegué  á  buscarte 
Para  aliviar  mi  amarga  melancolía, 

Y  así  cual  te  soñaba  logré  encontrarte, 
Con  cármenes  y  vegas  de  Andalucía. 

Tienes  en  tus  palacios  nuevas  Alhambras 
Con  Zaidas  y  Moraimas  en  sus  verjeles, 

Y  tus  campestres  fiestas  son  cual  las  zambras 
Que  alegraban  las  cuestas  de  los  Gómeles. 

Mirando  tus  gardenias  tus  tulipanes, 
Tus  floridos  naranjos,  tus  alelíes, 
Recuerdo  aquellos  campos  de  musulmanes. 
Tumbas  de  abencerrajes  y  de  zegries. 

Mirando  á  tus  mujeres  deslumbradoras, 
Las  de  talles  esbeltos  y  labios  rojos, 
¿Quién  no  sueña  en  la  magia  de  aquellas  moras 
De  crenchas  abundosas  y  negros  ojos? 

Árabe  en  tus  pasiones  y  en  tus  festines, 
Bajo  un  diafano  cielo  resplandeciente. 
Con  azaleas  y  lirios  de  tus  jardines 
Teje  el  amor  guirnaldas  para  tu  frente.       '^ 

Btjcaro  de  gardenies,  tazón  de  aromas. 
Perla  cual  no  la  guardan  índicos  mares, 
Blancas,  dulces  y  tiernas  como  palomas 
Son  las  felices  reinas  de  tus  hogares.  . 

El  sol  brilla  en  tu  cielo  más  fulguroso. 
Te  da  con  sus  celajes  clámides  bellas, 

Y  en  ti,  Guadalajara,  todo  es  hermoso  : 
Mujeres,  flores,  aves,  nubes  y  estrellas. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  141 


De  la  noble  franqueza  cuna  y  abrigo, 
De  la  virtud  austera  trono  y  escudo, 
Reina  del  Occidente,  yo  te  bendigo. 
Edén  de  las  hermosas,  yo  te  saludo. 

De  tu  benigno  clima  como  tesoro 
No  tiene  en  sus  espacios  región  alguna. 
Tardes  como  tus  tardes  de  nácar  y  oro, 
Noches  como  tus  noches  de  blanca  luna. 

Yo  que  nací  en  un  valle  que  Dios  regala 
Con  lagos  y  volcanes  que  el  mundo  admira 
Ansioso  de  mirarte  crucé  el  Chápala 
.Y  al  rumor  de  sus  ondas  templé  mi  lira. 

Eres  cuna  de  genios,  en  ti  han  nacido 
Artistas,  héroes,  bardos,  sabios  guerreros, 
Y  han  sobre  nuestra  historia  resplandecido 
Como  en  tus  tibias  noches  tantos  luceros. 

Tazón  de  tuberosas  y  tulipanes. 
Ciudad  de  los  palacios  y  las  huríes, 
Dime  si  te  formaron  los  musulmanes. 
Si  eres  de  abencerrajes  ó  de  zegríes. 

Esas  magas  que  ocultan  en  los  chapines 
Pies  que  á  Fidias  y  Venus  bellos  recrean, 
Son  las  flores  con  alma  de  tus  jardines, 
Gardenias  que  suspiran  y  pestañean. 

Son  embeleso,  gloria,  blasón  y  orgullo 
De  tu  suelo  en  que  hoy  vibra  la  lira  mía. 
El  canto  de  tus  hijas  es  el  orgullo 
Del  aura  entre  las  vegas  de  Andalucía. 

Tierra  de  los  ensueños  y  de  las  flores. 
Perla  cual  las  que  esconden  índicos  mares. 
Dios  que  puso  en  tus  selvas  los  ruiseñores, 
Mandó  sus  bendiciones  á  tus  hogares. 

Para  poder  cantarte  me  falta  acento ; 
Para  mirar  tu  hechizo  me  falta  calma, 


142  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Llevo  triste  y  de  luto  mi  pensamiento 

Y  el  invierno  y  la  muerte  dentro  del  alma. 

Cuando  en  tus  claras  noches  sueñes  dichosa, 
Cuando  con  arreboles  te  adorne  el  día, 
La  brisa  de  tus  campos  dirá  medrosa 
Lo  que  decir  no  puede  la  lira  mía. 

Siempre  para  ensalzarte  seré  el  primero, 
Siempre  mi  pensamiento  vendrá  á  buscarte, 

Y  en  medio  de  mis  penas  tanto  te  quiero 

Que  en  medio  de  mis  penas  no  he  de  olvidarte. 

Ya  brilla  del  progreso  la  nueva  aurora, 
Yo  sé  que  al  alejarme  de  tus  linderos 
Pronto  vendrá  la  rauda  locomotora 
Trayendo  á  que  te  admiren  nuevos  viajeros. 

Que  á  todos  les  cautive,  que  les  asombre 
Como  á  mí  tu  belleza,  de  dichas  nido, 

Y  que  cual  yo,  en  el  alma  guarden  tu  nombre 
Que  borrará  la  muerte,  nunca  el  olvido. 

Ouadalajara,  Febiero  9  de  1888. 


AL  PARTIR  DE  GUADALAJARA. 

(Leídas  en  el  « Oran  teatro  Degollado  »)• 

Tierra  galana  y  hermosa 
Que  de  mi  patria  en  el  suelo, 
Brillas  cual  brilla  en  el  cielo 
Una  estrella  esplendorosa. 
¿Qué  voz  dulce  y  misteriosa. 
Qué  ritmo,  qué  grato  acento 
Podrán  las  arpas  del  viento 
Prestar  á  mi  humilde  lira. 
Para  decir  lo  que  inspira 
Tu  amor  á  mi  pensamiento?... 


POESÍAS  ESCOGIDAS  143 


Si  fuera  un  bardo,  cantara 
Un  himno  á  tu  porvenir. 
Mas  lo  que  puedo  decir 
Es  poco,  Guadalajara. 
Vierte  el  sol  su  lumbre  clara 

Y  te  esmalta  en  mil  colores, 

Y  como  ángeles  de  amores 
Nublan  tus  mujeres  bellas, 
Con  sus  ojos  las  estrellas 

Y  con  sus  labios  las  flores. 

¡Con  qué  afán  te  besa  el  sol 

Y  en  purpúreos  cortinajes 
Prende  entre  rojos  celajes 
Su  vespertino  arrebol ! 
Como  el  Edén  español 
Que  se  llama  Andalucía 
Eres  de  la  tierra  mía 
Perla  de  rica  aureola... 
Cante  España  á  su  manóla 
¡Mi  patria  á  su  tapatía! 

Cuanto  á  la  mujer  hermosa 
De  talle  esbelto  y  pie  breve, 
Con  la  tez  de  grana  y  nieve 

Y  las  mejillas  de  rosa, 
Que  modesta  y  ruborosa 
Atata  deberes  fijos, 

Sin  tener  más  regocijos 
Ni  más  joyas,  ni  más  flores 
Que  el  altar  de  sus  amores 
En  la  cuna  de  sus  hijos. 

Canto  con  pobre  laúd. 
Con  el  alma  entristecida, 
Esta  tierra  donde  anida 
La  franqueza  y  la  virtud; 
Que  obliga  á  la  gratitud 


144  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Con  santa  hospitalidad 
Y  que  en  anterior  edad, 
Alzando  el  patrio  estandarte, 
Fué  trono,  escudo  y  baluarte 
Del  sol  de  la  libertad. 

Elegida  de  la  gloria, 
Al  defender  sus  derechos. 
Llenó  con  heroicos  hachos 
El  libro  de  nuestra  historia. 
Yo  los  guardo  en  mi  memoria 
Llenos  de  brillo  y  honor; 
Si  fuera  digno  cantor, 
Nuevo  Homero  los  cantara... 
¡  Quien  dice  :  Guadalajara 
Dice  :  lealtad  y  valor ! 

De  paso  por  tus  confines 
¿Qué  notas  daré  suaves? 
¡Tienes  más  bardos  que  aves 
En  tus  risueños  jardines! 
Tus  genios,  tus  paladines, 
Tus  mujeres,  dignos  son 
De  elevada  inspiración;. 
Yo  te  doy  sin  valimiento; 
Por  lira  mi  pensamiento, 
Por  trono,  mi  corazón. 

Tierra  de  vírgenes  bellas 
Que  tienes  en  tus  amores. 
Tu  campo  lleno  de  flores. 
Tu  cielo  lleno  de  estrellas : 
Al  adornarte  con  ellas 
Tu  suerte  bendijo  Dios; 
Yo  voy  de  mi  afán  en  pos. 
De  mi  deber  al  reclamo... 
¡Sé  feliz!...  como  te  amo 
No  puedo  decirte  :  ¡  adiós ! 

Guadalajara,  Febrero  14  de  1888. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  í45 


I   POR  LA  FRONTERA  1 

(brindis  en  el  saltillo). 

En  la  nación  mejicana 
Quién  no  ha  oído  por  doquiera, 
Ensalzar  la  honradez  sana, 
La  franqueza  noble  y  llana 
Que  distingue  á  la  frontera? 

No  hay  carácter  más  sencillo : 
La  lealtad  es  sola  ley 

Y  la  honradez  solo  brillo. 
Bajo  el  cielo  del  Saltillo, 
Bajo  el  sol  de  Monterrey. 

Pueblos  valientes  y  honrados 
Todo  franqueza  y  valor, 
Campesinos  sosegados 
Que  se  cambian  en  soldados 
Enfrente  del  invasor. 

No  hollarán  plantas  extrañas 
Su  tierra  bendita  y  pura, 
Que  de  hogares  y  cabanas, 
Son  baluartes  las  montañas 
Que  eternizó  la  Angostura. 

El  patrio  amor  es  su  esencia, 
La  fraternidad  su  norma 

Y  su  mentor  la  experiencia; 
Salvaron  la  Independecia, 

Y  salvaron  la  Reforma. 

¿Por  qué  mi  labio  sincero 
No  ha  de  expresar  la  verdad? 
Como  bardo  y  caballero 
Aplaudo,  estimo  y  venero 
La  tierra  de  la  lealtad. 
sco^idas. 


146  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Porque  aquí  no  es  sueño  vano 
La  amistad,  es  religión; 
El  amigo  es  un  hermano, 

Y  al  que  se  le  da  la  mano 
Se  le  entrega  el  corazón. 

Alzo  mi  copa,  señores, 
De  1"  frontera  en  honor, 
Por  sus  francos  moradores. 
Por  sus  damas  que  son  flores 
De  virtud  y  de  candor. 

.    Por  el  gobernante  honrado 
Que  de  todos  es  querido 

Y  de  todos  respetado; 
Por  el  tan  bravo  soldado 
Que  en  la  frontera  ha  nacido. 

Por  Coahuila,  que  esplendente 
Se  nombra  ante  quien  lo  admira, 
«  Muzquiz »  junto  al  insurgente. 
Junto  á  « Juárez  »  ((  de  la  Fuente  » 

Y  <(  Acuña  »  junto  á  la  lira. 


15  de  Diciembre  de 


FIN   DE   LA   SEGUNDA    PARTE. 


I 


A.«&>«i»A>A«i»«i««i»A>«ft.A*i»»i» 
PARTE  TERCERA 

HOGAR    Y    PATRÍA 

MI    PADRE. 

Yo  tengo  en  el  hogar  un  soberano 
ünico  á  quien  venera  el  alma  mía; 
i      Es  su  corona  de  cabello  cano, 
1      La  honra  es  su  ley  y  la  virtud  su  guía. 

En  lentas  horas  de  miseria  y  duelo, 
Lleno  de  firme  y  varonil  constancia, 
Guarda  la  fe  con  que  me  habló  del  cielo 
En  las  horas  primeras  de  mi  infancia. 

La  amarga  proscripción  y  la  tristeza 
En  su  alma  abrieron  incurable  herida; 
Es  un  anciano,  y  lleva  en  su  cabeza 
El  polvo  del  camino  de  la  vida. 

Ve  del  mundo  las  fieras  tempestades. 
De  la  suerte  las  horas  desgraciadas, 

Y  pasa,  como  Cristo  el  Tiberiades, 
De  pie  sobre  las  ondas  encrespadas. 

Seca  su  llanto,  calla  sus  dolores, 

Y  sólo  en  el  deber  sus  ojos  fijos, 
Recoge  espinas  y  derrama  flores 
Sobre  la  senda  que  trazó  a  sus  hijos. 


148  JUAN  DE  DIOS  PEZ  A 

Me  ha  dicho  :  «  Á  quien  es  bueno,  la  amargun 
Jamás  en  llanto  sus  mejillas  moja : 
En  el  mundo  la  flor  de  la  ventura 
Al  más  ligero  soplo  se  deshoja. 

Haz  el  bien  sin  temer  el  sacrificio, 
El  hombre  ha  de  luchar  sereno  y  fuerte, 

Y  halla  quien  odia  la  maldad  y  el  vicio 
Un  tálamo  de  rosas  en  la  muerte. 

Si  eres  pobre,  confórmate  y  sé  bueno; 
Si  eres  rico,   protege  al  desgraciado, 

Y  lo  mismo  en  tu  hogar  que  el  ajeno 
Guarda  tu  honor  para  vivir  honrado. 

Ama  la  libertad,  libre  es  el  hombre 

Y  su  juez  más  severo  es  la  conciencia; 
Tanto  com.o  tu  honor  guarda  tu  nombre. 
Pues  mi  nombre  y  mi  honor  forman  tu  herencia  >; 

Este  código  augusto,  en  mi  alma  pudo, 
Desde  que  lo  escuché,  quedar  grabado; 
En  todas  las  tormentas  fué  mi  escudo, 
De  todas  las  borrascas  me  ha  saWado. 

Mi  padre  tiene  en  su  mirar  sereno 
Reflejo  fiel  de  su  conciencia  honrada ; 
¡  Cuánto  consejo  cariñoso  y  bueno 
Sorprendo  en  el  fulgor  de  su  mirada ! 

La  nobleza  del  alma  es  su  nobleza ; 
La  gloria  del  deber  forma  su  gloria ; 
Es  pobre,  pero  encierra  su  pobreza 
La  página  más  grande  de  su  historia. 

Siendo  el  culto  de  mi  a'ma  su  cariño. 
La  suerte  quiso  que  al  honrar  su  nombre, 
Fuera  el  amor  que  me  inspiró  de  niño 
La  más  sagrada  inspiración  del  hombre. 

Quiera  el  cielo  que  el  canto  que  me  inspira 
Siempre  sus  ojos  con  amor  lo  vean, 

Y  de  todos  los  versos  de  mi  lira 
Estos  los  dignos  de  su  nombre  sean. 


h 


POESÍAS  ESCOGIDAS  149 


Á  MIS  HIJAS. 


» 


Mi  tristeza  es  un  mar  :  tiene  su  bruma 
Que  envuelve  densa  mis  amargos  días ; 
Sus  olas  son  de  lágrimas ;  mi  pluma 
Está  empapada  en  ellas,  hijas  mías. 

Vosotras  sois  las  inocentes  flores 
Nacidas  de  ese  mar  en  la  ribera; 
La  sorda  tempestad  de  mis  dolores 
Sirve  de  arrullo  á  vuestra  edad  primera. 

Nací  para  luchar;  sereno  y  fuerte 
Cobro  vigor  en  el  combate  rudo ; 
Cuando  pague  mi  audacia  con  la  muerte, 
Caeré  cual  gladiador  sobre  mi  escudo. 

Llévenme  así  á  vosotras;  de  los  hombres 
El  desdeño,  el  poder  ni  el  odio  temo  : 
Pongo  todo  mi  honor  en  vuestros  nombres 

Y  toda  el  alma  en  vuestro  amor  supremo. 

Para  salir  a^  mundo  vais  de  prisa 
¡  Ojalá  que  esa  vez  nunca  llegará ! 
I  Pues  hay  que  ahogar  el  llanto  con  la  risa, 
Para  mirar  al  mundo  cara  á  círa! 

No  me  imitéis  á  mí :  yo  me  consuelo 
Con  abrir  más  los  bordes  de  mi  herida ; 
Imitad  en  lo  noble  á  vuestro  abuelo  : 
i  Sol  de  virtud  que  iluminó  mi  vida! 

Orad  y  perdonad  :  siempre  es  inmensa 
Después  de  1?  oración  la  interna  calma 

Y  el  ser  que  sabe  perdonar  la  ofensa 
Sabe  llevar  á  Dios  dentro  del  alma. 

Sea  vuestro  pecho  de  bondades  nido, 
No  ambicionéis  lo  que  ninguno  alcanza. 
Coronad  el  perdón  con  el  olvido 

Y  la  austera  virtud  con  la  esperanza. 


150  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Sin  dar  culto  á  los  frivolos  placeres 
Que  la  pureza  vuestra  frente  ciña, 
Buscad  alma  de  niña  en  las  mujeres 

Y  buscad  alma  de  ángel  en  la  niña. 

Nadie  nace  á  la  infamia  condenado. 
Nadie  hereda  la  culpa  de  un  deliro, 
Nunca  para  ser  siervas  del  pecado 
Os  disculpéis  clamando  :  estaba  escrito. 

¡Existir  es  luchar!  No  es  infelice 
Quien  luchando,  de  espinas  se  corona ; 
Abajo,  todo  esfuerzo  se  maldice, 
Arriba,  toda  culpa  se  perdona. 

Se  apaga  1  >  ilusión  cual  lumbre  fatua 

Y  la  hermosura  es  flor  que  se  marchita ; 
La  mujer  sin  piedad  es  una  estatua 
Dañosa  al  mundo  y  del  hogar  proscrita. 

No  fijes  en  el  m.al  vuestras  pupilas 
Que  víbora  es  el  mal  que  todo  enferma, 

Y  haced  el  bien  para  dormir  tranquilas 
Cuando  yo  triste  en  el  sepulcro  duerma. 

Nunca  me  han  importado  en  este  suelo 
Renombre,  aplausos,  oropeles,  gloria; 
Procurar  vuestro  bien,  tal  es  mi  anhelo ; 
Amaros  y  sufrir,  tal  es  mi  historia. 

Cuando  el  sol  de  mi  vida  tenga  ocaso 
Recordad  mis  consejos  con  ternura, 

Y  en  cada  pensamiento,  en  cada  paso, 
Buscad  á  Dios  tras  de  la  inmensa  altura. 

Yo  anhe'o  que  al  morir,  por  premio  santo, 
Tengan  de  vuestro  amor  en  los  excesos ; 
Las  flores  de  mi  tumba  vuestro  llanto. 
Las  piedra;-  d'  mi  tumba  vuestros  besos. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  151 


FUSILES  Y  MUÑECAS. 

CUADRO  REALISTA. 

Juan  y  Margoí,  dos  ángeles  hermanos 
Que  embellecen  mi  hogar  con  sus  cariños, 
Se  entretienen  con  juegos  tan  humanos 
Que  parecen  personas  desde  niños. 

Mientras  Juan,  de  tres  años,  es  soldado 

Y  monta  en  una  caña  endeble  y  hueca, 
Besa  Margot  con  labios  de  granado 
Los  labios  de  cartón  de  su  muñeca. 

Lucen  bs  dos  sus  inocentes  galas, 

Y  alegres  sueñan  en  tan  dulces  lazos; 
Él,  que  cruza  sereno  entre  las  balas; 
Ella,  que  arrulla  un  niño  entre  sus  brazos. 

Puesto  al  hombro  el  fusil  de  hoja  de  lata, 
El  kepis  de  papel  sobre  la  frente, 
Alienta  ti  niño  en  su  inocencia  grata 
El  orguHo  viril  de  ser  valiente. 

Quizá  piensa,  en  su  juegos  infantiles, 
Que  en  es*e  mundo  que  su  afán  recrea, 
Son  como  el  suyo  todos  los  fusiles 
Con  que  la  torpe  humanidad  pelea. 

Qué  pesan  poco,  que  sin  odios  lucen, 
Que  es  igual  el  más  débil  al  más  fuerte, 

Y  que,  "i  ss  disparan,  no  producen 
Humo,  f-ap.or,  consternación  y  muerte. 

¡Oh,  misteriosa  condición  humana! 
Siempre  lo  opuesto  buscas  en  la  tierra ; 
Ya  delira  Margoí  por  ser  anciana, 

Y  Juan,  que  vive  en  paz,  ama  H  guerra. 

Mirándoles  jugar  me  aflijo  y  callo  : 
¿Cuál  será  sobre  el  mundo  su  fortuna? 
Sueña  el  niño  con  arma«'  y  caballo. 
La  niña  con  velar  junto  á  la  cuna. 


152  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


El  uno  corre  de  entusiasmo  ciego, 
La  niña  arrulla  á  su  muñeca  inerme, 

Y  mientras  grita  el  uno  :  fuego,  fuego, 

La  otra  murmura  triste :  duerme,  duerme. 

A  mi  lado  ante  juegos  tan  extraños 
Concha,  la  primogénita,  me  mira  : 
¡  Es  toda  una  persona  de  seis  años 
Que  charla,  que  comenta  y  que  suspira ! 

¿Por  qué  inclina  su  lánguida  cabeza 
Mientras  deshoja  inquieta  algunas  flores? 
¿Será  la  que  ha  heredado  mi  tristeza? 
¿Será  la  que  comprende  mis  dolores? 

Cuando  me  rindo  del  dolor  al  peso, 
Cuando  la  negra  duda  me  avasalla, 
Se  me  cuelga  del  cuello,  me  da  un  beso, 
Se  le  saltan  las  lágrimas  y  calla. 

Sueltas  sus  trenzas  claras  y  sedosas, 

Y  oprimiendo  mi  mano  entre  sus  manos. 
Parece  que  medita  en  muchas  cosas 

Al  mirar  cómo  juegan  sus  hermanos. 
Margot,  que  canta  en  madre  transformada, 

Y  arrulla  á  un  hijo  que  jamás  se  queja. 
Ni  tiene  que  llorar  desengañada. 

Ni  el  hijo  crece,  ni  se  vuelve  vieja. 

Y  este  guerrero  audaz  de  tres  abriles 
Que  ya  se  finge  apuesto  caballero, 
No  logra  en  sus  campañas  infantiles 
Manchar  con  sangre  y  lágrimas  su  acero. 
¡Inocencia!  ¡Niñez!  ¡Dichosos  nombres! 
Amo  tus  goces,  busco  tus  cariños; 
¡Cómo  han  de  ser  los  sueños  de  los  hombres. 
Más  dulces  que  los  sueños  de  los  niños ! 

¡Oh,  mis  hijos!  No  quiera  la  fortuna 
Turbar  jamás  vuestra  inocente  calnia, 
No  dejéis  esa  espada  ni  esa  cuna : 
¡Cuando  son  de  verdad,  matan  el  alma! 


POESÍAS  ESCOGIDAS  153 


CESAR  EN  CASA. 

Juan,  aquel  militar  de  tres  abriles 
Que  con  gorra  y  fusil  sueña  en  ser  hombre, 

Y  que  ha  sido  en  sus  guerras  infantiles 
Un  glorioso  heredero  de  mi  nombre; 

Ayer,  por  tregua  al  belicoso  juego, 
Dejando  en  un  rincón  la  espada  quieta, 
Tomó  por  voluntad,  no  á  sangre  y  fuego, 
Mi  mesa  de  escribir  y  mi  gaveta. 

Allí  guardo  un  laui;el,  y  viene  al  caso 
Repetir  lo  que  saben  mil  testigos : 
Esa  corona  de  oropel  y  raso 
La  debo,  no  á  la  gloria,  á  mis  amigos. 

Con  sus  manos  pequeñas  y  traviesas, 
Desató  el  niño,  de  la  verde  guía. 
El  lazo  tricolor  en  que  hay  impresas 
Frases  que  él  no  descifra  todavía. 

Con  la  atención  de  un  ser  que  se  emociona, 
Miró  las  hojas  con  extraño  gesto, 

Y  poniendo  en  mis  manos  la  corona, 

Me  preguntó  con  intención  :  —  ¿Qué  es  esto  ? 

-    Esto  es  —  repuse  —  el  lauro  que  promete 
La  gloria  al  genio. que  en  su  luz  inunda... 
—  ¿Y  tú  por  qué  lo  tienes? 

^  Por  juguete, 
Le  respondió  mi  convicción  profunda. 

Viendo  la  forma  oval,  pronto  el  objeto 
Descubre  el  niño,  de  la  noble  gala; 
Se  la  ciñe,  faltándome  al  respeto 

Y  hecho  un  héroe  se  aleja  por  la  sala. 

¡  Qué  hermosa  dualidad !  Gloria  y  cariño 
Con  su  inocente  acción  enlazó  ufano. 
Pues  con  el  lauro  semejaba  el  niño 
Un  diminuto  emperador  romano. 


154  JUAN  DE  DIOS  PEZA 

Hasta  creí  que  de  su  faz  severa 
Irradiaban  celestes  resplandores, 

Y  que  anhelaba  en  su  imperial  litera 
Ir  al  Circo  á  buscar  los  gladiadores. 

Con  su  nuevo  disfraz  quedé  asombrado 
(No  extrañéis  en  un  padre  estos  asombros), 

Y  corrí  por  un  trapo  colorado 

Que  puse  y  extendí  sobre  sus  hombros. 

Mírelo  así  con  candido  embeleso, 
Me  transformé  en  su  esclavo  humilde  y  rudo, 

Y  ¡  Ave,  César!  —  le  dije  —  dame  un  beso, 
¡  Yo  que  muero  de  penas,  te  saludo ! 

—  ¿César?  —  me  preguntó  lleno  de  susto, 

Y  yo  sintiendo  que  su  amor  me  abrasa, 

—  ¡César!  —  le  respondí.  —  César  augusto 
De  mi  honor,  de  mi  honra  y  de  mi  casa ! 

Quítele  el  manto,  le  volví  la  espada, 
Recogí  mi  corona  de  poeta, 

Y  la  guardé,  deshecha  y  empolvada, 
En  el  fondo  sin  luz  de  mi  gaveta. 


Mí  HIJA^MARGOT 

Tiene  Margot  un  niño  á  quien  adora. 
Que  no  nació  entre  lágrimas  y  males, 
Pues  se  lo  dio  de  cuelga  una  señora 
Que  lo  compró  de  lance  en  veinte  reales. 

No  hay  un  cariño  igual  á  ese  cariño 
Reflejo  fiel  de  abnegación  sincera, 
Pues  ni  lo  entiende  ni  lo  paga  el  niño 
Que  le  dice  mamá  y  es  de  madera. 

Sin  temor  de  que  enferme  ó  que  se  pierda. 
La  madre  sabe  de  contento  loca, 
Que  el  niño  si  le  tiran  de  una  cuerda, 
Llora,  abriendo  los  ojos  y  la  boca. 


i 


POESÍAS  ESCOGIDAS  155 


¡Si  lo  vieras  en  horas  sosegadas 
Con  qué  ternura  maternal  lo  viste, 

Y  con  qué  melancólicas  miradas 
Se  fija  en  él  cuando  lo  juzga  triste ! 

—  ¿Qué  tienes  —  le  pregunta,  -—  niño  mío? 
\  Más  bonito  que  tú  no  habrá  ninguno ! 

No  llores...  ¿tienes  hambre?  ¿tienes  frío? 
Duerme  mientras  te  traigo  el  desayuno. 

Y  lo  acuesta  en  su  lecho,  allí  lo  abriga, 
Bajo  sus  misma  sábanas  lo  arropa, 

Y  corre  por  la  leche  y  por  la  miga 
Para  darle  en  los  labios  sopa  á  sopa. 

Que  no  las  toma  el  niño  es  cosa  clara, 
Pero  aquí  la  intención  salva  un  abismo ; 
Margot  en  tal  desaire  no  repara, 
Pues  ella  se  las  come  y  es  lo  mismo. 

Margot  junto  á  mi  padre,  dulce  y  quieta, 
ira  siempre  su  encanto  y  su  consuelo, 
yo  vi  alguna  vez  frente  á  la  nieta, 
íLágrimas  en  los  ojos  del  abuelo. 

—  Estos  juegos  —  me  dijo  —  causan  frío, 
No  sé  ni  qué  revelan  ni  qué  indican, 
¡Hacen  cosas  los  niños,  hijo  mío, 

Que  ni  los  grandes  sabios  las  explican ! 

¡  Cuánto  Margqt  á  la  virtud  promete ! 
Mira...  en  su  niño  están  sus  ojos  fijos..,    ' 
¡Avergüenza  esta  madre  de  juguete 
A  los  monstruos  que  olvidan  á  sus  hijos! 

Mientras  yo  silencioso  meditaba, 
Margot.  que  cuenta  cuatro  primaveras. 
Para  dormir  al  niño  lo  arrullaba 
Como  arrullan  las  madres  verdaderas. 


156  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


ESTE  ERA  UNA  REY.,. 

Ven,  Juan,  y  toma  asiento 
En  la  mejor  de  tus  sillas; 
Siéntate  aquí  en  mis  rodillas, 
Y  presta  atención  á  un  cuento. 

Así  estás  bien,  eso  es. 
Muy  cómodo,  muy  ufano, 
Pero  ten  quieta  esa  mano; 
Vamos,  sosiega  esos  pies. 

Este  era  un  rey...  me  maltrata 
El  bigote  ese  cariño. 
Este  era  un  rey...  vamos,  niño, 
Que  me  rompes  la  corbata. 

Si  vieras  con  qué  placer 
Ese  rey...  ¡Jesús!  qué  has  hecho! 
¿Lo  ves?  ¡en  medio  del  pecho 
Me  has  clavado  un  alfiler ! 

¿Y  mi  dolor  te  da  risa? 
Escucha  y  tenme  respeto; 
Este  era  un  rey...  deja  quieto 
El  cuello  de  mi  camisa. 

Oir  atento  es  la  ley 
Que  á  cumplir  aquí  te  obligo... 
Deja  mi  reloj...  prosigo. 
Atención  :  Este  era  un  rey... 

Me  da  tormentos  crueles 
Tu  movilidad,  chicuelo, 
¿Ves?  has  regado  en  el  suelo 
Mi  dinero  y  mis  papeles. 

Responde :  ¿me  has  de  escuchar? 
Este  era  un  rey...  ¡qué  locura! 
Me  tiene  en  grande  tortura 
Que  te  muevas  sin  parar. 

Mas  ¿ya  estás  quieto?  Sí.  sí, 
Al  fin  cesa  mi  tormento... 


POESÍAS  ESCOGIDAS  157 


Este  era  un  rey,  oye  el  cuento 
Inventado  para  ti... 

Y  agrega  el  niño,  que  es  ducho 
En  tramar  cuentos  á  fe : 

—  Este  era  un  rey...  ya  lo  sé 
Porque  lo  repites  mucho. 

Y  me  gusta  el  cuentecito, 

Y  mira,  ya  lo  aprendí : 
Este  era  un  rey,  ¿no  es  así? 
;Qué  bonito!  ¡Qué  bonito! 

Y  de  besos  me  da  ciento, 

Y  pienso  al  ver  sus  cariños  : 
Los  cuentos  para  los  niños 
No  requieren  argumento. 

Basta  con  entretener 
Su  espíritu  de  tal  modo, 
Que  nos  pueden  hacer  todo 
Lo  que  nos  quieran  hacer. 

Con  lenguaje  grato  ó  rudo 
Un  niño,  sin  hacer  caso, 
Va  dejando  paso  á  paso 
A  su  narrador  desnudo. 

¡  Infeliz  del  que  se  escama 
Con  esas  dulces  locuras, 
Si  estriba  en  sus  travesuras 
El  argumento  del  drama ! 

¡  Oh,  Juan !  me  alegra  y  me  agrada 
Tu  movilidad  tan  terca ; 
Te  cuento  por  verte  cerca 

Y  no  por  contarte  nada. 

Yo  bendigo  mi  fortuna, 

Y  oye  el  cuento  y  lo  sabrás : 
Era  un  rey  á  quien  jamás 
Le  sucedió  cosa  alguna. 


158  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


PATRIA, 

A  MI  QUERIDO  AMIGO  FRANCISCO  SOSA. 
I. 

Ayer  mi  primogénita  Conchita, 
Alma  en  flor  de  mis  dulces  ilusiones. 
Me  dirigió  una  carta  que  está  escrita 
Con  letras  que  parecen  moscardones. 
No  falta  por  supuesto  el  sobrescrito 
Que  dice  —  »  A  mi  papá  »,  —  yo  soy,  lo  veo, 
¡  Buen  chasco  se  pegaba  el  angelito 
Si  mandara  su  epístola  al  correo! 
Con  mucha  gravedad  he  roto  el  nema 
Que,  sin  seguir  la  práctica  aceptada. 
No  es  monograma,  ni  blasón,  ni  lema, 
Sino  un  poco  de  goma  mal  untada. 
El  papel  de  la  carta,  maravilla 
Por  su  extraño  doblez  y  su  figura, 
En  sus  mejores  tiempos  fué  planilla 
De  un  cuaderno  segundo  de  escritura. 
Doy  principio  á  leer  y  no  comento  : 
«  Mi  querido  papá,  mucho  te  extraño ; 
Margot  está  muy  gorda  y  Juan  contento 
Por  que  ha  estrenado  al  comenzar  el  año. 
Te  vas  á  sorprender  con  su  vestido, 
No  te  quiero  contar,  son  calzoneras; 
Su  sombrero  jarano  y  le  han  traído 
Una  de  esas  pistolas  de...  de  veras. 
No  diga  que  te  dije,  si  pregunta, 
Porque  si  no,  dirá  que  soy  muy  mala, 
Ven  á  ver  su  pistola,  si  te  apunta 
No  te  asustes,  papá,  no  tiene  bala. 
Ya  no  te  escribo  más;  en  otro  día 
Seré  tan  larga  como  tu  lo  pides : 
Adiós,  papá;  bendice  á  tu  María... 
Posi-data:  —  Mi  muñeca;  no  te  olvides». 


I 


POESÍAS  ESCOGIDAS  159 


II. 

AI  domingo  siguiente  muy  temprano, 
Tomé  asiento  en  un  coche  de  primera 
De  aquel  tren  más  inglés  que  mejicano 
Que  lleva  á  Veracruz,  no  á  la  frontera. 
Dos  horas  de  camino,  con  el  alma 
Henchida  por  las  gratas  impresiones 
De  una  mañana  alegre,  y  á  «  La  Palma  » 
Llego,  como  quien  dice,  en  tres  tirones. 
Abandono  el  vagón  y  lo  primero 
Que  á  mi  vista  en  el  campo  se  presenta, 
Es  Juanito  vestido   de  ranchero 
Tal  y  como  la  carta  me  lo  cuenta : 
Un  sombrero  jarano  con  toquilla. 
Un  freno  á  cada  lado  por  chapeta, 
Un  ancho  barbuquepo  con  hebilla, 
De  cuero  de  venado  la  chaqueta. 
Amplia  la  calzonera  y  con  galana 
Botonadura;  la  corbata  suelta; 
Al  cinto  la  pistola  en  la  canana. 
La  mano  airosa  entre  la  crin  revuelta, 
Espuelas  de  Amozoc  cuyos  pavones 
Ni  el  tiempo  borra  ni  el  andar  maltrata 
Ostentando  en  sus  mil  incrustaciones 
Gallardas  cifras  en  bruñida  plata. 
En  el  sencillo  fuste  por  adorno. 
Redondos  chapetones  cincelados. 

Y  de  la  teja  y  la  cabeza  en  torno 
Anchos  cercos  de  plata  repujados. 
Cubierto  el  hombro  por  la  manga  obscura 
De  paño  azul  y  de  olvidada  usanza, 

Con  fleco  y  con  galón  la  embocadura : 
Fleco  que  al  sol  sus  esplendores  lanza. 

Y  tal  me  pareció  que  revivía 
Con  su  traje  y  airoso  continente, 
El  tipo  que  mi  ardiente  fantasía 
Formara  en  mi  niñez  de  un  insurgente. 
Adelantó  el  caballo  :  mezcló  un  grito 
De  júbilo  con  una  carcajada, 


160  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Y  me  puse  á  mirarlo  de  hito  en  hito, 
Fingiendo  una  sorpresa  inesperada. 

III. 

Después,  cuando  ya  juntos  caminamos 
Hablábamos  los  dos  de  esta  manera : 
(Antes  debo  advertir  que  á  lo  que  hablamos 
Puede  ó  no  darle  crédito  cualquiera). 

—  ¿Por  qué  dices,  papá,  que  te  parece 
Que  soy  un  insurgente?  Di :  ¿qué  es  eso? 

—  Te  lo  voy  á  explicar,  pero  merece 
Un  prólogo  de  amor,  ¿me  das  un  beso? 
Hace  ya  muchos  años...  todavía 

El  abuelito  de  que  fuiste  encanto... 

—  ¡Ah!  sí;  mí  papá  grande...  --  No  nacía. 

—  ¿Hará  como  cien  años? 

No,  no  tanto. 
Era  en  el  año  diez;  han  transcurrido 
Desde  entonces  acá  más  de  sesenta... 

—  ¿Serán  doscientos  años? 

—  ¡Aturdido! 
En  nombre  de  tu  edad,  no  hagas  la  cuenta. 
Hubo  por  aquel  tiempo  ujia  gran  guerra  : 
Luchaban  los  de  aquí  con  los  extraños 
Por  quitarles  el  mando  en  esta  tierra, 

Y  fué  tan  larga  que  duró  diez  años. 

—  ¿Y  quién  ganó  por  fin? 

—  Poco  me  extrafí 
Esa  pregunta  de  la  cual  me  rio; 
¡Luchábamos  nosotros  con  España 

Y  ganamos  nosotros,  hijo  mío! 
Pero  voy  á  decirte  en  breve  historia 
Cómo  tan  noble  triunfo  conseguimos, 
Rogándote  la  guarde  tu  memoria 

Por  ser  del  suelo  en  que  los  dos  nacimos. 
Muy  cerca  de  la  hacienda,  en  aquel  llano 
La  iglesia  desde  aquí  bien  se  divisa, 
Vive  un  amable  cura  muy  anciano, 
Que  los  domingos  viene  á  decir  misa! 


^^re  profesa  po 


POESÍAS  ESCOGIDAS  161 


lo  conoces?  <., 

—  Mucho  cariño 
profesa  por  cierto  el  buen  abate... 

—  Sí,  ¿no  sabes?  me  llama  su  buen  niño 

Y  me  convida  á  pan  y  chocolate. 

—  Pues  bien,  de  igual  edad,  con  los  honores 
Mismos  que  él  tiene,  amado  por  las  gentes, 
Hubo  un  cura  en  el  pueblo  de  Dolores 

Al  cual  debemos  ser  independientes. 

Era  de  noble  corazón  y  dijo  : 

«  Cuanto  tengo  en  la  tierra  y  cuanto  valgo, 

Por  mi  patria  lo  doy  como  buen  hijo». 

Era  aquel  cura  :   ¡  Don  Miguel  Hidalgo ! 

Y  sin  más  que  su  esfuerzo  y  su  conciencia 
Que  la  alta  voz  del  patriotismo  escucha, 
Proclamó  sin  temor  la  Independencia, 

Y  antes  que  nadie  se  lanzó  á  la  lucha. 
Muchos  le  acompañaron,  mas  la  suerte 
Corresponder  no  supo  á  sus  desvelos; 
Por  darnos  libertad  halló  la  muerte 
Dejando  en  su  lugar  al  gran  Morelos. 
Era  cura  también  de  pobre  aldea, 
Pero  dotóle  Dios  de  tal  bravura. 

Que  era  un  rayo  de  Dios  en  la  pelea. 
El  que  manso  pastor  era  de  cura, 
Ejércitos   formó,    rompió   murallas, 
Hizo  temblar  al  enemigo  osado, 

Y  en  tres  años  ganó  tantas  batallas 
Que  el  mundo  todo  le  miró  asombrado. 

—  ¿Ese  llegó  á  ganar? 

—  Dios  no  lo  quiso. 
Murió  sin  desmayar  altivo  y  fiero; 
Pero  seguir  luchando  era  preciso 

Y  así  para  luchar  surgió  Guerrero. 
Hijo  del  pueblo,  ardiendo  en  sus  entrañas 
El  fuego  celestial  del  patriotismo, 

Era  un  león  nacido  en  las  montañas 
Que  arrulló  el  huracán  sobre  el  abismo. 
Modelo  de  valor  sin  arrogancia, 

¡esías   escogidas. 


162  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Con  un  corto  puñado  de  valientes 
Ejemplo  fué  de  indómita  constancia 

Y  faro  de  las  tropas  insurgentes. 
¿Entiendes  lo  que  digo?  aquellos  bravos 
Que,  sin  medir  peligros,  duelos,  penas. 
Le  dieron  libertad  á  los  esclavos. 
Rompiendo  al  oprimido  sus  cadenas; 
Aquellos  hombres  cuyo  arrojo  fiero 
Todo  lo  grande  y  lo  sublime  entraña; 
Sin  títulos,   ni  honores,   ni  dinero; 

Sin  más  cuartel  que  el  llano  y  la  montaña ; 
Que  siempre  estaban  en  constante  guerra 
Sufriendo  los  rigores  de  la  suerte. 
Sin  esperar  más  premios  en  la  tierra 
Que  eterna  cárcel  ó  afrentosa  muerte. 
Con  una  manta  tosca  por  abrigo, 
Con  un  nombre  sin  mancha  por  herencia. 
Con  un  caballo  por  mejor  amigo 

Y  por  tínica  fe  la  Independencia. 
Esos  que  tantos  hechos  ignorados 

Nos  dejan  para  asombro  de  las  gentes, 
Fueron  del  pueblo  libre  los  soldados 

Y  son   los   que  se  llaman   insurgentes. 
Esta  tierra  que  ves  y  en  que  tenemos 
Aire,  luz,  casa,  pan,  amor,  ventura, 

A  su  valor  heroico  la  debemos, 
Nos  la  dieron  su  arrojo  y  su  bravura. 
Este  sol,  estos  campos,  este  cielo, 
Es  todo  nuestro  con  su  honor  ungido; 
Aquí  naciste  tú,  nació  tu  abuelo 

Y  nací  yo  también,  es  nuestro  nido. 

Es  la  gran  Madre  y  Patria  se  la  llama; 
Nada  en  su  bien  te  asuste  ni  te  asombre. 
Su   amor  enciende  la   divina   llama 
Que  alienta  y  mueve  el  corazón  del  hombre. 
Más  que  en  mí,  más  que  en  ti,  todo  el  cariño 
De  que  fueres  capaz,  cífralo  en  ella, 

Y  en  tu  inocente  corazón  de  niño 
Brille  ese  amor  como  fulgente  estrella. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  163 


IV. 

Después,   al  terminar  nuestra  jornada, 
Quédeme  largo  rato  pensativo, 

Y  dije  á  Juan  fijando  una  mirada 

En  su  semblante  alegre  y  expresivo  : 
—  Ya  ves  por  qué  me  gustas  de  ranchero ; 
Grita  cual  si  te  oyeran  muchas  gentes : 
¡Viva  Hidalgo,  Morelos  y  Guerrero! 

Y  ¡vivan  los  soldados  insurgentes! 
¡Vivan!  repitió  el  niño  entusiasmado; 
Yo  su  grito  escuché  con  embeleso, 

Y  le  dije :  pues  hemos  acabado, 
¡Te  daré  como  epílogo  otro  beso! 


EL  GRAN  GALEOTO. 

Margot  está  en  el  balcón 
Con  medio  cuerpo  hacia  fuer^, 
Yo  de  pie  sobre  la  acera, 
Dándole  conversación. 

—  Di :  ¿qué  quieres,  hija  mía? 

—  Irme  contigo. 

—  No  puedes; 
Te  mando  que  en  casa  quedes. 
Las  niñas  salen  de  día. 

—  ¿De  noche  no? 

—  No. 

—  ¿Por  qué? 

—  Porque  no...  ya  lo  sabrás. 

—  ¿Pero  tti  adonde  te  vas? 

—  Al  teatro  y  al  café. 

—  ¡Al  teatro!  ¿Y  es  bonita 
La  comedia? 

—  Mucho,  sí.... 

—  Entonces  llévame  allí. 
Voy  á  bajar... 


164  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


—  ¡Margarita! 

—  ¿Y  al  café  cuándo  te  vas  ? 

— Muy  tarde,  á  la  media  noche. 

—  Bien,  pues  iremos  en  coche, 
Así  sí  me  llevarás. 

— De  noche  no  puede  ir 
Ni  al  teatro  ni  al  café... 

—  ¿Espantan? 

—  No. 

—  Pues,  ¿por  qué? 

—  Porque  no  puedes  salir, 

—  Pero  di :  por  qué  no  puedo  ? 

—  Está  obscura  la  ciudad. 

—  Dices  que  á  la  obscuridad 
Nunca  se  le  tiene  miedo. 

—  Traeré  dulces  al  volver. 

—  ¿Todos  serán  para  mí? 

—  Todos. 

¿Pero  todos? 
¡Sí! 

—  ¿De  veras? 

—  Todos  mujer. 

—  Así  me  quedo  contenta. 

—  Bien,  pues  entra  que  hace  frío.. 

—  ¿Te  vas? 

—  Me  voy.  ángel  mío, 

—  Mis  dulces... 

Calla,  avarienta. 

—  ¿Qué  dices? 

—  Nada,  tesoro. 
Que  ya  me  voy,  nada  escucho. 

—  ¿Me  quieres? 

¡Te  quiero  mucho! 

—  Y  tú  ¿me  quieres? 

—  ¡  Te  adoro ! 

—  Soy  obediente. 

—  Por  eso 
Vives  ya  tan  consentida. 

—  Un  beso... 


POESÍAS  ESCOGIDAS  16S 

—  Toma,  mi  vida 
Te  mando  con  este  beso. 

Pasaban  á  la  sazón 
Varias  gentes  por  la  acera, 

Y  al  oir  de  tal  manera 
Cortar  la  conversación, 
Nos  juzgan  pechos  de  lava 
Que  laten  de  amor  en  pos, 

Y  dicen  :  ¡  vaya !  ¡son  dos 
Que  están  pelando  la  pava ! 


EN  EL  CIELO  Y  EN  LA  CALLE 

(fragmento  de  un  poema  inédito). 

A  los  que  buscan  dramas  algo  extraños 
Doy  éste,  que  por  breve  no  desvela  : 
Personajes  :  un  niño  de  seis  años 
Y  Juana,  de  sesenta,  que  es  su  abuela. 

Hablan  y  nada  la  atención  les  roba ; 
Ella  desde  un  sillón ;  él  en  su  cama  ; 
La  escena  es  en  el  fondo  de  una  alcoba 
Que  brilla  á  media  luz. 

Comienza  el  drama. 


—  Dos  labradores  francos  y  sencillos, 
Encontraron  dos  aves  cierto  día. 

—  Abuela  :  ¿qué  son  aves? 

—  Paj  arillos. 

—  ¡Ah!  sí,  tienes  razón,  ya  lo  sabía. 

—  Prosigo,  y  no  interrumpas  esta  historia. 

—  No  vuelvo  hablar,  te  lo  prometo,  abuela. 

—  Oye  y  fija  mi  cuento  en  tu  memoria. 

—  Y  lo  diré  á  los  niños  de  mi  escuela. 

—  Una  vez  dos  sencillos  labradores 
Hallaron  en  un  árbol  suspendido 


166  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


El  nido  de  los  pájaros  cantores... 

—  Dime  antes  de  seguir  ¿cómo  es  un  nido? 

—  Tus  preguntas  avivan  mis  congojas, 
Un  nido  es  un  palacio.... 

—  ¿Qué  me  dices? 

—  Es  un  palacio  alzado  entre  las  hojas 
Para  vivir  dos  pájaros  felices. 

Allí  se  abrigan  del  invierno  insano, 
Allí  van  á  arrullarse  hora  tras  hora, 

Y  así  como  tú  rezas  muy  temprano, 
Allí  cantan  á  Dios  en  cada  aurora. 

—  ¿Y  serán  muy  bonitos? 

—  Maravilla 
En  tanta  pequenez,  arte  tan  rico. 

—  Abuela,  ¿son  de  piedra  ? 

—  Son  de  arcilla 
Con  hebras  mil  tejidas  con  el  pico. 

Mas  no  pierdas  la  historia  peregrina 

Y  volvamos  al  par  de  labradores 
Que,  al  fulgor  de  la  estrella  matutina. 
Hallaron  aquel  nido  entre  las  flores. 

Se  acercaron  al  árbol  corpulento 
Donde  estaba  el  palacio  suspendido... 

—  ¡  El  palacio ! 

—  ¿Lo  ves?  No  sigo  el  cuento 
Un  palacio  en  un  árbol  es  un  nido. 
En  él  estaba  un  pájaro,  y  cubría 
Para  darles  calor,  dicha  y  consuelos 
A  tiernos  pajaritos... 

—  ¡Qué  alegría! 
Sus  hermanos  tal  vez... 

—  No ;  sus  hijuelos. 
Temeroso  al  mirar  á  dos  extraños 
Escondió  á  sus  polluelos  inocentes. 

—  ¡  Ay !  dime,  abuela,  ¿les  hicieron  daño  ? 
Si  los  han  de  matar  no  me  lo  cuentes. 

—  No  cofiprendes  aún  en  tu  inocencia 
Los  nobles  cultos  en  las  almas  fijos. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  167 


Un  padre  siempre  inspira  reverencia 
A  quien  lo  ve  cercado  de  sus  hijos. 

Y  lo  mismo  en  las  aves  que  en  los  hombres, 
En  el  espacio  azul  ó  en  el  abismo, 
Grutas,  nidos,  hogar, — cuestión  de  nombres, — 
¡  El  amor  paternal  siempre  es  el  mismo ! 
El  pájaro  del  cuento  receloso 
De  la  intención  de  aquellos  campesinos, 
Les  habló... 

—  ¿Cómo  hablaba? 

—  I  Qué  curioso ! 

—  ¿Hablaba  como  yo? 

—  No.  no ;  con  trinos. 

—  ¿Con  trinos? 

—  No  interrumpas. 

—  ¿Cómo  es  eso? 

—  Basta  de  preguntar,  escucha. 

—  Escucho. 

—  ¿No  sientes  tú,  cuando  me  das  un  beso, 
Que,  sin  hablarte  yo,  te  digo  mucho  ? 

Pues...  no  lo  sé  explicar,  un  dulce  acento 
Inimitable,  arrullador,  divino, 
Con  que  una  ave  saluda  al  firmamento 
AI  ver  el  nuevo  sol,  eso  es  un  trino. 

—  ¿Eso  es  un  trino? 

—  Sí :  con  él  expresan 
Las  aves  de  sus  dichas  el  tesoro... 

—  Abuela,  y  qué,  ¿las  aves  no  se  besan? 

—  Tal  vez,  tal  vez,  pero  en  verdad...  lo  ignofo. 
No  hagas  á  cada  paso  esas  preguntas 

Que  resolver  no  puedo  ni  me  toca ; 
Tal  vez  se  besen  las  que  viven  juntas. 

—  ¿Y  se  pueden  besar  sin  tener  boca? 

—  Me  tiene  siempre  en  infernal  batalla 
La  gran  precocidad  de  sus  antojos : 
Sábelo,  chiquitín,  sábelo  y  calla  : 

i  Los  pájaros  se  besan  con  los  ojos ! 

—  No,  no  es  verdad,  abuela. 

—  I  Qué  osadía ! 


168  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


¿Es  decir  que  yo  miento  ?  ¡  Vaya  un  chico ! 

—  Yo  he  visto  á  tus  canarios,  cierto  día, 
Dándose  de  comer  de  pico  á  pico. 

—  Pero  ¿dar  de  comer  es  dar  un  beso? 
¡Vaya  con  el  chicuelo  veterano! 

—  Pues  ¿por  qué  los  canarios  hacen  eso? 
Tú  me  das  la  comida  con  la  mano. 

—  ¿Por  qué  lo  hacen?  No  sé.  Ya  me  provoca 
Esa  curiosidad  tan  obstinada; 

No  se  besa  tan  sólo  con  la  boca... 

—  Abuela,  ¿pues,  con  qué?... 

—¡Con  la  mirada! 

Y  á  un  niño  como  ttí  débil  é  inerme, 
Que  no  conoce  el  mal  ni  le  acobarda. 
Viene  á  besar  sus  ojos  cuando  duerme. 
Lleno  de  amor  el  ángel  de  la  guarda. 

Ese  ángel  está  aquí... 

—¿Dónde? 

— A  tu  lado. 

—  Abuela,  ¿entre  tú  y  yo? 

Su 

— ¡  No  lo  veo ! 

—  Ningún  mortal  á  un  ángel  ha  mirado 
Sino  con  la  esperanza  y  el  deseo. 

Quien  tal  ventura  á  conseguir  alcanza 
Es  porque  tiene  el  alma  limpia  y  pura. 

—  Dime  abuela,  ¿qué  cosa  es  la  esperanza? 
^—  Una  cosa  muy  clara  y  muy  obscura. 

Lo  que  quieres  hallar  más  adelante, 
Lo  que  estando  muy  lejos  v"s  enfrente, 
Lo  que  al  ser  más  obscuro  es  más  brillante, 
¿Me  entiendes? 

—  No. 

—  Pues  calla,  impertinente, 
Me  llevas  por  tan  ásperos  caminos, 
Que  junto  á  ti  desfallecer  me  siento ; 
Me  haces  hablar  de  besos  y  de  trinos 

Y  no  me  dejas  proseguir  el  cuento. 

—  ¿El  cuento? 


I 


POESÍAS  ESCOGIDAS  169 


—  Picaruelo,  ¿has  olvidado 
El  encuentro  de  aquellos  labradores 
Con  el  nido  de  un  pájaro  encantado 
Oculto  entre  las  ramas  y  las  flores? 
Sí  lo  olvidaste  ya;  cesa  mi  empeño 
De  contar  esa  historia...  no  prosigo; 
Cierra  los  ojos,  velaré  tu  sueño 
¡Soy  tan  dichosa  cuando  estoy  contigo! 

—  ¿Ale  quieres  mucho?... 

—  Sí,  te  quiero  tanto 
Que  por  eso  me  ves  tan  afligida ; 
A  mi  avanzada  edad  me  causa  espanto 
Saber  que  pronto  perderé  la  vida. 

—  ¿Te  da  miedo  morir? 

—  Por  ti  me  aflijo. 
No  por  un  mundo  donde  impera  el  dolo... 

—  ¡y!  si  murieras... 

—  ¡Calla!  Entonces,  hijo 
¿Qué  podrá  ser  de  ti?...  ¡te  quedas  solo! 

— ¿No  dices  que  está  un  ángel  á  mi  lado 
Que  vela  mis  acciones  noche  y  día? 
Él  me  acompañará. 

— ^Muy  bien  pensado. 

—  No  llores...  dame  un  beso,  madre  mía. 
Fija  el  niño  en  la  anciana  sus  miradas 

En  las  que  amor  inmenso  se  revela, 
La  besa  y  sus  mejillas  sonrosadas 
Se  empapan  con  el  llanto  de  la  abuela. 
Reina  un  silencio  santo,  nada  roba 
La  pompa  augusta  que  la  escena  tiene; 
¡Como  que  están  besándose  en  la  alcoba 
Una  alma  que  se  va  y  otra  que  viene! 


170  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


NOCHEBUENA* 

Trae  la  lana,  trae  el  heno, 
El  portal  déjalo  aquí... 
La  muía,  el  buey,  así,  así. 
Ya  está  bueno,  ya  está  bueno. 

Acuesta  el  niño,  ¡Dios  mío! 
Tan  desnudo  me  enternece; 
Ponle  plumón,  que  parece 
Que  se  nos  muere  de  frío. 

Pon  en  lo  alto  la  estrellita, 
La  escarcha  aquí  nos  ceanpleta. 
Trae  sol  y  luna  y  cometa, 

Y  el  rebaño  y  la  casita. 

Aquí  resalta  mejor 
Esta  cascada...  aquí  un  pino; 
Haz  con  piedras  el  camino; 
Sienta  aquí  arriba  un  pastor. 

Junto  al  monte  que  vacila, 
Forme  laguna  este  plato ; 
Aquí  de  jamo»  á  Bato, 
Aquí  á  su  pastora  Gila. 

Junto  á  este  árbol  que  se  eleva 
Con  pompa  porque  es  frutal, 
Va  el  pecado  original, 
Quiero  decir,  Adán  y  Eva. 

Tiñendo  en  rojo  los  prados 
Colocar  de  frente  puedo 
A  Herodes  ¡Jesús!  ¡qué  miedo! 
Con  cien  niños  degollados. 

Aquí  se  quedó  Moisés 
Con  sus  tablas...  ¡qué  bonito! 

Y  enfrente  del  portalito, 
Los  reyes  magos,  ¡los  tres ! 


POESÍAS  ESCOGIDAS  171 


Y  entre  montes  y  cañadas 

Y  casitas  y  ahuehuetes 
Irán  todos  los  juguetes 

De  las  noches  de  Posadas. 

Ya  está  todo  y  está  bueno, 
Más  zagales,  más  doncellas, 
Aquí  nos  faltan  estrellas 

Y  más  escarcha  en  el  heno. 

Junto  al  niño  están  de  pie 
Con  faz  dulce  y  amorosa 
El  casto  esposo  y  la  esposa. 
La  Virgen  y  San  José. 

Ahora  sí,  ya  se  acabó, 
Vengan  y  con  gran  cariño : 
Canten  :  á  la  rorro  niño, 
Todos  :  á  la  rorrorró. 

Y  se  agrupan  los  chicuelos 
Que  cual  ángeles  se  ven, 

Y  ante  el  portal  de  Belén 
Cantan  al  Rey  de  los  Cielos. 

I  Qué  entusiasmo!  ¡qué  alegría  I 
i  Qué  fiesta  santa  y  amena! 
Falta  lo  mejor :  la  cena ; 
¡La  gran  cena  de  este  día! 

De  la  mesa  en  derredor 
Donde  todo  se  concilla, 
Está  toda  la  familia 
Llena  de  dicha  y  amor. 

El  niño,  el  joven,  el  viejo, 
■poncella .  madre  y  abuela, 
Tanto  el  que  asiste  á  la  escuela 
Como  el  que  asiste  al  consejo. 

De  nuevas  dichas  en  pos 
Con  inefable  contento 


172  JUAN  DE  DIOS  PEZA 

Celebran  el  nacimiento 
De  Jesús,  del  Niño  Dios. 

El  anciano  se  embelesa 
Viendo  después  que  ha  cenado 
Cómo  el  nieto  se  ha  quedado 
Dormido  sobre  la  mesa. 

Y  al  mirarlo  siente  ya 
En  sus  ojos  llanto  ardiente, 
¡Piensa  que  el  año  siguiente 
Acaso  no  lo  verá! 

Todos  gozosos  se  ven 
Unos  á  otros  con  cariño; 
El  viejo  contempla  al  niño 

Y  éste  al  Niño  de  Belén. 

¡Oh  delicias  de  esta  cena! 
¡Oh  familia  venturosa! 
¡Noche  alegre!  ¡Noche  hermosa! 
¡Noche  santa!  ¡Noche  buena! 

Eres  venero  sin  par 
De  recuerdos  de  ventura, 
Eres  la  noche  más  pura 
De  todas  las  del  hogar. 

El  imán  de  los  cariños, 
La  cuna  de  afectos  sanos, 
El  llanto  de  los  ancianos 

Y  la  risa  de  los  niños. 

¿Por  qué  tan  rauda  te  vas? 
Con   tus   placeres  extraños 
Vendrás  cual  hoy  otros  años 

Y  no  nos  encontrarás. 

El  hogar  estará  frío 
Como  el  fondo  de  la  huesa, 

Y  hallarás  en  nuestra  mesa 
Más  de  un  asiento  vacío. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  173 

Cantando  tus  atractivos 
Otros  gozarán  despiertos; 
¿Quién  se  acuerda  de  los  muertos 
En  el  festín  de  los  vivos? 

Mas  no  hay  que  amargarse  en  pos 
bel  olvido  y  de  la  pena. 
Que  esta  noche  es  Nochebuena 

Y  ha  nacido  el  Niño  Dios. 

I  Nada,  á  gozar  y  á  reir, 
El  que  muera  morirá, 

Y  el  que  viva  ya  verá 

La  que  esconde  el  porvenir! 


CÓMO  ES  MARGOT. 

'A   MACARIO   RIVERO. 

Una  comedia  del  día 
Sin  llanto  y  sin  regocijos; 
Personajes :  yo  y  mis  hijos ; 
Teatro :  la  Juguetería. 

Tengo,  cual  es  de  rigor, 
Una  niña  en  cada  lado 

Y  el  varón  está  sentado 
Encima  del  mostrador. 

Has  en  frente  dos  hileras 
De  bebés  con  labios  rojos, 
Blancas  frentes,  negros  ojos 

Y  doradas  cabelleras. 

Rifles,  tambores,  cornetas, 
Vajillas  de  lujo  y  gala, 
Muebles,  espejos  de  sala. 
Armarios  á  dos  pesetas. 

Locomotoras  sin  par, 
Coches  de  cuerda,  andadores. 


174  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Parcos,  peces  de  colores, 
Ballenas ;  en  fin  :  ¡  la  mar ! 

—  Quiero — la  mayor  me  grita- 
Aquel  niño  en  esa  cuna 

Y  aquel  armario  de  luna, 

Y  esa  alfombra  y  la  casita. 

—  Y  yo — dice  Juan — no  quiero 
Más  que  un  fusil,  un  cañón, 
Una  pistola,  un  bastón. 

Un  sable,  un  cinto  de  cuero, 

Una  lanza,  una  bandera, 
Una  coraza,  una  gola. 
Aquella  caramañola, 
Mi  kepí  y  mi  cartuchera. 

Y  prosigue  la  mayor  : 

—  Pues  yo  quiero  solamente 
Esa  lámpara,  esa  fuente, 
Muebles  para  el  comedor. 

Dos  cuadros,  cuatro  cortinas, 
Tres  sartenes,  un  brasero. 
Dos  candiles,  un  plumero. 
Un  gallo  con  sus  gallinas. 

Un  ratón  de  cuerda,  un  gato, 
Un...  ¡basta! — ¿Y  tú,  Margarita? 
Callóse  la  pobrecita. 
Miró  todo  largo  rato. 

Y  con  palabras  sinceras 

Y  natural  regocijo. 

Alzó  su  rostro  y  me  dijo  : 

— Yo,  papá,  lo  que  tú  quieras. 

—  No.  Di  tu  antojo,  alma  mía, 

Y  agregó  alzando  las  manos : 

—  ¡  Ya  pidieron  mis  hermanos 
Toda  la  juguetería! 


POESÍAS  ESCOGIDAS  '  175 


—¿Y  no  quieres  nada? 

—¡No! 
—  Algo  pide. 

—  ¿Y  si  estás  pobre? 
Lo  que  dejen,  lo  que  sobre 
Eso  me  lo  llevo  yo. 

— ¡  Pobrecita !  ¡Pobrecita  I 
La  dije  y  besé  su  frente, 
Y-  no  exagero,  realmente 
Es  así  mi  Margarita. 

Bondadosa  y  resignada, 
Ninguna  ambición  concibe, 
Si  algo  le  doy,  lo  recibe, 
Y  si  no,  pide  nada. 


MÉJICO  Y  ESPANA»<»> 

1    HIJA    MARÍA,    NACIDA    EN    MADRID    EL  9   DE    AGOSTO   DE    1878. 
I. 

Allá,  detrás  del  mar,  la  playa  amena 
De  la  tierra  del  Cid  y  los  Guzmanes ; 
La  cruz  plantada  en  la  morisca  almena 
Y  rotos  á  sus  pies  los  yataganes. 

Allá,  campos  cruzados  por  gómeles; 
Murallas  que  los  godos  defendían; 
Palacios  con  ojivas  y  caireles 
Donde  las  ninfas  del  harén  dormían. 

Allá  las  cinceladas  armaduras; 
Los  cascos  delucientes  con  cimeras, 
Los  castillos  poblados  de  aventuras; 
Las  torres  coronadas  de  banderas. 


i)  Esta  poesía,  aunque  no  esté  considerada  como  perteneciente   á   los   Cantos 
fogar,  se  incluye  aquí  por  encargo  especial  del   autor,  que   como   lo  expresa 

dedicatoria,  es  un  testimonio  de  lo  que  inspira  la  tierra  en  que  vio  la  luz  pri- 

su  primogénita  María. 


176  JUAN  DE  DIOS  PEZA 

Allá,   los  altos  picos  del  Moncayo; 
El  Guadalete  con  la  sangre  tinto; 
Los  manes  de  Rodrigo  y  de  Pelayo; 
Las  tumbas  de  Fernando  y  Carlos  Quinto. 

Allá,  todo  eso  que  esplendor  se  llama  : 
La   tradicSón.   la  fábula,   la  historia. 
Los  hechos  coronados  por  la  fama 

Y  los  héroes  ungidos  por  la  gloria. 
Aquí,  la  noche,  llena  de  luceros, 

El  campo  lleno  de  silvestres  flores, 
El  volcán  con  sus  hondos  ventisqueros 

Y  el  lago  con  sus  juncos  tembladores. 

Aquí,  la  virgen  tierra  americana, 
Bajo  su  azul  y  eterno  cortinaje; 
El  rey  desnudo,  la  vestal  indiana, 
El  bosque  inculto,  y  el  aduar  salvaje. 

Aquí  errabundo  el  ignorado  atleta 
De  audacia  ejemplo  y  de  valor  tesoro; 
En  las  entrañas  del  peñón  la  veta, 

Y  el  barro  confundido  con  el  oro. 

Aquí  el  templo  de  tosca  gradería, 
El  ídolo  hecho  un  Dios  omnipotente, 

Y  del  pueblo  la  sorda  gritería 

Al  verlo  bautizar  con  sangre  hirviente. 

Aquí,  el  carcax,  el  arco  y  la  rodela 
De  tosca  piel,  con  plumas  adornada 
La  aguda  flecha  que  en  los  aires  vuela, 

Y  la  macana  en  pedernal  labrada. 

Aquí,  sólo  un  baluarte,  la  montaña; 
Allá  torres  y  naves  y  cañones; 
Tal  fué  Tenoxtitlán ;  tal  era  España  : 
¿Cuál  vencerá  en  la  lid  de  ambas  naciones? 

II. 

Admiro,  Iberia  altiva,  tu  nobleza, 
Tu  carácter  indómito  y  bravio ; 


POESÍAS  ESCOGIDAS 


177 


Convulsa,   pálida,   errante, 
Sobre  el  suelo  que  se  agita, 
La   madre  se  precipita 
Por  la'  angustia  delirante. 


A   Méjico. 


12 


178  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Pero  á  la  par  admiro  la  gremdeza 

Y  el  heroico  valor  del  pueblo  mío. 

¿Qué  hallaste  en  estos  reinos  ignorados? 
Un  pueblo  que  del  oro  no  se  engríe, 
Una  Otumba  que  asombra  á  tus  soldados 

Y  un  Guatimoc  que  en  e^  torm.ento  ríe. 

Culparte  en  nuestro  s'glo  sería  mengua; 
Venciste  y  nadie  intentará  culparte; 
Entre  tus  dones  heredé  tu  lengua 

Y  nunca  la  usaré  para  insultarte. 

Si  á  la  justicia  destronó  el  capricho, 
Si  está  con  sangre  escrita  cada  hazaña, 
¡  Ah !  yo  diré  lo  que  Quintana  ha  dicho  : 
«  Crímenes  son  del  tiempo  y  no  de  España 

¡Nuestra  sangre  es  igual!  que  nadie  opon; 
A'  nuestra  unión  calumnias  y  rencores  : 
i  La  plegaria  inmortal  de  Covadonga 
Siglos  más  tarde  resonó  en  Dolores ! 

La  misma  es  nuestra  raza  altiva  y  fiera, 
Igual  nuestro  carácter  franco  y  rudo  : 
Aquí,  el  águila  libre,  por  bandera ; 
Allá,  el  león,  por  símbolo  y  escudo. 

No  de  venganza  con  mentido  alarde 
Nuestras  glorias  hundamos  en  la  niebla ; 
¡Hijos  de  Zaragoza  y  de  Velarde 
Juntos  cantemos  á  Bailen  y  á  Puebla! 

Juntos  el  mejicano  y  el  ibero 
Tener  debieran,  en  mejores  días, 
¡Para  cantar  su  patriotismo,  á  Homero! 
¡Para  llorar  sus  duelos,  á  Isaías! 

Hoy  la  gloria  con  bellos  arreboles 
Ilumina  enlazadas  nuestras  manos  : 
¡  Honor  eterno  á  Méjico,  españoles ! 
¡Honor  eterno  á  España,  mejicanos! 


POESÍAS  ESCOGIDAS  179 


teología  infantil* 

Lector,  hasta  de  teólogo  haré  alarde! 
Con  Juan,  con  Margarita  y  con  María 
Tuve  ayer,  á  las  cuatro  de  la  tarde, 
Una  gran  discusión  de  Teología. 

Nunca  estudié  esa  ciencia,  ni  me  viste 
En  tratos  con  los  sabios  tonsurados, 
Ni  tuve  como  muchos  c(  noche  triste  », 
Ni  conozco  los  cánones  sagrados. 

Pero  tienen  los  niños  unas  cosas 

Y  hacen  tales  preguntas  á  su  modo, 
Que  entre  muchas  misiones  peligrosas 
Tiene  un  papá  la  de  explicarles  todo. 

Pregunta  existe  que  en  su  fondo  encierra 
Un  gran  caudal  de  ciencia  comprimida. 
¿Por  qué  nacen  los  hombres  en  la  tierra? 
¿Cómo  vienen  los  hombres  á  la  vida? 

¿Quién  ha  clavado  el  sol  en  el  espacio? 
¿Quién  construyó  tan  alta  una  montaña? 
¿Por  qué  enferma  el  que  vive  en  un  palacio 

Y  está  sano  el  que  habita  la  cabana? 

Y  otras  cuestiones  con  diversos  temas 
Sacados  de  dos  mil  filosofías 
Que  llaman  en  las  cátedras  problemas 

Y  en  el  hogar  se  llaman  niñerías. 

La  primera  razón  en  ciencias  y  artes 
La  inquiere  el  niño  en  la  materna  falda. 
¿Dónde  está  Dios?-  pregunta. — En  todas  partes 
(Tal  dice  el  catecismo  de  Ripalda). 

Pero  esto  que  al  principio  satisface 
Por  ser  la  solución  fácil  y  nueva, 
Después  no  le  conforma  y  no  le  place. 
Busca  el  último  análisis,  la  prueba. 


180  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Ayer,  hablando  en  el  idioma  llano 
Que  en  nada  amengua  el  paternal  respeto, 
Después  de  que  Margot  tocó  al  piano 
Un  fácil  potpourri  de  Rigoleto, 

Se  vino  á  mí  con  intención  pensada 

Y  así  como  entre  veras  y  entre  chiste, 
Me  dijo,  en  mis  rodillas  apoyada : 
Tú  me  vas  á  probar  que  Dios  existe. 

Ante  cuestión  tan  ardua,  lo  confieso, 
Me  sentí  confundido,  anonadado, 

Y  por  ganar  el  tiempo,  le  di  un  beso, 
Saqué  un  cigarro  y  me  quedé  callado. 

Margot  me  contemplaba  con  fijeza 

Y  sin  chistar,  pendiente  de  mis  labios, 
Creyendo,  al  ver  desnuda  mi  cabeza, 
Que  cuantos  hay,  todos  son  sabios. 

Oyeron  sus  hermanos  la  pregunta 

Y  dejando  muñecas  y  tambores 
Sentados  gravemente,  como  en  junta, 
A  discutir  se  sientan  los  doctores. 

Me  clavaron  cual  dardos  sus  miradas, 

Y  con  gran  confusión,  perdido  el  tino, 
Diserté  con  razones  no  pensadas 
Sobre  la  Summa  de  Tomás  de  Aquino. 

¿La  razón  natural?  no  er    argumento, 
¿Institución?  ¡qué  misterio  tan  profundo! 
¡Era  preciso  hallar  en  el  momento 
Lo  que  entiende  y  acepta  todo  el  mundo ! 

— Mira,  dije  á  Margot,  tienes  delante 
Los  papeles  que  Juan  llenó  de.  trazos, 
Con  ellos  voy  á  hacer  en  un  instante 
Más  de  dos  centenares  de  pedazos. 

Llévalos,  y  con  ellos,  en  tu  alcoba. 
Formas  una  montaña,  de  manera 


POESÍAS  ESCOGIDAS  181 


Que  no  pueda  ni  el  viento  ni  la  escoba 
Cambiar  de  forma  ni  sacarlos  fuera. 

Con  gran  seguridad,  el  caso  es  grave, 
Tapas,  puertas,  rendijas  y  ventanas, 

Y  sin  prestar  ni  á  tu  papá  la  llave 
Dejamos  que  transcurran  dos  semanas. 

El  término  se  vence,  llega  el  día 
En  que  abrimos  la  puerta  con  anhelo, 

Y  encontramos  tú  y  yo,  Juan  y  María, 
Regados  los  papeles  en  el  suelo. 

¿Quién  podrás  figurarte  que  habrá  sido? 
Dije  aquí  terminando  mis  razones ! 

Y  los  tres,  declarándome  vencido. 
Exclamaron  en  coro  : — ¡  Los  ratones ! 

— Los  ratones,  muy  bien ;  pero  si  hallamos 
Que  con  esos  papeles  que  pusiste 
Se  ha  formado  en  la  alfombra  que  pisamos 
Un  letrero  que  dice  :  «  Dios  existe  » 

¿Diréis  que  los  ratones  lo  pusieron? 
¿Diréis  que  el  viento  lo  escribió  á  su  paso? 
¿Diréis  que  los  papeles  se  movieron 
O  que  el  letrero  lo  formó  el  acaso  ? 

Y  me  responde  Juan,  que  es  el  más  tuno, 
Con  infantil  serenidad  que  arroba  : 
— «Ese  letrero  nos  lo  puso  alguno 
Que,  sabiendo  escribir,  entró  en  la  alcoba  ». 

— Ya,  sólo  alguno  que  escribir  supiera 

Y  que  pudiese  entrar,  muy  bien  lo  has  dicho  ; 
Nada  pudiera  ser  de  otra  manera 

Ni  las  cosas  se  forman  al  capricho. 

Pues  todo  en  negra  alcoba  imaginaos 
Que  estuvo  en  el  desorden  más  profundo, 

Y  en  esa  alcoba  obscura  que  fué  el  caos. 
Pusieron  un  letrero  que  fué  el  mundo 


I 


182  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


¿Quién  entró  allí  dejándonos  por  huellas 
Fértiles  tierras,  montes  seculares, 
Brillando  en  el  espacio  las  estrellas, 
Rugiendo  siempre  los  profundos  mares? 

¿Quién  encendió  allí  el  sol?  ¿Quién  hizo  al 

[hombre 
¿Quién  le  dio  voluntad  y  pensamiento? 
¡  Pues  ese  es  Dios !  Se  encierra  en  este  nombre 
Cuanto  ignoran  la  ciencia  y  el  talento. 

No  sé  cómo  será,  nadie  lo  sabe, 
Está  del  hombre  en  la  conciencia  escrito, 
Y  no  hay  astro  ni  flor  que  no  le  alabe 
Con  su  luz  ó  su  aroma  en  lo  infinito. 

No  hay  obra  sin  autor  y  el  que  ha  creado 
Cuando  de  forma  y  de  color  reviste. 
Ese  se  llama  Dios  y  está  velado 
A  los  ojos  del  hombre,  pero  existe. 

Méjico,  Diciembre  8  de  1889. 


AMIGOS  Y  LIBROS. 

Elige  ¡  oh  Juan  1  un  amigo 
Franco,  sincero  y  honrado, 
Que  cuando  estés  á  su  lado 
No  extrañes  no  estar  conmigo. 

Un  joven  que  imite  á  un  viejo 
En  lo  juicio  y  prudente, 
Que  te  conforte  y  aliente 
Siempre  que  te  dé  un  consejo. 

Que  se  interese  en  tu  bien. 
Que  censure  tus  errores, 
Y  en  tus  dichas  y  dolores 
Se  alegre  ó  sufra  también. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  183 


Que  nunca  te  indine  al  mal, 
Que  no  te  engañe  ni  adule, 

Y  te  aplauda  ó  te  estimule 
Con  desinterés  igual. 

No  un  farsante,  un  caballero 
Por  hechos,  no  por  blasones; 
Que  sea  en  todas  tus  acciones. 
No  un  cómplice,  un  compañero. 

Que  puedas  darle  tu  mano 
Sin  tem.or  de  que  la  manche; 
Un  ser  que  el  alma  te  ensanche 
Cuando  le  llames  hermano. 

No  le  canse  tu  exigencia. 
Ni  tu  carácter  le  hostigue, 
Piensa  bien  cuánto  consigue 
La  mutua  condescendencia. 

Que  no  esíente  falsas  galas. 
Que  no  oculte  la  verdad, 

Y  sepa  que  la  amistad 
Es  sólo  el  amor  sin  alas. 

¡Oh  mi  Juan!  yo  te  lo  digo, 
Por  este  mundo  al  cruzar 
Es  muy  dificil  hallar 
Este  tesoro,  un  amigo. 

Y  es  tan  grave  su  elección 
Que  te  lo  puedo  decir. 
Compromete  al  porvenir. 
Compromete  al  corazón. 

Y  tanto  influye  en  la  suerte 
Del  necio  que  se  descuida. 
Que  un  buen  amigo  es  la  vida 

Y  un  mal  amigo  la  muerte. 
Como  tu  dicha  es  mi  afán 

No  busques  falsos  testigos, 
Tus  libros  y  tus  amigos 
Peséntamelos,   mi  Juan. 


184  JUAN  DE  DIOS  PEZA 

MI  PRIMIER  NIETO. 

A   MI    INTELIGENTE   AMIGUITO    LUIS   REYES    SPINDOLA   Y  JIMÉNEZ 
(PERIODISTA  DE  SEIS  ANOS). 

Hoy  abrí  casualmente  el  gran  librero 
Tosco,  antiguo,  estorboso  y  empolvado, 
Donde  guardó  entre  in  folios  su  dinero 
Un  antero  que  tuve  acaudalado. 

Dicen  que  allí  juntaba  y  escondía 
Las  amarillas  onzas  relumbronas, 
Que  van  siendo  tan  raras  en  el  día 

Y  que  antaño  llamaban  peluconas. 

Detrás  de  las  Pandectas  y  de  Toro, 
Sirviendo  de  pantalla  Tertuliano, 
Ocultaba  avariento  su  tesoro 
Aquel  devoto  y  venerable  anciano. 

Y  ocurrió  lo  de  siempre ;  adversa  suerte 
Se  lo  llevó  á  la  tumba  de  improviso, 

Y  este  mueble  quedó,  tras  de  su  muerte, 
Para  el  primero  que  escarbarlo  quiso. 

Cuentan  que  un  señorón  de  toga  y  pluma 
Que  pronto  se  encargó  del  intestado, 
Sacó  los  libros,  recogió  la  suma 

Y  dejó  el  tosco  mueble  abandonado. 

Más  tarde,  terminadas  las  cuestiones 
De  la  adusta  y  sagaz  jurisprudencia, 
Pasadas  cinco  ó  seis  generaciones 
Recibí^  el  armatoste  por  herencia. 

No  me  atreví  á  guardar  libro  ninguno 
En  tal  mueble,  del  tiempo  maravilla. 
Que  así  como  en  el  mar  reina  Neptuno 
En  él  reinan  la  incuria  y  la  polilla. 

Para  no  cometer  cien  desatinos 
Allí  escondiendo  joyas  ó  dinero. 
Le  dejé  los  polvosos  pergaminos 
Que  enseñan  cosas  que  estudiar  no  quiero. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  185 


Y  después  mis  traviesos  chiquitines 
Encerraron  en  épocas  lejanas, 

Lo  que  en  casa  llamamos  tirantines, 
Digo,  cosís  inútiles  ó  vanas. 

Hoy,  buscando  un  antiguo  documento 
Que  ya  juzgaba  por  mi  mal  perdido. 
Abrí  el  mueble  pesado  y  polvoriento 
De  las  memorias  y  las  ratas  nido. 

Y  encontré  lo  que  menos  esperaba, 
Un  bulto  informe  que  ninguno  aliña; 

¡  Ay !  ¡el  bebé  con  que  Margot  jugaba 
En  un  tiempo  feliz,  cuando  era  niña ! 

Ya  tiene  sucia  y  gris  la  faz  de  cera ; 
Le  mutiló  una  pierna  el  tiempo  insano ; 
Se  le  cayó  la  rubia  cabellera 

Y  le  faltan  tres  dedos  de  una  mano. 

El  vestido  de  rojo  terciopelo, 
Ya  tiene  la  color  indefinida, 

Y  en  los  ojos  azules  como  el  cielo 

No  hay  brillantez,  ni  claridad,  ni  vida. 

Los  adornos  bordados,  son  inciertos 
Relieves  áureos  en  la  tela  obscura, 

Y  hay  en  todo,  ese  tinte  de  los  muertos 
Que  no  desbarató  la  sepultura. 

Al  mirar  estos  restos  olvidados 
Que  en  mi  desierto  hogar  tienen  su  historia, 
¡Cuántos  años,  felices  por  pasados 
Han  surgido  en  tropel,  en  mi  memoria! 

¡Dulces  venturas  del  hogar  vacío! 
Cuando  llegó  Bebé,  cuan  satisfecho 
Oí  á  Margot  decir  :  ¡  es  hijo  mío ! 
Come  en  mi  mesa  y  dormirá  en  mi  lecho! 

Y  con  materno  afán,  libre  de  engaños, 
Culto  ferviente  de  su  edad  primera, 


186  JUAN  DE  DIOS  PEZA 

Adoró  cual  se  adora  á  los  seis  años 
A  este  pobre  muñeco  de  madera. 

Le  amó  con  esa  celestial  ternura 
Que  la  santa  inocencia  trae  del  cielo, 

Y  encantaba  la  niña  tierna  y  pura 
Jugando  á  madre  en  el  ingrato  suelo. 

i  Cuántas  veces  mi  padre  en  su  tristeza, 
De  ese  amor  celestial  un'gió  los  lazos 
Dando  á  Margot  un  beso  en  la  cabeza 
Mientras  Bebé  lloraba  entre  sus  brazos ! 

¡Si  fuera  siempre  igual!  ¡Si  de  este  abismb 
De  dolor  y  maldad  no  viera  el  fondo  1 
¡  Ay !  mi  padre  al  hablar  consigo  mismo 
Miraba  lo  más  negro  y  lo  más  hondo ! 

Así  se  habla  en  los  lindes  de  la  vida, 
Cuando  tan  sólo  descansar  se  quiere 

Y  se  sueña  otra  tierra  prometida 
En  donde  nunca  la  inocencia  muere. 

Entre  tanto  Margot,  sin  un  reproche, 
Porque  fué  en  el  hogar  siempre  mimada 
Desnudaba  á  Bebé,  noche  por  noche, 
Para  dormir  con  él  acompañada. 

De  su  colchón  en  e'  caliente  hueco 
Cobijaba  al  imán  de  sus  cariños 

Y  al  fin  rodaba  al  suelo  este  muñeco  : 
¿Quién  va  á  dormir  en  paz  junto  á  los  niños? 

Pronto  creció  Margot;  su  diestra  mano 
Soltó  al  ídolo  fiel  de  alegres  días 

Y  de  las  blancas  teclas  del  piano 
Arrancó  misteriosas  harmonía». 

A  la  celeste  luz  del  alfabeto 
nutrió  su  pensamiento  y  su  memoria 

Y  «n  cada  libro  sorprendió  un  secreto 
De  la  fe,  de  la  ciencia  ó  de  la  historia. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  187 


EL  PRISIONERO  DE  PAPAZINDAN 

(Del  Romancero 
de  la  guerra  contra  la  Intervención  francesa) 

A   IGNACIO    PÉREZ   SALAZAR. 
I. 

Treinta  y  tres  años  cumplidos, 
Ancha  la  espalda,  alto  el  pecho, 
Estatura  que  disfraza 
El  tosco  vigor  del  cuerpo. 
Ojo  vivo  y  penetrante. 
Corto  el  poblado  cabello, 
Sin  un  asomo  de  barba. 
El  bigote  escaso  y  recio; 
Hundido  sobre  las  cejas 
Ancho  y  obscuro  sombrero ; 
Ninguna  insignia  en  el  traje, 
Ningún  militar  arreo ; 
Siempre  prudente  y  callado 
Siempre  vestido  de  negro. 
Con  una  calma  y  un  modo 
Tan  natural,  tan  modesto, 
Que  más  al  verle  semeja 
Humilde  y  franco  labriego 
Que  luchador  indomable 

Y  temible  guerrillero, 
A  quien  los  franceses  nombran. 
Por  su  arrojo  y  su  denuedo. 
El  león  de  las  montañas, 

Y  que  en  reñidos  encuentros. 
Lo  mismo  en  venta  del  Aire, 
Zitácuaro  y  Angangueo, 
Probó  bien  cuánto  á  su  patria 
Ama  y  defiende  su  pecho. 


188  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Jamás  el  rudo  combate 
Llegó  á  contemplar  de  lejos, 
Pues  acompañado  ó  solo 
Entraba  siempre  el  primero. 
Nunca  contó  el  enemigo, 
Que  donde  estaba  sabiendo, 
Se  apresuraba  á  encontrarle 
Valiente  pero  sereno. 
Como  todos,  reposado, 

Y  más  que  todos  resuelto, 
Al  comenzar  el  combate, 
Al  enemigo  embistiendo. 
Ni  la  cabeza  inclinaba 
Para  acometerle  ciego, 

Ni  con  destemplados  gritos 
Daba  á  sus  huestes  aliento  : 
El  valor  en  sus  soldados 
Brotaba  con  sólo  verlo. 
Que  una  enseña  es  su  figura. 
Su  calma  estoica,  un  ejemplo. 
Nada  resiste  á  su  empuje 

Y  abre  un  camino  su  acero, 
Por  el  que  va  la  victoria 
Siempr®  sus  huellas  siguiendo. 
Los  enemigos  le  temen ; 

De  la  noche  en  el  silencio 
Por  todas  partes  esperan 
Como  á  un  tigre  sorprenderlo; 
Mas  no  valen  emboscadas 

Y  en  vano  cualquier  intento. 
Que  siempre  burla  sus  planes. 
Desbarata  sus  proyectos 

Y  los  humilla  y  los  vence, 

Y  á  tanto  llega  su  esfuerzo 
Que  como  un  ser  protegido 
Por  insondable  misterio, 

Le  miran  propios  >  extraños  : 
Tal  es  Nicolás  Romero. 


POESÍAS  ESCOGIDAS 


189 


II. 

No  tuvo  Riva  Palacio 
En  aquel  glorioso  tiempo 
Un  soldado  más  adicto, 
Ni  un  amigo  más  sincero. 

Y  cuéntese  con  que  andaban 
A  su  lado  :  Luis  Robredo 
Que  en  Tacámbaro  sucumbe 
A  los  belgas  combitiendo; 
El  coronel  Luis  Carrillo 

Que  en  los  muros  de  Querétaro, 
Al  frente  de  sus  soldados 
Exhaló  el  postrer  aliento, 

Y  Bernal,  que  en  Uruápam 
Asaltando  un  parapeto 
Dejó  escaparse  la  vida 

Por  ancha  herida  en  el  pecho, 

Y  otros  héroes  cuyos  nombres 
En  el  polvo  se  escondieron, 

Y  quedan  allí  espe-ando 

Que  la  Historia,  juez  Supremo, 
A  la  vida  de  la  Gloria 
Los  llame  por  justo  premio. 
Por  eso,  como  entre  todos 
Descuella  el  bravo  Romero, 

Y  como  todos  le  juzgan 

En  campaña  el  más  experto. 
Dispone  Riva  Palacio 
Dejarle  el  mando  del  cuerpo 
Que  ha  combatido  sin  tregua 
En  el  Estado  de  Méjico. 
Mientras  él  marcha  é  encargarse 
En  Michoacán  del  Gobierno 

Y  á  reunir  las  divisiones 
Del  Ejército  del  Centro. 
Transcurren  algunos  días, 

Y  órdenes  tiene  Romero 

De  ir  en  Tacárnbaro  á  unirse 
Con  el  resto  del  Ejército. 


190  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Obedece,  como  siempre, 
Precipita  los  aprestos, 

Y  ya  lista  su  brigada 

En  marcha  se  pone  luego. 

III. 

Es  azarosa  y  terrible 
La  vida  del  guerrillero, 
Pero  lo  fué  más  que  nunca 
Sostenida  en  aquel  tiempo, 
Cuando  flotaba  triunfante 
La  bandera  del  Imperio, 

Y  arbitro  de  nuestra  suerte 
Era  Napoleón  tercero. 

El  porvenir  asomaba 
Mostrando  en  el  turbio  cielo 
Anchas  nubes  tormentosas. 
Tristes  horizontes  negros, 

Y  al  pendón  republicano 
Miraba  con  torvo  ceño 
La  victoria,  sin  dejarle 
Sus  glorias  y  sus  trofeos. 

¡Soldados  de  las  montañas! 
Unos  vivos  y  otros  muertos, 
Vuestra  abnegación  asombra 
En  esa  lucha,  teniendo 
La  muerte  siempre  á  la  vista 

Y  sin  esperar  el  éxito 

El  mundo  os  miró  luchando, 
Que  no  soñabais  más  premio 
Que  combatir  por  la  patria 

Y  morir  por  sus  derechos. 
Hasta  ignorabais  humildes. 
Que  de  noche,  en  el  silencio, 
Cuando  las  rojas  hogueras 
Alumbran  los  campamentos, 
Pasaban  entre  las  sombras, 
Vuestra  causa  bendiciendo 
Tres  espíritus  sublimes 


POESÍAS  ESCOGIDAS  191 


Que  os  dieran  heroico  ejemplo. 
¡Hidalgo!  de  nuestras  glorias 
Impulso,  móvil  y  centro; 
Con  él,  un  héroe  que  fuera 
De  la  Independencia  el  genio; 
i  El  invencible  de  Cuautla ! 
¡El  intachable  Morelos! 

Y  con  ambos  la  más  viva 
Encarnación  de  este  pueblo  : 
El  águila  de  su  escudo 

¡El  indomable  Guerrero! 
¡Soldados  de  las  montañas! 
¡  Nobles  soldados  del  pueblo ! 
¡Los  que  tuvisteis  por  tienda 
Praderas,  montes  y  yermos, 
Harapos  por  uniforme 

Y  abrupto  peñón  por  lecho! 
Sonará  siempre  mi  lira 

Con  algtin  acorde  tierno 
Al  repetir  vuestros  nombres 

Y  al  relatar  vuestros  hechos. 
¡Cuántos  dormís  en  el  polvo! 
¡Cuántos,  ya  tristes  y  viejos, 
Entre  olvido  y  amargura 
Vivís  de  vuestros  recuerdos! 
Perdidas  las  ilusiones, 

Y  la  fe,  muerta  en  el  pecho. 
Contáis  vuestras  breves  horas 
Envidiando  á  los  que  han  muerto 
Mi  voz  pretende  sacaros 

De  tan  hondo  abatimiento, 
Que  si  en  alas  polvorosas 
Lleva  esas  glorias  el  tiempo, 
Yo,  que  naci  mejicano. 
Arrebatárselas  quiero,  ' 

Y  como  un  grupo  de  soles 
Mostrarlas  al  Universo : 
¡Soldados  de  las  montañas! 
¡Nobles  soldados  del  pueblo! 


192  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


IV. 

Como  verjel  escondido 
Entre  montes  gigantescos, 
En  donde  limpios  arroyos 
Fertilizando  aquel  suelo, 
Cruzan  entre  las  parotas, 
Retozan  entre  los  ceibos, 

Y  se  ocultan  en  la  grama 

Y  después  brotan  ligeros. 
Brindando  con  sus  cristales 
A  los  ganados  sedientos. 
Mientras  se  posan  las  garzas 
En  los  hojosos  granjenos, 

Y  las  guacamayas  cruzan 
Con  tardo  y  pausado  vuelo; 
Hay  un  grupo  que  semeja 
Un  palomar  pintoresco, 
Formado  de  blancas  chozas, 
En.  donde  habitan  contentos 
Con  sus  familias  humildes        ^ 
Francos,  y  altivos  rancheros. 
Cerca  de  cuarenta  leguas 
Distará  el  naciente  pueblo, 

De  Zitácuaro,  medidas 
Sobre  escabrosos  senderos; 
Papazindán  se  le  llama 

Y  de  la  guerra  el  aliento 
No  ha  nublado  todavía 

El  límpido  azul  de  su  cielo. 
Una  mañana  se  miran. 
A  los  ardientes  reflejos 
Del  sol  que  nace,  esos  campos 
Poblados  de  guerrilleros. 
Allí  pasaron  la  noche, 
Allí  se  ve  el  campamento 
De  la  Cañada  en  el  centro, 

Y  son  aquellos  soldados 

Que  inspiran  amor  al  pueblo, 


POESÍAS    ESCOGIDAS  Í93 


Los  que  en  constante  campaña 
Manda  Nicolás  Romero. 
No  esperan  al  enemigo 

Y  como  libres  de  riesgo. 
Olvidando  las  fatigas 
Descansan  todos  contentos. 
De  súbito  se  oyen  tiros 

Y  blasfemias  y   denuestos, 

Y  como  huracán  terrible 
Que  no  espera  el  mar  sereno. 
Destrozando  la  maleza 

Y  la  tierra  estremeciendo, 
Furiosos  se  precipitan 
Enemigos  regimientos, 
Acuchillando  á  su  paso 

Y  el  espanto  difundiendo, 
Sin  dar  á  los  más  osados 
Para  defenderse,  tiempo. 
Tras  ese  alud  de  jinetes 
Los  infantes  vienen  luego, 

Y  lo  que  aquellos  comienzan 
A  consumar  llegan  éstos. 
Nada  resiste  á  su  empuje, 

Y  muertos  ó  prisioneros 
Quedan  los  que  no  han  podido 
Ir  por  el  bosque  dispersos. 
Nada  se  sabe  del  jefe; 

Los  franceses  con  empeño 
Por  todas  partes  preguntan 
Si  ha  quedado  vivo  ó  muerto, 
Mas  como  nada  descubren 

Y  al  combate  han  dado  término, 
Para  descansar  escogen 

El  lugar  de  aquel  siniestro. 
Dos  horas  después  se  mira 
Tan  tranquilo  todo  aquello, 
Que  un  grupo  de  zuavos  ríe 
Contemplando  á  un  compañero 


194  JUAN  DE  Dios  PE2A 


Que  en  pos  de  arrogante  gallo 

Corre  afanoso  y  violento. 

El  animal,  ya  rendido, 

Por  salvarse  emprende  el  vuelo, 

Y  entre  las  ramas  de  un  árbol 
Esconde  el  pintado  cuerpo  . 
El  zuavo  llega  en  ^'u  busca, 
Alza  los  ojos  atento 

Y  descubre,  entre  el  ramaje, 
Recatado  un  bulto  negro; 
Lanza  un  grito  de  sorpresa, 
Requiere  el  arma  violento, 

Y  con  grandes  voces  llama 
A  todos  sus  compañeros. 
Acuden,  miran,  discuten. 
Gritan  y  le   intiman  presto 
Que  descienda,  si  no  quiere 
Que  sobre  él  rompan  el  fuego. 
Muévense  entonces  las  ramas, 

Y  lentamente,  sin  miedo, 
Baja  por  el  tronco  un  hombre 
Que  está  vestido  de  negro. 

A  tal  novedad  acuden 
Más  jefes  y  subalternos. 
Que  á  la  par  que  lo  contemplan 
Le  forman  círculo  estrecho. 
No  lo  conoce  ninguno. 
Mas  él,  á  todo  resuelto, 
Les  dice  con  voz  tranquila : 
«Yo  soy  Nicolás  Romero». 
Al  escuchar  ese  nombre 
Temido  por  todos  ellos, 

Y  al  contemplar  desarmado 
A  quien  vencido  no  vieron, 
Asoma  en  todos  los  rostros 
Con  el  asombro  el  contento. 
El  león  de  las  montañas 
Presa  del  destino  ciego, 


POESÍAS    ESCOGIDAS  195 


Más  debe  al  propio  infortunio 
Que  del  contrario  esfuerzo 
Hallarse  entre  los  franceses 
Desarmado  y  prisionero. 

V. 

Aunque  el  sol  naciente  brilla 
Con  deslumbrantes  reflejos, 
De  la  ciudad  opulenta 
Sobre  el  transparente  cielo; 
Hay  algo  que  no  se  explica, 
Que  pasando  sobre  Méjico 
Hace  que  la  luz  se  mire 
Con  un  color  ceniciento, 
Y  alumbre  calles  y  plazas 
Como  la  antorcha  de  un  féretro. 
Los  ánimos  conturbados, 
Los  corazones  opresos, 
Tristeza  pon  todas  partes, 
El  menos  sagaz  comprende     , 
Que  se  prepara  un  suceso 
Tan  triste,  tan  pavoroso. 
Tan  terrible,  tan  funesto, 
Que  al  presentirlo  semeja 
La  ciudad  un  cementerio. 
Desde  que  rayó  la  aurora, 
En  la  penumbra  se  vieron 
Marchar  silenciosamente 
Del  enemigo  extranjero 
Los  pesados  escuadrones. 
Los  compactos  regimientos. 
No  distante  de  la  plaza, 
En  el  oriental  extremo 
De  la  ciudad,  se  descubre, 
Vecina  de  los  potreros 
De  Aragón,  desierta  plaza 
De  triste  y  mísero  aspecto. 
Cierran  su  humilde  recinto 


196  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Albergue  de  carboneros 

Y  pobres  chozas  que  alfombran 
Guijarros  y  polvo  seco. 

Es  la  plaza  del  Mixcalco, 
Que  á  todos  infunde  miedo 
Por  ser  sitio  en  que  la  pena 
Capital  sufren  los  reos; 
La  ha  regado  mucha  sangre; 
Muchos  el  postrer  aliento 
Lanzaron  allí,  mirando 
Aquel  contorno  siniestro; 
Por  eso  los  grises  muros 
Del  ángulo  norte  izquierdo 
Son  conocidos  por  todos 
Como  el  rincón  de  los  muertos. 
Va  lentamente  á  esa  plaza, 
En  gruesas  ondas  el  pueblo, 
En  pos  de  los  batallones 
Que  van  llegando  en  silencio. 
Fórmase  el  cuadro,  se  alinean 
Los  zuavos  en  primer  término, 

Y  entre  sus  filas  asoman 
Las  anchas  bocas  de  fuego. 
Detrás  cazadores  de  África 
Que  con  su  marcial  aspecto 
A  la  inquieta  muchedumbre 
Imponen  mudo  respeto. 
Alzase  un  rumor  de  pronto, 
Como  el  mar  que  ruje  fiero; 
Abren  paso  los  soldados, 
Entra  todo  en  movimiento, 

Y  en  el  cuadro  se  presenta 
El  funerario  cortejo 

Con  el  que  van  al  cadalso. 
Cuatro  mártires  del  pueblo. 
Era  el  uno   Roque  Flores, 
Un  valeroso  sargento; 
El  otro  Encarnación  Rojas 
Alférez  del  mismo  cuerpo; 


POESÍAS    ESCOGIDAS  197 


Higinio  Alvarez,  altivo 
Comandante,  muy  apuesto, 
En  un  tricolor  zarape 
Con  suma  elegancia  envuelto; 

Y  con  ellos  muy  tranquilo, 
Como  quien  marcha  á  paseo, 
El  valor  en  la  mirada 

Y  fumando  y  sonriendo, 
Al  patíbulo  glorioso 
Llega  Nicolás  Romero. 
Fórmase  á  los  cuatro  en  fila, 
Rfeina  fúnebre  silencio, 

Los  tiradores  preparan. 
Se  da  la  señal  de  fuego, 

Y  al  tronar  de  los  fusiles, 
El  grito  de  /  Viva  Méjico ! 
Brotando  de  aquellas  bocas, 
Va  con  su  postrer  aliento 
Por  el  cielo  de  la  patria 

En  nubes  de  gloria  envuelto. 

VL 

¡Soldados  de  las  montañas! 
¡Nobles  soldados  del  pueblo! 
Sobre  vuestras  tumbas  crecen. 
Inmarcesibles  y  eternos, 
Los  laureles  con  que  adornan 
Los  inmortales  sus  templos. 
Humilde  desde  la  cuna 
Nacisteis  en  el  silencio 

Y  á  la  luz  del  patriotismo 

Que  se  encendió  en  vuestros  pechos. 
La  historia  imparcial,  severa. 
Grabó  con  buril  de  fuego 
Vuestros  nombres  en  sus  altos, 
Perdurables  monumentos. 


198  JUAN  DE  DIOS   PEZA 

MAXIMILIANO» 

A  MI  MUY  QUERIDO  PRIMO  CARLOS  ADAME 
I. 

Maximiliano   de   Habsburgo 
Rige  el  Lombardo-Vennetto, 
Porque  Austria  impone  á  la  Italia 
Sus  hombres  en  el  Gobierno. 
Es  gallardo  el  archiduque, 
Joven  y  de  gran  talento, 
Avezado  á  las  borrascas 
Del  mar,  que  por  mucho  tiempo 
Cruzó  en  todas  direcciones 
Visitando  extraños  pueblos. 
Tiene  los  ojos  azules, 
Tan  azules  como  el  cielo, 

Y  es  tan  rubio  que  semejan 
Rayos  del  sol  sus  cabellos. 
Fina  y  espesa  la  barba 
Se  la  parte  por  enmedio 

Y  le  baja  hasta  los  hombros 
Libre  dejándole  el  pecho. 
Vastago  de  Carlos  Quinto 

Y  agnado  á  su  trono  excelso, 
Siempre  lleva  el  toisón  de  oro 
Ornando  el  erguido  cuelgo. 
Es  con  las  damas  galante 

Y  davidoso  en  extremo. 
Con  sus  iguales  altivo 

Y  con  los  stibditos  tierno. 
Adora  las  bellas  artes, 

Y  como  amigos  discretos 
Le  acompañan  sabios  libros, 
Cuadros  de  grandes  maestros 

Y  estatuas  en  que  palpita 
El  alma  del  gusto  griego. 


POESÍAS    ESCOGIDAS  199 


Cariñoso  y  desprendido, 
Es  cumplido  caballero, 
Y  juntos  en  su  semblante 
Brillan  conquistando  afecto, 
La  juventud,  la  nobleza 
La  majestad  y  el  ingenio. 


IL 


En  una  tarde  de  Mayo 
Tranquilos  el  mar  y  el  cielo, 
Maximiliano  va  solo 
En  sus  jardines  amenos, 
Cruzando  por  1  .s  callejas 
De  castaños  y  de  almendros. 
Lleva  la  cabeza  baja 
Absorto  en  mil  pensamientos, 

Y  está  su  rostro  tan  pálido 
Que  se  le  creyera  enfermo; 
No  ha  recibido  á  ninguno 

De  los  hombres  del  gobierno, 
Ni  ha  de  sus  íntimas  cartas 
Los  blancos  sobres  abierto. 
Halla  de  pronto  á  su  paso 
Sentado  en  el  césped  fresco, 
Sobre  un  banquillo  de  mimbres 
junto  al  tronco  de  un  abeto, 
A  un  hombre  de  blanca  barba 

Y  escaso  y  cano  cabello. 
Vestido  con  traje  humilde 
Pero  limpio,  alegre  y  nuevo. 
Sonríe  Maximiliano 
Gustoso  de  tal  encuentro, 

Y  brillan  sus  claros  ojos 

Con  honda  expresión  de  afecto. 

-  Señor,  le  dice  el  anciano 
Con  muy  natural  respeto; 
¿Vuestra  Alteza  viene  triste? 

-  Tienes  razón;  triste  vengo. 


200  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


—  Lo  sé,  que  os  conozco  tanto 
Como  el  que  más. 

—  Bien  lo  creo ; 
No  en  vano  mi  asusta  madre 
Te  nombró  mi  camarero 
Siendo  yo  niño. 

—  Teníais 
Seis  años  ni  más  ni  menos, 
Y  desde  entonces  por  nada, 
Ni  de  la  mar  en  los  riesgos, 
Ni  de  la  corte  en  las  fiestas. 
Ni  estando  en  extraño  suelo 
Os  he  dejado,  ni  es  fácil 
Que  os  deje,  señor ;  os  quiero 
Hasta  donde  más  alcanza 
Querer. un  honrado  pecho. 

—  Me  ves  muy  triste... 

—  Os  lo  he  dicho. 

—  Pues  ríe  de  lo  que  pienso. 

—  ¿Reir? 

—  Son  cosas  de  risa. 

—  Todo  en  vos  es  de  respeto. 

—  Óyeme  y  no  me  hagas  caso. 

—  Señor,  siempre  os  obedezco... 

—  Entre  mil  supersticiones 
Una  ridicula  tengo... 

¿No  ves  en  estos  jardines, 
En  el  palacio,  en  el  templo, 
En  las  salas  de  tertulia. 
En  el  salón  del  Consejo, 
En  los  anchos  corredores, 
En  todo,  en  fin,  lo  que  tengo 
A  mi  alrededor,  no  encuentras 
Emes  de  mármol,  de  hierro, 
De  alabastro,  de  madera. 
De  granito?... 

—  Lo  comprendo, 
Es  cifra  de  vuestro  nombre, 


POESÍAS    ESCOGIDAS  201 


Y  cuanto  miráis  es  vuestro, 
Natural  es  que  esté  en  todo. 

—  Es  natural,  pero  pienso 
Que  tal  letra  es  mi  sentencia. 

—  Hablad,  señor,  no  comprendo. 

—  Ni  habrás  de  entenderme  nunca. 
jEs  un  fatalismo  necio! 

Las  emes  me  aterrorizan, 
Sábelo,  me  causan  miedo, 

Y  han  de  estar  en  todas  partes 
Mi  espíritu  entristeciendo. 
¡Moriré  entre  muchas  emes! 

—  Perdón,  señor,  que  no  acierto 
En  qué  podáis  cuerdamente 
Fundaros... 

—  I  Presentimiento ! 
Sábelo  y  ríe,  porque  risa 
Provocan  y  no  respeto 
Las  vanas  supersticiones 
I  Moriré  entre  muchas  emes! 
Tú  lo  verás... 

Bajó  el  viejo 
Los  ojos,  y  hondo  suspiro 
Dejó  escapar  de  su  pecho, 

Y  siguió   Maximiliano 
Esa  frase  repitiendo 
Por  las  alegres  callejas 

De  castaños  y  de  almendros 
Lleva  inclinada  la  frente, 
Pálido  está  como  enfermo, 

Y  están  htímedos  sus  ojos 
Tan  azules  como  el  cielo. 

in. 

Pasáronse  muchos  años. 

Y  una  mañana  de  invierno 
Llegó  en  una  barca  inglesa 
A  Miramar  un  viajero. 


202  JUAN  DE  DIOS   PEZA 


El  mar  estaba  agitado, 
Estaba  plomizo  el  cielo, 
Menudos  copos  de  nieve 
Bajando  en  alas  del  viento 
Posábanse  en  las  cornisas, 
En  las  torres,  en  los  hierros, 
En  las  gallardas  almenas 

Y  en  el  rico  pavimento 
Del  legendario  castillo 

Tan  triste  desde  hace  tiempo. 
Pidió  que  le  permitieran 
El  visitarlo  por  dentro, 

Y  acompañóle  galante 

Un  hombre  afable  y  discreto, 
Blanca  y  poblada  la  barba. 
Escaso  y  cano  el  cabello. 

—  ¿Vívis  aquí  desde  cuándo? 
Interrogóle  el  viajero, 

—  Vivo  aquí...  pero  no  vivo. 
Que  yo,  señor,  soy  un  muerto; 
Me  tienen  aquí  enterrado 
Entre  lágrimas  y  duelo. 
Desde  que  por  negra  suerte 
Mi  noble  señor  no  ha  vuelto. 
Su  santa  y  augusta  madre 

Me  nombró  su  camarero 
Desde  que  cumplió  en  la  vida 
Seis  años,  ni  más  ni  menos. 
Le  acompañé  á  todas  partes, 
Me  quiso  con  hondo  afecto, 

Y  una  vez  en  sus  jardines. 
Allá  en  Lombardo-Venetto... 
Me  dijo...  Mas  perdonadme 
Que  calle  un  rato;  no  puedo... 
Las  lágrimas  me  enmudecen... 

Y  de  los  ojos  del  viejo 
Rodaron  dos  grandes  gotas 
Iguales  á  las  que  el  viento 


I 


POESÍAS    ESCOGIDAS  203 


Arranca  por  las  mañanas 
En  el  rigor  del  invierno, 
De  los  vetustos  sabinos, 
Coronados  por  el  heno. 
Habló  después,  refirióle 
La  historia  del  jardín  regio, 

Y  así  agregó  conmovido, 
Al  hablar  estando  trémulo  : 

—  No  eran,  no,  supersticiones: 
Lo  que  me  dijo  era  cierto. 
Ha  muerto  entre  muchas  emes. 
Fué  de  Miramar  á  Méjico, 
Imperio  de  Moctezuma, 
Que  lo  conquistó  un  guerrero, 
A  quien  llamaron  Malinche 
Los  indígenas  del  suelo, 
Dos  Mariscales  de  Francia 
Le  engañaron  y  vendieron; 
A  Querétaro  marchóse 
Reemplazándole  en  su  puesto 
Márquez,  que  según  me  dicen, 
Le  olvidó  en  el  mayor  riesgo. 
Jefe  de  los  sitiadores 
Era  Mariano  Escobedo, 

Y  cuando  cayó  la  plaza, 
De  Miguel  López  dijeron 
No  sé  qué  cosas  extrañas 
Que  á  darles  fe  no  me  atrevo. 
Cayó  con  sus  generales 

En  Mayo,  y  al  poco  tiempo 
Le  fusilaron  á  Méndez 
Que  le  tuvo  tanto  afecto... 
Llamóse  Manuel  Aspíroz 
El  fiscal  de  su  consejo, 
Riva  Palacio  Mariano 
Fué  á  la  plaza  á  defenderlo 
Con  Martínez  de  la  Torre, 
Abogados  muy  expertos. 


204  JUAN  DE  DIOS   PEZA 


Con  Miramón  y  Mejía 

Fué  á  morir  mi  noble  dueño, 

Y  era  un  Mejía  el  Ministro 
De  Juárez,  que  en  el  gobierno 
Firmó  la  fatal  sentencia 
Que  me  tiene  en  tanto  duelo. 
Montemayor  se  llamaba, 

Y  bien  su  nombre  recuerdo, 
El  capitán  que  á  su  lado 
Hizo  la  señal  de  fuego, 

Ha  muerto  el  príncipe  en  Martes ; 
Ya  veis,  señor,  si  era  cierto 
Lo  que  me  dijo  muy  triste 
Allá  en  Lombardo-Vennetto... 
¡Ha  muerto  entre  muchas  emes! 

Y  jamás  olvidaremos 
Que  llamó  cosas  de  risa 
A  cosas  de  tanto  duelo. 
Después,  sin  decir  palabra 
El  anciano  y  el  viajero, 
Siguieron  ambos  del  brazo 
Por  los  salones  desiertos 
Del  legendario  Castillo, 
Tan  sólo  desde  hace  tiempo. 


f 


POESÍAS    ESCOGIDAS  205 


IRECUERDOS  DE  UN  VETERANO. 

ilARA  EL  DISTINGUIDO  ACTOR  LEOPOLDO  BURÓN. 

Personaje :  Don  José  (de  ochenta  anos). 

itttro  representa  la  habitación  de  un  viejo  militar,  modesta  y  reducida, 
i  nfesa  con  papeles,  planos,  libros,  álbum  de  retratos,  una  corneta,  un  machete 
ano,  una  condecoración  y  una  bandera  mejicana,  pequeña  y  enrollada.  Es  de 
he.  Don  José  viste  un  traje  de  antiguo  soldado,  con  redingote  gris  ó  azul  ob- 
o,  botones  dorados  y  una  gorra  de  cuartel. 

¡  Noche  de  invierno !  Es  verdad ; 
Sopla  afuera  el  cierzo  impío ; 
Algo  hay  más  negro  y  más  frío; 
¡Mi  espantosa  soledad! 

Nunca  como  en  esta  vez 
Me  sentí  más  abatido ; 
De  los  mares  del  oWido 
Es  un  puerto  la  vejez. 

¡  Ochenta  años !  qué  de  engaños, 
De  luchas,  de  desventuras, 
De  lágrimas  y  amarguras, 
Caben  en  tan  largos  años. 

Nací  antes  del  siglo;  fué 
Mi  padre  un  labriego  honrado, 
Que,  ignorante  é  ignorado, 
Vivió  en  brazos  de  la  fe. 

Hizo  el  bien,  ignoró  el  mal, 
Y  su  música  más  sana 
Fué  la  voz  de  la  campana 
E;^su  parroquia  natal. 

Sin  deudas  ni  sinsabores 
Dejó  el  mundo  el  mismo  día 
Que  con  Hidalgo  nacía 
La  Independencia  en  Dolores. 

Mi  edad,  de  glorias  avara 
Vio  en  esa  causa  una  aurora  : 
Pasó  Hidalgo  por  Zamora 
Con  rumbo  á  Guadalajara. 


206  JUAN  DE  DIOS  PEZA 

Yo,  con  doce  primaveras 
Fui  á  presentármele  ufano  : 

—  ¿Quieres  —  me  dijo  el  anciano, 
Ser  un  soldado  de  veras? 

¡  Si  no  puedes,  chiquitín, 
Con  arcabuz  ni  escopeta ! 

—  Señor,  dadme  una  corneta, 
Comenzaré  de  clarín. 

¡Oh,  recuerdo,  que  seduces! 
Fui  su  clarín,  ¿qué  más  gloria? 
¡Yo  di  el  toque  de  victoria 
Sobre  el  monte  de  las  Cruces ! 

Yo  en  mi  hermosa  juventud 
Vi  aquella  cabeza  cana 
Fulgurar  en  la  mañana 
Que  abolió  la  esclavitud. 

Yo  anuncié  la  dispersión. 
Que  tristes  memorias  deja, 
Cuando  nos  tomó  Calleja 
El  puente  de  Calderón. 

Y  después  que  por  malditas 
Rencillas  lo  traicionaron, 
Yo  vi  cómo  se  llevaron 
Su  cabeza  á  Granaditas! 

Entre  penurias  y  duelos 
Que  venció  mi  ardiente  fe, 
Seis  meses  después  logré 
Incorporarme  á  Morelos; 

I  Nadie  á  este  genio  conoce ! 
Era  de  la  guerra  el  rayo. 
Dígalo  aquel  dos  de  Mayo 
De  mil  ochocientos  doce. 

En  que  con  heroico  pecho 
Al  despuntar  la  mañana. 
Seguido  de  Galeana 
Que  fué  su  brazo  derecho. 

En  Cuautla,  con  férrea  mano. 
Rompió  sin  temer  reveses, 


POESÍAS  ESCOGIDAS  207 


El  sitio  que  por  tres  meses 
Sostuvo  á  Calleja  y  Llano. 

Aquel  esfuerzo  viril 
Hace  ¡oh  mundo!  que  te  asombres; 
Con  Morelos  tres  mil  hombres 
Vencimos  á  doce  mil! 

Lleva  el  indomable  Aquiles 
A  Huajüápam  sus  legiones, 
Toma  catorce  cañones 
Y  mil  docientos  fusiles. 

Después  Tehuacán  ataca, 
Y,  nunca  de  aliento  falto, 
Como  un  león,  por  asalto 
Se  apodera  de  Oaxaca. 

¡  Semidiós  de  nuestra  historia ! 
Firme  le  seguí  hasta  el  fin, 
Pues  con  él  fué  mi  clarín 
El  clarín  de  la  victoria.  (Saca  un  clarín) 

Aiquí  estás  viejo  instrumento, 
¿Quién  al  verte  te  respeta? 
Dirán  :  «  es  una  corneta  ». 
¡Mienten!  ¡es  un  monumento! 

Contigo  siempre  fui  en  pos 
De  los  héroes  á  la  guerra. 
¡  Los  héroes  son  en  la  tierra 
Los  elegidos  de  Dios ! 

¡  Tus  breves  toques  sonoros 
Fuego  anunciando  ó  diana, 
Oyeron  Bravo,  Galeana, 
Sesma,  Mier  y  Matamoros! 

Cuando  á  sargento  ascendí 
Pude  haberte  abandonado, 
Pero  al  mirar  tu  pasado 
No  te  entregué,  ¡  te  escondí ! 

Reliquia  de  mi  existencia, 
Todos  sus  toques  benditos 
Se  apagaban  á  los  gritos 
De  «  ¡Muerte  ó  Independencia!» 


208  JUAN  DE  DIOS  PEZA 

Te  guardé...  después  los  cielos 
Su  protección  nos  negaron, 

Y  de  rubor  se  nublaron 
Viendo  morir  á  Morelos. 

Mató  el  gobierno  español 
A  aquel  atleta  entre  atletas, 
Quedaron  varios  planetas 
I  Pero  les  faltaba  el  sol ! 

Joven,  patriota  y  entero 
Seguir  quise  la  campaña, 

Y  fui  al  Sur.  á  la  montaña. 
Con  el  general  Guerrero. 

En  las  Mixtecas  con  él 
Burlamos  la  adversa  suerte... 
¡Qué  valeroso  y  qué  fuerte 
Era  el  insurgente  aquél! 

Debajo  de  la  ceniza 
Que  mi  cabeza  emblanquece, 
Lo  busco  y  se  me  aparece  : 
Pelo  crespo,  tez  cobriza, 

Ojos  negros  y  profundos, 
Gran  talla,  frente  serena. 
Su  afán  :  romper  la  cadena 
Que  ligaba  los  dos  mundos. 

Fué  el  firme  entre  los  soldados  ; 
Todos  desmayado  habían; 
Con  Calleja  unos  morían, 
Otros  iban  desterrados. 

Sólo  Guerrero  en  su  ley 
Con  su  esfuerzo  inquebrantable, 
Llegó  á  ser  el  indomable 
Que  diera  espanto  al  Virrey. 

Nada  torció  sus  anhelos, 
Que  aquel  corazón  de  bronce. 
Desde  el  ochocientos  once 
Entró  á  servir  con  Morelos. 

Después,  solo  en  las  montañas, 
Tenaz  la  causa  sostuvo 


POESÍAS    ESCOGIDAS 


209 


«Majestad»,  no  he  aprendido 
Lo  que  otros  por  mi  pensaron, 
Pero  si  usted  lo  que  busca 
Es  un  corazón  honrado. 

Tomás  Mejia. 


oesias   pscogidas. 


14 


210  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Y  veinte  triunfos  obtuvo 

En  veinte  heroicas  campañas. 

En  todas  ellas  venció; 
Recordarlas  me  conmueve, 
Desde  el  once  al  diecinueve 
A  todas  asistí  yo.  {Saca  un  machete  suriano} 

Aquí  está ;  su  augusta  mano 
Me  dio  en  Cuautla  este  machete 
Diciendo  :  <(  Sargento,  vete 
Por  la  cabeza  del  Llano  ». 

Veloz  como  un  huracán, 
En  mil  lances  renombrados, 
Temblar  hizo  á  los  soldados 
De  Luaces  y  de  Liñán. 

Entre  nosotros  ninguno 
Dejó  jamás  á  Guerrero ; 
Vino  al  fin  el  diez  de  Enero 
Del  ochocientos  veintiuno. 

Fecha  en  que  el  triunfo  decide; 
A  Acatempan  nos  llevó, 
Donde  á  Guerrero  esperó 
Don  Agustín  de  Iturbide. 

No  es  mi  memoria  tan  mala 

Y  vivo  guarda  el  recuerdo, 
Pusiéronse  ambos  de  acuerdo 

Y  se  fraguó  el  plan  de  Iguala 
Publicado  al  mes  siguiente 

A  Valladolid  rendimos. 
Luego  á  Querétaro  y  fuimos 
A  Puebla  directamente. 

Renace  aquí  todavía 
La  emoción  santa  y  sincera, 
Que  tuve  al  ver  la  bandera 
De  la  patria  amada  mía. 

No  me  pasa  la  impresión; 
Nunca  sentí  más  respeto 
Que  al  escuchar  el  decreto 
Que  dio  vida  al  pabellón. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  211 


¡Qué  augustos!...  ¡qué  hermosos  díasl 
Con  qué  fe  nos  aclamaban. 
Con  cuánto  amor  nos  llamaban 
«  Los  de  las  tres  garantías». 

El  verde  :  la  religión, 
(Fué  primero  la  conciencia) 
El  blanco  :  la  independencia, 

Y  el  encarnado  :  la  unión. 
Y  por  símbolo  inmortal 

Erguida  el  águila  indiana, 
Desgarrando  soberana 
La  serpiente  en  un  nopal. 

Nunca,  lo  digo  en  verdad, 
He  visto  más  alegría 
Ni  más  llanto  que  en  el  día    * 
Que  entramos  en  la  ciudad. 

Ni  pormenores  ni  nombres 
Recuerdo  y  es  natural; 
Entramos  en  son  triunfal 
Como  dieciséis  mil  hombres. 

Trescientos  años  después 
De  que,  asombrando  estos  valles 
Entraron  por  nuestras  calles 
Las  tropas  de  Hernán  Cortés. 

Iturbide  por  delante 
Resplandeciente  de  brillo. 
Sobre  un  caballo  tordillo 
Nervudo,  altivo  y  pujante. 

<(  Vencedor,  hijo  del  cielo, 
Gritaban,  ¡  Viva  la  paz !  » 
Regando  al  mirar  su  faz 
De  frescos  lauros  el  suelo. 

Todos  con  gozo  atronaban 
De  amor  la  ciudad  entera 

Y  al  mirar  nuestra  bandera 
Las  gentes  se  arrodillaban. 

Bajo  toldos  de  pendones 
Verde,  blanco  y  escarlata, 


212  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Con  las  vajillas  de  plata 
Reluciendo  en  los  balcones; 
Con  arcos  de  armiño  y  tul 
En  conjunto  hermoso  y  raro, 
El  sol  estando  muy  claro 

Y  el  espacio  muy  azul ; 
Al  sonoro  retumbar 

De  la  hermosa  artillería, 

Y  á  los  gritos  de  alegría 
Lanzados  en  cada  hogar; 

Las  madres  con  santo  amor 

Y  entre  dulces  regocijos 
Acercaban  á  sus  hijos 
Al  pabellón  tricolor. 

Tras  Iturbide,  marciales, 
Séquito  altivo  y  hermoso, 
Iban  en  grupo  vistoso 
Nuestros  viejos  generales. 

¡Qué  vanguardia  tan  brillante! 
Tras  ella,  airoso  marchaba 
Todo  lo  que  se  llamaba 
Ejército  trigarante. 

Atronaban  el  espacio 
Gritos  de  entusiasmo  fieles; 
Fué  un  camino  de  laureles 
Hasta  llegar  á  Palacio. 

Allí  Iturbide  quedó 

Y  á  varios  nos  repartieron 

Un  recuerdo...  el  que  me  dieron 
Intacto  lo  guardo  yo. 

Es  un  recuerdo  sin  par 
Que  duplica  su  valía 
Haberlo  obtenido  el  día. 
Que  nadie  podrá  olvidar. 

Una  pequeña  bandera; 
Aquí  está...  ¡prenda  bendita! 
Entre  tus  pliegues  palpita 
¡Oh,  Patria!...  tu  historia  entera. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  213 

Me  la  dio  el  Libertador 
Cuando  en  su  afán  tuve  fe... 
De  él  contigo  me  alejé 
Cuando  se  hizo  emperador. 

No  guardo  rencor  ni  encono  : 
I  Bien  sabe  el  Omnipotente 
Que  ni  tii  ni  este  insurgente 
Saludaron  aquel  trono! 

Santa  insignia  mejicana 
¡  Con  qué  afán  te  saqué  yo 
La  vez  en  que  proclamó 
La  repiíblica  Santa-Ana! 

¡  Cómo,  en  tradiciones  rico, 
Por  los  años  consagradas, 
Surgiste  cuando  á  Barradas 
Derrotamos  en  Tampico!... 

¡  Cómo  viste  á  sus  soldados 
Al  mandato  de  Santa-Ana, 
Volverse  para  la  Habana 
Vencidos  y  desarmados! 

¡  Cómo  te  bañaste  en  luz 
Cuando  expuesto  á  mil  reveses, 
Santa-Ana  echó  á  los  franceses 
Del  puerto  de  Veracruz ! . . . 

Y  ¡cómo  limpio  has  venido 
Sin  dejarme  ni  un  momento, 
Para  ser  el  ornamento 
De  los  años  que  he  vivido! 


¡Qué  fría  es  la  ancianidad 
Bajo  el  sol  de  la  razón. 
Se  ve  desde  un  panteón 
A  toda  la  humanidad! 

¿Todo  ha  sido  lumbre  fatua  ? 
¿Todo  es  ficción?  ¿Nada  es  cierto? 
Dudo  á  veces  si  ya  he  muerto, 
Y  estoy  viviendo  en  estatua. 


214  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Se  hielan  los  pensamientos 
De  la  experiencia  á  la  luz... 


Aquí...  ¿qué  brilla?...  mi  cruz. 

(La  toma  y  lee  el  anverso). 
«  Treinta  contra  cuatrocientos  ». 

Atción  memorable,  sí, 
En  que  fuimos  campeones 
Con  Meoti,  treinta  dragones 
De  «fieles  del  Potosí». 

Han  muerto  ya,  con  razón; 
Sólo  á  mí  Dios  me  sostiene; 
Soy  ya  el  único  que  tiene 
Esta  condecoración. 

(Abre  el  álbum  de  retratos). 

¡Oh!  aleve  destino  impío 
Para  mí  duro  é  ingrato ; 
Tiemblo  "'  ver  este  retrato ; 
¡Pobre  Luís!  ¡pobre  hijo  mío! 

Perdió  á  la  madre  al  nacer 

Y  quedó  solo  conmigo, 
Tuvo  el  vivac  por  abrigo, 
La  bandera  por  mujer. 

El  rancho  por  alimento 

Y  por  arrullos  amados, 
Los  cantos  de  los  soldados 
En  medio  del  campamento. 

Sus  más  gratas  diversiones 
En  sus  primeros  abriles, 
Se  las  dieron  los  fusiles. 
Los  sables  y  los  cañones. 

Creció  soldado  sin  par 

Y  ya  joven  y  valiente, 
Habiendo  sido  teniente. 
Del  Colegio  Militar. 


POESÍAS    ESCOGIDAS  215 


A  la  Angostura  marchó 
Contra  la  invasión  tirana, 

Y  una  bala  americana 
La  vida  le  arrebató... 

Años  hace,  y  todavía 
De  luto  está  mi  alma  entera ; 
Si  Dios  ocasión  me  diera 

Bandera  de  tres  colores 
Con  qué  amor  lo  vengaría. 
Por  el  mejicano  amada; 
Santa  bandera  soñada 
Por  el  cura  de  Dolores ; 

Bandera  que  has  tremolado 
Desde  el  año  veintiuno 
Sin  que  ninguno,  ninguno 
Te  haya  abatido  ó  manchado. 

Mi  Luís  voló  en  pos  de  ti, 
Pues  eras  su  fe,  su  egida 

Y  por  ti  perdió  una  vida 
Que  yo  á  tu  sombra  le  di. 

Murió  soldado  leal; 
De  otra  suerte,   si  viviera, 
Vamos...  lo  sé  bien...  ya  fuera 
Un  bizarro  general... 

Murió  cubierto  de  gloria, 

Y  hoy  lo  miro  solamente. 
Pasar  lista  de  presente 

En  el  cuartel  de  la  historia. 

¡Hijo!  mi  abatido  ser 
Toca  el  dintel  de  la  muerte; 
Pronto,  muy  pronto  he  de  verte; 
Lloro  por  volverte  á  ver. 

Eras  mi  sola  fortuna, 
Eras  mi  sola  alegría, 
Moriste  y  desde  aquel  día 
No  tengo  dicha  ninguna. 

Mis  potencias  se  aminoran. 
Te  lloro  constantemente... 


216  JUAN  DE   DIOS   PEZA 

Vamos,  José...  sé  valiente; 
Los  insurgentes  no  lloran!... 

Cuando  el  alma  duele  tanto, 
La  pena  á  los  ojos  sube, 
Busca  espacio...  forma  nube, 
Se  deshace  y  llueve  llanto. 

Si  en  otra  nueva  invasión 
Nuestros  hogares  asaltan, 
Las  fuerzas  que  aquí  me  faltan 
Las  tengo  en  el  corazón. 

Tiemblo...  mas  no  retrocedo, 

Y  al  defender  el  honor, 
Tengo  brazos  sin  vigor, 
Pero  corazón  sin  miedo. 

¡Cuánto  heroico  amigo  ausente! 
Guerrero,  Hidalgo,  Morelos : 
Si  vivís  allá  en  los  cielos 
Velad  por  este  insurgente. 

Por  el  que  todo  perdió, 

Y  pronto  á  morir  en  calma, 
Adora  con  toda  el  alma 

El  suelo  en  donde  nació. 
Por  este  suelo  velad, 

Y  en  él  vuestros  ojos  fijos, 
Mantened  sobre  sus  hijos 
El  sol  de  la  libertad!... 

Que  el  mar  se  lo  trague  fiero 

Y  sus  montañas  llane 
Antes  que  lo  profane 
La  planta  del  extranjero. 

Al  salvar  su  honor  y  prez 
Me  siento  joven  y  fuerte. 


Pero  si  ya  soy  la  muerte... 
Nada  puede  la  vejez.... 

Ya  mis  delirios  son  vanos, 
É  inútiles  mis  arrojos, 


POESÍAS    ESCOGIDAS  217 

Ya  no  tienen  luz  los  ojos, 
Ni  fortaleza  las  manos. 
Otros  nacieron  mejores 

Y  ellos  lucharán  mejor... 
Tú  serás  mi  tíltimo  amor 
Bandera  de  tres  colores. 

Te  consagré  mi  existir, 
Regó  mi  sangre  tu  alfombra 

Y  hoy  sólo  anhelo  tu  sombra. 
¡Tu  sombra  para  morir! 

Y  que  el  mundo  pueda  ver 
Que  alumbras  con  tus  reflejos, 
Las  tumbas  de  aquellos  viejos 
Que  te  salvaron  ayer. 

¡Mundo!  las  dichas  que  das, 
El  llanto  al  fin  las  resuelve; 
El  sol  que  se  ausenta,  vuelve; 
La  vida  que  huye,  jamás. 

Pero  mi  gloria  mayor 
Será  ver  cuando  me  muera, 
Libre,  respetada,  entera, 
Mi  bandera   tricolor. 


FIN   DE    LA   TERCERA    PARTE. 


PARTE  CUARTA 


RECUERDOS    Y    ESPERANZAS 


reír  llorando. 

Viendo  á   Garrik— actor   de  la   Inglaterra- 
El  pueblo  al  aplaudirlo  le  decía  : 
((  Eres  el  más  gracioso  de  la  tierra, 

Y  más  feliz ». 

Y   el   cómico   reía. 
Víctimas  del  spleen,   los  altos  lores 
En  sus*  noches   más  negras  y  pesadas. 
Iban  á  ver  al  rey  de  los  actores, 

Y  cambiaban  «u  spleen  en  carcajadas. 
Una  vez,  ante  un  médico  famoso, 

Llegóse  un  hombre  de  mirar  sombrío  : 
—Sufro — le  dijo, —  un  mal  tan  espantoso 
Como  esta  palidez  del  rostro  mío. 

Nada  me  causa  encanto  ni  atractivo  ; 
No  me  importan  mi  nombre  ni  mi  suerte; 
Es  un  eterno  spleen  muriendo  vivo, 

Y  es  mi  única  pasión  la  de  la  muerte. 
—  Viajad  y  os  distraeréis 

¡  Tanto  he  viajado ! 

—  Las  lecturas  buscad, 

— ¡Tanto  he  leído ! 

—  Que  os  ame  una  mujer. 


220  JUAN   DE   DIOS   PEZA 


— i  Sí  soy  amado ! 

—  Uji  título  adquirid. 

— ¡Noble  he  nacido! 
—¿Pobre  seréis  quizá? 

—  Tengo  riquezas. 
— ¿De  lisonjas  gustáis? 

— I  Tantas  escucho !... 
— ¿Qué  tenéis  de  familia? 

—  Mis  tristezas. 
^¿Vais  á  los  cementerios? 

—  Mucho...  mucho... 

—  De  vuestra  vida  actual  ¿tenéis  testigos? 

—  Sí,  mas  no  dejo  que  me  impongan  yugos  : 
Yo  les  llamo  á  los  muertos  mis  amigos ; 

Y  les  llamo  á  los  vivos,  mis  verdugos. 

—  Me  deja — agrega  el  médico — perplejo 
Vuestro  mal,  y  no  debo  acobardaros; 
Tomad  hoy  por  receta  este  consejo : 

«  Sólo  viendo  á  Garrik  podréis  curaros». 
—¿A  Garrik? 

— Sí,  á  Garrik...  La  más  remisa 

Y  austera  sociedad  le  busca  ansiosa ; 
Todo  aquel  que  lo  ve  muere  de  risa ; 
¡Tiene  una  gracia  artística  asombrosa! 
— ¿Y  á  mí  me  hará  reir? 

— ¡Ah!  sí,  os  lo  juro; 
Él.  sí;  nada  más  él;  mas...  ¿qué  os  inquieta? 

—  Así — dijo  el  enfermo, — no  me  curo  : 
¡Yo  soy  Garrik!...  Cambiadme  la  receta. 

¡Cuántos  hay  que,  cansados  de  la  vida, 
Enfermos  de  pesar,  muertos  de  tedio, 
Hacen  reir  como  el  actor  suicida, 
Sin  encontrar  para  su  mal  remedio! 

,  Ay !  ¡Cuántas  veces  al  reir  se  llora ! 
¡  Nadie  en  lo  alegre  de  la  risa  fíe. 
Porque  en  los  seres  que  el  dolor  devora 
El  alma  llora  cuando  el  rostro  ríe ! 

Si  se  muere  la  fe,  si  huye  la  calma, 
Si  sólo  abrojos  nuestra  planta  pisa. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  221 


Lanza  á  la  faz  la  tempestad  del  alma 
Un  relámpago  triste :  la  sonrisa. 

El  carnaval  del  mundo  engaña  tanto, 
Que  las  vidas  son  breves  mascaradas ; 
Aquí  aprendemos  á  reir  con  llanto, 
Y  también  á  llorar  con  carcajadas. 


UN  CONSEJO  DE  FAMILIA. 

¿Quién  la  miseria  y  el  amor  concilia? 
Esto  más  que  un  problema  es  un  misterio. 
Para  hablar  de  un  asunto  que  es  tan  serio, 
Hubo  ayer  un  consejo  de  familia. 

Hizo  de  presidente  del  consejo 
Un  hombrecito  á  quien  la  edad  agobia, 

Y  que  ademas  del  chiste  de  ser  viejo, 
Es,  nada  menos,  padre  de  mi  novia. 

A  su  lado,  y  en  cómoda  poltrona, 
Con  franco  y  natural  desembarazo. 
Estaba  una  señora  setentona 
Con  un  perro  faldero  en  el  regazo. 

Y  en  derredor,  con  rostros  muy  severos, 
Prontos  á  discutir  y  meter  baza, 
Estaban,  cual  prudentes  consejeros. 

Seis  ó  siete  visitas  de  la  casa. 

Y  entre  todos,  causando  maravilla, 
De  gracia  y  juventud,  rico  tesoro, 

Como  un  ángel,  sentada  en  una  silla,  ^ 

Estaba  la  mujer  á  quien  adoro. 

Con  que,  vamos  á  ver — dijo  indiscreta 
La  madre,  por  anciana  impertinente — 
¿Es  verdad  que  eres  novia  de  un  poeta  ? 

—  Puesto  que  lo  sabéis-  dijo  la  niña, — 
No  lo  puedo  negar :  le  quiero  mucho. 
—  Mereces— dijo  el  padre, — que  terina. 

Y  la  anciana  exclamó  : — ¡Cielos!  ¡qué  escucho! 
¡  Blasfemia  intolerable  que  me  irrita ! 

— iHabráse  visto  niña,  descarada! — 


222  JUAN   DE  DIOS   PEZA 


Dijo  en  tono  burlón  una  visita, 
Pegándose  en  la  frente  una  palmada. 

— ^Los  versos  nada  más  son  oropeles. — 
Diio  la  anciana  en  tono  reposado, — 

Y  apuesto  á  que  no  sirven  sus  laureles 
Ni  para  sazonar  el  estofado. 

,  Un  novio  soñador  y  sin  dinero  1 
Hija,  esto  sí  que  nadie  lo  perdona; 
Ya  que  tiene'  corona  y  no  sombrero. 
Fuera  mejor  que  usara  su  corona. 

—  Los  hombres — dijo  el  padre, — son  perversos. 
Pero  más  los  poetas  de  hoy  en  día. 
Qu'zá  te  piense  alimentar  con  versos, 

Y  eso  vas  á  comer  ¡pobre  hija  mía! 

-  O,  quién  sabe— agregó  con  triste  acento 
Una  visita  al  parecer  piadosa, — 

Si  se  irán  a  poblar  el  firmamento, 
O  á  vivir  en  el  cáliz  de  una  rosa. 

-  Puede  ser — interrumpe  otra  persona, — 
Que  intenten  levantar,  llegado  el  caso, 

A  orillas  de  la  fuente  de  Helicona, 
Un  palacio  en  las  faldas  del  Parnaso. 

El  regalo  de  boda,  amigo  mío. 
Tendrá  joyas  riquísimas  y  bellas  : 
Junto  á  un  collar  de  perlas  del  rocío, 
El  manto  azul  del  cielo  y  sus  estrellas. 

Envidia  te  tendrán  los  serafines, 
Pues  tendrás  deleitando  tu  hermosura, 
Una  alfombra  de  nardos  y  jazmines 

Y  un  ruiseñor  que  cante  en  la  espesura. 
E'  marido  feliz  te  dará  un  beso 

Diciendo  :  ¡  Tengo  un  ángel  por  esposa ! 
¿Y  á  la  hora  de  comer?  ¡quién  piensa  en  eso! 
¡Para  el  poeta  la  comida  es  prosa! 
Un  coro  de  estridentes  carcajadas 
Satíricas,  terribles,  infernales. 
Convirtió  las  mejillas  en  granadas 
Al  ángel  de  mis  sueños  celestiales. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  223 


— ¿Conque  piensas  seguir  esos  amores, 
Tú,  la  más  infeliz  de  las  mujeres, 
Piensas  con  el  aroma  de  las  flores 
Vivir  entre  la  dicha  y  los  placeres? 

íA  qué  alta  sociedad,  hija  querida, 
Te  llevará  ese  amor  del  cual  abusas? 
j  Ha  de  ser  muy  monótona  la  vida. 
Sin  tener  más  visitas  que  las  musas! 

Otra  risa  estalló  ¡bendita  risa ! 
Entonces  ella  abandonó  su  asiento. 
Y  con  grave  ademán,  y  muy  de  prisa, 
Salió  sin  vacilar,  del  aposento. 

Llamáronla  mil  veces,  pero  ella, 
Espléndida,  grandiosa,  soberana, 
Como  asoma  en  los  cielos  una  estrella, 
El  rostro  fué  a  asomar  por  la  ventana. 

— Ven— me  dijo, — mitad  del  alma  mía; 
Dicen  que  amarte  es  prueba  de  torpeza, 
Que  por  pobre  te  olvide  ¡  qué  ironía ! 
Que  te  deje  por  pobre  ¡qué  tristeza! 

Como  no  te  comprenden,  ya  por  eso 
Destruir  mis  amores  se  concilla . 
Yo  siempre  seré  tuya  :  dame  un  beso  : 
¡  Se  ha  lucido  el  consejo  de  familia ! 


RECUERDO. 

EN   EL   ÁLBUM    DE   UNA   MEJICANA. 

Fulgura  el  sol  en  el  zenit ;  su  lumbre 
Las  plantas  y  los  árboles  desmaya. 
Contra  las  negras  rocas  de  la  playa 
Sus  ondas  quiebra  perezoso  el  mar. 

Reina  del  aire  la  gaviota  errante 
Va  por  la  azul  inmensidad  cruzando. 
Mientras  yo,  triste  vago  suspirando 
Muy  lejos  de  la  patria  y  del  hogar. 


224  JUAN   DE   DIOS   PEZA 


Busca  en  vano  la  mente  fatigada 
A  los  bosques  sabinos  seculares 
Las  ceibas,  los  naranjos,  los  palmares 
Que  ayer  alegre  y  satisfecho  vi. 

Y  humedecen  las  lágrimas  mis  ojos; 
Se  llena  el  alma  juvenil  de  duelo, 
Porque  este  cielo  azul  no  es  aquel  cielo, 
Porque  nada  de  América  hay  aquí. 

Recuerdo  alborozado  aquellas  tardes, 
De  la  Natura  y  del  Amor  tesoro, 
Cuando  se  oculta  el  sol  en  mar  de  oro 

Y  baña  del  cielo  el  nacarado  tul. 

Y  los  volcanes  cuya  eterna  nieve 
Mares  esconde  de  candente  lava, 

Y  el  pico  de  cristal  del  Orizaba 
Que  altivo  rasga  el  infinito  azul. 

Los  mangles,  atalayas  de  la  costa, 
Con  sus  penachos  altos  y  severos, 
Los  erguidos,  sonantes  cocoteros 
Que  fruto  y  sombra  al  caminante  dan. 

Aquellas  flores  de  perpetuo  aroma, 
Aquellos  tan  alegre  horizontes. 
La  frente  audaz  de  los  soberbios  montes, 
Donde  estrella  su  furia  el  huracán. 

¿Dónde  está  la  caléndula  de  nieve, 
Rojos  jacintos  y  purpúreas  rosas, 
Que  buscan  las  doradas  mariposas, 

Y  besa  revolando  el  pica  flor? 
¿Dó  está  la  blanca  garza  voladora, 

Que  los  juncales  en  el  lago  agita? 

¿Dó  está  el  zenzontle,  que  dormido  imita 

De  las  vírgenes  selvas  el  rumor? 

La  brisa  de  mi  patria,  cual  la  brisa 
Que  los  cedros  del  Líbano  atraviesa, 
Caliente  y  perfumada,  mueve  y  besa 
Las  hojas  del  florido  cafetal. 

Sobre  eternas  campiñas  de  esmeralda, 
Brilla  en  el  cielo  azul  la  blanca  luna. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  225 

Que  refleja  el  cristal  de  la  laguna 
En  la  serena  noche  tropical. 

Allá  bajo  los  toldos  de  follaje 
Que  Otoño  esmalta  con  doradas  pomas, 
Bulliciosa  bandada  de  palomas 
Se  arrullan  triste  al  morir  el  sol- 

La  alondra  habita  los  risueños  valles, 

Y  cual  flores  con  alma,  en  los  jardines 
Agitan  los  parleros  colorines 
Sus  alas,  que  envidiara  el  arrebol. 

¡  Oh  verjel  de  mis  sueños !  tierra  hermosa, 
Que  guardas  mis  recuerdos  y  mis  lares, 
Queda  con  Dios  tras  los  revueltos  mares : 
Yo  lejos  vengo  á  suspirar  por  fí. 

Buscando  tus  estrellas  y  tus  flores, 
Suspira  el  alma  con  profundo  duelo, 
Porque  este  cielo  azul  no  es  aquel  cielo, 
Porque  nada  de  América  hay  aquí. 

Dos  aves,  hijas  de  la  misma  selva, 
Que  abandonan  la  rama  en  que  han  nacido, 
Si  llegan  á  encontrarse,  hablan  del  nido 
Qué  fué  su  casto  y  primitivo  hogar. 

A  ti,  de  los  jardines  de  mi  patria 
Flor  que  tesoros  sin  igual  encierra, 
Consagro  los  recuerdos  de  la  tierra 
Que  allá  quedó  tras  la  extensión  del  mar. 

Llevas  la  luz  del  trópico  en  los  ojos, 

Y  la  voz  de  sus  brisas  en  tu  acento, 
Su  clima  en  tu  ardoroso  pensamiento, 
Su  grandeza  en  tu  propio  corazón. 

¡  Feliz  sí  el  nombre  de  la  patria  hermosa 
Tus  más  bellas  palabras  acompaña! 
El  nombre  de  la  patria  en  tierra  extraña 
Es  un  poema,  un  himno,  una  oración. 

Costa  Cantábrica,  1878. 


)esías   cscooidas. 


226  JUAN  DE   DIOS   PEZA 

U       SU  ÚLTIMA  CARTA* 

/     He  leído  tu  carta  :  ¡  qué  elegante ! 
■J   ¿Dónde  tu  pluma  su  lenguaje  toma? 
Ni  el  mas  rendido  y  cariñoso  amante 
Hablan  tan  dulce  y  celestial  idioma. 

Me  pareces  de  aquellos  trovadores. 
Que  al  pie  de  la  celada  celosía 
Entonaban  sus  cánticos  de  amores 
En  quietas  horas  de  la  noche  umbría. 

Caballero  gentil  de  otras  edades, 
Abierto  está  mi  corazón  sincero, 

Y  es  justo  que  olvidando  vanidades 
La  dama  le  responda  al  caballero. 

Me  resuelvo  á  escribirte;  tú  lo  quieres; 
Mi  estilo  no  tendrá  tu  galanura, 
Pero  nadie  nos  gana  á  las  mujeres 
En  cuestiones  de  amor  y  de  ternura. 

No  busques  las  palabras  cadenciosas 
De  un  lenguaje  castizo  y  estudiado. 
Las  praderas  del  trópico  dan  rosas. 
Sin  que  nadie  las  haya  cultivado. 

Tú  me  has  hecho  soñar  horas  felices, 

Y  tan  supremo  bien  debo  pagarte... 
Son  tan  bellas  cosas  que  me  dices, 
Que  no  sé  cómo  pueda  contestarte. 

((  Qué  á  los  hombres  mis  gracias  vuelven  loco 
Que  á  un  gran  talento  la  belleza  aduno...  » 
¡Gracias!  ¡Eres  'galante  como  pocos, 

Y  has  sido  siempre  amable  cual  ninguno. 

Tu  imagen  de  mi  pecho  no  se  aparta; 
El  pincel  fué  tu  amor,  mi  mente  el  lienzo; 
Para  hablar  de  ese  cuadro  en  esta  carta... 
Aquí  termino  el  prólogo,  y  comienzo. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  227 


Para  guardar  una  ilusión  querida, 
Como  culto  inmortal,  grande  y  profundo, 
Es  muy  breve  el  espacio  de  una  vida 
Que  tan  rápida  pasa  por  el  mundo. 

¿Crees  eterno  un  amor  todo  pureza? 
¿Juzgas  eterno  el  fuego  del  cariño? 
Perdona  que  lo  diga  con  franqueza  : 
En  cuestiones  de  amor  eres  un  niño. 

En  la  lucha  tenaz,  de  las  pasiones, 
Poblada  de  insensatos  devaneos. 
No  pueden  conformar  las  ilusiones 
A  quien  no  satisface  sus  deseos. 

Quiero  hacerte  feliz;  quizás  ignores 
Que  la  felicidad  que  al  hombre  halaga, 
Es  un  astro  de  vivos  resplandores 
Que  ai  alumbrar  la  realidad  se  apaga. 

Dices  que  te  cautiva  mi  hermosura, 
Que  te  queman  mis  ojos  adormidos, 
Y  que  buscas  la  miel  de  la  ventura 
Sobre  mis  labios  rojos  y  encendidos. 

Que.  como  á  Dios,  tu  corazón  me  adora ; 
Que  sólo  anhelas,  de  esperanza  lleno. 
Reclinar  tu  cabeza  pensadora 
Sobre  el  caliente  mármol  de  mi  seno. 

Que  siempre  que  me  miras  te  estremeces, 
Que  á  todas  partes  cual  la  luz  te  sigo; 
Que  quieres  apurar  hasta  las  heces, 
El  cáliz  del  placer,  sólo  conmigo. 

Que  no  envidias  la  gloria  de  los  sabios, 
Que  á  otra  gloria  mayor  tu  pecho  aspira  : 
La  de  juntar  tus  labios  con  mis  labios, 
Pues  fuera  del  amor  todo  es  mentira. 


228  JUAN  DE  DIOS   PEZA 


Que  anhelas  en  tu  erótica  locura, 
Morir  entre  tan  dulces  desvarios, 
Mezclándose  en  la  misma  sepultura 
El  polvo  de  tus  huesos  y  los  míos. 

Que  soy  ser  de  tu  ser.  ¡  Ay !  yo  no  puedo 
Creer  vano  el  mundo  que  en  tus  sueños  labras : 
Mi  razón  se  obscurece,  y  tengo  miedo 
De  quedarme  con  sólo  tus  palabras. 

Si  existen  esas  dichas  que  imaginas, 
Si  hay  placeres  así,  tan  celestiales, 
¿Por  qué  prohiben  todas  las  doctrinas 
Amarse  libremente  á  los  mortales? 

Dices  que  soy  tu  Dios...  ¿Eres  ateo? 
¡Tan  hondo  pensamiento  me  contrista! 
Con  el  mágico  prisma  del  deseo, 
¿Dios  también  desparece  de  tu  vista? 

Sábelo  de  una  vez :  has  trastornado 
Toda  mi  vida  y  mi  razón  entera; 
Tuyo  es  mi  corazón  enamorado ; 
Si  tuviera  mil  vidas  te  las  diera. 

Pretendí  razonar...  ¡Torpes  errores!... 
Voy  á  abrirte  sin  miedo  el  alma  mía... 
Cuando  encienden  su  hoguera  los  amores. 
No  sirve  la  vulgar  filosofía. 

Pensando  en  la  pasión  que  ya  me  abisma 
Por  más  que  á  tantas  tentaciones  huyo, 
Hoy  fui  al  espejo,  y  me  besé  yo  misma. 
Haciendo  el  rostro  de  la  imagen  tuyo. 

Y  el  cristal  me  ha  mentido  de  tal  suerte, 
De  tal  modo  vi  en  él  tu  rostro  impreso, 
Que  caí  desmayada,  y  quedé  inerte, 
Creyendo  tuyo  el  solitario  beso. 

Y  cuando  he  vuelto  á  la  razón  me  asombra 
Pensar,  con  insensato  desvarío. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  229 


Que  si  queman  los  besos  de  una  sombra, 
Tus  besos  matarán,  amado  mío. 

Esa  terrible  reflexión  me  aterra, 

Y  aunque  causa  decírtelo  sonrojos, 
Queriendo  ser  feliz  sobre  la  tierra. 
Rompí  el  cristal  para  buscar  tus  ojos. 

Ven,  y  perdona  mi  entusiasmo  ciego; 
No  importa  que  me  des  dichas  ó  penas; 
Ven,  porque  para  ti  siento  de  fuego 
La  sangre  que  circula  por  mis  venas. 

Quiero  ese  amor  en  que  por  ti  he  creído, 
Pues  soy  para  soñar  en  los  placeres, 
Árabe  en  cuya  sangre  se  ha  fundido 
El  hierro  de  las  lanzas  berberes. 

Ven,  ya  te  espero  apasionada  y  loca; 
Busca  el  caliente  mármol  de  mi  seno, 
Junta  después  tu  boca  con  mi  boca, 

Y  á  ver  si  así  me  salvo  ó  me  condeno. 


LA  SABOYANITA, 

Decid  :  ¿quién  se  queja? 
¿Quién  llora?  ¿Quién  grita? 
Es  que  está  cantando 
La  saboyanita. 

iVlañana  de  Enero 
Con  aire  y  con  nieve, 
Si  no  llueve,  sopla, 
Si  no  sopla,  llueve. 
Bajo  grises  nubes. 
La  tierra  cubierta 
De  blanco  sudario, 
Parece  una  muerta. 
¡Cuan  solas  las  calles! 
¡Ni  quién  los  resiste! 


230  JUAN   DE   DIOS   PEZA 


¡Qué  invierno  tan  duro, 
Tan  largo  y  tan  triste! 
Heladas  las  fuentes, 
Heladas  y  mudas; 
Aímendros  sin  hojas; 

Y  acacias  desnudas. 
¡  Ofrecen  contrastes 
Risueños  y  francos, 
Los  troncos  tan  negros, 
Los  copos  tan  blancos! 
Hay  sólo  una  niña 
Bajo  mi  ventana, 
Fngendro  hechicero 
De  augur  y  gitana. 
Contando  en  diez  años 
Diez  siglos  de  pena ; 
Los  ojos  obscuros, 

La  frente  morena, 
Muy  negro  el  cabello, 
De  grana  la  boca. 
De  vivos  colores 
El  traje  y  la  toca. 
Los  pies  diminutos, 
Que  Fidias  quisiera, 
Los  guarda  en  chapines 
De  tosca  madera. 

Del  pobre  pandero 
Que  agitan  sus  manos 
Se  visten  y  comen 
Sus  tiernos  hermanos. 
Con  sólo  escucharla, 
Aterra  y  conmueve, 

Y  más  si  la  miran 
Hincada  en  la  nieve. 

Por  tarde  y  mañana 
Con  hondos  acentos, 
Que  nunca  sofocan 
Ni  lluvias  ni  vientos; 
Se  queja,  solloza, 


POESÍAS  ESCOGIDAS  231  " 


Suspira,  reclama, 

Y  al  son  del  pandero 
Su  llanto  derrama. 

Su  voz  me  perturba 

Y  amarga  mi  día : 

¡  Qué  acento  tan  triste ! 
¡Qué  voz  de  agonía! 
Si  algún  compatriota 
Al  verme  se  llega, 
Oyendo  esos  cantos, 
La  frente  doblega. 
Sintiéndose  triste, 
■Convulso  y  herido. 
Recuerda  aquel  suelo 
Alegre  y  florido, 
Sus  vírgenes  selvas, 
Sus  prados,  sus  montes. 

Y  el  azul  eterno 
De  sus  horizontes. 
Con  llanto  en  los  ojos, 
El  alma  turbada, 
Muy  lejos  teniendo 
La  patria  adorada : 

I  Qué  voz — me  repite — 
¡Qué  acento!  ¡qué  grito! 
Sollozo  de  angustia, 
Clamor  de  proscrito, 
Lo  más  pavoroso 
¡Qué  agudo!  ¡Qué  lento! 
¡Qué  amargo!  ¡Qué  triste! 
¡Oh,  Dios!. ¿Quién  se  queja? 
¿Quién  llora?  ¿Quién  grita? 
Es  que  está  cantando 
La  saboyanita. 


Enero  de  1879. 


*  232  JUAN   DE   DIOS   PEZA 


A  TODOS. 

A    MANUEL    E.    OLAGUÍBEL. 

La  vida  es  un  gran  campo  de  combate : 
Ved  al  hombre  luchar  de  polo  á  polo; 
Yo  le  llamo  vencido  al  que  se  abate 
Porque  se  ve  sin  armas  y  está  solo. 

Más  nocivos  que  el  buitre  carnicero, 

Y  que  la  sierpe  que  veneno  entraña, 
Son  el  amigo  hipócrita  y  artero, 

El  hijo  ingrato  y  la  mujer  que  engaña. 

La  verdad  es  la  luz ;  el  hombre  vano 
Que  más  la  oculta,  en  su  maldad  se  estrella ; 
Que  no  me  extienda  su  alevosa  mano, 
Quien  no  me  dé  su  corazón  con  ella. 

Evitar  á  otros  daños  y  amargura. 
Ser  en  sus  penas  bálsamo  y  testigo, 
Secar  su  llanto,  darle  la  ventura 

Y  servirle  sin  premio,  es  ser  su  amigo. 
No  confundáis  lisonja  y  la  alabanza; 

Distintos  son  el  lucro  y  el  cariño; 
No  mueva  el  interés  á  la  esperanza ; 
Amad  como  la  madre  ó  como  el  niño. 

La  experiencia  es  la  hermana  de  la  duda, 
No  es  fiero  todo  aquel  que  está  en  campaña, 
Ni  amigo  todo  aquel  que  nos  saluda. 
Ni  hermano  todo  aquel  que  os  acompaña. 

Abrid  los  ojos,  pobres  caminantes. 
Sed  del  humano  batallar  testigos, 
Que  cual  llegan  á  odiarse  dos  amantes. 
Llegan  hasta  matarse  dos  amigos. 

No  contrariéis  el  propio  sentimiento 
Ni  la  noble  verdad  neguéis  por  nada, 
Preferid  á  riquezas  y  talento 
Franco  carácter  y  palabra  honrada. 


I 


POESÍAS  ESCOGIDAS  233 


NIEVE  DEL  estío. 


Como  la  historia  del  amor  me  aparta 
De  las  sombras  que  empañan  mi  fortuna, 
Yo  de  esa  historia  recogí  esta  carta, 
Que  he  leído  á  los  rayos  de  la  luna  : 

«  Yo  soy  una  mujer  muy  caprichosa, 

Y  que  me  juzgue  tu  conciencia  dejo  : 
Para  poder  saber  si  estoy  hermosa, 
Recurro  á  la  franqueza  de  mi  espejo. 

Hoy,  después  que  te  vi  por  la  mañana, 
Al  consultar  mi  espejo  alegremente, 
Como  un  hilo  de  plata  vi  una  cana 
Perdida  entre  los  rizos  de  mi  frente. 

Abrí,  para  arrancarla,  mis  cabellos, 
Sintiendo  en  mi  alma  dolorosas  luchas; 
i  Y  cuál  fué  mi  sorpresa  al  ver  en  ellos 
Esa  cana  crecer  con  otras  muchas! 

¿Por  qué  se  pone  mi  cabello  cano? 
¿Por  qué  está  mi  cabeza  envejecida? 
¿Por  qué  cubro  mis  flores  tan  temprano 
Con  las  primeras  nieves  de  la  vida? 

¡  No  lo  sé !  Yo  soy  tuya,  yo  te  adoro 
Con  fe  sagrada,  con  el  alma  entera; 
Pero  sin  esperanza  sufro  y  lloro... 
¿Tiene  también  el  llanto  primavera? 

Cada  noche  soñando  un  nuevo  encanto 
Vuelvo  á  la  realidad  desesperada; 
Soy  joven,  es  verdad,  mas  sufro  tanto, 
Que  está  mi  pobre  juventud  cansada. 

Cuando  pienso  en  lo  mucho  que  te  quiero 

Y  llego  á  imaginar  que  no  me  quieres. 
Tiemblo  de  celos,  y  de  orgullo  miero. 
(Perdóname;  así  somos  las  mujeres). 


234  JUAN   DE   DIOS   PEZA 

He  cortado  con  mano  cuidadosa 
Esos  cabellos  blancos  que  te  envío  : 
Son  las  primeras  nieves  de  una  rosa 
Que  imaginabas  llena  de  rocío. 

Tú  me  has  dicho  :  «  De  todos  tus  hechizos, 
Lo  que  más  me  cautiva  y  enajena, 
Es  la  negra  cascada  de  tus  rizos 
Cayendo  en  torno  de  tu  faz  morena». 

Y  yo,  que  aprendo  todo  lo  que  dices, 
Puesto  que  me  haces  tan  feliz  con  ello, 
He  pasado  mis  horas  tan  felices, 
Mirando  cuan  rizado  es  mi  cabello. 

Mas  hoy  no  te  elevo  dolorosa  queja. 
Porque  de  ti  no  temo  desengaños; 
I  Mis  canas  te  dirán  que  ya  está  vieja 
Una  mujer  que  cuenta  veintiún  años! 

¿Serán,  para  tu  amor,  mis  canas  nieve? 
Ni  á  imaginarlo  en  mis  delirios  llego. 
¿Quién  á  negarme  sin  piedad  se  atreve 
Que  es  una  nieve  que  brotó  del  fuego  ? 

¿Lo  niegan  los  principios  de  la  ciencia, 

Y  una  antítesis  loca  te  parece? 

Pues  es  una  verdad  de  la  experiencia : 
Cabeza  que  se  quema  se  emblanquece. 

Amar  con  fuego  y  existir  sin  calma 
Soñar  sin  esperanzas  de  ventura, 
Dar  todo  el  corazón,  dar  toda  el  alma. 
Es  un  amor  que  es  germen  de  amargura. 

Soñar  la  dicha  llena  de  tristeza, 
Sin  dejar  que  sea  tuyo  el  hado  impío. 
Llena  de  blancas  hebras  mi  cabeza. 

Y  trae  una  vejez :  la  del  hastío. 

Enemiga  de  necias  presunciones, 
Cada  cana  que  brota  me  la  arranco. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  235 


Y  aunque  empañe  tus  gratas  ilusiones, 
Te  mando,  ya  lo  ves,  un  rizo  blanco. 

¿Lo  guardarás?  es  prenda  de  alta  estima, 

Y  es  volcán  este  amor  á  que  me  entrego  : 
Tiene  el  volcán  sus  nieves  en  la  cima, 
Pero  circula  en  sus  entrañas  fuego  ». 


LA  VENTANA  DESIERTA. 

En  el  alféizar  tronchado 
De  la  vetusta  ventana. 
Un  cortinaje  de  yedra 
Con  flores  rojas  y  blancas; 

Y  en  medio  del  cuadro  estrecho 
De  la  vidriera  empañada, 
Junto  á  tiesto  de  claveles 

Y  rozando  con  la  jaula, 
En  que  prisionero  vive 
Un  canario  que  no  canta, 
Una  cabecita  rubia 

Se  asoma  por  la  mañanas 
A  punto  que  el  horizonte 
Colora  la  luz  del  alba. 
Hay  un  doncel  en  el  patio 
Que  si  la  frente  levanta 
Es  para  ver  unos  ojos 
Que  en  vivo  fuego  le  abrasan. 

—  Con  cuánta  ansiedad  te  espero. 

—  ¿Me  quieres? 

— ^Con  toda  el  alma. 
Seré  tuya  hasta  la  muerte, 

Y  moriré  si  me  engañas. 

—  Seré  tuyo,  sólo  tuyo, 
Soy  tu  esclavo. 

—  Soy  tu  esclava. 

—  Toma  un  beso. 


236  JUAN   DE   DIOS   PEZA 

Toma  ciento. 
—  Que  nos  ven. 

-    I  Hasta  mañana! 
Este  diálogo  sencillo 
Estas  sencillas  palabras 
Cambiaban  diariamente 
Desde  el  patio  á  la  ventana 
En  los  primeros  albores 
De  su  fugitiva  infancia, 
Hace  veinticinco  abriles, 
Dos  niños  que  hoy  peinan  canas. 
¡Cuántos  juramentos  dulces 
Aquellas  yedras  guardaban! 
¡Cuántas  promesas  eternas 
Entre  pétalos  de  llamas, 
-    Escondieron  los  claveles 
Al  nacer  la  luz  del  alba ; 

Y  cuántos  ardientes  besos 
Cuando  en  los  labios  tronaban, 
Asustaron  al  canario 
Aprisionado  en  la  jaula! 

Hoy,  hecho  un  viejo  por  dentro, 
Que  también  por  dentro  hay  canas, 
Basé  por  la  misma  calle, 

Y  frente  á  la  misma  casa 

Y  entrando  en  el  viejo  patio 
Busqué  la  misma  ventana. 
Del  roto  y  pesado  alféizar, 
Que  de  antiguo  se  desgrana. 
No  cuelga  la  yedra  obscura 
Con  flores  rojas  y  blancas, 
Ni  está  el  tiesto  de  claveles 
Con  sus  pétalos  de  llamas ; 
Mis  tristes,  cansados  ojos 

¿Qué  buscan?  ¿No  queda  nada? 
¡Ay,  que  de  pronto  los  siento 
Empañados  por  las  lágrimas ! 
¿Qué  han  visto?  decid  ¿qué  han  visto? 
¿Los  ojos  suyos?  ¿La  casta, 


POESÍAS  ESCOGIDAS  237 


Limpia  y  hechicera  frente 

Por  ios  rizos  coronada? 

¿La  manecita  nerviosa 

Arrojándome  una  carta? 

¿Los  negros  ojos?  ¿los  labios 

De  roja  y  caliente  grana? 

Lo  que  han  visto,  y  que  al  mirarlo, 

En  tibio  llanto  lo  baña, 

Es  una  humilde  memoria 

De  mi  ventura  pasada, 

La  que  por  humilde  y  pobre 

ninguna  mano  arrebata, 

Y  en  la  que  sus  manos  puso 
El  primer  amor  del  alma... 
Es...  Miradlo  en  ese  muro, 

Y  en  la  viga  apollilada 

Que  cierra,  formando  marco, 
El  cuadro  de  la  ventana ; 
Es  el  clavo  pequeñito 
De  donde  pendió  la  jaula 
En  que  vivió  aquel  canario 
Que  al  besarnos  se  espantaba... 
No  hay  nadie...  temblando  llego, 
Como  el  creyente  ante  el  ara. 
Me  parece  que  despiertan 
Mis  venturas  de  la  infancia; 

Y  toco  el  clavo...  lo  beso, 
Se  me  anuda  la  garganta, 

Y  salgo  del  viejo  patio, 
Llenos  los  ojos  de  lágrimas. 
¡  Es  lo  único  que  me  queda 
De  aquel  amor  de  la  infancia ! 


238  JUAN   DE   DIOS   PEZA 


A  GARIBALDI.  '^> 

El  aura  popular  me  trajo  un  día 
Un  hombre  que  la  fama  y  la  victoria 
Coronaron  de  luz  y  poesía 
En  la  tierra  del  arte  y  de  la  gloria. 

Brotando  del  estruendo  de  la  guerra, 
De  patricia  virtud  germen  fecundo, 
Cruzó  como  relámpago  la  tierra, 

Y  como  himno  triunfal  vibró  en  el  mundo. 

Símbolo  de  una  causa  redentora. 
Conquistó  aplausos,  lauros,  alabanza, 

Y  brilló  sobre  Italia  como  aurora 

De  libertad,  de  unión  y  de  esperanza. 

¡Garibaldi!  con  júbilo  exclamaba 
Entusiasmado  el  pueblo  por  doquiera, 

Y  América  ese  nombre  lo  agregaba, 
Como  nuevo  blasón  á  su  bandera. 

¡Oh,  titán  indomable!  tú  traías 
Sobre  tu  fe  la  inspiración  del  cielo, 

Y  eras  para  tus  pueblos  el  Mesías 
Anunciado  por  Dante  y  Maquiavelo. 

En  la  lucha  león,  niño  en  el  trato, 
Clemente  y  fraternal  con  los  vencidos. 
Fué  tu  palabra  el  toque  de  rebato 
Que  despertó  los  pueblos  oprimidos. 

Por  donde  quierí;  que  tu  faz  asoma. 
Su  salvador  el  pueblo  te  proclama, 

Y  Bolonia,  Milán,  Ñapóles,  Roma, 
Responden  á  tu  esfuerzo  y  á  tu  fama. 

Es  de  un  hijo  de  Esparta  tu  bravura; 
Fuego  de  Grecia  en  tu  mirar  entrañas; 

Y  en  el  Tirol  tu  bíblica  figura 
Parece  un  semidiós  de  las  montañas. 


(lU  Esta  poesía  ha  sido  traducida  al   italiano  por   el   distinguido    literato  y 
plomático  conde  de  Foresta. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  239 


Tu  abnegación  sublime  me  conmueve; 
No  es  mi  laúd  quien  tu  alabanza  entona  : 
La  eterna  voz  del  siglo  diecinueve 
Por  todo  el  mundo  tu  valor  pregona. 

Tuviste  siempre  corazón  entero 
Donde  ningún  remordimiento  anida, 
Pecho  de  bronce,  voluntad  de  acero, 
Ojos  radiantes  de  esperanza  y  vida. 

Marino  en  la  niñez,  acostumbrado 
A  combatir  la  tempestad  á  solas, 
Diste  á  tu  genio  el  vuelo  no  domado 
Del  huracán  al  encrespar  las  olas. 

No  me  asombra  en  Egipto  Bonaparte 
Que  las  altas  Pirámides  profana; 
Me  admiras  tu,  clavando  tu  estandarte 
En  la  desierta  pampa  americana. 

Al  César  vencedor  el  turbio  Nilo 
Aun  en  sus  ondas  con  terror  retrata. 
Mientras  tu  rostro  escultural,  tranquilo 
En  su  cristal  azul  dibuja  el  Plata. 

¿Dónde  habrá  más  virtud  y  más  nobleza? 
¿En  el  que  al  mundo  en  su  ambición  oprime, 
O  en  el  que,  sin  corona  en  la  cabeza, 
Unifica  su  patria  y  la  redime? 

¡  Eres  un  gladiador !  Te  halló  más  fuerte 
Que  un  cedro  de  los  Alpes  tu  destino ; 
Forma,  desde  tu  cuna  hasta  tu  muerte, 
Un  bosque  de  laureles  tu  camino. 

Cuando  la  hiél  de  todos  los  dolores 
Cayó  en  tu  abierto  corazón  de  atleta, 
Fué  la  cruz  de  los  grandes  redentores 
La  visión  de  tu  numen  de  profeta. 

Viendo  en  toda  la  Italia  una  familia. 
Tanto  te  sacrificas  en  su  abono, 


m 


240  JUAN  DE   DIOS   PEZA 

Que  cuando  audaz  conquistas  la  Sicilia, 
Por  no  romper  la  unión,  la  das  al  trono. 

¡Bendigo  tu  misión!   El  mundo  ingrato, 
Que  hoy  aplaude  tu  nombre  y  lo  venera, 
Olvidará  que  fuiste  un  Cincinato 
En  tu  recinto  augusto  de  Caprera. 

Negará  que  tu  fe  republicana. 
Iluminando  siempre  tu  horizonte. 
Brilló  en  Palermo,  deslumhró  en  Mentana, 
E  irradió  como  el  sol  en  Aspromonte. 

Olvidará  también  que  tus  legiones 
Llevaron,  siempre  combatiendo  fieles, 
Por  escudos  sus  nobles  corazones, 
Las  glorias  de  la  patria  por  laureles. 

Mas  no  podrá  negar  que,  entre  prolijos 
Goces,  te  vimos  con  amor  profundo, 
Brinar  tu  sangre  y  dar  la  de  tus  hijos 
Por  defender  la  libertad  del  mundo. 

No  sólo  Roma  con  viril  acento 
Ensalzará  tu  nombre,  ilustre  anciano. 
Que  ya  dejas  perpetuo  monumento 
En  cada  corazón  americano. 

Francia  se  enorgullece  con  tu  nombre; 
Méijco  rinde  culto  á  tu  memoria; 

Y  no  hay  una  nación  que  no  se  asombre 
De  tu  fe,  de  tu  genio  y  de  tu  gloria. 

Sirva  á  los  pueblos  libres  de  amuleto 
Tu  nombre,  que  la  historia  diviniza, 

Y  el  mundo  mire  siempre  con  respeto 
El  ánfora  que  guarda  tu  ceniza. 

La  República  fué  tu  culto  santo, 
La  unión  de  Italia  tu  ambición  suprema, 
La  blusa  roja  tu  purpúreo  manto, 

Y  el  gorro  frigio  tu  imperial  diadema. 


poesías  escogidas 


24Í 


sjüiiidóse   el   archiduque 

Y  agregó  con  entusiasmo  : 

—  Miguel,   en   todo   os   admiro... 

¡Qué  valor!  ¡dadme  un  abrazo! 

Una  respuesta  de  Miramón. 


oesías  escogidas. 


242  JUAN   DE   DIOS   PE2A 


LAS   FLORES. 

(leída    en    san    ángel,    en     la     APliRTURA     DE     LA    VIII    EXPOSIC 
DE    PLANTAS    Y    FLORES.) 

¿Hay  algo  en  esta  vida 
Toda  dolores 
Más  tierno  que  los  niños 

Y  que  las  flores? 

¿Hay  símbolo  más  dulce, 

Más  elocuente, 

Que  diga  lo  que  el  alma 

Callando  siente? 

Mirad...  cierran  el  campo 

Los  horizontes; 

Son  murallas  azules 

Los  altos  montes; 

En  sus  cimas  se  posa 

La  blanca  nube 

Que  del  tranquilo  lago 

Ligera  sube. 

El  sol  quiebra  sus  rayos 

En  la  cascada. 

Y  los  vientos  suspiran 
En  la  enramada. 
Sobre  el  enhiesto  roble 
Tosco  y  severo, 
Entre  las  verdes  hojas 
Canta  el  jilguero. 

La  parvada  de  tordos 
Rauda  se  aleja, 

Y  en  los  lirios  azules 
Zumba  la  abeja. 
Luce  el  granado  flores 
Como  escarlata, 

Las  azucenas  fingen 
Copas  de  plata; 

Y  en  naranjos  que  mecen 
Doradas  pomas, 


POESÍAS  ESCOGIDAS  243 


Cantoras  de  la  tarde 
Son  las  palomas. 
Al  son  de  los  arroyos 
Murmuradores 
Se  duelen  y  se  plañen 
Los  ruiseñores, 

Y  en  los  alegres  prados 

Y  en  las  colinas, 

I  Qué  alegres  van  y  vuelven 

^  «"i  golondrinas ! 

¡Cómo  brillan  los  rayos 

Del  sol  fecundo ! 

¡  Qué  jardín  tan  risueño 

Parece  el  mundo ! 

Es  porque  está  de  gala 

Natura  entera ; 

Es  porque  está  reinando 

La  Primavera. 

Y  no  hay  en  esta  vida 
Toda  dolores, 

Nada  tan  expresivo 
Como  las  flores. 
Una  flor  en  el  pecho 
Del  ser  amado, 
Es  la  llave  de  un  cielo   ■ 
Siempre  anhelado. 
Allí  encuentra  la  vida 
Que  el  alma  quiere, 

Y  al  fuego  de  esa  vida 
Marchita  muere. 

Que  así  en  amores  miran 

Los  corazones, 

Morir  como  las  rosas 

Las  ilusiones. 

En  la  iglesia  más  pobre, 

Más  solitaria, 

Es  un  ramo  de  flores 

Una  plegaria; 


244  JUAN   DE   DIOS   PEZA 


Que  sus  hojas  adornan 
El  templo  santo 
La  fe  las  humedece 
Con  tierno  llanto ; 

Y  la  fe  con  sus  alas 
De  raudo  vuelo. 
Oración  y  perfume 
Remonta  al  cielo. 

Cual  corona  de  estrellas 

Los  azahares 

Brillan  en  blancas  frentes 

En  los  altares; 

¿Qué  diadema  más  digna 

De  la  belleza? 

¿Qué  símbolo  más  tierno 

De  la  pureza?... 

¡  Ay !  también  en  las  tumbas 

Las  flores  crecen; 

Ni  se  cansan,  ni  olvidan, 

Ni  desfallecen. 

Allí,  lejos  del  brillo 

Del  mundo  vano, 

Crecen  sobre  la  madre. 

Sobre  el  herm.ano. 

Que  el  manto  del  olvido 

La  tumba  envuelva : 

Sobre  él  tiende  sus  flores 

La  madreselva. 

La  memoria  de  un  muerto 

Queda  perdida; 

La  flor  es  una  hermana 

Que  nunca  olvida, 

Y  de  la  helada  tumba 
Bajo  el  abrigo, 

Dice  al  que  duerme  solo  : 
«  Yo  estoy  contigo  ». 
¡  Ay !  son  flores  hermosas 
Las  ilusiones, 


POESÍAS  ESCOGIDAS  245 


Que  embriagan  y  adormecen 
Los  corazones. 
Allá  en  la  Primavera 
¡  Cuántas  nacieron ! 
Unas  se  marchitaron, 
Otras  se  fueron, 

Y  sobre  el  campo  estéril 
De  los  dolores, 

Son  cardos  los  recuerdos. 

¡Qué  tristes  flores! 

El  campo  que  hoy  alegra 

La  luz  del  día. 

Lo  sacará  Diciembre 

Con  mano  fría; 

Pero  pronto  á  los  besos 

Del  sol  ardiente, 

Tornará  su  belleza 

Más  esplendente. 

Y  abrirán  sus  nectarios 
En  las  corolas 

Los  lirios,  las  violetas, 
Las  amapolas. 
Tendrá  rumor  la  fuente, 
Aroma  el  prado, 
El  jardín  mariposas. 
Fruto  el  granado; 

Y  sonarán  los  cantos 
Dulces,  sentidos. 

De  avecillas  que  pueblen 

Los  nuevos  nidos. 

Así  también  el  alma 

Que  sufre  y  llora, 

Tras  de  la  negra  noche 

Tiene  su  aurora. 

¡  A  cuántos  bellos  nombres 

Su  luz  alcanza! 

Se  llama  fe^  ventura, 

Gloria,  esperanza; 


246  JUAN  DE  DIOS  PEZA 

Que  si  son  cual  invierno 
Las  decepciones, 
¡Tienen  su  primavera 
Las  ilusiones ! 
Se  llora  una  esperanza 
Que  se  derrumba, 

Y  luego  crecen  flores 
Sobre  la  tumba. 
Fecunda  el  alma  humana 
Como  la  tierra, 
Gérmenes  de  ventura 
Constante  encierra, 

Y  halla,  para  consuelo 
De  sus  dolores : 

¡ La  mujer!  ¡La  más  bella 
Flor  de  las  flores ! 


A     MÉJICO. 

EN    LAS    ULTIMAS   DESGRACIAS   DE   ESPAÑA. 

Allá  del  revuelto  mar 
Tras  los  secos  arenales. 
Donde  sus  limpios  cristales 
Las  ondas  van  á  estrellar, 
Donde  en  lucha  singular 
Disputando  á  la  Fortuna 
Las  ciudades  una  á  una, 
De  sus  guerreros  el  brío, 
Mostraron  su  poderío 
La  cruz  y  la  media  luna; 

En  esa  tierra  encantada. 
Que  esconde,  en  perpetuo  Abril, 
Las  lágrimas  de  Boabdil 
En  las  vegas  de  Granada  ; 
Donde  el  ave  enamorada 
Repite  entre  los  verjeles 


POESÍAS  ESCOGIDAS  247 

El  canto  de  los  gómeles, 

Y  cuelga  su  frágil  nido 
Del  minarete  prendido 
Entre  ojivas  y  caireles; 

Donde  soñados  ultrajes 
Vengaron  fieros  zegríes, 
Regando  los  alelíes 
Con  sangre  de  abencerrajes ; 
Donde  entre  muros  de  encajes 

Y  torres  de  filigrana, 
Lloró  la  hermosa  sultana 
Amorosos  sentimientos 

A  los  rítmicos  acentos 
De  una  trova  castellana; 

Allá  donde  nueva  luz 
Alumbró,  limpia  y  serena, 
Sobre  la  morisca  almena 
El  símbolo  de  la  cruz; 
En  ese  suelo  andaluz. 
Cuyos  cármenes  hollando, 

Y  en  otro  mundo  soñando. 
Cruzaron  en  su  corcel 

La  magnánima  Isabel 

Y  el  católico  Fernando; 

En  esa  región  que  encierra 
Tantos  recuerdos  de  gloria; 
En  ese  altar  de  la  Historia; 
En  ese  edén  de  la  tierra; 
No  el  azote  de  la  guerra 
Infunde  duelo  y  pavor, 
Ni  causa  fiero  dolor 
El  negro  contagio  inmundo; 
Que  mira  asombrado  el  mundo 
Allí  otra  plaga  mayor. 

Surgen  allí  tempestades 
Del  suelo  entre  las  entrañas, 

Y  vacilan  las  montañas, 

Y  se  arrasan  las  ciudades. 


248  JUAN  DE  DIOS   PEZA 


Escombros  y  soledades 
Son  el  cortijo  y  la  aldea; 
La  muerte  se  enseñorea, 
Y,  en  medio  de  tanta  ruina, 
Se  ve  cual  llama  divina 
La  Caridad  que  flamea. 

Con  sordo  bramido  el  duelo 
Todo  lo  enluta  y  recorre; 
Yace  la  maciza  torre 
En  pedazos  sobre  el  suelo. 
Salvarse  forma  el  anhelo 
De  los  espantados  seres, 

Y  hombres,  niños  y  mujeres 
Las  crispidas  m.anos  juntan, 

Y  viendo  al  cielo  preguntan : 

((  Dinos,   Dios,  ¿porqué  nos  hieres  ?  » 

Recordando  en  sus  delitos 
Las  bíblicas  amenazas, 
Van  por  las  calles  y  plazas 
Confesándolos  á  gritos. 
Los  corazones  precitos 
Se  niegan  á  palpitar, 

Y  todos  ven  transformar 
Al  golpe  del  terremoto. 
En  abismo  el  verde  soto, 

Y  en  escombros  el  hogar. 
Se  abate  el  pesado  muro 

Que  adornó  silvestre  yedra 

Y  brotan  de  cada  piedra 
Una  oración  y  un  conjuro. 
No  hay  un  asilo  seguro; 
Ciérnese  el  ángel  del  mal; 
Cada  fosa  sepulcral 
Ábrese  ante  fuerza  extraña, 

Y  parece  que  en  España 
Comienza  el  juicio  final. 

Y  entre  la  nube  sombría 
Que  el  denso  polvo  levanta, 


POESÍAS  ESCOGIDAS  249 


El  coro  terrible  espanta 
De  los  gritos  de  agonía. 
Y  entre  aquella  vocería, 
Con  rostro  desencajado, 
El  padre  busca  espantado, 
Con  ayes  desgarradores, 
El  nido  de  sus  amores. 
Entre  escombros  sepultado. 
Convulsa,  pálida,  errante 
Sobre  el  suelo  que  se  agita 
La  madre  se  precipita 
Por  la  angustia  delirante; 
Vuela  en  pos  del  hijo  amante; 
El  rostro  al  abismo  asoma, 
Lo  llama  llorando,  y  toma 
Por  voz  del  hijo  querido. 
La  que  acompaña  al  crujido 
De  un  techo  que  se  desploma. 

En  repentina  orfandad, 
Trémulas  las  manos  tienden 
Los  niños,  que  no  comprenden 
Su  espantosa  soledad. 
Tan  sólo  \ñ  caridad 
Velará  después  por  ellos, 
Curando  con  sus  destellos 
Su  miseria  y  su  aflicción : 
i  Cómo  no  amarlos,  si  son 
Tan  inocentes,  tan  bellos! 

¿Qué  pecho  no  se  conmueve 
Ante  cuadro  tan  sombrío, 
Que  el  corazón  más  bravio 
A  contemplar  no  se  atreve? 
Ante  el  infortunio  aleve 
¿Quién  no  es  noble?  ¿quién  es  bueno? 
¿Quién  de  piedad  no  está  lleno, 
Cuando  es  la  virtud  mayor. 
Aun  más  que  el  propio  dolor, 
Sentir  el  dolor  ajeno? 


250  JUAN  DE  DIOS  PEZA 

Manda  i  oh,  noble  patria  .mía  1 
La  ofrenda  de  tus  piedades 
A  las  hoy  tristes  ciudades 
De  la  hermosa  Andalucía. 
No  es  favor,  es  hidalguía; 
Es  deber,  no  vanidad. 
Llamen  otros  Caridad 
Estos  óbolos  del  hombre, 
Tienen  nombre,  sólo  un  nombre : 
Se  llaman  Fraternidad. 

Con  tierno  entusiasmo  santo. 
Mezcla  ;  oh  patria  amante  y  buena  I 
Esa  pena  con  tu  pena, 
Ese  llanto  con  tu  llanto. 
Si  al  mirar  ese  quebranto, 
Tu  triste  historia  repasas, 
Verás  que  angustias  no  escasas 
Pasó,  entre  llantos  prolijos. 
Por  amparar  á  tus  hijos 
Bartolomé  de  las  Casas. 


FRENTE  A  TOLEDO» 

Arriba  azul,  verde  abajo, 
Pleno  Abril,  sol  esplendente, 

Y  yo  sentado  en  un  puente 
Que  cabalga  sobre  el  Tajo. 
Ara  el  buey  con  gran  trabajo 
La  lejana  sementera; 
Zumba  la  abeja  doquiera; 
Cada  planta  tiene  flor; 

Los  cielos  dicen  :  i  amor ! 

Y  los  campos  ¡primavera! 

Vibra  en  la  extensión  lejana, 
Que  el  Tajo  hlrviente  recorre, 


POESÍAS  ESCOGIDAS  251 

La  voz  que  en  gótica  torre 
Da  á  los  aires  la  campana ; 
Católica  y  musulmana, 
Infundiendo  asombro  y  miedo, 
Desde  el  puente  mirar  puedo, 
Entre  mil  tintas  bermejas, 
Cúpulas,  torres  y  rejas. 
De  la  ciudad  de  Toledo. 

¡Cómo  resaltan,  bañadas 
Del  sol  por  los  rayos  puros. 
En  cornisones  obscuros 
Almenas  desportilladas! 
Sobre  ramplas  aplomadas 
Se  mira  en  conjunto  vago 
El  rudo  y  constante  extrago 
De  los  siglos,  que  han  escrito 
Su  paso  sobre  el  granito 
Con  ortiga  y  jaramago. 

¡Toledo!   rico   tesoro 
De  señoriales  contiendas, 
De  cuentos  y  de  leyendas 
Que  enaltecen  al  rey  moro  : 
Te  envuelve  en  nimbos  de  oro 
El  sol  que  tus  campos  baña, 
Y  tienes  la  pompa  extraña 
De  una  majestad  caída. 
Que  refleja,  ya  vencida, 
Todo  el  esplendor  de  España. 

De  tus  grandezas  testigo. 
El  Tajo  á  tu  voz  responde : 
Sirte  de  plata  que  esconde 
Misterios  del  Rey  Rodrigo ; 
En  ti  bustaron  abrigo 
Héroes  de  raras  historias. 
Cuyo  hechos  y  memorias 
Impiden,  á  extrañas  gentes, 
Con  tus  desgracias  presentes 
Nublar  tus  pasadas  glorias. 


252  JUAN  DE  DIOS  PEZA 

Toledo,  soñé  en  mirarte, 

Y  al  fin  feliz  te  contemplo, 
Como  silencioso  templo 

De  la  tradición  y  el  arte. 
Vengan  otros  á  estudiarte : 
Nunca  atizó  mi  ansiedad 
Ver  si  pueblan  tu  ciudad 
Almas  grandes  ó  mezquinas; 
Me  basta  ver  -tus  ruinas, 
Me  encanta  tu  soledad. 

Ya  sin  puente  ni  rastrillo, 
Destrozado  el  minarete; 
Sin  lanzas  en  el  almete 
Del  paredón  amarillo, 
Semeja  el  feudal  castillo 
Mansión  de  espectros  sombría. 
Do  nunca  el  rayo  del  día 
Halla,  al  penetrar  ligero, 
Ni  en  la  sala  al  caballero 
Ni  en  las  torres  al  vigía. 

Sólo  la  indiscreta  fama 
Cuenta  que  en  tiempo  pasado 
Tuvo  el  castillo  clavado 
En  al  puerta  un  oriflama; 
Fué  prisión  de  hermosa  dama 
Cautiva  en  redes  de  amor, 

Y  á  tanto  llegó  el  rigor 
De  su  infortunada  suerte. 
Que,  por  celos,  le  dio  muerte 
Con  el  hacha,  su  señor. 

En  angosta  saetera 
Su  nido  cuelga  el  vencejo, 

Y  crece  el  duro  cernejo 
En  la  inútil  halconera. 
Encubre  la  enredadera 
El  desgastado  blasón ; 


POESÍAS  ESCOGIDAS  253 

Sin  lengua  está  el  esquilón; 
La  poterna  sin  cerrojos; 
Hay  en  el  glacis  abrojos, 

Y  ortiga  en  el  torreón. 

El  sillar  tosco  y  plomizo 
Llora  en  el  musgo  su  duelo; 
Cruza  de  tarde  el  mochuelo 
El  húmedo  pasadizo; 
Sostiene  el  arco  macizo 
Un  pesado  corredor, 
Que  en  el  ángulo  interior 
Guarda  en  piedra  mal  tallado 
Un  Cristo  crucificado, 
Que  ya  no  inspira  fervor. 

Los  altos  muros  deslava. 
Retratando  las  almenas. 
El  Tajo,  cuyas  arenas 
Pisó  tímida  Cava. 
Bajo  su  lecho  de  grava 
Oculta  el  undoso  río 
Todo  el  pasado  sombrío 
De  historias  y  tradiciones; 
Joyas,  armas  y  blasones 
Del  Gótico  poderío. 

Con  soberbia   majestad 
Por  la  historia  consagrados, 
Alza  sus  muros  calados 
Coronando  la  ciudad, 
El  Alcázar  que  en  la  edad 
De  heroísmo  sin  segundo, 
Vio  con  asombro  profundo 
Salir  de  allí,  sin  mancilla. 
Los  leones  de  Castilla 
Para  dominar  el  mundo. 

Allí  el  rencor  acibara 
Bajo  sus  cotas  de  acero 
A  don  Pedro  el  Justiciero 

Y  á  Enrique  de  Trastamara. 


254  JUAN   DE   DIOS   PEZA 


Si  cada  piedra  guardara, 
Por  manos  de  Dios  escrito, 
De  la  virtud  y  el  delito 
Las  luchas  que  ha  contemplado, 
Lanzara  el  mundo  espantado 
Frente  á  cada  piedra  un  grito. 

Mas  tan  sólo  de  grandeza 

Y  ostentación  son  destello  : 
Siempre  lo  grande  y  lo  bello 
Vive  en  la  Naturaleza. 
Hasta  en  su  muda  tristeza 
Tienen  pompa  las  ruinas, 
Defienden  secas  espinas 

Las  tumbas  de  ilustres  muertos, 

Y  en  los  salones  desiertos 
Son  reinas  las  golondrinas. 

¡Soledad!  ¡silencio!  ¡estrago! 
El  tiempo  con  mano  ruda, 
Siembra  en  el  alma  la  duda, 

Y  en  el  muro  el  jaramago. 
En  vano  el  mentido  halago 
De  una  brillante  memoria 
Alza  recuerdos  de  gloria 
De  polvo  glacial  y  leve, 
Que  sólo  levanta  y  mueve 
El  huracán  de  la  historia. 

Sigue  el  hombre  por  la  tierra 
Como  ayer,  triste  camino, 
Incansable  peregrino, 
Siempre  con  el  mal  en  guerra. 
¿Quién  vacila?  ¿Quién  se  aterra 
Ante  tan  rudo  trabajo? 
Arriba  azul,  verde  abajo, 
Pleno  Abril,  sol  esplendente, 

Y  al  mar  empujando  hirviente 
Sus  claras  ondas  el  Tajo. 


y\ 


POESÍAS  ESCOGIDAS  255 

y     POST-UMBR[A. 

A   MIS    QUERIDOS    AMIGOS 
;UAN    G.    WÍLSON    Y    MANUEL    CABALLERO. 


Con  letras  ya  borradas  por  los  años, 
En  un  papel  que  el  tiempo  ha  carcomido, 
Símbolo  de  pasados  desengaños, 
Guardo  una  carta  que  selló  el  olvido. 

La  escribió  una  mujer  joven  y  bella. 
¿Descubriré  su  nombre?  ¡no!  ¡no  quiero! 
Pues  siempre  he  sido,  por  mi  buena  estrella, 
Para  todas  las  damas  caballero. 

¿Qué  ser  alguna  vez  no  esperó  en  vano 
Algo  que,  si  se  frustra,   mortifica? 
Misterios  que  al  papel  lleva  la  mano, 
El  tiempo  los  descubre  y  los  publica. 

Aquellos  que  juzgáronme  felice 
En  amores;  que  halagan  mi  amor  propio, 
Aprendan  de  memoria  lo  que  dice 
La  triste  carta  que  á  la  letra  copio  : 

«  Dicen  que  las  mujeres,  sólo  lloran 
Cuando  quieren  fingir  hondos  pesares; 
Los  que  tan  falsa  máxima  atesoran, 
Muy  torpes  deben  ser  ó  muy  vulgares, 

Si  cayera  mi  llanto  hasta  las  hojas 
Donde  temblando  está  la  maño  mía. 
Para  poder  decirte  mis  congojas, 
Con  lágrimas  mi  carta  escribiría. 

Mas  si  el  llanto  es  tan  claro  que  no  pinta, 
Y  hay  que  usar  de  otra  tinta  más  obscura, 
La  negra  escogeré,  porque  es  '"  tinta 
Donde  más  se  refleja  mi  amargura. 

Aunque  no  soy  para  soñar  esquiva. 
Sé  que  para  soñar  nací  despierta. 
iS4e  he  sentido  morir,  y  aun  estoy  viva; 
Tengo  ansias  de  vivir,  y  ya  estoy  muerta. 


256  JUAN  DE   DIOS   PEZA 


'Y         Me  acosan  del  dolor  fieros  vestiglos. 
¡Qué  amargas  son  las  lágrimas  primeras! 
Pesan  sobre  mi  vida  veinte  siglos, 

Y  apenas  cumplo  veinte  primaveras. 
En  esta  horrible  lucha  en  que  batallo, 

Aun  cuando,  débil,  tu  consuelo  imploro, 
Quiero  decir  que  lloro  y  me  lo  callo, 

Y  más  risueña  estoy  cuanto  más  lloro. 
¿Por  qué  te  conocí?  Cuando  temblando 

De  pasión,  sólo  entonces  no  mentida, 
Me  llegaste  á  decir :  «  Te  estoy  amando 
Con  un  amor  que  es  vida  de  mi  vida». 

¿Qué  te  respondí  yo?  Bajé  la  frente; 
Triste  y  convulsa  te  estreché  la  mano, 
Porque  un  amor  que  nace  tan  vehemente. 
Es  natural  que  muera  muy  temprano. 

Tus  versos  para  mí  conmovedores, 
Los  juzgué  flores  puras  y  divinas, 
Olvidando,  insensata,  que  las  flores 
Todo  lo  pierden  menos  las  espinas. 

Yo,  que  como  mujer  soy  vanidosa, 
Me  vi  feliz  creyéndome  adorada. 
Sin  ver  que  la  ilusión  es  una  rosa 
Que  vive  solamente  una  alborada, 

¡Cuántos  de  los  crepúsculos  que  admiras, 
Pasamos  entre   dulces  vaguedades, 
Las  verdaderas  juzgándolas  mentiras. 
Las  mentiras  creyéndolas  verdades! 

Me  hablabas  de  tu  amor,  y  absorta  y  loe 
Me  imaginaba  estar  dentro  de  un  cielo, 

Y  al  contemplar  mJs  ojos  y  mi  boca, 
Tu  misma  sombra  me  causaba  celo. 

Al  verme  embelesada  al  escucharte 
Clamaste,   aprovechando  mi  embeleso, 
«  Déjame  arrodillar  para  adorarte  », 
Al  verte  de  rodillas  te  di  un  beso. 

Te  besé  con  arrojo;  no  se  asombre 
Un  alma  escrupulosa  ó  timorata; 


f^OESÍAS  ESCOGIDAS  257 


La  insensatez  no  es  culpa.  Besé  á  un  hombre, 
Porque  toda  pasión  es  insensata. 

Debo  aquí  confesar  que  un  beso  ardiente, 
Aunque  robe  la  dicha  y  el  sosiego. 
Es  el  placer  más  grande  que  se  siente 
Cuando  se  tiene  un  corazón  de  fuego. 
Cuando  toqué  tus  labios,  fué  preciso 
Soñar  que  aquel  placer  se  hiciera  eterno. 
Mujeres :  es  el  beso  un  paraíso 
Por  donde  entramos  muchos  al  infierno. 

Después  de  aquella  vez,  en  otras  muchas, 
Apasionado  tú,  yo  enternecida. 
Quedaste  vencedor  en  esas  luchas 
,    Tan  dulce  en  la  aurora  de  la  vida. 

I  Cuántas   promesas,   cuántos  devaneos ! 
El  grande  amor  con  el  desdén  se  paga; 
Toda  llama  que  avivan  los  deseos. 
i    Pronto  encuentra  la  nieve  que  la  apaga. 
f       Te  quisiera  culpar  y  no  me  atrevo; 
Es,  después  de  gozar,  justo  el  hastío; 
Yo,  que  soy  un  cadáver  que  me  muevo, 
Del  amor  de  mi  madre  desconfío. 

Me  engañaste,  y  no  te  hago  ni  un  reproche, 
Era  tu  voluntad  y  fué  mi  anhelo, 
Reza,  dice  mi  madre,  en  cada  noche; 
Y  tengo  miedo  de  invocar  al  cielo. 

Pronto  voy  á  morir;  esa  es  mi  suerte; 
¿Quién  se  opone  á  las  leyes  del  destino? 
Aunque  es  camino  obscuro  e^  de  la  muerte, 
¿Quién  no  llega  á  cruzar  ese  camino? 

En  él  te  encontraré  :   todo  derrumba 
El  tiempo,  y  tií  caerás  bajo  su  peso; 
Tengo  que  devolverte  en  ultra-tumba 
Todo  el  mal  que  me  diste  con  un  beso. 

Mostrar  á  Dios  podremos  nuestra  historia 
En  aquella  religión  quizá  sombría. 
.     ¿Mañana  he  de  vivir  en  tu  memoria? 
Adiós...  adiós...  hasta  el  terrible  día». 

lesías   escúfjidas. 


258  JUAN  DE   DIOS   PEZA 


Leí  estas  líneas  y  en  eterna  ausencia 
Esa  cita  fatal  vivo  esperando... 

Y  sintiendo  la  noche  en  mi  conciencia, 
Guardé  la  carta  y  me  quedé  llorando. 

i  POR    CONSUEGRA!    jPOR  ESPAÑA! 

LEÍDA  EN   EL  GRAN   TEATRO  NACIONAL  DE   MÉJICO 

EN  LA   FUNCIÓN   DADA   POR  LA  JUNTA   DE  DAMAS   Á 

BENEFICIO  DE  LOS  INUNDADOS. 

Para  goces  ó  duelos  que  sienta  España, 
Cuando  el  llanto  ó  la  dicha  su  faz  enciende, 
Tengo  una  lira  humilde  que  la  acompaña 

Y  un  corazón  de  hermano  que  la  comprende. 

Por  eso  aquí  de  nuevo  mi  voz  levanto 

Y  pido  á  mis  pobres  cuerdas  sus  harmonías ; 
Ya  lo  sabéis  vosotros,  la  quiero  tanto 

Que  sus  penas  intensas  las  hago  mías. 

Yo  vi  de  cerca  todo  lo  que  se  encierra 
De  noblezas  hidalgas  en  su  recinto; 
Sentí  el  sol  de  la  Historia  sobre  esa  tierra 
Que  vio  el  sol  sin  ocaso  de  Carlos  Quinto. 

Si  allí  buscáis  leyendas  encantadoras, 
Soñaréis  que  os  arrullan  notas  lejanas. 
De  rabeles  cristianos  y  guzlas  moras 
Bajo  los  minaretes  de  las  Sultanas. 

Soñaréis,  cabe  albercas  con  arrayanes, 
En  cautivas  que  Horan  por  sus  donceles; 
En  alquiceles  blancos  y  en  yataganes 
Sobre  la  verde  cuesta  de  los  Gómeles. 

¡Ahí  yo  he  visto  la  hermosa  vega  extendida 
Que  el  Genil  argentado  de  flores  cuaja, 

Y  soñé  en  otros  tiempos  y  en  otra  vida 
Mirando  los  jardines  de  Lindaraja. 

Recogí  de  Granada  los  aleU'es 
Que  un  sol  de  fuego  esmalta  con  luz  divina. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  259 


Y  al  cruzar  por  el  campo  de  los  zegríes 
Me  hablaba  de  mi  patria  1"  golondrina. 

España  nos  recibe  con  regocijos 
Porque  colmar  supimos  su  afán  profundo, 
Siente  orgullo  de  madre  que  ve  á  sus  hijos 
Honrar,  ya  independientes,  el  Nuevo  Mundo. 

En  cada  leal  amigo  me  dio  un  hermano 
Que  hizo  suyos  mis  goces  y  mis  pesares, 
¡Porq^ue  basta  en  España  ser  mejicano 
Para  encontrar  abiertos  pechos  y  hogares! 

Allí  ninguno  alienta  rencor  ni  dolo 
Al  vernos  vivir  libres  en  otra  esfera, 
Pues  saben  que  ostentamos  de  polo  á  polo, 
Con  honor  y  sin  mancha  nuestra  bandera. 

Ya  no  existe  la  España  dominadora, 
Sino  la  Iberia  hermana,  que  he  conocido, 

Y  cuya  lengua  rica,  dulce  y  sonora. 
Honramos  en  la  tierra  donde  he  nacido. 

Ya  no  existe  la  España  grave  y  austera 
Que  lanzó  en  sus  legiones  fieros  aludes, 
Que  Cortés  hizo  odiosa  con  una  hoguera 

Y  vindicó  Las  Casas  con  sus  virtudes. 

_  Soldados  de  Alvarado;  reyes  aztecas; 
Iodos  sois  polvo  vano;  ya  nada  existe; 
De  aquella  edad  aun  tiemblan  las  hojas  secas 
Del  árbol  que  recuerda  (da  noche  triste». 

Se  quebró  la  macana  que  el  casco  abolla ; 
La  inquisición  no  ostenta  tizones  rojos, 

Y  al  fundirse  dos  razas  nació   la  criolla 
De  apiñonado  cutis  y  negros  ojos.     . 

La  de  pies  diminutos  y  andar  galano, 

Y  que  junta  con  dulce  melancolía 
humilde  y  apacible  del  tipo  indiano 
garbo  y  á  la  gracia  de  Andalucía. 

¡  Oh  España !  loh  noble  España !  tíi  nos  legaste 
Jna  fe  y  una  lengua;  tienes  derecho 


260  JUAN   DE   DIOS   PEZA 

A  buscar  en  los  pueblos  que  aquí  formaste 
El  corazón  hidalgo  que  hay  en  tu  pecho. 

España  es  igual  siempre  bajo  tu  rayo 
¡Oh  sol  del  patriotismo  que  la  iluminas! 
¡Resucitó  á  sus  héroes  del  Dos  de  Mayo 
Al  ver  amenazadas  las  Carolinas! 

¿Cómo  no  tributarte  justos  honores 
Al  laurel  siempre  vivo  que  la  enguirnalda? 
¡  Unamos  nuestra  enseña  de  tres  colores 
A  su  gloriosa  enseña  de  rojo  y  gualda! 

Hoy  que  triste  se  envuelve  con  gasa  negra 
Que  le  atara  un  espectro  de  heladas  manos; 
Cual  fraternal  tributo  llegue  á  Consuegra 
El  óbolo  que  mandan  los  mejicanos. 

¡Oh  caridad  sublime!  ¡Sol  que  derramas 
De  amor  y  de  consuelo  rayos  ardientes! 
Mira  cóm.o  á  tu  influjo  son  nuestras  damas 
Los  ángeles  de  guarda  de  los  ausentes. 

Campos  ayer  hermosos,  son  tristes  yermos; 
Escombros  los  hogares;  las  dichas,  penas; 
Los  espíritus  sanos  gimen  enfermos... 
¡Aliviad  tantos  males  las  almas  buenas! 

¡Oh!  bien  hacéis  vosotras  en  ser  primeras 
En  consolar,  amantes,  tanta  agonía; 
¡Para  aliviar  desgracias  ya  no  hay  fronteras! 
¡La  caridad  no  tiene  ciudadanía! 

Damas  que  sois  las  joyas  de  nuestro  suelo 
Y  galardón  y  gloria  de  sus  hogares; 
Vuestras  altas  virtudes  bendice  el  cielo; 
¡  Vuestra  piedad  un  pueblo   tras  de  los  mareí 

A  la  ofrenda  tan  noble  que  haréis  mañana, 
Yo  la  inscripción  pusiera  cual  la  merece : 
Los  ángeles  de  Anahuac,  para  su  hermana 
La  España  de  Cristina  y  Alfonso  Trece. 

Méjico,  14  de  Octobre  de  1891. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  261 

LA  VICTORIA  DE  TAMPICO. 

;SCENA    DEL    SEGUNDO     ACTO    DE    «  EL    CAPITÁN    MIGUEL  »), 


I 


SARGENTO 

Cuando  fué  el  bravo  Guerrero 
Presidente,  yo  era  un  chico 

Y  en  aquel  tiempo  á  Tampico 
Llegó  un  general  ibero. 

Miguel 
¿Barradas? 

SARGENTO 

....  Justo;  esto  es; 
Barradas  precisamente 
Queriendo,  audaz  y  valiente, 
Ser  un  nuevo  Hernán  Cortés. 
Entonces,  sólo  al  decir 
Que  extraña  tropa  llegaba, 
El  Gobierno  ya  miraba 
Enlutado  el  porvenir. 

Y  por  prudencia  ó  temor 
Cesaban  goces  y  fiestas, 
Haciéndole  mil  protestas 
A  cualquier  embajador. 
Barradas,  bravo  y  experto, 
Vencer  á  Méjico  anhela 

Y  entra  altivo  á  toda  vela, 
Como  virrey  frente  a'  puerto. 
Santa-Anna,  á  la  patria  fiel, 
Tan  audaz  como  animoso 
Derrotó  al  jefe  ambicioso 
Ganando  eterno  laurel. 

Fué  una  derrota  ejemplar 
•Que  no  olvidará  la  Historia 
Pues  allí  alcanzó  la  gloria 
De  hacerlo  capitular. 
En  Méjico  ¡qué  ansiedad 
Por  saber  e'  -^.suUado ! 


262  JUAN   DE   DIOS   PEZA 


Estaba  en  completo  estado 
De  agitación  la  ciudad. 
Una  noche,  á  ver  un  drama 
Guerrero  fué  al  Coliseo, 
Un  teatro  tosco  y  feo 
Que  ((  Principal  »  se  'e  llama 
Llegado  el  acto  tercero, 
Ve  con  asombro  la  gente 
Que  al  palco  del  Presidente, 
Entra,  con  traje  de  cuero, 
Un  hombre  y  le  da  un  papel ; 
Guerrero  al  leerlo  llora, 

Y  el  público  en  esa  hpra. 
Enternecido  como  él, 
Presiente  lo  que  le  avisa 
Al  Presidente  aquel  pliego 

Y  queda  mudo,  en  sosiego. 
Entre  lágrimas  y  risa. 
Cuando  acabó  de  leer 
Guerrero,  se  levantó 

De  su  asiento  y  así  habló 
Sin  poderse  contener : 
— Si  con  frases  no  me  explico 
El  llanto  lo  hará  por  mí... 
¡Me  comunican  de  aquí 
La  victoria  de  Tampico...! 
Vencido  está  el  jefe  ibero, 
Santa-Anna  lo  derrotó... 

Y  un  gran  grito  resonó  : 

— ¡Vivan  Santa-Anna  y  Guerrero! 

Guerrero  con  alegría, 

Dijo  enseñando  leal 

La  faja  de  general 

Que  en  la  cintura  tenía  : 

—  Mando  al  bri'gadier  Santa-Anna 

Esta  faja,  no  os  asombre, 

Para  que  la  porte  en  nombre 

De  la  Nación  Mejicana. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  263 

Volvió  el  público  á  gritar 
Nuevos  vivas  y  aplaudir, 
En  unos  era  el  reir, 
En  otros  era  el  llorar 
Y  no  hay  mármoles  ni  bronces. 
Ni  existen  tinta  y  color, 
Que  puedan  pintar,  señor, 
El  patriotismo  de  entonces. 
Miguel 
Tu  buena  memoria  pasma 
A  cualquiera,  mi  sargento. 
Tu  relato  da  contento. 
Enardece  y  entusiasma. 

SARGENTO 

Cuando  el  teatro  dejaron 
Todos  con  gran  ansiedad, 
¿Sabéis  lo  que  en  la  ciudad 
Con  asombro  contemplaron? 
Adornadas  con  festones 
Todas  las  casas  vecinas, 
Con  faroles  y  cortinas 
En  cornisas  y  balcones; 
Sobre  las  torres  bermejas 
De  los  vetustos  conventos, 
Gallardetes,  ornamentos, 
Guirnaldas  y  candilejas. 
Las  calles  ¡qué  animación! 
Las  gentes,  si  se  encontraban. 
Entusiastas  se  abrazaban 
Con  lágrimas  de  emoción. 
No  se  escuchaba  un  reproche, 
Todo  era  franco  y  sincero. 
Que  estaba  Méjico  entero 
De  triunfo  en  aquella  noche. 
¡Y  todos  los  mejicanos 
Que  un  mismo  placer  sentían, 
Entonces  sí  se  querían 
Como  si  fuesen  hermanos...! 


264  JUAN   DE   DIOS   PEZA 


Me  enternezco  cuando  pienso 
En  esto,  porque  ¿eñor, 
No  he  visto  un  modo  mejor 
De  dar  á  un  bravo  un  ascenso, 
Ni  un  modo  más  naíural, 
Más  franco  y  más  elocuente 
De  expresar  piíblicam.ente 
El  contento  nacional. 
Glorias  del  pasado  son, 
Mas  para  un  viejo  soldado, 
¡  Esas  glorias  del  pasado 
Dan  vida  á  su  corazón!... 


TERAN  Y  MAXIMILIANO. 

Entre  las  ondas  azules 
Del  bello  Mediterráneo, 
En  el  Golfo  de  Trieste, 
Surgiendo  entre  los  peñascos, 
Hay  un  alcázar  que  ostenta 
Con  gran  arte  entrelazados 
En  muros  y  minaretes 
Lo  gótico  y  lo  cristiano. 
Parece,  visto  de  lejos, 
Airoso  cisne  de  mármol, 
Que  extiende  las  blancas  alas 
Entre  dos  abismos  claros : 
El  del  mar,  siempre  sereno, 

Y  el  del  cielo,  siempre  diáfano. 

Ese  alcázar  tan  hermoso, 
En  tiempos  no  muy  lejanos, 
Por  mirar  tanto  las  olas 
De  MiRAMAR  le  llamaron, 

Y  en  él  vivieron  felices 

Dos  príncipes  de  alto  rango, 
Dos  seres  de  regia  estirpe  : 
Carlota  y  Maximiliano. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  265 

En  una  tarde  serena, 
Al  bello  alcázar  llegaron 
Con  una  rara  embajada 
Varios  próceros  extraños. 
Penetran  á  los  salones 

Y  al  noble  príncipe  hablando, 
En  nombre  de  un  pueblo  entero 
(Que  no  les  dio  tal  encargo) 
Le  ofrecieron  la  corona 

Del  Imperio  Mejicano. 

El  príncipe  quedó  absorto; 
Para  responder  dio  un  plazo; 
Soñó  en  pompas,  en  honores, 
En  fama,  en  poder,  en  lauros, 

Y  al  despertar  de  aquel  sueño, 
Ail  volver  de  tal  encanto, 

A  su  joven  compañera 
Le  fué  á  consultar  el  caso. 
— Acepta — dijo  Carlota,  — 
Eres  grande,  noble  y  apto, 

Y  de  este  alcázar  á  un  trono 
Tan  solamente  hay  un  paso. 

No  corrida  una  semana. 
El  Príncipe  meditando 
En  las  difíciles  luchas 
De  los  grandes  dignitarios, 
Miraba  tras  los  cristales 
De  su  espléndido  palacio 
Enfurecerse  las  olas, 
Rojo  surgir  el  relámpago, 

Y  con  bramidos  horribles 
Rugir  los  vientos  airados. 

De  pronto,  un  ujier  le  anuncia 
Que  un  extranjero,  ya  anciano, 
Hablarle  solicitaba 
Con  urgencia  y  en  el  acto. 
Sorprendido  el  Archiduque 
Dijo  al  ujier  :  «  Dadle  paso  » ; 


266  JUAN   DE   DIOS   PEZA 

.  Y  penetró  en  los  salones 
Aquel  importuno  extraño, 
De  tez  rugosa  y  enjuta, 
De  barba  y  cabello  cano. 

De  frente  del  Archiduque 
Dijo  con  acento  franco  : 
—  Vengo,  señor,  para  veros 
Desde  un  pueblo  muy  lejano, 
Desde  un  pueblo  cuyo  nombre 
Jamás  habréis  escuchado; 
Yo  nací  en  aguascalientes, 
En  el  suelo  mejicano, 
Serví  á   don   Benito  Juárez 
De  quien  ya  os  habrán  hablado; 
Le  serví  como  Ministro 
Soy  su  firme  partidario, 

Y  mientras  aquí  os  engañan, 
Yo  vengo  á  desengañaros; 
No  aceptéis,  señor,  un  trono 
Que  tiene  cimientos  falsos, 
Ni  os  ciñáis  una  corona 
Que  Napoleón  ha  labrado. 
No  quiere  Méjico  reyes; 

El  pueblo  es  republicano 

Y  si  llegáis  á  mi  patria 

Y  os  riegan  palmas  y  lauros, 
sabed  que  tras  esas  pompas 

Y  esos  mentidos  halagos 
Pueden  estar  escondidos 

El  deshonor  y  el  cadalso)). 

Oyendo  aquellas  palabras 
Dichas  por  aquel  anciano, 
A  tiempo  que  por  los  aires 
Cruzó  veloz  un  relámpago, 
Tiñendo  en  color  de  sangre 
La  inmensidad  del  espacio, 
Sin  dar  respuesta  ninguna 
Quedóse  Maximiliano. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  267 


Rígido,  lívido,  mudo 

Como  una  estatua  de  mármol. 

Corrió  inexorable  el  tiempo, 
Huyeron  breves  los  años, 

Y  en  una  noche  de  Junio 
Triste,  sombrío,  ensimismado, 
En  vísperas  de  la  muerte 

El  Archiduque  germano 
En  su  celda  de  Qiierétaro, 

Y  en  sus  desgracias  pensando, 
Así  dijo  conmovido 

A  uno  de  los  "bogados 
Que  fueron  á  despedirse 
En  momentos  tan  aciagos : 

—  Todo  lo  que  hoy  me  sucede 
Há  tiempo  me  lo  anunciaron; 
Un  profeta  he  conocido 

Que  sin  doblez,  sm  engaño, 
Me  auguró  que  en  esta  tierra, 
A  donde  vine  cegado. 
El  pueblo  no  quiere  reyes 
Ni  gobernantes  extraños, 

Y  que  si  lauros  y  palmas 
Se  me  regaban  al  paso. 
Tras  ellos  encontraría 

El  deshonor  y  el  cadalso. 

—  ¿Quién  ha  sido  e.se  profeta?  — 
Al  príHcipe  preguntaron; 

—  Era  un  ministro  de  Juárez, 
Sincero,  patriota,  honrado, 

Don  Jesús  Terán,  que  ha  muerto 
En  su  hacienda  har*^  dos  años, 
¡Ah!  ¡Si  yo  le  hubiera  oído! 
¡Si  yo  le  hubiera  hecho  caso! 
¡Hoy  estuviera  en  mi  alcázar 
Con  los  seres  más  amados, 

Y  no  contara  las  horas 
Para  subir  al  cadalso  » !  " 


268  JUAN   DE   DIOS   PEZA 


TOMAS  MEJÍA^ 

A  MI  RESPETADO  SEÑOR  Y  QUERIDO  AMIGO,  EL  SEÑOR 
GENERAL  DON  MARIANO  ESCOBEDO. 

I. 

Mientras  Juárez  indomable 
Va  á  los  desiertos  del  Paso 
A  defender  su  bandera, 
Firme  como  un  espartano ; 
En  Méjico,  sostenido 
Por  el  invasor  extraño 
Se  erige  un  trono  y  le  ocupa, 
Más  que  ambicioso,   engañado, 
Un  ilustre  descendiente 
Del  más  grande  de  los  Carlos. 

Joven,  soñador  y  apuesto 
Asciende  á  lugar  tan  alto,  • 

Sin  ver  que  á  los  lejos  flota 
El  pendón  republicano, 

Y  sin  recordar  que  el  pueblo 
Por  quien  se  sueña  llamado, 
En  otro  tiempo  á  un  monarca 
Lanzó  del  trono  á  un  cadalso. 

Recibiéronle  animosos 
Los  que  el  cetro  le  entregaron, 

Y  al  entrar  por  nuestras  calles 
Fué  tan  grande  el  entusiasmo, 
Que  del  nuevo  rey  los  ojos 
No  pudieron,  d^slumbrados, 
Mirar  que  las  b-^yoneías 

Que  lo  estaban  custodiando 
Eran  de  extranjeras  tropas 
Capaces  de  abandonarlo. 

H. 

Joven  príncipe  ¿á  qué  vienes? 
Por  qué  dejas  tu  palacio 
.    En  medio  de  las  azules 


POESÍAS  ESCOGIDAS  269 


Ondas  del  Mediterráneo 
Como  un  nido  de  gaviotas 
Sobre  un  peñón  solitario? 

Este  cielo  azul  no  es  tuyo, 
No  son  tuyos  astos  lagos; 
Ni  estos  sabinos  del  bosque 
Que  de  viejos  están  canos. 

Nada  es  tuyo,  nada  entiende 
Tu  acento,  n<ida  ha  guardado 
Ceniza  de  tus  mayores 
Que  en  oüras  tierras  brillaron. 

Tu  sangre  azul  no  es  la  sangre 
De  Cuauhtemoc  ni  de  Hidalgo; 
Cuanto  te  cerca  es  ajeno, 
Cuanto  te  vela  es  extraño. 

Príncipe  noble,  ¿á  qué  vienes? 
¿Por  qué  dejas  tu  palacio 
Y  aquellas  ondas  azules 
De  tu  hermoso  mar  Adriático? 

En  medio  de  'as  tormentas 
Que  se  alzarán  á  tu  paso, 
Cuando  pronto  te  abandonen 
Los  que  te  están  custodiando, 
Hallarás  como  consuelo, 
Como'  abrigo,  como  amparo, 
La  firmeza  y  el  arrojo 
Del  soldado  mejicano 
Que  cumple  con  su  bandera 
Satisfecho  y  resignado. 

¡Torna,  príncipe,  al  castillo 
Donde  viviste  soñando. 
Que  por  las  gradas  de  un  trono 
Subir  se  puede  á  un  cadalso! 

IIL 


Con  inusitada  pompa 
En  el  ya  imperial  palacio 
Se  celebran  los  natales 
Del  reciente  soberano. 


270  JUAN   DE   DIOS  PEZA 

Ya  las  guardias  palatinas 
De  uniformes  encarnados 
Apuestos  forman  la  valla 
Luciendo  adargas  y  cascos. 

Ministros  y  chambelanes 
Consejeros  y  vasallos, 
Ostentan  con  arrogancia 
Sus  pechos  condecorados. 

El  salón  de  embajadores 
Por  su  lujo  aristocrático, 
Recuerda  á  los  que  lo  miran 
De  antiguos  tiempos  el  fausto. 

De  pronto,  por  todas  partes 
Se  extiende  un  rumor  extraño 

Y  es  que  las  gradas  del  trono 
El  Archiduque  ha  pisado. 

Diversas  clases  sociales 
Deben  de  felicitarlo 

Y  ya  están  los  oradores 
Por  cada  clase  nombrados. 

Un  jurisconsulto  experto, 
Elocuente,  pulcro  y  sabio 
Es  de  la  magistratura 
El  representante  nato. 

Le  toca  el  lugar  primero, 
Habla  con  acento  claro, 
Con  respeto  se  le  escucha, 
Se  le  mira  con  agrado, 

Y  estudio  y  saber  revela 
Cada  frase  de  sus  labios. 

Su  discurso  no  fué  breve. 
Su  estilo  elegante  y  franco, 

Y  al  acabar  dijo  alguno : 

¡  Bien  poír  Lares !  anhelando 
Aplaudirle,  sin  hacerlo 
Por  respeto  al  soberano. 
Con  elegancia  vestido, 
A!  clero  representando. 
Se  acercó  un  obispo  al  trono 


POESÍAS  ESCOGIDAS  271 


Y  dijo  un  discurso  largo, 
Lleno  de  notas  y  citas 
Latinas,  propias  del  caso. 

Era  el  orador  de  fama 
Por  su  elocuencia  y  su  rango, 
Célebre  en  aquellos  tiempos 
Entre  oradores  sagrados. 

«  No  estuvo  corto  Ormaechea  » 
Dijo  después  de  escucharlo 
Alguno  á  quien  ya  cansaba 
La  severidad  del  acto. 

Nuevo  rumor  se  produjo 
Después  en  aquello  ámbitos 
AI  ver  que  al  trono  llegaba 
A  paso  lento  un  soldado. 

De  cabellos  y  ojos  negros, 
Tez  cobriza,  aspecto  huraño. 
Descendiente  de  las  razas 
Que  en  Anahuac  habitaron 
Antes  de  que  la  conquista 
Empobreciera  á  sus  vastagos. 

¡Formaba  contraste  brusco 
La  obscura  íqz  del  soldado 
Con  la  tez  brillante  y  blanca 
Del  Archiduque  germano! 

Quedó  el  indígena  absorto. 
Meditabundo  y  cortado, 
Sin  articular  palabra. 
La  frente  y  los  ojos  bajos. 

— ¿Quién  es?  —  preguntó  un  curioso. 

Y  le  respondió  un  anciano : 
— ^Se  llama  Tomás  Mejía, 

Y  es  general  reaccionario ; 
Viene  á  hablar  por  el  ejército. 
—¿Y  él  hizo  el  discurso? 

— Varios 
Lo  escribieron  y  ninguno, 
Segiín  dicen,  le  ha  gustado; 


272  JUAN  DE   DIOS   PEZA 


El  que  dirá  lo  habrá  escrito 
O  Muñoz  Ledo  ó  Arango. 
— Escuchemos. 

Transcurrían 
Unos  minutos  muy  largos ; 
Mejía  estaba  en  silencio 
Todo  tembloroso  y  pálido, 
En  silencio  los  presentes 

Y  en  silencio  el  soberano.     ' 
De  pronto  ven  con  asombro, 

Que  el  indígena  soldado, 
Abriendo  los  negros  ojos 
Que  brillaban  animados, 
Perora  sin  dar  lectura 
Al  papel  que  está  en  sus  manos. 

— «  Majestad — calló  un  momento ; 
<(  Majestad  »—  siguió  turbado ; 
((  Majestad  »,  no  he  aprendido 
Lo  que  otros  por  mí  pensaron, 
Pero  si  usted  lo  que  busca 
Es  un  corazón  honrado, 
Que  le  quiera,  le  respete, 
Le  defienda  sin  descanso 

Y  le  sirva  sin  dobleces, 
Sin  interés,  sin  engaño, 
Aquí  está  mi  corazón, 

Ai'quí  están,  señor,  mis  brazos, 

Y  en  las  horas  de  peligro, 
Si  al  peligro  juntos  vamos, 
Lo  juro  por  mi  bandera : 
Sabré  morir  á  su  lado  ». 

Con  lágrimas  en  los  ojos. 
Trémulo  Maximiliano, 
Las  fórmulas  de  la  corte 
Por  un  instante  olvidando, 
Bajó  del  trono  y  al  punto 
Dio  al  general  un  abrazo, 
Que  aplaudieron  los  presentes 
Con  lágrimas  de  entusiasmo. 


POESÍAS  ESCOGIDAS 


273 


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Miramos  muchas  veces, 

del  hecho  soy  testigo, 
Llegar  junto  á  Guerrero, 

un  misero  mendigo. 

Ei    Callejón    de    Monstruo. 


18 


274  JUAN   DE   DIOS   PEZA 


IV. 

Cayó  el  príncipe  más  tarde 

Y  con  él  cayó  el  soldado 
Que  le  dijo  esas  palabras 
Llenos  los  ojos  de  llanto. 

A  don  Tomás  le  ofrecieron 
Del  patíbulo  salvarlo 

Y  él  respondió  :  ((Solamente 
Que  salven  al  Soberano.» 

Un  general  victorioso, 
De  gran  poder  y  alto  rango, 
Que  la  estaba  agradecido 
Por  algún  hecho  magnánimo, 
Fué  y  le  dijo  : — Yo  podría 
Lograr  veros  indultado; 
Os  estimo  y  necesito 
A  toda  costa  salvaros. 
¿Queréis  que  os  salve?  decidlo, 
Que  no  me  daré  descanso 
Hasta  que  al  fin  me  concedan 
Lo  que  para  vos  reclamo. 

— Sólo  admitiré  el  indulto — 
Respondió  el  indio  soldado — 
Si  me  viene  juntamente 
Con  el  de  Maximiliano. 

— Me  pedís  un  imposible. 
^Pues  me  moriré  á  su  lado. 
— Pensad  que  tenéis  familia. 
-^Tan  sólo  á  Dios  se  la  encargo. 

— Soy  capaz  de  protegeros 
Si  os  resolvéis     fugaros. 
— ¿Y  al  emperador? — No;  nunca 
— Pues  su  misma  suerte  aguardo. 

Y  como  lo  sabe  el  mundo. 
Juntos  fueron  al  cadalso 

Y  allí  selló  con  su  sangre 
Lo  que  dijeron  sus  labios. 

11  de  Julio  1890. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  275 

¡SOLA»..! 

PERSONAJE  :  MAGDALENA. 

Alcoba  elegante  con  lecho  de  cortina  y  lazos  rojos.  Tocador,  mesa,  diván  y 
icas.  La  lámpara  estará  á  media  luz  y  habrá  sobre  la  mesa  un  ramillete  y  dos 
■s.  Es  más  de  media  noche.  En  el  fondo,  á  la  izquierda,  hay  un  balcón;  á  la 
!cha  la  puerta  de  entrada  Magdalena  llega  envuelta  en  lujoso  abrigo,  y  finge 
irteuspa  eid  que  habla  con  alguien  que  la  ha  dejado  al  pie  de  la  escalera. 

Gracias,  pero  vuelve  el  coche, 
Ya  mañana  me  verás... 
Adiós...  ¡qué  bueno  es  Tomás! 
Partió  al  fin,  -qué  horrible  noche  1 
La  ciudad  semeja  en  calma 
Un  gran  sepulcro  vacío 
Y  corre  un  aire  tan  frío 
Como  el  invierno  del  alma. 
De  mi  vida  turbulenta 
No  hav  quien  las  penas  comparta; 
¡,Qué  me  han  traído?  una  carta, 
Unas  flores  v  una  cuenta. 
Es  cuenta  de  la  modista ; 
Ochenta  duros,  bien  poco. 
Ya  los  pagará  ese  loco 
De  viejo  capitalista. 
Rechazan  la  ancianidad 
Muchas  mujeres  ¡  torpeza ! 
No  hay  que  mirar  la  cabeza, 
En  la  bolsa  está  la  edad ! 
Estuvo  al  baile  esplendente, 
¡  Pobre  Tomás !  me  introdujo 
Al  salón  y  se  produjo 
Gran  alarma  entre  la  senté. 
Las  damas  encantadoras 
Me  vieron  mal ;  era  claro ; 
No  tiene  nada  de  raro. 
Es  natural,  son  señora^. 
Cada  cual  hizo  una  mueca 
De  disgusto  y  de  estupor; 


276  JUAN  DE   DIOS   PEZA 


Así  lo  exige  el  pudor, 
i  Qué  palabrota  tan  hueca ! 
Los  jóvenes  me  miraban 
De  soslayo  v  sonreían... 

Y  todos  me  conocían, 
Pero  no  me  saludaban. 
Hiombre  caprichoso  y  vano, 
A  solas  lloras  conmigo, 
Pero  en  habiendo  un  testigo 
Ya  me  retiras  la  mano. 

Y  culpas  mi  liviandad 

Y  me  declaras  proscrita; 
Sin  dar  nada  todo  quita 
La  hipócrita  sociedad. 

I  La  mujer !  enigma  eterno, 
Dios  cual  flor  formarla  quiso 
Con  hoias  del  Paraíso 

Y  matices  del  infierno. 

i  Cuando  á  un  abismo  sin  fondo 
Ruedan  la  flor  y  el  perfume, 
En  silencio  los  consume 
Lo  más  negro  y  lo  más  hondo ! 
Ya  no  hay  nada  que  me  asombre ; 
Mi  perdición  fué  un  desliz, 
Yo  en  un  tiempo  era  feliz, 
Tuve  posición  y  nombre. 
Hé  aquí  la  sola  cuestión. 
El  problema  arduo  y  profundo : 
«  Todo  lo  dan  en  el  mundo 
El. nombre  y  la  posición  », 
No  el  talento  ni  el  trabajo 
Por  más  que  el  sabio  lo  escriba 
Los  astros  están  arriba 

Y  los  guijarros  abajo. 
Mi  gracia  cautivadora, 
Gracia  propia  de  mi  edad, 
Fué  para  la  sociedad 

La  manzana  tentadora. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  277 


Rodé  al  abismo,  rodé 
Por  ser  débiles  mis  alas 

Y  perdí  todas  las  galas 
De  la  virtud  y  la  fe. 
Ninguno  se  reconcilia 
Conmigo...  mundo  cruel; 
Tengo  un  hogar  :  j  el  hotel ! 
¡La  humanidad  por  familia! 
Vivo  sola,  abandonada 

De  cuantos  ayer  me  amaron; 
Cuanto  tuve  lo  arrancaron 
De  mi  amor...  ¡no  tengo  nada! 
¡Mis  padres!...  ¿vivirán  hoy? 
Tal  vez  existan  aquí, 
Tienen  vergüenza  de  mí 

Y  yo  por  muertos  los  doy. 
Diez  años  hace  que  un  día 
A  mi  madre  logré  ver, 
No  me  pude  contener 

Y  le  grité  :  «  Madre  mía  ». 
A  sus  pies  caí  de  hinojos, 
Era  en  la  calle,  nos 'vieron, 

Y  sobre  mi  faz  cayeron 
Las  lágrimas  de  sus  ojos... 
Bésame,  le  dije,  madre, 
Oue  de  sufrir  estoy  harta, 

Y  ella  dijo  :  i  aparta...  aparta... 
Oue  estás  manchando  á  tu  padre! 
El  rostro  descolorido, 

Toda  trémula  echó  á  andar 

Y  sólo  alcancé  a  besar 
Las  orlas  de  su  vestido. 
No  me  tuvo  compasión 

Y  no  escuchó  mi  lamento ; 
Yo  quedé  en  el  pavimento 
Extraviada  la  razón. 

De  nada  cuenta  me  di 

Y  en  aquel  vértigo  insano 


278  JUAN   DE   DICIS   PEZA 


Ni  sé  quién  me  dio  la  mano 
Ni  quién  me  trajo  hasta  aquí. 
Cuando  por  aquella'  puerta 
De  nuevo  á  este  cuarto  entré, 
— I  Ya  soy  huérfana! — grité, 
¡Hasta  mi  madre  está  muerta! 
¿A  quién  me  quejo?  ¿á  quién  llamo? 
A!  aire  doy  mis  suspiros 

Y  el  aire  en  revueltos  giros 
Se  los  lleva... 

(Cogiendo  el  ramo  que  abrá  sobre  la  mesa). 

;.Y  este  ramo? 
;,Ouién  me  obsequiará  con  flores? 
Rosas  de  Abril  purpurinas, 
No  tenéis  tantas  espinas 
Como  yo  tengo  dolores. 
Aunque  ricas  de  fragancia 

Y  perfumadas  y  bellas, 

No  sois  puras  como  aquellas 
Oue  yo  cortaba  en  la  infancia. 
No  sois  cual  las  madreselvas 
Oue  en  mi  jardincito  había 
I  Oh  recuerdo  de  alegría! 
Ya  no  vuelvas,  ya  no  vuelvas... 
Nadie  se  inquieta  si  tarda 
Mi  vuelta  al  cuarto  sombrío ; 
Ya  duermo  llena  de  frío ; 
Ya  ningún  ángel  m€  guarda... 
Una  vez  hallé  á  un  anciano 
En  la  calle  frente  á  frente, 
Era  mi  oadre...  imprudente 
Le  quise  besar  la  mano. 
Con  semblante  duro  y  hosco 
Mi  pretensión  rechazó 

Y  con  voz  agria  exclamó  : 
— Aparta,  no  te  conozco. 
Vi  en  su  mirada  un  infierno 
De  pena  amarga  y  sombría... 


POESÍAS  ESCOGIDAS  '       279 


Así  en  el  último  día 
Verá  á  un  reprobo  el  Eterno, 
i  Con  qué  tristeza  retiña 
Su  acento  en  todo  mi  ser ! 
I  No  me  quiso  conocer 
El  que  me  arrulló  de  niña; 
El  que  cifró  su  fortuna 
En  mirarme  y  consentirme ; 
Aquel  que  para  dormirme 
Arrullábame  en  la  cuna; 
El  que  ufano  me  llamaba 
El  tesoro  de  su  hogar 

Y  que  al  mirarme  llorar 
De  susto  V  dolor  temblaba. 
I  Oh  placeres  sin  engaños! 

Mi  hogar  tuvo  un  festín  regio : 
Saqué  un  piremio  en  el  colegio 
Cuando  contaba  diez  años. 
Mis  padres,  con  natural 
Regocijo  me  esperaron, 

Y  al  mirarme  me  abrazaron 
Con  efusión  celestial. 

Yo  llegué  de  gozo  llena 
Con  todo  el  rostro  encendido  : 
Con  un  velo  v  un  vestido 
Blancos  como  una  azucena. 
De  mi  vida  á  los  autores 
I  Tomad  mi  premio!...  grité, 

Y  á  mi  padre  le  entregué 
Un  diploma  y  unas  flores. 

— Bien— repuso, — hija  querida. 
Dios  más  dichas  te  conceda... 
Toma,  y  me  dio  un  i  moneda  : 
I  La  más  santa  de  mi  vida ! 
Era  un  escudo  de  á  peso; 
Al  dármelo  me  besó, 
Yo  era  niña  y  me  encantó 
Más  que  la  moneda  el  beso. 


280  JUAN   DE   DIOS   PEZA 


Cuando  al  abismo  caí 
Como  al  fango  la  flor  rueda, 
Me  diie :  aquesta  moneda 
No  se  apartará  de  mí. 

Y  llegué  á  verme  muy  pobre. 
Tan  pobre,  que  cierto  día 
Mi  capital  consistía 

En  dos  centavos  de  cobre. 
En  mi  amargo  padeceír 
Salí  mi  pan  á  buscar... 
I  Yo  no  sé  si  fui  a  pecar 
Para  encontrar  qué  comer ! 
En  el  dintel  de  mi  puerta 
Encontré,  medio  dormido, 
Desmayado,  entumecido, 
Con  la  tez  pálida  y  muerta, 
Un  niño  que  con  afán 
Me  miró...  lloró  un  momento 

Y  temblando  y  sin  aliento 

Me  dijo  al  fin  :  <(  Quiero  pan  ». 
Me  burlé  de  mi  destino 
Cual  de  un  amo  sus  esclavos. 
Di  al  niño  aquellos  centavos 

Y  proseguí  mi  camino. 
Cansada  de  tanto  andar. 
Rendida  á  golpe  tan  rudo, 
Me  dije :  tengo  un  escudo 
Que  bien  me  puede  salvar. 
Pero  juntó  mi  memoria 

El  epílogo  en  proemio.... 
¿Cómo  perder  aquel  premio 
Todo  amor,  pureza  y  gloria? 
De  mi  infaacia  ante  el  destello 
Cogí  el  escudo  sagrado 
Oue  en  un  medallón  guardado 
Lo  llevo  siempre  en  el  cuello ; 

Y  olvidando  de  mi  suerte 
La  crueldad  y  agonía, 


POESÍAS  ESCOGIDAS  281 


Exclamé  :  ;  moneda  mía, 
Antes  morir  que  perderte! 

Salvé  el  tesoro  sagrado; 
Este  escudo  envejecido 
Con  mis  lágrimas  ungido. 
Con  mis  besos  coronado. 

Una  carta  me  han  traído; 
Veamos  ;.de  ouién  será? 
Ninguno  me  escribe  ya, 
Todos  me  hablan  al  oído. 
Conozco  esta  letra,  sí ; 
¿O  soy  víctima  de  engaños? 
Hace  muchos,  muchos  años 
Oue  él  no  se  acuerda  de  mí. 
Es  su  letra...  sí...  evidente; 
Letra  que  en  tiempos  mejores 
Me  expresaban  los  amores 
Del  corazón  inocente. 
Aunque  la  escribió  convulso, 
En  su  misma  claridad... 
¡Pobrecito!  ¡no  es  su  edad 
La  que  hace  temblar  su  pulso ! 
;,Oué  me  dirá  Dios  bendito? 
Temblando  estoy  de  temor... 
I  Nunca  sentí  igual  terror 
Al  romper  un  sobrescrito ! 


(Lee  la  carta  y  toca  á  la  actriz  interpretarla.) 

«  Si  soñaste  alguna  vez 
Ver  de  nuevo  letras  mías, 
Estas  e  pongo  en  los  días 
Postreros  de  mi  vejez. 
Enfermo  v  desengañado, 
De  prisa  al  sepulcro  voy ; 
Lo  anhelo  desde  que  estoy 
Por  ti  sola  deshonrado. 


282  JUAN   DE   DIOS   PEZA 

Al  nadie  amé  como  á  ti 

Y  hov  me  das  infamia  y  lodo 
En  recompensa  de  todo 

Lo  bueno  que  yo  te  di. 
Próximo  á  desparecer 
Ya  mis  deudas  he  saldado 

Y  algo  tuyo  que  he  guardado 
Te  lo  voy  á  devolver. 

No  esperes  una  fortuna 
Oue  mi  riqueza  no  es  tanta, 
Es  una  reliquia  santa 
Oue  yo  recogí  en  tu  cuna. 
Es  lo  que  al  mundo  trajiste 
En  mis  instantes  más  bellos. 
Un  rizo  de  tus  cabellos 
Oue  corté  cuando  naciste. 
Si  hubieras  muerto  aquel  día, 
El  rizo  que  guardé  tanto, 
Hoy  me  hiciera  verter  llanto. 
Mas  no  me  mancillaría. 
Hebras  de  tu  misma  trenza 
Te  las  devuelvo,  que  así 
Ya  sólo  guardo  de  ti 
Algo  eterno  :  la  vergüenza. 
Tú  ennegreciste  mi  suerte, 
I  Oue  Dios  al  morir  te  acorra, 
La  vergüenza  no  la  borra 
Ni  la  oración  ni  la  muerte!» 
Compasión,   joh,  padre  anciano  I 
Piedad  porque  te  ofendí. 
Ya  que  no  me  viene  aquí 
La  bendición  de  tu  mano. 
;.Por  qué  no  viste  en  mi  ser 
La  infamia  y  no  me  mataste? 
;,Por  qué  no  me  sofocaste 
Al  momento  de  nacer? 

(Abre  el  papel  que  envuelvue  el  rizo). 

¡Qué  miro!  ¡ilusiones  vanas! 
/,Es  realidad  ó  extravío? 


POESÍAS  ESCOGIDAS  283 


Viene  atado  el  rizo  mío 
A  una  guedeja  de  canas, 
i  Nieve  de  un  volcán  bendito, 
Oue  por  mi  culpa  estalló, 
Yo  sé  bien  que  te  formó 
Más  que  la  edad,  mi  delito! 
Mi  sien  junto  á  su  cabeza 
Ni  en  la  tumba  h-i  dé  dormir... 
I  Sólo  aquí  se  ha  vuelto  á  unir 
Con  su  virtud  mi  pureza! 
/,Es  castigo  ó  es  clemencia? 
¿Cómo  deja  en  esta  vez 
A  la  infamia,  la  honradez 
Su  corona  por  herencia?... 
Con  el  corazón  opreso. 
Sin  paz,  sin  amor,  sin  fe... 
Aquí  que  nadie  nos  ve 
Llorando,  ¡oh,  padre!  te  beso. 
Si  yo  entre  las  más  livianas 
Del  infierno  voy  en  pos, 
Oue  la  bendición  de  Dios 
Me  llegue  con  estas  canas. 

(Entra  luz  por  el  balcón  la  cual  ella  se  dirige  enjugándose  los  ojos). 

Mundo  :  ignora  mi  aflicción. 
Ya  amanece,  ¡qué  ironía! 
Entra  á  los  cielos  el  día, 
¡La  noche  á  mi  corazón! 

TALÓN    RÁPIDO. 

UNA  RESPUESTA  DE  MIRAMÓN» 

Ya  sonó  la  media  noche 
En  el  viejo  campanario : 
Querétaro  está  en  silencio 
Que  sólo  turba  á  intervalos 
El  grito  del  centinela 
Triste,  sonoro  y  pausado. 

En  un  antiguo  convento 
Que  ya  en  cuartel  transformaron, 


284  JUAN   DE   DIOS   PEZA 


Presos  en  humildes  celdas 
Están  la  muerte  esperando 
Miguel  Miramón,   Mejía 

Y  un  noble  :  Maximiliano. 
Ya  poco  tiempo  les  queda 

De  vida  á  los  sentenciados 

Y  el  archiduque,  que  siempre 
Fué  de  la  forma  un  esclavo, 
Llama  á  Miarimón,  queriendo 
Sobre  un  punto  interrogarlo. 
Llega  el  arrogante  jefe, 
Obediente  á  tal  mandato 

Y  órdenes  pide  gustoso 
A  su  infeliz  soberano. 
Este  le  dice; — ^Sei  horas 

Nos  faltan. — Las  voy  contando 
Pues  ya  que  no  tengo  sueño 
He  de  entretenerme  en  algo... 
—Perdonad  que  os  distrajera, 
Pero  quiero  consultaros 
Cuál  raje  será  el  más  propio 
Para  salir  al  cadalso. 

—  No  entiendo  vuestra  pregunta. 

Y  agrega  Maximiliano : 

— ¿Nos  vestimos  de  uniforme 
O  saldremos  de  paisanos? 

Y  Miramón  le  replica : 

—  Majestad,  voy  á  ser  franco  : 
Como  ésta  es  la  vez  primera 
Que  me  fusilan,  no  es  raro 
Que  ignore  lo  que  previene 

El  ceremonial  del  caso. 
Sonrióse  el  archiduque 

Y  agregó  con  entusiasmo  : 

—  Miguel,  en  todo  os  admiro... 
¡Qué  valor!  ¡dadme  un  abrazo! 

FIN   DE   LA   PARTE  CUARTA 


OJAS   SUELTAS 


¡TUS  PESTAÑAS! 

A   ESTRELLA 

De  tus  ojos,  'uz  y  encanto 
De  mi  espíritu  abatido; 
De  esos  ojos  que  han  vertido 
Por  mi  raudales  de  llanto; 

De  los  dos  astros  que  inspiran 
Pasión,  bondad  y  ternura, 
Cuando  envuelven  en  luz  pura 
Lo  que  enamorados  miran. 

Como  tesoro  del  cielo. 
De  esos  ojos  me  acompañas 
Unas  sedosas  pestañas 
Tan  negras  como  mi  duelo. 

¡Hebras  que  dan  luces  bellas, 
Reflejos  nunca  imitados. 
Pues  son  rayos  arrancados 
Para  mí,  de  dos  estrellas ! 

Con  devoción  las  adoro; 
Con  hondo  temor  las  miro. 
Pues  al  soplo  de  un  suspiro 
Puedo  perder  tal  tesoro. 

Pestañas  de  un  ángel  son 
Que,  á  las  que  le  adornan,  juntas 
Sostuvieron  en  las  puntas 
Sus  lágrimas  de  pasión. 


286  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Ellas  velaron  tranquilas 
Sus  pesares,  sin  reproche, 
Cuando  enlutaba  1"  noche 
Su  espíritu  y  sus  pupilas. 

Y  de  la  ausencia  el  rigor 
Las  dejó  en  llanto  empapadas 
Como  espigas  doblegadas 
Por  la  lluvia  del  dolor. 

Hebras  que  ^1  sentir  opreso 
El  párpado  que  adornaban, 
AbrasáB-dose  temblaban 
Entre  las  llamas  de  un  beso. 

Por  dichas  y  por  angustias 
Fueron  al  azar  movidas, 
Para  contemplarme  erguida^ 
Y  para  llorarme  mustias. 


Sí,  mustias  de  padecer 
En  tus  ojos  las  llevaste, 
Cuando  imposible  iuzgaste 
Que  me  volvieras  á  ver. 

Ellas  encarnando  en  ti 
Fueron  rejas  de  un  postigo 
De  llanto,  por  mí  y  conmigo, 
Lejos  y  cerca  de  mí. 

Y  hoy  me  las  mandas,  Estrella, 

Y  es  tu  dádiva  sagrada 
Para  mí  la  más  amada. 

La  más  rica  y  la  más  bella. 

Delicada  y  primorosa 
Envoltura  les  da  asilo, 
Tal  como  envuelve  á  un  pistilo 
El  pétalo  de  una  rosa. 

Y  foirman  así  el  tesoro 

Con  que  sueño  y  me  extasío : 
¡Pestañas  del  ángel  mío! 
¡Pestañas  del  bien  que  adoro! 


POESÍAS  ESCOGIDAS  287 

EN  MEMORIA 

DEL 

GENERAL  CARLOS  PACHECO» 

¡Oh,   vida!   ¡combate  humano! 
Tus  adalides  ¿qué  son? 
Deleznable  encarnación 
Del  polvo  frágil  y  vano. 
¿Quién  profundiza  el  arcano 
Do  tus  destinos  están?' 
La  fe,  la  gloria,  el  afán 
Que  con  la  esperanza  juegan, 
De  un  obscuro  abismo  llegan 

Y  á  un  obscuro  abismo  van. 

Revuelto  y  profundo  río 
Donde  el  viento  desbarata 
Los  aljófares  de  plata 
Que  le  regala  el  Estío; 
Légamo  inmenso  y  sombrío, 
¿Qué  fueras  sin  la  memoria, 
Sin  la  verdad,  sin  la  gloria 
Que,  con  el  olvido  en  guerra, 
A  los  muertos  de  la  tierra 
Los  resucita  en  la  Historia? 

Ya  el  talento,  ya  el  trabajo, 
Inmortal  recuerdo  deja ; 
Noble  se  llama  á  la  abeja 

Y  vil  al  escarabajo. 
Del  gañán  que  hienda  el  tajo 
Al  sabio  que  absorto  lea, 
No  hay  labor  que  útil  no  sea 

Y  que  el  hombre  no  bendiga  : 
El  gañán  busca  la  espiga. 
El  sabio  busca  la  idea. 

No  todo  muei'e  ni  pasa. 
Que  no  todo  es  polvo  leve ; 


288  JUAN   DE   DIOS   PEZA 

Si  el  sepulcro  torna  nieve 
El  fuego  que  nos  abrasa; 
Si  todo  la  muerte  arrasa 

Y  lo  lleva  al  ataúd... 
¿Quién  por  el  terrible  alud 
Rodar  ha  visto  el  Honor, 
El  Genio,  la  Fe,  el  Valor, 
La  Bondad  y  la  Virtud...? 

Sin  los  nobles  ideales 
De  un  dulce  romanticismo, 
¿Qué  hicieran  frente  al  abismo 
De  la  muerte,  'os  mortales? 
¿Todos  seremos  iguales 
Al  morir?  ¡Vana  impostura! 
Aun  en  tosca  sepoltura 
Quien  vale,  al  olvido  humilla, 
¡Qué  más  el  cucuyo  brilla 
Si  la  noche  es  Tiás  obscura! 

Estudiad  á  los  cautivos 
Del  mundo,  sabios  expertos, 

Y  encontraréis  vivos  muertos, 

Y  muertos  que  siguen  vivos. 
Los  robles  del  monte,  altivos 
Desdeñan  la  tempestad 

Con  la  misma  majestad 
Que  á  un  ser  superior  conviene; 
Y,  así  como  el  monte,  tiene 
Sus  robles  la  humanidad. 
Nacer  en  modesta  cuna 

Y  en  apacible  pobreza 
Sin  señuelos  de  nobleza 
Ni  mimos  de  la  fortuna; 
Domeñar  una  tras  una 
Amargas  contrariedades, 

Y  ante  añejas  sociedades 
Con  suerte  dura  y  contraria. 
Ser  como  la  procelaria, 

Hijo  de  las  tempestades. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  289 

Ser  un  gladiador  romano 
En  los  campos  de  batalla; 
Entregar  á  la  metralla 
Despojos  del  cuerpo  humano; 
Sangrando,  sin  pie,  sin  mano, 
Buscarse  extraña  andadora, 

Y  trepar  á  la  trinchera 
Con  medioeval  hidalguía, 
Vitoreando  en  su  agonía 
Su  caudillo  y" su  bandera! 

Vivir  triste  y  mutilado 
En  constante  actividad, 
Con  la  extraña  dualidad 
Del  apóstol  y  el  soldado; 
De  nuevo  lanzarse  osado 
Por  su  causa  á  combatir, 
Hallar  la  meta,  subir. 

Y  firme  con  la  fe  ilesa, 
Darle  cauce  á  toda  empresa 
De  gloria  y  de  porvenir... 

Ser  un  Bayardo  en  lealtad, 
Ser  un  Cid  en  el  valor. 
Un  pródigo  en  el  favor 

Y  un  estoico  en  la  verdad. 
Ser  procer  en  la  ciudad. 
Gladiador  en  la  campaña, 
Cazador  en  la  montaña. 
En  todo,  soplo  que  agita, 

Y  un  labrador  eremita 
Muriendo  en  una  cabana 

Tal  admiré  y  comprendí 
La  labor  inteligente 
Del  héroe  humilde  y  ausente 
Que  recordamos  aquí. 
Jamás  honrado  me  vi 
Con  el  renombre  mundano  '^ 

De  <(  su  amigo  »  ó  de  «  su  hermano...  » 
Muerto,  aun  vierte  sus  reflejos, 
*oesias  escogidas.  19 


290  JUAN  DE  DIOS  PEZA 

Y  hoy  que  está  lejos,  muy  lejos, 
¡  Busco  en  la  sombra  su  mano  1 
Ausente :   juzgue  la  Historia 
Tus  obras;  yo  sé  que  son 
Hijas  de  noble  ambición 
De  dar  á  tu  patria  gloria. 
A  tu  fosa  mortuoria 
Basta  un  emblema  viril : 
Que  allí  corone  el  buril 
Tu  frente  limpia  y  altiva 
Con  la  fresca  siempreviva 
Que  fecunda  el  sol  de  Abril. 

Méjico,  Septiembre  26  de  1892. 


EL  CALLEJÓN  DEL  MONSTRUO. 

UN  HÉROE   DE  LA   GUERRA  DE   MÉJICO 

En  apacibles  horas 

de  sin  igual  cariño, 
Desconociendo  el  alma 

la  duda  y  el  pesar; 
La  historia  que  hoy  refiero 

sin  gracia  y  sin  aliño, 
Un  viejo  veterano, 

allá  cuando  fui  niño 
Ma  la  contó  en  las  dulces 

veladas  del  hogar. 


¡Oh  santas,  hechiceras, 

involvidables  horas, 
De  engaños  y  candores, 

de  paz  y  de  ilusión ! 
l  Las  únicas  que  fuisteis 

de  dicha  hospedadoras ! 
Aun  no  están  sin  aroma. 

ni  mustias,  ni  incoloras 


POESÍAS  ESCOGIDAS  291 


Las  hojas  que  dejasteis 

de  ofrenda  al  corazón 

Sólo  esas  rosas  viven, 

como  tesoros  bellos 

De  un  tiempo  todo  calma 

V  bienestar  y  fe; 
Del  alba  de  la  vida 

purísimos  destellos, 
Que  bastan  al  que  sufre 

para  alumbrar  con  ellos 
El  panorama  hermoso 

de  todo  lo  que  fué. 
Recuerdo  al  veterano 

que  me  contó  esta  historia. 
El  sol  del  campamento 

ennegreció  su  piel, 
Faltábale  una  pierna, 

sobrábale  memoria, 

Y  siempre  vi  en  sus  canas 

la  escarcha  de  la  gloria. 
¡Ay!  de  una  gloria  humilde 

sin  templo  y  sin  laurel  1 
El  fué,  cuando  era  mozo, 
soldado  de  Guerrero, 
Contaba  que  á  Morelos 

V  á  Hidalgo  conoció; 
Nutrido  en  la  enseñanza 

del  patriotismo  austero. 
Hablaba  de  su  Aquiles 

como  del  suyo  Homero; 

Y  algo  empezado  en  risas 

con  llanto  lo  acabó. 
Alguna  vez  me  dijo, 

mi  frente  acariciando  : 
«  ¡  Hiermoso  es  por  la  Patria 

luchar  hasta  morir!' 
Estudia  á  aquello  héroes 

de  los  que  estuve  al  mando  ». 


292  JUAN  DE  DIOS  REZA 

Y  luego  agregó  triste, 

lloroso  y  suspirando : 

«  Con  hombres  como  aquéllos 

se  salva  el  porvenir  ». 

Como  me  faltan  frases, 

erudición,  talento, 
Para  poder  sus  glorias 

brillantes  relatar, 
Voy  sólo  á  referirte, 

y  escúchamelo  atento, 
El  hecho  de  un  patriota... 

(y  aquí  traslado  el  cuento 
Que  amenizó  la  dulce 

velada  del  hogar). 

Yo  entonces  no  contaba 
arriba  de  sei  años; 

Y  sin  rendirme  al  sueño, 

le  oí  con  atención ; 
Los  hechos  y  lugares 

se  olvidan  por  extraños ; 
Mas  su  argumento  fácil, 

ni  edad  ni  desengaños 
Me  lo  han  podido  nunca 

borrar  del  corazón. 


«  Era  en  el  tiempo  aciago 

de  innúmeras  campañas. 
Ai  Hidalgo  y  á  Morelos 

mataron  sin  piedad 
Los  ciegos  defensores 

del  rey  de  las  Españas; 
Y  fuimos  con  Guerrero 

del  Sur  á  las  montañas. 
Para  buscar  la  muerte 

ó  hallar  la  libertad. 

No  he  visto  nunca  á  un  hombre 
más  bravo  y  más  entero. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  29^ 

Jamás  le  vimos  débil 

ni  nunca  desmayó; 
Fué  siempre  la  amenaza 

para  el  soldado  ibero; 
Indómito,  terrible, 

inexpugnable,  austero, 
Hasta  su  misma  muerte 

su  audacia  respetó. 

Donde  su  augusta  mano 

clava  su  bandera, 
El  sol  de  la  victoria 

llenábala  de  luz ; 
Sencillo  en  sus  costumbres, 

y  bravo  como  fiera, 
Nos  daba  ejemplo  á  todos 

de  la  virtud  severa 
Que  enseña  en  sus  doctrinas 

el  Mártir  de  la  Cruz. 

Jamás  á  su  semblante 

faltóle  una  sonrisa; 
Nunca  alentó  su  pecho 

ni  envidia  ni  rencor ; 
Y  en  el  cuartel  ó  en  marcha, 

ya  quieto,  ya  de  prisa, 
Lo  mismo  en  el  combate 

que  en  la  campestre  Misa, 
Miraba  á  sus  soldados 

con  paternal  amor. 

En  veinte  hermosos  triunfos 

en  tan  terrible  guerra, 
Su  fama  y  su  renombre 

volaron  por  doquier. 
Era  la  fe  y  el  alma 

de  nuestra  amada  tierra, 
Fué  un  águila,  no  un  hombre; 

su  nido  fué  la  sierra; 
Su  religión,  la  Patria; 

su  código,  el  Deber. 


294  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Juzgó  una  vez  preciso 

buscar  de  sus  soldados 
Alguno  que  pudiera 

á  Méjico  venir 
Para  explorar  secretos 

á  nadie  revelados. 

Y  así  nos  dijo  á  todos 

mirándonos  formados 
<(  ¿  Quién  quiere  á  cierto  encargo 

marchar  para  morir?  » 
— ¡Yo! — con  sonoro  acento 

que  retumbó  en  las  rocas 
Cada  soldado  dijo; 

con  ellos,  yo  también, 
Un  espontáneo  grito 

salido  de  mil  bocas, 
El  eco  de  mil  almas 

que  de  entusiasmo  locas 
La  muerte  y  los  peligros 

miraban  con  desdén. 
Guerrero,  conmovido, 

señala  en  tal  momento 
Al  que  avanzando  un  paso 

al  héroe  se  acercó — 
¿Irás? — Iré,  repuso, 

me  sobran  fe  y  aliento. 
Iré  donde  me  manden, 

jamás  vuestro  Sargento 
A  nadie  le  ha  temido 

ni  á  nada  se  negó. 
Y  vi  que  fueron  ambos 

andando  lentamente; 
Hablaron  en  voz  baja 

de  lo  que  yo  no  sé; 

Y  cuando  la  alborada 

iluminó  el  Oriente, 
A  pie  por  las  montañas 

cantando  el  insurgente, 


POESÍAS  ESCOGIDAS  295 


Sin  darnos  un  abrazo 

á  Méjico  se  fué. 
Supimos  que  aquel  hombre 

cual  nadie  conocía 
Del  español  Gobierno 

los  usos  V  la  ley, 
Porque  á  las  reales  tropas 

de  joven  les  servía, 

Y  lo  aceptó  Guerrero, 

como  el  mejor  espía 
De  todos  los  manejos 

secretos  del  Virrey. 
No  bien  llegó  á  esta  tierra 

sus  pasos  vigilaron; 
La  desconfianza  es  siempre 

la  hermana  del  temor ; 
De  su  misión  secreta 

los  fines  sospecharon, 

Y  para^darle  muerte 

*al  fin  lo  denunciaron 
Como  insurrecto,  espía, 

y  tránsfuga  y  traidor. 
Entonces  aquel  hombre 

á  quien  la  suerte  avara 
Negaba  en  un  instante 

cuanto  cumplir  soñó, 
Impúsose  una  prueba 

tan  dura  como  rara  : 

Y  mutiló  su  cuerpo, 

desfiguró  su  cara, 

Y  en  monstruo  convertido 

en  Méjico  quedó. 
Y  dicen,  que  inspiraba 

no  compasión,  espanto ; 
Invalido,  harapiento, 

sin  nombre  y  sin  hogar, 
Mezclando  en  rostro  informe 

la  risa  con  el  llanto 


296  JUAN  DE  DIOS  PEZA 

Al  procer  y  al  mendigo 

llegó  á  acercarse  tanto, 
Que  supo  lo  que  nadie 

del  Trono  v  del  Altar. 
Y  allá  por  las  montañas 

del  insurgente  abrigo, 
Cruzando  de  las  selvas 

desiertas  al  través. 
Miramos  muchas  veces, 

del  hecho  soy  testigo, 
Llegar  junto  á  Guerrero, 

un  mísero  mendigo 
Con  espantoso  aspecto 

y  ensangrentados  pies. 
Como  su  propia  casa 

cruzaba  el  campamento. 
Sin  demandar  de  nadie 

limosna  ni  piedad ; 
Del  inmortal  Guerrero 

entraba  al  aposento, 
Para  informarle  al  punto 

de  todo  movimiento, 
De  cuanto  nuevo  ó  raro 

pasaba  en  la  ciudad. 
Cada  soldado  al  verlo 

de  horror  se  estremecía ! 
¡  Ni  un  rasgo,  ni  un  indicio 

de  lo  que  fuera  ayer! 
Después  de  algunos  años 

llegué  á  saber  un  día 
Que  aquel  mendigo  monstruo 

que  nadie  conocía, 
No  era  otro  que  el  Sargento 

Francisco  Basiyer. 
Mas  esto  yo  lo  supe 

después  de  haber  triunfado ; 
Que  sólo  en  ese  tiempo 

su  historia  conocí: 


I 


POESÍAS  ESCOGIDAS  297 

Hablé  con  él  v  dije  : 

—«¿Qué  hiciste,  desgraciado? 
— ^i  Cumplí  como  patriota, 

cumplí  como  soldado, 

Y  al  general  Guerrero 

cual  perro  le  serví !» 

Era  emisario,  agente, 

explorador,  correo, 
Fué  y  vino  muchas  veces 

del  monte  á  la  ciudad ; 
Con  riesgo  de  la  vida, 

cambió,  nuevo  Proteo, 
Su  forma,  ambicionando 

por  tínico  trofeo, 
Mirar  tarde  ó  temprano 

su  patria  en  libertad. 

Y  realizó  este  sueño, 

que  le  costó  mil  daños ; 

Y  se  sintió  dichoso. 

tranquilo  y  sin  temor, 
Cuando  al  cesar  la  lucha 

que  ensangrentó  diez  años 
Augusta  y  respetada 

de  propios  y  de  extraños 
Miró  flotando  libre 

la  enseña  tricolor. 

A  la  calleja  triste, 

donde  quedóse  ufano 
Viviendo  aquel  Sargento 

que  nunca  he  de  olvidar. 
El  Callejón  del  Monstruo 

le  llama  el  vulgo  vano, 
¡No  hay  monstruo  más  sublime!...» 

Callóse  el  veterano, 

Y  así  acabó  la  dulce 

velada  del  hogar! 


298  JUAN  DE  DIOS  PEZA 

Á    FRANCIA. 

(en  la  muerte  de  m.  carnot). 

¡Oh,  Francia!  ¡Oh  faro  del  saber  humano  I 
Eterno  Sol  que  á  progresar  nos  guía; 
Tu  dolor  en  el  pueblo  mejicano 
Estalla  en  explosión  de  simpatía. 
Mézclese  nuestro  llanto  con  eJ  llanto 
Que  con  gotas  de  fuego  tu  faz  quema; 
Tu  inmenso  duelo  me  inspiró  este  canto ; 
En  cada  gran  pesar  hay  un  poema : 
Aquí  te  amamos,  verbo  luminoso 
De  paz  y  libertad ;  ¡  bendita  sea 
Tu  antorcha!  su  contacto  esplendoroso 
Enciende  cada  idea. 
Has  sido  siempre  grande;  tus  legiones 
Han  derramado  estrellas  á  su  paso; 
Oriente  para  todas  las  naciones 
Puedes  tener  un  odio  :  el  del  Ocaso. 
En  todo  has  sido  igual ;  con  tu  mirada, 
Todo  lo  exploras,  todo  lo  dominas; 
Vences  por  triple  modo  con  tu  espada, 
O  matas,  ó  libertas,  ó  ilum.inas! 
Tu  hermoso  nombre  en  glorias  tan  fecundo, 
Pronuncian  con  amor  todos  los  labios, 
Que  lo  han  escrito  en  la  extensión  del  mundo 
Tus  héroes,  tus  apóstoles,  tus  sabios! 

Lo  oyó  la  esfinge  impenetrable  y  muda, 
En  el  desierto  resonó  tranquilo 
Y  radiante  de  gloria  lo  saluda 
Suez  con  Lesseps ;  con  Bonaparte  el  Nilo. 
Tu  enseña  tricolor  siempre  ha  encontrado 
El  orden  y  el  progreso  por  baluartes ; 
Donde  la  has  tremolado, 
A'  su  sola  presencia  han  despertado 
Las  ciencias  y  las  artes ! 
Has  sido  en  todos  tiemiies  la  primera 


POESÍAS  ESCOGIDAS  299 


En  sacudir  el  ominoso  yugo 

De  la  ignorancia  artera; 

De  este  siglo  de  luz  la  historia  entera 

¿No  abarca  con  su  genio  Víctor  Hugo? 

Eres  la  augusta  y  gran  progenitora 

De  soles  sin  ocaso, 

Y  tal  parece  ¡  oh  Francia !  que  en  tu  paso 
Llevas  de  heraldo  el  carro  de  la  aurora. 
¿Y  á  ti  también  te  aflige  el  hondo  duelo? 
¿Y  tú  lloras? 

Permite  que  me  asombre 
Al  ver  de  luto  tu  fecundo  suelo. 
Al  verte  con  pavor  clamando  al  cielo 
Contra  un  crimen  sin  nombre. 
El  que  sin  tacha  y  sin  temor  regía 
Tu  próspero  Destino; 
El  que  el  mundo  admiraba  y  aplaudía, 

Y  que  siempre  tenía 
Regado  de  laureles  su  camino, 
El  hombre  inmaculado 

Todo  honor  y  lealtad ;  todo  pureza, 
Doblega  para  siempre  su  cabeza 
Por  mano  aleve  al  mundo  arrebatado. 

Y  no  eres  sólo  tú,  la  que  padece 
Con  tan  súbita  muerte ;  no  la  extraña 
Sólo  tu  corazón;  el  mundo  entero 
En  tan  profunda  pena  te  acompaña. 
El  pueblo  mejicano 

Con  amor  fraternal,  con  pena  justa 

¡Oh  Francia  toda  luz!  ¡Oh  tierra  augusta  I 

Llorando  estrecha  tu  robusta  mano. 

Sobre  la  tumba  de  Carnot,  no  tiende 

Su  clámide  de  sombras,  la  venganza ; 

La  República  eterna,  sólo  enciende 

Su  bendecida  antorcha  :  ¡  La  Esperanza ! 

¡La  Esperanza!  la  estrella 

Que  irradia  alivio  en  tu  dolor  profundo : 

Tu  paz  no  ha  de  acabar,  porque  con  ella 

Acabará  también  la  paz  del  mundo. 


300  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


¡  Honor  eterno  al  mártir !  ¡la  corona 
La  bendición  de  todos! 

Tú,  camina, 
Con  esa  espada  que  tu  fe  pregona 
La  que  enseña,  liberta  ó  ilumina. 


Julio  1  de  1894. 


poesía* 

RECITADA   POR   SU  AUTOR  EN   EL   GRAN  TEATRO  JUÁREZ 
DE  GUANAJATO  LA  NOCHE  DEL  18  DE  JULIO  DE  1895. 

Si  yo  supiera  pulsar 
La  lira  de  cuerdas  de  oro, 
Esa  que  imita  el  sonoro 

Y  eterno  ritmo  del  mar; 
Con  qué  júbilo  sin  par, 

Con  qué  afán  tan  dulce  y  grato, 
Con  qué  entusiasta  arrebato 
Os  dijera  en  esa  lira 
Lo  que  esta  noche  me  inspira 
El  ^pueblo  de  Guanajato. 
tierra  de  heroicas  hazañas 

Y  de  inmortales  varones, 
Que  esconde  en  sus  corazones 
Más  oro  que  en  sus  montañas; 
Desde  las  pobres  cabanas 

A  la  más  noble  heredad. 
Siempre  ha  sido  esta  ciudad 
Emporio  de  la  riqueza, 
Alcázar  de  la  franqueza 

Y  altar  de  la  libertad. 
Plugo  á  genios  superiores 

Dar  á  Guanajato  gloria, 
Tornándolo  en  nuestra  historia 
Sol  de  eternos  resplandores; 


POESÍAS  ESCOGIDAS 


301 


El  Párroco  de  Dolores 
Lo  eternizó  con  su  cuna; 
De  la  patria  la  fortuna 
Con  él  surgió  en  este  Estado 

Y  á  esa  gloria  no  ha  igualado 
Ni  eclipsa  gloria  ninguna! 

Desde  que  en  soñada  meta 
Vive  noble  caballero, 
Al  desnudo  barretero 
Que  rompe  la  oculta  veta; 
A  todos,  tan  sólo  inquieta 
El  afán  de  hacer  dichosa 
Esta  tierra  generosa, 
De  cuyo  seno  profundo 
Fué  en  un  tiempo,  alma  del  mundo 
La  riqueza  fabulosa. 

El  más  abrupto  peñón, 
La  más  agreste  hondonada, 
El  fondo  de  la  cañada 

Y  la  cruz  del  torreón, 
Aquí  en  Guanajuato  son 
Monumentos  de  alto  brillo, 
Que  han  visto  surgir  sencillo, 
En  la  ensangrentada  lid 

A  Pipila  como  un  Cid 
Con  un  Cura  por  caudillo. 

Arábigos  palomares 
En  las  montañas  prendidos; 
Casas  que  sois  como  nidos; 
Nidos  que  sois  como  altares; 
Francos  y  quietos  hogares 
En  las  lomas  engarzados 

Y  que  por  la  paz  velados 
Vuestra  sencillez  cautiva  : 
Sois  aquí  página  viva 

De  heroicos  hechos  pasados. 

Eternas  guardan  escritas 
Con  sangre  de  nobles  pechos 


302  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Las  historias  de  altos  hechos 
Los  muros  de  Granaditas; 
Mudas  páginas  benditas 
Cuya  majestad  arredra, 
En  vez  de  fúnebre  yedra 

Y  de,  musgo  delator, 
Hay  un  grito  de  dolor 
Incrustado  en  cada  piedra. 

Reliquias  de  la  sombría 
Edad,  de  tiempos  obscuros, 
Hay  clavados  en  los  muros, 
Cuatro  escarpias  todavía; 
En  ellas  la  tiranía 
Prende  con  protervas  manos 
Cuatro  cráneos  soberanos 
Que  al  sol  con  rubor  caldea, 
Pues  son  más  que  luz  febea 
Los  pensamientos  humanos. 

Mirando  esos  insolentes 
Escarpias  allí  clavadas, 
Con  la  sangre  consagradas 
De  inmortales  insurgentes, 
La  ira  en  ondas  hirvientes 
Abrasóme  las  mejillas 

Y  santas  preces  sencillas 
Sin  palabras  levanté, 
Teniendo  el  cuerpo  de  pie 

Y  el  ánima  de  rodillas. 

Soy  de  aquellos  que  atraviesan 
Sintiendo  el  mundo  en  que  moran, 
Que  hallan  un  túmulo  y  lloran. 
Ven  una  cuna  y  la  besan; 
Soy  de  los  que  se  embelesan 
Con  lo  que  á  su  patria  es  grato ; 
Por  eso  venero,  acato, 
Cuanto  de  grande  se  encierra 
Para  mi  patria,  en  la  tierra 
Heroica  de  Guana juato. 


I 


I 


POESÍAS  ESCOGIDAS  303 


Del  cielo  de  su  pasado, 
Son  astros  de  gloria  y  fama 
Hidalgo,  Allende  y  Aldama 
Que  han  su  nombre  eternizado. 
Cuna  insigne  de  Doblado, 
Si  el  progreso  es  tu  estandarte 
¡Cómo  no  habrá  de  admirarte 
Quien  llega  á  ti,  en  horas  santas 
En  que  afanoso  levantas 
Un  templo  inmortal  al  arte! 

5 El  Arte!  Sol  de  luz  pura; 
De  lo  infinito  destello  : 
El  esplendor  de  lo  bello, 
Lo  que  eternamente  dura. 
Lo  que  eleva  y  transfigura 
Del  hombre  la  potestad, 
Lo  que  de  edad  en  edad 
A  cada  genio  revela 

Y  dignifica  y  consuela 
A  la  triste  humanidad ! 

Pudo  la  Naturaleza 
Hacer  bella  á  la  mujer. 

Y  el  arte  llegó  á  poder, 
Darle  forma  á  la  belleza, 
Revelando  su  grandeza 
Cortó  la  roca  y  tranquilo 
Del  cincel  al  sacro  filo 
Labró  una  estatua  con  ella 

Y  no  hubo  mujer  tan  bella 
Como  la  Venus  de  Milo. 

Es  pueblo  grande  el  que  anhela 
Dar  de  su  cultura  ejemplo. 
Levantando  al  arte  un  templo 
De  perfecciones  escuela. 
Un  teatro  que  revela 
Una  mansión  encantada. 
Incomparable  morada 
Que  envidiara  el  camarín 


304  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Más  lindo  del  Albaicín 
De  la  Alhambra  de  Granada. 
Y  es  más  bello  honrar  en  él 
La  memoria  de  un  gran  hombre 
Que  para  abarcar  su  nom.bre 
No  alcanza  ningún  laurel. 

Y  grabar  con  el  cincel 
Ese  nombre  soberano 
En  el  pórtico  galano 

De  esta  espléndida  mansión 
En  señal  de  admiración 
Al  Washington  mexicano. 
Es  ofrenda  que  enaltece 
Por  pura,  por  noble  y  santa, 
Al  pueblo  que  la  levanta 

Y  al  genio  que  la  merece. 
¡Oh,  Juárez!  donde  aparece 
Tu  nombre,  temblando  están 
Los  que  anonadó  tu  afán 

Y  tu  causa  redentora, 
Pues'  cuando  surge  la  aurom 
Todas  las  sombras  se  van. 

Nacido  en  pobre  cabana 
Que  á  tus  proceres  complace; 
Tan  ignorado  cual  nace        • 
El  águila  en  la  montaña; 
Por  divina  fuerza  extraña 
Te  alzaste  de  tal  manera. 
Que  al  salvar  nuestra  bandera 
Del  yugo  y  del  deshonor, 
Vio  en  ti  su  Libertador 
Toda  la  América  entera! 

Consagraste  tu  existencia 
A  la  Patria  idolatrada. 
Sin  más  invencible  espada 
Que  la  fe  de  tu  conciencia. 
Del  pueblo  la  indeper  '-''cia 
Volviste  tesoro  cierto 


POESÍAS  ESCOGIDAS 


305 


jLas 


Tuve  el   duelo   que  aceptar 
Y  ya  lo  veis,  he  vencido: 
Por  vuestra  hija  me  he  batido 
Arrancándosela  al  mar... 


Vn  duelo. 


escogidas. 


20 


306  JUAN  DE  DIOS   PEZA 

Y  firme,   abnegado,   experto 
Con  humilde  escasa  grey 

El  arca  de  nuestra  ley 

La  salvaste  en  el  Desierto. 

Pueblo  :  en  tus  tranquilos  lares, 
En  esta  tierra  bendita, 
Donde  despierta  y  excita 
La  admiración  mis  cantares; 
En  frente  de  los  hogares 
Llenos  de  dulce  quietud, 
De  paz,  de  amor,  de  virtud, 
Quisiera  en  mi  afán  ardiente 
Ceñir  de  lauros  la  frente 
De  tu  hermosa  juventud. 

De  esa  juventud  galana 
Que  Guanajuato  atesora, 
La  del  presente  señora 

Y  emperatriz  del  mañana. 

La  que  estudia  y  que  se  afana 
Llena  de  fe  y  ardimiento 
Por  llenar  el  firmamento 
Con  el  nombre  de  su  Estado 
Que  tanto  han  glorificado 
Las  luchas  del  pensamiento. 

Deja  ¡oh,  pueblo!  que  yo  incensé 
Tu  mérito  en  mi  saludo 

Y  te  diga  en  verso  rudo 

Lo  que  sienta  y  lo  que  piense. 
¡Oh,  tiej*ra  guanajuatense ! 
Pobres  mis  ofrendas  son  : 
A  Juárez  la  admiración 
Que  su  grandeza  me  inspira; 
¡A  Guanajuato  mi  lira, 

Y  en  ella  mi  corazón  I 


POESÍAS  ESCOGIDAS  307 


-+- 


SONETO. 


No  me  vuelvas  á  ver;  déjame  solo; 
Ni  falsos  besos  ni  caricias  vanas; 
No  has  de  fundir  la  nieve  de  mis  canas 
Que  el  sol  no  logra  acalorar  el  polo. 

Honor,  virtud,  deber,  ¡  ah  I  yo  no  inmolo 
En  tu  engañoso  altar  prendas  tan  sanas; 
Las  pérfidas  son  víboras  humanas 
Y  yo,  más  que  al  dolor  ie  temo  al  dolo. 

Cuando  tus  ojos  en  mis  ojos  fijas, 
No  enciendes  mi  ilusión,  te  lo  confieso, 
¿Pides  besos  de  amor?  ¡ah!  no  me  exijas. 

Con  canas  y  sin  fe  pensar  en  eso; 
¡  No  hay  beso  igual  al  que  me  dan  mis  hijas 
Ni  amor  como  el  amor  que  les  profeso ! 


AL    PARAGUAY 

AL    DOCTOR    DON    CECILIO    BÁEZ 
I. 

Tierra  del  Paraguay,  épica  tierra, 
Con  lágrimas  y  sangre  fecundada; 
Tú  sola,  en  las  hazañas  de  la  guerra, 
Ni  tienes  que  aprender  ni  envidias  nada; 

Tumba  y  altar  del  guaraní  bravio 
Que  dio  pasmo  á  las  huestes  españolas. 
Cuando  con  sangre  acrecentó  las  olas 
De  tu  encantado  y  caudaloso  río; 

Cuna  de  aquel  salvaje  heroico  y  rudo 
Que  ha  legado  á  los  siglos  su  memoria, 
Porque  supo  morir  sobre  su  escudo 
Para  quedar  en  pie  sobre  la  historia; 


308  JUAN   DE  DIOS   PEZA 

Del  bravo  Lambaré  fuerte,   cual  hierro, 

Y  que  en  la  patria  cuya  suerte  vela, 

Su  nombre  guarda  en  homenaje  el  cerro 
Que  sirve  á  la  Asunción  de  centinela. 

Aun  se  siente  cruzar  su  fiera  sombra 

Y  algo  se  escucha  que  á  su  raza  dice; 
Parece  que  la  llama,  que  la  nombra 

Y  que  su  eterna  esclavitud  maldice. 

Tierra  del  Paraguay,  de  tu  pasado 
El  dulce  urutaú  lamenta  el  duelo 
Desde  su  nido  en  el  yataí  colgado 
En  cada  vez  que  el  sol  traspone  el  cielo. 


II. 


Feliz  durmiendo  en  virginal  regazo, 
Sorprendió  Juan  de  Ayolas  tu  hermosura, 

Y  en  cruda  brega  te  rindió  á  su  brazo 
Cuando  eras  libre  y  cual  tus  flores  puras. 

Huella  la  ibera  planta  tu  recinto, 
La  raz'a  guaraní  vencida  amengua, 

Y  ya,  sierva  del  César  Carlos  Quinto, 
Cambias  de  fe,  de  tradición,  de  lengua. 

Irala  logra  gobernar  con  tino 
A  la  colonia  que  prospera  y  crece, 

Y  Hernando  de  Arias  por  igual  camino 
Derrama  el  bien  y  el  Paraguay  florece. 

Las  de  Loyola  indómitas  legiones 
Plantan  la  cruz  en  tierra  americana; 
Distribuyen  tu  suelo  en  reducciones 

Y  fundan  la  república  cristiana. 

Arma  el  poder  teocrático  y  sombrío 
Contra  el  poder  civil  contienda  ruda, 

Y  es  tachado  de  reprobo  é  impío 

El  que  á  los  hijos  de  Jesús  no  ayuda. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  309 


A'irado  al  veróue  el  pueblo  nunca  impera 

Y  que  nadie  lo  m^a  ó  lo  vindica, 

Se  alza  como  un  apóstol  Antequera 

Y  su  derecho  y  libertad  predica. 

Manda  el  rey  castigar  los  desafueros 
Del  gobernante  que  encendió  su  encono, 

Y  Antequera  y  sus  bravos  comuneros 
Luchan  contra  la  cruz  y  contra  el  trono. 

Ninguno  retrocede  ni  se  humilla, 

Y  al  fin  los  comuneros  denodados 
Cual  sus  nobles  hermanos  de  Castilla 
Son  en  su  sangre  generosa  ahogados. 

Y  el  vencedor,  Marqués  de  Castelfuerte, 
Virrey  que  en  el  Perú  soberbio  impera, 
Alza  en  Lima  un  cadalso  y  da  la  muerte 
Con  los  lauros  del  mártir  á  Antequera. 

Sufre  el  pueblo  ante  propios  y  ante  extraños 
Las  angustias  sin  nombre  del  vencido 

Y  ve  impasible  transcurrir  los  años 
En  triste  soledad  y  en  hondo  olvido. 

Escucha  al  fin  la  voz  de  su  conciencia; 
De  tres  siglos  de  horror  sacude  el  yugo 

Y  reta  al  proclamar  su  independencia 
Al  rey,  al  sacerdote  y  al  verdugo. 

i  Ya  es  libre  el  Paraguay !  Perdure  en  bronce 
Esta  fecha  brillante  de  su  historia : 
¡Mayo  catorce  de  ochocientos  once! 
¡Fecha  de  luz,  de  libertad,  de  gloria! 

¡  Ya  es  libre  el  Paraguay !  En  la  alta  esfera 
Suspende  el  sol  de  Lambaré  su  giro 

Y  baña  en  luz  de  gloria  la  bandera 
De  rubí,  de  diamante  y  de  zafiro. 


310  JUAN   DE   DIOS   PEZA 


III. 

Ya  es  dueño  el  Paraguay  de  su  grandeza; 
Libre  y  en  paz  su  nombre  se  dilata, 
Temible  por  sus  ariáas  y  riqueza 
((  En  las  riberas  que  fecunda  el  Plata  ». 

Se  inquieta  la  República  Argentina; 
Lanza  el  Brasil  mirada  recelosa, 
Que  en  breve  tiempo  la  nación  vecina 
Crece  y  prospera,  rica  y  animosa. 

Y  al  Uruguay  arrastran,  que  se  lanza 
Con  ellas  á  retarla  á  inicua  guerra, 

Y  el  Paraguay  frente  á  la  triple  alianza 
Defiende  sólo  su  sagrada  tierra. 

Nuevo  David  no  encuentra  quién  responda 
Al  grito  en  que  prorrumpe  delirante, 

Y  lanza  audaz  la  piedra  con  la  honda 
Para  horadar  la  frente  del  gigante. 

No  hay  paraguayo  sordo  á  los  deberes 
Que  le  impone  la  lucha  :  un  mismo  anhelo 
Impulsa  á  viejos,  niños  y  mujeres 
A  la  defensa  del  sagrado  suelo. 

IV. 

En  Humaitá  y  en  Sauce  y  en  Azcurra" 
El  espantado  cielo  es  el  testigo 
De  que  no  hay  paraguayo  que  no  ocurre 
A  dar  toda  su  sangre  al  enemigo. 

En  Estero^Bellaco  se  les  mira 
Como  en  Currupaití,  sobre  el  abismo 
Donde  la  muerte  desalada  gira 
Asombrar  con  su  espléndido  heroísmo. 

Allí  está  Tuyuty,  tumba  sagrada 
Del  valor  y  la  fe  de  héroes  sin  nombre, 

Y  guarda  Itá-Ivaté  de  otra  jornada 
Glorias  que  tornan  semidiós  al  hombre. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  311 


No  queda  un  hombre  vivo  en  la  pelea, 
Y  á  recoger  los  huérfanos  fusiles 
Vienen  de  la  ciudad  y  de  la  aldea 
Niños  de  doce  y  de  catorce  abriles. 

Y  de  sus  padres  las  gloriosas  huellas 
Siguen,  tomando  el  arma  entre  las  manos, 
j  Y  van  tras  de  los  niños  las  doncellas ! 

¡  Y  van  tras  las  doncellas  los  ancianos ! 

¡  Y  nada  queda  en  pie !  Sobre  montones 
De  muertos,  remojado,  enrojecido. 
Tremola  el  pabellón  hecho  jirones  : 
¡Ay!  roto  sí,  pero  jamás  rendido! 

Cien  veces  ha  caído  en  la  pelea 
El  bravo  Paraguay,  y  no  le  abate 
La  suerte  infiel,  aunque  contraria  sea  : 
¡  Le  infunde  más  vigor  cada  combate ! 

Y  tiene  para  orgullo  de  su  tierra 
Fulgente  sol  de  gloria  en  sus  anales 
Al  paladín  que  supo  en  esa  guerra 
Conquistarse  laureles  inmortales  : 

¡A  Díaz,  invencible  y  denodado, 
Currupaití  lo  coronó  de  gloria! 
¡En  lucha  desigual  nadie  ha  logrado, 
Ni  allá  en  la  antigüedad,  mayor  victoria! 


V. 


Héroe  que  dabas  vida  con  tu  aliento 
A  las  mermadas  tropas,  y  que  eras 
Ariete,  escudo,  brazo  y  pensamiento 
Al  combatir  á  las  contrarias  fieras. 

No  encuentro  un  verso  digno  de  ensalzarte; 
Sereno  y  ejemplar  en  la  batalla, 
Era  tu  linico  amor  el  estandarte 
Que  agujereó  en  tus  manos  la  metralla. 


312  JUAN   DE   DIOS   PEZA 


Tuviste  el  alma  del  caudillo  griego; 
Del  vencedor  de  Egipto  la  bravura, 

Y  en  ti  fué  el  amor  patrio  como  el  fuego 
Del  sol,  que  vivifica  si  fulgura. 

¡  Guarda  tu  nombre  en  fastos  inmortales 
La  patria  que  bendice  tu  memoria  I 
¡Y  en  Tuyutí,  en  el  Sauce  y  en  Corrales 
Están  los  monumentos  de  tu  gloria  1 

Tu  mem-oria  inmortal  bastará  sola 
Para  dar  á  tu  patria  nomÉradía, 
Pero  Brugez,  Cabral  y  Rivarola 
Te  dan  en  el  Olimpo  compañía. 

Bruguez,  que  el  rayo  en  sus  cañones  fragua ; 
Rivarola,  el  jinete  alado  y  fiero, 

Y  Cabral,  que  convierte  la  piragua 
En  terror  del  marino  brasilero. 


VI. 


¡Con  qué  valor  inmenso  en  noche  obscura, 
De  humildes  paraguayos  un  puñado 
Se  acercan  á  trepar  hasta  la  altura 
De  imponente  y  altivo  acorazado! 

Cunde  el  espanto,  y  ya  despavoridos, 
Ante  la  ruda,  inesperada  brega. 
Bajan  los  marineros  sorprendidos 
A  encerrarse  del  barco  en  la  bodega. 

Dueños  del  triunfo  son  los  paraguayos, 
Mas  otro  acorazado  que  está  alerta 
Se  acerca,  lanza  por  doquier  sus  rayos 
Y  barre  á  metrallazos  la  cubierta. 

¡  El  cuadro  es  imponente  y  es  sombrío  I 
Cuando  la  voz  de  los  cañones  calla, 
Cien  cadáveres  flotan  en  el  río : 
¡Monstruos  que  ha  deformado  la  metralla! 


POESÍAS  ESCOGIDAS  313 


Las  olas  que  la  sangre  ha  purpurado 
A  diez,  vivos  aún,  les  son  ligeras, 

Y  heridos,  sin  temor,  ganan  á  nado, 
Vitoreando  á  su  patria,  las  riberas. 

VII. 

Héroes  que  disteis  perdurable  ejemplo 
A  los  que  aman  el  suelo  en  que  han  nacido 
I  El  libre  Paraguay  es  vuestro  templo ! 
¡  Lo  habéis  glorificado  y  redimido ! 

El  pueblo  os  mira  con  amor  profundo; 

Y  vuestros  nombres  guarda  en  sus  anales : 
¡  En  la  llíada  sin  par  del  Nuevo  Mundo 
Que  ya  reclama  Homeros  inmortales! 

Al  haceros  justicia,  el  orbe  entero 
Llamará  al  Paraguay  ante  la  Historia  : 
¡Precursor  del  indómito  boero, 
David  del  infortunio  y  de  la  gloria! 

En  el  palacio  y  en  la  humilde  choza 
Se  incens?.  vuestro  esfuerzo  soberano, 

Y  en  la  tierra   de   Hidalgo  y   Zaragoza 
Os  da  su  admiración  un  pueblo  hermano. 

México  guarda  amor  y  simpatía 
Al  pueblo  al  que  el  honor  sirve  de  escudo 

Y  yo,  en  el  nombre  de  la  tierra  mía, 
¡Oh,  Paraguay!  te  admiro  y  te  saludo. 

Que  libre,  grande  y  fuerte,  en  la  victoria, 
A  la  paz  y  al  progreso  consagrado. 
Surjas  siempre  de  América  en  la  Historia, 
Por  tus  heroicos  hechos,  respetado. 


zico,  Diciembre  de  1901. 


314  JUAN   DE   DIOS   PEZA 


UN  DUELO. 
I. 

Un  cielo  crepuscular, 
Un  aire  que  manso  juega, 

Y  un  gran  barco  que  navega 
Imponente  en  alta  mar. 

Escuchad  con  atención, 
Que  están  diciendo  algo  grave 
Los  mejores  que  en  la  nave 
Forman  la  tripulación. 

— El  duelo — grita  violento 
Un  joven— es  una  ley 
Que  al  pechero  con  el  rey 
Iguala  en  cualquier  momento. 

Es  la  prueba  del  valor, 
La  justa  de  la  lealtad, 
Crisol  de  la  dignidad 

Y  el  espejo  del  honor. 

—¿Qué  opináis?— preguntó  ufano 
El  capitán  á  un  discreto, 
Viajero,  todo  respeto, 
De  barba  y  cabello  cano. 

— ^Yo — respondió  sin  alarde, — 
Del  duelo  soy  enemigo. 

Y  añade  el  joven  amigo.... 

— ¡Porque  seréis  un  cobarde! 

El  anciano  sonrió, 

Y  sin  turbarse,  confuso, 

— ^Puede  ser  muy  bien — repuso, — 
Sabéis  mucho  más  que  yo  : 

Pero  un  joven  tan  valiente 
Que  viaja  en  mar  borrascosa 
Con  una  hechicera  esposa 

Y  una  chiquilla  inocente. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  315 


I 


Se  debiera  refrenar 
Mostrando  sus  opiniones, 
Porque  hay  ciertas  expresiones 
Que  se  deben  castigar. 

-  Yo  sostengo,  cuerda  ó  loca. 
Con  suerte  ó  sin  esperanza, 
Cada  palabra  que  lanza 
Mi  corazón  por  mi  boca. 

Y  no  es  jactancioso  alarde. 
Os  lo  digo  sin  recelo ; 

Quien  odia  ó  rechaza  el  duelo 
Es,  á  mi  juicio,  un  cobarde. 

El  viejo,  sin  reparar 
En  tanta  ofensa  imprudente, 
Dijo,  respecto  al  valiente... 
— Capitán,  voyme  á  explicar  : 

Haciendo  en  la  historia  acopio 
De  duelos,  he  deducido 
Que  más  que  el  honor  herido 
Los  resuelve  el  amor  propio. 

El  batirse  es  brava  acción, 
Pero  en  llegando  á  admitirla 
Nos  impelen  á  cumplirla 
El  nombre  y  la  educación. 

Y  por  deber  ó  capricho, 
Los  que  á  batirse  se  obligan. 
Temen  más  á  lo  que  digan, 
Capitán,  que  lo  que  han  dicho. 

Mas  hay  en  la  vida  escenas 
Tan  graves,  tan  imponentes. 
Que  a  los  hombres  más  valientes 
Hielan  la  sangre  en  las  venas. 

Y  el  que  sereno  camina 

Y  les  da  salida  pronta, 

Y  las  sufre  y  las  afronta, 

Y  las  vence  y  las  domina, 


316  JUAN   DE   DIOS   PEZA 


Sin  hacer  de  bravo  gala 

Y  sin  que  su  arrojo  asombre... 
Hace  más  que  frente  á  un  hombre 
Cambiando  altivo  una  bala... 

— ^¡ Brava  razón!  ¡buen  hablar  1 
Agregó  el  mozo  mohino, 

Y  siguieron  su  camino 
Navegando  en  alta  mar. 

II. 

Lento  corre  día  tras  día 

Y  al  buque  en  marcha  violenta, 
Le  sorprende  una  tormenta 

En  la  noche  más  sombría. 

No  da  tiempo  á  abandonar 
La  cubierta  á  los  que  estaban 
En  ella,  y  que  no  esperaban 
Una  asechanza  del  mar. 

El  mozo  y  su  compañera 
Bañados  rostros  y  ropa 
Se  refugian  en  la  popa 
Con  una  niña  hechicera. 

Vira  el  barco,  pierde  el  tino 
La  niña,   resbala,  cae, 
Rueda,  el  abismo  la  atrae 

Y  le  abre  la  mar  camino. 

Rompe  la  madre  á  gritar 
Cual  loca  desesperada, 

Y  el  mozo  no  puede  nada, 
Porque  no  sabe  nadar. 

En  tanto  salta  liviano 
Un  hombre  sobre, las  olas; 
Estaba  sentado  á  solas 
En  la  borda  :  era  el  anciano, 

Que  lanzando  un  grito  fiero 
Que  resonó  en  la  extensión, 


POESÍAS  ESCOGIDAS  317 

Dijo  :  —  Echad  sin  dilación 
Una  boya,  marinero. 

Rompiendo  el  cendal  de  bruma 
Que  la  noche  extendió  espesa, 
Logró  al  fin  hacer  su  presa 
Entre  montañas  de  espuma. 

Y  cuando  al  buque  tornó 
Con  la  niña  entre  sus  brazos 
Después  de  romper  los  lazos 
Que  el  abismo  le  tendió, 

El  joven,  ante  el  anciano, 
Se  arrodilla  eriternecido 

Y  le  pide  agradecido 
Consienta  bese  su  mano. 

— ¿Qué  queréis  que  yo  os  exija? — 
Dijo  el  viejo, — ganó  el  cielo; 
El  mar  me  propuso  un  duelo 
Disputando  á  vuestra  hija. 

Tuve  el  duelo  que  aceptar 

Y  ya  lo  veis,  he  vencido  : 
Por  vuestra  hija  me  he  batido 
Arrancándosela  al  mar.... 

Sigamos  en  paz  los  dos, 
Yo  tan  sólo  acepto  un  duelo 
Sin  más  testigos  que  el  cielo 
Ni  más  padrino  que  Dios. 


A  RAÚL  MERCADO. 

Cuando  cae  sin  aliento  el  que  ha  luchado, 
El  que  llegó  á  vencer,  el  que  ha  vivido, 
Ninguno  llora  al   gladiador  cansado 
Digno  ya  del  descanso  y  del  olvido. 

Mas  al  mirar  doblarse  en  plena  aurora 
Al  tierno  fruto  de  Abril  retoño 
Que  no  logró  en  la  rama  cimbradora 
Coronarse  con  pámpanos  de  Otoño, 


318  JUAN   DE  DIOS   PEZA 


Entonces  duele  el  corazón,  y  el  hombre 
Quisiera,  como  Dios,  al  contemplarlo, 
Retar  ai  cielo,  pronunciar  un  nombre, 

Y  al  soplo  del  amor  resucitarlo. 
Así,  pobre  Raúl,  así  querría 

Librarte  de  esos  lazos  que  te  oprimen 

Y  volverte  al  hogar,  mansión  sombría 
Donde  tus  padres  sin  consuelo  gimen. 

¡  Qué !  ¿nada  son  las  lágrimas  divinas 
De  una  angélica  madre  desolada, 
Ni  la  corona  funeral  de  espinas 
Que  desgarra  su  frente  inmaculada? 

¡Oh,  Raúl!  fuiste  amante,  dulce,  bueno, 

Y  sin  mancharte  el  alma  ni  las  manos. 
Cual  cruza  un  astro  en  el  azul  sereno. 
Cruzaste  en  el  hogar  de  tus  hermanos. 

Lleno  de  amor  y  santas  bendiciones 
Duerme  en  tu  eterno  y  postrimer  asilo 
-Mientras  lloran  por  ti  los  corazones 
Que  amaste  tanto  en  el  hogar  tranquilo. 

Duerme  con  tus  dieciocho  primaveras, 
Con  tus  sueños  de  niño  inmaculado, 
Con  esas  ilusiones  hechiceras 
Que  te  siguen  cual  soles  apagados. 

¡Duerme,  noble  Raúl!  Duerme  y  perdona 
Mi  importuna  oración... 

Ya  te  han  labrado 
Con  lágrimas  y  besos  tu  corona 
Los  amorosos  padres  que  has  dejado. 

Y  al  medir  su  desgracia,  su  amargura, 

Y  al  ser  de  su  dolor  mudos  testigos. 
Esa  corona  inmaculada  y  pura 

La  empapamos  en  llanto  sus  amigos. 

Duerme  así  en  esa  cripta  que  te  encierra, 
Ultimo  asilo  á  la  esperanza  humana. 
Oh,  doncel  que  te  ausentas  de  la  tierra, 
¡Adiós....  pero  no  adiós  hasta  mañana! 

Abril  de  1898.  


POESÍAS  ESCOGIDAS  319 


poesía. 

PRONUNCIADA   EN  LA   SOLEMNE   INAUGURACIÓN 
DEL  «  ATENEO   MEXICANO   LITERARIO   Y   ARTÍSTICO  » 
EN  LA  CÁMARA  DE  DIPUTADOS,  EL  8  DE  MAYO  DE  1902. 

Tended  la  vista  á  la  región  hermosa 
Que  el  águila  caudal  guarda  y  vigila  : 
Ya  se  unieron  sus  hijos  y  es  dichosa ; 
Ya  conquistó  la  paz  y  está  tranquila. 

En  la  América  que  habla  la  sagrada 
Lengua  que  Don  Quijote  ennobleciera, 
Es  por  docta  y  prudente  respetada 

Y  culminan  su  ejemplo  y  su  bandera. 

Grandes  sus  infortunios  y  más  grandes 
Sus  errores  de  ayer,  escaló  el  cielo 
Como  el  cóndor  monarca  de  los  Andes 

Y  hoy,  ¿quién  refrena  su  potente  vuelo? 

¿Qué  falta  á  su  esplendor? 

Rendir  acaso 
Al  arte  y  á  las  letras  culto  vivo; 
Demos  audaces  tan  gigante  paso 

Y  crecerá  el  laurel  junto  al  olivo. 

¿Quién  le  teme  á  luchar?  Que  no  retarde 
Ir,  dando  el   rostro  al   sol,  quien   busque  un 

[nombre : 
¡  Quédense  atrás  el  ciego  y  el  cobarde ! 
¡  Todo  el  que  hombre  nació  luche  cual  hombre ! 

Ya  en  cinco  lustros  se  olvidó  la  guerra 

Y  no  marca  el  terror  nuestras  conquistas 
Una  fecunda  paz  en  nuestra  tierra 
Nos  da  una  inmensa  floración  de  artistas. 

No  les  dejemos  esconder  sus  galas 
Del  desdén  ó  el  olvido  tras  el  velo; 
¡Dadles  espacio  y  abrirán  las  alas! 
¡  Mareadles  rumbo  y  tenderán  el  vuelo ! 


320  JUAN  DE   DIOS   PEZA 


¿Fué  escabrosa  la  senda  que  seguimos? 
Limpiémosla  de  sombras  y  de  abrojos; 
Que  ellos  no  sufran  lo  que  ayer  sufrimos; 
¡Que  encuentren  todo  azul  ante  sus  ojos! 

¿Hay  como  el  del  honor  otro  estandarte 
Que  haga  dulce  el  martirio  y  la  agonía? 
¿Hay  un  culto  más  bello  que  el  del  arte 
Y  un  cielo  más  azul  que  la  poesía? 

¿Qué  sueñas,  escultor,  cuando  levantas 
Marmóreas  lascas  del  cincel  al  filo? 
¿No  te  ves  de  rodillas  á  las  plantas 
De  tu  ideal,  de  la  mujer  de  Milo? 

Arquitecto,  ¿en  qué  sueñas  si  tu  mano 
Sobre  el  frágil  compás  sientes  crispada? 
Vuelas  del  Parthenón  al  Vaticano, 
De  Colonia  á  la  Alhambra  de  Granada.. 

¿No  alientan,  ¡oh,  pintor,  tus  esperanzas 
Tenaces  en  el  sueño  y  la  vigilia 
Velázquez  con  su  cuadro  de  «  Las  Lanzas  » 
Rafael  con  su  «  Pasmo  de  Sicilia  ?  » 

Y  tú,  músico,   intérprete  divino 

Del  más  hondo  sentir  que  nunca  agotas; 
¿Por  qué  sobre  las  zarzas  del  camino 
Se  condensan  en  lágrimas  tus  notas? 

Con  tu  lenguaje  para  mí  inefable 
Que  es  de  las  almas  inmortal  encanto, 
Arrebatas  al  barro  miserable 
Lo  que  es  del  cielo  :  el  suspirar  y  el  llanto. 

Y  tú,  augusto  y  olímpico  profeta 
Que  ahondas  lo  remoto  y  no  sabido; 
Eterno  soñador,  noble  poeta, 
Vencedor  de  la  muerte  y  del  olvido, 

¿Qué  sientes  cuando  baja  á  lo  más  hondo 
De  tu  espíritu  el  rayo  que  lo  inflama? 


POESÍAS  ESCOGIDAS  321 


Buzo  del  corazón,  ¿qué  hay  en  el  fondo 
Del  nombre,  del  aplauso  y  de  la  fama? 

Y,  ¿quién  no  vuela  en  pos  del  lauro  eterno 
Que  una  pérfida  maga  engendrar  quiso? 
¡Por  él  descendió  Dante  hasta  el  infierno 

Y  Milton  cruzó  audaz  el  Paraíso! 

Por  él  Tácito  esculpe  los  Anales ; 
Voltaire  quebranta  de  su  siglo  el  yugo 

Y  forja  con  sus  obras  inmortales 

La  biblia  de  los  libres,  ¡Víctor  Hugo! 

Hay  que  amar  siempre  á  la  voluble  Gloria, 
Amándola  con  fe  perenne  y  pura 
¡Cuántos  crucificados  de  la  Historia 
Espiaron  buscándola  en  la  altura! 

Artistas,  levantad  la  noble  frente ; 
Es  tiempo  ya  de  remontar  el  vuelo; 
El  astro  de  la  paz  no  está  en  Oriente, 
Irradia  en  el  Cénit;  es  suyo  el  suelo. 

Y  todo  al  beso*  de  su  luz  prospera 

Y  al  soplo  del  amor  se  multiplica; 

La  yema  rompe  el  tronco  en  Primavera, 
La  incendia  el  sol  de  Otoño  y  fructifica. 

¿Amáis  la  Patria?  ¡Sí!  que  ella  recoja 
En  vuestras  obras  el  filial  tributo; 
El  viento  arrastrará  la  frágil  hoja 
Después  que  caiga  sazonado  el  fruto. 

¿Amáis  la  Patria?  Pues  que  nadie  tema 
Mancillar  con  sus  obras  su  estandarte; 
Cumplamos  lo  que  impone  nuestro  lema  : 
((Enaltecerla  cultivando  el  Arte». 

Arte  es  amor  y  luz  y  vida  y  gloria ; 
Todo  lo  abarca  y  todo  lo  conquista; 
En  el  tiempo,  en  el  cosmos  y  en  la  historia. 
Sentir  y  amar  lo  bello,  ¡es  ser  artista! 


oesías   cscogidafi.  21 


322  JUAN  DE   DIOS   PEZ  A 

EN  LA  COLOCACIÓN  DE  LA  PRIMERA  PIEDRA 

del  monumento  conmemurativo  de  la  Independencia  de  Mejioo. 

i  Honor  al  pueblo  rey  que  el  triunfo  alcanza 
Sobre  el  grande,  sabiendo  que  en  la  historia 
No  hay  engaño  mayor  que  la  esperanza 
Ni  viento  más  voluble  que  la  gloria ! 

¡  Honor  al  débil  que  se  torna  fuerte, 
Audaz,  altivo,  poderoso  y  bravo! 
¡La  libertad  se  compra  con  la  muerte ! 
¡  Puede  más  un  cadáver  que  un  esclavo ! 

No  hay  David  que  no  surja  y  se  levante 

Y  al  ominoso  reto  no  responda 

Y  no  clave  en  la  frente  del  gigante 
La  penetrante  piedra  con  la  honda. 

Yo  amo  el  valor,  la  fuerza  y  el  aliento 
Que  al  héroe,  al  mártir,  y  al  apóstol  fragua ; 
Adoro  á  Cuauhtemoc  en  el  tormento 

Y  á  Hidalgo  en  el  cadalso  de  Chihuahua. 

No  hay  vida  sin  dolor ;  el  bien  se  acendra 
Con  llanto  y  con  martirios  en  el  suelo; 
La  flor  que  el  fango  del  pantano  engendra 
Tiene  un  aroma  para  hablar  al  cielo. 

¡Honremos  á  los  mártires!  Su  alma 
En  olímpico  yunque  fué  batida, 
Quien  no  persigue  un  lauro  ni  una  palma 
Cruza  como  un  idiota  por  la  vida. 

¡  Honremos  á  los  mártires !  Inunda 
Su  sangre  el  campo  en  que  la  paz  prospera; 
¡Esa  sangre  tan  sana  y  tan  fecunda 
Que  es  un  símbolo  ¡  oh  Patria !  en  tu  bandera ! 

Al  heroísmo  el  arte  diviniza 

Y  así  aprenden  los  pueblos  á  ser  grandes; 
Dios,  el  Supremo  Artífice,  eterniza 

La  epopeya  de  América  en  los  Andes! 


POESÍAS  ESCOGIDAS  323 


Bolívar,   Sucre,  San  M'artín,  Morelos, 
No  fueron  vuestras  glorias  lumbres  fatuas; 
]  Sois  en  América,  astros  en  los  cielos, 
Culto  en  las  almas,  en  el  arte  estatuas! 

Dejasteis  al  vivir,  ancho  reguero 
De  amor  y  libertad  ¡oh  egregios  hombres! 
Junín,  Cuauíla,  Ayacucho,  el  Veladero, 
Cantan  de  siglo  en  siglo  vuestros  nombres. 

Cada  nación  de  América,  salvada 
Por  vuestro  augusto  y  paternal  aliento, 
Alce  en  una  pirámide  sagrada 
Un  altar  á  vuestro  alto  pensamiento. 

Y  en  ella,  cada  piedra,  cada  arista, 
Cada  muda  inscripción,  cada  relieve, 
Recuerde  en  lo  futuro  la  conquista 
Más  hermosa  del  siglo  diecinueve! 

América  es  la  tierra  prometida 
Ail  porvenir  ignoto;  es  áurea  copa 
Do  el  viejo  beberá  la  vida; 
¡  Es  el  futuro  Parthenón  de  Europa ! 

Libre  y  unida,  soberana  y  fuerte 
Formando  un  haz  con  todas  sus  banderas. 
No  ha  de  tener,  en  su  futura  suerte. 
Entre  sus  hijos  odios  ni  fronteras. 

Aquí  hoy  funden  sus  vivos  arreboles 
El  sol  azteca,  el  inca,  el  araucano, 
El  guaraní,  el  de  Washington,  los  soles 
Que  engendran  uno  :  ¡  el  sol  americano ! 

Este  que  nuestros  ojos  maravilla. 
Que  el  rico  algodonar  fecunda  quieto, 
Que  nutre  en  el  nopal  la  cochinilla 

Y  enrojece  los  frutos  del  cafeto. 

El  sol,  padre  divino  en  que  me  arrobo, 
Que  coronó  de  gloria  con  sus  luces 
A  Bolívar,  triunfante  en  Carabobo 

Y  á  Hidalgo  sobre  el  monte  de  las  Cruces. 


324  JUAN  DE  DIOS   PEZA 

Que  vio  en  el  Paraguay,  nunca  domado, 
Con  sangre  de  héroes  purpurarse  el  río; 

Y  allí  en  Currupaití  miró  asombrado 
De  Díaz,  la  pujanza  y  poderío. 

Este  sol  es  el  mismo  que  alumbrara 
A  Páez  ((  ciudadano  esclarecido  », 
El  héroe  en  las  Queseras  y  en  Payara, 
Cid  en  ((  Puerto  Cabello  »  engrandecido. 

Envió  este  sol  desde  su  limpia  esfera, 
Rayos  de  viva,  inmaculada  gloria, 
Al  héroe  O'Higgins  y  á  Miguel  Carrera, 
Que  subliman  á  Chile,  ante  la  historia. 

Y  á  Chile  contempló  rindiendo  noble 
Premio,  con  una  estatua  á  Freiré,  el  Grande : 
«  Rancagua  y  Concepción,  Maipo  y  el  Roble  » 
Eternizan  sus  hechos  en  el  Ande. 

Este  sol  vio  al  Aníbal  indomable, 
Al  bravo  San  Martín  rendir  legiones 

Y  en  Chacabuco,  heroico  y  admirable, 
Asombrar  con  su  espada  á  las  naciones. 

Este  sol  brilló  más,  cuando  el  valiente 
Córdoba,  de  Ayacucho  en  los  fragores 
«  Armas  á  discreción— dijo  á  su  gente — 

Y  con  paso  marchad  de  vencedores». 

Vio  á  Ricaurte.  el  sublime  Colombiano, 
Alntes  que  débil  humillarse  al  fuerte. 
Quemar  el  parque  con  su  propia  mano 

Y  en  la  horrenda  explosión  hallar  la  muerte. 

Y  este  sol  enguirnalda  el  monumento 
Que  México  alza  á  su  mayor  conquista 

Y  al  que  dan  forma,  vida  y  pensamiento, 
La  inspiración  y  el  genio  del  artista. 

El  hombre  superior  que  nada  arredra 

Y  que  «  héroe  de  la  paz  »  llama  la  historia, 
Su  nombre  inscribe  en  la  primera  piedra : 
¡Así  lo  está  también  en  nuestra  gloria! 


POESÍAS  ESCOGIDAS  325 

La  obra  á  que  el  arte  su  grandeza  imprime, 
Dignifica  una  causa  y  una  idea ; 
Que  de  la  Patria  ante  el  amor  sublime 
Altar  de  unión  para  sus  hijos  sea. 

Recuerde  una  epopeya  noble  y  santa; 
Himno  eterno  de  paz  en  ella  ylbre 

Y  honre  al  héroe  inmortal  que  la  levanta 

Y  á  cuantos  á  la  Patria  hicieron  libre. 


poesía^ 


TADA  POR  SU  AUTOR  EN  LA  VELADA  FÚNEBRE 
EN  HONOR  DEL  ILUSTRE  INGENIERO 
MANUEL  M.  CONTRERAS. 

Todos  le  recordáis,  afable  y  bueno, 
Discreto  en  el  pensar,  dulce  en  el  trato, 
De  altas  noblezas  y  virtudes  lleno, 
La  ciencia  fué  su  campo  más  ameno 
Y  fué  el  estudio  su  placer  más  grato. 

¿Su  frente?  era  de  aquellas  en  que  brilla 
Diáfano,   limpio  y   puro  el   pensamiento, 
Como  luz  sin  ocaso  y  sin  mancilla. 
¿Su  corona  ?  ;  Qué  grande  y  cuan  sencilla  : 
El   honor,   la  modestia  y  el   talento! 

En  la  cátedra  augusta  el  más  diestro 
En  dar  luz  sin  fatiga  y  sin  enfado  : 
¡Oh  inolvidable  y  sabio  mentor  nuestro! 
¡Qué  título  mejor  que  el  de  maestro 
Ni  qué  gloria  mayor  que  ser  amado! 

¡Cuántas  inteligencias  ha  tenido 
En  sus  obras  la  clara  y  rica  fuente 
Donde  su  intensa  sed  han  extinguido! 
La  Juventud  no  premia  con  olvido 
Al  que  fuere  su  apóstol  más  ferviente. 


326  JUAN   DE   DIOS   PEZA 


La  muerte  no  destruye  ni  arrebata 
Lo  que  en  bien  de  los  otros  se  conquista; 
La  Historia  nunca  es  pérfida  ni  ingrata 

Y  en  sus  más  bellas  páginas  retrata 
Al  filósofo,  al  sabio  y  al  artista. 

Yo  venero  al  que  cifra  sus  blasones 
En  derramar  la  luz  hora  tras  horg. 

Y  en  que  amen  la  verdjid  los  corazones. 
Dar  luz,   dar  luz  á  gentes  y  naciones 

Es  ser  lo  incomparable,  es  ser  la  aurora. 
Y  lo  cumplió.  ¡Su  frase  siempre  alcanza 
A  nutrir  los  espíritus;   su   anhelo 
Estriba  en  el  ejemplo,  en  la  enseñanza! 
¿Quién  le  inspiró  su  credo?  La  Esperanza, 
Esa  maga  gentil,  hija  del  cielo. 

¿Su  labor?  Extinguida  ya  la  guerra, 
Todo  en  paz,  todo  activo,  todo  sano, 
Cifra  el  m.ás  noble  afán  que  su  alma  encierra 
En  difundir  la  luz  en  esta  tierra. 
¡En  ilustrar  al  pueblo  mexicano! 

Muere  y  se  olvida  al  rehacio  y  al  adusto 
A  difundir  el  bien;  al  que  convierte 
La  vida  en  feria  y  el  deber  en  susto  : 
Para  el  varón  prudente,  sabio  y  justo 
La  perdurable  vida  está  en  la  muerte. 

El  olvido  es  el  antro,  es  el  averno 
Debido  al  que  no  lega  una  memoria  : 
Es  eso  estriba  su  castigo  eterno. 
La  Historia,  en  el  olvido  da  el  infierno 

Y  en  el  recuerdo  eterno  da  la  gloria. 

Hay  que  honrar  al  que  vence  en  lid  honrada 

Y  que  surge  del  mundo  en  el  proscenio, 
Como  estrella  ó  luciérnaga  argentada; 

El  que  se  envuelve  en  sombras  va  á  la  nada ; 
¡  Dar  luz,  dar  siempre  luz,  ese  es  el  genio ! 

Yo  te  saludo,  obrero  laborioso; 
Sembraste  y  viste  sazonado  el  fruto; 


POESÍAS  ESCOGIDAS  327 

El  camino  á  otros  largo  y  espinoso 
Te  condujo  hasta  el  solio  luminoso 
En  que  hoy  te  rinde  la  verdad  tributo. 

Gloria  de  nuestros  padres  esta  Escuela 
En  los  tiempos  pasados  y  futuros 
Que  su  cultura  y  su  poder  revela, 
Al  honrar  tu  memoria  sólo  anhela 
Darle  perpetuo  abrigo  entre  sus  muros. 

Fuiste  tú  de  sus  hijos  más  amantes, 
Ella  nutrió  tu  espíritu  sereno; 
Suyos  fueron  tus  triunfos  más  brillantes 

Y  hoy  te  buscan  sus  ojos  anhelantes 
Como  busca  la  madre  al  hijo  bueno. 

¡Duerme  en  paz!  Tus  devotos,  tus  fieles 
Acompañamos  con  cariño   santo 
De  tu  postrer  mansión  en  los  dinteles, 
A  la  Patria  á  cubrirte  de  laureles 

Y  á  tus  huérfanos  hijos  en  su  llanto. 


¡POR    AMÉRICA! 

IMPROVISACIÓN  EN  UN  BANQUETE  DADO  EN  CHAPULTEPEC 
Á    LOS    CONGRESISTAS    AMERICANOS. 

¡Por  la  gran  patria  América!   Sus  grandes 
Héroes  y  sus  conquistas  en  la  historia; 
Por  cuanto  abarcan  los  soberbios  Andes, 
Perdurables  altares  de  su  gloria! 

Por  vosotros  los  nobles  caballeros, 
Que  dejáis  en  los  pechos  mexicanos 
De  amistad  fraternal  anchos  veneros; 
¿Quién   mira  entre  nosotros   extranjeros, 
Si  somos  por  la  cuna  americanos? 

Porque  al  dejar  el  mexicano  suelo 
Su  memoria  en  vuestra  alma  generosa, 
Sea,  cual  la  cruz  del  Sur  en  vuestro  cielo, 
Fija,   grande,  imborrable  y  luminosa. 

.  1901.  


328  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


VERSOS    DE    BARRO. 

(INÉDITA). 
A  CARLOS  DÍAZ  DUFFOO. 

Ayer,  con  este  malestar  eterno, 
•Con  mi  profundo,  inacabable  hastío, 
Olvidando  que  estamos  en  invierno 

Y  que  á  viejo  mastín  entume  el  frío, 
A  guisa  de  pastor  deje  mi  lecho 

Antes  que  el  sol  luciera  en  el  Oriente, 
(Acaso  deba  mi  afección  de  pecho 
A  este  arranque  bucólico  imprudente). 
Un  cielo  gris  obscureciendo  el  valle 
Privaba  de  belleza  la  Natura, 
Quise  salir  intrépido  á  la  calle 

Y  pronto  desistí  de  tal  locura. 

¿Qué  hallar  en  ella?  Fámulos  y  horteras, 
Alguna  maritornes  con  un  jarro ; 
Vacas,  asnos,  gendarmes,  barrenderas 

Y  por  premio  de  todo  un  buen  catarro. 
Alcé  con  indolencia  la  cortina 

Y  me  puse  á  mirar  por  la  ventana ; 

Lo  de  siempre :  la  tienda  de  la  esquina 
Con  diez  vagos  haciendo  la  mañana. 
Unas  viejas  hablándose  en  secreto 
De  nada  de  interés,  no  extraordinario, 

Y  enseñando  en  sus  manos  de  esqueleto 
La  novena,  el  pañuelo  y  el  rosario. 

Alguien  que  en  pos  del  tren  marcha  de  prisa. 
Un  cartero  que  cruza  lentamente; 
Un  viejo  sacristán  que  va  á  la  misa, 

Y  un  hercúleo  aguador  que  va  á  la  fuente. 
Allá,  á  lo  lejos,  el  vetusto  coche 

Que  torna  á  descansar  de  la  velada ; 

Balija  de  rezagos  de  la  noche. 

Do  el  indiscreto  sol  no  encuentra  nada. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  329 


Va  detrás  de  un  inválido  un  mendigo 
(Capitalista  ayer  que  arruinó  el  juego) 

Y  en  pos,  tirado  por  el  perro  amigo, 
Huérfano  de  la  luz  camina  un  ciego. 

Luego  una  celestina,  infame  bruja 
Que  tiene  para  el  bien,  el  alma  muerta 

Y  la  sigue  el  expósito,  el  granuja, 
Cuyo  hogar  es  el  quicio  de  una  puerta. 

Luego  dos  hetairas  desveladas 
Que  de  la  calle  entre  la  luz  confusa 
Lívidas,  ojerosas,  des'greñadas 
Semejan  dos  cabezas  de  Medusa. 

¿Y  este  cuadro  es  de  amor  y  de  trabajo? 
¡  Cuánto  la  austera  realidad  enseña ! 
Están  las  gentes  de  escalera  abajo 
En  la  tienda,  en  el  templo  y  en  la  ordeña. 

— ¿Qué  voy  á  hacer?— me  dije: — es  muy 

[temprano^ 
Sopla  en  la  calle  un  hálito  de  polo, 
Erré  la  vocación  para  hortelano 

Y  para  ser  marqués  me  basto  solo. 
El  vergonzante  sol  no  entibia  el  día ; 

Nada  urgente  en  la  calle  me  reclama 

Y  ya  empiezo  á  sentir  la  nostalgia 
Del  calor  y  el  silencio  de  la  cama, 

Y  con  secreto  malestar  profundo. 
Mirando  al  resplandor  de  la  alborada 
Tantas  miserias  como  guarda  el  mundo 
Dije  así  con  el  ánima  turbada : 

¡  Qué  amargas  y  qué  injustas  son  las  leyes 
De  esta  tierra  que  no  es  la  prometida ! 
¡Ah,  los  infortunados!  pobres  bueyes 
Que  arrastran  la  carreta  de  la  vida. 

El  placer  material  lo  satisfacen; 
Viven,  luchan  y  mueren  ignorados 

Y  envidian  á  los  ricos  porque  nacen 
Para  comer,  dormir  y  estarse  eclíados. 


I 


330  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


poesía  de  MAXIMILIANO. 

ESCRITA  EN  MIRAMAR,    AL   PARTIR  PARA   MÉXICO. 
(  Versión  de  Juan  de  Dio  '^  Peza.) 

Ya  sin  la  venda  v  rotas  las  cadenas 
Te  muestra  el  porvenir  más  dulces  lares ; 
Después  de  tanta  lucha  y  tantas  penas 
Puedes,  saliendo  en  paz,  cruzar  los  mares. 

Es  la  que  se  te  ofrece  ardua  tarea, 
Mas,  firme  en  el  honor  y  en  los  deberes, 
La  Fortuna  querrá  que  tuyo  sea 
El  lauro  que  luchando  merecieres. 

Libre  en  tu  acción,  sin  trabas  y  sin  dolo, 
Sigue  por  una  senda  sin  espinas; 
Tu  obra  prosperará,  cúmpleta  sólo 
En  la  lejana  tierra  á  do  caminas. 

Dios  hace  fuerte  al  libre,  no  al  ilota; 
El  libre  engendra  libres  en  el  suelo, 
Donde  la  libertad  radiante  brota 
Se  ve  bajar  la  bendición  del  cielo. 

Consuelo  en  ella  encontrarás  mañana; 
Sal  sin  temor,  sin  inquietud  sombría, 
Que  allá  en  la  nueva  tierra  tan  lejana 
Te  espera  el  premio  que  soñaste  un  día. 

Dicembre  30  de  1904.  

A    MI    HJIA    MARÍA. 

(carta  de  veracruz) 

Te  mando,  hija  del  alma,  para  mis  nietas 
Que  han  estado  enfermítas  y  no  lo  supe, 
Dos  humildes  medallas,  de  á  dos  pesetas, 
Con  nuestra  indiana  Virgen  de  Guadalupe. 

Tú  y  Margot  desde  niñas  le  consagraron 
A  otras  advocaciones  cultos  sinceros 
Y  á  la  au'gusta  Señora  la  desdeñaron 
Por  las  Vírgenes  que  aman  los  extranjeros. 


IHt       Yo,  au: 


POESÍAS  ESCOGIDAS  331 


Yo,  aunque  poco  devoto,  te  lo  confieso, 
Por  la  madre  del  pueblo  tengo  cariño, 
Mucho  la  amó  mi  madre,  será  por  eso 
Por  lo  que  yo  la  quiero  desde  muy  niño. 

Y  en  este  afecto  puro  también  hay  algo 
Del  amor  á  la  patria  de  mis  amores, 
Esa  Virgen  morena  bendijo  á  Hidalgo 

Y  brilló  en  la  bandera  que  alzó  en  Dolores. 
Haz  que  María  de  Lourdes  y  Margotita 

Desde  niñas  veneren  á  su  paisana, 
Es  morena  y  humilde  por  ser  indita 
Pero' es  Reina  del  Cielo  y  es  mexicana. 
Si  en  nación  extranjera  vives  un  día 

Y  en  altar  lejano  ves  que  descuella, 
Se  saldrá  de  tus  labios  un  madre  mía 

Y  á  toda  nuestra  patria  verás  en  ella! 

Enero  de  1905  -  Veracruz. 


EN  MEMORIA 

DE  LA  SEÑORITA  ISABEL  HERNÁNDEZ 

QUE  FALLECIÓ  EN  LEÓN 
EL  DÍA  DOS  DE  FEBRERO  DE  1905. 

¡Rebelde  á  toda  mancha!  Eras  aroma 
De  albo  nentjfar  en  sereno  río; 
Como  plumón  de  cuello  de  paloma; 
Como  un  ampo  intangible  de  rocío! 

Así  fuiste  por  santa ;  así  por  buena ; 
¡Cuánto  nos  cautivaba  tu  ternura! 
¡  Eras  suave  fulgor  de  luna  en  llena 
Toda  diafanidad  y  toda  albura! 

Y  moriste.  La  Parca,  ¿por  qué  hiere 
A  la  qué  allá  en  lo  azul  fuera  una  nube? 
No  te  halló  el  mundo  suya  y  dijo :  muere ; 
Dios  te  extañó  en  el  cielo,  y  dijo  :  ¡  sube ! 

Febrero  15  de  1905.  


332  JUAN  DE  DIOS   PEZA 

POESÍA* 

RECITADA    POR    EL    AUTOR    EN    LAS    VIZCAÍNAS. 
I. 

Corre  Febrero,  una  tarde 
Triste  pero  tibia  y  diáfana, 
En  que  el  aire  «  cuaresmero » 
Olas  de  polvo  levanta, 
Don  Fernando  Ortiz  Cortés 
Que  ya  en  los  sesenta  raya 

Y  en  la  Catedral  de  México 
Es  Deán  de  influjo  y  fama. 
Sale,   según   su  costumbre, 
A  andar  por  calles  y  plazas 
En  pos  de  solares  tristes 

Y  gentes  desarrapadas, 
Que  gusta  de  hacer  limosnas 

Y  dar  consuelo  á  las  almas. 
Atllá  por  el  «  Quemadero  » 
(Donde  bella  se  levanta 

Hoy  la  Alameda)  ve  un  amplio 
Solar  con  chozas  de  paja: 
Los  «  jacales  »  en  que  viven 
Las  clases  pobres  y  bajas. 
Se  acerca  y  oye  unos  gritos 
Que  el  corazón  le  des'garran 
Porque  revelan  angustia. 
Desesperación  y  rabia. 
Entra  y  sorprende  el  motivo, 
Se  le  anuda  la  garganta, 
Le  tiemblan  todos  los  miembros 

Y  se  le  salen  las  lágrimas; 
Es  una  espantosa  escena 
Que  le  asunta  y  que  le  pasma ; 
Una  mujer  muerta  de  hambre. 
Desnuda,  rígida,  helada, 
Yace  tendida  en  el  suelo 
Cual  cadáver  en  la  plancha; 


POESÍAS  ESCOGIDAS  333 


Y  un  niño  de  pocos  meses 
Llorando  á  gritos,  batalla 
Chupando  el  inerte  seno 
Que  su  apetito  no  sacia. 

Se  inclina  el  buen  D.  Femando; 
Entre  sus  brazos  levanta 
Al  niño  hambriento,  lo  arropa 
Entre  su  española  capa; 
Lo  lleva  á  donde  lo  puedan 
Alimentar,  y  se  marcha 
A  ver  al  Virrey,  le  dice 
Cuanto  de  mirar  acaba,. 

Y  como  rico  promete 
El  fabricar  una  casa 
Para  educar  niños  pobres 
Con  dineros  de  sus  arcas; 

Y  así  fundó  el  «  Hospicio  » 
Que  á  nuestros  tiempos  alcanza 

Y  así  cumplió  Don  Fernando 
Sus  votos  y  su  palabra. 

II. 

En  otra  tarde,  en  Agosto, 
En  su  carroza  pasaba 
Por  sucio  y  distante  barrio 
El  Obispo  Lorenzana, 

Y  en  mularar  repugnante 
Mira  un  grupo  que  le  extraña 
De  canes  que  se  disputan 
Algo  como  carne  humana. 
Detiene  el  coche  violento ; 
Por  el  ancho  estribo  baja ; 
Llega  al  sitio,  pronto  ahuyenta 
A  los  perros,  y  le  embarga 

El  ánimo,  ver  á  un  niño 
Recién  nacido,  á  quien  falta 
Muy  poco  para  morirse, 

Y  que  de  en'gullir  trataban 
Cuatro  canes  vagabundos; 


334  JUAN  DE  DIOS  PEZA 


Con  gran  amor  lo  levanta 

Y  se  lo  lleva  consigo 

Y  con  él  funda  la  casa 

Que  llamamos  de  <(La  Cuna», 
Que  mansión  bendita  y  santa 
Que  aun  hospeda  á  los  infantes 
Que  hace  huérfanos  la  infamia, 

Y  donde  toman  el  nombre 
Inmortal  de  Lorenzana! 

III. 
José  Sáyago,  un  humilde 
Artesano,  que  ganaba 
Su  pan,  en  pasados  siglos. 
Con  el  escoplo  y  la  escuadra 
Duélese  al  ver  en  las  calles. 
Por  el  pueblo  lapidadas, 
Objeto  ¿e  mil  injuria, 
De  denuestos  y  de  sátiras, 
A  mujeres  que  suponen 
Del  demonio  entre  las  'garras, 
Sin  saber  que  son  enfermas 
De  razón  y  juicio  exhaustas. 
El  las  recoge,  las  lleva 
A  su  humildísima  estancia 

Y  él  y  su  esposa  las  curan, 

Y  las  velan,  y  las  salvan 
Del  fin  á  que  las  exponen 
El  error  y  la  ignorancia. 

Y  así  se  fundó  el  asilo 

Que  hospeda,  alivia  y  ampara 
A  las  que  envuelve  una  noche 
Sin  estrellas  y  sin  alba. 
IV. 
Una  noche  tenebrosa, 
Noche  Triste,   noche  amarga 
Para  Hernán  Cortés,   que  mira 
A  sus  tropas  derrotadas; 
Un  soldado,  Juan  Garrido, 


POESÍAS  ESCOGIDAS  335 


Al  golpe  de  una  macana 
Cae  sin  aliento  en  un  foso. 
Próximo  á  soltar  el  ánima. 
Era  tremendo  el  desastre. 
Era  horrible  la  matanza, 
Que  estaban  bravos  cual  tigres 
Los  soldados  de  Cuitláhuac. 

Y  Garrido  ofrece  al  cielo 
Si  la  existencia  le  salva, 
Alzar  un  templo  en  el  sitio 
Donde  sufre  tales  ansias. 

Y  vive  V  cumple,  y  aun  queda 
Por  los  siglos  transformada, 
La  iglesia  de  San  Hipólito, 

Y  á  su  lado  está  la  casa 
Vasto  hospital  de  dementes, 
Que  en  la  ermita  inaugurara 
Bernardino  Alvarez,  lego 
Que  allí,  afable  los  curaba 
Con  caridad  evangélica, 
Con  admirable  constancia. 

V. 

Y  aun  se  mira  en  pie  y  abierto 
Para  alivio  de  desgracias, 
San  Andrés,  que  fué  fundado 
Por  Núñez  de  Haro  y  Peralta, 
El  Obispo-Ángel,  el  justo. 
Que  cuando  invadió  el  Anáhuac 
Exterminando  á  los  indios 
La  peste  del  matlazáhuatl, 
Los  hospedó  allí  á  millares, 

Y  la  peste  terminada. 
Cuando  vio  que  el  Rey  negóse 
A  ser  patrón  de  la  casa, 

La  dotó  con  grandes  sumas. 
Todas  de  sus  propias  arcas. 
Sin  demandar  nueva  ayuda. 
Ni  privilegios  ni  gracias. 


336  JUAN   DE   DIOS   PEZA 


VI. 

Y  aquí  en  torno  á  nuestra  vista 
Este  Asilo  se  levanta 
Cuyos  nobles  fundadores 
Le  dan  renombre  á  Vizcaya 
Y  á  los  que  debéis  ¡oh  niñas! 
Salvaros  de  la  ignorancia. 


No,  no  ha  sido  en  nuestra  tierra 
Pobre  en  virtudes  ni  avara 
La  nación  conquistadora 
De  que  heredamos  el  habla. 
Aquella  que  en  sus  pendones 
Nos  trajo  la  cruz  cristiana 

Y  cuyas  glorias  admiro 
Con  la  devoción  del  alma. 
Hijos  suyos  fueron  siempre 
Los  que  en  México  fundaran 
Tantos  nobles  institutos, 
Tantas  adorables  casas 

En  que  la  luz  se  difunde, 
En  que  la  verdad  se  acata, 
En  que  con  pan  y  con  libros 
Se  nutre  el  cuerpo  y  el  alma. 
Bendecid  á  los  que  fueron 
Útiles  á  Nueva  España 

Y  en  México  independiente 
Son  de  la  luz  atalayas! 

A  los  que  dan  al  caído 
Amparo,  refugio  y  armas 
Para  encontrar  lo  que  sueña, 
Para  ahuyentar  la  ignorancia. 
Para  llamarse  felices 

Y  amar  la  existencia  humana. 

Y  sed  siempre  infatigables 
En  vuestras  labores  santas 
Que  para  daros  ventura 
Nuestro  gobierno  se  afana. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  337 


Vosotros  los  que  sois  fuertes, 
Dais  la  mano  á  las  que  marchan 
Tropezando  en  su  camino, 
Llenáis  de  flores  su  infancia 

Y  les  mostráis  un  futuro 
Lleno  de  luz  v  de  calma. 
Ellas  vuestro  esfuerzo  premian 
Con  la  gratitud  más  santa, 

Y  desde  lo  alto  os  envían 
Con  su  bendición  las  gracias 
Aquellos  santos  varones 
Honor  y  prez  de  Vizcaya 
Que  fueron  los  que  fundaron 
Esta  augusta  y  noble  casa. 
Probando  que  en  nuestra  tierra 
No  fué  en  virtudes  avara 

La  nación  conquistadora 
De  que  heredamos  el  habla, 

Y  la  fe  y  hasta  el  arrojo 
Que  distingue  á  nuestra  raza! 

Febrero  de  1905.  

MARMOR  PUDORIS. 

A  JOAQUÍN  D.  CASASUS. 

Un  grupo  de  estudiantes,  tres  ó  cuatro : 
el  mayor  de  veinte  años,  más  ó  menos, 
y  en  la  plancha  del  triste  anfiteatro, 
tendida  una  mujer  de  ebúrneos  senos. 
Una  afección  cardiaca,  sorda,  impía, 
la  muerte  en  plena  vida  le  depara; 
y  allí,  nivea  y  desnuda,  parecía 
una  estatua  de  mármol  de  Carrara. 
Las  exúberas  carnes  ondulosas; 
la  poblada  y  obscura  cabellera; 
las  pestañas  rizadas  y  sedosas; 
la  curva  escultural  de  la  cadera ; 
f  los  ojos  como  estrellas  invernales 

\\         tras  los  párpados  fijos  y  entreabiertos, 

Poesías   escooidas.  22 


338  JUAN   DE   DIOS   PEZA 


con  esa  opacidad  de  los  cristales 
que  decoran  las  cajas  de  los  muertos. 

Cada  pie  y  cada  mano  en  calma  y  leve 
ostentando  entre  líneas  delicadas, 
el  alabastro  mate  de  la  nieve 
que  tapiza  las  cumbres  elevadas. 

Y  en  plena  desnudez  de  sus  hechizos, 
como  una  negra  flor  de  su  hermosura, 
la  negra  trenza  de  apretados  rizos 
realzando  de  las  formas  la  blancura. 

Sobre  la  plancha  inmóvil  y  tendida, 
de  juventud  y  amor  Venus  yacente, 
no  guardaba  del  fuego  de  la  vida 
ni  un  débil  lampo  en  la  marmórea  frente. 

¿Nada  'guardaba?  ¡Sí!  ¡Leves  resabios 
de  las  mieles  de  ayer,  gaje  deshecho, 
un  suave  tinte  rosa  por  los  labios 
y  algo  azul  en  las  venas  de  su  pecho! 

Y  también  como  huellas  de  una  brisa 
que  pasara  fugaz  moviendo  flores,   " 

la  angélica  expresión  de  la  sonrisa : 
¡último  y  tierno  adiós  de  los  amores! 

Y  el  grupo  de  estudiantes,  tres  ó  cuatro, 
el  mayor  de  veinte  años,  más  ó  menos, 
contemplaba  á  la  Venus  de  anfiteatro 

de  niveo  cutis  v  redondos  senos. 

¡Ah!  ¡Yo  no  la  profanó — dijo  alguno^ 
la  contemplo,  y  ya  veis;  me  maravillo! 
¡yo  no  nací  para  amputar  á  juno! 
y  soltó  de  las  manos  el  cuchillo. 

Otro  exclama  después  :  ¡  Es  tan  hermosa ! 
¡Tiene  unos  piececitos  de  muñeca! 
Y  el  más  joven  prorrumpe :  ¡  Es  una  rosa 
y  el  que  se  atreva  á  deshojarla,  peca! 

Y  hablando  uno  tras  otro  embebecido 
ante  aquellos  encantos  misteriosos, 
escuchan  un  rumor,  era  el  ruido 

de  los  que  á  clase  llegan  presurosos. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  339 


Y  antes  de  que  se  acerquen  á  la  puerta, 
el  más  joven  del  grupo,  un  buen  chicuelo, 
extiende  entre  los  muslos  de  la  muerta 
cual  pudoroso  manto  su  pañuelo. 

Otro,  inquieto  y  honrado  de  igual  modo, 
mira  aquel  busto  de  primores  lleno, 
exclama  con  ardor  :  i  Aun  no  está  todo ! 
Y  con  santo  interés  le  cubre  el  seno. 

Se  oye  en  aquel  instante  abrir  la  puerta ; 
la  turba  estudiantil  llenó  las  gradas 
y  en  la  divina  faz  de  aquella  muerta 
vio  dos  gotas  de  llanto  coaguladas. 


A    LA  NINA 

TERESINA  CESTERO  Y  MANGUAL. 

Hacienda  «  Fidela  » 
Puerto  Rico. 

En  el  cadejo  hermoso  de  tus  cabellos 
Hay  un  ful'gor  que  todo  lo  enciende  y  dora; 
La  mano  de  una  maga  tejió  con  ellos 
Un  haz  de  refulgentes  rayos  de  aurora. 

Lo  besé  al  recibirlo,  devotamente 
Como  á  reliquia  augusta,  con  fe  sincera, 

Y  percibí  el  aroma  de  tu  alba  frente 

Y  toda  tu  fragancia  de  primavera. 

He  de  guardarlos  siempre  como  tesoro 
Que  acrece  las  más  tiernas  reliquias  mías; 
Ya  queda  en  el  sagrario  que  más  adoro 

Y  en  él  he  de  mirarlo  todos  los  días. 

¿Te  enviaré  mis  cenizos,  tristes  cabellos 
Como  una  ofrenda  humilde  de  mi  ternura? 
No!  Porque  si  tus  labios  pones  en  ellos 
Te  habrán  de  oler  á  polvo  de  sepultura. 

Yo,  que  triste  y  cansado,  tan  sólo  anhelo 
Vivir  en  el  olvido,  pero  con  calma. 
Te  quiero,  Teresina,  como  un  abuelo 

Y  eres  mi  encantadora  nieta  del  alma. 

México,  Febrero  de  1905. 


340  JUAN   DE   DIOS   PEZ  A 

PLUMAS  DORADAS. 

A  LA  NINA  ENCARNITA  CESTERO  Y  MANGUAL 

De  tu  Cándido  pecho  en  el  Sagrario 
hay  un  lugar  vacío; 
lo  llenaba  el  amor  á  aquel  canario 
que  llamabas  gozosa  :  ¡  encanto  mío ! 

Así  son  los  encantos  y  las  galas 
que  nuestra  dicha  acrecen; 
pájaros  fugitivos  cuyas  alas 
en  el  azul,  cual  la  ilusión,  se  mecen. 

Y  cuando  á  los  reflejos  de  la  aurora 

envidiamos  su  suerte; 
¡ay!  nuestro  pecho  dolorido  llora 
su  aleve  fuga  ó  su  temprana  muerte. 

Tú  eres  án'gel  aún,  amas  lo  bueno 
como  todo  querube, 
y  das  un  culto  de  pureza  lleno 
á  todo  lo  que  vuela  ó  lo  que  sube. 

Hoy  lloras  con  dolor,  con  amargura, 
con  un  martirio  cierto 
por  el  ave  dorada,  tierna  y  pura, 
que  ya  no  verás  nunca  porque  ha  muerto. 

En  tu  hermoso  jardín  bajo  unas  flores 
tu  canarino  reposa; 
¿quién  te  podrá  impedir  que  allí  lo  llores? 
¡Fué  una  ilusión  tan  breve  y  tan  hermosa! 

Y  en  medio  del  dolor  con  que  te  abrumas, 

me  mandas  cual  tesoro, 
un  par  de  leves  y  sedosas  plumas 
que  decoraban  sus  alitas  de  oro. 

¡Ah!  yo  las  guardaré;  son  un  hechizo; 
una  prenda  querida  : 
el  pájaro  en  la  sombra  se  deshizo, 
y  esta  es  la  herencia  que  dejó  en  la  vida. 


POESÍAS  ESCOGIDAS  341 


Yo  te  acompaño,  ;oh  niña  en  tus  dolores; 

hoy  lloras  por  ün  ave; 

cuando  otras  se  te  mueran  y  no  llores, 

¿serás  cual  hoy  dichosa?  ¡Dios  lo  sabe! 


Marzo,  6  de  1905. 


EN  EL  ÁLBUM 

DE   TERESITA   MANGUAL  DE  CESTERO* 

Si  cantas,   ¡cómo  envidia  tu  dulzura 
El  ruiseñor,  el  rey  de  la  espesura, 
Que  en  las  serenas  noches  tropicales 
Plañe  amor,  desengaños  ó  amargura 
Con  un  raudal  de  trinos  celestiales! 

Si  recitas,  traduces  al  poeta, 

Y  sus  más   misteriosas   armonías, 

Tu  voz  con  sus  arrullos  interpreta, 

Y  eres  Treno  doliente  en  Jeremías, 
En  Eloísa  amor,  llanto  en  Julieta! 

Si  las  teclas  agitas  con  tu  mano, 
Haces  hablar  de  idilios  de  ventura, 
O  de  pasión  romántica  al  piano. 
Robándole  su  voz  al  aura  pura 
O  su  indómita  furia  al  océano. 

Si  escribes,  trazas  con  belleza  suma 
Cuando  esconde  el   humano   pensamiento; 
Lo  mismo  lo  que  alienta  ó  lo  que  abruma, 

Y  en  el  iris  que  adorna  el  firmamento 
B     Para  escribir  con  luz,  mojas  tu  pluma. 

^         De  un  bardo  joven,  musa  inspiradora, 
Hiciste  de  su  pecho  la  conquista, 
A  su  alma  uniste  tu  alma  soñadora, 

Y  él  ha  encontrado  en  tí,  bella  señora. 
Alma  de  santa  y  corazón  de  artista! 

México,  18  de  Marzo  de  1905. 


342  JUAN  DE   DIOS   PEZA 


A    AGUASCALIENTES* 

LEÍDA  EN  «  EL  TEATRO  MORELOS  » 

EN  LA  DISTRIBUCIÓN  DE  PREMIOS  A  LOS  ALUMNOS 

DEL  INSTITUTO  CIENTÍFICO,   EL  5  DE  FEBRERO  DE   1905. 

¡Hijos  de  Aguascalientes,  yo  os  saludo  I 
Por  vez  primera  aquí  se  alza  mi  acento 
Desaliñado  y  torpe;  humilde  y  rudo; 
Mas  sírvame  de  escudo 
Que  expresa  la  verdad  de  lo  que  siento. 

Y  pues  vuestra  ciudad  encuentro  bella; 
Francos  y  sin  doblez  sus  moradores, 
Cada  joven  beldad  como  una  estrella; 
Lleno  el  campo  de  frutos  y  de  flores, 

Y  una  historia  que  marca  en  honda  huella 
Heroísmo,  valor,  justicia,  honores, 
¿Cómo  no  hablar  con  entusiasmo  en  ella? 

Yo  vengo  á  esta  región  encantadora 
Como  la  alondra  que  al  espacio  sube 
En  pos  del  primer  rayo  de  la  aurora. 
Que  nimba  de  oro  la  flotante  nube! 

Una  inmensa  atracción  :  la  simpatía 
Por  la  región  honrada  y  laboriosa 
Me  acerca  á  su  recinto  en  este  día  : 
I  Es  una  estrella  fija  y  luminosa 
Del  firm.amento  de  la  patria  mía ! 

Tierra  de  bendición,  tus  refulgentes 
Glorias  admiro  y  celebrar  me  halaga  , 
Yerguete  con  orgullo,  Aguascalientes, 
Recordando  á  tus  hijos  eminentes, 
Arce,  Primo  Verdad,  Chávez  y  Arteaga! 

Vuelve  ufana  tus  ojos  al  pasado 

Y  en  él  admira  al  mártir  denodado 
Que  en  época  sombría 

Es  el  primero  en  proclamar  osado 
Del  pueblo  la  inmortal  soberanía! 

«  Del  pueblo  sólo  emana 
Todo  poder  legítimo  y  sus  leyes ; 


POESÍAS  ESCOGIDAS  343 


El  pueblo  de  la  tierra  americana 
Ni  quiere  yugo  ni  ambiciona  reyes  », 
Así  clamó  Verdad,  y  adverso  el  hado 
Le  aprisiona  y  persigue  sin  embozo ; 
Entre  el  misterio  su  martirio  acrece 
Colgado  en  la  pared  de  su  calabozo! 
Aquí  nació  aquel  mártir  soberano. 

Y  esta  rica  región  fué  la  primera 
Que  dio  un  hijo,  vidente  sobrehumano, 
Que  soñé  en  dar  al  pueblo  mexicano 
Una  patria  inmortal  y  una  bandera! 

Ya  México  era  libre  y  fué  este  suelo, 
Cuando  la  Francia  profanó  sus  lares. 
El  que  con  ira  se  vistió  de  duelo 
Al  ver  á  Chávez,  víctima  expiatoria 
De  las  huestes  de  un  César  torpe  y  falso, 
Morir  en  un  cadalso 
Que  con  vivida  luz  bañó  la  gloria ! 

Bastaran  estos  hombres  á  esta  tierra 
Para  dar  á  la  patria  noble  ejemplo. 
Mas  muchos  son  los  que  su  historia  encierra, 

Y  se  la  mira  como  augusto  templo 

Tan  grandioso  en  la  paz  como  en  la  guerra! 

Hoy,  como  gloria  de  la  edad  presente 
Que  lega  á  las  edades  venideras, 
Está  el  cincel  creador  y  refulgente 
Del  escultor  Contreras! 

¿Lo  recordáis  ?  Lumínea  la  mirada  ; 
Gallarda  la  actitud;  ancha  la  frente; 
La  obscura  cabellera  alborotada, 
La  inspiración  ardiente! 

Bajo  las  anchas  alas  del  sombrero 
Un  rostro  medioeval  que  resplandece 
Como  el  de  un  indomable  mosquetero 
De  los  fastuosos  tiempos  de  Luis  trece. 

Un  adalid  que  sueña  en  las  conquistas 
Del  arte,  y  tiene  delicadas  manos, 

Y  que  vive  entre  bardos  y  entre  artistas 
Que  ampara,  quiere  y  trata  como  hermanos  I 


344  JUAN   DE   DIOS   PEZA 


No  ve  la  gloria  como  lumbre  fatua, 
La  sueña  y  busca  cual  polar  estrella, 

Y  al  labbrar  en  el  bronce  cada  estatua 
Le  infunde  vida  al  delirar  con  ella ! 

¿Por  qué  traidora  con  artero  lazo 
Lo  arrebató  la  pálida  homicida? 
¿Por  qué  la  suerte  mutiló  aquel  brazo? 
¿Por  qué  extinguió  el  Eterno  aquella  vida? 

¡Ah!  ¡nadie  lo  sabrá!  Los  hombres  ruedan 
Cual  las  hojas  del  árbol  al  abismo, 
Pero  en  sus  obras  inmortales  quedan, 
Que  el  artista  y  sus  obras  son  lo  mismo ! 

Vive  Fidias  ceñido  de  laureles 
Cual  vive  Rafael  de  gloria  lleno; 
Resuena  el  nombre  aún  de  Praxiteles 
Que  es  orgullo  y  blasón  del  pueblo  heleno, 
Como  el  augusto  Homero  y  como  Apeles. 

¡Así  eterniza  su  misión  el  hombre 
En  esta  amarga  vida  transitoria! 
¿Quién  no  sueña  un  laurel  para  su  nombre? 
¿Quién  desdeña  los  besos  de  la  Gloria? 

En  esta  hermosa  tierra  en  que  ha  nacido 
Tanto  patriota  noble  y  denodado, 
Cuyos  ilustres  nombres  no  ha  borrado 
La  mano  de  tinieblas  del  olvido. 

Nació  aquel  estadista;  aquel  vidente 
Que  el  bello  Miramar  llegóse  un  día 

Y  en  nombre  de  su  patria,  frente  á  frente 
Dijo  á  Maximiliano : 

«  Desconfía 
«  Del  grupo  que  monarca  te  pregona ; 
«  Eres  joven  aún,  gallardo  y  fuerte; 
<(  Los  que  vienen  á  darte  una  corona 
«  Te  llevan  á  la  infamia  y  á  la  muerte ; 
«  México  nunca  trocará  las  leyes 
«(  Que  dimanan  del  pueblo,  por  el  cetro 
f<  La  corona  y  el  manto  de  los  reyes. 
«  El  grupo  que  su  rey  hoy  te  proclama, 


POESÍAS  ESCOGIDAS  345 


«No  es  la  expresión  del  pueblo  soberano; 
«  México  ni  :e  quiere  ni  te  llama ; 
«  Allí  vas  á  morir,  Maximiliano, 
«  Y  á  perder  honra,  cetro,  vida  ú  fama!... 
«  Te  vienen  á  engañar,  está  en  tu  mano 
«  Librarte  del  cadalso...  niega,  niega 
<(  Tu  aceptación ;  segura  es  la  caída, 
«  Piensa,  inexperto  joven,  que  aquí  juega 
((  Un  puñado  de  ilusos  con  tu  vida !  » 
Era  el  que  así  sereno  le  auguraba 
Tan  triste  fin  en  su  imperial  recinto 
Al  soñador  Hapsburgo,  que  llevaba 
La  sangre  del  Gran  César  Carlos  Quinto, 
«  Jesús  Terán  »,  que  en  nuestra  historia  brilla^ 

Y  á  quien,  del  infortunio  ya  en  la  meta, 
Ya  próximo  á  morir,  en  la  capilla 
Llamó  Maximiliano :   su  profeta ! 

Hijos  de  este  verjel,  cuyos  aromas 
También  perfuman  los  cristianos  templos, 
Arce,  Castillo  y  Lomas, 
Son  de  virtud  y  caridad  ejemplos. 
Ellos,  con  santo  amor  y  fe  infinita. 
Tuvieron  por  insignia  en  este  suelo 
El  lábaro  inmortal,  la  cruz  bendita 
Que  alza  sus  brazos  señalando  el  cielo! 
Fueron  los  padres  del  que  sufre  y  llora, 

Y  Aguascalientes  los  miró  abnegados 
Como  soles  de  amor,  como  una  aurora 
Para  enfermos  y  pobres  y  olvidados. 

En  esta  hermosa  tierra  do  no  ofende 
El  dulce  clima  á  nadie,  tremolaron 
Sus  pendones  de  guerra  Hidalgo,  Allende 

Y  otros  héroes  que  á  México  ofrendaron 
Sus  vidas,  á  salvarle  consagradas. 
¡Aquí  flotan  sus  sombras  veneradas! 

Y  flotan  las  de  aquellos  esforzados 

Que  hicieron  siempre  el  bien,  que  es  el  secrete 
Para  ser  de  los  pueblos  respetados! 
Nin'guno  olvida  la  bondad  de  Nieto; 


346  JUAN   DE   DIOS   PEZA 


Los  honrados  esfuerzos  de  Cosío; 
La  caridad  augusta  de  Calera; 
La  abnegación  y  la  honradez  y  el  brío 
De  Gómez  Potugal.  y  su  denuedo; 
Ni  se  borra  del  pueblo  en  la  memoria 
El  progresista  afán  que  le  da  á  Hornedo 
Una  brillante  página  en  la  Historia. 

Y  no  es  adulación,  mis  labios  nuno« 
Con  ella  sus  palabras  han  manchado, 
Mas  h  verdad  tampoco  deja  trunca; 

El  pueblo  aplaude  á  Vázquez  del  Mercado, 

Que  con  amor  y  rectitud  le  guía 

Por  las  hermosas  sendas  del  progreso, 

Y  sobre  cuyo  nombre  pondrá  un  día 
La  gloria  su  laurel,  la  Fama  un  beso! 

Juventud  estudiosa  á  quien  alcanza 
La  dicha  de  la  paz,  que  el  bien  encierra; 
Que  no  nublan  el  sol  de  tu  esperanza 
Los  humos  pavorosos  de  la  guerra; 
Tú  que  esta  noche,  entusiasmada  vienes 
A  recibir  un  lauro  merecido 
Que  va  á  ceñir  tus  sienes 
Con  el  aplauso  de  la  Patria  ungido; 
Tú  que  sabes  y  miras  que  la  ciencia 
Es  el  sol  que  los  mundos  ilumina; 
Que  nutre  y  robustece  la   conciencia 

Y  al  bien  y  á  la  verdad  nos  encamina; 
<,  Imita  á  aquellos  inmortales  hombres 

Que  dan  gloria  al  Estado  en  que  han  nacido 
Propaga  la  'grandeza  de  sus  nombres; 
No  premies  sus  acciones  con  olvido! 

Y  en  la  edad  venidera,  cuando  alientes 
Ya  sabia,  libre  y  fuerte,  tu  victoria, 
Prueba  ante  propios  y  ante  extrañas  gentes, 
Que  es  tu  tierra  de  amor,  Aguascalientes, 
Templo  de  honor,  de  libertad  y  gloria! 


FIN  DE  LA  OBRA. 


insriDiGE 


Pág. 

Al   que   leyere       5 

Prólogo  7 


Hf» 


Parte  primera.  —  FLORES  DEL  ALMA. 


tre  las  yedras! 11 

Flores  muertas 12 

A  Víctor  Hugo 13 

Desolación 15 

En  el  panteón  de  los  Reyes 16 

Entre  ruinas 19 

Siempre  conmigo       ^ 

Latidos  mudos z^ 

Magdalena 23 

Mygdalia       25 

Confidencias  á  una  estrella 28 

La  última  cita 30 

¡Cree!         32 

Ausencia        34 

En  las  ruinas  de  Mi-tla 36 

Al  ahuehuete 38 

Al   calor  del   hogar 39 

Sin  sobre       41 


348 


Parte  segunda.  —  EL  ARPA  DEL  AMOR. 

Pd(j. 

Horas  de  pasión 43 

Amor  eterno 107 

En   mi   barrio 111 " 

Camino  de  la  villa 113 

Desde  el  balcón 116 

Primeree,  amores 117 

Mis  Llaves 11» 

En  vela '    ....  119 

En  Jalapa 122 

Coatepec        126 

En  la  íeria  de  Tlacotálpam 130 

Al  Papaloápam 133 

A  la  'encantadora  niña  argentina,  María  Elisa 

Mendoza 137 

Costeña 138 

A  Guadalajara .    .  140 

Al  partir  de  Guadalajara 142" 

¡Por  la  frontera! 145 

Parte  tercera.   —  HOGAR  Y  PATRIA. 

Mi    padre        147 

A  mis  hijas 149 

Fusiles   y   muñecas 151 

Gfear  en  casa 153 

MT hija  Margot 154 

Este  era  una  rey 156 

Patria        " 158 

El  Gran  Galeoto 163 

En  el  cielo  y  en  la  calle  ........     .165 

Nochebuena       170 

Cómo  es  Margot .  173 

Méjico    y    Eepaña 175 

•Teología  ínfantü 179 

Amigos  y  libros 182 

Mi  primer  nieto 184 


I 

M 
R 

I 


índice 


349 


Pág. 

11  prisionero   de  Papazindán 187 

Maximiliano 198 

Recuerdos  de  un  veterano 205 


I 


Parte  cuarta.  —  RECUERDOS  Y  ESPERANZAS 

Pág. 

ir  llorando 219 

Uti  consejo  de  familia 221 

Recuerdo        223 

Su  última  carta 225 

La  Saboyanita       229 

A  todos 232 

Nieve    del    estío 233 

La  ventana  desierta 236 

A   Garibaldi       238 

Las  flores 242 

A    Méjico       246 

Frente    á    Toledo 250 

Post-Umbra        255 

¡Por  Consuegra!  ¡Por  España! 258 

La   victoria   de  Tampico 261 

Terán  y   Maximiliano 264 

Tomas  Mejía 268 

¡Sola! 275 

na  respuesta  de  Miramón 283 


HOJAS   SUELTAS 


Tus  pestañas 285 

En  memoria  del  general  Carlas  Pacheco  .    .    .  287 

El  Callejón  del  Monstruo .290 

A  Francia 298- 

Poesía  recitada  por  el  autor  en  el  gran  teatro 

Juárez,    de  Guanajato 300 

Soneto        307 

Al  Paraguay 307 

Un  duelo       314 

A    Raúl    Mercado       317 


350  'NDICE 

Pág. 

Poesía  pronunciada  en  la  solemne  inauguració¡n 

del  «  Ateneo  Mexicano  Literario  y  Artístico  »  319 
En  la  colocación  de  la  primera  piedra  del  mo- 
numento conmemorativo  de  la  Independencia 

de   Méjico       322 

Poesía  recitada  por  su  autor  en  la  velada  fúne- 
bre en  honor  del  ilustre  ingeniero  Manuel  M. 

Contreras       325 

¡Por  América! 327 

Versos  de   barro 328 

Poesía    de    Maximiliano 330 

A  mi  hija  María 330 

En  memoria  de  la  señorita  Isabel  Hernández  .  331 

Poesía  recitada  por  el  autor  en  las  Vizcaínas  .  33? 

Marmor   ipudoris        337 

A  la  niña  Teresita  Cestero  y  Mangual    .     .     .  339 

Plumas    doradas        340 

En  el  álbum  de  Teresita  Mangual  de  Cestero  .  341 
A  Aguascalientes,  leída  en  el  «Teatro  Morelos  » 
en  la  distribución  de  premios  á  los  almnnos 

del  Instituto  científico 342 


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Py 

Peza, 

Juan 

de 

Dios 

7297 

Poesías 

escogidas 

P38P6 

1905