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THE
nettie lee benson
latín am!::iican collection
of
The General Librari«i
Univcrsiiy of Texaa
C,
4S60IR7
EDUARDO WILDE
-vf^lfgr-
l
...1
POR MARES I POR TIERRAS
-Hl\r-
I. Europa: Varios puntos.
II. Áfirica: Costas obl Mediterráneo.
III. Sud Amériea: Chile i Perú.
IV. Al rededor del mondo : Itinerario de viaje desde Bue-
nos Aires : Inglaterra, Alemania, Francia, Italia, Ca-
nal de Suez, Mar Rojo, Ceylan, China, Japón, Honolulú,
Norte-América, Lisboa i Rio de Janeiro.
BUENOS AIRES
87671— Imprenta, Litografía y Encuauernación de Jacobo Peuser
Calle San Martín esquina Cangallo
1899
EUROPA : VARIOS PUNTOS
Lo que no he visto he leído i solo he
tomado de los ajenos datos, cuando los
he necesitado, los mas dignos de crédito
por la autoridad de los escritores que los
consignan i la recíproca confirmación de
sus informes. - Habrá, no lo dudo en mi
trabajo,- muchos errores, pero no en lo
observado por mí directamente, a menos
de haberme engañado a mí mismo.
Salimos por segunda vez de Buenos Aires, capital de
la república arjentina (Sud América), el 16 de julio
de 1892 — ¿Quiénes salieron? preguntará el lector —
«Nosotros, le contesto, los que salimos i bástele esto» . . .
Pero no; prefiero decirle desde luego, quienes somos
nosotros porque ello puede ser útil en el curso de mi
narración.
Nosotros somos: un servidor de usted, la señora Gui-
llermina, alias esposa de un servidor de usted i Bau-
tista, hombre provecto a quien llaman FA Intendente no
sé por qué, ni atino a calcular de qué lo sea.
Con nuestro amigo Romualdo Urtubey i su joven i
preciosa señora, nuestros compañeros de viaje de Bue-
nos Aires a Europa, bajamos en Río de Janeiro i pasamos
una noche en la montaña en un hotel vecino al Corco-
bado, pico al cual subimos al dia siguiente, i de cuya
cima miramos el glorioso panorama de la comarca.
Desde allí como de las alturas donde teníamos nuestro
alojamiento, se ve también durante la noche la ciudad
— 4 —
iluminada como si fuera un pedazo de cielo tachonado
de estrellas caído en el valle. El espectáculo es una
fiesta para los ojos.
Llegamos a Jénova el 6 de agosto i salimos el 12
para Pegli, un pueblito de baños donde pasamos una
temporada mui bien, nadando yo a mi gusto en el mar i
gozando de la franca i buena sociedad de los concu-
rrentes a la playa.
Allí tuve ocasión de examinar por primera vez la vida
de esos nobles arruinados o pobres de nacimiento, que
de todas partes de Europa van a los sitios de baños
donde la vida es relativamente barata. Mis investigacio-
nes me causaron tristeza, como la causa siempre la
comprobación de una decadencia; sin embargo, un
conde que era una deuda ambulante pero mui caballero,
me hizo reir una vez, diciéndome con sinceras mues-
tras de la mayor gratitud i admiración por mi genero-
sidad: «Oh, porqué hace usted eso» a propósito de un
desembolso a su favor de ochenta céntimos.
*
* ♦
El 3 de setiembre volvimos a Jénova y nos instalamos
en un departamento de la Via Assaroti, para asistir a
los biailes i fiestas que se preparaban con motivo de
celebrarse el centenario de Colon i de la presencia del
rei, la reina i su corte.
Las fiestas populares fueron insuperables en su oriji-
nalidad i atractivo. Hubo cabalgatas características,
iluminaciones, juegos i funciones gratuitas en los teatros.
A mas se ofreció a sus majestades cuatro bailes. Se dio
el primero en tres palacios convertidos en uno, mediante
arreglos transitorios. La reunión fué colosal. Allí esta-
ban representadas casi todas las naciones del mundo por
sus ministros i sus marinos, i las tres mil personas que
circulaban en los salones, fueron atendidas con esmero
por el numeroso servicio.
El segundo, tuvo lugar en el palacio del señor Raggio,
castillo situado en una especie de península de rocas que
entran al mar. Nada de mas bello i lujoso puede imaji-
— 5 —
narse a mas de la brillante sociedad e irreprochable ser-
vicio, la concurrencia pudo ver desde los balcones i
jardines los fuegos artificiales encendidos en los buques
i botes que jiraban frente al castillo. Este baile valió el
título de Conde al señor Raggio.
El tercero, dado en el Palacio i villa Palavicini, por su
propietario, fué una maravilla. Los invitados ocupaban
los salones i los jardines, 1 en todas partes se bailó. Las
mesas servidas con un lujo extraordinario i la casa ador-
nada i preparada en horas, dejaron sorprendida a la
sociedad jenovesa. El Príncipe de Centurión dio el
cuarto baile, no menos notable que los otros, siendo el
principal adorno de la fiesta la bellísima mujer del invi-
tante.
La Esposicion abierta, era otro de los atractivos ; —
su arreglo i la variedad i número de los objetos espues-
tos superaron toda esperanza.
Durante las fiestas hubo iluminación en el puerto, en
la ciudad i en las colinas contiguas; nosotros la vimos
del Brown, buque de guerra argentino, en cuya cubierta
se improvisó también un baile. Nuestro ministro el doc-
tor Viso, fué por su buen humor el eje de la fiesta; nues-
tro almirante Solier recibió cordiales felicitaciones por
la espléndida cena con que nos obsequió.
Salimos de Jénova para Turin el 25 de setiembre, i
llegamos a «La Mandria» castillo del marqués de Me-
dici, donde pasamos siete dias. Luego fuimos en escur-
sion a la propiedad de otro Medici, D. Juan, mi compa-
dre, constituida por la mitad de un grande i antiguo
castillo. Después visitamos la rejia morada i parque
Gavone que fué de la Duquesa de Jénova; — los actua-
les propietarios lo quieren vender, — pero ya no es
tiempo de castillos — está mas que arruinado, descuidado.
*
- 6 —
El 3 de octubre nos trasladamos a Aix-les-Bains : —
No por cierto en la estación propicia, pero así era mejor.
Allí hicimos lo que hacen todos : paseamos en bote por
el lago Bourget, subimos al Revard, hicimos las otras
escursiones de regla. Anduvimos por la villa de las
flores, asistimos al Cerele, i oimos como cuarenta con-
ciertos. Conocimos una buena cantidad de ingleses,
entre ellos Mr. Harvey, un joven con un espantoso reu-
matismo diformante i una señorita Andrée Goddard,
niña mui bonita, a quien dejé mas linda aun sacándole
dos lunares de la cara.
* *
El 15 de octubre salimos de Aix-les-Bains i llegamos
a Lion — ahí recorrimos la ciudad, visitamos una fábrica
de tejidos de seda, donde por primera vez examiné las
máquinas de tejer i entendí como se hacia los dibujos
en las telas por medio de cartones agujereados. Luego
visitamos los preciosos invernáculos del parque. Lion es
una ciudad mui linda; me pareció que la belleza en las
mujeres era jeneral, i las bonitas mui bien constituidas.
Me imájino que toman especial cuidado en acomodar sus
vestidos como para lucir «les hanches» (caderas es pa-
labra fea). Aun las jóvenes mas delgadas ostentan formas
seductoras.
Salimos para Barcelona el 17 de octubre; pasamos
en el tren una mala noche; — no habia vagones con cama
ni otras comodidades indispensables.
Para poder ir solos en un coche, hubimos de pagar
clandestinamente una propina al guarda tren; después
me apercibí de lo inútil de mi falta, pues los coches iban
casi vacíos. Ademas, como no los habia de 2» clase,
I pagué boleto de I» para nuestro asistente, i lo hice
\L'* (/> con gusto.
Al llegar a la frontera sufrimos la inspección de
aduana i una médica ridicula. Conmigo fueron políticos
1 1 '
los empleados; todo pasó bien, excepto lo relativo al
bagaje; no sé por qué causa dejaron un baúl en la esta-
ción i debimos hacer telegrama para recuperarlo.
* *
i Cómo rae gustó Barcelona desde el primer momento í
Paramos en el hotel de Oriente, sobre la Rambla,, una
calle ancha, con grandes árboles i siempre llena de
jente. Apenas instalados nos dijeron que debiamos pre-
sentarnos a la inspección médica durante 7 dias con-
secutivos. Bueno: eso supone que la Sanidad allí ha
descubierto las siguientes tonterías: I», que con tal de
no enfermarse en 7 días, no trae peligro la residencia
del que viene de pais infestado ni el hecho de comuni-
carse libremente con todos. 2©, que lo peligroso es la per-
sona i no el bagaje. 3o, que la incubación del cólera
dura 7 dias. 4o, que todos han de ir a presentarse de
puro inocentes cuando los ajentes sanitarios- no disponen
de medios coercitivos. 5o, que ciertas partes del mundo
no quieren abandonar rutinas inesplicables, (este es des-
cubrimiento de los pasajeros).
Ponen cuarentenas a los buques provenientes del Bra-
sil i por esto perjudican inconsideradamente su comercio,
sin salvar siquiera sus aprensiones, pues los pasajeros
del Brasil, rechazados el dia antes, les llegan al dia si-
guiente de Jénova, donde tienen el buen sentido de no
ser medioevales en esto. El médico que nos examinaba
a ver si teniaraos cólera, parecía él mismo, un cadáver;
era una antigualla exhumada ; no hacia caso de razones,
todo su criterio estaba encerrado • en estas palabras :
«nos lo manda el reglamento». Estando en la oficina
de este antidiluviana, entró á ella una niña que se habia
clavado en la mano una aguja de tejer, de esas de gan-
cho. Yo se la habría sacado en un segundo i sin esfuer-
zo, pero el cirujano de las Cruzadas, conservaba sus
fueros i no me atreví a ofrecerme; él se atrevía a todo;
arremetió a la niña i tomando la aguja con todas sus
ganas se ^uso a revolver con ella haciéndola jirar en
varias direcciones i tirándola a veces ; la niña daba gri-
— 8 —
tos lastimeros; — la aguja no salió. Entonces el cirujano
aquel, cansado de forcejear dejó la tarea diciéndome:
« vea usted, si no la saco, atravesaré con ella la mano ;
le romperé el gancho en el dorso de ella i la sacaré así
fácilmente». Pero, observé yo, usted corre peligro de
herir el arco palmar, lo que es grave, mientras que con
una lijera torcion i fracción al mismo tiempo . . . La nina
quedó allí llorando ; no sé si mi ilustre colega la mató
mas tarde.
Saliendo de allí vemos bastante jente en todas las
calles ; muchas mujeres de paseo, algunas, pocas, lindas,
casi todas con una cintura admirable, increíble en ciertas
jóvenes que la tenían menos gruesa que la cara contras-
tando con las formas inmediatamente inferiores, en las
cuales la naturaleza catalana ha echado el resto; enjam-
bres de mendigos incómodos, pesados como moscas de
campo, o como vendedores de billetes de lotería ; no
me dejan andar; si me paro acuden en tropel diez o
doce i se pelean por establecer la prioridad del fastidio.
« Yo lo vengo siguiendo desde hace media hora», objeta
uno; «yo lo sigo todos los días» dice otro. Este asunto
de los mendigos es una de las grandes mortificaciones
en España. Aparte de la imposibilidad de darles plata a
todos, el viajero no puede marchar ni pararse, ni hablar
con persona alguna, porque el mendigo lo asedia cons-
tantemente repitiéndole al oido su pedido. Añádase a
esto que los mas fastidiosos no son los mas necesi-
tados. Una vez rodeado de cinco ciegos falsificados o
cojos de encargo, saco una moneda de dos francos i
pregunto a uno si tenia cambio, ¡ todos tenían cambio !
Le instalan a uno sus deformidades, le meten por los
ojos sus brazos mutilados, i lo mortifican constantemente.
Con qué derecho se impone esta tortura al transeúnte?
Puede un hombre por sólo ser o llamarse mendigo,
seguir a otro una hora molestándolo, i no podrá el
perseguido usar siquiera de la facultud de defenderse i
repeler al importuno con mal modo? Debe haber aquí
una fábrica de pordioseros lejítimos i otra de falsifica-
— 9 —
dos ; todos tienen por sí o por sus acólitos un plato de
metal que exhiben a modo de diploma ; algunos simulan
ser músicos aun cuando su violin no tenga cuerdas como
le sucede al del hombre que hace guardia en la puerta
de mi hotel para tomar fresquitos a los pasajeros a su
salida. Varían hasta el infinito las modas de pedir, i sue-
len ser-graciosos : uno me dice, « a ver pues, hombre,
como suelta usted una perra chica a este desgraciao >.
(Una perra chica es cinco céntimos de peseta).
*
* *
Vengo de un café donde se reúne la clase dirijente:
políticos, literatos, poetas, banqueros, altos comercian-
tes i sujetos de la nobleza. A mi lado en una mesa habia
cuatro caballeros discutiendo sobre elecciones, i uno de
ellos contestando a un periodista le soltó el siguiente
discurso, que contiene muchas verdades : « Ustedes los
demagogos, es decir, los periodistas, supuestos defen-
sores del pueblo, apenas si lo conocen. Si el pueblo es
el conjunto de todos los habitantes de una comarca o
ciudad, ningún calificativo de los que ustedes le dan le
conviene, i todos los que se le aplique, ya sea para en-
salzarlo, ya para deprimirlo, serán falsos i caprichosos.
Si pueblo no es, eso será una mayoría o una minoría de
individuos que en un momento dado, con palabras o con
hechos expresa una pretensión o reclama a nombre de
todos, actos o reformas i entonces no tiene los derechos
que se atribuye, i asume actitudes falsas verificando una
usurpación. Si pueblo no es ninguna de las dos entida-
des mencionadas, será entonces lo que todos entende-
mos sin definir o creemos entender cuando ponemos la
palabra <i pueblo » en representación de la idea, como si
el sujeto señalado tuviera una existencia individual i una
fisonomía propia. Bien, pues, si pueblo es aquello que
todos invocamos cuando queremos hacernos pasar por
abnegados, jenerosos, altruistas, humanitarios, austeros,
caritativos, independientes, desinteresados i nobles. Si
pueblo es la esencia de un sujeto que los demagogos,
los aspirantes i los hipócritas simulan defender no
— 10 —
abriendo jamás la boca sino para ponderarlo, embrave-
cerlo i utilizarlo. Si pueblo es el mito convencional en
cuyo nombre hablan todos los audaces sin fé, los ora-
deres mediocres que buscan el aplauso con las palabras
sonoras o simpáticas al auditorio, los periodistas desal-
mados capaces de cometer todos los crímenes, los polí-
ticos sin conciencia, los sediciosos, los desconformes
con el orden establecido, los novicios inocentes que
persiguen el éxito invocando la fórmula contra ía cual
nadie combate i cuyo nombre excluido de toda contro-
versia por la rutina basta para protejer al que lo pro-
nuncia, como un estandarte sagrado ; los ociosos sin
profesión i sin pan que se declaran defensores de los
nobles principios i protectores de la humanidad para
vivir a sus espensas; los austeros que viven en la po-
breza por especulación o por impotencia; los viciosos
de todas las esferas i de todos los gremios, los perver-
sos disfrazados de santos, los perseguidos con razón
por la justicia, i por fin los descontentos con su suerte,
que echan de ella la culpa a la lei, a la fortuna o al go-
bierno, i los desgraciados en sus empresas que esperan
cambiar su presente con un cataclismo jeneral. Si pueblo
es el sujeto, el motor o el orijen de todas estas ilejitimi-
dades, yo declaro que en mi idea, el pueblo es inculto,
servil, ignorante, veleidoso, inconsciente, inmoral, bajo,
cobarde, cruel, estúpido, soez, irracional, corrompido,
criminal, innoble, adulón, rastrero, egoísta i digno sólo
de ser tratado a latigazos i a palos.
Si es pueblo la masa humana que ha venido envile-
ciéndose desde la aparición del primer rudimento de
sociedad; si el pueblo adora a Dios i a los ídolos alter-
nando sus fanatismos, para aborrecer i matar siempre
en nombre de todos; si el pueblo desterró i sacrificó a
sus virtuosos benefactores en Grecia; -^yudó a los tira-
nos i fomentó las atrocidades de los emperadores roma-
nos, crucificó a Jesucristo, lapidó a sus predicadores i
profetas, quemó inocentes con la- inquisición, persiguió,
asesinó é incendió en nombre de todas las relijiones.
Si es el pueblo el ájente que cortó la cabeza al pobre
i buen hombre Luis XVI, a María Antonieta i a infinidad
— II —
de inocentes varones, mujeres i criaturas ; el que degolló
millares de hombres con todos los caudillos sombríos,
el que fué cobarde i adulón con todos los tiranos sangui-
narios, el que les prestó mano fuerte e hizo posibles i
duraderas sus execrables matanzas i vejámenes; si él
fué quien quemó a Giordano Bruno, persiguió a Galileo
i se levantó para sostener el oscurantismo i ahogar la
ciencia en todos los paises i en todas las épocas, si a él
es a quien vemos perpetuamente en armas contra la
razón i resistiendo con la injuria i con la chuza a todo
cuanto signifique civilización i adelanto en nombre de la
rutina esplotada siempre por los perversos a quienes
obedece ciego e inconsciente; si no comprendió jamás
un principio elevado ni una palabra de cultura ; si no
tiene idea de la belleza ni paladar, ni gusto, ni senti-
miento estético ; si todo progreso ha debido serle im-
puesto, i si hasta para hacer bien a su descendencia, es
necesario someterlo o matarlo; si es el juguete peligroso
del primero que halaga sus pasiones siempre estremas i
brutales; si eso todo es el pueblo, yo no lo respeto, no
lo amo ni le tengo lástima ; su ferocidad me repugna, su
servilismo me inspira desprecio, i sus pretensiones al
gobierno en nombre de la mas supina ignorancia i de la
falta de toda idea positiva, noble i consciente, me parece
soberanamente ridicula. »
¡Si el pueblo leyera estas pajinas i quisiera hacer una
de las suyas, hallando al autor á tiro, no dejaria de ase-
sinarlo ! A lo menos mil hombres, en nombre del pueblo
ultrajado, se reunirían para castigar a uno solo, y así
probarian con un nuevo hecho la verdad de la tesis que
sostenia el bravio orador del café barcelonés.
♦
Circulan por la Rambla en ciertas horas, como diez
mil personas. Al ver tal afluencia, me preguntaba yo a
mí mismo « ¿ Todos andarán de paseo como yo ? ¿ Serán
desocupados ? { A qué hora trabajarán i ganarán su ali-
mento i su vestido? {Habrá en Barcelona algún ájente
poderosamente rico que mantenga en la ociosidad a
— 12 —
estos viandantes?» De cien individuos del sexo mascu-
lino, noventa estaban fumando. La costumbre de fumar
es en Barcelona universal; se fuma en todas partes; en
los teatros de segundo orden, el director de orquesta i
los músicos fuman durante la representación, i lo mas
raro es, que lo hacen hasta los que tocan instrumentos
de viento ; no sé cómo. En el Tíboli, un teatrito sin pre-
tensiones, veo a un ájente de policía colgar un cartón
con este letrero : « Por disposición del Gobernador es
prohidido fumar», para dar el ejemplo de obediencia,
fumaba con todas sus ganas mientras suspendia el cartel.
¡Juro por Dios i los Santos ser esto la pura verdad!
* *
Conocí a Mr. Simón, Jerente del Banco «: Union de
España é Inglaterra ». Este caballero fué mui bondadoso
i amable con nosotros. Nos presentó a una de sus hijas,
señora casada, i al marido de ésta, i nos invitó a dar un
paseo por la montaña en los sitios llamados Tibidabo,
Vallvidrera, i Pabellón de la Reina. Fuimos en carruaje
acompañados por el Sr. Simón, su hija, su yerno i su nieta.
La hija se llama Jessy, es inglesa ; pero parece andaluza
por el color i por la gracia; elegante, airosa, esbelta; sus
ojos acarician cuando miran, i hai tal enerjía de vida en su
semblante, que apenas comprende uno como puede exis-
tir una fisonomía tan deliciosa, sin provocar conflictos a
cada paso. Añádase a esto i al encanto atrevido de su
nombre, Jessy, una sencillez de costumbres fuera de toda
previsión i una libertad de lenguaje en la cual la natura-
lidad está unida al candor i a la mas esquisita familiari-
dad. Su hijita es una de esas criaturas inglesas con enor-
mes ojos azules, redondos, inocentes hasta un grado
alarmante i con un cutis color de leche boreal, (me per-
mito introducir en el lenguaje esta nueva espresion.) El
marido de Jessy no posee los encantos estatuarios de su
distinguida esposa, pero tiene en cambio otras cualida-
des : habla poco, bien atinadamente i revelando buena
instrucción. Es cojo (eso no es un defecto desde el tiem-
po de Lord Byron); se rompió el muslo i la pierna, es
— 13 —
decir, todos los huesos largos de uno de los miembros
inferiores, el derecho, en las minas de Sierra Nevada,
donde estaba empleado en calidad de injeniero. Bajaba,
dice, en unO de los cajones que transportaban a los
mineros, cuando se rompió la cuerda de suspensión i el
cajón fué a dar al fondo con su cargamento humano.
Este accidente i sus consecuencias, lejos de haberle qui-
tado méritos, lo han hecho mas interesante.
Almorzamos en Vallvidrera, subimos al pabellón de la
Reina, elojiamos todo cuanto vimos i volvimos como se
vuelve de todas las excursiones, mas cansados que satis-
fechos.
Tocóme a mi vez invitar a otra excursión. El paraje
elejido para ella fué el Santuario de Monserrat, habitado
por la Vírjen del mismo nombre, servido por el ferro-
carril de Barcelona a Monistrol i por el de engranaje de
este punto hasta el sitio mas elevado accesible de la
montana; fomentado por innumerables devotos i explo-
tado por no sé cuantos religiosos. El Santuario tiene
anexos i dependencias destinadas a objetos piadosos,
como son fondas, hosterías i alojamientos para pasaje-
ros ; además, una iglesia en un plano inferior al del San-
tuario. !Las jentes devotas pasaban allí la noche, cuando
no había ferro-carril de engranaje; ahora pasan sola-
mente parte del dia i lo emplean en comer, en besar la
mano a la imajen de Nuestra Señora de Monserrat, en
beber, en dar limosna a las reliquias, en hacer procesio-
nes hasta la gruta donde la dicha imajen estuvo ocupada
de milagros, i en asustarse de las caras grotescas que los
empresarios del Santuario han dibujado en los mamelo-
nes de las peñas, figuras hechas probablemente por las
aguas de lluvia, sin la idea de prepararlas para futuras
esplotaciones.
El espectáculo que ofrecen los cuartos i salones, pasa-
dizos i escaleras de las fondas, mientras comen los pere-
grinos por centenares de docenas, es por demás curioso
i animado; casi todas estas fondas han sido conventos o
— 14 —
pedazos de ellos, pero hacen ahora su nuevo oficio como
si nunca hubieran hecho otra cosa.
Si las procesiones son interesantes para la salud del
alma, no lo son menos para la del cuerpo; los bailes al
aire libre con que los fieles se preparan para entregarse
en buenas condiciones a los piadosos encantos de sus
actos religiosos. Ellas se verifican a lo largo del camino
por la montaña. Los fieles llevan cruces, estandartes,
cirios encendidos i a sus novias del brazo. Un fraile pre-
side la marcha; se para cuando le da la gana; se arro-
dilla, reza en alta voz, se levanta, se da vuelta a correjir
la alineación de los concurrentes i recomienda muchas
almas a la indulgencia de la vírjen de Monserrát i de otros
Personajes de la corte celestial. Los peregrinos cantan
en latin infinidad de rezos mui propiciatorios, pero ningún
empresario de teatro se atreveria a contratarlos para dar
una ópera de Wagner.
Tuvimos ocasión de tratar al Sr. Macphersen, cónsul
de Inglaterra, i a su familia.
El es un hombre distinguido i un literato erudito ; ha
traducido en verso a Shakspeare mui bien. Me regaló
un ejemplar de sus obras, que son mui apreciadas, sobre
todo en Alemania. Nos hicimos grandes amigos ; jugá-
bamos al ajedrez todos los dias, aun cuando él podia ser
mi maestro en la materia,
* *
He debido hablar antes del Sr. Calvari, cónsul jeneral
de la República Arjentina en España, i de su amable
familia, cuya relación i amistad cultivamos desde el pri-
mer dia de nuestro arribo. No hubo atención que no nos
prodigaran ; en su casa hemos encontrado la mas franca,
sincera i afectuosa acojida. El Sr. Calvari nos prestó
delicados servicios i nos habria puesto en contacto con
todo lo principal de Barcelona, si lo hubiéramos consen-
tido. Solo aceptamos que nos presentase a un número
— 15 —
reducido (Je personas de su relación, entre ellas al señor
Dr. González de Montalvan i su familia, compuesta de la
señora, tres niñas i- un joven. En casa de este señor, que
era Presidente de los Tribunales y vivia en la audiencia,
conocimos varios jueces, fiscales i otros funcionarios.
En una de nuestras visitas, después de recorrer la casa
i admirar unos ornamentos viejos de mucho mérito, per-
tenecientes a la capilla, la señora de Calvkri, su hija,
la mujer de Montalvan, sus tres hijas, Guillermina i ) o,
entramos a la sala del Tribunal i asistimos a un juicio.
Se trataba de un joven acusado de haber roto el brazo
a otro, tirándolo por encima de una silla, i con motivo
del examen del acusado i testigos por el juez, el físcal i
los abogados, las niñas de Montalvan, muí listas e inteli-
jentes, hacian las observaciones mas picantes; la menor
sobre todo, un pequeño diablo, tenia ocurrencias gracio-
sas i oportunas. Difícilmente se encontrará criaturas mas
agfradables que estas españolitas, masfínas, mas bien edu-
cadas, mas sencillas i mas alegres. Como los sacristanes
que pierden el respeto á las imájenes de los santos, a los
ornamentos, a los altares, a la iglesia i aun a los curas,
a causa de su familiaridad con estos objetos i personas,
así las tres muchachas se lo han perdido a los jueces i a
las insignias de la judicatura; se visten con las togas,
se ponen los bonetes de esos dignos majistrados i quedan
verdaderamente adorables con sus caras jóvenes i viva-
rachas en su estraño disfraz. Conservamos un retrato de
ellas en ese traje de divertida fantasía.
Una vez almorzamos en casa de Calvari con dos de
estas nuestras espirituales amiguitas. La conversación
fué animadísima, sazonada con espresiones exóticas en
boca de muchachas, pues los términos jurídicos no esca-
seaban en la charla ; nos narraron varios procesos ; una
habló del Fuero Juzgo con la mayor desenvoltura ; las
dos eran partidarias de la pena de muerte i probaban
con el relato de ciertos crímenes cuyos detalles conocie-
ron, la lejitimidad i moralidad de su juicio. El contacto
— 16 —
con los letrados les había dado una erudición seria sobre
muchas situaciones de la vida, i era de ver el efecto
estraño que hacian las máximas i sentencias al salir de
aquellos labios casi infantiles. Joaquina, así se llamaba
una de ellas, soltó este aforismo: «Todos los mates
vienen de la Francia; la España no hace mas que imitar-
la; vean ustedes las modas, las costumbres de las muje-
res libres, tema constante de los diarios franceses, tra-
tado siempre con elojio, i por fin, las esplosiones de
dinamita ». La otra, Elvira, criticó grandemente la falta
de diversiones sociales inocentes, la supresión de las visi-
tas de los jóvenes a las familias i la sustitución de ese
pasatiempo por la asistencia a los cafés, los clubs, las
casas de juego i otros perniciosos entretenimientos que
apartan a los hombres de la senda de la moral, de la
salud i del hogar honrado. La menor de las tres, María
Rosa, el diablito preferido, no estaba allí. La tal María
Rosa, sin ser bonita, enloquecerá a muchos de sus con-
temporáneos, i si se casa, dominará a su marido, hacién-
dolo feliz.
La hija de nuestro cónsul Calvari, es una muchacha
llena de méritos, bastante instruida; ha hecho muchas
lecturas, toca mui bien el piano i el arpa; es además
buena cocinera i canta con gusto. Se llama Geyita como
su mamá, es el encanto de sus padres ; su especialidad
en letras es el conocimiento de las campañas de Na-
poleón I.
El Gobernador de Barcelona, Sr. Blanco, a quien
también me habia presentado Calvari, me pagó mi visita
el mismo dia. No he tratado un hombre mas amable i mas
franco. Sentí haberlo conocido solamente pocas horas
antes de nuestra partida, aun cuando si así no hubiera
sido, el señor Jeneral me habría vuelto loco a invitaciones,
manteniéndome en circulación constante, según lo mani-
festó. Su mujer se habria apoderado de Guillermina, i las
dos habrian vivido en el teatro. En casa se encontró con
Jessy, i parece que ésta le hizo una fuerte impresión.
— f7 —
Debí también conocer un exelénte funcionario, el
Alcalde ; pero no fui a veHo, porque lo juzgue contra-
riado por los motivos que le habian obligado a renun-
ciar su puesto en esos días. Aquí también el pueblo, la
opinión pública, es decir, la prensa, persigue a los bene-
factores de la ciudad, de la comarca, de la. nación
i del jénero humano.
Ya próximos a embarcarnos, tuvimos el gusto de ver
á Urtubei i su mujercita, Belinda Pura Piatini, cuyo nom-
bre armonioso le viene de molde por ser linda i pura,
dejando él Piatini solo como una adición tradicional. Se
encontraron de manos a boca con Guillermina en la
Rambla, i se pusieron por esto a gritar como unas locas.
A mí no me sorprendió su llagada : I» Porque cuando
entraron en marcha triunfal a nuestra salida del hotel, yo
estaba jugando al ajedrez con Macphersen ; mientras uno
juega al ajedrez, no ve nada ni se sorprende por ninguna
causa ! 2o Porque yo habia pencado verlos aparecer en
Barcelona de un momento a otro. Nos contaron sus via-
jes por Suiza i Francia, llamándonos la atención un inci-
dente raro que les acaeció en un hotel. Belinda estaba
durmiendo, según el relato, con aquella profundidad de
sueño propia de las mujeres jóvenes i sanas. Urtubei
escribía carta tras carta a todos los habitantes de la
América latina. Eran" las dos de la noche ; la puerta del
cuarto estaba cerrada. Urtubei se levantó con la con-
ciencia del deber cumplido i se encontró de pronto con
un hombre de pie al otro lado de la mesa ; el pelo se le
puso de punta, según su propia expresión, sus dedos se
convirtieron en ganchos, i con el furor irreiflexivo natural
en semejante situación « Un hombre », gritó, e iba a lan-
zarse contra el intruso, quien por su parte se aprestaba
a la defensa con iguales ademanes, cuando reconoció su
propia imájen en el espejo de enfrente.
Belinda despertada por el grito i toda despavorida,
gritó a su vez : « ¡ Qué, hai 1 . ! . un hombre ! ...» Sí, con-
Por tnares i por tierras 2
— 18 —
testó Urtubei . , . pero ese hombre soi yo ! Y aun cuando
riéndose contó su error, Belinda continuó temblando por
dos horas.
Guillermina i su amiga tomaron en Barcelona los dias
por su cuenta i hablando incansablemente sobre vestidos
i sombreros, recorrieron las calles i las plazas. Urtubei
i yo paseamos por el precioso parque, sitio de la
reciente esposicion, vagamos por parajes solitarios
huyendo de la vecindad de los museos i de las otras
curiosidades. Con todo, una tarde invitamos a las seño-
ras a subir al monumento de Colon, i por el hueco de su
columna, como cuatro entosoarios, trepamos a la cum-
bre desde donde vimos a través de vidrios de colores, la
ciudad violeta, el mar amarillo, el puerto rojo, la cam-
piña azul, el cielo café i los caballos de los tranways»
verdes.
* *
Durante ciertas horas en la Rambla perfumada, flan-
queando su sección mas concurrida, se instalan tiendas
improvisadas de riquísimas flores. Las jóvenes mas apues-
tas, brindan allí sus ramos i sus gracias a los galanes
reacios, que si bien se arruinan en la compra de rosas,
jazmines, nardos, violetas i claveles, tramitan con cierta
tibieza el espediente de un amor demasiado ofrecido para
ser ambicionado.
Esta parte del paseo, o arteria central de la ciudad,
es deliciosa; todo en ella es animado i tiene el aire de
una alegre fiesta.
Nos embarcamos el dia 23 a las 9 de la noche, en el
vapor « Cabo Palos », de 2,300 toneladas. Capitán
Gregorio de Belaunde Alvarez, un muchacho simpático i
bondadoso. Tomé las cuatro literas de un camarín para
estar cómodo i Bautista se instaló en el camarote contí-
— 19 —
guo. El mar estaba tranquilo i el cielo estrellado con-
vidaba a revolver recuerdos agradables.
Al amanecer llegamos a Tarragona; en seguida baja-
mos a tierra, i nuestra primer visita fué a una iglesia
donde un viejo cargado de rosarios, sopando su mano
sucia en la pila de agua bendita, nos brindó un poco
del salado líquido ; yo lo tomé i me hice con él una cruz
colosal en la frente; pagué diez céntimos al viejo i me
encontré satisfecho de poder borrar a tan poca costa
un resto de pecados veniales, lo único que podia que-
darme, dada mi condición de hombre casado, por ser
cosa averiguada que la vida conyugal purga de pecados
mortales al marido. En seguida paseamos por las calles
i después de rezar en otra iglesia, fuimos a conocer la
catedral. Un sacristán nos la mostró, con aquella pesa-
dez característica de los propietarios, sin economizar
rincón ni tallado, altar, claustro ni sepulcro. Yo no sé
como me someto a semejantes torturas , después de
haber visto mil iglesias i estar curado de sorpresas en
cuanto a la erudición pedantesca, trunca i apócrifa de los
sacristanes. Mientras sufríamos nuestro martirolójio, nos
dio caza un joven llamado Eujenio Saugár, por encargo
del cónsul argentino, Sr. Juan Gasset i Matheu ; llevaba
un coche i las intenciones mas siniestras ; se proponía
hacernos recorrer el contorno de las antiguas murallas i
mostrarnos el museo. Las dos cosas hizo con una cruel-
dad increíble. En el museo se admira obligatoriamente
unas cuantas piedras viejas, restos de molduras, estatuas
i columnas, i los conocimientos del cuidador, extensísi-
mos, sobre todo en lo referente a un pozo servido antes
por una maquinaria que proveía de agua a la ciudad,
alternativamente usado i abandonado, según las épocas i
los temores de sitio. El modelo del pozo i de la máquina
figura mui honrado en una de las salas. Luego el señor
Saugar nos llevó a su casa, donde nos obsequió galan-
temente, haciéndonos probar los vinos de su comercio i
regalándonos para el viaje algunas botellas. A la noche
salimos para Valencia, llegando a esta ciudad el 25 por
la mañana,. Allí nos esperaba otro cónsul ; el Sr. Jesús
de la Cuadra. En casa de este caballero vimos algunos
— 20 —
cuadros de mérito, i conocimos a su esposa, una linda
señora, parecida por igual a dos damas hermosas de
Buenos Aires, Doña Elisa Linch de Casares i Doña Justa
Várela de Laines. Con ella i su obsequioso marido, em-
prendimos una nueva jira. Vimos el magnífico i grande
hospital provincial, la catedral donde figuran como tro-
feos, los fragmentos de las. cadenas con que en cierta
época los marselleses cerraron el puerto, sacados del
mar, después de haber roto la barrera una flota espa-
ñola; la Lonja, salón a modo de templo, espec\e de
Bolsa de comercio o mercado de granos i otros artículos
de análogo consumo ; i por fin, la Alameda, paseo aristo-
crático, en el que se hallaba a la sazón lo mas distin-
guido* de la ciudad, según lo afirmaron nuestros amables
acompañantes.
*
♦ *
Salimos para Alicante el 25 a la noche i llegamos a su
puerto el 26 temprano. Una vez en tierra, paseamos por
toda la ciudad, sin encontrar nada particular, a no ser
su castillo viejo. El 27 paramos en Torrevieja, lugar
caracterizado por sus salinas i sus numerosos molinos de
sal. Habia también allí lo que no falta en ningún pueblo
español chico o grande, una plaza de toros. El bárbaro
juego o entretenimiento degradante, tiende a estenderse
en España a pesar de la reprobación casi universal.
Con grande escándalo mió i tal vez de otros, la Reina
Rejente, con ocasión de las fiestas para el centenario de
Colon, obsequió a su huésped el rei de Portugal, con una
corrida de toros, i este digno señor, rei de un palmo de
península, premió con un alfiler de brillantes que lleVaba
en la corbata^ al matador alevoso de un pobre animal
indefenso, ya casi agonizante por el tormento de las
banderillas.
La prensa local no habló en quince dias sino de la
corrida i del noble carácter del rei de Portugal.
*
— 21 —
Llegamos a Cartajena por la noche, i entramos en su
espléndido puerto natural, cuyas condiciones exepcio-
nales han dado lugar a este refrán : « Hái tres puertos
en el Mediterráneo, Julio, Agosto i Cartajena, aludiendo
a la tranquilidad del mar en esos meses i a la del puerto
siempre. Por encargo del Cónsul arjentino, señor Juan
Sánchez Domenech, i en su ausencia, un hermano político
suyo, fué a buscarnos a bordo. Bajamos a tierra i toma-
mos el coche preparado, durante una lluvia torrencial
nunca vista en Cartajena. •
Dia de reposo el 28 ; ni visitas, ni paseos, ni emociones ;
permanecemos en el Hotel oyendo llover i leyendo las me-
morias de Ultra-tumba del pobre Chateaubriand. Al prin-
cipio del volumen encuentro en un artículo de Monselet,
mui ponderado este párrafo que prueba la candidez de
Chateaubriand i la ignorancia inocente de su panejirísta.
« Con^oit-on bien ce que serait une scéne de la nature
si elle etait abandonnée au seul mouvement de la ma-
tiére? Les nuages obéissant aux lois de la pesanteur,
tomberaient perpendiculairetnent sur la terre ou monte-
raient en pyramides dans les airs L'instant d'aprés
Tatmosphére serait trop épaisse ou trop raréfiée pour
les organes. La lune trop prés ou trop loin de nous
tour-a-tour serait invisible, tour-a-tour se montrerait
sanglante couverte de taches enormes ou remplissant
seul de son orbe démesuré le dome celeste. Saisie
comnie d'une étrange folie elle marcherait d' eclipse en
eclipse, ou se roulant d'un flanc sur Tautre, elle de-
couvrirait enfin eette autre face que la terre ne connait
pas. Les étoiles sembleraient frappées du méme vertige ;
ce ne serait plus q^une suite de conjonctions effrayantes ;
la, des astres passeraient avec la rapidité de Téclair;
ici, ils paraitraient immobiles; quelque fois ^ pressant
en groupes, ils formeraíent une no\ivelle voie lactée ;
puis disparaissant toüs ensemble et dechirant le rideau
des mondes, suivant Texpression de TertuUien, ils
laisseráient apércevoir les abimes de T eternité ».
He transcrito el testo francés para conservarle su
autenticidad hasta en la forma i doi en seguida la versión
castellana :
— 22 ^
< i Concíbese acaso lo que seria una escena de la natu-
raleza, sí ella estuviera abandonada al solo movimiento
de la materia? Las nubes, obedeciendo a las levcts de la
pesantez, caerían perpendicularmente sobre la tierra o
subirían en pirámides por los aires. Al instante la atmós-
fera sería demasiado espesa o demasiado rarificada para
los órganos. La luna, muí cerca o muí lejos.de nosotros,
seria ' a veces invisible i a veces se mostraría color de
sangre, cubierta de manchas, o llenaría con su sola esfera
desmedida, la cúpula celeste. Como poseída de una es-
traña locura, marcharía de eclipse en eclipse o revolcán-
dose de un flanco al otro, descubríría, en fin, esa otra faz
que la tierra no conoce. Las estrellas parecerían ataca-
das de vértigo i no habría mas que una serie de conjun-
ciones espantosas ; alh los astros pasarían con la rapi-
dez del rayo, aquí parecerían inmóviles; algunas veces
apretándose en grupos formarían una nueva vía láctea;
después, desapareciendo todos juntos i desgarrando
la cortina de los mundos, según la espresion de l>rtu-
liano, dejarían percibir los abismos de la eternidad. >
Y por qué había de suceder todo eso ? Y aunque
sucediera, { qué mal habría en ello ?
; Acaso no existia cuando Chateaubríand estaba escri-
biendo tanto disparate, la causa de las catástrofes que él
soñaba, para cuando sucediera lo que estaba sucediendo,
muchas de las cuales no serían tales, como la de que
hubiera dos vías lácteas, o que la luna mostrara su otro
hemisferio ?
Pues como lo sabe todo el mundo i muestra sospe-
charlo el mismo autor en su predicción condicional, dis-
cordante i contraproducente si las nubes no se caen, no
chocan los astros, i la luna no anda como una bola loca,
debido es todo ello a que < la naturaleza está abando-
nada a las solas fuerzas de la materia >, es decir, sujeta
a la leí de la gravitación; o no cree el cristiano escritor
que la pesantez mantiene las nubes en lo alto ?
— 23 -
El 29 tuvimos la visita de un caballero estimable, pero
cuya conversación es un monólogo : ejemplo parco. « Si,
pues, aquí no hai nada, como digo, pero lo veremos
todo ; el arsenal, las murallas, las minas, el teatro circo,
un teatro de ningún valor, no vale nada, vale menos que
nada, i si se aburren nos saldremos ; la niña del Cónsul
arjentino estudia música, su profesor es precisamente el
director de orquesta del teatro circo, i dice que esta
noche no hai función por la lluvia, como no la hubo ano-
che por la misma causa : ¡ que quiere usted, aquí todo es
asi ! >,
Horas mas tarde, el señor Cónsul, amabilísimo sujeto
lleno de cualidades, nos presentó su hija Teresa, preciosa
joven parecida a Silvia, la hermana menor de Guiller-
mina, aun cuando no es tan despejada ni tiene el aplomo
de mi ilustre cuñada, como yo la llamo.
La tierna Teresa se ruboriza, tiembla al hablar i en
sus primeras frases no sabe lo que dice, como le sucedió
en su conversación conmigo a pesar de ese arte que yo
tengo para poner cómodo a todo el mundo ( mi afirma-
ción no es un elojio en honor propio, pues ese arte es
hijo de un sentimiento de humildad que no sé como está
junto a uno de gran orgullo, en el fondo de mi carác-
ter ). No pronuncia cuando habla, suspira sus palabras,
i cuando sonríe, el alma de la Gracia vuela con aleteos de
luz sobre sus labios. Cualquier hombre libre i joven, con
solo verla, se enamoraría de ella ; verdad es que también
se enamoraría de todas cuantas mujeres jóvenes i lindas
viera, porque así son los hombres.
* *
El 30 fuimos al arsenal con el Cónsul i un jefe de
marina que ha estado en Buenos Aires; vimos los talle-
res, el gran dique movible, los depósitos, la fábrica de
cables, donde unos grandes carreteles, cargados de otros
carreteles chicos i valseando exactamente como los
tourneurs musulmanes, dan por resultado toda clase
de cuerdas.
24
Sw'xníos al < Lcp2n:o> en cosi5tn*ji^.-:n^ xis.taxvS el
ta2'*:r ce torpecos, i > "^ i>:>r ic: iKirte -^uedc mu: ben
"x>res:ona'ío respecto a las coafir ^aes Ce¡ arsenai, en
eí ci-áI ifWzdcn ser constni:das ío-ias ías ináT>¿:nas : pro-
^ect-ies Ce ^*rrra, ¿as esrl-:r b-:^ixes n: oanoaes. El ¡ocal
•:e". Esia^:ec:!n;en:o es aiaj or «^ne el área Ce Cartajrrna. Haí
en e: tres o ci-atro buques en cesarme i ios gandes en
C'-n^tr-jc :.'" n, *:^\ós jálanos c^nsl.'.Iaa los adelantos co-
n>c>f'^ Lasta ei cia. Dentro dcí arsenal puede moverse
una escuadra.
Diciembre í*^ — Escursion a las minas de plomo i plata
íj:í--ada3 a ^ ^ de hora fK>r tren de Cartajena i en los al-
rT ir dores de un puebliio üamado !a Union, habitado
soio per mineros i los comerciantes encarg^ados de pro-
-eeríos de lo necesario para la vida. Subo a las minas,
examino ¡os pozos, el sistema de estraccion por medio
de motores á vapor que \aldean el metal empleando
cintas compuestas de cabirs cuyo largo es de 5*30 me-
tros o mas. cintas que se envuelven fácilmente en un
estrechí> carretel de gran drcunslVrencia en sus láminas
laterales; trepo hasta un punto llamado la Rsqa. un cerro
partido por los romanos en sus primeras esploraciones ;
0!go míi historias de antigüedades, relatos de objetos
haiiados: herramientas, huesos de pies con argollas de
presidarios; i pienso en mi interior que en esto como
en todo, la fábula está mezclada a la realidad. Bajo á las
moliendas, trapiches o injenios i recuerdo en su presen-
cía los primeros años de mi vida, transportado por la
ímajinadon a Choroma, cerca de Tupiza en Bolivia, mi-
neral donde mi padre perdió su pequeña fortuna ganada
en el comercio, durante su i migración, su salud casi, su
buen humor, seguramente, a donde fué víctima de aquella
locura especial propia de los mineros que los obliga a
mantener esperanza sobre la riqueza escondida en una
veta, a pesar de todos los desengaños i de la ruina visi-
ble, palpitante i presente. Los trapiches no molian como
en Choroma, primero con almadanetas para concuazar
— 25 —
el metal, después con piedras verticales circulando so-
bre otras horizontales para reducirlo a polvo. Aquí la
trituración se hace como en los establecimientos de mo-
ler caña entre cilindros jirando en sentido contrario i
después la reducción a polvo en piedras. De los injenios
hemos pasado a una fundición donde el ensayador ha
copelado en un momento dos botones^ de plata, para
darnos como recuerdo; uno de ellos ésplotó como su-
cede frecuentemente, el otro está intacto, parecido a los
que sacaba mi querido profesor de química D. Miguel
Puigari en la clase.
La fundición se compone de los depósitos de metal
bruto, comprado a las minas en mayor o menor estado
de pulverización ; de los hornos para la primera calcina-
ción, de los otros para la fundición i de los laboratorios
de ensayo; todo con sus accesorios correspondientes
entre los que figuran en primera línea los ventiladores i
su maquinaria. * Los hornos tienen su chimenea a grande
distancia i en sitios elevados. Cuando la chimenea no
puede colocarse mui lejos, la galería de comunicación con
los hornos es mui tortuosa a fin de aumentar la distan-
cia ; el objeto es como se supone facilitar el enfriamiento
del humo i condensación de los metales que por volati-
lización han ido con él. Me dicen mis compañeros de
escursion, dueños de varias minas en el distrito, que la
limpieza de las galerías i chimeneas suele dejar hasta
cuarenta mil pesos de beneficio. Vi la punción de los
hornos semejante a la operación médica en caso de
ascitis, pero mas eficaz; presencié la salida del líquido
rojo i su amoldamiento en lingotes i tuve el espectáculo
del incendio de dos hornos.
El enorme calor interno quema el barro semi refrac-
tario de que los hornos son hechos jeneralmente, en las
vecindades de las bocas de entrada de los ventiladores
i una furia de llamas i de arenas es proyectada al este-
rior ; si no se atiende pronto al accidente, el horno
puede destruirse, quemarse las mangas ventiladoras i
por fin perderse la fundición ; pero los operarios tienen
el remedio a la mano. Con una destreza i una eficacia
admirables arrojan grandes pelotas de barro a la
— 26 —
boca en ignición i poco a poco reconstruyen la pared;
la fundición sigue hasta nueva combustión en otra
parte.
# *
Diciembre 2 — Por la noche recibimos la visita del
Cónsul, su hija Teresa i el maestro de música de ésta.
No sé si me gusta o no la música, creo que nunca debe
uno pronunciarse en términos jenerales sobre un gusto.
; Qué dirían ustedes si les preguntaran, les gusta la co-
mida? Todas las comidas no les gustan á todos. A
mi no me gustan todas las piezas de música, pero hai
alguna música que me gusta hasta el deleite: la música
sentimental, clásica o vulgar, popular o cientílica. Y algo
mas debo decir : me gusta tal o cual pieza según la cir-
cunstancia en que la oí por primera vez, según el estado
de mis sentimientos en el momento de oiría i según la
escena en que se ejecuta; a todos les sucede lo mismo,
creo.
La música oida en compañía de la mujer o del hombre
a quien se ama, en los prolegómenos de las crisis o
consagraciones del amor, es la música mejor ¿quién
no lo sabe?
Bien pues, cuando una persona de buena vista i buenos
oidos, oye una buena música, i tiene ante los ojos un
bello rostro que mirar, las dos sensaciones, la visual i
la auditiva se ayudan i se refuerzan.
La música del violinista acompañada a primera vista
i mui bien por Guillermina, era una buena música si uno
la escuchaba mezclándola con rostros de Teresas.
Indudablemente una mujer tiene lo que la imajinacion
del espectador le pone. Tal vez come con los dedos,
dice palabras vulgares i carece en su trato diario de la
dulzura, amenidad i distinción que uno le presta, pero
dÜicil es adivinar tales disimulos, i ninguna joven dotada
de atractivos esteriores deja de ser lo que parece a
quien la ve instalar ahí, si a la niña que pinto se asemeja,
su cara inocente, oval i tímida, su color pálido, sin brillo,
pero fresco, de hoja de camelia lijeramente alumbrada
— 27 —
por un reflejo rosado moribundo; sus facciones con lí-
neas de modelo i para que nada falte, su pelo rubio
abundante, empolvado por manos diminutas i en virtud
de una coquetería injénua de su dueña, a quien le choca
el lustre del cabello.
* *
Kl día 3 de diciembre nos embarcamos para Oran.
Nuestro amigo Sánchez Domenech, un joven hijo suyo i
Teresa nos acompañaron hasta el buque.
Observaciones de última hora: — no recuerdo el traje
del señor Cónsul ni el de su hijo ; pero . . . ¡ estraños ca-
prichos de la memoria ! . . . me acuerdo perfectamente
del vestido de Teresa : era de tela azul i corte mari-
nero — i Hai telas i colores mui felices ! Noté también
que la niña tenia una pequeña lastimadura en el labio in-
ferior, por cuya causa se sonreía con cierta merma ; su
sonrisa era incompleta, menos franca diremos, pero en
cambio tímida i mas dulce ! Perdone el señor Domenech
estos metafóricos elogios que inspirados por una criatura
i dichos con ocho años de retardo, desde lejanas tierras
por un hombre de mi edad, no pueden signiñcar sino
afecto hacia una familia que nos ha colmado de atencio-
nes i un tributo que aun los cerebros viejos, pagan a los
eücantos de la juventud, la sencillez, la bondad i la ino-
cencia, cuando las hallan encarnadas, como en el caso
actual, en uno de los mas bellos ejemplares de la raza
humana.
La noche a bordo fué espantosa; tuvimos un mareo
continuo, insoportable. La corriente de las olas tomaba
al buque casi de flanco i lo obligaba a moverse del modo
mas desagradable. Durante las agonías del sufrimiento
formé la decisión de no embarcarme sino en caso de gran
necesidad, por lo tanto renuncié formalmente a ir al
Japón i a San Francisco de California, mientras esos dos
puntos del globo no se pusieran á tiro de ferrocarril.
II
ÁFRICA : —COSTA DEL MEDITERRÁNEO
A Oran llegamos el dia 4 al amanecer i desembarca-
mos á las seis de la mañana sin haber podido dormir un
minuto.
Nos alojamos en el hotel Continental, digno de cual-
quier ciudad de Europa, i después de descansar salimos
a conocer la ciudad. Asistimos al paseo clásico sobre el
mar, con vista al puerto, donde. por ser domingo, una
banda de música tocaba watses, polcas i marchas, ante
una concurrencia compuesta de todo cuanto hai de dis-
tinguido en Oran, en materia de familias establecidas i
viajeros. Las señoras, señoritas i caballeros formaban
grupos apenas divididos por pequeños espacios; los
mas numerosos i en apariencia alegres, ocupaban las
sillas del Paseo, dándole animación con su bullicio Heno
de jente. Concluida la música salimos del circuito i si-
guiendo nuestro camino fuimos a dar con una Mezquita.
Entramos en ella : un árabe que no habla ningún idioma
ños da mil esplicaciones ; otro, sentado en el suelo, co-
piaba un libro, escribiendo con suma rapidez. No tenía
mesa naturalmente, el tintero estaba en tierra i el cua-
derno sobre los muslos del escritor, en dirección oblicua;
la escritura corría de arriba para abajo, i la pajina se
llenaba de derecha a izquierda.. No veo la ventaja ni la
desventaja de este método.
. El copista. era un negro joven, flaco i feo, pero su cali-
grafía rápida i limpia denunciaba la mano de un doctor.
(Entre los árabes se conoce por la letra a los doctores).
— 30 —
Diciembre S. — Otro paseo por las calles i una visita
al mercado, uno de los mas orijinales que yo haya visto.
En los diversos puestos se vende todo: artículos de
mercería, comestibles, zapatos, vinos, ropa i herramien-
tas de distintas industrias. El recinto está literalmente
lleno de jente i se hace difícil la circulación.
Los idiomas en uso casi esclusivamente en aquella Ba-
rraca de Babel, son el francés, e! español i el árabe, sin
poderse decir cual es el mas estendido. En la parte baja
del ediñcio se hace la venta de pescado, i allí he visto mas
variedades de clases que en el acuario de Berlín. Oran
es una ciudad en pleno progreso ; se la ve brotar, puede
decirse i sus brotes anuncian para un próximo porvenir,
una gran capital. El clima es delicioso; el puerto mui fa-
vorable al desarrollo comercial La población es com-
puesta en jeneral de tres grandes grupos: francés, es-
pañol i árabe, predominando ya, creo, el español. Los
árabes, primitivos dueños de la tierra, asisten como es-
pectadores al avance de una civilización estraña i se
retiran sin luchar; su casta está herida de muerte i es
impotente para conservarse en el medio ambiente creado
por la invasión de las costumbres europeas. Su relijion,
sus hábitos i hasta su físico, los colocan en situación des-
ventajosa. Su vestido, tan augusto i tan solemne, es in-
cómodo para las funciones mecánicas de la vida social
en nuestros tiempos. Los árabes en jeneral son débiles
de constitución, no mui intelijentes i bastante perezosos.
Si no fueran i no hubieran sido así, no se habrian dejado
vencer i sojuzgar. Ahora deben someterse a la implaca-
ble lei del predominio del mas fuerte, i ser mas fuerte es
ser mas intelijente, mas sano, mas activo i mas innovador.
Aun cuando los árabes o moros de Oran se hallan en
parte diseminados en la ciudad, habitan principalmente
un barrio, en cierto modo apartado. He visitado ese
barrio ; nada tiene de atractivo. En las calles, sucias i
tortuosas, algunas mujeres totalmente envueltas en túni-
cas o sábanas blancas, andan como penitentes i no se
— 31 -
saludan entre ellas porque no se reconocen; por un
pequeño triángulo abierto en el envoltorio de la cabeza
a la altura del ojo izquierdo ven su camino. Tuve
curiosidad de verles la cara, i aproveché el momento en
que al entrar a sus casas, especie de cuevas artificiales,
húmedas i repelentes, el calor i la costumbre las hacia
descubrirse; jamás vi rostros mas desagradables» ni mas
feos. Mas tarde encontré algunas mujeres con la cara
descubierta, caminando, o sentadas en la puerta de su
casa; todas eran negras o morenas, muchas llevaban
marcas de tatuaje i no habia una sola cuya fisonomía
diera pretesto para incluirla entre las del bello sexo. Los
hombres van envueltos en una vestimenta compuesta de
una túnica corta, una tela colocada entre las piernas i
sujetada en la cintura, una capa blanca, un capuchón
que oculta el cuello por detrás i cubre la cabeza, i un
pañuelo o manojo de cuerdas blandas, dispuesto a modo
de corona al rededor de esta ; vestido que en los paises
cálidos no sólo debe ser incómodo para el que lo lleva,
sino peligroso también por las conjestiones cerebrales
i otros accidentes a que lo espone. Si la relijion pres-
cribe tales usos, ella acabará con sus adeptos. Entre
tanto la Francia con el desarrollo de sus colonias, renue-
va su vigor en estos paises, donde sus hijos viviendo
|nas holgadamente, se multiplican sin restricción, traba-
jan con mayor éxito, gozan de relativo bienestar, ven
progresar sus bienes i echan la base de la fortuna colec-
tiva. Ya las familias de orijen francés, formadas en tierra
africana, constan de un número mayor de individuos que
las de sus parientes en el continente europeo.
Hai en Oran numerosos edificios públicos de impor-
tancia, grandes casas de comercio i una actividad nota-
ble en todos los ramos industriales. Si los españoles se
ocupasen un poco mas de sus intereses positivos, esta-
Mecerian líneas de vapores directas de sus costas a estas
comarcas i en pocos años, la población española supe-
rana a toda otra colonia.
— 32 —
¡ Importantísimo para el lector ! He escrito las líneas
anteriores, después de haber pasado una media hora en
el balcón de nuestra habitación, mirando el mar, la
tierra, los reflejos de esta en las ag^uas, la hondonada
llena de plantas que va desde el pie del hbtel hasta la
ribera; oyendo cantar a Guillermina cuya vo? me parece
exótica en estas comarcas tan distantes de todo lo habi-
tual. Como se vé la noche es de luna; todos los poetas
o escritores románticos o tiernos prefieren que sus esce-
nas descritas pasen en noches de luna, i suelen inventar
ad hoc esas noches ; esta vez i sin ser yo poeta, ni román-
tico ni. tierno, aseguro que la noche es verdaderamente
de luna, i garantizo mi afirmación con el almanaque en
el cual puede ver cualquiera que el cinco de diciembre
hai luna mas o menos llena en las costas del mediterrá-
neo. No le llamaré yo astro de la noche, por no ser tal
astro, sino un simple satélite, ni yo poeta sino un buen
vecino en viaje; le llamaré luna a secas i diré que pocas
veces su luz me ha traído mas sentimientos tristes. Todo
está lejos, lejos, lejos; todo muerto, olvidado, seco, des-
truido, i hasta el poder de sentir, de marearse con ensue-
ños agradables, está oprimido por el peso de la vida
real, de los años pasados, del físico decadente, del can-
sancio moral i de la percepción clara de la infinita mise-
ria i anonadamiento de todo : afecciones, glorias, amor,
amistades i tranquilidad suave o encantos pasajeros.
Lejos como la luna cuya luz sin calor me llega, denun-
ciando la vejez de su osamenta, pero eternamente suave
i eternamente nueva, a pesar de haber rociado con sus
gotas de plata, la cuna del jénero humano i haber bañado
con sus reflejos el crisol de las primeras transformacio-
nes de nuestro globo, o del globo de ustedes, pues yo
no lo quiero para nada.
Diciembre 7. — Tomamos el tren para Argel^ hai doce
horas de viaje ; somos al salir de Oran los únicos pasa-
jeros de la; sin embargo, nos proponemos defender
nuestro vagón para ir solos, aun cuando en él caben
— 33 —
seis personas mas. Nada desarrolla tanto los sentimien-
tos egoístas como los viajes, i' por una de esas contradic-
ciopes deque la naturaleza está llena, es en los viajes que
sé manifíesta mas la otra*tendenc¡a, la tendencia altruista
del jénero humano. Pero sia entender muí bien como
sucede esto, en apariencia contradictorio, infiero que
uno comienza por ser egoista. Habíamos, pues, colocado
en cada asiento una maleta, una balija, una manta o una
canasta para mostrar el vagón totalmente ocupado,
cuando a la tercera parte del camino, en una estación,
sube un caballero i echando una mirada por los asientos
dice: «todo ocupado». Me dio vergüenza asentir tácita-
mente a una mentira preparada por mí, i le dije: « no
señor, estos objetos pueden ser puestos en otra parte i
dejar los asientos libres ». El nuevo viajero se instaló i
surjiendo i marchando la conversación resultó que era
el injeniero constructor de la línea, un buen matemático,
un hombre mui instruido i un hablador sempiterno, pero
metódico.
Me contó como eran los árabes i mostró el efecto de-
sastroso de su fatalismo. Para conservar una idea de
nuestra accidentada conversación, me parece mejor co-
piar en estracto parte de ella, con sus incoherencias e
interrupciones.
El. — Usted pregunta por qué destruyen las plantas?
porque no comprenden ni su utilidad palpable ni su
efecto benéfico indirecto. Saben que las lluvias favore-
cen las cosechas, pero con su aforismo «lloverá si Dios
quiere» oponen una resistencia invencible al conocido
principio de que la vejetacion determina i aumenta las
lluvias. Ven un arbusto, i si necesitan un palo para
arrear su burro, arrancan la tierna planta, que sería en
lo futuro un útil árbol. Así, en todas partes donde su
raza o la de los que tienen su misma relijion, ha puesto
los pies, los bosques, las selvas i hasta la verdura, han
desaparecido para dar lugar a los áridos desiertos, o las
montañas secas i peladas.
Yo. — Eso he observado en cuantas comarcas se ha-
llan bajo la dominación musulmana, i alguna vez he
Por ntares i Por tierras 3
— 34 —
escrito que si Mahooia se descuida, su relíjion acabará
con sus adeptos.
El. — No lo creo, la poligamia favorece la procreación.
Yo. — Eso no está muí aventado, i mas bien los
hechos observados en la población, tienden a negarlo.
Vea usted como progresan las razas de los países frios
en donde no hai tal poligamia.
EL — Eso quizá dependa de la alimentación. La repro-
ducción entre los musulmanes, sin embargo, debe ser
mui grande cuando su población resiste a tantos ele-
mentos de merma; las criaturas, por la falta de cuidado
i de alimento, mueren por millares; las mujeres conside-
radas como muebles, se envejecen en pocos años i des-
aparecen en corto tiempo, incapaces para proveer a su
subsistencia, cuando los hombres las abandonan; los
varones mismos, aun los mas vigorosos, dan un contin-
jente formidable a la mortalidad. Cada cierto tiempo
hai hambres espantosas. Yo he presenciado una de estas,
mientras construía este ferrocarril. De todas partes de
la comarca venían centenares de hambrientos en busca
de alimento i morían miserablemente aun después de
obtenerlo i al probar los primeros bocados. ¡ I sí viera
usted con que estoicismo se dejaban morir! El número
de estos infelices era tan grande que sin el menor es-
fuerzo, habrían quitado a los europeos todas sus provi-
siones, pero nada intentaban ; se abandonaban porque
Dios lo había dispuesto así. Por la misma razón no siem-
bran sino rudimentaria i escasamente para llenar la
necesidad inmediata; no trabajan, no tienen la menor
previsión, no aprenden con el ejemplo, i por relíjion i
por rutina, son incapaces de todo adelanto. Al lado de
un campo árabe hai uno perteneciente a un colono eu-
ropeo ; los árabes ven que el colono, arando profunda-
mente la tierra obtienen cosechas cuatro veces mayores
que las de ellos i sin embargo siguen sembrando en la
superficie. Saben que el riego fertiliza la tierra, pero
esperan el agua del cielo. ¿ Sabe usted como hacen llo-
ver ? Tienen un director o jefe de relijion con diversas
atribuciones, i entre otras la de servir de intermediario
para obtener de Dios órdenes de lluvia. Este jefe, es
— 35 —
jeneralmente tan pobre como sus feligreses i necesita
ropa; posee como los pastores cierta previsión respecto
a las lluvias, i anuncia a los fieles la época en que deben
verificar sus prácticas relijiosas para obtener del cielo
el beneficio anhelado. La ceremonia consiste en sumer-
jir al jefe vestido, en un estanque, laguna u otro depó-
sito de agua. El jefe para someterse a esta operación,
se pone sus mas viejos vestidos i después de ella llueve,
o no llueve, pero el sacerdote tiene un bornoz nuevo
costeado por la piedad de los adeptos. Si llueve, el jefe
gana en reputación, pero si no llueve no pierde la que
tenía : — no ha llovido porque Dios no se ha dado aun
por satisfecho ; algo faltó en la ceremonia.
Yo. — Pero ese fatahsmo es irracional. Todas las reli-
jiones, inclusive la cristiana, enseñiin el fatalismo ; la
Providencia entre los cristianos, es el Destino en otras
creencias. En realidad, todo el mundo es fatalista, pues
el hombre sabe que los sucesos no dependen de su
voluntad, que obedecen a las leyes de la naturaleza. El
fatalismo bien entendido es filosófico i altamente cientí-
fico. Está escrito cómo ha de suceder un hecho, en sus
fines i en sus medios, i es absurdo suponer que el libre
albedrío puede cambiar los sucesos. Los que niegan el
fatalismo no lo entienden i lo suponen contradictorio
con la libertad de obrar ; lo entenderian si se dieran
cuenta de que la libertad de obrar es también i no puede
menos de ser fatal a trueque de subordinar a la volun-
tad de un hombre el orden de la naturaleza. Un buque
naufraga i se ahogan los pasajeros. Estaba escrito, ad-
mitamos, que el buque se perdería, pero los que no
entienden la lójica de los sucesos, objetan: si los viajeros
no se hubieran embarcado, no se habrian ahogado; pero
estaba escrito que se embarcarian, i si no, examine usted
los mil i mil sucesos fatales que obligaron a cada uno de
los viajeros a embarcarse en aquel buque. Los que nie-
gan el fatalismo, se quedan como los mjLisulmanes, a la
mitad del camino en el raciocinio ; admiten la fatalidad
para los finales, pero no para los preparatorios ; entre
tanto, en un hecho, no solo el hecho mismo, sino los
sucesos preparatorios, deben ocurrir forzosamente, so
-So-
peña de no suceder tal hecho. Yo me atrevería a conven-
cer a un árabe de la necesidad de actuar para que llueva,
con este simple raciocinio :
Está escrito que lloverá si Dios quiere, pero también
está escrito que Dios querrá si usted planta árboles, si
los árboles dan sombra, recojen el rocío, humedecen la
tierra, determinan fenómenos eléctricos i por fin traen la'
lluvia, por orden de Dios, quien también necesita condi-
ciones para hacer las cosas.. No es lójico ser fatalista
para un hecho i no serlo para todos.
El. — Sí, aviado va usted si espera convencer a un
árabe. Por atavismo, los árabes lo mismo que los judíos,
son refractarios a todo cambio.
Yo. — Ahí tiene usted un pueblo que me sorprende;
un pueblo sin patria, sin relaciones estrechas ni lejanas
muchas veces entre sus grupos, i conservando sin em*
bargo, a pesar de su diseminación i a través de los siglos,
caracteres tan vivaces, tan imborrables, tan uniformes,
sobre los cuajes nada tiene acción, ni el tiempo ni los
hábitos desemejantes de las diversas colectividades en
cuyo seno viven.
El. — Razón de atavismo; un judío, hijo de judíos, nace
con el cerebro hecho para pensar como pensaron sus
antepasados i nada mas que como ellos.
Ya. — ¿Y por qué tan numerosos, tan ricos i tan pode-
rosos como son, no toman un territorio, lo adoptan como
patria i constituyen una nación ?
El. — Pero podría usted constituir una nación de ratas?
Los judíos se robarían entre ellos i se destruirian i-ecí-
procamente ; necesitan vivir en lo ajeno i con lo ajeno ;
son la lepra del jénero humano i atravesarán los siglos
de los siglos como lo han hecho hasta ahora.
En esto llegamos a una estación, donde Mr. E. Carriol
(tiempo es ya de dar el nombre de mi interlocutor) me
mostró un eucaliptus cuyo tronco tenía casi dos metros
de diámetro. «Yo he visto plantar este eucaliptus, me
dijo, i se lo muestro como prueba de la fertilidad de estos
— 37 —
sitios ». El tronco me pareció formado por la reunión de
varios eucaliptus plantados a la menor distancia posible
unos de otros.
No rae admiré, pero la cortesía me impidió objetar. He
tomado miedo a las objeciones, después de leer en un
libro de Renán, este aforismo justísimo : « En el fondo de
toda objeción, hai un elemento de odio i de incredulidad »
no recuerdo bien las palabras, pero ese es el sentido.
Otro pasajero subió al tren, instalándose en nuestro
coche; era un profesor naturalista, según supimos des-
pués; nuestra conversación continuó.
Carriol. — Ahora estamos en una planicie de mas de
cien kilómetros de largo, por veinte o treinta de ancho;
esta planicie era antes un valle i ha sido llenado con
tierra de aluvión a espensas de todas esas montañas que
ve usted casi totalmente desnudas. ( A la dereciía, en
efecto, se veia una cadena de montañas áridas). Los ára-
bes, continuó, son enemigos de la vejetacion; ellos han
talado las faldas de las montañas, i la lluvia ha arras-
trado la tierra no ya retenida por las raices; en prueba
de ello usted verá siempre en la cima algún árbol ( era
mucho trabajo ir a destruirlo allí ). Si hai árboles arriba,
debió haber con mas razón abajo. La creación no falta a
la lójica.
El profesor. ~{^ mezclándose en nuestra conversación).
¿ Creación ?
Car'riol. — Es decir, llamo creación a lo que ha suce-
dido, está sucediendo i sucederá; a la serie de trasforma-
ciones perdurables que se verifican en virtud de las ley.es
impuestas por Dios a la naturaleza.
El profesor. — Entonces usted cree en un ser creador
del mundo, independiente del mundo ; en la existencia del
universo después, como sustancia solamente i en que Dios
una vez hecho el mundo, le impuso su modo de ser, su
calidad, su lei en fin?
Cíirríé?/.-:— Naturalmente •
El profesor. — Usted no ha meditado sobre las conse-
cuencias i no ha visto la imposibilidad i la contradicción
de su teoría. Para que exista una cosa, necesita un modo,
un conjunto de calidades o atributos ; usted no concibe un
- 38 —
sujeto independientemente de sus propiedades i si no lo
concibe, no existe para su razón ; no se entiende que el
hierro, por ejemplo, exista, i posteriormente á su exis-
tencia, un ser extraño le imponga su peso, su color,
su dureza, su fusibilidad, maleabilidad, porosidad, ductili-
dad i afinidades químicas. Suprima usted al hierro todas
sus calidades, i dígfame si subsiste sustancia alguna, si
queda una existencia llamada hierro, sin peso, sin color,
sin forma, sin dureza, sin propiedades químicas y físicas,
en fin. Luego, á lo menos, si hai un Dios, i ese Dios creó
el mundo, ya después nada tuvo que hacer cOn él, pues
aplicándose mi raciocinio sobre el hierro a toda existen-
cia material, una vez existente el universo, la gravitación
haria formarse i moverse los astros, el calor producir la
vejetación, i cada sustancia desenvolverse según sus
aptitudes, es decir, según sus leyes, en el medio que ocu-
para. Pero ya que toco esta cuestión fuera de moda,
pues nadie discute ahora tales cosas por inútiles, quiero
desenvolver mi teoría.
Toda idea de un ser creador, es una invención o una
inducción o una deducción de principios admitidos. Deci-
mos hai Dios porque hai universo, materia, digamos, i
nuestras inducciones i deducciones parten de una petición
de principios, como va usted a ver. Tomemos los racio-
cinios en su forma mas vulgar i mas clara.
Afirmación. — Dios existe, porque el mundo existe ; esta
maravilla, el universo, con su armonía i su grandeza, no
habría podido existir sin un creador i un lejislador ; una
obra tan admirable, requiere un hacedor perfecto.
Dbjecion. — Si el mundo por ser maravilloso, necesita
haber sido creado, el creador por ser mucho mas mara-
villoso, mas armonioso, mas sorprendente i mas perfec-
to, con mas razón necesita un hacedor, i volvemos a la
objeción de los niños: ¿ Quién hizo el mundo ? — Dios. Y
¿quién lo hizo a Dios? — Nadie. ¿Por qué? — Porque sí.
Ningún teólogo ha respondido hasta ahora al argumento,
porque no puede responder, siendo el principio de par-
tida una pura afirmación gratuita o antojadiza.
El argumento de San Anselmo creo, basado sobre la
perfección, es un juego de palabras <:Dios existe, porque
■- 39 -
siendo totalmente, perfecto, si no existiera dejaria de
tener una perfección >. ^
Pero mi estimado señor, si lo que usted debe probar
es la existencia, i cómo comienza por añrmar una cali-
dad de esa existencia? Si le niegan el sujeto, ¿cómo
quiere que le admitan el atributo ?
Yo. — Lo mismo sucede con el argumento de Descar-
tes sobre la existencia : pienso, luego existo. Si lo que
debe probar es que existe, { cómo comienza por estable-
cer que piensa, cuando si se le admitiera que piensa,
seria en virtud de admitírsele que existe ? Tal argu-
mento es una simple afirmación i un modelo de petición
de principio ; una inocencia.
El profesor, — Verdad; i del mismo defecto adolecen
todos los argumentos destinados a probar la existencia
de Dios : « No hai efecto sin causa ; el mundo es efecto,
luego hai Dios. Pasable como silojismo, pero falso como
concepto.
Para la lójica humana, una vez admitido un efecto,
forzoso es admitir una causa. Toda vez que se divide
las cosas en causas i efectos, la proposición es exacta,
pero cuando no se las divide, no. Las existencias no se
dividen necesariamente en esos dos grupos ; la división
correlativa no es forzosa ; la prueba es que hai la idea
de entidad sin correlación. Si llamamos a lo existente
existencia, desaparece el argumento. En realidad, para
la mente, si se quiere dividir en grupos todo lo cono-
cido, hai tres entidades: existencias, causas, efectos.
Pero aun siendo forzosa la división correlativa, la asig-
nación del nombre efecto al mundo, es antojadiza. La
frase: no hai efecto sin causa, luego el mundo ha sido
creado, una simple afirmación. Lo que debe probarse,
es que ha sido creado, que es en realidad un efecto, i
por lo tanto no debe comenzarse por establecerlo como
un hecho.
Cuando era yo chico, me acuerdo mui bien, jamás puse
en duda la existencia de Dios ni tuve la idea de someterla
a la demostración ; rezaba a Dios todas las noches i le
pedia cuánto se me antojaba, mas tarde, en el colejio, mi
profesor de filosofía emprendió la tarea reglamentaria de
— 40 —
•
probarme la existencia de un Ser creador, i entonces vi
lo falaz de los argumentos i la inutilidad de tal empeño.
La verdad es que semejante prueba no debe intentarse;
la creencia en Dios, es un sentimiento, i los sentimientos
no son racionales, o no se sujetan a la razón. Probar un
sentimiento, importaría tanto como cambiarle su natu-
raleza.
La idea de Dios es tan estrictamente sentimiento, que
no puede existir sin representación ; el idealista mas
grande, para tenerla, necesita convertirla en sensación,
darle forma. Y ¿ cuál es la forma ? ella varía en los deta-
lles según las épocas o las relijiones, pero siempre toma
su esencia de los datos humanos. Nosotros componemos
nuestro Dios. La relijion cristiana,, la mas de moda ahora
entre los pueblos de la mayor civilización, hace un Dios
sumando las calidades buenas i malas de los hombres i
exajerándolas : omnipotente, perfecto, sabio hasta lo
infinito, bondadoso, misericordioso, juez equitativo,
inquebrantable, la suprema belleza i mil otras cosas,
todas aumentativas de las nociones humanas. Pero des-
cendiendo a los detalles del culto, se ve algo mas : Dios
es susceptible de ser adulado, sobornado, es sensible al
elojio, vengativo, rencoroso; Dios tiene favoritos i pro-
tejidos; recibe intermediarios; un rezo o una misa lo
hacen cambiar de opinión. Sus ajentes en la tierra i sus
familiares en el cielo, son interesados. Las vírjenes de
Lourdes, de Monserrat ... (i de Lujan, añadí yo inte-
rrumpiendo).
Será, contestó el profesor, no la conozco; i conti-
nuó: todas las vírjenes milagrosas, según las exijencias
que los fieles les atribuyen, no hacen milagros espontá-
neamente ; requieren antes que los devotos les hagan
santuarios e iglesias a gran costo. El Papa i los clérigos
venden a precio de oro permisos i derechos al goce de dias
i años de felicidad en el otro mundo, en forma de bulas^
acordando indulgencias. Usted sabe todo esto; pero
podrá objetar que estas prácticas son solo formas popu-
lares necesarias para el culto esterno. Está bien; sin
embargo, usted no dirá lo mismo ante este argumento:
¿ha concebido usted jamás la idea abstracta de Dios?
— 41 -
Cuando usted ha querido fíjarla en su mente, ¿no se ha
visto usted obligado a darle forma ? Diga si, o no, con
toda verdad. ¿Y cuál ha sido la forma que usted le ha
dado? la humana, ¿no es cierto? mutatis mutandi;
por orgullo, creyendo que el hombre es lo mejor del
mundo, i que Dios, para ser perfecto, debe parecerse á
su. . . creador. ¡La vieja frase, dicha no sé por quien, es
la verdad: el hombre ha hecho a Dios, a su imájen i
semejanza !
Carriol, — Me place haber oido su nutrida exposición;
en una gran parte tiene usted razón a mi juicio, pero a
mi vez pregunto : ¿ está usted seguro de que todo lo que
no es racional no existe?
Ei profesor, — Casi estoi seguro délo contrario. Nues-
tra razón no es un molde al cual se hayan adaptado, se
adapten o deban adaptarse todas las cosas de la natura-
leza; es un accidente de una forma orgánica i responde a
la constitución de nuestro cerebro. Si hubiera cerebros
servidos por mas de cinco sentidos, ciertamente muchos
fenómenos ahora incomprensibles o juzgados imposibles,
serían vulgares i de sentido común. La razón comprende
o no, pero comprendiendo o no comprendiendo, no crea
ni destruye los hechos ; i hechos hai en la naturaleza que
no han entrado en la razón hasta ahora, como otros, juz-
gados antes imposibles, son ahora evidentes. La comensu-
rabilidad directa entre la hipotenusa i los catetos, es un
hecho natural, i no existe para el cálculo, es decir, para
la razón; que los muertos hablaran mucho después de
enterrados, que se trasmitiera una noticia en un segundo
a mil leguas de distancia, que se conversara oyendo la
voz de las personas de uii pueblo a otro, que se hiciera
un retrato en un segundo, sin pinceles ; que se escribiera
tan lijero como se habla, en fin, que se hiciera todo lo
que el adelanto de las ciencias i de las artes permite
ahora hacer, habría sido considerado como absurdo,
imposible e irracional por los talentos mas grandes de
la tierra; por Sócrates, por Platón, por Pitágoras, por
Aristóteles. Que se vea de América a una persona en
Paris, es casi absurdo ahora para la casi totalidad de los
habitantes de nuestro globo, i usted sabe cómo eso está
— 42 —
ya por suceder. En resumen, lo absurdo de ayer es mui
natural hoi i lo imposible de hoi será un hecho vulgar
mañana. Usted está viendo ya transformarse hasta las
nociones mas racionales de las matemáticas; ya dicen
que los cuerpos no tienen tres dimensiones. Pero, ¿ qué
argumento es ese ? { A caso yo digo que lo no racional
no existe? El campo de la razón es uno: el de la demos-
tración ; i, lo no demostrable, no está en ese campo, aun
cuando puede existir en otro ; nada mas. Así pues. Dios
puede existir, existirá tal vez, pero no es demostrable.
Existe como sentimiento, pues, mas o menos todos los
seres racionales creen en él ; pero ningún sentimiento es
demostrable ni racional, sino por accidente. Usted me
probará que yo no debo amar a una mujer indigna, i yo
la amaré no obstante. La historia de las pasiones está
llena de estos hechos irracionales. Por fin, si hai un Dios
omnipotente, creador de todo, i un hombre no cree racio-
nalmente en él, ¿quién tiene la culpa? Dios. — ¿Q"^ ^^
cuesta cambiar el cerebro de ese hombre ?
Gü^T^W.— Razonando así, estoi conforme; yo creo en
Dios, i espero que algún dia esos argumentos clásicos,
sacados de la necesidad, como se dice en filosofía, deja-
rán de ser una inferencia, una deducción de proximidad,
i se convertirán en una deducción científica, matemática !
El profesor, — Bien ; ahora voi a recordarle a usted un
argumento afirmativo que me viene a la memoria, sedi-
mento de algún manual de filosofía. Hasta ahora mi
raciocinio ha sido de oposición, negativo, compuesto de
objeciones; otro carácter tiene el argumento de Kant;
¿lo conoce usted?
CarrioL — No sé a qué argumento se refiere, al menos.
El profesor. — Kant decia: Toda proposición es sinté-
tica o analítica; es decir, en la representación de un dato
mental referente a un sujeto, el atributo puede separarse
del sujeto o no puede separarse. Si no puede separarse,
o sea si la proposición referente es sintética, la expresión
«Dios existen es una mera afirmación, en la cual el atri-
buto existencia no añade nada a la idea del sujeto. Si
puede separarse, la proposición siendo analítica, no hai
inconveniente en separarlo, i por lo tanto puede haber
— 43 —
un Dios que no exista, i eso es absurdo. Así, la necesidad
de la existencia no es forzosa, i no se ha hecho con la
proposición argumento alguno.
Carriol. — Realmente, el raciocinio es formidable.
El profesor. — Tanto que los autores hablando de él,
comienzan diciendo : c Si se ha podido arrancar a la lójica
de la Edad media una contraprueba de esta especie, no
por eso el sentimiento de Dios deja de ser un dato de la
mente humana. ... i no sé qué mas.
Yo — . Añadiré por mi parte, un argumento de mi pro-
pia cosecha, i lo haré dialogando. Si para aceptar
una proposición tiene que hacer usted a su razón dos
violencias, i para aceptar otra, solo tiene usted que
hacerle una, siendo esta igual a una de las otras dos en
carácter, estension e intensidad, ¿cuál proposición le
será mas aceptable ?
Carriol. — La segunda, es claro, la que no ofrece sino
una sola dificultad.
Yo. — Muí bien; ahora examine estas dos tesis: I^ Dios
existe desde ab-eterno i ha creado el mundo: 2» El
mundo existe desde ab-eterno. La primera: Dios existe
desde ab-eterno, es igual en todo a esta otra: El
mundo existe desde ab-eterno. Pero con la última, usted
ya ha concluido, pues sabe que el mundo existe; mientras
que después de aceptar la primera, le queda a usted por
salvar la segunda parte (Dios ha creado el mundo) para
llegar al mismo fín : la existencia del mundo.
El profesor. (Interrumpiendo). Proposición no sólo
antojadiza sino repugnante a la razón que no comprende
cómo con actos de voluntad se puede sacar una cosa
de la nada, es decir, de donde no hai.
Carriol. — ^ tro la suposición es que Dios siendo per-
fecto i omnipotente, no sólo no tiene principio sino tam-
bién tiene el poder de crear.
Yo. — Dice usted bien : la suposición. Y llamo su
atención sobre este hecho : el mundo ha comenzado a
progresar en ciencias desde que los hombres han de-
jado a un lado las discusiones teolójicas, los juegos de
palabras, los argumentos capciosos i las invenciones, i
admitiendo sólo aquello innegable, la existencia del
— 44 —
mundo, se han puesto a estudiar los modos de ser de
ese mundo, sus leyes. Desde esa época data el naci-
miento de la física, la química, la mecánica, la historia
natural, la astronomía i todas las artes hijas de estas
ciencias.
Carriol. — Mas en fin, con qué se queda usted? Sus
raciocinios conducen a la negación de todas las creen-
cias, a la destrucción de la moral i de los mas nobles
sentimientos.
y¿7.— No señor. La moral i la conducta de los hom-
bres no emana de sus convicciones racionales sino de su
constitución orgánica. La nobleza, la caridad, la compa-
sión, el horror al crimen i a la crueldad, son sentimientos
innatos que no requieren una relijion, un culto, una
creencia ni un sistema filosófico. Yo puedo no entender
cómo un ser estraño al mundo lo haya hecho i ser sin
embargo honrado, compasivo, bondadoso i dotado de
los mas nobles sentimientos. Los silojismos admitidos o
rechazados no crean el modo de ser moral de los
hombres.
Sobre esto una hora de réplicas i contra réplicas
hasta llegar a Argel.
Al entrar en la Estación, vimos las cintas de fuego que
semejantes a barras de hierro en ignición, recien sacadas
de la fragua, parecían collares puestos sobre el descote
de las casas; las fajas reverberantes perdiéndose a lo
lejos en ondas interminables; los torrentes de luz que
con sus mil picos de gas, arrojaban a la calle los cafees
de la gran avenida intermedia entre el puerto i los cubos
de edificios ; los buques iluminados con un surtido de
colores i los reflejos de las estrellas en los espacios de
agua negra que las embarcaciones dejaban entre sí;
por fin las oficinas alumbradas profusamente de la misma
estación, los ómnibus esperando i los ajentes solícitos
de los hoteles ponderando las exelencias del alojamiento
que ofrecian.
— 45 —
Nos despedimos de nuestros agradables compañeros
de viaje, sintiendo la separación. Carriol, sobre todo se
Labia ganado nuestro afecto por su trato ameno, su ex-
presión cariñosa i sus demás amables calidades. Una
nueva prueba de su esquisita galantería, nos ofreció
haciéndonos llegar algunos días después de nuestra se-
paración una caja llena de flores i la semilla de unos
árboles de aromas que dan botones colosales, pues cada
aroma es tres veces mas grande que la mayor de las
nuestras.
Al obsequio acompañaba una carta amistosa llena de
sentimientos dé estimación i aprecio, mui bien corres-
pondidos, por otra parte.
Diciembre 7. — ( No sé por qué pongo fechas en mis
escritos, destinados a ver la luz pública, cuando para el
lector no tienen la mínima importancia. Mi disculpa está
en que no lo hago por el lector sino por mí. Me gusta
recordar donde estuve tal dia, si bien no le veo a eso
ninguna trascendencia social, política ni astronómica).
Argel es una ciudad mui animada, i su población la llena
totalmente. Ha sido edificada en varias faldas de colinas,
i se extiende a mas por un plano hasta la orilla del
mar. Su puerto és mui grande i mui cómodo ; aloja in-
numerables buques i facilita un comercio extenso con
todo el mundo. Ni, en Francia misma saben hasta donde
alcanza su importancia. Al puerto llega el tren i descarga
casi a la borda de los buques, las mercaderías de toda la
comarca, llevándose al interior la carga venida por mar
i destinada a los pueblos de las colonias. Hemos visitado
la ciudad de arriba abajo, de izquierda a derecha i de
frente a fondo. Nada hai mas pintoresco, mas variado ni
mas animado.
De los jardines i villas del Kasba, de Mustafá superior
e inferior, se tiene el panorama del mar, del puerto i
— +6 —
de las habitaciones. Los edificios alternan con los jardi-
nes, los bosques i las avenidas arboladas. Hai paseos
grandes i numerosos, especie de Parques llenos de pal-
meras i otros árboles indígenas i exóticos. Tiene mil ins-
titutos de enseñanza, museo, biblioteca, iglesias, mez-
quitas i edificios públicos diversos; grandes hoteles,
palacios modernos i antiguos i las calles i vias públicas
de los alrededores, son limpias en gran parte i bien pavi-
mentadas. Los caminos en las vecindades de la ciudad,
son como los mejores de Europa. Las casas en la parte
nueva i en secciones, en la vieja, están agrupadas en
manzanas chicas, reciben aire i luz de los cuatro vientos,
i son hasta de cinco i seis pisos. No hai limosneros, por
suerte para los transeúntes. Los mercados ofrecen una
animación particular. El tránsito por las calles se hace
difícil por la aglomeración de jente ; en muchas de ellas
hai galerías, i aun cuando esto las hace un tanto tristes,
porque les quita el espectáculo de las puertas adornadas
de las tiendas i la luz de noche, en cierta parte, presta
gran comodidad durante los dias de lluvia. Nada falta en
Arjel para la comodidad, i hasta diré para el lujo de la
vida.
Ha llovido casi todos los dias desde nuestra llegada ;
hoi también llueve. Esta mañana he salido a pesar de la
lluvia, i me he paseado una hora en una sola cuadra de
galería, meditando, meditando lo que escribiré cuando
tenga tiempo.
Debo, pues, al lector, mis meditaciones en Arjel.
• *
El 15 de diciembre a las 5 de la msmana, tomamos el
tren para Constantina; todavía estaba alumbrado el puer-
to con las luces de la noche; solamente los focos eléc-
tricos habían desaparecido, pero bastaba el gas soño-
liento de los picos i los faroles aburridos de los buques,
para mantener en todo el esplendor de su belleza, el
panorama de aquella parte de la ciudad i de su rada. En
el tren nos encontramos con el coronel Amade, que
ocupa una posición oficial en la provincia de Arjel ; era
— 47 -
este caballero idéntico físicamente a Granchi, nuestro
amigo de Florencia, i yo juzgué que debía parecérsele en
todo. Ya luego no mas emprendimos conversación ; yo
no puedo ir callado la boca ni a bordo ni en el tren. Habló
el coronel, i su voz idéntica a la de Granchi, no me sor-*
prendió; sus frases i formas de espresion, cadencias, repe-
ticiones e inflexiones, eran también iguales; me dijo que
era militar; ya lo sabia, pues Granchi es militar. Con
todos estos motivos, yo no me podia convencer de que
aquel hombre i yo nos encontrábamos por primera vez,
i no pude dejar de tratarlo como a un antiguo conocido.
Los temas de nuestra conversación fueron: trasmi-
gración de las almas (él era espiritista); formación del
mundo ; relaciones de lo físico con lo moral ; simpatias
recíprocas por deducciones sacadas de las semejanzas
orgánicas con otras personas conocidas antes ; teoría de
la vida i de la muerte ; atavismo ; caracteres indelebles
en la raza de los judíos; porvenir del jénero humano en
la tierra; destino final de las almas; semejanza de las reli-
jiones; identidad del pensamiento de los hombres en
todas las épocas, salvo los accidentes debidos al cambio
del medio en que han vivido i... me parece bastante
para un dia de tren. No dejó de sorprenderle mi teoría
sobre la vida i la muerte, cuyo estracto copio para no
olvidarlo. El hombre, le dije, está naciendo i muriendo
parcialmente desde su cuna hasta su sepulcro. Cómo
comienza, usted lo sabe ; un espermatozoario entra en un
óvulo, determina en el plasma alteraciones, él mismo se
disuelve i comienza la vida del nuevo ser, que no será ni
óvulo ni espermatozoario, pero que recibirá, trasmitido
por esos elementos, un bagaje de propiedades físicas o
morales, de los antepasados i del medio en que vivieron,
o sea el carácter jeneral de la nación, la raza i el grado
de civilización adquirido en forma de predisposición.
Cómo un óvulo o uit espermatozoario pueden trasmitir
un lunar o un talento, no sé; pero lo trasmiten puro,
simple, variado o alterado. Nacido el nuevo ser, sigue
adquiriendo i perdiendo sustancias materiales, aptitudes
morales i talentos o deficiencias especiales, i cada ele-
mento perdido o absorbido trasporta, o muchos de
- 48 —
e?los llevan o traen, o pueden llevar o traer jérmenes
de la personalidad del individuo, como la vacuna, los
virus i las ponzoñas u otros fluidos orgánicos llevan
i trasmiten su entidad íntegra, en lo material. Porrin-
'duccion debe calcularse que otro tanto sucede en lo
moral, i así se ve que algunos individuos concluyen
por tener la voz, la forma de espresion,' las ideas, el
parecido, los gustos i hasta los talentos de otra. Esto
para mí es el resultado de una trasmisión de personali-
dad mas o menos completa. Por consiguiente, si llama-
mos alma a esa personalidad, tenemos muchas almas de
diversa clase, que durante la vida i aun después de la
muerte, están constantemente escapándose de nosotros
para ser absorbidas por otros seres, como uti gramo de
vacuna o de virus tiene mil millones de personalidades,
capaz cada una de enjendrar una pústula o una enferme-
dad, o de destruir una aptitud, como lo hace la vacuna
respecto a la viruela. Ahora preguntará usted cómo llega
uno a morir en su calidad de hombre i cual. o cuales de las
personalidades de mi teoría mantiene la vida mientras uno
vive. Contesto: la muerte es una disasocracion, i no hai
para mí una sola entidad encargada de mantener la aso-
ciación, cuya falta trae la muerte. En primer lugar, nadie
se muere de golpe; todos se mueren poco a poco. Unas
funciones mueren antes, otras después i otras no mue-
ren;, continúan verificándose en el cadáver del individuo,
llamado muerto. Antes de acabarse la función respirato-
ria, se acaba la absorción, i cuando ya no se respira, to-
davía continua la circulación, rudimentaria si se quiere,
pero positiva. La última fricción de la sangre en el cere-
bro, determina el último momento de vida del animal en
calidad de individuo íntegro, pero la vida de sus partes
continua con otras formas. Así, pues, la armonía i el tra-
bajo de conjunto, han cesado; ha habido una desinte-
gración, i por lo tanto la función de aparato cesa. Una
comparación hará comprender mejor mi idea : quite usted
una pieza importante a un reloj u otra maquinaria; el
movimiento propio del aparato íntegro cesa, pero sub-
siste cada rueda, cada eje, cada resorte con su peso, su
forma, su aptitud, en fin, sus calidades íntegras, aunque
— 49 —
incapaces de hacer un trabajo de conjunto. Ponga usted
el dedo en el péndulo de un reloj; este se para, ya no
hace mas ruido, como si dijéramos, ya no tiene mas vida;
{dónde se ha ido el ruido? no se ha ido a parte alguna,
no hai ya mas solamente. Lo mismo sucede en los orga-
nismos vivos ; interrúmpase la función de conjunto i cesa
la vida; el organismo, como tal, como ser complejo, deja
de actuar, es decir, de vivir, pero cada una de sus partes
conservará los despojos de su personalidad.
Esta es en el fondo la teoría, susceptible como usted
calcula, de muchos desarrollos i de demostraciones par-
ciales, tomando los datos innegables de la ciencia.
Concluida mi esposicion, el coronel no dijo nada, pero
yo leí en su frente este pensamiento: «nunca he oido
mas disparates» a lo cual respondí yo mentalmente: «si
lo son, se paf ecen a la trasmigración de las almas, acep-
tada por usted ».
A medio camino subieron otros dos sujetos ; el Co-
mandante A. Monier, Jefe de escuadrón, i el señor Alfonso
Huard, Sub-inspector de aduanas, quienes me dieron hhI
informes respecto a las rejiones que visitaba, informes
susceptibles de ser trasmitidos por mí a cualquier inter-
locutor cuando ocurra el caso, pero inútiles en estos
apuntes.
♦
* *
En Constantina nos quedamos dos dias i lo vimos
todo ; mencionaré solo algo : Los barrios árabes i ju-
díos, sucios i feos. El antiguo palacio del Bei, como
todos los de su jénero, con patios, fuentes, corredores,
galerías, mosaicos, puertas labradas i cuartos como ni-
chos. El camino de los turistas mui notable : el agua
inmediatamente después del diluvio universal, comenzó a
correr por unas peñas mui altas siguiendo los declives,
supongo, i con su trabajo incesante desde esa época
hasta el dia de mi Jlegada a Constantina, ha hecho una
profunda ranura, escavacion o tajo en la roca, para
irse roas cómodamente al mar ; los franceses han ayu-
dado a la naturaleza a embellecer el sitio, construyendo
Por mares i por tierras 4
— 50 -
un camino que desde el fondo del precipicio conduce
hasta el nivel de los puentes, i otro desde estos, si-
guiendo el borde del tajo, para carruajes hasta la
campaña ; cuando se llega al límite del precipicio o del
Rumel, como se llama, se ve en lo alto de la montaña cor-
tada a pique, parte de la ciudad de Constantina, en frente
una inmensa serie de colinas figurando el mar en tor-
menta i a los pies la formidable hondonada llena de
vueltas, por cuyo fondo corre el agua. Nótese que parte
de esta agua proviene de vertientes ; es caliente i sulfu-
rosa; abajo, en las vecindades del lecho del torrente, hai
baños medicinales. El Rumel divide la ciudad en dos
partes desiguales.
* «
Imposible me fué obtener en Constantina, de donde
salimos el 18, noticias respecto al mejor medio de cortar
el viaje a Túnez, cuya duración por el tren es de 19
horas, en dos partes de mediano largo; las estaciones
donde habia hotel, estaban o mui cerca o mui lejos ; por
fin me indicaron una parada, Hammah Meskoutine, sitio
mui digno en verdad de ser conocido, célebre en tiempo
de los romanos por sus vertientes de agua caliente i de
propiedades medicinales, i por la peculiaridad de los
paisajes. Como sucede con frecuencia, después de mucho
vacilar, caí en lo peor para mi propósito. Hammah Mes-
koutin está mui cerca de Constantina i mui lejos de Túnez;
pero las vertientes de agua, visibles desde el tren, el modo
estraño como sale esta entre las peñas, levantando
una polvareda de vapor, i las predilecciones de los turis-
tas obligarian sin duda al noticiero a indicarme ese
paraje. Yo no quise sin embargo quedarme en él, i resolví
pasar hasta otro punto, donde la existencia de un hotel
era indicada por el guarda tren con un meneo de cabeza,
como diciendo: hai i no hai. Peto se puede pasar la
noche, en fin, en Duvivier? interrogué. — Oh! eso sí, segu-
ramente ; el mismo dueño del Buffet de la estación tiene
un carruaje para conducir a los viajeros al hotel, que no
dista sino dos quilómetros de la estación.- Perfecta-
— sí-
mente. Al dia siguiente podíamos levantarnos tarde i
tomar a las doce el tren para Túnez. En la estación de
Duvivier le pregunté a una mora que despachaba en su
p^licna, cómo kiaria. para ir al hotel. —Pregúntele a mi
padre, me contestó. Yo no tenía el honor de conocer a
su señor padre, pero un caballero robusto q^atit en man-
gas de camisa, cortaba en este momento un salchichón^
me pareció serlo.— Señor, le dije, ¿ cómo haré para ir al
hotel? — «Ahora vamos», me respondió, deje usted que
mi hija se despache. «Ahora vamos>, me repetí yo mental-
mente; «qué será eso !> Algo habia adelantado entre-
tanto, ya conocía el parentesco de la mora, bastante agra-
dable, i del cortador de salchichón, muí corriente. —Tiene
usted bagaje? me dijo este. — Si, un poco. — Cómo cuán-
tos bultos?— No voi a llevarlo todo, llevaré solo unas
balijas de mano. — ¿Cuántas, mas o menos? —Cinco o seis.
— Ah, diablos, entonces no está usted solo. — No, somos
tres, una señora, yo i Bautista ( a mi me parece que todo
el mundo debe conocer a Bautista). —Pues si es así, dijo
el padre, levantando el cuchillo del salchichón i rascán-
dose con él una oreja, no cabemos en el carruaje. Ya no
habia duda; debíamos ir todos juntos, la mora, el padre,
otro señor con aire de intendente que por allí andaba, el
cochero i nosotros tres con nuestros seis bultos de mano.
El padre reflexionó un rato i emitió, mezclando a su dic-
ción un suspiro, esta frase: habrá que hacer dos viajes.
Y así se hizo. Bautista acomodó los bultos i subimos en
un carruaje descubierto i desvencijado, en el cual, por un
camino delicioso, fuimos hasta el hotel. ; El hotel ! era la
casa del padre, de la moi^, de tres moras mas, del mu-
chacho cochero, de la madre de esos jóvenes i la habita-
ción adoptada a perpetuidad por el hombre con aspecto
de intendente. Entramos en una sala donde había una
mesa de billar, otra de pino mui larga, un despacho de
bebidas, una cama i tres peones jugando en otra mesita
chica con un naipe viejo i sucio, ya mui hecho a resol-
verse en montes, biscambras, burros i otros juegos clási-
cos. La madre de familia me preguntó si queríamos comer
solos o con ellos. —Solos, contesté, para no incomodar a
ustedes. — Entonces hai que preparar otra comida, aña-
— 52 —
dio. — Me parece bien» repuse: háganos una sopa, una tor-
tilla, un pollo asado, ensalada, postre i lo demás que
usted quiera; denos vino blanco i prepárenos un buen
café bien negro. —Todo hai, dijo, i mui bueno todo. Yo
la seguí cuando se retiró, la vi recojer sus provisiones
en diferentes partes de la casa i encaminarse a la cocina,
donde la esperaba un biien fuego i una gallina pelada,
balanceándose colgada del pescuezo por un hilo atado
en un tirantilló del techo. Sin duda la gallina i la po-
sadera nos estaban espiando. Mientras esperábamos
impacientemente la comida, llegaron el padre, la mora i
el intendente de la estación ; la tertulia se hizo animada ;
el padre contó su historia; había sido capataz durante un
tiempo, de los peones que construian la via férrea de
Duvivier a no sé donde; uno de sus ayudantes de con-
ñanza, era el que yo he calificado de intendente por su
aire grave ; de ayudante había pasado a miembro de la
familia sin mas trámite, comía en la mesa con ella; en
cierta ocasión alguien murmuró de esta familiaridad i el
padre significó ál muchacho o mozo, ahora viejo, que
comiera aparte; desde ese dia se retiró de la mesa i
no probó mas bocado, de tristeza; como se moría de
hambre, la familia conmovida lo obligó a seguir la
antigua costumbre, i desde entonces no solo come en la
mesa, sino que se sienta en una de las cabeceras. El
lector no habrá olvidado que es el padre quien habla : de
mayordomo pasó a fondero, su familia fué aumentando i
ahora tiene dos hijas casadas, tres solteras i dos mucha-
chos, uno de ellos famoso cazador de liebres. Ahora
hablo yo : la penúltima de las niñas se llama Lucía, tiene
trece años, es mui robusta, preciosa i mas que bella
encantadora ; cada uno de sus movimientos, de sus ade-
manes i de sus actos, es una inocente seducción ; la gracia
i el atractivo brotan de su cara limpia i pura ; no habla
sin ruborizarse i todo le da vergüenza ; que se cierre
una puerta, que pase el gato o que le hablen, son mo-
tivos de sonrojo. Ella nos sirvió i cuando nos trajo
todos los platos, se fué a comer con sus hermanas i
padres. Yo me levanté i fui a ver la mesa del posa'
derq. — ^Necesita algo? me preguntaron. ~ Nada, que-
— 53 —
•
ria ver la familia reunida ! . . . La vi ; pcesentaba un
espectáculo animado i agradable; todos quedaron mui
complacidos con mi ocurrencia. Despwjes el padre me
dijo: Necesitan ustedes venir para Noel ( navidad). Sí,
necesitan v^enir o. quedarse aquí, hasta ese dia; entonces
estarán también mis hijas casadas con sus maridos, i
comeremos todos juntos con ustedes; vea, en ninguna
parte lo van a pasar mejor; yo he conocido muchos
estranjeros, pero nunca me. ha dado por tratar a nadie
como a ustedes; me parece que son amigos antiguos;
vaya, si se quedan, le ofrezco a la señora un ramo de
violetas cada dia, i una escopeta de niña ; iremos a cazar
el día anterior a la fiesta o todos los dias si quieren; si
tienen que ir antes a Túnez, les presto a Lucía para que
los acompañe, ahí la tienen, irá con ustedes.
En vista de tanta i tan sincera amabilidad, casi nos
decidimos a quedarnos, pero era una locura; en la casa no
había la menor comodidad, i sobre todo, faltaba lo indis-
pensable, de lo cual no puedo hablar aquí; sorprendente
e increíble falta, en un hotel, donde vivia permanente-
mente una numerosa familia compuesta de muchachas
jóvenes, mujeres, varones i una regular servidumbre de
ambos sexos; i nadie en la casa parecia notarlo. Por
mi parte, confieso que este es el hecho mas estraor-
tlinario del cual tengo noticia desde mi nacimiento hasta
la fecha.
El 19, es decir, al otro dia de nuestra llegada a ese
inolvidable hotel, nos levantamos tarde i nos fuimos con
la mayor parte de la famiha a la estación, donde la
hija mayor de las solteras tenia el restaurant para los
pasajeros. Allí almorzamos, mui bien servidos por la sin
par Lucía, i luego emprendimos nuestro viaje a Túnez,
sintiendo dejar en aquel medio semi salvaje, una criatura
tan digna de vivir en otro ambiente; ella también, según
nos dijo, habría deseado que la lleváramos i vivir siem-
pre con nosotros.
- 5+ —
Los viajes tienen muchos encantos, pero también algu-
nas contrariedades morales, entre otras, el pesar de
separarse de personas a quienes en pocas horas se cobra
un gran carino, i con las cuales desearía uno estar en
contacto toda la vida. Lucia nos procuró este sentimien-
to. Bien pronto debíamos tener otro análogo. En el tren
que tomábamos, iban en un compartimiento de 2^ del
mismo coche nuestro, un caballero francés con su hija, i
en nuestro mismo compartimento un joven norte-ameri-
cano; tres personas a cual mas simpáticas, finas i agrada-
bles. En el acto trabamos conversación en el pasillo, con
el caballero francés i su hija, una delicada i linda mucha-
cha a quien su padre llevaba a Túnez para dejarla* en un
colejio. La niña era una delicia, i el padre un miembro de
la nobleza de Francia, sumamente instruido. Yo me entré
en su compartimento para conversar con él, i Guiller-
mina se llevó a la niña al nuestro, donde las dos enta-
blaron conversación con el norte-americano. No habían
transcurrido dos horas desde el principio de nuestro viaje,
cuando ya todos éramos antiguos conocidos; comimos
juntos nuestras provisiones, i dormimos juntos algunas
horas; la inocente~naiña comenzó primero a dormir sen-
tada, después se fué cayendo poco a poco i concluyó por
ocupar todo el costado del coche; el americano i nos-
otros le acomodamos una almohada, haciéndola con nues-
tros abrigos, sin que la niña se despertara^ i yo pasé
mucho tiempo mirando aquella cara anjelical en cuyas
facciones el sueño esparcía nuevas bellezas.
En Túnez, a donde llegamos el mismo 19 un poco
tarde, formamos al día siguiente una caravana i visita-
mos la ciudad en grupo. Un dia después, el caballero
francés Barón Maximin de Vialar, pues tal era su nombre,
i su encantadora hija Emilia, nos abandonaron, i nosotros
seguimos nuestras escursiones con el joven norte-ameri-
cano, William S. Kahnweiler al otro dia, siendo la mas
importante la^ de Cartago, a hora i media de Túnez, en
coche. Nos detuvimos en el palacio del Bey, situado cerca
— 55 —
de Cartago, visitamos algunas de sus dependencias : las
cabalierizaSf las cocheras, las barracas de animales fínos
i otras reparticiones, sin encontrar nada rejio de oríjen
local; almorzamos nuestras provisiones mui contentos i
segiiimos viaje. Llegamos a una aldea árabe, la atrave-
samos, subimos ai faro situado en la parte mas alta de
ella i contemplamos un panorama imponente : el mar, el
lago salado, el canal en construcción desde el puerto
llamado La Goulette hasta Túnez, las ruinas de la célebre
ciudad, los acueductos destruidos, los aljibes, la basílica
nueva, el museo, las colinas, las casas i quintas esparci-
das en todas direcciones de la tierra, i por fín^ la aldea
árabe ya mencionada, a los pies,* con sus calles en esca-
lera i sus techos blanqueados, que le dan un aspecto de
cementerio. Bajando del faro, pasamos de nuevo por la
aldea. ¡ Qué desolación i qué tristeza ! Los escasos habi-
tantes sentados en las* puertas de sus cuevas o tiendas,
ociosos, impasibles, viendo pasar el tiempo, sin esperar
cambio alguno, mientras el mundo se ajita en la tremenda
lucha por la vida fuera de allí, ofrecen una quietud que
conmueve i aflije. « This is not New York » le dije a mi
compañero. « No, certainly » me contestó. El había espe-
rimentado la misma impresión mía sin duda. Volvimos a
tomar el carruaje i fuimos al sitio de la basílica romana.
Allí, como en todo el recinto que debió ocupar Cartago,
la de los cartajineses, no se ve nada de su época; las
pocas ruinas pertenecen a la época romana. En la basí-
lica se ve esparcidos trozos de columnas, de muros, de
bóvedas i algunas partes del piso todavía con mosaico;
en una palabra, nada realmente interesante. Después
fuimos a ver los aljibes, encontramos las ruinas de los
viejos, i examinamos los reconstruidos, que son en verdad
dignos de nota ; constituyelos una serie mui larga i ancha
de fosos rectangulares, divididos por pilares i cubiertos
de bóveda ; el agua se conserva allí fresca i en buenas
condiciones ; según el cuidador, el conjunto de los depó-
sitos puede contener 27,000 metros cúbicos. De los alji-
bes al museo, basílica nueva i capilla construida por los
franceses en honor de San Luis, hai poca distancia. El
museo contiene los restos de estatuas, columnas, relieves
— 56 —
e inscripciones encontradas en los alrededores, como
también varios objetos de uso i esqueletos hallados en
las ruinas ; todo o casi todo es del tiempo romano i tiene
mui poco interés, para mí al menos. La iglesia i la capilla
no merecen el tiempo que uno emplea en ir a verlas.
Pero nuestro acompañante es un famoso admirador de
todo, por principio, i se da unas tareas colosales por ir
a cuanto sitio accesible hai. Este caballero, como muchos
de sus compatriotas que sin ser doctores son mui ins-
truidos, me encantó con su conversacipn durante el viaje
de regreso ; era un verdadero erudito ; estaba familiari-
zado-con todas las cuestiones de interés social que los
sabios discuten ; había leido a Herbert Spencer; conocía
las obras de los economistas célebres i no hai cuestión
de cierto interés práctico para el jénero humano que le
fuera estrana. Me llamaba la atención sobre todo, el
modo norte- americano de tratar las teorías en apariencia
mas abstractas. A él le habían llegado por el camino
práctico, casi diría comercial, i era de ver como factu-
raba las sublimidades mas trascendentales, quitándoles
sus aparatos de elevación para traerlas a la superficie de
la tierra i hacerlas concurrir al trámite de la vida mas
común. Se acercaba sin sacarse el sombrero a la filoso-
fía, a la teodicea, a la moral, a la estética i a la litera-
tura, no para pedirles proposiciones metafísicas, sino
datos de estadística i conocimientos susceptibles de ser
convertidos en objetos de industria, capaces de contri-
buir al bienestar en la vida normal de cualquier hombre
aldeano o rei. Y así hablaba de todo, con gran conoci-
miento de la materia teórica, pero con una falta de mira-
miento tan democrática, que un hombre como Avella-
neda, por ejemplo, se habría escandalizado al oirlo. Eso
si que es fin de siglo práctico, humano i útil. Eso es ser
realmente instruido. Si él hubiera podido hacer su gusto,
habría puesto una tienda para vender principios ontoló-
jicos, o una fábrica de verdades metafísicas aplicables a
las máquinas de coser.
*
* *
— 57 —
Hai en Túnez muchos árabes, muchos italianos, pocos
atractivos i muchos bazares, con su falta de aseo i su
olor característico. Resolvimos allí no ir a Palermo, no
ir a Ñápeles, no ir a la India, no ir a Australia, no ir
al Japón, no volver por California, pero sí embarcarnos
para Marsella, donde según nuestras cartas i nuestras
reflexiones, decidiríamos nuestro itinerario. No faltaba
motivo para estar desanimados de nuevos largos viajes ;
habíamos recorrido en pocos días mil trescientos treinta
i tres kilómetros, como sigue: de Oran a Arjel 421, de
Arjel a Constantina 464, de Constantina a Duvivier 149
i de Duvivier a Túnez 299 ; todo ello en trenes lentos i
no muí cómodos.
Nos embarcamos en el <s: Ville d'Oran> el 23 de di-
ciembre. Nuestro amigo, el norte-americano, nos acom-
pañó a bordo i estuvimos juntos hasta el último mo-
mento ; nos despedimos con sentimiento, quizá para no
volvernos a ver; el pobre joven era tísico i nosotros
somos mortales como él ! yo le habia cobrado una gran
simpatía, cariño en verdad, por sus dotes exepcionales.
* *
El viaje a Marsella fué atroz ; el mar estuvo insoporta-
ble ; ni el capitán asistió a la mesa ; no hubo mesa,
mas bien dicho. Llegamos a nuestro destino el 25, dia
domingo, i nos alojamos en el hotel Noailles. decididos
a descansar unos días. La permanencia en esta ciudad
fué agradable en cuanto cabia, dado lo crudo del in-
vierno, Francisco Molina Salas, Cónsul argentino, i su
señora nos trataron mui bien, nos dieron una comida i
nos presentaron parte de su sociedad. A la comida asis-
tieron a mas de otros invitados, unas niñas encantadoras
no mui lindas, pero mui intelijentes, instruidas i de un
trato esquisito. Con este motivo comprobé: I», que
Molina Salas vivia mui bien i es mui feliz. 2o, que su
Señora era una de aquellas dignas esposas que sirven
- 58 —
de pedestal a su marido; su trato era delicioso. (Las mu-
jeres lejítimas o hunden o levantan a sus maridos, según
su conducta o su tacto; hai algunas que son una verda-
dera lápida o una cadena de presidario con una pesada
bola al estremo). 3^, que cuando uno en un pueblo no
conoce siquiera una familia, no tiene la menor noción
de las ciudades que visita; todas son iguales ante sus
ojos, por ser iguales los hoteles i las fachadas de los
edificios, i las tiendas, i los cocheros, i las fondas, i las
calles, salvo diferencias de poca monta. En cada parte
donde me ha sido dado conocer siquiera superficialmente
una parte de su sociedad, me he quedado maravillado de
los tesoros de afecto, de belleza i de distinción concen-
trados i como escondidos en sus mujeres jóvenes, i les
he tenido gran lástima, no encontrando casi hombre que
las merezca. ¡ Pobres flores sencillas i perfumadas, es-
puestas a que un macho brutal las corte i las ultraje o
destinadas a secarse en su tallo, melancólica i estéril-
mente.
* «
Habíamos pasado en Marsella el primer dia del ano
nuevo 1893, sin caer en cuenta de ello, felizmente. El 4
fuimos con el Cónsul a la Catedral nueva i a Nuestra
Señora de la Garde. La Catedral es grandiosa, notabi-
lísima, de una bella arquitectura, ya medio célebre por
su acústica, dependiendo esta exelencia quizá de ha-
llarse vacía; en efecto, no tenia aun ornamentación ni
mobiliario; uno que otro altar de madera pintada se veía,
de vez en cuando, puesto mas bien como para indicar el
sitio donde debia erijirse el definitivo. Así han de haber
comenzado todas las catedrales, me supongo, encar-
gándose después la piedad relijiosa ola vanidad mundana
de ejecutar esas soberbias decoraciones hechas con már-
moles raros, piedras preciosas i ricos metales que nos
admiran tanto en San Pedro, San Pablo, San Isaac, la
Chartosa de Pavía, el Escorial, en fin, en casi todas las
iglesias de nota del mundo.
Nuestra señora de la Garde, izada en un peñasco,
colina o montaña, según los términos de comparación,
— 59 —
tiene el mar i la ciudad a sus pies, lo cual no impide que
la ciudad sea mui mal sana i el mar detestable, i mucho
menos que la santa o la virjen tenga todos los muros de
su iglesia cubiertos con placas e inscripciones conmemo-
rativas de algún suceso feliz del cual los feligreses echan
la culpa a la inocente inmaculada, quien seguramente no
lo ha comido ni lo ha bebido. Ella, según los letreros,
ha salvado buques i ha curado enfermos ; en cuanto a
los buques perdidos i a los enfermos muertos, los letre-
ros están mudos;- no cuentan sino los éxitos felices!
¡Por fin concluí de leer «Fabiola >! una oovelita cató-
lica escrita por el cardenal Wiseman, para entreteni-
miento e ilustración de los fieles. « Fabiola o la Iglesia
de las catacumbas >, me ha sido regalada por la señora
del Cónsul Calvari, con fines morales; por ejemplo, ha-
cerme mucho mas cristiano, católico, apostólico i ro-
mano, i lo ha conseguido. La obrita es mui moral i mui
atractiva por sus bellezas literarias, aun cuando no tanto
por sus anacronismos i falta de naturalidad en algunos
casos. Por ejemplo, un niño de 14 años, Pancracio,
al salir de la escuela, tiene una conversación con su ma-
dre, i en medio de un discurso mui académico i poco
a propósito para ser dicho en familia, nos sorprende con
esta frase: c Así fué, que mientras yo al escribir lo es-
taba desenvolviendo, mi corazón latia violentamente, mi
imajinacion parecia de fuego; el recuerdo de tus leccio-
nes i las prácticas de nuestro hogar doméstico, se repre-
sentaban tan a lo vivo en mi mente, que conmovido todo
mi ser, sentía circular la sangre por mis venas con desu-
dada precipitación i violencia!». El tema que desenvolvia
el niño en la escuela i al cual se refiere, es el siguiente,
dado por su maestro Casiano. < El verdadero filósofo
debe estar siempre dispuesto a morir por la verdad >;
tema mui adaptado a los medios i las aptitudes de un
escolar de 14 años, i tan fecundo, qife gracias a él como
se ve, el niño Pancracio, con una precocidad alarmante,
descubrió en los primeros albores de la era cristiana,
— 60 -
nada menos que la circulación de la sangre, vuelta des-
cubrir por Harvey en 1628, según lo aseguran algunos
mentecatos.
I«2ste anacronismo, es disculpable, i sólo supone una
distracción producida por el hábito de referirse a ideas
comunes i familiarmente repetidas; pero con el amane-
ramiento de Pancracio, no sucede lo mismo ; ningún niño-
habla así, i mucho menos conversando con su madre.
Chateaubriand en sus Memorias de ultratumba, dice :
«La malveillance et le denigrement, sont les deux carac-
teres de r esprit francais ; la moquerie et la calomnie le
resultat certain d'une confidence >^. Debe ser así, pues á no
serlo, no tendria curso corriente este refrán o aforismo :
«Entre veinte individuos hai cuando menos un pillo,
salvo si son marselleses, en cuyo caso hai cuatro. ¿Será
esto un resultado de la maledicencia solamente ? pensaba
yo una mañana en el restaurant de la Reserve, Maison
Roubion a donde fuimos á almorzar con el Cónsul Mo-
lina Salas i su interesante mujer; no, tal vez el construc-
tor de esa frase, ha estado en este hotel, seguí pensando,
i entonces su desconsolador sentido ha podido tener un
fondo de verdad. Los cuatro pillos marselleses, son pro-
bablemente los dueños del hotel de la Reserve, los finan-
cistas mas descarados i atentos de la comarca ; eso si,
lo arruinan a usted con una esquisita cortesía i las ma-
neras mas delicadas. Al volver de este modelo de alber-
gue, caminando a lo largo de la Corniche, ancho paseo
construido a orillas del mar, el frió intenso nos presentó
un espectáculo indigno del hotel, es decir, mui digno de
ser apreciado; en las barrancas de un lado cortadas a
pique para formar el camino, i al pié de las hermosas
casas de campo, la nieve se había colgado en largos me-
chones desiguales, como si una majada de ovejas desbar-
rancándose i rodando por las breñas, hubiera dejado
allí toda su lana.
Esta comparación exactísima que yo me permití hacer
en alta voz, sujirió a Molina un recuerdo singular. Allí,
— 61 —
en aquel sitio, me dijo señalándome un punto de la
playa, nos bañábamos el año pasado ; entre las bañistas
habia una preciosa niña de- doce años, una verdadera
estatua griega; su vestido de baño, de lanilla blanca,
con el agua se encojía i se le pegaba al cuerpo; cuando
salia nosotros le hacíamos calle ; nunca he visto cuerpo
de mujer mas perfecto ; el vestido tenue i transparente
no sólo modelaba las formas, sino que dejaba apreciar
el color sonrosado de las carnes, las sombras en las
depresiones i los puntos luminosos en los senos ; en fin,
era una delicia! La madre la esperaba un poco lejos del
agua para envolverla en el peinador, pero no se daba
prisa para ejecutar sus maternales cuidados, dejándonos
tiempo para admirar los primores de su hija ; el novio,
pues tenia uno, un príncipe de no sé cómo, ya a la fecha
casado con ella, se colocaba al estremo de nuestra calle;
feliz mancebo ! Los viejos padres de familia que habian
abierto tamaños ojos mientras la niña pasaba, dirijién-
dose a sus esposas o hijas, exclamaban; ¡qué inmorali-
dad ! después de haber mirado a su gusto. En verdad,
la muchacha era una coqueta i estaba segura de sus
triunfos. Ahora me dirán ustedes ¿habrian sospechado
en todp un señor Cónsul tan serio, la facultad de descri-
bir tan a lo vivo un cuerpo de mujer saliendo del baño,
i hacerlo con la misma práctica con que despacharía un
buque? — La señora del Cónsul no oyó la descripción.
(Nota del interlocutor). — Gracias a las ovejas, cuya lana
quedaba pendiente en las peñas, i por una asociación de
ideas entre lana i lanilla tuve la ocasión de oir tan sa-
brosa cuento, i reconocer en el narrador calidades lite-
rarias dignas de encomio. Mas adelante me contó una
historia de otro estilo pero igualmente atractiva por su
orijinalidad;--Sabe usted doctor, me dijo, que uno de mis
colegas estuvo a punto de tener un duelo con otro
colega? Pero lo raro es el motivo. Imajínese. El Cónsul
de no habla sino español, i aquí en Marsella no
tenia con quien conversar a no ser con sus colegas; uno
de ellos el Cónsul de le inspiró una gran simpatía
i esa fué la causa del duelo; no lo dejaba ni a sol ni a
sombra; comenzaba a visitarlo al rayar el alba i no lo
— 62 —
abandonaba sino a las doce de la noche, siempre con-
versando ; lo convidaba a comer, a cenar, a almorzar, al
teatro, a los conciertos, a pasear por las calles i se
metia hasta en los detaUcs ñas ínfrnos de su vida. El
inspirador de tanto cariño, ya no sabia cómo hacer para
gozaLT siquiera un momento de libertad. — Mire, le dccia,
tengo que hacer. — No importa, yo lo esperaré, contes-
taba el otro. — Espero jente. — Oh ! yo no incomodo,
usted sabe, después que se vayan sus visitas saldremos
a dar una vuelta. — Pero deseo estar solo.- Conmigo es
como si usted estuviera solo, no se inquiete por mí. En
fin, un dia ya desesperado, le dijo : Vayase usted al de-
monio o le rompo el alma.— A mí?— Sí, a usted, es usted
un fastidioso, un mal criado, un impertinente ; no me
convide a comer, ni a cenar, ni a ir al teatro, ni a nada,
ni vuelva usted a poner los pies en mi casa. — Pero hom-
bre, habla usted deveras ? — Y tan deveras, que ya lo
verá usted.
El obsequioso colega se quedó como quien ve visio-
nes, i su víctima dejándolo plantado en la calle, vino a
verme para que fuera a desafiar a su perseguidor. — Yo
no podré vivir mas, me dijo, donde viva ese mentecato ;
lo he insultado i debo matarlo. —Pero hombre, si no hai
motivo para un duelo, i en todo caso no es a usted a
quien le toca provocarlo. — No importa, hágame usted el
servicio ; vaya, véalo i que nombre sus padrinos.
Fui, lo vi, lo encontré mui compunjido, mui sorpren-
dido del suceso, creía que su estimado colega se había
vuelto loco ; cjijo que jamás había visto el menor signo
de disgusto en él i que su repentina salida lo habia de-
jado aturdido.
Al fin pude convencer al otro colega, de que no tenia
razón, i todo quedó terminado estableciéndose un regla-
mento para las futuras visitas e invitaciones.
Fuimos el dia 6 al Prado i vimos patinar en un pe-
queño lago ; - nada de mui sorprendente todo esto, pero
caminamos seis quilómetros i yo he tenido una conver-
— 63 —
sacion agradable cuyos puntos salientes fueron estos
aforismos :
< Si las mujeres no eng^^aran a los hombres { qué
harían? si se mostraran tales cuales son, ¿se atrevería
alguien a quererlas concienzudamente, a buscarlas, a
sacríñcarse por ellas, a dar tanto valor a sus sonrisas, a
sus gracias, a sus palabras afectuosas, a sus encantos, a
sus bellezas; se atrevería uno por fín reflexionando un
poco, a casarse con ellas, es decir, a ponerse una cadena
de presidario, a desdoblar su persona ofreciendo mayor
blanco a los tiros de los contemporáneos i lo que es
mas a esponerse a ser ridiculizado, deshonrado, dice la
sociedad, sin culpa alguna, sin acto de su parte, sin la
menor razón ni justicia? Luego, yo no creo que las mu-
jeres como los hombres engañen con premeditación en
jeneral; cuando afirman su cariño, su constancia, i se
entregan, lo hacen salvo exepciones, en momentos de
sinceridad ; ellas no saben cuánto hai de cambiable en
su naturaleza. La pasión proclamada es verdad en el
momento de la proclamación, después se hace mentira.
Acusar de inconstancia a las' mujeres, es lo mismo que
acusar de variables a las veletas, calumniándolas como
lo hacemos sin sospechar la calumnia. No son la^ pobres
veletas quienes cambian, son los vientos ; ellas jiran ce-
diendo a una violencia i muchas veces sus gritos estri-
dentes en medio de la noche, chillados por sus ejes
herrumbrados, son los quejidos inútiles contra la fuerza
bruta que las impele ; ellas desearían estarse quietas !>
De Marsella salimos el 9 i llegamos a París a las once
de la noche, con un frío conjelador. Nos alojamos en el
viejo Hotel de Bade, un páramo; nos había sido recomen-
dado en Jénova por una señora de Acosta, venezolana,
viuda de un Jeneral ( todas las viudas de Venezuela lo
son de algún Jeneral).
— 64 —
Terrible era en aquella época el frió en París, a lo
menos para mí; no podía leer, ni escribir, ni pensar.
Durante el día, estaba de pié o caminando por ímajinar-
me que así me procuraba una tolerable temperatura; i
de noche en cama, no me atrevía a sacar las manos de
debajo de las cobijas, a pesar del íue^o de la chimenea.
No obstante, no lo pasamos del todo mal, moralmente,
por las atenciones de nuesiros amigos i conocidos.
Encontramos a Mr. de Montravel que filé mui obse-
quioso con nosotros, recordando haberme conocido
muchacho durante su permanencia en Buenos Aires ; al
Diputado Gaillard, a quien habíamos encontrado en Aiz-
les-Bains; al señor Paul Mayer, relación del mismo
orijen; este caballero nos invitó a comer en su casa i
nos presentó cariñosamente a su familia.
Conocí también a la señora del Conde Ormesson,
empleado a la sazón en el Ministerio de Relaciones
Esteriores, en calidad de introductor de embajadores.
Nuestros amigos Federico i Carlos Portalis, nos habían
dado una carta de introducción para el señor Conde i su
mujer, mas cuando fui a entregarla, sólo hallé en su
casa a la señora Condesa, mui noble, mui en sus trece de
serlo. El dia de mi visita era el de recibo; por esa
causa había reunión plena, i tuve ocasión de ser pre-
sentado a una media docena de nobles de ambos sexos.
Una dama extranjera a quien me presentaron en otra
casa, también noble pero de lejos, me causó gran pena
con sus referencias; parecía acobardada, a pesar de su
arrogancia nativa, con ciertos procesos, i según me dije-
ron, ya no estaba tan segura de sí misma por los sufri-
mientos de amor propio que le ocasionaba una discusión
judicial cuyo tema era su honor. No había en la acusa-
ción una palabra de verdad, según la opinión juiciosa,
pero el solo hecho de discutirse la reputación de una
mujer, basta para empañarla. Lo mismo sucede con la
reputación de un hombre, dirá el lector al ver esto, si lo
vé, i yo contestaré ; es verdad !
— 65 —
La República francesa se encuentra ahora en un mal
momento, i como nuestro país, no sabe a donde va. La
prensa libre amenaza poner en la picota a todo el
mundo. Las entidades mas universalmente conocidas,
ven discutido su buen nombre: Lesseps, Eiífel i otro9,
los ministros, los senadores, los diputados, los miembros
de la Lejion de Honor, todos cuantos hasta hoi han sido
tenidos en estima^ son fustigados sin piedad, aun antes de
saberse si son culpables. Los diarios ingleses no mencio-
nan la cuestión eterna sino bajo este título : c Panamá
scandals > i como los estranjeros, aun los que no han'
estado en la Francia, conocen, sin embargo, a Lesseps
como factor del Canal de Suez, a Eiffel por su torre, i a
los funcionarios públicos por ver sus nombres a cada
instante, la Europa, pueblo, cree que cuando esas gran-
des personalidades están comprometidas, lo están todos
los franceses, i la inculpación recae sobre la Francia,
cuyas acciones políticas i económicas comienzan a bajar.
Los mismos promotores del escándalo, ya tienen miedo
de que las consecuencias se estiendan mas allá de su
propósito, i resulte un descrédito real para la nación,
en vez de un beneficio para la moral, sin mas satisfac-
ción de la vindicta pública que el de ahorcar a un
arquitecto, como el del cuento, por tal de matar algo.
Parece además que la cuestión no es simple ni puramente
interna ; alguien de afuera dirije, según piensan muchos,
la maquinaria, i se vale o se ha valido de los mismos
franceses para deprimir la Francia, en virtud del prin-
cipio homeopático «similia similibus curantur>. La^/r-
Jida Albion es sospechada ; ella tiene interés en tomarse
Marruecos i en quedarse en Ejipto, a lo cual los fran-
ceses opondrían un obstáculo formal si continuaran en
el pleno goce de su poder, importancia i crédito. La
triple alianza, a su vez, secunda los propósitos de Ingla-
terra, en cuanto a eso de hacerles daño por razones
obvias, entre ellas, las pretensiones de Italia sobre Túnez
i Trípoli.
En resumen, hai, dicen, una conjuración contra la
Francia, i cuanto mas se compliquen los Panamá scandals,
tanto mejor para los conjurados. Se puede añadir a esta
Por mares i por tierras 5
— 66 —
salsa otro ingrediente: el empeño de la nobleza en de-
nigrar a la República, i aun cuando esa nobleza vea el
daño a la nación, como los partidos son crueles i ciegos,
el patriotismo cede ante el espíritu de oposición. No se
paran en el peligro de hacer mal a todo el país, con tal
de herir a la República i desprestijiar el sistema con la
deshonra de sus sostenedores. Después se compondrá
eso, dicen los nobles, pero los republicanos comienzan a
desear que el gobierno se ocupe un poco de las cuestio^
nes esteriores.
* ♦
Salimos de París i llegamos a Londres el 21, con
un gran miedo de encontrar una temperatura peor
que la de París. Por suerte, hallamos un clima benig-
no relativamente, que hizo inútil usar abrigo escepcio-
nal i prender las estufas en los primeros dias. ¿ Será
esto casual ? nos decíamos. Pero ahí estaba el hecho
innegable : nos encontrábamos cómodos i no nos veíamos
obligados a mantenernos en continua defensa contra
el frío, con lo cual yo por mi parte, declaré calumnia-
dores a cuántos me habían hablado mal del invierno de
Londres.
*■ ♦
Recopilando mis apuntes para este volumen, hoi 12
de setiembre de 1898, en Buenos Aires, me encuentra
con algunos que inserto en toda su integridad i con su
forma para conservarles su sello de actualidad relativa
a los dias en que fueron escritos. En ellos encontrará el
lector hasta problemas aritméticos i aljebráicos. Sólo-
suprimo la copia de una carta dirijida a un personaje
político de mi tierra, por las verdades que contiene.
Decir verdades, equivale a veces a plantar frescas, i yo,
hoi por hoi, no me siento inclinado a plantárselas en
público a nadie, pero guardo la copia por si cambio de
humor en lo futuro.
— 67 ^
Bajo el título ^ Pajinas muertas >, dejo subsistente un
proyecto de prefacio para una edición de varios escritos
mios de diversa época, cuyo título debía ser el del mismo
prefacio.
Como se vé por el presente volumen, cuyo testo ha-
bría tenido cabida en esa edición, he renunciado al titulo
i al prefacio ; también a la edición completa, por ahora,
i si no elimino el proyectado encabezamiento, es porque
los conceptos espresados en él pueden salir solos al
público i por su propia cuenta, pues no por no figurar
én un prefacio de mamotretos dejan de ser verdaderos,
a mi juicio, i aplicables a todo conjunto de notas tomadas
a lo largo de la vida, por cualquier hombre amigo
de escribir sus recuerdos.
Hé aquí mis viejas notas.
1893, Enero 29, — Londres. Nos hemos instalado ayer
en 15a Clifford Stt. Bond Street W, en un precioso i
cómodo departamento. ¿Por qué tamaña nomenclatura
para designar una casa? Hai tal número de calles en
este monstruo de ciudad, que es imposible retener los
nombres de todas, no siendo raro hallar dos o mas del
mismo nombre; por esto, cuando una calle secundaria
está cerca de una mui conocida, se añade el nombre de
ésta al de aquella, i así todo pasa en paz i conformidad.
Hai calles tan cortas que tienen cuatro casas: HoUy
Stret, por ejemplo, i otras tan largas que han requerido
varios nombres; ¡vaya uno a saber todo estol Clifford
Street está en lo más central de la ciudad, a veinte pasos
de New- Bond, a dos cuadras de Picadilli, i a dos i media
de Regent Street. Pues, en Clifford Street Bond Street
15», vivían seis mujeres, de las cuales sólo he visto tres
hasta ahora. Hai según referencias dos hermanas, un^
de ellas visible, bastante buena moza (tiene un granito
pasajero en la cara) es alta, i no sé mas de ella; la
hermana no se ha mostrado; las dos son las dueñ.'is o
encargadas de la casa; las otras cuatro mujeres son
— 68 —
sirvientes, de las cuales dos hai visibles; bonita la una,
fea la otra. Es cuanto por el momento puedo informar
sobre el asunto.
Febrero 2, — Indudablemente, en mi casa las seis mu-
jeres se han repartido los papeles de este modo : visibles
tres, invisibles tres ; bonitas dos, fea una, de las visibles ;
de las otras no hai noticias estéticas; supongo que habrá
una bonita i dos feas para compensar el esceso de be-
lleza relativa entre las visibles ; silenciosas tres ; absolu-
tamente insonoras tres; metódicas seis; abstinentes seis.
Tengo gana de prender fuego a la casa para ver que
hacen ; me incomodan con su absoluta supresión ; yo no
estoi acostumbrado a vivir con personas que no existen
ni con brujas, ni adivinas. Como no veo a nadie, no
tengo a quien pedir lo que necesito, sino llamando es-
presamente a la sirviente más visible, la fea; pero una
vez hecho el pedido, se acabó todo motivo de relación,
pues al día siguiente a la misma hora en que necesité
el dia anterior agua caliente, por ejemplo, entra una re-
gadera seguida de la muchacha fea, i lo mismo todos
los dias; agua caliente para toda la vida !
Febrero 3.— Primer dia de fog, neblina negra, las
nubes o mas bien la nube que cubre Londres, baja a las
calles arrastrando las partículas de carbón de la atmós-
fera, el ácido sulfúrico i otros materiales ; arriba el cielo
está rojo, sombrío. Londres arregla los asuntos de la
luz al revés de otras ciudades: a media noche es de dia,
i los dias son de noche ; pero, no es verdad que no se
vea un objeto a un metro de distancia, durante el mas
fuerte fog; se puede leer los mas pequeños caracteres
a la luz de una vela i a la distancia habitual. Las direc-
toras de nuestra casa se han hecho ahora mas invisibles
que nunca a causa de haberse complicado con el fog su
habitual misterio. Sin embargo, ya sé algo mas. a cerca
— 69 —
de ellas; se llaman las señoritas * * *, son huérfanas de
padre i madre, por lo tanto alguna vez han nacido, i
pertenecen desde luego al jénero humano. Una de ellas
es rara, dice la hermana visible; yo la supongo histérica;
toca el piano, { cuándo, dónde ? nadie podrá decirlo ni
vanagloriarse de haberla oído; habla algunas veces,
siempre mui poco según su hermana; tiene lindo nom-
bre, se llama Aid a, nada menos. La visible también
tiene nombre, pero de eso hablaremos otro dia.
Febrero 4, — La verdad, ayer no me acordaba del
nombre de la invisible, pero hoi cuando entró la rega-
dera de agua caliente, le pregunté a la sirviente fea
cómo se llamaba la señorita visible — Eujenia — me dijo,
i yo trasmito su respuesta a la posteridad sin quitarle ni
añadirle una coma, como hacen algunos historiadores
con hechos de menor importancia aun.
Es de dia— Yes Sir thankyou — Si señor, gracias. Ahora
debo trasmitir otras tres cosas ala posteridad. loque para
saber si es de dia o de noche en Londres, hai que averi-
guarlo mui detenidamente (la luz no cuenta). 2» que la
sirviente fea se llama Margarita. 3© que Margarita no dice
jamás una palabra sin añadir thank you. Así, yo, a quien
se pega con mucha facilidad cualquier buen hábito o cos-
tumbre virtuosa, ya he tomado también el estribillo i
añado : thank you en las partes de la oración que menos
se prestan a ello ; digo, por ejemplo : « voi a tomar mis
guantes, thank you; almorzaremos ya? thank you i
buen día, thank you.
Pedrero 6, — Ayer he ido a lo de don Mateo Clark, a
tomar el lunch. La señora de Clark es una linda mujer,
mas bien dicho, una hermosa dama i de un estilo mui
poco jeneral. No entiende la vida como las señoras de
mi tierra; allí piensan que una madre de familia no es
buena si no es intratable, si no habla constantemente
— yo-
de sus hijos, si no interrumpe toda conversación para
reprenderlos, llamarlos ú ordenarles algo, si no es en
una palabra, el verdugo de sus hijos i la mujer mas incó-
moda para su sociedad. La señora de Clark tiene un
círculo estenso principalmente de Sud-americanos de
todas las naciones ; se ocupa de sus niños lo bastante
para educarlos admirablemente; no los muestra ni dema-
siado ni mui poco, pero sí lo justo para hacerlos a!dorar
de sus amigos. Las tres criaturas son tres ánjeles, mo-
delos de belleza, de salud i de buena crianza; las tres
hablan cuatro idiomas a tan tierna edad, pues la mayor
tiene apenas cinco años. Además la señora encuentra
tiempo para cumplir sus deberes sociales i para estudiar
pintura, música i esgrima; monta todos los días a ca-
ballo i pasea mucho a pié. Todo puede hacer por la
división escrupulosa de su tiempo. El señor Clark sería
un hombre mui feliz si no estuviera tan ocupado i no cre-
yera tanto en la acción individual para la resolución de
todos los problemas de la vida, cuando esa acción es
casi nula.
Febrero 7. — En una pajina de estos apuntes escrita
en África, prometí escribir cuando tuviera tiempo, bajo
este título « Meditaciones en Arjel > lo que estuve pen-
sando mientras me paseaba durante una fuerte lluvia
debajo de las galerías, cerca del Hotel Oasis. Ahora me
ocurre contarlo.
♦ ♦
Febrero 13, — No pude cumplir la promesa el dia 7
ni los siguientes, como se ve por la fecha actual,* ni hoi
tampoco puedo porque quiero dar lugar a otros inci-
dentes. Ayer hemos estado en lo del señor Alejandro
Paz, que nos había invitado a comer; comimos, natu-
ralmente. Estaba también allí el señor ♦ * * +, un honabre
mui agradable, quien entre mil asuntos, llegó a tratar de
algunos problemas de números i los presentó como ma-
— 71 —
ravillas sin solución. Yo le dije que todo ello podría
demostrarse i esplicarse, por cuanto lo que aparecía
como maravilla o adivinanza, no era jeneralmente sino
la espresion de una fórmula aljebráíca i que tal vez yo
le daría la solución de los propuestos.
— Será usted un sabio, me contestó» i yo no sabré
cómo elojiarlo si lo hace.
La siguiente carta que hoi le escribo, instruye a cerca
de este incidente, i da la solución de los dos problemas
que me puso. «Mi estimado señor ♦ * ♦ • Anoche al llegar
a casa, me ocupé de sus problemas, a pesar de la hora
avanzada, i tuve la suerte de resolverlos, felicitándome a
raí mismo por no haber olvidado mis matemáticas a
través de la medicina, la literatura i la política. Le
incluyo en esta, la resolución por la cual me debe usted
un gran elojio, según su promesa. El primer problema es
más sencillo ; no pongo en haberlo resuelto amor propio,
porque conservaba alguna reminiscencia a cerca de él ;
en cuanto al segundo, es diferente el caso, pues no tenía
á su respecto la menor idea ; observo, sin embargo, que
los dos, aun cuando tienen forma distinta, son iguales en
el fondo.
« lo Se puede anunciar a prior i las cifras que espre-
sen la diferencia entre dos cantidades de tres guarismos
en que el restando las tenga invertidas con relación al
Testador, porque < toda cantidad de tres guarismos
comparada con otra de los mismos, en la cual las cifras
estén invertidas, dará una diferencia éspresada por un
grupo, cuya cifra media será 9, siendo la suma de las
dos estremas 9 también, i la de las tres 18.
,.. , 123 421 532 862 ,, , , ,
Ejemplos: 32J ; ^; 235*' 2^ Usted vera
19^ 297 297 594
la razón de ello, sustituyendo, en la fórmula para el otro
problema, las libras, chelines i peniques por centenas,
decenas i unidades.
€ 2o Si de una suma de libras, . chelines i peniques,
compuesta con números díjitos, se resta otra formada
~ 12 —
con las mismas cifras invertidas^ i si a la diferencia se le
suma una cantidad representada con las cifras de ella
misma a la inversa, el resultado será siempre £ 12,
18, II.
Ejemplo : Sean las cantidades £ 4, 6, 8, i f 8, 6, 4.
Para la facilidad de la resta colocaremos como restando
la cantidad mayor, es decir, la que tiene mas libras, i
por consiguiente menos peniques, por la razón de 4a
inversión; así :
£.8.6.4
Menos > 4 . 6 . 8 in virtiendo las cifras
Diferencia.. . f. 3 . 19 . 8
Mas > 8 . 19 . 3 invirtiendo las cifras
Suma £. 12 . 18 . II de la diferencia con su
inversión, siempre constante. Razón: Para hacer la dife-
rencia o resta de los peniques, usted tiene que añadir al
restando, un chelin o sea 12 peniques quitándolos a los
chelines, i para hacer la resta de los chelines ( como las
cifras del restando i restador eran iguales, i el restando
ha perdido un chelin) usted tiene que añadirle I £ o sea
20 chelines quitándolos a las libras. Por consiguiente,
tendrá usted para el restando, provisionalmente, £ 7.
Ch. 20 + (6 — 1). P 12 + 4 o sea: £ 7 . 25 . 16.
Restando de esto » 4 -. 6 . 8,
queda £ 3 . 19 . 8 es decir, tres cantidades en que
siempre la del medio será 19, i siempre la suma de los
dos estremos será II, i por tanto, la suma de ellas con
la invertida, dará £ 12. Ch. 18 i P. II, por cuanto los
chelines siendo invariablemente 19, sumados consigo
mismos dan 38 = 20 -h 18 =^ £ I f Ch. 18, i aña-
diendo la libra a los II del estremo izquierdo da
12 = II + I.
« Esto se verificará cualesquiera que sean las cifras»
con tal de representar díjitos, como es el problema. En
efecto : llamemos n al número de libras, s al de chelines
i ^ al de peniques; (n, s i p pueden ser cualquier
número díjito de la cantidad propuesta). Tendrá pues
£ n.s.p~^SLp.s.n;o sea para la diferencia de
libras, chelines i peniques :
— 73
Para las libras ( u — I — / ).
> los peniques (12 •}- p — n).
> los chelines (20 + j — I — s ), Y por lo
tanto la suma de libras con peniques o de peniques con
libras = (;^— I -\. p ^ 12 + p — «) = Destruyendo
las letras ¡guales de diferente signo :
(»— I — / ^ 12 -{-p— n) = — 1 + 12 = 11 —
Siempre II para los dos estrenaos o sea: suma de L. *
con P.* o de P. * con L.^
< Para los chelines, su representante (20 + ^ — I — s)
= 20 — I = 19. Siempre 19, que sumado consigo mismo,
por la inversión, da 19 -|- 19 = 38 = £ I . 18, i por
tanto el total : £ II + £ I + Ch. 18 + P. II =
£ 12. 18, 11.
< Lo que se quería demostrar.
Suyo aftmo. — E. Wilde ».
La peor broma que le pueden hacer a un hombre, es
suponerle conocimientos que no tiene ; si * * * * no sabe
áljebra fresco estoi con mi demostración!
Febrero 14. — He conocido hoi a Tosti, el famoso
compositor de romanzas sentimentales. Es un hombre
de edad provecta i cuya estatura no mide ni aun de
lejos, las dimensiones de su talento cuyo alcance sabe,
lo que le hace ser un tanto desconsiderado en sus juicios
respecto a sus colegas. Infiero a pesar de mi respeto
por su jénio, que padece del error común a todos los
maestros de cualquier arte; cree que el eje del mundo
está en su enseñanza í por ende en su individuo. Glad-
stone es nada al lado de un músico o pintor engreido
por la opinión pública.
— 74 —
He conocido también al famoso maestro de armas
XX; desprecia a Marte, a Wellington, a César i a Napo-
león, i aplica a la esgrima lo que los maestros cantores
i pintores aplican a la música i a la pintura.
Londres se presta prodijiosamente a todas las pedan-
terías nacionales e internacionales, i las paga con es-
plendidez. A pesar de la regla común, todos son aquí
profetas en su tierra, i hai además una provisión inag^o-
table de profetas estranjeros. Londres es el mundo
entero i no son estrañas por tanto estas aparentes ano-
malías. Es admirable la facilidad con que cualquier pre-
tensión se impone asumiendo las formas de una audacia
solemne, concorde con el carácter inglés. Pero todo es
mas o menos portentoso.
Los clubs sociales i políticos, por ejemplo, cuyo nú-
mero es mui grande, son instituciones dignas de estudio.
Cada socio que no tiene una gran casa ni una g^ran
renta, encuentra en ellos el modo de sustituir esos dos
elementos; su club es su escritorio, su biblioteca, su
casa, durante el dia i su medio social; allí tiene todo
aseado, confortable i opulento. Una de las particulari-
dades mas provechosas de los clubs, es la de suministrar
a los socios las noticias de todo el mundo i del movi-
miento interno de la metrópoli en todos sus ramos, por
medio de aparatos automáticos eléctricos que funcionan
todo el dia, imprimiendo en tiras u hojas del papel,
cuanto ocurre en política, en negocios comerciales, en
diversiones i en todo lo concerniente a la jestion de la
vida, si tiene algún interés o puede satisfacer alguna cu-
riosidad. Un inglés con su club, escepto dinero, necesita
mui pocas cosas privadas i para su uso esclusivo.
•
Febrero 17, — Pues, las meditaciones de Arjel prome-
tidas, tenían por tema el título i el prefacio de una pro-
yectada edición de varios escritos míos, como lo dije,
inéditos algunos, ya publicados otros. El título era
« Pajinas muertas > pero no me acuerdo ya bien como
— 75 -
redacté en mi mente lo que ahora trato de recompone! ,
proponiéndome dejarlo en esta forma:
PAJINAS MUERTAS
Prefacio, ...
( Mi querido lector te pido disculpa
he cambiado de idea .... me parece mejor pon^r el pro-
metido prefacio en otra de mis obras, que se titulará
< Prometeo i compañía» próxima a salir )
Rebrero ^'^. — Muchos dias se me pasan sin escribir, lo
prueban las fechas de este cuaderno. En los traifscurri-
dos, he hecho mil cosas de que daré cuenta poco a poco:
ahora contaré solo qué me encontré en Carlton-club con
un joven inglés ex-rico i maniático por los juegos de socie-
dad i los problemas ; hablando, hablando, dijo que en la
escuela le habían puesto una cuenta cuyo resultado sabía,
pero cuya esplicacion jamás había encontrado ni creía po-
sible encontrar. La proposición era (testual): ¿What
price are eggs a dozen, if by getting two more for a
shelling, you cheapen them one penny a dozen? Yo le
dije que eso era mui fácil i le redacté en el acto lo si-
guiente : « According to the problem when the price of
(12-1-2) 14 eggs will be the first price of 12 eggs plus
I sh or 12 pence, the price of 12 eggs will be I p cheea-
per than the first price — Well ; let x be the first price;
you will have ; 14 : ¿r -f- 12/ :; \2 \ x —\ p; \\ x —
144 4- 14
14 = 12 :ir + 144; íü = ^- = 7^ the first price;
then that of 14 eggs = 79 + 12 = 91y and it is so be-
cause 14 : 91 :: 12 : :*: — I and ^ - I = 79 — I = 78
Q. E. D.
41 *
Mareo 21, París, — No he apuntado nada desde el 24
de Febrero ; sin embargo, mi vida ha sido enteramente
ocupada en Londres hasta mi salida para Francia, que
— 76 —
fué el 14 de marzo ; ahora tampoco tengo tiempo de con-
tar mis observaciones i me limitaré a marcar fechas para
mi uso particular, añadiendo lijeras notas. Dejamos el 25
de febrero nuestro alojamiento de CliíTord Street para
ir a vivir con la familia de Edwards en su casa, 14
Graven Hill Lancaster Gate. La familia de Edwards
consta de él, su señora, llamada Grace, una niñita, May, i
la institutriz de esta. Mr. Edwards es un noble caballero
cuya amistad me supongo durará mientras viyamos él
i yo. No tenía el menor motivo para obligarnos, como
lo hizo, a vivir en su casa, donde nos obsequió durante
mas de medio mes, de la manera mas desprendida, obli-
gando nuestra gratitud para siempre. Solo habíamos
llevado para él una carta de introducción del Conde Paul
de Montravel i sin mas que eso i a pesar de nuestra resis-
tencia, nos forzó a aceptar su galante invitación. Un dia,
cuando ya teníamos cierta confianza, tuvimos el siguiente
diálogo.
— Mr. Edwards.
— Doctor.
— Usted me parece un tanto loco.
— Por qué ?
— Usted obra sin motivos racionales.
— No sé en qué.
— A qué viene esta jenerosidad con nosotros a quienes
usted no conoce i cuando ninguna retribución puede
esperar ?
— Friendship. . .sympathy. . . me respondió Edwards,
i sin mas me dio la espalda i se largó a la City.
Otro dia en la mesa, sabiendo que el vino del Rhin
rico, es mui caro i ese era el que nos daba, por evitarle
un gasto exajerado, le dije :
— Mr. Edwards.
— Doctor.
— A mí me gusta comer con vino francés común, vino
de mesa, regular no mas.
— Ah ! mui bien doctor, mui bien.
Así concluyó el segundo diálogo, pero al otro dia en
la comida, nos hizo servir vino francés .... Chateau
Laffite lejítimo.
— n —
Desde entonces tengo a Mr. Edwards por incorre-
jible.
Grace, Mrs. Edwards, es una joven amable, graciosa,
como lo indica su nombre, bondadosa, prudente i muí
afectuosa ; es una joya de mujer. Educa a su hijita May
como los reyes educan a las princesas.
May toca el piano, pinta, hace toda clase de jimnasia
compatible con el decoro de su sexo i de su edad, i es
además una criatura adorable, de una belleza i una gracia
encantadoras. Tenemos de ella veinte retratos, i nos
deleitamos en mirarlos cuando May no está presente.
Como yo soi tan afectuoso con los niños en jeneral, í lo
he sido hasta el estremo con ella, sinceramente i de todo
corazón, he obtenido su retrato en miniatura sobre por-
celana, con un marco de oro ; en cambio le he prometido
i le mandaré apenas llegue a Buenos Aires, una colec-
ción de mariposas, porque May es coleccionista, i desea
tener unas de Sud América, del Paraguai, i el norte de
la República Arjentina, principalmente, según dice ella,
pues ha visto algunas con alas azules mui raras i le
han dicho que son del Paraguai. May tiene ahora de
seis a siete años, creo; ya sabe mas de historia natu-
ral i de jeografía que cualquiera de nuestros senado-
res al Congreso, i es particularmente deliciosa cuando
trata con la seriedad i el movimiento animado de faccio-
nes que la caracterizan, adaptado a las circunstancias,
cuestiones de alta ciencia con su papá o su institutriz. Su
museo de colecciones contiene un gran surtido de cajones
adaptados a su objeto, que ajustan perfectamente en sus
armarios. May sabe de memoria, la ubicación en ellos de
cada mariposa notable.
El 14 (de febrero) nos instalamos en París en el
hotel de Bade; allí estuvimos hasta el 19, dia en que nos
trasladamos al Hotel Cusset de la calle Richelieu, por
hallarse en él Urtubei i su señora, i poder yo dejar a
Guillermina con ellos mientras fuera a Londres, a donde
debía volver por asuntos particulares.
Pero antes de ir a Londres, debía ir a Bélgica; salí
de París el 21, llegué el mismo dia a Bruselas i permanecí
allí hasta el 23, fecha en que me trasladé a Londres. El
— 78 —
24 dejé esta ciudad i llegué el 25 a las 5 i media de la
mañana a París. Al día siguiente, 26, salimos para Bar-
celona, a donde llegamos el 27, i habiendo hecho un viaje
molesto por la dificultad de combinar las salidas de los
trenes con las horas cómodas.
* *
1893. Mayo 20, Buenos Aires,— 'Exí Barcelona perma-
necimos seis dias rodeados de nuestros amigos, obse-
quiados como antes i sin tiempo casi para gozar de
tantas atenciones i tener el placer de retribuirlas. Nos
embarcamos el 2 de Abril en el vapor < Orione, > buque
italiano, capitán Victor Emanuele Lavarello.
A bordo nos encontramos entre otros pasajeros ama-
bles, con el señor Gustavo Paroletti i su señora, una
distinguida dama. El señor Paroletti, escritor, poeta i
periodista, se dirijía a Buenos Aires para ponerse al frente
de un diario italiano. Hicimos con él i su señora Rosa
mui buenas amistades, que espero no serán rotas ni en-
friadas por causa alguna, dada su sinceridad i las exe-
lentes calidades de la pareja italiana.
Lavarello el capitán, es el hombre mas bueno, que no
pisa jamás sobre la tierra, pero sí que cruza los mares;
conoce el Atlántico al dedillo i parece que las olas al
pasar le hacen un saludo como a un viejo amigo. No
afecta ninguna arrogancia ni pretensión, atiende a todo el
mundo con cariño, i como conversador entretenido i eru-
dito en crónica social de ambos mundos, no tiene precio.
Estamos desde el 19 de abril en esta ciudad, la gran,
capital del Sud, i por lo tanto doi fin a estos apuntes^
para volver a tomar el hilo cuando haga otro viaje, aun-
que sea a pocas leguas, pues de lo que me pasa en el
lugar de mi residencia, no me gusta dar cuenta, sea
porque carece de interés o por otras yerbas.
Nota. Ya he mandado a May una hermosísima colee-,
cion de mariposas arjentinas i paraguayas, i he colgado
en sitio visible las miniaturas de la dulce niñita.
III
SÜD AMfiBIGA: CHILE I PERO
Desde Chile.
Cartas confidenciaUs.
Valparaíso, febrero 18 de 1895.
TÚ conoces el Alto Grande en la línea del Pacífico ?
Pues te felicito ; yo también lo conozco ; es el mejor
justificativo del dulce nombre que lleva nuestro planeta
i constituye la única i desagradable novedad en el viaje
desde Buenos Aires hasta Mendoza.
Si después de pasarlo ( hablo siempre del Alto
Grande ) no tuviera uno la satisfacción de encontrar
algunos correlijionarios políticos en el anden de la esta-
ción San Luis, el Alto Grande sería insoportable.
Te comunico que Mendoza (ciudad) no ha sido lle-
vada en su totalidad por ninguna inundación; la que
hubo le causó algunos desperfectos, pero mayores le
causan todos los dias los políticos i nadie se alarma, aun
cuando todos saben, que entre el desborde de una ace-
quia i el de una lejislatura o de un gobernador, es pre-
ferible el primero.
- 80 —
La cordillera de los Andes es mui inferior a su fama.
El cóndor tan cantado por nuestros poetas i otros em-
busteroSf es un mito ; no hai tal cóndor ; a lo menos yo
no he visto ninguno, i aun mas, hablando con un arriero
que viaja por esas comarcas desde el tiempo de San
Martin, he tenido el disgusto de oirle decir : < Si pues,
señor ; antes mentaban cabayeros que decian que ha-
bian oido hablar de un pájaro que solia asomarse de
cuando en cuando, pero yo no lo he divisao nunca :^.
El Puente del Inca es notable por esta singular cir-
cunstancia: no es puente ni lo ha sido jamás.
Había en tiempo de antaño, probablemente, una que-
brada continua por cuyo fondo corria un poco de agua,
con el nombre de rio Mendoza. Por efecto de la tempe-
ratura, de los hielos, de los vientos o de las lluvias, las
peñas se desmoronaron como sucede a cada momento,
i las piedras i tierra cayeron al lecho del rio, pero no
haciendo un conglomerado sino dejando resquicios por
los que continuó pasando el agua, la que con su tenaci-
dad consiguió practicar un agujero, una especie de túnel
en el fondo del relleno. Si a todo lo que hai encima de
un agujero se le llama puente, el del Inca lo será ; de
otro modo no. Pero conservémosle su nombre, con el
cual en verdad no hace mal a nadie i te diré que uno de
estos dias nos vamos a quedar el Inca i nosotros sin
puente; ya parte del terreno que lo forma se ha desmp-
. roñado reduciendo su ancho ; si no salvan lo restante
todo se irá al fondo de la quebrada.
Nos hemos bañado en las aguas termales del Fuente
del Inca (nota para los que no lo sepan : en la falda de
la quebrada contigua al puente hai vertientes termales)
i es fácil calcular el beneficio que podria resultar para
la salud i para la industria de formar ahí un gran esta-
blecimiento. Desgraciadamente nada puede hacerse; el
— 81 ~
terreno está en pleito , cosa sumamente perjudicial para
los transeúntes i en particular para el ganado vacuno;
pues gracias al pleito, los potreros han sido destinados
a los bueyes que van a Chile para ser debidamente me>
rendados, i ya no tienen una mata de pasto con que
obsequiar a las vacas de su comitiva.
Está de Dios que no ha de haber un solo nombre bien
puesto en la cordillera. En Las Vacas no hai una sola
vaca, i en Las Cuevas, paraje donde se pasa la noche, no
existe la menor cueva. — ¡ Qué señor, ni ratones hai !
I cómo quiere que haya cuevas ? me contestó una moza
bien mantenida a quien pedí datos acerca del orijen del
nombre. De Las Cuevas se emprende la subida de la
cordillera propiamente dicha, a las cuatro de la mañana,
i es un curioso espectáculo el de los viajeros, ataviados '
como lo permiten sus recursos i en la forma más estra-
falaria, andando de un lado para otro, precedidos de un
farol, en busca de su montura ; la confusión reinante, los
reclamos, los sustos, los gritos de las mujeres, la orga-
nización de la cabalgata i la marcha, en fín, en un orden
admirable que no sé cómo consiguen establecer los
arrieros. Luego se vé a lo largo de la pendiente una
hilera de jinetes de diverso sexo, algunos sin apariencias
definidas de ninguno, gracias a sus atavíos ; procesión
compuesta de caballeros i señoras de todas las naciones
del orbe, caminando en silencio, a tientas, sin mas luz
que la de las estrellas, mas numerosas allí que en parte
alguna, pues en realidad, según dicen las mujeres de la
Arjentina, no hai en toda la bóveda celeste donde prmer
la punta de un alfíler. La via láctea ha desaparecido,
todo el cielo es una via láctea pero infinitamente mas
brillante que nuestra antigua conocida de las comarcas
donde hai brumas i nubes. De tiempo en tiempo se oye
la voz de los arrieros entonando un párrafo semicantado
dirijido a las nubes para recomendarles compostura i
prudencia, i las moles de granito repiten i devuelven con
su eco la voz de mando. Primero no se vé sino bultos
Por mares i por tierras 6
— 82 -
mas o menos sombríos que avanzan, se mueven o están
quietos; las pisadas de las cabalgaduras hacen crujir
las piedras, con un compás metódico. El viajero se en-
trega a sus meditaciones, no debiendo preocuparse de
la dirección de su muía, pues ella sabe mas jeografia que
su jinete i se guarda bien de obedecerle cuando intenta
contrariarla. Es imposible encontrar animales mas inte-
lijentes que estas muías de arriero acostumbradas a tan
peligroso camino; la mia se paraba cuando queria o se
metía por donde le daba la gana; una vez quise indu-
cirla en una senda oblicua ; rechazó la oferta ; le di un
talonazo, se paró ; le di otro, ella meneó la cabeza con
tales muestras de enerjía que me desarmó; después de
un momento emprendió de nuevo la marcha a su capri-
cho; tenia razón, el elejido por ella era el buen camino.
Entonces yo, obedeciendo a uno de esos impulsos de
imparcialidad i de justicia que me son familiares, alcé las
manos al cielo estrellado i esclamé : ¡ Dios de las alturas,
permite que algún dia mi patria tenga un Congreso de
muías i un Poder Ejecutivo compuesto de machos, para
que la República sea conducida por un buen camino !
♦ ♦
Cuando comienza a aclarar, la escena cambia, el pai-
saje árido i tremendo se anima; uno encuentra su indi-
viduo en sí mismo, i comparándose con el escenario en
que las moles jigantescas se alzan de todos lados hasta
tocar el cielo, reconoce su pequenez i su miseria.
Allá muevan feroz guerra.
Ciegos reyes, . . pensaba yo mirando al Aconcagua
a quien nadie impuso leyes !
Sin embargo, el Aconcagua se hace cada dia mas
chico i sus vecinos i sus hijos, los montes formados por
los fragmentos de granito que ruedan de sus faldas, lo
imitan en su decadencia, urjidos por las altas i bajas de
la temperatura que revientan su tejido, forman grietas en
sus caras i cubriéndolos de surcos como arrugas de una
piel que se envejece, preparan su destrucción, en un
futuro de millones de años, para hacer entrar sus en-
— 83 —
hiestas cumbres, en la terrible e inevitable horizontal
niveladora de orbes 1
La rotación de la tierra, la formación de cavernas
por el enfriamiento . . . basta ¡ quién se pone a pensar
en jeolojía en frente del Aconcagfua !
A las cinco de la mañana llegamos a la cumbre ; los
primeros rayos del sol reflejados en los' picos nevados,
etc., etc. Ah ! me habia olvidado de la aurora, con sus
tintes purpúreos, que está antes i de una suave brisa
como la que se encuentra en los versos de cualquiera de
nuestros poetas laureados. . . en fin, ya tú puedes calcu-
lar lo que una imajinacion poética y entusiasta como la
mia, podria escribir sobre semejante emerjencia.
En la cumbre hacia calor para no interrumpir la serie
de contradicciones en las cosas i en las palabras.
La vista de la parte chilena desde las alturas es sor-
prendente ; a uno le parece estar descubriendo un nuevo,
mundo. La bajada se hace con toda comodidad, no hai
tales precipicios ni peligros ; todo eso es apócrifo.
En mi viaje por la cordillera he reflexionado mucho
sobre filosofía i moral i a propósito de los nombres ina-
decuados, he llegado a formular esta máxima que te
recomiendo: «Lastres cuartas partes de toda afirma-
ción son mentira >.
La única cosa grande i verdadera, es la política ; allí
encuentras tú sinceridad, cordura, lealtad, franqueza,
elevación de sentimientos, respeto, por las opiniones,
consecuencia en las amistades i todo cuanto contribuye
a levantar la intelijencia humana !
Por eso en mi próxima carta, apartándome de la pe-
quenez de los Andes, de Ja miseria de la cordillera i de
otras bagatelas, te contaré como he defendido yo la po-
lítica interna de nuestra tierra, contra estos pobres chile-
nos que se atreven a lanzar apreciaciones irreverentes.
« *
— 84 —
Para saber el valor de las personas se requiere a
veces cambiar de escenario. Yo estaba acostumbrado a
considerar a Norberto Quirno Costa como un buen com-
pañero, buen estudiante, buen contemporáneo, buen ciu-
dadano i buen abogado, i lo miraba con aquel descuido
que se tiene por las cosas adquiridas i por las amistades
seguras, apreciando sus calidades con esa merma que
uno pone para juzgar a sus semejantes, cuando los tiene
mui a la mano. Quirno Costa visto en Chile i a través
de la obra que ha ejecutado, está cien codos arriba de
la medida que, por el gasto que el trato familiar pro-
duce, le asignan sus compañeros i sus colegas. Por lo
demás eso es humano. No hai hombre de valer para su
próximo — no confundir con prójimo.
Quirno Costa ha adquirido aquí la consideración, el
respeto i el cariño que merece i ha sabido granjearse
la simpatía general con su tino para tratar los asun-
tos públicos, con su cultura, bondad e intelijencia
para acomodarse a las exijencias de una sociedad
nueva, siendo secundado en esto por su tan distinguida
familia
Francamente, yo he sentido un gran contento al apre-
ciar el grado de estimación en que es tenido nuestro
ministro aquí por la sociedad i por los hombres de go-
bierno. Como diplomático, Quirno hará lo que haría el
mejor i mas preparado de nuestros políticos. La clave
de su conducta está encerrada en esto : Suaviter in
modo, fortiter in re.
Yo soi envidioso, naturalmente ; la envidia es la mas
racional de las altas calidades que un hombre puede
tener. Si en lugar de prohibirla en el Decálogo la hubie-
ran puesto entre las virtudes teologales, esa elevada
pasión no seria tan perjudicada en sus derechos. « No
codiciar los bienes ajenos » — « no desear la mujer de
su prójimo ». Eso es prohibir precisamente lo mas
natural i lo mas racional. ¿Querrá acaso el Decálogo
que uno codicie los males ajenos o que desee la mujer
propia que, según nuestra santa madre la Iglesia, debe
estar siempre a la mano ?
Bien, pues, yo tengo envidia de la posición de Quirno
— 85 —
i en virtud de esa noble pasión, me es grato pregonar
los triunfos del compañero i del amigo.
He conversado con muchos de los hombres mas distin-
guidos de Chile a quienes he encontrado en casa de las
personas que sin motivo alguno nos colman de atencio-
nes i de obsequios^ a tal punto, que estoi temblando de
que sepan como nos tratamos en nuestra tierra unos a
otros, catalogándonos recíprocamente entre los mas
grandes bandidos del orbe.
He tenido el placer de reanudar relaciones con varios
amigos mui queridos, como don Ambrosio Montt, que no
me ha dejado hablar ni una palabra, ni siquiera pregun-
tarle por su salud i felicitarlo por la Recopilación de sus
dictámenes, obra interesantísima recien publicada; Puel-
ma Tupper, nuestro casi compatriota por su afecto i por
su alianza con una arjentina; Pedro Montt, con quien nos
vamos por mar a Lota ; Gaspar Toro i su homónimo
D. Domingo, hijo de la madre de los arjentinos, como la
llaman a D* Emilia Herrera; i espero ver mui pronto a mi
amigo D. Diego, el erudito historiador chileno.
He conocido i tratado a la familia del señor Guerrero,
ministro de este país en esa; ella nos ha colmado de
atenciones desde nuestra llegada, lo mismo que la viuda
del ilustre escritor Vicuña Mackena i su hija Blanca, un
tipo de belleza distinguida, mujer del coronel Vergara
que tu conoces. Yo tenia una deuda de gratitud para el
señor Vicuña Mackena que hizo un estenso juicio crítico
del «Tiempo perdido» i me ha sido mui agradable ma-
nifestársela a su hija.
La familia de Sarratea, tan amiga de los arjentinos en
todas sus ramas, ha sido también mui obsequiosa. £1
— 86 —
doctor Schoerders, médico ruso, casado con una de las
niñas, tiene una quinta sobre el mar i un comedor de
cristal, aislado sobre una peña cuya base baten las olas;
allí nos dio una comida ( cuando digo nos, me refiero a
la familia de Quirno i a nosotros los arjentinos recien
venidos.) Nadie puede hacerse una idea de la belleza del
sitio i del encanto de la fiesta. El mar Pacífico, calum-
niado siempre en sus costumbres, estaba esa noche tran-
quilo en sus lejanas ag^uas, pero furioso én las costas,
cosa que le ocurre con frecuencia, i la luna, en su plá-
cida plenitud, navegando en un cielo eternamente claro
en estas rejiones, mandaba su luz directa a través de los
cristales de colores o los reflejos de sus rayos en el
mar inmenso. En la esplanada habia fuegos artificiales, i
para que nada faltara, la mejor orquesta de estos pagos
ejecutaba trozos de un abundante i delicioso repertorio.
Don Francisco Valdez Vergara, ex-ministro, literato,
autor, economista de nota i periodista, tiene en un pue-
blo nuevo, hecho por él i varios accionistas, una réjia
mansión, con parque espléndido, invernáculos i jardines
preciosos ; allí, bajo los árboles ños dio un almuerzo de
cien cubiertos ; en la mesa se sentaban las señoras mas
consideradas de esta sociedad i todos los caballeros que
han hecho sonar su nombre en política, en la banca, en
el comercio i en la industria : capitalistas, propietarios,
hombres de fortuna, periodistas i literatos, que viven en
estos alrededores o en Valparaíso o pasan la estación de
verano en estos parajes. Conocí con esta ocasión al señor
Marcial Martínez, ex-ministro de Chile en Europa i repu-
tadísimo jurisconsulto; al señor Domingo Sarratea ex-
secretario de Balmaceda en Buenos Aires i a su joven
hermano, al Dr. Huneus, redactor de La Lei^ al señor
B. Dávila Larrain, del Heraldo i a varios otros caballe-
ros, todos entusiastas partidarios de la paz, cuyos brindis
elojiosos en alto grado para nuestra república, eran una
condenación de toda propaganda bélica.
— 87 —
En seguida, invitados a pasar un dia en su fundo por
D. Agustín Edwards, actual presidente del Senado, tan
ventajosamente conocido entre nosotros por sus altas
calidades i su inmensa fortuna, hemos hecho relación con
él i su encantadora familia. £1 señor Edwards ñgura
como candidato para la presidencia futura. Lo que mas
ha llamado nuestra atención en esta residencia de verano,
o sea el Fundo de San Isidro, es la existencia de plantas
i frutas tropicales, al lado de las propias de los climas
fríos ; € aquí no hiela > me dijeron por toda esplicacion.
Relato estos incidentes personales, lo comprenderás
sin duda, no para atribuirme una popularidad que no
tengo ni ambiciono, sino por darte una idea de los ele-
mentos con que cuento para formar un juicio acertado de
la sociedad i de la política del país que visito, i terminaré
las referencias a nuestra permanencia de Viña del Mar,
contándote que invitados a comer en Valparaíso por el
intendente de esta ciudad señor Francisco Pinto, varias
veces ministro i diputado aquí, sobrino de nuestro jene-
ral Garmendia, nos encontramos con un banquete de
treinta personas, digno del Savoie Hotel (Londres) con
el aditamento de la cortesía i delicadeza con que la seño-
ra de Pinto, una preciosa dama culta i sencilla al propio
tiempo, hacia los honores de la casa. En frente de ella
se sentaba la señora Teresa Cassett de Concha, mujer
cuya belleza llamaría la atención en cualquier parte del
mundo ; tú la conoces, ella me ha hablaba de tí, de Elvira
con merecido elojio i del infortunado e inolvidable Lucio
López ; dice que ustedes dos, Lucio i tú, iban a su casa
noche a noche, impertinencia envidiable de parte de
ustedes, pero mui fácil de disculpar.
Figuraban también entre los visitantes, el señor Barros
Luco, ministro del Interior, hombre de gran valor i de
esperiencia en la vida; distraído, medio indolente para
los sucesos del mundo. Dicen de él que asiste al desarro-
llo de los acontecimientos como un espectador desde una
ventana, para verlos pasar, interviniendo mui poco en
— 88 —
virtud de la convicción de que todo acontece obedecien-
do a leye» naturales. Para darte una idea de su carácter,
me bastará presentarte este hecho sorprendente ; es el
único ministro republicano que se distrae o se va, cuando
se discute en las cámaras el presupuesto de su departa-
mento. Ha sido ministro doce años i lleva miras de serlo
siempre, para bien de Chile.
Es mui ocurrente i tiene salidas inapreciables. Su
colega, mi vecino en la mesa, era el señor Fernandez
Albano, ministro de Obras Públicas, en las cuales podrá
invertir este año como quince millones \ sus proyectos
son vastos i mui meditados.
I ocupando el sitio que les correspondía, se hallaban:
el señor Carlos Walker, senador, jefe del partido cleri-
cal conservador (no nos comimos mutuamente a pesar de
encontrarlo yo mui agradable en la mesa) es un caba-
llero mui respetado por la firmeza de sus opiniones i sus
bellas cualidades; el señor Reyes, miembro del Consejo de
Estado, candidato mui probable a la presidencia, abo-
gado de nota i tal vez el hombre mas popular en los
círculos dirij entes ; el Dr. Domingo Toro, miembro del
Consejo de Estado ; el señor Lira, ex-intendente de San-
tiago ; el señor Concha, hombre de gran fortuna i ele-
vada posición social ; el señor Vergara, diputado, i otros
caballeros chilenos i estranjeros de ameno trato i nota-
ble instrucción.
Cuando se retiraron las damas, siguiendo a la señora
de Pinto, la concurrencia masculina se dividió en grupos
i la conversación se hizo animada i mas interesante. Lo
que se dijo no cabe en esta carta, pero ya irá saliendo
poco a poco en las siguientes ; bástete saber por ahora
que el tema fué variado, pero principalmente político, en
razón del carácter de los interlocutores.
Mañana nos vamos a Lota con Pedro Montt i su seño-
ra, por mar ; con solo pensarlo me estremezco ; ya siento
el malestar de la navegación. ¡ No sé quién me mete en
estas andanzas !
* *
~ 89 —
SanÜagOj Marzo 22 de 189S, — Dejemos mi viaje a
Lota, mis escursiones a los fundos vecinos a Santiago,
incluyendo el de la clásica señora de Herrera, de quien
le hablaré en otra carta i mis visitas a establecimientos e
institutos de la capital chilena.
Ya es tiempo de hablar de política i quiero consignar
mis impresiones, mis observaciones i mis diagnósticos,
por mas que con ellos contraríe a los que en uno i otro
país desean la guerra, que yo considero como una cala-
midad i un crimen por falta de razón i de objeto para los
dos países.
He aplicado a la investigación sicológica acerca del
punto de si los chilenos directores de la cosa publica i el
pueblo eficiente, quieren o no la guerra, todo el poder de
observación de que dispongo; he tratado de hacer un
diagnóstico como hago cuando tengo un verdadero inte-
rés en no equivocarme, i el resultado de este examen ha
sido el siguiente : los chilenos no quieren la guerra i
harán lo posible por evitarla dentro de sus preocupado-
ties de patriotismo, que ellos como todos los pueblos tie-
nen, de acuerdo con las observaciones sociológicas de
Herbert Spencer.
Ahora, las razones :
Nadie piensa aquí en semejante asunto, absolutamente
nadie, ni los mismos que hablan diariamente o tratan el
tema en los periódicos.
He conversado con. los hombres mas importantes de
este país, contándose en el número el Presidente de la
República, tres de sus ministros, tres de los cuatro almi-
rantes que existen i varios militares con quienes he pasa-
do treinta horas en la intimidad que imponen los viajes i
la permanencia en una misma casa, en el campo, i puedo
asegurarte que para todos, la pretendida idea de guerra
es absurda, ridicula, imposible, sin causa, motivo, ni pre-
testo.
4; La guerra se hace para algo i por alguna causa,
dicen los chilenos ¿ qué buscaríamos nosotros en ella i
por qué razón la provocaríamos ?
< ¿ Territorios ? ¿ Los podríamos conservar, dado caso
que los conquistáramos ?
— 90 -
« { Indemnizaciones en dinero ? ¿ Con cuántos millones
se pagarían nuestros perjuicios, suponiendo que tuviéra-
mos la posibilidad de imponer condiciones en nombre de
la victoria ?
I Vendría la guerra por la cuestión de límites ? — Pero
eso es una locura. —La cuestión de límites está rejída por
los tratados ; si surjiera una diñcultad, ella seria allanada
por la vía diplomática, pues probablemente todo está
previsto i si sucediera algo con lo cual no se ha conta-
do, i a quién se le ocurre que la única solución del miste-
rioso i no calculado conflicto, seria la pelea a mano
armada, í por consiguiente, la ruina i la miseria tal vez
para los dos países ?
« Nosotros somos reflexivos i sesudos, perdone la
vanidad, me decía un distinguido hombre público, i difí-
cilmente nos metemos en aventuras 'arriesgadas; los
arjentinos, aunque mas inquietos, se hallan en el mismo
caso, por lo tanto ninguno de los dos países provocará
la guerra sin graves motivos i ellos faltan totalmente.
< En cuanto a ustedes, anadia, nuestra creencia res-
pecto a la posible actitud del pueblo i gobierno de su
tierra, nos da una completa tranquilidad, por mas que la
prensa de uno i otro país no deje de mano el tópico.
€ i Qué buscaría la Arjentina en Chile ? ¿ Ensanchar
su territorio ? Eso es ridículo. ¿Imponernos contribucio-
nes para sufragar los gastos de la campaña ? No nece-
sito contestarme ; pregúntese a cualquier arjentino si ese
seria el móvil de sus actos ! ,
Y ¿ por qué causa nos declararían la guerra, no pro-
vocándola nosotros? ¿Porque sí? ¿Por el gusto de pe-
lear? ¿ por saber quiénes son mas guapos, por amor
propio, por susceptibilidades heridas, por rivalidades de
predominio sud-americano ?
€ Los arjentinos son muí serios para dejarse llevar
por semejantes fruslerías. Tienen hombres de estado
que piensan con acierto i sano criterio i que aman dema-
siado a su país para meterlo en camorras sin razón ni
fundamento.
< Para que dos personas peleen se necesita que una
a lo menos quiera pelear i en nuestro caso ninguna
— 91 —
quiere.— ¿Quién hará pues pelear a los chilenos con los
arjentínos, si ni los arjentinos ni los chilenos quieren
pelear ?
«Nosotros no esperamos, ciertamente, ser atacados
sin motivo, pero si lo fuéramos, bien saben todos que
nos defenderíamos i que no nos faltarían elementos para
sostener nuestro derecho, ni coraje para afrontar todas
las situaciones.
< Yo no niego la posibilidad de la guerra i comparo
la situación delicada de las dos repúblicas con la de una
maquinaria movida por la electricidad; un niño puede
tocar el botón i echarla andar. Por eso corresponde a
los hombres juiciosos de los dos paises, precaverse con-
tra los imprudentes que pudieran ponerse a tocar cam-
panillas sin calcular el daño que harían.
<: Pero una posibilidad no es siquiera una probabilidad.
< Se habla de antagonismos i odiosidades entre los
dos pueblos.
< Usted lo está viendo. Como lo tratamos a usted,
así tratamos a todos sus compatriotas. Hablamos el
mismo idioma que ustedes, tenemos el mismo orijen, la
misma sangre, los mismos gustos, hábitos é intereses
políticos, i por fin profesamos la misma relijion. La
gran masa de nuestra población solo se propone en el
dia, trabajar. Encerrados como estamos entre dos
cordilleras, necesitamos duplicar nuestras fuerzas para
sacar de la parte cultivable de nuestro territorio, el con-
veniente producto i nos faltan brazos para nuestras
cosechas i nuestras labranzas. De esto nos preocupamos
i no de sacar a nuestros labradores de sus faenas para
formar ejércitos i lanzarlos en busca de aventuras.
« Pensando está usted sin duda, en que no se armoniza
con sentimientos tan pacíficos, la guerra con el Perú !
Nosotros, créalo, no nos acusamos de haberla buscado,
tenemos la prueba, lo sabe todo el mundo i a ciencia
cierta, muchos de los diplomáticos aquí residentes, como
lo supo a su tiempo, el Dr. Uriburu, su actual presi-
dente.
« ¿ I cree usted que nos ha convenido la guerra i la
victoria ? Ojalá semejante calamidad nunca hubiera ocu-
— 92 —
rrido i quiera Dios que las riquezas transitorias que nos
da el salitre no nos traigan males sin cuento.
€ Amamos nuestra patria, nadie lo duda; defendere-
mos hasta el último estremo nuestros derechos sin que
ningún sacrificio nos asuste, cuando creamos que se
trata de nuestro honor o de la integridad nacional ; pero
de esto a buscar querellas por un patriotismo capri-
choso, antojadizo o artificial, hai mucha distancia.
« Hablase con exeso de la cuestión de límites, pero
usted observará que los verdaderamente competentes
se quedan callados.
« I quiénes son los competentes, me dirá usted ; los que
han estudiado el asunto a derechas, sobre el terreno,
con datos jeográficos a la mano, sin pasión i con sereno
juicio.
< Vea usted doctor ; esta cuestión ha comenzado a
tratarse diplomáticamente sin tener los elementos nece-
sarios para llevarla a buen término.
€ No quiero herir la susceptibilidad de nadie, pero
leyendo algunos documentos oficiales, se nota cierta
inseguridad en las ideas i confusión en los términos;
como cuando se hace una cosa puramente teórica.
< Las frases, las estipulaciones están en apariencia
raui correctas i mui meditadas, pero el terreno i la jeo-
graíía no se han acomodado a esa corrección.
€ No negará usted que las comisiones técnicas encar-
gadas de fijar los límites, están haciendo verdaderos
descubrimientos sobre el terreno i viendo lo que no se
puede ver sino de cerca i con los instrumentos en la
mano.
« { Puede acaso ponerse en duda que si esos estudios
hubieran sido hechos antes, se habría evitado vacilacio-
nes i procedido con conocimientos mas positivos ?
« Hablar de límites en nombre del patriotismo es mui
digno, mui fácil i a veces mui brillante, pero casar los
cerros como las flores de un papel pintado, con las esti-
pulaciones de los tratados, sin que salga mal tratada la
topografía, es harina de otro costal.
€ Crea señor doctor, después que las comisiones con-
cluyan su demarcación, hemos de ver cosas que ni aun
— 93 —
se ha sospechado i mientras no concluyan, corremos
riesgo de fastidiarnos recíprocamente si hablamos dema-
siado, anticipando soluciones que solamente la ciencia
puede dar >.
Hasta aquí mi interlocutor. Ahora añado yo de mi
cosecha que en dos meses de residencia en Chile, con-
versando con todo lo que hace i decide la opinión, via-
jando del sud al norte i del este al oeste; visitando
fundos, iglesias i colejios e investigándolo todo cuida-
dosamente, no he visto preocupación de guerra sino de
paz, aun cuando creo a este pueblo prevenido i prepa-
rado a todo evento. Los hombres de gobierno hablan
de administración i obras públicas i los particulares, en
los trenes, en las calles i en las plazas, conversan sobre
ganado, riego, apertura de acequias i cuando mas, sobre
la leí de conversión o la futura presidencia, para la cual
hai ocho candidatos, equivalente a no haber ninguno.
Esta es la verdad o yo soi un candido, un visionario,
un inocente optimista.
Santiago j Mareo 23. — No le puedo perdonar a la
Divina Providencia sus equivocaciones en el mar; ¿qué
le costaba haberlo hecho sin olas o a lo menos haber
evitado a los navegantes de circunstancias la desgracia
de marearse ?
Nuestro viaje de Valparaíso a Lota fué atroz. Algunos
caballeros de seriedad característica se marearon jurídi-
camente, con la solemnidad i mesura de altos majistra-
dos; yo de un modo turbulento i protestante; las
señoras A. B. C. i G. O. W. así llamadas, según reza la
marca de sus pañuelos, lo hicieron a su gusto, cada
una de acuerdo con su carácter.
I todo a pesar de habernos embarcado en un tras-
atlántico, el « Potosí » de . . . ? toneladas, capitán . . . ?
como se dice en lenguaje marítimo !
— 94 —
En la abierta bahía de Lota nos esperaba el señor
Mathews (D. Enrique), intendente de los establecimien-
tos. Desembarcamos i por. un camino en pendiente, bajo
la sombra de los árboles, fuimos a instalarnos en la con-
fortable casa preparada.
Como habrás notado, todos estos detalles son de la
mas alta importancia para la literatura i la política i
están sobradamente esplicados por el hecho universal
en todo viaje : el viajero ha de hablar a cada rato de sí
mismo i no puede ser de otro modo, pues él es el que
viaja i no el lector.
El parque de Lota es un paraíso; allí debe haber
nacido nuestra madre Eva! Yo iba ya a ponerme a bus-
car a nuestros abuelos cuando vi la fundición de metales
en la \ecindad, los piques de las usinas de carbón i una
fábrica de botellas, todas cosas que acusan un modernis-
mo incompatible con los datos bíblicos. Si allí estuvo el
árbol del bien i del mal, a la fecha está ya convertido en
carbón i tal vez el carbón quemado en la fundición o en
algún buque a vapor de la Pacific Steamer Navigation
Company !
Te declaro que no he visto en mi vida un parque mas
lindo que el de Lota. La disposición del terreno, la distri-
bución de las aguas, la forma en que han sido colocados
los árboles, los paisajes que respectivamente se ofrecen a
la vista; las fuentes, las grutas, las construcciones adap-
tables al sitio, las estatuas que se presentan inopinada-
mente, escondidas éntrelas plantas, o coronando algún
montículo, como la estatua de Caupolican, debida a un
escultor chileno ; el soberbio palacio ya casi concluido,
i el mar a la izquierda, a la derecha, en frente, en todas
partes, apareciendo i desapareciendo a cada paso, por
los claros de los árboles o las depresiones del terreno ;
las subidas i bajadas en las sendas, con luz, con sombra,
con sol; i luego otra vez el mar, el mar siempre, tran-
quilo o ajitado, limpio o brumoso. A lo lejos el humo de
las chimeneas, los grupos de casas del pueblito, la igle-
sia, los grandes almacenes de las fábricas, i por fin el
— 95 —
ruido de la locomotora arrastrando vagones sobre el
muelle para embarcar precipitadamente el carbón, i los
ecos de los golpes, producto de la faena diaria, que
llegan a los oídos mientras uno recorre soñando las
sendas floridas o se sienta en un banco junto a la cas-
cada musical que mezcla sus voces uniformes a los rui-
dos lejanos.
Pero lo mas digno de mención para mí en este parque,
mas aun que su indiscutible belleza, es la admirable pre-
visión que parece haber predominado en la mente de
los que idearon el plano i marcaron el sitio de cada una
de las partes i su adorno : uno puede caminar un dia
por sus innumerables sendas i avenidas, sin cansarse ni
aburrirse, gracias a la disposición de cada paraje.
Cuando uno está para fatigarse subiendo una pen-
diente, se presenta un plano; cuando el plano comienza
a ser monótono, hai ya una bajada; cuando en una ave-
nida ancha principia a ser incómodo el sol, derepente
se cubre la via i uno se encuentra bajo la sombra de los
árboles; si allí hace frió, no bien uno se apercibe del
cambio, ya tiene a la vista un claro en pleno dia; i cuando
le parece haber caminado ya bastante, un paso mas lo
conduce a un banco, donde puede reposar a su agrado.
A mas, en todas partes hai galerías sinuosas, ascenden-
tes, descendentes o niveladas, con escalones o sin ellos ;
formadas por troncos de árboles en forma de bóveda,
cubiertas de hojas verdes i tachonadas de copihues, unas
flores cónicas de un rojo insolente, que obliga a mirar-
las; en el curso de las galenas, de trecho en trecho,
recintos mas amplios como glorietas, con bancos rús-
ticos i después otras galerías i una salida a un balcón de
verdura, sobre el mar o a un jardin no visto antes, o
a la ruta ya conocida, o a una esplanada, a un prado,
o a una gruta, donde uno se pregunta cómo ha ido.
Mas allá el cercado de las llamas, gacelas i guanacos,
o un lago con cisnes, o la cascada con su arrollo bulli-
cioso ; la casa del guarda-bosque, bonita, pintoresca; i
nuevas glorietas, invernáculos, fuentes i almacigos de
flores ; bosques de heléchos entre piedras aglomeradas
con arte o bordeando los caminos ; i estatuas escapadas
— 96 —
a una inspección anterior : el hombre sacándose la espi-
na, de Herculano, la Ondina, un viejo barbudo que será
Neptuno o Moisés, las Gracias, o una mujer desnuda» de
hierro fundido, que se prepara a precipitarse en el tor-
rente corrida por las miradas indiscretas. Luego el Labe-
rinto que hace recordar a Corfú i caer en cuenta de que
la punta de Lota se parece a esa isla famosa, labe-
rinto de cipreces bajos, con su pabellón en frente rodea-
do de estatuas femeninas que miran con ternura, a pesar
de sus pupilas oxidadas. I por fin, la espléndida morada,
el Castillo hecho a todo costo i en el cual se encuentraa
reunidas todas las conquistas del arte moderno aferentes
a la comodidad unida al lujo, sin olvidar lo mui sustan-
cial de la cocina que allí presenta, para no dar sino un
detalle, un departamento esclusivo de hornos en cuyos
antros de hierro se puede asar al mismo tiempo dos
elefantes i cincuenta mil becacinas.
4> *
Esta es la parte poética ; ahora viene la parte indus-
trial, causante de tales maravillas : las minas de carbón
con su maquinaria, sus vías férreas, sus locomotoras i
vagones, su gran muelle al cual atracan los buques de
alto bordo ; las maestranzas, carpintería, herrería, fun-
dición de piezas i taller para compostura de máquinas;
las inmensas bodegas de útiles i enseres, la fábrica de
baldosas, ladrillos i caños de barro cocido de que hace
gran consumo Chile para el riego i los desagües ; la alfa-
rería ; la manufactura de frascos i botellas donde uno vé
la arena convertida en líquido transparente dentro los
hornos i cien diablos con fígura humana sopado sus tu-
bos en la ardiente masa i soplando después con las
mejillas hinchadas como Eolo, para entregar enseguida
el producto de su estraña maniobra a una lejion de mu-
chachos que acomoda i desacomoda con un ruido infer-
nal, los variados objetos, yendo i viniendo delante de las
bocas infernales.
— 97 -
En otra ubicación a distancia conveniente, los hornos
de fundición de cobre ocupan centenares de obreros ; las
chimeneas trepadas en las coHnas próximas, tiran con
tal furia que llevarían un hombre a pararlo en las nubes.
Vimos varias sangrías, es decir aperturas de hornos,
para sacar i vaciar en moldes el metal fundido que corre
por las relieras como las aguas de un rio de fuego. Alh
están las oficinas de ensayo, los almacenes i cuanto con-
cierne al complemento de las operaciones metalürjicas i
al despacho de los productos para el estranjero.
Pero lo que mas viva i mas nueva sensación nos pro-
dujo, fué nuestro descenso a una mina i la visita a sus
compartimentos. Figúrate un pozo de 4 a 5 metros de
diámetro i de doscientos ochenta de profundidad, a cuyo
fondo lo bajan a uno en una especie de jaula de hierro,
por medio de cables de alambre. La sensación cuando el
descenso es rápido, no es agradable ; a uno le parece
que se le sube el estómago i mil inquietudes le asaltan
al verse suspendido en el vacio, en las tinieblas, oyendo
el ruido de gotas que caen i ecos cortados que vienen de
las entrañas de la tierra.
Mas apenas se llega al término, una escena fantástica
se presenta: hai un ruido infernal de cadenas, de tablas,
de planchas de hierro ; gritos apurando caballos, silbi-
dos, órdenes, voces de alarma, resoplidos, trotes, fragor
de cosas arrastradas sobre rieles, todo esto viniendo de
un fondo negro, agujereado a veces por luces pequeñas
amarillas que corren, se mueven, se ladean, se bajan, se
sumerjen i reaparecen, luces de cuyos caprichos no se dá
uno cuenta hasta que sorprende el cuerpo del delito a
mano : un muchacho, un hombre o un caballo con un
candelero en la cabeza llevando una mecha encendida.
Nos sentamos en un vagón i recorrimos un túnel hori-
zontal de varios cientos de metros, encontrando a cada
paso otros vagones cargados de carbón i cientos de
caballos arrastrando su carga, habituados a la vida sub-
terránea, gordos, contentos al parecer. Llegamos a una
Por mares i por tierras 6
— 98 —
especie de celda practicada en la roca a un lado de la
via ; era la administración interna de la mina. Descansa-
mos un momento i seg^uimos hasta las profundidades; ya
estábamos debajo del mar, porque las vetas de carbón
toman hacia él ; visitamos varios socavones, en alg^unos
de los cuales tuvimos que andar encorvados, i fuimos por
fin a ver la estraccion en su fuente misma. Llegados al
sitio, nos sentamos en una pendiente a contemplar el
rudo trabajo. Un mozo con una fuerza atlética atacaba
la veta ; dio cien golpes de pico sin descansar, los conté»
socavando una mole, i luego que hubo practicado una
hendidura en la base, con dos o tres golpes, hizo vacilar
primero, caer después un enorme trozo, con un ruido
terrible de ánfora rota, un trozo prismático de facetas
frescas, que a la luz de los mecheros brillaba como un
azabache colosal.
Emprendimos nuestro regreso i ya mas habituado a
la semi oscuridad, pude observar los detalles : Íbamos en
un vagón empujado por hombres i nos precedian otros
con linternas o mecheros en la cabeza; de tiempo en
tiempo encontrábamos una puerta provista de una gruesa
cortina que alzada, dejaba pasar un chiflón de viento
( esta disposición es necesaria para distribuir las corrien-
tes de ventilación en las diversas ramas de la red de
socavones a la cual penetra el aire por absorción, pues
en ellas las máquinas hacen un vacío cuya atmósfera se
llena por la boca de la mina o sea el pique). En algunas
partes habia mucha agua en el piso ; la bóveda en ciertos
sitios era libre i habia sido practicada en pleno carbón;
en otras estaba sostenida por tablas de pino o calzadas
de piedra. Me llamó mucho la atención la cantidad de ma-
dera empleada allí; el gasto que ocasiona esa necesi-
dad indirecta debe ser mui grande i así se esplica la exis-
tencia de una carpintena esclusivamente al servicio de
las minas.
La existencia en los túneles durante las horas de tra-
bajo, es mas bien entretenida ; cada obrero está urjido
por su tarea i no puede distraerse ; hai ruido i movimien-
to, casi alegría diré, en medio de la confusión de vehícu-
los, peones, caballos, luces, gritos i voces que resuenan»
— 99 —
trasmitiendo órdenes para detener o avanzar algún con-
voi i evitar colisiones.
La hospitalidad que se acuerda en Lota a los hués-
pedes admitidos, no tiene límites ; la gran fortuna i la
proverbial jenerosidad de la señora de Cousiño i de sus
hijos, lo esplica todo ; uno se encuentra allí mejor que en
su casa.
Alguno de los dueños que llega a su propiedad por
accidente, se borra a tal punto de la escena, que cuando
asoma parece un estraño, un intruso, ante los huéspedes
instalados.
Estando allí nosotros, llegó el joven Carlos Cousiño,
que tú conoces ; ¿ crees que le hicimos caso ? — lo senta-
mos en un estremo de la mesa a la hora del almuerzo i
al otro dia, cuando se fué, despidiéndose con mil escusas
de habernos molestado, por un esceso de deferencia lo
acompañamos al muelle, diciéndole : que vuelva usted
pronto, la casa está a su disposición.
Las diversiones no faltaron en Lota, inventadas i capi-
taneadas por el escelente administrador don Enrique
Mathiews; habia entretenimientos para todos los gustos;
paseos, escursiones al pueblito, o los pueblitos, mejor
dicho, pues la señora de Cousiño es dueña de todas las
casas i del terreno habitado por cuatro mil familias en
aquellas vecindades. No faltó tampoco la ocasión de cum-
plir con los deberes relijiosos, oyendo misa en una igle-
sia a elección, porque hai dos, la de Lota Alta i la de
Lota Baja. Por añadidura yo tuve el gusto de visitar un
hospital, bastante bien tenido i de tomar pulsos, de lo cual
ya tenia un poco de nostalgia !
Para que nada faltara, una noche tuvimos teatro fami-
liar. Los altos empleados de las diversas ramas de esa
complicada administración, ingleses en su mayor parte^
se disfrazaron de negros, minstrels^ como los norte-ame-
— 100 —
ricanos, i nos dieron una función digna del mas alegre de
los teatros; variada, curiosa, orijínal i ejecutada en todas
sus partes con esquisita gracia. Cada uno de los míns-
trels tocaba algún instrumento o cantaba i bailaba, todo
en la debida oportunidad, intercalando a veces los ejecu-
tantes, diálogos inopinados, chispeantes de espíritu, joco-
sos i llenos de humour.
La fiesta concluyó con una zamacueca bailada por el
director de la fábrica de vidrio i el jefe del embarque de
carbón ( un caballero mui serio ordinariamente ) vestido
de mujer. Era de perecer de risa viendo el aplomo de la
donosa negra improvisada, imitando a una mujer del
pueblo que baila como quien desempeña una alta misión.
No economizaron nada en fin para agradarnos en Lota,
a donde fuimos por tres dias i nos quedamos doce.
La víspera de nuestra partida llegó el presidente don
Jorje Montt, con tres de sus ministros, tres contralmiran-
tes i varios otros caballeros militares i civiles.
Las señoras de nuestra banda adornaron la casa con
flores, dejándola toda entera como una glorieta, en obse-
quio al ilustre huésped, que pasó allí un dia con nosotros,
en ameno, franco i cordial trato, siendo como es el presi-
dente de Chile, un caballero que une en su carácter la
sencillez a la bondad i a la cultura. Nos invitó a venir
con él en su propio tren hasta Concepción, galantería
que aceptamos con placer, como- se supone; allí toma-
ron él i sus exelentes compañeros, el camino de Tal-
cahuano para embarcarse en ese puerto, continuando
nosotros al dia siguiente al Norte, por el ferro- carril cen-
tral o sea por el espinazo férreo de Chile.
Concluiré esta carta, con los datos que a continuación
se espresa ( lenguaje de rematador). La ciudad de Con-
cepción es mui bonita, nueva, recien hecha; está situada
a orillas del Bio-Bio, un rio desgreñado i dilapidador de
sus aguas, por lo cual ha merecido un puente de mil i
tantos metros.
— lOI —
He conocido Talcahuano a donde fui a ver el dique
para los buques de guerra; lo vi, es magnífico, ha cos-
tado mas de quinientas mil libras esterlinas ; ha sido
construido con gran dificultad por medio de esos apara-
tos de aire conaprimido que permiten trabajar debajo del
agua. £1 constructor, un injeniero francés, Mr. Dussand,
nos esplicó todos los detalles i no contento de esto, nos
obsequió con un almuerzo.
En la bahia de Talcahuano estaban en ese momento
dos buques de la escuadra, el « Blanco Encalada » i
el « Prat>. Me invitan a verlos (soi hombre de suer-
te en algunas cosas); me traslado a bordo primero del
«Prat» i después del « Blanco Encalada >, siendo reci-
bido con esquisita atención por los respectivos coman-
dantes don Vicente Marino Jarpa i don Joaquin Muñoz
Hurtado.
Cada uno de estos caballeros, en el buque de su man-
do, me mostró los diversos compartimentos esplicándome
con toda paciencia mil detalles.
Bajo su competente comando i teniendo la flota chilena
una exelente oficialidad i no menos buena tripulación,
los buques mencionados me parecieron un modelo de
orden, aseo i cuidado. Son dos formidables máquinas de
guerra, como todos saben, construidas de acuerdo con
los adelantos modernos.
Ojalá se envejezcan sin hacer una sola vez fuego sobre
nadie, con sus terribles cañones, para la gloria de Chile i
la paz de Sud- América.
4>
Santiago, Marso 23 . —T>oxí2í Emilia Herrera de Toro
tan conocida i querida por los arjentinos i no menos por
los chilenos, sienta sus reales, como sabes, durante el
verano, en Águila, su precioso fundo a hora i cuarto no-
minal por tren, de Santiago.
Si yo hubiera de hacer una calificación de las personas
importantes de Chile, colocaría a la señora Emilia Herre-
ra entre los hombres de Estado.
— 102 —
Sus tendencias políticas se desarrollaron desde mui
temprano. Ella misma me ha contado los oríjenes, con ese
modo entre burlón i bondadoso que tiene para espre-
sarse.
Recuerda haber oido hablar mucho sobre política, en
su infancia, en el círculo de su familia, sin entender, natu-
ralmente una palabra.
No habia cumplido quince años cuando se casó ( debió
ser mui donosa ) i su marido también metido en política,
pertenecía a un partido contrario al preferido instintiva-
mente por la joven recien casada. Ella no contrarió
jamás abiertamente a su esposo, pero con aquella mali-
cia i habilidad que tienen todas las mujeres para domi-
nar a sus maridos e inducirlos en los caminos que a ellas
se les antoja, le impedia cumplir con los deberes de ar-
diente prosélito. «Tenian sus reuniones a las ocho de la
noche, dice doña Emilia, en una casa vecina ; yo nunca
le pedia que no fuera, pero con mil arterías, hacia impo-
sible su asistencia ; demoraba la hora de comer, invitaba
algún amigo entretenido o le anunciaba una visita inte-
resante i con estos u otros artificios, conseguía retenerlo
hasta la hora en que sus partidarios se retiraban del
comité, cansados de esperarlo. >
— Y por qué tenia usted un partido contrario al de su
marido ? le pregunté.
— No sé, pues, yo no entendia entonces nada de polí-
tica.
— Lo mismo les sucede ahora a muchos grandes esta-
distas indíjenas i criollos, le contesté.
Doña Emilia conoce a los hombres mas conspicuos de
la América latina, que han estado en Santiago i aun a los
que no han venido jamás a Chile. Ha tenido a muchos
arjentinos en su casa: Sarmiento le ha dejado una infini-
dad de retratos tomados en Águila, donde ha pasado
largas temporadas. Mitre, López, Irigoyen, Saenz Peña i
muchos otros personajes arjentinos, han mantenido o
mantienen correspondencia con ella.
« Mi método para escribir lo que pienso, dice la seño-
ra, es representarme a la persona a quien escribo, en
frente, i creer que estoi hablando con ella ; entonces digo
— 103 —
lo que se me ocurre sin correcciones ni rectificaciones i
con la espontaneidad del que habla. > v
La señora Emilia tiene un poco de vanidad de estos
hechos; los refiere con gusto i los hace amables a su inter-
locutor^ presentándolos con toda naturalidad.
Conocidas son las relaciones de esta señora con los
hombres públicos de su país. Los presidentes, ministros,
diputados, senadores i funcionarios en jeneral, eran sus
amigos desde lejanos tiempos i muchos de ellos miraban
su casa como propia. Allí por consiguiente, se mantenía
vivo el fuego sagrado de la propaganda de actualidad i
se preparaba virtualmente la materia prima de futuros
debates.
Sus amigos gozaron siempre de influencia en la admi-
nistración i cuento entre ellos a sus propios hijos, que a
su tiempo ocuparon i ahora ocupan posiciones distingui-
das. Domingo Toro, el mayor, es consejero de estado i
director de la Casa de Acuñación de Moneda ; otro de
ellps, Santiago, puede dividir en lejiones sus amigos i
convertir la casa dé la digna matrona en un club, donde
se reúnan por centenares los afiliados.
Como elementos personales para irradiar sus propósi-
tos, tiene la señora Emilia, su jenerosidad, su bondad i su
hospitalidad. A su casa van los huéspedes por bandadas,
sin aviso previo i todo arjentino que llega al país, come-
tería una falta si no fuera a pasar por lo menos una
semana al fundo de Águila, durante el verano, o no se
constituyera en visita diaria en la ciudad, durante el in-
vierno.
Como elementos intrínsecos mencionaré su círculo de
asiduos comensales, sobre los que, por los mas complica-
dos i diversos motivos, ella ejerce una lejítima influencia.
Alguien estrañará esta singular situación de una dama,
pero toda estrañeza desaparece cuando se tiene en
cuenta que el tiempo ha consagrado estas peculiaridades,
aceptadas ya como una situación tradicional i crónica
por los habituados a pensar en armonía con la antigua
e intelijente amiga.
La organización de la vida de D& Emilia, su casa, sus
hábitos, su círculo, sus hijos, sus nueras, sus relaciones i
— 104 —
su conocimiento de las cosas i de los hombres, contribu-
yen a darle la posición característica que mantiene en
esta sociedad, posición producida por un conjunto estra-
ño de hechos i de circunstancias de antiguo oríjen o de
moderna data.
Yo no conozco otra Emilia Herrera en parte alguna.
Sus hijos, educados en el estranjero, son cultos, de un
comercio facilísimo, amables, altruistas, serviciales, caba-
lleros en toda la estension de la palabra. Adoran i obe-
decen a su mamá sin observación ni sacrificio : es el
dominio consentido, aceptado, sancionado por el tiempo,
natural ya i por lo tanto, imperceptible.
La señora Emilia con todo, es un poco autoritaria. Yo
no he podido descubrir sin embargo el resorte por el cual
esa tendencia se hace esterior: no la he visto mandar,
pero la he visto ser obedecida.
Iba yo a caer a pesar de mi absoluta falta de venera-
ción por la autoridad, en la atmósfera en cuyo circuito el
poder de atracción de la señora Emilia ejerce su impe-
rio, cuando me vine de Águila, donde he pasado cinco
dias deliciosos.
Merced a ese esfuerzo de emancipación, puedo ahora
escribir estas pajinas con toda independencia i con toda
sinceridad.
Lo único que ha sembrado imborrablemente en mí, la
señora doña Emilia Herrera de Toro, es un gran afecto
para ella i para su familia.
* *
Santiago, Marzo 26, — Tú conoces Santiago i has po-
dido apreciar el carácter jeneroso i hospitalario de su
población. A nosotros nos han tratado con una defe-
rencia i un cariño que nunca olvidaremos i lo mismo
han hecho con todos los arjentinos que han venido, por
poco que estos hayan estado en condiciones de tiempo i
de lugar para tratar la sociedad chilena, abierta quizá
con demasiada facilidad, para todos los estranjeros, sin
averiguar ni oríjenes ni antecedentes i por pura jenero-
sidad i confianza.
— 105 —
En cuanto al Santiago material, nada puedo decir que
tome de nuevo a mis lectores. Es una ciudad mui estensa,
con casas mui grandes, jeneralmente de un piso, calles
coloniales, no mui mal pavimentadas, con muchísimos
trenvias i un estraordinario movimiento en el centro, que
contrasta con la soledad de cualquier sitio a dos cuadras
de la Plaza de Armas en todas direcciones.
Su organización urbana deja mucho que desear. Sus
oficinas, reparticiones e instituciones públicas son nume-
rosas i tienden a aumentarse i a ser mejor atendidas.
Santiago progresa visiblemente. Las casas antiguas
son reemplazadas por otras mas modernas i mejor edi-
ficadas. Así, los techos de teja que tanto afean, están con-
denados a desaparecer. Se construye en la actualidad
un manicomio i un hospital de mujeres, según los mas
aceptados adelantos. Se ha rectificado las márjenes del
río Mapocho i se ha echado sobre él nuevos puentes.
Me ha parecido conveniente conocer en todos sus deta-
lles esta ciudad i he empleado un mes en hacerlo.
Pongo en seguida una nómina de todo lo que he visto,
con un lijero comentario, para partir la diferencia entre
una descripción i la necesidad de dar a los lectores arjen-
tinos que no viajan, una idea de lo que es la capital chi-
lena, interesante sin duda para nosotros.
Biblioteca pública, — Rica sobre todo en libros sud-
americanos ; tiene una repartición encargada de la circu-
lación de volúmenes en los domicilios.
Casa del Congreso, — Bastante buena, actualmente en
reforma; posee una biblioteca exelente i que crece anual-
mente, completando sus secciones con libros selectos.
Iglesias. — La Recoleta Dominica hace recordara San
Pablo de Roma, por su estilo ( salvo las diferencias natu-
rales, por cierto ). La catedral está desmantelada por
— 106 —
dentro i por fuera, los cambios de temperatura han hecho
desmoronar muchas piedras. El Salvador, en construc-
ción es un precioso pequeño templo; una vez concluido
será el mas atractivo, el mejor decorado i el mas hermo-
so, con relación a los actuales ; es de estilo gótico.
Manicomio. — Está instalado en un edificio viejo e im-
propio ( ya he dicho que se construye otro mui bueno );
el actual aloja novecientos i tantos locos ; recorriendo el
libro de entradas he encontrado que la embriaguez es la
causa casi esclusiva de la locura. Advertiré que los efec-
tos del alcoholismo son aquí mas desastrosos que en
otras partes, porque no hai inspección de las bebidas;
cualquier alcohol, aun el que contiene productos estra-
ños tóxicos, encuentra fácil salida, sin intervención de
ninguna autoridad ni examen de oficina química. ( Esto
me han dicho ; no sé si es verdad ).
Cementerio. — He visto uno, el principal, serio, triste,
bien arreglado ; no parece como otros, una colec-
ción de monumentos, ni una esposicion de obras de
arte; este aflije i enluta el alma. En sus confínes, a
través de los sauces llorones, de los ciprés i de las
tumbas, se vé los cerros a lo lejos, plomizos, grises,
agudos, áridos, solos, como nuevas tumbas de jigan-
te, como las pirámides de Ejipto, sepulcros de reyes
i emperadores. Las nubes flotantes van huyendo detrás
de ellos hacia el infinito como las almas de los mortales ;
unas, blancas i puras como almas de vírjenes, otras,
oscuras i tenebrosas como las de personajes políticos o
mandatarios o diplomáticos. Paseando melancólicamente
i meditando sobre el problema insondable de la muerte,
llegué a una especie de plantío de cruces, un almacigo
como el de un jardín en formación, que abarcaba un gran
espacio; todas las tumbas i todas las cruces son iguales,
pequeñas, microscópicas i en número alarmante. Me
acerco i leo en un rótulo semejante a mil otros, un nom-
— 107 —
bre i enseguida una edad: tres meses, doce dias, un año,
once meses i así por todas partes. Estaba en el enterra-
torio de criaturas pobres. Jamás he sentido una opre-
sion mayor en el corazón ! Empiezo mis preguntas a las
personas que me acompañaban i sus respuestas me en-
tristecen mas. <En Santiago, me dicen, de cien recien
nacidos mueren setenta al año >. Espantoso dato esta-
dístico que acusa un grave defecto en la alimentación, en
la hijiene jeneral i en el cuidado particular. Felizmente
los hombres dirijentes comienzan a preocuparse del
asunto i a buscar el medio de evitar tan formidable mor-
talidad.
Parques, — El de la ciudad, llamado jeneralmente' el
Parque i por algunos el de Cousiño, por haber regalado
esta familia una gran área para formarlo, es el paseo de
carruaje consagrado por la moda; es bonito i estenso.
Otros parques particulares he visitado también, invitado
galantemente por sus dueños, como el de Macoul, en el
fundo de este nombre, perteneciente a la familia Con-
signo ; en él don Carlos, uno de los jóvenes mas cultos
de esta ciudad, educado en Europa i que ha viajado mu-
cho, nos dio un almuerzo, nos mostró las inmensas
bodegas i los animales finos importados o nacidos en sus
dominios; fuimos desde Santiago en un mail-coach,
tirado por cuatro caballos i en gran equipaje, metiendo
un ruido infernal por esas calles de Dios.
El de Soubercaseaux en las afueras de esta ciudad,
uno de los mejor cuidados, con muchos árboles de mé-
rito, flores, lagos i vistas preciosas. El de la señora
Emiliana Soubercaseaux de Concha, en Pisque, a seis
leguas de Santiago, con una casa espléndida, cultivos de
forraje, crianza de animales i una gran bodega. El viaje
es de lo mas pintoresco; al nuestro no le faltó ni el
atractivo de un accidente ; los briosos caballos de nuestro
Four in hand casi nos precipitaron por una barranca
al rio. Si tal hubiera sucedido, las cultas i distinguidas
sociedades de Chile i de la Arjentina, habrian esperi-
mentado la dotorosa pérdida de don Pedro Mont i se-
— 108 —
ñora, del señor ministro plenipotenciario doctor Norberto
Quirno Costa, su exelente esposa, sus preciosas hijitas
i el interesante joven Manuel ; el señor Rafael Vergara i
Montt, nuestro amabilísimo i obsequioso amigo i por ñn la
señora G. O. de W, el doctor Wilde, el cochero i además
-cuatro caballos de mérito.
El Cerro de Santa Lucia que solamente los estran-
jeros visitan a pesar de su orijinalidad i su belleza.
Casas palacios. — La de Cousiño con sus grandes i
lujosos salones, sus objetos de arte, sus cortinas i mue-
bles, lo mas lujoso en Sud América, dicen, su réjia esca-
lera interna i sus caballerizas montadas a la europea i
con un lujo estraordinario. La de don Ramón Cruz : pre-
ciosa i comodísima, con grandes jardines i una entrada de
parque que le da un bellísimo aspecto.
Quinta NortnaL — Conocida en toda América ; lo que
mas me gusta de ella es su plantel de árboles viejos, las
encinas colosales i otras plantas de igual mérito.
Allí están instalados: El Museo Nacional bastante
bueno, dados los tiempos que corren : contiene secciones
de zoología, botánica i mineralogía i algo de etnología.
El Instituto Agrícola, donde se dá una enseñanza com-
pleta de las materias propias de la institución, en buenas
aulas i con útiles perfeccionados para la práctica ; como
complemento tiene la Escuela práctica de agricultura
en la que estudian i viven gratuitamente, bien vestidos i
bien alimentados, cien alumnos ; su situación en verdad
es envidiable; los hacen felices para instruirlos, ellos
aprenden divertiéndose. Hai en esta repartición seccio-
nes de lechería, quesería, bodega, arboricultura, flori-
cultura, colmenas i varios cultivos. Juzgo que esta es-
cuela está destinada a producir grandes beneficios a
Chile, directos, formando agricultores i peones instruidos;
— 109 -
indirectos separando a muchos de las profesiones pará-
sitas. Hablando con el señor presidente le hice grandes
elojios de estos establecimientos con toda conciencia,
pues su dirección a cargo del señor Rene F. Le Feuvre,
del señor Julio Resnard director de la parte zootécnica i
de otros profesores mui competentes, nada deja que
desear ni en lo teórico ni en lo práctico. El acuario
bien construido pero poco poblado ; no se ha podido
aclimatar en él á pesar de varias tentativas, el salmón.
El instituto de vacuna animalj que provee del precioso
virus a todo Chile, está mui bien tenido; nunca falta
vacuna i la que hai es exelente, obtenida con escrupu-
losos cuidados. Se cultiva también el virus contra el
carbunclo que da notables resultados, i ahora tratan
de hallar el remedio contra los tubérculos en los ani-
males i el virus para destruir las ratas, produciendo
en ellas enfermedades mortales que por contajio las
esterminen. Todo esto es digno del mayor encomio.
El Museo de pintura i escultura, mui pobre ; hai entre
otras obras un grupo representando el descendimien-
to, premiado en París ; su autor es el señor Virjinio
Arias, chileno. Yo encuentro en los detalles anatómicos
varios defectos; señalaré uno solo: el Cristo a cjuien se
ha clavado las manos con clavos gruesos, no presenta
una herida, sino una simple entalladura, no hai ni la hin-
chazón ni las desgarraduras consiguientes; al ver esas
manos uno piensa que Jesucristo acaba de sacarse los
guantes. Otro tanto puede decirse de los pies; verdad es
que debe haber licencias esculturales como hai licencias
poéticas ! En un taller de escultura, en una ciudad que no
quiero nombrar, vi una dolorosa cuyo corazón tenia el
ventrículo izquierdo a la derecha ; item mas, el mencio-
nado corazón no tenia aurículas. I aquí concluyo con la
Quinta normal i su contenido.
La Universidad j el Instituto Nacional i su Biblioteca
son establecimientos que se corresponden i completan.
En la Universidad se enseña leyes, matemáticas i huma-
— no —
nidades. Las aulas, los gabinetes i laboratorios respon-
den a sus fines, aun cuando las colecciones de aparatos
e instrumentos no son completas. El Instituto es un cole-
jio nacional en grande escala, concurrido por mil dos-
cientos alumnos, de los cuales algunos son internos. Sus
programas son estensos i su gabinete de física bastante
completo. La biblioteca del instituto podría desempeñar
sin dificultad el papel de biblioteca pública, por la va-
riedad i número de sus obras.
El instituto pedagójico, instalado en un edificio espe-
cial, prepara profesores para liceos, es decir, bachilleres
en ciencias i artes. Entre sus alumnos figuran mujeres
que reciben la misma instrucción que los varones. Tiene
anexa una escuela de aplicación para la práctica.
El conservatorio de música ocupa una gran casa
donde están las aulas. Hai también en ella un pequeño
teatro mui bonito, casi lujoso. En el Conservatorio estu-
dian cuatrocientas niñas i trescientos varones.
La Sociedad de Fomento Fabril i el Instituto de mi-
neralogídj merecen mención especial, i como su nombre
lo indica tienen grandes atinjencias con las diversas
industrias del país. Cada una de estas reparticiones posee
un mostruario de productos.
La Escuela de Medicina, con casa propia, ofrece
grandes comodidades para la enseñanza. Está dotada
convenientemente de museos i laboratorios para todas
las clases ; tiene varias salas de disección ; sus aulas son
grandes, ventiladas i con buena luz. El programa de los
estudios i el cuerpo de profesores, responden a las exi-
— III —
jencias de la sociedad para con los médicos en los
modernos tiempos. Posee un completísimo museo de
reptiles.
Hospitales. — Vecino a la escuela de medicina está el
hospital de San Vicente de Paul, es uno de los mas
grandes i bien tenidos que yo he visto ; su sistema es
de pabellones ; cada sala está aislada entre dos patios,
tiene una salita anexa para desahogo i que sirve de co-
medor a los enfermos en convalecencia. Entre la sala
i su accesorio circula un pequeño ferrocarril para el
reparto de la comida, medicamentos i útiles de curación
i limpieza. La botica es como la mejor de las públicas;
ocupa ella sola una casa entera; posee una droguería i
un laboratorio. El hospital es servido por veintiséis
o veintiocho médicos i otros tantos practicantes. Se
asiste en él como ochocientos enfermos. Para los fines de
la clínica, se construye al lado un hospital de mujeres,
con todos los adelantos del día, aun cuando hai otro
no inferior al que acabo de bosquejar, mui bien aten-
dido. El departamento para el lavado de ropas en este,
es mas completo que el actual del de San Vicente,
donde recien se está instalando las nuevas máquinas i
calderas.
El Seminario, — Educa trescientos alumnos en un
estenso, hijiénicos i bien tenido local. Algunos de los
estudiantes son becados por el mismo Seminario. La
instrucción es teolójica i de ciencias naturales. Los ga-
binetes son pobres ; en cambio, la biblioteca es un modelo
en su jénero. Los alumnos tienen a su disposición par-
ques, jardines, jimnasios i un gran estanque para natación.
Casa de huérfanos. — Es una comarca entera, no sé
cuantos patios, corredores, salones i dormitorios tiene.
Ella es al mismo tiempo una escuela de artes i oficios.
— 112 -
Allí se recibe al recien nacido que fué depositado en su
puerta, i se le cria i educa hasta una edad en que pueda
ganarse la vida. A pesar de la índole del establecimiento,
reina en él la paz i la alegría. Lo habitan como 700
huérfanos entre hombres i mujeres; los varoncitos de
cierta edad pasan a una escuela de artes contigua, rejtda
por clérigos, en la cual aprenden el oficio de zapatero,
sastre o carpintero; las mujercitas aprenden labores, se
emplean en la cocina o en el lavado de ropas; esta sección,
la del lavado, es curiosa; en ella he visto por primera
vez una esprimidora de ropa fundada en la fuerza cen-
trífuga, mui útil en toda gran casa.
Observaciones particulares, — En Santiago las mujeres
son mayorales en los tramways; estos se llaman carritos
i es propio de aquéllas estar de mal humor. El correo
está mui bien atendido. Hai un número de diarios sufi-
ciente para hacer la felicidad pública. No llueve sino en
invierno. Todo hombre medianamente significativo se
ocupa de política. Los diputados i senadores no tienen
sueldo. En el Congreso figuran oradores de nota. La
jente es en jeneral mui relijiosa ; en las iglesias se ve casi
tantos hombres como mujeres. Las mujeres se ponen un
manto negro para ir a misa i para salir por la mañana ;
con el dicho manto las bonitas parecen mas lindas i las
feas horribles. Hai muchos incendios. Los chilenos son
mui obsequiosos i hospitalarios, i escesivamente patrio-
tas. Ni con las mayores atenuaciones he podido yo inter-
calar una sola broma contra las ideas de patriotismo,
que, como tu sabes son ideas copiadas de los gatos mui
imperfectamente ; — el verdadero patriota solo se en-
cuentra en la raza felina domesticada i la prueba es de
que ningún hombre metido en una bolsa con la cabeza
tapada i transportado a otra patria se volveria a la suya
sin conocer las calles.
4> 't'
- 113 —
Costa del Pacífico-Perú
Lima
{Dialogo manteniíio en la capital arj entina el 10 de mayo de 189 S^ dia
del regreso a ella de uno de los interlocutoreSf quien relata algu-
nas observaciones de su viaje hasta Litna^ i lo que en dicha ciudad
hizo o vio hacer.)
Núm. I — Ave María purísima.
- Núm. 2 — Sin pecado concebida.
I — I Qué relijioso has vuelto !
2- ¿Y tú?
I — Yo siempre lo he sido.
2 — Salvo error u omisión.
I — También usas términos de factura.
2 — De todo debe haber en la viña del Señor.
I — Amen.
2— Dios te haga un santo.
I —No le costana gran trabajo, ya tengo mucho ade-
lantado.
2 — Entonces vas a ser el primer santo periodista.
I — No ; ya hai cuatro en el cielo.
2 — Mostrad cómo.
I— San Lúeas, San Marcos, San Mateo i San Juan,
evanjelistas.
2— Esos fueron biógrafos, no periodistas.
I — Lo mismo da ; escribieron para el público.
2 — Cuidado con la verdad histórica ; yo no me atreve-
ría a sostener que escribieron.
I — Y no los has visto pintados con una pluma de ave i
un libro ?
2 — Tienes razón ; además, la mejor prueba de que
fueron periodistas, es que se contradicen.
I — Vade retro ; los evanjelistas no se contradicen ; di-
fieren en detalles.
2 — Por ejemplo ?
I — Pero hombre, yo no he venido a discutir los evan-
jelios. { Te has divertido en tu viaje ? { Traes algo que
contar ?
Por tnares i por tierras 8
— 114 -^
2— Me ha ¡do perfectamente bien i contaré lo que se te
antoje.
I — A ver algo del Perú, de Lima, o del trayecto, si
vale la pena.
2— No sé si valdrá, pero para mí todo ha tenido algún
interés ; basta que una cosa sea diferente para ser, en
cierto modo, interesante ; variar es vivir !
I — Según i conforme; morirse es variar i morirse no
es vivir!
2— Quién sabe !
I — Te felicito ; ya vas creyendo en la inmortalidad del
alma. Decididamente te han cambiado.
2 — No señor, siempre he tenido vocación por el sacer-
docio i habría sido con gusto obispo, confesor i mártir.
I— Dejemos aparte lo último.
2— Pero en verdad, qué chasco seria si hubiera otra
vida.
I — Por qué?
2 — Dos vidas es mucho.
I —Lo que abunda no daña.
2 — Veo que están de moda los refranes.
I — En política a lo menos: c Si vis pacem para be-
llum » es el aforismo de actualidad.
2 — La ruina en latin ; así les va en Europa con el c vis
pacem para bellum».
I — Con tanta digresión no llegamos a tu cuento.
2 — No sé por donde principiar.
I — Por el principio.
2 — Imajínate una docena de puertos entre Valparaíso-
i Callao a cuyos habitantes hai que llevarles todo : la.
carne, la verdura i hasta el agua en ciertas ocasiones !
Uno de mis mayores padecimientos en la navegacio»
larga i aburrida, era ver embarcar i desembarcar ganada
vacuno ; toros, novillos, bueyes, i vacas. ¡ Pobres anima-
les ! Se les coloca una cuerda en la base de las astas I
por medio de una cabria a vapor, se los iza a bordo. No
puedo describirte la cara de asombro que pone un buey
cuando se ve suspendido entre el cielo i el mar ; la figura
grotesca, ridicula i desesperante que ofrece con sus patas-
pendientes, sus manos en semiflexion i sus ojos convul-
— 115 -^
sos i revueltos como si buscara con ellos en algún rincón
del mundo, un protector de los animales, un Albarracin
(de renombre local) cualquiera por amor de Dios. Cuando
la suspensión dura mucho tiempo, uno espera poc mo-
mentos que el animal perezca o entre en el periodo de
agonía. Después lo descargan con torpeza en un piso
resbaloso donde la pobre bestia aturdida cae i se levanta
repetidas veces antes de tomar su acomodo. I todas estas
escenas angustiosas i crueles se desarrollan en medio de
gritos i burlas sangrientas de los cargadores. A veces
algún toro mal avisado, se suelta del bozal i hace un
desparramo a bordo, de lo cual yo me alegro mucho.
Añade a esto el embarque i desembarque diario de
gallinas, pollos, gallos, chanchos, corderos, cabras, ca-
ballos, muías, burros, patos, gansos, loros, coles, zapa-
llos, cebollas, melones, ají, papas, repollos, zanahorias,
camotes, nabos i cuanta verdura conoces, sin contar la
fruta de todas clases.
Así la estadía en cada puerto, en vez de ser un des-
canso, es un tormento.
I — Por fin rompes tu optimismo ; a juzgar por tus
cartas todo era bello, bueno i verdadero.
2 — Me haces acordar de Balmes, manual de filosofía;
todo cuanto he escrito ha sido sincero, positivo i verí-
dico.
I — Te haré acordar de quien quieras, pero tíis pane-
jíricos de ultra cordillera, estaban en contradicción con tu
carácter.
2 — Con el que me atribuyen ; yo soi un descreído inte-
lectual i un iluso sentimental, un escéptico por educación
i un injénuo en materias de sentimiento ; mi intelijencía es
incrédula, pero mi sensibilidad es enteramente candida;
yo, como todos, soi dos individuos ; uno cuando piensa i
otro cuando siente. Soi capaz de dar una lección pro-
bando que la confianza es un absurdo i al salir de clase
cualquiera me engaña.
I — De modo que te han engañado en Chile.
2 — Nadie me ha engañado ; han sido conmigo sinceros
i cariñosos hasta el estremo.
I — Al menos tú eres un escéptico intermitente.
— 116 —
2 — Hablabas de optimismo ¡cómo hablarías sí hubieras
estado en Tocopilla !
I — Qué es eso ?
2— Una ciudad con cuatro casas i bastante salitre,
cuyos detalles conocerás por la sig^uiente conversa-
ción :
Sube una señora (mayor) a bordo en aquel puerto
con su marido ; era una inglesa, rica ; hacia poco que
habia estado en Londres, donde pasó una larga tempo-
rada. El capitán me la presenta.
— Mrs. H.
— I am very happy etc . . .
— € ¿Cómo encuentra Vd. a Tocopilla?
~ —No he bajado a tierra, pero si he de juzgar por la
muestra de sus habitantes . . .
— Ah ! es deliciosa la vida aquí !
— Muchas diversiones ?
— No, ninguna.
— I Teatro, conciertos. . . la sociedad ? ^
— No hai teatro ni conciertos.
— I Son mui relijiosos en Tocopilla ?
— No mucho ; no hai iglesia, pero el servicio divino se
hace en una casa particular algunas veces.
— ¿Se tratan ustedes con algunas familias del país ?
— No nos tratamos con nadie; aquí no hai familias, ni
indíjenas ni estranjeras.
— Pasará usted las noches a lo menos, entreteliida.
— Sí, mucho. Después de comer cerramos la puerta i
leemos un rato antes de acostarnos.
^( Será usted amiga délas flores ; tiene jardín su casa?
— En Tocopilla no hai ni puede haber flores.
— { Por qué ?
— Porque no hai agua, pues ; usted lo sabe.
— 1 1 qué beben entonces los habitantes ?
— Los estranjeros agua mineral que viene de Europa,
i los pobres, agua condensada ; tenemos dos máquinas
para destilar el agua del mar.
— De modo que en Tocopilla no hai teatro, no hai so-
ciedad, no hai jente, no hai flores, no hai legumbres, no
hai agua, i sin embargo, la vida es deliciosa?
— 117 —
— Para mí, así es ; en Londres soñaba todas las no-
ches con Tocopilla. >
Testual.
La señora H. tenia, en efecto, las apariencias de ser
completamente feliz.
i La conformidad humana no tiene límites !
Pero he saltado por encima de Coquimbo i de La Se-
rena, que son el reverso de Tocopilla en cuanto a jentes
i a flores.
En Coquimbo nos fué a buscar a bordo el intendente
D. Carlos Zañartü acompañado del capitán del puerto
señor Sánchez. Tú conoces a Zañartd ; ha estado en
Buenos Aires, donde tuvo varias novias ; era i es todavia
un joven mui buen mozo, pero ( lo notifico a sus ex-no-
vias) ya no es soltero ; se ha casado con una preciosa
niña.
Coquimbo fué visitado debidamente i en seguida to-
mamos el tren para La Serena, una villa mui agradable,
con dos iglesias, seminario, escuela de minería, varios
buenos edificios i jardines bien cuidados. La particulari-
dad de La Serena consiste en sus claveles; sin exajerar
puedo decirte que cada uno equivale a treinta de los
nuestros juntos ; son colosales i mui olorosos. El señor
Zañartú nos dio un banquete en la Intendencia, donde nos
presentó a su mamá i su hermanita, que hacian los hono-
res : al señor Ossa, con quien discutí sobre ferro-carriles,
i a la señora de este caballero, una de las mujeres mas
bellas de la buena raza chilena, el orgullo de La Serena,
según es pública voz i fama. Si viniera a Buenos Aires i
pasara por la calle Florida, iria dejando admiradores
estáticos, plantados como postes de telégrafo, a lo largo
de las veredas ...
— I Cómo habrán quedado algunos chilenos en San-
tiago cuando se te ocurría pasear con tu señora ?
— No hagamos crónica impertinente, continuo :
Para volver a Coquimbo no habia ya tren ; tomamos
un coche i por la orilla del mar, atropellando las olas
— 118 —
atrevidas en algunos sitios, hicimos nuestro camino, com-
pletando el agradable dia con este paseo nocturno deli-
cioso.
I Tú conociste a Robinet en Santiago ?
Si yo fuera rey de alguna parte, no dejaría de nom-
brar a Carlos Robinet introductor de embajadores ; ha
nacido para eso.
Carlos Robinet, diputado, actualmente, es un joven que
goza de una gran popularidad en Chile ; todos lo quieren
por atento, servicial i bondadoso. Es el prototipo del
altruista; madruga para servir a sus semejantes, aun
cuando no los conozca. No hai un viajero de cierta dis-
tinción que no deba a Robinet algún servicio o deferen-
cia espontánea i desinteresada, con la particularidad de
que su afán de ser útil no deja de procurarle incomodi-
dades i gastos, sin obtener muchas veces, ni el agradeci-
miento de los estranjeros a quienes colma de obse-
quios.
Robinet habia telegrafiado a Zañartú que íbamos, sin
que nosotros supiéramos, i no contento con esto, hizo
telegramas a todos sus amigos de los puertos que de-
bíamos tocar, para asegurarnos una buena recepción.
Gracias a sus cuidados i a los de otros amigos, (sospecho
que Zañartú fué del número) en Iquique el intendente
señor Ruperto Alvarez i el señor Pellati, nos buscaron
a bordo i nos invitaron a bajar para obsequiarnos en la
forma mas agradable, dadas las circunstancias, lleván-
donos a almorzar en tierra firme a la orilla del mar, en
Cavancha, un paraje encantador de baños, en un res-
taurant cuyo comedor de verano es una glorieta inmensa
cubierta de hojas i flores i construida sobre pilotes cla-
vados en los límites de la alta i baja marea. £1 almuerzo
se compuso de mariscos frescos i otros manjares esquisi-
tos. La señora del intendente presidía la itiesa, donde
lució él sus dotes de conversador ameno a par de nuestro
anfitrión el señor Mac-Iver, diputado i periodista.
Después la concurrencia se dividió en dos grupos ; las
señoras se fueron a descansar tranquilamente a casa del
— 119 —
intendente i los hombres (los caballeros, quiero decir)
nos fuimos a visitar los establecimientos públicos.
I>a Aduana, inmensa i rebalsando de mercaderías que
no contentas con llenar los almacenes, ocupan la calle i
los sitios adyacentes.
El Liceo de varones con doscientos alumnos ; la Escue-
la Superior con doscientos cincuenta ; la de mujeres con
trescientas niñas i local adecuado ; el Hospital con dos-
cientas camas, el Establecimiento de amalgamación, de
Santa Rosa, donde se estrae la plata de los metales ; la
Fábrica de hielo, las iglesias, las plazas i paseos. . . en
fin el señor Alvarez no me perdonó un solo detalle de su
pueblo, llevándome a todas partes, con la crueldad de un
propietario que muestra sus ñncas, i yo le perdono su
ferocidad porque, gracias a ella, conocí bien a Iquique
i porque premió mis sacrificios, con una buena comida en
su casa, donde conocimos a una hermosa peruana, la
señora de Pellatti.
— Pero hombre, tú no has hecho mas que comer i
almorzar durante tu viaje.
— ¡ Qué quieres ! así se vive en Chile ; es imposible
resistir a la obsequiosidad de esos caballeros. Chile es
un inmenso restaurant servido gratis i con buena volun-
tad i donde se agradece al cliente viajero, el placer de
haberlo mantenido.
— Supongo que ahora llegarás a Lima.
— Ya llegamos. El Callao es la antesala de Lima, i
aunque merece una larga visita, nadie se detiene a hacér-
sela, urjido por el deseo de entrar a la ciudad de los
reyes, cuanto antes.
Hai dos Limas, la que uno lleva en la cabeza i la que
se encuentra a orillas del Rimac. Sucede con Lima lo que
con Jerusalem, la leyenda sustituye a la realidad i no
puede uno librarse de su primera fascinación aun en pre-
sencia de los hechos que la invalidan. La fama altera el
juicio.
Además, cada ciudad tiene su momento i la idea cor-
respondiente a ella en una época es totalmente diferente
— 120 —
de la lejendaria, de la referente a un período de apojeo o
a una situación característica.
La Lima de ahora no es la de los virreyes, sin haber
cambiado de tipo ni de forma, pero continua siendo la
patría de la Perichola.
Faltan los rejidores i los magnates i por lo tanto ya
no hai Lima política, relijiosa, conventual, mística, enamo-
rada, romántica, seductora, caballeresca, fanática, peca-
dora, apasionada, inquisitorial, rica i henchida de aventu-
ras en que figuren como antes, grandes ojos negros»
encierros en monasterios, caballeros galantes arriesga-
dos i padres crueles.
Actualmente Lima es como cualquier capital de oríjen
colonial, despoetizada por el comercio i la industria.
I Comprendes tü la Lima antigua de los sueños juveni-
les, con fábricas de cerveza i galletítas norte-americanas,
con ferro -carriles i teléfonos, ajencias i compañías de
seguros ?
Quedan las casas con su forma antigua, los balcones
cerrados, los grandes patios, las ventanas con rejas, las
iglesias, las oficinas publicas, la universidad, la goberna-
ción i la plaza de toros, los conventos i monasterios,
todo con su aire vetusto, secular i tradicional ; pero en
la casa solariega falta el padre autoritario, fanático i
bruto; tras de las rejas, la doncella hermosa apasionada,
en penitencia por orden del confesor ; rondando la man-
zana, el galán infortunado; en las iglesias, el jentío inmen-
so ; en las plazas, los autos de fé i en la casa de gobierno,
el majistrado enjuto, con las cejas pobladas, calzón corto,
medias hasta la rodilla i hebillas en los zapatos, parecido
a esos retratos que uno encuentra en las sacristías, con
una leyenda de muchos renglones al pié destinada a per-
petrar la memoria de un señor con varios nombres, funda-
dor de alguna capellanía. Lo único que subsiste de la Lima
de los virreyes es la mujer, adaptada a la música moderna.
Las tapadas que no mostraban sino un ojo, han des-
aparecido para siempre. Ahora se encuentra destapa-
das con dos ojos, negros i grandes, boca encantadora i
labios rosados, donde cabrian millones de besos de quien
los merezca.
— 121 ->-
Sin embargo, la limeña mas linda que yo he conocido
allí, no encuadra en los caracteres jenerales de la belleza
peruana ; es una vírjen rubia, inocente i afectuosa ; sus
ojos grandes i azules, miran con una limpieza celestial i
en el profundo mar de sus pupilas, navegan aun dormi-
das, ternuras infinitas, castas i suaves ; las líneas de sus
formas son puras como las de un relieve griego i los perfi-
les de su rostro, un sueño de dibujo ideal i estra-mundano.
—Mi doctor, tanto entusiasmo es un anacronismo en
su cerebro !
— Confieso que hai un poco de cariño en el retrato,
pero todo queda esplicado con decirte que me refiero a la
hija de un amigo, nacida en tierra estraña, de un pariente
querido ; Barton, mi jeneroso protector en los tiempos
duros i difíciles, cuando yo estudiaba medicina en el hos-
pital, muñéndome de frió i sin libros, reducido a copiar
mis lecciones de los testos ajenos i a dibujar huesos ama-
rillos con tinta desteñida.
— Eso es pura poesía sentimental; entonces eras un
modelo de felicidad irresponsable.
— Pero no la sentía, por atender a las necesidades de
cada hora.
Al entrar a Lima se me representó Sevilla mas grande,
con calles mas anchas i mas rectas, recorridas por mucha
jente. Una Sevilla mas alegre, mas animada, mas bulli-
ciosa i sobre todo criolla, en la mejor acepción del voca-
blo.
Las limeñas, un encanto ; morenas de cutis limpio, de
pequeña estatura en jeneral, con pies diminutos, manos
microscópicas i ojos colosales, negros, ambiciosos, domi-
nantes i tiernos ; mui graciosas, espirituales i conversa-
doras ; dotadas de una coquetería natural de esquisito
gusto ; francas, imperiosas i resueltas, con grandes se-
ducciones en sus actitudes i movimientos, confiadas en su
hermosura i atractivos, seguras de su imperio, soberanas
absolutas de los hombres ; indolentes, relijiosas i apasio-
nadas, políticas violentas e intransijentes ; temibles en la
mas lata acepción de la palabra.
Los hombres (hablo de los de la alta clase solamente)
bien constituidos, sencillos i altaneros a la vez; se adivina
— 122 —
en su presencia el oríjen español de elevada estirpe; uno
piensa en caballeros antiguos i estraña verlos vestidos a
la moderna ; el aplomo es su divisa : son obsequiosos i
afables, pero sus deferencias parecen concesiones dis-
pensadas con cierto aire de protección, propia de jente
bien nacida que no olvida los fueros, de su casta.
Con todo este bagaje no hai sin embargo un solo noble
limeño que se permita hacer o pensar sino lo que quiere
su mujer, si la tiene, o una mujer de su relación, si es sol-
tero. En esto los peruanos se parecen a todos los hom-
bres repartidos en la superficie del globo.
Todo está allí bajo el absolutismo femenino como en
todas partes; por eso el mundo anda tan mal. Las muje-
res hacen la lluvia i el buen tiempo, destilando en la oreja
marital, gota a gota, en las horas fisiolójicas, sus gustos i
sus deseos, sus proyectos o sus ambiciones . . . Bandidas,
yo las detesto I
— No tanto, mi doctor, no se calumnie.
— Nosotros somos unos santos, no lo dudes; tenemos
que trabajar para ellas, vivir para ellas, acomodarnos a
todos sus caprichos i mortificarnos hasta por las desco-
nocidas !
— No blasfemes.
— Imajinate lo que me hace una de ellas a bordo del
€ Cachapoal >. Estaba yo tranquilamente mareado en mi
camarote, tramitando las delicias de un balanceo de
veinte grados, cuando vino el capitán a decirme que una
joven de tercera se hallaba en el último trance. — Que se
la lleve el diablo, contesté, yo no tengo la culpa ¡ quien
la mete a embarcarse en semejante estado ! — Y sin to-
mar pasaje condicional para el niño, añadió económica-
mente el capitán.
— I Ha visto usted cosa igual ? repliqué. . . i con mar
gruesa todavía. En esto asomó a la puerta un pasajero
con ojos de marido, inequívocos. Me dio lástima ; me
levanté, hice transportar a la primeriza a un camarote
desocupado i veinte minutos mas tarde, gritaba en mis
manos como un condenado, un muchacho robusto a
quien tuve que lavar, vestir i acomodar con todos los
cuidados de una nodriza patentada. — Dios se lo pague
— 123 —
doctor, dijo la madre. — Sí, está mui bien, Dios me lo
pague, con semejante noche. { Quiere usted también que
lo bautice ? — ¿ Corre peligro ? contestó—; Cómo no mu-
jer ! le dije; i tomando el niño en brazos, con el tono mas
sacerdotal que pude, pronuncié estas palabras : « Eduar-
dito Cachapoal, yo te bautizo en el nombre del padr^
del hijo i del espíritu santo ; > le hice una cruz con el
pulgar sobre la frente i le derramé en la cabeza un sifón
entero de limonada gaseosa, única agua bautismal que
encontré a mano. Yo no sé si la Iglesia permite bautizar
con limonada, pero en el mar supongo que las cosas no
deben pasar como en tierra.
I — La intención vale en casos apurados.
2 — Es verdad, señor teólogo. Al otro dia se desembar-
có la mujer como si tal cosa !
Volvamos a Lima. Dios, que no me ha pagado todavía
mi asistencia a bordo, verdad es que no le he pasado la
cuenta, hizo a Lima de un modo i Ricardo Palma la ha
hecho de otro. Es una lástima que estos dos autores no se
hayan puesto de acuerdo sobre un punto tan importante.
Ricardo Palma con sus tradiciones hizo de ella un
Paraiso i Dios con su misericordia infinita la convirtió
en un infierno, dotándola de políticos, i dispensándole
los beneficios de la guerra i de una sarta de revolu-
ciones.
Con todos los elementos para ser felices, los perua-
nos son en la actualidad, mui desgraciados, i la bella, la
mentada capital de su nación, con un clima benigno, con
una naturaleza envidiable, con riquezas sin cuento, es no
obstante, una ciudad en decadencia.
El viajero que hoi la visita se sorprende al ver los
destrozos causados por la lucha civil.
Los muros de todas las casas están acribillados de
balazos; los vidrios de los balcones rotos, las aristas de
las torres, destruidas, las molduras de las fachadas, caldas
i hasta las campanas de algunas iglesias, partidas o
rajadas.
— 124 —
Después de la batalla horrenda, cuyo campo fué la
ciudad misma, dos mil- cadáveres contados uno por uno,
quedaron en las calles, como testigos mudos de la
heroica ferocidad de los combatientes, siendo el número
de heridos alarmante, aunque exiguo, con relación al de
los muertos ; tan espantosa fué la matanza !
Yo he visto a los sobrevivientes en los hospitales dis-
minuyendo diariamente, a pesar de los cuidados científicos
i de la asistencia caritativa.
Las heridas causadas por las armas modernas esca-
pan a toda descripción por su estrago incalculable i la
terrible variedad de sus formas; un pobre muchacho
tenia siete balazos en el cuerpo i aun vivia ; otro yacía
con la cara hecha pedazos en su lecho de agonía; mu-
chos presentaban fracturas conminutas i algunos los
huesos perforados como si se les hubiera aplicado un
taladro.
Durante la pelea nadie podia transitar por las calles ;
la provisión de alimentos era imposible; hubo familias
que no comieron nada en tres dias i personas que pasa-
ron muchas horas debajo de sus camas porque las balas
atravesaban las paredes o entraban por las ventanas.
Los espejos i cuadros de varias casas, conservan los
estigmas de aquellos dias de conflicto.
En la semana posterior al último combate, la pobla-
ción estaba aterrorizada por el temor de otra desgracia:
de una mortífera epidemia, que parecia inminente a
causa de los cadáveres de hombres i los cuerpos de
caballos muertos que en completa descomposición, per-
manecian en las calles.
Felizmente la peste no se produjo, pero la ciudad
estaba, dicen, inhabitable por su mala atmósfera.
Hemos conocido los alrededores de Lima: Chorrillos,
Miraflores i Barrancas, pueblitos preciosos de baños,
que han sufrido mucho durante la guerra con Chile i
que ahora renacen a pesar de las contiendas civiles.
Según mi costumbre, he visitado los hospitales de
— 125 —
ambos sexos, la biblioteca, la universidad i todas sus
facultades, el instituto bactereolójico en formación, las
iglesias, los mercados, la Alameda de los Descalzos, el
precioso cementerio i los baños de Piedra Lisa que son
un encanto; i he conocido una parte de la selecta socie-
dad limeña, en casa de nuestro ministro el señor Arroyo
a quien debo una profunda gratitud, no sólo por sus
delicados obsequios, sino por haberme proporcionado la
ocasión de verlo todo, poniéndome en contacto con los
directores de las diversas ramas de la administración,
con los miembros de gobierno i con los caballeros mas
distinguidos de la culta aristocracia limeña. El dia antes
de nuestra partida nos invitó a su mesa i allí tuve la
satisfacción de observar la estimación de que goza, por
la calidad de las personas que frecuentan su casa. La
señora de Arroyo, chilena de oríjen, es mui querida en
Lima i merece la simpatía que inspira por su bondad,
su trato esquisito i la refinada cultura de su intelijencia.
Es un modelo de mujer para un diplomático.
Por fin, satisfechos de nuestra jira i atraídos por el
imán de esta gran metrópoU que lo tira a uno hacia su
seno con mas fuerza cuanto mas se aleja, nos embarca-
mos de vuelta para Valparaíso, donde el señor Pinto, el
intendente, no contento con sus amabilidades anteriores,
nos arrebató de a bordo i nos alojó en su casa, en la
que pasamos días deliciosos en amena charla con el
inagotable Cornelio Saavedra, el ático señor Santa
Cruz, ex-ministro en Alemania, Pedro Montt i su señora
que fueron de Santiago a despedirnos, Francisco Valdez
i otros exelentes comensales. Pinto i su encantadora
esposa deben venir pronto a Buenos Aires, de paso para
Europa, i nuestra sociedad tendrá ocasión de conocer a
la simpática pareja.
Una palabra mas. En la biblioteca de Lima a cargo
de Ricardo Palma, el escritor tal vez mas conocido de
Sud-Améfica, tuve el gusto de ver mui bien cuidadas
— 126 —
algunas de mis obras. . . . La vanidad literaria es la
mayor de las debilidades humanas ! Punto.
I — Has concluido?
2 -Sí.
I — Pues puedes vanagloriarte de haberme aburrido
soberanamente.
2. — Gracias ; eres mui amable !
De Mar del Plata
(República AryentinaJ
Enero 22 de 1896.
Señor director :
Ya sabe usted que yo, si bien corresponsal de su diario,
soi un sirviente, aunque no del público para estraviarlo,
como ustedes los diaristas; — yo no estravío a mi patrón
— no me conviene — (de paso le recomiendo esta regla
de moral que es mui noble: hacer lo que a uno le con-
venga aunque lluevan picas).
No puedo confeccionarle a usted un panejírico del Mar
del Plata ; no soi hipócrita, pero sí puedo decirle que la
vida aquí sigue su trotecito liviano i mui agradable.
La instalación i la manutención de la jente de alto tono
no es mui cara ; no es tampoco tirada a la calle ; es lo
que aquí debe ser, normal ; porque al fin i al cabo a uno
le dan todo lo que necesita, bueno, o poco menos i la
comodidad, la facilidad de proporcionarse lo necesario i
aun lo superfluo, ma Dame, debe tener su compensación
en alguna forma. El Hotel Bristol, por ejemplo, no es
de lo mejor que hai en el mundo, pero es tan bueno
como uno puede exijirlo, dado el caso.
Está rejido por Mr. Kern, un escelente caballero
(juega mui bien al ajedrez) i su señora, una parisiense
espiritual, naturalmente, joven, mui agradable i bonita
(lo diré tomándome esa libertad que se toman a veces
los sirvientes imitando a sus patrones ). Espiritual, lo
pruebo. — El otro dia mi patrón pidió un baño; el mozo
que le servía preparó un rejimiento de tohallas, sába-
— 127 —
ñas i otros adminículos, anunciando a su debido tiempo
que el baño estaba pronto. Yo no sé lo que sucedió,
pero le copio el diálogo que oí entre la señora del je-
rente i mi patrón, para mostrarle con un hecho la ver-
dad de mi juicio.
Mi patrón. — Madame.
Madame. — Monsieur ?
Mi patrón, — Mst^á me permitirá hacerla apolojía de
su hotel ?
Madame. — Tres bien Mr., si vous voulez.
Mi patrón. — Solamente tengo que cambiarle el
nombre.
Madame. — Ah !
Mi patrón. — En vez de « El Bristol > le llamaré
L' Hotel á surprise.
Madame. — Et pourquoi 9a, s'il vous plait ?
Mi patrón.— Voxi^^ he pedido un baño ! . . . .
Madame.— ^^^ bien ?
Mi patrón. — Me lo prepararon.
Madame. — C'est juste.
Mi patrón. — Fui, me desnudé. . . .
Madame. — Ah ! Mr. . . .
Mi patrón. — Perdón^ madame, pero yo no podia ba-
ñarme sin desnudarme !
Madame. — Continuez Mr. s'il vous plait.
Mi patrón. — Entro en la tina, abro la llave.... no
habia agua !
Madame. — Probablement le grand robinet de service
general était fermé.
M/¿7/r¿?«. — Probablemente la gran llave de servicio
jeneral estaba cerrada !
Madame.— ^t vous a vez sonné le gar9on ?
Mi patrón. — ^o, madame.
Madame. — ^l pourquoi Mr. ?
Mi patrón.— Povc[UG no encontré el botón de la cam-
panilla.
Madame. — Probablement il n'y en a pas dans la
chambre !
Mi patrón. — Seguramente no habia.
Madame. — Et qu'est-ce que vous avez fait ?
— 128 —
Mi patrón, — Me^ volví a vestir tranquilamente.
Madame,—^\í bien ^de quoi vousplaig^nez vous ? Vous
avez pris un bain d'air, fort agréable !
Mi patrón, — Merci, madame !
Digo, i no es verdad que cualquier otra directora de
hotel menos amable, tomando el acontecimiento de otro
modo, habría dejado a su cliente contrariado i ella misma
se habría fastidiado? Al otro dia todas las llaves de
agua del < Hotel á surprise » andaban corrientes i el
accidente quedaba sin importancia.
En el comedor a cargo de Mr. George Mercer, las
cosas se acomodan de modo que los concurrentes, si no
son mui exijentes, no deben tener motivos de queja. Los
mozos son atentos i cultos i el servicio se hace con toda
regularidad, evitando las quejas aun de aquellos pasaje-
ros que no toman en cuenta las dificultades de un esta-
blecimiento de este jénero.
Mr. Mercer, por ejemplo, recibe un telegrama anun-
ciándole una invasión de comensales ; se prepara para
recibirlos ; no vienen. Mr. Mercer pierde el valor de
sus preparativos.
I a propósito de esto, aquí va otra nota espiritual fran-
cesa.
Un caballero conversa con Mr. Mercer.
— Bien, Mr. Mercer, cómo vá hoi.
— Mal; debian venir tres familias i no vienen hasta
pasado mañana; pura pérdida !
~ ¿Por qué ?
— A menos que haga lo que en el teatro i marque a
esas familias en su cuenta « Pas venues, cent francs >.
Playa por la mañana con sus incidentes; playa a la
tarde, idem, idem ; escursiones, concierto a la noche ;
tal es el programa diario.
— 129 —
Los sirvientes i las mucamas son las entidades que en
Mar del Plata deciden las cuestiones de la moda en el
vestido.
—¿Por qué así?
—Porque en todo tiempo nuestros enemigos nos
combaten i persiguen, como dice el catecismo.
Nuestros enemigos aquí son el viento, el calor, el frío,
i la tierra, elementos variables i antojadizos.
Así, las damas i señoritas del alto tono, antes de le-
vantarse i apenas abren los ojos, mandan en comisión a
sus asistentes para que averigüen como está el dia. Estos
salen, toman lenguas i trasmiten las noticias según sus
impresiones i su sexo.
—Hace calor, señora, dice una mucama.
— Muí bien, prepárame el vestido crema i el sombrero
con plumas de gallo de la India i melones de Curru-
malan.
—Pero señora, hace mucho viento; las plumas se van
a volar.
— Entonces dame el sombrero con alas de cuervo
aplicadas a la copa.
— Es mui feo, señora; las de Malavia, las de Sobre-
monte i las de Atrapa Rancho van a ponerse canoHers
de ala corta, con hojas de col plegadas a fuego i cosidas
a la paja; se lo he oido a don Dieguito Pisaflores.
— Entonces saca el sombrero con cintas de las que
me tiraron en el corso de las flores; esas aunque se
vuelen no importa.
— Es que le falta el elástico.
—Verdad, se me rompió en la playa ; ponle uno
nuevo.
— No hai ; solo que le ponga una de las ligas del
señor !
—Y qué! el señor usa ligas ? desde cuándo ?
—Desde el otro dia que tuvieron una discusión con el
señor Pisaflores.
— Qué dijo el señor Pisaflores ?
Por mar§s i por tierras 9
— 130 ->
— Dijo que en Mar del Plata no se podía andar con las
medias arrugadas.
— I quién le vá a ver las medias al señor ?
— Dijo don Pisaflores, que las niñas se fijaban mucho
en eso .... i también tuvieron otras discusiones.
— Sobre qué ?
— Sobre las corbatas. El patrón iba a salir con una
corbata negra i don Pisaflores le dijo que no era propio
de playa de baños i mucho menos por la mañana.
— I el señor qué dijo ?
— Se enojó i le contestó que él también tenia corbatas
de tonto, como todos, i sacó una de madapolán con
loros pintados que al señor Pisaflores le pareció mui
bien, i después que se fué don Dieguito, el patrón me
mandó pedirle al doctor de al lado unas vendas si tenia,
para usarlas como corbatas.
— Qué barbaridad !
— No señora, van a quedar mui bien i van a entrar
en moda.
— ¿Qué sombrilla me has puesto ?
— La verde.
— La verde ? ¿ No sabes que hoi es jueves?
— I qué tiene eso ?
— Sombrilla verde en jueves ! ni loca que estuviera ;
ponme la otra de cabo de carei.
— Esa que parece desteñida?
Desteñida? es la última, moda; se llama fraise
ecrasée.
— Pintonees la fricasé la pongo, con el crema i . . . .
— I la jaquette; ¿le has pegado los botones a la
jaquette ?
— Sí, le saqué los viejos i le puse los de ojo de gato ;
así parece otra.
— Está bien ¡ la cosa es que parezca otra !
— I le puse también en el cuello como blonda el encaje
de la sombrilla negra ; nadie la conoce ahora !
(. . . Silencio. . . después de un rato, la mucama, que
es tan informada como cualquiera señora, continua) :
— Sabe que la mucama de las niñas de Garrapata
come tres veces ?
— 131 —
— Cómo es eso ?
—Sí; se hace servir aquí temprano, diciendo que no
puede ir al comedor; después vá, come i dice que la
comida está mala i pide un fiambre en su cuarto.
— Estará mui gorda.
— Qué! flaca como un hilo; no sé que hace con lo
que come.
— Han salido ya las de Garrapata ?
— No señora, les están planchando las blusas ; ya sabe
usted que no tienen sino dos mudas.
— Yo no sé tal cosa !
— Pues todos lo saben !
En la playa la concurrencia es numerosa i animada;
se ve señoras gordas i flacas, frescas o maduras i niñas
elegantes airosas^ bien vestidas; jeneralmente bonitas i
mas atractivas aun cuando dejan su traje de playa i
toman el de baño, ^on el cual muestran esa agradable
desproporción de las mujeres entre el grueso de la cin-
tura i los demás diámetros.
Si yo en vez de ser un humilde sirviente, fuera una ola
o una sección de la playa donde se baña ese enjambre
de bellezas, podría dar detalles mas minuciosos i tal vez
mas interesantes. Desgraciadamente no soi ni ola ni
playa.
Variados grupos de mozos, de señores respetables i
de niños, se forman sobre la rambla o en la arena a la
orilla del mar, donde las familias antes del baño, se reúnen
en círculo a mirar las olas crespas, quebradas, espumo-
sas, que embisten inútilmente el límite puesto por la
naturaleza para enfrenarlas.
Los jóvenes elegantes, vestidos de blanco, con som-
brero blanco, saco blanco, pantalones blancos, zapatos
blancos, algunos hasta cerebro en blanco, no se arries-
gan en avances peligrosos; cuidan sus zapatos como si
no fueran hechos para andar con ellos en la arena, some-
tiéndose a la lei de su destino, la misma de los guantes de
gamuza, cuya íntima naturaleza consiste en estar sucios.
*
— 132 —
Faltan muchas cosas a la playa de Mar del Plata para
parecerse a las de Europa: un poco menos de rijidez en
las costumbres, un poco menos de miedo de hacer lo que
es natural, sencillo i propio del sitio i del objeto de la
estadia, menos aislamiento, menos separación entre los
sexos, menos temor de tratarse i de conversar. En
Europa un joven acompaña a una niña lejos o afuera en
el mar, nadando, sin que nadie lo note i después del
baño, hombres i mujeres, con su túnica blanca, se sientan
en la arena a secarse al sol, comiendo ostras o tomando
refrescos. Aquí no hai ostras, ni refrescos, ni reuniones
en traje de salida. Verdad es que la playa no se presta
para las escursiones a nado mar afuera i que el tenwr
de la crítica paraliza toda tentativa de franca fami-
liaridad.
A pesar de eso esta playa es mui agradable i los baños
son deliciosos.
Dentro de algunos años, cuando haya botes salva-
vidas i la bahía esté cerrada al sud por un rompe olas, la
naturaleza, con las facilidades que brinde sin peligro
para los bañistas, cambiará las costumbres i Mar del
Plata será el grande atractivo del verano para toda la
República.
Como todos los concurrentes están desocupados,
cualquiera cosa les llama la atención; una ola grande,
una tonina que asome su cuerpo negro, rollizo i repug-
nante, una ballenera de pescador, son incidentes que
reclaman serios i grandes comentarios.
El otro dia Pedro Pardo, ese- mozo que parece la
fuerza misma, tuvo un síncope después del baño; gran
alarma, gran reunión ; cada uno proponia un remedio ;
hubo juntas de calafates i diagnósticos marítimos como
si se tratara de un buque ; por fin a un orijinal se le
ocurrió buscar un médico; el doctor Wilde andaba por
ahí vestido de druida; lo llamaron, se acercó, reconoció
al enfermo que estaba como un cadáver, i dijo con la
calma que todos le conocen: No-se-ha-de-mo-rir, Par-
— 133 —
dito. — Por qué, preguntaron varios — Porque eso estaría
contra el refrán.
— Yo no estoi contra ningún refrán! contestó Pardo
abriendo los ojos; i se acabó el síncope, con gran con-
tento de los amigos que lo rodeaban.
Como en toda reunión de ociosos, en Mar del Plata
unos se divierten con los otros, prodigándose recípro-
camente burlas amistosas.
José Luro, a pesar de su aire adusto, es preferido para
ese juego por su carácter bondadoso i por ser consi-
derado como la encarnación de Mar del Plata. Es el
pacha de estas comarcas i no ocurre accidente alguno
que no suscite en los bañistas por asociación de ideas,
el nombre de Luro.
Llueve, Luro tiene la culpa; hace buen tiempo, Luro
se ha conducido bien ; hai tierra, ¿i qué hace Luro? se
preguntan todos ; la sopa está fría, es necesario quejarse
a Luro ; i Luro no pudiendo resistir a la corriente, ha
consentido ya tácitamente en ser responsable de todo i
toma como caso personal, cualquiera alteración de la
atmósfera, que él trata de cohonestar o mitigar, anun-
ciando que al día siguiente el tiempo tal vez sea mejor.
Aquí pasan ahora la temporada muchos abogados,
médicos, diputados, jueces, rentistas i comerciantes, con
sus familias. Todos parece, han convenido en ser corrien-
tes i estar de buen humor, cambiándose las burlas mas
picantes. El otro dia se bañaba el doctor Saavedra,
miembro distinguido de nuestra majistratura ; un abo-
gado amigo se le acerca i le dice: Un juez que nada, es
el mejor nadador. Ya entiendo, replica éste, porque lleva
su conciencia.
En esto una ola los echó a la playa.
Naturalmente, Luro fué el responsable del suceso.
A un joven médico que sale a cazar, le dice Cullen,
por rivalidad: ¿no tiene usted bastante con sus clientes
de la ciudad ? (Estos clericales son muí atrevidos).
Daireaux se acerca a Seeber i le dice : seguramente
— 134 —
usted escribirá una memoria retrospectiva de Mar del
Plata ? Seeber no se enoja i se prepara a escribir la
memoria.
En estas conversaciones u otras análogas se pasa el
tiempo, cuando no en escursiones a la gruta descubierta
por Egaña, el compadre de Avellaneda, o al faro que
está admirablemente bien tenido (no parece cosa nues-
tra) o al campo simplemente, a respirar aire puro,
fresco i perfumado.
En el comedor del Bristol, a la hora del almuerzo,
después del baño o a la noche, antes del concierto, el
espectáculo es magnífico : el salón tiene a simple vista
como 180 J metros cuadrados i está cubierto de mesas
casi totalmente ocupadas por una sociedad distinguida i
elegante, en la cual naturalmente, el gran atractivo es la
belleza de las mujeres (como yo soi sirviente no hago
distinción entre señoras, señoritas i chiquilinas).
Después de la comida i del café tomado en la galería,
sintiendo la brisa del mar i oyendo el rumor de las olas
incansables, la concurrencia femenina acude al salón de
conciertos, tan vasto como el comedor, i la masculina, al
Casino, a jugar.
Este arreglo es un verdadero contrasentido ; asi toda
sociedad queda destruida. •
Las señoras i las niñas se aburren en el salón i los
hombres se arruinan o se ponen tontos en las mesas de
juego.
Hace poco le oia criticar esto a un señor que hablaba
con mi patrón. « No es que falten atractivos en el salón,
decia, para todos estos jóvenes i aun para los hombres
de edad que andan huyendo de él. He conversado con
la señorita de Paz hace poco, i me he quedado maravi-
llado de su injenio, de su talento i de su instrucción,
aparte de su belleza que anadia un nuevo encanto a sus
palabras. He hablado con la señora de Oyuela i no he
estr añado ni el naipe ni la ruleta mientras la oia dis-
currir ; he tratado a la señora de Pardo cuya suavidad i
— 135 ^-
sencillez nie han cautivado, i hablando con la niña de
Aguirre, sin tocar tópicos banales, como usted com-
prende, he pasado una hora entretenido i lamentando que
a nuestros jóvenes no los atraiga el simple placer de la
conversación. Lo mismo puedo decir de las señoras de
Chas, de Arias, de Escalante, de la señora de Saavedra
i de su preciosa cuñadita, i de tantas otras niñas que se
encuentran aquí, sin contar entre las ventajas la de que
la conversación de una niña inocente, sencilla i linda,
es mas agradable que la de un académico, pues mientras
ella habla, usted la mira i sus sentimientos estéticos, si
los tiene, quedan halagados».
¡ Cuándo habrá sociedad en nuestro mundo elevado,
siquiera en las playas de baños, de las cuales debía des-
terrarse la tirantez inútil i la etiqueta tan fuera de opor-
tunidad i de sitio !
Nota — Señor director : Sí esta correspondencia le
parece larga, córtela; si le parece tonta, no la publique;
pero si la publica hágame el favor de correjir las frases
en francés, de cuya ortografía no respondo.
IV
ALREDEDOR DEL MUNDO
Itinerario de viaje desde Buenos Aires : Inglaterra^ Alema-
nia, Francia, Italia, Canal de Sues^ Mar Rojo, Ceylan,
China, Japón, Honolulú, Norte América^ Lisboa i Rio de
Janeiro,
Londres, Julio de 1896.
Todo está calculado en Inglaterra, en Londres princi-
palmente, para exaltar el sentimiento de patriotismo, mas
bien el orgullo nacional, por el inmenso poder de la Gran
Bretaña que se estiende mas cada dia, sin oposición i sin
obstáculo, como crecen los árboles en virtud de las leyes
naturales !
No hai espectáculo que no concluya con God save the
Queen i toda vez que el asunto se preste siquiera sea de
lejos, se mostrará o tratará de mostrar que la Ingla-
terra triunfa siempre, que ella lo hace todo bien, que
lleva i difunde la civilización, procurando la felicidad del
conquistado i del conquistador. Como es necesario encar-
nar en alguien o en algo toda pasión, sentimiento o ideal
humano, el inglés encarna su orgullo británico en la
reina, a la cual parece adorar, sin que haya en realidad
semejante hecho, pues la aparente veneración, sumisión o
lo que se quiera, tiene mas bien los caracteres de un
culto relijioso. La reina es una efijie; lo mismo seria que
fuera de mármol : es una insignia como la bandera !
Londres puede encontrar similares de todos los deta-
lles de la vida de la jente que lo habita, como del carác-
ter de sus edificios, disposición de sus calles, índole de
— 138 —
sus instituciones i demás enumerandos, que cualquiera
comprenderá ; pero en lo que Londres se diferencia de
todas las capitales del mundo i en lo que es superior a
todas ellas es en sus admirables parques, principalmente
en esa maravilla sin ejemplo llamada Hyde Park. He
visitado todas las capitales de la Europa, las mas gran-
des de Norte i Sud-América, varias de Asia i África ; pues
bien, no he visto en ninguna de ellas nada parecido a
Hyde Park. ¡ Lo que éste representa en lujo, en costo,
en valor, en sensaciones, en previsión urbana, en salud,
en grandeza, en sorpresa, en economia de vidas, en
exibicion, en deleite, en comodidad , en satisfacción
moral i reposo físico, en halagos de toda especie, es
inapreciable. Sale uno de Picadilli donde la confusión
humana lo aturde, da un solo paso i está en el campo,
enteramente en el campo, sin ver una sola casa, está en
Hyde Park, con cien mil compañeros de paseo, debajo de
árboles espesos, limpios, frescos sin saberse siquiera
que ahí a la puerta está el colosal enjambre de palacios,
de hombres, de vehículos i de miserias.
La facilidad de pasar de lo microscópico a lo jigan-
tesco en ninguna parte se encuentra como en Londres.
Un individuo que sabe silbar bien hace una fortuna, i si
se llega a saber que en una fonda miserable hai un coci-
nero especialista en la confección de sopa de tortuga, la
fonda i el fondero llegan en una semana al apojeo de la
fama.
Los tránsitos son violentos para ciertas cosas : de
nada a todo ! Hablan mucho de la miseria en Londres;
será tan grande i tan desesperante como se quiera, pero
mas grande i mas aflijente para quien medita, es el lujo.
No hai idea de los límites que alcanza en este emporio
del mundo ni se puede concebir a donde irá a parar. Lo
que cuesta a algunos de sus habitantes una hora de
tiempo pasada, dándose lo que llaman un poco de con-
fort en la alta vida, basta en algunos casos para mante-
ner un mes en otras ciudades a una familia. La despro-
porción asusta.
— I3V —
Todas las fastuosidades de la historia son miserias
ante esto.
Corren rios de oro en algunas clases sociales i en de-
terminados gremios , sin que ninguna exajeracion les
alarme. Los mercaderes de las calles centrales tienen un
aplomo que solo iguala a su descaro para pedir precios
salvajes por cualquier objeto; pero los ingleses están
habituados a esas diferencias i crueldades iinancieras.
Yo atribuyo el prurito de elevar las cifras a la unidad
de moneda. Es sabido hasta por los que nada saben,
como algunos altos funcionarios de nuestra tierrp, que
existe en todas las naciones, mas bien dicho, en todos los
hombres, la tendencia a calcular con relación a la unidad
habitual. Así, en jeneral, lo que vale en Francia un franco,
vale en Italia una lira, en Alemania un marco, en Ingla-
terra un chelín, en España una peseta. Pero desgracia-
damente en Inglaterra no se toma como unidad el chelin
sino la libra i lo mas curioso aun, ni siquiera la libra
sino la guinea, una moneda que existe solo para los
fines de aumentar un chelin mas a los veinte de la libra,
probablemente para no desairar a esa unidad secundaria
llamada chelin i hacerla entrar en la unidad imajinaria
compuesta de una libra mas un chelin.
{ Usted cree que hemos concluido ? no señor : todavia
falta prestar el debido acatamiento al penique i hacerlo
tntrar en el precio de las cosas. Un objeto vale siempre
tanto i seis peniques, nunca chelines o libras o guineas
solas. Cualquier ingles o habitante de Londres que vende
algo, se cree deshonrado si no añade al precio los lejen-
darios seis peniques, los cuales hacen a veces un triste
papel al lado de sumas cuantiosas, mil libras, o mas bien
mil guineas and six pence, por ejemplo. Nadie se puede
jactar jamás de haber recibido una cuenta de su sastre,
de su zapatero, o de su cualquier cosa espresando una
suma redonda.
A tal punto llega la rutina i la obsesión que esta cos-
tumbre ridicula produce en los estranjeros, que uno está
tentado de añadir six pence a todas sus frases i decir,
como solia hacerlo yo con ingleses amigos de confianza,
cuya susceptibilidad no se picaba por tan lijeras críticas:
— 140 —
Buen día and six pence i tomará usted café, and síx
pence ? recibí su tarjeta and six pence ; haw are you my
dear friend and six pence !
En Buenos Aires cuando destruyeron el antiguo i
comodísimo peso papel, ya pudo calcularse lo que iba a
suceder i ha sucedido ; la vida se iba a encarecer en la
proporción de la diferencia en el valor de la moneda.
Verdad es que hai escepciones a la regla.
Así, por ejemplo, en el Brasil que cuentan los caballos
por patas i tienen por unidad el reis, la pequenez de la
unidad no implica baratura, porque un cigarro, suponga-
mos, vale doscientos millones de reis, es decir, un peso
and six pence.
Hai un verdadero furor en Inglaterra por las carreras
i cada hipódromo tiene sus peculiaridades: el Derby, la
gran masa de pueblo; Ascot, el nivel elevado de la con-
currencia; Sandown, su clientela especial de jente que vá
en carruaje desde Londres.
Las carreras en Ascot son una exibicion de lujo, de
belleza i de aristocracia. Hai tres sitios principales para
la concurrencia. El Royal Enclosure, para los privilejia-
dos i los estranjeros distinguidos; el Grand Stand, para
el común de los mortales de alta estatura social, i otro,
no sé cómo se llama, para la jente menor o con poca
plata.
Estos recintos son lo que nosotros llamamos palcos
o tribunas, pero mejor dispuestos : la parte en escalones,
por ejemplo, es la menos socorrida; del pié de los últi-
mos asientos nace una planicie pendiente con verde
césped por alfombra, en la cual las ladies, como dice
Plaza, ponen sus sillas i hacen grupos con sus amigas,
conservando la libertad de pararse, caminar o sentarse.
En nuestros hipódromos no hai como hacer semejante
cosa ; no tenemos sino estos dos estremos : o tierra abajo
o tablas arriba ; pero en cambio tenemos tirantez en
todas partes. Tras de estos recintos hai jardines, par-
ques, mas bien dicho, con árboles grandes o pequeños,
— 141 -
con flores, con fuentes, con luz i con sombra, donde la
inmensa concurrencia acude en los intermedios a tomar
refrescos o a comer, si se le antoja. Con motivo de esta
observación oí el siguiente diálogo :
— Supongo que los hipódromos en la Arjentina son
como este, dice un inglés.
— No, contesta un arjentino, son mucho mejores.
— Ah!
— Sí, mucho mejores, no tienen adelante esa desagra-
dable pendiente verde que puede hacer daño con su
humedad, ni árboles que quiten la vista.
— ^^Pero aquí los árboles están atrás i no impiden ver
las carreras.
— Atrás o adelante poco importa, no tenemos árboles!
— I dónde van los concurrentes en los intervalos ?
— Abajo, al sol, o a la tierra, o se quedan en su
asiento, principalmente las señoras i niñas, porque allá
es muí mal visto que una niña se mueva.
— I no van en coches, no hacen pic-nics, lunchs. . .?
— Antes iban : ahora hemos abolido esa costumbre
por ser poco seria i no avenirse con nuestro alto carác-
ter nacional !
— i Son ustedes admirables ! dijo el inglés cerrando la
conversación !
He mencionado los coches ; hai que citarlos entre los
recintos o sitios desde los cuales los concurrentes ven
las carreras i contarlos con mención honrosa. Describiré
no mas que el mailcoach de nuestro reciente huésped
señor Drucker.
Llegó ájil como una golondrina i después de desen-
ganchados los caballos, cuatro mozos de librea lo pusie-
ron en la fila de los otros cien coches del Club ( para
todo hai club en Londres) en el sitio llamado Coaching
Club Enclosure, en frente de los palcos ; ájil venia, i sin
embargo, cuatro doncellas preciosas, dos señoras buenas
mozas i distinguidas i seis sujetos mas o menos titulados
del sexo desagradable, coronaban su cumbre ; mas abajo
— 142 -
iban lacayos i sirvientes, i en sus entrañas moraban,
como se vio después, salmones, conservas, pollos i pavos
asados, espárragos, verdes alberjas, perdices encantado-
ras en escabeche, helados, frutas i vinos de varias clases,
haciéndose notar el solícito champagne ; todo ello acom-
pañado de fuentes, platos i cajas de plata, cubiertos i
vasos apropiados, blancas servilletas i finos manteles
destinados a estenderse en una mesa que no sé de donde
salió i debajo de una tienda de campaña que vino al sitio
como llovida.
Todos estos preparativos abajo eran para los caba-
lleros ; a las damas se les servia arriba, en tablas afortu-
nadas que ellas colocaban sobre sus faldas, i eran un
primor ver, protejidos por quitasoles, pues daba el caso
de haber sol en la circunstancia, rostros divinos de mu-
jeres encantadoras, comiendo con unas bocas deliciosas,
sobre nubes de encajes i bebiendo a su gusto en copas
de plata menos blanca que el cutis de sus frentes ( no
hablo de las mejillas porque estaban tantalizantemente
rosadas). Mientras tanto en la tienda Mr. Drucker pare-
cia un repartidor de felicidades, i llamo tales a las pechu-
gas de pavo, a las rebanadas de jamón i a las lenguas
inocentes de animales muertos en gracia de Dios por no
haber hablado nunca mal de sus semejantes ; todo ello
bautizado con sendos tragos de espumosos vinos ó res-
petables añejos.
Sospecho que eso de las carreras es una invención;
no he visto a nadie preocuparse de los caballos ni de
cosa alguna hípica.
Antes del lunch, la concurrencia se entretenia en pa-
sear i en admirarse recíproca i reflexiblemente ; durante
el lunch, lo dicho basta, i después, vuelta a la inspección
de aquellas plantas accidentales, nacidas en la pradera i
ostentando un lujo de colores, una feria de trajes, un
sueño de tules i unos atrevimientos británicos dé belleza
incomparable, quizá aumentados por los efectos de un
buen almuerzo, cosa que, como se sabe, es un consuelo
en la vida i un elemento favorecedor de las sensaciones
optimistas.
Verdad es también que la familia real hace una terrible
— 143 —
competencia a los caballos i a todo espectáculo ; donde
está la familia aunque solo sea representada por el prín-
cipe de Gales, el hombre mas simpático de Inglaterra,
o un alemán adquirido por parentesco político, ya el
público no ve nada. Pero -esto se esplica, sobre todo
cuando está la duquesa de York, que es mui bonita.
La mortalidad en Londres era en el mes pasado de 18
por mil, mienti'as que en otra-s ciudades con la mitad,
cuarta parte o menos de la población, pasaba de 40 por
mil. Así el área que ocupa esta inmensa ciudad, es el
pedazo de tierra mas sano que hai en el mundo. Atri-
buyo este hecho admirable a dos causas ; el sistema de
desagüe i la falta de acción directa de los rayos solares.
La luz en Londres está, diré, tamizada, es casi siempre
difusa, lo que basta para su acción química sobre los
organismos animales i para la fijación del carbón en los
vejetales. El sistema de desagüe, uno de los mejores que
se conoce, mui inferior sin embargo al de Buenos Aires
qur. es el mas perfecto hasta hoi en ciudad alguna, ha
hecho desaparecer, como allí, de los barrios bien servi-
dos, la fiebre tifoidea, la difteria i otras enfermedades
infecciosas ; la tisis ha disminuido. En París donde toda-
via siguen en varias partes con el antiguo sistema, pues
ahora mismo vacian los depósitos por el procedimiento
neumático, la fiebre tifoidea jermina sin interrupción.
Algunos incidentes de la lucha por la vida en Europa
me han hecho recordar dos episodios de mis viajes ante-
riores.
Tomábamos café en una misma mesa un caballero i yo,
en un pueblo de baños en Italia, donde estaba en uso el
principio de < cada uno para sí ». Cuando concluimos yo
pagué las dos tazas ; — < Oh, por qué hace usted esto ! »
esclamó mi compañero en tono de agradecimiento pa-
tético.
— 144 —
Mas tarde en Rusia presenté una carta de recomenda-
ción a un cónsul de no sé dónde ; el cónsul se hizo man-
tener literalmente por mí durante cinco dias, so pretesto
de indicarme donde se comia mejor ; al ñn por un resto
de equidad que jerminaba sin duda en su alma^ al despe-
dirnos me dijo: — «¿Qué puedo hacer yo ahora por usted
en cambio de tanta amabilidad ? Tomaremos una taza de
café ¿quiere ? Yo la pago. . . ! ».
Las dos formas de espresion de un mismo sentimiento,
mas bien, las dos manifestaciones de egoismo, impuesto
por la penuria de la vida,, se daban la mano a través del
continente, de Pegli a San Petersburgo.
Esta mañana me puse a recorrer el mundo, es decir,
a leer el Times. Los diarios de Londres no tienen pareja;
cualquiera otro a su lado parece una crónica local, salvo
los telegramas. El Times i sus colegas de igual formato,
suministran lectura para una semana ; nadie lee por lo
tanto cada dia sino la parte que le interesa i siempre la
encuentra, pues allí se trata de todo, se discute todo i se
comenta la vida universal de pueblos e individuos.. En
una palabra, son una fuente inagotable de información.
Leia como digo el Times, i con suma emoción, las últi-
mas noticias de la catástrofe del « Castle of Drumon >.
Cuando lleguen estos párrafos a su destino, ya el
asunto será viejo, pero ¡ cuántas cosas viejas hai que
todavía están de moda ! la muerte por ejemplo i el Padre
Nuestro que todos rezamos con una devoción trasmitida
por herencia o atavismo ; yo a lo menos lo rezo con gran
fervor, a pesar de sus faltas de lójica i de sus irreveren-
cias : Padre nuestro que estás en los cielos (no es exacto.
Dios está en todas partes, no solo en los cielos) santifi-
cado sea el tu nombre (ya lo es, positivamente, i no en
subjuntivo, como lo ponemos en la oración) hágase tu
voluntad así en la tierra como en el cielo (se ha de hacer
aunque no queramos, i no solo en el cielo i en la tierra,
sino en todo el universo) el pan nuestro de cada dia,
dánosle hoi (si fuera nuestro no necesitaríamos pedirlo i
— 145 —
Dios faltaría a la equidad si no nos lo diera) i perdóna-
nos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a
nuestros deudores ( « Vea usted estos petulantes, dirá
Dios al oir esta frase, dándome lecciones de conducta,
poniéndose de ejemplo para que yo los imite i mintiendo
además a voi en cuello. Si ellos perdonaran sus deudas
no me habría visto obligado a crearles tribunales en lo
civil !>) i no nos dejes caer en la tentación mas líbranos
de todo mal (bastaba pedirle que nos libre de todo mal
en lo cual va incluido el no dejarnos caer en tentación ).
Este lijero comentario muestra que yo venero mas al
Ser Supremo que cualquier devoto.
Sin duda la catástrofe del < Castle of Drumon » no
será tan recordada como la muerte, ni tan repetida como
el Padre nuestro, pero nadie podrá leer sus detalles sin
conservarlos en la memoria por largo tiempo, con dolo-
rosa emoción !
El buque seguía su rumbo con su marcha normal
durante la noche ; los pasajeros en su mayor parte se
habían retirado a sus camarotes, muchos estarían ya
durmiendo, los niños sobre todo ( habia niños a bordo i
familias numerosas que volvían anhelantes a su tierra,
después de una larga ausencia). Tres o cuatro personas
solo quedaban sobre cubierta a parte de los empleados
de a bordp ; otros pocos concluían sus partidas de aje-
drez, naipe o dominó en el salón de fumar. . .
De repente el buque choca contra una roca . . . co-
mienza a hundirse i se hunde en segundos, sin dar
tiempo a nada. Imajínarse las escenas de horror dentro
de los camarotes, eriza el cuerpo ; el agua ha debido
entrar en torrentes para llenar los vacíos ; los que dor-
mían habrán pasado del sueño a la muerte, no sin tener
un momento de percepción del horrible sacrificio. Veo
los niños incorporarse en su lecho, medio dormidos, con
los ojos grandes, abiertos, espantados, como sonámbu-
los i ajitar los brazos en defensa contra el turbión sin
nombre que los envuelve ; oigo los gritos desesperados
Por mares i por tierras 10
— 146 —
de las madres i un minuto después, nada, silencio, salvo
uno que otro estallido i el gorgoteo del aire desalojado
por las olas de las cavidades ; los estremecimientos sin
eco de las máquinas en la agonía de sus últimos impul-
sos . . . luego por fin, el mar haciendo embudo en el sitio
del hundimiento ; los bultos livianos de la carga flotando
en los compartimentos i los cuerpos humanos pegados
al techo de los camarotes i de los salones por la presión
del agua.
I en medio de tan salvaje desastre, el valor heroico e
inútil del maquinista que baja a apagar los fuegos i abrir
las válvulas cuando ya no habia tiempo sino para morir
ahogado i quemado, junto con los foguistas sus compa-
ñeros de servicio.
*
Las recepciones oficiales en Londres tienen el mismo
carácter colosal de las demás cosas. Asistimos a la del
ministerio de Relaciones Esteriores, donde recibia la
marquesa de Salisbury, pues por una ficción mui en boga
ahora en todas partes, las señoras son las dueñas de casa
i las que invitan a sus reuniones.
Se habrán fijado ustedes en que las señoras, no sé si
por dudar ellas mismas de la lejitimidad de su posesión
sobre los objetos, o por otro motivo, se apresuran a con-
firmarla con signos visibles ; así se observa que de un
tiempo a esta parte, los maridos no tienen ni una toballa,
ni un mantel, ni una sábana, funda, plato, taza o cuchara
que les pertenezca ; todas estas piezas llevan las iniciales
de la señora i por lo tanto son de ella, aun cuando las
haya comprado el marido.
Al mismo marido no le ponen rótulo probablemente
por descuido o por considerar suficiente prueba sus tar-
jetas en las que se lee < Señora de Fulano, » es decir,
propietaria de ese infeliz.
Por tanto, la marquesa de Salisbury, dueña de todas
las cosas de Salisbury i del mismo notable hombre de
Estado en persona, recibe en el ministerio con muchk
distinción, cortesía i amabilidad a mas de dos mil qui-
— 147 —
nientas personas cada vez. Todo está lleno: galerías,
escaleras i salones ; cada uno anda por su cuenta des-
pués de la introducción ; nadie da el brazo a nadie ; todos
están parados o caminando ; seria una locura pensar en
sentarse. La concurrencia es lo mas heterojénea posible;
al lado del ministro de Haití, negro, se ve un príncipe
sajón, lácteo i con bigotes blancos de puro rubios, i junto
a una inglesita linda i delicada como una orquídea, se
destaca la figura jigantesca, del secretario de la legación
china, con trenza i vestido de mujer; mas allá el ministro
japonés, chino, amarillo i con los ojos oblicuos, habla
a martillazos estridentes con una duquesa enorme que
parece un ídolo antiguo.
Varias particularidades ofrecen estas ñestas a la obser-
vación del viajero : la cultura de los concurrentes, mui
difícil de mantener en reuniones tan numerosas; el esqui-
sito servicio de la repostería tan esmerado i correcto,
aun tratándose de atender a dos mil personas; fínal-
mente la ostentación de la fortuna por medio de las joyas
con que se adornan las señoras.
El número i el valor de las alhajas son puntos dignos
de admiración. Si tratara de asignarles una medida, no
se me ocurriría ni contarlas ni aquilatarlas ; mas propio
me pareceria justipreciarlas por toneladas. Jamás he visto
mayor cantidad ni piezas de mayor mérito. Hacia yo mis
comentarios hablando con una joven norte-americana i
ella me contestó: — «No crea usted, muchas de ellas son
joyas de fami]ia antiquísimas, trasmitidas por herencia». —
< Peor que peor, repliqué, si son antiguas i heredadas,
calculando el interés por siglos de un capital muerto,
probablemente no despreciable en su orijen ». La joven
abrió tamaños ojos i no pudo contestar ese argumento
que en cualquier parte me habría hecho pasar por minis-
tro de hacienda o por pulpero.
— 148 —
No dejaré sin embargo de hacer una crítica a la reu-
nión : no sé de dónde sacó la marquesa de Salisbury tan
formidable i variada colección de viejas feas.
Los collares envueltos en cuellos tendinosos, los hilos
de perlas caidos sobre clavículas salientes i fornidas; las
diademas trepadas en cabezas estrafalarias i los anillos
acumulados en falanjes nudosas, no servian de adorno sino
de aviso para hacer resaltar la perturbadora falta de
hermosura de las duquesas, condesas, marquesas i damas
de honor que servian de escaparate a tan valiosa joyería.
Nada hai completo en este picaro mundo ; los títulos i la
fortuna parecían en aquel baile, patrimonio de la fealdad
i la vejez. No obstante, de un espectáculo como este, las
jóvenes sacan un provecho : el de librarse de toda ambi-
ción respecto a joyas. \ A qué tenerla de lo inalcanzable
ahora, para la inmensa mayoría ! — < De no poseer eso
o algo semejante, decia una señora, mas vale no poseer
nada. > ~ « Sea usted vieja, fea i duquesa i tendrá diade-
mas, coronas, brazaletes, anillos, collares i un sarcófago
a poca distancia, le contesté ; todo se compensa ! »
Naturalmente en esos bailes no se baila, se pasea, se
conversa, se ve a la aristocracia formando muchedumbre
i se tiene el honor de asistir a una recepción en que hace
acto de presencia una parte de la familia real. En esta el
honor fué acordado por la duquesa de York i su marido;
mui agradable, casi bonita, la duquesa, por una escepcion
de la lei de compensaciones.
* *
Karlsbad, Julio de 1896.
Es necesario ser tonto para venirse a Karlsbad sin
necesidad o por simple curiosidad profesional, cuando
uno puede ver en los libros cómo es el sitio, cómo son sus
aguas i demás por ende. Pero no me pesa haber venido.
Comenzaré por decir que a no ser por los hoteles, Karls-
bad sería delicioso. Está situado a orillas de un rio tor-
tuoso que corre entre montañas cubiertas de árboles
metódicos i bohémicos; la temperatura es agradable i de
— 149 —
memoria de hombre, como reza el librito que se reparte
a los viajeros por resolución municipal, no ha prendido
epidemia alguna, ni han entrado el cólera ni la fiebre
amarilla, ni la viruela, ni la difteria, ni el sistema de go-
bierno republicano federal; i es lástima, porque ano ser
así, tal vez estarian sentados a la diestra de Dios Padre,
todos los hoteleros que infestan el país, o a lo menos
muchos de ellos, comenzando por los señores Pupp,
padre, hijo i secretario, i concluyendo por el señor
Kokke i su estimable i corpulenta señora.
Una de las particularidades de Karlsbad es la siguien-
te : no hai casas de familia i por lo tanto no hai familias:
hai solamente lo que llaman villas i hoteles, nada mas.
En las villas pertenecientes a particulares, los habitan-
tes: padre, madre, hijos i sirvientes, forman solo un rudi-
mento de familia, que admite huéspedes a los cuales
alquila piezas por semana. P3n la casa no se cocina ; los
dueños i los huéspedes comen en los hoteles, en los jar-
dines, en los parques o en el mercado.
En todas partes hai mesas. No es raro oir diálogos
como este en los domicilios privados :
El hijo.— Papá, { dónde vas a comer hoi ?
El padre. — Yo voi a comer con tu madre en lo de
Klingelfussklasenbeckreigíf ; ¿ i tú ?
El hijo. — Yo comeré con Hermengaudia i con Funff en
el Reigstaggthoff, donde la comida es mas barata, porque
no dan sino lo que está ya un poco pasado.
La madre. — Pero harán mal de comer eso !
El tio. — Qon tomar un vaso de Sprudel !
Debo advertir que la elección de sitio para comer, no
tiene la menor significación. Todos los hoteleros se en-
tienden, todos tienen la misma lista impresa del mismo
modo, en el mismo formato i por la misma imprenta;
la única diferencia es el nombre del Envenenador. Así, á
pesar de ser Karlsbad una ciudad compuesta esclusiva-
mente de hoteles i casas amuebladas, la cuestión de
comer es una grave cuestión i para los estranjeros, un
verdadero padecimiento ; la carne en jeneral está en pie-
— 150 —
na descomposición o escurrida; los huevos, salvo exep-
ciones, son viejos i mal conservados (es sumamente peli-
groso tomarlos), el pescado, blando, pasado, a veces
venenoso.
Advierto que yo no escribo sino la verdad.
Por poco que uno se descuide le hacen comer sustan-
cias alteradas. En un restaurant elegante, el mozo trae
.unas sardinas hermosísimas, bien hinchadas ; se le recla-
ma ; él va i vuelve con esta noticia : — «El cocinero dice
que están buenas i que además nadie come sardinas
durante la cura.Hf — « Dígale al cocinero que se vaya al
diablo, replico ; si no se toma sardinas durante la cura,
I cómo figuran en la lista ? I por fin, i quién le ha dicho al
cocinero que yo he venido a la cura i no a comer sardi-
nas austríacas ? » Los mercantes en comestibles de los
hoteles aquí (i en jeneral en todo el mundo civilizado) no
tienen conciencia ; la han mandado a lavar i todavía no
la ha devuelto la lavandera !
La humanidad debe a Karlsbad no solo el beneficio de
sus aguas, sino también la creación de un nuevo proto-
tipo : el fondero ensimismado, arrogante, lleno de una
suficiencia cómica, risible, insospechada, oculta para él
mismo, petulante, soberana, que seria chocante si no
fuera ridicula i no ofreciera un nuevo tema de estudio
como producto de un singular conjunto de circunstancias!
Qué conciencia tan absoluta tienen estos señores taber-
neros de su valer, de su inmensa superioridad sobre el
resto de los mortales !
Es curiosa la consideración que se guardan entre ellos
i el desprecio injénuo con que tratan a los viajeros, asig-
nándoles cuando mas, el papel de cosas, cambiables, aco-
modables i transportables.
Para el jerente del hotel Pupp, por ejemplo, el mundo
jira alrededor de la casa Pupp, que en realidad es un
inmenso i lujoso palacio. Allí su Majestad recibe a los
huéspedes con una sonrisa llena de tolerancia, de lástima,
de piedad, de conmiseración i les habla con misericor-
diosa i benigna protección. No lo hace por maldad, ni por
— 151 —
despotismo ni hostilidad, sino por la c :-cc es r^A nicco*
movible de la alta categoría de Pup p, c~n rrl^c: >n al
resto de los mortales , i eso, no tam::- >;:? en se .-al. iad de
Pupp, sujeto, persona, sino de Pi^pj-. di-rñ? «-c hotrl en
Karlsbad.
Para él Dios tiene una fonda en el cirl:^ a !a c-á¡ d^be
su omnipotencia, el Papa es el jerectc drl X'ancano i e¡
presidente de los Estados L'nidos un scm^lUr de la ^an
nación.
Un viajero en Karlsbad abandona por fuerza su perso-
nalidad; desde lueg^o paga un impuesto por !a música aun
cuando sea sordo i por la cura aun cuando no tome agua
ni se bañe, sin estar en su mano convencer a nadie de
ser refractario a los acordes i no necesitar ia cura, pues
hasta los sirvientes se permiten, como se ha v:sto, opinar
acerca de la incompatibilidad de tal o cual p!ato con el
réjimen impuesto ; i como esto no basta, por la tuerza de
las cosas, el pobre pasajero se convierte en un objeto
con el cual los fonderos según su conveniencia, juegan al
volante, enviándoselo recíprocamente, con el portero
respectivo i adjuntando los informes, que mejor respon-
den a la esplotacion uniforme, concertada, pactada de
antemano entre ellos.
i Ah ! que hermoso seria este valle si a Dios se le ocu-
rriera suprimir los hoteles mediante una pequeña erupción
volcánica !
Allá en los viejos tiempos, crió Dios el mundo (no cabe
en esto la menor duda) i puso en el sitio que ocupa
ahora Karlsbad, formaciones graníticas, asfálticas i otras,
según las épocas jeolójícas i su buen o mal humor. Aun
cuando el lugar era solitario i no había ante quien os-
tentar espectáculos maravillosos, se divirtió también
haciendo juegos pirotécnicos, erupciones volcánicas,
reventazones en la piedra viva con espulsiones de fuego
i barro fundido, proyecciones de agua hirviendo i
— 152 —
otra porción de novedades que nadie vio. Resultado de
todo esto es la formación actual de lá comarca, la crea-
ción de montañas i colinas, la de valles i cuencas, ríos i
vertientes, i lo demás que se presenta ahora como tes-
tigo de lo ocurrido por aquellos entonces.
Dicen los jeólogos i las guias de los hoteles, que las
capas de granito se alzaron formando promontorios, se
rajaron en varias partes, dieron salida a diversos mate-
riales internos i cuando las furias amainaron, el basalto
fundido i la tierra greda llenaron algunas grietas dejando
otras abiertas por donde las aguas minerales calientes
viniendo de no sé donde, se precipitaran al esterior i
continúan precipitándose cargadas de sales solubles i
saturadas de ácido carbónico.
La teoría del fuego central en el globo terrestre, ad-
mitida sin vacilación hasta hace poco, en virtud del
hecho esperimental de que el calor en los pozos aumenta
de un modo proporcional con la profundidad i da, para
cierta hondura según el cálculo, una temperatura a la
cual ningún material conocido puede dejar de entrar en
fusión, ha recibido un golpe serio con esta sola obser-
vación : a una hondura de seis i media millas, como la
que se ha encontrado entre las islas Bermudes i el Banco
de Terranova, i con mas razón, a una de ocho i cuarta
millas, casi tres leguas, como la que marcan los sondajes
a una distancia media entre las islas de Tristan de
Acuña i la Boca del Río de la Plata, debia encontrarse
si no el fuego central, una elevadísima temperatura por
lo menos ; sin embargo, nada de esto sucede i la teoria
queda mal parada, por el hecho mismo de haber sido
posibles los sondajes.
Pero no hai humo sin fuego, i yo no sé como se espli-
caria la existencia de los volcanes i de las aguas terma-
les sin admitir la de focos internos i materiales en
ignición a mayor o menor distancia del suelo.
Entre tanto, no teniendo yo la obligación de espli-
carlo todo, me limito a confirmar los hechos, i estos
- 153 —
muestran que el agua de las fuentes de Karlsbad viene
de lo hondo, ha encontrado temperaturas relativamente
altaSf ha pasado por sitios donde hai sales solubles i
gran cantidad de ácido carbónico libre o combinado,
ha disuelto las sales, se ha saturado de ácido carbónico,
i arrastrando el exeso, si lo hai como parece, sale por
las aberturas violentamente.
Hai una fuente sobre todo, que puede servir como
tipo de estudio: el Sprudel, una maravilla natural pei-
nada ahora por el arte. En efecto, se ha construido una
inmensa galeria para ella» dejándola en uno de sus estre-
mos arreglada de un modo adecuado para que el agua
suba en su proyección a la mayor altura i caiga en una
taza colosal en cuyo centro está el tubo conductor.
El espectador al contemplarla no entiende lo que
tiene delante, a menos de saberlo de antemano. Vé salir
el agua i el vapor como del pico irrigador de una bomba,
pero en erupciones intermitentes de líquidos i gases ; vé
llenarse de humo la atmósfera i flotar nubes blancas que
luego se disipan; oye el ruido de esplosiones repetidas
con mayor ó menor regularidad, isócronas con las pul-
saciones de ese tan estraño mecanismo.
Esplicacion probable del fenómeno. Casi toda la ciu-
dad Karlsbad está situada sobre una bóveda de granito,
que es el techo de espacios vacios mas o menos gran-
des, especie de cuevas i conductos que los accidentes
jeolójicos formaron. Esta bóveda está sostenida por
columnas, tabiques, pilares i aun gruesas moles de gra-
nito, entre cuyos huecos circula el agua que surje por
las aberturas. El agua circulante, recuérdese, tiene una
alta temperatura; se halla saturada de ácido carbó-
nico i mantiene en disolución varias sales ; algunas de
estas se precipitan por enfriamiento i forman depósitos
en la vecindad de las aberturas, es decir, donde cambia
la temperatura del líquido. Tienen ademas la facultad de
petrificar los objetos. Diré de paso, que tanto los sedi-
mentos o materiales depositados como las petrificacio-
— 154 —
nes, dan oríjen a un vasto comercio de piedras talladas,
producto de la industria local tan conocida. Como con-
secuencia de los depósitos mencionados, algunos canalCvS
o pasajes se obstruyen o disminuyen de calibre i enton-
ces, por la tensión de las aguas gaseosas, se producen
esplosiones parciales, rompiéndose la cascara de gra-
nito i dando lugar a la salida violenta del líquido con
sus gases i vapores i con los fragmentos sólidos que
arrastran. Algunas de estas esplosiones han causado
grave daño i los anales de Karlsbad marcan la fecha de
las mas memorables i no menos destructoras que los
terremotos. Nuevas grietas se abrian por consiguiente,
algunas fuentes se desmoronaban, otras dejaban de fun-
cionar i los vecinos cuando el caso lo permitia, reme-
diaban los desastres tapando las aberturas con bolsas de
arena, piedras, maderas i otros materiales, para enca-
minar las aguas a sus habituales salidas. Ahora hai, me
dicen, válvulas de escape i galenas adecuadas para evi-
tar en lo posible las esplosiones.
Pero volvamos al primer tópico, para cuya intelijencia
he creido necesario entrar en digresiones. En la fuente
llamada el Sprudel cuyo seno comunica con las otras
fuentes, los depósitos o los cataclismos anteriores, o las
dos causas juntas, han dejado una concavidad inmedia-
tamente debajo del conducto de salida; esta cavidad
nunca se llena porque el ácido carbónico, menos pesado
que el agua pero mas que el aire, se acumula entre la
bóveda i la superficie líquida; mas como instantánea-
mente nuevas cantidades de agua gaseosa van llegando,
la presión del gas libre i del vapor actúa sobre la masa
i no pudiéndola hacerla retrogradar, la obliga a salir
junto con los gases i vapores por la abertura superior.
Ahora bien, apenas hecha la espulsion, la presión dismi-
nuye para aumentar inmediatamente; al aumento sucede
una nueva espulsion i así continúa repitiéndose el cu-
rioso fenómeno, i se repetirá mientras subsista la cavi-
dad con su bóveda resistente i su pequeña abertura.
— 155 —
Tengo el placer de anunciar a mis lectores» que en las
g^uias i libros referentes a este punto, no he encontrado
sino someras indicaciones, en las cuales se enunciaba
apenas la esplicacion del hecho i que si yo la doi en
estenso, no reclamo por ello su gratitud, bastándome la
satisfacción de salvar sus dudas, sobre un problema que
tanto afectaba su bien estar i la tranquilidad de su con-
ciencia.
Se me ha ocurrido esta reflexión al recordar la cara
de sorpresa i curiosidad investigadora de algunos bebe-
dores de agua, que parados enfrente del Sprudel, se
olvidaban de llevar el vaso a la boca mientras bregaba
su cerebro por darse cuenta de tan insólita maravilla.
En la galeria del Sprudel una banda de música toca
cuanto se le ocurre, casi a la madrugada, i millares de
gentes cosmopolitas en estado patolójico, circulan copa
en mano, presentando el espectáculo mas grotesco, di-
vertido i estravagante.
Unos quieren recojer el agua del pelotón de gotas que
cae, otros la toman de la fuente ; unos la beben a sorbos,
como si se quemaran los labios, otros la dejan enfriar i
repiten la dosis i todos, cuando termina la hora señalada
por la costumbre, se retiran arrogantes con la conciencia
del deber cumplido i la vestimenta mas estraña que pu-
diera encontrarse en un guarda ropa de teatro.
Pero dejando aparte las observaciones humorísticas a
que da lugar este agrupamiento curioso de Karlsbad,
quiero apuntar otras de verdadera trascendencia. No
sabemos a lo lejos cuánto importa para la salud i la vida
una residencia, aun corta, en este delicioso paraje i el
uso de sus aguas maravillosas, ya célebres desde hace
siglos. Los mismos datos científicos que yo habia reco-
jido antes de venir, eran incompletos i oscuros. En jene-
ral encuentro deficientes las descripciones de los parajes
salubres, interesantes para los enfermos, a lo menos por
lo que hace a la claridad. Yo trato siempre de que las
mias no tengan entre otros ese defecto. y
— 156 —
Las aguas de Karlsbad son termales, pero su tempe-
ratura no es igual en todas las fuentes; varia entre 33o
i 72° centígrados prescindiendo de las fracciones. La mas
alta corresponde al Sprudel, la mas baja al Russische
Krone. Son salinas i están saturadas de ácido carbónico.
Las sales que contienen, a mas del ácido carbónico libre,
son carbonatos de hierro, manganeso, magnesio, calcio,
estroncio, litina i sodio; sulfatos de potasio i sodio; clo-
ruros, fluoruros i boratos de sodio; fosfato de cal i por
fin otros metales i metaloides en combinación, algunos
de ellos en infíma cantidad. La sal predominante es el
sulfato de sodio (23 a 25 gramos por 10,000 de agua).
El agua de todas las fuentes tiene sólo pequeñas dife-
rencias en su composición, i sale en forma de chorro
por cañerías apropiadas, derramándose en piletas sub-
yacentes donde la toma el público gratuitamente. En
cada fuente hai dos o mas muchachas ocupadas en llenar
los vasos. En el circuito de las vertientes se han cons-
truido edificios preciosos para facilitar el ejercicio o el
reposo a los que tomen el agua.
Mencionaré sólo las fuentes llamadas Sprudel, Mark
Brunnen, Shloss Brunnen, Muhl Brunnen, Neu Brunnen,
Theresien Brunnen, Elisabeth Quelle, Felsen Quelle i
Kaiser Brunnen, cuyas aguas fueron analizadas por
Ludwig en 1879.
Los edificios en que se hallan algunas fuentes, llama-
dos columnatas, son en jeneral grandiosas construciones
dispuestas para responder a todas las exijencias de los
enfermos, cualquiera que sea el estado de la atmósfera.
La cura se hace en dos o tres semanas, tomando
diversas dosis de agua por dia; rara vez mas de seis
copas i bañándose si el médico lo ordena. Durante la
cura se disminuye la cantidad de alimentos i bebidas sin
llegar a la dieta. La moda ha influido en los detalles de
la medicación ; unas veces esta se ha limitado a la injes-
tion del agua en cantidades i horas variables ; otras al
uso de los baños fríos, calientes, templados, estable-
ciéndose por fin un racional empleo de los dos sistemas,
conjuntamente, cuando los médicos lo prescriben. Entra
asi mismo en algunas curas el uso de baños de un barro
— 157 —
especial que contiene hierro. Mi opinión mas segura res-
pecto a la eficacia de los baños en barro ferrujinoso es
que debe ser mui grande, cuando los cerdos (chanchos
en Sud América) es decir, los primeros habitantes de
nuestro globo que los usaron, los verdaderos introduc-
tores de este sistema terapéutico, gozan en jeneral de
exelente salud.
*
El agua de Karlsbad cura todas las enfermedades
curables que dependen de ingurjitaciones, conjestiones
o estagnaciones removióles j las que en muchos casos
provienen de falta de enerjía en la circulación intersticial.
Segim rezan los manuales, se recomienda el uso de las
aguas de Karlsbad en las siguientes enfermedades :
< Del estómago : catarro crónico, cardialjia (calambre
del estómago), úlcera del estómago, dispepsia, dilatación
estomacal.
« Z)el bazo: hiperhemia crónica, tumores consecutivos,
después de fiebres intermitentes que se observa en países
tropicales i húmedos. Los médicos húngaros i holandeses
establecidos en las Indias, donde la fiebre intermitente
i la malaria son tan jenerales, mandan sus enfermos con
prefererencia a Karlsbad.
« Del hígado : hiperhemia, dejeneracion grasosa del
hígado, formas de fácil curación de ictericia, hipertrofia
del hígado, dejeneracion amiloidea en su principio, litia-
sis. ( No existe ninguna obra sobre enfermedades del
hígado, donde no se hable con elojio de Karlsbad. Véase
los trabajos de Frerichs, Oppolzer, Bamberger, Duchek,
Fiedler, Strümpell).
« Enfermedades del intestino : catarro crónico, diarrea
crónica, constipación persistente, úlcera del duodeno,
hemorroides ( Schoenlein, Carus, Oppolzer, Lebert, Wal-
ter, Dietel, Jaksch, Zizurin).
« Enfermedades de los ríñones i órganos urinarios:
catarro crónico, arenillas en la orina, litiasis, piedras en
la vejiga; antiguamente se mandaba a Karlsbad los en-
fermos operados de piedra.
« Enfermedades de la próstata: hiperhemia crónica,
— 158 —
producida por estasis venoso de los órganos de la pelvis,
hipertrofia de la próstata.
« Enfermedades de la tnatris: catarro crónico, hiper-
trofia.
« Gota, obesidad^ plétora abdominal, diabetes sacarina.
Los médicos de Karlsbad asisten a un gran número de
diabéticos; sus observaciones i trabajos son conocidos
i sus obras en este ramo mui apreciadas.
« Además todas las enfermedades debidas a una estan-
cación de la sangre dentro de los órganos pélvicos
(exepto la debida a neoplasmas, alteración del sistema
vascular, etc.), son eficazmente combatidas por las aguas
termales de Karlsbad.
La cantidad de agua para beber varia de 2 a 6 vasos,
raras veces más, algunas veces menos, según la enferme-
dad. Al agua mineral se puede añadir sal del Sprudel,
leche o suero, que se podrá comprar cerca de las fuentes.
« La cura de baños se hace en los diferentes estable-
cimientos ( Sprudelhaus, Curhaus, Netibad ), instalados
con gran comodidad i puestos bajo la vijilancia de la
ciudad-^ en estos se toma baños de agua mineral, duchas
calientes o frias, baños de cieno ( procedente de cieno
ferrujinoso que pertenece á la ciudad de Francensbad ),
baños de vapor i duchas de agua dulce.
Ahora hai un nuevo establecimiento de baños vecino al
Hotel Pupp, pero del otro lado del rio; Kaiserbad, creo
que se llama. Es un espléndido i lujoso palacio en el cual
las ciencias médicas i matemáticas se hallan representa-
das en forma de hijiene i arquitectura. Se administra en
él toda clase de baños, usando los aparatos más perfectos,
manejados por sirvientes diestros, intelijentes. e instruidos.
La casa, además, puede considerarse como un club de alto
tono ; tiene salones de lectura, salas de concierto, de con-
versación i de baile. El departamento de jimnasia mecá-
nica con su insuperable dotación de aparatos de ortopedia
o simple ejercicio, llama justamente la atención. Como
casa de baños, es la primera de las que yo he visto, i en
verdad no he dejado por ver una sola de las notables en
América i Europa.
— 159 —
Cuando concluye el reparto de agua a los enfermos
en las fuentes^ comienzan, bajo la vijilancia de la autori-
dad sanitaria, a llenar los millones de botellas que se
despacha a todo el mundo civilizado, los empleados espe-
ciales de una empresa que ha contratado con el g'obierno
la esplotacion de las fuentes. Así el agua de Karlsbad,
puede ser utilizada hasta en los mas remotos países con
buen resultado, pues según los químicos, su composición
es invariable.
Pero no solo se esporta el agua, sino también las sales
que ella tiene, estrayéndolas por medio de la evaporación,
comercio que deja al país i a los empresarios grandes
granan cias.
La operación se hace en fábricas adecuadas. Yo he
visitado una, la mas importante, i me he dado cuenta de
todos los detalles de la preparación. Los aparatos de
calefacción, de evaporación i cristalización, así como los
diversos departamentos para la confección de pastillas i
jabones i los accesorios para la espedicion, nada dejaban
que desear. La calefacción se hace económicamente apro-
vechando el agua del Sprudel, cuya alta temperatura he
indicado.
Las aguas madres resultantes de la operación, son
empleadas para baños o lociones, i también para hacer
el jabón.
Dos clases de sales se obtiene en las fábricas ; la cris-
talizada i la sal en polvo.
La primera no tiene todos los elementos eficaces del
agua termal i se usa principalmente como purgante.
La sal mas aproximada en su composición al agua del
Sprudel se prepara por evaporación, i cuando está toda-
vía húmeda, es transportada de las fábricas al estableci-
miento del Sprudel^ donde se la somete a la saturación
por el ácido carbónico. Esta operación se hace para con-
vertir en bicarbonatos los carbonatos de la sal, resultan-
tes de la concentración de las aguas del Sprudel. Prepa-
rada así la sal pulverulenta es soluble en su totalidad i
cinco gramos de ella representan poco mas o menos, un
litro del agua mineral.
La dosis de cinco gramos disuelta en una cantidad pro-
— 160 —
porcional de agua caliente, estimula el estómago, activa
su acción mecánica i neutraliza por un tiempo el jugo
gástrico. A mayores dosis la acción se manifiesta no solo
en el estómago, sino en los intestinos i el hígado, que
segrega mas francamente la bilis. Como la sal es alcalina,
produce su efecto natural en los riñones, dando por re-
sultado un aumento en la orina.
Esto es todo o casi todo.
Ahora bien, al éxito a veces sorprendente de la medi-
cación, contribuye poderosamente el cambio de método
de vida, el réjimen, el ejercicio a veces inmoderado de
los asistidos.
I advierto que ese ejercicio es impuesto por contajio ;
el mas perezoso de Karlsbad, anda, se mueve porque
vé andar i moverse a todo el mundo ; las calles están
llenas de jente, los jardines i los parques, i hai muchos,
no dan abasto ; las montañas vecinas parecen hormi-
gueros; no se vé sino subir i bajar hombres, mujeres i
niños ; he visto algunas señoras de ciento i tantos kilo-
gramos en Stefaniewarten, una altura a la cual se llega
caminando tres horas, sin esplicarme cómo subieron allí
con semejante mole. Stefaniewarten, lo diré de paso, es
un paraje situado en la cima de una montaña cubierta de
pinos desde su base hasta su cúspide; de arriba se vé
Karlsbad como un caserío de muñecas i los hombres
como son, mui pequeños.
Además del réjimen material, debemos tomar en
cuenta el reposo moral. Los que llevan una vida ocu-
pada, sedentaria, de escritorio, de negocios, de preocu-
paciones políticas, esa vida de suplicio que se lleva
ahora por fuerza en las grandes ciudades, vienen aquí,
no hacen nada sino pasear, caminar, oir misa i dormir
temprano i bien. No discuten, (a menos de traer a su
mujer consigo, lo cual es siempre un error) i por lo
tanto las funciones físicas, fisiolójicas i síquicas se verifi-
can con suma normalidad.
— 161 —
Cada vez que oigo hablar alemán o tropiezo con una
piedra, me acuerdo de Seeber, un amigo mío de oríjen
tudesco, cuyo patriotismo le hace hablar dulce el abstruso
idioma jerraano, cuando es de publica notoriedad que dos
personas de diverso sexo, diciéndose ternezas en esa
lengua, parecen a juzgar por los sonidos estridentes,
estarse llenando de injurias, de improperios i denuestos;
el coloquio semeja una furibunda camorra.
Juzgúese lo que será un diálogo por lo que es un
solo nombre : K. K, Besirkshauptmannschaft, ni mas ni
menos, copiado testualmente de un reglamento munici-
pal, uno de cuyos artículos dice : < Las diferencias entre
inquilinos i propietarios o fondistas, están bajo la juris-
dicción de la K. K. BezirkshauptmannschafL
\ Es un horror ! ; al lado de esa palabra son tolera-
bles i livianas las atroces silabas de los nombres de ver-
tientes, fuentes, surtidores de agua i casas de baños,
tales como Kaiserbad in Karlsbad; Sprudel, Obere Zap-
tenlock, Schlossbrun, Muhlbram Colonnade, Curhaus,
Kaiserbrunnen, Parkstadt i otros análogos.
Pero no sólo hai en Karlsbad aguas minerales, fuentes,
baños, fábricas de sales i columnatas; hai también igle-
sias, teatros, casinos, salones de lectura i de baile, gran-
des hoteles, institutos diversos, jimnásios, escuelas i
sobre todo montañas i bosques, constituyendo paseos
deliciosos ; un rio, el Tepl, que corre en el fondo del
valle sobre la bóveda de granito i deja pasar por debajo
las galerías de las aguas minerales i otro, el Eger, que
parece no querer meterse en nada de cuanto atañe a la
ciudad i se escapa de ella después de recibir las aguas
del primero.
Queda, sin embargo, como lo mas característico de
Karlsbad, su estraña población flotante, tras de la cual
desaparece la estable ; la población que forma un rio de
Por mares i por turras II
— 162 —
jente en las calles, en los puentes, en los caminos sinuo-
sos de las montañas, en las sendas, en los jardines i en
todas partes donde cabe un cuerpo. No sé si el espec-
táculo es agradable o desagradable; en cualquier caso
es curioso, semigrotesco, semi-triste, semi-ridículo, pero
atractivo como novedad de perspectivas abigarradas.
Todas las clases de caras, todas las estaturas, todas
las complexiones, todas las elegancias i las deformi-
dades ; todos los colores de cutis i de cabello, todas
las formas de barbas i de bigotes, todas las vesti-
mentas, batas, batones, levitas, gabanes, sacos, hábitos,
libreas, sotanas, levitones, chaquetas, capas, fraques sin
mangas, túnicas, camisas, corpinos, rebozos, mantillas,
corbatas, pantalones anchos, angostos, largos, cortos ;
todos los modelos de botines, botas, alpargatas, sanda-
lias, zuecos, zapatos, escarpines, zapatillas i polainas ;
todas las clases de sombreros, gorros, turbantes, cofias,
tricornios, boinas i casquetes ; todos los jéneros de
bastones, paraguas, báculos, muletas i baritas; todos
los colores i todos los dibujos, a cuadros, a rayas, a
florones, i todo eso paseado, exibido, ambulante o
quieto un momento i presentado por personajes obesos,
flacos, chicos, grandes, medianos, de cualquier edad, bien
conformados o contrahechos, cojos, mancos, tuertos,
ladeados, semi-paralíticos, hinchados, mutilados ; i en el
número, mujeres hermosísimas, sanas, blancas, jóvenes,
alegres, coquetas o viejas, estéricas, flotantes, coloradas
i con bigote ; pues Karlsbad en la estación de la cura es
el lugar de cita de treinta mil enfermos i sanos de las
innumerables naciones de la tierra, que vienen a curar-
se, a pasear, a divertirse o a invertir tiempo solamente,
arrastrados por la necesidad o por la moda.
*
* ♦
Dresde, Julio de 1896.
Dresde es una ciudad mui bonita, tanto en su parte
nueva como en la vieja. El rio Elbe, navegable por
pequeñas embarcaciones, la divide. Varios puentes ponen
— 163 —
en comunicación las dos partes ; uno de estos, el mas
notable, fué hecho con el dinero producido por la dis-
pensa para comer huevos i tomar leche en épocas dadas.
La vista desde los puentes en las noches de luna, sobre
el rio i la población, es preciosa, i ellos mismos, basta
mui tarde, ofrecen un espectáculo animado con el va
i ven de transeúntes, de carruajes i vehículos de toda
especie.
Esta ciudad tiene nombre de artista desde hace sigilos,
principalmente por sus pinturas i sus notabilísimas piezas
de porcelana hechas en fábricas rivales de las mejores
del mundo, en las cuales trabajan operarios cuya habilidad
no ha sido sobrepasada sino exepcionalmente. Muchas
de las obras maestras de cerámica que figuran en los
castillos del rei de Baviera, célebre por su afición al arte,
fueron ejecutadas en los talleres de Meissen, que )o he
visitado.
Su lindo i amplio Parque enclavado en la ciudad, hace
recordar al Hay de de Londres; no es sin duda tan gran-
dioso, ni tan concurrido, pero llena su objeto admirable-
mente. Allí se derrama casi toda la población los dias
de fíesta i aun durante la semana; no hai hora hábil en
que no se vea numerosos paseante^ cruzándolas preciosas
avenidas i grupos de niños jugando en los descampados.
Los árboles, grandes i bien cuidados, llevan en su
tronco un letrero que dice su nombre i su familia. La
única contrariedad para quien pasea bajo su sombra, es
la indecisión para elejir el sitio en que se ha de quedar
más tiempo; todos son deliciosos. Un buen jardín zooló-
gico ocupa varias hectáreas del Parque i sirve de estudio
i de diversión al pueblo.
Una de las colecciones mas curiosas i ricas en Dresde
es la de joyas, ornamentos, armas i objetos de oro, plata
i marfil esculpidos. Ocupa este valioso museo varias
piezas de un antiguo palacio i llaman principalmente la
atención en ellas, las joyas de la corona, \(9s grandes i
— 164 —
numerosos brillantes, los rubíes, las perlas colosales (hai
una como un huevo de gallina chico, que ha servido para
hacerle el cuerpo a un hombrecito de metal) las esme-
raldas, los záfiros i el pedazo de ónix mas grande que se
conoce i cuyo valor se calcula en ciento cincuenta mil
francos ; las armas de puño cincelado i cuajado de piedras
preciosas i finalmente, un palacio en miniatura represen-
tando en plata, oro, esmaltes i piedras riquísimas, la corte
del Rei Mogol i al mismo Rei, recibiendo presentes en su
trono. Hai como trescientas figuras en este juguete,
cuya confección requirió el trabajo durante ocho años,
de muchos artistas.
Las colecciones de mineralojia, zoolojia i botánica, de
armas antiguas, de grabados, de cuños, de monedas, mi-
niaturas, de objetos de etnolojia en fin, i de historia
natural, bien pueden riv^alizar con las mas nombradas de
otras ciudades.
Su museo de escultura es mediocre, sin dejar por eso
de ser interesante ; pero su galería de pinturas tiene
pocas parecidas en el mundo. Allí se encuentra cuadros
orijinales de los mejores pintores : la Santa Cecilia de
Dolci, la Santa familia de Correggio, la Noche del mis-
mo, Abraham e Isaac de del Sarto, la Venus dormida de
Sassoferrato, muchos cuadros del Tiziano, entre ellos
Cupido coronando a Venus, el Artista i su mujer de
Rembrandt, obras de Caravaggio, de Veronese, de Van
Dyk, de Rubens, de Ribera, de Van der Worff (notabilí-
simas, como su Magdalena, su Juicio de París i su Espul-
sion de Hogar ) i de cien otros antiguos i modernos,
figurando en lugar distinguido la Madona de Holbein,
famosa en el museo, tanto como la Madona Sistina, según
los críticos i entendidos, con cuyo parecer no estoi
conforme por todo lo siguiente : el cuadro copia la
escena en que un Burgoma^tre muí vulgar presenta su
familia, poco interesante, a una divina Madona bastante
fea; las figuras no se destacan del plano; la mujer del
Burgomaestre, supongo tal a la figura de la derecha,
— 165 —
representa una beata tonta, compunjida i antipática; el
niño desnudo salva un tanto a la familia; el conjunto es
en verdad armonioso, pero como el cuadro está com-
puesto con personajes poco atractivos, no le falta mucho
para ser desagradable.
Admiran en esta obra el colorido persistente a pesar
de los años ; yo también lo admiro, pero esto no me basta
para forjarme un placer, cuando naturalmente la vista
del objeto no me lo suscita, aún predispuesto por la
fama a dejarme impresionar.
Debe sin duda considerarse la época, la calidad del
maestro, su mérito en romper con las tradiciones artís-
ticas de su circuito, pasándose un tanto al estilo de los
pintores italianos, i las demás recomendaciones que las
crónicas apuntan*, pero toda belleza que necesita esplica-
ciones i considerandos, ya no es bella. La sensación de
gusto artístico no debe fabricarse con noticias biográficas;
debe saltar, brotar en el organismo con la simple pre-
sencia del objeto estético.
La Madona Sistina es otra cosa ; no necesita biogra-
fías ni considerandos. Se puede hacer un viaje largo por
solo verla. Rafael no pudo calcular al pintarla, cuánto
dinero obligaría a gastar a las futuras i curiosas jenera-
ciones, sin contar los caudales empleados por los pro-
pietarios sucesivos en adquirir la imájen. ¡ Quién sabe si
con el andar del tiempo no va a parar á Bahía Blanca,
cuando esa aldea sea la mas grande ciudad del mundo i
de Dresde no quede ya sino el recuerdo, perpetuado por
una noticia en letra gótica de un idioma muerto.
Pero hoi por hoi, los dresdenenses no se desprenden
de su joya. Es necesario ver la admiración que por ella
tienen. Cada habitante podrá prescindir de su jamón con
pan i cerveza a la tarde, antes que de su Madona Sixtina.
En todas las casas se la considera como parte de la fami-
lia i' los niños en la mesa apartan de su plato, asado i
compota para su virjencita. Ninguna vidriera deja de
— 166 —
exibirla ; figura en los almacenes de comestibles, en las
zapaterías i hasta en las fábricas de cerveza, con Sisto el
Papa o sin él, con Santa Bárbara o sin ella, con ánjeles
gordos o sin ellos, pero siempre con el niño.
Se sabe el culto que los alemanes tributan a su rei
difunto. El retrato de Guillermo es una institución en
Alemania, no es un objeto. En nuestro hotel, magnífico,
nuevo i bien decorado, elEuropáischerHof, ocupa una de
las cabeceras del comedor, un colosal cuadro al óleo re-
presentando al rei Guillermo de gran uniforme; alrededor
del cuadro los globos de luz eléctrica de diversos colo-
res i las hojas de laurel, forman una guarda ; abajo hai
macetas con plantas i flores ; todos los dias a la hora de
almorzar i de comer, las mil bombitas de luz eléctrica
lo iluminan i Guillermo el memorable, como imájen de
altar, preside una de las mas altas i dignas funciones de
la raza humana : la comida.
Pues bien ; a pesar de este culto, ha ocurrido caso de
encontrarse un alemán de Dresde sin el retrato del rei,
pero jamás sin una madona Sistina, pintada, grabada,
fotografiada, dibujada, bordada o estampada en madera,
papel, cobre, zinc, piedra, latón, cuero, lienzo o porce-
lana !
Para la Bolsa, el precio corriente de una madona en
Guillermos, es de cincuenta por ciento ; es decir dos Gui-
llermos por una Sistina. Bien entendido, siendo los dos
retratos del mismo mérito relativo.
Ya, ni la consideran estranjera ; en su fuero interno
creen que habla en alemán, que mira en alemán i que el
pedazo de tierra visible entre Sixto i Bárbara es Dresde.
En cuanto a los ánjeles de abajo no hai la menor duda;
son alemanes, i a juzgar por el buen estado de sus carnes,
no se privan de un buen jarro de cerveza de tiempo en
tiempo.
Pero hasta ahora nada hemos dicho del cuadro en sí,
de sus antecedentes, de su valor artístico, de la impre-
sión que causa i del modo cómo puede ser considerado.
— 167 —
Varios de estos tópicos han sido dilucidados en mu-
chos libros i alg^unos, hasta en las gruías de viajeros. Los
antecedentes sirven para medir el alto concepto en que
siempre se le ha tenido, pero como la sensación no se
trasmite con la noticia, yo, dejando a un lado noticias
i comentarios, historias i leyendas, roe limitaré a des-
cribirlo como mis ojos lo han enviado a mi cerebro i a
juzg^arlo con la suma independencia de que me ha dotado
nuestro Padre Eterno, puniendo a lado de la impresión,
el razonamiento, pues no siempre las dos cosas andan
desunidas.
Mas eso requiere mayor estudio, meditación, consulta
de apuntes, renovación de sensaciones, ya sea mirando
detalles, ya evocando la imájen i estampándola en el
inñnito al cerrar los ojos i remover las células cere-
brales para obligarlas a reproducir las formas i los
valores.
Será esto objeto de mis prósimos párrafos, los que
naturalmente me atraerán la enemistad de todos cuántos
no opinen como j'o, quienes considerándose tutores de los
objetos de arte, se juzgan en el caso de ponerlos a salvo
de toda irreverencia, aun cuando se trate de una apre-
ciación de alto i ancho verificable, demostrada, indiscu-
tible i matemática.
He vuelto a ver en la Galeria de pintura el cuadro de
la Madona Sistina, he leido varias críticas de él i he
meditado sobre mis impresiones. Me encuentro ya con-
forme conmigo mismo i ya puedo emitir mi juicio sin
reticencias.
Defectos de composición ; convencionalismo exajeracfo.
El cuadro es de grandes dimensiones i representa a la
Vírjen con el niño Jesús en los brazos, parada sobre las
nubes; a los lados abajo figuran el Papa San Sisto i
Santa Bárbara, arrodillados adorándola i en el límite
inferior, dos ángeles.
La escena pasa en la tierra i aparece entre dos corti-
nas verdes, recojidas hacia arriba a los lados, que el autor
_ 168 —
ha pintado allí sin recordar que jamas planeta alguno ha
tenido dos cortinas delante.
Una sección de la tierra está representada i su curva
limitando el horizonte se desarrolla entre el manto del
Papa y la rodilla derecha de Santa Bárbara. Esta curva
queda detras de los pies de la Madona i es como la sesta
parte de la circunferencia completa del globo. Por tanto>
a calcular sobre esta base i siendo conocidas las dimen-
siones de la tierra, la distancia que media entre la cabeza
de San Sisto i la de Santa Bárbara, es de mas de doce
mil kilómetros, i el diámetro del cuerpo de la Vírjen a
la altura de los hombros, mide próximamente la mitad o
sea seis mil i tantos kilómetros, grueso un tanto exajerado
para el cuerpo de una joven.
Como no hai perspectiva ni relieve, condiciones de
que Rafael prescinde con harta frecuencia, todas las figu-
ras i líneas del cuadro están, para el espectador, en el
plano de la tela i como ademas se las vé con igual
claridad i precisión, los cálculos de las dimensiones rela-
tivas son lejítimos. Así, la curva visible de la Tierra, da
para esta un volumen inferior al del cuerpo de cual-
quiera de los personajes mayores de edad que figuran
en el cuadro i por ende San Sisto i Santa Bárbara arro-
dillados en ella tienen los pies en el vacio.
Detras de Santa Bárbara se vé la parte superior de
un edificio, cuya base de sustentación nadie adivina ; el
total será probablemente un aereolito.
Si la intención de Rafael fué representar a Ik Vírjen
subiendo al cielo, levantada por las nubes, no debió pin-
tarla parada en un pié sobre la tierra dura, sino parcial
i blandamente en^^uelta en ellas. Las nubes en el cuadro
están abajo i apenas si tocan los pies de la Madona i las
piernas i rodillas de Santa Bárbara i San Sisto.
Para mí Rafael no tuvo la idea de pintar a la Vírjen
subiendo al cielo, no sólo por la razón ya espresada,
sino porque habria reñido con la historia, la cual nos
cuenta que jamás subió Maria con su hijo en los brazos
a la gloria. El niño i la madre subieron separadamente
i cada cual por su cuenta.
Jesús no verificó tal ascensión en su tierna edad, sino
— 169 — .
cuando tenia 33 años cumplidos, i María Santísima sola-
mente a los 72 i pico^ como es público i notorío.
Ha¡ dos ánjeles en el límite inferior del cuadro, como
el lector lo recuerda. Las nubes, el globo terrestre i los
personajes mayores están detras. El ánjel de la izquierda
apoya los brazos en una baranda, (no sé de donde sale
ahí la tal baranda) i la mandíbula inferior en ellos,
cómodamente. El otro ánjel apoya el brazo derecho i el
codo del izquierdo en la misma baranda i el mentón en
la mano izquierda, con cuyos dedos se toca los labios.
Yo confieso que jamás he visto niño alguno en semejante
posición, propia sólo de personas adultas, en via de
meditación.
Los dos presentan la cara al espectador; por consi-
guiente, ninguno de ellos tiene la mas remota posibilidad
de mirar a la Madona, aun cuando uno, el de la izquierda
se haya puesto bizco por conciliar las intenciones del
autor.
La espresion de las figuras da tema a variadas obser-
vaciones. La fisonomía de los ánjeles denota (jue la
escena no les causa la menor novedad, lo cual no es
raro, pues no pueden verla con la nuca ; su seño revela
una reflexión madura, una seriedad formal, sin embargo,
pero sobre todo suma indiferencia. A no ser por las
alas rojas en uno, verdes i rojas en otro, no sé porqué,
un espectador desprevenido tomaría a estos ánjeles por
dos tiernos municipales aburridos.
La cara del Papa es la de un viejo idiota, limosnero i
llorón. Las manos, sin duda mui bien hechas i una en
ademan contrito, son también aunque limpias, manos de
mendigo flaco, fanático i aflijido. Querría saber, sin em-
bargo, que significan los dos dedos apartados de la
mano derecha del Santo ; sino está jugando a la morra,
juego italiano antiguo, está por lo menos indicándole a
— 170 —
la Vírjen el tamaño de algo. Pero las dos cosas son
impropias i rechazo ambas suposiciones, encargándole
al lector que averigüe el significado de tal actitud dijital
i me lo comunique en la primera oportunidad. Su mitra
o bonete puesto a un lado, ha venido a ser ridículo por
los progresos del arte de la guerra, pues representa una
bala cónica de canon rayado de grueso calibre.
Santa Bárbara es una linda joven parecida a Cleo-
patra, a estar a los retratos de esta amable reina,
suponiéndolos exactos. Mira hacía abajo, en dirección
tanjente a su hombro izquierdo. Debe hallarse incómoda
con sus ropas demasiado amplias que exajeran el volumen
de su cuerpo principalmente a la altura de las caderas,
aun cuando quizá a esto último contribuya la posición
del muslo derecho semi-levantado, pues la Santa hincada,
sólo insiste sobre su rodilla izquierda.
Esta esquisita muchacha pasaria aun por distinguida,
si su traje no representara un arco iris. En efecto, lleva
una pollera color plomo, mangas i hombreras de oro
rojo, con una banda azul sobre el codo, dos cintas gris
perla con tonos celestes en la cabeza i una especie de
chai medio blanco de fleco rojo-
Tal mezcla de matices seria de moda en tiempo de
Rafael, me lo supongo, pues la Vírjen también ostenta
una profusión de colores alarmante ; básteme recordar
su velo i su pañuelo del cuello, de color diverso, pero
los dos tirando a uno indefinido entre azul claro i ceniza,
su corpino rojo guinda con mangas moradas arriba en
los antebrazos i plomo abajo, su capa azul i su pollera
rojo granate.
Sisto II por su parte no ha dejado un solo reflejo de
luz sobre la tierra del cual no ofrezca una muestra en
su rico manto i sus otros atavios.
Antes de poner Rafael sus personajes en el cuadro,
debe haberlos mandado a una tintorería, se me ocurre.
Yo sé bien la regla : « ninguna obra de arte debe ser
criticada por sus defectos » pero aun cuando podría
— 171 —
objetar que según ese principio todas las obras de artesón
perfectas, no quiero hacer uso de mi derecho lójico, i ad-
mitiendo que muchas de las faltas indicadas en mi crítica
anterior, no existen, dada la convención en materia de
arte, digo por lo menos que la convención tiene sus límites
i que en virtud de ella no le es permitido a ningún pintor
ponerle a una vírjen la oreja mas grande que la frente,
hacerle un cuerpo a un hombre mas grande que la tierra
donde ha nacido o pintar ánjeles mirando con la nuca.
Pero algo debe tener este cuadro de la Madona Sis-
tina cuando es quizá el mas célebre del mundo.
I tiene :
La frente de la Madona es un poco ancha, sus ojos
están mas separados que lo natural ; el párpado supe-
rior tiene una lijera hinchazón hacia el estremo esterno;
la mirada se dirije hondamente a lo lejos i hacia abajo
al fondo del infinito insondable. La oreja es chica i bien
modelada, la nariz correcta, fina, de ventanas tónicas
pero suavemente abiertas; la boca pequeña con su dejo
triste i resignado i su estigma de atractivo humano, a
pesar de su jesto divino i de su signo de conformidad
otra vez humana, en el lijero levantamiento del labio
superior hacia un estremo. El óvalo de la cara es corto
i gracioso ; el cabello mui abundante, es rubio con ten-
dencia a castaño, el cuello delicado deja ver una curva
de convexidad esterna en el lado izquierdo, tal vez por
la posición de la cabeza con relación al hombro. Un
pañuelo cubre el límite superior del pecho i oculta los
detalles, pero no felizmente el seno joven, lleno, chico,
blandamente normal, seno recien hecho por la función
materna en la mujer casi adolescente.
Las líneas jenerales adivinadas al través de las ropas,
revelan un cuerpo entre andaluz i griego, blando, sin
fuerzas aparentes i con todas las bellezas de las formas
femeninas en su naciente desarrollo. Los pies no corres-
ponden al esquisito primor de la figura.
- 172 —
Ninguna madona ha sido mas elojiada por los críticos.
Uno de ellos dice que la cabeza de la Vírjen es casi la
perfección de la belleza femenina ; otros ven en ella el
ideal del conjunto entre la naturaleza humana i divina.
Cada uno ve con sus ojos i las opiniones en materia de
arte, no son sino la traducción de los sentimientos que
las obras inspiran.
El retrato de la mujer mas hermosa i mas amada, no
causaria una emoción tan intensa como la que se siente
al contemplar el cuadro de la madona.
Olvidando el análisis que enfria i desilusiona, el espec-
tador en frente de esta joya artística, se halla poseído de
un sentimiento de admiración respetuosa, dejándose pene-
trar por los encantos de esta encarnación etérea tan
estraña a la materia i conservando no obstante algo de
lo que la hace accesible a los sentidos.
Los ojos exajeradamente separados para dar a la fiso-
nomia, según el artificio griego, la divina serenidad,
mirando al infinito sin foco preciso ; la espresion de cada
facción i de su conjunto ; el sello estampado en el rostro,
de conformidad, de asombro tranquilo, de conciencia
limpia i de sometimiento sin rebeliones a los altos desti-
nos desconocidos, pero entrevistos ; el jesto de resigna-
ción modelado en los labios, ofrenda de la humildad ante
un don inmerecido ; la inocente ternura de madre hecha
por la fuerza celeste sin antecedentes ni estremecimien-
tos de amor sexual, revelado en el cariño con que lleva
al niño en sus brazos ; todo en fin, cuanto quien la mira
percibe en la famosa tela, es solo propio para inspirar
ideas elevadas, nobles, de un mundo nuevo, sin pecados
i sin pasiones ; sentimientos castos sin reminiscencias
esperimentales, concepciones de estética pura, absoluta,
i emociones por fin de oríjen divino, en cuanto se com-
prende o se cree comprender de la esencia abstracta.
Pero como el ser pensante no puede prescindir de su
ingrediente material, en presencia de la belleza inalcanza-
ble, de la virtud inaccesible, de la forma ideal que se
escapa a la posesión, del bien prohibido, de lo imposible
en una palabra, la pasión inconfesable se levanta i mues-
tra en una gloria de sensualismo, a la inmaculada imájen
— 173 —
convertida en mujer amada i siguiendo los fatales pro-
cesos de la vida.
I en la nueva encarnación de la fantasia, esos sus
ojos de mirada vagabunda, ya no irian con su luz al
infinito i en estasis de amor terrestre, prometerían tesoros
de ternura ; sus labios darian besos de inefable deleite,
marcados con el sello de la transgresión i del pecado ;
su seno brindaría el soñado reposo a la cabeza enlo-
quecida del amante i su cuerpo vaporoso, dócil a la
presión, lleno de voluptuosidades dormidas, pronto a
recibir el abrazo viril
El niño tiene todas las gracias infantiles de espresion i
de actitud ; la escena de que es inocente testigo, solicita
su atención, pero no lo inquieta ; parece tener una idea
vaga de su alta misión ; sin embargo, no las tiene todas
consigo en aquel viaje inopinado por los aires, a pesar del
sólido i amoroso apoyo que encuentra en los brazos de su
confiada i divina madre. La mueca deliciosa de sus labios
tan propia de su edad, tiene algo de esa contracción
inevitable de oríjen cerebral que denota una sensación
de estrañeza ; el niño parece estarse diciendo a sí mismo:
«esto cuando menos, es inopinado; ¡ quién sabe adonde
vamos a parar ! » No obstante, la espresion casi acen-
tuada de su tierna fisonomía, espresa cierta posesión de
sí mismo. «: Al fin i al cabo yo soi un hombre chico, pero
hombre » piensa sin duda este muchacho cuya acción
poderosa ha transformado el mundo.
Hai entre la Madona i Santa Bárbara un completo
contraste. Todo cuanto la Madona tiene de divino, la
esquisita Bárbara tiene de humano. La Madona es madre,
Bárbara representa una joven sin novio ; tal vez por
esto, al verla, nadie piensa en el cielo, en la virtud ni
en la castidad. Lo único que se le ocurre a cualquier
hombre en buenas condiciones, es invitarla a dar un
— 174 —
pequeño paseo por Italia, dejando a la Madona i a San
Sisto en Dresde; llevarla a Capri, a Sorrento, Amalfí,
hacerla beber buen vino de Chianti, comer arroz con
trufas blancas i pasar en su compañía una famosa tem-
porada. Después volverla a su cuadro del museo si no
prefiere detenerse unos cuantos meses en París, donde
su belleza picante seria mui celebrada.
* *
Leipzig, Agosto 1896.
Sumario:— Costumbres de ios estudiantes.— La fiesta del Pájaro. — El
baile siguiente. - Los bailes en jeneral. — Caota por pieza. —
Manifestaciones de amor al prójimo. — Honradez proporcional
del bello sexo danzante. — Seudónimo de taberna. — El Local.
— Cofradías concurrentes.— Privilejios i exenciones. - Los due-
los i sus marcas. — Ventajas de las cicatrices.— Passler espe-
cialista.— Romberg e Hiss impresentables. — Glorías de Hans
Paabst., simple estudiante. — Serios motivos de sus diez i siete
duelos. — El neumogástrico acusado i defendido. — No hai
ofensas —Todo es ofensa.- Donde se inicia, tramita i consuma
un duelo i como se hace éste. — Locales habilitados. — Las
espadas. — Precauciones i disciplina. — Relativa falta de vicios
en los estudiantes.— Amar por reglamento.— Parques, paseos,
canales i monumentos en Leipzig. — Necesidad de un parque
central en Buenos Aires. — Aquí no hai mendigos. — Coches
fúnebres oríjinales. — Oficinas ambulantes.
LA FIESTA DEL PAJARO
A la conclusión de un semestre i antes de comenzar
las vacaciones, los estudiantes por suscricion en dinero i
dádivas de objetos, forman una colección de premios
para distribuirlos entre los merecedores en la debida
oportunidad.
Con estos premios consistentes en instrumentos i li-
bros jeneralmente, se adorna una armazón de madera en
forma de pájaro, (mui difícil de reconocer, sea dicho de
paso); cuando el objeto no puede ser colocado, una
cifra puesta en la varilla correspondiente del aparato
lo representa.
Entre los premios figura uno mas valioso para el
rei de la fiesta que es siempre un profesor. El pájaro i
— 175 —
sus premios en dia dado se colocan en un lugar elejido
de antemano, un jardín publico u otro sitio a propó-
sito. Los profesores i estudiantes se reúnen allí. Por
turno, según lo establece el reglamento, cada uno tira
un flechazo al pájaro, i si acierta a tocarlo en algún
punto, una pluma figurada, digamos, gana el premio res-
pectivo.
Cuando todos han tirado con mayor o menor suerte,
le toca al profesor Rei, arrojar su flecha. El pájaro cae
herida en la cabeza (haya sido o no certero el tiro ; la
convención no permite dudarlo) i el profesor gana su
premio.
A este juego sigue un banquete en el cual se celebra
la habilidad de los tiradores; hai discursos alusivos al
caso, controversias i muchísima cerveza. Los mas jui-
ciosos se retiran del lugar de la fiesta terminado el ban-
quete, i los menos, que son los mas, se quedan para el
baile, un baile preparado en el mismo establecimiento
en un salón adecuado, con tablado para la orquesta,
gran espacio central i mesas al rededor del recinto
pero separadas de él por una baranda.
LOS BAILES POR CUOTAS
El baile posterior a la fiesta del pájaro no es solo
para los estudiantes ; cualquiera puede asistir a él, pues
aun cuando en esa noche tiene su especialidad, es en el
hecho, uno de tantos que se da en ese u otros estableci-
mientos, el domingo de cada semana, un dia de fiesta o
cuando se le antoja al empresario.
No se exije vestido de etiqueta para estas reuniones ;
cada uno va como quiere, lo mismo los caballeros que
las niñas. Yo asistí a una de ellas, no de las niñas, como
médico, sino de las reuniones, como curioso, i me di-
vertí mucho observando las costumbres orijinales del
conjunto.
Para entrar al establecimiento se toma un boleto i se
adquiere el derecho de asistir como espectador al baile
i como parte activa al jardin, que es un inmenso restan-
— 176 —
rant donde se sirve pan duro, jamón, queso, mostaza,
manteca, arenques i cerveza de la mejor calidad.
Los bailarines están sometidos a reglas especiales.
Cuando la orquesta comienza sus acordes, dos o mas
caballeros se presentan en el salón ; son los bastoneros.
Las parejas entran al recinto i se colocan en fila ; entóh-
ces cada bastonero toma una sección i cobra a los caba-
lleros de las parejas una pequeña cuota. Igual ceremonia
i cobro se requiere para cada pieza.
Pagada la cuota las parejas pueden bailar. La música
comienza i dura a lo mas diez minutos, durante los cuales
el salón presenta el aspecto de un remolino. La anima-
ción es inmensa ; las niñas i los caballeros bailan furio-
samente, sin hablarse; muchas veces ni se conocen; se
han unido soIq para saltar i dar vuelta, i saltan i dan
vuelta como unos desaforados ; algunos bailan mui bien.
Cuando menos lo esperan i en lo mejor de la danza,
los bastoneros dan tres o cuatro palmadas ; la música
continúa aun, en honor a los entusiastas, pero las pare-
jas están obligadas a detenerse, i si no lo hacen el bas-
tonero las detiene. Entonces todos salen del recinto ; las
parejas se deshacen o el caballero lleva a su dama a una
mesa a tomar algo, continuando con ella en la próxima
pieza o no, según el caso.
Hai indudablemente parejas que no se deshacen en
toda la noche, i niñas que acompañan a sus caballeros
hasta su casa, pero eso no es tan frecuente como pare-
ciera; muchas de ellas son niñas decentes, honradas, que
trabajan durante la semana i solo tienen un dia de hol-
gura, el domingo i una diversión, el baile.
Uno ve sin duda actos incompatibles con la moral en
acción : besos fugaces, no bien disimulados, abrazos i
otros signos cristianos de amor al prójimo, pero en rea-
lidad destituidos de todo carácter escandaloso. Los
amables danzantes ejecutan con tal seriedad estas irre-
verencias que el espectador tiende a mirarlas como
actos concomitantes con la ceremonia.
— 177 —
EL LOCAL
Cada g^rupo de estudiantes tiene su taberna preferida,
donde los miembros de la cofradía pasan la noche con-
versando, disputando i naturalmente, tomando cerveza.
A esta su taberna le llaman «El Local > i es el Club, la
residencia nocturna dé la asociación. Naturalmente, rara
es la noche que se concluye sin alguna gresca magna.
En el € Local » toman orijen los duelos que constituyttn
actos habituales de la vida.
Las grescas intramuros se hallan amparadas por la
costumbre contra la policía i aun en la calle, los estu-
diantes gozan de ciertos privilejios. Así, por ejemplo, no
pueden ser arrestados sino en casos de suma gravedad ;
las contravenciones menores solo dan derecho a los
ajentes del orden público cuando de estudiantes se trata,
a exijirles la presentación de su papeleta o matrícula ; el
ájente toma el número i el estudiante queda libre; su
falta será juzgada al dia siguiente, dando participación
en el juicio a las autoridades universitarias.
Jeneralmente las reuniones en el € Local:» son com-
puestas de varones; la presencia de mujeres es acciden-
tal i sin consecuencias; los estudiantes hacen poco caso
de ellas, mostrando así su incipiente sabiduría.
LOS DUELOS
Es mui mal mirado no tenerlos; la brutal costumbre
afecta singularmente el amor propio de los estudiantes
i contrasta con el carácter individual de los jóvenes ale-
manes, tan dulce i tan bondadoso. No se puede andar
aquí en la calle sin encontrar tres o cuatro individuos
con tajos recientes en la cara i mil otros con cicatrices.
Lo mismo sucede en Heidelberg, Munich, Berlin i cual-
quier otra ciudad alemana, donde exista Universidad.
El espectáculo es inevitable porque los heridos tienen
gusto en mostrarse. Un individuo sin tajo es un ser casi
despreciable; los estudiantes estiman i consideran mu-
cho al compañero que mas cicatrices ostenta i hasta las
Por fuares i Por tierras 12
— 178 -
mujeres, tan sensibles como son a los atractivos de la
belleza, prescindiendo de sus tendencias naturales, tienen
verdadera predilección por los jóvenes cuya cara pre-
senta muchos remiendos. El mas estropeado es para
ellas el mas valiente.
Mi sabio amigo el Dr. Passler tiene catorce heridas
entre las de la cara i la cabeza. El Dr. Hiss, eminente en
diagnósticos, no tiene ninguna i padece mucho por esta
causa. Yo le pregunté como era eso, i mui compunjido
me contestó: « para cicatrices diríjase a mi colega
Passler:^. Romberg el fisiólogo sufre del mismo mal; no
ha sido tajeado a pesar de sus duelos. En cambio,
Paabst, Hans Paabst, un simple estudiante de quinto año»
ha tenido diez i siete duelos i lleva las marcas ; es impo-
sible descubrirle un sitio en la cara o en el cuero cabe-
lludo sin líneas cicatriciales o puntos de sutura.
— « Usted debe haber tenido una costurera por mes >»
le dije yo — « Nó ! me contestó con toda sencillez, siempre
me han cosido mis companeros >.
Cualquiera creerá que Paabst es un matamoros ; nada
de eso ; es el joven mas dulce, mas jovial, mas sumiso i
mas bondadoso del mundo.
— Por qué se ha batido tantas veces Paabst, le pre-
gunté un dia.
— « Así 2>, me contestó recordándome a una italianita
que no tenia otra respuesta para todas las situaciones
de su vida.
— Pero por qué? — diga: insistí; por nada no se bate
uno.
— Bueno dijo, por gusto, si usted quiere.
— ¿ Sin motivo ?
— Es decir, sin motivo no; tenia gana.
— Pero usted provocaba o lo provocaban.
— Unas veces yo; otras, los otros.
— I usted les tenia odio a esos otros ?
— Oh, no! son mis amigos, pero de otra sociedad.
— Algún motivo se necesita, sin embargo.
(Se calla un momento, como reflexionando: en se-
guida dice ) :
— Una vez me batí por el nervio neumogástrico !
— 179 —
— Cómo, por el nervio neumogástrico !
— Sí, una disputa !
— Con insultos, sin duda.
— No, insultos no, pero querían echarle una culpa al
neumogástrico i yo le defendí.
Testual, no invento una palabra. Eso de echarle las
culpas al i\eumogástrico me hizo suma gracia.
Cuando pasan muchos dias sin duelos, sienten los es-
tudiantes una verdadera nostaljia i conciertan varios
para desquitarse, inventando motivos.
Nunca hai duelos entre los miembros de una cofradía ;
tampoco hai ofensas, no puede haber ; las palabras mas
duras de uno a otro no lastiman ni tienen consecuencia.
Los reglamentos equiparan el insulto de uno a otro
miembro, como dirijido a sí mismo i por lo tanto nadie
se bate, pues nadie puede batirse consigo mismo.
Al lado de esta tolerancia orijinal se levanta una suscep-
tibilidad absoluta respecto a los actos o palabras de los
miembros de otra sociedad. La simple falta de confor-
midad de opinión sobre los hechos m.as triviales basta
para producir duelos, sin que intervenga la pasión ni el
encono. Las sociedades son constitucionalmente antagó-
nicas i todos sus miembros forman cuerpo para sostener
a uno de ellos, tenga o no razón.
Se prepara un duelo con una frialdad reglamentaria
mui parecida a la mayor crueldad. Lo particular es la
mezcla de precauciones para evitar peligros con la ate-
rradora facilidad de buscarlos, como se verá en los
detalles.
Producido un hecho que da lugar a duelo, dos comisio-
nes son nombradas, una por cada bando. Estas con los
candidatos, médicos i asistentes se dirijen al sitio donde
ha de tenerl ugar el duelo. ( Hai institutos destinados al
— 180 -
objeto, permanentemente habilitados). Una vez allí, la
comisión A por ejemplo, ocupa sus bancos i pide cer-
veza. Los miembros de la comisión B como si fueran
invitados se acercan amigablemente a los primeros, disi-
mulando su propósito ante los mozos de la casa, por
cierto instruidos ya del asunto que todos aparentan
ignorar. Al rededor de las mesas se concierta los de-
talles del duelo i en el momento oportuno pasan todos al
local preparado, una sala de armas provista de todo lo
necesario para el duelo i las curaciones.
Casi esclusivamente se usa la espada, una espada
especial, sin punta i cortante solo en una sección inter-
media a cierta distancia del estremo i de la empuñadura.
Solo son permitidos los golpes cortantes ; jamás se em-
plea la espada como florete i no se busca herir sino la
cara o la cabeza.
Para prevenir las heridas por error o antireglamenta-
rias, los combatientes son sometidos a un vendaje espe-
cial. Las articulaciones de la muñeca, del codo i del
hombro quedan protejidas con un aparato colchado,
otro análogo se coloca en el cuello para salvar las
carótidas.
Así vestidos los duelistas reciben las armas que han
sido previamente esterilizadas i la lucha comienza i con-
cluye con sujeción absoluta a las reglas i con obediencia
ciega a la voz de los padrinos. Cuando estos estiman
conveniente suspenden o dan por terminado el duelo,
hasta la próxima sesión. Se lava i cura las heridas según
las reglas del arte, i si el tiempo i circunstancias lo
permiten, se vuelve a tomar cerveza.
Ni uno, ni dos, ni veinte mil duelos concluyen con los
antagonismos de las cofradías; cada, una continúa en
sus trece. Cuánto esfuerzo se ha hecho para cortar tan
mal encontrada costumbre ha sido inútil. La tolerancia
por fin se ha establecido i nadie hace ya gran caso de
los incidentes. muchas veces lamentables i cuyas conse-
cuencias afectan toda la vida.
— 181 —
Fuera de los abusos de cerveza i de los duelos, no
puedo señalar vicios de gremio de los estudiantes de
esta Universidad. Esas vinculaciones con mujeres, tan
comunes en otras partes i que tanto pesan en la existen-
cia muchas veces, concluyendo algunas en trajedia, son
aquí exepcionales, casi desconocidas. Estos jóvenes
son ajenos a las pasiones violentas; hai en todos sus
procederes cierta lentitud que parece tener sus raices
en una frialdad de temperamento elemental. I hasta los
mismos actos cuyas esterioridades comportan cierto
grado de enerjia apasionada entre nosotros, se hallan
revestidos, cuando de alemanes se trata, de una pasividad
estraordinaria que les da el aire de procesos mecánicos.
A pesar de la poesía alemana, de la música i de la
literatura etérea que tan esquisitas muestras de senti-
mentalismo delicado han dado al mundo, no me estraña-
ria que un buen dia las universidades, por un estatuto
razonado, mandaran a los estudiantes enamorarse per-
didamente de sus conocidas i ver a estos afanados en
cumplir asidua i metódicamente lo prescripto. dando a
sus declaraciones amorosas un aire de factura o propo-
sición dogmática llena de severidad i de entusiasmo
reglamentario.
Leipzig es triste durante la semana, mui animada los
domingos i dias de fiesta. Los trenvias eléctricos ponen
el centro en comunicación con los alrededores i la po-
blación se derrama en los parques, jardines i bosques
próximos. Tiene un gran parque central, llamado la'
Promenade, que comienza en la plaza principal; otro a
poca distancia, inmenso, con árboles seculares altísimos,
prados, canales, lagos i un laberinto de avenidas llenas
siempre de jente: de niños, de mujeres que llevan allí
sus labores i pasan todo el dia. Se llama la Vallée des
roses. Además hai un canal que corre por entre un
bosque i conduce a parajes deliciosos: las márjenes del
canal presentan de trecho en trecho desembarcaderos
- 182 —
en cuyas vecindades hai jardines^ canchas de bolos, res-
taurants i cervecerías.
El preferido de estos locales para las escursiones de
los domingos, es un punto llamado Canewiets; café-
concierto, jardin i restaurant. Por una pequeña suma
se alquila en cualquier estación del canal, un bote i re-
mando una media hora entre los árboles, con el espec-
táculo animado de las márjenes siempre concurridas i de
las embarcaciones que van i vienen, repletas de pasean-
tes, se llega a Canewiets. De allí se puede volver por
agua o trenvia eléctrico.
Considerado como adorno hijiénico no hai, para una
ciudad, belleza comparable a la que le dan los parques
centrales, o no lejanos al menos.
Cuando recuerdo que Buenos Aires en un cuajo de
casas amontonadas en mas de una legua cuadrada, no
tiene un solo parque, pienso que dentro de un siglo los
habitantes de la ciudad nos llamaran estúpidos por no
haber formado uno central de cien manzanas, apro-
vechando para espropiarlas, el bajo precio relativo de los
terrenos i de los edificios ahora.
No es lo mismo tener un parque en las orillas de un
municipio pues las orillas, siendo casi el campo, no lo
necesitan i los centros teniéndolo lejos, no lo aprovechan.
Lo útil, lo sano, lo bello, lo impagable es tener parques
a la puerta de las casas centrales.
Leipzig tiene muchos edificios notables i bellos monu-
mentos. Citaré solo : — La hermosa biblioteca con su
salón de lectura circular i sus estantes bajos i cómodos.
(No sé por qué causa no pude conseguir en ella ningún
libro en ingles, francés, italiano ni español). — La Suprema
Corte, grandioso e inmenso palacio. — La magnífica sala
de conciertos, digno templo del arte. — El monumento
— 183 —
consagrado a la Confederación jermánica : La Jermánia
ocupa la parte prominente ; abajo figura el viejo empera-
dor Guillermo sentado en su trono con su cetro i su
corona ; en los ángulos a caballo el rei de Sajonia, Gui-
llermo III, Bismarck i Moltke; en los costados guardias
luciendo banderas i estandartes. Los caballos son bien
hechos pero chicos; están parados, en actitud reposada
i no abalanzándose como en la mayor parte de las esta-
tuas ecuestres. El grupo dedicado a Mendelsohn, si-
tuado delante del salón de conciertos ; sentimental i
precioso, ideado con verdadero talento. La efijie del
celebre músico lo representa armado con la batuta, apo-
yando el brazo derecho en un atril i teniendo con la mano
izquierda un rollo de música. Abajo en las gradas del
pedestal está sentada una mujer en estasis, coronada de
laurel ; apoya el brazo derecho en una lira i con la mano
correspondiente se toca el cabello a la altura del cuello;
en la izquierda, cuyo brazo cruza por delante de las
piernas, tiene un ramo de rosas con el que casi toca la
lira; el pie derecho está encojido, el izquierdo estirado
hacia abajo ; la posición jeneral resulta mui airosa. A la
derecha hai dos ánjeles ; el uno sentado en un manto
tiene su papel de música en las manos i canta mirando a
lo alto; el otro parado detras del primero, marca con el
índice de la mano derecha, el compás de la música i
apoya la izquierda en un libro colocado contra el pe-
destal, con la palabra < Oratorien > como carátula. A la
izquierda hai otros dos ánjeles ; uno de ellos de pie sobre
un papel de música i mirando sus notas, toca el violin; el
otro ánjel, sentado sobre un libro, toca la flauta mirando
al papel mencionado que se desarrolla cayendo sobre una
grada inferior.
Para concluir con mis notas añadiré: I» que aquí no
hai mendigos; 2° que he visto un coche fúnebre rarísimo ;
es un coupé en su parte posterior i un carro para muer-
tos en la anterior, en vez del asiento del cochero. Así en
el mismo vehículo va el cadáver i los acompañantes (eco-
— 184 —
nómico i sencillo); 3o que los injenieros usan en sus tra-
bajos de las calles, oficinas ambulantes: unos carruajes
con escritorio, estantes, cajones de planos e instrumen-
tos, en los cuales el inspector recorre el circuito de su
incumbencia, instalándolos donde le parece mas conve-
niente.
Todo aquí es práctico i en cuanto cabe, económico.
*
Bayreuth, Wagnrr ft C.o
Agosto de 1896.
Sumario: — Preliminares de ensayo para entrar en liza. — Enunciados
íisiolójicos de acústica estética. — Comunidad de las sensacio-
nes en los centros nerviosos. — Bases inusitadas de criterio. —
El Anillo del Nibelungo.
Estoi en un cuarto alemán antiguo ; siento la lluvia,
antigua también; hace veinte mil anos que cae lo mismo,
triste solemne, sobre todo cuando se la oye lejos de la
propia tierra (patria) estilo antiguo, por la cual se con-
serva un cariño irracional e indisculpable.
Hai en la pieza una chimenea monumental, el retrato
de un caballero antepasado, un sofá arcaico, mesas, sillas
i puertas antidiluvianas. El olor del ambiente es viejísimo
i lo mas cercano al momento presente entre las fantasías
sobre el pasado, es el tiempo en que Fausto andaba por
este mundo persiguiendo Margaritas i abusando de ellas
como un indio.
En vano trotarán por las calles caballos vivos, arras-
trando coches modernos i pasearán francesas importadas,
con mangas i sombreros colosales, antes de ir al teatro
a oir la música del porvenir, inventada recientemente por
el radical Wagner; todo ello no destruirá la sensación
de vetustez que se ampara del estranjero al instalarse en
Bayreuth. Los caballos parecen fósiles, los coches babi-
lónicos i las mujeres pompeyanas emigradas antes de la
era cristiana.
— 185 —
Yo no sostengo que esta impresión responda a la rea-
lidad de las cosas, pero algo hai sin duda en los zaguanes
largos de las casas, en el aspecto de algunas fachadas, en
el laberinto de las calles i en la falta de aplomo de ciertos
muros, que trae a la mente la idea de tiempos remotos.
Hasta un pollo con arroz que comí en el Hotel Sonne,
por lo duro i otros accidentes, me pareció un gallo pro-
vecto, contemporáneo del que cantó tres veces cuando el
tímido San Pedro negó a su divino maestro. ¿Que me
importa a mi todo esto? preguntará algún mal avisado
lector. ¡Vaya! Si nadie leyera sino lo que le importa, no
habria novelas, ni periódicos, ni literatura, ni poesía !
Además el lector curioso puede venir a Bayreuth i no
le CvStará de mas traer un anticipo de impresiones, por
via de estímulo, para exumar recuerdos, enfilar fantasías
i evocar la Edad media, al ver las piedras envejecidas, los
escudos de armas tallados en ellas mostrando dragones
alados i negros vestiglos, las* entradas estrechas prepa-
radas para la defensa, las ventanas diminutas, las casas
con ojos en los techos agudos, las viviendas sombrías i los
retratos de los burgomaestres seculares, dignos i gordos
majistrados cuyas almas, si mal no calculo, hállanse ya,
por toda una eternidad, sentadas a la diestra de Dios
padre, muí divertidas, después de haber hecho un tiempo
razonable de purgatorio, como lo manda nuestra Santa
Madre Iglesia.
¡ Como duran las cosas en Bayreuth i en otras partes !
Las jeneraciones pasan, las piedras quedan; no por
siempre sin embargo; ahí están las pirámides de Ejipto
perdiendo sus aristas i derramándose en canto rodado ;
la esfinje ya no tiene narices i los templos hundidos en
la arena, solo muestran un resto de sus cimientos. No
obstante, por una contradicción de la naturaleza, siempre
ilójica, algo menos tanjible parece destinado a vivir eter-
namente, a lo menos mientras haya tierra: la lluvia bené-
fica, esa que canta ahora mismo en la calle sus elejias
goteando sus notas diamantinas en mi ventana, i los libros
— 186 —
selectos que el criterio consagra, que el sentimiento ad-
mira, que los siglos respetan i el tiempo reproduce; siem-
pre recientes, siempre nuevos, para refrescar la mente a
par de la lluvia que riega i fertiliza la tierra!
Vivirá Homero mientras haya cerebros i lenguaje
humanos ; vivirán Virjilio, el Dante, Goete, Dickens i
Lord Byron; vivirá Don Quijote con su fecunda ironía,
su sarcasmo alegre i juguetón i su sabrosa parodia del
valor heroico, vivirá para encanto de los hombres i es-
trañeza tenaz de las mujeres a quienes jamás gustó ni
gustará. ¿ Por qué Cervantes nq escribiria para ellas ?
Ellas la senda de ásperos abrojos, de la vida, matizan
i coloran; según dijo Espronceda.
Se olvidó añadir que algunas ponen con sus propias
roanos los ásperos abrojos i no coloran ni matizan nada.
Hablo de las mujeres grandes; las chicas por lo contrario
son sencillamente esquisitas, sobre todo cuando son
graciosas, como la « Esmalte » o como la hija del boti-
cario en cuya casa vivo ; una criatura adorable con la
cabeza llena de rulos rubios i de ideas filosóficas, alema-
nas i trascendentales. Esta mañana misma en dos mo-
mentos distintos he podido admirar su lójicai su cabellera,
presenciando primero un diálogo sobre historia natural
entre ella i su papá, en el cual obtuvo la final ventaja con
solo preguntarle « por qué no hablan los perros > i
asistiendo mas tarde a su peinado i a una controversia
teolójica que concluyó con la majistral cuestión en la
sencilla forma que trascribo.
¡ Mamá ¿ Quien lo hizo a Dios ? . . . .
La mamá levantó el peine a manera de índice i después
de un momento acentuado de silencio dio esta exelentc
respuesta : « Niña, no preguntes necedades. >
-^ 187 —
Hablábamos de la duración de las cosas en Bayreuth.
La música de Wagner durará también porque es el len-
guaje de los lenguajes.
Cuando- podamos sistematizar las marcas de los sonidos
en el fonógrafo, la escritura i la taquigrafía dejaran de
copiar silabas i palabras ; escribiremos con signos hoi no
conocidos. Mas tarde, cuando ya eso sea habitual i anti-
guo, la música hará respecto al lenguaje lo que el fonó-
grafo respecto a la escritura. Entonces no hablaremos ya,
fonaremoSj es decir cantaremos dentro de los límites de
pocas notas; la fonación será el lenguaje único, el idioma
de todas las naciones.
Ya veo sonreirse a los incrédulos, sin pensar que ahora
mismo usan entonaciones de significación universal i sin
tomar en cuenta que cuando hablan, cantan, aun prescin-
diendo de todo acento local.
¿ Qué le falta a la música para ser lenguaje usual e inte-
lijible? Solamente espresar nociones concretas.
En esto su deficiencia es igual a la de las interjecciones
i los gritos de dolor, de colera, de alegria o de sorpresa.
«¡Ay! ¡Ah! ¡Oh!» espresan sufrimiento, admiración,
alarma, pero cuando oimos decir « ¡Ay! > no sabemos si
ai que se queja le duele el pecho, la cabeza o la apófisis
espinosa de la quinta vértebra dorsal. « ¡ Ay ! » solo
denuncia un jenero, una clase, una familia de sensaciones,
sufrimiento, en una palabra.
Un si bemol en tono menor siempre suscitará senti-
mientos delicados, tiernos, suaves, por si solo, por sus
calidades acústicas eximias para despertar en las células
cerebrales, esa clase de fruiciones, una vez trasmitidas sus
vibraciones por los nervios; lo que no obsta para que un
si bemol, combinado, mezclado o complicado en un con-
flicto de notas, timbres i tonos tome un sentido distinto
de sus funciones propias, lo mismo que una interjección
del lenguaje hablado.
Por esto los sonidos musicales tristes se amoldan a
todos los jéneros de tristeza; son una fórmula, una jene-
ralidad en la cual caben todas las particularidades de la
familia.
El espectador a quien una desgracia apesadumbra, al
— 188 —
oir cantar o tocar un lamento, hallará que el tenor, la
soprano, el violin o la flauta están hablando de su caso,
ya provenga su tristeza de haber sido engañado por su
amada o de habérsele muerto un caballo.
Pero lo singular es que la música suena acorde con los
sentimientos aun cuando no corresponda a su jénero; así
no es raro ver llorar a los melancólicos oyendo alegres
sonatas. La necesidad del acorde predomina.
He ahí porque la música en su propia exelencia i en la
estension infinita de sus espresiones, contiene la razón de
su defecto como traductor de nociones concretas.
Los señores músicos toman siempre la delantera
adoptando el papel de examinadores. ¿ Tendrían ellos
reparo si nosotros, los legos, intentáramos a nuestra
vez, como los solicitors en los tribunales ingleses, una
crossiiig examination i les preguntáramos, ya que ellos
sostienen la inviolabilidad de las leyes musicales « cómo
es, por ejemplo, que dos eximios artistas, en el piano,
violin, arpa o flauta, tocan la misma pieza, según está
escrita i lo hacen sin embargo de la manera mas distinta,
causando las mas variadas sensaciones ». Si la música
es matemática como arte i obedece a leyes invariables
{ por que los organitos de cilindro no son lo mas conmo-
vedores instrumentos, cuando sus notas tienen una preci-
sión admirable, permanente, estereotipada? ¿Por qué,
i esto es aun menos esplicable, el modo del organista se
trasmite a su música i la sonata sale distinta según la
mano que da vuelta al manubrio, aun cuando todas las
manos lo hagan en los mismos tiempos ?
{ Tendrá la música una alma inmortal, a lo menos en
el mismo grado que la del hombre ? ¿ Será esta alma
el ritmo, el timbre o cierto fluido especial trasmisible del
sistema nervioso animal a la fibra constitucional de los
elementos materiales del instrumento ?
Doctores tiene la Santa Madre Iglesia que os sabrán
responder !
— 189 —
Yo no sé de la música sino la física i la fisiolojia, lo que
equivale a no saber de poesía sino el número de letras
de un renglón i el de renglones de un poema. Pero la
naturaleza me ha dotado, i se lo agradezco mucho, de dos
aptitudes: una visual que no hace al caso i otra acústica
pertinente; percibo en la estension aproximada de un
metro, a simple vista, la diferencia de medio milimetro i
aprecio la pausa o precipitación de un sonido sin error
de un centisegundo, teniendo análoga aptitud de oido
para las variaciones de timbre.
Por consiguiente, en materia de distancias i de sonidos
tengo una seguridad absoluta para la medición i c<imputo
de mis impresiones.
Esta seguridad me sirve para gozar o no gozar de una
melodía, de un acorde o de una armonia, sin que me sea
posible admitir otro jue^ en arte musical, que mis propios
sentidos. La orden de gozar cuando no gozo, me parece
absurda i la costumbre de admirar por reglas, mas ab-
surda si cabe.
Tales razones i otras de igual índole que podia aducir,
.casi nunca invocadas por los maestros, cuando de con-
troversias artísticas se trata, esplican las diferencias de
criterio, la diversidad de apreciaciones i hasta las luchas
acerbas ocasionadas por las convicciones profundas i
contrarias cuyo orijen está en la tendencia a no mirar
sino el propio camino, desdeñando los motivos ajenos,
muchas veces no espresados, pues con frecuencia, un
crítico, sabe que dice verdad, pero no atina cqn las razo-
nes científicas de su obstinación.
Por lo tanto los que hablan de entender la música dicen
con el mayor aplomo, un disparate; tanto valdría hablar
de entender un color o hacer el cómputo decimal de un
deleite.
Nadie entiende el ruido del viento, el incendio fugaz de
un relámpago en los ojos o la sensación atrofiante del
frío ; todo ello se percibe i se siente, no se entiende.
— I Por qué hai entonces música fácil i música difícil? —
Dios nos ampare ! Por que todo en la naturaleza tiene
sus simples i sus compuestos; porque hai nociones radi-
cales primitivas i emociones complejas.
~ 190 —
Tomemos por ejemplo el ruido aislado de los árboles
en una noche tempestuosa; la percepción da una sensa-
ción sencilla. Añádase la lluvia; el sonido se complica.
Prodúzcase el trueno, el relámpago, la oscuridad inme-
diata, los choques del torrente en las rocas i júntese a ello
la tormenta interna del espectador ; la estampa cerebral
del primer sonido se confunde, se absorbe i la percepción
tínica i sencilla se hace imposible.
Sucede con los sonidos musicales lo que con las letras.
Un niño oye i dice con facilidad Ba, be, bi, bo, bu; no oye
ni dice con tanta facilidad Bla, ble, bli, blo, blu; i menos
Tlante, tlintre, trointle, tlutri7itla. De ahi a una palabra
alemana de cincuenta letras ! ¡ Calcúlese la com-
plicación !
Fijémosnos ahora en que el sonido de las letras i de
las sílabas es una convención; sin embargo la palabra i
el lenguaje son posibles puesto que hablamos. Pero las
notas musicales i los ruidos no son una convención; están
en la naturaleza. Por lo tanto mas natural es cantar que
hablar i mas fácil. Así, todos los animales, incluso el
hombre, producen sonidos mas o menos musicales antes
que letras; el llanto de un niño no es un abecedario; es
una tonacion musical, desagradable, pero tan musical,
como el canto de un gallo, el trino de un pájaro o el
lastimoso ahullido de un perro en el silencio de la noche.
Wagner hace cantar a un Dragón en Siegfried, con
una voz abominable (yo no lo invento) i nadie dirá que
Wagner no entendia de música.
Siendo pues la música natural i primitiva i prestándose
sus notas a millones i millones de combinaciones, mas
que las letras i las sílabas, ya parecerá menos absurda a
quien reflexione la esperanza de que alguna vez la música
se sustituya al lenguaje articulado.
Añádase a esto que el actual lenguaje, aun el mas rico
de las razas civilizadas, es de una pobreza miserable para
espresar los sonidos i por lo tanto las ideas; basta fijarse
— 191 —
en que ningún ruido puede espresarse con palabras,
comenzando por el ruido de la respiración, primitivo
i natural, i concluyendo por las divinas sonoridades de
una orquesta.
Los músicos quieren hacer de su arte una relijion cuyos
misterios no se dejan penetrar sino por los iniciados, como
si ellos solos tuvieran orejas i como si no hubiera músicos
sordos i compositores de óperas afónicos, incapaces de
dar una nota !
i Tanto valdría acordar a los cocineros el privilejio de
sentir ellos solos el sabor de sus platos !
Tampoco reparan en que los animales gozan i sufren
con la música. Todos los dias oimos los fúnebres lamentos
de los perros urbanos al rededor de un organista senti-
mental cuando toca en la calle el Miserere del Trovador,
Las notas de una flauta hacen bailar a las serpientes i una
campanilla puesta en el cuello de un buei viejo, mantiene
en grupo al ganado. Finalmente todos los cocheros saben
que si le ponen cascabeles a un caballo recalcitrante, trota
gallardamente, lleno de orgullo artístico.
Así pues si los animales no son compositores, son por
lo menos diletantisf ¿Por qué entonces hacer de la música
un privilejio ?
Sin ser pintor se puede entender de cuadros i sin ser
literato, criticar, apreciar i comprender la mejor literatura,
como la cocinera de Moliere.
Las artes todas están en la naturaleza si bien el estudio
las metodiza i las refina.
Otros puntos curiosos pueden ir saliendo si se manipula
livianamente un poco de ciencia, sin faltarle á los respetos
qué ella merece.
Los hombres mas sabios de la tierra, sin esceptuar los
periodistas, sacerdotes dotados de la omniciencia (i quien
- 192 —
lo dude sierá inmediatamente demolido), hombres exep-
cionales i sapientísimos que lo mismo hablan de astro-
nomía que de numismática, de relijion que de buenas
maneras i de todo ello, no por haberlo aprendido, sino
porque la naturaleza los ha provisto de una intuición
innata, de facultades mentales ilimitadas i a veces de un
ejemplar de la Enciclopedia Británica o del Diccionario
de Larousse con suplementos ; aun esos fecundos mortales,
me arriesgo a decirlo, han caido en la inconsistente per-
suasión de que el hombre vé con los ojos i oye con los
oidos !
i Doi al lector un tiempo razonable para asombrarse i
en seguida me complazco en solicitar su asentimiento para
mis aparentes avances, en virtud de las siguientes pre-
guntas i respuestas !
Pregunta. — { Qué es ver ?
Respuesta, — Percibir la luz i mas positivamente, el
color i la forma.
Pregunta. — Donde, cómo i con qué se percibe la luz,
el color i la forma ?
Respuesta. — En el centro visual después de una larga
tramitación.
Pregunta. — Tramitación larga, dice?
Respuesta. — Como usted lo oye. El ojo quieto, no vé
distintamente sino la luz i el color de un punto. Una vez
la luz en la retina, la escitacion sigue, a lo menos, dos
caminos ; por el uno va al centro visual llevando sola-
mente la impresión de la luz i del color, es decir, parte
de los elementos de la visión; por el otro haciendo una
porción de paradas i vueltas, lleva la imájen, la forma, las
lineas de los contornos i superficie del objeto visible.
Sigámosla en su itinerario: de la retina va al núcleo sen-
sitivo vulvar del ojo; de este, al núcleo motor vulvar; de
ahí a los músculos de acomodación; de ellos al centro del
sentido muscular del ojo; de este al centro visual (punto
de reunión de los dos caminos). Del centro visual, la
imájen va al centro del sentido muscular de la cabeza, al
del tronco i miembros, al motor del ojo, al motor de la
cabeza, al motor del tronco i miembros i en fin, a los
— 193 -
centros motores^ i sensitivos del oido. Todas estas tras-
misiones son instantáneas i conjuntas.
La imájen (noción de forma, color i cantidad de luz)
requiere por lo tanto para constituirse, los elementos que
llevan al centro visual los centros del sentido muscular,
pues toda imájen tiene forma i la impresión de forma
depende del paseo que los músculos de acomodación i
otros han hecho dar, por los contornos i por la superficie
del cuerpo visible, a los elementos de visión de la retina
i del poder de los centros del sentido muscular para con-
servar las distancias i proporciones en el cerebro, en
calidad de recuerdos o imájenes de reminiscencia.
Luego si la visión completa no es debida a los mús-
culos, lo útil de ella lo es — ¿ qué haríamos con ver luz
sin ver formas ?
Por un procedimiento análogo se demuestra que la
audición de los sonidos, los tonos i la palabra articulada,
depende forzosamente del sentido muscular adscripto a
las funciones del oido.
Aquí cabe por via de complemento, rememorar algunas
particularidades de acústica i fisiolojia útiles para la apre-
ciación de ciertas modificacionesquesenota en la audición
de una pieza musical según el recinto donde se ejecuta.
El oido percibe sonidos cuando le llega un número de
vibraciones variable entre 8 dobles i 24000. Abajo de la
primera cifra i arriba de la segunda solo oye ruidos.
Estos cómputos pueden cambiar con los progresos de la
ciencia i con las mutaciones del oido a través de las
jeneraciones. Percibe el eco cuando oye un sonido i su
repercusión. Con un reflector a menos de 17 m» se oye
solo resonancias; con uno a los 17 se oye el eco de los
sonidos breves, porque una sensación sonora persiste en
el oido ^/iQ, un décimo, de segundo i admitiendo una velo-
cidad máxima de 340 metros para la marcha de los sonidos,
éstos harán 34 m^ es decir dos veces 17, ida i vuelta, en
^/iQ de segundo. El eco de los sonidos articulados se oye
con un reflector a 34 metros, pues emplean ¿, un quinto
de segundo en recorrer 68 metros (dos veces 17, quinta
Por mares i por tierras 13
— 194 —
parte de 340). Por tanto la sensación del sonido reflejo
no se superpondrá a la del inicial.
La velocidad varia con el medio ambiente, pero no con
la altura del sonido. En los sonidos musicales el cid o
distingue: la altura, dependiente del número de vibra-
ciones; la intensidad, de la amplitud de estas; el timbre,
de la materia del instrumento, a causa de las vibraciones
inducidas, armónicas, en música; el intervalo, o sea el
cociente de la división de un número de vibraciones por
otro menor; el acorde, simultaneidad de dos o mas soni-
dos separados por intervalos musicales; la armonia, re-
lación de vibraciones en la proporción de I a 2 a 3 a 4 .. .
i sus derivados ; la gama, serie de sonidos separados por
intervalos musicales, tomada arbitrariamente entre la
infinita variedad, por cuanto la gama no reposa sobre
leyes naturales invariables (Van Helmholzt) sino conven-
ciones estéticas, como lo prueba la historia de la música.
En cuanto a nombres antes en todas partes i hasta ahora
en algunas, las notas musicales eran designadas por letras
i aun lo son. Un fraile, Gui dWrezzo, cambió el nombre
a seis de ellas, dando a cada una la primer sílaba de algu-
nas palabras importantes del himno que se cantaba en su
convento en honor de San Juan. Estas silabas eran ut, re,
mi, /a, sol, la. Después ut se cambió en do, mas sonoro.
El nombre de la nota si fué añadido solo en 1784, hace
poco mas de un siglo, por Lamaistre músico francés, como
lo saben todos los versados en estas materias.
Pero lo mas interesante en el juego de las sensaciones
para mi objeto, es la conexión de las imájenes visuales
con las auditivas.
Ustedes saben que los sordo-mudos de nacimiento
aprenden a pronunciar palabras, a hablar digamos, i que
los ciegos también de nacimiento i aun los sordo-mu-
dos-ciegos, aprenden a leer i a escribir !
- 195 —
Estos fenómenos admirables son posibles únicamente
por obra i gracia del sentido muscular.
También saben, lo supongo, (siempre el lector sabe
todo) que existe un fenómeno llamado audición coloreadaj
en virtud del cual los ruidos, los tonos, las letras, las
sílabas i las palabras, hacen ver colores distintos, según
los individuos afectados de ^sX.2i perspicacia auditiva, físio-
lójica o patolójica.
I digo así porque el hecho se observa en los cerebros
mas sanos.
Las letras a, e, i, o, u, por ejemplo, suscitan la visión
de los colores verde, azul, celeste, amarillo u otros.
Para algunos sujetos los nombres de las localidades,
las divisiones del tiempo, las distancias, los dias de la
semana i hasta las entidades abstractas como virtud,
sufrimiento, esperanza, tienen color. I lo tienen por
cuanto las espresiones verbales respectivas lo evocan.
A su vez los tiempos, los espacios, los nombres i los
sentimientos, están de tal manera ligados con las melodías
o los motivos musicales, que estos o aquellas los repre-
sentan i sustituyen.
Uno puede decir: cada época tiene su música especial,
su tema. La tristeza, el placer, la imájen de una persona,
el paisaje, la situación de ánimo, añrman su recuerdo
cuando se acompañan de una sensación acústica i el aire
popular o el trozo de ópera que se oyó en el momento
en que aquellas impresiones se hicieran presentes en el
alma, las encarna i las reemplaza asumiendo su entidad
sicolójtca.
Para mi cada uno de los años de la época de mis estu-
dios tiene su sonata, la popular contemporánea.
I para los jóvenes que se conocieron en un baile i cam-
biaron en él sus primeras protestas de cariño, las piezas
ejecutadas por la orquesta son i serán en adelante, la efije
de su compromiso, el símbolo de su amor i su destino.
Asi, todas las trasmisiones de los sentidos se dan la
mano en el alma, se buscan, se completan, se superponen,
se identtñcan i ya no parece tan estraño oir con los ojos,
ver con los oídos i sentir el perfume con las manos (me-
táfora).
— 196 —
Por lo demás, el mismo lenguaje consagra la mezcla
de las sensaciones ; se dice de una nota musical : es ájil,
liviana, dura, pesada, suave (calidades táctiles); cristalina,
oscura (propiedades ópticas); dulce, agria (sensaciones
del gusto); fría, caliente (variedades térmicas).
Por último las sensaciones pueden subsistir, aun después
de abolida la aptitud orgánica de los sentidos correspon-
dientes. Bethowen, sordo, oía su música celestial mirando
los signos en la pauta de sus manuscritos i cualquier
sujeto con un poco de imajinacion, puede reproducir las
escenas de sus tribulaciones en la vida con solo cerrar
los ojos i tal vez hallándose en el teatro, adivinar a la
vista de los paisajes figurados, la índole de las futuras
sinfonias, presentir las situaciones dramáticas, ver los
personajes i evocar las imájenes pasadas al escuchar los
motivos fundamentales de la ópera.
Desde un mes antes de llegar a Bayreuth, el que ha
comprado un billete para oir las óperas de Wagner, ya
siente los preludios de un placer prometido. En el ca-
mino, la predisposición inicial aumenta i apenas llega i
ocupa su alojamiento, ya esperimenta los síntomas ine-
quívocos del contajio i la fuerte presión wagneriana
del ambiente. El tiempo se mete en música, podría de-
cirse, como cuando anuncia lluvia.
Bayreuth duerme todo el año en la secular tristeza de
su inacción; solo despierta cuando llega la estación de
Wagner; sus calles se animan, sus hoteles se llenan, las
casas de sus habitantes se convierten en alojamientos
para estranjeros, las tiendas, mercerías, librerías, foto-
grafías i hasta ferreterías rebosan de retratos de Seigf-
mond, Siegfried, Wotan i Brunnhilde; los cocheros
aumentan sus tarifas, los caballos no comen por amor
al arte i su flacura toma proporciones metafísicas. Ño
se habla, en fin, ni se sueña, ni se piensa sino cosas rela-
cionadas con el Anillo del Nibelungo.
Imposible abstraerse, separarse, aislarse en otro cir-
cuito ; tanto valdría tener calor en crudo invierno sin
estar enfermo.
— 197 —
I tal presión, que no censuro, como cualquiera podría
inducirlo de los párrafos anteriores, hace el papel de un
aperitivo, es benéfica, prepara el ánimo para gozar de
un espectáculo nuevo si hai algo nuevo en el mundo.
I-,a princesa de Gales ha dejado su brumoso Londres ;
los nobles, los aristócratas, los políticos, los potentados
de la tierra por su nombre, su influencia o su fortuna,
han salido de sus patrios lares para alojarse en Bay-
reuth, como simples mortales, en cuartos menos poé-
ticos que el mió, i todos, sin hacerse esperar, estarán
atentos al primer anuncio, amontonados en el pórtico
del teatro.
Hacia en 1896, veinte años que no se representaba
en Bayreuth ni en parte alguna, la serie completa de
óperas que componen la llamada tetralojia del Anillo del
Nibelungo.
En los años anteriores se habia dado una o dos partes
i alguna otra ópera del divino maestro. En Viena, en
París, en Londres i otras grandes ciudades habiase sola-
mente representado fragmentos o cuando mas partes
mutiladas de la obra. La impresión por lo tanto, fué
colosal cuando este año se anunció la serie completa i
una representación modelo en su jénero, con la mejor i
mas sabia orquesta del mundo. Los maestros, los aficio-
nados, los críticos i los enloquecidos de todas partes, se
prepararon, muchos hicieron sacrificios para obtener
billetes a precios salvajes, i los grandes diarios designa-
ron sus corresponsales para enviarlos en tiempo opor-
tuno a la privilejiada, pequeña i soñolienta ciudad de
Bayreuth.
Yo fui uno de tantos atraidos por el anuncio, i debo
a esta curiosidad, de mi espíritu, haber presenciado un
espectáculo que no olvidaré jamás.
No me acuerdo de haber dormido con sueño normal
en Bayreuth, de haber tomado alimentos con sabor deter-
minado, de haber pensado cosas racionales, ni haber es-
tado un solo momento en mi ser natural. Todo tenia para
— 198 —
mí acordes, melodías, notas, fusas, semifusas, tonos ma-
yores i menores, claves i sinfonías. Vivía en plena mito-
lojía alemana, i los bemoles se mezclaban hasta con las
cuentas del hotel que contenían notas colosales.
El teatro, hecho espresamente para las óperas de
Wagner, por el reí mas loco i de mejor gusto que han
visto los pueblos, se levanta en una colina fuera de la
ciudad. Conduce a él una ancha avenida cuyas veredas
flanqueadas por árboles elevados, ofrecen un cómodo i
agradable camino.
A la hora conveniente la calle central se llena de
carruajes ocupados por lujosas damas i caballeros i
corre en las márjenes un rio de jente a pié, venida de los
cuatro puntos cardinales, ostentando los trajes i aspec-
tos mas variados.
Los habitantes de la ciudad, que ya han oido las ópe-
ras o que tienen otros intereses en vista, concurren
solamente al desfile pero contribuyen a dar al paraje
una animación estraordinaria.
Esa masa inmensa de jente se agrupa por último en la
esplanada delante del teatro o se disemina en grupos en
los jardines que lo rodean i no son los menores atractivos de
la escena el bullicio de los comentadores, los encuentros
inesperados i los contactos recientes de los eterojéneos
concurrentes, entre los cuales un príncipe i una modista
se codean, o conversa un noble infinitamente pobre con
un banquero vulgar inmensamente rico, o con una actriz
en vacaciones, recordando las horas sazonadas de otra
época.
En esto se presentan en el atrio cinco o seis músicos
armados de instrumentos de cobre i tocan a los cuatro
vientos, el motivo del próximo acto : unas cuantas notas
sencillas pero admirablemente combinadas que se insta-
lan i radican en el alma por toda la vida i repetidas mas
tarde en mil situaciones, infiltran un deleite infinito.
— 199 —
I aquí se inicia el trabajo complicado del cerebro. Las
impresiones van a crecer en intensidad por la prepara-
ción orgánica i por la complicidad de sensaciones aferen-
tes conexas o reflejas que determinan escitaciones de un
carácter emocional superior al de las auditivas aisladas.
Cada concurrente se halla ya templado en un tono de
hiperestesia cerebral que le permitirá rejistrar detalles
musicales ínfimos, aumentar sus efectos i a favor de ellos,
llevar su propio sistema nervioso a un grado de tensión
semi-morboso.
Las puertas del teatro se abren i dejan penetrar la
turba frenética. El espectador desde su asiento, estiende
la vista sobre un mar de cabezas escalonadas en el anfi-
teatro semi-oscuro, limitado a los lados por pilares que
dejan huecos vacíos, como depósitos de aire ; atrás por
palcos i adelante por el escenario; ochenta i cuatro bom-
bas deslustradas de luz en lo alto de los pilares i veinte
mas abajo, constituyen todo el alumbrado antes de levan-
tarse el telón. Las luces de arriba se apagan de golpe ;
es el anuncio preparatorio . . . Una conmoción inevita-
ble recórrelos cuerpos; se oye el ruido causado por el
roce de las ropas, obedeciendo al estremecimiento ner-
vioso de los músculos que se acomodan. Un segundo
después las lámparas restantes se estinguen i la sala se
sumerje en las tinieblas. La vista queda momentánea-
mente sin ocupación. . . el oido se aguza. Se oye los
primeros acordes de la orquesta que llegan al cerebro
sobre exitado, como una primicia del placer, como una
promesa de mayor deleite, trayendo los preludios ine-
fables de un amor que nace.
Todas las funciones de relación en los espectadores
parecen suspendidas; nadie respira, nadie vé, nadie se
mueve. Hasta los actos involuntarios habituales en cual-
quier momento como un golpe de tos o una respiración
forzada, obedecen de repente la consigna. En dos mil
personas han quedado abolidas al mismo tiempo todas
las necesidades perceptibles de la vida; i este fenómeno
— 200 -
inconcebible dura hora i media, dos horas^ sin revela-
ciones esternas de cansancio. Ni un desmayo, ni un
síncope, ningún accidente, en fin, viene a perturbar la
exelsa gloria de sonidos en que se acumulan, deslien,
esparcen i vuelven a juntar los tonos, los acordes, las
aparentes disonancias, en formidables turbiones que
producen el singular efecto de parecer variados cuando
se quiere fijar su monotonía i monótonos cuando se in-
tenta percibir su variedad.
Pero como la vida vejetativa tiene sus derechos, el
estado semi-cataléptico producido por la audición, si
bien aplaca temporalmente las exijencias del bienestar
corporal i hasta las borra por momentos, no alcanza sin
embargo a suprimirlas; i aquí viene para mí el único
reproche formal tal vez que yo haya oido formular con-
tra Wagner.
El oido puede permanecer en estado de gozo durante
un tiempo dado. Si la audición atenta traspasa el límite,
variable para cada sujeto, se entra ya en la zona del
sufrimiento por serias causas, entre otras, por el aumento
de temperatura en la sangre que suele producir estados
febriles i los produce ciertamente incómodos. Se puede
admitir como regla, no fija, que a las dos horas de audi-
ción atenta, muchas veces antes i con mayor razón des-
pués, la temperatura sube de un grado o mas. Pero
hagamos caso omiso del oido i supongámoslo en estado
de goce continuo ; no por eso el resto del animal dueño
de tan feliz aparato, los músculos, por ejemplo, de las
piernas, de los muslos, del tronco, de los brazos, del
cuello, por no citar todos los componentes del sujeto,
obligados a mantenerlo en equilibrio sin variación efi-
ciente de postura, i no teniendo particulares motivos
para participar del deleite artístico, mandan mensaje
tras mensaje al cerebro avisando que ya no pueden mas.
Tal situación, como se concibe, es incompatible con
cualquier clase de fruición estética.
— 201 —
El mismo Wagner no gozaría en el cielo oyendo can-
tar a anjélicas jerarquías, si un arcánjel lo estuviera
moliendo a palos.
La crítica respecto a este punto es incontestable i en
vano se tratará de mitigarla con esplicaciones plausibles.
Algunos músicos, entre ellos uno célebre francés, afir-
nian que a Wagner le ha faltado el sentido de las pro-
porciones indispensables en el teatro, i sus admiradores
mas entusiastas confiesan que a veces la audición es
laboriosa.
Los mismos actores en las tablas, a pesar del fuerte
estímulo i del amor propio que los tonifica, sufren la
presión del tiempo. El Hércules Farnesio representando
a Siegfried quedaría agotado antes de concluirse la
ópera.
Dicho esto con científica imparcialidad, no hablaré
mas del defecto cuya consecuencia puede ser lastimosa ;
( la mutilación de las óperas para hacerlas viables en la
jeneralidad de los casos); sino para formular mi opinión
sobre su causa i pasar adelante.
Wagner al no tomar en cuenta la resistencia de su
auditorio, cuando compuso su Tetralojia, procedió como
la Naturaleza : con inocente crueldad.
No tuvo en vista dimensiones j ni para llenarlas, ni
para privarse de exederlas !
Como todo autor sujetivo hizo su espectador de sí
mismo i cuando midió las proporciones de su obra, solo
buscó satisfacer su plan de sensaciones, creando un
organismo, un sistema. Sus modelos estaban en el mundo
físico ; sentido, entendido ; en la Naturaleza j i la natu-
raleza no es objetiva : c'est la son moindre defaut.
Cuando llueve durante un día entero, la lluvia no ave-
rigua si uno necesita salir i si tiene o no paraguas.
Cuando sopla un viento constante haciendo arpas
cólicas con las enredaderas en los árboles o silbando
por las rendijas en las casas, las ráfagas no saben que
un enamorado pasea por los bosques ni que el infeliz
habitante de un cuarto con puertas mal ajustadas, se
desvela con el ruido sin diapasón i sin ritmo.
Ni el día ni la noche se acortan, ni la tempestad se
— 202 —
mitiga por consideración a las jentes; ni el mar en bor-
rasca se aplaca para aliviar las angustias de los nave-
gantes !
Véase ahora las diversas escenas en la Tetralojia:
amanece, anochece; las olas cantan en voz baja, el hura-
can sacude las ramas en la selva, el cielo se nubla, se
oscurece, el bosque manda sus ruidos misteriosos, las
aves cantan i mientras las maravillas de la ópera delei-
tan el alma, los pobres artistas están clavados en el sitio
asignado por la crueldad del compositor, oyendo monó-
logos eternos.
En las óperas de otra índole, la prima dona, el barí-
tono (que es siempre un marido) el tenor i el bajo han
sido tomados en cuenta. Se ha hecho una aria para que
luzca la prima dona, un dúo para el tenor, un solo para
el primer violin i así por el estilo.
Wagner no tiene esas complacencias: si el drama
exije que la soprano se quede tierra adentro, no aso-
mará ni la punta de la nariz hacia la orquesta i el tenor,
su asiduo acompañante, se estará quieto i callado media
hora si el libreto le impone escuchar el relato de las
aventuras de sus abuelos.
Precisamente esta rejimentacion constituye una forma
nueva con relación a la concepción anterior del drama
músico.
Recuérdese: En las primeras óperas el cantante lo
hacia todo ; la orquesta era un accesorio ; unos cuantos
instrumentos bastaban para el caso. Después la orquesta
fué ganando terreno i la cofradía cantante disminu-
yendo su acción i su importancia. Así, la evolución que
con Wagner ha llegado a una de sus mas altas plani-
cies, hace de los cantantes simples instrumentos, sin que
la prima dona tenga mayores derechos que la flauta,
ni el tenor que un corneta-pistón. ¡El bajo es un figle
ambulante i nada mas!
Compuesta de este modo una orquesta con arpas, so-
pranos, flautas, contraltos, violines, meso sopranos, cor-
— 203 —
netas, tenores, clarinetes, barítonos, oboes, bajos, violon-
celos, tiples i pífanos . . . el maestro Wagner ha conseguido
arrancar a la acústica las mas bellas armonías musí-
cales, las combinaciones de timbres i hasta de resonan-
cias, que hacen de su obra llena de sorpresas encanta-
doras, un sublime deleite cuyos efectos despiertan la
intuición de un estremecimiento sensual sin historia en
los centros nerviosos sensitivos i sin antecedentes rejis-
trados en la mente.
Wagner ha compuesto su Anillo de los Nibelungos
como habria hecho su libro predilecto un autor literario ;
con amor, con estilo, con un organismo i un sistema. Si
el sentido de las proporciones ha sido débil a veces,
¡ cuanta delicia en la repetición de lo bello !
Ha dividido su obra en cuatro síntesis, encadenadas,
ligadas, correspondientes, para formar un cuerpo homo-
jéneo, indisoluble. El Prólogo o primer acto contiene
en música, en estética i en concepto, el substractum de
todo el acontecimiento universal i eterno, pues tal es la
obra de Wagner; i en cada uno de los actos siguientes
las repeticiones intencionales aprisionan al espectador i
lo sujetan a las continjencias de la trajedia.
En el segundo acto de la Walkiria, Wotan refiere a
Brunnhilde episodios que ponen en autos de los sucesos
al que no ha oido el Oro del Rin; en el primer acto
de Siegfried el mismo Wotan en su diálogo con Mime,
da noticias eficientes sobre el Oro del Rin i la Walkiria
i por fin en el Crepúsculo de los Dioses las tres partes
anteriores se resumen por la escena de las Nornas i mas
claramente por la completa narración de Siegfried.
Pero así como en cada página de un escritor se co-
noce el estilo i en cada ser viviente, la raza o la especie
vejetal a que pertenece, por cada síntesis de la Tetralo-
jia, aun separada de sus hermanas, se comprende el
poema estético en sus figuras mentales i musicales, se
asiste a la aparición de sus elementos primitivos i se
sigue el destino final de sus encarnaciones dramáticas.
- 204 —
La unidad es la leí de la acción: .unidad de conceptos,
unidad de sonidos i unidad concomitante de juego
escénico.
Las pasiones humanas, ya sea en el alma de los dioses,
de los jigantes o de los seres malditos, emprenden su
carrera en los albores de la acción mitolójica i la siguen
fatalmente hasta la total destrucción de cuanto ha nacido
de la transgresión i la violencia.
La ambición, la cólera, la venganza, el crimen, la
preocupación, las reglas admitidas, el odio, la sed de
poder i de riquezas, el amor, el heroismo, la joie devivre
como dicen los franceses en esa su frase de sabor tan
especial, hablan con voz propia i asumen su papel en la
trajedia.
Cada concepto tiene su motivo, cada substractum su
tema, cada pasión su figura simbólica en la frase musi-.
cal adherida a su esencia.
Por esto el espectador, aun ignorando el poema i sus
imájenes características, tiene la aptitud de entender en
el drama, en el canto, en la orquesta, algo que traducido
en sensaciones, representa el contorno estético de la idea
fundamental aun cuando no la forma de un pensamiento
concreto.
Wagner ha recojido sus motivos en los accidentes
físicos de la tierra ; el golpe del martillo sobre el yunque,
el choque del agua contra las rocas, el palmoteo de las
olas, los murmullos de la selva, las estridencias de la
cólera i las modulaciones de la ternura en la vozhumana,
han enviado las notas a su pauta. Pero el espectador ha
oido también esos rumores i lamentos en situaciones
sensibles de su vida i al oírlos de nuevo en la ópera, los
encuentra perfectos como símbolos sintéticos.
Yo no oiré nunca un sonido igual a cualquier nota de
las del tema de la Fragua en Siegfried, sin reconstruir a
su amparo en mi memoria todas las delicias de Bayreuth.
Esta calidad de los motivos de pegarse para siempre,^
por toda la vida, al oido que los percibió una vez, prueba
su orijen, su cuna limpia, pura, clara; esos tonos de
esencia admirable en su sencillez inocente, han brotado
en la tierra como las flores, como el agua en las rocas,
— 205 —
por eso se incrustan en las almas de todos los hombres
rústicos o educados-
Cierto es que un hecho natural no tiene por espresion
única i jenuina una combinación arbitraria de sonidos,
pero la adoptada por Wagner para cada persona, situa-
ción o paisaje de su poema, se armoniza de tal manera
con las representaciones acarreadas por los otros senti-
dos, aparte del oido, al cerebro, que éste hace de cada
reunión de notas en motivo, la encarnación del héroe,
del paisaje o del momento trájico.
Por todo ello exaltamos a Wagner i además porque
Cuando leyendo una pajina o escuchando una
sinfonía, encontramos imájenes amigas de nuestras emo-
ciones, el placer que suscita esa armonía se convierte
en aprobación instintiva, en admiración a veces i en
formas inconcientes, amamos al autor que nos traduce,
llamándole filósofo i artista.
¡ El altruismo en su esencia es amor propio !
La adaptación de las figuras auditivas a los elementos
trájicos, ha permitido a Wagner clasificar sus aj entes i
dar una personalidad música a los sujetos, verbos i
atributos, a las entidades vivientes de su frase.
En tal concepto la Tetralojia nos presenta estas deno-
minaciones, ya para siempre inherentes a su tecnicismo :
Motivo de la amenaza ; Tema de servidumbre ; Motivo de
Brunnhilde, del Elemento orijinal, del Pacto, de la Fragua,
de los Jigantes, del Casco májico, de la Reflexión, del
Arco-iris, deWalhall, del Crepúsculo délos Dioses; tema
de la Fuga, de Walsung agotado, de Siegmund, del Amor
heroico, del Sueño, del Juramento de las Walkirias, del
Pacto de venganza, del Derecho a la espiacion de Sieg-
fried, de la Persecución, del Amor por la Redención.
I ya tenemos en estos temas i motivos, no solo sujetos
acústicos sino amigos, guias, consejeros ; apenas asomen
los saludaremos como conocidos antiguos con afecto i con
gusto; ya los entendemos, ya sabemos su oríjen i sus fines.
Su sola aparición nos traerá un mundo de recuerdos.
— 206 —
No encontraremos el motivo de Walhallsin pensar en las
tribulaciones de Wotan i por encadenamiento, en el terror
de Freia, en los Jigantes, en las Hijas del Rin; i no
oiremos el tema de Siegmund, de las Waikirias, de Sieg-
fried, de la Fragua sin ver a la desgraciada Sieglinde, a
la tierna Brunnhilde o recordar «la canción de la pri-
mavera >, los divinos «rumores de la selva >, al pobre
Mime que al ñn no era tan malo, i al Dragón, otro infe-
liz cuya culpa como la de cualquier avaro, consistia en
guardar su dinero sin prestarlo siquiera a interés, como lo
baria un banquero.
I todo ello nos hará ver al mismo tiempo el cielo, el
mar, montañas, rios, selvas profundas, tempestades, pai-
sajes admirables, la aurora, el sol, el dia que declina i la
serena majestad de la noche que arroja sus tinieblas
sobre el mundo.
Porque esas cuantas notas de los motivos, tan senci-
llas i tan naturales, son intensamente subjetivas i con-
ceptuosas; porque forman centro, foco núcleo de donde
emerjen i a donde converjen maravillas musicales, melo-
días, acordes, armonías celestiales creadoras a su vez de
otras imájenes i fantasmas que vagan, flotan, se contraen,
huyen i vuelven como las olas del mar.
Poder traducir así la naturaleza esterior en su figura-
ción cerebral, equivale a tener en la mano una potencia
creadora para llegar con ella a lo supremo del arte.
Allí ha ido Wagner alterando las leyes aparentes,
innovando los fundamentos consagrados, rebelándose
contra la tradición, la rutina i las costumbres, imponién-
dose por fin en nombre de la ciencia i de la estética,
hasta el punto de prod^icir en su auditorio, aun ocasio-
nal i adventicio, un sentimiento de dolor por la renuncia
a sus antiguas aficiones, de remordimiento por el aban-
dono de lo que amó sin escrúpulo, sin comparación i
sin sospecha, de angustia por la abjuración de antiguas
idolatrías tal vez hondamente arraigadas en el alma, en
presencia de lo insuperable.
— 207 —
No caeré yo en el error de llamar oscuro al tema inte-
lectual como otros lo han hecho ; para mí es sencillo i
ha sido espuesto con frescura, sin faltarle los golpes de
escena que caracterizan el talento dramático del maestro.
Para aquellos de mis lectores que no conozcan o no
recuerden el mito del Nibelungo, haré un lijero bos-
quejo.
La Tetralojia o sea el < Anillo del Nibelungo > com-
prende: el Oro del Rin, como prólogo, la Walki-
ria, Siegfried i el Crepúsculo de los Dioses. Figuran en
la serie, los Enanos que habitan las entrañas de la
tierra, como si dijéramos el Infierno; los Jigantes, los
héroes, las Ondinas, las guerreras i los Dioses, con
sus mujeres, que habitan el cielo o Walhall. £1 destino
rije la vida de todos estos personajes provistos de
pasiones humanas en grado heroico. El Oro es el arbi-
tro del Poder, pero no lo da sino a quien renuncia
al Amor. Las mujeres, accesorios indispensables, repre-
sentan la Estética i la Ternura. Las Ondinas o Hijas
del Rin están a su cuidado. Un nibelungo, de la raza
de los Enanos, Alberich, renunciando al amor, se apo-
dera del oro i con un poco de este metal, se hace un anillo
omnipotente, símbolo del Poder en adelante; ademas su
hermano forja un yelmo cuya virtud consiste en tras-
formar al que se lo ponga, según su gusto. Por com-
binaciones del drama el nibelungo pierde su anillo:
pero al perderlo le comunica por medio de una mal-
dición, la influencia fatal de hacer desgraciado a quien
lo posea. Wotan el Dios, ha hecho construir un palacio
en el Walhall por los jigantes, prometiendo entregar-
les en pago a Freia, la Diosa del Amor i de la Juven-
tud ; los jigantes reclaman su salario pero el sacrificio
es grande i además Freia se opone de un modo lasti-
moso. El Dios entonces por un artificio, se hace dueño
del oro, del anillo i del casco, de la suma del poder
digamos, i entrega todo ello a los jigantes en reem-
plazo de Freia. Fafner i Fasolt, los jigantes, se pelean
— 208 —
al repartirse el precio del rescate; Fafner mata a Pa-
solt, i dueño ya del tesoro, toma la forma de un
dragón para guardarlo. Wotan, aventurero como todos
los dioses, seduce una terrestre llamada Erda, quien le
da muchas hijas : las Walkirias, guerreras cuya misión
es la de recojer en los campos de batalla Jos héroes
muertos i llevarlos al Walhall. La Walkiria protagfo-
nista es Brunnhilde, tierna i bella muchacha, mestiza
de Dios i mortal.
Pero ni los héroes domésticos ni las Walkirias pueden
rescatar honorablemente para Wotan, los tesoros i talis-
manes perdidos con el oro sustraido a las Hijas del Rin,
bienes cuya devolución solamente puede salvar a los Dio-
ses i redimir al mundo. Para la reconquista sin mancha se
necesita una entidad independiente. Wotan que no obstan-
te ser un dios casado, siempre andaba buscando pretestos
para meterse con las mujeres de la tierra, resolvió crear
el héroe requerido i elijió para el caso una mortal fe-
cunda, quien se pasó de raya dando a luz dos mellizos,
varón i mujer, Siegmund i Sieglinda. Un tal Hunding se
apodera de Sieglinda a su tiempo i hace de ella su es-
posa. El estúpido Wotan ha clavado una espada sagrada
en un árbol de la casa de Hunding, de donde Siegmund
la toma para defender su raza i con el mismo fin se
escapa con su hermana la señora de Hunding, con la cual
tiene relaciones algo mas que fraternales. Siegfried na-
cerá de esta alianza en oportunidad. Freika, mujer de
Wotan, encuentra lo que pasa inmoral i el Dios sacrifica
a su propio hijo, porque según se ve, los dioses mito-
lójicos hacen siempre lo contrario de lo que se propo-
nen, como el nuestro, quien al decir de las jentes, hizo
al hombre a su imájen i semejanza i ya ven ustedes cómo
hemos salido!
Lo mismo hace con su nieto Siegfried, como se verá.
Este forja una espada con los pedazos de la de su padre,
rota por su abuelo ; acomete las mas grandes empresas,
mata al Dragón, conquista sus tesoros, los desdeña con-
servando solo el anillo i el casco ; se hace amar de
Brunnhilde, a quien Wotan el tonto hizo dormir en una
montaña, en castigo de haber intentado salvar a Sieg-
— 209 —
mund, i rodea su tumba de cintas de fuego solo accesi-
bles para un héroe sin temor i libre como Siegfried.
Pero como el nieto se parece un poco al abuelo en lo
simple, abandona a la tierna Brunnhtlde dejándole el
anillo maldito, se lanza en pos de nuevas aventuras, i da
por ñn con la hermosa Gutrune, la cual enamorada de él
le hace beber un filtro que borra los recuerdos. Siegfríed
comete sin saberlo la infamia de engañar a Brunnhilde,
quitarle el anillo, entregarla en brazos de Gunter, her-
mano de Gutrune en cambio de esta; para ello ha toma-
do la forma de Gunter gracias al yelmo. Pero Brunnhilde
descubre la traición i revela sus amores con Siegfried ;
Gunter se cree engañado i se hace un pacto de venganza
con ayuda de Hagen hijo de Alberich. Siegfried en una
cacería libre ya de los efectos del filtro, cuenta sus aven-
turas sinceramente; Hagen lo mata a traición; Brunnhilde
conoce por las Hijas delRin, la causa de su engaño,
toma de la mano yerta del héroe el anillo fatal, i cuando
ya el cuerpo de su amante ha sido puesto en la hoguera
preparada, monta en su caballo de batalla i se lanza al
fuego. Las hijas del Rin recobran su oro en su símbolo,
el anillo, pero Walhall se derrumba i con él los dioses
i los héroes.
Agosto 14, Nuremberg.
Tenia gran deseo de conocer Nuremberg i heme aquí.
Estoi en el Wurtemberg-hof, concurridísimo hotel, con
trescientos asientos en su mesa redonda. La ciudad con-
serva como se sabe sus murallas, sus torres, sus fosos,
sus castillos i demás reliquias de la Edad Media. Lo eter-
•^namente viejo vive aquí en santa paz i armonía con lo
reciente i mas nuevo ; un trenvia eléctrico al lado de
un muro de ochocientos años ; un aparato telefónico en
un castillo secular i decrépito, i cosas por el estilo. Las
novedades mas bulliciosas se instalan sin el menor aspa-
viento en las mas viejas armazones. El contraste es pal-
Por fHorés i por tierras 14
— 210 —
pitante, pero no choca. Visitamos una Esposicion insta-
lada en un inmenso jardin; su importancia principal
reside en las máquinas, locomotoras sobre todo ; lo
demás mui bueno también, pero parecido a los artefactos
i productos que se muestra en las ferias industriales.
Los puentes sobre el rio o mas bien arroyo Pegnitz
ofrecen un agradable punto de reunión durante la noche ;
la vista de las aguas, negras en parte, con puntos brillan-
tes, reflejo de los picos de gas o focos eléctricos, entre-
tiene i convida a la meditación.
Naturalmente dimos nuestro paseo por las iglesias de
estilo gótico ; en una de ellas vimos la tumba de Teo-
baldo con sus mil estatuitas i bajo relieves ; las estatuitas
son de personajes a veces estrafalarios, i muchos an-
jelitos afectan posiciones graciosas i ridiculas jugando
con mil objetos. A primera vista, tales adornos me pa-
recieron impropios en un sarcófago, pero después, re-
flexionando, juzgué que no iban tan mal allí si el artista
habia considerado la muerte como una felicidad i una
gracia divina. ¡ Vaya una gracia !
Ningún viajero deja de ver el castillo viejo en Nu-
remberg. Los patios, corredores i habitaciones de su
recinto no ofrecen nada de particular con relación a los
de la misma época i del mismo país. El gusto alemán
de los remotos tiempos tiene allí sus símbolos: grandes
chimeneas forradas de azulejos, muebles antiguos, feos i
pesados, espejos hechos de dos o mas piezas, salas
chicas o estensas, pasadizos i antros incongruentes,
pisos de diverso nivel, puertas i ventanas de todos los
tamaños . . . pero tal vez se ha vivido allí confortable-
mente, a pesar de hallarse las cocinas en otro barrio
respecto al comedor i no percibirse el menor síntoma de
- 211 —
la existencia de otras oñcinas indispensables. Como
singularidad sin embargo, el castillo ofrece su depar-
tamento de tortura i su pozo. Horroriza ver los aparatos
con que se destrozaba el cuerpo de los acusados. No
mencionaré sino uno de ellos, la virjen hueca revestida
en su interior de largos i macizos clavos cuyas puntas
se tocan; la estatua es de hierro i se abre como un
armario, los condenados eran colocados adentro i atra-
vesados por cien punzones al cerrarse el aparato; los
clavos entraban al mismo tiempo en el pecho, el vientre,
en la frente, en los ojos . . . ¡ que bárbaros !
Vecino al departamento de la tortura, hai un cuarto
donde está el pozo del cual todos hablan; yo no puedo
decir de él sino que es mui hondo, pero la leyenda dice
otras cosas; para unos el pozo servia de sepulcro a los
muertos en la tortura, para otros era una via de comu-
nicación entre el Castillo situado en la montana i la
ciudad que se estiende en el valle. A pesar de estos
interesantes atributos, tal vez el pozo no servia sino para
proveer de agua i yo tengo para mí que era esa su única
e inocente función.
Fuera del Castillo son dignas de nota las fuentes, las
puertas i las murallas con sus profundos fosos llenos de
agua o vacios, según los casos.
Nuremberg es además célebre por sus fábricas de ju-
guetes i su gran manufactura de lápices de la marca
Faber tan conocida en todo el mundo.
Pero aquí debo señalar una terrible desilusión res-
pecto a los juguetes. Quise ver una fábrica de muñecas,
pregunté en una tienda donde se las hacia; la contesta-
ción fué :
— Aquí en Nuremberg no hai fábricas de muñecas ni
de juguetes.
— I entonces ¿de donde salen las pacotillas con que
ustedes inundan el mundo ? repliqué.
— Entienda usted, señor ; de Nuremberg salen, pero
nadie hace aquí una muñeca ni un juguete completo ; cada
— 212 —
casa de artesano es una fábrica i cada mujer, niño u
hombre, es un fabricante de algo. Unos hacen piernas,
otros cabezas, otros pelucas, brazos, ropa, cuerpos; así,
cada uno va poniendo su confección sobre la de su an-
tecedente.
— cNo entiendo», volví a replicar; pero mi interlocutor
no me dio mas esplicaciones ; para un alemán no enten-
der una cosa no significa nada; lo mismo ha de suce-
der todo, entiéndalo uno o no lo entienda. Sin embargo,
sostengo que ese modo de fabricar muñecas, es absurdo
i que las hechas así no pueden tener el menor aire de
familia sino en las cabezas o en las piernas separada-
mente, pues solo sus piernas o sus cabezas son hijas del
mismo padre.
Aun cuando el nombre <Faber» significa en todo el
mundo fabricación de lápices, yo solo tengo noticia de
la existencia de dos fábricas pertenecientes a miembros
de la familia Faber, siendo una de ellas la de esta ciu-
dad. El Faber de Nuremberg tuvo la complacencia de
mostrarnos su Establecimiento i esplicarnos, con la obra
a la vista, los detalles de la fabricación. Por suerte, a
mas de hablar francés este amabilísimo i distinguido ca-
ballero, uno de sus empleados hablaba español i los dos,
rivalizando en cortesias i colmándonos de obsequios,
convirtieron nuestra inspección en una visita de placer.
No sé si a todos les sucede lo mismo; yo esperimento
un verdadero contento cuando veo cómo se hace un ins-
trumento u objeto familiar de uso diario; un lápiz por
ejemplo. Me era mui conocido el nombre de Faber i
tenia gratitud a los que lo llevaban por haber puesto al
servicio de la humanidad i al mió propio, sus exclentes
lápices, famosos en todo el mundo ; por esto, con sumo
interés i verdadero entusiasmo, con cariño mas bien, me
acerqué al señor Faber, autor, padre, productor de los
abnegados utensilios que con el sacrificio de su vida,
dejándose cortar los flancos i afilar las puntas hasta
consumir su cuerpo entero, me han ayudado en mis tra-
- 213 —
bajos de redacción. Gracias a ellos puedo escribir acos-
tado, de pié) camioando i de cualquier manera; borrar,
correjir, reponer, alterar las palabras sobre el mismo
papel, sin echar borrones ni ensusíarme los dedos con
tinta, ni necesitar papel secante, ni pluma, sin suspender
la tarea para soparlo, sin tener que mojarlo siquiera
para marcar las letras.
Alguien dudará ahora de la inmensa ternura con que
fui a visitar la cuna de mis lápices, a sorprenderlos en
jermen, luego en embrión; a contemplar su desarrollo
observando los mecanismos que los enjendran i les dan
forma, a ver los recien nacidos, por fin, antes de su pri-
mer salida en falanje por docenas.
Veo primero en un patio una montaña de madera
olorosa, escojida, en gruesos tirantes; en otra parte ya
está en listones, luego en varillas mas finas, después en
otras aun mas delgadas i con una canaleta. Entré en
se^ida a un salón donde todo es negro ; allí se cocina
el grafito ; primero está amontonado como carbón, mas
tarde es polvo i tras de eso una masa caliente ; la masa
se vuelve hilos gruesos, blandos, enroscados unos sobre
otros; mas allá, en una mesa, se los ve estirados en
lineas rectas paralelas; así entran a los hornos; cuando
salen están duros i se meten como en un sarcófago en
las canaletas de las varillas de madera. A la sazón vie-
nen unos listones finos untados con cola i cubren las ca-
naletas encerrando el grafito. £1 lápiz ya está hecho;
pero no educado; falta pulirlo, vestirlo, acomodarlo.
Una máquina toma los listones rellenos i solo los suelta
cuando están transformados en cilindros o en tallos de
sección exagonal. Unos van á los talleres de pintura i de
barniz, otros se quedan con el propio color de su ma-
dera, pero bien pulidos. La oficina de espedicion los re-
coje, los cuenta, los clasifica, los agrupa, los empaque-
ta, los pone en cajas i los deja listos para emprender el
viaje al rededor del mundo, con su precio marcado, por
todo pasaporte.
Pero lo dicho no es sino un estracto sumario de las
mil operaciones necesarias para convertir un árbol i un
— 214 —
trozo de carbón en este universal i útilísimo instrumento,
indispensable ahora en la vida del hombre civilizado.
La fábrica hace toda clase de lápices, naturales i me-
cánicos, baratos i de lujo ; manufactura también otros
objetos de escritorio en armonía con su industria prin-
cipal.
Una buena colección de diversos ejemplares de sus
productos fué el regalo de despedida con que nos obse-
quió el señor Faber.
Como última nota de esta estraña ciudad apuntaré
los mercados efímeros, llamándoles así por su corta du-
ración. En sitios determinados, calles anchas por ejem-
plo o plazoletas, se improvisa de repente un emjambre
de instalaciones donde se vende legumbres, flores, carne,
fruta, ollas, vasos, sartenes, arroz, verduras, huevos i
cuanto Dios crió, pero principalmente alimentos, artículos
de consumo diario i objetos afines con los ramos de
cocina i despensa. Una o dos horas dura la feria, ani-
mada i bulliciosa i en un momento dado, cuánto en
ella habia desaparece, no dejando en el sitio ni rastro de
su existencia. La calle o plazoleta queda limpia, pero el
barrio ha hecho su trabajo, su provisión del dia, en el
mercado relámpago.
*
* *
París, Setiembre 2 de 1896, — Dejamos Nuremberg
el 15 del mes próximo pasado i llegamos a esta ciudad
el 16 del mismo, alojándonos en el Langham ; de allí,
cansados un tanto de la vida de hotel, para probar cómo
era la de la de casa particular, nos trasladamos a un pe-
queño pero cómodo departamento, donde comienzo de
nuevo mis apuntes mas o menos diarios. Si una vez ter-
minados decido darlos a luz, solo será con el propósito
de mostrar cómo un médico insignificante, sin ocupación
- 215 —
obligatoria, puede emplear su tiempo en París con al-
guna ventaja, dado el caso de realizar yo mis propósitos
de estudiar sin atarearme ni abandonar por completo
la vida social.
Setiembre ó, — Llevando nuestra curiosidad tradicio-
nal e histórica, fuimos hoí a Fontainebleau ; en mi memo-
ría flotaban las novelas de Dumas padre i hacian rena-
cer en mi corazón las emociones de la infancia. Debo
confesar que mi optimismo se debilitó un tanto en
presencia de la cuenta del hotel donde almorzamos,
antes de visitar el castillo; no obstante, lo encontré be-
llísimo, mejor que muchos de su jénero. Paseando por
sus galerías i sus salones, sus corredores, patios i ave-
nidas, veia en mi mente escenas i personajes de la histo-
ria de Francia, desde Enrique IV el rei simpático, hasta
Carnot el Presidente honesto, pasando por los Luises i
Napoleón. El Palacio es un museo histórico i de los que
menos ha sufrido, creo, durante los espantosos trastornos
del pueblo francés.
— Y la selva? — Allí vive con sus árboles indiferentes
ante la caida de la monarquía, la erupción de la comuna i
el ensayo de la república actual que no alcanza a recon-
quistar para la gloriosa nación, el esplendor de otros
tiempos, manteniéndola en una vida de tramitación i de
pasaje ; la selva con sus árboles inmóviles desde hace
siglos, sin modas, sin cambios de costumbres, sin visitas,
sin compromisos i sin mas espectáculos que los de las
constelaciones del cielo cuyo pasaje por el meridiano
miran desde sus altas i serenas copas. Si yo deseara
ser algo, no desearía por cierto ser Presidente de repú-
blica sud americana, cuando hasta analfabetos lo han
sido, desearía ser encina de Fontainebleau con 550 años
en mi tronco, con mis hojas verdes renovadas i sin
cambiar de sitio ni de posición social.
* *
— 216 —
Setiim^e 8, — Vecino a Notre Dame de París está el
hospital llamado Hotel Dieu, que la mitad a lo menos del
París de Notre Dame conoce directa o indirectamente.
Este hospital, viejo como el mundo, ha sido refaccionado,
i por un efecto mui común, las refacciones han hecho
mas notable su vejez. Yo ya lo conocia, pero hallándo-
me hoi en Notre Dame a donde fui a renovar mis senti-
mientos de amistad por Cuasimodo, quise verlo otra vez
i averiguar algo de su vida actual. Mis investigaciones
no me habilitan sino para comunicar a mi& lectores que
la casa, siempre mui concurrida, no recibe sino heridos o
enfermos, con esclusion de los niños, los crónicos, los
locos i los afectados de mal venéreo.
Setiembre 9, — Toda situación tiende a continuarse.
Habiendo visto ayer el Hotel Dieu, en virtud del aforis-
mo anterior, he ido hoi a visitar otro hospital, <:La Pitié>
rué Lacepéde, semejante en sus funciones al Hotel Dieu
pues tampoco recibe niños, locos, crónicos, ni venéreos.
Mui viejo, mui feo ; mas que hospital se me representó
una barraca descuidada. La sala de operaciones no
responde a su objeto ; de dos piezas inadecuadas se ha
hecho una dividida por gruesas columnas que son un
estorbo ; no hai surtidores de ag^a sobre la mesa central
ni el acomodo requerido ahora en la práctica quirúrjica.
Decrépitos i estrechos corredores han sido habilitados
de camas i hacen el papel de salas de partos. La Pitié
como hospital es digno de la Edad Media.
Para consolarme de mi decepción me fui, lápiz en mano,
al Beaujon i me encontré con otro viejo remodernado ;
pero en fín en este según rezan mis apuntes tomados en
el sitio, hai una buena maternidad con ezelentes incuba-
doras i una cocina de primer orden. Algo hube de criti-
car i ello fué el hecho de que una joven asistente, sin la
presencia de ningún médico ni practicante, estuviera dando
cloroformo a una mujer próxima a salir de cuidado.
— 217 —
Setiembre 20. — Varias pajinas de mi cartera dan
cuenta de mis escursiones i observaciones desde mi
ultima anotación hasta la fecha i dicen :
La Santa Capilla es preciosa i recuerda en algo a
Notre Dame; está sobre una cripta de bóveda, especie
de sala de estilo bizantino mui linda, dorada i con vidrios
decolores; la capilla propiamente dicha es una simple
galería de cristales sobre un cerco de muros, pero be-
llísima.
La Morgue, lugar de esposicion de cadáveres descono-
cidos, es oscura i desaseada, impropia de París.
En muchas partes de Europa los establecimientos
análogos son mas adecuados i mejor tenidos.
El Museo Dupuitren es una colección de horrores i
monstruosidades que abatirían el ánimo del espectador
mas vanidoso, si pensara que pertenece á una raza sujeta
a tan abominables accidentes. AHÍ entre los ejemplares
mas curiosos de la patolojia i las desviaciones de la re-
gla normal de los organismos he visto el modelo del mas
perfecto hermafrodita. Para mí, según mis estudios, ja-
más se habia encontrado reunidos en un mismo sujeto, los
órganos fundamentales de la jeneracion, i este ejemplar
los tiene; a lo menos así parece a la vista i así lo
deja comprender la leyenda puesta sobre la pieza, pues
como si únicamente se notara una sola deñciencia en
el hermafrodismo dice: cel canal diferente sustituye al
ligamento ancho >. Esto, mui claro para los médicos,
tal vez no lo es tanto para la jeneralidad de mis lee*
tores.
El Museo Orfíla, contiene preparaciones de anatomía
humana i comparada ; esta última colección es incompleta.
Mucho llaman mi atención los trabajos sobre vasos linfáti-
cos. La serie de globos oculares me hace pensar en que
he cometido un error al repetir en alguno de mis escritos,
una afirmación leida no sé donde, según la cual el globo
del ojo es igual en todas las edades; aquí hai ojos de
todos tamaños. Yo estoi seguro de no haber inventado
semejante opinión, pero tampoco puedo dudar de su fal-
sedad en vista de esta colección a menos de creer que
algunos de los ojos disecados se han achicado.
— 218 —
El conocimiento de las riquezas científicas acumuladas
en los museos Orfila i Dupuitren requeriría muchos años
de estudio.
Setiembre 27, — Desde el 20 basta la fecha he consa-
grado mi tiempo á inspecciones profesionales, examen
de libros nuevos i lo demás que el lector verá. He re-
visado en las librerías del barrio latino varios tratados
de diagnóstico; declaro con sentimiento haber encon-
trado en todos notables deficiencias.
Entro a la casa de Vasseur, rué de TEcole de Medici-
ne, a cargo hoi de Mr. Tramond, especial en preparacio-
nes anatómicas de cera i proveedora de varios institutos
i gabinetes estranjeros. Pregunto si no hai en algún mu-
seo de París una colección completa de preparaciones
de anatomía normal, como las de Berlín, Munich, Leipzig i
otras ciudades; el mismo señor Tramond me afirma
que no hai ninguna tal como yo la deseo^ pero sí muchas
parciales diseminadas según las diferentes especialida-
des, con la particularidad de que las colecciones alema-
nas contienen piezas numerosas preparadas en París, en
la propia casa de Tramond. El profesor Hiss a quien co-
nocí en Leipzig, le había comprado varías, i yo vi en los
museos de esa ciudad algunas de ellas.
Me muestra en seguida piezas realmente admirables;
corazones, oídos, cerebros i otras copias que forman
una dotación tan grande como la de cualquier museo.
Tenia en ese momento seis cuerpos de mujeres muertas
durante el embarazo, en conjelacion, para copiar, pre-
vios los cortes necesarios, cuando los tejidos estuvieren
bastante duros, la disposición de los órganos maternos i
de los fetos. Me promete llamarme cuando sea oportuno
para presenciar la operación.
Hemos hablado de las ventajas de estas preparaciones
i de la mayor o menor exactitud de ellas con relación a
los cuerpos vivos. «No sirven, me dice, para estudiar
anatomía, sino para recordarla una vez sabida; a veces
son peores i a veces mejores que las naturales. Son exac-
— 219 —
tas cuando representan partes duras bien colocadas i que
no alteran sus intrínsecas relacioneSf pues entonces se
puede copiar bien; por ejemplo, huesos, arterias g^rue-
sas inyectadas, nervios, músculos. Son inexactas cuando
esas condiciones no se verifican : así en jeneral, las co-
pias de preparaciones de esplanolojia son falsas, como
se comprende, pues, para hacer un orijinal bueno en el
cuerpo humano, se requiere encontrar resistencia al ha-
cer los cortes, i para crear esta resistencia se necesita
hacer inyecciones, las que destruyen las relaciones nor-
males de las partes i dan volúmenes inexactos, no pu-
diendo uno reglar la cantidad de inyección para todo el
trayecto de conductos tortuosos elásticos. De modo que
las preparaciones de esplanolojia son en parte figuradas^
poco mas o menos >.
Setiembre 2S, — Ayer devolví a un amigo mió, un libro
que me habia prestado : Des varietés cliniques de la
Folie en France et en Allemagne, par J. Roubinovich.
Nada enseña esta obra como nosografía; reprocha a
los alemanes el uso de las divisiones en cerebros válidos
i no válidos i compara esta clasificación con la francesa
de cerebros dejenerados i no dejenerados, igualmente
antojadiza. Figuran en el testo varios nombres téc-
nicos en alemán, algunos sin la traducción correspon-
diente : Wahnsinn, Blódsinn verruckteith, paranoia i
otros. Un defecto de la ciencia es la proliferación de
términos nuevos o exóticos, hijos sin duda de la petulan-
cia de escuela (Wahnsinn quiere decir locura ; blódsinn,
imbecilidad; verruckteith, demencia i también locura en
jeneral. No hallo en mis diccionarios la palabra /¿jr^j-
noia; Robinovitch la traduce por locura sistemada i esta
es la única de las voces exóticas usadas en su libro, de
la cual da una idea. En resumen, todas las clasifica-
ciones de las enfermedades mentales son incompletas,
confusas i antojadizas, inclusive la mia espuesta en mi
cátedra de medicina legal, hace años. La medicina men-
tal en suma, está aun en la infancia.
— 220 —
He devuelto también otros dos libros ya leidos i
estractados: Spillman, diagnóstico médico i Blocqet
OnanoíF, semeiolojia i diagnóstico de las enfermedades
mentales, hallándolas deficientes, como de pacotilla i para
el consumo diario. Ninguno de los dos, por ejemplo,
menciona el sitio de la médula adjudicado a los reflejos
diversos de los pies, de los tendones rotulianos, etcétera.
£1 de diagnóstico no tiene la menor alusión, cuando tra-
ta de los medios de esploracion de la vejiga, al endosco-
pio ; se dirá que eso es de cirujía, pero el trocar lo es
también como lo son las jeringas de absorción. Cuando
habla de los medios de esploracion de un órgano, un
libro de diagnóstico, no puede olvidarse de mencionar
los mas importantes.
*
Setiembre 29, — Me dirijo al Jardin de Plantas en busca
de sus museos. Después de mucho andar i preguntar,
doi con un preparador quien me recomienda al Dr. Ger-
bais, en mi propia tarjeta (la con títulos). Mr. Gerbais es
un distinguido caballero i un sabio, sencillo en su trato
por lo tanto ; es el director de la Galería de Anatomía
comparada, de paleontolojía i antropolojía, instalada en
un edificio nuevo, cuyo frontispicio ostenta las fechas
de 1826 i 1893.
Con la mayor deferencia me muestra todas las repar-
ticiones del Establecimiento cuyas colecciones una vez
arregladas, serán admirables, pues poseen ejemplares
únicos en el mundo. Los diversos grupos de iftónstruos,
clasificados según las formas de inclusión de uno en
otro individuo o de partes de uno en partes de otro u
otros, son verdaderamente insuperables en el momento
actual, a mi modo de ver.
Hai entre sus grandes cuadrúpedos el esqueleto de
un caballo fósil, completo, reconocible entre otros carac-
teres, por su uña adicional. A propósito de las serpien-
tes, Mr. Gerbais, me dijo: «todas son casadas, no
tenemos una sola jeune-fille». ¡Oh tremendo filósofo!
— 221 -
Este i otros Museos que existen en el Jardín de Plan-
tas forman un conjunto conocido con el nombre de
c Museo de historia natural >, colección de ejemplares
de los tres reinos, tal vez la mas completa del mundo.
* *
Setiembre 30, — El Dr. Pinero (médico argentino) viene
a buscarme i los dos vamos en visita de estudio, al Ma-
nicomio de Santa Ana, grande hospital sin mas particu-
laridad que su tamaño, su buena cocina i sus exelen-
tes células i departamentos con patio particular. Vimos
varias idiotas afectadas de mixoedema, niñas"* por la es-
tatura, viejas por la cara; i hablando de una cosa i
otra, llegamos a discutir con el practicante interno, so-
bre el valor clínico de la ilusión i de la alucinación, cu-
yas diferencias intrínsecas no eran para todos igualmente
claras. Dispenso a mis lectores de la molestia de infor-
marse a cerca de los resultados de la discusión.
La Salpetriére, a donde nos dirijimos en seguida, era
para nosotros un antiguo conocido, en cuyas colosales
reparticiones se alojan locos, idiotas i enfermos de afec-
ciones nerviosas. Recorrimos las viejas i las nuevas ins-
talaciones en aquella metrópoli dándonos cuenta de su
enorme importancia cientifíca i humanitaria. Entre los
nuevos institutos me llamó mucho la atención el de apli-
caciones de electricidad i en este, los aparatos de alta
frecuencia i soplo eléctrico. No nos creimos autorizados
para examinar determinados pacientes en las enferme-
rías i yo me vi obligado a postergar la satisfacción de
mi curiosidad de ver los efectos de ciertas enfermeda-
des nerviosas en la piel, material abundantísimo en este
hospicio.
Octubre 12, — París ha estado desde hace mas de un
mes preocupado del Emperador de Rusia, que llegó con
su mujer el 6 del presente. Fué recibido de una manera
memorable; creo que jamás en la tierra se ha hecho
~ 222 —
una mejor acojida a nadie; lujosa en estremo, cariñosa
en alto ^rado, entusiasta, respetuosa, sincera, aunque un
poco interesada (hai casos en que el interés es lejítimo,
casi noble). La ciudad de Paris ha gastado en sus feste-
jos de dos dias muchos millones, pero los habitantes han
ganado ; el dinero no ha salido del municipio ; los hués-
pedes estranjeros i franceses han invertido aquí enormes
sumas; el emperador de Rusia solamente ha dejado mas
de millón i medio de francos. Vimos su entrada de la casa
de Dominguez, secretario de la Legación Argentina en
la Avenida du Bois; mas tarde recorrimos los bou-
levards iluminados profusamente i estuvimos en la Plaza
de la Co»cordia que ardia toda entera, convertida en un
inmenso fanal.
Al dia siguiente hubo fuegos artificiales en la torre
Eiífel (una maravilla).
Como estuvimos entre la muchedumbre, al retirarnos
con ella, tuvimos ocasión de saber por esperiencia lo
que es una apretura en un tumulto i comprender cómo '
en él queriendo todos salvarse, todos concurren a ma-
tarse ; al regresar del sitio de los fuegos por la avenida
que bordea el Sena, los doscientos mil espectadores en-
contraron la via ocupada por carruajes que no podian
ni avanzar ni dar vuelta; como nadie sabia esto la jente
se fué aglomerando i hubo una larga media hora en
que nadie se movió ni podía moverse, aumentando a
cada minuto la presión; ya estaba cada uno a punto de
no poder respirar ni hacer el menor movimiento, cuando
se abrió paso la masa de adelante i pudimos librarnos
del espantoso conflicto.
El 8 partieron el Czar i su comitiva. Desde la Emba-
jada rusa hasta Versailles a lo largo del camino por los
dos lados había un cordón de jente mas o menos grueso
i en Versailles como medio millón de personas. Los
diarios han dado tantos detalles que toda descripción
aquí seria inútil, pues en cualquier tiempo pueden ser
consultados si eso llegara a ofrecer interés.
— 223 ~-
Octubre 12, — Después de los libros a que ya me he
referido, he leido los tres volúmenes de la última edi-
ción de Dieulafoi, patología interna; además, detenida
i minuciosamente un tratado mui bueno de diagnóstico
médico de Spehl, en el que he aprendido mucho, recti-
ficado algo i comprobado bastantes puntos. La intelijen-
cia de sus diversas partes me ha obligado a consultar
repetidas veces mi libro de anatomía, mi pequeño Bayle,
tan bien concebido que ha viajado conmigo por todas
partes i que conservo desde hace mas de treinta años;
exelente manual a pesar de sus deficiencias, pues el po-
bre carece de los datos recojidos en los últimos estudios
i hasta de las palabras técnicas de nueva data, princi-
palmente en la anatomía del cerebro, pero útilísimo
todavía para refrescar la memoria en esta parte de la
ciencia cuyos detalles olvida el médico tan fácilmente
aun cuando haya ganado premios como disector, siendo
estudiante.
♦
Octubre 13. — Visito las librerías del barrio latino ;
compro un tratado de diagnóstico quirúrjico de Plicque
i un pequeño manual de anatomía de Ford que con-
tiene lo mas nuevo, no es pesado i reemplaza con algu-
na ventaja á mi Bayle siendo tan portátil como él. Hago
otra inspección en el taller de preparaciones en cera
del Dr. Tramond, Chevalier de la L. H. &a, preparador
i proveedor de las Facultades ; veo una espléndida i
reciente preparación del Páncreas i varios cortes 'del
cerebro, entre los que hallo uno que muestra la disposi-
ción de los cuerpos estriados, tálamos ópticos i cápsulas
interna i esterna, órganos que desempeñan un papel tan
importante en las funciones cerebrales. El señor Tramond,
según se sabe, hace sus piezas copiándolas del natural
para lo que somete a los cadáveres o trozos de ellos a
la acción del hielo por varios dias.
Atravieso la calle i entro en la fábrica de instrumentos i
aparatos para cirujía i medicina de Collin, antes Charrier,
que está en frente. Hallo una admirable instalación. En
— 224 —
solo la exibicioiif esplicaciones requeridas por los clien-
tes i venta de instrumentos, hai ocupados como diez
dependientes, todos instruidos en el ramo i aptos para
enseñar el uso de cada pieza científicamente i describir
las mejoras i perfeccionamientos introducidos en la fa-
bricación por consejo de médicos o inspiración de los
propietarios i artesanos. La casa puede hacer i hace con
la mayor perfección, cuánto se le pide en lo concerniente
a su industria. Paso en ella un par de horas viendo ins-
trumentos.
Octubre 14. — Llueve a cántaros i no salg^o, me paso
estudiando todo el dia en mis dos libros recien traidos i
consultando otros, ¿para qué me tomaré tanto trabajo?
Octubre IS. — Voi a recorrer librerías; nada en-
cuentro que me interese, a lo menos tanto como para
decidirme a cargar con mas volúmenes en viaje. Vuelvo
a la biblioteca nacional i la hallo esta vez mas mal que
antes; descuidada en cuanto a la limpieza, incómoda
mal distribuida ; ¡ lástima grande, siendo como es una de
las mas ricas del mundo !
Leo en un diccionario el capítulo sobre las madonas ;
compruebo que Rafael hizo muchas antes de la Sistina,
su mejor obra según dicen.
De mi lectura ha quedado en mi memoria el siguiente
sedimento que pongo entre comillas :
< Las madonas son mujeres ; unas tnadres, simple-
mente; i otras madres mundanas, humanas, quiere signi-
ficar el párrafo. La madona Sistina, es, en la opinión de
los mejores críticos, la mujer i madre divina; representa
la inocencia i la nobleza, la altivez injénua i la modestia
(la humanidad celestial como madre, diria yo). Una mu-
chacha que no ha conocido las ñestas del mundo. La
vírjen de la silla es una madre de la segunda categoría
— 225 —
humana ; la Sistina también es madre, pero el oríjen de
su hijo no está ligado con sensaciones carnales, como
parecen estar los hijos de las otras >.
Volviendo á las bibliotecas diré como he dicho res-
pecto á los museos alguna vez; la mayor parte, el 90
por ciento de lo que contienen es inútil. En la de Paris
hai obras, legajos i manuscritos que nadie ha pedido ni
removido desde hace siglos (nota de un curioso consul-
tador de estadísticas).
Octubre 19, — Vemos en la Comedia < L'ami des fem-
mes > de Dumas; ¡ admirable ! cada renglón es un rasgo
de talento i filosofía positiva; lo que mas me admira es
la gran facilidad que tienen los actores franceses para
concentrar la vida en sus dramas: diez años reducidos
a dos horas, por ejemplo, un capítulo a una frase ; i la de
pintar de cerca teniendo la visión de lejos, de tal manera
que no haya un momento vago en la escena- ¿ Cómo ha-
cen para duplicarse en autor de cerca i espectador de
lejos, adaptando su visión inmediata a la percepción le-
jana de modo que así como en la pintura escenográfica
un rasgo enmarañado parece un edificio aquí una nota-
ción casi telegráfica, representa un resumen razonado ;
en una palabra, cómo hacen para que nada falte ni sobre
en la pieza? Mantener la propia acción entre el trabajo
subjetivo del autor i la percepción objetiva del especta-
dor a diversa distancia es para mi una prueba de acti-
vidad i desdoblamiento cerebral, actuando al mismo
tiempo, sumamente difícil. También hemos visto en «Fo-
lies dramatiques> algo menos que mediocre (me admira
como los concurrentes se divierten con cualquier cosa
i festejan verdaderas necedades i cosas anacrónicas con
el gusto civilizado intelijente i culto) pero se trataba del
estreno de la hija de la propietaria de nuestro depar-
tamento i ng quisimos dejar de ir a aplaudirla. El teatro
está mui lejos i el cochero, con aquella buena fé que
-caracteriza a los cocheros de Paris, quienes por el he-
Por tnares i por tierras 15
— 226 —
cho de no poseer una sola calidad, forman exepcion en
la raza humana, nos dejó en otro teatro, más cerca
naturalmente. Es imposible defenderse de la desvergüen-
za para robar, estafar i engañar de los industriales su-
balternos de esta gran ciudad. Hai que verificar todo i a
cada minuto i eso no puede hacer el estranjero porque le
da vergüenza.
Octubre 20. — He visto tres hospitales en una misma
calle: el Neckerj'Ruñ Sevresnúm. 251 (Dr. Guyon, enfer-
medades vias urinarias). Mui lindo, grande, aereado, pe-
queña cocina. Estuve hablando con cíl cocinero sobre
medicina e hijiene; se quejó de falta de espacio i me mostró
donde se podia hacer la nueva cocina, dando la actual á la
administración, por estar muy central i ser eso casi impro-
pio, ¡tenia razón! Encuentro una niña de II á 12 años mui
bonita i sobre todo muy amable i simpática ; le pregunto
si quiere acompañarme a ver el hospital, pues tenia el
aire de ser de la casa ; me dice que sí, pero necesita pedir
permiso a su mamá que es enfermera; le pide; se lo
acuerda i vamos por todas partes ; ella se queda espe-
rándome a la puerta de cada enfermería, del anfiteatro,
de la sala de operaciones i demás por ende. Se llama
Usson; es una joyita, no tiene sino dos muñecas dice,
yo le daria veinte si tuviera la seguridad de volver a
verla. En el hospital conté 17 salas, una por una; las
reparticiones de jinecolojía i operaciones, son de lo me-
jor que hai ; mucha luz, aire i toda clase de comodidades.
Los patios son enormes, hai tres salas para enfermos de
vias urinarias i cinco para cirujía. Hai también departamen-
tos para mujeres donde pueden tener sus hijos consigo.
El hospital des Enfants malades, 249 rué Sevres, es
magnífico, grandísimo, bien repartido, está al lado del
Necker; cientos de niños vestidos de uniforme i con cas-
quetes-blancos juegan en los patios i jardines; hai por
término medio de 600 a 800; una parte del hospital está
dividida en pabellones de los que cada uno lleva el nom-
bre del fundador; está bien atendido i los médicos asis-
— 227 —
tentes tienen cuánto necesitan no solo en instalaciones
sino en instrumentos, aparatos, remedios, alimentos i
medios de hijiene. Hai departamentos para aislar los en-
fermos de difteria, escarlatina, viruela, en fin, los conta-
jiosos. Las inyecciones de suero antidiftérico están en
boga, así como la intubación en vez de la traqueotomía,.
en casos de crup.
Hospital Laenec, 42 rué de Sevres; mui grande i mui
bien mantenido pero viejo, no ha sido hecha la casa para
hospital, fué un cuartel ; hai sin embargo, una parte
nueva donde están instalados los baños, el departamento
dejinecolojía, etc. El depósito de cadáveres se llama «El
reposo > cada banco está rodeado de cortinas blancas;
al lado se encuentra la sala de autopsias, un poco triste,
con aire de zótano. Creo que este conjunto se llama el
pabellón Recamier. El hospital tiene varios cuerpos. Uno
de ellos de tres pisos, para mujeres ; las salas de este
forman en cruz; en los pisos superiores hai enfermas
crónicas; llamo piso también a la bohardilla donde es-
tán las viejas dejadas de la mano de Dios; las mujeres
pueden tener i cuidar sus hijitos en el hospital. El de
hombres tiene la misma distribución i hai otro por fín
especial para cirujía.
Octubre 22, — He estado en lo de Auzout, el conocido
preparador de cuerpos elásticos. La casa lleva el nom-
bre de Auzout, pero él ya no existe ; era un hombre
notable i a quien la ciencia debe bastante. Hizo prepa-
raciones adivinando muchas veces, como algunas del
cerebro que la anatomía ha confirmado después. El
director, mui simpático i mui ilustrado, me mostró sus
novedades i sobre algunas piezas del sistema nervioso
conversamos un poco. Yo necesitaba un cerebro que
contuviera ciertos planos mui útiles en el estudio clínico.
Prometí llevarle en una segunda visita un libro de diag-
nóstico para que viera un corte especial, que ninguno
de sus cerebros tenia exactamente. Hablamos de em-
— 228 —
briolojía a propósito de haber él aseverado que todos
los cerebros eran ¡guales anatómicamente i que por lo
tanto, copiado uno quedaban copiados todos. Yo negué
el hecho con la pedantería que me es característica i le
mostré mi erudición aprendida en Joulin i no olvidada
todavia. Me pareció sorprendido de mi audacia i de la
exactitud de mis detalles anatómicos» siendo yo sud-ame-
ricano, es decir, salvaje, en la opinión de muchos europeos.
Yo no me dejé arredrar por la sospecha de su estrañeza
i continué diciendo que aun cuando por el momento
en apariencia las formas internas e internas de los cere-
bros fueran iguales, todos los dias se hacia nuevos
descubrimientos con disecciones mas delicadas. Como
prueba, añadí, ahí tiene usted diez ó doce libros de ana-
tomía antiguos i modernos, i ninguno de ellos, si esclui-
mos los que podemos llamar novísimos, habla de un
órgano que es ahora la llave de la patolojía, de la clíni-
nica i de la físiolojía cerebral ; la cápsula interna que
usted tiene en sus preparaciones nuevas i que probable-
mente no está en las antiguas.
Mi argumento era concluyente i yo, animado por su
aquiescencia presenté otra prueba. « No son iguales
en su estructura íntima a lo menos, de la cual depende
a mi juicio su peculiaridad jeneradora, dije, porque si
lo fueran, las físonomias, los tamaños, las facciones,
los huesos, los dedos i las orejas de todos los animales
de la misma raza serian a lo menos parecidos, pues la
embriolojía nos enseña que todos los órganos se desa-
rrollan bajo la presidencia del sistema nervioso.» Mi
honorable contrincante no solo aceptó mis referencias
sino que las completó mostrándome el último tomo recien
publicado de la anatomía de « Le Testu » en donde se
asigna al estómago en el hombre vivo una posición en-
teramente distinta de la antigua, enseñada y conocida
jeneralmente.
La crítica de Moliere con el tiempo no ha de servir
para ridiculizar a los médicos sino al mismo Moliere.
« Antes teníamos el corazón a la izquierda, dice El mé-
dico a palos, pero nosotros ahora hemos arreglado eso
de otro modo». Pues bien, antes, al decir de los médicos
— 229 -
i de sus libros, teníamos el estómago atravesado en la
parte superior del vientre, pero ahora hemos arreglado
eso de otro modo ; el eje mayor del estómago es casi ver-
tical según demostraciones concluyentes hechas en cuer-
pos helados, en los cuales las posiciones respectivas en
las entrañas están en lo posible, garantidas contra los
cambios que la muerte opera. El hecho no es entera-
mente nuevo ; ya habia sido entrevisto i señalado por
varios anatómicos desde el tiempo de Cuvier.
Estuvimos en la Comedia con Drucker i señora, donde
dieron <Monjoy> un drama tonto, improbable i largo ;
felizmente le cortaron el 5«> acto, cuyo tema habria hecho
furor en una aldea hace setenta años.
Octubre 23. — Comimos en lo de Soubercasseaux; la
casa mui lujosa, la señora amable ; él, con esa educación
de sociedad de alto tono ; la comida corta, bien prepa-
rada. Haré una crítica ; la señora obsequiante apenas
probó uno que otro plato, lo que no era animador de
parte de una dueña de casa para un huésped de buen
apetito como yo. Vamos en seguida a la Opera invitados
por ellos i a su palco ; allí encontramos un príncipe ruso
i gordo con mucho sueño. Dan Valkirias con varias
supresiones ; el príncipe se queja de lo largo de las
escenas ; nosotros no, por haber ya aceptado en Beyr-
euth las razones i compensaciones de esa lonjitud. En un
entreacto, el joven hijo mayor de los Soubercasseaux, me
cuenta su desgraciado compromiso con la señorita chi-
lena de la familia Concha, que murió, estando él, su novio,
en Europa. Era preciosa, i su muerte fué mui lejítimamente
sentida por todo el mundo social de Chile ; el joven no se
consuela aun. La señora nos trajo en su coche a nuestro
hotel; este pequeño servicio es uno de los más agrada-
bles para un invitado que no tiene coche.
— 230 —
Octubre 23, — Vamos a un concierto de Lamou-
reux ! Desde que soi Wagneriano, he quedado sin defensa
contra los conciertos, porque Guillermina, como una
Valkiria furibunda, me pregunta con aire de encono,
apenas hago la menor resistencia ; i i qué ? no te gusta la
música? La verdad es que los conciertos de Lamoureux
son merecidamente célebres; treinta violoncelos, cin-
cuenta violines, tres arpas, n flautas, instrumentos de
cobre, oboes, clarinetes, tambores, bombos i zamponas.
* 1^
Octubre 29, — Desde la última anotación, he vuelto al
barrio latino a lo de Auzout, a las librerías, a las fábri-
cas de instrumentos. He dado al director de la casa
Auzout un modelo para que me haga un cerebro elás-
tico con los cortes indicados. Esperara, me dice, el tomo
de anatomía cerebral de Le Testu, antes de preparar
nuevos facsímiles, i no podrá darme el que le encargo
hasta dentro de un año.
Saliendo de allí, voi a las librerías i a las fábricas i
compro varios libros e instrumentos; entro luego en lo de
Mr. Tramond, quien me ofrece mostrarme como procede
con los cuerpos helados, para copiar los órganos inter-
nos en cera: las seis mujeres que están conjelándose, no
se han solidificado completamente aun; me avisará a
tiempo.
Octubre SO. — Invitamos a la Opera a los Drucker i
llevamos a la hijita de Magdalena Ramos ; tenemos el
palco No 12, uno de los mejores en venta, por lo tanto,
horriblemente incómodo (el teatro de la Opera ha sido
hecho para que no vean ni oigan nada las ^¡^ partes de
la concurrencia).
— 231 —
Octubre 31. — Visito el hospital Bichat, que está en el
demonio, junto a las fortificaciones; (grandes operaciones,
baños para la parroquia); lo encuentro bien distribuido
i bien provisto ; los techos de las salas forman ángulos
esféricos (disposición hijiénica). Hai dos departamentos
para operaciones ; el de hombres i el de mujeres ; mui
buenos, con luz, aires i bastante dotación de instru-
mentos. Existen tres cuerpos : para mujeres, para hom-
bres i para pensionistas, dividido este en cuartos de dos
camas. Tiene además local aparte para operados. Está
situado en el Boulevard Ney; el médico principal es el
doctor Terrier, que practica grandes operaciones, con
lo que ha dado fama a su hospital. Me traslado luego al
Lariboissiére; me llama la atención por su aspecto mo-
numental, su gran patio central con la estatua de la
pobreza (creo) sus dos alas de edificio i la otra que
cierra el rectángulo destinado a baños de hombres i
mujeres. Mui bien tenido, las salas son limpias, grandes,
hijiénicas, lo mismo que todas sus reparticiones; allí se
han aclimatado las enfermedades de la larinje i su tra-
tamiento médico i quirúrjico.
Noviembre 2. — Asistimos con los Drucker al Vaude-
ville, donde dan una pieza nueva, «Le Partage» inmoral,
como las mas, donde figura una mujer perdida con todas
las apariencias de la ternura, una madre exajeradamente
enamorada de su hijo, un marido jeneroso hasta la imbe-
cilidad e imbécil hasta lo increible, un joven amante sen-
sual i desvergonzado; lo único puro es una niña, la hija
del imbécil i de la perdida ; esta criatura representada
por una niña como de 10 a 12 años, es la única de quien
no hace caso el público, tan corrompido como los prota-
gfOnistas del drama; la niña que sale a las tablas será
una gran artista ; hizo su papel admirablemente. Vamos
en seguida a cenar a lo de Paillard, en frente ; está de
moda, i va mucha jente distinguida. . . por algo.
♦
4> >|i
— 232 —
Noviembre J. — Hemos conocido dos antigüedades de
diverso jénero: \^ L,sl señora Trelat, una viejita deli-
ciosa, viuda de un médico, profesora de canto, reputada
por su gusto esquisito para enseñar i que aun cuando
no trabaja por necesidad, sino por amor ai arte, hace
pagar sus lecciones, pues de otro modo, toda la guardia
nacional iría a tomarlas. 2» El hospital de la Charité,
rué Saint Jacob, 47, inmenso i viejo convento, grandioso
casi, con sus patios solemnes i sus claustros, donde uno
cree ver a los frailes de hace dos siglos, paseándose por
los corredores, leyendo la vida de los santos en libros
con tapas de pergamino. Como hospital, es mui bueno a
pesar de sus años; claro es que muchas de sus partes
han sido reformadas. Las salas tienen mui buen aspecto ;
las paredes i los techos están con barniz i se puede por
lo tanto, lavar el interior completo de cada enfermería ;
hai departamento de hombres, de mujeres, de materni-
dad de niños recien nacidos en la misma ; hai incuba-
doras i limpieza en todo. La sección para la cirujía
mui bien atendida; las salas de operaciones, sin ser nota-
bles, son eficientes. Todo el hospital estaba calentado i
en las antesalas, bastante grandes, alrededor de la estensa
mesa central se hallaban sentados algunos convalecientes
o enfermos, junto con los asistentes i guardas, en agrada-
ble charla o jugando a las damas ; la escena tenía un
aire familiar característico i se comprendía que al lado
del pesar por la desgracia, habia nacido el consuelo del
amparo real, positivo, eficaz ; los grupos parecían com-
puestos de jente feliz ; al verlos le pregunté a mi acom-
pañante si no habia muchos enfermos que se negaban a
salir del hospital. — Sí, algunos, me contestó. El aspecto
de hogar era tanto mas perceptible en aquellas salas abri-
gadas, cuanto que afuera hacia frío. La cocina aseada,
grande i bien provista, lanzaba perfumes agradables ; yo
casi me tenté a tomar uno de los mil pescados fritos que
habia en un montón.
— 233 —
Noviembre 4. — Sin presentación ni recomendación de
persona alguna, según mi costumbre, me dirijo a la rué
Dutot, donde está el Instituto Pasteur, i una vez al habla
con el portero le pregunto si puedo visitar el estableci-
miento — «Es mui tarde, me contesta ; esos señores se
han puesto ya al trabajo > .... yo pongo cara de aflijido ;
el portero lo nota i añade «pero Vd. puede probar. . .
la tercera puerta a la izquierda. . . pregunte por monsieur
Roux > — Mercimsieu. Pasada la tercera puerta encuentro
un empleado, un chico — « ¿Usted busca a Mr. Roux? >
me interpela. — Tú lo dijiste, contesto con la Biblia i la
ópera de los « Hugonotes. » Se me introduce a un labo-
ratorio donde habia varios individuos, trabajando unos,
discutiendo animadamente otros — «¿Mr. Roux?> digo —
« Soi yo,» me contesta aproximándose un caballero
joven todavía, delgado, pálido, mui simpático, de fisono-
mía insinuante — « Señor, me tomo la libertad de pedirle
permiso para visitar su instituto ; yo soi médico i quer-
ría. . . € Cómo no, señor, » me contesta, i dirijiéndose a
uno de los presentes le dice : — « Tenga la bondad de
acompañar al Dr. . . i me mira como preguntándome mi
nombre ; yo le doi mi tarjeta, una llena de títulos que
tengo para las aduanas. £1 Dr. Roux casi no la miró,
pero tal vez por no ponerse a leerla, para darle mi nom-
bre a mi futuro acompañante, estendiéndome la mano, me
dijo: — «Yo mismo voi a servirle de guia. > Jamás ama-
bilidad de hombre me sonó mejor. Me deshago en cumpli-
mientos i emprendimos la inspección.
El edificio tiene tres pisos, jardines, patios, huerta para
el cuidado de animales ; en el piso inferior se prepara
los materiales para el trabajo de vivisección y esperien-
cias diversas, ahí está la pequeña fábrica de cristales
donde se confecciona las retortas, tubos, ampollas i
aparatos que el instituto requiere, según modelos que
suministran los laboratorios. Cada pieza tiene sus útiles i
accesorios.
La capilla o cripta que guardará los restos de Pas-
teur, ahora en Notre Dame, ha sido construida en este
piso; está ya para terminarse; es bellísima, grande, bien
ideada, de estilo bizantino; la tumba ocupará el centro
— 234 —
i se bajará a ella por una ancha escalinata; tal disposi-
ción aumenta la belleza del recinto i su melancólica apa-
riencia.
En el segundo piso, aquí le llaman primero, están los
laboratorios para el trabajo jeneral de estudiantes, pro-
fesores i sabios de todas partes del mundo.
El doctor Roux me mostró los gabinetes de un japo-
nés i de un ruso, profesores, i me presentó un señor de
cierta edad, lindo hombre, desgreñado i con la ropa
puesta de cualquier modo, sabio, por consiguiente, quien
estaba a la sazón ocupado con unos ratoncitos blancos,
a los que habia comunicado el tétano ¡ pobres animali-
tos ! ; las convulsiones de su cuerpo i las contracciones de
sus patitas eran mui fuertes i causaban aflicción. ¡ Solo
el amor a la ciencia i la buena intención pueden dar a
un esperimentador el coraje de atormentar animales
inocentes, bonitos muchas veces i simpáticos como los
perros chicos, los conejos i los ratoncitos blancos !
En el piso superior están las piezas de trabajo desti-
nadas a las altas esperiencias ; allí solo suben los mui
competentes, los descubridores, los maestros i de allí
baja la ciencia humana i humanitaria convertida en fór-
mulas utilizables i prácticas, para el alivio de las socieda-
des en toda la tierra.
Mi conversación con el Dr. Roux fué muy provechosa
para mí ; daré un resumen de lo hablado, en forma de
diálogo, estractando del orijinal lo pertinente (el lector
adivinará las supresiones i contracciones impuestas por
la necesidad de hacer breve el relato).
— ¿Tiene el Instituto alguna subvención del gobierno?
— No, señor, no tenemos, ni queremos, ni admitimos
subvenciones. El Instituto es independiente; ha sido
creado por suscripciones, vive de sus recursos propios,
entre los que figura por pequeña parte la compensación
de los estudiantes i profesores por el uso de laborato-
rios, ingredientes i por el valor de los animales inutili-
zados en los esperimentos.
— Admirable ! contesto : la subvención oficial es un
virus para institutos como éste i aun para empresas de
otro jénero cuyas fuerzas no pueden desarrollarse bajo
— 235 —
la presión de reglas invariables. Los gobiernos en todas
partes, lejos de ser maestros son pupilos, i solo hacen
algo bueno, cuando lo aprenden o copian de la industria
privada. Las administraciones oficiales, comenzando por
el almirantazgo inglés que toma lecciones de la marina
mercante, i concluyendo en los ramos de valor ínfimo,
no dan pruebas sino de atraso, despilfarro, incompeten-
cia i rutina. (I no dije, sino pensé: en^ el Instituto de
Enseñanza creado en Buenos Aires en oposición a los
colegios nacionales, convertido ahora en uno de ellos i
muerta su acción independiente por la subveticion ; en el
gobierno argentino que todo lo hace por abdicación del
pueblo, desde las elecciones hasta la distribución del
agua cuyo monopolio tiene, incluyendo el manejo de
ferrocarriles que no sabe manejar i la construcción de
edificios sin ser arquitecto; sustituyéndose en todo i por
todo a la iniciativa privada, de una manera ruinosa
siempre i tardía. No estrañaría nada en ese sentido: un
dia el gobierno nacional monopolizará el pan i convir-
tiéndose en amasador patentado, será el único, el mejor
panadero ; el precio del pan subirá hasta las nubes, pero
eso será por las exijencias del erario, como sucede ahora
con el agua, cuyo impuesto es cuatro o seis veces mayor
que antes, a petición del pueblo soberano! Yo soi
consecuente con mis teorías en el gobierno i fuera de él.
— Este es un instituto de trabajo, continuó Mr. Roux
i sigue su tradición sin cambiar el programa de su
creador.
— Tiene actualmente en estudio algún punto tan im-
portante como la rabia o la difteria?
— Sí, se trabaja en todo ; en lo ya descubierto para
confirmarlo i en lo desconocido, para tratar de descu-
brirlo.
— Me parecería mui conveniente que el instituto hiciera
un libro, un manual, con el sello de su autoridad, en
donde se espusiera el resultado de sus investigaciones i
sus definitivas conquistas, añadiendo definiciones i dando
al todo una forma didáctica.
— Tenemos nuestros anales donde todo se consigna ;
de ellos se puede sacar lo que usted dice; no veo la ne-
— 236 —
cesidad de una nueva compilación. Además, existen va-
rios libros técnicos de otra procedencia i tan útiles como
seria el nuestro.
— Si no es imprudente mi pregunta, ¿qué piensa usted
de los estudios sobre la tuberculosis ?
— ¡ Oh ! para mí no hai la menor duda respecto al
porvenir ; todo se encontrará con el tiempo ! .
— El que haga con la tuberculosis lo que usted ha
hecho con la difteria, llegará al pináculo de la gloria i
será el mas grande benefactor de la humanidad ....
¿I el cáncer ?
— Se le estudia asiduamente, todavía nada hai resuelto
de una manera clara i de efectos favorables ; las sospe-
chas, sin embargo, son inminentes!
— ¿De qué oríjen seria el microbio del cáncer?
— Probablemente de orijen animal como el de las
fiebres palúdicas.
— ¿ Está completamente demostrado que los microbios
de todas las demás enfermedades infecciosas, fiebre ti-
foidea, tisis, tétanos i otras, son vejetales ?
— Así lo creo firmemente; nadie lo pone en duda i por
tales se les tiene hasta hoi.
(La conversación continúa sobre temas de biolojía. Al
despedirme: — «Señor Roux, no puedo espresarle mi gra-
titud por su deferencia sino diciéndole que su amabilidad
solo iguala á su talento. » El Dr. Roux se hizo el des-
entendido; nos dimos un cordial apretón de manos i salí
encantado de mi visita).
El instituto no solo estudia lo referente a medicina,
sino todo cuanto en su ramo afecta a la agricultura i a
la industria; puede decirse que su acción se aplica al
mejoramiento hijiénico de la sociedad en todas las mani-
festaciones de su vida, ya en detalle, ya en grandes con-
juntos, jestionando la inocuidad de ciertas industrias no-
— 237 —
civas i la salubridad de las ciudades. Así mirado, es mas
bien que un observatorio de ciencia, una institución de
caridad universal !
Nometnbre 6. — Notas alegres. Me cuentan estas tres
anécdotas: I*» Un orijinal se viste por orden alfabético ;
mientras solo se trata de la camisa, chaleco, corbata,
levita, saco o frac, calzoncillo i pantalón, todo va bien ;
cuando se llega a la camiseta, a las medias i a los botines
o botas, que por su letra inicial deben ocupar determina-
dos sitios en el orden adoptado, se tropieza con las difi-
cultades prácticas, pues nadie se pone los botines antes
que las medias. Respecto a la camiseta el conflicto se
salvó llamándole almilla i el de las medias con relación a
los botines, resolviéndose el caballero metódico a no
usar botines ni botas sino zapatos que comienzan con la
última letra i dejan mui atrás a la ¿: de calcetines i a la »í
de medias. — 2» Un poeta tonto hizo unos versos desti-
nados a suavizar los enojos de su dama; pero la tal dama
no habia soñado en enojarse ; el poeta desconcertado le
dio entonces un gran disgusto para no dejar sus versos
sin efecto. — 3» Un niño de cinco años gordito i de buen
diente, comia una tostada de pan con manteca i azúcar
en polvo; alguien se pone a contar en su presencia una
historia sencilla pero mui interesante ; el niño se absorbe
en el relato sin dejar de comer su tostada ; concluida la
historia i la tostada, suelta el mas amargo i ruidoso de
los llantos — ¿qué tienes hijito? le pregunta la madre
aflijida — ah! ah! aaah, sigue él llorando, aaah, he co-
mido mi tostada sin apercibirme. — (Así gastan muchos
los mejores años de su vida).
Noviembre 8. — He leido en una publicación de Buenos
Aires: Un estudio sobre Sarmiento, de M. García Mérou
bastante vigoroso : Un artículo de Pellegrini con parra-
— 238 —
ios literarios mui sentidos; es una novedad. Otro de
Seeber pidiendo la supresión de las Aduanas ; se^n el
autor debemos a los gT^iegos este presente griego ; yo
no lo sabia. LJn trabajo del Dr. Terry sobre Tratados en
que demuestra hasta donde es posible que la cláusula
«como la nación mas favorecida» es antigua, rutinaria i
perniciosa o de imposible aplicación. Un buen trozo de
Williams sobre Estética musical i conciertos sinfónicos,
sosteniendo lo que nadie niega, creo; que los conciertos
sinfónicos abren mayor campo a los goces del oido que
las óperas del teatro, a causa de las perturbaciones pro-
ducidas por el juego escénico sujetivas i objetivas.
Noviembre 10, — Hoi dejamos nuestro alojamiento ;
todo cambio trae tristeza ; no hemos estado en él ni mui
bien ni mui mal ; lo hemos ocupado tres meses. Yo me
acordaré con placer de la pobre casita donde he pasado
horas mui quietas i hasta suaves. La esperiencia, sin
embargo sobre la vida de apartamento como dicen aquí,
no nos revela una clara ventaja sobre la vida de hotel,
bajo el punto de vista económico. Mme. Chesnaux, nues-
tra patrona i sus hijas han sido buenas i amables con
nosotros.
*
Noviembre 17. — Estamos en el hotel de France et
Choiseul desde el 10, tan cómodos i tan a nuestro gusto
que no quisiera irme aun cuando ya casi nada tengo que
hacer en París. Es muy central ( St. Honore 239 ) mui
abrigado, mui limpio i mui bien tenido. ( Veremos si con-
servo esta opinión hasta mi salida, en lo fundamental).
— 239 —
Hoi he visto tres hospitales mas : eJ Trousseau, rué
Charenton 89, para niños de 2 a 15 años; me pareció
mui bueno sin tener nada de inesperado ; pertenece a un
tipo común i ya mil veces descrito. Para poder represen-
tármelo tal como lo he visto, apuntaré un detalle : al salir
yo salia también una mujer de buena estirpe, mui linda,
aunque no joven, delgada, pálida, triste; parecia inquieta;
ya me hice yo un romance en la cabeza. Caia una lluvia
lina, hacia frió i la atmósfera no tenia mucha luz. £1
patio donde la encontré, rodeado de altas salas sombrías,
inmenso i triste él mismo, hacia un marco tan adecuado a
la bella dama que seguro estoi, por el solo recuerdo de
la visión, recordaré los detalles de mi visita, evocando
hasta el color del aire i la quietud de los cadáveres infan-
tiles que tanta pena me han dado en el depósito. I, nada;
ni sé quién es, ni la he visto sino veinte segundos, pero le
doi las gracias; muchas personas le hacen a uno un servi-
cio sin saberlo; el de dejarse ver por ejemplo, cuando son
mujeres lindas i melancólicas; (deben ser melancólicas
para d^ márjen a la formación e invención de romances
imajinarios). El Saint Antoine, 184 rué du Faub. St. Ant.
Inmenso, enorme ; tiene 900 camas ; sus patios son plazas ;
viejo, feo en su mayoi* parte ; el anfiteatro i depósitos
de cadáveres horrible, como cualquiera de esos antros
de Jafa o Jerusalem en que vive la jente pobre ; el nuestro
del antiguo hospital de hombres era una joya al lado de
éste. ¡ Ah ! ¡ esa sala de autopsias ! No sé cómo, los
cadáveres que allí están no huyen de tan inmundo i
decrépito agujero ! Para mas el Encargado se hacia
peinar i poner pomadas olorosas cuando yo entré ( los
tarros eran colocados en los huecos de las paredes
donde faltaban pedazos de ladrillo ) la puerta del cuarto
del presumido cuidador al de las autopsias no tenia sino
una alcayata (décimo sesto siglo). Felizmente ya van a
voltearlo todo. Las salas no están mal, son como las
generales ; los consultorios i gabinetes de operaciones
regulares, lo mismo que la Créche, o sea la Cuna^
donde están las mujeres que han tenido sus hijos en el
hospital. La parte realmente buena completa, espléndida,
es la nueva maternidad ; todo es amplio, sólido, sano,
— 240 —
limpio, comenzando por el sistema de camas i concluyendo
con los lavatorios i los w. c. en los cuales la puerta al
abrirse o cerrarse derrama agua en las cubetas. Esta
repartición representa un gran cuadrado cuyo centro es
un jardín grande i cu\'as márjenes ocupan las salas, piezas
i oficinas ; en frente de ciertas líneas de habitaciones
o enfermerías hai un corredor techado i cerrado por
una vidriera continua, destinado al paseo délos enfermos
en dias de lluvia o de mucho frió.
Para ir al Hospital Tenon (4 rué de Chine, Menilmon-
tant) del Safi Antonio pasé por el cementerio del Padre
Lachaisse (no quedaba mal entre dos hospitales) saludé
a los ilustres muertos allí depositados i continué mi viaje
hacia los confínes del mundo, ubicación del Tenon, Pero
valia la pena de hacer el largo viaje; es el hospital grande
i mas nuevo de París; tiene sitio para 1300 enfermos; está
dividido en patios i pabellones con dos o tres pisos; ocupa
con todas sus dependencias una estension, calculada a la
vista, como de seis hectáreas, encerradas por muros en
tres de sus costados i parte del frente. Recibe enfermos
como el Hotel Dieu; es decir, todos exepto locos, vené-
reos, niños i crónicos. La comodidad que presta para
sus servicios es completa. Inútil es decir que todo está a
la moderna i responde a la hijiene i comprensión de los
tratamientos actuales.
I basta me parece de hospitales i casas de asistencia ;
solo para memoria añadiré que antes de irme a Alemania
en Julio de este año, he estado varias veces a ver una en-
ferma de fiebre tifoidea en una Casa de »S¿z/«í/(Faub. Saint
Denis 200, creo); la encontré mui bien ( á la casa, no a la
enferma que se murió; era una sirviente de la señora de
Ocampo), grande, la casa no la sirviente, limpia i apta
para prestar la misma asistencia que cualquier hospital
renombrado. I también para agotar el tema diré que haí
en París a mas de los hospitales descritos, otros impor-
tantes como el Broussais 96 rué Didot, jeneral, el Cochin,
también jeneral, 47 rué Faub. St. Jacques i el Heroid
— 241 —
Place Danube, para recibir lo que rebalsa de los otros
hospitales. Como especiales los siguientes son muy
buenos, algunos renombrados : Saint Louis 42 rué
Bichat (piel, cirujía ) Ricord III Bd. Port Royal ( para
hombres; enfermedades venéreas ) recibe pensionistas.
Broceo III rué Brocea ( para mujeres ; enfermedades
venéreas, medicina cirujía ) Maternité 125 Bd. Port
Royal ( su nombre indica sus funciones ). La Clinique
89 rué Assas ( partos, enfermedades de interés parti-
cular). Para ver los hospitales se necesita pedir permiso
al Director de la Asistencia Pública, 3 avenue Victoria,
pero yo no lo hice ; en todos encontré el paso franco.
4t 4i
Noviembre 18. — Druker nos invita a comer con un
ruso en Cubat ; espléndida comida ; Cubat mismo la
hizo ; el ruso señor Wladmirow N. ( se pronuncia Blad-
miroff ) dice que Cubat es el primer cocinero del mundo.
A la verdad i a lo menos todo estaba presentado en una
forma nueva: ostras a la milanesa calientes, en su propia
concha, por ejemplo: cailles en un sarcófago de pastele-
ría ( yo di esta clasificación diciendo a Mr. Drucker
« I will eat them in their coffin and the coffin too »). Todo
era ruso.
*
Me he defendido heroicamente de una esposicion de
crisantemas, alegando para no ir que es lo mismo ver
ramos de hilachas chascosas de diferentes colores. La
mania de las crisantemas es una de tantas locuras de la
moda, menos perniciosa sin embargo que la tan socorrida
de hacer pareja con cualquier mujer libre, moda que hizo
decir a un amigo mió esta frase bíblica : es incalculable
el número de veces que algunos hombres enviudan en
París.
Pormares i por tierras 16
• — 242 —
Veo por tos diarios la inefable monotonía de la vida
en Buenos Aires ; solo uno que otro funeral corta de
tiempo en tiempo la uniformidad cotidiana i mantiene la
corriente de pensiones con que el Cong^reso premia en
las familias el heroismo de morirse en que incurre algún
pariente ; porque en realidad si se pregunta qué han
hecho ciertos causantes de pensión, solo podrá respon-
derse : « ; se han muerto !» Tal vez sin embargo el Con-
greso no sea criticable por la dádiva i verifique un acto
de economía al señalar esas remuneraciones entusiastas,
pensando en los sueldos que habrían ganado los difuntos
si hubieran continuado viviendo. ¿ No seria mejOr acor-
dar una pensión jeneral a todas las tumbas del cenien-
terio ?
Noviembre 19. — Al Gymnas con los Drucker ; tomo
un palco de seis asientos creyéndolo grande ; apenas
está bien en el U7ia persona si se decide a no oir ni ver
nada ; oscuro, estrecho, infecto. Los habitantes de
París se contentan con cualquier cosa ; no he visto jente
mas sumisa ; un lacayo los manda en los sitios públicos,
con o sin derecho, los insulta i los veja impunemente. Se
me objetará con la furiosa revolución francesa i con la
comuna; precisamente los desenfrenos son las convul-
siones de todo organismo mal reglado, atónico, no las
firmezas de la libertad. El palco sin embargo que era
uno de los mejores, estaba en frente del escenario i era
mui accesible para los mendigos fastidiosos i arrogantes
llamados cuidadores. Las piezas, «El premio de la virtud»
i « La villa Gabbi o Gaby » por casualidad no eran in-
morales i fueron bien representadas.
Noviembre 20. — Invito a almorzar en mi hotel a va-
rios de mis amigos ingleses i americanos ; muy bueno
salió el almuerzo. Después vamos con Drucker a ver a
— 243 —
los Edwards que salen para Chile. Agustín Edwards, un
joven de 18 anos, ha escrito un libro sobre España; mui
bueno, dada la edad del autor, bien inspirado i liviano;
yo le habia enviado una carta para felicitarlo i quise re-
petir mi elojio al despedirme de él i de su familia.
Noviembre 2S. — Hace un dia crudo; he salido de mi
cuarto abrigado a gozar del placer de sentir frió, ves-
tido lijeramente, dando envidia a los transeúntes con la
ostentación de mi salud agresiva, desgraciadamente pa-
sajera. He visto en una vidriera una muñeca en su cuna,
con colgaduras incombustibles ; la llama de una lampa-
rita prende fuego a la tela pero éste no toma vuelo, se
estingue al momento sin quemar sino la parte que la
llama toca. Si el pobre «Palaa Agaga>, pelar duraznos,
(un niño divino que usaba ese lenguaje) hubiera teni-
do en su camita cortinas de esa tela, no habria muerto
quemado por su mamá, cuando ésta intentó matar un
mosquito para preservar a su hijo de las picaduras.
¡No todo sucede a tfempo en este mundo !
Noviembre 21 . — Nos invita Drucker a comer en Cubat
para presentarnos al señor Jarislowsky i señora, jente
de alto mundo ; ella, bastante buena moza, es mui agra-
dable; él un perfecto caballero; nos ofrece su casa i
cartas para sus corresponsales de China i Japón.
Noviembre 28. — Con Escalier i Basterrica, dos médicos
amigos mios, comemos en La Cour d'argent, restaurant
del barrio latino. El dueño es un convencido de su arte
i lo cree el eje del mundo. Cuando ve comer mal una
— 244 —
cosa preparada por él, se acerca a la mesa del delin-
cuente i le enseña el propio modo de comerla. El pre-
para a la vista de sus clientes ciertos platos; el pato
asado por ejemplo, delicioso. Método: se asa un pato
tierno i gordo en la cocina; se lo trae al comedor i
se lo muestra a los invitados; en seguida se lo corta ar-
tísticamente i parte de las tajadas desaparecen; el resto
se sirve en rebanadas junto con una salsa hecha a la
vista, poniendo en prensa de estraer jugo, los huesos i
demás restos del ave. La comida fué mui buena. En
seguida fuimos al Chat noir, o sea salón de conferencias
de literatos pobres i por lo tanto maldicientes. Allí se
declama, se lee piezas orijinales, viajes ilustrados con lin-
terna májica, versos i sobre todo, se habla mal del go-
bierno. Me pareció tonta é infantil la mayor parte de lo
que vi.
*
Roma, Diciembre 1¿. — Para evitar un mal juicio de
mis lectores, les comunico que devolví en París las aten-
ciones de mis amigos : así, Basterrica, Escalier, Pinero i
señora fueron debidamente obsequiados en nuestro hotel
con un almuerzo en el cual reinó cordial buen humor; i
Drucker i señora con una comida en lo de Joseph, res-
taurador cuyo nombre solo, hace temblar .... pero el
famoso industrial procede como corresponde, pues el
obsequio verdadero al dar una comida en París, Lon-
dres o en cualquier gran capital, no está en su exelencia
sino en la vanidad estúpida del obsequiante para dejarse
robar i en su galantería para felicitar al fondero por su
bella acción!
Salimos el 2 de París, el 3 llegamos a Turin i el 4 a
Roma a las doce de la noche o sea a las 24, según el ho-
rario vijente en los ferrocarriles de Italia.
Nuestra vida en Roma ha sido un tanto ajitada con
visitas, comidas, recibos i escursiones diversas. Hemos
- 245 —
encontrado aquí a Pinto i señora, ministro de Chile; a
Moreno i Calvo, ministros en Italia y Alemania; el último
en misión especial ante el Papa; al marqués Medid,
a E. Auzon de Buenos Aires i etcétera. Todos nos
han colmado de agasajos. Moreno nos ha presentado a
todos los ministros diplomáticos, secretarios i mujeres de
la cofradía, en casa del ministro del Brasil señor Oliveira
Regis, quien nos invitó á una de sus recepciones. He co-
nocido a Gubernatis, que acaba de llegar de Sud Amé-
rica, donde ha dado conferencias; es un sujeto interesante.
Calvo me ha ofrecido sus obras i me ha tratado con
mucho cariño. Hemos ido con Pinto a visitar la tumba
de Pió nono, en San Lorenzo, fuera de muros. El santo
Padre habia mandado en su testamento que el costo de
su tumba no exediera de 400 escudos; le han hecho una
que cuesta algunos millones; los muros de la capilla en
que se halla están cubiertos con los escudos de los obis-
pados de casi todo el orbe; esos escudos son de mosaico
finísimo i cuesta cada uno alrededor de 2500 francos ;
calcúlese el valor de los mil i tantos ya colocados (el lego
guia, no sabia cuántos eran). Tras de la sencillez del tes-
tamento de Pío nono s,e ve el orgullo papal, tradicional
en los santos padres, pues no hai uno solo de ellos que
no le haya puesto su nombre a la construcción mas in-
significante de su reinado.
El Cristo de Guido Reni (en la Iglesia de San Loren-
zo en Lucina) es un jimnasta ; está parado sobre el clavo
de sus pies como sobre un pedestal i los músculos que
debian estar estirados, están en contracción ; pero pres-
cindiendo de estas anormalidades convencionales, lo en-
cuentro bellísimo.
Monteverde el célebre escultor, nos muestra en su taller
sus obras maestras, inclusive la estatua y grupo que hace
en este momento para la duquesa de Caliera; en él, arriba
— 246 ~
está la efijie de la duquesa, abajó, una mujer enferma,
moribunda, estenuada, con un niño que no encuentra
leche en el pecho exausto de su madre ; la cara de ésta
es sublime; un ánjel (el jénio de la caridad) junto al gru-
po, lo muestra a la estatua; hai además un anciano
enfermo apoyado contra el pedestal en el otro lado. Fi-
gura en el taller el modelo del Cristo que Álvear hizo
ejecutar i que está en la Recoleta de Buenos Aires; es
el único Cristo en posición adecuada que yo he visto, ?s
decir con actitud natural, dado el caso.
Otros talleres de escultura i pintura hemos visitado sin
encontrar nada notable. Las estatuas de mujeres desnu-
das no tienen sexo, es decir, sus apariencias esternas. La
convención artística en esta materia es una hipocresía.
Con Pinto i un joven, Luis Santos Rodriguez, hijo
del Cónsul chileno, hemos dado un paseo por el Foro
Romano i el Palacio de los Césares en el Palatino; en
este algo nuevo se ha descubierto pero poco, desde mi
primera visita en 1890. Rodriguez es un verdadero eru-
dito en antigüedades romanas i cualquier aficionado en-
vidiaría la conversación que con él he tenido: me ha
hecho la historia familiar de todos los Césares, ligada
con la descripción de los parajes que teníamos a la
vista ; me ha mostrado donde mataron a Calígula,
donde se escondió Claudio i donde estaban los conjura-
rados contra éste. A Nerón no lo juzga tan mal. Cómodo
es para él un brutal, odioso, sanguinario, el más detesta-
ble de los emperadores; como era un hércules, dice, un
dia mató cien leones en el circo por sus propias manos,
i le gustaba ahogar hombres, hacerlos perecer apre-
tándoles el pescuezo.
— 247 —
Diciembre 16, — Añádase a las mencionadas inspec-
ciones algunas visitas á las iglesias i paseos por el
Pincio i Villa Pamphili Doria i habremos concluido con
Roma. No obstante, ayer hemos hecho una jira por la Villa
Borghese, i por el palacio Rospigliosi en cuya galeria
vimos uno pocos cuadros, malos casi todos, salvo la Au-
rora de G. Reni pintada en el cielo-raso, mui linda, pero
que no merece la admiración consagrada ; los que la ven
quedan indiferentes i solo sacan el placer de decirse <l la
hemos visto nosotros también. > La de Guercino del pa-
lacio Ludovisi no se muestra ya al público ; pasa por ser
lo mejor que se ha pintado en el mundo. Nos despedimos
de Pinto, Moreno i Muñoz i mañana saldremos para Ña-
póles, si Dios quiere (antiguo estilo).
El Gran Hotel donde estamos, es uno de los mejores,
mas lujosos i cómodos del mundo i es además mui bien
tenido.
Diciembre 2t,— Ñapóles, — Llegamos a esta ciudad
«I 17 ; nada ha ocurrido de nuevo hasta hoi. El señor Tell
Meuricoffre, banquero corresponsal del L. & R. P. B. sin
conocerme, al saber mi nombre me ha hecho muchas aten-
ciones, se ha informado de los vapores que viajan a la
China, me ha dado recomendaciones para los ajentes i
ha venido a visitarnos.
n- *
Diciembre ^<?. — Escursion a Bahia pasando por el túnel
i gruta de Pozzuoli, boca del asensor para ir a Posilipo,
M. nuovo, lago Lucrino i otras yerbas. A la vuelta
visitamos la solfatara de Pozzuoli, sitio antiguo de
'— 248 -
algún volcan i actualmente en comunicación con un foco
de calor i depósito de azufre; probablemente el mismo
Vesuvio. Toda la tierra en la solfatara es fofa i llena de
poros i conductos por los que se escapan gases sulfuro-
sos i otros. Esto a fuerza de ser curioso i visto, ya es
banal. En Babia vimos templos en ruinas, muros, restos
de los pilares del puente que según el guia intentó hacer
Calígula sobre una lengua de mar. Muchas de estas anti-
güedades romanas no tienen el menor mérito; ¿qué
gracia se hace i qué dificultad se vence cuando se sos-
tiene una bóveda mas ó menos grande, sobre muros de
dos, tres ó mas metros de grueso? Vimos bailar la ta-
rantela en el templo de Mercurio, creo, a unas mujeres
feas i sucias ; almorzamos en un hotel cuyo dueño era un
bufón atrevido i ... lo mas interesante de todo fué la con-
versación del cochero, un filósofo profundo i un político
que daria doble a sencillo a todos los nuestros. Sus teo-
rías sobre el matrimonio son las siguientes: «Como insti-
tución es una barbaridad contra natura; el cariño por la
mujer no dura nunca mas de dos años, tras de los cuales
todo marido tiene gana de echar a su mujer lejítima i
tomar otra. Los matrimonios debian ser temporales;
entre otras ventajas se contaría, si solo duraran un año,
con la de no cargarse de familia ; en ese tiempo no nace-
ría sino un hijo, a menos que a la estúpida de la mujer
se le ocurriera concebir jemelos; el hijo, naturalmente, iría
con la madre. Arreglado esto, el marido tomaría otra
mujer, por otro año, tendría otro hijo i éste, también iría
cotí la madre; el marido, tomaría .... en fin así en ade-
lante.» Pero eso es mui cómodo para el hombre le dije,
en tanto que para la mujer «¡Eh! me contestó i
para qué hacemos entonces nosotros las leyes?; si las
dejaran hacer a las mujeres ya vería Vuestra Exelencia
cómo nos hacían cargar con todos los hijos. Yo, añadió,
ya la he echado a mi mujer muchas veces, pero no .quiere
irse aunque no me puede ver ni pintado.»
Pasábamos delante de varias casas en cuyas puertas
habia enjambres de criaturas. ¡Son fecundas en Ñápeles,
observé. «¡Eh! si.... la suciedad; dijo, « Tamore non
é pulito.» (La misma espresion oí hace añosa uno de núes-
— 249 —
tros grandes hombres públicos; la grandeza es relativa)
además el alimento, macarrones i pescado fa bambini.*
El disertante entró en esto en tales consideraciones so-
ciolójicas que me dejaron asombrado. Siento sin embargo
que sus términos algo avanzados, no. me permitan escri-
birlas. Mi cochero en el fondo era un fílósofo, un pen-
sador, un sociolojista, un hijienista i un reformador cuyas
ideas, semejantes a las de los autores mas celebrados,
no se diferenciaban de ellas sino en la forma de su espre-
sion verbal. Como prueba de su habilidad política puedo
presentar el hecho de que no me dejó hablar con ninguno
de los guias i vendedores que encontramos, sin que esto
le impidiera recomendarme mas tarde a los mismos repu-
diados, previa conferencia con ellos, supongo, o señas
convenidas. Una de las recomendaciones sobre la cual
mas insistia era la de decir no a todo, añadiendo como
razón, que él debia incitarme aparentemente a aceptar
toda oferta, pues de otro modo se esponia a recibir una
bastonada. ¡Admirable! pensé, así hacen todos nuestros
mas eminentes ciudadanos; tiran la piedra i esconden la
mano; favorecen a la vez, a dos o mas antagonistas,
intrigan por turno a cada uno de ellos i después, no han
sabido nada de nada i solo están prontos para recibir
los beneficios. No le faltaba nada a mi cochero para ser
una completa personalidad; hasta cómico i enamorado
era; hasta orador i dramático. Me acuerdo que al narrar
con sumo entusiasmo i lenguaje colorido, la escena entre
los leones i San Jenaro en el circo cuyas ruinas nos
mostraba, casi dio un beso a una niña que iba a su lado
para pintar mejor las caricias que los leones hicieron al
santo, lamiéndole las manos en vez de destrozarlo i co-
mérselo crudo.
Diciembre 2S. — Paseo a Posilipo, monte del cual se
ve Ñapóles i sus alrededores, escursion obligada para
todo estranjero. Se sube en carruaje, en trenvia o en
el asensor que va desde el túnel de Pozzuoli. Todo el
— 250 —
camino es delicioso no solo por los panoramas que
ofrece sino por las casas, villas, pabellones, quintas, jar-
dines i palacetes que lo flanquean. Entre la variedad de
espectáculos se ofrece también el de una aldea chica,
sucia, desagradable i de calles estrechas ; como compen-
sación, a la bajada se puede ver el Voméro o sea una
reunión de residencias de verano, nuevas, lindas, gracio-
sas i limpias.
Diciembre 26, — Me embarco en un vapor de 3000 to-
neladas para Palermo, solo, por dos razones, porque
dejo a Guillermina en Ñapóles con su dama de compañía
Victorina Vives, hermana de Olimpia, una joven que traji-
mos de Buenos Aires i se quedó en Paris; i porque soi el
único pasajero a bordo. Paso una noche toledana; no
andaba el vapor sino 10 millas por hora i se movia dema-
siado ; yo parecía una alma en pena recorriendo los diez
i ocho camarotes vacios para elejir el menos movedizo.
Llego a Palermo a la I ¿ p. m.; me alojo en el hotel de
las Palmas, un buen albergue lleno de comodidades
aunque sin luz eléctrica; tiene huerta, jardines, invernácu-
los, pabellones aislados para enamorados, grandes salo-
nes, billares, vestíbulos i comedores numerosos, un tanto
inútiles ; salas de fumar, de lectura i de aburrimiento.
Doi un paseo por la ciudad ; veo la calle principal,
Macqueda, llena de mercerías i tiendas, i su continua-
ción, la calle Libertad o sea Paseo de los ingleses, sitio
de reunión en invierno de la jente elegante. Me recuerda
esta a una de Bu da Pest i en efecto se parece por su
anchura i por el aspecto de las casas aisladas i rodeadas
de jardines. Ahí está la plaza Garibaldi con la estatua
ecuestre de este caudillo; el teatro Politeama i muchos
buenos edificios. Voi a la Plaza i Paseo de la Marina,
sobre la orilla del mar ; es el paseo de verano de la aris-
tocracia i del pueblo ; veo la puerta Felice, límite por el
lado del mar de la linda calle Víctor Emanuel ; sigo por
ésta hacia la montaña; entro de paso en la Catedral,
- 251 —
gran iglesia -con tína esplanada delante, encerrada en un
pretil donde figura una buena colección de estatuas de
obispos ; salgo de la Catedral que encontré vulgar i sigo
la calle hasta la Puerta nueva, principio de una avenida
infinita que conduce al pié de la montaña i a Monreal ; no
se ve en esta Avenida sino casas de obreros i jente
pobre, a lo menos yo no he visto mas.
41 *
Diciembre 28. — Entro al teatro Massímo, en construc-
.cion aun i de conformidad con los mejores modelos salvo
la exepcion que marcaré después. Puede contener de
2500 a 3000 espectadores ; tiene dos entradas para
carruaje a los lados i en cada una un círculo para
facilitar el movimiento de los vehículos; un corredor
ancho une estos dos recintos. El grandioso escenario
permitirá representar todas las (Speras conocidas hasta
hoi, con las más completas decoraciones, pues hasta se
ha reservado un cómodo acceso para caballos i carrua-
jes a la escena. En materia de salones, vestíbulos, cafees,
confiterías, comodidad para el espendio de billetes, alo-
jamiento temporal de los artistas i todo cuanto requiere
un establecimiento de esta especie, nada le falta. El
atrio es inmenso. Además el edificio está situado en
una plaza i da libre i fácil acceso a la concurrencia por
tres de sus frentes. Su gran defecto está en los palcos ;
son cerrados como nichos i su balaustrada o baranda es
unida, lo que les da un aspecto pesado i hace parecer a
los espectadores, vistos de abajo o a nivel, como si es-
tuvieran en una banadera de medio cuerpo. Las señoras
podian ir sin polleras i los hombres sin pantalones i
parecer vestidos correctamente. Semejante arreglo es
un error i la disposición, además, contraproducente.
Cuando uno va al teatro o a un sitio público, no es
para esconderse, para no ver nada i para que nadie lo
vea. Los dos muros o tabiques de cada palco lo inutilizan
casi por completo; solamente los espectadores de prime-
~ 252 —
ra fíla ven algo, los demás nada, ni el escenario ni la
concurrencia. Tal forma de construcción quita parte de
su belleza a una sala de tiestas^ cuyo mérito principal
debe consistir en la fácil exibicion de los concurrentes,
de los vestidos i de las joyas. Cuando los palcos son
abiertos, i ninguna idea racional i sostenible se opone a
ello, los ocupantes de las filas posteriores pueden ver
casi tanto como los de las primeras.
El palco real tiene su escalera independiente i entrada
aparte.
Voi a Monreal con un joven abogado húngaro, Don
Emil Rabo Edler von Vágvecse, que no habla ningún
idioma decente ; sin embargo, nos entendemos en un
inglés de su invención. La avenida infínita antes mencio-
nada, conduce a la colina o montaña donde están la Cate-
dral i el Claustro que forma el orgullo de los habitantes
de Palermo. Antes de llegar a estos monumentos ya
está uno pagado de la incomodidad del viaje, si la hubo,
pues apenas se comienza la ascensión ya se goza de
panoramas admirables ; se ve el mar, la ciudad, los bu-
ques del puerto, la campaña, los jardines, las arboledas,
bosques, arroyos, valles, colinas, aldeas, nubes a veces
abajo, plantaciones de naranjos i limoneros cargados de
frutos i por fin el rio de vehículos i jente de a pié que
llena el tortuoso sendero. En Monreal hai una villa poco
interesante. La Catedral es conocida por su riqueza en
mosaicos; toda ella está cubierta como la cúpula de
San Pedro en Roma; el cuidador no se olvida jamás de
decir la superficie en metros cuadrados que mide el es-
quisito trabajo, ni deja de mostrar unas dos puertas de
nogal en las que se desarrolla toda la pasión de Cristo
tallada en alto relieve. El patio del monasterio contiguo,
única parte interesante ahora del edificio, es de estilo
árabe, con lo cual va dicho que tiene una fuente i muchas
columnitas flacas, haciendo cerco al espacio cuadrado,
antiguo jardín o huerta de los frailes. Las columnas que
forman los cuatro frentes del corredor o claustro, han
— 253 —
estado incrustadas de mosaicos riquísimos formando va-
riados dibujos; cada una de ellas es una obra de arte i
de paciencia ; donde no hubo mosaico babia cinceladuras,
primorosas algunas. Los chapiteles muestras también
altos i bajos relieves con motivos relijiosos. En mui po-
cas de las doscientas i tantas columnas se conserva el
mosaico primitivo ; en una o dos se ha imitado su forma,
color i dibujo, para dar una idea del antiguo esplendor
de esas obras bonitas pero inútiles. Los pasajes de la
vida i pasión de Jesucristo i otros asuntos piadosos, es-
culpidos en los chapiteles, son, según dicen, admirables
trabajos ; yo los encuentro ridículos i grotescos i a
llamarles por su propio nombre, les llamada adefesios,
i eso para no chocar con la opinión de la mayoría, de un
modo violento. Bajando de Monreal atravesamos en la
llanura un bosque de naranjos, antesala del jardin de
la Cava, mui celebrado e igual a cinco mil jardines
de cinco mil partes. Después fuimos a la Cuba: una
burla de los habitantes de Palermo a los viajeros;
la Cuba es ahora un cuartel; no sé lo que fué antes, pero
lo único que le muestran a uno como curiosidad, es una
pared vieja, diciéndole: esta es una pared i es vieja.
I No se van al Diablo! En seguida, arrastrado por la
rutina voi a las Catacumbas de los Capuchinos, donde
veo un cuadro repugnante; un depósito de momias acos-
tadas, colgadas, sentadas; cadáveres secos, horribles,
asquerosos; en fin, un cementerio subterráneo, moral i
físicamente anti hijiénico i solo digno de la contempla-
ción de algún estúpido !
Palermo es una ciudad limpia, no totalmente bien pa-
vimentada ; nueva en gran parte. Tiene un museo donde
figuran muchos objetos interesantes hallados en Siracusa
i otras localidades de la Sicilia; una biblioteca i...
nada mas!
4<
— 254 —
Diciembre 29. — Tomo el tren para Siracusa i sigo en
él por la orilla del mar, primero, viendo su eterna inmen-
sidad i la costa poblada de casas i chozas, con su aspec-
to huraño i desolado, su aire de transitorias i con su
colección de barcas de pescadores i sus jentes ocupadas
en activa labor ; entro después en el almacigo de mon-
tañas, cruzando túneles, puentes, valles, cimas i colinas ;
corro a la margen de los torrentes algunas veces, los
dejo hacer eses, los salto, me paso de una orilla a otra,
los sigo o les huyo; llego a las estaciones, veo depósitos
i carros cargados con panes de azufre; encuentro bue-
yes desgraciados en su matrimonio, a juzgar por sus
colosales cuernos de reputación universal ; me paro un
momento en Augusta ; veo las salinas, cuadros de da-
mero, donde el agua del mar depositada en delgada
capa, se evapora dejando como sedimento la sal que
robó a la tierra; echo una mirada al castillo de Augusta
situado en medio del agua i entro triunfante por fin, en
Siracusa a las 4 ^2 P- ™m después de haber percibido a
lo lejos durante un buen trecho del camino, el Etna con
su sombrero de nieve i su penacho de humo i las aldeas
i habitaciones humanas imprudentemente ubicadas en
sus faldas.
Un guia entrometido, charlatán i pegajoso, me echó
a perder todas las impresiones del momento; tuve que
amenazarlo con mi lápiz de recetar para verme Hbre de
él; no obstante siguió conmigo aunque callado; subió al
ómnibus del hotel Victoria, por tolerancia inesplicable
del conductor i llegamos juntos, yo con una cara hostil
i él, con la desesperación en el alma; pero apenas vi al
dueño del albergue, mi humor cambió; era un caballero
llamado Luigi Musumeci, idéntico a José Pietranera
(amigo mió) con fisonomía alegre i buena educación;
instruido, como supe después, matemático i erudito en
la historia de Sicilia. Inmediatamente nos comenzamos
a tratar con franqueza.
— «No permita, le dije, que se me acerque ningún guia
porque soi capaz de matarlo, (al guia); el anexo a su
ómnibus me ha echado a perder (guastato) mi entrada. »
— «Oh, me dijo, no tome las cosas así! tenga paciencia!
— 255 -
(Ya me daba consejos, imitando mi confíanza). — «Nece-
sito comer algo, añadí ; no he almorzado, ni hai donde
almorzar en el camino. » —«: Súbito, repuso, haremos pre-
parar una minestra. » — «Un minestrón, señor, un gran
minestrón. » — « Va bene: un minestrón i un pollo.» —
« Dos pollos, huevos, macarrones, tallarines, rabióles i
un plato del país ^. — «Eso es mucho, replicó, pero esté
contento ; cenará bien. Ahora si quiere, puede ver algo
en la ciudad i mañana veremos lo de fuera. »
Me hace traer un coche, subo i emprendo mi jira si-
guiendo por la calle ancha recien construida, a la orilla
del mar, en el sitio donde estaban las fortalezas, ahora
inútiles. En su prolongación se ha formado el Paseo de
la Marina, donde se reúne la población por las tardes a
gozar de la brisa del mar i del panorama, rico en colo-
res i accidentes que la vista descubre, teniendo bu-
ques pegados a los muros de piedra, las montañas a lo
lejos i la llanura en el fondo del puerto grande, sem-
brada de papirus. La avenida conduce a la Fuente de
Aretusa, encerrada en un recinto circular plantado tam-
bién de papirus, cuyo borde superior a varios metros de
altura, . está al nivel de otra calle de la ciudad, desdp la
cual se ve la rotunda como una enorme cápsula. Toda-
vía hacen papel de papirus en Siracusa, aunque ahora
solo como curiosidad; cortan el tronco a lo largo de la
fibra, en láminas delgadas, las colocan tocándose por
los bordes, les pasan el cilindro i el papel queda hecho.
Tomo unas hojas de este papel para escribirle al Sr. X,
eterno joven de Buenos Aires, con el objeto de recor-
darle el tiempo de su niñez, cuando iba a la escuela i
escribia sus planas, haciéndolas correjir por algún con-
discípulo contemporáneo de Dionisio (de Siracusa). Sigo
por las calles i llego a la catedral, hecha sobre los res-
tos, del templo de Minerva; todavía se ve de él tres
columnas esteriores. Después veo un palacio de estilo
español antigu^ i los restos del templo de Diana, que
— 256 —
algunos llaman San Pablo; columnas j pilares en trozos,
un arco menos antiguo al parecer, a pesar de ser horri-
blemente viejo i feo i nada mas, como recuerdo de la
pobre Diana.
* *
Diciembre SO. — ha, ciudad de Siracusa en el tiempo
de su apojeo, se componía de cinco partes: I» La lengua
de tierra llamada Ortijia, (que entra en el mar, dejando
a sus dos lados puertos cómodos, uno grande i otro
chico, sitio de la actual ciudad ) separada del resto del
territorio, por un brazo de mar o canal sobre el cual
hai ahora un puente ancho i sólido. 2* Mapolí. 3» Tica.
4» Terracote. 5» Acradinia. Estas cuatro últimas debie-
ron ser mas bien barrios de una misma ciudad: no las
divide el mar ni se ve otros canales que los construidos
durante la dominación española, vecinos al canal que
aisla a Ortijia i hechos, parece mas bien, para comodi-
dad de la circulación fluvial. En la actualidad, estas par-
tes constituyen los suburbios de la ciudad propiamente
dicha i comienzan a poblarse rápidamente, habiendo
desaparecido el obstáculo de las murallas.
Las verdaderas curiosidades de Siracusa están a corta
distancia de Ortijia i tocándose con lo que he llamado su-
burbios; son : El Teatro griego. — La Necrópolis. — La
Latomia del Paraiso. — La Oreja de Dionisio. — La La-
tomia de los cordeleros. — La Gruta, supuesta tumba
de Arquímedes. - El Anfiteatro romano. — El Ara. —
La Piscina i Las Catacumbas de San Juan.
El teatro da una idea clarísima de las costumbres grie-
gas en lo relativo a diversiones pübllicas. Mui semejante
a los de Atenas, me ha parecido sin embargo, mas inte-
lijible. Situado en la pendiente de una colina que mira al
mar, a la llanura i a las montañas retiradas, ofrece con el
espectáculo delicioso visible, una de las mas vivas satis-
— 257 —
facciones. ¡Cómo cuidaban sus gustos los griegos! Ha
sido casi totalmente tallado en la roca ; en ella se ha la-
brado los escalones o asientos del anfiteatro semicircular,
las galerías i corredores de acceso i salida para la con-
currencia, el escenario i las dos tribunas para los músicos,
situadas a uno i otro lado de éste. No calculo la suma
en miles de espectadores que admitida cómodamente,
pudiendü cada uno de ellos ser visto, oir i ver todo ;
pero sí me doi cuenta de las delicias que gozaban con
un conjunto de impresiones tan vivas, en medio de una
naturaleza privilejiada, con cierta libertad de costumbres,
en una sociedad relativamente culta i con el encanto de
la belleza humana representada por hechiceras mujeres,
rivales de la luz de los cielos, las esmeraldas de los ma-
res i la frescura de las flores. IVas del teatro está el
Ninfeo, especie de Templo al cual acudian los especta-
dores, después de la fiesta a dar gracias a los dioses,
bajo los auspicios de las ninfas a quienes supongo vír-
jenes i hermosas. El ninfeo está representado ahora por
unas cuantas grutas en frente del teatro ; la central tiene
una pequeña cascada de agua clara i todas muestran sus
muros o límites de roca, tapizados por una planta verde
i fina llamada cabello de Venus, de olor suave i agrada-
bilísimo. El mismo adorno natural tienen algunas tumbas
vecinas i son éstas las únicas perfumadas de que yo
haya tenido noticia.
Casi contigua al teatro se abre en la roca viva una
ancha zanja o calle; en sus costados, a uno i otro lado, a
modo de aposentos, nichos o cuevas, existen escavaciones
mas o menos grandes; el sitio ha sido la necrópolis de
la jente rica; las cuevas eran las tumbas de las familias.
Siguiendo la via se llega a una alta planicie donde se
encuentra hoyos practicados en la roca; la planicie era
la necrópolis común i los hoyos los sepulcros. Como
se ve, hasta los pobres tenían tumbas de granito labra-
das a cincel i martillo.
Del Ninfeo se va al sitio del palacio de Dionisio, donde
se penetra o baja mas bien a la parte superior de una
escavacion inmensa llamada la « Oreja de Dionisio, » por-
que según la leyenda, por ahí oía el tirano cuanta pala-
Por mares i por tierras 17
— 258 —
bra se pronunciaba en la parte inferior, convertida en
prisión. En efecto, se oye el ruido del menor roce : el de
un papel al romperse, el frote de una mano con otra i
todo esto, a pesar de la gran distancia entre el plano de
la gruta i el conducto superior. Pero debo decir con
verdad, algunos ruidos llegan sumamente desfigurados,
entre otros los sonidos articulados, razón por la cual la
oreja de Dionisio le debió servir de poca ayuda para
descubrir los secretos de sus prisioneros. Vista la aber-
tura superior vamos a la inferior : a ella se penetra ba-
jando a un sitio llamado el Paraiso, jardin i huerto for-
mado a manera de invernáculo en una inmensa depresión
de la roca que, en cierta porción, la correspondiente a
dos lados contiguos del Paraiso, se halla ahora cortada
a pique i presenta varias cuevas, una de las cuales cor-
responde a la Oreja. Dice la leyenda que parte del
jardin estaba cubierto por una lámina de la misma roca»
siendo por lo tanto un colosal conservatorio de plantas.;
i realmente, en lo alto se ve una proyección como si
fuera el resto de la grandiosa bóveda, destruida por
algún terremoto i por el tiempo. El Paraiso debió me-
recer su nombre ; plantas raras, flores esquisitas, claras
corrientes de agua i la luz viva del sol o mitigada en la
sombra de las grutas frescas, han debido crear una es-
cena encantadora (salvo la prisión, si el tirano tuvo la.
mala idea de hacerla contemporánea del Paraiso). La
cueva de la Oreja estaba llena de agua; no pude entrar»
pero sí verla; tiene una forma conoidea irregular i su
plano inferior representa una S ; su configuración verti-
cal es la de un cartucho invertido con prominencias có-
nicas lonjitudinales internas; hacia el vértice se abre una
ventana cuyo borde superior presenta un apéndice en
forma de crisol, adherido hacia arriba por su base ; este
apéndice es, según dice el cuidador, el tímpano de la
oreja. Dejo al sabio lector resolver estos tres puntos:
lo Si el conjunto reseñado representa una oreja. 2° Si
en caso afirmativo, la oreja es de hombre o de mujer.
3o Si en caso negativo de la segunda proposición, la
oreja es de asno, de caballo o de otro animal.
Yo sostengo como verdad, sin embargo, que la cueva
— 259 —
con sus reparticiones, es la oreja de Dionisio, porque así
se llama, como Dios es Dios i cada uno, por la misma
razón, el sujeto que su nombre indica. A un lado de la
caverna se ve otra, la llamada de los Cordeleros, porque
allí unos industriales hacian cables i cuerdas, no sé
cuando ; es también mui grande ; los restos de su bóveda
están sostenidos por pilares tallados en la roca ; esta
caverna ha sido hecha, dicen, sacando piedra para edifi-
car i cortando en la masa unida, paralelepípedos para
columnas, obeliscos i otros adminículos. En realidad to-
das estas maravillas no son sino viejas canteras. La pre-
sunta tumba de 'Arquímedes es otra cueva como hai
muchas.
De las Latomias fui al Anfiteatro romano, cuya parti-
cularidad consiste en la relativa integridad de sus partes
fundamentales. En efecto, conserva la arena o plaza de
los gladiadores, su forma elíptica bien delineada, sin por-
tillos ni brechas, con su pileta o escavacion rectangular
en el centro i pedestal o islote en el medio, i con sus
canales de provisión de agua i desagüe; los asientos en
escalones con sus pasadizos están casi intactos i debajo
de ellos, alrededor del circo, la galería destinada a las
fieras, perfectamente practicable, parece recien desocu-
pada. La roca presenta a lo largo de la galería, ojales
en algunos ángulos, como argollas para atar cuerdas.
El Ara o altar, se levantaba a poca distancia del
Circo, colosal, según se infiere al ver el espacio que ocu-
paba. Solo existen en el terreno algunas piedras i cha-
piteles de columnas. Por fin, siguiendo el eje mayor de
la elipse del Anfiteatro romano, a cierta distancia de uno
de sus estremos, se encuentra, en un nivel superior, la
Piscina o depósito de agua, estanque construido en la
roca, dividido en varios compartimentos por columnas i
arcos arriba que sostienen la cubierta.
Mi escursion concluyó con una visita a las Catacumbas
de San Juan; una verdadera ciudad subterránea formada
por escavaciones en planos superpuestos (hai tres i
— 260 —
quien sabe si mas) con calles, plazoletas, iglesias, capi-
llas, viviendas i tumbas. La tradición dice, que allí se re-
fujiaban los cristianos huyendo de las persecuciones i
vivían escondidos. Semejante suposición, la de que vi-
vian escondidos, es simplemente absurda: no se cons-
truye una ciudad taladrando la roca debajo de la super-
ficie i estrayendo millones de metros cúbicos de piedra, a
escondidas, en un paraje habitado ; aun suponiendo la
posibilidad de semejante construcción en tales condicio-
nes, no se vive sin agua, sin luz i sin aire i por último,
aun cuando la jente no comiera, no bebiera, ni respirara,
encerrada, sepultada, junto con los cuerpos de los muer-
tos i con los miasmas de la respiración i las deyecciones
de los vivos, sucumbiría en un dia, en horas, envenenada
por la atmósfera.
Lo probable es que las tales Catacumbas solo hayan
sido simples cementerios subterráneos a los cuales con-
currían los sectarios en determinadas ocasiones, ya para
celebrar ciertas ceremonias, ya para refujiarse por breve
tiempo. Atendiendo a su sexo no debe creérsele a la
Historia sino la cuarta parte de lo que cuenta i aun eso
es mucho !
Vuelto a la ciudad i después de un reposo conveniente,
voi al Museo. Entre sus curiosidades solo se han im-
puesto a mi recuerdo una estatua i un sarcófago de
mármol, dicho de Adelfia. Adornan al sarcófago altos
relieves representando personajes alegóricos; el trabajo
es de mérito relativo; hasta los mínimos detalles están
bien conservados, pero los personajes son hidrocéfalos
y enanos. La estatua por el contrario es la de una mujer
acéfala. Por el hecho de faltarle la cabeza no representa
como podría creerse, la personificación en su solo cuerpo,
de todos los ejemplares de su sexo en el jénero humano;
es solamente ahora el cuerpo de la mitolójíca divinidad
del amor. Le llaman la Venus landolina por el sitio
donde fué hallada. Su cuerpo mutilado es sin embargo
perfecto; sus formas son las de una mujer que ha llegado
— 261 —
a su completo desarrollo i arrojan al sentido viril de!
espectador, todas las sensualidades apetecibles en la
hembra humana, sin oscurecer la pureza de las líneas,
ni la virtud estética de los accidentes que inspiran sen-
timientos delicados de amor etéreo, paralelos efluvios
del instinto voluptuoso. La Venus landolina no figura
entre las clásicas por cuanto yo conozco, pero es una
de las mas bellas estatuas que yo haya visto.
Diciembre 31. — Tomo el tren para Mesina; vuelvo a
ver las salinas, la ciudad de Augusta, su castillo i el
Etna, con su gorro de algodón encasquetado a los 3200
metros de altura. Paso por la bellísima i temeraria ciu-
dad de Catánia, atropello con mi vagón los montes de
lava arrojados por el volcan a distancias fantásticas \
llego á Mesina, me guardo bien de conocer tan intere-
sante ciudad, corro á embarcarme, me embarco i al otro
dia, ello (le Enero de 1897, me hallo en Ñapóles, con-
tento de mi escursion.
1897 Enero 2. — Para no perder la costumbre visito
el Hospital de incurables i apunto en mi cartera ; « edifi-
cio regular, enfermerías amplias y bastante bien cuida-
das; no hai sala común de operaciones; el anfiteatro,
pasable; dependencias de la administración, buenas; po-
blación, numerosa. >
*
* *
Enero 4, — Vuelvo a Pompeya; vamos con Pinto i su
señora, ya conocidos de mis lectores; veo los nuevos
descubrimientos, entre ellos la casa mui linda i mui com-
- 262 —
pleta; de una familia rica, se supone; en uno de los pila-
res del pórtico hai un fresco representando a un joven,
novio creo, en el acto de pesar en una balanza sus órga-
nos genitales, con el fin de mostrar, se infiere, a los pa-
dres de su pretendida, sus méritos para aspirar a ser
marido. Indudablemente las nociones actuales sobre el
pudor no eran las mismas en los tiempos de Pompeya.
Habia niñas en la ciudad e hijas de familia en las ca-
sas; ellas veian sin duda esas pinturas i ¿no tendrian
semejantes espectáculos ningún valor o eran valores en-
tendidos? Lo mejor de Pompeya está en el Museo de
Ñapóles; lo mejor de lo actualmente conocido, se en-
tiende, pues falta desenterrar la mitad de la ciudad, tal
vez los barrios mas aristocráticos.
Enero 5. — Voi al Museo de nuevo i salgo de mi vi-
sita con estas solas impresiones duraderas: la del cua-
dro de la Magdalena de Guercino de la Venus Calipigea
i de la Venus de Capua. Lo demás va sobre entendido.
Efiero 8. — La plaza de San Carlos i su iglesia ro-
tunda de San Francisco de Paula, son mui lindas. Este
dia tiene el mérito del laconismo.
9|t f
Rriero 20. — De Port Said a Ismaelia por el Canal
de Suez. Salimos de Ñapóles para el Japón, el 16, em-
barcándonos con una lluvia torrencial, en el vapor ale-
mán 4'Preussen» (se pronuncia «Proisen> porque sí) de
5300 toneladas. Este vapor es uno de los mejores en que
yo haya viajado, inclusive el «Teutonio de doble tone-
— 263 -
laje. Las ventajas del Preussen están en el conjunto i en
los detalles como resulta de la siguiente enumeración de
sus calidades.
lo No cabecea ni se balancea mucho aun con mal
tiempo. 2o No tiene olor a buque. 3o Las camas son
grandes, cómodas, perfectamente limpias. 4** No hai mal
olor de ninguna especie en los camarotes. 5o Para co-
mer i almorzar no llaman con campana, esa campana de
a bordo tan conocida i cuyo sonido recuerda i produce
el mareo, sino con una corneta que imita los motivos de
las óperas de Wagner. 6o Al sesto día del viaje, hoi para
mí no solo no está uno cansado de la comida sino que
espera con ansia la hora de sentarse a la mesa. 1^ El
servicio es de primer orden, los platos son vanados, los
alimentos frescos i bien aderezados. Ayer por ejemplo
la comida fué tan esquisita que los pasajeros podían sin
exajeración creerse invitados a un banquete en un pala-
cio. Al concluir se apagó la luz de repente; todos se
alarmaron, pero luego se vio que era un artificio para
que causaran efecto los diez panales de hielo ilumina-
dos en los que venia la fruta helada. 8o Se come algo
cada tres horas : de las siete a las nueve de la mañana
hai café, té i chocolate á discresion, con bizcochos, tosta-
das i dulces; a las nueve, almuerzo compuesto de platos
calientes hechos en el momento a elección del pasajero,
fiambres, conservas i dulces (este almuerzo es como el
mejor que pudiera obtenerse en tierra); a las once se
sirve en cubierta caldo de pollo i sandwiches de lengua,
jamón, pastel de hígado, carne i queso; a la una viene
el llamado lunch, verdadera comida, con tres platos ca-
lientes fijos i numerosos frios; a las cuatro se da té i
café con bizcochos i dulces; a las siete tiene lugar la co-
mida, verdadero banquete diario con ocho o diez platos,
postres, helados i fruta i por fin a las diez de la noche,
se sirve el té. Esta alimentación continua no impide que
a cualquiera hora el pasajero pueda pedir cualquier
otra cosa, sin pagar nada estraordinario, exepto vinos,
licores i cerveza, únicos artículos no gratuitos a bordo.
9o Los sirvientes lo persiguen a uno preguntándole qué
quiere, en vez de ser uno (juien ande buscándolos i ro-
— 264 -
gándoles como en otros buques para que lo sirvan. IQo
La ropa de los pasajeros se lava como en tierra. II» Hai
una peluquería donde se hace todo lo del oficio, inclu-
sive lavar la cabeza a las señoras i caballeros. 12° El
buque tiene seis salas de baño. I3o Una orquesta mui
buena compuesta de diez ejecutantes, toca durante la
comida i al medio dia sobre cubierta, trozos selectos de
los mejores compositores i también piezas populares i
de zarzuela; la música de Wagner i la Verbena de la
Paloma o la Gran Via, forman un divertido contraste.
14° Cuando el tiempo lo permite se baila hasta las once
o doce de la noche. 15° El golpe de la máquina apenas
se siente i los guinches cargan i descargan, bajan i le-
vantan las anclas, sin ese ruido infernal de cadenas de
otros buques; nadie sabe a bordo cuando funcionan
estos aparatos. ló» Toda cuánta comodidad puede pro-
porcionar la electricidad se tiene en este buque; hasta
para encender los cigarros se usa un aparato eléctrico;
un termo cauterio. I7o El Capitán, Paul Wettin, es un
joven buen mozo, alegre espiritual i culto ; siempre está
de buen humor, calidad inapreciable; los oficiales si-
guen su ejemplo. 18» Por último el Comisario juega mui
bien al ajedrez i el Dr. Ossenkoff, médico de a bordo,
es socialmente insuperable.
* *
Enero 21. - Una buena parte de los pasajeros ha des-
embarcado en Port Said, otra en Ismaelia; hemos que-
dado a bordo por esta causa, mas en familia.
Estamos en el Mar Rojo, donde según todos los viaje-
ros i cronistas, reina una gran calma i hace un calor
insoportable. Aquí nos esperaba una sorpresa. Si hai
algo de azul en la tierra es el azul del agua en el Mar
Rojo ; hace un frió de Cristo i el fuerte viento levanta
un oleaje estupendo. Así pues, el Mar Rojo no es rojo,
no hai tal calor ni tal calma. Ni los mares se escapan de
la calumnia ! Para que todo sea contradictorio, a pesar
— 265 —
de las olas, el buque marcha como en un lago sereno ;
la prueba es que yo escribo esto en mi camarote, cuando
al menor barquinazo ya estoi mareado.
Anoche en Suez hemos recibido periódicos con telé-
gramas frescos ; según ellos la peste arrecia en la India,
principalmente en Bombay ; la peste maldita que a sus
horrores añade la contrariedad para mí de obligarme a
pasar de largo por mar hasta Ceylan, en vez de cruzar
por tierra de Bombay a Calcuta, viendo a lo menos las
ciudades: Delhi, Agrá, Lucknow i Benares!
* *
Enero 23. — Llegamos a Aden. Lo único digno de
verse aquí según dicen es el depósito de agua, las cis-
ternas. Yo no bajo, no estoi para incomodarme por ver
otro depósito de agua a mas de los ya vistos, probable-
mente miserable en comparación de los nuestros i segu-
ramente inferior a otros orientales de análoga catadura,
como los pozos de Salomón i la gran cisterna de Cons-
tantinopla (creo) o los magníficos depósitos de Cartago.
Salimos para Ceylan con un buen mar i sin calor.
4( «
Febrero 18. — El I o nos hallamos en Ceylou, como le
llaman los ingleses, i desembarcamos en su capital, Co-
lombo, sitio del Paraiso terrenal o a lo menos mui pro-
bablemente, paraje en el cual la leyenda lo ubica. No
recuerdo sin embargo que en la biblia se hable de mar a
propósito de la primer morada de nuestra madre Eva i
su interesante marido ; quienes si resucitaran i vieran su
antiguo domicilio, no lo conocerian. Faltan o escasean
los tigres, los leones, las hienas i otros animales domés-
ticos, en aquel tiempo, pero sobran los buques a vapor,
los grandes veleros, el ferro-carril, el magnífico puerto,
— 266 -
ya pequeño, los velocípedos i los carros de mano i los
djinrikischa ( hombre-carro ) ; pequeño tilburí de dos
ruedas con capota, llamado por abreviación ricksha, A
mas creo que se arrepentirian de su pasado, no tanto por
haber dado oríjen a la raza humana en jeneral, sino por
hallar su descendencia representada por los nativos del
Ceylan, negros, feos, descuidados i estrafalarios. Lo
único que tal vez no encontrarían cambiado es el bos-
que, la selva, las plantas, las flores ; no darían sin duda
con el árbol del bien i del mal, que yo busqué en vano;
pero en cambio sentirían la fragancia de las hojas de
canela en los plantíos del lujoso arbusto i Eva podría
adornar su abundante cabello con heléchos menudos,
con orquídeas i con flores del aire, de esquisito perfume.
La ciudad animada, bulliciosa, les produciría algún atur-
dimiento, así como los gritos i los trotes de su fecunda
prole, pero mirarían con entusiasmo o con intensa curio-
sidad a lo menos, el lago magnífico lleno de barcas
afíladas, donde reman desesperados unos animales blan-
cos i rojos terminados en una especie de hongo enorme
de corcho, forrado en tela blanca por fuera i verde por
dentro, alias sombrero de zona tórrida ; el campo de
cricket o del lawn-tennis, donde los mismos seres pecu-
liares, con los mismos sombreros o sin ellos, juegan
como chiquillos ; el activo comercio; las casas de nego-
cio donde se vende desde arados hasta encajes, como en
los países coloniales i lejanos ; el embarcadero con sus
mil lanchas, i por fin, las graneles avenidas plantadas de
palmas i limitadas a los lados por casas de campo, villas
i glorietas.
Mi mamá Eva i mi papá Adán se pararían sin duda en
una vidriera de tienda a contemplar los atavíos de la
moderna humanidad; mi padre ambicionaria una cor-
bata azul por todo adorno i mi madre un mantón de
manila punzó; pero los dos, estoi seguro, dadas sus afi-
ciones tan conocidas, seguirían por esa calle larga a la
sombra de las palmeras, desde el puerto hasta el Monte
Lavinia, elijiendo i probando en cada puesto las frutas
mas olorosas, raras i pulposas, algunas repugnantes de
puro esquísítas.
— 267 —
Colombo es un jardín; las casas aparecen como glo-
rietas entre las palmeras i otros árboles. El paseo favo-
rito de los pasajeros es un hotel situado en una colina a
la orilla del mar a pocos kilómetros del puerto, i al
cual se va por un camino encantador, ílaqueado de villas
o chozas i dejando ver entre los árboles de tiempo en
tiempo, el mar a dos pasos, constituyendo el fondo de
las coloniales residencias. Los indíjenas andan medio o
totalmente desnudos, chicos i grandes ; estos últimos sin
embargo tienen un adorno infalible, una peineta en forma
de arco que les abarca la cabeza, retirando el pelo de la
frente, cuando el poseedor de la peineta lo- tiene, pues
debo advertir que la usan hasta los calvos i la calvicie
es aquí mui jeneral entre estos indios, con lo cual se des-
miente la creencia común acerca de la influencia de tener
la cabeza al aire libre para conservar el pelo.
Las mujeres son mui feas ; las bonitas i jóvenes no
salen, dicen los nativos ; pretestos, pienso yo ; son feas,
salgan o no salgan ; algunas chiquillas sin embargo,
hacen exepcion a la regla i son a más mui zalameras ;
llaman a todos los hombres /¿z/¿z i a todas las mujeres
mamá ; a mí me salió una hijita, que no repudiaría ni aun
fuera de Colombo» ájil, viva i delicada como una liebre.
Los trajes de las jentes del pueblo son, en su mayoría,
caprichosos, i cada uno hace las mezclas a su modo ;
por ejemplo: sombrero alto i camisón ; corbata de seda
i camisa sin ruello ; paleto de paño oscuro i medias de
algodón blancas ; gorros de toda clase i blusas i sacos
i nada í pantalones, o una tela envuelta i ajustada en la
cintura, que cae hasta los pies. La población es mui hete-
rojénea. Hai templos budistas, católicos, taoístas, indios
i protestantes. Las escuelas están al aire libre ; un techo
de paja sobre pilotes o columnas, forma un pabellón
donde se juntan cientos de chicos bajo la dirección
de un maestro de escuela primitivo. Muchos nativos
hablan inglés, pronunciándolo a su modo ; con el tiempo
harán un idioma nuevo. Las villas o casas particulares
son preciosas; todas tienen su jardin i su bosque de
palmeras, que han crecido a su antojo verticales u obli-
cuas. Los carros i carruajes van tirados por caballos o
— 268 —
bisontes en jeneral. La población inglesa goza, a su
modo ; ha instalado sus costumbres ; tiene regatas, car-
reras, juegos de bochas i todo jénero de sport. Uno
ve en Colombo trotar el progreso i adivina que cada
dia algo se mejora. Salimos mui satisfechos de nues-
tras escursiones, para Singapore, a donde llegamos el
6 de febrero quedándonos allí hasta el 7. La entrada al
puerto i el puerto mismo son de una belleza incompara-
ble ; montañas cubiertas de verdura, de arbustos i de
árboles entre cuyo follaje se descubre casas de campo
graciosas, forman las márjenes del canal o brazo de mar
tranquilo que conduce al puerto. La ciudad es mui bu-
Iliciosa i poblada; los chinos constituyen casi la totalidad
de los habitantes. Predomina en los edificios el gusto
europeo, pero los chinos con sus infinitos i menudos
negocios dan a la parte baja de cada casa un aspecto
especial. Las calles están cuajadas de jentes i son cons-
tantemente recorridas por vehículos tirados por caballos
o por bisontes u hombres. Son conocidos los carritos de
mano que en cada localidad tienen un nombre diferente
por eso prefiero darles el descritivo ; los coolis o peones
que los arrastran son de una gran fuerza i ajilidad i los
tales carritos ofrecen para el transporte de personas i
objetos pequeños, una gran comodidad. La joya de Sin-
gapore es su jardin botánico en el cual la naturaleza i el
arte han hecho maravillas combinando los accidentes,
las sombras, la frescura, el agua y las flores ; los con-
servatorios ó invernáculos de este jardin ofrecen una
variedad infinita de plantas raras; jamás he visto mayor
cantidad de orquídeas i flores del aire diferentes. En la
ciudad, a la orilla del mar hai un paseo para la jente de
alto tono, donde ella luce sus caballos, sus carruajes i
sus damas; allí, a la hora de regla todo tiene un aspecto
distinguido. En Singapore donde quiera que haya un
prado, un árbol o un almacigo, se ve brillar, como picos,
de gas o lámparas eléctricas, la luz de las luciérmagas
de tamaño colosal; quien no conoce la causa toma las
luces como fuegos fatuos.
4> ^^
— 269 —
El 13 desembarcamos en Hong-Kong; solo hemos
tenido en el trayecto dos dias de mar desagradable a
causa del Monson que soplaba del noroeste, a veces
con suma violencia. Entramos a la bahia a la una de
la mañana i la cubierta del buque se vio singularmente
concurrida por los pasajeros que no quisieron perder
el sublime espectáculo ya anunciado para esa hora. La
bahia i puerto de Hong-Kong tienen pocos rivales
en el mundo i ninguno de ellos sale victorioso de la com-
paración. Desde que se descubre el faro ya se co-
mienza a ver las luces diseminadas, rojas, blancas o
amarillas i de repente, al dar vuelta un pequeño cabo,
se descubre o mas bien se adivina de noche la ciudad
trepándose á las montañas de la isla, en medio de cien
enjambres de estrellas brillantes como si el cielo hubiera
derramado a las orillas del mar, sobre sus aguas i en las
faldas de la colina, una pañuelada de sus constelaciones.
El alumbrado profuso de la ciudad i los focos eléctri-
cos de los vapores del puerto son los factores de tan
hermoso efecto.
Tras de un buen sueño, el único tranquilo después de
dos dias, desembarcamos e hicimos nuestra entrada en
esta ciudad, original i linda, edificada al estilo europeo en
su mayor parte i un tanto incómoda por la diferencia de
nivel de sus calles i la aglomeración de chinos en ellas,
pues los dominadores, los ingleses, apenas se hacen
presentes por raros ejemplares, si bien su mano se siente
en todas partes.
Al ver estas muchedumbres que parecen brotar de la
tierra, uno se pregunta como la población china no hace
de las suyas, no se levanta i espulsa a los intrusos, dado
su odio a los estranjeros, i solo se responde invocando
la superioridad de la raza. Los chinos andan como hor-
migas, en la parte baja i en cada puerta, en cada cuarto,
en cada zaguán hai todavia una reserva para llenar con
su conjunto otro espacio igupl al ocupado por los tran-
seúntes. La parte de la montaña es mas tranquila i rela-
tivamente está vacia. Allí habitan las familias de los es-
tranjeros o de los chinos pudientes i las moradas de
todos estos privilejiados son encantadoras por su como-
— 270 —
didad, por su lujo i su buen gusto. Abajo la jente se atre-
pella ; no se ve sino palanquines i chinos, carros de
mano i chinos, cargas colgadas a los estreñios de un
palo i chinos o un chino en el medio que da al aparato
el aspecto de una balanza.
En las casas hai un negocio a cada tres metros con
sus muestras de faroles pintados balanceándose sobre
las veredas, sus letreros inintelijibles i sus grupos de
chinos; pues en cada tienda para vender un objeto, una
cinta, un abanico, un cigarro, se necesita veinte chinos.
En el mercado naturalmente es mayor la aglomeración,
sobre todo a la hora de la llegada i venta del pescado, i
es curioso como lo conservan vivo en grandes cubas lle-
nas de agua cuya frescura i aereacion mantienen por
medio de molinetes movidos con los pies. De las 4 a las
5 de la tarde hai en él 1800 compradores, mas o menos
(yo conté un dia cuatro filas i calculé el resto) hombres,
mujeres, niñas i muchachos, todos regateando, corriendo,
gritando, i los pescados vivos saltando en las canastas o
en los platillos de las romanas i balanzas rústicas. ¡El
todo . . . .'inolvidable !
Para no repetirme después, dejo mis observaciones
sobre la población china de Hong-Kong. A su tiempo
hablaré de los usos y costumbres de este mundo estraño
i entonces contaré cuanto haya visto o haya llegado a
mis noticias.
Naturalmente ya los ingleses tienen aquí sus clubs, sus
juegos i sus diversiones, siendo las carreras una de las
principales i un atractivo de primera clase para todos los
aficionados de Shanghai, Cantón i Macao.
El 17, 18 i 19 de este mes, han sido destinados a las
carreras de ponéis. Ayer 17 hemos estado en la primera
en el Grand Stand, al principio, por invitación de compa-
ñeros de viaje, el señor Francis i su señora, i después en
el palco del señor Gray a quien vinimos recomenda-
dos por un amigo de Drucker, el señor Jarislowsky.
Si Dios fuera un sportman en debida forma i se hubiera
propuesto elejir el mas bello de los parajes para instalar
un circo de carreras, no habria encontrado otro mejor
que el destinado a ese objeto por los ingleses de Hong-
— 271 —
Kong^. A corta distancia del centro de los negocios, en
medio de filas de montañas verdes, en una gran planicie
de una escotadura sin salida aparente, ahí está la pista.
Palcos, tribunas, oficinas, establos, todo es bueno i ha
sido bien montado.
Los accesos son fáciles i el camino, en los dias elejidos,
se convierte en una feria ; a partir de donde comienzan a
ralear las casas, los chinos establecen sus tiendas de
campaña para la venta de mil objetos, sus cocinas al aire
i sus juegos en mesas invisibles para el observador, tal
es la cantidad de aficionados que las rodea; los subditos
del Hijo del Cielo son mui jugadores; juegan á todos los
juegos conocidos i a otros que inventan ad-hoc según el
caso. La vía está literalmente llena de hombres, mujeres,
niños, palanquines i carritos ; estos últimos conducidos a
toda velocidad por los coolies, donde se les permite cir-
cular; i toda la confusa masa se mueve en diversas direc-
ciones sin tino en apariencia, pero sin chocarse ni estor-
barse.
Las carreras fueron como todas, aburridas; lo entre-
tenido i lujoso fué el almuerzo, lunch o tiffin, como aquí
dicen, ofrecido por la comisión a la sociedad distinguida.
A la mesa concurrieron como trescientas personas, entre
damas i caballeros. El gobernador de la isla presidia el
acto ; el tiffin, mui bien servido, era selecto i abundante,
sin escluir el champagne de primera calidad. En el palco
del señor Gray, grande como un salón i privado como
los otros, habia también exelentes provisiones i vinos
delicados.
La montaña en cuya falda se ubica la ciudad de Hong-
Kong tiene una cima como cualquiera lo puede suponer:
esa cima se llama el pico i este pico siendo bastante
elevado domina las casas, el puerto, la bahia, una parte
del mar i grandes estensiones de tierra en la isla i fuera
de ella.
De allí se descubre en fin un panorama como hai sin
duda algunos en nuestro planeta, pero no por eso menos
— 272 —
sorprendente. No lo describo de lástima por mis lecto-
res, pero les aconsejo cerrar los ojos i ver en su imaji-
nacion el mejor paisaje con que hayan soñado ; , . . . mui
bien, eso es ! El camino que condupe al pico es ancho,
firme, unido i limpio.
En Hong-Kong se puede vivir sin estrañar nada de las
ciudades civilizadas en lo relativo a comodidades i go-
zando de un buen clima. Nieva, es cierto en invierno i
hace mucho calor en verano, pero nieva poco i con su-
birse a la montaña se evita el calor.
Los ingleses se apoderan en todas partes de lo mejor;
son mui tontos !
Se puede dar la vuelta completa de la isla i acon-
sejo a quien tenga tiempo la escursion ; yo no he
recorrido sino la mitad de la distancia encontrando para-
jes deliciosos i mirando a lo lejos paisajes ideales en cuyo
fondo i detalles el mar, la montaña, las nubes y los árbo-
les tomaban parte. Dos gargantas entre rocas en di-
verso nivel han sido aprovechadas para formar los re-
servónos o tanques colectores de las aguas de lluvia i de
deshielo para proveer la ciudad. Estas obras son de
indudable mérito pero su capacidad es deficiente.
Aquí hai una buena sociedad estranjera compuesta de
comerciantes, empleados, cónsules i militares ; los chi-
nos se dan poco a la sociedad, a no ser entre ellos.
Hai una buena i fuerte guarnición i siempre en el puerto
numerosos buques de guerra. Hong-Kong, es el tercer
puerto del mundo.
Febrero 28. Ho7ig- Kong. — El 19 salimos para Can-
tón embarcándonos en compañía de tres compatriotas:
Juan Storni, Torcuato Trueco i Leandro Mataldi que iban
a comprar mercaderías i objetos de arte oriental, como
lo han hecho en Hong-Kong i en el Japón, elijiendo,
— 273 —
según lo verán en Buenos Aires, las colecciones de
mejor gusto, de mérito intrínseco i de belleza no conven-
cional i procediendo a veces no como comerciantes sino
como artistas.
El viaje, fué corto, duró cinco horas i el mar i el rio
estuvieron tranquilos.
El Chu-Kiang, rio de Cantón o Pearl River, Rio de
Perlas, como le llaman los ingleses, debe su ultimo nom-
bre al color de sus aguas; es un rio soberano con
mareas i todos los derechos de un mar dulce ; ancho,
formidable, que corre entre praderas i montañas, con-
fundiendo sus ondas en los límites de su embocadura,
con las del mar, en medias tintas i a los lados, con las
líneas verdes de sus costas, donde la vista del viajero se
encanta mirando las sementeras, los jardines, las aldeas
i las pagodas de nueve pisos con sus techos livianos de
curvas graciosas, cuyos estremos se levantan hacia el
cielo, semejando cada pirámide un faro caprichoso en el
desierto florido o un obelisco tallado en el tronco de
algún árbol colosal.
Mas adentro, ya al llegar a Cantón, las costas des-
aparecen i en su lugar se ve masas de botes como con-
g^lomerados, de casas con sus covachas de varillas i
enjambres de buques con sus velas de paja, su popa
cuadrada i su enorme rueda posterior movida por un
aparato de pedales, por el cual los chinos tripulantes
trepan sin subir, pues cada peldaño se baja a cada paso
con el peso del cuerpo.
Los botes llamados sampanes, los lanchones de rue-
das i los buques, algunos con cañones del tiempo de las
dinastías estinguidas, para la defensa contra los piratas
que abundan i no pierden ocasiones, abren calle para
dar paso a los vapores, i estos deben entrar tomando
mil precauciones para no echar a pique las casas de
familia flotantes, los sampanes i lanchas de alquiler que
en número incalculable, se entrecruzan en las aguas.
Quien no haya estado en Cantón no comprenderá la
bulliciosa i alarmante escena, no creerá cuanto se le diga
i ni aun creyéndolo, no se dará cuenta de los hechos,
pues ninguna pluma es capaz de describirlos, ni hay
Por mares i por tierras 18
— 274 —
pincel capaz de pintarlos. Al llegar ya a los muelles i en
los canales que salen del rio, el agua no se ve, i sí solo
una masa ondulante como una formidable manta hecha
con grandes i pequeñas piezas de madera articuladas.
Cómo pasan, cómo se mueven las embarcaciones sin
chocarse ni destrozarse en semejante aglutinación, es un
fenómeno sorprendente; el viajero queda suspenso ante
él i un tanto alarmado en presencia de la confusión, de
los gritos en un idioma raro, los silbidos, los movimien-
tos de remos, de ruedas, de botadores, de velas, de redes,
de madera animada i de jente; mujeres, niños, hombres,
hormigueando dentro de los sampanes, sin defensa apa-
rente contra una temperatura glacial o tórrida, según la
época. I a lo lejos por fin, pegados a las costas los botes
de flores, con sus decoraciones brillantes i de colores
vivos que aguardan sus visitantes de la próxima noche,
para ofrecerles en banquetes inacabables i maravillosos
de puros estraños, las delicias chinas de un reposo arti-
ficial por el opio, el vino, los manjares i las caricias de
mujeres jóvenes, banquetes cuyos detalles daré en tiempo
oportuno.
Nos recibe el señor Hans Schubart, apoderado i je-
rente de la casa Carlowitz i C», i nos acompaña a nuestro
hotel, a donde llegamos en palanquines cargados por
tres coolies (peones). No bien instalados comenzamos
nuestras escursiones en palanquín siempre, formando
una larga caravana por las calles de la City de Cantón,
deteniéndonos en las sederías, en las fábricas de mue-
bles, en los talleres de marfil, de maderas talladas, de
papel pintado i de joyas; en los negocios de porcelana,
de biombos, de bronces, de ropa i de calzado.
A la noche asistimos a una comida que los empleados
de la casa alemana mencionada, señores Hans Schubert,
Robert Lenzeman, Gustavo Hopeler, Wilhelm Pope i
Johann Wacker, ofrecieron a sus recomendados Mattal-
di i Ca. Hubo música, canto, un poco de baile i mucha
alegría, pues los jóv^enes espatriados parecieron tomar
con ansia la ocasión de divertirse en compañía de jente
nueva, venida de los rumbos donde tienen su patria, su
casa i sus afectos. A los dos dias, el jerente de una casa
— 275 —
inglesa, señor Frederick Salinguer, a quien fui recomen-
dado por Mr. Gray de Hong-Kong, no queriendo ser
menos, invitó a toda la compañía viajera, haciendo los
honores de la mesa él i su segundo señor Emilhuo ; i por
ñn un chino de distinción, en las condiciones usuales,
satisfizo nuestra curiosidad presidiendo un banquete en
un boie de flores, en honor nuestro i cuyos pormenores
irán a su tiempo.
Cantón, — Se puede considerar a esta ciudad, la mas
importante i característica de la China, dividida en cuatro
partes: la europea llamada Shameen de la palabra
¿i-rean ; la ciudad nueva o Cantón estramuros; la vieja
o intramuros i la flotante cuyos habitantes tienen por
casa construcciones sobre pilotes en el rio o botes
mas o menos grandes. Las tres últimas divisiones ofre-
cen interés al estranjero por sus orijinalidades i dife-
rencias con el resto del mundo no chino.
La ciudad europea, mui pequeña, está edificada en
una isla de 2850 metros de largo por 980 de ancho,
isla en parte artificial, formada entre el Rio de Cantón
Chu-Kiang i un brazo o canal que corre a lo largo de
la ciudad esterna ; dos puentes echados sobre este canal
ponen en comunicación Shameen con Cantón; cada uno
íle estos puentes tiene su puerta que se cierra de noche i
abre al amanecer.
Población de Cantón, — Esclusivamente china, calcu-
lada en L600,000 habitantes, (los nativos dicen 2.000,000)
pero seguramente es mayor que la de Pekin, a la cual
se asigna L200,000 habitantes i no puede tener mas
por su estension limitada al espacio incluido en las mu-
rallas. Si hubiera una estadística de la mortalidad, seria
fácil calcular el número de habitantes, pero no la hai de
— 276 —
nada; los chinos son ajenos a todos los elementos de
civilización en el manejo de sus ciudades. Yo calculé a
primera vista la población de los botes en 400»000 almas;
después he visto en un libro que me habia quedado corto
por mas de 90,000; una prudente cifra será pues la de
500,000 i se comprende difícilmente cómo semejante
cantidad de seres humanos, vive en condiciones tan
anormales. Los botes, habitaciones jenerales o sea los
sampanes, son especies de góndolas que están, ya sea
ancladas cerca de las costas, ya en movimiento o sim-
plemente atadas en series, unas con otras a cierta distan-
cia de tierra ; allí nacen, viven i mueren cientos de miles
de familias, sin mas casa que la cobacha ni mas espacio
que la proa i la popa diminutas; el bote es su hogar,
su patria i su iglesia donde los dioses familiares tienen su
altar i son adorados ; así cuando una familia conduce su
sampan a cualquier parte, lleva en él todo cuanto afecta
sus sentimientos i responde a sus necesidades.
Estado civil de las personas. — Nacimientos. — Un
niño que nace en China, es chino, pero ninguna constan-
cia legal establece que el Celeste Imperio cuenta con un
ciudadano mas. El chinito es recibido por una partera>
pues el oficio aquí es tan conocido i tan antiguo como
en el resto del mundo (la primer partera vivió en
Colombo, sitio del Paraíso terrenal; fué nuestra' madre
Eva quién comenzó por asistirse a sí misma) pero nadie
lo bautiza ni lo inscribe. El niño se cria a la moda china^
acepta los usos i costumbres de sus padres i sigue su
relijion sin dar a este último punto mucha importancia
según parece, a juzgar por el abandono de los templos
i la familiaridad con que los chinos entran en ellos.
Matrimonios. — El casamiento entre los chinos tienen
algunas formas que recuerdan la captura de los prime-
ros tiempos i hasta el peinado de las mujeres casadas^
— 277 —
io trae a la imajinacion por la forma de manija del
rodete o nudo que hacen con el pelo torcido i engo-
mado i se acomodan en la nuca, manija por la cual se
supone fueron tomadas. No me ha sido dado presenciar
ningún matrimonio chino, ni aquí ni en Hong-Kong; pero
puedo consignar sus fórmulas i ceremonias, copiando
mis notas i traducciones, hechas a bordo, estractando
lo sustancial del libro de Robert K. Dooglas, titulado
Society in China, edición de 1894, libro notable a mi
entender.
La antigüedad i santidad del matrimonio en China son
dos ideas consagradas ; aquí como en todo pueblo se lo
mira como la base de la familia i los ritos i ceremonias
con que se verifica muestran la trascendencia que se le
adjudica en la vida. Los padres arreglan el asunto sin
la menor intervención de los futuros esposos i comprén-
dese, a veces para hacer su desgracia, como en el caso
referido por el autor, de una madre moribunda que de-
seando dejar a su hijo establecido, lo casó con una
leprosa a quien no habia visto jamás el joven (felizmente
la lepra es motivo de nulidad del vínculo). Un ájente
especial interviene en los matrimonios : se llama el
«Match maker», «el que hace yuntas, > o «el mejor
hombre»; le llamaremos nosotros «corredor de matri-
monios». Las ceremonias preparatorias pueden resumirse
en las siguientes : I* Los padres del joven mandan al
corredor a averiguar el nombre i edad de la niña; el ho-
róscopo de los novios es consultado. 2» Si todo sale
bien, los padres del joven encargan hacer su formal pro-
posición. 3a Si el padre de la niña acepta, debe mani-
festarlo por escrito. 4» Entonces los padres del novio
envían sus presentes a los padres de la novia. 5* El
corredor pide la designación del dia para ratificar el
compromiso; el dia debe ser afortunado, de buen augu-
rio. 6» El novio va con un número de amigos a traer a
su novia, o los comisiona sin ir él ; la comitiva lleva una
banda de música. Aceptados estos preliminares, queda
en realidad formalizado un contrato indisoluble, aun
cuando se trate de niños, escepto, en este caso, si uno
de los novios padece de lepra.
— 278 —
Entre jóvenes el contrato puede romperse si dentro de
los tres días, por casualidad se quiebra una taza de loza
china (supongo que no será una taza común) o se pierde un
objeto de valor, por considerarse esos sucesos como de
mal augurio ; si a ellos se añade algún informe posterior
desagradable, las partes contratantes aprovechan la oca-
sión para anular su compromiso. Las cartas cambiadas
para tratar del enlace son mui curiosas ; el proponente
en su oferta se insulta a sí mismo i pone por los suelos a
su hijo i familia i por los cuernos de la luna al padre de
la niña, a su casa i a la niña misma; él se caliñca de
estúpido i atrevido ; su casa es un rancho miserable i
su hijo un imbécil; en tanto él padre de la novia vive en
un palacio como se lo merece i su hija es una estrella.
Las proposiciones deben ser mandadas en dia afortu-
nado reconocido por los astrólogos; con muchas cere-
monias se las entrega al Corredor o mejor hombre de-
lante del altar de la familia ; toda casa respetable tiene
uno como se verá a su tiempo. Al entregarla el padre
hace el kot'ow, venia, inclinación, humillación, en honor
de sus antecesores. Al recibir la carta el padre de la
novia llena análogas fórmulas en el salón de los antece-
sores, en presencia del maestro de Ceremonias a cuya
palabra u orden todos se postran ante las planchas o
placas con inscripciones de los antepasados, colocadas
en el altar ; pero antes de recibirla el padre de la novia
i el comisionado del novio se sitúan, el uno al este i el
otro al oeste del salón ; el groom'sman padrino, presenta
entonces su carta i los regalos: un chanchito vivo o dos
gansos ; la carta se coloca en el altar. El padrino in-
continenti es invitado a tomar té; luego se le da
la contestación con los mismos requisitos i los regalos
de retorno, invitándolo para una fiesta ; éste rehusa dos
veces i acepta la tercera; tal es la regla. Una comida
llamada el napí o la presentación de las sedas, pone
término a la ceremonia. Cuando se manda los presen-
tes se prepara dos tarjetas con emblemas alusivos; una
de ellas se envia i en esa se ata unas cintas como símbolo
de unión preparada en el cielo, pues para los chinos es
una verdad inconcusa nuestro refrán: casamiento i mor-
— 279 —
taja del cielo baja. Después se transporta a la casa del no-
vio el ajuar de su prometida en baúles cerrados, pero las
mujeres, hermanas, parientes o amigas del novio, dice
Dooglas, infaliblemente abren los baúles, de puro curio-
sas, sin permiso de la dueña. Para señalar el dia propicio,
conocido de antemano, se cambia cumplimientos recípro-
cos; ninguno de los padres quiere ser quien lo señale por
deferencia a su consuegro. Ya todo arreglado, el novio
o un amigo va a la casa de la novia en procesión, con
música, donde es recibido en el salón del altar; allí se
bebe un poco de vino en honor de los gansos, símbolo su-
pongo de los novios, no por ser gansos, sino por ha-
berse bebido en honor de ellos. Entra la novia, o mas
bien es traida, cubierta completamente; se le indica
donde se halla el novio i ella se inclina en esa dirección
en señal de obediencia. Dos mujeres de bu^a fortuna,
es decir, con marido e Jiijos vivos, toman entonces a la
novia i la conducen a su silla o litera cerrada para lle-
varla a la casa del novio, en procesión ; una vez en la
puerta, el padrino llama' golpeando la caja de la litera o
silla con su abanico; la novia sale i es conducida sin
tocar tierra, cargada, al salón del altar en cuyo centro
arde una hoguera o hai sqIo carbones encendidos en un
brasero; alzándola sobre el fuego, la esponen un mo-
mento a sus llamas, para purificarla, dicen algunos, pero
en realidad no se asigna a esa operación un significado
seguro; es tradicional i nada mas.
En seguida una sirviente le trae arroz i ciruelas; la
novia prueba el manjar i después se arrodilla delante del
novio el cual le alza el velo i la ve por primera vez ; la
etiqueta le prohibe romper el silencio. Los novios se
sientan en un diván i si uno resulta teniendo debajo al-
guna parte del vestido del otro, la superstición quiere
que ese mande en el matrimonio. Solo falta ya para la
conclusión de tan complicado ritual, la consagración del
enlace. El salón se llena de jente, parientes e invita-
dos ; el novio anuncia que obedeciendo los deseos de
sus antecesores ha tomado mujer, ante cuyo anuncio
todos se prosternan. Los novios se retiran. En la casa
hai una gran fiesta, comida, música i alegría; el novio
— 280 —
sufele concurrir a ella i sufre las bromas picantes de sus
amigos.
Como se vé i ya lo he insinuado, parte de estas cere-
monias recuerdan las capturas en las sociedades pri-
mitivas. El símbolo de tomar, representa una oreja;
un esclavo se escribe con el signo de una tnujer i una
mano combinado. La adición del signo de una m^ujer al
de tomar, dá por resultado el símbolo de matrimonio.
Las procesiones son también sujestivas. En algunos dis-
tritos subsisten todavia los simulacros de la captura vio-
lenta ; la novia se sube a un árbol, se parapeta i sus ami-
gos la defienden contra los ataques de los amigos del
novio encargados de tomarla i llevarla, lo que siempre
consiguen. Otras veces, en medio de una fiesta prepara-
da para el caso una banda de mozos se lanza sobre los
concurrentes i ataca a las mujeres, entre las cuales se
halla la futura esposa; los hombres presentes tratan de
defenderlas o mas bien simulan hacerlo, pero ellas toman
el asunto a lo serio i se defienden en realidad con palos,
uñas i puños i en no pocas ocasiones los partidarios del
novio salen molidos aun cuando siempre llevan su presa
rendida voluntariamente o sometida.
El divorcio por mutuo consentimiento no es raro en
China. Cuando la mujer se escapa del hogar si el marido
no quiere tolerarlo, la recobra por violencia, armando i
capitaneando a sus amigos ; en estos casos la autoridad
suele intervenir en nombre de la lei ; pero en jeneral ni
se necesita recurrir a la violencia ni a la lei; basta la
opinión pública con su fuerza moral para obligar a la
mujer a volver al hogar a veces abandonado, con sobrada
razón. Los parientes arreglan estos asuntos por lo
común, no solo en su calidad de tales, sino porque en
China los vecinos i los estraños se meten en todo i de
no hacerlo se creerian cómplices de las querellas do-
mésticas, mirando los asuntos ajenos como propios i
tal intromisión no sorprende a nadie, como se verá mas
claramente después.
La poligamia no es un hecho claro aquí ; . a lo menos
la especie no tiene los caracteres jenuinos de la ver-
dadera que en realidad no existe con formas le-
— 281 —
gales. Un solo matrimonio tiene lugar con todos los
requisitos i es el único lejítimo ; las demás vinculaciones
se íbrraan en virtud de la costumbre i de la tolerancia a
favor de un pretesto más o menos razonable. Una se-
gunda mujer figura en el hogar, cuando "la primera no
tiene hijos, principalmente ; suele ser elejida entre las es-
clavas del marido o bien es traida de fuera; esta segunda
mujer sirve a la otra, a la lejítima i esta compensada así,
suele mirar como un honor que le asignen una coopar-
tícipe en el amor, si bien no en los derechos. Una tercera
i una cuarta mujer no sorprenderia a nadie en un hogar
chino. El amor propio de las mujeres no se ha desper-
tado o es mui obtuso; no perciben la degradación de su
suerte i la ignorancia i la costumbre les impiden ver el
horror de su situación ; pero allá en el fondo de su alma,
estoi seguro, alguna vislumbre aparece como una idea
confusa de esa depresión tan manifiesta para nosotros,
patente hasta en el lenguaje familiar chino i en la caligrafía ;
el símbolo de una mujer'x de un pecho significa una esposa ;
astucia i disimulo significan armas de la mujer; obrar
con arieriaj se representa por el signo acio i el signo
mujer. Un marido hablando de su mujer cuando llega a
nombrarla, dice <My dull Horn» mi triste espi?ia o algo
peor (Dooglas). Puede venderla i la vende para reme-
diar sus necesidades individuales; puede maltratarla i la
maltrata con la tolerancia i hasta el aplauso de la socie-
dad. Se dio el caso de un marido mui enamorado de su
mujer i bien correspondido ; nunca le habia pegado i
por esto se creia en ridículo ante sus amigos i la socie-
dad ; esta preocupación labró su espíritu hasta que un
dia sin el menor motivo la castigó tan bárbaramente que
la dejó por muerta, el chino estúpido, mostrando así que
él también era un buen marido. Añade el mismo Dooglas
que las señoras chinas suelen decir a las estranjeras
«¿les pegan a ustedes sus maridos?» i manifiestan duda
i sorpresa ante la respuesta negativa i airada de las inter-
peladas.
Lo dicho es la regla, pero muchas mujeres chinas
proceden con sus maridos como europeas o americanas,
los engañan, los ridiculizan, los estropean, los obligan a
— 282 —
trabajar toda su vida, exijen todo de ellos i les pagan
sus sacrífícios con ingratitud, deslealtad i desconsidera-
ción.
Sin embargo, la mujer en cualquier situación en China
se halla indefensa i en casa de sus padres está lo mismo
o peor que en la de su marido ; es una carga de la cual
tratan de librarse casándola.
Las jóvenes chinas lo saben i como casándose no me-
joran, muchas se suicidan por no casarse o contraen
algún voto relijioso. Una vez aquí en Cantón, ocho niñas
se echaron al rio en una noche i se ahogaron. Los
padres habian concertado la boda de estas infelices;
ellas a la hora designada se vistieron de gala, se es-
caparon de su casa i cosiendo los vestidos unos con
otros para no separarse ni evitar por accidente la
muerte, así unidas se arrojaron al agua. Como todo en el
Celeste imperio es raro, contradictorio, e ilójico, a mi
ver, algunas novias se pasan al otro estremo i se dejan
morir de hambre o se suicidan en otra forma cuando
muere su prometido, sin conocerlo ni de vista i sin
amarlo, infiero. Las viudas ofrecen mas ejemplos de esta
especie ; en ciertos distritos se suicidan en público con el
jeneral aplauso i sin que la autoridad se entrometa en el
asunto.
* *
Marzo S, Hong-Kong. — Hemos sido invitados i asis-
tido a un tif/in en casa del señor Gray, en la montaña ; el
camino estaba delicioso i el almuerzo fué mui agradable;
una criatura, mas bien una muñeca, María, la hijita de
Mme. i Mr. Gray, preciosa como la mayor parte de las
inglesitas a esa edad, hizo el encanto de la visita !
Hecha esta digresión de viajero, continuo con mis
notas de Cantón completándolas con los recuerdos de
mis lecturas i añadiendo observaciones de mi propia
cosecha.
— 283 —
Se habrá notado por lo anterior la falta del elemento
sentimental en las relaciones chinas. La mujer por su
posición i por la estrechez del molde en que se desarro-
lla, no puede tener sentimientos tiernos, ni para sus pa-
dres, ni para sus hermanos, ni para los hombres a quie-
nes no conoce ; un hijo no puede tenerlos para con sus
padres por cuanto la obligación prima i el deber es tan
estricto i tan pesado que no deja lugar al sentimiento ;
la sumisión reglada, tradicional, infalible mata el amor
filial. La esposa i el esposo no pueden amarse porque
ella se siente esclava i él, amo, patrón, dueño; én seme-
jantes condiciones solo por accidente pueden nacer
afecciones sinceras no heridas de muerte en la cuna. Es
claro, en China como en cualquier parte las tendencias
naturales se burlan a veces de las reglas, ritos, costum-
bres i tradiciones, pero t^es hechos son considerados
como no existentes.
Deberes de los hijos. — Posición de la mujer en jeneral*
— Esclavos domésticos. — Las doctrinas de Confucio san-
cionaron el sacrificio del hijo en servicio del padre. Al
romper el alba, los hijos varones i mujeres, deben levan-
tarse i saludar a sus padres, averiguar cómo han pasado
la noche i ponerse a su servicio con amor i devoción. Si
se suscita una cuestión en el resto del dia, rara avis, i
los padres están en error, los hijos pueden observárselo
humildemente, i si su actitud no es acatada, deben some-
terse ; si los padres se irritan i llegan a castigar a los
hijos aun hasta sacarles sangre, los castigados deben
redoblar sus manifestaciones de amor i suavidad (exac-
tamente como proceden los hijos en Buenos Aires). Bajo
la influencia de tales doctrinas, la locura, la exajeracion
mas estravagante no deja de producirse en algunos. Las
anécdotas ejemplares se repiten i comentan i hasta de
las Provincias, las autoridades presentan peticiones al
Emperador para beatificar a los hijos abnegados. Cuenta
la leyenda que un hombre casado no pudiendo mantener
a sus padres i a su familia, propone a su mujer matar
- 284 —
a su hijo único, enterrarlo vivo, nada menos, en virtud
de este perentorio argumento : el hijo puede ser reem-
plazado, pero el padre no ; la mujer acepta ¡ mui propio
de sus sentimientos maternales! ; comienza a cavar la
fosa para enterrar al inocente niño i a poco se encuen-
tra una vasija llena de oro, premio puesto ahí por la divi-
na providencia china como muestra de su aceptación del
heroismo de los dos esposos. Esta leyenda trae a la me-
moria el sacrificio de Abraham.
Se cuenta de una joven que cortaba pedazos de carne
de su cuerpo para preparar caldo i darlo como remedio
a sus padres debilitados. Otra hace mil locuras ; rehusa
casarse por no dejar a sus padres, i esto repetidas veces,
las últimas, siendo ya un tanto madura ; cuando su padre
muere, ella barniza el cajón fúnebre con su propia san-
gre i sigue alimentando a su madre con la carne que
saca a pedazos de sus muslos ; por fin, a la muerte de
ésta le consagra un monumento. La joven es recomen-
dada a la memoria pública por sus actos de abnegación.
La sumisión i complacencia de los hijos llega a tal punto,
que hombres ya viejos se disfrazan vistiéndose como las
criaturas i jugando como niños, delante de sus padres,
tratan de hacerles olvidar su edad i sus achaques. Otros
para librarlos de las picaduras de los mosquitos, duermen
desnudos a su lado. Verdaderos o no estos relatos, con-
tribuyen a mantener i fomentar la doctrina del sacrificio,
cuyas exajeraciones conducen a la locura i al absurdo.
Las mujeres ocupan una posición inferior desde criatu-
ras ; los varoncitos tienen juguetes, ellas no ; estos comen
i se visten mejor i en casos iguales, son castigados con
menos dureza. Ellas son despreciadas de hecho i de pala-
bra, suponiéndoles todos los defectos i todos los vicios.
A los hechos que he relatado al hablar de la ceremonia
matrimonial, debe añadirse estas curiosidades comple-
mentarias: el jeroglífico que representa a las mujeres vSig-
nifica al mismo tiempo corrupción ; para escribir dos
mujeres, se escribe riña, pelea, pendencia; la palabra
- 285 -
intriga j escrita, significa »í«/i?r también ; mujeres juntas
se pone dibujando una figura cuyo sentido es sospechar,
aversión, fastidio (Dooglas). Ellas no deben salir; si lo
hacen ha de ser ocultas a las miradas, en sillas cubiertas;
así se visitan las amigas, a menos de ser vecinas. El
hombre, marido o dueño de casa no se muestra jamas con
ellas ni en la puerta de calle; el esposo, ya lo he dicho,
nunca habla de su mujer i si alguna vez se ve obligado a
nombrarla, lo hace denigrándola. La sociedad manifiesta
solo se hace entre hombres. Un hombre para dar algo a
una mujer o recibirlo de ella, no la toca; tocar una mujer
aun para salvarla de la muerte, es por lo menos impro-
pio. Una vez le preguntaron a Mencius «si se podia sacar
con las manos a una cuñada que se estuviera ahogando. >
Mencius contestó : < It is wolfish not to draw out a drow-
ning sister in law » en chino, cuya traducción dejo bajo
la responsabilidad del autor : « es un proceder de lobo
no sacar a una cuñada que se está ahogando». La sepa-
ración de los sexos comienza en la mas tierna infancia,
pero esto va modificándose. Aquí en Hong-Kong i en
Cantón, he visto varoncitos i mujercitas, jugando juntos
en la calle.
El orijen de la esclavitud, está como se sabe, en la
captura violenta ; en China se representa la palabra es-
clavo por una mano i una m.ujer ; seguramente las
primeras i más numerosas capturas fueron de mujeres.
Ahora la captura ha sido sustituida por la compra ; una
joven o niña de diez a doce años, vale de 30 a 40 taels, o
sea de 246 a 330 francos. La causa de la venta es la po-
breza, la miseria ; algunos maridos, como ya lo he dicho,
venden por necesidad sus mujeres como esclavas ; otros
las juegan i las entregan si las pierden. Los comprado-
res exijen pruebas de la bondad de la mercancía ; un
ensayo de algunos días sobre todo, para reconocer si la
mujer está espuesta a enfermarse de la lepra. El modo
de hacer este reconocimiento es mui curioso i la prueba,
absurda, como se comprenderá: se encierra al paciente
— 286 -
o presunto predispuesto en un cuarto oscuro, se enciende
luego dentro objetos que den una luz azul ; si la cara del
encerrado se pone verdosa, el sujeto no corre peligro de
enfermarse; si se pone rojiza, está contaminado.
Entre amigos se considera un buen regalo el de una
muchacha joven i bonita. Las esclavas pueden llegar como
se sabe, a ser esposas secundarias, con lo cual no avan-
zan gran cosa. El delito de robar una muchacha i venderla
como esclava, es castigado por el pueblo directamente
o por su representante, la autoridad ; las penas son azotes,
palos, tortura o muerte, según la gravedad del caso.
Cuando una esclava huye de casa de su amo, éste, si
la toma, puede marcarla para evitar la repetición del
acto i recobrarla con facilidad si se escapa de nuevo. En
jeneral los esclavos son bien tratados i tienen familiari-
dad con sus amos ; las mujeres sobre todo, por los ser-
vicios que prestan a sus señoras mutiladas, incapaces de
dar un paso con sus pies deshechos i de bastarse a sí
mismas. Pero no son raros los casos de castigos crueles :
hace poco en Cantón, los tripulantes de un buque salvan
a un pobre muchacho a quien su amo, por una leve falta,
había echado al rio atado de pies i manos para ahogarlo;
se pone el hecho en conocimiento de la autoridad local,
que no encuentra en el suceso nada estraordinario, pero
los representantes extranjeros obligan al mandarin ma-
landrín a encarcelar i castigar al criminal.
Defuncio7ies, ritos funerarios i cementerios. — IVa-
tando del estado civil de las personas, la lójica me obliga
a hablar ahora de la triste materia señalada en el título
de este párrafo. En uno de mis paseos en Cantón, por
las troneras de la grande e inútil muralla que encierra la
ciudad vieja, vi los diversos cementerios de la populosa
capital, situados en las pendientes próximas, según el uso
chino, i presentando sus infinitos nichos como bocas
tapadas de cuevas o de minas. El espectáculo es agra-
dable i aflijente a la vez ; la naturaleza risueña, viva,
encanta con sus paisajes, pero las colinas con sus incon-
— 287 —
tables sepulcros» todos visibles i cuyo conjunto simula
una colmena, provoca reflexiones naturalmente dolo-
rosas. Diré de paso que en China la ubicación de los
cementerios, su forma i orientación, como las de los
sepulcros, no son cosas arbitrarias ; tienen sus reglas
basadas, ¿ quién lo creyera? a veces en la hijiene, otras,
las más, en la superstición i aun las razones hijiénicas,
para imponerse, han necesitado disfrazarse de creencias
en seres o actos sobrenaturales. Los muertos aquí como
en todo el mundo civilizado o primitivo, son objeto de un
culto; este en China es tanto más estraño, cuanto que
corre paralelo a un desprecio inaudito de la vida propia i
ajena : el suicidio i el infanticidio son actos comunes.
Cuando un enfermo está por morir en una casa acomo-
dada, los parientes lo llevan al salón del altar i lo ponen
con los pies hacia la puerta, colocando a su lado sus
mejores ropas, su gorro i sus insignias. Apenas muere,
un sacerdote llamado ad koc, distribuye los espíritus del
difunto, pues todo chino tiene tres almas, que se separan
, después de su muerte. La distribución se hace por medio
de encantamientos ; una de las almas queda en la tumba
con el -cuerpo ; otra se une a la lápida ( tableta), con la
cual es colocada entre las de los antecesores en el altar,
i la tercera va al cielo o al infierno, mandada por el
sacerdote.
El miembro mas dolorido de la familia, dolorido a
punto de no poder caminar (siempre debe ser así) pro-
visto de un bastón i apoyándose en los brazos de otra
persona, se dirije al rio más cercano 2i comprar 2l^w2í\
para esto echa a la corriente una moneda de cobre i un
pescado chico, el cual debe anunciar al Dios del Rio la
triste nueva; saca una taza de agua, la lleva penosamente
a la casa mortuoria i con ella lava la cara del cadáver i
lo hace colocar en el cajón; este es de madera dura, se
cierra herméticamente con cimento i contiene carbón, cal
i otros desinfectantes, no en su calidad de tales sino en
la de consumidores del cuerpo. El asunto de la provisión
de cajones es serio; muchos chinos se los mandan pre-
parar en vida, en previsión de los descuidos de sus pa-
rientes. En cierta ocasión un hijo calavera vendió el
— 288 —
cajón de su padre vivo i se trató nada menos que de
aplicar la pena de muerte al irreverente por su falta
(no se dice si el padre recuperó su cajón).
Colocado el difunto en su sarcófago queda en depósito
sin término fijo.
El entierro debe tener lugar en un dia propicio de-
signado por los astrólogos; jeneralmente la inhumación
se hace siete veces siete dias después de la muerte i aun
mas tarde cuando se equivocan los adivinos. Antes de
cerrar el cajón se coloca en él varios objetos, los de
predilección del muerto; pipas, libros, utensilios i a él
le introducen en la boca cinco cosas preciosas (será
para que haga negocio en la otra vida o pague su pa-
saje) i el dia señalado para el entierro, le acercan ali-
mentos cocinados. Al levantar el cajón para sacarlo,
todos los presentes invitados i parientes huyen del salón,
porque si ocurre un accidente el espíritu del muerto
según la superstición, persigue a todos i a cada uno. La
procesión se forma; un individuo lleva el soul cloth,
paño de duelo (covertor) bandera de alma, un papel en
forma de vestido con letreros, i va adelante seguido de
otro con una bandera llena de inscripciones alusivas a
esperanzas, votos, espresiones de confianza; i otros i
otros mas por orden según su rango; las mujeres van
atrás, separadas de la comitiva por una cuerda blanca.
Uno de los acompañantes lleva un gallo para que orde-
ne al alma no separarse del cuerpo; las tabletas o
lápidas van en sillas o palanquines conducidas con gran
reverencia. El simulacro del dolor mas grande llega a
su colmo, los parientes van cayéndose, bamboleando de
pesadumbre, aun cuando estén mui contentos, los here-
deros sobre todo. La comitiva arroja papel moneda
de pequeño valor para los duendes vagabundos i po-
bres que pueden andar por ahí; llegada al enterratorio,
junto con el cajón se baja a la tumba una olla con
arroz i se echa un puñado de te; al arrojar la primer
palada de tierra el sacerdote toma el gallo i lo hace
inclinarse tres veces al borde de la tumba, ya se sabe
el objeto de esta operación; el principal dolorido se
— 289 —
indina también tres veces i para terminar se quema el
paño mortuorio, flámula (soul cloth streamer).
La ceremonia en el cementerio ha concluido; todos
se retiran. Los doloridos al pisar el umbral de su casa
se purifican los pies caminando sobre paja encendida :
llevan la tableta o lápida del muerto al cuarto principal
donde queda cien días; celebran su fiesta i todo termina.
Durante treinta días no se afeitan la cabeza (barba no
tienen) ni se mudan ropa!. . . .los deudos cercanos; por
21 meses los hijos afectan el dolor mas intenso: esto
no oblig^a a las hijas casadas quienes no deben llevar
dolores al hogar de sus maridos !
Las costumbres varian según la categoría de las fa-
milias i otras circunstancias. Rn algunas ocasiones el
luto no comienza sino tres días después de la muerte
de un deudo, en previsión de que solo sea aparente. Los
maridos se abstienen de tocar a sus mujeres por un
tiempo ; el Emperador no puede hacer vida matrimo-
nial durante 21 días. Uno faltó á la regla en un duelo,
el hecho se probó por el nacimiento de un chico á des-
tiempo; pero como al Emperador no se le podia aplicar
la pena corporal, se salvó la dificultad desterrando su
retrato. Los dolientes no asisten a fiestas; las viudas
duermen en el suelo i no en su cama. Los funciona-
rios públicos abandonan sus puestos por imposición de
la lei, cuando muere algún pariente, durante tres años;
en consideración a la importancia de las funciones pú-
blicas sin embargo se hace a veces una reducción en el
tiempo. Se comprende cuánto semejante hipócrita i estú-
pida manifestación de duelo perjudica a la administración.
Si un individuo muere fuera de su residencia, su cadáver
es traído a ella y enterrado, exepto cuando la residen-
cia es una ciudad encerrada por murallas. La incinera-
ción es rara menos para los sacerdotes budistas i para
otra clase déjente cuando la familia no puede costear el
transporte- del cadáver. El entierro de los Emperadores,
en lo esencial se hace de acuerdo con los mismos ritos,
pero como las exijencias del gobierno son ineludibles,
el tiempo de luto y de abstenciones estatuidas se dismi-
nuye. El cuerpo del Emperador muerto se deposita en
Por tnarés i por tierras 19
— 290 —
el recinto del palacio; el heredero se aloja cerca i se
entrega al dolor i al llanto, bebe en honor del fallecido
i le ofrece comidas i licores. Cuando se lleva el cuerpo a
su última morada, o sea al cementerio o panteón de los
Emperadores, situado como a 80 kilómetros de Pekin,
el Hijo del Cielo nuevo, no sigue constantemente con
la procestón de nobles, dignatarios i deudos que con-
duce el féretro penosamente, aun cuando los caminos
han sido compuestos i los sitios de estación prepara-
dos; solo hace acto de presencia en parajes determina-
dos i aparece en el panteón cuando llega el acompaña-
miento. El entierro se verifica con análogas ceremonias
a las ya descritas, colocando también en la tumba vian-
das, ropas armas i objetos queridos del muerto. La
inmolación de las viudas de los Emperadores, ha ce-
sado por disposición de uno de ellos. Los restos de
las emperatrices son sepultados con las mismas fórmulas.
Al Emperador fallecido se le da nuevos nombres i títu-
los buscando con su significado perpetuar alguna virtud,
hecho notable o peculiaridad característica del muerto ;
se proclama estos nuevos títulos a todos los vientos
i bajo tales advocaciones en adelante será adorado por
la presente i las futuras jeneraciones.
Calles i casas de Cantón: construcción de edificios en
China, — Las ciudades chinas son un laberinto de calles
tortuosas, sucias y estrechas; las habitaciones que dan
á las calles son, en Cantón a lo menos, casi todas tiendas,
pulperías, almacenes, puestos de frutas i otros alimentos,
oficinas, talleres, locales de negocios en fin, donde los
dueños y empleados trabajan a la vista de los transeún-
tes. Están materialmente rellenos de jente. Las calles
mui angostas lo parecen mas por la cantidad de obje-
tos depositados en las puertas, por la inmensa concu-
rrencia, por los palanquines que apenas caben i por las
bandas de telas pintadas, letreros colgantes, grandes
faroles, muestras y avisos de toda especie. Las casas
de negocio parecen tener solo tres paredes ; todo su
— 291 —
frente es la puerta, cuyos materiales de clausura son
insospechables durante el dia; esta disposición es nece-
saria para aprovechar cuanto rayo de luz se pesca en
tales estrechuras. Para mayor conflicto las vias públicas
están cubiertas arriba por enrejados de madera i toldos
de paja o de tela, como si no bastara con los colgajos,
i si las casas no fueran de un piso o bajas por lo común,
no habría ni luz ni el aire que hai ahora en cantidad
limitada. Las plazas son casi totalmente desconocidas,
aun cuando se encuentra algunos sitios abiertos delante
de los templos i de ciertos edificios o en el interior de las
manzanas o grupos de casas limitadas por calles.
En Pekin es cierto, hai calles anchas i plazas ; yo
necesitaría verlas para juzgar su valor hijiénico, pero
el viaje es ahora difícil ; el rio desde Tintzin hasta
cerca de la capital, el Pei-ho, que lleva a Tong-tein,
a 20 kilómetros de Pekin, está helado; para ir ne-
cesitaría hacerlo en carro, por pésimos caminos, sin hote-
les, ni fondas, ni posadas en el trayecto, i aun en la buena
estación, a fines de abril i en mayo, para llegar a esa
ciudad se requiere navegar tres dias por rio en un bote
movido por remos o botadores, alquilar el bote, contra-
tar su tripulación, llevar provisiones i cocinero ; aun así
no se termina el viaje, pues del estremo del rio navega-
ble, todavía queda el largo trecho ya indicado, que el
viajero debe hacer en carro de dos ruedas por pésimas
vias. Francamente el sacrificio valdría la pena si en
Pekin uno encontrarara algo de mui característico, pero
lo especialísimo i digno de verse, el palacio del empera-
dor, es impenetrable para todo el mundo, exepto para los
dignatarios, los nobles i los miembros de la corte ; i lo
penetrable, lo accesible, es igual o inferior en su jénero
a cuánto se vé en Cantón. Concluido mi paréntesis, con-
tinúo. Aquí no hai coches, ni caballos, ni siquiera esos
rodados de mano tan cómodos que pululan en Colombo,
Singapore i Hong-Kong; solo hai palanquines i aun
estos en número escaso. Las casas de negocio se cierran
al anochecer i en cada una de ellas a un lado de la puerta,
en una especie de nicho a nivel del umbral, como en los
huecos reservados por nosotros para el contador del
— 292 —
gas, pero en la parte esterior, se enciende unas varillas
hechas con aserrín de sándalo o velas pequeñas o candi-
lejas delante de las inscripciones, o imájenes o reliquias,
que adornan el interior del nicho ; esta ofrenda es para
honrar los dioses i ahuyentar los espíritus enemigos de
la casa. Algunas familias no se contentan con esto i
mandan a un sirviente, jeneralmente una mujer vieja i
fea, capaz de ahuyentarlos con su sola presencia, a es-
pantarlos, con imprecaciones, gritos i golpes, colocán-
dolos virtualmente se entiende, a veces dentro de una
bolsa o envolviéndolos en una tela i dándolos contra el
suelo, como para matarlos. Cada casa i cada bote tiene
su dios o sus dioses a quienes se rinde culto, alumbrando
su imájen comunmente. Pero no a todos los dioses fami-
liares les va bien, pues si las desgracias se suceden con
persistencia en una familia, ella toma medidas contra uno
o mas de ellos desterrando, quemando, o echando al
al agua su imájen, degradándola o deponiendo al dios
acusado, de su oficio o sustituyéndolo con otro, como
hacen algunos católicos con los santos. En las casas de
negocio mas serias, he visto pequeños altares ilumi-
nados con la imájen de los ídolos protectores del hogar
de la clase de comercio, o del taller. Los dioses aumen-
tan en número según las necesidades i hai uno para cada
pasión, sentimiento o conveniencia, como entre nosotros;
Santa Bárbara es la abogada de las tempestades i libra
del rayo, San Antonio es responsable de los objetos
perdidos i San Roque evita las pestes i proteje los pe-
rros, San Ramón es el mejor partero, i así por el estilo,
El interior de las casas no ofrece comodidades, pero
responde a las necesidades desús moradores poco exijen-
tes. Por cierto, las instalaciones hijiénicas son descono-
cidas. Aquí, en Cantón, en la City, no viven las familias
sino por exepcion, viven fuera. Las mujeres de cierta
categoría no se muestran i cuando salen, lo hacen en
palanquines cerrados. En cambio, los sampanes están
ocupados por mas mujeres que hombres i estas trabajan,
cosen, cocinan, reman, transportan sus casas flotantes,
dan vuelta a los torniquetes sin fin de las dragas embrio-
narias, i todo hacen llevando a sus criaturas, si las
— 293 —
tienen, colgadas a la espalda, como las indias de Bolivia.
La guagua según se dice en Chile, el hijo de pechos o el
hermanito, ocupa una especie de bolsa colgante en la
espalda de la madre, hermana o cuidadora, mientras esta
trabaja.
En Cantón, al oscurecer se oye en las vecindades de
los puentes una música estraña, discordante, aflijente,
seguida de un cañonazo; es la señal para suspender la
comunicación entre la City i el Shameen cerrando los
puentes i también para aislar en el interior de la ciudad,
unos barrios de otros, por medio de trancas o barreras.
Es peligroso dicen, para los estranjeros quedarse dentro
de Cantón durante la noche. Los ajentes de la Policía
china, después de oscurecer, cada cierto tiempo tocan, a
lo menos a orillas del Canal, cuatro campanadas segui-
das de tres golpes de tambor ; los dos sonidos son fúne-
bres. Al romper el dia, se oye otra música como la de
la víspera, i la comunicación queda restablecida, comen-
zando el hormigueo de jente en cuánto sitio se puede
asentar el pié.
En China no se tiene conocimientos científicos i artís-
ticos de arquitectura; ella bajo tales conceptos, no existe;
todas las casas intrínsecamente son iguales; los cons-
tructores solo se cuidan de los techos para darles formas-
livianas, encorvando hacia arriba los ángulos. En jeneral
los edificios son bajos i de un piso ; construidos sobre pilo-
tes, i estos por aberración, no van clavados sino puestos
sobre pilares bajos de ladrillo o piedra; tales pilares a su
vez no tienen cimientos, están sobre la superficie del suelo.
Sin embargo, yo he visto en Cantón edificios en construc-
ción, de acuerdo con reglas racionales, con cimientos
i paredes de ladrillo. El techo con su peso debe sostener
los pilares que provisoriamente se liga con cuerdas o-
listones de madera; para dar peso a los techos conser-
vándoles sus apariencias de liviandad, hacen dos, uno
invisible i otro aparente. La forma de las casas recuerda
las tiendas de campaña de los tártaros i parece tener ese
orijen. No hai en China templos monumentales ni anti-
guos ; nada es antiguo sino la rutina,, dice Dooglas, coa
razón. La nobleza es transitoria i no hace cosas dura-
— 294 —
bles; además, a nadie se le ocurre innovar i por lo
tanto en arte i en sentimientos la ímajinacion está muer-
ta; el pueblo es susceptible de adquirir, adoptar modos
nuevos, pero no va mas allá, acepta pero no estiende i
cuando acepta no es voluntariamente sino por fuerza,
siéndole mas fácil aceptar lo absurdo como lo de ra-
parse la cabeza o deformar los pies, aun cuando esto
creo es de invención propia; pero en fin se trasmite i
continúa. Por sí mismos los chinos no imitan ; ejemplo,
en arquitectura: tienen a la vista los palacios, los ban-
cos, los edificios adaptados a su fin, cómodos i sólidos,
i ellos continúan con sus casuchas de visera alzada.
Kublai-Khan conquistó el Mogol, construyó una ciudad
célebre cerca de Pekin, con palacios i monumentos; no
queda de ella nada; el espíritu nómade dominante lo
deja destruir todo, i esta tendencia se esplica aun, de-
biendo considerarla jemela de la rutina. Se me dirá que
la gran muralla i las pagodas son monumentos de arqui-
tectura; la gran muralla es una estupidez como defensa
i una prueba de inocencia i de baratura de trabajo como
concepción i ejecución; las pagodas son unos galpones
o torreones con formas elegantes, vistas de lejos; su
disposición interna es de lo mas sencillo i primitivo, la
ciencia nada tiene que ver con ellas i el arte mui poco
i solo en lo decorativo i no en su esencia, en su funda-
mento. Así en las casas, por ejemplo, los pilares insegu-
ros, bailando bajo su techo i sobre su base, están eso sí
decorados, pintados, tallados, i las cornisas llenas de
arabescos i colores. El interior de las piezas es mal sano,
el piso húmedo ; para evitar su influencia, idea mui
china, en vez de poner algún tablado dejando abajo
hueco, se hacen i usan zapatos de suela mui gruesa,
ponen cojines en el suelo i se sientan i duermen en diva-
nes. Una buena casa de las jenerales, consta de un
patio rodeado de cuartos, de una sala en el fondo, tras
de ella otro patio i otros cuartos, de un tercer patio tras
de otra sala a veces i de un jardín por fin; los chinos
son mui aficionados a las flores, aun artificiales. Una
muralla con las puertas puramente indispensables, rodea
el edificio, dándole el aspecto de vacio i falto de vida,
— 295 —
no obstante haber mucha i bulliciosa adentro, sobre
todo en el departamento de los varones. El primer
patio es accesible para todo el mundo menos para los
estranjeros, i este i los demás se hallan adornados con
arbustos i plantas en macetas.
El mueblaje o mobiliario no es cómodo pero es bonito;
los pisos son de ladrillo i no tienen alfombra sino cerca
de los divanes; estos sirven para sentarse i acostarse a
dormir; la cama es muí sencilla, un diván, una manta i
un cilindro o trozo de madera dura por almohada, ahí
está todo; la almohada es adorable i muestra la perfec-
ción i dureza de las cabezas chinas i la resistencia de sus
orejas. Dan respecto a las almohadas una esplicacion
semi racional: la necesidad de las mujeres de conservar
su peinado, pues peinarse todos los dias seria obra de
romanos. Completan el juego de muebles, sillas, tabure-
tes, almohadones, estantes con dijes de porcelana, lám-
paras, faroles, biombos, espejos, mesitas bajas i mil
objetos de fantasia tallados e incrustados. La vajilla se
compone de platitos, tacitas, vasijas, frascos de porce-
lana, ánforas, teteras i receptáculos para vino o licores,
de formas vanadas, cucharas de porcelana, cuchillos i los
tradicionales palitos. Ademas hai braseros, sahumado-
res, candeleros i cuanto necesita una familia. Los servi-
cios hijiénicos, abominables; renuncio describirlos. No
siendo cómodas las sillas es mui chino sentarse en
cojines o en el suelo con las piernas dobladas al modo
oriental, costumbre a la cual, según Dooglas, hace alu-
sión la palabra festín banquete que signifíca tam-
bién estera, recordando el uso de esparcir alimentos en
el suelo sobre un chuse, alfombra o tela cualquiera. Las
leyes suntuarias establecen que las casas miren al sud,
no por razones de orientación, de luz o de sol, sino por
temor al Feug-Shui viento i agua dirijentes de todo, con
existencia real i entidad propia. Es una fuerza oculta
constituida por dos corrientes que se cruzan en la su-
perficie de la tierra: el Dragón azul i el Tigre blanco.
— 296 —
representantes de los dos principios, macho i hembra de
la naturaleza. Los conocedores del Feug-Shui pueden
aprovechar las ondulaciones de la tierra para evitar las
malas influencias i hasta convertir estas- en favorables,
haciendo que el Dragón azul i el Tigre blanco se junten
en ángulo dejando entre sus brazos o ramas un espacio
propicio, afortunado, en el cual se edifica viviendas o se
instala cementerios con suerte. En nombre de este mito
temible los chinos se oponen a los ferrocarriles, a los
telégrafos i a todo progreso con pretestos tan fútiles
como este: los hilos del telégrafo harán sombra. Un
plantío de árboles en línea curva en el fondo de una
casa, un parapeto de tierra de la misma forma muí usado
en las sepulturas para bien de los muertos, o dos leones
puestos en la puerta, son talismanes, como los ángulos,
contra el Feug-Shui. Las demostraciones casuales de
las leyes hijiénicas favorecen la perpetuidad de estas
supersticiones. En un cuartel estranjero habia gran
mortalidad ; se hace un plantio de bambúes i ella se con-
tiene— ¿no ven ustedes? dicen los chinos; si se ve, no
la influencia del ángulo sino la de una valla contra
vientos nocivos con efluvios pantanosos i miasmáticos.
Negar la existencia de la arquitectura en China como
arte sujeto a reglas no es negar la de ciertas obras no-
tables, como puentes de piedra monumentales, adorna-
dos con laboriosas e innumerables esculturas i algunos
templos i viviendas de particulares o mandatarios. La
edificación de los templos se debe jeneralmente a la
munificencia del Emperador i de los ricos ; no obs-
tante hai también suscripciones populares levantadas
por los sacerdotes ; estos se ponen en penitencia pú-
blica hasta obtener las sumas necesarias; uno de ellos
hace poco se mete en un estrecho cajón arpado de cla-
vos con la punta hacia el interior i se instala en una calle
de Pekin declarando que no saldrá de su jaula mientras
quede un clavo en su puesto i que no sacará ningún
clavo sino mediante la suma de tanto por cabeza. El sa-
cerdote vivió en el cajón dos años al fin de los cuales
salió con el último clavo. ¡Parece leyenda!
— 297 -
Si las obras de ínjeniería se cuentan entre las arqui-
tectónicas, se puede decir lo mismo de ellas: no hai
caminos, los puentes son insuficientes o detestables,
existen pocos canales i algunos notables de antigua
data están obstruidos en parte u obstruyéndose. La na-
ción no tiene puertos, ni diques, no puede poseer gran-
des buques i está indefensa como lo ha probado, por
incuria. Ahora, sin embargo, parece que el gobierno de
su Majestad el Hijo del Cielo quiere hacer algo a ejem-
plo de los japoneses.
Alimentos, debidas, provisión de agua i otros servi-
cios. — En Cantón i en las demás ciudades chinas supon-
go, pues Cantón es la mayor, la mas célebre i el modelo
de las otras en lo relativo a la materia que trato, las
cosas pasan de este modo, comenzando por el agua.
No hai aquí un sistema jeneral de provisión; en algunas
casas la toman de un pozo, pero el gran proveedor de
agua es el rio de donde la sacan i llevan a domicilio en
vasijas diversas. El agua de los pozos debe ser mala i
si a esta población no se la han llevado ya al otro mundo
las epidemias, es porque los habitantes no beben sino
agua hervida, o mas bien 'dicho infusiones calientes de
té u otras yerbas. En las casas cuidadas el té se prepara
de tal manera que nunca la infusión tiene tanino; en cada
taza se pone un poco de té, se echa agua muí caliente
i se la cubre con un pequeño plato ; de tiempo en tiempo
se revuelve las hojas i cuando se siente su aroma se
bebe la infusión, amarga, sin azúcar. Así a lo menos nos
lo han dado en las casas de algunos chinos de categoría,
comerciantes ricos que se dan buena vida.
Un precepto relijioso prohibe comer la carne de cier-
tos animales, los mas caros en verdad; el alto valor es la
razón, el pretesto, la metempsícosis; pero un chino cre-
yente solo por un milagro de Buda dejaría de comerse
en forma de guiso o asado, a un amigo suyo ya difunto o
a uno de sus antepasados si comiera carne de cordero,
vaca o ternero. No obstante, que un chino agarre a tiro
— 298 —
un par de costillas o un plato de cabeza de vaca en salsa
picante i ya se verá a donde van a parar los escrúpulos
relijiosos. Los chinos pobres comen cuanto ha vivido,
vive i vivirá: carne, pescados crudos i aun vivos i semi-
llas o granos. No son manjares favoritos sin duda la
carne de perro, de gato, de ratón, de caballo o de
cuervo, animales muertos por cualquier causa, sin es-
cluir las enfermedades contajiosas, lo que sería asunto
serio para nosotros, pero son alimentos usuales en las
últimas clases sociales.
En los puestos de venta de comestibles en Cantón, se
ve ratones, gatos i perros pelados, cucarachas, escaraba-
jos i otras sabandijas, pájaros secos, lombrices de tierra
i mil horrores. Cuando hai comen también langostas;
echadas vivas en un sartén i fritas, son un regalo. La
carne de puerco es mui apreciada i de uso jeneral; esto
pase. Las cucarachas deben ser mui estimadas, porque en
los platos donde las ponen para la venta, he visto a las
grandes con una banderita clavada en el lomo, señalando
el precio, no sé si de la cucaracha o del plato o de la
docena. Las fondas o casas de comida en su mostruario o
vidriera, tienen esqueletos de perro o de gato como en-
seña i ratones colgados; algunos fonderos anuncian con
orgullo platos con carne de perro o de gato negro guisada,
siendo esa clase mui buscada. Hasta los médicos con-
tribuyen en este caso a mantener la preferencia basada
en una superstición, ordenando a sus enfermos carne de
gato o perro negro como mui eficaces contra la debili-
dad. A los calvos se les recomienda el uso de ratones
como alimento. La preparación de las comidas es mui
complicada; desde luego no les ponen sal i sí, una canti-
dad variadísima de condimentos estraños; después, nada
es confeccionado ni cocinado racionalmente, dado nues-
tro gusto ; frien i guisan frutas, por ejemplo i presentan
trozos de carne de pescado crudo. Los utensilios para
comer siguen la misma lei de contradicciones, las taci-
tas para beber vino o aguardiente de arroz son peque-
ñísimas i deben ser llenadas después de cada trago, i
para que la comida sea posible, con dos palitos maneja-
dos a modo de pluma de escribir, reducen lo que no es
— 299 —
grano a diminutos pedazos i los granos van a la boca
empujados por los palitos, gracias a que el continente,
taza o plato, se pone a medio centímetro de los labios.
El uso del cuchillo no está del todo escluido. Como
muestra de los platos de una comida suntuosa daré la
de los que le ofrecieron a un lord inglés en Hong-Kong,
creo : — Sopa de nidos de pájaro — Pescado en concha
guisado — Casia i hongos — Cangrejo i aletas (promoción)
— Codornices hervidas — Delicadeces marinas fritas (me-
nudencias) — Agallas de pescado — Rebanadas de cer-
ceta, zarcela, abutarda — Hongos de Pekin — Tajadas
de pichón — Beches de mar - Macarroni. ¡El lord se quedó
con hambre! Los chinos son frugales, sobrios, viven con
nada, i grandes aficionados a los véjetales i a los gra-
nos, por hábito i necesidad ; « arroz i véjetales > signi-
fica « alimento » ; un chino yendo a comer a casa de
un amigo, le dice : vengo a comer arroz ; el sirviente
anuncia : los véjetales están servidos. Comen también
mucho pescado; en las barcas i en el mercado lo man-
tienen vivo en agua salada, constantemente removida,
para aerearla.
Siguiendo la materia de los alimentos me parece
oportuno describir un Banquete en uno de los Barcos o
botes de flores, como complemento de informéis. En
Cantón debíamos devolver las atenciones recibidas i
deseábamos conocer también por esperiencia los Flowr
Boats i sus curiosas comidas. Estas dos razones, nos
hicieron buscar el medio de obsequiar con una cena en
uno de ellos a nuestros nuevos amigos. Un chino de dis-
tinción es nuestro supuesto invitante; los estranjeros no
pueden por sí solos proporcionarse estas fiestas i, aun-
que ellos paguen los gastos, como en nuestro caso, por
una ficción aceptada, el chino elejido recibe en su casa,
el bote, i hace los honores de ella presidiendo la mesa.
La noche de nuestro banquete era fría i oscura, brumo-
sa, pero el rio con las luces de sus mil embarcaciones i
los faroles de sus Barcos de flores, presentaba un aspecto
— 300 —
fantástico, novedoso, casi alegre, inolvidable. La navega-
ción hasta el lugar del banquete fué corta i entretenida,
por la novedad del espectáculo. Eramos diez los de la
comitiva i once con el anfitrión. El barco estaba de gala,
sus faroles con luz, sus ventanas de vidrios de colores
semejando un incendio i no habia sitio adecuado del cual
no colgara una tira de papel con doradas i pintadas ins-
cripciones. Nuestro chino vestido con sus mejores sedas
nos recibió a bordo i nos presentó a las Flores, once
chinitas, una para él i diez para nosotros ; él era un
hombre culto, corredor en sedas, hablaba inglés, buen
mozo i joven i mui amable i simpático; las once Flores
eran jovencitas, algunas casi criaturas, mas o menos
graciosas, chicas, de limpia tez, pelo negro abundante,
cejas filiformes hechas a navaja, lindos ojos brillantes,
oblicuos, admirables dientes, boca grande, con labios
pintados en el centro como de un pincelazo, manos pe-
queñísimas, bien cuidadas, pies diminutos calzados de oro
i seda; su vestido era lujoso, de colores vivos combina-
dos ; el peinado según la condición o el papel de cada
una. Todas parecían de buen carácter i estaban mui ale-
gres; se reian de todo cuando hablaban i cuando oían
sin entender nada ni ser entendidas; sus modales eran
delicados. Permitían algunas lijeras libertades o se las
tomaban, tales como recibir o dar un abrazo culto, o
un beso inocente en la cabeza, en la frente, la mejilla i
por descuido en la boca, frecuentemente en la mano;
todo ello como simple muestra de amabilidad o gaje de
amistad i sin ulterioridades, pues de ahí no se pasaba ni
podia pasarse. Estas jóvenes son honradas, hablo de las
Palores, salvo exepciones, concurren a fiestas de hom-
bres para buscar marido i suelen alcanzar el puesto de
segundas mujeres. Nuestras Flores preparaban las pipas
de opio, ensayándolas con su boca fresca ; una quiso
enseñarme a fumar, yo no pude aprender, porque pre-
feria mirarla en su empeño afanoso i contemplar su
gracia china i su belleza, picante por lo estraña. Daban
i recibían flores i en la mesa cada una atendía o simulaba
atender a su elejido, colocándose tras de su silla. Acep-
taban tomar un poco de licor o de vino en tacitas como
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dedales, limpiándoles el borde i derramando unas gotas
del líquido antes de probarlo, aun cuando nadie hubiera
bebido en la tacita.
He aquí los nombres de los señores que se sentaron a
la mesa i los de las niñas Flores que respectivamente
los cuidaban :
Mr. Cheon Zung, atendido por Dulce Cantora. — Doctor
Wilde, por Bella complexión. — Mr. Yau Sun, por Fun
Kin ; sin traducción. — Mr. Happiller, por Ah Cheong,
sin traducción. — Mr. Waker, por Ah Jack, sin traduc-
ción. — Mr. Kat Cheong, por redonda i pulida como
las perlas i las esmeraldas. — Mr. Shubert, por Pre-
ciosa vírjen (cumplía 14 años la noche del banquete).
Mr. Leuzman por Tierna de corazón.
Además, estaban sin caballero adscrito, las Flores lla-
madas Reposada i agradable. Graciosa i amable i Ángulo
lindo de ojos.
También figuraba en la mesa la señora Guillermina, a
quien no pudiendo colocar entre los caballeros por razo-
nes obvias, ni entre las flores por modestia, colocaré sim-
plemente entre las personas asistentes.
La comida fué de lo mas orijinal que yo haya visto en
mi vida. En apariencia no había en el Bote ni cocina, ni
despensa, ni bodega, pero los manjares empezaron a
brotar apenas nos sentamos a la mesa como por encanto ;
por de pronto la adornaban veintidós platitos ( los conté )
como para servicio de muñecas, colmados con veintidós
sustancias diferentes : dulces, caldos, mezclas amargas,
frutas, semillas, almendras, encurtidos, filamentos raros,
raspaduras de cuerpos estraños, aceitunas encorvadas,
granos verdes, rojos, negros i amarillos, vainas de ají,
hojas, polvos, pastillas, granulos, jaleas, trozos de coco,
rebanadas de pescado crudo, carne picada, hongos i no
sé que mas. El aguardiente de arroz no estaba en bote-
llas, sino en una especie de vinajeras o teteras rectan-
gulares. La comida era compuesta de platos completa-
mente desconocidos, para nosotros, o de mezclas inusita-
das. Hubo como ocho sopas diseminadas a lo largo de la
cena, en las cuales se adivinaba de vez en cuando la pre-
— 302 —
sencia de sustancias tratables : arroz, alberjas, pastas,
carne picada i huevo. Entre sopa i sopa nos dieron, a
estar a las apariencias de los manjares, jaleas, cartílagos
de pescado fritos, guiso de tiburón, ostras fritas con
harina a la milanesa, crestas de gallo, menudos de peces,
piel de cabezas i cuellos de aves en salsa, tortuga her-
vida i salsa ; dedos de patas de aves chicas con sus
huesos ; orejas i lengua de lechon con dulce, algas ma-
rinas, pulpas, engrudos diversos, guindas con mostaza,
tallarines con alcaparras, almendras i maní en almíbar, un
mundo de incongruencias, en fin, que la imajinacion mas
fértil de un europeo no podría inventar, todas servidas en
platitos como la mano . . . me olvidaba de otros manjares:
coles del tamaño de las nueces, rellenas; estofado de faisán,
con dulce de algo horrible i salsa de alquitrán, supongo,
por el gusto i el olor. Uno se cree satisfecho sin haber
comido nada, o come de todo sin darse por satisfecho,
esperando la aparición de algún compuesto conocido,
entre jentes, con el nombre de alimento.
Sin embargo algunos platos me parecieron esquisitos
aunque inesperados, otros de un gusto estrano pero no
malo, varios incomibles i todos juntos capaces de satis-
facer el apetito mas caprichoso.
Después de veinte o más servicios, se toma un poco
de dulce nacional, por ejemplo, maní en almíbar, o una
compota i los concurrentes se levantan para dar lugar a
la preparación de la segunda mesa, es decir, de otra co-
mida análoga después de hora i media, siguiendo previo
un nuevo intervalo, la ultima, menos larga: total tres
cenas en la misma noche; esa es la regla. En los inter-
medios las niñas cantan con una voz estrañísima, gritona
i dolorida, temas monótonos, interminables, al son de
instrumentos curiosos i bailan también a veces. El au-
ditorio se sienta al rededor de los músicos; cada invi-
tado con su chinita al lado o donde ella quiere (i suele
antojársele sentarse infantilmente en las rodillas de su
caballero) a tomar café i fumar cigarrillos.
La flor mía no hizo semejante acción pero en cambio
se apoderó de mis guantes, metió en ellos sus manos
microscópicas i a pesar de sobrarle la mitad de cada
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dedo i otro tanto de la palma, se quedó con ellos acep-
tándolos como un obsequio de mérito. A otra muy bo-
nita quise darle una moneda, la moza en cambio acepta
gustosa un pañuelo de seda rosado que por casualidad
tenia yo en el bolsillo, como muestra de una sedería.
Vecino a nuestro bote había otro i mas allá otro i
otros, todos con su respectiva comparsa de aficionados
a las cenas, pues los chinos son muy amigos de divertir-
se i lo hacen en grande, prefiriendo en Cantón las cenas
en los Botes con accesorios vedados á los estranjeros.
Los instrumentos de música son dignos de una corta
noticia. Tres había en nuestro Banquete: el uno era
compuesto de un plato semi esférico, puesto con su
convexidad hacia arriba entre tres palos cruzados i de
un pedazo de madera dura fijado a uno de los palos que
golpeado daba un sonido metálico. Una niña tocaba
plato i madera con dos palillos de tambor. El segundo
instrumento era una guitarra de caja circular muí pe-
queña i de mango muy largo, con tres cuerdas. El tercero
un violin mui raro : se componía de una tabla cuadrada
con una regla plantada verticalmente en el medio ; en la
tabla a cierta distancia del pié de la regla se atan dos
cuerdas que van a fijarse arriba en el estremo libre, por
medio de dos grandes clavijas ; estas sirven para tem-
plarlas ; una varilla ríjida metida entre las dos cuerdas
completa el instrumento; es el arco del violin que las
hace vibrar cuando el ejecutante lo pasa entre ellas. No
hablaré del servicio de mesa por ser ya de todos cono-
cido el jénero chino ; el nuestro era liliputiense ; teníamos
una cuchara de porcelana para todo, ancha i petiza;
esta hacia exepcion a las miniaturas, con su contenido
se podia llenar dos platos ; un cuchillo i dos varitas de
marfil cuyo difícil manejo nos fiíé ya familiar al fin de la
comida. La lista de manjares que he dado antes como
servidos en el banquete del Rio de las Perlas, aparte de
las menudas golosinas puestas en los numerosos pla-
títos, ha sido un tanto fantástica, lo confieso, con rela-
ción al hecho real de esa, aun cuando no con relación a
las costumbres, pues pasaría por moderada y sencilla
ante cualquier chino tunante. Y sí alguien lo duda, aquí
— 304 —
tiene para tranquilidad de su conciencia la lista autén-
tica de los componentes de nuestra cena, traducida de
los orijinales chinos que conservo, primero al inglés por
nuesto anfitrión i luego al castellano por mí:
Nidos de golondrina a la
mandarin.
Aletas de tiburón.
Pescado fino seco y patos.
Perca manchada (un pez de
agua dulce).
Sopa de setas (hongos).
Sopa de mollejas de oveja
Tortuga.
Pollo con alberjas tiernas.
Morcilla de camarones con
carne gorda de cangrejo.
Pasta de almendra.
Sopa de fideos.
Bocadillos ^ harina.
Masitas esponjadas.
» en almíbar.
» solas.
Pasas de uva americanas.
Albóndigas de manzana sil-
vestre.
Pescado seco.
Ciruelas secas.
Castañas de agua del Río
Zin.
Toronjas.
Caña de azúcar.
Ostras.
Guiso de pescado.
Camarones
Pollitos con hongos.
Pato i vejetales.
Pollo i vejetales.
Huevecillos de pescado.
Cangrejos secos.
Servicio de limpieza —Esto es una hipérbole en China.
Ya hemos visto como la pobreza insinúa i después esta-
blece una perversión del gusto en materia de alimentos; la
misma pobreza hace posibles ciertas prácticas rudimenta-
rias de hijiene, siendo los infinitamente miserables los en-
cargados de llevarlas a efecto : todos deben trabajar ; he
visto pocos mendigos en Cantón i aun estos pocos no
eran incómodos; no hai mas ociosos en China que los
literatos de quienes hablaré a su tiempo. No existen casi
en las ciudades arreglos sanitarios ni drenajes, permítase
el indispensable anglicismo.
En Cantón y peor será en otra parte, los gabinetes
indispensables de las casas, constan de un cajón sobre
un pozo o conteniendo una vasija removible; el cajón
naturalmente está provisto en su tabla superior de una
— 305 —
abertura circular. El contenido de la vasija después de
uno o mas días de servicio, es trasvasado a otra mayor i
esta a su vez, a la de los que han de transportarla al
campó o al rio. Lo mismo se hace con las basuras. Los
h'quidos impuros, aguas servidas, i otros, son simple-
mente derramados en la via pública; los propietarios mui
escrupulosos los echan en los pozos domiciliares. Indu-*
dablemente hai una providencia aparte para los chinos i
nadie es capaz de creer hasta qué punto ella los favore-
ce ! Las epidemias de cólera, de viruela, de peste bubó-
nica, tifus i otras, entran i salen en las ciudades i aldeas
mui pobladas i mui sucias, cuando quieren i como quie-
ren; la autoridad no se entromete en el asunto i el pue-
blo menos ; ni hacen ni pueden hacer cosa alguna para »
evitarlas ni para desterrarlas. ¡Espliquen esto los médi-
cos, pero de buena fé i sin recurrir a bromas ! Una
epidemia en Cantón según el criterio científico, no debia
concluir sino con la vida del último de sus moradores i sin
embargo esta ciudad tiene cerca de 2.000.000 de habi-
tantes i ha sufrido cien pestes de todas las enfermedades
infecciosas mas mortíferas. Las fuertes epidemias duran
un tiempo i un buen dia se van sin darse lugar ni
para decir adiós. Esplique quien quiera el fenómeno;
para mí la única esplicacion racional es la siguiente : los
microbios de la incuria habitual son mas fuertes que los
de las epidemias i derrotan a sus enemigos al fin en la
lucha a sangre i fuego.
Sombreros , vestidos i calzado, — La característica
del vestido chino es la amplitud ; todo debe ser sueho,
cómodo ; las piernas deben estar libres, lo mismo que
los brazos i el cuerpo. Las líneas esculturales griegas
causan horror a los chinos ; las estatuas son una abomi-
nación ; un robe de chambre (bata) arrastrando por el
suelo es el ideal. Comenzaremos por arriba. Como una
divisa de conquista los manchu obligaron a los chinos
varones a raparse la mitad frontal de la cabeza i formar
una trenza con el pelo restante posterior. Los nativos
Por tnares i por tierras 20
~ 306 —
resistieron esta imposición que miraban como una afrenta
levantándose en armas i haciéndose matar. Ahora se re-
belarian contra el Emperador i sacrificarian su vida si
éste quisiera imponerles la obligación de cortarse la
trenza i dejarse crecer el pelo en toda la cabeza.
La mayor injuria que se puede hacer a un chino es cor-
tarle ese apéndice ridículo. Para qué sirve i a qué res-
ponde la costumbre de raparse media cabeza ? Para
nada i a nada útil, a no serlo el "dar ocupación a los
peluqueros. Ninguna esplicacion racional se da del hecho
i prefiero no repetir las mas acreditadas para no decir
necedades. Desde el levantamiento de los T'aipMugs, no
obstante i de otros rebeldes, dejarse crecer el pelo i
cortarse la trenza son actos mirados entre ellos como
signos de oposición a la actual dinastia i el que no se
amolda a la regla corre riesgo de espiar su falta en el
cadalso. Las mujeres jóvenes llevan por todo adorno en
la cabeza su pelo peinado i algunas joyas. Las vírjenes
dividen el cabello por una línea mediana ántero-posterior,
lo estienden por los lados cubriendo las orejas i llevan
las dos divisiones hacia la nuca para formar un torsal ;
éste se desvia a un lado i se acomoda en forma de espiral
tras de la oreja, atravesado por uno o mas alfileres largos.
Las casadas hacen lo mismo su peinado hasta la construc-
ción del cordón posterior ; de ahí parten las diferencias;
forman con él una ansa, o arco vertical como una manija
i envuelven en su base el resto del pelo en espiral, sepa-
rando por un alfiler largo la manija del espiral o inter-
poniendo una joya de forma adecuada, o su simulacro,
entre la ansa i el rodete ; todo el aparato se hace direc-
tamente sobre la nuca. Las vecinas un poco maduras
casadas o solteras, sobre todo si son algo calvas, i la
calvicie prematura en las mujeres es mui jeneral aquí,
usan una vincha escotada en el medio i naturalmente
mas ancha en los estremos que caen cubriendo las orejas.
Viejas i jóvenes ( las viejas son mui presumidas aquí ....
i en todas partes) adornan su peinado con flores natu-
rales o artificiales i alfileres, prendedores u horquillas,
joyas a veces de gran valor i significativas ; estas cons-
tituyen un recurso en situaciones angustiosas, yendo a
— 307 —
parar al monte pió, conocido i usado por casi todo el
mundo aquí, o sirven como gajes de aprecio, de gratitud
i de amor ; ver desaparecer de la cabeza de una mujer
un alfiler de mérito, dice Dooglas, induce en sospechas
semejantes a las de Ótelo por la pérdida del pañuelo
de Desdémona, aunque no de tan terribles consecuen-
cias. Matizan algunas jóvenes su peinado con piedras de
colores vivos, que resaltan en el fondo negro, lustroso
como ébano bruñido. Para mantener el pelo en posición
lo engoman formando con él una especie de casco en la
cabeza, duermen teniendo por almohada un trozo pequeño
de madera en que apoyan la base posterior del cráneo i
no tocan su peinado en muchos dias por no ser cómodo
emprender semejantes construcciones cada veinticuatro
horas.
La gran sabiduría de los chinos al conservar estas
modas para las mujeres se revela en la economía ; una
señora o niña en Europa o América gasta a lo menos
quinientos francos en sombreros por año ; en China una
mujer vive dos años con quinientos francos i si a mano
viene mantiene a su familia.
Pasemos a los hombres. El sombrero de los pobres
es cualquier cosa puesta sobre la cabeza o nada, pero
mas jeneralmente un cono de gran base i exigua altura,
hecho de paja, mimbre tejido o entrelazado o de tela
figurando una campana mui abierta en sus bordes, pin-
tado o no. El diámetro de estos sombreros en las
alas es de medio metro a setenta i cinco centímetros
i cuando uno de ellos se encuentra con un palan-
quín en las calles de Cantón ni el palanquín ni el
sombrero pasan si el sombrero no se coloca como un
escudo sobre el pecho de su dueño. Otro sombrero que
parece pertenecer a una categoría mas elevada o a em-
pleados oficiales, tiene la forma de la parte menos gruesa
de un huevo, resultante de la sección perpendicular a su
eje mayor cerca del estremo agudo ; puesto en situación
normal representa una taza dada vuelta. El cubre cabeza
mas jeneral es el gorro, lo usa toda clase de jente i es
mas o menos rico, de algodón, seda o terciopelo, según
los medios i presunción del dueño ; lleva un botón o perí-
— 308 —
lia en el centro, hecho por un cordón grueso entrelazado,
de color rojo. El sombrero de la jente oficial, mandarines,
dignatarios, oficiales i empleados, tiene dos formas, la del
semihuevo ya descrita i la de un tronco de cono con la
base arriba. El botón en los gorros o sombreros rije
desde la elevación de los Manchues i sirve para distinguir
las jerarquías ; es de oro en el de los oficiales i ro-
deado de perlas ; en el de los jenerales, cercado de bri-
llantes i piedras preciosas. El gorro cambia según la
estación ; en verano es un cono de paja adornado con
cintas que irradian desde el vértice o botón ; en invierno
lo dan vuelta hacia arriba i lo cubren con seda oscura
o cintas semejantes. La lei señala el dia del cambio i éste
se hace aun contra la voluntad del termómetro i del
barómetro.
El vestido de los trabajadores, con variantes según
los medios del sujeto o su categoría, se compone de una
camiseta larga con mangas que caen hasta mas abajo de
las manos, especie de camisón cuyas faldas se meten en
unos pantalones incompletos, pues solo por delante
alcanzan a la cintura donde se sujetan con una cinta o
cuerda ; de un chaleco mui largo también, sobre la cami-
seta i de un pantalón atado como calzoncillo en la pierna,
cerca del pié, o suelto i corto. Hai o no hai medias,
según los casos i lo mismo ocurre con los zapatos.
Los chinos solventes, tienen el mismo vestido con
estas variantes : sobre la camisa interior va una bata
larga o robe-de-chambre, de mangas desmesuradas i
sobre esta, un chaleco o mas bien, saco sin mangas, mui
largo i mas o menos rico. Los elegantes llevan en cali-
dad de medias unas polainas ajustadas de jénero de seda
no elástico, cosidas abajo a una babucha de gamuza o
tela blanca que forma el pié de la media ; también se
usa medias como las nuestras, de punto, de hilo, lana,
seda o algodón. Las mujeres usan las polainas descritas,
con bastante jeneralidad. El vestido de los mandarines se
ciñe a una ordenanza en sus adornos, conservando las
— 309 —
formas jenerales. Como todo en China es al revés, lo
repetiré cien veces, las mujeres se visten como hombres
i los hombres como mujeres ; a la vista ellos no ofrecen
sino un pantalón muí ancho i recto que cae hasta media
pierna i un saco suelto de mangas anchísimas, que esten-
dido, representa una T de palo mui grueso ; algunas
veces las mangas no son rectas, sino en forma de cam-
pana, i los pantalones cubiertos o reemplazados por una
enagua de poco vuelo, o mejor dicho, una manta en-
vuelta desde la cintura hasta los pies. La inmensa mayo-
ría de las mujeres no lleva sino los pantalones i el saco
mencionados, que a lo lejos les da el aspecto de mucha-
chos vestidos con ropa mui ancha. El traje de las muje-
res ricas no varía sustancialmente en la forma, sino en
la calidad de las telas ; el de las esposas de los mandari-
nes, obedece a reglas ineludibles ; conserva el corte jene-
ral, pero debe ser adornado con bordados i cintas de
colores ; la túnica que baja hasta la rodilla, lleva botones
en el cuello i debajo del brazo derecho ; los pantalones
llegan hasta los tobillos. En los grandes dias se añade
un saco cuadrado, mas o menos bordado, que cae a
plomo por delante i por detrás. No he visto ningún chino
ni china con guantes (eso esplica las mangas escesiva-
mente largas) ; tampoco he visto en ninguna tienda guan-
tes en venta ni cosa que los reemplace. Iba yo en mi
palanquin por una calle de Cantón, i llevaba la mano
fuera con un guante oscuro ; un chino curioso, no espli-
cándose sin duda cómo un hombre de cara blanca podia
tener una mano negra, me la tomó i la revolvió a su gusto;
no sé qué pensó en seguida. En otra ocasión he referido
cómo una chinita me despojó de mis guantes ( Banquete
en un Barco de Flores).
Pasemos a los pies. Los chinos pobres andan sin zapa-
tos. Los más socorridos usan un calzado de planta su-
mamente gruesa, pero de diversa confección. La forma je-
neral del zapato representa un zueco, de punta mui roma
i levantada, puesto sobre una planta corta que no llega
— 310 —
al cstremo anterior ; esta planta es de cualquier material
apropiado^ elástico i fuerte al mismo tiempo : suela, cá-
ñamo, papel preparado ; el borde grueso está o no for-
rado por una tela barnizada o cuero ; el resto del zapato
es de tela mas o menos rico, bordado o no, según el lujo
o el gusto del comprador, i con un cordón que divide la
punta en dos partes laterales ; la planta no es plana en
su cara inferior, en los zapatos de mujer, sino convexa,
como un bote ; algunos zapatos tienen un taco alto cen-
tral; otros, dos tacos, dejando un espacio entre sí i figu-
rando el todo un puente sobre dos pilares a imitación de
los zuecos de madera japoneses que representan neta-
mente un banco. En los zapatos bordados de las mujeres,
la planta es de suela o de fieltro i el jénero de la cape-
llada, lados i talón, de seda o terciopelo. Se hace también
calzado en forma de bota, añadiendo a los zapatos una
caña o especie de polaina para abrigar la parte inferior
de la pierna ; este calzado es de lujo i lo usa la jente de
alto rango.
Me parece oportuno ahora hablar de la bárbara i cruel
manipulación i tortura a que someten los pies de las mu-
jeres en cierta clase social, desde la infancia hasta el fin
de la vida. El hecho constituye una aberración completa
i una ofuscación, no solo de todo sentimiento estético, sino
también de toda concepción racional, a tal punto que los
mismos perpetradores de la monstruosidad, ni dan, ni
intentan, ni pueden dar esplicacion ni disculpa de ella. Yo
habia leido la descripción de los procedimientos para
cambiar la forma i el volumen de los pies en China, pero
no me daba cuenta exacta de los trastornos anatómicos
consiguientes ; necesitaba ver un pié deformado, des-
nudo, para formar mi juicio, i con este propósito intenté
varias veces en Hong-Kong i en Cantón, decidir a diver-
sas mujeres de pobre apariencia, a mostrarme sus pies,
ofreciéndoles una remuneración, pero no pude conse-
guirlo ; la repugnancia a dejarse examinar era mayor
que el interés. Felizmente, Dios me ha dotado de cierta
tenacidad útil a veces» i a favor de ella i mediante los
— 311 —
buenos oficios del doctor Jordán, he podido satisfacer
mi deseo i estudiar detenidamente en el Alice Hospital
de Hong-Kong, los pies de una mujer sometidos a la
compresión desde hacia quince o veinte años, costán-
dome no poco trabajo el logro, pues habiendo conve-
nido con el doctor Jordán, después de varias tentativas
de mi parte, sin éxito, en ir un dia señalado al hospital,
donde por influencia de un médico chino, pero educado
a la europea, se encontraria una dama pobre, de pies
achicados, fui a la cita i la mujer no estaba; a última hora
habia rehusado prestarse al examen. Viendo mi contra-
riedad, el mismo médico salió del hospital i fué a buscar
otra mujer a quien trajo consigo i esta fué la examinada.
Copio al márjen el aspecto
esterior de uno de ellos, tomado
de los dos lados, siendo el otro
igual, con el dibujo del botin cor-
respondiente, i pregunto a cual-
quier persona por china que sea,
si encuentra lindo ese pié, si
cuando mas llega a no encon-
trarlo monstruoso, repelente. 1
sin embargo, eso les gusta a los
chinos ! Verdad es que jamás
los ven i será eso una espli-
cacion de semejante gusto ? ;
pues aun las mujeres casadas,
no muestran jamás sus pies desnudos a sus maridos i mu-
cho menos a los estraños ; parece que presintieran el mal
efecto de la repelente monstruosidad. En la calle se cubren
los pies con la ropa, i cuando la túnica no alcanza al suelo,
se agachan para bajarla i ocultarlos. Esta repugnancia a
mostrarlos se encuentra hasta en las mujeres mas pobres
i mas dejadas de la mano de Dios, como lo prueban mis
tribulaciones para conseguir un ejemplar.
Cuando la deformación no es mui antigua, los dolores
al caminar o estar de pié, son atroces ; he visto desem-
barcar a la joven hija de un personaje chino, cargada a
babucha por una mujer, quien para bajar la escalera,
dejó a la pobre niña un momento en el descanso ; ésta,
— 312 —
no pudiendo tenerse en pié, dio un grito de dolor i por
ocultar su llanto, cubriéndose la cara de vergüenza, cayó
sobre los hombros de su aya. Probablemente la tortura
estaba en su apojeo i seria de la clase mas rebuscada,
pues hai de diferente grado. A los cinco años se comienza
el trabajo por la madre o por alguna amiga o sirviente.
La criatura es colocada en su cama ; la manipulante le
toma entonces el pié i lo coloca en estension forzada;
dobla los cuatro dedos hacia la planta, dejando libre el
mayor i aplica un vendaje en forma de ocho, compren-
diendo la articulación ; al dedo mayor algunas veces se
sujeta con una parte de la venda para revertido hacia el
dorso del pié o simplemente comprimirlo hacía su articu-
lación última posterior, a fin de evitar el desarrollo. Este
es el primer grado de la tortura que se mantiene por mas
o menos tiempo. El segundo grado consiste en la aplica-
ción de una canaleta de madera al talón, hacia cuyos
estremos se procura juntar la parte posterior de la pierna
i la planta del pié forzando la estension del pié ; de ello
resulta con frecuencia una dislocación violenta de los
huesos i siempre, al fin del tiempo, una luxación paulatina,
pero segura. El tercer grado es más espeditivo ; el ver-
dugo, la madre jeneralmente, toma el pié de la criatura con
una mano i la piernita con la otra; coloca el talón sobre
su rodilla i tira hacia atrás con fuerza, como quien trata de
romper una varilla; de esta violencia resulta una disloca-
ción de huesos (no siempre la misma) el calcáneo pierde
su posición horizontal i adquiere una casi vertical; la
tibia i peroné resbalan hacia adelante sobre el astrágalo
i forman una prominencia anterior ; el calcáneo natural-
mente, se safa de su articulación con el cuboides i el as-
trágalo. Como consecuencia de tan espantoso trastorno,
los sitios de aplicación de las potencias i resistencias en
la estación vertical, se han cambiado, i la actitud del
cuerpo para mantenerse en equilibrio, es enteramente
anómala. Mas tarde, cuando las luxaciones ya viejas, per-
miten la marcha i la estación, las compensaciones se han
establecido i la estación i la marcha dan al cuerpo i a
sus movimientos una actitud i un sello particular. Como
la articulación del pié con la pierna queda suprimida, la
— 313 —
de la tibia con el fémur es inútil para la marcha, no entra
en acción en. ella, i como consecuencia, el acto de cami-
nar se verifica a espensas de la articulación coxo-femo-
ral i naturalmente, considerándose un tallo ríjido desde
ella hasta el pié, suprimidas como están la articulación
de la rodilla i la astragaliana, el fémur, al moverse, jira
un poco hacia adentro por necesidades mecánicas de
equilibrio i la marcha resulta ondulante, no solo por esta
causa, sino por la exigua base dentro de la cual pasea
el centro de gravedad en el piso. Final estético : las mu-
jeres de pié deformado, caminan bamboleándose con
pasos cortos i vacilantes, como si se fueran espinando;
algo inclinadas, desde la pelvis arriba, hacia adelante i
estendiendo en la misma dirección los brazos como si
temieran caerse. Otra consecuencia : como tener el pié
deformado es signo de aristocracia i favorece singular-
mente el matrimonio ventajoso, las mujeres que tienen
pies naturales, imitan el modo de caminar de las de pies
contrahechos i para facilitar la imitación, usan zapatos
de base convexa. El bamboleo o la oscilación sui jeneris
i la actitud del cuerpo femenino en la marcha concluyen,
en virtud de una asociación de ideas, a veces insanas,
por parecer agradables, en seguida atractivas i por fin
encantadoras, cuando en el estremo superior se en-
cuentra una cara bonita.
Todavia seria un consuelo que la tortura durara solo
algunos años ; no es así, dura toda la vida, pues apenas
se suprime el vendaje, la naturaleza tiende a restablecer
las formas primeras. Las mujeres pobres que necesitan
trabajar, las de los botes, por ejemplo, no se deforman los
pies. La costumbre es enteramente china ; los manchus no
la tienen. Varias reacciones contra esta barbarie se ha
iniciado ; los cristianos de Ning, por ejemplo, son reaccio-
narios, pero son mal mirados por sus compatriotas. Algu-
nos institutos han intentado la reforma, pero han debido
retroceder ante esta consideración : suprimir el pié de-
formado, es suprimir el matrimonio ventajoso, o condenar
a las jóvenes al celibato en ciertas clases sociales. Por
último, las costumbres pueden más que las leyes. Como
compensación a los padecimientos las pobrecitas jóvenes
— 314 —
tienen la perspectiva de usar zapatos (aun cuando solo
sea en la punta del pié monstruoso) mui chicos» de 7 ¿ a
8 centímetros de largo, mui bordados i mui ricos ( los
duelos con lujo son menos ) i la ventaja de ser canta-
dos por los poetas en versos encomiásticos, sino al
horrible pié, a lo menos al sujestivo bamboleo en la
marcha, que es su consecuencia.
Yo comprenderia -una tendencia a atrofiar los pies en
Inglaterra o Alemania; no así en España i América o el
Japón ; i no comprendo por tanto la costumbre en China
donde las mujeres por constitución tienen unos pies chi-
cos preciosos como sus manos en miniatura, admirables.
Para concluir con lo relativo a los adornos corpora-
les, mencionaré el hábito de pintarse en China con blanco
i rosado la tez ; el de afeitarse una parte del grueso de
las cejas hasta reducirlas a una línea fina, negra, mas dis-
tante del ojo, lo que da a este mayor belleza ; el uso de
estuches de seda terciopelo o gamuza mas ó menos bor-
dados i decorados, para las orejas ; el de lentes o anteo-
jos, manejados, los primeros, con estrema coquetería; él
del paragua o quitasol i por fin el uso inmortal del abani-
co no solo para echar viento i refrescar la cara sino para
mandar mensajes, dar contestaciones, hacer promesas,
señalar entrevistas i resolver otros misterios. El abanico
a veces sirve de álbum donde se escribe poemas cortos,
versos, declaraciones amorosas o se dibuja i pinta flo-
res, retratos, paisajes o escenas alusivas. Las damas
chinas suelen cambiar sus abanicos como signo de apre-
cio o amistad e inscribir en el propio, fechas memora-
bles, confesiones de gratitud por servicios notables o
apuntes sobre hechos de trascendencia en la vida. El
abanico en China «sirve también como en Europa i el
resto del mundo, para disimular sonrisas, cubrir lágrimas
i ocultar rubores. Los paraguas de las damas notables
suelen llevar pinturas alegóricas destinadas a mostrar
los méritos i categoría de su dueña.
— 315 —
Hábitos sociales, — A los ya iniciados o bosquejados
en el curso de este trabajo, debo añadir por ahora,
ciertos otros característicos, sin renunciar por ello a
hacer nuevas referencias, cuando la ocasión se presente
en adelante.
Visitas, — La cortesía i la adulación de fórmula es de
regla como la propia denigración ; el visitante manda
con sus criados una tarjeta concebida en estos términos
u otros análogos al visitado : « Vuestro estúpido herma-
no menor, inclina su cabeza para saludaros». En la con-
versación la casa del visitante en su opinión: es una
choza inmunda, la del visitado, un palacio; este piensa
todo lo contrario i se escusa de recibir a tan ilustre per-
sonaje en tan humilde e indigna habitación. En el diálogo
las frases de indagación son siempre indirectas ; ejem-
plo : c está bien el honorable carruaje de usted » quiere
decir : « está bien el que lo guia, a usted». Si el caso lo
permite se pregunta la edad del interlocutor para elo-
jiarlo si esta es avanzada; se hace mención de los padres
o parientes, nunca de las esposas, a menos de ser para
llenarlas de injurias.
Las comidas son infinitas pero en la mesa no se sien-
tan sino los hombres; las mujeres no comen jamás con
sus maridos, como se sabe, ni antes que ellos ; en realidad
no hay contacto social sino entre hombres. Ya he dicho
que las comidas se dividen en actos ; en los intermedios
se hace música o se juega, cosa rara, comunmente a la
murra, juego italiano al cual los chinos son muí aficiona-
dos ; el que pierde está obligado a beber un vaso de vino
o licor ; al fin de la mesa los literatos hacen versos i el que
comete faltas bebe, como los poco afortunados en el
juego.
— 316 -
Jardines, — Es conocida la lujosa flora china i la afi-
ción de los chinos a las flores; su gusto para cultivarlas
i distribuir o agrupar los macizos es tradicional i esqui-
sito ; en el mas reducido espacio de tierra simulan par-
ques, inventan colinas, preparan sorpresas, colocan
puentes, construyen laberintos i por medio de una atina-
da plantación de arbustos i accidentes de terreno crea-
dos, esconden los límites de su pequeño jardin. Cual-
quiera de estos deliciosos reductos les ofrece el pretesto
de comidas i diversiones campestres; allí pasan los dias
de fiesta i vuelven a su trabajo de tan agradables escur-
siones, con nuevos brios. Las épocas preferidas son na-
turalmente las del brote de las flores.
Diversiones, — Los juegos de los niños son uni-
versales i no dependen de la nacionalidad. En las
aldeas i ciudades chinas juegan en las calles los mu-
chachos, a la rayuela, a los cocos, al barrilete o pan-
dorga, a las carreras, al salto de unos sobre otros i a
las escondidas; pero también he observado una rareza
que marca la predilección por hacer con los pies lo que
otros niños hacen con las manos; he visto jugar a la
pelota, a la larga, como se dice entre nosotros, con los
pies, tan bien como con las manos ; dos muchachos eu-
ropeos o americanos cuando quieren jugar a los comba-
tes, emplean sus brazos, su cuerpo i alguna vez su cabe-
za; los chinos lo primero que hacen en igual caso es
acostarse uno junto a otro i comenzar la lucha, a patadas
i golpes de rodilla; el juego termina cuando se levantan.
Un niño no chino que lleva su carrito lo tira con la
mano ; un chinito se lo ata naturalmente a un pié. Los
hombres, los adultos juegan también algunos juegos de
los niños; son por ejemplo mui aficionados a remontar
barriletes, pandorgas, i estrellas de papel i lo hacen con
la mayor seriedad.
— 317 —
El teatro chino. — El que he visto en Hong-Kong es
un gran galpón rectangular; el escenario está en frente
i ocupa todo el ancho de la pieza; los asientos para el
público están abajo en la platea o patio, en graderías
a los costados i al frente i en dos grandes palcos altos
i bajos que miran al escenario ; tras de los escaños la-
terales jira un corredor; por el cual se llega al escena-
rio, que no se diferencia del resto del teatro, sino por
su nivel superior i cierto arreglo del que hablaré luego.
Los palcos o divisiones mencionadas están provistas
de escaños i son destinadas a la mejor concurrencia.
Me instalo en uno de estos palcos con un amigo ;
la aristocracia ocupa los escaños ; está representa-
da en su mayor parte por jóvenes chinas, quienes al
vernos entrar abandonaron sus asientos i se amontona-
ron en un rincón: parecían muchachas sueltas, como un
grupo de amigas. Al rato pierden un poco el miedo, se
acercan algo, pero no se sientan a nuestro lado ; una me
presta su anteojo, yo le doi un cigarro ; otra me ofrece
su pipa; todas fuman. No hai mas que dos arañas en el
teatro colgadas en el escenario, compuestas de candiles.
Ya satisfechos de nuestro examen en el palco, bajamos
a las gradas laterales ; de allí vemos mejor, pero no nos
contentamos con ello ; tomamos el corredor i seguimos
hasta el escenario ; subimos a él, lo atravesamos i entra-
mos tras de bastidores, a vista del público i de los acto-
res. Todo eso de escenario i entre bastidores , es pura
metáfora ; el escenario es común para los actores, el
público, los músicos i los acomodadores ; un escenario
convencional ; una sección media del tablado lo consti-
tuye. Supóngase un tabique en el fondo con tres puertas ;
en frente de la del centro un baldequin a modo de palio
sostenido por pilares ; ahí está la música, la orquesta
(platillos, tambores de cuero o de tablillas duras sono-
ras, pitos, violines de dos cuerdas, guitarraf de tres
triángulos i una flauta, único instrumento racional ). Las
dos otras puertas sirven para la salida i entrada de los
actores i de quien quiere ; a los lados del pabellón de los
músicos, se amontona los muebles del teatro, que no
— 318 -
deben figurar en el acto ; mesas, sillas i carpetas consti-
tuyen todo el bagaje.
Tras del biombo está el vestuario ; ropas i dizfraces
colgados en perchas ; todo parece un montón de hara-
pos ; los actores se visten i pintan ahí, todos juntos. No
hai preparación de escena, ni telón, ni figuración de
nada, i por tanto, no hai ilusión posible. Se conoce que
se pasa de un acto a otro, porque uno de los músicos
cambia el cartel de un palo plantado en el medio en la
primer fila de la orquesta ; los actores se colocan de-
lante de los músicos.
Los temas de las piezas son heroicos i lejendarios ;
figuran en ellas reyes, príncipes, encantadores, májicos i
enviados del cielo ; las pasiones, las razones, los motivos
de la trama son sublimes i de naturaleza fuera de lo
humano. Mejor idea daré, no solo de los temas, sino tam-
bién del aparato escénico i de lo que es en realidad un
teatro chino, contando parte del drama que yo vi. La re-
presentación habia comenzado a las seis de la tarde i debia
terminar a las doce de la noche; la pieza tenia como
treinta actos. Yo entré cuando un rei vestido de oro i
seda hablaba con su mujer, él con gritos huecos estraños,
ella con una voz chillona de falsete ; ella era un mucha-
cho vestido de mujer e imitando la voz jeneral de las
jóvenes aguda i destemplada. El diálogo era infinito;
los actores se movian inoportunamente i hacían jestos
desacordes ; el rei cuando hablaba, se paseaba como
gallo, a largos pasos i ella estaba como un palo ; cuando
ella hablaba al rei le tocaba estar a su vez como un
poste. La música entre tanto seguía haciendo de las
suyas; todo diálogo, monólogo o vacio de escena, es
acompañado de más o menos ruido en la orquesta; este
a veces significa algo ; se oye, no diré melodías, eso es
mucho, compases cristianos, cadencias que se puede
seguir ; pero en jeneral todo es discorde, rechinante,
orijinal, estridente ; parece que cada instrumento va por
su lado í suena cuando quiere, sin regla ni propósito.
El músico del tambor i platillos se distrae a veces
mirando algo, o bien seducido por una declamación del
actor principal, se olvida de su instrumento i deja de
- 319 —
estropearlo ; pero de repente se acuerda de su papel i se
desquita dándoles de palos al tambor i platillos como un
loco, para recuperar lo perdido, venga o no venga al
caso. Lo mismo hacen los de la flauta i violines, variando
el procedimiento ; pero suele suceder que se ponen de
acuerdo i entonces tocan algo intelijible. La voz de
los actores queda así a disposición de la orquesta i se
percibe o no lo que dicen, según el humor de los plati-
llos i del gong. Salió después un muchacho vestido
pobremente i resultó ser el hermano de la mujer del rei;
se hincaron los dos hermanos a los pies del monarca
i el violin i el gong se convirtieron en furias aturdiendo
al auditorio. Los hermanos i el rei se van. El músico
adscripto al palo del cartel se levanta, enciende un ciga-
rro i cambia el letrero : comienza otro acto.
Sale una muchacha ( hombre también ) vestida de oro
i seda blanca, cubierta la cabeza con un gorro esplén-
dido de papel ; la orquesta toca una barcarola agria, en
la cual el violin chilla a no aguantarlo. La muchacha
camina balanceándose i moviendo los brazos ; ¿por qué?
porque va navegando ; rema. . . se supone que hai un
rio ; en la orilla un hombre ha colocado una mesa i un
taburete ; la niña canta, mueve los brazos i se va osci-
lando por la puerta derecha. El rei aparece por la iz-
quierda ; hai una verdadera tormenta en la orquesta ; el
rei sin más ni más, se sube al taburete i luego a la mesa
( el taburete es la escalera i la mesa un balcón del pala-
cio); desde allí pregunta durante una hora quién es la
moza cuyo canto ha oido. Ella viene otra vez con su
barca ideal ; el rei baja del balcón supuesto i se pone a
conversar con la joven, quien al parecer, ha cometido un
crimen, por el hecho de pasearse cantando en aquel sitio.
( Un chino que fumaba una pipa, vecino a los actores, sin
dejarla, se aproxima a la mesa, la levanta, es decir le-
vanta el balcón del palacio del rei i lo coloca en sentido
inverso, dando un costado al público ; luego toma el
taburete, la escalera, i la pone en frente de la mesa ;
este arreglo ha transformado la escena en un tribunal).
El rei se sienta tras de la mesa i la niña en el tabu-
rete ; el rei juzga. En el juicio habla de la música e insi-
— 320 —
núa algo sobre canto ; la niña se pone a cantar en seco.
Viendo esto el chino que ya levantó un balcón, toma una
mesa desvencijada de por ahí no más i la instala delante
del taburete ; trae una tira de jénero bordada i la tiende
como servilleta a lo largo de una orilla ( ha hecho un
piano en un santi amen) ; la niña se pone a tocarlo pa-
seando sus dedos sobre la banda de jénero i por pri-
mera vez la orquesta toca algo agradable, destacándose
un solo de flauta sentimental.
No habia un asiento vacio en el teatro, i dos mil espec-
tadores permanecian silenciosos, atentos, absorbidos en
la contemplación de las bellezas del drama i en los en-
cantos de la música. Decididamente los chinos tienen la
cabeza hecha en una horma distinta de la nuestra. No sé
como termina el drama, pero sé que todo continúa lo
mismo; diálogos, cantos, soliloquios, sin ningún cambio
de escenario ni de trajes, ni aumento de personajes. Así
ha sido, así es i así será el teatro chino por los siglos de
los siglos amen, con algunos apartes, como lo verá el
lector. I digo así ha sido, es i será el teatro chino, tal
como yo lo he visto, porque mi descripción parece
copiada, no del natural como es, sino de pajinas ya es-
critas por otros, lo cual prueba mi aserción i porque
alguna vez deja de ser así, dejará de ser chino. Véase
en seguida en estracto, lo que dioe Dooglas, idéntico a
su vez a lo que cuentan o han escrito otros viajeros.
« Los chinos son laboriosos, por eso les gusta divertirse
en sus horas de descanso i toman las diversiones como
un deber; además, hai en China muchos ociosos ; los lite-
ratos por ejemplo ; matar el tiempo es una institución.
Una de las diversiones favoritas, es el teatro. Se esta-
blece un teatro en cualquier parte; jeneralmente en los
patios o terrenos vacíos contiguos a los templos. Hacer
i deshacer un teatro, es cuestión de horas ; así resulta él.
Propiamente hablando, en los teatros no hai escenario ;
cuelgan cortinas, banderas, cintas i faroles en el fondo
de una pieza, i ya está hecho ; la música se coloca en el
presunto escenario tras de los actores, música discorde
que acompaña todo, haya o no canto ; se exede cuando el
actor pronuncia una sentencia moral. Los actores entran
— 321 —
por dos puertas laterales ; la rpisma escena sirve para
todas las piezas i actos, pero los actores esplican quie-
nes son en el drama i lo que piensan hacer, o repiten un
verso en reemplazo de toda información. Los argumen-
tos son sencillos i cortados por el mismo molde; a veces
toman los de la literatura estranjera ( este es uno de los
apartes ) el Ótelo, por ejemplo, i lo disfiguran ; así, el
seductor es un eclesiástico ( los autores dramáticos les
tienen tirria a los eclesiásticos i el público también ) i la
historia *del pañuelo es verdadera ; la Desdemona china
tiene un amante, a quien le ha dado el pañuelo en realidad;
así el desenlace terrible para ella i también para su seduc-
tor es más justo que el de la obra de Shakespeare. No hai
mujeres en la escena ; muchachos disfrazados ejecutan el
papel de éstas. Los actores no son estimados ni caros;
una compañía de ellos está siempre a mano i apenas se
junta una pequeña suma por suscricion, ya se arma tea-
tro con cualquier motivo o pretesto, tal como honrar
algún Dios, celebrar algún acontecimiento o nada, sino
gana de divertirse. Los cómicos son mirados como parias
i vagabundos ; ni ellos ni sus hijos pueden desempeñar
cargos públicos, ni presentarse a exámenes de competen-
cia para ingresar a los gremios literarios. El hijo de un
actor, sin decir su oríjen, se presentó una vez i fué lau-
reado, pero más tarde, descubierto el fraude, se le casó
la patente i el pobre fué relegado a su clase. >
Sin necesidad de teatro, se tiene otras diversiones en
las calles alrededor de los prestidijitadores, juglares i
equilibristas ; los acróbatas son mui buenos ; algunos sin
paralelo en el mundo. Los adivinos suelen acumular pro-
fesiones i son consultados para encontrar objetos perdi-
dos i descubrir criminales.
A justo título pueden figurar entre las diversiones de
ios adultos las comidas en las fondas o restaurants de
primera clase, chinos. Veamos uno de estos estableci-
J*or mares i por tierras 21
— 322 —
mientos en Hong-Kong, idéntico a los de su clase en
Cantón i en toda la China. La casa es de dos pisos, abajo
representa cualquier almacén de negocio concurrido;
arriba están los salones, sucios i desabridos, decorados
con colgajos, inscripciones, faroles, divanes, sillas i me-
sas grandes, redondas. Hai en el momento varios ban-
quetes; la sala de uno de ellos dividida por un biombo
bajo, aloja de un lado los comensales, del otro, los músi-
cos i titireteros; estos suspenden sus títeres en palos,
para mostrarlos por sobre el biombo, moviéndolos por
medio de cuerdas, haciéndoles ejecutar jestos grotescos
i poniendo en su boca frases i palabras de ocasión ; a
veces los hacen representar una comedia entera, durante
la comida. En la mesa tras de cada convidado, hai una
chinita vestida de gala, haciendo de asistente. Después
de la cena, los fumadores de opio se acuestan a fumar,
siempre asistidos por las chinitas que añaden sus ador-
mecedoras caricias a los efectos del opio i del vino. El
espectáculo es repugnante para el espectador frió ; algu-
nos de los concurrentes tienen las ropas desprendidas
para dar lugar al vientre dilatado i dejan ver sus cuer-
pos amarillos. Los mas avisados o menos enfermos, se
van con su chinita a la casa de esta o a la propia, a
pasar el resto de la noche. Las jóvenes estas son, sino
bonitas, a lo menos limpias, frescas i de formas corpo-
rales indudablemente mejores que sus caras. En la calle
son notables por su lujo i compostura, parecen señori-
tas, en tanto que las verdaderas, las niñas de la aristo-
cracia, harían el papel de sirvientes a su lado.
4(
A través de Cantón, — Templo de los SOO dioses —
murallas y cañones — cementerios — pagoda — el reloj mas
antiguo del mundo — casas de negocio — manufacturas —
industrias i datos sobre la China, de carácter jeneral,
aferentes a esos tópicos i sus conexiones, — Entramos
en la red de callejones de Cantón City, atravesamos
largas distancias i llegamos, caballeros en nuestros pa-
— 323 —
lanquines, al Templo de los 500 dioses, al cual en Cantón
algunos llaman de los 500 discípulos de Buda, pero aquí
hai algo de inadecuado o la designación será el resul-
tado de una de tantas mezclas i confusiones de relijion i
doctrina que los chinos han hecho, porque Buda cuando
fué traído a China de la India ya era Dios i no maestro
con discípulos i antes de ser Dios, si tuvo algunos adep-
tos a su doctrina, no liguró seguramente en el número
Marco Polo, ni ellos debieron tener las orejas enormes
prolongadas hacia abajo, como las tienen los ídolos de
este templo i como las tenia, según la tradición Laoutzu
o Laoutzé, la encarnación del Taoismo i no del Budis-
mo, su creador, casi, de quien sin duda los ídolos las
heredaron. El Templo tiene un atrio i un patio enfrente;
a los dos lados de la entrada se ve dos figurones colo-
sales de madera, pintados i dorados grotescamente, con
armas, insignias, emblemas i símbolos; son los cuatro
guardianes del Templo. Adentro se encuentra un gran
galpón dividido por colummas i pilares con una serie de
estantes en escalón, como los salones de remate, donde
se hallan instalados en fila, quinientos muñecos de madera
dorada, representantes de los discípulos ya indicados ; no
hai dos iguales ni en actitud ni en fisonomía; los mas
son horribles i hai muchos monstruosos; todos tienen
orejas grandes, prolongadas, colgantes, horribles, re-
pugnantes. En el fondo hai dos altares, uno tras de
otro, donde están las imájenes de algunos Emperadores
adorados como Dioses. Ante ellos probamos nuestra
suerte dejando caer al suelo una horma de zapato par-
tida; a mi me salió bien la prueba, pero desgraciada-
mente no creo ni en Emperadores santos ni en Presi-
dentes justos. A un lado del altar posterior i entre los
discípulos, está el supuesto busto de Marco Polo, con
sombrero; él solo tiene fisonomía humana; fué el primer
europeo que visitó Cantón.
Saliendo del Templo seguimos por las calles de la
City hasta las murallas del Cantón viejo; allí dejamos
los palanquines, por un tiempo i subiendo a pié segui-
mos a lo largo de los parapetos mirando por las tro-
neras de los cañones i las aberturas hechas por el
— 324 —
tiempo, los riachos, canales i bañados de la campiña; los
techos de teja de las dos ciudades intra i estra-muros i
los cementerios en las colinas con su aspecto de colme-
nas i con sus sepulcros, cuya entrada recuerda las bocas
minas de los cerros de Perú i Bolivia. La muralla como
defensa ahora es una ridiculez ; sus cañones, unos cuan-
tos diseminados sin orden, parecen abandonados en cali-
dad de hierro viejo; datan de épocas casi pre-históricas
i ya no tienen ni calibre igual en todo el largo de la luz,
ni boca, ni oido. Por la muralla vamos a una pagoda de
cinco pisos. ¡Qué linda de lejos, o descrita o pintada!
He notado que los retratos i las pinturas son siempre
mejores que los orijinales; ustedes tendrían en su salón
el retrato de un mendigo harapiento i no admitirían sin
repugnancia al mendigo en persona en el portal de su
casa ; leerían con gusto i tal vez deleite la descripción
de una travesia por las montañas con nieve i viento,
pero no gozarían, sin duda, mientras la hicieran. Eso
sucede con las pagodas. La de los cinco pisos, de lejos
era preciosa, de cerca un granero vacio con varios
depósitos, salvo las imájenes de Buda con sus ofrendas
de naranjas por delante i sus guardianes jigantescos en
el último piso, i una fonda o tratoria de comida donde
toman su tiffin los visitantes en presencia de los dioses.
* 41
Bajamos al Cantón de intra-muros i atravesando una
parte de él, llegamos a una casa con aspecto de almacén
arruinado: es un templo i en él se muestra el reloj mas
antiguo del mundo. Mataldi lo hace datar del año 1200
antes de Jesucristo. (Mataldi no es un autor, sino un
rematador de Buenos Aires, nuestro compañero de viaje,
quien no sé donde ha recojido ese pedazo de erudición
solitario ahora entre sus recuerdos históricos de Cantón).
El reloj se compone de varias cubas colocadas en es-
cala, a diferente altura i de menor a mayor ; la de abajo
aloja un flotador con una varilla graduada; el agua pasa
en pequeñas porciones cayendo de una a otra cuba; lo
— 325 —
demás se comprende. El templo o almacén está en alto ;
en el primer tramo de su escalera de piedra, hai un
horno donde arden constantemente paquetes de papeles
escritos con caracteres chinos : es el fuego sagrado del
templo de arriba i de otro chiquito al lado del horno,
una especie de pulperia con dioses de papel i altares con
velitas i varillas de sándalo encendidas. (Se puede tomar
té en el templo i comer algo).
De paso diré que los chinos consideran una profana-
ción dejar tirados los papeles escritos con sus jeroglífi-
cos; los recojen en las calles i los ponen en unos buzo-
nes colgados en las esquiníis contra las paredes, de
donde los saca un encargado especial i los quema. En
todas las ciudades abundan estos buzones. El Cantón
viejo es tan sucio como el de estramuros ; sus calle son
igualmente estrechas pero no hai en ellas tanta jente.
Los chinos trabajan constantemente, dia i noche; aqui
no hai domingos ni mas dias de fiesta que los quince o mas
posteriores al primero del año, fiesta movible que cae en
Enero o en Febrero, sin coincidir con el nuestro. La jente
rica suele recrearse una vez por semana, dejando el tra-
bajo. He visto a los artesanos en su tarea i he sido testigo
de su paciencia i habilidad. En una casa de joyas he ob-
servado como dan los colores de esmalta a ciertos dibujos
en las alhajas de oro : cortan pedacitos microscópicos de
plumas de colores i con un pequeño buril i un pincelito
sopado en un líquido adhesivo los aplican en la cavidad
formada para recibirlos dando al todo el aspecto de un
finísimo mosaico. Cada oficial trabaja una hora i deja re-
posar sus ojos otra, porque sino perderia la vista. Hemos
estado también en los talleres de madera labrada donde
hacen a par de otros trabajos, esas obras admirables sobre
láminas de sándalo delgadas como papel, esas incrustacio-
nes maravillosas de nácar en los muebles i las complica-
- 326 —
das labores de los diversos i fantásticos objetos de ma-
dera para uso i adorno. En una casa de pintura sobre
seda o papel he visto el procedimiento de sus confeccio-
nes de figuras en detalle ; un artesano hace las cabezas,
otro las manos, otro dibuja, otro pinta la ropa i nuevos
oficiales se encargan de los accesorios: asi ellas van sa-
liendo en la hoja de mas a mas completas, comenzando
por aparecer las cabezas sembradas en la pajina, luego
las manos i asi poco a poco hasta el fin. Todo se hace
con una limpieza i eitactitud sorprendente; ningún ar-
tista yerra un rasgo, un perfil, aun cuando por su di-
mensión sea casi invisible. Los colores son de una nitidez
escepcional i si bien los cuadros no representan los
relieves de los objetos, la exactitud i firmeza del dibujo
bastan para levantar su mérito. La imajinacion del
que en otro pais mira estas pinturas, le hace suponer
por su pureza i por su delicada apariencia que el sitio
de donde salen corresponde a la esquisita manufac-
tura. . . ¡error fatal! si bien los talleres son limpios,
su pobreza es franciscana i la entrada tiene a sus
umbrales, la calle inmunda, sombría, pestilente. ¿ Para
qué hablar de las fábricas de porcelana i en jeneral la
cerámica cuya fama data de siglos? basta mencionar este
ramo para exaltarlo. Lo mismo ocurre con las fundicio-
nes i trabajos en bronce i otros metales, sin escluir el
grabado ni la cinceladura. Como muestra de habilidad
en grandes piezas se ve en Cantón la célebre campana
colosal, digna rival de la de Moscow; sobre ella pesa
también una superstición digna de recordarse; hacerla
sonar trae desgracia a la ciudad, desde la época de una
gran peste. Para evitar un campanazo, aun casual se le
sacó el badajo i se retiró toda construcción que permitie-
ra llegar a ella. Durante una reciente. guerra, sabiendo
esto un comandante de buque, dirijió una bala a la cam-
pana, dando en el blanco i rompiéndole un borde; la
campana sonó estruendosamente, como se comprende ; la
ciudad se creyó perdida i se rindió. (Dispense el lector
ese paréntesis). Los talleres de plata i oro trabajada a
cincel, las figuras, adornos i vacijas de bronce, muestran
fii no procedimientos adelantados, habilidad i paciencia
— 327 —
al servicio de un g^usto original. Los de papeles pintados,
de muñecas i juguetes dan numerosos productos de
todos conocidos. Los marfiles tallados que recorren el
mundo derrotan toda suposición respecto al modo como
el artista se maneja para produqir cada objeto. Yo no
intentaré describir los procedimientos de estas diversas
industrias; ellos son, o bien mui conocidos por cualquier
lector medianamente informado, o bien secretamente
guardados i ningún viajero puede revelarlos por cuanto
no los conoce. Hai una calle en Cantón dedicada al
comercio de sedería ; otra i otras donde casi todas las
tiendas son zapaterías, sastrerias, fábricas de gorras,
carpinterías, mueblerías, broncerías i demás industrias.
Estas predilecciones se esplican i proporcionan comodi-
dad al público. Las zapaterías son dignas de especial
mención por sus exelentes productos ; los zapatitos bor-
dados para los pequeños pies de las chinas, son precio-
sos (no hablo de los zapatos para pies deformados,
esos me parecen horribles ) sino de los hechos para
pies normales i el pie normal de una china es del tama-
ño de la cuarta parte del pie de una inglesa distinguida.
Llaman a ciertos industriales o artesanos de los ya
nombrados, mecánicos ; los oficiales de los talleres son
pobres como los mismos talleres; sus instrumentos son
primitivos i groseros (yo compré un cepillo que parece
un juguete de criatura; con el hacia el oficial que me lo
vendió, nada menos que un sarcófago) no se les ocurre
reformarlos ni adaptar otro; ademas manejan algunos de
los conocidos tales como la garlopa, cepillo o desbasta-
dor i las sierras, al revez; las tiran en vez de empujar-
los ; en cuanto a las sierras apruebo el método, pues con
él no corren riesgo de doblarse. Los artesanos no in-
tentan salir de su rutina, entre otras razones por esta :
«los quG piensan deben gobernar a los que hacen » —
luego mientras los que piensan no hacen reformas los
que hacen no piensan en hacerlas. Los obreros para de-
fenderse de las exacciones de las autoridades i de las pro-
— 328 —
bables imposiciones de los consumidores, forman aso-
ciaciones semejantes a las bolsas de comercio i también
a las sociedades de recíproca protección, rejidas por re-
glamentos draconianos como lo muestra, el caso siguien-
te : Un empresario debiendo concluir en fecha dada la
decoración de un palacio i faltándole hojas de oro para el
dorado, pide permiso para emplear oficiales aprendices;
por este crimen los socios de su cofradia deciden darle
un castigo ejemplar i lo matan a mordiscones, no pu-
diendo los oficiales aprendices trabajar sino^de acuerdo
con ciertas reglas i previos largos años de ejercicio.
Una profesiones mui socorrida es la de barbero i
está sujeta a ritos i preocupaciones; por ejemplo no
lavan la cabeza por ser ese trabajo considerado indigno,
pero limpian las orejas i las depilan; escépto en cierta
época del año en que están mui ocupados en rapar
cabezas; los barberos trabajan en las calles o en sus
tiendas ; el uso de las máquinas de afeitar i cortar corto
el cabello les esta prohibido ; los chinos son opuestos a
toda máquina i rechazan las de peluquería como las de
agricultura i mecánica; cuando el caso llega hacen fnee-
Hngs i se levantan en tumulto para destruir las introdu-
cidas; asi ha sucedido en varios casos i no es estraño;
en Inglaterra ha ocurrido lo mismo i cada pais tiene en
su historia algún hecho de lamentable rutina i oposición
al progreso que lamentar.
Las casas de comercio principalmente en Hong-Kong,
Shanghai i Cantón son de grande importancia; sobre
todo las que negocian en sedas. Es interesante ver una
de estas tiendas i manufacturas cuyos productos han in-
vadido el mundo entero; el observador se queda asom-
brado ante el laborioso i delicado trabajo en el cual
pacientes operarios emplean su vida entera sin descanso
para concluir un número limitado de bordados en tela.
— 329 —
¿Cuántos oficiales se necesita para abastecer los merca-
dos de Londres, París, Viena, San Petersburgo i las
demás capitales de la tierra, cuando cada uno emplea
seis o mas meses en bordar unos cuantos metros de su-
perficie? y sin embargo ahi está el hecho palpable, in-
negable. Si se añade a esto los grandes depósitos de tra-
bajo ya hecho en cada manufactura i el inmenso surtido
de sus estantes, el asombro crece. Lo mismo sucede con
las joyas, con los bronces i marfiles, con los muebles de
madera i laca, con la porcelana i la infinidad de útiles ;
bandejas, abanicos, paraguas i dijes de toda especie. El
comerciante chino es en jeneral un hombre honrado,
laborioso, serio, atento siempre a su negocio ; un caba-
llero en la estension de la palabra en sus tratos con el
comprador; si es banquero, no le cede en habilidad i .
corrección al mejor de Londres ; i si dueño de monte pío
o casa de préstamos, oficio siempre odioso en todo el
mundo, no abusa desmedidamente de la pobreza i mise-
ria de sus clientes, evitándoles cuando puede, pérdidas
inconsideradas i heridas al amor propio, como lo prueban
el número de casas de préstamo siempre concurridas i
la organización de cada una, en la cual el infeliz necesi-
tado encuentra cómo esconder sus jestiones a la mirada
del público i de los otros concurrentes. Análoga honra-
dez se nota en las casas de cambio de moneda, que
abundan sobre todo en los puertos de mar. Los almace-
nes de ropa antigua i moderna, corren pareja con los de
venta de telas i otras manufacturas ; los precios son a
veces tan ínfimos que inducen al abuso de pedir aún
rebajas, sin esplicarse racionalmente semejante baratura,
creyéndose el comprador todavía engañado.
* ♦
Agricultura, — Los labradores son mui estimados en
China ; el país les debe todo ; los Emperadores se han
preocupado siempre de la suerte de estos factores del
bien público; no obstante, es difícil que un labrador ad-
quiera una posición holgada a causa de los impuestos.
Como <• hai un Sol en el cielo i un Emperador en la
— 330 —
tierra, > el Emperador dispone de todo, hasta de los
campos cultivados. Los labradores resisten la creación
de impuestos o el aumento de los existentes, a veces con
éxito. Cultivan el arroz empleando naturalmente enormes
cantidades de agua i con este motivo nacen conflictos
respecto a la distribución de la disponible, escasa en
jeneral, entre otras causas, por la dificultad de levantarla,
pues los aparatos usados para ello son rudimentarios,
primitivos: un hélice o tornillo de madera movido a
mano, es el mejor aparato de que por lo común dispone
un labrador. í^ultivan el opio con g^ran desventaja a
causa también de los impuestos, si bien pueden eludirlos,
gracias al pequeño volumen de la valiosa mercancía,
cuyos panes o discos se suele usar como moneda.
Cultivan el té i eran antes sus primeros manufactureros,
pero la India les salió al paso i los superó por la calidad
i quizá por la cantidad de la apreciada yerba. Los
chinos habian incurrido en neglijencias i dejaron caer su
industria; su té era inferior i en parte hecho polvo,
amasado i dividido en panes o ladrillos salía del país,
siendo la Rusia el principal consumidor de esta forma.
Los métodos de cultivo exelentes antes, han vuelto a
aparecer después de su decadencia, para no ceder el
puesto a la India. — En la industria de la seda se ocupan
cientos de miles de individuos, dedicándose al cultivo
complicado de los gusanos, a la preparación de su pro-
ducto i cuidado con esmero de la planta necesaria para
el trabajo de tan inconcientes í estraños productores.
Estas labores están encomendadas en su casi totalidad
a las mujeres. — La agricultura, en China, está afectada
de una grave dolencia: la rutina. El calendario agrícola
es el mismo desde hace mil años, i a él se someten los
labradores de la tierra; en estos mil años, las estaciones
han cambiado con relación a las fechas; el eje de la
eclíptica ha continuado jirando ; el clima en todas partes
ha sufrido modificaciones ; la tierra se ha empobrecido
i las plantas han obedecido a las leyes de la vida i de
la muerte. Todo ha variado, menos la rutina.
J
— 331 —
Aries i ciencias, — Dado nuestro concepto respecto
al arte i a la ciencia^ no vacilo en afirmar que tales enti-
dades no existen en China. Me parece inútil enunciar je-
neralidades para probar mi tesis, cuando en los informes
sig^uientes i en la apreciación de los detalles, el lector
encontrará material para formar su juicio, conforme al
mió, lo espero.
Música, — No hai la menor idea de este arte en China;
al examinar sus instrumentos i oir sus cantos, uno cree-
ria que el desacorde, los sonidos ásperos, los ruidos des-
agradables i la falta absoluta de armonía, forma la base
de la colección de gritos i crujidos que constituyen su
música. Ni siquiera tienen ( no he oido a lo menos nada
que me desengañe ) esas melodías monótonas en tonos
tristes de los indios o salvajes de otras naciones o pue-
blos, por las cuales se deja sospechar la existencia de un
jérmen musical en aquellas cabezas no educadas. Aquí
parece que alteran de intento las voces i martirizan a los
instrumentos para sacar de ellos rechinamientos estri-
dentes. No sé si escriben lo que cantan o lo que hacen
sonar, pero seguramente no lo verifican con el conoci-
miento de nuestro arte musical.
Pintura, - Si se llama pintura a la colocación de
colores en contornos mas o menos bien delineados, el
arte existe aquí i todo el mundo lo conoce : lo ha visto en
los biombos i en los abanicos. Los colores son vivos,
limpios, agradablemente distribuidos i las lineas del di-
bujo, puras i exactas. La composición de los paisajes
tiene cierta vida i no es arbitraria ; obedece a esta orde-
nanza invariable: el autor debe pintar una montaña, una
casa, un árbol, poner una escena humana, por ejemplo,
dos personas de edad jugando al ajedrez i añadir una
mariposa volando i algún otro objeto. Es claro, el pie i la
cima de la montaña, la casa, el árbol, los viejos i la mari-
— 332 —
posüf están m un plano como si fueran sus proyecciones;
ni se ha intentado siquiera figurar distancias de fondo ni
relieves. Necesario es recordar que del mismo defecto
adolece nuestra pintura antigua, pues aun en tiempo de
Rafaelf se lo notaba i el mismo lo cometió, a tal punto,
que por pintar una iglesia tras de una vírjen a lo lejos,
pintó una vírjen con una iglesia en el hombro. Copian
bien i todo lo que se refiere a líneas i colorido notable,
no usan el claro oscuro ; sus miniaturas son inimitables ;
emplean el pincel para hacer retratos microscópicos ; dicen
que deben esta habilidad a sus ejercicios caligráficos; su
pintura en porcelana goza de fama universal; en las
miniaturas, los rasgos mas sutiles, son claros i bien mar-
cados. El secreto del relieve, como se sabe, está en la
disposición de la luz; esta debe caer oblicua sobre los
objetos o venir de atrás. Rembrand ha dado pruebas en
sus cuadros del poder de este artificio. En China a ningún
pintor se le ha ocurrido estudiar la materia. Los cuadros
son por lo tanto de convención ; se supone que los obje-
tos pintados tienen fondo, que la nariz de una persona,
por ejemplo, es prominente con relación a sus mejillas.
Dicen que antiguamente la pintura tuvo su época glo-
riosa i como prueba presentan el hecho de haber un
artista ( uno de los mas célebres, Tiao, 240 años antes
de J. C. ) pintado un biombo, introduciendo entre las
figuras una mosca ; el Emperador, a quien le era dedi-
cado, lo halló bellísimo, pero quiso espantar la mosca
que lo afeaba. Si uno piensa en que cualquier mancha
irregular negra en un fondo blanco parece una mosca, no
se inclinará a considerar el hecho narrado como una
demostración del tema, i aun cuando en realidad el Empe-
rador hubiera tenido serios motivos para engañarse, no
bastaría el caso para establecer la exelencia de la pin-
tura en China en su calidad de arte. Yo por mi parte no
he visto nadn digno de llamarse un cuadro ; no obstante,
como hai cosas que yo no he visto, a fuer de autor im-
parcial, debo confesar que la leyenda, con su fondo infa-
lible de verdad, revela la existencia de obras de gran
mérito, lo cual debia hacerme mas reservado en mis jui-
cios i tal vez me obligue a correjirlos. Se cuenta por
— 333 —
ejemplo, que Tcho-so-Yo, artista famoso, pintó cuatro
dragones para un templo, vivos en apariencia ; solo les
faltaban los ojos ; el autor se rehusó a pintárselos i
dejó su obra inconclusa. Uno de sus discípulos quiso
remediar el defecto, i lo hizo con arte tan soberano, que
el primer dragón concluido, estendió las alas, alzó el
vuelo i se se escapó del cuadro. Los tres otros quedaron
sin pupilas, no osando el artista pintárselas, para no
ponerlos en el goce completo de la vida i favorecer otra
escapada.
Este cuento señala el concepto en que Tcho-so-Yo, su
discípulo i otros pintores eran tenidos, como creadores
de un estilo, procedimiento o arte para dar vida a sus
obras, por la perfección de sus detalles.
Escultura. — Salvo los tallados en madera que tienen
algún mérito, i los vasos i adornos en bronce o marfíl, no
sé a cual otra obra podría llamarse trabajo de escultura
aquí. También en esta ocasión recurro al concepto nues-
tro de este arte. He visto vi^sos, floreros, jarrones, obje-
tos afínes con la escultura ; dragones, imájenes de Dioses,
guardianes de templos, bustos de Emperadores i Rudas
de diverso tamaño, i ello todo como el único material
representante de la escultura china; grotesco, estrafala-
lario, monstruoso, desagradable en su conjunto i en sus
detalles. El arte debe causar placeres suscitando la idea
de la belleza, i nadie sostendrá que un dragón lleno de
puntas o un Buda aplastado , es una fígura estética.
Cuando mas en China en esta materia llegan a hacer
algo bonito, no una obra maestra, ni cosa que se pa-
rezca, si copian por ejemplo una ave o modelan uno de
esos pájaros convencionales i elegantes, de largas patas
i cuello artístico. Pero cuanta diferencia entre toda esta
factura i los productos de la escultura en Europa. Un
griego dibujando un rectángulo proporcionado, suscita
una idea agradable de forma ; una de las columnas del
Partenon que para el ojo es un simple cilindroide, tiene
la facultad de clavar al observador junto a su base, en
— 334 -
estática admiración^ i una estatua moderna o anticua, la
copia de una mujer joven desnuda, con la sola proyec-
ción de sus líneas curvas, despierta i desenvuelve en el
alma humana, todas las sensaciones i sentimientos que
solo vibran en presencia de un ideal estético. ^Hai algo
de esto en China, aun cuando tengan el ideal, la mujer
para copiarla?
Literatura. — Debo repetir al lector que he tomado
del libro de Dooglas citado mas de una vez, muchos
datos ya consignados i ahora le advierto que para ba-
sarme en competente autoridad, tomo en estracto del
mismo una buena parte de lo referente a los literatos, a
los exámenes de competencia, a la relijion, al gobierno, a
la moneda i a otros temas de que hablaré a su tiempo.
Los literatos forman una clase considerada en la nación,
están encima de los labradores i solo debajo de la corte
i la nobleza, pueden aspirar a todos los puestos públicos,
dominan en la sociedad, lo pueden todo i todo lo hacen,
escepto esto: literatura. No trabajan; el trabajo como
en Europa en la Edad media, degrada; viven a espensas
de la nación productora, son parásitos en la jenuina
acepción de la palabra ; son el terror de los mandari-
nes no solo por la constante solicitud de empleos, sino
también porque gozan de ciertos privilejios que los
ponen fuera del alcance del poder, porque intrigan,
denuncian i forman pleitosi i rencillas. Son los encarniza-
dos i mayores enemigos de los estranjeros i tienen todos
los defectos i vicios que la ociosidad, junto con el amor
propio i la ambición, enjencfran. En 1894 habia 21,168
graduados sin empleo i pobres en jeneral. En esta clase
se recluta como se ha ya sospechado, el cuerpo de funcio-
narios públicos para los puestos que no requieren con-
diciones escepcionales de nobleza o herencia. Serian
útiles para su pais si emplearan su talento oratorio i
su preparación, en difundir las ideas progresistas, en
destruir supersticiones i preocupaciones, en aprender i
enseñar la ciencia; pero solo se ocupan de comentar
-- 335 -
libros antiguos i de hacer versos sobre los mismos
temas, sin renovarlos siquiera ni crear algo orijinal i no
trillado.
Los libros estudiados i comentados son nueve :
lo Conversaciones de Confucio. 2» La gran erudición
(literatura i ciencia Great learing, aprender, ilustra-
ción). 3o La doctrina del medio (mean, medio caudal,
pensar). 4o Mencius. 5o El libro de los Cambios. 6o El
de las Odas. 7o el de la Historia. 8© Los anales de la
Primavera i del Otoño. 9o El libro de los ritos. Estos son
los nueve clásicos, pero ademas los literatos han estu-
diado la historia de la cfinastia. Los volúmenes de este
enjambre de cosas inútiles son pequeños, pero los co-
mentarios de siglos, hechos por cientos de miles de
letrados, los han engrosado al punto de hacerlos inac-
cesibles a la lectura del chino mas paciente i deso-
cupado.
Veamos ahora como se hace un literato. Apenas un
muchacho se siente con brios para arremeter á los clá-
sicos, los acomete i se prepara en ellos estudiando tam-
bién la manera de hacer versos ; con este bagaje se
presenta a examen junto con otros cientos de compañe-
ros, ante el majistrado del distrito, quien, en dia señalado,
da los temas de los clásicos para ensayos i poemas.
Hecho el examen, los nombres de los buenos alumnos*
son inscritos en la puerta del Yammen ; estos son exa-
minados cinco dias seguidos mas, i una nueva lista de
los aprobados se publica. El majistrado invita a los de-
signados en ella a una fíesta; los asistentes a esta dan
otro examen en la ciudad de la prefectura del Departa-
mento, ante el Prefecto i el Canciller literario, siempre
sobre los mismos temas. Los buenos reciben entonces el
título, un tanto ridículo, de «Escolar elegante» cuyas
insignias o distintivos son: una bata ó túnica de seda
azul bordada de negro, ceñida a la cintura con una faja
adornada con pendientes de plata i un gorro o bonete
con su botón de plata i recamado con trensilla de hilo
del mismo metal. Con esta vestimenta los nuevos gra-
duados van en corporación a presentarse a su último
juez, delante del cual, a una palabra de orden, hacen el
— 336 —
Kot'ow (reverencia) tres veces. Dispensan igual homena-
je al Prefecto i luego se dispersan volviendo cada uno a
su casa a recibir las congratulaciones- i. escitar la admi-
ración de sus amigos.
Pero esto no es mas que el comienzo de la carrera.
Cada tres años hai un examen en las capitales de pro-
vincia, precedido por un comisionado del Emperador,
cuyo nombramiento es envidiado por todos, pues el
Comisionado o visitador no solo es alojado i mantenido
rejiamente en cada distrito, sino que las autoridades le
regalan gruesas sumas i cada examinado de los acepta-
dos, 20 taels (como 5 libras esterlinas diremos, pero hai
varios taels i su precio cambia mucho). Los laureados
son doscientos o mas; juzgúese el beneficio del exami-
nador. Durante la noche anterior a la prueba, la cual
tiene lugar en un edificio dividido convenientemente en
celdas, o la mañana del dia fijado, los seis u ocho mil
graduados, entran en el recinto de los exámenes i toman
posesión de sus celdas, (el recinto de Pekin tiene diez
mil celdas); cada celda tiene su número; el estudiante
lleva consigo alimento para dos dias i antes de ser
encerrado, se lo rejistra para evitar fraudes. Se en-
cierra a los examinados en las celdas con llave i
sello i habiendo el Examinador hecho su jenuflexion
ante los cielos, prometiendo, jurando obrar en justicia,
sin temor ni favoritismo, la prueba comienza por la en-
trega a cada estudiante de cuatro testos de los clásicos
sobre los cuales debe escribir tres ensayos i un poema.
Dos dias le son acordados, al fin de los cuales se abre
las puertas i los que han concluido su obra salen, salu-
dados por tres cañonazos i por redobles de tambor a su
pasaje; a los remisos se les concede horas adicionales.
Los afortunados en la prueba reciben el título de Ckugen
(Hombre promovido) i son invitados por el gobierno a
una fiesta, en celebración de su triunfo, llamada El bra-
mido o balido de los siervos, en razón de existir una oda
con ese título que se canta en la mesa durante la comida.
En la siguiente primavera todos los candidatos favore-
cidos por su examen van a Pekin, donde bajo los auspi-
cios de un Ministro de Estado, un Príncipe imperial i
— 337 —
tres otros examinadores, rinden un nuevo examen para
optar al grado de Escolar avanzado. Los competidores
son comunmente 6000 i de estos solo un cinco por ciento
pasa. Un último examen de los selectos tiene lugar en
presencia del Emperador mismo i en él se hace la sepa-
ración de cuatro escolares solamente, a los cuales se les
acuerda el título de Chwang-yüan Pangyen, T'auhwa i
Ckw'auiu, respectivamente, i a quienes se debe conside-
rar como ocupantes de las posiciones relativas de Sénior
Competidor (Com^t,i\óor mayor en edad) i de las tres
posiciones inmediatas inferiores en orden.
Exámenes de competencia se llaman los descritos i
no siempre pasan tan tranquilamente como pudiera su-
ponerse. Una vez en el examen de palacio, los Escola-
res elegantes, escalan los muros del recinto i preci-
pitándose sobre el maestro de ceremonias para quitarle
unos papeles, le < arañan el dorso de las manos>. Ya
he dicho sobré qué versan los temas de estos singula-
res exámenes; debo añadir que los candidatos están
obligados á tener en cuenta en sus trabajos, nueve pun-
tos (siempre aparece la cifra nueve), a saber: !« el tema,
2o el análisis del tema, 3» la amplificación del tema, 4»
la extensión del tema, S® la post-estensión del tema, 6°
el argumento, 7» la reasumpcion del tema (reconside-
ración), 8o el argumento, segunda división, 9® el argu-
mento, tercera división. ¡Una verdadera teología de re-
tórica! Los temas siempre retrospectivos, parecen a
veces adivinanzas. A un escolar se le da en su examen
como tema algo análogo a esto: «En una guerra hace
mil años alguien dijo que atacando la caballería en una
forma se obtendría nueve ventajas, ¿cuáles eran esas
esas nueve ventajas?» A otro le presentan su cuestión
en esta forma: «Hace tantos años, (un número estupendo
de años) un ejército ocupó tres puntos ¿cuáles eran
esos tres puntos ?» Cualquier respuesta era buena en
mi opinión. En fin, probando un escolar que sabe hacer
versos i comentar clásicos, ha probado su aptitud para
todas las funciones de la vida pública i profesional. Apro-
vecho la oportunidad para hacer un paréntesis de cir-
cunstancias: a las mujeres no se les enseña nada, lo
Por mares i por tierras 22
— 338 —
que iguala las esclavas a las señoras en el campo ni-
velado de la absoluta ignorancia. Vistos el modo de
hacer literatos i los trabajos de éstos, me parece inútil
sacar la consecuencia; el lector se habrá dicho ya: 4: En
China no hay literatura >. En efecto los chinos no han
escrito ni su historia ; por orden de un Emperador se
comenzó a escribirla, se llegaba ya a un número fabu-
loso de volúmenes, una cosa como 72,000 cuando una
parte de ellos fué destruida por un accidente que no
recuerdo ; la obra se continúa, en el presupuesto creo,
i nominalmente, pero no avanza ni se concluirá jamás ¡
aun cuando se concluyera ¿habría hombre capaz de
leerla i seria posible consultarla? Ese número inmenso
de literatos no ha producido hasta hoi una sola obra de
aliento, ni aun una cualquiera insigniñcante pero con el
mérito de ser agradable. Su teatro es entre pueril i gro-
tesco; las piezas son cuentos de niños presentados a
hombres, sin gusto, sin novedad, sin atractivo i enorme-
mente largos. Las mismas obras clásicas ya citadas, no
merecen el nombre de monumentos literarios; se com-
ponen de moralejas, anécdotas, principios i doctrinas
filosóficas sueltas i por escepción, rasgos de poesia con
algún sabor literario. Ahora, si asimilamos los conoci-
mientos literarios de los chinos al arte militar, encontrará
su sitio en este capítulo la noticia relativa a las pruebas
de competencia a que se somete a los guerreros. Los
exámenes para éstos son livianos en clásicos i en odas,
en cambio se les exije serias pruebas de sport (jimnasia,
esgrima, uso de flechas i ejercicios de fuerza). Deben
disparar sus dardos a pié i a caballo, combatir en simu-
lacro con armas pesadas i alzar grandes pesos.
Injeniería i sus afluefites. — En la parte relativa a
la construcción de las casas particulares ha podido
verse ya una muestra de la arquitectura china. En
Pekín sin duda se encuentra el mayor número i tai-
vez la mejor clase de construcciones por sus peculiares
condiciones como capital del Imperio. Pekín es una
- 339 —
ciudad mediterránea si bien se halla a pocos kilómetros
de un rio navegable; su forma representaba un polí-
gono irregular inscrito en una sección ovoidea, espe-
cie de elipse, mas ancho en un estremo. El perímetro
de la figura de formas retangulares inscrito, es una
muralla de 32 kilómetros, dentro de la cual está la ciu-
dad ( la muralla de París tiene 36 kilómetros ). La su-
perficie intramuros es como de 6000 hectáreas, aproxi-
madamente dos tercios de la de Paris (9450 hectáreas).
Véase el croquis al már-
Templo de la Tierra
/O n\
Templo '
Sbl
Ciudad tártara
Ciudad
amarilla
Palacio
TLe;§aci
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Ciudad
EU
china
i*
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^, 1 l—J l—J » IH
Templo del Cielo
»« » w w
jen, tomado de un autor
italiano, así como muchos
de los siguientes datos
relativos a población i di-
mensiones. La capital se
divide en tres partes per-
fectamente limitadas : la
ciudad tártara mui regu-
lar, la ciudad amarilla o
residencia imperial, en el
centro de la tártara, i la
ciudad china. La I» tiene
grandes i anchas calles,
ocho principales, algunas
de 30 metros de ancho i
6000 de largo de E a O;
otras de 20 m. ancho y
4000 largo de S a N, constituyendo el conjunto un
tablero de ajedrez i mostrando así que el fundador i
delineador tuvo su idea i que la ciudad fué construida
obedeciendo á esa sola idea. En la ciudad china las calles
son tortuosas i angostas, con escepciones, naturalmente.
Hai una de E a O de 7500 metros de largo i bastante
ancha; otra divide en dos secciones la ciudad, partiendo
de la puerta central. La ciudad tártara tiene: de N a S
5500 metros, de E a O 6500, de superficie 3375 hectáreas
i 24 kilómetros de perímetro. La ciudad amarilla tiene
668 hectáreas. La china de N a S 3650 metros, de E a O
7500, de superficie 2500 hectáreas i de perímetro 21
kilómetros. La población total era antes mucho mayor;
PEKÍN
La línea de puntos representa
la muralla.
— 340 ~
ahora se encuentra barrios despoblados, abandonados ;
en otra época las casas iban hasta la muralla llenando
completamente el interior del perímetro. La población
actual es de 800.000 habitantes, aun cuando el anuario
de Behm no le da sino 500.000.
He entrado en estos detalles, para hacer resaltar que
ha habido una idea de injenieria en la formación de
Pekin, si bien esa idea puede haber pertenecido a las
rudimentarias en la materia. Un gran puente de muchos
arcos, 18 creo, lo revela también; es de piedra i tiene
esculpidas innumerables figuras. Dicen que algunos pa-
lacios de la ciudad amarilla son característicos i dignos
de ser vistos; pero con este Pekin sucede una cosa par-
ticular: lo característico de él no es accesible i lo acce-
sible no es característico. Si esos palacios o departa-
mentos tienen el aire de familia de los templos, pagodas,
casas i demás construcciones chinas que yo he visto, no
deben valer gran cosa como obras de injenieria i arqui-
tectura, pues las pagodas, los templos i las casas hechas
por el modelo de los edificios chinos, no resistirian a la
crítica de un maestro albañil de Europa, ni aun a la de un
oficial adocenado.
No se puede hablar de obras públicas en China, como
productos de injenieria. Comenzando por la gran mu-
ralla i concluyendo por los caminos vecinales, todo es
primitivo i rudimentario ; la gran muralla prueba pacien-
cia i baratura de brazos al mismo tiempo, i revela una
inocencia infantil en quien la concibió; los templos en
jeneral son galpones parecidos a los depósitos de má-
quinas agrícolas de las ciudades ; los caminos están a
cargo, no de la injenieria, sino de la naturaleza. Por eso
los viajes en China son casi imposibles para nosotros, o
a lo menos estremadamente difíciles e incómodos; no
hai, hablando propiamente, caminos. Los puentes rústi-
cos i desvencijados son un peligro ; los vehículos no
llevan elásticos; las posadas, cuando por casualidad
tienen la ocurrencia de existir, son inhospitalarias, des-
aseadas, desprovistas de todo lo mas necesario para
el bienestar i hasta de alimentos; así los viajeros se
ven obligados a llevar consigo sus provisiones i según
- 341 -
refieren los que se han arriesgado a penetrar en el
interior del Imperio, A no dormir o a pernoctar mez-
clados con las bestias, en pesebres abiertos a todos los
vientos.
Los chinos no tienen la menor idea de confort i lo
demuestran en todo. No les importa nada del tiempo i
no tratan de buscar facilidades para economizarlo. No se
hable de vías fluviales cuidadas, ni de canales artificiales
mantenidos en buen o tolerable estado, para dar vida i
desenvolvimiento a su comercio. Solo cuidan de los ríos
cuando su desborde amenaza la vida de los habitantes o
su fortuna ; ya uno de ellos hace poco, saliendo de su
cauce, invadió una inmensa población, destruyó las casas
i las sementeras e inundó la comarca. Perecieron qui-
nientas mil personas i no quedó un solo animal vivo en
la vasta estension cubierta por las aguas ; el rio habia
sido sin embargo, encauzado construyéndose reparos
en ios bordes bajos; pero ¿cómo seria la obra? Algunas
veces, lo sé mui bien, los mas sólidos trabajos son des-
truidos por la fuerza del agua, pero dudo mucho de que
en China la causa de las catástrofes deba atribuirse a
fuerzas incontrastables, inclinándome a encontrarla en
la falta de una dirección técnica, eficiente, pues no exis-
ten elementos de preparación científica, ni hai injenieros
en el pais. Las pocas vias fluviales existentes están des-
cuidadas i se deja obstruir los canales; por esto ape-
nas pueden pasar barcas pequeñas i eso con botador,
no pudiendo usar remos en algunos parajes, por la
estrechez del cauce. Cuando el caudal de agua lo per-
mite, pequeños vapores suelen penetrar en los rios, pero
no tardan en detenerse por las obstrucciones, cuya remo-
ción seria fácil al principio i se convierte en difi'cil por
el abandono. En Cantón, ciudad relativamente vecina a
las rejiones de donde viene la luz, ya hai sin embargo,
un simulacro de canalización i unas dragas indíjenas
injénuas, por no darles otro nombre,. hacen algún tra-
bajo; las tales dragas son unos sampanes provistos de
un torniquete en cuyo eje se envuelve una cuerda de un
balancín oscilante sobre un palo plantado a cierta dis-
tancia i de un balde atado por su fondo a una cuerda
— 342 -
que va al estremo del balancia i por su boca, a la del
torniquete; este es movido a mano; el balancín tiene
otra cuerda en el opuesto estremo para tirar de ella i
convertirlo en un brazo de palanca, i una tercera, conti-
gua a la primera, con un gancho en su estremo libre
para arrear el balde; la maniobra no necesita descrip-
ción visto el aparato. Ahora bien, yo abrigo serias
dudas a cerca de si estas dragas tienen por objeto dra-
gar, es decir, mantener los canales con cierta hondura, o
si solo se proponen sacar el fango, rico en materia
orgánica, para usarlo como abono. Es posible sin em-
bargo, que en el propósito haya un poco de lo uno i de
lo otro.
* *
Astronomiaj física, química i ciencias naturales, — En
Pekín haí un rudimento de observatorio astronómico
creado por misioneros i conservado a su cargo. Algu-
nos Emperadores por curiosidad se divirtieron en ave-
riguar resultados i conocer algo de astronomía, pero
nada de ello se tradujo en beneficio del pueblo i no sé
de sus efectos cosa alguna. Mas si bien no hai astróno-
mos en China, hai astrólogos que predicen los dias
propicios i nefastos, encuentran la estrella de cada indi-
viduo i si a mano viene, le comunican su porvenir; en
justicia debe decirse sin embargo, que estas supersticio-
nes están mas ligadas con la relíjion que con la ciencia.
— Los mismos misioneros han creado o intentado crear
en el país, algo de física, química e historia natural, pero
sus trabajos no han tenido repercusión. No intento afir-
mar al decir esto, que ningún chino tenga conocimientos
científicos ; eso no es verdad. Muchos ciudadanos del
Celeste Imperio cultivan las ciencias, la física, la química,
la mineralojia, la botánica i la teolojia privadamente,
a veces escondiéndose de sus compatriotas, pero sus
conocimientos no tienen la menor influencia ni sobre
sus costumbres e ideas jenerales manifiestas, ni sobre
los destinos de su nación; todo continua quieto i esta-
cionario.
- 343 --
Sin duda alguna la preparación de colores para la
pintura i de diversas sustancias de empleo industrial,
suponen conocimientos de hechos que por su naturaleza
corresponden a la química, pero decir de sus prepara-
dores que son químicos, seria tan gratuito como calificar
de paleontolojista o botánico al que conoce una gallina
o un árbol cualquiera. La química en China todavía se
halla al estado de alquimia; aun hoi mismo se trabaja
por encontrar la piedra filosofal, hacer oro, preparar
licores para prolongar la vida i restituir la juventud.
Y con esto concluyen mis informes respecto al estado
en China de las ciencias esperimentales i naturales.
*
* *
Ciencias morales i jurisprudencia. — Del estado de las
ciencias morales puede juzgarse por los datos ya referi-
dos respecto a la literatura i los literatos i de la teogo-
nia i teolojia chinas se juzgará leyendo el capítulo refe-
rente a las relijiones, en la continuación de este trabajo.
De códigos en materia civil, comercial, administrativa i
de procedimientos, nada puedo decir, porque nada sé,
a pesar de haber buscado pacientemente informes en los
libros corrientes mas acreditados de viajeros concien-
zudos. Solo puedo insinuar un juicio, poco favorable a la
administración de justicia en el pais, como emanación
de este hecho: la defensa por procuración, representa-
ción o comisión no es permitida; no hai por lo tanto ni
abogados, ni procuradores, ni otros curiales ; esto pare-
cería un bien pero no lo es porque estos funcionarios,
indispensables en occidente i útiles cuando son buenos,
serian, cualesquiera que fueran sus méritos, aquí perse-
guidos i castigados como promotores de litijios i cómplices
según las reglas vijentes. Hai sin duda un conjunto de pres-
cripciones al cual los majistrados deben sujetarse, a lo
menos nominalmente, conjunto que por asimilación deberá
llamarse código, aun cuando no formen cuerpo de obra ni
tengan unidad, pero tal conjunto no está siquiera indicado
en los libros al alcance de un viajero. Por mis datos e
— 344 —
inferencias la defensa es personal i el acusado se escusa
como puede ante sus jueces. He visto en Cantón la casa
de los tribunales; es mas o menos apropiada a sus fines.
Desgraciadamente los jueces no funcionaban cuando yo
estuve, por hallarse en vacaciones con ocasión de las
fiestas de año nuevo. Los datos que me suministraron
respecto a este tribunal confirman lo espuesto ; el acusa-
do ante él está librado a sus propias fuerzas. No es raro
ver en las audiencias escenas repelentes, tales como la
aplicación de azotes con varas de bambú, en presencia
del público, al acusado recalcitrante o simplemente poco
dúctil a las exijencias de los jueces, pero la verdadera
tortura, mui en boga para obtener confesiones o decla-
raciones verdaderas o falsas, no se aplica en sesión
pública. En cuanto a procedimientos el lector quedará
edificado con la lectura del estracto siguiente.
Código penal i proceder de las autoridades en la apli-
cación de las leyes, — Las penas que consagra el Código
son tres: de azotes, de carga de 25 libras, 12 kilos ±, i
de muerte por la horca o la decapitación. Se redime de
algunas penas mediante dinero. Los criminales que se
entregan espontáneamente mejoran su situación. Los
hijos únicos de padres sin apoyo no pueden ser ajusti-
ciados; los criminales de una edad mui avanzada tam-
poco. Los músicos i los astrólogos pueden alegar su
profesión como causa atenuante. Un atentado contra la
vida del Emperador seria inaudito i se toma cuanta pre-
caución es posible para evitarlo: dícese que las ceremo-
nias de regla en su presencia, tales como arrodillarse i
juntar las manos en actitud de súplica, no tienen otro
objeto o lo tienen concomitante con otros de respeto i
veneración. Pasar la puerta de la ciudad prohibida es un
crimen i penetrar en los aposentos imperiales, uno tan
grande que es castigado con la pena de muerte; inten-
tarlo solo acarrea la misma pena. Los trabajadores o
artesanos, cuando para hacer una reparación nf cesitan
entrar a estos locales, se proveen de un permiso en toda
~ 345 —
forma. Los crímenes cometidos en las vecindades del
palacio son mas severamente castigados que los del
mismo jénero cometidos en otro sitio. Se ve por estas
anotaciones, como la vida del Emperador es singular-
mente protejida. Gran respeto por las reglas relativas al
matrimonio infunde la lei ; el padre dispone de su hijo
para casarlo aun cuando el hijo tenga otros compromi-
sos ; el luto suspende los matrimonios ; estos no son
permitidos entre parientes (mui bien) ni entre personas
del mismo nombre. Al lado de prescripciones racionales
salen otras ridiculas; por ejemplo: durante los prime-
ros tiempos de un luto queda prohibido afeitarse; se cas-
tiga a los sindicados de practicar la majia, a los autores
de libros de brujeria para resucitar espíritus malos, a los
preparadores de drogas i a los {paperman? Volviendo
al matrimonio : los maridos pueden tener segundas mu-
jeres, ya se ha visto; las causas de divorcio solo sirven
al hombre, la mujer no tiene derechos ; estas causas son
la esterilidad, la lascivia, la falta de respeto a los sue-
gros, el ser mui parlanchínas o habladoras las esposas, el
tener tendencia al robo o carácter suspicaz o ser envi-
diosas o padecer enfermedades inveteradas, la elefan-
teasis, llamada lepra principalmente. La traición se
castiga con las mayores penas; se mata al traidor que-
mándolo a fuego lento o cortándole paulatinamente pe-
dazos del cuerpo ; cuando ya agoniza se le da el golpe
de gracia. Respecto a los grandes crímenes el código
establece la siguiente monstruosidad: los parientes va-
rones cercanos del delincuente deben sufrir la pena de
muerte aun cuando vivan lejos del sitio donde tuvo lugar
el crimen i no sepan nada de él ; la misma pena se
aplica a los parientes no cercanos del criminal, cuando
viven en la misma casa que él. Los idiotas no están exen-
tos de pena. La aplicación de la tortura como medio de
prueba o castigo, no solo es permitida sino ordenada ;
con ella hacen declarar al paciente cuánto se les antoja
a los jueces; el hombre mas inocente torturado se acusa
de crímenes que no ha cometido; el dolor físico es todo-
poderoso. Los majistrados saben esto pero no lo tienen
en cuenta. Todos ios jéneros de tortura son practicados,
— 346 -
pero el mas jeneral es el de hacer arrodillar al delincuente
en un montón de cadenas, subiendo encima de él los
verdugos para aumentar el peso i el tormento. La pa-
tria potestad parece no tener límite como lo prueban
mil casos. Los padres pueden castigar a sus hijos hasta
matarlos, pueden venderlos i disponer de ellos a su an-
tojo. Cuando un hijo muere por castigos del padre, a
este se le debe dar cien palos; es la máxima pena que
consagra el Código. Casi siempre, sin embargo, el crimen
queda impune. Citaré dos ejemplos: Una madre, por faltas
de respeto de su hijo decide hacerlo matar, busca ajentes
para ello i los encuentra, pero no enteramente a su gus-
to; ella quiere hacer enterrar vivo a su hijo; los ajentes
se niegan i solo concienten en llevarlo a sitio determinado
i matarlo, echándole una pared encima, como lo hacen.
Conocido el caso la madre no recibe el menor castigo.
Un hombre mata a su hijo ahogándolo i presenta sus
escusas por haberlo hecho creyendo que no era de él,
pues en caso de ser suyo no cabria escusarse. Acusar a
los padres con razón, es un crimen que se castiga con
la pena de palos ; si la acusación es injusta se aplica al
acusador la pena de muerte. También se considera
crimen la acusación a los abuelos i se aplica las mismas
penas. La mujer que acusa al marido cae bajo la juris-
dicción del código penal; lo mismo el esclavo o la mujer
que ataca a su amo o marido ; este en revancha puede
matar a su esclavo i atormentar a su mujer. La grada-
ción de las penas con relación a las ofensas, es de la más
estravagante orijinalidad. El peculado i el juego, de
hecho quedan impunes, pero la lei los condena. Los dos
vicios son tan comunes que del primero no se habla i en
cuanto al segundo, basta decir que es difícil encontrar un
chino medianamente desvinculado, comiendo por su
cuenta en una fonda : o ha perdido o ha ganado su co-
mida en la puerta. En el primer caso no come, en el
segundo el otro paga su comida. La corrupción de los
mandarines es un evanjelio en China, pero tiene sus es-
plicaciones atenuantes ; estos funcionarios mantienen a
su costa un numeroso, numerosísimo personal, innecesa-
rio pero indispensable porque así es i será, i están obli-
- 347 -
gados a mantener su rango i dar a su familia el lujo
consiguiente a su elevada categoría^ obligación indispen-
sable también para imponer respeto a sus gobernados.
Como la opinión pública en calidad de fuerza no existe,
los mandarines proceden a su arbitrio ; hacen en realidad
lo que quieren. Las acusaciones sin embargo, corftra
estos majistrados son frecuentes, pero sus faltas quedan
impunes por la dificultad de las pruebaá, dado el encade-
namiento de hechos i la comunidad de intereses entre los
empleados. Hai por lo tanto una tolerancia recíproca
ya crónica en el país. Esta regla no deja de tener escep-
ciones, soliéndose encontrar mandarines modelos de
dignidad, de honradez i de rectitud en el desempeño de
su difíciles funciones. Los procedimientos con aire de
judiciales son, por no decir irritantes de injusticia i arbi-
trariedad, estrafalarios e inadecuados. Los libros clásicos
que los consagran, datan de dos mil o mas años antes
de J C sin modificación; los chinos aunque intelijentes i
aptos para comprender las cosas, no son o no quieren
ser capaces de estender lo iniciado ; pueden llegar a
copiar, pero en la copia se quedan, voluntariamente, por
falta de imajinacion tal vez o por esa su indolencia sui
generis, compatible con la mayor laboriosidad.
En jurisprudencia por eso no están mas adelantados
que en injenieria i otras ciencias. El estado actual de la
China se asemeja un poco al nuestro en la Edad Media,
pero entre nosotros el imperio del absurdo, de la inhu-
manidad diré, fué transitorio, mientras aquí todo parece
permanente, eterno, sellado para siempre. Su intelijencia,
aguda i estensa en muchos ramos representa una paradoja
incomprensible: en efecto, no tiene en ella asidero la
evidencia; se proclaman invencibles mientras van hu-
yendo, como en 1860, i su Emperador, espulsado, ven-
cido, continúa siendo el Hijo del Cielo i el único Empe-
rador de la tierra.
- 348 -
Entre las obras clásicas, resumen y fuente de todas
las ciencias, figura el «Hsiyuanchu > gran libro, una es-
pecie de enciclopedia según infiero, pues si ahora la
vamos á ver dando reglas de procedimientos, después
la veremos enseñando anatomía, fisiolojía, toxicolojía i
medicina It-gal, en nombre de su antigüedad (dos mil
años) i por tanto con su autoridad no desmentida ni
negada. El « Hsiyuanchu » establece, como regla de
procedimiento que en caso de entablarse una investiga-
ción judicial, por heridas supongamos, no debe darse
conocimiento de ello a los parientes del herido; ra-
zón : < los parientes desearán la muerte del sujeto i
harán cuanto puedan porque muera para sacar plata
del acusado ». He aquí otro principio de jurisprudencia
corriente en China: «un hombre que intenta salvar a
otro es responsable de su muerte sino lo salva». Esta
eminente doctrina como se vé es destinada á estimular
el noble sacrificio personal a favor de nuestros seme-
jantes. Como modelo de talento investigador puede ci-
tarse el siguiente procedimiento de un magistrado que
se inspiró sin duda en el Hsiyuanchu : se sospecha
que una herida ha sido hecha con la mano izquierda ;
el majistrado instructor del proceso, invita a varios su-
jetos auna fiestas i observa; uno de ellos toma el vaso
con la mano izquierda, sin mas ni mas el magistrado
lo manda prender, lo tortura i con este medio infalible,
inocente o no, lo hace confesarse culpable. Pero para
tener una idea cabal de usos tan estraordinarios i vio-
lentos, es mejor leer la relación de algunos casos, tales
como los muy ilustrativos que paso a referir. Uno de
ellos dio lugar auna causa célebre: «Se encuentra un
cadáver con la trensa cortada (grave el detalle) ; el
agente de la autoridad un tal Hu, empeñado como todos
los de su clase i en todas partes, en descubrir un cri-
men y un criminal, o inventarlos si se ofrece, llama
a un hombre del pueblo, de nombre F'ang i lo induce á
acusar á tres sujetos como autores del delito, entre
ellos á un clérigo, dando como pruebas o sospechas
vehementes un tejido de afirmaciones estrafalarias ina-
ceptables; pero son aceptadas. Se somete á la tortura
— 349 —
a los acusados, uno de ellos confiesa lo que le dic-
tan i escapa á la pena de muerte perdiendo solamente
la oreja derecha, los otros dos son ajusticiados (de-
gollados). Hecha justicia aparece una denuncia sobre
el mismo asesinato fundado en sucesos reales; los con-
denados i ejecutados resultan inocentes y se descubre
a los verdaderos criminales. Con tal motivo Fang con-
fiesa haber sido forzado por Hu a inventar su dela-
ción i los inocentes sacrificados, a incriminarse para
suspender la horrible tortura. El Gobernador de la
jurisdicción pide entonces permiso al Emperador para
torturar á Hu, por haber torturado injustamente i obli-
garlo á confesar su crimen en presencia de las revelacio-
nes de Fang. No se provee nada respecto al error judicial;
los muertos, muertos quedan i el de la oreja cortada
se contenta con una sola. Otro caso: un individuo por
celos castiga a su mujer cruelmente; después se enferma
y muere; su familia lo cree envenenado i acusa a la
esposa. Todo ello se basa en signos antojadizos ; la
autoridad ordena una investigación de peritos; éstos
dan su informe (véase el capítulo sobre medicina) pero
por una omisión del análisis científico, subsisten dudas
respecto al envenenamiento. Para esclarecerlo aplican
la tortura á la infeliz esposa; medio infalible, bajo su
influencia la pobre acusa a su supuesto amante de ha-
berla inducido al crimen i haberle suministrado el ve-
neno, el arsénico, en dia i mes designados, tantos de
noviembre. Los parientes del acusado prueban la fal-
sedad de -la denuncia haciendo la coartada, según creo
se dice en términos jurídicos; pero éste amenazado por
la tortura ratifica la denuncia de la mujer. En esto un
censor (el cuerpo de censores, instituido por ley es
terrible en China) acusa a las autoridades del Distrito
de haber conducido brutalmente la investigación i tor-
turado inocentes. El Board, Tribunal de Castigos, toma
cartas en el asunto i ordena la exumación i examen
del cuerpo del supuesto envenenado. Los peritos dan
su informe tan científico como mas no puede ser (véase
el capítulo sobre medicina) cuyas conclusiones contra-
rias al primer informe, se acepta por estar de acuerdo
— 350 —
con el uso canónico í los principios consagrados en
las obras clásicas. Por fin, rara avis, los majistrados
que impusieron las torturas injustas son castigados.
La inseguridad de la conservación de la vida en
China, por la facilidad y consecuencias de las denuncias i
calumnias, induce a la crueldad i al menosprecio de la
propia i de la de los semejantes. Algunos sujetos perver-
sos se suicidan en la puerta de la casa de sus enemigos,
por odio, para cargarles el crimen de omicidio; otros,
para procurar algún dinero a su familia, toman el puesto
de los criminales, se hacen condenar i se dejan matar en
el patíbulo. Los tribunales aceptan como pruebas irre-
cusables las conclusiones de los peritos fundadas en
trivialidades o pueriles deducciones : la dirección de las
heridas, la abertura o clausura de los ojos, la disposi-
ción de los labios, la posición de los cadáveres i otras
circunstancias interpretadas de una manera salvaje i
supersticiosa, asumen ante ellos el papel de demostra-
ciones incontrovertibles.
Las prisiones son inmundas, pestilentes, húmedas i
sin luz. Las sabandijas, parásitos, microbios i bichos
venenosos se instalan en las úlceras producidas por la
tortura en el cuerpo de los infelices encerrados para
añadirles tormentos infernales i concluir con su vida. A
justo título debian llevar las prisiones esta inscripción
en su frontispicio: «Lasciate ogni speranza o voi che
éntrate* pues en verdad, los huéspedes de estos En-
cierros inventados para proveer a la seguridad social,
pasan en ellos 20 o 30 años, olvidados de los jueces, de
los parientes i de los amigos, i muchos no abandonan su
celda sino después de muertos, para ocupar otra mas
limpia en el Cementerio, habiendo sido encerrados tal
vez por denuncias falsas o con fútiles pretestos. La Jus-
- 351 —
ticia en China es un trasunto de la Inquisición europea
durante los tiempos sombríos de la Edad Media i sus
prolongaciones.
* «
Medicina i médicos. Hospitales i Asilos de caridad, —
Quiero visitar en Cantón un hospital jenuinamente chino,
administrado por chinos ¡ asistido por médicos chinos;
quiero conocer un doctor de medicina chino i tomar
alguna idea de su ciencia. Hablo con el guia chino; él
ha oido alguna vez el sonido de la palabra inglesa «hos-
pital » pero no atina con la cosa china a la cual puede
aplicarse semejante nombre. En fin, después de mucho
bregar me conduce a una casa situada en uno de los
callejones centrales de la Ciudad. Encuentro un salón
con gran puerta a la calle, dividido en cuatro partes,
una frontal, especie de vestíbulo, de todo el ancho de la
pieza i tres en el fondo, dos laterales con bancos de ma-
dera, i una central, comunicando con el interior de la
casa, habitaciones de los médicos i otras dependencias.
Kn esta parte hai una mesa i dos sillas ; sobre la mesa
papel con inscripciones jeroglíficas, tinta china i pinceles
i una pequeña tabla forrada con piel i colchada. Mi guía
llama al médico ; este sale ; es un hombre mui viejo, de
facciones finas i fisonomía intelijente. Le comunico que yo
también soi médico de países lejanos; esto no le importa
nada, según parece; que estoi enfermo i deseo hacerme
ver. Se sienta en una de las sillas i me indica la otra; yo
también me siento; me hace apoyar el brazo derecho en
la tabla colchada i me toma largo tiempo el pulso, mi-
rándome fijamente. Otro médico recien llegado me toma
el pulso en la izquierda. El viejo me pregunta si he
tenido romadizo ; le digo que sí. El examen ha conclui-
do ; toma papel i su pincel i escribe siete líneas verti-
cales de caracteres chinos; me da la hoja escrita i el
guia me dice que con las sustancias indicadas debo hacer
una infusión i tomarla. Quiero pagarle su visita; no
acepta. Doi las gracias i comienzo mis preguntas.
— 352 —
— I Hai hospitales para asistencia de los pobres en
Cantón ?
El médico no entiende la pregunta.
— { Dónde se asiste a los pobres ?
— Aquí.
— Pero aquí no hai camas ni útiles !
— No hai.
— {Cómo hacen entonces?
— Los enfermos vienen, se les receta i se van.
— { I cuando no pueden irse, cuando tienen rota una
pierna por ejemplo?
— Se acuestan en uno de esos bancos i se les pone
el emplasto!
— { I después?
— Después se van.
— Pero no pueden irse, ni tienen quien los lleve! . . .
— A la hora de cerrar la casa entonces, se los saca i
se los pone en la calle.
— { I una vez en la calle?
— Alguien los recoje i los lleva a su casa.
— 1 1 si no tienen casa ?
— El que los recoje los lleva a la suya.
— I si nadie los recoje ?
. . .El médico alza los hombros no tiene^mas in-
formes que suministrar i yo, prudentemente, me doi por
satisfecho i salgo del Consultorio seguido de un grupo
de curiosos (la consulta ha sido pública) interesados en
mi salud.
Voi ala botica, al lado; presento mi receta; cuatro
boticarios elijen las sustancias, las pesan en unas roma-
nas de palitos, sin gran escrúpulo, las envuelven, las
rotulan en chino i me las dan. Conservo la receta i llevo
las drogas para examinarlas. Me dicen que son produc-
tos indíjenas, sin nombre en inglés ni en otro idioma
europeo.
Deduzco, por esta mi esperiencia personal i por mis
investigaciones, conversando con residentes europeos
de largo tiempo aquí, i por mis lecturas, que en la China
— 353 —
no hai médicos; solo existen supersticiosos empíricos,
mas o menos intelijentes a quienes no se les puede
llamar ig^norantes, pues en realidad son doctores, doctos
en las materias de su ciencia, según se halla en los libros
clásicos de reputación secular : solamente los tales libros
son un tejido de disparates inauditos, cuya subsistencia
como doctrina no se comprende en los cerebros de hoi,
en presencia de las evidencias del saber humano con las
cuales los chinos están en contacto. Esos libros consa-
gran, i los doctores chinos tienen como verdades incon-
cusas, las teorías i absurdos mas singulares de cuyo
conjunto elijo algo, una mínima parte, para consignarlo
como muestra, dividiendo los disparates en grupos, no
por hallarse así en los clásicos, sino por presentarlos
con cierto método según su sentido.
Anatomía descriptiva. — Hai para la ciencia médica en
China 360 huesos en el cuerpo humano, correspondien-
tes a los 360 dias del año (el esqueleto tiene 208 huesos
i el año 365 dias, 5 horas, 48' 48'*&). Desde la nuca
hasta la cima de la cabeza el hombre tiene 8 piezas
de hueso, escepto el caso de un Ts'ai Chow, que se
enorgullece por tener 9 (Ts'ai Chow men).
Anatomía jeneraL — El cuerpo humano se compone
de 5 elementos, en relación con los 5 planetas, los 5
gustos, los 5 colores i los 5 metales (La afición a los
números tan jeneral en todos los pueblos en la infancia
de las ciencias).
Fisiolojía. — No conocen la circulación de la sangre,
ni las leyes hidráulicas de la presión, pues toman el
pulso en las dos manos, lo que a menos de entorpeci-
miento en la red de vasos de un miembro, no conduce a
nada. En el matrimonio que representa el cuerpo huma-
Por mares i por tierras 23
— 354 —
no, el corazón es el marido i los pulmones la mujer o las
mujeres; de la armonía de esta familia resulta la salud,
de su discordia la enfermedad. Existen en el cuerpo 32
puntos vitales, 16 por delante i 16 por detras. (Este dato
se considera de gran importancia como se verá, para
averiguar los daños internos.)
Patolojía jeneral e interna. — Las causas únicas de
las enfermedades son el calor i el frió. Se conoce cual es
el órgano enfermo por el pulso; el de la mano izquierda
indica padecimiento del corazón, el de la derecha de los
pulmones i del hígado. Si los pulsos no revelan clara-
mente el mal, se recurre al examen de la lengua i por su
estado se conoce todo. Las enfermedades no son conta-
jiosas, solo la lepra lo es a la larga i por contactos inme-
diatos. No puede apartarse ninguna causa de enferme-
dad sino por sortilejios encantamientos, brujerías i con-
juros ; en este caso el sacerdote o nigromántico procede
i no el médico. Sin embargo, ahora vacunan enseñados
por los europeos, para preservarse de la viruela, sin
confesar que faltan a los ritos, forzados por la evidencia
i la necesidad patente ante el sentido común.
Patolojía esterna. — Cirujía, — Solo existen algunos
hechos acerca de estas materias que podrian ser inclui-
das entre los de pequeña cirujía, i son: la colocación
de apositos i vendajes, la aplicación de emplastos i la
novísima práctica de la acupuntura; a esto se reduce
todo. No hai patolojía esterna, ni cirujía; no puede tam-
poco haber nada de su resorte. Es prohibido cortar el
cuerpo humano; hasta los tumores cuyo aspecto a la
vista reclaman una intervención, son respetados i hai
algunos que piden, se puede decir, ser abiertos, .ampu-
tar miembros, separar del cuerpo pedazos de carne,
toda mutilación, en fin, es un delito; la razón es de lo
mas curioso, una razón jenuinamente china: no se puede
- 355 —
hacer eso porque con ello se inferiría una ofensa a los
antecesores, autores, fabricantes del enfermo entero i
por ende, de todos sus pedazos. Aun en casos de necesi-
tarse la amputación para salvar la vida, la rechazan. Un
mandarin con una horrible fractura conminuta prefirió
dejarse morir a ser operado.
Forma una estraordinaria exepcion entre las prácti-
cas chinas, todas seculares i tradicionales, casi un delito
contra los libros clásicos de 4000 años, la introducción
de la acupuntura en la terapéutica china, i hablo aqui de
ella por ser un medio quirúrjico. Pero los médicos chinos
se han ido en su uso a la otra alforja i apenas descubren
por el pulso la lengua i otros indicios de su particular
uso, el sitio real o supuesto de la enfermedad, allá va la
aguja, ya se trate del estómago, del hígado o de una
articulación ; i ni sé si respetan el corazón. Parece sin
embargo, que la aguja es simplemente usada por los
efectos directos de la punción, conro irritante, i no para
vaciar tumores o colecciones de humor o serosidad,
como usamos nosotros el trocar. El horror a las muti-
laciones se muestra aun en las gradas del cadalso ; los
condenados prefieren ser ahorcados a que se les corte
la cabeza.
Diagnóstico de las afecciones de los puntos vitales o
del daño interno. — Esta materia por su interés especial
merece un párrafo aparte. El médico para conocer el
punto vital afectado o el daño interno, debe proveerse
de cebollas, pimienta roja, sal, ciruelas blancas, ciertos
granos i vinagre, debiendo emplear cada sustancia en
su oportunidad a fin de llegar al diagnóstico de esas
enfermedades latentes. Procedimiento: !« se esparce
los granos i se vierte un poco de vinagre ; hecho esto,
2o se toma un paragua cuya tela será enaceitada i se lo
abre delante del enfermo, protejiendo la parte dañada
de los rayos del sol. Entonces, si hai herida interna ella
se muestra al esterior. Si el esperimento falla, con la
pulpa de las ciruelas, la pimienta, la sal, la cebolla i un
— 356 —
poco de granos, se hace una cataplasma i se aplica al
sitio sospechado, en el cual no tardan en presentarse
los signos del daño interno. £1 medio es infalible!
Materia médica i terapéutica, — La farmacopea china
admite 442 remedios: 314 de oríjen vejetal, 50 de orijen
mineral i 78 de oríjen animal. Unos cuantos de ellos
llevan el nombre de tónicos i figuran en el número ar-
bestes? estalactitas, piel seca de lagartos con manchas
rojas, carne de perro, estremidades o puntas recientes de
cuerno de ciervo, concha de tortuga, huesos i dientes de
dragón, raspaduras de cuerno de rinoceronte i otras
sustancias mas o menos inofensivas, dañinas o mediana-
mente útiles. La preparación de los remedios para tomar
se hace por decocción, infusión o maceracion. También
se confecciona emplastos. Puede decirse que las infusio-
nes para beber i los emplastos para ponerse, constitu-
yen todos los remedios conocidos i empleados.
Como ejemplo de terapéutica citaré el modo de curar
la rabia. Se toma la parte interna del guisante negro,
alias poroto entre nosotros, se la seca, se la pulveriza i
se la mezcla con aceite de cáñamo, formando con el todo
un bolo ; se aplica este a la herida i se lo deja un tiempo ;
después se lo retira i se lo rompe ; se vé si la rotura
presenta la apariencia de pelo ; si la presenta se vuelve
a aplicar el bolo roto u otro hasta que el primero pierda
en la rotura el aspecto indicado o el nuevo no la presen-
te. El enfermo durante cien dias no debe comer | carne
de perro! ¡ni carne podrida! ¡ni gusanos de seda! Por
lo visto estos manjares son de uso diario, cuando los
prohiben a los enfermos. No debe tampoco tomar vino
ni oler sustancias fragantes. Cuando el veneno del perro
ha penetrado en el corazón del mordido i produce sen-
saciones de angustia i debilidad, el estómago se hincha i
viene una abundante secreción de saUva. Entonces es
conveniente probar el efecto del cráneo, dientes i huesos
de las manos de un tigre adulto, pulverizados i mezcla-
dos con vino, del cual se propina al enfermo dosis de ^
- 357 —
de onza. Si así no se mejora sobreviene la locura, el pa-
ciente ladra como perro, los ojos se le ponen blancos i
relumbrantes i muere.
Rl ün de la ^erapérifica, pues a ella se reduce la me-
dicina o arte de curar i por lo tanto, el propósito de los
médicos en China, es : reforzar la respiración ; echar
abajo las flemas, igualar el calor en la sangre ; produ-
cirlo cuando falta ; promover el apetito ; purgar el higa-
do ; remover las sustancias nocivas i en resumen res-
tablecer la armonía. La intención es buena como se vé.
A mas de los tónicos, los reforzadores de la respira-
ción, los motores para echar abajo las flemas i purgar
el hígado ; los niveladores del calor i los promotores
del apetito, la farmacopea china posee yerbas para
prolongar la vida i vigorizar á los viejos. Los químicos
no han encontrado todavía el medio de hacer oro, se-
creto que buscan con empeño desde hace diez mil años;
en cambio ya si no saben evitar lisa i llanamente la
muerte, saben retirarla a distancia convenientemente i
mitigar los efectos desagradables de la vejez. El « Pa-
nax Ginsing » es una planta eficaz para producir esos
efectos. La Corea percibía una gran renta por la es-
plotacion de esta planta cuyo comercio ha sido objeto
de medidas de Gobierno. Los mejores productos son
naturalmente destinados a vigorizar a S. M. el Empe-
rador de la China, cuándo lo ha menester. Las obras
de mayor crédito hablan con seriedad de estas i otras
supersticiones.
Medicina legal i toxico iojía.--Rw estas materias lucen
con reflejos celestiales los libros clásicos, el Hsiyuanchu
i los doctores adictos a sus doctrinas. Ninguna relación
ni esposicion razonada de las reglas consignadas en
esas obras i puestas en práctica por los peritos dará
mejor idea sobre ellas al lector, que la copia sencilla de
algunos informes médico-legales, sin comentarios.
En el caso ya citado del marido que por celos estro-
pea a su mujer i muere en seguida con síntomas alar-
mantes, los peritos informan : « que si el sujeto fué por
- 358 -
ajena mano envenenado, no se empleó para ello el
opio > pues el opio no mata sino cuando el que lo toma
lo hace con el propósito de suicidarse i no actúa como
veneno faltando la voluntad del paciente i siendo propi-
nado por otra persona; a mas de esto la presencia de
ciertas vejigas li\idas en el cadáver denuncian que el
veneno a cuyos efectos sucumbió el paciente, fué el arsé-
nico, lo cual se confirma por el hecho de haberse puesto
verde una aguja dr plata introducida en el cuerpo exa-
minado >. Este informe habría sido concluyente i las
autoridades lo habrían aceptado, a no haber olvidado
los médicos ''< lavar la aguja de plata antes de introdu-
cirla, en un cocimiento de gleditschia (no sé lo que es)
sustancia que, según las autoridades científicas, impide
toda coloración verde por cualquier droga menos el
arsénico >. Por tal omisión los jueces ordenan un
nuevo examen tras de mil peripecias. Los peritos exhu-
man el cadáver, lo examinan i dicen : < el cráneo no
presenta esfoliaciones rojizas ; los huesos superiores
e inferiores de la boca, los dientes, las mandíbulas, los
huesos de las manos, pies i dedos, las uñas i las articu-
laciones son de un color blanco amarillento i en todo el
resto del cuerpo los huesos de todo tamaño, son del
mismo color ; luego no existen signos de los efectos del
veneno i en consecuencia el individuo no ha sido enve-
nenado >. Este informe se halla dé acuerdo con las con-
clusiones de los cánones científicos.
He aquí ahora un medio médico -legal infalible para
averiguar los vínculos entre un muerto i un vivo i entre
dos personas vivientes.
Para establecer la paternidad por ejemplo, en caso de
muerte del presunto padre, se toma un hueso de su
cadáver, en seguida se corta un pedazo de la piel al
presunto hijo i se deja gotear de ella un poco de sangre
sobre el hueso ; si la sangre penetra en el hueso, el
muerto i el vivo son padre e hijo. Entre vivos el pa-
rentesco se revela porque la sangre de unos i de otros
echada en una vacija con agua, se mezcla. Lo mismo
le sucede á la sangre de un marido con la de su mujer.
- 359 —
Hijiene. — La privada es mas perceptible que la pú-
blica ; el desaseo es jeneral, pero hai muchos chinos,
principalmente mujeres a quienes se les puede llamar
personas pulcras. Sin embargo, pueblos que no tienen
agua en abundancia i desagües apropiados, no pueden
ser limpios. Como precepto científico corresponde se-
ñalarse alguna prohibición de alimentos, pero al mismo
tiempo la observación muestra el poco imperio de tales
prescripciones: basta recordar lo que se come. Nada
hacen ni intentan hacer para evitar las epidemias si-
quiera aleccionados por la esperiencia. He hablado ya
<ie los Montepios: pues, una especie de Montepio, o un
departamento de los verdaderos es, en tiempo de epi-
demia ó en las estaciones siguientes a una peste, el
oríjen de otra, por la costumbre, económica sin duda
en los habitantes, de depositar en esos establecimientos,
de una estación para otra, sus vestidos i sus abrigos
de piel.
Para espulsar el cólera solo emplean sortilejios i obje-
tan cualquier otra medida, sosteniendo con los hechos a
la vista, que el cólera viene i se va cuando quiere, i así
es en Cantón, en Pekin i én todas las poblaciones gran-
des i chicas. La costumbre de no beber agua, sino infu-
siones aromáticas, acto de alta hijiene que practican sin \
saberlo, debe contribuir poderosamente a disminuir las
enfermedades. La difteria jermina en las ciudades i en la
campaña, i las epidemias aparecen i cesan en virtud de
órdenes de la Providencia. I sin embargo, la China tiene
400 millones de habitantes. { Serán una ilusión las cien-
cias médicas?
Las condiciones hijiénicas, públicas i privadas en China,
son deplorables ; la pobreza, la miseria, la abominable
clase de alimentos, el desaseo i la humedad a par del
escesivo trabajo i la falta de abrigo, deberían ser causas
de una disminución notable anual en la población ; mien-
tras tanto, la nación solo da pruebas de una fecundidad
que seria alarmante para el mundo entero, si los chinos
fueran como los europeos o americanos.
*
- 360 -
Por via de complemento diré algo sobre la posición de
los médicos en China. Se les acuerda cierta considera-
ción teórica, nominal, pero la remuneración de sus servi-
cios no corresponde a ella ; los honorarios son ínfimos,
si bien presentados con gran ceremonia i envolviendo la
escasa moneda en papel dorado. Un peso por una visita,
es un lujo escepcional. Cuando el Emperador, padre del
actual, se enfermó de viruela, lo asistieron los mejores
médicos del país, debemos suponerlo, las eminencias
científicas. En el curso de la enfermedad, el ilustre pa-
ciente tuvo un dia de alivio ; los médicos fueron poco
menos que endiosados ; pero al alivio siguió la agrava-
ción i la muerte ; los médicos fueron degradados, ul-
trajados ; se les despojó de sus decoraciones i títulos, r
no sé cómo escaparon a la muerte, mui lójica en la cir-
cunstancia, en virtud del corriente aforismo de jurispru-
dencia ya apuntado : el que intenta salvar a un hombre í
no lo salva, es responsable de su muerte ! . . . pero el
Emperador no es un hombre. . . (siempre hai una salida
en China).
*
A pesar de su escepcional estática, cuya continuación
por siglos, parece radicaría mas, este colosal conglo-
merado, al cual no llamaré nación, por faltarle los carac-
teres jenuinos de ella, verá en los siglos futuros cosas muí
nuevas. Ya la masa inerte ha sido entamé, queda seña-
lada la marca ; la gran muralla tiene su brecha ; los
ingleses, franceses i alemanes, están en Hong-Kong, Shan-
gai i Tientsin. Tropas aliadas estranjeras entraron en
Pekin, i ahora los japoneses han obligado al Hijo del
Cielo, al único Emperador de la tierra, a firmar la paz en
condiciones deprimentes. Pero ya los hombres de Estado^
i los hai en China, comienzan a preocuparse del porvenir,
i en ramas particulares de la vida social, aparecen movi-
mientos que indican una tendencia nueva destinada a
crecer i cuyo fin será traer a la China al gremio de los
pueblos civilizados, en virtud de la acción universal de
las fuerzas sociales.
— 361 -
Para no citar sino hechos concernientes a la materia
de este capítulo, a las ciencias médicas i sus proyeccio-
nes, mencionaré el hospital chino de Hong-Kong i la pe-
queña naciente escuela de medicina para alumnos chinos,
de la cual han salido ya médicos indíjenas, nativos,
dotados de todos los conocimientos para desempeñar
honrada i eficazmente su profesión.
Hablaré primero de la escuela médica. Voi, como dije
ya en Hong-Kong, al Alice hospital, con el objeto de visi-
tarlo i de ver un pié deformado de mujer.
Un establecimiento mas bien pobre, con mobiliario
poco confortable i escaso número de enfermos, pero con
buena asistencia, se ofrece a mi inspección. Visito el Dis-
pensario, a donde concurren los enfermos estemos, i
nada tengo que objetarle ; amplio, cómodo, con gabine-
tes para examen i con instrumentos. Todo ello es euro-
peo i por tanto nada sorprende. Mientras esperaba a la
mujer del pié torturado, tengo ocasión de ser presen-
tado al doctor Tompson, Inspector de Hospitales; le
manifiesto mi deseo de conocer un hospital chino, diri-
jido por chinos, no habiendo encontrado en Cantón nada
de su especie. El doctor Tompson me manifiesta estar
dispuesto a acompañarme a ver uno, pero no inmediata-
mente, pues va a entrar a clase. — ¿A clase ? pregunto —
Si, voi a dar mi lectura a mis alumnos. — Tendré gusto
en asistir a ella, si usted lo permite. — Perfectamente i
gracias. Esto era inesperado para mí. Entro en una
pequeña aula dispuesta como cualquiera en Europa i
escucho al doctor Tompson, que parado tras de su co-
lumna esplica a catorce alumnos de cabeza rapada,
larga trenza i túnica azul de uniforme escolar, la acción
de los anestésicos, con una precisión i un método de
gran profesor. Habla entre otras cosas de la coca ; los
alumnos prestan una atención intelijente i toman notas.
Concluida la lección se me ocurre comunicar a mi sim-
pático colega, mis conocimientos sobre el precioso veje-
tai, en mi calidad de indio boliviano i creo que por
primera vez se tocaron los estremos. China i Tupiza, en
una aula del otro lado del retazo de mundo en cuyas
soledades pernocta la inolvidable aldea de mi nacimiento.
— 362 —
El doctor Tompson no dejó de poner mis informes en
conocimiento de sus alumnos, reunidos en la puerta del
aula en conversación familiar después de la lección,
exactamente como sucede en Buenos Aires, en París, en
Leipzig i en todas partes. Me encuentro sin haberlo sos-
pechado en una Facultad médica, la Facultad de Hong-
Kong, primer punto de arranque para la transformación
de la China, creada i mantenida por la ciudad, para
formar médicos chinos, con conocimientos científicos i
donde se da todas las enseñanzas necesarias, cuidando
mucho de la parte práctica; Facultad con bien. provista
biblioteca, sus preparaciones clásticas i en cera, sus pe-
queños laboratorios, sus casos clínicos i su anfiteatro.
Ocho o diez médicos por turno, dan todas las clases i se
puede juzgar de ellas por los libros que tienen en la
mano los alumnos : uno es de micrografía, otro de par-
tos, otros de hijiene, anatomía, nosografía, cirujía, etc.
¡Gran nación esta inglesa! Dondequiera que va un
grupo de sus hijos queda de hecho la civilización im-
plantada, radicada, fecunda, poderosa, trasformadora !
Lo que no consiguen la presión, la demostración, la
razón, consigue la paciente práctica i el ejemplo. Los
médicos de las infusiones i tópicos empíricos, comien-
zan a ceder ya su puesto en la sociedad china a sus
compatriotas los educados a la europea! La humanidad
deberá esto mas a la Inglaterra!
Hago mis comentarios oportunos, pondero a la Gran
Bretaña con cierta erudición (recuerdos de Mackauly i
de Herbert Spenser) i dejo naturalmente contentos al
doctor Johnson i al doctor Tompson, sobre todo por el
fondo sincero de mi retórica. El doctor Tompson i yo
en palanquin vamos al hospital chino del cual él es el
inspector, por hallarse la casa en jurisdicción inglesa
— 363 —
i no estar los ingleses con gana de tolerar barbaridades
sino cuando mas, supersticiones inofensivas.
El hospital chino es en realidad un hospital misto di-
rijido por chinos i asistido en gran parte por médicos
chinos de la Escuela clásica (Hsiyuanchu & C».) El
frente es una inmensa i bella galeria de madera con co-
lumnas labradas, en las cuales cuelgan bandas de tela o
madera con inscripciones laudatorias al objeto del edifi-
cio i sus fundadores. Tras de esta i ocupando también
todo el frente, hai un salón (salón no es la verdadera tra-
ducción de Hall i no existe en ningún idioma una palabra
que reemplace a esta inglesa) un hall, con mesas, diva-
nes, alfombras, sillas e inscripciones colgantes, mui lujo-
so. Allí se reúnen los doctores chinos a tratar de los
casos del hospital. El resto del edificio es apropiado a su
objeto mas o menos; grandes salas en las cuales los en-
fermos asistidos al modo chino, están mezclados con los
adeptos al modo europeo. Hai también salas puramente
chinas i otras puramente europeas. El médico interno es
un chino pero educado a la europea; un joven mui dis-
tinguido, mui erudito i mui práctico; fué él quien me
mostró el hospital. Una parte del edificio tiene dos pisos
i se encuentra departamentos a un nivel superior del
segundo piso porque el Hospital ha sido ubicado en la
falda de la montaña, lo cual favorece su hijiene si bien
obsta a la comodidad del servicio. Las camas de los en-
fermos afiliados al sistema chino, son tarimas cubiertas
por una estera, sin almohadas (no llamo almohada a un
cilindro duro de madera, a un catre chico de bambú o a
un paralelepípedo de estera o tela barnizada con laca
que los enfermos usan debajo de la cabeza) i con una
cubierta colchada por todo abrigo, sin contar con las
ropas o harapos del paciente, de los cuales no se sepa-
ra en jeneral. Lo mas curioso de las costumbres chinas
i japonesas para mí, lo inesplicable, es el uso de piezas
duras como piedras en lugar de almohadas ¡cómo no se
destruyen las orejas, cómo no se ulceran el cuero cabe-
lludo i no sufren de exóstosis ! es para toda perso-
na racional un fenómeno incomprensible. La única me-
dicación a la cual se sujeta a los enfermos consiste en las
— 364 -
infusiones al interior i los emplastos al esterior; con ello
unos sanan o se alivian i otros se mueren o pasan a
crónicos. He visto en este hospital tres casos de beri-
beri con sus signos característicos que por primera vez
observo : la acción de sacar hacia atrás i levantar
bruscamente los talones al caminar (marcha de viejo).
Se presentó también un caso probable de peste bubóni-
ca; el médico ha mandado examinar al microscopio un
poco de líquido estraido de una glándula hinchada del
enfermo, para aclarar el caso. No hai sala de operacio-
nes ; los enfermos asistidos por el método nuestro son
operados en sus camas. La botica ocupa la mitad de
una gran pieza ; la otra mitad es la cocina del hospital.
Esto se esplica sabiendo que en la botica no se
hace sino cocimientos, maceraciones, infusiones i em-
plastos. Las sustancias medicinales están en sus tarros
i los tarros en sus estantes ; además hai un número
considerable de vasijas de diferente forma, todas con
manija, para las infusiones ; morteros, cernidores i
otros útiles i veinte hornallas en constante función. En la
parte esterior de la botica figura un cajón largo i an-
gosto dividido en casillas; cada casilla lleva un número
i contiene las yerbas, raices o sustancias sacadas de las
vasijas en que se hizo su infusión; tales residuos deben
ser examinados por el cuerpo médico diariamente, para
saber si las bebidas u otras preparaciones han sido bien
hechas (precaución infantil). En un departamento supe-
rior, está el depósito de cadáveres, el de cajones o sar-
cófagos ( cajones largos cilindricos interiormente, en
forma de bateas de paredes bien gruesas) i un horno
para quemar el soul cioth, túnica del alma, o sea un
papel en forma de camisón, o una simple banda con ins-
cripciones, supuesto sudario del alma, que se quema al
mandar el cuerpo a su sepulcro o al enterrarlo.
Hospicios de Caridad i be?ie/icencia. — En Cantón se
estableció uno para recojer las criaturas abandonadas,
mujercitas jeneralmente, i evitar el infame comercio de
— 365 -
madres desnaturalizadas que vendían sus hijos por mise-
ria o alegando la imposibilidad de mantenerlos. En otras
ciudades los hai análogos, pero en todos la mortalidad
es horrenda; mas del 75 por o/o de los niños recojidos
muere de inanición. Según los datos de un viajero digno
de crédito, en el asilo de Cantón habia una sola ama de
leche para 50 niños, i ella misma apenas tenía comida
suficiente solo para no morirse de hambre. No hai hos-
picios para los locos ni para los crónicos. Los enfermos
de elefanteasis son los únicos favorecidos por una me-
dida de orden público. La palabra favorecidos es un
sarcasmo ; los afectados de lepra son confinados en un
radio marcado, en la provincia de Cantón, vecino a la
ciudad, i allí viven como pueden, separados del mundo.
Cuando un viajero, un cazador o alma estraña se aproxi-
ma al recinto, miles de estos infelices le salen al paso,
pidiéndole una limosna, casi siempre en actitud agresiva,
con el fin de despojar al pasante de cuanto lleva, actitud
que se hace mas alarmante por el aspecto horrible de
los agresores, convertidos en verdaderos monstruos
por la enfermedad.
En Hong-Kong, el médico interno del Hospital Chino
me llevó a ver el Poleony-kok (Home for destitute girls)
instituto inglés para jóvenes chinas, de esas a quienes
sus madres venden o sus familias abandonan por nece-
sidad. El nombre chino significa « casa para protejer la
virtud >. Es un buen asilo; recoje a las muchachas
robadas o desamparadas, las cuida, las educa, enseñán-
doles algún oficio o preparándolas para el servicio de
casas honorables. Los dormitorios son grandes, asea-
dos; las camas tienen un colchón delgado, un cilindro
o paralelepípedo de los ya descritos por almohada i
dos o mas cobijas limpias. Los talleres son hijiénicos
i bien provistos; los alimentos sanos i abundantes. En
el frente que da a la calle hai una ancha galería para
comodidad de las asiladas; una reja de madera tupida
las proteje de las miradas i tentativas galantes de los
— 366 -
transeúntes aventureros. Seria de desear que los chi-
nos inspirándose en este ejemplo, crearan institutos
análogos.
*
Vicios i crímenes. — Ri juego es el vicio nacional; se
juega a todo ; no bastan la ruleta, los dados, las cartas, la
morra, las riñas de animales de todo jénero, las apuestas
sobre cuanto asunto dudoso se presenta, ni el ajedrez;
si lloverá o no, si saldrá el sol, si crecerá el rio, si bro-
tará un árbol, son asuntos propios para arriesgar algún
dinero, una prenda o la comida del dia. Los vendedores
de comestibles tienen dados para que los consumidores
ganen o pierdan su alimento. Algunos altos personajes
en las grandes ciudades son sindicados de mantener
casas de juego clandestinas en las cuales, mientras en
una pieza se divierten con juegos tolerados, en otra se
juega cobre i en la mas escondida, ropa lujosa, plata o
mujeres: esposas o esclavas. Una partida sobre cual-
quier cosa, no solo interesa i divierte a los contrincantes,
sino también a los espectadores, siempre numerosos al
rededor de la mesa o del terreno de la acción ; i es
curioso ver la atención i la ansiedad con que estos siguen
las peripecias del juego, como si en él les fuera la vida
o la fortuna.
No sé si llamar vicio o necesidad aquí i en otras
partes, a la prostitución, aquí sobre todo, mas bien
tiene el sello de la pobreza, de la necesidad, de la
costumbre, del abandono i la indolencia, del poco respeto
diré, por el propio cuerpo, que dé la escitacion i la
lujuria característica del vicio. No intento insinuar que
no se llega a todas las depravaciones mas corrientes
en Europa, pero estos mismos escesos parecen puros
mecanismos i aunque eficientes para sus fines, se hallan
destituidos de la sensualidad inherente al comercio
carnal, cuando merece llevar el nombre de pecado con-
tra la castidad. Las mujeres son pasivas o de iniciativa
— 367 —
apenas perceptible; su pasividad parece venirles del
hábito de sujeción, del temor, de la herencia en fin, por
las leyes del atavismo. Ya lo he dicho, la mujer en China
no tiene ningún derecho, i añado ahora, ni el de sentir
ostensible los espasmos voluptuosos de la cópula. Las
casas de prostitución comunes, por lo tanto las jenuina-
mente chinas, son miserables. Se tendrá una idea de
ellas imajinándose una escalera angosta a la calle a
cuyo estremo superior se encuentra una puerta o mas
bien algunos tableros mal acomodados; tras de ellos
una gran pieza dividida por tabiques incompletos, biom-
bos o bastidores de papel. Cada división es un cuarto
en el cual apenas cabe una cama, pero siempre con
espacio para un altar mui chico, pues hai también Dioses
del oficio.
En un compartimento anterior, antesala o vestíbulo
de los aposentos, está una mujer, madura, la jerente,
rodeada de varias chinitas, algunas casi bonitas, feas
las mas, todas limpias i bien peinadas, alegres, obse-
quiosas sin malicia .aparente, inocentes de su pecami-
nosa vida i cuyo ejercicio para ellas solo significa
amparo, casa ropa i comida. Muchas de estas muchachas
son traidas del interior o cambiadas entre dos ciudades.
Hong - Kong i Cantón tienen un intercambio activo.
Las pobres esclavas víctimas de este comercio, son ini-
cua e infamemente esplotadas por los dueños de las ca-
sas públicas : todo cuanto estas jóvenes, criaturas algu-
nas, reciben de sus visitantes va a parar a manos de la
jerente i ellas reciben por todo salario, la casa, la co-
mida i el uso de la ropa mientras viven en el estableci-
miento, pues ni siquiera su librea les pertenece. Apesar
de todo, están contentas. La juventud les dura muy
pocos años aquí a las mujeres i cosa singular, casi sin
notarse el período de transición, pasan de niñas a vie-
jas por metamorfosis repentinas, a punto de no cono-
cerse, tales son las diferencias, que la vieja presente es
la joven de hace cinco años, por ejemplo. Todas las
niñas fuman, ninguna bebe. Un estranjero para pecar
en estas casas necesita no tener vergüenza, no por
ser despreciables o poco atractivas las mujeres, pues
— 368 —
hay entre ellas verdaderas bellezas i aun las feas de
cara, tienen con raras escepciones ojos lindos, boca
fresca, dientes preciosos, aliento sano, un cuerpo es-
tatuario, bien modelado, piel fina i cuidada, suave, sati-
nada, manos delicadas i pies pequeños de esquisita
forma. Las dificultades no vienen pues de ese lado
sino de las condiciones del alojamiento, de uno a otro
cuarto se oye todo i si se quiere se ve; basta meter
el dedo en el papel del tabique intermedio o simple-
mente aplicar el ojo al sitio en que un huésped ante-
rior metió ya el suyo.
Otras casas públicas situadas en buenos barrios, tie-
nen abajo de las habitaciones un despacho de té con su
indispensable altar, i la escalera de los departamentos
superiores no da a la calle sino á esta pieza. Las niñas
de las casas de tolerancia vecinas a las fondas o restau-
rants chinos, concurren en crecido número a los banque-
tes para adornar el local, haciendo acto de presencia,
tras de las sillas de los comensales i sirviéndoles nomi-
nalmente. Después de la comida l;is que no han con-
traido compromiso, vuelven a la casa a desempeñar su
servicio público.
Los crímenes mas comunes son el robo, el asesinato,
el rapto de menores i el infanticidio. Nada hai de parti-
cular respecto a los dos primeros; no así respecto a
los dos últimos. El robo de criaturas i mujeres jóvenes
se ejecuta con objeto comercial; el criminal vende el
niño robado o coloca a la joven inocente en una casa
de prostitución. La práctica del infanticidio es negada
empeñosamente por los chinos, no por su no existencia,
sino por el horror que inspira a los estranjeros. Las
causas y los pretestos aparecen en gran número estu-
diando la constitución de la familia i de la sociedad en
China. El casamiento en temprana edad unido a la fe-
cundidad de la raza, llena los hogares de nueras, nie-
tos i biznietos. Algunos p^adres infelices alojan cinco
jeneraciones en su casa; de uno se dice que tenia nueve
— 369 -
i un tercero contaba setecientas bocas en su mesa; f se-
tecientas personas a quienes debia dar de comer ! Cal-
cúlese las grescas diarias entre un ejército de nueras,
yernos, mujeres, hijos i nietos, sin contar con las pri-
vadas de los sirvientes. El único moderador i por lo
tanto el factor eficiente de la posibilidad de la vida en
tales condiciones, es el respeto a los padres i a los ma-
yores, cuyos derechos, ya lo hemos dicho, no tienen
límite (los padres pueden, se recordará, vender á sus
hijos, castigarlos hasta dejarlos muertos i disponer de
ellos á su antojo sin mas consecuencias que las men-
cionadas al hablar del código). En las familias las her-
manas del marido odian i martirizan a sus cuñadas i
las suegras a las nueras. Una arpia de estas llega hasta
quemar a una pobre muchacha alojada en su casa i no
contenta con darle este tormento la mata. Algunas
mujeres casadas por no sufrir la vida en casa de sus
suegros se suicidan. Con los varones no se tienen estas
crueldades, ellos valen algo, pueden cuidar á sus padres
en la vejez i la impotencia i llegar a su vez a ser antece-
sores. No así las mujeres de quienes los padres solo se
libran casándolas; en la casa cuando mas hacen oficio
de sirvientes. Por esto cuando la pobreza, la dureza de
corazón alentada por la impunidad o cualquier otra ra-
zón, obliga a los padres a limitar el aumento de la fa-
milia, se elije á las criaturas mujercitas recien nacidas o
en los primeros dias de vida para sacrificarlas. El in-
fanticidio no obstante es desconocido en algunos distri-
tos ; en otros en cambio es muy común como lo prueba
este aviso puesto en el brocal de un pozo : « es prohi-
bido ahogar niños aquí» el aguíes famoso. Visto el éxito,
el letrero se repite en otros pozos.
Se habla en las familias sin escrúpulo del asunto ;
madres hai que confiesan cuatro o cinco infanticidios de
sus propios hijos, i provincias donde una cuarta parte de
los recien nacidos perece así. De tiempo en tiempo apare-
cen edictos prohibiendo la práctica ; inútiles, ineficaces,
no habiendo sanción penal i hallándose rotos los víncu-
los de afecto, amortiguados los sentimientos en los pa-
dres por su omnipotencia respecto a los hijos, en éstos
Por mares i por tierras 24
— 370 —
por su obligada sumisión, en las esposas por su esclavi-
tud i en toda la sociedad por su composición i sus fun-
damentos. Siendo un hijo negociable o simplemente
ütilf no despierta mas afecto que un mueble ; lo mismo le
sucede a la esposa, a la hermana menor, a la esclava.
£1 pretesto o disculpa mas invocada respecto al infanti-
cidio i venta de niños, es la pobreza ; pero como no
solo en China existe, no es ella la causa eficiente i princi-
pal determinante. En los cementerios se encuentra tira-
dos insepultos, cadáveres de criaturas, i al lado de cada
uno, ciertos alimentos, una vasija con agua, algún juguete
o un objeto de predilección del niño cuando vivia ; todo
ello puesto por la familia, tal vez por la madre del infe-
liz a quien ella sacrificó, ofrenda colocada sin amor i solo
en virtud de una superstición, como avío para el viajero
de futuros mundos, para el espíritu inocente escapado
hacia lo desconocido.
41
* *
Relijiones. — No se sabe cual es la mas estendida ;
ninguna tiene formas definidas i no hai en realidad, una
creencia universal, si se esceptiia la que refleja el culto
de los muertos. Por los numerosos templos de Buda, el
budismo pareceria mas favorecido, pero los literatos diri-
jentes sociales, son Confucionistas, si bien el confucio-
nismo no es una relijion. El Taoismo no goza de mayo-
res ventajas ; en realidad, ningún chino es en sus creencias
esclusivo, i su modo de profesar tiene mas bien las for-
mas de un acomodo i no de un sentimiento relijioso ;
cada uno hace una mezcla de relijiones a su modo, i
trata mas o menos familiar o desdeñosamente a los
dioses. Toda relijion supone la creencia en varios Dioses,
con uno supremo o en un solo Dios, i por este lado, el
budismo adquiere el primer rango en teoría. El Taoismo
ha dado lugar a las supersticiones mas exajeradas. El
Confucionismo no toma en cuenta el punto de la existen-
cia o no existencia de Dios ; ni siquiera se pronuncia
sobre cuestiones de la otra vida. Una vez interrogado
— 371 —
Confucio por un discípulo curioso, contesta : « Cuando
sabemos tan poco de la vida, ¿cómo sabremos algo de la
muerte ? » La doctrina de Confucio es la única china abo-
ríjena ; el taoismo i el budismo, han sido importados. La
biog^rafía de Confucio es interesante i mui humana. Se
casó a los 19 años, i su mujer fué una « espina clavada
en su carne » como muchas mujeres lo son ; el filósofo
aguantó su carga hasta que tuvo un hijo ; después « gra-
cias a las leyes complacientes de su país, se vio libre de
ella. » En seguida anduvo de corte en corte enseñando a
los reyes: con uno de ellos se disgustó, porque el mo-
narca en cierta ocasión, aceptó como presente unas
cuantas muchachas bonitas, cantatrices. Abandonó la
corte de otro soberano, porque éste prefería la sociedad
de su mujer a la del maestro (seria recien casado). Con-
fucio no era ni un pensador ni un creador ; él mismo se
llamaba « un trasmisor ». Sus doctrinas, cuya práctica es
imposible, jiran todas sobre tópicos humanos i de este
mundo. «Haz a otro o no hagas a otro. . .» el precepto
tan conocido, le es atribuible, no por haberlo inventado
él, sino porque la primer noticia histórica lo encarna en
su doctrina, i la primer cita de autor, a sabiendas de
serlo, se refiere a él. Van en seguida algunos de sus
principios : « El hombre nace bueno, en la vida se echa
a perder ; es responsable de sus actos aquí (no habla de
cielo ni de infierno). Se llega a la perfección cuidán-
dose en todo, aun en sus actitudes i en su ropa ; mirán-
dose hasta en el modo de comer, no mintiendo, respetán-
dose a sí mismo i respetando a los otros. Un rei para
gobernar bien, debe comenzar por gobernarse ». En
cuanto a espíritus, su consejo se reduce a « tenerlos lejos,
a distancia >. Otros filósofos de su tiempo llamados
taoistas, imbuidos en las ideas místicas del brahamanismo
indio, predicaban la imposibilidad de estirpar el desorden
i sujetar la marea del vicio, aconsejando en consecuencia
retirarse a la vida contemplativa i abandonar el mundo.
Laotzu'o Laotze, contemporáneo de Confucio i de mayor
edad, fué la encarnación de estas doctrinas, o quien les
dio forma clara i tanjible, a lo menos. Su apellido era Li
i su nombre personal, un apodo : Urh, oreja; llamando-
— 372 —
selc así a causa de sus largas orejas, cuya descripción,
hecho digno de notar, se ajusta exactamente a la de las
orejas de las tribus no chinas de la frontera oeste del
Imperio. El apellido Li es también el nombre de una
tribu arrojada por la conquista al Sud Oeste. Nació el
año 604 antes de J. C. en la aldea Chügén (benevolen-
cia oprimida) en la parroquia de Li (crueldad ) en el
distrito de K'u (amargura) en el Estado de Ts'u (sufri-
miento). Estos antecedentes, dice mi testo, se adaptan a
la suerte de un hombre a quien los desórdenes de su
tiempo separaron de sus amigos i de su empleo (era
archivero, keeper of records, en la Corte de Chow ). Su
enseñanza tendia a mostrar las relaciones del universo
con el Too (camino), i según Laotzu, < el camino i el
caminante, al mismo tiempo ». Tao era el camino eterno
por donde iban todos los seres i todas las cosas, pero
« ningún ser lo hizo, porque él mismo era el ser. Era
todo i nada, la causa i el efecto. Todas las cosas tenían
su oríjen en Tao, se conformaban a Tao i al fin volvian
a Tao. El hombre por naturaleza era bueno (Confucio)
i al verlo desviado, Laotzu quería volverlo a la época de
simplicidad en que se ignoraba la ausencia de las viríu-
des, por faltar el conocimiento de las nociones contra-
rias, vicios, que hiciera necesario darles nombres para
designarlas (esto es bellísimo) ; al período tranquilo en
que la piedad filial, la virtud i la rectitud, eran dotes
naturales del pueblo.
Su comparación, su imájen, su ejemplo, su modelo fa-
vorito era el del agua, que busca su nivel abajo i sin
embargo lo penetra todo. Practicando la modestia, la
humildad i la jentíleza, el hombre podía seguir el camino
que conduce a Tao i protejido por estas virtudes ningún
mal debia temer; ni necesitaría mas esfuerzo para con-
servarse puro i sin mancha, que el de los pichones para
mantener inmaculada la blancura de sus plumas. Tao era
la «negación de todo esfuerzo; un ser inactivo que nada
dejaba por hacer, sin hacer o no hecho; no tenia forma i
era la causa de todas las formas; era (still and void)
silencioso i vacío i circulaba por todas partes sin cam-
biar jamás; era el oríjen del cielo i de la tierra i la madre
— 373 -
de todas las cosas ». Laotzu detestaba la guerra; acon-
sejaba devolver el mal por el bien, la injuria por el cari-
ño i presentar el otro carrillo al ofensor, después de
recibir un golpe en el opuesto; retirarse ante toda
forma de violencia. Como Confucio ignoraba la existen-
cia de un Dios o no hablaba de ella. En resumen, según
su doctrina <Tao era todo i estaba en todo; un ser
incondicional como una abstracción demasiado sutil para
ser designado por palabras; causa de todo lo existente
(incluyendo a Dios mismo, se supone, en el todo) i cuyo
nombre, si se pudiera darle alguno, seria el de madre de
todas las cosas. El no dirije al hombre ni lo detiene,
pero sabe que los estraviados de su senda tropiezan por
si mismos con el mal, consecuencia fatal de sus actos >.
Sus preceptos no eran practicables ni lo serán jamás,
mucho menos en un pais como el suyo, en constante
guerra por aquella época. Disgustado de todo Laotzu se
espatrió i nadie supo mas de él. Se inspiró sin duda en
doctrinas indias para formular la suya, espuesta en el
único libro que se le atribuye, el Taotéchiu, donde el
Tao es el Brahma de los brahminos, con todos sus
atributos pues «de Brahma también emana todo i a él
vuelve todo » él es también « la Fuente de donde brota
el arroyo de la vida, i el Océano en el cual se apresura
a perderse»; asi el Taoismo en la China es, por su oríjen,
una importación.
Apenas desapareció Laotzu sus adeptos comenzaron
a adulterar su enseñanza. La idea de que la vida i la
muerte no eran sino faces de la existencia trajo o alentó
el amor a los goces materiales presentes i la preocupa-
ción de prolongar la vida. Algunos pretendian haber
encontrado el secreto de la inmortalidad i Chi Hwangti,
el constructor de la gran muralla, cayó como otros
reyes, en la creencia insana i mandó muchas veces es-
pediciones a las islas orientales en busca de la planta de
la inmortalidad, oriunda de ellas, según decian. No bas-
taba esto para la gloria de los nuevos sacerdotes ; era
necesario remediar la pobreza i para ello se pusieron al
trabajo en busca de la piedra filosofal (todavia están en
él). Las supersticiones no mueren nunca; pero ante los
— 374 —
desengaños por no poder hacer oro, evitar la nouerte o
prolongar la vida, la mirada de los nigrománticos se
dirije a descubrir el secreto de volver el vigor de la ju-
ventud a la vejez i lo encuentra en una yerba de Corea,
como sabemos. Adulterada la doctrina de Loatzu, los
taoistas necesitan adorar objetos visibles i comienzan
por hacer de él un dios, añadiéndole dos compañeros
para hacer una trinidad. En seguida buscan un dios su-
balterno, para cada elemento, para cada necesidad i
cada pasión i convierten sus templos en verdaderos
museos de imájenes, como lo son los nuestros de santos,
vírjenes i crucifijos, intermediarios todos mas o menos
influyentes en el cielo i abogados en la tierra, unos de
las pcsteá*, otros de la navegación i así por el estilo.
La nigromancia se practica en grande para descubrir
los horóscopos, espulsar al diablo, desterrar una enfer-
medad a un espíritu vagabundo i los sacerdotes están
ahí para hacer su oficio, como entre nosotros para decir
misas propiciatorias, administrar los sacramentos en
último recurso en las enfermedades i hacer el exorcismo
para arrojar al diablo del cuerpo de las histéricas i de
los locos.
El gremio sacerdotal taoista adquiere influencia en la
opinión pública a favor de la superstición creciente i
ahora es presidido por un alto prelado elejido por ins-
piración divina, entre los miembros de una familia que
lleva el nombre de Chaw i en la cual reside, se supone,
el espiritual afflátus. Los sacerdotes viven llenos de
privilejios, pueden a veces ver al Emperador ; residen en
monasterios situados en parajes deliciosos; son respeta-
dos i regalados ; comen i beben a satisfacción i hasta
tienen para endulzar la vida, según el dicho de los auto-
res, monasterios vecinos de monjas jóvenes, mujeres de
diversa posición social refujiadas alli para sustraerse a
las continjencias de la vida i cuya conducta no es evan-
~ 375 —
jélica, a juzgar por los frecuentes escándalos que tras-
piran al esterior i obligan a la autoridad civil a interve-
nir. En estos monasterios pueden entrar i profesar las
hijas de familia sin consentimiento de los padres, tínico
ejemplo de sustracción a la patria potestad ilimitada ;
I 2L tanto llega el poder de los sacerdotes ! La desnatura-
lización del taoismo primitivo es visible, como la del cris-
tianismo. Los chinos necesitaban entre tanto creer en
una vida futura bajo la superintendencia de alguna reli-
jion i ni Confucio, ni Laotzu hablaron de tal asunto. Así
cuando 219 años antes de J. C. penetraron las primeras
avanzadas de la fé en Sakyamuni, llegando hasta una
capital china (Loyung) encontraron cierta predisposi-
ción en el pueblo para aceptar la nueva fé, si bien los
confucistas i los taoistas la resisten con éxito persiguien-
do, encarcelando i espulsando por fin, a sus propagado-
res. Mas en el año 61 de nuestra era, una nueva tentativa
es coronada con el mejor éxito a favor de un gobierno
estable, o gracias a su tolerancia.
En la India el cisma habia roto la unidad de la Iglesia
budista. La Escuela de Hinayána i la de Maháyána ha-
bian dividido en campos opuestos a los fieles creyentes
de (Baddha) Buda. La Escuela de Hinayána mas in-
clinada a la moral del ascetiscismo, a la caridad i a la
renuncia i sacrificio de sí mismo, de acuerdo con la
prédica del fundador de la fé, se radicó mas especial-
mente entre los nativos del Sud de la India i de Ceylan.
La Escuela de Maháyána por otra parte, adicta a un
sistema filosófico, cuyo fondo está espresado simbólica-
mente, en un complicado ritual de ceremonias idólatras i
en estáticas meditaciones, reclutó sus principales soste-
nedores, entre razas mas enérjicas, las del Norte de la India,
Nepal i Tibet. I fué esta última forma de fé la aceptada
en China. Los misioneros hicieron su entrada triunfal
trayendo en procesión imájenes i libros; i después, aun
cuando mantuvieron los lincamientos del culto, sancio-
naron la adoración de los Dioses, Buda el primero. Los
— 376 —
sacerdotes de la nueva religión, predicaron la metem-
sícosis, la necesidad de emanciparse de los propios pen-
samientos i en lo posible, de sí mismo. Todo decae o
se transforma. £1 budismo no hace escepción a la regla.
Los ministros del altar budista también se dieron a la
májia atribuyéndose el poder de desterrar las pestes,
impedir la escasez i el hambre i espulsar los malos es-
píritus, por medio de sortilejios. Así contaminados los
creyentes actuales, poco respeto tienen por los cinco
mandamientos de Buda: c no matarás, no robarás, no
mentirás, no cometerás ninguna falta contra la castidad,
no beberás licores que te embriaguen >. La creencia en
la trasmigración está mui radicada; me hace gracia la
reflexión de Dooglas a este respecto : no comen carne
dice, de miedo i solo por bondad de Buda, algunos inob-
servantes han escapado del peligro de devorar algún
amigo o pariente en el guiso o el pescado. (Pero co-
men carne i pescado; yo lo he visto). Los templos
consagrados a Buda son numerosos i en ellos fíguran en
primera línea, las tres imájenes del ídolo, la del antiguo,
la del presente i la del porvenir. Atrás de ellas está la
dagoba (compartimento reservado para guardar obje-
tos de culto ) urna que contiene una reliquia de Buda, ya
sea recorte de una uña, una gota de lágrima o un me-
chón de cabello, i por fín, tras de la dagoba están las
imájenes de las deidades adscritas a todos los males de
la carne humana. La devoción es mayor entre las muje-
res, como en todas partes. En los pedestales de los
dioses preferidos se vé numerosos ex-votos, ofrendas
presentadas en prueba de gratitud por algún milagro,
como entre nosotros : véase los santuarios : el de
Lourdes, en Francia; el de Lujan, en Buenos Aires; el
de Nuestra Señora de Monserrat, cérea de Barce-
lona; el de Notre Dame de la Garde, en Marsella i
el de cualquier parte en toda la estension de esta
tierra de estúpidos. A veces en China, cuando los
dioses se hacen los sordos, o se complacen en man-
dar pestes, producir la seca o en hacer alguna otra
diablura, sus devotos los castigan, como nuestros cam-
pesinos a San Antonio cuando se pierde algo; los
— 377 —
degradan i hasta los queman i destierran como sucede
en Cantón, donde es frecuente ver á un Dios en una
barca largándose solo, aguas abajo.
La práctica de la meditación contemplativa ha favo-
recido la multiplicación de los conventos i monasterios.
Un monje o una monja respectivamente, presiden estos
establecimientos i cuida de la disciplina, no siempre
bien observada, según es pública voz i fama i según
los autores dramáticos, quienes en sus piezas de teatro,
dan siempre el papel odioso a un sacerdote de Buda.
Los monjes provienen de diverso oríjen i entran los no-
vicios al convento por variadas causas. Unos son mu-
chachos destinados por sus padres al servicio de Buda;
otros son malhechores asilados, a salvo allí contra la
persecución de la sociedad o la justicia; de este material
se hace los santos i los predicadores de moral. El neó-
fito al endosar el hábito sacerdotal, ha sacrificado su
trenza, rapándose la cabeza totalmente, signo de renun-
cia al mundo. Los monjes se tratan bien i sus deberes
no son mui pesados. En los monasterios de mujeres
todo pasa de un modo análogo ; sin embargo estas casas
son mas desacreditadas que los conventos de varones i
mas fecundas en impropiedades de todo jénero, si bien
ofrecen ejemplos exepcionales de fanatismo : devotos
aplicándose silicios, imponiéndose tremendas peniten-
cias, como la de condenarse a perpetuo silencio i aislarse
encerrándose en cuevas para obtener la vida eter^na.
Hai en China algunos mahometanos i cristianos ; po-
cos i mui perseguidos. Los fanáticos queman las igle-
sias, destierran i matan á los fieles i ni siquiera admiten
hermanas de caridad. A mas de las relijiones oficiales el
pueblo celebra ceremonias estrañas a ellas, cuya prác-
tica viene de mui atrás i recuerda el culto primitivo de la
naturaleza. En el séptimo mes del año tiene lugar la
— 378 —
fiesta de la Diosa Estrella^ la diosa de los bordados. En
ella las jóvenes laboriosas exiben sus obras rog^ando a
la Estrella que haga bajar sobre su frente un rayo de su
habilidad, i para mostrarse dignas de sus favores, de
rodillas i levantando las manos sobre su cabeza, enhe-
bran agujas al son de la música. Tiene lugar el culto de la
Luna en el octavo mes. Para celebrarlo se prepara
unas roasitas llamadas, de la Luna (Moon cakes) i se
las ofrece en signo de adoración á la diosa durante la
noche i a la luz de sus rayos. Al Sol también se le da
su parte de adoración. El budismo concurre a favorecer
este culto i el dia ocho del cuarto mes, el Santo mismo
se deja bañar en efijie, para edificación de los fieles que
dan testimonio de su celo derramando puñados de mone-
das (cash) sobre su frente de bronce.
* 41
El Emperador i la Corte, — La sociedad china se com-
pone de tres elementos: el Emperador, la Burocracia
i el Pueblo. El Emperador es adorado como Dios, no
obstante llevar la vida de un esclavo. Le dan los nom-
bres mas laudatorios ; le llaman Hijo del Cielo, Supremo
Regulador, Augusto, Sublime, Regulador Celeste, Hom-
bre SoHtario, Buda viviente del presente, Señor de los
Diez mil años. Único adorador del Cielo azul i otros
calificativos igualmente necios. Le dicen i él cree que
solamente Dios está encima de él, aun cuando por acto
de hombre ande a salto de mata, como en 1860 o sus
ejércitos sean deshechos i sus buques capturados por
los japoneses.
Su consagración está sujeta a mil ritos supersticio-
sos ; ella tiene lugar en el Templo del Cielo, edificio de
tres planos con 210 pies en su base i 90 arriba i en cuyos
pisos las lozas o piedras forman nueve círculos concén-
tricos al rededor de una circular, centro donde el Em-
perador se arrodilla, mirando al norte i se reconoce
— 379 —
inferior al Cielo. En la mañana anterior al solsticio de
invierno, un carruaje tirado por elefantes, conduce al
Emperador al recinto místico del Templo de donde,
después de ofrecer incienso al Shangti (supremo regu-
lador) sale para ir a la sala del ayuno penitente; allí
permanece basta las 5 i 45 minutos de la mañana i en-
tonces, vestido con las ropas e insignias del sacrificio,
asciende á la segunda terraza dando así la señal para
prender fuego a la víctima preparada : un novillo de dos
años sin mancha. Habiendo así el Emperador invocado
al Supremo Regulador, sube á la última terraza i quema
incienso ante el Altar sagrado i ante el de sus anteceso-
res. En seguida, después de haberse arrodillado tres
veces i postrado (prosternado) nueve, presenta rollos
de seda, (jade cups) copas de una piedra transparente
parecida a la esmeralda i otras ofrendas, en humilde sa-
crificio. Un ministro asistente lee en esta circunstancia,
una oración acompañando á la lectura la música i la
danza; i mientras el Emperador permanece arrodillado
en adoración, oficiantes señalados para el caso, le pre-
sentan la < carne de la felicidad » i la « copa de la feli-
cidad ». El se prosterna tres veces ante los sagrados
emblemas i los recibe con solemne reverencia. (Es cu-
rioso observar esta marcada semejanza con el culto
•judio y el cristiano, dice Dooglas, en el ritual chino). Por
este elevado sacrificio el Emperador asume el oficio de
Vice-Rej ente del Cielo i de la Tierra, i el de represen-
tante del hombre en la Trinidad: Cielo, Emperador i
Tierra. Como poseedor de la Divina autoridad, se co-
loca por encima de todos los llamados dioses i toma a
su cargo acordar títulos de honor á las deidades i pro-
mover su rango en la sagrada jerarquía. No hace mucho
tiempo, un Lugar -teniente, gobernador de Kiang-su,
presentó al Trono un memorial pidiendo al Emperador
que acordara los mas altos honores a la Reina del Cielo,
el Dios del viento, el Dios del mar i el Dios de la Ciu-
dad de Shanghai, en consideración de haber esa Diosa i
esos Dioses, conducido con seguridad el tributo de arroz
hasta Tientsin i haber favorecido al buque transporte,
con céfiros jentiles i plácido mar. A esta requisición
— 380 —
el Emperador accedió i la Diosa y los Dioses recojieron
el premio de su benignidad en las patentes espedidas
para atestiguar su promoción en las Alturas del Olim-
po. No hacen las sociedades cristianas otra cosa cuando
piden al Sumo Pontífice la beatificación de hombres o
mujeres de vida ejemplar, en el sentido relijioso, es
decir la j)romocion a Santos o la coronación de una
vírjen de madera, por sus méritos i milagros, como son
arrodillarse teniendo las piernas de palo, llorar con ojos
de vidrio, detener una carreta en un pantano (vírjen de
Lujan) i otros actos útilísimos a la humanidad i estre-
madamente benéficos.
El Emperador de la China goza de poder supremo
exepto en lo relativo a sí mismo: es un esclavo sobe-
rano. No vive como los demás hombres; su niñez, su
juventud, su vida entera, se desenvuelve en condiciones
auormales; pasa sus años encerrado sin ver el mundo
ni tratar sino un número limitado de jentes que lo adula
i lo comprime entre aparentes consideraciones i res-
peto incondicional; así su salud es precaria i en las
circunstancias exepcionales de su existencia, no deja
de ser joven cuando ya es decrépito. Dispone de la vida
i hacienda de sus subditos, crea entre ellos jerarquías,
hace i deshace nobles i administra el Estado en cuanto
le dejan ver o le permiten sus empleados i asistentes. La
ciudad amarilla con sus numerosos palacios, es su pri-
sión i tiene el aspecto de una colmena llena de palacie-
gos, histriones, funcionarios, eunucos, dignatarios i mu-
jeres de las cuales cada una tiene a su servicio cien o
mas personas, entre eunucos i esclavos. Los nobles
fabricados por el Emperador viven con lujo de la renta
pública ; en las provincias son verdaderos parásitos a
quienes nada les basta.
— 381 -
Existen varias clases de nobles; unos lo son por he-
rencia como los descendientes de Confucio, singular-
mente privilejiados; otros deben su título á sus altos
hechos o a la complacencia Imperial; estos figuran en
la clase de nacionales o imperiales. Los nobles por
nombramiento i no por herencia, descienden en grado en
cada jeneracion, pero pueden renovar su patente. Así,
no hay una nobleza estable capaz de constituir un re-
sorte intermedio entre el Emperador i el Pueblo.
Cuando llega para el Hijo del Cielo el momento de
tomar mujer, la Emperatriz madre o en su defecto los
funcionarios señalados por las reglas seculares, le eli-
jen una compañera, con dos o tres mas para sustituirla,
fuera de las estraordinarias mui numerosas. Los pa-
dres i parientes de la Emperatriz esposa, gozan de
grandes ventajas i son imperialmente regalados cuando
el matrimonio tiene lugar. El Emperador se halla tam-
bién sujeto a las reglas tiránicas del luto, pero para él
se hacen mas livianas en atención a sus funciones públi-
cas. Cuando muere, en el concepto universal i según lo
establecen los ritos «asciende en un Dragón para ser
huésped de lo alto» i se le acuerda nuevos nombres i
títulos, como lo hemos visto, bajo cuyas advocaciones se
le adora. Por una estraña costumbre el Emperador trata
con sus ministros los asuntos públicos a la madrugada.
Gobierno jeneral, — Existen en el Estado tres altas
Corporaciones i seis divisiones mas o Departamentos a
cuyo cargo se hallan los asuntos de carácter jeneral: El
Chuinchichu, o consejo de Estado, el Nuico o gabinete i
el Cuerpo de Censores. El Consejo de Estado tiene el
poder de la iniciativa; el Gabinete solo opina sobre lo
sucedido ; los Censores son a modo de fiscales o jueces
instructores: acusan a los funcionarios i de su esfera de
— 382 —
acción no se sustrae ni el Emperador. Los seis Depar-
tamentos están a cargo de Comisiones legales, con juris-
dicción aparte; se los clasifica así: !<> Oficio civil, 2»
Renta, 3o Ritos, 4o Guerra, 5© Castigos (justicia será),
6o Obras públicas. Cada una de estas Comisiones pro-
cede en una forma primitiva i, dicen, con mui pocos
escrúpulos; sus miembros abandonan el puesto, ya lo
he dicho, por años a causa de los lutos. Su marcha en
lo fundamental es no solo deficiente sino hasta criminal
como lo prueban las frecuentes acusaciones de los Cen-
sores, pero en cambio llenan las formas i se tienen al
día en materia de saludos, cortesias, jenuflexiones i pros-
ternaciones. El Departamento de Guerra, enteramente
descuidado, ha traído a la China sus desastres. No habia
marina; ahora creo se ha creado o está por crearse
un Departamento especial para ella. Las funciones del
Departamento de Obras públicas son nominales.
Las Relaciones Esteriores i lo relativo a las Colonias,
están ya a cargo de una nueva oficina.
Correos. — No hai Dirección para este ramo ; en China
no es función pública. El despacho de la corresponden-
cia se hace por empresas privadas : una pulpería, alma-
cén, o tienda es en jeneral, la oficina de correos; así, hai
varias casas postas i sus dueños, estimulados por la
competencia, prestan un servicio no enteramente detes-
table ; las cartas llevan su sello. Naturalmente esto no
reza con los puertos donde existen cónsules encargados
de recibir i despachar su respectiva correspondencia.
*
* *
Gobierno de las Provincias i de las Comunas. — El
Imperio se divide en 18 provincias i cada provincia es
gobernada por un mandarín quien procede como mejor
lo entiende ; ya he dicho lo bastante en otra ocasión
sobre este punto. El mandarín paga sus empleados {
— 383 -
todos ellos naturalmente dependen de él. La trabazón
de funcionarios es tal i la correlación de responsabilida-
des, que aun en caso de acusaciones motivadas, el cas-
tig^o a los mandarines es aparente ; son simplemente
removidos i si dejan el gobierno de una provincia van a
gobernar otra, con su séquito de empleados.
El oríjen de las Comunas se pierde en la noche de los
tiempos, como dicen los poetas i los tontos. Un grupo de
ocho o mas familias constituye una Comuna; los grupos
agregados unos a otros forman una Asociación las
Asociaciones reunidas hacen Aldeas, las Aldeas Ciuda-
des, las Ciudades, Ciudades mayores i estas Distritos,
En las Comunas gobierna el Tipao, jefe de una de las
familias i su puesto es hereditario ; a falta de Tipao go-
biernan los mayores i en realidad siempre la autoridad
está en manos de los viejos, pues el Tipao se aconseja de
ellos. El Tipao es responsable de la paz de su Comuna i
por ende, debe intervenir en las querellas domésticas,
cuidando de no dejar trascender fuera los asuntos o
escándalos internos, pues tienen todos los habitantes
como dogma el dicho de uno de sus filósofos : « una
Comuna que deja traslucir sus conflictos, anda mal. » Así
el Tipao i su Consejo arreglan las cuestiones de dinero,
las de matrimonio i divorcio i hasta las criminales. Estas
últimas corresponden a los mandarines, pero ellos no se
cuidan de abandonar la carga i se felicitan mas bien de
verla sobre las espaldas del Tipao, con tal de no saberse
el hecho. Si el Tipao i su Consejo no castigan a los cri-
minales, a petición de parte, reciben ellos mismos el cas-
tigo correspondiente a los delincuentes. El puesto de
Tipao o Consejero como se ve, es bueno cuando todo
anda bien; en caso contrario es bastante comprometido.
A veces las autoridades de las Comunas hacen de las
suyas. En los anales de una de ellas se encuentra lo
siguiente: Un hombre pasando por un sembrado ajeno»
— 384 —
arranca unas espigas de grano ; por este hecho el hom-
bre es condenado a morir quemado i su propia esposa
es forzada a firmar su consentimiento para la ejecución
de la sentencia i a encender ella misma la hoguera ; des-
pués se arrepiente de su infame condescendencia, denun-
cia los hechos i se forma un proceso cuyo fin no hace al
caso. Todas estas iniquidades son posibles por el hecho
de no existir lei escrita i estar librada cada autoridad
comunal a su criterio o capricho.
Moneda, — ( Estracto de Dooglas ; a veces copia tes-
tual ). Las casas de acuñación están diseminadas en el
Imperio: la falta de caminos trae una gran perturbación
por la dificultad del transporte i el peso de la moneda.
Un dollar en ella pesa como 8 libras ( 4 kilos ) dice Doo-
glas ; tal vez exajera. La unidad monetaria es el Chiéu, i
la única moneda acuñada ; los ingleses le llaman Cash;
su valor nominal es el de ^40 ^^ penique; valor variable,
según el distrito. Hai en jeneral dos clases de cash una
falsa i otra lejítima ; un chino lleva siempre en sus bolsi-
llos cuando anda en compras, de las dos clases, pero
nunca la buena sin mezcla de mala ; en uno lleva la mala
pura, pues hai artículos negociables por moneda falsa i
otros solo vendibles por la lejítima. La costumbre de pedir
precios altos para rebajar, es tan china como europea.
Añádase a esto la siguiente complicación : cien, reunión
de cien unidades, no es tal cosa en todas partes ; todo es
menos cien ; será 70 u 80 por ejemplo. Para disminuir el
peso de las monedas les hacen un agujero cuadrado en
el centro i para transportarlas, ensartan series de cientos
o miles de ellas. La dificultad para el uso de cantidades
crecidas se ha obviado haciendo panes de plata en masas
irregulares de mayor o menor peso. En lenguaje común
el valor de una mercadería se cuenta en taels i un tael
es una cantidad de plata del peso de una onza o 30
gramos + o — . Para comodidad hacen masas o piezas de
plata de peso de tantos o cuantos taels ; estas se llaman
— 385 —
zapatos por su forma semejante a esa prenda del ves-
tido. Para saber el valor de cada sapato, se necesita
pesarlo. ¿ No es mas cómodo i mas de sentido común
sellar piezas de plata de un peso i valor dado ? Pero eso
seria sencillo i racional i a los chinos no les gusta nin-
guna de las dos cosas.
En realidad no hai moneda acuñada en China ; el
mismo chien no merece el nombre de tal por la forma
grosera de su hechura. Según entiendo no es acuñado
sino vaciado en moldes, fundiendo el metal ( cast ). El
gobernador de Cantón tiene una casa de moneda donde
sella oro, plata i cobre, pero sus monedas solo circulan
en su distrito. Al Emperador le tocaría hacer una moneda
racional para todo el país. Al lado de semejante atraso se
muestran hechos que lo desmienten. Desde siglos atrás los
Bancos en China daban notas, valores en papel, verdade-
ros billetes, en las plazas comerciales i durante la dinastía
mongólica, el gobierno central introdujo la costumbre de
las notas bancadas imperiales. Ahora es común su uso en
Pekin i otras plazas, pero la instabilidad del cambio dificulta
su aceptación en el comercio. Una muestra de billete del
tiempo de un Emperador que sucedió á la Dinastia Muig
cuyo reinado duró desde 1368 hasta 1399, se exibe en
la Libreria del Rei en el Museo británico ; es el ejemplar
mas antiguo de billete bañcario existente, o a lo menos,
conocido ; su fecha revela que el uso del papel con valor
representativo de la moneda en China, data, calculando
por lo bajo, de trescientos años antes del primer ensayo
en Europa, hecho por una casa Bancaria de Stokolmo.
La moneda acuñada en su forma grotesca existió 2000
años antes de la era cristiana. Una de las formas primi-
tivas de la moneda china era la de un cuchillo, imitando
la real arma; se usaba como medio de cambio. El cu-
chillo tenia un agujero en el mango; con el tiempo la
hoja fué acortándose hasta desaparecer ; igual suerte le
tocó al mango hasta no quedar de él sino el estremo
redondo con el agujero : esta última forma se ha perpe-
tuado i es la del chien o cash actual.
Por mares i por tierras 25
— 38Ó —
Estrados adicionales, — Las relaciones esteriores del
gobierno chino se caracterizan por la iniidencia, la mala
fé i la mentira, bajo la influencia del odio supersticioso i
la repulsión fanática al estranjero ; pasiones mui acen-
tuadas en las clases ilustradas. La historia de todas las
épocas lo demuestra. Bajo la presión de la amenaza i
del miedo, concede cuanto se le pide, reservándose no
cumplirlo al menor pretesto o sin él ; sobre todo si se
les da tiempo ; así lo mejor es poner inmediatamente en
práctica todo arreglo con él dejándolo sancionado por el
hecho. Los funcionarios no tienen vergüenza ni respeto
por su palabra, ni por la dignidad imperial. Contraen un
compromiso, ostensiblemente, dan las órdenes mas for-
males para su cumplimiento i en secreto envian otras
contrarias. Por ejemplo, espiden un pasaporte de seguri-
dad i por debajo cuerda, mandan asesinar al portador.
Cuando los ministros estranjeros les echan en cara
estos actos indignos, o se callan, o maniíiestan no saber
nada, o echan la culpa al pueblo, al cual no pueden
sujetar, dicen, o inventan cualquier mentira para termi-
nar. Si entonces se les muestra el palo, se humillan.
Entre los ministros estranjeros se ha hecho notable
Sir Thomas Wade por su noble i enérjica conducta en
toda ocasión.
La cuestión de las audiencias del Emperador a los
diplomáticos, es de las mas singulares. Parece estraña
la existencia de un debate sobre semejante materia, pero
las peculiaridades del Imperio chino han traido variadas
controversias i conflictos con motivo de las exijencias de
los representantes de soberanías estranjeras. Favoreci-
dos por la fortuna en medio de tribus inferiores, el
Emperador, los nobles i el pueblo, han llegado a creer
en la superioridad de la China, sobre todo lo existente
en la tierra i la idea sola de que el Emperador reciba o
trate de igual a igual a un soberano de otra parte, in-
digna a la corte i al pueblo.
— 387 -
En verdad, los mismos representantes de algunos
países han contribuido a mantener a los chinos en su
ilusión.
Los Embajadores de Portug^al i Holanda, que visita-
ron Pekin en los siglos 17 i 18 se sometieron a la de-
gradación de aparecer como enviados de tributarios ante
la Corte del Hijo del Sol, dejándose imponer i verifi-
cando los actos de sumisión mas vejatorios, tales como
arrodillarse i tocar nueve veces el suelo con la frente.
Lord Macartney en 1793 rehusa someterse a la regla
i sin embargo es recibido por el Emperador K'ienlung,
en el Palacio a que huyó Hienfeng en 1860. Solo se le
impuso una antesala de horas i no de una noche entera al
aire libre como al Embajador holandés. Al presentar su
credencial en una caja de joyas, el enviado británico
dobló lijeramente una rodilla; el Emperador recibió la
caja con sus propias manos i en la comida de gala que
después tuvo lugar, mostró su deferencia por el ministro
i su séquito, mandándoles platos i ofreciéndoles perso-
nalmente copas de vino. Pero este Emperador era un
hombre intelijente i liberal. En I8I6 su hijo quiso resta-
blecer el Kot'ow con otro Embajador, i los intermedia-
rios, no pudiendo conseguir el asentimiento de éste,
ni la derogación de la resolución imperial, urdieron una
intriga para obligar al enviado a retirarse sin obtener
la audiencia ; hicieron que el Emperador le ordenara
presentarse inmediatamente, a lo que no accedió por
hallarse cansado, después de un viaje reciente i en la
imposibilidad de vestir siquiera su uniforme. Si en 1860
Lord Elgin hubiera hecho venir al Emperador fuütivo
i le hubiera concedido una audiencia, a él, al Hijo del
Cielo, ya no tendrian en China tan ridiculas pretensio-
nes. En 1873 vuelve a tratarse la cuestión de las au-
diencias i el ceremonial se arregla. Los Embajadores
no doblarán la rodilla ni harán el kot'ow, pero para
marcar de algún modo la superioridad del Hijo del
Sol, él los recibirá no en su palacio sino en un sitio
destinado a fiestas, donde recibe a sus tributarios. Las
audiencias tienen lugar al alba ya se sabe. En la del 73
solo hicieron esperar a los ministros una hora en un local,
— 388 —
pasándolos en seguida a otro, donde esperaron sola-
mente hora i media. El intermediario fué el Ministro del
Tsungli Yamun, (Relaciones Esteriores supongo), (ya-
mun oficina, creo). Se arrodillaba para hablar con el
Emperador i trasmitia sus palabras, dichas en secreto.
En los decretos del caso se ordenaba a los Embajadores
presentarse i se decia que habian suplicado ver al Em-
perador. Pero en el decreto relativo a la audiencia de
1893 ya no se usó semejante lenguaje concretándose a
decir «El Emperador recibirá. . . etc. . . a las II i 30 >.
Otra mejora: ya no es a la madrugada.
Pero no se concibe la razón de la insistencia de los
representantes estranjeros para solicitar audiencias. Una
entrevista con el Soberano puede tener alguna impor-
tancia i trascendencia en los paises rejidos por reglas
racionales, pero no en China, donde el Hijo del Sol no
habla con los Embajadores ni resuelve, ni oye proposi-
ción alguna. Tampoco se comprende cómo pudieron
aceptar ser recibidos en un salón de üestas, conociendo
la intención de vejarlos, i menos aun, el hecho de ser re-
cibidos en audiencia los Embajadores chinos en Europa
de acuerdo con los usos diplomáticos, mientras un chino,
bruto, ignorante i supersticioso, con un poder ficticio,
desprecia i ultraja a los representantes de paises civili-
zados.
Defectos i calidades de los chinos, a mi juicio, — No
se puede asignar a todos los individuos de una nación,
un carácter vaciado en molde, aplicable mas bien a una
raza; sin embargo tomando como valor entendido esta
advertencia, se observa en cada pais ciertos hechos sa-
lientes, mas frecuentemente repetidos, como los repre-
sentantes de una índole, de una tendencia nacional.
Así, los chinos se muestran reservados, un tanto avie-
sos, poco altruistas, vanidosos, sin valor físico, tenaces,
lentos i descuidados en su persona i poseidos, no diré de
odio por el estranjero, sino de una repulsión natural,
cuyo oríjen complejo tiene entre sus componentes el
- 389 —
temor, un miedo vago, una intuición de peligro, ante
el cual se ponen en guardia. En cambio, tratados indi-
vidualmente son caballeros, soberbios por dignidad,
honorables en sus tratos i jenerosos, cuando sus me-
dios de fortuna les permiten serlo. No tienen idea de la
comodidad i parecen destituidos de lójtca en sus cos-
tumbres i en su conducta; así, al lado de un concepto
de maravillosa sutileza no es raro encontrar en la ca-
beza de un chino, una necedad incomprensible; des-
precian por ejemplo a sus mujeres i las celan; tienen
orgullo de ser chinos i no poseen la menor noción de
patriotismo. Un comerciante en sedas con quien hablaba
en Cantón me dijo: «nosotros no hemos sido vencidos
por los japoneses; los vencidos han sido los vecinos
de Shanghai i de Pekin». No se sienten responsables de
los desastres de la nación, o del Imperio, no obstante
su adhesión al suelo, a la raza, al nombre. Yo lo confieso,
no comprendo este desdoblamiento moral i ya en el
curso de este trabajo he señalado contradicciones sor-
prendentes. La China ¿es o no es una nación ? No lo sé ; a
veces presenta las apariencias de tal i a juzgarla por otros
accidentes, no tiene los caracteres de un organismo au-
tónomo, correspondiente a nuestras nociones sobre Es-
tados soberanos. Pueblos ó Naciones. Hai un Imperio i
un Emperador; una corte, un plantel de oficinistas i un
gobierno o modus vivendi establecido entre los que
mandan i los que obedecen. Pero ni Imperio, ni Empe-
rador, ni Corte, ni Gobierno son los que nosotros en-
tendemos por tales cosas. El Emperador es un Dios,
adorado hasta el fanatismo, pero obedecido hasta por
ahí nomas ; no administra ni gobierna su país i se con-
tenta creyéndose superior a todo lo creado conescepcion
del cielo. La Corte es compuesta de Nobles con títulos
pasajeros; es una corte adventicia e instable i el Go-
bierno es un laberinto sin regla, freno, resorte, norma
ni lei. La nación parece un conglomerado en el cual
las partes están conformes sobre ciertos hechos i des-
conformes o indiferentes en cuanto al resto. Las últimas
guerras lo manifiestan de un modo patente; en Can-
tón no han sentido la herida hecha a Shanghai. Shan-
— 390 —
ghaí a su vez no se cuida de lo que pasa en Cantón, el
interior del Imperio ni piensa siquiera en el litoral i nin-
gún chino se aflije por las humillantes derrotas del lla-
mado ejército imperial.
La China quedaría perfectamente representada por un
gran elefante sin nervios, al cual se le pudiera cortar una
oreja, amputar un pie o quemarle la cola sin que sintiera.
Alguien ha dicho o yo lo he soñado: la China es un bos-
que, cada núcleo de población un árbol i cada habitante
una hoja. Pues bien, las hojas no son solidarias de lo
que ocurre en el bosque i por lo tanto en China habrá
habitantes, pero no ciudadanos. Solo así se esplica el
colosal orgullo individual i la falta absoluta, no digo
de amor propio, de vergüenza nacional.
Si se me preguntara cual es el rasgo característico
del chino como individuo, contestaría sin vacilar: la falta
de afectividad; pero tienen además otro sello mui en
relieve: la falta de sentido estético. Un chino no se ad-
hiere a nada, ni a sí mismo; su sensibilidad es obtusa, no
cuida su persona física ni moral; sufre el frío i el hambre
sin necesidad, teniendo muchas veces a la mano el medio
de impedir esos sufrimientos; no tiene afectos de familia o
los tiene en forma desviada; cuando mas, quiere a sus
hijos varones, como se quiere a un mueble útil o a una
propiedad; como lo han querido a él sus padres. A su vez
él no quiere a sus padres pues su adhesión i su respeto, su
sacrificio mismo por ellos, no tiene los tintes del afecto,
sino de la sumisión, el temor, la superstición i la moda, o
la tradición, que es solo una moda inveterada, antigua.
Pero donde la falta de este sentido moral se hace mas
manifiesta es en la relación de los padres, hermanos,
hombres en fin, con las mujeres enjeneral i con las cria-
turas del sexo femenino en particular. Dada la confor-
mación cerebral nuestra, los principales incitantes, los
despertadores, hasta los creadores del afecto, del cariño,
del amor, son: la debilidad, la pequenez, la delicadeza,
la finura, la gracia, la inocencia, la belleza. El ser mas
universalmente dotado con estas cualidades es una cria-
tura, una mujercita; por eso el dije apreciado, estimado,
cuidado, adorado en una familia europea o americana
— 391 —
es una niñita. En China semejante precioso animalito no
inspira mas sentimiento que el deseo de deshacerse de
él. Ha de haber exepciones infínitas, seguramente,
pero yo no he visto, ni he leido ninguna manifestación
de ellas.
Veamos ahora los sentimientos colectivos antes de
pasar a otros particulares:
Patriotismo, ausente. Amor al hogar, al suelo, profun-
damente modificado por ser un elemento fundamental
del patriotismo. Relijion, sentida no existe; trasmitida,
usual, corriente, practicada, sí. El chino tiene miedo a
sus dioses, a veces consideración i en no pocas ocasiones,
desprecio. Espera algo de ellos i en el fondo de su pen-
samiento jermina esta idea: «debe haber cierta reci-
procidad entre Dios i el hombre; el hombre le pone
velas o le enciende varillas de sándalo; Dios en cambio
le debe hacer vender bien su seda, favorecerlo con una
buena cosecha de arroz, etc., i si no lo hace, las rela-
ciones quedan frias. A su vez un chino diria «lo mis-
mo proceden los católicos; cuando se ven atribulados
o corren algún peligro, ofrecen misas, rosarios, no-
venas i cirios, en cambio de servicios positivos; las
promesas no son sino ofertas de valores nominales a
trueque de servicios i la ofrenda es la proposición de un
negocio, de una operación de compra-venta, nada mas >.
Es verdad ; pero yo no hablo ahora de los cristianos
sino de los chinos. En materia de creencias no se debe
confundir el sentimiento relijioso con la superstición : el
sentimiento es un abrigo del alma; la superstición es una
túnica helada. Ya lo hemos visto ; en China hai tres mo-
delos de relijiones ; tres modelos digo, i no tres relijiones,
porque la relijion practicada por cada grupo, si bien
conserva las muestras de su oríjen, es en realidad, una
mezcla de ritos, actos, ceremonias i formas compuestas
con elementos de las tres relijiones i con las invenciones
caprichosas de circuito, que no pertenecen a ninguna. En
el fondo el chino, por no saber a qué atenerse en medio
de la confusión, o por índole, es indiferente en relijion
— 392 —
i si practica alguna lo hace por conformarse a los usos,
como se viste, como se calza i como se afeita la cabeza.
Si algún dia desaparecieran de la China Buda, los discí-
pulos de Confucio, Tao i todos los dioses, el último en
aflijirse sería todo chino.
La ambición como los otros sentimientos, sufre tam-
bién los efectos del contragolpe, por pertenecer a una
familia moral en la que figuran la emulación, la compe-
tencia, el alto aprecio de sí mismo, la noción de la gloria,
la aspiración al renombre universal. Aquí no hai sino
un primero, el Emperador; todos los demás primeros
son segundos i la aspiración a ser segundo o tercero,
cuando estos son en realidad esclavos, es i debe ser
una ambición enferma, contrahecha, no como aquellas
ambiciones nobles que arrancan de las raices del alma.
Si hubiera verdadera ambición, emulación y demás sen-
timientos correspondientes a la misma familia, habría
ciencia, arte elevado, gloría nacional, patriotismo, una
poderosa marina, un formidable ejército, ciudades y so-
ciedades en ñn, con todas las ventajas i comodidades de
la civilización.
El mismo interés comercial es quieto en China; algunos
mercaderes de Cantón parecen reyes. En medio de las ri-
quezas de sus sedas i de los primores de sus bordados,
miran con soberana indiferencia, al comprador, a la mer-
cadería i al precio ofrecido ; el peso de la trenza o el valor
que le acuerdan, parece mantenerles la frente alta i darles
esa serenidad tranquila que los hace tan estimables, para
mí a lo menos.
Termino la redacción del testo de mis apuntes sobre
la China reservándome agregar algo si se me ocurre en
las siguientes pajinas de mi diario que dejo en blanco i
continúo mi trabajo en mas liviana forma sobre mis suma-
rios del viaje a Yokohama i permanencia en el Japón.
- 393 -
(1897 Julio 16 j Trouville. — Mi previsión al dejar un
número de pajinas en blanco en mi diario ha resultado
oportuna pues hallo en la « Revista Británica » en un
erudito trabajo de Motoyosi Saisu, autor japones, las
hermosas notas sobre la poesia china que traduzco lite-
ralmente a continuación).
< Poesía china» .
« Después de la India misteriosa i profunda en que la
mirada se pierde en la noche de los tiempos, toca a la
China la mas grande antigüedad en literatura.
«Los libros del budismo encierran bellezas de primer
orden, pero envueltas en un oscurantismo voluntario que
no se puede penetrar sino estando completamente iniciado
en él. Los de Confucio tienen mas claridad i sin embargo
el pensamiento está de tal manera velado en ellos que
se requiere un verdadero talento para tomarle sentido.
« Los grandes poemas chinos que remontan a mas de
tres mil años se han perdido.
«El poeta, en esas edades antiguas, era una especie
de elejido, un favorito de la naturaleza con la cual se en-
tendia i se entretenia solo, entregando sus obras á las
arenas de la ribera o grabándolas con su cuchillo en la
corteza de los árboles.
« La tradición ha podido conservar solo algunos frag-
mentos que eran repetidos de boca en boca. Estos pri-
meros monumentos literarios son de un carácter natu-
ralmente injenuo i mui primitivo. La poesia está en el
alma i no siempre se traduce por la forma rimada en la
que actualmente la vemos. Antes ella no conocía ni rima
ni reglamento.
« En China esta medida cadenciosa le vino del hábito
que se tomó de hacerla acompañar por instrumentos de
música i este uso quedó de tal manera inveterado
que los chinos no encuentran bien hecho poema alguno
si no se puede adaptarlo a un aire cualquiera. Por mas
esquisita que sea la versificación ellos se ven obligados
a correjirla hasta ponerla en concordancia con la armo-
nía que debe servirle de acompañamiento.
— 394 —
c La poesía china, como la del Japón se mantiene
siempre en las altas cimas i no desciende jamás al jé-
nero lijero. Los mas altos y nobles pensamientos i las
aspiraciones hacia lo bello, el bien i la verdad la animan.
Ella se mueve complacida en la naturaleza i se encanta
en describir las flores para compararlas en seguida á
las lindas mujeres. Las nubes representan los impedi-
mentos o los estorbos que empañan la radiación del as-
tro del dia i también el pensamiento de los malos espí-
ritus.
« El poeta se contenta con pasearse a lo largo de los
arroyos i dejar seguir a sus ideas el hilo de agua. Sube
a las colinas floridas a cuyos pies se desarrolla el pano-
rama mas vasto. Se hace en cierto modo el pontífice de
toda la creación cuyas bellezas i sonrisas espresa.
<Su bebida i su alimento son de lo mas simple i los
pájaros que pueblan los matorrales, donde hace sus co-
midas acompañan con sus gorjeos las poesias que de-
clama en medio de este concierto.
<: Cuando sale del amor de la naturaleza para pasar al
de la mujer de su elección, no se arrodilla ni aun con el
pensamiento i la adora mas como amo que como ser
subyugado.
«Se dice que el filósofo Confucio tenia por principio i
enseñaba á sus discípulos < levantar sus pensamientos
con el estudio i el gusto de los antiguos poemas del
país ». Tomaba pues la poesia como base de la ciencia.
El mismo se daba a buscar las mas viejas canciones i
se contraía a adivinar su sentido oculto antes de esta-
blecer las máximas de su moral i de su filosofia práctica.
Ademas ¿no ha sido lo mismo en occidente donde Platón,
Cicerón i otros comenzaron a hablar el lenguaje de la
poesia antes de dar la enseñanza de su grande i pura
filosofia?
^ Las poesias chinas se hallan divididas en tres clases
o periodos distintivos: La época clásica; la época del
renacimiento; la época moderna.
« A la época clásica pertenece el Che-king o libro de
las odas, una de las cinco obras canónicas. Son los poe-
mas i los himnos mas antiguos, viejísimas canciones
- 395 —
injenuas i casi infantiles de las primeras edades; la llave
en cierto modo de toda la poesia china.
«Durante el segundo periodo que hemos indicado
como la era del renacimiento ^ la poesia china estuvo en
su apojeo i brilló con todo su esplendor. Esta época
fué para la China lo que el siglo de Augusto para Roma.
Entre los nombres mas célebres, los Litai-Pí, Tou-Fou
i Ham-Yu tuvieron la gloria de fijar definitivamente las
reglas de la poesia china. Florecieron bajo la dinastia
de los T'ang, cuyos soberanos estendiendo su poder al
esterior i haciendo gozar a sus pueblos de los encan-
tos de la paz, consagraban la propia gloria fomentando
las artes i las letras.
« La época moderna abraza un espacio de cerca de
ocho siglos. Es la lucha de los hombres notables se-
llada con el verdadero sentido poético contra el mal
gusto que señala toda decadencia. Todos los esfuerzos
tienden á combatir la vulgaridad i el chapeado superfi-
cial que merman las mas bellas obras. La corrección
de las presentadas a los concursos de los literatos in-
tenta invadirlo todo ; pero felizmente puntos luminosos
alumbran todavia este largo periodo i lo salvan de la vana-
lidad menos aceptable en literatura que en cualquier otro
arte. La última de las épocas ha sido mas abandonada
que las precedentes por los aficionados al orientalismo;
en tanto vemos el libro sagrado de Che-king traducido
i comentado en diversos idiomas. Es sin embargo ne-
cesario reconocer que solo por error se ha llevado tan
lejos el desden de la poesia moderna de la China, poesia
que por ser poco conocida no hace lucir ninguna de sus
bellezas. Del mismo modo que en Francia se remite uno
a los libros clásicos como á la fuente pura donde siempre
se debe recurrir, sin desdeñar por eso a los autores
contemporáneos de los cuales se toma quizá mejor las
finezas de una lengua que se acerca mas a la propia,
asi, los Yu el Grande, Yaó, Choun i Confucio, quedan
eternamente como estrella de primera magnitud cuyo
brillo no impide admirar los otros astros luminosos.
« Li-Taípi, Tou-Fou i sus satélites menos brillantes,
forman la escuela de la Edad media que queda como el
- 396 —
tipo de la elegancia i de la fineza de estilo. Estos dos
son para la literatura china lo que Moliere i Comeille
para las letras francesas. Su mérito no eclipsa sin
embargo las verdaderas joyas que se encuentran todavia
en la poesía moderna cuyo principal defecto es el de no
ser bastante conocida >.
Abril 4 — Yokohama, — Salimos de Hong-Kong^ en
el Hohenzollern, Capitán H. B. Blecker, el 10 de marzo,
con buen tiempo en apariencia, pero apenas dejamos
la bahía el mar se descompuso i tuvimos un espantoso
viaje. Juré, durante la travesía, mil veces no embarcar-
me... pero cuantos juramentos quedan sin cumplirse.
Un solo episodio me divirtió, haciéndome recordar un
personaje descrito por Dickens el inmortal, cuya pluma
no ha dejado un solo tipo humano sin retratarla lo vivo.
En una de sus novelas, este coloso del pensamiento,
de la observación i del análisis, presenta una Señora
cuya característica era la inoportunidad.... Pues; yo
he conocido en el Hohenzollern el trasunto de esa
Señora en la persona de un mozo alemán criado en Norte
América.
Me ocupaba yo, apenas llegué a bordo, de contar los
bultos de mi equipaje para ver si faltaba alguno ; en esto
se acerca el joven i tomándome amistosamente por un
brazo me dice : — « Aquí tiene usted mi tarjeta ; soy ale-
mán, pero naturalizado americano del norte, la gran
nación; vengo en segunda, pero pasaré todo mi tiempo
en primera > — «Gracias señor, > contesto; « tendré el
— 397 —
placer .... pero, permítame un momento .... Uno, dos,
tres, cua
— «Querría usted darme la suya ahora mismo ?> — me
pregunta interrumpiéndome en mi cuenta, — « necesito
bajar á mi camarote > . . . añade.
— «Muí bien Señor». Se la doi i se va.
Al rato
— «Doctor, doctor», me oigo llamar. (En esto una rá-
faga de viento me hace volar el sombrero; yo voi a
correr tras de él para tomarlo cuando el joven apura-
dísimo se me pone por delante i cerrándome el paso
con su cigarrera en la mano, continua) — «Doctor usted
fuma? — ¿quiere usted probar estos cigarros de .. . no
son mui buenos pero».... (Mi sombrero se fué al
agua).
Mas tarde
Iba yo bajando la escalera que conduce de la cubierta
a los camarotes, con un anteojo en la mano ; el taco de
mi botin se engancha en un reborde i yo, para no rodar
escaleras abajo, suelto el anteojo i me agarro con las
dos manos de la baranda. . .
Este es el momento que mi joven conocido elije para
gritarme — « Doctor, le gustan a usted las flores artifi-
ciales?». . .
Aparte de esta orijinalidad de carácter que lo coloca
en primera línea entre los seres mas inoportunos de la
creación, el joven es ameno i sabe contar cuentos.
Me refiere que en una ciudad ha oido con sus pro-
pios oidos a un consejero municipal, mientras se dis-
cutía un reglamento para bomberos, proponer este ar-
tículo :
— «Cada cuadrilla de distrito deberá hallarse en el
sitio del siniestro media hora antes de que el incendio
haya comenzado».
— 3^^8
En se-^uida esta otra: El Juez de Paz de una aldea
en Méjico, a quien le habian regalado un cuadrante so-
lar para su pueblo, mandó colocarlo en la plaza princi-
pal, pero bajo techo, para preservarlo del sol i de la
lluvia.
Yo en cambio, le referí este hecho :
El Doctor*** siendo ministro de la república argentina
en otra sud americana se alojaba en una casa antigua
solariega de forma conventual, con grandes patios i
provista de su cuadrante solar en uno de ellos. Una
noche nuestro ministro, antes de acostarse llama a su
sirviente i le dice: «mire José, vayase al patio i vea en
el cuadrante la hora>. — « ¡ Pero señor, de noche no se vé
nada!^ observa el sirviente . — «Pues lleve usted una
vela, so animal !> replica el patrón!
Me propone después
resolver algunos pro-
blemas ; acepto i me
presenta este.
Un hombre muere
dejando un terreno de
la forma tal (la dibu-
jada al márjen) con la
orden de repartirlo
entre sus cuatro hijos,
dando a cada uno igual
superficie con igual for-
ma. La solución está
marcada con puntos.
He aquí uno propuesto por mí ; no recuerdo quien me
lo enseñó. Un árabe muere dejando 17 camellos para
repartir entre sus tres hijos, dando a uno la mitad, a
otro la tercera parte i al último la novena. El ejecutor
testamentario no pudiendo hacer la división estrictamente
como habia sido mandada sin matar tres camellos, un
verdadero crimen ; pide a un vecino prestado un came-
llo i forma con los otros un total de 18. Llama al pri-
mer heredero i le da 9; los otros dos protestan por
habérsele dado medio camello mas. « Esperen > dice el
- 399 -
repartidor; llama al segundo i le da 6. El tercero pro-
testa. «Paciencia» añade el albacea; llama al tercero
i le da 2 camellos ; llama al vecino i le devuelve su
camello, pues le queda libre un camello después del
reparto sin haber sacrificado uno solo de los camellos i
habiendo dado a cada heredero su herencia con creces. —
Razones de la aparente paradoja:
la x"'" 8" "I" r~ 16 i8 solamente. 2» El albacea no
ha cumplido la voluntad del testador. 3» Ha favore-
cido mas al primer heredero, precisamente al ya me-
17
joradq por el padre. 4» Ha dispuesto de jg de camello
sin autorización del dueño. Pero en apariencia ha hecho
jenerosa justicia. ¡ Todo se resuelve en apariencias ! Así
deberá ser !
A los cuantos dias de mi llegada escribí á Cañé por
una fantasía en francés la carta que transcribo de cuyas
condiciones gramaticales no respondo i cuyo contenido
puede mirarse como continuación de este diario.
1897 le 25 mars — Yokoh ama- Japón.
Mon cher Cañé :
Oh! quel plaisir de voyager, de vivre un morceau de
vie en Europe, dans le Far West ou TExtréme-Orient,
hors de chez soi ! Jamáis je ne me suis senti plus heureux
qu'aux Antipodes de ma bien-aimée patrie; ou mieux, si
tu veux: Je ne me suis jamáis senti, loin de ma patrie,
plus heureux qu'aux Antipodes. Je suis arrivé aprés une
affreuse traversée, dans laquelle, je me croyais deja mort.
Je débarque par un jour froid, gelé moi-méme, aprés six
jours sans sommeil et presque sans nourriture; j'entre a
rhótel et je trouve du feu au vestibule, desfigures agréa-
bles et un manager avenant. Je choisis mes chambres,
je conviens du prix; tout tres bien. Je me repose un peu
— 400 -
et je vais déjenner: les beefstake étaient tendres, les
pommes bien sautées, le beurre frais, les oeufs du jour, le
vin fran9ais, le café parfumé, le petit verre trop petit.
Les jours suivants j*observe! Les gar9ons aimables,
prévenants, sans physionomie (remarque bien cela). Je
demande une chose, je Tai tout de suite ; je ne de-
mande rien j'ai aussi tout ce qu'il me faut, par la previ-
sión d*une discipline accentuée : mon café, mon déjenner,
mon feu, mon lit délicieusement tiéde duquel j'entends la
pluie que j'aime tant, quand elle mouille les autres et pas
moi. Point de lettres avec de mauvaises nouvelles ; des
journaux peu politiques; une ou deux Revues illustrées,
avec des gravures attrayantes; pas de visites á rece-
voir ni á faire ; quelques invitations trés-acceptables ; une
byciclette si Ton veut, voiture ou jinrikishas a volonté !
On est au paradis ! Ni des parents, ni des intimes a Tho-
rizon ! Quand vous avez besoin d'un ami sincere, dévoué,
familier, vous le demandez au garlón ; s* il ne peut pas
vous l'envoyer á Tinstant il a recours au concierge et si
ce fonctionnaire n'est pas en fonds, lui, a son tour pré-
sente votre réquisition au gérant qui vous procure a la
minute un Jírsí das, tout a fait desinteresé, a prix fixe, re-
lativement réduit,vu son mérite, etréellement bon marché
en comparaison de vos amis d'enfance et de vos condis-
ciples, dont vous connaissez les trahisons et les incon-
séquences. Méme si vous étes gar9on et vous désirez
avoir une petite amie d'occasion, bien gentille, pas bavar-
de, une musmée avec un nom de fleur, jeune, jolie, qui
vous aime pour vous-méme et pas pour votre argent»
vous Tavez; question de payer un peu plus et c'est tout.
On est tres bien en voy age, en Europe, dans le Far West
ou á TExtréme-Orient. Je te remercie beaucoup, des let-
tres que tu m*as procurées; elles ont été trés-efficaces ;
on nous traite á corps de roi, et, c'est en action de gráces
que je t'expédie les paragrafes humoristíques et scepti-
ques que tu viens de lire. Tache d' étre bien heureux,
au moins jusqu'á notre retour. — Au docteur Cañé son
ami E. Wilde.
— 401 —
Sin faltar nada en lo esencial al relato de mi viaje ni
restrinjir observaciones importantes, intento hacer más
liviano que el de China este mi trabajo, en beneficio mió
i del lector.
En Yokohama nos alojamos en el Club-Hotel i encon-
tramos en su jerente, el Sr. E. J. Sioen, a quien habíamos
sido recomendados telegráficamente por Storni i sus
compañeros, un distinguido caballero de alta sociedad.
Fué a recibirnos a bordo i nos colmó de obsequios.
Habia sido profesor en San Petersburgo de jóvenes
de la nobleza i no pudiendo continuar por enfermedad
en esa su profesión, se vino a Yokohama donde gana
hoi honradamente su vida en la posición en que lo en-
contramos.
La disposición de la ciudad es parecida a la de Hong-
Kong ; a la orilla del mar hai una planicie donde está
ubicada la parte comercial de la ciudad ; dos canales la
penetran i van a dividirla en varias direcciones, facili-
tando los transportes. Otra parte de la ciudad está en
la colina o las colinas, llamadas Bluff, habitada por fa-
milias; estas viven en villas, casas de campo, diremos,
con arboleda i jardin, en apariencia encantadoras ; falta
ahora saber si son cómodas por su situación i otros
detalles. Las calles de Yokohama son en jeneral an-
chas i limpias; el piso es de macadam, con mucho
polvo cuando no llueve i mucho barro cuando llueve ;
se ve en ellas mui pocos coches, numerosas bicicletas e
incontables jinrikishas o curumas. Las casas japonesas
son de madera, de dos pisos a lo mas i con techos mui
gruesos i pesados ; las divisiones internas son hechas
por tabiques o bastidores corredizos, con papel por
vidrio, en algunas partes; el piso, cubierto de estera, es
mui aseado. En jeneral tienen una sola entrada i esta es
una tienda.
Por mares i Por tierras 26
— 402 —
La jente se \ iste a su modo ; muchos horr.hres lo
hacen a la europea; otros, los pobres, como pueden;
llevan una manta, una blusa, un pantalón i cualquier
sombrero, o ningún sombrero. Los sombreros en forma
de taza invertida son mui comunes i en cuanto a capas
las de paja son mui socorridas i pintorescas, no estando
tejidas como esteras sino a modo de felpudos o pellones,
dejando suelto uno de los estremos de cada hebra, como
la de un fleco.
Los zapatos son unos banquitos de dos pies con un
ángulo de cuerdas encima cuyo vértice entra en el espa-
cio formado por el dedo grande del pié i el siguiente ; o
bien una lámina gruesa de suela o madera o fieltro con
un tejido finísimo de paja encima, i las cuerdas mencio-
nadas ; o por fin, el calzado de las jentes de distinción,
mujeres principalmente, una planta de madera con una
hendidura en el medio i arriba la forma del estremo de-
lantero, pero cuadrada, de un zapato nuestro. El vestido
de las mujeres es tan conocido que no necesito descri-
birlo ; de este lo mas estraño para mí es el promontorio
que se colocan en su ancho cinturon, llamado obi, atrás
á la altura de las vértebras lumbares ; debió ser primiti-
vamente el simple nudo posterior del cinturon o faja;
después ha de haber ido creciendo, convirtiéndose en
adorno por la costumbre de verlo i ahora es un verda-
dero atado de ropa, una carga cuyo volumen aumentan
algunas jóvenes elegantes, rellenándolo con jéneros,
papeles o con paja.
Las japonesas jóvenes son casi todas bonitas, gracio-
sas, alegres, afectuosas ; lo mas notable de sus atracti-
vos físicos es el cuello, en seguida las manos i los pies.
¡ El cuello ! es una delicia ver sobre un fino tallo de flor
una cabecita airosa que por el arreglo del pelo repre-
senta un pensamiento; el peinado japones no se atreve
a ser netamente chino, pero recuerda el de las chinas.
Intentaré una somera descripción de su forma, sujeta a
mil variantes de detalle. Dividen el cabello en cuatro
— 403 —
partes por dos líneas que van desde la frente hacia
atrás i se juntan en la corona o vértice de la cabeza, de-
jando una sección fronto-centro-parietal i otras dos
que bajan de la corona hacia las apófisis mastoides, se-
parando así el resto del pelo en tres secciones, una
occipital i dos témporo-parietales que se atan atrás i
revueltas sobre sí mismas en un solo grupo, forman la
parte mas elevada del peinado con la figura de un
cilindro curvo solo o dividido en dos partes. La sec-
ción central delantera, pasa debajo de los laterales, se
une con la parte posterior o cabello de la nuca, i se aco-
moda en disposición vertical debajo del gran cilindro,
por medio de cordones de seda, horquillas i largos
alfileres, añadiéndose algunas joyas según los gustos i
los recursos
El kimono abierto en el
pecho i caido atrás deja ver
el cuello estatuario. El kimo-
no es upa especie de túnica
hecha de cualquier tela desde
la mas rica hasta la mas ba>
rata ; con tres rectángulos
de jénero se puede hacer un
kimono; uno grande dobla-
do, descubierto adelante i
arriba en los lados, forma
el cuerpo ; dos pequeños do-
blados en forma de bolsa,
cosidos abajo i pegados a las
aberturas laterales del gran-
de, forman las mangas. Véase
al márjen el dibujo que da
una idea de la sencilla con-
fección.
Primera forma de la tela
m
Segunda forma
después de doblada
1 cocida
sarn
— 404 —
Una de tantas noches voi al Yosivara o Yoshiwara de
esta ciudad. Yosivara quiere decir plano de las cañas;
ahora ¡ vaya uno a averiguar porque han dado a ese
barrio semejante nombre ! probablemente porque en el
sitio de ubicación del primer Establecimiento de casas cre-
cian cañas silvestres. Allí están las casas de las cortesa-
nas con su mostruario semejante a una jaula, donde en
lugar de pájaros hai mujeres jóvenes, bonitas las mas,
bien vestidas todas, honestas en apariencia, sonriendo
amablemente i sin hacer cosa alguna impropia. El barrio
entero está poblado por jente de vida alegre, tiene una
lejislacion aparte i es en verdad un circuito de confina-
ción. Los detalles de lo que pasa en esas casas serán
dados en el capítulo concerniente a la prostitución en
este país.
El 23 de marzo hicimos la indispensable escursion a
Kamakuna, en tren, por un trayecto lleno de paisajes
agradables, cuyo principal adorno es un sinnúmero de
casitas campestres como juguetes. Por primera vez ve-
mos el espectáculo que ofrece una estación de tren japo-
nesa donde mil personas calzadas de zuecos caminan,
trotan i corren, produciendo un ruido estraño com-
puesto, insoportable para los novicios.
Nos acompaña en nuestra escursion el comandante
Armani Luigi, a quien también habíamos sido recomen-
dados por Storni i compañía. El comandante Armani,
es un verdadero comandante; manda siempre, manda aun
mientras ruega i tiene un carácter entero. Ha venido
al Japón por cuenta de la casa Ansaldo, de Italia, para
proponer al Mikado construir los buques que necesite.
Tiene mui buenas relaciones en el gobierno i es mui
estimado en esta sociedad.
I a propósito de esto aprovecharé la ocasión para
presentar al simpático capitán Mili ion, mi reciente i anti-
— 405 —
g^uo amigo, distinguido ex-oficial del ejército francés,
inválido de un brazo por heridas, condecorado i con
grandes menciones honrosas, que ha venido por cuenta
de una casa francesa, constructora de cañones, rieles,
locomotoras i máquinas, a ofrecer sus artefactos a la
administración de este país.
Hacia un lado de la estación de Kamakuna a la iz-
quierda, a poca distancia, entre el bosque, se encuen-
tran los templos de Hachiman o sea unos galpones de
madera en alto mas o menos complicados. A los lados
de la puerta del santuario, tras de unas rejas de alambre
se ve la imájen de los guardianes del templo, unas figu-
ras grotescas, cubiertas de papelitos envueltos i pegados
a su cuerpo; estos papelitos provienen de los devotos;
cada uno escribe su pedido o solamente lo pone con el
pensamiento en una pequeña hoja, que envuelve en se-
guida, moja con agua i la arroja al guardián para que
la presente al Dios a quien va dirijida la petición; a
veces el pedacito de papel mojado se pega en la reja de
alambre; eso no importa; el guardián lleva el pedido
como si lo recibiera en propia mano. A mas de esto o
en vez de ello, para rogar a Dios en el Japón, los de-
votos se presentan personalmente en la puerta del tem-
plo, echan su óbolo, una moneda de ínfimo valor i dicen
su rezo o cuentan su necesidad; si se imajinan que Dios
está distraído lo llaman con dos palmadas, i en grave
duda, acuden a un cencerro colocado espresamente para
este oficio. En el altar no se ve nada sino inscripciones
tras de un enrejado, pero naturalmente las tabletas esta-
rán dentro del tabernáculo. Anexo al templo hai un
museo de armas antiguas, curiosidades relijiosas, imájenes
de dioses, objetos de uso de hombres célebres i andas
para pasear a símbolos del culto en las procesiones.
— 406 —
Concluida la tarea de ver el museo, saco un papel
donde los señores Rossi ( Lorenzo i Teresio de Faenza
Provincia de Ravena, compañeros de \4aje en el Preussen)
me habian apuntado algunas indicaciones, i leo: cDa
Hachiman si puo andaré al Kamakuna Hotel, poi al Dai-
butsu in pochi minuti. Poi si prosegue in riksha ñno al
villaggio di Katase; si lascia il riksha e si va a piedi a
Enoshima passando sopra un ponte di legno. Si ritorna a
Katase ed in riksha si va a la stazione di Fujisava ove si
prende il treno por Yokohama >. Como era temprano
en vez de ir al hotel fuimos primero a ver el Gran Buda.
Atravesamos una preciosa aldea situada a corta distan-
cia a la derecha de la estación i llegamos al paraje donde
se levanta la colosal estatua, al pié de una colina, en
medio de un bosque de camelias altísimas i otros árboles,
a poco trecho de pequeños valles cultivados que entran
en la montaña i por cuyo fondo bajan arroyos de agua
clara. Si el paraje no es digno de un Dios venga el Dios
verdadero i haga otro. La estatua representa al Buda
sentado con los pies cruzados ; es en realidad un busto
de bronce colosal. Por el tamaño i la idea hace recordar
a la estatua de Baviera en Munich i por accidentes de
situación i la espresion del rostro, a la Esfinje célebre de
Ejipto. El autor del Daibutsu ha querido dar sin duda
a la fisonomía del Dios la misma dulzura, suavidad, sere-
nidad i esa espresion de conformidad i tristeza de la
Esfinje de las pirámides. El Buda tiene un botón en la
frente, signo de la intelijencia; apoya los brazos en los
muslos ; las manos están juntas
tocándose los- dos pulgares por
sus estremos sobre los índices
i demás dedos doblados, tam-
bién en contacto, como lo muestra la figura del márjen;
esto debe tener algún significado cuya averiguación reco-
miendo al lector. El retrato del Daibutsu está en todas
partes. El busto es hueco i tiene en su interior dos
altares, uno de ellos colocado en la cavidad correspon-
diente a la frente, sobre los ojos.
- 407 -
El paraje es encantador con su plantío de bambüs,
los accidentes ya apuntados i la disposición de la tierra
en montículos.
Dejando al Daibutsu entramos en una casita japonesa
de madera; es un juguete, un dije por su distribución i su
limpieza. Los bastidores, las persianas, los transparen-
tes de papel, el piso, el techo, todo es de un trabajo aca-
bado; todo ajusta, encuadra, corre o se abre a la per-
fección : muebles, puertas i ventanas. Da lástima pisar la
finísima estera nueva, brillante de frescura. Añádase a
esto la alegría de los moradores patente en su risa cons-
tante.
*
De ahí pasamos a ver la Canon, la mujer de Daibutsu
(no sé como un dios puede tener la imperfección de ser
casado); para ello atravesamos otra villita o la misma,
no se bien, pues la limpieza i la animación no son nuevas
para mis ojos. El templo está en un montículo i en el
mismo un poco mas abajo hai otro pequeño con su Dai-
butsu chico, ostentando su nimbo, como nuestras imájenes
de santos, i sus plantas figuradas de lotus, signo de la
pureza. El templo es viejo i como muchos, un galpón de
madera con estantes i altares i los dos guardianes a los
lados cubiertos con los repugnantes papelitos ; hai mu-
chas imájenes, bustos de dioses, por doquiera; en el fondo
aparente, se ve mil inscripciones ; le llamo aparente por
que es movible i tras de él se levanta la jigantesca esta-
tua en pié, de la Canon, una mujer como nuestras vírje-
nes, pero de nueve o diez metros de alto a la vista i de
madera dorada. En la mano derecha tiene un cetro del
tamaño de un mástil, en la izquierda un vaso con la flor
de lotus. No vi la estatua en su totalidad a mi satisfac-
ción por la oscuridad del recinto, sin mas luz disponible
que la de dos farolitos con su vela de sebo que un sa-
cristán sube i baja por medio de cuerdas. Vi solamente
bien la cara i las ropas ; la cara corresponde a la idea
de una matrona celestial; es linda a pesar de sus vastas
— ^08 —
dimensiones. Aquí también la maríolatría o Xsifeminolairia
es muí galante i hace mas lindos a los dioses del sexo
femenino. Afuera del templo hai una gran campana en
su campanario, no para llamar a orar sino para dar
la hora a la comarca; no tiene badajo, se la toca gol-
peándola por fuera con el estremo de un palo colgado
horizontalmente por medio de dos cuerdas a distanda
i altura adecuadas, que actúa como un ariete, l'ambien
hai en este santuario un bosque de camelias i bambúes.
Vamos a almorzar al Hotel Kamakuna, un buen hote-
lito japones, donde sirven musmees (niñas) con los pies
desnudos, limpios, rosados i chicos, calzados con una
sandalia de fina paja. Después seguimos por la orilla del
mar i costeando montes bajos, prudentes, no como esos
que se le echan a uno encima, llegamos a la aldeita lla-
mada Katase; allí dejamos las rikshas i a pié continuamos
nuestro camino por un arenal i luego por un puente
hasta la península o isla, según la marea, de Enoshima,
donde hai otra aldea mui bulliciosa, animada i comercial,
principalmente en artículos de cristal o hechos con pro-
íluctos marinos i piedras susceptibles de admitir un pu-
lido perfecto. Esta aldea está en perpetua feria i a su
bullicio se añade el rumor constante de las olas del Pací-
fico que en este paraje parece tomar entonaciones estra-
ñas. El paseo preferido en esta isla es a una cueva situada
f*n el estremo opuesto a la aldea; el camino es mui lindo
por sus accidentes: subidas, bajadas, escaleras, casas
(le té, jardines, arboledas, jentes paseando, i en las rocas,
abajo, ya tocando al mar, por el espectáculo de robus-
tas japonesitas con las piernas i muslos desnudos hasta
la ingle, ocupadas en recojer algas i conchas, siempre en
presencia de infalibles espectadores europeos.
La cueva de Enoshima es una profunda escavacion con
varias ramificaciones, hecha por el mar, semejante a las
- 409 —
cuevas de Irlanda en las vecindades del Giant\s Cosway ;
se entra a ella por un puente de madera i una vez dentro
puede uno entregarse a las delicias de adorar a los dio-
ses en sus propios altares. Salimos, subimos hasta la
mitad de la altura, tomamos té en una venta, hablamos en
japonés (Ohio Ojayo, usted lo pase bien) i vamos a
la mas próxima estación para volver a Yokohama.
El 26 de abril visito un taller de bordados: gran
salón con su estera suave i blanda, sobre ella sentadas
20 muchachas bordando en largos bastidores propor-
cionados a la obra; en otra sección 20 mozos haciendo
lo mismo. No hai una hilacha en el suelo ni una voz vuela
por el aire. La introductora de los visitantes, provee de
trabajo al taller i goza naturalmente de las consideracio-
nes debidas. Por tanto la Directora le trae el té, todos
los empleados le hacen el Kot'ow tres veces (reveren-
cias con prosternacion tocando con la frente el suelo).
La introductora ofrece a su vez el té a los visitantes.
Marzo 27, — Un amigo me lleva a visitar una familia
decente japonesa; la calle donde vive es atroz, sucia,
angosta, llena de charcos de agua infecta i de barro; pero
vamos en riksha i en llegando debemos sacarnos los
botines para subir a las habitaciones. Entramos a un
cuarto bajo esterado, después subimos una pequeña
escalera i nos encontramos en otro igual en tamaño, pero
mas cuidado i mejor amueblado ; allí al rededor de una
caja que contiene un brasero están tres mujeres: una
señora, una joven i una niña. Hai por todo mobiliario
unas cómodas, mesitas i estantes ; no se ve sillas ; en el
suelo en vez de ellas se estienden delgados cojines cua-
drados como pequeños colchones. Al rededor de la pieza
en las paredes figuradas, hai paneles movibles, o sea
-- 410 —
puertas de armarios que encierran la ropa de cama,
lavatorios, agua, toballas i otros útiles o bien ventanas
al esteríor. Tomamos te i dulces, hacemos un regalo a la
familia i nos retiramos. De vuelta al hotel mi amigo sigue
reliriénd(»me las costumbres ja|)cncsas : a la noche para
dormir, me dice, sacan su colchón, su tronco de piramid,
con una almoadilla en la parte superior i sus ropas de
cama. La musmé si no está sola, provee de una almohada
a su hut^sped. Para dormir se desnuda; se quita el kimono
i la camisa i queda con un delantal; no tiene en jeneral
mas ropa, pero las túnicas i los delantales suelen multi-
plicarse.
Las niñas que se prostituyen en sus casas no creen
hacer mal; lo hacen con el consentimiento de sus padres,
casi en su presencia pues las casas de papel no ocultan
nada a la vista de los indiscretos i mui poco al oido de
los que no lo son. Son pudorosas en jeneral o a lo menos
sus actos de impudor no tienen el sello que las haría
odiosas ante un juicio frió. Son bonitas, Hmpias, mui
delicadas en todo, en movimientos, en jestos, en miradas,
en actitudes i toman mil precauciones para no dejar ver
sus formas i para evitar consecuencias graves. Aun en
los momentos de mayor pasión cuidan su peinado, su ves-
tido i su cinturon. Son mui curiosas; todo lo preguntan
i averiguan. Las familias tienen su sello, su firma de familia
en un cuño, i marcan con él todos sus objetos o lo hacen
pintar en ellos: en su vajilla en su ropa en sus muebles.
Marzo 29, — Paseo por el Bluff; encuentro una asom-
brosa cantidad de mujeres jóvenes en la calle, muchas
de ellas casi niñas, con un niño cargado a la espalda i
todas curiosas ; tropiezo con un gran grupo al rededor
de los aparatos jimnásticos de un hombre que hace bai-
lar i ejecutar pruebas a una cuadrilla de ratones, ejer-
cicios difíciles para ellos, no por lo tocante a eso de andar
por cuerdas i tirantes, sino por lo relativo a ejecutarlos
obedeciendo órdenes verbales.
— 411 —
Sigo hasta una calle despoblada relativamente i oigo
una música conocida ; me fijo i la siento salir de una
casa ; tocan Caballería rusticana en violin, flauta i un
instrumento de cobre, con toda corrección : « conocen i
sienten la música » saco en consecuencia. Bajo a la orilla
del rio i tomo por una calle llena de negocios ; estoi en
un barrio nuevo donde puedo comprar todo, nativo o
importado, desde agujas hasta camas. Llama mi atención
el número de hombres feos i de niñas bonitas ; aquí es
donde con razón en verdad tiene su aplicación el cali-
ficativo de bello sexo al femenino. ( Nota ; compuesto
de solteras, pues las casadas se pintan de negro los
dientes dando a su boca el aspecto de una caverna in-
fecta, cediendo, dicen, a una exijenciade los maridos, para
evitar que sus mujeres gusten a otros ; no lo creo, no
son tan estúpidos ; es moda de mujeres quienes por su
amor a la falsificación, son capaces de pintarse cuanto
les dio la naturaleza). Los niños observo solo llevan
ahora rapada una coronita como nuestros sacerdotes;
probablemente por acatar algo emigrado de la costumbre
china.
♦
Marzo 3L — El Yoshiwara N© 9 famoso, es una gran
casa de madera; está bien cuidada, bien servida i bien con-
currida dicen. Su jerente llamada la «Mamá» es amiga de
los caballeros mas distinguidos de Yokohama i de varios
personajes del mundo entero. Todos la tratan con consi-
deración respeto i hasta cariño ; ella es mui seria i mui
decente (salvo el oficio) pero dando el hecho por estable-
cido ella i sus pupilas son correctas damas. La casa es
en realidad un hotel donde el huésped puede comer, dor-
mir i tener una esposa temporal ; cada cuarto tiene su
estufa, su lavatorio, campanillas i luz eléctrica ; solamente
faltan cerraduras en las puertas ; la única cerradura es
la tradicional e infalible discresion. Los visitantes entran
a un salón de recibo ; la jerente i su vice vienen a él e in-
vestigan los deseos del huésped ; si son favorables a los
intereses de la casa comienza el desfile de todas las jóve-
— 412 —
nes no ocu|íadas en el momento ; jeneralmente 50 a 80;
todas admirable i lujosamente vestidas i peinadas a la
japonesa ; algunas llevan el pelo suelto para romper la
monotonía; muchas hablan inglés, son bonitas, graciosas,
alegres, de porte i modales distinguidos; permiten ciertas
libertades conservando un pudor no desmentido por acto
alguno i con todas las apariencias de real. Solamente
se rebelan contra los atentados a su peinado, siendo para
todo lo demás complacientes i amables, maquinalmente
seductoras i mecánicamente eficientes para el placer
según dicen (advierto formalmente que mi visita fué de
simple información, i lo digo para evitar críticas inmere-
cidas). Dos de ellas me gustaron mucho tal vez por pare-
cerse a dos niñas mui distinguidas de mi pais ; les pedí
su tarjeta i me la dieron; eran unas pequeñísimas tarjetas
escritas en inglés i en japones ; una decía :
Hamawogi I I I
c. o. Tcmpura , Wakataque J
NO 9. Nectarine [ ^^ «^''^ '• ^o 9. Nectarine \
Yokohama j [ Yokohama j
i las dos mui bien impresas, eran del tamaño que ocupa
su copia.
Abril 1 ^ . — Paseo a la Nursery, un lindísimo jardin
japones. Nuestros conductores de rikshas se exeden en
el programa « a la Nursery > les decimos i a la « Nur-
sery » nos llevan, pero como quien va de Buenos Aires
a Quilmes pasando por París. Nos hacen recorrer colinas
i valles encontrando i perdiendo bahias con la vista,
atravesando poblaciones, sembradíos, arrozales, cabanas
i montes. El camino se llama el Misisipi así como la gran
bahia que rodea en cuyas márjenes hai un caserío de
pescadores. Por fin después de atravesar una aldea lle-
gamos a la parte del Bluff donde está el jardin. Hai en él
canchas reservadas para tennis, cricket i foot ball, como
corresponde al mas refinado english sport; glorietas
— 413 —
i árboles de forma artifícíal imitando esferas, semiesferas,
conos, pirámides i techos, cilindros suspendidos, arcos,
fachadas de pórticos, cuerpos ovoides, sillas, mesas,
sofaes; todo, menos vejetales de figura natural; ningún
árbol crece allí como se le antoja, ni las flores se colo-
can ni matizan a su gusto. Toda la flora está domesticada
i educada, desde la mas tierna infancia, por medio de
cuerdas i podas metódicas. Me hacen acordar a los
hombres a quienes la moda impone afeitarse o dejarse
la barba, conservar solo el bigote o rapárselo, cam-
biando así las caras i sus espresiones.
Abril 3. — Mr. Sioen me invita a dar una vuelta en su
carruaje. Vamos por el Bluff, me muestra los grandes
hospitales : ingles, francés i alemán (el ingles es el mejor)
luego una población japonesa, ya mencionada en mi
párrafo sobre el paseo a la Nursery ; después el circo de
carreras, raro, con diferencias de niveles, situado en la
cima de una colina, escavado en su centro de tal manera
que la pista corre como por el borde de un plato. La
escavacion está sembrada de habas, porotos, lechugas,
coles i arroz, en cuyo cultivo se aprovecha el agua sin
salida del embudo. Damos la vuelta por la bahía del
Misissipi i cabanas de pescadores ; entramos en una casa
de té atendida por una italiana i volvemos al hotel sin
novedad.
♦ *
Abril 4. — Hago el mismo paseo con Guillermina intro-
duciendo las siguientes variaciones : pasaje por un túnel ;
ejercicio a pié en el circo de carreras ; visita a una aldea
de labradores ; espectáculo de una barca embanderada
que tratan de botar al agua, concurso ineficaz de mi
parte con gran aplauso de los pescadores no obstante la
inmovilidad de la barca ante nuestros esfuerzos ; gritos
— 414 —
¡ alegría i\t^ la concurrtrntia en tren de fiesta por la feliz
construcción del gran bote; asombrosa cantidad de niños
con la cara sucia i de musmes bonitas con la cara limpia.
Abril S. — Voi a Tokio a visitar a Mr. Bondi i señora;
él no estaba ; ella no se levantaba aun de cama; habia
estado mui enferma i todavía continuaba delicada. A la
vuelta, Armani, caballero a quien ya el lector conoce,
para pasar el tiempo, entabla la inevitable conversación
sobre mujeres i me cuenta las costumbres de las corte-
sanas en Tokio. Las que no habitan los Yoshiwaras
dice, se dividen en tres categorías : las Guechas o baila-
rinas, las Musmees o queridas i las Djonkinas o mujeres
públicas de rango inferior. Las primeras no se daban
antes a nadie, las segundas se contratan o venden por
uno, dos o tres meses i son relativamente fieles durante
su compromiso, las últimas se prestan a todas las exi-
jencias i tienen como particularidad la de jugar bailando
a ciertos juegos de prendas despojándose la que pierde
cada vez de una pieza de su vestido hasta quedar todas
en cueros ; a veces varias se complotan para hacer
desnudar a una sola, comunmente la mas púdica.
Abril 7, — Emprendemos viaje a Nagoya por tren con
Mr. Rene Dubuffet, joven francés encargado enYokohama
de una fuerte casa de París. Storni Trueco i Mataldi nos
habian proporcionado la ventaja i el placer de conocerle.
El camino es variado ; tenemos siempre a la vista mon-
tañas, atravesamos de trecho en trecho anchísimos rios,
vemos a uno i otro lado de la via arrozales i otras semen-
teras i las aldeitas se suceden en series con imperceptibles
interrupciones, adelgazando solo el grueso de sus plan-
— 415 -
teles basta dejarlos representados por una casita de dis-
tancia en distancia, para engrosarlos después con dos,
con tres, con varias, con muchas casitas juntas hasta que
otra aldea se presenta. En fin, durante cientos de kiló-
metros la población no se corta decididamente i el viajero
piensa fantasías, imajinándose al Japón poblado por una
sola ciudad caída del cielo en una vacija que se ha roto i
cuyos pedazos con sus casillas i paisajes se han esparcido
a lo largo del territorio, deteniéndose apenas en la ori-
lla del mar.
En las primeras horas de tren tenemos siempre a la vis-
ta el famoso Fujiyama, como un cono de mármol blanco;
ahora está cubierto de nieve casi por completo ; uno de
sus flancos solamente, cerca de la base se halla libre. La
semejanza con un pilón de azúcar truncado me hace
pensar en Tucuman i por curiosidad i desocupación, me
pongo a calcular cuánto tiempo emplearía aquella pro-
vincia arjentina para levantar un Fujiyama de azúcar,
suponiéndole una producción de 10,000 metros cúbicos
por año. El Fujiyama tiene una altura de 3,630 metros i
tomándolo tal cual yo lo veo es un cono tan levemente
truncado que se lo puede tomar como completo. Ademas
a la vista la inclinación de su apotema es de 45^. Acep-
tando estos datos, el cálculo es fácil. El radio de la base
es igual a la altura por ser el ángulo en el pié del eje, de
r^r^-. t tt 22 X 36302 X 3630 . ^,-^ r.o/'QOQí;
90^. Luego : V®" = ^T"^ == ^-010.9868285
es decir 50,109 siglos i 86 años. S. E. u O.
El ancho de los ríos corresponde á las crecientes re-
pentinas; la línea de montañas se acerca al camino o se
retira de él según los caprichos jeolójicos ; los sembra-
dios ocupan los valles, las faldas i los planos i miles
de hombres i mujeres trabajan en ellos constantemente;
los arrozales los preocupan mucho, según se nota i
— 416 —
han encontrado ya, dicen, el medio de evitar las fiebres
en los terrenos destinados al cultivo, consistiendo este
en separar la planta de la mala yerba antes de la jer-
minación i del trasplante.
El Japón a juzgarlo por los paisajes que se ofrecen a
nuestra vista es la tierra de promisión i la agricultura
secular, tradicional, lo embellece mas cada dia.
Llegamos á Nagoya después de doce horas de viaje;
nos alojamos en un hotel japones hecho con tabiques
i biombos de madera, persianas, vidrios i papel como
predecesor de estos. La teoría declara un frió inaguan-
table i corrientes de aire preñadas de enfermedades en
estas livianas jaulas, pero la práctica dice lo contrario ;
los cuartos son cómodos, las camas buenas, la estufa
tira bien, no hai rendijas i el viajero se encuentra a sus
anchas, servido por musmes agradables. Las camas a
la japonesa son invisibles durante el dia, pero no faltan
en el hotel; yacen en los armarios disimulados en las
paredes i de noche se las saca fácilmente, pues solo se
componen, como ya lo he dicho, de un colchón delgado,
sábanas, una cobija colchada i el pequeño tronco de
pirámide con su almohadilla para la cabeza, formando
el todo un reducido volumen. El piso está cubierto de
estera fina sobre una capa de paja suelta, uniformemente
esparcida; estera siempre limpia que ningún zapato
con barro ni sin barro ha pisado jamas.
Nagoya es una bonita ciudad con calles aseadas; es
mui animada; casi todas las casas del centro son de
negocio i se ve con agrado en todas partes la industria
en acción bajo la mano delicada de los laboriosos ha-
bitantes. El Donjon es la joya del pueblo. Nó he visto
— 417 -
hasta ahora una construcción de madera mas imponente :
consta de cinco pisos cuyas bases van de mayor á me-
nor; el tamaño de los pilares está en relación con el
peso que deben soportar; así, abajo son troncos de
árboles inmensos en diámetro i altura; algunos tienen
cerca de un metro de grueso en su base. El palacio está
completamente vacio ahora i adentro solo es interesante
ver la distribución de las piezas formando cuadros, los
pisos, los techos, los tabiques i persianas de madera
fina, dura, limpia, admirablemente trabajada ; los estan-
tes altos donde reposan en sus cajas de pino, los dioses
del castillo i por fin los contrastes de luz i sombra en
escaleras, pasadizos i salas. Un corredor en cada piso
da vuelta al rededor de las habitaciones i abre sus ven-
tanas pesadas i de corredera, a los cuatro frentes. De
ellas vimos el enorme foso en torno del Donjon, con
sus muros de piedra en lijera pendiente ; la ciudad es-
tendida sobre el plano, la campiña, las montañas á lo
lejos i las plazas, los parques i los grandes espacios re-
servados para maniobras en la vecindad de los cuarteles
i donde por suerte en el momento de nuestra visita, un
destacamento de caballería, hacia ejercicios simulando
batallas, derrotas i victorias. Se oia también el lejano ca-
ñoneo, pues no se veía donde la artillería tiraba al blanco
usando pólvora sin humo ; probablemente tras de un
bosque impertinente que nos ocultaba el espectáculo.
Para visitar el castillo hubo dificultades morales i mate-
riales; las primeras consistieron en los trámites i demo-
ras para revisar nuestro permiso i proporcionarnos un
guia; las segundas, en la posición inadecuada que debi-
mos dar a nuestro cuerpo para pasar dos puertitas, una
tras de otra, bijas de dos grandes puertas, gruesas, du-
ras, viejas, mezcla de madera i hierro, quienes llevaban a
las menores pegadas al ruedo del vestido ; las chiquillas,
petizas, retaconas i gruesas como su madre, con herrum-
bre en las alcayatas desde el reinado de Jímum Tenno
660 años antes de nuestro amado Jesu Cristo, no que-
rían dejarse abrir i menos pasar por jentes de mediana
talla, sin la espresa condición de acostarse en su umbral
inferior i deslizarse con movimientos reptilianos. Así
Por mares i por tierras 27
- 418 -
fué nt^cesario proceder. El guia, después de tanto parla-
mento resultó un agradable japones mui Heno de corte-
sías, pero inocentísimo en materias filolójicas ; no ha-
blaba sino el dulce idioma de las señas i con él nos
entendimos para tratar todas las cuestiones concretas de)
caso i muchas abstractas, como son las de belleza i jus-
ticia, representando las primeras por una poderosa es-
tension de brazos, abriendo la boca al mismo tiempo,
i las segundas, por el signo de cortar la cabeza a un
chino con trenza larga.
I
Abril 8, — Salimos para Kioto i llegamos el mismo
día. El camino continua bellísimo; pasamos rozando el
fondo de la inmensa bahia de Owari, de estrechísima
embocadura i amplio estuario ; tocamos los bordes del
Lago Biwa, tan grande como el de Ginebra, a cíen me-
tros sobre el nivel del mar i de cien metros también de
profundidad, aunque no uniforme, con pocas islas en
sus aguas, lago de forma de guitarra china á cuyo pa-
recido debe su nombre, creado, hecho, enjendrado por
un temblor, según la leyenda, el mismo que hizo surjir el
Fuji-yama, también según la misma leyenda, el año 286
antes de J. C.
« *
Abril 9. — Comenzamos nuestras escursiones por una
casa de bordados, la mas famosa i cara de la ciudad; las
dos cosas con razón. Allí vimos maravillas en materia
de biombos i cuadros. Recordaré toda mi vida, un gato
de seda, blanco con manchas negras en la cola, fílósofo,
pulcro i ocioso; el bordado, mostraba todos estos carac-
teres. La lucha de un perro i un zorro en la cual el úl-
timo lleva la peor parte pues el perro le tiene nada me-
nos que el cuello entre sus mandíbulas, pero se ve en los
ojos de sedas de diferentes colores del zorro, que no lo
— 419 -
cree todo perdido i medita alguna diablura. Por fin un
venado bebiendo agua en un arroyo j el cuadro es triste,
desolado i sujestivo ; no se cómo han podido pintar eso
con la aguja en la tela. El pelo de los animales en to-
dos los cuadros estaba tan perfectamente imitado que
incitaba a tocarlo. Siento mucho no haber podido com-
prar estos tres inimitables trabajos: eran mui caros,
pero para mi consuelo, los conservo con toda claridad
en mi cerebro i los evoco dándoles forma i colorido
visibles, cuando ouiero.
De ahí se nos conduce a una casa de abanicos ; necesi-
tamos comprar uno bueno de estilo puro japones, para
hacer un regalo ya anunciado : no hallamos sino mer-
caderia de pacotilla; nada habia de característico ni
de fino siquiera.
A la Esposición en seguida donde en grandes galpo-
nes i salas se exibe todo el arte i la industria del Japón
representada en muestras; allí vemos principalmente
sedas i bordados; obras en laca y marfil, muebles i uten-
silios, joyas e incrustaciones i una buena colección de
cuadros, como indicio de un arte que comienza o renace.
Para continuar en el mismo estudio vamos a una casa
de objetos artísticos siendo la misma casa uno de ellos.
A los japoneses les gusta copiar en diminuto; en un
metro cuadrado hacen un parque, ponen montañas,
lagos i árboles colosales del tamaño de un dedo; así era
el patio de la casa de negocio que visitamos; medía a lo
mas seis metros por costado i contenia un lago, un
puente, una gruta, dos montañas, un jardin i tres kios-
kos. Me gustó sobre todo, el camino construido en el
arenal a orillas del lago; era de grandes piedras irre-
gulares colocadas sólidamente i entre cuyos intersticios
corria el agua ; el aspecto rústico de esta disposición
era la nota saliente. La casa propiamente parecía un gran
— 420 -
juguete de madera, lustrosa de puro nueva, Hmpia desde
la estera hasta el techo, con todas sus aristas sin ningu-
na falla i conteniendo en sus armarios, vidrieras i estan-
tes tal cantidad de curiosidades i obras de arte escojidas,
como no se ve ni en los museos : una colección de obje-
tos sobre los cuales se podia dar un curso de estética
para formar el gusto, tibores como pagodas de grandes,
lacas de alarmante valor, cajas de metal con incrusta*
ciones, figuras de marñl, copas sinceladas con trabajo
de años enteros pues cada centímetro cuadrado de mi-
nucioso dibujo requiere una semana o mas de labor;
biombos con flores i animales a lo vivo, pintados, bor-
dados o hechos con metal i nácar, con oro i plata, con
marfil, esmeraldas i malaquita; en fín, bellezas i riquezas
que mareaban.
Los lectores se preguntaran como yo me preguntaba,
cual es la razón del valor exesivo de las lacas anti-
guas i aun modernas bien trabajadas. Doi la respuesta:
las obras por si mismas o por el precio de sus ma-
teriales, no son la causa del elevado costo; el tiempo
necesario para concluir la obra es la razón de su valor ;
entre una i otra capa de barniz dorado, cobrizo, bron-
ceado, o de otro tinte, debe mediar un semestre ó mas
tifímpo a veces ; mientras tanto los intereses del capital
empleado corren i los artistas o se cruzan de brazos o
se ocupan como Dios les ayuda.
Para agotar, saciar las exijencias del shoping (andar
en las tiendas) vamos a ver negocios de sedas i otros i
llegamos por lin a la casa mas renombrada. Allí nos
muestran paneles calumniados de antiguos, carpetas bien
modernas, kimonos de la primera especie, kimonos de
la segunda i biombos ; nada satisface a la parte feme-
nina de la caravana, felizmente, i yo, por esta causa i
por haberse concluido las visitas a las casas temibles
enemigas natas de- mis bienes, salgo en un estado de
- 421 —
buen humor sin ejemplo, con gana de ver Parques, gozar
de la naturaleza que brinda sus favores sin el precio
marcado i en consecuencia nos dirijimos a una arboleda
situada tras del rio que con sus tonos verdes, claros i
oscuros i sus troncos grises o amarillos, nos llamaba
cortesmente.
El templo de Chion-in habia hecho su nido hacia si-
glos ahí, cerca de la arboleda en una montaña o sus pre-
liminares. Sabe sin duda el siempre ilustrado lector, que
Dios, en su divina previsión, asignó a los cerezos del Ja-
pon la tarea de brotar dos veces por año, siendo una de
ellas en el mes de abril a menos de contra orden, i los
cerezos cumplen su obligación llenando sus ramas de
flores i poblando de colores las avenidas i los bosques
donde crecen, i crecen en todas partes.
Desgraciadamente, como Dios no hace nada comple-
to, las flores de los cerezos aquí no tienen olor ni pre-
ceden a ningún fruto como si no fueran simples árboles
mortales.
Para ir al templo de Chion-in desde donde estábamos,
se necesita seguir á lo largo de una calle en pendiente,
bulliciosa i concurrida, en la cual, cruzándose los fuegos,
un millar de tiendas ofrece sus baratijas, presentando
ante los portamonedas impasibles, todo el arte infantil
en porcelana, todos los juguetes de madera posibles i
los útiles necesarios a la vida diaria de uso o de orna-
mento, a precios hilarantes ; ocho cacerolas metidas unas
dentro de las otras por 50 centavos, por ejemplo. Pero
todo tiene un fin en este mundo, i alli donde sin aviso
previo comienza la exibicion de baratijas relijiosas, con-
cluye la de profanas; así, ya cerca del templo, las figu-
ritas de porcelana son dioses de la relijion budista o de
la shintoista: amuletos, pequeños sirios, ex-votos i si no
me equivoco hasta escapularios. Aquí los dioses de
ambas relijiones viven en santa paz i sus imájenes mez-
- 422 -
ciadas en el mismo plato, no disputan ni aun sobre su
precio, pues se vende á tanto el montón las pilas de
dioses surtidos.
Trepando escalas i subiendo cuestas llegamos al pór-
tico del templo, hecho con árboles de otro planeta ma-
yor, a juzgar por su tamaño; con un techo pesado de
ángulos cornamentados, cubriendo dédalos de puntas
de tirantes, largas y cortas, como dispuestas para jue-
gos de suerte ; i una puerta espesa alta e inútil pues sin
pasarla i gracias a una escalera de cien o mas gradas
toda de piedra, se puede llegar a la plaza en cuyo fondo,
o medio, como ustedes gusten, se levanta camino del
cielo, el templo majestuoso, construido sin duda por ji-
gantes i no por estos japoneses chicos, incapaces de
acarrear, parar, colocar i ajustar mástiles i tirantes de
quince metros o mas, con su correspondiente grueso,
encima de plataformas que contienen ciento cincuenta
bosques reducidos a tablas i tablones, sin contar el
techo, vecino del cénit, estendido orgulloso con sus alas
quilomélricas, como un sombrero de diez picos hecho
para el Fujiyama. Me dolia ya la nuca de mirar arriba
cuando un compañero de tareas me leyó en el oido es-
tas noticias de su libro guia : « Entre sus curiosidades
figura un paragua célebre según la leyenda por....
(paso la leyenda). ... i un corredor cuyo piso golpeado
con un palo produce notas musicales semejantes al
canto del ruiseñor. . . . —« Basta >, le dije; yo no admito
mentiras de ese calibre; los pisos no son pájaros en
primer lugar, i en segundo, los pájaros no cantan. ¡Es-
toi cansado de oir calumniar a estos animales ! ¡ ningún
pájaro ha cantado jamas ni cantará en su vida ; el mas
filarmónico de los volátiles, llega cuando mucho á silbar ;
los demás graznan, chillan o cacarean como las gallinas ;
los Qiismos gallos cuyas estridencias de larinje han
recibido el nombre de canto en nuestras lenguas, desen-
tonan de un modo lamentable desde el rayar del alba,
cuando comienzan sus oberturas con triples griterias de
- 423 —
contrapunto. Yo no sé como Wagner no mató á garro-
tazos a todos los gallos alemanes de Bayreuth para qui-
tar todo pretesto nacional, a lo menos en aquel san-
tuario de la música, a la infame impostura del lenguaje
usual !
Hai en el interior del templo un almacigo de dioses,
todos poderosos i sordos ya a fuerza de oir reclamos de
jentes ambiciosas, en demanda de salud, de fortuna o de
correspondencia en amores japoneses.
Otra escalinata nos conduce a un campanario de ma-
dera, donde cuelga, al alcance de la mano, la segunda
campana en magnitud de las existentes en el Japón; un
ariete se columpia en dos cuerdas hacia un lado i sirve
de badajo esterno. Debajo de la campana i en el recinto
del campanario se ha establecido una casa de té donde
ademas de la aromática infusión, se puede tomar otras
bebidas i comer variados manjares a los cuales lo sagra-
do del recinto comunica un sabor relijioso i azucarado.
* ♦
A la noche vamos a un teatro donde se daba una
función característica. Cada año durante 15 dias en el
mes de abril, cuando brotan los cerezos, celebran en
Kioto el acontecimiento con representaciones teatrales
como reminiscencias peculiares de prácticas relijiosas.
Una leyenda es el argumento i éste se desarrolla en
medio de cantos, pantomimas i música de orquesta.
El teatro es un salón en forma rectangular; frente al
escenario en alto, hai un solo palco de todo el ancho de
la sala, provisto de escaños en su parte posterior i de
mullida alfombra adelante, donde se sientan en el suelo
las musmes mas distinguidas con sus papas i mamas;
abajo está la platea o patio, como una gran pileta de
poco fondo, rodeada en sus bordes anterior i laterales,
por un camino de regular ancho, por el cual pasan los
actores i los espectadores. En un nivel superior al de los
- 424 —
pasajes i a lo largo de los dos laterales figuran dos es-
trados, donde toman asiento para la fíesta diez i seis
muchachas, ocho a la izquierda i ocho a la derecha, ves-
tidas con todo lujo ; cada una toca un instrumento de los
que componen la orquesta ; a saber : varillas de madera
dura, pífanos, triángulos, tambores i guitarras o su re-
medo. Apenas la música comienza entran por los corre-
dores de uno i otro lado, treinta i seis beldades jóvenes,
luciendo en la cabeza adornos emblemáticos brillantes,
con peinados reglamentarios i vestidos uniformes de
telas riquísimas, adornados con cintas de vivos colores i
bordados de oro i plata. Su andar es mesurado i caden-
cioso, asi como sus movimientos de cuerpo i brazos,
todo ello de acuerdo con la música. Las ocho de un lado
van a juntarse frente al escenario con las ocho del otro
allí se entrecruzan, se saludan, hacen figuras de contra-
danza en varios cuadros, usando sus abanicos, entrela-
zando cintas i manejando los pliegues de sus ropas.
Luego desaparecen ; un telón se levanta i el escenario
las exibe de nuevo mas adentro continuando su baile ;
las decoraciones cambian a vista del público según las
exijencias del argumento ; las bailarinas se dividen en
grupos, unas bajan al pasaje delantero, otras siguen ha-
ciendo diversas figuras en la escena i cuadros induda-
blemente significativos i bellos, aun para quien no los
entiende. Vuelve a cambiarse el paisaje en el fondo del
teatro. Unos hombres enlutados, invisibles por conven-
ción, dirijen las maniobras haciendo desfilar decoracio-
nes. Llega a su tiempo el cuadro final i el espectador
maravillado ve un bosque, un prado, un jardín, una se-
rranía, el mar, arroyos i caídas de agua, bien imitadas
a pesar de los pobres medios, i puntos luminosos incon-
tables i sin límite, convírtiendo el paisaje en una visión
de sueños i perdiéndose a lo lejos como si aun conti-
nuaran. El panorama desplegado a nuestros ojos era
precioso i yo no me cansaba de mirarlo. En todo el juego
escénico el brote de las plantas es el tema, i ramos de
floridos cerezos caen sobre el procenio formando barre-
ras, cortinas i cenefas. Cada bailarina concluye su festejo
llevando como premio un gajo del árbol predilecto, car-
- 425 -
gado de flores. La música, la pantomima i el espectáculo
visible, traían ideas relijiosas i yo me imajinaba ver en
las figurantes, sacerdotisas del gran templo de la natu-
raleza dando gracias al cielo por la llegada de la prima-
vera.
Adril 10, — «Al Palacio de Gosho i Nijo> grito al
mozo de mi riksha con voz estentórea, teniendo en la
mano el permiso de autoridad competente para visitar
los reales palacios, gracias a la amabilidad de Mr. Ar-
mand (Ministro de Francia). A poco rato estábamos en
un precioso parque vecino a las montañas donde se
hallan el Gosho i el Nijo, i a sus puertas. Presentado mi
documento, por todo informe un empleado nos muestra
cortesmente un papel escrito en ingles con lápiz, cuyo
testo decia mas o menos: durante una semana antes de
la llegada i una semana después de la partida de S. M.
el Emperador, no será permitida la visita a estos pala-
cios por hallarse en preparativos o acomodos. ¡ Una
contrariedad inesperada i mui desagradable ! Pero todo
tiene su compensación ! Por ahí cerca asomaban los edi-
ficios de la Doshiska University, haciéndonos señas con
su atractivo aspecto, para visitarlos. Una vez llegados
entro en una oficina a pedir el permiso requerido i me
encuentro con un profesor de filosofía versado en el
ingles, quien nos proporciona por guia a uno de los
estudiantes de la Facultad de teolojía. Con este caballero
vemos : lo La capilla protestante, sencilla i juiciosa.
2o La Facultad de ciencias naturales con sus rudimen-
tos de museos, laboratorios i gabinetes. 3o La Facultad
de Teolojía, mui atendida; consta de varias salas con
buena dotación de mapas marcados de colores, seña-
lando la estension de las relijiones, su punto de oríjen i
su camino a través de las naciones, i un museo de obje-
tos conexos con el culto. Vemos con interés el mapa de
Palestina para la comprensión de la biblia ; el estudiante
a quien hablé de mi viaje a Jerusalem mui interesado
rae preguntaba los mas raros detalles inducido por sus
— 426 -
afícioncs a nuestra historia relijiosa. Me inclino a obser-
var (]ue la enseñanza de la teolojía es completa i prefe-
rida en este instituto, junto con la historia de las relijio-
nes. 4o El edificio de la biblioteca en cuyos salones
funcionan las aulas de ciencias sociales, leyes, economía
política, literatura i filosofía. En la biblioteca solo hai
libros ingleses i japoneses. Pregunto por Don Quijote i
me traen el volumen en ingles; pido el Telémaco; tam-
bién está, pero en ingles. Dentro de medio siglo todo el
Japón hablará ingles; así la Inglaterra arrebata a las
demás naciones diarias ventajas, revelando en todo, ese
poder de estension, de propagación que parece no ya
solamente un propósito, sino un don natural, un instinto
de raza. 5° La Escuela de mujeres, en edificio separado,
en medio de una gran huerta con jardines i arboleda. El
Director habla ingles i sus pupilas lo estudian. A mas de
las materias de instrucción jeneral, las jóvenes educan-
das aprenden aquí labores, música, según las reglas casi
universales i no música japonesa puramente, cuya gama,
a estar a los informes de un profesor, no tiene sino
bemoles; el cultivo de jardines, el modo de dirijir una
casa; a lavar, a planchar i a cocinar; a jugar también,
juegos inocentes para entretener a los niños, lo que les
servirá cuando sean madres, nodrizas o institutrices. La
Escuela posee una biblioteca de libros en ingles. Las
pupilas están en cuartos separados según el grado de su
estudio i viven como pájaros en sus jaulas, pero conten-
tísimas al estilo japones i riéndose siempre, con esa risa
pura brillante i sencilla de esta tierra, donde los manan-
tiales de la alegría parecen inagotables. 6° El Hospital
i Escuela de enfermeras, institución útilísima que abre
una carrera nueva a la mujer en bien de la humanidad.
El Hospital es pequeño i misto en su estilo ; es decir, hai
camas a la japonesa en el suelo i también como las
nuestras. La Escuela de enfermeras ha dado ya exelentes
cuidadoras i es una delicia ver a las pupilas ejecutar su
trabajo con manos delicadas i risa constante, como sino
curaran heridas o prepararan vendajes, tareas en mi
opinión poco adecuadas para incitar a reírse. La ense-
ñanza en todos los departamentos de esta Universidad
— 427 -
se hace en ingles. Los edificios aun que apropiados a
su objeto son ya pequeños para el número de alumnos
que en 1893 era de 509 i es ahora mucho mayor.
En el resto del dia vemos: La Escuela de Bellas
Artes: regular edificio i vasto terreno ; se enseña dibujo,
pintura i escultura; el curso dura cinco años.
La Escuela normal de mujeres, también en terreno
estenso, con edificio poco adecuado, pero con grandes
salas limpias i esteradas, claras i aereadas e hijiénicas.
Hacian los empleados de la casa resistencia para dejar-
nos entrar o no nos entendian; por esto, mientras
Mr. Rene Dubuñet, nuestro compañero de viaje, trataba
de hablar en japones, yo atravesé el grupo de profeso-
res, discipulas i sirvientes i me puse a visitar la Escuela
en tanto se dilucidaba en la portería el punto de si yo
debia entrar o no. Sin duda adentro me tomaron por
un inspector británico i no me incomodaron ni me pre-
guntaron cosa alguna, e hicieron bien, pues no enten-
diendo el japones, si algo me hubieran preguntado no
les habría contestado nada. Vi las clases concurridas
por japonesitas mas o menos agradables. Dios se com-
place a veces en hacer animalitos perfectos casi, desti-
tuyendo a otros del mayor número de calidades. Entre
doscientas musmes noté una que era la finura, la gracia,
la delicadeza, la suavidad i la belleza andando ; todo en
ella era atractivo ; si se reia la Escuela entera se llena-
ba de luz alegre; si se sentaba su postura daba el con-
junto de las formas las líneas mas seductoras; si estendia
el brazo o inclinaba la cabeza su movimiento saturaba el
ambiente de sensaciones deliciosas ; sus manos eran una
perfección i de toda su figura se escapaba un encanto
indecible. Nacen así ciertas criaturas para hechizar con
solo dejarse mirar. Yo le puse a esta adorable niña, el
nombre de Elisa en mi pensamiento, por su parecido con
la hijita de Juárez del mismo nombre.
La Escuela normal de varones: otro gran estableci-
miento compuesto de varios departamentos diseminados
- 428 —
en una estensa área. Un profesor nos sirvió de guia,
mostrándonos las aulas, los dormitorios, los gabinetes,
el refectorio i demás dependencias; esplicándonos todo
en correcto ingles. Dan en esta Escuela gran importancia
a la educación física; asi, los jimnasios i canchas de juego,
figuran honorablemente en el establecimiento. La ense-
ñanza está a cargo de 25 profesores para mas de 800.
alumnos.
La Third higker School o Third College (no sé la
razón del calificativo tercero) situado fuera de la ciudad en
una dilatada planicie al pié de la montaña (Kioto está
dentro de un círculo de montañas). El Colejio ha tomado
para sí como 100 mil metros cuadrados (magnitud apa-
rente). Tiene en el centro un hermoso edificio de dos pisos
para las clases jenerales; atrás, algo lejos, otro para los
dormitorios comedor i cocina; a la derecha un pabe-
llón o departamento aparte para la enseñanza de la quí-
mica, con gabinetes de instrumentos i un laboratorio
grande, como para cincuenta estudiantes preparadores,
i un anfiteatro a la europea para las clases i demostra-
ciones. A la izquierda está el edificio para la física;
tiene un gran salón con treinta mesas sobre las que los
alumnos practican sus esperiencias, un gabinete de ins-
trumentos i un anfiteatro para las lecciones teóricas i
prácticas. Ademas hai gabinetes separados para pesar las
sustancias, para los estudios especiales de la electricidad
i otros no menos importantes. ¡ Admirable todo ello en
este fin de mundo! La sala de balanzas es un lujo; todas
las piezas que figuran en ella han sido construidas aquí,
sin escluir las de precisión. Tras del gabinete de quí-
mica se está montando un taller mecánico completo, en
edificio apropiado. A este Colejio solo pueden ingresar
los alumnos ya preparados en las escuelas medias.
Vuelvo al hotel, descanso una hora i me hago llevar
a la Facultad de medicina i hospital anexo. Era ya
tarde ; ningún profesor se hallaba allí, nadie hablaba in-
gles de los asistentes, ni francés, ni italiano, ni español i
— 429 -
yo me vi obligado a proceder según mi método : es decir
a pasar de largo. Así lo hago i por suerte voi derecho a
dar con la sala de operaciones del Hospital de clínicas
(el anexo). Por la sala de operaciones de un hospital se
juzga el todo ; mi juicio fué favorable al que estaba visi-
tando ; la sala se halla provista de lo indispensable i su
arreglo i dotación de utensilios revela trabajos concien-
zudos. Paso al anfiteatro i lo encuentro menos bueno,
pero no se me escapa esta observación : los japoneses
muertos son mas feos que los vivos. A propósito, re-
cuerdo una frase envidiable de la señora de Iñiguez, un
agregado naval a la Legación de España en el Japón,
señora buena moza, joven i mui ocurrente ; < los japone-
ses, dice, son los hombres feos de todas partes >. Nada
mas exacto; los italianos, los indios, los franceses, los
españoles, los ejipcios feos, es decir los feos de todas
las naciones, encuentran sus retratos vivientes en el
Japón.
Recorro algunas salas i leo los rótulos de los medica-
mentos de varios enfermos; a juzgar por esto me en-
cuentro en un hospital como los nuestros. Paso en se-
guida al edificio de la Facultad contiguo al Hospital,
de arquitectura occidental, moderna, pero sin grandes
comodidades a mi juicio.
La Escuela i Hospital afectado a la enseñanza que yo
he llamado anexo o de clínicas, ocupan 6J acres o sea
26 mil 300 i tantos metros cuadrados. Según informes
posteriores a mi visita, el número de médicos asistentes,
profesores al mismo tiempo, es de 28 a 30 ; el término
medio de los graduados cada año, de 35 a 40. La cifra
de los enfermos asistidos diariamente varia entre 300 i
330. Los cursos de medicina duran cuatro años i los
graduados para entrar en ejercicio necesitan una autori-
zación oficial del ministro del Interior, creo, (no encuen-
tro datos recientes sobre esto). La enseñanza compren-
de todos los ramos del arte de curar.
— 430 -
Abril //. — Dedicado a la visita de templos i pagodas.
Hago gracia de las pagodas i me doi la satisfacción de
no decir sobre ellas sino esto : son muchas, muí grandes
i muí lindas; de lejos! Puedo incluir por via de yapa en
esa somera descripción^ unos cuantos templos de dimen-
siones variadas, cambiando el sexo de los calificativos,
pero debo hacer una escepcion con dos de ellos: el
Kiyumizu-dera i el Higashi Hongwanji, El primero tiene
una larga leyenda; pueden ustedes verla en las guias.
(Para todos los templos hai aqui una leyenda como para
las iglesias católicas, i se les da un orijen milagroso i
casual ). En un local poco a propósito para ediñcar, aun-
que en situación admirable, se levanta esta formidable
catedral de madera. Los desniveles han sido correjidos
con pilotes cuyo estremo inferior va a plantarse en la
orilla misma de un torrente. El templo encierra riquezas
inapreciables en imájenes, ornamentos, lámparas, copas
de bronce i reliquias. Es uno de los mas antiguos del
Japón i asusta ver la magnitud de sus proporciones.
Como dependencias de él hai muchos edificios que con-
vierten el sitio en una verdadera población de templos,
capillas, armazones sagradas en fin. A corta distancia,
en un plano inferior, se ve un surtidor de agua cristalina
mui fría, que viene de la montaña i se derrama por tres
caños de bambú sobre piletas de piedra; el recinto de
la fuente es un templo cuyo altar es la falda en pen-
diente rápida, cubierta de árboles a no verse la roca.
El agua cura todos los males i en el escenario de sus
milagros no hai dos parajes en el mismo nivel, pero de
todos se ve Kioto abajo con su anillo de montes, partido
por su rio, salpicado de arboledas i a la puesta del sol,
flotando sobre tonos cambiantes, una masa de luz azul,
diáfana, rarísima, probablemente alguna de las mil refrac-
ciones de los rayos horizontales sobre la niebla.
El Higashi Hongwanji, es quizá el templo mas bello i
grandioso del Japón. En dimensiones ninguno le aven-
taja i menos en magnificencia ( tal vez varié mi juicio
— 431 —
viendo los de Niko, pero no lo creo). Es verdaderamente
admirable; la imajinacion mas fértil no es capaz de re-
presentarse una construcción de madera tan elegante,
tan airosa, tan proporcionada, tan lujosa, tan acabada
hasta en sus minimos detalles. Ninguna descripción puede
dar una idea de esta colosal maravilla de arquitectura en
su jénero. Consta de dos cuerpos unidos por un corredor
o puente cubierto : el principal se llama según entiendo,
Daishido i el contiguo Amidado ; digo « según entiendo »
porque es imposible sacar nada claro de la Guia oficial,
un libro estúpido con relación a su objeto (instruir a los
estranjeros, supongo) lleno de nombres japoneses efi-
cientes para el autor i los habitantes de Kioto, pero sin
sentido para nosotros, pues no sabemos si la palabra
designa un rio, un templo o un animal como el autor. El
Daishido está en el centro de una esplanada, mira al Este
i mide en su frente como 70 metros con un fondo de
33.60, calculando el pié, medida empleada en los docu-
mentos a mi alcance aquí, a razón de 0.30 centímetros.
Doscientas treinta i dos (232) columnas sostienen su
cubierta i las (tiles) tejas de su techo, son 175,967. La
madera de las columnas es Keyahij una madera preciosa
de color amarillo suave, homojénea, dura i sin embargo
fácil de cortar, tallar i ptilir hasta dejarla como un es-
pejo. Cualquier barniz la afearia; las columnas hechas
con ella se asemejan a las de piedra de un solo color;
el espectador se queda asombrado ante uno de estos
corpulentos i elegantes cilindros i deleitado como ante
una columna del Partenon. Entre dos pilares contiguos
de frente a fondo, se ve una plancha de madera de un
metro de ancho ; tan unidas están las fibras en ella i tan
pulida es su cara o superficie superior, que da lástima
poner el pié encima. El cielo raso es del jénero llamado
de tres hojas ; tres enrejados o armazones lo componen
i sus piezas están unidas tan invariablemente, que solo
por noticias se sabe su complicada estructura de listo-
nes i cuadros separados. El piso entre las columnas,
lleva un rico tatami, estera fina, amarilla pálida, sobre
colchado de paja. Las puertas son también de Keyaki
con adornos de bronce en las junturas ; su principal be-
- 432 -
lleza es su sencillez i su matemático ajuste. £1 friso en los
altares es formado por diversos paneles tallados i dora-
dos, representando sus esculturas pájaros i objetos simbó-
licos. El Amidado tiene de frente 34 metros 10 centíme-
tros i de fondo como 40 metros. Las columnas maestras
son 70 i las tejas 108,329. Es en su totalidad, semejante
al cuerpo mayor pero menos rico i menos artístico en
mi opinión. Su frontispicio mira a un campanario de
graciosa estampa, situado en el gran patio o espía-
nada. Goza entre los devotos de mucho crédito este
templo i no se ha omitido sacrificio para terminarlo. Las
mujeres de algunos distritos se cortaron el pelo i lo die-
ron como tributo para hacer con él cables i cuerdas, lle-
gándose a trenzar 53 entre unos i otras; con t^n estra-
ños torsales se ha transportado a Kioto i colocado en
el templo los maderos pesadísimos que en la construc-
ción se ha usado. Uno de los cables mayores de cabello
mide 108 metros de largo i 40 centímetros de circunferen-
cia ; otro mas corto pero mas grueso tiene 41 mettos 40
centímetros de lonjitud i 48 centímetros de circunferencia.
Unos paisanos quisieron mandar un hermosísimo tronco
de Keyaki, de su distrito por cuenta del vecindario para
la construcción, pero como los dueños de este bello
ejemplar lo consideraban sagrado no se decidían a ce-
derlo; en tal emerjencia un fanático se ahorcó en él qui-
tándole así su pretendido carácter i habilitando a los
propietarios para dejarlo cortar i conducirá Kioto; el
hecho es histórico. El templo contiene riquezas i curiosi-
dades de mucho mérito en sus diversas reparticiones,
capillas i altares ; figuran entre ellas los cables de cabe-
llo mencionados ; a lo menos los mas notables.
4t 4>
Abril /^.— Entre las numerosas escursiones interesan-
tísimas, practicables desde Kioto elejimos la de Nara. Se
va a Nara en tren por medio de paisajes como en todo el
Japón. Llegados a nuestro destino seguimos una avenida
hacia la montaña atravesando una aldea i continuando
— 433 —
por una selva viejísima. A poco andar encontramos una
manada de ciervos sagrados, mui parecidos a los hombres
por 'estas calidades : son glotones, ociosos, aprovecha -
dores, interesados i desagradecidos. Aquí concluye la
semejanza. Se han olvidado de comer pasto i otros veje-
tales ; solo comen tortas dulces, masitas en forma de
hostias, recibiéndolas de manos de los visitantes del
parque. Naturalmente, hai a uno i otro lado de la ave-
nida, casitas o pabellones donde se vende el mencionado
alimento i como se comprende los dueños van a medias
con los ciervos en los beneficios. Estos animales, hablo
de los ciervos, tienen su vida garantida por las leyes.
Antes se castigaba con la pena de muerte al que mataba
uno de los divinos cuadrúpedos ; ahora el castigo no es
tan rigoroso. Las jentesdel país les llaman «domésticos»;
solamente lo son hasta cierto punto ; cuando uno ha con-
cluido de darles de comer i estira la mano para tocarlos,
el instinto de la fuga, trasmitido por atavismo i mantenido
a pesar de su vida no doméstica, sino familiar, en sus rela-
ciones con la humanidad, se despierta en ellos i el animal
arisco aparece. Seguimos nuestro camino subiendo
siempre i encontrando otras manadas de ciervos i de
vendedores de tortas, pero la belleza del paisaje separó
de ellos nuestra mente para tr.ansportarla a la selva impo-
nente, secular, formada por árboles asombrosamente
altos i robustos, plantados en un terreno accidentado.
X^a avenida se ha hecho tortuosa i llena de cuestas pero
continua bellísima ; algunos postes de piedra terminados
arriba por una linterna tallada en el mismo trozo, co-
mienzan a aparecer ; conforme avanzamos las linternas
se acercan mas i mas unas a otras i al fin del camino
forman por su reunión, un verdadero muro de granito a
uno i otro lado del pasaje ; luego se hacen incontables
mostrándose en todas partes. Pasamos delante de diver-
sas capillas, pórticos, pabellones i otros armazones de-
pendientes del templo i llegamos a él a través de innume-
rables linternas para ver otras infinitas de bronce,
principal adorno de aquel santuario, colgadas de cuanto
-objeto adecuado para colgar algo existia. Luego nos
^encontramos enfrente a un pabellón, residencia presunta
Por mares i por tierras 28
— 434 —
o real, no se, de los sacerdotes i donde cuatro musmes
bonitas, sacerdotizas inñero, ejecutaron a petición de
parte, la danza llamada kagura a razón de Yen 0.3333 por
cabeza de espectador. Llamarle danza es un poco aven-
turado; mas bien es una pantomima. Las sacerdotizas
vestidas con un' largo traje japones, túnica talar roja i un
manto de otro color a grandes hojas pintadas, la cabeza
adornada de flores i abanico en mano como se ve en el
dibujo que allí se vende, uno de cuyos ejemplares conser-
vo, caminan haciendo movimientos lentos con las manos,
dándose vuelta, inclinando la cabeza i haciendo tomar
diferentes actitudes a su flexible cuerpo. Se sientan en el
suelo, se levantan ; abren i cierran su abanico, poniéndolo
en posiciones significativas según el pasaje o figura del
baile ; luego se arrodillan delante de un banco situado
en el borde de la plataforma i toman de él unas sonajas
con las cuales hacen análogo juego al de los abanicos ;
cuando dejan las sonajas, dan algunos pasos mas de
contradanza, hacen una venia i se retiran. £1 acto dura
cinco minutos. Dos sacerdotes sentados en el suelo
tocan, el uno la flauta, el otro el violin i un instrumento
hecho con varillas de madera de sonido metálico ; una
vieja los acompaña en su arpa. Esta orquesta regula
los movimientos i las figuras de la danza. £1 espectáculo
es agradable i sobre todo raro. Una de las sacerdotizas
tenia una boquita en forma de estribo tan chica i tan
bonita como no he visto otra en mi vida.
De este sitio nos dirij irnos hacia el templo del Daibutsu,
el Buda mas grande del Japón. En el camino encontramos
el pesebre del caballo sagrado i la casilla del venado de
la misma categoría. El caballo es blanco, albino, mui feo
i mui ocioso; pasa su vida sin moverse, comiendo el
grano que le dan los visitantes, quienes lo compran al
cuidador i lo ponen en la patilla de una ventana de donde
lo toma el caballo sacando la cabeza. El ciervo en su
establo hace otro tanto. Sin embargo de esta vida de
sibaritas ninguno de los dos animales se muestra contento
- 435 —
ni es feliz; ambos, lo creo» preferirían ser menos sagra-
dos i correr un poco por esos campos de Dios ¡ tan
preciosa es la libertad para el hombre ! Levanto los
ojos i veo a la derecha una colina elevadísima por cuya
pendiente enteramente desnuda la vista corre hasta el
cielo ; i qué raro efecto produce ese plano de tierra incli-
nado sin ningún accidente, sembrado de puntos negros
que se mueven lentamente, peregrinos que suben paso a
paso hacia la cumbre. En ella solamente se corta la uni-
formidad de la línea proyectada en los azules espacios,
por una figura jeométrica, una armazón de tres palos en
la forma de pórtico, i pórtico en realidad probablemente
de algún templo vecino.
Llegamos al Todaiji, famoso por su oríjen i por su
historia, según la leyenda i ahora por su imponente Buda.
Pasado un pórtico grandioso me encuentro en una espla-
nada o plaza cerrada en su fondo por el templo i en sus
lados por dos alas de edificio que, converjiendo en líneas
circulares, van a terminar a sus costados. Esta disposición
hace recordar la plaza de San Pedro en Roma. En el
interior del templo figuran tres estatuas de Buda repre-
sentándolo sentado con las piernas cruzadas, sobre una
hoja de lotus, reposando ésta a su vez, en un pedestal
proporcionado al tamaño de la figura i de la hoja. El
Buda del medio estira una mano como para pedir i man-
tiene la otra en actitud de significar esta frase : esperen
ustedes un poco. La estatua es de bronce. Su fabricación
según lo cuentan está llena de peripecias ; muchos años
pasaron, se dice, antes de poder fundirla bien. Los bustos
de los otros dos Budas son de madera dorada. El lector
se formará una idea de la magnitud del templo i de las
figuras en él contenidas, por los siguientes datos: la
altura del Buda mayor es de 16 metros; el tamaño de los
brazos, cuerpo, piernas i facciones corresponde a esta
cifra guardando proporción las partes. La circunferencia
de la hoja de lotus es de 21 metros. Bien ; esta montaña
de bronce i las dos de madera de los otros Budas, nece-
— 436 —
sitaban alojarse en un salón adecuado, para no hacer
mal pa|)e1.
Juzgúese ahora por las cifras dadas cómo será el tem-
plo, la imponente impresión de ese bosque de madera
muerta, armada en encatrados sin ñn i el grueso i altura
de ios troncos transformados en columnas pilares i ti-
rantes. Para complemento, reducidas a metros, consigno
aquí las dimensiones salvo error u omisión: frente 52^0
fondo 46^ altura 43 20. Cuatro pilares de la parte pos-
terior tienen aberturas abajo para dejar pasar por ellas
a los inocentes. No calculábamos el objeto de estas
aberturas cuando recien las vimos, pero dos muchachos
nos dieron la clave metiéndose por una de ellas y atra-
vesando el pilar. Entonces yo esclamé «¡nihil novum
sub solem ! > recordando las dos columnas de Jerusalem
colocadas dejando entre ellas un espacio estrecho para
el pasaje de los virtuosos, de las vírjenes en particular.
De todo lo cual resulta que en todas partes se asigna
a la virtud i a la inocencia proporciones reducidas.
Abril 13, — Vamos a Kobe, ciudad europea en sus tres
cuartas partes, célebre entre la jente pecadora por sus
jonkinas que juegan bailando a quien se desnuda primero.
Nos recibe el señor Creppi, amigo de Storni, Mataldí,
Trueco i Dubuffet; nos da un exelente almuerzo i nos lleva,
primero a un depósito de mercaderías japonesas, un ver-
dadero museo, i luego, a su casa anidada en la falda de
una montaña, al borde de un torrente que provee de
agua al jardín, alimenta un lago i forma después un
arroyo. La casa es de estilo europeo, llena de comodi-
dades ; su comedor, una delicia con sus ventanas en tres
frentes mirando a la montaña siempre verde, a la cas-
cada o mas bien a uno de los saltos del torrente, al
jardín i a los invernáculos i por sobre la ciudad, al mar.
— 437 —
Abril 14, — Tomamos el tren para Yokohama a las
7.50 a. m. i llegamos al Club hotel a las 11 p. m., ha-
biendo hecho un viaje relativamente rápido. ¡Descansa-
mos hasta el dia 16 a la tarde, dia i hora en que nos
trasladamos a Tokio.
Abril 16. — La noche es de luna» la atmósfera está tibia
i la ciudad iluminada. Tomamos rumbo hacia el centro,
recorremos calles llenas de jente, de faroles, de lámparas
de gas i focos eléctricos, flanqueadas de mástiles con
un enrejado rectangular hacia arriba por cuyas mallas
pasaix miles de leguas de alambres telegráficos i telefó-
nicos ; pasamos puentes echados sobre cien canales que
forman en sus líneas maestras, tres cinturas de mayor a
menor en torno al palacio, jardines i parques del mi-
kado i en cuyas aguas tranquilas navegan pequeños bar-
cos dando golpes de remo, mientras otros mas gran-
des las cubren de trecho en trecho, con las manchas
negras de su sombra o reflejan sus velas blancas a la
luz de la luna; desfilamos por largas avenidas contor-
neando los nuevos edificios públicos que alargan su
ancha proyección sobre el suelo; nos hundimos en la
oscuridad de terrenos vagos, casi solitarios i vemos entre
los árboles o en planicies vacias, en todas direcciones,
cerca o lejos, hasta perderse en los confines de la vista,
las luces de las kurumas como brasas viajeras, revolo-
teando a modo fuegos fatuos o linternas aladas en danza
fantástica.
Así vagamos tres horas deteniéndonos solamente un
instante frente al club de los estranjeros, donde entra-
mos a inscribir mi nombre i adquirir el derecho de fre-
cuentar la hermosa casa i sus distinguidos concurrentes
durante tres meses.
Para convencerme de no estar soñando con escenas
raras, me repito á cada instante : « Estoi en el Japón, en
Tokio, casi en las antípodas de Buenos aires, i todo
cuanto veo es real i positivo, propio i jenuino de este
— 438 —
delicioso pedazo del globo que tanto deseaba conocer ;
asisto al acto de la transformación de un pueblo i lleg^o
en el momento supremo en que dos civilizaciones se
tocan, para despedirse ; la antigua sumerjiéndose en
los recuerdos del pasado, abriéndose paso la moderna
con el asentimiento de los hijos de la tierra quienes,
si no tuvieran mas virtud que la de adaptarse á cam-
bios tan radicales, esa sola bastaría para levantarlos
ante los ojos de la humanidad entera i señalarlos como
modelos >.
Mientras la luna hacia rieles en las calles navegables de
esta singular Venecia i la brisa refrescaba nuestro ros-
tro; mientras volábamos en nuestras rikshas, llevados
a largo trote por sus casi enanos conductores, dotados
no obstante de una fuerza i resistencia sorprendentes, yo
juntaba en mi mente las visiones actuales con los recuer-
dos de mi reciente escursion a Nagoya, a Kioto, a Nara,
a Kobe ; veia el Fujiyama encajando su cima de hielo en
el Armamento i los montículos del camino, los árboles de
imponente talla i las matas de té casi rastreras ; los in-
numerables rios anchos i formidables cuando crecen, i
los arroyos como hilos de agua; los arbustos que apenas
se levantan un palmo sobre el suelo i las selvas de
mástiles vivos, seculares ; las montañas de granito i las
colinas de tierra amontonada, delesnables, que las llu-
vias borraran con el tiempo; las leguas de terreno culti-
vado, los arrozales por fin i las huertas microscópicas;
las mil aldeas diseminadas a lo largo de cañadas incon-
tables constituyendo un conjunto de asombrosa magni-
tud i las casitas pequeñas como habitaciones de muñecas,
donde viven treinta millones de hombres ; el trabajo sin
descanso i sin fatiga i la exigua talla de una raza tan
esforzada, tan enérjica í resistente ; el contraste palpi-
tante en suma, visible, patente, cuya realidad se impone,
por fuerza, de todo cuanto existe en el Japón, donde
hasta las altas i las bajas temperaturas se turnan sin ra-
zón aparente, donde al viento de la tempestad sigue la
quietud del aire, sin antecedente y al sol radiante la
lluvia torrencial, sin motivo.
— 439 —
Volvimos al hotel con mil visiones en la mente i yo
durante el sueño de la noche, continué barajando los con-
trastes de inacabables procesiones.
*
Abril n. — Vamos con el comandante Armani a entregar
algunas cartas de presentación que me hadado el Ministro
del Japón en París, M. Soné, por medio de su secretario
señor Kato i dirijidas: al marques Tokugawa, senador
vitalicio i vice maestro de ceremonias del palacio impe-
rial; al marques Sajonji que era ministro R. E. i está
ahora en Europa; al marques de Hachisuca ministro de
Instrucción publica i al vizconde Enomoto, uno de los
mas altos personajes del Japón, ex-ministro aquí, ex-ple-
nipotenciario en varias cortes europeas i actualmente
jefe honorario de las escuadras japonesas.
Encontramos al marques Tokugawa en una de las de-
pendencias del palacio imperial donde tiene sus oficinas.
Me recibe con suma cortesia i agasajo ; me ofrece su visita
i me promete hacerme acompañar durante mi perma-
nencia en Tokio por uno de sus empleados, quien me
facilitará los medios de visitar las facultades universita-
rias i demás institutos de enseñanza, los hospitales, las
manufacturas, etc., etc. El marques habla mui bien fran-
cés i sus maneras son de esquisita distinción.
Sin tiempo para entregar las otras cartas vuelvo al
Hotel. A la tarde vamos con Guillermina i su dama de
compañía al parque de Shiba (Shiba koraco yen) al
bazar de Shiba i al templo o los templos de Shiba,
tumbas i mausoleos de varios shógoun de la dinastía
Tokugawa. El parque principia pero no concluye; se
mezcla con otros parques, se estiende a jardines i a
plantios de arbustos, trepa en los rebordes de los ca-
nales i parece continuarse por todos lados. Sus anchos
caminos bajo el follaje de árboles altísimos i esbeltos.
— 440 —
sus prados i sus lagos; las avenidas flanqueadas de lin-
ternas, los edificios sagrados i los patios solemnes en el
recinto de los mausoleos; el aire de fiesta perpetua en
los jardines i calles del paseo; la sucesión de ferias
i exibiciones populares, las danzas i la música, la con-
currencia i animación en las casas de te i en las ventas,
hacen de él un sitio encantador. Los cerezos en flor
semejan estar cubiertos de nieve rosada.
£1 bazar es un Bon marché japones, realmente buen
mercado, compuesto de una serie de corredores en hile-
ras paralelas, con luz de arriba. Hai allí todo cuantp un
japones i un europeo pueden necesitar durante su vida,
a precios realmente ridículos, miserables, vergonzosos
de puro pequeños. Pregunté si habia globos aereostá-
ticos i ferro-carriles, para comprar unos cuantos a dos
centavos la pieza; nadie estranó la pregunta. Por el
bazar circulaban las japonesitas mas lindas i las mas
feas también. Yo solo me fijo en las primeras admi-
rando sobre todo el cuello de una forma sin igual en
estas mujeres, a tal punto que nadie puede dejar de
confesarlo.
Los renombrados templos de Shiba se encuentran
calle de por medio con el bazar. Atravesamos a verlos
i nos apercibimos desde luego de su inmejorable ubica-
ción ; como elejida por sacerdotes ! La sección del par-
que destinada por Yeyasu, primer shógoun Tokugawa
fundador del mausoleo de Shiba, para cementerio de sus
antepasados, contiene las tumbas de varios shógoun. £n
la vasta área se ve los sepulcros de los 2», 6°, 7o, 9o,
1 2o, 1 4o shógoun, el del padre del 6o, los monumentos
de las mujeres de los 2o, 6o, 11© i I3o^ el de la hija del
II o, i en suma, los pórticos, patios, corredores, templos,
altares, capillas, monasterios i habitaciones de los sacer-
dotes junto con cien accesorios. Visitaremos solamente
en compañía del lector una parte del rejio cementerio
— 441 —
para dar una idea, siquiera sea somera, del paraje i de
sus monumentos, con cuyo ausilio se podrá formar juicio
acerca de las riquezas artísticas contenidas en el resto
de la augusta necrópolis. Los pórticos que nos dan
entrada son de un estilo que recuerda por sus esculturas,
los trabajos árabes; tras de estos se halla un gran
patio en cuyo recinto se ve muchas linternas de piedra
i de bronce. Ya se sabe como son estas linternas, pero
el escritor tiene siempre miedo de que el lector no se
las imajine; así, como hemos de encontrarlas con frecuen-
cia las describiré una vez por todas, tomando el tipo de
las comunes : Una pirámide o cilindro de piedra o bronce
de dos metros de alto, mas o menos, con un hueco esca-
vado en el estremo superior, provisto de hendiduras ver-
ticales o ventanillas, para dejar salir la luz de la bujia o
mecha colocada en el centro del hueco, i arriba, una es-
pecie de capuchón. Tal es una linterna de templo japones.
Las linternas de bronce son de diversas i variadas formas
en cada recinto, pero del mismo estilo en lo esencial.
Numerosas lámparas de bronce sobre sus pedestales
ñguran en el patio del templo de Shiba que visitamos,
como en los otros, i en el corredor o galena que hace
frente al monumento sagrado, hai otras colgadas, de
riquísimo trabajo. Este corredor o galería ofrece a mas
como particularidades, su techo dorado i pintado i sus
ventanas orijinales o paneles tallados en alto relieve i
taladrados en los intersticios de las flores i demás figu-
ras de dibujo diferente, representando aves i animales
fantásticos i mil objetos armónicos, todo ello dorado o
pintado con vivos colores, fresco, animado, liviano,
aereado. El interior del templo es de una riqueza escep-
cional en esculturas, lacas, pinturas i dorados; el cielo
raso dividido en cuadros o cajones, luce preciosos mo-
saicos hechos a pincel con recamados de oro ; el piso es
de laca i está ahora cubierto por un tatami finísimo ( es-
tera); los muros, el altar, las barandas, presentan las
mismas admirables esculturas en bronce i en madera; el
tabernáculo que encierra las tabletas sagradas es de la
mas costosa laca i ostenta riquísimas pinturas; las
mesas delanteras también de laca negra i rosa llevan
— 442 —
adornos de bronce cincelado i dorado. Vale el templo
principalmente por sus tallados i decoración de oro i
colores i se diferencia totalmente de los magnos enca-
trados de madera que constituyen los templos ya des-
critos de Kamakuna Kioto i Nara.
Abril 18. — Tokio, — Al dia siguiente al de mi visita al
marques Tokugawa se me presenta en mi hotel un ca-
ballero, el señor Sho Nemoto, i entregándome una carta
de introducción del marques, me dice que él lo mandaba
para que me acompañara a donde yo quisiera ir; «.Con-
migo, añadió, no tendrá usted ninguna dificultad ; estol
autorizado para entrar en todos los establecimientos
dependientes del gobierno».
No sé cómo agradecer deferencia tan inusitada pues
el señor Nemoto no es un guia cuyos servicios se pueda
retribuir en proporción de su valor, dadas sus preeminen-
cias i su posición oficial (es inspector de aduanas, nada
menos). Conociendo sus calidades i la orijinalidad de su
carácter le he tomado el afecto que solo se acuerda a un
antiguo amigo i ahora somos dos hermanos siameses,
inseparables.
Cuando lo vi por primera vez creí hallarme en presencia
de una aparición, tal es su semejanza con el finado doctor
Benjamin Zorrilla, un distinguido hombre público de mi
país ; es el doctor Zorrilla en una transfiguración nueva
del estremo oriente: un poco mas bajo y menos blanco;
menos antidinámico también porque Zorrilla era la calma
acostada i Nemoto es el movimiento a perpetuidad.
En nuestras relaciones desde su principio Nemoto se
me sobrepone i en adelante me manda a su antojo; yo no
tengo mas voluntad que la suya siendo su carácter menos
flexible que el mió. Cuando me dicen en el hotel < ahí
está el señor Nemoto» yo me pongo a temblar, sabiendo
que debo salir al escape en paso de escursion. Nemoto
en japones quiere decir recia rais de árbol ; a mi siem-
pre me pareció una recta vara de la justicia.
— 443 —
La tarea no es entre tanto fácil; Tokio es una ciudad
inmensa i para ir del centro a un estremo se necesita
largo tiempo.
Los japoneses dicen sin embargo que todo está cerca ;
pero en Tokio cerca quiere decir a 300 kilómetros i
lejos fuera del pais, en China ó en Sud américa.
Ayer estuve en la quinta del señor Arrivet, profesor de
francés en la escuela superior de esta capital, quien, sin
conocerme i solo por noticias de sus amigos, me invita
a un almuerzo en su quinta en compañia del doctor K.
Kabuto, presidente del Tribunal local de Tokio; del señor
K. Oumé, profesor de derecho en la universidad impe-
rial i miembro de la comisión revisora de códigos; de un
joven profesor de francés, señor Tronquoi, de la escuela
de artillería, mui instruido en ñlolojía. Se habla en la
mesa sobre artes, ciencias, costumbres i por fin, sobre
lejislacion, resultando de cuanto se dice, que en el Japón
la administración de justicia i la organización de los tri-
bunales están de acuerdo con los usos i costumbres de
Europa i América, salvo los detalles necesarios para
adaptar la lei a la índole i condiciones del país. Hai ya
varios códigos vijentes i otros están en estudio ; entre los
primeros figuran los de procedimientos, el civil, el penal i
el de comercio i no sé si el de mineria. Los ajentes judi-
ciales van como entre nosotros desde los juzgados de
paz o institución análoga, hasta el mas alto rango, la
corte suprema. El señor Oumé, me promete acompa-
ñarme a visitar la universidad i el señor Kobuto me
mostrará la casa de justicia; yo añadiré a la comitiva
para ver todo ello, a mi mentor Sho Nemoto, o sea recta
raíz de árbol.
Después del almuerzo vamos al jardín botánico, de-
pendencia de la universidad; lo encuentro precioso i bien
cuidado, principalmente donde se ha imitado o dejado la
— 444 —
naturaleza inculta, aprovechando los accidentes del te-
rreno. A la salida se despiden los japoneses ofreciéndome
su visita i Mr. Arrivet i yo seguimos nuestro camino
hasta dar con la casa de Mr. Rebon, donde tengo el gran
placer de conocer a M."»« Rebon» una francesita del norte,
fina i delicada como una orquídea, i aquí en esta mansión
las orquídeas deben tener, porque aquí se aspira ese
perfume suave i decente con que impregnan la atmósfera
las mujeres jóvenes i de buena casta.
Ella su marido, profesor también como Arrivet, i sus
dos hijitas, habitan una vivienda japonesa, hecha como un
objeto de arte, con su jardín en la pendiente de una
colina i la vista sobre admirables paisajes a todos lados.
Di vuelta al hotel ya de noche, pues todas estas jentes
viven a tres mil leguas de cualquier parte racional.
4> *
Abril 19. — Armani nos da un almuerzo a la italiana
esquisito ; nos presenta a un japones joven, casi buen
mozo de puro millonario, a pesar de su cara esférica i
sus ojitos reducidos a las ramas de un paréntesis, acos-
das sobre el lomo : así ^^ ^^. Con él, Armani i su secreta-
rio, otro japones que habla italiano, nos dirijimos en
coche al fin del mundo, es decir, al parque de Uyeno (se
pronuncia Ueno). Es uno de los parajes mas encantado-
res de Tokio sobre todo entre marzo i abril, cuando
los cerezos están en flor.
Por cerca de trescientos años ha sido el centro del
budismo i el gran sacerdote de sus templos siempre fué
un hijo del mikado. Uno de sus mas soberbios monumen-
tos del culto, gloria de la arquitectura de aquellos tiem-
pos, según dicen, fué destruido en las guerras civiles de
cuyos horrores quedan aun rastros. Actualmente con-
tiene como Shiba las tumbas i altares de muchos shó-
goun Tokugawa. Aqui están:
— 445 —
— El magnífico aunque pequeño templo en que se
adora al gran Yeyasu, fundador de la dinastía Toku-
gawa, bajo el nombre de Tóshógu.
— Otro templo compuesto de oratorio, atitccánrara i
capilla, donde se ve los altares i las tumbas de varios
shógoun i las urnas que contienen las tabletas de las
esposas de los 4° 5® 9° 10° I2o i I3o e hijas del 10° i
I2o. En la tumba del II» cuelga un cerezo llorón en
memoria de la afición que tenia a las flores ese amable i
poderoso príncipe, bajo cuyo gobierno alcanzó el Japón
antiguo, el apojeo de su esplendor.
— En un tercer templo los altares de otros shógoun,
del hijo del 10° i de cuatro princesas i algunas tumbas en
la tierra.
— Otros templos mas figurando también a par de ellos
como objetos dignos de mención una de las tres únicas
colosales linternas de piedra existentes en el Japón, obra
de un célebre artista i un daibutsu de siete metros i
medio de alto.
— El monumento levantado para honrar la memoria
de los partidarios de la línea Tokugawa, que cayeron
allí durante la guerra de 1886.
— El museo de Uyeno, con sus salones llenos de cu-
riosidades : libros japoneses antiquísimos i europeos
raros; lacas modernas, telas i bronces; carruajes del
mikado i palanquines ; pinturas i litografías ; objetos
arqueolójicos ; reliquias de la relijion cristiana; utensilios
para el culto de Confucio; imájenes de Buda; ropas de
cortesanos de viejísimas telas; armas, armaduras, palan-
quines i biombos; instrumentos de música, máscaras i
vestidos de teatro; lacas i espadas viejas; papel moneda
antiguo; una sección de agricultura, historia natural i
mineralojía ; otras secciones industriales de tejidos, cris-
tales, lacas, trabajos en madera i paja, porcelanas i mil
artefactos; un departamento o mas bien un nuevo museo
de educación para las escuelas i por fin fósiles, modelos
i colecciones botánicas i zoolójicas.
— El jardín zoolójico.
— Por último, como ornamentos accidentales, los tea-
tros, ventas, fondas, sitios de diversión i de exibiciones
— 446 —
para el pueblo insaciable del Japón, entre ellos un pano-
rama situado en una de las colinas del parque i llamado
« Gran panorama Tokio-Uyeno » donde los japoneses
han representado episodios de su guerra con la China;
el suelo está sembrado de banderas chinas i el aire cua-
jado de estandartes japoneses ; los chinos que no figuran
ensartados en bayonetas huyen hacia el horizonte» o se
dejan matar como corderos . . . l'odos los pueblos son
iguales. . .ante la vanidad ridicula !
Entramos también al bazar de Uyeno, abastecido con
los productos de toda la industria del pais i ante cuyas
vidrieras rellenas de sedas i obras de arte, cualquier
mujer se volveria loca. En seguida nos pusimos a pasear
por el parque continente de tanta maravilla i en verdad
bellísimo i digno de su celebridad por sus colinas, sus
árboles, sus jardines, kioskos i templos i por sus magm'-
ficas vistas sobre Tokio, sobre el rio i sobre la vasta
campiña que va a morir a lo lejos al pié de las montañas.
Trotamos media hora en dirección a una feria, atrave-
samos el rio Sumidagawa por un hermoso puente de
hierro llamado el Asumsióajt o bashi (Adz (u) ma =
este, bashi = puente ; puente del este ) larguísimo pues
el rio ahí es a la vista, mucho mas ancho que el Támesis
frente al parlamento. El Sumidagawa es un rio caudaloso,
de aguas limpias color perla, navegable hasta cierta al-
tura ( 50 kilómetros de Tokio o mas, dicen) i útilísimo
para esta ciudad a la cual divide en partes desiguales
con su línea maestra i suministra canales en diversa
dirección. Pasado el puente i siempre siguiendo una
márjen del rio, entramos en una avenida de cerezos en
flor. Este paraje se llama el Mukojima i es famoso por su
belleza incomparable ; basta, para tener una idea de ella,
figurarse una calle de dos o mas kilómetros de largo,
cubierta por una bóveda de flores que solo de trecho en
— 447 —
trecho deja algunos claros para ver el cielo. Hoi es dia
de feria» una especie de carnaval en celebración del
brote de los cerezos. La Avenida está llena de paseantes
i bandas de juglares i comparsas de jentes disfrazadas
animan la escena con sus movimientos, saltos, juegos,
jestos i dichos, graciosos a juzgar por su efecto en los
espectadores japoneses. Llegamos a un parque ingles
con lagos, arroyos i grupos de árboles. En los islotes i
márjenes de los riachos se levantan graciosas construc-
ciones de madera: casas de té, kioskos i salones de baile
al mismo tiempo. Nos acercamos al pabellón mas con-
currido donde bailaban a la sazón famosas gueshas
dentro de un cerco de admiradores. Apenas nos ven, las
que no figuraban por el momento en la danza, vienen a
nuestro encuentro i nos invitan a subir al tablado. Para
eso necesitábamos sacarnos el calzado ; notan nuestra
vacilación i nos eximen de tal requisito ; pero en esto no
paran la bondad i amabilidad de estas agradables jóve-
nes; una vez en el tablado nos traen bancos para sentar-
nos a nuestra usanza i ellas se acomodan a nuestros pies,
nos toman las manos con las suyas pequeñísimas, divi-
nas, blandas, suaves, cuidadas, de forma esquisita, como
para soñar con ellas ; nos miran con cariño, nos sirven
dulces, naranjas, licores i cerveza, i una de ellas, tal vez la
mas bonita, lleva su complacencia hasta bajar su kimono,
a pedido mió, para mostrarnos su cuello, dejárselo tocar
sin resistencia, gozando al parecer en presencia de nues-
tra lejítima admiración ante su insuperable forma estética.
A riesgo de repetirme, afirmo no haber visto en parte
alguna nada semejante i si alguien me hubiera dicho,
antes de venir al Japón, que era posible concentrar tanta
belleza i tantos atractivos en un cilindro mas o menos
bien torneado, no es otra cosa un cuello, lo habría
tenido por loco; aquí, esa sección del cuerpo en las mu-
jeres jóvenes, sorprende en realidad i fija los ojos del via-
jero sin permitirle apartarlos, en virtud del poder de ese
imán insóHdo a cuya influencia ningún ser intelijente se
sustrae: la belleza ñsica indiscutibles. Verdad es que
quizá yo no encontraría tales calidades en un cuello sepa-
rado de su cabeza i pecho correspondientes i ni aun,
— 448 —
sin tales mutilaciones, en un hermoso cuello ubicado en
un cuerpo masculino! El lector deberá perdonarme el
haberme referido ya i estar dispuesto a referirme aun
cien veces al cuello de las japonesas.
Para festejar nuestro advenimiento, la directora de la
danza, hace bailar a las mas lindas gueshas, entre ellas a
las dos preciosas jovencitas que teníamos cerca. £1 baile
es una pantomima ejecutada al son de una música estri-
dente i sin medida, con adiciones de canto hechas por
las mismas bailarínas, a veces, por una parte de los con-
currentes, casi siempre. Cada jesto, cada paso, cada
movimiento representa una idea i la pantomima toda,
una leyenda que el canto esplica. Cuando la guesha es
hábil su baile i sus acciones dejan comprender el sentido
principal de cada pasaje. Así bailaron nuestras predilec-
tas i era un encanto ver sus actitudes trájicas, sus des-
mayos, sus alarmas, sus alegrías, las diversas espresio-
nes de su rostro i sus ideales manecitas revoloteando al
estremo de sus delicados i perfectos brazos. Al retirar-
nos un coro de voces infantiles nos despidió diciendo
4:please, come again». ¡El ingles en todas partes!
* *
Abril 20. — Viene según estaba convenido el doctor
Benjamín Zorrilla en su transfíguracion japonesa i des-
pués de muerto. Me lleva á una imprenta ; apenas en-
tro siento una profunda tristeza mezclada con cierta
satisfacción ; me acuerdo de mis largos años de ocupa-
ción en la prensa i de vida entre tipógrafos impresores
i periodistas. El establecimiento es bastante bueno ; las
máquinas son antiguas, pero hacen un trabajo eficiente.
Los tipos, viñetas, útiles, tinta, papel, todo cuanto existe
en la imprenta ha sido hecho en el Japón. Subo al de-
partamento de la composición i me encuentro con veinte
muchachitas trabajando con prontitud i destreza; sigo
al piso superior i allí hallo solamente varones, niños en
— 449 —
su mayor parte; estos distribuyen ó componen cantando;
el taller parece una colmena pues solo se oye un alto
murmullo resultante de la mezcla de tantas voces.
Pregunto — « { No resulta inconveniente la reunión de
mujercitas con varones ?> — «No, se me contesta, son
todos mui quietos» (testual). Otra pregunta — «¿Quié-
nes trabajan mejor, las niñas o los muchachos?» Res-
puesta— «Las mujeres distribuyen mejor que los varo-
nes; los varones componen mejor que las mujeres». La
índole, pienso yo para mis adentros, desde chiquitas ya
muestran su preferencia por destruir.
Pasamos en seguida á la casa del congreso, palacio
estupendo, relativamente; lleno de comodidades, con
salas para las comisiones i para las audiencias particu-
lares i de espera para visitantes distinguidos; con cuartos
de teléfono i telégrafo ; departamentos para los minis-
tros, comedor inmenso, salones de lectura, bibliotecas,
gabinete de hierro á prueba de fuego para los papeles
importantes, i todos los locales accesorios. En el recinto,
mui bien distribuido, está el palco o trono para el em-
perador i hai palcos para la diplomacia, para los no-
bles i los miembros de la familia real, para huéspedes
notables i para la prensa. El emperador tiene acceso
por una entrada especial que ocupa el centro entre las
dos cámaras ; pues cada cámara tiene su palacio propio
siendo los dos edificios idénticos i contiguos. La casa
toda del congreso se levanta sobre cuatro hectáreas en
medio de un parque de diez i seis mas o menos. Todo
edificio publico de importancia aquí está situado en
medio de una gran estension de terreno o lo tiene a su
disposición a un costado del establecimiento. En Buenos
aires todo está apretado entre las casas de comercio.
Una sorpresa; los sirvientes de las oficinas públicas
aquí no admiten propinas! Conservo el plano del con-
greso ; la simple vista del dibujo da una idea mas
completa del palacio que cualquier buena descripción.
Por mares i por tierras 29
- 450 —
Tócale su turno al hospital de Caridad que encuentro
instalado en su parque i en medio de sus jardines, a larg^a
distancia del centro. Es mui bonito, si un hospital puede
serlo, i mui aseado; admite hombres i mujeres; las salas
son grandes aireadas i limpias; la comida que se da a
los enfermos es mui buena. £1 anñteatro, gabinete de
operaciones i todas las dependencias del instituto están
a la altura de cualquier buen hospital de la Europa; su
dotación de instrumentos es completa i todos han sido
hechos en el Japón, lo mismo que los aparatos para las
cámaras oscuras, aplicaciones eléctricas y curaciones
especiales. Sobre todo esto coloco la institución de las
enfermeras. Ochenta jóvenes aprenden aquí el oficio i
las 3'a recibidas, se desempeñan como si fueran médicos.
He visto a dos de ellas curar una úlcera en la ingle á un
niño, a la perfección; debiendo ponderarse en la ejecu-
ción no solo el arte sino la liviandad de esas manos ja-
ponesas invisibles de puro chicas. Al asistir a sus cura-
ciones recordaba que jamas he visto a una hermana de
caridad curar una herida, sino mandarla curar por el
asistente; curarán o habrán curado, no lo dudo, pero
yo no las he visto; este es un dato personal indiscuti-
ble. P2n las clases se muestran mui atentas i hace una
buena impresión verlas con su gorro blanco siempre
limpio i su uniforme sencillo. El gorro es una bolsa alta
de linón almidonado a la cual ellas le dan una forma
graciosa, después de alojar en el fondo el edificio de su
peinado.
Otro largo trote en curuma nos conduce al estanque
de provisión de agua de la ciudad que nada tiene de no-
table, i otro mas largo, casi infinito, al hospital de la
Cruz roja situado en confines de la tierra en un parque
de 15 hectáreas. Es un magnífico, un grandioso edificio
realmente. Admite pensionistas que pagan desde tres
yen hasta cincuenta centavos por dia; tiene ambulancias
completas. En el vastísimo establecimiento se alojan i
estudian 180 jóvenes enfermeras, niñas muchas de ellas;
al verlas se recuerda a las pupilas de los colegios; están
— 451 —
alegres como pájaros libres a la madrugada i mui feli-
ces con su estado. Los mejores médicos del Japón tra-
bajan en este hospital. Inútil es decir que las exijencias
de la ciencia moderna están aquí satisfechas. Llama es-
pecialmente la atención el gabinete de instrumentos i
aparatos hechos todos en el pais, tan buenos como los
mejores de Europa.
Por los alrededores está el hospicio de dementes i
también una gran escuela de enseñanza superior.
Para guardar la cronolojía solamente apuntaré una
visita a un muestrario de productos nacionales en donde
hai de todo, hasta violines i otra, a una gran casa de
sedas cuya magnitud e importancia comercial se puede
calcular por este solo dato : ocupa cien dependientes. La
variedad de telas, de colores i de valor en las diversas
mercaderías es abrumadora. Vidrieras que se estienden
por cientos de metros sirven de escaparate i depósito a
los preciosos productos. Una mujer con o sin dinero allí
se enferma por no poder comprarlo todo.
Cansados de desvanes i rincones como el gato de la
fábula, con dos trotadores por pieza, nos diríjimos a la
parte mas alta de la ciudad en las vecindades del palacio
imperial i siguiendo por la márjen del canal interno, lle-
gamos al Kudan park. A la entrada se ve el pórtico
(torie) mui sencillo i mui lindo ; lo forman cuatro más-
tiles de bronce, dos verticales altísimos i dos horizonta-
les al estremo, sobresaliendo uno de ellos a los dos lados
i comprendido el otro entre los pilares ; el todo repre-
senta esta figura J^. El efecto de los cuatro cilindros, tan
natural pero tan artísticamente colocados, es imponente
i agradable. Rebalsa la concurrencia en el parque i como
dentro de tres o cuatro dias ya no quedará una flor en
los cerezos, los paseantes han querido, me imajino, des-
— 452 —
pedirse de las hojas que ya comienzan a cubrir el suelo
como una alfombra de nieve rosada. Hai un lago capri-
choso en este parque con grutas i cascadas en uno de sus
límites i un puente de seis metros, hecho con una sola
piedra. La jente se entretiene en dar aUmento a los pes-
cados rojos del lago i estos ya satisfechos, dejan flotar
los discos o bollos hvianos amasados espresamente para
el caso i ofrecidos a vil precio a los visitantes en el lugar
de su aplicación. En Kudan parque está el museo mili-
tar, buena colección de armas i armaduras japonesas,
antiguas i modernas, con mas los cañones i otros trofeos
de guerra, tomados a los chinos. Manifiesta el pueblo una
marcada afición a este museo donde a mas de las armas
i corazas, puede contemplar los retratos de algunos de
sus héroes i los cuadros de las batallas que proclaman
las glorias japonesas. Figura también entre los monu-
mentos del parque uno consagrado a la memoria de los
soldados muertos en acción de guerra.
Contiguo se halla un circo para carreras, de forma
elíptica mui prolongada; a lo largo del eje mayor corren,
formando calle, dos hileras de linternas de piedra i en el
centro se levanta la estatua en bronce de Omura, sobre
su pedestal de granito rodeado de grandes cañones ;
estatua i cañones son de fundición japonesa, lo mismo
que los inmensos caños para la provisión de agua i des-
agües colocados ya o por colocarse. Diré de paso que
ninguna ciudad en el Japón tiene cañerías para aguas
servidas ni materiales de cloaca; se usa en jeneral en las
casas el sistema de letrinas movibles ; así los caños de
que hablo son para la provisión de agua principalmente i
para dar curso a la de lluvia i para poner en comuni-
cación ciertos canales, en segundo término. A la salida
del circo se ve una pirámide, o mas bien, un paralelepí-
pedo de granito bastante alto. En la orilla del canal,
límite de la elevada plataforma del parque, se alza un
monumento orijinal, un puñal como una torre, elegante,
esbelto, un verdadero obelisco hermoso i sujestivo. De
la misma orilla o cresta de la barranca en pendiente vio-
lenta, revestida de césped, que forma el muro esterno del
canal, se descubre una gran parte de la inmensa Tokio,
— 453 —
escondiéndose entre los árboles floridos ahora i confun-
diendo sus casas con el verde follaje de los parques nu-
merosos flotante sobre alfombras de flores que adornan
jardines sin cuento de esta preciosa metrópoli. Por la
ancha avenida de suave inclinación, subian al bajar nos-
otros, como seis mil personas, en procesión no interrum-
pida, a gozar del aire puro al caer la tarde. Si Tokio
tuviera un buen pavimento i desagües aun cuando sus
casas fueran como son, de madera i bajas, con su orijina-
lidad característica seria tal vez la mas linda ciudad del
mundo.
A la ida al Kuden nuestro amable guia nos muestra el
hospital militar, grandioso i provisto de todo, en medio de
su gran parque; i a la vuelta la imprenta oficial, la fábrica
de billetes de banco i casa de moneda en su corres-
pondiente inmenso parque, con jardines i terrenos dispo-
nibles De ahí vamos al banco nacional del Japón, monu-
mental edificio de piedra en medio de una manzana,
hecho a todo costo i dotado con las ultimas perfecciones
de arquitectura i adaptación de la moderna cultura. Estoi
admirado de cuanto veo en Tokio.
* *
Abril 21, — Visito al marques de Hachisuca ministro
de Instrucción pública, caballero distinguidísimo, cuñado
de Tokugawa; me recibe llana i amablemente; me habla
en ingles, me regala dos libros sobre educación con su
dedicatoria en japones i da orden al secretario de pre-
parar cartas de introducción para los directores de la
universidad, los colejios i escuelas, así como de buscar i
mandarme una traducción de la constitución del imperio.
Me pide al despedirme permiso para hacer una visita a
mi señora en nuestro hotel. — Acordado. — Mas tarde
vamos a casa del ministro italiano conde Orfini, invitados
a una partida de lawn tennis: — todo anda bien.
— 454 —
Abril 22, — La educación en el Imperio, — Escuelas,
colejios, institutos especiales, cuerpos de instrucción,
universidad, facultades, hospitales de clínicas.
La cultura intelectual del pueblo japones se halla some-
tida al ministerio de instrucción pública, directa o indirec-
tamente ; pero inmediatamente depende de un departa-
mento de educación compuesto de pocos funcionarios
( dos concejales solamente, tres secretarios i algunos
escribientes ). Existen ademas otros intermediarios : para
la instrucción preparatoria, las comisiones i concejos i
para la universitaria, sus autoridades constituidas en sala.
Aparte de esto los institutos especiales tienen sus direc-
tores técnicos propios i los concejos de educación, inspec-
tores que recorren todo el pais, promueven adelantos i
vijílan la conducta de los maestros. ( Nada de esto dice
don Pedro Loti en sus brillantes calumnias al Japón).
Está dividido en dos ofícinas, una para las escuelas espe-
ciales, otra para las escuelas jenerales. La clasificación
de los Institutos de enseñanza de menor a mayor, es
como sigue :
Escuelas elementales, dos jéneros: ordinarias, supe-
riores o altas.
Escuelas normales, id id ordinarias, superiores.
Escuelas medias (o sea liceos o colejios preparato-
rios) id id ordinarias, superiores.
Las escuelas normales i medias, ordinarias i superio-
res, son para hombres i mujeres, separadamente.
Universidad. — La universidad de Tokio (pues hai
otras en las provincias así como liceos i escuelas ; lo sabe
ya el lector) se halla compuesta de una sala (hall) i
seis colejios o facultades : la sala para lo concerniente
a investigaciones orijinales; los colejios para la instruc-
ción teórica i práctica.
La universidad es dirijida por un concejo universi-
tario i un presidente asistidos por secretarios i otros
empleados.
Son seis los colejios o facultades i llámanse : de juris-
prudencia, de medicina, de injeniería, de literatura, de
ciencias i de agricultura. Cada facultad funciona en su
casa i tiene todas las oficinas gabinetes i laboratorios
— 455 —
eficientes i aun sobrados para la enseñanza, inclusive
talleres en la facultad de injeniería i hospitales para las
clínicas. Las materias de estudio son :
En jurisprudencia
Constitución i leyes públicas
Código civil
Código comercial
Código de procedimiento
civil
Código de procedimiento
criminal i código penal
Economía política i finanzas
Estadística
Política — Historia de la
política
Derecho administrativo
Historia de las instituciones
legales i lejislacion com-
parada
Derecho romano
Lei inglesa
Lei fi*ancesa
Lei alemana
Jurisprudencia
En medicina
Anatomía
Fisiolojía
Química médica
Patolojía jeneral
Anatomía patolójica
Farmacolojía
Medicina
Ji^ecolojía i obstetricia
Pediatría
Cirujia
Oftalmolojía
Dermatolojía i sífilis
Psiquiatría
Hijiene
Medicina legal.
Farmacia
En injeniería
Injeniería civil
Injeniería mecánica
Arquitectura naval
Tecnicolojía de las armas
Injeniería eléctrica
Arquitectura
Química aplicada
Tecnicolojía de los espío -
sivos
Minería i metalurjía
Resistencia de materiales i
estructuras
Injeniería en jeneral
En literatura
Lengua japonesa
Literatura e historia del
Japón
Lengua china i clásicos de
la China
Historia i jeografi'a
Filosofía e historia de la
filosofía
Sicolojía, etica i lójica
Sociolojía
Pedagojía
Estética
- 456 -
Filolojía
Lengua inglesa i su litera-
tura
Lengua alemana i su lite-
ratura
Lengua francesa i su lite-
ratura
En ciencias
Matemáticas
Matemáticas aplicadas
Astronomía
Física
Química
Zoo! ojia
Botánica
Teolojía
Paleontolojía i Mineralojía
Semeiolojía
Antropolojía
En agricultura
Agricultura en jeneral
Química jeneral
Química aplicada a la agri-
cultura
Forestry ¿Florestalojía?
Botánica
Zoolojía
Entomolojía i Sericultura
Horticultura
Zootecnia
Jeolojía del suelo
Física orgánica i Meteoro-
lojía
Agricultura administrativa
Economía política
Anatomía veterinaria
Fisiolojía veterinaria
Medicina veterinaria
Cirujía veterinaria
Cada ramo cuenta con
una, dos o mas cátedras
según su importancia i su
estension.
Hai ademas de los esta-
blecimientos ya nombra-
dos, kindergartens, escue-
las mistas e institutos para
enseñanzas especiales como
son :
— La escuela de sordo-
mudos , cuyo programa
transcribo en seguida
considerándolo ilustra-
tivo : ( Para los sordo-
mudos ciegos ) 5 años :
— Sonidos puros, impu-
ros, mistos — Nombre de
objetos — Frases — Sig-
nificado de palabras —
Deletreo i pronunciación
de frases — Aritmética»
primeras reglas — Músi-
ca— Acupuntura — Ma-
saje — ( Para los mudos)
5 años : — Articulación de
palabras simples — Fra-
ses cortas — Sentencias
— Escritura con sílabas
— Escritura con carac-
teres chinos — Cartas
cortas — Dibujo — es-
cultura — Carpintería —
Costura (Esta escuela
me recuerda su conjé-
- 457 —
nere fundada, adoptada
o fomentada por mí en
Buenos Aires).
Los colejios militares
La academia militar
El colejio de cadetes
La escuela militar de Ta-
yoma
Los cuerpos de instruc-
ción.
El colejio nacional
La academia naval
El colejio médico naval
La escuela naval de «Pay-
masters »
La escuela naval de inje-
. niería
La escuela náutica
La escuela de correos i
telégrafos
Algunas enseñanzas cuen-
tan con dos o mas cá-
tedras
Los programas en todos los ramos son completos.
Cada instituto responde a sus ñnes i su conjunto a la mas
grande cultura intelectual i moral.
No se enseña relijion en las escuelas — ¿ Qué relijion se
enseñaria ? — Todas ? — Eso seria asunto de las clases
de historia. Los japoneses han comprendido que la reli-
jion de cada uno, la sentida, la que forma el código moral
interno i se traduce en el culto esterno del individuo i de
la familia, no es materia de estudio técnico. Se puede
estudiar jeometría, áljebra, moral, porque solo hai una
jeometría, una áljebra i una moral, pero no se puede
enseñar relijion porque cada uno tiene la suya, en la
forma en la cual cree o entiende los fenómenos del mundo
ligados con las causas supuestas o verdaderas, únicas o
múltiples, eficientes o accesorias que obran en el universo.
Lo que enseñan de relijion es la parte histórica. Ya
hemos visto en la facultad de teolojía de la universidad
de Kioto cómo la doctrina cristiana por ejemplo, se estu-
dia con mapas a la vista i con los objetos del culto que
su museo teolójico posee.
Coronan el sistema de la Instrucción pública, por fin,
una academia compuesta de celebridades, i comisiones
adventicias para dilucidar cuestiones científicas, hacer
compilaciones históricas, revisar los códigos i emprender
trabajos de diverso jénero conexos con su cometido.
— 458 —
Abril 23. — La universidad ocupa una verdadera
comarca de 36 hectáreas de terreno, con lagos, montes,
valles, parques i praderas. Cada escuela tiene su sección
de tierra i sus ediñcios propios incluyendo habitaciones
para profesores i alumnos internos, en algunas; a ciertos
ramos se ha destinado una casa especial. En lo material
i por lo referente a su instalación creo que es única en el
mundo. De las seis facultades ya mencionadas cinco están
en este recinto; la de agricultura abarca en otra parte una
inmensa estension, con tierras para cultivo e instalaciones
adecuadas ala índole de la institución. Los planos corres-
pondientes figuran entre mis documentos ( cada uno pa-
rece una carta jeográfica). El ministro habia dado sus
órdenes para que se me atendiera i mostrara cuanto qui-
siera ver en los establecimientos. En la universidad me
recibió una comisión de profesores i fué mi acompañante
perpetuo el secretario jeneral señor H.Sbimidzu. Comen-
zamos por la facultad de ingeniería cuyos directores i
profesores me enseñaron el gabinete de electricidad, la
sala de las balanzas, infinidad de salones de dibujo divi-
didos en secciones, de arquitectura, de arte naval, de
mecánica &; los gabinetes de herramientas japonesas i
estranjeras, la sección de modelos de máquinas, puentes
i edificios, la de estatuas célebres cuyas copias se usa en
la decoración de las construcciones, los modelos de
buques i los departamentos especiales para el estudio de
su construcción donde me muestran un polvo para tapar
los agujeros hechos por las balas en los buques, en virtud
de su propiedad de hincharse en contacto del agua ; el
museo de mecánica con su dotación de facsímiles de
máquinas desde Arquímedes hasta Edison; la sección de
mineralojía i meteorolojía con sus ejemplares propios i su
museo especial de trapiches, hornos, bombas i útiles
para el beneficio de los metales, donde el esqueleto de
una mina me llamó la atención por su parecido con lo que
representarían suspendidos en el aire los sistemas ner-
vioso, arterial i venoso del cuerpo humano ; el cuarto de
análisis al soplete i el inmenso gabinete para el examen de
los metales por vía húmeda; el museo de jeolojía ; el
departamento de química aplicada con su dotación de
— 459 —
balanzas hechas en el Japón, en dos salones; los labora-
torios de aplicación de las ciencias a la industria en telas
i otros materiales i los modelos de útiles industriales; por
fin los talleres mecánicos para hierro bronce i madera
como los de una fábrica de importancia, en los cuales se
da la instrucción práctica mas completa.
Seguí mi inspección por la facultad de ciencias mate-
máticas i físicas. Los gabinetes, laboratorios i museos de
matemáticas, química, física, jeolojía, botánica i zoolojia
son completísimos i están esmeradamente cuidados por
sus preparadores respectivos. Tiene esta facultad su
casa aparte i cada ramo, sus aulas i dependencias pro-
pias.
Recorrí las aulas de la facultad de literatura en los
dominios de su esclusivo uso i la gran biblioteca de la
universidad que forma cuerpo separado, tiene disposi-
ciones adecuadas i está ordenada a la perfección ; no es
mui rica pero sus estantes contienen libros de gran valor
i mérito.
La facultad de derecho, a la par de sus tocayas en
todas partes, es la mas aristocrática. Como ellas no
tienen ni necesitan museos ni gabinetes que den aspecto
de falta de aseo a veces en las piezas, echan lujo en sus
aulas i mobiliarios. No es el caso de la del Japón por lo
tocante al lujo de muebles, pero sí por lo referente al
edilicio. Los papeles de los abogados únicos materiales
de su trabajo no estorban ni desordenan sino las con-
ciencias !
Una mayor sección se toma en cambio para sí, del ter-
reno, la facultad de medicina i lo necesita. Comenzaré
por presentar al lector un campo de tres hectáreas, como
una mesa de billar para ejercicios atléticos de los estu-
diantes cuyos juegos preferidos son los clásicos ingleses,
donde jugaban a la sazón varios alumnos conservando su
uniforme, incluso el gorro con un cuadrado flotante por
copa, como he visto no sé donde, en Alemania creo. Hai
ademas en sitios neutrales, jimnasios i piezas de agua para
natación en verano i para patinar en invierno. Lo
llevaré en seguida al hospital de clínicas, grandísimo i
repleto. Observo las salas de la secretaría i la adminis-
— 460 —
tracion a la entrada con sus numerosos jefes i escribien-
tes ; representa la oficina de un ministerio laborioso. £1
dispensario está concurridísimo, hai mas de 300 enfermos
esperando a ios médicos. Entro a la sala de operaciones
anunciado oportunamente por el secretario i tengo la
suerte de asistir a una operación que practica el mas hábil
cirujano de 'l'okio. Se trata de un tumor blanco ; el pro-
fesor antes de proceder esplica el caso i el método ope-
ratorio, teniendo al lado del paciente dormido, una pierna
de esqueleto para hacer notar las diferencias i señalar
las rejiones por donde andarán el cuchillo i la sierra.
Asisten a la operación los estudiantes i las japonesitas en-
fermeras con sus inseparables gorras blancas i su eterna
sonrisa. La sala de operaciones en forma de anfiteatro
tiene buena luz i está bien provista de útiles i aparatos.
El hospital es capaz para 500 enfermos i admite mujeres,
hombres i niños, en departamentos separados o en sus
anexos ( el plano que guardo esplica la disposición de
las diversas partes de los edificios).
Copian varios estudiantes, en el momento de mi en-
trada en el departamento de anatomía, dibujos del sistema
nervioso, hechos con lápiz de color en la pizarra, por el
profesor; así los alumnos aprenden mas fácilmente la
topografía de los órganos i se ejercitan en el dibujo,
tan útil, casi diré indispensable, para quien cultiva las
ciencias naturales. El profesor demostraba a otro grupo
de jóvenes, en cerebros endurecidos por alcohol, la
exactitud de los dibujos i les daba una lección práctica
de anatomía cerebral. Paso al anfiteatro de disecciones,
contiguo a un museo de piezas conservadas, donde
figuran cortes de todo el cuerpo en cadáveres helados.
Esta parte no me satisfizo tanto; el anfiteatro i el museo
pueden ser mejores; verdad es que la instalación actual
es provisoria.
También cuenta con su casa aparte el departamento de
medicina legal donde me encuentro con mi colega el
doctor Kuniyose Katayama, quien me hace pasear sus do-
minios consistentes en: una huerta, terreno i disposiciones
adecuadas para tener animales destinados a las esperien-
cias toxicolójicas, vacunaciones i seroterápia; una aula en
— 461 —
anfiteatro cómoda i llena de luz; salas para las clases,
gabinetes i laboratorios. Así no necesita el profesor del
ramo recurrir a otras reparticiones para sus estudios i
esperimentos. Los departamentos de fisiolojía, hijiene,
patolojía jeneral i anatomía patolójica se hallan igual-
mente dotados ; no insisto en detalles por evitar repe-
ticiones.
El departamento de farmacia merece una mención
particular, a pesar de alojarse en un edificio provisorio
e inadecuado; este sin embargo, es grande i cómodo i
allí funcionan las aulas de una manera satisfactoria.
Asisten a las aulas de la universidad como dos mil
estudiantes. En la facultad de medicina hai doscientos
internos que viven i comen allí, ocupando la parte de
edificio que les ha sido destinada cerca del hospital.
Veese ademas en una sección apropiada del t/erreno una
serie de casas separadas entre sí por algunos metros i
dando el frente a una avenida interna pero accesible al
público: son los dispensarios de oftalmolojía, jinecolojía,
enfermedades de niños i demás especialidades que fun-
cionan en dias fijos. Los terrenos i los edificios de la
universidad tienen su provisión de agua propia, indepen-
diente i su gasómetro, como si fueran una ciudad. Muchos
jóvenes japoneses estudian en Europa con gran éxito
los mas.
Abril 23, — Mi tiempo en estos dias inclusive el actual,
ha sido ocupado en visitar escuelas i conocer algo mas
de la ciudad. Cuando fui a la escuela normal de muje-
res, las niñas estaban en recreo i ofrecian un espec-
táculo delicioso. Primero veo a las mayores en un jardin
jugando, corriendo, saltando, gritando, persiguiéndose
para juntarse ; otras caminan de a pares hablando sijilo-
samente; se comunican pienso, sus pequeños secretos;
todas me parecen bonitas aun cuando indudablemente
algunas no lo son. Hai en el establecimiento mil educan-
das divididas por edades. Abarca el terreno dé la escuela
52 hectáreas i el edificio solo, tres. ¡ Hágase cargo el
— 462 —
lector de estas dimensiones ! Paso al centro i veo en los
jardines, patios i jimnasioSf enjambres de chicas con sus
vestidos de colores vivos, jirando, revoloteando como
mariposas, como pájaros ; oigo las voces metálicas de
las mas pequeñas i me deleito mirando el suelo cubierto
de criaturas como un almacigo de dalias en movimiento,
por los variados colores de los kimonos i de las cintas.
Derrepente suena una hora terrible i todos los pájaros
entran en sus jaulas, en largas filas matizadas, donde
llaman la atención i alegran el ánimo las caras risueñas
de los diminutos escolares i los peinados artificiosos de
las muñequitas japonesas. La escuela admite alumnos
desde los cuatro hasta los diez i siete años i viven en ella
150 internas. Me hago conducir a los dormitorios, ver-
daderos modelos de limpieza i orden, con sus camitas sen-
cillas en lineas paralelas. Cada pupila tiene su armario
disimulado en el tabique correspondiente. El refectorio
es una gran pieza sencillamente amueblada i de un aseo
esmerado. De ahí vamos a la sala de baile donde por
el momento ensayan unas cuadrillas, ya las japonesitas
con cierta desenvoltura europea; creo que en nuestras
escuelas no hai curso de baile. Asistimos en la sala
de música a una clase donde se enseña la nuestra harto
incomprensible para los japoneses si no la aprenden en
su tierna edad ; era cómico pero mui agradable el solfeo
de aquellas vocecítas emanadas de tan pequeñas larinjes.
Muéstrannos después la clase de modas i costura; allí se
enseña a cortar, armar i coser los vestidos usuales i con-
cluimos nuestra inspección por un museo de objetos donde
se hallan a mas, la balanza para pesar diariamente a las
alumnas i el aparato para medirlas.
Atravesando solamente una calle nos encontramos con
la escuela normal de varones, gran edificio de ladrillo
en parte, no concluido, i con una estensa área disponible
a mas de sus patios i jimnasios cubiertos. Se educan aquí
mil o mas jóvenes, entre ellos ciento ochenta internos.
Hai como cincuenta profesores para todos los ramos.
— 463 —
Las aulas i gabinetes están bien provistas. Se presta
singular atención a los ejercicios militares i jimnásticos,
ejecutándose todos al aire libre en las grandes esplana-
das, cuando no llueve. El, /awn tennis, (raqueta larga)
es obligatorio. El director me regala la colección de
programas i reglamentos de la casa.
Al dia siguiente de los paseos anteriores mi infatigable
amigo Nemoto me lleva a otro coloso de escuela, coloso
por las dimensiones de su terreno i de sus construcciones
con relación a su objeto. Es una escuela media. La sala
de los profesores en el primer piso alto es vasta i sirve
de escena a un va i ven de individuos que han concluido
de dar o van a dar sus clases, i de reposo, a los que
esperan su hora. Entro en tres clases de ingles de dife-
rente grado i marco una vez mas la preferencia de los
japoneses por este idioma ; luego presencio retazos de
lecciones en las aulas de jeometría, de aritmética, de
áljebra i de botánica ; en esta veo a cada alumno con
hojas o partes de plantas en la mano i un mapa del Japón
en el cual señalan la estension en que la planta se pro-
duce. Asisto también a la salida de las aulas i a los ejer-
cicios jimnásticos en los patios i en los galpones ade-
cuados. Hai 17 aulas en esta escuela, concurridas por
890 alumnos, en la actualidad. En todas las clases han
sido mui corteses conmigo, interrumpiendo su ocupación
para saludarme puestos de pié.
Solo me faltaba ver un ejemplar de casas de educación
elementales i para completar mis impresiones o estudios
al p^asar, me dirijo a una escuela primaria mista de
mujeres i varones chicos, instalada en tres hectáreas de
terreno, nada menos. Aquí también los alumnos se divi-
— 464 ~
den por edades i cada aula solo tiene asi, una dimensión
de pupilos. Entro en una clase de lectura i el profesor
hace leer a la mas pequeña de las niñas, quien comienza
su tarea con una voz inlinitesimal, pero clara, entrecor-
tada, por entregas diré, como leen las criaturas ; solo
distingo la palabra < kimono, kimono> que resalta a cada
línea, parece ; será algún capítulo sobre vestidos el del
libro de la muchachita. Luego veo otras aulas i entre
ellas la de costura i labores que me agradó mucho. £n
las clases de los mas chicos, kindergartens, niños de tres
años trabajan en flores o en dibujos ; las mujercitas
bordan en papeles líneas de paisajes. La directora es una
deliciosa joven; blanca, linda, pulida, delicada, risueña,
feliz; sin duda adivina mis sentimientos de admiración
por ella pues noto que me habla con suma deferencia,
casi con cariño. En la sala de esgrima, dos pares de com-
batientes de un metro de alto, cubiertos de petos mano-
plas i caretas, se dan de palos sin piedad, con espadones
de madera ; la escena me recuerda mis primeros años de
colejio en la Concepción del Uruguai. Es sábado, los
alumnos se retiran i van a saludar al director a cuyo
lado me paro para presenciar el desfile i aprovechar del
saludo ; gozar de él, diré, viendo cien cabecitas inclina-
das al mismo tiempo i doscientas manos diminutas apo-
yadas en los muslos al hacer la cortesía los alumnos de
cada aula por turno. Concluye el desfile i viene sola hacia
mí la directora del kindergarten, radiante de gracia i de
belleza, trayéndome algunas muestras de trabajos de sus
pupilos. Le pido que me escriba su nombre i le hago
decir con Nemoto, en japonés, por no decírselo yo direc-
tamente en ingles, que la admiro mucho i que me encanto
respetuosamente mirándola ; se ruboriza como diciendo :
« lo sé ya desde hace tiempo ». Se sienta a la japonesa i
en su rodilla escribe su nombre ; me da el papel i leo la
palabra Malsano, escrita con nuestro alfabeto ; se lo de-
vuelvo pidiéndole que lo escriba en japones i añada la
fecha del dia ; así lo hace. He concebido un grande i
repentino cariño por esta joven ; si me quedara aquí
haría algo por mejorar su suerte. Solo siento haberme
despedido de ella sin darle una flor que tenia en el ojal
-^ 4Ó5 —
de mi levita; ¡imperdonable olvido! El director me invita
a tomar té, según es costumbre ; acepto i pasamos un
rato de amena conversación.
Al volver a mi hotel, en el camino encontramos un
jardin cuyo aspecto me atrae ; veo en él preciosos i nota-
bles ejemplares de árboles enanos ; no se trata de rami-
tos plantados ¡ arte admirable ! sino de plantas con todos
los signos de la edad adulta en sus pequeños troncos, i
con todos los caracteres de los viejos árboles. Algunos
tienen 25 años, otros 30, otros mas i solo se levantan a
la altura de dos o tres palmos. Juntos formarian selvas
seculares como las nuestras para hombres de dos centí-
metros de estatura. Compro dos de cinco i seis años con
quince centímetros de alto.
Voi en la tarde a visitar la casa o palacio de los
tribunales, QoTíQZQO la de Bruselas tan celebrada; la de
Tokio nada tiene que envidiarle. Es un tremendo edifi-
cio, el hall o vestíbulo, salón de entrada o como se le
llame, es grandioso ; su cubierta, bien decorada, está a
una gran altura. Funcionan en el palacio los juzgados,
los tribunales i la suprema corte. Mi amigo el doctor
Kabuto, presidente del tribunal local como he dicho, me
recibe en sus oficinas mui amablemente ; por desgracia
no puede acompañarme pues va a tomar el tren para ir
al lugar que ocupaba una aldea destruida, totalmente por
un incendio hace pocos dias, a levantar las informacio-
nes del caso. Me da un empleado por guia, no conside-
rando suficiente la erudición de Nemoto i juntos visi-
tamos las salas de las audiencias, los juzgados i el
departamento de la corte suprema donde me sorprendo
al contemplar el local de las reuniones; un verdadero
templo severo, inmenso, sencillo, augusto como para su
objeto. Salgo mui bien impresionado de la casa de los
Por ntarts i por tierras 30
— 466 —
tribunales i en llegando a mi hotel me encuentro ya con
las leyes i decretos referentes a la administración de
justicia, en volúmenes bien encuadernados.
Una buena mañana, en la agradable compañia del
comandante Armani, Nemoto, el señor Benitez uno de
los secretarios de la legación española i el agregado
militar de la misma señor Juan Cologan, nos dirijimos al
distrito de Asakusa ( Asacsa, pues la u es muda, o mas
bien son mudas para ella las personas que pronuncian la
palabra). Llegados a su centro admiramos el magnífico
templo de madera, que como anticipo al espectáculo de
sus magnas proporciones, ofrece colgados en su peristilo
cuatro faroles esféricos de dos metros de radio. El templo
hace juego en belleza i corpulencia con su pórtico sober-
bio. Cuajado de jente está por el momento i hai gran
lluvia de monedas en la especie de batea jigantesca cu-
bierta de barrotes e instalada a perpetuidad para recibir-
las, delante del altar; se oye el murmullo de los rezos
dichos en japones por los fieles, con muchas vocales por
lo tanto, i las frecuentes palmadas de los devotos lla-
mando a los dioses distraidos, i estos cuentan por miles
como que el templo se llama < Residencia de las 3333
divinidades >.
Dos de ellos sin embargo gozan de todos los sufrajios;
el dios a quien acuden las mujeres que desean tener
hijos i el dios que cura el dolor de muelas i en jeneral
las enfermedades de la dentadura. Los dioses comisiona-
dos para este servicio están mas que otros, acribillados
de papelitos ya secos o mojados, i recientes ; de estos últi-
mos se ve volar en los momentos de oración, enjambres
que llevando las peticiones de los devotos, van a pegarse
en los cuerpos de las grotescas estatuas de madera pin
tada de los guardianes del templo; se asiste de paso al
desfile de su numerosa clientela.
A un lado del altar trabajan los adivinos, en número
de siete, creo; rehuso hacerme decir mi suerte; siempre
— 467 —
tengo miedo a las predicciones aun cuando no crea en
ellas ! Del templo pasamos a un jardin con invernáculos ;
vemos plantas enanas admirables i árboles hasta las
nubes a su lado ; encontramos un oso, dos zorros, varios
cuervos i otras aves i de postre un formidable tigre. A
la salida del jardin nos acapara un teatro de acróbatas
cuyo telón da a la calle i se alza de tiempo en tiempo
permaneciendo levantado un segundo, como para tentar
a los pasantes ; precisamente coincide el levantamiento
del telón con el momento en que el jimnasta atraviesa el
aire volando de un trapecio a otro invisible, o bien eje-
cuta alguna proeza nunca vista. Ademas, en fílas. delante
del telón, se colocan los artistas, sin papel por el mo-
mento en la fundón, vestidos con magnificencia i fan-
tasía. Los ejercicios fueron como los de todas partes,
con esta ventaja para el público: la entrada i asiento
valian dos centavos de yen, es decir cinco céntimos de
franco ahora.
En otro teatro vimos la representación de escenas
náuticas. Tres muchachas entraban al agua en una pi-
leta, nadaban, cantaban, zabullían i sacaban las monedas
que los asistentes arrojaban al fondo.
Siempre está en feria este distrito de Asakusa; sus
condiciones lo favorecen: tiene jardines espaciosos, pla-
zas, su templo que es un fuerte atractivo, el gran río
vecino i una torre elevadísima construida a prueba de
temblores, desde cuyos últimos pisos se ve todo Tokio i
sus dilatados alrededores. La concurrencia marea en
Asakusa i no hai sitio sin su tienda de juguetes, de dulces o
de frutas, o sin algún aparato para la diversión del pue-
blo, figurando por mucho las represas o estanques con
pescados vivos, para entretenimiento de los aficionados
a la pesca o aprendizaje de los novicios en ese arte. Las
graciosas musmés con sus kimonos de tintes subidos,
contribuían al buen éxito de la feria.
*
* *
— 468 —
Abril 26. — La vida de un estranjero de clase decente
en Tokio es tan agradable como en cualquiera capital,
sabiendo él amoldarse á la naturaleza de las cosas, i
aun mejor, por ciertos lados que no son para escritos.
Yo no tengo posición oficial ni puedo dispensar favores ;
no poseo siquiera una fortuna como para que me adu-
len por ella; no soi ni he sido nada, pues haber sido o
ser ministro en mi tierra, no equivale, ante las leyes i
reglas de la popularidad entre los viajeros, a ser o haber
sido chief steward ^n f\ Bristol hotel en Londres o a
bordo del vapor «Teutonio de la «White star line»; i
sin embargo, no hai agasajo que no me piodiguen en
Tokio y en jeneral en todas partes, fuera de mi pais.
Ayer 25 nos dio un almuerzo Mr. Armand, ministro de
Francia i después prolongó el obsequio organizando
una partida de lawn tennis en su precioso jardin ; hoi
nos ha dado otro en su legación el ministro italiano
conde Orfini i el lawn tennis se ha repetido, siendo nos-
otros, tanto aquí como en la legación francesa, el objeto
de las atenciones i los agasajos de todos.
Después hemos ido a ver una casa enteramente ja-
ponesa, sin mezcla alguna de estilos europeos; la del
señor Okula, gran negociante a par de doctor i el
primero tal vez en el alto comercio, mas por su impor-
tancia que por su riqueza. < Ningún estranjero ha pisado
los umbrales de esta casa > nos dice Nemoto, < no por
egoismo de su dueño sino por no ser costumbre en el
Japón invitar a los estranjeros a las casas de familia >.
Solo estaba allí la servidumbre, numerosa sin duda;
la ausencia de los dueños confírmaba la observación
de Nemoto. — « ¿ Y cómo, le pregunto, nosotros estran-
jeros, somos admitidos aquí ? > — « Porque ustedes se
han hecho querer de todo el mundo en Tokio, me
responde, i ya saben los amigos de Tokugawa cómo
son ustedes i su afecto por el Japón». Agradecí mucho
la esplicacion.
Sobre una colina con vista a un valle está situada la
casa; mirando al mar i al rio por dos de sus lados i
por el otro a la estensa i divina Tokio. Todos los niños
han preguntado alguna vez injenuamente, porqué no ha-
- 469 —
cen las ciudades en el campo, sin pensar en que todas
fueron comenzadas precisamente en el campo, borrán-
dolo en seguida con el solo hecho de surjir en él. Pues
bien^ la única ciudad del mundo capaz de satisfacer el
deseo de los niños, dando realmente la idea, no sé cómo,
de que está en el campo, es Tokio ! Es campo en todas
partes i ciudad en cualesquiera; es el sueño infantil de
la ciudad i del campo en estrecha unión. Pero hai es-
cuelas, lo que destruye la ilusión, pues en el fondo de la
ambición de los niños existe, a mas del amor a la libertad
en la naturaleza vírjen, el anhelo de la supresión del
maestro i de las aulas ; a lo menos para mi, campo que-
ria decir todo eso.
De uno de los balcones veo bosques, selvas, parques,
rios, áreas despobladas, casas, templos, calles, caminos,
aldeas, la campaña en ñn, del brazo con la ciudad.
Hai en el interior de esta morada un lujo estraordinario
a pesar de la ausencia de muebles; da lástima pisar las
esteras i tocar los objetos ; los techos son de madera
labrada, esculpida, pintada o natural; los muros o mas
bien los tabiques estemos i divisorios llevan incrusta-
ciones o paneles de laca, de seda i marcos con tallados
de un arte admirable ; las ventanas i las puertas de ri-
quísimas tablas, se mueven sobre sus correderas al im-
pulso de un dedo. Vasos de porcelana, estatuas de
bronce, braseros con incrustaciones o cincelados, sahu-
madores i otras lujosas obras de arte, adornan las ha-
bitaciones i prestan en ellas su servicio aumentando la
comodidad i mostrando el gusto estético.
Hai un cuarto consagrado a los dioses con mil ricas
imájenes en pintura i escultura. Las salitas de recepción
principalmente, son deliciosas; en una del piso inferior,
nos sirvieron té a la japonesa, en el suelo, dándonos
por asiento almohadillas de paja suaves como guantes;
la sola musmé que nos lo ofrecía era un lujo de estilo
por su belleza, su gracia, su juventud i su alegría, a mas
de su rico vestido de espumilla. En otra sala de arriba
con sillas i mesas, única incongruencia, pero perdonable
en virtud de haber sido puestas allí solo por hcM-as en ob-
sequio a los huéspedes i por estar no obstante en armo-
— 470 —
nia de colores i finura de maderas con los demás adornos,
nos sirven frutas dulces i vinos.
Al salir encontramos en el portal o vestíbulo la servi-
dumbre reunida ; yo hice mis cuentas ; alb' habia maridos,
mujeres, niños, mozos solteros i musmés delicadas; sin
duda estábamos en una gran mansión. Todas las personas
i personitas nos saludaron alegremente deseándonos
grata permanencia en el Japón i los niños, a quienes
dimos algunas monedas, nos hicieron las mas graciosas,
cómicas i respetuosas reverencias, gritando ; < ¡ saionara,
saionara > < adiós, adiós ! >.
Hoi comienza la fiesta de los pescados cuyo significa-
do esplican unos de un modo i otros de otro ; lo mas
seguro es pensar que se festeja el beneficio de la natu-
raleza por la existencia de los productos del mar, ali-
mento principal del pueblo. De las alturas donde esta-
mos vemos izados en elevadas perchas con perilla
dorada en el estremo, pescados de papel grandes i chi-
cos, en mayor ó menor número, según la cifra de los hijos
en cada familia ; pues dicen que cada madre o padre debe
colgar tantos pescados como hijos varones han nacido
en el año. £1 efecto de tan estraño adorno es curioso;
mientras unos pescados se inflan por el viento i flotan
como nadando; otros, abandonados de las brisas, cuel-
gan como gallardetes a lo largo d^ las perchas, resul-
tando de las variantes un cambio constante de figuras
i colores.
Abril 27. — Recibo la visita del marques de Toku-
gawa a quien ya conoce el lector. Su conversación es
amena, interesante, espiritual i humorística; en dos ras-
gos nos hace el retrato de su amigo Sho Nemoto, pin-
tando sus rarezas sin piedad en los detalles, pero con
cariño i blandura para el orijinal a quien estima i quiere
mucho. Al despedirse nos invita a almorzar en Huyeno
J
— 471 —
Park con otras personas de su categoría, el día que eli-
jamos, disculpándose de no darnos el almuerzo en su
casa por tenerla en construcción, por hallarse la familia
en un alojamiento provisorio i su señora, próxima a tener
nueva prole. Nos comunica también que ha escrito al
gobernador de Niko a fin de obtener una orden para el
presidente de los templos, en favor nuestro, con la
cual podremos ver en ellos, lo que muí pocos japoneses
i casi ningún estranjero han visto.
A la de Tokugawa, sig^e la visita del marques Hachi-
suka, ministro de instrucción pública. En el hotel no
saben lo que les pasa; jamas han visto tales persona-
jes en la casa ! . . . ¡ los mozos i el dueño me habían
tomado por un pobre diablo, juzgándome por mi traza
de obrero desocupado ! Hachísuka es muí parecido a
Plaza hasta en el modo de decir ou, . , well i de acomo-
darse en la silla. Aunque ocupado i preocupado, se
muestra siempre amable i cariñoso. Me ofrece mandarme
a mas de los que me ha dado, varios documentos ya reu-
nidos por su secretario para mí.
Abril 28, — Voi con Nemoto a entregar mi carta al
vizconde Enemoto; este caballero vive en su hermosa
quinta, muí lejos del centro, pero en el radio de la ciu-
dad, situada a orillas del río Sumidagawa, mas ancho a
esa altura i con mas embarcaciones en sus aguas que el
Támesis frente al parlamento. La casa sencilla i lujosa a
la vez tiene un precioso jardín, un riacho i un lago. El
vizconde es uno de los mas altos personajes del impe-
rio, sencillo en su trato como todos los hombres supe-
riores; se ha educado en Holanda; habla cinco idiomas;
ha sido ministro en Rusia durante cinco años i en otros
países por menos tiempo ; últimamente desempeñaba el
ministerio de agricultura i comercio del imperio, puesto
— 472 —
del cual se ha retirado espontáneamente. Es hombre de
gran intelijencia i sabiduría, distinguido marino, muí añ-
cionado a la mecánica i conocedor de esta ciencia. Es
hábil carpintero, herrero, mecánico i quimico: me mues-
tra dos elásticos de carruaje hechos por él i una bata
de canon rayado también obra suya, asi como varías
medallas i otros trabajos de galvanoplastia cuya ejecución
denunciaría un artista maestro en el ofício. Es ahora
vice almirante honorarío de las escuadras. £1 partido
opuesto al suyo le tiene gran recelo por sus altas
calidades, pero él conserva a sus émulos a raya con su
respetable honorabilidad i caliñcados servicios. Algunos
atribuyen su salida del ministerio a influencias estrañas,
pero no es sin duda un hombre a quien tales resisten-
cias pudieran obligar a dejar un puesto.
Durante los últimos tiempos de la guerra civil prece-
dente al orden actual, desempeñó un papel importantí-
simo que hubo de terminar por una tragedia ; estuvo a
punto de suicidarse junto con sus nobles compañeros de
armas, cortándose el vientre, al uso japones, cuando
vencidos en la lucha cayeron prisioneros. Pero el empe-
rador que podia disponer de la vida de su eminente
subdito, quiso conservarlo para su patria i con una altura
ejemplar, lo reintegró en el uso i ejercicio de aquellas
de sus preminencias compatibles con la nueva situación
política, entregándole mas tarde una cartera en su
gobierno.
Su casa es un museo siendo él muí aficionado a las
rarezas i antigüedades; tiene entre otros objetos, un
pedazo de aerolito de hierro i metal blanco caido en
el Japón.
Delante de una mesa me muestra un chuse estraño; el
primero de su clase hecho en el mundo i el primer ejem-
plar salido de la fábrica; es de pino, tejido con esas
hebras verdes o filamentos terminales de las ramas, cuyo
nombre no sé, i que en los pinos representan el papel
de las hojas en los otros árboles.
Pasamos a tomar el té en una mesa rodeada de sillas,
muebles exóticos en la casa, eso se vé, i en seguida re-
corremos las habitaciones, el dueño i nosotros descalzos.
— 473 —
Hallamos en una pieza alta,, servidos en el suelo, dulces,
frutas i vinos. ¿Será costumbre obsequiar dos veces,
cada una en pieza separada? me pregunto recordando
mi visita a la casa japonesa. Asi parece, solo acepto
un cigarro enorme, envuelto en papel de plata. Fumando,
hablamos de todo, principalmente de inmigración. El
vizconde se ocupa en este momento de mandar inmi-
grantes al Brasil i a Méjico. Yo lo incito a mandarlos
también a la república arjentina i le ofrezco remitirle
las leyes i decretos relativas a la inmigración. Sho
Nemoto mi compañero de andanzas, es su agente, el
mejor de los ajentes por su actividad i esperiencia adqui-
rida en sus viajes.
Al retirarme, el vizconde me acompaña hasta mi rik-
sha i atando con sus propias manos el chuse de pino,
traido oportunamente por un criado, me lo presenta
como un recuerdo. Yo respondiendo a su galantería le
mandé al dia siguiente para su museo una hoja de papi-
rus qué tomé en Siracusa.
Nemoto, casi se cae de espalda ; jamas ha visto hacer
semejantes agasajos a un estranjero en su tierra. Me
parece atinado dar ya una idea del carácter i posición
de mi amigo Nemoto, casi tocayo del vizconde. Física-
mente ya lo conoce el lector, pero no en todos sus deta-
lles. En apariencia solo tiene un sombrero i un traje; el
sombrero ha sido duro en sus oríjenes, ahora es blando ;
la ropa ha sido negra, ahora es verde amarillosa.
Nemoto no fuma, no juega, no toma vino, ni niega, ni
resiste, pero siempre hace su voluntad. No sé si es pobre
o rico ; parece desdeñar estas dos cosas, la fortuna i la
miseria. Vive perpetuamente afanado i ni el emperador
ni dios lo detienen cuando determina irse. Es casado,
adora a su mujer i mas a su hijito, pero no tiene tiempo
de hacerle cariños. Entra i sale como un relámpago,
interrumpe al lucero del alba para hablar él en forma
telegráfica i seguro de decir la única cosa práctica i útil
en cada momento. Su característica es tener razón siem-
pre; es el único hombre infalible que yo conozco. Sus
condiciones de honorabilidad i su juicio recto han hecho
tolerables, casi agradables sus orijinalidades siempre
— 474 —
sometidas a un propósito positivo. Es la actividad en
esencia; si usted le dice: espere Nemoto, no solo no
espera sino que no entiende, no sabe lo que sig^nifíca espe-
rar. IVata a todo el mundo lo mismo; hace las cortesías
de regla, es en realidad bien educado, pero derrepente, en
un salón oficial, donde hai diez personajes, se pone el
sombrero (su sombrero ex-duro, alto, abollado i verde)
no por irreverencia sino porque ya ha estado demasiado
tiempo sin sombrero, l'okugawa i Enemoto lo adoran,
pero él no les da un minuto para manifestarle su cariño ;
se va apenas ha evacuado su negocio u oido lo que le
dicen. Goza de la entera confianza de ambos i actual-
mente tiene como lo he dicho, a su cargo los detalles de
un gran negocio sobre inmigración a Méjico i al Brasil
del vizconde Enemoto.
Al volver de mi visita al vizconde quiero dejar una
tarjeta al marques de Tokugawa, en su casa vecina a la
de Enemoto, sabiendo que no estaba en ella, pues lo
habíamos encontrado al venir conduciendo un elegante
faetón en el camino hacia el palacio imperial.
La morada de este mi amigo es un paraiso : parque,
bosque, jardines, lagos i arroyos, caballerizas i habitacio-
nes, todo está arreglado con esquisito gusto. Nos recibe
el intendente, un viejo respetable i nos muestra la nueva
casa en construcción, ya casi concluida ; el estilo de ella
es europeo ; el piso todo es de parquet fíno i los cielos
rasos de madera japonesa, en forma de cajones, en las
piezas principales. Responden a las exijencias de una
vida cómoda i lujosa los vestíbulos, los salones, el come-
dor, la sala de billar i demás dependencias accesorias.
Las paredes están tapizadas de seda o papel cartón imi-
tando cuero estampado, según el destino de cada pieza.
Hai en el comedor una especie de tribuna de madera
tallada tras de la cual está una ventanilla dando a un
corredor corto que termina en la cocina. Noto en la sala
un detalle no observado por mí en parte alguna : dos
estufas juntas en un lado, armonizando su tamaño con la
— 475 —
altura i dimensiones de la pieza. £1 marques por sus
gustos su trato i su casa, seria calificado de higk Ufe en
Inglaterra, l'odos los mármoles empleados en la cons-
trucción provienen de sus minas del interior.
£1 marques i su familia habitan provisoriamente uii
departamento de la antigua casa. La señora es una dama
distinguida que ha hecho una figura saliente en la alta
sociedad de París i Roma, donde su marido fué ministro.
Habla ingles, francés e italiano; es hermana del marques
Hachisuka.
Pertenece Tokugawa a la mas alta nobleza del Japón ;
su familia comienza en lyeyasu perteneciente a la linea
de shógoun, impropiamente llamados Taikun, jefes mili-
tares que a la sombra de los emperadores han gober-
nado el Japón desde el XIII siglo hasta mediados del XIX.
lyeyasu gobernó de 1542 a I6I6. £lla ha sido antes del
nuevo réjimen, inmensamente rica, como lo seria ahora
Tokugawa, el mas caracterizado de sus representantes
en la época actual, a no haber pasado sus bienes, como
los de otros nobles, a poder del £stado, cuando quedó
destruido el feudalismo.
I aquí debo hacer un merecido elojio a las virtudes de
la nobleza por su jenerosidad, su desprendimiento, su
patriotismo, su respeto a las leyes i al mikado, supuesto
de oríjen divino, calidades puestas en relieve con ocasión
del despojo de los bienes poseidos durante siglos, en
favor del Estado.
Ni una protesta, ni una murmuración se oye en contra
de esa medida cuyas consecuencias han sido terribles
para algunos que se han visto obligados a ganarse el
sustento desempeñando los oficios mas subalternos, sin
escluir el de sirvientes de sus antiguos vasallos. Toku-
gawa habla de estos sacrificios con serena complacencia,
i eso que tiene a la vista el famoso Korako-yen, <jardin
de las eternas delicias» poseido durante siglos por su
familia i ahora en manos del fisco; ¡un verdadero pa-
raiso que comienza en las orillas de l^okio i se estiende
hacia el campo, abrazando una zona de muchos kilóme-
tros. £1 marques se ha educado en £uropa i habla fran-
cés como su propio idioma ; ha sido como creo haber ya
— 476 —
dicho, plenipotenciario en Francia c Italia i ahora es
senador del Imperio i ocupa amas la eminente posición de
vice-gran maestre de ceremonias del palacio. Tiene una
intelijencia penetrante i una gran instrucción, añadiendo
a estas calidades, la de una estremada cultura. En su
trato con los hombres, es el estadista, el político, el diplo-
mático espresándose con modestia, pero revelando sus
dotes; en su conversación con señoras es el hombre de
sociedad, ameno, incisivo, delicado i de esquisita educa-
ción, el mundano de los salones selectos de la Europa.
En su despacho es el funcionario afable, correcto, dedi-
cado a sus deberes ; en la calle se le ve en su faetón
manejando un par de briosos caballos con la destreza
de un elegante de Hyde-park.
*
* *
Abril 30, — Asistimos a las carreras de Yokohama.
El espectáculo es animadísimo ; ya he descrito el circo
en mis notas sobre esta capital. Hemos sido invitados
por el señor Seux a almorzar en la caballeriza del
señor Cueurs, puesta de gala para el caso ; el almuerzo
es lujoso i esquisito. Conocemos en el palco del club al
ministro español, señor L. de la Barrera i a dos jóvenes
de las legaciones de Holanda i Bélgica; están allí también
nuestros ya conocidos de la legación francesa ministro
Armand i familia, el señor vizconde de Dresnay, secreta-
rio i su hija, el señor Bain i su señora, el ministro de Italia,
el comandante Armani, el señor Sioen i varias otras
personas de nuestra relación. Vamos a ver los caballos,
apostamos, perdemos ; el dia está mui lindo ; estrecho
relaciones con las niñas de Fallot, hijastras del reverendo
Arthur Lloyd (Mitamichome no 2 Tokio); una de ellas
es idéntica a nuestra compatriota Josefina González de
Sorondo, por lo tanto mui buena i mui agradable. La
señora del doctor Wildé obtiene un éxito inusitado por
su don de jentes, su amabilidad para con las señoras
viejas i feas i su facilidad para hablar con griegos i tro-
yanos en varias lenguas.
- 477 —
Volvemos a Tokio en el último tren con la mayor
de las Fallot ; la menor, alias Josefina, se quedó en
Yokohama. ¡ Raras costumbres ! Invitaba a comer en
las carreras con nosotros a Seux i sus amigos i como
se hallaban presentes las dos niñas Fallot, las invité
también, por no dejarlas en blanco, pero sin imajinarme
que pudieran aceptar. Aceptaron i fueron a la comida;
eso parece natural i lo será en su educación. Después
de comer Helena nos pidió que acompañáramos a su
hermana en el tren hasta Tokio; así lo hicimos con el
mayor gusto i aquí viene una historia curiosa i risible.
Al salir del hotel para el tren, un sirviente entrega a la
niña Fallot, la mayor, varios paquetes ; ella los toma,
nosotros le ayudamos a ponerlos en el coche. En la
estación llevamos parte de ellos al vagón ; ella llevó el
resto. En todo el camino estuvo preocupada de sus
envoltorios cuidándolos, cambiándolos de sitio cuando
entraba un pasajero, acomodándolos e involucrándolos.
Al bajar en Tokio tomó ella la mayor parte de los
objetos; yo tomé dos solamente, pero ya medio inco-
modado con la molesta carga le digo «I ¿qué lleva usted
en tantos paquetes a esta hora ? » — « No sé, me con-
testa, el mozo me los ha dado i yo los traigo » — « Pero
¿ no son suyos ? > — « No ; serán supongo de Helena o
de mamá ; solo este pequeño es mió ». En esto examino
uno de los lios i encuentro unos botines ; me fijo mas i me
parece reconocer el tamaño; abro un poco el papel i
veo ... un par de botines mios ! ... el otro paquete tenia
un par de botas cortas, mias también.
Suelto la risa ; la niña me mira entre confusa i asom-
brada!... Señorita, le digo, yo habia dejado espresa-
mente estos botines i estas botas en Yokohama i usted
me lo trae todo a Tokio. . . Lo notable del caso es la
bondad de la joven para cargarse con una molestia sin
saber cómo ni por qué, bondad resultante sin duda, de un
hábito, el de ser mandada i obedecer sin examen ni pro-
testa ; es huérfana de padre !
— 478 —
Mayo 2. — Un nuevo paseo por Huyeno Parque: deli-
cioso ! La ciudad sin límites está al pié brotando casitas
pintorescas entre árboles i flores, con sus canales de
agua plateada al sol, en forma de anillos, brazaletes i
vinchas de la preciada capital; i oscilando por todas
partes en lo alto, como estranas banderas, los pescados
de la fiesta, mientras los pájaros pequeños i los cuervos
negros i grandes, vuelan de rama en rama en el poblado
bosque del parque mismo i las musmés de kimono vis-
toso, siguen trotando por las avenidas, con el cuerpo
inclinado i los diminutos pies sobre los altos zuecos en
seductora i férica procesión.
Mayo 4, — Otra vez en las carreras de Yokohama, no
tan animadas ahora; aprovechamos el viaje para hacer
algunas visitas i entregar cartas como flechas al despe-
dirnos ( recuerdo de Drioux, manual de historia, batallas
de los Partos ).
Mayo S, — Había prometido a las niñas Fallot visitar-
las en su dia de recibo (miércoles) i cumplo mi promesa.
Viven en los quintos infiernos ; todo esperaban parece
menos mi visita : no estaban en su casa. En cambio conocí
a la madre i conversé con dos clérigos protestantes ; era
lo mismo i verdad ?
Mayo ^.—Espléndido almuerzo en Huyeno Parque, en
sitio elejido, con vista a los mejores paisajes i a la ciudad,
vecino al rio, al lado de un gran Buda de bronce i cerca
de la gran campana i de su ariete que da las horas saltando
como encabritado después de cada golpe atronador.
— 479 -
Son los invitantes el vizconde Enemoto i el marques
Tokugawa ; los obsequiados el doctor Wilde i su señora
i los invitados el ministro de Italia conde Orfíni, el minis-
tro de instrucción pública marques Hachisuka, el coman-
dante Armani, el señor Gaseo, empleado de la legación
italiana i Nemoto, quien encontró largo el almuerzo i así
lo declaró a Tokugawa, antes de tomar la sopa.
Brinda a nuestra salud Tokugawa; brindo yo por
el emperador, la emperatriz, los grandes hombres del
imperio, mis amigos presentes i por el Japón mismo
donde hemos encontrado tan amistosa acojida. Enomoto
brinda finalmente por el presidente de la república
arjentina.
Concluido el almuerzo i mientras tomamos el café, el
galante vizconde regala dos satzuma a Guillermina, dos
dijes microscópicos, obras de arte admirables, dos flore-
ritos pintados por dentro i con esmalte de hierro por
fuera, i Tokugawa, un cubre-piano bordado de crisante-
mas, riquísimo. Hacer obsequios después de una invita-
ción es de uso japones. Me anuncia también la decisión
de conferirme el diploma de médico, el primero que se
espedirá en el Japón a un profesor estranjero, tan
pronto como yo mande la documentación de mi título
para llenar formas, que sin duda, hará obligatorias el
futuro decreto reglamentando la espedicion de diplomas
a facultativos de otro pais i tocándome el honor de haber
dado motivo i oríjen de esa novedad, pues el caso de
pensar en conferirlos hasta hoi no se había presentado.
Al otro día el diario oficial daba cuenta del obsequio
en términos amables.
*
Mayo 7.— Gracias a la amabilidad de Tokugawa,
hemos podido conocer el parque de Korako-yen i pasar
en él dos horas de felicidad. Este paraje es inaccesible
si no se tiene un permiso especial i obtener ese permiso
es bastante difícil.
Korako-yen quiere decir «jardín i placer en el futuro>;
— +8ü ~
litiíralmrntr «janiin árl placer futuro > pero en su con-
cepto hIos/jñcf> aquí : futuro > significa c perpetuo,
eterno > o algo análogo.
El par(|ur merece su nombre; ha pertenecido a la
familia ár Tokugawa i cayó en manos del gobierno en
\ irtud de la confiscación, cuando fiíé abolido el réjimen
fí'udal.
Retiro de las pajinas de este volumen la descripción
de tan afamado pedazo de tierra, para incluirla en otra
de mis obras, Prometeo & C^, que saldrá a luz junto
con la presente; allí podrá verla el lector si Korako-yen
le inspira algún interés.
El Intendente nos regala el plano del parque i yo le
pido el de una de sus casas de madera, con detalles,
abrigando el propósito de construir una igual en mi
terreno del Tigre ( provincia de Buenos aires, repú-
blica argentina, Sud américa).
De regreso a mi hotel recibo una carta de Tokugawa
i el cubre-piano riquísimo, de seda bordado, una obra
maestra en su jénero, ofrecido a Guillermina en nuestro
almuerzo del parque. Contesto la carta en estos térmi-
nos c Mr. le Marquis. J'ai re9u votre aimable lettre avec
le precieux cadeau que vous envoyer a Mme. et qu'elle
accepte enchantée, non seulement pour la beauté du
present, sinon, et en premier lieu pour sa valeur comme
delicat souvenir d' un amí, puisque vous m'autorisez a
employcr ce mot, que notre bonne fortune nous a fait
trouver si loin de notre patrie. Croyez Mr. le Marquis
que nous n' oublierons jamáis ni votre nom ni vos cons-
tantes bontés et que nous conserverons toujours un
affectuex sentiment de gratitude pour vous.
A Mr. le Marquis Tokugawa son ami tres sincere
E. Wilde - Tokio le 7 mai de 1897 ».
— 481 —
Y como para responder al obsequio le mandaré opor-
tunamente una traducción en francés de las pajinas
escritas por mi sobre Korako-yen, descripción elojiosa
i por lo tanto agradable para él de tierras, parajes i
moradas antes en posesión de su familia.
* *
Mayo 8, — Comemos en lo del señor Carcer primer
secretario de la legación española; están : su señora
picante brasílerita, el ministro de España, Iñigo i su
encantadora mujer Teresa María Gorostiza ( Iñigo es
agregado naval de la legación de España), el señor
Antonio Benitez segundo secretario i el barón Foy.
Carcer según me cuenta su señora, ha sido novio de
Silvia Tarnassi, una preciosa niña de Buenos aires.
Después de la comida fuimos á lo del ministro Barrera
a hacer música, Mui agradables son estos españoles;
estamos como en familia.
Mayo 9. — Escursion á Niko. Con permisos especiales
i las recomendaciones de Tokugawa salimos del hotel
para Niko. El gobernador de la provincia ha dado or-
den al presidente de los templos i este a los sacerdotes
máximos para mostrarnos lo que mui pocos han visto,
es decir todos los tesoros mas cuidados, exepto sin
embargo el interior de la urna donde yacen los espí-
ritus, que solo se abre en circunstancias solemnes, ante
el emperador.
Naturalmente vamos con Sho Nemoto : él pasará tres
dias sin ocuparse de sus negocios, sacrificio que le agra-
decemos infinito, pero descansará moralmente.
En la estación noto la falta de mis pasaportes ; ( siem-
pre se me olvida algo de lo mas importante; no sé como
no me sucedea verdaderos desastres). Felizmente ahí
está Nemoto ; le doi cuenta del hecho ; me lanza una mi-
Por marts i Por tierras 31
* irr. 4»» '* Z'.r i. liim: "mu z'^iciaa le X'í2III^c:I-
•-« :,-*^..r *. I*-. -í-íc* tf'ii'r^ z^'.r üi- rua. ^íc trae a la
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% - ■', *-. <-^. --* t-r: .k .t-'T:-»;'5rO''« Í»tí fl»!*! <ÍC
7 o?r,;tT,^% r-T:*x» a sna castrada, bramos una colma,
kTíi\'"^hrr.^,^ LD p-j^ute echado sobre el rio de Xiko,
n'/H ¡/aram'/* ^íti !a opuesta banda para ver el otro puente,
*:\ f\*: ¿acá, céi^-bre. paralelo al naestro, de graciosa
forma í ^-l^rj^ante figura í cuyo color, rojo intenso des-
\}u\'Af>^ color de flor i no de pintura, junto con el brillo
í|^ %MS A\fr:iz^(\tír2LS de oro, resalta en el fondo verde
o«icuro df-l bosque plantado en la montaña. Sus pilares i
atravesaños de piedra forman encratrado, como si fueran
de madera. Por debajo pasan las aguas del torrente,
tMjlliríí)sas, espumosas, inútilmente apuradas, pues van
perH'-guiHas por la gravedad que no se cansa nunca,
Mobre piedras ovoides, esféricas, conoides, todo menos
angulares, por haber perdido sus aristas jugando unas
con r)traH« arreadas por la avenida, en los dias de ere-
nente.
No pasan habítualmente por el puente de laca lejen-
(lArio, HÍno los dioses en espíritu, pero -cuando necesi-
tariin pasar en forma corporal, como son de palo o de
— 483 —
piedra, lo hacen con ayuda de vecino, llevados por los
devotos, en larga procesión, según es de uso en las
ceremonias relijiosas, vestidos de mil maneras, condu-
ciendo andas con imájenes, cargando colecciones de
objetos alegóricos o de adorno, disfrazados de dragones,
leones i leopardos ; i los sacerdotes i otros dignatarios,
a caballo, con arneses de oro i seda, rojos, amarillos i
plateados.
Seguimos costeando el torrente por su orilla izquierda
un trecho, luego nos apartamos para volverlo a encon-
trar i así vamos por malos caminos mojados, enterrando
nuestras rikshas una cuarta en el suelo i saliendo solo
de la huella profunda gracias a la fuerza i resistencia
admirable de estos hombrecitos de hierro.
Las peñas derraman en el precipicio por cuyo fondo
corre el rio, metiendo una espantosa algazara, las aguas
de sus cumbres en hilos, en sábanas, en tules, en corti-
nas, en perlas de cristal o simplemente en espuma
blanca, como si una jigantesca lavandera estuviera la-
vando su ropa con jabón en lo alto i volcara su batea a
cada momento.
No solo eso; la espuma de jabón i las gotas de cris-
tal ruedan por entre azaleas que dan un color rosado a
la montaña, i abajo, a través de todas las clases de
verde imajinables, desde el negro hasta el amarillo o
azul o no sé qué color^ límite del verde claro.
Los mismos árboles amenazan desplomarse sometidos
al vértigo del precipicio i a la influencia eléctrica de la
corriente de abajo, atronadora i sublime!
Llegamos a la cascada, una miniatura en compara-
ción de otras, de la caida del Niágara, por ejemplo,
pero con todo bella!
En su esencia, todas las cascadas son iguales ; esta
sin embargo, tenia algunas particularidades de ocasión
el dia de nuestro paseo i tiene otras permanentes : una
de estas ultimas es su casa de té a veinte metros de la
caida de agua, i su Dios del fuego sin narices. Los
accesorios eran i fueron una lluvia torrencial i una mus-
mé que se vistió a nuestra vista i paciencia, con aquella
falta de pudor casto, característico del Japón. Si alguna
— 484 —
vez queda bien aplicado el verbo reflexivo vestirse es en
este caso ; la joven estaba desnuda antes de ponerse los
primeros trapitos de su tocado : a esto le llamo yo ves-
tirse i no al hecho de cambiar de ropa.
La senda hasta la cascada es mui pendiente i muí
complicada; hai escalas de piedras, puentes de tablas de
pino i laderas casi impracticables; pero yo apuré hasta
las heces aquel cáliz de granito resbaladizo por ser de
raza anglo-sajona (yo, no el cáliz). ¡ Los demás compa-
ñeros se quedaron; eran miserables latinos!
Al pasar por un codo peligroso, una de las lavande-
ras de arriba me vació su batea en la cabeza ; robustas
gotas me mojaron los labios i pude comprobar por su
gusto, que el agua de su oríjen no contenia ni potasa,
ni sosa, bases habituales del jabón i que su blanca es-
puma era como el penacho de las odiosas hijas del
océano pero sin sal, líquido en polvo, lleno de aire : alias
espuma !
Hai una cueva tras de la faja de agua debajo mismo
del borde por el cual se derrama ; en la cueva está
un dios de piedra con dos dagas sostenidas por su
brazo derecho i rodeado de tarjetas; yo también puse
la mia, en demanda de la protección del ídolo japo-
nes, concebida así: «Eduardo Wilde i Señora al dios
Fudo-Yu » o sea, en romance, al dios inmóvil
¡ Siempre conviene estar en buenos términos con los
dioses de todas las relijiones por si a uno lo mandan a
paraíso ajeno!
<Le llaman ademas el Dios del fuego», me dijo el
guia. — «{Cómo, Dios del fuego, si está en una cas-
cada? » le objeto. — «Ah ! me replica: al principio del
mundo hubo dos elementos en lucha, el agua i el fuego
i el agua apagó el fuego ». La razón no me pareció
mui concluyente, pero sí mui parecida a las razones de
las relijiones mas acreditadas.
La cascada tiene como quince metros de altura apa-
rente i en su fondo un mundo de piedras como elefantes
que se disponen a marcharse aguas abajo, con el menor
pretesto. El volumen de agua visto de cerca, es decir
de la cueva a la cual forma una espléndida cortina,
— 485 —
ofrece un ancho de dos a tres metros por un grueso
mucho menor.
El escenario es por demás fantástico i grandioso i si
los ojos gozan con la feria de luz i de colores, el oido
se estremece deliciosamente con el tronar continuo del
torrente i el fragor del entre-choque de las piedras que
ruedan en su lecho.
Volvemos al hotel i ocupamos el entre-acto de las
escursiones, en comer i en dormir, tareas no menos inte-
resantes que las de ver cascadas i contemplar paisajes.
Mayo 10. — Vamos a los templos; prepárese el lector
pero no se alarme; no intentaré describirlos pues ni
Dickens ni Tolstoi juntos, empleando las palabras de
todos los idiomas, conseguirían hacerlo con verdad.
Desde luego, el número de construcciones con techo
aparte, alcanza a treinta i tres, en el local de la Santa
montaña solamente, i cada una necesitada un párrafo,
a lo menos. Todas las construcciones, son diremos, el
punto terminal de una gran avenida de diez leguas de
largo formada por árboles de cuatrocientos i quinientos
años, lujo sin igual en la tierra, i ocupan una gran área
en la elevada planicie rodeada de montañas en forma de
anfiteatro.
En sitios elejidos de la Sagrada montaña han sido eri-
jidos los mausoleos de tres de los mas grandes shógoun :
de Yoritomo el fundador del gobierno militar i feudal, de
Yeyasu el I» de la familia Tokugawa i de Yemitzu el 3o
de la misma. Como se sabe los shógoun eran jefes milita-
res que gobernaban a la sombra del poder (espiritual)
de los emperadores. Hai en el distrito treinta cascadas a
lo menos, sin salir de una área de quince millas. El fa-
moso puente de laca está en el sitio por donde cruzó el
rio Shado Shouin, un santo con leyenda i fundador de
templos (véase la historia de estos). Salvando el puente
— 486 —
de los simples mortales, tomando a la derecha i si^iendo
la avenida de criptomerías ( enormes ) se llega a un sen-
cillo pórtico tras del cual hai una plaza donde ningún
viajero se detiene, apurado por el guia, so pretesto de
que eso no vale la pena, aseveración inexacta cuya res-
ponsabilidad le dejo.
He estado largo tiempo en el local de los templos; he
leido varias guias, entre ellas la de Murray tan acredi-
tada ; tengo a la mano un trabajo muí completo sobre
Niko i después de un paciente examen de estos docu-
mentos i consultar mis minuciosos apuntes, concluyo por
afirmar que una descripción de la montaña sagrada i su
contenido, con la pretensión de dar una idea clara del
conjunto i hacérselo ver al lector, es imposible. Ni una
sola de las obras citadas está escrita con método i clari-
dad, ni va de lo grande a lo pequeño, de lo jeneral a lo
particular, como deberia hacerlo, para insinuar siquiera
una concepción aproximada del cuadro, ni aun a los via-
jeros que han pasado largas horas en el renombrado
paraje. Todas contienen una lista de nombres, sin tra-
ducción los mas, adornados con detalles históricos, noti-
cias de dimensiones i datos inútiles cuyo resultado es una
pura confusión. Después de leer la lista queda uno tan a
ciegas como si nada hubiera leido i con la sensación de
tener ante los ojos una factura comercial, un conoci-
miento de mercaderías para el despacho de aduana. En
la imposibilidad de suministrar datos para producir una
impresión neta del lejendario sitio, renuncio a pintarlo i
prevengo al mundo curioso que no sabrá jamas como es
la Montaña sagrada de Niko si no vieúe a verla. Por
tanto yo, sin imponerme un estricto método de las ubica-
ciones, tan inútil para el lector, me concretaré a presen-
tar en síntesis los informes principales, deteniéndome
solamente en los puntos no consignados en las guias,
por haber tenido la suerte de ver lo que no han visto ni
aun los autores de las memorias mas acreditadas, si he
de atenerme a los documentos que gozan de mayor fama.
Se presenta primero a mi memoria el Templo llamado
Sambuttudo o Samiacudo (cada cual escribe el nombre a
su modo ), hall salón de los tres Budas o sean el Kwan-
— 487 —
non de mil manos, el Kwannon cabeza de caballo i Amida
Niy orai ; también la estatua en madera de Shado Shouin ;
una columna en bronce, monumento orijinal terminado
por tallos i hojas de lotus, con campanilla en los bordes,
circundado abajo de columnas cortas como para sos-
tenerla mediante las barras horizontales que las ligan.
Esta columna lleva las armas de Tokugawa (three asa-
rum leaves). A la izquierda una pequeña pagoda, can-
delabros i linternas de bronce Veo que mi relato
tiende a convertirse en un inventario
Hago resaltar en seguida como impresión jeneral la
división en tres patios, cada uno con su escalera, su pór-
tico, su verja, sus monumentos i sus signos i adornos
característicos, reservándome hablar de las particulari-
dades con sobrios pero eficientes detalles, para dar al
lector el medio de reconocer en el acto, si visita el local
con estas pajinas en la mano, los monumentos i los obje-
tos en los parajes donde se hallan.
Así, en las dependencias del mausoleo de Yeyasu
(Toshougo o Templo brillante del este) podrá apreciar
]a impresión del conjunto, los patios en escalón i otros
detalles ya mencionados en el curso de este relato i a
mas : — Los cercos de cintura o balaustradas de los re-
cintos, de laca, de piedra o de madera tallada, con altos
relieves, perforaciones i pinturas — Las escalinatas i los
pórticos a la entrada de los patios — Los leones de
granito en actitud de saltar en uno de ellos (en el lado
interno del cerco de piedra) — Los guardianes de4os tem-
plos en sus nichos, estatuas de madera bronce o piedra
de humana forma o con la figura de estraños animales,
de leones, convencionales, por ejemplo, que jamas exis-
tieron — Linternas de hierro o de bronce grandes i chicas
de oríjen histórico muchas ; con su leyenda varias ( una
de ellas se transformaba en ser viviente i hacia diabluras
entre las jentes; por fin un esforzado japones le dio un
mandoble hiriéndola de muerte, con lo cual concluyó el
encanto ; la linterna conserva el tajo en la cabeza : supon-
gámosle una) — Tres edificios en zig-zag, en uno, dos ele-
fantes obesos con articulaciones al revés — Una pileta mui
celebrada bajo un dosel sostenido por columnas (losbor-
— 488 —
des de la pileta están en un plano perfectamente horizontal;
el grueso de la capa de agua que se derrama es el mismo
en todos los puntos ; así la pileta representa un trozo de
cristal en una pieza ; semejante a esta en los dominios del
mausoleo de Yemitsu, hai otra pileta igualmente nivelada
i que hace el mismo efecto) — Cedros viejísimos (cripto-
merias) diseminados con arte — Una pagoda de cinco pisos
notable por sus esculturas — El kiosko o torre de la cam-
pana—Otra para un enorme tambor — La linterna jira-
toria bajo su pabellón —Los candelabros i campanas re-
galos de la Holanda a la Corea — Un templo menor pero
riquísimo en lacas de oro, esculturas perforadas, pinturas i
dorados — La biblioteca para la conservación de los
manuscritos sagrados i su estante jiratorio de laca roja i
bronce — El pórtico blanco celebérrimo llamado Yomei-
mon?... esquisito por sus esculturas que representan niños
jugando i animales, leones i tigres; con uno de sus pila-
res de cuyas fíbras se ha sacado un partido admirable
para dibujar la piel de un tigre i otro en el cual los mo-
delos han sido invertidos, puestos cabeza abajo, a pro-
pósito, para no escitar la envidia de los dioses i traer
desgracias a la familia Tokugawa como sucederia si el
pórtico no tuviera esa sola imperfección — Los nichos de
Ama-imí i Koma-ímí —El templo de las danzas sagradas
donde una vieja las ejecuta automáticamente apenas cae
cualquier moneda a su puerta — Otro pequeño templo
para quemar perfumes — El distintivo de Tokugawa en
todas partes — El corredor de laca donde figuran armas,
vestidos, muebles, utensilios, baúles dorados con armadu-
ras de bronce i varios objetos históricos i ostentándose en
algunas de las estimadas piezas de nobles antepasados,
el lema de la familia: «Ten paciencia» — Otro corredor en
el lado opuesto con aparatos del culto, ornamentos, dis-
fraces, máscaras humanas i armazones i telas amoldadas
para representar dragones; campanillas harneses, cin-
turones, tambores, cigüeñas i candelabros; todo ello para
las procesiones — El establo del caballo sagrado que
montan los dioses i que debiendo ser blanco i feo como
el de Nara, es aquí colorado pequeño i mui bonito ; cui-
dado por una joven japonesa en iguales condiciones.
— 489 —
salvo el color i por los visitantes obsequiosos quienes
compran el grano a la japonesa i se lo dan al caballo,
congraciándose a los dioses jinetes — Los monos tallados
arriba en el frente del establo, tapándose la boca, los
ojos i los oidos i representando respectivamente la India,
la China i el Japón, sepa dios el motivo— El gato dormido
sobre la puerta que da paso al mausoleo de Yeyasu,
admirable gato, vivo en apariencia, overo i májico
(gracias a él, según la leyenda, no hai ratones en todo el
circuito ) Por fin ; el templo sin igual con sus techos
dorados brillando al sol i a su puerta, los sacerdotes ves-
tidos de gala esperando nuestra anunciada visita.
Entramos al primer vestíbulo, de los dos precedentes
a la misteriosa celda donde moran los espíritus de los
emperadores convertidos en dioses i se guarda las ta-
blas de loá antepasados ; salón rectángulo con piso de
laca cubierto de fina estera, muros decorados con arte
esquisito, friso negro por contraste i cielo raso dividido
en cien cajones pintados i dorados, con dibujos i colores
diferentes. Al fondo está la entrada al segundo vestíbulo
i en su umbral superior, el espejo circular en el cual se
miran las conciencias ; a un lado, la salita de descanso de
los shógoun i al otro la de los emperadores, las dos de-
coradas con raro arte, recomendándose a la memoria los
paneles de madera de cuatro metros cuadrados o poco
menos i de una sola pieza, cubiertos de laca, con pinturas
i esmaltes de célebres artistas i otros con esculturas en
madera que se toma a primera vista por cuadros pinta-
dos en bajo relieve i que, mirados de cerca, muestran mil
pedazos de diferente color, formando una superficie
unida como un mosaico de nítida estructura, escepto
algunas hojas dobladas que sobresalen. Lo cielos rasos
llevan análogas decoraciones; el de la cámara de Toku-
gawa, sus armas (crest);el de los emperadores, crisan-
temas i otras flores. Al ver estos trabajos uno recuerda
espontáneamente la frase < pintar con el buril >. Levan-
tando la vista se descubre otras bellezas; frisos trans-
— 490 —
párenles debajo de otros planos pintados i bronces cin-
celados i los tonos mas vivos del verde, del oro i del azul.
Medí a grandes pasos el segundo vestíbulo i calculé
una área como de 4 a 5 metros por 10: pues bien, toda
ella está cubierta por una sola piedra de esas <limensio-
nes, pulida como la luna de un espejo. Sobre el tabique
o muro divisorio de la capilla se ve una cortina de bronce
trabajada como el encaje de Bruselas, en placas encade-
nadas, adorno enteramente nuevo para mí, pues no lo
he visto en parte alguna. Hai en este vestíbulo i en
otros sitios del templo, lacas del espesor de dos i medio
centímetros, fabricadas en largos años i de valor incal-
culable. En un escalón de laca negra figuran como ofren-
das presentadas a la undécima jeneracion de la familia
l'okügawa: dos cañas de oro simulando el bambú, un
pino de bronce imitación absoluta del árbol vivo en
forma i colores i otros objetos de arte. Luego se en-
cuentra la preciosa puerta del santuario, dividido en
compartimentos incluidos unos en otros i cuyo centro
ocupa la urna donde moran los espíritus i se conserva
las tabletas de los antepasados, como tal vez las imájenes
de los dioses. Imposible es dar una idea de la riqueza
i arte que la capilla ostenta. Cada uno de sus corredo-
res o pasajes al rededor de los compartimentos es una
maravilla. Todo es allí oro i esmalte i colores vivos,
antiquísimos, sustraídos a la luz durante siglos. Cada
superficie del tamaño de una moneda es una joya gra-
bada, cincelada, colorida. No seria de admirarse la es-
cultura sola representando á lo vivo flores i animales
fantásticos o conocidos (aleones, cigüeñas, águilas, dra-
gones i quimeras ) si no la completara la aplicación ar-
tística i perdurable de los tintes tomados a las flores, a
los cielos i a los metales preciosos, con su apariencia
de lo nuevo, de lo flamante i sus detalles de miniatura
hecha con la punta de un cabello. Añádase a esto la im-
presión del contraste en el espectador al ver salir de las
tinieblas, después de tres siglos de encierro, pájaros
vivos próximos a volar i flores recien brotadas que
incitan el olfato.
— 491 —
Para tener un punto de comparación a cerca del
valor artístico i venal de estas riquezas, basta preguntar
en cualquier casa de negocio de objetos de arte, en To-
kio, Kioto o el mismo Niko, cuánto vale una pequeña
caja de laca dorada, no mas grande que la mano de una
niña japonesa! Vale cien, doscientos, tal vez quinientos
yen. Calcúlese ahora el valor de la misma obra en
grandes superficies, agregando pilares de madera natu-
ral, sin barniz ni pintura, pero esculpidos como filigranas,
cincelados, burilados, trabajados en 'fin, como no se tra-
baja ya en el mundo, sin una falla en su finísimo encaje
de dibujos a pesar de los años i los siglos. Recuerdo
entre mil objetos, unos aleones agarrados a un reborde
en actitud de lanzarse sobre quien los mira;, seis retra-
tos sobre laca, de 200 años, conservados a favor de la
oscuridad del recinto, con adición de cortinas en apa-
riencia recien salidos del taller; numerosos adornos de
bronce ; una custodia, reliquia semejante a la estrella de
oro depositada de la hostia en las ceremonias del culto
católico ; una banda de oro, colgada en una varilla, imi-
tando papel, o tal vez de papel realmente cubierto de
laca de oro, banda cortada en líneas lonjitudinales, para-
lelas, alternadas e incompletas, emblema o símbolo de la
vida humana, común i acreditado como medida de su
duración, en el Japón (cinta en zig-zag) ; los candados
enormes i demás herrajes de las cerraduras labradas en
la forma de joyas i por fin la decoración cuidada, minu-
ciosa aun en las partes inaccesibles o constantemente
ocultas como, las superficies invisibles de los muebles u
objetos de adorno, destinados a presentar un solo frente,
o los techos, sustraídos a toda inspección. Abrumados
por la feria de colores, el oro i el esmalte de los medallones
i el armonioso contraste de cada prominencia i depresión
en aquella cámara encantada, cuyos esplendores solo
aparecen en los sueños, cuando comienzan a desfilar las
luces en el cerebro próximo a perder sus sensaciones.
Salimos al primer vestíbulo y allí presenciamos las
ceremonias curiosas del culto actual, mezcla creo de
— 492 —
shintoista i budista, por cuanto las relijiones también
se piden prestadas fórmulas i prácticas que alteran la
pureza de sus ritos. No puedo precisar ia significación
de cada acto dándole su debida colocación en la se-
cuela de ceremonias, ni lo haria aun cuando pudiera,
por la inutilidad de semejante erudición en estos apuntes,
pero puedo transplantar como pequeña muestra, una
corta actuación de la escena a estas pajinas, en obse-
quio al lector.
A un lado de la entrada al 2<* vestíbulo hai un gran
tambor sobre un banco de tijeras; en el medio, un apa-
rato como para depositar paraguas, con un plumero
hecho de grandes tiras de papel ; al otro lado, varios
instrumentos de música: tambores, harpas, violines, flau-
tas, triángulos i guitarras. Salen los sacerdotes del inte-
rior, atraviesan el 2^ vestíbulo i se acomodan en el
primero, en dos filas opuestas, unos en la línea del tam-
bor, otros tras de los instrumentos de música. Están
vestidos de toda gala, con trajes angulosos, antiguos
recamados i bonetes de forma singular. Los fieles se
colocan en frente del santuario dejando un espacio libre
a los sacerdotes, l'odos estamos sentados en el suelo i
un sacerdote se coloca entre nosotros como simple su-
jeto del pueblo. Otro da las señales de orden, tocando
varios golpes en el tambor; la música i los rezos co-
mienzan i duran un tiempo ; algunas oraciones son se-
micantadas. Un oficiante se levanta, toma el plumero de
papel i batiéndolo a izquierda i derecha espanta los es-
píritus ; la misma operación se repite en varias circuns-
tancias. Los sacerdotes de la I* fila se levantan, pasan al
2o vestíbulo, abren la puerta del recinto que contiene el
altar e introducen las ofrendas que los fieles han traído :
alimentos i frutas principalmente. Todo ello verifican
con grandes inclinaciones, jenuflexiones i movimientos.
Luego cierran el recinto i vuelven al primer vestíbulo,
donde rezan, cantan i tocan la música de nuevo ; el pú-
blico acompaña los rezos i ciertos cantos. Entre la con-
currencia llaman la atención 4as criaturas por su gracia,
su alegre devoción i su compostura. El plumero vuelve
a funcionar i los fieles se retiran.
— 493 —
He ahí cuanto recuerdo de la ceremonia. Una vez
evacuado el primer vestíbulo quedando solo nosotros,
trajeron los sacerdotes varias cajas lujosas con tapas de
vidrio y forradas de seda ; ellas contenian ciertos objetos
envueltos en franelas i gamuzas; eran espadas^ empuña-
duras, dagas, sables, bastones, cascos, cinturones, ropas,
cotas de malla i armaduras históricas, de valor tradi-
cional, no solo por su riqueza intrínseca en metales i pie-
dras preciosas i el primoroso trabajo de cincel grabado
e incrustación, sino por su oríjen, pues pertenecieron
a los altos personajes a cuya memoria están consa-
grados los templos y mausoleos. Mostrarnos estas
reliquias era hacernos un obsequio escepcional; así lo
comprendimos agradeciéndolo.
Salimos hacia la tumba de Yeyasu o To-sho-gu, nom-
bre bajo el cual fué deificado ( los japoneses al morir
cambian de nombre); atravesamos la puerta del gato
dormido, subimos una larga, solemne, honda, triste i
bellísima escalera de piedra en varios tramos, con dos-
cientos escalones cubiertos de musgo, húmeda bajo la
sombra de grandes árboles i de cuyos descansos, por
sobre los muros bajos de los bordes, se veia la nieve a
lo lejos i al mismo tiempo la selva i las colinas flori-
das.. . ¡gloriosa elección de sitio para colocar un se-
pulcro ! Al fin está el pórtico de laca negra i bronce
dorado ; pasándolo se ve la capilla de bronce con lacas
negra i roja i atrás de ella, la tumba, en su recinto cer-
cado de una balaustrada de piedra. La tumba es una
urna de bronce i oro de forma de una pequeña pagoda ;
delante de ella, en una especie de banco, figuran : una
gran cigüeña sosteniendo en su pico una vela, un sahuma-
dor i un vaso con flores i hojas de lotus; todo ello en
bronce. Fuera del cerco hai un pequeño árbol plan-
tado dicen por Grant, (presidente de los E. U.). Dos
animales convencionales echan agua por la boca. El
paraje es triste i delicioso hasta por la distinción de sus
escasos monumentos, pero lo mejor de él es la cinta de
árboles i el paisaje lejano.
— 494 —
Concluido nuestro homenaje a Yeyasu nos diríjimos
al mausoleo i templo de Jemitsu el Toiyuen, como lo
escribe Nemoto, o Daiyuin como lo escriben otros,
consagrado a la 3» jeneracion de los Tokugawa. Distin-
guimos al paso templos, capillas, kioscos, pabellones,
dioses con nimbos como nuestros santos, construccio-
nes en laca i en piedra, linternas, signos del culto en ñn,
cuyo desfile no se acaba nunca. En los dominios del
mausoleo volvemos a encontrar los pórticos en número
de tres, con las grotescas estatuas por dentro i por
fuera, de dioses i guardianes, el Dios del Trueno entre
ellos con un bombo a cuestas i el del Viento con una
bolsa de aire, como la de las cornamusas españolas;
patios escalonados o plataformas ostentando variados
objetos; numerosas i artísticas linternas; un arce, espe-
cie de plátano artificial, hecho de cobre ; un baldequin o
palio protejiendo una fuente de piedra con sus bordes a
perfecto nivel; dragones que arrojan agua; columnas
chinescas con campanillas i por fin los grupos i las filas
de árboles sombrios, la serie de escalas de piedra, anchí-
simas, ligando unas con otras las planicies o platafor-
mas llenas con la variedad de las curiosidades mencio-
nadas i allí enfrente, arriba, casi invisible, percibiéndose
apenas, el mausoleo, entre el follaje, al estremo de una
galería de criptomerias i luego la capilla o templo, es-
quisito no obstante el renombre del de Yeyasu: sus
Cuertas son obras primorosas de arte lujoso i sus vestí-
ulos grande i pequeño, ostentan una profusión de obje-
tos alegóricos que por sí solos constituyen una riqueza.
Aquí vuelvo a encontrar los encajes de metal con placas
de mil dibujos enganchadas en sus mallas i formando
cortinas i doseles i veo, en cien estantes o mesas de laca,
o sobre la estera blanca i brillante, flores de metal en
sus vasos, notablemente un árbol artificial en su maceta
en medio de una bandeja cuyo fondo de negra i luciente
laca, engaña tanto con su estremada semejanza, que
todo el mundo la toma por agua ; a mas mil objetos
necesarios al culto budista: sahumadores, urnas, incen-
sarios, linternas, candelabros, estrellas imitando custo-
dias, copas i vasos de mil formas e instrumentos de
— 495 —
música. La puerta del 2© vestíbulo a la sala donde fig-ura
la urna de los espíritus^ es una joya primorosa; cada
pequeño tablero de ella lleva sus incrustaciones i sus
adornos cincelados, de bronce dorado. Esta sala u ora-
torio tiene diez columnas en los lados i frente del taber-
náculo, doradas i pintadas con gusto en la elección de
los tonos, lo mismo que los muros; estos ademas llevan
esculturas por fuera i por dentro. Tuve el gusto de sen-
tarme en la silla que ocupaba uno de los shógoun cuando
asistia al templo ; la encontré cómoda. Pero lo mejor de
aquel relicario para mí, es la urna de laca dorada de los
espíritus, por sus admirables bajos relieves ; el tigre del-
panel izquierdo cuya figura apenas hace prominencia en
la superficie, impresiona realmente i deja un recuerdo
imborrable de la actitud de su elástico cuerpo i la
espresion sujestiva de su rostro. En el medio, debajo de
un dosel de encaje metálico, sobre una mesa de laca,
figuran mil objetos, entre ellos cajas conteniendo varillas
perfumadas para quemar, polvo de incienso (nos dieron
un poco de cada cosa), libros sagrados i reliquias. A la
izquierda del tabernáculo se ve una puerta de laca
blanca de una finura estraordinaria i de un trabajo mara-
villoso, pues hasta los botones de los pasadores han sido
cincelados.
Al dejar el templo donde también nos recibieron los
sacerdotes vestidos de gala, nos mostraron, sacándolos
de sus estuches, los rollos de pergamino que contienen
en caracteres iluminados de inimitable caligrafía, hechos
a mano, la doctrina de Buda. Las letras son como las
de los misales ricos de nuestras iglesias.
Antes de salir de Niko hicimos otro paseo por sus
alrededores, al otro lado del rio, el cual debía llamarse
de «piedras corrientes». ¿Qué hacen ahí en el cauce i a
donde van? Se desgranan, se iquiebran, se reducen, se
pulen, se vuelven a partir i se convierten por fin en
arena, yendo a formar el muro que detiene las aguas de
— 4% —
los mares en las costas. La dldma avenida» tras de
lluvias torrenciales, se ha Herado on puente; nosotros
pasamos por otro improvisado, casi tocando el a^a ;
subimos al lado opuesto la Calda que encauza el río i
entramos en una nueva selva. De la montaña bajaban
ald «ranos cargados con ramas de árboles llenas de flo-
res, como para pintarlos. Luego nos insinoamos en una
lengua de tierra i de su alta planicie vimos con una deli-
cia estraña, a pesar de estar ya cansados de paisajes, la
luz rara de aquellas comarcas, hecha por los reflejos
eclécticos de todas las cosas ; el verde con sus infinitos
tonos i el rosa de las azaleas mitigado o exaltado según
la distancia; el color de la tierra, del agua i de cielo, dife-
rente del común i diarío. Yo siento la necesidad de
empaparme en este fluido de la naturaleza, dejarme pene-
trar, saturarme de su belleza en la escena misma, hasta
convertir mis fugaces sensaciones, en marcas indelebles
de estética crónica, constitucional, antigua, para no olvi-
darlas jamas. Tengo en frente las montañas vestidas
como si les hubiera caido una lluvia de bosques i estuvie-
ran derramando el exesn de sus árboles en el valle, i a
mis pies, el torrente, a escape sobre su lecho de piedras
prontas a levantarse i seguirlo metiendo un formidable
ruido, apenas haya una fuerte lluvia. Entre tanto solo
se oye la música del río, del viento t aquella resonancia
interna, sujetiva en apariencia, compuesta por los atómi-
cos estallidos del juego de la vida, en mil seres invisibles.
Los pájaros a veces alzan una grítería alegre, inmotivada
hablando en su idioma, pues los anímales a diferencia de
los hombres, en todas las comarcas, en ig^ualdad de
raza, tienen la misma lengua ; los veo volar de rama en
rama, sin objeto i alejarse algunos pasando sobre los
techos de los templos i las tejas rojizas de la estación i
del hotel, en dirección a la selva de la otra banda o al
límite de los deshielos, dónde nacen los arroyos. . .
I Nemoto no entiende cómo un hombre práctico puede
perder su tiempo en contemplar tales bagatelas!
*
* *
— 497- —
Mayo //.— Volviendo de Niko nos detenemos en un
punto cuyo nombre no recuerdo, para ver las fábricas de
papel i de paños. Almorzamos en una chata a la vista del
público, sobre las tarimas colocadas en el gran corredor
que sirve de fonda (restaurant). Luego pasamos a ver la
fábrica de paños i vimos desde la descarga de los bultos
de lana, hasta las piezas de jénero prontas para la venta,
a saber: la materia prima lavada, hilada, tejida, teñida i el
paño, su final transformación, doblado i almacenado.
Guillermina por no perder el vicio, me hizo comprar una
manta i consecuentemente regalar la mia a Nemoto, con
gusto por un lado i con sentimiento por otro, pues la
dicha manta me habia servido veinte años ( era de rayas
rojas i negras de un lado, de color uniforme plomo, del
otro i diferente tejido en las dos caras, hago su retrato
para no olvidarla).
La fábrica de papel no ofrece particularidad alguna;
solo hace ahora papel para diarios pero puede hacer de
toda clase: fibroso, de seda, de comercio, de cartas. Es
conocida la gran habilidad de los japoneses para la
fabricación de este artículo.
La aldea donde están las fábricas se halla cerca de
Tokio ; así, en vez de tomar el tren de nuevo, nos fuimos
en rikshas por entre el bosque, siguiendo un camino
precioso, lleno de jardines, casas de campo i chaias,
ventas, fondas o como quiera llamárseles, donde dan de
comer, sirven té, licores i cerveza esquisita, fabricada en
el pais, tan buena como la mejor europea i por la cuarta
parte del precio. Nos tomó una lluvia furiosa en viaje i
para complemento de impresiones, ella comenzó cuando
pasábamos en frente a un cementerio vasto i solemne,
insólitamente triste, por contraste aquí donde todo es
alegre i por el llanto del cielo gris. Felizmente llegamos
pronto al parque Uyeno donde esperamos que calmara
la borrasca.
* *
Por mares i por tierras 32
— 498 —
Mayo 13, — Asisto con Armani, dos italianos mas i un
japones a una comida de estilo en una chaia. Tratándose
de costumbres oríjinales, un estranjero debe hacer por
conocerlas i conociéndolas el lector no tomará á mal
que el viajero se las muestre; sirva esta observación de
disculpa por si encuentra en estas mis notas alguna infor-
mación escabrosa.
La chaia presentaba un aspecto mui animado a la hora
de la cena i eso a pesar de ser la noche de un día 13. En
casi todos los departamentos había banquete japones
característico i con tal motivo, gran afluencia de invita-
dos, de bailarinas i musmés músicas. En el nuestro cada
caballero era servido por dos preciosas jóvenes; la mesa
era el suelo, el mantel, un rico tatami, los cubiertos, finos
i limpios palitos, los vasos, tacitas microscópicas. Los
platos fueron variados i numerosos. En los intermedios
se bailó, se cantó i se rió en grande. Al final de la comida
las musmés jugaron al chiri fuori, juego de prendas en
el cual la musmé que yerra se despoja de una pieza de
ropa, continuando así la diversión hasta que todas menos
una, quedan completamente desnudas, como creo haberlo
dicho en el curso de mis apuntes. La triunfadora, es
decir la que conserva sus ropas es aclamada, obsequiada
i cubierta de flores. Las otras se visten luego i la música
i la jarana continúan.
Después poco a poco la concurrencia va disminuyendo
por la ausencia de las parejas.
Así sucedió en nuestra cena; únicamente yo i Armani,
yo por deberes estrictos i él por no dejarme partir solo,
emprendimos la retirada a nuestras casas. Armani estaba
algo apesadumbrado ; no sé por qué.
Mayo 14. — El gran maestre de ceremonias Sanomiya
i el vice Tokugawa, nos invitan a una representación de
antigüedades coreográficas i musicales en la escuela
imperial de música, instituto incluido en la cintura de)
palacio. La escuela se compone de tres grandes piezas
— 499 —
abiertas en su frente, un sitio vacio delante, tras de
este un gran salón con galerías laterales i en su fondo
las habitaciones, aulas i dependencias del instituto. Los
espectadores ocupan las tres primeras piezas i se hallan
separados del escenario por el espacio vacio. Compo-
níase el público este dia, de los dos grandes maestres, el
conde Orfini ministro de Italia, el Director i profesor del
establecimiento ( un alemán ) otro profesor japones»
Nemoto, Dubullet i nosotros. Nada mas curioso he visto
en mi vida. En el fondo del escenario estaban los músicos
que tocaban en instrumentos raros algo mas raro, no
desagradable, pero sumamente estraño, tanto que el
oido acostumbrado a las armonias, melodías, tonos i
medidas de la música actual, no podia seguir el hilo de
lo que oia ni adaptarlo a réjimen alguno, ni hacerlo signi-
ficar o espresar cosa determinada. Habia en medio del
escenano un tambor sobre su sosten, antiquísimo i de
gran valor según dijeron. Los que ejecutaban las danzas
salieron del fondo por los dos lados, vestidos con trajes
de 400 años atrás, de corte sacerdotal i telas recamadas,
bordadas, tiesas de puro ricas i llenas de galones ; no
puedo describirlos por falta de punto de comparación,
pues los tales trajes no se parecen a nada de lo que se
usa ahora. Otro tanto digo de los bonetes que comple-
taban el vestido.
La danza era una especie de cuadrilla metódica, so-
lemne, complicada, monótona, interrumpida con numero-
sas cortesías ; los oficiantes daban largos pasos, se cru-
zaban^ marchaban en procesión i volvían a separarse
siguiendo las cadencias si las habia, de la música consa-
grada desde hace siglos a ese baile estereotipado que
caracterizaba una tradición nacional. Después de espec-
táculo tan nuevo de puro viejo i de un cuarto interme-
dio durante el cual tomamos té, dulces i vino, la orquesta
moderna, compuesta de profesores educados a la ale-
mana, tocó varias piezas de Wagner, distinguiéndose los
japoneses en la ejecución. El director fué muí felicitado.
Sanbmiya habla muí bien ingles i es muí obsequioso ;
la reunión no pudo ser mas agradable.
— 500 —
La noche de este día se pasó en la Legación de Fran-
cia. El Ministro Mr. Armand daba un gran baile de dis-
fraz; todos los residentes estranjeros de cierta distinción
estaban allí; habia también algunas damas i caballeros
japoneses, a pesar del luto de la corte. No he visto jamas
baile mas animado ; los disfraces eran todos caracterís-
ticos i algunos sumamente artísticos. El cotillón fué diri-
jido por la hija de Armand con muchísimo tacto. Llama-
ron la atención los preciosos objetos distribuidos después
de las figuras. Yo conservo un alfiler de plata i una car-
tera. Las madres de familia aprovecharon para llevar a
sus hijos juguetes propios i ajenos, debidos estos últimos
a la galanteria de los caballeros. Nadie se aburrió i eso
es mucho decir ; por nuestra parte conocíamos a todas
las señoras de las legaciones, a los ministros i secreta-
rios i a casi todos los residentes estranjeros. Después de
la /arándola, paseo en cadena por toda la casa, de vuelta
al salón de baile, lo encontramos convertido en comedor;
al rededor de cada mesa se colocaron los invitados sin
distinción, buscando las simpatías o relaciones u obede-
ciendo a las circunstancias Un sol japones inmenso
entró derrepente por las ventanas, cuando todavia está-
bamos en la mesa; su aparición fué la señal de la partida;
pero algunos incansables, respetando poco la fatiga natu-
ral de los dueños de casa, fueron todavia al jardín a
pasear unos, a jugar el lawn tennis otros.
Al volver nosotros a nuestro hotel por las calles infini-
tas, tuvimos ocasión de ver a la divina Tokio en sus
horas matinales, radiante de luz i de flores, de aire fresco
i de perfumes.
4c *
Mayo 15, — Comida en casa del encargado de nego-
cios de Béljica Mr. Cartier; mui buena; sirven todos
los vinos al mismo tiempo i los platos con una precipi-
tación poco distinguida; los sirvientes no lo dejan co-
mer al invitado; apenas levanta este la vista de su plato
se lo quitan, aun cuando no haya probado las viandas;
— 501 —
imposible conversar. La culpa de esta furia no era del
dueño de casa sino de la moda. Asistieron a la comida :
una señora i una niña hijas de un profesor de química,
el barón Foy, joven francés, Mr. May, belga, secretario
de la legación i el encargado de negocios de Ingla-
terra.
* *
Mayo 16. — Volvemos a Yokohama invitados a comer
por Seus, Cueurs i Pravieux : mesa lujosa i cqnversa-
cion animada. Cueurs me da sus trabajos sobre el teatro
japones, minuciosos i exactos.
♦
* ^
Mayo 17. — Ya nos quedamos en Yokohama hasta el
dia de embarcarnos. Rene Dubuffet nos da la comida de
despedida en su casa; asisten su socio Lagrange i dos
de sus amigos; se pasa alegremente la noche i volvemos
a pié al hotel a donde nos acompañan todos los invita-
dos i el invitante.
Mayo 18. — Recibo una carta de W. Kahnweiler, aquel
joven que conocimos en Túnez i a quien no esperaba
ver en el Japón i tal vez ni en el mundo, tan enfermo
estaba cuando nos separamos. Voi a buscarlo en el
Gran hotel donde se aloja i tengo verdadero placer en
encontrarlo sano en apariencia o a lo menos con su
tisis estática.
El señor Arnold Dumelin, el rei de las sedas como le
llaman en Yokohama, nos invita á tomar el tifñn, lunch,
en ingles, las once, en español antiguo. Dumelin es el
j érente de la gran casa Siber Breunval i Ca., vive con
— 502 —
lujo, tiene una hermosa biblioteca cuyos libros nadie
toca, ni el mismo dueño ya cansado de todo en la vida.
£1 tifYin es notable; se sientan á la mesa les soyeux
mas distinguidos de la ciudad i los empleados de la casa.
Dumelin regala a Guillermina un satzuma precioso, anti-
quísimo.
Kahnweiler viene á comer con nosotros i trae de regalo
i como recuerdo de viaje un riquísimo i viejísimo tapado
chino de seda roja, bordado primorosamente con hilo
de oro; lo ha obtenido con gran trabajo en Pekin.
Mayo 19. — Dumelin viene a buscarnos en su carruaje
con Dubuffet i un señor Reiffinger, para dar un paseo
por la bahía del Misissipi; tomamos hacia el mar i nos
detenemos en una casa habitada solamente en la esta-
ción de baños ; caminamos por la orilla del mar un rato
i luego hacemos los debidos honores a los comestibles i
al vino de Asti que Dumelin i su socio Reiffinger han lle-
vado en una adorable canasta.
El marques Tokugawa viene a comer con nosotros al
Club hotel. Hemos invitado también al ministro francés
i su señora e hija, al vizconde Enemoto, a Carcer i se-
ñora, a Iñigo i señora, al señor Bain i su mujer i al señor
Cartier, unos tras de otros, según recibimos las escusas de
los que no pueden aceptar por cualquier inconveniente.
Enemoto se halla enfermo y los demás están comprometi-
dos para ese día por celebrarse en él no sé que fiesta en
una legación. En Tokio i Yokohama en la estación que
precede a la huida de todos al campo i estamos en ella,
para comer con alguno es necesario comprometerlo con
una semana de anticipación. Viene pues solamente el
— 503 —
.marques, mas yo he pagado mi deuda de gratitud a todos
por las invitaciones recibidas.
La comida preparada con especial cuidado por
Mr. Sioen, ha sido liviana, delicadísima, esquisita; la
conversación sostenida e interesante. ^
Refiero á Tokugawa la leyenda del pilar del pórtico
blanco de Niko, ya conocida del lector, según la cual los
dibujos que figuran invertidos están así por voluntad
espresa del' artista a estar a las guias, pues si no tuviera
algún defecto la obra causaría envidia a los dioses quie-
nes se vengarían de la familia Tokugawa por semejante
irreverencia. Rióse mucho el marques de la leyenda que
no conocía i a su vez i con motivo de la profusión de
escudos tallados, pintados i cincelados en los mausoleos
de su familia, nos refirió el oríjen de sus armas. « Uno
de mis antepasados, dijo, que andaba en guerras (todos
mis parientes han sido mui camorreros) recibió en cierta
ocasión, en un aniversario de algo probablemente, como
obsequio de parte de sus compañeros de campaña, vian-
das o frutas, alimentos en fin, puestos sobre tres hojas de
aoni, arregladas en el fondo del plato en forma de trébol.
Al dia siguiente hubo una batalla i el obsequiado de la
víspera la ganó: creyóse entonces que la singular dis-
posición del plato habia sido un buen augurio, un talis-
mán i el vencedor adoptó como escudo las hojas de aoni
acomodadas en la forma en que hicieron el papel de ser-
villeta.
Después de la comida i previo el reposo de regla, lo
acompañé á la estación del ferro-carril; pero no habia
tren á esa hora para Tokio, sino solo un espreso que
pasaba sin parar en Yokohama. Este incidente nos dio
la ocasión de pasear una hora en coche, conversando, ya
entonces con mas intimidad; me contó el marques cómo
eran su mujer i sus hijos, cómo habían vivido en Paris;
la facilidad con que su señora se habia acostumbrado al
vestido i a los usos europeos i otros mil detalles. Con-
versamos también de política, de la estadística del Japón,
de los propósitos de paz i de adelanto de su gobierno,
— 504 —
«
tle los recursos del país i por fin de la posibilidad i
necesidad de establecer relaciones con la república ar-
jentina, pudiendo el Japón, a la menor iniciativa mandar
un ájente.
Mayo 20, — Tiffin en lo del señor B. Walter, repre-
sentante de la fuerte casa de comercio Jardín Matheson.
La señora de Walter recibe mucho, como dicen aquí:
La mesa está mui concurrida i el tiffin es rejio ; conoce-
mos en esta casa a varias personas ; entre ellas a una
señora americana, la mujer de un almirante de Estados
Unidos, de un gran talento i mucha gracia para narrar
anécdotas; me cuenta la de un hombre distraído i me
hace reír a morirme: « El señor Parker dice, era mui
obsequioso, pero mui distraído, tanto que en una reunión
en su casa le decía a un amigo suyo — « Venga usted,
voi a tener el gusto de presentarle a madame .... a
madame a madame bah ! ¿ cómo diablos se
llama ? — ¿ Quien ? pregunta el amigo. ... — Mí mujer
hombre .... madame ! . . . . — Parker. — Eso es ; a ma-
dame Parker >. Se habia olvidado de su propio nombre.
Mayo ^/.— Tifiin en lo de Seus. Asisten el periodista
de Cueurs i el cónsul Belga. Paseo en un faetón muí
bien puesto, por la bahía del Misissipi, circo i otros para-
jes. El mismo día comen con nosotros Dubuffet, Lagran-
ge, socio de este, Kahnweiler i Armani. Yo estoi muí
cansado i enfermo de influenza én una de sus formas
raras i mas impertinentes i estr a vagantes, felizmente ya
conocida por mí. (« Curada con tres dosis de quinina en
tres días a bordo » nota añadida al copiar mis apuntes
posteriormente).
— 505 -
Mayo 22, — Nos embarcamos en el Coptic ; nos acom-
pañan i despiden cariñosamente los mas de nuestros
amigos de Yokohama i Tokio, estranjeros i japoneses i
dejamos al comenzar la tarde con gran sentimiento, la
adorable tierra donde hemos pasado dias tan felices.
Suspendo aquí el diario para completar mis observa-
ciones sobre el Japón en capítulos de tema jeneral, in-
dependientes de cronolojias i de fechas.
Características Japonesas
(Este título es un plájio; lo tomo de un libro de A. H.
Smith sobre la China, por parecerme lacónico i com-
prensivo).
I — COSTUMBRES. — habitaciones — vida de familia —
VESTIDOS ALIMENTOS BEBIDAS USO DEL TABACO
NACIMIENTOS MATRIMONIOS — MUERTES I CEREMONIAS
FÚNEBRES.
II — CULTIVOS.
III — INDUSTRIAS.
IV — INJENIERÍA I ARQUITECTURA.
V ARTES. PINTURA ESCULTURA GRABADOS I BORDA-
DOS MÚSICA LITERATURA I POESÍA EL TEATRO I
SUS ATINJENCIAS — ARTE COREOGRÁFICO.
VI — ENTRETENIMIENTOS, FIESTAS i ESPECTÁCULOS.
VII — RELIJION.
Vm — RESEÑA SOBRE LAS INSTITUCIONES.
IX — RELACIONES SEXUALES — PROSTITUCIÓN.
X — ENTIDAD MORAL DE LOS JAPONESES.
I — COSTUMBRES
HABITACIONES
La casa de un japones muestra el carácter de la Na-
ción, los hábitos i los gustos de sus habitantes. « Mi
dueño nada tiene que ocultar >, dice cada casa, o mas
bien «no quiere ocultar nada». \^?ís paredes son livianas
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í corredizas; las aberturas están francas; son inútiles las
cerraduras porque de un buen empujón se echa nbajo la
puerta i la pared en que se halla; la entrada del aire por
toda resistencia, encuentra una hoja de papel. Ya he
descrito en varias ocasiones algunas viviendas japone-
sas ; mis lectores las conocen i deben recordar su lim-
pieza, su pe(]ueñez i al mismo tiempo su comodidad efi-
ciente. No hai en ellas mobiliario propiamente dicho ; el
suelo cubierto de estera es el gran recurso ; sobre él se
come i sobre él se duerme sin temor de caerse. Reem-
plazan a los armarios espacios dejados espresamente
entre los tabiques; una parte de la seudo-pared corre i
el armario queda abierto; allí están las almohadas, los
colchones, las ropas i otros objetos. Las almohadas son
unos pequeños banquitos con un rollo de crin, lana o paja
encima; los colchones son dobles mantas rellenadas mas
o menos gruesas. Las frazadas son sustituidas por una
bata colchada que se usa en vez de camisón o sobre él ;
las ropas de cama varían con las personas.
Como muebles hai en la jeneralidad de las casas, unas
mesas mui bajas donde se pone el brasero i se sirve el té.
£1 brasero es un utensilio infalible; uno lo vé en todas
partes, hasta en las tiendas, sobre las tarimas. A su rede-
dor se hace la conversación entre los concurrentes que
por turno o al mismo tiempo se calientan las manos en
él. Las familias poseedoras de objetos de arte o de valor,
los guardan en piezas a parte o en los nichos ya men-
cionados. Figuran en algunas casas entre los utensilios
de mayor importancia, imájenes de los dioses i bustos o
estatuas de los antecesores.
Las cocinas son sencillas i pequeñas ; dos o mas hor-
nallas i algunas vasijas, sartenes i demás piezas indis-
pensables, en reducido número, componen la batería.
La vajilla es otra cosa; son incontables los platitos,
tacitas, salceras, soperas i teteras que la forman. El te-
nedor i el cuchillo están reemplazados por dos palitos;
las viandas van cortadas al comedor. La cuchara es
inútil i por lo tanto no se la ve figurar en el bagaje ; lo
es porque las vasijas en que se sirve el caldo u otro
líquido, son del tamaño de las cucharas i puede uno He-
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varias a la boca. Hai sin embargo un cucharon o sea
una taza con mango largo.
Difícil es encontrar una casa japonesa sin jardín o sin
plantas en macetas a lo menos ; este pueblo es muí afí-
cionado a las flores.
Va dicho que las casas son de madera; su construc-
ción obedece principalmente a dos influencias : el clima i
los temblores. No tienen cimientos ; los pilotes maestros
se asientan en una base de piedra o de mamposteria ; el
techo, mui pesado, sostiene i equilibra la armazón; así
las habitaciones son sólidas i elásticas al mismo tiempo,
como lo muestran los colosales templos de madera pura
que han resistido siglos a los cambios atmosféricos i a
los terremotos. Pero desgraciadamente el peligro del
fuego no está conjurado ; no pasa casi un día sin ser se-
ñalado en las ciudades por algún incendio; barrios en-
teros se queman dejando en la calle a sus habitantes i
causando muchas muertes. Respecto á tales catástrofes
los japoneses tienen una conformidad increíble, pero no
dejan de tomar precauciones contra su reproducción.
En Tokio, por ejemplo, i lo mismo en otras ciudades,
hai de trecho en trecho, torres de madera que sirven de
miradores, estando algunas provistas de agua í en las
esquinas cientos de baldes en pilas para ser usados en
casos de incendio. Una campana en cada barrio anuncia
el fuego i señala el sitio atacado por toques convencio-
nales.
Las casas en el campo son del mismo estilo que las de
ciudad, pero menos bien trabajadas i sin decoraciones ;
no hablo de los ranchos. Los techos son tal vez mas
gruesos i algunos ofrecen una particularidad curiosa : son
verdaderos jardines i eso por ministerio de la leí. Existe
en efecto, un edicto relíjioso del mikado, escrito en len-
guaje poético nunca visto en documentos oficiales, cuyo
testo transcribo. «La Diosa del sol, dice el edicto, nos
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ha dado la tierra para labrarla i sembrarla, a fin de hacer
brotar las plantas útiles destinadas a nutrir a las mujeres
que son el adorno del hogar i a los guerreros que se
baten a nombre del honor; no sembrareis pues sino
plantas útiles. En cuanto a las lilas que son el emblema
del lujo de las mujeres, la diosa os prohibe cultivarlas
sobre el suelo sagrado, pero sembradías en la cima de
vuestras casas, en un sitio impropio para cualquier otro
uso ; i en él, así como dan la belleza a los cabellos de las
mujeres, serán como la cabellera viviente de vuestro
techo paternos. La alusión final se esplica sabiendo que
de las lilas se saca, según dicen, ese aceite rosado con
que las japonesas perfuman su cabello. ¡Mas valiera no
hacerlo i ponerse las flores en la cabeza !
Para construir una habitación se arma el techo en el
suelo i luego se lo suspende i coloca sobre los pilotes
maestros de la futura casa, dándoles por base, pedestales
de piedra o mamposteria de una altura suficiente, como
para dejar un espacio entre el suelo i el piso de los cuar-
tos a fin de evitar la humedad de la tierra. Naturalmente,
este procedimiento se aplica a las casas chicas i comunes,
no a las lujosas i artísticas.
LA VIDA DE FAMILIA
En tales viviendas de carácter provisorio en aparien-
cia, pero permanente en realidad, se acomodan las fami-
lias i se desarrollan los negocios. La vida en condiciones
normales de bienestar, se lleva en esta forma : Los sir-
vientes de la casa se levantan temprano, abren las puer-
tas, acomodan las piezas i preparan el desayuno o pri-
mera comida, consistente en arroz hervido con sal i en
algunos otros alimentos sencillos i té. Se hace por lo
jeneral tres comidas: la primera a las ocho de la ma-
ñana, la segunda a mediodia i la tercera, la mas impor-
tante, a las siete de la noche. A mas, a las diez de la
mañana i a las tres de la tarde se toma un bocado, i té
todo el dia, al menor pretesto.
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La cuestión del servicio en el Japón no es todavía
inquietante, pero tiende a serlo con la introducción de las
costumbres europeas. La mala conducta es rara en los
sirvientes i una ajencia responde de su buen proceder,
pero sin eso ellos son trabajadores, honrados, sumisos
i respetuosos ; su servicio es barato. Las propinas
eran desconocidas ; ahora comienzan a ser frecuentes
por la contaminación estranjera. Ellos hacen el mercado
solos o acompañados por la señora quien no desdeña ocu-
parse de eso ; la compra del pescado especialmente re-
quiere atención por verificarse a horas fijas i en barracas
apropiadas para facilitar las transacciones entre vende-
dores i millares de marchantes.
Comunmente los comisionistas o mercaderes ambulan-
tes, llevan a las casas los artículos necesarios para el
consumo diario, incluso los jéneros para la confección de
la ropa que, como se sabe ya, es hecha en la familia, sin
necesidad de modistas ni fabricantes de gorras.
La esposa se levanta antes que el marido í se acuesta
después, a menos de estar enferma; se ocupa de vestir i
arreglar a los niños para mandarlos a la escuela i en
peinar a las niñas, si es día de peinado ; este deber es
recíproco sin embargo i se cumple entre hermanas i
entre madres e hijas. Media hora a lo menos requiere
cada cabeza ; pero bien se puede perdonar este gastó de
tiempo que economiza sesenta francos por mes i por per-
sona, valor de una gorra o sombrero de mujer, término
medio, en París ; igual a 7200 millones de francos que si
la moda existiera gastaría el Japón cada año, en com-
prarles gorras a los diez millones de sus habitantes, en
circunstancia de usarlas, calculando una población de
cuarenta millones.
Antes la enseñanza escolar se hacia en la casa por la
madre o los hermanos o hermanas mayores de los niños.
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Los varones continuaban su vida de pupilos hasta ios
quince o diez i ocho años, aprendiendo a leer, escribir,
dibujar, contar ; como adición se les propinaba un poco
de literatura, poesía, historia tradicional i relijion. Las
mujercitas se ocupan de costura, dibujo, música, compo-
sición de ramos de flores artificiales i naturales, (haciendo
ellas mismas las primeras), cocina i manejo interno de la
casa, sin escluir el lavado de ciertas ropas. Aprenden
también las reglas de la ceremonia del tcha-noyu, arte de
hacer el té en las grandes ocasiones, según lo relataré a
su tiempo.
La esposa tiene a su cargo el manejo de los fondos
para la mantención de la familia ; ella contrata i paga
todo por abdicación del marido.
Bajo un mismo techo vive una numerosa parentela
compuesta de abuelos, padres, hijos, yernos, nueras i
nietos, según sean las familias. Los mayores, los abuelos,
gozan de una situación escepcional i afortunada; no tra-
bajan, su única ocupación consiste en querer a los nietos i
en recibir las muestras de consideración, afecto, sumisión
i respeto de toda la prole i sus adherentes. La felicidad se
ha hecho para los viejos i los niños en el hogar japones.
A la tarde se recibe visitas sin interrumpir las labores
familiares , la conversación tiene por tema la educación i
carácter de los niños, los vestidos, las piezas recientes
dadas en los teatros, el mérito de los actores, lo caro o
lo barato de los artículos de primera necesidad, los naci-
mientos i las muertes, los gastos i recursos de las fami-
lias i otros asuntos del mismo jaez. La maledicencia i la
invectiva contra la reputación de los conocidos o amigos
es materia vedada.
Algunos de los visitantes son invitados a quedarse sin
ceremonia a comer i lo hacen sin causar a los dueños de
casa la menor molestia. Después de la comida o cena
sigue la tertulia ; se toma té, dulces, masitas i saké; se
fuma i se juega a cualquier cosa i a todo. De preferencia
las niñas juegan a las prendas, a descifrar charadas i
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adivinanzas ; los hombres al ajedrez, a las damas u otros
juegos de fichas.
Toman gran parte de las diversiones favoritas fuera de
la casa, los paseos en comitiva a los parques i la asisten-
cia a los teatros !
¿Se quiere una vida mas quieta i mas feliz?
Añádase a los usos de la vida esterna, la celebración
de mil festividades, siendo difícil señalar un dia vacante,
o no consagrado a una de ellas en algún punto del
imperio ; i la asistencia a los templos a los cuales con-
curren hasta los niños de corta edad. Allí van todos, no
a rezar sino a pedir, netamente a pedir ; piden cuánto
se les ocurre como los napolitanos, aun las cosas menos
compatibles con la dignidad divina. Les piden a sus
dioses que los ayuden en sus negocios, que la cosecha
sea buena, que les sobrevenga alguna desgracia a sus
enemigos, que los favorezcan en sus empresas amoro-
sas i como hai dioses para todo, jeneralmente los devo-
tos vuelven a sus casas confiando en su buen éxito, o a
lo menos seguros de haber sido escuchada su pre-
tensión.
Concluiré este título añadiendo por via de comple-
mento de informaciones respecto a las familias, que todas
aun las mas pobres, tienen su sello o monograma, a
modo de escudo de armas o emblema con el cual mar-
can su ropa, sus muebles i sus utensilios, sin escluir las
vasijas de cocina.
VESTIDOS
Los vestidos han sido descritos en diferentes partes
de mi diario; no necesito volver sobre ellos pero debo
consagrar una palabra a lo menos al uso del abanico
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como complemento del traje. El inventor de este indis-
pensable utensilio i adorno se inspiró en las alas de los
murciélagos según la tradición i el primer nombre que
tuvieron (kuvahori). Cada clase social adopta una forma
i en muclias ceremonias no se puede usarlos sino de una
especie. Entre los peculiares de uso limitado a determi-
nadas ocasiones, tienen su sitio los de metal, abanicos
de una pieza que no se cierran i los que usan los guer-
reros en las batallas.
Mas popular i mas útil sin duda es el abanico de los
acróbatas i prestidijitadores; a los primeros debia inco-
modarles este utensilio, pero sucede todo lo contrario;
jamás lo pierden ni aun en las mas complicadas suertes
i se sirven de él no solo para echarse viento, sino para
hacer mil pruebas.
En las familias es un artículo de primera necesidad
como lo es la pantalla. Hemos visto ya en China usarlo
para hablar, para comunicarse, para disimular i para
caracterizar ciertas personalidades. Las japonesitas no
dejan de aprovechar de estas indicaciones i lo emplean
en coloquios amorosos. Dándoles tal o cual posición,
tardando mas o menos tiempo en un movimiento, apli-
cándolo a esta u otra parte del cuerpo o de la cara, por
el borde, los lados o el mango, manejándolo en fin en
formas convencionales, lo hacen el mensajero de todos
sus sentimientos i el correo de toda su correspondencia
en sociedad, a falta de ocasiones para conversar de
viva voz.
ALIMENTOS
Qué comen los japoneses se pregunta Mr. F'élix Réga-
my en su libro sobre el arte i la industria japonesa;
mejor seria preguntar qué no comen, se contesta. En
efecto comen casi todo lo susceptible de ser mascado i
convertirse en alimento, como los chinos ; pero no in-
curren en la grosería de comer sustancias inmundas i se
cuidan de limpiar i preparar lo que han de llevar a la
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boca, pues si algo llama la atención i caracteriza su co-
cina es la limpieza.
El principal alimento es el arroz preparado de varios
modos; su cultivo es casi una institución; ha servido i
aun sirve de moneda ; con él se pagaba las contribucio-
nes i los salarios. Viene en seguida el pescado con sus
infinitas variedades ; los japoneses lo adoran i lo comen
crudo; tiene sus dioses protectores como ciertos culti-
vos i también sus fiestas particulares. A par de los pes-
cados aprovechan los otros productos del mar, animales
i vejetales ; las algas i un sinnúmero de plantas marinas
son recojidas con empeño. El trigo i los otros cereales
son usados en abundancia ; con su harina no hacen pro-
piamente pan, pero sí pastas que lo reemplazan i se
prestan a ser conservadas. Casi todo vejetal con jugo
se usa como alimento inclusive los tallos tiernos del
bambú. Los hongos i los tubérculos proveen de abun-
dantes materiales a las cocinas. No se cultiva en grande
las papas, pero existen ; las batatas o papas dulces son
esquisitas.
En otro jénero de productos el primer puesto corres-
ponde a los porotos ; luego siguen las alverjas, lentejas
i garbanzos.
Las frutas variadas i sabrosas dan su continjente i solo
las venenosas son respetadas por el diente humano. En
materia de carnes señalaré las de las aves domésticas i
las de algunos cuadrúpedos, cabras, corderos i cerdos,
por ejemplo, así como los productos de la caza. No
comen los japoneses del pueblo carne de ganado va-
cuno; seria un crimen matar vacas terneros i bueyes,
animales tan útiles. Los condimentos son numerosos i
las salsas que con ellos i otros elementos se hace,
infinitas. Los encurtidos no se quedan atrás. Creo
inútil añadir a la lista, los huevos, el aceite, las olivas,
la miel i en resumen casi todos los materiales de nues-
tra mesa no enumerados i muchos desconocidos entre
nosotros.
Por mares i Por tierras 33
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l.a preparación de los alimentos principalmente para
la comida de la tarde, es laboriosa i lenta; requiere ma-
ceraciones, trituraciones, infusiones, decocciones, condi-
mentaciones, torrefacciones i hasta fermentaciones; todo
ello absorbe largo tiempo i ningún cocinero llega a pre-
sentar una cena digna de su nombre, compuesta de
veinte platos microscópicos, sin haber trabajado cuando
menos doce horas, no contando en este tiempo el em-
pleado en las manipulaciones de los elementos que re-
quieren muchos dias de tratamiento.
NVcf-sito observar que los japoneses utilizan todo, ya
sea en sus industrias ya en otras de las necesidades de
la vida; así por ejemplo, emplean los productos secunda-
rios, los residuos i hasta los detritus en algo de prove-
cho. Bástame citar el uso que hacen de la paja del trigo
convirtiéndola en sombreros, en colchones, en techos de
sus casas i en elegantes capas de flecos para los caba-
lleros pobres.
BEBIDAS
Ahora hai i toman los japoneses café vinos i cerveza.
Antes solo tomaban saké, alcohol proveniente del arroz i
toso, en las grandes circunstancias, en las festividades,
especialmente el dia de año nuevo. El toso es un licor
alcólico con ingredientes diversos; la canela entra en
su composición. Todo tiene aquí su leyenda; la del toso
lo proclama una panacea para preservar de enfermeda-
des si se toma en el dia de año nuevo. El té también la
tiene i mui buena; yo la traduzco en estracto del libro
de Régamey : «Erase un santo que a imitación de algunos
de los nuestros, quiso hacer penitencia i se pasó catorce
años sentado a la japonesa, sin comer ni dormir; los pies
i las piernas se le gangrenaron i cayeron sin advertirlo
él. Una noche, a pesar de sus esfuerzos i a mui justo
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titulo, después de catorce años de vijilia, se durmió ; al
despertarse echó la culpa de su debilidad a sus párpa-
dos que le habían impedido continuar viendo la luz ( ha-
bría luna supongo) i sin mas ni mas se los cortó arro-
jando lejos los pedazos. En el sitio donde cayeron nació
una planta cuyas hojas debían servir en adelante para
preparar la infusión aromática i sabrosa que quita el
sueño a quien la bebe; era el té.
La regla para hacer buen té en familia es la siguiente:
Se pone las hojas en una tetera previamente calentada i
se echa en ella agua hervida, no hirviendo, pero bien
caliente; se remueve el contenido con cm manojo de vari-
llas o algo apropiado i después de un momento se arroja
esta primer agua; se vierte una nueva cantidad a la
temperatura dicha i se deja infundir el té durante cinco
minutos, no mas.
Las reglas del Tcha-no-yu o ceremonia del té, según
las ha legado a la posteridad Sourimanos i según se con-
servan en los libros, son de la mayor importancia i es
de buena educación saberlas:
lo El objeto del tcha-no-yu, es consolidar i estre-
char los vínculos de la amistad.
2o Los asistentes a la ceremonia no deben ser mas de
seis, varones puros o mujeres solamente, pues ellas
también tienen su tchanoyu, aunque mas sencillo.
3** Ella tiene lugar en una pieza especial, en un pabe-
llón del jardín por ejemplo.
4o Debe durar dos horas a lo mas ,
5o Nadie en ella puede hablar de política, de relijion
ni de escándalos sociales; la denigración del pro'
jimo es absolutamente prohibida.
6o Se supone igualdad absoluta entre los asistentes,
aun cuando sean de diferente condición; todos de-
ben estar alegres, risueños i ocurrentes sin malig-
nidad.
7o El dueño de casa o un Tcha-jin dirije la cere-
monia i oficia en ella. (Es mas estimada la distinción
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cuando el dueño ejecuta todo el trabajo). El tcha-jin
es el sacerdote de la preparación, un funcionario ins-
truido en sus doctrinas, tales como eran practicadas
en la antigua i rejia etiqueta de la corte. Por su ser-
vicio recibe en cada caso una recompensa ofrecida
con delicadeza i que consiste en el regalo de algún
objeto de mérito. Tiene en una caja a propósito los
utensilios necesarios para el caso i los usa cuando
no existen en la casa donde se da la fiesta.
8° El dueño, o el tcha-jin en su reemplazo, debe
prepararlo todo por si mismo i hacer el té sin
auxilio de sirvientes ni aun para los actos preli-
minares.
9o Los utensilios indispensables, exepto los entera-
mente secundarios, deberán ser antiguos, ricos i de
gran valor artístico i material; mejor es si llevan la
firma de alguna celebridad. La bateria contendrá a
la menos los siguientes artículos: — Una caja con in-
cienso i otros perfumes — Una caja con papel tinta
i pinceles — Una caja con dobles paredes, conte-
niendo en su centro otra caja llena de té reducido a
polvo impalpable, rodeada de una capa de hojas de
té para concentrar su aroma — Una cuchara de
bambú — Una tetera, tazas i platillos, de fábrica i
autor de renombre — Una mesa baja de tablas de
morero ( chica ) — Una escobilla — Un pañuelito de
seda pequeñísimo, pero de gran valor, en su estu-
che o caja — Una caldera i manijas en forma de ani-
llos para tomarla — Un brasero para quemar el
incienso — Un par de tenazas para remover las ce-
nizas — Una canasta con carbón elejido — Un aba-
nico de tres plumas para avivar el fuego.
IQo Los invitados examinarán el té, los perfumes i
la vajilla, i harán sobre todo ello cumplimientos al
dueño de casa.
lio El oficiante enciende el fuego usando del abanico-
de plumas; quema el incienso para cubrir con su
olor el tufo del carbón ; hace hervir el agua ; lava
las vasijas, las limpia con la escobilla, las seca i coa
el neo pañuelito de seda, las repasa. En seguida
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pone en la tetera calentada el polvo de té con la
cuchara de bambú, vierte el agua i hace la infu-
sión revolviéndola de tiempo en tiempo. Una vez
pronta, da la tetera á uno de los asistentes; este se
sirve i la pasa al vecino hasta completar el círculo.
El líquido servido contiene buenas porciones de
polvo como el café de los árabes.
Según esto, mas ceremonioso es hacer té que decir
misa, pero hai entre uno i otro acto cierta analojia.
uso DEL TABACO
Los japoneses no fuman opio, pero sí tabaco en
grande o mas bien en pequeño, porque lo fuman en unas
pipas cuya capacidad no es de mas de un centímetro
cúbico ; cargan la pipa, la encienden, dan tres fumadas i
se acabó. Otra vez la cargan, la encienden de nuevo
con unas varillas que conservan el fuego i solo dan
llama sopladas de golpe, dan otras tres fumadas i vuelta
a la misma tarea. Todo el mundo fuma o cigarro o pipa
o cigarrillo. Las mujeres jóvenes i viejas no se quedan
atrás. El vicio no causa al parecer muchos daños.
NACIMIENTOS
Los niños nacen con la ayuda de una partera, de un
médico o de la divina providencia solamente. Una vez
nacidos se los cuida como entre nosotros ; su cuerpo se
desarrolla en libertad, sin lios ni compresiones. Durante
sus tres primeros dias solo toma el pequeño sujeto, agua
en la cual se ha puesto una sustancia llamada makuri en
un muñón de seda que le dan a chupar. La abuela o la
madre en defecto de aquella, le han preparado la ropa. A
los siete dias de edad recibe un nombre que llevará hasta
la época de la pubertad ; entonces toma otro mas menos
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fijo s(*gun los accidentes de su vida, el cual se cambia
a su turno el dia de la muerte de quien lo lleva, por
otro señalado por los sobrevivientes. A los veinte dias
del nacimiento se lleva al niño al templo, donde bebe el
agua sagrada propicia para su destino en este mundo.
La madre no abandona el lecho sino á los 21 dias; esto
es una exajeracion inútil, sobre todo si se compara esa
costumbre con la de las cholas bolivianas quienes, si el
accidente las toma en marcha, tienen su criatura, se
demoran una hora para desembarazarse de los anexos i
en seguida continúan su camino. El nacimiento de un
niño en el Japón da ocasión a una fíesta de familia.
M A TRIMONIOS
Preliminares.
Las condiciones i ceremonias matrimoniales recuerdan
las de China; los japoneses se casan jóvenes; los padres
elijen la novia i arreglan lo concerniente al matrimonio de
sus hijos sin anuencia de ellos. Todo el mundo en el
Japón cree que son mas felices los esposos cuando los
padres elijen, en virtud de sus razones, el novio o la
novia, que cuando estos lo hacen por sí en razón de sus
simpatía o de su amor. Los padres no tratan directa-
mente el asunto; hai un intermediario llamado nakodo
(padrino) quien se encarga de tramitarlo; el nakodo
debe ser casado. Es un mérito ser nakodo, una desven-
taja no haberlo sido nunca i un gran honor haberlo sido
muchas veces. Sus funciones son variadas antes, mientras
i después de la ceremonia, como lo veremos. En tiempos
no mui lejanos la cuestión de intereses era estraña a los
arreglos matrimoniales; ahora las costumbres van alte-
rándose por el contajio europeo. El nakodo entiende en
el acto de fijar los bienes de los cónyujes o dotación de
la nueva familia ; estos bienes consisten en ropa i aHmen-
tos por lo jeneral. Ademas entre los futuros esposos hai
un cambio de regalos: la novia da el vestido de ceremo-
nia a su novio ; este a su vez regala el obi o cinturon ; el
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intercambio de presentes tiene lugar una semana antes
de la ceremonia. Las ropas de cama son provistas por
la mujer así como los útiles para la cocina, la comida i
la limpieza; todos estos artículos son enviados á la casa
nupcial el dia de la boda. Concluidos los arreglos preli-
minares, el novio, el nakodo, su mujer, los parientes i los
amigos de la familia se reúnen en la casa de los padres
de la novia i allí tiene lugar la primera i única entrevista
entre los prometidos; la novia aparece un momento,
ofrece a su futuro una taza de té i se retira.
Ceremonia nupcial.
En el dia señalado, el nakodo, al entrarse el sol, va
en busca de la novia i la lleva a casa del novio, acompa-
ñada de un cortejo mas o menos numeroso; este espera a
la comitiva en el umbral de la puerta, recibe a su prome-
tida i la lleva al salón, seguida de los parientes i amigos.
Allí los novios cambian tres veces, tres tacitas de saké,
servidas por el padrino i madrina, nakodos, vertiendo la
bebida, de dos vasijas adornadas con un par de maripo-
sas, macho i hembra, emblema de la constancia aquí, al
revés de su significado entre nosotros. Luego se trae la
sopa en una concha i con ella comienza la comida de
boda. El nakodo al final canta un poema de su composi-
ción augurando i deseando a sus ahijados larga vida.
Los convidados se retiran i el nakodo acompaña a los
desposados hasta la puerta de la alcoba.
Durante tres dias mas siguen los festejos e invitaciones ;
al octavo dia se hace las visitas de nupcias a los parientes
de la novia i después se manda al nakodo los presentes
que le corresponden, según las reglas del caso. No ha
concluido sin embargo con esto el papel del nakodo;
como padrino e intermediario tiene cierta responsabili-
dad en el asunto i debe vijilar la suerte de sus ahijados,
intervenir en sus diferencias i aun actuar como arbitro
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en casos graves, sin escluir los de divorcio, por los
cuales rara vez van los japoneses aiite los tribunales.
Cuando en una familia no hai sino musmés (niñas), los
padres solicitan en matrimonio a un joven ; este si acep-
ta, es adoptado como hijo por su suegro, entra a formar
parte de la familia, vive en la casa de su mujer, abando-
na su nombre i toma el de su padre por adopción para
perpetuarlo. La ceremonia nupcial en este caso se modi-
fica; el novio no da presentes i el dia del casamiento el
nakodo lo conduce a casa de la novia, esta lo recibe en
la puerta i todo continua en adelante como en los casos
normales.
He seguido en esta descripción el método del exe-
lente libro de F. Régamey de cuyos datos he aprove-
chado i aprovecharé para completar i ratificar mis
apuntes. Por lo demás en esta i otras materias solo con-
tiene noticias tradicionales i yo no debia nombrarlo así
como él no nombra a los autores que ha consultado.
MUERTES I CEREMONIAS FÚNEBRES
Cuando un individuo muere su cuerpo es colocado
en un salón i a su lado se pone agua e incienso. Un
miembro de la familia va al templo i al cementerio a
preparar lo necesario para el entierro. Se avisa a las
relaciones el suceso i se compra el cajón a menos de
haberse determinado la cremación, tan común en su
empleo como el de los sepulcros en la tierra. Tomaré
el caso de inhumación para hablar de la ceremonia. No
siempre se encierra el cadáver en un cajón ; úsase tam-
bién las vasijas, cántaros, tinajas de barro cocido, como
en el antiguo Perú, en lugar de este i entonces se coloca
el cuerpo doblado en la forma conocida de casi todo el
mundo por los museos. Para vencer la rijidez cadavérica
i doblar los miembros usan un polvo esparciéndolo en
la piel del muerto (inútil proceder porque la rijidez pasa
en poco tiempo i puede ademas ser vencida por la fuerza).
La familia ayuna después de la muerte de un deudo. El
- 521 —
día del entierro viene a la casa mortuoria un sacerdote i
da nuevo nombre al difunto buscando las analojias de
sus calidades; este nombre se graba en una tableta que
lleva en alto un individuo en el cortejo. El sacerdote
acompaña al cadáver al cementerio con los invitados i
descendientes del muerto solamente. El cajón va cubierto
con una tela blanca; el séquito lleva linternas blancas
también, sin luz adentro (el color blanco es el signo del
luto). Sobre la tumba en tierra se coloca un monolito
con el nombre postumo del ocupante en una cara i el
de la familia en la otra. Después del entierro los del
cortejo concurren al templo i en los dias siguientes, los
amigos i los relacionados mandan regalos á los parientes
del fallecido; este hábito constituye un recíproco tributo.
A los setenta dias la familia devuelve el obsequio en-
viando masas, dulces u otros regalos.
II — CULTIVOS
Mas o menos se cultiva todo en el Japón, pero con
preferencias marcadas en favor de ciertos productos
como el arroz, el té i la seda. El cultivo del arroz es
como se sabe, difícil i peligroso, pero aquí han conse-
guido hacerlo casi inocuo, elijiendo la época del trans-
plante. Millones de hombres se ocupan i viven de estos
trabajos. El del té requiere ciencia tiempo i paciencia. La
enumeración sola de las diversas fases porque pasa este
producto, desde la semilla sembrada en el campo, hasta
el momento del empleo de sus hojas en la economia
doméstica, ocuparia muchas pajinas; pueden los interesa-
dos buscar la técnica de los procedimientos en los libros
especiales si quieren darse cuenta de su minuciosidad, de
su importancia i dificultad. Yo solo diré que he visto en
Yokohama i Tokio las manipulaciones a que se somete
la planta ya traida en forma conveniente, a los laborato-
rios de las ciudades i que me he quedado verdadera-
mente asombrado al contemplar los infinitos detalles del
— 522 —
procrso i la acción de los miles de obreros, hombres,
mujrres i niños ocupados en los minuciosos procedimien-
tos aplicados a la mercancía, antes de librarla ai público.
Parece imposible que para tomar una taza de té se re-
quiera el constante trabajo durante meses, de millones de
labradores, industriales i comerciantes.
Otro tanto puede decirse deV cultivo del gusano de
seda i de la preparación de sus capullos antes de entre-
garlos a las fábricas de tejidos. Describir este cultivo no
es asunto tan liviano ni puede ser propósito de un via-
jero; ahí están los tratados de la materia en numerosos
volúmenes, con sus especialidades locales que asombran
a (quienes los consultan.
El del tabaco requiere también mil procedimientos i en
este como en los otros, los japoneses muestran su habili-
dad, no siendo ayudados siquiera por máquinas perfeccio-
nadas u otras racionales por lo menos, consideradas bajo
el punto de vista de la economía de tiempo, de brazos i
de trabajo.
Los japoneses adoran las selvas i los bosques, aman
las plantas i las cuidan con delicia; hacen con ellas mara-
villas de estética i sus flores no tienen rivales en el mundo.
Mandan i dirijen la vejetacion, puede afirmarse; producen
árboles colosales o enanos, a voluntad, multiplican las
variedades i combinan i enjendran nuevas plantas i nue-
vas flores. El arte de hacer árboles viejos de exigua esta-
tura es una de sus especialidades i son curiosos, semi-
grotescos, pero admirables, esos pinos i cedros de tres
palmos, con cincuenta años de edad, que se presentan
con la estructura i la forma de los grandes representantes
del reino vejetal.
— 523 —
Algunos jardines japoneses concentran en su diminuto
terreno los accidentes de una comarca entera i son un
mosaico hecho con pedazos de todas las zonas de la
tierra, reducidas a la escala de un millopésimo i osten-
tando desde el rancho primitivo i la escarpada montaña,
hasta el elegante bambú i rios de hilos de agua i bosques
de un metro cuadrado. Todo ello con otra escala es en
grande, lo mismo, como el famoso e inolvidable parque
de Koraco-yen descrito en mi obra titulada « Prome-
teo & C ií*. »
Ya al hablar de los alimentos he señalado algunos
productos agrícolas cuyo cultivo no necesito mencionar.
Al de estos debo añadir el de los pastos en las praderas,
tan cuidados como los bosques i los jardines.
III — INDUSTRIAS
Este capítulo daria material para muchos libros de los
cuales ni uno solo podría yo escribir, aun cuando consa-
grara a ese objeto gran parte de mi tiempo. Me limito
por tanto auna suscinta enumeración con lijeros comenta-
rios en algunos casos. Son notables las que utilizan las
materias primas del reino mineral, tales como la piedra,
las arcillas i los metales.
Con la piedra hacen pórticos, puentes, calzadas, muros,
cimientos, algunos edificios, obeliscos» monumentos fúne-
bres, lápidas, monolitos, linternas, estatuas, bustos e
imájenes de sus dioses.
El mármol del cual hai ricas minas, es emplea-
do en grande escala; pero no lo usan sin embargo
para fabricar estatuas. De él sacan la cal sin que ello
impida tomarla de las piedras calizas. La pizarra es
empleada en diversos usos. Con los cóarzos, ágatas i
otras piedras de su jénero, hacen sellos. Las perlas entran
en la composición de ciertas lacas. La arcilla i la sílice
son la base de la cerámica. Basta nombrar esta industria
para traer a la memoria su importancia i el arte maravi-
— 524 —
lioso que desplega este pueblo i ha desplegado en ella
desde siglos atrás. Millones de hombres viven de la
famosa manufactura i dan gloría i riqueza a su nación.
Sus obras son inimitables i las antiguas piezas tan
apreciadas en el imperio como ^n el resto del mundo.
Su finura, sus tintes, la mezcla de estraños ingredientes
desde el hierro hasta el oro; sus esmaltes e incrustacio-
nes (cloisoné) su elegancia, su valor intrínseco, su pasta,
producto de largos i minuciosos procedimientos i sus
otras conocidas calidades, representan el trabajo, el
jénio, la perseverancia tradicional de varias edades. El
solo detalle de la cocción de los vasos i molduras incon-
tables, requiere conocimientos i cuidados fuera de pro-
porción con el valor venal de los objetos en los mer-
cados.
Con la madera hacen cuánto quieren, comenzando por
dar a los árboles vivos las formas i aspectos mas capri-
chosos i concluyendo por construir con su rico, variado
i abundante material, las divinas obras de arte adorno de
los templos i de los mas aristocráticos salones. La ma-
dera es la base de la vida en el Japón después de los
alimentos ; con ella edifican sus casas i sus templos,
hacen su calzado i sus útiles familiares, sus escasos
muebles, las imájenes de sus dioses i los guardianes de
sus santuarios, su fuego por fin i hasta los tapices de sus
viviendas ahora, pues fabrican alfombras con las ramas
del pino. Bríndales la naturaleza para tan estensa indus-
tria, las maderas mas sólidas, mas elásticas i de mejor
testura, resistentes algunas a mil causas comunes de
destrucción con escepcion del fuego, como aquellas que
no se dejan taladrar por los insectos i otras livianísimas
que sin embargo jamas son atacadas por ellos. Ciertas
variedades son preferibles a cualquiera otra sustancia de
los tres reinos, tal es el número de sus incontables apli-
caciones, sin escluir la cirujia, la autoplastia i la ortope-
dia. — ¿Qué seria del Japón sin el bambú? No hai casi
objeto de uso o de adorno a cuya fabricación no se
preste. Véase sino los muebles, las linternas, los para-
— 525 —
guas i los millares de millones de abanicos que inundan
el globo terrestre.
Doi como simple referencia i ejemplo la pequeña lista
siguiente de algunas clases de madera fina del Japón:
Aselia,— Amarilla como panes de pintura, como marfil
sin lustre, riquísima; los tallados en ella halagan la
vista !
Shinoki. — Otra por el estilo pero oscura, color café in-
tenso.
Criptomelia o cripiomeria. — Cedro jigante japones.
; ? — Un tronco que vi en una tienda simple-
mente pelado i con el aspecto del bronce pulido;
puede usarse para columnas sin preparación. Siento
no haber podido dar con el nombre verdadero de
esta madera.
Como la escritura japonesa es jeroglífica, los estranje-
ros escriben con letras los sonidos de las palabras i esta
escritura no tiene comprobante en la japonesa ; por eso
cada uno escribe a su modo las palabras con el alfabeto
nuestro de lo cual resulta una verdadera anarquia, de tal
modo que el mismo objeto se designa con diferente
nombre según la ortografía que se ha dado al sonido
de la palabra japonesa. Esta es una de las causas que
me han impedido dar con el nombre de la madera color
bronce, esquisita, reemplazada por puntos suspensivos
en esta mi cortísima enumeración.
Por analojía puedo seguir el tema hablando de las
lacas que hacen del Japón un emporio de arte especial.
Ahora también debo enviar al lector a los tratados par-
ticulares sobre la materia. Ellos le instruirán de los de-
talles técnicos de la manufactura, tan complicada i difícil,
desde la estraccion de los barnices i preparación de las
armazones, hasta la aplicación de las últimas manos que
recibe el objeto, muchas veces años después de los tra-
bajos preliminares, para darlo a luz. El valor de algunas
- 526 -
pit^zas, como lo he dicho en otra ocasión, no depende
tanto df*l precio de los materiales, entre los cuales figu-
ra el oro, cuanto del tiempo empleado en su fabricación.
Los productos de esta industria no tienen límite conoci-
do; van desde las vasijas de uso doméstico en las coci-
nas, purs hai lacas que resisten al fuego, hasta los ma-
ravillosos adornos de los templos, donde las hemos visto
figurar entre las joyas inapreciables.
También por analojia, siendo su materia prima de
orijrn vejetal, puedo hablar en seguida de la industria
del papel i sus aplicaciones. Se lo conoce desde remotos
tiempos i el modo de hacerlo ha ido perfeccionándose sin
haber llegado aun a su apojeo a lo menos por lo refe-
rente a la economia industrial, por falta de máquinas i
procedimientos aplicables a la manufactura hecha en
grande rsrala. He mencionado sin embargo en mi diario
una buena fábrica que visité crrca de Tokio. Por su
variada calidad el papel japones se presta a los usos
mas orijinales fuera de los conocidos jeneralmente. La
fabricación de paraguas, faroles, linternas i abanicos
consume injentes cantidades i no son menores las em-
pleadas para hacer pañuelos, servilletas, manteles i toa-
llas. Lurgo vienen los libros, cuadernos i folletos, con
láminas o sin ellas, en cifras asombrosas; los libros son
dignos de nota; todo en ellos está invertido para nos-
otros ; las hojas son dobles i sus bordes libres juntos
forman el lomo; su primera pajina es la última i los ren-
glones van de arriba abajo i de izquierda a derecha; es
mas difícil destruir un libro japones que una muralla, no
solo por la solidez de la encuademación sino por la
resistencia del papel hecho con una pasta de cierta ma-
teria testil, conservando en cuanto es posible la fibra.
Para su impresión no se usaba antes tipos sueltos
como ahora; la estampa se hacia con viñetas; cada
pajina con figuras i letras o con testo puramente, era
grabada en una pieza de madera i así resultaba este-
reotipada.
Se daba el colorido a las láminas cuando debian lle-
varlo, a mano o por medio de capas de tinte limitado a
la estension de la viñeta. La impresión de colores re-
— 527 —
quiere manipulaciones delicadas i difíciles e ingredientes
variados, cuya preparación es larga i complicada.
Sirve también la pasta testil para hacer papel imitan-
do cuero o telas, destinado a revestir los muros ; hai
preciosos artículos en este jénero no solo por la calidad
de su testura sino por sus relieves, estampas, dorado i
colorido.
Con una clase de pasta llamada papel mascado, hacen
vasijas, cajas, bandejas, gabetas i cien objetos mas. No
olvidemos que en las habitaciones sustituye el papel a
los vidrios. Una especie de él fina i transparente usan
los grabadores para calcar sus dibujos, evitándose con
su aplicación directa al objeto, el artificio de cambiar los
lados empleando espejos para la inversión de las figuras.
Los fabricantes de máscaras i caretas aprovechan en
grande las hojas finas por su adaptabilidad absoluta,
para hacer sus moldes, conservando los ínfimos detalles
de relieve.
m
Lígase a esta industria la de los pinceles i cepillos,
tan estensa aquí como en ninguna otra parte del globo,
pudiendo decirse que cada pluma europea de oro o dé
acero está repi'esentada en el imperio del sol naciente
por un pincel. Los japoneses empiezan a usar pinceles a
la edad de un año i se mueren con ellos en la mano. La
fabricación de tinta, su complemento, da ocupación a
numerosas familias; se hace con agua i negro de humo;
la pasta se somete luego a varias operaciones destinadas
a darle los caracteres de finura, duración i fácil empleo
que la caracterizan.
Las industrias cuya base es el algodón figuran también
en grande escala i se dividen en secciones, comenzando
con la cosecha de la materia prima i concluyendo con la
fabricación de las telas i las operaciones necesarias
para darles el tinte, en dibujos infinitos i propios de su
gusto ya tan popular. Ahora el tejido de las telas se
— 528 —
hace próximamente como en Europa, con las variacio-
nes correspondientes a la pobreza de la maquinaria i a
la índole especial del pais. Aun cuando no corresponde
a este capítulo por tratarse de materias de oríjen ani-
mal, mencionaré aquí por analojias de fabricación, la in-
dustria de los tejidos de seda, tan afamada en todos los
ámbitos de la tierra. No se comprende cómo con tan es-
casos recursos en cuanto a las instalaciones i máquinas,
pueden rivalizar las sedas del Japón, ventajosamente
muchas veces, con los productos análogos de los países
mas civilizados del mundo. He visto en Tokio i otras
ciudades almacenes i tiendas de sedas que dan cumplido
testimonio de mi aserto ; las novedades mas raras en la
trama i los colores mas agradables, tenian allí su lujoso
mostruario. Llamar a esto manufactura me parece im-
propio i deprimente; mejor seria llamarle arte jenial,
poema del tacto i de la vista. Muchas mujeres pierden el
juicio ante el celestial espectáculo que representa una
puesta de sol en el océano.
Complementa esta i otras industrias la de los tintes;
estraccion i preparación de las materias colorantes i
todo cuanto a la tintorería se refiere. Las principales
fuentes son los vejetales, pero hacen también su papel
los óxidos metálicos i sus sales, en la tintura de telas i
papeles. Cuando los progresos de la química pongan en
manos de estos artistas los medios de estraer de las ma-
terias destiladas del carbón los preciosos e infinitos co-
lores con que se ha enriquecido esta rama en Europa,
¡Dios nos asista! no habrá feria de arco iris, ni orjia de
luces descompuestas a que no se precipiten los fabrican-
tes japoneses, tan hábiles para imitarlo todo e ir aun mas
allá del modelo.
Hai también fábricas de tejidos de lana; siendo impor-
tada la materia prima, los productos son escasos como
se comprende. Señalaré finalmente por via de informa-
ción, la industria de pieles curtidas o naturales, que es-
tampadas, pintadas, doradas o conservando su pelo
como lo tuvieron cuando vivas, se convierten en carte-
ras, cigarreras, tapas de libros, portamonedas, mangui-
tos, capas i forros de abrigo, zapatos, correas, balijas»
— 529 -
baúles, arneses, monturas, asientos i respaldos de mue-
bles i paneles para revestir los muros de las casas lujo-
sas, en vez del papel o las telas. El calzado de forma
europea que hacen los japoneses es de una fínísima i
esquisita manufactura. Nico tiene un gran comercio de
cueros esmeradamente preparados.
En cuanto al empleo industrial de los metales, no se
por donde comenzar. Todo cuanto los europeos hacen
con el metal es materia de arte o industria en el Japón.
Ningún medio para llegar a sus fines les es desconocido.
La fundición, la oxidación, la separación de los simples,
el pulimento, el grabado, la soldadura, la coloración, el
temple, el relieve hecho a martillo, las aleaciones, la
aplicación de un metal sobre otro, el dorado a fuego. . .
cuántos procedimientos se relacionan con los minerales
son para ellos conocimientos adquiridos, como lo mues-
tran sus obras. Los fenomenales daibutsií, las campanas
inmensas de los templos budistas, las figuras de hombres
o de animales, han sido ensayos de su industria metalür-
jica desde los primeros tiempos. Ahora hacen cañones,
caños estupendos para la conducción de agua, trozos
fundidos para puentes i buques a vapor, locomotoras i
máquinas para fábricas i usinas. — «Si usted no quiere
que un japones haga un objeto, no se lo muestre» me
decia un* antiguo residente en Tokio para pintarme la
facilidad de imitación de este pueblo.
Ya hemos visto balanzas de precisión e instrumentos
científicos de oríjen japones en los gabinetes de los insti-
tutos de enseñanza ; vemos en los talleres, artefactos de
todo jénero i útiles familiares: vasos, jarrones, molduras,
grabados i piezas cinceladas i en los templos budistas,
aparatos para el culto, adornos i hasta cortinas de metal
imitando encajes. Hemos visto también a estos industriales
servirse del hierro, del cobre i del oro en las manufactu-
ras de lacas i porcelanas i retrocediendo a tiempos no
mui lejanos, los veremos fabricando espadas i dagas de
temple toledano, armaduras, cascos i cotas de malla;
Por tnares i por tierras * 34
— 530 —
vistit^ndo de hierro en una palabra a sus héroes i a sus
soldados desde los pies hasta la cabeza, sin olvidar las
máscaras ni los guantes. I todos i cada uno de sus arte-
factos llevaran el sello de su refinado gusto, de su labor
i de su paciencia.
No hai, propiamente hablando, joyeros en el Japón, ni
usan en las casas vajillas de plata u oro. Las mujeres
no se adornan con joyas ; no se ve allí collares, braza-
letes, anillos, prendedores ni zarcillos; cuando mas se
descubre entre el cabello de ébano de las damas uno ó
dos alfileres largos de escaso valor venal i gran utilidad»
dado el peinado. Los únicos objetos representantes de
la joyeria son las pipas, las cajas de tabaco, de útiles
para escribir i para llevar medicamentos, suspendidos
del cinturon a manera de dijes por medio del netzkéy
especie de medallón u otra figura caprichosa, pieza de
gran mérito a veces, que los reúne en forma de borla,
adorno propio del sexo masculino i complemento indis-
pensable de su vestido. Usaban también los guerreros
un alfiler para sujetar su largo cabello i dagas finas como
estiletes alojadas en las vainas de las espadas, obras de
arte incomparable.
IV. — INJENIERIA I ARQUITECTURA
He insinuado ya algo sobre estas materias; ahora solo
intento llamar la atención de mis lectores sobre los ade-
lantos de la primera i las muestras del jénio japones en
la segunda.
Pertenecen a la injenieria las obras de canalización»
calzadas i puentes de vieja data i los ferrocarriles, diques
i puertos en los tiempos modernos, debiendo preparar-
nos ahora a esperimentar incalculables sorpresas como
resultado del estudio en los institutos técnicos.
Para apreciar en su justo título la arquitectura japo-
nesa, me bastará colocar a quien mantenga dudas, en
frente de una de esas asombrosas construcciones, de
— 531 —
esas montañas de madera que se elevan de la tierra a
las nubes en armoniosa estructura ; de los májicos tem-
plos de Kioto, de Nara, de Tokio i otras ciudades ; del
castillo de Nagoya i de las joyas de arte de Shiba i Niko,
sepulcros de los shógoun. Siento no poder presentar
nombres propios recomendando a la memoria los de
jeniales arquitectos, dignos maestros de los modernos
que han levantado con glorioso esplendor el nuevo tem-
plo de Kioto, una maravilla en su jénero, i predecesores
de los actuales arquitectos navales, injenieros i mecáni-
cos cuyas obras, tomando en cuenta la proporción de
los medios, no desmerecen, comparadas con las del viejo
mundo occidental.
V. — ARTES
PINTURA
Refiere la leyenda que Kanaota renombrado pintor,
llamado por algunos el rei de la pintura, allá por el
año 700, pintó para el templo de Nimadzi un caballo tan
perfectamente vivo que todas las noches se salia a galo-
par por la llanura. Unos campesinos cazadores lo espia-
ron i le dispararon una flecha. El cuadro se conserva
en el templo con la tela atravesada, el caballo herido i
supongo escarmentado. El anterior relato recuerda al
siguiente: Tchó-sé-Yó, pintor célebre chino, pintó cuatro
dragones, pero no quiso terminarles los ojos. Uno de
sus discípulos completó la obra en uno de los dragones
i lo hizo con tal éxito que el dragón, dotado de vista,
desplegó las alas i se escapó del cuadro por los aires.
Los otros tres se conservaron sin pupilas i por tanto
con una vida incompleta. Se cuenta esto para mostrar
en una forma indirecta la perfección de ciertas obras
maestras i el poder de los artistas para dar los aspectos
de la vida a sus creaciones; i cualquiera que haya visto
el gato dormido, los monos, los aleones i otras escultu-
ras pintadas de los templos de Niko, sea un ejemplo, no
encontrará fuera de tono las hipérboles de la leyenda.
- 532 —
Tales relatos fundados en la insuperable belleza de
algunas piezas artísticas, gozan de crédito en el pueblo,
él los cree verdaderos i sostiene como artículo de fé,
entre otras historias que los anímales tallados por Hída-
ri-Díque-Goro (debe ser Hidari-Díké-Goro) salen del
templo donde moran a tomar agua en la fuente vecina.
Los japoneses nacen dibujantes i con la facultad, mui
jeneral a lo menos, de reproducir la naturaleza a lo vivo,
tal cual se la vé; es de moderna data la invención del
kineidoscopio que fija i reproduce la sucesión de movi-
mientos. El ojo humano viendo caer un objeto no per-
cibe las diversas posiciones de sus partes durante la
caída, que sin embargo un análisis lijero demuestra i se
han hecho patentes ahora, gracias a la fotografía instan-
tánea, aun cuando ya conocidas de tiempo atrás, en esas
figuras del mismo sujeto representado en diversas i
aproximadas actitudes, que desfilando con rapidez dan
la ilusión del movimiento. Pues bien, la aptitud para sor-
prender esas actitudes intermedias entre dos estados de
reposo relativo, es pro|)ia de los japoneses, por la ins-
tantaneidad de sus percepciones, de donde nace su facul-
tad de representar los animales i las plantas con los
aspectos de la acción i de la vida. Van en seguida algu-
nos datos para dar idea del mérito de los maestros de la
pintura en el Japón. Uno de ellos se espresa así: «Desde
la edad de seis años tuve la manía de copiar los objetos;
cuando llegué a los cincuenta había ya hecho i publicado
un número infinito de dibujos, pero de ninguno de los
ejecutados antes de los setenta años estoi satisfecho. A los
setenta i tres solamente comencé a comprender la verda-
dera forma i naturaleza de los pájaros, los pescados i las
plantas. Por consiguiente a los ochenta habré realizado
algunos progresos ; a los noventa habré tocado la cima
del arte i a los cien alcanzaré un estado superior indefi-
nible ; a la edad de ciento diez años, un punto, una línea
que mis manos hayan trazado, será un objeto viviente. . .
Escrito a los setenta i cinco años por mí, antes Hakusai,
hoi Gonakijo-Rodjin, el viejo chocho del dibujo».
Las obras del exótico pintor son en realidad mara-
villas de colorido, de dibujo i de espresion al decir de
— 533 -
sus biógrafos. « Su pincel, añade un autor, se hacia inma-
terial para seguir en voluptuoso deleite las formas de su
pensamiento i sus imájenes salian por sus manos revis-
tiendo el carácter de la vida, ya se tratara de un templo
o de una flor, de un insecto o de un jesto de la físonomía
humana. Su talento era universal i pintaba con la misma
exelencia templos paisajes i animales que cuadros trá-
jicos o cómicos de la leyenda o de la vida diaria. Su
espíritu humorístico era inagotable, pero su calidad ca-
racterística era su facilidad i su sagacidad para estampar
la vida con su pincel i su preferencia, retratar las espre-
siones cómicas de las facciones del hombre i las de los
sentimientos tristes i alegres».
Uno de sus discípulos, Kiosay o Kiosai, sobresalió en
la caricatura i con motivo de sus bromas vivia la mitad
de su tiempo en la cárcel, sin correjirse por ello de su
fecunda i admirable mania ni perder su jovial espíritu.
Régamey lo conoció ; en una de sus visitas a casa del
artista vio entre otras composiciones una que describe
así: «Representa una serpiente que ha tomado un
gorrión ; está hecho con nada i cada cosa habla ; el ojo
velado, el pico medio abierto, el cuerpo desgarrado i al
mismo tiempo palpitando bajo el diente del reptil, i las
plumas arrancadas volando. I esto ocurre entre las plan-
tas, entre florecillas rojas donde pasan lijeras arañitas
verdes pequeñísimas. No se sabe qué admirar mas, si la
perfección de la obra o la intensa emoción que provoca
el pequeño drama. La segunda escena es una comedia:
un gorrión asustado por la sorpresa repentina que le
causa ver salir de la tierra a sus pies un topo, abre las
alas i toma la mas cómica i espresiva de las actitudes.
Sobre el pintor Isunénobu dice su crítico M. Gonse,
hablando de dos de sus kakemonos (un cuadro mural
en tela o papel bordado o pintado, en una tira mas o
menos larga, se llama kakemono). «El uno representa un
paisaje i el otro un pavo real desplegando su cola; estos
dos cuadros del maestro japones, colgados junto con un
dibujo de Durer, un bosquejo de Rubens i un admirable
estudio de Rembrandt, mantenían la formidable compe-
tencia, a despecho de la diferencia de estilo i procedí-
— 534 —
miento, i solo se median de ij^ual a igual con el mejor de
los otros tres, con el de Rembrandt >.
Yo he visto retratos en los templos de Niko de pinto-
res de hace dos siglos; los sujetos retratados salíanse del
cuadro como personas \ivientes, luciendo los colores
frescos de sus ropas cual si en el momento las estrena-
ran. Me han mostrado en las escuelas paisajes i bosque-
jos de animales hechos por los niños, con cuatro o cinco
líneas, que provocaban, no obstante, la sensación de les
objetos reales. Las puertas de los teatros, los frentes de
las casas vecinas, i los libros de ínfimo valor están pla-
gados de dibujos, grotescos en jeneral, pero llenos de
intención de gracia i de verdad.
Kn esas hojas de papel de arroz con su apariencia de
leche reducida a láminas sin espesor, derraman los artis-
tas japoneses los tesoros de su talento en formas i colo-
rido; cada figura habla, se mueve, vive, mientras uno la
mira i la escena repr^-sentada en miniatura, es un cuadro
familiar purificado de la grosería del tamaño i de las
manchas del uso i puesto allí en limpio i en diminuto con
los tintes vivos de los jéneros nuevos, de las flores recien
abiertas i con las líneas de la espresion i del jesto en las
fisonomías.
ESCULTURA — GRABADOS 1 BORDADOS
Sin embargo las obras de pintura no me han admi-
rado tanto como las de escultura en todas sus ramas, i
los bordados. E incluyo entre las primeras esas compo-
siciones hechas con cual(|uier cosa; madera, metal, pie-
dra, cascara de árbol, concha, grano, hoja, vidrio o todo
ello junto, pintado o natural. He tenido en mis manos
muchas veces, sin atreverme a dejarlas, figuras de ma-
dera talladas con tales perfecciones de detalle que eran
una seducción para la vista i una voluptuosidad para el
tacto. Recuerdo dos monos pequeños cuya piel mostraba
aparte cada hebra de pelo ; la actitud del cuerpo i la
mímica del rostro les daban las apariencias de la vida i
yo habría dicho que los sentía moverse entre mis dedos.
— 535 -
Llevo a Buenos Aires una pieza anatómica, puedo decir,
escultura en madera pintada con las adiciones necesarias
para completar la copia. Representa la cabeza de un
ajusticiado con admirable i horrorosa verdad ; no he
visto trasunto análogo de objeto real en ningún museo
de la tierra i conozco casi todas las colecciones del
mundo. Cualquier médico en un anfiteatro la confun-
dida con la de un cadáver ; los ojos muertos han
sido copiados tan a lo vivo, perdónese el contra-
sentido, que hacen estremecer i asustan. La cabeza
está en su caja i con sus bandas de jénero ensangren-
tadas según se presenta a los jueces o magnates las
cabezas de los ajusticiados por su orden, como prueba de
la ejecución. El insigne escultor de esta obra se llama
Numashima, vive en Tokio. En los templos de Shiba i de
la montaña sagrada de Niko i en otros muchos del Japón,
los tallados naturales o pintados son tesoros de escultura.
Muchos paneles de frisos o balaustradas, llevan un dibujo
en un lado i otro diferente en el opuesto, siendo de
notar que las mismas perforaciones sirven para marcar
las formas en los dos lados, j Qué cálculo, qué serie de
combinaciones artificiosas, qué visión anterior del con-
junto i de los detalles se necesita para hacer coincidir los
contornos de cada objeto, cuando el tallado debe dar al
mismo tiempo un grupo de animales en una cara del
cuadro i un ramo de flores en la otra.
Añádase a las aptitudes artísticas de los japoneses, su
talento para elejir los materiales de sus obras, metales,
pedazos de madera, conchas, perlas, partículas de cascara
de árbol, vidrios o porcelanas, adaptándolos a su dibujo
como si hubieran sido hechos por la naturaleza para ese
solo fin.
Veo en una tienda en Yokohama, una plancha de laca
blanca en su marco; a corta distancia de los bordes
camina hacia el centro una araña del tamaño de un grano
de trigo. Ahí está todo el cuadro. Pero la araña es un
poema de vida que lo llena i obliga al espectador a que-
darse una hora en muda contemplación. El cuerpo del
pequeño insecto ha sido hecho con una perla i las patas
con filamentos de metal oxidado. La araña no se mueve,
— 536 —
naturalmente, pero camina uno la vé correr
a prisa por la inmensa superficie blanca, alejarse del
marco, huir hacia el otro borde; la sensación es irreme-
diable, la ilusión completa. ¿ Cómo la obtuvo el artista?
{ Cómo se le ocurrió hacer un cuadro con tan mínimo
asunto ? ¿ Cómo vio de antemano el resultado ? Todo el
secreto está para mí en la actitud del animalito, en la
disposición de los finos pedadtos de alambre que forman
las patas, en la acción que marcan suspendidos en el aire,
doblados en las coyunturas i resueltos en esa figuración
transitoria, lineal, de los miembros en movimiento.
En todo tiempo los japoneses han tenido su punto de
honor en g^ran estima i esto no se defiende sino con
armas nobles. « Si sabemos dar la muerte », dicen cuando
matan a sus enemigos, « también sabemos sufrirla », aña-
den, antes de abrirse el vientre tras de alguna desgracia
irremediable o un suceso que en su concepto mancha su
honor. Las armas de los caballeros son el sable, la
espada o las hojas análogas. Para ponerlas al nivel de
su distinguido empleo, los artistas han debido dar a los
guerreros la contribución de su talento i de ahí esos tra-
bajos de cincel asombrosos, en las armas. Sobre millo-
nes de espadas no hai dos iguales ; ni dos partes corres-
pondientes de ellas con grabado semejante ; en cada una
el arte busca la alegoría propia, tomándola a veces de las
tendencias del caballero que debe llevar el arma. El
artista elije su acero, forja las hojas, las graba, las pule,
las afila, todo con esmerada maestria ; trabaja uno o dos
años en las demás piezas, modelando maravillas en ellas»
aplicándose meses a perfeccionar un detajle i cuando la
obra está para concluirse, viste su ropa de gala i le da
los últimos toques; su taller es un santuario del gusto i de
la belleza. Necesario es ver con lente los objetos repre-
sentados en las conteras i vainas, guardamanos donde
figuran la flora i la fauna en uno o mas de sus represen-
tantes, como si hubieran sido tomados en la naturaleza i
puestos vivientes en la pieza labrada. El artista japones
no es un industrial sino un sacerdote que rinde culto al
producto de sus manos i le consagra años de su vida,
olvidado del tiempo e ignorando el aforismo ingles, time
— 537 —
is tnoney. Pero donde pone mayor empeño i gasta mas
lujo de jénio es sin duda en la fabricación de esos peque-
ños adminículos llamados netzké A^\o% cuales he hablado:
hechos de madera, de nácar, de marfil, de laca, de carei
o de metal, serán siempre joyas por sus detalles cuida-
dos, la variedad, la gracia i la espresion de sus figuras.
Antes de que el veneno mercantil se hubiera introducido
en el Japón, ningún artista tomaba en cuenta el correr de
los años ni el valor del dinero i no dejaba salir de su
taller obra alguna que, en su jénero, no fuera un modelo.
Para copiar cualquier objeto de la naturaleza, vivo o
inanimado, lo observaba horas, dias, meses ; se embebia
en su belleza, se saturaba de su forma, identificaba su me-
moria con los colores, las grietas, las eminencias, las
manchas i todos los accidentes del original ; luego lo mo-
delaba en cera, en barro, en metal, según su propósito, lo
revestia en seguida de su aspecto esterno, copiando de
sus recuerdos las mínimas particularidades, poniendo a
contribución todas las artes, pintando, soldando, occi-
dando, raspando, incrustando, hasta que el todo era su
efijie fidelísima i viviente. Después le preparaba su lujosa
cuna, de laca, de madera o de marfil, caja forrada en
seda, colchada, perfumada; lo acostaba en este lecho
construido desde la primera pieza hasta la última por sus
propias manos; se vestia con su mejor ropa e iba, lleno
de emoción, a entregar el tesoro de su talento, compañe-
ro de tantos dias, tema de meditación en sus vijilias, a cuyo
lado habia vivido gozando en mudos coloquios, una
buena parte de su vida artística i laboriosa, al comer-
ciante o al noble rico que pagaba con miserables sumas
la inestimable joya.
Ahora el arte tiende a convertirse en industria; la
fabricación es, en su mayor parte, de pacotilla; no obs-
tante el japones, por la tradición de su índole, no puede
desprenderse de su modo ni de su estilo i nada sale de
sus manos sin llevar siquiera sea un rasgo de su jenio i
de su gusto estético.
Fabrícase en Europa millares de artículos análogos
pero en casi todos ellos se vé \2l factura comercial no el
arie divino. Un cabo de bastón en el viejo mundo occi-
— 538 —
dental, es un objeto vulgar, en el Japón es un ser vivo
que habla, si representa una cabeza humana, i trina si
remeda un pájaro. Los japoneses tienen predilección por
los monos i los copian con sorprendente exactitud. He
visto en un grupo tallado en madera, una mona que
defiende su cria contra un alcon agresivo ; la escultura
era un poema ; la mona irritada mostraba la ira femenina
i la resolución a todo trance en su cara colérica i valiente ;
la cria se encojia temerosa entre los brazos de la madre
i todo en los dos animales, desde los ojos hasta el pelo,
desde la cola hasta el cuello, pintaba la trajedia, reve-
lando en la actitud de los miembros, sin contar la espre-
sion del rostro, la sucesión de sentimientos, de rabia, de
asombro, de prudente precaución, de coraje i de valor
para vender cara su vida. El alcon ha tomado distancias
i parece irresoluto ante la actitud de su deseada presa,
pero ya va a saltar, ya se desprende de la rama en que
afirma sus garras i el espectador espera de hito en hito
el momento del ataque. Un cuadro análogo en bronce
ganó la medalla de oro en una esposicion; el alcon en él
ha sido sustituido por una abeja, pero la escena es la
misma; este cuadro está en París en casa de Mr. Du-
buffet, uno de los mas fuertes comerciantes en mercade-
rías chinas i japonesas.
Puedo clasificar entre los productos de la escultura
esos pequeños biombos i esos guarda fuego hechos de
tela i de papel, con aplicaciones de bambú, de paja, de
nácar i de láminas pintadas. Nada tan esquisito ni de
mas difícil ejecución, a pesar de su sencillez aparente.
¡ Con qué minuciosa exactitud el artista ha casado las
diversas piezas i los colores, con qué armonía ha ideado
su cuadro, con qué injente cálculo ha tomado las medi-
das para limitar los contornos de cada elemento en los
bordes del próximo sin confusión i sin errores !
De los bordados he hablado ya largamente en mi dia-
rio. Los delicados trabajos de los pintores célebres, tienen
su contrapunto en las tiendas i talleres del Japón.
Recordaré la lucha del zorro i del perro de un almacén
de Kioto, los gallos orondos i satisfechos, el venado
bebiendo agua en un arroyo de seda, en un paisaje de
- 539 -
seda, con montañas de seda i bajo un cielo de seda que
eran sin embargo, agua líquida, montañas de roca i cielo
de éter ante los ojos del espectador.
I no echaré tampoco en olvido al concluir este título,
el bordado asombroso, que adorna el saloncito de mon-
sieur Sioen, el director de nuestro hotel en Yokohama.
Es una tela negra de seda tendida dentro de un marco de
bambú, con cuatro espigas de trigo en el centro. ¡Nada
mas! Pero véalo usted i soñará toda la noche con él! Lo
que no hai en el cuadro es lo que usted mas recuerda; el
viento, la estación, el frió, la cosecha tardia, el olvido de
la mata abandonada, la defensa de las pajas elásticas para
resistir a la fuerza que las dobla, la soledad del campo,
la falta de jugo en la tierra ya innecesario para la planta
madura! Usted se queda triste mirándola, pero con la dulce
melancolía que la belleza hace brotar en el alma. Quien
bordó el cuadro no solo derramó seda amarilla de diversos
tonos vació también en él su concepción i su jénio dolorido.
Su aguja fué un pincel de esquisito gusto literario.
Nota.— Pero los japoneses no han hecho hasta ahora
la copia de la suprema, infinita, eterna, magna belleza,
la estatua de una mujer perfecta, resumen de toda aspi-
ración estética, como la hicieron los antiguos escultores
griegos i la hacen los modernos en toda la Europa.
MÚSICA
Me ha dicho Mr. Arrivet, a quien ya conocen mis lec-
tores, que la música japonesa se compone de bemoles,
lío no puedo opinar sobre la materia. Solo diré la im-
presión que me han producido las piezas ejecutadas en
mi presencia; esta impresión se compone de cadencias,
estridencias, notas raras, cortadas, exóticas, inacomo-
dables en una pauta de armonias adquiridas, según la
capacidad musical de mi oido — i Desagradable todo
ello? — No, pero estraño, nuevo i primitivo, próximo i
de oríjen lejano al mismo tiempo. No puedo llamarle arte
- 540 -
a esa mezcla de sonidos ; él se me presenta como un
conjunto inorgánico, incompleto, inconexo i autónomo,
li!)re de reglas i de índole lijeramente salvaje. Pero, lo
repito, la espresión de este efecto es solamente la
imájen de una impresión i no un juicio.
Yo desconfio mucho de mis conceptos musicales sobre
primeras i tijeras audiciones; i tengo razón de desconfiar
después de lo que me ha sucedido con Wagner. Todos
los rechinamientos juntos, todos los ruidos de latas oxi-
dadas, todas las acritudes de sierras limadas i los desen-
tonos de voces en via de cambio durante la pubertad, no
igualaban para mi en su totalidad, a una ópera de Wagner.
I ahora gozo oyendo desentonar con arte divino a Mime
i tronar sonidos roncos en la garganta del dragón en
Siegfried. El oido necesita una educación no solo indivi-
dual sino heredada i los ruidos que no son ahora notas,
lo serán con el tiempo, después de una serie de jenera-
ciones de oidos de mas a mas perfeccionados.
Cuando pienso en que nuestros primeros maestros,
ahora ciento i tantos años solamente, escribían celes-
tiales melodias hallándose la ciencia de la acústica en la
infancia, nada me parece imposible ni siquiera que la
música del Japón sea un arte.
A lo menos es el objeto de un cultivo ; hai maestros
i discípulos, celebridades i mediocridades. El instru-
mento mas socorrido es una especie de arpa ó de gui-
tarra que se acuesta en el suelo (todo pasa en el suelo
en el Japón) i d(ja raspar las cuerdas de su vientre con
una especie de uña de carei.
Una niña de Kioto en la escuela de mujeres, anexa a
la universidad, tocó para nosotros una pieza en este
instrumento i no sonó desacorde en nuestros oidos. Tal
vez esto se debió á la belleza de la musmé que la tocaba.
Ahora en las escuelas enseñan nuestra música en
nuestros instrumentos i la nueva especie cuenta ya con
hábiles ejecutantes. Mis lectores recordarán mi sorpresa
en Yokohama al oir tocar la Caballería rusticana en las
orillas, por unos descalabrados japoneses, en clarinete,
vioiin i corneta pistón.
541 -
LITERATURA I POESÍA
Si llamo literatura a la espresion sencilla de los senti-
mientos por la palabra i el signo gráfico, el Japón tiene
la suya desde tiempo inmemorial» traida de la China,
aclimatada i transformada. Ahí están para atestiguarlo
los millones de libros en prosa i verso, las leyendas,
las fábulas, los romances i las obras filosóficas cuyo espí-
ritu se difunde en el pueblo en formas inconcebibles
para nosotros i se conserva inalterable, gracias a los
caracteres típicos del idioma escrito, pobre i concep-
tuoso al mismo tiempo; pobre en lo concreto, rico i
fecundo en lo jeneral i abstracto. Una simple reflexión
esplicará mi juicio. La representación de una idea en
letras separables i susceptibles de mil combinaciones, es
necesariamente concreta. Cuando yo escribo león el
lector entiende león i nada mas; pero cuando yo pinto un
león, doi al mismo instante que la idea determinada del
animal, una idea jeneral de un cuadrúpedo feroz, bravo,
terrible. I la prueba de que león escrito no significa
todo eso, es que solo significa todo eso para el que sabe
de antemano qué clase de animal es el león, mientras
que el león pintado significa iodo eso para el que no ha
visto jamas leones ni sabe cómo son. Pasaran los tiem-
pos, la ortografía se modificará, cada sílaba se escribirá
de otro modo, como ha sucedido en nuestro idioma con
la palabra hombre, que ha sido orne en tiempo de las
Partidas i con otras voces que han cambiado de senti-
do al cambiar de ortografía i el sustantivo hablado se
habrá alterado en su modulación, en su dulzura, en su
acento i por lo mismo, la impresión auditiva ligada con
el sentimiento, se habrá modificado. Entre tanto el león
pintado, permanente en su cuño, no habrá variado. Los
caracteres cuneiformes dan una especie de estereotipo
mui durable, eterno diremos. Por eáo los pueblos que
los usan no alteran o alteran poco su lenguaje; por
eso conservan su literatura i su poesía primitiva mejor
que nosotros. ¿Quién no se rie ahora leyendo un verso
en estilo antiguo, este por ejemplo : — Non es de sesudos
— 542 —
ornes — ni de infanzones de pro — facer denuesto a un
fidalgo — que es tenudo en mas que vos.
En China i en el Japón los ornes no han adquirido dos
letras ni los Jidalgos se han despojado de su y" i tan
temidos son ahora como lo fueron hace siglos.
¡ Qué nuestro alfabeto tiene sus ventajas, no lo niego,
pero también los caracteres que inmovilizan las palabras
tienen las suyas!
Dejando a un lado estas consideraciones sobre hechos
que afectan el lenguaje i por lo tanto la índole literaria i
poética de un pueblo i concretándome a mi tema en sus
formas comunes, pláceme abandonar mis notas, elimi-
narlas (le mi trabajo, pues viene no solo a completarlas
sino a sustituirlas, un estudio de Motoyosi-Saisau, antes
ya citado en mis apuntes sobre la China. El autor japo-
nes en las pajinas que traduzco a continuación me reem-
plazará con inmensa ventaja ante mis lectores.
< Poesía japonesa >
« La poesia del Japón está de tal manera enfeudada por
su oríjen a la de China que los datos sobre la una pueden
ser aceptados para la otra. La altura de vistas i la eleva-
ción de las ideas son las mismas; semejante la lengua de
los letrados (hombres de letras) i semejantes las figuras.
« Las desemejanzas no alcanzan al fondo i no existen
sino en la forma.
« El tipo del poema chino se llama shi; el del Japón
onia. El primero es puramente literario ; el otro es un
canto nacional que se presta a todas las ardientes vibra-
ciones del corazón.
« No se puede dividir en períodos tan netos como en
la literatura china, las diferentes fases de la poesia en el
Japón. Sin embargo, para dar una idea de su historia i
de la de sus principales poetas, es necesario referirse a
épocas en que su brillo ha parecido mas vivo i su lira ha
resonado con mas repercusión.
« Dividiremos este CvStudio en cuatro partes distintas.
— 543 —
« Primeras edades de la poesía japonesa. — Es difícil
desprender de las leyendas que las envuelven las prime-
ras edades de la literatura del Japón. Eso seria ademas
quitarles su encanto candido; así, las mostraremos tal
cual se presentan al espíritu o a la credulidad de los
pueblos.
« La tradición nos cuenta que este país era solo habi-
tado por los dioses, de los cuales se hace descender en
línea recta a los soberanos que la han gobernado des-
pués.
< Las primeras poesías conocidas serian las de la
diosa Shita-Terou-Hime'. Pero es al príncipe San-Sa-O-
No-Mikato, a quien se debe la primera rima que él fijó
en treinta i una sílabas, en el onta antigua :
o nubes que venis de las montañas
Nubes que formáis los muros del palacio
Del palacio que debe recibir a mi mujer
O nubes que formáis los muros.
( Yo no veo las tales treinta i una sílabas en el testo
francés, que traduzco literalmente, ni el acento ni medi-
da de verso alguno ; pero supongo que en el orijinal
japones habrá todo ello. — Nota del actual traductor).
<c Esta forma no ha variado i ha sido aceptada como
el tipo único adoptado desde la mas alta antigüedad hasta
nuestros dias.
« Hacia el siglo octavo de la era cristiana dos grandes
hombres de letras fueron enviados a China para estudiar
las ciencias i la literatura. Kibi-Daídzigue, a la cabeza de
misiones de sabios, contribuyó poderosamente a la es-
tension de la escritura i del jénio de la lengua china a su
vuelta al Japnn ( 754). Nakamoro, mas dado a la astro-
nomía, estaba poseido de la idea de robar el secreto del
calendario solar. Lo consiguió por astucia; pero en el
momento de su partida el emperador habiéndolo hecho
invitar a un festin de despedida en el piso superior de
una pagoda, lo embriagó i cuando estuvo dormido, todos
los convidados se retiraron dejándolo solo en la pagoda
cuya escalera fué sacada. Allí murió de hambre. Antes
de espirar pudt> con su dedo ensangrentado escribir
— 544 —
sobre su manga una poesía quejumbrosa en la que canta
todavía a través de los siglos el sentimiento nacional.
< Su sombra se cierne en un cuento fabuloso relativo
a su compañero Kibi. Este último, no queriendo volver
al Japón sin llevar el famoso calendario tuvo que pasar
por una serie de pruebas mui estraordinarias. Se cuenta
que el emperador le propuso la lectura de un pasaje
cuyas letras estaban mezcladas ; una araña májica inter-
vino milagrosamente i supo reponerlas en su orden i
hacerle comprender el sentido. Esta araña fue el fantas-
ma de Nakamoro que vino en su ayuda.
€ El emperador furioso de verse burlado, propuso
una partida de un juego mui complicado parecido al
ajedrez i que se hacia con unas piedritas. La cosa apos-
tada era la cabeza de Kibi en contra del famoso calen-
dario. La sombra de Nakamoro vino otra vez en socorro
de su compañero i guió su mano. El jugador adverso
era ayudado por su mujer, mañosa china, todavía mas
fuerte que él. En el momento decisivo, viendo que el
triunfo se le escapaba, tragó una de las fichas que debían
volver a Kibi, neutralizando así las probabilidades.
« Pero se contó el número de piezas i el espejo májico
encerrado en el tesoro imperial, descubrió la surperchería
i la culpable fué condenada a muerte. Kibi obtuvo gra-
cia para ella intercediendo i recibió por premio de su
triunfo el calendario, objeto de tanta ambición. La perfi-
dia del emperador no había dicho su última palabra
pues tentó hacer envenenar al héroe japones. Un
beneficio no se pierde jamas; la china agradecida, puso
en alerta al sabio quien pudo escapar de este nuevo
peligro i volver a su país, a donde, desgraciadamente,
no traia solo el fruto de sus preciosos descubrimientos.
Un zorro viejo que pasó de la India a la China, con su
facultad singular de transformarse en mujer, había cau-
sado ya muchos males, entre ellos la caída de varias di-
nastías, por las sujestiones de poderosas i bellas mujeres
tentadoras, convertidas en emperatrices después de
haber sido favoritas. La llegada de este fabuloso animal
fué la causa i oríjen de grandes perturbaciones en el
mikado. Después desapareció durante un largo periodo
— 545 —
para desempeñar dos siglos mas tarde, un papel fantás-
tico en la historia poética i sabia del país.
« Estos zorros fabulosos o Kitsonne, hacen de brujos;
se les atribuia un terrible poder en la edad media i el
terror supersticioso que infundian subsiste aun en Fran-
cia, principalmente en la campaña i sobre todo en la
Bretaña.
« Encarnaban siempre en las gracias femeninas su
poder diabólico estos malditos zorros i no lo usaban
sino con las cabezas elevadas para cautivarlas.
< En la época en que nos colocamos, hacia el año 1000,
habiendo abandonado los palacios imperiales, los Kit-
sonne se dedicaron al mundo sábfo, al cual dieron su
ultimo golpe de cola antes de desaparecer definitivamente
de las lejendarias epopeyas que se les atribuye.
« Un descendiente del célebre astrónomo Nakamoro,
no menos conocido por su ciencia que por un trabajo
jenealójico, el primero en su especie, en el cual fija la
jenealojía japonesa, salvó un dia en la caza un zorro que
sus perros iban a desgarrar. Yasounori, tal era el nom-
bre del sabio, habia dejado que le dieran por novia a
una joven llamada Kouzonnoha, de una provincia mui
distante de la que él habitaba. Pero, amado por la bestia
que habia salvado i esta era un kitsonne, fué engañado
por su májia bajo la forma de la novia, se casó con ella
i vivió tres años en una felicidad sin soluciones. Al fin
de este tiempo, la verdadera Kouzonnoha vino a recla-
mar la fé jurada ; la hechicera huyó dejando escrito en
los muros de la casa un poema lleno de delicadeza que
a nuestro pesar no traducimos, porque reposando sobre
juegos de palabras de la lengua japonesa perderia toda
su finura i no seria comprendido.
« Un hijo nació de esa unión estraña, Abinoseinrei,
quien teniendo por madre a una kitsonne e instruido por
su padre, se hizo un hombre notable, sobresalió en la
astronomía i en las matemáticas i fué ademas un temible
nigromántico, pero no se sirvió de su poder oculto sino
para el bien.
« Así, sabiendo que el animal diabólico que por tan
largo tiempo habia causado males sin cuento a las dinas-
Por mares i por tierras 35
— 546 —
tías chinas, por sus encarnaciones femeninas, parecía
renovar los mismos desórdenes en la persona de la
esposa del mikado, se fué al palacio, quitó la máscara a
la falsa emperatriz i la espulsó exorcitándola, en medio
del bramido del trueno i el fragor de la tormenta.
< £1 kitsonné volviendo a tomar su forma natural, fué
muerto poco tiempo después por cazadores que lo reco-
nocieron en los signos distintivos de su raza; el pelo de
oro i la cola dividida en nueve ramas, signo indudable de
mas de mil años de vejez. Pero al espirar este zorro se
habia convertido en una piedra mortal para los pobres
humanos, quienes no podian mirarla sin cerrar los ojos
para siempre.
« Un exorcismo aun mas poderoso era del caso ; el
rezo triunfó i bajo la palabra sagrada, el dañino mineral
se rompió i sus fragmentos se dispersaron en humo. Por
siempre, entonces el Japón se vio libre de esa influencia
misteriosa que habia tenido un tan gran sitio en su histo-
ria primitiva.
« Las fábulas que simbolizan el oríjen de las ciencias
en estos paises orientales, lo desfiguran sin embargo, i
uno se admirada de ver a graves profesores tomar a lo
serio tales datos, si no se recordara que en occidente, los
grandes astrónomos estaban forrados de astrolojía i
que la alquimia fué mas apreciada que las ciencias
exactas.
« En China i en el Japón los estudios i los progresos
que las controversias de los matemáticos célebres del
tiempo de Tokuyada, trajeron a paso de jigante, prueban
que el talento no se debilitaba en la superstición la que
sobreescitando la imajinacion no hacia sino favorecer la
corriente poética.
« Lo mismo que las ciencias, las artes florecían en
estos dos paises rivales, unidos sin embargo en el culto
de lo bello.
( Aquí suprimo algunos párrafos para evitar la repe-
tición de una leyenda mui conocida, relativa a la pintura
i los pintores, que ya he referido en la parte correspon-
diente de este mí diario).
— 547 —
« Segunda época — Los progresos de la escritura
china toman un vuelo mui considerable hacia el siglo
diez i siete i desde esa época la historia del Japón se
hace roas precisa. La pronunciación es mas elegante i
data de este momento la lengua de los sabios i la oficial.
El jénio de la primitiva fué conservado en medio de estas
influencias estrañas i el 07ita, tipo del poema japones,
ya lo hemos dicho, quedó como base de toda verifica-
ción.
« En este momento aparece una pléyade de seis poetas,
seis talentos de los cuales el mas notable es femenino.
< Rodéase a Komati de una aureola romanesca que
contribuye a hacerla mas célebre.
« Apasionadamente amada i buscada por Chóshó,
hombre importante de la época, exije de él pruebas
caballerescas tan estraordinarias que superan su resis-
tencia. Presa ella entonces de compasión i de amor por
su víctima, pasa su vida en la fidelidad de su recuerdo i
hasta una edad avanzada recorre el pais dejando oir su
voz dotada de un encanto infinito i sembrando, entre los
que se detienen a escucharla en todas partes, las mas
bellas poesias.
« El onta mas conocido de este mazo floreciente, es el
que Komati dirijió a las algas flotantes:
< Tú, que nadie sembró ¿de qué grano has jerminado, planta de Ouki-
kansa que la onda suspende? — ¿Como puedes tú nacer i crecer? >
« Ella presentó, siendo aun mui joven, este pequeño
poema en vna especie de torneo poético ; su antagonista,
Kouronoussi, celoso del triunfo que preveia, pudo llegar
a apoderarse de la composición antes del concurso, la
copió en un viejo manuscrito i tuvo la audacia de acusar
a Komati de haber plajiado la obra antigua.
«Pero el fraude fué descubierto gracias a la calidad de
la tinta que no era la misma i el rival de la joven debió a
la suavidad de las costumbres de la corte el no verse
compelido a abrirse el vientre, obligación de las mas
estrictas en caso de deshonor !
«La serie de mujeres poetisas que dejaron en esa época
un surco luminoso, se aplicó empeñosamente a mantener
— 548 —
vivaz el idioma nacional i a luchar contra la invasión de
la influencia china en las letras.
€ Pasando por alto varios nombres de esa serie de
musas, llegamos al de Mouraski, tan célebre por su
belleza cuanto por sus romances históricos. El mas cono-
cido de sus numerosos suspirantes, Mitinago, le dirijió
esta poesia amorosa:
Como sois un objeto mni amado, se os admira i sois tan célebre,
Es posible que yo pase por vuestro lado sin dirijiros mi súplica ?
« Ella le contestó con cierta amargura:
Mi persona no es un objeto que algún hombre haya amado aun.
Cuáles son pues los labios que así me puedan calificar?...
« A Mouraski, dicen sus contemporáneos, la consu-
men en el Infierno, por la eternidad, todas las pasiones
que ella ha encendido tanto por sus hechizos como por
sus escritos.
«: Su hija, Katako, no menos bella ni menos célebre,
fué, como su madre, dama de la corte i se vio colmada
de honores i homenajes. De su imajinacion jentil han bro-
tado grandes poemas, siendo los mejores los juveniles.
« Entre todos los ontas que nos ha legado esa época,
graciosos i suaves cual flores de escitante aroma, i que
no traduzco por no dejarlos reducidos a flores marchitas,
elijo uno de Ise-no-Vatonké.
\< Separada del esposo adorado, voluntariamente con-
flnado en el templo de Siga, exclama:
Ver sus ojos por encima del mar de Oomi imposible fuera !
Siquiera su aliento envíame viento de la playa de Siga !
« Otro florón de esa corona de musas japonesas es la
simpática i conmovedora figura de Ko-Go-Vo-Tsou-
boné, favorita que fué del mikado Takakanratama, que
reinó en 1I7I.
«Pretendió desposarse con ella; pero el primer mi-
nistro, hombre cruel i tiránico, destinaba para su hija tanto
honor. Ko-Go-Vo, temiendo por su vida i mas aun por
la del mikado, cedió el sitio a su rival. Esta, siendo em-
- 549 -
peratriz, la hizo encerrar en una bonzeria. La sacerdo-
tiza exala su último adiós al mundo i a sus amores en
estos términos:
Mi corazón ha muerto, no tengo vocación, pero me dejo atraer por el
prestigio relijioso del Boudhismo ».
«Puede parecer estraño ver príncipes, guerreros, mu-
jeres, dirijiendo esa gran corriente poética. La reli-
jion, inspiradora prima de las mas perfectas espansio-
nes hacia el ideal, no se mantiene estraña a ella. Pero
los bonzos, profesando una filosofía mas elevada, se
entregan preferentemente a estudios abstractos. A ellos
principalmente se debe la conservación de la escritura
nacional.
« Kobo - Daishi, sacerdote, filósofo i poeta, ha de-
jado escritos que fueron completados por el bonzo
Koka'í, su sucesor. A este último se debe una poesia
impregnada de profundo acento relijioso:
A pesar de su perfume, desaparece la flor sin dejar rastro.
Asi mi vida no durará mucho!
Vamos trepando á una montaña escarpada.
Pero cuando hayamos llegado al mas allá no habrá ya errores.
« En el Olimpo Japones hai un dios - poeta al que se
atribuye el siguiente onta:
Montes ondulados, cuan larga es la cola de vuestros Yamadoril Mas
"larga si mas larga, será para mí la noche de mi sueño solitario !
«Ese dios que tiene su templo en Akasi es invocado
por los jóvenes discípulos en poesia o por aquellos
para quienes la inspiración se muestra rebelde.
«Cuando se estiende la universalidad de las investi-
gaciones al través de las edades i de las razas, se es-
perimenta sorpresa volviendo a encontrar ciertas gran-
des figuras en tiempos i bajo cielos tan remotos i
distintos.
« Diójenes i otros filósofos de la Grecia reviven en
el bonzo Saighió, que sus contemporáneos trataron de
loco por su poesia sencilla i original. Pero la posteri-
dad se dio cuenta de la sabiduria de su enseñanza i de
la profundidad de su filosofía.
— 550 —
< El día de año nuevo constituye una fitrsta en todos
los países; pero en el Japón, da la señal de un regocijo
jeneral, las jentes se abordan en las calles i se felicitan.
«Grande fué el asombro al ver en un dia de esta fiesta
al bonzo Saighió paseándose gravemente por las calles,
empuñando una pica en que estaba plantada un cráneo
humano. El pueblo escandalizado, se amotinó ; pero
el filósofo, con calma, respondió con una poesia, cuyos
conceptos son poco mas o menos los siguientes :
El año que termina o« recuerda la brevedad de la vida i sin embargo
os felicitáis gozosos.
En nuestro viaje oscuro por la Tierra, pensemos en el término a! que
nos vamos acercando !
€ Ese filósofo, como lo prueba el rasgo citado, tenia su
franca manera de espresarse, amen de una orijinalidad
que no lo abandonaba, aun estando al habla con los mas
encumbrados personajes. Uno de ellos, habiendo solici-
tado su visita, quiso colmarlo.de obsequios que el visi-
tante rehusó, pero al despedirse casi a la fuerza, le puso
en las manos una estatuita de oro de gran valor artístico.
«Saighió, al salir de aquella mansión, se vio rodeado de
chicuclos, i les arrojó la joya como les hubiera tirado
unas golosinas.
«Ese espíritu tan desprendido de los bienes terrenales,
ha dejado meditaciones relijiosas cuya doctrina toda se
resume en un onta, OH¿a de protesta contra la costumbre
de darse vuelta para orar, al oeste, donde colocan el
paraiso de Buda.
(Por qué volverse hacia el occidente para dar con el paraiso?
¿Acaso no lo llevan en si los corazones paros?
<x Con referencia a esas edades primitivas tan fecundas
en recuerdos gratos a los poetas japoneses, no podemos
olvidar una epopeya a la vez guerrera i poética, que
recordará a los franceses sus mas bellos romances del
tiempo famoso de la caballeria.
« Jemia el mikado en su palacio, presa de un mal es-
traño cuya causa no lograban definir los médicos que lo
atendian. Naturalmente eran ineficaces todos los re-
medios.
- 551 —
« Un joven héroe llamado Ghenzammi-Yarimassa, tan
reputado por su destreza en tirar el arco como por su
talento en componer versos, se siente hondamente con-
movido ante las angustias de su soberano i dirijiéndose
al dios de los guerreros, pide que le haga descubrir la
causa del estraño mal.
«Una noche que, como fiel servidor, velaba al rededor
del palacio imperial, vio un horrendo monstruo, con
cabeza de mono, cuerpo de tigre i cola de serpiente.
Era pues indudable que el mikado sufria la inñuencia de
un maleficio i que la horrible bestia absorbía el destino,
bebia la vida del emperador, quien no habia de recupe-
rar la salud mientras no muriera el monstruo.
« Tal fué por lo menos la opinión de los augures,
sabios i demás autoridades, sobre el caso.
c Por su lejendario valor, Ghenzammi era el indicado a
la elección del soberano, quien lo llamó i prometió darle
cuanto quisiera si lo libraba del autor de todos sus males.
« Con gran denuedo esperó nuestro héroe al monstruo
i lanzándose sobre él en momentos en que se disponia
a saltar al techo del palacio, lo detuvo de un flechazo
i después lo dio en tierra con maravillosa habilidad i
fuerza.
«El mikado agradecido, renovó su promesa, i como el
valor siempre pide por premio la hermosura i Ghenzam-
mi habia visto en una ventana del palacio a la bella
princesa Ayamé, quedando en el acto i por siempre lo-
camente enamorado de ella, por toda recompensa solicitó
su mano.
« La mas seductora i bella de todas las hijas del rei
fué así también la mas amada. El mikado preso entre la
palabra empeñada i su amor a Ayamé, recurrió a una
estratajema.
« Mandó vestir de idéntico modo a todas las mujeres
del palacio, que envueltas en tules disimulaban sus formas,
i presentando a su salvador ese grupo de beldades, le
dijo :
«Diríjete a la que tu corazón ha elejido».
« Ghenzammi habia apenas entrevisto por casualidad,
durante una fiesta en la corte a la hermosa Ayamé (el
— 552 —
traductor o el autor se ha olvidado de habernos contado
que la vio en una ventana del palacio); no sabia como
distinguirla entre todas las demás, máxime cuando el
temor de equivocarse i de perder para siempre el objeto
de su pasión, lo dejaba mas perplejo.
c Triste i descorazonado entonces, compuso sobre la
marcha una conmovedora poesia que aun en nuestra
época cítase como una espresion de ternura delicada,
melancólica i dulcemente suplicante. Pero las combina-
ciones de palabras que le dan tanta finura no pueden ser
comprendidas en la traducción.
€ \ Oh poder del Ofifa /. . . La princesa Ayamé, oculta
entre sus compañeras, vivamente conmovida se deja
denunciar por sus lágrimas i el mikado, entusiasmado
por lo que oye, toma la mano de la bella i la pone en la
del afortunado poeta.
« Ghenzammi se retiró con la mujer amada lejos del
bullicio i de las fiestas. Vivió muchos años, olvidando
la guerra por la poesia. Pero lo trajeron de nuevo al
campo de batalla, las luchas que ensangrentaron su pa-
tria, en las que se condujo como un héroe i murió con
las armas en la mano, componiendo el onía que fué
su canto del cisne :
El árbol enterrado no florece mas.
Tal es la triste suerte que me espera.
«Tras de los fulgores de una hermosa aurora, con
refuljencias divinas, i donde la relijion budista tomó sus
mejores pajinas, desaparecen en las nubes los tiempos
antiguos.
< La poesia, esa tierna i profunda fuerza del alma japo-
nesa, quedó latente como en un estado de transición,
para reaparecer con nuevo resplandor a fines del si^/o
duodécimo.
« Observemos antes de penetrar en ese periodo tan
brillante, que en el Estremo oriente, los héroes son seres
privilejiados. Así, todo gran guerrero, es casi siempre
poeta al mismo tiempo.
« El onta vuela como flecha en un campo de batalla.
Antes de morir, envuelto en el triunfo o en la derrota,
— 553 —
el jeneral lanza su postrer grito en un supremo arranque
de poesía que hace su nombre lejendario.
« Por eso la historia poética del Japón se haHa íntima-
mente ligada a su epopeya guerrera i en ella los mas
grandes combates inspiran los mas bellos poemas.
< Hacia el año II59> ya ensangrentado por la gran
lucha de los Nimamota i los Taira, el Japón cayó entera-
mente bajo el dominio de Kyómori, cuyo poder se acre-
centó, no porque fuera completamente aniquilado el
bando enemigo, sino por la desaparición de sus principa-
les jefes.
« A uno de ellos lo mató un sirviente en el baño, aspi-
rando por esa traición al favor del gran Ta'íra. Otro, dis-
frazado, entró en Kioto i allí fué descubierto i sacrificado.
Al tercero lo salvó la madre de Kyómori, por haberlo
encontrado parecido a un hijo que perdiera en temprana
edad, pero la gracia fué acordada de mala gana i el
favorecido Yoshitomo, si bien conservó la vida, salió
desterrado a una lejana provincia.
«Los habitantes de Kioto comprendieron al verlo
partir su resentimiento i la sed de venganza que llevaba
consigo.
Ah! decian todos, este es un cachorro de tigre a quien mas habría
valido estrangular que soltar en las praderas.
« Con esa ceguera que a veces pierde a los tiranos
mas precavidos, Kyómori, descuidó apoderarse de los
hijos lejítimos de Yoshitomo i en cambio, se ensañó con
tres párvulos que le diera la hermosa Tokida-Gozein.
« Perseguida, estrechada, creyendo a cada paso hallar
la muerte, menos temida para ella que para sus tiernos
hijos, la animosa mujer tomó a los tres en sus brazos i,
apretándolos contra su seno para abrigarlos i conser-
varles la vida que les diera, se puso en marcha al través
de llanuras cubiertas de nieve. En fin, tras de muchas
fatigas insuperables para corazones que no sean de
madre, logró desorientar a sus perseguidores i alcanzó
un asilo seguro. Pero tampoco allí pudo vivir en paz,
pues Kyómori hizo capturar a la madre de la joven
fujitiva, anunciando por todo el imperio que la haria pe-
— 554 —
recer en los tormentos mas atroces si no se le entreg^aba
los hijos de Yoshitomo. Luchas desgarradoras suelen
producirse en los corazones femeninos, entre el deber i
el instinto! Triunfó el deber aquí; la pobre Tokida-Go-
zein, haciendo heroico sacrificio, fué a postrarse con sus
hijos a los pies del tirano, cuya gracia obtuvo con-
virtiéndose en concubina de este hombre a quien con
tanta razón odiaba.
« Sus dos hijos mayores fueron educados en los tem-
plos donde abrazaron la vida relijiosa, pero el tercero,
vengador i gloria de su raza, adquirió eterna celebridad
bajo el nombre de Djenghiskan, conquistador famoso.
« Fascinado por la noble figura de la hermosa Tokida,
a la que un gran pintor ha representado en la nevada
pradera, estrechando sus hijos, en admirable actitud de
angustia i amor materno, yo he cantado sus desgracias,
en una poesia del estilo chino llamado ski, que traducida,
dice mas o menos, esto:
Ay ! cuan garandes i hondos son los safrimientos de esta mujer perdida
en la blanca inmensidad; menos inmensa que su dolor!
Por salvar a ^u madre sacrificó sus propios hijos. Pero para salvar a
sus hijos se sacrificó ella misma.
Le ha sido necesario entregar la flor de su fidelidad i de su amor .
Pero la flor al caer arrastró la cabeza del tirano, pues, el hombre
nacido en ese seno, aplastará a su vez, al verdugo que lo violó.
< En efecto, Kyómori fué decapitado mas tarde por el
hijo último de su víctima.
« Como suele a menudo ocurrir en el ocaso de las
razas, este vastago posee todas las grandezas, todas las
noblezas del espíritu i del corazón, que parecen los últi-
mos fulgores de la suya, próxima a desaparecer. El her-
mano menor de Tairano-Kyómori fué uno délos mas fa-
mosos guerreros i de los mas celebres poetas del Japón,
El nombre de Taírano-Tadanori, es uno de los mas acla-
mados en el teatro moderno, cuando representan su his-
toria completa los artistas del pais.
« Sostuvo la lucha contra los antiguos enemigos de
su familia con rara energía. Pero, abandonado, traicio-
nado por la ola que se precipitaba al encuentro de los
Minamoto vencedores, como a su vez lo habían sido los
Taíra, único resto de su partido i de su familia, peleaba
- 555 —
todavía en la provincia de Omi, donde habían sido tan
poderosos sus partidarios.
« Una violenta tempestad, doblando los cerezos, había
volteado sus flores, que cubrían el suelo formando una
blanca i perfumada alfombra.
< Ese cuadro inspiró a Tadanorí su mas bella poesía.
Recordando el tiempo próspero en que vívia feliz en su
palacio de Shíga, en el centro de ese país de Omí, flore-
cíente como su poderosa familia, esclamó tn un bello
lenguaje cuyo eco han conservado los siglos :
¡ Oh I país de Omi !
Desaparecerá la antigua capital.
Potentados, ciudades, monumentos.
Todo lo que se alca se dispersa a su vez.
Pero pasan los sielos, i los cerezos florecen siempre en la montaña.
La obra de la criatura cae.
La del creador subsiste.
« Sí del fin de esta poderosa familia de los Taíra que-
remos remontarnos a su oríjen, podemos, olvidando un
instante el ruido de los combates que se mezcla siempre
al onta nacional, saciar nuestra sed de poesía amorosa
en lo que ella tiene de mas idealmente dulce.
« En efecto, Tairano - Tadanorí, abuelo del héroe que
llevó el mismo nombre, no pensaba, en una época de paz
i tranquila feHcidad del imperio, que en soñar a la luz de
la luna, cerca del palacio del míkado Tábano -Ique de
quien era el servidor mas fiel.
«Una noche que este astro radiante enviaba sus mas
bellos reflejos sobre una ventana donde brillaba con no
menor claridad, una princesa admirablemente bella, el
fué deslumbrado i no cesó de pensar en su visión.
« Al dia siguiente volvió i cantó en sus mas bellos ver-
sos la exelsa aparición salida de las nubes como la luna
para alumbrar su vida, toda llena de luz desde esa
hora bendecida,
«Empleó un acento tan convencido, actitudes tan es-
presívas, que la beldad asi incensada se dejó impresionar
profundamente por aquella esplosíon de ardor i de
poesía.
« Quiso ella conocer al caballero i preguntó su nombre.
Tadanorí le reprochó tiernamente su desconfianza í
— 556 —
puesto que no se dejaba siquiera besar la mano, él
no debia acceder a su pedido. Pero concluyó con un
juego de palabras en el que espiritual i discretamente
decia tedo.
< No podemos reproducir este pequeño i elegante
poema que cual ningún otro, exije el conocimiento de las
finuras de la lengua japonesa. Se queja de que /a li^na
deje solamente en la nube su apariencia; la palabra
apariencia se pronuncia tada ; en estas dobles significa-
ciones, apariencia quiere decir también nori; de este
modo, sin atreverse a decir su nombre, Tadanorij lo
daba a conocer.
« La princesa, finjiendo un gran resentimiento por esta
pasión i por esta reserva, contó todo al mikado, quien
siendo hombre de espíritu, favoreció la intriga i permi-
tió que llegara a una lejítima unión.
« La historia, sin embargo, dice que la aventura
se termina de un modo sombrio, pues del matrimonio
nació el feroz Kyómori, cuya tirania de que ya hemos
hablado, es una de las tristes pajinas de la historia del
Japón.
« El fué, sin embargo, ardientemente adorado de muje-
res notables por su intelijencia i por su hermosura.
« La belleza ()asa, pero el espíritu queda. Sus poemas
han atravesado los siglos, en tanto el amor que estas
gacelas inspiraron al tigre, fué de corta duración.
«Dos hermanas en estremo seductoras, habiéndose
prendado de Kyómori desde el dia que lo vieron, le diri-
jieron una poesía cuyo sentido va en seguida :
El pino que reverdece en el monte Horai emplea miles de años en
desaparecer.
Las cigüeñas hacen sus nidos bajo las mas compactas ramas.
Así nuestros corazones se han abrigado bajo la jigantesca espesura.
Pueda la gloria de nuestro príncipe estenderse como estos árboles i
protejer nuestro amor.
« El favor con el cual Kyómori recompensaba las gra-
cias encantadoras de las dos hermanas fué pasajero,
eclipsándose sus seducciones tras de los atractivos de
una bailarina, también poetisa, que cantaba balanceán-
dose ondulosamente, este dictado :
— 557 —
Buda miüino en un principio era como los seres ordinarios.
Todos nosotros mas tarae podemos perdernos en sa gloria.
¿ Por qué establecer tanta diferencia entre los mortales ?
«La espresion oculta de esta poesia era que una sim-
ple bailarina podía valer varias princesas.
« Ella las sobrepasó aun en el corazón del amo,
quien no tuvo ya ojos ni sentimientos sino para esta mu-
jer que bien pronto lo forzó á espulsar a las dos her-
manas i estas, pobres musas inconsolables, desterradas
pasaron el resto de su vida en exalar su dolor en los tér-
minos mas conmovedores. Una de sus obras mas conoci-
das fué, se dice, escrita con sus lágrimas en el lienzo de
un biombo.
Durante el verano las yerbas de olor cubren la pradera.
Las flores son brillantes en sus bellos colores.
Hace tanto calor que todo prospera i trae regocijo al corazón.
Pero la brisa helada no tarda en llegar. . . .
La pobre planta se inclina i muere.
Así la mujer ve abrirse su amor al contacto de un rayo de sol.
Todo se enfria pronto sin embargo.
I apenas el otoño aparece todo huye i se pierde.
El destino del amor es no durar sino una estación !
« Estos poemas de amor no son sino un corto inter-
medio en la ftarracion casi esclusivamente llenada con
cantos guerreros.
« Volvamos pues a la época de la lucha de los Ta'íra i
de los Minamoto, tan fecunda en grandes hechos de
guerra como en grandes arrebatos poéticos. Un nombre
debe detenernos a fin de saludarlo entre todos i rendirle
el homenaje que merece su triple aureola de poeta, de
guerrero i de santo.
< El oríjen de este héroe remontada a Buda mismo si
se creyera en el onfa que lo hace descender en línea
recta del paraiso.
« Pero desprendiéndonos de lo maravilloso i conten-
tándonos con su sola gloria terrestre, sigamos su histo-
ria, mui simple en sus comienzos i observemos que como
muchos otros, nuestro héroe solo debe a sus desgracias
el lado profundamente conmovedor que lo liga a la
posteridad.
— 558 —
c KoumagaY, tan hábil en el manejo del sable como de
la lira, era uno de los mas abnegados partidarios de la
casa Manimoto.
« Apasionado de una joven del palacio llamada Saga-
mi, la hizo madre, lo que significaba pena de muerte para
los dos según las severas leyes de la época. Pero una
de las concubinas del mikado, conmovida ante el infortu-
nio i los amores de los culpables, procuró su fuga i se
encargó del niño al cual hizo adoptar por la familia
de los Taíra-No-Tsounémori. El niño fué Atsoumori tan
célebre por su valor como por sus talentos literarios.
Apenas adolescente fué la gloría de la familia a la cual
creia pertenecer.
< Pero los desastres habian acaecido unos sobre otros
en la familia de los Taíra i la gran batalla de Itino-Tané
iba a ser su última tentativa. .
« Atsoumori, de diez i seis anos debia hacer en ella
sus primeras armas; así, se habia preparado para esta
solemnidad con todos los cuidados que ponian en ello
los jóvenes señores de la época.
c Los diversos poemas en que se pinta a este héroe
dan los detalles sobre su tocado preparatorio para el
combate, que parecerían pueriles en nuestros tiempos
pero que podran sin embargo interesar a los aficionados
a buscar viejas costumbres :
Antes de tomar sus mas bellas armas largo tiempo acariciadas como
seductoras mujeres, untó su cuerpo mas blanco que la primera nieve, con
ana sustancia de color rojo oscuro adoptada por los guerreros de la alta
nobleza. Después se vistió con un traje cuvos dibujos, delicadamente teji-
dos, representaban las diferentes yerbas del otoño. Sus guantes i polainas
de hierro son finamente cinceladas. So armadura soberbia es amarilla,
color de oro. Ata elegantemente bajo su mentón las cintas de su casco
que terminan en dos alas de acero. En ñn toma su sable que es una fína
lámina de Kamakoura ( el Toledo del Japón ). Sobre su espalda lleva
una aljaba de veinticuatro flechas de todo tamaño adornadas de plumas
negras como las alas del cuervo. En su mano izauierda tiene un arco
de modelo especial i cubierto de laca. Se lanza soore su caballo igual-
mente enjaezado i lo dirije con gracia i con ñrmeza, pues el potro
lleva las marcas de Ren - Zen que indican el animal de raza, fogoso i
temerario.
« ¡ Ah ! este combate debia traer la derrota completa
de los Taira i Atsoumori no conoció la embriaguez del
triunfo.
— 559 —
« Todos los miembros de esta poderosa familia ven-
cidos i dispersos, huyen hacia el mar donde una flotilla
con las armas del sol de oro ha sido prontamente apare-
jada para llevarlos lejos de las riberas, testigos de su
desastre.
« Atsoumori en lugar de seguirlos se acuerda que ha
dejado en el palacio una flauta, objeto precioso el mas
querido, que le recuerda las alegrías de su niñez i se
encapricha en tenerla, con una tenacidad que solo su
juventud esplica i escusa.
« Su mas adicto servidor va a buscarla i la trae por fin,
pero se ha perdido tiempo en esperar. Todos los Taíra
están ya a bordo i para juntarse con ellos el joven jene-
ral dirije su caballo al mar. Las embarcaciones se alejan
i Atsoumori apura su corcel que se encabrita en las olas,
pero avanzando siempre.
« Ha sido visto por fin el caballero que llega entre las
aguas i que, desplegando su abanico marcado con un sol
imperial lo ajita como una señal suprema.
— «{No es monseñor Atsoumori ? esclaman los servi-
dores abnegados que se hallaban en los barcos. El
buque imperial recibe orden de virar de bordo i aproxi-
marse a la costa.
« ¡ Unos cuantos esfuerzos mas i el valiente joven se
habrá reunido al mikado i a sus otros parientes! Pero la
fatalidad pesa sobre la suerte de los héroes ! . . Ella
aparece en este momento en la persona del gran guer-
rero, Koumagaí, que habia permanecido fiel a la bandera
de los Minamotre i que arde en deseos de distinguirse
por una importante captura antes del fin del combate.
Apercibiendo la armadura centelleante, el caballo rica-
mente enjaezado i todas las apariencias de hombre de
rango en el joven, lo interpela, tratándolo de cobarde i
de fujitivo. La provocación cae como una flecha sobre
Atsoumori, quien se detiene i da vuelta a ver el enemigo
que lo provoca; este le arroja un desafío sangriento; el
joven se irrita por el insulto i vuelve sobre sus pasos
para pedir cuenta de la injuria.
< Los dos combatientes comienzan a medirse con igual
valor sin que la naturaleza ciega les advierta que un
— 560 —
vínculo debía unirlos en un abrazo, en vez de trabarlos
en pelea.
« Hrlos ahí arrojándose el uno contra el otro. Los
sables despiden relámpagos, pero sus láminas se mellan
i se quiebran; se hace necesario bajar del caballo i
combatir cuerpo a cuerpo.
< Kntonces los dos héroes no son ya de la misma
fuerza, pues Atsoumori, pequeño i delicado, solo es un
manojo de paja entre los brazos del coloso Koumagaí,
quien lo derriba pronto, pero estando ya para cortarle la
cabeza i llevarla en triunfo a su señor, desea saber al
menos el nombre de su víctima.
— «¿Quién eres?> le grita contra todos los usos de
estas luchas en las que se debe proclamar los títulos i
calidades antes de venir a las manos, pero no es permi-
tido exijir una vez comenzado el combate.
— «Eres dueño de mi vida, responde Atsoumori; tó-
mala, pero no me pidas mi nombre, pues olvidas las
reglas del honor que me permiten callarme. Cuando ten-
gas mi cabeza llévala a tu campo ; mis soldados prisio-
neros te dirán, inclinándose ante ella el rango augusto
que ocupa.
« Oyéndolo hablar i mirándolo sobre todo, Koumagaí
se sintió impresionado por su juventud i por el recuerdo
del hijo de la misma edad que trajo a su memoria i en un
bello arranque de jenerosidad, le hizo seña de apartarse.
En este momento de lo alto de los desfiladeros que los
rodeaban emerje una banda furiosa dando gritos de
muerte e indignándose de la traición de Koumagaí quien,
teniendo entre sus manos un jeneral enemigo, lo dejaba
escapar.
« Atsoumori, viéndose perdido ruega a su vencedor
que le dé el golpe fatal, pues cien brazos levantados con-
tra él no tardarán en descargarlo. Quiere morir de su
mano.
— «Dime ahora tu nombre, joven, a fin de colocarlo en
mis rezos hasta el último de mis dias.
— « Toma, te dejo esta flauta causa de mi pérdida; mi
nombre está escrito encima, tu lo leerás después de
haber cortado esta cabeza que yo te entrego.
— 561 —
c De un solo golpe i con los ojos llenos de lágrimas,
Koumagaí cumplió, bajo la mirada feroz de sus compa-
ñeros de armas, lo que consideraba su deber ; pero des-
pués de haber leido el nombre trazado sobre el objeto
que se le había dejado en recuerdo, este coloso cayó
como una encina derribada por el rayo, sobre el charco
de la sangre que había derramado.
« Koumagaí se hizo monje i fué reputado por su san-
tidad.
€ Se le veía días enteros murmurando sus rezos, con
los ojos vueltos hacia el oeste, donde nuestra fé coloca
el paraíso i pasó el resto de su vida en la mayor auste-
ridad i el retiro absoluto.
« Sus poesías dulces i tristes eran tiernas elejias; era
su consuelo componerlas i al mismo tiempo encantaba
con ellas a los que las oían.
€ A veces sus antiguos compañeros de armas insulta-
ban al león abatido por su dolor, pero él convertido en
un dulce cordero, los desarmaba con su paciencia i sus
admirables discursos.
€ Al fin de sus días Buda mismo vino a buscar el alma
que le pertenecía.
Tercer periodo, — «El siglo catorce que ha dado na-
cimiento a los mas grandes poemas épicos, equiparados
en nuestra literatura a la Iliada i la Odisea de la poesía
de la Europa, principia en medio de las querellas intes-
tinas del míkado i el shógoun, poder rival de la autoridad
suprema, cuando solo debía ser en realidad el primer
subdito del emperador.
« Queriendo guardar el poder efectivo, los shógoun,
cuyas funciones escepcionales corresponden mas o menos
a las de los primeros ministros o visires en Europa, se
cuidaron de rodear de honores escesivos a la persona
sagrada del Dragón ( nombre simbólico del emperador)
i de aislarlo en su grandeza, separándolo del resto de los
humanos. Los mikados vivían en sus palacios como sobre
las nubes, aislados del pueblo, i hasta no hace mucho
Por mares i por tierras 36
— 562 —
tiempo aun los grandes del imperio no podían mirarlo
de frente.
< Kn estos sentimientos en los cuales entraba mas
diplomacia que respeto, vemos sin embargo surjir escep-
ciones; el shógoun Assikaga, ultrapasando todos los
límites de la ambición, da el sacrflego ejemplo de la
lucha abierta con su soberano.
< En contrario a lo que sucede en otros~ países, los
tiempos de guerras civiles o nacionales son justamente
aquellos en que el jénio poético se da mas libre curso,
probablemente como lo hemos observado, porque en todo
guerrero hai un poeta i porque los dos grandes alientos^
el del valor i el de la imajinacion, se escitan mutuamente.
« El emperador Godaigotennó que reinaba hacia el
año 1370, traicionado por aquel sobre el cual reposaba
la administración del imperio, fué también abandonado
por casi todos sus datmios ( gobernadores de provincia)
que aprovechaban del estado de perturbación jeneral
para hacerse la guerra unos a otros i aumentar sus do-
minios.
« Bien pronto el mikado no tuvo ya un sitio para vivir
tranquilo i hasta llegó a sufrir el hambre i el frío. En
tan miserable estremo que su grandeza hacia aun mas
terrible, Godaigotennó soñó una noche, que para evitar
un huracán desencadenado contra él, debia ponerse al
abrigo de un árbol jigantesco. Dando vuelta sus ojos
hacia el sud habia visto en esa rejion al Japón someti-
do, apaciguado, entrar en la calma i en la paz.
« Al despertar dijo a sus servidores:
He tenido una revelación en mi sueño; debe haber un da'ímio ñel que
nos salvará; los Koamis (dioses nacionales) me han hecho oir su voz i
reflexionando sobre los caracteres simbólicos i sobre este árbol opuesto-
ai norte, todo me descubre una combinación que será para nosotros la
salud.
« Hablaba con tal convicción que sus fieles servidores
sintieron despertarse su fé i su enerjia como si se aproxi-
mara un libertador.
« Se encontró en efecto en Kioto un poderoso daímia
que acudió al llamado imperial i se puso a la cabeza de
sus tropas a las que supo dar la victoria.
— 563 -
«Kussunoki (tal era el nombre del fiel jeneral), antes
de ponerse al frente del ejército imperial, en previsión de
que, cualquiera que fuere el éxito de la guerra, él no
volveria mas, dejó a su hijo un poema, en forma de tes-
tamento, que las jeneraciones han conservado con una
relijiosa consideración, como la espresion de los senti-
mientos de un corazón leal i de un hombre de bien.
Massatharal Massatbural Tú eres mi hijo, tú conoces por tanto
el camino recto de la fidelidad i del deber.
Los enemigos del emperador, mi señor, son tan numerosos qae él no
puede llegar a destrozarlos.
Te dejo como an depósito precioso el papel donde está escrita la
orden imperial que voi a cumplir.
Después de mi, te restara el deber de levantar nuestro estandarte que
lleva como escudo de armas la flor de crisantema.
Se dulce i afable para nuestros viejos soldados que soportan desde
tan largo tiempo el peso de los combates i sus fatigas i ten paciencia
con los jóvenes que no están todavia acostumbrados a la guerra.
Como último presente te doi este sable. | Pueda él voltear las cabezas
de los enemigos del emperador, mi señor, en quien te dejo un apoyo,
oh ! mi hijo Massathura!
« El presentimiento del daímio debia realizarse. Des-
pués de una serie de victorias que devolvieron el poder
perdido al mikado, su fiel Kussunoki, esperando en
vano la ayuda del jeneral Yoshissada (cuya historia con-
taremos luego) i viendo que la suerte lo abandonaba, no
pudo sobrevivir a su desastre i en medio de su campo,
cerca del rio Minatagarda, se abrió el vientre.
« Se visita todavia el sitio en que murió este héroe i
los poetas van allí en peregrinaje para inspirarse en los
sentimientos nobles i bellos que parecen brotar de esa
fuente inagotable.
« El príncipe Mito, uno de nuestros mas grandes poe-
tas modernos, hizo reconstruir allí el antiguo monumen-
to con esta inscripción en verso:
La vida humana tiene un límite al cual pronto se llega.
Pero el nombre llevado por la fama dura eternamente.
Corre perpetuo lio de Minatagarda con tus aguas azules que se
confunden con el cielo.
Baña estas riberas que guardan para siempre la memoria del fiel
servidor Kussunoki.
«Su Majestad el mikado Montsouhito, que reina actual-
mente en el Japón, rindiendo un solemne homenaje al
~ 564 —
recuerdo de este héroe cuya leyenda representa lo que
Rolando en Roncesvalles en nuestros anales poéticos i
guerreros, hizo levantar un templo en el que los hombres
de letras i los hombres de espada gustan retemplarse
en los mas nobles sentimientos.
« Habiendo hecho a mi vez este peregrinaje, compuse en
el local, diferentes poesías, uno de cuyos pasajes ensayo
traducir, a fin de dar una noción bastante aproximada
del talante de las ideas literarias, sin poder desgraciada-
mente revelar la fineza plena de los sobreentendidos i
del jénio de nuestra lengua.
Mi sueño me conduce a los tiempos del grande i funesto poderío del
traidor Assikaga.
Si este negro recuerdo entiistece nuestro pensamiento, opongámosle
la noblti i bella imájen que honramos en esle sitio.
Su memoria vivirá eternamente! El diamante puede romperse
cada pedazo guarda por siempre su brillo.
< Yo debía rendir en las pajinas que tratan de nuestra
literatura este homenaje a Kussunoki; encontrándolo
entre nuestros poetas, es como un saludo que le dirijo.
« Para volver del fiel servidor a su amo tomemos aun
la triste elejia que rodea al mikado Godaígótenno.
« Caído otra vez en poder de su enemigo después de
la muerte de Kussunoki fué desterrado a la isla de
Oki en 1332. Sus hijos, dispersados en diferentes provin-
cias para ser guardados en rehenes, eran en número de
diez i seis. Su dinastía no estaba así espuesta a estin-
guirse i aunque oprimida largo tiempo por la raza fu-
nesta del usurpador, la vemos florecer de nuevo mas
tarde en bello tallo imperial, mientras la planta parásita
se seca i cae por fin.
« Godaígótenno pudo consolarse en los dolores del
ostracismo con sus talentos literarios; a su sensible his-
toria se une un florecimiento de poesias que él inspiró i
entre las cuales varias son suyas.
« Pero los mas bellos florones de su corona fueron las
adhesiones que lo siguieron i lo rodearon aun en el des-
tierro.
« El hijo de Kussunoki fiel al testamento de su padre,
fué el digno heredero de sus raras virtudes. Massathura
- 565 —
combatió basta el fin por su solo amo el mikado. Poeta i
guerrero como todos los héroes de nuestro pais, batién-
dose cantaba la gloria imperial a que servia, pero la
victoria lo traicionó también i antes de arrancarse la
vida que ya no amaba, fué a presentar su último home-
naje al soberano en esta despedida :
Mi padre, a la cabeza de un ejército de fíeles ha sido el socorro i el
consuelo de Goda'ígotenno.
La anarquía a pesar de sus esfuerzos sobrehumanos habiendo con-
cluido por romper la valla que él le oponía, no pudo sobrevivir a esta
nueva catástrofe. Como él yo he combatido i he vencido. Pero no pu-
diendo ya mi brazo vengador detener i castigar al enemigo de mi señor,
traigo al amo supremo el último canto de mi alma, la última adoración
de mi corazón.
« Los términos de este poema indican la forma en que
los servidores de cualquier jerarquia o dignidad, habla-
ban al soberano poder, quien, semejante al sol al cual se
le comparaba, brillaba por encima de todo.
« La respuesta del mikado conservada en los términos
de la poesia antigua, espresa los sentimientos afectuosos
no disminuidos por la elevación suprema.
€ Levantando el velo verde que ocultaba Su Majestad
a los simples mortales, miró a Massathura con una viva
terneza i le dijo :
La fídelidad de tu raza es el consuelo i la esperanza de mi dinastía.
Deja pasar la tormenta que en este momento nos asalta por todos
lados.
Guárdate para mí, pues tu eres mi sola esperanza i como un miembro
de mi propio cuerpo
El mancebo responde:
Entro voluntariamente desde ahora en el número de las cosas que ya
no existen.
« El mikado quiso aun retenerlo por los encantos del
amor i le propuso casarlo con una de las mas bellas
mujeres de su corte. Pero nada pudo quitarle el gusto de
la muerte, la sola amante que deseaba en ese momento.
« Con la punta de una flecha trazó un último o^l^a que
es su epitafio:
De Massathura no queda sino un nombre fíe!.
La flecha no vuelve al arco que la lanzó.
— 566 -
< A esta historia en que el deber i el honor superan a
todo otro sentimiento, podemos oponer un delicado i
poético episodio en que la debilidad del corazón tiene su
parte, lo que lo hace tal vez menos heroico, pero mas
humano.
« En el principio de las luchas entre la usurpación i el
poder lejítimo de que acabamos de hablar, Kussunoki
tenia por su brazo derecho al mismo tiempo que por su
émulo en valor, en fidelidad i en talento literario, al jene-
ral Yoshissada.
« El mikado sensible a la devoción i celo que desple-
gaba con tanto vigor, lo obligó después de sus muchas
victorias a reposar sobre sus laureles i a entregarse por
completo a su gusto por la poesia. Se refujió en conse-
cuencia en una parte solitaria de los jardines inmensos de
la residencia imperial, i una noche, desde el fondo de su
retiro, oyó una voz deliciosa, un canto que parecía des-
cender del cielo. Se apercibió sin embargo de que venia
de un bosque en el cual él podia poner en acecho un ojo
i un oido indiscretos.
« La admirable criatura que cantaba versos de su
composición acompañándose con un kofOj especie de
guitarra era una princesa de la corte del mikado.
« Kótóno-Naishi, tal era su nombre, reunia todos los
talentos a una belleza notable; así gozaba de gran favor
acerca de su amo i señor.
< Nuestro gran jeneral, enamorado i débil como un
pobre estudiante, lanzaba algunas poesias a la vez apasio-
nadas i respetuosas, que una doncella de servicio se en-
cargaba de entregar.
t Pero la bella Kótóno permanecía inflexible deseando
guardar intacta la fidelidad que debia al mikado.
« Fué necesaria la intervención de Su Majestad misma,
para unir a la hermosa pareja tan bien predispuesta.
< Desde entonces los amantes esposos se adhirieron
como un viejo musgo con una vieja roca i aparte de ellos
mismos no pensaron en nada ni aun en el deber nacio-
nal; pues, nueva Dalila, Kótóno encadenó tan bien a su
Sansón que no le dejó atender a nada i que el supremo
llamado de Kussunoki no llegó siquiera a sus oidos.
— 567 —
« Cuando quiso correr al combate, el jefe de las tro-
pas imperiales estaba ya envuelto en I4 derrota. Su so-
corro atendido en vano, llegaba mui tarde.
« El ensayó volver a llevar sus soldados al campo de
batalla de Ottokoyama; pero los prodigios de valor que
hicieron estos no pudieron recobrar la ventaja para su
bandera.
« Yoshissada fué herido en la frente por una flecha i
murió a la edad de 38 años.
« Su esposa desesperada que seguia de lejos a los
ejércitos, consiguió ocultándose entrar en Kioto, la capi-
tal caida en poder de los rebeldes. Llegó pegándose a
los muros i se metió como una culebra hasta la plaza de
la prisión. Allí, sobre la puerta de hierro apercibió la
cabeza ensangrentada de Yoshissada que habian espues-
to!....
« La pobre dama corrió a refugiarse en la Bonzeria de
mujeres de Nisiyama, donde haciéndose rapar la cabeza,
abrazó la vida relijiosa.
« En todos los pueblos i bajo todos los cielos la reli-
jion ha sido el gran consuelo de las vidas atormentadas i
de los corazones desgraciados.
« Esta lucha de los shógouns de la raza Assikaga
contra el poder lejítimo de los mikados duró largo
tiempo.
4: Hemos ensayado diseñar el lado heroico i presentar
las grandes figuras que esta brillante epopeya guerrera
i poética ha hecho surjir.
« El recuerdo de ella ha quedado imborrable en el
patriotismo japones i la adhesión a la persona augusta
del mikado se remueva i concentra en las narraciones
que la literatura conserva con particular cuidado.
« Para dar una idea de estos sentimientos tan vibran-
tes ahora como en la época en que nacieron, citaré este
rasgo de uno de nuestros hombres importantes del go-
bierno actual: cuando tenia apenas doce años hizo mo-
delar groseramente por un carpintero de su casa las es-
tatuas de todos los miembros de la línea de los shógoun
Assikaga i todos los dias las azotaba con su látigo tra-
tando á sus representados de miserables traidores. De
— 568 —
este modo exalaba en su efervescencia de adolescente su
odio por los rebeldes i su devoción por el imperio.
€ Así los corazones se forman i los espíritus se eng^a-
lanan con los recuerdos no interrumpidos de los poéticos
episodios.
Poesías modernas, — c Hai pocos paises en que los
tipos primitivos de la poesia se hayan conservado mejor
que en el estremo oriente. El jénio de la lengua se modi-
fica allí menos que afuera 'gracias a su forma sabia i a la
escritura de caracteres que quedan en el estado de piezas
inmutables.
cLo hemos dicho ya; la poesia es la esencia misma de
toda alma japonesa. La sensibilidad alcanza en el Japón
una intensidad de emoción que gana i suaviza el corazón
mas endurecido.
<L La sutileza allí es sin cesar agoizada por la facilidad
de los dobles sentidos cuya traducción o esplicacion es
de suma dificultad i a veces no se alcanza.
« Pero lo que habríamos querido hacer comprender es
la elevación del pensamiento que se desprende de la
forma, cualquiera que ella sea, como el perfume de
la flor.
c Reconociendo los rasgos principales del onta japo-
nes o del shi chino, confesamos, sin embargo, que la
acentuación demasiado grande de esta calidad dominan-
te, la enerjia, puede provocar a veces asombro, así
como la exajeracion de la hipérbole trae con frecuencia
la sonrisa a los labios.
Un hombre fuerte levanta el mundo.
Las lágrimas caen en cascada.
La mujer bella es la divinidad de los cielos.
€ Las imájenes toman así una hinchazón que choca a
las imajinaciones del occidente mas medidas. Pero todo
esto no forma sino matices ; el verdadero sentido poético
se afirma por encima.
< Yo supongo, por ejemplo, un hombre haciendo una
declaración de amor :
— 569 —
Mi valor es capaz de conmover las montañas.
Mis aspiraciones alcanzan las alturas del cielo.
¿ Cómo no podré yo arrancar el tierno corazón de mi amada ?
( Quién ha creado la palabra impedimento ?
No es el que ha creado la palabra amor
Si mis ojos no pueden espresar mi pasión, los arrancaré i los clavaré
sobre mi tumba para ver todavia quienes se acercan a mi amada.
« Otro poema en el mismo sentido:
La mariposa vuela en torno de la flor mas linda.
I Ai ! esta flor no tiene piedad por ella !
i Por qué cierra su corola ?
¿ Lo hace para guardar sos perfumes ?
Pero si el roció i la brisa la entreabren por la mañana, mis lágrimas
i mis besos de fuego sabrán encontrar el camino de este corazón 1
A mi princesa
Quiero para saludar a mi princesa,
Pasar el umbral de su puerta.
Pero mi cuerpo se hace pesado como una gran roca.
Es por el peso enorme de mi corazón 1
Si la montaña sagrada es tan alta,
Es porque no ha rechazado jamás la piedra que ha rodado hacia ella.
j^si el corazón dfe mi princesa es un vasto océano.
Él no rechaza la humilde gota de agua que se agrega a sus ondas.
« No he podido dar a estos versos libres ni su matiz
ni su ritmo. El sentimiento solo puede revelarse en ellos,
a pesar de la grande desemejanza entre las lenguas
francesa i japonesa. (Aquí podría decirse entre las len-
guas española i japonesa).
« Añadiré a mi poesia literalmente oriental una com-
posición puesta en verso francés por una pluma tan
elegante como delicada, cuya comprensión será mas fácil.
La nuit sans étoiles,
Dérobe en ses sombres toiles
Les fleurs du pécher,
Mais parfum quels sont les voiles
Oü tu pourrais te cacher ?
O lune mourante
Qui vis mes plenrs doolourenx,
Uans la nuit d*attente,
Tu charmes 1* amant heureux
A Taube quittant Tamante.
Je vons vis á peine
Ainsi qu*on voit un éclair ;
La flamme soudaine
Qui pourtant brúla ma chair,
Va faire ma mort prochaine.
— 570 —
Lorsque le vent brame,
Ao pied des rochers la lame
S'en va s'écraser ;
Tel, aax froideurs de votre ame.
Mon amoar vicnt se briser.
L*oiseaa chinois s^me
Uans l'air chaqué mot saisi ;
Ah I faites ainsi I
Quand je vous dis : c Je vous airae, >
Dites : < Je vous aime aussi. >
Motoyosi-Saizaü.
(No doi la traducción en verso castellano por dos razo-
nes: I» porque conozco la instrucción en lenguas del
lector; 2» porque la haria muy mal. — Nota de E. W. )
EL TEATRO I SUS ATINJENCIAS
Ya he descrito en mi diario los teatros chinos, uno ja-
pones de Kioto i lijeramente otro de Tokio. Poco me
resta que añadir pero haré un resumen para presentar
el molde al cual se conforma hasta hoi la construcción
de los teatros, prefiriendo incurrir en repeticiones a
mandar al lector en consulta a pajinas lejanas para re-
frescar su memoria.
El recinto es un galpón o cuadra de madera sin pintar
que se abre casi directamente sobre la calle. A la entra-
da están la boletería i los cuartos para depositar las
guatas (calzado de madera) los abrigos i los paraguas.
El interior se divide en procenio, patio, galenas i
palcos; todo mui sencillo. En el procenio figura la esce-
na donde los actores representan, el local para la or-
questa, el destinado al quidayii que toca la guitarra
( samisen ) i esplica el drama, dando en la debida opor-
tunidad el significado de los jestos del actor, i el sitio
por fin del amatetake, personaje encargado de acentuar
las palabras del cómico metiendo un ruido infernal con
unas tablas. Ademas de estos funcionarios debemos re-
cordar los invisibles por convención, de quienes ya he
hablado al tratar de los teatros chinos. Aquí se llaman
kurutnango i están vestidos con una túnica negra como
— 571 —
los ajenies de la inquisición. Vienen, van, entran, salen,
se ocupan de los detalles, despabilan las velas, acomo-
dan los tapices e intervienen en los paisajes mas salien-
tes del drama o de la trajedia; si ven al actor cansado
ie deslizan un banco i lo sientan en él sin disimulo ; si
está ajitado lo abanican i si se halla en dificultades para
salir de un mal paso, matar a un enemigo, por ejemplo,
un kurumango le ayuda en la operación, mientras el otro
alumbra con una antorcha, la careta del vencedor para
mostrar al público su jesto heroico. Los espectadores,
se supone, no ven al kurumango, pero sí su acción; los
cambios de la escena pasan a la vista de todos los asis-
tentes a la función ; algunas veces se verifican merced a
una plataforma jiratoria dividida por biombos; el cuadro
se muda con solo dar vuelta la plancha como en los or-
ganitos con figuras.
Parece imposible mantener la ilusión en tales circuns-
tancias, pero se mantiene, tal es el valor de la conven-
ción tradicional. El espectador no vé los artificios, solo
ve el juego de las pasiones i la trama moral de la pieza
representada. El mar, las montañas, los palacios, los
buques, los caballos, todo, se representa por ficciones
asentidas. Se supone que el borde del tablado es el
mar; un banco, la montaña; un cajón, el palacio ; la
acción de remar significa buque o canoa; la de levantar-
se i bajarse a compás de trote o galope, revela que el
actor va a caballo, . . i así por el estilo.
El proscenio está al nivel de dos galerias laterales o
pasajes que corren delante de los palcos hasta el fondo
del patio, para dar acceso a los artistas i al público.
A los dos lados i al fondo figuran tres rangos super-
puestos de palcos o divisiones mas o menos grandes.
El patio está en un nivel inferior al de los pasajes i se
halla dividido por puentes o pasillos, no mui altos con
relación al piso, por los cuales van los espectadores a
sus sitios i circulan los vendedores de frutas, licores,
dulces, cigarros i hasta comida. No hai sillas ni en la
platea ni en los palcos ; los concurrentes se sientan en el
piso a la japonesa.
Recibe el teatro la luz durante el dia por escasas
— 572 -
aberturas i se alumbra de noche con un reducido núme-
ro de linternas o picos de gas.
Por toda decoración cuelgan algunas cortinas o ban-
das de tela pintada ; estas son de propiedad de los acto-
res, regalos del público en señal de admiración i asi se
juzga de la popularidad de ellos por el número de cor-
tinas; cuando se dice de alguno: es actor de 36 cortinas
se le ha señalado el mas alto rango en la opinión de los
aficionados i de los competentes para juzgarlo.
Las representaciones duran de diez a catorce horas ;
los concurrentes almuerzan i comen en el teatro o en las
chaias vecinas. Todos fuman en la sala i tienen a mano
el brasero para encender sus pipas i el tubo de bambú
como salivadera.
Casi todo cuanto ahora espongo se halla consignado
en mi diario, pero, vuelvo a decirlo, prefiero incurrir en
repeticiones a remitir al lector a pajinas anteriores o
párrafos que tal vez no ha leido o cuyo contenido no re-
cuerda.
Dejando lo accesorio para venir al arte dramático, de
ningún modo llevaría mejor a cabo mi tarea que transcri-
biendo como lo hago, previa traducción, unos párrafos
de Mr. J. de Cuers, residente en Yokohama, periodista
distinguido, fundador del « Courrier d'Haiphong», diario
del Tonkin i autor de una correspondencia publicada
en él en abril 29 de este año (1897) a propósito del
célebre actor Daujuro, ídolo ahora de los habitantes de
Tokio i gloria de su teatro. Cuers cuenta a sus lectores
en términos vivaces i verídicos la representación de una
pieza de májia en el teatro principal: <Se trata dice de
un gato brujo que devora las mujeres i los niños. Lo
matan, él resucita bajo formas diversas: Rakan discípulo
de Buda, una vieja, señora en otra ocasión, siempre perse-
guida por los que han jurado purgar el pais ; samurais
en grandes ropas muarees; nobles mujeres elegantes i
delgadas en sus vestidos antiguos; cazadores i campe-
sinos.
— 573 —
« I el drama se desenvuelve sin trama mui percepti-
ble ligando los cuadros.
« Aquí como en China los varones hacen el papel de
mujeres i algunos a la perfección ; yo los encuentro siem-
pre horrorosos a pesar del talento real gastado en un
esfuerzo sin objeto ni alcance.
« Cuánto mas no valdría tener en lugar de ellos mu-
jeres, verdaderas mujeres con su voz, con su marcha» con
su jesto, poseyendo ese no sé qué de gracia femenina que
el mas hábil artista masculino no puede imitar jamás
completa ni aun aproximadamente. Confieso que Daujuro
mismo i sus hijos que son artistas en el sentido mas
neto de la palabra, haciendo de mujeres me recuerdan
en algo el teatro de la ciudadela de Hanoi, cuando el
injénuo se golpea el muslo respondiendo si m'ama con
una voz capaz de romper vidrios.
« Una escena de pura pantomima pero representada
con un realismo feroz que hace estremecer, es aquella
en que el gato brujo que ha tomado la forma de una
vieja de cabellos grises, come un niño, después estran-
gula un hombre i lo lleva para devorarlo.
€ Desde luego hai juegos de fisonomia que son un
hallazgo admirable i denuncian meses, tal vez, semanas a
lo menos, de un paciente trabajo. Cuando el artista, re-
presentante del gato, con un movimiento brusco de ca-
beza, levanta su cabello figurando con el un par de
orejas largas i comienza a imitar los movimientos elásti-
cos del felino para acercarse a su presa, con detenciones
repentinas, mientras que sus ojos se abren feroces
se siente en toda la sala un estremecimiento de horror. Las
diminutas musmés bajan la cabeza miedosas por no ver
el horrible espectáculo cuyo solo recuerdo les produci-
rá a la noche pesadillas.
€ Un ruido insólito ! . . . . El gato se inquieta.
c Pasos ! . . . . Se convierte en el acto en la vieja char-
latana i bonachona.
« Pero es una falsa alerta ; el gato reaparece, mas
— 574 —
furioso todavía por la demora; se precipita sobre su
presa i se la come.
< Con la boca llena de sangre, helo aquí que vuelve,
se amontona sobre sí mismo espiando la secunda víctima
i de un salto la toma por la nuca i la estrangula.
« Después se pone a brincar sin sosiego i como si
jugara con un ratón, hace saltar al cac^áver.
* El cuerpo inerte es un jimnasta de primera fuerza.
Se deja revolcar por el gato, ejecutando movimientos
peligrosos en un mismo sitio, que harían meditar a un
profesor. E/ viaje a Suiza de mi juventud en que repre-
sentaban los Haulon Lees ¿ era otra cosa acaso que
una pieza de acróbatas en tres actos ?
< Cuando el gato brujo, después de haber decidido
llevarse su víctima, ha vuelto para lavar en un lebrillo,
fuera del viejo templo, su ropa manchada de sang^re,
muestra en sus ojos, en todo su ser, un aire de alegría
tan feroz, en sus jestos para lavarse la cara, una verdad
tan patente, que los aplausos estallan sin fin. Confieso
que en esta acción tan segura, tan precisa, en que
el jesto i el poder de la palabra conmueven el alma,
hai arte, un arte diferente del nuestro. ¡ Cuántas veces
no se ha escrito en Francia que Debuneau era un gran
artista !
<L I Daujuro ?
« A pesar de sus setenta anos es un artista en la mas
alta acepción de la palabra.
«: Observo que no entiendo una triste sílaba de ja-
pones; pues bien, el jesto es tan sobrio i tan exacto al
mismo tiempo, la entonación tan justa i tan natural, que
llego como llegan todos los que ignoran la lengua japo-
nesa, a percibir el sentido jeneral de las frases bajo el
velo de los sonidos en su totalidad desconocidos.
— « Coquelin, Mounet-SuUy, Frederick Lemaitre ? —
No; es un artista mui personal, con la voz mordiente
de Coquelin, el jesto trájico de Mounet-Sully i el surtido
de todo de Frederick Lemaitre !
— 575 —
« El público lo idolatra. Desde que se presenta, una
tormenta de aplausos lo acompaña en naritaya frenética.
« En el Japón no se recibe al artista favorito con
palmoteos de manos sino repitiendo su nombre i ape-
llido. No obstante los aplausos existen i sirven para
marcar junto con las aclamaciones, la satisfacción del
público por un actor o por un pasaje particularmente
admirado.
« Pero no solamente en Europa se burlan de los mon-
jes, frailes o jentes de iglesia i de su hipocresia san-
turrona. Los bonzos aquí no escapan a la sátira del
teatro :
« En la pagoda perdida en la montaña, en medio de
pinos negros, el bonzo guardián entra a la tarde; un ver-
dadero monje de Italia o de España, grueso, gordo,
untuoso i bendecidor, que distribuye buenas palabras a
los transeúntes. Pero en el momento de penetrar él
en su cuarto se le vé ocultar devotamente bajo su
hábito una gran calabaza llena de saké, aguardiente de
arroz.
« ¿No se le ha hecho jurar acaso que jamás probaria
bebidas espirituosas? ¡Juramentos de fraile, promesas de
enamorado ! tantos se lleva la brisa que pasa sobre las
flores de los cerezos !
« El bonzo reaparece varias veces desde luego un
tanto alegre después de los primeros tragos, achispado
bien achispado después, i por fm ebrio del todo. El pú-
blico se destornilla de risa encontrando eso gracioso
porque es verdad; en efecto los señores bonzos no
hacen misterio para beber saké a pesar de la regla i de
sus rigores.
« La pieza no se acaba. Este endiablado gato tiene
siete vidas i resucita cuando lo creen bien muerto. Uno
se cansa, como bien se calcula, de oir sin entender, aun
cuando el jesto sea hermoso !. . .
— 576 —
€ Uoa ojeada a la sala para distraernos: En los pal-
cos, a nuestra derecha hai un gorjeo de risitas, de
pequeñas frases cuchicheadas entre dos reverencias, i
varias caritas picarescas i graciosas ; son gueshas i bai-
larinas en partida fina (alegre compañia) con caballeros
japoneses. En la primera fila lucen cinco o seis bailarínas
con sus vestidos claros de color verde pálido o azul gris
de plata, en que revolotean cigüeñas, se abren maravi-
llosas crisantemas o se estienden ramas de ciruelo i de
durazno, en gamas de una riqueza i de una armonía de
tonos admirables; i sobre las negras ondulaciones de un
peinado sabiamente lustrado, una flor caprichosa arroja
su nota de belleza i fantasia afectada.
€ Detras de estas muchachuelas, tres o cuatro gueshas
han enarboiado para la circunstancia, los mantos negros
o gris oscuros marcados con sus armas, i disfrazadas
de mujeres de sociedad, toman un aire serio lleno de
dignidad. Para honrar a su Dueño i Señor, cuya miopía
no le permitiría suprimir los lentes, la señorita Pe-
queño pino ¿no ha tenido la idea de abrigar sus ojitos
risueños tras de un par de lindos anteojos de oro, en
miniatura, que le dan un aire parecido al de una misio-
nera americana o al de coronela de la Salvation Army?
< En el fondo del palco se encuentran japoneses co-
merciantes por mayor de Yokohama que se divierten
mucho al parecer. En la penumbra del teatro que vse
oscurece por momentos al caer la noche, las lámparas
se encienden i bruscamente alumbran con su luz brutal
la sala que entonces aparece simple, miserable en de-
masía con su pobre cubierta de tablones ni siquiera
pintados o barnizados.
« Que importa el frasco si se tiene la embriagues , i
los japoneses aman realmente el teatro por el teatro sin
inquietarse del lujo ni de lo confortable, aun durante las
representaciones de un largo dia entero. Desde luego,
las casas de té se hallan a la mano i es fácil hacer inter-
medios. ¡Vamos pues a comer las anguilas fritas con
arroz, antes de tomar el último tren para Yokohama! —
Firmado: Oíd friend.y
— 577 —
Las piezas del teatro antiguo aun en boga, tratan en
jcneral de acciones sublimes, poemas, episodios históri-
cos o nobles leyendas, como nuestras trajedias ya fuera
de moda i nuestros dramas de capa i espada. Ahora con
el contacto de nuevas ideas, la comedia de costumbres i
las piezas lijerí^s i jocosas, hacen ya sus apariciones i en
poco tiempo mas el teatro japones será un trasunto del
europeo.
Como prueba vuelvo a poner a contribución el libro
de Régamey tantas veces citado i tomo de él esta nota
pertinente recojida en un teatro de Asakusa (Tokio):
«Un marido acaba de perder su mujer; un bonzo (sacer-
dote) reza en la escena acompañándose con el redoble
de un tambor, como lo prescribe el rito. El marido habla
al sacerdote a cerca de la muerta i le pide que le escriba
un epitafio en la tabla que lleva preparada, digno de su
mejor mitad. Se siguen discusiones, juegos de palabras,
epigramas, réplicas de parte del bonzo, bromas de parte
del viudo i por fin, este, asustado por las preguntas del
sacerdote i conmovido por los precios exorbitantes que
le exije, llega a deplorar real i sinceramente, solo enton-
ces, la muerte de su mujer.
El tema, como se vé, es de estirpe occidental neta, si
bien muestras de su jénero se encuentra en los teatros
chinos.
Hubo i hai estímulo en el Japón en cuanto a produccio-
nes para el teatro i libres ya los autores de las limitacio-
nes tradicionales, tomarán temas de la vida diaria que
vestirán con el lujo de su imajinacion, la profundidad de
su filosofia i la finura de su cáustica pero liviana sátira.
ARTE COREOGRÁFICO
Cuentan las historias que un dia en un lugar cerca de
Nara, reventó la tierra exalando por sus grietas sin
cesar un gas deletéreo cuya acción mortífera asoló la co-
marca. Los sacerdotes, hábiles aquí como en todas partes
en materia de conjuros, organizaron danzas a modo de
rogativas en las colinas próximas al sitio envenenado, para
Por mares i por tierras 37
— 578 —
aplacar la ira de los dioses i el escape de gases terminó
como por encanto, volviendo la comarca a ser salubre.
l^al es el orljen de las danzas actuales cuyo carácter
místico i relijioso se muestra en su forma solemne i me-
surada.
De allí pasaron a los pórticos de los templos o capi-
llas de los alrededores, en recuerdo del milagro i de los
templos, a los teatros i a las chaias^ entrando de lleno
en las costumbres. Aun ahora mismo se hace preceder a
ciertas representaciones dramáticas, una danza ejecutada
por un actor vestido como los antiguos sacerdotes.
Análogas en sus lentitudes, medido compás i ritmo
cadencioso, fueron las danzas griegas de las cariátides
cuyas nobles i elegantes actitudes ha conservado la
estatuaria en los pórticos de los templos, representando
bellas mujeres de cuerpo flexible, con una pierna doblada
lijeramente i soportando en la cabeza la arquitrabe en
compensada armonia.
I todavia en los pueblos mediterráneos alejados de
las turbulencias de la civilización, se conserva en las
costumbres, bailes primitivos cuyo carácter recuerda las
danzas griegas i japonesas. Los bailecitos en BoHvia, Jas
rondas, los pasos i las venias ejecutadas el dia de navi-
dad en signo de adoración delante de los fiacimientos
(altares consagrados a la cuna de Jesús); las figuras de
la zamacueca i otros ejercicios coreográficos en el Perú
i en Chile, tienen mas de la índole relijiosa que de la an-
tipática rijidez e insignificante trote de las polcas i valses
saltados de nuestros salones, donde apenas las cuadri-
llas, aunque bailadas por tiesos peones de ajedrez, i mas
aun los rigodones i los minués fuera de moda, dicen algo
al pensamiento i traen a la memoria la poesía o la le-
yenda puesta en acción.
Tal es el arte coreográfico en el Japón, si arte puede
llamarse a este o a cualquier otro conjunto de reglas ;.
notándose aquí como complemento de la actitud signi-
ficativa i conceptuosa, la mímica diestra, oportuna,
espresiva, equivalente a la palabra que relata hasta lasw
penumbras del sentimiento.
— 579 -
VI. — ENTRETENIMIENTOS, FIESTAS
- I ESPECTÁCULOS
A los entretenimientos señalados en el curso de mi
diario, bien me viene añadir en este sitio i tal vez repe-
tir, por no compulsar mis notas, algunos, favoritos del
pueblo ; los paseos en botes adornados de flores por el
rio i los canales, en agradable compañia de musmés de-
licadas, llevando viandas, frutas refrescos i licores ; las
reuniones en las casas de té donde se baila i se juega ;
las escursiones al campo, los paseos i el solaz en los
parques floridos; los espectáculos en la via pública de
acróbatas, prestidijitadores, máscaras, monos, perros,
loros i ratones sabios; las comidas en sociedad i sus
consecuencias i cien mas atractivos que tienen el poder
de arrancar a las familias de sus casas, no debiendo
echarse en olvido el de las tiendas, jugueterias i ventas
de dulces, que ofrecen a los japoneses, sobre todo a las
mujeres, la ocasión de entregarse a la delicia de com-
prar, al placer, a la gloria de adquirir por ínfímos valo-
res, objetos completamente inútiles. Ya lo he dicho,
todos los dias son de fiesta en el Japón, tomando en
cuenta la suma de sus localidades. Todo acto, no es-
trictamente vulgar, repetido i rutinario, da lugar a una
fiesta; los nacimientos, los cumple años, los matrimo-
nios, las muertes, todo acontecimiento feliz o simple-
mente estraordinario ; el brote de las flores, el cam-
bio de estación, la cosecha, la siembra, la conclusión
de una obra, el dia consagrado a la divinidad tal o cual ;
las fechas históricas, la vida, la muerte o los actos del
emperador ¿a qué seguir tan prolongada enume-
ración ? Los niños tienen su fiesta i las mujercitas la
suya. La de los primeros se solemniza izando pescados
de papel en cañas doradas i a modo de emblemas ; así el
salmón sacudido por el viento, representa su esfuerzo
para nadar contra la corriente, imájen de la lucha por la
vida en la humanidad. El dia consagrado a las mujerci-
tas, se les regala muñecas que ellas deben cuidar i tras-
mitir a sus hijas, cuando formen familia. Pero dominan a
- 580 —
todos aquellos regocijos cuyo objeto es celebrar hechos
familiares o glorificar los dones de la naturaleza, los fes-
tejos del año nuevo.
Desde dias antes comienzan los preparativos; la casa
se limpia i la conciencia también, pagando todos sus
deudas a fín de año, o lamentando su desgracia si no
pueden pagarlas. En la noche de fin de año se acude a los
templos en busca del fuego bendecido, para cocer los
panecitos de arroz i comerlos como primer alimento a la
madrugada, en su salsa de porotos i avena fermentada.
Se comerá en el resto del dia manjares compuestos de
pescados fecundos i porotos de ¡os que figuran de a
pares en la misma vaina, platos simbólicos del precepto
«creced i multiplicaos > i se beberá ioso como licor
del dia.
Al salir el sol si sale, todo el mundo toma la calle por
su cuenta a mirar primero las casas adornadas con
plantas i paja trenzada, con flores i decoraciones emble-
máticas; a saludarse después i felicitarse, a invitarse, a
congratularse recíprocamente. Luego siguen las visitas
de todos i de cada uno en su círculo ; i las comidas, ja-
ranas, bailes i diversiones continúan durante una sema-
na, siendo naturalmente el primero de año, el dia favorito
para tales espansiones.
Entre los patrones i los sirvientes se cambia regalos,
estrenos ; los patrones dan dinero, los sirvientes huevos
i naranjas, casi siempre.
Ademas de los espectáculos mencionados en el con-
junto de estas notas, conviene hablar de uno de los mas
interesantes: Las luchas i los luchadores. En el Japón
como en Roma, como en Grecia, la exibicion de la fuerza
i de la destreza fué siempre objeto de predilección.
Aquí las luchas son anunciadas con dias de anticipación
i gran aparato, con carteles, con músicas, con procla-
mas, con todos los elementos de publicidad posible.
Llegado el dia de la apertura del circo la jente se
amontona i no cabe en el recinto. Los luchadores son
— 581 —
hombres atléticos por constitución individual i heredada,
jeneralmente pertenecientes a familias de luchadores.
Verifícase el duelo delante de un inmenso público i con
todas las reglas. Sígnense las apuestas como en las
carreras con gran entusiasmo i el juez de ellas» arbitro
absoluto de la eficacia i legalidad de cada episodio, es
un personaje de alta entidad, con título i jerarquía here-
dada, que sigue los accidentes de la lucha sentado en el
suelo, con ojo intelijente e imparcialidad infalible.
Los luchadores de casta tienen preeminencias socia-
les, pueden cargar espada como los nobles i los jueces o
testigos, salidos de una sola familia, forman casta aparte
i gozan de una alta consideración.
Estos ejercicios que desdeña cualquier sportman (la
palabra no tiene equivalente en castellano o yo no se lo
conozco ; la traducción mas aproximada es la de tonto)
son sin embargo mas racionales i civilizados que la co-
barde matanza de los toros en las corridas i los brutales
combates del box. La lucha romana tan artística i ele-
gante es la única que se le asemeja, superándola en
belleza por la figura estética de los antagonistas.
Vn.~RELIJION
I Cuál es el verdadero significado de la palabra idola-
tría con relación a un culto, ante un análisis imparcial?
Los hombres llaman idólatras a todos los otros hombres
que no tienen su misma idolatria ; eso es todo. Un por-
tugués cristiano lleva una imájen de Jesús crucificado al
Japón, la planta en el sitio donde desembarca i califica
de crimen nefando a cualquier falta de respeto a esa
imájen; en tanto llama idólatra al japones que venera la
imájen de Buda i aun al shintoista que no adora imájen
alguna i solo cree en la existencia de entidades espiri-
tuales, en virtud de concepciones ideales mas o menos
imajinarias, como las de todas las relijiones de la tierra
en cuanto tienen de radical.
Salta a la vista la pasión que oscurece el juicio { no es
verdad ?
— 582 —
Los griegos eran idólatras, los romanos también, ios
ejípcios lo mismo ; en fin, todos los pueblos antiguos lo
fueron i todos ios modernos io son si se ios examina en
las manifestaciones de su culto. Los cristianos creen en
un padre eterno, en su hijo Jesús i en la vírjen María;
los griegos creian en Júpiter, un padre eterno mas joven
que el nuestro solamente, en Cupido i en Venus. Los
cristianos creen en Satanás, en los ánjeles i en ios san-
tos; los griegos creian en Pluton i su corte. Nuestro
cielo i nuestro infierno están representados en el Olimpo
i en el Averno. Idéntico, semejante o análogo simbolis-
mo se encuentra en todas las relijiones del globo. ¿ A
qué entonces califícar de idólatras a tales o cuales pue-
blos cuando todos lo son? Pero se me dirá: en la relijion
cristiana, espiritualista, la vírjen María, la de Lourdes,
la del Socorro, la del Rosario, la de Lujan, no son sino
advocaciones de una entidad moral. Yo contesto : en la
relijion shintoista que admite la vida eterna, la inmorta-
lidad del alma, un cielo para las recompensas i un in-
fierno para los castigos, una entidad extra -terrestre,
creadora del mundo i una jeneracion divina diríjente de
los destinos humanos, una encarnación de su esencia
entre los hombres i de allí un poder supremo espiritual
i temporal en el cuerpo i alma del mikado, Ameno-nuna-
Icanuchi-no-Kami, creador del cielo i de la tierra; Iwa-
naga-Hime, diosa de las montañas; Jan-sen-siz, dios de la
guerra; Kase-noKami, dios de los vientos; Kanunari, dios
del trueno, como santa Bárbara, abogada de las tempes-
tades entre nosotros; Gadzu-Tenno dios de las olas, i
otros mas, no son sino advocaciones de la divinidad, una
o múltiples, pues la diferencia no cambia al fondo. I ad-
viértase que si hai una relijion anti idólatra en teoría, es
la shintoista que repudia toda representación material de
sus dioses i no tiene en sus templos sino muros i pilares
de madera desnudos i en sus altares sino un espejo, una
espada a veces, i una especie de plumero de mechas cor-
tadas en zig-zag.
Que los católicos apostólicos romanos llamemos idó-
latras a los japoneses shintoistas es inconcebible, cuando
poblamos nuestro paraiso con jeneraciones de dioses,
— 583 —
nuestro infierno con Satanás i su clientela i nuestros
templos con imájenes de millares de santos i santas, os-
tentando por añadidura en una sola i lujosa partida, once
mil virjenes, nada menos; cortes de ánjeles, arcánjeles t
serafines, incontables efíjies de la virjen María en sus
infinitas advocaciones i al mismo san Miguel pisando a
Lucifer. Adviértase ademas que si los japoneses han
puesto el espíritu divino en un cuerpo humano, el de su
emperador, nosotros hemos puesto el cuerpo humano
en el espíritu divino, convirtiendo por la canonización
hombres i mujeres en santos i santas, a quienes nom-
bramos ajentes intermediarios entre la divinidad i los
cristianos vivientes de la tierra.
Algún lector de mi diario podría objetarme una apa-
rente contradicción : — Usted presenta, me diría, sin
designar el j enero, templos con figuras en los pórticos
representando dioses o intermediarios entre ellos i el
hombre ; habla de esculturas, aparatos de culto, lacas i
decoraciones. . . ¿Cómo es eso? — Para esplicarlo pre-
cisamente he empleado al tratar de la pureza del shin-
toismo, esta espresion: ^« /^^nVz^ porque en la práctica
alguna corrupción de forma indefinida se ha introducido,
principalmente a causa del contacto con el budismo.
Pero debo observar que en jeneral, las representaciones
materiales, se refieren a entidades mitolójicas cuya exis-
tencia real en los lejanos tiempos, admite la leyenda; a
héroes, semidioses o antecesores en los cuales se en-
carna un atributo dado. I en cuanto a los monumentos
dorados, alhajados, pintados i esculpidos, ruego no se
confunda los mausoleos con los templos.
Ademas, si hai algo difícil de conservar en su pureza
ello es una doctrina relijiosa. Compare el cristianismo
sus sencillos ritos primitivos con la reglamentación
actual de la Iglesia i aprecie las mutaciones : la intelijen-
cia mas vasta no alcanza ahora a abarcar el inmenso
formulismo i la intrincada lejislacion del culto católico,
apostólico romano, i nadie, al contemplar tan fecunda
proliferación, creería que ella emana de esta frase ele-
mental: 4:ama a tu prójimo como a ti mismo», coefi-
— 584 —
cíente de toda lejítima libertad i de todos los deberes
de la conciencia humana.
He hablado ya de un modo eficiente, aunque suscinta-
mente del budismo en mis recapitulaciones sobre la
China, contenidas en este diario. No necesito volver a
su doctrina. Mi objeto aquí quedará llenado haciendo
notar que, como toda materia importada, el budismo ha
sufrido en el Japón modificaciones profiíndas i ha dado
lugar a la formación de sectas mas o menos socorridas.
Los templos están llenos de imájenes, aparatos, campa-
nas enormes colgadas en grandes encatrados no lejos de
los pórticos, i estos a su vez, alojan guardianes de as-
pecto feroz.
Su clero es numeroso i relativamente rico. La cele-
bración de sus ritos se hace con ostentoso aparato. Los
templos consagrados al culto shintoista entre tanto, no
presentan sino sus toris (antiguas perchas para ofren-
das de aves vivientes i no destinadas a ser muertas );
son sencillos, de un interior severo, lujoso de simplicidad
i magnífico en colosal pureza.
Los sacerdotes i sacerdotizas, no hacen gran número;
las sacerdotizas son en jeneral jóvenes vírjenes i lindas ;
ellas ejecutan las danzas sagradas cuyo oríjen he con-
tado.
Pero quiero dejar a un lado doctrinas, ritos, sectas,
templos i ceremonias, pues todo ello se halla bien i com-
pletamente descrito en cualquier enciclopedia; deploro
haber comenzado por esponer consideraciones con las
cuales muchos de mis lectores sinceramente sectarios,
no se hallaran conformes; reconozco mi falta contra la
lójica corriente que me imponía el deber de principiar
diciendo : « dos relíjiones principales se dividen el
campo de las creencias en el Japón >; no me decido a
revisar ni a correjir lo escrito i por fin me disculpo de
todo esponiendo que mi solo propósito al tratar este
tópico, era mostrar la índole del sentimiento relíjioso de
este pueblo, pues en ella i no en las prácticas rutinarias
— 585 —
i reglamentadas de un culto, se encuentra la diferencia
de credo íntimo entre los grupos de hombres que pue-
blan diversas secciones de la tierra. Así, continuo.
Dos cultos principales, ya lo sabe el lector, se han
repartido las almas de los japoneses; el shintoista an-
tiguo, clásico, tradicional jenuino, nativo, en cuanto
puede juzgarse por los datos históricos; i el budista, im-
portado, aclijnatado, pero conservando aun su acento
estranjero apesar de las modificaciones que ha esperi-
mentado.
Los dos cultos viven en santa paz i armonia i he ahí
uno de los mas asombrosos hechos de tolerancia reli-
jiosa que sea dado contemplar en pueblo alguno. Un ca-
tólico aun en el pueblo mas liberal, en la Gran Bretaña,
mantiene cierto antagonismo siquiera sea teórico i laten-
te, con un judio o protestante. Un japones shintoista no
sabe ni pone empeño en saber si otro japones profesa
el budismo o es musulmán o judio, con tal que no lo
ataque o incomode en nombre de la relijion. La tole-
rancia conduce hasta el respeto de los ajenos dioses i se
sobrepasa alcanzando la cima: la indiferencia. He aquí
una prueba. Dos japoneses encuentran un grupo de cris-
tianos que entran a la iglesia católica en Tokio; los
siguen, los ven aproximarse a la pila de agua bendita,
mojar los dedos i santiguarse. Los japoneses hacen lo
mismo, luego se inclinan respetuosamente ante el altar i
arrojan unas monedas a sus gradas. Un juicio mui favo-
rable se desprende de este hecho. Ellos se han dicho :
< puesto que estos cristianos sopan sus manos i se tocan
luego la frente, eso debe ser bueno i ¿ por qué no
hacerlo? los dioses de ellos no son los nuestros, pero
¿qué importa? deben ser amigos de ellos i aun cuando
no lo sean merecen nuestro respeto i agradecerán nues-
tra ofrenda.
Los japoneses tratan a sus dioses en un pié de equi-
dad absoluta; a los buenos los adoran, a los terribles
los acatan para propiciárselos.
— 586 —
Los dioses buenos deben ser afectuosos con sus cre-
yentes i hacerles beneficios; si no se conducen asi las
amistades se enfrian o se rompen. Un dios no tiene por-
qué castigar a un creyente ni hostilizarlo, ni imponerle
cargas inútiles e inmerecidas. £1 japones entra al tem-
plo, llama respetuosamente al dios que necesita, le pre-
senta su pedido, deja su ofrenda i se retira; el dios si es
decente, debe obtemperar al pedido o dejar conocer
sus razones para no acordarlo si no lo acuerda.
Esto en todas partes es sana moral, equidad i justicia.
El pueblo adora a sus dioses, les fabrica templos, les dá
su óbolo i no los importuna con largas oraciones ; ¿ qué
mas quieren ? Para prevenir sus distracciones los llaman
con palmadas antes de presentar su pedido i a fin de
evitar confusiones, hasta usan un mecanismo para el
objeto, una rueda con argollas movibles en sus rayos que
jira en un eje horizontal, atravesado en una hendidura de
un poste o columna; el devoto da vuelta la rueda, las
argollas se mueven, hacen ruido i el rezo, que es siempre
una petición, va incluido sustancialmente en este acto.
La máquina para llamar a los dioses i para rezar es
indudablemente una buena invención parecida a la de
los rosarios con cuyas cuentas se marca el número de
oraciones entre nosotros.
Así los seres humanos viven en santa paz con los
seres divinos Las relaciones del shintoismo con el bu-
dismo son, por otra parte, mui cordiales. Tienen las dos
relijiones divinidades comunes o de posición indefinida;
en casos dudosos se prestan recíprocamente dioses,
podría decirse, sin detrimento del culto, i usan en él
iguales aparatos, como el espejo circular pof ejemplo,
aun cuando éste en el shintoismo es un emblema i en el
budismo un instrumento de óptica que refleja las man-
chas de la conciencia.
No tidnen todos los dioses igual poder; hai entre
ellos diferencias, jerarquías i especialidades. En el tem-
plo de Asakusa, Tokio, hai una divinidad médica, espe-
cialista en patolojia dentaria; cura el dolor de muelas
como el mejor dentista norteamericano. Al referir esta
creencia popular no intento burlarme de ella; ¿cómo lo
- 587 —
haría siendo yo mismo católico, apostólico romano i
creyendo por lo tanto en el poder de santa Bárbara
para preservar del rayo i en el de san Roque para
evitar las pestes.
VIII. — RESEÑA SOBRE LAS INSTITUCIONES
Un jefe supremo de oríjen divino, a la cabeza de diez
i ocho daimios, señores feudales, gobernaba el Japón
desde los tiempos en que la historia se aparta de la
leyenda. Una dinastía de dos mil quinientos años o mas
de existencia, a la cual pertenece el actual emperador,
ha ocupado el trono en el largo transcurso de veinti-
cinco siglos, ejerciendo sus representantes el poder, con
mas o menos gloria. Pero la autoridad del mikado, antes
absoluta i única, fué dejenerando por delegación paulatina,
en épocas relativamente modernas, o por compresión de
fuerzas estrañas i adventicias, hasta quedar reducida a
una forma espiritual sin eficacia positíva. Los ajentes
ejecutivos del soberano, a los cuales confiara el poder
militar para sofocar rebeliones o suprimir las luchas
intestinas entre daimios rivales, le arrebataron el mando
efectivo i bajo el nombre de taikun o shógoun constitu-
yeron, a la sombra de la voluntad soberana aniquilada,
el verdadero gobierno, creando una nueva nobleza al
lado de la antigua i un ejército de capitanes i caballeros,
a cuyo cargo estaban todos los empleos de la adminis-
tración. Bajo el nuevo réjimen, tanto como bajo el anti-
guo, el pueblo era feliz, justo es decirlo, por el gobierno
paternal de los señores feudales.
Ciertos nobles i daimios de lejítima estirpe, si bien se
mantenian en paz, no consideraron jamas cosa juzgada
el poder de los usurpadores, a lo menos en su fuero
interno, a pesar de la consagración de ese poder hecha
por el mikado, a quien las circunstancias obligaron a
reconocerlo.
A estas causas de malestar venia a añadirse un jér-
men de carácter grave i de raices remotas sin actuación
— 588 —
por el momento pero capaz de dar en ocasión propicia,
una bandera de formidable influencia contra quien repu-
diara la tradición i las enseñanzas de la historia, por
razones que los acontecimientos podían enjendrar, como
sucedió en efecto.
Los portugueses primero, en 1542 i los holandeses
después, se habían introducido en el Japón. San Fran-
cisco Javier en 1549, llevó las primeras misiones cris-
tianas i las instaló, con la tolerancia, debe suponerse,
de los nativos, como lo muestra el envío de una emba-
jada japonesa ante el papa, treinta i cinco años mas
tarde, durante el dominio del poderoso daimio o shó-
goun Hideyoshi, mas conocido bajo el nombre de Taiko.
La embajada a su vuelta no debió traer, no obstante
las buenas disposiciones manifiestas, noticias ni impre-
siones muí satisfactorias, cuando a raíz de su regreso se
inició una terrible persecución a los cristianos, siempre
bajo el gobierno del shógoun Hideyoshi, dando por
resultado la espulsion o la matanza de los existentes en
el país, seguida de análogas hostilidades contra todos
los estranjeros, cristianos o disidentes.
De esta manera cincuenta años mas tarde no existían
en el territorio del sol naciente mas europeos que los
holandeses, consagrados a su exiguo comercio i pasando
por penosas dificultades.
Las medidas terribles contra los^ cristianos no tenían
sin embargo por causa intolerancias relijiosas sino razo-
nes de estado no destituidas de fundamento.
El cristianismo en los países de credo diferente, es
agresivo contra las instituciones, por la naturaleza de su
doctrina que predica la supremacía de la conciencia relí-
jiosa cristiana con relación a todo vínculo humano, la
creencia en una divinidad invisible i el sacrificio hasta de
la vida en homenaje a la fé. Por donde las misiones cris-
tianas en realidad predicaban al japones creyente en la
divinidad del mikado, el abandono de esta creencia i en
consecuencia, la rebelión política i la rev^olucion social.
Así ha procedido el cristianismo intolerante en todas
partes i su misión de paz en teoría, ha encendido las
guerras mas sangrientas de la tierra, por ser misión de
— 589 -
paz solo en el nombre i de conquista e imposición en
realidad.
La repulsión al cristianismo en nombre de la defensa
nacional) estendida por analojia al estranjero, tenia los
caracteres de una doctrina, de un principio nacional i
antecedentes sellados con hechos inolvidables.
Cuando fueron conocidas en el Japón las victorias de
los ingleses en China, allá pon el año 1842, una parte de
la nobleza responsable del gobierno, comenzó a pensar
en la imposibilidad de mantener al pais en su aislamiento
i por consiguiente, en la necesidad de obtemperar, en un
tiempo mas o menos próximo, a las exijencias del occi-
dente, cuyas armas tenian un poder incontrastable.
Dos partidos se formaron entonces : uno sosteniendo
las leyes sagradas, la tradición, los principios fundamen-
tales del imperio; el otro doblándose a la imposición de
los tiempos i acatando a mas no poder, al estranjero. El
mikado permanecia neutral, pero alguna vez debia tomar
su partido. Pudo tener el apoyo de la inmensa mayoría
del pais inclinándose a los conservadores, para caer con
ellos seguramente, al fin del tiempo, en una lucha contra
las leyes sociolójicas ineludibles de esta época ; pero no
se atrevió a tentar la aventura de oponerse a sus te-
nientes, ya poderosos, con buenos ejércitos i buenas
armas.
Norte américa- habia obtenido ciertas concesiones de
los shógoun imperantes, quienes pagaron con su vida su
pecado, asesinados por el partido conservador. Mas
tarde otras potencias europeas conseguian participar de
las concesiones, en cambio de su apoyo al partido refor-
mador i con tal motivo, los asesinatos se multiplicaron i
el Japón entero leia las ardorosas proclamas de los con-
servadores invocando las leyes eternas de la patria. Los
shógoun habian firmado tratados abriendo ciertos puer-
tos al comercio estranjero, mas el mikado era ajeno a
estos arreglos, o a lo menos no habian ellos recibido su
sanción.
Las potencias concesionarias no entendian, sin em-
bargo, que faltara nada a la seriedad del compromiso i
siguiendo el consejo de Lord Palmerston, al reclamar
— 590 —
su cumplimiento sin dudar de su lejitimidad, apoyaron al
gobierno signatario i te dieron enerjia para obligar ai
mikado a ratificarlos como lo hizo, aun cuando ello fué
con el dolor de su alma i llorando su infortunio. £1 anti-
guo réjimen cayó. El mikado recobró de este modo la
autoridad efectiva; la reforma de las leyes restrictivas
se impuso; desaparecieron los shógoun i los señores
feudales; los bienes de la 'nobleza fueron a manos del
estado; el mikado se llamó emperador; los daimios.
shógoun i taikunes se convirtieron en gobernadores de
provincia i el fin de este siglo XIX ha visto surjir en el
estremo oriente una nueva organización constituciona}
con sus tres ramas esenciales: el emperador, descen-
diente de una dinastia veinticinco veces secular, asistido
por un ministerio a la europea i un consejo privado ; el
poder lejíslatívo con su senado de príncipes, pares i
nobles, i su cámara de representantes de onjen mas o
menos popular; el judicial con sus jueces, tribunales i
su alta corte.
El movimiento político i administrativo del pais obe-
dece a una constitución que consagra el réjimen es-
puesto i a un conjunto de leyes adaptadas a la nueva
organización del gobierno.
¿Serán ahora los japoneses mas felices que bajo el
réjimen anterior? No lo creo; pero no podian sustraerse
a las leyes de las sociedades actuales. ; No hai respon-
sabilidad ante lo inevitable!
El lujo i el exeso de los objetos destinados a satisfacer
necesidades ficticias, producto de una industria afanosa
i forzada, ha traído el agrio malestar de la humanidad i
esa lucha feroz no por la vida, como lo consagra la
espresion moderna, sino por la notoriedad i el predo-
minio. Las necesidades reales de la vida tienen poco
territorio en la guerra sin cuartel de nuestras sociedades
cultas. ¡El mundo bajo tales influencias se ha vuelto
triste i desgraciado!
— 591
IX. — RELACIONES SEXUALES — PROSTITUCIÓN
Son los japoneses mas enamorados que lúbricos ; lo
hemos visto en su poesía i lo podemos corroborar en su
vida diaria. Fuera de las relaciones sexuales autorizadas
por el matrimonio, existen las privadas, las secretas o
clandestinas perseguidas por la autoridad i las conoci-
das, toleradas i reglamentadas por la lei, en fuerza de la
imposibilidad de suprimirlas.
Son privadas las relaciones sexuales en el seno de las
familias cuando no media el vínculo matrimonial i consti-
tuyen una especie de prostitución limitada cuyo oríjen es
el amor, el interés o la necesidad. Una joven hija de
familia viviendo en la casa paterna, acepta a veces un
amante por un tiempo mas o menos largo, con la tole-
rancia de sus padres. La joven en este caso conserva su
recato en cuanto lo permite la irregularidad de sus actos,
i guarda una fídelidad satisfactoria durante la vijencia de
su compromiso. "^
No predomina la lujuria en estas relaciones, a lo menos
con el carácter morboso que ella tiene entre nosotros;
se trata solo de un comercio carnal que se inspira en el
motivo de su oríjen i en esto se distinguen principal-
mente de las análogas del occidente que llevan con justo
título, el sello del vicio. Aquí no existe sino por exep-
cion esa irritabilidad enfermiza como elemento primor-
dial. Los actos no encuadran sin duda en los preceptos
de la lei moral, pero no la atropellan con marcada inten-
ción, siendo propiamente la resultante de un compro-
miso, un trabajo, podría decirse, inherente a cierto estado
angustioso de la vida, que no mancha las almas. ¡ En
ciertas penurias todo capital debe dar un interés ; esa
es una lei de la naturaleza social ! La diferencia entre tal
estado aquí con el semejante de nuestra civilización, salta
a la vista del observador menos penetrante en materias
sicolójicas.
No vaya a concluir el lector de este dato, que en todas
o en muchas familias del Japón sucede lo apuntado ; no
señor ; mas bien, con relación al número de habitantes,
— 592 —
el hfcho es exepcíonal. Las jóvenes que proceden así
no son calificadas de prostitutas como no lo son en Eu-
ropa o América las mujeres que tienen un amante, aun
cuando lo cambien, si no lo hacen con marcada fre-
cuencia.
Las relaciones secretas o clandestinas tienen lugar con
las mujeres no inscritas i perseguidas por la policía; i
las toleradas con las mujeres legalmente autorizadas
para ejercer la prostitución.
Bajo diversos puntos de vista las mujeres de placar,
como se las llama, se dividen en tres categorías:
Las Jij^oku — mujeres sin licencia.
Las Shogii — meretrices, prostitutas.
Las Gueshas — bailarinas i músicas, teóricamente
castas i puras.
♦
Contra las primeras la autoridad ha tomado siempre
medidas severas que han ido hasta la confiscación dt
bienes i la prisión con cadenas, considerándolas como
un peligro social i con razón. Ellas representan abora
a las antiguas corredoras de calle que cuando se enfer-
maban iban a remediar la destrucción de sus facciones
en una casa llamada Yotaca-ya, de donde les vino el
nombre que al trasmitirse se ha convertido en jigoku;
allí las pintaban les llenaban con cosméticos las úlceras
i pérdidas de sustancia i estas infelices así preparadas,
salían a buscar fortuna i a esparcir el mal venéreo en la
población. Las sorprendidas en delito eran conducidas
a los Yoshiwaras, barrios determinados, i obligadas a
ejercer su oficio en condiciones reglamentadas. Se en-
cuentra este jénero de prostitutas en las casas de te,
de comida o de venta de cualquier cosa, disimulándose
un comercio con otro.
- 593 —
Las shogii o mujeres patentadas no pueden ejercer
sino en un Yoshiwara (esta palabra era el nombre anti-
guo de un barrio de Tokio, llamado así en razón de los
juncos que en él crecían i en el cual fueron confinadas
tiempos atrás, las meretrices clandestinas, ahora aplicado
solamente a ciertos parajes i edificios donde viven las
tíiujeres inscritas, en sociedades organizadas i regla-
mentadas).
En Tokio hai varios Yoshiwaras; diré solo sobre el
principal cuanto el lector necesita saber para su instruc-
ción en la materia. Por sus casas, sus calles i sus jardi-
nes, el Yoshiwara mas renombrado es el mejor barrio
tal vez de Tokio. Vale el terreno en aquel paraje cuatro
tantos mas que en cualquier otro. Hai innumerables
casas de té i grandes institutos de tolerancia. Se dividen
estos en dos categorías: los mas lujosos no se diferen-
cian de cualquier casa de jente rica i apenas si se ve
desde la calle una musmé paseando en sus jardines, pa-
tios i corredores; los otros presentan en su frenfe una
especie de jaula angosta i larga donde se exiben las pu-
pilas, vestidas de gala, pintadas i risueñas, sin hacer
presiones sobre los pasantes ni solicitar su visita. AlH
están sentadas, quietas, silenciosas por lo jeneral, fu-
mando, calentándose las manos i mirando la calle por
entre las rejas hasta que son requeridas del interior.
No hai apariencia ninguna de inmoralidad i el que no
sabe el objeto de semejante feria, solo encuentra estraño
el espectáculo.
£n cada instituto hai una o un jerente i varios funcio-
narios : porteros, sirvientes, etcétera. Los i las jerentes
son, se dice, de una crueldad terrible i esplotan escanda-
losamente a sus víctimas ; sin embargo éstas no tienen
aire de tales i algunas confiesan ser tratadas de un modo
paternal i afectuoso.
La imajinacion puede crear leyendas o romances, con-
flictos o trajedias en el interior de estas casas, pero solo
por exepcion acertarán a señalar hechos reales.
Los crueles tratamientos, las pasiones poéticas que
concluyen con el matrimonio, los suicidios por remordi-
miento o por no poder soportar la vida deshonrosa, son
Por mares i Por Herrai ^8
— 594 —
hechos reales pero raros, aun cuando los romancistas
los hagan frecuentes i comunes.
A estar a mis informes debo decir que en el gran
Yoshiwara de Tokio i en su símil de Yokohama, las ha-
bitaciones son grandes i aseadas, la comida de las pupi-
las sana i abundante i los vestidos a satisfacción de ellas.
Naturalmente el precio asignado a todo ello no guarda
la proporción equitativa; es dos, cuatro, diez, veinte
veces mayor que su valor efectivo; pero ¿dónde, en
análogas situaciones no sucede lo mismo ?
Viven en los Yoshiwaras ciertas celebradas bellezas
en condiciones especiales; tienen piezas alhajadas con
lujo, sirvientes, buena mesa i por añadidura, la dorada
juventud de la ciudad suspirando a sus plantas. Rilas
enseñan el arte a sus pajes femeninos o sus compañeras
menores, adscripias a su servicio ; se pintan de negro
los dientes, como un privilejio; las otras no, i por eso
estas se llaman dientes blancos, distintivo que significa
inferioridad. ¡Todo es convencional en este mundo!
— ¿ Cómo reclutan su población los Yoshiwaras ? —
Por medio de un contrato en toda forma sobre dinero
prestado. La musmé declara haber recibido i el jerente
haber entregado la suma de que debe ser reem-
bolsada en el término de (tres años por lo común)
afectando al pago las ganancias de la joven, las que se
dividen para el objeto i la atención de otras necesidades,
en varias partidas ; un fondo amortizante, una renta
para el Yoshiwara, una cuota para la policia, otra para
sufragar los gastos de alimento i vestido, i una suma
(mínima) que la musmé retiene para sí.
El contrato se halla garantido por la conformidad de
los padres de la joven, la intervención de la policia i la
firma de las partes contratantes. Se espresa en él dete-
nida i minuciosamente todos los casos i continjencias
que pueden sobrevenir durante su vijencia, tales como
enfermedades, resistencias de la joven, abandono de la
casa, rescisión, traslación a otro Yoshiwara i varias
otras previstas o sospechadas apenas.
La musmé se compromete a servir con buena volun-
tad los intereses del Yoshiwara, i los directores de
— 595 —
éste a mantenerla, vestirla, alojarla, cuidarla. La suma
prestada va a poder de los padres de la niña; esta
puede recobrar su libertad pagando la deuda antes del
vencimiento del plazo, pero en condiciones odiosas.
Ocurre como regla que al fin del contrato la musmé está
tan endeudada como al principio i se vé obligada a reno-
varlo. La shogii no puede salir del Yoshiwara sino con
permiso especial i en casos graves; desgracias de fami-
lia por ejemplo!
Aparte de las cláusulas del contrato, pesa sobre las
partes una reglamentación policial minuciosa hasta el
exeso, previsora en lo posible, precavida i toda ella
tendente a protejer a las pobres jóvenes contra las inde-
bidas exacciones de sus patrones, sin lastimar los dere-
chos de estos. Allí están marcados los trámites necesa-
rios para entrar en el gremio, los requisitos que deben
llenar los solicitantes, las obligaciones de los contra-
tantes, las contribuciones o impuestos policiales i cuanto
humanamente es posible ordenar a priori i con carácter
general.
Las causas por las cuales una musmé entra en tan
penoso ejercicio, son varias, pero entre ellas hai dos
principales: la miseria i el contagio de imitación que
desarrolla las tendencias orgánicas cuando existen. La
beneficencia, el amor filial, el abandono de un primer
amante, la orfandad, son causas poco frecuentes o exep-
cionales i algunas dudosas. Por ejemplo, el deseo de
socorrer a los padres viejos i achacosos parece patente
en el hecho de ser éstos quienes reciben el dinero; sin
embargo, dada la sumisión de los hijos hacia sus jenito-
res, mas natural es creer en una imposición de los padres
que en un espontáneo sacrificio de las hijas quienes, al
entrar en un Yoshiwara, ellas lo saben, quedan mancha-
das para toda la vida.
Pueden las musmés del Japón como las niñas de otros
países aceptar una desgracia pero no. buscarla. Así, la
policia, de diez peticiones rechaza nueve, aun cuando los
solicitantes aleguen buenas razones en su presencia i la
musmé manifieste su buena voluntad, lo que hace
siempre con los ojos clavados en el suelo i dejando ver
— 596 —
los signos de la angustia en su cara, mientras el oficial
público la interroga.
Conservo entre mis papeles todos los documentos po-
liciales relativos a esta materia i un ejemplar de los con-
tratos.
Componen las gueshas la clase más simpática entre
las tres en que se dividen las mujeres de vida liviana. Son
lindas, graciosas, bien educadas, ñnas i llenas de atracti-
vos. V^iven en grupos a cargo de un empresario o tutor.
Se las elije cuando son criaturas i mediante contrato con
los padres, quedan a cargo de los empresarios, quienes
hacen su educación enseñándoles el baile, la música i
buenas maneras; adiestrándolas en una palabra, para su
futuro oficio!
Van a las casas particulares de lujo donde amenizan las
fiestas i asisten a los establecimientos públicos para
cantar i bailar durante las comidas, haciendo decente-
mente las delicias de los invitados. Para conseguir su
asistencia se necesita el permiso del tutor respectivo.
No andan solas sino en grupos de dos a lo menos i
sometidas a una recíproca vijilancia. Son teóricamente
castas i antes eran siempre vírjenes, según dicen. Ahora,
mediante permiso, ceden a las instancias de sus adora-
dores i hacen con ellos vida marital por horas, por días
o por meses i aun por siempre, casándose. Ser amante
de una guesha celebrada es un honor muy disputado.
X. — ENTIDAD MORAL DE LOS JAPONESES
Hace mucho tiempo que las ciencias esperimentales
han demostrado la existencia en el hombre de dos facul-
tades síquicas fundamentales, siendo las dos por si solas
constitutivas del ser moral: la intelíjencia i la sensibi-
lidad.
La voluntad tenida en grande honor antes, hasta ha-
ber sido proclamada por algunos filósofos un atributo
~ 597 —
igual en su esencia al del mismo Dios, no es sino un de-
rivado, una consecuencia, un resultado de los impulsos
sentimentales e intelectuales. Así, estudiando las dos
ramas en un ser moral se llega a su total descripción;
pero no aplicaré el enunciado a mi estudio sobre los
japoneses porque eso importada en realidad propo-
nerme hacer un tratado de sicolojia. Me serviré pues
solamente de la división para introducir cierto método
en mi diseño.
La intelijenda de los japoneses, en mi opinión, se
pre^a mas a los desenvolvimientos concretos que a la
jeneralizacion i es por lo tanto, mas minuciosa que tras-
cendente, sin que esa calidad afecte su estension, pues
como lo muestran sus obras, ella recorre cómodamente
el espacio comprendido entre las transacciones filosóficas
i las nociones rutinarias de los actos casi inconcientes.
Su sensibilidad, es decir la otra rama de su alma, no
cabe dentro de ningún cuadro analítico clasificado en
nuestra escolástica, ni corresponde a un tipo definido,
juzgándolo por los hechos visibles que ella enjendra. Es
en cierto punto contradictoria ; corresponde a un esta-
do transitorio i representa la mezcla de los dictados pri-
mitivos con los de una cultura delicada. Los japoneses
son buenos podria decirse en jeneral, apreciando sus
sentimientos, pero mirando ciertos hechos, su dulzura
para con los animales por ejemplo, i su crueldad para
con sus enemigos en la guerra o en los antagonismos
intestinos, se encontrará que la calificación es deficiente
o exesiva; pues la bondad japonesa no encuadra neta-
mente en la calidad designada por esa palabra en occi-
dente. No es una bondad franca, suelta desabrochada,
plácida, cómoda, desprovista de relaciones, uniforme,
independiente de toda convención de circunstancias !
Va en las palabras anteriores cuánto puedo decir en
estracto i con referencia a una fórmula capaz de abarcar
los hechos correspondientes a las facultades fundamen-
tales en un cerebro japones, pero puedo ilustrar la
— 598 —
materia señalando particularidades de carácter complejo,
unas veces de onjen primordial i simple, otras que d
lector atribuirá al sentimiento o al pensamiento, seg^un su
conciencia o dejará sin calificación, apartándose así de
las líneas divisorias trazadas, cual yo lo haré al presen-
tarlas, siéndome mas cómodo hablar de cómo procede el
hombre, que de la manera con que lo hace cada una de
sus dos facultades.
Tomemos este hecho : Un japones se encuentra herido
en su honor, mata a su detractor i en seg^uida se abre
el vientre.
Tales actos son condenados por la leí moral; no obs-
tante muestran pundonor, valentia, enerjia i tal respeto
por la opinión pública i el propio decoro, que en virtud
de su influencia el ájente es compelido a cometer volun-
tariamente el acto heroico de sacrificar su propia vida
de la manera mas terrible i dolorosa.
En efecto, entre pegarse una puñalada en el corazón
i rebanarse el vientre, para elejir el segundo modo de
suicidio se necesita tener el máximum de temple humano.
La abnegación del suicidio tras del asesinato lava toda
mancha i deja el nombre i el honor del caballero intacto.
Todas las razones i pasiones puestas en juego en este
caso, serán erróneas i mal encaminadas, como lo son
las preocupaciones i el exesivo valor atribuido a las
convenciones sobre el punto de honor, pero dada su
existencia, el hecho de matar creyendo vengar la propia
reputación i suicidarse acto continuo, es una brutalidad
heroica, admirable i admirada, en la cual la nobleza
corre parejas con la mas acendrada consideración de sí
mismo; i el hombre capaz de cometerla es capaz de
cualquier otro heroísmo mejor o peor inspirado.
He sido varias veces impresionado por el valor de
sufrir i la firmeza para aguantar el dolor de parte de los
individuos pertenecientes a ciertas razas: los paragua-
yos, los correntinos, los indios, los chinos i los japone-
ses se parecen en esto. Yo he practicado operaciones
cruentas a soldados paraguayos, sin anestesiarlos i no
les he oido un solo quejido. La aptitud para soportar
el dolor físico { será correlativa con el comunmente
— 599 —
llamado desprecio de la muerte? Yo no creo en seme-
jante desprecio, pero indudablemente los signos de
adherencia a la vida, i debe creerse por tanto, la adhe-
rencia real, no son iguales en las diversas razas.
Examinando atentamente los hechos i las manifesta-
ciones enjendradas por el fenómeno muerte i sus conse-
cuencias forzosas, en las costumbres japonesas, he
llegado a formarme una idea cabal del modo como tal
desgracia se halla representada en su conciencia, a
mi juicio.
No desprecian ellos la muerte, pero no le tienen
horror. Por consiguiente consideran la vida como un
bien, pero no mas estimable que todos los otros; que la
conservación del honor, por ejemplo. La muerte para
ellos no es terrible sino desagradable, a veces en sumo
grado. No les gusta hablar de ella, renovar el pesar que
causa la de los parientes i amigos, ni empeñarse en lar-
gas ceremonias fúnebres ; prefieren borrar cuánto a ella
se refiere, no de la memoria sino del sentimiento. El
muerto cambia de nombre, se convierte en otro sujeto i
así vive en el recuerdo de la familia, sin causar amargu-
ras ni desesperaciones; es un individuo nuevo, grato a
los vivos, que habita otro pais. No se habla de él a lo
menos con los estraños, en forma dolorida i la sonrisa
que según los filósofos japoneses, es la fortuna de su
raza, no es mal mirada en los labios de un deudo cuando
se vé obligado a conversar a cerca de la defunción de
sus parientes. En efecto, la cortesia, inseparable del
trato de estas jentes estraordinarias, exije no aflijir a los
estraños con las muestras del propio sufrimiento. Las
penas en el Japón son hechos sujetivos, internos i no
entran en el comercio social ; la vida es corta, todos lo
saben, i a qué desolarse entonces por lo irremediable ?
Esto entre nosotros es una teoria o una frase; entre
ellos es un sentimiento radical fundamental, constitu-
cional, que actúa con toda naturalidad como una función
orgánica.
Permanente, habitual, no finjida la cortesia sino innata
en el japones, representa su bonhomia nativa, es la espre-
sion de sus sentimientos de beneficencia. Ser agradables
— 600 —
para ellos es un del>er; mostrarse contentos aun cuando
sufran, una rama de la hospitalidad, un agasajo debido a
los semejantes, un lujo de su vida muchas veces penosa;
un tónico de su alma, la hijiene de su altruismo que ellos
cuidan como su cuerpo i su hogar, siempre limpios i
temperados.
Otro hecho sicolójico se liga íntimamente con estos
datos. Para un japones todo hombre encolerizado es
simplemente ridículo, provoca la risa, es una curiosidad
divertida; i si la cólera se manifiesta en el curso de tina
conversación, el interlocutor corta el diálogo sin mas
trámite, considerando al intemperante fuera del estado
compatible con la facultad de razonar. Creo haber refe-
rido ya un hecho ilustrativo de este tópico; si así es,
incurriré con permiso del lector en una repetición: Du-
rante una conferencia diplomática entre japoneses i un
ministro estranjero, este se exaltó no sin cierta razón
por las dilaciones mui usuales en los pueblos del estre-
mo oriente. El diplomático japones, entonces, con la
sonrisa en los labios, dirijíéndose al estranjero, le dijo:
« Dejaremos este asupto para mañana si V. E. lo con-
siente» i volviéndose a su secretario añadió en japones:
« Un hombre que no sabe gobernarse no puede tratar
ningún asunto atinadamente :^.
En los antiguos tiempos, los combatientes, en los
momentos de tregua, se reunian en sitios neutrales a fra-
ternizar i componer versos, lo que no les impedia tomar
de nuevo las armas i matarse en sangrientas batallas.
Ningún japones da, espontáneamente una mala noticia
ni comienza respuesta alguna por la palabra no, aun
cuando su contestación deba ser negativa. El dia de
año nuevo el altruismo se desborda, todo el mundo ama
a todo el mundo ; los amigos se abrazan i los enemigos
se desean el mayor éxito en todo; ya lo sabemos, no se
pronuncia en ese dia la sílaba shi que entra en la radical
— ÓOI —
de la palabra muerte, i como la causa mayor de las dis-
cordias ha sido evitada (hablo del pago de cuentas hecho
antes del 31 de Diciembre, si una imposibilidad absoluta
no lo ha impedido, siendo tal costumbre de estricto rigor
para mantener la propia reputación) reina un contento
jeneral cuyas manifestaciones he descrito ya.
Los japoneses aman su tierra; son patriotas, en la
verdadera acepción de la palabra. « Amar su tierra » no
es aquí una metáfora; el amor patrio se descompone en
el amor al terreno, a la montaña, al rio, a la selva, a la
casa, a la sementera, a la familia, al gobierno, a las ins-
tituciones, a las costumbres, a todo lo que es japones en
fin, o está, o vive en el Japón.
He ahí un carácter en que los japoneses se distinguen
de los chinos totalmente ; estos no dejan traslucir sus
sentimientos de nacionalidad sino en una forma rudi-
mentaria, restrinjida, limitada a la ciudad, circuito o
comarca que habitan, cuando mas.
Por naturaleza el japones tiene amor a lo bello; es
culto i distinguido; es artista i se inspira en ideales;
mezcla la poesía a los actos de la vida diaria; se entu-
siasma por las altad concepciones i sus pasiones, negati-
vas o dominadas cuando nacen de un jérmen impuro,
innoble o maligno, se exaltan siempre cuando visan
hacia las serenas alturas del pensamiento donde mora el
honor, la gloria i el amor.
Rara vez me ocurre citar las opiniones de los santos,
pero en esta ocasión i en corroboración de algunas de
mis observaciones, no puedo dejar de estampar el juicio
de San Francisco Javier (Xavier) quien hablando de los
japoneses dice: «En tanto cuanto uno puede juzgar, los
japoneses sobrepasan en virtud i probidad a todos los
hombres de las otras naciones hasta ahora descubiertas.
Son de afable disposición, contrarios a la chicana i mui
codiciosos de los honores que estiman sobre todas las
— 602 —
cosas. El estado de pobreza es una condición frecuente
entre ellos, pero no les trae descrédito alguno, si bien
pasan penurias» (traducción libre de un testo inglesa
falta del castellano).
Con el mismo propósito citaré la opinión del viajero
Marco Polo, quien allá por el ano 1298 escribía : c Los
habitantes del Japón son blancos, civilizados, política-
mente independientes, felices e idólatras. El pais es tan
rico en oro, que el techo i los pisos del palacio del
Emperador han sido cargados con él hasta un grueso
de dos pulgadas >. (Debe entenderse: llevan una cu-
bierta de oro de dos pulgadas de grueso; pero me i m ajino
que aquí se le ha ido la mano al amigo Marco Polo).
El carácter festivo en jeneral se halla tan cerca del
trivial en el jénero humano, que a veces se confunde con
él. Los japoneses son alegres de suyo; las mujeres i los
niños tienen la risa en la boca i los hombres casi en to-
das las circunstancias de la vida, aunque feos, presentan
una cara plácida i una espresion sonriente. Son gracio-
sos i espirituales sin malignidad, pero estas calidades
amables de su índole no los convierten en frivolos. Son
lo que los ingleses llaman y«««jy^ a veces, pero muchos de
ellos alcanzan a las alturas del humour, es decir, a una
ñlosofía sarcástica, profunda i amena a la vez.
Tienen una marcada habilidad para disfrazarse, imitar
i caricaturar i sus bromas siempre desprovistas de hiél i
de veneno, no respetan sin embargo nada, ni los defectos,
ni las desgracias, ni las enfermedades que se complacen
en tomar livianamente.
Así por ejemplo, los pobres ciegos son con frecuencia
sujetos de caricatura o de narraciones divertidas que
hacen reir hasta a las mismas víctimas quienes a decir
verdad, no son tan infelices aquí como en otros países.
No se rien de los jorobados ni de los mendigos por
que son las dos especies casi desconocidas en el terri-
torio del imperio.
— 603 —
Pero ni la risa ni la broma impiden la compasión ni la
beneficencia. Algunos pobres estropeados» enfermos, lisia-
dos, paralíticos se encuentra en los caminos, sentados en
pequeñas carretas. — ¿ Qué hacen en tal caso los pasantes?
— Un acto de sublime caridad : empujan el vehículo del
inválido en la dirección de su camino, un largo trecho,
hasta encontrar un reemplazante i así pasando de mano
en mano, viaja el desgraciado por diversos puntos, donde
la caridad de nuevas jentes los socorre con su óbolo o
los alimenta.
Los ciegos en el Japón gozan como ya lo he insinuado,
de una relativa felicidad; ganan su vida practicando el
masaje i son profesores en el ramo; durante la noche a
favor del silencio se oye su silbido reclamando ocupa-
ción u ofreciendo sus servicios.
No aplica el japones solamente a sus semejantes sus
sentimientos de piedad; los estienden también a los ani-
males. Atar perros i dejarlos ahullando toda la noche es
una barbaridad desconocida en el imperio. Martirizar,
matar animales, son actos repudiados, condenados i rarí-
simos. Quitar la vida a un buei o a una vaca para comer
su carne, es un hecho contrario al sentido común ; « ¿ por
qué sacrificar animales tan útiles i tan buenos?» se dicen
i prefieren no comer carne de tales reses. Pero no llevan
su conmiseración hasta privarse de los placeres i de las
ventajas de la caza i de la pesca incurriendo así en una
contradicción perdonable so!o por tratarse de animales
salvajes i si no cazan bueyes ni vacas, es porque no hai
en el pais ganado vacuno arisco; los bueyes existentes
son mansos aradores i las vacas, madres de familia hones-
tas i lecheras.
Podría llamarse el Japón el paraíso de los niños; se les
cuida, se les agasaja, se les regala i jamás se les castiga ;
las madres reprenden a sus hijos razonando i así la dul-
zura natural del carácter de estos i la dosis de felicidad
con que vienen al mundo las criaturas, no se altera. Ni la
escuela siquiera es para ellos un tormento ; en ella jue-
gan, gozan i aprenden. La profesión de maestro, tan
— 604 —
odiosa en todas partes, aquí está llena de satisfacciones ;
los niños adoran a sus preceptores, los respetan i llevan
su cortesia nativa i la aprendida en su corta esperíencia,
hasta el punto de no distraerse en las lecciones i prestar
una obsequiosa atención. Cualquier signo de aburri-
miento en un niño en clase lo desconceptúa en la opinión
de sus compañeros, aun cuando no le procure penitencias
ni reprimendas.
Pero el hecho mas curioso, observado por todos los
viajeros i estampado en sus libros, es el siguiente : los niños
del Japón no lloran, no saben llorar; a lo menos no se
les oye ni se los ve llorar jamás. Debe haber en esto
escepciones individuales i de circunstancias porque el
llanto por el dolor físico en la infancia siendo tan natural,
ningún atavismo creo, puede llegar a suprimirlo entera-
mente. Sin embargo, el hecho visible es el apuntado.
He estado en las escuelas infantiles donde hai quinientas
o mas criaturas; he visto a varias caerse, perder en sus
juegos, golpearse, pero no he visto llorar a una sola de
ellas. Lo único que se oye en los recreos, o en cualquier
reunión de niños, es la risa alegre, brillante, aguda i
espontánea.
Otra costumbre muestra tal delicadeza i ternura de
sentimientos i tiene una influencia tan adorable en la
educación, que el solo narrarla conmueve i entUvSiasma.
A la puerta de los templos hai una vieja con una jaula
llena de pequeños pájaros; un niño llega con su mamá o
su hermanita, da un cobre a la vieja i pone en libertad
uno de los pajaritos dando gritos de alegría al verlo
tomar el vuelo hacia los cielos. Esa es la ofrenda que
los niños presentan a sus dioses.
{Hai en la tierra delicadeza mas esquisita de senti-
mientos, acto alguno de mas profunda, intensa, refinada
moralidad? ♦
I Qué pueblo civilizado presenta en sus códigos i há-
bitos de educación un rasgo análogo ?
— 605 —
Tan poéticas como esta i tan nutridas de revelaciones
tiernas i suaves son otras costumbres, no ya de los niños
sino de los adultos. En ciertas épocas del año escriben
versos o renglones de prosa, o dibujan ñguras en plati-
llos de laca, haciendo que la frase, palabra o pintura de
cada uno corresponda a las de otros de una serie mas o
menos grande. Así preparados, sueltan los platillos en
la corriente de un riacho o canal; los recojen luego
aguas abajo, los juntan por orden, según van llegando
i descifran el significado de sus leyendas o figuras combi-
nadas.
Adoran los aficionados este inocente juego i hacen
intervenir los avisos, noticias o pronóstico que de él
resultan, en la dirección ulterior de su conducta, res-
pecto principalmente a sus jestiones amorosas.
Grullas adiestradas reemplazan a veces a los plati-
llos i llevan con toda discreción la correspondencia,
colgada a su cuello, a través de los aires, dando gritos
alegres con su timbre peculiar.
Cuando llega la fiesta anual del matrimonio de las
estrellas, escriben versos en pequeñas hojas de papel
i las cuelgan en las ramas de los árboles en flor, en honor
de dos amantes que según la leyenda, fueron convertidos
en dos estrellas i lanzados en el firmamento separándolos
por la via láctea. Una vez por año, durante la noche, los
pájaros hacen un puente sobre las nebulosas en el cual
las dos estrellas amantes se juntan, pero para eso se
necesita que el cielo esté claro ; si está nublado, los pája-
ros no abandonan sus nidos ni forman el puente con sus
alas. A obtener como un favor de los dioses que la
noche sea estrellada responde la ofrenda de los versos,
siendo las hojitas de papel dobladas que las mujeres
arrojan al aire destinadas a transformarse en pájaros
i a prestar su concurso para formar el puente entre los
dos hemisferios del mundo.
Hasta hace poco los poetas japoneses se reunían en
una especie de glorieta situada en la cumbre de una
colina en cierto dia del ano (15 de agosto) a componer
versos en favor de la dinastia reinante ; el hecho no por
tener los aspectos de un acto de cortesanos, deja de ser
- 606 —
una consecuencia de laa costumbres dulces i amables de
estas jentes bondadosas i soñadoras. Aun subsisten las
reuniones, creo» por los dat09 que da en su estudio
sobre la poesia el folleto cuya traducción ñgiira en paji-
nas anteriores.
Con tales elementos de educación trasmitidos de ante-
pasados a descendientes i fomentados desde la cuna
hasta el sepulcro, nada estraño tiene que se haya for-
mado un pueblo afable, cortes, tolerante, sentimental,
artístico i de gustos retinados ; amante de lo bello i de
lo bueno, jenuinamente honrado i estimable bajo todo
punto de vista.
Puedo citar entre los hechos característicos, este mui
singular : frecuentemente un padre entrega su fortuna
al hijo mayor convirtiéndose en pensionista por el resto
de su vida i encargándole el cuidado de la familia; i no
hai ejemplo de que el hijo así favorecido, haya faltado
a sus deberes.
Los pueblos del occidente no presentarán sin duda,
muchos hechos de este jénero, siendo en ellos por el
contrario comunes i repetidos los abusos mas cobardes
i vituperables en circunstancias análogas.
Viene bien recordar en este sitio lo ya insinuado en
otras pajinas: el sacrificio espontáneo de los hijos que no
elude siquiera el de la honra, de parte de las mujeres, quie-
nes, aun cuando el caso no sea frecuente, se prostituyen
para procurar el bienestar o el alimento a sus padres
viejos i achacosos.
Son por regla jeneral odiosos i odiados, los suegros,
en todo el mundo ; no se les escatima burla diatriba ni
mal tratamiento i cuando mejor parados salen, llevan
encima la caricatura, la sátira, el refrán denigrante o la
anécdota ridicula. Pues bien, los japoneses estienden su
tolerancia hasta venerar i amar a sus suegros. Verdad
es que un suegro en el Japón es un padre, i un yerno, un
hijo adoptado, querido i protejido.
- 607 —
En nada se muestra mejor la superioridad de alma que
en la tolerancia relijiosa. Ya he tocado este punto en
mis notas, pero he olvidado hacer resaltar el hecho con
una simple comparación. Un cristiano comete pecado
aceptando siquiera la existencia de un ídolo ajeno i no
se permitiria adorar i ni aun considerar al Buei Apis, a
Buda o a Júpiter Olímpico. Un japones shintoista es menos
esclusivo; no caerá en la tentación de someterse a los
dioses de otros pueblos, pero los tratará con la cortesía,'
respeto i distinción debida a estranjeros ilustres. El cris-
tiano fanático falta a su deber si no odia a los dioses
paganos i a sus creyentes herejes; el japones shintoista
no odia a nadie por causas relijiosas i consagra, con su
acatamiento a las creencias distintas de la suya, la mas
absoluta, amplia i civilizada libertad de conciencia.
Por eso las confesiones agresivas e intolerantes, cuyo
prototipo es la confesión católica, apostólica, romana,
encuentran en el Japón el mas terrible enemigo a su pro-
paganda, no en una violenta oposición, sino en una ama-
ble indiferencia de incontrastable fuerza.
Otra de las características japonesas es su amor a la
libertad ; este se consagra en la práctica de toda su vida
esterna i familiar.
Han sido libres aun siendo esclavos, porque el réjimen
feudal en el imperio fué mas bien un patriarcado bajo
cuyo dominio los subditos vivían felices.
Las muestras patentes de esta libertad se ostentan,
siquiera sea en una forma indirecta, en mil detalles pri-
vados i sociales. No usan botones ni ojales en sus ves-
tidos, en oposición a los chinos que ponen un botón con
cualquier pretesto en cualquier parte, hasta en sus go-
rros. No les gusta nada que los prenda i sujete. Su ropa
es amplia, suelta, cómoda, económica, uniforme. Sus vi-
viendas son abiertas, deleznables, transportables, frájiles,
de muros corredizos, poco durables como la vida de sus
habitantes, sin pretensiones, no como los palacios euro-
peos hechos de piedra i propios para resistir mil años
\
— 608 —
cuando sus dueños apenas cuentan con el día presente.
Su casa no los ata a la tierra ; no hai en ella muebles
qur incomoden e impongan servidumbres.
Las mujeres no tienen joyas^ ni exijencias ni recursos
de mal jénero como las nuestras, para dominar a sus ma-
ridos. La mujer considerada bajo el punto de vista bio-
lójico es nativamente escandalosa, o a lo menos, si la
afirmación parece mui dura, poco temerosa del escán-
dalo, por falta de prudencia; lo provoca con facilidad
i lo acepta sin repugnancia. Un hecho umversalmente
observado sirve como de fórmula para corroborar esta
añrmacion, hecho efímero en apariencia pero continente
de la vida mental de la mujer en su esencia: todo hombre
casado del occidente sabe por ejemplo, que cualquier
discusión con su mujer en vís(>eras de asistir a una
recepción, baile, fiesta, comida u otra reunión socialmente
ineludible, debe serle en absoluto prohibida si quiere
mantener su compromiso i no quedar en mal punto de
vista ante sus invitantes, por cuanto, la mas adorable de
las esposas, a la menor contradicción, declara que no vá
a la reunión, aun cuando faltar a ella traiga graves conse-
cuencias i muestre al publico las disidencias de familia.
Por eso todo marido previsor no debe aceptar ni pro-
mover discusiones en las vecindades del dia en que
él i su mujer deban cumplir juntos alguna obligación
social. Las mujeres de occidente tienen como un torni-
quete, la amenaza del escándalo para dominar a sus ma-
ridos ; en el Japón la aplicación de ese instrumento a la
vida conyugal no ha estado jamás en moda. Allí las mu-
jeres dominan a sus maridos por la sumisión i el cariño
i tales medios, necesario es no equivocarse, no nacen de
las leyes ni de la situación relativamente inferior de la
mujer, sino de la índole dulce, del carácter acomodable
del bello sexo japones. Dispensen ustedes la digresión!
Salvo la vajilla del té (una institución aquí) la usada
en las comidas de una familia japonesa, es de una sen-
cillez adorable i unas cuantas tazas, unos platos peque-
ños i un juego de palillos, la constituyen.
Todo esto es una muestra i una prueba de libertad !
Un japones puede morirse en cualquier momento sin
— 609 —
la amargura de dejar valores que el amor al lujo o a
una comodidad escepcional haya convertido en objetos
preciosos para la vida.
Practican la hijiene del alma trabajando por mantener la
placidez de su espíritu, como mantienen la de su cuerpo,
bañándose en agua caliente, en público, en grandes
locales, en comunidad de sexos sin que el pudor sea un
obstáculo para la purificación de la piel desnuda.
Aman las diversiones por el bálsamo que derraman
en los sentimientos i en la mente, i su habilidad para
inventar juegos inocentes i entretenidos, no tiene límites.
Algunos de sus llamados juegos de paciencia son verda-
deros problemas de mecánica que revelan grandes apti-
tudes. Los japoneses son ademas eximios prestidijitado-
res i acróbatas. El arte de hacer volar papelitos doblados
como mariposas, juntarlos en el aire, hacerlos entrar
hasta el fondo de una vasija, sacarlos en seguida al soplo
de su abanico i dirijir su revoloteo en infinitos i estraños
jiros, responde a un talento manual maravilloso i sorpren-
dente.
Algunas de sus orijinalidades dejan de serlo si se las
examina un momento. Por ejemplo, los carpinteros
asierran en sentido inverso al nuestro ¿por qué? porque
la sierra no se doblará jamás para vencer la resistencia
si es tirada hacia el cuerpo del obrero, en vez de ser
empujada hacia el trozo de madera. El mismo uso hacen
de los cepillos, garlopas o desbastadores i cualquiera que
medite en cuánto mas fácil es remar tirando hacia sí
ios remos que empujándolos, encontrará, por analojia,
la ventaja de la modificación aplicada al uso de los dos
instrumentos de carpinteria mencionados.
Por mares i por tierras 39
— 610 —
Por fin, la industria japonesa ha encontrado el medio
de ejecutar admirables maravillas de arte, con un instru-
mental pobre i sencillo, manejado en posiciones inade
cuadas, según nuestro criterio, pues los obreros japo-
neses lo hacen todo en el suelo, amontonando o
agazapando su cuerpo junto al material de su trabajo.
¡ Los pies no quedan ociosos ; seria una falta de equidad
dejar librada la tarea solamente a las manos !
Para escribir o dibujar, también por equidad, una
mano lleva el pincel i la otra la sostiene i la asegura
tomándola del puño.
Como último rasgo señalaré su aptitud para contar
cuentos i narrar anécdotas capaces de divertir al neu-
rosténico mas nostáljico i apático de la tierra, i su habi-
lidad para dibujar, pudiendo decirse que un japones nace
i muere con el pincel en la mano. Va usted a comprar
una semilla en un almacén ; la musmé vendedora, la
acomoda en un paquete ; pero antes de entregárselo,
toma su pincel i dibuja en el envoltorio, por vía de
rótulo, la semilla contenida, el arbusto que ha de nacer
de ella, la flor i el fruto. La misma musmé si se le pide,
en un minuto bosqueja en el abanico que usted lleva
(pues siempre lleva usted un abanico en el Japón) un
paisaje, un templo o el retrato de una antigua princesa,
gratis, por pura galanteria.
La costumbre de cambiarles el nombre a las personas,
a cierta altura de la vida, es otra muestra de arte i de
previsión estética. La señorita Silfide, musmé de quince
años, está bien con su nombre, pero no está bien con el
suyo, doña Silfide, señora ya madura i de formas cua-
dradas, cuya catadura exuberante reclama un nombre
obeso : llamarle doña Oronda seria propio.
- K^ ■~.Ú'0UHi.^^^l^_BiB B _^A_
Mayo 3U a bordo del Captic. — Nada de particular ha
ocurrido en el viaje hasta hoi dia de nuestro arribo a
Honolulú. Desembarcamos i el coche mas caro que
haya pagado en mi vida (20 francos la hora) nos lleva
al Punch Bol, taza de ponche, sitio llamado así porque
representa una vasija como las que se usa para prepa-
rar esa bebida. La formación se debe a un volcan; el
centro del terreno está hundido i los materiales espulsa-
dos del cráter han hecho al rededor un reborde, conver-
tido ahora en paseo, donde se circula viendo en el fondo
de la taza un valle fértil i en contorno el mar, el campo,
las sierras de la isla que se continúan internándose a lo
lejos, la ciudad por fin, bonita, coqueta, adornada con
hojas verdes i flores de vivos colores. Honolulú es una
mezcla de pais civilizado i selva tropical salvaje ; tiene
palacios, bancos, calles bien arregladas i casas preciosas
entre jardines, grupos de palmas, almacigos de ananaes i
bananas, árboles de goma i variadas plantas de tipo
jigante.
Bajando de la Taza de Punch, tomamos un trenvia;
nos cobran, aprovechando de nuestra ignorancia, el
doble del precio, como en Paris (todas las civilizaciones
se parecen) i nos llevan al otro estremo de la ciudad
a una casa de baños de mar i hotel al mismo tiempo ; allí,
mientras nos preparan el almuerzo nos damos un baño
delicioso en una costa tranquila i de cómoda hondura
para nadar o para estarse quieto. Los gabinetes de las
casas para desvestirse i las ropas de baño están en
condiciones infinitamente mejores que los nichos i ropa
— 612 —
infecta de Trouville. Aquí las piezas son grandes i
decentes i la ropa es nueva o limpia. Hai también un
cuarto de ducha i las demás comodidades. En Trouville
no hai ducha i los cuartuchos son garitas viejas sucias»
desvencijadas i con las rendijas calafateadas con andra-
jos. Pero allí los concurrentes son mui tolerantes con
las cosas del pais.
La cultura de Honolulú se demuestra en todo i prin-
cipalmente en el exesivo valor de cada artículo, sin
escluir las frutas silvestres. La única verdadera novedad
para mi, fué la conducta estraña de un árbol de goma
quien permitió a sus ramas estendidas horizontales dar
ñlamentos verticales que cayendo a la tierra e insinuán-
dose en ella, tomaron cuerpo, se convirtieron en troncos
i dieron nuevo follaje; así un solo árbol puede abarcar
varias hectáreas pareciéndose a una inmensa catedral.
Chauvaseigne cuenta haber visto muchos de estos árboles,
pero este nuestro compañero de viaje es, a par de
alegre, mui lleno de imajinacion i tal vez haya soñado;
no obstante el hecho, tan nuevo ante mis ojos, debe ser
mui viejo i mui común. Por conservar un recuerdo de
la heterojeneidad de Honolulú, después de admirar el
árbol de goma me fui a tomar una pequeña suma en
un banco sobre mi letra de crédito i en él ¡oh sorpresa!
encontré un empleado que me conocía, había estado en
Buenos aires i hablaba español. Fraternizamos i con-
vinimos en que el mundo era mui chico !
Volvemos a tomar el vapor a las 5 p. m. i soñando-
con Honolulú seguimos viaje a San Francisco.
Junio 3. — Nos aburrimos concienzudamente ; hat
pocos jugadores al ajedrez i todos ellos juegan menos
que yo. Mañana tendrá lugar el infalible concierto a
favor del capitán i de los oficiales del vapor me
equivoco .... de las viudas i huérfanos de los marineros
muertos en su penoso servicio.
- 613 —
He leído aquí a bordo varios libros, entre ellos uno
sobre Pekin, Tokio (Yedo) i San Francisco, del conde
de Beauvoir i otro de A. H. Smith, titulado Chinese
Characteristics. Los dos confirman completa i absolu-
tamente mis observaciones i juicios i todo cuánto he
consignado en mi diario sobre los mismos tópicos ; debo
observar sin embargo, con no disimulado placer, que
en muchos puntos mi trabajo ha sido mas completo, mas
verídico i mas interesante, por la entidad tratada (hospi-
tales, instrucción pública, i otros) salva sea la modestia
mortalmente herida por esta observación.
Junio 4, — Se incendia el contenido del cuarto de
secar la ropa en el centro del buque. Apenas se hace
perceptible el humo corre la fatal frase « incendio a
bordo». Ustedes comprenden? Muerte segura si no se
apaga. Noto un fenómeno curioso; las mujeres manifies-
tan menos terror que los hombres i ninguna de ellas, ni
aun la mas fervorosa de las que se hallan comprometidas
en trabajos de coquetería, festejos i amoríos, aprovecha
tan brillante ocasión para desmayarse en brazos de sus
asiduos admiradores. Esta omisión derrama el espanto
entre los hombres, visible en los siguientes hechos :
Un francés guarda silencio ! ! !
Un noruego se queda con su vaso de wisky en la
mano sin atreverse a beberlo.
El doctor alemán i yo suspendemos nuestra partida
de ajedrez.
Pizzarello el maestro de música, deja de tararear su
última abominable romanza.
Una joven inglesa (la incluyo entre los hombres a
falta de un sexo apropiado para su estampa)
cierra por primera vez la boca i sustrae a la
contemplación de los mortales, los dos mas gran-
des incisivos que jamás exibió mandíbula superior
humana.
^ 614 —
Sin mas novedad el incendio se esting^ió por dos
razones : por la prontitud con que se procedió a sofo-
carlo i porque, señor, aun al mismo fuego le cuesta
ífuemar toallas mojadas, alfombras empapadas i sábanas
de baño destilando agua, materiales depositados en el
cuarto desp)Ufs de acomodados los camarotes i cambia-
dos los lapices i secadores de los baños.
Junio 6, — Llegamos a San Francisco pero solo
desembarcamos al dia siguiente. La travesia ha sido
mas bien agradable; la comida fué mala i el servicio pé-
simo, pero el buque muy estable ; apenas se balanceaba
aun con mar áspero. Nos alojamos en el hotel Occidental
i no bien entro a mis piezas me veo obligado á recibir
media docena de reporiers de quienes hablaré a su
tiempo ; encuentro ademas un individuo que dice haberme
conocido; habla español i ha estado en Buenos aires;
hace el papel de guia en el hotel, no obstante tener una
reputación deplorable i estar mezclado en un asunto de
chantage de los numerosos de San Francisco donde es
bastante común que ciertas mujeres se hagan seducir
por tercera o cuarta vez en su vida, inventen a los es-
tranjeros, promesas de casamiento i exijan las consi-
guientes indemnizaciones en caso de no cumplirse el
pretendido compromiso.
Junio S. — Vienen a vernos Woolfe i su señora, una
joven chilena; nos llevan a un museo privado, pertene-
ciente a un señor Sloos, especial en materia de curiosi-
dades de Alasca. Mientras examino la colección, un
venado relleno de paja i mui raro, se cae de su estante i
justamente uno de sus cuernos viene a dar contra mi
pie izquierdo, sobre el empeine ¡Estoi destinado a
ser víctima de los animales, hasta en política ! A la salida
-- -^ ^-^
— 615 —
del museo tomamos un carro eléctrico i vamos al Golden
Gate Park, donde vemos otro museo cuyas particularida-
des son según mis apuntes: trozos de oro muy grandes
de California i Australia; algunos cuadros pintados con
bastante relieve ; maderas, entre ellas una tabla de una
sola pieza de 4 metros cuadrados; muebles e instrumentos
de música antiguos ; objetos de valor histórico pertene-
cientes a personajes del pais i unas ágatas con som-
bras naturales debidas a manchas de la misma piedra
representando paisajes, nubes, montañas i valles, tan
curiosamente dispuestas que cualquiera las toma como
fotografías sobre vidrio. Para mí estas ágatas han sido
una verdadera novedad; no he visto nada semejante
en ningún otro museo. El parque comienza a desarro-
llarse ; apenas tiene pocos años i ya es digno de to-
marse en cuenta. Figura en él con merecido aprecio
una colosal pajarera bien poblada.
* 4>
Junio 9, — Invitados a visitar el Union Iron Works,
nos embarcamos en un pequeño vapor, en compañia de
un príncipe de Corea, Woolfe i señora, varios caballeros i
regular número de damas desconocidas. He visto varios
astilleros en Eluropa i puedo asegurar que el de San
Francisco no es inferior a los mejores del viejo mundo
i quizá los sobrepasa en algunos ramos, por ejemplo, en
la aplicación de la electricidad a todas las máquinas
desde las pequeñas hasta las que levantan pesos enor-
mes. Todo marcha con una regularidad pasmosa i con
la mayor celeridad sin que se estorben unos a otros los
tres o cuatro mil obreros ocupados en la construcción
de grandes buques mercantes o de guerra acorazados o
rápidos cruceros. Numerosos navios de toda especie,
conocidos i reputados por sus exelentes calidades, pa-
sean ya por los mares la famosa marca de fábrica
«Union Iron Works — San Franciscos. Los directores
del astillero nos obsequiaron réjiamente en las oficinas
donde habian preparado el tiffin que nos pareció digno
- 616 —
de nuestro apetito natural i exajerado en la ocasión, por
la fati{^osa inspección del gran establecimiento, cuyas
reparticiones se reproducían en números alarmantes !
Volvemos al hotel i encuentro sobre mi mesa varios
recortes de diario; unos referentes a mí, otros a mis
opiniones e informes ; todo ello a gusto del autor i des-
figurado, no por mala intención, sino por premura de
tiempo. Los periodistas, pienso, comienzan a abusar un
poco de la facultad de propaganda, aquí tanto como en
sud América.
Tan luego como usted llega a San Francisco, digo,
como diria Nueva York o Buenos aires, mudando los
términos, i antes de haber concluido de instalar sus ma-
letas, recibe una visita, después otra i otra i otra i varias
mas. Usted no conoce a sus favorecedores.
El visitante n» !«> le pregunta cómo le ha ido de viaje
i si le gusta Prisco, así se dice San Francisco ; apunta
las respuestas i guardando su lápiz se despide por estar
mui apurado. El n» 2° le pregunta si le gusta Frisco i
cómo le ha ido de viaje ; en seguida entra en materia i
se retira cuando usted menos piensa en razón de hallarse
mui apurado. A este siguen el n» 3, el 4, el 5 i otros
números mas elevados i todos después de averiguar
cómo le ha ido a usted de viaje i si le gusta Frisco, se
encarnizan en investigaciones sobre cuanto usted ha
hecho, hace actualmente o se propone hacer. A esta
serie reemplaza otra; el 1° de ella se informa de estos
dos puntos como preliminares : si le ha ido a usted
bien de viaje i si le gusta Frisco; acto continuo entabla
una conversación amena compuesta de preguntas i ter-
mina ofreciendo billetes para cualquier tren. El 2° desea
obtener datos sobre su viaje i su juicio a cerca de
Frisco ; luego le propone tomar el suplemento para el
cochtt dormitorio de todos los trenes. El 3° con la
misma introducción cambia el final del diálogo ofrecién-
dole arreglar la escursion a Monterei, al Observatorio, a
Yosemite valley o a otra parte. El 4° es empresario de
coches; el 5» fotógrafo, el 6o ájente de compañías de
seguros; el 7o rende baúles i balijas; el 8o es librero i
publicista o secretario de una sociedad científica de la
— 617 —
cual debe usted ser miembro honorario, pagando una
miseria, 10 dollars para el sec fomento de la aso-
ciación; el 9o el IQo el no sé cuántos cierra por
el dia la segunda serie.
Tras de ella vienen los guias munidos de credenciales
i hablando cinco idiomas. Va sin decir que cada uno de
estos caballeros lo toma a usted del brazo, lo palmea, le
acomoda la corbata i lo tiene sujeto por un botón del
chaleco o por la cadena del reloj. Cuando todos se reti-
ran tiene usted que mandar poner botones nuevos a su
ropa, pues por lo jeneral cada uno de sus visitantes, le
ha arrancado algunos i se los ha guardado por distrac-
ción en el bolsillo ; todo ello de la manera mas franca i
afectuosa !
Hai un momento de suspensión de hostilidades des-
pués de la invasión de los guias i cuando usted piensa
haber ya satisfecho a todo el mundo, hace irrupción en
su cuarto un caballero de fisonomía abierta i simpática
quien sin preámbulos entra en materia en esta forma :
Well ; have you fixed your mind about the day you will
go to Yosemite valley ? dando por hecha una resolución
de usted a cerca de la escursion en su fondo, afirmativa,
naturalmente. I no hai remedio, usted irá a Yosemite
valley enviado por la opinión pública.
Ya ella, bajo la estampa de un ájente, ha tomado sus
precauciones i dado sus órdenes para preparar un paseo
delicioso. Pero apenas ha pagado i recibido usted los
billetes, la encarnación de la opinión pública no vuelve
a mostrar su cara i usted cree haber soñado con el
caballero simpático, quien olvidó decirle durante el
sueño, como arreglará usted los indispensables detalles
para hacer su viaje. Felizmente el dueño del hotel, per-
sona tanjible i permanente, lo pone en el dia señalado
en Oakland Ferry Boat Station, donde usted toma el
buque como dios le ayuda. En efecto, hai mil personas
en la estación agrupadas contra una puerta ; usted figura
entre ellas con sus cuatro balijas i mira a todos lados
para buscar un muchacho o peón i cargarlo con ellas ;
no hai ninguno ; usted entonces consulta a su vecino
sobre el caso: «Well, le contesta, for one dollard you
- 618 —
wíll surfly find > ¡Cinco francos por unos cuantos
pasos ! Usted se decide a servirse a sí mismo i
entra al buque a pleno pié sin apercibirse del pasaje de
tierra a mar; atraviesa la bahía en pocos minutos i al
otro la<Io para tomar el tren, tampoco encuentra peón ni
muchacho; la. costumbre exije que cada uno Heve su
pe(|ueño bagaje. Usted ha tomado su billete para el
coche dormitorio; piensa usted naturalmente que va a
pasar la noche en viaje ; error ; el tren se para en Ray-
mond donde la pasa en la mayor quietud, con gran envi-
dia del Raymond hotel» alh' vecino. — ¿Q"^ objeto tiene
semejante arreglo? — Ninguno racional para el viajero,
uno incontestable para la empresa; ganar como precio de
hospedaje lo que ganaria el hotel. Pero el viajero gana
también al ver una innovación rara de los coches dormi-
torios, la única de su jénero en el mundo. Al dia siguiente
continúan los pasajeros, en carruaje, stage, una especie
de dilijencia abierta o cerrada según el tiempo, hasta
Ahwahnee. Allí se almuerza bien i agradablemente i se
vuelve a tomar el stage.
* *
Junio IJ. — Kn todas estas andanzas hemos empleado
el dia jueves 10 i estamos en la mitad del II.
Hemos salido de Raymond temprano i viajamos envuel-
tos en una densa nube de polvo i también por entre
selvas divinas; con una mortal pesadumbre a veces,
viendo los árboles quemados en su base o totalmente
muertos, en pleno vigor, asesinados con alevosía por
malicia, por perversidad salvaje o por descuido criminal;
menos por esta última causa porque se ve la selección
maligna : los mejores, los mas grandes, los mas bellos
árboles han sido los mas atacados, a tal punto que al
descubrir a lo lejos un hermoso ejemplar ya podia yo
anunciar a mis compañeros que le encontraríamos una
profunda quemadura en algún lado, i jamás me equivo-
qué. La reflexión sobre tales actos insólitos me amargó
el viaje; no podia dejar de contar los árboles destruidos
— 619 -
ni de adivinar las heridas de los mejores que no estaban
en tierra pero que, aun quemados en algún lado, no
mostraban a la distancia, la mancha negra reveladora
del atentado contra su tronco.
Pero otro signo mas positivo que mi simple inducción,
vino en seguida a favorecer mis adivinanzas. Veía en
algunas ramas delgadas una especie de musgo de un
verde distinto del de los árboles i envolviéndolas com-
pletamente; una especie de criba enmarañada, como
filamentos de una crin verde enredados, i pronto noté
que esta yerba estraña solo se encontraba en las ramas
secas ; era por lo tanto un signo de muerte i yo no podia
verla sin sentir cierta repulsión, como si viera esflores-
cencias húmedas en un cadáver, casi odio contra el vejetal
parásito. Pero luego observando que unos niños recojian
las ramas envueltas en la maldita yerba, i viendo al pié
de un árbol un montón de esas esponjas vejetales amarillas
que se usa para fricciones ásperas i que parecen hechas
de cerda apelotonada, mi repulsión desapareció; el musgo
odioso verde, una vez seco, era la esponja vejetal cuyo
nombre ignoro, útilísima para fines hijiénicos e indus-
triales. Pido entretanto la esplicacion de un atentado
tan irracional como es el de quemar los árboles sin
objeto, según lo mostraba el hecho de dejarlos en su
sitio sin aprovechar los restos de madera, i nadie me da
una siquiera medianamente satisfactoria. Son los indios
dicen unos; los campers, dicen otros; los indios por
venganza, los campers por descuido. Pero ahora no hai
indios i muchos árboles han sido recientemente incen-
diados ; por otra parte los huecos hechos por el fuego
muestran premeditación, intención de hacer el daño i no
pueden ser atribuidos a descuido de los campers. ¿Quié-
nes son los campers? dirá el lector; son individuos o
familias o grupos que viajan por su cuenta, sin emplear
el ferrocarril ni el stage. Una familia supongamos, desea
conocer el pais o pasar unos dias de campo ; toma un
carro, caballos i provisiones i sale sin rumbo o con
rumbo, sin programa o con él i sujeto a cambiarlo según
los informes que le dan en su camino. Tarda meses en
volver a su hogar, gasta mui poco, aprende mucho,
- 620 —
adquiere esperiencia^ robustece su salud i es feliz durante
un tiempo, completamente feliz, en contacto con las belle-
zas de los paisajes, los encantos de la naturaleza i los
halaj^os de una vida primitiva. Hemos encontrado en la
via diversos grupos de campers; unos han pedido in-
formes a nuestro conductor i han cambiado su prog^rama
según ellos; otros han seguido su ruta caminando a pié
junto a su carro o acomodados en él. Donde les conviene
se detienen, marchan durante el dia o en la noche, según el
caso i viven a la buena de dios que es grande. El carro
regularmente sirve de dormitorio a la parte femenina de
la caravana. Así, una familia, con sus escursiones anuales
conoce poco a poco la comarca en que habita i adquiere
esa educación especial, humanitaria i altruista que dan
los viajes. La institución de los campers me pareció
admirable i la encontraría mas aun si sus practicantes no
hicieran su cocina al pié de los árboles mas hermosos o
tuvieran la precaución de no quemarlos o si a lo menos
apagaran el fuego al retirarse. Algunos campers son artis-
tas i se procuran un espectáculo teatral en las noches
sombrías. En efecto, el incendio de un árbol colosal en
la selva oscura causa una soberbia emoción, pero el
viajero que viene después i ve los destrozos, los troncos
negros parados o en tierra, encuentra inicua i nero-
niana la diversión.
Junio 12. — Llegamos a Wawona anoche; nos aloja-
mos en su hermoso i flamante hotel i visitamos los alre-
dedores en la medida impuesta por las circunstancias.
Wawona i el paraiso terrenal son dos parajes iguales ;
está en una llanura que forma el plano de un inmenso
anfiteatro cuyos muros son las montañas cubiertas de
vejetacion i las bellezas propias de los sitios agrestes de
su especie ; cascadas, picos elevados, valles i torrentes,
una vertiente natural de soda water por añadidura i un
museo artístico donde se exibe i vende buenos i caros
cuadros que reproducen los paisajes locales. Yo puedo
nsT-
— 621 —
completar la enumeración de sus bellezas afirmando que
se duerme perfectamente en los cuartos del hotel cuando
uno ha hecho doce horas de jimnasia en el stage i ha
sido sacudido paternalmente por el mismo propietario de
la casa, armado de un plumero digno de los mas gran-
des elojios. Yo llevaba una carta del caballero simpático
de San Francisco para el dueño del hotel; pero este
dueño no se llamaba como decia la carta; quien se lla-
maba así, era el propietario de otro hotel de otra parte;
eso no importaba sin embargo, porque todos los dueños
de hotel, formando un sindicato contra el prójimo, po-
dían considerarse aludidos por cualquier carta de reco-
mendación para uno de ellos; mi carta particular así, era
una circular, una carta de crédito; por lo tanto me sir-
vió para el caso i el director del hotel Wawona, viendo
que yo era una persona de distinción, según lo decia mi
carta, recargó mi cuenta con un 25 o/o. Yo anoté en mi
cartera esta máxima: «malo es en Wawona ser per-
sona de distinción ».
* *
Junio 13. — Otra vez el stage pero ya con menos
polvo en la mitad del camino i sin ninguno en la otra
mitad, i no solo sin polvo en esta, sino con el espectáculo
mas grandioso delante de los ojos. Hemos entrado ya
en el Gran parque nacional, en la comarca declarada
tal por el gobierno de los Estados Unidos; en la joya
de la gran nación, admirable i admirada, única en el
mundo i donde todo es antiguo i eterno, nuevo i primi-
tivo, exelso i sin ejemplo; donde la naturaleza parece
decir al hombre: «usted mi amigo es un ínfimo animalito
imperceptible entre las frondosidades i magnitudes de
mis bosques, mis montañas i mis torrentes». Realmente
para perder toda veleidad de amor propio no hai como
ir a Yasemite valley; uno se ve obligado a tocarse, a
palparse por todas partes para saber que existe, tal es
la conciencia de su pequenez ante aquellos documentos
jeolójicos de cuarenta mil años. La misma sensación
- 622 -
esperimenta uno» es verdad, en el Niágara, en el Etna,
en el estuario del rio de la Plata, en el océano i en
Londres, pero tales recuerdos no disminuyen la impre-
sión actual.
K\ valle Yosemite está en el corazón de Sierra nevada
i a 260 millas de San Francisco (150 en línea recta).
Los indios le llamaban Ahwannec o Yohamite, pero su
nombre de celebridad es el actual: Yosemite, que signi-
fica, dicen < gran oso pardo > full-grown grizsly bsar.
Constituyelo una hendidura de mas de mil metros de
profundidad con referencia a las mas altas cumbres,
escasa anchura i varios kilómetros de largo en trayecto
tortuoso. La peña ha sido cortada como con un escoplo
o gurbia en una grande estension i señálase a los acci-
dentes del paraje tres calidades distintivas : I* sus muros
casi verticales; 2^ su altura desmesurada, absoluta i rela-
tivamente; 3a la desaparición de los materiales que debie-
ron ocupar la cavidad del formidable tajo, antes de haber
sido practicado por las aguas, por los hielos o por
algún sacudimiento jeolójico.
Ninguna teoria emitida para esplicar la configuración
del valle es satisfactoria i los curiosos se contentan con
las conjeturas mas o menos probables, por tal razón. El
todo representa un estupendo trabajo de escultura; los
planos verticales de las rocas llevan dibujos represen-
tando caras, puertas, edificios; los límites i hendiduras,
picos o promontorios, afectan formas caprichosas a las
cuales deben sus nombres, tomados de los objetos a que
se parecen; los parajes han sido bautizados también de
acuerdo con su importancia, belleza, uso o circunstancia
especial. Así, entrando en el valle por el camino mas
concurrido, vemos a uno i otro lado, cerca o lejos i en
posiciones dadas para la vista que no son las reales con
relación a las líneas tortuosas de la escavacion, rocas,
diseños, cataratas i cascadas, formando un escenario
cuyos puntos salientes de mayor o menor reputación,
señalaré al lector dándole la razón, el motivo o el pre-
testo de los nombres orijinales que han recibido, como
se ve en seguida:
— .623 —
La Puerta de la Justicia ( Justice Gate ) es una
figura grabada tn la superficie lisa de una peña,
semejante a la puerta de un palacio.
El Capitán: hermoso i jigantesco promontorio en
cuya cara vertical de inmensa superficie i altura
asombrosa se ve estampado el perfil de un gue-
rrero.... teniendo mui buena voluntad para
verlo o imajinárselo. (Ver caras como se sabe,
es cuestión de compostura, cuando uno mira
sombras i grietas a lo lejos ).
El Castillo ( Castle Rock) representa lo que dice sü
nombre.
El Pulpito (Pulpit Rock) es un pulpito hecno i de-
recho.
La Catedral i sus torres ( Cathedral Rock and
Cathedral Spires) figuran una iglesia i dos
torres, el todo mui parecido a Nuestra Señora
de Paris.
La Bellota ( Tassel Rock, acorn) tiene la figura de
una borla o, una bellota.
La media cúpula o medio ¿///¿?/«¿? (Half Dome) es
una cuarta parte de esfera reposando sobre uno
de sus planos de sección.
Los tres Perfiles (Profil Rock) tres fnáscaras o
caras humanas vistas de perfil ; una ñata, otra
narigona i la tercera con la nariz arremangada.
Los tres Hermanos (Three Brothers ) tres peñones
en apariencia juntos, de mayor a menor: el mas
alto se llama Eagle peak, pico de águila, por su
forma.
El Centinela ( The Sentinel ) una roca aislada o mas
bien avanzada, como si estuviera de guardia.
La Cúpula del Centinela (Sentinel Dome) una
media naranja de iglesia, en las vecindades de la
roca anterior, según la perspectiva.
La Cúpula del Norte ( North Dome) otra media
naranja de menor altura que Half Dome i que
Sentinel Dome.
Entre los nombres de oríjen menos motivado, poético,
antojadizo o humorístico, citaré :
— 624 —
La Cumbre de la Inspiración , traduciendo así : <: Ins-
piradon Point > ; point es punto, pico estrerao i
por analojia cima i cumbre, supongo. De todos
modos en ella se inspiran los artistas viajeros.
La Cumbre de la Union (Union Point) ofrece una
vista de conjunto.
El Descanso de las Nubes ( Clouds Rest ) cima
donde se asientan i permanecen los celajes de la
atmósfera en su viaje por las alturas.
El Ventisquero ( Glacier Point ) una proyección
mui saliente en la roca.
El Cabo de la Libertad (Cap of Liberty) no sé de
. dónde le viene este nombre.
La Cumbre del artista ( Artist Point ) delicia de los
poetas.
El Monte de la Estrella del Rey ( Mount Star
King) convencional i de fantasia, pero alguna
gran estrella brillante suele andar por ahí.
Las tres Gracias (The Three Graces) tres peñas
juntas para hacer frente a los Tres hermanos.
Casi todos estos formidables pedazos de mundo, dan
su faz vertical sobre el valle i sus cumbres miran desde
sus siderales alturas , los saltos turbulentos del rio
Merced ( Merced River ) que corre por el fondo del
abismo arrastrando piedras como edificios i árboles como
mástiles o amontonándolo todo provisoriamente, en al-
guna curva, para arrancarlo después con violencia cuando
las veleidosas cataratas viertan un suplemento de lágri-
mas en su cauce. Otras cimas tal vez mas favorecidas
por la suerte, contemplan su retrato, en el cristal bru-
ñido de las aguas en parajes tranquilos, donde mueren
las furias del torrente. Así el divino Lago Espejo, (Miror
Lake) el famoso, dentro su marco privilejiado, ofrece a
quien lo mira en momentos propicios, el májico espec-
táculo del contorno, accesible al reflejo: la tierra, el
cielo, rocas i bosques, nieves i espumas despeñadas
todo invertido i duplicado en una feria de luz i de colores
cuyas imájenes, durando escaso tiempo, dejan al desva-
— 625 —
necerse la ilusión de un delirio que podrá repetirse al dia
siguiente, a la hora de los rayos misteriosos.
No me cuesta nada consignar algunas cifras i ¿ por qué
no hacerlo ?
He aquí varias alturas en orden descendente: Des-
canso o reposo de las nubes. . . . — renuncio a la tarea.
Los documentos que tengo a la vista solo dan las alturas
de algunas cumbres i parajes principales, con relación al
nivel del mar i esos datos interesan mui poco i ni aun me
satisfacen a mí mismo.
Solo apuntaré para favorecer al lector algunos cómpu-
tos basados sobre esas cifras. La mas alta cumbre seña-
lada, Cloud's Rest, está a 2973 metros sobre el mar i el
paraje mas bajo de los importantes, Inspiration Point, a
1574, ocupando las demás alturas posiciones interme-
dias. Ahora bien, como veremos, la cascada del Centinela
cae desde 981 metros i calculando que la roca del mismo
nombre, cuya elevación sobre el nivel del mar es de
21 19 metros, tenga a partir del fondo del valle la altura
de la cascada i no puede tener menos, Cloud's Rest
tendría desde su base 981 metros, mas 854, su diferencia
con Sentinel Rock, sobre el nivel del mar; es decir,
1835 metros, dato concordante con el que arroja el
cálculo fundado sobre el nivel del valle Mariposa, vecino
a Wawona i no lejos de Yosemite, al cual se asigna 1200
metros. Las alturas intermedias en Yosemite con rela-
ción al valle, variarian entre 2973 metros i cerca de 500,
que según un cómputo racional, tendría Inspiration Point.
(Tomo el pié ingles por 0^30 ).
Junio 14, — Para formarse la prodijiosa grieta en
que nos encontramos, ha debido abrirse, hundirse, o
comerse poco a poco la roca, a partir de una es-
tensa i elevadísima meseta recorrida por arroyos i ríos.
De otro modo no tendría el valle su configuración actual.
Los ríos fueron interrumpidos repentinamente en su
Por mares i por tierras 40
— 626 —
marcha por haberse hecho el vacio en la sección de la
primitiva hendidura; de ahilas caídas de agua o saltos de
las aguas en busca de fondo. El valle de Yosemite no ha
sido ni será como es ahora. La acción de la naturaleza
es lenta pero constantemente destructora. Ya grandes
moles de piedra ruedan de mil partes, hasta de las super-
ficies unidas, acumulándose en las márjenes i cauce del
rio i con el tiempo el Castillo, la Catedral, las Torres,
el Pulpito i las Cúpulas rodarán al abismo. Sufrirán tam-
bién transformaciones las cataratas, las selvas i los
lagos i mis pobres pajinas preñadas de verdad i exac-
titud hoi, solo serán un tejido de mentiras dentro de
cien mil años; no cabiéndome la menor duda de que aun
entonces se hará de ellas nuevas ediciones. — i Ustedes
no lo creen ?
Mientras tanto ahí están los raros monumentos. Ya he
hablado de lagos, rocas, picos i parajes con cierta proli-
jidad. Fáltame dar una idea siquiera sea somera, de las
mui conocidas water fall, aguas que caen, cataratas i
cascadas.
La llamada Yosemite j es quizá la mas notable sino la
mas bella i la mas elevada. Su altura, uniendo sus diver-
sas partes, mide 765 metros, como diez i seis veces la
catarata del Niágara; pero como el agua choca en dos
o mas puntos antes de llegar al pié de la peña, presenta
una forma mista de catarata i cascada, correspondiendo
a la denominación de catarata el primer salto i a la de
cascada los brincos siguientes inferiores.
En cierta estación del año el caudal de agua disminuye
en todas i a veces en la Yosemite desaparece totalmente,
fenómeno estraño, dado su grueso habitual. Cuando está
en su apojeo, asombra i atemoriza por su ruido atrona-
dor, sus moles de vapor i el polvo de sus aguas que
moja al espectador a los mil metros, si el viento viene
hacia él. Yo he llegado hasta mui cerca de ella por el
camino del valle difícil i escabroso i he sufrido una lluvia
torrencial.
Es mui mentada, se la vé de muchos puntos i de largas
distancias i constituye una de las grandes bellezas de la
comarca.
— 627 —
La Centinela (Sentinel Cascades) tiene 981 metros de
alto; es la de mayor talla, pero tiene poca agua relati-
vamente.
La Pohonoho alcanza a 282 metros.
El Velo de Novia (Bridal Veil) es la mas linda i una
de las primeras que se vé al entrar al valle yendo de
Wawona por Inspiration Point; un verdadero encanto!
Representa realmente un largo velo blanquísimo, liviano,
airoso, elegante que cae con serena blandura. No se vé
en él brillo alguno que denuncie el agua sino un vapor
nebuloso i copos lácteos alargados como estalactitas de
espuma. A las cinco de la tarde da su fiesta vistiéndose
con los colores del arco iris ; a esa hora todos los habi-
tantes del valle se reúnen a su pié i permanecen allí
mientras dura el efecto de refracción de los rayos del
sol que suben i bajan las cintas lujosas de su luz des-
compuesta en matices, según el movimiento del líquido
reducido a polvo. No es mui alta ; solo tiene 258 metros.
Hai otras también mui lindas pero ninguna es tan
esbelta i atractiva como Bridal Veil. Las principales
entre las menores son :
La Nevada con 185 metros de elevación.
La Tu-lu-la-wi-ak con 150.
La Vernal con lOL
Por fin gozan de cierta popularidad algunas venas
líquidas mui flacas que llevan el humorístico nombre de
Wídow's tears, lágrimas de viuda. ¡ Las mujeres sin ma-
rido por causa de defunción, cuando visitan el valle no
protestan sin embargo contra la pérfida alusión!
En las grandes cataratas aquí se observa un fenómeno
estraño. — ¿ Por qué cae tan despacio el agua ? se pre-
gunta el espectador, calculando que la velocidad de su
caída debe aumentar con la altura. — ¿Las leyes de la
gravedad i las particulares aplicables a los líquidos se
hallarán suspendidas? La masa blanca, espumosa parece
detenerse mas cuanto mas se acerca al suelo; se divide
en el aire en copos, en husos estirados, en flecos, en
capullos livianos flotantes, mientras otra parte del caudal
resbala en apariencia como untándose en las paredes de
la roca. La esplicacion del hecho es a mi modo de ver,
— 628 —
sencilla. Modera en realidad el ritmo de su marcha que
debe ser uniformemente acelerada, al acercarse al suelo,
por la resistencia del aire semi- encerrado i principal-
mente por la de las nubes densas, compuestas del vapor
i de las gotas microscópicas en que se ha resuelto parte
del agua ya caída i reducida a polvo al chocar contra las
piedras acumuladas abajo; pero aun cuando eso no
fuera así, se notaría siempre cierta lentitud por una
razón de óptica : siendo la altura real muy superíor a la
aparente, la masa visible que recorre diez metros en un
segundo, supongamos, solo ha recorrido uno para nues-
tros ojos habituados a verla caer mas lijero de alturas
mejor apreciadas. La paradoja mecánica, hace sin em-
bargo un efecto muí agradable ; uno ve bajar los torren-
tes como descolgándose poco a poco sostenidos como
por algo intanjible que los mantuviera en el aire i cediera
lentamente a su gravedad.
Junio ISj martes. — Hemos vivido en Sentinel hotel
frente a Yosemite Falls, un hotel como dice su prospecto
< con una puerta para cada cuarto, siendo la salida fácil
en caso de incendio ». Debió añadir en justicia que los
cuartos no tienen ventanas i que siendo del tamaño de
una cama normal, el locatorio se asfixia si cierra su
puerta o se ofrece en espectáculo al público si no la
cierra. Pero cualquier defecto está compensado con el
panorama grandioso de la naturaleza cuyos componentes
son los enhiestos picos «diez i siete veces del alto de las
mas elevadas catedrales europeas»; también dice esto el
prospecto ; los efectos de luz i sombra, las selvas, los
almacigos de heléchos, los espacios abiertos para pa-
sear, las cataratas i los siderales puntos de mira a
donde todo viajero que se estima, trepa infaliblemente
en sus aventuradas escursiones. Hemos por fin recorrido
el fondo del valle cruzando i volviendo a cruzar el rio
por entre trozos de piedra como iglesias, desprendidos
— 629 —
de lo alto i no lo hemos abandonado sino después de
presentar nuestros respetos a la lejana i pequeña Water-
fall cascade, como quien dice Catarata -cascad a. Nos
despedimos de Yosemite con el sentimiento adscrito a
todo final, saliendo para Wawona por el camino ya
andado. A este punto llegamos temprano con hambre i
con gana de hacer la escursion a Mariposa Grove a ver
los árboles grandes. Mientras un ájente de limpieza me
sacude el polvo con un plumero cargado de servicios»
miro al muro de enfrente i me encuentro con el retrato
del personaje léjendario del valle, Tu- tuc-ah-nu-la, el
capitán « The oíd indian chief of the Yasemite Valley >,
como dice el letrero del cuadro: « Died 1885 at 145
years» (el viejo jefe indio del Yosemite valle, muerto en
1885 a la edad de 145 años). Por el retrato tiene a no
dudarlo muchos mas ; ha sido tomado del cadáver; su
aspecto impresiona e inspira un sentimiento de piedad i
respeto. Hai cierta nobleza en aquellas facciones de
siglo i medio i uno adivina dentro de esa cabeza, la idea
muerta acerca de los blancos salvajes que invadieron la
comarca i destruyeron la felicidad primero i la vida
después de sus pacíficos moradores, hasta no haber
dejado para el presente» sino escasos representantes de
su raza. ¡Estoi seguro de que ningún transeúnte se ha
entregado a semejantes reflexiones mientras le sacudian
el polvo (nota para los lectores estranjeros: sacudir el
polvo en castellano, en lenguaje figurado, significa azotar
0 apalear). Después del almuerzo se organiza la escur-
sion ; nosotros ocupamos el carruaje del dueño del hotel
i vamos con este i dos niñas de Prisco que él festeja.
Debemos a esta circunstancia el hacer un viaje divertido.
1 Qué seria del mundo si no hubiera festejos entre el pro-
pietario del hotel Wawona i las muchachas de Prisco !
Los Big trees de Mariposa deben haber quedado muí
satisfechos de nuestra visita porque yo cumplí años al
abrigo de su sombra protectora i porque oyeron cantar
la «Paloma» i otras canciones españolas, de boca de las
— 630 —
dos niñas de Prisco i de mi señora esposa, entusias-
fnadas por la magnificencia del paraje. Él paseo a los
árboles grandes, dice con mucha justída el prospeao
del hotel Wawona, es uno de los mas deliciosos del
globo terrestre ; la majestad de estos jígantes guardia-
nes de la selva, añade, no puede ser de pronto apreciada;
se necesita vivir entre ellos, estudiarlos, medir paso a paso
su circunferencia i sobre todo, concluye con estraordi-
naria razón el prospecto, llevar del hotel Wawona, en
una canasta, un buen lunch preparado para tomarlo
sobre el verde césped, en presencia de los mafnmouths
de la vejetacion (included in the two doUars extra-
charge ).
El mammulth (así le llama Domínguez en su diccionario
de la lengua castellana) es el elefante fósiU mas grande
que el actual. El prospecto no trae esta enseñanza.
Mariposa es un valle cuyo fondo está a 1200 metros
sobre el nivel del mar, rodeado de montañas que se ele-
van desde 2400 hasta 3000 metros sobre el mismo nivel.
La selva contiene seiscientos doce (612) árboles jigao-
tes, tal vez mas, tal vez menos, segun los progresos de
la vejetacion i las destrucciones del tiempo.
La altura de estos colosos varia ahora entre 75 i 98
metros; antes los mas altos llegaron a tener mas de IIO
metros, tal vez ciento treinta i tantos; el estudio botánico
permite creer que pueden alcanzar a esa altura i adquirir
un diámetro de diez i ocho metros. El espectador se
queda abismado ante semejantes magnitudes. Solo acos-
tado en el suelo estando entre ellos, puede mirar cómo-
damente su cima que se confunde con las nubes ! Cada
cual tiene su nombre i este es el de algún personaje histó-
rico o de un estado o ciudad de la Union. Algunos sin
embargo lo toman de sus detalles característicos Llámase
su jénero Sequoia jigantea: sequoia por el nombre de un
jefe cherokee nacido en Alabama en 1770 i muerto no
sé donde en 1843, célebre por haber inventado un alfa-
beto para su pueblo i propendido a su civilización de mil
maneras; x jigantea por el tamaño de sus ejemplares.
Pero me place presentar a mis lectores algunos nota-
bles individuos del gremio:
— 631 —
El Grissly Giant (grizzly quiere decir gris o tirando
a gris mas bien) el mas interesante si no el de formas
mejores, tiene once (II) metros de diámetro en la base i
nueve con treinta centímetros (9^0) a los dos i medio (2^)
metros del suelo ; su altura actual es de sesenta i nueve
(69) metros ; perdió los cuarenta i uno que le faltan,
pues tenia ciento diez (1 10) en una tempestad, quedando
mutilado. A los setenta (70) metros da su primer rama
con un diámetro medio de dos (2) metros; esta se avanza
horizontalmentei a los treinta (30) metros se tuerce de un
modo brusco haciendo un codo en ángulo recto i conti-
núa en línea vertical hacia el cénit. Nuestra señora de
Paris, la célebre i monumental iglesia, cuya altura es
solo de 67 metros i 20 centímetros, se alojaria cómoda-
mente debajo de esta rama. ¡ Qué estupendo monstruo !.
su sección vertical daria un área de 605 metros cuadra-
dos, terreno de sobra para edilicar una gran casa; 12.67
varas de frente por 63.25 de fondo; casi lo que llaman
un cuarto de tierra en Buenos aires.
Lleva en su tronco las marcas del fuego como todos
o a lo menos 99 en cien de los mas notables. La horrible
quemadura ha hecho en este una gran herida, un pro-
fundo antro negro donde caben muchas personas.
En otro, el Wawona que tiene ocho i medio (8J) me-
tros de diámetro i una estatura proporcional, la destruc-
ción ha sido mas cruel ; ha traspasado el tronco de parte
a parte dejando al pobre árbol todavía vivo, parado
sobre dos estribos; este es el pequeño jigante a través
de cuyo tronco pasa un alto coche cargado de jente i
tirado por cuatro caballos, sin tocar las paredes. El con-
ductor del coche se detiene en medio del árbol i el pasa-
jero cree encontrarse debajo de la bóveda de un pórtico.
Da una idea de la mutilación i de la planta, el diseño
inserto a continuación, copiado del que trae Beauvoir
en su libro, si bien dando al árbol su verdadero nombre
en vez del que se le da en el dibujo del autor citado.
— 633 —
Otro ha quedado convertido en una chimenea de gran
fábrica por la acción del fuego ; está muerto, pero toda-
vía en pié ; los visitantes encienden paja en su base i se
ve salir el humo por su estremo elevadísimo.
Hai algunos caídos; han sido derribados por el incendio,
por la tempestad o por el hacha del gran destructor de
todo lo creado. Sirve de término de comparación el
tronco de uno de ellos; a los sesenta i ocho (68) metros
de sus raices aparece el sitio de su primer rama, ahora
ausente ; está acostado largo a largo a pesar de haberse
quebrado al caer. De lejos simula un muro elevado ; se
sube a su cara superior por una escalera colocada con-
tra él como contra la pared de una casa de dos pisos i
se pasea encima, en toda su estension, cual se hada en
una plataforma ; cuatro personas pueden marchar a la
par como en un plano sin tocarse.
Vecino a este se encuentra una sección del tronco de
otro, también por tierra i quemado ; el fuego ha consu-
mido solo el centro, dejando la corteza i parte de la
madera en forma de cilindro hueco o mas bien de túnel.
Dos hombres de buena talla montados en caballos gran-
des pueden atravesar esta singular húmeda i negra gale-
ría, con adornos de musgo en su interior, sin alcanzar a
tocar la bóveda con la mano levantada. Por desgracia
esta curiosidad desaparecerá dentro de algunos años ; la
madera está ya deshaciéndose.
Recuerdo a mas entre los vivos el New - York, limpio,
sano i bien conservado, exento de quemaduras, el mas
elegante i altivo de cuántos he visto aquí, aun cuando
por sus dimensiones no ocupa el primer rango; i un pre-
cioso grupo de tres juntos, casi tocándose, llamados por
el vulgo Las tres Gracias, si bien tal nombre no es,
me imajino, el oficial. Las tres Gracias tienen los pies
quemados.
Cuando veo estos destrozos siento una intensa amar-
gura i cierta cólera contra la raza humana que produce
locos i perversos; contra el hombre, el insaciable mi-
crobio de la tierra, que destruye por el placer de destruir
i se encarniza de preferencia contra lo mejor i lo mas
bello. Solo comprendó el hecho que tengo ante los ojos
— 634 —
como una venganza de los indios i quizá disculpo su
demencia, considerando su encono contra los blancos
cuando estos, en nombre de la moral i de la civilización,
los perseguían como a ñeras en su propia tierra para
espulsarlos, robarlos i matarlos. Al verse acosados los
pobres indios quizá por los impulsos del furor, pusieron
fuego a los árboles, si ellos han sido los incendiarios,
para no dejar intacto el tesoro de tan rara belleza, en
poder de sus enemigos.
La madera de los sequoia al esterior presenta un
color rojizo, mas bien entre alazán ¡ bayo; la selva es
maravillosa, imponente, la belleza vejeta! mas grandiosa
que he visto en mi vida; sus árboles son la primera
colosal, eterna vestimenta de la tierra; los jóvenes,
aquellos que todavia no tienen seis mi! años, serán mas
felices que sus antecesores ; nadie los quemará sin pagar
su atentado; la lei del pais los proteje dentro los limites
asignados al Parque nacional. Así llegarán a una vejez
relativa, a la edad de diez mil años por ejemplo, todavia
lozanos i robustos.
Nuevos ejemplares de sequoias se ostentan en la som-
bría garganta de Calaveras; fueron descubiertos en 1852
por un cazador de osos; allí hai 90 solamente, clasilica-
dos, medidos i bautizados con nombres semejantes a los
de sus conjéneres de Mariposa grove.
No han sido quemados ni mutilados i asi su enorme
corpulencia se presenta como la hizo la naturaleza. Una
Comisión nombrada por el Gobierno los ha estudiado;
de su informe ha tomado el conde de Beauvoir los datos
que transcribo en seguida con una lijera enmienda :
El Padre de las Selvas — Alto . . . ? circunferencia,
treinta i ocho metros (38); diámetro, doce metros
sesenta i siete centímetros (12.67).
La Madre de las Selvas. — Este soberbio ejemplar
fué despojado, desde su base hasta la altura de
treinta i cuatro metros ochenta centímetros (34.80)
de su corteza para llevarla al Palacio de cristal,
según Beauvoir. Algunos de sus pedazos figuran
en varios museos; yo he visto uno que media,
setenta i cinco centímetrc?s de espesor (0.75)
— 635 —
en el invernáculo de Lincoln park en Chicago.
Una imájen del conjunto de toda la cascara, arran-
cada i por tanto un facsímil del jigante, se encuen-
tra en el Palacio de cristal de Sydenham, dice
Beauvoir. El árbol muerto pero todavía en pié
en el sitio de su nacimiento, muestra los tajos
hechos por el hacha. Mide : alto, ciento nueve
metros (109); circunferencia sin cascara, veinti-
siete metros (27); diámetro, nueve (9); diámetro
con cascara a juzgar por el pedazo que vi, cuyo
espesor era de setenta i cinco centímetros (0.75),
diez metros cincuenta centímetros (10.50) a* lo
menos.
El Rei de las Estrellas — Alto ciento veintidós
metros (122); circunferencia i diámetro...?
La Solterona — Alto . . . . ? circunferencia mas de
veinte metros (20); diámetro, siete metros (7).
Figuran también entre los notables los Centinelas, las
tres Gracias (en todas partes las hai) i principalmente
dos derribados por el huracán ; yace uno de ellos sobre
una gran estension de terreno hundido por su peso i otro
con treinta i cuatro metros ( 34 ) de circunferencia en la
base, que al caer dio contra un vecino i se quebró en el
punto de contacto a los cien metros de su raiz; el tronco
roto de cien metros de largo (100) presenta en su rotura
cuatro i medio metros (4 ¿) de diámetro. «Era eviden-
temente el rei de los reyes dice Beauvoir, i se podría
asignarle comparándolo con los otros, ciento treinta i
tres metros (133) de altura». — «En fin añade, se cortó
uno (de los grandes sequoia) para contar sus miles de
años en la sección ; cinco hombres trabajaron para vol-
tearlo durante veinticinco días; el tronco aserrado tiene
treinta (30) metros de circunferencia, diez (10) de diá-
metro) í cepillada la superficie, dejo contar hasta seis
mil (6000) círculos concéntricos». — Antes del diluvio ya
había nacido. Dicen que en la plataforma de su sección
se dio una vez un gran baile ; en cuanto lo permitía la
estension de la estraña sala !
~ 636 —
Volvemos a Wawona hotel, comemos^ dormimos, nos
despertamos (cualquiera en nuestro caso habría hecho
lo mismo) i partimos, previas sendas tazas de té con
leche, para Ahwahnee el dia 16. Nos detenemos allí el
tiempo necesario para almorzar i cambiando de stage,
nos transportamos a Raymond. £1 dueño del hotel de
este paraje tiene una familia mui agradable por la
belleza de las muchachas i la sencillez de sus costumbres;
hai una niña como de doce años, sumamente gorda, pero
mui bonita; ella ayuda á servir en la mesa, atiende tam-
bién en sus cuartos a los huéspedes i al mismo tiempo
conversa con ellos como una señorita, iniciando ella los
diálogos. Uno de mis compañeros de viaje, francés i joven
sentimental, aunque alegre, me ha dicho testualmente lo
siguiente, refiriéndose a la muchacha: « Se comidió espon-
táneamente a atarme la corbata; yo me comedí del mismo
modo a darle un beso en la frente, i luego otro mas
americano. . . . No se imajine usted que la pobre i amable
muchachita hacia o dejaba hacer cosa alguna en mal
sentido ; sus tolerancias i sus actos eran inocentes i mis
avances, simplemente cariñosos. Apoyar, por ejemplo, su
cabeza en mi hombro por algunos momentos era solo
devolverme el diez por ciento de mis manifestaciones de
afecto. Es increible como una satisfacción tan efímera
puede causar una impresión tan viva i un sentimiento tan
agradable i tierno como el que conservaré de este fugaz
episodio». Yo le observé: c ¿ no ha soñado usted, mi
doctor? » porque solia a veces inventar sucesos.
Del hotel Raymond fuimos al tren que se puso en mo-
vimiento al anochecer, rodó unas horas i se detuvo a
pasar la noche quieto, como correspondía a su especiali-
dad, dejando dormir en paz a los ocupantes de sus coches
dormitorios, wagons-lits en francés, sleeping-carts en
ingles. Es el primero i el único de su especie; los otros
marchan durante la noche, para eso han sido hechos,
para no dejar de avanzar mientras se duerme; este no
tiene semejantes costumbres ; de noche no pertenece a
los trenes rodantes sino a los bienes raices. Tal oriji-
nalidad sin embargo favorece a los pasajeros no apu-
rados quienes pueden dormir sin polvo, sin ruido, sin
- «— ^- -^--■*"
— 637 —
sacudones i con su ventana abierta; mirar la luna, la
estrella de la mañana i después el nuevo sol. Yo vi los
tres astros i los saludé desde mi cama; ninguno me
contestó !
Sin polvo he dicho» ello ha podido pasar por un hecho
insignificante; no lo es para el viajero en stage por
aquellos barrios ; al contrarío, evitarlo es una suprema
aspiración durante el viaje en los trechos sin árboles.
Ningún autor lo menciona sin embargo entre las mara-
villas de la comarca, siendo la única sin ejemplar de
sus alcances en la tierra ; la sin paralelo, la mas admira-
ble en su majestuosa e imponente abundancia. La llu-
via de cenizas en Pompeya se quedaria corrida ante la
grandiosa sublimidad de este polvo infinito «the best in
the world:^ sin la menor duda.
Junio 17. — Llegamos a San F'rancisco en buque.
Casi no se apercibe uno, ya lo dije, de que cambia de
vehículo para atravesar la bahia, de tal modo el vapor
se ajusta al muelle i éste al anden del ferrocarril. Encon-
tramos cartas de Buenos aires i diarios.
Junio 18, — Ya empezamos los arreglos de viaje, no
obstante vamos con Enrique Woolfe i su mujer a Soutro-
Bath, en carro eléctrico que anda mui bien ; vemos en el
camino una casa en marcha con sus habitantes adentro,
continuando en sus ocupaciones mientras la casa se
dirije a instalarse en otra parte. Modo de poner a las
casas en camino : las levantan con pies de gato o máqui-
nas hidráulicas i las colocan sobre carros bajos.
— 638 —
El establecimiento de baños es mui lindo; bai en el
recinto de la inmensa pileta de ag^ua de mar, asientos en
anfiteatro para dos mil espectadores i en el gran estan-
que, a{>aratos de jimnasia i varías divisiones para como-
didad i agrado de los bañistas, inclusive piletas de nata-
ción con agua caliente. Cuenta el instituto con un museo
bastante grande, misto de zoolojia, ornitolojia i etnolojia.
Solo existe como elemento de separación entre el mar i el
baño, un tat)ique por cuyas ventanas se vé las peñas de
la costa cubiertas de lobos marinos casi domésticos.
Los domingos se organiza conciertos i otras diversio-
nes i puede allí un individuo por cinco centavos pasar
todo el dia agradablemente. Por el mismo precio se
puede correr toda la ciudad en los tramways eléctricos,
gracias a los billetes de transferencia ; el servicio aquí
está mui bien arreglado. Hemos almorzado en Cliff-
house, un hermoso hotel vecino de la casa de baños. A
la noche asistimos a dos café-conciertos, uno medio aris-
tocrático el otro inferior. Noto la predilección de las
mujeres por esas casas; familias enteras hasta con cria-
turas, terminan su noche allí, oyendo música i haciendo
su cena compuesta de jamón, sandwisches, rostbeef i
cerveza ; también asisten a estos salones señoritas sueltas.
Junio 19» — Voi al correo para disponer lo relativo a
mi correspondencia i al mercado a ver las frutas gran-
des : higos como naranjas, naranjas como melones; uvas
como damascos, damascos como duraznos, duraznos
como membrillos; manzanas como pinas i peras de agua
como sandias ; todo ello baratísimo al por mayor, caro
en detalle. En norte América no hai necesidad de pedir
precios exorbitantes, hai lujo en hacerlo ; conducir una
maleta a quinientos metros de distancia cuesta tres fran-
cos i así va todo !
Salimos para Chicago ; nos acompañan Woolfei señora
hasta una estación situada mas allá de la primera, del otro
lado de la bahía.
— 639 —
Durante dos dias el camino es pesado, monótono,
hace calor i el polvo es sofocante. Una gran parte
del trayecto es de arenales áridos, sin vejetacion casi i
sin cultivo ; una desolación ! Solo llegando al valle
del Missouri se compone el terreno ; se vé entonces ver-
dura, población, animación i se siente cierto fresco. Único
incidente en el viaje : al salir de una estación i ya cami-
nando el tren, se acerca un hombre a la ventanilla i me
pide algo para comer ; espere, le digo i tomando una
canasta con el resto de nuestras provisiones, la tiro
para que él la recoja; pero como no hai obra buena
que no se revierta contra su autor, resulta que en
la canasta no solo habia residuos de alimentos, sino
fruta recien comprada i con la cual pensábamos re-
galarnos, varios libros i otros objetos. « Bueno », dije,
para disculparme ante la mirada dura de mi tierna es-
posa, « pensé darle solamente alimento para el cuerpo,
pero le he dado también para el espíritu >. Desgraciada-
mente los duraznos fueron ireemplazables !
Converso en el viaje con un joven, Eduardo B. Thom-
son, domador de caballos i estudiante de la universidad
( para mezclar profesiones, norte América ) quien desea
ir a Buenos aires, cuando concluya sus cursos ; dentro
de dos años. Me da ciertos datos sobre las universida-
des de San Francisco que me sirven para completar los
mios de oríjen oficial i por lo tanto sin detalles, a cerca
de la vida universitaria. De las dos universidades, la una,
la oficial, está situada al otro lado de la bahía (Berkeley);
la privada, debida a la munificencia de Stanford, un
médico que dio diez o mas millones para fundarla, se
llama Stanford University i está situada en un paraje
llamado Palo alto. El presidente de la oficial es el señor
Kellogg i el de la privada el doctor Jordán. Ya se sabe,
el ejercicio de las profesiones es libre en California
mediante la presentación de un título lejítimo de instituto
conocido.
'
•- 640 —
Junio 23, — Llegamos a Chicago con una fuerte liu\ia^
felizmente. Hemos hecho en tres dias i medio 2357 millas
4360 kilómetros i 450 metros ( se puede hacer el viaje en
2 */2 dias andando como anduvimos el último, a razón de
una milla por minuto, casi).
Nos esperaba en la estación un hermano de Enrique
Woolfe que había recibido de él un telegrama anuncián-
donos. F'ué mui cortes con nosotros; nos acompañó
hasta la otra estación, Michigan central road, donde
dejamos las balijas, yendo en seguida al Auditorium ho>
tel ; allí tomamos cuarto por unas horas, es decir casa
con baño i demás comodidades.
En Europa, en Francia sobre todo no existen estos
arreglos que responden a las mas imperiosas necesida-
des del viajero.
En este mismo hotel, descrito en el 2» votómen de mis
< Viajes i observaciones » tomamos los billetes para el
coche dormitorio, pues todavia nos falta pasar una noche
en tren, antes de llegar a Nueva York. Almorzamos en
el salón de Acero en el 9° piso, mas accesible que el 2»
de cualquier casa, gracias al ascensor que vuela i bajamos
al gabinete de lectura de las señoras ( 14 de mis pasos
de ancho por 53 de largo) lujosamente adornado, con
piano, libros, escritorios i demás enseres, donde escribo
estos apuntes, i con una galería delante de seis pasos de
ancho, que da sobre el lago.
Salimos de la gran estación de Michigan central, a las
tres de la tarde.
De San Francisco a Chicago hai 2357 millas america-
nas i de esta ciudad a Nueva York 976; total de San Fran-
cisco a Nueva York 3333 millas, algo menos que la 6*
parte de un círculo máximo del globo terrestre, tomando
la milla americana como la milla marítima. No respondo
de ningún cálculo en millas ; las hai de varias clases i
tamaños ; nada mas confuso i por lo tanto mas estúpido,
que el sistema de pesas i medidas ingles, si puede lla-
marse sistema a semejante enredo !
Al pasar vemos la ciudad de Pullman, toda edificada
con ladrillo rojo de máquina i ostentando magníficos i
colosales edificios. Todo ello ha sido adquirido i hecho
-» »-
— 641 —
con las ganancias en la empresa de vagones de ese
nombre. |Lo que vale una idea en tierra fecunda! I sin
embargo, nada mas incómodo i poco decente que los
tales coches Pullman, en su calidad de dormitorios.
De Chicago a Nueva York el camino por esta línea es
mui agradable ; se va continuamente por un verjel i en-
contrando villas, ciudades, sementeras i bosques a uno i
otro lado. Baste decir que el Niágara es una de las esta-
ciones.
A las seis i minutos de la mañana del dia 24, después
de haber atravesado el estrecho que pone en comunica-
ción el lago Hurón con el Herie, sin movernos de
nuestro tren que se embarcó en la noche con nosotros
en un barco adecuado, nos detuvimos en un lado del
Canadá, en frente a la Cascada; yo pude verla por se-
gunda vez en mi vida i reconocer los sitios por donde
habia andado en 1890. Las villas en los alrededores han
adelantado mucho ; ahora son casi populosas ciudades.
Atraviesa el tren por encima de los rápidos, parándose
en la mitad del puente para solaz de los pasajeros ; de
ahí se ve las aguas tranquilas después de la tremenda,
caída como formando un lago i en seguida, a poco tre-
cho, la furia de las olas espumosas. Luego el tren sigue
por largo tiempo a la vista del Niágara hacia Búfalo i
después por una via en que el paisaje cambia sin perder
de su interés, encontrando terrenos cultivados, tocando
los bordes del precioso riacho Mohawk, por varias horas,
llegando después a las orillas del Hudson, cuya costa
recorre fielmente hasta Nueva York en vertijinosa carre-
ra, sin dejar tiempo al viajero para ver sino como en
sueños, desfilar los confusos cuadros.
Uno lo pasaría mui bien en norte América si la mayor
parte de las cosas que le dicen no fueran mentira. «En
la estación hai mozos que hablan francés, alemán, danés
i sánscrito, pagados espresamenie para transportar
gratuitamente los bagajes pequeños i ayudar en todo a
los pasajeros»; reza un aviso en el tren. Mentira; si a
Por mares i por tierras 41
— 642 —
uno de esos particulares no le paga usted cuatro veces
el precio de su servicio en la estación de Chicago» se
queda hecho una furia i da una dirección falsa al co-
chero. <La Empresa ha establecido un servicio de
coches con la tarifa siguiente (aquí la tarifa ; mas subida
que en Europa) para comodidad de los pasajeros >; dice
otro aviso. Mentira; el cochero cobra lo que se le an-
toja, jeneralmente cinco o diez francos mas del precio
establecido, con cualquier pretesto o sin ninguno.
La fruta humana es la misma en todas partes en igual-
dad de circunstancias!
Hemos hecho el mas largo trayecto que recorre ac-
tualmente en el mundo un tren sobre rieles i quedamos
curados de semejantes esperiencias. Nadie sin ellas puede
imajínarse el terrible cansancio físico i moral de un viaje
en ferro-carril durante cinco dias o poco menos. Veia yo
las filas de los vagones i locomotoras en las estaciones,
los rosarios de coches cruzando como relámpagos de-
lante de nuestros ojos, los pares de rieles en incontable
número; oia los silbidos, los rumoies, los repiques de
campanas, los sollozos de las máquinas, el crujido de las
ruedas, los compases blandos, roncos, enaceitados i
bajos, resultantes de los diversos sonidos (jue la marcha
producía; divisaba en una parada la cifra 40,705 de un
vagón, después la 28,600 de otro i la 1802 de una loco-
motora; i en la noche, antes de dormirme, seguia mirando
las filas de coches, los relámpagos de trenes, los núme-
ros cada vez mas crecidos de los vagones acampados en
millares de kilómetros de rieles. «¿Cuántos habrá, me
preguntaba, cuántos cuántos?» I la obsesión con los rui-
dos, los bramidos, los rechinamientos, los rieles, los
coches, los vagones, las cifras alineando millones, conti-
nuaba fatigándome durante el entresueño como las sen-
saciones reales durante la vijilia, por la repetición i
superposición de las imájenes !
— 643 -
Llegamos a la noche a Nueva York. El encargado del
hotel Martin a quien habia telegrafiado, no estaba en la
estación ; esto fué de mal augurio. Tomamos un coche i
vamos al hotel; allí los cuartos disponibles no nos aco-
modan ; comenzamos una peregrinación en busca de alo-
jamiento; vamos a dos hoteles vecinos; no nos gusta
ninguno ; tampoco lo encontramos bueno en Hoffman
house i nos dirijimos por fin al Fifth avenue, donde
nos instalamos en un departamento con buena luz, aire,
baño i todas las comodidades deseables.
* ♦
Junio 28. — Nueva York está vacia de amigos nues-
tros: El doctor Emmet se ha ido al campo; el doctor
Weisse también ; la familia Flint lo mismo ; el doctor
Abbot se ha muerto i las dos personas para quienes
Kahnweeler nos ha dado cartas en Yokohama, o sean el
marido de su hermana el señor Naumhug i su socio el
señor Lewis, pasean en Londres. Solo encuentro a Flint
i a su socio el señor Eddy, en uno de los dias en que
Flint viene a su oficina. Los dos me reciben con cariño
i Flint me obliga a ir a visitarlo en el dia con Guiller-
mina, a su residencia de campo. Acepto i vamos.
El viaje es mui articulado: Tomamos en frente al
hotel el cable cart hasta la calle 34 ; en esta, un trenvia
de caballos hasta la estación del F'erry-boat ; allí entra-
mos al barco junto con los carruajes en que los pasaje-
ros lujosos van a Long-Island City ; ahí subimos al tren
i después de hora i media de viaje, llegamos a Oakdale,
dónde uno de los clubs de Flint tiene un inmenso terre-
no, una gran casa para los socios, bosques, praderas,
huertas de legumbres, jardines i por fin un vivero o
criadero de pescados, pues el club es una asociación de
pesca i la mas célebre del mundo, según dicen i según lo
proclaman sus libros, en cuyas pajinas figuran los nom-
— 644 —
hrrs (It: los socios, las horas que cada uno ha consa-
grado a la |)esca, el número de pescados que ha tomado,
la clasf i peso de cada pez, arrojando los resúmenes
cifras colosales.
Nos rr.cihe U señora de Flint en su departamento del
club i nos obsequia con cuánto pudo sernos ag^radable.
l'n club del j enero de este, cuyas líneas jenerales acabo
de trazar, representa para mí uno de los mas cómodos
resultados del espíritu de asociación. Las familias de los
socios tienen en él su casa sin los inconvenientes del cui-
dado ni las molestias de la servidumbre en una particular
de campo, a precio mínimo, relativamente i con la ven-
taja dr poder gozar de una sociedad homojénea, com-
puesta de personas conocidas. « ¡ Admirable ! pensé des-
pués de darme cuenta de todo; lástima es que la bondad
de la idea la haga inaplicable en nuestro país, en donde la
vaniílad, las pretcnsiones i el espíritu belijerante de las
familias, se sustituyen a todas las comodidades i conve-
niencias prácticas >.
Hace viento i la señora de Flint no quiere salir; pero su
marido i nosotros vamos en un spider tirado por un mag-
nífico caballo, a visitar la pesquería, las granjas, los cam-
pos, los bosques, los canales i por fin el punto donde un
rio subterráneo hace emerjencia en la superficie entre las
arenas i continua por ellas como si nada hubiera hecho.
Esta es una de las mas raras curiosidades del paraje;
un sistema de pozo artesiano aplicado por la naturaleza
a una corriente de agua sin ayuda del hombre.
Kl criadero está dividido en mil compartimentos i en
cada uno vive una jeneracion de peces defendida por
los muros de su estanque particular, contra las posi-
bles agresiones de los mas grandes. El mayordomo o
encargado cuida de los huevos i de los peces i da en su
gabinete clases de embriolojia, mostrando la evolución
con láminas i con cifras. Tiene gusto en lucir sus cono-
cimientos ante los visitantes.
Volvemos a la casa del club, damos Flint i yo un
paseo en bicicleta, comemos i regresamos a Nueva York.
*
* *
— 645 —
Junio 29. — Leo en el Herald el estracto de un ser-
món predicado el ultimo domingo por un distinguido
pastor protestante. El tema es «the flirtation» palabra
sin equivalente exacto en castellano que traduciré por
coqueteria u otra espresion análoga. Comienza el ora-
dor diciendo mas o menos : « Algunos consideran impro-
pio de la iglesia i del pulpito este mi tema, pero no lo
es como no lo seria el de un crimen o un vicio. Ya en
tiempos lejanos san Pablo recomendaba a las mujeres
casadas no ser coquetas i muchos grandes predicado-
res han tratado el punto bajo uno u otro nombre i
aspecto. ¿ Cómo no ha de ser obligación de la iglesia,
condenar un vicio tan estendido, tan jeneral, tan fomen-
tado en todas las épocas i en todos los pueblos, que
jermina en todas las edadevS, en los dos sexos, en todas
las profesiones i en las situaciones mas variadas de la
vida? Hace la corte el médico a su enferma, el abogado
a su patrocinada, el comef^ciante a su compradora, el
marido a la mujer de su amigo i su mujer a otro hombre
casado o soltero, porque la mujer lejítima, destituida de
encantos para su esposo, los tiene para un estraño i este
a su vez la prefiere a la suya propia. Las doncellas de
servicio en las casas se entretienen haciendo coqueterias
a los cocheros de su patrón. Galantean los maestros á sus
pupilas en las escuelas, los niños a las niñas i ellas a
ellos i ¡ oh vergüenza ! hasta los ministros de la iglesia
coquetean con sus parroquianas. Pero ¿ qué es el flirt}
Yo no daré la definición; todo el mundo la sabe; solo
señalaré el vicio presentándolo en su on'jen con un ejem-
plo. Voi yo por la calle, encuentro una mujer bien pare-
cida a quien no conozco; ella me mira i me sonrie viendo
que yo la he mirado de un modo insinuante. ... ya ha
comGTizsiáo lafliriatiou / ahí nsicc el crimen i dios sabe
donde terminará, porque, amados oyentes mios, no hai
flirtation inocente i la consecuencia de la comenzada
aun sin tener intención criminal, puede conducir a la
situación mas espantosa. Comparo la flirtation a los
vicios mas abominables por sus estragos en la sociedad
i la encuentro mas dañina que la embriaguez, el robo,
el juego o el asesinato. ¡Cuántos hogares no destruye,
— 646 —
cuántas desg^racias i miserias no produce; a cuántos
hombres no arroja fuera de su casa i sus negocios obli-
gándolos a abandonar sus hijos i su mujer desvalida i
sin recursos! ¡Cuántas indijencias no nacen de esas pri-
meras promesas de placeres i cuántos honrados padres
de familia o jóvenes trabajadores no son conducidos por
el camino del crímen hacia el cadalso! ¡A cuántas mo-
destas mujeres casadas que pudieron vivir honestamente
cuidando el santuario de su hogar no convierte en inso-
lentes adulteras! ¡A cuántos amigos íntimos a cuántos
hermanos no desune precipitando a los unos contra los
otros convertidos en fieras por los celos! I todos estos
desastres e infortunios ¿ por qué ? Por la flirtaiion de
una mujer sin entrañas i pervertida. ...»
Tiene razón el pastor protestante. Ni la muerte a
fuego lento alcanza a castigar a una coqueta de esas
nacidas para hacer daño, que se complacen en ator-
mentar a quien las adora i les ha entregado su alma
seducido por falaces i envenenados encantos !
Julio /o. — Asisto al lunch que Flint da en honor de
Mr. Cougel nombrado por segunda vez ministro de
Estados Unidos en el Brasil ; se hallan presentes : el
obsequiado i el obsequiante, el cónsul brasilero, un abo-
gado mui distinguido cuyo nombre desgraciadamente
no percibí en la rápida presentación, el hermano i los
socios de Mr. Flint, un chileno i otras personas mas !
Hubo discursos siendo el mas oportuno de ellos el del
abogado i no solo oportuno sino espiritual.
Julio 4, — K bordo del Touraine, no sin haber sufrido
ciertos contratiempos momentos antes de ir al buque.
El dueño del hotel aprovechó del apuro de la partida
para aumentar dos dias en su cuenta (aviso a los pasa-
— 647 —
jeros que dejan sus arreglos para la última hora) yo
no examiné detalles por no creer posible una estafa tan
descarada. Pero eso no era bastante para constituir un
desagrado.
Llego al galpón donde se pesa i consigna los bagajes
i no encuentro mis billetes ; no atino a calcular donde los
he puesto. El oficial pesador se resiste a mandar mi equi-
paje a bordo aun cuando sabe que he tomado mis pasa-
jes por haber estado presente en la ajencia cuando los
tomé. Abro un baúl, el mas grande, i lo examino de
arriba abajo : nada. Voi a ver al ájente i éste me pro-
pone un solo remedio : pagar otra vez mi pasaje. Aun
cuando hubiera de aceptar su consejo no tenia tiempo
para hacer la operación por falta de dinero sufi-
ciente en cartera i estar cerrados a esa hora los bancos
a los cuales podia recurrir con mi carta de crédito ; estos
solo se abren a las diez de la mañana, hora de la salida
del vapor. ... i ya eran las nueve i media! La razón de
exijirme nuevo pasaje era la posibilidad de que otro indi-
viduo hiciera uso de mis billetes, posibilidad solo acep-
table en una cabeza sin sentido común, como lo demostré
al ájente: los billetes eran intransferibles, i solo servían
para el viaje tal del buque tal ; yo me iba ya a meter en
mi camarote ; no sé pues como podia el ájente empeci-
narse en su temor. . . . ¡ Pero las ajencias probablemente
por razón de sexo, no entienden nada de lójica, ni de
equidad, ni se cuidan de ajustar a esas dos virtudes su
conducta!
En el conflicto pongo en prensa mi cerebro para obli-
garlo a reproducir la historia de los tres o cuatro dias
anteriores, con referencia al arreglo de mis papeles, i
haciendo un gran esfuerzo de memoria, allá en los rinco-
nes de un lejano recuerdo, percibo una pequeña luz, una
vislumbre, una sospecha respecto al sitio donde pudie-
ran estar mis billetes. Abro otro baúl, busco una gran
cartera donde uso guardar hojas volantes i los ha-
llo, mui tranquilos, bien plegados sobre sí mismos,
los miserables, sin el menor remordimiento del conflicto
en que me hablan puesto. Tienen razón los individuos
de quienes copio esta frase: «la alegria es hija del
^ _ 648 —
dolor > ; i también la tiene Ariosto, el Dante o no sé
quien cuando dice < no hai mayor placer que el de
encontrar un billete perdido > {O no dijo semejante cosa
ni Dante ni Ariosto? Si nadie 1^ dijo la digo yo recor-
dando mi gloria al dar con mis pasajes.
IVaemos en el Touraine el camarote no 8, grande,
comodísimo, con ventana al mar; en ningún vapor he
tenido mejor acomodo, aun cuando siempre he pro-
curado tenerlo mui bueno. Las camas son anchas, los
lavatorios están a buena distancia, el techo es alto i
como se halla situado hacia proa no se siente la trepida-
ción del hélice i el balance es menor por a -f- b (forma
del casco de todo buque) aun cuando el cabeceo es un
poco mayor.
La comida a bordo es de primera calidad i servida
según nuestras costumbres, no como en norte América,
donde es un tormento comer bajo la presión del mozo
que lo obliga a uno a elejir a la carrera toda su vitualla
en una inmensa lista i ver después un rejimiento de pla-
tos que lo instan a precipitarse para librarse de ellos
o para no encontrarlo todo frió.
Realmente estamos ansiosos de llegar a Francia i el
Touraine es una aproximación. Hai 3230 millas de Nueva
York al Havre, mas o menos, según la ruta de los bu-
ques se aleje de la línea recta o se aproxime a ella.
Desde el sábado 3 de julio a las 10 de la mañana, hora
de nuestra salida, hasta el domingo 4 a las 12 del dia
recorrimos millas 420
Desde el 4 hasta el lunes 5 de 12 a 12 » 425
o » lunes 5 hasta el martes 6 í> » » i 430
» » martes 6 » miércoles 7 » o » » 437
»> » miércoles 7 d jueves 8 t> » » » 441
») » jueves 8 » viernes 9 » » * » 439
>> )) viernes 9 » sábado 10 » » » » 428
» » sábado 10 i> domingo II alas 7
de la mañana » 210
Total 3230
- 649 -
Julio 14. — Havre. — Nos encontramos en pleno movi-
miento i en preparativos para festejar el 1+ de julio; las
regatas han tenido un éxito completo, no se han aho-
gado sino dos tripulantes de las embarcaciones en
competencia. Si Alfonso Karr que anuncia en su libro
« Pt-ndant la pluie» los futuros progresos de este ejer-
cicio inaugurado aquí por primera vez ante sus ojos,
hubiera podido asistir a la distribución de los premios a
los vencedores, habría sentido una gran satisfacción,
mezclada con algunas lágrimas por los dos muertos. El
dueño de una de las lanchas vencedoras cede su premio
de quinientos francos a la viuda e hijos del hombre que
cayó de su bordo al mar, momentos antes de llegar a la
raya. Otro caballero que ha ganado varios premios
manda su hijita, una tierna criatura, a recojerlos cediendo
parte de ellos a las viudas i huérfanos de los ahogados.
Con este motivo el patriotismo i los sentimientos altruis-
tas se exaltan i la sala de la fiesta se estremece con los
aplausos atronadores de la concurrencia. Añádase a esto
la circunstancia de ser la noche de la distribución de
premios, víspera del 14 de julio i se comprenderá toda
la animación reinante aun sin contar los efectos de la
belleza femenina, adornada i vestida según los últimos
figurines del Havre, única ciudad rival de París en el
mundo, según los havrenses.
Fuegos artificiales mui buenos. El capitán del Touraine
i su señora, una dama mui amable, nos invitan a pre-
senciar de su alojamiento el espectáculo. Los aparatos
han sido construidos sobre el agua en la orilla del mar;
el efecto de las luces que caen i se apagan en las olas
es de una belleza estraña i atractiva. Después de los
fuegos vamos al teatro donde se representa una pieza
del inmortal Dumas, padre; todos los espectadores lloran
i aplauden!
Julio 1¿¡, — Se va Victorina a Paris; llora bas-
tante. Nosotros atravesamos del Havre a Trouville,
algo sentimentales también por la despedida i preocupa-
— 650 —
dos con las difícultades anunciadas para instalarnos bien
i no en hotel; ya tenemos horror a los hoteles! Feliz-
mente damos, en llegando i sin trámite, con un departa-
mento sobre el mar situado entre la orilla i la calle de
la Plage a lado del Casino. Aquí estamos comodísimos i
libres de toda presión de circuito.
Agosto S. — Trouville. Ya lo he dicho en otra parte
« ninguna afirmación deja de tener su tanto por ciento
de falsedad ;>. Así, tomando la siguiente: «En Trouville
se vive en perfecta fiesta; todos desplegan un lujo desen-
frenado; la alta vida está en su apojeo i la esplotacíon
de los trouvillanos no reconoce límites >. Lo de las fiestas,
el lujo i la alta vida, es el tanto por ciento de mentira
de la afirmación; uno se queda en su casa, si le acomoda,
se viste como le da la gana i lleva si quiere una vida de
campesino. La cuarta parte verídica está en lo referente
a la esplotacion, escandalosa en verdad, i sellada con la
mayor mala íé de parte de los que venden o alquilan
algo.
Como prueba presento la siguiente anécdota: Un caba-
llero bórdales (de Burdeos), conocedor en vinos por lo
tanto, invita a un amigo a comer en un hotel de los mas
nombrados. Elije su lista i el vino; al segundo plato
pide otra botella de vino; ya la primera se habia con-
cluido; a la segunda sigúela tercera i bebida esta, el
invitante llama al mozo. — ¿Vas a tomar mas vino? le
pregunta el amigo. — ¿Te parece que hemos tomado mu-
cho? contesta el invitante quien no solo no presentaba
síntomas de embriaguez mas ni siquiera de animación.
— « Mozo, añade en seguida, ya no puedo tomar mas
agua, vea si hai un poco de vino en el hotel i trái-
gamelo ».
En efecto, las tres botellas del supuesto vino, a tres
francos cada una, eran de agua aromatizada con algún
líquido de sabor semejante al del vino.
- 651 -
Imposible es siquiera una probable previsión para
defenderse de fraudes, trampas e injeniosas exacciones.
Véase un caso. En Trouville a ía hora de la baja marea,
las ag^uas se retiran mui lejos; la j)laya es casi horizon-
tal i los paseantes caminan por la arena dura a gran
distancia del h'mite de la alta marea. Un enjambre de
chicos juega, en apariencia, en el área recien abando-
nada por el mar, pero al volver, los caballeros i damas
que fueron a la orilla, se encuentran con una novedad :
los juegos aparentes, eran preparaciones industriales ;
los chicuelos han hecho zanjas en los pasajes precisos i
en un punto de ellos han formado albardones, cruzándo-
las. Los paseantes quieren seguir su regreso, pero no
pueden hacerlo sin mojarse. En esto acude uno de los
muchachos diciendo: « Monsieur, passez par mon pont,
il est tres solide ; un sou seulement i- . . . j Dios al hacer
los niños de Trouville puso en el óvulo materno el
jérmen de todas las especulaciones comerciales!
Supongo reunida una comisión compuesta de sabios,
de comerciantes, d-e curiales, en fin, de los hombres mas
aptos para descubrir i prever las asechanzas humanas,
con el objeto de dictar un reglamento destinado a preve-
nir toda injusta esplotacion. Si al fin de un año de sesio-
nes saliera con su código, completo a su entender, i
fuera hasta el borde del agua, aquí, en la baja marea, al
volver i encontrarse con el caso de los puentes, tendría
que añadirle un artículo contra los injenieros civiles de
tres a siete años de edad.
La población se divide en inquilinos i caseros o en
trouvillanos i forasteros.
Nadie tiene títulos fuera de estas dos profesiones. Yo
no soi doctor, ni médico, ni nada; soi inquilino i debo a
esta situación anónima la facultad de estudiar a mansalva
los hábitos i costumbres.
Los baños son mui incómodos, las casillas mas bien
parecen nichos para perros ; un hombre de mediana
estatura puesto en una de ellas de pié, toca el techo
con la cabeza. No hai duchas para quitar el agua salada
sino una canilla a flor de tierra en medio del patio; seme-
jante atraso no se comprende. En Honolulú hai grandes
— 652 —
cuartos i una ducha espléndida ; en Mar del Plata lo
mismo, pero en Trouville, centro de la concurrencia
aristocrática, no han llegado todavia a esa altura. No
es que aquí no tengan, es que no quieren tener idea de
lo (jue los ingleses llaman confort, A pesar de todo
Trouville es sencillamente delicioso; la playa animada
i «-I escenario de la colina vestida de villas i de árboles,
alf*^ran el rspíritu.
Oentro de pocos dias comienzan las carreras, esta
diversión dañina destinada a deformar la raza de los
caballos, convirtiéndolos en pájaros escuálidos, i a mis-
tificar la raza de los hombres improvisando notoriedades
ficticias.
Agosto 30. — Triste asunto; en la casa donde estoi, rué
de la Plage n«>7, hai una joven tísica muñéndose; se llama
Julia, es hija de la dueña del semi hotel Mme. Sies ;
tiene fijado su matrimonio con un hombre que la adora,
para cuando se ponga buena. Paso mucho tiempo al lado
de su cama, animándola, divirtiéndola en cuánto puedo
i haciéndola volver de sus desmayos cuando se ahoga
por falla de acción de su sangre ya casi muertp. Me da
una gran pena verla mantener sus ilusiones i hacer pro-
yectos en el borde mismo de la tumba. No tiene un mes
de vida. Siento la satisfacción de haberla hecho pasar
algunas horas sino contenta a lo menos olvidada de su
terrible enfermedad, pues yo, mal me está decirlo, soi el
hombre mas nativamente bueno del mundo.
*
Agosto 31. — Salimos de Trouville i llegamos a Paris
alojándonos en el hotel de France et Choiseul, rué
St. Honoré 239.
— 653 —
Setiembre J. — Asisto con Pinero a la clínica de Dege-
rine sobre enfermedades nerviosas ; veo casos mui buenos
pero no nuevos; el clínico habla entre otras cosas, de los
resultados sorprendentes de las altas dosis de ioduro de
potasio» de 30 gramos diarios por ejemplo, en las enfer-
medades de la médula declaradas incurables ; yo oyén-
dolo confirmo mis ideas i mis críticas acerca del modo
jeneral de emplear este medicamento.
Setiembre 4. — Vamos a ver al profesor Vott. Hipno-
tiza a una joven mui bonita, cuando entramos a su
gabinete, la hace viajar en velocípedo i a caballo, ver
paisajes, imajinarse que com€ uvas, comerlas en realidad
creyendo que. son cerezas, vivir con opulencia en un pala-
cio i mil otras fantasias. Pregunto al doctor Vott si por
medio del hipnotismo se puede hacer prudente i lójica a
una mujer i me contesta que jamás ha conseguido seme-
jante cosa ni aun momentáneamente. Atribuye por el con-
trario ía la ausencia de esas calidades en el bello f exo su
facilidad para entrar en la vida ilusoria por medio del
hipnotismo. Hablamos largamente de sicolojia moderna,
natural i patolójica. Cuenta el caso de un muchacho a
quien le daba por tocarlo todo ; en la calle, dice, iba
poniendo las manos sobre las paredes i no podia hablar
con una persona sin tocarle alguna facción de la cara
siendo de su preferencia la nariz, tal vez por ser saliente.
Fué curado de tal manía por el hipnotismo. Luego el
profesor habla del sueño profundo i superficial ; en el
primero según él, se ejecuta movimientos por la in-
fluencia del aislamiento de las ideas i no se los recuerda
al despertar; en el segundo no hai movimientos, pero
se recuerda el sueño; (teorías). No puede sostener ni
negar la autonomía de la voluntad, punto que yo sometí
a su examen.
* ♦
— 654 —
Setiembre S, — Hemos asistido a una comida que dio
el jeneral Mansilla a varias señoras i caballeros de su rela-
ción ; entre ellos estaba el señor Rostan, autor de la Sa-
maritana i entre ellas la señora de Rostan, una rubia pre-
ciosa.
Vamos a Ecouen a la quinta de Dubuífet padre; nos
recibe la familia en palmas de manos ; la señora es ama-
ble i sencilla; la viuda del hijo mayor es mui joven i
seductora, parece mui triste aun cuando sus suegros i
cuñados la adoran. Mr. DubufFet padre, es un hombre
fundamentalmente bueno, tan celoso de su independencia
que la exajera contrariando las tendencias de su índole
orgánica.
Setiembre 14, — Nada desde mi nota anterior sino mis
observaciones sobre « Le Credit Lyonnais ». Poco he
tenido que observar hasta ahora respecto a los bancos
(jue me han sttrvido, pero creo que no peco refiriendo
mis observaciones respecto al mencionado arriba: !<> En
el Havre i supongo en todas las ajencias de la Francia,
le hacen firmar al portador de una letra de crédito de la
casa matriz, dos recibos i por ende pagar dos timbres;
no proceden así en China, en el Japón, en Honolulú ni
en el último rincón de la tierra. Si en vez de exijir dos
recibos se les antojara pedir cien, el acreedor de una
suma de diez francos, no recibiría un centesimo, obligado
a pagar diez francos de timbres para los recibos del
dinero que no habria recibido. Exajero al suponer la exi-'
jencia de cien recibos, pero la falta de justicia i el abuso
del Credit Lyonnais quedan tan patentes tratándose de
dos como de cien timbres. 2^ i esto es una vergüenza !
En la casa central del Credit Lyonnais en París hacen
j)agar al portador de un cheque o de una letra de crédito,
las sumas requeridas, por un sirviente, el cual aun cuando
se trate de cantidades redondas, siempre trae una parte
en cambio menudo, i se planta con aire de exijencra
delante del acreedor quien, no habiendo ido a pagar
contribuciones forzosas sino a reclamar su dinero, se ve
— 655 —
obligado a darle una propina, es decir una limosna inicua
i vergonzosa. Los directores de establecimientos de este
jénero no debían tolerar semejantes imposiciones que no
tienen ni la sombra de una escusa.
Voi al barrio latino i compro tres libros : Lyon, clí-
nica terapéutica; Duplay &», diagnóstico quirürjico i Bou-
chardat última edición del clásico formulario. Recorro
en casa el tratado de diagnóstico i al dia siguiente lo
devuelvo porque no sirve para gran cosa. (A estar a él
los hombres no tienen vejiga ni las mujeres útero ; no
se habla en el libro de tales aparatos en forma enciente-,
ni útil siquiera. Las reglas jenerales de diagnóstico en
él espuestas, son las mas vulgares i conocidas).
Tomo en su reemplazo otro libro titulado «Consultes
et ordonnances » este, a pesar de las pretensiones de su
prefacio, no tiene sino lo que sabe cualquier escolar.
Tales libros con recopilaciones o estractos de pacotilla,
revelan la mala fé de los autores i su propósito único,
vender, engañando con los títulos de presunta novedad a
los incautos.
Setiembre 16. — Dan en la Comedia francesa. Su-
plice d'u7iefemme ( la heroína de la pieza es una bandida
imbécil). Cleft ( un juguete bonito en el cual aparece un
matrimonio joven en constante camorra i un sirviente,
víctima de las peleas, pues no sabe jamás si ha de servir
o no la comida ni cómo ha de arreglar los cuartos;
cuando los esposos están mal no puede obtener de nin-
guno una contestación i como pasa su tiempo en cons-
tante zozobra, ha tomado un estribillo que repite opor-
tunamente en cada circunstancia; «¡tal es mi vida!»). Los
litigantes, comedia de Racine, grotesca pero divertida.
— 656 —
J«ji .a *^íí-v la f:ní«-Tma de Trouville ha muerto hace
j#'í íis •!:a'»; su drsola*ia madre me lo comaníca. Pobre
n:ña! su m»\K> h<i \miiíÍo a verme i a darme las gracias
por lo '|u#- él liama < mis anteriores ateocíoiies >.
Octubre 2. — \'<»i a la Salpnnere con Rene Dubuttet,
nuí->iro amij^o d*:! Japón. Asisto a esperiencias de hip-
notismo í huj^Ntirtn i las ha^o también. Una coreica se
golpea con:»tantf:me*nte la frente con las manos ; se ha
hírhí) ) a úlceras i tumores en ella; solo cesa su ejercicio
estrano ruando sr la sujestiona i entonces pasa días sin
maltratarse. Una actriz enamorada i vengativa, tras de !a
orden de su médico una vez hipnotizada, no ama ya ni
(quiere vengarse de nada. Una muchacha de quien había
abui»ado un dentista después de hacerla dormir, sujes-
tir)nada por él para no ceder a otras sujestiones, es por
fm \en(i«la en la Salpetriere, e hipnotizada, cuenta todo;
adivina ademas dtmde está su marido, cuando solamente
por milaj/ro podía saberlo. Esta i la anterior, por sujes-
tK>n, ven retratos en pajinas blancas en las cuales su pen-
samiento los ha puestí) antes por orden del operador; la
suj)erchef ia en este caso es imposible. Otra enferma una
vez sujestionada no oye ya los ruidos i las voces que
hahitualmente la atormentan. Gran benelicio es sin duda
poder quitar a un enfermo siquiera un simple síntoma
mortificante !
Almuerzo con los estudiantes internos; en la mesa se
trata de la fotografía de los efluvios histéricos i Robert
Loevy presenta placas en vidrio con la impresión de esos
efluvios. Loevy es un joven judio de inmenso porvenir,
músico eximio por naturaleza i por arte, orijinal i franco;
tiene como ayudante a un esterno Mr. Leroy, cultivador
del hipnotismo i mui hábil en su práctica. Conversando
con este joven le cuento que en varías ocasiones he visto
— 657 —
por seg^unda vez una escena u objeto que jamás vi por
primera. El saca en el acto un papel impreso de su bol-
sillo i me lo da.
Era una circular ; la conservo entre mis documentos.
Ella contiene un cuestionario destinado a levantar una
información tan completa como sea posible, con refe-
rencia al fenómeno de que yo le hablaba, entre un
número limitado de personas de diferente edad, sexo,
profesión, temperamento, hábitos i demás circunstancias,
con el fin de establecer el hecho sicolójico rodeándolo
de las mayores g^arantias de exactitud para darle cabida
en una clasificación de accidentes estraordinarios, pero
reales, del entendimiento humano i deducir sus leyes
fundamentales con el propósito de encontrarles una
esplicacion.
El resumen de los informes con su comentario i los
casos mas notables serán espuestos en el trabajo defini-
tivo del señor Leroy.
Paratnnesia o falso reconocimiento se llama el fenó-
meno i el cuestionario comienza con este párrafo.
«¿Ha sentido usted la impresión llamadayíz/í^ recono-
cimiento al cual hace alusión Dickens en este pasaje de
David Copperfield : Todos conocemos por esperiencia
este sentimiento que nos i?ivade a veces de estar diciendo
o haciendo lo que ha sido ya dicho o hecho anteriormente,
hace largo tiempo ; de haber estado ya rodeados por las
mismas figuras i los mismos objetos en las mismas cir-
cunstancias ? 2>
El cuestionario continua sus preguntas al infinito rela-
tivas a todas las variantes del hecho i las condiciones
en que se produjo, tanto con referencia al sujeto, cuanto
al tiempo, lugar, modo, simplicidad o complicación, nú-
mero de veces, duración, causa presunta, relaciones*
repetición del mismo cuadro, antecedentes, concomitancias
i demás factores ligados estrecha, lejana, directa o indi-
rectamente con el accidente.
Los relatos de mi propia esperiencia, fueron anotados
cuidadosamente, por su importancia, sobre todo en lo
referente a los casos de previsión o vista anticipada,
seguidos de confirmación objetiva.
Por mares i por tierras 42
— 658 —
Kn efecto no pocas ocasiones me ha ocurrido ver por
primera vez, sin la menor posibilidad de duda, una es-
cena, i tener en el mismo momento la absoluta seguridad
de haberla visto antes, con todos sus detalles, a tal punto
de adivinar lo que iba a suceder después.
La última vez que me pasó esto fué en Beyreut
donde jamás había estado. Me detengo en frente de un
portal antiguo i en el acto la sensación de haberlo visto
en otra época me invade con tal claridad que me vuelvo
adivino i veo, cercbralmente, antes de pasarlo, una vieja
cuya fisonomía me era conocida, sentada en el patio. Yo
no podía saber lo que había tras de aquella puerta
cerrada i cuando se abrió i yo entré por ella, no me sor-
prendió, o mas bien me sorprendió grandemente, hallar-
me en el patío i ver por mis propios ojos la vieja en
su sitio.
Los milagros para mí son hechos cuya esplicacion no
conocemos. Yo doi una bastante plausible del falso
reconocimiento , en sus formas jenerales, apelando al
desdoblamiento de las impresiones únicas. Mis amigos
de la Salpetriere por lo menos la encontraron semi-
aceptable. Según ella una sola percepción podia seguir
dos caminos en el cerebro; uno directo i otro a través
de diversos centros, haciendo estaciones; por ejemplo
al centro visual directamente i al mismo pasando por el
centro auditivo. Ahora bien, el centro en función des-
pacha la primer percepción al depósito de los recuer-
dos, i cuando llega la segunda su presencia suscita
dos nociones del mismo objeto, una antigua i otra mo-
derna ; es decir la enviada ya a la memoria i la recien
llegada.
Tal esplicacion, que solo puede tomarse como un
ensayo, no es aplicable desgraciadamente a los fenóme-
nos de pre-vision, o conocimiento anticipado; estos
continúan para mí en el misterio!
Después del almuerzo salimos con Loevy i Dubuffet
a visitar la maison d' accouchements de Baudeloque. Veo
en él una mujer operada de sinfisiotomia i otra asilada
en via de dar a luz el fruto de su vientre; la primera
presenta su herida en exelentcs condiciones; la segunda
— 659 -
no ha tomado cloroformo i grita a mas i mejor a cada
contracción. No usan en la maternidad el cloroformo
por evitarse trabajo probablemente. Visito minuciosa-
mente el establecimiento i lo encuentro bastante ade-
cuado a su objeto; como todos los de su jénero moder-
nos, tiene también su incubadora.
De la maternidad pasamos al observatorio astronó-
mico, donde vive Loevy réjiamente con su familia; su
padre, un astrónomo distinguido es el director. Nada
tiene de particular el instituto sino sus colecciones de
instrumentos antiguos ; sus meridianos i ecuatoriales son
de segundo orden.
Octubre 11. — Salgo de Paris para Turin con Juan
Cruz Várela ; hacemos un buen viaje conversando de una
cosa i otra. En llegando a Turin él se va a su hotel i yo
a la Mandria; paso allí el resto del 12 i hasta el 15; este
dia vamos con José Vogliotti, un empleado del marques
Medici al valle Lomellina a casa de un señor Robecci, el
cav. ufif. Pietro Robecci Stágnoli, como dice su tarjeta,
cultivador i manufacturero de arroz. Robecci es un hom-
bre bueno al modo campesino. Tiene un hijo casado que
vive con su mujer e hijos en el establecimiento donde
también está la señora Robecci i se alojan numerosos
labradores i jentes de servicio, figurando entre estas una
joven llamada Blanca, a quien desde el primer momento
llamé yo dona Bianca, mas coqueta que cualquier fran-
cesa de alto rango, buena moza i con ojos azules cálidos.
Tiene el señor del castillo, ocupadas en labores rurales i
por ende a su disposición según lo deja entender, como
el rei sabio, setecientas mujeres, razón por la cual reci-
bió inmediatamente en las bromas a que daba lugar su
carácter jovial, como adición al suyo, el nombre de Sa-
lomón.
El recien bautizado complaciente nos lleva a ver el
injenio . donde limpian el arroz, lo pelan i le dan brillo.
Allí me hago esplicar todo desde la elección de las semi-
— 660 —
lias hasta la preparación de la sopa de su producto. Los
procedimientos son los siguientes : se siembra el arroz,
se lo transplanta en cierta época, se lo cosecha, se lo
seca, sr lo separa de la paja, se le quita un pequeño tallo
adherido fuertemente a la vaina del grano ( esto se hace
ya en máquina) se lo mete en cubos donde dan vuelta
tornillos sin lin que lo pelan, luego en otros aparatos,
donde los granos frotándose unos con otros, se pulen, se
lustran i quedan brillantes. De estas diversas operacio-
nes resultan productos secundarios como la paja, el
polvo de arroz (|ue usan las mujeres i algunos hombres,
la ricina, granos rotos que convertidos en harina sirven
para harer pan. Salomón, nos ofrece en seguida un
almuerzo compuesto de salchichón hecho en la casa,
jamón preparado en la casa, lengua cocida en la easa,
huevos puestos en la casa, tallarines fabricados en la
casa, costillas de chancho nacido en la casa, pan de
varias clasf's del mismo oríjen, vino delicioso puro, fer-
mentado en la casa ; servido todo ello por la mencio-
nada Hianca venida al mundo en la casa i propietaria del
par de ojos azulas i dulces ya mencionados que derrama-
ban el ardor de su mirada sobre todos los fiambres hasta
convertirlos en platos calientes.
K\ habia almorzado ya, pero ello no le impidió probar
algunos manjares i beber su burn vino. Cario su hijo está
enfermo ; ha contraído una anjina cazando becacinas ; la
mujer de este joven, una bella señora llamada Amelia
Hellavilla, madre de cuatro ánjeles i cuñada de Giova-
nina, hija del señor Robecci, i casada con Giacomino
Alessandro de Pierina, me pide que vea a su marido; lo
veo i le receto ; de algo me ha de servir ser médico !
Amalia Bellavilla tiene un hermano en la república
arjentina; es de mala cabeza, según ella, i se llama
Eduardo, lo cual es imperdonable. Apesar de este
defecto (el de tener mala cabeza) Amalia lo quiere ; me
ha pedido que averigüe ccSmo le va i se lo escriba. En
vista de este amor fraternal i de la culta amabilidad con
(jue me acompañó a visitar una dependencia de la casa,
le regalo un frasco de esencias que ha hecho el viaje
alrededor del mundo i se ha vaciado i llenado muchas
- 661 —
veces. — « No tengo qué darle en pago », me dijo.
¡ Todas las mujeres son embusteras ! —- « Falta usted a
la verdad >, estuve por replicarle, pero no era eso ni
decente ni oportuno.
Después del almuerzo el propietario nos llevó a ver
sus galpones de paja, sus depósitos, los grandes cuerpos
de edificio separados por patios i divididos en celdas
para el alojamiento de novecientos i tantos labradores
del establecimiento i sus familias; las caballerizas i esta-
blos de vacas i bueyes; las diez mil gallinas con sus gallos
correspondientes; los campos sembrados i los no sem-
brados, los recien arados i los por arar i por fin sus
diversos rejimientos de contadinas jóvenes que trabajan
en caravanas. Encontramos en marcha una cuadrilla de
estas, armadas de su azada i capitaneadas por un con-
tadino mayor de edad. Iba la columna a un campo recien
arado i que presentaba el aspecto de un mar en tormenta.
Las cuarenta o mas contadinas cayeron sobre la hec-
tarea, se acomodaron en fila i caminando hacia atrás,
alzando i bajando sus azadas, en un momento, convirtie-
ron el terreno en un plano uniforme como la palma de la
mano. No había entre ellas ninguna bonita pero las mas
eran jóvenes frescas, alegres i mui sociables, a lo menos
con Salomón al cual dirijian bromas escabrosas.
Después de recorrer campos i cabanas volvimos a la
casa a comer. La comida fué mui peninsular i mui buena,
compuesta de celebridades italianas tales como risotto,
estofado de cerdo adolescente, becacinas con pullenta
deliciosas i cazadas en campo propio por el mismo hijo
del feliz tenedor de esos dominios.
Asistieron a la mesa de fuera : un médico antiguo, reti-
rado de la profesión i el marido de Giovanina. El doctor
mui prudente i mui sesudo; el marido de Giovanina bas-
tante agradable i ameno.
La señora mayor juraba que su marido no le habia
hecho jamás una infidelidad ; el viejo médico se sonreia
mientras el aludido protestaba en nombre de todas las
contadinas de diversa edad, color i temperamento, mas
o menos calumniadas.
Amalia se levantaba a cada momento para obsequiar-
I
— 662 —
nos; eso no se hace en las ciudades pero sí en el campo
i ella lo hacia con esquisita galantería. Bianca que servia
a la mesa, después de haber cocinado el 75 por ciento de
la comida, miraba a hurtadillas a Vogliotti con quien
había entablado ya relaciones directas ¡ desopilantes, a
mi juicio. Finalmente después de la conversación de
sobremesa, la concurrencia se retira i cada uno gana su
cuarto. El mió era una estensa celda de bóveda, abriga-
da, amable ; la cama estaba caliente i sus ropas eran
nuevas.
Octubre 20. — En viaje de Turin a Paris encuentro un
caballero norte-americano con su señora: nos conocía-
mos de vista por haber habitado un mismo hotel no se
donde, i trabamos conversación. Yo me quejé de no
haber encontrado cama en el tren sino en un comparti-
mento de cuatro personas. La señora se quejó de no
tener uno de dos para estar con su marido i de verse
obligada a pasar la noche con otra señora. El marido
contó que era mi compañero de cuarto, junto con un
señor anciano allí presente, i otro pasajero que debía
tomar su sitio en Aix-les-Bains. La conversación se hizo
familiar i recayó sobre el futuro compañero.
— ¿ Como será? — pregunta el norte-americano.
— Es un hombre de mas de cuarenta i cinco años,
dije yo.
— Apuesto a que es joven.
— No señor ; es viejo.
— Un franco a que no tiene cuarenta aun cuarenta años.
— Acepto ; tiene mas de cuarenta i cinco.
— Le doi los cinco de ventaja.
— Está bien ! Pero si no viene, como es posible
¿quién gana?
— Me dan a mi los dos francos, dijo la señora.
— Muí bien, repuse yo.
— Aceptado, añadió el marido.
I los tres permanecimos intrigados i llenos de curio-
sidad hasta llegar a Aix.
— 663 ~
Ahora bien ¿qué podia suceder para que nadie ganara,
como sucedió, contra toda previsión?
I Lo doi a adivinar al mas diestro !
Si era viejo ganaba yo.
Si era joven ganaba el maridí).
Si no venia ganaba la señora.
i I sin embargo nadie ganó !
Tal resultado no entró en nuestros cálculos ! He aquí la
esplicacion del hecho : Nuestro presunto i futuro compa-
ñero era en efecto viejo i venia en el tren con su señora.
Otra señora debia subir en Aix-les-Bains i ocupar un
compartimento de dos camas, con la mujer del viejo i
este señor pasar al nuestro a su sitio retenido. La seño-
ra esperada no subió ; el viejo tampoco, puesto que ya
estaba en el tren i no ocupó su cama en nuestro cuarto
por no serle ya eso necesario.
Yo no gané, por cuanto si bien nuestro presunto com-
pañero era viejo, no vino a ocupar su cama.
El norte-americano tampoco ganó porque el presunto
compañero tenia mas de cuarenta años.
La señora menos porque ningún joven ni viejo dejó
de venir al tren ya que el futuro compañero viejo o joven
estaba en él.
Octubre 37^ miércoles. — Voi a Londres por lo que no
le importa al lector amable. Adivino en el tren sin dato
alguno que uno de mis compañeros de vagón es injenie-
ro; la claridad i seguridad de mi concepción me sor-
prendió por su significación sicolójica ; por eso apunto
el fenómeno. Van también dos jóvenes españoles, nobles
de nacimiento i orgullosos, quienes comienzan por no
saludarme i concluyen por quitarme afectuosamente una
de mis balijas para llevármela hasta el coche.
Me alojo en el hotel Coburg, Carlos Place, Grosvenor
Square, cuyo portero tiene una especialidad ; solo especula
sobre el pago a los cocheros por cuenta de transeúntes,
haciendo figurar en su nota el cincuenta por ciento mas
de lo abonado por él ; fuera de esto el hotel es mui bueno.
— 664 —
Octubre 29, - Ayer fué un dia de fog espantoso,
según los diarios. La niebla cubrió enteramente la
ciudad i casi toda la Inglaterra. Londres i las ciuda-
des i puntos de su mismo clima son las únicas partes
donde se puede ver el sol; en Ñapóles ello es impo-
sible, pues quien lo intentara se qucdaria ciego. Mi
afírmacion respecto a los parajes nebulosos es uni-
versalmenie negada a pesar de su exactitud; sin em-
bargo en Londres por ejemplo uno puede mirar con
fijeza i por largo tiempo el sol que parece una bola de
fuego lanzada al aire; una gran naranja de hierro incan-
descente, sin brillo. Otros efectos curiosos del fog se
esperimenta en las calles de Londres; como la ciudad
está dentro de una nube, todos los fenómenos ópticos de
la refracción en una masa de vapor de agua se mani-
fiestan ; las luces parecen lejanas i están cerca ; sin verlas
acercarse en rápida marcha el espectador comprueba
que en un momento la gran distancia ha desaparecido i
los faroles han avanzado hasta ponerse a la mano ; los
coches a diez metros no son sino sombras, manchas negras
rectangulares, indecisas mui retiradas, pero pasa un se-
gundo i los detalles surjen clarísimos. Las personas para-
das en las veredas o en los asilos centrales de las calles
toman a cierta distancia la forma de animales subma-
rinos de bordes difusos, agrandados por la niebla, e
inmediatamente si se da dos pasos hacia ellas, sus figuras
cambian de aspecto, mostrando los detalles de su es-
tampa, su vestido, el color de su rostro i las particulari-
dades de sus facciones, con mas nitidez que en las cir-
cunstancias normales, tal vez por efecto del contraste o
la rapidez de la emerjencia de la sombra a la luz. Los
grupos negros se suceden como masas flotantes de
humo i su pasaje del estado de casi imperceptible bruma
oscura, penumbrada e informe, al de configuración pre-
cisa, clara, colorida i de contornos bien limitados, da la
¡dea de una sustitución instantánea, como si la sombra
sin moverse, por arte de encanto, se cambiara en un
cuerpo sólido tanjible i vivo. La ilusión se comprende
mejor recordando los desfiles de cuadros en las linternas
J
— 665 —
májicas. Todo Londres es una infinita linterna májica
durante un buen fog.
Una nueva sensación se tiene al mismo tiempo, dentro
de la bruma: la del aislamiento absoluto.
El viandante, a fiarse solo en su vista, se creeria sus-
pendido en los espacios siderales, sin horizonte, sin
zenit i sin nadir. Pero la ilusión se destruye i se forma
sucesivamente con la aparición i desaparición de coches,
j entes, animales, luces, letreros, muros i edificios que
salen de la nada para cerrar el paso i se pierden luego
en el humo del ambiente universal, reproduciendo el
aislamiento en el vacio.
Voces, gritos, crujidos, castañeteo de latigazos, trote
de caballos, ruidos de frenos actuando en las ruedas de
los ómnibus, de cascabeles, de cadenas i mil otros estra-
ños o conocidos, se oye entretanto, i a su favor nace
cierta zozobra en el alma del observador.
La brusca transición de la soledad en un medio insonda-
ble a la repentina población de millones de seres vivos i de
objetos que brotan, no ya de la tierra pues no se ve tierra,
sino del aire mismo convertido en nebulosa; la salida de
fantasmas, la sombra de los guias de a pié cuando la
bruma se condensa, solícitos para dar rumbo a los ve-
hículos donde no se percibe ruta ni dirección, dan oríjen
a una serie de impresiones angustiosas para la jeneralidad,
raras, recientes, novedosas i agradabilísimas para mí!
A la noche una brisa lijera barrió la atmósfera i la
luna nueva, como un medio paréntesis de plata, se dise-
ñaba en los cielos i hoi el sol radiante ha traido un
tiempo de primavera a los habitantes de este centro del
mundo.
Mi amigo Edwardes entra con guantes negros a mi
cuarto. — ¿Qué sucede? le digo {por quién está de luto?
— No estoi de luto, me contesta; el fog de ayer ha hecho
el milagro; estos guantes eran gris perla hace dos dias;
ahora, como usted lo vé, son del negro mas refinado e
indeleble
-^ 666 —
Tomo rl tren de las once de la mañana para París i
hago un viaje en sociedad de puros desconocidos con-
versando, no obstante, con la mas g^rande familiarídad.
Averiguado que soi médico cada uno me pide un con-
sejo; la mas i mejor aconsejada fué una joven recien
casada que llamaba papá a su marido t no obstante se
quejaba de ser tratada por este como una criatura. —
¿I por (|ué no como dos? pregunté yo. La joven quedó
suspensa; luego entendió i se dignó ponerse colorada.
*
0 *
Noviembre 2. — París, c Salón pour la coupe des che-
veux 2> se ve en la muestra de una peluquería de la rué
Saint Honoré (el salón tiene tres metros por costado).
En el interior sobre un espejo figura esta leyenda:
« ('oupe des cheveux Fs. 0.75; barbe 0.25.
Me hago cortar el pelo i la barba; el mozo que me
sirve enciende en el gas un palillo i viene hacia mí con
su tea en la mano.
— Qué es eso? pregunto.
— Voí a quemar las puntas del pelo para fortificarlo!
responde.
— Mire mozo, déjese de farsas conmigo!
— Bien señor ¿lavaremos la cabeza con un poco de
champouin ?
— No lavará usted nada.
—Una fricción, entonces ?
-No.
— Agua de rosa...?
-No.
— Un poco de brillantina para el bigote? (Me
pongo en pié fastidiado i le digo ).
— He venido a hacerme cortar el pelo i la barba i a
nada mas ¿entiende?... Cuanto es?
(Interviene el patrón)
— Dos francos, señor.
( Yo me planto delante del espejo i leo en alia voz):
— «Coupe des cheveux Fs. 0.75; barbe 0.25.
— 667 -
(El patrón furioso dirijiéndose al oficial ).
—No hai fricción?
(El mozo menea la cabeza).
— ¿Por qué no ha hecho fricción?
— «Porque yo no he querido», replico en vez del
mozo.
— Debía haber hecho fricción !
— Aun cuando yo no quisiera ?
— La fricción es lo que nos salva ; sin fricción no
se corta el pelo.
—Pero hombre ¿cómo puede usted obligar al público
a dejarse hacer lo que a usted se le antoja ?
— Monsieur sin la fricción no ganamos nada.
— Entonces para qué ha puesto este letrero.
—Está bien, pero la fricción es nuestra única ganancia.
— ¿I el letrero?
(El patrón próximo a desmayarse calculando que
tal vez se le escapada la ocasión de cazar un
franco uraño sin lejítimo derecho, me conmueve
profundamente i al verlo en tal estado: «Bueno,
le digo, no se desespere, no se muera, aquí tiene
sus dos francos; otro dia me hará fricción, me
echará agua de rosa i me tratará usted como a un
imbécil ; es decir como se trata a los estranjeros
en Paris ».
El patrón revivió al mirar los dos francos.
Sin embargo este infeliz no es tan descarado como su
colega i vecino de la calle Castiglioni, orijinalísimo bar-
bero i peluquero quien afeitando a un cliente lo dejó a
media barba hecha i se salió a la calle a probar una
bicicleta que le ofrecían en venta (no es invención, es
relato de un incidente).
Noviembre 10. — Asisto a una conferencia de Fran-
cisco Sarcey sobre Stendall (Enrique Bell). Sarcey es
un erudito ; cada frase suya representa una familia de
conocimientos almacenados. Sus digresiones, quiza de-
— 668 —
masiado frecuentes i largas, sirven sin embargo para
mostrar su estensa información sobre hombres i datos
conexos con sus tópicos. Es un orador sencillo que
enseña i agrada. Sus medios no son en tanto, nuevos:
la narración, la biografía i la parca descripción de
épocas i caracteres que constituyen los resortes de su
oratoria, son modos de fácil manejo i siempre eficaces
para cautivar la atención. Me parece deficiente, a pesar
de su brillo i variedad, su bagaje literario: todas sus
comparaciones son con escritores franceses i sus refe-
rencias no salen de las fronteras de su tierra sino en
pos de un autor nacido en ella, ni aun en casos en que
la comparación i la referencia están reclamando nombres
de afuera.
Sobre Stendall nada nuevo dijo ; no obstante ciertos
comentarios fueron presentados con orijinalídad i gracia
siendo la conferencia toda un modelo de literatura fa-
miliar.
Comparando los romancistas de otra época con los
actuales ha hecho observaciones felices; la mas novedo-
sa i fundamental de ellas se ha basado en un fino detalle,
perceptible solo para ojos perspicaces: «El medio, dice,
enjendra el romance, pero es necesario que lo haga sin
dejarlo sentir.
« El literato que como 2ola, Taine u otro autor de
nota, va en busca de copia (material será) al sitio donde
ha de hallarla, ya sea Lourdes o Italia, un barrio de
Paris o cualquier punto del globo, hará si tiene ta-
lento, pajinas de mano maestra, pero diferentes de las
de un escritor de raza que viviendo en un paraje i mi-
rando desfilar los acontecimientos, se empapa en ellos,
se satura de la atmósfera local i derrama después sin
pretensión alguna, el caudal acumulado en su mente por
la naturaleza, sin participación activa de la voluntad de
inquirir, averiguar, preparar i trasladar al papel las im-
presiones solicitadas a propósito.
« Por eso Stendall viviendo en Italia lleva consigo la
Italia entera i la pinta mejor que Taine, quien fué a mi-
rarla para copiarla.
- 669 —
«Las aventuras que el narrador ha encontrado sin
buscarlas dan lugar a obras espontáneas con bellezas
características; los romances de ahora, con plan pre-
concebido, sobre situaciones provocadas, se resienten de
las deficiencias de una época en la cual ya no hai aven-
turas, por cuanto la regularidad de la vida las ha hecho
escasas o imposibles ».
No pretendo reproducir sus frases testualmente ;
bástame dar su sentido. El auditorio ante el cual
habló el amable disertante, era compuesto casi esclu-
sivamente de señoras.
♦ ♦
Noviembre 13. ~ Estamos ya en vísperas de partir
para Buenos aires, i mui ocupados con los últimos to-
ques a nuestros deberes sociales.
Durante los dias anteriores hemos andado de teatro
en teatro, de fiesta en fiesta i de comida en comida.
Desde Trouville donde nos encontramos con la familia
de don Francisco Soubercasseaux, esta no ha dejado
de hacernos atenciones a las cuales quedamos mui
gratos. Aquí nos ha invitado varias veces a su palco en
la Gran Opera i a comidas en su casa, entre ellas a una
dada en obsequio de nuestros amigos Francisco Pinto
i señora.
Conocimos también en Trouville dos familias chilenas
mas: la de Blest Gana, ex-ministro de Chile en Europa i
la de Mate otro ex-ministro mas reciente. Blest Gana nos
presentó a su señora i a su preciosa hija Blanca casada
con un centro-americano. Mate tiene una hija llamada
Rebeca; mui interesante niña que conversa mui bien, con
sumo juicio i vasta información sobre cualquier tema
social; estudia escultura i ha obtenido en sus cursos di-
versos premios.
Blest Gana acaba de publicar una novela sobre temas
chilenos, de verdadero valor literario e histórico titulada
«Durante la reconquista». Me ha regalado un ejemplar
— 670 —
de ella i me ha prestado dos grandes volúmenes sobre el
Japón, escritos por un colega suyo; esta obra llena de
datos históricos i de informaciones serias, tiene el defecto
de contener diseminados a lo largo de sus mil pajinas,
datos correspondientes a determinados capítulos, reuni-
dos en un solo título hechos de diverso jénero, i los del
mismo, puestos en sitios diferentes. Así, consultar cual-
quier cosa se hace mui difícil e incómodo i por tanto la
obra es menos útil de lo que debiera ser, dado su abun-
dante material. Felizmente no recuerdo el nombre del
autor i no cargo mi conciencia con rebajar el mérito de
persona señalada.
Un señor Jarislowskí casado con una norte-americana
buena moza i padre de dos criaturas intelijentísimas,
maravillosas, a mi juicio, por efecto de su educación ; el
mismo que nos procuró cartas de recomendación para
Hong Kong, Shanghai i Yokohama en virtud de las
cuales fuimos tan bien atendidos, no ha cerrado todavía
la llave de sus atenciones i nos ha dado una gran comida
para presentarnos a sus amigos i amigas, jentes todas
mui distmguidas.
Concurrimos también al banquete que dio el señor
Mate en honor de su colega Francisco Pinto. Yo estuve
en la mesa mui bien colocado entre la señora de Pinto
i otra chilena llamada Mercedes. No importa el ape-
llido, casada con un señor Peña. Esta joven, madre de
una docena de hijos, era un modelo de belleza, i bajo
este punto de vista, mui superior a su marido.
Merece figurar en mi diario parte de nuestra conver-
sación, relativa a un tíipico siempre tratado i nunca con-
cluido en sociedad, por ser un resumen de muchos argu-
mentos.
Después de hablar con la señora Mercedes i con
Teresa de Pinto sobre la guardia nacional i la patria real
de los hijos de estranjeros, temas adecuados al caso i a
las personas, como lo ve cualquiera, no sé cómo vino la
cuestión de las infidelidades en el matrimonio. La señora
Mercedes declaró al llegar a los postres, que ella no
perdonaría la menor irregularidad a su marido. Yo cri-
tiqué su resolución. Insistió ella sobre su derecho i la
- 671 —
injusticia de la opinión de los hombres acerca de las
faltas propias i las de sus mujeres. Yo entonces tomé
mas a pecho el asunto i con las interrupciones naturales,
propias del sitio, del acto, del auditorio i de los interlo-
cutores, establecí mi tesis, marcando las diferencias entre
la infidelidad respectiva de la mujer i del marido, en tér-
minos cuyo resumen puede ser la siguiente serie de
artículos:
Artículo I» La diferencia quedaría sancionada con
solo recordar que la convención social la ha establecido
hasta hacerla pasar a las costumbres; pero no nos limite-
mos a eso.
La razón fundamental de su existencia está en las cau-
sas, los móviles, los fines i las consecuencias.
Art. 2o Cuando un hombre comete infidelidad no lo
hace llevado por causas graves ni necesita el impulso de
ellas. Cuando una mujer la comete lo hace impelida por
el amor o la necesidad, pues para que una mujer se de-
cida a librarse a un estraño, se requiere la acción de una
fuerza poderosa ; si lo hace por amor en eso solo ya
establece la ruptura de todo vínculo con su marido ; si
lo hace por necesidad, llámese lujo, amor propio o ham-
bre, el vínculo está roto de antemano.
Art. 3o Para un hombre una infidelidad es un acto sin
la menor importancia. Para la mujer es un acto grave
que necesita causas eminentes i decide en absoluto de su
porvenir.
Art. 4o Un hombre no tiene propósito de ofender, ni
cree herir a su mujer cuando le es infiel, si bien se da
cuenta de que el hecho una vez conocido lastimará el
amor propio de esta. Una mujer sabe antes mientras i
despees que su acto ofende profundamente a su marido i
lo hiere en lo mas íntimo.
Art. 5o La infidelidad del marido no trae la desconsi-
deración pública sobre la mujer ; la de esta por el con-
trario deshonra al marido, arruina su reputación i seña-
lándolo al público como un ente ridículo, llega hasta
inhabilitarlo para desempeñar en la sociedad el papel.a
que tal vez le dan derecho sus conocimientos i sus
méritos.
— 672 -
Art. 6o La inicial de la intidelidad de un marido parte
mil veces de la noción de un deber social ; la de. una
mujer parte, desde el primer momento, de la noción de
una falta. Me esplico : Muchos hombres se creen mal
vistos en una visita si no dirijen una galanteria a las seño*
ras con quienes conversan. Stendall según nos ha dicho
Sarcey, en su conferencia, se habia impuesto como regla
el hacer una declaración de amor dentro de los cinco
minutos de conversación a solas con una señora hermosa
i se creia ridículo i desgraciado si no la hacia. Stendall
exajeraba sin duda sus deberes, pero ustedes mismas
señoras hermosas, no encuentran bien que un hombre
pase con ustedes largo rato sin mostrarles su admiración
en alguna forma. Mientras tanto, toda mujer que oye,
tolera, acepta o provoca una galanteria comienza ya a
pecar. Asi el comienzo de la inñdelidad del hombre es un
deber ; el de una mujer una falta.
Art. 7° La esposa infiel es una adúltera i si exajera
sus favores, una cortesana ; el marido infiel es un caba-
llero afortunado, un hombre de mundo, si sus conquistas
valen algo.
Art. 8o Los móviles de una infidelidad del marido son
insignificantes; muchas veces comete una inconsecuencia
adventicia por no perder la ocasión, por galanteria ; los
de una esposa son siempre de cierta importancia i afec-
tan mas hondamente a la familia.
Art. 9o Por último las mismas mujeres confirman de
hecho i de palabra las diferencias : De hecho, porque ni
aun la mujer mas honesta desprecia, o muestra al menos
su desprecio si lo tiene, en su trato con el marido infiel
de otra mujer; entre tanto condena, escarnece, aisla i
vilipendia a la esposa adúltera, escluyéndola de su trato i
mirándola como una relación deshonrosa. De palabra,
porque aun las esposas irreprochables i cautas, hablan
en sociedad con toda llaneza de la posibilidad o proba-
bilidad de las faltas de sus mandos ; « yo creo que mi
marido me engaña > dice una señora i se queda mui
serena; pongan ustedes semejantes palabras en la boca
de un marido respecto a su mujer i digan si no pasaria
— 673 —
por el cínico mas def^radado i el hombre mas indigno,
semejante sin vergüenza !
Ahora^ he aquí la razón moral, a mi entender de las
•diferencias señaladas en las precedentes consideraciones:
La infidelidad de la mujer puede introducir un exótico en
la familia, un parásito, un falso hermano para los hijos
lejítimos, un heredero fraudulento, puesto a cargo del
pobre marido quien lo mantendrá i lo educará no de-
biendo hacerlo ; la falta del marido no introduce a nadie
•en el hogar a menos de consentirlo la esposa ; no añade
por lo tanto al pecado, el detalle cobarde, el engaño i la
perñdia como en el caso de la mujer. Finalmente ; hasta
la naturaleza ha hecho la diferencia imponiendo a la
mujer la desventaja de quedar con el cuerpo del delito,
como una prueba de él ; en tanto que el hombre se sale
•cantando: la donna é mobíle, etcétera.
Solo en un caso la diferencia se borra i es cuando el
tnarido crea una familia espúrea al lado de la lejitima,
porque entonces las razones militantes son tan graves
•como las que actúan para determinar a la esposa a ser
adúltera; aquí los casos se igualan.
La señora Mercedes no se convenció (las mujeres son
inaccesibles a la convicción) pero ni siquiera se quedó
sin réplica (como no necesitan razones para replicar,
jamás dejan de hacerlo) a pesar de ser en mi opinión
incontestables las fórmulas espuestas, consagradas ya,
casi estereotipadas en la conciencia de todas las socie-
-dades llamadas civilizadas.
Nota. — Correjia yo esta pajina i la dejé un momento ; en esto entró
una señora amiga a mi escritorio i le añadió : < la mujer no tiene derecho
a faltar porque su marido sea malo >. La confirmación de mis teorias por
iuna mujer les da mayor autoridad. Marco 3 de 1899. Buenos Aires.
Noviembre Jó. — Viene Robert Loevy a almorzar con
nosotros ; se queda todo el dia i nos cuenta interesantes
•detalles de su vida, mostrándonos una confíanza que solo
jpuede inspirar la simpatia i el aprecio de los interlocu-
Por tnares i por tierras 43
_ 674 —
torcs. A las 4 de la tarde vamos con él a una conteren-
cia de Laboulvene en la Facultad de Medicina. Habla
el profesor primero sobre los colegas muertos durante
el precedente año escolar i luego sobre Laenec, objeto
real de la disertación. Una concurrencia numerosa aplaude
al maestro al comenzar i al terminar su lección ! A mi
juicio los aplausos estuvieron de mas. Laboulvene es
concreto i sin embargo pesado, por la falta absoluta
de novedad i de brillo en su discurso; no hai en él
oasis, ni paradas, ni paisajes alegres, ni sitios amenos,
ni episodios orijinales. Espende su material en detalle
sin animación i se lo ve desperdiciar las ocasiones de
comunicar aliento a su tema i magnificar los pasajes
salientes. Pudo dar vida al cuadro cuando espuso el
modo como Laenec llegó a establecer las leyes de la
auscultación ; nada hizo, su relato fué pálido i en todo
el curso de su conferencia se le vio preocupado de no
echar en olvido ninguna de sus notas, precaución que
amortigua infínitamente la vivacidad de toda oratoria.
Las cabezas de algunos párrafos salieron mui grandes
para el cuerpo i los períodos resultaban así hidrocé-
falos. Al hablar del antagonismo entre Dupuitren i
Laenec, i entre este i Broussais, pudo hacer paralelos
vigorosos i retratos llenos de fuerza i de vida; en vez
de eso hizo referencias frias i comparaciones banales,
sin novedad. La magnitud de los protagonistas no podia
sin embargo ser mas sujestiva ; era diré colosal i como
para inducir a cualquier orador siquiera fuera medio-
cre a perfilar la triple silueta con tonos cálidos levan-
tando su figura.
*
Diciembre /i'.— Buenos aires. — Salimos de Paris para
Burdeos, el 18 de noviembre pasamos la noche en esta
ciudad i el 19 nos embarcamos en el vapor La Plata de
las Mensajerías marítimas, un exelente vapor con un co-
mandante inmejorable, un comisario modelo de compla-
— 675
Millas recorridas de Burdeos
A Buenos aires
Noviembre —
Del viernes 19 al 21 372
cencía i un servicio admirable. No se movió sin embargo
el gran buque hasta el 20 a causa de la bruma. £1 coman-
dante aseguró no obstante que llegaríamos el 10 de diciem-
bre a Buenos aires a pesar del retardo i así sucedió. Copio
al mar jen las millas recorri
das simplemente por haber-
me tomado el trabajo de
llevar la cuenta, como aque-
llos enfermos que concluyen
su frasco de remedio aun
cuando no necesiten tomar
las ultimas cucharadas. Algu-
nas de las diferencias en la
marcha tienen por causa la
permanencia en los puertos,
otras, el estado del mar o
de la atmósfera i algunas por
fín ninguna apreciable.
El 22 llegamos a Lisboa, el
21 a Dakar, el 5 de Diciembre
a Rio Janeiro, el 9 a Montevi-
deo i el 10 a la Ensenada.
>
>
>
>
>
domingo 21
lunes 22
martes 23
miércoles 24
jueves 25
viernes 26
sábado 27
domingo 28
lunes 29
martes 30
miércoles I»
jnéves
viernes
sábado
domingo
lunes
martes
miércoles
jueves
viernes
tt*. ......
22
303
23
193
24
365
25
368
26
362
27
266
28
285
29
362
30
364
lo Dbre.
365
2
354
3
356
4
365
5
310
6
000
7
419
8
377
9
314
10
120
2
3
4
5
6
7
8
9
10 — Llegada 6225
»
Una de las mui pocas ciudades importantes de Europa
que no conozco es Lisboa i ya está resuelto, no la cono-
ceré jamás i no por culpa mia sino por el insondable
atraso i la monomania idiota que caracteriza a las autori-
dades urbanas de esa capital. Nunca lo habria creido; en
Lisboa no hai mas medio para desembarcar, no teniendo
contratado un vapor de antemano, que los botes en escaso
número, i aun estos no son utilizables si sus dueños no se
muñen de un permiso especial para . . . para ir a algún
muelle escala o desembarcadero, dirán ustedes; no señor
para arrimarse a la costa en cualquier sitio desampara-
do. Pero es mejor referir lo que nos ha sucedido sin
alterar un solo detalle. Llegamos a la bahia; un vapor-
cito atraca, bajamos a él. — < No pueden ustedes ir en
— 676 -
este a tierra» nos dicen. — ¿Por qué? — Porque está
contratado para los cómicos únicamente. (Venía con
nosotros una compañía de teatro). < Y eso qué tiene?»
objeto yo. — < No se puede señor ; no pueden ir sino los
cómicos.» — < Pero nosotros también somos cómicos
(insinuó en voz baja al comandante por ver si lo huma-
nizaba) yo he sido ministro muchos años i el señor Enri-
que Martínez que también quiere ir a tierra, ha sido juez,
digamos actor trájico; en cuanto a estas tres niñas (de-
signando a las hijas de Martínez) i esta señora (señalan-
do a mi estimable esposa) solo puedo decir que viven
en constante comedia de costumbres i hasta producen
situaciones dramáticas al menor pretesto. £1 coman-
dante se rió de mis razones pero ellas no influyeron
sobre su resolución i nos vimos obligados a tomar dos
botes, previo ajuste del precio de transporte fijado en
cinco francos por cada bote, ida i vuelta. Partimos ; los
boteros remaban sin descanso ; el tiempo pasaba i no
llegábamos; uno de los remeros sacaba de tiempo en
tiempo un papel i sacudiéndolo nos decía caqui está el
permiso > con aire triunfal. Repitió la operación cuatro
o cinco veces hasta obtener de nosotros esta pregunta
que pasa en todas partes por respuesta: «qué nos im-
porta? > La dirección que daban a los botes nos pare-
cía inadecuada e inconducente ; por ñn después de
hacer varios ángulos nos acercamos a la costa i seguí-
mos navegando a lo largo de ella en aguas infectas,
negras, en cuya superficie aparecían burbujas llenas de
gases pestilentes, como lo revelaban al reventarse. Los
albañales de la ciudad descargan su líquido contaminado
en el antes poético Tajo i hoí cloaca descubierta. Cuando
pasábamos en frente de alguno de los albañales, el pelí •
gro i el desagrado aumentaban naturalmente, i a mí en-
tender los recorrimos a todos. Vamos ya a tocar una
escalera de piedra construida en el flanco de una mura-
lla, escalera muí a propósito para desembarcar; pero. . .
¡ por ella no se desembarca ! ¿ La razón ? — ¡ No se sabe !
Seguímos paralelamente a la muralla siempre por aguas
deletéreas; encontramos otra i otras escaleras igualmen-
te prohibidas i ya estábamos casi al otro estremo de la
- 677 —
ciudad. Ya se hacia tarde para visitarla i volver a
bordo ! — c ¿ Donde desembarcaremos ? > preguntamos
a los boteros — <Tras de la aduana» nos contestan; i
seguimos navegando por las aguas negras que aumenta-
ban su fetidez a cada golpe de remo i asfíxiándonos con
sus emanaciones.
Finalmente los botes encallan en un promontorio de es-
combros recien amontonados. — « Ustedes pueden bajar >
nos dice uno de los hombres que ha saltado ya sobre
ellos i está haciendo hazañas de equilibrio en las aristas
de las piedras i cascotes.
— « ; Aquí, desembarcar ! », esclamamos.
— «Sí señor, aquí, o en otra parte mas lejos >.
— < I ¿ por qué han pasado por las escaleras sin
atracar? >.
— «En las escaleras no es permitido desembarcar,
señor, sin una orden especial! >.
— « I Vuelvan ustedes a bordo ! las señoras no pueden
bajar por esos terrones >.
— «Señor; el compañero va a pedir permiso para
atracar a una escalera ».
— « No ; vuelvan a bordo ! » . . .
— « Si ya va por el otro permiso » . , .
— « No queremos ya desembarcar; vuelvan a bordo ! ».
— «Ahora necesitamos tomar al compañero que ha
saltado a tierra ! ».
— « Sea todo por el amor de Dios ; tomen al compa-
ñero i hagan pronto ».
No sin algún trabajo nos arriman a otro punto de la
orilla mas pestilente, mas infecto, mas negro i mas
odioso que el anterior ; el hombre esperado sube a su
bote i volvemos a bordo de nuestro buque mal humora-
dos por nuestra infructuosa escursion i convencidos de
que es necesario renunciar a la idea de conocer Lisboa;
ella no quiere dejarse visitar ya sea so pretesto de me-
didas sanitarias o de precauciones aduaneras. Caso es de
preguntarse a qué raza de animales salvajes pertenecen
las autoridades urbanas, sanitarias o fiscales de Lisboa i
en virtud de qué estrafalario pretesto proceden así contra
los viajeros que llegan a su puerto. ¿No hai en Lisboa
— 678 —
una prensa^ una opinión pública, un gremio comercial
que levante la voz para impedir tales ignominias i des-
truir los estúpidos reglamentos que están haciendo o han
hecho ya de Lisboa el puerto de mar mas atrasado del
mundo, un verdadero anacronismo en Europa i una insen-
satez i una vergüenza para el Portugal?
El caso del Puerto de Lisboa es un ejemplar de demen-
cia idiota único en el globo !
Para coronar la fiesta los marineros del bote reclaman
treinta i cinco francos en vez de los diez convenidos. —
cPero ino quedó el precio fijado en cinco francos ?>
objetamos. — <Sí, por cada pasajero, i son siete >, nos
contestan.
( Eso no estaba en los libros del jurista i ex-juez de
la comitiva; no obstante )'o me lo esplicaba perfecta-
mente : era de parte de los boteros una simple omisión
gramatical, el olvido de un complemento indirecto en la
espresion ; de viva voz habian pactado cinco francos i
mentalmente esta 2l^\q\otí\ por persona).
En Rio Janeiro cuyo puerto hace contraste con
el de Lisboa por la abundancia de vapores chicos
i otros medios cómodos de desembarque en buenos
muelles i escaleras adecuadas, fuimos a tierra i direc-
tamente a Tiyuca en uno de cuyos hoteles nos alo-
jamos. Nuestra permanencia fué deliciosa; durante el
dia nos bañamos en un lago pequeño de aguas corrien-
tes i cristalinas que caian sobre él en cascada de la
montaña, rodeado de árboles i protejido del sol por las
ramas verdes.
Dimos varios paseos, notablemente uno a las represas
de agua, establecimientos preciosos i de mérito como
obras de injenieria. Me quedan en el alma la imájen de
una avenida de palmeras jigantes en uno de ellos i la
pequeña cascada mas arriba del segundo, en cuyo esce-
nario la figura clásica i griega de una de nuestras jóve-
nes compañeras aumentaba la belleza del cuadro. La
noche en parte se pasó al fresco, mirando el paisaje
oscuro de árboles, tachonado de luces fujitivas por las
luciérnagas volantes i cubierto por una sección del cielo
— 679 —
que parecía una pajina de estrellas con todas sus letras
visibles en la estension serena. Al dia siguiente otro
baño en el lago i vuelta a bordo» donde la vida fué du-
rante el resto del viaje, como en lo anterior agradabilísi-
ma. Se jugaba a las prendas, se hacia versos con pa-
labras i pies forzadas, se cantaba, tocaba el piano i
bailaba casi todas las noches. £1 incomparable coman-
dante era víctima de las muchachas alegres, sujetándose
a cuánto se les ocurria; lo ponian en la berlina, le ven-
daban los ojos para jugar a la gallina ciega, lo trataban
en fin como a una de ellas, pero ... el buque seguia
haciendo sus trescientas setenta i tantas millas por dia,
el servicio era esquisito i la mas grande seguridad rei-
naba a bordo.
Los versos de los juegos se convertían a veces en
retratos de las damas, siempre favorables a los orijina-
les, como fotografías de artistas galantes.
r
El viaje se ha concluido dejando en la mente indele-
bles recuerdos ; llegamos a Buenos aires donde comienza
la vida habitual con mas sinsabores que placeres, como
corresponde, cuando uno vive en su tierra donde la
masa de la población se constituye en tutora de cada
habitante, so pretesto de conocerlo, de haberlo visto
nacer i estar acostumbrada a estropearlo. Dias vendrán
en que uno a pesar de hallarse en su querida patria, ro-
deado de sus amigos i vijilado por sus parientes, estra-
ñará la vida fria en el estranjero, en sociedades viejas,
encarriladas en cierta rutina tradicional que hace cómo-
da la existencia; donde todo obedece a una regla, hasta
la esplotacion inicua del viajero, pero donde ningún
ratero se permite sacar los herrajes de las puertas i
ventanas de las casas ajenas, como sucede en la Gran
Capital del Sud, para venderlos en las prenderías, a las
barbas de la policía, ni los ajentes de los poderes públi-
cos en la campaña cobran dos veces las contribuciones
— 680 —
territoríales, ni los gobiernos dejan de cumplir sus
contratos porqut si pues no están amparados como
entre nosotros por la lei, para eximirse de obligacio-
nes en nombre de la justicia, de la libertad i de la
igualdad !
La carcomida Europa no goza de tales prebendas.
Nota. — Como en aoa pitmera edición de obras de mero recreo rara
ves se consigne nna corrección satisfactoria, toca ad indaljente lector,
subsanar los defectos de concepto i redacción que hubiere encontrado en
este volumen i disculpar a la ves los errores de imprenta i la falta de
uniformidad en la ortografía i puntuación de su testo.
FIN
índice
Página
Salida de Baenos Aires — Rio de Janeiro — el Corcobado — Jé-
nova — Pegli — fiestas del centenario de Colon — caatro
bailes — la exposición — Turin — la Mandria •— escursiones
— Aiz-les-Bains — Lyon 3
Barcelona — inspección médica. — la Rambla — los mendigos —
discurso contra el pueblo en un café — nuestras nuevas rela-
ciones — paseos — santuario de Monserrat — Macphersen i
Calvari — Montalvan i sus hijas — el marques señor Blanco,
gobernador — llegan Urtubei i Belinda — un susto sin motivo 6
A bordo del Cabo Palos — Tarragona — Valencia — Alicante —
— Torre vieja — Cartajena — la inocencia de Chateaubriand
— nuestro cónsul — el arsenal — las minas i los injenios para
el beneficio del metal 18
Oran — el paseo — un doctor árabe — los idiomas — el barrio de
los moros — la colonia francesa — seguimos viaje — discusio-
nes filosóficas en el tren 27
Argel — su importancia i atractivos — de nuevo en viaje — opinio-
nes sobre trasmigración de las almas — teoria líe la muerte
i de la formación del mundo 44
Constantina — bellezas locales — parada en Dttviviér — originali-
dades i contrastes — nuestro hotel i sus propietarios — la
niña Lucia — Vialar i su hija — Kahnw.eiler 49
Túnez — Cártago — cansancio i abandono de programa — Mar-
sella — Molina Salas i señora — un error de Wisseman en
su cFabiolai — opiniones de Chateaubriand sobre los fran-
ceses — la mia sobre algunos marselleses — paseos i con-
versaciones con el cónsul ' 54
Paris — la república — Londres -r la niebla — nuestro alojamiento
i sus jentes — Mateo Clark i familia — Alejandro Paz — pro-
blemas i soluciones — otro problema en Carlton Club —
Edwardes i su familia — regreso a Buenos Aires — a bordo
del Orione — Paroletti — Lavarello 63
- 682 -
Página
Chile — Alto rrande — poente del Inca — sin vacas i sin coevas
— las mnlas sabias — los Andes — vida social en Chile —
— Valdes Verf^ara — Francisco Pinto — Montt i otros ca-
balleros — la gnerra i la pas — Lota i sas delicias — los
{ marques, las minas i las industrias — doña Emilia Herrera i
ámilia — datos sobre la capital 79
Perú — costa del Pacífico — Tocopilla — Coquimbo — La Serena —
Callao — Lima — se habla de una limeña i de un nacimiento
a bordo — Ricardo Palma i otros caballeros — Chorrillos —
otra ves en Valparaíso 113
Mar del Plata — baños i hoteles — > la sociedad de ocasión 126
Londres — alalinas notas — las carreras — Drncker — un nau-
frajio — recepciones 137
Catlsbad — observaciones i tecrias — valor terapéutico de las
aguas — cavas de baños i otros institutos 148
Dresde — la ciudad — parques i museos — > la Madona Sistina —
crítica del cuadro 162
Leipzig — costumbres de los estudiantes — ñestas — bailes — el
local — los duelos — dos médicos i el estudiante Pabst — las
cofradías — parques, paseos i monumentos 174
Bayreuth — preliminares — enunciados filosóficos de acústica —
comunidad de las sensaciones — bases inusitadas de criterio
— el anillo de los Nibelnngos 184
Nuremberg — la conservación de su estilo antiguo — el castillo
— las muñecas — la fábrica de lápices de Faber 209
En París — paseo a Fontainebleau — el Hotel Dieu — la Santa
Capilla - la Morgue — museos Dupuitres i Orfila — la casa
Tramond — libros — varios institutos — la casa Auzont —
teatros — el instituto Pasteur i el señor Roux — pasatiempos 215
Turin — Roma - Ñapóles — viaje a Sicilia — Palermo — Síracusa
i sus antigüedades — novedades en Pompeya 244
A bordo del Preussen — escalas en Port Said e Ismaelia — el
mar rojo — Aden — Ceilan i sus progresos desde que habita-
ron sus tierras Adán i Eva • - Singapore 262
China — Hong-Kong, puerto y ciudad — Cantón — su población —
estado civil de las personas en el imperio chino — nacimien-
tos, matrimonios, posición de la mujer i de los hijos — de-
funciones, ritos funerarios i cementerios — calles i casas —
mobiliario — alimentos — bebidas i provisión de agua — ban-
quete en un bote de flores — servicio de limpieza sombreros,
vestidos i calzado — la tortura i deformacinn de los pies —
hábitos sociales — visitas, comidas i diversiones — el teatro
chino — curiosidades de la ciudad 269
— 683 —
Página
>Totas coroplemeotarias sobre la China — comercio i agricultura
— música — pintura — escultura — literatura — exámenes de
competencia — ingenieria i sus afluentes — plano de Pekin —
— ciencias naturales — ciencias morales i jurisprudencia —
código penal i sus aplicaciones — las obras clásicas — medi-
cina — hospitales i asilos — anatomia, fisiologia i patologia
— diagnostico de los puntos vitales i del daño interno —
— materia inédica i terapéutica — medicina legal i toxicolojia
— vicios i crímenes — infanticidio — relijiones i sus prácticas 325
Continúan las notas sobre China — el emperador i la corte —
gobierno general — correos — provincias i comunas — mo-
neda — relaciones exteriores — defectos i calidades de los
chinos — poesia china 378
Yokohama — la travesía — cuentos — una carta a Cañé — la ciu-
dad- el kimono— Kamakuna — el Daibutsu í la Canon — un
Yoshiwara — paseos — viaje a Nagoya — el Fujiyama de
azúcar — el Donjon — Kioto — sus tiendas, templos, teatros,
palacios e institutos de enseñanza — Nara — Kobe — regreso
a Yokohama 39>)
Tokio — Tokugawa — Shiba parque — Mr. Arribéis i sus amigos
— el comandante Armani i los suyos — paseando — escursío-
nes con Nemoto — el ministro Hachisuca — instrucción piibiica
— tribunales — el vizconde Enemoto — la nueva casa de To-
kugawa — las carreras en Yokohama — Huyeno parque i sus
recuerdos — escnrsíon a Niko — las maravillas de la mon-
taña sagrada i sus alrededores — música antigua en Tokio —
obsequios sociales 437
Características japonesas — costumbres — cultivos — industrias
ing'enieria i arquitectura — pintura — escultura — música —
literatura i poesia — artes, dramático i coreográfico — entre-
tenimientos, ñestas i espectáculos — relijion — relaciones
sexuales — prostitución — entidad moral de los japoneses . . . 505
Nos embarcamos — incendio a bordo — Honolulú — San Fran-
cisco — su parque i museo — Woolfe i su señora — Union
iron works — episodios —viaje a Yosemite valley — los cam-
pers — Wawona — el corazón de sierra nevada i sUs monu-
mentos naturales de granito — las divinas cascadas — Mari-
posa grove — los árboles jigantes i la asombrosa impresión
de quien los mira — regreso a la capital — lijeras notas 611
Viaje de San Francisco a Nueva York pasando por Chicago —
no están nuestros amigos — el club de Flint — un sermón
sobre coquetería — en La Turaine — el Havre — regatas —
Trouville — una enferma — París otra vez, con sus atractivos
científícos, literarios i sociales — noticias de todo ello i referen-
cías — Ecouen i la familia DubufTet — visitas especíales a la
Salpetriere — viaje a Turin i escursiones consiguientes — una
tenuta — en Londres -- efectos de la niebla — una conferencia
de Sarcey — discusión en un banquete sobre infidelidades —
Laboulvene habla sobre Laenec — viaje a Buenos Aires por
Burdeos — nueva tentativa infructuosa de conocer Lisboa —
horas deliciosas en Tiyuca — todo concluye 640
RECUERDOS DE ESPAÑA
RIOARIDO FALLÍA.
volumen en S'* ds 228 pij
Para al inttriar, inc
Noa permitimos dar ;
on«3 de la prensa res|
.aa del señor Jacobo Paiser.
iruBTio Ricardo Palma.
Se tilDla Sicuírdos di Espa.
eolog
>r de lai
Tradieio
IB de la madre Esjiana. y
laleí de Zorrm., Cinovaí
el Castillo, Casielar, conde
LeCheale.MenéndeiyPelayo,
(alagner, Echc^aray, EmíMa
■ Canilla, aqu'el i)n<- >e pro-
iDso poner en verao la Biblia.
Interesa grandemente, por
en que
Oí. y
Í.03 RKHtrdos dt Espa
llenan feneral mente loa libras de loa viajeros y qnCt á fuerza de gastadas, han perdido (oda ao
En la primera pane — Ñolas de viaje— disena los rasgos salientes de las ciudades que ha visitado
y matiía, con delicado acierto, las distintas modalidea de la vida popular en cada una de ellas.^
En pocas lineas condensa Jos rasgos salientes é imprime á ses cuadros uit perfume de realidad, un
hálito de vida, que trasladan al lector al seno de las ciudades qoe describe y le hacen respirar por
La segunda — Esboios — está dedicada á algunos perB<
En la última parte, muy interesante para los america
logismos que propaso á la Academia española y que nc
ñoles, que Palma vlsitS en el
que en la de su vida pública. Son viñetas
uceden Zorrilla, Cánovas del Castillo, Cas-
mor, Núñei de Arce, Balagoer, Echegaray,
taría Camila.
La Nación, 30 Julio 1397.
POR
RAMÓN J. LASSAGA
1 volumen en 8*» de 588 páginas $ S. —
Para el interior, incluso flete ,, 5.50
Íkdice de la obra. — Fuentes históricas.— Santa Fe: apuntes sobre su fundación.—
La Cruz de Santa Fe. — Garav y Cabrera. Conflictos entre ambos fundadores. — La
primera revolución en Santa Fe, 1577. — Los precursores de la Independencia.—
Revolución de los siete jefes, 1580. — El primer escribano. — El primer maestro de
escuela. — Los ahorros de nuestros abuelos. — Los bandos y Revistas de- Juan Arias
de Saavedra, 1658 á 59. — La moneda de lienzo. — Un real regalo. — El milagro
del ag^ua, 4 de marzo 1 71 8. — Quien no tiembla, no miente. — Sancti Spiritus, 1526-
1885. — El Santuario de Guadalupe. — Gloriosa nobleza. — Vendiendo valor. —Lo i
que hace Dios. — Gratitud de un gaucho. — Los santos milagrosos. — Improvisaciones.
— Las damas santafecinas. — Episodios de 1 81 8. — Golpe frustrado. — El Tobías
de Santa Fe. — El doctor Luis J. Fontán. — Santafecino ó cordobés. — Un santafecino
en Chile. — El Tambor de Tucumán. — Creación de la bandera nacional, I8I2. —El
Bautismo de gloria, San Lorenzo, 1 813. —Civilización y barbarie, 1845. — Heráldica
santafecina.
Además, trae la obra las siguientes láminas : Retrato de Lassaga. — Banderas
usadas por la provincia de Santa Fe. — Facsímile de algunas firmas de personas que
acompañaron á Garay en la fundación de Santa Fe. — Facsímile de las firmas de
algunos revolucionarios de 1580.
Extractamos algunos párrafos de juicios de la prensa al aparecer la obra:
Tradiciones. — Con este título ha publicado el señor Lassaga una serie de
artículos históricos, referentes, en su mayor parte, á las épocas de la colonia y de
organización nacional. Escrito en estilo fácil y ameno, con abundancia de datos
históricos y con justas apreciaciones sobre los acontecimientos que narra, este
libro ha de ser leído con interés por nuestro público.
El señor Lassaga se ocupa especialmente de las provincias de Buenos Aires y San-
ta Fe, cuyos archivos le han servido de base para su obra. — La Nación, I/II/96.
.... Nuestra opinión sobre los libros en general, es esta : no se debe escribir
sino con un objeto útil á la patria ó á la humanidad. Vulgarizar las ciencias, acercar
al hombre á las fuentes de la moral, elevar su espíritu por la presentación de obras
de arte, todo esto es sano, es bello, es armónico con las tendencias comunes á las
almas serenas y superiores. Pero escribir para atraer la atención, escribir extrava-
gancias, como los simbolistas, es un verdadero delito contra la razón y el buen gusto.
Aquí tenemos este libro : está escrito en castellano, franco, abierto, sin ridículos
rebuscamientos de frases, está escrito con el deseo de comunicar pensamientos á la
sociedad, y no con el de ocultarlos, como parecen desear los simbolistas.
La historia Argentina no ha sido aun escrita ; los libros que sobre esos fenómenos
tenemos responden á impresiones personales, interesadas y apasionadas. Son libros
de partido, y no es posible, por el momento, conseguir otra cosa. Pero los materiales
de esa historia están ahí, desparramados, pero vivos. En los archivos de las
provincias, en la correspondencia que todavía no puede hacerse pública, en los
testimonios irrecusables que han dejado los hombres y los sucesos, que ningún
partido, ni voluntad, ni filosofía podrán alterar
El señor Lassaga, autor de la vida del general Estanislao López, el antiguo seóí?^
feudal de Santa Fe, aumenta ahora su valiosa contribución á los estudios históricos
con el libro que motiva estas líneas. No podemos, pues, escatimarle nuestras feli<^|"
taciones, tanto por el objeto que le ha movido á escribir, que es de los más patrioft*
eos, cuanto por el criterio tranquilo, superior y reposado con que ha llevado á cabo
su obra. La Tribuna, 31/10/96.
sCOS REJAMOS
CARLOS GUIDO Y SPANO
6m ihitinmiit it hln i Eimi, I ttM ■■ S" Mfor di 1Í3 p
Que aun hago versos! Favo
De las hermanas divinas.
¡Cómo! ¿De pálidas flores
No se adornan las ruinas?
Dulce es soñar en la tarde
Descendiendo el verde monte,
Cuando en áureas luces arde
Y desmaye el horizonte.
Dulce al crepúsculo, errandi
Por las cañadas estrechas,
Dar al viento, recordando
Melancólicas endechas.
Ya vendrá le noche,
Ni más canto, ni más ruido;
Graves las cuerdas de bronce
Dirán al romperse ¡olvido!
Da " ECOS LEJAHOS" pa>* Carla* Buido y SpsMo
a
NARRACIONES"
1845—1846-184'/
SINIESIS
POR
-■Aftr-
La casa editora de ^Jacobo Peuser, ha puesto eñ venta en un elegante
volumen en 4^ de 270 páginas nítidamente impreso y de buen pa^el, una ídt
teresante obra del señor Federico de la Barra, que por su índole encontrará
muchos favorecedores. El señor de la Barra, relata en el libro algfunos secesos
comprendidos entre 1845 y 1487, las épocas más importantes 4el período re-
sista. Habiendo actuado en aquella época, se comprende que el autor dé á
sus narraciones toda la expresión y todo el colorido necesario á cuadros pe.
pintados por otros autores, resultaráh menos vivos y menos It^cidos.^ '
La primera parte comprende una Introducción, que abraíca rápidamente la
narración compendiada de la coalición concertada en 1845 por el gobierno del
Paraguay con el gobierno de Corrientes, presidido por D. Joaquín Madariaga.
para dirigir una cruzada contra la dictadura de D. Jua^ Manuel ¿« Eósas^ á
cuyo frente y mando absoluto se puso al general D. José M.* Paz, y h tras-'
lación del ejército paraguayo á Corrientes bajo el mando , absoluto dfe Solano
López, joven de diez y siete años, concentrándose poderosos elementos de
guerra para acometer aquella valiente empresa. Invade el, general Urquiza áf
Corrientes para atacar las fuerzas coaligadasr El ^general Paz se retira al
norte, buscando la ocupación de una posesión ventajosa á la espera del enemigo.
Retírase el general Urquiza sin aventajar^ un combate. Desmoralizacióh y
disolución del ejército correntino. El general Paz abandona la provincia y se
ausenta al Brasil. ' % .
Esa Introducción es punto de partida de las narraciones que se sipeü.:
entre ella se revela la idea y el propósito de^ general. ífrquiza de substitair
aI general Paz en la cruzada, reavivando la alianza. Acuei*da la paz con }Ia-
dariaga y se firma el tratado Alvaráz, que es el mismo pacto cuadrilátero de
1831. Rosas contraria el pacto, mostrando, en una serie de acto^, qué sospe-
cha los designios de Urquiza. . - ^ '- ■^'
Diversas negociaciones fracasan, mantenidas para ganar tiempo. El Para-
guay duda la renovación de la alianza, y Urquiza, conminado por Rosas para
atacar á Corrientes, abre su segunda campaña y libra la batalla de "Vences'".
Relación de las operaciones del combate. Cuadros diversos de la derrota ;
incidentes personales ; lucha azorosa por la vida ; narraciones anecdóticas ; pe-
ripecias de una fuga. Asilo en el Paraguay. . Otra vez Solano López. *A través
de la República : costumbre de aquel tiempo, descripciones del país, tendencias^
de militarización. A orillas del histórico ".Tacuarí'\ La#í'''tierras altas : bellezas
de perspectiva. Las Misiones :' visitas á' las ruinas y á:las j^oblaciones. Tra-
vesía por el Territorio de las Misiones argentinas ; travesía de los ríos Paraná
y Uruguay. Desde las Misiones brasileñas -^ salud á IQiDpeyú. Realización del
pensamiento cortejado en Corrientes^ Cruzada dp Cabros con otros aliados.
Rasgos* de la organización naewiíal. - , ♦ ' ^ : »
.Precio de la obra . .' . . . '» . . V. ..; . . .*. w . . ..-,..... : .$ 5. —
Para el interior, iñcjuea flete '.•. ....,...»..:. «^ ,,5.50
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