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Full text of "Por mares, por tierras"

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THE 

nettie  lee  benson 
latín  am!::iican  collection 

of 

The  General  Librari«i 

Univcrsiiy  of  Texaa 

C, 


4S60IR7 


EDUARDO    WILDE 


-vf^lfgr- 


l 


...1 


POR  MARES  I  POR  TIERRAS 


-Hl\r- 


I.  Europa:  Varios  puntos. 
II.  Áfirica:  Costas  obl  Mediterráneo. 

III.  Sud  Amériea:  Chile  i  Perú. 

IV.  Al  rededor  del  mondo  :  Itinerario  de  viaje  desde  Bue- 

nos Aires  :  Inglaterra,  Alemania,  Francia,  Italia,  Ca- 
nal de  Suez,  Mar  Rojo,  Ceylan,  China,  Japón,  Honolulú, 
Norte-América,  Lisboa  i  Rio  de  Janeiro. 


BUENOS  AIRES 


87671— Imprenta,  Litografía  y  Encuauernación  de  Jacobo  Peuser 

Calle  San  Martín  esquina  Cangallo 

1899 


EUROPA :  VARIOS  PUNTOS 


Lo  que  no  he  visto  he  leído  i  solo  he 
tomado  de  los  ajenos  datos,  cuando  los 
he  necesitado,  los  mas  dignos  de  crédito 
por  la  autoridad  de  los  escritores  que  los 
consignan  i  la  recíproca  confirmación  de 
sus  informes.  -  Habrá,  no  lo  dudo  en  mi 
trabajo,-  muchos  errores,  pero  no  en  lo 
observado  por  mí  directamente,  a  menos 
de  haberme  engañado  a  mí  mismo. 


Salimos  por  segunda  vez  de  Buenos  Aires,  capital  de 
la  república  arjentina  (Sud  América),  el  16  de  julio 
de  1892  —  ¿Quiénes  salieron?  preguntará  el  lector  — 
«Nosotros,  le  contesto,  los  que  salimos  i  bástele  esto» . . . 
Pero  no;  prefiero  decirle  desde  luego,  quienes  somos 
nosotros  porque  ello  puede  ser  útil  en  el  curso  de  mi 
narración. 

Nosotros  somos:  un  servidor  de  usted,  la  señora  Gui- 
llermina, alias  esposa  de  un  servidor  de  usted  i  Bau- 
tista, hombre  provecto  a  quien  llaman  FA  Intendente  no 
sé  por  qué,  ni  atino  a  calcular  de  qué  lo  sea. 

Con  nuestro  amigo  Romualdo  Urtubey  i  su  joven  i 
preciosa  señora,  nuestros  compañeros  de  viaje  de  Bue- 
nos Aires  a  Europa,  bajamos  en  Río  de  Janeiro  i  pasamos 
una  noche  en  la  montaña  en  un  hotel  vecino  al  Corco- 
bado,  pico  al  cual  subimos  al  dia  siguiente,  i  de  cuya 
cima  miramos  el  glorioso  panorama  de  la  comarca. 
Desde  allí  como  de  las  alturas  donde  teníamos  nuestro 
alojamiento,  se  ve  también  durante  la  noche  la  ciudad 


—  4  — 

iluminada  como  si  fuera  un  pedazo  de  cielo  tachonado 
de  estrellas  caído  en  el  valle.  El  espectáculo  es  una 
fiesta  para  los  ojos. 

Llegamos  a  Jénova  el  6  de  agosto  i  salimos  el  12 
para  Pegli,  un  pueblito  de  baños  donde  pasamos  una 
temporada  mui  bien,  nadando  yo  a  mi  gusto  en  el  mar  i 
gozando  de  la  franca  i  buena  sociedad  de  los  concu- 
rrentes a  la  playa. 

Allí  tuve  ocasión  de  examinar  por  primera  vez  la  vida 
de  esos  nobles  arruinados  o  pobres  de  nacimiento,  que 
de  todas  partes  de  Europa  van  a  los  sitios  de  baños 
donde  la  vida  es  relativamente  barata.  Mis  investigacio- 
nes me  causaron  tristeza,  como  la  causa  siempre  la 
comprobación  de  una  decadencia;  sin  embargo,  un 
conde  que  era  una  deuda  ambulante  pero  mui  caballero, 
me  hizo  reir  una  vez,  diciéndome  con  sinceras  mues- 
tras de  la  mayor  gratitud  i  admiración  por  mi  genero- 
sidad: «Oh,  porqué  hace  usted  eso»  a  propósito  de  un 
desembolso  a  su  favor  de  ochenta  céntimos. 

* 
*    ♦ 

El  3  de  setiembre  volvimos  a  Jénova  y  nos  instalamos 
en  un  departamento  de  la  Via  Assaroti,  para  asistir  a 
los  biailes  i  fiestas  que  se  preparaban  con  motivo  de 
celebrarse  el  centenario  de  Colon  i  de  la  presencia  del 
rei,  la  reina  i  su  corte. 

Las  fiestas  populares  fueron  insuperables  en  su  oriji- 
nalidad  i  atractivo.  Hubo  cabalgatas  características, 
iluminaciones,  juegos  i  funciones  gratuitas  en  los  teatros. 
A  mas  se  ofreció  a  sus  majestades  cuatro  bailes.  Se  dio 
el  primero  en  tres  palacios  convertidos  en  uno,  mediante 
arreglos  transitorios.  La  reunión  fué  colosal.  Allí  esta- 
ban representadas  casi  todas  las  naciones  del  mundo  por 
sus  ministros  i  sus  marinos,  i  las  tres  mil  personas  que 
circulaban  en  los  salones,  fueron  atendidas  con  esmero 
por  el  numeroso  servicio. 

El  segundo,  tuvo  lugar  en  el  palacio  del  señor  Raggio, 
castillo  situado  en  una  especie  de  península  de  rocas  que 
entran  al  mar.  Nada  de  mas  bello  i  lujoso  puede  imaji- 


—  5  — 

narse  a  mas  de  la  brillante  sociedad  e  irreprochable  ser- 
vicio, la  concurrencia  pudo  ver  desde  los  balcones  i 
jardines  los  fuegos  artificiales  encendidos  en  los  buques 
i  botes  que  jiraban  frente  al  castillo.  Este  baile  valió  el 
título  de  Conde  al  señor  Raggio. 

El  tercero,  dado  en  el  Palacio  i  villa  Palavicini,  por  su 
propietario,  fué  una  maravilla.  Los  invitados  ocupaban 
los  salones  i  los  jardines,  1  en  todas  partes  se  bailó.  Las 
mesas  servidas  con  un  lujo  extraordinario  i  la  casa  ador- 
nada i  preparada  en  horas,  dejaron  sorprendida  a  la 
sociedad  jenovesa.  El  Príncipe  de  Centurión  dio  el 
cuarto  baile,  no  menos  notable  que  los  otros,  siendo  el 
principal  adorno  de  la  fiesta  la  bellísima  mujer  del  invi- 
tante. 


La  Esposicion  abierta,  era  otro  de  los  atractivos ;  — 
su  arreglo  i  la  variedad  i  número  de  los  objetos  espues- 
tos superaron  toda  esperanza. 

Durante  las  fiestas  hubo  iluminación  en  el  puerto,  en 
la  ciudad  i  en  las  colinas  contiguas;  nosotros  la  vimos 
del  Brown,  buque  de  guerra  argentino,  en  cuya  cubierta 
se  improvisó  también  un  baile.  Nuestro  ministro  el  doc- 
tor Viso,  fué  por  su  buen  humor  el  eje  de  la  fiesta;  nues- 
tro almirante  Solier  recibió  cordiales  felicitaciones  por 
la  espléndida  cena  con  que  nos  obsequió. 


Salimos  de  Jénova  para  Turin  el  25  de  setiembre,  i 
llegamos  a  «La  Mandria»  castillo  del  marqués  de  Me- 
dici,  donde  pasamos  siete  dias.  Luego  fuimos  en  escur- 
sion  a  la  propiedad  de  otro  Medici,  D.  Juan,  mi  compa- 
dre, constituida  por  la  mitad  de  un  grande  i  antiguo 
castillo.  Después  visitamos  la  rejia  morada  i  parque 
Gavone  que  fué  de  la  Duquesa  de  Jénova;  —  los  actua- 
les propietarios  lo  quieren  vender,  —  pero  ya  no  es 
tiempo  de  castillos — está  mas  que  arruinado,  descuidado. 


* 


-   6  — 

El  3  de  octubre  nos  trasladamos  a  Aix-les-Bains :  — 
No  por  cierto  en  la  estación  propicia,  pero  así  era  mejor. 
Allí  hicimos  lo  que  hacen  todos :  paseamos  en  bote  por 
el  lago  Bourget,  subimos  al  Revard,  hicimos  las  otras 
escursiones  de  regla.  Anduvimos  por  la  villa  de  las 
flores,  asistimos  al  Cerele,  i  oimos  como  cuarenta  con- 
ciertos. Conocimos  una  buena  cantidad  de  ingleses, 
entre  ellos  Mr.  Harvey,  un  joven  con  un  espantoso  reu- 
matismo diformante  i  una  señorita  Andrée  Goddard, 
niña  mui  bonita,  a  quien  dejé  mas  linda  aun  sacándole 
dos  lunares  de  la  cara. 

*    * 

El  15  de  octubre  salimos  de  Aix-les-Bains  i  llegamos 
a  Lion  —  ahí  recorrimos  la  ciudad,  visitamos  una  fábrica 
de  tejidos  de  seda,  donde  por  primera  vez  examiné  las 
máquinas  de  tejer  i  entendí  como  se  hacia  los  dibujos 
en  las  telas  por  medio  de  cartones  agujereados.  Luego 
visitamos  los  preciosos  invernáculos  del  parque.  Lion  es 
una  ciudad  mui  linda;  me  pareció  que  la  belleza  en  las 
mujeres  era  jeneral,  i  las  bonitas  mui  bien  constituidas. 
Me  imájino  que  toman  especial  cuidado  en  acomodar  sus 
vestidos  como  para  lucir  «les  hanches»  (caderas  es  pa- 
labra fea).  Aun  las  jóvenes  mas  delgadas  ostentan  formas 
seductoras. 

Salimos  para  Barcelona  el  17  de  octubre;  pasamos 
en  el  tren  una  mala  noche; — no  habia  vagones  con  cama 
ni  otras  comodidades  indispensables. 

Para  poder  ir  solos  en  un  coche,  hubimos  de  pagar 
clandestinamente  una  propina  al  guarda  tren;  después 
me  apercibí  de  lo  inútil  de  mi  falta,  pues  los  coches  iban 
casi  vacíos.  Ademas,  como  no  los  habia  de  2»  clase, 
I  pagué    boleto  de   I»    para    nuestro  asistente,   i  lo  hice 

\L'*     (/>  con  gusto. 

Al  llegar  a  la  frontera  sufrimos  la  inspección  de 
aduana  i  una  médica  ridicula.  Conmigo  fueron  políticos 


1 1 ' 


los  empleados;  todo  pasó  bien,  excepto  lo  relativo  al 
bagaje;  no  sé  por  qué  causa  dejaron  un  baúl  en  la  esta- 
ción i  debimos  hacer  telegrama  para  recuperarlo. 


*    * 


i  Cómo  rae  gustó  Barcelona  desde  el  primer  momento  í 
Paramos  en  el  hotel  de  Oriente,  sobre  la  Rambla,,  una 
calle  ancha,  con  grandes  árboles  i  siempre  llena  de 
jente.  Apenas  instalados  nos  dijeron  que  debiamos  pre- 
sentarnos a  la  inspección  médica  durante  7  dias  con- 
secutivos. Bueno:  eso  supone  que  la  Sanidad  allí  ha 
descubierto  las  siguientes  tonterías:  I»,  que  con  tal  de 
no  enfermarse  en  7  días,  no  trae  peligro  la  residencia 
del  que  viene  de  pais  infestado  ni  el  hecho  de  comuni- 
carse libremente  con  todos.  2©,  que  lo  peligroso  es  la  per- 
sona i  no  el  bagaje.  3o,  que  la  incubación  del  cólera 
dura  7  dias.  4o,  que  todos  han  de  ir  a  presentarse  de 
puro  inocentes  cuando  los  ajentes  sanitarios-  no  disponen 
de  medios  coercitivos.  5o,  que  ciertas  partes  del  mundo 
no  quieren  abandonar  rutinas  inesplicables,  (este  es  des- 
cubrimiento de  los  pasajeros). 

Ponen  cuarentenas  a  los  buques  provenientes  del  Bra- 
sil i  por  esto  perjudican  inconsideradamente  su  comercio, 
sin  salvar  siquiera  sus  aprensiones,  pues  los  pasajeros 
del  Brasil,  rechazados  el  dia  antes,  les  llegan  al  dia  si- 
guiente de  Jénova,  donde  tienen  el  buen  sentido  de  no 
ser  medioevales  en  esto.  El  médico  que  nos  examinaba 
a  ver  si  teniaraos  cólera,  parecía  él  mismo,  un  cadáver; 
era  una  antigualla  exhumada ;  no  hacia  caso  de  razones, 
todo  su  criterio  estaba  encerrado  •  en  estas  palabras : 
«nos  lo  manda  el  reglamento».  Estando  en  la  oficina 
de  este  antidiluviana,  entró  á  ella  una  niña  que  se  habia 
clavado  en  la  mano  una  aguja  de  tejer,  de  esas  de  gan- 
cho. Yo  se  la  habría  sacado  en  un  segundo  i  sin  esfuer- 
zo, pero  el  cirujano  de  las  Cruzadas,  conservaba  sus 
fueros  i  no  me  atreví  a  ofrecerme;  él  se  atrevía  a  todo; 
arremetió  a  la  niña  i  tomando  la  aguja  con  todas  sus 
ganas  se  ^uso  a  revolver  con  ella  haciéndola  jirar  en 
varias  direcciones  i  tirándola  a  veces ;  la  niña  daba  gri- 


—  8  — 

tos  lastimeros;  —  la  aguja  no  salió.  Entonces  el  cirujano 
aquel,  cansado  de  forcejear  dejó  la  tarea  diciéndome: 
«  vea  usted,  si  no  la  saco,  atravesaré  con  ella  la  mano ; 
le  romperé  el  gancho  en  el  dorso  de  ella  i  la  sacaré  así 
fácilmente».  Pero,  observé  yo,  usted  corre  peligro  de 
herir  el  arco  palmar,  lo  que  es  grave,  mientras  que  con 
una  lijera  torcion  i  fracción  al  mismo  tiempo .  . .  La  nina 
quedó  allí  llorando ;  no  sé  si  mi  ilustre  colega  la  mató 
mas  tarde. 


Saliendo  de  allí  vemos  bastante  jente  en  todas  las 
calles ;  muchas  mujeres  de  paseo,  algunas,  pocas,  lindas, 
casi  todas  con  una  cintura  admirable,  increíble  en  ciertas 
jóvenes  que  la  tenían  menos  gruesa  que  la  cara  contras- 
tando con  las  formas  inmediatamente  inferiores,  en  las 
cuales  la  naturaleza  catalana  ha  echado  el  resto;  enjam- 
bres de  mendigos  incómodos,  pesados  como  moscas  de 
campo,  o  como  vendedores  de  billetes  de  lotería ;  no 
me  dejan  andar;  si  me  paro  acuden  en  tropel  diez  o 
doce  i  se  pelean  por  establecer  la  prioridad  del  fastidio. 
«  Yo  lo  vengo  siguiendo  desde  hace  media  hora»,  objeta 
uno;  «yo  lo  sigo  todos  los  días»  dice  otro.  Este  asunto 
de  los  mendigos  es  una  de  las  grandes  mortificaciones 
en  España.  Aparte  de  la  imposibilidad  de  darles  plata  a 
todos,  el  viajero  no  puede  marchar  ni  pararse,  ni  hablar 
con  persona  alguna,  porque  el  mendigo  lo  asedia  cons- 
tantemente repitiéndole  al  oido  su  pedido.  Añádase  a 
esto  que  los  mas  fastidiosos  no  son  los  mas  necesi- 
tados. Una  vez  rodeado  de  cinco  ciegos  falsificados  o 
cojos  de  encargo,  saco  una  moneda  de  dos  francos  i 
pregunto  a  uno  si  tenia  cambio,  ¡  todos  tenían  cambio  ! 
Le  instalan  a  uno  sus  deformidades,  le  meten  por  los 
ojos  sus  brazos  mutilados,  i  lo  mortifican  constantemente. 

Con  qué  derecho  se  impone  esta  tortura  al  transeúnte? 

Puede  un  hombre  por  sólo  ser  o  llamarse  mendigo, 
seguir  a  otro  una  hora  molestándolo,  i  no  podrá  el 
perseguido  usar  siquiera  de  la  facultud  de  defenderse  i 
repeler  al  importuno  con  mal  modo?  Debe  haber  aquí 
una  fábrica  de   pordioseros  lejítimos  i  otra  de  falsifica- 


—  9  — 

dos  ;  todos  tienen  por  sí  o  por  sus  acólitos  un  plato  de 
metal  que  exhiben  a  modo  de  diploma ;  algunos  simulan 
ser  músicos  aun  cuando  su  violin  no  tenga  cuerdas  como 
le  sucede  al  del  hombre  que  hace  guardia  en  la  puerta 
de  mi  hotel  para  tomar  fresquitos  a  los  pasajeros  a  su 
salida.  Varían  hasta  el  infinito  las  modas  de  pedir,  i  sue- 
len ser-graciosos :  uno  me  dice,  « a  ver  pues,  hombre, 
como  suelta  usted  una  perra  chica  a  este  desgraciao  >. 
(Una  perra  chica  es  cinco  céntimos  de  peseta). 

* 
*    * 

Vengo  de  un  café  donde  se  reúne  la  clase  dirijente: 
políticos,  literatos,  poetas,  banqueros,  altos  comercian- 
tes i  sujetos  de  la  nobleza.  A  mi  lado  en  una  mesa  habia 
cuatro  caballeros  discutiendo  sobre  elecciones,  i  uno  de 
ellos  contestando  a  un  periodista  le  soltó  el  siguiente 
discurso,  que  contiene  muchas  verdades :  «  Ustedes  los 
demagogos,  es  decir,  los  periodistas,  supuestos  defen- 
sores del  pueblo,  apenas  si  lo  conocen.  Si  el  pueblo  es 
el  conjunto  de  todos  los  habitantes  de  una  comarca  o 
ciudad,  ningún  calificativo  de  los  que  ustedes  le  dan  le 
conviene,  i  todos  los  que  se  le  aplique,  ya  sea  para  en- 
salzarlo, ya  para  deprimirlo,  serán  falsos  i  caprichosos. 
Si  pueblo  no  es,  eso  será  una  mayoría  o  una  minoría  de 
individuos  que  en  un  momento  dado,  con  palabras  o  con 
hechos  expresa  una  pretensión  o  reclama  a  nombre  de 
todos,  actos  o  reformas  i  entonces  no  tiene  los  derechos 
que  se  atribuye,  i  asume  actitudes  falsas  verificando  una 
usurpación.  Si  pueblo  no  es  ninguna  de  las  dos  entida- 
des mencionadas,  será  entonces  lo  que  todos  entende- 
mos sin  definir  o  creemos  entender  cuando  ponemos  la 
palabra  <i pueblo  »  en  representación  de  la  idea,  como  si 
el  sujeto  señalado  tuviera  una  existencia  individual  i  una 
fisonomía  propia.  Bien,  pues,  si  pueblo  es  aquello  que 
todos  invocamos  cuando  queremos  hacernos  pasar  por 
abnegados,  jenerosos,  altruistas,  humanitarios,  austeros, 
caritativos,  independientes,  desinteresados  i  nobles.  Si 
pueblo  es  la  esencia  de  un  sujeto  que  los  demagogos, 
los    aspirantes    i    los    hipócritas    simulan    defender    no 


—  10  — 

abriendo  jamás  la  boca  sino  para  ponderarlo,  embrave- 
cerlo i  utilizarlo.  Si  pueblo  es  el  mito   convencional  en 
cuyo  nombre  hablan  todos  los  audaces  sin  fé,  los  ora- 
deres  mediocres  que  buscan  el  aplauso  con  las  palabras 
sonoras  o  simpáticas  al  auditorio,  los  periodistas  desal- 
mados capaces  de  cometer  todos  los  crímenes,  los  polí- 
ticos   sin   conciencia,  los    sediciosos,   los    desconformes 
con    el    orden    establecido,    los   novicios  inocentes    que 
persiguen  el  éxito   invocando  la   fórmula  contra  ía  cual 
nadie  combate  i  cuyo  nombre  excluido  de  toda  contro- 
versia por  la  rutina  basta  para  protejer  al  que  lo  pro- 
nuncia,  como   un   estandarte   sagrado ;   los   ociosos   sin 
profesión  i  sin  pan   que  se  declaran  defensores   de  los 
nobles   principios   i  protectores   de   la  humanidad  para 
vivir  a  sus  espensas;  los  austeros  que  viven  en  la  po- 
breza por  especulación  o  por  impotencia;  los  viciosos 
de  todas  las  esferas  i  de  todos  los  gremios,  los  perver- 
sos   disfrazados  de   santos,  los   perseguidos  con   razón 
por  la  justicia,  i  por  fin  los  descontentos  con  su  suerte, 
que  echan  de  ella  la  culpa  a  la  lei,  a  la  fortuna  o  al  go- 
bierno, i  los  desgraciados  en  sus  empresas  que  esperan 
cambiar  su  presente  con  un  cataclismo  jeneral.  Si  pueblo 
es  el  sujeto,  el  motor  o  el  orijen  de  todas  estas  ilejitimi- 
dades,  yo  declaro  que  en  mi  idea,  el  pueblo  es  inculto, 
servil,  ignorante,  veleidoso,  inconsciente,  inmoral,  bajo, 
cobarde,  cruel,    estúpido,  soez,  irracional,  corrompido, 
criminal,  innoble,  adulón,  rastrero,  egoísta  i  digno  sólo 
de  ser  tratado  a  latigazos  i  a  palos. 

Si  es  pueblo  la  masa  humana  que  ha  venido  envile- 
ciéndose desde  la  aparición  del  primer  rudimento  de 
sociedad;  si  el  pueblo  adora  a  Dios  i  a  los  ídolos  alter- 
nando sus  fanatismos,  para  aborrecer  i  matar  siempre 
en  nombre  de  todos;  si  el  pueblo  desterró  i  sacrificó  a 
sus  virtuosos  benefactores  en  Grecia; -^yudó  a  los  tira- 
nos i  fomentó  las  atrocidades  de  los  emperadores  roma- 
nos, crucificó  a  Jesucristo,  lapidó  a  sus  predicadores  i 
profetas,  quemó  inocentes  con  la-  inquisición,  persiguió, 
asesinó  é  incendió  en  nombre  de  todas  las  relijiones. 

Si  es  el  pueblo  el  ájente  que  cortó  la  cabeza  al  pobre 
i  buen  hombre  Luis  XVI,  a  María  Antonieta  i  a  infinidad 


—  II  — 

de  inocentes  varones,  mujeres  i  criaturas ;  el  que  degolló 
millares  de  hombres  con  todos  los  caudillos  sombríos, 
el  que  fué  cobarde  i  adulón  con  todos  los  tiranos  sangui- 
narios, el  que  les  prestó  mano  fuerte  e  hizo  posibles  i 
duraderas  sus  execrables  matanzas  i  vejámenes;  si  él 
fué  quien  quemó  a  Giordano  Bruno,  persiguió  a  Galileo 
i  se  levantó  para  sostener  el  oscurantismo  i  ahogar  la 
ciencia  en  todos  los  paises  i  en  todas  las  épocas,  si  a  él 
es  a  quien  vemos  perpetuamente  en  armas  contra  la 
razón  i  resistiendo  con  la  injuria  i  con  la  chuza  a  todo 
cuanto  signifique  civilización  i  adelanto  en  nombre  de  la 
rutina  esplotada  siempre  por  los  perversos  a  quienes 
obedece  ciego  e  inconsciente;  si  no  comprendió  jamás 
un  principio  elevado  ni  una  palabra  de  cultura ;  si  no 
tiene  idea  de  la  belleza  ni  paladar,  ni  gusto,  ni  senti- 
miento estético ;  si  todo  progreso  ha  debido  serle  im- 
puesto, i  si  hasta  para  hacer  bien  a  su  descendencia,  es 
necesario  someterlo  o  matarlo;  si  es  el  juguete  peligroso 
del  primero  que  halaga  sus  pasiones  siempre  estremas  i 
brutales;  si  eso  todo  es  el  pueblo,  yo  no  lo  respeto,  no 
lo  amo  ni  le  tengo  lástima ;  su  ferocidad  me  repugna,  su 
servilismo  me  inspira  desprecio,  i  sus  pretensiones  al 
gobierno  en  nombre  de  la  mas  supina  ignorancia  i  de  la 
falta  de  toda  idea  positiva,  noble  i  consciente,  me  parece 
soberanamente  ridicula. » 

¡Si  el  pueblo  leyera  estas  pajinas  i  quisiera  hacer  una 
de  las  suyas,  hallando  al  autor  á  tiro,  no  dejaria  de  ase- 
sinarlo !  A  lo  menos  mil  hombres,  en  nombre  del  pueblo 
ultrajado,  se  reunirían  para  castigar  a  uno  solo,  y  así 
probarian  con  un  nuevo  hecho  la  verdad  de  la  tesis  que 
sostenia  el  bravio  orador  del  café  barcelonés. 

♦ 

Circulan  por  la  Rambla  en  ciertas  horas,  como  diez 
mil  personas.  Al  ver  tal  afluencia,  me  preguntaba  yo  a 
mí  mismo  «  ¿  Todos  andarán  de  paseo  como  yo  ?  ¿  Serán 
desocupados  ?  { A  qué  hora  trabajarán  i  ganarán  su  ali- 
mento i  su  vestido?  {Habrá  en  Barcelona  algún  ájente 
poderosamente    rico    que    mantenga    en   la    ociosidad  a 


—  12  — 

estos  viandantes?»  De  cien  individuos  del  sexo  mascu- 
lino, noventa  estaban  fumando.  La  costumbre  de  fumar 
es  en  Barcelona  universal;  se  fuma  en  todas  partes;  en 
los  teatros  de  segundo  orden,  el  director  de  orquesta  i 
los  músicos  fuman  durante  la  representación,  i  lo  mas 
raro  es,  que  lo  hacen  hasta  los  que  tocan  instrumentos 
de  viento ;  no  sé  cómo.  En  el  Tíboli,  un  teatrito  sin  pre- 
tensiones, veo  a  un  ájente  de  policía  colgar  un  cartón 
con  este  letrero  :  « Por  disposición  del  Gobernador  es 
prohidido  fumar»,  para  dar  el  ejemplo  de  obediencia, 
fumaba  con  todas  sus  ganas  mientras  suspendia  el  cartel. 
¡Juro  por  Dios  i  los  Santos  ser  esto  la  pura  verdad! 

*  * 

Conocí  a  Mr.  Simón,  Jerente  del  Banco  «:  Union  de 
España  é  Inglaterra  ».  Este  caballero  fué  mui  bondadoso 
i  amable  con  nosotros.  Nos  presentó  a  una  de  sus  hijas, 
señora  casada,  i  al  marido  de  ésta,  i  nos  invitó  a  dar  un 
paseo  por  la  montaña  en  los  sitios  llamados  Tibidabo, 
Vallvidrera,  i  Pabellón  de  la  Reina.  Fuimos  en  carruaje 
acompañados  por  el  Sr.  Simón,  su  hija,  su  yerno  i  su  nieta. 
La  hija  se  llama  Jessy,  es  inglesa ;  pero  parece  andaluza 
por  el  color  i  por  la  gracia;  elegante,  airosa,  esbelta;  sus 
ojos  acarician  cuando  miran,  i  hai  tal  enerjía  de  vida  en  su 
semblante,  que  apenas  comprende  uno  como  puede  exis- 
tir una  fisonomía  tan  deliciosa,  sin  provocar  conflictos  a 
cada  paso.  Añádase  a  esto  i  al  encanto  atrevido  de  su 
nombre,  Jessy,  una  sencillez  de  costumbres  fuera  de  toda 
previsión  i  una  libertad  de  lenguaje  en  la  cual  la  natura- 
lidad está  unida  al  candor  i  a  la  mas  esquisita  familiari- 
dad. Su  hijita  es  una  de  esas  criaturas  inglesas  con  enor- 
mes ojos  azules,  redondos,  inocentes  hasta  un  grado 
alarmante  i  con  un  cutis  color  de  leche  boreal,  (me  per- 
mito introducir  en  el  lenguaje  esta  nueva  espresion.)  El 
marido  de  Jessy  no  posee  los  encantos  estatuarios  de  su 
distinguida  esposa,  pero  tiene  en  cambio  otras  cualida- 
des :  habla  poco,  bien  atinadamente  i  revelando  buena 
instrucción.  Es  cojo  (eso  no  es  un  defecto  desde  el  tiem- 
po   de   Lord  Byron);  se  rompió  el  muslo  i  la  pierna,  es 


—  13  — 

decir,  todos  los  huesos  largos  de  uno  de  los  miembros 
inferiores,  el  derecho,  en  las  minas  de  Sierra  Nevada, 
donde  estaba  empleado  en  calidad  de  injeniero.  Bajaba, 
dice,  en  unO  de  los  cajones  que  transportaban  a  los 
mineros,  cuando  se  rompió  la  cuerda  de  suspensión  i  el 
cajón  fué  a  dar  al  fondo  con  su  cargamento  humano. 
Este  accidente  i  sus  consecuencias,  lejos  de  haberle  qui- 
tado méritos,  lo  han  hecho  mas  interesante. 

Almorzamos  en  Vallvidrera,  subimos  al  pabellón  de  la 
Reina,  elojiamos  todo  cuanto  vimos  i  volvimos  como  se 
vuelve  de  todas  las  excursiones,  mas  cansados  que  satis- 
fechos. 


Tocóme  a  mi  vez  invitar  a  otra  excursión.  El  paraje 
elejido  para  ella  fué  el  Santuario  de  Monserrat,  habitado 
por  la  Vírjen  del  mismo  nombre,  servido  por  el  ferro- 
carril de  Barcelona  a  Monistrol  i  por  el  de  engranaje  de 
este  punto  hasta  el  sitio  mas  elevado  accesible  de  la 
montana;  fomentado  por  innumerables  devotos  i  explo- 
tado por  no  sé  cuantos  religiosos.  El  Santuario  tiene 
anexos  i  dependencias  destinadas  a  objetos  piadosos, 
como  son  fondas,  hosterías  i  alojamientos  para  pasaje- 
ros ;  además,  una  iglesia  en  un  plano  inferior  al  del  San- 
tuario. !Las  jentes  devotas  pasaban  allí  la  noche,  cuando 
no  había  ferro-carril  de  engranaje;  ahora  pasan  sola- 
mente parte  del  dia  i  lo  emplean  en  comer,  en  besar  la 
mano  a  la  imajen  de  Nuestra  Señora  de  Monserrat,  en 
beber,  en  dar  limosna  a  las  reliquias,  en  hacer  procesio- 
nes hasta  la  gruta  donde  la  dicha  imajen  estuvo  ocupada 
de  milagros,  i  en  asustarse  de  las  caras  grotescas  que  los 
empresarios  del  Santuario  han  dibujado  en  los  mamelo- 
nes de  las  peñas,  figuras  hechas  probablemente  por  las 
aguas  de  lluvia,  sin  la  idea  de  prepararlas  para  futuras 
esplotaciones. 

El  espectáculo  que  ofrecen  los  cuartos  i  salones,  pasa- 
dizos i  escaleras  de  las  fondas,  mientras  comen  los  pere- 
grinos por  centenares  de  docenas,  es  por  demás  curioso 
i  animado;  casi  todas  estas  fondas  han  sido  conventos  o 


—  14  — 

pedazos  de  ellos,  pero  hacen  ahora  su  nuevo  oficio  como 
si  nunca  hubieran  hecho  otra  cosa. 

Si  las  procesiones  son  interesantes  para  la  salud  del 
alma,  no  lo  son  menos  para  la  del  cuerpo;  los  bailes  al 
aire  libre  con  que  los  fieles  se  preparan  para  entregarse 
en  buenas  condiciones  a  los  piadosos  encantos  de  sus 
actos  religiosos.  Ellas  se  verifican  a  lo  largo  del  camino 
por  la  montaña.  Los  fieles  llevan  cruces,  estandartes, 
cirios  encendidos  i  a  sus  novias  del  brazo.  Un  fraile  pre- 
side la  marcha;  se  para  cuando  le  da  la  gana;  se  arro- 
dilla, reza  en  alta  voz,  se  levanta,  se  da  vuelta  a  correjir 
la  alineación  de  los  concurrentes  i  recomienda  muchas 
almas  a  la  indulgencia  de  la  vírjen  de  Monserrát  i  de  otros 
Personajes  de  la  corte  celestial.  Los  peregrinos  cantan 
en  latin  infinidad  de  rezos  mui  propiciatorios,  pero  ningún 
empresario  de  teatro  se  atreveria  a  contratarlos  para  dar 
una  ópera  de  Wagner. 

Tuvimos  ocasión  de  tratar  al  Sr.  Macphersen,  cónsul 
de  Inglaterra,  i  a  su  familia. 

El  es  un  hombre  distinguido  i  un  literato  erudito ;  ha 
traducido  en  verso  a  Shakspeare  mui  bien.  Me  regaló 
un  ejemplar  de  sus  obras,  que  son  mui  apreciadas,  sobre 
todo  en  Alemania.  Nos  hicimos  grandes  amigos ;  jugá- 
bamos al  ajedrez  todos  los  dias,  aun  cuando  él  podia  ser 
mi  maestro  en  la  materia, 

*  * 

He  debido  hablar  antes  del  Sr.  Calvari,  cónsul  jeneral 
de  la  República  Arjentina  en  España,  i  de  su  amable 
familia,  cuya  relación  i  amistad  cultivamos  desde  el  pri- 
mer dia  de  nuestro  arribo.  No  hubo  atención  que  no  nos 
prodigaran ;  en  su  casa  hemos  encontrado  la  mas  franca, 
sincera  i  afectuosa  acojida.  El  Sr.  Calvari  nos  prestó 
delicados  servicios  i  nos  habria  puesto  en  contacto  con 
todo  lo  principal  de  Barcelona,  si  lo  hubiéramos  consen- 
tido.  Solo    aceptamos  que   nos  presentase  a  un  número 


—  15  — 

reducido  (Je  personas  de  su  relación,  entre  ellas  al  señor 
Dr.  González  de  Montalvan  i  su  familia,  compuesta  de  la 
señora,  tres  niñas  i-  un  joven.  En  casa  de  este  señor,  que 
era  Presidente  de  los  Tribunales  y  vivia  en  la  audiencia, 
conocimos  varios  jueces,  fiscales  i  otros  funcionarios. 

En  una  de  nuestras  visitas,  después  de  recorrer  la  casa 
i  admirar  unos  ornamentos  viejos  de  mucho  mérito,  per- 
tenecientes a  la  capilla,  la  señora  de  Calvkri,  su  hija, 
la  mujer  de  Montalvan,  sus  tres  hijas,  Guillermina  i  )  o, 
entramos  a  la  sala  del  Tribunal  i  asistimos  a  un  juicio. 
Se  trataba  de  un  joven  acusado  de  haber  roto  el  brazo 
a  otro,  tirándolo  por  encima  de  una  silla,  i  con  motivo 
del  examen  del  acusado  i  testigos  por  el  juez,  el  físcal  i 
los  abogados,  las  niñas  de  Montalvan,  muí  listas  e  inteli- 
jentes,  hacian  las  observaciones  mas  picantes;  la  menor 
sobre  todo,  un  pequeño  diablo,  tenia  ocurrencias  gracio- 
sas i  oportunas.  Difícilmente  se  encontrará  criaturas  mas 
agfradables  que  estas  españolitas,  masfínas,  mas  bien  edu- 
cadas, mas  sencillas  i  mas  alegres.  Como  los  sacristanes 
que  pierden  el  respeto  á  las  imájenes  de  los  santos,  a  los 
ornamentos,  a  los  altares,  a  la  iglesia  i  aun  a  los  curas, 
a  causa  de  su  familiaridad  con  estos  objetos  i  personas, 
así  las  tres  muchachas  se  lo  han  perdido  a  los  jueces  i  a 
las  insignias  de  la  judicatura;  se  visten  con  las  togas, 
se  ponen  los  bonetes  de  esos  dignos  majistrados  i  quedan 
verdaderamente  adorables  con  sus  caras  jóvenes  i  viva- 
rachas en  su  estraño  disfraz.  Conservamos  un  retrato  de 
ellas  en  ese  traje  de  divertida  fantasía. 


Una  vez  almorzamos  en  casa  de  Calvari  con  dos  de 
estas  nuestras  espirituales  amiguitas.  La  conversación 
fué  animadísima,  sazonada  con  espresiones  exóticas  en 
boca  de  muchachas,  pues  los  términos  jurídicos  no  esca- 
seaban en  la  charla ;  nos  narraron  varios  procesos ;  una 
habló  del  Fuero  Juzgo  con  la  mayor  desenvoltura ;  las 
dos  eran  partidarias  de  la  pena  de  muerte  i  probaban 
con  el  relato  de  ciertos  crímenes  cuyos  detalles  conocie- 
ron,   la    lejitimidad    i  moralidad  de  su  juicio.  El  contacto 


—  16  — 

con  los  letrados  les  había  dado  una  erudición  seria  sobre 
muchas  situaciones  de  la  vida,  i  era  de  ver  el  efecto 
estraño  que  hacian  las  máximas  i  sentencias  al  salir  de 
aquellos  labios  casi  infantiles.  Joaquina,  así  se  llamaba 
una  de  ellas,  soltó  este  aforismo:  «Todos  los  mates 
vienen  de  la  Francia;  la  España  no  hace  mas  que  imitar- 
la; vean  ustedes  las  modas,  las  costumbres  de  las  muje- 
res libres,  tema  constante  de  los  diarios  franceses,  tra- 
tado siempre  con  elojio,  i  por  fin,  las  esplosiones  de 
dinamita  ».  La  otra,  Elvira,  criticó  grandemente  la  falta 
de  diversiones  sociales  inocentes,  la  supresión  de  las  visi- 
tas de  los  jóvenes  a  las  familias  i  la  sustitución  de  ese 
pasatiempo  por  la  asistencia  a  los  cafés,  los  clubs,  las 
casas  de  juego  i  otros  perniciosos  entretenimientos  que 
apartan  a  los  hombres  de  la  senda  de  la  moral,  de  la 
salud  i  del  hogar  honrado.  La  menor  de  las  tres,  María 
Rosa,  el  diablito  preferido,  no  estaba  allí.  La  tal  María 
Rosa,  sin  ser  bonita,  enloquecerá  a  muchos  de  sus  con- 
temporáneos, i  si  se  casa,  dominará  a  su  marido,  hacién- 
dolo feliz. 

La  hija  de  nuestro  cónsul  Calvari,  es  una  muchacha 
llena  de  méritos,  bastante  instruida;  ha  hecho  muchas 
lecturas,  toca  mui  bien  el  piano  i  el  arpa;  es  además 
buena  cocinera  i  canta  con  gusto.  Se  llama  Geyita  como 
su  mamá,  es  el  encanto  de  sus  padres ;  su  especialidad 
en  letras  es  el  conocimiento  de  las  campañas  de  Na- 
poleón I. 

El  Gobernador  de  Barcelona,  Sr.  Blanco,  a  quien 
también  me  habia  presentado  Calvari,  me  pagó  mi  visita 
el  mismo  dia.  No  he  tratado  un  hombre  mas  amable  i  mas 
franco.  Sentí  haberlo  conocido  solamente  pocas  horas 
antes  de  nuestra  partida,  aun  cuando  si  así  no  hubiera 
sido,  el  señor  Jeneral  me  habría  vuelto  loco  a  invitaciones, 
manteniéndome  en  circulación  constante,  según  lo  mani- 
festó. Su  mujer  se  habria  apoderado  de  Guillermina,  i  las 
dos  habrian  vivido  en  el  teatro.  En  casa  se  encontró  con 
Jessy,  i  parece  que  ésta  le  hizo  una  fuerte  impresión. 


—   f7  — 

Debí  también  conocer  un  exelénte  funcionario,  el 
Alcalde ;  pero  no  fui  a  veHo,  porque  lo  juzgue  contra- 
riado por  los  motivos  que  le  habian  obligado  a  renun- 
ciar su  puesto  en  esos  días.  Aquí  también  el  pueblo,  la 
opinión  pública,  es  decir,  la  prensa,  persigue  a  los  bene- 
factores de  la  ciudad,  de  la  comarca,  de  la.  nación 
i  del  jénero  humano. 


Ya  próximos  a  embarcarnos,  tuvimos  el  gusto  de  ver 
á  Urtubei  i  su  mujercita,  Belinda  Pura  Piatini,  cuyo  nom- 
bre armonioso  le  viene  de  molde  por  ser  linda  i  pura, 
dejando  él  Piatini  solo  como  una  adición  tradicional.  Se 
encontraron  de  manos  a  boca  con  Guillermina  en  la 
Rambla,  i  se  pusieron  por  esto  a  gritar  como  unas  locas. 
A  mí  no  me  sorprendió  su  llagada :  I»  Porque  cuando 
entraron  en  marcha  triunfal  a  nuestra  salida  del  hotel,  yo 
estaba  jugando  al  ajedrez  con  Macphersen ;  mientras  uno 
juega  al  ajedrez,  no  ve  nada  ni  se  sorprende  por  ninguna 
causa !  2o  Porque  yo  habia  pencado  verlos  aparecer  en 
Barcelona  de  un  momento  a  otro.  Nos  contaron  sus  via- 
jes por  Suiza  i  Francia,  llamándonos  la  atención  un  inci- 
dente raro  que  les  acaeció  en  un  hotel.  Belinda  estaba 
durmiendo,  según  el  relato,  con  aquella  profundidad  de 
sueño  propia  de  las  mujeres  jóvenes  i  sanas.  Urtubei 
escribía  carta  tras  carta  a  todos  los  habitantes  de  la 
América  latina.  Eran"  las  dos  de  la  noche ;  la  puerta  del 
cuarto  estaba  cerrada.  Urtubei  se  levantó  con  la  con- 
ciencia del  deber  cumplido  i  se  encontró  de  pronto  con 
un  hombre  de  pie  al  otro  lado  de  la  mesa ;  el  pelo  se  le 
puso  de  punta,  según  su  propia  expresión,  sus  dedos  se 
convirtieron  en  ganchos,  i  con  el  furor  irreiflexivo  natural 
en  semejante  situación  «  Un  hombre  »,  gritó,  e  iba  a  lan- 
zarse contra  el  intruso,  quien  por  su  parte  se  aprestaba 
a  la  defensa  con  iguales  ademanes,  cuando  reconoció  su 
propia  imájen  en  el  espejo  de  enfrente. 

Belinda  despertada  por  el  grito  i  toda  despavorida, 
gritó  a  su  vez :  « ¡  Qué,  hai  1 . !  .  un  hombre ! ...»  Sí,  con- 

Por  tnares  i  por  tierras  2 


—  18  — 

testó  Urtubei  . ,  .  pero  ese  hombre  soi  yo !  Y  aun  cuando 
riéndose  contó  su  error,  Belinda  continuó  temblando  por 
dos  horas. 

Guillermina  i  su  amiga  tomaron  en  Barcelona  los  dias 
por  su  cuenta  i  hablando  incansablemente  sobre  vestidos 
i  sombreros,  recorrieron  las  calles  i  las  plazas.  Urtubei 
i  yo  paseamos  por  el  precioso  parque,  sitio  de  la 
reciente  esposicion,  vagamos  por  parajes  solitarios 
huyendo  de  la  vecindad  de  los  museos  i  de  las  otras 
curiosidades.  Con  todo,  una  tarde  invitamos  a  las  seño- 
ras a  subir  al  monumento  de  Colon,  i  por  el  hueco  de  su 
columna,  como  cuatro  entosoarios,  trepamos  a  la  cum- 
bre desde  donde  vimos  a  través  de  vidrios  de  colores,  la 
ciudad  violeta,  el  mar  amarillo,  el  puerto  rojo,  la  cam- 
piña azul,  el  cielo  café  i  los  caballos  de  los  tranways» 
verdes. 

*  * 

Durante  ciertas  horas  en  la  Rambla  perfumada,  flan- 
queando su  sección  mas  concurrida,  se  instalan  tiendas 
improvisadas  de  riquísimas  flores.  Las  jóvenes  mas  apues- 
tas, brindan  allí  sus  ramos  i  sus  gracias  a  los  galanes 
reacios,  que  si  bien  se  arruinan  en  la  compra  de  rosas, 
jazmines,  nardos,  violetas  i  claveles,  tramitan  con  cierta 
tibieza  el  espediente  de  un  amor  demasiado  ofrecido  para 
ser  ambicionado. 

Esta  parte  del  paseo,  o  arteria  central  de  la  ciudad, 
es  deliciosa;  todo  en  ella  es  animado  i  tiene  el  aire  de 
una  alegre  fiesta. 


Nos  embarcamos  el  dia  23  a  las  9  de  la  noche,  en  el 
vapor  «  Cabo  Palos  »,  de  2,300  toneladas.  Capitán 
Gregorio  de  Belaunde  Alvarez,  un  muchacho  simpático  i 
bondadoso.  Tomé  las  cuatro  literas  de  un  camarín  para 
estar  cómodo  i  Bautista  se  instaló  en  el  camarote  contí- 


—  19  — 

guo.    El   mar    estaba  tranquilo  i  el  cielo  estrellado  con- 
vidaba a  revolver  recuerdos  agradables. 

Al  amanecer  llegamos  a  Tarragona;  en  seguida  baja- 
mos a  tierra,  i  nuestra  primer  visita  fué  a  una  iglesia 
donde  un  viejo  cargado  de  rosarios,  sopando  su  mano 
sucia  en  la  pila  de  agua  bendita,  nos  brindó  un  poco 
del  salado  líquido ;  yo  lo  tomé  i  me  hice  con  él  una  cruz 
colosal  en  la  frente;  pagué  diez  céntimos  al  viejo  i  me 
encontré  satisfecho  de  poder  borrar  a  tan  poca  costa 
un  resto  de  pecados  veniales,  lo  único  que  podia  que- 
darme, dada  mi  condición  de  hombre  casado,  por  ser 
cosa  averiguada  que  la  vida  conyugal  purga  de  pecados 
mortales  al  marido.  En  seguida  paseamos  por  las  calles 
i  después  de  rezar  en  otra  iglesia,  fuimos  a  conocer  la 
catedral.  Un  sacristán  nos  la  mostró,  con  aquella  pesa- 
dez característica  de  los  propietarios,  sin  economizar 
rincón  ni  tallado,  altar,  claustro  ni  sepulcro.  Yo  no  sé 
como  me  someto  a  semejantes  torturas ,  después  de 
haber  visto  mil  iglesias  i  estar  curado  de  sorpresas  en 
cuanto  a  la  erudición  pedantesca,  trunca  i  apócrifa  de  los 
sacristanes.  Mientras  sufríamos  nuestro  martirolójio,  nos 
dio  caza  un  joven  llamado  Eujenio  Saugár,  por  encargo 
del  cónsul  argentino,  Sr.  Juan  Gasset  i  Matheu  ;  llevaba 
un  coche  i  las  intenciones  mas  siniestras  ;  se  proponía 
hacernos  recorrer  el  contorno  de  las  antiguas  murallas  i 
mostrarnos  el  museo.  Las  dos  cosas  hizo  con  una  cruel- 
dad increíble.  En  el  museo  se  admira  obligatoriamente 
unas  cuantas  piedras  viejas,  restos  de  molduras,  estatuas 
i  columnas,  i  los  conocimientos  del  cuidador,  extensísi- 
mos, sobre  todo  en  lo  referente  a  un  pozo  servido  antes 
por  una  maquinaria  que  proveía  de  agua  a  la  ciudad, 
alternativamente  usado  i  abandonado,  según  las  épocas  i 
los  temores  de  sitio.  El  modelo  del  pozo  i  de  la  máquina 
figura  mui  honrado  en  una  de  las  salas.  Luego  el  señor 
Saugar  nos  llevó  a  su  casa,  donde  nos  obsequió  galan- 
temente, haciéndonos  probar  los  vinos  de  su  comercio  i 
regalándonos  para  el  viaje  algunas  botellas.  A  la  noche 
salimos  para  Valencia,  llegando  a  esta  ciudad  el  25  por 
la  mañana,.  Allí  nos  esperaba  otro  cónsul ;  el  Sr.  Jesús 
de  la  Cuadra.  En  casa  de  este  caballero  vimos  algunos 


—  20  — 

cuadros  de  mérito,  i  conocimos  a  su  esposa,  una  linda 
señora,  parecida  por  igual  a  dos  damas  hermosas  de 
Buenos  Aires,  Doña  Elisa  Linch  de  Casares  i  Doña  Justa 
Várela  de  Laines.  Con  ella  i  su  obsequioso  marido,  em- 
prendimos una  nueva  jira.  Vimos  el  magnífico  i  grande 
hospital  provincial,  la  catedral  donde  figuran  como  tro- 
feos, los  fragmentos  de  las.  cadenas  con  que  en  cierta 
época  los  marselleses  cerraron  el  puerto,  sacados  del 
mar,  después  de  haber  roto  la  barrera  una  flota  espa- 
ñola; la  Lonja,  salón  a  modo  de  templo,  espec\e  de 
Bolsa  de  comercio  o  mercado  de  granos  i  otros  artículos 
de  análogo  consumo ;  i  por  fin,  la  Alameda,  paseo  aristo- 
crático, en  el  que  se  hallaba  a  la  sazón  lo  mas  distin- 
guido* de  la  ciudad,  según  lo  afirmaron  nuestros  amables 
acompañantes. 

* 
♦  * 

Salimos  para  Alicante  el  25  a  la  noche  i  llegamos  a  su 
puerto  el  26  temprano.  Una  vez  en  tierra,  paseamos  por 
toda  la  ciudad,  sin  encontrar  nada  particular,  a  no  ser 
su  castillo  viejo.  El  27  paramos  en  Torrevieja,  lugar 
caracterizado  por  sus  salinas  i  sus  numerosos  molinos  de 
sal.  Habia  también  allí  lo  que  no  falta  en  ningún  pueblo 
español  chico  o  grande,  una  plaza  de  toros.  El  bárbaro 
juego  o  entretenimiento  degradante,  tiende  a  estenderse 
en  España  a  pesar  de  la  reprobación  casi  universal. 

Con  grande  escándalo  mió  i  tal  vez  de  otros,  la  Reina 
Rejente,  con  ocasión  de  las  fiestas  para  el  centenario  de 
Colon,  obsequió  a  su  huésped  el  rei  de  Portugal,  con  una 
corrida  de  toros,  i  este  digno  señor,  rei  de  un  palmo  de 
península,  premió  con  un  alfiler  de  brillantes  que  lleVaba 
en  la  corbata^  al  matador  alevoso  de  un  pobre  animal 
indefenso,  ya  casi  agonizante  por  el  tormento  de  las 
banderillas. 

La  prensa  local  no  habló  en  quince  dias  sino  de  la 
corrida  i  del  noble  carácter  del  rei  de  Portugal. 


* 


—  21  — 

Llegamos  a  Cartajena  por  la  noche,  i  entramos  en  su 
espléndido  puerto  natural,  cuyas  condiciones  exepcio- 
nales  han  dado  lugar  a  este  refrán :  «  Hái  tres  puertos 
en  el  Mediterráneo,  Julio,  Agosto  i  Cartajena,  aludiendo 
a  la  tranquilidad  del  mar  en  esos  meses  i  a  la  del  puerto 
siempre.  Por  encargo  del  Cónsul  arjentino,  señor  Juan 
Sánchez  Domenech,  i  en  su  ausencia,  un  hermano  político 
suyo,  fué  a  buscarnos  a  bordo.  Bajamos  a  tierra  i  toma- 
mos el  coche  preparado,  durante  una  lluvia  torrencial 
nunca  vista  en  Cartajena.  • 

Dia  de  reposo  el  28  ;  ni  visitas,  ni  paseos,  ni  emociones ; 
permanecemos  en  el  Hotel  oyendo  llover  i  leyendo  las  me- 
morias de  Ultra-tumba  del  pobre  Chateaubriand.  Al  prin- 
cipio del  volumen  encuentro  en  un  artículo  de  Monselet, 
mui  ponderado  este  párrafo  que  prueba  la  candidez  de 
Chateaubriand  i  la  ignorancia  inocente  de  su  panejirísta. 

«  Con^oit-on  bien  ce  que  serait  une  scéne  de  la  nature 
si  elle  etait  abandonnée  au  seul  mouvement  de  la  ma- 
tiére?  Les  nuages  obéissant  aux  lois  de  la  pesanteur, 
tomberaient perpendiculairetnent  sur  la  terre  ou  monte- 
raient  en  pyramides  dans  les  airs  L'instant  d'aprés 
Tatmosphére  serait  trop  épaisse  ou  trop  raréfiée  pour 
les  organes.  La  lune  trop  prés  ou  trop  loin  de  nous 
tour-a-tour  serait  invisible,  tour-a-tour  se  montrerait 
sanglante  couverte  de  taches  enormes  ou  remplissant 
seul  de  son  orbe  démesuré  le  dome  celeste.  Saisie 
comnie  d'une  étrange  folie  elle  marcherait  d' eclipse  en 
eclipse,  ou  se  roulant  d'un  flanc  sur  Tautre,  elle  de- 
couvrirait  enfin  eette  autre  face  que  la  terre  ne  connait 
pas.  Les  étoiles  sembleraient  frappées  du  méme  vertige ; 
ce  ne  serait  plus  q^une  suite  de  conjonctions  effrayantes ; 
la,  des  astres  passeraient  avec  la  rapidité  de  Téclair; 
ici,  ils  paraitraient  immobiles;  quelque  fois  ^  pressant 
en  groupes,  ils  formeraíent  une  no\ivelle  voie  lactée ; 
puis  disparaissant  toüs  ensemble  et  dechirant  le  rideau 
des  mondes,  suivant  Texpression  de  TertuUien,  ils 
laisseráient  apércevoir  les  abimes  de  T  eternité  ». 

He  transcrito  el  testo  francés  para  conservarle  su 
autenticidad  hasta  en  la  forma  i  doi  en  seguida  la  versión 
castellana : 


—  22  ^ 

<  i  Concíbese  acaso  lo  que  seria  una  escena  de  la  natu- 
raleza, sí  ella  estuviera  abandonada  al  solo  movimiento 
de  la  materia?  Las  nubes,  obedeciendo  a  las  levcts  de  la 
pesantez,  caerían  perpendicularmente  sobre  la  tierra  o 
subirían  en  pirámides  por  los  aires.  Al  instante  la  atmós- 
fera sería  demasiado  espesa  o  demasiado  rarificada  para 
los  órganos.  La  luna,  muí  cerca  o  muí  lejos.de  nosotros, 
seria '  a  veces  invisible  i  a  veces  se  mostraría  color  de 
sangre,  cubierta  de  manchas,  o  llenaría  con  su  sola  esfera 
desmedida,  la  cúpula  celeste.  Como  poseída  de  una  es- 
traña  locura,  marcharía  de  eclipse  en  eclipse  o  revolcán- 
dose de  un  flanco  al  otro,  descubríría,  en  fin,  esa  otra  faz 
que  la  tierra  no  conoce.  Las  estrellas  parecerían  ataca- 
das de  vértigo  i  no  habría  mas  que  una  serie  de  conjun- 
ciones espantosas  ;  alh  los  astros  pasarían  con  la  rapi- 
dez del  rayo,  aquí  parecerían  inmóviles;  algunas  veces 
apretándose  en  grupos  formarían  una  nueva  vía  láctea; 
después,  desapareciendo  todos  juntos  i  desgarrando 
la  cortina  de  los  mundos,  según  la  espresion  de  l>rtu- 
liano,  dejarían  percibir  los  abismos  de  la  eternidad.  > 

Y  por  qué  había  de  suceder  todo  eso  ?  Y  aunque 
sucediera,  {  qué  mal  habría  en  ello  ? 

;  Acaso  no  existia  cuando  Chateaubríand  estaba  escri- 
biendo  tanto  disparate,  la  causa  de  las  catástrofes  que  él 
soñaba,  para  cuando  sucediera  lo  que  estaba  sucediendo, 
muchas  de  las  cuales  no  serían  tales,  como  la  de  que 
hubiera  dos  vías  lácteas,  o  que  la  luna  mostrara  su  otro 
hemisferio  ? 

Pues  como  lo  sabe  todo  el  mundo  i  muestra  sospe- 
charlo el  mismo  autor  en  su  predicción  condicional,  dis- 
cordante i  contraproducente  si  las  nubes  no  se  caen,  no 
chocan  los  astros,  i  la  luna  no  anda  como  una  bola  loca, 
debido  es  todo  ello  a  que  <  la  naturaleza  está  abando- 
nada a  las  solas  fuerzas  de  la  materia  >,  es  decir,  sujeta 
a  la  leí  de  la  gravitación;  o  no  cree  el  cristiano  escritor 
que  la  pesantez  mantiene  las  nubes  en  lo  alto  ? 


—  23   - 

El  29  tuvimos  la  visita  de  un  caballero  estimable,  pero 
cuya  conversación  es  un  monólogo  :  ejemplo  parco.  «  Si, 
pues,  aquí  no  hai  nada,  como  digo,  pero  lo  veremos 
todo  ;  el  arsenal,  las  murallas,  las  minas,  el  teatro  circo, 
un  teatro  de  ningún  valor,  no  vale  nada,  vale  menos  que 
nada,  i  si  se  aburren  nos  saldremos  ;  la  niña  del  Cónsul 
arjentino  estudia  música,  su  profesor  es  precisamente  el 
director  de  orquesta  del  teatro  circo,  i  dice  que  esta 
noche  no  hai  función  por  la  lluvia,  como  no  la  hubo  ano- 
che por  la  misma  causa  :  ¡  que  quiere  usted,  aquí  todo  es 
asi !  >, 

Horas  mas  tarde,  el  señor  Cónsul,  amabilísimo  sujeto 
lleno  de  cualidades,  nos  presentó  su  hija  Teresa,  preciosa 
joven  parecida  a  Silvia,  la  hermana  menor  de  Guiller- 
mina, aun  cuando  no  es  tan  despejada  ni  tiene  el  aplomo 
de  mi  ilustre  cuñada,  como  yo  la  llamo. 

La  tierna  Teresa  se  ruboriza,  tiembla  al  hablar  i  en 
sus  primeras  frases  no  sabe  lo  que  dice,  como  le  sucedió 
en  su  conversación  conmigo  a  pesar  de  ese  arte  que  yo 
tengo  para  poner  cómodo  a  todo  el  mundo  (  mi  afirma- 
ción no  es  un  elojio  en  honor  propio,  pues  ese  arte  es 
hijo  de  un  sentimiento  de  humildad  que  no  sé  como  está 
junto  a  uno  de  gran  orgullo,  en  el  fondo  de  mi  carác- 
ter ).  No  pronuncia  cuando  habla,  suspira  sus  palabras, 
i  cuando  sonríe,  el  alma  de  la  Gracia  vuela  con  aleteos  de 
luz  sobre  sus  labios.  Cualquier  hombre  libre  i  joven,  con 
solo  verla,  se  enamoraría  de  ella  ;  verdad  es  que  también 
se  enamoraría  de  todas  cuantas  mujeres  jóvenes  i  lindas 
viera,  porque  así  son  los  hombres. 


*  * 


El  30  fuimos  al  arsenal  con  el  Cónsul  i  un  jefe  de 
marina  que  ha  estado  en  Buenos  Aires;  vimos  los  talle- 
res, el  gran  dique  movible,  los  depósitos,  la  fábrica  de 
cables,  donde  unos  grandes  carreteles,  cargados  de  otros 
carreteles  chicos  i  valseando  exactamente  como  los 
tourneurs  musulmanes,  dan  por  resultado  toda  clase 
de  cuerdas. 


24 


Sw'xníos  al  <  Lcp2n:o>  en  cosi5tn*ji^.-:n^  xis.taxvS  el 
ta2'*:r  ce  torpecos,  i  >  "^  i>:>r  ic:  iKirte  -^uedc  mu:  ben 
"x>res:ona'ío  respecto  a  las  coafir  ^aes  Ce¡  arsenai,  en 
eí  ci-áI  ifWzdcn  ser  constni:das  ío-ias  ías  ináT>¿:nas  :  pro- 
^ect-ies  Ce  ^*rrra,  ¿as  esrl-:r  b-:^ixes  n:  oanoaes.  El  ¡ocal 
•:e".  Esia^:ec:!n;en:o  es  aiaj  or  «^ne  el  área  Ce  Cartajrrna.  Haí 
en  e:  tres  o  ci-atro  buques  en  cesarme  i  ios  gandes  en 
C'-n^tr-jc :.'"  n,  *:^\ós  jálanos  c^nsl.'.Iaa  los  adelantos  co- 
n>c>f'^  Lasta  ei  cia.  Dentro  dcí  arsenal  puede  moverse 
una  escuadra. 


Diciembre  í*^ — Escursion  a  las  minas  de  plomo  i  plata 
íj:í--ada3  a  ^  ^  de  hora  fK>r  tren  de  Cartajena  i  en  los  al- 
rT  ir  dores  de  un  puebliio  üamado  !a  Union,  habitado 
soio  per  mineros  i  los  comerciantes  encarg^ados  de  pro- 
-eeríos  de  lo  necesario  para  la  vida.  Subo  a  las  minas, 
examino  ¡os  pozos,  el  sistema  de  estraccion  por  medio 
de  motores  á  vapor  que  \aldean  el  metal  empleando 
cintas  compuestas  de  cabirs  cuyo  largo  es  de  5*30  me- 
tros o  mas.  cintas  que  se  envuelven  fácilmente  en  un 
estrechí>  carretel  de  gran  drcunslVrencia  en  sus  láminas 
laterales;  trepo  hasta  un  punto  llamado  la  Rsqa.  un  cerro 
partido  por  los  romanos  en  sus  primeras  esploraciones ; 
0!go  míi  historias  de  antigüedades,  relatos  de  objetos 
haiiados:  herramientas,  huesos  de  pies  con  argollas  de 
presidarios;  i  pienso  en  mi  interior  que  en  esto  como 
en  todo,  la  fábula  está  mezclada  a  la  realidad.  Bajo  á  las 
moliendas,  trapiches  o  injenios  i  recuerdo  en  su  presen- 
cía  los  primeros  años  de  mi  vida,  transportado  por  la 
ímajinadon  a  Choroma,  cerca  de  Tupiza  en  Bolivia,  mi- 
neral donde  mi  padre  perdió  su  pequeña  fortuna  ganada 
en  el  comercio,  durante  su  i  migración,  su  salud  casi,  su 
buen  humor,  seguramente,  a  donde  fué  víctima  de  aquella 
locura  especial  propia  de  los  mineros  que  los  obliga  a 
mantener  esperanza  sobre  la  riqueza  escondida  en  una 
veta,  a  pesar  de  todos  los  desengaños  i  de  la  ruina  visi- 
ble, palpitante  i  presente.  Los  trapiches  no  molian  como 
en  Choroma,  primero  con  almadanetas   para  concuazar 


—  25  — 

el  metal,  después  con  piedras  verticales  circulando  so- 
bre otras  horizontales  para  reducirlo  a  polvo.  Aquí  la 
trituración  se  hace  como  en  los  establecimientos  de  mo- 
ler caña  entre  cilindros  jirando  en  sentido  contrario  i 
después  la  reducción  a  polvo  en  piedras.  De  los  injenios 
hemos  pasado  a  una  fundición  donde  el  ensayador  ha 
copelado  en  un  momento  dos  botones^  de  plata,  para 
darnos  como  recuerdo;  uno  de  ellos  ésplotó  como  su- 
cede frecuentemente,  el  otro  está  intacto,  parecido  a  los 
que  sacaba  mi  querido  profesor  de  química  D.  Miguel 
Puigari  en  la  clase. 

La  fundición  se  compone  de  los  depósitos  de  metal 
bruto,  comprado  a  las  minas  en  mayor  o  menor  estado 
de  pulverización ;  de  los  hornos  para  la  primera  calcina- 
ción, de  los  otros  para  la  fundición  i  de  los  laboratorios 
de  ensayo;  todo  con  sus  accesorios  correspondientes 
entre  los  que  figuran  en  primera  línea  los  ventiladores  i 
su  maquinaria.  *  Los  hornos  tienen  su  chimenea  a  grande 
distancia  i  en  sitios  elevados.  Cuando  la  chimenea  no 
puede  colocarse  mui  lejos,  la  galería  de  comunicación  con 
los  hornos  es  mui  tortuosa  a  fin  de  aumentar  la  distan- 
cia ;  el  objeto  es  como  se  supone  facilitar  el  enfriamiento 
del  humo  i  condensación  de  los  metales  que  por  volati- 
lización han  ido  con  él.  Me  dicen  mis  compañeros  de 
escursion,  dueños  de  varias  minas  en  el  distrito,  que  la 
limpieza  de  las  galerías  i  chimeneas  suele  dejar  hasta 
cuarenta  mil  pesos  de  beneficio.  Vi  la  punción  de  los 
hornos  semejante  a  la  operación  médica  en  caso  de 
ascitis,  pero  mas  eficaz;  presencié  la  salida  del  líquido 
rojo  i  su  amoldamiento  en  lingotes  i  tuve  el  espectáculo 
del  incendio  de  dos  hornos. 

El  enorme  calor  interno  quema  el  barro  semi  refrac- 
tario de  que  los  hornos  son  hechos  jeneralmente,  en  las 
vecindades  de  las  bocas  de  entrada  de  los  ventiladores 
i  una  furia  de  llamas  i  de  arenas  es  proyectada  al  este- 
rior ;  si  no  se  atiende  pronto  al  accidente,  el  horno 
puede  destruirse,  quemarse  las  mangas  ventiladoras  i 
por  fin  perderse  la  fundición ;  pero  los  operarios  tienen 
el  remedio  a  la  mano.  Con  una  destreza  i  una  eficacia 
admirables    arrojan    grandes   pelotas   de     barro    a    la 


—  26  — 

boca  en  ignición  i  poco  a  poco  reconstruyen  la  pared; 
la  fundición  sigue  hasta  nueva  combustión  en  otra 
parte. 

#  * 

Diciembre  2  —  Por  la  noche  recibimos  la  visita  del 
Cónsul,  su  hija  Teresa  i  el  maestro  de  música  de  ésta. 
No  sé  si  me  gusta  o  no  la  música,  creo  que  nunca  debe 
uno  pronunciarse  en  términos  jenerales  sobre  un  gusto. 
;  Qué  dirían  ustedes  si  les  preguntaran,  les  gusta  la  co- 
mida? Todas  las  comidas  no  les  gustan  á  todos.  A 
mi  no  me  gustan  todas  las  piezas  de  música,  pero  hai 
alguna  música  que  me  gusta  hasta  el  deleite:  la  música 
sentimental,  clásica  o  vulgar,  popular  o  cientílica.  Y  algo 
mas  debo  decir :  me  gusta  tal  o  cual  pieza  según  la  cir- 
cunstancia en  que  la  oí  por  primera  vez,  según  el  estado 
de  mis  sentimientos  en  el  momento  de  oiría  i  según  la 
escena  en  que  se  ejecuta;  a  todos  les  sucede  lo  mismo, 
creo. 

La  música  oida  en  compañía  de  la  mujer  o  del  hombre 
a  quien  se  ama,  en  los  prolegómenos  de  las  crisis  o 
consagraciones  del  amor,  es  la  música  mejor  ¿quién 
no   lo  sabe? 

Bien  pues,  cuando  una  persona  de  buena  vista  i  buenos 
oidos,  oye  una  buena  música,  i  tiene  ante  los  ojos  un 
bello  rostro  que  mirar,  las  dos  sensaciones,  la  visual  i 
la  auditiva  se  ayudan  i  se  refuerzan. 

La  música  del  violinista  acompañada  a  primera  vista 
i  mui  bien  por  Guillermina,  era  una  buena  música  si  uno 
la  escuchaba  mezclándola  con  rostros  de  Teresas. 

Indudablemente  una  mujer  tiene  lo  que  la  imajinacion 
del  espectador  le  pone.  Tal  vez  come  con  los  dedos, 
dice  palabras  vulgares  i  carece  en  su  trato  diario  de  la 
dulzura,  amenidad  i  distinción  que  uno  le  presta,  pero 
dÜicil  es  adivinar  tales  disimulos,  i  ninguna  joven  dotada 
de  atractivos  esteriores  deja  de  ser  lo  que  parece  a 
quien  la  ve  instalar  ahí,  si  a  la  niña  que  pinto  se  asemeja, 
su  cara  inocente,  oval  i  tímida,  su  color  pálido,  sin  brillo, 
pero  fresco,  de  hoja  de  camelia  lijeramente  alumbrada 


—  27  — 

por  un  reflejo  rosado  moribundo;  sus  facciones  con  lí- 
neas de  modelo  i  para  que  nada  falte,  su  pelo  rubio 
abundante,  empolvado  por  manos  diminutas  i  en  virtud 
de  una  coquetería  injénua  de  su  dueña,  a  quien  le  choca 
el  lustre  del  cabello. 

*    * 

Kl  día  3  de  diciembre  nos  embarcamos  para  Oran. 
Nuestro  amigo  Sánchez  Domenech,  un  joven  hijo  suyo  i 
Teresa  nos  acompañaron  hasta  el  buque. 

Observaciones  de  última  hora:  —  no  recuerdo  el  traje 
del  señor  Cónsul  ni  el  de  su  hijo ;  pero . . .  ¡  estraños  ca- 
prichos de  la  memoria ! . . .  me  acuerdo  perfectamente 
del  vestido  de  Teresa :  era  de  tela  azul  i  corte  mari- 
nero —  i  Hai  telas  i  colores  mui  felices !  Noté  también 
que  la  niña  tenia  una  pequeña  lastimadura  en  el  labio  in- 
ferior, por  cuya  causa  se  sonreía  con  cierta  merma ;  su 
sonrisa  era  incompleta,  menos  franca  diremos,  pero  en 

cambio  tímida  i  mas  dulce ! Perdone  el  señor  Domenech 

estos  metafóricos  elogios  que  inspirados  por  una  criatura 
i  dichos  con  ocho  años  de  retardo,  desde  lejanas  tierras 
por  un  hombre  de  mi  edad,  no  pueden  signiñcar  sino 
afecto  hacia  una  familia  que  nos  ha  colmado  de  atencio- 
nes i  un  tributo  que  aun  los  cerebros  viejos,  pagan  a  los 
eücantos  de  la  juventud,  la  sencillez,  la  bondad  i  la  ino- 
cencia, cuando  las  hallan  encarnadas,  como  en  el  caso 
actual,  en  uno  de  los  mas  bellos  ejemplares  de  la  raza 
humana. 


La  noche  a  bordo  fué  espantosa;  tuvimos  un  mareo 
continuo,  insoportable.  La  corriente  de  las  olas  tomaba 
al  buque  casi  de  flanco  i  lo  obligaba  a  moverse  del  modo 
mas  desagradable.  Durante  las  agonías  del  sufrimiento 
formé  la  decisión  de  no  embarcarme  sino  en  caso  de  gran 
necesidad,  por  lo  tanto  renuncié  formalmente  a  ir  al 
Japón  i  a  San  Francisco  de  California,  mientras  esos  dos 
puntos  del  globo  no  se  pusieran  á  tiro  de  ferrocarril. 


II 


ÁFRICA :  —COSTA  DEL  MEDITERRÁNEO 

A  Oran  llegamos  el  dia  4  al  amanecer  i  desembarca- 
mos á  las  seis  de  la  mañana  sin  haber  podido  dormir  un 
minuto. 

Nos  alojamos  en  el  hotel  Continental,  digno  de  cual- 
quier ciudad  de  Europa,  i  después  de  descansar  salimos 
a  conocer  la  ciudad.  Asistimos  al  paseo  clásico  sobre  el 
mar,  con  vista  al  puerto,  donde. por  ser  domingo,  una 
banda  de  música  tocaba  watses,  polcas  i  marchas,  ante 
una  concurrencia  compuesta  de  todo  cuanto  hai  de  dis- 
tinguido en  Oran,  en  materia  de  familias  establecidas  i 
viajeros.  Las  señoras,  señoritas  i  caballeros  formaban 
grupos  apenas  divididos  por  pequeños  espacios;  los 
mas  numerosos  i  en  apariencia  alegres,  ocupaban  las 
sillas  del  Paseo,  dándole  animación  con  su  bullicio  Heno 
de  jente.  Concluida  la  música  salimos  del  circuito  i  si- 
guiendo nuestro  camino  fuimos  a  dar  con  una  Mezquita. 
Entramos  en  ella :  un  árabe  que  no  habla  ningún  idioma 
ños  da  mil  esplicaciones ;  otro,  sentado  en  el  suelo,  co- 
piaba un  libro,  escribiendo  con  suma  rapidez.  No  tenía 
mesa  naturalmente,  el  tintero  estaba  en  tierra  i  el  cua- 
derno sobre  los  muslos  del  escritor,  en  dirección  oblicua; 
la  escritura  corría  de  arriba  para  abajo,  i  la  pajina  se 
llenaba  de  derecha  a  izquierda..  No  veo  la  ventaja  ni  la 
desventaja  de  este  método. 

.  El  copista. era  un  negro  joven,  flaco  i  feo,  pero  su  cali- 
grafía rápida  i  limpia  denunciaba  la  mano  de  un  doctor. 
(Entre  los  árabes  se  conoce  por  la  letra  a  los  doctores). 


—  30  — 

Diciembre  S. —  Otro  paseo  por  las  calles  i  una  visita 
al  mercado,  uno  de  los  mas  orijinales  que  yo  haya  visto. 
En  los  diversos  puestos  se  vende  todo:  artículos  de 
mercería,  comestibles,  zapatos,  vinos,  ropa  i  herramien- 
tas de  distintas  industrias.  El  recinto  está  literalmente 
lleno  de  jente  i  se  hace  difícil  la  circulación. 

Los  idiomas  en  uso  casi  esclusivamente  en  aquella  Ba- 
rraca de  Babel,  son  el  francés,  e!  español  i  el  árabe,  sin 
poderse  decir  cual  es  el  mas  estendido.  En  la  parte  baja 
del  ediñcio  se  hace  la  venta  de  pescado,  i  allí  he  visto  mas 
variedades  de  clases  que  en  el  acuario  de  Berlín.  Oran 
es  una  ciudad  en  pleno  progreso ;  se  la  ve  brotar,  puede 
decirse  i  sus  brotes  anuncian  para  un  próximo  porvenir, 
una  gran  capital.  El  clima  es  delicioso;  el  puerto  mui  fa- 
vorable al  desarrollo  comercial  La  población  es  com- 
puesta en  jeneral  de  tres  grandes  grupos:  francés,  es- 
pañol i  árabe,  predominando  ya,  creo,  el  español.  Los 
árabes,  primitivos  dueños  de  la  tierra,  asisten  como  es- 
pectadores al  avance  de  una  civilización  estraña  i  se 
retiran  sin  luchar;  su  casta  está  herida  de  muerte  i  es 
impotente  para  conservarse  en  el  medio  ambiente  creado 
por  la  invasión  de  las  costumbres  europeas.  Su  relijion, 
sus  hábitos  i  hasta  su  físico,  los  colocan  en  situación  des- 
ventajosa. Su  vestido,  tan  augusto  i  tan  solemne,  es  in- 
cómodo para  las  funciones  mecánicas  de  la  vida  social 
en  nuestros  tiempos.  Los  árabes  en  jeneral  son  débiles 
de  constitución,  no  mui  intelijentes  i  bastante  perezosos. 
Si  no  fueran  i  no  hubieran  sido  así,  no  se  habrian  dejado 
vencer  i  sojuzgar.  Ahora  deben  someterse  a  la  implaca- 
ble lei  del  predominio  del  mas  fuerte,  i  ser  mas  fuerte  es 
ser  mas  intelijente,  mas  sano,  mas  activo  i  mas  innovador. 


Aun  cuando  los  árabes  o  moros  de  Oran  se  hallan  en 
parte  diseminados  en  la  ciudad,  habitan  principalmente 
un  barrio,  en  cierto  modo  apartado.  He  visitado  ese 
barrio ;  nada  tiene  de  atractivo.  En  las  calles,  sucias  i 
tortuosas,  algunas  mujeres  totalmente  envueltas  en  túni- 
cas o  sábanas  blancas,    andan  como  penitentes  i  no  se 


—  31    - 

saludan  entre  ellas  porque  no  se  reconocen;  por  un 
pequeño  triángulo  abierto  en  el  envoltorio  de  la  cabeza 
a  la  altura  del  ojo  izquierdo  ven  su  camino.  Tuve 
curiosidad  de  verles  la  cara,  i  aproveché  el  momento  en 
que  al  entrar  a  sus  casas,  especie  de  cuevas  artificiales, 
húmedas  i  repelentes,  el  calor  i  la  costumbre  las  hacia 
descubrirse;  jamás  vi  rostros  mas  desagradables»  ni  mas 
feos.  Mas  tarde  encontré  algunas  mujeres  con  la  cara 
descubierta,  caminando,  o  sentadas  en  la  puerta  de  su 
casa;  todas  eran  negras  o  morenas,  muchas  llevaban 
marcas  de  tatuaje  i  no  habia  una  sola  cuya  fisonomía 
diera  pretesto  para  incluirla  entre  las  del  bello  sexo.  Los 
hombres  van  envueltos  en  una  vestimenta  compuesta  de 
una  túnica  corta,  una  tela  colocada  entre  las  piernas  i 
sujetada  en  la  cintura,  una  capa  blanca,  un  capuchón 
que  oculta  el  cuello  por  detrás  i  cubre  la  cabeza,  i  un 
pañuelo  o  manojo  de  cuerdas  blandas,  dispuesto  a  modo 
de  corona  al  rededor  de  esta ;  vestido  que  en  los  paises 
cálidos  no  sólo  debe  ser  incómodo  para  el  que  lo  lleva, 
sino  peligroso  también  por  las  conjestiones  cerebrales 
i  otros  accidentes  a  que  lo  espone.  Si  la  relijion  pres- 
cribe tales  usos,  ella  acabará  con  sus  adeptos.  Entre 
tanto  la  Francia  con  el  desarrollo  de  sus  colonias,  renue- 
va su  vigor  en  estos  paises,  donde  sus  hijos  viviendo 
|nas  holgadamente,  se  multiplican  sin  restricción,  traba- 
jan con  mayor  éxito,  gozan  de  relativo  bienestar,  ven 
progresar  sus  bienes  i  echan  la  base  de  la  fortuna  colec- 
tiva. Ya  las  familias  de  orijen  francés,  formadas  en  tierra 
africana,  constan  de  un  número  mayor  de  individuos  que 
las  de  sus  parientes  en  el  continente  europeo. 


Hai  en  Oran  numerosos  edificios  públicos  de  impor- 
tancia, grandes  casas  de  comercio  i  una  actividad  nota- 
ble en  todos  los  ramos  industriales.  Si  los  españoles  se 
ocupasen  un  poco  mas  de  sus  intereses  positivos,  esta- 
Mecerian  líneas  de  vapores  directas  de  sus  costas  a  estas 
comarcas  i  en  pocos  años,  la  población  española  supe- 
rana  a  toda  otra  colonia. 


—  32  — 

¡  Importantísimo  para  el  lector !  He  escrito  las  líneas 
anteriores,  después  de  haber  pasado  una  media  hora  en 
el  balcón  de  nuestra  habitación,  mirando  el  mar,  la 
tierra,  los  reflejos  de  esta  en  las  ag^uas,  la  hondonada 
llena  de  plantas  que  va  desde  el  pie  del  hbtel  hasta  la 
ribera;  oyendo  cantar  a  Guillermina  cuya  vo?  me  parece 
exótica  en  estas  comarcas  tan  distantes  de  todo  lo  habi- 
tual. Como  se  vé  la  noche  es  de  luna;  todos  los  poetas 
o  escritores  románticos  o  tiernos  prefieren  que  sus  esce- 
nas descritas  pasen  en  noches  de  luna,  i  suelen  inventar 
ad  hoc  esas  noches ;  esta  vez  i  sin  ser  yo  poeta,  ni  román- 
tico ni.  tierno,  aseguro  que  la  noche  es  verdaderamente 
de  luna,  i  garantizo  mi  afirmación  con  el  almanaque  en 
el  cual  puede  ver  cualquiera  que  el  cinco  de  diciembre 
hai  luna  mas  o  menos  llena  en  las  costas  del  mediterrá- 
neo. No  le  llamaré  yo  astro  de  la  noche,  por  no  ser  tal 
astro,  sino  un  simple  satélite,  ni  yo  poeta  sino  un  buen 
vecino  en  viaje;  le  llamaré  luna  a  secas  i  diré  que  pocas 
veces  su  luz  me  ha  traído  mas  sentimientos  tristes.  Todo 
está  lejos,  lejos,  lejos;  todo  muerto,  olvidado,  seco,  des- 
truido, i  hasta  el  poder  de  sentir,  de  marearse  con  ensue- 
ños agradables,  está  oprimido  por  el  peso  de  la  vida 
real,  de  los  años  pasados,  del  físico  decadente,  del  can- 
sancio moral  i  de  la  percepción  clara  de  la  infinita  mise- 
ria i  anonadamiento  de  todo :  afecciones,  glorias,  amor, 
amistades  i  tranquilidad  suave  o  encantos  pasajeros. 

Lejos  como  la  luna  cuya  luz  sin  calor  me  llega,  denun- 
ciando la  vejez  de  su  osamenta,  pero  eternamente  suave 
i  eternamente  nueva,  a  pesar  de  haber  rociado  con  sus 
gotas  de  plata,  la  cuna  del  jénero  humano  i  haber  bañado 
con  sus  reflejos  el  crisol  de  las  primeras  transformacio- 
nes de  nuestro  globo,  o  del  globo  de  ustedes,  pues  yo 
no  lo  quiero  para  nada. 

Diciembre  7.  — Tomamos  el  tren  para  Argel^  hai  doce 
horas  de  viaje ;  somos  al  salir  de  Oran  los  únicos  pasa- 
jeros de  la;  sin  embargo,  nos  proponemos  defender 
nuestro  vagón  para   ir  solos,  aun  cuando  en  él  caben 


—  33  — 

seis  personas  mas.  Nada  desarrolla  tanto  los  sentimien- 
tos egoístas  como  los  viajes,  i' por  una  de  esas  contradic- 
ciopes  deque  la  naturaleza  está  llena,  es  en  los  viajes  que 
sé  manifíesta  mas  la  otra*tendenc¡a,  la  tendencia  altruista 
del  jénero  humano.  Pero  sia  entender  muí  bien  como 
sucede  esto,  en  apariencia  contradictorio,  infiero  que 
uno  comienza  por  ser  egoista.  Habíamos,  pues,  colocado 
en  cada  asiento  una  maleta,  una  balija,  una  manta  o  una 
canasta  para  mostrar  el  vagón  totalmente  ocupado, 
cuando  a  la  tercera  parte  del  camino,  en  una  estación, 
sube  un  caballero  i  echando  una  mirada  por  los  asientos 
dice:  «todo  ocupado».  Me  dio  vergüenza  asentir  tácita- 
mente a  una  mentira  preparada  por  mí,  i  le  dije:  «  no 
señor,  estos  objetos  pueden  ser  puestos  en  otra  parte  i 
dejar  los  asientos  libres ».  El  nuevo  viajero  se  instaló  i 
surjiendo  i  marchando  la  conversación  resultó  que  era 
el  injeniero  constructor  de  la  línea,  un  buen  matemático, 
un  hombre  mui  instruido  i  un  hablador  sempiterno,  pero 
metódico. 

Me  contó  como  eran  los  árabes  i  mostró  el  efecto  de- 
sastroso de  su  fatalismo.  Para  conservar  una  idea  de 
nuestra  accidentada  conversación,  me  parece  mejor  co- 
piar en  estracto  parte  de  ella,  con  sus  incoherencias  e 
interrupciones. 

El. — Usted  pregunta  por  qué  destruyen  las  plantas? 
porque  no  comprenden  ni  su  utilidad  palpable  ni  su 
efecto  benéfico  indirecto.  Saben  que  las  lluvias  favore- 
cen las  cosechas,  pero  con  su  aforismo  «lloverá  si  Dios 
quiere»  oponen  una  resistencia  invencible  al  conocido 
principio  de  que  la  vejetacion  determina  i  aumenta  las 
lluvias.  Ven  un  arbusto,  i  si  necesitan  un  palo  para 
arrear  su  burro,  arrancan  la  tierna  planta,  que  sería  en 
lo  futuro  un  útil  árbol.  Así,  en  todas  partes  donde  su 
raza  o  la  de  los  que  tienen  su  misma  relijion,  ha  puesto 
los  pies,  los  bosques,  las  selvas  i  hasta  la  verdura,  han 
desaparecido  para  dar  lugar  a  los  áridos  desiertos,  o  las 
montañas  secas  i  peladas. 

Yo. — Eso  he  observado  en  cuantas  comarcas  se  ha- 
llan bajo  la  dominación   musulmana,   i    alguna  vez  he 

Por  ntares  i  Por  tierras  3 


—  34  — 

escrito  que  si  Mahooia  se  descuida,  su  relíjion  acabará 
con  sus  adeptos. 

El. — No  lo  creo,  la  poligamia  favorece  la  procreación. 

Yo. — Eso  no  está  muí  aventado,  i  mas  bien  los 
hechos  observados  en  la  población,  tienden  a  negarlo. 
Vea  usted  como  progresan  las  razas  de  los  países  frios 
en  donde  no  hai  tal  poligamia. 

EL — Eso  quizá  dependa  de  la  alimentación.  La  repro- 
ducción entre  los  musulmanes,  sin  embargo,  debe  ser 
mui  grande  cuando  su  población  resiste  a  tantos  ele- 
mentos de  merma;  las  criaturas,  por  la  falta  de  cuidado 
i  de  alimento,  mueren  por  millares;  las  mujeres  conside- 
radas como  muebles,  se  envejecen  en  pocos  años  i  des- 
aparecen en  corto  tiempo,  incapaces  para  proveer  a  su 
subsistencia,  cuando  los  hombres  las  abandonan;  los 
varones  mismos,  aun  los  mas  vigorosos,  dan  un  contin- 
jente  formidable  a  la  mortalidad.  Cada  cierto  tiempo 
hai  hambres  espantosas.  Yo  he  presenciado  una  de  estas, 
mientras  construía  este  ferrocarril.  De  todas  partes  de 
la  comarca  venían  centenares  de  hambrientos  en  busca 
de  alimento  i  morían  miserablemente  aun  después  de 
obtenerlo  i  al  probar  los  primeros  bocados.  ¡  I  sí  viera 
usted  con  que  estoicismo  se  dejaban  morir!  El  número 
de  estos  infelices  era  tan  grande  que  sin  el  menor  es- 
fuerzo, habrían  quitado  a  los  europeos  todas  sus  provi- 
siones, pero  nada  intentaban ;  se  abandonaban  porque 
Dios  lo  había  dispuesto  así.  Por  la  misma  razón  no  siem- 
bran sino  rudimentaria  i  escasamente  para  llenar  la 
necesidad  inmediata;  no  trabajan,  no  tienen  la  menor 
previsión,  no  aprenden  con  el  ejemplo,  i  por  relíjion  i 
por  rutina,  son  incapaces  de  todo  adelanto.  Al  lado  de 
un  campo  árabe  hai  uno  perteneciente  a  un  colono  eu- 
ropeo ;  los  árabes  ven  que  el  colono,  arando  profunda- 
mente la  tierra  obtienen  cosechas  cuatro  veces  mayores 
que  las  de  ellos  i  sin  embargo  siguen  sembrando  en  la 
superficie.  Saben  que  el  riego  fertiliza  la  tierra,  pero 
esperan  el  agua  del  cielo.  ¿  Sabe  usted  como  hacen  llo- 
ver ?  Tienen  un  director  o  jefe  de  relijion  con  diversas 
atribuciones,  i  entre  otras  la  de  servir  de  intermediario 
para  obtener  de   Dios  órdenes  de  lluvia.  Este  jefe,    es 


—  35  — 

jeneralmente  tan  pobre  como  sus  feligreses  i  necesita 
ropa;  posee  como  los  pastores  cierta  previsión  respecto 
a  las  lluvias,  i  anuncia  a  los  fieles  la  época  en  que  deben 
verificar  sus  prácticas  relijiosas  para  obtener  del  cielo 
el  beneficio  anhelado.  La  ceremonia  consiste  en  sumer- 
jir  al  jefe  vestido,  en  un  estanque,  laguna  u  otro  depó- 
sito de  agua.  El  jefe  para  someterse  a  esta  operación, 
se  pone  sus  mas  viejos  vestidos  i  después  de  ella  llueve, 
o  no  llueve,  pero  el  sacerdote  tiene  un  bornoz  nuevo 
costeado  por  la  piedad  de  los  adeptos.  Si  llueve,  el  jefe 
gana  en  reputación,  pero  si  no  llueve  no  pierde  la  que 
tenía :  —  no  ha  llovido  porque  Dios  no  se  ha  dado  aun 
por  satisfecho ;  algo  faltó  en  la  ceremonia. 

Yo.  —  Pero  ese  fatahsmo  es  irracional.  Todas  las  reli- 
jiones,  inclusive  la  cristiana,  enseñiin  el  fatalismo ;  la 
Providencia  entre  los  cristianos,  es  el  Destino  en  otras 
creencias.  En  realidad,  todo  el  mundo  es  fatalista,  pues 
el  hombre  sabe  que  los  sucesos  no  dependen  de  su 
voluntad,  que  obedecen  a  las  leyes  de  la  naturaleza.  El 
fatalismo  bien  entendido  es  filosófico  i  altamente  cientí- 
fico. Está  escrito  cómo  ha  de  suceder  un  hecho,  en  sus 
fines  i  en  sus  medios,  i  es  absurdo  suponer  que  el  libre 
albedrío  puede  cambiar  los  sucesos.  Los  que  niegan  el 
fatalismo  no  lo  entienden  i  lo  suponen  contradictorio 
con  la  libertad  de  obrar ;  lo  entenderian  si  se  dieran 
cuenta  de  que  la  libertad  de  obrar  es  también  i  no  puede 
menos  de  ser  fatal  a  trueque  de  subordinar  a  la  volun- 
tad de  un  hombre  el  orden  de  la  naturaleza.  Un  buque 
naufraga  i  se  ahogan  los  pasajeros.  Estaba  escrito,  ad- 
mitamos, que  el  buque  se  perdería,  pero  los  que  no 
entienden  la  lójica  de  los  sucesos,  objetan:  si  los  viajeros 
no  se  hubieran  embarcado,  no  se  habrian  ahogado;  pero 
estaba  escrito  que  se  embarcarian,  i  si  no,  examine  usted 
los  mil  i  mil  sucesos  fatales  que  obligaron  a  cada  uno  de 
los  viajeros  a  embarcarse  en  aquel  buque.  Los  que  nie- 
gan el  fatalismo,  se  quedan  como  los  mjLisulmanes,  a  la 
mitad  del  camino  en  el  raciocinio ;  admiten  la  fatalidad 
para  los  finales,  pero  no  para  los  preparatorios  ;  entre 
tanto,  en  un  hecho,  no  solo  el  hecho  mismo,  sino  los 
sucesos  preparatorios,   deben    ocurrir  forzosamente,  so 


-So- 
peña de  no  suceder  tal  hecho.  Yo  me  atrevería  a  conven- 
cer a  un  árabe  de  la  necesidad  de  actuar  para  que  llueva, 
con  este  simple  raciocinio  : 

Está  escrito  que  lloverá  si  Dios  quiere,  pero  también 
está  escrito  que  Dios  querrá  si  usted  planta  árboles,  si 
los  árboles  dan  sombra,  recojen  el  rocío,  humedecen  la 
tierra,  determinan  fenómenos  eléctricos  i  por  fin  traen  la' 
lluvia,  por  orden  de  Dios,  quien  también  necesita  condi- 
ciones para  hacer  las  cosas..  No  es  lójico  ser  fatalista 
para  un  hecho  i  no  serlo  para  todos. 

El.  —  Sí,  aviado  va  usted  si  espera  convencer  a  un 
árabe.  Por  atavismo,  los  árabes  lo  mismo  que  los  judíos, 
son  refractarios  a  todo  cambio. 

Yo.  —  Ahí  tiene  usted  un  pueblo  que  me  sorprende; 
un  pueblo  sin  patria,  sin  relaciones  estrechas  ni  lejanas 
muchas  veces  entre  sus  grupos,  i  conservando  sin  em* 
bargo,  a  pesar  de  su  diseminación  i  a  través  de  los  siglos, 
caracteres  tan  vivaces,  tan  imborrables,  tan  uniformes, 
sobre  los  cuajes  nada  tiene  acción,  ni  el  tiempo  ni  los 
hábitos  desemejantes  de  las  diversas  colectividades  en 
cuyo  seno  viven. 

El.  — Razón  de  atavismo;  un  judío,  hijo  de  judíos,  nace 
con  el  cerebro  hecho  para  pensar  como  pensaron  sus 
antepasados  i  nada  mas  que  como  ellos. 

Ya.  —  ¿Y  por  qué  tan  numerosos,  tan  ricos  i  tan  pode- 
rosos como  son,  no  toman  un  territorio,  lo  adoptan  como 
patria  i  constituyen  una  nación  ? 

El.  —  Pero  podría  usted  constituir  una  nación  de  ratas? 
Los  judíos  se  robarían  entre  ellos  i  se  destruirian  i-ecí- 
procamente  ;  necesitan  vivir  en  lo  ajeno  i  con  lo  ajeno ; 
son  la  lepra  del  jénero  humano  i  atravesarán  los  siglos 
de  los  siglos  como  lo  han  hecho  hasta  ahora. 


En  esto  llegamos  a  una  estación,  donde  Mr.  E.  Carriol 
(tiempo  es  ya  de  dar  el  nombre  de  mi  interlocutor)  me 
mostró  un  eucaliptus  cuyo  tronco  tenía  casi  dos  metros 
de  diámetro.  «Yo  he  visto  plantar  este  eucaliptus,  me 
dijo,  i  se  lo  muestro  como  prueba  de  la  fertilidad  de  estos 


—  37  — 

sitios  ».  El  tronco  me  pareció  formado  por  la  reunión  de 
varios  eucaliptus  plantados  a  la  menor  distancia  posible 
unos  de  otros. 

No  rae  admiré,  pero  la  cortesía  me  impidió  objetar.  He 
tomado  miedo  a  las  objeciones,  después  de  leer  en  un 
libro  de  Renán,  este  aforismo  justísimo :  «  En  el  fondo  de 
toda  objeción,  hai  un  elemento  de  odio  i  de  incredulidad  » 
no  recuerdo  bien  las  palabras,  pero  ese  es  el  sentido. 

Otro  pasajero  subió  al  tren,  instalándose  en  nuestro 
coche;  era  un  profesor  naturalista,  según  supimos  des- 
pués; nuestra  conversación  continuó. 

Carriol. — Ahora  estamos  en  una  planicie  de  mas  de 
cien  kilómetros  de  largo,  por  veinte  o  treinta  de  ancho; 
esta  planicie  era  antes  un  valle  i  ha  sido  llenado  con 
tierra  de  aluvión  a  espensas  de  todas  esas  montañas  que 
ve  usted  casi  totalmente  desnudas.  ( A  la  dereciía,  en 
efecto,  se  veia  una  cadena  de  montañas  áridas).  Los  ára- 
bes, continuó,  son  enemigos  de  la  vejetacion;  ellos  han 
talado  las  faldas  de  las  montañas,  i  la  lluvia  ha  arras- 
trado la  tierra  no  ya  retenida  por  las  raices;  en  prueba 
de  ello  usted  verá  siempre  en  la  cima  algún  árbol  (  era 
mucho  trabajo  ir  a  destruirlo  allí ).  Si  hai  árboles  arriba, 
debió  haber  con  mas  razón  abajo.  La  creación  no  falta  a 
la  lójica. 

El  profesor.  ~{^  mezclándose  en  nuestra  conversación). 
¿  Creación  ? 

Car'riol. — Es  decir,  llamo  creación  a  lo  que  ha  suce- 
dido, está  sucediendo  i  sucederá;  a  la  serie  de  trasforma- 
ciones  perdurables  que  se  verifican  en  virtud  de  las  ley.es 
impuestas  por  Dios  a  la  naturaleza. 

El  profesor. — Entonces  usted  cree  en  un  ser  creador 
del  mundo,  independiente  del  mundo  ;  en  la  existencia  del 
universo  después,  como  sustancia  solamente  i  en  que  Dios 
una  vez  hecho  el  mundo,  le  impuso  su  modo  de  ser,  su 
calidad,  su  lei  en  fin? 

Cíirríé?/.-:— Naturalmente  • 

El  profesor. — Usted  no  ha  meditado  sobre  las  conse- 
cuencias i  no  ha  visto  la  imposibilidad  i  la  contradicción 
de  su  teoría.  Para  que  exista  una  cosa,  necesita  un  modo, 
un  conjunto  de  calidades  o  atributos  ;  usted  no  concibe  un 


-  38  — 

sujeto  independientemente  de  sus  propiedades  i  si  no  lo 
concibe,  no  existe  para  su  razón ;  no  se  entiende  que  el 
hierro,  por  ejemplo,  exista,  i  posteriormente  á  su  exis- 
tencia, un  ser  extraño  le  imponga  su  peso,  su  color, 
su  dureza,  su  fusibilidad,  maleabilidad,  porosidad,  ductili- 
dad i  afinidades  químicas.  Suprima  usted  al  hierro  todas 
sus  calidades,  i  dígfame  si  subsiste  sustancia  alguna,  si 
queda  una  existencia  llamada  hierro,  sin  peso,  sin  color, 
sin  forma,  sin  dureza,  sin  propiedades  químicas  y  físicas, 
en  fin.  Luego,  á  lo  menos,  si  hai  un  Dios,  i  ese  Dios  creó 
el  mundo,  ya  después  nada  tuvo  que  hacer  cOn  él,  pues 
aplicándose  mi  raciocinio  sobre  el  hierro  a  toda  existen- 
cia material,  una  vez  existente  el  universo,  la  gravitación 
haria  formarse  i  moverse  los  astros,  el  calor  producir  la 
vejetación,  i  cada  sustancia  desenvolverse  según  sus 
aptitudes,  es  decir,  según  sus  leyes,  en  el  medio  que  ocu- 
para. Pero  ya  que  toco  esta  cuestión  fuera  de  moda, 
pues  nadie  discute  ahora  tales  cosas  por  inútiles,  quiero 
desenvolver  mi  teoría. 

Toda  idea  de  un  ser  creador,  es  una  invención  o  una 
inducción  o  una  deducción  de  principios  admitidos.  Deci- 
mos hai  Dios  porque  hai  universo,  materia,  digamos,  i 
nuestras  inducciones  i  deducciones  parten  de  una  petición 
de  principios,  como  va  usted  a  ver.  Tomemos  los  racio- 
cinios en  su  forma  mas  vulgar  i  mas  clara. 

Afirmación. — Dios  existe,  porque  el  mundo  existe ;  esta 
maravilla,  el  universo,  con  su  armonía  i  su  grandeza,  no 
habría  podido  existir  sin  un  creador  i  un  lejislador ;  una 
obra  tan  admirable,  requiere  un  hacedor  perfecto. 

Dbjecion. — Si  el  mundo  por  ser  maravilloso,  necesita 
haber  sido  creado,  el  creador  por  ser  mucho  mas  mara- 
villoso, mas  armonioso,  mas  sorprendente  i  mas  perfec- 
to, con  mas  razón  necesita  un  hacedor,  i  volvemos  a  la 
objeción  de  los  niños:  ¿  Quién  hizo  el  mundo  ? — Dios.  Y 
¿quién  lo  hizo  a  Dios? — Nadie.  ¿Por  qué? — Porque  sí. 
Ningún  teólogo  ha  respondido  hasta  ahora  al  argumento, 
porque  no  puede  responder,  siendo  el  principio  de  par- 
tida una  pura  afirmación  gratuita  o  antojadiza. 

El  argumento  de  San  Anselmo  creo,  basado  sobre  la 
perfección,  es  un  juego  de  palabras  <:Dios  existe,  porque 


■-  39  - 

siendo  totalmente,  perfecto,  si  no  existiera  dejaria  de 
tener  una  perfección  >.  ^ 

Pero  mi  estimado  señor,  si  lo  que  usted  debe  probar 
es  la  existencia,  i  cómo  comienza  por  añrmar  una  cali- 
dad de  esa  existencia?  Si  le  niegan  el  sujeto,  ¿cómo 
quiere  que  le  admitan  el  atributo  ? 

Yo.  —  Lo  mismo  sucede  con  el  argumento  de  Descar- 
tes sobre  la  existencia :  pienso,  luego  existo.  Si  lo  que 
debe  probar  es  que  existe,  { cómo  comienza  por  estable- 
cer que  piensa,  cuando  si  se  le  admitiera  que  piensa, 
seria  en  virtud  de  admitírsele  que  existe  ?  Tal  argu- 
mento es  una  simple  afirmación  i  un  modelo  de  petición 
de  principio  ;  una  inocencia. 

El  profesor, — Verdad;  i  del  mismo  defecto  adolecen 
todos  los  argumentos  destinados  a  probar  la  existencia 
de  Dios  :  «  No  hai  efecto  sin  causa  ;  el  mundo  es  efecto, 
luego  hai  Dios.  Pasable  como  silojismo,  pero  falso  como 
concepto. 

Para  la  lójica  humana,  una  vez  admitido  un  efecto, 
forzoso  es  admitir  una  causa.  Toda  vez  que  se  divide 
las  cosas  en  causas  i  efectos,  la  proposición  es  exacta, 
pero  cuando  no  se  las  divide,  no.  Las  existencias  no  se 
dividen  necesariamente  en  esos  dos  grupos ;  la  división 
correlativa  no  es  forzosa ;  la  prueba  es  que  hai  la  idea 
de  entidad  sin  correlación.  Si  llamamos  a  lo  existente 
existencia,  desaparece  el  argumento.  En  realidad,  para 
la  mente,  si  se  quiere  dividir  en  grupos  todo  lo  cono- 
cido, hai  tres  entidades:  existencias,  causas,  efectos. 
Pero  aun  siendo  forzosa  la  división  correlativa,  la  asig- 
nación del  nombre  efecto  al  mundo,  es  antojadiza.  La 
frase:  no  hai  efecto  sin  causa,  luego  el  mundo  ha  sido 
creado,  una  simple  afirmación.  Lo  que  debe  probarse, 
es  que  ha  sido  creado,  que  es  en  realidad  un  efecto,  i 
por  lo  tanto  no  debe  comenzarse  por  establecerlo  como 
un  hecho. 

Cuando  era  yo  chico,  me  acuerdo  mui  bien,  jamás  puse 
en  duda  la  existencia  de  Dios  ni  tuve  la  idea  de  someterla 
a  la  demostración ;  rezaba  a  Dios  todas  las  noches  i  le 
pedia  cuánto  se  me  antojaba,  mas  tarde,  en  el  colejio,  mi 
profesor  de  filosofía  emprendió  la  tarea  reglamentaria  de 


—  40  — 

• 

probarme  la  existencia  de  un  Ser  creador,  i  entonces  vi 
lo  falaz  de  los  argumentos  i  la  inutilidad  de  tal  empeño. 
La  verdad  es  que  semejante  prueba  no  debe  intentarse; 
la  creencia  en  Dios,  es  un  sentimiento,  i  los  sentimientos 
no  son  racionales,  o  no  se  sujetan  a  la  razón.  Probar  un 
sentimiento,  importaría  tanto  como  cambiarle  su  natu- 
raleza. 

La  idea  de  Dios  es  tan  estrictamente  sentimiento,  que 
no  puede  existir  sin  representación ;  el  idealista  mas 
grande,  para  tenerla,  necesita  convertirla  en  sensación, 
darle  forma.  Y  ¿  cuál  es  la  forma  ?  ella  varía  en  los  deta- 
lles según  las  épocas  o  las  relijiones,  pero  siempre  toma 
su  esencia  de  los  datos  humanos.  Nosotros  componemos 
nuestro  Dios.  La  relijion  cristiana,,  la  mas  de  moda  ahora 
entre  los  pueblos  de  la  mayor  civilización,  hace  un  Dios 
sumando  las  calidades  buenas  i  malas  de  los  hombres  i 
exajerándolas :  omnipotente,  perfecto,  sabio  hasta  lo 
infinito,  bondadoso,  misericordioso,  juez  equitativo, 
inquebrantable,  la  suprema  belleza  i  mil  otras  cosas, 
todas  aumentativas  de  las  nociones  humanas.  Pero  des- 
cendiendo a  los  detalles  del  culto,  se  ve  algo  mas :  Dios 
es  susceptible  de  ser  adulado,  sobornado,  es  sensible  al 
elojio,  vengativo,  rencoroso;  Dios  tiene  favoritos  i  pro- 
tejidos;  recibe  intermediarios;  un  rezo  o  una  misa  lo 
hacen  cambiar  de  opinión.  Sus  ajentes  en  la  tierra  i  sus 
familiares  en  el  cielo,  son  interesados.  Las  vírjenes  de 
Lourdes,  de  Monserrat  ...  (i  de  Lujan,  añadí  yo  inte- 
rrumpiendo). 

Será,  contestó  el  profesor,  no  la  conozco;  i  conti- 
nuó: todas  las  vírjenes  milagrosas,  según  las  exijencias 
que  los  fieles  les  atribuyen,  no  hacen  milagros  espontá- 
neamente ;  requieren  antes  que  los  devotos  les  hagan 
santuarios  e  iglesias  a  gran  costo.  El  Papa  i  los  clérigos 
venden  a  precio  de  oro  permisos  i  derechos  al  goce  de  dias 
i  años  de  felicidad  en  el  otro  mundo,  en  forma  de  bulas^ 
acordando  indulgencias.  Usted  sabe  todo  esto;  pero 
podrá  objetar  que  estas  prácticas  son  solo  formas  popu- 
lares necesarias  para  el  culto  esterno.  Está  bien;  sin 
embargo,  usted  no  dirá  lo  mismo  ante  este  argumento: 
¿ha   concebido  usted  jamás  la  idea  abstracta  de  Dios? 


—  41     - 

Cuando  usted  ha  querido  fíjarla  en  su  mente,  ¿no  se  ha 
visto  usted  obligado  a  darle  forma  ?  Diga  si,  o  no,  con 
toda  verdad.  ¿Y  cuál  ha  sido  la  forma  que  usted  le  ha 
dado?  la  humana,  ¿no  es  cierto?  mutatis  mutandi; 
por  orgullo,  creyendo  que  el  hombre  es  lo  mejor  del 
mundo,  i  que  Dios,  para  ser  perfecto,  debe  parecerse  á 
su. . .  creador.  ¡La  vieja  frase,  dicha  no  sé  por  quien,  es 
la  verdad:  el  hombre  ha  hecho  a  Dios,  a  su  imájen  i 
semejanza ! 

Carriol, — Me  place  haber  oido  su  nutrida  exposición; 
en  una  gran  parte  tiene  usted  razón  a  mi  juicio,  pero  a 
mi  vez  pregunto  :  ¿  está  usted  seguro  de  que  todo  lo  que 
no  es  racional  no  existe? 

Ei profesor, — Casi  estoi  seguro  délo  contrario.  Nues- 
tra razón  no  es  un  molde  al  cual  se  hayan  adaptado,  se 
adapten  o  deban  adaptarse  todas  las  cosas  de  la  natura- 
leza; es  un  accidente  de  una  forma  orgánica  i  responde  a 
la  constitución  de  nuestro  cerebro.  Si  hubiera  cerebros 
servidos  por  mas  de  cinco  sentidos,  ciertamente  muchos 
fenómenos  ahora  incomprensibles  o  juzgados  imposibles, 
serían  vulgares  i  de  sentido  común.  La  razón  comprende 
o  no,  pero  comprendiendo  o  no  comprendiendo,  no  crea 
ni  destruye  los  hechos ;  i  hechos  hai  en  la  naturaleza  que 
no  han  entrado  en  la  razón  hasta  ahora,  como  otros,  juz- 
gados antes  imposibles,  son  ahora  evidentes.  La  comensu- 
rabilidad  directa  entre  la  hipotenusa  i  los  catetos,  es  un 
hecho  natural,  i  no  existe  para  el  cálculo,  es  decir,  para 
la  razón;  que  los  muertos  hablaran  mucho  después  de 
enterrados,  que  se  trasmitiera  una  noticia  en  un  segundo 
a  mil  leguas  de  distancia,  que  se  conversara  oyendo  la 
voz  de  las  personas  de  uii  pueblo  a  otro,  que  se  hiciera 
un  retrato  en  un  segundo,  sin  pinceles ;  que  se  escribiera 
tan  lijero  como  se  habla,  en  fin,  que  se  hiciera  todo  lo 
que  el  adelanto  de  las  ciencias  i  de  las  artes  permite 
ahora  hacer,  habría  sido  considerado  como  absurdo, 
imposible  e  irracional  por  los  talentos  mas  grandes  de 
la  tierra;  por  Sócrates,  por  Platón,  por  Pitágoras,  por 
Aristóteles.  Que  se  vea  de  América  a  una  persona  en 
Paris,  es  casi  absurdo  ahora  para  la  casi  totalidad  de  los 
habitantes  de   nuestro  globo,  i  usted  sabe  cómo  eso  está 


—  42  — 

ya  por  suceder.  En  resumen,  lo  absurdo  de  ayer  es  mui 
natural  hoi  i  lo  imposible  de  hoi  será  un  hecho  vulgar 
mañana.  Usted  está  viendo  ya  transformarse  hasta  las 
nociones  mas  racionales  de  las  matemáticas;  ya  dicen 
que  los  cuerpos  no  tienen  tres  dimensiones.  Pero,  ¿  qué 
argumento  es  ese  ?  { A  caso  yo  digo  que  lo  no  racional 
no  existe?  El  campo  de  la  razón  es  uno:  el  de  la  demos- 
tración ;  i,  lo  no  demostrable,  no  está  en  ese  campo,  aun 
cuando  puede  existir  en  otro ;  nada  mas.  Así  pues.  Dios 
puede  existir,  existirá  tal  vez,  pero  no  es  demostrable. 
Existe  como  sentimiento,  pues,  mas  o  menos  todos  los 
seres  racionales  creen  en  él ;  pero  ningún  sentimiento  es 
demostrable  ni  racional,  sino  por  accidente.  Usted  me 
probará  que  yo  no  debo  amar  a  una  mujer  indigna,  i  yo 
la  amaré  no  obstante.  La  historia  de  las  pasiones  está 
llena  de  estos  hechos  irracionales.  Por  fin,  si  hai  un  Dios 
omnipotente,  creador  de  todo,  i  un  hombre  no  cree  racio- 
nalmente en  él,  ¿quién  tiene  la  culpa?  Dios.  —  ¿Q"^  ^^ 
cuesta  cambiar  el  cerebro  de  ese  hombre  ? 

Gü^T^W.— Razonando  así,  estoi  conforme;  yo  creo  en 
Dios,  i  espero  que  algún  dia  esos  argumentos  clásicos, 
sacados  de  la  necesidad,  como  se  dice  en  filosofía,  deja- 
rán de  ser  una  inferencia,  una  deducción  de  proximidad, 
i  se  convertirán  en  una  deducción  científica,  matemática ! 

El  profesor, — Bien ;  ahora  voi  a  recordarle  a  usted  un 
argumento  afirmativo  que  me  viene  a  la  memoria,  sedi- 
mento de  algún  manual  de  filosofía.  Hasta  ahora  mi 
raciocinio  ha  sido  de  oposición,  negativo,  compuesto  de 
objeciones;  otro  carácter  tiene  el  argumento  de  Kant; 
¿lo  conoce  usted? 

CarrioL  —  No  sé  a  qué  argumento  se  refiere,  al  menos. 

El  profesor. — Kant  decia:  Toda  proposición  es  sinté- 
tica o  analítica;  es  decir,  en  la  representación  de  un  dato 
mental  referente  a  un  sujeto,  el  atributo  puede  separarse 
del  sujeto  o  no  puede  separarse.  Si  no  puede  separarse, 
o  sea  si  la  proposición  referente  es  sintética,  la  expresión 
«Dios  existen  es  una  mera  afirmación,  en  la  cual  el  atri- 
buto existencia  no  añade  nada  a  la  idea  del  sujeto.  Si 
puede  separarse,  la  proposición  siendo  analítica,  no  hai 
inconveniente   en   separarlo,   i  por  lo  tanto  puede  haber 


—  43  — 

un  Dios  que  no  exista,  i  eso  es  absurdo.  Así,  la  necesidad 
de  la  existencia  no  es  forzosa,  i  no  se  ha  hecho  con  la 
proposición  argumento  alguno. 

Carriol. — Realmente,  el  raciocinio  es  formidable. 

El  profesor. — Tanto  que  los  autores  hablando  de  él, 
comienzan  diciendo :  c  Si  se  ha  podido  arrancar  a  la  lójica 
de  la  Edad  media  una  contraprueba  de  esta  especie,  no 
por  eso  el  sentimiento  de  Dios  deja  de  ser  un  dato  de  la 
mente  humana.  ...  i  no  sé  qué  mas. 

Yo — .  Añadiré  por  mi  parte,  un  argumento  de  mi  pro- 
pia cosecha,  i  lo  haré  dialogando.  Si  para  aceptar 
una  proposición  tiene  que  hacer  usted  a  su  razón  dos 
violencias,  i  para  aceptar  otra,  solo  tiene  usted  que 
hacerle  una,  siendo  esta  igual  a  una  de  las  otras  dos  en 
carácter,  estension  e  intensidad,  ¿cuál  proposición  le 
será  mas  aceptable  ? 

Carriol. — La  segunda,  es  claro,  la  que  no  ofrece  sino 
una  sola  dificultad. 

Yo. — Muí  bien;  ahora  examine  estas  dos  tesis:  I^  Dios 
existe  desde  ab-eterno  i  ha  creado  el  mundo:  2»  El 
mundo  existe  desde  ab-eterno.  La  primera:  Dios  existe 
desde  ab-eterno,  es  igual  en  todo  a  esta  otra:  El 
mundo  existe  desde  ab-eterno.  Pero  con  la  última,  usted 
ya  ha  concluido,  pues  sabe  que  el  mundo  existe;  mientras 
que  después  de  aceptar  la  primera,  le  queda  a  usted  por 
salvar  la  segunda  parte  (Dios  ha  creado  el  mundo)  para 
llegar  al  mismo  fín :  la  existencia  del  mundo. 

El  profesor.  (Interrumpiendo).  Proposición  no  sólo 
antojadiza  sino  repugnante  a  la  razón  que  no  comprende 
cómo  con  actos  de  voluntad  se  puede  sacar  una  cosa 
de  la  nada,  es  decir,  de  donde  no  hai. 

Carriol.  — ^ tro  la  suposición  es  que  Dios  siendo  per- 
fecto i  omnipotente,  no  sólo  no  tiene  principio  sino  tam- 
bién tiene  el  poder  de  crear. 

Yo. — Dice  usted  bien :  la  suposición.  Y  llamo  su 
atención  sobre  este  hecho :  el  mundo  ha  comenzado  a 
progresar  en  ciencias  desde  que  los  hombres  han  de- 
jado a  un  lado  las  discusiones  teolójicas,  los  juegos  de 
palabras,  los  argumentos  capciosos  i  las  invenciones,  i 
admitiendo    sólo    aquello    innegable,    la    existencia  del 


—  44  — 

mundo,  se  han  puesto  a  estudiar  los  modos  de  ser  de 
ese  mundo,  sus  leyes.  Desde  esa  época  data  el  naci- 
miento de  la  física,  la  química,  la  mecánica,  la  historia 
natural,  la  astronomía  i  todas  las  artes  hijas  de  estas 
ciencias. 

Carriol. — Mas  en  fin,  con  qué  se  queda  usted?  Sus 
raciocinios  conducen  a  la  negación  de  todas  las  creen- 
cias, a  la  destrucción  de  la  moral  i  de  los  mas  nobles 
sentimientos. 

y¿7.— No  señor.  La  moral  i  la  conducta  de  los  hom- 
bres no  emana  de  sus  convicciones  racionales  sino  de  su 
constitución  orgánica.  La  nobleza,  la  caridad,  la  compa- 
sión, el  horror  al  crimen  i  a  la  crueldad,  son  sentimientos 
innatos  que  no  requieren  una  relijion,  un  culto,  una 
creencia  ni  un  sistema  filosófico.  Yo  puedo  no  entender 
cómo  un  ser  estraño  al  mundo  lo  haya  hecho  i  ser  sin 
embargo  honrado,  compasivo,  bondadoso  i  dotado  de 
los  mas  nobles  sentimientos.  Los  silojismos  admitidos  o 
rechazados  no  crean  el  modo  de  ser  moral  de  los 
hombres. 


Sobre  esto  una  hora  de  réplicas  i  contra  réplicas 
hasta  llegar  a  Argel. 

Al  entrar  en  la  Estación,  vimos  las  cintas  de  fuego  que 
semejantes  a  barras  de  hierro  en  ignición,  recien  sacadas 
de  la  fragua,  parecían  collares  puestos  sobre  el  descote 
de  las  casas;  las  fajas  reverberantes  perdiéndose  a  lo 
lejos  en  ondas  interminables;  los  torrentes  de  luz  que 
con  sus  mil  picos  de  gas,  arrojaban  a  la  calle  los  cafees 
de  la  gran  avenida  intermedia  entre  el  puerto  i  los  cubos 
de  edificios ;  los  buques  iluminados  con  un  surtido  de 
colores  i  los  reflejos  de  las  estrellas  en  los  espacios  de 
agua  negra  que  las  embarcaciones  dejaban  entre  sí; 
por  fin  las  oficinas  alumbradas  profusamente  de  la  misma 
estación,  los  ómnibus  esperando  i  los  ajentes  solícitos 
de  los  hoteles  ponderando  las  exelencias  del  alojamiento 
que  ofrecian. 


—  45  — 

Nos  despedimos  de  nuestros  agradables  compañeros 
de  viaje,  sintiendo  la  separación.  Carriol,  sobre  todo  se 
Labia  ganado  nuestro  afecto  por  su  trato  ameno,  su  ex- 
presión cariñosa  i  sus  demás  amables  calidades.  Una 
nueva  prueba  de  su  esquisita  galantería,  nos  ofreció 
haciéndonos  llegar  algunos  días  después  de  nuestra  se- 
paración una  caja  llena  de  flores  i  la  semilla  de  unos 
árboles  de  aromas  que  dan  botones  colosales,  pues  cada 
aroma  es  tres  veces  mas  grande  que  la  mayor  de  las 
nuestras. 

Al  obsequio  acompañaba  una  carta  amistosa  llena  de 
sentimientos  dé  estimación  i  aprecio,  mui  bien  corres- 
pondidos, por  otra  parte. 

Diciembre  7.  —  (  No  sé  por  qué  pongo  fechas  en  mis 
escritos,  destinados  a  ver  la  luz  pública,  cuando  para  el 
lector  no  tienen  la  mínima  importancia.  Mi  disculpa  está 
en  que  no  lo  hago  por  el  lector  sino  por  mí.  Me  gusta 
recordar  donde  estuve  tal  dia,  si  bien  no  le  veo  a  eso 
ninguna  trascendencia  social,  política   ni  astronómica). 


Argel  es  una  ciudad  mui  animada,  i  su  población  la  llena 
totalmente.  Ha  sido  edificada  en  varias  faldas  de  colinas, 
i  se  extiende  a  mas  por  un  plano  hasta  la  orilla  del 
mar.  Su  puerto  és  mui  grande  i  mui  cómodo ;  aloja  in- 
numerables buques  i  facilita  un  comercio  extenso  con 
todo  el  mundo.  Ni,  en  Francia  misma  saben  hasta  donde 
alcanza  su  importancia.  Al  puerto  llega  el  tren  i  descarga 
casi  a  la  borda  de  los  buques,  las  mercaderías  de  toda  la 
comarca,  llevándose  al  interior  la  carga  venida  por  mar 
i  destinada  a  los  pueblos  de  las  colonias.  Hemos  visitado 
la  ciudad  de  arriba  abajo,  de  izquierda  a  derecha  i  de 
frente  a  fondo.  Nada  hai  mas  pintoresco,  mas  variado  ni 
mas  animado. 

De  los  jardines  i  villas  del  Kasba,  de  Mustafá  superior 
e  inferior,    se   tiene  el  panorama  del  mar,  del  puerto  i 


—  +6  — 

de  las  habitaciones.  Los  edificios  alternan  con  los  jardi- 
nes, los  bosques  i  las  avenidas  arboladas.  Hai  paseos 
grandes  i  numerosos,  especie  de  Parques  llenos  de  pal- 
meras i  otros  árboles  indígenas  i  exóticos.  Tiene  mil  ins- 
titutos de  enseñanza,  museo,  biblioteca,  iglesias,  mez- 
quitas i  edificios  públicos  diversos;  grandes  hoteles, 
palacios  modernos  i  antiguos  i  las  calles  i  vias  públicas 
de  los  alrededores,  son  limpias  en  gran  parte  i  bien  pavi- 
mentadas. Los  caminos  en  las  vecindades  de  la  ciudad, 
son  como  los  mejores  de  Europa.  Las  casas  en  la  parte 
nueva  i  en  secciones,  en  la  vieja,  están  agrupadas  en 
manzanas  chicas,  reciben  aire  i  luz  de  los  cuatro  vientos, 
i  son  hasta  de  cinco  i  seis  pisos.  No  hai  limosneros,  por 
suerte  para  los  transeúntes.  Los  mercados  ofrecen  una 
animación  particular.  El  tránsito  por  las  calles  se  hace 
difícil  por  la  aglomeración  de  jente ;  en  muchas  de  ellas 
hai  galerías,  i  aun  cuando  esto  las  hace  un  tanto  tristes, 
porque  les  quita  el  espectáculo  de  las  puertas  adornadas 
de  las  tiendas  i  la  luz  de  noche,  en  cierta  parte,  presta 
gran  comodidad  durante  los  dias  de  lluvia.  Nada  falta  en 
Arjel  para  la  comodidad,  i  hasta  diré  para  el  lujo  de  la 
vida. 

Ha  llovido  casi  todos  los  dias  desde  nuestra  llegada ; 
hoi  también  llueve.  Esta  mañana  he  salido  a  pesar  de  la 
lluvia,  i  me  he  paseado  una  hora  en  una  sola  cuadra  de 
galería,  meditando,  meditando  lo  que  escribiré  cuando 
tenga  tiempo. 

Debo,  pues,  al  lector,  mis  meditaciones  en  Arjel. 

•  * 

El  15  de  diciembre  a  las  5  de  la  msmana,  tomamos  el 
tren  para  Constantina;  todavía  estaba  alumbrado  el  puer- 
to con  las  luces  de  la  noche;  solamente  los  focos  eléc- 
tricos habían  desaparecido,  pero  bastaba  el  gas  soño- 
liento de  los  picos  i  los  faroles  aburridos  de  los  buques, 
para  mantener  en  todo  el  esplendor  de  su  belleza,  el 
panorama  de  aquella  parte  de  la  ciudad  i  de  su  rada.  En 
el  tren  nos  encontramos  con  el  coronel  Amade,  que 
ocupa   una   posición  oficial  en  la  provincia  de  Arjel ;  era 


—  47   - 

este  caballero   idéntico   físicamente   a  Granchi,  nuestro 
amigo  de  Florencia,  i  yo  juzgué  que  debía  parecérsele  en 
todo.  Ya  luego   no  mas  emprendimos  conversación ;  yo 
no  puedo  ir  callado  la  boca  ni  a  bordo  ni  en  el  tren.  Habló 
el  coronel,  i  su  voz  idéntica  a  la  de  Granchi,  no  me  sor-* 
prendió;  sus  frases  i  formas  de  espresion,  cadencias,  repe- 
ticiones e  inflexiones,  eran  también  iguales;  me  dijo  que 
era  militar;  ya   lo   sabia,   pues  Granchi  es  militar.  Con 
todos   estos   motivos,  yo  no  me  podia  convencer  de  que 
aquel  hombre   i  yo  nos  encontrábamos  por  primera  vez, 
i  no  pude  dejar  de  tratarlo  como  a  un  antiguo  conocido. 
Los  temas   de  nuestra  conversación  fueron:   trasmi- 
gración de  las  almas  (él  era  espiritista);  formación  del 
mundo ;  relaciones   de  lo   físico  con  lo  moral ;  simpatias 
recíprocas   por  deducciones  sacadas   de  las  semejanzas 
orgánicas  con  otras  personas  conocidas  antes ;  teoría  de 
la  vida  i   de    la  muerte ;  atavismo  ;  caracteres  indelebles 
en  la  raza  de  los  judíos;  porvenir  del  jénero  humano  en 
la  tierra;  destino  final  de  las  almas;  semejanza  de  las  reli- 
jiones;    identidad   del   pensamiento    de    los    hombres  en 
todas  las  épocas,  salvo  los  accidentes  debidos  al  cambio 
del   medio   en   que   han   vivido  i...  me  parece  bastante 
para  un  dia  de  tren.  No  dejó  de  sorprenderle  mi  teoría 
sobre   la  vida  i  la  muerte,  cuyo  estracto  copio  para  no 
olvidarlo.  El   hombre,   le   dije,  está  naciendo  i  muriendo 
parcialmente   desde  su   cuna  hasta  su  sepulcro.  Cómo 
comienza,  usted  lo  sabe ;  un  espermatozoario  entra  en  un 
óvulo,  determina  en  el  plasma  alteraciones,  él  mismo  se 
disuelve  i  comienza  la  vida  del  nuevo  ser,  que  no  será  ni 
óvulo  ni  espermatozoario,  pero   que  recibirá,  trasmitido 
por  esos  elementos,  un  bagaje  de  propiedades  físicas  o 
morales,  de  los  antepasados  i  del  medio  en  que  vivieron, 
o  sea  el  carácter  jeneral  de  la  nación,  la  raza  i  el  grado 
de    civilización    adquirido   en  forma    de    predisposición. 
Cómo  un    óvulo  o  uit  espermatozoario  pueden  trasmitir 
un    lunar   o   un  talento,   no   sé;  pero  lo  trasmiten  puro, 
simple,   variado  o    alterado.   Nacido  el  nuevo  ser,  sigue 
adquiriendo   i  perdiendo  sustancias  materiales,  aptitudes 
morales    i   talentos   o   deficiencias  especiales,  i  cada  ele- 
mento perdido    o    absorbido    trasporta,    o    muchos    de 


-  48  — 

e?los  llevan  o  traen,  o  pueden  llevar  o  traer  jérmenes 
de  la  personalidad  del  individuo,  como  la  vacuna,  los 
virus  i  las  ponzoñas  u  otros  fluidos  orgánicos  llevan 
i  trasmiten  su  entidad  íntegra,  en  lo  material.  Porrin- 
'duccion  debe  calcularse  que  otro  tanto  sucede  en  lo 
moral,  i  así  se  ve  que  algunos  individuos  concluyen 
por  tener  la  voz,  la  forma  de  espresion,'  las  ideas,  el 
parecido,  los  gustos  i  hasta  los  talentos  de  otra.  Esto 
para  mí  es  el  resultado  de  una  trasmisión  de  personali- 
dad mas  o  menos  completa.  Por  consiguiente,  si  llama- 
mos alma  a  esa  personalidad,  tenemos  muchas  almas  de 
diversa  clase,  que  durante  la  vida  i  aun  después  de  la 
muerte,  están  constantemente  escapándose  de  nosotros 
para  ser  absorbidas  por  otros  seres,  como  uti  gramo  de 
vacuna  o  de  virus  tiene  mil  millones  de  personalidades, 
capaz  cada  una  de  enjendrar  una  pústula  o  una  enferme- 
dad, o  de  destruir  una  aptitud,  como  lo  hace  la  vacuna 
respecto  a  la  viruela.  Ahora  preguntará  usted  cómo  llega 
uno  a  morir  en  su  calidad  de  hombre  i  cual. o  cuales  de  las 
personalidades  de  mi  teoría  mantiene  la  vida  mientras  uno 
vive.  Contesto:  la  muerte  es  una  disasocracion,  i  no  hai 
para  mí  una  sola  entidad  encargada  de  mantener  la  aso- 
ciación, cuya  falta  trae  la  muerte.  En  primer  lugar,  nadie 
se  muere  de  golpe;  todos  se  mueren  poco  a  poco.  Unas 
funciones  mueren  antes,  otras  después  i  otras  no  mue- 
ren;, continúan  verificándose  en  el  cadáver  del  individuo, 
llamado  muerto.  Antes  de  acabarse  la  función  respirato- 
ria, se  acaba  la  absorción,  i  cuando  ya  no  se  respira,  to- 
davía continua  la  circulación,  rudimentaria  si  se  quiere, 
pero  positiva.  La  última  fricción  de  la  sangre  en  el  cere- 
bro, determina  el  último  momento  de  vida  del  animal  en 
calidad  de  individuo  íntegro,  pero  la  vida  de  sus  partes 
continua  con  otras  formas.  Así,  pues,  la  armonía  i  el  tra- 
bajo de  conjunto,  han  cesado;  ha  habido  una  desinte- 
gración, i  por  lo  tanto  la  función  de  aparato  cesa.  Una 
comparación  hará  comprender  mejor  mi  idea :  quite  usted 
una  pieza  importante  a  un  reloj  u  otra  maquinaria;  el 
movimiento  propio  del  aparato  íntegro  cesa,  pero  sub- 
siste cada  rueda,  cada  eje,  cada  resorte  con  su  peso,  su 
forma,   su   aptitud,  en  fin,  sus  calidades  íntegras,  aunque 


—  49  — 

incapaces  de  hacer  un  trabajo  de  conjunto.  Ponga  usted 
el  dedo  en  el  péndulo  de  un  reloj;  este  se  para,  ya  no 
hace  mas  ruido,  como  si  dijéramos,  ya  no  tiene  mas  vida; 
{dónde  se  ha  ido  el  ruido?  no  se  ha  ido  a  parte  alguna, 
no  hai  ya  mas  solamente.  Lo  mismo  sucede  en  los  orga- 
nismos vivos ;  interrúmpase  la  función  de  conjunto  i  cesa 
la  vida;  el  organismo,  como  tal,  como  ser  complejo,  deja 
de  actuar,  es  decir,  de  vivir,  pero  cada  una  de  sus  partes 
conservará  los  despojos  de  su  personalidad. 

Esta  es  en  el  fondo  la  teoría,  susceptible  como  usted 
calcula,  de  muchos  desarrollos  i  de  demostraciones  par- 
ciales, tomando   los  datos  innegables  de  la  ciencia. 

Concluida  mi  esposicion,  el  coronel  no  dijo  nada,  pero 
yo  leí  en  su  frente  este  pensamiento:  «nunca  he  oido 
mas  disparates»  a  lo  cual  respondí  yo  mentalmente:  «si 
lo  son,  se  paf  ecen  a  la  trasmigración  de  las  almas,  acep- 
tada por  usted  ». 

A  medio  camino  subieron  otros  dos  sujetos ;  el  Co- 
mandante A.  Monier,  Jefe  de  escuadrón,  i  el  señor  Alfonso 
Huard,  Sub-inspector  de  aduanas,  quienes  me  dieron  hhI 
informes  respecto  a  las  rejiones  que  visitaba,  informes 
susceptibles  de  ser  trasmitidos  por  mí  a  cualquier  inter- 
locutor cuando  ocurra  el  caso,  pero  inútiles  en  estos 
apuntes. 

♦ 

*  * 

En  Constantina  nos  quedamos  dos  dias  i  lo  vimos 
todo ;  mencionaré  solo  algo :  Los  barrios  árabes  i  ju- 
díos, sucios  i  feos.  El  antiguo  palacio  del  Bei,  como 
todos  los  de  su  jénero,  con  patios,  fuentes,  corredores, 
galerías,  mosaicos,  puertas  labradas  i  cuartos  como  ni- 
chos. El  camino  de  los  turistas  mui  notable :  el  agua 
inmediatamente  después  del  diluvio  universal,  comenzó  a 
correr  por  unas  peñas  mui  altas  siguiendo  los  declives, 
supongo,  i  con  su  trabajo  incesante  desde  esa  época 
hasta  el  dia  de  mi  Jlegada  a  Constantina,  ha  hecho  una 
profunda  ranura,  escavacion  o  tajo  en  la  roca,  para 
irse  roas  cómodamente  al  mar ;  los  franceses  han  ayu- 
dado a  la  naturaleza  a  embellecer  el  sitio,  construyendo 

Por  mares  i  por  tierras  4 


—  50  - 

un  camino  que  desde  el  fondo  del  precipicio  conduce 
hasta  el  nivel  de  los  puentes,  i  otro  desde  estos,  si- 
guiendo el  borde  del  tajo,  para  carruajes  hasta  la 
campaña ;  cuando  se  llega  al  límite  del  precipicio  o  del 
Rumel,  como  se  llama,  se  ve  en  lo  alto  de  la  montaña  cor- 
tada a  pique,  parte  de  la  ciudad  de  Constantina,  en  frente 
una  inmensa  serie  de  colinas  figurando  el  mar  en  tor- 
menta i  a  los  pies  la  formidable  hondonada  llena  de 
vueltas,  por  cuyo  fondo  corre  el  agua.  Nótese  que  parte 
de  esta  agua  proviene  de  vertientes  ;  es  caliente  i  sulfu- 
rosa; abajo,  en  las  vecindades  del  lecho  del  torrente,  hai 
baños  medicinales.  El  Rumel  divide  la  ciudad  en  dos 
partes  desiguales. 

*    « 

Imposible  me  fué  obtener  en  Constantina,  de  donde 
salimos  el  18,  noticias  respecto  al  mejor  medio  de  cortar 
el  viaje  a  Túnez,  cuya  duración  por  el  tren  es  de  19 
horas,  en  dos  partes  de  mediano  largo;  las  estaciones 
donde  habia  hotel,  estaban  o  mui  cerca  o  mui  lejos ;  por 
fin  me  indicaron  una  parada,  Hammah  Meskoutine,  sitio 
mui  digno  en  verdad  de  ser  conocido,  célebre  en  tiempo 
de  los  romanos  por  sus  vertientes  de  agua  caliente  i  de 
propiedades  medicinales,  i  por  la  peculiaridad  de  los 
paisajes.  Como  sucede  con  frecuencia,  después  de  mucho 
vacilar,  caí  en  lo  peor  para  mi  propósito.  Hammah  Mes- 
koutin  está  mui  cerca  de  Constantina  i  mui  lejos  de  Túnez; 
pero  las  vertientes  de  agua,  visibles  desde  el  tren,  el  modo 
estraño  como  sale  esta  entre  las  peñas,  levantando 
una  polvareda  de  vapor,  i  las  predilecciones  de  los  turis- 
tas obligarian  sin  duda  al  noticiero  a  indicarme  ese 
paraje.  Yo  no  quise  sin  embargo  quedarme  en  él,  i  resolví 
pasar  hasta  otro  punto,  donde  la  existencia  de  un  hotel 
era  indicada  por  el  guarda  tren  con  un  meneo  de  cabeza, 
como  diciendo:  hai  i  no  hai.  Peto  se  puede  pasar  la 
noche,  en  fin,  en  Duvivier?  interrogué. — Oh!  eso  sí,  segu- 
ramente ;  el  mismo  dueño  del  Buffet  de  la  estación  tiene 
un  carruaje  para  conducir  a  los  viajeros  al  hotel,  que  no 
dista  sino   dos   quilómetros    de   la   estación.-  Perfecta- 


—  sí- 
mente. Al  dia  siguiente  podíamos  levantarnos  tarde  i 
tomar  a  las  doce  el  tren  para  Túnez.  En  la  estación  de 
Duvivier  le  pregunté  a  una  mora  que  despachaba  en  su 
p^licna,  cómo  kiaria.  para  ir  al  hotel. —Pregúntele  a  mi 
padre,  me  contestó.  Yo  no  tenía  el  honor  de  conocer  a 
su  señor  padre,  pero  un  caballero  robusto  q^atit  en  man- 
gas de  camisa,  cortaba  en  este  momento  un  salchichón^ 
me  pareció  serlo.—  Señor,  le  dije,  ¿  cómo  haré  para  ir  al 
hotel?  —  «Ahora  vamos»,  me  respondió,  deje  usted  que 
mi  hija  se  despache.  «Ahora  vamos>,  me  repetí  yo  mental- 
mente; «qué  será  eso !>  Algo  habia  adelantado  entre- 
tanto, ya  conocía  el  parentesco  de  la  mora,  bastante  agra- 
dable, i  del  cortador  de  salchichón,  muí  corriente.  —Tiene 
usted  bagaje?  me  dijo  este. — Si,  un  poco. — Cómo  cuán- 
tos bultos?— No  voi  a  llevarlo  todo,  llevaré  solo  unas 
balijas  de  mano. — ¿Cuántas,  mas  o  menos?  —Cinco  o  seis. 
— Ah,  diablos,  entonces  no  está  usted  solo. — No,  somos 
tres,  una  señora,  yo  i  Bautista  (  a  mi  me  parece  que  todo 
el  mundo  debe  conocer  a  Bautista). —Pues  si  es  así,  dijo 
el  padre,  levantando  el  cuchillo  del  salchichón  i  rascán- 
dose con  él  una  oreja,  no  cabemos  en  el  carruaje.  Ya  no 
habia  duda;  debíamos  ir  todos  juntos,  la  mora,  el  padre, 
otro  señor  con  aire  de  intendente  que  por  allí  andaba,  el 
cochero  i  nosotros  tres  con  nuestros  seis  bultos  de  mano. 
El  padre  reflexionó  un  rato  i  emitió,  mezclando  a  su  dic- 
ción un  suspiro,  esta  frase:  habrá  que  hacer  dos  viajes. 
Y  así  se  hizo.  Bautista  acomodó  los  bultos  i  subimos  en 
un  carruaje  descubierto  i  desvencijado,  en  el  cual,  por  un 
camino  delicioso,  fuimos  hasta  el  hotel.  ;  El  hotel !  era  la 
casa  del  padre,  de  la  moi^,  de  tres  moras  mas,  del  mu- 
chacho cochero,  de  la  madre  de  esos  jóvenes  i  la  habita- 
ción adoptada  a  perpetuidad  por  el  hombre  con  aspecto 
de  intendente.  Entramos  en  una  sala  donde  había  una 
mesa  de  billar,  otra  de  pino  mui  larga,  un  despacho  de 
bebidas,  una  cama  i  tres  peones  jugando  en  otra  mesita 
chica  con  un  naipe  viejo  i  sucio,  ya  mui  hecho  a  resol- 
verse en  montes,  biscambras,  burros  i  otros  juegos  clási- 
cos. La  madre  de  familia  me  preguntó  si  queríamos  comer 
solos  o  con  ellos. —Solos,  contesté,  para  no  incomodar  a 
ustedes. — Entonces  hai  que  preparar  otra  comida,  aña- 


—  52  — 

dio. — Me  parece  bien»  repuse:  háganos  una  sopa,  una  tor- 
tilla, un  pollo  asado,  ensalada,  postre  i  lo  demás  que 
usted  quiera;  denos  vino  blanco  i  prepárenos  un  buen 
café  bien  negro.  —Todo  hai,  dijo,  i  mui  bueno  todo.  Yo 
la  seguí  cuando  se  retiró,  la  vi  recojer  sus  provisiones 
en  diferentes  partes  de  la  casa  i  encaminarse  a  la  cocina, 
donde  la  esperaba  un  biien  fuego  i  una  gallina  pelada, 
balanceándose  colgada  del  pescuezo  por  un  hilo  atado 
en  un  tirantilló  del  techo.  Sin  duda  la  gallina  i  la  po- 
sadera nos  estaban  espiando.  Mientras  esperábamos 
impacientemente  la  comida,  llegaron  el  padre,  la  mora  i 
el  intendente  de  la  estación ;  la  tertulia  se  hizo  animada ; 
el  padre  contó  su  historia;  había  sido  capataz  durante  un 
tiempo,  de  los  peones  que  construian  la  via  férrea  de 
Duvivier  a  no  sé  donde;  uno  de  sus  ayudantes  de  con- 
ñanza,  era  el  que  yo  he  calificado  de  intendente  por  su 
aire  grave ;  de  ayudante  había  pasado  a  miembro  de  la 
familia  sin  mas  trámite,  comía  en  la  mesa  con  ella;  en 
cierta  ocasión  alguien  murmuró  de  esta  familiaridad  i  el 
padre  significó  ál  muchacho  o  mozo,  ahora  viejo,  que 
comiera  aparte;  desde  ese  dia  se  retiró  de  la  mesa  i 
no  probó  mas  bocado,  de  tristeza;  como  se  moría  de 
hambre,  la  familia  conmovida  lo  obligó  a  seguir  la 
antigua  costumbre,  i  desde  entonces  no  solo  come  en  la 
mesa,  sino  que  se  sienta  en  una  de  las  cabeceras.  El 
lector  no  habrá  olvidado  que  es  el  padre  quien  habla :  de 
mayordomo  pasó  a  fondero,  su  familia  fué  aumentando  i 
ahora  tiene  dos  hijas  casadas,  tres  solteras  i  dos  mucha- 
chos, uno  de  ellos  famoso  cazador  de  liebres.  Ahora 
hablo  yo :  la  penúltima  de  las  niñas  se  llama  Lucía,  tiene 
trece  años,  es  mui  robusta,  preciosa  i  mas  que  bella 
encantadora ;  cada  uno  de  sus  movimientos,  de  sus  ade- 
manes i  de  sus  actos,  es  una  inocente  seducción ;  la  gracia 
i  el  atractivo  brotan  de  su  cara  limpia  i  pura  ;  no  habla 
sin  ruborizarse  i  todo  le  da  vergüenza ;  que  se  cierre 
una  puerta,  que  pase  el  gato  o  que  le  hablen,  son  mo- 
tivos de  sonrojo.  Ella  nos  sirvió  i  cuando  nos  trajo 
todos  los  platos,  se  fué  a  comer  con  sus  hermanas  i 
padres.  Yo  me  levanté  i  fui  a  ver  la  mesa  del  posa' 
derq.  —  ^Necesita  algo?  me  preguntaron.  ~  Nada,  que- 


—  53  — 

• 
ria  ver   la  familia   reunida ! . . .    La    vi ;    pcesentaba   un 

espectáculo  animado  i  agradable;  todos  quedaron  mui 
complacidos  con  mi  ocurrencia.  Despwjes  el  padre  me 
dijo:  Necesitan  ustedes  venir  para  Noel  ( navidad).  Sí, 
necesitan  v^enir  o.  quedarse  aquí,  hasta  ese  dia;  entonces 
estarán  también  mis  hijas  casadas  con  sus  maridos,  i 
comeremos  todos  juntos  con  ustedes;  vea,  en  ninguna 
parte  lo  van  a  pasar  mejor;  yo  he  conocido  muchos 
estranjeros,  pero  nunca  me.  ha  dado  por  tratar  a  nadie 
como  a  ustedes;  me  parece  que  son  amigos  antiguos; 
vaya,  si  se  quedan,  le  ofrezco  a  la  señora  un  ramo  de 
violetas  cada  dia,  i  una  escopeta  de  niña  ;  iremos  a  cazar 
el  día  anterior  a  la  fiesta  o  todos  los  dias  si  quieren;  si 
tienen  que  ir  antes  a  Túnez,  les  presto  a  Lucía  para  que 
los  acompañe,  ahí  la  tienen,  irá  con  ustedes. 

En  vista  de  tanta  i  tan  sincera  amabilidad,  casi  nos 
decidimos  a  quedarnos,  pero  era  una  locura;  en  la  casa  no 
había  la  menor  comodidad,  i  sobre  todo,  faltaba  lo  indis- 
pensable, de  lo  cual  no  puedo  hablar  aquí;  sorprendente 
e  increíble  falta,  en  un  hotel,  donde  vivia  permanente- 
mente una  numerosa  familia  compuesta  de  muchachas 
jóvenes,  mujeres,  varones  i  una  regular  servidumbre  de 
ambos  sexos;  i  nadie  en  la  casa  parecia  notarlo.  Por 
mi  parte,  confieso  que  este  es  el  hecho  mas  estraor- 
tlinario  del  cual  tengo  noticia  desde  mi  nacimiento  hasta 
la  fecha. 

El  19,  es  decir,  al  otro  dia  de  nuestra  llegada  a  ese 
inolvidable  hotel,  nos  levantamos  tarde  i  nos  fuimos  con 
la  mayor  parte  de  la  famiha  a  la  estación,  donde  la 
hija  mayor  de  las  solteras  tenia  el  restaurant  para  los 
pasajeros.  Allí  almorzamos,  mui  bien  servidos  por  la  sin 
par  Lucía,  i  luego  emprendimos  nuestro  viaje  a  Túnez, 
sintiendo  dejar  en  aquel  medio  semi  salvaje,  una  criatura 
tan  digna  de  vivir  en  otro  ambiente;  ella  también,  según 
nos  dijo,  habría  deseado  que  la  lleváramos  i  vivir  siem- 
pre con  nosotros. 


-  5+  — 

Los  viajes  tienen  muchos  encantos,  pero  también  algu- 
nas contrariedades  morales,  entre  otras,  el  pesar  de 
separarse  de  personas  a  quienes  en  pocas  horas  se  cobra 
un  gran  carino,  i  con  las  cuales  desearía  uno  estar  en 
contacto  toda  la  vida.  Lucia  nos  procuró  este  sentimien- 
to. Bien  pronto  debíamos  tener  otro  análogo.  En  el  tren 
que  tomábamos,  iban  en  un  compartimiento  de  2^  del 
mismo  coche  nuestro,  un  caballero  francés  con  su  hija,  i 
en  nuestro  mismo  compartimento  un  joven  norte-ameri- 
cano; tres  personas  a  cual  mas  simpáticas,  finas  i  agrada- 
bles. En  el  acto  trabamos  conversación  en  el  pasillo,  con 
el  caballero  francés  i  su  hija,  una  delicada  i  linda  mucha- 
cha a  quien  su  padre  llevaba  a  Túnez  para  dejarla*  en  un 
colejio.  La  niña  era  una  delicia,  i  el  padre  un  miembro  de 
la  nobleza  de  Francia,  sumamente  instruido.  Yo  me  entré 
en  su  compartimento  para  conversar  con  él,  i  Guiller- 
mina se  llevó  a  la  niña  al  nuestro,  donde  las  dos  enta- 
blaron conversación  con  el  norte-americano.  No  habían 
transcurrido  dos  horas  desde  el  principio  de  nuestro  viaje, 
cuando  ya  todos  éramos  antiguos  conocidos;  comimos 
juntos  nuestras  provisiones,  i  dormimos  juntos  algunas 
horas;  la  inocente~naiña  comenzó  primero  a  dormir  sen- 
tada, después  se  fué  cayendo  poco  a  poco  i  concluyó  por 
ocupar  todo  el  costado  del  coche;  el  americano  i  nos- 
otros le  acomodamos  una  almohada,  haciéndola  con  nues- 
tros abrigos,  sin  que  la  niña  se  despertara^  i  yo  pasé 
mucho  tiempo  mirando  aquella  cara  anjelical  en  cuyas 
facciones  el  sueño  esparcía  nuevas  bellezas. 

En  Túnez,  a  donde  llegamos  el  mismo  19  un  poco 
tarde,  formamos  al  día  siguiente  una  caravana  i  visita- 
mos la  ciudad  en  grupo.  Un  dia  después,  el  caballero 
francés  Barón  Maximin  de  Vialar,  pues  tal  era  su  nombre, 
i  su  encantadora  hija  Emilia,  nos  abandonaron,  i  nosotros 
seguimos  nuestras  escursiones  con  el  joven  norte-ameri- 
cano, William  S.  Kahnweiler  al  otro  dia,  siendo  la  mas 
importante  la^  de  Cartago,  a  hora  i  media  de  Túnez,  en 
coche.  Nos  detuvimos  en  el  palacio  del  Bey,  situado  cerca 


—  55  — 

de  Cartago,  visitamos   algunas  de  sus  dependencias :  las 
cabalierizaSf   las  cocheras,  las  barracas  de  animales  fínos 
i  otras  reparticiones,   sin  encontrar  nada  rejio  de  oríjen 
local;  almorzamos  nuestras  provisiones  mui  contentos  i 
segiiimos  viaje.  Llegamos  a  una  aldea  árabe,  la   atrave- 
samos, subimos  ai    faro  situado  en  la  parte  mas  alta  de 
ella  i  contemplamos  un  panorama  imponente :  el  mar,  el 
lago  salado,   el   canal  en   construcción  desde  el  puerto 
llamado  La  Goulette  hasta  Túnez,  las  ruinas  de  la  célebre 
ciudad,  los  acueductos  destruidos,  los  aljibes,  la  basílica 
nueva,  el  museo,  las  colinas,  las  casas  i  quintas  esparci- 
das en  todas   direcciones  de  la  tierra,  i  por  fín^  la  aldea 
árabe  ya  mencionada,  a  los  pies,*  con  sus  calles  en  esca- 
lera i  sus  techos  blanqueados,  que  le  dan  un  aspecto  de 
cementerio.  Bajando  del  faro,  pasamos  de  nuevo  por  la 
aldea.  ¡  Qué  desolación  i  qué  tristeza !  Los  escasos  habi- 
tantes sentados   en  las*  puertas  de  sus  cuevas  o  tiendas, 
ociosos,  impasibles,  viendo  pasar  el  tiempo,  sin  esperar 
cambio  alguno,  mientras  el  mundo  se  ajita  en  la  tremenda 
lucha  por  la  vida  fuera  de  allí,  ofrecen  una  quietud  que 
conmueve  i  aflije.  «  This  is  not  New  York  »  le  dije  a  mi 
compañero.  «  No,  certainly  »  me  contestó.  El  había  espe- 
rimentado  la  misma  impresión  mía  sin  duda.  Volvimos  a 
tomar  el  carruaje  i  fuimos  al  sitio  de  la  basílica  romana. 
Allí,  como  en  todo  el  recinto  que  debió  ocupar  Cartago, 
la  de  los  cartajineses,   no  se  ve  nada  de  su  época;  las 
pocas  ruinas  pertenecen  a  la  época  romana.  En  la  basí- 
lica se  ve  esparcidos  trozos  de  columnas,  de  muros,  de 
bóvedas  i  algunas   partes  del  piso  todavía  con  mosaico; 
en  una  palabra,   nada  realmente  interesante.    Después 
fuimos  a  ver  los  aljibes,  encontramos  las  ruinas  de  los 
viejos,  i  examinamos  los  reconstruidos,  que  son  en  verdad 
dignos  de  nota  ;  constituyelos  una  serie  mui  larga  i  ancha 
de  fosos  rectangulares,  divididos  por  pilares  i  cubiertos 
de  bóveda  ;   el  agua  se  conserva  allí  fresca  i  en  buenas 
condiciones  ;  según  el  cuidador,  el  conjunto  de  los  depó- 
sitos  puede  contener  27,000  metros  cúbicos.  De  los  alji- 
bes al  museo,  basílica  nueva  i  capilla  construida  por  los 
franceses  en   honor    de  San  Luis,  hai  poca  distancia.  El 
museo  contiene  los  restos  de  estatuas,  columnas,  relieves 


—  56  — 

e  inscripciones  encontradas  en  los  alrededores,  como 
también  varios  objetos  de  uso  i  esqueletos  hallados  en 
las  ruinas  ;  todo  o  casi  todo  es  del  tiempo  romano  i  tiene 
mui  poco  interés,  para  mí  al  menos.  La  iglesia  i  la  capilla 
no  merecen  el  tiempo  que  uno  emplea  en  ir  a  verlas. 
Pero  nuestro  acompañante  es  un  famoso  admirador  de 
todo,  por  principio,  i  se  da  unas  tareas  colosales  por  ir 
a  cuanto  sitio  accesible  hai.  Este  caballero,  como  muchos 
de  sus  compatriotas  que  sin  ser  doctores  son  mui  ins- 
truidos, me  encantó  con  su  conversacipn  durante  el  viaje 
de  regreso  ;  era  un  verdadero  erudito  ;  estaba  familiari- 
zado-con  todas  las  cuestiones  de  interés  social  que  los 
sabios  discuten  ;  había  leido  a  Herbert  Spencer;  conocía 
las  obras  de  los  economistas  célebres  i  no  hai  cuestión 
de  cierto  interés  práctico  para  el  jénero  humano  que  le 
fuera  estrana.  Me  llamaba  la  atención  sobre  todo,  el 
modo  norte- americano  de  tratar  las  teorías  en  apariencia 
mas  abstractas.  A  él  le  habían  llegado  por  el  camino 
práctico,  casi  diría  comercial,  i  era  de  ver  como  factu- 
raba las  sublimidades  mas  trascendentales,  quitándoles 
sus  aparatos  de  elevación  para  traerlas  a  la  superficie  de 
la  tierra  i  hacerlas  concurrir  al  trámite  de  la  vida  mas 
común.  Se  acercaba  sin  sacarse  el  sombrero  a  la  filoso- 
fía, a  la  teodicea,  a  la  moral,  a  la  estética  i  a  la  litera- 
tura, no  para  pedirles  proposiciones  metafísicas,  sino 
datos  de  estadística  i  conocimientos  susceptibles  de  ser 
convertidos  en  objetos  de  industria,  capaces  de  contri- 
buir al  bienestar  en  la  vida  normal  de  cualquier  hombre 
aldeano  o  rei.  Y  así  hablaba  de  todo,  con  gran  conoci- 
miento de  la  materia  teórica,  pero  con  una  falta  de  mira- 
miento tan  democrática,  que  un  hombre  como  Avella- 
neda, por  ejemplo,  se  habría  escandalizado  al  oirlo.  Eso 
si  que  es  fin  de  siglo  práctico,  humano  i  útil.  Eso  es  ser 
realmente  instruido.  Si  él  hubiera  podido  hacer  su  gusto, 
habría  puesto  una  tienda  para  vender  principios  ontoló- 
jicos,  o  una  fábrica  de  verdades  metafísicas  aplicables  a 
las  máquinas  de  coser. 


* 
*  * 


—  57  — 

Hai  en  Túnez  muchos  árabes,  muchos  italianos,  pocos 
atractivos  i  muchos  bazares,  con  su  falta  de  aseo  i  su 
olor  característico.  Resolvimos  allí  no  ir  a  Palermo,  no 
ir  a  Ñápeles,  no  ir  a  la  India,  no  ir  a  Australia,  no  ir 
al  Japón,  no  volver  por  California,  pero  sí  embarcarnos 
para  Marsella,  donde  según  nuestras  cartas  i  nuestras 
reflexiones,  decidiríamos  nuestro  itinerario.  No  faltaba 
motivo  para  estar  desanimados  de  nuevos  largos  viajes ; 
habíamos  recorrido  en  pocos  días  mil  trescientos  treinta 
i  tres  kilómetros,  como  sigue:  de  Oran  a  Arjel  421,  de 
Arjel  a  Constantina  464,  de  Constantina  a  Duvivier  149 
i  de  Duvivier  a  Túnez  299 ;  todo  ello  en  trenes  lentos  i 
no  muí  cómodos. 

Nos  embarcamos  en  el  <s:  Ville  d'Oran>  el  23  de  di- 
ciembre. Nuestro  amigo,  el  norte-americano,  nos  acom- 
pañó a  bordo  i  estuvimos  juntos  hasta  el  último  mo- 
mento ;  nos  despedimos  con  sentimiento,  quizá  para  no 
volvernos  a  ver;  el  pobre  joven  era  tísico  i  nosotros 
somos  mortales  como  él !  yo  le  habia  cobrado  una  gran 
simpatía,  cariño  en  verdad,  por  sus  dotes  exepcionales. 

*   * 

El  viaje  a  Marsella  fué  atroz ;  el  mar  estuvo  insoporta- 
ble ;  ni  el  capitán  asistió  a  la  mesa ;  no  hubo  mesa, 
mas  bien  dicho.  Llegamos  a  nuestro  destino  el  25,  dia 
domingo,  i  nos  alojamos  en  el  hotel  Noailles.  decididos 
a  descansar  unos  días.  La  permanencia  en  esta  ciudad 
fué  agradable  en  cuanto  cabia,  dado  lo  crudo  del  in- 
vierno, Francisco  Molina  Salas,  Cónsul  argentino,  i  su 
señora  nos  trataron  mui  bien,  nos  dieron  una  comida  i 
nos  presentaron  parte  de  su  sociedad.  A  la  comida  asis- 
tieron a  mas  de  otros  invitados,  unas  niñas  encantadoras 
no  mui  lindas,  pero  mui  intelijentes,  instruidas  i  de  un 
trato  esquisito.  Con  este  motivo  comprobé:  I»,  que 
Molina  Salas  vivia  mui  bien  i  es  mui  feliz.  2o,  que  su 
Señora  era  una  de  aquellas  dignas  esposas  que  sirven 


-  58  — 

de  pedestal  a  su  marido;  su  trato  era  delicioso.  (Las  mu- 
jeres lejítimas  o  hunden  o  levantan  a  sus  maridos,  según 
su  conducta  o  su  tacto;  hai  algunas  que  son  una  verda- 
dera lápida  o  una  cadena  de  presidario  con  una  pesada 
bola  al  estremo).  3^,  que  cuando  uno  en  un  pueblo  no 
conoce  siquiera  una  familia,  no  tiene  la  menor  noción 
de  las  ciudades  que  visita;  todas  son  iguales  ante  sus 
ojos,  por  ser  iguales  los  hoteles  i  las  fachadas  de  los 
edificios,  i  las  tiendas,  i  los  cocheros,  i  las  fondas,  i  las 
calles,  salvo  diferencias  de  poca  monta.  En  cada  parte 
donde  me  ha  sido  dado  conocer  siquiera  superficialmente 
una  parte  de  su  sociedad,  me  he  quedado  maravillado  de 
los  tesoros  de  afecto,  de  belleza  i  de  distinción  concen- 
trados i  como  escondidos  en  sus  mujeres  jóvenes,  i  les 
he  tenido  gran  lástima,  no  encontrando  casi  hombre  que 
las  merezca.  ¡  Pobres  flores  sencillas  i  perfumadas,  es- 
puestas a  que  un  macho  brutal  las  corte  i  las  ultraje  o 
destinadas  a  secarse  en  su  tallo,  melancólica  i  estéril- 
mente. 

*    « 

Habíamos  pasado  en  Marsella  el  primer  dia  del  ano 
nuevo  1893,  sin  caer  en  cuenta  de  ello,  felizmente.  El  4 
fuimos  con  el  Cónsul  a  la  Catedral  nueva  i  a  Nuestra 
Señora  de  la  Garde.  La  Catedral  es  grandiosa,  notabi- 
lísima, de  una  bella  arquitectura,  ya  medio  célebre  por 
su  acústica,  dependiendo  esta  exelencia  quizá  de  ha- 
llarse vacía;  en  efecto,  no  tenia  aun  ornamentación  ni 
mobiliario;  uno  que  otro  altar  de  madera  pintada  se  veía, 
de  vez  en  cuando,  puesto  mas  bien  como  para  indicar  el 
sitio  donde  debia  erijirse  el  definitivo.  Así  han  de  haber 
comenzado  todas  las  catedrales,  me  supongo,  encar- 
gándose después  la  piedad  relijiosa  ola  vanidad  mundana 
de  ejecutar  esas  soberbias  decoraciones  hechas  con  már- 
moles raros,  piedras  preciosas  i  ricos  metales  que  nos 
admiran  tanto  en  San  Pedro,  San  Pablo,  San  Isaac,  la 
Chartosa  de  Pavía,  el  Escorial,  en  fin,  en  casi  todas  las 
iglesias  de  nota  del  mundo. 

Nuestra  señora  de  la  Garde,  izada  en  un  peñasco, 
colina  o  montaña,  según  los  términos  de  comparación, 


—  59  — 

tiene  el  mar  i  la  ciudad  a  sus  pies,  lo  cual  no  impide  que 
la  ciudad  sea  mui  mal  sana  i  el  mar  detestable,  i  mucho 
menos  que  la  santa  o  la  virjen  tenga  todos  los  muros  de 
su  iglesia  cubiertos  con  placas  e  inscripciones  conmemo- 
rativas de  algún  suceso  feliz  del  cual  los  feligreses  echan 
la  culpa  a  la  inocente  inmaculada,  quien  seguramente  no 
lo  ha  comido  ni  lo  ha  bebido.  Ella,  según  los  letreros, 
ha  salvado  buques  i  ha  curado  enfermos ;  en  cuanto  a 
los  buques  perdidos  i  a  los  enfermos  muertos,  los  letre- 
ros están  mudos;-  no  cuentan  sino  los  éxitos  felices! 

¡Por  fin  concluí  de  leer  «Fabiola  >!  una  oovelita  cató- 
lica escrita  por  el  cardenal  Wiseman,  para  entreteni- 
miento e  ilustración  de  los  fieles.  « Fabiola  o  la  Iglesia 
de  las  catacumbas  >,  me  ha  sido  regalada  por  la  señora 
del  Cónsul  Calvari,  con  fines  morales;  por  ejemplo,  ha- 
cerme mucho  mas  cristiano,  católico,  apostólico  i  ro- 
mano, i  lo  ha  conseguido.  La  obrita  es  mui  moral  i  mui 
atractiva  por  sus  bellezas  literarias,  aun  cuando  no  tanto 
por  sus  anacronismos  i  falta  de  naturalidad  en  algunos 
casos.  Por  ejemplo,  un  niño  de  14  años,  Pancracio, 
al  salir  de  la  escuela,  tiene  una  conversación  con  su  ma- 
dre, i  en  medio  de  un  discurso  mui  académico  i  poco 
a  propósito  para  ser  dicho  en  familia,  nos  sorprende  con 
esta  frase:  c  Así  fué,  que  mientras  yo  al  escribir  lo  es- 
taba desenvolviendo,  mi  corazón  latia  violentamente,  mi 
imajinacion  parecia  de  fuego;  el  recuerdo  de  tus  leccio- 
nes i  las  prácticas  de  nuestro  hogar  doméstico,  se  repre- 
sentaban tan  a  lo  vivo  en  mi  mente,  que  conmovido  todo 
mi  ser,  sentía  circular  la  sangre  por  mis  venas  con  desu- 
dada precipitación  i  violencia!».  El  tema  que  desenvolvia 
el  niño  en  la  escuela  i  al  cual  se  refiere,  es  el  siguiente, 
dado  por  su  maestro  Casiano.  <  El  verdadero  filósofo 
debe  estar  siempre  dispuesto  a  morir  por  la  verdad  >; 
tema  mui  adaptado  a  los  medios  i  las  aptitudes  de  un 
escolar  de  14  años,  i  tan  fecundo,  qife  gracias  a  él  como 
se  ve,  el  niño  Pancracio,  con  una  precocidad  alarmante, 
descubrió  en  los  primeros  albores  de  la  era  cristiana, 


—  60    - 

nada  menos  que  la  circulación  de  la  sangre,  vuelta  des- 
cubrir por  Harvey  en  1628,  según  lo  aseguran  algunos 
mentecatos. 

I«2ste  anacronismo,  es  disculpable,  i  sólo  supone  una 
distracción  producida  por  el  hábito  de  referirse  a  ideas 
comunes  i  familiarmente  repetidas;  pero  con  el  amane- 
ramiento de  Pancracio,  no  sucede  lo  mismo ;  ningún  niño- 
habla  así,  i  mucho  menos  conversando  con  su  madre. 

Chateaubriand  en  sus  Memorias  de  ultratumba,  dice : 
«La  malveillance  et  le  denigrement,  sont  les  deux  carac- 
teres de  r  esprit  francais ;  la  moquerie  et  la  calomnie  le 
resultat  certain  d'une  confidence  >^.  Debe  ser  así,  pues  á  no 
serlo,  no  tendria  curso  corriente  este  refrán  o  aforismo : 
«Entre  veinte  individuos  hai  cuando  menos  un  pillo, 
salvo  si  son  marselleses,  en  cuyo  caso  hai  cuatro.  ¿Será 
esto  un  resultado  de  la  maledicencia  solamente  ?  pensaba 
yo  una  mañana  en  el  restaurant  de  la  Reserve,  Maison 
Roubion  a  donde  fuimos  á  almorzar  con  el  Cónsul  Mo- 
lina Salas  i  su  interesante  mujer;  no,  tal  vez  el  construc- 
tor de  esa  frase,  ha  estado  en  este  hotel,  seguí  pensando, 
i  entonces  su  desconsolador  sentido  ha  podido  tener  un 
fondo  de  verdad.  Los  cuatro  pillos  marselleses,  son  pro- 
bablemente los  dueños  del  hotel  de  la  Reserve,  los  finan- 
cistas mas  descarados  i  atentos  de  la  comarca ;  eso  si, 
lo  arruinan  a  usted  con  una  esquisita  cortesía  i  las  ma- 
neras mas  delicadas.  Al  volver  de  este  modelo  de  alber- 
gue, caminando  a  lo  largo  de  la  Corniche,  ancho  paseo 
construido  a  orillas  del  mar,  el  frió  intenso  nos  presentó 
un  espectáculo  indigno  del  hotel,  es  decir,  mui  digno  de 
ser  apreciado;  en  las  barrancas  de  un  lado  cortadas  a 
pique  para  formar  el  camino,  i  al  pié  de  las  hermosas 
casas  de  campo,  la  nieve  se  había  colgado  en  largos  me- 
chones desiguales,  como  si  una  majada  de  ovejas  desbar- 
rancándose i  rodando  por  las  breñas,  hubiera  dejado 
allí  toda  su  lana. 

Esta  comparación  exactísima  que  yo  me  permití  hacer 
en  alta  voz,  sujirió  a  Molina  un  recuerdo  singular.  Allí, 


—  61  — 

en  aquel  sitio,  me  dijo  señalándome  un  punto  de  la 
playa,  nos  bañábamos  el  año  pasado ;  entre  las  bañistas 
habia  una  preciosa  niña  de- doce  años,  una  verdadera 
estatua  griega;  su  vestido  de  baño,  de  lanilla  blanca, 
con  el  agua  se  encojía  i  se  le  pegaba  al  cuerpo;  cuando 
salia  nosotros  le  hacíamos  calle ;  nunca  he  visto  cuerpo 
de  mujer  mas  perfecto ;  el  vestido  tenue  i  transparente 
no  sólo  modelaba  las  formas,  sino  que  dejaba  apreciar 
el  color  sonrosado  de  las  carnes,  las  sombras  en  las 
depresiones  i  los  puntos  luminosos  en  los  senos ;  en  fin, 
era  una  delicia!  La  madre  la  esperaba  un  poco  lejos  del 
agua  para  envolverla  en  el  peinador,  pero  no  se  daba 
prisa  para  ejecutar  sus  maternales  cuidados,  dejándonos 
tiempo  para  admirar  los  primores  de  su  hija ;  el  novio, 
pues  tenia  uno,  un  príncipe  de  no  sé  cómo,  ya  a  la  fecha 
casado  con  ella,  se  colocaba  al  estremo  de  nuestra  calle; 
feliz  mancebo !  Los  viejos  padres  de  familia  que  habian 
abierto  tamaños  ojos  mientras  la  niña  pasaba,  dirijién- 
dose  a  sus  esposas  o  hijas,  exclamaban;  ¡qué  inmorali- 
dad !  después  de  haber  mirado  a  su  gusto.  En  verdad, 
la  muchacha  era  una  coqueta  i  estaba  segura  de  sus 
triunfos.  Ahora  me  dirán  ustedes  ¿habrian  sospechado 
en  todp  un  señor  Cónsul  tan  serio,  la  facultad  de  descri- 
bir tan  a  lo  vivo  un  cuerpo  de  mujer  saliendo  del  baño, 
i  hacerlo  con  la  misma  práctica  con  que  despacharía  un 
buque? — La  señora  del  Cónsul  no  oyó  la  descripción. 
(Nota  del  interlocutor). — Gracias  a  las  ovejas,  cuya  lana 
quedaba  pendiente  en  las  peñas,  i  por  una  asociación  de 
ideas  entre  lana  i  lanilla  tuve  la  ocasión  de  oir  tan  sa- 
brosa cuento,  i  reconocer  en  el  narrador  calidades  lite- 
rarias dignas  de  encomio.  Mas  adelante  me  contó  una 
historia  de  otro  estilo  pero  igualmente  atractiva  por  su 
orijinalidad;--Sabe  usted  doctor,  me  dijo,  que  uno  de  mis 
colegas  estuvo  a  punto  de  tener  un  duelo  con  otro 
colega?  Pero  lo  raro  es  el  motivo.  Imajínese.  El  Cónsul 

de no  habla  sino   español,  i  aquí  en  Marsella  no 

tenia  con  quien  conversar  a  no  ser  con  sus  colegas;  uno 

de  ellos  el  Cónsul  de le  inspiró  una  gran  simpatía 

i  esa  fué  la  causa  del  duelo;  no  lo  dejaba  ni  a  sol  ni  a 
sombra;  comenzaba  a  visitarlo  al  rayar  el  alba  i  no  lo 


—  62  — 

abandonaba  sino  a  las  doce  de  la  noche,  siempre  con- 
versando ;  lo  convidaba  a  comer,  a  cenar,  a  almorzar,  al 
teatro,  a  los  conciertos,  a  pasear  por  las  calles  i  se 
metia  hasta  en  los  detaUcs  ñas  ínfrnos  de  su  vida.  El 
inspirador  de  tanto  cariño,  ya  no  sabia  cómo  hacer  para 
gozaLT  siquiera  un  momento  de  libertad. —  Mire,  le  dccia, 
tengo  que  hacer. — No  importa,  yo  lo  esperaré,  contes- 
taba el  otro.  —  Espero  jente.  —  Oh !  yo  no  incomodo, 
usted  sabe,  después  que  se  vayan  sus  visitas  saldremos 
a  dar  una  vuelta. —  Pero  deseo  estar  solo.-  Conmigo  es 
como  si  usted  estuviera  solo,  no  se  inquiete  por  mí.  En 
fin,  un  dia  ya  desesperado,  le  dijo :  Vayase  usted  al  de- 
monio o  le  rompo  el  alma.— A  mí?—  Sí,  a  usted,  es  usted 
un  fastidioso,  un  mal  criado,  un  impertinente ;  no  me 
convide  a  comer,  ni  a  cenar,  ni  a  ir  al  teatro,  ni  a  nada, 
ni  vuelva  usted  a  poner  los  pies  en  mi  casa. —  Pero  hom- 
bre, habla  usted  deveras  ?  —  Y  tan  deveras,  que  ya  lo 
verá  usted. 

El  obsequioso  colega  se  quedó  como  quien  ve  visio- 
nes, i  su  víctima  dejándolo  plantado  en  la  calle,  vino  a 
verme  para  que  fuera  a  desafiar  a  su  perseguidor.  —  Yo 
no  podré  vivir  mas,  me  dijo,  donde  viva  ese  mentecato ; 
lo  he  insultado  i  debo  matarlo. —Pero  hombre,  si  no  hai 
motivo  para  un  duelo,  i  en  todo  caso  no  es  a  usted  a 
quien  le  toca  provocarlo.  — No  importa,  hágame  usted  el 
servicio ;  vaya,  véalo  i  que  nombre  sus  padrinos. 

Fui,  lo  vi,  lo  encontré  mui  compunjido,  mui  sorpren- 
dido del  suceso,  creía  que  su  estimado  colega  se  había 
vuelto  loco ;  cjijo  que  jamás  había  visto  el  menor  signo 
de  disgusto  en  él  i  que  su  repentina  salida  lo  habia  de- 
jado aturdido. 

Al  fin  pude  convencer  al  otro  colega,  de  que  no  tenia 
razón,  i  todo  quedó  terminado  estableciéndose  un  regla- 
mento para  las  futuras  visitas  e  invitaciones. 

Fuimos  el  dia  6  al  Prado  i  vimos  patinar  en  un  pe- 
queño lago ;  -  nada  de  mui  sorprendente  todo  esto,  pero 
caminamos  seis  quilómetros  i  yo  he  tenido  una  conver- 


—  63   — 

sacion   agradable   cuyos   puntos  salientes  fueron   estos 
aforismos : 

<  Si  las  mujeres  no  eng^^aran  a  los  hombres  { qué 
harían?  si  se  mostraran  tales  cuales  son,  ¿se  atrevería 
alguien  a  quererlas  concienzudamente,  a  buscarlas,  a 
sacríñcarse  por  ellas,  a  dar  tanto  valor  a  sus  sonrisas,  a 
sus  gracias,  a  sus  palabras  afectuosas,  a  sus  encantos,  a 
sus  bellezas;  se  atrevería  uno  por  fín  reflexionando  un 
poco,  a  casarse  con  ellas,  es  decir,  a  ponerse  una  cadena 
de  presidario,  a  desdoblar  su  persona  ofreciendo  mayor 
blanco  a  los  tiros  de  los  contemporáneos  i  lo  que  es 
mas  a  esponerse  a  ser  ridiculizado,  deshonrado,  dice  la 
sociedad,  sin  culpa  alguna,  sin  acto  de  su  parte,  sin  la 
menor  razón  ni  justicia?  Luego,  yo  no  creo  que  las  mu- 
jeres como  los  hombres  engañen  con  premeditación  en 
jeneral;  cuando  afirman  su  cariño,  su  constancia,  i  se 
entregan,  lo  hacen  salvo  exepciones,  en  momentos  de 
sinceridad ;  ellas  no  saben  cuánto  hai  de  cambiable  en 
su  naturaleza.  La  pasión  proclamada  es  verdad  en  el 
momento  de  la  proclamación,  después  se  hace  mentira. 
Acusar  de  inconstancia  a  las'  mujeres,  es  lo  mismo  que 
acusar  de  variables  a  las  veletas,  calumniándolas  como 
lo  hacemos  sin  sospechar  la  calumnia.  No  son  la^  pobres 
veletas  quienes  cambian,  son  los  vientos ;  ellas  jiran  ce- 
diendo a  una  violencia  i  muchas  veces  sus  gritos  estri- 
dentes en  medio  de  la  noche,  chillados  por  sus  ejes 
herrumbrados,  son  los  quejidos  inútiles  contra  la  fuerza 
bruta  que  las  impele ;  ellas  desearían  estarse  quietas  !> 


De  Marsella  salimos  el  9  i  llegamos  a  París  a  las  once 
de  la  noche,  con  un  frío  conjelador.  Nos  alojamos  en  el 
viejo  Hotel  de  Bade,  un  páramo;  nos  había  sido  recomen- 
dado en  Jénova  por  una  señora  de  Acosta,  venezolana, 
viuda  de  un  Jeneral  ( todas  las  viudas  de  Venezuela  lo 
son  de  algún  Jeneral). 


—  64  — 

Terrible  era  en  aquella  época  el  frió  en  París,  a  lo 
menos  para  mí;  no  podía  leer,  ni  escribir,  ni  pensar. 
Durante  el  día,  estaba  de  pié  o  caminando  por  ímajinar- 
me  que  así  me  procuraba  una  tolerable  temperatura;  i 
de  noche  en  cama,  no  me  atrevía  a  sacar  las  manos  de 
debajo  de  las  cobijas,  a  pesar  del  íue^o  de  la  chimenea. 

No  obstante,  no  lo  pasamos  del  todo  mal,  moralmente, 
por   las    atenciones    de   nuesiros  amigos    i    conocidos. 

Encontramos  a  Mr.  de  Montravel  que  filé  mui  obse- 
quioso con  nosotros,  recordando  haberme  conocido 
muchacho  durante  su  permanencia  en  Buenos  Aires ;  al 
Diputado  Gaillard,  a  quien  habíamos  encontrado  en  Aiz- 
les-Bains;  al  señor  Paul  Mayer,  relación  del  mismo 
orijen;  este  caballero  nos  invitó  a  comer  en  su  casa  i 
nos  presentó  cariñosamente  a  su  familia. 

Conocí  también  a  la  señora  del  Conde  Ormesson, 
empleado  a  la  sazón  en  el  Ministerio  de  Relaciones 
Esteriores,  en  calidad  de  introductor  de  embajadores. 
Nuestros  amigos  Federico  i  Carlos  Portalis,  nos  habían 
dado  una  carta  de  introducción  para  el  señor  Conde  i  su 
mujer,  mas  cuando  fui  a  entregarla,  sólo  hallé  en  su 
casa  a  la  señora  Condesa,  mui  noble,  mui  en  sus  trece  de 
serlo.  El  dia  de  mi  visita  era  el  de  recibo;  por  esa 
causa  había  reunión  plena,  i  tuve  ocasión  de  ser  pre- 
sentado a  una  media  docena  de  nobles  de  ambos  sexos. 

Una  dama  extranjera  a  quien  me  presentaron  en  otra 
casa,  también  noble  pero  de  lejos,  me  causó  gran  pena 
con  sus  referencias;  parecía  acobardada,  a  pesar  de  su 
arrogancia  nativa,  con  ciertos  procesos,  i  según  me  dije- 
ron, ya  no  estaba  tan  segura  de  sí  misma  por  los  sufri- 
mientos de  amor  propio  que  le  ocasionaba  una  discusión 
judicial  cuyo  tema  era  su  honor.  No  había  en  la  acusa- 
ción una  palabra  de  verdad,  según  la  opinión  juiciosa, 
pero  el  solo  hecho  de  discutirse  la  reputación  de  una 
mujer,  basta  para  empañarla.  Lo  mismo  sucede  con  la 
reputación  de  un  hombre,  dirá  el  lector  al  ver  esto,  si  lo 
vé,  i  yo  contestaré ;  es  verdad  ! 


—  65  — 

La  República  francesa  se  encuentra  ahora  en  un  mal 
momento,  i  como  nuestro  país,  no  sabe  a  donde  va.  La 
prensa   libre   amenaza   poner    en    la  picota   a  todo    el 
mundo.    Las  entidades   mas  universalmente   conocidas, 
ven  discutido  su  buen  nombre:  Lesseps,  Eiífel  i  otro9, 
los  ministros,  los  senadores,  los  diputados,  los  miembros 
de  la  Lejion  de  Honor,  todos  cuantos  hasta  hoi  han  sido 
tenidos  en  estima^  son  fustigados  sin  piedad,  aun  antes  de 
saberse  si  son  culpables.  Los  diarios  ingleses  no  mencio- 
nan  la   cuestión  eterna  sino  bajo  este  título :    c  Panamá 
scandals  >   i  como  los  estranjeros,  aun  los  que  no  han' 
estado  en  la  Francia,  conocen,  sin  embargo,  a  Lesseps 
como  factor  del  Canal  de  Suez,  a  Eiffel  por  su  torre,  i  a 
los  funcionarios  públicos  por  ver  sus  nombres   a  cada 
instante,  la  Europa,  pueblo,  cree  que  cuando  esas  gran- 
des personalidades  están  comprometidas,  lo  están  todos 
los  franceses,  i  la  inculpación  recae   sobre  la  Francia, 
cuyas  acciones  políticas  i  económicas  comienzan  a  bajar. 
Los  mismos  promotores  del  escándalo,  ya  tienen  miedo 
de  que  las  consecuencias  se  estiendan   mas  allá   de  su 
propósito,  i  resulte  un  descrédito  real   para  la  nación, 
en  vez  de  un  beneficio  para  la  moral,  sin  mas  satisfac- 
ción de  la  vindicta  pública   que  el   de   ahorcar  a   un 
arquitecto,  como  el  del  cuento,   por  tal  de  matar  algo. 
Parece  además  que  la  cuestión  no  es  simple  ni  puramente 
interna ;  alguien  de  afuera  dirije,  según  piensan  muchos, 
la  maquinaria,  i  se  vale  o  se  ha  valido  de  los  mismos 
franceses  para  deprimir  la  Francia,  en  virtud   del  prin- 
cipio homeopático  «similia  similibus  curantur>.  La^/r- 
Jida  Albion  es  sospechada ;  ella  tiene  interés  en  tomarse 
Marruecos  i  en  quedarse  en  Ejipto,  a  lo  cual  los  fran- 
ceses opondrían  un  obstáculo  formal  si  continuaran  en 
el   pleno  goce  de  su  poder,   importancia  i  crédito.   La 
triple  alianza,  a  su  vez,  secunda  los  propósitos  de  Ingla- 
terra,  en  cuanto   a  eso  de   hacerles  daño  por   razones 
obvias,  entre  ellas,  las  pretensiones  de  Italia  sobre  Túnez 
i  Trípoli. 

En  resumen,  hai,  dicen,  una  conjuración  contra  la 
Francia,  i  cuanto  mas  se  compliquen  los  Panamá  scandals, 
tanto  mejor  para  los  conjurados.  Se  puede  añadir  a  esta 

Por  mares  i  por  tierras  5 


—  66  — 

salsa  otro  ingrediente:  el  empeño  de  la  nobleza  en  de- 
nigrar a  la  República,  i  aun  cuando  esa  nobleza  vea  el 
daño  a  la  nación,  como  los  partidos  son  crueles  i  ciegos, 
el  patriotismo  cede  ante  el  espíritu  de  oposición.  No  se 
paran  en  el  peligro  de  hacer  mal  a  todo  el  país,  con  tal 
de  herir  a  la  República  i  desprestijiar  el  sistema  con  la 
deshonra  de  sus  sostenedores.  Después  se  compondrá 
eso,  dicen  los  nobles,  pero  los  republicanos  comienzan  a 
desear  que  el  gobierno  se  ocupe  un  poco  de  las  cuestio^ 
nes  esteriores. 

*    ♦ 

Salimos  de  París  i  llegamos  a  Londres  el  21,  con 
un  gran  miedo  de  encontrar  una  temperatura  peor 
que  la  de  París.  Por  suerte,  hallamos  un  clima  benig- 
no relativamente,  que  hizo  inútil  usar  abrigo  escepcio- 
nal  i  prender  las  estufas  en  los  primeros  dias.  ¿  Será 
esto  casual  ?  nos  decíamos.  Pero  ahí  estaba  el  hecho 
innegable :  nos  encontrábamos  cómodos  i  no  nos  veíamos 
obligados  a  mantenernos  en  continua  defensa  contra 
el  frío,  con  lo  cual  yo  por  mi  parte,  declaré  calumnia- 
dores a  cuántos  me  habían  hablado  mal  del  invierno  de 
Londres. 

*■    ♦ 

Recopilando  mis  apuntes  para  este  volumen,  hoi  12 
de  setiembre  de  1898,  en  Buenos  Aires,  me  encuentra 
con  algunos  que  inserto  en  toda  su  integridad  i  con  su 
forma  para  conservarles  su  sello  de  actualidad  relativa 
a  los  dias  en  que  fueron  escritos.  En  ellos  encontrará  el 
lector  hasta  problemas  aritméticos  i  aljebráicos.  Sólo- 
suprimo  la  copia  de  una  carta  dirijida  a  un  personaje 
político  de  mi  tierra,  por  las  verdades  que  contiene. 
Decir  verdades,  equivale  a  veces  a  plantar  frescas,  i  yo, 
hoi  por  hoi,  no  me  siento  inclinado  a  plantárselas  en 
público  a  nadie,  pero  guardo  la  copia  por  si  cambio  de 
humor  en  lo  futuro. 


—  67  ^ 

Bajo  el  título  ^  Pajinas  muertas  >,  dejo  subsistente  un 
proyecto  de  prefacio  para  una  edición  de  varios  escritos 
mios  de  diversa  época,  cuyo  título  debía  ser  el  del  mismo 
prefacio. 

Como  se  vé  por  el  presente  volumen,  cuyo  testo  ha- 
bría tenido  cabida  en  esa  edición,  he  renunciado  al  titulo 
i  al  prefacio  ;  también  a  la  edición  completa,  por  ahora, 
i  si  no  elimino  el  proyectado  encabezamiento,  es  porque 
los  conceptos  espresados  en  él  pueden  salir  solos  al 
público  i  por  su  propia  cuenta,  pues  no  por  no  figurar 
én  un  prefacio  de  mamotretos  dejan  de  ser  verdaderos, 
a  mi  juicio,  i  aplicables  a  todo  conjunto  de  notas  tomadas 
a  lo  largo  de  la  vida,  por  cualquier  hombre  amigo 
de  escribir  sus  recuerdos. 

Hé  aquí  mis  viejas  notas. 


1893,  Enero  29, — Londres.  Nos  hemos  instalado  ayer 
en  15a  Clifford  Stt.  Bond  Street  W,  en  un  precioso  i 
cómodo  departamento.  ¿Por  qué  tamaña  nomenclatura 
para  designar  una  casa?  Hai  tal  número  de  calles  en 
este  monstruo  de  ciudad,  que  es  imposible  retener  los 
nombres  de  todas,  no  siendo  raro  hallar  dos  o  mas  del 
mismo  nombre;  por  esto,  cuando  una  calle  secundaria 
está  cerca  de  una  mui  conocida,  se  añade  el  nombre  de 
ésta  al  de  aquella,  i  así  todo  pasa  en  paz  i  conformidad. 
Hai  calles  tan  cortas  que  tienen  cuatro  casas:  HoUy 
Stret,  por  ejemplo,  i  otras  tan  largas  que  han  requerido 
varios  nombres;  ¡vaya  uno  a  saber  todo  estol  Clifford 
Street  está  en  lo  más  central  de  la  ciudad,  a  veinte  pasos 
de  New- Bond,  a  dos  cuadras  de  Picadilli,  i  a  dos  i  media 
de  Regent  Street.  Pues,  en  Clifford  Street  Bond  Street 
15»,  vivían  seis  mujeres,  de  las  cuales  sólo  he  visto  tres 
hasta  ahora.  Hai  según  referencias  dos  hermanas,  un^ 
de  ellas  visible,  bastante  buena  moza  (tiene  un  granito 
pasajero  en  la  cara)  es  alta,  i  no  sé  mas  de  ella;  la 
hermana  no  se  ha  mostrado;  las  dos  son  las  dueñ.'is  o 
encargadas    de   la    casa;  las  otras  cuatro  mujeres  son 


—  68  — 

sirvientes,  de  las  cuales  dos  hai  visibles;  bonita  la  una, 
fea  la  otra.  Es  cuanto  por  el  momento  puedo  informar 
sobre  el  asunto. 

Febrero  2, —  Indudablemente,  en  mi  casa  las  seis  mu- 
jeres se  han  repartido  los  papeles  de  este  modo :  visibles 
tres,  invisibles  tres ;  bonitas  dos,  fea  una,  de  las  visibles ; 
de  las  otras  no  hai  noticias  estéticas;  supongo  que  habrá 
una  bonita  i  dos  feas  para  compensar  el  esceso  de  be- 
lleza relativa  entre  las  visibles ;  silenciosas  tres ;  absolu- 
tamente insonoras  tres;  metódicas  seis;  abstinentes  seis. 

Tengo  gana  de  prender  fuego  a  la  casa  para  ver  que 
hacen ;  me  incomodan  con  su  absoluta  supresión ;  yo  no 
estoi  acostumbrado  a  vivir  con  personas  que  no  existen 
ni  con  brujas,  ni  adivinas.  Como  no  veo  a  nadie,  no 
tengo  a  quien  pedir  lo  que  necesito,  sino  llamando  es- 
presamente  a  la  sirviente  más  visible,  la  fea;  pero  una 
vez  hecho  el  pedido,  se  acabó  todo  motivo  de  relación, 
pues  al  día  siguiente  a  la  misma  hora  en  que  necesité 
el  dia  anterior  agua  caliente,  por  ejemplo,  entra  una  re- 
gadera seguida  de  la  muchacha  fea,  i  lo  mismo  todos 
los  dias;  agua  caliente  para  toda  la  vida ! 

Febrero  3.—  Primer  dia  de  fog,  neblina  negra,  las 
nubes  o  mas  bien  la  nube  que  cubre  Londres,  baja  a  las 
calles  arrastrando  las  partículas  de  carbón  de  la  atmós- 
fera, el  ácido  sulfúrico  i  otros  materiales ;  arriba  el  cielo 
está  rojo,  sombrío.  Londres  arregla  los  asuntos  de  la 
luz  al  revés  de  otras  ciudades:  a  media  noche  es  de  dia, 
i  los  dias  son  de  noche ;  pero,  no  es  verdad  que  no  se 
vea  un  objeto  a  un  metro  de  distancia,  durante  el  mas 
fuerte  fog;  se  puede  leer  los  mas  pequeños  caracteres 
a  la  luz  de  una  vela  i  a  la  distancia  habitual.  Las  direc- 
toras de  nuestra  casa  se  han  hecho  ahora  mas  invisibles 
que  nunca  a  causa  de  haberse  complicado  con  el  fog  su 
habitual  misterio.  Sin  embargo,  ya  sé  algo  mas.  a  cerca 


—  69  — 

de  ellas;  se  llaman  las  señoritas  *  *  *,  son  huérfanas  de 
padre  i  madre,  por  lo  tanto  alguna  vez  han  nacido,  i 
pertenecen  desde  luego  al  jénero  humano.  Una  de  ellas 
es  rara,  dice  la  hermana  visible;  yo  la  supongo  histérica; 
toca  el  piano,  {  cuándo,  dónde  ?  nadie  podrá  decirlo  ni 
vanagloriarse  de  haberla  oído;  habla  algunas  veces, 
siempre  mui  poco  según  su  hermana;  tiene  lindo  nom- 
bre, se  llama  Aid  a,  nada  menos.  La  visible  también 
tiene  nombre,  pero  de  eso  hablaremos  otro  dia. 

Febrero  4, —  La  verdad,  ayer  no  me  acordaba  del 
nombre  de  la  invisible,  pero  hoi  cuando  entró  la  rega- 
dera de  agua  caliente,  le  pregunté  a  la  sirviente  fea 
cómo  se  llamaba  la  señorita  visible  —  Eujenia —  me  dijo, 
i  yo  trasmito  su  respuesta  a  la  posteridad  sin  quitarle  ni 
añadirle  una  coma,  como  hacen  algunos  historiadores 
con  hechos  de  menor  importancia  aun. 

Es  de  dia— Yes  Sir  thankyou  — Si  señor,  gracias.  Ahora 
debo  trasmitir  otras  tres  cosas  ala  posteridad.  loque  para 
saber  si  es  de  dia  o  de  noche  en  Londres,  hai  que  averi- 
guarlo mui  detenidamente  (la  luz  no  cuenta).  2»  que  la 
sirviente  fea  se  llama  Margarita.  3©  que  Margarita  no  dice 
jamás  una  palabra  sin  añadir  thank  you.  Así,  yo,  a  quien 
se  pega  con  mucha  facilidad  cualquier  buen  hábito  o  cos- 
tumbre virtuosa,  ya  he  tomado  también  el  estribillo  i 
añado :  thank  you  en  las  partes  de  la  oración  que  menos 
se  prestan  a  ello ;  digo,  por  ejemplo :  «  voi  a  tomar  mis 
guantes,  thank  you;  almorzaremos  ya?  thank  you  i 
buen  día,  thank  you. 

Pedrero  6, —  Ayer  he  ido  a  lo  de  don  Mateo  Clark,  a 
tomar  el  lunch.  La  señora  de  Clark  es  una  linda  mujer, 
mas  bien  dicho,  una  hermosa  dama  i  de  un  estilo  mui 
poco  jeneral.  No  entiende  la  vida  como  las  señoras  de 
mi  tierra;  allí  piensan  que  una  madre  de  familia  no  es 
buena   si   no  es  intratable,  si  no  habla  constantemente 


—  yo- 
de sus  hijos,  si  no  interrumpe  toda  conversación  para 
reprenderlos,  llamarlos  ú  ordenarles  algo,  si  no  es  en 
una  palabra,  el  verdugo  de  sus  hijos  i  la  mujer  mas  incó- 
moda para  su  sociedad.  La  señora  de  Clark  tiene  un 
círculo  estenso  principalmente  de  Sud-americanos  de 
todas  las  naciones ;  se  ocupa  de  sus  niños  lo  bastante 
para  educarlos  admirablemente;  no  los  muestra  ni  dema- 
siado ni  mui  poco,  pero  sí  lo  justo  para  hacerlos  a!dorar 
de  sus  amigos.  Las  tres  criaturas  son  tres  ánjeles,  mo- 
delos de  belleza,  de  salud  i  de  buena  crianza;  las  tres 
hablan  cuatro  idiomas  a  tan  tierna  edad,  pues  la  mayor 
tiene  apenas  cinco  años.  Además  la  señora  encuentra 
tiempo  para  cumplir  sus  deberes  sociales  i  para  estudiar 
pintura,  música  i  esgrima;  monta  todos  los  días  a  ca- 
ballo i  pasea  mucho  a  pié.  Todo  puede  hacer  por  la 
división  escrupulosa  de  su  tiempo.  El  señor  Clark  sería 
un  hombre  mui  feliz  si  no  estuviera  tan  ocupado  i  no  cre- 
yera tanto  en  la  acción  individual  para  la  resolución  de 
todos  los  problemas  de  la  vida,  cuando  esa  acción  es 
casi  nula. 

Febrero  7. —  En  una  pajina  de  estos  apuntes  escrita 
en  África,  prometí  escribir  cuando  tuviera  tiempo,  bajo 
este  título  «  Meditaciones  en  Arjel  >  lo  que  estuve  pen- 
sando mientras  me  paseaba  durante  una  fuerte  lluvia 
debajo  de  las  galerías,  cerca  del  Hotel  Oasis.  Ahora  me 
ocurre  contarlo. 

♦    ♦ 

Febrero  13, —  No  pude  cumplir  la  promesa  el  dia  7 
ni  los  siguientes,  como  se  ve  por  la  fecha  actual,*  ni  hoi 
tampoco  puedo  porque  quiero  dar  lugar  a  otros  inci- 
dentes. Ayer  hemos  estado  en  lo  del  señor  Alejandro 
Paz,  que  nos  había  invitado  a  comer;  comimos,  natu- 
ralmente. Estaba  también  allí  el  señor  ♦  *  *  +,  un  honabre 
mui  agradable,  quien  entre  mil  asuntos,  llegó  a  tratar  de 
algunos  problemas  de  números  i  los  presentó  como  ma- 


—  71  — 

ravillas  sin  solución.  Yo  le  dije  que  todo  ello  podría 
demostrarse  i  esplicarse,  por  cuanto  lo  que  aparecía 
como  maravilla  o  adivinanza,  no  era  jeneralmente  sino 
la  espresion  de  una  fórmula  aljebráíca  i  que  tal  vez  yo 
le  daría  la  solución  de  los  propuestos. 

—  Será  usted  un  sabio,  me  contestó»  i  yo  no  sabré 
cómo  elojiarlo  si  lo  hace. 

La  siguiente  carta  que  hoi  le  escribo,  instruye  a  cerca 
de  este  incidente,  i  da  la  solución  de  los  dos  problemas 
que  me  puso.  «Mi  estimado  señor  ♦  *  ♦  •  Anoche  al  llegar 
a  casa,  me  ocupé  de  sus  problemas,  a  pesar  de  la  hora 
avanzada,  i  tuve  la  suerte  de  resolverlos,  felicitándome  a 
raí  mismo  por  no  haber  olvidado  mis  matemáticas  a 
través  de  la  medicina,  la  literatura  i  la  política.  Le 
incluyo  en  esta,  la  resolución  por  la  cual  me  debe  usted 
un  gran  elojio,  según  su  promesa.  El  primer  problema  es 
más  sencillo  ;  no  pongo  en  haberlo  resuelto  amor  propio, 
porque  conservaba  alguna  reminiscencia  a  cerca  de  él ; 
en  cuanto  al  segundo,  es  diferente  el  caso,  pues  no  tenía 
á  su  respecto  la  menor  idea ;  observo,  sin  embargo,  que 
los  dos,  aun  cuando  tienen  forma  distinta,  son  iguales  en 
el  fondo. 

«  lo  Se  puede  anunciar  a  prior  i  las  cifras  que  espre- 
sen la  diferencia  entre  dos  cantidades  de  tres  guarismos 
en  que  el  restando  las  tenga  invertidas  con  relación  al 
Testador,  porque  <  toda  cantidad  de  tres  guarismos 
comparada  con  otra  de  los  mismos,  en  la  cual  las  cifras 
estén  invertidas,  dará  una  diferencia  éspresada  por  un 
grupo,  cuya  cifra  media  será  9,  siendo  la  suma  de  las 
dos  estremas  9  también,  i  la  de  las  tres  18. 

,..        ,         123         421         532        862     ,,  ,   ,         , 
Ejemplos:    32J  ;      ^;       235*'       2^     Usted  vera 

19^       297         297         594 

la  razón  de  ello,  sustituyendo,  en  la  fórmula  para  el  otro 
problema,  las  libras,  chelines  i  peniques  por  centenas, 
decenas  i  unidades. 

€  2o  Si  de  una  suma  de  libras, .  chelines  i  peniques, 
compuesta  con  números  díjitos,  se  resta  otra  formada 


~  12  — 

con  las  mismas  cifras  invertidas^  i  si  a  la  diferencia  se  le 
suma  una  cantidad  representada  con  las  cifras  de  ella 
misma  a  la  inversa,  el  resultado  será  siempre  £  12, 
18,  II. 

Ejemplo :  Sean  las  cantidades  £  4,  6,  8,  i  f  8,  6,  4. 
Para  la  facilidad  de  la  resta  colocaremos  como  restando 
la  cantidad  mayor,  es  decir,  la  que  tiene  mas  libras,  i 
por  consiguiente  menos  peniques,  por  la  razón  de  4a 
inversión;  así : 

£.8.6.4 

Menos >      4  .     6  .     8     in virtiendo  las  cifras 

Diferencia..  .   f.     3  .  19  .     8 

Mas >      8  .  19  .     3     invirtiendo  las  cifras 

Suma £.   12  .  18  .  II  de  la  diferencia  con  su 

inversión,  siempre  constante.  Razón:  Para  hacer  la  dife- 
rencia o  resta  de  los  peniques,  usted  tiene  que  añadir  al 
restando,  un  chelin  o  sea  12  peniques  quitándolos  a  los 
chelines,  i  para  hacer  la  resta  de  los  chelines  (  como  las 
cifras  del  restando  i  restador  eran  iguales,  i  el  restando 
ha  perdido  un  chelin)  usted  tiene  que  añadirle  I  £  o  sea 
20  chelines  quitándolos  a  las  libras.  Por  consiguiente, 
tendrá  usted  para  el  restando,  provisionalmente,  £  7. 
Ch.  20   +  (6  —  1).    P    12  +    4  o  sea:  £  7  .  25  .  16. 

Restando  de  esto »  4  -.     6  .     8, 

queda  £  3  .  19  .  8  es  decir,  tres  cantidades  en  que 
siempre  la  del  medio  será  19,  i  siempre  la  suma  de  los 
dos  estremos  será  II,  i  por  tanto,  la  suma  de  ellas  con 
la  invertida,  dará  £  12.  Ch.  18  i  P.  II,  por  cuanto  los 
chelines  siendo  invariablemente  19,  sumados  consigo 
mismos  dan  38  =  20  -h  18  =^  £  I  f  Ch.  18,  i  aña- 
diendo la  libra  a  los  II  del  estremo  izquierdo  da 
12  =   II   +  I. 

«  Esto  se  verificará  cualesquiera  que  sean  las  cifras» 
con  tal  de  representar  díjitos,  como  es  el  problema.  En 
efecto :  llamemos  n  al  número  de  libras,  s  al  de  chelines 
i  ^  al  de  peniques;  (n,  s  i  p  pueden  ser  cualquier 
número  díjito  de  la  cantidad   propuesta).    Tendrá  pues 

£  n.s.p~^SLp.s.n;o  sea  para  la  diferencia  de 
libras,  chelines  i  peniques  : 


—  73 


Para  las  libras        (    u  —  I  —  /  ). 

>  los  peniques  (12  •}-  p  —  n). 

>  los  chelines  (20  +  j  —  I  —  s  ),  Y  por  lo 
tanto  la  suma  de  libras  con  peniques  o  de  peniques  con 
libras  =  (;^—  I  -\.  p  ^  12  +  p  —  «)  =  Destruyendo 
las  letras  ¡guales  de  diferente  signo : 

(»—  I  — /  ^  12 -{-p—  n)  =  —  1  +  12  =  11  — 
Siempre  II  para  los  dos  estrenaos  o  sea:  suma  de  L.  * 
con  P.*   o  de  P.  *  con  L.^ 

<  Para  los  chelines,  su  representante  (20  +  ^  —  I  —  s) 
=  20  —  I  =  19.  Siempre  19,  que  sumado  consigo  mismo, 
por  la  inversión,  da  19  -|-  19  =  38  =  £  I  .  18,  i  por 
tanto  el  total  :  £  II  +  £  I  +  Ch.  18  +  P.  II  = 
£  12.  18,  11. 

<  Lo  que  se  quería  demostrar. 

Suyo  aftmo.  —  E.  Wilde  ». 

La  peor  broma  que  le  pueden  hacer  a  un  hombre,  es 
suponerle  conocimientos  que  no  tiene ;  si  *  *  *  *  no  sabe 
áljebra  fresco  estoi  con  mi  demostración! 

Febrero  14. —  He  conocido  hoi  a  Tosti,  el  famoso 
compositor  de  romanzas  sentimentales.  Es  un  hombre 
de  edad  provecta  i  cuya  estatura  no  mide  ni  aun  de 
lejos,  las  dimensiones  de  su  talento  cuyo  alcance  sabe, 
lo  que  le  hace  ser  un  tanto  desconsiderado  en  sus  juicios 
respecto  a  sus  colegas.  Infiero  a  pesar  de  mi  respeto 
por  su  jénio,  que  padece  del  error  común  a  todos  los 
maestros  de  cualquier  arte;  cree  que  el  eje  del  mundo 
está  en  su  enseñanza  í  por  ende  en  su  individuo.  Glad- 
stone  es  nada  al  lado  de  un  músico  o  pintor  engreido 
por  la  opinión  pública. 


—  74  — 

He  conocido  también  al  famoso  maestro  de  armas 
XX;  desprecia  a  Marte,  a  Wellington,  a  César  i  a  Napo- 
león, i  aplica  a  la  esgrima  lo  que  los  maestros  cantores 
i  pintores  aplican  a  la  música  i  a  la  pintura. 

Londres  se  presta  prodijiosamente  a  todas  las  pedan- 
terías nacionales  e  internacionales,  i  las  paga  con  es- 
plendidez. A  pesar  de  la  regla  común,  todos  son  aquí 
profetas  en  su  tierra,  i  hai  además  una  provisión  inag^o- 
table  de  profetas  estranjeros.  Londres  es  el  mundo 
entero  i  no  son  estrañas  por  tanto  estas  aparentes  ano- 
malías. Es  admirable  la  facilidad  con  que  cualquier  pre- 
tensión se  impone  asumiendo  las  formas  de  una  audacia 
solemne,  concorde  con  el  carácter  inglés.  Pero  todo  es 
mas  o  menos  portentoso. 

Los  clubs  sociales  i  políticos,  por  ejemplo,  cuyo  nú- 
mero es  mui  grande,  son  instituciones  dignas  de  estudio. 
Cada  socio  que  no  tiene  una  gran  casa  ni  una  g^ran 
renta,  encuentra  en  ellos  el  modo  de  sustituir  esos  dos 
elementos;  su  club  es  su  escritorio,  su  biblioteca,  su 
casa,  durante  el  dia  i  su  medio  social;  allí  tiene  todo 
aseado,  confortable  i  opulento.  Una  de  las  particulari- 
dades mas  provechosas  de  los  clubs,  es  la  de  suministrar 
a  los  socios  las  noticias  de  todo  el  mundo  i  del  movi- 
miento interno  de  la  metrópoli  en  todos  sus  ramos,  por 
medio  de  aparatos  automáticos  eléctricos  que  funcionan 
todo  el  dia,  imprimiendo  en  tiras  u  hojas  del  papel, 
cuanto  ocurre  en  política,  en  negocios  comerciales,  en 
diversiones  i  en  todo  lo  concerniente  a  la  jestion  de  la 
vida,  si  tiene  algún  interés  o  puede  satisfacer  alguna  cu- 
riosidad. Un  inglés  con  su  club,  escepto  dinero,  necesita 
mui  pocas  cosas  privadas  i  para  su  uso  esclusivo. 


• 


Febrero  17,  —  Pues,  las  meditaciones  de  Arjel  prome- 
tidas, tenían  por  tema  el  título  i  el  prefacio  de  una  pro- 
yectada edición  de  varios  escritos  míos,  como  lo  dije, 
inéditos  algunos,  ya  publicados  otros.  El  título  era 
«  Pajinas    muertas  >  pero  no  me  acuerdo  ya  bien  como 


—  75  - 

redacté  en  mi  mente  lo  que  ahora  trato  de  recompone! , 
proponiéndome  dejarlo  en  esta  forma: 

PAJINAS    MUERTAS 

Prefacio,  ... 

( Mi  querido  lector te  pido  disculpa 

he  cambiado  de  idea ....  me  parece  mejor  pon^r  el  pro- 
metido prefacio  en  otra  de  mis  obras,  que  se  titulará 
<  Prometeo  i  compañía»  próxima  a  salir ) 

Rebrero  ^'^.  — Muchos  dias  se  me  pasan  sin  escribir,  lo 
prueban  las  fechas  de  este  cuaderno.  En  los  traifscurri- 
dos,  he  hecho  mil  cosas  de  que  daré  cuenta  poco  a  poco: 
ahora  contaré  solo  qué  me  encontré  en  Carlton-club  con 
un  joven  inglés  ex-rico  i  maniático  por  los  juegos  de  socie- 
dad i  los  problemas  ;  hablando,  hablando,  dijo  que  en  la 
escuela  le  habían  puesto  una  cuenta  cuyo  resultado  sabía, 
pero  cuya  esplicacion  jamás  había  encontrado  ni  creía  po- 
sible encontrar.  La  proposición  era  (testual):  ¿What 
price  are  eggs  a  dozen,  if  by  getting  two  more  for  a 
shelling,  you  cheapen  them  one  penny  a  dozen?  Yo  le 
dije  que  eso  era  mui  fácil  i  le  redacté  en  el  acto  lo  si- 
guiente :  «  According  to  the  problem  when  the  price  of 
(12-1-2)  14  eggs  will  be  the  first  price  of  12  eggs  plus 
I  sh  or  12  pence,  the  price  of  12  eggs  will  be  I  p  cheea- 
per  than  the  first  price — Well ;  let  x  be  the  first  price; 

you  will  have ;  14  :  ¿r  -f-  12/  :;  \2  \  x  —\  p;  \\  x  — 

144  4-  14 
14  =  12  :ir  +  144;   íü  = ^- =  7^  the  first  price; 

then  that  of  14  eggs  =  79  +  12  =  91y  and  it  is  so  be- 
cause  14  :  91  ::  12  :  :*:  —  I  and  ^  -  I  =  79  —  I  =  78 
Q.  E.  D. 


41      * 


Mareo  21,  París, — No  he  apuntado  nada  desde  el  24 
de  Febrero  ;  sin  embargo,  mi  vida  ha  sido  enteramente 
ocupada  en  Londres  hasta  mi  salida  para  Francia,  que 


—  76  — 

fué  el  14  de  marzo  ;  ahora  tampoco  tengo  tiempo  de  con- 
tar mis  observaciones  i  me  limitaré  a  marcar  fechas  para 
mi  uso  particular,  añadiendo  lijeras  notas.  Dejamos  el  25 
de  febrero  nuestro  alojamiento  de  CliíTord  Street  para 
ir  a  vivir  con  la  familia  de  Edwards  en  su  casa,  14 
Graven  Hill  Lancaster  Gate.  La  familia  de  Edwards 
consta  de  él,  su  señora,  llamada  Grace,  una  niñita,  May,  i 
la  institutriz  de  esta.  Mr.  Edwards  es  un  noble  caballero 
cuya  amistad  me  supongo  durará  mientras  viyamos  él 
i  yo.  No  tenía  el  menor  motivo  para  obligarnos,  como 
lo  hizo,  a  vivir  en  su  casa,  donde  nos  obsequió  durante 
mas  de  medio  mes,  de  la  manera  mas  desprendida,  obli- 
gando nuestra  gratitud  para  siempre.  Solo  habíamos 
llevado  para  él  una  carta  de  introducción  del  Conde  Paul 
de  Montravel  i  sin  mas  que  eso  i  a  pesar  de  nuestra  resis- 
tencia, nos  forzó  a  aceptar  su  galante  invitación.  Un  dia, 
cuando  ya  teníamos  cierta  confianza,  tuvimos  el  siguiente 
diálogo. 

—  Mr.  Edwards. 

—  Doctor. 

—  Usted  me  parece  un  tanto  loco. 

—  Por  qué  ? 

—  Usted  obra  sin  motivos  racionales. 

—  No  sé  en  qué. 

—  A  qué  viene  esta  jenerosidad  con  nosotros  a  quienes 
usted  no  conoce  i  cuando  ninguna  retribución  puede 
esperar  ? 

—  Friendship. .  .sympathy. .  .  me  respondió  Edwards, 
i  sin  mas  me  dio  la  espalda  i  se  largó  a  la  City. 

Otro  dia  en  la  mesa,  sabiendo  que  el  vino  del  Rhin 
rico,  es  mui  caro  i  ese  era  el  que  nos  daba,  por  evitarle 
un  gasto  exajerado,  le  dije  : 

—  Mr.  Edwards. 

—  Doctor. 

—  A  mí  me  gusta  comer  con  vino  francés  común,  vino 
de  mesa,  regular  no  mas. 

—  Ah  !  mui  bien  doctor,  mui  bien. 

Así  concluyó  el  segundo  diálogo,  pero  al  otro  dia  en 
la  comida,  nos  hizo  servir  vino  francés ....  Chateau 
Laffite  lejítimo. 


—  n  — 

Desde  entonces  tengo  a  Mr.  Edwards  por  incorre- 
jible. 

Grace,  Mrs.  Edwards,  es  una  joven  amable,  graciosa, 
como  lo  indica  su  nombre,  bondadosa,  prudente  i  muí 
afectuosa  ;  es  una  joya  de  mujer.  Educa  a  su  hijita  May 
como  los  reyes  educan  a  las  princesas. 

May  toca  el  piano,  pinta,  hace  toda  clase  de  jimnasia 
compatible  con  el  decoro  de  su  sexo  i  de  su  edad,  i  es 
además  una  criatura  adorable,  de  una  belleza  i  una  gracia 
encantadoras.  Tenemos    de   ella    veinte   retratos,  i  nos 
deleitamos  en  mirarlos  cuando    May  no  está  presente. 
Como  yo   soi  tan  afectuoso  con  los  niños  en  jeneral,  í  lo 
he  sido  hasta  el  estremo  con  ella,  sinceramente  i  de  todo 
corazón,  he  obtenido  su  retrato  en  miniatura  sobre  por- 
celana, con  un  marco  de  oro  ;  en  cambio  le  he  prometido 
i  le  mandaré  apenas   llegue  a  Buenos  Aires,  una  colec- 
ción de  mariposas,  porque  May  es  coleccionista,  i  desea 
tener  unas   de  Sud  América,  del  Paraguai,  i  el  norte  de 
la  República  Arjentina,  principalmente,  según  dice  ella, 
pues  ha  visto  algunas  con  alas   azules    mui  raras   i  le 
han  dicho  que  son  del    Paraguai.  May  tiene  ahora  de 
seis  a  siete  años,  creo;   ya  sabe  mas  de  historia  natu- 
ral i  de  jeografía   que  cualquiera  de  nuestros   senado- 
res al   Congreso,  i   es  particularmente  deliciosa  cuando 
trata  con  la  seriedad  i  el  movimiento  animado  de  faccio- 
nes que  la   caracterizan,   adaptado  a  las  circunstancias, 
cuestiones  de  alta  ciencia  con  su  papá  o  su  institutriz.  Su 
museo  de  colecciones  contiene  un  gran  surtido  de  cajones 
adaptados  a  su  objeto,  que  ajustan  perfectamente  en  sus 
armarios.  May  sabe  de  memoria,  la  ubicación  en  ellos  de 
cada  mariposa  notable. 

El  14  (de  febrero)  nos  instalamos  en  París  en  el 
hotel  de  Bade;  allí  estuvimos  hasta  el  19,  dia  en  que  nos 
trasladamos  al  Hotel  Cusset  de  la  calle  Richelieu,  por 
hallarse  en  él  Urtubei  i  su  señora,  i  poder  yo  dejar  a 
Guillermina  con  ellos  mientras  fuera  a  Londres,  a  donde 
debía  volver  por  asuntos  particulares. 

Pero  antes  de  ir  a  Londres,  debía  ir  a  Bélgica;  salí 
de  París  el  21,  llegué  el  mismo  dia  a  Bruselas  i  permanecí 
allí  hasta  el  23,  fecha  en  que  me  trasladé  a  Londres.  El 


—  78  — 

24  dejé  esta  ciudad  i  llegué  el  25  a  las  5  i  media  de  la 
mañana  a  París.  Al  día  siguiente,  26,  salimos  para  Bar- 
celona, a  donde  llegamos  el  27,  i  habiendo  hecho  un  viaje 
molesto  por  la  dificultad  de  combinar  las  salidas  de  los 
trenes  con  las  horas  cómodas. 

*    * 

1893.  Mayo  20,  Buenos  Aires,— 'Exí  Barcelona  perma- 
necimos seis  dias  rodeados  de  nuestros  amigos,  obse- 
quiados como  antes  i  sin  tiempo  casi  para  gozar  de 
tantas  atenciones  i  tener  el  placer  de  retribuirlas.  Nos 
embarcamos  el  2  de  Abril  en  el  vapor  <  Orione,  >  buque 
italiano,  capitán  Victor  Emanuele  Lavarello. 

A  bordo  nos  encontramos  entre  otros  pasajeros  ama- 
bles, con  el  señor  Gustavo  Paroletti  i  su  señora,  una 
distinguida  dama.  El  señor  Paroletti,  escritor,  poeta  i 
periodista,  se  dirijía  a  Buenos  Aires  para  ponerse  al  frente 
de  un  diario  italiano.  Hicimos  con  él  i  su  señora  Rosa 
mui  buenas  amistades,  que  espero  no  serán  rotas  ni  en- 
friadas por  causa  alguna,  dada  su  sinceridad  i  las  exe- 
lentes  calidades  de  la  pareja  italiana. 

Lavarello  el  capitán,  es  el  hombre  mas  bueno,  que  no 
pisa  jamás  sobre  la  tierra,  pero  sí  que  cruza  los  mares; 
conoce  el  Atlántico  al  dedillo  i  parece  que  las  olas  al 
pasar  le  hacen  un  saludo  como  a  un  viejo  amigo.  No 
afecta  ninguna  arrogancia  ni  pretensión,  atiende  a  todo  el 
mundo  con  cariño,  i  como  conversador  entretenido  i  eru- 
dito en  crónica  social  de  ambos  mundos,  no  tiene  precio. 

Estamos  desde  el  19  de  abril  en  esta  ciudad,  la  gran, 
capital  del  Sud,  i  por  lo  tanto  doi  fin  a  estos  apuntes^ 
para  volver  a  tomar  el  hilo  cuando  haga  otro  viaje,  aun- 
que sea  a  pocas  leguas,  pues  de  lo  que  me  pasa  en  el 
lugar  de  mi  residencia,  no  me  gusta  dar  cuenta,  sea 
porque  carece  de  interés  o  por  otras  yerbas. 

Nota.  Ya  he  mandado  a  May  una  hermosísima  colee-, 
cion  de  mariposas  arjentinas  i  paraguayas,  i  he  colgado 
en  sitio  visible  las  miniaturas  de  la  dulce  niñita. 


III 


SÜD  AMfiBIGA:  CHILE  I  PERO 

Desde  Chile. 

Cartas  confidenciaUs. 

Valparaíso,  febrero  18  de  1895. 

TÚ  conoces  el  Alto  Grande  en  la  línea  del  Pacífico  ? 

Pues  te  felicito ;  yo  también  lo  conozco ;  es  el  mejor 
justificativo  del  dulce  nombre  que  lleva  nuestro  planeta 
i  constituye  la  única  i  desagradable  novedad  en  el  viaje 
desde  Buenos  Aires  hasta  Mendoza. 

Si  después  de  pasarlo  ( hablo  siempre  del  Alto 
Grande )  no  tuviera  uno  la  satisfacción  de  encontrar 
algunos  correlijionarios  políticos  en  el  anden  de  la  esta- 
ción San  Luis,  el  Alto  Grande  sería  insoportable. 

Te  comunico  que  Mendoza  (ciudad)  no  ha  sido  lle- 
vada en  su  totalidad  por  ninguna  inundación;  la  que 
hubo  le  causó  algunos  desperfectos,  pero  mayores  le 
causan  todos  los  dias  los  políticos  i  nadie  se  alarma,  aun 
cuando  todos  saben,  que  entre  el  desborde  de  una  ace- 
quia i  el  de  una  lejislatura  o  de  un  gobernador,  es  pre- 
ferible el  primero. 


-  80  — 

La  cordillera  de  los  Andes  es  mui  inferior  a  su  fama. 
El  cóndor  tan  cantado  por  nuestros  poetas  i  otros  em- 
busteroSf  es  un  mito ;  no  hai  tal  cóndor ;  a  lo  menos  yo 
no  he  visto  ninguno,  i  aun  mas,  hablando  con  un  arriero 
que  viaja  por  esas  comarcas  desde  el  tiempo  de  San 
Martin,  he  tenido  el  disgusto  de  oirle  decir :  <  Si  pues, 
señor ;  antes  mentaban  cabayeros  que  decian  que  ha- 
bian  oido  hablar  de  un  pájaro  que  solia  asomarse  de 
cuando  en  cuando,  pero  yo  no  lo  he  divisao  nunca  :^. 

El  Puente  del  Inca  es  notable  por  esta  singular  cir- 
cunstancia: no  es  puente  ni  lo  ha  sido  jamás. 

Había  en  tiempo  de  antaño,  probablemente,  una  que- 
brada continua  por  cuyo  fondo  corria  un  poco  de  agua, 
con  el  nombre  de  rio  Mendoza.  Por  efecto  de  la  tempe- 
ratura, de  los  hielos,  de  los  vientos  o  de  las  lluvias,  las 
peñas  se  desmoronaron  como  sucede  a  cada  momento, 
i  las  piedras  i  tierra  cayeron  al  lecho  del  rio,  pero  no 
haciendo  un  conglomerado  sino  dejando  resquicios  por 
los  que  continuó  pasando  el  agua,  la  que  con  su  tenaci- 
dad consiguió  practicar  un  agujero,  una  especie  de  túnel 
en  el  fondo  del  relleno.  Si  a  todo  lo  que  hai  encima  de 
un  agujero  se  le  llama  puente,  el  del  Inca  lo  será ;  de 
otro  modo  no.  Pero  conservémosle  su  nombre,  con  el 
cual  en  verdad  no  hace  mal  a  nadie  i  te  diré  que  uno  de 
estos  dias  nos  vamos  a  quedar  el  Inca  i  nosotros  sin 
puente;  ya  parte  del  terreno  que  lo  forma  se  ha  desmp- 
.  roñado  reduciendo  su  ancho  ;  si  no  salvan  lo  restante 
todo  se  irá  al  fondo  de  la  quebrada. 

Nos  hemos  bañado  en  las  aguas  termales  del  Fuente 
del  Inca  (nota  para  los  que  no  lo  sepan :  en  la  falda  de 
la  quebrada  contigua  al  puente  hai  vertientes  termales) 
i  es  fácil  calcular  el  beneficio  que  podria  resultar  para 
la  salud  i  para  la  industria  de  formar  ahí  un  gran  esta- 
blecimiento. Desgraciadamente  nada  puede  hacerse;  el 


—  81  ~ 

terreno  está  en  pleito ,  cosa  sumamente  perjudicial  para 
los  transeúntes  i  en  particular  para  el  ganado  vacuno; 
pues  gracias  al  pleito,  los  potreros  han  sido  destinados 
a  los  bueyes  que  van  a  Chile  para  ser  debidamente  me> 
rendados,  i  ya  no  tienen  una  mata  de  pasto  con  que 
obsequiar  a  las  vacas  de  su  comitiva. 

Está  de  Dios  que  no  ha  de  haber  un  solo  nombre  bien 
puesto  en  la  cordillera.  En  Las  Vacas  no  hai  una  sola 
vaca,  i  en  Las  Cuevas,  paraje  donde  se  pasa  la  noche,  no 
existe  la  menor  cueva.  —  ¡  Qué  señor,  ni  ratones   hai ! 
I  cómo  quiere  que  haya  cuevas  ?  me  contestó  una  moza 
bien  mantenida  a  quien  pedí  datos  acerca  del  orijen  del 
nombre.  De  Las  Cuevas  se  emprende  la  subida  de  la 
cordillera  propiamente  dicha,  a  las  cuatro  de  la  mañana, 
i  es  un  curioso  espectáculo  el  de  los  viajeros,  ataviados  ' 
como  lo  permiten  sus  recursos  i  en  la  forma  más  estra- 
falaria, andando  de  un  lado  para  otro,  precedidos  de  un 
farol,  en  busca  de  su  montura ;  la  confusión  reinante,  los 
reclamos,  los  sustos,  los  gritos  de  las  mujeres,  la  orga- 
nización de  la  cabalgata  i  la  marcha,  en  fín,  en  un  orden 
admirable    que   no    sé   cómo  consiguen    establecer  los 
arrieros.  Luego  se  vé  a  lo  largo  de  la   pendiente  una 
hilera  de  jinetes  de  diverso  sexo,  algunos  sin  apariencias 
definidas  de  ninguno,  gracias  a  sus   atavíos ;  procesión 
compuesta  de  caballeros  i  señoras  de  todas  las  naciones 
del  orbe,  caminando   en  silencio,  a  tientas,  sin  mas  luz 
que  la  de   las  estrellas,  mas  numerosas  allí  que  en  parte 
alguna,  pues  en  realidad,  según  dicen  las  mujeres  de  la 
Arjentina,  no  hai  en  toda  la  bóveda  celeste  donde  prmer 
la  punta  de  un   alfíler.  La  via  láctea  ha  desaparecido, 
todo  el  cielo  es  una  via  láctea  pero  infinitamente  mas 
brillante  que  nuestra  antigua  conocida  de  las  comarcas 
donde  hai  brumas  i  nubes.  De  tiempo  en  tiempo  se  oye 
la  voz  de  los  arrieros  entonando  un  párrafo  semicantado 
dirijido  a  las  nubes  para  recomendarles   compostura  i 
prudencia,  i  las  moles  de  granito  repiten  i  devuelven  con 
su  eco  la  voz  de  mando.  Primero  no  se  vé  sino  bultos 

Por  mares  i  por  tierras  6 


—  82  - 

mas  o  menos  sombríos  que  avanzan,  se  mueven  o  están 
quietos;  las  pisadas  de  las  cabalgaduras  hacen  crujir 
las  piedras,  con  un  compás  metódico.  El  viajero  se  en- 
trega a  sus  meditaciones,  no  debiendo  preocuparse  de 
la  dirección  de  su  muía,  pues  ella  sabe  mas  jeografia  que 
su  jinete  i  se  guarda  bien  de  obedecerle  cuando  intenta 
contrariarla.  Es  imposible  encontrar  animales  mas  inte- 
lijentes  que  estas  muías  de  arriero  acostumbradas  a  tan 
peligroso  camino;  la  mia  se  paraba  cuando  queria  o  se 
metía  por  donde  le  daba  la  gana;  una  vez  quise  indu- 
cirla en  una  senda  oblicua ;  rechazó  la  oferta ;  le  di  un 
talonazo,  se  paró  ;  le  di  otro,  ella  meneó  la  cabeza  con 
tales  muestras  de  enerjía  que  me  desarmó;  después  de 
un  momento  emprendió  de  nuevo  la  marcha  a  su  capri- 
cho; tenia  razón,  el  elejido  por  ella  era  el  buen  camino. 
Entonces  yo,  obedeciendo  a  uno  de  esos  impulsos  de 
imparcialidad  i  de  justicia  que  me  son  familiares,  alcé  las 
manos  al  cielo  estrellado  i  esclamé  :  ¡  Dios  de  las  alturas, 
permite  que  algún  dia  mi  patria  tenga  un  Congreso  de 
muías  i  un  Poder  Ejecutivo  compuesto  de  machos,  para 
que  la  República  sea  conducida  por  un  buen  camino ! 

♦    ♦ 

Cuando  comienza  a  aclarar,  la  escena  cambia,  el  pai- 
saje árido  i  tremendo  se  anima;  uno  encuentra  su  indi- 
viduo en  sí  mismo,  i  comparándose  con  el  escenario  en 
que  las  moles  jigantescas  se  alzan  de  todos  lados  hasta 
tocar  el  cielo,  reconoce  su  pequenez  i  su  miseria. 

Allá  muevan  feroz  guerra. 

Ciegos  reyes,  . .  pensaba  yo  mirando  al  Aconcagua 
a  quien  nadie  impuso  leyes ! 

Sin  embargo,  el  Aconcagua  se  hace  cada  dia  mas 
chico  i  sus  vecinos  i  sus  hijos,  los  montes  formados  por 
los  fragmentos  de  granito  que  ruedan  de  sus  faldas,  lo 
imitan  en  su  decadencia,  urjidos  por  las  altas  i  bajas  de 
la  temperatura  que  revientan  su  tejido,  forman  grietas  en 
sus  caras  i  cubriéndolos  de  surcos  como  arrugas  de  una 
piel  que  se  envejece,  preparan  su  destrucción,  en  un 
futuro  de  millones  de  años,  para  hacer  entrar  sus  en- 


—  83  — 

hiestas  cumbres,  en  la  terrible  e  inevitable  horizontal 
niveladora  de  orbes  1 

La  rotación  de  la  tierra,  la  formación  de  cavernas 
por  el  enfriamiento . . .  basta  ¡  quién  se  pone  a  pensar 
en  jeolojía  en  frente  del  Aconcagfua  ! 

A  las  cinco  de  la  mañana  llegamos  a  la  cumbre ;  los 
primeros  rayos  del  sol  reflejados  en  los'  picos  nevados, 
etc.,  etc.  Ah  !  me  habia  olvidado  de  la  aurora,  con  sus 
tintes  purpúreos,  que  está  antes  i  de  una  suave  brisa 
como  la  que  se  encuentra  en  los  versos  de  cualquiera  de 
nuestros  poetas  laureados. .  .  en  fin,  ya  tú  puedes  calcu- 
lar lo  que  una  imajinacion  poética  y  entusiasta  como  la 
mia,  podria  escribir  sobre  semejante  emerjencia. 

En  la  cumbre  hacia  calor  para  no  interrumpir  la  serie 
de  contradicciones  en  las  cosas  i  en  las  palabras. 

La  vista  de  la  parte  chilena  desde  las  alturas  es  sor- 
prendente ;  a  uno  le  parece  estar  descubriendo  un  nuevo, 
mundo.  La  bajada  se  hace  con  toda  comodidad,  no  hai 
tales  precipicios  ni  peligros ;  todo  eso  es  apócrifo. 

En  mi  viaje  por  la  cordillera  he  reflexionado  mucho 
sobre  filosofía  i  moral  i  a  propósito  de  los  nombres  ina- 
decuados, he  llegado  a  formular  esta  máxima  que  te 
recomiendo:  «Lastres  cuartas  partes  de  toda  afirma- 
ción son  mentira  >. 

La  única  cosa  grande  i  verdadera,  es  la  política ;  allí 
encuentras  tú  sinceridad,  cordura,  lealtad,  franqueza, 
elevación  de  sentimientos,  respeto,  por  las  opiniones, 
consecuencia  en  las  amistades  i  todo  cuanto  contribuye 
a  levantar  la  intelijencia  humana  ! 

Por  eso  en  mi  próxima  carta,  apartándome  de  la  pe- 
quenez de  los  Andes,  de  Ja  miseria  de  la  cordillera  i  de 
otras  bagatelas,  te  contaré  como  he  defendido  yo  la  po- 
lítica interna  de  nuestra  tierra,  contra  estos  pobres  chile- 
nos que  se  atreven  a  lanzar  apreciaciones  irreverentes. 


«    * 


—  84  — 

Para  saber  el  valor  de  las  personas  se  requiere  a 
veces  cambiar  de  escenario.  Yo  estaba  acostumbrado  a 
considerar  a  Norberto  Quirno  Costa  como  un  buen  com- 
pañero, buen  estudiante,  buen  contemporáneo,  buen  ciu- 
dadano i  buen  abogado,  i  lo  miraba  con  aquel  descuido 
que  se  tiene  por  las  cosas  adquiridas  i  por  las  amistades 
seguras,  apreciando  sus  calidades  con  esa  merma  que 
uno  pone  para  juzgar  a  sus  semejantes,  cuando  los  tiene 
mui  a  la  mano.  Quirno  Costa  visto  en  Chile  i  a  través 
de  la  obra  que  ha  ejecutado,  está  cien  codos  arriba  de 
la  medida  que,  por  el  gasto  que  el  trato  familiar  pro- 
duce, le  asignan  sus  compañeros  i  sus  colegas.  Por  lo 
demás  eso  es  humano.  No  hai  hombre  de  valer  para  su 
próximo  —  no  confundir  con  prójimo. 

Quirno  Costa  ha  adquirido  aquí  la  consideración,  el 
respeto  i  el  cariño  que  merece  i  ha  sabido  granjearse 
la  simpatía  general  con  su  tino  para  tratar  los  asun- 
tos públicos,  con  su  cultura,  bondad  e  intelijencia 
para  acomodarse  a  las  exijencias  de  una  sociedad 
nueva,  siendo  secundado  en  esto  por  su  tan  distinguida 
familia 

Francamente,  yo  he  sentido  un  gran  contento  al  apre- 
ciar el  grado  de  estimación  en  que  es  tenido  nuestro 
ministro  aquí  por  la  sociedad  i  por  los  hombres  de  go- 
bierno. Como  diplomático,  Quirno  hará  lo  que  haría  el 
mejor  i  mas  preparado  de  nuestros  políticos.  La  clave 
de  su  conducta  está  encerrada  en  esto  :  Suaviter  in 
modo,  fortiter  in  re. 

Yo  soi  envidioso,  naturalmente ;  la  envidia  es  la  mas 
racional  de  las  altas  calidades  que  un  hombre  puede 
tener.  Si  en  lugar  de  prohibirla  en  el  Decálogo  la  hubie- 
ran puesto  entre  las  virtudes  teologales,  esa  elevada 
pasión  no  seria  tan  perjudicada  en  sus  derechos.  «  No 
codiciar  los  bienes  ajenos  » — «  no  desear  la  mujer  de 
su  prójimo  ».  Eso  es  prohibir  precisamente  lo  mas 
natural  i  lo  mas  racional.  ¿Querrá  acaso  el  Decálogo 
que  uno  codicie  los  males  ajenos  o  que  desee  la  mujer 
propia  que,  según  nuestra  santa  madre  la  Iglesia,  debe 
estar  siempre  a  la  mano  ? 

Bien,  pues,  yo  tengo  envidia  de  la  posición  de  Quirno 


—  85  — 

i  en  virtud  de  esa  noble  pasión,  me  es  grato  pregonar 
los  triunfos  del  compañero  i  del  amigo. 


He  conversado  con  muchos  de  los  hombres  mas  distin- 
guidos de  Chile  a  quienes  he  encontrado  en  casa  de  las 
personas  que  sin  motivo  alguno  nos  colman  de  atencio- 
nes i  de  obsequios^  a  tal  punto,  que  estoi  temblando  de 
que  sepan  como  nos  tratamos  en  nuestra  tierra  unos  a 
otros,  catalogándonos  recíprocamente  entre  los  mas 
grandes  bandidos  del  orbe. 


He  tenido  el  placer  de  reanudar  relaciones  con  varios 
amigos  mui  queridos,  como  don  Ambrosio  Montt,  que  no 
me  ha  dejado  hablar  ni  una  palabra,  ni  siquiera  pregun- 
tarle por  su  salud  i  felicitarlo  por  la  Recopilación  de  sus 
dictámenes,  obra  interesantísima  recien  publicada;  Puel- 
ma  Tupper,  nuestro  casi  compatriota  por  su  afecto  i  por 
su  alianza  con  una  arjentina;  Pedro  Montt,  con  quien  nos 
vamos  por  mar  a  Lota ;  Gaspar  Toro  i  su  homónimo 
D.  Domingo,  hijo  de  la  madre  de  los  arjentinos,  como  la 
llaman  a  D*  Emilia  Herrera;  i  espero  ver  mui  pronto  a  mi 
amigo  D.  Diego,  el  erudito  historiador  chileno. 


He  conocido  i  tratado  a  la  familia  del  señor  Guerrero, 
ministro  de  este  país  en  esa;  ella  nos  ha  colmado  de 
atenciones  desde  nuestra  llegada,  lo  mismo  que  la  viuda 
del  ilustre  escritor  Vicuña  Mackena  i  su  hija  Blanca,  un 
tipo  de  belleza  distinguida,  mujer  del  coronel  Vergara 
que  tu  conoces.  Yo  tenia  una  deuda  de  gratitud  para  el 
señor  Vicuña  Mackena  que  hizo  un  estenso  juicio  crítico 
del  «Tiempo  perdido»  i  me  ha  sido  mui  agradable  ma- 
nifestársela a  su  hija. 

La  familia  de  Sarratea,  tan  amiga  de  los  arjentinos  en 
todas  sus  ramas,  ha   sido  también  mui  obsequiosa.  £1 


—  86  — 

doctor  Schoerders,  médico  ruso,  casado  con  una  de  las 
niñas,  tiene  una  quinta  sobre  el  mar  i  un  comedor  de 
cristal,  aislado  sobre  una  peña  cuya  base  baten  las  olas; 
allí  nos  dio  una  comida  (  cuando  digo  nos,  me  refiero  a 
la  familia  de  Quirno  i  a  nosotros  los  arjentinos  recien 
venidos.)  Nadie  puede  hacerse  una  idea  de  la  belleza  del 
sitio  i  del  encanto  de  la  fiesta.  El  mar  Pacífico,  calum- 
niado siempre  en  sus  costumbres,  estaba  esa  noche  tran- 
quilo en  sus  lejanas  ag^uas,  pero  furioso  én  las  costas, 
cosa  que  le  ocurre  con  frecuencia,  i  la  luna,  en  su  plá- 
cida plenitud,  navegando  en  un  cielo  eternamente  claro 
en  estas  rejiones,  mandaba  su  luz  directa  a  través  de  los 
cristales  de  colores  o  los  reflejos  de  sus  rayos  en  el 
mar  inmenso.  En  la  esplanada  habia  fuegos  artificiales,  i 
para  que  nada  faltara,  la  mejor  orquesta  de  estos  pagos 
ejecutaba   trozos  de  un  abundante  i  delicioso  repertorio. 


Don  Francisco  Valdez  Vergara,  ex-ministro,  literato, 
autor,  economista  de  nota  i  periodista,  tiene  en  un  pue- 
blo nuevo,  hecho  por  él  i  varios  accionistas,  una  réjia 
mansión,  con  parque  espléndido,  invernáculos  i  jardines 
preciosos ;  allí,  bajo  los  árboles  ños  dio  un  almuerzo  de 
cien  cubiertos ;  en  la  mesa  se  sentaban  las  señoras  mas 
consideradas  de  esta  sociedad  i  todos  los  caballeros  que 
han  hecho  sonar  su  nombre  en  política,  en  la  banca,  en 
el  comercio  i  en  la  industria :  capitalistas,  propietarios, 
hombres  de  fortuna,  periodistas  i  literatos,  que  viven  en 
estos  alrededores  o  en  Valparaíso  o  pasan  la  estación  de 
verano  en  estos  parajes.  Conocí  con  esta  ocasión  al  señor 
Marcial  Martínez,  ex-ministro  de  Chile  en  Europa  i  repu- 
tadísimo jurisconsulto;  al  señor  Domingo  Sarratea  ex- 
secretario de  Balmaceda  en  Buenos  Aires  i  a  su  joven 
hermano,  al  Dr.  Huneus,  redactor  de  La  Lei^  al  señor 
B.  Dávila  Larrain,  del  Heraldo  i  a  varios  otros  caballe- 
ros, todos  entusiastas  partidarios  de  la  paz,  cuyos  brindis 
elojiosos  en  alto  grado  para  nuestra  república,  eran  una 
condenación  de  toda  propaganda  bélica. 


—  87  — 

En  seguida,  invitados  a  pasar  un  dia  en  su  fundo  por 
D.  Agustín  Edwards,  actual  presidente  del  Senado,  tan 
ventajosamente  conocido  entre  nosotros  por  sus  altas 
calidades  i  su  inmensa  fortuna,  hemos  hecho  relación  con 
él  i  su  encantadora  familia.  £1  señor  Edwards  ñgura 
como  candidato  para  la  presidencia  futura.  Lo  que  mas 
ha  llamado  nuestra  atención  en  esta  residencia  de  verano, 
o  sea  el  Fundo  de  San  Isidro,  es  la  existencia  de  plantas 
i  frutas  tropicales,  al  lado  de  las  propias  de  los  climas 
fríos ;   €  aquí   no  hiela  >  me  dijeron  por  toda  esplicacion. 


Relato  estos  incidentes  personales,  lo  comprenderás 
sin  duda,  no  para  atribuirme  una  popularidad  que  no 
tengo  ni  ambiciono,  sino  por  darte  una  idea  de  los  ele- 
mentos con  que  cuento  para  formar  un  juicio  acertado  de 
la  sociedad  i  de  la  política  del  país  que  visito,  i  terminaré 
las  referencias  a  nuestra  permanencia  de  Viña  del  Mar, 
contándote  que  invitados  a  comer  en  Valparaíso  por  el 
intendente  de  esta  ciudad  señor  Francisco  Pinto,  varias 
veces  ministro  i  diputado  aquí,  sobrino  de  nuestro  jene- 
ral  Garmendia,  nos  encontramos  con  un  banquete  de 
treinta  personas,  digno  del  Savoie  Hotel  (Londres)  con 
el  aditamento  de  la  cortesía  i  delicadeza  con  que  la  seño- 
ra de  Pinto,  una  preciosa  dama  culta  i  sencilla  al  propio 
tiempo,  hacia  los  honores  de  la  casa.  En  frente  de  ella 
se  sentaba  la  señora  Teresa  Cassett  de  Concha,  mujer 
cuya  belleza  llamaría  la  atención  en  cualquier  parte  del 
mundo ;  tú  la  conoces,  ella  me  ha  hablaba  de  tí,  de  Elvira 
con  merecido  elojio  i  del  infortunado  e  inolvidable  Lucio 
López ;  dice  que  ustedes  dos,  Lucio  i  tú,  iban  a  su  casa 
noche  a  noche,  impertinencia  envidiable  de  parte  de 
ustedes,  pero  mui  fácil  de  disculpar. 

Figuraban  también  entre  los  visitantes,  el  señor  Barros 
Luco,  ministro  del  Interior,  hombre  de  gran  valor  i  de 
esperiencia  en  la  vida;  distraído,  medio  indolente  para 
los  sucesos  del  mundo.  Dicen  de  él  que  asiste  al  desarro- 
llo de  los  acontecimientos  como  un  espectador  desde  una 
ventana,  para  verlos  pasar,   interviniendo    mui  poco  en 


—  88  — 

virtud  de  la  convicción  de  que  todo  acontece  obedecien- 
do a  leye»  naturales.  Para  darte  una  idea  de  su  carácter, 
me  bastará  presentarte  este  hecho  sorprendente ;  es  el 
único  ministro  republicano  que  se  distrae  o  se  va,  cuando 
se  discute  en  las  cámaras  el  presupuesto  de  su  departa- 
mento. Ha  sido  ministro  doce  años  i  lleva  miras  de  serlo 
siempre,  para  bien  de  Chile. 

Es  mui  ocurrente  i  tiene  salidas  inapreciables.  Su 
colega,  mi  vecino  en  la  mesa,  era  el  señor  Fernandez 
Albano,  ministro  de  Obras  Públicas,  en  las  cuales  podrá 
invertir  este  año  como  quince  millones  \  sus  proyectos 
son  vastos  i  mui  meditados. 

I  ocupando  el  sitio  que  les  correspondía,  se  hallaban: 
el  señor  Carlos  Walker,  senador,  jefe  del  partido  cleri- 
cal conservador  (no  nos  comimos  mutuamente  a  pesar  de 
encontrarlo  yo  mui  agradable  en  la  mesa)  es  un  caba- 
llero mui  respetado  por  la  firmeza  de  sus  opiniones  i  sus 
bellas  cualidades;  el  señor  Reyes,  miembro  del  Consejo  de 
Estado,  candidato  mui  probable  a  la  presidencia,  abo- 
gado de  nota  i  tal  vez  el  hombre  mas  popular  en  los 
círculos  dirij entes ;  el  Dr.  Domingo  Toro,  miembro  del 
Consejo  de  Estado  ;  el  señor  Lira,  ex-intendente  de  San- 
tiago ;  el  señor  Concha,  hombre  de  gran  fortuna  i  ele- 
vada posición  social ;  el  señor  Vergara,  diputado,  i  otros 
caballeros  chilenos  i  estranjeros  de  ameno  trato  i  nota- 
ble instrucción. 

Cuando  se  retiraron  las  damas,  siguiendo  a  la  señora 
de  Pinto,  la  concurrencia  masculina  se  dividió  en  grupos 
i  la  conversación  se  hizo  animada  i  mas  interesante.  Lo 
que  se  dijo  no  cabe  en  esta  carta,  pero  ya  irá  saliendo 
poco  a  poco  en  las  siguientes  ;  bástete  saber  por  ahora 
que  el  tema  fué  variado,  pero  principalmente  político,  en 
razón  del  carácter  de  los  interlocutores. 


Mañana  nos  vamos  a  Lota  con  Pedro  Montt  i  su  seño- 
ra, por  mar ;  con  solo  pensarlo  me  estremezco  ;  ya  siento 
el  malestar  de  la  navegación.  ¡  No  sé  quién  me  mete  en 
estas  andanzas ! 

*    * 


~  89  — 

SanÜagOj  Marzo  22  de  189S, — Dejemos  mi  viaje  a 
Lota,  mis  escursiones  a  los  fundos  vecinos  a  Santiago, 
incluyendo  el  de  la  clásica  señora  de  Herrera,  de  quien 
le  hablaré  en  otra  carta  i  mis  visitas  a  establecimientos  e 
institutos  de  la  capital  chilena. 

Ya  es  tiempo  de  hablar  de  política  i  quiero  consignar 
mis  impresiones,  mis  observaciones  i  mis  diagnósticos, 
por  mas  que  con  ellos  contraríe  a  los  que  en  uno  i  otro 
país  desean  la  guerra,  que  yo  considero  como  una  cala- 
midad i  un  crimen  por  falta  de  razón  i  de  objeto  para  los 
dos  países. 

He  aplicado  a  la  investigación  sicológica  acerca  del 
punto  de  si  los  chilenos  directores  de  la  cosa  publica  i  el 
pueblo  eficiente,  quieren  o  no  la  guerra,  todo  el  poder  de 
observación  de  que  dispongo;  he  tratado  de  hacer  un 
diagnóstico  como  hago  cuando  tengo  un  verdadero  inte- 
rés en  no  equivocarme,  i  el  resultado  de  este  examen  ha 
sido  el  siguiente :  los  chilenos  no  quieren  la  guerra  i 
harán  lo  posible  por  evitarla  dentro  de  sus  preocupado- 
ties  de  patriotismo,  que  ellos  como  todos  los  pueblos  tie- 
nen, de  acuerdo  con  las  observaciones  sociológicas  de 
Herbert  Spencer. 

Ahora,  las  razones : 

Nadie  piensa  aquí  en  semejante  asunto,  absolutamente 
nadie,  ni  los  mismos  que  hablan  diariamente  o  tratan  el 
tema  en  los  periódicos. 

He  conversado  con. los  hombres  mas  importantes  de 
este  país,  contándose  en  el  número  el  Presidente  de  la 
República,  tres  de  sus  ministros,  tres  de  los  cuatro  almi- 
rantes que  existen  i  varios  militares  con  quienes  he  pasa- 
do treinta  horas  en  la  intimidad  que  imponen  los  viajes  i 
la  permanencia  en  una  misma  casa,  en  el  campo,  i  puedo 
asegurarte  que  para  todos,  la  pretendida  idea  de  guerra 
es  absurda,  ridicula,  imposible,  sin  causa,  motivo,  ni  pre- 
testo. 

4;  La  guerra  se  hace  para  algo  i  por  alguna  causa, 
dicen  los  chilenos  ¿  qué  buscaríamos  nosotros  en  ella  i 
por  qué  razón  la  provocaríamos  ? 

<  ¿  Territorios  ?  ¿  Los  podríamos  conservar,  dado  caso 
que  los  conquistáramos  ? 


—  90  - 

«  { Indemnizaciones  en  dinero  ?  ¿  Con  cuántos  millones 
se  pagarían  nuestros  perjuicios,  suponiendo  que  tuviéra- 
mos la  posibilidad  de  imponer  condiciones  en  nombre  de 
la  victoria  ? 

I  Vendría  la  guerra  por  la  cuestión  de  límites  ? — Pero 
eso  es  una  locura.  —La  cuestión  de  límites  está  rejída  por 
los  tratados  ;  si  surjiera  una  diñcultad,  ella  seria  allanada 
por  la  vía  diplomática,  pues  probablemente  todo  está 
previsto  i  si  sucediera  algo  con  lo  cual  no  se  ha  conta- 
do, i  a  quién  se  le  ocurre  que  la  única  solución  del  miste- 
rioso i  no  calculado  conflicto,  seria  la  pelea  a  mano 
armada,  í  por  consiguiente,  la  ruina  i  la  miseria  tal  vez 
para  los  dos  países  ? 

« Nosotros  somos  reflexivos  i  sesudos,  perdone  la 
vanidad,  me  decía  un  distinguido  hombre  público,  i  difí- 
cilmente nos  metemos  en  aventuras  'arriesgadas;  los 
arjentinos,  aunque  mas  inquietos,  se  hallan  en  el  mismo 
caso,  por  lo  tanto  ninguno  de  los  dos  países  provocará 
la  guerra  sin  graves  motivos  i  ellos  faltan  totalmente. 

<  En  cuanto  a  ustedes,  anadia,  nuestra  creencia  res- 
pecto a  la  posible  actitud  del  pueblo  i  gobierno  de  su 
tierra,  nos  da  una  completa  tranquilidad,  por  mas  que  la 
prensa  de  uno  i  otro  país  no  deje  de  mano  el  tópico. 

€  i  Qué  buscaría  la  Arjentina  en  Chile  ?  ¿  Ensanchar 
su  territorio  ?  Eso  es  ridículo.  ¿Imponernos  contribucio- 
nes para  sufragar  los  gastos  de  la  campaña  ?  No  nece- 
sito contestarme ;  pregúntese  a  cualquier  arjentino  si  ese 
seria  el  móvil  de  sus  actos  !    , 

Y  ¿  por  qué  causa  nos  declararían  la  guerra,  no  pro- 
vocándola nosotros?  ¿Porque  sí?  ¿Por  el  gusto  de  pe- 
lear? ¿  por  saber  quiénes  son  mas  guapos,  por  amor 
propio,  por  susceptibilidades  heridas,  por  rivalidades  de 
predominio  sud-americano  ? 

€  Los  arjentinos  son  muí  serios  para  dejarse  llevar 
por  semejantes  fruslerías.  Tienen  hombres  de  estado 
que  piensan  con  acierto  i  sano  criterio  i  que  aman  dema- 
siado a  su  país  para  meterlo  en  camorras  sin  razón  ni 
fundamento. 

<  Para  que  dos  personas  peleen  se  necesita  que  una 
a  lo   menos   quiera   pelear  i  en  nuestro   caso    ninguna 


—  91  — 

quiere.— ¿Quién  hará  pues  pelear  a  los  chilenos  con  los 
arjentínos,  si  ni  los  arjentinos  ni  los  chilenos  quieren 
pelear  ? 

«Nosotros  no  esperamos,  ciertamente,  ser  atacados 
sin  motivo,  pero  si  lo  fuéramos,  bien  saben  todos  que 
nos  defenderíamos  i  que  no  nos  faltarían  elementos  para 
sostener  nuestro  derecho,  ni  coraje  para  afrontar  todas 
las  situaciones. 

<  Yo  no  niego  la  posibilidad  de  la  guerra  i  comparo 
la  situación  delicada  de  las  dos  repúblicas  con  la  de  una 
maquinaria  movida  por  la  electricidad;  un  niño  puede 
tocar  el  botón  i  echarla  andar.  Por  eso  corresponde  a 
los  hombres  juiciosos  de  los  dos  paises,  precaverse  con- 
tra los  imprudentes  que  pudieran  ponerse  a  tocar  cam- 
panillas sin  calcular  el  daño  que  harían. 

<:  Pero  una  posibilidad  no  es  siquiera  una  probabilidad. 

<  Se  habla  de  antagonismos  i  odiosidades  entre  los 
dos  pueblos. 

<  Usted  lo  está  viendo.  Como  lo  tratamos  a  usted, 
así  tratamos  a  todos  sus  compatriotas.  Hablamos  el 
mismo  idioma  que  ustedes,  tenemos  el  mismo  orijen,  la 
misma  sangre,  los  mismos  gustos,  hábitos  é  intereses 
políticos,  i  por  fin  profesamos  la  misma  relijion.  La 
gran  masa  de  nuestra  población  solo  se  propone  en  el 
dia,  trabajar.  Encerrados  como  estamos  entre  dos 
cordilleras,  necesitamos  duplicar  nuestras  fuerzas  para 
sacar  de  la  parte  cultivable  de  nuestro  territorio,  el  con- 
veniente producto  i  nos  faltan  brazos  para  nuestras 
cosechas  i  nuestras  labranzas.  De  esto  nos  preocupamos 
i  no  de  sacar  a  nuestros  labradores  de  sus  faenas  para 
formar  ejércitos  i  lanzarlos  en  busca  de  aventuras. 

«  Pensando  está  usted  sin  duda,  en  que  no  se  armoniza 
con  sentimientos  tan  pacíficos,  la  guerra  con  el  Perú ! 
Nosotros,  créalo,  no  nos  acusamos  de  haberla  buscado, 
tenemos  la  prueba,  lo  sabe  todo  el  mundo  i  a  ciencia 
cierta,  muchos  de  los  diplomáticos  aquí  residentes,  como 
lo  supo  a  su  tiempo,  el  Dr.  Uriburu,  su  actual  presi- 
dente. 

«  ¿  I  cree  usted  que  nos  ha  convenido  la  guerra  i  la 
victoria  ?  Ojalá  semejante  calamidad  nunca  hubiera  ocu- 


—  92  — 

rrido  i  quiera  Dios  que  las  riquezas  transitorias  que  nos 
da  el  salitre  no  nos  traigan  males  sin  cuento. 

€  Amamos  nuestra  patria,  nadie  lo  duda;  defendere- 
mos hasta  el  último  estremo  nuestros  derechos  sin  que 
ningún  sacrificio  nos  asuste,  cuando  creamos  que  se 
trata  de  nuestro  honor  o  de  la  integridad  nacional ;  pero 
de  esto  a  buscar  querellas  por  un  patriotismo  capri- 
choso, antojadizo  o  artificial,  hai  mucha  distancia. 

«  Hablase  con  exeso  de  la  cuestión  de  límites,  pero 
usted  observará  que  los  verdaderamente  competentes 
se  quedan  callados. 

«  I  quiénes  son  los  competentes,  me  dirá  usted ;  los  que 
han  estudiado  el  asunto  a  derechas,  sobre  el  terreno, 
con  datos  jeográficos  a  la  mano,  sin  pasión  i  con  sereno 
juicio. 

<  Vea  usted  doctor  ;  esta  cuestión  ha  comenzado  a 
tratarse  diplomáticamente  sin  tener  los  elementos  nece- 
sarios para  llevarla  a  buen  término. 

€  No  quiero  herir  la  susceptibilidad  de  nadie,  pero 
leyendo  algunos  documentos  oficiales,  se  nota  cierta 
inseguridad  en  las  ideas  i  confusión  en  los  términos; 
como  cuando  se  hace  una  cosa  puramente  teórica. 

<  Las  frases,  las  estipulaciones  están  en  apariencia 
raui  correctas  i  mui  meditadas,  pero  el  terreno  i  la  jeo- 
graíía  no  se  han  acomodado  a  esa  corrección. 

€  No  negará  usted  que  las  comisiones  técnicas  encar- 
gadas de  fijar  los  límites,  están  haciendo  verdaderos 
descubrimientos  sobre  el  terreno  i  viendo  lo  que  no  se 
puede  ver  sino  de  cerca  i  con  los  instrumentos  en  la 
mano. 

«  {  Puede  acaso  ponerse  en  duda  que  si  esos  estudios 
hubieran  sido  hechos  antes,  se  habría  evitado  vacilacio- 
nes i  procedido  con  conocimientos  mas  positivos  ? 

«  Hablar  de  límites  en  nombre  del  patriotismo  es  mui 
digno,  mui  fácil  i  a  veces  mui  brillante,  pero  casar  los 
cerros  como  las  flores  de  un  papel  pintado,  con  las  esti- 
pulaciones de  los  tratados,  sin  que  salga  mal  tratada  la 
topografía,  es  harina  de  otro  costal. 

€  Crea  señor  doctor,  después  que  las  comisiones  con- 
cluyan su  demarcación,  hemos  de  ver  cosas  que  ni  aun 


—  93  — 


se  ha  sospechado  i  mientras  no  concluyan,  corremos 
riesgo  de  fastidiarnos  recíprocamente  si  hablamos  dema- 
siado, anticipando  soluciones  que  solamente  la  ciencia 
puede  dar  >. 


Hasta  aquí  mi  interlocutor.  Ahora  añado  yo  de  mi 
cosecha  que  en  dos  meses  de  residencia  en  Chile,  con- 
versando con  todo  lo  que  hace  i  decide  la  opinión,  via- 
jando del  sud  al  norte  i  del  este  al  oeste;  visitando 
fundos,  iglesias  i  colejios  e  investigándolo  todo  cuida- 
dosamente, no  he  visto  preocupación  de  guerra  sino  de 
paz,  aun  cuando  creo  a  este  pueblo  prevenido  i  prepa- 
rado a  todo  evento.  Los  hombres  de  gobierno  hablan 
de  administración  i  obras  públicas  i  los  particulares,  en 
los  trenes,  en  las  calles  i  en  las  plazas,  conversan  sobre 
ganado,  riego,  apertura  de  acequias  i  cuando  mas,  sobre 
la  leí  de  conversión  o  la  futura  presidencia,  para  la  cual 
hai  ocho  candidatos,  equivalente  a  no  haber  ninguno. 

Esta  es  la  verdad  o  yo  soi  un  candido,  un  visionario, 
un  inocente  optimista. 

Santiago j  Mareo  23. —  No  le  puedo  perdonar  a  la 
Divina  Providencia  sus  equivocaciones  en  el  mar;  ¿qué 
le  costaba  haberlo  hecho  sin  olas  o  a  lo  menos  haber 
evitado  a  los  navegantes  de  circunstancias  la  desgracia 
de  marearse  ? 

Nuestro  viaje  de  Valparaíso  a  Lota  fué  atroz.  Algunos 
caballeros  de  seriedad  característica  se  marearon  jurídi- 
camente, con  la  solemnidad  i  mesura  de  altos  majistra- 
dos;  yo  de  un  modo  turbulento  i  protestante;  las 
señoras  A.  B.  C.  i  G.  O.  W.  así  llamadas,  según  reza  la 
marca  de  sus  pañuelos,  lo  hicieron  a  su  gusto,  cada 
una  de  acuerdo  con  su  carácter. 

I  todo  a  pesar  de  habernos  embarcado  en  un  tras- 
atlántico, el  «  Potosí »  de . .  .  ?  toneladas,  capitán . .  .  ? 
como  se  dice  en  lenguaje  marítimo  ! 


—  94  — 

En  la  abierta  bahía  de  Lota  nos  esperaba  el  señor 
Mathews  (D.  Enrique),  intendente  de  los  establecimien- 
tos. Desembarcamos  i  por.  un  camino  en  pendiente,  bajo 
la  sombra  de  los  árboles,  fuimos  a  instalarnos  en  la  con- 
fortable casa  preparada. 

Como  habrás  notado,  todos  estos  detalles  son  de  la 
mas  alta  importancia  para  la  literatura  i  la  política  i 
están  sobradamente  esplicados  por  el  hecho  universal 
en  todo  viaje  :  el  viajero  ha  de  hablar  a  cada  rato  de  sí 
mismo  i  no  puede  ser  de  otro  modo,  pues  él  es  el  que 
viaja  i  no  el  lector. 


El  parque  de  Lota  es  un  paraíso;  allí  debe  haber 
nacido  nuestra  madre  Eva!  Yo  iba  ya  a  ponerme  a  bus- 
car a  nuestros  abuelos  cuando  vi  la  fundición  de  metales 
en  la  \ecindad,  los  piques  de  las  usinas  de  carbón  i  una 
fábrica  de  botellas,  todas  cosas  que  acusan  un  modernis- 
mo incompatible  con  los  datos  bíblicos.  Si  allí  estuvo  el 
árbol  del  bien  i  del  mal,  a  la  fecha  está  ya  convertido  en 
carbón  i  tal  vez  el  carbón  quemado  en  la  fundición  o  en 
algún  buque  a  vapor  de  la  Pacific  Steamer  Navigation 
Company  ! 

Te  declaro  que  no  he  visto  en  mi  vida  un  parque  mas 
lindo  que  el  de  Lota.  La  disposición  del  terreno,  la  distri- 
bución de  las  aguas,  la  forma  en  que  han  sido  colocados 
los  árboles,  los  paisajes  que  respectivamente  se  ofrecen  a 
la  vista;  las  fuentes,  las  grutas,  las  construcciones  adap- 
tables al  sitio,  las  estatuas  que  se  presentan  inopinada- 
mente, escondidas  éntrelas  plantas,  o  coronando  algún 
montículo,  como  la  estatua  de  Caupolican,  debida  a  un 
escultor  chileno ;  el  soberbio  palacio  ya  casi  concluido, 
i  el  mar  a  la  izquierda,  a  la  derecha,  en  frente,  en  todas 
partes,  apareciendo  i  desapareciendo  a  cada  paso,  por 
los  claros  de  los  árboles  o  las  depresiones  del  terreno ; 
las  subidas  i  bajadas  en  las  sendas,  con  luz,  con  sombra, 
con  sol;  i  luego  otra  vez  el  mar,  el  mar  siempre,  tran- 
quilo o  ajitado,  limpio  o  brumoso.  A  lo  lejos  el  humo  de 
las  chimeneas,  los  grupos  de  casas  del  pueblito,  la  igle- 
sia, los  grandes  almacenes  de  las  fábricas,  i  por  fin  el 


—  95  — 

ruido  de  la  locomotora  arrastrando  vagones  sobre  el 
muelle  para  embarcar  precipitadamente  el  carbón,  i  los 
ecos  de  los  golpes,  producto  de  la  faena  diaria,  que 
llegan  a  los  oídos  mientras  uno  recorre  soñando  las 
sendas  floridas  o  se  sienta  en  un  banco  junto  a  la  cas- 
cada musical  que  mezcla  sus  voces  uniformes  a  los  rui- 
dos lejanos. 

Pero  lo  mas  digno  de  mención  para  mí  en  este  parque, 
mas  aun  que  su  indiscutible  belleza,  es  la  admirable  pre- 
visión que  parece  haber  predominado  en  la  mente  de 
los  que  idearon  el  plano  i  marcaron  el  sitio  de  cada  una 
de  las  partes  i  su  adorno :  uno  puede  caminar  un  dia 
por  sus  innumerables  sendas  i  avenidas,  sin  cansarse  ni 
aburrirse,  gracias  a  la  disposición  de  cada  paraje. 

Cuando  uno  está  para  fatigarse  subiendo  una  pen- 
diente, se  presenta  un  plano;  cuando  el  plano  comienza 
a  ser  monótono,  hai  ya  una  bajada;  cuando  en  una  ave- 
nida ancha  principia  a  ser  incómodo  el  sol,  derepente 
se  cubre  la  via  i  uno  se  encuentra  bajo  la  sombra  de  los 
árboles;  si  allí  hace  frió,  no  bien  uno  se  apercibe  del 
cambio,  ya  tiene  a  la  vista  un  claro  en  pleno  dia;  i  cuando 
le  parece  haber  caminado  ya  bastante,  un  paso  mas  lo 
conduce  a  un  banco,  donde  puede  reposar  a  su  agrado. 
A  mas,  en  todas  partes  hai  galerías  sinuosas,  ascenden- 
tes, descendentes  o  niveladas,  con  escalones  o  sin  ellos ; 
formadas  por  troncos  de  árboles  en  forma  de  bóveda, 
cubiertas  de  hojas  verdes  i  tachonadas  de  copihues,  unas 
flores  cónicas  de  un  rojo  insolente,  que  obliga  a  mirar- 
las; en  el  curso  de  las  galenas,  de  trecho  en  trecho, 
recintos  mas  amplios  como  glorietas,  con  bancos  rús- 
ticos i  después  otras  galerías  i  una  salida  a  un  balcón  de 
verdura,  sobre  el  mar  o  a  un  jardin  no  visto  antes,  o 
a  la  ruta  ya  conocida,  o  a  una  esplanada,  a  un  prado, 
o   a   una  gruta,   donde  uno    se  pregunta   cómo  ha  ido. 

Mas  allá  el  cercado  de  las  llamas,  gacelas  i  guanacos, 
o  un  lago  con  cisnes,  o  la  cascada  con  su  arrollo  bulli- 
cioso ;  la  casa  del  guarda-bosque,  bonita,  pintoresca;  i 
nuevas  glorietas,  invernáculos,  fuentes  i  almacigos  de 
flores ;  bosques  de  heléchos  entre  piedras  aglomeradas 
con  arte  o  bordeando  los  caminos  ;  i  estatuas  escapadas 


—  96  — 

a  una  inspección  anterior :  el  hombre  sacándose  la  espi- 
na, de  Herculano,  la  Ondina,  un  viejo  barbudo  que  será 
Neptuno  o  Moisés,  las  Gracias,  o  una  mujer  desnuda»  de 
hierro  fundido,  que  se  prepara  a  precipitarse  en  el  tor- 
rente corrida  por  las  miradas  indiscretas.  Luego  el  Labe- 
rinto que  hace  recordar  a  Corfú  i  caer  en  cuenta  de  que 
la  punta  de  Lota  se  parece  a  esa  isla  famosa,  labe- 
rinto de  cipreces  bajos,  con  su  pabellón  en  frente  rodea- 
do de  estatuas  femeninas  que  miran  con  ternura,  a  pesar 
de  sus  pupilas  oxidadas.  I  por  fin,  la  espléndida  morada, 
el  Castillo  hecho  a  todo  costo  i  en  el  cual  se  encuentraa 
reunidas  todas  las  conquistas  del  arte  moderno  aferentes 
a  la  comodidad  unida  al  lujo,  sin  olvidar  lo  mui  sustan- 
cial de  la  cocina  que  allí  presenta,  para  no  dar  sino  un 
detalle,  un  departamento  esclusivo  de  hornos  en  cuyos 
antros  de  hierro  se  puede  asar  al  mismo  tiempo  dos 
elefantes  i  cincuenta  mil  becacinas. 

4>       * 

Esta  es  la  parte  poética  ;  ahora  viene  la  parte  indus- 
trial, causante  de  tales  maravillas  :  las  minas  de  carbón 
con  su  maquinaria,  sus  vías  férreas,  sus  locomotoras  i 
vagones,  su  gran  muelle  al  cual  atracan  los  buques  de 
alto  bordo  ;  las  maestranzas,  carpintería,  herrería,  fun- 
dición de  piezas  i  taller  para  compostura  de  máquinas; 
las  inmensas  bodegas  de  útiles  i  enseres,  la  fábrica  de 
baldosas,  ladrillos  i  caños  de  barro  cocido  de  que  hace 
gran  consumo  Chile  para  el  riego  i  los  desagües ;  la  alfa- 
rería ;  la  manufactura  de  frascos  i  botellas  donde  uno  vé 
la  arena  convertida  en  líquido  transparente  dentro  los 
hornos  i  cien  diablos  con  fígura  humana  sopado  sus  tu- 
bos en  la  ardiente  masa  i  soplando  después  con  las 
mejillas  hinchadas  como  Eolo,  para  entregar  enseguida 
el  producto  de  su  estraña  maniobra  a  una  lejion  de  mu- 
chachos que  acomoda  i  desacomoda  con  un  ruido  infer- 
nal, los  variados  objetos,  yendo  i  viniendo  delante  de  las 
bocas  infernales. 


—  97  - 

En  otra  ubicación  a  distancia  conveniente,  los  hornos 
de  fundición  de  cobre  ocupan  centenares  de  obreros  ;  las 
chimeneas  trepadas  en  las  coHnas  próximas,  tiran  con 
tal  furia  que  llevarían  un  hombre  a  pararlo  en  las  nubes. 
Vimos  varias  sangrías,  es  decir  aperturas  de  hornos, 
para  sacar  i  vaciar  en  moldes  el  metal  fundido  que  corre 
por  las  relieras  como  las  aguas  de  un  rio  de  fuego.  Alh 
están  las  oficinas  de  ensayo,  los  almacenes  i  cuanto  con- 
cierne al  complemento  de  las  operaciones  metalürjicas  i 
al  despacho  de  los  productos  para  el  estranjero. 


Pero  lo  que  mas  viva  i  mas  nueva  sensación  nos  pro- 
dujo, fué  nuestro  descenso  a  una  mina  i  la  visita  a  sus 
compartimentos.  Figúrate  un  pozo  de  4  a  5  metros  de 
diámetro  i  de  doscientos  ochenta  de  profundidad,  a  cuyo 
fondo  lo  bajan  a  uno  en  una  especie  de  jaula  de  hierro, 
por  medio  de  cables  de  alambre.  La  sensación  cuando  el 
descenso  es  rápido,  no  es  agradable ;  a  uno  le  parece 
que  se  le  sube  el  estómago  i  mil  inquietudes  le  asaltan 
al  verse  suspendido  en  el  vacio,  en  las  tinieblas,  oyendo 
el  ruido  de  gotas  que  caen  i  ecos  cortados  que  vienen  de 
las  entrañas  de  la  tierra. 

Mas  apenas  se  llega  al  término,  una  escena  fantástica 
se  presenta:  hai  un  ruido  infernal  de  cadenas,  de  tablas, 
de  planchas  de  hierro  ;  gritos  apurando  caballos,  silbi- 
dos, órdenes,  voces  de  alarma,  resoplidos,  trotes,  fragor 
de  cosas  arrastradas  sobre  rieles,  todo  esto  viniendo  de 
un  fondo  negro,  agujereado  a  veces  por  luces  pequeñas 
amarillas  que  corren,  se  mueven,  se  ladean,  se  bajan,  se 
sumerjen  i  reaparecen,  luces  de  cuyos  caprichos  no  se  dá 
uno  cuenta  hasta  que  sorprende  el  cuerpo  del  delito  a 
mano :  un  muchacho,  un  hombre  o  un  caballo  con  un 
candelero  en  la  cabeza  llevando  una  mecha  encendida. 

Nos  sentamos  en  un  vagón  i  recorrimos  un  túnel  hori- 
zontal de  varios  cientos  de  metros,  encontrando  a  cada 
paso  otros  vagones  cargados  de  carbón  i  cientos  de 
caballos  arrastrando  su  carga,  habituados  a  la  vida  sub- 
terránea, gordos,  contentos  al  parecer.  Llegamos  a  una 

Por  mares  i  por  tierras  6 


—  98  — 

especie  de  celda  practicada  en  la  roca  a  un  lado  de  la 
via ;  era  la  administración  interna  de  la  mina.  Descansa- 
mos un  momento  i  seg^uimos  hasta  las  profundidades;  ya 
estábamos  debajo  del  mar,  porque  las  vetas  de  carbón 
toman  hacia  él ;  visitamos  varios  socavones,  en  alg^unos 
de  los  cuales  tuvimos  que  andar  encorvados,  i  fuimos  por 
fin  a  ver  la  estraccion  en  su  fuente  misma.  Llegados  al 
sitio,  nos  sentamos  en  una  pendiente  a  contemplar  el 
rudo  trabajo.  Un  mozo  con  una  fuerza  atlética  atacaba 
la  veta ;  dio  cien  golpes  de  pico  sin  descansar,  los  conté» 
socavando  una  mole,  i  luego  que  hubo  practicado  una 
hendidura  en  la  base,  con  dos  o  tres  golpes,  hizo  vacilar 
primero,  caer  después  un  enorme  trozo,  con  un  ruido 
terrible  de  ánfora  rota,  un  trozo  prismático  de  facetas 
frescas,  que  a  la  luz  de  los  mecheros  brillaba  como  un 
azabache  colosal. 

Emprendimos  nuestro  regreso  i  ya  mas  habituado  a 
la  semi  oscuridad,  pude  observar  los  detalles  :  Íbamos  en 
un  vagón  empujado  por  hombres  i  nos  precedian  otros 
con  linternas  o  mecheros  en  la  cabeza;  de  tiempo  en 
tiempo  encontrábamos  una  puerta  provista  de  una  gruesa 
cortina  que  alzada,  dejaba  pasar  un  chiflón  de  viento 
(  esta  disposición  es  necesaria  para  distribuir  las  corrien- 
tes de  ventilación  en  las  diversas  ramas  de  la  red  de 
socavones  a  la  cual  penetra  el  aire  por  absorción,  pues 
en  ellas  las  máquinas  hacen  un  vacío  cuya  atmósfera  se 
llena  por  la  boca  de  la  mina  o  sea  el  pique).  En  algunas 
partes  habia  mucha  agua  en  el  piso ;  la  bóveda  en  ciertos 
sitios  era  libre  i  habia  sido  practicada  en  pleno  carbón; 
en  otras  estaba  sostenida  por  tablas  de  pino  o  calzadas 
de  piedra.  Me  llamó  mucho  la  atención  la  cantidad  de  ma- 
dera empleada  allí;  el  gasto  que  ocasiona  esa  necesi- 
dad indirecta  debe  ser  mui  grande  i  así  se  esplica  la  exis- 
tencia de  una  carpintena  esclusivamente  al  servicio  de 
las  minas. 

La  existencia  en  los  túneles  durante  las  horas  de  tra- 
bajo, es  mas  bien  entretenida  ;  cada  obrero  está  urjido 
por  su  tarea  i  no  puede  distraerse  ;  hai  ruido  i  movimien- 
to, casi  alegría  diré,  en  medio  de  la  confusión  de  vehícu- 
los, peones,  caballos,  luces,  gritos  i  voces  que  resuenan» 


—  99  — 

trasmitiendo  órdenes  para  detener  o  avanzar  algún  con- 
voi  i  evitar  colisiones. 

La  hospitalidad  que  se  acuerda  en  Lota  a  los  hués- 
pedes admitidos,  no  tiene  límites ;  la  gran  fortuna  i  la 
proverbial  jenerosidad  de  la  señora  de  Cousiño  i  de  sus 
hijos,  lo  esplica  todo  ;  uno  se  encuentra  allí  mejor  que  en 
su  casa. 

Alguno  de  los  dueños  que  llega  a  su  propiedad  por 
accidente,  se  borra  a  tal  punto  de  la  escena,  que  cuando 
asoma  parece  un  estraño,  un  intruso,  ante  los  huéspedes 
instalados. 

Estando  allí  nosotros,  llegó  el  joven  Carlos  Cousiño, 
que  tú  conoces  ;  ¿  crees  que  le  hicimos  caso  ? — lo  senta- 
mos en  un  estremo  de  la  mesa  a  la  hora  del  almuerzo  i 
al  otro  dia,  cuando  se  fué,  despidiéndose  con  mil  escusas 
de  habernos  molestado,  por  un  esceso  de  deferencia  lo 
acompañamos  al  muelle,  diciéndole  :  que  vuelva  usted 
pronto,  la  casa  está  a  su  disposición. 


Las  diversiones  no  faltaron  en  Lota,  inventadas  i  capi- 
taneadas por  el  escelente  administrador  don  Enrique 
Mathiews;  habia  entretenimientos  para  todos  los  gustos; 
paseos,  escursiones  al  pueblito,  o  los  pueblitos,  mejor 
dicho,  pues  la  señora  de  Cousiño  es  dueña  de  todas  las 
casas  i  del  terreno  habitado  por  cuatro  mil  familias  en 
aquellas  vecindades.  No  faltó  tampoco  la  ocasión  de  cum- 
plir con  los  deberes  relijiosos,  oyendo  misa  en  una  igle- 
sia a  elección,  porque  hai  dos,  la  de  Lota  Alta  i  la  de 
Lota  Baja.  Por  añadidura  yo  tuve  el  gusto  de  visitar  un 
hospital,  bastante  bien  tenido  i  de  tomar  pulsos,  de  lo  cual 
ya  tenia  un  poco  de  nostalgia  ! 

Para  que  nada  faltara,  una  noche  tuvimos  teatro  fami- 
liar. Los  altos  empleados  de  las  diversas  ramas  de  esa 
complicada  administración,  ingleses  en  su  mayor  parte^ 
se  disfrazaron  de  negros,  minstrels^  como  los  norte-ame- 


—  100  — 

ricanos,  i  nos  dieron  una  función  digna  del  mas  alegre  de 
los  teatros;  variada,  curiosa,  orijínal  i  ejecutada  en  todas 
sus  partes  con  esquisita  gracia.  Cada  uno  de  los  míns- 
trels  tocaba  algún  instrumento  o  cantaba  i  bailaba,  todo 
en  la  debida  oportunidad,  intercalando  a  veces  los  ejecu- 
tantes, diálogos  inopinados,  chispeantes  de  espíritu,  joco- 
sos i  llenos  de  humour. 

La  fiesta  concluyó  con  una  zamacueca  bailada  por  el 
director  de  la  fábrica  de  vidrio  i  el  jefe  del  embarque  de 
carbón  (  un  caballero  mui  serio  ordinariamente  )  vestido 
de  mujer.  Era  de  perecer  de  risa  viendo  el  aplomo  de  la 
donosa  negra  improvisada,  imitando  a  una  mujer  del 
pueblo  que  baila  como  quien  desempeña  una  alta  misión. 


No  economizaron  nada  en  fin  para  agradarnos  en  Lota, 
a  donde  fuimos  por  tres  dias  i  nos  quedamos  doce. 

La  víspera  de  nuestra  partida  llegó  el  presidente  don 
Jorje  Montt,  con  tres  de  sus  ministros,  tres  contralmiran- 
tes i  varios  otros  caballeros  militares  i  civiles. 

Las  señoras  de  nuestra  banda  adornaron  la  casa  con 
flores,  dejándola  toda  entera  como  una  glorieta,  en  obse- 
quio al  ilustre  huésped,  que  pasó  allí  un  dia  con  nosotros, 
en  ameno,  franco  i  cordial  trato,  siendo  como  es  el  presi- 
dente de  Chile,  un  caballero  que  une  en  su  carácter  la 
sencillez  a  la  bondad  i  a  la  cultura.  Nos  invitó  a  venir 
con  él  en  su  propio  tren  hasta  Concepción,  galantería 
que  aceptamos  con  placer,  como-  se  supone;  allí  toma- 
ron él  i  sus  exelentes  compañeros,  el  camino  de  Tal- 
cahuano  para  embarcarse  en  ese  puerto,  continuando 
nosotros  al  dia  siguiente  al  Norte,  por  el  ferro- carril  cen- 
tral o  sea  por  el  espinazo  férreo  de  Chile. 

Concluiré  esta  carta,  con  los  datos  que  a  continuación 
se  espresa  (  lenguaje  de  rematador).  La  ciudad  de  Con- 
cepción es  mui  bonita,  nueva,  recien  hecha;  está  situada 
a  orillas  del  Bio-Bio,  un  rio  desgreñado  i  dilapidador  de 
sus  aguas,  por  lo  cual  ha  merecido  un  puente  de  mil  i 
tantos  metros. 


—  lOI  — 

He  conocido  Talcahuano  a  donde  fui  a  ver  el  dique 
para  los  buques  de  guerra;  lo  vi,  es  magnífico,  ha  cos- 
tado mas  de  quinientas  mil  libras  esterlinas  ;  ha  sido 
construido  con  gran  dificultad  por  medio  de  esos  apara- 
tos de  aire  conaprimido  que  permiten  trabajar  debajo  del 
agua.  £1  constructor,  un  injeniero  francés,  Mr.  Dussand, 
nos  esplicó  todos  los  detalles  i  no  contento  de  esto,  nos 
obsequió  con  un  almuerzo. 

En  la  bahia  de  Talcahuano  estaban  en  ese  momento 
dos  buques  de  la  escuadra,  el  «  Blanco  Encalada  »  i 
el  «  Prat>.  Me  invitan  a  verlos  (soi  hombre  de  suer- 
te en  algunas  cosas);  me  traslado  a  bordo  primero  del 
«Prat»  i  después  del  «  Blanco  Encalada  >,  siendo  reci- 
bido con  esquisita  atención  por  los  respectivos  coman- 
dantes don  Vicente  Marino  Jarpa  i  don  Joaquin  Muñoz 
Hurtado. 

Cada  uno  de  estos  caballeros,  en  el  buque  de  su  man- 
do, me  mostró  los  diversos  compartimentos  esplicándome 
con  toda  paciencia  mil  detalles. 

Bajo  su  competente  comando  i  teniendo  la  flota  chilena 
una  exelente  oficialidad  i  no  menos  buena  tripulación, 
los  buques  mencionados  me  parecieron  un  modelo  de 
orden,  aseo  i  cuidado.  Son  dos  formidables  máquinas  de 
guerra,  como  todos  saben,  construidas  de  acuerdo  con 
los  adelantos  modernos. 

Ojalá  se  envejezcan  sin  hacer  una  sola  vez  fuego  sobre 
nadie,  con  sus  terribles  cañones,  para  la  gloria  de  Chile  i 
la  paz  de  Sud- América. 


4> 


Santiago,  Marso  23 .  —T>oxí2í  Emilia  Herrera  de  Toro 
tan  conocida  i  querida  por  los  arjentinos  i  no  menos  por 
los  chilenos,  sienta  sus  reales,  como  sabes,  durante  el 
verano,  en  Águila,  su  precioso  fundo  a  hora  i  cuarto  no- 
minal por  tren,  de  Santiago. 

Si  yo  hubiera  de  hacer  una  calificación  de  las  personas 
importantes  de  Chile,  colocaría  a  la  señora  Emilia  Herre- 
ra entre  los  hombres  de  Estado. 


—  102  — 

Sus  tendencias  políticas  se  desarrollaron  desde  mui 
temprano.  Ella  misma  me  ha  contado  los  oríjenes,  con  ese 
modo  entre  burlón  i  bondadoso  que  tiene  para  espre- 
sarse. 

Recuerda  haber  oido  hablar  mucho  sobre  política,  en 
su  infancia,  en  el  círculo  de  su  familia,  sin  entender,  natu- 
ralmente una  palabra. 

No  habia  cumplido  quince  años  cuando  se  casó  (  debió 
ser  mui  donosa  )  i  su  marido  también  metido  en  política, 
pertenecía  a  un  partido  contrario  al  preferido  instintiva- 
mente por  la  joven  recien  casada.  Ella  no  contrarió 
jamás  abiertamente  a  su  esposo,  pero  con  aquella  mali- 
cia i  habilidad  que  tienen  todas  las  mujeres  para  domi- 
nar a  sus  maridos  e  inducirlos  en  los  caminos  que  a  ellas 
se  les  antoja,  le  impedia  cumplir  con  los  deberes  de  ar- 
diente prosélito.  «Tenian  sus  reuniones  a  las  ocho  de  la 
noche,  dice  doña  Emilia,  en  una  casa  vecina ;  yo  nunca 
le  pedia  que  no  fuera,  pero  con  mil  arterías,  hacia  impo- 
sible su  asistencia ;  demoraba  la  hora  de  comer,  invitaba 
algún  amigo  entretenido  o  le  anunciaba  una  visita  inte- 
resante i  con  estos  u  otros  artificios,  conseguía  retenerlo 
hasta  la  hora  en  que  sus  partidarios  se  retiraban  del 
comité,  cansados  de  esperarlo.  > 

— Y  por  qué  tenia  usted  un  partido  contrario  al  de  su 
marido  ?  le  pregunté. 

— No  sé,  pues,  yo  no  entendia  entonces  nada  de  polí- 
tica. 

— Lo  mismo  les  sucede  ahora  a  muchos  grandes  esta- 
distas indíjenas  i  criollos,  le  contesté. 

Doña  Emilia  conoce  a  los  hombres  mas  conspicuos  de 
la  América  latina,  que  han  estado  en  Santiago  i  aun  a  los 
que  no  han  venido  jamás  a  Chile.  Ha  tenido  a  muchos 
arjentinos  en  su  casa:  Sarmiento  le  ha  dejado  una  infini- 
dad de  retratos  tomados  en  Águila,  donde  ha  pasado 
largas  temporadas.  Mitre,  López,  Irigoyen,  Saenz  Peña  i 
muchos  otros  personajes  arjentinos,  han  mantenido  o 
mantienen  correspondencia  con  ella. 

«  Mi  método  para  escribir  lo  que  pienso,  dice  la  seño- 
ra, es  representarme  a  la  persona  a  quien  escribo,  en 
frente,  i  creer  que  estoi  hablando  con  ella ;  entonces  digo 


—  103  — 

lo  que  se  me  ocurre  sin  correcciones  ni  rectificaciones  i 
con  la  espontaneidad  del  que  habla.  >    v 

La  señora  Emilia  tiene  un  poco  de  vanidad  de  estos 
hechos;  los  refiere  con  gusto  i  los  hace  amables  a  su  inter- 
locutor^ presentándolos  con  toda  naturalidad. 

Conocidas  son  las  relaciones  de  esta  señora  con  los 
hombres  públicos  de  su  país.  Los  presidentes,  ministros, 
diputados,  senadores  i  funcionarios  en  jeneral,  eran  sus 
amigos  desde  lejanos  tiempos  i  muchos  de  ellos  miraban 
su  casa  como  propia.  Allí  por  consiguiente,  se  mantenía 
vivo  el  fuego  sagrado  de  la  propaganda  de  actualidad  i 
se  preparaba  virtualmente  la  materia  prima  de  futuros 
debates. 

Sus  amigos  gozaron  siempre  de  influencia  en  la  admi- 
nistración i  cuento  entre  ellos  a  sus  propios  hijos,  que  a 
su  tiempo  ocuparon  i  ahora  ocupan  posiciones  distingui- 
das. Domingo  Toro,  el  mayor,  es  consejero  de  estado  i 
director  de  la  Casa  de  Acuñación  de  Moneda  ;  otro  de 
ellps,  Santiago,  puede  dividir  en  lejiones  sus  amigos  i 
convertir  la  casa  dé  la  digna  matrona  en  un  club,  donde 
se  reúnan  por  centenares  los  afiliados. 

Como  elementos  personales  para  irradiar  sus  propósi- 
tos, tiene  la  señora  Emilia,  su  jenerosidad,  su  bondad  i  su 
hospitalidad.  A  su  casa  van  los  huéspedes  por  bandadas, 
sin  aviso  previo  i  todo  arjentino  que  llega  al  país,  come- 
tería una  falta  si  no  fuera  a  pasar  por  lo  menos  una 
semana  al  fundo  de  Águila,  durante  el  verano,  o  no  se 
constituyera  en  visita  diaria  en  la  ciudad,  durante  el  in- 
vierno. 

Como  elementos  intrínsecos  mencionaré  su  círculo  de 
asiduos  comensales,  sobre  los  que,  por  los  mas  complica- 
dos i  diversos  motivos,  ella  ejerce  una  lejítima  influencia. 

Alguien  estrañará  esta  singular  situación  de  una  dama, 
pero  toda  estrañeza  desaparece  cuando  se  tiene  en 
cuenta  que  el  tiempo  ha  consagrado  estas  peculiaridades, 
aceptadas  ya  como  una  situación  tradicional  i  crónica 
por  los  habituados  a  pensar  en  armonía  con  la  antigua 
e  intelijente  amiga. 

La  organización  de  la  vida  de  D&  Emilia,  su  casa,  sus 
hábitos,  su  círculo,  sus  hijos,  sus  nueras,  sus  relaciones  i 


—  104  — 

su  conocimiento  de  las  cosas  i  de  los  hombres,  contribu- 
yen a  darle  la  posición  característica  que  mantiene  en 
esta  sociedad,  posición  producida  por  un  conjunto  estra- 
ño  de  hechos  i  de  circunstancias  de  antiguo  oríjen  o  de 
moderna  data. 

Yo  no  conozco  otra  Emilia  Herrera  en  parte  alguna. 

Sus  hijos,  educados  en  el  estranjero,  son  cultos,  de  un 
comercio  facilísimo,  amables,  altruistas,  serviciales,  caba- 
lleros en  toda  la  estension  de  la  palabra.  Adoran  i  obe- 
decen a  su  mamá  sin  observación  ni  sacrificio  :  es  el 
dominio  consentido,  aceptado,  sancionado  por  el  tiempo, 
natural  ya  i  por  lo  tanto,  imperceptible. 

La  señora  Emilia  con  todo,  es  un  poco  autoritaria.  Yo 
no  he  podido  descubrir  sin  embargo  el  resorte  por  el  cual 
esa  tendencia  se  hace  esterior:  no  la  he  visto  mandar, 
pero  la  he  visto  ser  obedecida. 

Iba  yo  a  caer  a  pesar  de  mi  absoluta  falta  de  venera- 
ción por  la  autoridad,  en  la  atmósfera  en  cuyo  circuito  el 
poder  de  atracción  de  la  señora  Emilia  ejerce  su  impe- 
rio, cuando  me  vine  de  Águila,  donde  he  pasado  cinco 
dias  deliciosos. 

Merced  a  ese  esfuerzo  de  emancipación,  puedo  ahora 
escribir  estas  pajinas  con  toda  independencia  i  con  toda 
sinceridad. 

Lo  único  que  ha  sembrado  imborrablemente  en  mí,  la 
señora  doña  Emilia  Herrera  de  Toro,  es  un  gran  afecto 
para  ella  i  para  su  familia. 

*    * 

Santiago,  Marzo  26, — Tú  conoces  Santiago  i  has  po- 
dido apreciar  el  carácter  jeneroso  i  hospitalario  de  su 
población.  A  nosotros  nos  han  tratado  con  una  defe- 
rencia i  un  cariño  que  nunca  olvidaremos  i  lo  mismo 
han  hecho  con  todos  los  arjentinos  que  han  venido,  por 
poco  que  estos  hayan  estado  en  condiciones  de  tiempo  i 
de  lugar  para  tratar  la  sociedad  chilena,  abierta  quizá 
con  demasiada  facilidad,  para  todos  los  estranjeros,  sin 
averiguar  ni  oríjenes  ni  antecedentes  i  por  pura  jenero- 
sidad  i  confianza. 


—  105  — 

En  cuanto  al  Santiago  material,  nada  puedo  decir  que 
tome  de  nuevo  a  mis  lectores.  Es  una  ciudad  mui  estensa, 
con  casas  mui  grandes,  jeneralmente  de  un  piso,  calles 
coloniales,  no  mui  mal  pavimentadas,  con  muchísimos 
trenvias  i  un  estraordinario  movimiento  en  el  centro,  que 
contrasta  con  la  soledad  de  cualquier  sitio  a  dos  cuadras 
de  la  Plaza  de  Armas  en  todas  direcciones. 

Su  organización  urbana  deja  mucho  que  desear.  Sus 
oficinas,  reparticiones  e  instituciones  públicas  son  nume- 
rosas i  tienden  a  aumentarse  i  a  ser  mejor  atendidas. 

Santiago  progresa  visiblemente.  Las  casas  antiguas 
son  reemplazadas  por  otras  mas  modernas  i  mejor  edi- 
ficadas. Así,  los  techos  de  teja  que  tanto  afean,  están  con- 
denados a  desaparecer.  Se  construye  en  la  actualidad 
un  manicomio  i  un  hospital  de  mujeres,  según  los  mas 
aceptados  adelantos.  Se  ha  rectificado  las  márjenes  del 
río  Mapocho  i  se  ha  echado  sobre  él  nuevos  puentes. 

Me  ha  parecido  conveniente  conocer  en  todos  sus  deta- 
lles esta  ciudad  i  he  empleado  un  mes  en  hacerlo. 

Pongo  en  seguida  una  nómina  de  todo  lo  que  he  visto, 
con  un  lijero  comentario,  para  partir  la  diferencia  entre 
una  descripción  i  la  necesidad  de  dar  a  los  lectores  arjen- 
tinos  que  no  viajan,  una  idea  de  lo  que  es  la  capital  chi- 
lena, interesante  sin  duda  para  nosotros. 


Biblioteca  pública,  —  Rica  sobre  todo  en  libros  sud- 
americanos ;  tiene  una  repartición  encargada  de  la  circu- 
lación de  volúmenes  en  los  domicilios. 


Casa  del  Congreso, — Bastante  buena,  actualmente  en 
reforma;  posee  una  biblioteca  exelente  i  que  crece  anual- 
mente, completando  sus  secciones  con  libros  selectos. 


Iglesias. — La  Recoleta  Dominica  hace  recordara  San 
Pablo  de  Roma,  por  su  estilo  (  salvo  las  diferencias  natu- 
rales, por   cierto ).  La  catedral  está  desmantelada  por 


—  106  — 

dentro  i  por  fuera,  los  cambios  de  temperatura  han  hecho 
desmoronar  muchas  piedras.  El  Salvador,  en  construc- 
ción es  un  precioso  pequeño  templo;  una  vez  concluido 
será  el  mas  atractivo,  el  mejor  decorado  i  el  mas  hermo- 
so, con  relación  a  los  actuales  ;  es  de  estilo  gótico. 


Manicomio. — Está  instalado  en  un  edificio  viejo  e  im- 
propio (  ya  he  dicho  que  se  construye  otro  mui  bueno  ); 
el  actual  aloja  novecientos  i  tantos  locos  ;  recorriendo  el 
libro  de  entradas  he  encontrado  que  la  embriaguez  es  la 
causa  casi  esclusiva  de  la  locura.  Advertiré  que  los  efec- 
tos del  alcoholismo  son  aquí  mas  desastrosos  que  en 
otras  partes,  porque  no  hai  inspección  de  las  bebidas; 
cualquier  alcohol,  aun  el  que  contiene  productos  estra- 
ños  tóxicos,  encuentra  fácil  salida,  sin  intervención  de 
ninguna  autoridad  ni  examen  de  oficina  química.  (  Esto 
me  han  dicho  ;  no  sé  si  es  verdad  ). 


Cementerio. —  He  visto  uno,  el  principal,  serio,  triste, 
bien  arreglado ;  no  parece  como  otros,  una  colec- 
ción de  monumentos,  ni  una  esposicion  de  obras  de 
arte;  este  aflije  i  enluta  el  alma.  En  sus  confínes,  a 
través  de  los  sauces  llorones,  de  los  ciprés  i  de  las 
tumbas,  se  vé  los  cerros  a  lo  lejos,  plomizos,  grises, 
agudos,  áridos,  solos,  como  nuevas  tumbas  de  jigan- 
te,  como  las  pirámides  de  Ejipto,  sepulcros  de  reyes 
i  emperadores.  Las  nubes  flotantes  van  huyendo  detrás 
de  ellos  hacia  el  infinito  como  las  almas  de  los  mortales ; 
unas,  blancas  i  puras  como  almas  de  vírjenes,  otras, 
oscuras  i  tenebrosas  como  las  de  personajes  políticos  o 
mandatarios  o  diplomáticos.  Paseando  melancólicamente 
i  meditando  sobre  el  problema  insondable  de  la  muerte, 
llegué  a  una  especie  de  plantío  de  cruces,  un  almacigo 
como  el  de  un  jardín  en  formación,  que  abarcaba  un  gran 
espacio;  todas  las  tumbas  i  todas  las  cruces  son  iguales, 
pequeñas,  microscópicas  i  en  número  alarmante.  Me 
acerco  i  leo  en  un  rótulo  semejante  a  mil  otros,  un  nom- 


—  107  — 

bre  i  enseguida  una  edad:  tres  meses,  doce  dias,  un  año, 
once  meses  i  así  por  todas  partes.  Estaba  en  el  enterra- 
torio de  criaturas  pobres.  Jamás  he  sentido  una  opre- 
sion  mayor  en  el  corazón !  Empiezo  mis  preguntas  a  las 
personas  que  me  acompañaban  i  sus  respuestas  me  en- 
tristecen mas.  <En  Santiago,  me  dicen,  de  cien  recien 
nacidos  mueren  setenta  al  año  >.  Espantoso  dato  esta- 
dístico que  acusa  un  grave  defecto  en  la  alimentación,  en 
la  hijiene  jeneral  i  en  el  cuidado  particular.  Felizmente 
los  hombres  dirijentes  comienzan  a  preocuparse  del 
asunto  i  a  buscar  el  medio  de  evitar  tan  formidable  mor- 
talidad. 


Parques, —  El  de  la  ciudad,  llamado  jeneralmente'  el 
Parque  i  por  algunos  el  de  Cousiño,  por  haber  regalado 
esta  familia  una  gran  área  para  formarlo,  es  el  paseo  de 
carruaje  consagrado  por  la  moda;  es  bonito  i  estenso. 
Otros  parques  particulares  he  visitado  también,  invitado 
galantemente  por  sus  dueños,  como  el  de  Macoul,  en  el 
fundo  de  este  nombre,  perteneciente  a  la  familia  Con- 
signo ;  en  él  don  Carlos,  uno  de  los  jóvenes  mas  cultos 
de  esta  ciudad,  educado  en  Europa  i  que  ha  viajado  mu- 
cho, nos  dio  un  almuerzo,  nos  mostró  las  inmensas 
bodegas  i  los  animales  finos  importados  o  nacidos  en  sus 
dominios;  fuimos  desde  Santiago  en  un  mail-coach, 
tirado  por  cuatro  caballos  i  en  gran  equipaje,  metiendo 
un  ruido  infernal  por  esas  calles  de  Dios. 

El  de  Soubercaseaux  en  las  afueras  de  esta  ciudad, 
uno  de  los  mejor  cuidados,  con  muchos  árboles  de  mé- 
rito, flores,  lagos  i  vistas  preciosas.  El  de  la  señora 
Emiliana  Soubercaseaux  de  Concha,  en  Pisque,  a  seis 
leguas  de  Santiago,  con  una  casa  espléndida,  cultivos  de 
forraje,  crianza  de  animales  i  una  gran  bodega.  El  viaje 
es  de  lo  mas  pintoresco;  al  nuestro  no  le  faltó  ni  el 
atractivo  de  un  accidente ;  los  briosos  caballos  de  nuestro 
Four  in  hand  casi  nos  precipitaron  por  una  barranca 
al  rio.  Si  tal  hubiera  sucedido,  las  cultas  i  distinguidas 
sociedades  de  Chile  i  de  la  Arjentina,  habrian  esperi- 
mentado  la  dotorosa  pérdida  de  don  Pedro  Mont  i  se- 


—  108  — 

ñora,  del  señor  ministro  plenipotenciario  doctor  Norberto 
Quirno  Costa,  su  exelente  esposa,  sus  preciosas  hijitas 
i  el  interesante  joven  Manuel ;  el  señor  Rafael  Vergara  i 
Montt,  nuestro  amabilísimo  i  obsequioso  amigo  i  por  ñn  la 
señora  G.  O.  de  W,  el  doctor  Wilde,  el  cochero  i  además 
-cuatro  caballos  de  mérito. 


El  Cerro  de  Santa  Lucia  que  solamente  los  estran- 
jeros  visitan  a  pesar  de  su  orijinalidad  i  su  belleza. 


Casas  palacios. — La  de  Cousiño  con  sus  grandes  i 
lujosos  salones,  sus  objetos  de  arte,  sus  cortinas  i  mue- 
bles, lo  mas  lujoso  en  Sud  América,  dicen,  su  réjia  esca- 
lera interna  i  sus  caballerizas  montadas  a  la  europea  i 
con  un  lujo  estraordinario.  La  de  don  Ramón  Cruz :  pre- 
ciosa i  comodísima,  con  grandes  jardines  i  una  entrada  de 
parque  que  le  da  un  bellísimo  aspecto. 


Quinta  NortnaL —  Conocida  en  toda  América  ;  lo  que 
mas  me  gusta  de  ella  es  su  plantel  de  árboles  viejos,  las 
encinas  colosales  i  otras  plantas  de  igual  mérito. 

Allí  están  instalados:  El  Museo  Nacional  bastante 
bueno,  dados  los  tiempos  que  corren :  contiene  secciones 
de  zoología,  botánica  i  mineralogía  i  algo  de  etnología. 
El  Instituto  Agrícola,  donde  se  dá  una  enseñanza  com- 
pleta de  las  materias  propias  de  la  institución,  en  buenas 
aulas  i  con  útiles  perfeccionados  para  la  práctica ;  como 
complemento  tiene  la  Escuela  práctica  de  agricultura 
en  la  que  estudian  i  viven  gratuitamente,  bien  vestidos  i 
bien  alimentados,  cien  alumnos ;  su  situación  en  verdad 
es  envidiable;  los  hacen  felices  para  instruirlos,  ellos 
aprenden  divertiéndose.  Hai  en  esta  repartición  seccio- 
nes de  lechería,  quesería,  bodega,  arboricultura,  flori- 
cultura, colmenas  i  varios  cultivos.  Juzgo  que  esta  es- 
cuela está  destinada  a  producir  grandes  beneficios  a 
Chile,  directos,  formando  agricultores  i  peones  instruidos; 


—  109  - 

indirectos  separando  a  muchos  de  las  profesiones  pará- 
sitas. Hablando  con  el  señor  presidente  le  hice  grandes 
elojios  de  estos  establecimientos  con  toda  conciencia, 
pues  su  dirección  a  cargo  del  señor  Rene  F.  Le  Feuvre, 
del  señor  Julio  Resnard  director  de  la  parte  zootécnica  i 
de  otros  profesores  mui  competentes,  nada  deja  que 
desear  ni  en  lo  teórico  ni  en  lo  práctico.  El  acuario 
bien  construido  pero  poco  poblado ;  no  se  ha  podido 
aclimatar  en  él  á  pesar  de  varias  tentativas,  el  salmón. 
El  instituto  de  vacuna  animalj  que  provee  del  precioso 
virus  a  todo  Chile,  está  mui  bien  tenido;  nunca  falta 
vacuna  i  la  que  hai  es  exelente,  obtenida  con  escrupu- 
losos cuidados.  Se  cultiva  también  el  virus  contra  el 
carbunclo  que  da  notables  resultados,  i  ahora  tratan 
de  hallar  el  remedio  contra  los  tubérculos  en  los  ani- 
males i  el  virus  para  destruir  las  ratas,  produciendo 
en  ellas  enfermedades  mortales  que  por  contajio  las 
esterminen.  Todo  esto  es  digno  del  mayor  encomio. 
El  Museo  de  pintura  i  escultura,  mui  pobre ;  hai  entre 
otras  obras  un  grupo  representando  el  descendimien- 
to, premiado  en  París ;  su  autor  es  el  señor  Virjinio 
Arias,  chileno.  Yo  encuentro  en  los  detalles  anatómicos 
varios  defectos;  señalaré  uno  solo:  el  Cristo  a  cjuien  se 
ha  clavado  las  manos  con  clavos  gruesos,  no  presenta 
una  herida,  sino  una  simple  entalladura,  no  hai  ni  la  hin- 
chazón ni  las  desgarraduras  consiguientes;  al  ver  esas 
manos  uno  piensa  que  Jesucristo  acaba  de  sacarse  los 
guantes.  Otro  tanto  puede  decirse  de  los  pies;  verdad  es 
que  debe  haber  licencias  esculturales  como  hai  licencias 
poéticas !  En  un  taller  de  escultura,  en  una  ciudad  que  no 
quiero  nombrar,  vi  una  dolorosa  cuyo  corazón  tenia  el 
ventrículo  izquierdo  a  la  derecha ;  item  mas,  el  mencio- 
nado corazón  no  tenia  aurículas.  I  aquí  concluyo  con  la 
Quinta  normal  i  su  contenido. 


La  Universidad j  el  Instituto  Nacional  i  su  Biblioteca 
son  establecimientos  que  se  corresponden  i  completan. 
En  la  Universidad  se  enseña  leyes,  matemáticas  i  huma- 


—  no  — 

nidades.  Las  aulas,  los  gabinetes  i  laboratorios  respon- 
den a  sus  fines,  aun  cuando  las  colecciones  de  aparatos 
e  instrumentos  no  son  completas.  El  Instituto  es  un  cole- 
jio  nacional  en  grande  escala,  concurrido  por  mil  dos- 
cientos alumnos,  de  los  cuales  algunos  son  internos.  Sus 
programas  son  estensos  i  su  gabinete  de  física  bastante 
completo.  La  biblioteca  del  instituto  podría  desempeñar 
sin  dificultad  el  papel  de  biblioteca  pública,  por  la  va- 
riedad i  número  de  sus  obras. 


El  instituto  pedagójico,  instalado  en  un  edificio  espe- 
cial, prepara  profesores  para  liceos,  es  decir,  bachilleres 
en  ciencias  i  artes.  Entre  sus  alumnos  figuran  mujeres 
que  reciben  la  misma  instrucción  que  los  varones.  Tiene 
anexa  una  escuela  de  aplicación  para  la  práctica. 


El  conservatorio  de  música  ocupa  una  gran  casa 
donde  están  las  aulas.  Hai  también  en  ella  un  pequeño 
teatro  mui  bonito,  casi  lujoso.  En  el  Conservatorio  estu- 
dian cuatrocientas  niñas  i  trescientos  varones. 


La  Sociedad  de  Fomento  Fabril  i  el  Instituto  de  mi- 
neralogídj  merecen  mención  especial,  i  como  su  nombre 
lo  indica  tienen  grandes  atinjencias  con  las  diversas 
industrias  del  país.  Cada  una  de  estas  reparticiones  posee 
un  mostruario  de  productos. 


La  Escuela  de  Medicina,  con  casa  propia,  ofrece 
grandes  comodidades  para  la  enseñanza.  Está  dotada 
convenientemente  de  museos  i  laboratorios  para  todas 
las  clases ;  tiene  varias  salas  de  disección  ;  sus  aulas  son 
grandes,  ventiladas  i  con  buena  luz.  El  programa  de  los 
estudios  i  el  cuerpo  de  profesores,  responden  a  las  exi- 


—  III  — 

jencias  de  la  sociedad  para  con  los  médicos  en  los 
modernos  tiempos.  Posee  un  completísimo  museo  de 
reptiles. 


Hospitales. —  Vecino  a  la  escuela  de  medicina  está  el 
hospital  de  San  Vicente  de  Paul,  es  uno  de  los  mas 
grandes  i  bien  tenidos  que  yo  he  visto ;  su  sistema  es 
de  pabellones ;  cada  sala  está  aislada  entre  dos  patios, 
tiene  una  salita  anexa  para  desahogo  i  que  sirve  de  co- 
medor a  los  enfermos  en  convalecencia.  Entre  la  sala 
i  su  accesorio  circula  un  pequeño  ferrocarril  para  el 
reparto  de  la  comida,  medicamentos  i  útiles  de  curación 
i  limpieza.  La  botica  es  como  la  mejor  de  las  públicas; 
ocupa  ella  sola  una  casa  entera;  posee  una  droguería  i 
un  laboratorio.  El  hospital  es  servido  por  veintiséis 
o  veintiocho  médicos  i  otros  tantos  practicantes.  Se 
asiste  en  él  como  ochocientos  enfermos.  Para  los  fines  de 
la  clínica,  se  construye  al  lado  un  hospital  de  mujeres, 
con  todos  los  adelantos  del  día,  aun  cuando  hai  otro 
no  inferior  al  que  acabo  de  bosquejar,  mui  bien  aten- 
dido. El  departamento  para  el  lavado  de  ropas  en  este, 
es  mas  completo  que  el  actual  del  de  San  Vicente, 
donde  recien  se  está  instalando  las  nuevas  máquinas  i 
calderas. 


El  Seminario, —  Educa  trescientos  alumnos  en  un 
estenso,  hijiénicos  i  bien  tenido  local.  Algunos  de  los 
estudiantes  son  becados  por  el  mismo  Seminario.  La 
instrucción  es  teolójica  i  de  ciencias  naturales.  Los  ga- 
binetes son  pobres ;  en  cambio,  la  biblioteca  es  un  modelo 
en  su  jénero.  Los  alumnos  tienen  a  su  disposición  par- 
ques, jardines,  jimnasios  i  un  gran  estanque  para  natación. 


Casa  de  huérfanos. —  Es  una  comarca  entera,  no  sé 

cuantos  patios,  corredores,  salones  i  dormitorios  tiene. 

Ella  es  al  mismo  tiempo  una  escuela  de  artes  i  oficios. 


—  112  - 

Allí  se  recibe  al  recien  nacido  que  fué  depositado  en  su 
puerta,  i  se  le  cria  i  educa  hasta  una  edad  en  que  pueda 
ganarse  la  vida.  A  pesar  de  la  índole  del  establecimiento, 
reina  en  él  la  paz  i  la  alegría.  Lo  habitan  como  700 
huérfanos  entre  hombres  i  mujeres;  los  varoncitos  de 
cierta  edad  pasan  a  una  escuela  de  artes  contigua,  rejtda 
por  clérigos,  en  la  cual  aprenden  el  oficio  de  zapatero, 
sastre  o  carpintero;  las  mujercitas  aprenden  labores,  se 
emplean  en  la  cocina  o  en  el  lavado  de  ropas;  esta  sección, 
la  del  lavado,  es  curiosa;  en  ella  he  visto  por  primera 
vez  una  esprimidora  de  ropa  fundada  en  la  fuerza  cen- 
trífuga, mui  útil  en  toda  gran  casa. 

Observaciones  particulares, — En  Santiago  las  mujeres 
son  mayorales  en  los  tramways;  estos  se  llaman  carritos 
i  es  propio  de  aquéllas  estar  de  mal  humor.  El  correo 
está  mui  bien  atendido.  Hai  un  número  de  diarios  sufi- 
ciente para  hacer  la  felicidad  pública.  No  llueve  sino  en 
invierno.  Todo  hombre  medianamente  significativo  se 
ocupa  de  política.  Los  diputados  i  senadores  no  tienen 
sueldo.  En  el  Congreso  figuran  oradores  de  nota.  La 
jente  es  en  jeneral  mui  relijiosa  ;  en  las  iglesias  se  ve  casi 
tantos  hombres  como  mujeres.  Las  mujeres  se  ponen  un 
manto  negro  para  ir  a  misa  i  para  salir  por  la  mañana  ; 
con  el  dicho  manto  las  bonitas  parecen  mas  lindas  i  las 
feas  horribles.  Hai  muchos  incendios.  Los  chilenos  son 
mui  obsequiosos  i  hospitalarios,  i  escesivamente  patrio- 
tas. Ni  con  las  mayores  atenuaciones  he  podido  yo  inter- 
calar una  sola  broma  contra  las  ideas  de  patriotismo, 
que,  como  tu  sabes  son  ideas  copiadas  de  los  gatos  mui 
imperfectamente  ;  —  el  verdadero  patriota  solo  se  en- 
cuentra en  la  raza  felina  domesticada  i  la  prueba  es  de 
que  ningún  hombre  metido  en  una  bolsa  con  la  cabeza 
tapada  i  transportado  a  otra  patria  se  volveria  a  la  suya 
sin  conocer  las  calles. 


4>     't' 


-   113  — 

Costa  del  Pacífico-Perú 
Lima 

{Dialogo  manteniíio  en  la  capital  arj entina  el  10  de  mayo  de  189 S^  dia 
del  regreso  a  ella  de  uno  de  los  interlocutoreSf  quien  relata  algu- 
nas observaciones  de  su  viaje  hasta  Litna^  i  lo  que  en  dicha  ciudad 
hizo  o  vio  hacer.) 

Núm.   I  —  Ave  María  purísima. 
-  Núm.  2 — Sin  pecado  concebida. 

I — I  Qué  relijioso  has  vuelto  ! 

2- ¿Y  tú? 

I — Yo  siempre  lo  he  sido. 

2 — Salvo  error  u  omisión. 

I — También  usas  términos  de  factura. 

2 — De  todo  debe  haber  en  la  viña  del  Señor. 

I — Amen. 

2— Dios  te  haga  un  santo. 

I  —No  le  costana  gran  trabajo,  ya  tengo  mucho  ade- 
lantado. 

2 — Entonces  vas  a  ser  el  primer  santo  periodista. 

I  —  No  ;  ya  hai  cuatro  en  el  cielo. 

2 — Mostrad  cómo. 

I— San  Lúeas,  San  Marcos,  San  Mateo  i  San  Juan, 
evanjelistas. 

2— Esos  fueron  biógrafos,  no  periodistas. 

I — Lo  mismo  da  ;  escribieron  para  el  público. 

2 — Cuidado  con  la  verdad  histórica  ;  yo  no  me  atreve- 
ría a  sostener  que  escribieron. 

I  — Y  no  los  has  visto  pintados  con  una  pluma  de  ave  i 
un  libro  ? 

2 — Tienes  razón ;  además,  la  mejor  prueba  de  que 
fueron  periodistas,  es  que  se  contradicen. 

I — Vade  retro  ;  los  evanjelistas  no  se  contradicen  ;  di- 
fieren en  detalles. 

2 — Por  ejemplo  ? 

I — Pero  hombre,  yo  no  he  venido  a  discutir  los  evan- 
jelios.  { Te  has  divertido  en  tu  viaje  ?  {  Traes  algo  que 
contar  ? 

Por  tnares  i  por  tierras  8 


—  114  -^ 

2— Me  ha  ¡do  perfectamente  bien  i  contaré  lo  que  se  te 
antoje. 

I  —  A  ver  algo  del  Perú,  de  Lima,  o  del  trayecto,  si 
vale  la  pena. 

2— No  sé  si  valdrá,  pero  para  mí  todo  ha  tenido  algún 
interés  ;  basta  que  una  cosa  sea  diferente  para  ser,  en 
cierto  modo,  interesante  ;  variar  es  vivir  ! 

I — Según  i  conforme;  morirse  es  variar  i  morirse  no 
es  vivir! 

2— Quién  sabe  ! 

I  — Te  felicito  ;  ya  vas  creyendo  en  la  inmortalidad  del 
alma.  Decididamente  te  han  cambiado. 

2 — No  señor,  siempre  he  tenido  vocación  por  el  sacer- 
docio i  habría  sido  con  gusto  obispo,  confesor  i  mártir. 

I— Dejemos  aparte  lo  último. 

2— Pero  en  verdad,  qué  chasco  seria  si  hubiera  otra 
vida. 

I  — Por  qué? 

2 — Dos  vidas  es  mucho. 

I  —Lo  que  abunda  no  daña. 

2 — Veo  que  están  de  moda  los  refranes. 

I  — En  política  a  lo  menos:  c  Si  vis  pacem  para  be- 
llum  »  es  el  aforismo  de  actualidad. 

2 — La  ruina  en  latin ;  así  les  va  en  Europa  con  el  c  vis 
pacem  para  bellum». 

I  —  Con  tanta  digresión  no  llegamos  a  tu  cuento. 

2 — No  sé  por  donde  principiar. 

I — Por  el  principio. 

2 — Imajínate  una  docena  de  puertos  entre  Valparaíso- 
i  Callao  a  cuyos  habitantes  hai  que  llevarles  todo  :  la. 
carne,  la  verdura  i  hasta  el  agua  en  ciertas  ocasiones ! 
Uno  de  mis  mayores  padecimientos  en  la  navegacio» 
larga  i  aburrida,  era  ver  embarcar  i  desembarcar  ganada 
vacuno ;  toros,  novillos,  bueyes,  i  vacas.  ¡  Pobres  anima- 
les !  Se  les  coloca  una  cuerda  en  la  base  de  las  astas  I 
por  medio  de  una  cabria  a  vapor,  se  los  iza  a  bordo.  No 
puedo  describirte  la  cara  de  asombro  que  pone  un  buey 
cuando  se  ve  suspendido  entre  el  cielo  i  el  mar ;  la  figura 
grotesca,  ridicula  i  desesperante  que  ofrece  con  sus  patas- 
pendientes,   sus    manos  en  semiflexion  i  sus  ojos  convul- 


—  115  -^ 

sos  i  revueltos  como  si  buscara  con  ellos  en  algún  rincón 
del  mundo,  un  protector  de  los  animales,  un  Albarracin 
(de  renombre  local)  cualquiera  por  amor  de  Dios.  Cuando 
la  suspensión  dura  mucho  tiempo,  uno  espera  poc  mo- 
mentos que  el  animal  perezca  o  entre  en  el  periodo  de 
agonía.  Después  lo  descargan  con  torpeza  en  un  piso 
resbaloso  donde  la  pobre  bestia  aturdida  cae  i  se  levanta 
repetidas  veces  antes  de  tomar  su  acomodo.  I  todas  estas 
escenas  angustiosas  i  crueles  se  desarrollan  en  medio  de 
gritos  i  burlas  sangrientas  de  los  cargadores.  A  veces 
algún  toro  mal  avisado,  se  suelta  del  bozal  i  hace  un 
desparramo  a  bordo,  de  lo  cual  yo  me  alegro  mucho. 

Añade  a  esto  el  embarque  i  desembarque  diario  de 
gallinas,  pollos,  gallos,  chanchos,  corderos,  cabras,  ca- 
ballos, muías,  burros,  patos,  gansos,  loros,  coles,  zapa- 
llos, cebollas,  melones,  ají,  papas,  repollos,  zanahorias, 
camotes,  nabos  i  cuanta  verdura  conoces,  sin  contar  la 
fruta  de  todas  clases. 

Así  la  estadía  en  cada  puerto,  en  vez  de  ser  un  des- 
canso, es  un  tormento. 

I — Por  fin  rompes  tu  optimismo  ;  a  juzgar  por  tus 
cartas  todo  era  bello,  bueno  i  verdadero. 

2 — Me  haces  acordar  de  Balmes,  manual  de  filosofía; 
todo  cuanto  he  escrito  ha  sido  sincero,  positivo  i  verí- 
dico. 

I — Te  haré  acordar  de  quien  quieras,  pero  tíis  pane- 
jíricos  de  ultra  cordillera,  estaban  en  contradicción  con  tu 
carácter. 

2 — Con  el  que  me  atribuyen  ;  yo  soi  un  descreído  inte- 
lectual i  un  iluso  sentimental,  un  escéptico  por  educación 
i  un  injénuo  en  materias  de  sentimiento ;  mi  intelijencía  es 
incrédula,  pero  mi  sensibilidad  es  enteramente  candida; 
yo,  como  todos,  soi  dos  individuos  ;  uno  cuando  piensa  i 
otro  cuando  siente.  Soi  capaz  de  dar  una  lección  pro- 
bando que  la  confianza  es  un  absurdo  i  al  salir  de  clase 
cualquiera  me  engaña. 

I — De  modo  que  te  han  engañado  en  Chile. 

2 — Nadie  me  ha  engañado  ;  han  sido  conmigo  sinceros 
i  cariñosos  hasta  el  estremo. 

I — Al  menos  tú  eres  un  escéptico  intermitente. 


—  116  — 

2  — Hablabas  de  optimismo  ¡cómo  hablarías  sí  hubieras 
estado  en  Tocopilla ! 

I — Qué  es  eso  ? 

2— Una  ciudad  con  cuatro  casas  i  bastante  salitre, 
cuyos  detalles  conocerás  por  la  sig^uiente  conversa- 
ción : 

Sube  una  señora  (mayor)  a  bordo  en  aquel  puerto 
con  su  marido  ;  era  una  inglesa,  rica  ;  hacia  poco  que 
habia  estado  en  Londres,  donde  pasó  una  larga  tempo- 
rada. El  capitán  me  la  presenta. 

— Mrs.  H. 

— I  am  very  happy  etc . . . 

—  €  ¿Cómo  encuentra  Vd.  a  Tocopilla? 

~  —No   he  bajado  a  tierra,  pero  si  he  de  juzgar  por  la 
muestra  de  sus  habitantes . .  . 

—  Ah  !  es  deliciosa  la  vida  aquí ! 
— Muchas  diversiones  ? 

—  No,  ninguna. 

—  I  Teatro,  conciertos. . .  la  sociedad  ?  ^ 
— No  hai  teatro  ni  conciertos. 

— I  Son  mui  relijiosos  en  Tocopilla  ? 

—  No  mucho  ;  no  hai  iglesia,  pero  el  servicio  divino  se 
hace  en  una  casa  particular  algunas  veces. 

—  ¿Se  tratan  ustedes  con  algunas  familias  del  país  ? 

— No  nos  tratamos  con  nadie;  aquí  no  hai  familias,  ni 
indíjenas  ni  estranjeras. 

— Pasará  usted  las  noches  a  lo  menos,  entreteliida. 

—  Sí,  mucho.  Después  de  comer  cerramos  la  puerta  i 
leemos  un  rato  antes  de  acostarnos. 

^(  Será  usted  amiga  délas  flores  ;  tiene  jardín  su  casa? 
— En  Tocopilla  no  hai  ni  puede  haber  flores. 
— {  Por  qué  ? 

—  Porque  no  hai  agua,  pues  ;  usted  lo  sabe. 
— 1 1  qué  beben  entonces  los  habitantes  ? 

— Los  estranjeros  agua  mineral  que  viene  de  Europa, 
i  los  pobres,  agua  condensada ;  tenemos  dos  máquinas 
para  destilar  el  agua  del  mar. 

—  De  modo  que  en  Tocopilla  no  hai  teatro,  no  hai  so- 
ciedad, no  hai  jente,  no  hai  flores,  no  hai  legumbres,  no 
hai  agua,  i  sin  embargo,  la  vida  es  deliciosa? 


—  117  — 

— Para  mí,  así  es  ;  en  Londres  soñaba  todas  las  no- 
ches con  Tocopilla.  > 

Testual. 

La  señora  H.  tenia,  en  efecto,  las  apariencias  de  ser 
completamente  feliz. 

i  La  conformidad  humana  no  tiene  límites ! 


Pero  he  saltado  por  encima  de  Coquimbo  i  de  La  Se- 
rena, que  son  el  reverso  de  Tocopilla  en  cuanto  a  jentes 
i  a  flores. 

En  Coquimbo  nos  fué  a  buscar  a  bordo  el  intendente 
D.  Carlos  Zañartü  acompañado  del  capitán  del  puerto 
señor  Sánchez.  Tú  conoces  a  Zañartd  ;  ha  estado  en 
Buenos  Aires,  donde  tuvo  varias  novias  ;  era  i  es  todavia 
un  joven  mui  buen  mozo,  pero  ( lo  notifico  a  sus  ex-no- 
vias)  ya  no  es  soltero  ;  se  ha  casado  con  una  preciosa 
niña. 

Coquimbo  fué  visitado  debidamente  i  en  seguida  to- 
mamos el  tren  para  La  Serena,  una  villa  mui  agradable, 
con  dos  iglesias,  seminario,  escuela  de  minería,  varios 
buenos  edificios  i  jardines  bien  cuidados.  La  particulari- 
dad de  La  Serena  consiste  en  sus  claveles;  sin  exajerar 
puedo  decirte  que  cada  uno  equivale  a  treinta  de  los 
nuestros  juntos  ;  son  colosales  i  mui  olorosos.  El  señor 
Zañartú  nos  dio  un  banquete  en  la  Intendencia,  donde  nos 
presentó  a  su  mamá  i  su  hermanita,  que  hacian  los  hono- 
res :  al  señor  Ossa,  con  quien  discutí  sobre  ferro-carriles, 
i  a  la  señora  de  este  caballero,  una  de  las  mujeres  mas 
bellas  de  la  buena  raza  chilena,  el  orgullo  de  La  Serena, 
según  es  pública  voz  i  fama.  Si  viniera  a  Buenos  Aires  i 
pasara  por  la  calle  Florida,  iria  dejando  admiradores 
estáticos,  plantados  como  postes  de  telégrafo,  a  lo  largo 
de  las  veredas ... 

— I  Cómo  habrán  quedado  algunos  chilenos  en  San- 
tiago cuando  se  te  ocurría  pasear  con  tu  señora  ? 

— No  hagamos  crónica  impertinente,  continuo  : 

Para  volver  a  Coquimbo  no  habia  ya  tren  ;  tomamos 
un  coche  i  por  la   orilla  del  mar,  atropellando  las  olas 


—  118  — 

atrevidas  en  algunos  sitios,  hicimos  nuestro  camino,  com- 
pletando el  agradable  dia  con  este  paseo  nocturno  deli- 
cioso. 


I  Tú  conociste  a  Robinet  en  Santiago  ? 

Si  yo  fuera  rey  de  alguna  parte,  no  dejaría  de  nom- 
brar a  Carlos  Robinet  introductor  de  embajadores ;  ha 
nacido  para  eso. 

Carlos  Robinet,  diputado,  actualmente,  es  un  joven  que 
goza  de  una  gran  popularidad  en  Chile  ;  todos  lo  quieren 
por  atento,  servicial  i  bondadoso.  Es  el  prototipo  del 
altruista;  madruga  para  servir  a  sus  semejantes,  aun 
cuando  no  los  conozca.  No  hai  un  viajero  de  cierta  dis- 
tinción que  no  deba  a  Robinet  algún  servicio  o  deferen- 
cia espontánea  i  desinteresada,  con  la  particularidad  de 
que  su  afán  de  ser  útil  no  deja  de  procurarle  incomodi- 
dades i  gastos,  sin  obtener  muchas  veces,  ni  el  agradeci- 
miento de  los  estranjeros  a  quienes  colma  de  obse- 
quios. 

Robinet  habia  telegrafiado  a  Zañartú  que  íbamos,  sin 
que  nosotros  supiéramos,  i  no  contento  con  esto,  hizo 
telegramas  a  todos  sus  amigos  de  los  puertos  que  de- 
bíamos tocar,  para  asegurarnos  una  buena  recepción. 
Gracias  a  sus  cuidados  i  a  los  de  otros  amigos,  (sospecho 
que  Zañartú  fué  del  número)  en  Iquique  el  intendente 
señor  Ruperto  Alvarez  i  el  señor  Pellati,  nos  buscaron 
a  bordo  i  nos  invitaron  a  bajar  para  obsequiarnos  en  la 
forma  mas  agradable,  dadas  las  circunstancias,  lleván- 
donos a  almorzar  en  tierra  firme  a  la  orilla  del  mar,  en 
Cavancha,  un  paraje  encantador  de  baños,  en  un  res- 
taurant  cuyo  comedor  de  verano  es  una  glorieta  inmensa 
cubierta  de  hojas  i  flores  i  construida  sobre  pilotes  cla- 
vados en  los  límites  de  la  alta  i  baja  marea.  £1  almuerzo 
se  compuso  de  mariscos  frescos  i  otros  manjares  esquisi- 
tos.  La  señora  del  intendente  presidía  la  itiesa,  donde 
lució  él  sus  dotes  de  conversador  ameno  a  par  de  nuestro 
anfitrión  el  señor  Mac-Iver,  diputado  i  periodista. 

Después  la  concurrencia  se  dividió  en  dos  grupos ;  las 
señoras  se  fueron  a  descansar  tranquilamente  a  casa  del 


—  119  — 

intendente  i  los  hombres  (los  caballeros,  quiero  decir) 
nos  fuimos  a  visitar  los  establecimientos  públicos. 

I>a  Aduana,  inmensa  i  rebalsando  de  mercaderías  que 
no  contentas  con  llenar  los  almacenes,  ocupan  la  calle  i 
los  sitios  adyacentes. 

El  Liceo  de  varones  con  doscientos  alumnos ;  la  Escue- 
la Superior  con  doscientos  cincuenta  ;  la  de  mujeres  con 
trescientas  niñas  i  local  adecuado  ;  el  Hospital  con  dos- 
cientas camas,  el  Establecimiento  de  amalgamación,  de 
Santa  Rosa,  donde  se  estrae  la  plata  de  los  metales  ;  la 
Fábrica  de  hielo,  las  iglesias,  las  plazas  i  paseos. . .  en 
fin  el  señor  Alvarez  no  me  perdonó  un  solo  detalle  de  su 
pueblo,  llevándome  a  todas  partes,  con  la  crueldad  de  un 
propietario  que  muestra  sus  ñncas,  i  yo  le  perdono  su 
ferocidad  porque,  gracias  a  ella,  conocí  bien  a  Iquique 
i  porque  premió  mis  sacrificios,  con  una  buena  comida  en 
su  casa,  donde  conocimos  a  una  hermosa  peruana,  la 
señora  de  Pellatti. 

— Pero  hombre,  tú  no  has  hecho  mas  que  comer  i 
almorzar  durante  tu  viaje. 

— ¡  Qué  quieres  !  así  se  vive  en  Chile  ;  es  imposible 
resistir  a  la  obsequiosidad  de  esos  caballeros.  Chile  es 
un  inmenso  restaurant  servido  gratis  i  con  buena  volun- 
tad i  donde  se  agradece  al  cliente  viajero,  el  placer  de 
haberlo  mantenido. 


— Supongo  que  ahora  llegarás  a  Lima. 

— Ya  llegamos.  El  Callao  es  la  antesala  de  Lima,  i 
aunque  merece  una  larga  visita,  nadie  se  detiene  a  hacér- 
sela, urjido  por  el  deseo  de  entrar  a  la  ciudad  de  los 
reyes,  cuanto  antes. 

Hai  dos  Limas,  la  que  uno  lleva  en  la  cabeza  i  la  que 
se  encuentra  a  orillas  del  Rimac.  Sucede  con  Lima  lo  que 
con  Jerusalem,  la  leyenda  sustituye  a  la  realidad  i  no 
puede  uno  librarse  de  su  primera  fascinación  aun  en  pre- 
sencia de  los  hechos  que  la  invalidan.  La  fama  altera  el 
juicio. 

Además,  cada  ciudad  tiene  su  momento  i  la  idea  cor- 
respondiente a  ella  en  una  época  es  totalmente  diferente 


—  120  — 

de  la  lejendaria,  de  la  referente  a  un  período  de  apojeo  o 
a  una  situación  característica. 

La  Lima  de  ahora  no  es  la  de  los  virreyes,  sin  haber 
cambiado  de  tipo  ni  de  forma,  pero  continua  siendo  la 
patría  de  la  Perichola. 

Faltan  los  rejidores  i  los  magnates  i  por  lo  tanto  ya 
no  hai  Lima  política,  relijiosa,  conventual,  mística,  enamo- 
rada, romántica,  seductora,  caballeresca,  fanática,  peca- 
dora, apasionada,  inquisitorial,  rica  i  henchida  de  aventu- 
ras  en  que  figuren  como  antes,  grandes  ojos  negros» 
encierros  en  monasterios,  caballeros  galantes  arriesga- 
dos i  padres  crueles. 

Actualmente  Lima  es  como  cualquier  capital  de  oríjen 
colonial,  despoetizada  por  el  comercio  i  la  industria. 

I  Comprendes  tü  la  Lima  antigua  de  los  sueños  juveni- 
les, con  fábricas  de  cerveza  i  galletítas  norte-americanas, 
con  ferro -carriles  i  teléfonos,  ajencias  i  compañías  de 
seguros  ? 

Quedan  las  casas  con  su  forma  antigua,  los  balcones 
cerrados,  los  grandes  patios,  las  ventanas  con  rejas,  las 
iglesias,  las  oficinas  publicas,  la  universidad,  la  goberna- 
ción i  la  plaza  de  toros,  los  conventos  i  monasterios, 
todo  con  su  aire  vetusto,  secular  i  tradicional ;  pero  en 
la  casa  solariega  falta  el  padre  autoritario,  fanático  i 
bruto;  tras  de  las  rejas,  la  doncella  hermosa  apasionada, 
en  penitencia  por  orden  del  confesor ;  rondando  la  man- 
zana, el  galán  infortunado;  en  las  iglesias,  el  jentío  inmen- 
so ;  en  las  plazas,  los  autos  de  fé  i  en  la  casa  de  gobierno, 
el  majistrado  enjuto,  con  las  cejas  pobladas,  calzón  corto, 
medias  hasta  la  rodilla  i  hebillas  en  los  zapatos,  parecido 
a  esos  retratos  que  uno  encuentra  en  las  sacristías,  con 
una  leyenda  de  muchos  renglones  al  pié  destinada  a  per- 
petrar la  memoria  de  un  señor  con  varios  nombres,  funda- 
dor de  alguna  capellanía.  Lo  único  que  subsiste  de  la  Lima 
de  los  virreyes  es  la  mujer,  adaptada  a  la  música  moderna. 

Las  tapadas  que  no  mostraban  sino  un  ojo,  han  des- 
aparecido para  siempre.  Ahora  se  encuentra  destapa- 
das con  dos  ojos,  negros  i  grandes,  boca  encantadora  i 
labios  rosados,  donde  cabrian  millones  de  besos  de  quien 
los  merezca. 


—  121  ->- 

Sin  embargo,  la  limeña  mas  linda  que  yo  he  conocido 
allí,  no  encuadra  en  los  caracteres  jenerales  de  la  belleza 
peruana ;  es  una  vírjen  rubia,  inocente  i  afectuosa  ;  sus 
ojos  grandes  i  azules,  miran  con  una  limpieza  celestial  i 
en  el  profundo  mar  de  sus  pupilas,  navegan  aun  dormi- 
das, ternuras  infinitas,  castas  i  suaves  ;  las  líneas  de  sus 
formas  son  puras  como  las  de  un  relieve  griego  i  los  perfi- 
les de  su  rostro,  un  sueño  de  dibujo  ideal  i  estra-mundano. 

—Mi  doctor,  tanto  entusiasmo  es  un  anacronismo  en 
su  cerebro ! 

—  Confieso  que  hai  un  poco  de  cariño  en  el  retrato, 
pero  todo  queda  esplicado  con  decirte  que  me  refiero  a  la 
hija  de  un  amigo,  nacida  en  tierra  estraña,  de  un  pariente 
querido  ;  Barton,  mi  jeneroso  protector  en  los  tiempos 
duros  i  difíciles,  cuando  yo  estudiaba  medicina  en  el  hos- 
pital, muñéndome  de  frió  i  sin  libros,  reducido  a  copiar 
mis  lecciones  de  los  testos  ajenos  i  a  dibujar  huesos  ama- 
rillos con  tinta  desteñida. 

—  Eso  es  pura  poesía  sentimental;  entonces  eras  un 
modelo  de  felicidad  irresponsable. 

— Pero  no  la  sentía,  por  atender  a  las  necesidades  de 
cada  hora. 

Al  entrar  a  Lima  se  me  representó  Sevilla  mas  grande, 
con  calles  mas  anchas  i  mas  rectas,  recorridas  por  mucha 
jente.  Una  Sevilla  mas  alegre,  mas  animada,  mas  bulli- 
ciosa i  sobre  todo  criolla,  en  la  mejor  acepción  del  voca- 
blo. 

Las  limeñas,  un  encanto  ;  morenas  de  cutis  limpio,  de 
pequeña  estatura  en  jeneral,  con  pies  diminutos,  manos 
microscópicas  i  ojos  colosales,  negros,  ambiciosos,  domi- 
nantes i  tiernos  ;  mui  graciosas,  espirituales  i  conversa- 
doras ;  dotadas  de  una  coquetería  natural  de  esquisito 
gusto  ;  francas,  imperiosas  i  resueltas,  con  grandes  se- 
ducciones en  sus  actitudes  i  movimientos,  confiadas  en  su 
hermosura  i  atractivos,  seguras  de  su  imperio,  soberanas 
absolutas  de  los  hombres  ;  indolentes,  relijiosas  i  apasio- 
nadas, políticas  violentas  e  intransijentes  ;  temibles  en  la 
mas  lata  acepción  de  la  palabra. 

Los  hombres  (hablo  de  los  de  la  alta  clase  solamente) 
bien  constituidos,  sencillos  i  altaneros  a  la  vez;  se  adivina 


—  122  — 

en  su  presencia  el  oríjen  español  de  elevada  estirpe;  uno 
piensa  en  caballeros  antiguos  i  estraña  verlos  vestidos  a 
la  moderna  ;  el  aplomo  es  su  divisa  :  son  obsequiosos  i 
afables,  pero  sus  deferencias  parecen  concesiones  dis- 
pensadas con  cierto  aire  de  protección,  propia  de  jente 
bien  nacida  que  no  olvida  los  fueros,  de  su  casta. 

Con  todo  este  bagaje  no  hai  sin  embargo  un  solo  noble 
limeño  que  se  permita  hacer  o  pensar  sino  lo  que  quiere 
su  mujer,  si  la  tiene,  o  una  mujer  de  su  relación,  si  es  sol- 
tero. En  esto  los  peruanos  se  parecen  a  todos  los  hom- 
bres repartidos  en  la  superficie  del  globo. 

Todo  está  allí  bajo  el  absolutismo  femenino  como  en 
todas  partes;  por  eso  el  mundo  anda  tan  mal.  Las  muje- 
res hacen  la  lluvia  i  el  buen  tiempo,  destilando  en  la  oreja 
marital,  gota  a  gota,  en  las  horas  fisiolójicas,  sus  gustos  i 
sus  deseos,  sus  proyectos  o  sus  ambiciones  . . .  Bandidas, 
yo  las  detesto  I 

— No  tanto,  mi  doctor,  no  se  calumnie. 

— Nosotros  somos  unos  santos,  no  lo  dudes;  tenemos 
que  trabajar  para  ellas,  vivir  para  ellas,  acomodarnos  a 
todos  sus  caprichos  i  mortificarnos  hasta  por  las  desco- 
nocidas ! 

— No  blasfemes. 

— Imajinate  lo  que  me  hace  una  de  ellas  a  bordo  del 
€  Cachapoal  >.  Estaba  yo  tranquilamente  mareado  en  mi 
camarote,  tramitando  las  delicias  de  un  balanceo  de 
veinte  grados,  cuando  vino  el  capitán  a  decirme  que  una 
joven  de  tercera  se  hallaba  en  el  último  trance. —  Que  se 
la  lleve  el  diablo,  contesté,  yo  no  tengo  la  culpa  ¡  quien 
la  mete  a  embarcarse  en  semejante  estado  ! — Y  sin  to- 
mar pasaje  condicional  para  el  niño,  añadió  económica- 
mente el  capitán. 

— I  Ha  visto  usted  cosa  igual  ?  repliqué.  .  .  i  con  mar 
gruesa  todavía.  En  esto  asomó  a  la  puerta  un  pasajero 
con  ojos  de  marido,  inequívocos.  Me  dio  lástima ;  me 
levanté,  hice  transportar  a  la  primeriza  a  un  camarote 
desocupado  i  veinte  minutos  mas  tarde,  gritaba  en  mis 
manos  como  un  condenado,  un  muchacho  robusto  a 
quien  tuve  que  lavar,  vestir  i  acomodar  con  todos  los 
cuidados  de  una  nodriza  patentada. — Dios  se  lo  pague 


—  123  — 

doctor,  dijo  la  madre. — Sí,  está  mui  bien,  Dios  me  lo 
pague,  con  semejante  noche.  {  Quiere  usted  también  que 
lo  bautice  ?  — ¿  Corre  peligro  ?  contestó—;  Cómo  no  mu- 
jer !  le  dije;  i  tomando  el  niño  en  brazos,  con  el  tono  mas 
sacerdotal  que  pude,  pronuncié  estas  palabras  :  «  Eduar- 
dito  Cachapoal,  yo  te  bautizo  en  el  nombre  del  padr^ 
del  hijo  i  del  espíritu  santo  ;  >  le  hice  una  cruz  con  el 
pulgar  sobre  la  frente  i  le  derramé  en  la  cabeza  un  sifón 
entero  de  limonada  gaseosa,  única  agua  bautismal  que 
encontré  a  mano.  Yo  no  sé  si  la  Iglesia  permite  bautizar 
con  limonada,  pero  en  el  mar  supongo  que  las  cosas  no 
deben  pasar  como  en  tierra. 

I — La  intención  vale  en  casos  apurados. 

2 — Es  verdad,  señor  teólogo.  Al  otro  dia  se  desembar- 
có la  mujer  como  si  tal  cosa  ! 


Volvamos  a  Lima.  Dios,  que  no  me  ha  pagado  todavía 
mi  asistencia  a  bordo,  verdad  es  que  no  le  he  pasado  la 
cuenta,  hizo  a  Lima  de  un  modo  i  Ricardo  Palma  la  ha 
hecho  de  otro.  Es  una  lástima  que  estos  dos  autores  no  se 
hayan  puesto  de  acuerdo  sobre  un  punto  tan  importante. 

Ricardo  Palma  con  sus  tradiciones  hizo  de  ella  un 
Paraiso  i  Dios  con  su  misericordia  infinita  la  convirtió 
en  un  infierno,  dotándola  de  políticos,  i  dispensándole 
los  beneficios  de  la  guerra  i  de  una  sarta  de  revolu- 
ciones. 

Con  todos  los  elementos  para  ser  felices,  los  perua- 
nos son  en  la  actualidad,  mui  desgraciados,  i  la  bella,  la 
mentada  capital  de  su  nación,  con  un  clima  benigno,  con 
una  naturaleza  envidiable,  con  riquezas  sin  cuento,  es  no 
obstante,  una  ciudad  en  decadencia. 

El  viajero  que  hoi  la  visita  se  sorprende  al  ver  los 
destrozos  causados  por  la  lucha  civil. 

Los  muros  de  todas  las  casas  están  acribillados  de 
balazos;  los  vidrios  de  los  balcones  rotos,  las  aristas  de 
las  torres,  destruidas,  las  molduras  de  las  fachadas,  caldas 
i  hasta  las  campanas  de  algunas  iglesias,  partidas  o 
rajadas. 


—  124  — 

Después  de  la  batalla  horrenda,  cuyo  campo  fué  la 
ciudad  misma,  dos  mil- cadáveres  contados  uno  por  uno, 
quedaron  en  las  calles,  como  testigos  mudos  de  la 
heroica  ferocidad  de  los  combatientes,  siendo  el  número 
de  heridos  alarmante,  aunque  exiguo,  con  relación  al  de 
los  muertos  ;  tan  espantosa  fué  la  matanza  ! 

Yo  he  visto  a  los  sobrevivientes  en  los  hospitales  dis- 
minuyendo diariamente,  a  pesar  de  los  cuidados  científicos 
i  de  la  asistencia  caritativa. 

Las  heridas  causadas  por  las  armas  modernas  esca- 
pan a  toda  descripción  por  su  estrago  incalculable  i  la 
terrible  variedad  de  sus  formas;  un  pobre  muchacho 
tenia  siete  balazos  en  el  cuerpo  i  aun  vivia ;  otro  yacía 
con  la  cara  hecha  pedazos  en  su  lecho  de  agonía;  mu- 
chos presentaban  fracturas  conminutas  i  algunos  los 
huesos  perforados  como  si  se  les  hubiera  aplicado  un 
taladro. 

Durante  la  pelea  nadie  podia  transitar  por  las  calles ; 
la  provisión  de  alimentos  era  imposible;  hubo  familias 
que  no  comieron  nada  en  tres  dias  i  personas  que  pasa- 
ron muchas  horas  debajo  de  sus  camas  porque  las  balas 
atravesaban  las  paredes  o  entraban  por  las  ventanas. 
Los  espejos  i  cuadros  de  varias  casas,  conservan  los 
estigmas  de  aquellos  dias  de  conflicto. 

En  la  semana  posterior  al  último  combate,  la  pobla- 
ción estaba  aterrorizada  por  el  temor  de  otra  desgracia: 
de  una  mortífera  epidemia,  que  parecia  inminente  a 
causa  de  los  cadáveres  de  hombres  i  los  cuerpos  de 
caballos  muertos  que  en  completa  descomposición,  per- 
manecian  en  las  calles. 

Felizmente  la  peste  no  se  produjo,  pero  la  ciudad 
estaba,  dicen,  inhabitable  por  su  mala  atmósfera. 


Hemos  conocido  los  alrededores  de  Lima:  Chorrillos, 
Miraflores  i  Barrancas,  pueblitos  preciosos  de  baños, 
que  han  sufrido  mucho  durante  la  guerra  con  Chile  i 
que  ahora  renacen  a  pesar  de  las  contiendas  civiles. 

Según    mi  costumbre,    he   visitado  los   hospitales  de 


—  125  — 

ambos  sexos,  la  biblioteca,  la  universidad  i  todas  sus 
facultades,  el  instituto  bactereolójico  en  formación,  las 
iglesias,  los  mercados,  la  Alameda  de  los  Descalzos,  el 
precioso  cementerio  i  los  baños  de  Piedra  Lisa  que  son 
un  encanto;  i  he  conocido  una  parte  de  la  selecta  socie- 
dad limeña,  en  casa  de  nuestro  ministro  el  señor  Arroyo 
a  quien  debo  una  profunda  gratitud,  no  sólo  por  sus 
delicados  obsequios,  sino  por  haberme  proporcionado  la 
ocasión  de  verlo  todo,  poniéndome  en  contacto  con  los 
directores  de  las  diversas  ramas  de  la  administración, 
con  los  miembros  de  gobierno  i  con  los  caballeros  mas 
distinguidos  de  la  culta  aristocracia  limeña.  El  dia  antes 
de  nuestra  partida  nos  invitó  a  su  mesa  i  allí  tuve  la 
satisfacción  de  observar  la  estimación  de  que  goza,  por 
la  calidad  de  las  personas  que  frecuentan  su  casa.  La 
señora  de  Arroyo,  chilena  de  oríjen,  es  mui  querida  en 
Lima  i  merece  la  simpatía  que  inspira  por  su  bondad, 
su  trato  esquisito  i  la  refinada  cultura  de  su  intelijencia. 
Es  un  modelo  de  mujer  para  un  diplomático. 


Por  fin,  satisfechos  de  nuestra  jira  i  atraídos  por  el 
imán  de  esta  gran  metrópoU  que  lo  tira  a  uno  hacia  su 
seno  con  mas  fuerza  cuanto  mas  se  aleja,  nos  embarca- 
mos de  vuelta  para  Valparaíso,  donde  el  señor  Pinto,  el 
intendente,  no  contento  con  sus  amabilidades  anteriores, 
nos  arrebató  de  a  bordo  i  nos  alojó  en  su  casa,  en  la 
que  pasamos  días  deliciosos  en  amena  charla  con  el 
inagotable  Cornelio  Saavedra,  el  ático  señor  Santa 
Cruz,  ex-ministro  en  Alemania,  Pedro  Montt  i  su  señora 
que  fueron  de  Santiago  a  despedirnos,  Francisco  Valdez 
i  otros  exelentes  comensales.  Pinto  i  su  encantadora 
esposa  deben  venir  pronto  a  Buenos  Aires,  de  paso  para 
Europa,  i  nuestra  sociedad  tendrá  ocasión  de  conocer  a 
la  simpática  pareja. 

Una  palabra  mas.  En  la  biblioteca  de  Lima  a  cargo 
de  Ricardo  Palma,  el  escritor  tal  vez  mas  conocido  de 
Sud-Améfica,  tuve  el  gusto  de  ver  mui  bien  cuidadas 


—  126  — 

algunas  de  mis  obras.  . . .  La  vanidad  literaria  es  la 
mayor  de  las  debilidades  humanas  !  Punto. 

I — Has  concluido? 

2 -Sí. 

I —  Pues  puedes  vanagloriarte  de  haberme  aburrido 
soberanamente. 

2. —  Gracias ;  eres  mui  amable  ! 


De  Mar  del  Plata 

(República  AryentinaJ 

Enero  22  de  1896. 

Señor  director : 

Ya  sabe  usted  que  yo,  si  bien  corresponsal  de  su  diario, 
soi  un  sirviente,  aunque  no  del  público  para  estraviarlo, 
como  ustedes  los  diaristas; — yo  no  estravío  a  mi  patrón 
—  no  me  conviene  —  (de  paso  le  recomiendo  esta  regla 
de  moral  que  es  mui  noble:  hacer  lo  que  a  uno  le  con- 
venga aunque  lluevan  picas). 

No  puedo  confeccionarle  a  usted  un  panejírico  del  Mar 
del  Plata ;  no  soi  hipócrita,  pero  sí  puedo  decirle  que  la 
vida  aquí  sigue  su  trotecito  liviano  i  mui  agradable. 
La  instalación  i  la  manutención  de  la  jente  de  alto  tono 
no  es  mui  cara ;  no  es  tampoco  tirada  a  la  calle ;  es  lo 
que  aquí  debe  ser,  normal ;  porque  al  fin  i  al  cabo  a  uno 
le  dan  todo  lo  que  necesita,  bueno,  o  poco  menos  i  la 
comodidad,  la  facilidad  de  proporcionarse  lo  necesario  i 
aun  lo  superfluo,  ma  Dame,  debe  tener  su  compensación 
en  alguna  forma.  El  Hotel  Bristol,  por  ejemplo,  no  es 
de  lo  mejor  que  hai  en  el  mundo,  pero  es  tan  bueno 
como  uno  puede  exijirlo,  dado  el  caso. 

Está  rejido  por  Mr.  Kern,  un  escelente  caballero 
(juega  mui  bien  al  ajedrez)  i  su  señora,  una  parisiense 
espiritual,  naturalmente,  joven,  mui  agradable  i  bonita 
(lo  diré  tomándome  esa  libertad  que  se  toman  a  veces 
los  sirvientes  imitando  a  sus  patrones ).  Espiritual,  lo 
pruebo. — El  otro  dia  mi  patrón  pidió  un  baño;  el  mozo 
que  le  servía  preparó  un  rejimiento  de  tohallas,  sába- 


—  127  — 

ñas  i  otros  adminículos,  anunciando  a  su  debido  tiempo 
que  el  baño  estaba  pronto.  Yo  no  sé  lo  que  sucedió, 
pero  le  copio  el  diálogo  que  oí  entre  la  señora  del  je- 
rente  i  mi  patrón,  para  mostrarle  con  un  hecho  la  ver- 
dad de  mi  juicio. 

Mi  patrón. — Madame. 

Madame.  —  Monsieur  ? 

Mi  patrón, —  Mst^á  me  permitirá  hacerla  apolojía  de 
su  hotel  ? 

Madame. — Tres  bien  Mr.,  si  vous  voulez. 

Mi  patrón.  —  Solamente     tengo    que     cambiarle    el 
nombre. 

Madame.  —  Ah ! 

Mi  patrón.  —  En    vez   de    « El   Bristol  >    le   llamaré 
L'  Hotel  á  surprise. 

Madame.  —  Et  pourquoi  9a,  s'il  vous  plait  ? 

Mi  patrón.— Voxi^^  he  pedido  un  baño  ! . . . . 

Madame.— ^^^  bien  ? 

Mi  patrón. — Me  lo  prepararon. 

Madame.  —  C'est  juste. 

Mi  patrón. — Fui,  me  desnudé. . . . 

Madame.  —  Ah  !  Mr. . . . 

Mi  patrón.  — Perdón^  madame,  pero  yo  no  podia  ba- 
ñarme sin  desnudarme  ! 

Madame.  —  Continuez  Mr.  s'il  vous  plait. 

Mi  patrón. — Entro   en  la  tina,  abro  la  llave....   no 
habia  agua ! 

Madame. — Probablement  le  grand  robinet  de  service 
general  était  fermé. 

M/¿7/r¿?«.  — Probablemente  la  gran  llave  de  servicio 
jeneral  estaba  cerrada  ! 

Madame.— ^t  vous  a  vez  sonné  le  gar9on  ? 

Mi  patrón.  — ^o,  madame. 

Madame.  — ^l  pourquoi  Mr.  ? 

Mi  patrón.— Povc[UG  no  encontré  el  botón  de  la  cam- 
panilla. 

Madame.  —  Probablement   il   n'y   en   a   pas    dans   la 
chambre ! 

Mi  patrón. — Seguramente  no  habia. 

Madame.  —  Et  qu'est-ce  que  vous  avez  fait  ? 


—  128  — 

Mi  patrón,  — Me^  volví  a  vestir  tranquilamente. 

Madame,—^\í  bien  ^de  quoi  vousplaig^nez  vous  ?  Vous 
avez  pris  un  bain  d'air,  fort  agréable  ! 

Mi  patrón, — Merci,  madame  ! 

Digo,  i  no  es  verdad  que  cualquier  otra  directora  de 
hotel  menos  amable,  tomando  el  acontecimiento  de  otro 
modo,  habría  dejado  a  su  cliente  contrariado  i  ella  misma 
se  habría  fastidiado?  Al  otro  dia  todas  las  llaves  de 
agua  del  <  Hotel  á  surprise »  andaban  corrientes  i  el 
accidente  quedaba  sin  importancia. 


En  el  comedor  a  cargo  de  Mr.  George  Mercer,  las 
cosas  se  acomodan  de  modo  que  los  concurrentes,  si  no 
son  mui  exijentes,  no  deben  tener  motivos  de  queja.  Los 
mozos  son  atentos  i  cultos  i  el  servicio  se  hace  con  toda 
regularidad,  evitando  las  quejas  aun  de  aquellos  pasaje- 
ros que  no  toman  en  cuenta  las  dificultades  de  un  esta- 
blecimiento de  este  jénero. 

Mr.  Mercer,  por  ejemplo,  recibe  un  telegrama  anun- 
ciándole una  invasión  de  comensales ;  se  prepara  para 
recibirlos ;  no  vienen.  Mr.  Mercer  pierde  el  valor  de 
sus  preparativos. 

I  a  propósito  de  esto,  aquí  va  otra  nota  espiritual  fran- 
cesa. 

Un  caballero  conversa  con  Mr.  Mercer. 

— Bien,  Mr.  Mercer,  cómo  vá  hoi. 

— Mal;  debian  venir  tres  familias  i  no  vienen  hasta 
pasado  mañana;  pura  pérdida  ! 

~  ¿Por  qué  ? 

— A  menos  que  haga  lo  que  en  el  teatro  i  marque  a 
esas  familias  en  su  cuenta  «  Pas  venues,  cent  francs  >. 


Playa  por  la  mañana  con  sus  incidentes;  playa  a  la 
tarde,  idem,  idem  ;  escursiones,  concierto  a  la  noche ; 
tal  es  el  programa  diario. 


—  129  — 

Los  sirvientes  i  las  mucamas  son  las  entidades  que  en 
Mar  del  Plata  deciden  las  cuestiones  de  la  moda  en  el 
vestido. 

—¿Por  qué  así? 

—Porque  en  todo  tiempo  nuestros  enemigos  nos 
combaten  i  persiguen,  como  dice  el  catecismo. 

Nuestros  enemigos  aquí  son  el  viento,  el  calor,  el  frío, 
i  la  tierra,  elementos  variables  i  antojadizos. 

Así,  las  damas  i  señoritas  del  alto  tono,  antes  de  le- 
vantarse i  apenas  abren  los  ojos,  mandan  en  comisión  a 
sus  asistentes  para  que  averigüen  como  está  el  dia.  Estos 
salen,  toman  lenguas  i  trasmiten  las  noticias  según  sus 
impresiones  i  su  sexo. 


—Hace  calor,  señora,  dice  una  mucama. 

— Muí  bien,  prepárame  el  vestido  crema  i  el  sombrero 
con  plumas  de  gallo  de  la  India  i  melones  de  Curru- 
malan. 

—Pero  señora,  hace  mucho  viento;  las  plumas  se  van 
a  volar. 

—  Entonces  dame  el  sombrero  con  alas  de  cuervo 
aplicadas  a  la  copa. 

— Es  mui  feo,  señora;  las  de  Malavia,  las  de  Sobre- 
monte  i  las  de  Atrapa  Rancho  van  a  ponerse  canoHers 
de  ala  corta,  con  hojas  de  col  plegadas  a  fuego  i  cosidas 
a  la  paja;  se  lo  he  oido  a  don  Dieguito  Pisaflores. 

— Entonces  saca  el  sombrero  con  cintas  de  las  que 
me  tiraron  en  el  corso  de  las  flores;  esas  aunque  se 
vuelen  no  importa. 

—  Es  que  le  falta  el  elástico. 

—Verdad,  se  me  rompió  en  la  playa ;  ponle  uno 
nuevo. 

— No  hai ;  solo  que  le  ponga  una  de  las  ligas  del 
señor ! 

—Y  qué!  el  señor  usa  ligas  ?  desde  cuándo  ? 

—Desde  el  otro  dia  que  tuvieron  una  discusión  con  el 
señor  Pisaflores. 

— Qué  dijo  el  señor  Pisaflores  ? 

Por  mar§s  i  por  tierras  9 


—  130  -> 

— Dijo  que  en  Mar  del  Plata  no  se  podía  andar  con  las 
medias  arrugadas. 

— I  quién  le  vá  a  ver  las  medias  al  señor  ? 

— Dijo  don  Pisaflores,  que  las  niñas  se  fijaban  mucho 
en  eso ....    i  también  tuvieron  otras  discusiones. 

— Sobre  qué  ? 

— Sobre  las  corbatas.  El  patrón  iba  a  salir  con  una 
corbata  negra  i  don  Pisaflores  le  dijo  que  no  era  propio 
de  playa  de  baños  i  mucho  menos  por  la  mañana. 

— I  el  señor  qué  dijo  ? 

—  Se  enojó  i  le  contestó  que  él  también  tenia  corbatas 
de  tonto,  como  todos,  i  sacó  una  de  madapolán  con 
loros  pintados  que  al  señor  Pisaflores  le  pareció  mui 
bien,  i  después  que  se  fué  don  Dieguito,  el  patrón  me 
mandó  pedirle  al  doctor  de  al  lado  unas  vendas  si  tenia, 
para  usarlas  como  corbatas. 

— Qué  barbaridad  ! 

— No  señora,  van  a  quedar  mui  bien  i  van  a  entrar 
en  moda. 

—  ¿Qué  sombrilla  me  has  puesto  ? 

—  La  verde. 

— La  verde  ?  ¿  No  sabes  que  hoi  es  jueves? 

— I  qué  tiene  eso  ? 

— Sombrilla  verde  en  jueves !  ni  loca  que  estuviera ; 
ponme  la  otra  de  cabo  de  carei. 

— Esa  que  parece  desteñida? 

Desteñida?   es    la    última,    moda;    se    llama    fraise 
ecrasée. 

— Pintonees  la  fricasé  la  pongo,  con  el  crema  i . . . . 

— I  la  jaquette;  ¿le  has  pegado  los  botones  a  la 
jaquette  ? 

— Sí,  le  saqué  los  viejos  i  le  puse  los  de  ojo  de  gato ; 
así  parece  otra. 

— Está  bien  ¡  la  cosa  es  que  parezca  otra  ! 

— I  le  puse  también  en  el  cuello  como  blonda  el  encaje 
de  la  sombrilla  negra ;  nadie  la  conoce  ahora  ! 

(.  . .  Silencio.  . .  después  de  un  rato,  la  mucama,  que 
es  tan  informada  como  cualquiera  señora,  continua) : 

— Sabe  que  la  mucama  de  las  niñas  de  Garrapata 
come  tres  veces  ? 


—  131  — 

—  Cómo  es  eso  ? 

—Sí;  se  hace  servir  aquí  temprano,  diciendo  que  no 
puede  ir  al  comedor;  después  vá,  come  i  dice  que  la 
comida  está  mala  i  pide  un  fiambre  en  su  cuarto. 

— Estará  mui  gorda. 

— Qué!  flaca  como  un  hilo;  no  sé  que  hace  con  lo 
que  come. 

— Han  salido  ya  las  de  Garrapata  ? 

— No  señora,  les  están  planchando  las  blusas ;  ya  sabe 
usted  que  no  tienen  sino  dos  mudas. 

— Yo  no  sé  tal  cosa ! 

— Pues  todos  lo  saben  ! 


En  la  playa  la  concurrencia  es  numerosa  i  animada; 
se  ve  señoras  gordas  i  flacas,  frescas  o  maduras  i  niñas 
elegantes  airosas^  bien  vestidas;  jeneralmente  bonitas  i 
mas  atractivas  aun  cuando  dejan  su  traje  de  playa  i 
toman  el  de  baño,  ^on  el  cual  muestran  esa  agradable 
desproporción  de  las  mujeres  entre  el  grueso  de  la  cin- 
tura i  los  demás  diámetros. 

Si  yo  en  vez  de  ser  un  humilde  sirviente,  fuera  una  ola 
o  una  sección  de  la  playa  donde  se  baña  ese  enjambre 
de  bellezas,  podría  dar  detalles  mas  minuciosos  i  tal  vez 
mas  interesantes.  Desgraciadamente  no  soi  ni  ola  ni 
playa. 

Variados  grupos  de  mozos,  de  señores  respetables  i 
de  niños,  se  forman  sobre  la  rambla  o  en  la  arena  a  la 
orilla  del  mar,  donde  las  familias  antes  del  baño,  se  reúnen 
en  círculo  a  mirar  las  olas  crespas,  quebradas,  espumo- 
sas, que  embisten  inútilmente  el  límite  puesto  por  la 
naturaleza  para  enfrenarlas. 

Los  jóvenes  elegantes,  vestidos  de  blanco,  con  som- 
brero blanco,  saco  blanco,  pantalones  blancos,  zapatos 
blancos,  algunos  hasta  cerebro  en  blanco,  no  se  arries- 
gan en  avances  peligrosos;  cuidan  sus  zapatos  como  si 
no  fueran  hechos  para  andar  con  ellos  en  la  arena,  some- 
tiéndose a  la  lei  de  su  destino,  la  misma  de  los  guantes  de 
gamuza,  cuya  íntima  naturaleza  consiste  en  estar  sucios. 

* 


—   132  — 

Faltan  muchas  cosas  a  la  playa  de  Mar  del  Plata  para 
parecerse  a  las  de  Europa:  un  poco  menos  de  rijidez  en 
las  costumbres,  un  poco  menos  de  miedo  de  hacer  lo  que 
es  natural,  sencillo  i  propio  del  sitio  i  del  objeto  de  la 
estadia,  menos  aislamiento,  menos  separación  entre  los 
sexos,  menos  temor  de  tratarse  i  de  conversar.  En 
Europa  un  joven  acompaña  a  una  niña  lejos  o  afuera  en 
el  mar,  nadando,  sin  que  nadie  lo  note  i  después  del 
baño,  hombres  i  mujeres,  con  su  túnica  blanca,  se  sientan 
en  la  arena  a  secarse  al  sol,  comiendo  ostras  o  tomando 
refrescos.  Aquí  no  hai  ostras,  ni  refrescos,  ni  reuniones 
en  traje  de  salida.  Verdad  es  que  la  playa  no  se  presta 
para  las  escursiones  a  nado  mar  afuera  i  que  el  tenwr 
de  la  crítica  paraliza  toda  tentativa  de  franca  fami- 
liaridad. 

A  pesar  de  eso  esta  playa  es  mui  agradable  i  los  baños 
son  deliciosos. 

Dentro  de  algunos  años,  cuando  haya  botes  salva- 
vidas i  la  bahía  esté  cerrada  al  sud  por  un  rompe  olas,  la 
naturaleza,  con  las  facilidades  que  brinde  sin  peligro 
para  los  bañistas,  cambiará  las  costumbres  i  Mar  del 
Plata  será  el  grande  atractivo  del  verano  para  toda  la 
República. 


Como  todos  los  concurrentes  están  desocupados, 
cualquiera  cosa  les  llama  la  atención;  una  ola  grande, 
una  tonina  que  asome  su  cuerpo  negro,  rollizo  i  repug- 
nante, una  ballenera  de  pescador,  son  incidentes  que 
reclaman  serios  i  grandes  comentarios. 

El  otro  dia  Pedro  Pardo,  ese-  mozo  que  parece  la 
fuerza  misma,  tuvo  un  síncope  después  del  baño;  gran 
alarma,  gran  reunión ;  cada  uno  proponia  un  remedio ; 
hubo  juntas  de  calafates  i  diagnósticos  marítimos  como 
si  se  tratara  de  un  buque ;  por  fin  a  un  orijinal  se  le 
ocurrió  buscar  un  médico;  el  doctor  Wilde  andaba  por 
ahí  vestido  de  druida;  lo  llamaron,  se  acercó,  reconoció 
al  enfermo  que  estaba  como  un  cadáver,  i  dijo  con  la 
calma  que  todos  le  conocen:  No-se-ha-de-mo-rir,    Par- 


—  133  — 

dito. — Por  qué,  preguntaron  varios  —  Porque  eso  estaría 
contra  el  refrán. 

— Yo  no  estoi  contra  ningún  refrán!  contestó  Pardo 
abriendo  los  ojos;  i  se  acabó  el  síncope,  con  gran  con- 
tento de  los  amigos  que  lo  rodeaban. 

Como  en  toda  reunión  de  ociosos,  en  Mar  del  Plata 
unos  se  divierten  con  los  otros,  prodigándose  recípro- 
camente burlas  amistosas. 

José  Luro,  a  pesar  de  su  aire  adusto,  es  preferido  para 
ese  juego  por  su  carácter  bondadoso  i  por  ser  consi- 
derado como  la  encarnación  de  Mar  del  Plata.  Es  el 
pacha  de  estas  comarcas  i  no  ocurre  accidente  alguno 
que  no  suscite  en  los  bañistas  por  asociación  de  ideas, 
el  nombre  de  Luro. 

Llueve,  Luro  tiene  la  culpa;  hace  buen  tiempo,  Luro 
se  ha  conducido  bien  ;  hai  tierra,  ¿i  qué  hace  Luro?  se 
preguntan  todos ;  la  sopa  está  fría,  es  necesario  quejarse 
a  Luro  ;  i  Luro  no  pudiendo  resistir  a  la  corriente,  ha 
consentido  ya  tácitamente  en  ser  responsable  de  todo  i 
toma  como  caso  personal,  cualquiera  alteración  de  la 
atmósfera,  que  él  trata  de  cohonestar  o  mitigar,  anun- 
ciando que  al  día  siguiente  el  tiempo  tal  vez  sea  mejor. 


Aquí  pasan  ahora  la  temporada  muchos  abogados, 
médicos,  diputados,  jueces,  rentistas  i  comerciantes,  con 
sus  familias.  Todos  parece,  han  convenido  en  ser  corrien- 
tes i  estar  de  buen  humor,  cambiándose  las  burlas  mas 
picantes.  El  otro  dia  se  bañaba  el  doctor  Saavedra, 
miembro  distinguido  de  nuestra  majistratura ;  un  abo- 
gado amigo  se  le  acerca  i  le  dice:  Un  juez  que  nada,  es 
el  mejor  nadador.  Ya  entiendo,  replica  éste,  porque  lleva 
su  conciencia. 

En  esto  una  ola  los  echó  a  la  playa. 

Naturalmente,  Luro  fué  el  responsable  del  suceso. 

A  un  joven  médico  que  sale  a  cazar,  le  dice  Cullen, 
por  rivalidad:  ¿no  tiene  usted  bastante  con  sus  clientes 
de  la  ciudad  ?  (Estos  clericales  son  muí  atrevidos). 

Daireaux  se  acerca  a  Seeber  i  le  dice :  seguramente 


—   134   — 

usted  escribirá  una  memoria  retrospectiva  de  Mar  del 
Plata  ?  Seeber  no  se  enoja  i  se  prepara  a  escribir  la 
memoria. 

En  estas  conversaciones  u  otras  análogas  se  pasa  el 
tiempo,  cuando  no  en  escursiones  a  la  gruta  descubierta 
por  Egaña,  el  compadre  de  Avellaneda,  o  al  faro  que 
está  admirablemente  bien  tenido  (no  parece  cosa  nues- 
tra) o  al  campo  simplemente,  a  respirar  aire  puro, 
fresco  i  perfumado. 


En  el  comedor  del  Bristol,  a  la  hora  del  almuerzo, 
después  del  baño  o  a  la  noche,  antes  del  concierto,  el 
espectáculo  es  magnífico :  el  salón  tiene  a  simple  vista 
como  180  J  metros  cuadrados  i  está  cubierto  de  mesas 
casi  totalmente  ocupadas  por  una  sociedad  distinguida  i 
elegante,  en  la  cual  naturalmente,  el  gran  atractivo  es  la 
belleza  de  las  mujeres  (como  yo  soi  sirviente  no  hago 
distinción  entre  señoras,  señoritas  i  chiquilinas). 

Después  de  la  comida  i  del  café  tomado  en  la  galería, 
sintiendo  la  brisa  del  mar  i  oyendo  el  rumor  de  las  olas 
incansables,  la  concurrencia  femenina  acude  al  salón  de 
conciertos,  tan  vasto  como  el  comedor,  i  la  masculina,  al 
Casino,  a  jugar. 

Este  arreglo  es  un  verdadero  contrasentido ;  asi  toda 
sociedad  queda  destruida.  • 

Las  señoras  i  las  niñas  se  aburren  en  el  salón  i  los 
hombres  se  arruinan  o  se  ponen  tontos  en  las  mesas  de 
juego. 

Hace  poco  le  oia  criticar  esto  a  un  señor  que  hablaba 
con  mi  patrón.  «  No  es  que  falten  atractivos  en  el  salón, 
decia,  para  todos  estos  jóvenes  i  aun  para  los  hombres 
de  edad  que  andan  huyendo  de  él.  He  conversado  con 
la  señorita  de  Paz  hace  poco,  i  me  he  quedado  maravi- 
llado de  su  injenio,  de  su  talento  i  de  su  instrucción, 
aparte  de  su  belleza  que  anadia  un  nuevo  encanto  a  sus 
palabras.  He  hablado  con  la  señora  de  Oyuela  i  no  he 
estr añado  ni  el  naipe  ni  la  ruleta  mientras  la  oia  dis- 
currir ;   he  tratado  a  la  señora  de  Pardo  cuya  suavidad  i 


—  135  ^- 

sencillez  nie  han  cautivado,  i  hablando  con  la  niña  de 
Aguirre,  sin  tocar  tópicos  banales,  como  usted  com- 
prende, he  pasado  una  hora  entretenido  i  lamentando  que 
a  nuestros  jóvenes  no  los  atraiga  el  simple  placer  de  la 
conversación.  Lo  mismo  puedo  decir  de  las  señoras  de 
Chas,  de  Arias,  de  Escalante,  de  la  señora  de  Saavedra 
i  de  su  preciosa  cuñadita,  i  de  tantas  otras  niñas  que  se 
encuentran  aquí,  sin  contar  entre  las  ventajas  la  de  que 
la  conversación  de  una  niña  inocente,  sencilla  i  linda, 
es  mas  agradable  que  la  de  un  académico,  pues  mientras 
ella  habla,  usted  la  mira  i  sus  sentimientos  estéticos,  si 
los  tiene,  quedan  halagados». 

¡  Cuándo  habrá  sociedad  en  nuestro  mundo  elevado, 
siquiera  en  las  playas  de  baños,  de  las  cuales  debía  des- 
terrarse la  tirantez  inútil  i  la  etiqueta  tan  fuera  de  opor- 
tunidad i  de  sitio  ! 


Nota  —  Señor  director :  Sí  esta  correspondencia  le 
parece  larga,  córtela;  si  le  parece  tonta,  no  la  publique; 
pero  si  la  publica  hágame  el  favor  de  correjir  las  frases 
en  francés,  de  cuya  ortografía  no  respondo. 


IV 
ALREDEDOR  DEL  MUNDO 

Itinerario  de  viaje  desde  Buenos  Aires  :  Inglaterra^  Alema- 
nia, Francia,  Italia,  Canal  de  Sues^  Mar  Rojo,  Ceylan, 
China,  Japón,  Honolulú,  Norte  América^  Lisboa  i  Rio  de 
Janeiro, 

Londres,  Julio  de  1896. 

Todo  está  calculado  en  Inglaterra,  en  Londres  princi- 
palmente, para  exaltar  el  sentimiento  de  patriotismo,  mas 
bien  el  orgullo  nacional,  por  el  inmenso  poder  de  la  Gran 
Bretaña  que  se  estiende  mas  cada  dia,  sin  oposición  i  sin 
obstáculo,  como  crecen  los  árboles  en  virtud  de  las  leyes 
naturales  ! 

No  hai  espectáculo  que  no  concluya  con  God  save  the 
Queen  i  toda  vez  que  el  asunto  se  preste  siquiera  sea  de 
lejos,  se  mostrará  o  tratará  de  mostrar  que  la  Ingla- 
terra triunfa  siempre,  que  ella  lo  hace  todo  bien,  que 
lleva  i  difunde  la  civilización,  procurando  la  felicidad  del 
conquistado  i  del  conquistador.  Como  es  necesario  encar- 
nar en  alguien  o  en  algo  toda  pasión,  sentimiento  o  ideal 
humano,  el  inglés  encarna  su  orgullo  británico  en  la 
reina,  a  la  cual  parece  adorar,  sin  que  haya  en  realidad 
semejante  hecho,  pues  la  aparente  veneración,  sumisión  o 
lo  que  se  quiera,  tiene  mas  bien  los  caracteres  de  un 
culto  relijioso.  La  reina  es  una  efijie;  lo  mismo  seria  que 
fuera  de  mármol :  es  una  insignia  como  la  bandera ! 


Londres  puede  encontrar  similares  de  todos  los  deta- 
lles de  la  vida  de  la  jente  que  lo  habita,  como  del  carác- 
ter de  sus    edificios,  disposición  de  sus  calles,  índole  de 


—   138  — 

sus  instituciones  i  demás  enumerandos,  que  cualquiera 
comprenderá  ;  pero  en  lo  que  Londres  se  diferencia  de 
todas  las  capitales  del  mundo  i  en  lo  que  es  superior  a 
todas  ellas  es  en  sus  admirables  parques,  principalmente 
en  esa  maravilla  sin  ejemplo  llamada  Hyde  Park.  He 
visitado  todas  las  capitales  de  la  Europa,  las  mas  gran- 
des de  Norte  i  Sud-América,  varias  de  Asia  i  África ;  pues 
bien,  no  he  visto  en  ninguna  de  ellas  nada  parecido  a 
Hyde  Park.  ¡  Lo  que  éste  representa  en  lujo,  en  costo, 
en  valor,  en  sensaciones,  en  previsión  urbana,  en  salud, 
en  grandeza,  en  sorpresa,  en  economia  de  vidas,  en 
exibicion,  en  deleite,  en  comodidad ,  en  satisfacción 
moral  i  reposo  físico,  en  halagos  de  toda  especie,  es 
inapreciable.  Sale  uno  de  Picadilli  donde  la  confusión 
humana  lo  aturde,  da  un  solo  paso  i  está  en  el  campo, 
enteramente  en  el  campo,  sin  ver  una  sola  casa,  está  en 
Hyde  Park,  con  cien  mil  compañeros  de  paseo,  debajo  de 
árboles  espesos,  limpios,  frescos  sin  saberse  siquiera 
que  ahí  a  la  puerta  está  el  colosal  enjambre  de  palacios, 
de  hombres,  de  vehículos  i  de  miserias. 


La  facilidad  de  pasar  de  lo  microscópico  a  lo  jigan- 
tesco  en  ninguna  parte  se  encuentra  como  en  Londres. 
Un  individuo  que  sabe  silbar  bien  hace  una  fortuna,  i  si 
se  llega  a  saber  que  en  una  fonda  miserable  hai  un  coci- 
nero especialista  en  la  confección  de  sopa  de  tortuga,  la 
fonda  i  el  fondero  llegan  en  una  semana  al  apojeo  de  la 
fama. 

Los  tránsitos  son  violentos  para  ciertas  cosas  :  de 
nada  a  todo  !  Hablan  mucho  de  la  miseria  en  Londres; 
será  tan  grande  i  tan  desesperante  como  se  quiera,  pero 
mas  grande  i  mas  aflijente  para  quien  medita,  es  el  lujo. 
No  hai  idea  de  los  límites  que  alcanza  en  este  emporio 
del  mundo  ni  se  puede  concebir  a  donde  irá  a  parar.  Lo 
que  cuesta  a  algunos  de  sus  habitantes  una  hora  de 
tiempo  pasada,  dándose  lo  que  llaman  un  poco  de  con- 
fort en  la  alta  vida,  basta  en  algunos  casos  para  mante- 
ner un  mes  en  otras  ciudades  a  una  familia.  La  despro- 
porción asusta. 


—   I3V  — 

Todas  las  fastuosidades  de  la  historia  son  miserias 
ante  esto. 

Corren  rios  de  oro  en  algunas  clases  sociales  i  en  de- 
terminados gremios ,  sin  que  ninguna  exajeracion  les 
alarme.  Los  mercaderes  de  las  calles  centrales  tienen  un 
aplomo  que  solo  iguala  a  su  descaro  para  pedir  precios 
salvajes  por  cualquier  objeto;  pero  los  ingleses  están 
habituados  a  esas  diferencias  i  crueldades  iinancieras. 

Yo  atribuyo  el  prurito  de  elevar  las  cifras  a  la  unidad 
de  moneda.  Es  sabido  hasta  por  los  que  nada  saben, 
como  algunos  altos  funcionarios  de  nuestra  tierrp,  que 
existe  en  todas  las  naciones,  mas  bien  dicho,  en  todos  los 
hombres,  la  tendencia  a  calcular  con  relación  a  la  unidad 
habitual.  Así,  en  jeneral,  lo  que  vale  en  Francia  un  franco, 
vale  en  Italia  una  lira,  en  Alemania  un  marco,  en  Ingla- 
terra un  chelín,  en  España  una  peseta.  Pero  desgracia- 
damente en  Inglaterra  no  se  toma  como  unidad  el  chelin 
sino  la  libra  i  lo  mas  curioso  aun,  ni  siquiera  la  libra 
sino  la  guinea,  una  moneda  que  existe  solo  para  los 
fines  de  aumentar  un  chelin  mas  a  los  veinte  de  la  libra, 
probablemente  para  no  desairar  a  esa  unidad  secundaria 
llamada  chelin  i  hacerla  entrar  en  la  unidad  imajinaria 
compuesta  de  una  libra  mas  un  chelin. 

{ Usted  cree  que  hemos  concluido  ?  no  señor  :  todavia 
falta  prestar  el  debido  acatamiento  al  penique  i  hacerlo 
tntrar  en  el  precio  de  las  cosas.  Un  objeto  vale  siempre 
tanto  i  seis  peniques,  nunca  chelines  o  libras  o  guineas 
solas.  Cualquier  ingles  o  habitante  de  Londres  que  vende 
algo,  se  cree  deshonrado  si  no  añade  al  precio  los  lejen- 
darios  seis  peniques,  los  cuales  hacen  a  veces  un  triste 
papel  al  lado  de  sumas  cuantiosas,  mil  libras,  o  mas  bien 
mil  guineas  and  six  pence,  por  ejemplo.  Nadie  se  puede 
jactar  jamás  de  haber  recibido  una  cuenta  de  su  sastre, 
de  su  zapatero,  o  de  su  cualquier  cosa  espresando  una 
suma  redonda. 

A  tal  punto  llega  la  rutina  i  la  obsesión  que  esta  cos- 
tumbre ridicula  produce  en  los  estranjeros,  que  uno  está 
tentado  de  añadir  six  pence  a  todas  sus  frases  i  decir, 
como  solia  hacerlo  yo  con  ingleses  amigos  de  confianza, 
cuya  susceptibilidad  no  se  picaba  por  tan  lijeras  críticas: 


—  140  — 

Buen  día  and  six  pence  i  tomará  usted  café,  and  síx 
pence  ?  recibí  su  tarjeta  and  six  pence  ;  haw  are  you  my 
dear  friend  and  six  pence  ! 

En  Buenos  Aires  cuando  destruyeron  el  antiguo  i 
comodísimo  peso  papel,  ya  pudo  calcularse  lo  que  iba  a 
suceder  i  ha  sucedido  ;  la  vida  se  iba  a  encarecer  en  la 
proporción  de  la  diferencia  en  el  valor  de  la  moneda. 
Verdad  es  que  hai  escepciones  a  la  regla. 

Así,  por  ejemplo,  en  el  Brasil  que  cuentan  los  caballos 
por  patas  i  tienen  por  unidad  el  reis,  la  pequenez  de  la 
unidad  no  implica  baratura,  porque  un  cigarro,  suponga- 
mos, vale  doscientos  millones  de  reis,  es  decir,  un  peso 
and  six  pence. 

Hai  un  verdadero  furor  en  Inglaterra  por  las  carreras 
i  cada  hipódromo  tiene  sus  peculiaridades:  el  Derby,  la 
gran  masa  de  pueblo;  Ascot,  el  nivel  elevado  de  la  con- 
currencia; Sandown,  su  clientela  especial  de  jente  que  vá 
en  carruaje  desde  Londres. 

Las  carreras  en  Ascot  son  una  exibicion  de  lujo,  de 
belleza  i  de  aristocracia.  Hai  tres  sitios  principales  para 
la  concurrencia.  El  Royal  Enclosure,  para  los  privilejia- 
dos  i  los  estranjeros  distinguidos;  el  Grand  Stand,  para 
el  común  de  los  mortales  de  alta  estatura  social,  i  otro, 
no  sé  cómo  se  llama,  para  la  jente  menor  o  con  poca 
plata. 

Estos  recintos  son  lo  que  nosotros  llamamos  palcos 
o  tribunas,  pero  mejor  dispuestos  :  la  parte  en  escalones, 
por  ejemplo,  es  la  menos  socorrida;  del  pié  de  los  últi- 
mos asientos  nace  una  planicie  pendiente  con  verde 
césped  por  alfombra,  en  la  cual  las  ladies,  como  dice 
Plaza,  ponen  sus  sillas  i  hacen  grupos  con  sus  amigas, 
conservando  la  libertad  de  pararse,  caminar  o  sentarse. 
En  nuestros  hipódromos  no  hai  como  hacer  semejante 
cosa  ;  no  tenemos  sino  estos  dos  estremos  :  o  tierra  abajo 
o  tablas  arriba ;  pero  en  cambio  tenemos  tirantez  en 
todas  partes.  Tras  de  estos  recintos  hai  jardines,  par- 
ques,  mas  bien  dicho,  con  árboles  grandes  o  pequeños, 


—  141   - 

con  flores,  con  fuentes,  con  luz  i  con  sombra,  donde  la 
inmensa  concurrencia  acude  en  los  intermedios  a  tomar 
refrescos  o  a  comer,  si  se  le  antoja.  Con  motivo  de  esta 
observación  oí  el  siguiente  diálogo  : 

— Supongo  que  los  hipódromos  en  la  Arjentina  son 
como  este,  dice  un  inglés. 

— No,  contesta  un  arjentino,  son  mucho  mejores. 

— Ah! 

— Sí,  mucho  mejores,  no  tienen  adelante  esa  desagra- 
dable pendiente  verde  que  puede  hacer  daño  con  su 
humedad,  ni  árboles  que  quiten  la  vista. 

— ^^Pero  aquí  los  árboles  están  atrás  i  no  impiden  ver 
las  carreras. 

—  Atrás  o  adelante  poco  importa,  no  tenemos  árboles! 

—  I  dónde  van  los  concurrentes  en  los  intervalos  ? 

— Abajo,  al  sol,  o  a  la  tierra,  o  se  quedan  en  su 
asiento,  principalmente  las  señoras  i  niñas,  porque  allá 
es  muí  mal  visto  que  una  niña  se  mueva. 

—  I  no  van  en  coches,  no  hacen  pic-nics,  lunchs.  . .? 

—  Antes  iban  :  ahora  hemos  abolido  esa  costumbre 
por  ser  poco  seria  i  no  avenirse  con  nuestro  alto  carác- 
ter nacional ! 

— i  Son  ustedes  admirables  !  dijo  el  inglés  cerrando  la 
conversación  ! 

He  mencionado  los  coches  ;  hai  que  citarlos  entre  los 
recintos  o  sitios  desde  los  cuales  los  concurrentes  ven 
las  carreras  i  contarlos  con  mención  honrosa.  Describiré 
no  mas  que  el  mailcoach  de  nuestro  reciente  huésped 
señor  Drucker. 


Llegó  ájil  como  una  golondrina  i  después  de  desen- 
ganchados los  caballos,  cuatro  mozos  de  librea  lo  pusie- 
ron en  la  fila  de  los  otros  cien  coches  del  Club  (  para 
todo  hai  club  en  Londres)  en  el  sitio  llamado  Coaching 
Club  Enclosure,  en  frente  de  los  palcos  ;  ájil  venia,  i  sin 
embargo,  cuatro  doncellas  preciosas,  dos  señoras  buenas 
mozas  i  distinguidas  i  seis  sujetos  mas  o  menos  titulados 
del  sexo  desagradable,  coronaban  su  cumbre  ;  mas  abajo 


—   142  - 

iban  lacayos  i  sirvientes,  i  en  sus  entrañas  moraban, 
como  se  vio  después,  salmones,  conservas,  pollos  i  pavos 
asados,  espárragos,  verdes  alberjas,  perdices  encantado- 
ras en  escabeche,  helados,  frutas  i  vinos  de  varias  clases, 
haciéndose  notar  el  solícito  champagne  ;  todo  ello  acom- 
pañado de  fuentes,  platos  i  cajas  de  plata,  cubiertos  i 
vasos  apropiados,  blancas  servilletas  i  finos  manteles 
destinados  a  estenderse  en  una  mesa  que  no  sé  de  donde 
salió  i  debajo  de  una  tienda  de  campaña  que  vino  al  sitio 
como  llovida. 

Todos  estos  preparativos  abajo  eran  para  los  caba- 
lleros ;  a  las  damas  se  les  servia  arriba,  en  tablas  afortu- 
nadas que  ellas  colocaban  sobre  sus  faldas,  i  eran  un 
primor  ver,  protejidos  por  quitasoles,  pues  daba  el  caso 
de  haber  sol  en  la  circunstancia,  rostros  divinos  de  mu- 
jeres encantadoras,  comiendo  con  unas  bocas  deliciosas, 
sobre  nubes  de  encajes  i  bebiendo  a  su  gusto  en  copas 
de  plata  menos  blanca  que  el  cutis  de  sus  frentes  (  no 
hablo  de  las  mejillas  porque  estaban  tantalizantemente 
rosadas).  Mientras  tanto  en  la  tienda  Mr.  Drucker  pare- 
cia  un  repartidor  de  felicidades,  i  llamo  tales  a  las  pechu- 
gas de  pavo,  a  las  rebanadas  de  jamón  i  a  las  lenguas 
inocentes  de  animales  muertos  en  gracia  de  Dios  por  no 
haber  hablado  nunca  mal  de  sus  semejantes  ;  todo  ello 
bautizado  con  sendos  tragos  de  espumosos  vinos  ó  res- 
petables añejos. 

Sospecho  que  eso  de  las  carreras  es  una  invención; 
no  he  visto  a  nadie  preocuparse  de  los  caballos  ni  de 
cosa  alguna  hípica. 

Antes  del  lunch,  la  concurrencia  se  entretenia  en  pa- 
sear i  en  admirarse  recíproca  i  reflexiblemente  ;  durante 
el  lunch,  lo  dicho  basta,  i  después,  vuelta  a  la  inspección 
de  aquellas  plantas  accidentales,  nacidas  en  la  pradera  i 
ostentando  un  lujo  de  colores,  una  feria  de  trajes,  un 
sueño  de  tules  i  unos  atrevimientos  británicos  dé  belleza 
incomparable,  quizá  aumentados  por  los  efectos  de  un 
buen  almuerzo,  cosa  que,  como  se  sabe,  es  un  consuelo 
en  la  vida  i  un  elemento  favorecedor  de  las  sensaciones 
optimistas. 

Verdad  es  también  que  la  familia  real  hace  una  terrible 


—  143  — 

competencia  a  los  caballos  i  a  todo  espectáculo  ;  donde 
está  la  familia  aunque  solo  sea  representada  por  el  prín- 
cipe de  Gales,  el  hombre  mas  simpático  de  Inglaterra, 
o  un  alemán  adquirido  por  parentesco  político,  ya  el 
público  no  ve  nada.  Pero  -esto  se  esplica,  sobre  todo 
cuando  está  la  duquesa  de  York,  que  es  mui  bonita. 

La  mortalidad  en  Londres  era  en  el  mes  pasado  de  18 
por  mil,  mienti'as  que  en  otra-s  ciudades  con  la  mitad, 
cuarta  parte  o  menos  de  la  población,  pasaba  de  40  por 
mil.  Así  el  área  que  ocupa  esta  inmensa  ciudad,  es  el 
pedazo  de  tierra  mas  sano  que  hai  en  el  mundo.  Atri- 
buyo este  hecho  admirable  a  dos  causas  ;  el  sistema  de 
desagüe  i  la  falta  de  acción  directa  de  los  rayos  solares. 

La  luz  en  Londres  está,  diré,  tamizada,  es  casi  siempre 
difusa,  lo  que  basta  para  su  acción  química  sobre  los 
organismos  animales  i  para  la  fijación  del  carbón  en  los 
vejetales.  El  sistema  de  desagüe,  uno  de  los  mejores  que 
se  conoce,  mui  inferior  sin  embargo  al  de  Buenos  Aires 
qur.  es  el  mas  perfecto  hasta  hoi  en  ciudad  alguna,  ha 
hecho  desaparecer,  como  allí,  de  los  barrios  bien  servi- 
dos, la  fiebre  tifoidea,  la  difteria  i  otras  enfermedades 
infecciosas ;  la  tisis  ha  disminuido.  En  París  donde  toda- 
via  siguen  en  varias  partes  con  el  antiguo  sistema,  pues 
ahora  mismo  vacian  los  depósitos  por  el  procedimiento 
neumático,  la  fiebre  tifoidea  jermina  sin  interrupción. 

Algunos  incidentes  de  la  lucha  por  la  vida  en  Europa 
me  han  hecho  recordar  dos  episodios  de  mis  viajes  ante- 
riores. 

Tomábamos  café  en  una  misma  mesa  un  caballero  i  yo, 
en  un  pueblo  de  baños  en  Italia,  donde  estaba  en  uso  el 
principio  de  <  cada  uno  para  sí ».  Cuando  concluimos  yo 
pagué  las  dos  tazas ;  —  <  Oh,  por  qué  hace  usted  esto !  » 
esclamó  mi  compañero  en  tono  de  agradecimiento  pa- 
tético. 


—  144  — 

Mas  tarde  en  Rusia  presenté  una  carta  de  recomenda- 
ción a  un  cónsul  de  no  sé  dónde  ;  el  cónsul  se  hizo  man- 
tener literalmente  por  mí  durante  cinco  dias,  so  pretesto 
de  indicarme  donde  se  comia  mejor  ;  al  ñn  por  un  resto 
de  equidad  que  jerminaba  sin  duda  en  su  alma^  al  despe- 
dirnos me  dijo:  — «¿Qué  puedo  hacer  yo  ahora  por  usted 
en  cambio  de  tanta  amabilidad  ?  Tomaremos  una  taza  de 
café  ¿quiere  ?  Yo  la  pago. .  .  !  ». 

Las  dos  formas  de  espresion  de  un  mismo  sentimiento, 
mas  bien,  las  dos  manifestaciones  de  egoismo,  impuesto 
por  la  penuria  de  la  vida,,  se  daban  la  mano  a  través  del 
continente,  de  Pegli  a  San  Petersburgo. 

Esta  mañana  me  puse  a  recorrer  el  mundo,  es  decir, 
a  leer  el  Times.  Los  diarios  de  Londres  no  tienen  pareja; 
cualquiera  otro  a  su  lado  parece  una  crónica  local,  salvo 
los  telegramas.  El  Times  i  sus  colegas  de  igual  formato, 
suministran  lectura  para  una  semana  ;  nadie  lee  por  lo 
tanto  cada  dia  sino  la  parte  que  le  interesa  i  siempre  la 
encuentra,  pues  allí  se  trata  de  todo,  se  discute  todo  i  se 
comenta  la  vida  universal  de  pueblos  e  individuos..  En 
una  palabra,  son  una  fuente  inagotable  de  información. 
Leia  como  digo  el  Times,  i  con  suma  emoción,  las  últi- 
mas noticias  de  la  catástrofe  del  «  Castle  of  Drumon  >. 

Cuando  lleguen  estos  párrafos  a  su  destino,  ya  el 
asunto  será  viejo,  pero  ¡  cuántas  cosas  viejas  hai  que 
todavía  están  de  moda  !  la  muerte  por  ejemplo  i  el  Padre 
Nuestro  que  todos  rezamos  con  una  devoción  trasmitida 
por  herencia  o  atavismo ;  yo  a  lo  menos  lo  rezo  con  gran 
fervor,  a  pesar  de  sus  faltas  de  lójica  i  de  sus  irreveren- 
cias :  Padre  nuestro  que  estás  en  los  cielos  (no  es  exacto. 
Dios  está  en  todas  partes,  no  solo  en  los  cielos)  santifi- 
cado sea  el  tu  nombre  (ya  lo  es,  positivamente,  i  no  en 
subjuntivo,  como  lo  ponemos  en  la  oración)  hágase  tu 
voluntad  así  en  la  tierra  como  en  el  cielo  (se  ha  de  hacer 
aunque  no  queramos,  i  no  solo  en  el  cielo  i  en  la  tierra, 
sino  en  todo  el  universo)  el  pan  nuestro  de  cada  dia, 
dánosle  hoi  (si  fuera  nuestro  no  necesitaríamos  pedirlo  i 


—  145  — 

Dios  faltaría  a  la  equidad  si  no  nos  lo  diera)  i  perdóna- 
nos nuestras  deudas  así  como  nosotros  perdonamos  a 
nuestros  deudores  (  «  Vea  usted  estos  petulantes,  dirá 
Dios  al  oir  esta  frase,  dándome  lecciones  de  conducta, 
poniéndose  de  ejemplo  para  que  yo  los  imite  i  mintiendo 
además  a  voi  en  cuello.  Si  ellos  perdonaran  sus  deudas 
no  me  habría  visto  obligado  a  crearles  tribunales  en  lo 
civil  !>)  i  no  nos  dejes  caer  en  la  tentación  mas  líbranos 
de  todo  mal  (bastaba  pedirle  que  nos  libre  de  todo  mal 
en  lo  cual  va  incluido  el  no  dejarnos  caer  en  tentación  ). 
Este  lijero  comentario  muestra  que  yo  venero  mas  al 
Ser  Supremo  que  cualquier  devoto. 


Sin  duda  la  catástrofe  del  <  Castle  of  Drumon  »  no 
será  tan  recordada  como  la  muerte,  ni  tan  repetida  como 
el  Padre  nuestro,  pero  nadie  podrá  leer  sus  detalles  sin 
conservarlos  en  la  memoria  por  largo  tiempo,  con  dolo- 
rosa  emoción  ! 

El  buque  seguía  su  rumbo  con  su  marcha  normal 
durante  la  noche ;  los  pasajeros  en  su  mayor  parte  se 
habían  retirado  a  sus  camarotes,  muchos  estarían  ya 
durmiendo,  los  niños  sobre  todo  (  habia  niños  a  bordo  i 
familias  numerosas  que  volvían  anhelantes  a  su  tierra, 
después  de  una  larga  ausencia).  Tres  o  cuatro  personas 
solo  quedaban  sobre  cubierta  a  parte  de  los  empleados 
de  a  bordp  ;  otros  pocos  concluían  sus  partidas  de  aje- 
drez, naipe  o  dominó  en  el  salón  de  fumar. .  . 

De  repente  el  buque  choca  contra  una  roca . . .  co- 
mienza a  hundirse  i  se  hunde  en  segundos,  sin  dar 
tiempo  a  nada.  Imajínarse  las  escenas  de  horror  dentro 
de  los  camarotes,  eriza  el  cuerpo ;  el  agua  ha  debido 
entrar  en  torrentes  para  llenar  los  vacíos  ;  los  que  dor- 
mían habrán  pasado  del  sueño  a  la  muerte,  no  sin  tener 
un  momento  de  percepción  del  horrible  sacrificio.  Veo 
los  niños  incorporarse  en  su  lecho,  medio  dormidos,  con 
los  ojos  grandes,  abiertos,  espantados,  como  sonámbu- 
los i  ajitar  los  brazos  en  defensa  contra  el  turbión  sin 
nombre  que  los  envuelve ;  oigo  los  gritos  desesperados 

Por  mares  i  por  tierras  10 


—  146  — 

de  las  madres  i  un  minuto  después,  nada,  silencio,  salvo 
uno  que  otro  estallido  i  el  gorgoteo  del  aire  desalojado 
por  las  olas  de  las  cavidades  ;  los  estremecimientos  sin 
eco  de  las  máquinas  en  la  agonía  de  sus  últimos  impul- 
sos . .  .  luego  por  fin,  el  mar  haciendo  embudo  en  el  sitio 
del  hundimiento  ;  los  bultos  livianos  de  la  carga  flotando 
en  los  compartimentos  i  los  cuerpos  humanos  pegados 
al  techo  de  los  camarotes  i  de  los  salones  por  la  presión 
del  agua. 

I  en  medio  de  tan  salvaje  desastre,  el  valor  heroico  e 
inútil  del  maquinista  que  baja  a  apagar  los  fuegos  i  abrir 
las  válvulas  cuando  ya  no  habia  tiempo  sino  para  morir 
ahogado  i  quemado,  junto  con  los  foguistas  sus  compa- 
ñeros de  servicio. 

* 

Las  recepciones  oficiales  en  Londres  tienen  el  mismo 
carácter  colosal  de  las  demás  cosas.  Asistimos  a  la  del 
ministerio  de  Relaciones  Esteriores,  donde  recibia  la 
marquesa  de  Salisbury,  pues  por  una  ficción  mui  en  boga 
ahora  en  todas  partes,  las  señoras  son  las  dueñas  de  casa 
i  las  que  invitan  a  sus  reuniones. 

Se  habrán  fijado  ustedes  en  que  las  señoras,  no  sé  si 
por  dudar  ellas  mismas  de  la  lejitimidad  de  su  posesión 
sobre  los  objetos,  o  por  otro  motivo,  se  apresuran  a  con- 
firmarla con  signos  visibles ;  así  se  observa  que  de  un 
tiempo  a  esta  parte,  los  maridos  no  tienen  ni  una  toballa, 
ni  un  mantel,  ni  una  sábana,  funda,  plato,  taza  o  cuchara 
que  les  pertenezca  ;  todas  estas  piezas  llevan  las  iniciales 
de  la  señora  i  por  lo  tanto  son  de  ella,  aun  cuando  las 
haya  comprado  el  marido. 

Al  mismo  marido  no  le  ponen  rótulo  probablemente 
por  descuido  o  por  considerar  suficiente  prueba  sus  tar- 
jetas en  las  que  se  lee  <  Señora  de  Fulano,  »  es  decir, 
propietaria  de  ese  infeliz. 

Por  tanto,  la  marquesa  de  Salisbury,  dueña  de  todas 
las  cosas  de  Salisbury  i  del  mismo  notable  hombre  de 
Estado  en  persona,  recibe  en  el  ministerio  con  muchk 
distinción,   cortesía  i   amabilidad   a   mas  de  dos  mil  qui- 


—  147  — 

nientas  personas  cada  vez.  Todo  está  lleno:  galerías, 
escaleras  i  salones ;  cada  uno  anda  por  su  cuenta  des- 
pués de  la  introducción ;  nadie  da  el  brazo  a  nadie  ;  todos 
están  parados  o  caminando ;  seria  una  locura  pensar  en 
sentarse.  La  concurrencia  es  lo  mas  heterojénea  posible; 
al  lado  del  ministro  de  Haití,  negro,  se  ve  un  príncipe 
sajón,  lácteo  i  con  bigotes  blancos  de  puro  rubios,  i  junto 
a  una  inglesita  linda  i  delicada  como  una  orquídea,  se 
destaca  la  figura  jigantesca, del  secretario  de  la  legación 
china,  con  trenza  i  vestido  de  mujer;  mas  allá  el  ministro 
japonés,  chino,  amarillo  i  con  los  ojos  oblicuos,  habla 
a  martillazos  estridentes  con  una  duquesa  enorme  que 
parece  un  ídolo  antiguo. 

Varias  particularidades  ofrecen  estas  ñestas  a  la  obser- 
vación del  viajero  :  la  cultura  de  los  concurrentes,  mui 
difícil  de  mantener  en  reuniones  tan  numerosas;  el  esqui- 
sito  servicio  de  la  repostería  tan  esmerado  i  correcto, 
aun  tratándose  de  atender  a  dos  mil  personas;  fínal- 
mente  la  ostentación  de  la  fortuna  por  medio  de  las  joyas 
con  que  se  adornan  las  señoras. 


El  número  i  el  valor  de  las  alhajas  son  puntos  dignos 
de  admiración.  Si  tratara  de  asignarles  una  medida,  no 
se  me  ocurriría  ni  contarlas  ni  aquilatarlas  ;  mas  propio 
me  pareceria  justipreciarlas  por  toneladas.  Jamás  he  visto 
mayor  cantidad  ni  piezas  de  mayor  mérito.  Hacia  yo  mis 
comentarios  hablando  con  una  joven  norte-americana  i 
ella  me  contestó:  —  «No  crea  usted,  muchas  de  ellas  son 
joyas  de  fami]ia  antiquísimas,  trasmitidas  por  herencia». — 
<  Peor  que  peor,  repliqué,  si  son  antiguas  i  heredadas, 
calculando  el  interés  por  siglos  de  un  capital  muerto, 
probablemente  no  despreciable  en  su  orijen  ».  La  joven 
abrió  tamaños  ojos  i  no  pudo  contestar  ese  argumento 
que  en  cualquier  parte  me  habría  hecho  pasar  por  minis- 
tro de  hacienda  o  por  pulpero. 


—  148  — 

No  dejaré  sin  embargo  de  hacer  una  crítica  a  la  reu- 
nión :  no  sé  de  dónde  sacó  la  marquesa  de  Salisbury  tan 
formidable  i  variada  colección  de  viejas  feas. 

Los  collares  envueltos  en  cuellos  tendinosos,  los  hilos 
de  perlas  caidos  sobre  clavículas  salientes  i  fornidas;  las 
diademas  trepadas  en  cabezas  estrafalarias  i  los  anillos 
acumulados  en  falanjes  nudosas,  no  servian  de  adorno  sino 
de  aviso  para  hacer  resaltar  la  perturbadora  falta  de 
hermosura  de  las  duquesas,  condesas,  marquesas  i  damas 
de  honor  que  servian  de  escaparate  a  tan  valiosa  joyería. 
Nada  hai  completo  en  este  picaro  mundo  ;  los  títulos  i  la 
fortuna  parecían  en  aquel  baile,  patrimonio  de  la  fealdad 
i  la  vejez.  No  obstante,  de  un  espectáculo  como  este,  las 
jóvenes  sacan  un  provecho  :  el  de  librarse  de  toda  ambi- 
ción respecto  a  joyas.  \  A  qué  tenerla  de  lo  inalcanzable 
ahora,  para  la  inmensa  mayoría  !  —  <  De  no  poseer  eso 
o  algo  semejante,  decia  una  señora,  mas  vale  no  poseer 
nada.  >  ~  «  Sea  usted  vieja,  fea  i  duquesa  i  tendrá  diade- 
mas, coronas,  brazaletes,  anillos,  collares  i  un  sarcófago 
a  poca  distancia,  le  contesté ;  todo  se  compensa !  » 

Naturalmente  en  esos  bailes  no  se  baila,  se  pasea,  se 
conversa,  se  ve  a  la  aristocracia  formando  muchedumbre 
i  se  tiene  el  honor  de  asistir  a  una  recepción  en  que  hace 
acto  de  presencia  una  parte  de  la  familia  real.  En  esta  el 
honor  fué  acordado  por  la  duquesa  de  York  i  su  marido; 
mui  agradable,  casi  bonita,  la  duquesa,  por  una  escepcion 
de  la  lei  de  compensaciones. 


*    * 


Karlsbad,  Julio  de  1896. 

Es  necesario  ser  tonto  para  venirse  a  Karlsbad  sin 
necesidad  o  por  simple  curiosidad  profesional,  cuando 
uno  puede  ver  en  los  libros  cómo  es  el  sitio,  cómo  son  sus 
aguas  i  demás  por  ende.  Pero  no  me  pesa  haber  venido. 
Comenzaré  por  decir  que  a  no  ser  por  los  hoteles,  Karls- 
bad sería  delicioso.  Está  situado  a  orillas  de  un  rio  tor- 
tuoso que  corre  entre  montañas  cubiertas  de  árboles 
metódicos  i  bohémicos;  la  temperatura  es  agradable  i  de 


—  149  — 

memoria  de  hombre,  como  reza  el  librito  que  se  reparte 
a  los  viajeros  por  resolución  municipal,  no  ha  prendido 
epidemia  alguna,  ni  han  entrado  el  cólera  ni  la  fiebre 
amarilla,  ni  la  viruela,  ni  la  difteria,  ni  el  sistema  de  go- 
bierno republicano  federal;  i  es  lástima,  porque  ano  ser 
así,  tal  vez  estarian  sentados  a  la  diestra  de  Dios  Padre, 
todos  los  hoteleros  que  infestan  el  país,  o  a  lo  menos 
muchos  de  ellos,  comenzando  por  los  señores  Pupp, 
padre,  hijo  i  secretario,  i  concluyendo  por  el  señor 
Kokke  i  su  estimable  i  corpulenta  señora. 


Una  de  las  particularidades  de  Karlsbad  es  la  siguien- 
te :  no  hai  casas  de  familia  i  por  lo  tanto  no  hai  familias: 
hai  solamente  lo  que  llaman  villas  i  hoteles,  nada  mas. 
En  las  villas  pertenecientes  a  particulares,  los  habitan- 
tes: padre,  madre,  hijos  i  sirvientes,  forman  solo  un  rudi- 
mento de  familia,  que  admite  huéspedes  a  los  cuales 
alquila  piezas  por  semana.  P3n  la  casa  no  se  cocina ;  los 
dueños  i  los  huéspedes  comen  en  los  hoteles,  en  los  jar- 
dines, en  los  parques  o  en  el  mercado. 

En  todas  partes  hai  mesas.  No  es  raro  oir  diálogos 
como  este  en  los  domicilios  privados  : 

El  hijo.—  Papá,  {  dónde  vas  a  comer  hoi  ? 

El  padre.  —  Yo  voi  a  comer  con  tu  madre  en  lo  de 
Klingelfussklasenbeckreigíf  ;  ¿  i  tú  ? 

El  hijo. — Yo  comeré  con  Hermengaudia  i  con  Funff  en 
el  Reigstaggthoff,  donde  la  comida  es  mas  barata,  porque 
no  dan  sino  lo  que  está  ya  un  poco  pasado. 

La  madre. — Pero  harán  mal  de  comer  eso  ! 

El  tio.  —  Qon  tomar  un  vaso  de  Sprudel ! 

Debo  advertir  que  la  elección  de  sitio  para  comer,  no 
tiene  la  menor  significación.  Todos  los  hoteleros  se  en- 
tienden, todos  tienen  la  misma  lista  impresa  del  mismo 
modo,  en  el  mismo  formato  i  por  la  misma  imprenta; 
la  única  diferencia  es  el  nombre  del  Envenenador.  Así,  á 
pesar  de  ser  Karlsbad  una  ciudad  compuesta  esclusiva- 
mente  de  hoteles  i  casas  amuebladas,  la  cuestión  de 
comer  es  una  grave  cuestión  i  para  los  estranjeros,  un 
verdadero  padecimiento  ;  la  carne  en  jeneral  está  en  pie- 


—  150  — 

na  descomposición  o  escurrida;  los  huevos,  salvo  exep- 
ciones,  son  viejos  i  mal  conservados  (es  sumamente  peli- 
groso tomarlos),  el  pescado,  blando,  pasado,  a  veces 
venenoso. 

Advierto  que  yo  no  escribo  sino  la  verdad. 

Por  poco  que  uno  se  descuide  le  hacen  comer  sustan- 
cias alteradas.  En  un  restaurant  elegante,  el  mozo  trae 
.unas  sardinas  hermosísimas,  bien  hinchadas ;  se  le  recla- 
ma ;  él  va  i  vuelve  con  esta  noticia  :  — «El  cocinero  dice 
que  están  buenas  i  que  además  nadie  come  sardinas 
durante  la  cura.Hf  —  «  Dígale  al  cocinero  que  se  vaya  al 
diablo,  replico  ;  si  no  se  toma  sardinas  durante  la  cura, 
I  cómo  figuran  en  la  lista  ?  I  por  fin,  i  quién  le  ha  dicho  al 
cocinero  que  yo  he  venido  a  la  cura  i  no  a  comer  sardi- 
nas austríacas  ?  »  Los  mercantes  en  comestibles  de  los 
hoteles  aquí  (i  en  jeneral  en  todo  el  mundo  civilizado)  no 
tienen  conciencia  ;  la  han  mandado  a  lavar  i  todavía  no 
la  ha  devuelto  la  lavandera  ! 


La  humanidad  debe  a  Karlsbad  no  solo  el  beneficio  de 
sus  aguas,  sino  también  la  creación  de  un  nuevo  proto- 
tipo :  el  fondero  ensimismado,  arrogante,  lleno  de  una 
suficiencia  cómica,  risible,  insospechada,  oculta  para  él 
mismo,  petulante,  soberana,  que  seria  chocante  si  no 
fuera  ridicula  i  no  ofreciera  un  nuevo  tema  de  estudio 
como  producto  de  un  singular  conjunto  de  circunstancias! 
Qué  conciencia  tan  absoluta  tienen  estos  señores  taber- 
neros de  su  valer,  de  su  inmensa  superioridad  sobre  el 
resto  de  los  mortales  ! 

Es  curiosa  la  consideración  que  se  guardan  entre  ellos 
i  el  desprecio  injénuo  con  que  tratan  a  los  viajeros,  asig- 
nándoles cuando  mas,  el  papel  de  cosas,  cambiables,  aco- 
modables i  transportables. 

Para  el  jerente  del  hotel  Pupp,  por  ejemplo,  el  mundo 
jira  alrededor  de  la  casa  Pupp,  que  en  realidad  es  un 
inmenso  i  lujoso  palacio.  Allí  su  Majestad  recibe  a  los 
huéspedes  con  una  sonrisa  llena  de  tolerancia,  de  lástima, 
de  piedad,  de  conmiseración  i  les  habla  con  misericor- 
diosa i  benigna  protección.  No  lo  hace  por  maldad,  ni  por 


—  151  — 

despotismo  ni  hostilidad,  sino  por  la  c  :-cc  es  r^A  nicco* 
movible  de  la  alta  categoría  de  Pup  p,  c~n  rrl^c: >n  al 
resto  de  los  mortales  ,  i  eso,  no  tam::-  >;:?  en  se  .-al.  iad  de 
Pupp,  sujeto,  persona,  sino  de  Pi^pj-.  di-rñ?  «-c  hotrl  en 
Karlsbad. 

Para  él  Dios  tiene  una  fonda  en  el  cirl:^  a  !a  c-á¡  d^be 
su  omnipotencia,  el  Papa  es  el  jerectc  drl  X'ancano  i  e¡ 
presidente  de  los  Estados  L'nidos  un  scm^lUr  de  la  ^an 
nación. 


Un  viajero  en  Karlsbad  abandona  por  fuerza  su  perso- 
nalidad; desde  lueg^o  paga  un  impuesto  por  !a  música  aun 
cuando  sea  sordo  i  por  la  cura  aun  cuando  no  tome  agua 
ni  se  bañe,  sin  estar  en  su  mano  convencer  a  nadie  de 
ser  refractario  a  los  acordes  i  no  necesitar  ia  cura,  pues 
hasta  los  sirvientes  se  permiten,  como  se  ha  v:sto,  opinar 
acerca  de  la  incompatibilidad  de  tal  o  cual  p!ato  con  el 
réjimen  impuesto  ;  i  como  esto  no  basta,  por  la  tuerza  de 
las  cosas,  el  pobre  pasajero  se  convierte  en  un  objeto 
con  el  cual  los  fonderos  según  su  conveniencia,  juegan  al 
volante,  enviándoselo  recíprocamente,  con  el  portero 
respectivo  i  adjuntando  los  informes,  que  mejor  respon- 
den a  la  esplotacion  uniforme,  concertada,  pactada  de 
antemano  entre  ellos. 

i  Ah !  que  hermoso  seria  este  valle  si  a  Dios  se  le  ocu- 
rriera suprimir  los  hoteles  mediante  una  pequeña  erupción 
volcánica  ! 

Allá  en  los  viejos  tiempos,  crió  Dios  el  mundo  (no  cabe 
en  esto  la  menor  duda)  i  puso  en  el  sitio  que  ocupa 
ahora  Karlsbad,  formaciones  graníticas,  asfálticas  i  otras, 
según  las  épocas  jeolójícas  i  su  buen  o  mal  humor.  Aun 
cuando  el  lugar  era  solitario  i  no  había  ante  quien  os- 
tentar espectáculos  maravillosos,  se  divirtió  también 
haciendo  juegos  pirotécnicos,  erupciones  volcánicas, 
reventazones  en  la  piedra  viva  con  espulsiones  de  fuego 
i    barro    fundido,    proyecciones    de    agua    hirviendo    i 


—  152  — 

otra  porción  de  novedades  que  nadie  vio.  Resultado  de 
todo  esto  es  la  formación  actual  de  lá  comarca,  la  crea- 
ción de  montañas  i  colinas,  la  de  valles  i  cuencas,  ríos  i 
vertientes,  i  lo  demás  que  se  presenta  ahora  como  tes- 
tigo de  lo  ocurrido  por  aquellos  entonces. 

Dicen  los  jeólogos  i  las  guias  de  los  hoteles,  que  las 
capas  de  granito  se  alzaron  formando  promontorios,  se 
rajaron  en  varias  partes,  dieron  salida  a  diversos  mate- 
riales internos  i  cuando  las  furias  amainaron,  el  basalto 
fundido  i  la  tierra  greda  llenaron  algunas  grietas  dejando 
otras  abiertas  por  donde  las  aguas  minerales  calientes 
viniendo  de  no  sé  donde,  se  precipitaran  al  esterior  i 
continúan  precipitándose  cargadas  de  sales  solubles  i 
saturadas  de  ácido  carbónico. 


La  teoría  del  fuego  central  en  el  globo  terrestre,  ad- 
mitida sin  vacilación  hasta  hace  poco,  en  virtud  del 
hecho  esperimental  de  que  el  calor  en  los  pozos  aumenta 
de  un  modo  proporcional  con  la  profundidad  i  da,  para 
cierta  hondura  según  el  cálculo,  una  temperatura  a  la 
cual  ningún  material  conocido  puede  dejar  de  entrar  en 
fusión,  ha  recibido  un  golpe  serio  con  esta  sola  obser- 
vación :  a  una  hondura  de  seis  i  media  millas,  como  la 
que  se  ha  encontrado  entre  las  islas  Bermudes  i  el  Banco 
de  Terranova,  i  con  mas  razón,  a  una  de  ocho  i  cuarta 
millas,  casi  tres  leguas,  como  la  que  marcan  los  sondajes 
a  una  distancia  media  entre  las  islas  de  Tristan  de 
Acuña  i  la  Boca  del  Río  de  la  Plata,  debia  encontrarse 
si  no  el  fuego  central,  una  elevadísima  temperatura  por 
lo  menos ;  sin  embargo,  nada  de  esto  sucede  i  la  teoria 
queda  mal  parada,  por  el  hecho  mismo  de  haber  sido 
posibles  los  sondajes. 

Pero  no  hai  humo  sin  fuego,  i  yo  no  sé  como  se  espli- 
caria  la  existencia  de  los  volcanes  i  de  las  aguas  terma- 
les sin  admitir  la  de  focos  internos  i  materiales  en 
ignición  a  mayor  o  menor  distancia  del  suelo. 

Entre  tanto,  no  teniendo  yo  la  obligación  de  espli- 
carlo  todo,   me   limito   a  confirmar  los  hechos,  i  estos 


-    153  — 

muestran  que  el  agua  de  las  fuentes  de  Karlsbad  viene 
de  lo  hondo,  ha  encontrado  temperaturas  relativamente 
altaSf  ha  pasado  por  sitios  donde  hai  sales  solubles  i 
gran  cantidad  de  ácido  carbónico  libre  o  combinado, 
ha  disuelto  las  sales,  se  ha  saturado  de  ácido  carbónico, 
i  arrastrando  el  exeso,  si  lo  hai  como  parece,  sale  por 
las  aberturas  violentamente. 

Hai  una  fuente  sobre  todo,  que  puede  servir  como 
tipo  de  estudio:  el  Sprudel,  una  maravilla  natural  pei- 
nada ahora  por  el  arte.  En  efecto,  se  ha  construido  una 
inmensa  galeria  para  ella»  dejándola  en  uno  de  sus  estre- 
mos  arreglada  de  un  modo  adecuado  para  que  el  agua 
suba  en  su  proyección  a  la  mayor  altura  i  caiga  en  una 
taza  colosal  en  cuyo  centro  está  el  tubo  conductor. 

El  espectador  al  contemplarla  no  entiende  lo  que 
tiene  delante,  a  menos  de  saberlo  de  antemano.  Vé  salir 
el  agua  i  el  vapor  como  del  pico  irrigador  de  una  bomba, 
pero  en  erupciones  intermitentes  de  líquidos  i  gases  ;  vé 
llenarse  de  humo  la  atmósfera  i  flotar  nubes  blancas  que 
luego  se  disipan;  oye  el  ruido  de  esplosiones  repetidas 
con  mayor  ó  menor  regularidad,  isócronas  con  las  pul- 
saciones de  ese  tan  estraño  mecanismo. 


Esplicacion  probable  del  fenómeno.  Casi  toda  la  ciu- 
dad Karlsbad  está  situada  sobre  una  bóveda  de  granito, 
que  es  el  techo  de  espacios  vacios  mas  o  menos  gran- 
des, especie  de  cuevas  i  conductos  que  los  accidentes 
jeolójicos  formaron.  Esta  bóveda  está  sostenida  por 
columnas,  tabiques,  pilares  i  aun  gruesas  moles  de  gra- 
nito, entre  cuyos  huecos  circula  el  agua  que  surje  por 
las  aberturas.  El  agua  circulante,  recuérdese,  tiene  una 
alta  temperatura;  se  halla  saturada  de  ácido  carbó- 
nico i  mantiene  en  disolución  varias  sales  ;  algunas  de 
estas  se  precipitan  por  enfriamiento  i  forman  depósitos 
en  la  vecindad  de  las  aberturas,  es  decir,  donde  cambia 
la  temperatura  del  líquido.  Tienen  ademas  la  facultad  de 
petrificar  los  objetos.  Diré  de  paso,  que  tanto  los  sedi- 
mentos o  materiales  depositados  como  las  petrificacio- 


—  154  — 

nes,  dan  oríjen  a  un  vasto  comercio  de  piedras  talladas, 
producto  de  la  industria  local  tan  conocida.  Como  con- 
secuencia de  los  depósitos  mencionados,  algunos  canalCvS 
o  pasajes  se  obstruyen  o  disminuyen  de  calibre  i  enton- 
ces, por  la  tensión  de  las  aguas  gaseosas,  se  producen 
esplosiones  parciales,  rompiéndose  la  cascara  de  gra- 
nito i  dando  lugar  a  la  salida  violenta  del  líquido  con 
sus  gases  i  vapores  i  con  los  fragmentos  sólidos  que 
arrastran.  Algunas  de  estas  esplosiones  han  causado 
grave  daño  i  los  anales  de  Karlsbad  marcan  la  fecha  de 
las  mas  memorables  i  no  menos  destructoras  que  los 
terremotos.  Nuevas  grietas  se  abrian  por  consiguiente, 
algunas  fuentes  se  desmoronaban,  otras  dejaban  de  fun- 
cionar i  los  vecinos  cuando  el  caso  lo  permitia,  reme- 
diaban los  desastres  tapando  las  aberturas  con  bolsas  de 
arena,  piedras,  maderas  i  otros  materiales,  para  enca- 
minar las  aguas  a  sus  habituales  salidas.  Ahora  hai,  me 
dicen,  válvulas  de  escape  i  galenas  adecuadas  para  evi- 
tar en  lo  posible  las  esplosiones. 


Pero  volvamos  al  primer  tópico,  para  cuya  intelijencia 
he  creido  necesario  entrar  en  digresiones.  En  la  fuente 
llamada  el  Sprudel  cuyo  seno  comunica  con  las  otras 
fuentes,  los  depósitos  o  los  cataclismos  anteriores,  o  las 
dos  causas  juntas,  han  dejado  una  concavidad  inmedia- 
tamente debajo  del  conducto  de  salida;  esta  cavidad 
nunca  se  llena  porque  el  ácido  carbónico,  menos  pesado 
que  el  agua  pero  mas  que  el  aire,  se  acumula  entre  la 
bóveda  i  la  superficie  líquida;  mas  como  instantánea- 
mente nuevas  cantidades  de  agua  gaseosa  van  llegando, 
la  presión  del  gas  libre  i  del  vapor  actúa  sobre  la  masa 
i  no  pudiéndola  hacerla  retrogradar,  la  obliga  a  salir 
junto  con  los  gases  i  vapores  por  la  abertura  superior. 
Ahora  bien,  apenas  hecha  la  espulsion,  la  presión  dismi- 
nuye para  aumentar  inmediatamente;  al  aumento  sucede 
una  nueva  espulsion  i  así  continúa  repitiéndose  el  cu- 
rioso fenómeno,  i  se  repetirá  mientras  subsista  la  cavi- 
dad con  su  bóveda  resistente  i  su  pequeña  abertura. 


—  155  — 

Tengo  el  placer  de  anunciar  a  mis  lectores»  que  en  las 
g^uias  i  libros  referentes  a  este  punto,  no  he  encontrado 
sino  someras  indicaciones,  en  las  cuales  se  enunciaba 
apenas  la  esplicacion  del  hecho  i  que  si  yo  la  doi  en 
estenso,  no  reclamo  por  ello  su  gratitud,  bastándome  la 
satisfacción  de  salvar  sus  dudas,  sobre  un  problema  que 
tanto  afectaba  su  bien  estar  i  la  tranquilidad  de  su  con- 
ciencia. 

Se  me  ha  ocurrido  esta  reflexión  al  recordar  la  cara 
de  sorpresa  i  curiosidad  investigadora  de  algunos  bebe- 
dores de  agua,  que  parados  enfrente  del  Sprudel,  se 
olvidaban  de  llevar  el  vaso  a  la  boca  mientras  bregaba 
su  cerebro  por  darse  cuenta  de  tan  insólita  maravilla. 


En  la  galeria  del  Sprudel  una  banda  de  música  toca 
cuanto  se  le  ocurre,  casi  a  la  madrugada,  i  millares  de 
gentes  cosmopolitas  en  estado  patolójico,  circulan  copa 
en  mano,  presentando  el  espectáculo  mas  grotesco,  di- 
vertido i  estravagante. 

Unos  quieren  recojer  el  agua  del  pelotón  de  gotas  que 
cae,  otros  la  toman  de  la  fuente ;  unos  la  beben  a  sorbos, 
como  si  se  quemaran  los  labios,  otros  la  dejan  enfriar  i 
repiten  la  dosis  i  todos,  cuando  termina  la  hora  señalada 
por  la  costumbre,  se  retiran  arrogantes  con  la  conciencia 
del  deber  cumplido  i  la  vestimenta  mas  estraña  que  pu- 
diera encontrarse  en  un  guarda  ropa  de  teatro. 

Pero  dejando  aparte  las  observaciones  humorísticas  a 
que  da  lugar  este  agrupamiento  curioso  de  Karlsbad, 
quiero  apuntar  otras  de  verdadera  trascendencia.  No 
sabemos  a  lo  lejos  cuánto  importa  para  la  salud  i  la  vida 
una  residencia,  aun  corta,  en  este  delicioso  paraje  i  el 
uso  de  sus  aguas  maravillosas,  ya  célebres  desde  hace 
siglos.  Los  mismos  datos  científicos  que  yo  habia  reco- 
jido  antes  de  venir,  eran  incompletos  i  oscuros.  En  jene- 
ral  encuentro  deficientes  las  descripciones  de  los  parajes 
salubres,  interesantes  para  los  enfermos,  a  lo  menos  por 
lo  que  hace  a  la  claridad.  Yo  trato  siempre  de  que  las 
mias  no  tengan  entre  otros  ese  defecto.  y 


—  156  — 

Las  aguas  de  Karlsbad  son  termales,  pero  su  tempe- 
ratura no  es  igual  en  todas  las  fuentes;  varia  entre  33o 
i  72°  centígrados  prescindiendo  de  las  fracciones.  La  mas 
alta  corresponde  al  Sprudel,  la  mas  baja  al  Russische 
Krone.  Son  salinas  i  están  saturadas  de  ácido  carbónico. 
Las  sales  que  contienen,  a  mas  del  ácido  carbónico  libre, 
son  carbonatos  de  hierro,  manganeso,  magnesio,  calcio, 
estroncio,  litina  i  sodio;  sulfatos  de  potasio  i  sodio;  clo- 
ruros, fluoruros  i  boratos  de  sodio;  fosfato  de  cal  i  por 
fin  otros  metales  i  metaloides  en  combinación,  algunos 
de  ellos  en  infíma  cantidad.  La  sal  predominante  es  el 
sulfato  de  sodio  (23  a  25  gramos  por  10,000  de  agua). 

El  agua  de  todas  las  fuentes  tiene  sólo  pequeñas  dife- 
rencias en  su  composición,  i  sale  en  forma  de  chorro 
por  cañerías  apropiadas,  derramándose  en  piletas  sub- 
yacentes donde  la  toma  el  público  gratuitamente.  En 
cada  fuente  hai  dos  o  mas  muchachas  ocupadas  en  llenar 
los  vasos.  En  el  circuito  de  las  vertientes  se  han  cons- 
truido edificios  preciosos  para  facilitar  el  ejercicio  o  el 
reposo  a  los  que  tomen  el  agua. 

Mencionaré  sólo  las  fuentes  llamadas  Sprudel,  Mark 
Brunnen,  Shloss  Brunnen,  Muhl  Brunnen,  Neu  Brunnen, 
Theresien  Brunnen,  Elisabeth  Quelle,  Felsen  Quelle  i 
Kaiser  Brunnen,  cuyas  aguas  fueron  analizadas  por 
Ludwig  en  1879. 

Los  edificios  en  que  se  hallan  algunas  fuentes,  llama- 
dos columnatas,  son  en  jeneral  grandiosas  construciones 
dispuestas  para  responder  a  todas  las  exijencias  de  los 
enfermos,  cualquiera  que  sea  el  estado  de  la  atmósfera. 

La  cura  se  hace  en  dos  o  tres  semanas,  tomando 
diversas  dosis  de  agua  por  dia;  rara  vez  mas  de  seis 
copas  i  bañándose  si  el  médico  lo  ordena.  Durante  la 
cura  se  disminuye  la  cantidad  de  alimentos  i  bebidas  sin 
llegar  a  la  dieta.  La  moda  ha  influido  en  los  detalles  de 
la  medicación  ;  unas  veces  esta  se  ha  limitado  a  la  injes- 
tion  del  agua  en  cantidades  i  horas  variables ;  otras  al 
uso  de  los  baños  fríos,  calientes,  templados,  estable- 
ciéndose por  fin  un  racional  empleo  de  los  dos  sistemas, 
conjuntamente,  cuando  los  médicos  lo  prescriben.  Entra 
asi  mismo  en  algunas  curas  el  uso  de  baños  de  un  barro 


—  157  — 

especial  que  contiene  hierro.  Mi  opinión  mas  segura  res- 
pecto a  la  eficacia  de  los  baños  en  barro  ferrujinoso  es 
que  debe  ser  mui  grande,  cuando  los  cerdos  (chanchos 
en  Sud  América)  es  decir,  los  primeros  habitantes  de 
nuestro  globo  que  los  usaron,  los  verdaderos  introduc- 
tores de  este  sistema  terapéutico,  gozan  en  jeneral  de 
exelente  salud. 

* 

El  agua  de  Karlsbad  cura  todas  las  enfermedades 
curables  que  dependen  de  ingurjitaciones,  conjestiones 
o  estagnaciones  removióles j  las  que  en  muchos  casos 
provienen  de  falta  de  enerjía  en  la  circulación  intersticial. 

Segim  rezan  los  manuales,  se  recomienda  el  uso  de  las 
aguas  de  Karlsbad  en  las  siguientes  enfermedades  : 

<  Del  estómago :  catarro  crónico,  cardialjia  (calambre 
del  estómago),  úlcera  del  estómago,  dispepsia,  dilatación 
estomacal. 

«  Z)el  bazo:  hiperhemia  crónica,  tumores  consecutivos, 
después  de  fiebres  intermitentes  que  se  observa  en  países 
tropicales  i  húmedos.  Los  médicos  húngaros  i  holandeses 
establecidos  en  las  Indias,  donde  la  fiebre  intermitente 
i  la  malaria  son  tan  jenerales,  mandan  sus  enfermos  con 
prefererencia  a  Karlsbad. 

«  Del  hígado :  hiperhemia,  dejeneracion  grasosa  del 
hígado,  formas  de  fácil  curación  de  ictericia,  hipertrofia 
del  hígado,  dejeneracion  amiloidea  en  su  principio,  litia- 
sis. ( No  existe  ninguna  obra  sobre  enfermedades  del 
hígado,  donde  no  se  hable  con  elojio  de  Karlsbad.  Véase 
los  trabajos  de  Frerichs,  Oppolzer,  Bamberger,  Duchek, 
Fiedler,  Strümpell). 

«  Enfermedades  del  intestino :  catarro  crónico,  diarrea 
crónica,  constipación  persistente,  úlcera  del  duodeno, 
hemorroides  (  Schoenlein,  Carus,  Oppolzer,  Lebert,  Wal- 
ter,  Dietel,  Jaksch,  Zizurin). 

«  Enfermedades  de  los  ríñones  i  órganos  urinarios: 
catarro  crónico,  arenillas  en  la  orina,  litiasis,  piedras  en 
la  vejiga;  antiguamente  se  mandaba  a  Karlsbad  los  en- 
fermos operados  de  piedra. 

«  Enfermedades  de  la  próstata:  hiperhemia  crónica, 


—  158  — 

producida  por  estasis  venoso  de  los  órganos  de  la  pelvis, 
hipertrofia  de  la  próstata. 

«  Enfermedades  de  la  tnatris:  catarro  crónico,  hiper- 
trofia. 

«  Gota,  obesidad^  plétora  abdominal,  diabetes  sacarina. 
Los  médicos  de  Karlsbad  asisten  a  un  gran  número  de 
diabéticos;  sus  observaciones  i  trabajos  son  conocidos 
i  sus  obras    en  este  ramo  mui  apreciadas. 

«  Además  todas  las  enfermedades  debidas  a  una  estan- 
cación de  la  sangre  dentro  de  los  órganos  pélvicos 
(exepto  la  debida  a  neoplasmas,  alteración  del  sistema 
vascular,  etc.),  son  eficazmente  combatidas  por  las  aguas 
termales  de  Karlsbad. 

La  cantidad  de  agua  para  beber  varia  de  2  a  6  vasos, 
raras  veces  más,  algunas  veces  menos,  según  la  enferme- 
dad. Al  agua  mineral  se  puede  añadir  sal  del  Sprudel, 
leche  o  suero,  que  se  podrá  comprar  cerca  de  las  fuentes. 

«  La  cura  de  baños  se  hace  en  los  diferentes  estable- 
cimientos ( Sprudelhaus,  Curhaus,  Netibad ),  instalados 
con  gran  comodidad  i  puestos  bajo  la  vijilancia  de  la 
ciudad-^  en  estos  se  toma  baños  de  agua  mineral,  duchas 
calientes  o  frias,  baños  de  cieno  ( procedente  de  cieno 
ferrujinoso  que  pertenece  á  la  ciudad  de  Francensbad  ), 
baños  de  vapor  i  duchas  de  agua  dulce. 

Ahora  hai  un  nuevo  establecimiento  de  baños  vecino  al 
Hotel  Pupp,  pero  del  otro  lado  del  rio;  Kaiserbad,  creo 
que  se  llama.  Es  un  espléndido  i  lujoso  palacio  en  el  cual 
las  ciencias  médicas  i  matemáticas  se  hallan  representa- 
das en  forma  de  hijiene  i  arquitectura.  Se  administra  en 
él  toda  clase  de  baños,  usando  los  aparatos  más  perfectos, 
manejados  por  sirvientes  diestros,  intelijentes.  e  instruidos. 
La  casa,  además,  puede  considerarse  como  un  club  de  alto 
tono ;  tiene  salones  de  lectura,  salas  de  concierto,  de  con- 
versación i  de  baile.  El  departamento  de  jimnasia  mecá- 
nica con  su  insuperable  dotación  de  aparatos  de  ortopedia 
o  simple  ejercicio,  llama  justamente  la  atención.  Como 
casa  de  baños,  es  la  primera  de  las  que  yo  he  visto,  i  en 
verdad  no  he  dejado  por  ver  una  sola  de  las  notables  en 
América  i  Europa. 


—  159  — 

Cuando  concluye  el  reparto  de  agua  a  los  enfermos 
en  las  fuentes^  comienzan,  bajo  la  vijilancia  de  la  autori- 
dad sanitaria,  a  llenar  los  millones  de  botellas  que  se 
despacha  a  todo  el  mundo  civilizado,  los  empleados  espe- 
ciales de  una  empresa  que  ha  contratado  con  el  g'obierno 
la  esplotacion  de  las  fuentes.  Así  el  agua  de  Karlsbad, 
puede  ser  utilizada  hasta  en  los  mas  remotos  países  con 
buen  resultado,  pues  según  los  químicos,  su  composición 
es  invariable. 

Pero  no  solo  se  esporta  el  agua,  sino  también  las  sales 
que  ella  tiene,  estrayéndolas  por  medio  de  la  evaporación, 
comercio  que  deja  al  país  i  a  los  empresarios  grandes 
granan  cias. 

La  operación  se  hace  en  fábricas  adecuadas.  Yo  he 
visitado  una,  la  mas  importante,  i  me  he  dado  cuenta  de 
todos  los  detalles  de  la  preparación.  Los  aparatos  de 
calefacción,  de  evaporación  i  cristalización,  así  como  los 
diversos  departamentos  para  la  confección  de  pastillas  i 
jabones  i  los  accesorios  para  la  espedicion,  nada  dejaban 
que  desear.  La  calefacción  se  hace  económicamente  apro- 
vechando el  agua  del  Sprudel,  cuya  alta  temperatura  he 
indicado. 

Las  aguas  madres  resultantes  de  la  operación,  son 
empleadas  para  baños  o  lociones,  i  también  para  hacer 
el  jabón. 

Dos  clases  de  sales  se  obtiene  en  las  fábricas ;  la  cris- 
talizada i  la  sal  en  polvo. 

La  primera  no  tiene  todos  los  elementos  eficaces  del 
agua  termal  i  se  usa  principalmente  como  purgante. 

La  sal  mas  aproximada  en  su  composición  al  agua  del 
Sprudel  se  prepara  por  evaporación,  i  cuando  está  toda- 
vía húmeda,  es  transportada  de  las  fábricas  al  estableci- 
miento del  Sprudel^  donde  se  la  somete  a  la  saturación 
por  el  ácido  carbónico.  Esta  operación  se  hace  para  con- 
vertir en  bicarbonatos  los  carbonatos  de  la  sal,  resultan- 
tes de  la  concentración  de  las  aguas  del  Sprudel.  Prepa- 
rada así  la  sal  pulverulenta  es  soluble  en  su  totalidad  i 
cinco  gramos  de  ella  representan  poco  mas  o  menos,  un 
litro  del  agua  mineral. 

La  dosis  de  cinco  gramos  disuelta  en  una  cantidad  pro- 


—  160  — 

porcional  de  agua  caliente,  estimula  el  estómago,  activa 
su  acción  mecánica  i  neutraliza  por  un  tiempo  el  jugo 
gástrico.  A  mayores  dosis  la  acción  se  manifiesta  no  solo 
en  el  estómago,  sino  en  los  intestinos  i  el  hígado,  que 
segrega  mas  francamente  la  bilis.  Como  la  sal  es  alcalina, 
produce  su  efecto  natural  en  los  riñones,  dando  por  re- 
sultado un  aumento  en  la  orina. 
Esto  es  todo  o  casi  todo. 


Ahora  bien,  al  éxito  a  veces  sorprendente  de  la  medi- 
cación, contribuye  poderosamente  el  cambio  de  método 
de  vida,  el  réjimen,  el  ejercicio  a  veces  inmoderado  de 
los  asistidos. 

I  advierto  que  ese  ejercicio  es  impuesto  por  contajio ; 
el  mas  perezoso  de  Karlsbad,  anda,  se  mueve  porque 
vé  andar  i  moverse  a  todo  el  mundo ;  las  calles  están 
llenas  de  jente,  los  jardines  i  los  parques,  i  hai  muchos, 
no  dan  abasto ;  las  montañas  vecinas  parecen  hormi- 
gueros; no  se  vé  sino  subir  i  bajar  hombres,  mujeres  i 
niños ;  he  visto  algunas  señoras  de  ciento  i  tantos  kilo- 
gramos en  Stefaniewarten,  una  altura  a  la  cual  se  llega 
caminando  tres  horas,  sin  esplicarme  cómo  subieron  allí 
con  semejante  mole.  Stefaniewarten,  lo  diré  de  paso,  es 
un  paraje  situado  en  la  cima  de  una  montaña  cubierta  de 
pinos  desde  su  base  hasta  su  cúspide;  de  arriba  se  vé 
Karlsbad  como  un  caserío  de  muñecas  i  los  hombres 
como  son,  mui  pequeños. 

Además  del  réjimen  material,  debemos  tomar  en 
cuenta  el  reposo  moral.  Los  que  llevan  una  vida  ocu- 
pada, sedentaria,  de  escritorio,  de  negocios,  de  preocu- 
paciones políticas,  esa  vida  de  suplicio  que  se  lleva 
ahora  por  fuerza  en  las  grandes  ciudades,  vienen  aquí, 
no  hacen  nada  sino  pasear,  caminar,  oir  misa  i  dormir 
temprano  i  bien.  No  discuten,  (a  menos  de  traer  a  su 
mujer  consigo,  lo  cual  es  siempre  un  error)  i  por  lo 
tanto  las  funciones  físicas,  fisiolójicas  i  síquicas  se  verifi- 
can con  suma  normalidad. 


—  161  — 

Cada  vez  que  oigo  hablar  alemán  o  tropiezo  con  una 
piedra,  me  acuerdo  de  Seeber,  un  amigo  mío  de  oríjen 
tudesco,  cuyo  patriotismo  le  hace  hablar  dulce  el  abstruso 
idioma  jerraano,  cuando  es  de  publica  notoriedad  que  dos 
personas  de  diverso  sexo,  diciéndose  ternezas  en  esa 
lengua,  parecen  a  juzgar  por  los  sonidos  estridentes, 
estarse  llenando  de  injurias,  de  improperios  i  denuestos; 
el  coloquio  semeja  una  furibunda  camorra. 

Juzgúese  lo  que  será  un  diálogo  por  lo  que  es  un 
solo  nombre :  K.  K,  Besirkshauptmannschaft,  ni  mas  ni 
menos,  copiado  testualmente  de  un  reglamento  munici- 
pal, uno  de  cuyos  artículos  dice :  <  Las  diferencias  entre 
inquilinos  i  propietarios  o  fondistas,  están  bajo  la  juris- 
dicción de  la  K.  K.  BezirkshauptmannschafL 

\  Es  un  horror ! ;  al  lado  de  esa  palabra  son  tolera- 
bles i  livianas  las  atroces  silabas  de  los  nombres  de  ver- 
tientes, fuentes,  surtidores  de  agua  i  casas  de  baños, 
tales  como  Kaiserbad  in  Karlsbad;  Sprudel,  Obere  Zap- 
tenlock,  Schlossbrun,  Muhlbram  Colonnade,  Curhaus, 
Kaiserbrunnen,  Parkstadt  i  otros  análogos. 


Pero  no  sólo  hai  en  Karlsbad  aguas  minerales,  fuentes, 
baños,  fábricas  de  sales  i  columnatas;  hai  también  igle- 
sias, teatros,  casinos,  salones  de  lectura  i  de  baile,  gran- 
des hoteles,  institutos  diversos,  jimnásios,  escuelas  i 
sobre  todo  montañas  i  bosques,  constituyendo  paseos 
deliciosos ;  un  rio,  el  Tepl,  que  corre  en  el  fondo  del 
valle  sobre  la  bóveda  de  granito  i  deja  pasar  por  debajo 
las  galerías  de  las  aguas  minerales  i  otro,  el  Eger,  que 
parece  no  querer  meterse  en  nada  de  cuanto  atañe  a  la 
ciudad  i  se  escapa  de  ella  después  de  recibir  las  aguas 
del  primero. 


Queda,  sin  embargo,  como  lo  mas  característico  de 
Karlsbad,  su  estraña  población  flotante,  tras  de  la  cual 
desaparece  la  estable ;  la  población  que  forma  un  rio  de 

Por  mares  i  por  turras  II 


—  162  — 

jente  en  las  calles,  en  los  puentes,  en  los  caminos  sinuo- 
sos de  las  montañas,  en  las  sendas,  en  los  jardines  i  en 
todas  partes  donde  cabe  un  cuerpo.  No  sé  si  el  espec- 
táculo es  agradable  o  desagradable;  en  cualquier  caso 
es  curioso,  semigrotesco,  semi-triste,  semi-ridículo,  pero 
atractivo  como  novedad  de  perspectivas  abigarradas. 

Todas  las  clases  de  caras,  todas  las  estaturas,  todas 
las  complexiones,  todas  las  elegancias  i  las  deformi- 
dades ;  todos  los  colores  de  cutis  i  de  cabello,  todas 
las  formas  de  barbas  i  de  bigotes,  todas  las  vesti- 
mentas, batas,  batones,  levitas,  gabanes,  sacos,  hábitos, 
libreas,  sotanas,  levitones,  chaquetas,  capas,  fraques  sin 
mangas,  túnicas,  camisas,  corpinos,  rebozos,  mantillas, 
corbatas,  pantalones  anchos,  angostos,  largos,  cortos  ; 
todos  los  modelos  de  botines,  botas,  alpargatas,  sanda- 
lias, zuecos,  zapatos,  escarpines,  zapatillas  i  polainas ; 
todas  las  clases  de  sombreros,  gorros,  turbantes,  cofias, 
tricornios,  boinas  i  casquetes ;  todos  los  jéneros  de 
bastones,  paraguas,  báculos,  muletas  i  baritas;  todos 
los  colores  i  todos  los  dibujos,  a  cuadros,  a  rayas,  a 
florones,  i  todo  eso  paseado,  exibido,  ambulante  o 
quieto  un  momento  i  presentado  por  personajes  obesos, 
flacos,  chicos,  grandes,  medianos,  de  cualquier  edad,  bien 
conformados  o  contrahechos,  cojos,  mancos,  tuertos, 
ladeados,  semi-paralíticos,  hinchados,  mutilados ;  i  en  el 
número,  mujeres  hermosísimas,  sanas,  blancas,  jóvenes, 
alegres,  coquetas  o  viejas,  estéricas,  flotantes,  coloradas 
i  con  bigote ;  pues  Karlsbad  en  la  estación  de  la  cura  es 
el  lugar  de  cita  de  treinta  mil  enfermos  i  sanos  de  las 
innumerables  naciones  de  la  tierra,  que  vienen  a  curar- 
se, a  pasear,  a  divertirse  o  a  invertir  tiempo  solamente, 
arrastrados  por  la  necesidad  o  por  la  moda. 


* 
*    ♦ 


Dresde,  Julio  de  1896. 

Dresde  es  una  ciudad  mui  bonita,  tanto  en  su  parte 
nueva  como  en  la  vieja.  El  rio  Elbe,  navegable  por 
pequeñas  embarcaciones,  la  divide.  Varios  puentes  ponen 


—   163  — 

en  comunicación  las  dos  partes ;  uno  de  estos,  el  mas 
notable,  fué  hecho  con  el  dinero  producido  por  la  dis- 
pensa para  comer  huevos  i  tomar  leche  en  épocas  dadas. 

La  vista  desde  los  puentes  en  las  noches  de  luna,  sobre 
el  rio  i  la  población,  es  preciosa,  i  ellos  mismos,  basta 
mui  tarde,  ofrecen  un  espectáculo  animado  con  el  va 
i  ven  de  transeúntes,  de  carruajes  i  vehículos  de  toda 
especie. 

Esta  ciudad  tiene  nombre  de  artista  desde  hace  sigilos, 
principalmente  por  sus  pinturas  i  sus  notabilísimas  piezas 
de  porcelana  hechas  en  fábricas  rivales  de  las  mejores 
del  mundo,  en  las  cuales  trabajan  operarios  cuya  habilidad 
no  ha  sido  sobrepasada  sino  exepcionalmente.  Muchas 
de  las  obras  maestras  de  cerámica  que  figuran  en  los 
castillos  del  rei  de  Baviera,  célebre  por  su  afición  al  arte, 
fueron  ejecutadas  en  los  talleres  de  Meissen,  que  )o  he 
visitado. 

Su  lindo  i  amplio  Parque  enclavado  en  la  ciudad,  hace 
recordar  al  Hay  de  de  Londres;  no  es  sin  duda  tan  gran- 
dioso, ni  tan  concurrido,  pero  llena  su  objeto  admirable- 
mente. Allí  se  derrama  casi  toda  la  población  los  dias 
de  fíesta  i  aun  durante  la  semana;  no  hai  hora  hábil  en 
que  no  se  vea  numerosos  paseante^  cruzándolas  preciosas 
avenidas  i  grupos  de  niños  jugando  en  los  descampados. 

Los  árboles,  grandes  i  bien  cuidados,  llevan  en  su 
tronco  un  letrero  que  dice  su  nombre  i  su  familia.  La 
única  contrariedad  para  quien  pasea  bajo  su  sombra,  es 
la  indecisión  para  elejir  el  sitio  en  que  se  ha  de  quedar 
más  tiempo;  todos  son  deliciosos.  Un  buen  jardín  zooló- 
gico ocupa  varias  hectáreas  del  Parque  i  sirve  de  estudio 
i  de  diversión  al  pueblo. 


Una  de  las  colecciones  mas  curiosas  i  ricas  en  Dresde 
es  la  de  joyas,  ornamentos,  armas  i  objetos  de  oro,  plata 
i  marfil  esculpidos.  Ocupa  este  valioso  museo  varias 
piezas  de  un  antiguo  palacio  i  llaman  principalmente  la 
atención  en  ellas,  las  joyas  de  la  corona,   \(9s  grandes  i 


—  164  — 

numerosos  brillantes,  los  rubíes,  las  perlas  colosales  (hai 
una  como  un  huevo  de  gallina  chico,  que  ha  servido  para 
hacerle  el  cuerpo  a  un  hombrecito  de  metal)  las  esme- 
raldas, los  záfiros  i  el  pedazo  de  ónix  mas  grande  que  se 
conoce  i  cuyo  valor  se  calcula  en  ciento  cincuenta  mil 
francos  ;  las  armas  de  puño  cincelado  i  cuajado  de  piedras 
preciosas  i  finalmente,  un  palacio  en  miniatura  represen- 
tando en  plata,  oro,  esmaltes  i  piedras  riquísimas,  la  corte 
del  Rei  Mogol  i  al  mismo  Rei,  recibiendo  presentes  en  su 
trono.  Hai  como  trescientas  figuras  en  este  juguete, 
cuya  confección  requirió  el  trabajo  durante  ocho  años, 
de  muchos  artistas. 

Las  colecciones  de  mineralojia,  zoolojia  i  botánica,  de 
armas  antiguas,  de  grabados,  de  cuños,  de  monedas,  mi- 
niaturas, de  objetos  de  etnolojia  en  fin,  i  de  historia 
natural,  bien  pueden  riv^alizar  con  las  mas  nombradas  de 
otras  ciudades. 


Su  museo  de  escultura  es  mediocre,  sin  dejar  por  eso 
de  ser  interesante ;  pero  su  galería  de  pinturas  tiene 
pocas  parecidas  en  el  mundo.  Allí  se  encuentra  cuadros 
orijinales  de  los  mejores  pintores  :  la  Santa  Cecilia  de 
Dolci,  la  Santa  familia  de  Correggio,  la  Noche  del  mis- 
mo, Abraham  e  Isaac  de  del  Sarto,  la  Venus  dormida  de 
Sassoferrato,  muchos  cuadros  del  Tiziano,  entre  ellos 
Cupido  coronando  a  Venus,  el  Artista  i  su  mujer  de 
Rembrandt,  obras  de  Caravaggio,  de  Veronese,  de  Van 
Dyk,  de  Rubens,  de  Ribera,  de  Van  der  Worff  (notabilí- 
simas, como  su  Magdalena,  su  Juicio  de  París  i  su  Espul- 
sion  de  Hogar )  i  de  cien  otros  antiguos  i  modernos, 
figurando  en  lugar  distinguido  la  Madona  de  Holbein, 
famosa  en  el  museo,  tanto  como  la  Madona  Sistina,  según 
los  críticos  i  entendidos,  con  cuyo  parecer  no  estoi 
conforme  por  todo  lo  siguiente :  el  cuadro  copia  la 
escena  en  que  un  Burgoma^tre  muí  vulgar  presenta  su 
familia,  poco  interesante,  a  una  divina  Madona  bastante 
fea;  las  figuras  no  se  destacan  del  plano;  la  mujer  del 
Burgomaestre,   supongo  tal   a  la  figura  de  la  derecha, 


—  165  — 

representa  una  beata  tonta,  compunjida  i  antipática;  el 
niño  desnudo  salva  un  tanto  a  la  familia;  el  conjunto  es 
en  verdad  armonioso,  pero  como  el  cuadro  está  com- 
puesto con  personajes  poco  atractivos,  no  le  falta  mucho 
para  ser  desagradable. 

Admiran  en  esta  obra  el  colorido  persistente  a  pesar 
de  los  años  ;  yo  también  lo  admiro,  pero  esto  no  me  basta 
para  forjarme  un  placer,  cuando  naturalmente  la  vista 
del  objeto  no  me  lo  suscita,  aún  predispuesto  por  la 
fama  a  dejarme  impresionar. 

Debe  sin  duda  considerarse  la  época,  la  calidad  del 
maestro,  su  mérito  en  romper  con  las  tradiciones  artís- 
ticas de  su  circuito,  pasándose  un  tanto  al  estilo  de  los 
pintores  italianos,  i  las  demás  recomendaciones  que  las 
crónicas  apuntan*,  pero  toda  belleza  que  necesita  esplica- 
ciones  i  considerandos,  ya  no  es  bella.  La  sensación  de 
gusto  artístico  no  debe  fabricarse  con  noticias  biográficas; 
debe  saltar,  brotar  en  el  organismo  con  la  simple  pre- 
sencia del  objeto  estético. 


La  Madona  Sistina  es  otra  cosa ;  no  necesita  biogra- 
fías ni  considerandos.  Se  puede  hacer  un  viaje  largo  por 
solo  verla.  Rafael  no  pudo  calcular  al  pintarla,  cuánto 
dinero  obligaría  a  gastar  a  las  futuras  i  curiosas  jenera- 
ciones,  sin  contar  los  caudales  empleados  por  los  pro- 
pietarios sucesivos  en  adquirir  la  imájen.  ¡  Quién  sabe  si 
con  el  andar  del  tiempo  no  va  a  parar  á  Bahía  Blanca, 
cuando  esa  aldea  sea  la  mas  grande  ciudad  del  mundo  i 
de  Dresde  no  quede  ya  sino  el  recuerdo,  perpetuado  por 
una  noticia  en  letra  gótica  de  un  idioma  muerto. 

Pero  hoi  por  hoi,  los  dresdenenses  no  se  desprenden 
de  su  joya.  Es  necesario  ver  la  admiración  que  por  ella 
tienen.  Cada  habitante  podrá  prescindir  de  su  jamón  con 
pan  i  cerveza  a  la  tarde,  antes  que  de  su  Madona  Sixtina. 
En  todas  las  casas  se  la  considera  como  parte  de  la  fami- 
lia i' los  niños  en  la  mesa  apartan  de  su  plato,  asado  i 
compota  para  su   virjencita.  Ninguna  vidriera    deja    de 


—  166  — 

exibirla  ;  figura  en  los  almacenes  de  comestibles,  en  las 
zapaterías  i  hasta  en  las  fábricas  de  cerveza,  con  Sisto  el 
Papa  o  sin  él,  con  Santa  Bárbara  o  sin  ella,  con  ánjeles 
gordos  o  sin  ellos,  pero  siempre  con  el  niño. 

Se  sabe  el  culto  que  los  alemanes  tributan  a  su  rei 
difunto.  El  retrato  de  Guillermo  es  una  institución  en 
Alemania,  no  es  un  objeto.  En  nuestro  hotel,  magnífico, 
nuevo  i  bien  decorado,  elEuropáischerHof,  ocupa  una  de 
las  cabeceras  del  comedor,  un  colosal  cuadro  al  óleo  re- 
presentando al  rei  Guillermo  de  gran  uniforme;  alrededor 
del  cuadro  los  globos  de  luz  eléctrica  de  diversos  colo- 
res i  las  hojas  de  laurel,  forman  una  guarda ;  abajo  hai 
macetas  con  plantas  i  flores ;  todos  los  dias  a  la  hora  de 
almorzar  i  de  comer,  las  mil  bombitas  de  luz  eléctrica 
lo  iluminan  i  Guillermo  el  memorable,  como  imájen  de 
altar,  preside  una  de  las  mas  altas  i  dignas  funciones  de 
la  raza  humana :  la  comida. 

Pues  bien ;  a  pesar  de  este  culto,  ha  ocurrido  caso  de 
encontrarse  un  alemán  de  Dresde  sin  el  retrato  del  rei, 
pero  jamás  sin  una  madona  Sistina,  pintada,  grabada, 
fotografiada,  dibujada,  bordada  o  estampada  en  madera, 
papel,  cobre,  zinc,  piedra,  latón,  cuero,  lienzo  o  porce- 
lana ! 

Para  la  Bolsa,  el  precio  corriente  de  una  madona  en 
Guillermos,  es  de  cincuenta  por  ciento ;  es  decir  dos  Gui- 
llermos por  una  Sistina.  Bien  entendido,  siendo  los  dos 
retratos  del  mismo  mérito  relativo. 

Ya,  ni  la  consideran  estranjera  ;  en  su  fuero  interno 
creen  que  habla  en  alemán,  que  mira  en  alemán  i  que  el 
pedazo  de  tierra  visible  entre  Sixto  i  Bárbara  es  Dresde. 
En  cuanto  a  los  ánjeles  de  abajo  no  hai  la  menor  duda; 
son  alemanes,  i  a  juzgar  por  el  buen  estado  de  sus  carnes, 
no  se  privan  de  un  buen  jarro  de  cerveza  de  tiempo  en 
tiempo. 


Pero  hasta  ahora  nada  hemos  dicho  del  cuadro  en  sí, 
de  sus  antecedentes,  de  su  valor  artístico,  de  la  impre- 
sión   que  causa  i  del  modo  cómo  puede  ser  considerado. 


—  167  — 

Varios  de  estos  tópicos  han  sido  dilucidados  en  mu- 
chos libros  i  alg^unos,  hasta  en  las  gruías  de  viajeros.  Los 
antecedentes  sirven  para  medir  el  alto  concepto  en  que 
siempre  se  le  ha  tenido,  pero  como  la  sensación  no  se 
trasmite  con  la  noticia,  yo,  dejando  a  un  lado  noticias 
i  comentarios,  historias  i  leyendas,  roe  limitaré  a  des- 
cribirlo como  mis  ojos  lo  han  enviado  a  mi  cerebro  i  a 
juzg^arlo  con  la  suma  independencia  de  que  me  ha  dotado 
nuestro  Padre  Eterno,  puniendo  a  lado  de  la  impresión, 
el  razonamiento,  pues  no  siempre  las  dos  cosas  andan 
desunidas. 

Mas  eso  requiere  mayor  estudio,  meditación,  consulta 
de  apuntes,  renovación  de  sensaciones,  ya  sea  mirando 
detalles,  ya  evocando  la  imájen  i  estampándola  en  el 
inñnito  al  cerrar  los  ojos  i  remover  las  células  cere- 
brales para  obligarlas  a  reproducir  las  formas  i  los 
valores. 

Será  esto  objeto  de  mis  prósimos  párrafos,  los  que 
naturalmente  me  atraerán  la  enemistad  de  todos  cuántos 
no  opinen  como  j'o,  quienes  considerándose  tutores  de  los 
objetos  de  arte,  se  juzgan  en  el  caso  de  ponerlos  a  salvo 
de  toda  irreverencia,  aun  cuando  se  trate  de  una  apre- 
ciación de  alto  i  ancho  verificable,  demostrada,  indiscu- 
tible i  matemática. 


He  vuelto  a  ver  en  la  Galeria  de  pintura  el  cuadro  de 
la  Madona  Sistina,  he  leido  varias  críticas  de  él  i  he 
meditado  sobre  mis  impresiones.  Me  encuentro  ya  con- 
forme conmigo  mismo  i  ya  puedo  emitir  mi  juicio  sin 
reticencias. 

Defectos  de  composición ;  convencionalismo  exajeracfo. 

El  cuadro  es  de  grandes  dimensiones  i  representa  a  la 
Vírjen  con  el  niño  Jesús  en  los  brazos,  parada  sobre  las 
nubes;  a  los  lados  abajo  figuran  el  Papa  San  Sisto  i 
Santa  Bárbara,  arrodillados  adorándola  i  en  el  límite 
inferior,  dos  ángeles. 

La  escena  pasa  en  la  tierra  i  aparece  entre  dos  corti- 
nas verdes,  recojidas  hacia  arriba  a  los  lados,  que  el  autor 


_  168  — 

ha  pintado  allí  sin  recordar  que  jamas  planeta  alguno  ha 
tenido  dos  cortinas  delante. 

Una  sección  de  la  tierra  está  representada  i  su  curva 
limitando  el  horizonte  se  desarrolla  entre  el  manto  del 
Papa  y  la  rodilla  derecha  de  Santa  Bárbara.  Esta  curva 
queda  detras  de  los  pies  de  la  Madona  i  es  como  la  sesta 
parte  de  la  circunferencia  completa  del  globo.  Por  tanto> 
a  calcular  sobre  esta  base  i  siendo  conocidas  las  dimen- 
siones de  la  tierra,  la  distancia  que  media  entre  la  cabeza 
de  San  Sisto  i  la  de  Santa  Bárbara,  es  de  mas  de  doce 
mil  kilómetros,  i  el  diámetro  del  cuerpo  de  la  Vírjen  a 
la  altura  de  los  hombros,  mide  próximamente  la  mitad  o 
sea  seis  mil  i  tantos  kilómetros,  grueso  un  tanto  exajerado 
para  el  cuerpo  de  una  joven. 

Como  no  hai  perspectiva  ni  relieve,  condiciones  de 
que  Rafael  prescinde  con  harta  frecuencia,  todas  las  figu- 
ras i  líneas  del  cuadro  están,  para  el  espectador,  en  el 
plano  de  la  tela  i  como  ademas  se  las  vé  con  igual 
claridad  i  precisión,  los  cálculos  de  las  dimensiones  rela- 
tivas son  lejítimos.  Así,  la  curva  visible  de  la  Tierra,  da 
para  esta  un  volumen  inferior  al  del  cuerpo  de  cual- 
quiera de  los  personajes  mayores  de  edad  que  figuran 
en  el  cuadro  i  por  ende  San  Sisto  i  Santa  Bárbara  arro- 
dillados en  ella  tienen  los  pies  en  el  vacio. 

Detras  de  Santa  Bárbara  se  vé  la  parte  superior  de 
un  edificio,  cuya  base  de  sustentación  nadie  adivina ;  el 
total  será  probablemente  un  aereolito. 

Si  la  intención  de  Rafael  fué  representar  a  Ik  Vírjen 
subiendo  al  cielo,  levantada  por  las  nubes,  no  debió  pin- 
tarla parada  en  un  pié  sobre  la  tierra  dura,  sino  parcial 
i  blandamente  en^^uelta  en  ellas.  Las  nubes  en  el  cuadro 
están  abajo  i  apenas  si  tocan  los  pies  de  la  Madona  i  las 
piernas  i  rodillas  de  Santa  Bárbara  i  San  Sisto. 

Para  mí  Rafael  no  tuvo  la  idea  de  pintar  a  la  Vírjen 
subiendo  al  cielo,  no  sólo  por  la  razón  ya  espresada, 
sino  porque  habria  reñido  con  la  historia,  la  cual  nos 
cuenta  que  jamás  subió  Maria  con  su  hijo  en  los  brazos 
a  la  gloria.  El  niño  i  la  madre  subieron  separadamente 
i  cada  cual  por  su  cuenta. 

Jesús  no  verificó  tal  ascensión  en  su  tierna  edad,  sino 


—  169  — . 

cuando  tenia  33  años  cumplidos,  i  María  Santísima  sola- 
mente a  los  72  i  pico^  como  es  público  i  notorío. 


Ha¡  dos  ánjeles  en  el  límite  inferior  del  cuadro,  como 
el  lector  lo  recuerda.  Las  nubes,  el  globo  terrestre  i  los 
personajes  mayores  están  detras.  El  ánjel  de  la  izquierda 
apoya  los  brazos  en  una  baranda,  (no  sé  de  donde  sale 
ahí  la  tal  baranda)  i  la  mandíbula  inferior  en  ellos, 
cómodamente.  El  otro  ánjel  apoya  el  brazo  derecho  i  el 
codo  del  izquierdo  en  la  misma  baranda  i  el  mentón  en 
la  mano  izquierda,  con  cuyos  dedos  se  toca  los  labios. 
Yo  confieso  que  jamás  he  visto  niño  alguno  en  semejante 
posición,  propia  sólo  de  personas  adultas,  en  via  de 
meditación. 

Los  dos  presentan  la  cara  al  espectador;  por  consi- 
guiente, ninguno  de  ellos  tiene  la  mas  remota  posibilidad 
de  mirar  a  la  Madona,  aun  cuando  uno,  el  de  la  izquierda 
se  haya  puesto  bizco  por  conciliar  las  intenciones  del 
autor. 


La  espresion  de  las  figuras  da  tema  a  variadas  obser- 
vaciones. La  fisonomía  de  los  ánjeles  denota  (jue  la 
escena  no  les  causa  la  menor  novedad,  lo  cual  no  es 
raro,  pues  no  pueden  verla  con  la  nuca ;  su  seño  revela 
una  reflexión  madura,  una  seriedad  formal,  sin  embargo, 
pero  sobre  todo  suma  indiferencia.  A  no  ser  por  las 
alas  rojas  en  uno,  verdes  i  rojas  en  otro,  no  sé  porqué, 
un  espectador  desprevenido  tomaría  a  estos  ánjeles  por 
dos  tiernos  municipales  aburridos. 

La  cara  del  Papa  es  la  de  un  viejo  idiota,  limosnero  i 
llorón.  Las  manos,  sin  duda  mui  bien  hechas  i  una  en 
ademan  contrito,  son  también  aunque  limpias,  manos  de 
mendigo  flaco,  fanático  i  aflijido.  Querría  saber,  sin  em- 
bargo, que  significan  los  dos  dedos  apartados  de  la 
mano  derecha  del  Santo  ;  sino  está  jugando  a  la  morra, 
juego  italiano  antiguo,  está  por  lo  menos  indicándole  a 


—   170  — 

la  Vírjen  el  tamaño  de  algo.  Pero  las  dos  cosas  son 
impropias  i  rechazo  ambas  suposiciones,  encargándole 
al  lector  que  averigüe  el  significado  de  tal  actitud  dijital 
i  me  lo  comunique  en  la  primera  oportunidad.  Su  mitra 
o  bonete  puesto  a  un  lado,  ha  venido  a  ser  ridículo  por 
los  progresos  del  arte  de  la  guerra,  pues  representa  una 
bala  cónica  de  canon  rayado  de  grueso  calibre. 

Santa  Bárbara  es  una  linda  joven  parecida  a  Cleo- 
patra,  a  estar  a  los  retratos  de  esta  amable  reina, 
suponiéndolos  exactos.  Mira  hacía  abajo,  en  dirección 
tanjente  a  su  hombro  izquierdo.  Debe  hallarse  incómoda 
con  sus  ropas  demasiado  amplias  que  exajeran  el  volumen 
de  su  cuerpo  principalmente  a  la  altura  de  las  caderas, 
aun  cuando  quizá  a  esto  último  contribuya  la  posición 
del  muslo  derecho  semi-levantado,  pues  la  Santa  hincada, 
sólo  insiste  sobre  su  rodilla  izquierda. 

Esta  esquisita  muchacha  pasaria  aun  por  distinguida, 
si  su  traje  no  representara  un  arco  iris.  En  efecto,  lleva 
una  pollera  color  plomo,  mangas  i  hombreras  de  oro 
rojo,  con  una  banda  azul  sobre  el  codo,  dos  cintas  gris 
perla  con  tonos  celestes  en  la  cabeza  i  una  especie  de 
chai  medio  blanco  de  fleco  rojo- 
Tal  mezcla  de  matices  seria  de  moda  en  tiempo  de 
Rafael,  me  lo  supongo,  pues  la  Vírjen  también  ostenta 
una  profusión  de  colores  alarmante ;  básteme  recordar 
su  velo  i  su  pañuelo  del  cuello,  de  color  diverso,  pero 
los  dos  tirando  a  uno  indefinido  entre  azul  claro  i  ceniza, 
su  corpino  rojo  guinda  con  mangas  moradas  arriba  en 
los  antebrazos  i  plomo  abajo,  su  capa  azul  i  su  pollera 
rojo  granate. 

Sisto  II  por  su  parte  no  ha  dejado  un  solo  reflejo  de 
luz  sobre  la  tierra  del  cual  no  ofrezca  una  muestra  en 
su  rico  manto  i  sus  otros  atavios. 

Antes  de  poner  Rafael  sus  personajes  en  el  cuadro, 
debe  haberlos  mandado  a  una  tintorería,  se  me  ocurre. 


Yo  sé  bien  la  regla :  «  ninguna  obra  de  arte  debe  ser 
criticada    por    sus    defectos »  pero   aun   cuando    podría 


—  171  — 

objetar  que  según  ese  principio  todas  las  obras  de  artesón 
perfectas,  no  quiero  hacer  uso  de  mi  derecho  lójico,  i  ad- 
mitiendo que  muchas  de  las  faltas  indicadas  en  mi  crítica 
anterior,  no  existen,  dada  la  convención  en  materia  de 
arte,  digo  por  lo  menos  que  la  convención  tiene  sus  límites 
i  que  en  virtud  de  ella  no  le  es  permitido  a  ningún  pintor 
ponerle  a  una  vírjen  la  oreja  mas  grande  que  la  frente, 
hacerle  un  cuerpo  a  un  hombre  mas  grande  que  la  tierra 
donde  ha  nacido  o  pintar  ánjeles  mirando  con  la  nuca. 


Pero  algo  debe  tener  este  cuadro  de  la  Madona  Sis- 
tina  cuando  es  quizá  el  mas  célebre  del  mundo. 

I  tiene  : 

La  frente  de  la  Madona  es  un  poco  ancha,  sus  ojos 
están  mas  separados  que  lo  natural ;  el  párpado  supe- 
rior tiene  una  lijera  hinchazón  hacia  el  estremo  esterno; 
la  mirada  se  dirije  hondamente  a  lo  lejos  i  hacia  abajo 
al  fondo  del  infinito  insondable.  La  oreja  es  chica  i  bien 
modelada,  la  nariz  correcta,  fina,  de  ventanas  tónicas 
pero  suavemente  abiertas;  la  boca  pequeña  con  su  dejo 
triste  i  resignado  i  su  estigma  de  atractivo  humano,  a 
pesar  de  su  jesto  divino  i  de  su  signo  de  conformidad 
otra  vez  humana,  en  el  lijero  levantamiento  del  labio 
superior  hacia  un  estremo.  El  óvalo  de  la  cara  es  corto 
i  gracioso ;  el  cabello  mui  abundante,  es  rubio  con  ten- 
dencia a  castaño,  el  cuello  delicado  deja  ver  una  curva 
de  convexidad  esterna  en  el  lado  izquierdo,  tal  vez  por 
la  posición  de  la  cabeza  con  relación  al  hombro.  Un 
pañuelo  cubre  el  límite  superior  del  pecho  i  oculta  los 
detalles,  pero  no  felizmente  el  seno  joven,  lleno,  chico, 
blandamente  normal,  seno  recien  hecho  por  la  función 
materna  en  la  mujer  casi  adolescente. 

Las  líneas  jenerales  adivinadas  al  través  de  las  ropas, 
revelan  un  cuerpo  entre  andaluz  i  griego,  blando,  sin 
fuerzas  aparentes  i  con  todas  las  bellezas  de  las  formas 
femeninas  en  su  naciente  desarrollo.  Los  pies  no  corres- 
ponden al  esquisito  primor  de  la  figura. 


-  172  — 

Ninguna  madona  ha  sido  mas  elojiada  por  los  críticos. 
Uno  de  ellos  dice  que  la  cabeza  de  la  Vírjen  es  casi  la 
perfección  de  la  belleza  femenina  ;  otros  ven  en  ella  el 
ideal  del  conjunto  entre  la  naturaleza  humana  i  divina. 

Cada  uno  ve  con  sus  ojos  i  las  opiniones  en  materia  de 
arte,  no  son  sino  la  traducción  de  los  sentimientos  que 
las  obras  inspiran. 

El  retrato  de  la  mujer  mas  hermosa  i  mas  amada,  no 
causaria  una  emoción  tan  intensa  como  la  que  se  siente 
al  contemplar  el  cuadro  de  la  madona. 

Olvidando  el  análisis  que  enfria  i  desilusiona,  el  espec- 
tador en  frente  de  esta  joya  artística,  se  halla  poseído  de 
un  sentimiento  de  admiración  respetuosa,  dejándose  pene- 
trar por  los  encantos  de  esta  encarnación  etérea  tan 
estraña  a  la  materia  i  conservando  no  obstante  algo  de 
lo  que  la  hace  accesible  a  los  sentidos. 

Los  ojos  exajeradamente  separados  para  dar  a  la  fiso- 
nomia,  según  el  artificio  griego,  la  divina  serenidad, 
mirando  al  infinito  sin  foco  preciso  ;  la  espresion  de  cada 
facción  i  de  su  conjunto ;  el  sello  estampado  en  el  rostro, 
de  conformidad,  de  asombro  tranquilo,  de  conciencia 
limpia  i  de  sometimiento  sin  rebeliones  a  los  altos  desti- 
nos desconocidos,  pero  entrevistos  ;  el  jesto  de  resigna- 
ción modelado  en  los  labios,  ofrenda  de  la  humildad  ante 
un  don  inmerecido  ;  la  inocente  ternura  de  madre  hecha 
por  la  fuerza  celeste  sin  antecedentes  ni  estremecimien- 
tos de  amor  sexual,  revelado  en  el  cariño  con  que  lleva 
al  niño  en  sus  brazos  ;  todo  en  fin,  cuanto  quien  la  mira 
percibe  en  la  famosa  tela,  es  solo  propio  para  inspirar 
ideas  elevadas,  nobles,  de  un  mundo  nuevo,  sin  pecados 
i  sin  pasiones ;  sentimientos  castos  sin  reminiscencias 
esperimentales,  concepciones  de  estética  pura,  absoluta, 
i  emociones  por  fin  de  oríjen  divino,  en  cuanto  se  com- 
prende o  se  cree  comprender  de  la  esencia  abstracta. 

Pero  como  el  ser  pensante  no  puede  prescindir  de  su 
ingrediente  material,  en  presencia  de  la  belleza  inalcanza- 
ble, de  la  virtud  inaccesible,  de  la  forma  ideal  que  se 
escapa  a  la  posesión,  del  bien  prohibido,  de  lo  imposible 
en  una  palabra,  la  pasión  inconfesable  se  levanta  i  mues- 
tra en  una  gloria  de  sensualismo,  a  la  inmaculada  imájen 


—  173  — 

convertida   en  mujer  amada  i  siguiendo  los  fatales  pro- 
cesos de  la  vida. 

I  en  la  nueva  encarnación  de  la  fantasia,  esos  sus 
ojos  de  mirada  vagabunda,  ya  no  irian  con  su  luz  al 
infinito  i  en  estasis  de  amor  terrestre,  prometerían  tesoros 
de  ternura ;  sus  labios  darian  besos  de  inefable  deleite, 
marcados  con  el  sello  de  la  transgresión  i  del  pecado ; 
su  seno  brindaría  el  soñado  reposo  a  la  cabeza  enlo- 
quecida del  amante  i  su  cuerpo  vaporoso,  dócil  a  la 
presión,  lleno  de  voluptuosidades  dormidas,  pronto  a 
recibir  el  abrazo  viril 


El  niño  tiene  todas  las  gracias  infantiles  de  espresion  i 
de  actitud  ;  la  escena  de  que  es  inocente  testigo,  solicita 
su  atención,  pero  no  lo  inquieta  ;  parece  tener  una  idea 
vaga  de  su  alta  misión  ;  sin  embargo,  no  las  tiene  todas 
consigo  en  aquel  viaje  inopinado  por  los  aires,  a  pesar  del 
sólido  i  amoroso  apoyo  que  encuentra  en  los  brazos  de  su 
confiada  i  divina  madre.  La  mueca  deliciosa  de  sus  labios 
tan  propia  de  su  edad,  tiene  algo  de  esa  contracción 
inevitable  de  oríjen  cerebral  que  denota  una  sensación 
de  estrañeza  ;  el  niño  parece  estarse  diciendo  a  sí  mismo: 
«esto  cuando  menos,  es  inopinado;  ¡  quién  sabe  adonde 
vamos  a  parar !  »  No  obstante,  la  espresion  casi  acen- 
tuada de  su  tierna  fisonomía,  espresa  cierta  posesión  de 
sí  mismo.  «:  Al  fin  i  al  cabo  yo  soi  un  hombre  chico,  pero 
hombre »  piensa  sin  duda  este  muchacho  cuya  acción 
poderosa  ha  transformado  el  mundo. 


Hai  entre  la  Madona  i  Santa  Bárbara  un  completo 
contraste.  Todo  cuanto  la  Madona  tiene  de  divino,  la 
esquisita  Bárbara  tiene  de  humano.  La  Madona  es  madre, 
Bárbara  representa  una  joven  sin  novio ;  tal  vez  por 
esto,  al  verla,  nadie  piensa  en  el  cielo,  en  la  virtud  ni 
en  la  castidad.  Lo  único  que  se  le  ocurre  a  cualquier 
hombre    en  buenas  condiciones,   es  invitarla  a   dar  un 


—  174  — 

pequeño  paseo  por  Italia,  dejando  a  la  Madona  i  a  San 
Sisto  en  Dresde;  llevarla  a  Capri,  a  Sorrento,  Amalfí, 
hacerla  beber  buen  vino  de  Chianti,  comer  arroz  con 
trufas  blancas  i  pasar  en  su  compañía  una  famosa  tem- 
porada. Después  volverla  a  su  cuadro  del  museo  si  no 
prefiere  detenerse  unos  cuantos  meses  en  París,  donde 
su  belleza  picante  seria  mui  celebrada. 


*    * 


Leipzig,  Agosto  1896. 

Sumario:—  Costumbres  de  ios  estudiantes.—  La  fiesta  del  Pájaro. —  El 
baile  siguiente.  -  Los  bailes  en  jeneral.  —  Caota  por  pieza.  — 
Manifestaciones  de  amor  al  prójimo. — Honradez  proporcional 
del  bello  sexo  danzante. — Seudónimo  de  taberna. — El  Local. 
—  Cofradías  concurrentes.— Privilejios  i  exenciones.  -  Los  due- 
los i  sus  marcas. —  Ventajas  de  las  cicatrices.— Passler  espe- 
cialista.—  Romberg  e  Hiss  impresentables. —  Glorías  de  Hans 
Paabst.,  simple  estudiante. —  Serios  motivos  de  sus  diez  i  siete 
duelos.  —  El  neumogástrico  acusado  i  defendido.  —  No  hai 
ofensas  —Todo  es  ofensa.-  Donde  se  inicia,  tramita  i  consuma 
un  duelo  i  como  se  hace  éste.  —  Locales  habilitados.  —  Las 
espadas. — Precauciones  i  disciplina. —  Relativa  falta  de  vicios 
en  los  estudiantes.—  Amar  por  reglamento.—  Parques,  paseos, 
canales  i  monumentos  en  Leipzig.  —  Necesidad  de  un  parque 
central  en  Buenos  Aires.  —  Aquí  no  hai  mendigos.  —  Coches 
fúnebres  oríjinales. — Oficinas  ambulantes. 


LA   FIESTA   DEL   PAJARO 

A  la  conclusión  de  un  semestre  i  antes  de  comenzar 
las  vacaciones,  los  estudiantes  por  suscricion  en  dinero  i 
dádivas  de  objetos,  forman  una  colección  de  premios 
para  distribuirlos  entre  los  merecedores  en  la  debida 
oportunidad. 

Con  estos  premios  consistentes  en  instrumentos  i  li- 
bros jeneralmente,  se  adorna  una  armazón  de  madera  en 
forma  de  pájaro,  (mui  difícil  de  reconocer,  sea  dicho  de 
paso);  cuando  el  objeto  no  puede  ser  colocado,  una 
cifra  puesta  en  la  varilla  correspondiente  del  aparato 
lo  representa. 

Entre  los  premios  figura  uno  mas  valioso  para  el 
rei  de  la  fiesta  que  es  siempre  un  profesor.   El  pájaro  i 


—  175  — 

sus  premios  en  dia  dado  se  colocan  en  un  lugar  elejido 
de  antemano,  un  jardín  publico  u  otro  sitio  a  propó- 
sito. Los  profesores  i  estudiantes  se  reúnen  allí.  Por 
turno,  según  lo  establece  el  reglamento,  cada  uno  tira 
un  flechazo  al  pájaro,  i  si  acierta  a  tocarlo  en  algún 
punto,  una  pluma  figurada,  digamos,  gana  el  premio  res- 
pectivo. 

Cuando  todos  han  tirado  con  mayor  o  menor  suerte, 
le  toca  al  profesor  Rei,  arrojar  su  flecha.  El  pájaro  cae 
herida  en  la  cabeza  (haya  sido  o  no  certero  el  tiro  ;  la 
convención  no  permite  dudarlo)  i  el  profesor  gana  su 
premio. 

A  este  juego  sigue  un  banquete  en  el  cual  se  celebra 
la  habilidad  de  los  tiradores;  hai  discursos  alusivos  al 
caso,  controversias  i  muchísima  cerveza.  Los  mas  jui- 
ciosos se  retiran  del  lugar  de  la  fiesta  terminado  el  ban- 
quete, i  los  menos,  que  son  los  mas,  se  quedan  para  el 
baile,  un  baile  preparado  en  el  mismo  establecimiento 
en  un  salón  adecuado,  con  tablado  para  la  orquesta, 
gran  espacio  central  i  mesas  al  rededor  del  recinto 
pero  separadas  de  él  por  una  baranda. 


LOS   BAILES   POR   CUOTAS 

El  baile  posterior  a  la  fiesta  del  pájaro  no  es  solo 
para  los  estudiantes ;  cualquiera  puede  asistir  a  él,  pues 
aun  cuando  en  esa  noche  tiene  su  especialidad,  es  en  el 
hecho,  uno  de  tantos  que  se  da  en  ese  u  otros  estableci- 
mientos, el  domingo  de  cada  semana,  un  dia  de  fiesta  o 
cuando  se  le  antoja  al  empresario. 

No  se  exije  vestido  de  etiqueta  para  estas  reuniones ; 
cada  uno  va  como  quiere,  lo  mismo  los  caballeros  que 
las  niñas.  Yo  asistí  a  una  de  ellas,  no  de  las  niñas,  como 
médico,  sino  de  las  reuniones,  como  curioso,  i  me  di- 
vertí mucho  observando  las  costumbres  orijinales  del 
conjunto. 

Para  entrar  al  establecimiento  se  toma  un  boleto  i  se 
adquiere  el  derecho  de  asistir  como  espectador  al  baile 
i  como  parte  activa  al  jardin,  que  es  un  inmenso  restan- 


—  176  — 

rant  donde  se  sirve  pan   duro,  jamón,   queso,  mostaza, 
manteca,  arenques  i  cerveza  de  la  mejor  calidad. 

Los  bailarines  están  sometidos  a  reglas  especiales. 
Cuando  la  orquesta  comienza  sus  acordes,  dos  o  mas 
caballeros  se  presentan  en  el  salón ;  son  los  bastoneros. 
Las  parejas  entran  al  recinto  i  se  colocan  en  fila ;  entóh- 
ces  cada  bastonero  toma  una  sección  i  cobra  a  los  caba- 
lleros de  las  parejas  una  pequeña  cuota.  Igual  ceremonia 
i  cobro  se  requiere  para  cada  pieza. 

Pagada  la  cuota  las  parejas  pueden  bailar.  La  música 
comienza  i  dura  a  lo  mas  diez  minutos,  durante  los  cuales 
el  salón  presenta  el  aspecto  de  un  remolino.  La  anima- 
ción es  inmensa ;  las  niñas  i  los  caballeros  bailan  furio- 
samente, sin  hablarse;  muchas  veces  ni  se  conocen;  se 
han  unido  soIq  para  saltar  i  dar  vuelta,  i  saltan  i  dan 
vuelta  como  unos  desaforados ;  algunos  bailan  mui  bien. 

Cuando  menos  lo  esperan  i  en  lo  mejor  de  la  danza, 
los  bastoneros  dan  tres  o  cuatro  palmadas ;  la  música 
continúa  aun,  en  honor  a  los  entusiastas,  pero  las  pare- 
jas están  obligadas  a  detenerse,  i  si  no  lo  hacen  el  bas- 
tonero las  detiene.  Entonces  todos  salen  del  recinto  ;  las 
parejas  se  deshacen  o  el  caballero  lleva  a  su  dama  a  una 
mesa  a  tomar  algo,  continuando  con  ella  en  la  próxima 
pieza  o  no,  según  el  caso. 

Hai  indudablemente  parejas  que  no  se  deshacen  en 
toda  la  noche,  i  niñas  que  acompañan  a  sus  caballeros 
hasta  su  casa,  pero  eso  no  es  tan  frecuente  como  pare- 
ciera; muchas  de  ellas  son  niñas  decentes,  honradas,  que 
trabajan  durante  la  semana  i  solo  tienen  un  dia  de  hol- 
gura, el  domingo  i  una  diversión,  el  baile. 

Uno  ve  sin  duda  actos  incompatibles  con  la  moral  en 
acción  :  besos  fugaces,  no  bien  disimulados,  abrazos  i 
otros  signos  cristianos  de  amor  al  prójimo,  pero  en  rea- 
lidad destituidos  de  todo  carácter  escandaloso.  Los 
amables  danzantes  ejecutan  con  tal  seriedad  estas  irre- 
verencias que  el  espectador  tiende  a  mirarlas  como 
actos  concomitantes  con  la  ceremonia. 


—  177  — 


EL   LOCAL 


Cada  g^rupo  de  estudiantes  tiene  su  taberna  preferida, 
donde  los  miembros  de  la  cofradía  pasan  la  noche  con- 
versando, disputando  i  naturalmente,  tomando  cerveza. 
A  esta  su  taberna  le  llaman  «El  Local >  i  es  el  Club,  la 
residencia  nocturna  dé  la  asociación.  Naturalmente,  rara 
es  la  noche  que  se  concluye  sin  alguna  gresca  magna. 
En  el  €  Local »  toman  orijen  los  duelos  que  constituyttn 
actos  habituales  de  la  vida. 

Las  grescas  intramuros  se  hallan  amparadas  por  la 
costumbre  contra  la  policía  i  aun  en  la  calle,  los  estu- 
diantes gozan  de  ciertos  privilejios.  Así,  por  ejemplo,  no 
pueden  ser  arrestados  sino  en  casos  de  suma  gravedad  ; 
las  contravenciones  menores  solo  dan  derecho  a  los 
ajentes  del  orden  público  cuando  de  estudiantes  se  trata, 
a  exijirles  la  presentación  de  su  papeleta  o  matrícula ;  el 
ájente  toma  el  número  i  el  estudiante  queda  libre;  su 
falta  será  juzgada  al  dia  siguiente,  dando  participación 
en  el  juicio  a  las  autoridades  universitarias. 

Jeneralmente  las  reuniones  en  el  €  Local:»  son  com- 
puestas de  varones;  la  presencia  de  mujeres  es  acciden- 
tal i  sin  consecuencias;  los  estudiantes  hacen  poco  caso 
de  ellas,  mostrando  así  su  incipiente  sabiduría. 

LOS   DUELOS 

Es  mui  mal  mirado  no  tenerlos;  la  brutal  costumbre 
afecta  singularmente  el  amor  propio  de  los  estudiantes 
i  contrasta  con  el  carácter  individual  de  los  jóvenes  ale- 
manes, tan  dulce  i  tan  bondadoso.  No  se  puede  andar 
aquí  en  la  calle  sin  encontrar  tres  o  cuatro  individuos 
con  tajos  recientes  en  la  cara  i  mil  otros  con  cicatrices. 
Lo  mismo  sucede  en  Heidelberg,  Munich,  Berlin  i  cual- 
quier otra  ciudad  alemana,  donde  exista  Universidad. 

El  espectáculo  es  inevitable  porque  los  heridos  tienen 
gusto  en  mostrarse.  Un  individuo  sin  tajo  es  un  ser  casi 
despreciable;  los  estudiantes  estiman  i  consideran  mu- 
cho al  compañero  que  mas  cicatrices  ostenta  i  hasta  las 

Por  fuares  i  Por  tierras  12 


—  178   - 

mujeres,  tan  sensibles  como  son  a  los  atractivos  de  la 
belleza,  prescindiendo  de  sus  tendencias  naturales,  tienen 
verdadera  predilección  por  los  jóvenes  cuya  cara  pre- 
senta muchos  remiendos.  El  mas  estropeado  es  para 
ellas  el  mas  valiente. 

Mi  sabio  amigo  el  Dr.  Passler  tiene  catorce  heridas 
entre  las  de  la  cara  i  la  cabeza.  El  Dr.  Hiss,  eminente  en 
diagnósticos,  no  tiene  ninguna  i  padece  mucho  por  esta 
causa.  Yo  le  pregunté  como  era  eso,  i  mui  compunjido 
me  contestó:  «  para  cicatrices  diríjase  a  mi  colega 
Passler:^.  Romberg  el  fisiólogo  sufre  del  mismo  mal;  no 
ha  sido  tajeado  a  pesar  de  sus  duelos.  En  cambio, 
Paabst,  Hans  Paabst,  un  simple  estudiante  de  quinto  año» 
ha  tenido  diez  i  siete  duelos  i  lleva  las  marcas ;  es  impo- 
sible descubrirle  un  sitio  en  la  cara  o  en  el  cuero  cabe- 
lludo sin  líneas  cicatriciales  o  puntos  de  sutura. 

— «  Usted  debe  haber  tenido  una  costurera  por  mes  >» 
le  dije  yo — «  Nó !  me  contestó  con  toda  sencillez,  siempre 
me  han  cosido  mis  companeros  >. 

Cualquiera  creerá  que  Paabst  es  un  matamoros ;  nada 
de  eso ;  es  el  joven  mas  dulce,  mas  jovial,  mas  sumiso  i 
mas  bondadoso  del  mundo. 

— Por  qué  se  ha  batido  tantas  veces  Paabst,  le  pre- 
gunté un  dia. 

— «  Así  2>,  me  contestó  recordándome  a  una  italianita 
que  no  tenia  otra  respuesta  para  todas  las  situaciones 
de  su  vida. 

— Pero  por  qué?  —  diga:  insistí;  por  nada  no  se  bate 
uno. 

— Bueno  dijo,  por  gusto,  si  usted  quiere. 

— ¿  Sin  motivo  ? 

—  Es  decir,  sin  motivo  no;  tenia  gana. 

— Pero  usted  provocaba  o  lo  provocaban. 

—  Unas  veces  yo;  otras,  los  otros. 
— I  usted  les  tenia  odio  a  esos  otros  ? 

—  Oh,  no!  son  mis  amigos,  pero  de  otra  sociedad. 
— Algún  motivo  se  necesita,  sin  embargo. 

(Se  calla  un  momento,  como  reflexionando:  en  se- 
guida dice  ) : 

—  Una  vez  me  batí  por  el  nervio  neumogástrico  ! 


—  179  — 

— Cómo,  por  el  nervio  neumogástrico  ! 

— Sí,  una  disputa  ! 

—  Con  insultos,  sin  duda. 

— No,  insultos  no,  pero  querían  echarle  una  culpa  al 
neumogástrico  i  yo  le  defendí. 

Testual,  no  invento  una  palabra.  Eso  de  echarle  las 
culpas  al  i\eumogástrico  me  hizo  suma  gracia. 

Cuando  pasan  muchos  dias  sin  duelos,  sienten  los  es- 
tudiantes una  verdadera  nostaljia  i  conciertan  varios 
para  desquitarse,  inventando  motivos. 


Nunca  hai  duelos  entre  los  miembros  de  una  cofradía ; 
tampoco  hai  ofensas,  no  puede  haber ;  las  palabras  mas 
duras  de  uno  a  otro  no  lastiman  ni  tienen  consecuencia. 
Los  reglamentos  equiparan  el  insulto  de  uno  a  otro 
miembro,  como  dirijido  a  sí  mismo  i  por  lo  tanto  nadie 
se  bate,  pues  nadie  puede  batirse  consigo  mismo. 

Al  lado  de  esta  tolerancia  orijinal  se  levanta  una  suscep- 
tibilidad absoluta  respecto  a  los  actos  o  palabras  de  los 
miembros  de  otra  sociedad.  La  simple  falta  de  confor- 
midad de  opinión  sobre  los  hechos  m.as  triviales  basta 
para  producir  duelos,  sin  que  intervenga  la  pasión  ni  el 
encono.  Las  sociedades  son  constitucionalmente  antagó- 
nicas i  todos  sus  miembros  forman  cuerpo  para  sostener 
a  uno  de  ellos,  tenga  o  no  razón. 


Se  prepara  un  duelo  con  una  frialdad  reglamentaria 
mui  parecida  a  la  mayor  crueldad.  Lo  particular  es  la 
mezcla  de  precauciones  para  evitar  peligros  con  la  ate- 
rradora facilidad  de  buscarlos,  como  se  verá  en  los 
detalles. 

Producido  un  hecho  que  da  lugar  a  duelo,  dos  comisio- 
nes son  nombradas,  una  por  cada  bando.  Estas  con  los 
candidatos,  médicos  i  asistentes  se  dirijen  al  sitio  donde 
ha  de  tenerl  ugar  el  duelo.   (  Hai  institutos  destinados  al 


—  180  - 

objeto,  permanentemente  habilitados).  Una  vez  allí,  la 
comisión  A  por  ejemplo,  ocupa  sus  bancos  i  pide  cer- 
veza. Los  miembros  de  la  comisión  B  como  si  fueran 
invitados  se  acercan  amigablemente  a  los  primeros,  disi- 
mulando su  propósito  ante  los  mozos  de  la  casa,  por 
cierto  instruidos  ya  del  asunto  que  todos  aparentan 
ignorar.  Al  rededor  de  las  mesas  se  concierta  los  de- 
talles del  duelo  i  en  el  momento  oportuno  pasan  todos  al 
local  preparado,  una  sala  de  armas  provista  de  todo  lo 
necesario  para  el  duelo  i  las  curaciones. 

Casi  esclusivamente  se  usa  la  espada,  una  espada 
especial,  sin  punta  i  cortante  solo  en  una  sección  inter- 
media a  cierta  distancia  del  estremo  i  de  la  empuñadura. 
Solo  son  permitidos  los  golpes  cortantes ;  jamás  se  em- 
plea la  espada  como  florete  i  no  se  busca  herir  sino  la 
cara  o  la  cabeza. 

Para  prevenir  las  heridas  por  error  o  antireglamenta- 
rias, los  combatientes  son  sometidos  a  un  vendaje  espe- 
cial. Las  articulaciones  de  la  muñeca,  del  codo  i  del 
hombro  quedan  protejidas  con  un  aparato  colchado, 
otro  análogo  se  coloca  en  el  cuello  para  salvar  las 
carótidas. 

Así  vestidos  los  duelistas  reciben  las  armas  que  han 
sido  previamente  esterilizadas  i  la  lucha  comienza  i  con- 
cluye con  sujeción  absoluta  a  las  reglas  i  con  obediencia 
ciega  a  la  voz  de  los  padrinos.  Cuando  estos  estiman 
conveniente  suspenden  o  dan  por  terminado  el  duelo, 
hasta  la  próxima  sesión.  Se  lava  i  cura  las  heridas  según 
las  reglas  del  arte,  i  si  el  tiempo  i  circunstancias  lo 
permiten,  se  vuelve  a  tomar  cerveza. 

Ni  uno,  ni  dos,  ni  veinte  mil  duelos  concluyen  con  los 
antagonismos  de  las  cofradías;  cada,  una  continúa  en 
sus  trece.  Cuánto  esfuerzo  se  ha  hecho  para  cortar  tan 
mal  encontrada  costumbre  ha  sido  inútil.  La  tolerancia 
por  fin  se  ha  establecido  i  nadie  hace  ya  gran  caso  de 
los  incidentes. muchas  veces  lamentables  i  cuyas  conse- 
cuencias afectan  toda  la  vida. 


—  181  — 

Fuera  de  los  abusos  de  cerveza  i  de  los  duelos,  no 
puedo  señalar  vicios  de  gremio  de  los  estudiantes  de 
esta  Universidad.  Esas  vinculaciones  con  mujeres,  tan 
comunes  en  otras  partes  i  que  tanto  pesan  en  la  existen- 
cia muchas  veces,  concluyendo  algunas  en  trajedia,  son 
aquí  exepcionales,  casi  desconocidas.  Estos  jóvenes 
son  ajenos  a  las  pasiones  violentas;  hai  en  todos  sus 
procederes  cierta  lentitud  que  parece  tener  sus  raices 
en  una  frialdad  de  temperamento  elemental.  I  hasta  los 
mismos  actos  cuyas  esterioridades  comportan  cierto 
grado  de  enerjia  apasionada  entre  nosotros,  se  hallan 
revestidos,  cuando  de  alemanes  se  trata,  de  una  pasividad 
estraordinaria  que  les  da  el  aire  de  procesos  mecánicos. 

A  pesar  de  la  poesía  alemana,  de  la  música  i  de  la 
literatura  etérea  que  tan  esquisitas  muestras  de  senti- 
mentalismo delicado  han  dado  al  mundo,  no  me  estraña- 
ria  que  un  buen  dia  las  universidades,  por  un  estatuto 
razonado,  mandaran  a  los  estudiantes  enamorarse  per- 
didamente de  sus  conocidas  i  ver  a  estos  afanados  en 
cumplir  asidua  i  metódicamente  lo  prescripto.  dando  a 
sus  declaraciones  amorosas  un  aire  de  factura  o  propo- 
sición dogmática  llena  de  severidad  i  de  entusiasmo 
reglamentario. 


Leipzig  es  triste  durante  la  semana,  mui  animada  los 
domingos  i  dias  de  fiesta.  Los  trenvias  eléctricos  ponen 
el  centro  en  comunicación  con  los  alrededores  i  la  po- 
blación se  derrama  en  los  parques,  jardines  i  bosques 
próximos.  Tiene  un  gran  parque  central,  llamado  la' 
Promenade,  que  comienza  en  la  plaza  principal;  otro  a 
poca  distancia,  inmenso,  con  árboles  seculares  altísimos, 
prados,  canales,  lagos  i  un  laberinto  de  avenidas  llenas 
siempre  de  jente:  de  niños,  de  mujeres  que  llevan  allí 
sus  labores  i  pasan  todo  el  dia.  Se  llama  la  Vallée  des 
roses.  Además  hai  un  canal  que  corre  por  entre  un 
bosque  i  conduce  a  parajes  deliciosos:  las  márjenes  del 
canal   presentan   de   trecho  en   trecho  desembarcaderos 


-   182  — 

en  cuyas  vecindades  hai  jardines^  canchas  de  bolos,  res- 
taurants  i  cervecerías. 

El  preferido  de  estos  locales  para  las  escursiones  de 
los  domingos,  es  un  punto  llamado  Canewiets;  café- 
concierto,  jardin  i  restaurant.  Por  una  pequeña  suma 
se  alquila  en  cualquier  estación  del  canal,  un  bote  i  re- 
mando una  media  hora  entre  los  árboles,  con  el  espec- 
táculo animado  de  las  márjenes  siempre  concurridas  i  de 
las  embarcaciones  que  van  i  vienen,  repletas  de  pasean- 
tes, se  llega  a  Canewiets.  De  allí  se  puede  volver  por 
agua  o  trenvia  eléctrico. 


Considerado  como  adorno  hijiénico  no  hai,  para  una 
ciudad,  belleza  comparable  a  la  que  le  dan  los  parques 
centrales,  o  no  lejanos  al  menos. 

Cuando  recuerdo  que  Buenos  Aires  en  un  cuajo  de 
casas  amontonadas  en  mas  de  una  legua  cuadrada,  no 
tiene  un  solo  parque,  pienso  que  dentro  de  un  siglo  los 
habitantes  de  la  ciudad  nos  llamaran  estúpidos  por  no 
haber  formado  uno  central  de  cien  manzanas,  apro- 
vechando para  espropiarlas,  el  bajo  precio  relativo  de  los 
terrenos  i  de  los  edificios  ahora. 

No  es  lo  mismo  tener  un  parque  en  las  orillas  de  un 
municipio  pues  las  orillas,  siendo  casi  el  campo,  no  lo 
necesitan  i  los  centros  teniéndolo  lejos,  no  lo  aprovechan. 
Lo  útil,  lo  sano,  lo  bello,  lo  impagable  es  tener  parques 
a  la  puerta  de  las  casas  centrales. 


Leipzig  tiene  muchos  edificios  notables  i  bellos  monu- 
mentos. Citaré  solo  :  —  La  hermosa  biblioteca  con  su 
salón  de  lectura  circular  i  sus  estantes  bajos  i  cómodos. 
(No  sé  por  qué  causa  no  pude  conseguir  en  ella  ningún 
libro  en  ingles,  francés,  italiano  ni  español). — La  Suprema 
Corte,  grandioso  e  inmenso  palacio. —  La  magnífica  sala 
de  conciertos,  digno  templo  del  arte.  —  El  monumento 


—  183  — 

consagrado  a  la  Confederación  jermánica :  La  Jermánia 
ocupa  la  parte  prominente ;  abajo  figura  el  viejo  empera- 
dor Guillermo  sentado  en  su  trono  con  su  cetro  i  su 
corona ;  en  los  ángulos  a  caballo  el  rei  de  Sajonia,  Gui- 
llermo III,  Bismarck  i  Moltke;  en  los  costados  guardias 
luciendo  banderas  i  estandartes.  Los  caballos  son  bien 
hechos  pero  chicos;  están  parados,  en  actitud  reposada 
i  no  abalanzándose  como  en  la  mayor  parte  de  las  esta- 
tuas ecuestres.  El  grupo  dedicado  a  Mendelsohn,  si- 
tuado delante  del  salón  de  conciertos ;  sentimental  i 
precioso,  ideado  con  verdadero  talento.  La  efijie  del 
celebre  músico  lo  representa  armado  con  la  batuta,  apo- 
yando el  brazo  derecho  en  un  atril  i  teniendo  con  la  mano 
izquierda  un  rollo  de  música.  Abajo  en  las  gradas  del 
pedestal  está  sentada  una  mujer  en  estasis,  coronada  de 
laurel ;  apoya  el  brazo  derecho  en  una  lira  i  con  la  mano 
correspondiente  se  toca  el  cabello  a  la  altura  del  cuello; 
en  la  izquierda,  cuyo  brazo  cruza  por  delante  de  las 
piernas,  tiene  un  ramo  de  rosas  con  el  que  casi  toca  la 
lira;  el  pie  derecho  está  encojido,  el  izquierdo  estirado 
hacia  abajo ;  la  posición  jeneral  resulta  mui  airosa.  A  la 
derecha  hai  dos  ánjeles ;  el  uno  sentado  en  un  manto 
tiene  su  papel  de  música  en  las  manos  i  canta  mirando  a 
lo  alto;  el  otro  parado  detras  del  primero,  marca  con  el 
índice  de  la  mano  derecha,  el  compás  de  la  música  i 
apoya  la  izquierda  en  un  libro  colocado  contra  el  pe- 
destal, con  la  palabra  <  Oratorien  >  como  carátula.  A  la 
izquierda  hai  otros  dos  ánjeles ;  uno  de  ellos  de  pie  sobre 
un  papel  de  música  i  mirando  sus  notas,  toca  el  violin;  el 
otro  ánjel,  sentado  sobre  un  libro,  toca  la  flauta  mirando 
al  papel  mencionado  que  se  desarrolla  cayendo  sobre  una 
grada  inferior. 


Para  concluir  con  mis  notas  añadiré:  I»  que  aquí  no 
hai  mendigos;  2°  que  he  visto  un  coche  fúnebre  rarísimo ; 
es  un  coupé  en  su  parte  posterior  i  un  carro  para  muer- 
tos en  la  anterior,  en  vez  del  asiento  del  cochero.  Así  en 
el  mismo  vehículo  va  el  cadáver  i  los  acompañantes  (eco- 


—  184  — 

nómico  i  sencillo);  3o  que  los  injenieros  usan  en  sus  tra- 
bajos de  las  calles,  oficinas  ambulantes:  unos  carruajes 
con  escritorio,  estantes,  cajones  de  planos  e  instrumen- 
tos, en  los  cuales  el  inspector  recorre  el  circuito  de  su 
incumbencia,  instalándolos  donde  le  parece  mas  conve- 
niente. 

Todo  aquí  es  práctico  i  en  cuanto  cabe,  económico. 


* 


Bayreuth,  Wagnrr  ft  C.o 

Agosto  de  1896. 

Sumario:  —  Preliminares  de  ensayo  para  entrar  en  liza.  —  Enunciados 
íisiolójicos  de  acústica  estética.  —  Comunidad  de  las  sensacio- 
nes en  los  centros  nerviosos.  —  Bases  inusitadas  de  criterio.  — 
El  Anillo  del  Nibelungo. 

Estoi  en  un  cuarto  alemán  antiguo  ;  siento  la  lluvia, 
antigua  también;  hace  veinte  mil  anos  que  cae  lo  mismo, 
triste  solemne,  sobre  todo  cuando  se  la  oye  lejos  de  la 
propia  tierra  (patria)  estilo  antiguo,  por  la  cual  se  con- 
serva un  cariño  irracional  e  indisculpable. 

Hai  en  la  pieza  una  chimenea  monumental,  el  retrato 
de  un  caballero  antepasado,  un  sofá  arcaico,  mesas,  sillas 
i  puertas  antidiluvianas.  El  olor  del  ambiente  es  viejísimo 
i  lo  mas  cercano  al  momento  presente  entre  las  fantasías 
sobre  el  pasado,  es  el  tiempo  en  que  Fausto  andaba  por 
este  mundo  persiguiendo  Margaritas  i  abusando  de  ellas 
como  un  indio. 

En  vano  trotarán  por  las  calles  caballos  vivos,  arras- 
trando coches  modernos  i  pasearán  francesas  importadas, 
con  mangas  i  sombreros  colosales,  antes  de  ir  al  teatro 
a  oir  la  música  del  porvenir,  inventada  recientemente  por 
el  radical  Wagner;  todo  ello  no  destruirá  la  sensación 
de  vetustez  que  se  ampara  del  estranjero  al  instalarse  en 
Bayreuth.  Los  caballos  parecen  fósiles,  los  coches  babi- 
lónicos i  las  mujeres  pompeyanas  emigradas  antes  de  la 
era  cristiana. 


—  185  — 

Yo  no  sostengo  que  esta  impresión  responda  a  la  rea- 
lidad de  las  cosas,  pero  algo  hai  sin  duda  en  los  zaguanes 
largos  de  las  casas,  en  el  aspecto  de  algunas  fachadas,  en 
el  laberinto  de  las  calles  i  en  la  falta  de  aplomo  de  ciertos 
muros,  que  trae  a  la  mente  la  idea  de  tiempos  remotos. 

Hasta  un  pollo  con  arroz  que  comí  en  el  Hotel  Sonne, 
por  lo  duro  i  otros  accidentes,  me  pareció  un  gallo  pro- 
vecto, contemporáneo  del  que  cantó  tres  veces  cuando  el 
tímido  San  Pedro  negó  a  su  divino  maestro.  ¿Que  me 
importa  a  mi  todo  esto?  preguntará  algún  mal  avisado 
lector.  ¡Vaya!  Si  nadie  leyera  sino  lo  que  le  importa,  no 
habria  novelas,  ni  periódicos,  ni  literatura,  ni  poesía ! 

Además  el  lector  curioso  puede  venir  a  Bayreuth  i  no 
le  CvStará  de  mas  traer  un  anticipo  de  impresiones,  por 
via  de  estímulo,  para  exumar  recuerdos,  enfilar  fantasías 
i  evocar  la  Edad  media,  al  ver  las  piedras  envejecidas,  los 
escudos  de  armas  tallados  en  ellas  mostrando  dragones 
alados  i  negros  vestiglos,  las*  entradas  estrechas  prepa- 
radas para  la  defensa,  las  ventanas  diminutas,  las  casas 
con  ojos  en  los  techos  agudos,  las  viviendas  sombrías  i  los 
retratos  de  los  burgomaestres  seculares,  dignos  i  gordos 
majistrados  cuyas  almas,  si  mal  no  calculo,  hállanse  ya, 
por  toda  una  eternidad,  sentadas  a  la  diestra  de  Dios 
padre,  muí  divertidas,  después  de  haber  hecho  un  tiempo 
razonable  de  purgatorio,  como  lo  manda  nuestra  Santa 
Madre  Iglesia. 


¡  Como  duran  las  cosas  en  Bayreuth  i  en  otras  partes  ! 

Las  jeneraciones  pasan,  las  piedras  quedan;  no  por 
siempre  sin  embargo;  ahí  están  las  pirámides  de  Ejipto 
perdiendo  sus  aristas  i  derramándose  en  canto  rodado ; 
la  esfinje  ya  no  tiene  narices  i  los  templos  hundidos  en 
la  arena,  solo  muestran  un  resto  de  sus  cimientos.  No 
obstante,  por  una  contradicción  de  la  naturaleza,  siempre 
ilójica,  algo  menos  tanjible  parece  destinado  a  vivir  eter- 
namente, a  lo  menos  mientras  haya  tierra:  la  lluvia  bené- 
fica, esa  que  canta  ahora  mismo  en  la  calle  sus  elejias 
goteando  sus  notas  diamantinas  en  mi  ventana,  i  los  libros 


—  186  — 

selectos  que  el  criterio  consagra,  que  el  sentimiento  ad- 
mira, que  los  siglos  respetan  i  el  tiempo  reproduce;  siem- 
pre recientes,  siempre  nuevos,  para  refrescar  la  mente  a 
par  de  la  lluvia  que  riega  i  fertiliza  la  tierra! 

Vivirá  Homero  mientras  haya  cerebros  i  lenguaje 
humanos  ;  vivirán  Virjilio,  el  Dante,  Goete,  Dickens  i 
Lord  Byron;  vivirá  Don  Quijote  con  su  fecunda  ironía, 
su  sarcasmo  alegre  i  juguetón  i  su  sabrosa  parodia  del 
valor  heroico,  vivirá  para  encanto  de  los  hombres  i  es- 
trañeza tenaz  de  las  mujeres  a  quienes  jamás  gustó  ni 
gustará.  ¿  Por  qué  Cervantes  nq  escribiria  para  ellas  ? 


Ellas  la  senda  de  ásperos  abrojos,  de  la  vida,  matizan 
i  coloran;  según  dijo  Espronceda. 

Se  olvidó  añadir  que  algunas  ponen  con  sus  propias 
roanos  los  ásperos  abrojos  i  no  coloran  ni  matizan  nada. 
Hablo  de  las  mujeres  grandes;  las  chicas  por  lo  contrario 
son  sencillamente  esquisitas,  sobre  todo  cuando  son 
graciosas,  como  la  «  Esmalte  »  o  como  la  hija  del  boti- 
cario en  cuya  casa  vivo ;  una  criatura  adorable  con  la 
cabeza  llena  de  rulos  rubios  i  de  ideas  filosóficas,  alema- 
nas i  trascendentales.  Esta  mañana  misma  en  dos  mo- 
mentos distintos  he  podido  admirar  su  lójicai  su  cabellera, 
presenciando  primero  un  diálogo  sobre  historia  natural 
entre  ella  i  su  papá,  en  el  cual  obtuvo  la  final  ventaja  con 
solo  preguntarle  «  por  qué  no  hablan  los  perros  >  i 
asistiendo  mas  tarde  a  su  peinado  i  a  una  controversia 
teolójica  que  concluyó  con  la  majistral  cuestión  en  la 
sencilla  forma  que  trascribo. 

¡  Mamá  ¿  Quien  lo  hizo  a  Dios  ? . . . . 

La  mamá  levantó  el  peine  a  manera  de  índice  i  después 
de  un  momento  acentuado  de  silencio  dio  esta  exelentc 
respuesta  :  «  Niña,  no  preguntes  necedades.  > 


-^  187  — 

Hablábamos  de  la  duración  de  las  cosas  en  Bayreuth. 
La  música  de  Wagner  durará  también  porque  es  el  len- 
guaje de  los  lenguajes. 

Cuando- podamos  sistematizar  las  marcas  de  los  sonidos 
en  el  fonógrafo,  la  escritura  i  la  taquigrafía  dejaran  de 
copiar  silabas  i  palabras ;  escribiremos  con  signos  hoi  no 
conocidos.  Mas  tarde,  cuando  ya  eso  sea  habitual  i  anti- 
guo, la  música  hará  respecto  al  lenguaje  lo  que  el  fonó- 
grafo respecto  a  la  escritura.  Entonces  no  hablaremos  ya, 
fonaremoSj  es  decir  cantaremos  dentro  de  los  límites  de 
pocas  notas;  la  fonación  será  el  lenguaje  único,  el  idioma 
de  todas  las  naciones. 

Ya  veo  sonreirse  a  los  incrédulos,  sin  pensar  que  ahora 
mismo  usan  entonaciones  de  significación  universal  i  sin 
tomar  en  cuenta  que  cuando  hablan,  cantan,  aun  prescin- 
diendo de  todo  acento  local. 

¿  Qué  le  falta  a  la  música  para  ser  lenguaje  usual  e  inte- 
lijible?  Solamente  espresar  nociones  concretas. 

En  esto  su  deficiencia  es  igual  a  la  de  las  interjecciones 
i  los  gritos  de  dolor,  de  colera,  de  alegria  o  de  sorpresa. 

«¡Ay!  ¡Ah!  ¡Oh!»  espresan  sufrimiento,  admiración, 
alarma,  pero  cuando  oimos  decir  «  ¡Ay!  >  no  sabemos  si 
ai  que  se  queja  le  duele  el  pecho,  la  cabeza  o  la  apófisis 
espinosa  de  la  quinta  vértebra  dorsal.  «  ¡  Ay  !  »  solo 
denuncia  un  jenero,  una  clase,  una  familia  de  sensaciones, 
sufrimiento,  en  una  palabra. 

Un  si  bemol  en  tono  menor  siempre  suscitará  senti- 
mientos delicados,  tiernos,  suaves,  por  si  solo,  por  sus 
calidades  acústicas  eximias  para  despertar  en  las  células 
cerebrales,  esa  clase  de  fruiciones,  una  vez  trasmitidas  sus 
vibraciones  por  los  nervios;  lo  que  no  obsta  para  que  un 
si  bemol,  combinado,  mezclado  o  complicado  en  un  con- 
flicto de  notas,  timbres  i  tonos  tome  un  sentido  distinto 
de  sus  funciones  propias,  lo  mismo  que  una  interjección 
del  lenguaje  hablado. 

Por  esto  los  sonidos  musicales  tristes  se  amoldan  a 
todos  los  jéneros  de  tristeza;  son  una  fórmula,  una  jene- 
ralidad  en  la  cual  caben  todas  las  particularidades  de  la 
familia. 

El  espectador  a  quien  una  desgracia  apesadumbra,  al 


—  188  — 

oir  cantar  o  tocar  un  lamento,  hallará  que  el  tenor,  la 
soprano,  el  violin  o  la  flauta  están  hablando  de  su  caso, 
ya  provenga  su  tristeza  de  haber  sido  engañado  por  su 
amada  o  de  habérsele  muerto  un  caballo. 

Pero  lo  singular  es  que  la  música  suena  acorde  con  los 
sentimientos  aun  cuando  no  corresponda  a  su  jénero;  así 
no  es  raro  ver  llorar  a  los  melancólicos  oyendo  alegres 
sonatas.  La  necesidad  del  acorde  predomina. 

He  ahí  porque  la  música  en  su  propia  exelencia  i  en  la 
estension  infinita  de  sus  espresiones,  contiene  la  razón  de 
su  defecto  como  traductor  de  nociones  concretas. 

Los  señores  músicos  toman  siempre  la  delantera 
adoptando  el  papel  de  examinadores.  ¿  Tendrían  ellos 
reparo  si  nosotros,  los  legos,  intentáramos  a  nuestra 
vez,  como  los  solicitors  en  los  tribunales  ingleses,  una 
crossiiig  examination  i  les  preguntáramos,  ya  que  ellos 
sostienen  la  inviolabilidad  de  las  leyes  musicales  «  cómo 
es,  por  ejemplo,  que  dos  eximios  artistas,  en  el  piano, 
violin,  arpa  o  flauta,  tocan  la  misma  pieza,  según  está 
escrita  i  lo  hacen  sin  embargo  de  la  manera  mas  distinta, 
causando  las  mas  variadas  sensaciones  ».  Si  la  música 
es  matemática  como  arte  i  obedece  a  leyes  invariables 
{  por  que  los  organitos  de  cilindro  no  son  lo  mas  conmo- 
vedores instrumentos,  cuando  sus  notas  tienen  una  preci- 
sión admirable,  permanente,  estereotipada?  ¿Por  qué, 
i  esto  es  aun  menos  esplicable,  el  modo  del  organista  se 
trasmite  a  su  música  i  la  sonata  sale  distinta  según  la 
mano  que  da  vuelta  al  manubrio,  aun  cuando  todas  las 
manos  lo  hagan  en  los  mismos  tiempos  ? 

{ Tendrá  la  música  una  alma  inmortal,  a  lo  menos  en 
el  mismo  grado  que  la  del  hombre  ?  ¿  Será  esta  alma 
el  ritmo,  el  timbre  o  cierto  fluido  especial  trasmisible  del 
sistema  nervioso  animal  a  la  fibra  constitucional  de  los 
elementos  materiales  del  instrumento  ? 

Doctores  tiene  la  Santa  Madre  Iglesia  que  os  sabrán 
responder ! 


—  189  — 

Yo  no  sé  de  la  música  sino  la  física  i  la  fisiolojia,  lo  que 
equivale  a  no  saber  de  poesía  sino  el  número  de  letras 
de  un  renglón  i  el  de  renglones  de  un  poema.  Pero  la 
naturaleza  me  ha  dotado,  i  se  lo  agradezco  mucho,  de  dos 
aptitudes:  una  visual  que  no  hace  al  caso  i  otra  acústica 
pertinente;  percibo  en  la  estension  aproximada  de  un 
metro,  a  simple  vista,  la  diferencia  de  medio  milimetro  i 
aprecio  la  pausa  o  precipitación  de  un  sonido  sin  error 
de  un  centisegundo,  teniendo  análoga  aptitud  de  oido 
para  las  variaciones  de  timbre. 

Por  consiguiente,  en  materia  de  distancias  i  de  sonidos 
tengo  una  seguridad  absoluta  para  la  medición  i  c<imputo 
de  mis  impresiones. 

Esta  seguridad  me  sirve  para  gozar  o  no  gozar  de  una 
melodía,  de  un  acorde  o  de  una  armonia,  sin  que  me  sea 
posible  admitir  otro  jue^  en  arte  musical,  que  mis  propios 
sentidos.  La  orden  de  gozar  cuando  no  gozo,  me  parece 
absurda  i  la  costumbre  de  admirar  por  reglas,  mas  ab- 
surda si  cabe. 

Tales  razones  i  otras  de  igual  índole  que  podia  aducir, 
.casi  nunca  invocadas  por  los  maestros,  cuando  de  con- 
troversias artísticas  se  trata,  esplican  las  diferencias  de 
criterio,  la  diversidad  de  apreciaciones  i  hasta  las  luchas 
acerbas  ocasionadas  por  las  convicciones  profundas  i 
contrarias  cuyo  orijen  está  en  la  tendencia  a  no  mirar 
sino  el  propio  camino,  desdeñando  los  motivos  ajenos, 
muchas  veces  no  espresados,  pues  con  frecuencia,  un 
crítico,  sabe  que  dice  verdad,  pero  no  atina  cqn  las  razo- 
nes científicas  de  su  obstinación. 

Por  lo  tanto  los  que  hablan  de  entender  la  música  dicen 
con  el  mayor  aplomo,  un  disparate;  tanto  valdría  hablar 
de  entender  un  color  o  hacer  el  cómputo  decimal  de  un 
deleite. 

Nadie  entiende  el  ruido  del  viento,  el  incendio  fugaz  de 
un  relámpago  en  los  ojos  o  la  sensación  atrofiante  del 
frío  ;  todo  ello  se  percibe  i  se  siente,  no  se  entiende. 

— I  Por  qué  hai  entonces  música  fácil  i  música  difícil? — 
Dios  nos  ampare  !  Por  que  todo  en  la  naturaleza  tiene 
sus  simples  i  sus  compuestos;  porque  hai  nociones  radi- 
cales primitivas  i  emociones  complejas. 


~  190  — 

Tomemos  por  ejemplo  el  ruido  aislado  de  los  árboles 
en  una  noche  tempestuosa;  la  percepción  da  una  sensa- 
ción sencilla.  Añádase  la  lluvia;  el  sonido  se  complica. 
Prodúzcase  el  trueno,  el  relámpago,  la  oscuridad  inme- 
diata,  los  choques  del  torrente  en  las  rocas  i  júntese  a  ello 
la  tormenta  interna  del  espectador ;  la  estampa  cerebral 
del  primer  sonido  se  confunde,  se  absorbe  i  la  percepción 
tínica  i  sencilla  se  hace  imposible. 


Sucede  con  los  sonidos  musicales  lo  que  con  las  letras. 
Un  niño  oye  i  dice  con  facilidad  Ba,  be,  bi,  bo,  bu;  no  oye 
ni  dice  con  tanta  facilidad  Bla,  ble,  bli,  blo,  blu;  i  menos 
Tlante,  tlintre,  trointle,  tlutri7itla.  De  ahi  a  una  palabra 
alemana  de  cincuenta  letras  ! ¡  Calcúlese  la  com- 
plicación ! 

Fijémosnos  ahora  en  que  el  sonido  de  las  letras  i  de 
las  sílabas  es  una  convención;  sin  embargo  la  palabra  i 
el  lenguaje  son  posibles  puesto  que  hablamos.  Pero  las 
notas  musicales  i  los  ruidos  no  son  una  convención;  están 
en  la  naturaleza.  Por  lo  tanto  mas  natural  es  cantar  que 
hablar  i  mas  fácil.  Así,  todos  los  animales,  incluso  el 
hombre,  producen  sonidos  mas  o  menos  musicales  antes 
que  letras;  el  llanto  de  un  niño  no  es  un  abecedario;  es 
una  tonacion  musical,  desagradable,  pero  tan  musical, 
como  el  canto  de  un  gallo,  el  trino  de  un  pájaro  o  el 
lastimoso  ahullido  de  un  perro  en  el  silencio  de  la  noche. 

Wagner  hace  cantar  a  un  Dragón  en  Siegfried,  con 
una  voz  abominable  (yo  no  lo  invento)  i  nadie  dirá  que 
Wagner  no  entendia  de  música. 

Siendo  pues  la  música  natural  i  primitiva  i  prestándose 
sus  notas  a  millones  i  millones  de  combinaciones,  mas 
que  las  letras  i  las  sílabas,  ya  parecerá  menos  absurda  a 
quien  reflexione  la  esperanza  de  que  alguna  vez  la  música 
se  sustituya  al  lenguaje  articulado. 

Añádase  a  esto  que  el  actual  lenguaje,  aun  el  mas  rico 
de  las  razas  civilizadas,  es  de  una  pobreza  miserable  para 
espresar  los  sonidos  i  por  lo  tanto  las  ideas;  basta  fijarse 


—  191  — 

en  que  ningún  ruido  puede  espresarse  con  palabras, 
comenzando  por  el  ruido  de  la  respiración,  primitivo 
i  natural,  i  concluyendo  por  las  divinas  sonoridades  de 
una  orquesta. 


Los  músicos  quieren  hacer  de  su  arte  una  relijion  cuyos 
misterios  no  se  dejan  penetrar  sino  por  los  iniciados,  como 
si  ellos  solos  tuvieran  orejas  i  como  si  no  hubiera  músicos 
sordos  i  compositores  de  óperas  afónicos,  incapaces  de 
dar  una  nota  ! 

i  Tanto  valdría  acordar  a  los  cocineros  el  privilejio  de 
sentir  ellos  solos  el  sabor  de  sus  platos  ! 

Tampoco  reparan  en  que  los  animales  gozan  i  sufren 
con  la  música.  Todos  los  dias  oimos  los  fúnebres  lamentos 
de  los  perros  urbanos  al  rededor  de  un  organista  senti- 
mental cuando  toca  en  la  calle  el  Miserere  del  Trovador, 
Las  notas  de  una  flauta  hacen  bailar  a  las  serpientes  i  una 
campanilla  puesta  en  el  cuello  de  un  buei  viejo,  mantiene 
en  grupo  al  ganado.  Finalmente  todos  los  cocheros  saben 
que  si  le  ponen  cascabeles  a  un  caballo  recalcitrante,  trota 
gallardamente,  lleno  de  orgullo  artístico. 

Así  pues  si  los  animales  no  son  compositores,  son  por 
lo  menos  diletantisf  ¿Por  qué  entonces  hacer  de  la  música 
un  privilejio  ? 

Sin  ser  pintor  se  puede  entender  de  cuadros  i  sin  ser 
literato,  criticar,  apreciar  i  comprender  la  mejor  literatura, 
como  la  cocinera  de  Moliere. 

Las  artes  todas  están  en  la  naturaleza  si  bien  el  estudio 
las  metodiza  i  las  refina. 


Otros  puntos  curiosos  pueden  ir  saliendo  si  se  manipula 
livianamente  un  poco  de  ciencia,  sin  faltarle  á  los  respetos 
qué  ella  merece. 

Los  hombres  mas  sabios  de  la  tierra,  sin  esceptuar  los 
periodistas,  sacerdotes  dotados  de  la  omniciencia  (i  quien 


-   192  — 

lo  dude  sierá  inmediatamente  demolido),  hombres  exep- 
cionales  i  sapientísimos  que  lo  mismo  hablan  de  astro- 
nomía que  de  numismática,  de  relijion  que  de  buenas 
maneras  i  de  todo  ello,  no  por  haberlo  aprendido,  sino 
porque  la  naturaleza  los  ha  provisto  de  una  intuición 
innata,  de  facultades  mentales  ilimitadas  i  a  veces  de  un 
ejemplar  de  la  Enciclopedia  Británica  o  del  Diccionario 
de  Larousse  con  suplementos ;  aun  esos  fecundos  mortales, 
me  arriesgo  a  decirlo,  han  caido  en  la  inconsistente  per- 
suasión de  que  el  hombre  vé  con  los  ojos  i  oye  con  los 
oidos ! 

i  Doi  al  lector  un  tiempo  razonable  para  asombrarse  i 
en  seguida  me  complazco  en  solicitar  su  asentimiento  para 
mis  aparentes  avances,  en  virtud  de  las  siguientes  pre- 
guntas i  respuestas  ! 

Pregunta.  —  {  Qué  es  ver  ? 

Respuesta,  —  Percibir  la  luz  i  mas  positivamente,  el 
color  i  la  forma. 

Pregunta.  —  Donde,  cómo  i  con  qué  se  percibe  la  luz, 
el  color  i  la  forma  ? 

Respuesta.  —  En  el  centro  visual  después  de  una  larga 
tramitación. 

Pregunta.  —  Tramitación  larga,  dice? 

Respuesta. —  Como  usted  lo  oye.  El  ojo  quieto,  no  vé 
distintamente  sino  la  luz  i  el  color  de  un  punto.  Una  vez 
la  luz  en  la  retina,  la  escitacion  sigue,  a  lo  menos,  dos 
caminos  ;  por  el  uno  va  al  centro  visual  llevando  sola- 
mente la  impresión  de  la  luz  i  del  color,  es  decir,  parte 
de  los  elementos  de  la  visión;  por  el  otro  haciendo  una 
porción  de  paradas  i  vueltas,  lleva  la  imájen,  la  forma,  las 
lineas  de  los  contornos  i  superficie  del  objeto  visible. 
Sigámosla  en  su  itinerario:  de  la  retina  va  al  núcleo  sen- 
sitivo vulvar  del  ojo;  de  este,  al  núcleo  motor  vulvar;  de 
ahí  a  los  músculos  de  acomodación;  de  ellos  al  centro  del 
sentido  muscular  del  ojo;  de  este  al  centro  visual  (punto 
de  reunión  de  los  dos  caminos).  Del  centro  visual,  la 
imájen  va  al  centro  del  sentido  muscular  de  la  cabeza,  al 
del  tronco  i  miembros,  al  motor  del  ojo,  al  motor  de  la 
cabeza,  al  motor  del  tronco  i  miembros  i  en  fin,  a  los 


—  193  - 

centros  motores^  i  sensitivos  del  oido.  Todas  estas  tras- 
misiones son  instantáneas  i  conjuntas. 

La  imájen  (noción  de  forma,  color  i  cantidad  de  luz) 
requiere  por  lo  tanto  para  constituirse,  los  elementos  que 
llevan  al  centro  visual  los  centros  del  sentido  muscular, 
pues  toda  imájen  tiene  forma  i  la  impresión  de  forma 
depende  del  paseo  que  los  músculos  de  acomodación  i 
otros  han  hecho  dar,  por  los  contornos  i  por  la  superficie 
del  cuerpo  visible,  a  los  elementos  de  visión  de  la  retina 
i  del  poder  de  los  centros  del  sentido  muscular  para  con- 
servar las  distancias  i  proporciones  en  el  cerebro,  en 
calidad  de  recuerdos  o  imájenes  de  reminiscencia. 

Luego  si  la  visión  completa  no  es  debida  a  los  mús- 
culos, lo  útil  de  ella  lo  es  —  ¿  qué  haríamos  con  ver  luz 
sin  ver  formas  ? 

Por  un  procedimiento  análogo  se  demuestra  que  la 
audición  de  los  sonidos,  los  tonos  i  la  palabra  articulada, 
depende  forzosamente  del  sentido  muscular  adscripto  a 
las  funciones  del  oido. 


Aquí  cabe  por  via  de  complemento,  rememorar  algunas 
particularidades  de  acústica  i  fisiolojia  útiles  para  la  apre- 
ciación de  ciertas  modificacionesquesenota  en  la  audición 
de  una  pieza  musical  según  el  recinto  donde  se  ejecuta. 

El  oido  percibe  sonidos  cuando  le  llega  un  número  de 
vibraciones  variable  entre  8  dobles  i  24000.  Abajo  de  la 
primera  cifra  i  arriba  de  la  segunda  solo  oye  ruidos. 
Estos  cómputos  pueden  cambiar  con  los  progresos  de  la 
ciencia  i  con  las  mutaciones  del  oido  a  través  de  las 
jeneraciones.  Percibe  el  eco  cuando  oye  un  sonido  i  su 
repercusión.  Con  un  reflector  a  menos  de  17  m»  se  oye 
solo  resonancias;  con  uno  a  los  17  se  oye  el  eco  de  los 
sonidos  breves,  porque  una  sensación  sonora  persiste  en 
el  oido  ^/iQ,  un  décimo,  de  segundo  i  admitiendo  una  velo- 
cidad máxima  de  340  metros  para  la  marcha  de  los  sonidos, 
éstos  harán  34  m^  es  decir  dos  veces  17,  ida  i  vuelta,  en 
^/iQ  de  segundo.  El  eco  de  los  sonidos  articulados  se  oye 
con  un  reflector  a  34  metros,  pues  emplean  ¿,  un  quinto 
de  segundo  en  recorrer  68  metros  (dos  veces  17,  quinta 

Por  mares  i  por  tierras  13 


—  194  — 

parte  de  340).  Por  tanto  la  sensación  del  sonido  reflejo 
no  se  superpondrá  a  la  del  inicial. 

La  velocidad  varia  con  el  medio  ambiente,  pero  no  con 
la  altura  del  sonido.  En  los  sonidos  musicales  el  cid  o 
distingue:  la  altura,  dependiente  del  número  de  vibra- 
ciones; la  intensidad,  de  la  amplitud  de  estas;  el  timbre, 
de  la  materia  del  instrumento,  a  causa  de  las  vibraciones 
inducidas,  armónicas,  en  música;  el  intervalo,  o  sea  el 
cociente  de  la  división  de  un  número  de  vibraciones  por 
otro  menor;  el  acorde,  simultaneidad  de  dos  o  mas  soni- 
dos separados  por  intervalos  musicales;  la  armonia,  re- 
lación de  vibraciones  en  la  proporción  de  I  a  2  a  3  a  4  ..  . 
i  sus  derivados ;  la  gama,  serie  de  sonidos  separados  por 
intervalos  musicales,  tomada  arbitrariamente  entre  la 
infinita  variedad,  por  cuanto  la  gama  no  reposa  sobre 
leyes  naturales  invariables  (Van  Helmholzt)  sino  conven- 
ciones estéticas,  como  lo  prueba  la  historia  de  la  música. 


En  cuanto  a  nombres  antes  en  todas  partes  i  hasta  ahora 
en  algunas,  las  notas  musicales  eran  designadas  por  letras 
i  aun  lo  son.  Un  fraile,  Gui  dWrezzo,  cambió  el  nombre 
a  seis  de  ellas,  dando  a  cada  una  la  primer  sílaba  de  algu- 
nas palabras  importantes  del  himno  que  se  cantaba  en  su 
convento  en  honor  de  San  Juan.  Estas  silabas  eran  ut,  re, 
mi, /a,  sol,  la.  Después  ut  se  cambió  en  do,  mas  sonoro. 
El  nombre  de  la  nota  si  fué  añadido  solo  en  1784,  hace 
poco  mas  de  un  siglo,  por  Lamaistre  músico  francés,  como 
lo  saben  todos  los  versados  en  estas  materias. 


Pero  lo  mas  interesante  en  el  juego  de  las  sensaciones 
para  mi  objeto,  es  la  conexión  de  las  imájenes  visuales 
con  las  auditivas. 

Ustedes  saben  que  los  sordo-mudos  de  nacimiento 
aprenden  a  pronunciar  palabras,  a  hablar  digamos,  i  que 
los  ciegos  también  de  nacimiento  i  aun  los  sordo-mu- 
dos-ciegos,  aprenden  a  leer  i  a  escribir  ! 


-    195  — 

Estos  fenómenos  admirables  son  posibles  únicamente 
por  obra  i  gracia  del  sentido  muscular. 

También  saben,  lo  supongo,  (siempre  el  lector  sabe 
todo)  que  existe  un  fenómeno  llamado  audición  coloreadaj 
en  virtud  del  cual  los  ruidos,  los  tonos,  las  letras,  las 
sílabas  i  las  palabras,  hacen  ver  colores  distintos,  según 
los  individuos  afectados  de  ^sX.2i  perspicacia  auditiva,  físio- 
lójica  o  patolójica. 

I  digo  así  porque  el  hecho  se  observa  en  los  cerebros 
mas  sanos. 

Las  letras  a,  e,  i,  o,  u,  por  ejemplo,  suscitan  la  visión 
de  los  colores  verde,  azul,  celeste,  amarillo  u  otros. 

Para  algunos  sujetos  los  nombres  de  las  localidades, 
las  divisiones  del  tiempo,  las  distancias,  los  dias  de  la 
semana  i  hasta  las  entidades  abstractas  como  virtud, 
sufrimiento,  esperanza,  tienen  color.  I  lo  tienen  por 
cuanto  las  espresiones  verbales  respectivas  lo  evocan. 

A  su  vez  los  tiempos,  los  espacios,  los  nombres  i  los 
sentimientos,  están  de  tal  manera  ligados  con  las  melodías 
o  los  motivos  musicales,  que  estos  o  aquellas  los  repre- 
sentan i  sustituyen. 

Uno  puede  decir:  cada  época  tiene  su  música  especial, 
su  tema.  La  tristeza,  el  placer,  la  imájen  de  una  persona, 
el  paisaje,  la  situación  de  ánimo,  añrman  su  recuerdo 
cuando  se  acompañan  de  una  sensación  acústica  i  el  aire 
popular  o  el  trozo  de  ópera  que  se  oyó  en  el  momento 
en  que  aquellas  impresiones  se  hicieran  presentes  en  el 
alma,  las  encarna  i  las  reemplaza  asumiendo  su  entidad 
sicolójtca. 

Para  mi  cada  uno  de  los  años  de  la  época  de  mis  estu- 
dios tiene  su  sonata,  la  popular  contemporánea. 

I  para  los  jóvenes  que  se  conocieron  en  un  baile  i  cam- 
biaron en  él  sus  primeras  protestas  de  cariño,  las  piezas 
ejecutadas  por  la  orquesta  son  i  serán  en  adelante,  la  efije 
de  su  compromiso,  el  símbolo  de  su  amor  i  su  destino. 

Asi,  todas  las  trasmisiones  de  los  sentidos  se  dan  la 
mano  en  el  alma,  se  buscan,  se  completan,  se  superponen, 
se  identtñcan  i  ya  no  parece  tan  estraño  oir  con  los  ojos, 
ver  con  los  oídos  i  sentir  el  perfume  con  las  manos  (me- 
táfora). 


—  196  — 

Por  lo  demás,  el  mismo  lenguaje  consagra  la  mezcla 
de  las  sensaciones ;  se  dice  de  una  nota  musical :  es  ájil, 
liviana,  dura,  pesada,  suave  (calidades  táctiles);  cristalina, 
oscura  (propiedades  ópticas);  dulce,  agria  (sensaciones 
del  gusto);  fría,  caliente  (variedades  térmicas). 

Por  último  las  sensaciones  pueden  subsistir,  aun  después 
de  abolida  la  aptitud  orgánica  de  los  sentidos  correspon- 
dientes. Bethowen,  sordo,  oía  su  música  celestial  mirando 
los  signos  en  la  pauta  de  sus  manuscritos  i  cualquier 
sujeto  con  un  poco  de  imajinacion,  puede  reproducir  las 
escenas  de  sus  tribulaciones  en  la  vida  con  solo  cerrar 
los  ojos  i  tal  vez  hallándose  en  el  teatro,  adivinar  a  la 
vista  de  los  paisajes  figurados,  la  índole  de  las  futuras 
sinfonias,  presentir  las  situaciones  dramáticas,  ver  los 
personajes  i  evocar  las  imájenes  pasadas  al  escuchar  los 
motivos  fundamentales  de  la  ópera. 


Desde  un  mes  antes  de  llegar  a  Bayreuth,  el  que  ha 
comprado  un  billete  para  oir  las  óperas  de  Wagner,  ya 
siente  los  preludios  de  un  placer  prometido.  En  el  ca- 
mino, la  predisposición  inicial  aumenta  i  apenas  llega  i 
ocupa  su  alojamiento,  ya  esperimenta  los  síntomas  ine- 
quívocos del  contajio  i  la  fuerte  presión  wagneriana 
del  ambiente.  El  tiempo  se  mete  en  música,  podría  de- 
cirse, como  cuando  anuncia  lluvia. 

Bayreuth  duerme  todo  el  año  en  la  secular  tristeza  de 
su  inacción;  solo  despierta  cuando  llega  la  estación  de 
Wagner;  sus  calles  se  animan,  sus  hoteles  se  llenan,  las 
casas  de  sus  habitantes  se  convierten  en  alojamientos 
para  estranjeros,  las  tiendas,  mercerías,  librerías,  foto- 
grafías i  hasta  ferreterías  rebosan  de  retratos  de  Seigf- 
mond,  Siegfried,  Wotan  i  Brunnhilde;  los  cocheros 
aumentan  sus  tarifas,  los  caballos  no  comen  por  amor 
al  arte  i  su  flacura  toma  proporciones  metafísicas.  Ño 
se  habla,  en  fin,  ni  se  sueña,  ni  se  piensa  sino  cosas  rela- 
cionadas con  el  Anillo  del  Nibelungo. 

Imposible  abstraerse,  separarse,  aislarse  en  otro  cir- 
cuito ;  tanto  valdría  tener  calor  en  crudo  invierno  sin 
estar  enfermo. 


—  197  — 

I  tal  presión,  que  no  censuro,  como  cualquiera  podría 
inducirlo  de  los  párrafos  anteriores,  hace  el  papel  de  un 
aperitivo,  es  benéfica,  prepara  el  ánimo  para  gozar  de 
un  espectáculo  nuevo  si  hai  algo  nuevo  en  el  mundo. 

I-,a  princesa  de  Gales  ha  dejado  su  brumoso  Londres ; 
los  nobles,  los  aristócratas,  los  políticos,  los  potentados 
de  la  tierra  por  su  nombre,  su  influencia  o  su  fortuna, 
han  salido  de  sus  patrios  lares  para  alojarse  en  Bay- 
reuth,  como  simples  mortales,  en  cuartos  menos  poé- 
ticos que  el  mió,  i  todos,  sin  hacerse  esperar,  estarán 
atentos  al  primer  anuncio,  amontonados  en  el  pórtico 
del  teatro. 


Hacia  en  1896,  veinte  años  que  no  se  representaba 
en  Bayreuth  ni  en  parte  alguna,  la  serie  completa  de 
óperas  que  componen  la  llamada  tetralojia  del  Anillo  del 
Nibelungo. 

En  los  años  anteriores  se  habia  dado  una  o  dos  partes 
i  alguna  otra  ópera  del  divino  maestro.  En  Viena,  en 
París,  en  Londres  i  otras  grandes  ciudades  habiase  sola- 
mente representado  fragmentos  o  cuando  mas  partes 
mutiladas  de  la  obra.  La  impresión  por  lo  tanto,  fué 
colosal  cuando  este  año  se  anunció  la  serie  completa  i 
una  representación  modelo  en  su  jénero,  con  la  mejor  i 
mas  sabia  orquesta  del  mundo.  Los  maestros,  los  aficio- 
nados, los  críticos  i  los  enloquecidos  de  todas  partes,  se 
prepararon,  muchos  hicieron  sacrificios  para  obtener 
billetes  a  precios  salvajes,  i  los  grandes  diarios  designa- 
ron sus  corresponsales  para  enviarlos  en  tiempo  opor- 
tuno a  la  privilejiada,  pequeña  i  soñolienta  ciudad  de 
Bayreuth. 

Yo  fui  uno  de  tantos  atraidos  por  el  anuncio,  i  debo 
a  esta  curiosidad,  de  mi  espíritu,  haber  presenciado  un 
espectáculo  que  no  olvidaré  jamás. 

No  me  acuerdo  de  haber  dormido  con  sueño  normal 
en  Bayreuth,  de  haber  tomado  alimentos  con  sabor  deter- 
minado, de  haber  pensado  cosas  racionales,  ni  haber  es- 
tado un  solo  momento  en  mi  ser  natural.  Todo  tenia  para 


—  198  — 

mí  acordes,  melodías,  notas,  fusas,  semifusas,  tonos  ma- 
yores i  menores,  claves  i  sinfonías.  Vivía  en  plena  mito- 
lojía  alemana,  i  los  bemoles  se  mezclaban  hasta  con  las 
cuentas  del  hotel  que  contenían  notas  colosales. 


El  teatro,  hecho  espresamente  para  las  óperas  de 
Wagner,  por  el  reí  mas  loco  i  de  mejor  gusto  que  han 
visto  los  pueblos,  se  levanta  en  una  colina  fuera  de  la 
ciudad.  Conduce  a  él  una  ancha  avenida  cuyas  veredas 
flanqueadas  por  árboles  elevados,  ofrecen  un  cómodo  i 
agradable  camino. 

A  la  hora  conveniente  la  calle  central  se  llena  de 
carruajes  ocupados  por  lujosas  damas  i  caballeros  i 
corre  en  las  márjenes  un  rio  de  jente  a  pié,  venida  de  los 
cuatro  puntos  cardinales,  ostentando  los  trajes  i  aspec- 
tos mas  variados. 

Los  habitantes  de  la  ciudad,  que  ya  han  oido  las  ópe- 
ras o  que  tienen  otros  intereses  en  vista,  concurren 
solamente  al  desfile  pero  contribuyen  a  dar  al  paraje 
una  animación  estraordinaria. 

Esa  masa  inmensa  de  jente  se  agrupa  por  último  en  la 
esplanada  delante  del  teatro  o  se  disemina  en  grupos  en 
los  jardines  que  lo  rodean  i  no  son  los  menores  atractivos  de 
la  escena  el  bullicio  de  los  comentadores,  los  encuentros 
inesperados  i  los  contactos  recientes  de  los  eterojéneos 
concurrentes,  entre  los  cuales  un  príncipe  i  una  modista 
se  codean,  o  conversa  un  noble  infinitamente  pobre  con 
un  banquero  vulgar  inmensamente  rico,  o  con  una  actriz 
en  vacaciones,  recordando  las  horas  sazonadas  de  otra 
época. 

En  esto  se  presentan  en  el  atrio  cinco  o  seis  músicos 
armados  de  instrumentos  de  cobre  i  tocan  a  los  cuatro 
vientos,  el  motivo  del  próximo  acto :  unas  cuantas  notas 
sencillas  pero  admirablemente  combinadas  que  se  insta- 
lan i  radican  en  el  alma  por  toda  la  vida  i  repetidas  mas 
tarde  en  mil  situaciones,  infiltran  un  deleite  infinito. 


—  199  — 

I  aquí  se  inicia  el  trabajo  complicado  del  cerebro.  Las 
impresiones  van  a  crecer  en  intensidad  por  la  prepara- 
ción orgánica  i  por  la  complicidad  de  sensaciones  aferen- 
tes conexas  o  reflejas  que  determinan  escitaciones  de  un 
carácter  emocional  superior  al  de  las  auditivas  aisladas. 

Cada  concurrente  se  halla  ya  templado  en  un  tono  de 
hiperestesia  cerebral  que  le  permitirá  rejistrar  detalles 
musicales  ínfimos,  aumentar  sus  efectos  i  a  favor  de  ellos, 
llevar  su  propio  sistema  nervioso  a  un  grado  de  tensión 
semi-morboso. 


Las  puertas  del  teatro  se  abren  i  dejan  penetrar  la 
turba  frenética.  El  espectador  desde  su  asiento,  estiende 
la  vista  sobre  un  mar  de  cabezas  escalonadas  en  el  anfi- 
teatro semi-oscuro,  limitado  a  los  lados  por  pilares  que 
dejan  huecos  vacíos,  como  depósitos  de  aire ;  atrás  por 
palcos  i  adelante  por  el  escenario;  ochenta  i  cuatro  bom- 
bas deslustradas  de  luz  en  lo  alto  de  los  pilares  i  veinte 
mas  abajo,  constituyen  todo  el  alumbrado  antes  de  levan- 
tarse el  telón.  Las  luces  de  arriba  se  apagan  de  golpe ; 
es  el  anuncio  preparatorio . .  .  Una  conmoción  inevita- 
ble recórrelos  cuerpos;  se  oye  el  ruido  causado  por  el 
roce  de  las  ropas,  obedeciendo  al  estremecimiento  ner- 
vioso de  los  músculos  que  se  acomodan.  Un  segundo 
después  las  lámparas  restantes  se  estinguen  i  la  sala  se 
sumerje  en  las  tinieblas.  La  vista  queda  momentánea- 
mente sin  ocupación.  . .  el  oido  se  aguza.  Se  oye  los 
primeros  acordes  de  la  orquesta  que  llegan  al  cerebro 
sobre  exitado,  como  una  primicia  del  placer,  como  una 
promesa  de  mayor  deleite,  trayendo  los  preludios  ine- 
fables de  un  amor  que  nace. 

Todas  las  funciones  de  relación  en  los  espectadores 
parecen  suspendidas;  nadie  respira,  nadie  vé,  nadie  se 
mueve.  Hasta  los  actos  involuntarios  habituales  en  cual- 
quier momento  como  un  golpe  de  tos  o  una  respiración 
forzada,  obedecen  de  repente  la  consigna.  En  dos  mil 
personas  han  quedado  abolidas  al  mismo  tiempo  todas 
las  necesidades  perceptibles  de  la  vida;  i  este  fenómeno 


—  200   - 

inconcebible  dura  hora  i  media,  dos  horas^  sin  revela- 
ciones esternas  de  cansancio.  Ni  un  desmayo,  ni  un 
síncope,  ningún  accidente,  en  fin,  viene  a  perturbar  la 
exelsa  gloria  de  sonidos  en  que  se  acumulan,  deslien, 
esparcen  i  vuelven  a  juntar  los  tonos,  los  acordes,  las 
aparentes  disonancias,  en  formidables  turbiones  que 
producen  el  singular  efecto  de  parecer  variados  cuando 
se  quiere  fijar  su  monotonía  i  monótonos  cuando  se  in- 
tenta percibir  su  variedad. 


Pero  como  la  vida  vejetativa  tiene  sus  derechos,  el 
estado  semi-cataléptico  producido  por  la  audición,  si 
bien  aplaca  temporalmente  las  exijencias  del  bienestar 
corporal  i  hasta  las  borra  por  momentos,  no  alcanza  sin 
embargo  a  suprimirlas;  i  aquí  viene  para  mí  el  único 
reproche  formal  tal  vez  que  yo  haya  oido  formular  con- 
tra Wagner. 

El  oido  puede  permanecer  en  estado  de  gozo  durante 
un  tiempo  dado.  Si  la  audición  atenta  traspasa  el  límite, 
variable  para  cada  sujeto,  se  entra  ya  en  la  zona  del 
sufrimiento  por  serias  causas,  entre  otras,  por  el  aumento 
de  temperatura  en  la  sangre  que  suele  producir  estados 
febriles  i  los  produce  ciertamente  incómodos.  Se  puede 
admitir  como  regla,  no  fija,  que  a  las  dos  horas  de  audi- 
ción atenta,  muchas  veces  antes  i  con  mayor  razón  des- 
pués, la  temperatura  sube  de  un  grado  o  mas.  Pero 
hagamos  caso  omiso  del  oido  i  supongámoslo  en  estado 
de  goce  continuo ;  no  por  eso  el  resto  del  animal  dueño 
de  tan  feliz  aparato,  los  músculos,  por  ejemplo,  de  las 
piernas,  de  los  muslos,  del  tronco,  de  los  brazos,  del 
cuello,  por  no  citar  todos  los  componentes  del  sujeto, 
obligados  a  mantenerlo  en  equilibrio  sin  variación  efi- 
ciente de  postura,  i  no  teniendo  particulares  motivos 
para  participar  del  deleite  artístico,  mandan  mensaje 
tras  mensaje  al  cerebro  avisando  que  ya  no  pueden  mas. 

Tal  situación,  como  se  concibe,  es  incompatible  con 
cualquier  clase  de  fruición  estética. 


—  201  — 

El  mismo  Wagner  no  gozaría  en  el  cielo  oyendo  can- 
tar a  anjélicas  jerarquías,  si  un  arcánjel  lo  estuviera 
moliendo  a  palos. 

La  crítica  respecto  a  este  punto  es  incontestable  i  en 
vano  se  tratará  de  mitigarla  con  esplicaciones  plausibles. 
Algunos  músicos,  entre  ellos  uno  célebre  francés,  afir- 
nian  que  a  Wagner  le  ha  faltado  el  sentido  de  las  pro- 
porciones indispensables  en  el  teatro,  i  sus  admiradores 
mas  entusiastas  confiesan  que  a  veces  la  audición  es 
laboriosa. 

Los  mismos  actores  en  las  tablas,  a  pesar  del  fuerte 
estímulo  i  del  amor  propio  que  los  tonifica,  sufren  la 
presión  del  tiempo.  El  Hércules  Farnesio  representando 
a  Siegfried  quedaría  agotado  antes  de  concluirse  la 
ópera. 

Dicho  esto  con  científica  imparcialidad,  no  hablaré 
mas  del  defecto  cuya  consecuencia  puede  ser  lastimosa ; 
( la  mutilación  de  las  óperas  para  hacerlas  viables  en  la 
jeneralidad  de  los  casos);  sino  para  formular  mi  opinión 
sobre  su  causa  i  pasar  adelante. 

Wagner  al  no  tomar  en  cuenta  la  resistencia  de  su 
auditorio,  cuando  compuso  su  Tetralojia,  procedió  como 
la  Naturaleza :  con  inocente  crueldad. 

No  tuvo  en  vista  dimensiones j  ni  para  llenarlas,  ni 
para  privarse  de  exederlas ! 

Como  todo  autor  sujetivo  hizo  su  espectador  de  sí 
mismo  i  cuando  midió  las  proporciones  de  su  obra,  solo 
buscó  satisfacer  su  plan  de  sensaciones,  creando  un 
organismo,  un  sistema.  Sus  modelos  estaban  en  el  mundo 
físico ;  sentido,  entendido ;  en  la  Naturaleza j  i  la  natu- 
raleza no  es  objetiva :  c'est  la  son  moindre  defaut. 

Cuando  llueve  durante  un  día  entero,  la  lluvia  no  ave- 
rigua si  uno  necesita  salir  i  si  tiene  o  no  paraguas. 

Cuando  sopla  un  viento  constante  haciendo  arpas 
cólicas  con  las  enredaderas  en  los  árboles  o  silbando 
por  las  rendijas  en  las  casas,  las  ráfagas  no  saben  que 
un  enamorado  pasea  por  los  bosques  ni  que  el  infeliz 
habitante  de  un  cuarto  con  puertas  mal  ajustadas,  se 
desvela  con  el  ruido  sin  diapasón  i  sin  ritmo. 

Ni  el  día  ni   la  noche  se  acortan,  ni   la  tempestad  se 


—  202  — 

mitiga  por  consideración  a  las  jentes;  ni  el  mar  en  bor- 
rasca se  aplaca  para  aliviar  las  angustias  de  los  nave- 
gantes ! 

Véase  ahora  las  diversas  escenas  en  la  Tetralojia: 
amanece,  anochece;  las  olas  cantan  en  voz  baja,  el  hura- 
can  sacude  las  ramas  en  la  selva,  el  cielo  se  nubla,  se 
oscurece,  el  bosque  manda  sus  ruidos  misteriosos,  las 
aves  cantan  i  mientras  las  maravillas  de  la  ópera  delei- 
tan el  alma,  los  pobres  artistas  están  clavados  en  el  sitio 
asignado  por  la  crueldad  del  compositor,  oyendo  monó- 
logos eternos. 

En  las  óperas  de  otra  índole,  la  prima  dona,  el  barí- 
tono (que  es  siempre  un  marido)  el  tenor  i  el  bajo  han 
sido  tomados  en  cuenta.  Se  ha  hecho  una  aria  para  que 
luzca  la  prima  dona,  un  dúo  para  el  tenor,  un  solo  para 
el  primer  violin  i  así  por  el  estilo. 

Wagner  no  tiene  esas  complacencias:  si  el  drama 
exije  que  la  soprano  se  quede  tierra  adentro,  no  aso- 
mará ni  la  punta  de  la  nariz  hacia  la  orquesta  i  el  tenor, 
su  asiduo  acompañante,  se  estará  quieto  i  callado  media 
hora  si  el  libreto  le  impone  escuchar  el  relato  de  las 
aventuras  de  sus  abuelos. 

Precisamente  esta  rejimentacion  constituye  una  forma 
nueva  con  relación  a  la  concepción  anterior  del  drama 
músico. 


Recuérdese:  En  las  primeras  óperas  el  cantante  lo 
hacia  todo ;  la  orquesta  era  un  accesorio ;  unos  cuantos 
instrumentos  bastaban  para  el  caso.  Después  la  orquesta 
fué  ganando  terreno  i  la  cofradía  cantante  disminu- 
yendo su  acción  i  su  importancia.  Así,  la  evolución  que 
con  Wagner  ha  llegado  a  una  de  sus  mas  altas  plani- 
cies, hace  de  los  cantantes  simples  instrumentos,  sin  que 
la  prima  dona  tenga  mayores  derechos  que  la  flauta, 
ni  el  tenor  que  un  corneta-pistón.  ¡El  bajo  es  un  figle 
ambulante  i  nada  mas! 

Compuesta  de  este  modo  una  orquesta  con  arpas,  so- 
pranos, flautas,  contraltos,  violines,  meso  sopranos,  cor- 


—  203  — 

netas,  tenores,  clarinetes,  barítonos,  oboes,  bajos,  violon- 
celos, tiples  i  pífanos .  . .  el  maestro  Wagner  ha  conseguido 
arrancar  a  la  acústica  las  mas  bellas  armonías  musí- 
cales,  las  combinaciones  de  timbres  i  hasta  de  resonan- 
cias, que  hacen  de  su  obra  llena  de  sorpresas  encanta- 
doras, un  sublime  deleite  cuyos  efectos  despiertan  la 
intuición  de  un  estremecimiento  sensual  sin  historia  en 
los  centros  nerviosos  sensitivos  i  sin  antecedentes  rejis- 
trados  en  la  mente. 


Wagner  ha  compuesto  su  Anillo  de  los  Nibelungos 
como  habria  hecho  su  libro  predilecto  un  autor  literario ; 
con  amor,  con  estilo,  con  un  organismo  i  un  sistema.  Si 
el  sentido  de  las  proporciones  ha  sido  débil  a  veces, 
¡  cuanta  delicia  en  la  repetición  de  lo  bello  ! 

Ha  dividido  su  obra  en  cuatro  síntesis,  encadenadas, 
ligadas,  correspondientes,  para  formar  un  cuerpo  homo- 
jéneo,  indisoluble.  El  Prólogo  o  primer  acto  contiene 
en  música,  en  estética  i  en  concepto,  el  substractum  de 
todo  el  acontecimiento  universal  i  eterno,  pues  tal  es  la 
obra  de  Wagner;  i  en  cada  uno  de  los  actos  siguientes 
las  repeticiones  intencionales  aprisionan  al  espectador  i 
lo  sujetan  a  las  continjencias  de  la  trajedia. 

En  el  segundo  acto  de  la  Walkiria,  Wotan  refiere  a 
Brunnhilde  episodios  que  ponen  en  autos  de  los  sucesos 
al  que  no  ha  oido  el  Oro  del  Rin;  en  el  primer  acto 
de  Siegfried  el  mismo  Wotan  en  su  diálogo  con  Mime, 
da  noticias  eficientes  sobre  el  Oro  del  Rin  i  la  Walkiria 
i  por  fin  en  el  Crepúsculo  de  los  Dioses  las  tres  partes 
anteriores  se  resumen  por  la  escena  de  las  Nornas  i  mas 
claramente  por  la  completa  narración  de  Siegfried. 

Pero  así  como  en  cada  página  de  un  escritor  se  co- 
noce el  estilo  i  en  cada  ser  viviente,  la  raza  o  la  especie 
vejetal  a  que  pertenece,  por  cada  síntesis  de  la  Tetralo- 
jia,  aun  separada  de  sus  hermanas,  se  comprende  el 
poema  estético  en  sus  figuras  mentales  i  musicales,  se 
asiste  a  la  aparición  de  sus  elementos  primitivos  i  se 
sigue  el  destino  final  de  sus  encarnaciones  dramáticas. 


-  204  — 

La  unidad  es  la  leí  de  la  acción:  .unidad  de  conceptos, 
unidad  de  sonidos  i  unidad  concomitante  de  juego 
escénico. 

Las  pasiones  humanas,  ya  sea  en  el  alma  de  los  dioses, 
de  los  jigantes  o  de  los  seres  malditos,  emprenden  su 
carrera  en  los  albores  de  la  acción  mitolójica  i  la  siguen 
fatalmente  hasta  la  total  destrucción  de  cuanto  ha  nacido 
de  la  transgresión  i  la  violencia. 

La  ambición,  la  cólera,  la  venganza,  el  crimen,  la 
preocupación,  las  reglas  admitidas,  el  odio,  la  sed  de 
poder  i  de  riquezas,  el  amor,  el  heroismo,  la  joie  devivre 
como  dicen  los  franceses  en  esa  su  frase  de  sabor  tan 
especial,  hablan  con  voz  propia  i  asumen  su  papel  en  la 
trajedia. 

Cada  concepto  tiene  su  motivo,  cada  substractum  su 
tema,  cada  pasión  su  figura  simbólica  en  la  frase  musi-. 
cal  adherida  a  su  esencia. 

Por  esto  el  espectador,  aun  ignorando  el  poema  i  sus 
imájenes  características,  tiene  la  aptitud  de  entender  en 
el  drama,  en  el  canto,  en  la  orquesta,  algo  que  traducido 
en  sensaciones,  representa  el  contorno  estético  de  la  idea 
fundamental  aun  cuando  no  la  forma  de  un  pensamiento 
concreto. 

Wagner  ha  recojido  sus  motivos  en  los  accidentes 
físicos  de  la  tierra  ;  el  golpe  del  martillo  sobre  el  yunque, 
el  choque  del  agua  contra  las  rocas,  el  palmoteo  de  las 
olas,  los  murmullos  de  la  selva,  las  estridencias  de  la 
cólera  i  las  modulaciones  de  la  ternura  en  la  vozhumana, 
han  enviado  las  notas  a  su  pauta.  Pero  el  espectador  ha 
oido  también  esos  rumores  i  lamentos  en  situaciones 
sensibles  de  su  vida  i  al  oírlos  de  nuevo  en  la  ópera,  los 
encuentra  perfectos  como  símbolos  sintéticos. 

Yo  no  oiré  nunca  un  sonido  igual  a  cualquier  nota  de 
las  del  tema  de  la  Fragua  en  Siegfried,  sin  reconstruir  a 
su  amparo  en  mi  memoria  todas  las  delicias  de  Bayreuth. 

Esta  calidad  de  los  motivos  de  pegarse  para  siempre,^ 
por  toda  la  vida,  al  oido  que  los  percibió  una  vez,  prueba 
su  orijen,  su  cuna  limpia,  pura,  clara;  esos  tonos  de 
esencia  admirable  en  su  sencillez  inocente,  han  brotado 
en  la  tierra  como  las  flores,  como  el  agua  en  las  rocas, 


—  205  — 

por  eso  se  incrustan  en  las  almas  de  todos  los  hombres 
rústicos  o  educados- 

Cierto  es  que  un  hecho  natural  no  tiene  por  espresion 
única  i  jenuina  una  combinación  arbitraria  de  sonidos, 
pero  la  adoptada  por  Wagner  para  cada  persona,  situa- 
ción o  paisaje  de  su  poema,  se  armoniza  de  tal  manera 
con  las  representaciones  acarreadas  por  los  otros  senti- 
dos, aparte  del  oido,  al  cerebro,  que  éste  hace  de  cada 
reunión  de  notas  en  motivo,  la  encarnación  del  héroe, 
del  paisaje  o  del  momento  trájico. 

Por  todo  ello  exaltamos  a   Wagner  i  además  porque 

Cuando  leyendo    una   pajina   o    escuchando  una 

sinfonía,  encontramos  imájenes  amigas  de  nuestras  emo- 
ciones, el  placer  que  suscita  esa  armonía  se  convierte 
en  aprobación  instintiva,  en  admiración  a  veces  i  en 
formas  inconcientes,  amamos  al  autor  que  nos  traduce, 
llamándole  filósofo  i  artista. 

¡  El  altruismo  en  su  esencia  es  amor  propio ! 


La  adaptación  de  las  figuras  auditivas  a  los  elementos 
trájicos,  ha  permitido  a  Wagner  clasificar  sus  aj entes  i 
dar  una  personalidad  música  a  los  sujetos,  verbos  i 
atributos,  a  las  entidades  vivientes  de  su  frase. 

En  tal  concepto  la  Tetralojia  nos  presenta  estas  deno- 
minaciones, ya  para  siempre  inherentes  a  su  tecnicismo : 
Motivo  de  la  amenaza ;  Tema  de  servidumbre ;  Motivo  de 
Brunnhilde,  del  Elemento  orijinal,  del  Pacto,  de  la  Fragua, 
de  los  Jigantes,  del  Casco  májico,  de  la  Reflexión,  del 
Arco-iris,  deWalhall,  del  Crepúsculo  délos  Dioses;  tema 
de  la  Fuga,  de  Walsung  agotado,  de  Siegmund,  del  Amor 
heroico,  del  Sueño,  del  Juramento  de  las  Walkirias,  del 
Pacto  de  venganza,  del  Derecho  a  la  espiacion  de  Sieg- 
fried,  de  la  Persecución,  del  Amor  por  la  Redención. 

I  ya  tenemos  en  estos  temas  i  motivos,  no  solo  sujetos 
acústicos  sino  amigos,  guias,  consejeros ;  apenas  asomen 
los  saludaremos  como  conocidos  antiguos  con  afecto  i  con 
gusto;  ya  los  entendemos,  ya  sabemos  su  oríjen  i  sus  fines. 
Su  sola  aparición  nos  traerá  un  mundo  de  recuerdos. 


—  206  — 

No  encontraremos  el  motivo  de  Walhallsin  pensar  en  las 
tribulaciones  de  Wotan  i  por  encadenamiento,  en  el  terror 
de  Freia,  en  los  Jigantes,  en  las  Hijas  del  Rin;  i  no 
oiremos  el  tema  de  Siegmund,  de  las  Waikirias,  de  Sieg- 
fried,  de  la  Fragua  sin  ver  a  la  desgraciada  Sieglinde,  a 
la  tierna  Brunnhilde  o  recordar  «la  canción  de  la  pri- 
mavera >,  los  divinos  «rumores  de  la  selva >,  al  pobre 
Mime  que  al  ñn  no  era  tan  malo,  i  al  Dragón,  otro  infe- 
liz cuya  culpa  como  la  de  cualquier  avaro,  consistia  en 
guardar  su  dinero  sin  prestarlo  siquiera  a  interés,  como  lo 
baria  un  banquero. 

I  todo  ello  nos  hará  ver  al  mismo  tiempo  el  cielo,  el 
mar,  montañas,  rios,  selvas  profundas,  tempestades,  pai- 
sajes admirables,  la  aurora,  el  sol,  el  dia  que  declina  i  la 
serena  majestad  de  la  noche  que  arroja  sus  tinieblas 
sobre  el  mundo. 

Porque  esas  cuantas  notas  de  los  motivos,  tan  senci- 
llas i  tan  naturales,  son  intensamente  subjetivas  i  con- 
ceptuosas; porque  forman  centro,  foco  núcleo  de  donde 
emerjen  i  a  donde  converjen  maravillas  musicales,  melo- 
días, acordes,  armonías  celestiales  creadoras  a  su  vez  de 
otras  imájenes  i  fantasmas  que  vagan,  flotan,  se  contraen, 
huyen  i  vuelven  como  las  olas  del  mar. 

Poder  traducir  así  la  naturaleza  esterior  en  su  figura- 
ción cerebral,  equivale  a  tener  en  la  mano  una  potencia 
creadora  para  llegar  con  ella  a  lo  supremo  del  arte. 

Allí  ha  ido  Wagner  alterando  las  leyes  aparentes, 
innovando  los  fundamentos  consagrados,  rebelándose 
contra  la  tradición,  la  rutina  i  las  costumbres,  imponién- 
dose por  fin  en  nombre  de  la  ciencia  i  de  la  estética, 
hasta  el  punto  de  prod^icir  en  su  auditorio,  aun  ocasio- 
nal i  adventicio,  un  sentimiento  de  dolor  por  la  renuncia 
a  sus  antiguas  aficiones,  de  remordimiento  por  el  aban- 
dono de  lo  que  amó  sin  escrúpulo,  sin  comparación  i 
sin  sospecha,  de  angustia  por  la  abjuración  de  antiguas 
idolatrías  tal  vez  hondamente  arraigadas  en  el  alma,  en 
presencia  de  lo  insuperable. 


—  207  — 

No  caeré  yo  en  el  error  de  llamar  oscuro  al  tema  inte- 
lectual como  otros  lo  han  hecho ;  para  mí  es  sencillo  i 
ha  sido  espuesto  con  frescura,  sin  faltarle  los  golpes  de 
escena  que  caracterizan  el  talento  dramático  del  maestro. 

Para  aquellos  de  mis  lectores  que  no  conozcan  o  no 
recuerden  el  mito  del  Nibelungo,  haré  un  lijero  bos- 
quejo. 


La  Tetralojia  o  sea  el  <  Anillo  del  Nibelungo  >  com- 
prende: el  Oro  del  Rin,  como  prólogo,  la  Walki- 
ria,  Siegfried  i  el  Crepúsculo  de  los  Dioses.  Figuran  en 
la  serie,  los  Enanos  que  habitan  las  entrañas  de  la 
tierra,  como  si  dijéramos  el  Infierno;  los  Jigantes,  los 
héroes,  las  Ondinas,  las  guerreras  i  los  Dioses,  con 
sus  mujeres,  que  habitan  el  cielo  o  Walhall.  £1  destino 
rije  la  vida  de  todos  estos  personajes  provistos  de 
pasiones  humanas  en  grado  heroico.  El  Oro  es  el  arbi- 
tro del  Poder,  pero  no  lo  da  sino  a  quien  renuncia 
al  Amor.  Las  mujeres,  accesorios  indispensables,  repre- 
sentan la  Estética  i  la  Ternura.  Las  Ondinas  o  Hijas 
del  Rin  están  a  su  cuidado.  Un  nibelungo,  de  la  raza 
de  los  Enanos,  Alberich,  renunciando  al  amor,  se  apo- 
dera del  oro  i  con  un  poco  de  este  metal,  se  hace  un  anillo 
omnipotente,  símbolo  del  Poder  en  adelante;  ademas  su 
hermano  forja  un  yelmo  cuya  virtud  consiste  en  tras- 
formar  al  que  se  lo  ponga,  según  su  gusto.  Por  com- 
binaciones del  drama  el  nibelungo  pierde  su  anillo: 
pero  al  perderlo  le  comunica  por  medio  de  una  mal- 
dición, la  influencia  fatal  de  hacer  desgraciado  a  quien 
lo  posea.  Wotan  el  Dios,  ha  hecho  construir  un  palacio 
en  el  Walhall  por  los  jigantes,  prometiendo  entregar- 
les en  pago  a  Freia,  la  Diosa  del  Amor  i  de  la  Juven- 
tud ;  los  jigantes  reclaman  su  salario  pero  el  sacrificio 
es  grande  i  además  Freia  se  opone  de  un  modo  lasti- 
moso. El  Dios  entonces  por  un  artificio,  se  hace  dueño 
del  oro,  del  anillo  i  del  casco,  de  la  suma  del  poder 
digamos,  i  entrega  todo  ello  a  los  jigantes  en  reem- 
plazo de  Freia.  Fafner  i  Fasolt,  los  jigantes,  se  pelean 


—  208  — 

al  repartirse  el  precio  del  rescate;  Fafner  mata  a  Pa- 
solt,  i  dueño  ya  del  tesoro,  toma  la  forma  de  un 
dragón  para  guardarlo.  Wotan,  aventurero  como  todos 
los  dioses,  seduce  una  terrestre  llamada  Erda,  quien  le 
da  muchas  hijas :  las  Walkirias,  guerreras  cuya  misión 
es  la  de  recojer  en  los  campos  de  batalla  Jos  héroes 
muertos  i  llevarlos  al  Walhall.  La  Walkiria  protagfo- 
nista  es  Brunnhilde,  tierna  i  bella  muchacha,  mestiza 
de  Dios  i  mortal. 

Pero  ni  los  héroes  domésticos  ni  las  Walkirias  pueden 
rescatar  honorablemente  para  Wotan,  los  tesoros  i  talis- 
manes perdidos  con  el  oro  sustraido  a  las  Hijas  del  Rin, 
bienes  cuya  devolución  solamente  puede  salvar  a  los  Dio- 
ses i  redimir  al  mundo.  Para  la  reconquista  sin  mancha  se 
necesita  una  entidad  independiente.  Wotan  que  no  obstan- 
te ser  un  dios  casado,  siempre  andaba  buscando  pretestos 
para  meterse  con  las  mujeres  de  la  tierra,  resolvió  crear 
el  héroe  requerido  i  elijió  para  el  caso  una  mortal  fe- 
cunda, quien  se  pasó  de  raya  dando  a  luz  dos  mellizos, 
varón  i  mujer,  Siegmund  i  Sieglinda.  Un  tal  Hunding  se 
apodera  de  Sieglinda  a  su  tiempo  i  hace  de  ella  su  es- 
posa. El  estúpido  Wotan  ha  clavado  una  espada  sagrada 
en  un  árbol  de  la  casa  de  Hunding,  de  donde  Siegmund 
la  toma  para  defender  su  raza  i  con  el  mismo  fin  se 
escapa  con  su  hermana  la  señora  de  Hunding,  con  la  cual 
tiene  relaciones  algo  mas  que  fraternales.  Siegfried  na- 
cerá de  esta  alianza  en  oportunidad.  Freika,  mujer  de 
Wotan,  encuentra  lo  que  pasa  inmoral  i  el  Dios  sacrifica 
a  su  propio  hijo,  porque  según  se  ve,  los  dioses  mito- 
lójicos  hacen  siempre  lo  contrario  de  lo  que  se  propo- 
nen, como  el  nuestro,  quien  al  decir  de  las  jentes,  hizo 
al  hombre  a  su  imájen  i  semejanza  i  ya  ven  ustedes  cómo 
hemos  salido! 

Lo  mismo  hace  con  su  nieto  Siegfried,  como  se  verá. 
Este  forja  una  espada  con  los  pedazos  de  la  de  su  padre, 
rota  por  su  abuelo ;  acomete  las  mas  grandes  empresas, 
mata  al  Dragón,  conquista  sus  tesoros,  los  desdeña  con- 
servando solo  el  anillo  i  el  casco ;  se  hace  amar  de 
Brunnhilde,  a  quien  Wotan  el  tonto  hizo  dormir  en  una 
montaña,  en  castigo  de  haber  intentado  salvar  a  Sieg- 


—  209  — 

mund,  i  rodea  su  tumba  de  cintas  de  fuego  solo  accesi- 
bles para  un  héroe  sin  temor  i  libre  como  Siegfried. 
Pero  como  el  nieto  se  parece  un  poco  al  abuelo  en  lo 
simple,  abandona  a  la  tierna  Brunnhtlde  dejándole  el 
anillo  maldito,  se  lanza  en  pos  de  nuevas  aventuras,  i  da 
por  ñn  con  la  hermosa  Gutrune,  la  cual  enamorada  de  él 
le  hace  beber  un  filtro  que  borra  los  recuerdos.  Siegfríed 
comete  sin  saberlo  la  infamia  de  engañar  a  Brunnhilde, 
quitarle  el  anillo,  entregarla  en  brazos  de  Gunter,  her- 
mano de  Gutrune  en  cambio  de  esta;  para  ello  ha  toma- 
do la  forma  de  Gunter  gracias  al  yelmo.  Pero  Brunnhilde 
descubre  la  traición  i  revela  sus  amores  con  Siegfried ; 
Gunter  se  cree  engañado  i  se  hace  un  pacto  de  venganza 
con  ayuda  de  Hagen  hijo  de  Alberich.  Siegfried  en  una 
cacería  libre  ya  de  los  efectos  del  filtro,  cuenta  sus  aven- 
turas sinceramente;  Hagen  lo  mata  a  traición;  Brunnhilde 
conoce  por  las  Hijas  delRin,  la  causa  de  su  engaño, 
toma  de  la  mano  yerta  del  héroe  el  anillo  fatal,  i  cuando 
ya  el  cuerpo  de  su  amante  ha  sido  puesto  en  la  hoguera 
preparada,  monta  en  su  caballo  de  batalla  i  se  lanza  al 
fuego.  Las  hijas  del  Rin  recobran  su  oro  en  su  símbolo, 
el  anillo,  pero  Walhall  se  derrumba  i  con  él  los  dioses 
i  los  héroes. 


Agosto  14,  Nuremberg. 

Tenia  gran  deseo  de  conocer  Nuremberg  i  heme  aquí. 
Estoi  en  el  Wurtemberg-hof,  concurridísimo  hotel,  con 
trescientos  asientos  en  su  mesa  redonda.  La  ciudad  con- 
serva como  se  sabe  sus  murallas,  sus  torres,  sus  fosos, 
sus  castillos  i  demás  reliquias  de  la  Edad  Media.  Lo  eter- 
•^namente  viejo  vive  aquí  en  santa  paz  i  armonía  con  lo 
reciente  i  mas  nuevo ;  un  trenvia  eléctrico  al  lado  de 
un  muro  de  ochocientos  años ;  un  aparato  telefónico  en 
un  castillo  secular  i  decrépito,  i  cosas  por  el  estilo.  Las 
novedades  mas  bulliciosas  se  instalan  sin  el  menor  aspa- 
viento en  las  mas  viejas  armazones.  El  contraste  es  pal- 

Por  fHorés  i  por  tierras  14 


—  210  — 

pitante,  pero  no  choca.  Visitamos  una  Esposicion  insta- 
lada en  un  inmenso  jardin;  su  importancia  principal 
reside  en  las  máquinas,  locomotoras  sobre  todo ;  lo 
demás  mui  bueno  también,  pero  parecido  a  los  artefactos 
i  productos  que  se  muestra  en  las  ferias  industriales. 

Los  puentes  sobre  el  rio  o  mas  bien  arroyo  Pegnitz 
ofrecen  un  agradable  punto  de  reunión  durante  la  noche ; 
la  vista  de  las  aguas,  negras  en  parte,  con  puntos  brillan- 
tes, reflejo  de  los  picos  de  gas  o  focos  eléctricos,  entre- 
tiene i  convida  a  la  meditación. 


Naturalmente  dimos  nuestro  paseo  por  las  iglesias  de 
estilo  gótico ;  en  una  de  ellas  vimos  la  tumba  de  Teo- 
baldo  con  sus  mil  estatuitas  i  bajo  relieves ;  las  estatuitas 
son  de  personajes  a  veces  estrafalarios,  i  muchos  an- 
jelitos  afectan  posiciones  graciosas  i  ridiculas  jugando 
con  mil  objetos.  A  primera  vista,  tales  adornos  me  pa- 
recieron impropios  en  un  sarcófago,  pero  después,  re- 
flexionando, juzgué  que  no  iban  tan  mal  allí  si  el  artista 
habia  considerado  la  muerte  como  una  felicidad  i  una 
gracia  divina.  ¡  Vaya  una  gracia ! 


Ningún  viajero  deja  de  ver  el  castillo  viejo  en  Nu- 
remberg.  Los  patios,  corredores  i  habitaciones  de  su 
recinto  no  ofrecen  nada  de  particular  con  relación  a  los 
de  la  misma  época  i  del  mismo  país.  El  gusto  alemán 
de  los  remotos  tiempos  tiene  allí  sus  símbolos:  grandes 
chimeneas  forradas  de  azulejos,  muebles  antiguos,  feos  i 
pesados,  espejos  hechos  de  dos  o  mas  piezas,  salas 
chicas  o  estensas,  pasadizos  i  antros  incongruentes, 
pisos  de  diverso  nivel,  puertas  i  ventanas  de  todos  los 
tamaños . .  .  pero  tal  vez  se  ha  vivido  allí  confortable- 
mente, a  pesar  de  hallarse  las  cocinas  en  otro  barrio 
respecto  al  comedor  i  no  percibirse  el  menor  síntoma  de 


-  211  — 

la  existencia  de  otras  oñcinas  indispensables.  Como 
singularidad  sin  embargo,  el  castillo  ofrece  su  depar- 
tamento de  tortura  i  su  pozo.  Horroriza  ver  los  aparatos 
con  que  se  destrozaba  el  cuerpo  de  los  acusados.  No 
mencionaré  sino  uno  de  ellos,  la  virjen  hueca  revestida 
en  su  interior  de  largos  i  macizos  clavos  cuyas  puntas 
se  tocan;  la  estatua  es  de  hierro  i  se  abre  como  un 
armario,  los  condenados  eran  colocados  adentro  i  atra- 
vesados por  cien  punzones  al  cerrarse  el  aparato;  los 
clavos  entraban  al  mismo  tiempo  en  el  pecho,  el  vientre, 
en  la  frente,  en  los  ojos .  . .  ¡  que  bárbaros ! 

Vecino  al  departamento  de  la  tortura,  hai  un  cuarto 
donde  está  el  pozo  del  cual  todos  hablan;  yo  no  puedo 
decir  de  él  sino  que  es  mui  hondo,  pero  la  leyenda  dice 
otras  cosas;  para  unos  el  pozo  servia  de  sepulcro  a  los 
muertos  en  la  tortura,  para  otros  era  una  via  de  comu- 
nicación entre  el  Castillo  situado  en  la  montana  i  la 
ciudad  que  se  estiende  en  el  valle.  A  pesar  de  estos 
interesantes  atributos,  tal  vez  el  pozo  no  servia  sino  para 
proveer  de  agua  i  yo  tengo  para  mí  que  era  esa  su  única 
e  inocente  función. 


Fuera  del  Castillo  son  dignas  de  nota  las  fuentes,  las 
puertas  i  las  murallas  con  sus  profundos  fosos  llenos  de 
agua  o  vacios,  según  los  casos. 

Nuremberg  es  además  célebre  por  sus  fábricas  de  ju- 
guetes i  su  gran  manufactura  de  lápices  de  la  marca 
Faber  tan  conocida  en  todo  el  mundo. 

Pero  aquí  debo  señalar  una  terrible  desilusión  res- 
pecto a  los  juguetes.  Quise  ver  una  fábrica  de  muñecas, 
pregunté  en  una  tienda  donde  se  las  hacia;  la  contesta- 
ción fué : 

—  Aquí  en  Nuremberg  no  hai  fábricas  de  muñecas  ni 
de  juguetes. 

—  I  entonces  ¿de  donde  salen  las  pacotillas  con  que 
ustedes  inundan  el  mundo  ?    repliqué. 

—  Entienda  usted,  señor ;  de  Nuremberg  salen,  pero 
nadie  hace  aquí  una  muñeca  ni  un  juguete  completo ;  cada 


—  212  — 

casa  de  artesano  es  una  fábrica  i  cada  mujer,  niño  u 
hombre,  es  un  fabricante  de  algo.  Unos  hacen  piernas, 
otros  cabezas,  otros  pelucas,  brazos,  ropa,  cuerpos;  así, 
cada  uno  va  poniendo  su  confección  sobre  la  de  su  an- 
tecedente. 

— cNo  entiendo»,  volví  a  replicar;  pero  mi  interlocutor 
no  me  dio  mas  esplicaciones  ;  para  un  alemán  no  enten- 
der una  cosa  no  significa  nada;  lo  mismo  ha  de  suce- 
der todo,  entiéndalo  uno  o  no  lo  entienda.  Sin  embargo, 
sostengo  que  ese  modo  de  fabricar  muñecas,  es  absurdo 
i  que  las  hechas  así  no  pueden  tener  el  menor  aire  de 
familia  sino  en  las  cabezas  o  en  las  piernas  separada- 
mente, pues  solo  sus  piernas  o  sus  cabezas  son  hijas  del 
mismo  padre. 


Aun  cuando  el  nombre  <Faber»  significa  en  todo  el 
mundo  fabricación  de  lápices,  yo  solo  tengo  noticia  de 
la  existencia  de  dos  fábricas  pertenecientes  a  miembros 
de  la  familia  Faber,  siendo  una  de  ellas  la  de  esta  ciu- 
dad. El  Faber  de  Nuremberg  tuvo  la  complacencia  de 
mostrarnos  su  Establecimiento  i  esplicarnos,  con  la  obra 
a  la  vista,  los  detalles  de  la  fabricación.  Por  suerte,  a 
mas  de  hablar  francés  este  amabilísimo  i  distinguido  ca- 
ballero, uno  de  sus  empleados  hablaba  español  i  los  dos, 
rivalizando  en  cortesias  i  colmándonos  de  obsequios, 
convirtieron  nuestra  inspección  en  una  visita  de  placer. 

No  sé  si  a  todos  les  sucede  lo  mismo;  yo  esperimento 
un  verdadero  contento  cuando  veo  cómo  se  hace  un  ins- 
trumento u  objeto  familiar  de  uso  diario;  un  lápiz  por 
ejemplo.  Me  era  mui  conocido  el  nombre  de  Faber  i 
tenia  gratitud  a  los  que  lo  llevaban  por  haber  puesto  al 
servicio  de  la  humanidad  i  al  mió  propio,  sus  exclentes 
lápices,  famosos  en  todo  el  mundo ;  por  esto,  con  sumo 
interés  i  verdadero  entusiasmo,  con  cariño  mas  bien,  me 
acerqué  al  señor  Faber,  autor,  padre,  productor  de  los 
abnegados  utensilios  que  con  el  sacrificio  de  su  vida, 
dejándose  cortar  los  flancos  i  afilar  las  puntas  hasta 
consumir  su  cuerpo  entero,  me  han  ayudado  en  mis  tra- 


-  213  — 

bajos  de  redacción.  Gracias  a  ellos  puedo  escribir  acos- 
tado, de  pié)  camioando  i  de  cualquier  manera;  borrar, 
correjir,  reponer,  alterar  las  palabras  sobre  el  mismo 
papel,  sin  echar  borrones  ni  ensusíarme  los  dedos  con 
tinta,  ni  necesitar  papel  secante,  ni  pluma,  sin  suspender 
la  tarea  para  soparlo,  sin  tener  que  mojarlo  siquiera 
para  marcar  las  letras. 

Alguien  dudará  ahora  de  la  inmensa  ternura  con  que 
fui  a  visitar  la  cuna  de  mis  lápices,  a  sorprenderlos  en 
jermen,  luego  en  embrión;  a  contemplar  su  desarrollo 
observando  los  mecanismos  que  los  enjendran  i  les  dan 
forma,  a  ver  los  recien  nacidos,  por  fin,  antes  de  su  pri- 
mer salida  en  falanje  por  docenas. 

Veo  primero  en  un  patio  una  montaña  de  madera 
olorosa,  escojida,  en  gruesos  tirantes;  en  otra  parte  ya 
está  en  listones,  luego  en  varillas  mas  finas,  después  en 
otras  aun  mas  delgadas  i  con  una  canaleta.  Entré  en 
se^ida  a  un  salón  donde  todo  es  negro ;  allí  se  cocina 
el  grafito ;  primero  está  amontonado  como  carbón,  mas 
tarde  es  polvo  i  tras  de  eso  una  masa  caliente ;  la  masa 
se  vuelve  hilos  gruesos,  blandos,  enroscados  unos  sobre 
otros;  mas  allá,  en  una  mesa,  se  los  ve  estirados  en 
lineas  rectas  paralelas;  así  entran  a  los  hornos;  cuando 
salen  están  duros  i  se  meten  como  en  un  sarcófago  en 
las  canaletas  de  las  varillas  de  madera.  A  la  sazón  vie- 
nen unos  listones  finos  untados  con  cola  i  cubren  las  ca- 
naletas encerrando  el  grafito.  £1  lápiz  ya  está  hecho; 
pero  no  educado;  falta  pulirlo,  vestirlo,  acomodarlo. 
Una  máquina  toma  los  listones  rellenos  i  solo  los  suelta 
cuando  están  transformados  en  cilindros  o  en  tallos  de 
sección  exagonal.  Unos  van  á  los  talleres  de  pintura  i  de 
barniz,  otros  se  quedan  con  el  propio  color  de  su  ma- 
dera, pero  bien  pulidos.  La  oficina  de  espedicion  los  re- 
coje,  los  cuenta,  los  clasifica,  los  agrupa,  los  empaque- 
ta, los  pone  en  cajas  i  los  deja  listos  para  emprender  el 
viaje  al  rededor  del  mundo,  con  su  precio  marcado,  por 
todo  pasaporte. 

Pero  lo  dicho  no  es  sino  un  estracto  sumario  de  las 
mil  operaciones  necesarias  para  convertir  un  árbol  i  un 


—  214  — 

trozo  de  carbón  en  este  universal  i  útilísimo  instrumento, 
indispensable  ahora  en  la  vida  del  hombre  civilizado. 

La  fábrica  hace  toda  clase  de  lápices,  naturales  i  me- 
cánicos, baratos  i  de  lujo ;  manufactura  también  otros 
objetos  de  escritorio  en  armonía  con  su  industria  prin- 
cipal. 

Una  buena  colección  de  diversos  ejemplares  de  sus 
productos  fué  el  regalo  de  despedida  con  que  nos  obse- 
quió el  señor  Faber. 


Como  última  nota  de  esta  estraña  ciudad  apuntaré 
los  mercados  efímeros,  llamándoles  así  por  su  corta  du- 
ración. En  sitios  determinados,  calles  anchas  por  ejem- 
plo o  plazoletas,  se  improvisa  de  repente  un  emjambre 
de  instalaciones  donde  se  vende  legumbres,  flores,  carne, 
fruta,  ollas,  vasos,  sartenes,  arroz,  verduras,  huevos  i 
cuanto  Dios  crió,  pero  principalmente  alimentos,  artículos 
de  consumo  diario  i  objetos  afines  con  los  ramos  de 
cocina  i  despensa.  Una  o  dos  horas  dura  la  feria,  ani- 
mada i  bulliciosa  i  en  un  momento  dado,  cuánto  en 
ella  habia  desaparece,  no  dejando  en  el  sitio  ni  rastro  de 
su  existencia.  La  calle  o  plazoleta  queda  limpia,  pero  el 
barrio  ha  hecho  su  trabajo,  su  provisión  del  dia,  en  el 
mercado  relámpago. 


* 
*  * 


París,  Setiembre  2  de  1896,  —  Dejamos  Nuremberg 
el  15  del  mes  próximo  pasado  i  llegamos  a  esta  ciudad 
el  16  del  mismo,  alojándonos  en  el  Langham ;  de  allí, 
cansados  un  tanto  de  la  vida  de  hotel,  para  probar  cómo 
era  la  de  la  de  casa  particular,  nos  trasladamos  a  un  pe- 
queño pero  cómodo  departamento,  donde  comienzo  de 
nuevo  mis  apuntes  mas  o  menos  diarios.  Si  una  vez  ter- 
minados decido  darlos  a  luz,  solo  será  con  el  propósito 
de  mostrar  cómo  un  médico  insignificante,  sin  ocupación 


-  215  — 

obligatoria,  puede  emplear  su  tiempo  en  París  con  al- 
guna ventaja,  dado  el  caso  de  realizar  yo  mis  propósitos 
de  estudiar  sin  atarearme  ni  abandonar  por  completo 
la  vida  social. 


Setiembre  ó,  —  Llevando  nuestra  curiosidad  tradicio- 
nal e  histórica,  fuimos  hoí  a  Fontainebleau ;  en  mi  memo- 
ría  flotaban  las  novelas  de  Dumas  padre  i  hacian  rena- 
cer en  mi  corazón  las  emociones  de  la  infancia.  Debo 
confesar  que  mi  optimismo  se  debilitó  un  tanto  en 
presencia  de  la  cuenta  del  hotel  donde  almorzamos, 
antes  de  visitar  el  castillo;  no  obstante,  lo  encontré  be- 
llísimo, mejor  que  muchos  de  su  jénero.  Paseando  por 
sus  galerías  i  sus  salones,  sus  corredores,  patios  i  ave- 
nidas, veia  en  mi  mente  escenas  i  personajes  de  la  histo- 
ria de  Francia,  desde  Enrique  IV  el  rei  simpático,  hasta 
Carnot  el  Presidente  honesto,  pasando  por  los  Luises  i 
Napoleón.  El  Palacio  es  un  museo  histórico  i  de  los  que 
menos  ha  sufrido,  creo,  durante  los  espantosos  trastornos 
del  pueblo  francés. 

—  Y  la  selva?  —  Allí  vive  con  sus  árboles  indiferentes 
ante  la  caida  de  la  monarquía,  la  erupción  de  la  comuna  i 
el  ensayo  de  la  república  actual  que  no  alcanza  a  recon- 
quistar para  la  gloriosa  nación,  el  esplendor  de  otros 
tiempos,  manteniéndola  en  una  vida  de  tramitación  i  de 
pasaje ;  la  selva  con  sus  árboles  inmóviles  desde  hace 
siglos,  sin  modas,  sin  cambios  de  costumbres,  sin  visitas, 
sin  compromisos  i  sin  mas  espectáculos  que  los  de  las 
constelaciones  del  cielo  cuyo  pasaje  por  el  meridiano 
miran  desde  sus  altas  i  serenas  copas.  Si  yo  deseara 
ser  algo,  no  desearía  por  cierto  ser  Presidente  de  repú- 
blica sud  americana,  cuando  hasta  analfabetos  lo  han 
sido,  desearía  ser  encina  de  Fontainebleau  con  550  años 
en  mi  tronco,  con  mis  hojas  verdes  renovadas  i  sin 
cambiar  de  sitio  ni  de  posición  social. 

*  * 


—  216  — 

Setiim^e  8, — Vecino  a  Notre  Dame  de  París  está  el 
hospital  llamado  Hotel  Dieu,  que  la  mitad  a  lo  menos  del 
París  de  Notre  Dame  conoce  directa  o  indirectamente. 
Este  hospital,  viejo  como  el  mundo,  ha  sido  refaccionado, 
i  por  un  efecto  mui  común,  las  refacciones  han  hecho 
mas  notable  su  vejez.  Yo  ya  lo  conocia,  pero  hallándo- 
me hoi  en  Notre  Dame  a  donde  fui  a  renovar  mis  senti- 
mientos de  amistad  por  Cuasimodo,  quise  verlo  otra  vez 
i  averiguar  algo  de  su  vida  actual.  Mis  investigaciones 
no  me  habilitan  sino  para  comunicar  a  mi&  lectores  que 
la  casa,  siempre  mui  concurrida,  no  recibe  sino  heridos  o 
enfermos,  con  esclusion  de  los  niños,  los  crónicos,  los 
locos  i  los  afectados  de  mal  venéreo. 

Setiembre  9,  —  Toda  situación  tiende  a  continuarse. 
Habiendo  visto  ayer  el  Hotel  Dieu,  en  virtud  del  aforis- 
mo anterior,  he  ido  hoi  a  visitar  otro  hospital,  <:La  Pitié> 
rué  Lacepéde,  semejante  en  sus  funciones  al  Hotel  Dieu 
pues  tampoco  recibe  niños,  locos,  crónicos,  ni  venéreos. 
Mui  viejo,  mui  feo ;  mas  que  hospital  se  me  representó 
una  barraca  descuidada.  La  sala  de  operaciones  no 
responde  a  su  objeto ;  de  dos  piezas  inadecuadas  se  ha 
hecho  una  dividida  por  gruesas  columnas  que  son  un 
estorbo ;  no  hai  surtidores  de  ag^a  sobre  la  mesa  central 
ni  el  acomodo  requerido  ahora  en  la  práctica  quirúrjica. 
Decrépitos  i  estrechos  corredores  han  sido  habilitados 
de  camas  i  hacen  el  papel  de  salas  de  partos.  La  Pitié 
como  hospital  es  digno  de  la  Edad  Media. 

Para  consolarme  de  mi  decepción  me  fui,  lápiz  en  mano, 
al  Beaujon  i  me  encontré  con  otro  viejo  remodernado ; 
pero  en  fín  en  este  según  rezan  mis  apuntes  tomados  en 
el  sitio,  hai  una  buena  maternidad  con  ezelentes  incuba- 
doras i  una  cocina  de  primer  orden.  Algo  hube  de  criti- 
car i  ello  fué  el  hecho  de  que  una  joven  asistente,  sin  la 
presencia  de  ningún  médico  ni  practicante,  estuviera  dando 
cloroformo  a  una  mujer  próxima  a  salir  de  cuidado. 


—  217  — 

Setiembre  20.  — Varias  pajinas  de  mi  cartera  dan 
cuenta  de  mis  escursiones  i  observaciones  desde  mi 
ultima  anotación  hasta  la  fecha  i  dicen : 

La  Santa  Capilla  es  preciosa  i  recuerda  en  algo  a 
Notre  Dame;  está  sobre  una  cripta  de  bóveda,  especie 
de  sala  de  estilo  bizantino  mui  linda,  dorada  i  con  vidrios 
decolores;  la  capilla  propiamente  dicha  es  una  simple 
galería  de  cristales  sobre  un  cerco  de  muros,  pero  be- 
llísima. 

La  Morgue,  lugar  de  esposicion  de  cadáveres  descono- 
cidos, es  oscura  i  desaseada,  impropia  de  París. 

En  muchas  partes  de  Europa  los  establecimientos 
análogos  son  mas  adecuados  i  mejor  tenidos. 

El  Museo  Dupuitren  es  una  colección  de  horrores  i 
monstruosidades  que  abatirían  el  ánimo  del  espectador 
mas  vanidoso,  si  pensara  que  pertenece  á  una  raza  sujeta 
a  tan  abominables  accidentes.  AHÍ  entre  los  ejemplares 
mas  curiosos  de  la  patolojia  i  las  desviaciones  de  la  re- 
gla normal  de  los  organismos  he  visto  el  modelo  del  mas 
perfecto  hermafrodita.  Para  mí,  según  mis  estudios,  ja- 
más se  habia  encontrado  reunidos  en  un  mismo  sujeto,  los 
órganos  fundamentales  de  la  jeneracion,  i  este  ejemplar 
los  tiene;  a  lo  menos  así  parece  a  la  vista  i  así  lo 
deja  comprender  la  leyenda  puesta  sobre  la  pieza,  pues 
como  si  únicamente  se  notara  una  sola  deñciencia  en 
el  hermafrodismo  dice:  cel  canal  diferente  sustituye  al 
ligamento  ancho  >.  Esto,  mui  claro  para  los  médicos, 
tal  vez  no  lo  es  tanto  para  la  jeneralidad  de  mis  lee* 
tores. 

El  Museo  Orfíla,  contiene  preparaciones  de  anatomía 
humana  i  comparada ;  esta  última  colección  es  incompleta. 
Mucho  llaman  mi  atención  los  trabajos  sobre  vasos  linfáti- 
cos. La  serie  de  globos  oculares  me  hace  pensar  en  que 
he  cometido  un  error  al  repetir  en  alguno  de  mis  escritos, 
una  afirmación  leida  no  sé  donde,  según  la  cual  el  globo 
del  ojo  es  igual  en  todas  las  edades;  aquí  hai  ojos  de 
todos  tamaños.  Yo  estoi  seguro  de  no  haber  inventado 
semejante  opinión,  pero  tampoco  puedo  dudar  de  su  fal- 
sedad en  vista  de  esta  colección  a  menos  de  creer  que 
algunos  de  los  ojos  disecados  se  han  achicado. 


—  218  — 

El  conocimiento  de  las  riquezas  científicas  acumuladas 
en  los  museos  Orfila  i  Dupuitren  requeriría  muchos  años 
de  estudio. 

Setiembre  27, —  Desde  el  20  basta  la  fecha  he  consa- 
grado mi  tiempo  á  inspecciones  profesionales,  examen 
de  libros  nuevos  i  lo  demás  que  el  lector  verá.  He  re- 
visado en  las  librerías  del  barrio  latino  varios  tratados 
de  diagnóstico;  declaro  con  sentimiento  haber  encon- 
trado en  todos  notables  deficiencias. 

Entro  a  la  casa  de  Vasseur,  rué  de  TEcole  de  Medici- 
ne, a  cargo  hoi  de  Mr.  Tramond,  especial  en  preparacio- 
nes anatómicas  de  cera  i  proveedora  de  varios  institutos 
i  gabinetes  estranjeros.  Pregunto  si  no  hai  en  algún  mu- 
seo de  París  una  colección  completa  de  preparaciones 
de  anatomía  normal,  como  las  de  Berlín,  Munich,  Leipzig  i 
otras  ciudades;  el  mismo  señor  Tramond  me  afirma 
que  no  hai  ninguna  tal  como  yo  la  deseo^  pero  sí  muchas 
parciales  diseminadas  según  las  diferentes  especialida- 
des, con  la  particularidad  de  que  las  colecciones  alema- 
nas contienen  piezas  numerosas  preparadas  en  París,  en 
la  propia  casa  de  Tramond.  El  profesor  Hiss  a  quien  co- 
nocí en  Leipzig,  le  había  comprado  varías,  i  yo  vi  en  los 
museos  de  esa  ciudad  algunas  de  ellas. 

Me  muestra  en  seguida  piezas  realmente  admirables; 
corazones,  oídos,  cerebros  i  otras  copias  que  forman 
una  dotación  tan  grande  como  la  de  cualquier  museo. 
Tenia  en  ese  momento  seis  cuerpos  de  mujeres  muertas 
durante  el  embarazo,  en  conjelacion,  para  copiar,  pre- 
vios los  cortes  necesarios,  cuando  los  tejidos  estuvieren 
bastante  duros,  la  disposición  de  los  órganos  maternos  i 
de  los  fetos.  Me  promete  llamarme  cuando  sea  oportuno 
para  presenciar  la  operación. 

Hemos  hablado  de  las  ventajas  de  estas  preparaciones 
i  de  la  mayor  o  menor  exactitud  de  ellas  con  relación  a 
los  cuerpos  vivos.  «No  sirven,  me  dice,  para  estudiar 
anatomía,  sino  para  recordarla  una  vez  sabida;  a  veces 
son  peores  i  a  veces  mejores  que  las  naturales.  Son  exac- 


—  219  — 

tas  cuando  representan  partes  duras  bien  colocadas  i  que 
no  alteran  sus  intrínsecas  relacioneSf  pues  entonces  se 
puede  copiar  bien;  por  ejemplo,  huesos,  arterias  g^rue- 
sas  inyectadas,  nervios,  músculos.  Son  inexactas  cuando 
esas  condiciones  no  se  verifican :  así  en  jeneral,  las  co- 
pias de  preparaciones  de  esplanolojia  son  falsas,  como 
se  comprende,  pues,  para  hacer  un  orijinal  bueno  en  el 
cuerpo  humano,  se  requiere  encontrar  resistencia  al  ha- 
cer los  cortes,  i  para  crear  esta  resistencia  se  necesita 
hacer  inyecciones,  las  que  destruyen  las  relaciones  nor- 
males de  las  partes  i  dan  volúmenes  inexactos,  no  pu- 
diendo  uno  reglar  la  cantidad  de  inyección  para  todo  el 
trayecto  de  conductos  tortuosos  elásticos.  De  modo  que 
las  preparaciones  de  esplanolojia  son  en  parte  figuradas^ 
poco  mas  o  menos  >. 

Setiembre  2S, — Ayer  devolví  a  un  amigo  mió,  un  libro 
que  me  habia  prestado :  Des  varietés  cliniques  de  la 
Folie  en  France  et  en  Allemagne,  par  J.  Roubinovich. 
Nada  enseña  esta  obra  como  nosografía;  reprocha  a 
los  alemanes  el  uso  de  las  divisiones  en  cerebros  válidos 
i  no  válidos  i  compara  esta  clasificación  con  la  francesa 
de  cerebros  dejenerados  i  no  dejenerados,  igualmente 
antojadiza.  Figuran  en  el  testo  varios  nombres  téc- 
nicos en  alemán,  algunos  sin  la  traducción  correspon- 
diente :  Wahnsinn,  Blódsinn  verruckteith,  paranoia  i 
otros.  Un  defecto  de  la  ciencia  es  la  proliferación  de 
términos  nuevos  o  exóticos,  hijos  sin  duda  de  la  petulan- 
cia de  escuela  (Wahnsinn  quiere  decir  locura ;  blódsinn, 
imbecilidad;  verruckteith,  demencia  i  también  locura  en 
jeneral.  No  hallo  en  mis  diccionarios  la  palabra /¿jr^j- 
noia;  Robinovitch  la  traduce  por  locura  sistemada  i  esta 
es  la  única  de  las  voces  exóticas  usadas  en  su  libro,  de 
la  cual  da  una  idea.  En  resumen,  todas  las  clasifica- 
ciones de  las  enfermedades  mentales  son  incompletas, 
confusas  i  antojadizas,  inclusive  la  mia  espuesta  en  mi 
cátedra  de  medicina  legal,  hace  años.  La  medicina  men- 
tal en  suma,  está  aun  en  la  infancia. 


—  220  — 

He  devuelto  también  otros  dos  libros  ya  leidos  i 
estractados:  Spillman,  diagnóstico  médico  i  Blocqet 
OnanoíF,  semeiolojia  i  diagnóstico  de  las  enfermedades 
mentales,  hallándolas  deficientes,  como  de  pacotilla  i  para 
el  consumo  diario.  Ninguno  de  los  dos,  por  ejemplo, 
menciona  el  sitio  de  la  médula  adjudicado  a  los  reflejos 
diversos  de  los  pies,  de  los  tendones  rotulianos,  etcétera. 
£1  de  diagnóstico  no  tiene  la  menor  alusión,  cuando  tra- 
ta de  los  medios  de  esploracion  de  la  vejiga,  al  endosco- 
pio ;  se  dirá  que  eso  es  de  cirujía,  pero  el  trocar  lo  es 
también  como  lo  son  las  jeringas  de  absorción.  Cuando 
habla  de  los  medios  de  esploracion  de  un  órgano,  un 
libro  de  diagnóstico,  no  puede  olvidarse  de  mencionar 
los  mas  importantes. 


* 


Setiembre  29, — Me  dirijo  al  Jardin  de  Plantas  en  busca 
de  sus  museos.  Después  de  mucho  andar  i  preguntar, 
doi  con  un  preparador  quien  me  recomienda  al  Dr.  Ger- 
bais,  en  mi  propia  tarjeta  (la  con  títulos).  Mr.  Gerbais  es 
un  distinguido  caballero  i  un  sabio,  sencillo  en  su  trato 
por  lo  tanto ;  es  el  director  de  la  Galería  de  Anatomía 
comparada,  de  paleontolojía  i  antropolojía,  instalada  en 
un  edificio  nuevo,  cuyo  frontispicio  ostenta  las  fechas 
de  1826  i  1893. 

Con  la  mayor  deferencia  me  muestra  todas  las  repar- 
ticiones del  Establecimiento  cuyas  colecciones  una  vez 
arregladas,  serán  admirables,  pues  poseen  ejemplares 
únicos  en  el  mundo.  Los  diversos  grupos  de  iftónstruos, 
clasificados  según  las  formas  de  inclusión  de  uno  en 
otro  individuo  o  de  partes  de  uno  en  partes  de  otro  u 
otros,  son  verdaderamente  insuperables  en  el  momento 
actual,  a  mi  modo  de  ver. 

Hai  entre  sus  grandes  cuadrúpedos  el  esqueleto  de 
un  caballo  fósil,  completo,  reconocible  entre  otros  carac- 
teres, por  su  uña  adicional.  A  propósito  de  las  serpien- 
tes, Mr.  Gerbais,  me  dijo:  «todas  son  casadas,  no 
tenemos  una  sola  jeune-fille».  ¡Oh  tremendo  filósofo! 


—  221  - 

Este  i  otros  Museos  que  existen  en  el  Jardín  de  Plan- 
tas forman  un  conjunto  conocido  con  el  nombre  de 
c  Museo  de  historia  natural  >,  colección  de  ejemplares 
de  los  tres  reinos,  tal  vez  la  mas  completa  del  mundo. 

*    * 

Setiembre  30, — El  Dr.  Pinero  (médico  argentino)  viene 
a  buscarme  i  los  dos  vamos  en  visita  de  estudio,  al  Ma- 
nicomio de  Santa  Ana,  grande  hospital  sin  mas  particu- 
laridad que  su  tamaño,  su  buena  cocina  i  sus  exelen- 
tes  células  i  departamentos  con  patio  particular.  Vimos 
varias  idiotas  afectadas  de  mixoedema,  niñas"* por  la  es- 
tatura, viejas  por  la  cara;  i  hablando  de  una  cosa  i 
otra,  llegamos  a  discutir  con  el  practicante  interno,  so- 
bre el  valor  clínico  de  la  ilusión  i  de  la  alucinación,  cu- 
yas diferencias  intrínsecas  no  eran  para  todos  igualmente 
claras.  Dispenso  a  mis  lectores  de  la  molestia  de  infor- 
marse a  cerca  de  los  resultados  de  la  discusión. 

La  Salpetriére,  a  donde  nos  dirijimos  en  seguida,  era 
para  nosotros  un  antiguo  conocido,  en  cuyas  colosales 
reparticiones  se  alojan  locos,  idiotas  i  enfermos  de  afec- 
ciones nerviosas.  Recorrimos  las  viejas  i  las  nuevas  ins- 
talaciones en  aquella  metrópoli  dándonos  cuenta  de  su 
enorme  importancia  cientifíca  i  humanitaria.  Entre  los 
nuevos  institutos  me  llamó  mucho  la  atención  el  de  apli- 
caciones de  electricidad  i  en  este,  los  aparatos  de  alta 
frecuencia  i  soplo  eléctrico.  No  nos  creimos  autorizados 
para  examinar  determinados  pacientes  en  las  enferme- 
rías i  yo  me  vi  obligado  a  postergar  la  satisfacción  de 
mi  curiosidad  de  ver  los  efectos  de  ciertas  enfermeda- 
des nerviosas  en  la  piel,  material  abundantísimo  en  este 
hospicio. 

Octubre  12,  —  París  ha  estado  desde  hace  mas  de  un 
mes  preocupado  del  Emperador  de  Rusia,  que  llegó  con 
su  mujer  el  6  del  presente.  Fué  recibido  de  una  manera 
memorable;  creo   que  jamás  en  la  tierra  se  ha  hecho 


~  222  — 

una  mejor  acojida  a  nadie;  lujosa  en  estremo,  cariñosa 
en  alto  ^rado,  entusiasta,  respetuosa,  sincera,  aunque  un 
poco  interesada  (hai  casos  en  que  el  interés  es  lejítimo, 
casi  noble).  La  ciudad  de  Paris  ha  gastado  en  sus  feste- 
jos de  dos  dias  muchos  millones,  pero  los  habitantes  han 
ganado  ;  el  dinero  no  ha  salido  del  municipio ;  los  hués- 
pedes estranjeros  i  franceses  han  invertido  aquí  enormes 
sumas;  el  emperador  de  Rusia  solamente  ha  dejado  mas 
de  millón  i  medio  de  francos.  Vimos  su  entrada  de  la  casa 
de  Dominguez,  secretario  de  la  Legación  Argentina  en 
la  Avenida  du  Bois;  mas  tarde  recorrimos  los  bou- 
levards  iluminados  profusamente  i  estuvimos  en  la  Plaza 
de  la  Co»cordia  que  ardia  toda  entera,  convertida  en  un 
inmenso  fanal. 

Al  dia  siguiente  hubo  fuegos  artificiales  en  la  torre 
Eiífel  (una  maravilla). 

Como  estuvimos  entre  la  muchedumbre,  al  retirarnos 
con  ella,  tuvimos  ocasión  de  saber  por  esperiencia  lo 
que  es  una  apretura  en  un  tumulto  i  comprender  cómo  ' 
en  él  queriendo  todos  salvarse,  todos  concurren  a  ma- 
tarse ;  al  regresar  del  sitio  de  los  fuegos  por  la  avenida 
que  bordea  el  Sena,  los  doscientos  mil  espectadores  en- 
contraron la  via  ocupada  por  carruajes  que  no  podian 
ni  avanzar  ni  dar  vuelta;  como  nadie  sabia  esto  la  jente 
se  fué  aglomerando  i  hubo  una  larga  media  hora  en 
que  nadie  se  movió  ni  podía  moverse,  aumentando  a 
cada  minuto  la  presión;  ya  estaba  cada  uno  a  punto  de 
no  poder  respirar  ni  hacer  el  menor  movimiento,  cuando 
se  abrió  paso  la  masa  de  adelante  i  pudimos  librarnos 
del  espantoso  conflicto. 

El  8  partieron  el  Czar  i  su  comitiva.  Desde  la  Emba- 
jada rusa  hasta  Versailles  a  lo  largo  del  camino  por  los 
dos  lados  había  un  cordón  de  jente  mas  o  menos  grueso 
i  en  Versailles  como  medio  millón  de  personas.  Los 
diarios  han  dado  tantos  detalles  que  toda  descripción 
aquí  seria  inútil,  pues  en  cualquier  tiempo  pueden  ser 
consultados  si  eso  llegara  a  ofrecer  interés. 


—  223  ~- 

Octubre  12,  —  Después  de  los  libros  a  que  ya  me  he 
referido,  he  leido  los  tres  volúmenes  de  la  última  edi- 
ción de  Dieulafoi,  patología  interna;  además,  detenida 
i  minuciosamente  un  tratado  mui  bueno  de  diagnóstico 
médico  de  Spehl,  en  el  que  he  aprendido  mucho,  recti- 
ficado algo  i  comprobado  bastantes  puntos.  La  intelijen- 
cia  de  sus  diversas  partes  me  ha  obligado  a  consultar 
repetidas  veces  mi  libro  de  anatomía,  mi  pequeño  Bayle, 
tan  bien  concebido  que  ha  viajado  conmigo  por  todas 
partes  i  que  conservo  desde  hace  mas  de  treinta  años; 
exelente  manual  a  pesar  de  sus  deficiencias,  pues  el  po- 
bre carece  de  los  datos  recojidos  en  los  últimos  estudios 
i  hasta  de  las  palabras  técnicas  de  nueva  data,  princi- 
palmente en  la  anatomía  del  cerebro,  pero  útilísimo 
todavía  para  refrescar  la  memoria  en  esta  parte  de  la 
ciencia  cuyos  detalles  olvida  el  médico  tan  fácilmente 
aun  cuando  haya  ganado  premios  como  disector,  siendo 
estudiante. 

♦ 

Octubre  13.  —  Visito  las  librerías  del  barrio  latino ; 
compro  un  tratado  de  diagnóstico  quirúrjico  de  Plicque 
i  un  pequeño  manual  de  anatomía  de  Ford  que  con- 
tiene lo  mas  nuevo,  no  es  pesado  i  reemplaza  con  algu- 
na ventaja  á  mi  Bayle  siendo  tan  portátil  como  él.  Hago 
otra  inspección  en  el  taller  de  preparaciones  en  cera 
del  Dr.  Tramond,  Chevalier  de  la  L.  H.  &a,  preparador 
i  proveedor  de  las  Facultades  ;  veo  una  espléndida  i 
reciente  preparación  del  Páncreas  i  varios  cortes 'del 
cerebro,  entre  los  que  hallo  uno  que  muestra  la  disposi- 
ción de  los  cuerpos  estriados,  tálamos  ópticos  i  cápsulas 
interna  i  esterna,  órganos  que  desempeñan  un  papel  tan 
importante  en  las  funciones  cerebrales.  El  señor  Tramond, 
según  se  sabe,  hace  sus  piezas  copiándolas  del  natural 
para  lo  que  somete  a  los  cadáveres  o  trozos  de  ellos  a 
la  acción  del  hielo  por  varios  dias. 

Atravieso  la  calle  i  entro  en  la  fábrica  de  instrumentos  i 
aparatos  para  cirujía  i  medicina  de  Collin,  antes  Charrier, 
que  está  en  frente.  Hallo  una  admirable  instalación.  En 


—  224  — 

solo  la  exibicioiif  esplicaciones  requeridas  por  los  clien- 
tes i  venta  de  instrumentos,  hai  ocupados  como  diez 
dependientes,  todos  instruidos  en  el  ramo  i  aptos  para 
enseñar  el  uso  de  cada  pieza  científicamente  i  describir 
las  mejoras  i  perfeccionamientos  introducidos  en  la  fa- 
bricación por  consejo  de  médicos  o  inspiración  de  los 
propietarios  i  artesanos.  La  casa  puede  hacer  i  hace  con 
la  mayor  perfección,  cuánto  se  le  pide  en  lo  concerniente 
a  su  industria.  Paso  en  ella  un  par  de  horas  viendo  ins- 
trumentos. 

Octubre  14.  —  Llueve  a  cántaros  i  no  salg^o,  me  paso 
estudiando  todo  el  dia  en  mis  dos  libros  recien  traidos  i 
consultando  otros,  ¿para  qué  me  tomaré  tanto  trabajo? 


Octubre  IS.  —  Voi  a  recorrer  librerías;  nada  en- 
cuentro que  me  interese,  a  lo  menos  tanto  como  para 
decidirme  a  cargar  con  mas  volúmenes  en  viaje.  Vuelvo 
a  la  biblioteca  nacional  i  la  hallo  esta  vez  mas  mal  que 
antes;  descuidada  en  cuanto  a  la  limpieza,  incómoda 
mal  distribuida ;  ¡  lástima  grande,  siendo  como  es  una  de 
las  mas  ricas  del  mundo ! 

Leo  en  un  diccionario  el  capítulo  sobre  las  madonas ; 
compruebo  que  Rafael  hizo  muchas  antes  de  la  Sistina, 
su  mejor  obra  según  dicen. 

De  mi  lectura  ha  quedado  en  mi  memoria  el  siguiente 
sedimento  que  pongo  entre  comillas : 

<  Las  madonas  son  mujeres ;  unas  tnadres,  simple- 
mente; i  otras  madres  mundanas,  humanas,  quiere  signi- 
ficar el  párrafo.  La  madona  Sistina,  es,  en  la  opinión  de 
los  mejores  críticos,  la  mujer  i  madre  divina;  representa 
la  inocencia  i  la  nobleza,  la  altivez  injénua  i  la  modestia 
(la  humanidad  celestial  como  madre,  diria  yo).  Una  mu- 
chacha que  no  ha  conocido  las  ñestas  del  mundo.  La 
vírjen  de  la  silla  es  una  madre  de  la  segunda  categoría 


—  225  — 

humana ;  la  Sistina  también  es  madre,  pero  el  oríjen  de 
su  hijo  no  está  ligado  con  sensaciones  carnales,  como 
parecen  estar  los  hijos   de  las  otras  >. 

Volviendo  á  las  bibliotecas  diré  como  he  dicho  res- 
pecto á  los  museos  alguna  vez;  la  mayor  parte,  el  90 
por  ciento  de  lo  que  contienen  es  inútil.  En  la  de  Paris 
hai  obras,  legajos  i  manuscritos  que  nadie  ha  pedido  ni 
removido  desde  hace  siglos  (nota  de  un  curioso  consul- 
tador  de  estadísticas). 


Octubre  19, —  Vemos  en  la  Comedia  <  L'ami  des  fem- 
mes  >  de  Dumas;  ¡  admirable !  cada  renglón  es  un  rasgo 
de  talento  i  filosofía  positiva;  lo  que  mas  me  admira  es 
la  gran  facilidad  que  tienen  los  actores  franceses  para 
concentrar  la  vida  en  sus  dramas:  diez  años  reducidos 
a  dos  horas,  por  ejemplo,  un  capítulo  a  una  frase ;  i  la  de 
pintar  de  cerca  teniendo  la  visión  de  lejos,  de  tal  manera 
que  no  haya  un  momento  vago  en  la  escena-  ¿  Cómo  ha- 
cen para  duplicarse  en  autor  de  cerca  i  espectador  de 
lejos,  adaptando  su  visión  inmediata  a  la  percepción  le- 
jana de  modo  que  así  como  en  la  pintura  escenográfica 
un  rasgo  enmarañado  parece  un  edificio  aquí  una  nota- 
ción casi  telegráfica,  representa  un  resumen  razonado ; 
en  una  palabra,  cómo  hacen  para  que  nada  falte  ni  sobre 
en  la  pieza?  Mantener  la  propia  acción  entre  el  trabajo 
subjetivo  del  autor  i  la  percepción  objetiva  del  especta- 
dor a  diversa  distancia  es  para  mi  una  prueba  de  acti- 
vidad i  desdoblamiento  cerebral,  actuando  al  mismo 
tiempo,  sumamente  difícil.  También  hemos  visto  en  «Fo- 
lies dramatiques>  algo  menos  que  mediocre  (me  admira 
como  los  concurrentes  se  divierten  con  cualquier  cosa 
i  festejan  verdaderas  necedades  i  cosas  anacrónicas  con 
el  gusto  civilizado  intelijente  i  culto)  pero  se  trataba  del 
estreno  de  la  hija  de  la  propietaria  de  nuestro  depar- 
tamento i  ng  quisimos  dejar  de  ir  a  aplaudirla.  El  teatro 
está  mui  lejos  i  el  cochero,  con  aquella  buena  fé  que 
-caracteriza  a  los  cocheros  de  Paris,  quienes  por  el    he- 

Por  tnares  i  por  tierras  15 


—  226  — 

cho  de  no  poseer  una  sola  calidad,  forman  exepcion  en 
la  raza  humana,  nos  dejó  en  otro  teatro,  más  cerca 
naturalmente.  Es  imposible  defenderse  de  la  desvergüen- 
za para  robar,  estafar  i  engañar  de  los  industriales  su- 
balternos de  esta  gran  ciudad.  Hai  que  verificar  todo  i  a 
cada  minuto  i  eso  no  puede  hacer  el  estranjero  porque  le 
da  vergüenza. 

Octubre  20. —  He  visto  tres  hospitales  en  una  misma 
calle:  el  Neckerj'Ruñ  Sevresnúm.  251  (Dr.  Guyon,  enfer- 
medades vias  urinarias).  Mui  lindo,  grande,  aereado,  pe- 
queña cocina.  Estuve  hablando  con  cíl  cocinero  sobre 
medicina  e  hijiene;  se  quejó  de  falta  de  espacio  i  me  mostró 
donde  se  podia  hacer  la  nueva  cocina,  dando  la  actual  á  la 
administración,  por  estar  muy  central  i  ser  eso  casi  impro- 
pio, ¡tenia  razón!  Encuentro  una  niña  de  II  á  12  años  mui 
bonita  i  sobre  todo  muy  amable  i  simpática ;  le  pregunto 
si  quiere  acompañarme  a  ver  el  hospital,  pues  tenia  el 
aire  de  ser  de  la  casa ;  me  dice  que  sí,  pero  necesita  pedir 
permiso  a  su  mamá  que  es  enfermera;  le  pide;  se  lo 
acuerda  i  vamos  por  todas  partes ;  ella  se  queda  espe- 
rándome a  la  puerta  de  cada  enfermería,  del  anfiteatro, 
de  la  sala  de  operaciones  i  demás  por  ende.  Se  llama 
Usson;  es  una  joyita,  no  tiene  sino  dos  muñecas  dice, 
yo  le  daria  veinte  si  tuviera  la  seguridad  de  volver  a 
verla.  En  el  hospital  conté  17  salas,  una  por  una;  las 
reparticiones  de  jinecolojía  i  operaciones,  son  de  lo  me- 
jor que  hai ;  mucha  luz,  aire  i  toda  clase  de  comodidades. 
Los  patios  son  enormes,  hai  tres  salas  para  enfermos  de 
vias  urinarias  i  cinco  para  cirujía.  Hai  también  departamen- 
tos para  mujeres  donde  pueden  tener  sus  hijos  consigo. 

El  hospital  des  Enfants  malades,  249  rué  Sevres,  es 
magnífico,  grandísimo,  bien  repartido,  está  al  lado  del 
Necker;  cientos  de  niños  vestidos  de  uniforme  i  con  cas- 
quetes-blancos  juegan  en  los  patios  i  jardines;  hai  por 
término  medio  de  600  a  800;  una  parte  del  hospital  está 
dividida  en  pabellones  de  los  que  cada  uno  lleva  el  nom- 
bre del  fundador;  está  bien  atendido  i  los  médicos  asis- 


—  227  — 

tentes  tienen  cuánto  necesitan  no  solo  en  instalaciones 
sino  en  instrumentos,  aparatos,  remedios,  alimentos  i 
medios  de  hijiene.  Hai  departamentos  para  aislar  los  en- 
fermos de  difteria,  escarlatina,  viruela,  en  fin,  los  conta- 
jiosos.  Las  inyecciones  de  suero  antidiftérico  están  en 
boga,  así  como  la  intubación  en  vez  de  la  traqueotomía,. 
en  casos  de  crup. 

Hospital  Laenec,  42  rué  de  Sevres;  mui  grande  i  mui 
bien  mantenido  pero  viejo,  no  ha  sido  hecha  la  casa  para 
hospital,  fué  un  cuartel ;  hai  sin  embargo,  una  parte 
nueva  donde  están  instalados  los  baños,  el  departamento 
dejinecolojía,  etc.  El  depósito  de  cadáveres  se  llama  «El 
reposo  >  cada  banco  está  rodeado  de  cortinas  blancas; 
al  lado  se  encuentra  la  sala  de  autopsias,  un  poco  triste, 
con  aire  de  zótano.  Creo  que  este  conjunto  se  llama  el 
pabellón  Recamier.  El  hospital  tiene  varios  cuerpos.  Uno 
de  ellos  de  tres  pisos,  para  mujeres ;  las  salas  de  este 
forman  en  cruz;  en  los  pisos  superiores  hai  enfermas 
crónicas;  llamo  piso  también  a  la  bohardilla  donde  es- 
tán las  viejas  dejadas  de  la  mano  de  Dios;  las  mujeres 
pueden  tener  i  cuidar  sus  hijitos  en  el  hospital.  El  de 
hombres  tiene  la  misma  distribución  i  hai  otro  por  fín 
especial  para  cirujía. 


Octubre  22,  —  He  estado  en  lo  de  Auzout,  el  conocido 
preparador  de  cuerpos  elásticos.  La  casa  lleva  el  nom- 
bre de  Auzout,  pero  él  ya  no  existe ;  era  un  hombre 
notable  i  a  quien  la  ciencia  debe  bastante.  Hizo  prepa- 
raciones adivinando  muchas  veces,  como  algunas  del 
cerebro  que  la  anatomía  ha  confirmado  después.  El 
director,  mui  simpático  i  mui  ilustrado,  me  mostró  sus 
novedades  i  sobre  algunas  piezas  del  sistema  nervioso 
conversamos  un  poco.  Yo  necesitaba  un  cerebro  que 
contuviera  ciertos  planos  mui  útiles  en  el  estudio  clínico. 
Prometí  llevarle  en  una  segunda  visita  un  libro  de  diag- 
nóstico para  que  viera  un  corte  especial,  que  ninguno 
de  sus    cerebros  tenia  exactamente.  Hablamos  de  em- 


—  228  — 

briolojía  a  propósito  de  haber  él  aseverado  que  todos 
los  cerebros  eran  ¡guales  anatómicamente  i  que  por  lo 
tanto,  copiado  uno  quedaban  copiados  todos.  Yo  negué 
el  hecho  con  la  pedantería  que  me  es  característica  i  le 
mostré  mi  erudición  aprendida  en  Joulin  i  no  olvidada 
todavia.  Me  pareció  sorprendido  de  mi  audacia  i  de  la 
exactitud  de  mis  detalles  anatómicos»  siendo  yo  sud-ame- 
ricano,  es  decir,  salvaje,  en  la  opinión  de  muchos  europeos. 
Yo  no  me  dejé  arredrar  por  la  sospecha  de  su  estrañeza 
i  continué  diciendo  que  aun  cuando  por  el  momento 
en  apariencia  las  formas  internas  e  internas  de  los  cere- 
bros fueran  iguales,  todos  los  dias  se  hacia  nuevos 
descubrimientos  con  disecciones  mas  delicadas.  Como 
prueba,  añadí,  ahí  tiene  usted  diez  ó  doce  libros  de  ana- 
tomía antiguos  i  modernos,  i  ninguno  de  ellos,  si  esclui- 
mos  los  que  podemos  llamar  novísimos,  habla  de  un 
órgano  que  es  ahora  la  llave  de  la  patolojía,  de  la  clíni- 
nica  i  de  la  físiolojía  cerebral ;  la  cápsula  interna  que 
usted  tiene  en  sus  preparaciones  nuevas  i  que  probable- 
mente no  está  en  las  antiguas. 

Mi  argumento  era  concluyente  i  yo,  animado  por  su 
aquiescencia  presenté  otra  prueba.  « No  son  iguales 
en  su  estructura  íntima  a  lo  menos,  de  la  cual  depende 
a  mi  juicio  su  peculiaridad  jeneradora,  dije,  porque  si 
lo  fueran,  las  físonomias,  los  tamaños,  las  facciones, 
los  huesos,  los  dedos  i  las  orejas  de  todos  los  animales 
de  la  misma  raza  serian  a  lo  menos  parecidos,  pues  la 
embriolojía  nos  enseña  que  todos  los  órganos  se  desa- 
rrollan bajo  la  presidencia  del  sistema  nervioso.»  Mi 
honorable  contrincante  no  solo  aceptó  mis  referencias 
sino  que  las  completó  mostrándome  el  último  tomo  recien 
publicado  de  la  anatomía  de  «  Le  Testu »  en  donde  se 
asigna  al  estómago  en  el  hombre  vivo  una  posición  en- 
teramente distinta  de  la  antigua,  enseñada  y  conocida 
jeneralmente. 

La  crítica  de  Moliere  con  el  tiempo  no  ha  de  servir 
para  ridiculizar  a  los  médicos  sino  al  mismo  Moliere. 
«  Antes  teníamos  el  corazón  a  la  izquierda,  dice  El  mé- 
dico a  palos,  pero  nosotros  ahora  hemos  arreglado  eso 
de  otro  modo».  Pues  bien,  antes,  al  decir  de  los  médicos 


—  229  - 

i  de  sus  libros,  teníamos  el  estómago  atravesado  en  la 
parte  superior  del  vientre,  pero  ahora  hemos  arreglado 
eso  de  otro  modo ;  el  eje  mayor  del  estómago  es  casi  ver- 
tical según  demostraciones  concluyentes  hechas  en  cuer- 
pos helados,  en  los  cuales  las  posiciones  respectivas  en 
las  entrañas  están  en  lo  posible,  garantidas  contra  los 
cambios  que  la  muerte  opera.  El  hecho  no  es  entera- 
mente nuevo  ;  ya  habia  sido  entrevisto  i  señalado  por 
varios  anatómicos  desde  el  tiempo  de  Cuvier. 


Estuvimos  en  la  Comedia  con  Drucker  i  señora,  donde 
dieron  <Monjoy>  un  drama  tonto,  improbable  i  largo ; 
felizmente  le  cortaron  el  5«>  acto,  cuyo  tema  habria  hecho 
furor  en  una  aldea  hace  setenta  años. 

Octubre  23.  —  Comimos  en  lo  de  Soubercasseaux;  la 
casa  mui  lujosa,  la  señora  amable ;  él,  con  esa  educación 
de  sociedad  de  alto  tono ;  la  comida  corta,  bien  prepa- 
rada. Haré  una  crítica  ;  la  señora  obsequiante  apenas 
probó  uno  que  otro  plato,  lo  que  no  era  animador  de 
parte  de  una  dueña  de  casa  para  un  huésped  de  buen 
apetito  como  yo.  Vamos  en  seguida  a  la  Opera  invitados 
por  ellos  i  a  su  palco ;  allí  encontramos  un  príncipe  ruso 
i  gordo  con  mucho  sueño.  Dan  Valkirias  con  varias 
supresiones ;  el  príncipe  se  queja  de  lo  largo  de  las 
escenas ;  nosotros  no,  por  haber  ya  aceptado  en  Beyr- 
euth  las  razones  i  compensaciones  de  esa  lonjitud.  En  un 
entreacto,  el  joven  hijo  mayor  de  los  Soubercasseaux,  me 
cuenta  su  desgraciado  compromiso  con  la  señorita  chi- 
lena de  la  familia  Concha,  que  murió,  estando  él,  su  novio, 
en  Europa.  Era  preciosa,  i  su  muerte  fué  mui  lejítimamente 
sentida  por  todo  el  mundo  social  de  Chile ;  el  joven  no  se 
consuela  aun.  La  señora  nos  trajo  en  su  coche  a  nuestro 
hotel;  este  pequeño  servicio  es  uno  de  los  más  agrada- 
bles para  un  invitado  que  no  tiene  coche. 


—  230  — 

Octubre  23,  —  Vamos  a  un  concierto  de  Lamou- 
reux !  Desde  que  soi  Wagneriano,  he  quedado  sin  defensa 
contra  los  conciertos,  porque  Guillermina,  como  una 
Valkiria  furibunda,  me  pregunta  con  aire  de  encono, 
apenas  hago  la  menor  resistencia ;  i  i  qué  ?  no  te  gusta  la 
música?  La  verdad  es  que  los  conciertos  de  Lamoureux 
son  merecidamente  célebres;  treinta  violoncelos,  cin- 
cuenta violines,  tres  arpas,  n  flautas,  instrumentos  de 
cobre,   oboes,  clarinetes,  tambores,  bombos  i  zamponas. 


*      1^ 


Octubre  29,  —  Desde  la  última  anotación,  he  vuelto  al 
barrio  latino  a  lo  de  Auzout,  a  las  librerías,  a  las  fábri- 
cas de  instrumentos.  He  dado  al  director  de  la  casa 
Auzout  un  modelo  para  que  me  haga  un  cerebro  elás- 
tico con  los  cortes  indicados.  Esperara,  me  dice,  el  tomo 
de  anatomía  cerebral  de  Le  Testu,  antes  de  preparar 
nuevos  facsímiles,  i  no  podrá  darme  el  que  le  encargo 
hasta  dentro  de  un  año. 

Saliendo  de  allí,  voi  a  las  librerías  i  a  las  fábricas  i 
compro  varios  libros  e  instrumentos;  entro  luego  en  lo  de 
Mr.  Tramond,  quien  me  ofrece  mostrarme  como  procede 
con  los  cuerpos  helados,  para  copiar  los  órganos  inter- 
nos en  cera:  las  seis  mujeres  que  están  conjelándose,  no 
se  han  solidificado  completamente  aun;  me  avisará  a 
tiempo. 


Octubre  SO.  —  Invitamos  a  la  Opera  a  los  Drucker  i 
llevamos  a  la  hijita  de  Magdalena  Ramos ;  tenemos  el 
palco  No  12,  uno  de  los  mejores  en  venta,  por  lo  tanto, 
horriblemente  incómodo  (el  teatro  de  la  Opera  ha  sido 
hecho  para  que  no  vean  ni  oigan  nada  las  ^¡^  partes  de 
la  concurrencia). 


—  231  — 

Octubre  31.  — Visito  el  hospital  Bichat,  que  está  en  el 
demonio,  junto  a  las  fortificaciones;  (grandes  operaciones, 
baños  para  la  parroquia);  lo  encuentro  bien  distribuido 
i  bien  provisto ;  los  techos  de  las  salas  forman  ángulos 
esféricos  (disposición  hijiénica).  Hai  dos  departamentos 
para  operaciones  ;  el  de  hombres  i  el  de  mujeres ;  mui 
buenos,  con  luz,  aires  i  bastante  dotación  de  instru- 
mentos. Existen  tres  cuerpos :  para  mujeres,  para  hom- 
bres i  para  pensionistas,  dividido  este  en  cuartos  de  dos 
camas.  Tiene  además  local  aparte  para  operados.  Está 
situado  en  el  Boulevard  Ney;  el  médico  principal  es  el 
doctor  Terrier,  que  practica  grandes  operaciones,  con 
lo  que  ha  dado  fama  a  su  hospital.  Me  traslado  luego  al 
Lariboissiére;  me  llama  la  atención  por  su  aspecto  mo- 
numental, su  gran  patio  central  con  la  estatua  de  la 
pobreza  (creo)  sus  dos  alas  de  edificio  i  la  otra  que 
cierra  el  rectángulo  destinado  a  baños  de  hombres  i 
mujeres.  Mui  bien  tenido,  las  salas  son  limpias,  grandes, 
hijiénicas,  lo  mismo  que  todas  sus  reparticiones;  allí  se 
han  aclimatado  las  enfermedades  de  la  larinje  i  su  tra- 
tamiento médico  i  quirúrjico. 

Noviembre  2.  —  Asistimos  con  los  Drucker  al  Vaude- 
ville,  donde  dan  una  pieza  nueva,  «Le  Partage»  inmoral, 
como  las  mas,  donde  figura  una  mujer  perdida  con  todas 
las  apariencias  de  la  ternura,  una  madre  exajeradamente 
enamorada  de  su  hijo,  un  marido  jeneroso  hasta  la  imbe- 
cilidad e  imbécil  hasta  lo  increible,  un  joven  amante  sen- 
sual i  desvergonzado;  lo  único  puro  es  una  niña,  la  hija 
del  imbécil  i  de  la  perdida ;  esta  criatura  representada 
por  una  niña  como  de  10  a  12  años,  es  la  única  de  quien 
no  hace  caso  el  público,  tan  corrompido  como  los  prota- 
gfOnistas  del  drama;  la  niña  que  sale  a  las  tablas  será 
una  gran  artista ;  hizo  su  papel  admirablemente.  Vamos 
en  seguida  a  cenar  a  lo  de  Paillard,  en  frente ;  está  de 
moda,  i  va  mucha  jente  distinguida. .  .  por  algo. 

♦ 

4>        >|i 


—  232  — 

Noviembre  J.  —  Hemos  conocido  dos  antigüedades  de 
diverso  jénero:  \^  L,sl  señora  Trelat,  una  viejita  deli- 
ciosa, viuda  de  un  médico,  profesora  de  canto,  reputada 
por  su  gusto  esquisito  para  enseñar  i  que  aun  cuando 
no  trabaja  por  necesidad,  sino  por  amor  ai  arte,  hace 
pagar  sus  lecciones,  pues  de  otro  modo,  toda  la  guardia 
nacional  iría  a  tomarlas.  2»  El  hospital  de  la  Charité, 
rué  Saint  Jacob,  47,  inmenso  i  viejo  convento,  grandioso 
casi,  con  sus  patios  solemnes  i  sus  claustros,  donde  uno 
cree  ver  a  los  frailes  de  hace  dos  siglos,  paseándose  por 
los  corredores,  leyendo  la  vida  de  los  santos  en  libros 
con  tapas  de  pergamino.  Como  hospital,  es  mui  bueno  a 
pesar  de  sus  años;  claro  es  que  muchas  de  sus  partes 
han  sido  reformadas.  Las  salas  tienen  mui  buen  aspecto  ; 
las  paredes  i  los  techos  están  con  barniz  i  se  puede  por 
lo  tanto,  lavar  el  interior  completo  de  cada  enfermería  ; 
hai  departamento  de  hombres,  de  mujeres,  de  materni- 
dad de  niños  recien  nacidos  en  la  misma ;  hai  incuba- 
doras i  limpieza  en  todo.  La  sección  para  la  cirujía 
mui  bien  atendida;  las  salas  de  operaciones,  sin  ser  nota- 
bles, son  eficientes.  Todo  el  hospital  estaba  calentado  i 
en  las  antesalas,  bastante  grandes,  alrededor  de  la  estensa 
mesa  central  se  hallaban  sentados  algunos  convalecientes 
o  enfermos,  junto  con  los  asistentes  i  guardas,  en  agrada- 
ble charla  o  jugando  a  las  damas ;  la  escena  tenía  un 
aire  familiar  característico  i  se  comprendía  que  al  lado 
del  pesar  por  la  desgracia,  habia  nacido  el  consuelo  del 
amparo  real,  positivo,  eficaz ;  los  grupos  parecían  com- 
puestos de  jente  feliz  ;  al  verlos  le  pregunté  a  mi  acom- 
pañante si  no  habia  muchos  enfermos  que  se  negaban  a 
salir  del  hospital.  —  Sí,  algunos,  me  contestó.  El  aspecto 
de  hogar  era  tanto  mas  perceptible  en  aquellas  salas  abri- 
gadas, cuanto  que  afuera  hacia  frío.  La  cocina  aseada, 
grande  i  bien  provista,  lanzaba  perfumes  agradables  ;  yo 
casi  me  tenté  a  tomar  uno  de  los  mil  pescados  fritos  que 
habia  en  un  montón. 


—  233  — 

Noviembre  4. — Sin  presentación  ni  recomendación  de 
persona  alguna,  según  mi  costumbre,  me  dirijo  a  la  rué 
Dutot,  donde  está  el  Instituto  Pasteur,  i  una  vez  al  habla 
con  el  portero  le  pregunto  si  puedo  visitar  el  estableci- 
miento —  «Es  mui  tarde,  me  contesta ;  esos  señores  se 
han  puesto  ya  al  trabajo  > ....  yo  pongo  cara  de  aflijido ; 
el  portero  lo  nota  i  añade  «pero  Vd.  puede  probar.  . . 
la  tercera  puerta  a  la  izquierda.  . .  pregunte  por  monsieur 
Roux  > — Mercimsieu.  Pasada  la  tercera  puerta  encuentro 
un  empleado,  un  chico  —  «  ¿Usted  busca  a  Mr.  Roux?  > 
me  interpela.  —  Tú  lo  dijiste,  contesto  con  la  Biblia  i  la 
ópera  de  los  «  Hugonotes.  »  Se  me  introduce  a  un  labo- 
ratorio donde  habia  varios  individuos,  trabajando  unos, 
discutiendo  animadamente  otros — «¿Mr.  Roux?>  digo  — 
« Soi  yo,»  me  contesta  aproximándose  un  caballero 
joven  todavía,  delgado,  pálido,  mui  simpático,  de  fisono- 
mía insinuante  —  «  Señor,  me  tomo  la  libertad  de  pedirle 
permiso  para  visitar  su  instituto ;  yo  soi  médico  i  quer- 
ría. . .  €  Cómo  no,  señor,  »  me  contesta,  i  dirijiéndose  a 
uno  de  los  presentes  le  dice  :  —  «  Tenga  la  bondad  de 
acompañar  al  Dr. .  .  i  me  mira  como  preguntándome  mi 
nombre ;  yo  le  doi  mi  tarjeta,  una  llena  de  títulos  que 
tengo  para  las  aduanas.  £1  Dr.  Roux  casi  no  la  miró, 
pero  tal  vez  por  no  ponerse  a  leerla,  para  darle  mi  nom- 
bre a  mi  futuro  acompañante,  estendiéndome  la  mano,  me 
dijo:  —  «Yo  mismo  voi  a  servirle  de  guia. >  Jamás  ama- 
bilidad de  hombre  me  sonó  mejor.  Me  deshago  en  cumpli- 
mientos i  emprendimos  la  inspección. 

El  edificio  tiene  tres  pisos,  jardines,  patios,  huerta  para 
el  cuidado  de  animales  ;  en  el  piso  inferior  se  prepara 
los  materiales  para  el  trabajo  de  vivisección  y  esperien- 
cias  diversas,  ahí  está  la  pequeña  fábrica  de  cristales 
donde  se  confecciona  las  retortas,  tubos,  ampollas  i 
aparatos  que  el  instituto  requiere,  según  modelos  que 
suministran  los  laboratorios.  Cada  pieza  tiene  sus  útiles  i 
accesorios. 

La  capilla  o  cripta  que  guardará  los  restos  de  Pas- 
teur,  ahora  en  Notre  Dame,  ha  sido  construida  en  este 
piso;  está  ya  para  terminarse;  es  bellísima,  grande,  bien 
ideada,   de  estilo  bizantino;  la  tumba  ocupará  el  centro 


—  234  — 

i  se  bajará  a  ella  por  una  ancha  escalinata;  tal  disposi- 
ción aumenta  la  belleza  del  recinto  i  su  melancólica  apa- 
riencia. 

En  el  segundo  piso,  aquí  le  llaman  primero,  están  los 
laboratorios  para  el  trabajo  jeneral  de  estudiantes,  pro- 
fesores i  sabios  de  todas  partes  del  mundo. 

El  doctor  Roux  me  mostró  los  gabinetes  de  un  japo- 
nés i  de  un  ruso,  profesores,  i  me  presentó  un  señor  de 
cierta  edad,  lindo  hombre,  desgreñado  i  con  la  ropa 
puesta  de  cualquier  modo,  sabio,  por  consiguiente,  quien 
estaba  a  la  sazón  ocupado  con  unos  ratoncitos  blancos, 
a  los  que  habia  comunicado  el  tétano  ¡  pobres  animali- 
tos ! ;  las  convulsiones  de  su  cuerpo  i  las  contracciones  de 
sus  patitas  eran  mui  fuertes  i  causaban  aflicción.  ¡  Solo 
el  amor  a  la  ciencia  i  la  buena  intención  pueden  dar  a 
un  esperimentador  el  coraje  de  atormentar  animales 
inocentes,  bonitos  muchas  veces  i  simpáticos  como  los 
perros  chicos,  los  conejos  i  los  ratoncitos  blancos  ! 

En  el  piso  superior  están  las  piezas  de  trabajo  desti- 
nadas a  las  altas  esperiencias ;  allí  solo  suben  los  mui 
competentes,  los  descubridores,  los  maestros  i  de  allí 
baja  la  ciencia  humana  i  humanitaria  convertida  en  fór- 
mulas utilizables  i  prácticas,  para  el  alivio  de  las  socieda- 
des en  toda  la  tierra. 

Mi  conversación  con  el  Dr.  Roux  fué  muy  provechosa 
para  mí ;  daré  un  resumen  de  lo  hablado,  en  forma  de 
diálogo,  estractando  del  orijinal  lo  pertinente  (el  lector 
adivinará  las  supresiones  i  contracciones  impuestas  por 
la  necesidad  de  hacer  breve  el  relato). 

—  ¿Tiene  el  Instituto  alguna  subvención  del  gobierno? 

—  No,  señor,  no  tenemos,  ni  queremos,  ni  admitimos 
subvenciones.  El  Instituto  es  independiente;  ha  sido 
creado  por  suscripciones,  vive  de  sus  recursos  propios, 
entre  los  que  figura  por  pequeña  parte  la  compensación 
de  los  estudiantes  i  profesores  por  el  uso  de  laborato- 
rios, ingredientes  i  por  el  valor  de  los  animales  inutili- 
zados en  los  esperimentos. 

—  Admirable !  contesto :  la  subvención  oficial  es  un 
virus  para  institutos  como  éste  i  aun  para  empresas  de 
otro  jénero  cuyas  fuerzas  no  pueden  desarrollarse  bajo 


—  235  — 

la  presión  de  reglas  invariables.  Los  gobiernos  en  todas 
partes,  lejos  de  ser  maestros  son  pupilos,  i  solo  hacen 
algo  bueno,  cuando  lo  aprenden  o  copian  de  la  industria 
privada.  Las  administraciones  oficiales,  comenzando  por 
el  almirantazgo  inglés  que  toma  lecciones  de  la  marina 
mercante,  i  concluyendo  en  los  ramos  de  valor  ínfimo, 
no  dan  pruebas  sino  de  atraso,  despilfarro,  incompeten- 
cia i  rutina.  (I  no  dije,  sino  pensé:  en^  el  Instituto  de 
Enseñanza  creado  en  Buenos  Aires  en  oposición  a  los 
colegios  nacionales,  convertido  ahora  en  uno  de  ellos  i 
muerta  su  acción  independiente  por  la  subveticion ;  en  el 
gobierno  argentino  que  todo  lo  hace  por  abdicación  del 
pueblo,  desde  las  elecciones  hasta  la  distribución  del 
agua  cuyo  monopolio  tiene,  incluyendo  el  manejo  de 
ferrocarriles  que  no  sabe  manejar  i  la  construcción  de 
edificios  sin  ser  arquitecto;  sustituyéndose  en  todo  i  por 
todo  a  la  iniciativa  privada,  de  una  manera  ruinosa 
siempre  i  tardía.  No  estrañaría  nada  en  ese  sentido:  un 
dia  el  gobierno  nacional  monopolizará  el  pan  i  convir- 
tiéndose en  amasador  patentado,  será  el  único,  el  mejor 
panadero ;  el  precio  del  pan  subirá  hasta  las  nubes,  pero 
eso  será  por  las  exijencias  del  erario,  como  sucede  ahora 
con  el  agua,  cuyo  impuesto  es  cuatro  o  seis  veces  mayor 
que  antes,  a  petición  del  pueblo  soberano!  Yo  soi 
consecuente  con  mis  teorías  en  el  gobierno  i  fuera  de  él. 

—  Este  es  un  instituto  de  trabajo,  continuó  Mr.  Roux 
i  sigue  su  tradición  sin  cambiar  el  programa  de  su 
creador. 

—  Tiene  actualmente  en  estudio  algún  punto  tan  im- 
portante como  la  rabia  o  la  difteria? 

—  Sí,  se  trabaja  en  todo ;  en  lo  ya  descubierto  para 
confirmarlo  i  en  lo  desconocido,  para  tratar  de  descu- 
brirlo. 

—  Me  parecería  mui  conveniente  que  el  instituto  hiciera 
un  libro,  un  manual,  con  el  sello  de  su  autoridad,  en 
donde  se  espusiera  el  resultado  de  sus  investigaciones  i 
sus  definitivas  conquistas,  añadiendo  definiciones  i  dando 
al  todo  una  forma  didáctica. 

—  Tenemos  nuestros  anales  donde  todo  se  consigna ; 
de  ellos  se  puede  sacar  lo  que  usted  dice;  no  veo  la  ne- 


—  236  — 

cesidad  de  una  nueva  compilación.  Además,  existen  va- 
rios libros  técnicos  de  otra  procedencia  i  tan  útiles  como 
seria  el  nuestro. 

—  Si  no  es  imprudente  mi  pregunta,  ¿qué  piensa  usted 
de  los  estudios  sobre  la  tuberculosis  ? 

—  ¡  Oh !  para  mí  no  hai  la  menor  duda  respecto  al 
porvenir ;  todo  se  encontrará  con  el  tiempo ! . 

—  El  que  haga  con  la  tuberculosis  lo  que  usted  ha 
hecho  con  la  difteria,  llegará  al  pináculo  de  la  gloria  i 
será  el  mas  grande  benefactor  de  la  humanidad .... 
¿I  el  cáncer  ? 

—  Se  le  estudia  asiduamente,  todavía  nada  hai  resuelto 
de  una  manera  clara  i  de  efectos  favorables ;  las  sospe- 
chas, sin  embargo,  son  inminentes! 

—  ¿De  qué  oríjen  seria  el  microbio  del  cáncer? 

—  Probablemente  de  orijen  animal  como  el  de  las 
fiebres  palúdicas. 

—  ¿  Está  completamente  demostrado  que  los  microbios 
de  todas  las  demás  enfermedades  infecciosas,  fiebre  ti- 
foidea, tisis,  tétanos  i  otras,  son  vejetales  ? 

—  Así  lo  creo  firmemente;  nadie  lo  pone  en  duda  i  por 
tales  se  les  tiene  hasta  hoi. 


(La  conversación  continúa  sobre  temas  de  biolojía.  Al 
despedirme: — «Señor  Roux,  no  puedo  espresarle  mi  gra- 
titud por  su  deferencia  sino  diciéndole  que  su  amabilidad 
solo  iguala  á  su  talento. »  El  Dr.  Roux  se  hizo  el  des- 
entendido; nos  dimos  un  cordial  apretón  de  manos  i  salí 
encantado  de  mi  visita). 


El  instituto  no  solo  estudia  lo  referente  a  medicina, 
sino  todo  cuanto  en  su  ramo  afecta  a  la  agricultura  i  a 
la  industria;  puede  decirse  que  su  acción  se  aplica  al 
mejoramiento  hijiénico  de  la  sociedad  en  todas  las  mani- 
festaciones de  su  vida,  ya  en  detalle,  ya  en  grandes  con- 
juntos, jestionando  la  inocuidad  de  ciertas  industrias  no- 


—  237  — 

civas  i  la  salubridad  de  las  ciudades.  Así  mirado,  es  mas 
bien  que  un  observatorio  de  ciencia,  una  institución  de 
caridad  universal ! 

Nometnbre  6. — Notas  alegres.  Me  cuentan  estas  tres 
anécdotas:  I*»  Un  orijinal  se  viste  por  orden  alfabético ; 
mientras  solo  se  trata  de  la  camisa,  chaleco,  corbata, 
levita,  saco  o  frac,  calzoncillo  i  pantalón,  todo  va  bien ; 
cuando  se  llega  a  la  camiseta,  a  las  medias  i  a  los  botines 
o  botas,  que  por  su  letra  inicial  deben  ocupar  determina- 
dos sitios  en  el  orden  adoptado,  se  tropieza  con  las  difi- 
cultades prácticas,  pues  nadie  se  pone  los  botines  antes 
que  las  medias.  Respecto  a  la  camiseta  el  conflicto  se 
salvó  llamándole  almilla  i  el  de  las  medias  con  relación  a 
los  botines,  resolviéndose  el  caballero  metódico  a  no 
usar  botines  ni  botas  sino  zapatos  que  comienzan  con  la 
última  letra  i  dejan  mui  atrás  a  la  ¿:  de  calcetines  i  a  la  »í 
de  medias. — 2»  Un  poeta  tonto  hizo  unos  versos  desti- 
nados a  suavizar  los  enojos  de  su  dama;  pero  la  tal  dama 
no  habia  soñado  en  enojarse ;  el  poeta  desconcertado  le 
dio  entonces  un  gran  disgusto  para  no  dejar  sus  versos 
sin  efecto.  —  3»  Un  niño  de  cinco  años  gordito  i  de  buen 
diente,  comia  una  tostada  de  pan  con  manteca  i  azúcar 
en  polvo;  alguien  se  pone  a  contar  en  su  presencia  una 
historia  sencilla  pero  mui  interesante ;  el  niño  se  absorbe 
en  el  relato  sin  dejar  de  comer  su  tostada ;  concluida  la 
historia  i  la  tostada,  suelta  el  mas  amargo  i  ruidoso  de 
los  llantos — ¿qué  tienes  hijito?  le  pregunta  la  madre 
aflijida  — ah!  ah!  aaah,  sigue  él  llorando,  aaah,  he  co- 
mido mi  tostada  sin  apercibirme. — (Así  gastan  muchos 
los  mejores  años  de  su  vida). 

Noviembre  8.  —  He  leido  en  una  publicación  de  Buenos 
Aires:  Un  estudio  sobre  Sarmiento,  de  M.  García  Mérou 
bastante  vigoroso :  Un  artículo  de  Pellegrini  con  parra- 


—  238  — 

ios  literarios  mui  sentidos;  es  una  novedad.  Otro  de 
Seeber  pidiendo  la  supresión  de  las  Aduanas ;  se^n  el 
autor  debemos  a  los  gT^iegos  este  presente  griego ;  yo 
no  lo  sabia.  LJn  trabajo  del  Dr.  Terry  sobre  Tratados  en 
que  demuestra  hasta  donde  es  posible  que  la  cláusula 
«como  la  nación  mas  favorecida»  es  antigua,  rutinaria  i 
perniciosa  o  de  imposible  aplicación.  Un  buen  trozo  de 
Williams  sobre  Estética  musical  i  conciertos  sinfónicos, 
sosteniendo  lo  que  nadie  niega,  creo;  que  los  conciertos 
sinfónicos  abren  mayor  campo  a  los  goces  del  oido  que 
las  óperas  del  teatro,  a  causa  de  las  perturbaciones  pro- 
ducidas por  el  juego  escénico  sujetivas  i  objetivas. 


Noviembre  10,  —  Hoi  dejamos  nuestro  alojamiento  ; 
todo  cambio  trae  tristeza ;  no  hemos  estado  en  él  ni  mui 
bien  ni  mui  mal  ;  lo  hemos  ocupado  tres  meses.  Yo  me 
acordaré  con  placer  de  la  pobre  casita  donde  he  pasado 
horas  mui  quietas  i  hasta  suaves.  La  esperiencia,  sin 
embargo  sobre  la  vida  de  apartamento  como  dicen  aquí, 
no  nos  revela  una  clara  ventaja  sobre  la  vida  de  hotel, 
bajo  el  punto  de  vista  económico.  Mme.  Chesnaux,  nues- 
tra patrona  i  sus  hijas  han  sido  buenas  i  amables  con 
nosotros. 

* 


Noviembre  17.  —  Estamos  en  el  hotel  de  France  et 
Choiseul  desde  el  10,  tan  cómodos  i  tan  a  nuestro  gusto 
que  no  quisiera  irme  aun  cuando  ya  casi  nada  tengo  que 
hacer  en  París.  Es  muy  central  (  St.  Honore  239  )  mui 
abrigado,  mui  limpio  i  mui  bien  tenido.  (  Veremos  si  con- 
servo esta  opinión  hasta  mi  salida,  en  lo  fundamental). 


—  239  — 

Hoi  he  visto  tres  hospitales  mas :  eJ  Trousseau,  rué 
Charenton  89,  para  niños  de  2  a  15  años;  me  pareció 
mui  bueno  sin  tener  nada  de  inesperado  ;  pertenece  a  un 
tipo  común  i  ya  mil  veces  descrito.  Para  poder  represen- 
tármelo tal  como  lo  he  visto,  apuntaré  un  detalle :  al  salir 
yo  salia  también  una  mujer  de  buena  estirpe,  mui  linda, 
aunque  no  joven,  delgada,  pálida,  triste;  parecia  inquieta; 
ya  me  hice  yo  un  romance  en  la  cabeza.  Caia  una  lluvia 
lina,  hacia  frió  i  la  atmósfera  no  tenia  mucha  luz.  £1 
patio  donde  la  encontré,  rodeado  de  altas  salas  sombrías, 
inmenso  i  triste  él  mismo,  hacia  un  marco  tan  adecuado  a 
la  bella  dama  que  seguro  estoi,  por  el  solo  recuerdo  de 
la  visión,  recordaré  los  detalles  de  mi  visita,  evocando 
hasta  el  color  del  aire  i  la  quietud  de  los  cadáveres  infan- 
tiles que  tanta  pena  me  han  dado  en  el  depósito.  I,  nada; 
ni  sé  quién  es,  ni  la  he  visto  sino  veinte  segundos,  pero  le 
doi  las  gracias;  muchas  personas  le  hacen  a  uno  un  servi- 
cio sin  saberlo;  el  de  dejarse  ver  por  ejemplo,  cuando  son 
mujeres  lindas  i  melancólicas;  (deben  ser  melancólicas 
para  d^  márjen  a  la  formación  e  invención  de  romances 
imajinarios).  El  Saint  Antoine,  184  rué  du  Faub.  St.  Ant. 
Inmenso,  enorme ;  tiene  900  camas ;  sus  patios  son  plazas ; 
viejo,  feo  en  su  mayoi*  parte ;  el  anfiteatro  i  depósitos 
de  cadáveres  horrible,  como  cualquiera  de  esos  antros 
de  Jafa  o  Jerusalem  en  que  vive  la  jente  pobre ;  el  nuestro 
del  antiguo  hospital  de  hombres  era  una  joya  al  lado  de 
éste.  ¡  Ah  !  ¡  esa  sala  de  autopsias !  No  sé  cómo,  los 
cadáveres  que  allí  están  no  huyen  de  tan  inmundo  i 
decrépito  agujero !  Para  mas  el  Encargado  se  hacia 
peinar  i  poner  pomadas  olorosas  cuando  yo  entré  ( los 
tarros  eran  colocados  en  los  huecos  de  las  paredes 
donde  faltaban  pedazos  de  ladrillo  )  la  puerta  del  cuarto 
del  presumido  cuidador  al  de  las  autopsias  no  tenia  sino 
una  alcayata  (décimo  sesto  siglo).  Felizmente  ya  van  a 
voltearlo  todo.  Las  salas  no  están  mal,  son  como  las 
generales ;  los  consultorios  i  gabinetes  de  operaciones 
regulares,  lo  mismo  que  la  Créche,  o  sea  la  Cuna^ 
donde  están  las  mujeres  que  han  tenido  sus  hijos  en  el 
hospital.  La  parte  realmente  buena  completa,  espléndida, 
es  la  nueva  maternidad  ;  todo  es  amplio,  sólido,  sano, 


—  240  — 

limpio,  comenzando  por  el  sistema  de  camas  i  concluyendo 
con  los  lavatorios  i  los  w.  c.  en  los  cuales  la  puerta  al 
abrirse  o  cerrarse  derrama  agua  en  las  cubetas.  Esta 
repartición  representa  un  gran  cuadrado  cuyo  centro  es 
un  jardín  grande  i  cu\'as  márjenes  ocupan  las  salas,  piezas 
i  oficinas  ;  en  frente  de  ciertas  líneas  de  habitaciones 
o  enfermerías  hai  un  corredor  techado  i  cerrado  por 
una  vidriera  continua,  destinado  al  paseo  délos  enfermos 
en  dias  de  lluvia  o  de  mucho  frió. 

Para  ir  al  Hospital  Tenon  (4  rué  de  Chine,  Menilmon- 
tant)  del  Safi  Antonio  pasé  por  el  cementerio  del  Padre 
Lachaisse  (no  quedaba  mal  entre  dos  hospitales)  saludé 
a  los  ilustres  muertos  allí  depositados  i  continué  mi  viaje 
hacia  los  confínes  del  mundo,  ubicación  del  Tenon,  Pero 
valia  la  pena  de  hacer  el  largo  viaje;  es  el  hospital  grande 
i  mas  nuevo  de  París;  tiene  sitio  para  1300  enfermos;  está 
dividido  en  patios  i  pabellones  con  dos  o  tres  pisos;  ocupa 
con  todas  sus  dependencias  una  estension,  calculada  a  la 
vista,  como  de  seis  hectáreas,  encerradas  por  muros  en 
tres  de  sus  costados  i  parte  del  frente.  Recibe  enfermos 
como  el  Hotel  Dieu;  es  decir,  todos  exepto  locos,  vené- 
reos, niños  i  crónicos.  La  comodidad  que  presta  para 
sus  servicios  es  completa.  Inútil  es  decir  que  todo  está  a 
la  moderna  i  responde  a  la  hijiene  i  comprensión  de  los 
tratamientos  actuales. 


I  basta  me  parece  de  hospitales  i  casas  de  asistencia ; 
solo  para  memoria  añadiré  que  antes  de  irme  a  Alemania 
en  Julio  de  este  año,  he  estado  varias  veces  a  ver  una  en- 
ferma de  fiebre  tifoidea  en  una  Casa  de  »S¿z/«í/(Faub.  Saint 
Denis  200,  creo);  la  encontré  mui  bien  (  á  la  casa,  no  a  la 
enferma  que  se  murió;  era  una  sirviente  de  la  señora  de 
Ocampo),  grande,  la  casa  no  la  sirviente,  limpia  i  apta 
para  prestar  la  misma  asistencia  que  cualquier  hospital 
renombrado.  I  también  para  agotar  el  tema  diré  que  haí 
en  París  a  mas  de  los  hospitales  descritos,  otros  impor- 
tantes como  el  Broussais  96  rué  Didot,  jeneral,  el  Cochin, 
también  jeneral,   47   rué  Faub.   St.  Jacques  i  el  Heroid 


—  241  — 

Place  Danube,  para  recibir  lo  que  rebalsa  de  los  otros 
hospitales.  Como  especiales  los  siguientes  son  muy 
buenos,  algunos  renombrados  :  Saint  Louis  42  rué 
Bichat  (piel,  cirujía  )  Ricord  III  Bd.  Port  Royal  (  para 
hombres;  enfermedades  venéreas )  recibe  pensionistas. 
Broceo  III  rué  Brocea  ( para  mujeres  ;  enfermedades 
venéreas,  medicina  cirujía )  Maternité  125  Bd.  Port 
Royal  ( su  nombre  indica  sus  funciones  ).  La  Clinique 
89  rué  Assas  ( partos,  enfermedades  de  interés  parti- 
cular). Para  ver  los  hospitales  se  necesita  pedir  permiso 
al  Director  de  la  Asistencia  Pública,  3  avenue  Victoria, 
pero  yo  no  lo  hice  ;  en  todos  encontré  el  paso  franco. 


4t     4i 


Noviembre  18.  —  Druker  nos  invita  a  comer  con  un 
ruso  en  Cubat ;  espléndida  comida  ;  Cubat  mismo  la 
hizo  ;  el  ruso  señor  Wladmirow  N.  (  se  pronuncia  Blad- 
miroff )  dice  que  Cubat  es  el  primer  cocinero  del  mundo. 
A  la  verdad  i  a  lo  menos  todo  estaba  presentado  en  una 
forma  nueva:  ostras  a  la  milanesa  calientes,  en  su  propia 
concha,  por  ejemplo:  cailles  en  un  sarcófago  de  pastele- 
ría (  yo  di  esta  clasificación  diciendo  a  Mr.  Drucker 
«  I  will  eat  them  in  their  coffin  and  the  coffin  too  »).  Todo 
era  ruso. 

* 


Me  he  defendido  heroicamente  de  una  esposicion  de 
crisantemas,  alegando  para  no  ir  que  es  lo  mismo  ver 
ramos  de  hilachas  chascosas  de  diferentes  colores.  La 
mania  de  las  crisantemas  es  una  de  tantas  locuras  de  la 
moda,  menos  perniciosa  sin  embargo  que  la  tan  socorrida 
de  hacer  pareja  con  cualquier  mujer  libre,  moda  que  hizo 
decir  a  un  amigo  mió  esta  frase  bíblica  :  es  incalculable 
el  número  de  veces  que  algunos  hombres  enviudan  en 
París. 


Pormares  i  por  tierras  16 


•     —  242  — 

Veo  por  tos  diarios  la  inefable  monotonía  de  la  vida 
en  Buenos  Aires ;  solo  uno  que  otro  funeral  corta  de 
tiempo  en  tiempo  la  uniformidad  cotidiana  i  mantiene  la 
corriente  de  pensiones  con  que  el  Cong^reso  premia  en 
las  familias  el  heroismo  de  morirse  en  que  incurre  algún 
pariente  ;  porque  en  realidad  si  se  pregunta  qué  han 
hecho  ciertos  causantes  de  pensión,  solo  podrá  respon- 
derse :  «  ;  se  han  muerto  !»  Tal  vez  sin  embargo  el  Con- 
greso no  sea  criticable  por  la  dádiva  i  verifique  un  acto 
de  economía  al  señalar  esas  remuneraciones  entusiastas, 
pensando  en  los  sueldos  que  habrían  ganado  los  difuntos 
si  hubieran  continuado  viviendo.  ¿  No  seria  mejOr  acor- 
dar una  pensión  jeneral  a  todas  las  tumbas  del  cenien- 
terio  ? 

Noviembre  19.  —  Al  Gymnas  con  los  Drucker ;  tomo 
un  palco  de  seis  asientos  creyéndolo  grande  ;  apenas 
está  bien  en  el  U7ia  persona  si  se  decide  a  no  oir  ni  ver 
nada ;  oscuro,  estrecho,  infecto.  Los  habitantes  de 
París  se  contentan  con  cualquier  cosa ;  no  he  visto  jente 
mas  sumisa  ;  un  lacayo  los  manda  en  los  sitios  públicos, 
con  o  sin  derecho,  los  insulta  i  los  veja  impunemente.  Se 
me  objetará  con  la  furiosa  revolución  francesa  i  con  la 
comuna;  precisamente  los  desenfrenos  son  las  convul- 
siones de  todo  organismo  mal  reglado,  atónico,  no  las 
firmezas  de  la  libertad.  El  palco  sin  embargo  que  era 
uno  de  los  mejores,  estaba  en  frente  del  escenario  i  era 
mui  accesible  para  los  mendigos  fastidiosos  i  arrogantes 
llamados  cuidadores.  Las  piezas,  «El  premio  de  la  virtud» 
i  «  La  villa  Gabbi  o  Gaby  »  por  casualidad  no  eran  in- 
morales i  fueron  bien  representadas. 


Noviembre  20.  —  Invito  a  almorzar  en  mi  hotel  a  va- 
rios de  mis  amigos  ingleses  i  americanos ;  muy  bueno 
salió  el  almuerzo.  Después  vamos    con  Drucker  a  ver  a 


—  243   — 

los  Edwards  que  salen  para  Chile.  Agustín  Edwards,  un 
joven  de  18  anos,  ha  escrito  un  libro  sobre  España;  mui 
bueno,  dada  la  edad  del  autor,  bien  inspirado  i  liviano; 
yo  le  habia  enviado  una  carta  para  felicitarlo  i  quise  re- 
petir mi  elojio  al  despedirme  de  él  i  de  su  familia. 


Noviembre  2S. — Hace  un  dia  crudo;  he  salido  de  mi 
cuarto  abrigado  a  gozar  del  placer  de  sentir  frió,  ves- 
tido lijeramente,  dando  envidia  a  los  transeúntes  con  la 
ostentación  de  mi  salud  agresiva,  desgraciadamente  pa- 
sajera. He  visto  en  una  vidriera  una  muñeca  en  su  cuna, 
con  colgaduras  incombustibles ;  la  llama  de  una  lampa- 
rita  prende  fuego  a  la  tela  pero  éste  no  toma  vuelo,  se 
estingue  al  momento  sin  quemar  sino  la  parte  que  la 
llama  toca.  Si  el  pobre  «Palaa  Agaga>,  pelar  duraznos, 
(un  niño  divino  que  usaba  ese  lenguaje)  hubiera  teni- 
do en  su  camita  cortinas  de  esa  tela,  no  habria  muerto 
quemado  por  su  mamá,  cuando  ésta  intentó  matar  un 
mosquito  para  preservar  a  su  hijo  de  las  picaduras. 
¡No  todo  sucede  a  tfempo  en  este  mundo ! 


Noviembre  21 .  —  Nos  invita  Drucker  a  comer  en  Cubat 
para  presentarnos  al  señor  Jarislowsky  i  señora,  jente 
de  alto  mundo ;  ella,  bastante  buena  moza,  es  mui  agra- 
dable; él  un  perfecto  caballero;  nos  ofrece  su  casa  i 
cartas  para  sus  corresponsales  de  China  i  Japón. 


Noviembre  28.  —  Con  Escalier  i  Basterrica,  dos  médicos 
amigos  mios,  comemos  en  La  Cour  d'argent,  restaurant 
del  barrio  latino.  El  dueño  es  un  convencido  de  su  arte 
i  lo    cree   el  eje    del  mundo.  Cuando  ve  comer  mal  una 


—  244  — 

cosa  preparada  por  él,  se  acerca  a  la  mesa  del  delin- 
cuente i  le  enseña  el  propio  modo  de  comerla.  El  pre- 
para a  la  vista  de  sus  clientes  ciertos  platos;  el  pato 
asado  por  ejemplo,  delicioso.  Método:  se  asa  un  pato 
tierno  i  gordo  en  la  cocina;  se  lo  trae  al  comedor  i 
se  lo  muestra  a  los  invitados;  en  seguida  se  lo  corta  ar- 
tísticamente i  parte  de  las  tajadas  desaparecen;  el  resto 
se  sirve  en  rebanadas  junto  con  una  salsa  hecha  a  la 
vista,  poniendo  en  prensa  de  estraer  jugo,  los  huesos  i 
demás  restos  del  ave.  La  comida  fué  mui  buena.  En 
seguida  fuimos  al  Chat  noir,  o  sea  salón  de  conferencias 
de  literatos  pobres  i  por  lo  tanto  maldicientes.  Allí  se 
declama,  se  lee  piezas  orijinales,  viajes  ilustrados  con  lin- 
terna májica,  versos  i  sobre  todo,  se  habla  mal  del  go- 
bierno. Me  pareció  tonta  é  infantil  la  mayor  parte  de  lo 
que  vi. 

* 

Roma,  Diciembre  1¿. — Para  evitar  un  mal  juicio  de 
mis  lectores,  les  comunico  que  devolví  en  París  las  aten- 
ciones de  mis  amigos :  así,  Basterrica,  Escalier,  Pinero  i 
señora  fueron  debidamente  obsequiados  en  nuestro  hotel 
con  un  almuerzo  en  el  cual  reinó  cordial  buen  humor;  i 
Drucker  i  señora  con  una  comida  en  lo  de  Joseph,  res- 
taurador cuyo  nombre  solo,  hace  temblar ....  pero  el 
famoso  industrial  procede  como  corresponde,  pues  el 
obsequio  verdadero  al  dar  una  comida  en  París,  Lon- 
dres o  en  cualquier  gran  capital,  no  está  en  su  exelencia 
sino  en  la  vanidad  estúpida  del  obsequiante  para  dejarse 
robar  i  en  su  galantería  para  felicitar  al  fondero  por  su 
bella  acción! 


Salimos  el  2  de  París,  el  3  llegamos  a  Turin  i  el  4  a 
Roma  a  las  doce  de  la  noche  o  sea  a  las  24,  según  el  ho- 
rario vijente  en  los  ferrocarriles  de  Italia. 

Nuestra  vida  en  Roma  ha  sido  un  tanto  ajitada  con 
visitas,  comidas,   recibos  i  escursiones  diversas.    Hemos 


-  245  — 

encontrado  aquí  a  Pinto  i  señora,  ministro  de  Chile;  a 
Moreno  i  Calvo,  ministros  en  Italia  y  Alemania;  el  último 
en  misión  especial  ante  el  Papa;  al  marqués  Medid, 
a  E.  Auzon  de  Buenos  Aires  i  etcétera.  Todos  nos 
han  colmado  de  agasajos.  Moreno  nos  ha  presentado  a 
todos  los  ministros  diplomáticos,  secretarios  i  mujeres  de 
la  cofradía,  en  casa  del  ministro  del  Brasil  señor  Oliveira 
Regis,  quien  nos  invitó  á  una  de  sus  recepciones.  He  co- 
nocido a  Gubernatis,  que  acaba  de  llegar  de  Sud  Amé- 
rica, donde  ha  dado  conferencias;  es  un  sujeto  interesante. 
Calvo  me  ha  ofrecido  sus  obras  i  me  ha  tratado  con 
mucho  cariño.  Hemos  ido  con  Pinto  a  visitar  la  tumba 
de  Pió  nono,  en  San  Lorenzo,  fuera  de  muros.  El  santo 
Padre  habia  mandado  en  su  testamento  que  el  costo  de 
su  tumba  no  exediera  de  400  escudos;  le  han  hecho  una 
que  cuesta  algunos  millones;  los  muros  de  la  capilla  en 
que  se  halla  están  cubiertos  con  los  escudos  de  los  obis- 
pados de  casi  todo  el  orbe;  esos  escudos  son  de  mosaico 
finísimo  i  cuesta  cada  uno  alrededor  de  2500  francos ; 
calcúlese  el  valor  de  los  mil  i  tantos  ya  colocados  (el  lego 
guia,  no  sabia  cuántos  eran).  Tras  de  la  sencillez  del  tes- 
tamento de  Pío  nono  s,e  ve  el  orgullo  papal,  tradicional 
en  los  santos  padres,  pues  no  hai  uno  solo  de  ellos  que 
no  le  haya  puesto  su  nombre  a  la  construcción  mas  in- 
significante de  su  reinado. 


El  Cristo  de  Guido  Reni  (en  la  Iglesia  de  San  Loren- 
zo en  Lucina)  es  un  jimnasta ;  está  parado  sobre  el  clavo 
de  sus  pies  como  sobre  un  pedestal  i  los  músculos  que 
debian  estar  estirados,  están  en  contracción ;  pero  pres- 
cindiendo de  estas  anormalidades  convencionales,  lo  en- 
cuentro bellísimo. 


Monteverde  el  célebre  escultor,  nos  muestra  en  su  taller 
sus  obras  maestras,  inclusive  la  estatua  y  grupo  que  hace 
en  este  momento  para  la  duquesa  de  Caliera;  en  él,  arriba 


—  246  ~ 

está  la  efijie  de  la  duquesa,  abajó,  una  mujer  enferma, 
moribunda,  estenuada,  con  un  niño  que  no  encuentra 
leche  en  el  pecho  exausto  de  su  madre ;  la  cara  de  ésta 
es  sublime;  un  ánjel  (el  jénio  de  la  caridad)  junto  al  gru- 
po, lo  muestra  a  la  estatua;  hai  además  un  anciano 
enfermo  apoyado  contra  el  pedestal  en  el  otro  lado.  Fi- 
gura en  el  taller  el  modelo  del  Cristo  que  Álvear  hizo 
ejecutar  i  que  está  en  la  Recoleta  de  Buenos  Aires;  es 
el  único  Cristo  en  posición  adecuada  que  yo  he  visto,  ?s 
decir  con  actitud  natural,  dado    el   caso. 


Otros  talleres  de  escultura  i  pintura  hemos  visitado  sin 
encontrar  nada  notable.  Las  estatuas  de  mujeres  desnu- 
das no  tienen  sexo,  es  decir,  sus  apariencias  esternas.  La 
convención  artística  en  esta  materia  es  una  hipocresía. 


Con  Pinto  i  un  joven,  Luis  Santos  Rodriguez,  hijo 
del  Cónsul  chileno,  hemos  dado  un  paseo  por  el  Foro 
Romano  i  el  Palacio  de  los  Césares  en  el  Palatino;  en 
este  algo  nuevo  se  ha  descubierto  pero  poco,  desde  mi 
primera  visita  en  1890.  Rodriguez  es  un  verdadero  eru- 
dito en  antigüedades  romanas  i  cualquier  aficionado  en- 
vidiaría la  conversación  que  con  él  he  tenido:  me  ha 
hecho  la  historia  familiar  de  todos  los  Césares,  ligada 
con  la  descripción  de  los  parajes  que  teníamos  a  la 
vista ;  me  ha  mostrado  donde  mataron  a  Calígula, 
donde  se  escondió  Claudio  i  donde  estaban  los  conjura- 
rados  contra  éste.  A  Nerón  no  lo  juzga  tan  mal.  Cómodo 
es  para  él  un  brutal,  odioso,  sanguinario,  el  más  detesta- 
ble de  los  emperadores;  como  era  un  hércules,  dice,  un 
dia  mató  cien  leones  en  el  circo  por  sus  propias  manos, 
i  le  gustaba  ahogar  hombres,  hacerlos  perecer  apre- 
tándoles   el  pescuezo. 


—  247  — 

Diciembre  16,  —  Añádase  a  las  mencionadas  inspec- 
ciones algunas  visitas  á  las  iglesias  i  paseos  por  el 
Pincio  i  Villa  Pamphili  Doria  i  habremos  concluido  con 
Roma.  No  obstante,  ayer  hemos  hecho  una  jira  por  la  Villa 
Borghese,  i  por  el  palacio  Rospigliosi  en  cuya  galeria 
vimos  uno  pocos  cuadros,  malos  casi  todos,  salvo  la  Au- 
rora de  G.  Reni  pintada  en  el  cielo-raso,  mui  linda,  pero 
que  no  merece  la  admiración  consagrada ;  los  que  la  ven 
quedan  indiferentes  i  solo  sacan  el  placer  de  decirse  <l  la 
hemos  visto  nosotros  también.  >  La  de  Guercino  del  pa- 
lacio Ludovisi  no  se  muestra  ya  al  público ;  pasa  por  ser 
lo  mejor  que  se  ha  pintado  en  el  mundo.  Nos  despedimos 
de  Pinto,  Moreno  i  Muñoz  i  mañana  saldremos  para  Ña- 
póles, si  Dios  quiere  (antiguo  estilo). 


El  Gran  Hotel  donde  estamos,  es  uno  de  los  mejores, 
mas  lujosos  i  cómodos  del  mundo  i  es  además  mui  bien 
tenido. 


Diciembre  2t,—  Ñapóles, —  Llegamos  a  esta  ciudad 
«I  17 ;  nada  ha  ocurrido  de  nuevo  hasta  hoi.  El  señor  Tell 
Meuricoffre,  banquero  corresponsal  del  L.  &  R.  P.  B.  sin 
conocerme,  al  saber  mi  nombre  me  ha  hecho  muchas  aten- 
ciones, se  ha  informado  de  los  vapores  que  viajan  a  la 
China,  me  ha  dado  recomendaciones  para  los  ajentes  i 
ha  venido  a  visitarnos. 


n-      * 


Diciembre  ^<?.  —  Escursion  a  Bahia  pasando  por  el  túnel 
i  gruta  de  Pozzuoli,  boca  del  asensor  para  ir  a  Posilipo, 
M.  nuovo,  lago  Lucrino  i  otras  yerbas.  A  la  vuelta 
visitamos    la   solfatara  de   Pozzuoli,    sitio    antiguo    de 


'—  248   - 

algún  volcan  i  actualmente  en  comunicación  con  un  foco 
de  calor  i  depósito  de  azufre;   probablemente  el  mismo 
Vesuvio.   Toda  la  tierra  en  la  solfatara  es  fofa  i  llena  de 
poros  i  conductos  por  los  que  se  escapan  gases  sulfuro- 
sos i  otros.   Esto  a  fuerza  de  ser  curioso  i  visto,  ya  es 
banal.  En  Babia  vimos  templos  en  ruinas,  muros,  restos 
de  los  pilares  del  puente  que  según  el  guia  intentó  hacer 
Calígula  sobre  una  lengua  de  mar.  Muchas  de  estas  anti- 
güedades  romanas    no    tienen    el    menor  mérito;  ¿qué 
gracia  se  hace  i   qué  dificultad  se  vence  cuando  se  sos- 
tiene una  bóveda  mas  ó  menos  grande,  sobre  muros  de 
dos,  tres  ó  mas  metros  de  grueso?  Vimos  bailar  la  ta- 
rantela en  el  templo  de  Mercurio,  creo,  a  unas  mujeres 
feas  i  sucias ;  almorzamos  en  un  hotel  cuyo  dueño  era  un 
bufón  atrevido  i  ...  lo  mas  interesante  de  todo  fué  la  con- 
versación del  cochero,  un  filósofo  profundo  i  un  político 
que  daria  doble  a  sencillo  a  todos  los  nuestros.  Sus  teo- 
rías sobre  el  matrimonio  son  las  siguientes:   «Como  insti- 
tución es  una  barbaridad  contra  natura;  el  cariño  por  la 
mujer  no  dura  nunca  mas  de  dos  años,  tras  de  los  cuales 
todo  marido   tiene  gana  de  echar  a  su    mujer  lejítima  i 
tomar  otra.   Los  matrimonios    debian   ser  temporales; 
entre  otras  ventajas  se  contaría,  si  solo  duraran  un  año, 
con  la  de  no  cargarse  de  familia ;  en  ese  tiempo  no  nace- 
ría sino  un  hijo,  a  menos  que  a  la  estúpida  de  la  mujer 
se  le  ocurriera  concebir  jemelos;  el  hijo,  naturalmente,  iría 
con  la  madre.  Arreglado  esto,  el  marido  tomaría  otra 
mujer,  por  otro  año,  tendría  otro  hijo  i  éste,  también  iría 
cotí  la  madre;  el  marido,  tomaría    ....  en  fin  así  en  ade- 
lante.» Pero  eso  es  mui  cómodo  para  el  hombre  le  dije, 

en   tanto  que  para  la  mujer «¡Eh!  me  contestó  i 

para  qué  hacemos  entonces  nosotros  las  leyes?;  si  las 
dejaran  hacer  a  las  mujeres  ya  vería  Vuestra  Exelencia 
cómo  nos  hacían  cargar  con  todos  los  hijos.  Yo,  añadió, 
ya  la  he  echado  a  mi  mujer  muchas  veces,  pero  no  .quiere 
irse  aunque  no  me  puede  ver  ni  pintado.» 

Pasábamos  delante  de  varias  casas  en  cuyas  puertas 
habia  enjambres  de  criaturas.  ¡Son  fecundas  en  Ñápeles, 
observé.  «¡Eh!  si....  la  suciedad;  dijo,  «  Tamore  non 
é  pulito.»  (La  misma espresion  oí  hace  añosa  uno  de  núes- 


—  249  — 

tros  grandes  hombres  públicos;  la  grandeza  es  relativa) 
además  el  alimento,  macarrones  i  pescado  fa  bambini.* 
El  disertante  entró  en  esto  en  tales  consideraciones  so- 
ciolójicas  que  me  dejaron  asombrado.  Siento  sin  embargo 
que  sus  términos  algo  avanzados,  no.  me  permitan  escri- 
birlas. Mi  cochero  en  el  fondo  era  un  fílósofo,  un  pen- 
sador, un  sociolojista,  un  hijienista  i  un  reformador  cuyas 
ideas,  semejantes  a  las  de  los  autores  mas  celebrados, 
no  se  diferenciaban  de  ellas  sino  en  la  forma  de  su  espre- 
sion  verbal.  Como  prueba  de  su  habilidad  política  puedo 
presentar  el  hecho  de  que  no  me  dejó  hablar  con  ninguno 
de  los  guias  i  vendedores  que  encontramos,  sin  que  esto 
le  impidiera  recomendarme  mas  tarde  a  los  mismos  repu- 
diados, previa  conferencia  con  ellos,  supongo,  o  señas 
convenidas.  Una  de  las  recomendaciones  sobre  la  cual 
mas  insistia  era  la  de  decir  no  a  todo,  añadiendo  como 
razón,  que  él  debia  incitarme  aparentemente  a  aceptar 
toda  oferta,  pues  de  otro  modo  se  esponia  a  recibir  una 
bastonada.  ¡Admirable!  pensé,  así  hacen  todos  nuestros 
mas  eminentes  ciudadanos;  tiran  la  piedra  i  esconden  la 
mano;  favorecen  a  la  vez,  a  dos  o  mas  antagonistas, 
intrigan  por  turno  a  cada  uno  de  ellos  i  después,  no  han 
sabido  nada  de  nada  i  solo  están  prontos  para  recibir 
los  beneficios.  No  le  faltaba  nada  a  mi  cochero  para  ser 
una  completa  personalidad;  hasta  cómico  i  enamorado 
era;  hasta  orador  i  dramático.  Me  acuerdo  que  al  narrar 
con  sumo  entusiasmo  i  lenguaje  colorido,  la  escena  entre 
los  leones  i  San  Jenaro  en  el  circo  cuyas  ruinas  nos 
mostraba,  casi  dio  un  beso  a  una  niña  que  iba  a  su  lado 
para  pintar  mejor  las  caricias  que  los  leones  hicieron  al 
santo,  lamiéndole  las  manos  en  vez  de  destrozarlo  i  co- 
mérselo crudo. 


Diciembre  2S.  —  Paseo  a  Posilipo,  monte  del  cual  se 
ve  Ñapóles  i  sus  alrededores,  escursion  obligada  para 
todo  estranjero.  Se  sube  en  carruaje,  en  trenvia  o  en 
el  asensor  que  va   desde  el  túnel  de  Pozzuoli.  Todo  el 


—  250  — 

camino  es  delicioso  no  solo  por  los  panoramas  que 
ofrece  sino  por  las  casas,  villas,  pabellones,  quintas,  jar- 
dines i  palacetes  que  lo  flanquean.  Entre  la  variedad  de 
espectáculos  se  ofrece  también  el  de  una  aldea  chica, 
sucia,  desagradable  i  de  calles  estrechas ;  como  compen- 
sación, a  la  bajada  se  puede  ver  el  Voméro  o  sea  una 
reunión  de  residencias  de  verano,  nuevas,  lindas,  gracio- 
sas i  limpias. 


Diciembre  26, — Me  embarco  en  un  vapor  de  3000  to- 
neladas para  Palermo,  solo,  por  dos  razones,  porque 
dejo  a  Guillermina  en  Ñapóles  con  su  dama  de  compañía 
Victorina  Vives,  hermana  de  Olimpia,  una  joven  que  traji- 
mos de  Buenos  Aires  i  se  quedó  en  Paris;  i  porque  soi  el 
único  pasajero  a  bordo.  Paso  una  noche  toledana;  no 
andaba  el  vapor  sino  10  millas  por  hora  i  se  movia  dema- 
siado ;  yo  parecía  una  alma  en  pena  recorriendo  los  diez 
i  ocho  camarotes  vacios  para  elejir  el  menos  movedizo. 
Llego  a  Palermo  a  la  I  ¿  p.  m.;  me  alojo  en  el  hotel  de 
las  Palmas,  un  buen  albergue  lleno  de  comodidades 
aunque  sin  luz  eléctrica;  tiene  huerta,  jardines,  invernácu- 
los, pabellones  aislados  para  enamorados,  grandes  salo- 
nes, billares,  vestíbulos  i  comedores  numerosos,  un  tanto 
inútiles  ;  salas  de  fumar,  de  lectura  i  de  aburrimiento. 
Doi  un  paseo  por  la  ciudad  ;  veo  la  calle  principal, 
Macqueda,  llena  de  mercerías  i  tiendas,  i  su  continua- 
ción, la  calle  Libertad  o  sea  Paseo  de  los  ingleses,  sitio 
de  reunión  en  invierno  de  la  jente  elegante.  Me  recuerda 
esta  a  una  de  Bu  da  Pest  i  en  efecto  se  parece  por  su 
anchura  i  por  el  aspecto  de  las  casas  aisladas  i  rodeadas 
de  jardines.  Ahí  está  la  plaza  Garibaldi  con  la  estatua 
ecuestre  de  este  caudillo;  el  teatro  Politeama  i  muchos 
buenos  edificios.  Voi  a  la  Plaza  i  Paseo  de  la  Marina, 
sobre  la  orilla  del  mar ;  es  el  paseo  de  verano  de  la  aris- 
tocracia i  del  pueblo ;  veo  la  puerta  Felice,  límite  por  el 
lado  del  mar  de  la  linda  calle  Víctor  Emanuel ;  sigo  por 
ésta  hacia  la  montaña;   entro  de  paso  en  la  Catedral, 


-  251  — 

gran  iglesia -con  tína  esplanada  delante,  encerrada  en  un 
pretil  donde  figura  una  buena  colección  de  estatuas  de 
obispos ;  salgo  de  la  Catedral  que  encontré  vulgar  i  sigo 
la  calle  hasta  la  Puerta  nueva,  principio  de  una  avenida 
infinita  que  conduce  al  pié  de  la  montaña  i  a  Monreal ;  no 
se  ve  en  esta  Avenida  sino  casas  de  obreros  i  jente 
pobre,  a  lo  menos  yo  no  he  visto  mas. 


41       * 


Diciembre  28. — Entro  al  teatro  Massímo,  en  construc- 
.cion  aun  i  de  conformidad  con  los  mejores  modelos  salvo 
la  exepcion  que  marcaré  después.  Puede  contener  de 
2500  a  3000  espectadores ;  tiene  dos  entradas  para 
carruaje  a  los  lados  i  en  cada  una  un  círculo  para 
facilitar  el  movimiento  de  los  vehículos;  un  corredor 
ancho  une  estos  dos  recintos.  El  grandioso  escenario 
permitirá  representar  todas  las  (Speras  conocidas  hasta 
hoi,  con  las  más  completas  decoraciones,  pues  hasta  se 
ha  reservado  un  cómodo  acceso  para  caballos  i  carrua- 
jes a  la  escena.  En  materia  de  salones,  vestíbulos,  cafees, 
confiterías,  comodidad  para  el  espendio  de  billetes,  alo- 
jamiento temporal  de  los  artistas  i  todo  cuanto  requiere 
un  establecimiento  de  esta  especie,  nada  le  falta.  El 
atrio  es  inmenso.  Además  el  edificio  está  situado  en 
una  plaza  i  da  libre  i  fácil  acceso  a  la  concurrencia  por 
tres  de  sus  frentes.  Su  gran  defecto  está  en  los  palcos ; 
son  cerrados  como  nichos  i  su  balaustrada  o  baranda  es 
unida,  lo  que  les  da  un  aspecto  pesado  i  hace  parecer  a 
los  espectadores,  vistos  de  abajo  o  a  nivel,  como  si  es- 
tuvieran en  una  banadera  de  medio  cuerpo.  Las  señoras 
podian  ir  sin  polleras  i  los  hombres  sin  pantalones  i 
parecer  vestidos  correctamente.  Semejante  arreglo  es 
un  error  i  la  disposición,  además,  contraproducente. 
Cuando  uno  va  al  teatro  o  a  un  sitio  público,  no  es 
para  esconderse,  para  no  ver  nada  i  para  que  nadie  lo 
vea.  Los  dos  muros  o  tabiques  de  cada  palco  lo  inutilizan 
casi  por  completo;  solamente  los  espectadores  de  prime- 


~  252  — 

ra  fíla  ven  algo,  los  demás  nada,  ni  el  escenario  ni  la 
concurrencia.  Tal  forma  de  construcción  quita  parte  de 
su  belleza  a  una  sala  de  tiestas^  cuyo  mérito  principal 
debe  consistir  en  la  fácil  exibicion  de  los  concurrentes, 
de  los  vestidos  i  de  las  joyas.  Cuando  los  palcos  son 
abiertos,  i  ninguna  idea  racional  i  sostenible  se  opone  a 
ello,  los  ocupantes  de  las  filas  posteriores  pueden  ver 
casi  tanto  como  los  de  las  primeras. 

El  palco  real  tiene  su  escalera  independiente  i  entrada 
aparte. 


Voi  a  Monreal  con  un  joven  abogado  húngaro,  Don 
Emil  Rabo  Edler  von  Vágvecse,  que  no  habla  ningún 
idioma  decente ;  sin  embargo,  nos  entendemos  en  un 
inglés  de  su  invención.  La  avenida  infínita  antes  mencio- 
nada, conduce  a  la  colina  o  montaña  donde  están  la  Cate- 
dral i  el  Claustro  que  forma  el  orgullo  de  los  habitantes 
de  Palermo.  Antes  de  llegar  a  estos  monumentos  ya 
está  uno  pagado  de  la  incomodidad  del  viaje,  si  la  hubo, 
pues  apenas  se  comienza  la  ascensión  ya  se  goza  de 
panoramas  admirables ;  se  ve  el  mar,  la  ciudad,  los  bu- 
ques del  puerto,  la  campaña,  los  jardines,  las  arboledas, 
bosques,  arroyos,  valles,  colinas,  aldeas,  nubes  a  veces 
abajo,  plantaciones  de  naranjos  i  limoneros  cargados  de 
frutos  i  por  fin  el  rio  de  vehículos  i  jente  de  a  pié  que 
llena  el  tortuoso  sendero.  En  Monreal  hai  una  villa  poco 
interesante.  La  Catedral  es  conocida  por  su  riqueza  en 
mosaicos;  toda  ella  está  cubierta  como  la  cúpula  de 
San  Pedro  en  Roma;  el  cuidador  no  se  olvida  jamás  de 
decir  la  superficie  en  metros  cuadrados  que  mide  el  es- 
quisito  trabajo,  ni  deja  de  mostrar  unas  dos  puertas  de 
nogal  en  las  que  se  desarrolla  toda  la  pasión  de  Cristo 
tallada  en  alto  relieve.  El  patio  del  monasterio  contiguo, 
única  parte  interesante  ahora  del  edificio,  es  de  estilo 
árabe,  con  lo  cual  va  dicho  que  tiene  una  fuente  i  muchas 
columnitas  flacas,  haciendo  cerco  al  espacio  cuadrado, 
antiguo  jardín  o  huerta  de  los  frailes.  Las  columnas  que 
forman   los   cuatro   frentes  del  corredor  o  claustro,  han 


—  253  — 

estado  incrustadas  de  mosaicos  riquísimos  formando  va- 
riados dibujos;  cada  una  de  ellas  es  una  obra  de  arte  i 
de  paciencia ;  donde  no  hubo  mosaico  babia  cinceladuras, 
primorosas  algunas.  Los  chapiteles  muestras  también 
altos  i  bajos  relieves  con  motivos  relijiosos.  En  mui  po- 
cas de  las  doscientas  i  tantas  columnas  se  conserva  el 
mosaico  primitivo ;  en  una  o  dos  se  ha  imitado  su  forma, 
color  i  dibujo,  para  dar  una  idea  del  antiguo  esplendor 
de  esas  obras  bonitas  pero  inútiles.  Los  pasajes  de  la 
vida  i  pasión  de  Jesucristo  i  otros  asuntos  piadosos,  es- 
culpidos en  los  chapiteles,  son,  según  dicen,  admirables 
trabajos ;  yo  los  encuentro  ridículos  i  grotescos  i  a 
llamarles  por  su  propio  nombre,  les  llamada  adefesios, 
i  eso  para  no  chocar  con  la  opinión  de  la  mayoría,  de  un 
modo  violento.  Bajando  de  Monreal  atravesamos  en  la 
llanura  un  bosque  de  naranjos,  antesala  del  jardin  de 
la  Cava,  mui  celebrado  e  igual  a  cinco  mil  jardines 
de  cinco  mil  partes.  Después  fuimos  a  la  Cuba:  una 
burla  de  los  habitantes  de  Palermo  a  los  viajeros; 
la  Cuba  es  ahora  un  cuartel;  no  sé  lo  que  fué  antes,  pero 
lo  único  que  le  muestran  a  uno  como  curiosidad,  es  una 
pared  vieja,  diciéndole:  esta  es  una  pared  i  es  vieja. 
I  No  se  van  al  Diablo!  En  seguida,  arrastrado  por  la 
rutina  voi  a  las  Catacumbas  de  los  Capuchinos,  donde 
veo  un  cuadro  repugnante;  un  depósito  de  momias  acos- 
tadas, colgadas,  sentadas;  cadáveres  secos,  horribles, 
asquerosos;  en  fin,  un  cementerio  subterráneo,  moral  i 
físicamente  anti  hijiénico  i  solo  digno  de  la  contempla- 
ción de  algún  estúpido ! 


Palermo  es  una  ciudad  limpia,  no  totalmente  bien  pa- 
vimentada ;  nueva  en  gran  parte.  Tiene  un  museo  donde 
figuran  muchos  objetos  interesantes  hallados  en  Siracusa 
i  otras  localidades  de  la  Sicilia;  una  biblioteca  i... 
nada  mas! 


4< 


—  254  — 

Diciembre  29. — Tomo  el  tren  para  Siracusa  i  sigo  en 
él  por  la  orilla  del  mar,  primero,  viendo  su  eterna  inmen- 
sidad i  la  costa  poblada  de  casas  i  chozas,  con  su  aspec- 
to huraño  i  desolado,  su  aire  de  transitorias  i  con  su 
colección  de  barcas  de  pescadores  i  sus  jentes  ocupadas 
en  activa  labor ;  entro  después  en  el  almacigo  de  mon- 
tañas, cruzando  túneles,  puentes,  valles,  cimas  i  colinas ; 
corro  a  la  margen  de  los  torrentes  algunas  veces,  los 
dejo  hacer  eses,  los  salto,  me  paso  de  una  orilla  a  otra, 
los  sigo  o  les  huyo;  llego  a  las  estaciones,  veo  depósitos 
i  carros  cargados  con  panes  de  azufre;  encuentro  bue- 
yes desgraciados  en  su  matrimonio,  a  juzgar  por  sus 
colosales  cuernos  de  reputación  universal ;  me  paro  un 
momento  en  Augusta ;  veo  las  salinas,  cuadros  de  da- 
mero, donde  el  agua  del  mar  depositada  en  delgada 
capa,  se  evapora  dejando  como  sedimento  la  sal  que 
robó  a  la  tierra;  echo  una  mirada  al  castillo  de  Augusta 
situado  en  medio  del  agua  i  entro  triunfante  por  fin,  en 
Siracusa  a  las  4  ^2  P-  ™m  después  de  haber  percibido  a 
lo  lejos  durante  un  buen  trecho  del  camino,  el  Etna  con 
su  sombrero  de  nieve  i  su  penacho  de  humo  i  las  aldeas 
i  habitaciones  humanas  imprudentemente  ubicadas  en 
sus  faldas. 

Un  guia  entrometido,  charlatán  i  pegajoso,  me  echó 
a  perder  todas  las  impresiones  del  momento;  tuve  que 
amenazarlo  con  mi  lápiz  de  recetar  para  verme  Hbre  de 
él;  no  obstante  siguió  conmigo  aunque  callado;  subió  al 
ómnibus  del  hotel  Victoria,  por  tolerancia  inesplicable 
del  conductor  i  llegamos  juntos,  yo  con  una  cara  hostil 
i  él,  con  la  desesperación  en  el  alma;  pero  apenas  vi  al 
dueño  del  albergue,  mi  humor  cambió;  era  un  caballero 
llamado  Luigi  Musumeci,  idéntico  a  José  Pietranera 
(amigo  mió)  con  fisonomía  alegre  i  buena  educación; 
instruido,  como  supe  después,  matemático  i  erudito  en 
la  historia  de  Sicilia.  Inmediatamente  nos  comenzamos 
a  tratar  con  franqueza. 

—  «No  permita,  le  dije,  que  se  me  acerque  ningún  guia 
porque  soi  capaz  de  matarlo,  (al  guia);  el  anexo  a  su 
ómnibus  me  ha  echado  a  perder  (guastato)  mi  entrada.  » 
— «Oh,  me  dijo,  no  tome  las  cosas  así!  tenga  paciencia! 


—  255    - 

(Ya  me  daba  consejos,  imitando  mi  confíanza).  —  «Nece- 
sito comer  algo,  añadí ;  no  he  almorzado,  ni  hai  donde 
almorzar  en  el  camino. »  —«:  Súbito,  repuso,  haremos  pre- 
parar una  minestra. »  —  «Un  minestrón,  señor,  un  gran 
minestrón. »  —  « Va  bene:  un  minestrón  i  un  pollo.»  — 
« Dos  pollos,  huevos,  macarrones,  tallarines,  rabióles  i 
un  plato  del  país  ^.  —  «Eso  es  mucho,  replicó,  pero  esté 
contento ;  cenará  bien.  Ahora  si  quiere,  puede  ver  algo 
en  la  ciudad  i  mañana  veremos  lo  de  fuera. » 


Me  hace  traer  un  coche,  subo  i  emprendo  mi  jira  si- 
guiendo por  la  calle  ancha  recien  construida,  a  la  orilla 
del  mar,  en  el  sitio  donde  estaban  las  fortalezas,  ahora 
inútiles.  En  su  prolongación  se  ha  formado  el  Paseo  de 
la  Marina,  donde  se  reúne  la  población  por  las  tardes  a 
gozar  de  la  brisa  del  mar  i  del  panorama,  rico  en  colo- 
res i  accidentes  que  la  vista  descubre,  teniendo  bu- 
ques pegados  a  los  muros  de  piedra,  las  montañas  a  lo 
lejos  i  la  llanura  en  el  fondo  del  puerto  grande,  sem- 
brada de  papirus.  La  avenida  conduce  a  la  Fuente  de 
Aretusa,  encerrada  en  un  recinto  circular  plantado  tam- 
bién de  papirus,  cuyo  borde  superior  a  varios  metros  de 
altura, .  está  al  nivel  de  otra  calle  de  la  ciudad,  desdp  la 
cual  se  ve  la  rotunda  como  una  enorme  cápsula.  Toda- 
vía hacen  papel  de  papirus  en  Siracusa,  aunque  ahora 
solo  como  curiosidad;  cortan  el  tronco  a  lo  largo  de  la 
fibra,  en  láminas  delgadas,  las  colocan  tocándose  por 
los  bordes,  les  pasan  el  cilindro  i  el  papel  queda  hecho. 
Tomo  unas  hojas  de  este  papel  para  escribirle  al  Sr.  X, 
eterno  joven  de  Buenos  Aires,  con  el  objeto  de  recor- 
darle el  tiempo  de  su  niñez,  cuando  iba  a  la  escuela  i 
escribia  sus  planas,  haciéndolas  correjir  por  algún  con- 
discípulo contemporáneo  de  Dionisio  (de  Siracusa).  Sigo 
por  las  calles  i  llego  a  la  catedral,  hecha  sobre  los  res- 
tos, del  templo  de  Minerva;  todavía  se  ve  de  él  tres 
columnas  esteriores.  Después  veo  un  palacio  de  estilo 
español  antigu^   i  los   restos  del  templo  de   Diana,  que 


—  256  — 

algunos  llaman  San  Pablo;  columnas  j  pilares  en  trozos, 
un  arco  menos  antiguo  al  parecer,  a  pesar  de  ser  horri- 
blemente viejo  i  feo  i  nada  mas,  como  recuerdo  de  la 
pobre  Diana. 

*     * 


Diciembre  SO.  — ha,  ciudad  de  Siracusa  en  el  tiempo 
de  su  apojeo,  se  componía  de  cinco  partes:  I»  La  lengua 
de  tierra  llamada  Ortijia,  (que  entra  en  el  mar,  dejando 
a  sus  dos  lados  puertos  cómodos,  uno  grande  i  otro 
chico,  sitio  de  la  actual  ciudad )  separada  del  resto  del 
territorio,  por  un  brazo  de  mar  o  canal  sobre  el  cual 
hai  ahora  un  puente  ancho  i  sólido.  2*  Mapolí.  3»  Tica. 
4»  Terracote.  5»  Acradinia.  Estas  cuatro  últimas  debie- 
ron ser  mas  bien  barrios  de  una  misma  ciudad:  no  las 
divide  el  mar  ni  se  ve  otros  canales  que  los  construidos 
durante  la  dominación  española,  vecinos  al  canal  que 
aisla  a  Ortijia  i  hechos,  parece  mas  bien,  para  comodi- 
dad de  la  circulación  fluvial.  En  la  actualidad,  estas  par- 
tes constituyen  los  suburbios  de  la  ciudad  propiamente 
dicha  i  comienzan  a  poblarse  rápidamente,  habiendo 
desaparecido  el  obstáculo  de  las  murallas. 


Las  verdaderas  curiosidades  de  Siracusa  están  a  corta 
distancia  de  Ortijia  i  tocándose  con  lo  que  he  llamado  su- 
burbios; son :  El  Teatro  griego.  —  La  Necrópolis.  —  La 
Latomia  del  Paraiso.  —  La  Oreja  de  Dionisio.  —  La  La- 
tomia  de  los  cordeleros.  —  La  Gruta,  supuesta  tumba 
de  Arquímedes.  -  El  Anfiteatro  romano.  —  El  Ara.  — 
La  Piscina  i  Las  Catacumbas  de  San  Juan. 

El  teatro  da  una  idea  clarísima  de  las  costumbres  grie- 
gas en  lo  relativo  a  diversiones  pübllicas.  Mui  semejante 
a  los  de  Atenas,  me  ha  parecido  sin  embargo,  mas  inte- 
lijible.  Situado  en  la  pendiente  de  una  colina  que  mira  al 
mar,  a  la  llanura  i  a  las  montañas  retiradas,  ofrece  con  el 
espectáculo  delicioso  visible,  una  de  las  mas  vivas  satis- 


—  257  — 

facciones.  ¡Cómo  cuidaban  sus  gustos  los  griegos!  Ha 
sido  casi  totalmente  tallado  en  la  roca ;  en  ella  se  ha  la- 
brado los  escalones  o  asientos  del  anfiteatro  semicircular, 
las  galerías  i  corredores  de  acceso  i  salida  para  la  con- 
currencia, el  escenario  i  las  dos  tribunas  para  los  músicos, 
situadas  a  uno  i  otro  lado  de  éste.  No  calculo  la  suma 
en  miles  de  espectadores  que  admitida  cómodamente, 
pudiendü  cada  uno  de  ellos  ser  visto,  oir  i  ver  todo ; 
pero  sí  me  doi  cuenta  de  las  delicias  que  gozaban  con 
un  conjunto  de  impresiones  tan  vivas,  en  medio  de  una 
naturaleza  privilejiada,  con  cierta  libertad  de  costumbres, 
en  una  sociedad  relativamente  culta  i  con  el  encanto  de 
la  belleza  humana  representada  por  hechiceras  mujeres, 
rivales  de  la  luz  de  los  cielos,  las  esmeraldas  de  los  ma- 
res i  la  frescura  de  las  flores.  IVas  del  teatro  está  el 
Ninfeo,  especie  de  Templo  al  cual  acudian  los  especta- 
dores, después  de  la  fiesta  a  dar  gracias  a  los  dioses, 
bajo  los  auspicios  de  las  ninfas  a  quienes  supongo  vír- 
jenes  i  hermosas.  El  ninfeo  está  representado  ahora  por 
unas  cuantas  grutas  en  frente  del  teatro ;  la  central  tiene 
una  pequeña  cascada  de  agua  clara  i  todas  muestran  sus 
muros  o  límites  de  roca,  tapizados  por  una  planta  verde 
i  fina  llamada  cabello  de  Venus,  de  olor  suave  i  agrada- 
bilísimo. El  mismo  adorno  natural  tienen  algunas  tumbas 
vecinas  i  son  éstas  las  únicas  perfumadas  de  que  yo 
haya  tenido  noticia. 

Casi  contigua  al  teatro  se  abre  en  la  roca  viva  una 
ancha  zanja  o  calle;  en  sus  costados,  a  uno  i  otro  lado,  a 
modo  de  aposentos,  nichos  o  cuevas,  existen  escavaciones 
mas  o  menos  grandes;  el  sitio  ha  sido  la  necrópolis  de 
la  jente  rica;  las  cuevas  eran  las  tumbas  de  las  familias. 
Siguiendo  la  via  se  llega  a  una  alta  planicie  donde  se 
encuentra  hoyos  practicados  en  la  roca;  la  planicie  era 
la  necrópolis  común  i  los  hoyos  los  sepulcros.  Como 
se  ve,  hasta  los  pobres  tenían  tumbas  de  granito  labra- 
das a  cincel  i  martillo. 

Del  Ninfeo  se  va  al  sitio  del  palacio  de  Dionisio,  donde 
se  penetra  o  baja  mas  bien  a  la  parte  superior  de  una 
escavacion  inmensa  llamada  la  «  Oreja  de  Dionisio, »  por- 
que según  la  leyenda,  por  ahí  oía  el  tirano  cuanta  pala- 

Por  mares  i  por  tierras  17 


—  258  — 

bra  se  pronunciaba  en  la  parte  inferior,  convertida  en 
prisión.  En  efecto,  se  oye  el  ruido  del  menor  roce :  el  de 
un  papel  al  romperse,  el  frote  de  una  mano  con  otra  i 
todo  esto,  a  pesar  de  la  gran  distancia  entre  el  plano  de 
la  gruta  i  el  conducto  superior.  Pero  debo  decir  con 
verdad,  algunos  ruidos  llegan  sumamente  desfigurados, 
entre  otros  los  sonidos  articulados,  razón  por  la  cual  la 
oreja  de  Dionisio  le  debió  servir  de  poca  ayuda  para 
descubrir  los  secretos  de  sus  prisioneros.  Vista  la  aber- 
tura superior  vamos  a  la  inferior :  a  ella  se  penetra  ba- 
jando a  un  sitio  llamado  el  Paraiso,  jardin  i  huerto  for- 
mado a  manera  de  invernáculo  en  una  inmensa  depresión 
de  la  roca  que,  en  cierta  porción,  la  correspondiente  a 
dos  lados  contiguos  del  Paraiso,  se  halla  ahora  cortada 
a  pique  i  presenta  varias  cuevas,  una  de  las  cuales  cor- 
responde a  la  Oreja.  Dice  la  leyenda  que  parte  del 
jardin  estaba  cubierto  por  una  lámina  de  la  misma  roca» 
siendo  por  lo  tanto  un  colosal  conservatorio  de  plantas.; 
i  realmente,  en  lo  alto  se  ve  una  proyección  como  si 
fuera  el  resto  de  la  grandiosa  bóveda,  destruida  por 
algún  terremoto  i  por  el  tiempo.  El  Paraiso  debió  me- 
recer su  nombre ;  plantas  raras,  flores  esquisitas,  claras 
corrientes  de  agua  i  la  luz  viva  del  sol  o  mitigada  en  la 
sombra  de  las  grutas  frescas,  han  debido  crear  una  es- 
cena encantadora  (salvo  la  prisión,  si  el  tirano  tuvo  la. 
mala  idea  de  hacerla  contemporánea  del  Paraiso).  La 
cueva  de  la  Oreja  estaba  llena  de  agua;  no  pude  entrar» 
pero  sí  verla;  tiene  una  forma  conoidea  irregular  i  su 
plano  inferior  representa  una  S  ;  su  configuración  verti- 
cal es  la  de  un  cartucho  invertido  con  prominencias  có- 
nicas lonjitudinales  internas;  hacia  el  vértice  se  abre  una 
ventana  cuyo  borde  superior  presenta  un  apéndice  en 
forma  de  crisol,  adherido  hacia  arriba  por  su  base ;  este 
apéndice  es,  según  dice  el  cuidador,  el  tímpano  de  la 
oreja.  Dejo  al  sabio  lector  resolver  estos  tres  puntos: 
lo  Si  el  conjunto  reseñado  representa  una  oreja.  2°  Si 
en  caso  afirmativo,  la  oreja  es  de  hombre  o  de  mujer. 
3o  Si  en  caso  negativo  de  la  segunda  proposición,  la 
oreja  es  de  asno,  de  caballo  o  de  otro  animal. 

Yo  sostengo  como  verdad,  sin  embargo,  que  la  cueva 


—  259  — 

con  sus  reparticiones,  es  la  oreja  de  Dionisio,  porque  así 
se  llama,  como  Dios  es  Dios  i  cada  uno,  por  la  misma 
razón,  el  sujeto  que  su  nombre  indica.  A  un  lado  de  la 
caverna  se  ve  otra,  la  llamada  de  los  Cordeleros,  porque 
allí  unos  industriales  hacian  cables  i  cuerdas,  no  sé 
cuando ;  es  también  mui  grande ;  los  restos  de  su  bóveda 
están  sostenidos  por  pilares  tallados  en  la  roca ;  esta 
caverna  ha  sido  hecha,  dicen,  sacando  piedra  para  edifi- 
car i  cortando  en  la  masa  unida,  paralelepípedos  para 
columnas,  obeliscos  i  otros  adminículos.  En  realidad  to- 
das estas  maravillas  no  son  sino  viejas  canteras.  La  pre- 
sunta tumba  de  'Arquímedes  es  otra  cueva  como  hai 
muchas. 


De  las  Latomias  fui  al  Anfiteatro  romano,  cuya  parti- 
cularidad consiste  en  la  relativa  integridad  de  sus  partes 
fundamentales.  En  efecto,  conserva  la  arena  o  plaza  de 
los  gladiadores,  su  forma  elíptica  bien  delineada,  sin  por- 
tillos ni  brechas,  con  su  pileta  o  escavacion  rectangular 
en  el  centro  i  pedestal  o  islote  en  el  medio,  i  con  sus 
canales  de  provisión  de  agua  i  desagüe;  los  asientos  en 
escalones  con  sus  pasadizos  están  casi  intactos  i  debajo 
de  ellos,  alrededor  del  circo,  la  galería  destinada  a  las 
fieras,  perfectamente  practicable,  parece  recien  desocu- 
pada. La  roca  presenta  a  lo  largo  de  la  galería,  ojales 
en  algunos  ángulos,  como  argollas  para  atar  cuerdas. 

El  Ara  o  altar,  se  levantaba  a  poca  distancia  del 
Circo,  colosal,  según  se  infiere  al  ver  el  espacio  que  ocu- 
paba. Solo  existen  en  el  terreno  algunas  piedras  i  cha- 
piteles de  columnas.  Por  fin,  siguiendo  el  eje  mayor  de 
la  elipse  del  Anfiteatro  romano,  a  cierta  distancia  de  uno 
de  sus  estremos,  se  encuentra,  en  un  nivel  superior,  la 
Piscina  o  depósito  de  agua,  estanque  construido  en  la 
roca,  dividido  en  varios  compartimentos  por  columnas  i 
arcos  arriba  que  sostienen  la  cubierta. 

Mi  escursion  concluyó  con  una  visita  a  las  Catacumbas 
de  San  Juan;  una  verdadera  ciudad  subterránea  formada 
por    escavaciones    en    planos    superpuestos    (hai   tres  i 


—  260  — 

quien  sabe  si  mas)  con  calles,  plazoletas,  iglesias,  capi- 
llas, viviendas  i  tumbas.  La  tradición  dice,  que  allí  se  re- 
fujiaban  los  cristianos  huyendo  de  las  persecuciones  i 
vivían  escondidos.  Semejante  suposición,  la  de  que  vi- 
vian  escondidos,  es  simplemente  absurda:  no  se  cons- 
truye una  ciudad  taladrando  la  roca  debajo  de  la  super- 
ficie i  estrayendo  millones  de  metros  cúbicos  de  piedra,  a 
escondidas,  en  un  paraje  habitado ;  aun  suponiendo  la 
posibilidad  de  semejante  construcción  en  tales  condicio- 
nes, no  se  vive  sin  agua,  sin  luz  i  sin  aire  i  por  último, 
aun  cuando  la  jente  no  comiera,  no  bebiera,  ni  respirara, 
encerrada,  sepultada,  junto  con  los  cuerpos  de  los  muer- 
tos i  con  los  miasmas  de  la  respiración  i  las  deyecciones 
de  los  vivos,  sucumbiría  en  un  dia,  en  horas,  envenenada 
por  la  atmósfera. 

Lo  probable  es  que  las  tales  Catacumbas  solo  hayan 
sido  simples  cementerios  subterráneos  a  los  cuales  con- 
currían los  sectarios  en  determinadas  ocasiones,  ya  para 
celebrar  ciertas  ceremonias,  ya  para  refujiarse  por  breve 
tiempo.  Atendiendo  a  su  sexo  no  debe  creérsele  a  la 
Historia  sino  la  cuarta  parte  de  lo  que  cuenta  i  aun  eso 
es  mucho ! 


Vuelto  a  la  ciudad  i  después  de  un  reposo  conveniente, 
voi  al  Museo.  Entre  sus  curiosidades  solo  se  han  im- 
puesto a  mi  recuerdo  una  estatua  i  un  sarcófago  de 
mármol,  dicho  de  Adelfia.  Adornan  al  sarcófago  altos 
relieves  representando  personajes  alegóricos;  el  trabajo 
es  de  mérito  relativo;  hasta  los  mínimos  detalles  están 
bien  conservados,  pero  los  personajes  son  hidrocéfalos 
y  enanos.  La  estatua  por  el  contrario  es  la  de  una  mujer 
acéfala.  Por  el  hecho  de  faltarle  la  cabeza  no  representa 
como  podría  creerse,  la  personificación  en  su  solo  cuerpo, 
de  todos  los  ejemplares  de  su  sexo  en  el  jénero  humano; 
es  solamente  ahora  el  cuerpo  de  la  mitolójíca  divinidad 
del  amor.  Le  llaman  la  Venus  landolina  por  el  sitio 
donde  fué  hallada.  Su  cuerpo  mutilado  es  sin  embargo 
perfecto;  sus  formas  son  las  de  una  mujer  que  ha  llegado 


—  261  — 

a  su  completo  desarrollo  i  arrojan  al  sentido  viril  de! 
espectador,  todas  las  sensualidades  apetecibles  en  la 
hembra  humana,  sin  oscurecer  la  pureza  de  las  líneas, 
ni  la  virtud  estética  de  los  accidentes  que  inspiran  sen- 
timientos delicados  de  amor  etéreo,  paralelos  efluvios 
del  instinto  voluptuoso.  La  Venus  landolina  no  figura 
entre  las  clásicas  por  cuanto  yo  conozco,  pero  es  una 
de  las  mas  bellas  estatuas  que  yo  haya  visto. 


Diciembre  31.  —  Tomo  el  tren  para  Mesina;  vuelvo  a 
ver  las  salinas,  la  ciudad  de  Augusta,  su  castillo  i  el 
Etna,  con  su  gorro  de  algodón  encasquetado  a  los  3200 
metros  de  altura.  Paso  por  la  bellísima  i  temeraria  ciu- 
dad de  Catánia,  atropello  con  mi  vagón  los  montes  de 
lava  arrojados  por  el  volcan  a  distancias  fantásticas  \ 
llego  á  Mesina,  me  guardo  bien  de  conocer  tan  intere- 
sante ciudad,  corro  á  embarcarme,  me  embarco  i  al  otro 
dia,  ello  (le  Enero  de  1897,  me  hallo  en  Ñapóles,  con- 
tento de  mi  escursion. 


1897  Enero  2.  —  Para  no  perder  la  costumbre  visito 
el  Hospital  de  incurables  i  apunto  en  mi  cartera ;  «  edifi- 
cio regular,  enfermerías  amplias  y  bastante  bien  cuida- 
das; no  hai  sala  común  de  operaciones;  el  anfiteatro, 
pasable;  dependencias  de  la  administración,  buenas;  po- 
blación, numerosa.  > 


* 
*    * 


Enero  4,  —  Vuelvo  a  Pompeya;  vamos  con  Pinto  i  su 
señora,  ya  conocidos  de  mis  lectores;  veo  los  nuevos 
descubrimientos,  entre  ellos  la  casa  mui  linda  i  mui  com- 


-  262  — 

pleta;  de  una  familia  rica,  se  supone;  en  uno  de  los  pila- 
res del  pórtico  hai  un  fresco  representando  a  un  joven, 
novio  creo,  en  el  acto  de  pesar  en  una  balanza  sus  órga- 
nos genitales,  con  el  fin  de  mostrar,  se  infiere,  a  los  pa- 
dres de  su  pretendida,  sus  méritos  para  aspirar  a  ser 
marido.  Indudablemente  las  nociones  actuales  sobre  el 
pudor  no  eran  las  mismas  en  los  tiempos  de  Pompeya. 
Habia  niñas  en  la  ciudad  e  hijas  de  familia  en  las  ca- 
sas; ellas  veian  sin  duda  esas  pinturas  i  ¿no  tendrian 
semejantes  espectáculos  ningún  valor  o  eran  valores  en- 
tendidos? Lo  mejor  de  Pompeya  está  en  el  Museo  de 
Ñapóles;  lo  mejor  de  lo  actualmente  conocido,  se  en- 
tiende, pues  falta  desenterrar  la  mitad  de  la  ciudad,  tal 
vez  los  barrios  mas    aristocráticos. 


Enero  5. — Voi  al  Museo  de  nuevo  i  salgo  de  mi  vi- 
sita con  estas  solas  impresiones  duraderas:  la  del  cua- 
dro de  la  Magdalena  de  Guercino  de  la  Venus  Calipigea 
i  de  la  Venus  de  Capua.  Lo  demás  va  sobre  entendido. 


Efiero  8.  —  La  plaza  de  San  Carlos  i  su  iglesia  ro- 
tunda de  San  Francisco  de  Paula,  son  mui  lindas.  Este 
dia  tiene  el  mérito  del  laconismo. 


9|t  f 


Rriero  20.  —  De  Port  Said  a  Ismaelia  por  el  Canal 
de  Suez.  Salimos  de  Ñapóles  para  el  Japón,  el  16,  em- 
barcándonos con  una  lluvia  torrencial,  en  el  vapor  ale- 
mán 4'Preussen»  (se  pronuncia  «Proisen>  porque  sí)  de 
5300  toneladas.  Este  vapor  es  uno  de  los  mejores  en  que 
yo  haya  viajado,  inclusive  el  «Teutonio  de  doble    tone- 


—  263  - 

laje.  Las  ventajas  del  Preussen  están  en  el  conjunto  i  en 
los  detalles  como  resulta  de  la  siguiente  enumeración  de 
sus  calidades. 

lo  No  cabecea  ni  se  balancea  mucho  aun  con  mal 
tiempo.  2o  No  tiene  olor  a  buque.  3o  Las  camas  son 
grandes,  cómodas,  perfectamente  limpias.  4**  No  hai  mal 
olor  de  ninguna  especie  en  los  camarotes.  5o  Para  co- 
mer i  almorzar  no  llaman  con  campana,  esa  campana  de 
a  bordo  tan  conocida  i  cuyo  sonido  recuerda  i  produce 
el  mareo,  sino  con  una  corneta  que  imita  los  motivos  de 
las  óperas  de  Wagner.  6o  Al  sesto  día  del  viaje,  hoi  para 
mí  no  solo  no  está  uno  cansado  de  la  comida  sino  que 
espera  con  ansia  la  hora  de  sentarse  a  la  mesa.  1^  El 
servicio  es  de  primer  orden,  los  platos  son  vanados,  los 
alimentos  frescos  i  bien  aderezados.  Ayer  por  ejemplo 
la  comida  fué  tan  esquisita  que  los  pasajeros  podían  sin 
exajeración  creerse  invitados  a  un  banquete  en  un  pala- 
cio. Al  concluir  se  apagó  la  luz  de  repente;  todos  se 
alarmaron,  pero  luego  se  vio  que  era  un  artificio  para 
que  causaran  efecto  los  diez  panales  de  hielo  ilumina- 
dos en  los  que  venia  la  fruta  helada.  8o  Se  come  algo 
cada  tres  horas :  de  las  siete  a  las  nueve  de  la  mañana 
hai  café,  té  i  chocolate  á  discresion,  con  bizcochos,  tosta- 
das i  dulces;  a  las  nueve,  almuerzo  compuesto  de  platos 
calientes  hechos  en  el  momento  a  elección  del  pasajero, 
fiambres,  conservas  i  dulces  (este  almuerzo  es  como  el 
mejor  que  pudiera  obtenerse  en  tierra);  a  las  once  se 
sirve  en  cubierta  caldo  de  pollo  i  sandwiches  de  lengua, 
jamón,  pastel  de  hígado,  carne  i  queso;  a  la  una  viene 
el  llamado  lunch,  verdadera  comida,  con  tres  platos  ca- 
lientes fijos  i  numerosos  frios;  a  las  cuatro  se  da  té  i 
café  con  bizcochos  i  dulces;  a  las  siete  tiene  lugar  la  co- 
mida, verdadero  banquete  diario  con  ocho  o  diez  platos, 
postres,  helados  i  fruta  i  por  fin  a  las  diez  de  la  noche, 
se  sirve  el  té.  Esta  alimentación  continua  no  impide  que 
a  cualquiera  hora  el  pasajero  pueda  pedir  cualquier 
otra  cosa,  sin  pagar  nada  estraordinario,  exepto  vinos, 
licores  i  cerveza,  únicos  artículos  no  gratuitos  a  bordo. 
9o  Los  sirvientes  lo  persiguen  a  uno  preguntándole  qué 
quiere,  en  vez  de  ser  uno  (juien   ande    buscándolos  i  ro- 


—  264   - 

gándoles  como  en  otros  buques  para  que  lo  sirvan.  IQo 
La  ropa  de  los  pasajeros  se  lava  como  en  tierra.  II»  Hai 
una  peluquería  donde  se  hace  todo  lo  del  oficio,  inclu- 
sive lavar  la  cabeza  a  las  señoras  i  caballeros.  12°  El 
buque  tiene  seis  salas  de  baño.  I3o  Una  orquesta  mui 
buena  compuesta  de  diez  ejecutantes,  toca  durante  la 
comida  i  al  medio  dia  sobre  cubierta,  trozos  selectos  de 
los  mejores  compositores  i  también  piezas  populares  i 
de  zarzuela;  la  música  de  Wagner  i  la  Verbena  de  la 
Paloma  o  la  Gran  Via,  forman  un  divertido  contraste. 
14°  Cuando  el  tiempo  lo  permite  se  baila  hasta  las  once 
o  doce  de  la  noche.  15°  El  golpe  de  la  máquina  apenas 
se  siente  i  los  guinches  cargan  i  descargan,  bajan  i  le- 
vantan las  anclas,  sin  ese  ruido  infernal  de  cadenas  de 
otros  buques;  nadie  sabe  a  bordo  cuando  funcionan 
estos  aparatos.  ló»  Toda  cuánta  comodidad  puede  pro- 
porcionar la  electricidad  se  tiene  en  este  buque;  hasta 
para  encender  los  cigarros  se  usa  un  aparato  eléctrico; 
un  termo  cauterio.  I7o  El  Capitán,  Paul  Wettin,  es  un 
joven  buen  mozo,  alegre  espiritual  i  culto ;  siempre  está 
de  buen  humor,  calidad  inapreciable;  los  oficiales  si- 
guen su  ejemplo.  18»  Por  último  el  Comisario  juega  mui 
bien  al  ajedrez  i  el  Dr.  Ossenkoff,  médico  de  a  bordo, 
es  socialmente  insuperable. 


*    * 


Enero  21.  -  Una  buena  parte  de  los  pasajeros  ha  des- 
embarcado en  Port  Said,  otra  en  Ismaelia;  hemos  que- 
dado a  bordo  por  esta  causa,  mas  en  familia. 

Estamos  en  el  Mar  Rojo,  donde  según  todos  los  viaje- 
ros i  cronistas,  reina  una  gran  calma  i  hace  un  calor 
insoportable.  Aquí  nos  esperaba  una  sorpresa.  Si  hai 
algo  de  azul  en  la  tierra  es  el  azul  del  agua  en  el  Mar 
Rojo  ;  hace  un  frió  de  Cristo  i  el  fuerte  viento  levanta 
un  oleaje  estupendo.  Así  pues,  el  Mar  Rojo  no  es  rojo, 
no  hai  tal  calor  ni  tal  calma.  Ni  los  mares  se  escapan  de 
la  calumnia  !   Para  que  todo  sea  contradictorio,  a  pesar 


—  265  — 

de  las  olas,  el  buque  marcha  como  en  un  lago  sereno  ; 
la  prueba  es  que  yo  escribo  esto  en  mi  camarote,  cuando 
al  menor  barquinazo  ya  estoi  mareado. 


Anoche  en  Suez  hemos  recibido  periódicos  con  telé- 
gramas  frescos ;  según  ellos  la  peste  arrecia  en  la  India, 
principalmente  en  Bombay ;  la  peste  maldita  que  a  sus 
horrores  añade  la  contrariedad  para  mí  de  obligarme  a 
pasar  de  largo  por  mar  hasta  Ceylan,  en  vez  de  cruzar 
por  tierra  de  Bombay  a  Calcuta,  viendo  a  lo  menos  las 
ciudades:  Delhi,  Agrá,  Lucknow  i  Benares! 


*     * 


Enero  23.  —  Llegamos  a  Aden.  Lo  único  digno  de 
verse  aquí  según  dicen  es  el  depósito  de  agua,  las  cis- 
ternas. Yo  no  bajo,  no  estoi  para  incomodarme  por  ver 
otro  depósito  de  agua  a  mas  de  los  ya  vistos,  probable- 
mente miserable  en  comparación  de  los  nuestros  i  segu- 
ramente inferior  a  otros  orientales  de  análoga  catadura, 
como  los  pozos  de  Salomón  i  la  gran  cisterna  de  Cons- 
tantinopla  (creo)  o  los  magníficos  depósitos  de  Cartago. 
Salimos  para  Ceylan  con  un  buen  mar  i  sin  calor. 


4(      « 


Febrero  18.  —  El  I  o  nos  hallamos  en  Ceylou,  como  le 
llaman  los  ingleses,  i  desembarcamos  en  su  capital,  Co- 
lombo,  sitio  del  Paraiso  terrenal  o  a  lo  menos  mui  pro- 
bablemente, paraje  en  el  cual  la  leyenda  lo  ubica.  No 
recuerdo  sin  embargo  que  en  la  biblia  se  hable  de  mar  a 
propósito  de  la  primer  morada  de  nuestra  madre  Eva  i 
su  interesante  marido ;  quienes  si  resucitaran  i  vieran  su 
antiguo  domicilio,  no  lo  conocerian.  Faltan  o  escasean 
los  tigres,  los  leones,  las  hienas  i  otros  animales  domés- 
ticos, en  aquel  tiempo,  pero  sobran  los  buques  a  vapor, 
los   grandes   veleros,  el  ferro-carril,  el  magnífico  puerto, 


—  266  - 

ya  pequeño,  los  velocípedos  i  los  carros  de  mano  i  los 
djinrikischa  ( hombre-carro ) ;  pequeño  tilburí  de  dos 
ruedas  con  capota,  llamado  por  abreviación  ricksha,  A 
mas  creo  que  se  arrepentirian  de  su  pasado,  no  tanto  por 
haber  dado  oríjen  a  la  raza  humana  en  jeneral,  sino  por 
hallar  su  descendencia  representada  por  los  nativos  del 
Ceylan,  negros,  feos,  descuidados  i  estrafalarios.  Lo 
único  que  tal  vez  no  encontrarían  cambiado  es  el  bos- 
que, la  selva,  las  plantas,  las  flores ;  no  darían  sin  duda 
con  el  árbol  del  bien  i  del  mal,  que  yo  busqué  en  vano; 
pero  en  cambio  sentirían  la  fragancia  de  las  hojas  de 
canela  en  los  plantíos  del  lujoso  arbusto  i  Eva  podría 
adornar  su  abundante  cabello  con  heléchos  menudos, 
con  orquídeas  i  con  flores  del  aire,  de  esquisito  perfume. 

La  ciudad  animada,  bulliciosa,  les  produciría  algún  atur- 
dimiento, así  como  los  gritos  i  los  trotes  de  su  fecunda 
prole,  pero  mirarían  con  entusiasmo  o  con  intensa  curio- 
sidad a  lo  menos,  el  lago  magnífico  lleno  de  barcas 
afíladas,  donde  reman  desesperados  unos  animales  blan- 
cos i  rojos  terminados  en  una  especie  de  hongo  enorme 
de  corcho,  forrado  en  tela  blanca  por  fuera  i  verde  por 
dentro,  alias  sombrero  de  zona  tórrida  ;  el  campo  de 
cricket  o  del  lawn-tennis,  donde  los  mismos  seres  pecu- 
liares, con  los  mismos  sombreros  o  sin  ellos,  juegan 
como  chiquillos  ;  el  activo  comercio;  las  casas  de  nego- 
cio donde  se  vende  desde  arados  hasta  encajes,  como  en 
los  países  coloniales  i  lejanos ;  el  embarcadero  con  sus 
mil  lanchas,  i  por  fin,  las  graneles  avenidas  plantadas  de 
palmas  i  limitadas  a  los  lados  por  casas  de  campo,  villas 
i  glorietas. 

Mi  mamá  Eva  i  mi  papá  Adán  se  pararían  sin  duda  en 
una  vidriera  de  tienda  a  contemplar  los  atavíos  de  la 
moderna  humanidad;  mi  padre  ambicionaria  una  cor- 
bata azul  por  todo  adorno  i  mi  madre  un  mantón  de 
manila  punzó;  pero  los  dos,  estoi  seguro,  dadas  sus  afi- 
ciones tan  conocidas,  seguirían  por  esa  calle  larga  a  la 
sombra  de  las  palmeras,  desde  el  puerto  hasta  el  Monte 
Lavinia,  elijiendo  i  probando  en  cada  puesto  las  frutas 
mas  olorosas,  raras  i  pulposas,  algunas  repugnantes  de 
puro  esquísítas. 


—  267  — 

Colombo  es  un  jardín;  las  casas  aparecen  como  glo- 
rietas entre  las  palmeras  i  otros  árboles.  El  paseo  favo- 
rito de  los  pasajeros  es  un  hotel  situado  en  una  colina  a 
la  orilla  del  mar  a  pocos  kilómetros  del  puerto,  i  al 
cual  se  va  por  un  camino  encantador,  ílaqueado  de  villas 
o  chozas  i  dejando  ver  entre  los  árboles  de  tiempo  en 
tiempo,  el  mar  a  dos  pasos,  constituyendo  el  fondo  de 
las  coloniales  residencias.  Los  indíjenas  andan  medio  o 
totalmente  desnudos,  chicos  i  grandes  ;  estos  últimos  sin 
embargo  tienen  un  adorno  infalible,  una  peineta  en  forma 
de  arco  que  les  abarca  la  cabeza,  retirando  el  pelo  de  la 
frente,  cuando  el  poseedor  de  la  peineta  lo-  tiene,  pues 
debo  advertir  que  la  usan  hasta  los  calvos  i  la  calvicie 
es  aquí  mui  jeneral  entre  estos  indios,  con  lo  cual  se  des- 
miente la  creencia  común  acerca  de  la  influencia  de  tener 
la  cabeza  al  aire  libre  para  conservar  el  pelo. 

Las  mujeres  son  mui  feas  ;  las  bonitas  i  jóvenes  no 
salen,  dicen  los  nativos  ;  pretestos,  pienso  yo  ;  son  feas, 
salgan  o  no  salgan ;  algunas  chiquillas  sin  embargo, 
hacen  exepcion  a  la  regla  i  son  a  más  mui  zalameras  ; 
llaman  a  todos  los  hombres /¿z/¿z  i  a  todas  las  mujeres 
mamá ;  a  mí  me  salió  una  hijita,  que  no  repudiaría  ni  aun 
fuera  de  Colombo»  ájil,  viva  i  delicada  como  una  liebre. 
Los  trajes  de  las  jentes  del  pueblo  son,  en  su  mayoría, 
caprichosos,  i  cada  uno  hace  las  mezclas  a  su  modo  ; 
por  ejemplo:  sombrero  alto  i  camisón  ;  corbata  de  seda 
i  camisa  sin  ruello  ;  paleto  de  paño  oscuro  i  medias  de 
algodón  blancas  ;  gorros  de  toda  clase  i  blusas  i  sacos 
i  nada  í  pantalones,  o  una  tela  envuelta  i  ajustada  en  la 
cintura,  que  cae  hasta  los  pies.  La  población  es  mui  hete- 
rojénea.  Hai  templos  budistas,  católicos,  taoístas,  indios 
i  protestantes.  Las  escuelas  están  al  aire  libre  ;  un  techo 
de  paja  sobre  pilotes  o  columnas,  forma  un  pabellón 
donde  se  juntan  cientos  de  chicos  bajo  la  dirección 
de  un  maestro  de  escuela  primitivo.  Muchos  nativos 
hablan  inglés,  pronunciándolo  a  su  modo  ;  con  el  tiempo 
harán  un  idioma  nuevo.  Las  villas  o  casas  particulares 
son  preciosas;  todas  tienen  su  jardin  i  su  bosque  de 
palmeras,  que  han  crecido  a  su  antojo  verticales  u  obli- 
cuas. Los  carros  i  carruajes  van  tirados  por  caballos  o 


—  268  — 

bisontes  en  jeneral.  La  población  inglesa  goza,  a  su 
modo  ;  ha  instalado  sus  costumbres  ;  tiene  regatas,  car- 
reras, juegos  de  bochas  i  todo  jénero  de  sport.  Uno 
ve  en  Colombo  trotar  el  progreso  i  adivina  que  cada 
dia  algo  se  mejora.  Salimos  mui  satisfechos  de  nues- 
tras escursiones,  para  Singapore,  a  donde  llegamos  el 
6  de  febrero  quedándonos  allí  hasta  el  7.  La  entrada  al 
puerto  i  el  puerto  mismo  son  de  una  belleza  incompara- 
ble ;  montañas  cubiertas  de  verdura,  de  arbustos  i  de 
árboles  entre  cuyo  follaje  se  descubre  casas  de  campo 
graciosas,  forman  las  márjenes  del  canal  o  brazo  de  mar 
tranquilo  que  conduce  al  puerto.  La  ciudad  es  mui  bu- 
Iliciosa  i  poblada;  los  chinos  constituyen  casi  la  totalidad 
de  los  habitantes.  Predomina  en  los  edificios  el  gusto 
europeo,  pero  los  chinos  con  sus  infinitos  i  menudos 
negocios  dan  a  la  parte  baja  de  cada  casa  un  aspecto 
especial.  Las  calles  están  cuajadas  de  jentes  i  son  cons- 
tantemente recorridas  por  vehículos  tirados  por  caballos 
o  por  bisontes  u  hombres.  Son  conocidos  los  carritos  de 
mano  que  en  cada  localidad  tienen  un  nombre  diferente 
por  eso  prefiero  darles  el  descritivo ;  los  coolis  o  peones 
que  los  arrastran  son  de  una  gran  fuerza  i  ajilidad  i  los 
tales  carritos  ofrecen  para  el  transporte  de  personas  i 
objetos  pequeños,  una  gran  comodidad.  La  joya  de  Sin- 
gapore  es  su  jardin  botánico  en  el  cual  la  naturaleza  i  el 
arte  han  hecho  maravillas  combinando  los  accidentes, 
las  sombras,  la  frescura,  el  agua  y  las  flores ;  los  con- 
servatorios ó  invernáculos  de  este  jardin  ofrecen  una 
variedad  infinita  de  plantas  raras;  jamás  he  visto  mayor 
cantidad  de  orquídeas  i  flores  del  aire  diferentes.  En  la 
ciudad,  a  la  orilla  del  mar  hai  un  paseo  para  la  jente  de 
alto  tono,  donde  ella  luce  sus  caballos,  sus  carruajes  i 
sus  damas;  allí,  a  la  hora  de  regla  todo  tiene  un  aspecto 
distinguido.  En  Singapore  donde  quiera  que  haya  un 
prado,  un  árbol  o  un  almacigo,  se  ve  brillar,  como  picos, 
de  gas  o  lámparas  eléctricas,  la  luz  de  las  luciérmagas 
de  tamaño  colosal;  quien  no  conoce  la  causa  toma  las 
luces  como  fuegos  fatuos. 

4>     ^^ 


—  269  — 

El  13  desembarcamos  en  Hong-Kong;  solo  hemos 
tenido  en  el  trayecto  dos  dias  de  mar  desagradable  a 
causa  del  Monson  que  soplaba  del  noroeste,  a  veces 
con  suma  violencia.  Entramos  a  la  bahia  a  la  una  de 
la  mañana  i  la  cubierta  del  buque  se  vio  singularmente 
concurrida  por  los  pasajeros  que  no  quisieron  perder 
el  sublime  espectáculo  ya  anunciado  para  esa  hora.  La 
bahia  i  puerto  de  Hong-Kong  tienen  pocos  rivales 
en  el  mundo  i  ninguno  de  ellos  sale  victorioso  de  la  com- 
paración. Desde  que  se  descubre  el  faro  ya  se  co- 
mienza a  ver  las  luces  diseminadas,  rojas,  blancas  o 
amarillas  i  de  repente,  al  dar  vuelta  un  pequeño  cabo, 
se  descubre  o  mas  bien  se  adivina  de  noche  la  ciudad 
trepándose  á  las  montañas  de  la  isla,  en  medio  de  cien 
enjambres  de  estrellas  brillantes  como  si  el  cielo  hubiera 
derramado  a  las  orillas  del  mar,  sobre  sus  aguas  i  en  las 
faldas  de  la  colina,  una  pañuelada  de  sus  constelaciones. 
El  alumbrado  profuso  de  la  ciudad  i  los  focos  eléctri- 
cos de  los  vapores  del  puerto  son  los  factores  de  tan 
hermoso  efecto. 

Tras  de  un  buen  sueño,  el  único  tranquilo  después  de 
dos  dias,  desembarcamos  e  hicimos  nuestra  entrada  en 
esta  ciudad,  original  i  linda,  edificada  al  estilo  europeo  en 
su  mayor  parte  i  un  tanto  incómoda  por  la  diferencia  de 
nivel  de  sus  calles  i  la  aglomeración  de  chinos  en  ellas, 
pues  los  dominadores,  los  ingleses,  apenas  se  hacen 
presentes  por  raros  ejemplares,  si  bien  su  mano  se  siente 
en  todas  partes. 

Al  ver  estas  muchedumbres  que  parecen  brotar  de  la 
tierra,  uno  se  pregunta  como  la  población  china  no  hace 
de  las  suyas,  no  se  levanta  i  espulsa  a  los  intrusos,  dado 
su  odio  a  los  estranjeros,  i  solo  se  responde  invocando 
la  superioridad  de  la  raza.  Los  chinos  andan  como  hor- 
migas, en  la  parte  baja  i  en  cada  puerta,  en  cada  cuarto, 
en  cada  zaguán  hai  todavia  una  reserva  para  llenar  con 
su  conjunto  otro  espacio  igupl  al  ocupado  por  los  tran- 
seúntes. La  parte  de  la  montaña  es  mas  tranquila  i  rela- 
tivamente está  vacia.  Allí  habitan  las  familias  de  los  es- 
tranjeros o  de  los  chinos  pudientes  i  las  moradas  de 
todos  estos  privilejiados  son  encantadoras  por  su  como- 


—  270  — 

didad,  por  su  lujo  i  su  buen  gusto.  Abajo  la  jente  se  atre- 
pella ;  no  se  ve  sino  palanquines  i  chinos,  carros  de 
mano  i  chinos,  cargas  colgadas  a  los  estreñios  de  un 
palo  i  chinos  o  un  chino  en  el  medio  que  da  al  aparato 
el  aspecto  de  una  balanza. 

En  las  casas  hai  un  negocio  a  cada  tres  metros  con 
sus  muestras  de  faroles  pintados  balanceándose  sobre 
las  veredas,  sus  letreros  inintelijibles  i  sus  grupos  de 
chinos;  pues  en  cada  tienda  para  vender  un  objeto,  una 
cinta,  un  abanico,  un  cigarro,  se  necesita  veinte  chinos. 
En  el  mercado  naturalmente  es  mayor  la  aglomeración, 
sobre  todo  a  la  hora  de  la  llegada  i  venta  del  pescado,  i 
es  curioso  como  lo  conservan  vivo  en  grandes  cubas  lle- 
nas de  agua  cuya  frescura  i  aereacion  mantienen  por 
medio  de  molinetes  movidos  con  los  pies.  De  las  4  a  las 
5  de  la  tarde  hai  en  él  1800  compradores,  mas  o  menos 
(yo  conté  un  dia  cuatro  filas  i  calculé  el  resto)  hombres, 
mujeres,  niñas  i  muchachos,  todos  regateando,  corriendo, 
gritando,  i  los  pescados  vivos  saltando  en  las  canastas  o 
en  los  platillos  de  las  romanas  i  balanzas  rústicas.  ¡El 
todo  . .  .  .'inolvidable ! 

Para  no  repetirme  después,  dejo  mis  observaciones 
sobre  la  población  china  de  Hong-Kong.  A  su  tiempo 
hablaré  de  los  usos  y  costumbres  de  este  mundo  estraño 
i  entonces  contaré  cuanto  haya  visto  o  haya  llegado  a 
mis  noticias. 

Naturalmente  ya  los  ingleses  tienen  aquí  sus  clubs,  sus 
juegos  i  sus  diversiones,  siendo  las  carreras  una  de  las 
principales  i  un  atractivo  de  primera  clase  para  todos  los 
aficionados  de  Shanghai,  Cantón  i  Macao. 

El  17,  18  i  19  de  este  mes,  han  sido  destinados  a  las 
carreras  de  ponéis.  Ayer  17  hemos  estado  en  la  primera 
en  el  Grand  Stand,  al  principio,  por  invitación  de  compa- 
ñeros de  viaje,  el  señor  Francis  i  su  señora,  i  después  en 
el  palco  del  señor  Gray  a  quien  vinimos  recomenda- 
dos por  un  amigo  de  Drucker,  el  señor  Jarislowsky. 

Si  Dios  fuera  un  sportman  en  debida  forma  i  se  hubiera 
propuesto  elejir  el  mas  bello  de  los  parajes  para  instalar 
un  circo  de  carreras,  no  habria  encontrado  otro  mejor 
que  el  destinado  a  ese  objeto  por  los  ingleses  de  Hong- 


—  271  — 

Kong^.  A  corta  distancia  del  centro  de  los  negocios,  en 
medio  de  filas  de  montañas  verdes,  en  una  gran  planicie 
de  una  escotadura  sin  salida  aparente,  ahí  está  la  pista. 
Palcos,  tribunas,  oficinas,  establos,  todo  es  bueno  i  ha 
sido  bien  montado. 

Los  accesos  son  fáciles  i  el  camino,  en  los  dias  elejidos, 
se  convierte  en  una  feria ;  a  partir  de  donde  comienzan  a 
ralear  las  casas,  los  chinos  establecen  sus  tiendas  de 
campaña  para  la  venta  de  mil  objetos,  sus  cocinas  al  aire 
i  sus  juegos  en  mesas  invisibles  para  el  observador,  tal 
es  la  cantidad  de  aficionados  que  las  rodea;  los  subditos 
del  Hijo  del  Cielo  son  mui  jugadores;  juegan  á  todos  los 
juegos  conocidos  i  a  otros  que  inventan  ad-hoc  según  el 
caso.  La  vía  está  literalmente  llena  de  hombres,  mujeres, 
niños,  palanquines  i  carritos ;  estos  últimos  conducidos  a 
toda  velocidad  por  los  coolies,  donde  se  les  permite  cir- 
cular; i  toda  la  confusa  masa  se  mueve  en  diversas  direc- 
ciones sin  tino  en  apariencia,  pero  sin  chocarse  ni  estor- 
barse. 

Las  carreras  fueron  como  todas,  aburridas;  lo  entre- 
tenido i  lujoso  fué  el  almuerzo,  lunch  o  tiffin,  como  aquí 
dicen,  ofrecido  por  la  comisión  a  la  sociedad  distinguida. 
A  la  mesa  concurrieron  como  trescientas  personas,  entre 
damas  i  caballeros.  El  gobernador  de  la  isla  presidia  el 
acto ;  el  tiffin,  mui  bien  servido,  era  selecto  i  abundante, 
sin  escluir  el  champagne  de  primera  calidad.  En  el  palco 
del  señor  Gray,  grande  como  un  salón  i  privado  como 
los  otros,  habia  también  exelentes  provisiones  i  vinos 
delicados. 


La  montaña  en  cuya  falda  se  ubica  la  ciudad  de  Hong- 
Kong  tiene  una  cima  como  cualquiera  lo  puede  suponer: 
esa  cima  se  llama  el  pico  i  este  pico  siendo  bastante 
elevado  domina  las  casas,  el  puerto,  la  bahia,  una  parte 
del  mar  i  grandes  estensiones  de  tierra  en  la  isla  i  fuera 
de  ella. 

De  allí  se  descubre  en  fin  un  panorama  como  hai  sin 
duda  algunos  en  nuestro  planeta,  pero  no  por  eso  menos 


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sorprendente.  No  lo  describo  de  lástima  por  mis  lecto- 
res, pero  les  aconsejo  cerrar  los  ojos  i  ver  en  su  imaji- 
nacion  el  mejor  paisaje  con  que  hayan  soñado ; , . . .  mui 
bien,  eso  es !  El  camino  que  condupe  al  pico  es  ancho, 
firme,  unido  i  limpio. 

En  Hong-Kong  se  puede  vivir  sin  estrañar  nada  de  las 
ciudades  civilizadas  en  lo  relativo  a  comodidades  i  go- 
zando de  un  buen  clima.  Nieva,  es  cierto  en  invierno  i 
hace  mucho  calor  en  verano,  pero  nieva  poco  i  con  su- 
birse a  la  montaña  se  evita  el  calor. 

Los  ingleses  se  apoderan  en  todas  partes  de  lo  mejor; 
son  mui  tontos ! 

Se  puede  dar  la  vuelta  completa  de  la  isla  i  acon- 
sejo a  quien  tenga  tiempo  la  escursion ;  yo  no  he 
recorrido  sino  la  mitad  de  la  distancia  encontrando  para- 
jes deliciosos  i  mirando  a  lo  lejos  paisajes  ideales  en  cuyo 
fondo  i  detalles  el  mar,  la  montaña,  las  nubes  y  los  árbo- 
les tomaban  parte.  Dos  gargantas  entre  rocas  en  di- 
verso nivel  han  sido  aprovechadas  para  formar  los  re- 
servónos o  tanques  colectores  de  las  aguas  de  lluvia  i  de 
deshielo  para  proveer  la  ciudad.  Estas  obras  son  de 
indudable  mérito  pero  su  capacidad  es  deficiente. 


Aquí  hai  una  buena  sociedad  estranjera  compuesta  de 
comerciantes,  empleados,  cónsules  i  militares  ;  los  chi- 
nos se  dan  poco  a  la  sociedad,  a  no  ser  entre  ellos. 
Hai  una  buena  i  fuerte  guarnición  i  siempre  en  el  puerto 
numerosos  buques  de  guerra.  Hong-Kong,  es  el  tercer 
puerto  del  mundo. 


Febrero  28.  Ho7ig-  Kong. — El  19  salimos  para  Can- 
tón embarcándonos  en  compañía  de  tres  compatriotas: 
Juan  Storni,  Torcuato  Trueco  i  Leandro  Mataldi  que  iban 
a  comprar  mercaderías  i  objetos  de  arte  oriental,  como 
lo   han   hecho   en    Hong-Kong  i  en  el  Japón,  elijiendo, 


—  273  — 

según  lo  verán  en  Buenos  Aires,  las  colecciones  de 
mejor  gusto,  de  mérito  intrínseco  i  de  belleza  no  conven- 
cional i  procediendo  a  veces  no  como  comerciantes  sino 
como  artistas. 

El  viaje,  fué  corto,  duró  cinco  horas  i  el  mar  i  el  rio 
estuvieron  tranquilos. 

El  Chu-Kiang,  rio  de  Cantón  o  Pearl  River,  Rio  de 
Perlas,  como  le  llaman  los  ingleses,  debe  su  ultimo  nom- 
bre al  color  de  sus  aguas;  es  un  rio  soberano  con 
mareas  i  todos  los  derechos  de  un  mar  dulce ;  ancho, 
formidable,  que  corre  entre  praderas  i  montañas,  con- 
fundiendo sus  ondas  en  los  límites  de  su  embocadura, 
con  las  del  mar,  en  medias  tintas  i  a  los  lados,  con  las 
líneas  verdes  de  sus  costas,  donde  la  vista  del  viajero  se 
encanta  mirando  las  sementeras,  los  jardines,  las  aldeas 
i  las  pagodas  de  nueve  pisos  con  sus  techos  livianos  de 
curvas  graciosas,  cuyos  estremos  se  levantan  hacia  el 
cielo,  semejando  cada  pirámide  un  faro  caprichoso  en  el 
desierto  florido  o  un  obelisco  tallado  en  el  tronco  de 
algún  árbol  colosal. 

Mas  adentro,  ya  al  llegar  a  Cantón,  las  costas  des- 
aparecen i  en  su  lugar  se  ve  masas  de  botes  como  con- 
g^lomerados,  de  casas  con  sus  covachas  de  varillas  i 
enjambres  de  buques  con  sus  velas  de  paja,  su  popa 
cuadrada  i  su  enorme  rueda  posterior  movida  por  un 
aparato  de  pedales,  por  el  cual  los  chinos  tripulantes 
trepan  sin  subir,  pues  cada  peldaño  se  baja  a  cada  paso 
con  el  peso  del  cuerpo. 

Los  botes  llamados  sampanes,  los  lanchones  de  rue- 
das i  los  buques,  algunos  con  cañones  del  tiempo  de  las 
dinastías  estinguidas,  para  la  defensa  contra  los  piratas 
que  abundan  i  no  pierden  ocasiones,  abren  calle  para 
dar  paso  a  los  vapores,  i  estos  deben  entrar  tomando 
mil  precauciones  para  no  echar  a  pique  las  casas  de 
familia  flotantes,  los  sampanes  i  lanchas  de  alquiler  que 
en  número  incalculable,  se  entrecruzan  en  las  aguas. 

Quien  no  haya  estado  en  Cantón  no  comprenderá  la 
bulliciosa  i  alarmante  escena,  no  creerá  cuanto  se  le  diga 
i  ni  aun  creyéndolo,  no  se  dará  cuenta  de  los  hechos, 
pues   ninguna   pluma  es   capaz  de  describirlos,   ni  hay 

Por  mares  i  por  tierras  18 


—  274  — 

pincel  capaz  de  pintarlos.  Al  llegar  ya  a  los  muelles  i  en 
los  canales  que  salen  del  rio,  el  agua  no  se  ve,  i  sí  solo 
una  masa  ondulante  como  una  formidable  manta  hecha 
con  grandes  i  pequeñas  piezas  de  madera  articuladas. 

Cómo  pasan,  cómo  se  mueven  las  embarcaciones  sin 
chocarse  ni  destrozarse  en  semejante  aglutinación,  es  un 
fenómeno  sorprendente;  el  viajero  queda  suspenso  ante 
él  i  un  tanto  alarmado  en  presencia  de  la  confusión,  de 
los  gritos  en  un  idioma  raro,  los  silbidos,  los  movimien- 
tos de  remos,  de  ruedas,  de  botadores,  de  velas,  de  redes, 
de  madera  animada  i  de  jente;  mujeres,  niños,  hombres, 
hormigueando  dentro  de  los  sampanes,  sin  defensa  apa- 
rente contra  una  temperatura  glacial  o  tórrida,  según  la 
época.  I  a  lo  lejos  por  fin,  pegados  a  las  costas  los  botes 
de  flores,  con  sus  decoraciones  brillantes  i  de  colores 
vivos  que  aguardan  sus  visitantes  de  la  próxima  noche, 
para  ofrecerles  en  banquetes  inacabables  i  maravillosos 
de  puros  estraños,  las  delicias  chinas  de  un  reposo  arti- 
ficial por  el  opio,  el  vino,  los  manjares  i  las  caricias  de 
mujeres  jóvenes,  banquetes  cuyos  detalles  daré  en  tiempo 
oportuno. 

Nos  recibe  el  señor  Hans  Schubart,  apoderado  i  je- 
rente  de  la  casa  Carlowitz  i  C»,  i  nos  acompaña  a  nuestro 
hotel,  a  donde  llegamos  en  palanquines  cargados  por 
tres  coolies  (peones).  No  bien  instalados  comenzamos 
nuestras  escursiones  en  palanquín  siempre,  formando 
una  larga  caravana  por  las  calles  de  la  City  de  Cantón, 
deteniéndonos  en  las  sederías,  en  las  fábricas  de  mue- 
bles, en  los  talleres  de  marfil,  de  maderas  talladas,  de 
papel  pintado  i  de  joyas;  en  los  negocios  de  porcelana, 
de  biombos,  de  bronces,  de  ropa  i  de  calzado. 

A  la  noche  asistimos  a  una  comida  que  los  empleados 
de  la  casa  alemana  mencionada,  señores  Hans  Schubert, 
Robert  Lenzeman,  Gustavo  Hopeler,  Wilhelm  Pope  i 
Johann  Wacker,  ofrecieron  a  sus  recomendados  Mattal- 
di  i  Ca.  Hubo  música,  canto,  un  poco  de  baile  i  mucha 
alegría,  pues  los  jóv^enes  espatriados  parecieron  tomar 
con  ansia  la  ocasión  de  divertirse  en  compañía  de  jente 
nueva,  venida  de  los  rumbos  donde  tienen  su  patria,  su 
casa  i  sus  afectos.  A  los  dos  dias,  el  jerente  de  una  casa 


—  275  — 

inglesa,  señor  Frederick  Salinguer,  a  quien  fui  recomen- 
dado por  Mr.  Gray  de  Hong-Kong,  no  queriendo  ser 
menos,  invitó  a  toda  la  compañía  viajera,  haciendo  los 
honores  de  la  mesa  él  i  su  segundo  señor  Emilhuo ;  i  por 
ñn  un  chino  de  distinción,  en  las  condiciones  usuales, 
satisfizo  nuestra  curiosidad  presidiendo  un  banquete  en 
un  boie  de  flores,  en  honor  nuestro  i  cuyos  pormenores 
irán  a  su  tiempo. 


Cantón,  —  Se  puede  considerar  a  esta  ciudad,  la  mas 
importante  i  característica  de  la  China,  dividida  en  cuatro 
partes:  la  europea  llamada  Shameen  de  la  palabra 
¿i-rean ;  la  ciudad  nueva  o  Cantón  estramuros;  la  vieja 
o  intramuros  i  la  flotante  cuyos  habitantes  tienen  por 
casa  construcciones  sobre  pilotes  en  el  rio  o  botes 
mas  o  menos  grandes.  Las  tres  últimas  divisiones  ofre- 
cen interés  al  estranjero  por  sus  orijinalidades  i  dife- 
rencias con  el  resto  del  mundo  no  chino. 

La  ciudad  europea,  mui  pequeña,  está  edificada  en 
una  isla  de  2850  metros  de  largo  por  980  de  ancho, 
isla  en  parte  artificial,  formada  entre  el  Rio  de  Cantón 
Chu-Kiang  i  un  brazo  o  canal  que  corre  a  lo  largo  de 
la  ciudad  esterna ;  dos  puentes  echados  sobre  este  canal 
ponen  en  comunicación  Shameen  con  Cantón;  cada  uno 
íle  estos  puentes  tiene  su  puerta  que  se  cierra  de  noche  i 
abre  al  amanecer. 


Población  de  Cantón,  —  Esclusivamente  china,  calcu- 
lada en  L600,000  habitantes,  (los  nativos  dicen  2.000,000) 
pero  seguramente  es  mayor  que  la  de  Pekin,  a  la  cual 
se  asigna  L200,000  habitantes  i  no  puede  tener  mas 
por  su  estension  limitada  al  espacio  incluido  en  las  mu- 
rallas. Si  hubiera  una  estadística  de  la  mortalidad,  seria 
fácil  calcular  el  número  de  habitantes,  pero  no  la  hai  de 


—  276  — 

nada;  los  chinos  son  ajenos  a  todos  los  elementos  de 
civilización  en  el  manejo  de  sus  ciudades.  Yo  calculé  a 
primera  vista  la  población  de  los  botes  en  400»000  almas; 
después  he  visto  en  un  libro  que  me  habia  quedado  corto 
por  mas  de  90,000;  una  prudente  cifra  será  pues  la  de 
500,000  i  se  comprende  difícilmente  cómo  semejante 
cantidad  de  seres  humanos,  vive  en  condiciones  tan 
anormales.  Los  botes,  habitaciones  jenerales  o  sea  los 
sampanes,  son  especies  de  góndolas  que  están,  ya  sea 
ancladas  cerca  de  las  costas,  ya  en  movimiento  o  sim- 
plemente atadas  en  series,  unas  con  otras  a  cierta  distan- 
cia de  tierra ;  allí  nacen,  viven  i  mueren  cientos  de  miles 
de  familias,  sin  mas  casa  que  la  cobacha  ni  mas  espacio 
que  la  proa  i  la  popa  diminutas;  el  bote  es  su  hogar, 
su  patria  i  su  iglesia  donde  los  dioses  familiares  tienen  su 
altar  i  son  adorados ;  así  cuando  una  familia  conduce  su 
sampan  a  cualquier  parte,  lleva  en  él  todo  cuanto  afecta 
sus  sentimientos  i  responde  a  sus  necesidades. 


Estado  civil  de  las  personas.  —  Nacimientos.  —  Un 
niño  que  nace  en  China,  es  chino,  pero  ninguna  constan- 
cia legal  establece  que  el  Celeste  Imperio  cuenta  con  un 
ciudadano  mas.  El  chinito  es  recibido  por  una  partera> 
pues  el  oficio  aquí  es  tan  conocido  i  tan  antiguo  como 
en  el  resto  del  mundo  (la  primer  partera  vivió  en 
Colombo,  sitio  del  Paraíso  terrenal;  fué  nuestra'  madre 
Eva  quién  comenzó  por  asistirse  a  sí  misma)  pero  nadie 
lo  bautiza  ni  lo  inscribe.  El  niño  se  cria  a  la  moda  china^ 
acepta  los  usos  i  costumbres  de  sus  padres  i  sigue  su 
relijion  sin  dar  a  este  último  punto  mucha  importancia 
según  parece,  a  juzgar  por  el  abandono  de  los  templos 
i  la  familiaridad  con  que  los  chinos  entran  en  ellos. 


Matrimonios.  —  El  casamiento  entre  los  chinos  tienen 
algunas  formas  que  recuerdan  la  captura  de  los  prime- 
ros tiempos  i  hasta  el  peinado  de  las  mujeres  casadas^ 


—  277  — 

io  trae  a  la  imajinacion  por  la  forma  de  manija  del 
rodete  o  nudo  que  hacen  con  el  pelo  torcido  i  engo- 
mado i  se  acomodan  en  la  nuca,  manija  por  la  cual  se 
supone  fueron  tomadas.  No  me  ha  sido  dado  presenciar 
ningún  matrimonio  chino,  ni  aquí  ni  en  Hong-Kong;  pero 
puedo  consignar  sus  fórmulas  i  ceremonias,  copiando 
mis  notas  i  traducciones,  hechas  a  bordo,  estractando 
lo  sustancial  del  libro  de  Robert  K.  Dooglas,  titulado 
Society  in  China,  edición  de  1894,  libro  notable  a  mi 
entender. 

La  antigüedad  i  santidad  del  matrimonio  en  China  son 
dos  ideas  consagradas ;  aquí  como  en  todo  pueblo  se  lo 
mira  como  la  base  de  la  familia  i  los  ritos  i  ceremonias 
con  que  se  verifica  muestran  la  trascendencia  que  se  le 
adjudica  en  la  vida.  Los  padres  arreglan  el  asunto  sin 
la  menor  intervención  de  los  futuros  esposos  i  comprén- 
dese, a  veces  para  hacer  su  desgracia,  como  en  el  caso 
referido  por  el  autor,  de  una  madre  moribunda  que  de- 
seando dejar  a  su  hijo  establecido,  lo  casó  con  una 
leprosa  a  quien  no  habia  visto  jamás  el  joven  (felizmente 
la  lepra  es  motivo  de  nulidad  del  vínculo).  Un  ájente 
especial  interviene  en  los  matrimonios :  se  llama  el 
«Match  maker»,  «el  que  hace  yuntas, >  o  «el  mejor 
hombre»;  le  llamaremos  nosotros  «corredor  de  matri- 
monios». Las  ceremonias  preparatorias  pueden  resumirse 
en  las  siguientes  :  I*  Los  padres  del  joven  mandan  al 
corredor  a  averiguar  el  nombre  i  edad  de  la  niña;  el  ho- 
róscopo de  los  novios  es  consultado.  2»  Si  todo  sale 
bien,  los  padres  del  joven  encargan  hacer  su  formal  pro- 
posición. 3a  Si  el  padre  de  la  niña  acepta,  debe  mani- 
festarlo por  escrito.  4»  Entonces  los  padres  del  novio 
envían  sus  presentes  a  los  padres  de  la  novia.  5*  El 
corredor  pide  la  designación  del  dia  para  ratificar  el 
compromiso;  el  dia  debe  ser  afortunado,  de  buen  augu- 
rio. 6»  El  novio  va  con  un  número  de  amigos  a  traer  a 
su  novia,  o  los  comisiona  sin  ir  él ;  la  comitiva  lleva  una 
banda  de  música.  Aceptados  estos  preliminares,  queda 
en  realidad  formalizado  un  contrato  indisoluble,  aun 
cuando  se  trate  de  niños,  escepto,  en  este  caso,  si  uno 
de  los  novios  padece  de  lepra. 


—  278  — 

Entre  jóvenes  el  contrato  puede  romperse  si  dentro  de 
los  tres  días,  por  casualidad  se  quiebra  una  taza  de  loza 
china  (supongo  que  no  será  una  taza  común)  o  se  pierde  un 
objeto  de  valor,  por  considerarse  esos  sucesos  como  de 
mal  augurio ;  si  a  ellos  se  añade  algún  informe  posterior 
desagradable,  las  partes  contratantes  aprovechan  la  oca- 
sión para  anular  su  compromiso.  Las  cartas  cambiadas 
para  tratar  del  enlace  son  mui  curiosas ;  el  proponente 
en  su  oferta  se  insulta  a  sí  mismo  i  pone  por  los  suelos  a 
su  hijo  i  familia  i  por  los  cuernos  de  la  luna  al  padre  de 
la  niña,  a  su  casa  i  a  la  niña  misma;  él  se  caliñca  de 
estúpido  i  atrevido ;  su  casa  es  un  rancho  miserable  i 
su  hijo  un  imbécil;  en  tanto  él  padre  de  la  novia  vive  en 
un  palacio  como  se  lo  merece  i  su  hija  es  una  estrella. 

Las  proposiciones  deben  ser  mandadas  en  dia  afortu- 
nado reconocido  por  los  astrólogos;  con  muchas  cere- 
monias se  las  entrega  al  Corredor  o  mejor  hombre  de- 
lante del  altar  de  la  familia ;  toda  casa  respetable  tiene 
uno  como  se  verá  a  su  tiempo.  Al  entregarla  el  padre 
hace  el  kot'ow,  venia,  inclinación,  humillación,  en  honor 
de  sus  antecesores.  Al  recibir  la  carta  el  padre  de  la 
novia  llena  análogas  fórmulas  en  el  salón  de  los  antece- 
sores, en  presencia  del  maestro  de  Ceremonias  a  cuya 
palabra  u  orden  todos  se  postran  ante  las  planchas  o 
placas  con  inscripciones  de  los  antepasados,  colocadas 
en  el  altar ;  pero  antes  de  recibirla  el  padre  de  la  novia 
i  el  comisionado  del  novio  se  sitúan,  el  uno  al  este  i  el 
otro  al  oeste  del  salón ;  el  groom'sman  padrino,  presenta 
entonces  su  carta  i  los  regalos:  un  chanchito  vivo  o  dos 
gansos ;  la  carta  se  coloca  en  el  altar.  El  padrino  in- 
continenti es  invitado  a  tomar  té;  luego  se  le  da 
la  contestación  con  los  mismos  requisitos  i  los  regalos 
de  retorno,  invitándolo  para  una  fiesta ;  éste  rehusa  dos 
veces  i  acepta  la  tercera;  tal  es  la  regla.  Una  comida 
llamada  el  napí  o  la  presentación  de  las  sedas,  pone 
término  a  la  ceremonia.  Cuando  se  manda  los  presen- 
tes se  prepara  dos  tarjetas  con  emblemas  alusivos;  una 
de  ellas  se  envia  i  en  esa  se  ata  unas  cintas  como  símbolo 
de  unión  preparada  en  el  cielo,  pues  para  los  chinos  es 
una  verdad  inconcusa  nuestro  refrán:  casamiento  i  mor- 


—  279  — 

taja  del  cielo  baja.  Después  se  transporta  a  la  casa  del  no- 
vio el  ajuar  de  su  prometida  en  baúles  cerrados,  pero  las 
mujeres,  hermanas,  parientes  o  amigas  del  novio,  dice 
Dooglas,  infaliblemente  abren  los  baúles,  de  puro  curio- 
sas, sin  permiso  de  la  dueña.  Para  señalar  el  dia  propicio, 
conocido  de  antemano,  se  cambia  cumplimientos  recípro- 
cos; ninguno  de  los  padres  quiere  ser  quien  lo  señale  por 
deferencia  a  su  consuegro.  Ya  todo  arreglado,  el  novio 
o  un  amigo  va  a  la  casa  de  la  novia  en  procesión,  con 
música,  donde  es  recibido  en  el  salón  del  altar;  allí  se 
bebe  un  poco  de  vino  en  honor  de  los  gansos,  símbolo  su- 
pongo de  los  novios,  no  por  ser  gansos,  sino  por  ha- 
berse bebido  en  honor  de  ellos.  Entra  la  novia,  o  mas 
bien  es  traida,  cubierta  completamente;  se  le  indica 
donde  se  halla  el  novio  i  ella  se  inclina  en  esa  dirección 
en  señal  de  obediencia.  Dos  mujeres  de  bu^a  fortuna, 
es  decir,  con  marido  e  Jiijos  vivos,  toman  entonces  a  la 
novia  i  la  conducen  a  su  silla  o  litera  cerrada  para  lle- 
varla a  la  casa  del  novio,  en  procesión ;  una  vez  en  la 
puerta,  el  padrino  llama'  golpeando  la  caja  de  la  litera  o 
silla  con  su  abanico;  la  novia  sale  i  es  conducida  sin 
tocar  tierra,  cargada,  al  salón  del  altar  en  cuyo  centro 
arde  una  hoguera  o  hai  sqIo  carbones  encendidos  en  un 
brasero;  alzándola  sobre  el  fuego,  la  esponen  un  mo- 
mento a  sus  llamas,  para  purificarla,  dicen  algunos,  pero 
en  realidad  no  se  asigna  a  esa  operación  un  significado 
seguro;  es  tradicional  i  nada  mas. 

En  seguida  una  sirviente  le  trae  arroz  i  ciruelas;  la 
novia  prueba  el  manjar  i  después  se  arrodilla  delante  del 
novio  el  cual  le  alza  el  velo  i  la  ve  por  primera  vez ;  la 
etiqueta  le  prohibe  romper  el  silencio.  Los  novios  se 
sientan  en  un  diván  i  si  uno  resulta  teniendo  debajo  al- 
guna parte  del  vestido  del  otro,  la  superstición  quiere 
que  ese  mande  en  el  matrimonio.  Solo  falta  ya  para  la 
conclusión  de  tan  complicado  ritual,  la  consagración  del 
enlace.  El  salón  se  llena  de  jente,  parientes  e  invita- 
dos ;  el  novio  anuncia  que  obedeciendo  los  deseos  de 
sus  antecesores  ha  tomado  mujer,  ante  cuyo  anuncio 
todos  se  prosternan.  Los  novios  se  retiran.  En  la  casa 
hai  una  gran  fiesta,   comida,   música  i  alegría;  el  novio 


—  280  — 

sufele  concurrir  a  ella  i  sufre  las  bromas  picantes  de  sus 
amigos. 

Como  se  vé  i  ya  lo  he  insinuado,  parte  de  estas  cere- 
monias recuerdan  las  capturas  en  las  sociedades  pri- 
mitivas. El  símbolo  de  tomar,  representa  una  oreja; 
un  esclavo  se  escribe  con  el  signo  de  una  tnujer  i  una 
mano  combinado.  La  adición  del  signo  de  una  m^ujer  al 
de  tomar,  dá  por  resultado  el  símbolo  de  matrimonio. 
Las  procesiones  son  también  sujestivas.  En  algunos  dis- 
tritos subsisten  todavia  los  simulacros  de  la  captura  vio- 
lenta ;  la  novia  se  sube  a  un  árbol,  se  parapeta  i  sus  ami- 
gos la  defienden  contra  los  ataques  de  los  amigos  del 
novio  encargados  de  tomarla  i  llevarla,  lo  que  siempre 
consiguen.  Otras  veces,  en  medio  de  una  fiesta  prepara- 
da para  el  caso  una  banda  de  mozos  se  lanza  sobre  los 
concurrentes  i  ataca  a  las  mujeres,  entre  las  cuales  se 
halla  la  futura  esposa;  los  hombres  presentes  tratan  de 
defenderlas  o  mas  bien  simulan  hacerlo,  pero  ellas  toman 
el  asunto  a  lo  serio  i  se  defienden  en  realidad  con  palos, 
uñas  i  puños  i  en  no  pocas  ocasiones  los  partidarios  del 
novio  salen  molidos  aun  cuando  siempre  llevan  su  presa 
rendida  voluntariamente  o  sometida. 

El  divorcio  por  mutuo  consentimiento  no  es  raro  en 
China.  Cuando  la  mujer  se  escapa  del  hogar  si  el  marido 
no  quiere  tolerarlo,  la  recobra  por  violencia,  armando  i 
capitaneando  a  sus  amigos ;  en  estos  casos  la  autoridad 
suele  intervenir  en  nombre  de  la  lei ;  pero  en  jeneral  ni 
se  necesita  recurrir  a  la  violencia  ni  a  la  lei;  basta  la 
opinión  pública  con  su  fuerza  moral  para  obligar  a  la 
mujer  a  volver  al  hogar  a  veces  abandonado,  con  sobrada 
razón.  Los  parientes  arreglan  estos  asuntos  por  lo 
común,  no  solo  en  su  calidad  de  tales,  sino  porque  en 
China  los  vecinos  i  los  estraños  se  meten  en  todo  i  de 
no  hacerlo  se  creerian  cómplices  de  las  querellas  do- 
mésticas, mirando  los  asuntos  ajenos  como  propios  i 
tal  intromisión  no  sorprende  a  nadie,  como  se  verá  mas 
claramente  después. 

La  poligamia  no  es  un  hecho  claro  aquí ; .  a  lo  menos 
la  especie  no  tiene  los  caracteres  jenuinos  de  la  ver- 
dadera   que    en    realidad    no    existe    con    formas    le- 


—  281  — 

gales.  Un  solo  matrimonio  tiene  lugar  con  todos  los 
requisitos  i  es  el  único  lejítimo ;  las  demás  vinculaciones 
se  íbrraan  en  virtud  de  la  costumbre  i  de  la  tolerancia  a 
favor  de  un  pretesto  más  o  menos  razonable.  Una  se- 
gunda mujer  figura  en  el  hogar,  cuando  "la  primera  no 
tiene  hijos,  principalmente ;  suele  ser  elejida  entre  las  es- 
clavas del  marido  o  bien  es  traida  de  fuera;  esta  segunda 
mujer  sirve  a  la  otra,  a  la  lejítima  i  esta  compensada  así, 
suele  mirar  como  un  honor  que  le  asignen  una  coopar- 
tícipe  en  el  amor,  si  bien  no  en  los  derechos.  Una  tercera 
i  una  cuarta  mujer  no  sorprenderia  a  nadie  en  un  hogar 
chino.  El  amor  propio  de  las  mujeres  no  se  ha  desper- 
tado o  es  mui  obtuso;  no  perciben  la  degradación  de  su 
suerte  i  la  ignorancia  i  la  costumbre  les  impiden  ver  el 
horror  de  su  situación ;  pero  allá  en  el  fondo  de  su  alma, 
estoi  seguro,  alguna  vislumbre  aparece  como  una  idea 
confusa  de  esa  depresión  tan  manifiesta  para  nosotros, 
patente  hasta  en  el  lenguaje  familiar  chino  i  en  la  caligrafía ; 
el  símbolo  de  una  mujer'x  de  un  pecho  significa  una  esposa  ; 
astucia  i  disimulo  significan  armas  de  la  mujer;  obrar 
con  arieriaj  se  representa  por  el  signo  acio  i  el  signo 
mujer.  Un  marido  hablando  de  su  mujer  cuando  llega  a 
nombrarla,  dice  <My  dull  Horn»  mi  triste  espi?ia  o  algo 
peor  (Dooglas).  Puede  venderla  i  la  vende  para  reme- 
diar sus  necesidades  individuales;  puede  maltratarla  i  la 
maltrata  con  la  tolerancia  i  hasta  el  aplauso  de  la  socie- 
dad. Se  dio  el  caso  de  un  marido  mui  enamorado  de  su 
mujer  i  bien  correspondido ;  nunca  le  habia  pegado  i 
por  esto  se  creia  en  ridículo  ante  sus  amigos  i  la  socie- 
dad ;  esta  preocupación  labró  su  espíritu  hasta  que  un 
dia  sin  el  menor  motivo  la  castigó  tan  bárbaramente  que 
la  dejó  por  muerta,  el  chino  estúpido,  mostrando  así  que 
él  también  era  un  buen  marido.  Añade  el  mismo  Dooglas 
que  las  señoras  chinas  suelen  decir  a  las  estranjeras 
«¿les  pegan  a  ustedes  sus  maridos?»  i  manifiestan  duda 
i  sorpresa  ante  la  respuesta  negativa  i  airada  de  las  inter- 
peladas. 

Lo  dicho  es  la  regla,  pero  muchas  mujeres  chinas 
proceden  con  sus  maridos  como  europeas  o  americanas, 
los  engañan,  los  ridiculizan,  los  estropean,  los  obligan  a 


—  282  — 

trabajar  toda  su  vida,  exijen  todo  de  ellos  i  les  pagan 
sus  sacrífícios  con  ingratitud,  deslealtad  i  desconsidera- 
ción. 

Sin  embargo,  la  mujer  en  cualquier  situación  en  China 
se  halla  indefensa  i  en  casa  de  sus  padres  está  lo  mismo 
o  peor  que  en  la  de  su  marido ;  es  una  carga  de  la  cual 
tratan  de  librarse  casándola. 

Las  jóvenes  chinas  lo  saben  i  como  casándose  no  me- 
joran, muchas  se  suicidan  por  no  casarse  o  contraen 
algún  voto  relijioso.  Una  vez  aquí  en  Cantón,  ocho  niñas 
se  echaron  al  rio  en  una  noche  i  se  ahogaron.  Los 
padres  habian  concertado  la  boda  de  estas  infelices; 
ellas  a  la  hora  designada  se  vistieron  de  gala,  se  es- 
caparon de  su  casa  i  cosiendo  los  vestidos  unos  con 
otros  para  no  separarse  ni  evitar  por  accidente  la 
muerte,  así  unidas  se  arrojaron  al  agua.  Como  todo  en  el 
Celeste  imperio  es  raro,  contradictorio,  e  ilójico,  a  mi 
ver,  algunas  novias  se  pasan  al  otro  estremo  i  se  dejan 
morir  de  hambre  o  se  suicidan  en  otra  forma  cuando 
muere  su  prometido,  sin  conocerlo  ni  de  vista  i  sin 
amarlo,  infiero.  Las  viudas  ofrecen  mas  ejemplos  de  esta 
especie  ;  en  ciertos  distritos  se  suicidan  en  público  con  el 
jeneral  aplauso  i  sin  que  la  autoridad  se  entrometa  en  el 
asunto. 

*     * 

Marzo  S,  Hong-Kong.  —  Hemos  sido  invitados  i  asis- 
tido a  un  tif/in  en  casa  del  señor  Gray,  en  la  montaña ;  el 
camino  estaba  delicioso  i  el  almuerzo  fué  mui  agradable; 
una  criatura,  mas  bien  una  muñeca,  María,  la  hijita  de 
Mme.  i  Mr.  Gray,  preciosa  como  la  mayor  parte  de  las 
inglesitas  a  esa  edad,  hizo  el  encanto  de  la  visita ! 


Hecha  esta  digresión  de  viajero,  continuo  con  mis 
notas  de  Cantón  completándolas  con  los  recuerdos  de 
mis  lecturas  i  añadiendo  observaciones  de  mi  propia 
cosecha. 


—  283  — 

Se  habrá  notado  por  lo  anterior  la  falta  del  elemento 
sentimental  en  las  relaciones  chinas.  La  mujer  por  su 
posición  i  por  la  estrechez  del  molde  en  que  se  desarro- 
lla, no  puede  tener  sentimientos  tiernos,  ni  para  sus  pa- 
dres, ni  para  sus  hermanos,  ni  para  los  hombres  a  quie- 
nes no  conoce ;  un  hijo  no  puede  tenerlos  para  con  sus 
padres  por  cuanto  la  obligación  prima  i  el  deber  es  tan 
estricto  i  tan  pesado  que  no  deja  lugar  al  sentimiento ; 
la  sumisión  reglada,  tradicional,  infalible  mata  el  amor 
filial.  La  esposa  i  el  esposo  no  pueden  amarse  porque 
ella  se  siente  esclava  i  él,  amo,  patrón,  dueño;  én  seme- 
jantes condiciones  solo  por  accidente  pueden  nacer 
afecciones  sinceras  no  heridas  de  muerte  en  la  cuna.  Es 
claro,  en  China  como  en  cualquier  parte  las  tendencias 
naturales  se  burlan  a  veces  de  las  reglas,  ritos,  costum- 
bres i  tradiciones,  pero  t^es  hechos  son  considerados 
como  no  existentes. 


Deberes  de  los  hijos.  —  Posición  de  la  mujer  en  jeneral* 
— Esclavos  domésticos. — Las  doctrinas  de  Confucio  san- 
cionaron el  sacrificio  del  hijo  en  servicio  del  padre.  Al 
romper  el  alba,  los  hijos  varones  i  mujeres,  deben  levan- 
tarse i  saludar  a  sus  padres,  averiguar  cómo  han  pasado 
la  noche  i  ponerse  a  su  servicio  con  amor  i  devoción.  Si 
se  suscita  una  cuestión  en  el  resto  del  dia,  rara  avis,  i 
los  padres  están  en  error,  los  hijos  pueden  observárselo 
humildemente,  i  si  su  actitud  no  es  acatada,  deben  some- 
terse ;  si  los  padres  se  irritan  i  llegan  a  castigar  a  los 
hijos  aun  hasta  sacarles  sangre,  los  castigados  deben 
redoblar  sus  manifestaciones  de  amor  i  suavidad  (exac- 
tamente como  proceden  los  hijos  en  Buenos  Aires).  Bajo 
la  influencia  de  tales  doctrinas,  la  locura,  la  exajeracion 
mas  estravagante  no  deja  de  producirse  en  algunos.  Las 
anécdotas  ejemplares  se  repiten  i  comentan  i  hasta  de 
las  Provincias,  las  autoridades  presentan  peticiones  al 
Emperador  para  beatificar  a  los  hijos  abnegados.  Cuenta 
la  leyenda  que  un  hombre  casado  no  pudiendo  mantener 
a  sus  padres  i  a  su  familia,  propone   a  su  mujer  matar 


-  284  — 

a  su  hijo  único,  enterrarlo  vivo,  nada  menos,  en  virtud 
de  este  perentorio  argumento  :  el  hijo  puede  ser  reem- 
plazado, pero  el  padre  no  ;  la  mujer  acepta  ¡  mui  propio 
de  sus  sentimientos  maternales!  ;  comienza  a  cavar  la 
fosa  para  enterrar  al  inocente  niño  i  a  poco  se  encuen- 
tra una  vasija  llena  de  oro,  premio  puesto  ahí  por  la  divi- 
na providencia  china  como  muestra  de  su  aceptación  del 
heroismo  de  los  dos  esposos.  Esta  leyenda  trae  a  la  me- 
moria el  sacrificio  de  Abraham. 

Se  cuenta  de  una  joven  que  cortaba  pedazos  de  carne 
de  su  cuerpo  para  preparar  caldo  i  darlo  como  remedio 
a  sus  padres  debilitados.  Otra  hace  mil  locuras  ;  rehusa 
casarse  por  no  dejar  a  sus  padres,  i  esto  repetidas  veces, 
las  últimas,  siendo  ya  un  tanto  madura  ;  cuando  su  padre 
muere,  ella  barniza  el  cajón  fúnebre  con  su  propia  san- 
gre i  sigue  alimentando  a  su  madre  con  la  carne  que 
saca  a  pedazos  de  sus  muslos  ;  por  fin,  a  la  muerte  de 
ésta  le  consagra  un  monumento.  La  joven  es  recomen- 
dada a  la  memoria  pública  por  sus  actos  de  abnegación. 
La  sumisión  i  complacencia  de  los  hijos  llega  a  tal  punto, 
que  hombres  ya  viejos  se  disfrazan  vistiéndose  como  las 
criaturas  i  jugando  como  niños,  delante  de  sus  padres, 
tratan  de  hacerles  olvidar  su  edad  i  sus  achaques.  Otros 
para  librarlos  de  las  picaduras  de  los  mosquitos,  duermen 
desnudos  a  su  lado.  Verdaderos  o  no  estos  relatos,  con- 
tribuyen a  mantener  i  fomentar  la  doctrina  del  sacrificio, 
cuyas  exajeraciones  conducen  a  la  locura  i  al  absurdo. 


Las  mujeres  ocupan  una  posición  inferior  desde  criatu- 
ras ;  los  varoncitos  tienen  juguetes,  ellas  no  ;  estos  comen 
i  se  visten  mejor  i  en  casos  iguales,  son  castigados  con 
menos  dureza.  Ellas  son  despreciadas  de  hecho  i  de  pala- 
bra, suponiéndoles  todos  los  defectos  i  todos  los  vicios. 
A  los  hechos  que  he  relatado  al  hablar  de  la  ceremonia 
matrimonial,  debe  añadirse  estas  curiosidades  comple- 
mentarias: el  jeroglífico  que  representa  a  las  mujeres  vSig- 
nifica  al  mismo  tiempo  corrupción ;  para  escribir  dos 
mujeres,  se  escribe  riña,  pelea,  pendencia;  la  palabra 


-  285  - 

intriga j  escrita,  significa  »í«/i?r  también ;  mujeres  juntas 
se  pone  dibujando  una  figura  cuyo  sentido  es  sospechar, 
aversión, fastidio  (Dooglas).  Ellas  no  deben  salir;  si  lo 
hacen  ha  de  ser  ocultas  a  las  miradas,  en  sillas  cubiertas; 
así  se  visitan  las  amigas,  a  menos  de  ser  vecinas.  El 
hombre,  marido  o  dueño  de  casa  no  se  muestra  jamas  con 
ellas  ni  en  la  puerta  de  calle;  el  esposo,  ya  lo  he  dicho, 
nunca  habla  de  su  mujer  i  si  alguna  vez  se  ve  obligado  a 
nombrarla,  lo  hace  denigrándola.  La  sociedad  manifiesta 
solo  se  hace  entre  hombres.  Un  hombre  para  dar  algo  a 
una  mujer  o  recibirlo  de  ella,  no  la  toca;  tocar  una  mujer 
aun  para  salvarla  de  la  muerte,  es  por  lo  menos  impro- 
pio. Una  vez  le  preguntaron  a  Mencius  «si  se  podia  sacar 
con  las  manos  a  una  cuñada  que  se  estuviera  ahogando.  > 
Mencius  contestó  :  <  It  is  wolfish  not  to  draw  out  a  drow- 
ning  sister  in  law  »  en  chino,  cuya  traducción  dejo  bajo 
la  responsabilidad  del  autor :  «  es  un  proceder  de  lobo 
no  sacar  a  una  cuñada  que  se  está  ahogando».  La  sepa- 
ración de  los  sexos  comienza  en  la  mas  tierna  infancia, 
pero  esto  va  modificándose.  Aquí  en  Hong-Kong  i  en 
Cantón,  he  visto  varoncitos  i  mujercitas,  jugando  juntos 
en  la  calle. 


El  orijen  de  la  esclavitud,  está  como  se  sabe,  en  la 
captura  violenta  ;  en  China  se  representa  la  palabra  es- 
clavo por  una  mano  i  una  m.ujer ;  seguramente  las 
primeras  i  más  numerosas  capturas  fueron  de  mujeres. 
Ahora  la  captura  ha  sido  sustituida  por  la  compra  ;  una 
joven  o  niña  de  diez  a  doce  años,  vale  de  30  a  40  taels,  o 
sea  de  246  a  330  francos.  La  causa  de  la  venta  es  la  po- 
breza, la  miseria  ;  algunos  maridos,  como  ya  lo  he  dicho, 
venden  por  necesidad  sus  mujeres  como  esclavas  ;  otros 
las  juegan  i  las  entregan  si  las  pierden.  Los  comprado- 
res exijen  pruebas  de  la  bondad  de  la  mercancía  ;  un 
ensayo  de  algunos  días  sobre  todo,  para  reconocer  si  la 
mujer  está  espuesta  a  enfermarse  de  la  lepra.  El  modo 
de  hacer  este  reconocimiento  es  mui  curioso  i  la  prueba, 
absurda,    como  se  comprenderá:  se  encierra  al  paciente 


—  286  - 

o  presunto  predispuesto  en  un  cuarto  oscuro,  se  enciende 
luego  dentro  objetos  que  den  una  luz  azul  ;  si  la  cara  del 
encerrado  se  pone  verdosa,  el  sujeto  no  corre  peligro  de 
enfermarse;  si  se  pone  rojiza,  está  contaminado. 

Entre  amigos  se  considera  un  buen  regalo  el  de  una 
muchacha  joven  i  bonita.  Las  esclavas  pueden  llegar  como 
se  sabe,  a  ser  esposas  secundarias,  con  lo  cual  no  avan- 
zan gran  cosa.  El  delito  de  robar  una  muchacha  i  venderla 
como  esclava,  es  castigado  por  el  pueblo  directamente 
o  por  su  representante,  la  autoridad ;  las  penas  son  azotes, 
palos,  tortura  o  muerte,  según  la  gravedad  del  caso. 

Cuando  una  esclava  huye  de  casa  de  su  amo,  éste,  si 
la  toma,  puede  marcarla  para  evitar  la  repetición  del 
acto  i  recobrarla  con  facilidad  si  se  escapa  de  nuevo.  En 
jeneral  los  esclavos  son  bien  tratados  i  tienen  familiari- 
dad con  sus  amos  ;  las  mujeres  sobre  todo,  por  los  ser- 
vicios que  prestan  a  sus  señoras  mutiladas,  incapaces  de 
dar  un  paso  con  sus  pies  deshechos  i  de  bastarse  a  sí 
mismas.  Pero  no  son  raros  los  casos  de  castigos  crueles  : 
hace  poco  en  Cantón,  los  tripulantes  de  un  buque  salvan 
a  un  pobre  muchacho  a  quien  su  amo,  por  una  leve  falta, 
había  echado  al  rio  atado  de  pies  i  manos  para  ahogarlo; 
se  pone  el  hecho  en  conocimiento  de  la  autoridad  local, 
que  no  encuentra  en  el  suceso  nada  estraordinario,  pero 
los  representantes  extranjeros  obligan  al  mandarin  ma- 
landrín a  encarcelar  i  castigar  al  criminal. 


Defuncio7ies,  ritos  funerarios  i  cementerios.  —  IVa- 
tando  del  estado  civil  de  las  personas,  la  lójica  me  obliga 
a  hablar  ahora  de  la  triste  materia  señalada  en  el  título 
de  este  párrafo.  En  uno  de  mis  paseos  en  Cantón,  por 
las  troneras  de  la  grande  e  inútil  muralla  que  encierra  la 
ciudad  vieja,  vi  los  diversos  cementerios  de  la  populosa 
capital,  situados  en  las  pendientes  próximas,  según  el  uso 
chino,  i  presentando  sus  infinitos  nichos  como  bocas 
tapadas  de  cuevas  o  de  minas.  El  espectáculo  es  agra- 
dable i  aflijente  a  la  vez  ;  la  naturaleza  risueña,  viva, 
encanta  con  sus  paisajes,  pero  las  colinas  con  sus  incon- 


—  287  — 

tables  sepulcros»  todos  visibles  i  cuyo  conjunto  simula 
una  colmena,  provoca  reflexiones  naturalmente  dolo- 
rosas.  Diré  de  paso  que  en  China  la  ubicación  de  los 
cementerios,  su  forma  i  orientación,  como  las  de  los 
sepulcros,  no  son  cosas  arbitrarias  ;  tienen  sus  reglas 
basadas,  ¿  quién  lo  creyera?  a  veces  en  la  hijiene,  otras, 
las  más,  en  la  superstición  i  aun  las  razones  hijiénicas, 
para  imponerse,  han  necesitado  disfrazarse  de  creencias 
en  seres  o  actos  sobrenaturales.  Los  muertos  aquí  como 
en  todo  el  mundo  civilizado  o  primitivo,  son  objeto  de  un 
culto;  este  en  China  es  tanto  más  estraño,  cuanto  que 
corre  paralelo  a  un  desprecio  inaudito  de  la  vida  propia  i 
ajena :  el  suicidio  i  el  infanticidio  son  actos  comunes. 
Cuando  un  enfermo  está  por  morir  en  una  casa  acomo- 
dada, los  parientes  lo  llevan  al  salón  del  altar  i  lo  ponen 
con  los  pies  hacia  la  puerta,  colocando  a  su  lado  sus 
mejores  ropas,  su  gorro  i  sus  insignias.  Apenas  muere, 
un  sacerdote  llamado  ad  koc,  distribuye  los  espíritus  del 
difunto,  pues  todo  chino  tiene  tres  almas,  que  se  separan 
, después  de  su  muerte.  La  distribución  se  hace  por  medio 
de  encantamientos  ;  una  de  las  almas  queda  en  la  tumba 
con  el  -cuerpo  ;  otra  se  une  a  la  lápida  (  tableta),  con  la 
cual  es  colocada  entre  las  de  los  antecesores  en  el  altar, 
i  la  tercera  va  al  cielo  o  al  infierno,  mandada  por  el 
sacerdote. 

El  miembro  mas  dolorido  de  la  familia,  dolorido  a 
punto  de  no  poder  caminar  (siempre  debe  ser  así)  pro- 
visto de  un  bastón  i  apoyándose  en  los  brazos  de  otra 
persona,  se  dirije  al  rio  más  cercano  2i  comprar  2l^w2í\ 
para  esto  echa  a  la  corriente  una  moneda  de  cobre  i  un 
pescado  chico,  el  cual  debe  anunciar  al  Dios  del  Rio  la 
triste  nueva;  saca  una  taza  de  agua,  la  lleva  penosamente 
a  la  casa  mortuoria  i  con  ella  lava  la  cara  del  cadáver  i 
lo  hace  colocar  en  el  cajón;  este  es  de  madera  dura,  se 
cierra  herméticamente  con  cimento  i  contiene  carbón,  cal 
i  otros  desinfectantes,  no  en  su  calidad  de  tales  sino  en 
la  de  consumidores  del  cuerpo.  El  asunto  de  la  provisión 
de  cajones  es  serio;  muchos  chinos  se  los  mandan  pre- 
parar en  vida,  en  previsión  de  los  descuidos  de  sus  pa- 
rientes. En   cierta   ocasión   un  hijo   calavera    vendió    el 


—  288  — 

cajón  de  su  padre  vivo  i  se  trató  nada  menos  que  de 
aplicar  la  pena  de  muerte  al  irreverente  por  su  falta 
(no  se  dice  si  el  padre  recuperó  su  cajón). 

Colocado  el  difunto  en  su  sarcófago  queda  en  depósito 
sin  término  fijo. 

El  entierro  debe  tener  lugar  en  un  dia  propicio  de- 
signado por  los  astrólogos;  jeneralmente  la  inhumación 
se  hace  siete  veces  siete  dias  después  de  la  muerte  i  aun 
mas  tarde  cuando  se  equivocan  los  adivinos.  Antes  de 
cerrar  el  cajón  se  coloca  en  él  varios  objetos,  los  de 
predilección  del  muerto;  pipas,  libros,  utensilios  i  a  él 
le  introducen  en  la  boca  cinco  cosas  preciosas  (será 
para  que  haga  negocio  en  la  otra  vida  o  pague  su  pa- 
saje) i  el  dia  señalado  para  el  entierro,  le  acercan  ali- 
mentos cocinados.  Al  levantar  el  cajón  para  sacarlo, 
todos  los  presentes  invitados  i  parientes  huyen  del  salón, 
porque  si  ocurre  un  accidente  el  espíritu  del  muerto 
según  la  superstición,  persigue  a  todos  i  a  cada  uno.  La 
procesión  se  forma;  un  individuo  lleva  el  soul  cloth, 
paño  de  duelo  (covertor)  bandera  de  alma,  un  papel  en 
forma  de  vestido  con  letreros,  i  va  adelante  seguido  de 
otro  con  una  bandera  llena  de  inscripciones  alusivas  a 
esperanzas,  votos,  espresiones  de  confianza;  i  otros  i 
otros  mas  por  orden  según  su  rango;  las  mujeres  van 
atrás,  separadas  de  la  comitiva  por  una  cuerda  blanca. 
Uno  de  los  acompañantes  lleva  un  gallo  para  que  orde- 
ne al  alma  no  separarse  del  cuerpo;  las  tabletas  o 
lápidas  van  en  sillas  o  palanquines  conducidas  con  gran 
reverencia.  El  simulacro  del  dolor  mas  grande  llega  a 
su  colmo,  los  parientes  van  cayéndose,  bamboleando  de 
pesadumbre,  aun  cuando  estén  mui  contentos,  los  here- 
deros sobre  todo.  La  comitiva  arroja  papel  moneda 
de  pequeño  valor  para  los  duendes  vagabundos  i  po- 
bres que  pueden  andar  por  ahí;  llegada  al  enterratorio, 
junto  con  el  cajón  se  baja  a  la  tumba  una  olla  con 
arroz  i  se  echa  un  puñado  de  te;  al  arrojar  la  primer 
palada  de  tierra  el  sacerdote  toma  el  gallo  i  lo  hace 
inclinarse  tres  veces  al  borde  de  la  tumba,  ya  se  sabe 
el  objeto  de  esta   operación;   el  principal    dolorido   se 


—  289  — 

indina  también  tres  veces  i  para  terminar  se  quema  el 
paño  mortuorio,  flámula  (soul  cloth  streamer). 

La  ceremonia  en  el  cementerio  ha  concluido;  todos 
se  retiran.  Los  doloridos  al  pisar  el  umbral  de  su  casa 
se  purifican  los  pies  caminando  sobre  paja  encendida : 
llevan  la  tableta  o  lápida  del  muerto  al  cuarto  principal 
donde  queda  cien  días;  celebran  su  fiesta  i  todo  termina. 
Durante  treinta  días  no  se  afeitan  la  cabeza  (barba  no 
tienen)  ni  se  mudan  ropa!. .  .  .los  deudos  cercanos;  por 
21  meses  los  hijos  afectan  el  dolor  mas  intenso:  esto 
no  oblig^a  a  las  hijas  casadas  quienes  no  deben  llevar 
dolores  al  hogar  de  sus  maridos ! 

Las  costumbres  varian  según  la  categoría  de  las  fa- 
milias i  otras  circunstancias.  Rn  algunas  ocasiones  el 
luto  no  comienza  sino  tres  días  después  de  la  muerte 
de  un  deudo,  en  previsión  de  que  solo  sea  aparente.  Los 
maridos  se  abstienen  de  tocar  a  sus  mujeres  por  un 
tiempo ;  el  Emperador  no  puede  hacer  vida  matrimo- 
nial durante  21  días.  Uno  faltó  á  la  regla  en  un  duelo, 
el  hecho  se  probó  por  el  nacimiento  de  un  chico  á  des- 
tiempo; pero  como  al  Emperador  no  se  le  podia  aplicar 
la  pena  corporal,  se  salvó  la  dificultad  desterrando  su 
retrato.  Los  dolientes  no  asisten  a  fiestas;  las  viudas 
duermen  en  el  suelo  i  no  en  su  cama.  Los  funciona- 
rios públicos  abandonan  sus  puestos  por  imposición  de 
la  lei,  cuando  muere  algún  pariente,  durante  tres  años; 
en  consideración  a  la  importancia  de  las  funciones  pú- 
blicas sin  embargo  se  hace  a  veces  una  reducción  en  el 
tiempo.  Se  comprende  cuánto  semejante  hipócrita  i  estú- 
pida manifestación  de  duelo  perjudica  a  la  administración. 
Si  un  individuo  muere  fuera  de  su  residencia,  su  cadáver 
es  traído  a  ella  y  enterrado,  exepto  cuando  la  residen- 
cia es  una  ciudad  encerrada  por  murallas.  La  incinera- 
ción es  rara  menos  para  los  sacerdotes  budistas  i  para 
otra  clase  déjente  cuando  la  familia  no  puede  costear  el 
transporte- del  cadáver.  El  entierro  de  los  Emperadores, 
en  lo  esencial  se  hace  de  acuerdo  con  los  mismos  ritos, 
pero  como  las  exijencias  del  gobierno  son  ineludibles, 
el  tiempo  de  luto  y  de  abstenciones  estatuidas  se  dismi- 
nuye. El  cuerpo  del  Emperador  muerto  se    deposita  en 

Por  tnarés  i  por  tierras  19 


—  290  — 

el  recinto  del  palacio;  el  heredero  se  aloja  cerca  i  se 
entrega  al  dolor  i  al  llanto,  bebe  en  honor  del  fallecido 
i  le  ofrece  comidas  i  licores.  Cuando  se  lleva  el  cuerpo  a 
su  última  morada,  o  sea  al  cementerio  o  panteón  de  los 
Emperadores,  situado  como  a  80  kilómetros  de  Pekin, 
el  Hijo  del  Cielo  nuevo,  no  sigue  constantemente  con 
la  procestón  de  nobles,  dignatarios  i  deudos  que  con- 
duce el  féretro  penosamente,  aun  cuando  los  caminos 
han  sido  compuestos  i  los  sitios  de  estación  prepara- 
dos; solo  hace  acto  de  presencia  en  parajes  determina- 
dos i  aparece  en  el  panteón  cuando  llega  el  acompaña- 
miento. El  entierro  se  verifica  con  análogas  ceremonias 
a  las  ya  descritas,  colocando  también  en  la  tumba  vian- 
das, ropas  armas  i  objetos  queridos  del  muerto.  La 
inmolación  de  las  viudas  de  los  Emperadores,  ha  ce- 
sado por  disposición  de  uno  de  ellos.  Los  restos  de 
las  emperatrices  son  sepultados  con  las  mismas  fórmulas. 
Al  Emperador  fallecido  se  le  da  nuevos  nombres  i  títu- 
los buscando  con  su  significado  perpetuar  alguna  virtud, 
hecho  notable  o  peculiaridad  característica  del  muerto ; 
se  proclama  estos  nuevos  títulos  a  todos  los  vientos 
i  bajo  tales  advocaciones  en  adelante  será  adorado  por 
la  presente  i  las  futuras  jeneraciones. 


Calles  i  casas  de  Cantón:  construcción  de  edificios  en 
China,  —  Las  ciudades  chinas  son  un  laberinto  de  calles 
tortuosas,  sucias  y  estrechas;  las  habitaciones  que  dan 
á  las  calles  son,  en  Cantón  a  lo  menos,  casi  todas  tiendas, 
pulperías,  almacenes,  puestos  de  frutas  i  otros  alimentos, 
oficinas,  talleres,  locales  de  negocios  en  fin,  donde  los 
dueños  y  empleados  trabajan  a  la  vista  de  los  transeún- 
tes. Están  materialmente  rellenos  de  jente.  Las  calles 
mui  angostas  lo  parecen  mas  por  la  cantidad  de  obje- 
tos depositados  en  las  puertas,  por  la  inmensa  concu- 
rrencia, por  los  palanquines  que  apenas  caben  i  por  las 
bandas  de  telas  pintadas,  letreros  colgantes,  grandes 
faroles,  muestras  y  avisos  de  toda  especie.  Las  casas 
de  negocio  parecen  tener  solo   tres    paredes ;    todo  su 


—  291  — 

frente  es  la  puerta,  cuyos  materiales  de  clausura  son 
insospechables  durante  el  dia;  esta  disposición  es  nece- 
saria para  aprovechar  cuanto  rayo  de  luz  se  pesca  en 
tales  estrechuras.  Para  mayor  conflicto  las  vias  públicas 
están  cubiertas  arriba  por  enrejados  de  madera  i  toldos 
de  paja  o  de  tela,  como  si  no  bastara  con  los  colgajos, 
i  si  las  casas  no  fueran  de  un  piso  o  bajas  por  lo  común, 
no  habría  ni  luz  ni  el  aire  que  hai  ahora  en  cantidad 
limitada.  Las  plazas  son  casi  totalmente  desconocidas, 
aun  cuando  se  encuentra  algunos  sitios  abiertos  delante 
de  los  templos  i  de  ciertos  edificios  o  en  el  interior  de  las 
manzanas  o  grupos  de  casas  limitadas  por  calles. 

En  Pekin  es  cierto,  hai  calles  anchas  i  plazas ;  yo 
necesitaría  verlas  para  juzgar  su  valor  hijiénico,  pero 
el  viaje  es  ahora  difícil ;  el  rio  desde  Tintzin  hasta 
cerca  de  la  capital,  el  Pei-ho,  que  lleva  a  Tong-tein, 
a  20  kilómetros  de  Pekin,  está  helado;  para  ir  ne- 
cesitaría hacerlo  en  carro,  por  pésimos  caminos,  sin  hote- 
les, ni  fondas,  ni  posadas  en  el  trayecto,  i  aun  en  la  buena 
estación,  a  fines  de  abril  i  en  mayo,  para  llegar  a  esa 
ciudad  se  requiere  navegar  tres  dias  por  rio  en  un  bote 
movido  por  remos  o  botadores,  alquilar  el  bote,  contra- 
tar su  tripulación,  llevar  provisiones  i  cocinero ;  aun  así 
no  se  termina  el  viaje,  pues  del  estremo  del  rio  navega- 
ble, todavía  queda  el  largo  trecho  ya  indicado,  que  el 
viajero  debe  hacer  en  carro  de  dos  ruedas  por  pésimas 
vias.  Francamente  el  sacrificio  valdría  la  pena  si  en 
Pekin  uno  encontrarara  algo  de  mui  característico,  pero 
lo  especialísimo  i  digno  de  verse,  el  palacio  del  empera- 
dor, es  impenetrable  para  todo  el  mundo,  exepto  para  los 
dignatarios,  los  nobles  i  los  miembros  de  la  corte ;  i  lo 
penetrable,  lo  accesible,  es  igual  o  inferior  en  su  jénero 
a  cuánto  se  vé  en  Cantón.  Concluido  mi  paréntesis,  con- 
tinúo. Aquí  no  hai  coches,  ni  caballos,  ni  siquiera  esos 
rodados  de  mano  tan  cómodos  que  pululan  en  Colombo, 
Singapore  i  Hong-Kong;  solo  hai  palanquines  i  aun 
estos  en  número  escaso.  Las  casas  de  negocio  se  cierran 
al  anochecer  i  en  cada  una  de  ellas  a  un  lado  de  la  puerta, 
en  una  especie  de  nicho  a  nivel  del  umbral,  como  en  los 
huecos  reservados  por  nosotros    para  el   contador  del 


—  292  — 

gas,  pero  en  la  parte  esterior,  se  enciende  unas  varillas 
hechas  con  aserrín  de  sándalo  o  velas  pequeñas  o  candi- 
lejas delante  de  las  inscripciones,  o  imájenes  o  reliquias, 
que  adornan  el  interior  del  nicho ;  esta  ofrenda  es  para 
honrar  los  dioses  i  ahuyentar  los  espíritus  enemigos  de 
la    casa.  Algunas   familias  no  se  contentan  con    esto  i 
mandan  a  un  sirviente,  jeneralmente  una  mujer  vieja  i 
fea,  capaz  de   ahuyentarlos  con   su  sola  presencia,  a  es- 
pantarlos, con  imprecaciones,  gritos    i   golpes,   colocán- 
dolos  virtualmente   se  entiende,   a  veces  dentro   de  una 
bolsa  o  envolviéndolos  en  una  tela  i    dándolos  contra  el 
suelo,  como  para  matarlos.  Cada  casa  i  cada  bote  tiene 
su  dios  o  sus  dioses  a  quienes  se  rinde  culto,  alumbrando 
su  imájen  comunmente.  Pero  no  a  todos  los  dioses  fami- 
liares  les  va  bien,  pues  si  las  desgracias  se  suceden  con 
persistencia  en  una  familia,  ella  toma  medidas  contra  uno 
o    mas   de   ellos  desterrando,   quemando,   o    echando  al 
al  agua  su  imájen,  degradándola    o   deponiendo   al  dios 
acusado,  de  su  oficio  o  sustituyéndolo  con  otro,   como 
hacen  algunos  católicos  con  los  santos.  En  las  casas  de 
negocio    mas    serias,  he   visto    pequeños    altares  ilumi- 
nados con  la  imájen  de  los  ídolos  protectores  del  hogar 
de  la  clase  de  comercio,  o  del  taller.  Los  dioses  aumen- 
tan en  número  según  las  necesidades  i  hai  uno  para  cada 
pasión,  sentimiento  o  conveniencia,  como  entre  nosotros; 
Santa  Bárbara  es  la  abogada  de  las  tempestades  i  libra 
del   rayo,  San    Antonio  es   responsable   de   los   objetos 
perdidos  i  San  Roque  evita  las  pestes  i  proteje  los  pe- 
rros, San  Ramón  es  el  mejor  partero,  i  así  por  el  estilo, 
El   interior  de  las   casas   no  ofrece   comodidades,   pero 
responde  a  las  necesidades  desús  moradores  poco  exijen- 
tes.  Por  cierto,  las  instalaciones  hijiénicas  son  descono- 
cidas. Aquí,  en  Cantón,  en  la  City,  no  viven  las  familias 
sino    por  exepcion,  viven  fuera.   Las  mujeres  de  cierta 
categoría  no  se  muestran  i  cuando  salen,   lo  hacen    en 
palanquines    cerrados.  En  cambio,  los    sampanes   están 
ocupados  por  mas  mujeres  que  hombres  i  estas  trabajan, 
cosen,  cocinan,  reman,  transportan  sus  casas  flotantes, 
dan  vuelta  a  los  torniquetes  sin  fin  de  las  dragas  embrio- 
narias,  i   todo   hacen   llevando    a  sus   criaturas,    si    las 


—  293  — 

tienen,  colgadas  a  la  espalda,  como  las  indias  de  Bolivia. 
La  guagua  según  se  dice  en  Chile,  el  hijo  de  pechos  o  el 
hermanito,  ocupa  una  especie  de  bolsa  colgante  en  la 
espalda  de  la  madre,  hermana  o  cuidadora,  mientras  esta 
trabaja. 

En  Cantón,  al  oscurecer  se  oye  en  las  vecindades  de 
los  puentes  una  música  estraña,  discordante,  aflijente, 
seguida  de  un  cañonazo;  es  la  señal  para  suspender  la 
comunicación  entre  la  City  i  el  Shameen  cerrando  los 
puentes  i  también  para  aislar  en  el  interior  de  la  ciudad, 
unos  barrios  de  otros,  por  medio  de  trancas  o  barreras. 
Es  peligroso  dicen,  para  los  estranjeros  quedarse  dentro 
de  Cantón  durante  la  noche.  Los  ajentes  de  la  Policía 
china,  después  de  oscurecer,  cada  cierto  tiempo  tocan,  a 
lo  menos  a  orillas  del  Canal,  cuatro  campanadas  segui- 
das de  tres  golpes  de  tambor ;  los  dos  sonidos  son  fúne- 
bres. Al  romper  el  dia,  se  oye  otra  música  como  la  de 
la  víspera,  i  la  comunicación  queda  restablecida,  comen- 
zando el  hormigueo  de  jente  en  cuánto  sitio  se  puede 
asentar  el  pié. 

En  China  no  se  tiene  conocimientos  científicos  i  artís- 
ticos de  arquitectura;  ella  bajo  tales  conceptos,  no  existe; 
todas  las  casas  intrínsecamente  son  iguales;  los  cons- 
tructores solo  se  cuidan  de  los  techos  para  darles  formas- 
livianas,  encorvando  hacia  arriba  los  ángulos.  En  jeneral 
los  edificios  son  bajos  i  de  un  piso  ;  construidos  sobre  pilo- 
tes, i  estos  por  aberración,  no  van  clavados  sino  puestos 
sobre  pilares  bajos  de  ladrillo  o  piedra;  tales  pilares  a  su 
vez  no  tienen  cimientos,  están  sobre  la  superficie  del  suelo. 
Sin  embargo,  yo  he  visto  en  Cantón  edificios  en  construc- 
ción, de  acuerdo  con  reglas  racionales,  con  cimientos 
i  paredes  de  ladrillo.  El  techo  con  su  peso  debe  sostener 
los  pilares  que  provisoriamente  se  liga  con  cuerdas  o- 
listones  de  madera;  para  dar  peso  a  los  techos  conser- 
vándoles sus  apariencias  de  liviandad,  hacen  dos,  uno 
invisible  i  otro  aparente.  La  forma  de  las  casas  recuerda 
las  tiendas  de  campaña  de  los  tártaros  i  parece  tener  ese 
orijen.  No  hai  en  China  templos  monumentales  ni  anti- 
guos ;  nada  es  antiguo  sino  la  rutina,,  dice  Dooglas,  coa 
razón.  La  nobleza  es  transitoria  i  no  hace  cosas  dura- 


—  294  — 

bles;  además,  a  nadie  se  le  ocurre  innovar  i  por  lo 
tanto  en  arte  i  en  sentimientos  la  ímajinacion  está  muer- 
ta; el  pueblo  es  susceptible  de  adquirir,  adoptar  modos 
nuevos,  pero  no  va  mas  allá,  acepta  pero  no  estiende  i 
cuando  acepta  no  es  voluntariamente  sino  por  fuerza, 
siéndole  mas  fácil  aceptar  lo  absurdo  como  lo  de  ra- 
parse la  cabeza  o  deformar  los  pies,  aun  cuando  esto 
creo  es  de  invención  propia;  pero  en  fin  se  trasmite  i 
continúa.  Por  sí  mismos  los  chinos  no  imitan ;  ejemplo, 
en  arquitectura:  tienen  a  la  vista  los  palacios,  los  ban- 
cos, los  edificios  adaptados  a  su  fin,  cómodos  i  sólidos, 
i  ellos  continúan  con  sus  casuchas  de  visera  alzada. 
Kublai-Khan  conquistó  el  Mogol,  construyó  una  ciudad 
célebre  cerca  de  Pekin,  con  palacios  i  monumentos;  no 
queda  de  ella  nada;  el  espíritu  nómade  dominante  lo 
deja  destruir  todo,  i  esta  tendencia  se  esplica  aun,  de- 
biendo considerarla  jemela  de  la  rutina.  Se  me  dirá  que 
la  gran  muralla  i  las  pagodas  son  monumentos  de  arqui- 
tectura; la  gran  muralla  es  una  estupidez  como  defensa 
i  una  prueba  de  inocencia  i  de  baratura  de  trabajo  como 
concepción  i  ejecución;  las  pagodas  son  unos  galpones 
o  torreones  con  formas  elegantes,  vistas  de  lejos;  su 
disposición  interna  es  de  lo  mas  sencillo  i  primitivo,  la 
ciencia  nada  tiene  que  ver  con  ellas  i  el  arte  mui  poco 
i  solo  en  lo  decorativo  i  no  en  su  esencia,  en  su  funda- 
mento. Así  en  las  casas,  por  ejemplo,  los  pilares  insegu- 
ros, bailando  bajo  su  techo  i  sobre  su  base,  están  eso  sí 
decorados,  pintados,  tallados,  i  las  cornisas  llenas  de 
arabescos  i  colores.  El  interior  de  las  piezas  es  mal  sano, 
el  piso  húmedo  ;  para  evitar  su  influencia,  idea  mui 
china,  en  vez  de  poner  algún  tablado  dejando  abajo 
hueco,  se  hacen  i  usan  zapatos  de  suela  mui  gruesa, 
ponen  cojines  en  el  suelo  i  se  sientan  i  duermen  en  diva- 
nes. Una  buena  casa  de  las  jenerales,  consta  de  un 
patio  rodeado  de  cuartos,  de  una  sala  en  el  fondo,  tras 
de  ella  otro  patio  i  otros  cuartos,  de  un  tercer  patio  tras 
de  otra  sala  a  veces  i  de  un  jardín  por  fin;  los  chinos 
son  mui  aficionados  a  las  flores,  aun  artificiales.  Una 
muralla  con  las  puertas  puramente  indispensables,  rodea 
el  edificio,  dándole  el  aspecto  de   vacio  i  falto   de  vida, 


—  295  — 

no  obstante  haber  mucha  i  bulliciosa  adentro,  sobre 
todo  en  el  departamento  de  los  varones.  El  primer 
patio  es  accesible  para  todo  el  mundo  menos  para  los 
estranjeros,  i  este  i  los  demás  se  hallan  adornados  con 
arbustos  i  plantas  en  macetas. 


El  mueblaje  o  mobiliario  no  es  cómodo  pero  es  bonito; 
los  pisos  son  de  ladrillo  i  no  tienen  alfombra  sino  cerca 
de  los  divanes;  estos  sirven  para  sentarse  i  acostarse  a 
dormir;  la  cama  es  muí  sencilla,  un  diván,  una  manta  i 
un  cilindro  o  trozo  de  madera  dura  por  almohada,  ahí 
está  todo;  la  almohada  es  adorable  i  muestra  la  perfec- 
ción i  dureza  de  las  cabezas  chinas  i  la  resistencia  de  sus 
orejas.  Dan  respecto  a  las  almohadas  una  esplicacion 
semi  racional:  la  necesidad  de  las  mujeres  de  conservar 
su  peinado,  pues  peinarse  todos  los  dias  seria  obra  de 
romanos.  Completan  el  juego  de  muebles,  sillas,  tabure- 
tes, almohadones,  estantes  con  dijes  de  porcelana,  lám- 
paras, faroles,  biombos,  espejos,  mesitas  bajas  i  mil 
objetos  de  fantasia  tallados  e  incrustados.  La  vajilla  se 
compone  de  platitos,  tacitas,  vasijas,  frascos  de  porce- 
lana, ánforas,  teteras  i  receptáculos  para  vino  o  licores, 
de  formas  vanadas,  cucharas  de  porcelana,  cuchillos  i  los 
tradicionales  palitos.  Ademas  hai  braseros,  sahumado- 
res, candeleros  i  cuanto  necesita  una  familia.  Los  servi- 
cios hijiénicos,  abominables;  renuncio  describirlos.  No 
siendo  cómodas  las  sillas  es  mui  chino  sentarse  en 
cojines  o  en  el  suelo  con  las  piernas  dobladas  al  modo 
oriental,  costumbre  a  la  cual,  según  Dooglas,  hace  alu- 
sión la  palabra  festín  banquete  que  signifíca  tam- 
bién estera,  recordando  el  uso  de  esparcir  alimentos  en 
el  suelo  sobre  un  chuse,  alfombra  o  tela  cualquiera.  Las 
leyes  suntuarias  establecen  que  las  casas  miren  al  sud, 
no  por  razones  de  orientación,  de  luz  o  de  sol,  sino  por 
temor  al  Feug-Shui  viento  i  agua  dirijentes  de  todo,  con 
existencia  real  i  entidad  propia.  Es  una  fuerza  oculta 
constituida  por  dos  corrientes  que  se  cruzan  en  la  su- 
perficie de   la  tierra:  el  Dragón  azul  i  el  Tigre  blanco. 


—  296  — 

representantes  de  los  dos  principios,  macho  i  hembra  de 
la  naturaleza.  Los  conocedores  del  Feug-Shui  pueden 
aprovechar  las  ondulaciones  de  la  tierra  para  evitar  las 
malas  influencias  i  hasta  convertir  estas-  en  favorables, 
haciendo  que  el  Dragón  azul  i  el  Tigre  blanco  se  junten 
en  ángulo  dejando  entre  sus  brazos  o  ramas  un  espacio 
propicio,  afortunado,  en  el  cual  se  edifica  viviendas  o  se 
instala  cementerios  con  suerte.  En  nombre  de  este  mito 
temible  los  chinos  se  oponen  a  los  ferrocarriles,  a  los 
telégrafos  i  a  todo  progreso  con  pretestos  tan  fútiles 
como  este:  los  hilos  del  telégrafo  harán  sombra.  Un 
plantío  de  árboles  en  línea  curva  en  el  fondo  de  una 
casa,  un  parapeto  de  tierra  de  la  misma  forma  muí  usado 
en  las  sepulturas  para  bien  de  los  muertos,  o  dos  leones 
puestos  en  la  puerta,  son  talismanes,  como  los  ángulos, 
contra  el  Feug-Shui.  Las  demostraciones  casuales  de 
las  leyes  hijiénicas  favorecen  la  perpetuidad  de  estas 
supersticiones.  En  un  cuartel  estranjero  habia  gran 
mortalidad ;  se  hace  un  plantio  de  bambúes  i  ella  se  con- 
tiene—  ¿no  ven  ustedes?  dicen  los  chinos;  si  se  ve,  no 
la  influencia  del  ángulo  sino  la  de  una  valla  contra 
vientos  nocivos  con  efluvios  pantanosos  i  miasmáticos. 
Negar  la  existencia  de  la  arquitectura  en  China  como 
arte  sujeto  a  reglas  no  es  negar  la  de  ciertas  obras  no- 
tables, como  puentes  de  piedra  monumentales,  adorna- 
dos con  laboriosas  e  innumerables  esculturas  i  algunos 
templos  i  viviendas  de  particulares  o  mandatarios.  La 
edificación  de  los  templos  se  debe  jeneralmente  a  la 
munificencia  del  Emperador  i  de  los  ricos ;  no  obs- 
tante hai  también  suscripciones  populares  levantadas 
por  los  sacerdotes ;  estos  se  ponen  en  penitencia  pú- 
blica hasta  obtener  las  sumas  necesarias;  uno  de  ellos 
hace  poco  se  mete  en  un  estrecho  cajón  arpado  de  cla- 
vos con  la  punta  hacia  el  interior  i  se  instala  en  una  calle 
de  Pekin  declarando  que  no  saldrá  de  su  jaula  mientras 
quede  un  clavo  en  su  puesto  i  que  no  sacará  ningún 
clavo  sino  mediante  la  suma  de  tanto  por  cabeza.  El  sa- 
cerdote vivió  en  el  cajón  dos  años  al  fin  de  los  cuales 
salió  con  el  último  clavo.   ¡Parece  leyenda! 


—  297  - 

Si  las  obras  de  ínjeniería  se  cuentan  entre  las  arqui- 
tectónicas, se  puede  decir  lo  mismo  de  ellas:  no  hai 
caminos,  los  puentes  son  insuficientes  o  detestables, 
existen  pocos  canales  i  algunos  notables  de  antigua 
data  están  obstruidos  en  parte  u  obstruyéndose.  La  na- 
ción no  tiene  puertos,  ni  diques,  no  puede  poseer  gran- 
des buques  i  está  indefensa  como  lo  ha  probado,  por 
incuria.  Ahora,  sin  embargo,  parece  que  el  gobierno  de 
su  Majestad  el  Hijo  del  Cielo  quiere  hacer  algo  a  ejem- 
plo de  los  japoneses. 


Alimentos,  debidas,  provisión  de  agua  i  otros  servi- 
cios. —  En  Cantón  i  en  las  demás  ciudades  chinas  supon- 
go, pues  Cantón  es  la  mayor,  la  mas  célebre  i  el  modelo 
de  las  otras  en  lo  relativo  a  la  materia  que  trato,  las 
cosas  pasan  de  este  modo,  comenzando  por  el  agua. 
No  hai  aquí  un  sistema  jeneral  de  provisión;  en  algunas 
casas  la  toman  de  un  pozo,  pero  el  gran  proveedor  de 
agua  es  el  rio  de  donde  la  sacan  i  llevan  a  domicilio  en 
vasijas  diversas.  El  agua  de  los  pozos  debe  ser  mala  i 
si  a  esta  población  no  se  la  han  llevado  ya  al  otro  mundo 
las  epidemias,  es  porque  los  habitantes  no  beben  sino 
agua  hervida,  o  mas  bien  'dicho  infusiones  calientes  de 
té  u  otras  yerbas.  En  las  casas  cuidadas  el  té  se  prepara 
de  tal  manera  que  nunca  la  infusión  tiene  tanino;  en  cada 
taza  se  pone  un  poco  de  té,  se  echa  agua  muí  caliente 
i  se  la  cubre  con  un  pequeño  plato ;  de  tiempo  en  tiempo 
se  revuelve  las  hojas  i  cuando  se  siente  su  aroma  se 
bebe  la  infusión,  amarga,  sin  azúcar.  Así  a  lo  menos  nos 
lo  han  dado  en  las  casas  de  algunos  chinos  de  categoría, 
comerciantes  ricos  que  se  dan  buena  vida. 

Un  precepto  relijioso  prohibe  comer  la  carne  de  cier- 
tos animales,  los  mas  caros  en  verdad;  el  alto  valor  es  la 
razón,  el  pretesto,  la  metempsícosis;  pero  un  chino  cre- 
yente solo  por  un  milagro  de  Buda  dejaría  de  comerse 
en  forma  de  guiso  o  asado,  a  un  amigo  suyo  ya  difunto  o 
a  uno  de  sus  antepasados  si  comiera  carne  de  cordero, 
vaca  o  ternero.   No  obstante,  que  un  chino  agarre  a  tiro 


—  298  — 

un  par  de  costillas  o  un  plato  de  cabeza  de  vaca  en  salsa 
picante  i  ya  se  verá  a  donde  van  a  parar  los  escrúpulos 
relijiosos.  Los  chinos  pobres  comen  cuanto  ha  vivido, 
vive  i  vivirá:  carne,  pescados  crudos  i  aun  vivos  i  semi- 
llas o  granos.  No  son  manjares  favoritos  sin  duda  la 
carne  de  perro,  de  gato,  de  ratón,  de  caballo  o  de 
cuervo,  animales  muertos  por  cualquier  causa,  sin  es- 
cluir  las  enfermedades  contajiosas,  lo  que  sería  asunto 
serio  para  nosotros,  pero  son  alimentos  usuales  en  las 
últimas  clases  sociales. 

En  los  puestos  de  venta  de  comestibles  en  Cantón,  se 
ve  ratones,  gatos  i  perros  pelados,  cucarachas,  escaraba- 
jos i  otras  sabandijas,  pájaros  secos,  lombrices  de  tierra 
i  mil  horrores.  Cuando  hai  comen  también  langostas; 
echadas  vivas  en  un  sartén  i  fritas,  son  un  regalo.  La 
carne  de  puerco  es  mui  apreciada  i  de  uso  jeneral;  esto 
pase.  Las  cucarachas  deben  ser  mui  estimadas,  porque  en 
los  platos  donde  las  ponen  para  la  venta,  he  visto  a  las 
grandes  con  una  banderita  clavada  en  el  lomo,  señalando 
el  precio,  no  sé  si  de  la  cucaracha  o  del  plato  o  de  la 
docena.  Las  fondas  o  casas  de  comida  en  su  mostruario  o 
vidriera,  tienen  esqueletos  de  perro  o  de  gato  como  en- 
seña i  ratones  colgados;  algunos  fonderos  anuncian  con 
orgullo  platos  con  carne  de  perro  o  de  gato  negro  guisada, 
siendo  esa  clase  mui  buscada.  Hasta  los  médicos  con- 
tribuyen en  este  caso  a  mantener  la  preferencia  basada 
en  una  superstición,  ordenando  a  sus  enfermos  carne  de 
gato  o  perro  negro  como  mui  eficaces  contra  la  debili- 
dad. A  los  calvos  se  les  recomienda  el  uso  de  ratones 
como  alimento.  La  preparación  de  las  comidas  es  mui 
complicada;  desde  luego  no  les  ponen  sal  i  sí,  una  canti- 
dad variadísima  de  condimentos  estraños;  después,  nada 
es  confeccionado  ni  cocinado  racionalmente,  dado  nues- 
tro gusto ;  frien  i  guisan  frutas,  por  ejemplo  i  presentan 
trozos  de  carne  de  pescado  crudo.  Los  utensilios  para 
comer  siguen  la  misma  lei  de  contradicciones,  las  taci- 
tas para  beber  vino  o  aguardiente  de  arroz  son  peque- 
ñísimas i  deben  ser  llenadas  después  de  cada  trago,  i 
para  que  la  comida  sea  posible,  con  dos  palitos  maneja- 
dos a  modo  de  pluma  de  escribir,  reducen  lo  que  no  es 


—  299  — 

grano  a  diminutos  pedazos  i  los  granos  van  a  la  boca 
empujados  por  los  palitos,  gracias  a  que  el  continente, 
taza  o  plato,  se  pone  a  medio  centímetro  de  los  labios. 
El  uso  del  cuchillo  no  está  del  todo  escluido.  Como 
muestra  de  los  platos  de  una  comida  suntuosa  daré  la 
de  los  que  le  ofrecieron  a  un  lord  inglés  en  Hong-Kong, 
creo :  —  Sopa  de  nidos  de  pájaro  —  Pescado  en  concha 
guisado — Casia  i  hongos  —  Cangrejo  i  aletas  (promoción) 
—  Codornices  hervidas  — Delicadeces  marinas  fritas  (me- 
nudencias) —  Agallas  de  pescado  —  Rebanadas  de  cer- 
ceta, zarcela,  abutarda  —  Hongos  de  Pekin  —  Tajadas 
de  pichón — Beches  de  mar  -  Macarroni.  ¡El  lord  se  quedó 
con  hambre!  Los  chinos  son  frugales,  sobrios,  viven  con 
nada,  i  grandes  aficionados  a  los  véjetales  i  a  los  gra- 
nos, por  hábito  i  necesidad ;  «  arroz  i  véjetales  >  signi- 
fica «  alimento  » ;  un  chino  yendo  a  comer  a  casa  de 
un  amigo,  le  dice :  vengo  a  comer  arroz ;  el  sirviente 
anuncia :  los  véjetales  están  servidos.  Comen  también 
mucho  pescado;  en  las  barcas  i  en  el  mercado  lo  man- 
tienen vivo  en  agua  salada,  constantemente  removida, 
para  aerearla. 


Siguiendo  la  materia  de  los  alimentos  me  parece 
oportuno  describir  un  Banquete  en  uno  de  los  Barcos  o 
botes  de  flores,  como  complemento  de  informéis.  En 
Cantón  debíamos  devolver  las  atenciones  recibidas  i 
deseábamos  conocer  también  por  esperiencia  los  Flowr 
Boats  i  sus  curiosas  comidas.  Estas  dos  razones,  nos 
hicieron  buscar  el  medio  de  obsequiar  con  una  cena  en 
uno  de  ellos  a  nuestros  nuevos  amigos.  Un  chino  de  dis- 
tinción es  nuestro  supuesto  invitante;  los  estranjeros  no 
pueden  por  sí  solos  proporcionarse  estas  fiestas  i,  aun- 
que ellos  paguen  los  gastos,  como  en  nuestro  caso,  por 
una  ficción  aceptada,  el  chino  elejido  recibe  en  su  casa, 
el  bote,  i  hace  los  honores  de  ella  presidiendo  la  mesa. 
La  noche  de  nuestro  banquete  era  fría  i  oscura,  brumo- 
sa, pero  el  rio  con  las  luces  de  sus  mil  embarcaciones  i 
los  faroles  de  sus  Barcos  de  flores,  presentaba  un  aspecto 


—  300  — 

fantástico,  novedoso,  casi  alegre,  inolvidable.  La  navega- 
ción hasta  el  lugar  del  banquete  fué  corta  i  entretenida, 
por  la  novedad  del  espectáculo.  Eramos  diez  los  de  la 
comitiva  i  once  con  el  anfitrión.  El  barco  estaba  de  gala, 
sus  faroles  con  luz,  sus  ventanas  de  vidrios  de  colores 
semejando  un  incendio  i  no  habia  sitio  adecuado  del  cual 
no  colgara  una  tira  de  papel  con  doradas  i  pintadas  ins- 
cripciones. Nuestro  chino  vestido  con  sus  mejores  sedas 
nos  recibió  a  bordo  i  nos  presentó  a  las  Flores,  once 
chinitas,  una  para  él  i  diez  para  nosotros  ;  él  era  un 
hombre  culto,  corredor  en  sedas,  hablaba  inglés,  buen 
mozo  i  joven  i  mui  amable  i  simpático;  las  once  Flores 
eran  jovencitas,  algunas  casi  criaturas,  mas  o  menos 
graciosas,  chicas,  de  limpia  tez,  pelo  negro  abundante, 
cejas  filiformes  hechas  a  navaja,  lindos  ojos  brillantes, 
oblicuos,  admirables  dientes,  boca  grande,  con  labios 
pintados  en  el  centro  como  de  un  pincelazo,  manos  pe- 
queñísimas, bien  cuidadas,  pies  diminutos  calzados  de  oro 
i  seda;  su  vestido  era  lujoso,  de  colores  vivos  combina- 
dos ;  el  peinado  según  la  condición  o  el  papel  de  cada 
una.  Todas  parecían  de  buen  carácter  i  estaban  mui  ale- 
gres; se  reian  de  todo  cuando  hablaban  i  cuando  oían 
sin  entender  nada  ni  ser  entendidas;  sus  modales  eran 
delicados.  Permitían  algunas  lijeras  libertades  o  se  las 
tomaban,  tales  como  recibir  o  dar  un  abrazo  culto,  o 
un  beso  inocente  en  la  cabeza,  en  la  frente,  la  mejilla  i 
por  descuido  en  la  boca,  frecuentemente  en  la  mano; 
todo  ello  como  simple  muestra  de  amabilidad  o  gaje  de 
amistad  i  sin  ulterioridades,  pues  de  ahí  no  se  pasaba  ni 
podia  pasarse.  Estas  jóvenes  son  honradas,  hablo  de  las 
Palores,  salvo  exepciones,  concurren  a  fiestas  de  hom- 
bres para  buscar  marido  i  suelen  alcanzar  el  puesto  de 
segundas  mujeres.  Nuestras  Flores  preparaban  las  pipas 
de  opio,  ensayándolas  con  su  boca  fresca  ;  una  quiso 
enseñarme  a  fumar,  yo  no  pude  aprender,  porque  pre- 
feria  mirarla  en  su  empeño  afanoso  i  contemplar  su 
gracia  china  i  su  belleza,  picante  por  lo  estraña.  Daban 
i  recibían  flores  i  en  la  mesa  cada  una  atendía  o  simulaba 
atender  a  su  elejido,  colocándose  tras  de  su  silla.  Acep- 
taban tomar  un  poco  de  licor  o  de  vino  en  tacitas  como 


—  301  — 

dedales,  limpiándoles  el  borde  i  derramando  unas  gotas 
del  líquido  antes  de  probarlo,  aun  cuando  nadie  hubiera 
bebido  en  la  tacita. 

He  aquí  los  nombres  de  los  señores  que  se  sentaron  a 
la  mesa  i  los  de  las  niñas  Flores  que  respectivamente 
los  cuidaban  : 

Mr.  Cheon  Zung,  atendido  por  Dulce  Cantora. — Doctor 
Wilde,  por  Bella  complexión.  —  Mr.  Yau  Sun,  por  Fun 
Kin  ;  sin  traducción.  —  Mr.  Happiller,  por  Ah  Cheong, 
sin  traducción.  —  Mr.  Waker,  por  Ah  Jack,  sin  traduc- 
ción. —  Mr.  Kat  Cheong,  por  redonda  i  pulida  como 
las  perlas  i  las  esmeraldas.  —  Mr.  Shubert,  por  Pre- 
ciosa vírjen  (cumplía  14  años  la  noche  del  banquete). 
Mr.  Leuzman  por  Tierna  de  corazón. 

Además,  estaban  sin  caballero  adscrito,  las  Flores  lla- 
madas Reposada  i  agradable.  Graciosa  i  amable  i  Ángulo 
lindo  de  ojos. 

También  figuraba  en  la  mesa  la  señora  Guillermina,  a 
quien  no  pudiendo  colocar  entre  los  caballeros  por  razo- 
nes obvias,  ni  entre  las  flores  por  modestia,  colocaré  sim- 
plemente entre  las  personas  asistentes. 

La  comida  fué  de  lo  mas  orijinal  que  yo  haya  visto  en 
mi  vida.  En  apariencia  no  había  en  el  Bote  ni  cocina,  ni 
despensa,  ni  bodega,  pero  los  manjares  empezaron  a 
brotar  apenas  nos  sentamos  a  la  mesa  como  por  encanto ; 
por  de  pronto  la  adornaban  veintidós  platitos  ( los  conté  ) 
como  para  servicio  de  muñecas,  colmados  con  veintidós 
sustancias  diferentes  :  dulces,  caldos,  mezclas  amargas, 
frutas,  semillas,  almendras,  encurtidos,  filamentos  raros, 
raspaduras  de  cuerpos  estraños,  aceitunas  encorvadas, 
granos  verdes,  rojos,  negros  i  amarillos,  vainas  de  ají, 
hojas,  polvos,  pastillas,  granulos,  jaleas,  trozos  de  coco, 
rebanadas  de  pescado  crudo,  carne  picada,  hongos  i  no 
sé  que  mas.  El  aguardiente  de  arroz  no  estaba  en  bote- 
llas, sino  en  una  especie  de  vinajeras  o  teteras  rectan- 
gulares. La  comida  era  compuesta  de  platos  completa- 
mente desconocidos,  para  nosotros,  o  de  mezclas  inusita- 
das. Hubo  como  ocho  sopas  diseminadas  a  lo  largo  de  la 
cena,  en  las  cuales  se  adivinaba  de  vez  en  cuando  la  pre- 


—  302  — 

sencia  de  sustancias  tratables  :  arroz,  alberjas,  pastas, 
carne  picada  i  huevo.  Entre  sopa  i  sopa  nos  dieron,  a 
estar  a  las  apariencias  de  los  manjares,  jaleas,  cartílagos 
de  pescado  fritos,  guiso  de  tiburón,  ostras  fritas  con 
harina  a  la  milanesa,  crestas  de  gallo,  menudos  de  peces, 
piel  de  cabezas  i  cuellos  de  aves  en  salsa,  tortuga  her- 
vida i  salsa ;  dedos  de  patas  de  aves  chicas  con  sus 
huesos  ;  orejas  i  lengua  de  lechon  con  dulce,  algas  ma- 
rinas, pulpas,  engrudos  diversos,  guindas  con  mostaza, 
tallarines  con  alcaparras,  almendras  i  maní  en  almíbar,  un 
mundo  de  incongruencias,  en  fin,  que  la  imajinacion  mas 
fértil  de  un  europeo  no  podría  inventar,  todas  servidas  en 
platitos  como  la  mano  . . .  me  olvidaba  de  otros  manjares: 
coles  del  tamaño  de  las  nueces,  rellenas;  estofado  de  faisán, 
con  dulce  de  algo  horrible  i  salsa  de  alquitrán,  supongo, 
por  el  gusto  i  el  olor.  Uno  se  cree  satisfecho  sin  haber 
comido  nada,  o  come  de  todo  sin  darse  por  satisfecho, 
esperando  la  aparición  de  algún  compuesto  conocido, 
entre  jentes,  con  el  nombre  de  alimento. 

Sin  embargo  algunos  platos  me  parecieron  esquisitos 
aunque  inesperados,  otros  de  un  gusto  estrano  pero  no 
malo,  varios  incomibles  i  todos  juntos  capaces  de  satis- 
facer el  apetito  mas  caprichoso. 

Después  de  veinte  o  más  servicios,  se  toma  un  poco 
de  dulce  nacional,  por  ejemplo,  maní  en  almíbar,  o  una 
compota  i  los  concurrentes  se  levantan  para  dar  lugar  a 
la  preparación  de  la  segunda  mesa,  es  decir,  de  otra  co- 
mida análoga  después  de  hora  i  media,  siguiendo  previo 
un  nuevo  intervalo,  la  ultima,  menos  larga:  total  tres 
cenas  en  la  misma  noche;  esa  es  la  regla.  En  los  inter- 
medios las  niñas  cantan  con  una  voz  estrañísima,  gritona 
i  dolorida,  temas  monótonos,  interminables,  al  son  de 
instrumentos  curiosos  i  bailan  también  a  veces.  El  au- 
ditorio se  sienta  al  rededor  de  los  músicos;  cada  invi- 
tado con  su  chinita  al  lado  o  donde  ella  quiere  (i  suele 
antojársele  sentarse  infantilmente  en  las  rodillas  de  su 
caballero)  a  tomar  café  i  fumar  cigarrillos. 

La  flor  mía  no  hizo  semejante  acción  pero  en  cambio 
se  apoderó  de  mis  guantes,  metió  en  ellos  sus  manos 
microscópicas  i  a  pesar    de  sobrarle  la  mitad    de   cada 


—  303  — 

dedo  i  otro  tanto  de  la  palma,  se  quedó  con  ellos  acep- 
tándolos como  un  obsequio  de  mérito.  A  otra  muy  bo- 
nita quise  darle  una  moneda,  la  moza  en  cambio  acepta 
gustosa  un  pañuelo  de  seda  rosado  que  por  casualidad 
tenia  yo  en  el  bolsillo,  como  muestra  de  una  sedería. 

Vecino  a  nuestro  bote  había  otro  i  mas  allá  otro  i 
otros,  todos  con  su  respectiva  comparsa  de  aficionados 
a  las  cenas,  pues  los  chinos  son  muy  amigos  de  divertir- 
se i  lo  hacen  en  grande,  prefiriendo  en  Cantón  las  cenas 
en  los  Botes  con  accesorios  vedados  á  los  estranjeros. 
Los  instrumentos  de  música  son  dignos  de  una  corta 
noticia.  Tres  había  en  nuestro  Banquete:  el  uno  era 
compuesto  de  un  plato  semi  esférico,  puesto  con  su 
convexidad  hacia  arriba  entre  tres  palos  cruzados  i  de 
un  pedazo  de  madera  dura  fijado  a  uno  de  los  palos  que 
golpeado  daba  un  sonido  metálico.  Una  niña  tocaba 
plato  i  madera  con  dos  palillos  de  tambor.  El  segundo 
instrumento  era  una  guitarra  de  caja  circular  muí  pe- 
queña i  de  mango  muy  largo,  con  tres  cuerdas.  El  tercero 
un  violin  mui  raro  :  se  componía  de  una  tabla  cuadrada 
con  una  regla  plantada  verticalmente  en  el  medio  ;  en  la 
tabla  a  cierta  distancia  del  pié  de  la  regla  se  atan  dos 
cuerdas  que  van  a  fijarse  arriba  en  el  estremo  libre,  por 
medio  de  dos  grandes  clavijas ;  estas  sirven  para  tem- 
plarlas ;  una  varilla  ríjida  metida  entre  las  dos  cuerdas 
completa  el  instrumento;  es  el  arco  del  violin  que  las 
hace  vibrar  cuando  el  ejecutante  lo  pasa  entre  ellas.  No 
hablaré  del  servicio  de  mesa  por  ser  ya  de  todos  cono- 
cido el  jénero  chino ;  el  nuestro  era  liliputiense ;  teníamos 
una  cuchara  de  porcelana  para  todo,  ancha  i  petiza; 
esta  hacia  exepcion  a  las  miniaturas,  con  su  contenido 
se  podia  llenar  dos  platos ;  un  cuchillo  i  dos  varitas  de 
marfil  cuyo  difícil  manejo  nos  fiíé  ya  familiar  al  fin  de  la 
comida.  La  lista  de  manjares  que  he  dado  antes  como 
servidos  en  el  banquete  del  Rio  de  las  Perlas,  aparte  de 
las  menudas  golosinas  puestas  en  los  numerosos  pla- 
títos,  ha  sido  un  tanto  fantástica,  lo  confieso,  con  rela- 
ción al  hecho  real  de  esa,  aun  cuando  no  con  relación  a 
las  costumbres,  pues  pasaría  por  moderada  y  sencilla 
ante  cualquier  chino  tunante.    Y    sí  alguien  lo  duda,  aquí 


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tiene  para  tranquilidad  de  su  conciencia  la  lista  autén- 
tica de  los  componentes  de  nuestra  cena,  traducida  de 
los  orijinales  chinos  que  conservo,  primero  al  inglés  por 
nuesto  anfitrión  i  luego  al  castellano  por  mí: 


Nidos   de    golondrina  a    la 

mandarin. 
Aletas  de  tiburón. 
Pescado  fino   seco  y  patos. 
Perca  manchada  (un  pez  de 

agua  dulce). 
Sopa  de  setas  (hongos). 
Sopa  de  mollejas   de  oveja 

Tortuga. 
Pollo  con  alberjas   tiernas. 
Morcilla  de  camarones  con 

carne  gorda  de  cangrejo. 
Pasta  de  almendra. 
Sopa  de  fideos. 
Bocadillos  ^  harina. 
Masitas  esponjadas. 
»        en  almíbar. 
»       solas. 


Pasas  de  uva  americanas. 

Albóndigas  de  manzana  sil- 
vestre. 

Pescado  seco. 

Ciruelas  secas. 

Castañas  de  agua  del  Río 
Zin. 

Toronjas. 

Caña  de  azúcar. 

Ostras. 

Guiso  de  pescado. 

Camarones 

Pollitos  con  hongos. 

Pato  i  vejetales. 

Pollo  i  vejetales. 

Huevecillos  de  pescado. 

Cangrejos  secos. 


Servicio  de  limpieza  —Esto  es  una  hipérbole  en  China. 
Ya  hemos  visto  como  la  pobreza  insinúa  i  después  esta- 
blece una  perversión  del  gusto  en  materia  de  alimentos;  la 
misma  pobreza  hace  posibles  ciertas  prácticas  rudimenta- 
rias de  hijiene,  siendo  los  infinitamente  miserables  los  en- 
cargados de  llevarlas  a  efecto  :  todos  deben  trabajar ;  he 
visto  pocos  mendigos  en  Cantón  i  aun  estos  pocos  no 
eran  incómodos;  no  hai  mas  ociosos  en  China  que  los 
literatos  de  quienes  hablaré  a  su  tiempo.  No  existen  casi 
en  las  ciudades  arreglos  sanitarios  ni  drenajes,  permítase 
el  indispensable  anglicismo. 

En  Cantón  y  peor  será  en  otra  parte,  los  gabinetes 
indispensables  de  las  casas,  constan  de  un  cajón  sobre 
un  pozo  o  conteniendo  una  vasija  removible;  el  cajón 
naturalmente  está  provisto  en  su  tabla    superior  de    una 


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abertura  circular.  El  contenido    de  la  vasija  después    de 
uno  o  mas  días  de  servicio,  es  trasvasado  a  otra  mayor  i 
esta  a  su  vez,  a  la  de    los   que  han  de  transportarla  al 
campó  o  al  rio.  Lo  mismo  se  hace  con  las  basuras.  Los 
h'quidos  impuros,  aguas  servidas,    i    otros,   son    simple- 
mente derramados  en  la  via  pública;  los  propietarios  mui 
escrupulosos  los  echan  en  los  pozos  domiciliares.   Indu-* 
dablemente  hai  una  providencia  aparte  para  los  chinos  i 
nadie  es  capaz  de  creer  hasta  qué  punto  ella    los  favore- 
ce !  Las  epidemias  de  cólera,  de   viruela,  de  peste  bubó- 
nica, tifus  i  otras,  entran  i  salen  en  las  ciudades  i  aldeas 
mui  pobladas  i  mui  sucias,  cuando  quieren  i  como  quie- 
ren; la  autoridad  no  se  entromete  en  el  asunto  i   el  pue- 
blo  menos  ;  ni  hacen  ni  pueden  hacer  cosa  alguna  para  » 
evitarlas  ni  para  desterrarlas.  ¡Espliquen  esto  los  médi- 
cos,  pero   de  buena  fé  i  sin   recurrir   a    bromas  !    Una 
epidemia  en  Cantón  según  el  criterio  científico,  no  debia 
concluir  sino  con  la  vida  del  último  de  sus  moradores  i  sin 
embargo  esta  ciudad  tiene  cerca  de   2.000.000  de  habi- 
tantes i  ha  sufrido  cien  pestes  de  todas  las  enfermedades 
infecciosas  mas  mortíferas.   Las  fuertes  epidemias  duran 
un    tiempo    i   un   buen    dia   se    van    sin   darse  lugar    ni 
para   decir   adiós.  Esplique   quien  quiera  el    fenómeno; 
para  mí  la  única    esplicacion  racional  es  la  siguiente :  los 
microbios  de  la  incuria  habitual  son  mas  fuertes  que   los 
de  las  epidemias  i  derrotan  a  sus  enemigos  al   fin    en    la 
lucha  a  sangre  i  fuego. 


Sombreros ,  vestidos  i  calzado,  —  La  característica 
del  vestido  chino  es  la  amplitud  ;  todo  debe  ser  sueho, 
cómodo  ;  las  piernas  deben  estar  libres,  lo  mismo  que 
los  brazos  i  el  cuerpo.  Las  líneas  esculturales  griegas 
causan  horror  a  los  chinos  ;  las  estatuas  son  una  abomi- 
nación ;  un  robe  de  chambre  (bata)  arrastrando  por  el 
suelo  es  el  ideal.  Comenzaremos  por  arriba.  Como  una 
divisa  de  conquista  los  manchu  obligaron  a  los  chinos 
varones  a  raparse  la  mitad  frontal  de  la  cabeza  i  formar 
una  trenza   con   el  pelo  restante  posterior.   Los   nativos 

Por  tnares  i  por  tierras  20 


~  306  — 

resistieron  esta  imposición  que  miraban  como  una  afrenta 
levantándose  en  armas  i  haciéndose  matar.  Ahora  se  re- 
belarian  contra  el  Emperador  i  sacrificarian  su  vida  si 
éste  quisiera  imponerles  la  obligación  de  cortarse  la 
trenza   i  dejarse    crecer  el  pelo  en  toda  la  cabeza. 

La  mayor  injuria  que  se  puede  hacer  a  un  chino  es  cor- 
tarle ese  apéndice  ridículo.  Para  qué  sirve  i  a  qué  res- 
ponde la  costumbre  de  raparse  media  cabeza  ?  Para 
nada  i  a  nada  útil,  a  no  serlo  el  "dar  ocupación  a  los 
peluqueros.  Ninguna  esplicacion  racional  se  da  del  hecho 
i  prefiero  no  repetir  las  mas  acreditadas  para  no  decir 
necedades.  Desde  el  levantamiento  de  los  T'aipMugs,  no 
obstante  i  de  otros  rebeldes,  dejarse  crecer  el  pelo  i 
cortarse  la  trenza  son  actos  mirados  entre  ellos  como 
signos  de  oposición  a  la  actual  dinastia  i  el  que  no  se 
amolda  a  la  regla  corre  riesgo  de  espiar  su  falta  en  el 
cadalso.  Las  mujeres  jóvenes  llevan  por  todo  adorno  en 
la  cabeza  su  pelo  peinado  i  algunas  joyas.  Las  vírjenes 
dividen  el  cabello  por  una  línea  mediana  ántero-posterior, 
lo  estienden  por  los  lados  cubriendo  las  orejas  i  llevan 
las  dos  divisiones  hacia  la  nuca  para  formar  un  torsal ; 
éste  se  desvia  a  un  lado  i  se  acomoda  en  forma  de  espiral 
tras  de  la  oreja,  atravesado  por  uno  o  mas  alfileres  largos. 
Las  casadas  hacen  lo  mismo  su  peinado  hasta  la  construc- 
ción del  cordón  posterior ;  de  ahí  parten  las  diferencias; 
forman  con  él  una  ansa,  o  arco  vertical  como  una  manija 
i  envuelven  en  su  base  el  resto  del  pelo  en  espiral,  sepa- 
rando por  un  alfiler  largo  la  manija  del  espiral  o  inter- 
poniendo una  joya  de  forma  adecuada,  o  su  simulacro, 
entre  la  ansa  i  el  rodete ;  todo  el  aparato  se  hace  direc- 
tamente sobre  la  nuca.  Las  vecinas  un  poco  maduras 
casadas  o  solteras,  sobre  todo  si  son  algo  calvas,  i  la 
calvicie  prematura  en  las  mujeres  es  mui  jeneral  aquí, 
usan  una  vincha  escotada  en  el  medio  i  naturalmente 
mas  ancha  en  los  estremos  que  caen  cubriendo  las  orejas. 
Viejas  i  jóvenes  ( las  viejas  son  mui  presumidas  aquí .... 
i  en  todas  partes)  adornan  su  peinado  con  flores  natu- 
rales o  artificiales  i  alfileres,  prendedores  u  horquillas, 
joyas  a  veces  de  gran  valor  i  significativas  ;  estas  cons- 
tituyen un  recurso  en  situaciones   angustiosas,  yendo  a 


—  307  — 

parar  al  monte  pió,  conocido  i  usado  por  casi  todo  el 
mundo  aquí,  o  sirven  como  gajes  de  aprecio,  de  gratitud 
i  de  amor  ;  ver  desaparecer  de  la  cabeza  de  una  mujer 
un  alfiler  de  mérito,  dice  Dooglas,  induce  en  sospechas 
semejantes  a  las  de  Ótelo  por  la  pérdida  del  pañuelo 
de  Desdémona,  aunque  no  de  tan  terribles  consecuen- 
cias. Matizan  algunas  jóvenes  su  peinado  con  piedras  de 
colores  vivos,  que  resaltan  en  el  fondo  negro,  lustroso 
como  ébano  bruñido.  Para  mantener  el  pelo  en  posición 
lo  engoman  formando  con  él  una  especie  de  casco  en  la 
cabeza,  duermen  teniendo  por  almohada  un  trozo  pequeño 
de  madera  en  que  apoyan  la  base  posterior  del  cráneo  i 
no  tocan  su  peinado  en  muchos  dias  por  no  ser  cómodo 
emprender  semejantes  construcciones  cada  veinticuatro 
horas. 

La  gran  sabiduría  de  los  chinos  al  conservar  estas 
modas  para  las  mujeres  se  revela  en  la  economía  ;  una 
señora  o  niña  en  Europa  o  América  gasta  a  lo  menos 
quinientos  francos  en  sombreros  por  año  ;  en  China  una 
mujer  vive  dos  años  con  quinientos  francos  i  si  a  mano 
viene  mantiene  a  su  familia. 

Pasemos  a  los  hombres.  El  sombrero  de  los  pobres 
es  cualquier  cosa  puesta  sobre  la  cabeza  o  nada,  pero 
mas  jeneralmente  un  cono  de  gran  base  i  exigua  altura, 
hecho  de  paja,  mimbre  tejido  o  entrelazado  o  de  tela 
figurando  una  campana  mui  abierta  en  sus  bordes,  pin- 
tado o  no.  El  diámetro  de  estos  sombreros  en  las 
alas  es  de  medio  metro  a  setenta  i  cinco  centímetros 
i  cuando  uno  de  ellos  se  encuentra  con  un  palan- 
quín en  las  calles  de  Cantón  ni  el  palanquín  ni  el 
sombrero  pasan  si  el  sombrero  no  se  coloca  como  un 
escudo  sobre  el  pecho  de  su  dueño.  Otro  sombrero  que 
parece  pertenecer  a  una  categoría  mas  elevada  o  a  em- 
pleados oficiales,  tiene  la  forma  de  la  parte  menos  gruesa 
de  un  huevo,  resultante  de  la  sección  perpendicular  a  su 
eje  mayor  cerca  del  estremo  agudo  ;  puesto  en  situación 
normal  representa  una  taza  dada  vuelta.  El  cubre  cabeza 
mas  jeneral  es  el  gorro,  lo  usa  toda  clase  de  jente  i  es 
mas  o  menos  rico,  de  algodón,  seda  o  terciopelo,  según 
los  medios  i  presunción  del  dueño ;  lleva  un  botón  o  perí- 


—  308  — 

lia  en  el  centro,  hecho  por  un  cordón  grueso  entrelazado, 
de  color  rojo.  El  sombrero  de  la  jente  oficial,  mandarines, 
dignatarios,  oficiales  i  empleados,  tiene  dos  formas,  la  del 
semihuevo  ya  descrita  i  la  de  un  tronco  de  cono  con  la 
base  arriba.  El  botón  en  los  gorros  o  sombreros  rije 
desde  la  elevación  de  los  Manchues  i  sirve  para  distinguir 
las  jerarquías  ;  es  de  oro  en  el  de  los  oficiales  i  ro- 
deado de  perlas  ;  en  el  de  los  jenerales,  cercado  de  bri- 
llantes i  piedras  preciosas.  El  gorro  cambia  según  la 
estación ;  en  verano  es  un  cono  de  paja  adornado  con 
cintas  que  irradian  desde  el  vértice  o  botón  ;  en  invierno 
lo  dan  vuelta  hacia  arriba  i  lo  cubren  con  seda  oscura 
o  cintas  semejantes.  La  lei  señala  el  dia  del  cambio  i  éste 
se  hace  aun  contra  la  voluntad  del  termómetro  i  del 
barómetro. 


El  vestido  de  los  trabajadores,  con  variantes  según 
los  medios  del  sujeto  o  su  categoría,  se  compone  de  una 
camiseta  larga  con  mangas  que  caen  hasta  mas  abajo  de 
las  manos,  especie  de  camisón  cuyas  faldas  se  meten  en 
unos  pantalones  incompletos,  pues  solo  por  delante 
alcanzan  a  la  cintura  donde  se  sujetan  con  una  cinta  o 
cuerda  ;  de  un  chaleco  mui  largo  también,  sobre  la  cami- 
seta i  de  un  pantalón  atado  como  calzoncillo  en  la  pierna, 
cerca  del  pié,  o  suelto  i  corto.  Hai  o  no  hai  medias, 
según  los  casos  i  lo  mismo  ocurre  con  los  zapatos. 
Los  chinos  solventes,  tienen  el  mismo  vestido  con 
estas  variantes  :  sobre  la  camisa  interior  va  una  bata 
larga  o  robe-de-chambre,  de  mangas  desmesuradas  i 
sobre  esta,  un  chaleco  o  mas  bien,  saco  sin  mangas,  mui 
largo  i  mas  o  menos  rico.  Los  elegantes  llevan  en  cali- 
dad de  medias  unas  polainas  ajustadas  de  jénero  de  seda 
no  elástico,  cosidas  abajo  a  una  babucha  de  gamuza  o 
tela  blanca  que  forma  el  pié  de  la  media  ;  también  se 
usa  medias  como  las  nuestras,  de  punto,  de  hilo,  lana, 
seda  o  algodón.  Las  mujeres  usan  las  polainas  descritas, 
con  bastante  jeneralidad.  El  vestido  de  los  mandarines  se 
ciñe  a  una  ordenanza  en  sus  adornos,  conservando  las 


—  309  — 

formas  jenerales.  Como  todo  en  China  es  al  revés,  lo 
repetiré  cien  veces,  las  mujeres  se  visten  como  hombres 
i  los  hombres  como  mujeres  ;  a  la  vista  ellos  no  ofrecen 
sino  un  pantalón  muí  ancho  i  recto  que  cae  hasta  media 
pierna  i  un  saco  suelto  de  mangas  anchísimas,  que  esten- 
dido, representa  una  T  de  palo  mui  grueso  ;  algunas 
veces  las  mangas  no  son  rectas,  sino  en  forma  de  cam- 
pana, i  los  pantalones  cubiertos  o  reemplazados  por  una 
enagua  de  poco  vuelo,  o  mejor  dicho,  una  manta  en- 
vuelta desde  la  cintura  hasta  los  pies.  La  inmensa  mayo- 
ría de  las  mujeres  no  lleva  sino  los  pantalones  i  el  saco 
mencionados,  que  a  lo  lejos  les  da  el  aspecto  de  mucha- 
chos vestidos  con  ropa  mui  ancha.  El  traje  de  las  muje- 
res ricas  no  varía  sustancialmente  en  la  forma,  sino  en 
la  calidad  de  las  telas  ;  el  de  las  esposas  de  los  mandari- 
nes, obedece  a  reglas  ineludibles  ;  conserva  el  corte  jene- 
ral,  pero  debe  ser  adornado  con  bordados  i  cintas  de 
colores  ;  la  túnica  que  baja  hasta  la  rodilla,  lleva  botones 
en  el  cuello  i  debajo  del  brazo  derecho ;  los  pantalones 
llegan  hasta  los  tobillos.  En  los  grandes  dias  se  añade 
un  saco  cuadrado,  mas  o  menos  bordado,  que  cae  a 
plomo  por  delante  i  por  detrás.  No  he  visto  ningún  chino 
ni  china  con  guantes  (eso  esplica  las  mangas  escesiva- 
mente  largas) ;  tampoco  he  visto  en  ninguna  tienda  guan- 
tes en  venta  ni  cosa  que  los  reemplace.  Iba  yo  en  mi 
palanquin  por  una  calle  de  Cantón,  i  llevaba  la  mano 
fuera  con  un  guante  oscuro  ;  un  chino  curioso,  no  espli- 
cándose  sin  duda  cómo  un  hombre  de  cara  blanca  podia 
tener  una  mano  negra,  me  la  tomó  i  la  revolvió  a  su  gusto; 
no  sé  qué  pensó  en  seguida.  En  otra  ocasión  he  referido 
cómo  una  chinita  me  despojó  de  mis  guantes  (  Banquete 
en  un  Barco  de  Flores). 


Pasemos  a  los  pies.  Los  chinos  pobres  andan  sin  zapa- 
tos. Los  más  socorridos  usan  un  calzado  de  planta  su- 
mamente gruesa,  pero  de  diversa  confección.  La  forma  je- 
neral  del  zapato  representa  un  zueco,  de  punta  mui  roma 
i  levantada,   puesto  sobre  una  planta  corta  que  no  llega 


—  310  — 

al  cstremo  anterior  ;  esta  planta  es  de  cualquier  material 
apropiado^  elástico  i  fuerte  al  mismo  tiempo  :  suela,  cá- 
ñamo, papel  preparado  ;  el  borde  grueso  está  o  no  for- 
rado por  una  tela  barnizada  o  cuero  ;  el  resto  del  zapato 
es  de  tela  mas  o  menos  rico,  bordado  o  no,  según  el  lujo 
o  el  gusto  del  comprador,  i  con  un  cordón  que  divide  la 
punta  en  dos  partes  laterales  ;  la  planta  no  es  plana  en 
su  cara  inferior,  en  los  zapatos  de  mujer,  sino  convexa, 
como  un  bote  ;  algunos  zapatos  tienen  un  taco  alto  cen- 
tral; otros,  dos  tacos,  dejando  un  espacio  entre  sí  i  figu- 
rando el  todo  un  puente  sobre  dos  pilares  a  imitación  de 
los  zuecos  de  madera  japoneses  que  representan  neta- 
mente un  banco.  En  los  zapatos  bordados  de  las  mujeres, 
la  planta  es  de  suela  o  de  fieltro  i  el  jénero  de  la  cape- 
llada, lados  i  talón,  de  seda  o  terciopelo.  Se  hace  también 
calzado  en  forma  de  bota,  añadiendo  a  los  zapatos  una 
caña  o  especie  de  polaina  para  abrigar  la  parte  inferior 
de  la  pierna ;  este  calzado  es  de  lujo  i  lo  usa  la  jente  de 
alto  rango. 


Me  parece  oportuno  ahora  hablar  de  la  bárbara  i  cruel 
manipulación  i  tortura  a  que  someten  los  pies  de  las  mu- 
jeres en  cierta  clase  social,  desde  la  infancia  hasta  el  fin 
de  la  vida.  El  hecho  constituye  una  aberración  completa 
i  una  ofuscación,  no  solo  de  todo  sentimiento  estético,  sino 
también  de  toda  concepción  racional,  a  tal  punto  que  los 
mismos  perpetradores  de  la  monstruosidad,  ni  dan,  ni 
intentan,  ni  pueden  dar  esplicacion  ni  disculpa  de  ella.  Yo 
habia  leido  la  descripción  de  los  procedimientos  para 
cambiar  la  forma  i  el  volumen  de  los  pies  en  China,  pero 
no  me  daba  cuenta  exacta  de  los  trastornos  anatómicos 
consiguientes ;  necesitaba  ver  un  pié  deformado,  des- 
nudo, para  formar  mi  juicio,  i  con  este  propósito  intenté 
varias  veces  en  Hong-Kong  i  en  Cantón,  decidir  a  diver- 
sas mujeres  de  pobre  apariencia,  a  mostrarme  sus  pies, 
ofreciéndoles  una  remuneración,  pero  no  pude  conse- 
guirlo ;  la  repugnancia  a  dejarse  examinar  era  mayor 
que  el  interés.  Felizmente,  Dios  me  ha  dotado  de  cierta 
tenacidad  útil  a  veces»   i  a   favor  de  ella  i  mediante  los 


—  311  — 


buenos  oficios  del  doctor  Jordán,  he  podido  satisfacer 
mi  deseo  i  estudiar  detenidamente  en  el  Alice  Hospital 
de  Hong-Kong,  los  pies  de  una  mujer  sometidos  a  la 
compresión  desde  hacia  quince  o  veinte  años,  costán- 
dome  no  poco  trabajo  el  logro,  pues  habiendo  conve- 
nido con  el  doctor  Jordán,  después  de  varias  tentativas 
de  mi  parte,  sin  éxito,  en  ir  un  dia  señalado  al  hospital, 
donde  por  influencia  de  un  médico  chino,  pero  educado 
a  la  europea,  se  encontraria  una  dama  pobre,  de  pies 
achicados,  fui  a  la  cita  i  la  mujer  no  estaba;  a  última  hora 
habia  rehusado  prestarse  al  examen.  Viendo  mi  contra- 
riedad, el  mismo  médico  salió  del  hospital  i  fué  a  buscar 
otra  mujer  a  quien  trajo  consigo  i  esta  fué  la  examinada. 

Copio  al  márjen  el  aspecto 
esterior  de  uno  de  ellos,  tomado 
de  los  dos  lados,  siendo  el  otro 
igual,  con  el  dibujo  del  botin  cor- 
respondiente, i  pregunto  a  cual- 
quier persona  por  china  que  sea, 
si  encuentra  lindo  ese  pié,  si 
cuando  mas  llega  a  no  encon- 
trarlo monstruoso,  repelente.  1 
sin  embargo,  eso  les  gusta  a  los 
chinos !  Verdad  es  que  jamás 
los  ven  i  será  eso  una  espli- 
cacion  de  semejante  gusto  ? ; 
pues  aun  las  mujeres  casadas, 
no  muestran  jamás  sus  pies  desnudos  a  sus  maridos  i  mu- 
cho menos  a  los  estraños ;  parece  que  presintieran  el  mal 
efecto  de  la  repelente  monstruosidad.  En  la  calle  se  cubren 
los  pies  con  la  ropa,  i  cuando  la  túnica  no  alcanza  al  suelo, 
se  agachan  para  bajarla  i  ocultarlos.  Esta  repugnancia  a 
mostrarlos  se  encuentra  hasta  en  las  mujeres  mas  pobres 
i  mas  dejadas  de  la  mano  de  Dios,  como  lo  prueban  mis 
tribulaciones  para  conseguir  un  ejemplar. 

Cuando  la  deformación  no  es  mui  antigua,  los  dolores 
al  caminar  o  estar  de  pié,  son  atroces  ;  he  visto  desem- 
barcar a  la  joven  hija  de  un  personaje  chino,  cargada  a 
babucha  por  una  mujer,  quien  para  bajar  la  escalera, 
dejó  a  la  pobre  niña  un  momento  en  el  descanso  ;  ésta, 


—  312  — 

no  pudiendo  tenerse  en  pié,  dio  un  grito  de  dolor  i  por 
ocultar  su  llanto,  cubriéndose  la  cara  de  vergüenza,  cayó 
sobre  los  hombros  de  su  aya.  Probablemente  la  tortura 
estaba  en  su  apojeo  i  seria  de  la  clase  mas  rebuscada, 
pues  hai  de  diferente  grado.  A  los  cinco  años  se  comienza 
el  trabajo  por  la  madre  o  por  alguna  amiga  o  sirviente. 
La  criatura  es  colocada  en  su  cama ;  la  manipulante  le 
toma  entonces  el  pié  i  lo  coloca  en  estension  forzada; 
dobla  los  cuatro  dedos  hacia  la  planta,  dejando  libre  el 
mayor  i  aplica  un  vendaje  en  forma  de  ocho,  compren- 
diendo la  articulación ;  al  dedo  mayor  algunas  veces  se 
sujeta  con  una  parte  de  la  venda  para  revertido  hacia  el 
dorso  del  pié  o  simplemente  comprimirlo  hacía  su  articu- 
lación última  posterior,  a  fin  de  evitar  el  desarrollo.  Este 
es  el  primer  grado  de  la  tortura  que  se  mantiene  por  mas 
o  menos  tiempo.  El  segundo  grado  consiste  en  la  aplica- 
ción de  una  canaleta  de  madera  al  talón,  hacia  cuyos 
estremos  se  procura  juntar  la  parte  posterior  de  la  pierna 
i  la  planta  del  pié  forzando  la  estension  del  pié  ;  de  ello 
resulta  con  frecuencia  una  dislocación  violenta  de  los 
huesos  i  siempre,  al  fin  del  tiempo,  una  luxación  paulatina, 
pero  segura.  El  tercer  grado  es  más  espeditivo  ;  el  ver- 
dugo, la  madre  jeneralmente,  toma  el  pié  de  la  criatura  con 
una  mano  i  la  piernita  con  la  otra;  coloca  el  talón  sobre 
su  rodilla  i  tira  hacia  atrás  con  fuerza,  como  quien  trata  de 
romper  una  varilla;  de  esta  violencia  resulta  una  disloca- 
ción de  huesos  (no  siempre  la  misma)  el  calcáneo  pierde 
su  posición  horizontal  i  adquiere  una  casi  vertical;  la 
tibia  i  peroné  resbalan  hacia  adelante  sobre  el  astrágalo 
i  forman  una  prominencia  anterior ;  el  calcáneo  natural- 
mente, se  safa  de  su  articulación  con  el  cuboides  i  el  as- 
trágalo.  Como  consecuencia  de  tan  espantoso  trastorno, 
los  sitios  de  aplicación  de  las  potencias  i  resistencias  en 
la  estación  vertical,  se  han  cambiado,  i  la  actitud  del 
cuerpo  para  mantenerse  en  equilibrio,  es  enteramente 
anómala.  Mas  tarde,  cuando  las  luxaciones  ya  viejas,  per- 
miten la  marcha  i  la  estación,  las  compensaciones  se  han 
establecido  i  la  estación  i  la  marcha  dan  al  cuerpo  i  a 
sus  movimientos  una  actitud  i  un  sello  particular.  Como 
la  articulación    del  pié  con  la  pierna  queda  suprimida,  la 


—  313  — 

de  la  tibia  con  el  fémur  es  inútil  para  la  marcha,  no  entra 
en  acción  en.  ella,  i  como  consecuencia,  el  acto  de  cami- 
nar se  verifica  a  espensas  de  la  articulación  coxo-femo- 
ral  i  naturalmente,  considerándose  un  tallo  ríjido  desde 
ella  hasta  el  pié,  suprimidas  como  están  la  articulación 
de  la  rodilla  i  la  astragaliana,  el  fémur,  al  moverse,  jira 
un  poco  hacia  adentro  por  necesidades  mecánicas  de 
equilibrio  i  la  marcha  resulta  ondulante,  no  solo  por  esta 
causa,  sino  por  la  exigua  base  dentro  de  la  cual  pasea 
el  centro  de  gravedad  en  el  piso.  Final  estético :  las  mu- 
jeres de  pié  deformado,  caminan  bamboleándose  con 
pasos  cortos  i  vacilantes,  como  si  se  fueran  espinando; 
algo  inclinadas,  desde  la  pelvis  arriba,  hacia  adelante  i 
estendiendo  en  la  misma  dirección  los  brazos  como  si 
temieran  caerse.  Otra  consecuencia  :  como  tener  el  pié 
deformado  es  signo  de  aristocracia  i  favorece  singular- 
mente el  matrimonio  ventajoso,  las  mujeres  que  tienen 
pies  naturales,  imitan  el  modo  de  caminar  de  las  de  pies 
contrahechos  i  para  facilitar  la  imitación,  usan  zapatos 
de  base  convexa.  El  bamboleo  o  la  oscilación  sui  jeneris 
i  la  actitud  del  cuerpo  femenino  en  la  marcha  concluyen, 
en  virtud  de  una  asociación  de  ideas,  a  veces  insanas, 
por  parecer  agradables,  en  seguida  atractivas  i  por  fin 
encantadoras,  cuando  en  el  estremo  superior  se  en- 
cuentra una  cara  bonita. 

Todavia  seria  un  consuelo  que  la  tortura  durara  solo 
algunos  años  ;  no  es  así,  dura  toda  la  vida,  pues  apenas 
se  suprime  el  vendaje,  la  naturaleza  tiende  a  restablecer 
las  formas  primeras.  Las  mujeres  pobres  que  necesitan 
trabajar,  las  de  los  botes,  por  ejemplo,  no  se  deforman  los 
pies.  La  costumbre  es  enteramente  china ;  los  manchus  no 
la  tienen.  Varias  reacciones  contra  esta  barbarie  se  ha 
iniciado ;  los  cristianos  de  Ning,  por  ejemplo,  son  reaccio- 
narios, pero  son  mal  mirados  por  sus  compatriotas.  Algu- 
nos institutos  han  intentado  la  reforma,  pero  han  debido 
retroceder  ante  esta  consideración  :  suprimir  el  pié  de- 
formado, es  suprimir  el  matrimonio  ventajoso,  o  condenar 
a  las  jóvenes  al  celibato  en  ciertas  clases  sociales.  Por 
último,  las  costumbres  pueden  más  que  las  leyes.  Como 
compensación  a  los  padecimientos  las  pobrecitas  jóvenes 


—  314  — 

tienen  la  perspectiva  de  usar  zapatos  (aun  cuando  solo 
sea  en  la  punta  del  pié  monstruoso)  mui  chicos»  de  7  ¿  a 
8  centímetros  de  largo,  mui  bordados  i  mui  ricos  ( los 
duelos  con  lujo  son  menos )  i  la  ventaja  de  ser  canta- 
dos por  los  poetas  en  versos  encomiásticos,  sino  al 
horrible  pié,  a  lo  menos  al  sujestivo  bamboleo  en  la 
marcha,  que  es  su  consecuencia. 

Yo  comprenderia  -una  tendencia  a  atrofiar  los  pies  en 
Inglaterra  o  Alemania;  no  así  en  España  i  América  o  el 
Japón ;  i  no  comprendo  por  tanto  la  costumbre  en  China 
donde  las  mujeres  por  constitución  tienen  unos  pies  chi- 
cos preciosos  como  sus  manos  en  miniatura,  admirables. 


Para  concluir  con  lo  relativo  a  los  adornos  corpora- 
les, mencionaré  el  hábito  de  pintarse  en  China  con  blanco 
i  rosado  la  tez ;  el  de  afeitarse  una  parte  del  grueso  de 
las  cejas  hasta  reducirlas  a  una  línea  fina,  negra,  mas  dis- 
tante del  ojo,  lo  que  da  a  este  mayor  belleza ;  el  uso  de 
estuches  de  seda  terciopelo  o  gamuza  mas  ó  menos  bor- 
dados i  decorados,  para  las  orejas ;  el  de  lentes  o  anteo- 
jos, manejados,  los  primeros,  con  estrema  coquetería;  él 
del  paragua  o  quitasol  i  por  fin  el  uso  inmortal  del  abani- 
co no  solo  para  echar  viento  i  refrescar  la  cara  sino  para 
mandar  mensajes,  dar  contestaciones,  hacer  promesas, 
señalar  entrevistas  i  resolver  otros  misterios.  El  abanico 
a  veces  sirve  de  álbum  donde  se  escribe  poemas  cortos, 
versos,  declaraciones  amorosas  o  se  dibuja  i  pinta  flo- 
res, retratos,  paisajes  o  escenas  alusivas.  Las  damas 
chinas  suelen  cambiar  sus  abanicos  como  signo  de  apre- 
cio o  amistad  e  inscribir  en  el  propio,  fechas  memora- 
bles, confesiones  de  gratitud  por  servicios  notables  o 
apuntes  sobre  hechos  de  trascendencia  en  la  vida.  El 
abanico  en  China  «sirve  también  como  en  Europa  i  el 
resto  del  mundo,  para  disimular  sonrisas,  cubrir  lágrimas 
i  ocultar  rubores.  Los  paraguas  de  las  damas  notables 
suelen  llevar  pinturas  alegóricas  destinadas  a  mostrar 
los  méritos  i  categoría  de  su  dueña. 


—  315  — 

Hábitos  sociales, —  A  los  ya  iniciados  o  bosquejados 
en  el  curso  de  este  trabajo,  debo  añadir  por  ahora, 
ciertos  otros  característicos,  sin  renunciar  por  ello  a 
hacer  nuevas  referencias,  cuando  la  ocasión  se  presente 
en  adelante. 


Visitas, —  La  cortesía  i  la  adulación  de  fórmula  es  de 
regla  como  la  propia  denigración ;  el  visitante  manda 
con  sus  criados  una  tarjeta  concebida  en  estos  términos 
u  otros  análogos  al  visitado  :  «  Vuestro  estúpido  herma- 
no menor,  inclina  su  cabeza  para  saludaros».  En  la  con- 
versación la  casa  del  visitante  en  su  opinión:  es  una 
choza  inmunda,  la  del  visitado,  un  palacio;  este  piensa 
todo  lo  contrario  i  se  escusa  de  recibir  a  tan  ilustre  per- 
sonaje en  tan  humilde  e  indigna  habitación.  En  el  diálogo 
las  frases  de  indagación  son  siempre  indirectas ;  ejem- 
plo :  c  está  bien  el  honorable  carruaje  de  usted  »  quiere 
decir  :  «  está  bien  el  que  lo  guia,  a  usted».  Si  el  caso  lo 
permite  se  pregunta  la  edad  del  interlocutor  para  elo- 
jiarlo  si  esta  es  avanzada;  se  hace  mención  de  los  padres 
o  parientes,  nunca  de  las  esposas,  a  menos  de  ser  para 
llenarlas  de  injurias. 


Las  comidas  son  infinitas  pero  en  la  mesa  no  se  sien- 
tan sino  los  hombres;  las  mujeres  no  comen  jamás  con 
sus  maridos,  como  se  sabe,  ni  antes  que  ellos ;  en  realidad 
no  hay  contacto  social  sino  entre  hombres.  Ya  he  dicho 
que  las  comidas  se  dividen  en  actos ;  en  los  intermedios 
se  hace  música  o  se  juega,  cosa  rara,  comunmente  a  la 
murra,  juego  italiano  al  cual  los  chinos  son  muí  aficiona- 
dos ;  el  que  pierde  está  obligado  a  beber  un  vaso  de  vino 
o  licor ;  al  fin  de  la  mesa  los  literatos  hacen  versos  i  el  que 
comete  faltas  bebe,  como  los  poco  afortunados  en  el 
juego. 


—  316  - 

Jardines, —  Es  conocida  la  lujosa  flora  china  i  la  afi- 
ción de  los  chinos  a  las  flores;  su  gusto  para  cultivarlas 
i  distribuir  o  agrupar  los  macizos  es  tradicional  i  esqui- 
sito ;  en  el  mas  reducido  espacio  de  tierra  simulan  par- 
ques, inventan  colinas,  preparan  sorpresas,  colocan 
puentes,  construyen  laberintos  i  por  medio  de  una  atina- 
da plantación  de  arbustos  i  accidentes  de  terreno  crea- 
dos, esconden  los  límites  de  su  pequeño  jardin.  Cual- 
quiera de  estos  deliciosos  reductos  les  ofrece  el  pretesto 
de  comidas  i  diversiones  campestres;  allí  pasan  los  dias 
de  fiesta  i  vuelven  a  su  trabajo  de  tan  agradables  escur- 
siones,  con  nuevos  brios.  Las  épocas  preferidas  son  na- 
turalmente las  del  brote  de  las  flores. 


Diversiones,  —  Los  juegos  de  los  niños  son  uni- 
versales i  no  dependen  de  la  nacionalidad.  En  las 
aldeas  i  ciudades  chinas  juegan  en  las  calles  los  mu- 
chachos, a  la  rayuela,  a  los  cocos,  al  barrilete  o  pan- 
dorga, a  las  carreras,  al  salto  de  unos  sobre  otros  i  a 
las  escondidas;  pero  también  he  observado  una  rareza 
que  marca  la  predilección  por  hacer  con  los  pies  lo  que 
otros  niños  hacen  con  las  manos;  he  visto  jugar  a  la 
pelota,  a  la  larga,  como  se  dice  entre  nosotros,  con  los 
pies,  tan  bien  como  con  las  manos ;  dos  muchachos  eu- 
ropeos o  americanos  cuando  quieren  jugar  a  los  comba- 
tes, emplean  sus  brazos,  su  cuerpo  i  alguna  vez  su  cabe- 
za; los  chinos  lo  primero  que  hacen  en  igual  caso  es 
acostarse  uno  junto  a  otro  i  comenzar  la  lucha,  a  patadas 
i  golpes  de  rodilla;  el  juego  termina  cuando  se  levantan. 
Un  niño  no  chino  que  lleva  su  carrito  lo  tira  con  la 
mano ;  un  chinito  se  lo  ata  naturalmente  a  un  pié.  Los 
hombres,  los  adultos  juegan  también  algunos  juegos  de 
los  niños;  son  por  ejemplo  mui  aficionados  a  remontar 
barriletes,  pandorgas,  i  estrellas  de  papel  i  lo  hacen  con 
la  mayor  seriedad. 


—  317  — 

El  teatro  chino.  —  El  que  he  visto  en  Hong-Kong  es 
un  gran  galpón  rectangular;  el  escenario  está  en  frente 
i  ocupa  todo  el  ancho  de  la  pieza;  los  asientos  para  el 
público  están  abajo  en  la  platea  o  patio,  en  graderías 
a  los  costados  i  al  frente  i  en  dos  grandes  palcos  altos 
i  bajos  que  miran  al  escenario  ;  tras  de  los  escaños  la- 
terales jira  un  corredor;  por  el  cual  se  llega  al  escena- 
rio, que  no  se  diferencia  del  resto  del  teatro,  sino  por 
su  nivel  superior  i  cierto  arreglo  del  que  hablaré  luego. 
Los  palcos  o  divisiones  mencionadas  están  provistas 
de  escaños  i  son  destinadas  a  la  mejor  concurrencia. 
Me  instalo  en  uno  de  estos  palcos  con  un  amigo ; 
la  aristocracia  ocupa  los  escaños ;  está  representa- 
da en  su  mayor  parte  por  jóvenes  chinas,  quienes  al 
vernos  entrar  abandonaron  sus  asientos  i  se  amontona- 
ron en  un  rincón:  parecían  muchachas  sueltas,  como  un 
grupo  de  amigas.  Al  rato  pierden  un  poco  el  miedo,  se 
acercan  algo,  pero  no  se  sientan  a  nuestro  lado ;  una  me 
presta  su  anteojo,  yo  le  doi  un  cigarro  ;  otra  me  ofrece 
su  pipa;  todas  fuman.  No  hai  mas  que  dos  arañas  en  el 
teatro  colgadas  en  el  escenario,  compuestas  de  candiles. 
Ya  satisfechos  de  nuestro  examen  en  el  palco,  bajamos 
a  las  gradas  laterales  ;  de  allí  vemos  mejor,  pero  no  nos 
contentamos  con  ello ;  tomamos  el  corredor  i  seguimos 
hasta  el  escenario  ;  subimos  a  él,  lo  atravesamos  i  entra- 
mos tras  de  bastidores,  a  vista  del  público  i  de  los  acto- 
res. Todo  eso  de  escenario  i  entre  bastidores ,  es  pura 
metáfora ;  el  escenario  es  común  para  los  actores,  el 
público,  los  músicos  i  los  acomodadores  ;  un  escenario 
convencional ;  una  sección  media  del  tablado  lo  consti- 
tuye. Supóngase  un  tabique  en  el  fondo  con  tres  puertas ; 
en  frente  de  la  del  centro  un  baldequin  a  modo  de  palio 
sostenido  por  pilares  ;  ahí  está  la  música,  la  orquesta 
(platillos,  tambores  de  cuero  o  de  tablillas  duras  sono- 
ras, pitos,  violines  de  dos  cuerdas,  guitarraf  de  tres 
triángulos  i  una  flauta,  único  instrumento  racional ).  Las 
dos  otras  puertas  sirven  para  la  salida  i  entrada  de  los 
actores  i  de  quien  quiere ;  a  los  lados  del  pabellón  de  los 
músicos,  se  amontona  los   muebles   del   teatro,   que  no 


—  318  - 

deben  figurar  en  el  acto  ;  mesas,  sillas  i  carpetas  consti- 
tuyen todo  el  bagaje. 

Tras  del  biombo  está  el  vestuario  ;  ropas  i  dizfraces 
colgados  en  perchas  ;  todo  parece  un  montón  de  hara- 
pos ;  los  actores  se  visten  i  pintan  ahí,  todos  juntos.  No 
hai  preparación  de  escena,  ni  telón,  ni  figuración  de 
nada,  i  por  tanto,  no  hai  ilusión  posible.  Se  conoce  que 
se  pasa  de  un  acto  a  otro,  porque  uno  de  los  músicos 
cambia  el  cartel  de  un  palo  plantado  en  el  medio  en  la 
primer  fila  de  la  orquesta  ;  los  actores  se  colocan  de- 
lante de  los  músicos. 

Los  temas  de  las  piezas  son  heroicos  i  lejendarios  ; 
figuran  en  ellas  reyes,  príncipes,  encantadores,  májicos  i 
enviados  del  cielo ;  las  pasiones,  las  razones,  los  motivos 
de  la  trama  son  sublimes  i  de  naturaleza  fuera  de  lo 
humano.  Mejor  idea  daré,  no  solo  de  los  temas,  sino  tam- 
bién del  aparato  escénico  i  de  lo  que  es  en  realidad  un 
teatro  chino,  contando  parte  del  drama  que  yo  vi.  La  re- 
presentación habia  comenzado  a  las  seis  de  la  tarde  i  debia 
terminar  a  las  doce  de  la  noche;  la  pieza  tenia  como 
treinta  actos.  Yo  entré  cuando  un  rei  vestido  de  oro  i 
seda  hablaba  con  su  mujer,  él  con  gritos  huecos  estraños, 
ella  con  una  voz  chillona  de  falsete  ;  ella  era  un  mucha- 
cho vestido  de  mujer  e  imitando  la  voz  jeneral  de  las 
jóvenes  aguda  i  destemplada.  El  diálogo  era  infinito; 
los  actores  se  movian  inoportunamente  i  hacían  jestos 
desacordes  ;  el  rei  cuando  hablaba,  se  paseaba  como 
gallo,  a  largos  pasos  i  ella  estaba  como  un  palo  ;  cuando 
ella  hablaba  al  rei  le  tocaba  estar  a  su  vez  como  un 
poste.  La  música  entre  tanto  seguía  haciendo  de  las 
suyas;  todo  diálogo,  monólogo  o  vacio  de  escena,  es 
acompañado  de  más  o  menos  ruido  en  la  orquesta;  este 
a  veces  significa  algo  ;  se  oye,  no  diré  melodías,  eso  es 
mucho,  compases  cristianos,  cadencias  que  se  puede 
seguir  ;  pero  en  jeneral  todo  es  discorde,  rechinante, 
orijinal,  estridente  ;  parece  que  cada  instrumento  va  por 
su  lado  í  suena  cuando  quiere,  sin  regla  ni  propósito. 
El  músico  del  tambor  i  platillos  se  distrae  a  veces 
mirando  algo,  o  bien  seducido  por  una  declamación  del 
actor  principal,  se  olvida   de  su  instrumento  i  deja  de 


-  319  — 

estropearlo ;  pero  de  repente  se  acuerda  de  su  papel  i  se 
desquita  dándoles  de  palos  al  tambor  i  platillos  como  un 
loco,  para  recuperar  lo  perdido,  venga  o  no  venga  al 
caso.  Lo  mismo  hacen  los  de  la  flauta  i  violines,  variando 
el  procedimiento  ;  pero  suele  suceder  que  se  ponen  de 
acuerdo  i  entonces  tocan  algo  intelijible.  La  voz  de 
los  actores  queda  así  a  disposición  de  la  orquesta  i  se 
percibe  o  no  lo  que  dicen,  según  el  humor  de  los  plati- 
llos i  del  gong.  Salió  después  un  muchacho  vestido 
pobremente  i  resultó  ser  el  hermano  de  la  mujer  del  rei; 
se  hincaron  los  dos  hermanos  a  los  pies  del  monarca 
i  el  violin  i  el  gong  se  convirtieron  en  furias  aturdiendo 
al  auditorio.  Los  hermanos  i  el  rei  se  van.  El  músico 
adscripto  al  palo  del  cartel  se  levanta,  enciende  un  ciga- 
rro i  cambia  el  letrero  :  comienza  otro  acto. 

Sale  una  muchacha  (  hombre  también  )  vestida  de  oro 
i  seda  blanca,  cubierta  la  cabeza  con  un  gorro  esplén- 
dido de  papel ;  la  orquesta  toca  una  barcarola  agria,  en 
la  cual  el  violin  chilla  a  no  aguantarlo.  La  muchacha 
camina  balanceándose  i  moviendo  los  brazos  ;  ¿por  qué? 
porque  va  navegando  ;  rema.  . .  se  supone  que  hai  un 
rio  ;  en  la  orilla  un  hombre  ha  colocado  una  mesa  i  un 
taburete  ;  la  niña  canta,  mueve  los  brazos  i  se  va  osci- 
lando por  la  puerta  derecha.  El  rei  aparece  por  la  iz- 
quierda ;  hai  una  verdadera  tormenta  en  la  orquesta  ;  el 
rei  sin  más  ni  más,  se  sube  al  taburete  i  luego  a  la  mesa 
(  el  taburete  es  la  escalera  i  la  mesa  un  balcón  del  pala- 
cio); desde  allí  pregunta  durante  una  hora  quién  es  la 
moza  cuyo  canto  ha  oido.  Ella  viene  otra  vez  con  su 
barca  ideal ;  el  rei  baja  del  balcón  supuesto  i  se  pone  a 
conversar  con  la  joven,  quien  al  parecer,  ha  cometido  un 
crimen,  por  el  hecho  de  pasearse  cantando  en  aquel  sitio. 
(  Un  chino  que  fumaba  una  pipa,  vecino  a  los  actores,  sin 
dejarla,  se  aproxima  a  la  mesa,  la  levanta,  es  decir  le- 
vanta el  balcón  del  palacio  del  rei  i  lo  coloca  en  sentido 
inverso,  dando  un  costado  al  público  ;  luego  toma  el 
taburete,  la  escalera,  i  la  pone  en  frente  de  la  mesa ; 
este  arreglo  ha  transformado  la  escena  en  un  tribunal). 

El  rei  se  sienta  tras  de  la  mesa  i  la  niña  en  el  tabu- 
rete ;  el  rei  juzga.  En  el  juicio  habla  de  la  música  e  insi- 


—  320  — 

núa  algo  sobre  canto ;  la  niña  se  pone  a  cantar  en  seco. 
Viendo  esto  el  chino  que  ya  levantó  un  balcón,  toma  una 
mesa  desvencijada  de  por  ahí  no  más  i  la  instala  delante 
del  taburete  ;  trae  una  tira  de  jénero  bordada  i  la  tiende 
como  servilleta  a  lo  largo  de  una  orilla  (  ha  hecho  un 
piano  en  un  santi  amen)  ;  la  niña  se  pone  a  tocarlo  pa- 
seando sus  dedos  sobre  la  banda  de  jénero  i  por  pri- 
mera vez  la  orquesta  toca  algo  agradable,  destacándose 
un  solo  de  flauta  sentimental. 

No  habia  un  asiento  vacio  en  el  teatro,  i  dos  mil  espec- 
tadores permanecian  silenciosos,  atentos,  absorbidos  en 
la   contemplación   de   las  bellezas  del  drama  i  en  los  en- 
cantos de   la  música.  Decididamente  los  chinos  tienen  la 
cabeza  hecha  en  una  horma  distinta  de  la  nuestra.  No  sé 
como   termina  el   drama,   pero    sé  que  todo  continúa  lo 
mismo;   diálogos,  cantos,  soliloquios,  sin  ningún  cambio 
de  escenario  ni  de  trajes,  ni  aumento  de  personajes.  Así 
ha  sido,  así  es  i  así  será  el  teatro  chino  por  los  siglos  de 
los   siglos  amen,  con  algunos  apartes,  como  lo  verá  el 
lector.   I  digo    así  ha  sido,  es  i  será  el  teatro  chino,  tal 
como  yo   lo   he   visto,    porque    mi    descripción    parece 
copiada,  no  del  natural  como  es,  sino  de  pajinas  ya  es- 
critas por   otros,   lo   cual  prueba  mi  aserción  i   porque 
alguna   vez  deja  de  ser  así,  dejará  de  ser  chino.   Véase 
en   seguida   en  estracto,  lo  que  dioe  Dooglas,  idéntico  a 
su   vez   a   lo   que   cuentan   o   han  escrito  otros  viajeros. 
«  Los  chinos  son  laboriosos,  por  eso  les  gusta  divertirse 
en  sus  horas  de  descanso  i  toman  las  diversiones  como 
un  deber;  además,  hai  en  China  muchos  ociosos  ;  los  lite- 
ratos  por   ejemplo  ;    matar  el  tiempo  es  una  institución. 
Una   de  las  diversiones  favoritas,  es  el  teatro.  Se  esta- 
blece un   teatro   en  cualquier  parte;  jeneralmente  en  los 
patios  o  terrenos  vacíos  contiguos  a  los  templos.  Hacer 
i  deshacer  un  teatro,  es  cuestión  de  horas  ;  así  resulta  él. 
Propiamente  hablando,  en  los  teatros  no  hai  escenario  ; 
cuelgan   cortinas,   banderas,  cintas   i  faroles  en  el  fondo 
de   una  pieza,  i  ya  está  hecho  ;  la  música  se  coloca  en  el 
presunto   escenario  tras  de  los  actores,  música  discorde 
que  acompaña  todo,  haya  o  no  canto ;  se  exede  cuando  el 
actor  pronuncia  una  sentencia  moral.  Los  actores  entran 


—  321  — 

por  dos  puertas  laterales  ;  la  rpisma  escena  sirve  para 
todas  las  piezas  i  actos,  pero  los  actores  esplican  quie- 
nes son  en  el  drama  i  lo  que  piensan  hacer,  o  repiten  un 
verso  en  reemplazo  de  toda  información.  Los  argumen- 
tos son  sencillos  i  cortados  por  el  mismo  molde;  a  veces 
toman  los  de  la  literatura  estranjera  (  este  es  uno  de  los 
apartes  )  el  Ótelo,  por  ejemplo,  i  lo  disfiguran  ;  así,  el 
seductor  es  un  eclesiástico  ( los  autores  dramáticos  les 
tienen  tirria  a  los  eclesiásticos  i  el  público  también  )  i  la 
historia  *del  pañuelo  es  verdadera ;  la  Desdemona  china 
tiene  un  amante,  a  quien  le  ha  dado  el  pañuelo  en  realidad; 
así  el  desenlace  terrible  para  ella  i  también  para  su  seduc- 
tor es  más  justo  que  el  de  la  obra  de  Shakespeare.  No  hai 
mujeres  en  la  escena  ;  muchachos  disfrazados  ejecutan  el 
papel  de  éstas.  Los  actores  no  son  estimados  ni  caros; 
una  compañía  de  ellos  está  siempre  a  mano  i  apenas  se 
junta  una  pequeña  suma  por  suscricion,  ya  se  arma  tea- 
tro con  cualquier  motivo  o  pretesto,  tal  como  honrar 
algún  Dios,  celebrar  algún  acontecimiento  o  nada,  sino 
gana  de  divertirse.  Los  cómicos  son  mirados  como  parias 
i  vagabundos  ;  ni  ellos  ni  sus  hijos  pueden  desempeñar 
cargos  públicos,  ni  presentarse  a  exámenes  de  competen- 
cia para  ingresar  a  los  gremios  literarios.  El  hijo  de  un 
actor,  sin  decir  su  oríjen,  se  presentó  una  vez  i  fué  lau- 
reado, pero  más  tarde,  descubierto  el  fraude,  se  le  casó 
la  patente  i  el  pobre  fué  relegado  a  su  clase.  > 


Sin  necesidad  de  teatro,  se  tiene  otras  diversiones  en 
las  calles  alrededor  de  los  prestidijitadores,  juglares  i 
equilibristas  ;  los  acróbatas  son  mui  buenos  ;  algunos  sin 
paralelo  en  el  mundo.  Los  adivinos  suelen  acumular  pro- 
fesiones i  son  consultados  para  encontrar  objetos  perdi- 
dos i  descubrir  criminales. 


A  justo  título  pueden  figurar  entre  las  diversiones  de 
ios  adultos  las  comidas  en  las  fondas  o  restaurants  de 
primera  clase,  chinos.  Veamos   uno  de  estos  estableci- 

J*or  mares  i  por  tierras  21 


—  322  — 

mientos  en  Hong-Kong,  idéntico  a  los  de  su  clase  en 
Cantón  i  en  toda  la  China.  La  casa  es  de  dos  pisos,  abajo 
representa  cualquier  almacén  de  negocio  concurrido; 
arriba  están  los  salones,  sucios  i  desabridos,  decorados 
con  colgajos,  inscripciones,  faroles,  divanes,  sillas  i  me- 
sas grandes,  redondas.  Hai  en  el  momento  varios  ban- 
quetes; la  sala  de  uno  de  ellos  dividida  por  un  biombo 
bajo,  aloja  de  un  lado  los  comensales,  del  otro,  los  músi- 
cos i  titireteros;  estos  suspenden  sus  títeres  en  palos, 
para  mostrarlos  por  sobre  el  biombo,  moviéndolos  por 
medio  de  cuerdas,  haciéndoles  ejecutar  jestos  grotescos 
i  poniendo  en  su  boca  frases  i  palabras  de  ocasión ;  a 
veces  los  hacen  representar  una  comedia  entera,  durante 
la  comida.  En  la  mesa  tras  de  cada  convidado,  hai  una 
chinita  vestida  de  gala,  haciendo  de  asistente.  Después 
de  la  cena,  los  fumadores  de  opio  se  acuestan  a  fumar, 
siempre  asistidos  por  las  chinitas  que  añaden  sus  ador- 
mecedoras caricias  a  los  efectos  del  opio  i  del  vino.  El 
espectáculo  es  repugnante  para  el  espectador  frió ;  algu- 
nos de  los  concurrentes  tienen  las  ropas  desprendidas 
para  dar  lugar  al  vientre  dilatado  i  dejan  ver  sus  cuer- 
pos amarillos.  Los  mas  avisados  o  menos  enfermos,  se 
van  con  su  chinita  a  la  casa  de  esta  o  a  la  propia,  a 
pasar  el  resto  de  la  noche.  Las  jóvenes  estas  son,  sino 
bonitas,  a  lo  menos  limpias,  frescas  i  de  formas  corpo- 
rales indudablemente  mejores  que  sus  caras.  En  la  calle 
son  notables  por  su  lujo  i  compostura,  parecen  señori- 
tas, en  tanto  que  las  verdaderas,  las  niñas  de  la  aristo- 
cracia, harían  el  papel  de  sirvientes  a  su  lado. 


4( 


A  través  de  Cantón,  —  Templo  de  los  SOO  dioses  — 
murallas  y  cañones — cementerios — pagoda — el  reloj  mas 
antiguo  del  mundo — casas  de  negocio — manufacturas — 
industrias  i  datos  sobre  la  China,  de  carácter  jeneral, 
aferentes  a  esos  tópicos  i  sus  conexiones,  —  Entramos 
en  la  red  de  callejones  de  Cantón  City,  atravesamos 
largas  distancias  i  llegamos,  caballeros  en  nuestros  pa- 


—  323  — 

lanquines,  al  Templo  de  los  500  dioses,  al  cual  en  Cantón 
algunos  llaman  de  los  500  discípulos  de  Buda,  pero  aquí 
hai  algo  de  inadecuado  o  la  designación  será  el  resul- 
tado de  una  de  tantas  mezclas  i  confusiones  de  relijion  i 
doctrina  que  los  chinos  han  hecho,  porque  Buda  cuando 
fué  traído  a  China  de  la  India  ya  era  Dios  i  no  maestro 
con  discípulos  i  antes  de  ser  Dios,  si  tuvo  algunos  adep- 
tos a  su  doctrina,  no  liguró  seguramente  en  el  número 
Marco  Polo,  ni  ellos  debieron  tener  las  orejas  enormes 
prolongadas  hacia  abajo,  como  las  tienen  los  ídolos  de 
este  templo  i  como  las  tenia,  según  la  tradición  Laoutzu 
o  Laoutzé,  la  encarnación  del  Taoismo  i  no  del  Budis- 
mo, su  creador,  casi,   de  quien  sin  duda  los  ídolos  las 
heredaron.  El  Templo  tiene  un  atrio  i  un  patio  enfrente; 
a  los  dos  lados  de  la  entrada  se  ve  dos  figurones  colo- 
sales de  madera,  pintados  i  dorados  grotescamente,  con 
armas,   insignias,   emblemas  i  símbolos;  son  los   cuatro 
guardianes  del  Templo.  Adentro  se  encuentra  un  gran 
galpón  dividido  por  colummas  i  pilares  con  una  serie  de 
estantes  en  escalón,  como  los  salones  de  remate,  donde 
se  hallan  instalados  en  fila,  quinientos  muñecos  de  madera 
dorada,  representantes  de  los  discípulos  ya  indicados ;  no 
hai  dos  iguales  ni   en  actitud  ni   en  fisonomía;  los   mas 
son  horribles  i  hai   muchos  monstruosos;  todos  tienen 
orejas  grandes,   prolongadas,    colgantes,  horribles,   re- 
pugnantes. En   el  fondo   hai   dos   altares,    uno    tras   de 
otro,  donde  están  las  imájenes  de  algunos  Emperadores 
adorados   como    Dioses.  Ante   ellos   probamos   nuestra 
suerte  dejando  caer  al  suelo  una  horma  de  zapato  par- 
tida;  a  mi   me  salió  bien  la  prueba,  pero  desgraciada- 
mente  no  creo   ni  en   Emperadores  santos  ni   en  Presi- 
dentes justos.  A  un  lado  del  altar  posterior  i  entre  los 
discípulos,  está  el  supuesto  busto  de  Marco  Polo,  con 
sombrero;  él  solo  tiene  fisonomía  humana;  fué  el  primer 
europeo  que  visitó  Cantón. 

Saliendo  del  Templo  seguimos  por  las  calles  de  la 
City  hasta  las  murallas  del  Cantón  viejo;  allí  dejamos 
los  palanquines,  por  un  tiempo  i  subiendo  a  pié  segui- 
mos a  lo  largo  de  los  parapetos  mirando  por  las  tro- 
neras   de   los    cañones   i   las    aberturas   hechas    por    el 


—  324  — 

tiempo,  los  riachos,  canales  i  bañados  de  la  campiña;  los 
techos  de  teja  de  las  dos  ciudades  intra  i  estra-muros  i 
los  cementerios  en  las  colinas  con  su  aspecto  de  colme- 
nas i  con  sus  sepulcros,  cuya  entrada  recuerda  las  bocas 
minas  de  los  cerros  de  Perú  i  Bolivia.  La  muralla  como 
defensa  ahora  es  una  ridiculez ;  sus  cañones,  unos  cuan- 
tos diseminados  sin  orden,  parecen  abandonados  en  cali- 
dad de  hierro  viejo;  datan  de  épocas  casi  pre-históricas 
i  ya  no  tienen  ni  calibre  igual  en  todo  el  largo  de  la  luz, 
ni  boca,  ni  oido.  Por  la  muralla  vamos  a  una  pagoda  de 
cinco  pisos.  ¡Qué  linda  de  lejos,  o  descrita  o  pintada! 
He  notado  que  los  retratos  i  las  pinturas  son  siempre 
mejores  que  los  orijinales;  ustedes  tendrían  en  su  salón 
el  retrato  de  un  mendigo  harapiento  i  no  admitirían  sin 
repugnancia  al  mendigo  en  persona  en  el  portal  de  su 
casa ;  leerían  con  gusto  i  tal  vez  deleite  la  descripción 
de  una  travesia  por  las  montañas  con  nieve  i  viento, 
pero  no  gozarían,  sin  duda,  mientras  la  hicieran.  Eso 
sucede  con  las  pagodas.  La  de  los  cinco  pisos,  de  lejos 
era  preciosa,  de  cerca  un  granero  vacio  con  varios 
depósitos,  salvo  las  imájenes  de  Buda  con  sus  ofrendas 
de  naranjas  por  delante  i  sus  guardianes  jigantescos  en 
el  último  piso,  i  una  fonda  o  tratoria  de  comida  donde 
toman  su  tiffin  los  visitantes  en  presencia  de  los  dioses. 


*     41 


Bajamos  al  Cantón  de  intra-muros  i  atravesando  una 
parte  de  él,  llegamos  a  una  casa  con  aspecto  de  almacén 
arruinado:  es  un  templo  i  en  él  se  muestra  el  reloj  mas 
antiguo  del  mundo.  Mataldi  lo  hace  datar  del  año  1200 
antes  de  Jesucristo.  (Mataldi  no  es  un  autor,  sino  un 
rematador  de  Buenos  Aires,  nuestro  compañero  de  viaje, 
quien  no  sé  donde  ha  recojido  ese  pedazo  de  erudición 
solitario  ahora  entre  sus  recuerdos  históricos  de  Cantón). 
El  reloj  se  compone  de  varias  cubas  colocadas  en  es- 
cala, a  diferente  altura  i  de  menor  a  mayor ;  la  de  abajo 
aloja  un  flotador  con  una  varilla  graduada;  el  agua  pasa 
en  pequeñas  porciones  cayendo  de  una  a  otra  cuba;  lo 


—  325  — 

demás  se  comprende.  El  templo  o  almacén  está  en  alto ; 
en  el  primer  tramo  de  su  escalera  de  piedra,  hai  un 
horno  donde  arden  constantemente  paquetes  de  papeles 
escritos  con  caracteres  chinos :  es  el  fuego  sagrado  del 
templo  de  arriba  i  de  otro  chiquito  al  lado  del  horno, 
una  especie  de  pulperia  con  dioses  de  papel  i  altares  con 
velitas  i  varillas  de  sándalo  encendidas.  (Se  puede  tomar 
té  en  el  templo  i  comer  algo). 


De  paso  diré  que  los  chinos  consideran  una  profana- 
ción dejar  tirados  los  papeles  escritos  con  sus  jeroglífi- 
cos; los  recojen  en  las  calles  i  los  ponen  en  unos  buzo- 
nes colgados  en  las  esquiníis  contra  las  paredes,  de 
donde  los  saca  un  encargado  especial  i  los  quema.  En 
todas  las  ciudades  abundan  estos  buzones.  El  Cantón 
viejo  es  tan  sucio  como  el  de  estramuros ;  sus  calle  son 
igualmente  estrechas  pero  no  hai  en  ellas  tanta  jente. 


Los  chinos  trabajan  constantemente,  dia  i  noche;  aqui 
no  hai  domingos  ni  mas  dias  de  fiesta  que  los  quince  o  mas 
posteriores  al  primero  del  año,  fiesta  movible  que  cae  en 
Enero  o  en  Febrero,  sin  coincidir  con  el  nuestro.  La  jente 
rica  suele  recrearse  una  vez  por  semana,  dejando  el  tra- 
bajo. He  visto  a  los  artesanos  en  su  tarea  i  he  sido  testigo 
de  su  paciencia  i  habilidad.  En  una  casa  de  joyas  he  ob- 
servado como  dan  los  colores  de  esmalta  a  ciertos  dibujos 
en  las  alhajas  de  oro :  cortan  pedacitos  microscópicos  de 
plumas  de  colores  i  con  un  pequeño  buril  i  un  pincelito 
sopado  en  un  líquido  adhesivo  los  aplican  en  la  cavidad 
formada  para  recibirlos  dando  al  todo  el  aspecto  de  un 
finísimo  mosaico.  Cada  oficial  trabaja  una  hora  i  deja  re- 
posar sus  ojos  otra,  porque  sino  perderia  la  vista.  Hemos 
estado  también  en  los  talleres  de  madera  labrada  donde 
hacen  a  par  de  otros  trabajos,  esas  obras  admirables  sobre 
láminas  de  sándalo  delgadas  como  papel,  esas  incrustacio- 
nes maravillosas  de  nácar  en  los  muebles  i  las  complica- 


-  326  — 

das  labores  de  los  diversos  i  fantásticos  objetos  de  ma- 
dera para  uso  i  adorno.  En  una  casa  de  pintura  sobre 
seda  o  papel  he  visto  el  procedimiento  de  sus  confeccio- 
nes de  figuras  en  detalle ;  un  artesano  hace  las  cabezas, 
otro  las  manos,  otro  dibuja,  otro  pinta  la  ropa  i  nuevos 
oficiales  se  encargan  de  los  accesorios:  asi  ellas  van  sa- 
liendo en  la  hoja  de  mas  a  mas  completas,  comenzando 
por  aparecer  las  cabezas  sembradas  en  la  pajina,  luego 
las  manos  i  asi  poco  a  poco  hasta  el  fin.  Todo  se  hace 
con  una  limpieza  i  eitactitud  sorprendente;  ningún  ar- 
tista yerra  un  rasgo,  un  perfil,  aun  cuando  por  su  di- 
mensión sea  casi  invisible.  Los  colores  son  de  una  nitidez 
escepcional  i  si  bien  los  cuadros  no  representan  los 
relieves  de  los  objetos,  la  exactitud  i  firmeza  del  dibujo 
bastan  para  levantar  su  mérito.  La  imajinacion  del 
que  en  otro  pais  mira  estas  pinturas,  le  hace  suponer 
por  su  pureza  i  por  su  delicada  apariencia  que  el  sitio 
de  donde  salen  corresponde  a  la  esquisita  manufac- 
tura. . .  ¡error  fatal!  si  bien  los  talleres  son  limpios, 
su  pobreza  es  franciscana  i  la  entrada  tiene  a  sus 
umbrales,  la  calle  inmunda,  sombría,  pestilente.  ¿  Para 
qué  hablar  de  las  fábricas  de  porcelana  i  en  jeneral  la 
cerámica  cuya  fama  data  de  siglos?  basta  mencionar  este 
ramo  para  exaltarlo.  Lo  mismo  ocurre  con  las  fundicio- 
nes i  trabajos  en  bronce  i  otros  metales,  sin  escluir  el 
grabado  ni  la  cinceladura.  Como  muestra  de  habilidad 
en  grandes  piezas  se  ve  en  Cantón  la  célebre  campana 
colosal,  digna  rival  de  la  de  Moscow;  sobre  ella  pesa 
también  una  superstición  digna  de  recordarse;  hacerla 
sonar  trae  desgracia  a  la  ciudad,  desde  la  época  de  una 
gran  peste.  Para  evitar  un  campanazo,  aun  casual  se  le 
sacó  el  badajo  i  se  retiró  toda  construcción  que  permitie- 
ra llegar  a  ella.  Durante  una  reciente. guerra,  sabiendo 
esto  un  comandante  de  buque,  dirijió  una  bala  a  la  cam- 
pana, dando  en  el  blanco  i  rompiéndole  un  borde;  la 
campana  sonó  estruendosamente,  como  se  comprende ;  la 
ciudad  se  creyó  perdida  i  se  rindió.  (Dispense  el  lector 
ese  paréntesis).  Los  talleres  de  plata  i  oro  trabajada  a 
cincel,  las  figuras,  adornos  i  vacijas  de  bronce,  muestran 
fii  no  procedimientos  adelantados,  habilidad    i  paciencia 


—  327  — 

al  servicio  de  un  g^usto  original.  Los  de  papeles  pintados, 
de  muñecas  i  juguetes  dan  numerosos  productos  de 
todos  conocidos.  Los  marfiles  tallados  que  recorren  el 
mundo  derrotan  toda  suposición  respecto  al  modo  como 
el  artista  se  maneja  para  produqir  cada  objeto.  Yo  no 
intentaré  describir  los  procedimientos  de  estas  diversas 
industrias;  ellos  son,  o  bien  mui  conocidos  por  cualquier 
lector  medianamente  informado,  o  bien  secretamente 
guardados  i  ningún  viajero  puede  revelarlos  por  cuanto 
no  los  conoce.  Hai  una  calle  en  Cantón  dedicada  al 
comercio  de  sedería ;  otra  i  otras  donde  casi  todas  las 
tiendas  son  zapaterías,  sastrerias,  fábricas  de  gorras, 
carpinterías,  mueblerías,  broncerías  i  demás  industrias. 
Estas  predilecciones  se  esplican  i  proporcionan  comodi- 
dad al  público.  Las  zapaterías  son  dignas  de  especial 
mención  por  sus  exelentes  productos ;  los  zapatitos  bor- 
dados para  los  pequeños  pies  de  las  chinas,  son  precio- 
sos (no  hablo  de  los  zapatos  para  pies  deformados, 
esos  me  parecen  horribles )  sino  de  los  hechos  para 
pies  normales  i  el  pie  normal  de  una  china  es  del  tama- 
ño de  la  cuarta  parte  del  pie  de  una  inglesa  distinguida. 


Llaman  a  ciertos  industriales  o  artesanos  de  los  ya 
nombrados,  mecánicos ;  los  oficiales  de  los  talleres  son 
pobres  como  los  mismos  talleres;  sus  instrumentos  son 
primitivos  i  groseros  (yo  compré  un  cepillo  que  parece 
un  juguete  de  criatura;  con  el  hacia  el  oficial  que  me  lo 
vendió,  nada  menos  que  un  sarcófago)  no  se  les  ocurre 
reformarlos  ni  adaptar  otro;  ademas  manejan  algunos  de 
los  conocidos  tales  como  la  garlopa,  cepillo  o  desbasta- 
dor i  las  sierras,  al  revez;  las  tiran  en  vez  de  empujar- 
los ;  en  cuanto  a  las  sierras  apruebo  el  método,  pues  con 
él  no  corren  riesgo  de  doblarse.  Los  artesanos  no  in- 
tentan salir  de  su  rutina,  entre  otras  razones  por  esta : 
«los  quG  piensan  deben  gobernar  a  los  que  hacen  »  — 
luego  mientras  los  que  piensan  no  hacen  reformas  los 
que  hacen  no  piensan  en  hacerlas.  Los  obreros  para  de- 
fenderse de  las  exacciones  de  las  autoridades  i  de  las  pro- 


—  328  — 

bables  imposiciones  de  los  consumidores,  forman  aso- 
ciaciones semejantes  a  las  bolsas  de  comercio  i  también 
a  las  sociedades  de  recíproca  protección,  rejidas  por  re- 
glamentos draconianos  como  lo  muestra,  el  caso  siguien- 
te :  Un  empresario  debiendo  concluir  en  fecha  dada  la 
decoración  de  un  palacio  i  faltándole  hojas  de  oro  para  el 
dorado,  pide  permiso  para  emplear  oficiales  aprendices; 
por  este  crimen  los  socios  de  su  cofradia  deciden  darle 
un  castigo  ejemplar  i  lo  matan  a  mordiscones,  no  pu- 
diendo  los  oficiales  aprendices  trabajar  sino^de  acuerdo 
con  ciertas  reglas  i  previos  largos  años  de  ejercicio. 


Una  profesiones  mui  socorrida  es  la  de  barbero  i 
está  sujeta  a  ritos  i  preocupaciones;  por  ejemplo  no 
lavan  la  cabeza  por  ser  ese  trabajo  considerado  indigno, 
pero  limpian  las  orejas  i  las  depilan;  escépto  en  cierta 
época  del  año  en  que  están  mui  ocupados  en  rapar 
cabezas;  los  barberos  trabajan  en  las  calles  o  en  sus 
tiendas  ;  el  uso  de  las  máquinas  de  afeitar  i  cortar  corto 
el  cabello  les  esta  prohibido ;  los  chinos  son  opuestos  a 
toda  máquina  i  rechazan  las  de  peluquería  como  las  de 
agricultura  i  mecánica;  cuando  el  caso  llega  hacen  fnee- 
Hngs  i  se  levantan  en  tumulto  para  destruir  las  introdu- 
cidas; asi  ha  sucedido  en  varios  casos  i  no  es  estraño; 
en  Inglaterra  ha  ocurrido  lo  mismo  i  cada  pais  tiene  en 
su  historia  algún  hecho  de  lamentable  rutina  i  oposición 
al  progreso  que  lamentar. 


Las  casas  de  comercio  principalmente  en  Hong-Kong, 
Shanghai  i  Cantón  son  de  grande  importancia;  sobre 
todo  las  que  negocian  en  sedas.  Es  interesante  ver  una 
de  estas  tiendas  i  manufacturas  cuyos  productos  han  in- 
vadido el  mundo  entero;  el  observador  se  queda  asom- 
brado ante  el  laborioso  i  delicado  trabajo  en  el  cual 
pacientes  operarios  emplean  su  vida  entera  sin  descanso 
para  concluir  un  número  limitado  de  bordados  en  tela. 


—  329  — 

¿Cuántos  oficiales  se  necesita  para  abastecer  los  merca- 
dos de  Londres,  París,  Viena,  San  Petersburgo  i  las 
demás  capitales  de  la  tierra,  cuando  cada  uno  emplea 
seis  o  mas  meses  en  bordar  unos  cuantos  metros  de  su- 
perficie? y  sin  embargo  ahi  está  el  hecho  palpable,  in- 
negable. Si  se  añade  a  esto  los  grandes  depósitos  de  tra- 
bajo ya  hecho  en  cada  manufactura  i  el  inmenso  surtido 
de  sus  estantes,  el  asombro  crece.  Lo  mismo  sucede  con 
las  joyas,  con  los  bronces  i  marfiles,  con  los  muebles  de 
madera  i  laca,  con  la  porcelana  i  la  infinidad  de  útiles ; 
bandejas,  abanicos,  paraguas  i  dijes  de  toda  especie.  El 
comerciante  chino  es  en  jeneral  un  hombre  honrado, 
laborioso,  serio,  atento  siempre  a  su  negocio  ;  un  caba- 
llero en  la  estension  de  la  palabra  en  sus  tratos  con  el 
comprador;  si  es  banquero,  no  le  cede  en  habilidad  i  . 
corrección  al  mejor  de  Londres  ;  i  si  dueño  de  monte  pío 
o  casa  de  préstamos,  oficio  siempre  odioso  en  todo  el 
mundo,  no  abusa  desmedidamente  de  la  pobreza  i  mise- 
ria de  sus  clientes,  evitándoles  cuando  puede,  pérdidas 
inconsideradas  i  heridas  al  amor  propio,  como  lo  prueban 
el  número  de  casas  de  préstamo  siempre  concurridas  i 
la  organización  de  cada  una,  en  la  cual  el  infeliz  necesi- 
tado encuentra  cómo  esconder  sus  jestiones  a  la  mirada 
del  público  i  de  los  otros  concurrentes.  Análoga  honra- 
dez se  nota  en  las  casas  de  cambio  de  moneda,  que 
abundan  sobre  todo  en  los  puertos  de  mar.  Los  almace- 
nes de  ropa  antigua  i  moderna,  corren  pareja  con  los  de 
venta  de  telas  i  otras  manufacturas  ;  los  precios  son  a 
veces  tan  ínfimos  que  inducen  al  abuso  de  pedir  aún 
rebajas,  sin  esplicarse  racionalmente  semejante  baratura, 
creyéndose  el  comprador  todavía  engañado. 

*    ♦ 

Agricultura,  — Los  labradores  son  mui  estimados  en 
China  ;  el  país  les  debe  todo  ;  los  Emperadores  se  han 
preocupado  siempre  de  la  suerte  de  estos  factores  del 
bien  público;  no  obstante,  es  difícil  que  un  labrador  ad- 
quiera una  posición  holgada  a  causa  de  los  impuestos. 
Como   <•  hai   un   Sol  en   el   cielo   i   un  Emperador  en  la 


—  330  — 

tierra,  >  el  Emperador  dispone  de  todo,  hasta  de  los 
campos  cultivados.  Los  labradores  resisten  la  creación 
de  impuestos  o  el  aumento  de  los  existentes,  a  veces  con 
éxito.  Cultivan  el  arroz  empleando  naturalmente  enormes 
cantidades  de  agua  i  con  este  motivo  nacen  conflictos 
respecto  a  la  distribución  de  la  disponible,  escasa  en 
jeneral,  entre  otras  causas,  por  la  dificultad  de  levantarla, 
pues  los  aparatos  usados  para  ello  son  rudimentarios, 
primitivos:  un  hélice  o  tornillo  de  madera  movido  a 
mano,  es  el  mejor  aparato  de  que  por  lo  común  dispone 
un  labrador.  í^ultivan  el  opio  con  g^ran  desventaja  a 
causa  también  de  los  impuestos,  si  bien  pueden  eludirlos, 
gracias  al  pequeño  volumen  de  la  valiosa  mercancía, 
cuyos  panes  o  discos  se  suele  usar  como  moneda. 
Cultivan  el  té  i  eran  antes  sus  primeros  manufactureros, 
pero  la  India  les  salió  al  paso  i  los  superó  por  la  calidad 
i  quizá  por  la  cantidad  de  la  apreciada  yerba.  Los 
chinos  habian  incurrido  en  neglijencias  i  dejaron  caer  su 
industria;  su  té  era  inferior  i  en  parte  hecho  polvo, 
amasado  i  dividido  en  panes  o  ladrillos  salía  del  país, 
siendo  la  Rusia  el  principal  consumidor  de  esta  forma. 
Los  métodos  de  cultivo  exelentes  antes,  han  vuelto  a 
aparecer  después  de  su  decadencia,  para  no  ceder  el 
puesto  a  la  India.  —  En  la  industria  de  la  seda  se  ocupan 
cientos  de  miles  de  individuos,  dedicándose  al  cultivo 
complicado  de  los  gusanos,  a  la  preparación  de  su  pro- 
ducto i  cuidado  con  esmero  de  la  planta  necesaria  para 
el  trabajo  de  tan  inconcientes  í  estraños  productores. 
Estas  labores  están  encomendadas  en  su  casi  totalidad 
a  las  mujeres.  —  La  agricultura,  en  China,  está  afectada 
de  una  grave  dolencia:  la  rutina.  El  calendario  agrícola 
es  el  mismo  desde  hace  mil  años,  i  a  él  se  someten  los 
labradores  de  la  tierra;  en  estos  mil  años,  las  estaciones 
han  cambiado  con  relación  a  las  fechas;  el  eje  de  la 
eclíptica  ha  continuado  jirando ;  el  clima  en  todas  partes 
ha  sufrido  modificaciones  ;  la  tierra  se  ha  empobrecido 
i  las  plantas  han  obedecido  a  las  leyes  de  la  vida  i  de 
la  muerte.  Todo  ha  variado,  menos  la  rutina. 


J 


—  331  — 

Aries  i  ciencias,  —  Dado  nuestro  concepto  respecto 
al  arte  i  a  la  ciencia^  no  vacilo  en  afirmar  que  tales  enti- 
dades no  existen  en  China.  Me  parece  inútil  enunciar  je- 
neralidades  para  probar  mi  tesis,  cuando  en  los  informes 
sig^uientes  i  en  la  apreciación  de  los  detalles,  el  lector 
encontrará  material  para  formar  su  juicio,  conforme  al 
mió,  lo  espero. 


Música,  —  No  hai  la  menor  idea  de  este  arte  en  China; 
al  examinar  sus  instrumentos  i  oir  sus  cantos,  uno  cree- 
ria  que  el  desacorde,  los  sonidos  ásperos,  los  ruidos  des- 
agradables i  la  falta  absoluta  de  armonía,  forma  la  base 
de  la  colección  de  gritos  i  crujidos  que  constituyen  su 
música.  Ni  siquiera  tienen  (  no  he  oido  a  lo  menos  nada 
que  me  desengañe  )  esas  melodías  monótonas  en  tonos 
tristes  de  los  indios  o  salvajes  de  otras  naciones  o  pue- 
blos, por  las  cuales  se  deja  sospechar  la  existencia  de  un 
jérmen  musical  en  aquellas  cabezas  no  educadas.  Aquí 
parece  que  alteran  de  intento  las  voces  i  martirizan  a  los 
instrumentos  para  sacar  de  ellos  rechinamientos  estri- 
dentes. No  sé  si  escriben  lo  que  cantan  o  lo  que  hacen 
sonar,  pero  seguramente  no  lo  verifican  con  el  conoci- 
miento de  nuestro  arte  musical. 


Pintura,  -  Si  se  llama  pintura  a  la  colocación  de 
colores  en  contornos  mas  o  menos  bien  delineados,  el 
arte  existe  aquí  i  todo  el  mundo  lo  conoce :  lo  ha  visto  en 
los  biombos  i  en  los  abanicos.  Los  colores  son  vivos, 
limpios,  agradablemente  distribuidos  i  las  lineas  del  di- 
bujo, puras  i  exactas.  La  composición  de  los  paisajes 
tiene  cierta  vida  i  no  es  arbitraria ;  obedece  a  esta  orde- 
nanza invariable:  el  autor  debe  pintar  una  montaña,  una 
casa,  un  árbol,  poner  una  escena  humana,  por  ejemplo, 
dos  personas  de  edad  jugando  al  ajedrez  i  añadir  una 
mariposa  volando  i  algún  otro  objeto.  Es  claro,  el  pie  i  la 
cima  de  la  montaña,  la  casa,  el  árbol,  los  viejos  i  la  mari- 


—  332  — 

posüf  están  m  un  plano  como  si  fueran  sus  proyecciones; 
ni  se  ha  intentado  siquiera  figurar  distancias  de  fondo  ni 
relieves.  Necesario  es  recordar  que  del  mismo  defecto 
adolece  nuestra  pintura  antigua,  pues  aun  en  tiempo  de 
Rafaelf  se  lo  notaba  i  el  mismo  lo  cometió,  a  tal  punto, 
que  por  pintar  una  iglesia  tras  de  una  vírjen  a  lo  lejos, 
pintó  una  vírjen  con  una  iglesia  en  el  hombro.  Copian 
bien  i  todo  lo  que  se  refiere  a  líneas  i  colorido  notable, 
no  usan  el  claro  oscuro  ;  sus  miniaturas  son  inimitables  ; 
emplean  el  pincel  para  hacer  retratos  microscópicos ;  dicen 
que  deben  esta  habilidad  a  sus  ejercicios  caligráficos;  su 
pintura  en  porcelana  goza  de  fama  universal;  en  las 
miniaturas,  los  rasgos  mas  sutiles,  son  claros  i  bien  mar- 
cados. El  secreto  del  relieve,  como  se  sabe,  está  en  la 
disposición  de  la  luz;  esta  debe  caer  oblicua  sobre  los 
objetos  o  venir  de  atrás.  Rembrand  ha  dado  pruebas  en 
sus  cuadros  del  poder  de  este  artificio.  En  China  a  ningún 
pintor  se  le  ha  ocurrido  estudiar  la  materia.  Los  cuadros 
son  por  lo  tanto  de  convención  ;  se  supone  que  los  obje- 
tos pintados  tienen  fondo,  que  la  nariz  de  una  persona, 
por  ejemplo,  es  prominente  con  relación  a  sus  mejillas. 
Dicen  que  antiguamente  la  pintura  tuvo  su  época  glo- 
riosa i  como  prueba  presentan  el  hecho  de  haber  un 
artista  ( uno  de  los  mas  célebres,  Tiao,  240  años  antes 
de  J.  C. )  pintado  un  biombo,  introduciendo  entre  las 
figuras  una  mosca  ;  el  Emperador,  a  quien  le  era  dedi- 
cado, lo  halló  bellísimo,  pero  quiso  espantar  la  mosca 
que  lo  afeaba.  Si  uno  piensa  en  que  cualquier  mancha 
irregular  negra  en  un  fondo  blanco  parece  una  mosca,  no 
se  inclinará  a  considerar  el  hecho  narrado  como  una 
demostración  del  tema,  i  aun  cuando  en  realidad  el  Empe- 
rador hubiera  tenido  serios  motivos  para  engañarse,  no 
bastaría  el  caso  para  establecer  la  exelencia  de  la  pin- 
tura en  China  en  su  calidad  de  arte.  Yo  por  mi  parte  no 
he  visto  nadn  digno  de  llamarse  un  cuadro  ;  no  obstante, 
como  hai  cosas  que  yo  no  he  visto,  a  fuer  de  autor  im- 
parcial, debo  confesar  que  la  leyenda,  con  su  fondo  infa- 
lible de  verdad,  revela  la  existencia  de  obras  de  gran 
mérito,  lo  cual  debia  hacerme  mas  reservado  en  mis  jui- 
cios  i   tal  vez   me    obligue  a  correjirlos.  Se  cuenta  por 


—  333   — 

ejemplo,  que  Tcho-so-Yo,  artista  famoso,  pintó  cuatro 
dragones  para  un  templo,  vivos  en  apariencia  ;  solo  les 
faltaban  los  ojos ;  el  autor  se  rehusó  a  pintárselos  i 
dejó  su  obra  inconclusa.  Uno  de  sus  discípulos  quiso 
remediar  el  defecto,  i  lo  hizo  con  arte  tan  soberano,  que 
el  primer  dragón  concluido,  estendió  las  alas,  alzó  el 
vuelo  i  se  se  escapó  del  cuadro.  Los  tres  otros  quedaron 
sin  pupilas,  no  osando  el  artista  pintárselas,  para  no 
ponerlos  en  el  goce  completo  de  la  vida  i  favorecer  otra 
escapada. 

Este  cuento  señala  el  concepto  en  que  Tcho-so-Yo,  su 
discípulo  i  otros  pintores  eran  tenidos,  como  creadores 
de  un  estilo,  procedimiento  o  arte  para  dar  vida  a  sus 
obras,  por  la  perfección  de  sus  detalles. 


Escultura.  —  Salvo  los  tallados  en  madera  que  tienen 
algún  mérito,  i  los  vasos  i  adornos  en  bronce  o  marfíl,  no 
sé  a  cual  otra  obra  podría  llamarse  trabajo  de  escultura 
aquí.  También  en  esta  ocasión  recurro  al  concepto  nues- 
tro de  este  arte.  He  visto  vi^sos,  floreros,  jarrones,  obje- 
tos afínes  con  la  escultura  ;  dragones,  imájenes  de  Dioses, 
guardianes  de  templos,  bustos  de  Emperadores  i  Rudas 
de  diverso  tamaño,  i  ello  todo  como  el  único  material 
representante  de  la  escultura  china;  grotesco,  estrafala- 
lario,  monstruoso,  desagradable  en  su  conjunto  i  en  sus 
detalles.  El  arte  debe  causar  placeres  suscitando  la  idea 
de  la  belleza,  i  nadie  sostendrá  que  un  dragón  lleno  de 
puntas  o  un  Buda  aplastado ,  es  una  fígura  estética. 
Cuando  mas  en  China  en  esta  materia  llegan  a  hacer 
algo  bonito,  no  una  obra  maestra,  ni  cosa  que  se  pa- 
rezca, si  copian  por  ejemplo  una  ave  o  modelan  uno  de 
esos  pájaros  convencionales  i  elegantes,  de  largas  patas 
i  cuello  artístico.  Pero  cuanta  diferencia  entre  toda  esta 
factura  i  los  productos  de  la  escultura  en  Europa.  Un 
griego  dibujando  un  rectángulo  proporcionado,  suscita 
una  idea  agradable  de  forma ;  una  de  las  columnas  del 
Partenon  que  para  el  ojo  es  un  simple  cilindroide,  tiene 
la  facultad    de  clavar  al   observador  junto  a  su  base,  en 


—  334   - 

estática  admiración^  i  una  estatua  moderna  o  anticua,  la 
copia  de  una  mujer  joven  desnuda,  con  la  sola  proyec- 
ción de  sus  líneas  curvas,  despierta  i  desenvuelve  en  el 
alma  humana,  todas  las  sensaciones  i  sentimientos  que 
solo  vibran  en  presencia  de  un  ideal  estético.  ^Hai  algo 
de  esto  en  China,  aun  cuando  tengan  el  ideal,  la  mujer 
para  copiarla? 


Literatura.  —  Debo  repetir  al  lector  que  he  tomado 
del  libro  de  Dooglas  citado  mas  de  una  vez,  muchos 
datos  ya  consignados  i  ahora  le  advierto  que  para  ba- 
sarme en  competente  autoridad,  tomo  en  estracto  del 
mismo  una  buena  parte  de  lo  referente  a  los  literatos,  a 
los  exámenes  de  competencia,  a  la  relijion,  al  gobierno,  a 
la  moneda  i  a  otros  temas  de  que  hablaré  a  su  tiempo. 
Los  literatos  forman  una  clase  considerada  en  la  nación, 
están  encima  de  los  labradores  i  solo  debajo  de  la  corte 
i  la  nobleza,  pueden  aspirar  a  todos  los  puestos  públicos, 
dominan  en  la  sociedad,  lo  pueden  todo  i  todo  lo  hacen, 
escepto  esto:  literatura.  No  trabajan;  el  trabajo  como 
en  Europa  en  la  Edad  media,  degrada;  viven  a  espensas 
de  la  nación  productora,  son  parásitos  en  la  jenuina 
acepción  de  la  palabra ;  son  el  terror  de  los  mandari- 
nes no  solo  por  la  constante  solicitud  de  empleos,  sino 
también  porque  gozan  de  ciertos  privilejios  que  los 
ponen  fuera  del  alcance  del  poder,  porque  intrigan, 
denuncian  i  forman  pleitosi  i  rencillas.  Son  los  encarniza- 
dos i  mayores  enemigos  de  los  estranjeros  i  tienen  todos 
los  defectos  i  vicios  que  la  ociosidad,  junto  con  el  amor 
propio  i  la  ambición,  enjencfran.  En  1894  habia  21,168 
graduados  sin  empleo  i  pobres  en  jeneral.  En  esta  clase 
se  recluta  como  se  ha  ya  sospechado,  el  cuerpo  de  funcio- 
narios públicos  para  los  puestos  que  no  requieren  con- 
diciones escepcionales  de  nobleza  o  herencia.  Serian 
útiles  para  su  pais  si  emplearan  su  talento  oratorio  i 
su  preparación,  en  difundir  las  ideas  progresistas,  en 
destruir  supersticiones  i  preocupaciones,  en  aprender  i 
enseñar  la    ciencia;  pero    solo   se  ocupan    de   comentar 


--   335   - 

libros  antiguos  i  de  hacer  versos  sobre  los  mismos 
temas,  sin  renovarlos  siquiera  ni  crear  algo  orijinal  i  no 
trillado. 

Los  libros  estudiados  i  comentados  son  nueve : 
lo  Conversaciones  de  Confucio.  2»  La  gran  erudición 
(literatura  i  ciencia  Great  learing,  aprender,  ilustra- 
ción). 3o  La  doctrina  del  medio  (mean,  medio  caudal, 
pensar).  4o  Mencius.  5o  El  libro  de  los  Cambios.  6o  El 
de  las  Odas.  7o  el  de  la  Historia.  8©  Los  anales  de  la 
Primavera  i  del  Otoño.  9o  El  libro  de  los  ritos.  Estos  son 
los  nueve  clásicos,  pero  ademas  los  literatos  han  estu- 
diado la  historia  de  la  cfinastia.  Los  volúmenes  de  este 
enjambre  de  cosas  inútiles  son  pequeños,  pero  los  co- 
mentarios de  siglos,  hechos  por  cientos  de  miles  de 
letrados,  los  han  engrosado  al  punto  de  hacerlos  inac- 
cesibles a  la  lectura  del  chino  mas  paciente  i  deso- 
cupado. 

Veamos  ahora  como  se  hace  un  literato.  Apenas  un 
muchacho  se  siente  con  brios  para  arremeter  á  los  clá- 
sicos, los  acomete  i  se  prepara  en  ellos  estudiando  tam- 
bién la  manera  de  hacer  versos ;  con  este  bagaje  se 
presenta  a  examen  junto  con  otros  cientos  de  compañe- 
ros, ante  el  majistrado  del  distrito,  quien,  en  dia  señalado, 
da  los  temas  de  los  clásicos  para  ensayos  i  poemas. 
Hecho  el  examen,  los  nombres  de  los  buenos  alumnos* 
son  inscritos  en  la  puerta  del  Yammen ;  estos  son  exa- 
minados cinco  dias  seguidos  mas,  i  una  nueva  lista  de 
los  aprobados  se  publica.  El  majistrado  invita  a  los  de- 
signados en  ella  a  una  fíesta;  los  asistentes  a  esta  dan 
otro  examen  en  la  ciudad  de  la  prefectura  del  Departa- 
mento, ante  el  Prefecto  i  el  Canciller  literario,  siempre 
sobre  los  mismos  temas.  Los  buenos  reciben  entonces  el 
título,  un  tanto  ridículo,  de  «Escolar  elegante»  cuyas 
insignias  o  distintivos  son:  una  bata  ó  túnica  de  seda 
azul  bordada  de  negro,  ceñida  a  la  cintura  con  una  faja 
adornada  con  pendientes  de  plata  i  un  gorro  o  bonete 
con  su  botón  de  plata  i  recamado  con  trensilla  de  hilo 
del  mismo  metal.  Con  esta  vestimenta  los  nuevos  gra- 
duados van  en  corporación  a  presentarse  a  su  último 
juez,  delante  del  cual,  a  una  palabra  de  orden,  hacen  el 


—  336  — 

Kot'ow  (reverencia)  tres  veces.  Dispensan  igual  homena- 
je al  Prefecto  i  luego  se  dispersan  volviendo  cada  uno  a 
su  casa  a  recibir  las  congratulaciones-  i.  escitar  la  admi- 
ración de  sus  amigos. 

Pero  esto  no  es  mas  que  el  comienzo  de  la  carrera. 
Cada  tres  años  hai  un  examen  en  las  capitales  de  pro- 
vincia, precedido  por  un  comisionado  del  Emperador, 
cuyo  nombramiento  es  envidiado  por  todos,  pues  el 
Comisionado  o  visitador  no  solo  es  alojado  i  mantenido 
rejiamente  en  cada  distrito,  sino  que  las  autoridades  le 
regalan  gruesas  sumas  i  cada  examinado  de  los  acepta- 
dos, 20  taels  (como  5  libras  esterlinas  diremos,  pero  hai 
varios  taels  i  su  precio  cambia  mucho).  Los  laureados 
son  doscientos  o  mas;  juzgúese  el  beneficio  del  exami- 
nador. Durante  la  noche  anterior  a  la  prueba,  la  cual 
tiene  lugar  en  un  edificio  dividido  convenientemente  en 
celdas,  o  la  mañana  del  dia  fijado,  los  seis  u  ocho  mil 
graduados,  entran  en  el  recinto  de  los  exámenes  i  toman 
posesión  de  sus  celdas,  (el  recinto  de  Pekin  tiene  diez 
mil  celdas);  cada  celda  tiene  su  número;  el  estudiante 
lleva  consigo  alimento  para  dos  dias  i  antes  de  ser 
encerrado,  se  lo  rejistra  para  evitar  fraudes.  Se  en- 
cierra a  los  examinados  en  las  celdas  con  llave  i 
sello  i  habiendo  el  Examinador  hecho  su  jenuflexion 
ante  los  cielos,  prometiendo,  jurando  obrar  en  justicia, 
sin  temor  ni  favoritismo,  la  prueba  comienza  por  la  en- 
trega a  cada  estudiante  de  cuatro  testos  de  los  clásicos 
sobre  los  cuales  debe  escribir  tres  ensayos  i  un  poema. 
Dos  dias  le  son  acordados,  al  fin  de  los  cuales  se  abre 
las  puertas  i  los  que  han  concluido  su  obra  salen,  salu- 
dados por  tres  cañonazos  i  por  redobles  de  tambor  a  su 
pasaje;  a  los  remisos  se  les  concede  horas  adicionales. 
Los  afortunados  en  la  prueba  reciben  el  título  de  Ckugen 
(Hombre  promovido)  i  son  invitados  por  el  gobierno  a 
una  fiesta,  en  celebración  de  su  triunfo,  llamada  El  bra- 
mido o  balido  de  los  siervos,  en  razón  de  existir  una  oda 
con  ese  título  que  se  canta  en  la  mesa  durante  la  comida. 
En  la  siguiente  primavera  todos  los  candidatos  favore- 
cidos por  su  examen  van  a  Pekin,  donde  bajo  los  auspi- 
cios de  un  Ministro  de  Estado,  un  Príncipe  imperial   i 


—  337  — 

tres  otros  examinadores,  rinden  un  nuevo  examen  para 
optar  al  grado  de  Escolar  avanzado.  Los  competidores 
son  comunmente  6000  i  de  estos  solo  un  cinco  por  ciento 
pasa.  Un  último  examen  de  los  selectos  tiene  lugar  en 
presencia  del  Emperador  mismo  i  en  él  se  hace  la  sepa- 
ración de  cuatro  escolares  solamente,  a  los  cuales  se  les 
acuerda  el  título  de  Chwang-yüan  Pangyen,  T'auhwa  i 
Ckw'auiu,  respectivamente,  i  a  quienes  se  debe  conside- 
rar como  ocupantes  de  las  posiciones  relativas  de  Sénior 
Competidor  (Com^t,i\óor  mayor  en  edad)  i  de  las  tres 
posiciones  inmediatas  inferiores  en  orden. 

Exámenes  de  competencia  se  llaman  los  descritos  i 
no  siempre  pasan  tan  tranquilamente  como  pudiera  su- 
ponerse. Una  vez  en  el  examen  de  palacio,  los  Escola- 
res elegantes,  escalan  los  muros  del  recinto  i  preci- 
pitándose sobre  el  maestro  de  ceremonias  para  quitarle 
unos  papeles,  le  <  arañan  el  dorso  de  las  manos>.  Ya 
he  dicho  sobré  qué  versan  los  temas  de  estos  singula- 
res exámenes;  debo  añadir  que  los  candidatos  están 
obligados  á  tener  en  cuenta  en  sus  trabajos,  nueve  pun- 
tos (siempre  aparece  la  cifra  nueve),  a  saber:  !«  el  tema, 
2o  el  análisis  del  tema,  3»  la  amplificación  del  tema,  4» 
la  extensión  del  tema,  S®  la  post-estensión  del  tema,  6° 
el  argumento,  7»  la  reasumpcion  del  tema  (reconside- 
ración), 8o  el  argumento,  segunda  división,  9®  el  argu- 
mento, tercera  división.  ¡Una  verdadera  teología  de  re- 
tórica! Los  temas  siempre  retrospectivos,  parecen  a 
veces  adivinanzas.  A  un  escolar  se  le  da  en  su  examen 
como  tema  algo  análogo  a  esto:  «En  una  guerra  hace 
mil  años  alguien  dijo  que  atacando  la  caballería  en  una 
forma  se  obtendría  nueve  ventajas,  ¿cuáles  eran  esas 
esas  nueve  ventajas?»  A  otro  le  presentan  su  cuestión 
en  esta  forma:  «Hace  tantos  años,  (un  número  estupendo 
de  años)  un  ejército  ocupó  tres  puntos  ¿cuáles  eran 
esos  tres  puntos  ?»  Cualquier  respuesta  era  buena  en 
mi  opinión.  En  fin,  probando  un  escolar  que  sabe  hacer 
versos  i  comentar  clásicos,  ha  probado  su  aptitud  para 
todas  las  funciones  de  la  vida  pública  i  profesional.  Apro- 
vecho la  oportunidad  para  hacer  un  paréntesis  de  cir- 
cunstancias: a  las  mujeres  no  se    les    enseña   nada,  lo 

Por  mares  i  por  tierras  22 


—  338  — 

que  iguala  las  esclavas  a  las  señoras  en  el  campo  ni- 
velado de  la  absoluta  ignorancia.  Vistos  el  modo  de 
hacer  literatos  i  los  trabajos  de  éstos,  me  parece  inútil 
sacar  la  consecuencia;  el  lector  se  habrá  dicho  ya:  4:  En 
China  no  hay  literatura  >.  En  efecto  los  chinos  no  han 
escrito  ni  su  historia ;  por  orden  de  un  Emperador  se 
comenzó  a  escribirla,  se  llegaba  ya  a  un  número  fabu- 
loso de  volúmenes,  una  cosa  como  72,000  cuando  una 
parte  de  ellos  fué  destruida  por  un  accidente  que  no 
recuerdo ;  la  obra  se  continúa,  en  el  presupuesto  creo, 
i  nominalmente,  pero  no  avanza  ni  se  concluirá  jamás  ¡ 
aun  cuando  se  concluyera  ¿habría  hombre  capaz  de 
leerla  i  seria  posible  consultarla?  Ese  número  inmenso 
de  literatos  no  ha  producido  hasta  hoi  una  sola  obra  de 
aliento,  ni  aun  una  cualquiera  insigniñcante  pero  con  el 
mérito  de  ser  agradable.  Su  teatro  es  entre  pueril  i  gro- 
tesco; las  piezas  son  cuentos  de  niños  presentados  a 
hombres,  sin  gusto,  sin  novedad,  sin  atractivo  i  enorme- 
mente largos.  Las  mismas  obras  clásicas  ya  citadas,  no 
merecen  el  nombre  de  monumentos  literarios;  se  com- 
ponen de  moralejas,  anécdotas,  principios  i  doctrinas 
filosóficas  sueltas  i  por  escepción,  rasgos  de  poesia  con 
algún  sabor  literario.  Ahora,  si  asimilamos  los  conoci- 
mientos literarios  de  los  chinos  al  arte  militar,  encontrará 
su  sitio  en  este  capítulo  la  noticia  relativa  a  las  pruebas 
de  competencia  a  que  se  somete  a  los  guerreros.  Los 
exámenes  para  éstos  son  livianos  en  clásicos  i  en  odas, 
en  cambio  se  les  exije  serias  pruebas  de  sport  (jimnasia, 
esgrima,  uso  de  flechas  i  ejercicios  de  fuerza).  Deben 
disparar  sus  dardos  a  pié  i  a  caballo,  combatir  en  simu- 
lacro con  armas  pesadas  i  alzar  grandes  pesos. 


Injeniería  i  sus  afluefites.  —  En  la  parte  relativa  a 
la  construcción  de  las  casas  particulares  ha  podido 
verse  ya  una  muestra  de  la  arquitectura  china.  En 
Pekín  sin  duda  se  encuentra  el  mayor  número  i  tai- 
vez  la  mejor  clase  de  construcciones  por  sus  peculiares 
condiciones    como    capital    del    Imperio.    Pekín  es    una 


-   339  — 


ciudad  mediterránea  si  bien  se  halla  a  pocos  kilómetros 
de  un  rio  navegable;  su  forma  representaba  un  polí- 
gono irregular  inscrito  en  una  sección  ovoidea,  espe- 
cie de  elipse,  mas  ancho  en  un  estremo.  El  perímetro 
de  la  figura  de  formas  retangulares  inscrito,  es  una 
muralla  de  32  kilómetros,  dentro  de  la  cual  está  la  ciu- 
dad ( la  muralla  de  París  tiene  36  kilómetros ).  La  su- 
perficie intramuros  es  como  de  6000  hectáreas,  aproxi- 
madamente dos  tercios  de  la  de  Paris  (9450  hectáreas). 

Véase  el  croquis  al  már- 

Templo  de  la  Tierra 

/O  n\ 


Templo  ' 
Sbl 


Ciudad  tártara 


Ciudad 
amarilla 
Palacio 


TLe;§aci 


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china 


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^, 1 l—J       l—J » IH 

Templo  del  Cielo 


»«  »  w  w 


jen,  tomado  de  un  autor 
italiano,  así  como  muchos 
de  los  siguientes  datos 
relativos  a  población  i  di- 
mensiones. La  capital  se 
divide  en  tres  partes  per- 
fectamente limitadas  :  la 
ciudad  tártara  mui  regu- 
lar, la  ciudad  amarilla  o 
residencia  imperial,  en  el 
centro  de  la  tártara,  i  la 
ciudad  china.  La  I»  tiene 
grandes  i  anchas  calles, 
ocho  principales,  algunas 
de  30  metros  de  ancho  i 
6000  de  largo  de  E  a  O; 
otras  de  20  m.  ancho  y 
4000  largo  de  S  a  N,  constituyendo  el  conjunto  un 
tablero  de  ajedrez  i  mostrando  así  que  el  fundador  i 
delineador  tuvo  su  idea  i  que  la  ciudad  fué  construida 
obedeciendo  á  esa  sola  idea.  En  la  ciudad  china  las  calles 
son  tortuosas  i  angostas,  con  escepciones,  naturalmente. 
Hai  una  de  E  a  O  de  7500  metros  de  largo  i  bastante 
ancha;  otra  divide  en  dos  secciones  la  ciudad,  partiendo 
de  la  puerta  central.  La  ciudad  tártara  tiene:  de  N  a  S 
5500  metros,  de  E  a  O  6500,  de  superficie  3375  hectáreas 
i  24  kilómetros  de  perímetro.  La  ciudad  amarilla  tiene 
668  hectáreas.  La  china  de  N  a  S  3650  metros,  de  E  a  O 
7500,  de  superficie  2500  hectáreas  i  de  perímetro  21 
kilómetros.  La  población   total  era  antes  mucho  mayor; 


PEKÍN 

La  línea  de  puntos  representa 
la  muralla. 


—  340  ~ 

ahora  se  encuentra  barrios  despoblados,  abandonados ; 
en  otra  época  las  casas  iban  hasta  la  muralla  llenando 
completamente  el  interior  del  perímetro.  La  población 
actual  es  de  800.000  habitantes,  aun  cuando  el  anuario 
de  Behm  no  le  da  sino  500.000. 

He  entrado  en  estos  detalles,  para  hacer  resaltar  que 
ha  habido  una  idea  de  injenieria  en  la  formación  de 
Pekin,  si  bien  esa  idea  puede  haber  pertenecido  a  las 
rudimentarias  en  la  materia.  Un  gran  puente  de  muchos 
arcos,  18  creo,  lo  revela  también;  es  de  piedra  i  tiene 
esculpidas  innumerables  figuras.  Dicen  que  algunos  pa- 
lacios de  la  ciudad  amarilla  son  característicos  i  dignos 
de  ser  vistos;  pero  con  este  Pekin  sucede  una  cosa  par- 
ticular: lo  característico  de  él  no  es  accesible  i  lo  acce- 
sible no  es  característico.  Si  esos  palacios  o  departa- 
mentos tienen  el  aire  de  familia  de  los  templos,  pagodas, 
casas  i  demás  construcciones  chinas  que  yo  he  visto,  no 
deben  valer  gran  cosa  como  obras  de  injenieria  i  arqui- 
tectura, pues  las  pagodas,  los  templos  i  las  casas  hechas 
por  el  modelo  de  los  edificios  chinos,  no  resistirian  a  la 
crítica  de  un  maestro  albañil  de  Europa,  ni  aun  a  la  de  un 
oficial  adocenado. 

No  se  puede  hablar  de  obras  públicas  en  China,  como 
productos  de  injenieria.  Comenzando  por  la  gran  mu- 
ralla i  concluyendo  por  los  caminos  vecinales,  todo  es 
primitivo  i  rudimentario ;  la  gran  muralla  prueba  pacien- 
cia i  baratura  de  brazos  al  mismo  tiempo,  i  revela  una 
inocencia  infantil  en  quien  la  concibió;  los  templos  en 
jeneral  son  galpones  parecidos  a  los  depósitos  de  má- 
quinas agrícolas  de  las  ciudades  ;  los  caminos  están  a 
cargo,  no  de  la  injenieria,  sino  de  la  naturaleza.  Por  eso 
los  viajes  en  China  son  casi  imposibles  para  nosotros,  o 
a  lo  menos  estremadamente  difíciles  e  incómodos;  no 
hai,  hablando  propiamente,  caminos.  Los  puentes  rústi- 
cos i  desvencijados  son  un  peligro ;  los  vehículos  no 
llevan  elásticos;  las  posadas,  cuando  por  casualidad 
tienen  la  ocurrencia  de  existir,  son  inhospitalarias,  des- 
aseadas, desprovistas  de  todo  lo  mas  necesario  para 
el  bienestar  i  hasta  de  alimentos;  así  los  viajeros  se 
ven  obligados  a   llevar  consigo  sus  provisiones  i  según 


-   341   - 

refieren  los  que  se  han  arriesgado  a  penetrar  en  el 
interior  del  Imperio,  A  no  dormir  o  a  pernoctar  mez- 
clados con  las  bestias,  en  pesebres  abiertos  a  todos  los 
vientos. 

Los  chinos  no  tienen  la  menor  idea  de  confort  i  lo 
demuestran  en  todo.  No  les  importa  nada  del  tiempo  i 
no  tratan  de  buscar  facilidades  para  economizarlo.  No  se 
hable  de  vías  fluviales  cuidadas,  ni  de  canales  artificiales 
mantenidos  en  buen  o  tolerable  estado,  para  dar  vida  i 
desenvolvimiento  a  su  comercio.  Solo  cuidan  de  los  ríos 
cuando  su  desborde  amenaza  la  vida  de  los  habitantes  o 
su  fortuna ;  ya  uno  de  ellos  hace  poco,  saliendo  de  su 
cauce,  invadió  una  inmensa  población,  destruyó  las  casas 
i  las  sementeras  e  inundó  la  comarca.  Perecieron  qui- 
nientas mil  personas  i  no  quedó  un  solo  animal  vivo  en 
la  vasta  estension  cubierta  por  las  aguas ;  el  rio  habia 
sido  sin  embargo,  encauzado  construyéndose  reparos 
en  ios  bordes  bajos;  pero  ¿cómo  seria  la  obra?  Algunas 
veces,  lo  sé  mui  bien,  los  mas  sólidos  trabajos  son  des- 
truidos por  la  fuerza  del  agua,  pero  dudo  mucho  de  que 
en  China  la  causa  de  las  catástrofes  deba  atribuirse  a 
fuerzas  incontrastables,  inclinándome  a  encontrarla  en 
la  falta  de  una  dirección  técnica,  eficiente,  pues  no  exis- 
ten elementos  de  preparación  científica,  ni  hai  injenieros 
en  el  pais.  Las  pocas  vias  fluviales  existentes  están  des- 
cuidadas i  se  deja  obstruir  los  canales;  por  esto  ape- 
nas pueden  pasar  barcas  pequeñas  i  eso  con  botador, 
no  pudiendo  usar  remos  en  algunos  parajes,  por  la 
estrechez  del  cauce.  Cuando  el  caudal  de  agua  lo  per- 
mite, pequeños  vapores  suelen  penetrar  en  los  rios,  pero 
no  tardan  en  detenerse  por  las  obstrucciones,  cuya  remo- 
ción seria  fácil  al  principio  i  se  convierte  en  difi'cil  por 
el  abandono.  En  Cantón,  ciudad  relativamente  vecina  a 
las  rejiones  de  donde  viene  la  luz,  ya  hai  sin  embargo, 
un  simulacro  de  canalización  i  unas  dragas  indíjenas 
injénuas,  por  no  darles  otro  nombre,. hacen  algún  tra- 
bajo; las  tales  dragas  son  unos  sampanes  provistos  de 
un  torniquete  en  cuyo  eje  se  envuelve  una  cuerda  de  un 
balancín  oscilante  sobre  un  palo  plantado  a  cierta  dis- 
tancia i  de  un  balde  atado   por  su   fondo  a  una   cuerda 


—  342  - 

que  va  al  estremo  del  balancia  i  por  su  boca,  a  la  del 
torniquete;  este  es  movido  a  mano;  el  balancín  tiene 
otra  cuerda  en  el  opuesto  estremo  para  tirar  de  ella  i 
convertirlo  en  un  brazo  de  palanca,  i  una  tercera,  conti- 
gua a  la  primera,  con  un  gancho  en  su  estremo  libre 
para  arrear  el  balde;  la  maniobra  no  necesita  descrip- 
ción visto  el  aparato.  Ahora  bien,  yo  abrigo  serias 
dudas  a  cerca  de  si  estas  dragas  tienen  por  objeto  dra- 
gar, es  decir,  mantener  los  canales  con  cierta  hondura,  o 
si  solo  se  proponen  sacar  el  fango,  rico  en  materia 
orgánica,  para  usarlo  como  abono.  Es  posible  sin  em- 
bargo, que  en  el  propósito  haya  un  poco  de  lo  uno  i  de 
lo  otro. 

*    * 

Astronomiaj  física,  química  i  ciencias  naturales, — En 
Pekín  haí  un  rudimento  de  observatorio  astronómico 
creado  por  misioneros  i  conservado  a  su  cargo.  Algu- 
nos Emperadores  por  curiosidad  se  divirtieron  en  ave- 
riguar resultados  i  conocer  algo  de  astronomía,  pero 
nada  de  ello  se  tradujo  en  beneficio  del  pueblo  i  no  sé 
de  sus  efectos  cosa  alguna.  Mas  si  bien  no  hai  astróno- 
mos en  China,  hai  astrólogos  que  predicen  los  dias 
propicios  i  nefastos,  encuentran  la  estrella  de  cada  indi- 
viduo i  si  a  mano  viene,  le  comunican  su  porvenir;  en 
justicia  debe  decirse  sin  embargo,  que  estas  supersticio- 
nes están  mas  ligadas  con  la  relíjion  que  con  la  ciencia. 

— Los  mismos  misioneros  han  creado  o  intentado  crear 
en  el  país,  algo  de  física,  química  e  historia  natural,  pero 
sus  trabajos  no  han  tenido  repercusión.  No  intento  afir- 
mar al  decir  esto,  que  ningún  chino  tenga  conocimientos 
científicos ;  eso  no  es  verdad.  Muchos  ciudadanos  del 
Celeste  Imperio  cultivan  las  ciencias,  la  física,  la  química, 
la  mineralojia,  la  botánica  i  la  teolojia  privadamente, 
a  veces  escondiéndose  de  sus  compatriotas,  pero  sus 
conocimientos  no  tienen  la  menor  influencia  ni  sobre 
sus  costumbres  e  ideas  jenerales  manifiestas,  ni  sobre 
los  destinos  de  su  nación;  todo  continua  quieto  i  esta- 
cionario. 


-   343  -- 

Sin  duda  alguna  la  preparación  de  colores  para  la 
pintura  i  de  diversas  sustancias  de  empleo  industrial, 
suponen  conocimientos  de  hechos  que  por  su  naturaleza 
corresponden  a  la  química,  pero  decir  de  sus  prepara- 
dores que  son  químicos,  seria  tan  gratuito  como  calificar 
de  paleontolojista  o  botánico  al  que  conoce  una  gallina 
o  un  árbol  cualquiera.  La  química  en  China  todavía  se 
halla  al  estado  de  alquimia;  aun  hoi  mismo  se  trabaja 
por  encontrar  la  piedra  filosofal,  hacer  oro,  preparar 
licores  para    prolongar  la  vida   i   restituir  la  juventud. 

Y  con  esto  concluyen  mis  informes  respecto  al  estado 
en  China  de  las  ciencias  esperimentales  i  naturales. 


* 
*     * 


Ciencias  morales  i  jurisprudencia.  —  Del  estado  de  las 
ciencias  morales  puede  juzgarse  por  los  datos  ya  referi- 
dos respecto  a  la  literatura  i  los  literatos  i  de  la  teogo- 
nia i  teolojia  chinas  se  juzgará  leyendo  el  capítulo  refe- 
rente a  las  relijiones,  en  la  continuación  de  este  trabajo. 
De  códigos  en  materia  civil,  comercial,  administrativa  i 
de  procedimientos,  nada  puedo  decir,  porque  nada  sé, 
a  pesar  de  haber  buscado  pacientemente  informes  en  los 
libros  corrientes  mas  acreditados  de  viajeros  concien- 
zudos. Solo  puedo  insinuar  un  juicio,  poco  favorable  a  la 
administración  de  justicia  en  el  pais,  como  emanación 
de  este  hecho:  la  defensa  por  procuración,  representa- 
ción o  comisión  no  es  permitida;  no  hai  por  lo  tanto  ni 
abogados,  ni  procuradores,  ni  otros  curiales ;  esto  pare- 
cería un  bien  pero  no  lo  es  porque  estos  funcionarios, 
indispensables  en  occidente  i  útiles  cuando  son  buenos, 
serian,  cualesquiera  que  fueran  sus  méritos,  aquí  perse- 
guidos i  castigados  como  promotores  de  litijios  i  cómplices 
según  las  reglas  vijentes.  Hai  sin  duda  un  conjunto  de  pres- 
cripciones al  cual  los  majistrados  deben  sujetarse,  a  lo 
menos  nominalmente,  conjunto  que  por  asimilación  deberá 
llamarse  código,  aun  cuando  no  formen  cuerpo  de  obra  ni 
tengan  unidad,  pero  tal  conjunto  no  está  siquiera  indicado 
en  los  libros  al  alcance  de  un  viajero.  Por  mis  datos  e 


—  344  — 

inferencias  la  defensa  es  personal  i  el  acusado  se  escusa 
como  puede  ante  sus  jueces.  He  visto  en  Cantón  la  casa 
de  los  tribunales;  es  mas  o  menos  apropiada  a  sus  fines. 
Desgraciadamente  los  jueces  no  funcionaban  cuando  yo 
estuve,  por  hallarse  en  vacaciones  con  ocasión  de  las 
fiestas  de  año  nuevo.  Los  datos  que  me  suministraron 
respecto  a  este  tribunal  confirman  lo  espuesto ;  el  acusa- 
do ante  él  está  librado  a  sus  propias  fuerzas.  No  es  raro 
ver  en  las  audiencias  escenas  repelentes,  tales  como  la 
aplicación  de  azotes  con  varas  de  bambú,  en  presencia 
del  público,  al  acusado  recalcitrante  o  simplemente  poco 
dúctil  a  las  exijencias  de  los  jueces,  pero  la  verdadera 
tortura,  mui  en  boga  para  obtener  confesiones  o  decla- 
raciones verdaderas  o  falsas,  no  se  aplica  en  sesión 
pública.  En  cuanto  a  procedimientos  el  lector  quedará 
edificado  con  la  lectura  del  estracto  siguiente. 


Código  penal  i  proceder  de  las  autoridades  en  la  apli- 
cación de  las  leyes, —  Las  penas  que  consagra  el  Código 
son  tres:  de  azotes,  de  carga  de  25  libras,  12  kilos  ±,  i 
de  muerte  por  la  horca  o  la  decapitación.  Se  redime  de 
algunas  penas  mediante  dinero.  Los  criminales  que  se 
entregan  espontáneamente  mejoran  su  situación.  Los 
hijos  únicos  de  padres  sin  apoyo  no  pueden  ser  ajusti- 
ciados; los  criminales  de  una  edad  mui  avanzada  tam- 
poco. Los  músicos  i  los  astrólogos  pueden  alegar  su 
profesión  como  causa  atenuante.  Un  atentado  contra  la 
vida  del  Emperador  seria  inaudito  i  se  toma  cuanta  pre- 
caución es  posible  para  evitarlo:  dícese  que  las  ceremo- 
nias de  regla  en  su  presencia,  tales  como  arrodillarse  i 
juntar  las  manos  en  actitud  de  súplica,  no  tienen  otro 
objeto  o  lo  tienen  concomitante  con  otros  de  respeto  i 
veneración.  Pasar  la  puerta  de  la  ciudad  prohibida  es  un 
crimen  i  penetrar  en  los  aposentos  imperiales,  uno  tan 
grande  que  es  castigado  con  la  pena  de  muerte;  inten- 
tarlo solo  acarrea  la  misma  pena.  Los  trabajadores  o 
artesanos,  cuando  para  hacer  una  reparación  nf  cesitan 
entrar  a  estos  locales,  se  proveen  de  un  permiso  en  toda 


~  345  — 

forma.  Los  crímenes  cometidos  en  las  vecindades  del 
palacio  son  mas  severamente  castigados  que  los  del 
mismo  jénero  cometidos  en  otro  sitio.  Se  ve  por  estas 
anotaciones,  como  la  vida  del  Emperador  es  singular- 
mente protejida.  Gran  respeto  por  las  reglas  relativas  al 
matrimonio  infunde  la  lei ;  el  padre  dispone  de  su  hijo 
para  casarlo  aun  cuando  el  hijo  tenga  otros  compromi- 
sos ;  el  luto  suspende  los  matrimonios  ;  estos  no  son 
permitidos  entre  parientes  (mui  bien)  ni  entre  personas 
del  mismo  nombre.  Al  lado  de  prescripciones  racionales 
salen  otras  ridiculas;  por  ejemplo:  durante  los  prime- 
ros tiempos  de  un  luto  queda  prohibido  afeitarse;  se  cas- 
tiga a  los  sindicados  de  practicar  la  majia,  a  los  autores 
de  libros  de  brujeria  para  resucitar  espíritus  malos,  a  los 
preparadores  de  drogas  i  a  los  {paperman?  Volviendo 
al  matrimonio :  los  maridos  pueden  tener  segundas  mu- 
jeres, ya  se  ha  visto;  las  causas  de  divorcio  solo  sirven 
al  hombre,  la  mujer  no  tiene  derechos ;  estas  causas  son 
la  esterilidad,  la  lascivia,  la  falta  de  respeto  a  los  sue- 
gros, el  ser  mui  parlanchínas  o  habladoras  las  esposas,  el 
tener  tendencia  al  robo  o  carácter  suspicaz  o  ser  envi- 
diosas o  padecer  enfermedades  inveteradas,  la  elefan- 
teasis,  llamada  lepra  principalmente.  La  traición  se 
castiga  con  las  mayores  penas;  se  mata  al  traidor  que- 
mándolo a  fuego  lento  o  cortándole  paulatinamente  pe- 
dazos del  cuerpo ;  cuando  ya  agoniza  se  le  da  el  golpe 
de  gracia.  Respecto  a  los  grandes  crímenes  el  código 
establece  la  siguiente  monstruosidad:  los  parientes  va- 
rones cercanos  del  delincuente  deben  sufrir  la  pena  de 
muerte  aun  cuando  vivan  lejos  del  sitio  donde  tuvo  lugar 
el  crimen  i  no  sepan  nada  de  él ;  la  misma  pena  se 
aplica  a  los  parientes  no  cercanos  del  criminal,  cuando 
viven  en  la  misma  casa  que  él.  Los  idiotas  no  están  exen- 
tos de  pena.  La  aplicación  de  la  tortura  como  medio  de 
prueba  o  castigo,  no  solo  es  permitida  sino  ordenada ; 
con  ella  hacen  declarar  al  paciente  cuánto  se  les  antoja 
a  los  jueces;  el  hombre  mas  inocente  torturado  se  acusa 
de  crímenes  que  no  ha  cometido;  el  dolor  físico  es  todo- 
poderoso. Los  majistrados  saben  esto  pero  no  lo  tienen 
en  cuenta.  Todos  ios  jéneros  de  tortura  son  practicados, 


—  346  - 

pero  el  mas  jeneral  es  el  de  hacer  arrodillar  al  delincuente 
en  un  montón  de  cadenas,  subiendo  encima  de  él  los 
verdugos  para  aumentar  el  peso  i  el  tormento.  La  pa- 
tria potestad  parece  no  tener  límite  como  lo  prueban 
mil  casos.  Los  padres  pueden  castigar  a  sus  hijos  hasta 
matarlos,  pueden  venderlos  i  disponer  de  ellos  a  su  an- 
tojo. Cuando  un  hijo  muere  por  castigos  del  padre,  a 
este  se  le  debe  dar  cien  palos;  es  la  máxima  pena  que 
consagra  el  Código.  Casi  siempre,  sin  embargo,  el  crimen 
queda  impune.  Citaré  dos  ejemplos:  Una  madre,  por  faltas 
de  respeto  de  su  hijo  decide  hacerlo  matar,  busca  ajentes 
para  ello  i  los  encuentra,  pero  no  enteramente  a  su  gus- 
to; ella  quiere  hacer  enterrar  vivo  a  su  hijo;  los  ajentes 
se  niegan  i  solo  concienten  en  llevarlo  a  sitio  determinado 
i  matarlo,  echándole  una  pared  encima,  como  lo  hacen. 
Conocido  el  caso  la  madre  no  recibe  el  menor  castigo. 
Un  hombre  mata  a  su  hijo  ahogándolo  i  presenta  sus 
escusas  por  haberlo  hecho  creyendo  que  no  era  de  él, 
pues  en  caso  de  ser  suyo  no  cabria  escusarse.  Acusar  a 
los  padres  con  razón,  es  un  crimen  que  se  castiga  con 
la  pena  de  palos ;  si  la  acusación  es  injusta  se  aplica  al 
acusador  la  pena  de  muerte.  También  se  considera 
crimen  la  acusación  a  los  abuelos  i  se  aplica  las  mismas 
penas.  La  mujer  que  acusa  al  marido  cae  bajo  la  juris- 
dicción del  código  penal;  lo  mismo  el  esclavo  o  la  mujer 
que  ataca  a  su  amo  o  marido ;  este  en  revancha  puede 
matar  a  su  esclavo  i  atormentar  a  su  mujer.  La  grada- 
ción de  las  penas  con  relación  a  las  ofensas,  es  de  la  más 
estravagante  orijinalidad.  El  peculado  i  el  juego,  de 
hecho  quedan  impunes,  pero  la  lei  los  condena.  Los  dos 
vicios  son  tan  comunes  que  del  primero  no  se  habla  i  en 
cuanto  al  segundo,  basta  decir  que  es  difícil  encontrar  un 
chino  medianamente  desvinculado,  comiendo  por  su 
cuenta  en  una  fonda :  o  ha  perdido  o  ha  ganado  su  co- 
mida en  la  puerta.  En  el  primer  caso  no  come,  en  el 
segundo  el  otro  paga  su  comida.  La  corrupción  de  los 
mandarines  es  un  evanjelio  en  China,  pero  tiene  sus  es- 
plicaciones  atenuantes ;  estos  funcionarios  mantienen  a 
su  costa  un  numeroso,  numerosísimo  personal,  innecesa- 
rio pero  indispensable  porque  así  es  i  será,  i  están  obli- 


-   347    - 

gados  a  mantener  su  rango  i  dar  a  su  familia  el  lujo 
consiguiente  a  su  elevada  categoría^  obligación  indispen- 
sable también  para  imponer  respeto  a  sus  gobernados. 
Como  la  opinión  pública  en  calidad  de  fuerza  no  existe, 
los  mandarines  proceden  a  su  arbitrio ;  hacen  en  realidad 
lo  que  quieren.  Las  acusaciones  sin  embargo,  corftra 
estos  majistrados  son  frecuentes,  pero  sus  faltas  quedan 
impunes  por  la  dificultad  de  las  pruebaá,  dado  el  encade- 
namiento de  hechos  i  la  comunidad  de  intereses  entre  los 
empleados.  Hai  por  lo  tanto  una  tolerancia  recíproca 
ya  crónica  en  el  país.  Esta  regla  no  deja  de  tener  escep- 
ciones,  soliéndose  encontrar  mandarines  modelos  de 
dignidad,  de  honradez  i  de  rectitud  en  el  desempeño  de 
su  difíciles  funciones.  Los  procedimientos  con  aire  de 
judiciales  son,  por  no  decir  irritantes  de  injusticia  i  arbi- 
trariedad, estrafalarios  e  inadecuados.  Los  libros  clásicos 
que  los  consagran,  datan  de  dos  mil  o  mas  años  antes 
de  J  C  sin  modificación;  los  chinos  aunque  intelijentes  i 
aptos  para  comprender  las  cosas,  no  son  o  no  quieren 
ser  capaces  de  estender  lo  iniciado  ;  pueden  llegar  a 
copiar,  pero  en  la  copia  se  quedan,  voluntariamente,  por 
falta  de  imajinacion  tal  vez  o  por  esa  su  indolencia  sui 
generis,  compatible  con  la  mayor  laboriosidad. 


En  jurisprudencia  por  eso  no  están  mas  adelantados 
que  en  injenieria  i  otras  ciencias.  El  estado  actual  de  la 
China  se  asemeja  un  poco  al  nuestro  en  la  Edad  Media, 
pero  entre  nosotros  el  imperio  del  absurdo,  de  la  inhu- 
manidad diré,  fué  transitorio,  mientras  aquí  todo  parece 
permanente,  eterno,  sellado  para  siempre.  Su  intelijencia, 
aguda  i  estensa  en  muchos  ramos  representa  una  paradoja 
incomprensible:  en  efecto,  no  tiene  en  ella  asidero  la 
evidencia;  se  proclaman  invencibles  mientras  van  hu- 
yendo, como  en  1860,  i  su  Emperador,  espulsado,  ven- 
cido, continúa  siendo  el  Hijo  del  Cielo  i  el  único  Empe- 
rador de  la  tierra. 


-    348  - 

Entre  las  obras  clásicas,  resumen  y  fuente  de  todas 
las  ciencias,  figura  el  «Hsiyuanchu  >  gran  libro,  una  es- 
pecie de  enciclopedia  según  infiero,  pues  si  ahora  la 
vamos  á  ver  dando  reglas  de  procedimientos,  después 
la  veremos  enseñando  anatomía,  fisiolojía,  toxicolojía  i 
medicina  It-gal,  en  nombre  de  su  antigüedad  (dos  mil 
años)  i  por  tanto  con  su  autoridad  no  desmentida  ni 
negada.  El  « Hsiyuanchu »  establece,  como  regla  de 
procedimiento  que  en  caso  de  entablarse  una  investiga- 
ción judicial,  por  heridas  supongamos,  no  debe  darse 
conocimiento  de  ello  a  los  parientes  del  herido;  ra- 
zón :  <  los  parientes  desearán  la  muerte  del  sujeto  i 
harán  cuanto  puedan  porque  muera  para  sacar  plata 
del  acusado  ».  He  aquí  otro  principio  de  jurisprudencia 
corriente  en  China:  «un  hombre  que  intenta  salvar  a 
otro  es  responsable  de  su  muerte  sino  lo  salva».  Esta 
eminente  doctrina  como  se  vé  es  destinada  á  estimular 
el  noble  sacrificio  personal  a  favor  de  nuestros  seme- 
jantes. Como  modelo  de  talento  investigador  puede  ci- 
tarse el  siguiente  procedimiento  de  un  magistrado  que 
se  inspiró  sin  duda  en  el  Hsiyuanchu :  se  sospecha 
que  una  herida  ha  sido  hecha  con  la  mano  izquierda ; 
el  majistrado  instructor  del  proceso,  invita  a  varios  su- 
jetos auna  fiestas  i  observa;  uno  de  ellos  toma  el  vaso 
con  la  mano  izquierda,  sin  mas  ni  mas  el  magistrado 
lo  manda  prender,  lo  tortura  i  con  este  medio  infalible, 
inocente  o  no,  lo  hace  confesarse  culpable.  Pero  para 
tener  una  idea  cabal  de  usos  tan  estraordinarios  i  vio- 
lentos, es  mejor  leer  la  relación  de  algunos  casos,  tales 
como  los  muy  ilustrativos  que  paso  a  referir.  Uno  de 
ellos  dio  lugar  auna  causa  célebre:  «Se  encuentra  un 
cadáver  con  la  trensa  cortada  (grave  el  detalle)  ;  el 
agente  de  la  autoridad  un  tal  Hu,  empeñado  como  todos 
los  de  su  clase  i  en  todas  partes,  en  descubrir  un  cri- 
men y  un  criminal,  o  inventarlos  si  se  ofrece,  llama 
a  un  hombre  del  pueblo,  de  nombre  F'ang  i  lo  induce  á 
acusar  á  tres  sujetos  como  autores  del  delito,  entre 
ellos  á  un  clérigo,  dando  como  pruebas  o  sospechas 
vehementes  un  tejido  de  afirmaciones  estrafalarias  ina- 
ceptables; pero  son  aceptadas.  Se  somete  á  la  tortura 


—  349  — 

a  los  acusados,  uno  de  ellos  confiesa  lo  que  le  dic- 
tan i  escapa  á  la  pena  de  muerte  perdiendo  solamente 
la  oreja  derecha,  los  otros  dos  son  ajusticiados  (de- 
gollados). Hecha  justicia  aparece  una  denuncia  sobre 
el  mismo  asesinato  fundado  en  sucesos  reales;  los  con- 
denados i  ejecutados  resultan  inocentes  y  se  descubre 
a  los  verdaderos  criminales.  Con  tal  motivo  Fang  con- 
fiesa haber  sido  forzado  por  Hu  a  inventar  su  dela- 
ción i  los  inocentes  sacrificados,  a  incriminarse  para 
suspender  la  horrible  tortura.  El  Gobernador  de  la 
jurisdicción  pide  entonces  permiso  al  Emperador  para 
torturar  á  Hu,  por  haber  torturado  injustamente  i  obli- 
garlo á  confesar  su  crimen  en  presencia  de  las  revelacio- 
nes de  Fang.  No  se  provee  nada  respecto  al  error  judicial; 
los  muertos,  muertos  quedan  i  el  de  la  oreja  cortada 
se  contenta  con  una  sola.  Otro  caso:  un  individuo  por 
celos  castiga  a  su  mujer  cruelmente;  después  se  enferma 
y  muere;  su  familia  lo  cree  envenenado  i  acusa  a  la 
esposa.  Todo  ello  se  basa  en  signos  antojadizos ;  la 
autoridad  ordena  una  investigación  de  peritos;  éstos 
dan  su  informe  (véase  el  capítulo  sobre  medicina)  pero 
por  una  omisión  del  análisis  científico,  subsisten  dudas 
respecto  al  envenenamiento.  Para  esclarecerlo  aplican 
la  tortura  á  la  infeliz  esposa;  medio  infalible,  bajo  su 
influencia  la  pobre  acusa  a  su  supuesto  amante  de  ha- 
berla inducido  al  crimen  i  haberle  suministrado  el  ve- 
neno, el  arsénico,  en  dia  i  mes  designados,  tantos  de 
noviembre.  Los  parientes  del  acusado  prueban  la  fal- 
sedad de -la  denuncia  haciendo  la  coartada,  según  creo 
se  dice  en  términos  jurídicos;  pero  éste  amenazado  por 
la  tortura  ratifica  la  denuncia  de  la  mujer.  En  esto  un 
censor  (el  cuerpo  de  censores,  instituido  por  ley  es 
terrible  en  China)  acusa  a  las  autoridades  del  Distrito 
de  haber  conducido  brutalmente  la  investigación  i  tor- 
turado inocentes.  El  Board,  Tribunal  de  Castigos,  toma 
cartas  en  el  asunto  i  ordena  la  exumación  i  examen 
del  cuerpo  del  supuesto  envenenado.  Los  peritos  dan 
su  informe  tan  científico  como  mas  no  puede  ser  (véase 
el  capítulo  sobre  medicina)  cuyas  conclusiones  contra- 
rias al  primer  informe,  se   acepta  por   estar  de  acuerdo 


—  350  — 

con  el  uso  canónico  í  los  principios  consagrados  en 
las  obras  clásicas.  Por  fin,  rara  avis,  los  majistrados 
que  impusieron  las  torturas  injustas  son  castigados. 


La  inseguridad  de  la  conservación  de  la  vida  en 
China,  por  la  facilidad  y  consecuencias  de  las  denuncias  i 
calumnias,  induce  a  la  crueldad  i  al  menosprecio  de  la 
propia  i  de  la  de  los  semejantes.  Algunos  sujetos  perver- 
sos se  suicidan  en  la  puerta  de  la  casa  de  sus  enemigos, 
por  odio,  para  cargarles  el  crimen  de  omicidio;  otros, 
para  procurar  algún  dinero  a  su  familia,  toman  el  puesto 
de  los  criminales,  se  hacen  condenar  i  se  dejan  matar  en 
el  patíbulo.  Los  tribunales  aceptan  como  pruebas  irre- 
cusables las  conclusiones  de  los  peritos  fundadas  en 
trivialidades  o  pueriles  deducciones :  la  dirección  de  las 
heridas,  la  abertura  o  clausura  de  los  ojos,  la  disposi- 
ción de  los  labios,  la  posición  de  los  cadáveres  i  otras 
circunstancias  interpretadas  de  una  manera  salvaje  i 
supersticiosa,  asumen  ante  ellos  el  papel  de  demostra- 
ciones  incontrovertibles. 


Las  prisiones  son  inmundas,  pestilentes,  húmedas  i 
sin  luz.  Las  sabandijas,  parásitos,  microbios  i  bichos 
venenosos  se  instalan  en  las  úlceras  producidas  por  la 
tortura  en  el  cuerpo  de  los  infelices  encerrados  para 
añadirles  tormentos  infernales  i  concluir  con  su  vida.  A 
justo  título  debian  llevar  las  prisiones  esta  inscripción 
en  su  frontispicio:  «Lasciate  ogni  speranza  o  voi  che 
éntrate*  pues  en  verdad,  los  huéspedes  de  estos  En- 
cierros inventados  para  proveer  a  la  seguridad  social, 
pasan  en  ellos  20  o  30  años,  olvidados  de  los  jueces,  de 
los  parientes  i  de  los  amigos,  i  muchos  no  abandonan  su 
celda  sino  después  de  muertos,  para  ocupar  otra  mas 
limpia  en  el  Cementerio,  habiendo  sido  encerrados  tal 
vez  por  denuncias  falsas  o  con  fútiles  pretestos.  La  Jus- 


-  351  — 

ticia  en  China  es  un  trasunto  de  la  Inquisición  europea 
durante  los  tiempos  sombríos  de  la  Edad  Media  i  sus 
prolongaciones. 

*    « 


Medicina  i  médicos.  Hospitales  i  Asilos  de  caridad, — 
Quiero  visitar  en  Cantón  un  hospital  jenuinamente  chino, 
administrado  por  chinos  ¡  asistido  por  médicos  chinos; 
quiero  conocer  un  doctor  de  medicina  chino  i  tomar 
alguna  idea  de  su  ciencia.  Hablo  con  el  guia  chino;  él 
ha  oido alguna  vez  el  sonido  de  la  palabra  inglesa  «hos- 
pital »  pero  no  atina  con  la  cosa  china  a  la  cual  puede 
aplicarse  semejante  nombre.  En  fin,  después  de  mucho 
bregar  me  conduce  a  una  casa  situada  en  uno  de  los 
callejones  centrales  de  la  Ciudad.  Encuentro  un  salón 
con  gran  puerta  a  la  calle,  dividido  en  cuatro  partes, 
una  frontal,  especie  de  vestíbulo,  de  todo  el  ancho  de  la 
pieza  i  tres  en  el  fondo,  dos  laterales  con  bancos  de  ma- 
dera, i  una  central,  comunicando  con  el  interior  de  la 
casa,  habitaciones  de  los  médicos  i  otras  dependencias. 
Kn  esta  parte  hai  una  mesa  i  dos  sillas ;  sobre  la  mesa 
papel  con  inscripciones  jeroglíficas,  tinta  china  i  pinceles 
i  una  pequeña  tabla  forrada  con  piel  i  colchada.  Mi  guía 
llama  al  médico ;  este  sale ;  es  un  hombre  mui  viejo,  de 
facciones  finas  i  fisonomía  intelijente.  Le  comunico  que  yo 
también  soi  médico  de  países  lejanos;  esto  no  le  importa 
nada,  según  parece;  que  estoi  enfermo  i  deseo  hacerme 
ver.  Se  sienta  en  una  de  las  sillas  i  me  indica  la  otra;  yo 
también  me  siento;  me  hace  apoyar  el  brazo  derecho  en 
la  tabla  colchada  i  me  toma  largo  tiempo  el  pulso,  mi- 
rándome fijamente.  Otro  médico  recien  llegado  me  toma 
el  pulso  en  la  izquierda.  El  viejo  me  pregunta  si  he 
tenido  romadizo ;  le  digo  que  sí.  El  examen  ha  conclui- 
do ;  toma  papel  i  su  pincel  i  escribe  siete  líneas  verti- 
cales de  caracteres  chinos;  me  da  la  hoja  escrita  i  el 
guia  me  dice  que  con  las  sustancias  indicadas  debo  hacer 
una  infusión  i  tomarla.  Quiero  pagarle  su  visita;  no 
acepta.  Doi  las  gracias  i  comienzo  mis  preguntas. 


—  352  — 

— I  Hai  hospitales  para  asistencia  de  los  pobres  en 
Cantón  ? 

El  médico  no  entiende  la  pregunta. 
— {  Dónde  se  asiste  a  los  pobres  ? 
— Aquí. 
— Pero  aquí  no  hai  camas  ni  útiles  ! 

—  No  hai. 

— {Cómo  hacen  entonces? 

— Los  enfermos  vienen,  se  les  receta  i  se  van. 

— { I  cuando  no  pueden  irse,  cuando  tienen  rota  una 
pierna  por  ejemplo? 

— Se  acuestan  en  uno  de  esos  bancos  i  se  les  pone 
el  emplasto! 

— { I  después? 

— Después  se  van. 

—  Pero  no  pueden  irse,  ni  tienen  quien  los  lleve! .  . . 
— A  la  hora  de  cerrar  la  casa  entonces,  se  los  saca  i 

se  los  pone  en  la  calle. 
— { I  una  vez  en  la  calle? 
— Alguien  los  recoje  i  los  lleva  a  su  casa. 
— 1 1  si  no  tienen  casa  ? 
— El  que  los  recoje  los  lleva  a  la  suya. 

—  I  si  nadie  los  recoje  ? 

. .  .El  médico  alza  los  hombros no  tiene^mas  in- 
formes que  suministrar  i  yo,  prudentemente,  me  doi  por 
satisfecho  i  salgo  del  Consultorio  seguido  de  un  grupo 
de  curiosos  (la  consulta  ha  sido  pública)  interesados  en 
mi  salud. 

Voi  ala  botica,  al  lado;  presento  mi  receta;  cuatro 
boticarios  elijen  las  sustancias,  las  pesan  en  unas  roma- 
nas de  palitos,  sin  gran  escrúpulo,  las  envuelven,  las 
rotulan  en  chino  i  me  las  dan.  Conservo  la  receta  i  llevo 
las  drogas  para  examinarlas.  Me  dicen  que  son  produc- 
tos indíjenas,  sin  nombre  en  inglés  ni  en  otro  idioma 
europeo. 


Deduzco,  por  esta  mi  esperiencia  personal  i  por  mis 
investigaciones,  conversando  con  residentes  europeos 
de  largo  tiempo  aquí,  i  por  mis  lecturas,  que  en  la  China 


—  353  — 

no  hai  médicos;  solo  existen  supersticiosos  empíricos, 
mas  o  menos  intelijentes  a  quienes  no  se  les  puede 
llamar  ig^norantes,  pues  en  realidad  son  doctores,  doctos 
en  las  materias  de  su  ciencia,  según  se  halla  en  los  libros 
clásicos  de  reputación  secular :  solamente  los  tales  libros 
son  un  tejido  de  disparates  inauditos,  cuya  subsistencia 
como  doctrina  no  se  comprende  en  los  cerebros  de  hoi, 
en  presencia  de  las  evidencias  del  saber  humano  con  las 
cuales  los  chinos  están  en  contacto.  Esos  libros  consa- 
gran, i  los  doctores  chinos  tienen  como  verdades  incon- 
cusas, las  teorías  i  absurdos  mas  singulares  de  cuyo 
conjunto  elijo  algo,  una  mínima  parte,  para  consignarlo 
como  muestra,  dividiendo  los  disparates  en  grupos,  no 
por  hallarse  así  en  los  clásicos,  sino  por  presentarlos 
con  cierto  método  según  su  sentido. 


Anatomía  descriptiva. — Hai  para  la  ciencia  médica  en 
China  360  huesos  en  el  cuerpo  humano,  correspondien- 
tes a  los  360  dias  del  año  (el  esqueleto  tiene  208  huesos 
i  el  año  365  dias,  5  horas,  48'  48'*&).  Desde  la  nuca 
hasta  la  cima  de  la  cabeza  el  hombre  tiene  8  piezas 
de  hueso,  escepto  el  caso  de  un  Ts'ai  Chow,  que  se 
enorgullece  por  tener  9  (Ts'ai  Chow  men). 


Anatomía  jeneraL — El  cuerpo  humano  se  compone 
de  5  elementos,  en  relación  con  los  5  planetas,  los  5 
gustos,  los  5  colores  i  los  5  metales  (La  afición  a  los 
números  tan  jeneral  en  todos  los  pueblos  en  la  infancia 
de  las  ciencias). 


Fisiolojía. —  No  conocen  la  circulación  de  la  sangre, 
ni  las  leyes  hidráulicas  de  la  presión,  pues  toman  el 
pulso  en  las  dos  manos,  lo  que  a  menos  de  entorpeci- 
miento en  la  red  de  vasos  de  un  miembro,  no  conduce  a 
nada.  En  el  matrimonio  que  representa  el  cuerpo  huma- 

Por  mares  i  por  tierras  23 


—  354  — 

no,  el  corazón  es  el  marido  i  los  pulmones  la  mujer  o  las 
mujeres;  de  la  armonía  de  esta  familia  resulta  la  salud, 
de  su  discordia  la  enfermedad.  Existen  en  el  cuerpo  32 
puntos  vitales,  16  por  delante  i  16  por  detras.  (Este  dato 
se  considera  de  gran  importancia  como  se  verá,  para 
averiguar  los  daños  internos.) 


Patolojía  jeneral  e  interna.  —  Las  causas  únicas  de 
las  enfermedades  son  el  calor  i  el  frió.  Se  conoce  cual  es 
el  órgano  enfermo  por  el  pulso;  el  de  la  mano  izquierda 
indica  padecimiento  del  corazón,  el  de  la  derecha  de  los 
pulmones  i  del  hígado.  Si  los  pulsos  no  revelan  clara- 
mente el  mal,  se  recurre  al  examen  de  la  lengua  i  por  su 
estado  se  conoce  todo.  Las  enfermedades  no  son  conta- 
jiosas,  solo  la  lepra  lo  es  a  la  larga  i  por  contactos  inme- 
diatos. No  puede  apartarse  ninguna  causa  de  enferme- 
dad sino  por  sortilejios  encantamientos,  brujerías  i  con- 
juros ;  en  este  caso  el  sacerdote  o  nigromántico  procede 
i  no  el  médico.  Sin  embargo,  ahora  vacunan  enseñados 
por  los  europeos,  para  preservarse  de  la  viruela,  sin 
confesar  que  faltan  a  los  ritos,  forzados  por  la  evidencia 
i  la  necesidad  patente  ante  el  sentido  común. 


Patolojía  esterna.  —  Cirujía, —  Solo  existen  algunos 
hechos  acerca  de  estas  materias  que  podrian  ser  inclui- 
das entre  los  de  pequeña  cirujía,  i  son:  la  colocación 
de  apositos  i  vendajes,  la  aplicación  de  emplastos  i  la 
novísima  práctica  de  la  acupuntura;  a  esto  se  reduce 
todo.  No  hai  patolojía  esterna,  ni  cirujía;  no  puede  tam- 
poco haber  nada  de  su  resorte.  Es  prohibido  cortar  el 
cuerpo  humano;  hasta  los  tumores  cuyo  aspecto  a  la 
vista  reclaman  una  intervención,  son  respetados  i  hai 
algunos  que  piden,  se  puede  decir,  ser  abiertos,  .ampu- 
tar miembros,  separar  del  cuerpo  pedazos  de  carne, 
toda  mutilación,  en  fin,  es  un  delito;  la  razón  es  de  lo 
mas  curioso,  una  razón  jenuinamente  china:  no  se  puede 


-  355  — 

hacer  eso  porque  con  ello  se  inferiría  una  ofensa  a  los 
antecesores,  autores,  fabricantes  del  enfermo  entero  i 
por  ende,  de  todos  sus  pedazos.  Aun  en  casos  de  necesi- 
tarse la  amputación  para  salvar  la  vida,  la  rechazan.  Un 
mandarin  con  una  horrible  fractura  conminuta  prefirió 
dejarse  morir  a  ser  operado. 

Forma  una  estraordinaria  exepcion  entre  las  prácti- 
cas chinas,  todas  seculares  i  tradicionales,  casi  un  delito 
contra  los  libros  clásicos  de  4000  años,  la  introducción 
de  la  acupuntura  en  la  terapéutica  china,  i  hablo  aqui  de 
ella  por  ser  un  medio  quirúrjico.  Pero  los  médicos  chinos 
se  han  ido  en  su  uso  a  la  otra  alforja  i  apenas  descubren 
por  el  pulso  la  lengua  i  otros  indicios  de  su  particular 
uso,  el  sitio  real  o  supuesto  de  la  enfermedad,  allá  va  la 
aguja,  ya  se  trate  del  estómago,  del  hígado  o  de  una 
articulación ;  i  ni  sé  si  respetan  el  corazón.  Parece  sin 
embargo,  que  la  aguja  es  simplemente  usada  por  los 
efectos  directos  de  la  punción,  conro  irritante,  i  no  para 
vaciar  tumores  o  colecciones  de  humor  o  serosidad, 
como  usamos  nosotros  el  trocar.  El  horror  a  las  muti- 
laciones se  muestra  aun  en  las  gradas  del  cadalso ;  los 
condenados  prefieren  ser  ahorcados  a  que  se  les  corte 
la  cabeza. 


Diagnóstico  de  las  afecciones  de  los  puntos  vitales  o 
del  daño  interno.  —  Esta  materia  por  su  interés  especial 
merece  un  párrafo  aparte.  El  médico  para  conocer  el 
punto  vital  afectado  o  el  daño  interno,  debe  proveerse 
de  cebollas,  pimienta  roja,  sal,  ciruelas  blancas,  ciertos 
granos  i  vinagre,  debiendo  emplear  cada  sustancia  en 
su  oportunidad  a  fin  de  llegar  al  diagnóstico  de  esas 
enfermedades  latentes.  Procedimiento:  !«  se  esparce 
los  granos  i  se  vierte  un  poco  de  vinagre ;  hecho  esto, 
2o  se  toma  un  paragua  cuya  tela  será  enaceitada  i  se  lo 
abre  delante  del  enfermo,  protejiendo  la  parte  dañada 
de  los  rayos  del  sol.  Entonces,  si  hai  herida  interna  ella 
se  muestra  al  esterior.  Si  el  esperimento  falla,  con  la 
pulpa  de  las  ciruelas,  la  pimienta,  la  sal,  la  cebolla  i  un 


—  356  — 

poco  de  granos,  se  hace  una  cataplasma  i  se  aplica  al 
sitio  sospechado,  en  el  cual  no  tardan  en  presentarse 
los  signos  del  daño  interno.  £1  medio  es  infalible! 


Materia  médica  i  terapéutica, —  La  farmacopea  china 
admite  442  remedios:  314  de  oríjen  vejetal,  50  de  orijen 
mineral  i  78  de  oríjen  animal.  Unos  cuantos  de  ellos 
llevan  el  nombre  de  tónicos  i  figuran  en  el  número  ar- 
bestes?  estalactitas,  piel  seca  de  lagartos  con  manchas 
rojas,  carne  de  perro,  estremidades  o  puntas  recientes  de 
cuerno  de  ciervo,  concha  de  tortuga,  huesos  i  dientes  de 
dragón,  raspaduras  de  cuerno  de  rinoceronte  i  otras 
sustancias  mas  o  menos  inofensivas,  dañinas  o  mediana- 
mente útiles.  La  preparación  de  los  remedios  para  tomar 
se  hace  por  decocción,  infusión  o  maceracion.  También 
se  confecciona  emplastos.  Puede  decirse  que  las  infusio- 
nes para  beber  i  los  emplastos  para  ponerse,  constitu- 
yen todos  los  remedios  conocidos  i  empleados. 

Como  ejemplo  de  terapéutica  citaré  el  modo  de  curar 
la  rabia.  Se  toma  la  parte  interna  del  guisante  negro, 
alias  poroto  entre  nosotros,  se  la  seca,  se  la  pulveriza  i 
se  la  mezcla  con  aceite  de  cáñamo,  formando  con  el  todo 
un  bolo ;  se  aplica  este  a  la  herida  i  se  lo  deja  un  tiempo ; 
después  se  lo  retira  i  se  lo  rompe ;  se  vé  si  la  rotura 
presenta  la  apariencia  de  pelo ;  si  la  presenta  se  vuelve 
a  aplicar  el  bolo  roto  u  otro  hasta  que  el  primero  pierda 
en  la  rotura  el  aspecto  indicado  o  el  nuevo  no  la  presen- 
te. El  enfermo  durante  cien  dias  no  debe  comer  |  carne 
de  perro!  ¡ni  carne  podrida!  ¡ni  gusanos  de  seda!  Por 
lo  visto  estos  manjares  son  de  uso  diario,  cuando  los 
prohiben  a  los  enfermos.  No  debe  tampoco  tomar  vino 
ni  oler  sustancias  fragantes.  Cuando  el  veneno  del  perro 
ha  penetrado  en  el  corazón  del  mordido  i  produce  sen- 
saciones de  angustia  i  debilidad,  el  estómago  se  hincha  i 
viene  una  abundante  secreción  de  saUva.  Entonces  es 
conveniente  probar  el  efecto  del  cráneo,  dientes  i  huesos 
de  las  manos  de  un  tigre  adulto,  pulverizados  i  mezcla- 
dos con  vino,  del  cual  se  propina  al  enfermo  dosis  de  ^ 


-  357  — 

de  onza.  Si  así  no  se  mejora  sobreviene  la  locura,  el  pa- 
ciente ladra  como  perro,  los  ojos  se  le  ponen  blancos  i 
relumbrantes  i  muere. 

Rl  ün  de  la  ^erapérifica,  pues  a  ella  se  reduce  la  me- 
dicina o  arte  de  curar  i  por  lo  tanto,  el  propósito  de  los 
médicos  en  China,  es :  reforzar  la  respiración  ;  echar 
abajo  las  flemas,  igualar  el  calor  en  la  sangre  ;  produ- 
cirlo cuando  falta  ;  promover  el  apetito  ;  purgar  el  higa- 
do  ;  remover  las  sustancias  nocivas  i  en  resumen  res- 
tablecer la  armonía.   La  intención  es  buena  como  se  vé. 

A  mas  de  los  tónicos,  los  reforzadores  de  la  respira- 
ción, los  motores  para  echar  abajo  las  flemas  i  purgar 
el  hígado  ;  los  niveladores  del  calor  i  los  promotores 
del  apetito,  la  farmacopea  china  posee  yerbas  para 
prolongar  la  vida  i  vigorizar  á  los  viejos.  Los  químicos 
no  han  encontrado  todavía  el  medio  de  hacer  oro,  se- 
creto que  buscan  con  empeño  desde  hace  diez  mil  años; 
en  cambio  ya  si  no  saben  evitar  lisa  i  llanamente  la 
muerte,  saben  retirarla  a  distancia  convenientemente  i 
mitigar  los  efectos  desagradables  de  la  vejez.  El  «  Pa- 
nax  Ginsing »  es  una  planta  eficaz  para  producir  esos 
efectos.  La  Corea  percibía  una  gran  renta  por  la  es- 
plotacion  de  esta  planta  cuyo  comercio  ha  sido  objeto 
de  medidas  de  Gobierno.  Los  mejores  productos  son 
naturalmente  destinados  a  vigorizar  a  S.  M.  el  Empe- 
rador de  la  China,  cuándo  lo  ha  menester.  Las  obras 
de  mayor  crédito  hablan  con  seriedad  de  estas  i  otras 
supersticiones. 


Medicina  legal  i  toxico iojía.--Rw  estas  materias  lucen 
con  reflejos  celestiales  los  libros  clásicos,  el  Hsiyuanchu 
i  los  doctores  adictos  a  sus  doctrinas.  Ninguna  relación 
ni  esposicion  razonada  de  las  reglas  consignadas  en 
esas  obras  i  puestas  en  práctica  por  los  peritos  dará 
mejor  idea  sobre  ellas  al  lector,  que  la  copia  sencilla  de 
algunos  informes  médico-legales,  sin  comentarios. 

En  el  caso  ya  citado  del  marido  que  por  celos  estro- 
pea a  su  mujer  i  muere  en  seguida  con  síntomas  alar- 
mantes, los   peritos  informan  :   «  que  si  el  sujeto  fué  por 


-  358   - 

ajena  mano  envenenado,  no  se  empleó  para  ello  el 
opio  >  pues  el  opio  no  mata  sino  cuando  el  que  lo  toma 
lo  hace  con  el  propósito  de  suicidarse  i  no  actúa  como 
veneno  faltando  la  voluntad  del  paciente  i  siendo  propi- 
nado por  otra  persona;  a  mas  de  esto  la  presencia  de 
ciertas  vejigas  li\idas  en  el  cadáver  denuncian  que  el 
veneno  a  cuyos  efectos  sucumbió  el  paciente,  fué  el  arsé- 
nico, lo  cual  se  confirma  por  el  hecho  de  haberse  puesto 
verde  una  aguja  dr  plata  introducida  en  el  cuerpo  exa- 
minado >.  Este  informe  habría  sido  concluyente  i  las 
autoridades  lo  habrían  aceptado,  a  no  haber  olvidado 
los  médicos  ''<  lavar  la  aguja  de  plata  antes  de  introdu- 
cirla, en  un  cocimiento  de  gleditschia  (no  sé  lo  que  es) 
sustancia  que,  según  las  autoridades  científicas,  impide 
toda  coloración  verde  por  cualquier  droga  menos  el 
arsénico  >.  Por  tal  omisión  los  jueces  ordenan  un 
nuevo  examen  tras  de  mil  peripecias.  Los  peritos  exhu- 
man el  cadáver,  lo  examinan  i  dicen  :  <  el  cráneo  no 
presenta  esfoliaciones  rojizas ;  los  huesos  superiores 
e  inferiores  de  la  boca,  los  dientes,  las  mandíbulas,  los 
huesos  de  las  manos,  pies  i  dedos,  las  uñas  i  las  articu- 
laciones son  de  un  color  blanco  amarillento  i  en  todo  el 
resto  del  cuerpo  los  huesos  de  todo  tamaño,  son  del 
mismo  color  ;  luego  no  existen  signos  de  los  efectos  del 
veneno  i  en  consecuencia  el  individuo  no  ha  sido  enve- 
nenado >.  Este  informe  se  halla  dé  acuerdo  con  las  con- 
clusiones de  los  cánones  científicos. 

He  aquí  ahora  un  medio  médico -legal  infalible  para 
averiguar  los  vínculos  entre  un  muerto  i  un  vivo  i  entre 
dos  personas    vivientes. 

Para  establecer  la  paternidad  por  ejemplo,  en  caso  de 
muerte  del  presunto  padre,  se  toma  un  hueso  de  su 
cadáver,  en  seguida  se  corta  un  pedazo  de  la  piel  al 
presunto  hijo  i  se  deja  gotear  de  ella  un  poco  de  sangre 
sobre  el  hueso ;  si  la  sangre  penetra  en  el  hueso,  el 
muerto  i  el  vivo  son  padre  e  hijo.  Entre  vivos  el  pa- 
rentesco se  revela  porque  la  sangre  de  unos  i  de  otros 
echada  en  una  vacija  con  agua,  se  mezcla.  Lo  mismo 
le   sucede  á  la  sangre  de  un  marido  con  la  de  su  mujer. 


-  359  — 

Hijiene.  —  La  privada  es  mas  perceptible  que  la  pú- 
blica ;  el  desaseo  es  jeneral,  pero  hai  muchos  chinos, 
principalmente  mujeres  a  quienes  se  les  puede  llamar 
personas  pulcras.  Sin  embargo,  pueblos  que  no  tienen 
agua  en  abundancia  i  desagües  apropiados,  no  pueden 
ser  limpios.  Como  precepto  científico  corresponde  se- 
ñalarse alguna  prohibición  de  alimentos,  pero  al  mismo 
tiempo  la  observación  muestra  el  poco  imperio  de  tales 
prescripciones:  basta  recordar  lo  que  se  come.  Nada 
hacen  ni  intentan  hacer  para  evitar  las  epidemias  si- 
quiera aleccionados  por  la  esperiencia.  He  hablado  ya 
<ie  los  Montepios:  pues,  una  especie  de  Montepio,  o  un 
departamento  de  los  verdaderos  es,  en  tiempo  de  epi- 
demia ó  en  las  estaciones  siguientes  a  una  peste,  el 
oríjen  de  otra,  por  la  costumbre,  económica  sin  duda 
en  los  habitantes,  de  depositar  en  esos  establecimientos, 
de  una  estación  para  otra,  sus  vestidos  i  sus  abrigos 
de  piel. 

Para  espulsar  el  cólera  solo  emplean  sortilejios  i  obje- 
tan cualquier  otra  medida,  sosteniendo  con  los  hechos  a 
la  vista,  que  el  cólera  viene  i  se  va  cuando  quiere,  i  así 
es  en  Cantón,  en  Pekin  i  én  todas  las  poblaciones  gran- 
des i  chicas.  La  costumbre  de  no  beber  agua,  sino  infu- 
siones aromáticas,  acto  de  alta  hijiene  que  practican  sin  \ 
saberlo,  debe  contribuir  poderosamente  a  disminuir  las 
enfermedades.  La  difteria  jermina  en  las  ciudades  i  en  la 
campaña,  i  las  epidemias  aparecen  i  cesan  en  virtud  de 
órdenes  de  la  Providencia.  I  sin  embargo,  la  China  tiene 
400  millones  de  habitantes.  {  Serán  una  ilusión  las  cien- 
cias médicas? 

Las  condiciones  hijiénicas,  públicas  i  privadas  en  China, 
son  deplorables  ;  la  pobreza,  la  miseria,  la  abominable 
clase  de  alimentos,  el  desaseo  i  la  humedad  a  par  del 
escesivo  trabajo  i  la  falta  de  abrigo,  deberían  ser  causas 
de  una  disminución  notable  anual  en  la  población  ;  mien- 
tras tanto,  la  nación  solo  da  pruebas  de  una  fecundidad 
que  seria  alarmante  para  el  mundo  entero,  si  los  chinos 
fueran  como  los  europeos  o  americanos. 


* 


-  360  - 

Por  via  de  complemento  diré  algo  sobre  la  posición  de 
los  médicos  en  China.  Se  les  acuerda  cierta  considera- 
ción teórica,  nominal,  pero  la  remuneración  de  sus  servi- 
cios no  corresponde  a  ella ;  los  honorarios  son  ínfimos, 
si  bien  presentados  con  gran  ceremonia  i  envolviendo  la 
escasa  moneda  en  papel  dorado.  Un  peso  por  una  visita, 
es  un  lujo  escepcional.  Cuando  el  Emperador,  padre  del 
actual,  se  enfermó  de  viruela,  lo  asistieron  los  mejores 
médicos  del  país,  debemos  suponerlo,  las  eminencias 
científicas.  En  el  curso  de  la  enfermedad,  el  ilustre  pa- 
ciente tuvo  un  dia  de  alivio  ;  los  médicos  fueron  poco 
menos  que  endiosados  ;  pero  al  alivio  siguió  la  agrava- 
ción i  la  muerte  ;  los  médicos  fueron  degradados,  ul- 
trajados ;  se  les  despojó  de  sus  decoraciones  i  títulos,  r 
no  sé  cómo  escaparon  a  la  muerte,  mui  lójica  en  la  cir- 
cunstancia, en  virtud  del  corriente  aforismo  de  jurispru- 
dencia ya  apuntado :  el  que  intenta  salvar  a  un  hombre  í 
no  lo  salva,  es  responsable  de  su  muerte  ! .  . .  pero  el 
Emperador  no  es  un  hombre.  . .  (siempre  hai  una  salida 
en  China). 

* 

A  pesar  de  su  escepcional  estática,  cuya  continuación 
por  siglos,  parece  radicaría  mas,  este  colosal  conglo- 
merado, al  cual  no  llamaré  nación,  por  faltarle  los  carac- 
teres jenuinos  de  ella,  verá  en  los  siglos  futuros  cosas  muí 
nuevas.  Ya  la  masa  inerte  ha  sido  entamé,  queda  seña- 
lada la  marca ;  la  gran  muralla  tiene  su  brecha ;  los 
ingleses,  franceses  i  alemanes,  están  en  Hong-Kong,  Shan- 
gai  i  Tientsin.  Tropas  aliadas  estranjeras  entraron  en 
Pekin,  i  ahora  los  japoneses  han  obligado  al  Hijo  del 
Cielo,  al  único  Emperador  de  la  tierra,  a  firmar  la  paz  en 
condiciones  deprimentes.  Pero  ya  los  hombres  de  Estado^ 
i  los  hai  en  China,  comienzan  a  preocuparse  del  porvenir, 
i  en  ramas  particulares  de  la  vida  social,  aparecen  movi- 
mientos que  indican  una  tendencia  nueva  destinada  a 
crecer  i  cuyo  fin  será  traer  a  la  China  al  gremio  de  los 
pueblos  civilizados,  en  virtud  de  la  acción  universal  de 
las  fuerzas  sociales. 


—  361   - 

Para  no  citar  sino  hechos  concernientes  a  la  materia 
de  este  capítulo,  a  las  ciencias  médicas  i  sus  proyeccio- 
nes, mencionaré  el  hospital  chino  de  Hong-Kong  i  la  pe- 
queña naciente  escuela  de  medicina  para  alumnos  chinos, 
de  la  cual  han  salido  ya  médicos  indíjenas,  nativos, 
dotados  de  todos  los  conocimientos  para  desempeñar 
honrada  i  eficazmente  su  profesión. 

Hablaré  primero  de  la  escuela  médica.  Voi,  como  dije 
ya  en  Hong-Kong,  al  Alice  hospital,  con  el  objeto  de  visi- 
tarlo i  de  ver  un  pié  deformado  de  mujer. 

Un  establecimiento  mas  bien  pobre,  con  mobiliario 
poco  confortable  i  escaso  número  de  enfermos,  pero  con 
buena  asistencia,  se  ofrece  a  mi  inspección.  Visito  el  Dis- 
pensario, a  donde  concurren  los  enfermos  estemos,  i 
nada  tengo  que  objetarle  ;  amplio,  cómodo,  con  gabine- 
tes para  examen  i  con  instrumentos.  Todo  ello  es  euro- 
peo i  por  tanto  nada  sorprende.  Mientras  esperaba  a  la 
mujer  del  pié  torturado,  tengo  ocasión  de  ser  presen- 
tado al  doctor  Tompson,  Inspector  de  Hospitales;  le 
manifiesto  mi  deseo  de  conocer  un  hospital  chino,  diri- 
jido  por  chinos,  no  habiendo  encontrado  en  Cantón  nada 
de  su  especie.  El  doctor  Tompson  me  manifiesta  estar 
dispuesto  a  acompañarme  a  ver  uno,  pero  no  inmediata- 
mente, pues  va  a  entrar  a  clase.  —  ¿A  clase  ?  pregunto  — 
Si,  voi  a  dar  mi  lectura  a  mis  alumnos.  —  Tendré  gusto 
en  asistir  a  ella,  si  usted  lo  permite.  —  Perfectamente  i 
gracias.  Esto  era  inesperado  para  mí.  Entro  en  una 
pequeña  aula  dispuesta  como  cualquiera  en  Europa  i 
escucho  al  doctor  Tompson,  que  parado  tras  de  su  co- 
lumna esplica  a  catorce  alumnos  de  cabeza  rapada, 
larga  trenza  i  túnica  azul  de  uniforme  escolar,  la  acción 
de  los  anestésicos,  con  una  precisión  i  un  método  de 
gran  profesor.  Habla  entre  otras  cosas  de  la  coca ;  los 
alumnos  prestan  una  atención  intelijente  i  toman  notas. 
Concluida  la  lección  se  me  ocurre  comunicar  a  mi  sim- 
pático colega,  mis  conocimientos  sobre  el  precioso  veje- 
tai,  en  mi  calidad  de  indio  boliviano  i  creo  que  por 
primera  vez  se  tocaron  los  estremos.  China  i  Tupiza,  en 
una  aula  del  otro  lado  del  retazo  de  mundo  en  cuyas 
soledades  pernocta  la  inolvidable  aldea  de  mi  nacimiento. 


—  362  — 

El  doctor  Tompson  no  dejó  de  poner  mis  informes  en 
conocimiento  de  sus  alumnos,  reunidos  en  la  puerta  del 
aula  en  conversación  familiar  después  de  la  lección, 
exactamente  como  sucede  en  Buenos  Aires,  en  París,  en 
Leipzig  i  en  todas  partes.  Me  encuentro  sin  haberlo  sos- 
pechado en  una  Facultad  médica,  la  Facultad  de  Hong- 
Kong,  primer  punto  de  arranque  para  la  transformación 
de  la  China,  creada  i  mantenida  por  la  ciudad,  para 
formar  médicos  chinos,  con  conocimientos  científicos  i 
donde  se  da  todas  las  enseñanzas  necesarias,  cuidando 
mucho  de  la  parte  práctica;  Facultad  con  bien. provista 
biblioteca,  sus  preparaciones  clásticas  i  en  cera,  sus  pe- 
queños laboratorios,  sus  casos  clínicos  i  su  anfiteatro. 
Ocho  o  diez  médicos  por  turno,  dan  todas  las  clases  i  se 
puede  juzgar  de  ellas  por  los  libros  que  tienen  en  la 
mano  los  alumnos :  uno  es  de  micrografía,  otro  de  par- 
tos, otros  de  hijiene,  anatomía,  nosografía,  cirujía,  etc. 


¡Gran  nación  esta  inglesa!  Dondequiera  que  va  un 
grupo  de  sus  hijos  queda  de  hecho  la  civilización  im- 
plantada, radicada,  fecunda,  poderosa,  trasformadora ! 
Lo  que  no  consiguen  la  presión,  la  demostración,  la 
razón,  consigue  la  paciente  práctica  i  el  ejemplo.  Los 
médicos  de  las  infusiones  i  tópicos  empíricos,  comien- 
zan a  ceder  ya  su  puesto  en  la  sociedad  china  a  sus 
compatriotas  los  educados  a  la  europea!  La  humanidad 
deberá  esto  mas  a  la  Inglaterra! 


Hago  mis  comentarios  oportunos,  pondero  a  la  Gran 
Bretaña  con  cierta  erudición  (recuerdos  de  Mackauly  i 
de  Herbert  Spenser)  i  dejo  naturalmente  contentos  al 
doctor  Johnson  i  al  doctor  Tompson,  sobre  todo  por  el 
fondo  sincero  de  mi  retórica.  El  doctor  Tompson  i  yo 
en  palanquin  vamos  al  hospital  chino  del  cual  él  es  el 
inspector,   por   hallarse  la  casa  en  jurisdicción    inglesa 


—  363  — 

i  no  estar  los  ingleses  con  gana  de  tolerar  barbaridades 
sino  cuando  mas,  supersticiones  inofensivas. 

El  hospital  chino  es  en  realidad  un  hospital  misto  di- 
rijido  por  chinos  i  asistido  en  gran  parte  por  médicos 
chinos  de  la  Escuela  clásica  (Hsiyuanchu  &  C».)  El 
frente  es  una  inmensa  i  bella  galeria  de  madera  con  co- 
lumnas labradas,  en  las  cuales  cuelgan  bandas  de  tela  o 
madera  con  inscripciones  laudatorias  al  objeto  del  edifi- 
cio i  sus  fundadores.  Tras  de  esta  i  ocupando  también 
todo  el  frente,  hai  un  salón  (salón  no  es  la  verdadera  tra- 
ducción de  Hall  i  no  existe  en  ningún  idioma  una  palabra 
que  reemplace  a  esta  inglesa)  un  hall,  con  mesas,  diva- 
nes, alfombras,  sillas  e  inscripciones  colgantes,  mui  lujo- 
so. Allí  se  reúnen  los  doctores  chinos  a  tratar  de  los 
casos  del  hospital.  El  resto  del  edificio  es  apropiado  a  su 
objeto  mas  o  menos;  grandes  salas  en  las  cuales  los  en- 
fermos asistidos  al  modo  chino,  están  mezclados  con  los 
adeptos  al  modo  europeo.  Hai  también  salas  puramente 
chinas  i  otras  puramente  europeas.  El  médico  interno  es 
un  chino  pero  educado  a  la  europea;  un  joven  mui  dis- 
tinguido, mui  erudito  i  mui  práctico;  fué  él  quien  me 
mostró  el  hospital.  Una  parte  del  edificio  tiene  dos  pisos 
i  se  encuentra  departamentos  a  un  nivel  superior  del 
segundo  piso  porque  el  Hospital  ha  sido  ubicado  en  la 
falda  de  la  montaña,  lo  cual  favorece  su  hijiene  si  bien 
obsta  a  la  comodidad  del  servicio.  Las  camas  de  los  en- 
fermos afiliados  al  sistema  chino,  son  tarimas  cubiertas 
por  una  estera,  sin  almohadas  (no  llamo  almohada  a  un 
cilindro  duro  de  madera,  a  un  catre  chico  de  bambú  o  a 
un  paralelepípedo  de  estera  o  tela  barnizada  con  laca 
que  los  enfermos  usan  debajo  de  la  cabeza)  i  con  una 
cubierta  colchada  por  todo  abrigo,  sin  contar  con  las 
ropas  o  harapos  del  paciente,  de  los  cuales  no  se  sepa- 
ra en  jeneral.  Lo  mas  curioso  de  las  costumbres  chinas 
i  japonesas  para  mí,  lo  inesplicable,  es  el  uso  de  piezas 
duras  como  piedras  en  lugar  de  almohadas  ¡cómo  no  se 
destruyen  las  orejas,  cómo  no  se  ulceran  el  cuero  cabe- 
lludo i  no  sufren  de  exóstosis  !  es  para  toda  perso- 
na racional  un  fenómeno  incomprensible.  La  única  me- 
dicación a  la  cual  se  sujeta  a  los  enfermos  consiste  en  las 


—  364  - 

infusiones  al  interior  i  los  emplastos  al  esterior;  con  ello 
unos  sanan  o  se  alivian  i  otros  se  mueren  o  pasan  a 
crónicos.  He  visto  en  este  hospital  tres  casos  de  beri- 
beri  con  sus  signos  característicos  que  por  primera  vez 
observo :  la  acción  de  sacar  hacia  atrás  i  levantar 
bruscamente  los  talones  al  caminar  (marcha  de  viejo). 
Se  presentó  también  un  caso  probable  de  peste  bubóni- 
ca; el  médico  ha  mandado  examinar  al  microscopio  un 
poco  de  líquido  estraido  de  una  glándula  hinchada  del 
enfermo,  para  aclarar  el  caso.  No  hai  sala  de  operacio- 
nes ;  los  enfermos  asistidos  por  el  método  nuestro  son 
operados  en  sus  camas.  La  botica  ocupa  la  mitad  de 
una  gran  pieza ;  la  otra  mitad  es  la  cocina  del  hospital. 
Esto  se  esplica  sabiendo  que  en  la  botica  no  se 
hace  sino  cocimientos,  maceraciones,  infusiones  i  em- 
plastos. Las  sustancias  medicinales  están  en  sus  tarros 
i  los  tarros  en  sus  estantes ;  además  hai  un  número 
considerable  de  vasijas  de  diferente  forma,  todas  con 
manija,  para  las  infusiones ;  morteros,  cernidores  i 
otros  útiles  i  veinte  hornallas  en  constante  función.  En  la 
parte  esterior  de  la  botica  figura  un  cajón  largo  i  an- 
gosto dividido  en  casillas;  cada  casilla  lleva  un  número 
i  contiene  las  yerbas,  raices  o  sustancias  sacadas  de  las 
vasijas  en  que  se  hizo  su  infusión;  tales  residuos  deben 
ser  examinados  por  el  cuerpo  médico  diariamente,  para 
saber  si  las  bebidas  u  otras  preparaciones  han  sido  bien 
hechas  (precaución  infantil).  En  un  departamento  supe- 
rior, está  el  depósito  de  cadáveres,  el  de  cajones  o  sar- 
cófagos ( cajones  largos  cilindricos  interiormente,  en 
forma  de  bateas  de  paredes  bien  gruesas)  i  un  horno 
para  quemar  el  soul  cioth,  túnica  del  alma,  o  sea  un 
papel  en  forma  de  camisón,  o  una  simple  banda  con  ins- 
cripciones, supuesto  sudario  del  alma,  que  se  quema  al 
mandar  el  cuerpo  a  su  sepulcro  o  al  enterrarlo. 

Hospicios  de  Caridad  i  be?ie/icencia.  —  En  Cantón  se 
estableció  uno  para  recojer  las  criaturas  abandonadas, 
mujercitas  jeneralmente,  i  evitar  el  infame  comercio  de 


—  365    - 

madres  desnaturalizadas  que  vendían  sus  hijos  por  mise- 
ria o  alegando  la  imposibilidad  de  mantenerlos.  En  otras 
ciudades  los  hai  análogos,  pero  en  todos  la  mortalidad 
es  horrenda;  mas  del  75  por  o/o  de  los  niños  recojidos 
muere  de  inanición.  Según  los  datos  de  un  viajero  digno 
de  crédito,  en  el  asilo  de  Cantón  habia  una  sola  ama  de 
leche  para  50  niños,  i  ella  misma  apenas  tenía  comida 
suficiente  solo  para  no  morirse  de  hambre.  No  hai  hos- 
picios para  los  locos  ni  para  los  crónicos.  Los  enfermos 
de  elefanteasis  son  los  únicos  favorecidos  por  una  me- 
dida de  orden  público.  La  palabra  favorecidos  es  un 
sarcasmo ;  los  afectados  de  lepra  son  confinados  en  un 
radio  marcado,  en  la  provincia  de  Cantón,  vecino  a  la 
ciudad,  i  allí  viven  como  pueden,  separados  del  mundo. 
Cuando  un  viajero,  un  cazador  o  alma  estraña  se  aproxi- 
ma al  recinto,  miles  de  estos  infelices  le  salen  al  paso, 
pidiéndole  una  limosna,  casi  siempre  en  actitud  agresiva, 
con  el  fin  de  despojar  al  pasante  de  cuanto  lleva,  actitud 
que  se  hace  mas  alarmante  por  el  aspecto  horrible  de 
los  agresores,  convertidos  en  verdaderos  monstruos 
por  la  enfermedad. 


En  Hong-Kong,  el  médico  interno  del  Hospital  Chino 
me  llevó  a  ver  el  Poleony-kok  (Home  for  destitute  girls) 
instituto  inglés  para  jóvenes  chinas,  de  esas  a  quienes 
sus  madres  venden  o  sus  familias  abandonan  por  nece- 
sidad. El  nombre  chino  significa  «  casa  para  protejer  la 
virtud >.  Es  un  buen  asilo;  recoje  a  las  muchachas 
robadas  o  desamparadas,  las  cuida,  las  educa,  enseñán- 
doles algún  oficio  o  preparándolas  para  el  servicio  de 
casas  honorables.  Los  dormitorios  son  grandes,  asea- 
dos; las  camas  tienen  un  colchón  delgado,  un  cilindro 
o  paralelepípedo  de  los  ya  descritos  por  almohada  i 
dos  o  mas  cobijas  limpias.  Los  talleres  son  hijiénicos 
i  bien  provistos;  los  alimentos  sanos  i  abundantes.  En 
el  frente  que  da  a  la  calle  hai  una  ancha  galería  para 
comodidad  de  las  asiladas;  una  reja  de  madera  tupida 
las   proteje  de  las  miradas  i  tentativas  galantes  de  los 


—  366   - 

transeúntes  aventureros.  Seria  de  desear  que  los  chi- 
nos inspirándose  en  este  ejemplo,  crearan  institutos 
análogos. 

* 

Vicios  i  crímenes. — Ri  juego  es  el  vicio  nacional;  se 
juega  a  todo ;  no  bastan  la  ruleta,  los  dados,  las  cartas,  la 
morra,  las  riñas  de  animales  de  todo  jénero,  las  apuestas 
sobre  cuanto  asunto  dudoso  se  presenta,  ni  el  ajedrez; 
si  lloverá  o  no,  si  saldrá  el  sol,  si  crecerá  el  rio,  si  bro- 
tará un  árbol,  son  asuntos  propios  para  arriesgar  algún 
dinero,  una  prenda  o  la  comida  del  dia.  Los  vendedores 
de  comestibles  tienen  dados  para  que  los  consumidores 
ganen  o  pierdan  su  alimento.  Algunos  altos  personajes 
en  las  grandes  ciudades  son  sindicados  de  mantener 
casas  de  juego  clandestinas  en  las  cuales,  mientras  en 
una  pieza  se  divierten  con  juegos  tolerados,  en  otra  se 
juega  cobre  i  en  la  mas  escondida,  ropa  lujosa,  plata  o 
mujeres:  esposas  o  esclavas.  Una  partida  sobre  cual- 
quier cosa,  no  solo  interesa  i  divierte  a  los  contrincantes, 
sino  también  a  los  espectadores,  siempre  numerosos  al 
rededor  de  la  mesa  o  del  terreno  de  la  acción ;  i  es 
curioso  ver  la  atención  i  la  ansiedad  con  que  estos  siguen 
las  peripecias  del  juego,  como  si  en  él  les  fuera  la  vida 
o  la  fortuna. 


No  sé  si  llamar  vicio  o  necesidad  aquí  i  en  otras 
partes,  a  la  prostitución,  aquí  sobre  todo,  mas  bien 
tiene  el  sello  de  la  pobreza,  de  la  necesidad,  de  la 
costumbre,  del  abandono  i  la  indolencia,  del  poco  respeto 
diré,  por  el  propio  cuerpo,  que  dé  la  escitacion  i  la 
lujuria  característica  del  vicio.  No  intento  insinuar  que 
no  se  llega  a  todas  las  depravaciones  mas  corrientes 
en  Europa,  pero  estos  mismos  escesos  parecen  puros 
mecanismos  i  aunque  eficientes  para  sus  fines,  se  hallan 
destituidos  de  la  sensualidad  inherente  al  comercio 
carnal,  cuando  merece  llevar  el  nombre  de  pecado  con- 
tra la  castidad.  Las  mujeres  son  pasivas  o  de  iniciativa 


—  367  — 

apenas  perceptible;  su  pasividad  parece  venirles  del 
hábito  de  sujeción,  del  temor,  de  la  herencia  en  fin,  por 
las  leyes  del  atavismo.  Ya  lo  he  dicho,  la  mujer  en  China 
no  tiene  ningún  derecho,  i  añado  ahora,  ni  el  de  sentir 
ostensible  los  espasmos  voluptuosos  de  la  cópula.  Las 
casas  de  prostitución  comunes,  por  lo  tanto  las  jenuina- 
mente  chinas,  son  miserables.  Se  tendrá  una  idea  de 
ellas  imajinándose  una  escalera  angosta  a  la  calle  a 
cuyo  estremo  superior  se  encuentra  una  puerta  o  mas 
bien  algunos  tableros  mal  acomodados;  tras  de  ellos 
una  gran  pieza  dividida  por  tabiques  incompletos,  biom- 
bos o  bastidores  de  papel.  Cada  división  es  un  cuarto 
en  el  cual  apenas  cabe  una  cama,  pero  siempre  con 
espacio  para  un  altar  mui  chico,  pues  hai  también  Dioses 
del  oficio. 

En  un  compartimento  anterior,  antesala  o  vestíbulo 
de  los  aposentos,  está  una  mujer,  madura,  la  jerente, 
rodeada  de  varias  chinitas,  algunas  casi  bonitas,  feas 
las  mas,  todas  limpias  i  bien  peinadas,  alegres,  obse- 
quiosas sin  malicia  .aparente,  inocentes  de  su  pecami- 
nosa vida  i  cuyo  ejercicio  para  ellas  solo  significa 
amparo,  casa  ropa  i  comida.  Muchas  de  estas  muchachas 
son  traidas  del  interior  o  cambiadas  entre  dos  ciudades. 
Hong  -  Kong  i  Cantón  tienen  un  intercambio  activo. 
Las  pobres  esclavas  víctimas  de  este  comercio,  son  ini- 
cua e  infamemente  esplotadas  por  los  dueños  de  las  ca- 
sas públicas :  todo  cuanto  estas  jóvenes,  criaturas  algu- 
nas, reciben  de  sus  visitantes  va  a  parar  a  manos  de  la 
jerente  i  ellas  reciben  por  todo  salario,  la  casa,  la  co- 
mida i  el  uso  de  la  ropa  mientras  viven  en  el  estableci- 
miento, pues  ni  siquiera  su  librea  les  pertenece.  Apesar 
de  todo,  están  contentas.  La  juventud  les  dura  muy 
pocos  años  aquí  a  las  mujeres  i  cosa  singular,  casi  sin 
notarse  el  período  de  transición,  pasan  de  niñas  a  vie- 
jas por  metamorfosis  repentinas,  a  punto  de  no  cono- 
cerse, tales  son  las  diferencias,  que  la  vieja  presente  es 
la  joven  de  hace  cinco  años,  por  ejemplo.  Todas  las 
niñas  fuman,  ninguna  bebe.  Un  estranjero  para  pecar 
en  estas  casas  necesita  no  tener  vergüenza,  no  por 
ser  despreciables  o  poco    atractivas  las  mujeres,    pues 


—  368  — 

hay  entre  ellas  verdaderas  bellezas  i  aun  las  feas  de 
cara,  tienen  con  raras  escepciones  ojos  lindos,  boca 
fresca,  dientes  preciosos,  aliento  sano,  un  cuerpo  es- 
tatuario, bien  modelado,  piel  fina  i  cuidada,  suave,  sati- 
nada, manos  delicadas  i  pies  pequeños  de  esquisita 
forma.  Las  dificultades  no  vienen  pues  de  ese  lado 
sino  de  las  condiciones  del  alojamiento,  de  uno  a  otro 
cuarto  se  oye  todo  i  si  se  quiere  se  ve;  basta  meter 
el  dedo  en  el  papel  del  tabique  intermedio  o  simple- 
mente aplicar  el  ojo  al  sitio  en  que  un  huésped  ante- 
rior metió  ya  el  suyo. 

Otras  casas  públicas  situadas  en  buenos  barrios,  tie- 
nen abajo  de  las  habitaciones  un  despacho  de  té  con  su 
indispensable  altar,  i  la  escalera  de  los  departamentos 
superiores  no  da  a  la  calle  sino  á  esta  pieza.  Las  niñas 
de  las  casas  de  tolerancia  vecinas  a  las  fondas  o  restau- 
rants  chinos,  concurren  en  crecido  número  a  los  banque- 
tes para  adornar  el  local,  haciendo  acto  de  presencia, 
tras  de  las  sillas  de  los  comensales  i  sirviéndoles  nomi- 
nalmente.  Después  de  la  comida  l;is  que  no  han  con- 
traido  compromiso,  vuelven  a  la  casa  a  desempeñar  su 
servicio  público. 


Los  crímenes  mas  comunes  son  el  robo,  el  asesinato, 
el  rapto  de  menores  i  el  infanticidio.  Nada  hai  de  parti- 
cular respecto  a  los  dos  primeros;  no  así  respecto  a 
los  dos  últimos.  El  robo  de  criaturas  i  mujeres  jóvenes 
se  ejecuta  con  objeto  comercial;  el  criminal  vende  el 
niño  robado  o  coloca  a  la  joven  inocente  en  una  casa 
de  prostitución.  La  práctica  del  infanticidio  es  negada 
empeñosamente  por  los  chinos,  no  por  su  no  existencia, 
sino  por  el  horror  que  inspira  a  los  estranjeros.  Las 
causas  y  los  pretestos  aparecen  en  gran  número  estu- 
diando la  constitución  de  la  familia  i  de  la  sociedad  en 
China.  El  casamiento  en  temprana  edad  unido  a  la  fe- 
cundidad de  la  raza,  llena  los  hogares  de  nueras,  nie- 
tos i  biznietos.  Algunos  p^adres  infelices  alojan  cinco 
jeneraciones  en  su  casa;  de  uno  se  dice  que  tenia  nueve 


—  369  - 

i  un  tercero  contaba  setecientas  bocas  en  su  mesa;  f se- 
tecientas personas  a  quienes  debia  dar  de  comer !  Cal- 
cúlese las  grescas  diarias  entre  un  ejército  de  nueras, 
yernos,  mujeres,  hijos  i  nietos,  sin  contar  con  las  pri- 
vadas de  los  sirvientes.  El  único  moderador  i  por  lo 
tanto  el  factor  eficiente  de  la  posibilidad  de  la  vida  en 
tales  condiciones,  es  el  respeto  a  los  padres  i  a  los  ma- 
yores, cuyos  derechos,  ya  lo  hemos  dicho,  no  tienen 
límite  (los  padres  pueden,  se  recordará,  vender  á  sus 
hijos,  castigarlos  hasta  dejarlos  muertos  i  disponer  de 
ellos  á  su  antojo  sin  mas  consecuencias  que  las  men- 
cionadas al  hablar  del  código).  En  las  familias  las  her- 
manas del  marido  odian  i  martirizan  a  sus  cuñadas  i 
las  suegras  a  las  nueras.  Una  arpia  de  estas  llega  hasta 
quemar  a  una  pobre  muchacha  alojada  en  su  casa  i  no 
contenta  con  darle  este  tormento  la  mata.  Algunas 
mujeres  casadas  por  no  sufrir  la  vida  en  casa  de  sus 
suegros  se  suicidan.  Con  los  varones  no  se  tienen  estas 
crueldades,  ellos  valen  algo,  pueden  cuidar  á  sus  padres 
en  la  vejez  i  la  impotencia  i  llegar  a  su  vez  a  ser  antece- 
sores. No  así  las  mujeres  de  quienes  los  padres  solo  se 
libran  casándolas;  en  la  casa  cuando  mas  hacen  oficio 
de  sirvientes.  Por  esto  cuando  la  pobreza,  la  dureza  de 
corazón  alentada  por  la  impunidad  o  cualquier  otra  ra- 
zón, obliga  a  los  padres  a  limitar  el  aumento  de  la  fa- 
milia, se  elije  á  las  criaturas  mujercitas  recien  nacidas  o 
en  los  primeros  dias  de  vida  para  sacrificarlas.  El  in- 
fanticidio no  obstante  es  desconocido  en  algunos  distri- 
tos ;  en  otros  en  cambio  es  muy  común  como  lo  prueba 
este  aviso  puesto  en  el  brocal  de  un  pozo :  «  es  prohi- 
bido ahogar  niños  aquí»  el  aguíes  famoso. Visto  el  éxito, 
el  letrero  se  repite  en  otros  pozos. 

Se  habla  en  las  familias  sin  escrúpulo  del  asunto ; 
madres  hai  que  confiesan  cuatro  o  cinco  infanticidios  de 
sus  propios  hijos,  i  provincias  donde  una  cuarta  parte  de 
los  recien  nacidos  perece  así.  De  tiempo  en  tiempo  apare- 
cen edictos  prohibiendo  la  práctica  ;  inútiles,  ineficaces, 
no  habiendo  sanción  penal  i  hallándose  rotos  los  víncu- 
los de  afecto,  amortiguados  los  sentimientos  en  los  pa- 
dres  por  su   omnipotencia  respecto  a  los  hijos,  en  éstos 

Por  mares  i  por  tierras  24 


—  370  — 

por  su  obligada  sumisión,  en  las  esposas  por  su  esclavi- 
tud i  en  toda  la  sociedad  por  su  composición  i  sus  fun- 
damentos. Siendo  un  hijo  negociable  o  simplemente 
ütilf  no  despierta  mas  afecto  que  un  mueble ;  lo  mismo  le 
sucede  a  la  esposa,  a  la  hermana  menor,  a  la  esclava. 
£1  pretesto  o  disculpa  mas  invocada  respecto  al  infanti- 
cidio i  venta  de  niños,  es  la  pobreza ;  pero  como  no 
solo  en  China  existe,  no  es  ella  la  causa  eficiente  i  princi- 
pal determinante.  En  los  cementerios  se  encuentra  tira- 
dos insepultos,  cadáveres  de  criaturas,  i  al  lado  de  cada 
uno,  ciertos  alimentos,  una  vasija  con  agua,  algún  juguete 
o  un  objeto  de  predilección  del  niño  cuando  vivia ;  todo 
ello  puesto  por  la  familia,  tal  vez  por  la  madre  del  infe- 
liz a  quien  ella  sacrificó,  ofrenda  colocada  sin  amor  i  solo 
en  virtud  de  una  superstición,  como  avío  para  el  viajero 
de  futuros  mundos,  para  el  espíritu  inocente  escapado 
hacia  lo  desconocido. 


41 
*        * 


Relijiones.  —  No  se  sabe  cual  es  la  mas  estendida ; 
ninguna  tiene  formas  definidas  i  no  hai  en  realidad,  una 
creencia  universal,  si  se  esceptiia  la  que  refleja  el  culto 
de  los  muertos.  Por  los  numerosos  templos  de  Buda,  el 
budismo  pareceria  mas  favorecido,  pero  los  literatos  diri- 
jentes  sociales,  son  Confucionistas,  si  bien  el  confucio- 
nismo  no  es  una  relijion.  El  Taoismo  no  goza  de  mayo- 
res ventajas  ;  en  realidad,  ningún  chino  es  en  sus  creencias 
esclusivo,  i  su  modo  de  profesar  tiene  mas  bien  las  for- 
mas de  un  acomodo  i  no  de  un  sentimiento  relijioso  ; 
cada  uno  hace  una  mezcla  de  relijiones  a  su  modo,  i 
trata  mas  o  menos  familiar  o  desdeñosamente  a  los 
dioses.  Toda  relijion  supone  la  creencia  en  varios  Dioses, 
con  uno  supremo  o  en  un  solo  Dios,  i  por  este  lado,  el 
budismo  adquiere  el  primer  rango  en  teoría.  El  Taoismo 
ha  dado  lugar  a  las  supersticiones  mas  exajeradas.  El 
Confucionismo  no  toma  en  cuenta  el  punto  de  la  existen- 
cia o  no  existencia  de  Dios  ;  ni  siquiera  se  pronuncia 
sobre  cuestiones  de  la  otra  vida.  Una  vez  interrogado 


—  371  — 

Confucio  por  un  discípulo  curioso,  contesta  :  «  Cuando 
sabemos  tan  poco  de  la  vida,  ¿cómo  sabremos  algo  de  la 
muerte  ?  »  La  doctrina  de  Confucio  es  la  única  china  abo- 
ríjena ;  el  taoismo  i  el  budismo,  han  sido  importados.  La 
biog^rafía  de  Confucio  es  interesante  i  mui  humana.  Se 
casó  a  los  19  años,  i  su  mujer  fué  una  «  espina  clavada 
en  su  carne  »  como  muchas  mujeres  lo  son ;  el  filósofo 
aguantó  su  carga  hasta  que  tuvo  un  hijo ;  después  «  gra- 
cias a  las  leyes  complacientes  de  su  país,  se  vio  libre  de 
ella.  »  En  seguida  anduvo  de  corte  en  corte  enseñando  a 
los  reyes:  con  uno  de  ellos  se  disgustó,  porque  el  mo- 
narca en  cierta  ocasión,  aceptó  como  presente  unas 
cuantas  muchachas  bonitas,  cantatrices.  Abandonó  la 
corte  de  otro  soberano,  porque  éste  prefería  la  sociedad 
de  su  mujer  a  la  del  maestro  (seria  recien  casado).  Con- 
fucio no  era  ni  un  pensador  ni  un  creador  ;  él  mismo  se 
llamaba  «  un  trasmisor  ».  Sus  doctrinas,  cuya  práctica  es 
imposible,  jiran  todas  sobre  tópicos  humanos  i  de  este 
mundo.  «Haz  a  otro  o  no  hagas  a  otro. . .»  el  precepto 
tan  conocido,  le  es  atribuible,  no  por  haberlo  inventado 
él,  sino  porque  la  primer  noticia  histórica  lo  encarna  en 
su  doctrina,  i  la  primer  cita  de  autor,  a  sabiendas  de 
serlo,  se  refiere  a  él.  Van  en  seguida  algunos  de  sus 
principios  :  «  El  hombre  nace  bueno,  en  la  vida  se  echa 
a  perder  ;  es  responsable  de  sus  actos  aquí  (no  habla  de 
cielo  ni  de  infierno).  Se  llega  a  la  perfección  cuidán- 
dose en  todo,  aun  en  sus  actitudes  i  en  su  ropa  ;  mirán- 
dose hasta  en  el  modo  de  comer,  no  mintiendo,  respetán- 
dose a  sí  mismo  i  respetando  a  los  otros.  Un  rei  para 
gobernar  bien,  debe  comenzar  por  gobernarse ».  En 
cuanto  a  espíritus,  su  consejo  se  reduce  a  « tenerlos  lejos, 
a  distancia  >.  Otros  filósofos  de  su  tiempo  llamados 
taoistas,  imbuidos  en  las  ideas  místicas  del  brahamanismo 
indio,  predicaban  la  imposibilidad  de  estirpar  el  desorden 
i  sujetar  la  marea  del  vicio,  aconsejando  en  consecuencia 
retirarse  a  la  vida  contemplativa  i  abandonar  el  mundo. 
Laotzu'o  Laotze,  contemporáneo  de  Confucio  i  de  mayor 
edad,  fué  la  encarnación  de  estas  doctrinas,  o  quien  les 
dio  forma  clara  i  tanjible,  a  lo  menos.  Su  apellido  era  Li 
i  su  nombre  personal,  un  apodo  :  Urh,  oreja;  llamando- 


—  372  — 

selc  así  a  causa  de  sus  largas  orejas,  cuya  descripción, 
hecho  digno  de  notar,  se  ajusta  exactamente  a  la  de  las 
orejas  de  las  tribus  no  chinas  de  la  frontera  oeste  del 
Imperio.  El  apellido  Li  es  también  el  nombre  de  una 
tribu  arrojada  por  la  conquista  al  Sud  Oeste.  Nació  el 
año  604  antes  de  J.  C.  en  la  aldea  Chügén  (benevolen- 
cia oprimida)  en  la  parroquia  de  Li  (crueldad )  en  el 
distrito  de  K'u  (amargura)  en  el  Estado  de  Ts'u  (sufri- 
miento). Estos  antecedentes,  dice  mi  testo,  se  adaptan  a 
la  suerte  de  un  hombre  a  quien  los  desórdenes  de  su 
tiempo  separaron  de  sus  amigos  i  de  su  empleo  (era 
archivero,  keeper  of  records,  en  la  Corte  de  Chow  ).  Su 
enseñanza  tendia  a  mostrar  las  relaciones  del  universo 
con  el  Too  (camino),  i  según  Laotzu,  <  el  camino  i  el 
caminante,  al  mismo  tiempo  ».  Tao  era  el  camino  eterno 
por  donde  iban  todos  los  seres  i  todas  las  cosas,  pero 
«  ningún  ser  lo  hizo,  porque  él  mismo  era  el  ser.  Era 
todo  i  nada,  la  causa  i  el  efecto.  Todas  las  cosas  tenían 
su  oríjen  en  Tao,  se  conformaban  a  Tao  i  al  fin  volvian 
a  Tao.  El  hombre  por  naturaleza  era  bueno  (Confucio) 
i  al  verlo  desviado,  Laotzu  quería  volverlo  a  la  época  de 
simplicidad  en  que  se  ignoraba  la  ausencia  de  las  viríu- 
des,  por  faltar  el  conocimiento  de  las  nociones  contra- 
rias, vicios,  que  hiciera  necesario  darles  nombres  para 
designarlas  (esto  es  bellísimo)  ;  al  período  tranquilo  en 
que  la  piedad  filial,  la  virtud  i  la  rectitud,  eran  dotes 
naturales  del  pueblo. 

Su  comparación,  su  imájen,  su  ejemplo,  su  modelo  fa- 
vorito era  el  del  agua,  que  busca  su  nivel  abajo  i  sin 
embargo  lo  penetra  todo.  Practicando  la  modestia,  la 
humildad  i  la  jentíleza,  el  hombre  podía  seguir  el  camino 
que  conduce  a  Tao  i  protejido  por  estas  virtudes  ningún 
mal  debia  temer;  ni  necesitaría  mas  esfuerzo  para  con- 
servarse puro  i  sin  mancha,  que  el  de  los  pichones  para 
mantener  inmaculada  la  blancura  de  sus  plumas.  Tao  era 
la  «negación  de  todo  esfuerzo;  un  ser  inactivo  que  nada 
dejaba  por  hacer,  sin  hacer  o  no  hecho;  no  tenia  forma  i 
era  la  causa  de  todas  las  formas;  era  (still  and  void) 
silencioso  i  vacío  i  circulaba  por  todas  partes  sin  cam- 
biar jamás;  era  el  oríjen  del  cielo  i  de  la  tierra  i  la  madre 


—  373   - 

de  todas  las  cosas  ».  Laotzu  detestaba  la  guerra;  acon- 
sejaba devolver  el  mal  por  el  bien,  la  injuria  por  el  cari- 
ño i  presentar  el  otro  carrillo  al  ofensor,  después  de 
recibir  un  golpe  en  el  opuesto;  retirarse  ante  toda 
forma  de  violencia.  Como  Confucio  ignoraba  la  existen- 
cia de  un  Dios  o  no  hablaba  de  ella.  En  resumen,  según 
su  doctrina  <Tao  era  todo  i  estaba  en  todo;  un  ser 
incondicional  como  una  abstracción  demasiado  sutil  para 
ser  designado  por  palabras;  causa  de  todo  lo  existente 
(incluyendo  a  Dios  mismo,  se  supone,  en  el  todo)  i  cuyo 
nombre,  si  se  pudiera  darle  alguno,  seria  el  de  madre  de 
todas  las  cosas.  El  no  dirije  al  hombre  ni  lo  detiene, 
pero  sabe  que  los  estraviados  de  su  senda  tropiezan  por 
si  mismos  con  el  mal,  consecuencia  fatal  de  sus  actos  >. 

Sus  preceptos  no  eran  practicables  ni  lo  serán  jamás, 
mucho  menos  en  un  pais  como  el  suyo,  en  constante 
guerra  por  aquella  época.  Disgustado  de  todo  Laotzu  se 
espatrió  i  nadie  supo  mas  de  él.  Se  inspiró  sin  duda  en 
doctrinas  indias  para  formular  la  suya,  espuesta  en  el 
único  libro  que  se  le  atribuye,  el  Taotéchiu,  donde  el 
Tao  es  el  Brahma  de  los  brahminos,  con  todos  sus 
atributos  pues  «de  Brahma  también  emana  todo  i  a  él 
vuelve  todo  »  él  es  también  «  la  Fuente  de  donde  brota 
el  arroyo  de  la  vida,  i  el  Océano  en  el  cual  se  apresura 
a  perderse»;  asi  el  Taoismo  en  la  China  es,  por  su  oríjen, 
una  importación. 

Apenas  desapareció  Laotzu  sus  adeptos  comenzaron 
a  adulterar  su  enseñanza.  La  idea  de  que  la  vida  i  la 
muerte  no  eran  sino  faces  de  la  existencia  trajo  o  alentó 
el  amor  a  los  goces  materiales  presentes  i  la  preocupa- 
ción de  prolongar  la  vida.  Algunos  pretendian  haber 
encontrado  el  secreto  de  la  inmortalidad  i  Chi  Hwangti, 
el  constructor  de  la  gran  muralla,  cayó  como  otros 
reyes,  en  la  creencia  insana  i  mandó  muchas  veces  es- 
pediciones  a  las  islas  orientales  en  busca  de  la  planta  de 
la  inmortalidad,  oriunda  de  ellas,  según  decian.  No  bas- 
taba esto  para  la  gloria  de  los  nuevos  sacerdotes ;  era 
necesario  remediar  la  pobreza  i  para  ello  se  pusieron  al 
trabajo  en  busca  de  la  piedra  filosofal  (todavia  están  en 
él).  Las  supersticiones  no  mueren  nunca;  pero  ante  los 


—  374  — 

desengaños  por  no  poder  hacer  oro,  evitar  la  nouerte  o 
prolongar  la  vida,  la  mirada  de  los  nigrománticos  se 
dirije  a  descubrir  el  secreto  de  volver  el  vigor  de  la  ju- 
ventud a  la  vejez  i  lo  encuentra  en  una  yerba  de  Corea, 
como  sabemos.  Adulterada  la  doctrina  de  Loatzu,  los 
taoistas  necesitan  adorar  objetos  visibles  i  comienzan 
por  hacer  de  él  un  dios,  añadiéndole  dos  compañeros 
para  hacer  una  trinidad.  En  seguida  buscan  un  dios  su- 
balterno, para  cada  elemento,  para  cada  necesidad  i 
cada  pasión  i  convierten  sus  templos  en  verdaderos 
museos  de  imájenes,  como  lo  son  los  nuestros  de  santos, 
vírjenes  i  crucifijos,  intermediarios  todos  mas  o  menos 
influyentes  en  el  cielo  i  abogados  en  la  tierra,  unos  de 
las  pcsteá*,  otros  de  la  navegación  i  así  por  el  estilo. 


La  nigromancia  se  practica  en  grande  para  descubrir 
los  horóscopos,  espulsar  al  diablo,  desterrar  una  enfer- 
medad a  un  espíritu  vagabundo  i  los  sacerdotes  están 
ahí  para  hacer  su  oficio,  como  entre  nosotros  para  decir 
misas  propiciatorias,  administrar  los  sacramentos  en 
último  recurso  en  las  enfermedades  i  hacer  el  exorcismo 
para  arrojar  al  diablo  del  cuerpo  de  las  histéricas  i  de 
los  locos. 


El  gremio  sacerdotal  taoista  adquiere  influencia  en  la 
opinión  pública  a  favor  de  la  superstición  creciente  i 
ahora  es  presidido  por  un  alto  prelado  elejido  por  ins- 
piración divina,  entre  los  miembros  de  una  familia  que 
lleva  el  nombre  de  Chaw  i  en  la  cual  reside,  se  supone, 
el  espiritual  afflátus.  Los  sacerdotes  viven  llenos  de 
privilejios,  pueden  a  veces  ver  al  Emperador ;  residen  en 
monasterios  situados  en  parajes  deliciosos;  son  respeta- 
dos i  regalados ;  comen  i  beben  a  satisfacción  i  hasta 
tienen  para  endulzar  la  vida,  según  el  dicho  de  los  auto- 
res, monasterios  vecinos  de  monjas  jóvenes,  mujeres  de 
diversa  posición  social  refujiadas  alli  para  sustraerse  a 
las  continjencias  de  la  vida  i  cuya  conducta  no  es  evan- 


~  375  — 

jélica,  a  juzgar  por  los  frecuentes  escándalos  que  tras- 
piran al  esterior  i  obligan  a  la  autoridad  civil  a  interve- 
nir. En  estos  monasterios  pueden  entrar  i  profesar  las 
hijas  de  familia  sin  consentimiento  de  los  padres,  tínico 
ejemplo  de  sustracción  a  la  patria  potestad  ilimitada ; 
I  2L  tanto  llega  el  poder  de  los  sacerdotes !  La  desnatura- 
lización del  taoismo  primitivo  es  visible,  como  la  del  cris- 
tianismo. Los  chinos  necesitaban  entre  tanto  creer  en 
una  vida  futura  bajo  la  superintendencia  de  alguna  reli- 
jion  i  ni  Confucio,  ni  Laotzu  hablaron  de  tal  asunto.  Así 
cuando  219  años  antes  de  J.  C.  penetraron  las  primeras 
avanzadas  de  la  fé  en  Sakyamuni,  llegando  hasta  una 
capital  china  (Loyung)  encontraron  cierta  predisposi- 
ción en  el  pueblo  para  aceptar  la  nueva  fé,  si  bien  los 
confucistas  i  los  taoistas  la  resisten  con  éxito  persiguien- 
do, encarcelando  i  espulsando  por  fin,  a  sus  propagado- 
res. Mas  en  el  año  61  de  nuestra  era,  una  nueva  tentativa 
es  coronada  con  el  mejor  éxito  a  favor  de  un  gobierno 
estable,  o  gracias  a  su  tolerancia. 


En  la  India  el  cisma  habia  roto  la  unidad  de  la  Iglesia 
budista.  La  Escuela  de  Hinayána  i  la  de  Maháyána  ha- 
bian  dividido  en  campos  opuestos  a  los  fieles  creyentes 
de  (Baddha)  Buda.  La  Escuela  de  Hinayána  mas  in- 
clinada a  la  moral  del  ascetiscismo,  a  la  caridad  i  a  la 
renuncia  i  sacrificio  de  sí  mismo,  de  acuerdo  con  la 
prédica  del  fundador  de  la  fé,  se  radicó  mas  especial- 
mente entre  los  nativos  del  Sud  de  la  India  i  de  Ceylan. 
La  Escuela  de  Maháyána  por  otra  parte,  adicta  a  un 
sistema  filosófico,  cuyo  fondo  está  espresado  simbólica- 
mente, en  un  complicado  ritual  de  ceremonias  idólatras  i 
en  estáticas  meditaciones,  reclutó  sus  principales  soste- 
nedores, entre  razas  mas  enérjicas,  las  del  Norte  de  la  India, 
Nepal  i  Tibet.  I  fué  esta  última  forma  de  fé  la  aceptada 
en  China.  Los  misioneros  hicieron  su  entrada  triunfal 
trayendo  en  procesión  imájenes  i  libros;  i  después,  aun 
cuando  mantuvieron  los  lincamientos  del  culto,  sancio- 
naron la  adoración  de  los  Dioses,  Buda  el  primero.  Los 


—  376  — 

sacerdotes  de  la  nueva  religión,  predicaron    la  metem- 
sícosis,   la  necesidad  de  emanciparse  de  los  propios  pen- 
samientos i  en  lo  posible,    de  sí  mismo.  Todo   decae   o 
se   transforma.  £1  budismo  no  hace  escepción  a  la  regla. 
Los  ministros  del  altar  budista  también   se   dieron  a  la 
májia  atribuyéndose  el  poder  de  desterrar   las   pestes, 
impedir  la  escasez  i  el  hambre  i  espulsar  los  malos  es- 
píritus,   por  medio  de  sortilejios.  Así  contaminados    los 
creyentes  actuales,  poco  respeto  tienen   por   los    cinco 
mandamientos  de  Buda:  c  no  matarás,  no  robarás,  no 
mentirás,  no  cometerás  ninguna  falta  contra  la  castidad, 
no  beberás  licores  que  te  embriaguen  >.  La  creencia  en 
la  trasmigración  está  mui  radicada;  me  hace  gracia  la 
reflexión  de  Dooglas  a  este  respecto :  no    comen   carne 
dice,  de  miedo  i  solo  por  bondad  de  Buda,  algunos  inob- 
servantes han  escapado  del    peligro   de    devorar    algún 
amigo  o  pariente  en  el  guiso   o  el  pescado.  (Pero   co- 
men  carne    i    pescado;   yo  lo   he    visto).    Los  templos 
consagrados  a  Buda  son  numerosos  i  en  ellos  fíguran   en 
primera  línea,  las  tres  imájenes  del  ídolo,  la  del  antiguo, 
la  del  presente  i  la  del  porvenir.   Atrás  de  ellas  está  la 
dagoba  (compartimento  reservado   para   guardar  obje- 
tos de  culto  )  urna  que  contiene  una  reliquia  de  Buda,  ya 
sea  recorte  de  una   uña,  una  gota  de  lágrima  o  un  me- 
chón de  cabello,  i  por  fín,  tras  de  la    dagoba  están    las 
imájenes  de  las  deidades  adscritas  a  todos  los  males    de 
la  carne  humana.  La  devoción  es  mayor  entre  las  muje- 
res, como   en  todas   partes.    En  los   pedestales   de   los 
dioses  preferidos   se   vé  numerosos  ex-votos,  ofrendas 
presentadas  en  prueba   de  gratitud   por   algún  milagro, 
como     entre   nosotros :    véase    los    santuarios :    el   de 
Lourdes,  en  Francia;  el  de  Lujan,   en  Buenos  Aires;  el 
de    Nuestra    Señora    de    Monserrat,    cérea    de    Barce- 
lona;   el  de  Notre   Dame  de   la   Garde,  en  Marsella  i 
el   de    cualquier  parte   en   toda    la    estension    de   esta 
tierra    de    estúpidos.    A   veces    en    China,    cuando   los 
dioses   se   hacen   los   sordos,  o    se    complacen  en  man- 
dar pestes,  producir  la  seca  o    en   hacer  alguna   otra 
diablura,  sus  devotos  los  castigan,  como  nuestros  cam- 
pesinos  a   San    Antonio    cuando    se   pierde   algo;    los 


—  377  — 

degradan  i  hasta  los  queman  i  destierran  como  sucede 
en  Cantón,  donde  es  frecuente  ver  á  un  Dios  en  una 
barca  largándose  solo,  aguas  abajo. 


La  práctica  de  la  meditación  contemplativa  ha  favo- 
recido la  multiplicación  de  los  conventos  i  monasterios. 
Un  monje  o  una  monja  respectivamente,  presiden  estos 
establecimientos  i  cuida  de  la  disciplina,  no  siempre 
bien  observada,  según  es  pública  voz  i  fama  i  según 
los  autores  dramáticos,  quienes  en  sus  piezas  de  teatro, 
dan  siempre  el  papel  odioso  a  un  sacerdote  de  Buda. 
Los  monjes  provienen  de  diverso  oríjen  i  entran  los  no- 
vicios al  convento  por  variadas  causas.  Unos  son  mu- 
chachos destinados  por  sus  padres  al  servicio  de  Buda; 
otros  son  malhechores  asilados,  a  salvo  allí  contra  la 
persecución  de  la  sociedad  o  la  justicia;  de  este  material 
se  hace  los  santos  i  los  predicadores  de  moral.  El  neó- 
fito al  endosar  el  hábito  sacerdotal,  ha  sacrificado  su 
trenza,  rapándose  la  cabeza  totalmente,  signo  de  renun- 
cia al  mundo.  Los  monjes  se  tratan  bien  i  sus  deberes 
no  son  mui  pesados.  En  los  monasterios  de  mujeres 
todo  pasa  de  un  modo  análogo ;  sin  embargo  estas  casas 
son  mas  desacreditadas  que  los  conventos  de  varones  i 
mas  fecundas  en  impropiedades  de  todo  jénero,  si  bien 
ofrecen  ejemplos  exepcionales  de  fanatismo  :  devotos 
aplicándose  silicios,  imponiéndose  tremendas  peniten- 
cias, como  la  de  condenarse  a  perpetuo  silencio  i  aislarse 
encerrándose  en  cuevas  para  obtener  la  vida  eter^na. 


Hai  en  China  algunos  mahometanos  i  cristianos ;  po- 
cos i  mui  perseguidos.  Los  fanáticos  queman  las  igle- 
sias, destierran  i  matan  á  los  fieles  i  ni  siquiera  admiten 
hermanas  de  caridad.  A  mas  de  las  relijiones  oficiales  el 
pueblo  celebra  ceremonias  estrañas  a  ellas,  cuya  prác- 
tica viene  de  mui  atrás  i  recuerda  el  culto  primitivo  de  la 
naturaleza.  En  el  séptimo  mes    del    año    tiene  lugar  la 


—  378  — 

fiesta  de  la  Diosa  Estrella^  la  diosa  de  los  bordados.  En 
ella  las  jóvenes  laboriosas  exiben  sus  obras  rog^ando  a 
la  Estrella  que  haga  bajar  sobre  su  frente  un  rayo  de  su 
habilidad,  i  para  mostrarse  dignas  de  sus  favores,  de 
rodillas  i  levantando  las  manos  sobre  su  cabeza,  enhe- 
bran agujas  al  son  de  la  música.  Tiene  lugar  el  culto  de  la 
Luna  en  el  octavo  mes.  Para  celebrarlo  se  prepara 
unas  roasitas  llamadas,  de  la  Luna  (Moon  cakes)  i  se 
las  ofrece  en  signo  de  adoración  á  la  diosa  durante  la 
noche  i  a  la  luz  de  sus  rayos.  Al  Sol  también  se  le  da 
su  parte  de  adoración.  El  budismo  concurre  a  favorecer 
este  culto  i  el  dia  ocho  del  cuarto  mes,  el  Santo  mismo 
se  deja  bañar  en  efijie,  para  edificación  de  los  fieles  que 
dan  testimonio  de  su  celo  derramando  puñados  de  mone- 
das (cash)  sobre  su  frente  de  bronce. 


*    41 


El  Emperador  i  la  Corte,  —  La  sociedad  china  se  com- 
pone de  tres  elementos:  el  Emperador,  la  Burocracia 
i  el  Pueblo.  El  Emperador  es  adorado  como  Dios,  no 
obstante  llevar  la  vida  de  un  esclavo.  Le  dan  los  nom- 
bres mas  laudatorios ;  le  llaman  Hijo  del  Cielo,  Supremo 
Regulador,  Augusto,  Sublime,  Regulador  Celeste,  Hom- 
bre SoHtario,  Buda  viviente  del  presente,  Señor  de  los 
Diez  mil  años.  Único  adorador  del  Cielo  azul  i  otros 
calificativos  igualmente  necios.  Le  dicen  i  él  cree  que 
solamente  Dios  está  encima  de  él,  aun  cuando  por  acto 
de  hombre  ande  a  salto  de  mata,  como  en  1860  o  sus 
ejércitos  sean  deshechos  i  sus  buques  capturados  por 
los  japoneses. 


Su  consagración  está  sujeta  a  mil  ritos  supersticio- 
sos ;  ella  tiene  lugar  en  el  Templo  del  Cielo,  edificio  de 
tres  planos  con  210  pies  en  su  base  i  90  arriba  i  en  cuyos 
pisos  las  lozas  o  piedras  forman  nueve  círculos  concén- 
tricos al  rededor  de  una  circular,  centro  donde  el  Em- 
perador se  arrodilla,   mirando   al   norte  i  se   reconoce 


—  379  — 

inferior  al  Cielo.  En  la  mañana  anterior  al  solsticio  de 
invierno,  un  carruaje  tirado  por  elefantes,  conduce  al 
Emperador  al  recinto  místico  del  Templo  de  donde, 
después  de  ofrecer  incienso  al  Shangti  (supremo  regu- 
lador) sale  para  ir  a  la  sala  del  ayuno  penitente;  allí 
permanece  basta  las  5  i  45  minutos  de  la  mañana  i  en- 
tonces, vestido  con  las  ropas  e  insignias  del  sacrificio, 
asciende  á  la  segunda  terraza  dando  así  la  señal  para 
prender  fuego  a  la  víctima  preparada :  un  novillo  de  dos 
años  sin  mancha.  Habiendo  así  el  Emperador  invocado 
al  Supremo  Regulador,  sube  á  la  última  terraza  i  quema 
incienso  ante  el  Altar  sagrado  i  ante  el  de  sus  anteceso- 
res. En  seguida,  después  de  haberse  arrodillado  tres 
veces  i  postrado  (prosternado)  nueve,  presenta  rollos 
de  seda,  (jade  cups)  copas  de  una  piedra  transparente 
parecida  a  la  esmeralda  i  otras  ofrendas,  en  humilde  sa- 
crificio. Un  ministro  asistente  lee  en  esta  circunstancia, 
una  oración  acompañando  á  la  lectura  la  música  i  la 
danza;  i  mientras  el  Emperador  permanece  arrodillado 
en  adoración,  oficiantes  señalados  para  el  caso,  le  pre- 
sentan la  <  carne  de  la  felicidad  »  i  la  «  copa  de  la  feli- 
cidad ».  El  se  prosterna  tres  veces  ante  los  sagrados 
emblemas  i  los  recibe  con  solemne  reverencia.  (Es  cu- 
rioso observar  esta  marcada  semejanza  con  el  culto 
•judio  y  el  cristiano,  dice  Dooglas,  en  el  ritual  chino).  Por 
este  elevado  sacrificio  el  Emperador  asume  el  oficio  de 
Vice-Rej ente  del  Cielo  i  de  la  Tierra,  i  el  de  represen- 
tante del  hombre  en  la  Trinidad:  Cielo,  Emperador  i 
Tierra.  Como  poseedor  de  la  Divina  autoridad,  se  co- 
loca por  encima  de  todos  los  llamados  dioses  i  toma  a 
su  cargo  acordar  títulos  de  honor  á  las  deidades  i  pro- 
mover su  rango  en  la  sagrada  jerarquía.  No  hace  mucho 
tiempo,  un  Lugar -teniente,  gobernador  de  Kiang-su, 
presentó  al  Trono  un  memorial  pidiendo  al  Emperador 
que  acordara  los  mas  altos  honores  a  la  Reina  del  Cielo, 
el  Dios  del  viento,  el  Dios  del  mar  i  el  Dios  de  la  Ciu- 
dad de  Shanghai,  en  consideración  de  haber  esa  Diosa  i 
esos  Dioses,  conducido  con  seguridad  el  tributo  de  arroz 
hasta  Tientsin  i  haber  favorecido  al  buque  transporte, 
con  céfiros  jentiles  i  plácido  mar.    A   esta   requisición 


—  380  — 

el  Emperador  accedió  i  la  Diosa  y  los  Dioses  recojieron 
el  premio  de  su  benignidad  en  las  patentes  espedidas 
para  atestiguar  su  promoción  en  las  Alturas  del  Olim- 
po. No  hacen  las  sociedades  cristianas  otra  cosa  cuando 
piden  al  Sumo  Pontífice  la  beatificación  de  hombres  o 
mujeres  de  vida  ejemplar,  en  el  sentido  relijioso,  es 
decir  la  j)romocion  a  Santos  o  la  coronación  de  una 
vírjen  de  madera,  por  sus  méritos  i  milagros,  como  son 
arrodillarse  teniendo  las  piernas  de  palo,  llorar  con  ojos 
de  vidrio,  detener  una  carreta  en  un  pantano  (vírjen  de 
Lujan)  i  otros  actos  útilísimos  a  la  humanidad  i  estre- 
madamente  benéficos. 


El  Emperador  de  la  China  goza  de  poder  supremo 
exepto  en  lo  relativo  a  sí  mismo:  es  un  esclavo  sobe- 
rano. No  vive  como  los  demás  hombres;  su  niñez,  su 
juventud,  su  vida  entera,  se  desenvuelve  en  condiciones 
auormales;  pasa  sus  años  encerrado  sin  ver  el  mundo 
ni  tratar  sino  un  número  limitado  de  jentes  que  lo  adula 
i  lo  comprime  entre  aparentes  consideraciones  i  res- 
peto incondicional;  así  su  salud  es  precaria  i  en  las 
circunstancias  exepcionales  de  su  existencia,  no  deja 
de  ser  joven  cuando  ya  es  decrépito.  Dispone  de  la  vida 
i  hacienda  de  sus  subditos,  crea  entre  ellos  jerarquías, 
hace  i  deshace  nobles  i  administra  el  Estado  en  cuanto 
le  dejan  ver  o  le  permiten  sus  empleados  i  asistentes.  La 
ciudad  amarilla  con  sus  numerosos  palacios,  es  su  pri- 
sión i  tiene  el  aspecto  de  una  colmena  llena  de  palacie- 
gos, histriones,  funcionarios,  eunucos,  dignatarios  i  mu- 
jeres de  las  cuales  cada  una  tiene  a  su  servicio  cien  o 
mas  personas,  entre  eunucos  i  esclavos.  Los  nobles 
fabricados  por  el  Emperador  viven  con  lujo  de  la  renta 
pública  ;  en  las  provincias  son  verdaderos  parásitos  a 
quienes  nada  les  basta. 


—  381  - 

Existen  varias  clases  de  nobles;  unos  lo  son  por  he- 
rencia como  los  descendientes  de  Confucio,  singular- 
mente privilejiados;  otros  deben  su  título  á  sus  altos 
hechos  o  a  la  complacencia  Imperial;  estos  figuran  en 
la  clase  de  nacionales  o  imperiales.  Los  nobles  por 
nombramiento  i  no  por  herencia,  descienden  en  grado  en 
cada  jeneracion,  pero  pueden  renovar  su  patente.  Así, 
no  hay  una  nobleza  estable  capaz  de  constituir  un  re- 
sorte intermedio  entre  el  Emperador  i  el  Pueblo. 


Cuando  llega  para  el  Hijo  del  Cielo  el  momento  de 
tomar  mujer,  la  Emperatriz  madre  o  en  su  defecto  los 
funcionarios  señalados  por  las  reglas  seculares,  le  eli- 
jen  una  compañera,  con  dos  o  tres  mas  para  sustituirla, 
fuera  de  las  estraordinarias  mui  numerosas.  Los  pa- 
dres i  parientes  de  la  Emperatriz  esposa,  gozan  de 
grandes  ventajas  i  son  imperialmente  regalados  cuando 
el  matrimonio  tiene  lugar.  El  Emperador  se  halla  tam- 
bién sujeto  a  las  reglas  tiránicas  del  luto,  pero  para  él 
se  hacen  mas  livianas  en  atención  a  sus  funciones  públi- 
cas. Cuando  muere,  en  el  concepto  universal  i  según  lo 
establecen  los  ritos  «asciende  en  un  Dragón  para  ser 
huésped  de  lo  alto»  i  se  le  acuerda  nuevos  nombres  i 
títulos,  como  lo  hemos  visto,  bajo  cuyas  advocaciones  se 
le  adora.  Por  una  estraña  costumbre  el  Emperador  trata 
con  sus  ministros  los  asuntos  públicos  a  la  madrugada. 


Gobierno  jeneral,  —  Existen  en  el  Estado  tres  altas 
Corporaciones  i  seis  divisiones  mas  o  Departamentos  a 
cuyo  cargo  se  hallan  los  asuntos  de  carácter  jeneral:  El 
Chuinchichu,  o  consejo  de  Estado,  el  Nuico  o  gabinete  i 
el  Cuerpo  de  Censores.  El  Consejo  de  Estado  tiene  el 
poder  de  la  iniciativa;  el  Gabinete  solo  opina  sobre  lo 
sucedido ;  los  Censores  son  a  modo  de  fiscales  o  jueces 
instructores:  acusan  a  los  funcionarios  i  de  su   esfera  de 


—  382  — 

acción  no  se  sustrae  ni  el  Emperador.  Los  seis  Depar- 
tamentos están  a  cargo  de  Comisiones  legales,  con  juris- 
dicción aparte;  se  los  clasifica  así:  !<>  Oficio  civil,  2» 
Renta,  3o  Ritos,  4o  Guerra,  5©  Castigos  (justicia  será), 
6o  Obras  públicas.  Cada  una  de  estas  Comisiones  pro- 
cede en  una  forma  primitiva  i,  dicen,  con  mui  pocos 
escrúpulos;  sus  miembros  abandonan  el  puesto,  ya  lo 
he  dicho,  por  años  a  causa  de  los  lutos.  Su  marcha  en 
lo  fundamental  es  no  solo  deficiente  sino  hasta  criminal 
como  lo  prueban  las  frecuentes  acusaciones  de  los  Cen- 
sores, pero  en  cambio  llenan  las  formas  i  se  tienen  al 
día  en  materia  de  saludos,  cortesias,  jenuflexiones  i  pros- 
ternaciones.  El  Departamento  de  Guerra,  enteramente 
descuidado,  ha  traído  a  la  China  sus  desastres.  No  habia 
marina;  ahora  creo  se  ha  creado  o  está  por  crearse 
un  Departamento  especial  para  ella.  Las  funciones  del 
Departamento  de  Obras  públicas  son  nominales. 

Las  Relaciones  Esteriores  i  lo  relativo  a  las  Colonias, 
están  ya  a  cargo  de  una  nueva  oficina. 

Correos.  —  No  hai  Dirección  para  este  ramo  ;  en  China 
no  es  función  pública.  El  despacho  de  la  corresponden- 
cia se  hace  por  empresas  privadas :  una  pulpería,  alma- 
cén, o  tienda  es  en  jeneral,  la  oficina  de  correos;  así,  hai 
varias  casas  postas  i  sus  dueños,  estimulados  por  la 
competencia,  prestan  un  servicio  no  enteramente  detes- 
table ;  las  cartas  llevan  su  sello.  Naturalmente  esto  no 
reza  con  los  puertos  donde  existen  cónsules  encargados 
de  recibir  i  despachar  su  respectiva  correspondencia. 

* 
*     * 

Gobierno  de  las  Provincias  i  de  las  Comunas.  —  El 
Imperio  se  divide  en  18  provincias  i  cada  provincia  es 
gobernada  por  un  mandarín  quien  procede  como  mejor 
lo  entiende ;  ya  he  dicho  lo  bastante  en  otra  ocasión 
sobre  este  punto.  El  mandarín   paga  sus   empleados  { 


—  383   - 

todos  ellos  naturalmente  dependen  de  él.  La  trabazón 
de  funcionarios  es  tal  i  la  correlación  de  responsabilida- 
des, que  aun  en  caso  de  acusaciones  motivadas,  el  cas- 
tig^o  a  los  mandarines  es  aparente ;  son  simplemente 
removidos  i  si  dejan  el  gobierno  de  una  provincia  van  a 
gobernar  otra,  con  su  séquito  de  empleados. 


El  oríjen  de  las  Comunas  se  pierde  en  la  noche  de  los 
tiempos,  como  dicen  los  poetas  i  los  tontos.  Un  grupo  de 
ocho  o  mas  familias  constituye  una  Comuna;  los  grupos 
agregados  unos  a  otros  forman  una  Asociación  las 
Asociaciones  reunidas  hacen  Aldeas,  las  Aldeas  Ciuda- 
des, las  Ciudades,  Ciudades  mayores  i  estas  Distritos, 
En  las  Comunas  gobierna  el  Tipao,  jefe  de  una  de  las 
familias  i  su  puesto  es  hereditario  ;  a  falta  de  Tipao  go- 
biernan los  mayores  i  en  realidad  siempre  la  autoridad 
está  en  manos  de  los  viejos,  pues  el  Tipao  se  aconseja  de 
ellos.  El  Tipao  es  responsable  de  la  paz  de  su  Comuna  i 
por  ende,  debe  intervenir  en  las  querellas  domésticas, 
cuidando  de  no  dejar  trascender  fuera  los  asuntos  o 
escándalos  internos,  pues  tienen  todos  los  habitantes 
como  dogma  el  dicho  de  uno  de  sus  filósofos :  «  una 
Comuna  que  deja  traslucir  sus  conflictos,  anda  mal.  »  Así 
el  Tipao  i  su  Consejo  arreglan  las  cuestiones  de  dinero, 
las  de  matrimonio  i  divorcio  i  hasta  las  criminales.  Estas 
últimas  corresponden  a  los  mandarines,  pero  ellos  no  se 
cuidan  de  abandonar  la  carga  i  se  felicitan  mas  bien  de 
verla  sobre  las  espaldas  del  Tipao,  con  tal  de  no  saberse 
el  hecho.  Si  el  Tipao  i  su  Consejo  no  castigan  a  los  cri- 
minales, a  petición  de  parte,  reciben  ellos  mismos  el  cas- 
tigo correspondiente  a  los  delincuentes.  El  puesto  de 
Tipao  o  Consejero  como  se  ve,  es  bueno  cuando  todo 
anda  bien;  en  caso  contrario  es  bastante  comprometido. 


A  veces  las  autoridades  de  las  Comunas  hacen  de  las 
suyas.  En  los  anales  de  una  de  ellas  se  encuentra  lo 
siguiente:  Un  hombre  pasando  por  un  sembrado  ajeno» 


—  384  — 

arranca  unas  espigas  de  grano  ;  por  este  hecho  el  hom- 
bre es  condenado  a  morir  quemado  i  su  propia  esposa 
es  forzada  a  firmar  su  consentimiento  para  la  ejecución 
de  la  sentencia  i  a  encender  ella  misma  la  hoguera  ;  des- 
pués se  arrepiente  de  su  infame  condescendencia,  denun- 
cia los  hechos  i  se  forma  un  proceso  cuyo  fin  no  hace  al 
caso.  Todas  estas  iniquidades  son  posibles  por  el  hecho 
de  no  existir  lei  escrita  i  estar  librada  cada  autoridad 
comunal  a  su  criterio  o  capricho. 


Moneda,  —  (  Estracto  de  Dooglas ;  a  veces  copia  tes- 
tual ).  Las  casas  de  acuñación  están  diseminadas  en  el 
Imperio:  la  falta  de  caminos  trae  una  gran  perturbación 
por  la  dificultad  del  transporte  i  el  peso  de  la  moneda. 
Un  dollar  en  ella  pesa  como  8  libras  (  4  kilos  )  dice  Doo- 
glas ;  tal  vez  exajera.  La  unidad  monetaria  es  el  Chiéu,  i 
la  única  moneda  acuñada ;  los  ingleses  le  llaman  Cash; 
su  valor  nominal  es  el  de  ^40  ^^  penique;  valor  variable, 
según  el  distrito.  Hai  en  jeneral  dos  clases  de  cash  una 
falsa  i  otra  lejítima  ;  un  chino  lleva  siempre  en  sus  bolsi- 
llos cuando  anda  en  compras,  de  las  dos  clases,  pero 
nunca  la  buena  sin  mezcla  de  mala  ;  en  uno  lleva  la  mala 
pura,  pues  hai  artículos  negociables  por  moneda  falsa  i 
otros  solo  vendibles  por  la  lejítima.  La  costumbre  de  pedir 
precios  altos  para  rebajar,  es  tan  china  como  europea. 
Añádase  a  esto  la  siguiente  complicación  :  cien,  reunión 
de  cien  unidades,  no  es  tal  cosa  en  todas  partes ;  todo  es 
menos  cien ;  será  70  u  80  por  ejemplo.  Para  disminuir  el 
peso  de  las  monedas  les  hacen  un  agujero  cuadrado  en 
el  centro  i  para  transportarlas,  ensartan  series  de  cientos 
o  miles  de  ellas.  La  dificultad  para  el  uso  de  cantidades 
crecidas  se  ha  obviado  haciendo  panes  de  plata  en  masas 
irregulares  de  mayor  o  menor  peso.  En  lenguaje  común 
el  valor  de  una  mercadería  se  cuenta  en  taels  i  un  tael 
es  una  cantidad  de  plata  del  peso  de  una  onza  o  30 
gramos  +  o — .  Para  comodidad  hacen  masas  o  piezas  de 
plata   de   peso  de  tantos  o  cuantos  taels  ;  estas  se  llaman 


—  385  — 

zapatos  por  su  forma  semejante  a  esa  prenda  del  ves- 
tido. Para  saber  el  valor  de  cada  sapato,  se  necesita 
pesarlo.  ¿  No  es  mas  cómodo  i  mas  de  sentido  común 
sellar  piezas  de  plata  de  un  peso  i  valor  dado  ?  Pero  eso 
seria  sencillo  i  racional  i  a  los  chinos  no  les  gusta  nin- 
guna de  las  dos  cosas. 

En  realidad  no  hai  moneda  acuñada  en  China ;  el 
mismo  chien  no  merece  el  nombre  de  tal  por  la  forma 
grosera  de  su  hechura.  Según  entiendo  no  es  acuñado 
sino  vaciado  en  moldes,  fundiendo  el  metal  (  cast ).  El 
gobernador  de  Cantón  tiene  una  casa  de  moneda  donde 
sella  oro,  plata  i  cobre,  pero  sus  monedas  solo  circulan 
en  su  distrito.  Al  Emperador  le  tocaría  hacer  una  moneda 
racional  para  todo  el  país.  Al  lado  de  semejante  atraso  se 
muestran  hechos  que  lo  desmienten.  Desde  siglos  atrás  los 
Bancos  en  China  daban  notas,  valores  en  papel,  verdade- 
ros billetes,  en  las  plazas  comerciales  i  durante  la  dinastía 
mongólica,  el  gobierno  central  introdujo  la  costumbre  de 
las  notas  bancadas  imperiales.  Ahora  es  común  su  uso  en 
Pekin  i  otras  plazas,  pero  la  instabilidad  del  cambio  dificulta 
su  aceptación  en  el  comercio.  Una  muestra  de  billete  del 
tiempo  de  un  Emperador  que  sucedió  á  la  Dinastia  Muig 
cuyo  reinado  duró  desde  1368  hasta  1399,  se  exibe  en 
la  Libreria  del  Rei  en  el  Museo  británico ;  es  el  ejemplar 
mas  antiguo  de  billete  bañcario  existente,  o  a  lo  menos, 
conocido ;  su  fecha  revela  que  el  uso  del  papel  con  valor 
representativo  de  la  moneda  en  China,  data,  calculando 
por  lo  bajo,  de  trescientos  años  antes  del  primer  ensayo 
en  Europa,  hecho  por  una  casa  Bancaria  de  Stokolmo. 
La  moneda  acuñada  en  su  forma  grotesca  existió  2000 
años  antes  de  la  era  cristiana.  Una  de  las  formas  primi- 
tivas de  la  moneda  china  era  la  de  un  cuchillo,  imitando 
la  real  arma;  se  usaba  como  medio  de  cambio.  El  cu- 
chillo tenia  un  agujero  en  el  mango;  con  el  tiempo  la 
hoja  fué  acortándose  hasta  desaparecer ;  igual  suerte  le 
tocó  al  mango  hasta  no  quedar  de  él  sino  el  estremo 
redondo  con  el  agujero  :  esta  última  forma  se  ha  perpe- 
tuado i  es  la  del  chien  o  cash  actual. 

Por  mares  i  por  tierras  25 


—  38Ó  — 

Estrados  adicionales,  —  Las  relaciones  esteriores  del 
gobierno  chino  se  caracterizan  por  la  iniidencia,  la  mala 
fé  i  la  mentira,  bajo  la  influencia  del  odio  supersticioso  i 
la  repulsión  fanática  al  estranjero ;  pasiones  mui  acen- 
tuadas en  las  clases  ilustradas.  La  historia  de  todas  las 
épocas  lo  demuestra.  Bajo  la  presión  de  la  amenaza  i 
del  miedo,  concede  cuanto  se  le  pide,  reservándose  no 
cumplirlo  al  menor  pretesto  o  sin  él ;  sobre  todo  si  se 
les  da  tiempo ;  así  lo  mejor  es  poner  inmediatamente  en 
práctica  todo  arreglo  con  él  dejándolo  sancionado  por  el 
hecho.  Los  funcionarios  no  tienen  vergüenza  ni  respeto 
por  su  palabra,  ni  por  la  dignidad  imperial.  Contraen  un 
compromiso,  ostensiblemente,  dan  las  órdenes  mas  for- 
males para  su  cumplimiento  i  en  secreto  envian  otras 
contrarias.  Por  ejemplo,  espiden  un  pasaporte  de  seguri- 
dad i  por  debajo  cuerda,  mandan  asesinar  al  portador. 

Cuando  los  ministros  estranjeros  les  echan  en  cara 
estos  actos  indignos,  o  se  callan,  o  maniíiestan  no  saber 
nada,  o  echan  la  culpa  al  pueblo,  al  cual  no  pueden 
sujetar,  dicen,  o  inventan  cualquier  mentira  para  termi- 
nar. Si  entonces  se  les  muestra  el  palo,  se  humillan. 
Entre  los  ministros  estranjeros  se  ha  hecho  notable 
Sir  Thomas  Wade  por  su  noble  i  enérjica  conducta  en 
toda  ocasión. 


La  cuestión  de  las  audiencias  del  Emperador  a  los 
diplomáticos,  es  de  las  mas  singulares.  Parece  estraña 
la  existencia  de  un  debate  sobre  semejante  materia,  pero 
las  peculiaridades  del  Imperio  chino  han  traido  variadas 
controversias  i  conflictos  con  motivo  de  las  exijencias  de 
los  representantes  de  soberanías  estranjeras.  Favoreci- 
dos por  la  fortuna  en  medio  de  tribus  inferiores,  el 
Emperador,  los  nobles  i  el  pueblo,  han  llegado  a  creer 
en  la  superioridad  de  la  China,  sobre  todo  lo  existente 
en  la  tierra  i  la  idea  sola  de  que  el  Emperador  reciba  o 
trate  de  igual  a  igual  a  un  soberano  de  otra  parte,  in- 
digna a  la  corte  i  al  pueblo. 


—  387   - 

En  verdad,  los  mismos  representantes  de  algunos 
países  han  contribuido  a  mantener  a  los  chinos  en  su 
ilusión. 

Los  Embajadores  de  Portug^al  i  Holanda,  que  visita- 
ron Pekin  en  los  siglos  17  i  18  se  sometieron  a  la  de- 
gradación de  aparecer  como  enviados  de  tributarios  ante 
la  Corte  del  Hijo  del  Sol,  dejándose  imponer  i  verifi- 
cando los  actos  de  sumisión  mas  vejatorios,  tales  como 
arrodillarse  i  tocar  nueve  veces  el  suelo  con  la  frente. 

Lord  Macartney  en  1793  rehusa  someterse  a  la  regla 
i  sin  embargo  es  recibido  por  el  Emperador  K'ienlung, 
en  el  Palacio  a  que  huyó  Hienfeng  en  1860.  Solo  se  le 
impuso  una  antesala  de  horas  i  no  de  una  noche  entera  al 
aire  libre  como  al  Embajador  holandés.  Al  presentar  su 
credencial  en  una  caja  de  joyas,  el  enviado  británico 
dobló  lijeramente  una  rodilla;  el  Emperador  recibió  la 
caja  con  sus  propias  manos  i  en  la  comida  de  gala  que 
después  tuvo  lugar,  mostró  su  deferencia  por  el  ministro 
i  su  séquito,  mandándoles  platos  i  ofreciéndoles  perso- 
nalmente copas  de  vino.  Pero  este  Emperador  era  un 
hombre  intelijente  i  liberal.  En  I8I6  su  hijo  quiso  resta- 
blecer el  Kot'ow  con  otro  Embajador,  i  los  intermedia- 
rios, no  pudiendo  conseguir  el  asentimiento  de  éste, 
ni  la  derogación  de  la  resolución  imperial,  urdieron  una 
intriga  para  obligar  al  enviado  a  retirarse  sin  obtener 
la  audiencia ;  hicieron  que  el  Emperador  le  ordenara 
presentarse  inmediatamente,  a  lo  que  no  accedió  por 
hallarse  cansado,  después  de  un  viaje  reciente  i  en  la 
imposibilidad  de  vestir  siquiera  su  uniforme.  Si  en  1860 
Lord  Elgin  hubiera  hecho  venir  al  Emperador  fuütivo 
i  le  hubiera  concedido  una  audiencia,  a  él,  al  Hijo  del 
Cielo,  ya  no  tendrian  en  China  tan  ridiculas  pretensio- 
nes. En  1873  vuelve  a  tratarse  la  cuestión  de  las  au- 
diencias i  el  ceremonial  se  arregla.  Los  Embajadores 
no  doblarán  la  rodilla  ni  harán  el  kot'ow,  pero  para 
marcar  de  algún  modo  la  superioridad  del  Hijo  del 
Sol,  él  los  recibirá  no  en  su  palacio  sino  en  un  sitio 
destinado  a  fiestas,  donde  recibe  a  sus  tributarios.  Las 
audiencias  tienen  lugar  al  alba  ya  se  sabe.  En  la  del  73 
solo  hicieron  esperar  a  los  ministros  una  hora  en  un  local, 


—  388  — 

pasándolos  en  seguida  a  otro,  donde  esperaron  sola- 
mente hora  i  media.  El  intermediario  fué  el  Ministro  del 
Tsungli  Yamun,  (Relaciones  Esteriores  supongo),  (ya- 
mun  oficina,  creo).  Se  arrodillaba  para  hablar  con  el 
Emperador  i  trasmitia  sus  palabras,  dichas  en  secreto. 
En  los  decretos  del  caso  se  ordenaba  a  los  Embajadores 
presentarse  i  se  decia  que  habian  suplicado  ver  al  Em- 
perador. Pero  en  el  decreto  relativo  a  la  audiencia  de 
1893  ya  no  se  usó  semejante  lenguaje  concretándose  a 
decir  «El  Emperador  recibirá. . .  etc. . .  a  las  II  i  30  >. 
Otra  mejora:  ya  no  es  a  la  madrugada. 

Pero  no  se  concibe  la  razón  de  la  insistencia  de  los 
representantes  estranjeros  para  solicitar  audiencias.  Una 
entrevista  con  el  Soberano  puede  tener  alguna  impor- 
tancia i  trascendencia  en  los  paises  rejidos  por  reglas 
racionales,  pero  no  en  China,  donde  el  Hijo  del  Sol  no 
habla  con  los  Embajadores  ni  resuelve,  ni  oye  proposi- 
ción alguna.  Tampoco  se  comprende  cómo  pudieron 
aceptar  ser  recibidos  en  un  salón  de  üestas,  conociendo 
la  intención  de  vejarlos,  i  menos  aun,  el  hecho  de  ser  re- 
cibidos en  audiencia  los  Embajadores  chinos  en  Europa 
de  acuerdo  con  los  usos  diplomáticos,  mientras  un  chino, 
bruto,  ignorante  i  supersticioso,  con  un  poder  ficticio, 
desprecia  i  ultraja  a  los  representantes  de  paises  civili- 
zados. 

Defectos  i  calidades  de  los  chinos,  a  mi  juicio,  —  No 
se  puede  asignar  a  todos  los  individuos  de  una  nación, 
un  carácter  vaciado  en  molde,  aplicable  mas  bien  a  una 
raza;  sin  embargo  tomando  como  valor  entendido  esta 
advertencia,  se  observa  en  cada  pais  ciertos  hechos  sa- 
lientes, mas  frecuentemente  repetidos,  como  los  repre- 
sentantes de  una  índole,  de  una  tendencia  nacional. 

Así,  los  chinos  se  muestran  reservados,  un  tanto  avie- 
sos, poco  altruistas,  vanidosos,  sin  valor  físico,  tenaces, 
lentos  i  descuidados  en  su  persona  i  poseidos,  no  diré  de 
odio  por  el  estranjero,  sino  de  una  repulsión  natural, 
cuyo  oríjen    complejo    tiene   entre  sus   componentes  el 


-  389  — 

temor,  un  miedo  vago,  una  intuición  de  peligro,  ante 
el  cual  se  ponen  en  guardia.  En  cambio,  tratados  indi- 
vidualmente son  caballeros,  soberbios  por  dignidad, 
honorables  en  sus  tratos  i  jenerosos,  cuando  sus  me- 
dios de  fortuna  les  permiten  serlo.  No  tienen  idea  de  la 
comodidad  i  parecen  destituidos  de  lójtca  en  sus  cos- 
tumbres i  en  su  conducta;  así,  al  lado  de  un  concepto 
de  maravillosa  sutileza  no  es  raro  encontrar  en  la  ca- 
beza de  un  chino,  una  necedad  incomprensible;  des- 
precian por  ejemplo  a  sus  mujeres  i  las  celan;  tienen 
orgullo  de  ser  chinos  i  no  poseen  la  menor  noción  de 
patriotismo.  Un  comerciante  en  sedas  con  quien  hablaba 
en  Cantón  me  dijo:  «nosotros  no  hemos  sido  vencidos 
por  los  japoneses;  los  vencidos  han  sido  los  vecinos 
de  Shanghai  i  de  Pekin».  No  se  sienten  responsables  de 
los  desastres  de  la  nación,  o  del  Imperio,  no  obstante 
su  adhesión  al  suelo,  a  la  raza,  al  nombre.  Yo  lo  confieso, 
no  comprendo  este  desdoblamiento  moral  i  ya  en  el 
curso  de  este  trabajo  he  señalado  contradicciones  sor- 
prendentes. La  China  ¿es  o  no  es  una  nación  ?  No  lo  sé ;  a 
veces  presenta  las  apariencias  de  tal  i  a  juzgarla  por  otros 
accidentes,  no  tiene  los  caracteres  de  un  organismo  au- 
tónomo, correspondiente  a  nuestras  nociones  sobre  Es- 
tados soberanos.  Pueblos  ó  Naciones.  Hai  un  Imperio  i 
un  Emperador;  una  corte,  un  plantel  de  oficinistas  i  un 
gobierno  o  modus  vivendi  establecido  entre  los  que 
mandan  i  los  que  obedecen.  Pero  ni  Imperio,  ni  Empe- 
rador, ni  Corte,  ni  Gobierno  son  los  que  nosotros  en- 
tendemos por  tales  cosas.  El  Emperador  es  un  Dios, 
adorado  hasta  el  fanatismo,  pero  obedecido  hasta  por 
ahí  nomas ;  no  administra  ni  gobierna  su  país  i  se  con- 
tenta creyéndose  superior  a  todo  lo  creado  conescepcion 
del  cielo.  La  Corte  es  compuesta  de  Nobles  con  títulos 
pasajeros;  es  una  corte  adventicia  e  instable  i  el  Go- 
bierno es  un  laberinto  sin  regla,  freno,  resorte,  norma 
ni  lei.  La  nación  parece  un  conglomerado  en  el  cual 
las  partes  están  conformes  sobre  ciertos  hechos  i  des- 
conformes o  indiferentes  en  cuanto  al  resto.  Las  últimas 
guerras  lo  manifiestan  de  un  modo  patente;  en  Can- 
tón  no  han  sentido  la  herida  hecha   a   Shanghai.  Shan- 


—  390  — 

ghaí  a  su  vez  no  se  cuida  de  lo  que  pasa  en  Cantón,  el 
interior  del  Imperio  ni  piensa  siquiera  en  el  litoral  i  nin- 
gún chino  se  aflije  por  las  humillantes  derrotas  del  lla- 
mado ejército  imperial. 

La  China  quedaría  perfectamente  representada  por  un 
gran  elefante  sin  nervios,  al  cual  se  le  pudiera  cortar  una 
oreja,  amputar  un  pie  o  quemarle  la  cola  sin  que  sintiera. 
Alguien  ha  dicho  o  yo  lo  he  soñado:  la  China  es  un  bos- 
que, cada  núcleo  de  población  un  árbol  i  cada  habitante 
una  hoja.  Pues  bien,  las  hojas  no  son  solidarias  de  lo 
que  ocurre  en  el  bosque  i  por  lo  tanto  en  China  habrá 
habitantes,  pero  no  ciudadanos.  Solo  así  se  esplica  el 
colosal  orgullo  individual  i  la  falta  absoluta,  no  digo 
de  amor  propio,  de  vergüenza  nacional. 

Si  se  me  preguntara  cual  es  el  rasgo  característico 
del  chino  como  individuo,  contestaría  sin  vacilar:  la  falta 
de  afectividad;  pero  tienen  además  otro  sello  mui  en 
relieve:  la  falta  de  sentido  estético.  Un  chino  no  se  ad- 
hiere a  nada,  ni  a  sí  mismo;  su  sensibilidad  es  obtusa,  no 
cuida  su  persona  física  ni  moral;  sufre  el  frío  i  el  hambre 
sin  necesidad,  teniendo  muchas  veces  a  la  mano  el  medio 
de  impedir  esos  sufrimientos;  no  tiene  afectos  de  familia  o 
los  tiene  en  forma  desviada;  cuando  mas,  quiere  a  sus 
hijos  varones,  como  se  quiere  a  un  mueble  útil  o  a  una 
propiedad;  como  lo  han  querido  a  él  sus  padres.  A  su  vez 
él  no  quiere  a  sus  padres  pues  su  adhesión  i  su  respeto,  su 
sacrificio  mismo  por  ellos,  no  tiene  los  tintes  del  afecto, 
sino  de  la  sumisión,  el  temor,  la  superstición  i  la  moda,  o 
la  tradición,  que  es  solo  una  moda  inveterada,  antigua. 
Pero  donde  la  falta  de  este  sentido  moral  se  hace  mas 
manifiesta  es  en  la  relación  de  los  padres,  hermanos, 
hombres  en  fin,  con  las  mujeres  enjeneral  i  con  las  cria- 
turas del  sexo  femenino  en  particular.  Dada  la  confor- 
mación cerebral  nuestra,  los  principales  incitantes,  los 
despertadores,  hasta  los  creadores  del  afecto,  del  cariño, 
del  amor,  son:  la  debilidad,  la  pequenez,  la  delicadeza, 
la  finura,  la  gracia,  la  inocencia,  la  belleza.  El  ser  mas 
universalmente  dotado  con  estas  cualidades  es  una  cria- 
tura, una  mujercita;  por  eso  el  dije  apreciado,  estimado, 
cuidado,    adorado  en  una  familia  europea  o  americana 


—  391   — 

es  una  niñita.  En  China  semejante  precioso  animalito  no 
inspira  mas  sentimiento  que  el  deseo  de  deshacerse  de 
él.  Ha  de  haber  exepciones  infínitas,  seguramente, 
pero  yo  no  he  visto,  ni  he  leido  ninguna  manifestación 
de  ellas. 


Veamos  ahora  los  sentimientos  colectivos  antes  de 
pasar  a  otros  particulares: 

Patriotismo,  ausente.  Amor  al  hogar,  al  suelo,  profun- 
damente modificado  por  ser  un  elemento  fundamental 
del  patriotismo.  Relijion,  sentida  no  existe;  trasmitida, 
usual,  corriente,  practicada,  sí.  El  chino  tiene  miedo  a 
sus  dioses,  a  veces  consideración  i  en  no  pocas  ocasiones, 
desprecio.  Espera  algo  de  ellos  i  en  el  fondo  de  su  pen- 
samiento jermina  esta  idea:  «debe  haber  cierta  reci- 
procidad entre  Dios  i  el  hombre;  el  hombre  le  pone 
velas  o  le  enciende  varillas  de  sándalo;  Dios  en  cambio 
le  debe  hacer  vender  bien  su  seda,  favorecerlo  con  una 
buena  cosecha  de  arroz,  etc.,  i  si  no  lo  hace,  las  rela- 
ciones quedan  frias.  A  su  vez  un  chino  diria  «lo  mis- 
mo proceden  los  católicos;  cuando  se  ven  atribulados 
o  corren  algún  peligro,  ofrecen  misas,  rosarios,  no- 
venas i  cirios,  en  cambio  de  servicios  positivos;  las 
promesas  no  son  sino  ofertas  de  valores  nominales  a 
trueque  de  servicios  i  la  ofrenda  es  la  proposición  de  un 
negocio,  de  una  operación  de  compra-venta,  nada  mas  >. 

Es  verdad ;  pero  yo  no  hablo  ahora  de  los  cristianos 
sino  de  los  chinos.  En  materia  de  creencias  no  se  debe 
confundir  el  sentimiento  relijioso  con  la  superstición :  el 
sentimiento  es  un  abrigo  del  alma;  la  superstición  es  una 
túnica  helada.  Ya  lo  hemos  visto ;  en  China  hai  tres  mo- 
delos de  relijiones ;  tres  modelos  digo,  i  no  tres  relijiones, 
porque  la  relijion  practicada  por  cada  grupo,  si  bien 
conserva  las  muestras  de  su  oríjen,  es  en  realidad,  una 
mezcla  de  ritos,  actos,  ceremonias  i  formas  compuestas 
con  elementos  de  las  tres  relijiones  i  con  las  invenciones 
caprichosas  de  circuito,  que  no  pertenecen  a  ninguna.  En 
el  fondo  el  chino,  por  no  saber  a  qué  atenerse  en  medio 
de  la  confusión,  o  por  índole,  es  indiferente  en  relijion 


—  392  — 

i  si  practica  alguna  lo  hace  por  conformarse  a  los  usos, 
como  se  viste,  como  se  calza  i  como  se  afeita  la  cabeza. 

Si  algún  dia  desaparecieran  de  la  China  Buda,  los  discí- 
pulos de  Confucio,  Tao  i  todos  los  dioses,  el  último  en 
aflijirse  sería  todo  chino. 


La  ambición  como  los  otros  sentimientos,  sufre  tam- 
bién los  efectos  del  contragolpe,  por  pertenecer  a  una 
familia  moral  en  la  que  figuran  la  emulación,  la  compe- 
tencia, el  alto  aprecio  de  sí  mismo,  la  noción  de  la  gloria, 
la  aspiración  al  renombre  universal.  Aquí  no  hai  sino 
un  primero,  el  Emperador;  todos  los  demás  primeros 
son  segundos  i  la  aspiración  a  ser  segundo  o  tercero, 
cuando  estos  son  en  realidad  esclavos,  es  i  debe  ser 
una  ambición  enferma,  contrahecha,  no  como  aquellas 
ambiciones  nobles  que  arrancan  de  las  raices  del  alma. 
Si  hubiera  verdadera  ambición,  emulación  y  demás  sen- 
timientos correspondientes  a  la  misma  familia,  habría 
ciencia,  arte  elevado,  gloría  nacional,  patriotismo,  una 
poderosa  marina,  un  formidable  ejército,  ciudades  y  so- 
ciedades en  ñn,  con  todas  las  ventajas  i  comodidades  de 
la  civilización. 

El  mismo  interés  comercial  es  quieto  en  China;  algunos 
mercaderes  de  Cantón  parecen  reyes.  En  medio  de  las  ri- 
quezas de  sus  sedas  i  de  los  primores  de  sus  bordados, 
miran  con  soberana  indiferencia,  al  comprador,  a  la  mer- 
cadería i  al  precio  ofrecido ;  el  peso  de  la  trenza  o  el  valor 
que  le  acuerdan,  parece  mantenerles  la  frente  alta  i  darles 
esa  serenidad  tranquila  que  los  hace  tan  estimables,  para 
mí  a  lo  menos. 


Termino  la  redacción  del  testo  de  mis  apuntes  sobre 
la  China  reservándome  agregar  algo  si  se  me  ocurre  en 
las  siguientes  pajinas  de  mi  diario  que  dejo  en  blanco  i 
continúo  mi  trabajo  en  mas  liviana  forma  sobre  mis  suma- 
rios del  viaje  a  Yokohama  i  permanencia  en  el  Japón. 


-  393  - 

(1897  Julio  16 j  Trouville.  —  Mi  previsión  al  dejar  un 
número  de  pajinas  en  blanco  en  mi  diario  ha  resultado 
oportuna  pues  hallo  en  la  «  Revista  Británica  »  en  un 
erudito  trabajo  de  Motoyosi  Saisu,  autor  japones,  las 
hermosas  notas  sobre  la  poesia  china  que  traduzco  lite- 
ralmente a  continuación). 

< Poesía   china»  . 

«  Después  de  la  India  misteriosa  i  profunda  en  que  la 
mirada  se  pierde  en  la  noche  de  los  tiempos,  toca  a  la 
China  la  mas  grande  antigüedad  en  literatura. 

«Los  libros  del  budismo  encierran  bellezas  de  primer 
orden,  pero  envueltas  en  un  oscurantismo  voluntario  que 
no  se  puede  penetrar  sino  estando  completamente  iniciado 
en  él.  Los  de  Confucio  tienen  mas  claridad  i  sin  embargo 
el  pensamiento  está  de  tal  manera  velado  en  ellos  que 
se  requiere  un  verdadero  talento  para  tomarle  sentido. 

«  Los  grandes  poemas  chinos  que  remontan  a  mas  de 
tres  mil  años  se  han  perdido. 

«El  poeta,  en  esas  edades  antiguas,  era  una  especie 
de  elejido,  un  favorito  de  la  naturaleza  con  la  cual  se  en- 
tendia  i  se  entretenia  solo,  entregando  sus  obras  á  las 
arenas  de  la  ribera  o  grabándolas  con  su  cuchillo  en  la 
corteza  de  los  árboles. 

«  La  tradición  ha  podido  conservar  solo  algunos  frag- 
mentos que  eran  repetidos  de  boca  en  boca.  Estos  pri- 
meros monumentos  literarios  son  de  un  carácter  natu- 
ralmente injenuo  i  mui  primitivo.  La  poesia  está  en  el 
alma  i  no  siempre  se  traduce  por  la  forma  rimada  en  la 
que  actualmente  la  vemos.  Antes  ella  no  conocía  ni  rima 
ni  reglamento. 

«  En  China  esta  medida  cadenciosa  le  vino  del  hábito 
que  se  tomó  de  hacerla  acompañar  por  instrumentos  de 
música  i  este  uso  quedó  de  tal  manera  inveterado 
que  los  chinos  no  encuentran  bien  hecho  poema  alguno 
si  no  se  puede  adaptarlo  a  un  aire  cualquiera.  Por  mas 
esquisita  que  sea  la  versificación  ellos  se  ven  obligados 
a  correjirla  hasta  ponerla  en  concordancia  con  la  armo- 
nía que  debe  servirle  de  acompañamiento. 


—  394  — 

c  La  poesía  china,  como  la  del  Japón  se  mantiene 
siempre  en  las  altas  cimas  i  no  desciende  jamás  al  jé- 
nero  lijero.  Los  mas  altos  y  nobles  pensamientos  i  las 
aspiraciones  hacia  lo  bello,  el  bien  i  la  verdad  la  animan. 
Ella  se  mueve  complacida  en  la  naturaleza  i  se  encanta 
en  describir  las  flores  para  compararlas  en  seguida  á 
las  lindas  mujeres.  Las  nubes  representan  los  impedi- 
mentos o  los  estorbos  que  empañan  la  radiación  del  as- 
tro del  dia  i  también  el  pensamiento  de  los  malos  espí- 
ritus. 

«  El  poeta  se  contenta  con  pasearse  a  lo  largo  de  los 
arroyos  i  dejar  seguir  a  sus  ideas  el  hilo  de  agua.  Sube 
a  las  colinas  floridas  a  cuyos  pies  se  desarrolla  el  pano- 
rama mas  vasto.  Se  hace  en  cierto  modo  el  pontífice  de 
toda  la  creación  cuyas  bellezas  i  sonrisas  espresa. 

<Su  bebida  i  su  alimento  son  de  lo  mas  simple  i  los 
pájaros  que  pueblan  los  matorrales,  donde  hace  sus  co- 
midas acompañan  con  sus  gorjeos  las  poesias  que  de- 
clama en  medio  de  este  concierto. 

<:  Cuando  sale  del  amor  de  la  naturaleza  para  pasar  al 
de  la  mujer  de  su  elección,  no  se  arrodilla  ni  aun  con  el 
pensamiento  i  la  adora  mas  como  amo  que  como  ser 
subyugado. 

«Se  dice  que  el  filósofo  Confucio  tenia  por  principio  i 
enseñaba  á  sus  discípulos  <  levantar  sus  pensamientos 
con  el  estudio  i  el  gusto  de  los  antiguos  poemas  del 
país  ».  Tomaba  pues  la  poesia  como  base  de  la  ciencia. 
El  mismo  se  daba  a  buscar  las  mas  viejas  canciones  i 
se  contraía  a  adivinar  su  sentido  oculto  antes  de  esta- 
blecer las  máximas  de  su  moral  i  de  su  filosofia  práctica. 
Ademas  ¿no  ha  sido  lo  mismo  en  occidente  donde  Platón, 
Cicerón  i  otros  comenzaron  a  hablar  el  lenguaje  de  la 
poesia  antes  de  dar  la  enseñanza  de  su  grande  i  pura 
filosofia? 

^  Las  poesias  chinas  se  hallan  divididas  en  tres  clases 
o  periodos  distintivos:  La  época  clásica;  la  época  del 
renacimiento;  la  época  moderna. 

«  A  la  época  clásica  pertenece  el  Che-king  o  libro  de 
las  odas,  una  de  las  cinco  obras  canónicas.  Son  los  poe- 
mas  i    los  himnos    mas  antiguos,    viejísimas    canciones 


-  395  — 

injenuas  i  casi  infantiles  de  las  primeras  edades;  la  llave 
en  cierto  modo  de  toda  la  poesia  china. 

«Durante  el  segundo  periodo  que  hemos  indicado 
como  la  era  del  renacimiento ^  la  poesia  china  estuvo  en 
su  apojeo  i  brilló  con  todo  su  esplendor.  Esta  época 
fué  para  la  China  lo  que  el  siglo  de  Augusto  para  Roma. 
Entre  los  nombres  mas  célebres,  los  Litai-Pí,  Tou-Fou 
i  Ham-Yu  tuvieron  la  gloria  de  fijar  definitivamente  las 
reglas  de  la  poesia  china.  Florecieron  bajo  la  dinastia 
de  los  T'ang,  cuyos  soberanos  estendiendo  su  poder  al 
esterior  i  haciendo  gozar  a  sus  pueblos  de  los  encan- 
tos de  la  paz,  consagraban  la  propia  gloria  fomentando 
las  artes  i  las  letras. 

« La  época  moderna  abraza  un  espacio  de  cerca  de 
ocho  siglos.  Es  la  lucha  de  los  hombres  notables  se- 
llada con  el  verdadero  sentido  poético  contra  el  mal 
gusto  que  señala  toda  decadencia.  Todos  los  esfuerzos 
tienden  á  combatir  la  vulgaridad  i  el  chapeado  superfi- 
cial que  merman  las  mas  bellas  obras.  La  corrección 
de  las  presentadas  a  los  concursos  de  los  literatos  in- 
tenta invadirlo  todo ;  pero  felizmente  puntos  luminosos 
alumbran  todavia  este  largo  periodo  i  lo  salvan  de  la  vana- 
lidad  menos  aceptable  en  literatura  que  en  cualquier  otro 
arte.  La  última  de  las  épocas  ha  sido  mas  abandonada 
que  las  precedentes  por  los  aficionados  al  orientalismo; 
en  tanto  vemos  el  libro  sagrado  de  Che-king  traducido 
i  comentado  en  diversos  idiomas.  Es  sin  embargo  ne- 
cesario reconocer  que  solo  por  error  se  ha  llevado  tan 
lejos  el  desden  de  la  poesia  moderna  de  la  China,  poesia 
que  por  ser  poco  conocida  no  hace  lucir  ninguna  de  sus 
bellezas.  Del  mismo  modo  que  en  Francia  se  remite  uno 
a  los  libros  clásicos  como  á  la  fuente  pura  donde  siempre 
se  debe  recurrir,  sin  desdeñar  por  eso  a  los  autores 
contemporáneos  de  los  cuales  se  toma  quizá  mejor  las 
finezas  de  una  lengua  que  se  acerca  mas  a  la  propia, 
asi,  los  Yu  el  Grande,  Yaó,  Choun  i  Confucio,  quedan 
eternamente  como  estrella  de  primera  magnitud  cuyo 
brillo  no  impide   admirar  los  otros  astros  luminosos. 

«  Li-Taípi,  Tou-Fou  i  sus  satélites  menos  brillantes, 
forman  la  escuela  de  la  Edad  media  que  queda  como  el 


-  396  — 

tipo  de  la  elegancia  i  de  la  fineza  de  estilo.  Estos  dos 
son  para  la  literatura  china  lo  que  Moliere  i  Comeille 
para  las  letras  francesas.  Su  mérito  no  eclipsa  sin 
embargo  las  verdaderas  joyas  que  se  encuentran  todavia 
en  la  poesía  moderna  cuyo  principal  defecto  es  el  de  no 
ser  bastante  conocida  >. 


Abril  4  —  Yokohama,  —  Salimos  de  Hong-Kong^  en 
el  Hohenzollern,  Capitán  H.  B.  Blecker,  el  10  de  marzo, 
con  buen  tiempo  en  apariencia,  pero  apenas  dejamos 
la  bahía  el  mar  se  descompuso  i  tuvimos  un  espantoso 
viaje.  Juré,  durante  la  travesía,  mil  veces  no  embarcar- 
me... pero  cuantos  juramentos  quedan  sin  cumplirse. 
Un  solo  episodio  me  divirtió,  haciéndome  recordar  un 
personaje  descrito  por  Dickens  el  inmortal,  cuya  pluma 
no  ha  dejado  un  solo  tipo  humano  sin  retratarla  lo  vivo. 

En  una  de  sus  novelas,  este  coloso  del  pensamiento, 
de  la  observación  i  del  análisis,  presenta  una  Señora 
cuya  característica  era  la  inoportunidad....  Pues;  yo 
he  conocido  en  el  Hohenzollern  el  trasunto  de  esa 
Señora  en  la  persona  de  un  mozo  alemán  criado  en  Norte 
América. 

Me  ocupaba  yo,  apenas  llegué  a  bordo,  de  contar  los 
bultos  de  mi  equipaje  para  ver  si  faltaba  alguno ;  en  esto 
se  acerca  el  joven  i  tomándome  amistosamente  por  un 
brazo  me  dice :  —  «  Aquí  tiene  usted  mi  tarjeta  ;  soy  ale- 
mán, pero  naturalizado  americano  del  norte,  la  gran 
nación;  vengo  en  segunda,  pero  pasaré  todo  mi  tiempo 
en  primera  > — «Gracias  señor,  >  contesto;  «  tendré  el 


—  397  — 

placer ....  pero,  permítame  un  momento ....  Uno,  dos, 
tres,  cua 

—  «Querría  usted  darme  la  suya  ahora  mismo ?> — me 
pregunta  interrumpiéndome  en  mi  cuenta,  —  « necesito 
bajar  á  mi  camarote  > . . .  añade. 

—  «Muí  bien  Señor».  Se  la  doi  i  se  va. 


Al  rato 

—  «Doctor,  doctor»,  me  oigo  llamar.  (En  esto  una  rá- 
faga de  viento  me  hace  volar  el  sombrero;  yo  voi  a 
correr  tras  de  él  para  tomarlo  cuando  el  joven  apura- 
dísimo se  me  pone  por  delante  i  cerrándome  el  paso 
con  su  cigarrera  en  la  mano,  continua)  —  «Doctor  usted 
fuma? — ¿quiere  usted  probar  estos  cigarros  de ..  .  no 
son  mui  buenos  pero»....  (Mi  sombrero  se  fué  al 
agua). 

Mas  tarde 

Iba  yo  bajando  la  escalera  que  conduce  de  la  cubierta 
a  los  camarotes,  con  un  anteojo  en  la  mano ;  el  taco  de 
mi  botin  se  engancha  en  un  reborde  i  yo,  para  no  rodar 
escaleras  abajo,  suelto  el  anteojo  i  me  agarro  con  las 
dos  manos  de  la  baranda. . . 

Este  es  el  momento  que  mi  joven  conocido  elije  para 
gritarme  —  «  Doctor,  le  gustan  a  usted  las  flores  artifi- 
ciales?». . . 

Aparte  de  esta  orijinalidad  de  carácter  que  lo  coloca 
en  primera  línea  entre  los  seres  mas  inoportunos  de  la 
creación,  el  joven  es  ameno  i  sabe  contar  cuentos. 

Me  refiere  que  en  una  ciudad  ha  oido  con  sus  pro- 
pios oidos  a  un  consejero  municipal,  mientras  se  dis- 
cutía un  reglamento  para  bomberos,  proponer  este  ar- 
tículo : 

—  «Cada  cuadrilla  de  distrito  deberá  hallarse  en  el 
sitio  del  siniestro  media  hora  antes  de  que  el  incendio 
haya  comenzado». 


—  3^^8 


En  se-^uida  esta  otra:  El  Juez  de  Paz  de  una  aldea 
en  Méjico,  a  quien  le  habian  regalado  un  cuadrante  so- 
lar para  su  pueblo,  mandó  colocarlo  en  la  plaza  princi- 
pal, pero  bajo  techo,  para  preservarlo  del  sol  i  de  la 
lluvia. 

Yo  en  cambio,  le  referí  este  hecho : 

El  Doctor*** siendo  ministro  de  la  república  argentina 
en  otra  sud  americana  se  alojaba  en  una  casa  antigua 
solariega  de  forma  conventual,  con  grandes  patios  i 
provista  de  su  cuadrante  solar  en  uno  de  ellos.  Una 
noche  nuestro  ministro,  antes  de  acostarse  llama  a  su 
sirviente  i  le  dice:  «mire  José,  vayase  al  patio  i  vea  en 
el  cuadrante  la  hora>. — «  ¡  Pero  señor,  de  noche  no  se  vé 
nada!^  observa  el  sirviente  . —  «Pues  lleve  usted  una 
vela,  so  animal !>  replica  el  patrón! 


Me  propone  después 
resolver  algunos  pro- 
blemas ;  acepto  i  me 
presenta  este. 

Un  hombre  muere 
dejando  un  terreno  de 
la  forma  tal  (la  dibu- 
jada al  márjen)  con  la 
orden  de  repartirlo 
entre  sus  cuatro  hijos, 
dando  a  cada  uno  igual 
superficie  con  igual  for- 
ma. La  solución  está 
marcada  con  puntos. 

He  aquí  uno  propuesto  por  mí ;  no  recuerdo  quien  me 
lo  enseñó.  Un  árabe  muere  dejando  17  camellos  para 
repartir  entre  sus  tres  hijos,  dando  a  uno  la  mitad,  a 
otro  la  tercera  parte  i  al  último  la  novena.  El  ejecutor 
testamentario  no  pudiendo  hacer  la  división  estrictamente 
como  habia  sido  mandada  sin  matar  tres  camellos,  un 
verdadero  crimen ;  pide  a  un  vecino  prestado  un  came- 
llo i  forma  con  los  otros  un  total  de  18.  Llama  al  pri- 
mer heredero  i  le  da  9;  los  otros  dos  protestan  por 
habérsele  dado  medio  camello  mas.   « Esperen  >  dice  el 


-  399  - 

repartidor;  llama  al  segundo  i  le  da  6.  El  tercero  pro- 
testa. «Paciencia»  añade  el  albacea;  llama  al  tercero 
i  le  da  2  camellos  ;  llama  al  vecino  i  le  devuelve  su 
camello,  pues  le  queda  libre  un  camello  después  del 
reparto  sin  haber  sacrificado  uno  solo  de  los  camellos  i 
habiendo  dado  a  cada  heredero  su  herencia  con  creces. — 
Razones  de  la  aparente  paradoja: 

la  x"'"  8"  "I"  r~  16  i8  solamente.  2»  El  albacea  no 
ha  cumplido  la  voluntad  del  testador.  3»  Ha  favore- 
cido   mas    al  primer   heredero,  precisamente  al  ya  me- 

17 

joradq  por  el  padre.  4»  Ha  dispuesto  de  jg  de  camello 
sin  autorización  del  dueño.  Pero  en  apariencia  ha  hecho 
jenerosa  justicia.  ¡  Todo  se  resuelve  en  apariencias  !  Así 
deberá  ser ! 


A  los  cuantos  dias  de  mi  llegada  escribí  á  Cañé  por 
una  fantasía  en  francés  la  carta  que  transcribo  de  cuyas 
condiciones  gramaticales  no  respondo  i  cuyo  contenido 
puede  mirarse  como  continuación  de  este  diario. 

1897  le  25  mars  —  Yokoh ama- Japón. 

Mon  cher  Cañé : 

Oh!  quel  plaisir  de  voyager,  de  vivre  un  morceau  de 
vie  en  Europe,  dans  le  Far  West  ou  TExtréme-Orient, 
hors  de  chez  soi !  Jamáis  je  ne  me  suis  senti  plus  heureux 
qu'aux  Antipodes  de  ma  bien-aimée  patrie;  ou  mieux,  si 
tu  veux:  Je  ne  me  suis  jamáis  senti,  loin  de  ma  patrie, 
plus  heureux  qu'aux  Antipodes.  Je  suis  arrivé  aprés  une 
affreuse  traversée,  dans  laquelle,  je  me  croyais  deja  mort. 
Je  débarque  par  un  jour  froid,  gelé  moi-méme,  aprés  six 
jours  sans  sommeil  et  presque  sans  nourriture;  j'entre  a 
rhótel  et  je  trouve  du  feu  au  vestibule,  desfigures  agréa- 
bles  et  un  manager  avenant.  Je  choisis  mes  chambres, 
je  conviens  du  prix;  tout  tres  bien.  Je  me  repose  un  peu 


—  400  - 

et  je  vais  déjenner:  les  beefstake  étaient  tendres,  les 
pommes  bien  sautées,  le  beurre  frais,  les  oeufs  du  jour,  le 
vin  fran9ais,  le  café  parfumé,  le  petit  verre  trop  petit. 
Les  jours  suivants  j*observe!  Les  gar9ons  aimables, 
prévenants,  sans  physionomie  (remarque  bien  cela).  Je 
demande  une  chose,  je  Tai  tout  de  suite ;  je  ne  de- 
mande rien  j'ai  aussi  tout  ce  qu'il  me  faut,  par  la  previ- 
sión d*une  discipline  accentuée :  mon  café,  mon  déjenner, 
mon  feu,  mon  lit  délicieusement  tiéde  duquel  j'entends  la 
pluie  que  j'aime  tant,  quand  elle  mouille  les  autres  et  pas 
moi.  Point  de  lettres  avec  de  mauvaises  nouvelles ;  des 
journaux  peu  politiques;  une  ou  deux  Revues  illustrées, 
avec  des  gravures  attrayantes;  pas  de  visites  á  rece- 
voir  ni  á  faire ;  quelques  invitations  trés-acceptables ;  une 
byciclette  si  Ton  veut,  voiture  ou  jinrikishas  a  volonté ! 
On  est  au  paradis !  Ni  des  parents,  ni  des  intimes  a  Tho- 
rizon !  Quand  vous  avez  besoin  d'un  ami  sincere,  dévoué, 
familier,  vous  le  demandez  au  garlón ;  s*  il  ne  peut  pas 
vous  l'envoyer  á  Tinstant  il  a  recours  au  concierge  et  si 
ce  fonctionnaire  n'est  pas  en  fonds,  lui,  a  son  tour  pré- 
sente votre  réquisition  au  gérant  qui  vous  procure  a  la 
minute  un  Jírsí  das,  tout  a  fait  desinteresé,  a  prix  fixe,  re- 
lativement  réduit,vu  son  mérite,  etréellement  bon  marché 
en  comparaison  de  vos  amis  d'enfance  et  de  vos  condis- 
ciples,  dont  vous  connaissez  les  trahisons  et  les  incon- 
séquences.  Méme  si  vous  étes  gar9on  et  vous  désirez 
avoir  une  petite  amie  d'occasion,  bien  gentille,  pas  bavar- 
de,  une  musmée  avec  un  nom  de  fleur,  jeune,  jolie,  qui 
vous  aime  pour  vous-méme  et  pas  pour  votre  argent» 
vous  Tavez;  question  de  payer  un  peu  plus  et  c'est  tout. 
On  est  tres  bien  en  voy  age,  en  Europe,  dans  le  Far  West 
ou  á  TExtréme-Orient.  Je  te  remercie  beaucoup,  des  let- 
tres que  tu  m*as  procurées;  elles  ont  été  trés-efficaces ; 
on  nous  traite  á  corps  de  roi,  et,  c'est  en  action  de  gráces 
que  je  t'expédie  les  paragrafes  humoristíques  et  scepti- 
ques  que  tu  viens  de  lire.  Tache  d'  étre  bien  heureux, 
au  moins  jusqu'á  notre  retour.  —  Au  docteur  Cañé  son 
ami  E.  Wilde. 


—  401  — 

Sin  faltar  nada  en  lo  esencial  al  relato  de  mi  viaje  ni 
restrinjir  observaciones  importantes,  intento  hacer  más 
liviano  que  el  de  China  este  mi  trabajo,  en  beneficio  mió 
i  del  lector. 

En  Yokohama  nos  alojamos  en  el  Club-Hotel  i  encon- 
tramos en  su  jerente,  el  Sr.  E.  J.  Sioen,  a  quien  habíamos 
sido  recomendados  telegráficamente  por  Storni  i  sus 
compañeros,  un  distinguido  caballero  de  alta  sociedad. 
Fué  a  recibirnos  a  bordo  i  nos  colmó  de  obsequios. 
Habia  sido  profesor  en  San  Petersburgo  de  jóvenes 
de  la  nobleza  i  no  pudiendo  continuar  por  enfermedad 
en  esa  su  profesión,  se  vino  a  Yokohama  donde  gana 
hoi  honradamente  su  vida  en  la  posición  en  que  lo  en- 
contramos. 


La  disposición  de  la  ciudad  es  parecida  a  la  de  Hong- 
Kong  ;  a  la  orilla  del  mar  hai  una  planicie  donde  está 
ubicada  la  parte  comercial  de  la  ciudad ;  dos  canales  la 
penetran  i  van  a  dividirla  en  varias  direcciones,  facili- 
tando los  transportes.  Otra  parte  de  la  ciudad  está  en 
la  colina  o  las  colinas,  llamadas  Bluff,  habitada  por  fa- 
milias; estas  viven  en  villas,  casas  de  campo,  diremos, 
con  arboleda  i  jardin,  en  apariencia  encantadoras ;  falta 
ahora  saber  si  son  cómodas  por  su  situación  i  otros 
detalles.  Las  calles  de  Yokohama  son  en  jeneral  an- 
chas i  limpias;  el  piso  es  de  macadam,  con  mucho 
polvo  cuando  no  llueve  i  mucho  barro  cuando  llueve ; 
se  ve  en  ellas  mui  pocos  coches,  numerosas  bicicletas  e 
incontables  jinrikishas  o  curumas.  Las  casas  japonesas 
son  de  madera,  de  dos  pisos  a  lo  mas  i  con  techos  mui 
gruesos  i  pesados ;  las  divisiones  internas  son  hechas 
por  tabiques  o  bastidores  corredizos,  con  papel  por 
vidrio,  en  algunas  partes;  el  piso,  cubierto  de  estera,  es 
mui  aseado.  En  jeneral  tienen  una  sola  entrada  i  esta  es 
una  tienda. 


Por  mares  i  Por  tierras  26 


—  402  — 

La  jente  se  \  iste  a  su  modo ;  muchos  horr.hres  lo 
hacen  a  la  europea;  otros,  los  pobres,  como  pueden; 
llevan  una  manta,  una  blusa,  un  pantalón  i  cualquier 
sombrero,  o  ningún  sombrero.  Los  sombreros  en  forma 
de  taza  invertida  son  mui  comunes  i  en  cuanto  a  capas 
las  de  paja  son  mui  socorridas  i  pintorescas,  no  estando 
tejidas  como  esteras  sino  a  modo  de  felpudos  o  pellones, 
dejando  suelto  uno  de  los  estremos  de  cada  hebra,  como 
la  de  un  fleco. 

Los  zapatos  son  unos  banquitos  de  dos  pies  con  un 
ángulo  de  cuerdas  encima  cuyo  vértice  entra  en  el  espa- 
cio formado  por  el  dedo  grande  del  pié  i  el  siguiente  ;  o 
bien  una  lámina  gruesa  de  suela  o  madera  o  fieltro  con 
un  tejido  finísimo  de  paja  encima,  i  las  cuerdas  mencio- 
nadas ;  o  por  fin,  el  calzado  de  las  jentes  de  distinción, 
mujeres  principalmente,  una  planta  de  madera  con  una 
hendidura  en  el  medio  i  arriba  la  forma  del  estremo  de- 
lantero, pero  cuadrada,  de  un  zapato  nuestro.  El  vestido 
de  las  mujeres  es  tan  conocido  que  no  necesito  descri- 
birlo ;  de  este  lo  mas  estraño  para  mí  es  el  promontorio 
que  se  colocan  en  su  ancho  cinturon,  llamado  obi,  atrás 
á  la  altura  de  las  vértebras  lumbares ;  debió  ser  primiti- 
vamente el  simple  nudo  posterior  del  cinturon  o  faja; 
después  ha  de  haber  ido  creciendo,  convirtiéndose  en 
adorno  por  la  costumbre  de  verlo  i  ahora  es  un  verda- 
dero atado  de  ropa,  una  carga  cuyo  volumen  aumentan 
algunas  jóvenes  elegantes,  rellenándolo  con  jéneros, 
papeles  o  con  paja. 


Las  japonesas  jóvenes  son  casi  todas  bonitas,  gracio- 
sas, alegres,  afectuosas ;  lo  mas  notable  de  sus  atracti- 
vos físicos  es  el  cuello,  en  seguida  las  manos  i  los  pies. 
¡  El  cuello !  es  una  delicia  ver  sobre  un  fino  tallo  de  flor 
una  cabecita  airosa  que  por  el  arreglo  del  pelo  repre- 
senta un  pensamiento;  el  peinado  japones  no  se  atreve 
a  ser  netamente  chino,  pero  recuerda  el  de  las  chinas. 
Intentaré  una  somera  descripción  de  su  forma,  sujeta  a 
mil  variantes  de  detalle.  Dividen   el   cabello  en   cuatro 


—  403  — 

partes  por  dos  líneas  que  van  desde  la  frente  hacia 
atrás  i  se  juntan  en  la  corona  o  vértice  de  la  cabeza,  de- 
jando una  sección  fronto-centro-parietal  i  otras  dos 
que  bajan  de  la  corona  hacia  las  apófisis  mastoides,  se- 
parando así  el  resto  del  pelo  en  tres  secciones,  una 
occipital  i  dos  témporo-parietales  que  se  atan  atrás  i 
revueltas  sobre  sí  mismas  en  un  solo  grupo,  forman  la 
parte  mas  elevada  del  peinado  con  la  figura  de  un 
cilindro  curvo  solo  o  dividido  en  dos  partes.  La  sec- 
ción central  delantera,  pasa  debajo  de  los  laterales,  se 
une  con  la  parte  posterior  o  cabello  de  la  nuca,  i  se  aco- 
moda en  disposición  vertical  debajo  del  gran  cilindro, 
por  medio  de  cordones  de  seda,  horquillas  i  largos 
alfileres,  añadiéndose  algunas  joyas  según  los  gustos  i 
los  recursos 


El  kimono  abierto  en  el 
pecho  i  caido  atrás  deja  ver 
el  cuello  estatuario.  El  kimo- 
no es  upa  especie  de  túnica 
hecha  de  cualquier  tela  desde 
la  mas  rica  hasta  la  mas  ba> 
rata  ;  con  tres  rectángulos 
de  jénero  se  puede  hacer  un 
kimono;  uno  grande  dobla- 
do, descubierto  adelante  i 
arriba  en  los  lados,  forma 
el  cuerpo ;  dos  pequeños  do- 
blados en  forma  de  bolsa, 
cosidos  abajo  i  pegados  a  las 
aberturas  laterales  del  gran- 
de, forman  las  mangas.  Véase 
al  márjen  el  dibujo  que  da 
una  idea  de  la  sencilla  con- 
fección. 


Primera  forma  de  la  tela 


m 


Segunda  forma 

después  de  doblada 

1  cocida 


sarn 


—  404  — 

Una  de  tantas  noches  voi  al  Yosivara  o  Yoshiwara  de 
esta  ciudad.  Yosivara  quiere  decir  plano  de  las  cañas; 
ahora  ¡  vaya  uno  a  averiguar  porque  han  dado  a  ese 
barrio  semejante  nombre !  probablemente  porque  en  el 
sitio  de  ubicación  del  primer  Establecimiento  de  casas  cre- 
cian  cañas  silvestres.  Allí  están  las  casas  de  las  cortesa- 
nas con  su  mostruario  semejante  a  una  jaula,  donde  en 
lugar  de  pájaros  hai  mujeres  jóvenes,  bonitas  las  mas, 
bien  vestidas  todas,  honestas  en  apariencia,  sonriendo 
amablemente  i  sin  hacer  cosa  alguna  impropia.  El  barrio 
entero  está  poblado  por  jente  de  vida  alegre,  tiene  una 
lejislacion  aparte  i  es  en  verdad  un  circuito  de  confina- 
ción. Los  detalles  de  lo  que  pasa  en  esas  casas  serán 
dados  en  el  capítulo  concerniente  a  la  prostitución  en 
este  país. 

El  23  de  marzo  hicimos  la  indispensable  escursion  a 
Kamakuna,  en  tren,  por  un  trayecto  lleno  de  paisajes 
agradables,  cuyo  principal  adorno  es  un  sinnúmero  de 
casitas  campestres  como  juguetes.  Por  primera  vez  ve- 
mos el  espectáculo  que  ofrece  una  estación  de  tren  japo- 
nesa donde  mil  personas  calzadas  de  zuecos  caminan, 
trotan  i  corren,  produciendo  un  ruido  estraño  com- 
puesto, insoportable  para  los  novicios. 


Nos  acompaña  en  nuestra  escursion  el  comandante 
Armani  Luigi,  a  quien  también  habíamos  sido  recomen- 
dados por  Storni  i  compañía.  El  comandante  Armani, 
es  un  verdadero  comandante;  manda  siempre,  manda  aun 
mientras  ruega  i  tiene  un  carácter  entero.  Ha  venido 
al  Japón  por  cuenta  de  la  casa  Ansaldo,  de  Italia,  para 
proponer  al  Mikado  construir  los  buques  que  necesite. 
Tiene  mui  buenas  relaciones  en  el  gobierno  i  es  mui 
estimado  en  esta  sociedad. 

I  a  propósito  de  esto  aprovecharé  la  ocasión  para 
presentar  al  simpático  capitán  Mili  ion,  mi  reciente  i  anti- 


—  405   — 

g^uo  amigo,  distinguido  ex-oficial  del  ejército  francés, 
inválido  de  un  brazo  por  heridas,  condecorado  i  con 
grandes  menciones  honrosas,  que  ha  venido  por  cuenta 
de  una  casa  francesa,  constructora  de  cañones,  rieles, 
locomotoras  i  máquinas,  a  ofrecer  sus  artefactos  a  la 
administración  de  este  país. 


Hacia  un  lado  de  la  estación  de  Kamakuna  a  la  iz- 
quierda, a  poca  distancia,  entre  el  bosque,  se  encuen- 
tran los  templos  de  Hachiman  o  sea  unos  galpones  de 
madera  en  alto  mas  o  menos  complicados.  A  los  lados 
de  la  puerta  del  santuario,  tras  de  unas  rejas  de  alambre 
se  ve  la  imájen  de  los  guardianes  del  templo,  unas  figu- 
ras grotescas,  cubiertas  de  papelitos  envueltos  i  pegados 
a  su  cuerpo;  estos  papelitos  provienen  de  los  devotos; 
cada  uno  escribe  su  pedido  o  solamente  lo  pone  con  el 
pensamiento  en  una  pequeña  hoja,  que  envuelve  en  se- 
guida, moja  con  agua  i  la  arroja  al  guardián  para  que 
la  presente  al  Dios  a  quien  va  dirijida  la  petición;  a 
veces  el  pedacito  de  papel  mojado  se  pega  en  la  reja  de 
alambre;  eso  no  importa;  el  guardián  lleva  el  pedido 
como  si  lo  recibiera  en  propia  mano.  A  mas  de  esto  o 
en  vez  de  ello,  para  rogar  a  Dios  en  el  Japón,  los  de- 
votos se  presentan  personalmente  en  la  puerta  del  tem- 
plo, echan  su  óbolo,  una  moneda  de  ínfimo  valor  i  dicen 
su  rezo  o  cuentan  su  necesidad;  si  se  imajinan  que  Dios 
está  distraído  lo  llaman  con  dos  palmadas,  i  en  grave 
duda,  acuden  a  un  cencerro  colocado  espresamente  para 
este  oficio.  En  el  altar  no  se  ve  nada  sino  inscripciones 
tras  de  un  enrejado,  pero  naturalmente  las  tabletas  esta- 
rán dentro  del  tabernáculo.  Anexo  al  templo  hai  un 
museo  de  armas  antiguas,  curiosidades  relijiosas,  imájenes 
de  dioses,  objetos  de  uso  de  hombres  célebres  i  andas 
para  pasear  a  símbolos  del  culto  en  las  procesiones. 


—  406  — 

Concluida  la  tarea  de  ver  el  museo,  saco  un  papel 
donde  los  señores  Rossi  (  Lorenzo  i  Teresio  de  Faenza 
Provincia  de  Ravena,  compañeros  de  \4aje  en  el  Preussen) 
me  habian  apuntado  algunas  indicaciones,  i  leo:  cDa 
Hachiman  si  puo  andaré  al  Kamakuna  Hotel,  poi  al  Dai- 
butsu  in  pochi  minuti.  Poi  si  prosegue  in  riksha  ñno  al 
villaggio  di  Katase;  si  lascia  il  riksha  e  si  va  a  piedi  a 
Enoshima  passando  sopra  un  ponte  di  legno.  Si  ritorna  a 
Katase  ed  in  riksha  si  va  a  la  stazione  di  Fujisava  ove  si 
prende  il  treno  por  Yokohama  >.  Como  era  temprano 
en  vez  de  ir  al  hotel  fuimos  primero  a  ver  el  Gran  Buda. 
Atravesamos  una  preciosa  aldea  situada  a  corta  distan- 
cia a  la  derecha  de  la  estación  i  llegamos  al  paraje  donde 
se  levanta  la  colosal  estatua,  al  pié  de  una  colina,  en 
medio  de  un  bosque  de  camelias  altísimas  i  otros  árboles, 
a  poco  trecho  de  pequeños  valles  cultivados  que  entran 
en  la  montaña  i  por  cuyo  fondo  bajan  arroyos  de  agua 
clara.  Si  el  paraje  no  es  digno  de  un  Dios  venga  el  Dios 
verdadero  i  haga  otro.  La  estatua  representa  al  Buda 
sentado  con  los  pies  cruzados ;  es  en  realidad  un  busto 
de  bronce  colosal.  Por  el  tamaño  i  la  idea  hace  recordar 
a  la  estatua  de  Baviera  en  Munich  i  por  accidentes  de 
situación  i  la  espresion  del  rostro,  a  la  Esfinje  célebre  de 
Ejipto.  El  autor  del  Daibutsu  ha  querido  dar  sin  duda 
a  la  fisonomía  del  Dios  la  misma  dulzura,  suavidad,  sere- 
nidad i  esa  espresion  de  conformidad  i  tristeza  de  la 
Esfinje  de  las  pirámides.  El  Buda  tiene  un  botón  en  la 
frente,  signo  de  la  intelijencia;  apoya  los  brazos  en   los 

muslos ;  las  manos  están  juntas 
tocándose  los-  dos  pulgares  por 
sus  estremos  sobre  los  índices 
i  demás  dedos  doblados,  tam- 
bién en  contacto,  como  lo  muestra  la  figura  del  márjen; 
esto  debe  tener  algún  significado  cuya  averiguación  reco- 
miendo al  lector.  El  retrato  del  Daibutsu  está  en  todas 
partes.  El  busto  es  hueco  i  tiene  en  su  interior  dos 
altares,  uno  de  ellos  colocado  en  la  cavidad  correspon- 
diente a  la  frente,  sobre  los  ojos. 


-  407    - 

El  paraje  es  encantador  con  su  plantío  de  bambüs, 
los  accidentes  ya  apuntados  i  la  disposición  de  la  tierra 
en  montículos. 


Dejando  al  Daibutsu  entramos  en  una  casita  japonesa 
de  madera;  es  un  juguete,  un  dije  por  su  distribución  i  su 
limpieza.  Los  bastidores,  las  persianas,  los  transparen- 
tes de  papel,  el  piso,  el  techo,  todo  es  de  un  trabajo  aca- 
bado; todo  ajusta,  encuadra,  corre  o  se  abre  a  la  per- 
fección :  muebles,  puertas  i  ventanas.  Da  lástima  pisar  la 
finísima  estera  nueva,  brillante  de  frescura.  Añádase  a 
esto  la  alegría  de  los  moradores  patente  en  su  risa  cons- 
tante. 

* 

De  ahí  pasamos  a  ver  la  Canon,  la  mujer  de  Daibutsu 
(no  sé  como  un  dios  puede  tener  la  imperfección  de  ser 
casado);  para  ello  atravesamos  otra  villita  o  la  misma, 
no  se  bien,  pues  la  limpieza  i  la  animación  no  son  nuevas 
para  mis  ojos.  El  templo  está  en  un  montículo  i  en  el 
mismo  un  poco  mas  abajo  hai  otro  pequeño  con  su  Dai- 
butsu chico,  ostentando  su  nimbo,  como  nuestras  imájenes 
de  santos,  i  sus  plantas  figuradas  de  lotus,  signo  de  la 
pureza.  El  templo  es  viejo  i  como  muchos,  un  galpón  de 
madera  con  estantes  i  altares  i  los  dos  guardianes  a  los 
lados  cubiertos  con  los  repugnantes  papelitos  ;  hai  mu- 
chas imájenes,  bustos  de  dioses,  por  doquiera;  en  el  fondo 
aparente,  se  ve  mil  inscripciones ;  le  llamo  aparente  por 
que  es  movible  i  tras  de  él  se  levanta  la  jigantesca  esta- 
tua en  pié,  de  la  Canon,  una  mujer  como  nuestras  vírje- 
nes,  pero  de  nueve  o  diez  metros  de  alto  a  la  vista  i  de 
madera  dorada.  En  la  mano  derecha  tiene  un  cetro  del 
tamaño  de  un  mástil,  en  la  izquierda  un  vaso  con  la  flor 
de  lotus.  No  vi  la  estatua  en  su  totalidad  a  mi  satisfac- 
ción por  la  oscuridad  del  recinto,  sin  mas  luz  disponible 
que  la  de  dos  farolitos  con  su  vela  de  sebo  que  un  sa- 
cristán sube  i  baja  por  medio  de  cuerdas.  Vi  solamente 
bien  la  cara  i  las  ropas ;  la  cara  corresponde  a  la  idea 
de  una  matrona  celestial;  es  linda  a  pesar  de  sus  vastas 


—  ^08  — 

dimensiones.  Aquí  también  la  maríolatría  o  Xsifeminolairia 
es  muí  galante  i  hace  mas  lindos  a  los  dioses  del  sexo 
femenino.  Afuera  del  templo  hai  una  gran  campana  en 
su  campanario,  no  para  llamar  a  orar  sino  para  dar 
la  hora  a  la  comarca;  no  tiene  badajo,  se  la  toca  gol- 
peándola por  fuera  con  el  estremo  de  un  palo  colgado 
horizontalmente  por  medio  de  dos  cuerdas  a  distanda 
i  altura  adecuadas,  que  actúa  como  un  ariete,  l'ambien 
hai  en  este  santuario  un  bosque  de  camelias  i  bambúes. 


Vamos  a  almorzar  al  Hotel  Kamakuna,  un  buen  hote- 
lito  japones,  donde  sirven  musmees  (niñas)  con  los  pies 
desnudos,  limpios,  rosados  i  chicos,  calzados  con  una 
sandalia  de  fina  paja.  Después  seguimos  por  la  orilla  del 
mar  i  costeando  montes  bajos,  prudentes,  no  como  esos 
que  se  le  echan  a  uno  encima,  llegamos  a  la  aldeita  lla- 
mada Katase;  allí  dejamos  las  rikshas  i  a  pié  continuamos 
nuestro  camino  por  un  arenal  i  luego  por  un  puente 
hasta  la  península  o  isla,  según  la  marea,  de  Enoshima, 
donde  hai  otra  aldea  mui  bulliciosa,  animada  i  comercial, 
principalmente  en  artículos  de  cristal  o  hechos  con  pro- 
íluctos  marinos  i  piedras  susceptibles  de  admitir  un  pu- 
lido perfecto.  Esta  aldea  está  en  perpetua  feria  i  a  su 
bullicio  se  añade  el  rumor  constante  de  las  olas  del  Pací- 
fico que  en  este  paraje  parece  tomar  entonaciones  estra- 
ñas.  El  paseo  preferido  en  esta  isla  es  a  una  cueva  situada 
f*n  el  estremo  opuesto  a  la  aldea;  el  camino  es  mui  lindo 
por  sus  accidentes:  subidas,  bajadas,  escaleras,  casas 
(le  té,  jardines,  arboledas,  jentes  paseando,  i  en  las  rocas, 
abajo,  ya  tocando  al  mar,  por  el  espectáculo  de  robus- 
tas japonesitas  con  las  piernas  i  muslos  desnudos  hasta 
la  ingle,  ocupadas  en  recojer  algas  i  conchas,  siempre  en 
presencia  de  infalibles  espectadores  europeos. 


La  cueva  de  Enoshima  es  una  profunda  escavacion  con 
varias  ramificaciones,  hecha  por  el  mar,  semejante  a  las 


-  409  — 

cuevas  de  Irlanda  en  las  vecindades  del  Giant\s  Cosway ; 
se  entra  a  ella  por  un  puente  de  madera  i  una  vez  dentro 
puede  uno  entregarse  a  las  delicias  de  adorar  a  los  dio- 
ses en  sus  propios  altares.  Salimos,  subimos  hasta  la 
mitad  de  la  altura,  tomamos  té  en  una  venta,  hablamos  en 
japonés  (Ohio  Ojayo,  usted  lo  pase  bien)  i  vamos  a 
la  mas  próxima  estación  para  volver  a  Yokohama. 


El  26  de  abril  visito  un  taller  de  bordados:  gran 
salón  con  su  estera  suave  i  blanda,  sobre  ella  sentadas 
20  muchachas  bordando  en  largos  bastidores  propor- 
cionados a  la  obra;  en  otra  sección  20  mozos  haciendo 
lo  mismo.  No  hai  una  hilacha  en  el  suelo  ni  una  voz  vuela 
por  el  aire.  La  introductora  de  los  visitantes,  provee  de 
trabajo  al  taller  i  goza  naturalmente  de  las  consideracio- 
nes debidas.  Por  tanto  la  Directora  le  trae  el  té,  todos 
los  empleados  le  hacen  el  Kot'ow  tres  veces  (reveren- 
cias con  prosternacion  tocando  con  la  frente  el  suelo). 
La  introductora  ofrece  a  su  vez  el  té  a  los  visitantes. 


Marzo  27,  —  Un  amigo  me  lleva  a  visitar  una  familia 
decente  japonesa;  la  calle  donde  vive  es  atroz,  sucia, 
angosta,  llena  de  charcos  de  agua  infecta  i  de  barro;  pero 
vamos  en  riksha  i  en  llegando  debemos  sacarnos  los 
botines  para  subir  a  las  habitaciones.  Entramos  a  un 
cuarto  bajo  esterado,  después  subimos  una  pequeña 
escalera  i  nos  encontramos  en  otro  igual  en  tamaño,  pero 
mas  cuidado  i  mejor  amueblado ;  allí  al  rededor  de  una 
caja  que  contiene  un  brasero  están  tres  mujeres:  una 
señora,  una  joven  i  una  niña.  Hai  por  todo  mobiliario 
unas  cómodas,  mesitas  i  estantes ;  no  se  ve  sillas ;  en  el 
suelo  en  vez  de  ellas  se  estienden  delgados  cojines  cua- 
drados como  pequeños  colchones.  Al  rededor  de  la  pieza 
en  las   paredes  figuradas,   hai  paneles  movibles,  o  sea 


--  410  — 

puertas  de  armarios  que  encierran  la  ropa  de  cama, 
lavatorios,  agua,  toballas  i  otros  útiles  o  bien  ventanas 
al  esteríor.  Tomamos  te  i  dulces,  hacemos  un  regalo  a  la 
familia  i  nos  retiramos.  De  vuelta  al  hotel  mi  amigo  sigue 
reliriénd(»me  las  costumbres  ja|)cncsas :  a  la  noche  para 
dormir,  me  dice,  sacan  su  colchón,  su  tronco  de  piramid, 
con  una  almoadilla  en  la  parte  superior  i  sus  ropas  de 
cama.  La  musmé  si  no  está  sola,  provee  de  una  almohada 
a  su  hut^sped.  Para  dormir  se  desnuda;  se  quita  el  kimono 
i  la  camisa  i  queda  con  un  delantal;  no  tiene  en  jeneral 
mas  ropa,  pero  las  túnicas  i  los  delantales  suelen  multi- 
plicarse. 

Las  niñas  que  se  prostituyen  en  sus  casas  no  creen 
hacer  mal;  lo  hacen  con  el  consentimiento  de  sus  padres, 
casi  en  su  presencia  pues  las  casas  de  papel  no  ocultan 
nada  a  la  vista  de  los  indiscretos  i  mui  poco  al  oido  de 
los  que  no  lo  son.  Son  pudorosas  en  jeneral  o  a  lo  menos 
sus  actos  de  impudor  no  tienen  el  sello  que  las  haría 
odiosas  ante  un  juicio  frió.  Son  bonitas,  Hmpias,  mui 
delicadas  en  todo,  en  movimientos,  en  jestos,  en  miradas, 
en  actitudes  i  toman  mil  precauciones  para  no  dejar  ver 
sus  formas  i  para  evitar  consecuencias  graves.  Aun  en 
los  momentos  de  mayor  pasión  cuidan  su  peinado,  su  ves- 
tido i  su  cinturon.  Son  mui  curiosas;  todo  lo  preguntan 
i  averiguan.  Las  familias  tienen  su  sello,  su  firma  de  familia 
en  un  cuño,  i  marcan  con  él  todos  sus  objetos  o  lo  hacen 
pintar  en  ellos:  en  su  vajilla  en  su  ropa  en  sus  muebles. 


Marzo  29,  —  Paseo  por  el  Bluff;  encuentro  una  asom- 
brosa cantidad  de  mujeres  jóvenes  en  la  calle,  muchas 
de  ellas  casi  niñas,  con  un  niño  cargado  a  la  espalda  i 
todas  curiosas ;  tropiezo  con  un  gran  grupo  al  rededor 
de  los  aparatos  jimnásticos  de  un  hombre  que  hace  bai- 
lar i  ejecutar  pruebas  a  una  cuadrilla  de  ratones,  ejer- 
cicios difíciles  para  ellos,  no  por  lo  tocante  a  eso  de  andar 
por  cuerdas  i  tirantes,  sino  por  lo  relativo  a  ejecutarlos 
obedeciendo  órdenes  verbales. 


—  411   — 

Sigo  hasta  una  calle  despoblada  relativamente  i  oigo 
una  música  conocida ;  me  fijo  i  la  siento  salir  de  una 
casa ;  tocan  Caballería  rusticana  en  violin,  flauta  i  un 
instrumento  de  cobre,  con  toda  corrección  :  «  conocen  i 
sienten  la  música  »  saco  en  consecuencia.  Bajo  a  la  orilla 
del  rio  i  tomo  por  una  calle  llena  de  negocios  ;  estoi  en 
un  barrio  nuevo  donde  puedo  comprar  todo,  nativo  o 
importado,  desde  agujas  hasta  camas.  Llama  mi  atención 
el  número  de  hombres  feos  i  de  niñas  bonitas  ;  aquí  es 
donde  con  razón  en  verdad  tiene  su  aplicación  el  cali- 
ficativo de  bello  sexo  al  femenino.  ( Nota ;  compuesto 
de  solteras,  pues  las  casadas  se  pintan  de  negro  los 
dientes  dando  a  su  boca  el  aspecto  de  una  caverna  in- 
fecta, cediendo,  dicen,  a  una  exijenciade  los  maridos,  para 
evitar  que  sus  mujeres  gusten  a  otros  ;  no  lo  creo,  no 
son  tan  estúpidos  ;  es  moda  de  mujeres  quienes  por  su 
amor  a  la  falsificación,  son  capaces  de  pintarse  cuanto 
les  dio  la  naturaleza).  Los  niños  observo  solo  llevan 
ahora  rapada  una  coronita  como  nuestros  sacerdotes; 
probablemente  por  acatar  algo  emigrado  de  la  costumbre 
china. 

♦ 

Marzo  3L — El  Yoshiwara  N©  9  famoso,  es  una  gran 
casa  de  madera;  está  bien  cuidada,  bien  servida  i  bien  con- 
currida dicen.  Su  jerente  llamada  la  «Mamá»  es  amiga  de 
los  caballeros  mas  distinguidos  de  Yokohama  i  de  varios 
personajes  del  mundo  entero.  Todos  la  tratan  con  consi- 
deración respeto  i  hasta  cariño  ;  ella  es  mui  seria  i  mui 
decente  (salvo  el  oficio)  pero  dando  el  hecho  por  estable- 
cido ella  i  sus  pupilas  son  correctas  damas.  La  casa  es 
en  realidad  un  hotel  donde  el  huésped  puede  comer,  dor- 
mir i  tener  una  esposa  temporal ;  cada  cuarto  tiene  su 
estufa,  su  lavatorio,  campanillas  i  luz  eléctrica ;  solamente 
faltan  cerraduras  en  las  puertas  ;  la  única  cerradura  es 
la  tradicional  e  infalible  discresion.  Los  visitantes  entran 
a  un  salón  de  recibo ;  la  jerente  i  su  vice  vienen  a  él  e  in- 
vestigan los  deseos  del  huésped  ;  si  son  favorables  a  los 
intereses  de  la  casa  comienza  el  desfile  de  todas  las  jóve- 


—  412  — 

nes  no  ocu|íadas  en  el  momento  ;  jeneralmente  50  a  80; 
todas  admirable  i  lujosamente  vestidas  i  peinadas  a  la 
japonesa ;  algunas  llevan  el  pelo  suelto  para  romper  la 
monotonía;  muchas  hablan  inglés,  son  bonitas,  graciosas, 
alegres,  de  porte  i  modales  distinguidos;  permiten  ciertas 
libertades  conservando  un  pudor  no  desmentido  por  acto 
alguno  i  con  todas  las  apariencias  de  real.  Solamente 
se  rebelan  contra  los  atentados  a  su  peinado,  siendo  para 
todo  lo  demás  complacientes  i  amables,  maquinalmente 
seductoras  i  mecánicamente  eficientes  para  el  placer 
según  dicen  (advierto  formalmente  que  mi  visita  fué  de 
simple  información,  i  lo  digo  para  evitar  críticas  inmere- 
cidas). Dos  de  ellas  me  gustaron  mucho  tal  vez  por  pare- 
cerse a  dos  niñas  mui  distinguidas  de  mi  pais  ;  les  pedí 
su  tarjeta  i  me  la  dieron;  eran  unas  pequeñísimas  tarjetas 
escritas  en  inglés  i  en  japones  ;  una  decía  : 

Hamawogi  I                                 I  I 

c.  o.  Tcmpura  ,  Wakataque  J 

NO  9.  Nectarine  [  ^^    «^''^  '•             ^o  9.  Nectarine  \ 

Yokohama  j                                [      Yokohama  j 

i  las  dos  mui  bien  impresas,  eran  del  tamaño  que  ocupa 
su  copia. 


Abril  1  ^  .  —  Paseo  a  la  Nursery,  un  lindísimo  jardin 
japones.  Nuestros  conductores  de  rikshas  se  exeden  en 
el  programa  «  a  la  Nursery  >  les  decimos  i  a  la  «  Nur- 
sery »  nos  llevan,  pero  como  quien  va  de  Buenos  Aires 
a  Quilmes  pasando  por  París.  Nos  hacen  recorrer  colinas 
i  valles  encontrando  i  perdiendo  bahias  con  la  vista, 
atravesando  poblaciones,  sembradíos,  arrozales,  cabanas 
i  montes.  El  camino  se  llama  el  Misisipi  así  como  la  gran 
bahia  que  rodea  en  cuyas  márjenes  hai  un  caserío  de 
pescadores.  Por  fin  después  de  atravesar  una  aldea  lle- 
gamos a  la  parte  del  Bluff  donde  está  el  jardin.  Hai  en  él 
canchas  reservadas  para  tennis,  cricket  i  foot  ball,  como 
corresponde    al  mas    refinado  english  sport;    glorietas 


—  413  — 

i  árboles  de  forma  artifícíal  imitando  esferas,  semiesferas, 
conos,  pirámides  i  techos,  cilindros  suspendidos,  arcos, 
fachadas  de  pórticos,  cuerpos  ovoides,  sillas,  mesas, 
sofaes;  todo,  menos  vejetales  de  figura  natural;  ningún 
árbol  crece  allí  como  se  le  antoja,  ni  las  flores  se  colo- 
can ni  matizan  a  su  gusto.  Toda  la  flora  está  domesticada 
i  educada,  desde  la  mas  tierna  infancia,  por  medio  de 
cuerdas  i  podas  metódicas.  Me  hacen  acordar  a  los 
hombres  a  quienes  la  moda  impone  afeitarse  o  dejarse 
la  barba,  conservar  solo  el  bigote  o  rapárselo,  cam- 
biando así  las  caras  i  sus  espresiones. 


Abril  3. — Mr.  Sioen  me  invita  a  dar  una  vuelta  en  su 
carruaje.  Vamos  por  el  Bluff,  me  muestra  los  grandes 
hospitales :  ingles,  francés  i  alemán  (el  ingles  es  el  mejor) 
luego  una  población  japonesa,  ya  mencionada  en  mi 
párrafo  sobre  el  paseo  a  la  Nursery  ;  después  el  circo  de 
carreras,  raro,  con  diferencias  de  niveles,  situado  en  la 
cima  de  una  colina,  escavado  en  su  centro  de  tal  manera 
que  la  pista  corre  como  por  el  borde  de  un  plato.  La 
escavacion  está  sembrada  de  habas,  porotos,  lechugas, 
coles  i  arroz,  en  cuyo  cultivo  se  aprovecha  el  agua  sin 
salida  del  embudo.  Damos  la  vuelta  por  la  bahía  del 
Misissipi  i  cabanas  de  pescadores  ;  entramos  en  una  casa 
de  té  atendida  por  una  italiana  i  volvemos  al  hotel  sin 
novedad. 

♦    * 

Abril  4. — Hago  el  mismo  paseo  con  Guillermina  intro- 
duciendo las  siguientes  variaciones :  pasaje  por  un  túnel ; 
ejercicio  a  pié  en  el  circo  de  carreras  ;  visita  a  una  aldea 
de  labradores  ;  espectáculo  de  una  barca  embanderada 
que  tratan  de  botar  al  agua,  concurso  ineficaz  de  mi 
parte  con  gran  aplauso  de  los  pescadores  no  obstante  la 
inmovilidad  de  la  barca  ante  nuestros  esfuerzos  ;  gritos 


—  414  — 

¡  alegría  i\t^  la  concurrtrntia  en  tren  de  fiesta  por  la  feliz 
construcción  del  gran  bote;  asombrosa  cantidad  de  niños 
con  la  cara  sucia  i  de  musmes  bonitas  con  la  cara  limpia. 


Abril  S.  —  Voi  a  Tokio  a  visitar  a  Mr.  Bondi  i  señora; 
él  no  estaba  ;  ella  no  se  levantaba  aun  de  cama;  habia 
estado  mui  enferma  i  todavía  continuaba  delicada.  A  la 
vuelta,  Armani,  caballero  a  quien  ya  el  lector  conoce, 
para  pasar  el  tiempo,  entabla  la  inevitable  conversación 
sobre  mujeres  i  me  cuenta  las  costumbres  de  las  corte- 
sanas en  Tokio.  Las  que  no  habitan  los  Yoshiwaras 
dice,  se  dividen  en  tres  categorías  :  las  Guechas  o  baila- 
rinas, las  Musmees  o  queridas  i  las  Djonkinas  o  mujeres 
públicas  de  rango  inferior.  Las  primeras  no  se  daban 
antes  a  nadie,  las  segundas  se  contratan  o  venden  por 
uno,  dos  o  tres  meses  i  son  relativamente  fieles  durante 
su  compromiso,  las  últimas  se  prestan  a  todas  las  exi- 
jencias  i  tienen  como  particularidad  la  de  jugar  bailando 
a  ciertos  juegos  de  prendas  despojándose  la  que  pierde 
cada  vez  de  una  pieza  de  su  vestido  hasta  quedar  todas 
en  cueros ;  a  veces  varias  se  complotan  para  hacer 
desnudar  a  una  sola,  comunmente  la  mas  púdica. 


Abril  7,  —  Emprendemos  viaje  a  Nagoya  por  tren  con 
Mr.  Rene  Dubuffet,  joven  francés  encargado  enYokohama 
de  una  fuerte  casa  de  París.  Storni  Trueco  i  Mataldi  nos 
habian  proporcionado  la  ventaja  i  el  placer  de  conocerle. 
El  camino  es  variado  ;  tenemos  siempre  a  la  vista  mon- 
tañas, atravesamos  de  trecho  en  trecho  anchísimos  rios, 
vemos  a  uno  i  otro  lado  de  la  via  arrozales  i  otras  semen- 
teras i  las  aldeitas  se  suceden  en  series  con  imperceptibles 
interrupciones,  adelgazando  solo  el  grueso  de  sus  plan- 


—  415   - 

teles  basta  dejarlos  representados  por  una  casita  de  dis- 
tancia en  distancia,  para  engrosarlos  después  con  dos, 
con  tres,  con  varias,  con  muchas  casitas  juntas  hasta  que 
otra  aldea  se  presenta.  En  fin,  durante  cientos  de  kiló- 
metros la  población  no  se  corta  decididamente  i  el  viajero 
piensa  fantasías,  imajinándose  al  Japón  poblado  por  una 
sola  ciudad  caída  del  cielo  en  una  vacija  que  se  ha  roto  i 
cuyos  pedazos  con  sus  casillas  i  paisajes  se  han  esparcido 
a  lo  largo  del  territorio,  deteniéndose  apenas  en  la  ori- 
lla del  mar. 


En  las  primeras  horas  de  tren  tenemos  siempre  a  la  vis- 
ta el  famoso  Fujiyama,  como  un  cono  de  mármol  blanco; 
ahora  está  cubierto  de  nieve  casi  por  completo ;  uno  de 
sus  flancos  solamente,  cerca  de  la  base  se  halla  libre.  La 
semejanza  con  un  pilón  de  azúcar  truncado  me  hace 
pensar  en  Tucuman  i  por  curiosidad  i  desocupación,  me 
pongo  a  calcular  cuánto  tiempo  emplearía  aquella  pro- 
vincia arjentina  para  levantar  un  Fujiyama  de  azúcar, 
suponiéndole  una  producción  de  10,000  metros  cúbicos 
por  año.  El  Fujiyama  tiene  una  altura  de  3,630  metros  i 
tomándolo  tal  cual  yo  lo  veo  es  un  cono  tan  levemente 
truncado  que  se  lo  puede  tomar  como  completo.  Ademas 
a  la  vista  la  inclinación  de  su  apotema  es  de  45^.  Acep- 
tando estos  datos,  el  cálculo  es  fácil.  El  radio  de  la  base 
es  igual  a  la  altura  por  ser  el  ángulo  en  el  pié  del  eje,  de 

r^r^-.     t  tt  22   X    36302  X    3630  .  ^,-^  r.o/'QOQí; 

90^.  Luego :  V®"  = ^T"^ ==  ^-010.9868285 

es  decir  50,109  siglos  i  86  años.  S.  E.  u  O. 


El  ancho  de  los  ríos  corresponde  á  las  crecientes  re- 
pentinas; la  línea  de  montañas  se  acerca  al  camino  o  se 
retira  de  él  según  los  caprichos  jeolójicos ;  los  sembra- 
dios  ocupan  los  valles,  las  faldas  i  los  planos  i  miles 
de  hombres  i  mujeres  trabajan  en  ellos  constantemente; 
los   arrozales    los    preocupan   mucho,  según   se  nota   i 


—  416  — 

han  encontrado  ya,  dicen,  el  medio  de  evitar  las  fiebres 
en  los  terrenos  destinados  al  cultivo,  consistiendo  este 
en  separar  la  planta  de  la  mala  yerba  antes  de  la  jer- 
minación  i  del  trasplante. 


El  Japón  a  juzgarlo  por  los  paisajes  que  se  ofrecen  a 
nuestra  vista  es  la  tierra  de  promisión  i  la  agricultura 
secular,  tradicional,  lo  embellece  mas  cada  dia. 


Llegamos  á  Nagoya  después  de  doce  horas  de  viaje; 
nos  alojamos  en  un  hotel  japones  hecho  con  tabiques 
i  biombos  de  madera,  persianas,  vidrios  i  papel  como 
predecesor  de  estos.  La  teoría  declara  un  frió  inaguan- 
table i  corrientes  de  aire  preñadas  de  enfermedades  en 
estas  livianas  jaulas,  pero  la  práctica  dice  lo  contrario ; 
los  cuartos  son  cómodos,  las  camas  buenas,  la  estufa 
tira  bien,  no  hai  rendijas  i  el  viajero  se  encuentra  a  sus 
anchas,  servido  por  musmes  agradables.  Las  camas  a 
la  japonesa  son  invisibles  durante  el  dia,  pero  no  faltan 
en  el  hotel;  yacen  en  los  armarios  disimulados  en  las 
paredes  i  de  noche  se  las  saca  fácilmente,  pues  solo  se 
componen,  como  ya  lo  he  dicho,  de  un  colchón  delgado, 
sábanas,  una  cobija  colchada  i  el  pequeño  tronco  de 
pirámide  con  su  almohadilla  para  la  cabeza,  formando 
el  todo  un  reducido  volumen.  El  piso  está  cubierto  de 
estera  fina  sobre  una  capa  de  paja  suelta,  uniformemente 
esparcida;  estera  siempre  limpia  que  ningún  zapato 
con  barro  ni  sin  barro  ha  pisado  jamas. 


Nagoya  es  una  bonita  ciudad  con  calles  aseadas;  es 
mui  animada;  casi  todas  las  casas  del  centro  son  de 
negocio  i  se  ve  con  agrado  en  todas  partes  la  industria 
en  acción  bajo  la  mano  delicada  de  los  laboriosos  ha- 
bitantes. El  Donjon  es  la  joya  del  pueblo.  Nó  he  visto 


—  417   - 

hasta  ahora  una  construcción  de  madera  mas  imponente : 
consta  de  cinco  pisos  cuyas  bases  van  de  mayor  á  me- 
nor; el  tamaño  de  los  pilares  está  en  relación  con  el 
peso  que  deben  soportar;  así,  abajo  son  troncos  de 
árboles  inmensos  en  diámetro  i  altura;  algunos  tienen 
cerca  de  un  metro  de  grueso  en  su  base.  El  palacio  está 
completamente  vacio  ahora  i  adentro  solo  es  interesante 
ver  la  distribución  de  las  piezas  formando  cuadros,  los 
pisos,  los  techos,  los  tabiques  i  persianas  de  madera 
fina,  dura,  limpia,  admirablemente  trabajada ;  los  estan- 
tes altos  donde  reposan  en  sus  cajas  de  pino,  los  dioses 
del  castillo  i  por  fin  los  contrastes  de  luz  i  sombra  en 
escaleras,  pasadizos  i  salas.  Un  corredor  en  cada  piso 
da  vuelta  al  rededor  de  las  habitaciones  i  abre  sus  ven- 
tanas pesadas  i  de  corredera,  a  los  cuatro  frentes.  De 
ellas  vimos  el  enorme  foso  en  torno  del  Donjon,  con 
sus  muros  de  piedra  en  lijera  pendiente ;  la  ciudad  es- 
tendida sobre  el  plano,  la  campiña,  las  montañas  á  lo 
lejos  i  las  plazas,  los  parques  i  los  grandes  espacios  re- 
servados para  maniobras  en  la  vecindad  de  los  cuarteles 
i  donde  por  suerte  en  el  momento  de  nuestra  visita,  un 
destacamento  de  caballería,  hacia  ejercicios  simulando 
batallas,  derrotas  i  victorias.  Se  oia  también  el  lejano  ca- 
ñoneo, pues  no  se  veía  donde  la  artillería  tiraba  al  blanco 
usando  pólvora  sin  humo  ;  probablemente  tras  de  un 
bosque  impertinente  que  nos  ocultaba  el  espectáculo. 
Para  visitar  el  castillo  hubo  dificultades  morales  i  mate- 
riales; las  primeras  consistieron  en  los  trámites  i  demo- 
ras para  revisar  nuestro  permiso  i  proporcionarnos  un 
guia;  las  segundas,  en  la  posición  inadecuada  que  debi- 
mos dar  a  nuestro  cuerpo  para  pasar  dos  puertitas,  una 
tras  de  otra,  bijas  de  dos  grandes  puertas,  gruesas,  du- 
ras, viejas,  mezcla  de  madera  i  hierro,  quienes  llevaban  a 
las  menores  pegadas  al  ruedo  del  vestido ;  las  chiquillas, 
petizas,  retaconas  i  gruesas  como  su  madre,  con  herrum- 
bre en  las  alcayatas  desde  el  reinado  de  Jímum  Tenno 
660  años  antes  de  nuestro  amado  Jesu  Cristo,  no  que- 
rían dejarse  abrir  i  menos  pasar  por  jentes  de  mediana 
talla,  sin  la  espresa  condición  de  acostarse  en  su  umbral 
inferior    i  deslizarse    con    movimientos    reptilianos.   Así 

Por  mares  i  por  tierras  27 


-   418  - 

fué  nt^cesario  proceder.  El  guia,  después  de  tanto  parla- 
mento resultó  un  agradable  japones  mui  Heno  de  corte- 
sías, pero  inocentísimo  en  materias  filolójicas ;  no  ha- 
blaba sino  el  dulce  idioma  de  las  señas  i  con  él  nos 
entendimos  para  tratar  todas  las  cuestiones  concretas  de) 
caso  i  muchas  abstractas,  como  son  las  de  belleza  i  jus- 
ticia, representando  las  primeras  por  una  poderosa  es- 
tension  de  brazos,  abriendo  la  boca  al  mismo  tiempo, 
i  las  segundas,  por  el  signo  de  cortar  la  cabeza  a  un 
chino  con  trenza  larga. 

I 

Abril  8,  —  Salimos  para  Kioto  i  llegamos  el  mismo 
día.  El  camino  continua  bellísimo;  pasamos  rozando  el 
fondo  de  la  inmensa  bahia  de  Owari,  de  estrechísima 
embocadura  i  amplio  estuario ;  tocamos  los  bordes  del 
Lago  Biwa,  tan  grande  como  el  de  Ginebra,  a  cíen  me- 
tros sobre  el  nivel  del  mar  i  de  cien  metros  también  de 
profundidad,  aunque  no  uniforme,  con  pocas  islas  en 
sus  aguas,  lago  de  forma  de  guitarra  china  á  cuyo  pa- 
recido debe  su  nombre,  creado,  hecho,  enjendrado  por 
un  temblor,  según  la  leyenda,  el  mismo  que  hizo  surjir  el 
Fuji-yama,  también  según  la  misma  leyenda,  el  año  286 
antes  de  J.  C. 

«    * 

Abril  9.  —  Comenzamos  nuestras  escursiones  por  una 
casa  de  bordados,  la  mas  famosa  i  cara  de  la  ciudad;  las 
dos  cosas  con  razón.  Allí  vimos  maravillas  en  materia 
de  biombos  i  cuadros.  Recordaré  toda  mi  vida,  un  gato 
de  seda,  blanco  con  manchas  negras  en  la  cola,  fílósofo, 
pulcro  i  ocioso;  el  bordado,  mostraba  todos  estos  carac- 
teres. La  lucha  de  un  perro  i  un  zorro  en  la  cual  el  úl- 
timo lleva  la  peor  parte  pues  el  perro  le  tiene  nada  me- 
nos que  el  cuello  entre  sus  mandíbulas,  pero  se  ve  en  los 
ojos  de  sedas   de  diferentes  colores  del  zorro,  que  no  lo 


—  419  - 

cree  todo  perdido  i  medita  alguna  diablura.  Por  fin  un 
venado  bebiendo  agua  en  un  arroyo  j  el  cuadro  es  triste, 
desolado  i  sujestivo ;  no  se  cómo  han  podido  pintar  eso 
con  la  aguja  en  la  tela.  El  pelo  de  los  animales  en  to- 
dos los  cuadros  estaba  tan  perfectamente  imitado  que 
incitaba  a  tocarlo.  Siento  mucho  no  haber  podido  com- 
prar estos  tres  inimitables  trabajos:  eran  mui  caros, 
pero  para  mi  consuelo,  los  conservo  con  toda  claridad 
en  mi  cerebro  i  los  evoco  dándoles  forma  i  colorido 
visibles,  cuando  ouiero. 

De  ahí  se  nos  conduce  a  una  casa  de  abanicos ;  necesi- 
tamos comprar  uno  bueno  de  estilo  puro  japones,  para 
hacer  un  regalo  ya  anunciado  :  no  hallamos  sino  mer- 
caderia  de  pacotilla;  nada  habia  de  característico  ni 
de  fino  siquiera. 


A  la  Esposición  en  seguida  donde  en  grandes  galpo- 
nes i  salas  se  exibe  todo  el  arte  i  la  industria  del  Japón 
representada  en  muestras;  allí  vemos  principalmente 
sedas  i  bordados;  obras  en  laca  y  marfil,  muebles  i  uten- 
silios, joyas  e  incrustaciones  i  una  buena  colección  de 
cuadros,  como  indicio  de  un  arte  que  comienza  o  renace. 


Para  continuar  en  el  mismo  estudio  vamos  a  una  casa 
de  objetos  artísticos  siendo  la  misma  casa  uno  de  ellos. 
A  los  japoneses  les  gusta  copiar  en  diminuto;  en  un 
metro  cuadrado  hacen  un  parque,  ponen  montañas, 
lagos  i  árboles  colosales  del  tamaño  de  un  dedo;  así  era 
el  patio  de  la  casa  de  negocio  que  visitamos;  medía  a  lo 
mas  seis  metros  por  costado  i  contenia  un  lago,  un 
puente,  una  gruta,  dos  montañas,  un  jardin  i  tres  kios- 
kos.  Me  gustó  sobre  todo,  el  camino  construido  en  el 
arenal  a  orillas  del  lago;  era  de  grandes  piedras  irre- 
gulares colocadas  sólidamente  i  entre  cuyos  intersticios 
corria  el  agua  ;  el  aspecto  rústico  de  esta  disposición 
era  la  nota  saliente.  La  casa  propiamente  parecía  un  gran 


—  420  - 

juguete  de  madera,  lustrosa  de  puro  nueva,  Hmpia  desde 
la  estera  hasta  el  techo,  con  todas  sus  aristas  sin  ningu- 
na falla  i  conteniendo  en  sus  armarios,  vidrieras  i  estan- 
tes tal  cantidad  de  curiosidades  i  obras  de  arte  escojidas, 
como  no  se  ve  ni  en  los  museos :  una  colección  de  obje- 
tos sobre  los  cuales  se  podia  dar  un  curso  de  estética 
para  formar  el  gusto,  tibores  como  pagodas  de  grandes, 
lacas  de  alarmante  valor,  cajas  de  metal  con  incrusta* 
ciones,  figuras  de  marñl,  copas  sinceladas  con  trabajo 
de  años  enteros  pues  cada  centímetro  cuadrado  de  mi- 
nucioso dibujo  requiere  una  semana  o  mas  de  labor; 
biombos  con  flores  i  animales  a  lo  vivo,  pintados,  bor- 
dados o  hechos  con  metal  i  nácar,  con  oro  i  plata,  con 
marfil,  esmeraldas  i  malaquita;  en  fín,  bellezas  i  riquezas 
que  mareaban. 


Los  lectores  se  preguntaran  como  yo  me  preguntaba, 
cual  es  la  razón  del  valor  exesivo  de  las  lacas  anti- 
guas i  aun  modernas  bien  trabajadas.  Doi  la  respuesta: 
las  obras  por  si  mismas  o  por  el  precio  de  sus  ma- 
teriales, no  son  la  causa  del  elevado  costo;  el  tiempo 
necesario  para  concluir  la  obra  es  la  razón  de  su  valor ; 
entre  una  i  otra  capa  de  barniz  dorado,  cobrizo,  bron- 
ceado, o  de  otro  tinte,  debe  mediar  un  semestre  ó  mas 
tifímpo  a  veces ;  mientras  tanto  los  intereses  del  capital 
empleado  corren  i  los  artistas  o  se  cruzan  de  brazos  o 
se  ocupan  como  Dios  les  ayuda. 


Para  agotar,  saciar  las  exijencias  del  shoping  (andar 
en  las  tiendas)  vamos  a  ver  negocios  de  sedas  i  otros  i 
llegamos  por  lin  a  la  casa  mas  renombrada.  Allí  nos 
muestran  paneles  calumniados  de  antiguos,  carpetas  bien 
modernas,  kimonos  de  la  primera  especie,  kimonos  de 
la  segunda  i  biombos ;  nada  satisface  a  la  parte  feme- 
nina de  la  caravana,  felizmente,  i  yo,  por  esta  causa  i 
por  haberse  concluido  las  visitas  a  las  casas  temibles 
enemigas  natas  de- mis  bienes,  salgo  en  un  estado   de 


-   421   — 

buen  humor  sin  ejemplo,  con  gana  de  ver  Parques,  gozar 
de  la  naturaleza  que  brinda  sus  favores  sin  el  precio 
marcado  i  en  consecuencia  nos  dirijimos  a  una  arboleda 
situada  tras  del  rio  que  con  sus  tonos  verdes,  claros  i 
oscuros  i  sus  troncos  grises  o  amarillos,  nos  llamaba 
cortesmente. 


El  templo  de  Chion-in  habia  hecho  su  nido  hacia  si- 
glos ahí,  cerca  de  la  arboleda  en  una  montaña  o  sus  pre- 
liminares. Sabe  sin  duda  el  siempre  ilustrado  lector,  que 
Dios,  en  su  divina  previsión,  asignó  a  los  cerezos  del  Ja- 
pon  la  tarea  de  brotar  dos  veces  por  año,  siendo  una  de 
ellas  en  el  mes  de  abril  a  menos  de  contra  orden,  i  los 
cerezos  cumplen  su  obligación  llenando  sus  ramas  de 
flores  i  poblando  de  colores  las  avenidas  i  los  bosques 
donde  crecen,  i  crecen  en  todas  partes. 

Desgraciadamente,  como  Dios  no  hace  nada  comple- 
to, las  flores  de  los  cerezos  aquí  no  tienen  olor  ni  pre- 
ceden a  ningún  fruto  como  si  no  fueran  simples  árboles 
mortales. 


Para  ir  al  templo  de  Chion-in  desde  donde  estábamos, 
se  necesita  seguir  á  lo  largo  de  una  calle  en  pendiente, 
bulliciosa  i  concurrida,  en  la  cual,  cruzándose  los  fuegos, 
un  millar  de  tiendas  ofrece  sus  baratijas,  presentando 
ante  los  portamonedas  impasibles,  todo  el  arte  infantil 
en  porcelana,  todos  los  juguetes  de  madera  posibles  i 
los  útiles  necesarios  a  la  vida  diaria  de  uso  o  de  orna- 
mento, a  precios  hilarantes ;  ocho  cacerolas  metidas  unas 
dentro  de  las  otras  por  50  centavos,  por  ejemplo.  Pero 
todo  tiene  un  fin  en  este  mundo,  i  alli  donde  sin  aviso 
previo  comienza  la  exibicion  de  baratijas  relijiosas,  con- 
cluye la  de  profanas;  así,  ya  cerca  del  templo,  las  figu- 
ritas de  porcelana  son  dioses  de  la  relijion  budista  o  de 
la  shintoista:  amuletos,  pequeños  sirios,  ex-votos  i  si  no 
me  equivoco  hasta  escapularios.  Aquí  los  dioses  de 
ambas  relijiones  viven  en  santa  paz  i  sus  imájenes   mez- 


-  422    - 

ciadas  en  el  mismo  plato,  no  disputan  ni  aun  sobre  su 
precio,  pues  se  vende  á  tanto  el  montón  las  pilas  de 
dioses  surtidos. 


Trepando  escalas  i  subiendo  cuestas  llegamos  al  pór- 
tico del  templo,  hecho  con  árboles  de  otro  planeta  ma- 
yor, a  juzgar  por  su  tamaño;  con  un  techo  pesado  de 
ángulos  cornamentados,  cubriendo  dédalos  de  puntas 
de  tirantes,  largas  y  cortas,  como  dispuestas  para  jue- 
gos de  suerte ;  i  una  puerta  espesa  alta  e  inútil  pues  sin 
pasarla  i  gracias  a  una  escalera  de  cien  o  mas  gradas 
toda  de  piedra,  se  puede  llegar  a  la  plaza  en  cuyo  fondo, 
o  medio,  como  ustedes  gusten,  se  levanta  camino  del 
cielo,  el  templo  majestuoso,  construido  sin  duda  por  ji- 
gantes  i  no  por  estos  japoneses  chicos,  incapaces  de 
acarrear,  parar,  colocar  i  ajustar  mástiles  i  tirantes  de 
quince  metros  o  mas,  con  su  correspondiente  grueso, 
encima  de  plataformas  que  contienen  ciento  cincuenta 
bosques  reducidos  a  tablas  i  tablones,  sin  contar  el 
techo,  vecino  del  cénit,  estendido  orgulloso  con  sus  alas 
quilomélricas,  como  un  sombrero  de  diez  picos  hecho 
para  el  Fujiyama.  Me  dolia  ya  la  nuca  de  mirar  arriba 
cuando  un  compañero  de  tareas  me  leyó  en  el  oido  es- 
tas noticias  de  su  libro  guia :  « Entre  sus  curiosidades 
figura  un  paragua  célebre  según  la  leyenda  por.... 
(paso  la  leyenda). ...  i  un  corredor  cuyo  piso  golpeado 
con  un  palo  produce  notas  musicales  semejantes  al 
canto  del  ruiseñor.  . . .  —« Basta >,  le  dije;  yo  no  admito 
mentiras  de  ese  calibre;  los  pisos  no  son  pájaros  en 
primer  lugar,  i  en  segundo,  los  pájaros  no  cantan.  ¡Es- 
toi  cansado  de  oir  calumniar  a  estos  animales !  ¡  ningún 
pájaro  ha  cantado  jamas  ni  cantará  en  su  vida ;  el  mas 
filarmónico  de  los  volátiles,  llega  cuando  mucho  á  silbar ; 
los  demás  graznan,  chillan  o  cacarean  como  las  gallinas ; 
los  Qiismos  gallos  cuyas  estridencias  de  larinje  han 
recibido  el  nombre  de  canto  en  nuestras  lenguas,  desen- 
tonan de  un  modo  lamentable  desde  el  rayar  del  alba, 
cuando  comienzan  sus  oberturas  con  triples  griterias  de 


-  423  — 

contrapunto.  Yo  no  sé  como  Wagner  no  mató  á  garro- 
tazos a  todos  los  gallos  alemanes  de  Bayreuth  para  qui- 
tar todo  pretesto  nacional,  a  lo  menos  en  aquel  san- 
tuario de  la  música,  a  la  infame  impostura  del  lenguaje 
usual  ! 


Hai  en  el  interior  del  templo  un  almacigo  de  dioses, 
todos  poderosos  i  sordos  ya  a  fuerza  de  oir  reclamos  de 
jentes  ambiciosas,  en  demanda  de  salud,  de  fortuna  o  de 
correspondencia  en  amores  japoneses. 

Otra  escalinata  nos  conduce  a  un  campanario  de  ma- 
dera, donde  cuelga,  al  alcance  de  la  mano,  la  segunda 
campana  en  magnitud  de  las  existentes  en  el  Japón;  un 
ariete  se  columpia  en  dos  cuerdas  hacia  un  lado  i  sirve 
de  badajo  esterno.  Debajo  de  la  campana  i  en  el  recinto 
del  campanario  se  ha  establecido  una  casa  de  té  donde 
ademas  de  la  aromática  infusión,  se  puede  tomar  otras 
bebidas  i  comer  variados  manjares  a  los  cuales  lo  sagra- 
do  del  recinto  comunica  un  sabor  relijioso  i  azucarado. 


*    ♦ 


A  la  noche  vamos  a  un  teatro  donde  se  daba  una 
función  característica.  Cada  año  durante  15  dias  en  el 
mes  de  abril,  cuando  brotan  los  cerezos,  celebran  en 
Kioto  el  acontecimiento  con  representaciones  teatrales 
como  reminiscencias  peculiares  de  prácticas  relijiosas. 
Una  leyenda  es  el  argumento  i  éste  se  desarrolla  en 
medio  de  cantos,  pantomimas  i  música  de  orquesta. 
El  teatro  es  un  salón  en  forma  rectangular;  frente  al 
escenario  en  alto,  hai  un  solo  palco  de  todo  el  ancho  de 
la  sala,  provisto  de  escaños  en  su  parte  posterior  i  de 
mullida  alfombra  adelante,  donde  se  sientan  en  el  suelo 
las  musmes  mas  distinguidas  con  sus  papas  i  mamas; 
abajo  está  la  platea  o  patio,  como  una  gran  pileta  de 
poco  fondo,  rodeada  en  sus  bordes  anterior  i  laterales, 
por  un  camino  de  regular  ancho,  por  el  cual  pasan  los 
actores  i  los  espectadores.  En  un  nivel  superior  al  de  los 


-  424  — 

pasajes  i  a  lo  largo  de  los  dos  laterales  figuran  dos  es- 
trados, donde  toman  asiento  para  la  fíesta  diez  i  seis 
muchachas,  ocho  a  la  izquierda  i  ocho  a  la  derecha,  ves- 
tidas con  todo  lujo ;  cada  una  toca  un  instrumento  de  los 
que  componen  la  orquesta ;  a  saber :  varillas  de  madera 
dura,  pífanos,  triángulos,  tambores  i  guitarras  o  su  re- 
medo. Apenas  la  música  comienza  entran  por  los  corre- 
dores de  uno  i  otro  lado,  treinta  i  seis  beldades  jóvenes, 
luciendo  en  la  cabeza  adornos  emblemáticos  brillantes, 
con  peinados  reglamentarios  i  vestidos  uniformes  de 
telas  riquísimas,  adornados  con  cintas  de  vivos  colores  i 
bordados  de  oro  i  plata.  Su  andar  es  mesurado  i  caden- 
cioso, asi  como  sus  movimientos  de  cuerpo  i  brazos, 
todo  ello  de  acuerdo  con  la  música.  Las  ocho  de  un  lado 
van  a  juntarse  frente  al  escenario  con  las  ocho  del  otro 
allí  se  entrecruzan,  se  saludan,  hacen  figuras  de  contra- 
danza en  varios  cuadros,  usando  sus  abanicos,  entrela- 
zando cintas  i  manejando  los  pliegues  de  sus  ropas. 
Luego  desaparecen ;  un  telón  se  levanta  i  el  escenario 
las  exibe  de  nuevo  mas  adentro  continuando  su  baile ; 
las  decoraciones  cambian  a  vista  del  público  según  las 
exijencias  del  argumento  ;  las  bailarinas  se  dividen  en 
grupos,  unas  bajan  al  pasaje  delantero,  otras  siguen  ha- 
ciendo diversas  figuras  en  la  escena  i  cuadros  induda- 
blemente significativos  i  bellos,  aun  para  quien  no  los 
entiende.  Vuelve  a  cambiarse  el  paisaje  en  el  fondo  del 
teatro.  Unos  hombres  enlutados,  invisibles  por  conven- 
ción, dirijen  las  maniobras  haciendo  desfilar  decoracio- 
nes. Llega  a  su  tiempo  el  cuadro  final  i  el  espectador 
maravillado  ve  un  bosque,  un  prado,  un  jardín,  una  se- 
rranía, el  mar,  arroyos  i  caídas  de  agua,  bien  imitadas 
a  pesar  de  los  pobres  medios,  i  puntos  luminosos  incon- 
tables i  sin  límite,  convírtiendo  el  paisaje  en  una  visión 
de  sueños  i  perdiéndose  a  lo  lejos  como  si  aun  conti- 
nuaran. El  panorama  desplegado  a  nuestros  ojos  era 
precioso  i  yo  no  me  cansaba  de  mirarlo.  En  todo  el  juego 
escénico  el  brote  de  las  plantas  es  el  tema,  i  ramos  de 
floridos  cerezos  caen  sobre  el  procenio  formando  barre- 
ras, cortinas  i  cenefas.  Cada  bailarina  concluye  su  festejo 
llevando  como  premio  un  gajo  del  árbol  predilecto,  car- 


-  425  - 

gado  de  flores.  La  música,  la  pantomima  i  el  espectáculo 
visible,  traían  ideas  relijiosas  i  yo  me  imajinaba  ver  en 
las  figurantes,  sacerdotisas  del  gran  templo  de  la  natu- 
raleza dando  gracias  al  cielo  por  la  llegada  de  la  prima- 
vera. 

Adril  10, — «Al  Palacio  de  Gosho  i  Nijo>  grito  al 
mozo  de  mi  riksha  con  voz  estentórea,  teniendo  en  la 
mano  el  permiso  de  autoridad  competente  para  visitar 
los  reales  palacios,  gracias  a  la  amabilidad  de  Mr.  Ar- 
mand  (Ministro  de  Francia).  A  poco  rato  estábamos  en 
un  precioso  parque  vecino  a  las  montañas  donde  se 
hallan  el  Gosho  i  el  Nijo,  i  a  sus  puertas.  Presentado  mi 
documento,  por  todo  informe  un  empleado  nos  muestra 
cortesmente  un  papel  escrito  en  ingles  con  lápiz,  cuyo 
testo  decia  mas  o  menos:  durante  una  semana  antes  de 
la  llegada  i  una  semana  después  de  la  partida  de  S.  M. 
el  Emperador,  no  será  permitida  la  visita  a  estos  pala- 
cios por  hallarse  en  preparativos  o  acomodos.  ¡  Una 
contrariedad  inesperada  i  mui  desagradable !  Pero  todo 
tiene  su  compensación  !  Por  ahí  cerca  asomaban  los  edi- 
ficios de  la  Doshiska  University,  haciéndonos  señas  con 
su  atractivo  aspecto,  para  visitarlos.  Una  vez  llegados 
entro  en  una  oficina  a  pedir  el  permiso  requerido  i  me 
encuentro  con  un  profesor  de  filosofía  versado  en  el 
ingles,  quien  nos  proporciona  por  guia  a  uno  de  los 
estudiantes  de  la  Facultad  de  teolojía.  Con  este  caballero 
vemos :  lo  La  capilla  protestante,  sencilla  i  juiciosa. 
2o  La  Facultad  de  ciencias  naturales  con  sus  rudimen- 
tos de  museos,  laboratorios  i  gabinetes.  3o  La  Facultad 
de  Teolojía,  mui  atendida;  consta  de  varias  salas  con 
buena  dotación  de  mapas  marcados  de  colores,  seña- 
lando la  estension  de  las  relijiones,  su  punto  de  oríjen  i 
su  camino  a  través  de  las  naciones,  i  un  museo  de  obje- 
tos conexos  con  el  culto.  Vemos  con  interés  el  mapa  de 
Palestina  para  la  comprensión  de  la  biblia ;  el  estudiante 
a  quien  hablé  de  mi  viaje  a  Jerusalem  mui  interesado 
rae  preguntaba  los  mas  raros  detalles  inducido  por  sus 


—  426  - 

afícioncs  a  nuestra  historia  relijiosa.  Me  inclino  a  obser- 
var (]ue  la  enseñanza  de  la  teolojía  es  completa  i  prefe- 
rida en  este  instituto,  junto  con  la  historia  de  las  relijio- 
nes.    4o  El  edificio  de  la  biblioteca  en   cuyos   salones 
funcionan  las  aulas  de  ciencias  sociales,  leyes,  economía 
política,  literatura  i  filosofía.   En  la  biblioteca  solo  hai 
libros  ingleses  i  japoneses.   Pregunto    por  Don  Quijote  i 
me  traen  el  volumen  en  ingles;  pido  el  Telémaco;  tam- 
bién está,  pero  en  ingles.  Dentro  de  medio  siglo  todo  el 
Japón  hablará  ingles;  así  la  Inglaterra  arrebata  a  las 
demás  naciones  diarias  ventajas,  revelando  en  todo,  ese 
poder  de  estension,  de  propagación  que  parece  no   ya 
solamente  un  propósito,  sino  un  don  natural,  un  instinto 
de  raza.   5°  La  Escuela  de  mujeres,  en  edificio  separado, 
en  medio  de  una  gran  huerta  con  jardines  i  arboleda.  El 
Director  habla  ingles  i  sus  pupilas  lo  estudian.  A  mas  de 
las  materias  de  instrucción  jeneral,  las  jóvenes  educan- 
das  aprenden  aquí  labores,  música,  según  las  reglas  casi 
universales  i  no  música  japonesa  puramente,  cuya  gama, 
a  estar   a  los   informes  de  un   profesor,   no  tiene  sino 
bemoles;  el  cultivo  de  jardines,  el  modo  de  dirijir  una 
casa;  a   lavar,  a  planchar  i  a  cocinar;  a  jugar  también, 
juegos  inocentes  para  entretener  a  los  niños,  lo  que  les 
servirá  cuando  sean  madres,  nodrizas  o  institutrices.  La 
Escuela  posee  una  biblioteca  de  libros   en  ingles.  Las 
pupilas  están  en  cuartos  separados  según  el  grado  de  su 
estudio   i  viven  como  pájaros  en  sus  jaulas,  pero  conten- 
tísimas al  estilo  japones  i  riéndose  siempre,  con  esa  risa 
pura  brillante  i  sencilla  de  esta  tierra,  donde  los  manan- 
tiales de  la  alegría  parecen  inagotables.    6°  El  Hospital 
i  Escuela  de  enfermeras,  institución   útilísima  que  abre 
una  carrera  nueva  a  la  mujer  en  bien  de  la  humanidad. 
El  Hospital  es  pequeño  i  misto  en  su  estilo ;  es  decir,  hai 
camas  a  la  japonesa  en  el  suelo   i  también    como    las 
nuestras.  La  Escuela  de  enfermeras  ha  dado  ya  exelentes 
cuidadoras  i  es  una  delicia  ver  a  las  pupilas  ejecutar  su 
trabajo  con  manos  delicadas  i  risa  constante,  como  sino 
curaran   heridas   o   prepararan   vendajes,  tareas  en   mi 
opinión  poco  adecuadas  para  incitar  a  reírse.  La  ense- 
ñanza en  todos  los  departamentos  de  esta  Universidad 


—  427   - 

se  hace  en  ingles.  Los  edificios  aun  que  apropiados  a 
su  objeto  son  ya  pequeños  para  el  número  de  alumnos 
que  en  1893  era  de  509  i  es  ahora  mucho  mayor. 


En  el  resto  del  dia  vemos:  La  Escuela  de  Bellas 
Artes:  regular  edificio  i  vasto  terreno  ;  se  enseña  dibujo, 
pintura  i  escultura;  el  curso  dura  cinco  años. 

La  Escuela  normal  de  mujeres,  también  en  terreno 
estenso,  con  edificio  poco  adecuado,  pero  con  grandes 
salas  limpias  i  esteradas,  claras  i  aereadas  e  hijiénicas. 
Hacian  los  empleados  de  la  casa  resistencia  para  dejar- 
nos entrar  o  no  nos  entendian;  por  esto,  mientras 
Mr.  Rene  Dubuñet,  nuestro  compañero  de  viaje,  trataba 
de  hablar  en  japones,  yo  atravesé  el  grupo  de  profeso- 
res, discipulas  i  sirvientes  i  me  puse  a  visitar  la  Escuela 
en  tanto  se  dilucidaba  en  la  portería  el  punto  de  si  yo 
debia  entrar  o  no.  Sin  duda  adentro  me  tomaron  por 
un  inspector  británico  i  no  me  incomodaron  ni  me  pre- 
guntaron cosa  alguna,  e  hicieron  bien,  pues  no  enten- 
diendo el  japones,  si  algo  me  hubieran  preguntado  no 
les  habría  contestado  nada.  Vi  las  clases  concurridas 
por  japonesitas  mas  o  menos  agradables.  Dios  se  com- 
place a  veces  en  hacer  animalitos  perfectos  casi,  desti- 
tuyendo a  otros  del  mayor  número  de  calidades.  Entre 
doscientas  musmes  noté  una  que  era  la  finura,  la  gracia, 
la  delicadeza,  la  suavidad  i  la  belleza  andando  ;  todo  en 
ella  era  atractivo ;  si  se  reia  la  Escuela  entera  se  llena- 
ba de  luz  alegre;  si  se  sentaba  su  postura  daba  el  con- 
junto de  las  formas  las  líneas  mas  seductoras;  si  estendia 
el  brazo  o  inclinaba  la  cabeza  su  movimiento  saturaba  el 
ambiente  de  sensaciones  deliciosas ;  sus  manos  eran  una 
perfección  i  de  toda  su  figura  se  escapaba  un  encanto 
indecible.  Nacen  así  ciertas  criaturas  para  hechizar  con 
solo  dejarse  mirar.  Yo  le  puse  a  esta  adorable  niña,  el 
nombre  de  Elisa  en  mi  pensamiento,  por  su  parecido  con 
la  hijita  de  Juárez  del  mismo  nombre. 

La  Escuela  normal  de  varones:  otro  gran  estableci- 
miento compuesto  de  varios  departamentos  diseminados 


-  428  — 

en  una  estensa  área.  Un  profesor  nos  sirvió  de  guia, 
mostrándonos  las  aulas,  los  dormitorios,  los  gabinetes, 
el  refectorio  i  demás  dependencias;  esplicándonos  todo 
en  correcto  ingles.  Dan  en  esta  Escuela  gran  importancia 
a  la  educación  física;  asi,  los  jimnasios  i  canchas  de  juego, 
figuran  honorablemente  en  el  establecimiento.  La  ense- 
ñanza está  a  cargo  de  25  profesores  para  mas  de  800. 
alumnos. 

La  Third  higker  School  o  Third  College  (no  sé  la 
razón  del  calificativo  tercero)  situado  fuera  de  la  ciudad  en 
una  dilatada  planicie  al  pié  de  la  montaña  (Kioto  está 
dentro  de  un  círculo  de  montañas).  El  Colejio  ha  tomado 
para  sí  como  100  mil  metros  cuadrados  (magnitud  apa- 
rente). Tiene  en  el  centro  un  hermoso  edificio  de  dos  pisos 
para  las  clases  jenerales;  atrás,  algo  lejos,  otro  para  los 
dormitorios  comedor  i  cocina;  a  la  derecha  un  pabe- 
llón o  departamento  aparte  para  la  enseñanza  de  la  quí- 
mica, con  gabinetes  de  instrumentos  i  un  laboratorio 
grande,  como  para  cincuenta  estudiantes  preparadores, 
i  un  anfiteatro  a  la  europea  para  las  clases  i  demostra- 
ciones. A  la  izquierda  está  el  edificio  para  la  física; 
tiene  un  gran  salón  con  treinta  mesas  sobre  las  que  los 
alumnos  practican  sus  esperiencias,  un  gabinete  de  ins- 
trumentos i  un  anfiteatro  para  las  lecciones  teóricas  i 
prácticas.  Ademas  hai  gabinetes  separados  para  pesar  las 
sustancias,  para  los  estudios  especiales  de  la  electricidad 
i  otros  no  menos  importantes.  ¡  Admirable  todo  ello  en 
este  fin  de  mundo!  La  sala  de  balanzas  es  un  lujo;  todas 
las  piezas  que  figuran  en  ella  han  sido  construidas  aquí, 
sin  escluir  las  de  precisión.  Tras  del  gabinete  de  quí- 
mica se  está  montando  un  taller  mecánico  completo,  en 
edificio  apropiado.  A  este  Colejio  solo  pueden  ingresar 
los  alumnos  ya  preparados  en  las  escuelas  medias. 


Vuelvo  al  hotel,  descanso  una  hora  i  me  hago  llevar 
a  la  Facultad  de  medicina  i  hospital  anexo.  Era  ya 
tarde ;  ningún  profesor  se  hallaba  allí,  nadie  hablaba  in- 
gles de  los  asistentes,  ni  francés,  ni  italiano,  ni  español  i 


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yo  me  vi  obligado  a  proceder  según  mi  método :  es  decir 
a  pasar  de  largo.  Así  lo  hago  i  por  suerte  voi  derecho  a 
dar  con  la  sala  de  operaciones  del  Hospital  de  clínicas 
(el  anexo).  Por  la  sala  de  operaciones  de  un  hospital  se 
juzga  el  todo ;  mi  juicio  fué  favorable  al  que  estaba  visi- 
tando ;  la  sala  se  halla  provista  de  lo  indispensable  i  su 
arreglo  i  dotación  de  utensilios  revela  trabajos  concien- 
zudos. Paso  al  anfiteatro  i  lo  encuentro  menos  bueno, 
pero  no  se  me  escapa  esta  observación :  los  japoneses 
muertos  son  mas  feos  que  los  vivos.  A  propósito,  re- 
cuerdo una  frase  envidiable  de  la  señora  de  Iñiguez,  un 
agregado  naval  a  la  Legación  de  España  en  el  Japón, 
señora  buena  moza,  joven  i  mui  ocurrente ;  <  los  japone- 
ses, dice,  son  los  hombres  feos  de  todas  partes  >.  Nada 
mas  exacto;  los  italianos,  los  indios,  los  franceses,  los 
españoles,  los  ejipcios  feos,  es  decir  los  feos  de  todas 
las  naciones,  encuentran  sus  retratos  vivientes  en  el 
Japón. 

Recorro  algunas  salas  i  leo  los  rótulos  de  los  medica- 
mentos de  varios  enfermos;  a  juzgar  por  esto  me  en- 
cuentro en  un  hospital  como  los  nuestros.  Paso  en  se- 
guida al  edificio  de  la  Facultad  contiguo  al  Hospital, 
de  arquitectura  occidental,  moderna,  pero  sin  grandes 
comodidades  a  mi  juicio. 

La  Escuela  i  Hospital  afectado  a  la  enseñanza  que  yo 
he  llamado  anexo  o  de  clínicas,  ocupan  6J  acres  o  sea 
26  mil  300  i  tantos  metros  cuadrados.  Según  informes 
posteriores  a  mi  visita,  el  número  de  médicos  asistentes, 
profesores  al  mismo  tiempo,  es  de  28  a  30 ;  el  término 
medio  de  los  graduados  cada  año,  de  35  a  40.  La  cifra 
de  los  enfermos  asistidos  diariamente  varia  entre  300  i 
330.  Los  cursos  de  medicina  duran  cuatro  años  i  los 
graduados  para  entrar  en  ejercicio  necesitan  una  autori- 
zación oficial  del  ministro  del  Interior,  creo,  (no  encuen- 
tro datos  recientes  sobre  esto).  La  enseñanza  compren- 
de todos  los  ramos  del  arte  de  curar. 


—  430  - 

Abril  //.  —  Dedicado  a  la  visita  de  templos  i  pagodas. 
Hago  gracia  de  las  pagodas  i  me  doi  la  satisfacción  de 
no  decir  sobre  ellas  sino  esto :  son  muchas,  muí  grandes 
i  muí  lindas;  de  lejos!  Puedo  incluir  por  via  de  yapa  en 
esa  somera  descripción^  unos  cuantos  templos  de  dimen- 
siones variadas,  cambiando  el  sexo  de  los  calificativos, 
pero  debo  hacer  una  escepcion  con  dos  de  ellos:  el 
Kiyumizu-dera  i  el  Higashi  Hongwanji,  El  primero  tiene 
una  larga  leyenda;  pueden  ustedes  verla  en  las  guias. 
(Para  todos  los  templos  hai  aqui  una  leyenda  como  para 
las  iglesias  católicas,  i  se  les  da  un  orijen  milagroso  i 
casual ).  En  un  local  poco  a  propósito  para  ediñcar,  aun- 
que en  situación  admirable,  se  levanta  esta  formidable 
catedral  de  madera.  Los  desniveles  han  sido  correjidos 
con  pilotes  cuyo  estremo  inferior  va  a  plantarse  en  la 
orilla  misma  de  un  torrente.  El  templo  encierra  riquezas 
inapreciables  en  imájenes,  ornamentos,  lámparas,  copas 
de  bronce  i  reliquias.  Es  uno  de  los  mas  antiguos  del 
Japón  i  asusta  ver  la  magnitud  de  sus  proporciones. 
Como  dependencias  de  él  hai  muchos  edificios  que  con- 
vierten el  sitio  en  una  verdadera  población  de  templos, 
capillas,  armazones  sagradas  en  fin.  A  corta  distancia, 
en  un  plano  inferior,  se  ve  un  surtidor  de  agua  cristalina 
mui  fría,  que  viene  de  la  montaña  i  se  derrama  por  tres 
caños  de  bambú  sobre  piletas  de  piedra;  el  recinto  de 
la  fuente  es  un  templo  cuyo  altar  es  la  falda  en  pen- 
diente rápida,  cubierta  de  árboles  a  no  verse  la  roca. 
El  agua  cura  todos  los  males  i  en  el  escenario  de  sus 
milagros  no  hai  dos  parajes  en  el  mismo  nivel,  pero  de 
todos  se  ve  Kioto  abajo  con  su  anillo  de  montes,  partido 
por  su  rio,  salpicado  de  arboledas  i  a  la  puesta  del  sol, 
flotando  sobre  tonos  cambiantes,  una  masa  de  luz  azul, 
diáfana,  rarísima,  probablemente  alguna  de  las  mil  refrac- 
ciones de  los  rayos  horizontales  sobre  la  niebla. 


El  Higashi  Hongwanji,  es  quizá  el  templo  mas  bello  i 
grandioso  del  Japón.  En  dimensiones  ninguno  le  aven- 
taja i  menos  en  magnificencia   ( tal  vez   varié  mi  juicio 


—  431  — 

viendo  los  de  Niko,  pero  no  lo  creo).  Es  verdaderamente 
admirable;  la  imajinacion  mas  fértil  no  es  capaz  de  re- 
presentarse una  construcción  de  madera  tan  elegante, 
tan  airosa,  tan  proporcionada,  tan  lujosa,  tan  acabada 
hasta  en  sus  minimos  detalles.  Ninguna  descripción  puede 
dar  una  idea  de  esta  colosal  maravilla  de  arquitectura  en 
su  jénero.  Consta  de  dos  cuerpos  unidos  por  un  corredor 
o  puente  cubierto :  el  principal  se  llama  según  entiendo, 
Daishido  i  el  contiguo  Amidado ;  digo  «  según  entiendo  » 
porque  es  imposible  sacar  nada  claro  de  la  Guia  oficial, 
un  libro  estúpido  con  relación  a  su  objeto  (instruir  a  los 
estranjeros,  supongo)  lleno  de  nombres  japoneses  efi- 
cientes para  el  autor  i  los  habitantes  de  Kioto,  pero  sin 
sentido  para  nosotros,  pues  no  sabemos  si  la  palabra 
designa  un  rio,  un  templo  o  un  animal  como  el  autor.  El 
Daishido  está  en  el  centro  de  una  esplanada,  mira  al  Este 
i  mide  en  su  frente  como  70  metros  con  un  fondo  de 
33.60,  calculando  el  pié,  medida  empleada  en  los  docu- 
mentos a  mi  alcance  aquí,  a  razón  de  0.30  centímetros. 
Doscientas  treinta  i  dos  (232)  columnas  sostienen  su 
cubierta  i  las  (tiles)  tejas  de  su  techo,  son  175,967.  La 
madera  de  las  columnas  es  Keyahij  una  madera  preciosa 
de  color  amarillo  suave,  homojénea,  dura  i  sin  embargo 
fácil  de  cortar,  tallar  i  ptilir  hasta  dejarla  como  un  es- 
pejo. Cualquier  barniz  la  afearia;  las  columnas  hechas 
con  ella  se  asemejan  a  las  de  piedra  de  un  solo  color; 
el  espectador  se  queda  asombrado  ante  uno  de  estos 
corpulentos  i  elegantes  cilindros  i  deleitado  como  ante 
una  columna  del  Partenon.  Entre  dos  pilares  contiguos 
de  frente  a  fondo,  se  ve  una  plancha  de  madera  de  un 
metro  de  ancho ;  tan  unidas  están  las  fibras  en  ella  i  tan 
pulida  es  su  cara  o  superficie  superior,  que  da  lástima 
poner  el  pié  encima.  El  cielo  raso  es  del  jénero  llamado 
de  tres  hojas ;  tres  enrejados  o  armazones  lo  componen 
i  sus  piezas  están  unidas  tan  invariablemente,  que  solo 
por  noticias  se  sabe  su  complicada  estructura  de  listo- 
nes i  cuadros  separados.  El  piso  entre  las  columnas, 
lleva  un  rico  tatami,  estera  fina,  amarilla  pálida,  sobre 
colchado  de  paja.  Las  puertas  son  también  de  Keyaki 
con  adornos  de  bronce  en  las  junturas ;  su  principal  be- 


-  432  - 

lleza  es  su  sencillez  i  su  matemático  ajuste.  £1  friso  en  los 
altares  es  formado  por  diversos  paneles  tallados  i  dora- 
dos, representando  sus  esculturas  pájaros  i  objetos  simbó- 
licos. El  Amidado  tiene  de  frente  34  metros  10  centíme- 
tros i  de  fondo  como  40  metros.  Las  columnas  maestras 
son  70  i  las  tejas  108,329.  Es  en  su  totalidad,  semejante 
al  cuerpo  mayor  pero  menos  rico  i  menos  artístico  en 
mi  opinión.  Su  frontispicio  mira  a  un  campanario  de 
graciosa  estampa,  situado  en  el  gran  patio  o  espía- 
nada.  Goza  entre  los  devotos  de  mucho  crédito  este 
templo  i  no  se  ha  omitido  sacrificio  para  terminarlo.  Las 
mujeres  de  algunos  distritos  se  cortaron  el  pelo  i  lo  die- 
ron como  tributo  para  hacer  con  él  cables  i  cuerdas,  lle- 
gándose a  trenzar  53  entre  unos  i  otras;  con  t^n  estra- 
ños  torsales  se  ha  transportado  a  Kioto  i  colocado  en 
el  templo  los  maderos  pesadísimos  que  en  la  construc- 
ción se  ha  usado.  Uno  de  los  cables  mayores  de  cabello 
mide  108  metros  de  largo  i  40  centímetros  de  circunferen- 
cia ;  otro  mas  corto  pero  mas  grueso  tiene  41  mettos  40 
centímetros  de  lonjitud  i  48  centímetros  de  circunferencia. 
Unos  paisanos  quisieron  mandar  un  hermosísimo  tronco 
de  Keyaki,  de  su  distrito  por  cuenta  del  vecindario  para 
la  construcción,  pero  como  los  dueños  de  este  bello 
ejemplar  lo  consideraban  sagrado  no  se  decidían  a  ce- 
derlo; en  tal  emerjencia  un  fanático  se  ahorcó  en  él  qui- 
tándole así  su  pretendido  carácter  i  habilitando  a  los 
propietarios  para  dejarlo  cortar  i  conducirá  Kioto;  el 
hecho  es  histórico.  El  templo  contiene  riquezas  i  curiosi- 
dades de  mucho  mérito  en  sus  diversas  reparticiones, 
capillas  i  altares ;  figuran  entre  ellas  los  cables  de  cabe- 
llo mencionados ;  a  lo  menos  los  mas  notables. 


4t       4> 


Abril  /^.— Entre  las  numerosas  escursiones  interesan- 
tísimas, practicables  desde  Kioto  elejimos  la  de  Nara.  Se 
va  a  Nara  en  tren  por  medio  de  paisajes  como  en  todo  el 
Japón.  Llegados  a  nuestro  destino  seguimos  una  avenida 
hacia  la  montaña  atravesando  una   aldea  i  continuando 


—  433  — 

por  una  selva  viejísima.  A  poco  andar  encontramos  una 
manada  de  ciervos  sagrados,  mui  parecidos  a  los  hombres 
por 'estas  calidades  :  son  glotones,  ociosos,  aprovecha - 
dores,  interesados  i  desagradecidos.  Aquí  concluye  la 
semejanza.  Se  han  olvidado  de  comer  pasto  i  otros  veje- 
tales ;  solo  comen  tortas  dulces,  masitas  en  forma  de 
hostias,  recibiéndolas  de  manos  de  los  visitantes  del 
parque.  Naturalmente,  hai  a  uno  i  otro  lado  de  la  ave- 
nida, casitas  o  pabellones  donde  se  vende  el  mencionado 
alimento  i  como  se  comprende  los  dueños  van  a  medias 
con  los  ciervos  en  los  beneficios.  Estos  animales,  hablo 
de  los  ciervos,  tienen  su  vida  garantida  por  las  leyes. 
Antes  se  castigaba  con  la  pena  de  muerte  al  que  mataba 
uno  de  los  divinos  cuadrúpedos  ;  ahora  el  castigo  no  es 
tan  rigoroso.  Las  jentesdel  país  les  llaman  «domésticos»; 
solamente  lo  son  hasta  cierto  punto ;  cuando  uno  ha  con- 
cluido de  darles  de  comer  i  estira  la  mano  para  tocarlos, 
el  instinto  de  la  fuga,  trasmitido  por  atavismo  i  mantenido 
a  pesar  de  su  vida  no  doméstica,  sino  familiar,  en  sus  rela- 
ciones con  la  humanidad,  se  despierta  en  ellos  i  el  animal 
arisco  aparece.  Seguimos  nuestro  camino  subiendo 
siempre  i  encontrando  otras  manadas  de  ciervos  i  de 
vendedores  de  tortas,  pero  la  belleza  del  paisaje  separó 
de  ellos  nuestra  mente  para  tr.ansportarla  a  la  selva  impo- 
nente, secular,  formada  por  árboles  asombrosamente 
altos  i  robustos,  plantados  en  un  terreno  accidentado. 
X^a  avenida  se  ha  hecho  tortuosa  i  llena  de  cuestas  pero 
continua  bellísima  ;  algunos  postes  de  piedra  terminados 
arriba  por  una  linterna  tallada  en  el  mismo  trozo,  co- 
mienzan a  aparecer ;  conforme  avanzamos  las  linternas 
se  acercan  mas  i  mas  unas  a  otras  i  al  fin  del  camino 
forman  por  su  reunión,  un  verdadero  muro  de  granito  a 
uno  i  otro  lado  del  pasaje ;  luego  se  hacen  incontables 
mostrándose  en  todas  partes.  Pasamos  delante  de  diver- 
sas capillas,  pórticos,  pabellones  i  otros  armazones  de- 
pendientes del  templo  i  llegamos  a  él  a  través  de  innume- 
rables linternas  para  ver  otras  infinitas  de  bronce, 
principal  adorno  de  aquel  santuario,  colgadas  de  cuanto 
-objeto  adecuado  para  colgar  algo  existia.  Luego  nos 
^encontramos  enfrente  a  un  pabellón,  residencia  presunta 

Por  mares  i  por  tierras  28 


—  434  — 

o  real,  no  se,  de  los  sacerdotes  i  donde  cuatro  musmes 
bonitas,  sacerdotizas  inñero,  ejecutaron  a  petición  de 
parte,  la  danza  llamada  kagura  a  razón  de  Yen  0.3333  por 
cabeza  de  espectador.  Llamarle  danza  es  un  poco  aven- 
turado; mas  bien  es  una  pantomima.  Las  sacerdotizas 
vestidas  con  un' largo  traje  japones,  túnica  talar  roja  i  un 
manto  de  otro  color  a  grandes  hojas  pintadas,  la  cabeza 
adornada  de  flores  i  abanico  en  mano  como  se  ve  en  el 
dibujo  que  allí  se  vende,  uno  de  cuyos  ejemplares  conser- 
vo, caminan  haciendo  movimientos  lentos  con  las  manos, 
dándose  vuelta,  inclinando  la  cabeza  i  haciendo  tomar 
diferentes  actitudes  a  su  flexible  cuerpo.  Se  sientan  en  el 
suelo,  se  levantan ;  abren  i  cierran  su  abanico,  poniéndolo 
en  posiciones  significativas  según  el  pasaje  o  figura  del 
baile  ;  luego  se  arrodillan  delante  de  un  banco  situado 
en  el  borde  de  la  plataforma  i  toman  de  él  unas  sonajas 
con  las  cuales  hacen  análogo  juego  al  de  los  abanicos  ; 
cuando  dejan  las  sonajas,  dan  algunos  pasos  mas  de 
contradanza,  hacen  una  venia  i  se  retiran.  £1  acto  dura 
cinco  minutos.  Dos  sacerdotes  sentados  en  el  suelo 
tocan,  el  uno  la  flauta,  el  otro  el  violin  i  un  instrumento 
hecho  con  varillas  de  madera  de  sonido  metálico ;  una 
vieja  los  acompaña  en  su  arpa.  Esta  orquesta  regula 
los  movimientos  i  las  figuras  de  la  danza.  £1  espectáculo 
es  agradable  i  sobre  todo  raro.  Una  de  las  sacerdotizas 
tenia  una  boquita  en  forma  de  estribo  tan  chica  i  tan 
bonita  como  no  he  visto  otra  en  mi  vida. 


De  este  sitio  nos  dirij irnos  hacia  el  templo  del  Daibutsu, 
el  Buda  mas  grande  del  Japón.  En  el  camino  encontramos 
el  pesebre  del  caballo  sagrado  i  la  casilla  del  venado  de 
la  misma  categoría.  El  caballo  es  blanco,  albino,  mui  feo 
i  mui  ocioso;  pasa  su  vida  sin  moverse,  comiendo  el 
grano  que  le  dan  los  visitantes,  quienes  lo  compran  al 
cuidador  i  lo  ponen  en  la  patilla  de  una  ventana  de  donde 
lo  toma  el  caballo  sacando  la  cabeza.  El  ciervo  en  su 
establo  hace  otro  tanto.  Sin  embargo  de  esta  vida  de 
sibaritas  ninguno  de  los  dos  animales  se  muestra  contento 


-  435  — 

ni  es  feliz;  ambos,  lo  creo»  preferirían  ser  menos  sagra- 
dos i  correr  un  poco  por  esos  campos  de  Dios  ¡  tan 
preciosa  es  la  libertad  para  el  hombre !  Levanto  los 
ojos  i  veo  a  la  derecha  una  colina  elevadísima  por  cuya 
pendiente  enteramente  desnuda  la  vista  corre  hasta  el 
cielo  ;  i  qué  raro  efecto  produce  ese  plano  de  tierra  incli- 
nado sin  ningún  accidente,  sembrado  de  puntos  negros 
que  se  mueven  lentamente,  peregrinos  que  suben  paso  a 
paso  hacia  la  cumbre.  En  ella  solamente  se  corta  la  uni- 
formidad de  la  línea  proyectada  en  los  azules  espacios, 
por  una  figura  jeométrica,  una  armazón  de  tres  palos  en 
la  forma  de  pórtico,  i  pórtico  en  realidad  probablemente 
de  algún  templo  vecino. 


Llegamos  al  Todaiji,  famoso  por  su  oríjen  i  por  su 
historia,  según  la  leyenda  i  ahora  por  su  imponente  Buda. 
Pasado  un  pórtico  grandioso  me  encuentro  en  una  espla- 
nada  o  plaza  cerrada  en  su  fondo  por  el  templo  i  en  sus 
lados  por  dos  alas  de  edificio  que,  converjiendo  en  líneas 
circulares,  van  a  terminar  a  sus  costados.  Esta  disposición 
hace  recordar  la  plaza  de  San  Pedro  en  Roma.  En  el 
interior  del  templo  figuran  tres  estatuas  de  Buda  repre- 
sentándolo sentado  con  las  piernas  cruzadas,  sobre  una 
hoja  de  lotus,  reposando  ésta  a  su  vez,  en  un  pedestal 
proporcionado  al  tamaño  de  la  figura  i  de  la  hoja.  El 
Buda  del  medio  estira  una  mano  como  para  pedir  i  man- 
tiene la  otra  en  actitud  de  significar  esta  frase :  esperen 
ustedes  un  poco.  La  estatua  es  de  bronce.  Su  fabricación 
según  lo  cuentan  está  llena  de  peripecias  ;  muchos  años 
pasaron,  se  dice,  antes  de  poder  fundirla  bien.  Los  bustos 
de  los  otros  dos  Budas  son  de  madera  dorada.  El  lector 
se  formará  una  idea  de  la  magnitud  del  templo  i  de  las 
figuras  en  él  contenidas,  por  los  siguientes  datos:  la 
altura  del  Buda  mayor  es  de  16  metros;  el  tamaño  de  los 
brazos,  cuerpo,  piernas  i  facciones  corresponde  a  esta 
cifra  guardando  proporción  las  partes.  La  circunferencia 
de  la  hoja  de  lotus  es  de  21  metros.  Bien ;  esta  montaña 
de  bronce  i  las  dos  de  madera  de  los  otros  Budas,  nece- 


—  436  — 

sitaban  alojarse  en  un  salón  adecuado,   para  no  hacer 
mal  pa|)e1. 

Juzgúese  ahora  por  las  cifras  dadas  cómo  será  el  tem- 
plo, la  imponente  impresión  de  ese  bosque  de  madera 
muerta,  armada  en  encatrados  sin  ñn  i  el  grueso  i  altura 
de  ios  troncos  transformados  en  columnas  pilares  i  ti- 
rantes. Para  complemento,  reducidas  a  metros,  consigno 
aquí  las  dimensiones  salvo  error  u  omisión:  frente  52^0 
fondo  46^  altura  43  20.  Cuatro  pilares  de  la  parte  pos- 
terior tienen  aberturas  abajo  para  dejar  pasar  por  ellas 
a  los  inocentes.  No  calculábamos  el  objeto  de  estas 
aberturas  cuando  recien  las  vimos,  pero  dos  muchachos 
nos  dieron  la  clave  metiéndose  por  una  de  ellas  y  atra- 
vesando el  pilar.  Entonces  yo  esclamé  «¡nihil  novum 
sub  solem !  >  recordando  las  dos  columnas  de  Jerusalem 
colocadas  dejando  entre  ellas  un  espacio  estrecho  para 
el  pasaje  de  los  virtuosos,  de  las  vírjenes  en  particular. 
De  todo  lo  cual  resulta  que  en  todas  partes  se  asigna 
a  la  virtud  i  a  la  inocencia   proporciones  reducidas. 


Abril  13, —  Vamos  a  Kobe,  ciudad  europea  en  sus  tres 
cuartas  partes,  célebre  entre  la  jente  pecadora  por  sus 
jonkinas  que  juegan  bailando  a  quien  se  desnuda  primero. 
Nos  recibe  el  señor  Creppi,  amigo  de  Storni,  Mataldí, 
Trueco  i  Dubuffet;  nos  da  un  exelente  almuerzo  i  nos  lleva, 
primero  a  un  depósito  de  mercaderías  japonesas,  un  ver- 
dadero museo,  i  luego,  a  su  casa  anidada  en  la  falda  de 
una  montaña,  al  borde  de  un  torrente  que  provee  de 
agua  al  jardín,  alimenta  un  lago  i  forma  después  un 
arroyo.  La  casa  es  de  estilo  europeo,  llena  de  comodi- 
dades ;  su  comedor,  una  delicia  con  sus  ventanas  en  tres 
frentes  mirando  a  la  montaña  siempre  verde,  a  la  cas- 
cada o  mas  bien  a  uno  de  los  saltos  del  torrente,  al 
jardín  i  a  los  invernáculos  i  por  sobre  la  ciudad,  al  mar. 


—  437  — 

Abril  14,  —  Tomamos  el  tren  para  Yokohama  a  las 
7.50  a.  m.  i  llegamos  al  Club  hotel  a  las  11  p.  m.,  ha- 
biendo hecho  un  viaje  relativamente  rápido.  ¡Descansa- 
mos hasta  el  dia  16  a  la  tarde,  dia  i  hora  en  que  nos 
trasladamos  a  Tokio. 


Abril  16. — La  noche  es  de  luna»  la  atmósfera  está  tibia 
i  la  ciudad  iluminada.  Tomamos  rumbo  hacia  el  centro, 
recorremos  calles  llenas  de  jente,  de  faroles,  de  lámparas 
de  gas  i  focos  eléctricos,  flanqueadas  de  mástiles  con 
un  enrejado  rectangular  hacia  arriba  por  cuyas  mallas 
pasaix  miles  de  leguas  de  alambres  telegráficos  i  telefó- 
nicos ;  pasamos  puentes  echados  sobre  cien  canales  que 
forman  en  sus  líneas  maestras,  tres  cinturas  de  mayor  a 
menor  en  torno  al  palacio,  jardines  i  parques  del  mi- 
kado  i  en  cuyas  aguas  tranquilas  navegan  pequeños  bar- 
cos dando  golpes  de  remo,  mientras  otros  mas  gran- 
des las  cubren  de  trecho  en  trecho,  con  las  manchas 
negras  de  su  sombra  o  reflejan  sus  velas  blancas  a  la 
luz  de  la  luna;  desfilamos  por  largas  avenidas  contor- 
neando los  nuevos  edificios  públicos  que  alargan  su 
ancha  proyección  sobre  el  suelo;  nos  hundimos  en  la 
oscuridad  de  terrenos  vagos,  casi  solitarios  i  vemos  entre 
los  árboles  o  en  planicies  vacias,  en  todas  direcciones, 
cerca  o  lejos,  hasta  perderse  en  los  confines  de  la  vista, 
las  luces  de  las  kurumas  como  brasas  viajeras,  revolo- 
teando a  modo  fuegos  fatuos  o  linternas  aladas  en  danza 
fantástica. 

Así  vagamos  tres  horas  deteniéndonos  solamente  un 
instante  frente  al  club  de  los  estranjeros,  donde  entra- 
mos a  inscribir  mi  nombre  i  adquirir  el  derecho  de  fre- 
cuentar la  hermosa  casa  i  sus  distinguidos  concurrentes 
durante   tres  meses. 

Para  convencerme  de  no  estar  soñando  con  escenas 
raras,  me  repito  á  cada  instante :  «  Estoi  en  el  Japón,  en 
Tokio,  casi  en  las  antípodas  de  Buenos  aires,  i  todo 
cuanto  veo  es  real  i  positivo,  propio  i  jenuino   de   este 


—  438  — 

delicioso  pedazo  del  globo  que  tanto  deseaba  conocer ; 
asisto  al  acto  de  la  transformación  de  un  pueblo  i  lleg^o 
en  el  momento  supremo  en  que  dos  civilizaciones  se 
tocan,  para  despedirse ;  la  antigua  sumerjiéndose  en 
los  recuerdos  del  pasado,  abriéndose  paso  la  moderna 
con  el  asentimiento  de  los  hijos  de  la  tierra  quienes, 
si  no  tuvieran  mas  virtud  que  la  de  adaptarse  á  cam- 
bios tan  radicales,  esa  sola  bastaría  para  levantarlos 
ante  los  ojos  de  la  humanidad  entera  i  señalarlos  como 
modelos  >. 

Mientras  la  luna  hacia  rieles  en  las  calles  navegables  de 
esta  singular  Venecia  i  la  brisa  refrescaba  nuestro  ros- 
tro; mientras  volábamos  en  nuestras  rikshas,  llevados 
a  largo  trote  por  sus  casi  enanos  conductores,  dotados 
no  obstante  de  una  fuerza  i  resistencia  sorprendentes,  yo 
juntaba  en  mi  mente  las  visiones  actuales  con  los  recuer- 
dos de  mi  reciente  escursion  a  Nagoya,  a  Kioto,  a  Nara, 
a  Kobe ;  veia  el  Fujiyama  encajando  su  cima  de  hielo  en 
el  Armamento  i  los  montículos  del  camino,  los  árboles  de 
imponente  talla  i  las  matas  de  té  casi  rastreras ;  los  in- 
numerables rios  anchos  i  formidables  cuando  crecen,  i 
los  arroyos  como  hilos  de  agua;  los  arbustos  que  apenas 
se  levantan  un  palmo  sobre  el  suelo  i  las  selvas  de 
mástiles  vivos,  seculares ;  las  montañas  de  granito  i  las 
colinas  de  tierra  amontonada,  delesnables,  que  las  llu- 
vias borraran  con  el  tiempo;  las  leguas  de  terreno  culti- 
vado, los  arrozales  por  fin  i  las  huertas  microscópicas; 
las  mil  aldeas  diseminadas  a  lo  largo  de  cañadas  incon- 
tables constituyendo  un  conjunto  de  asombrosa  magni- 
tud i  las  casitas  pequeñas  como  habitaciones  de  muñecas, 
donde  viven  treinta  millones  de  hombres ;  el  trabajo  sin 
descanso  i  sin  fatiga  i  la  exigua  talla  de  una  raza  tan 
esforzada,  tan  enérjica  í  resistente ;  el  contraste  palpi- 
tante en  suma,  visible,  patente,  cuya  realidad  se  impone, 
por  fuerza,  de  todo  cuanto  existe  en  el  Japón,  donde 
hasta  las  altas  i  las  bajas  temperaturas  se  turnan  sin  ra- 
zón aparente,  donde  al  viento  de  la  tempestad  sigue  la 
quietud  del  aire,  sin  antecedente  y  al  sol  radiante  la 
lluvia  torrencial,  sin  motivo. 


—  439  — 

Volvimos  al  hotel  con  mil  visiones  en  la  mente  i  yo 
durante  el  sueño  de  la  noche,  continué  barajando  los  con- 
trastes de  inacabables  procesiones. 


* 


Abril n. — Vamos  con  el  comandante  Armani  a  entregar 
algunas  cartas  de  presentación  que  me  hadado  el  Ministro 
del  Japón  en  París,  M.  Soné,  por  medio  de  su  secretario 
señor  Kato  i  dirijidas:  al  marques  Tokugawa,  senador 
vitalicio  i  vice  maestro  de  ceremonias  del  palacio  impe- 
rial; al  marques  Sajonji  que  era  ministro  R.  E.  i  está 
ahora  en  Europa;  al  marques  de  Hachisuca  ministro  de 
Instrucción  publica  i  al  vizconde  Enomoto,  uno  de  los 
mas  altos  personajes  del  Japón,  ex-ministro  aquí,  ex-ple- 
nipotenciario  en  varias  cortes  europeas  i  actualmente 
jefe  honorario  de  las  escuadras  japonesas. 


Encontramos  al  marques  Tokugawa  en  una  de  las  de- 
pendencias del  palacio  imperial  donde  tiene  sus  oficinas. 
Me  recibe  con  suma  cortesia  i  agasajo ;  me  ofrece  su  visita 
i  me  promete  hacerme  acompañar  durante  mi  perma- 
nencia en  Tokio  por  uno  de  sus  empleados,  quien  me 
facilitará  los  medios  de  visitar  las  facultades  universita- 
rias i  demás  institutos  de  enseñanza,  los  hospitales,  las 
manufacturas,  etc.,  etc.  El  marques  habla  mui  bien  fran- 
cés i  sus  maneras  son  de  esquisita  distinción. 

Sin  tiempo  para  entregar  las  otras  cartas  vuelvo  al 
Hotel.  A  la  tarde  vamos  con  Guillermina  i  su  dama  de 
compañía  al  parque  de  Shiba  (Shiba  koraco  yen)  al 
bazar  de  Shiba  i  al  templo  o  los  templos  de  Shiba, 
tumbas  i  mausoleos  de  varios  shógoun  de  la  dinastía 
Tokugawa.  El  parque  principia  pero  no  concluye;  se 
mezcla  con  otros  parques,  se  estiende  a  jardines  i  a 
plantios  de  arbustos,  trepa  en  los  rebordes  de  los  ca- 
nales i  parece  continuarse  por  todos  lados.  Sus  anchos 
caminos  bajo  el  follaje  de  árboles  altísimos  i  esbeltos. 


—  440  — 

sus  prados  i  sus  lagos;  las  avenidas  flanqueadas  de  lin- 
ternas, los  edificios  sagrados  i  los  patios  solemnes  en  el 
recinto  de  los  mausoleos;  el  aire  de  fiesta  perpetua  en 
los  jardines  i  calles  del  paseo;  la  sucesión  de  ferias 
i  exibiciones  populares,  las  danzas  i  la  música,  la  con- 
currencia i  animación  en  las  casas  de  te  i  en  las  ventas, 
hacen  de  él  un  sitio  encantador.  Los  cerezos  en  flor 
semejan  estar  cubiertos  de  nieve  rosada. 


£1  bazar  es  un  Bon  marché  japones,  realmente  buen 
mercado,  compuesto  de  una  serie  de  corredores  en  hile- 
ras paralelas,  con  luz  de  arriba.  Hai  allí  todo  cuantp  un 
japones  i  un  europeo  pueden  necesitar  durante  su  vida, 
a  precios  realmente  ridículos,  miserables,  vergonzosos 
de  puro  pequeños.  Pregunté  si  habia  globos  aereostá- 
ticos  i  ferro-carriles,  para  comprar  unos  cuantos  a  dos 
centavos  la  pieza;  nadie  estranó  la  pregunta.  Por  el 
bazar  circulaban  las  japonesitas  mas  lindas  i  las  mas 
feas  también.  Yo  solo  me  fijo  en  las  primeras  admi- 
rando sobre  todo  el  cuello  de  una  forma  sin  igual  en 
estas  mujeres,  a  tal  punto  que  nadie  puede  dejar  de 
confesarlo. 


Los  renombrados  templos  de  Shiba  se  encuentran 
calle  de  por  medio  con  el  bazar.  Atravesamos  a  verlos 
i  nos  apercibimos  desde  luego  de  su  inmejorable  ubica- 
ción ;  como  elejida  por  sacerdotes  !  La  sección  del  par- 
que destinada  por  Yeyasu,  primer  shógoun  Tokugawa 
fundador  del  mausoleo  de  Shiba,  para  cementerio  de  sus 
antepasados,  contiene  las  tumbas  de  varios  shógoun.  £n 
la  vasta  área  se  ve  los  sepulcros  de  los  2»,  6°,  7o,  9o, 
1 2o,  1 4o  shógoun,  el  del  padre  del  6o,  los  monumentos 
de  las  mujeres  de  los  2o,  6o,  11©  i  I3o^  el  de  la  hija  del 
II o,  i  en  suma,  los  pórticos,  patios,  corredores,  templos, 
altares,  capillas,  monasterios  i  habitaciones  de  los  sacer- 
dotes junto  con  cien  accesorios.  Visitaremos  solamente 
en  compañía  del  lector  una  parte  del  rejio  cementerio 


—  441  — 

para  dar  una  idea,  siquiera  sea  somera,  del  paraje  i  de 
sus  monumentos,  con  cuyo  ausilio  se  podrá  formar  juicio 
acerca  de  las  riquezas  artísticas  contenidas  en  el  resto 
de  la  augusta  necrópolis.  Los  pórticos  que  nos  dan 
entrada  son  de  un  estilo  que  recuerda  por  sus  esculturas, 
los  trabajos  árabes;  tras  de  estos  se  halla  un  gran 
patio  en  cuyo  recinto  se  ve  muchas  linternas  de  piedra 
i  de  bronce.  Ya  se  sabe  como  son  estas  linternas,  pero 
el  escritor  tiene  siempre  miedo  de  que  el  lector  no  se 
las  imajine;  así,  como  hemos  de  encontrarlas  con  frecuen- 
cia las  describiré  una  vez  por  todas,  tomando  el  tipo  de 
las  comunes :  Una  pirámide  o  cilindro  de  piedra  o  bronce 
de  dos  metros  de  alto,  mas  o  menos,  con  un  hueco  esca- 
vado en  el  estremo  superior,  provisto  de  hendiduras  ver- 
ticales o  ventanillas,  para  dejar  salir  la  luz  de  la  bujia  o 
mecha  colocada  en  el  centro  del  hueco,  i  arriba,  una  es- 
pecie de  capuchón.  Tal  es  una  linterna  de  templo  japones. 
Las  linternas  de  bronce  son  de  diversas  i  variadas  formas 
en  cada  recinto,  pero  del  mismo  estilo  en  lo  esencial. 
Numerosas  lámparas  de  bronce  sobre  sus  pedestales 
ñguran  en  el  patio  del  templo  de  Shiba  que  visitamos, 
como  en  los  otros,  i  en  el  corredor  o  galena  que  hace 
frente  al  monumento  sagrado,  hai  otras  colgadas,  de 
riquísimo  trabajo.  Este  corredor  o  galería  ofrece  a  mas 
como  particularidades,  su  techo  dorado  i  pintado  i  sus 
ventanas  orijinales  o  paneles  tallados  en  alto  relieve  i 
taladrados  en  los  intersticios  de  las  flores  i  demás  figu- 
ras de  dibujo  diferente,  representando  aves  i  animales 
fantásticos  i  mil  objetos  armónicos,  todo  ello  dorado  o 
pintado  con  vivos  colores,  fresco,  animado,  liviano, 
aereado.  El  interior  del  templo  es  de  una  riqueza  escep- 
cional  en  esculturas,  lacas,  pinturas  i  dorados;  el  cielo 
raso  dividido  en  cuadros  o  cajones,  luce  preciosos  mo- 
saicos hechos  a  pincel  con  recamados  de  oro ;  el  piso  es 
de  laca  i  está  ahora  cubierto  por  un  tatami  finísimo  (  es- 
tera); los  muros,  el  altar,  las  barandas,  presentan  las 
mismas  admirables  esculturas  en  bronce  i  en  madera;  el 
tabernáculo  que  encierra  las  tabletas  sagradas  es  de  la 
mas  costosa  laca  i  ostenta  riquísimas  pinturas;  las 
mesas   delanteras  también  de  laca  negra  i  rosa  llevan 


—  442  — 

adornos  de  bronce  cincelado  i  dorado.  Vale  el  templo 
principalmente  por  sus  tallados  i  decoración  de  oro  i 
colores  i  se  diferencia  totalmente  de  los  magnos  enca- 
trados de  madera  que  constituyen  los  templos  ya  des- 
critos de  Kamakuna  Kioto  i  Nara. 


Abril  18.  —  Tokio, — Al  dia  siguiente  al  de  mi  visita  al 
marques  Tokugawa  se  me  presenta  en  mi  hotel  un  ca- 
ballero, el  señor  Sho  Nemoto,  i  entregándome  una  carta 
de  introducción  del  marques,  me  dice  que  él  lo  mandaba 
para  que  me  acompañara  a  donde  yo  quisiera  ir;  «.Con- 
migo, añadió,  no  tendrá  usted  ninguna  dificultad ;  estol 
autorizado  para  entrar  en  todos  los  establecimientos 
dependientes  del  gobierno». 

No  sé  cómo  agradecer  deferencia  tan  inusitada  pues 
el  señor  Nemoto  no  es  un  guia  cuyos  servicios  se  pueda 
retribuir  en  proporción  de  su  valor,  dadas  sus  preeminen- 
cias i  su  posición  oficial  (es  inspector  de  aduanas,  nada 
menos).  Conociendo  sus  calidades  i  la  orijinalidad  de  su 
carácter  le  he  tomado  el  afecto  que  solo  se  acuerda  a  un 
antiguo  amigo  i  ahora  somos  dos  hermanos  siameses, 
inseparables. 

Cuando  lo  vi  por  primera  vez  creí  hallarme  en  presencia 
de  una  aparición,  tal  es  su  semejanza  con  el  finado  doctor 
Benjamin  Zorrilla,  un  distinguido  hombre  público  de  mi 
país ;  es  el  doctor  Zorrilla  en  una  transfiguración  nueva 
del  estremo  oriente:  un  poco  mas  bajo  y  menos  blanco; 
menos  antidinámico  también  porque  Zorrilla  era  la  calma 
acostada  i  Nemoto  es  el  movimiento  a  perpetuidad. 

En  nuestras  relaciones  desde  su  principio  Nemoto  se 
me  sobrepone  i  en  adelante  me  manda  a  su  antojo;  yo  no 
tengo  mas  voluntad  que  la  suya  siendo  su  carácter  menos 
flexible  que  el  mió.  Cuando  me  dicen  en  el  hotel  <  ahí 
está  el  señor  Nemoto»  yo  me  pongo  a  temblar, sabiendo 
que  debo  salir  al  escape  en  paso  de  escursion.  Nemoto 
en  japones  quiere  decir  recia  rais  de  árbol ;  a  mi  siem- 
pre me  pareció  una  recta  vara  de  la  justicia. 


—  443  — 

La  tarea  no  es  entre  tanto  fácil;  Tokio  es  una  ciudad 
inmensa  i  para  ir  del  centro  a  un  estremo  se  necesita 
largo  tiempo. 

Los  japoneses  dicen  sin  embargo  que  todo  está  cerca ; 
pero  en  Tokio  cerca  quiere  decir  a  300  kilómetros  i 
lejos  fuera  del  pais,  en  China  ó  en  Sud  américa. 


Ayer  estuve  en  la  quinta  del  señor  Arrivet,  profesor  de 
francés  en  la  escuela  superior  de  esta  capital,  quien,  sin 
conocerme  i  solo  por  noticias  de  sus  amigos,  me  invita 
a  un  almuerzo  en  su  quinta  en  compañia  del  doctor  K. 
Kabuto,  presidente  del  Tribunal  local  de  Tokio;  del  señor 
K.  Oumé,  profesor  de  derecho  en  la  universidad  impe- 
rial i  miembro  de  la  comisión  revisora  de  códigos;  de  un 
joven  profesor  de  francés,  señor  Tronquoi,  de  la  escuela 
de  artillería,  mui  instruido  en  ñlolojía.  Se  habla  en  la 
mesa  sobre  artes,  ciencias,  costumbres  i  por  fin,  sobre 
lejislacion,  resultando  de  cuanto  se  dice,  que  en  el  Japón 
la  administración  de  justicia  i  la  organización  de  los  tri- 
bunales están  de  acuerdo  con  los  usos  i  costumbres  de 
Europa  i  América,  salvo  los  detalles  necesarios  para 
adaptar  la  lei  a  la  índole  i  condiciones  del  país.  Hai  ya 
varios  códigos  vijentes  i  otros  están  en  estudio  ;  entre  los 
primeros  figuran  los  de  procedimientos,  el  civil,  el  penal  i 
el  de  comercio  i  no  sé  si  el  de  mineria.  Los  ajentes  judi- 
ciales van  como  entre  nosotros  desde  los  juzgados  de 
paz  o  institución  análoga,  hasta  el  mas  alto  rango,  la 
corte  suprema.  El  señor  Oumé,  me  promete  acompa- 
ñarme a  visitar  la  universidad  i  el  señor  Kobuto  me 
mostrará  la  casa  de  justicia;  yo  añadiré  a  la  comitiva 
para  ver  todo  ello,  a  mi  mentor  Sho  Nemoto,  o  sea  recta 
raíz  de  árbol. 


Después  del  almuerzo  vamos  al  jardín  botánico,  de- 
pendencia de  la  universidad;  lo  encuentro  precioso  i  bien 
cuidado,  principalmente  donde  se  ha  imitado  o  dejado  la 


—  444  — 

naturaleza  inculta,  aprovechando  los  accidentes  del  te- 
rreno. A  la  salida  se  despiden  los  japoneses  ofreciéndome 
su  visita  i  Mr.  Arrivet  i  yo  seguimos  nuestro  camino 
hasta  dar  con  la  casa  de  Mr.  Rebon,  donde  tengo  el  gran 
placer  de  conocer  a  M."»«  Rebon»  una  francesita  del  norte, 
fina  i  delicada  como  una  orquídea,  i  aquí  en  esta  mansión 
las  orquídeas  deben  tener,  porque  aquí  se  aspira  ese 
perfume  suave  i  decente  con  que  impregnan  la  atmósfera 
las  mujeres  jóvenes  i  de  buena  casta. 

Ella  su  marido,  profesor  también  como  Arrivet,  i  sus 
dos  hijitas,  habitan  una  vivienda  japonesa,  hecha  como  un 
objeto  de  arte,  con  su  jardín  en  la  pendiente  de  una 
colina  i  la  vista  sobre  admirables  paisajes  a  todos  lados. 


Di  vuelta  al  hotel  ya  de  noche,  pues  todas  estas  jentes 
viven  a  tres  mil  leguas  de  cualquier  parte  racional. 


4>     * 


Abril  19.  —  Armani  nos  da  un  almuerzo  a  la  italiana 
esquisito ;  nos  presenta  a  un  japones  joven,  casi  buen 
mozo  de  puro  millonario,  a  pesar  de  su  cara  esférica  i 
sus  ojitos  reducidos  a  las  ramas  de  un  paréntesis,  acos- 
das  sobre  el  lomo :  así  ^^  ^^.  Con  él,  Armani  i  su  secreta- 
rio, otro  japones  que  habla  italiano,  nos  dirijimos  en 
coche  al  fin  del  mundo,  es  decir,  al  parque  de  Uyeno  (se 
pronuncia  Ueno).  Es  uno  de  los  parajes  mas  encantado- 
res de  Tokio  sobre  todo  entre  marzo  i  abril,  cuando 
los  cerezos  están  en  flor. 

Por  cerca  de  trescientos  años  ha  sido  el  centro  del 
budismo  i  el  gran  sacerdote  de  sus  templos  siempre  fué 
un  hijo  del  mikado.  Uno  de  sus  mas  soberbios  monumen- 
tos del  culto,  gloria  de  la  arquitectura  de  aquellos  tiem- 
pos, según  dicen,  fué  destruido  en  las  guerras  civiles  de 
cuyos  horrores  quedan  aun  rastros.  Actualmente  con- 
tiene como  Shiba  las  tumbas  i  altares  de  muchos  shó- 
goun  Tokugawa.  Aqui  están: 


—  445  — 

—  El  magnífico  aunque  pequeño  templo  en  que  se 
adora  al  gran  Yeyasu,  fundador  de  la  dinastía  Toku- 
gawa,  bajo  el  nombre  de  Tóshógu. 

—  Otro  templo  compuesto  de  oratorio,  atitccánrara  i 
capilla,  donde  se  ve  los  altares  i  las  tumbas  de  varios 
shógoun  i  las  urnas  que  contienen  las  tabletas  de  las 
esposas  de  los  4°  5®  9°  10°  I2o  i  I3o  e  hijas  del  10°  i 
I2o.  En  la  tumba  del  II»  cuelga  un  cerezo  llorón  en 
memoria  de  la  afición  que  tenia  a  las  flores  ese  amable  i 
poderoso  príncipe,  bajo  cuyo  gobierno  alcanzó  el  Japón 
antiguo,  el  apojeo  de  su  esplendor. 

—  En  un  tercer  templo  los  altares  de  otros  shógoun, 
del  hijo  del  10°  i  de  cuatro  princesas  i  algunas  tumbas  en 
la  tierra. 

—  Otros  templos  mas  figurando  también  a  par  de  ellos 
como  objetos  dignos  de  mención  una  de  las  tres  únicas 
colosales  linternas  de  piedra  existentes  en  el  Japón,  obra 
de  un  célebre  artista  i  un  daibutsu  de  siete  metros  i 
medio  de  alto. 

—  El  monumento  levantado  para  honrar  la  memoria 
de  los  partidarios  de  la  línea  Tokugawa,  que  cayeron 
allí  durante  la  guerra  de  1886. 

— El  museo  de  Uyeno,  con  sus  salones  llenos  de  cu- 
riosidades :  libros  japoneses  antiquísimos  i  europeos 
raros;  lacas  modernas,  telas  i  bronces;  carruajes  del 
mikado  i  palanquines ;  pinturas  i  litografías ;  objetos 
arqueolójicos ;  reliquias  de  la  relijion  cristiana;  utensilios 
para  el  culto  de  Confucio;  imájenes  de  Buda;  ropas  de 
cortesanos  de  viejísimas  telas;  armas,  armaduras,  palan- 
quines i  biombos;  instrumentos  de  música,  máscaras  i 
vestidos  de  teatro;  lacas  i  espadas  viejas;  papel  moneda 
antiguo;  una  sección  de  agricultura,  historia  natural  i 
mineralojía  ;  otras  secciones  industriales  de  tejidos,  cris- 
tales, lacas,  trabajos  en  madera  i  paja,  porcelanas  i  mil 
artefactos;  un  departamento  o  mas  bien  un  nuevo  museo 
de  educación  para  las  escuelas  i  por  fin  fósiles,  modelos 
i  colecciones  botánicas  i  zoolójicas. 

— El  jardín  zoolójico. 

— Por  último,  como  ornamentos  accidentales,  los  tea- 
tros, ventas,  fondas,  sitios  de  diversión  i  de  exibiciones 


—  446  — 

para  el  pueblo  insaciable  del  Japón,  entre  ellos  un  pano- 
rama situado  en  una  de  las  colinas  del  parque  i  llamado 
«  Gran  panorama  Tokio-Uyeno  »  donde  los  japoneses 
han  representado  episodios  de  su  guerra  con  la  China; 
el  suelo  está  sembrado  de  banderas  chinas  i  el  aire  cua- 
jado de  estandartes  japoneses ;  los  chinos  que  no  figuran 
ensartados  en  bayonetas  huyen  hacia  el  horizonte»  o  se 
dejan  matar  como  corderos . . .  l'odos  los  pueblos  son 
iguales.  .  .ante  la  vanidad  ridicula  ! 


Entramos  también  al  bazar  de  Uyeno,  abastecido  con 
los  productos  de  toda  la  industria  del  pais  i  ante  cuyas 
vidrieras  rellenas  de  sedas  i  obras  de  arte,  cualquier 
mujer  se  volveria  loca.  En  seguida  nos  pusimos  a  pasear 
por  el  parque  continente  de  tanta  maravilla  i  en  verdad 
bellísimo  i  digno  de  su  celebridad  por  sus  colinas,  sus 
árboles,  sus  jardines,  kioskos  i  templos  i  por  sus  magm'- 
ficas  vistas  sobre  Tokio,  sobre  el  rio  i  sobre  la  vasta 
campiña  que  va  a  morir  a  lo  lejos  al  pié  de  las  montañas. 


Trotamos  media  hora  en  dirección  a  una  feria,  atrave- 
samos el  rio  Sumidagawa  por  un  hermoso  puente  de 
hierro  llamado  el  Asumsióajt  o  bashi  (Adz  (u)  ma  = 
este,  bashi  =  puente ;  puente  del  este )  larguísimo  pues 
el  rio  ahí  es  a  la  vista,  mucho  mas  ancho  que  el  Támesis 
frente  al  parlamento.  El  Sumidagawa  es  un  rio  caudaloso, 
de  aguas  limpias  color  perla,  navegable  hasta  cierta  al- 
tura (  50  kilómetros  de  Tokio  o  mas,  dicen)  i  útilísimo 
para  esta  ciudad  a  la  cual  divide  en  partes  desiguales 
con  su  línea  maestra  i  suministra  canales  en  diversa 
dirección.  Pasado  el  puente  i  siempre  siguiendo  una 
márjen  del  rio,  entramos  en  una  avenida  de  cerezos  en 
flor.  Este  paraje  se  llama  el  Mukojima  i  es  famoso  por  su 
belleza  incomparable  ;  basta,  para  tener  una  idea  de  ella, 
figurarse  una  calle  de  dos  o  mas  kilómetros  de  largo, 
cubierta  por  una  bóveda  de  flores  que  solo  de  trecho  en 


—  447  — 

trecho  deja  algunos  claros  para  ver  el  cielo.  Hoi  es  dia 
de  feria»  una  especie  de  carnaval  en  celebración  del 
brote  de  los  cerezos.  La  Avenida  está  llena  de  paseantes 
i  bandas  de  juglares  i  comparsas  de  jentes  disfrazadas 
animan  la  escena  con  sus  movimientos,  saltos,  juegos, 
jestos  i  dichos,  graciosos  a  juzgar  por  su  efecto  en  los 
espectadores  japoneses.  Llegamos  a  un  parque  ingles 
con  lagos,  arroyos  i  grupos  de  árboles.  En  los  islotes  i 
márjenes  de  los  riachos  se  levantan  graciosas  construc- 
ciones de  madera:  casas  de  té,  kioskos  i  salones  de  baile 
al  mismo  tiempo.  Nos  acercamos  al  pabellón  mas  con- 
currido donde  bailaban  a  la  sazón  famosas  gueshas 
dentro  de  un  cerco  de  admiradores.  Apenas  nos  ven,  las 
que  no  figuraban  por  el  momento  en  la  danza,  vienen  a 
nuestro  encuentro  i  nos  invitan  a  subir  al  tablado.  Para 
eso  necesitábamos  sacarnos  el  calzado ;  notan  nuestra 
vacilación  i  nos  eximen  de  tal  requisito ;  pero  en  esto  no 
paran  la  bondad  i  amabilidad  de  estas  agradables  jóve- 
nes; una  vez  en  el  tablado  nos  traen  bancos  para  sentar- 
nos a  nuestra  usanza  i  ellas  se  acomodan  a  nuestros  pies, 
nos  toman  las  manos  con  las  suyas  pequeñísimas,  divi- 
nas, blandas,  suaves,  cuidadas,  de  forma  esquisita,  como 
para  soñar  con  ellas ;  nos  miran  con  cariño,  nos  sirven 
dulces,  naranjas,  licores  i  cerveza,  i  una  de  ellas,  tal  vez  la 
mas  bonita,  lleva  su  complacencia  hasta  bajar  su  kimono, 
a  pedido  mió,  para  mostrarnos  su  cuello,  dejárselo  tocar 
sin  resistencia,  gozando  al  parecer  en  presencia  de  nues- 
tra lejítima  admiración  ante  su  insuperable  forma  estética. 
A  riesgo  de  repetirme,  afirmo  no  haber  visto  en  parte 
alguna  nada  semejante  i  si  alguien  me  hubiera  dicho, 
antes  de  venir  al  Japón,  que  era  posible  concentrar  tanta 
belleza  i  tantos  atractivos  en  un  cilindro  mas  o  menos 
bien  torneado,  no  es  otra  cosa  un  cuello,  lo  habría 
tenido  por  loco;  aquí,  esa  sección  del  cuerpo  en  las  mu- 
jeres jóvenes,  sorprende  en  realidad  i  fija  los  ojos  del  via- 
jero sin  permitirle  apartarlos,  en  virtud  del  poder  de  ese 
imán  insóHdo  a  cuya  influencia  ningún  ser  intelijente  se 
sustrae:  la  belleza  ñsica  indiscutibles.  Verdad  es  que 
quizá  yo  no  encontraría  tales  calidades  en  un  cuello  sepa- 
rado de  su  cabeza  i  pecho   correspondientes  i  ni  aun, 


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sin  tales  mutilaciones,  en  un  hermoso  cuello  ubicado  en 
un  cuerpo  masculino!  El  lector  deberá  perdonarme  el 
haberme  referido  ya  i  estar  dispuesto  a  referirme  aun 
cien  veces  al  cuello  de  las  japonesas. 


Para  festejar  nuestro  advenimiento,  la  directora  de  la 
danza,  hace  bailar  a  las  mas  lindas  gueshas,  entre  ellas  a 
las  dos  preciosas  jovencitas  que  teníamos  cerca.  £1  baile 
es  una  pantomima  ejecutada  al  son  de  una  música  estri- 
dente i  sin  medida,  con  adiciones  de  canto  hechas  por 
las  mismas  bailarínas,  a  veces,  por  una  parte  de  los  con- 
currentes, casi  siempre.  Cada  jesto,  cada  paso,  cada 
movimiento  representa  una  idea  i  la  pantomima  toda, 
una  leyenda  que  el  canto  esplica.  Cuando  la  guesha  es 
hábil  su  baile  i  sus  acciones  dejan  comprender  el  sentido 
principal  de  cada  pasaje.  Así  bailaron  nuestras  predilec- 
tas i  era  un  encanto  ver  sus  actitudes  trájicas,  sus  des- 
mayos, sus  alarmas,  sus  alegrías,  las  diversas  espresio- 
nes de  su  rostro  i  sus  ideales  manecitas  revoloteando  al 
estremo  de  sus  delicados  i  perfectos  brazos.  Al  retirar- 
nos un  coro  de  voces  infantiles  nos  despidió  diciendo 
4:please,  come  again».  ¡El  ingles  en  todas  partes! 


*    * 


Abril  20.  —  Viene  según  estaba  convenido  el  doctor 
Benjamín  Zorrilla  en  su  transfíguracion  japonesa  i  des- 
pués de  muerto.  Me  lleva  á  una  imprenta ;  apenas  en- 
tro siento  una  profunda  tristeza  mezclada  con  cierta 
satisfacción  ;  me  acuerdo  de  mis  largos  años  de  ocupa- 
ción en  la  prensa  i  de  vida  entre  tipógrafos  impresores 
i  periodistas.  El  establecimiento  es  bastante  bueno ;  las 
máquinas  son  antiguas,  pero  hacen  un  trabajo  eficiente. 
Los  tipos,  viñetas,  útiles,  tinta,  papel,  todo  cuanto  existe 
en  la  imprenta  ha  sido  hecho  en  el  Japón.  Subo  al  de- 
partamento de  la  composición  i  me  encuentro  con  veinte 
muchachitas  trabajando  con  prontitud  i  destreza;  sigo 
al  piso  superior  i  allí  hallo  solamente  varones,  niños  en 


—  449  — 

su  mayor  parte;  estos  distribuyen  ó  componen  cantando; 
el  taller  parece  una  colmena  pues  solo  se  oye  un  alto 
murmullo  resultante  de  la  mezcla  de  tantas  voces. 
Pregunto  — « {  No  resulta  inconveniente  la  reunión  de 
mujercitas  con  varones  ?>  —  «No,  se  me  contesta,  son 
todos  mui  quietos»  (testual).  Otra  pregunta — «¿Quié- 
nes trabajan  mejor,  las  niñas  o  los  muchachos?»  Res- 
puesta—  «Las  mujeres  distribuyen  mejor  que  los  varo- 
nes; los  varones  componen  mejor  que  las  mujeres».  La 
índole,  pienso  yo  para  mis  adentros,  desde  chiquitas  ya 
muestran  su  preferencia  por  destruir. 


Pasamos  en  seguida  á  la  casa  del  congreso,  palacio 
estupendo,  relativamente;  lleno  de  comodidades,  con 
salas  para  las  comisiones  i  para  las  audiencias  particu- 
lares i  de  espera  para  visitantes  distinguidos;  con  cuartos 
de  teléfono  i  telégrafo ;  departamentos  para  los  minis- 
tros, comedor  inmenso,  salones  de  lectura,  bibliotecas, 
gabinete  de  hierro  á  prueba  de  fuego  para  los  papeles 
importantes,  i  todos  los  locales  accesorios.  En  el  recinto, 
mui  bien  distribuido,  está  el  palco  o  trono  para  el  em- 
perador i  hai  palcos  para  la  diplomacia,  para  los  no- 
bles i  los  miembros  de  la  familia  real,  para  huéspedes 
notables  i  para  la  prensa.  El  emperador  tiene  acceso 
por  una  entrada  especial  que  ocupa  el  centro  entre  las 
dos  cámaras ;  pues  cada  cámara  tiene  su  palacio  propio 
siendo  los  dos  edificios  idénticos  i  contiguos.  La  casa 
toda  del  congreso  se  levanta  sobre  cuatro  hectáreas  en 
medio  de  un  parque  de  diez  i  seis  mas  o  menos.  Todo 
edificio  publico  de  importancia  aquí  está  situado  en 
medio  de  una  gran  estension  de  terreno  o  lo  tiene  a  su 
disposición  a  un  costado  del  establecimiento.  En  Buenos 
aires  todo  está  apretado  entre  las  casas  de  comercio. 
Una  sorpresa;  los  sirvientes  de  las  oficinas  públicas 
aquí  no  admiten  propinas!  Conservo  el  plano  del  con- 
greso ;  la  simple  vista  del  dibujo  da  una  idea  mas 
completa  del  palacio  que  cualquier  buena  descripción. 


Por  mares  i  por  tierras  29 


-  450  — 

Tócale  su  turno  al  hospital  de  Caridad  que  encuentro 
instalado  en  su  parque  i  en  medio  de  sus  jardines,  a  larg^a 
distancia  del  centro.  Es  mui  bonito,  si  un  hospital  puede 
serlo,  i  mui  aseado;  admite  hombres  i  mujeres;  las  salas 
son  grandes  aireadas  i  limpias;  la  comida  que  se  da  a 
los  enfermos  es  mui  buena.  £1  anñteatro,  gabinete  de 
operaciones  i  todas  las  dependencias  del  instituto  están 
a  la  altura  de  cualquier  buen  hospital  de  la  Europa;  su 
dotación  de  instrumentos  es  completa  i  todos  han  sido 
hechos  en  el  Japón,  lo  mismo  que  los  aparatos  para  las 
cámaras  oscuras,  aplicaciones  eléctricas  y  curaciones 
especiales.  Sobre  todo  esto  coloco  la  institución  de  las 
enfermeras.  Ochenta  jóvenes  aprenden  aquí  el  oficio  i 
las  3'a  recibidas,  se  desempeñan  como  si  fueran  médicos. 
He  visto  a  dos  de  ellas  curar  una  úlcera  en  la  ingle  á  un 
niño,  a  la  perfección;  debiendo  ponderarse  en  la  ejecu- 
ción no  solo  el  arte  sino  la  liviandad  de  esas  manos  ja- 
ponesas invisibles  de  puro  chicas.  Al  asistir  a  sus  cura- 
ciones recordaba  que  jamas  he  visto  a  una  hermana  de 
caridad  curar  una  herida,  sino  mandarla  curar  por  el 
asistente;  curarán  o  habrán  curado,  no  lo  dudo,  pero 
yo  no  las  he  visto;  este  es  un  dato  personal  indiscuti- 
ble. P2n  las  clases  se  muestran  mui  atentas  i  hace  una 
buena  impresión  verlas  con  su  gorro  blanco  siempre 
limpio  i  su  uniforme  sencillo.  El  gorro  es  una  bolsa  alta 
de  linón  almidonado  a  la  cual  ellas  le  dan  una  forma 
graciosa,  después  de  alojar  en  el  fondo  el  edificio  de  su 
peinado. 


Otro  largo  trote  en  curuma  nos  conduce  al  estanque 
de  provisión  de  agua  de  la  ciudad  que  nada  tiene  de  no- 
table, i  otro  mas  largo,  casi  infinito,  al  hospital  de  la 
Cruz  roja  situado  en  confines  de  la  tierra  en  un  parque 
de  15  hectáreas.  Es  un  magnífico,  un  grandioso  edificio 
realmente.  Admite  pensionistas  que  pagan  desde  tres 
yen  hasta  cincuenta  centavos  por  dia;  tiene  ambulancias 
completas.  En  el  vastísimo  establecimiento  se  alojan  i 
estudian  180  jóvenes  enfermeras,  niñas  muchas  de  ellas; 
al  verlas  se  recuerda  a  las  pupilas  de  los  colegios;  están 


—  451  — 

alegres  como  pájaros  libres  a  la  madrugada  i  mui  feli- 
ces con  su  estado.  Los  mejores  médicos  del  Japón  tra- 
bajan en  este  hospital.  Inútil  es  decir  que  las  exijencias 
de  la  ciencia  moderna  están  aquí  satisfechas.  Llama  es- 
pecialmente la  atención  el  gabinete  de  instrumentos  i 
aparatos  hechos  todos  en  el  pais,  tan  buenos  como  los 
mejores  de  Europa. 

Por  los  alrededores  está    el  hospicio    de  dementes  i 
también  una  gran  escuela  de  enseñanza  superior. 


Para  guardar  la  cronolojía  solamente  apuntaré  una 
visita  a  un  muestrario  de  productos  nacionales  en  donde 
hai  de  todo,  hasta  violines  i  otra,  a  una  gran  casa  de 
sedas  cuya  magnitud  e  importancia  comercial  se  puede 
calcular  por  este  solo  dato :  ocupa  cien  dependientes.  La 
variedad  de  telas,  de  colores  i  de  valor  en  las  diversas 
mercaderías  es  abrumadora.  Vidrieras  que  se  estienden 
por  cientos  de  metros  sirven  de  escaparate  i  depósito  a 
los  preciosos  productos.  Una  mujer  con  o  sin  dinero  allí 
se  enferma  por  no  poder  comprarlo  todo. 


Cansados  de  desvanes  i  rincones  como  el  gato  de  la 
fábula,  con  dos  trotadores  por  pieza,  nos  diríjimos  a  la 
parte  mas  alta  de  la  ciudad  en  las  vecindades  del  palacio 
imperial  i  siguiendo  por  la  márjen  del  canal  interno,  lle- 
gamos al  Kudan  park.  A  la  entrada  se  ve  el  pórtico 
(torie)  mui  sencillo  i  mui  lindo  ;  lo  forman  cuatro  más- 
tiles de  bronce,  dos  verticales  altísimos  i  dos  horizonta- 
les al  estremo,  sobresaliendo  uno  de  ellos  a  los  dos  lados 
i  comprendido  el  otro  entre  los  pilares ;  el  todo  repre- 
senta esta  figura  J^.  El  efecto  de  los  cuatro  cilindros,  tan 
natural  pero  tan  artísticamente  colocados,  es  imponente 
i  agradable.  Rebalsa  la  concurrencia  en  el  parque  i  como 
dentro  de  tres  o  cuatro  dias  ya  no  quedará  una  flor  en 
los  cerezos,  los  paseantes  han   querido,  me  imajino,  des- 


—  452  — 

pedirse  de  las  hojas  que  ya  comienzan  a  cubrir  el  suelo 
como  una  alfombra  de  nieve  rosada.  Hai  un  lago  capri- 
choso en  este  parque  con  grutas  i  cascadas  en  uno  de  sus 
límites  i  un  puente  de  seis  metros,  hecho  con  una  sola 
piedra.  La  jente  se  entretiene  en  dar  aUmento  a  los  pes- 
cados rojos  del  lago  i  estos  ya  satisfechos,  dejan  flotar 
los  discos  o  bollos  hvianos  amasados  espresamente  para 
el  caso  i  ofrecidos  a  vil  precio  a  los  visitantes  en  el  lugar 
de  su  aplicación.  En  Kudan  parque  está  el  museo  mili- 
tar, buena  colección  de  armas  i  armaduras  japonesas, 
antiguas  i  modernas,  con  mas  los  cañones  i  otros  trofeos 
de  guerra,  tomados  a  los  chinos.  Manifiesta  el  pueblo  una 
marcada  afición  a  este  museo  donde  a  mas  de  las  armas 
i  corazas,  puede  contemplar  los  retratos  de  algunos  de 
sus  héroes  i  los  cuadros  de  las  batallas  que  proclaman 
las  glorias  japonesas.  Figura  también  entre  los  monu- 
mentos del  parque  uno  consagrado  a  la  memoria  de  los 
soldados  muertos  en  acción  de  guerra. 

Contiguo  se  halla  un  circo  para  carreras,  de  forma 
elíptica  mui  prolongada;  a  lo  largo  del  eje  mayor  corren, 
formando  calle,  dos  hileras  de  linternas  de  piedra  i  en  el 
centro  se  levanta  la  estatua  en  bronce  de  Omura,  sobre 
su  pedestal  de  granito  rodeado  de  grandes  cañones  ; 
estatua  i  cañones  son  de  fundición  japonesa,  lo  mismo 
que  los  inmensos  caños  para  la  provisión  de  agua  i  des- 
agües colocados  ya  o  por  colocarse.  Diré  de  paso  que 
ninguna  ciudad  en  el  Japón  tiene  cañerías  para  aguas 
servidas  ni  materiales  de  cloaca;  se  usa  en  jeneral  en  las 
casas  el  sistema  de  letrinas  movibles  ;  así  los  caños  de 
que  hablo  son  para  la  provisión  de  agua  principalmente  i 
para  dar  curso  a  la  de  lluvia  i  para  poner  en  comuni- 
cación ciertos  canales,  en  segundo  término.  A  la  salida 
del  circo  se  ve  una  pirámide,  o  mas  bien,  un  paralelepí- 
pedo de  granito  bastante  alto.  En  la  orilla  del  canal, 
límite  de  la  elevada  plataforma  del  parque,  se  alza  un 
monumento  orijinal,  un  puñal  como  una  torre,  elegante, 
esbelto,  un  verdadero  obelisco  hermoso  i  sujestivo.  De 
la  misma  orilla  o  cresta  de  la  barranca  en  pendiente  vio- 
lenta, revestida  de  césped,  que  forma  el  muro  esterno  del 
canal,    se  descubre  una  gran  parte  de  la  inmensa  Tokio, 


—  453  — 

escondiéndose  entre  los  árboles  floridos  ahora  i  confun- 
diendo sus  casas  con  el  verde  follaje  de  los  parques  nu- 
merosos flotante  sobre  alfombras  de  flores  que  adornan 
jardines  sin  cuento  de  esta  preciosa  metrópoli.  Por  la 
ancha  avenida  de  suave  inclinación,  subian  al  bajar  nos- 
otros, como  seis  mil  personas,  en  procesión  no  interrum- 
pida, a  gozar  del  aire  puro  al  caer  la  tarde.  Si  Tokio 
tuviera  un  buen  pavimento  i  desagües  aun  cuando  sus 
casas  fueran  como  son,  de  madera  i  bajas,  con  su  orijina- 
lidad  característica  seria  tal  vez  la  mas  linda  ciudad  del 
mundo. 


A  la  ida  al  Kuden  nuestro  amable  guia  nos  muestra  el 
hospital  militar,  grandioso  i  provisto  de  todo,  en  medio  de 
su  gran  parque;  i  a  la  vuelta  la  imprenta  oficial,  la  fábrica 
de  billetes  de  banco  i  casa  de  moneda  en  su  corres- 
pondiente inmenso  parque,  con  jardines  i  terrenos  dispo- 
nibles De  ahí  vamos  al  banco  nacional  del  Japón,  monu- 
mental edificio  de  piedra  en  medio  de  una  manzana, 
hecho  a  todo  costo  i  dotado  con  las  ultimas  perfecciones 
de  arquitectura  i  adaptación  de  la  moderna  cultura.  Estoi 
admirado  de  cuanto  veo  en  Tokio. 

*    * 

Abril  21,  —  Visito  al  marques  de  Hachisuca  ministro 
de  Instrucción  pública,  caballero  distinguidísimo,  cuñado 
de  Tokugawa;  me  recibe  llana  i  amablemente;  me  habla 
en  ingles,  me  regala  dos  libros  sobre  educación  con  su 
dedicatoria  en  japones  i  da  orden  al  secretario  de  pre- 
parar cartas  de  introducción  para  los  directores  de  la 
universidad,  los  colejios  i  escuelas,  así  como  de  buscar  i 
mandarme  una  traducción  de  la  constitución  del  imperio. 
Me  pide  al  despedirme  permiso  para  hacer  una  visita  a 
mi  señora  en  nuestro  hotel.  —  Acordado.  —  Mas  tarde 
vamos  a  casa  del  ministro  italiano  conde  Orfini,  invitados 
a  una  partida  de  lawn  tennis:  — todo  anda  bien. 


—  454  — 

Abril  22,  —  La  educación  en  el  Imperio,  —  Escuelas, 
colejios,  institutos  especiales,  cuerpos  de  instrucción, 
universidad,  facultades,  hospitales  de  clínicas. 

La  cultura  intelectual  del  pueblo  japones  se  halla  some- 
tida al  ministerio  de  instrucción  pública,  directa  o  indirec- 
tamente ;  pero  inmediatamente  depende  de  un  departa- 
mento de  educación  compuesto  de  pocos  funcionarios 
( dos  concejales  solamente,  tres  secretarios  i  algunos 
escribientes  ).  Existen  ademas  otros  intermediarios :  para 
la  instrucción  preparatoria,  las  comisiones  i  concejos  i 
para  la  universitaria,  sus  autoridades  constituidas  en  sala. 
Aparte  de  esto  los  institutos  especiales  tienen  sus  direc- 
tores técnicos  propios  i  los  concejos  de  educación,  inspec- 
tores que  recorren  todo  el  pais,  promueven  adelantos  i 
vijílan  la  conducta  de  los  maestros.  ( Nada  de  esto  dice 
don  Pedro  Loti  en  sus  brillantes  calumnias  al  Japón). 
Está  dividido  en  dos  ofícinas,  una  para  las  escuelas  espe- 
ciales, otra  para  las  escuelas  jenerales.  La  clasificación 
de  los  Institutos  de  enseñanza  de  menor  a  mayor,  es 
como  sigue : 

Escuelas  elementales,  dos  jéneros:  ordinarias,  supe- 
riores o  altas. 

Escuelas  normales,  id  id  ordinarias,  superiores. 

Escuelas  medias  (o  sea  liceos  o  colejios  preparato- 
rios) id  id   ordinarias,  superiores. 

Las  escuelas  normales  i  medias,  ordinarias  i  superio- 
res, son  para  hombres  i  mujeres,  separadamente. 

Universidad.  —  La  universidad  de  Tokio  (pues  hai 
otras  en  las  provincias  así  como  liceos  i  escuelas ;  lo  sabe 
ya  el  lector)  se  halla  compuesta  de  una  sala  (hall)  i 
seis  colejios  o  facultades :  la  sala  para  lo  concerniente 
a  investigaciones  orijinales;  los  colejios  para  la  instruc- 
ción teórica  i  práctica. 

La  universidad  es  dirijida  por  un  concejo  universi- 
tario i  un  presidente  asistidos  por  secretarios  i  otros 
empleados. 

Son  seis  los  colejios  o  facultades  i  llámanse :  de  juris- 
prudencia, de  medicina,  de  injeniería,  de  literatura,  de 
ciencias  i  de  agricultura.  Cada  facultad  funciona  en  su 
casa  i  tiene  todas  las   oficinas  gabinetes  i  laboratorios 


—  455  — 

eficientes  i  aun  sobrados  para  la  enseñanza,  inclusive 
talleres  en  la  facultad  de  injeniería  i  hospitales  para  las 
clínicas.  Las  materias  de  estudio  son : 


En  jurisprudencia 

Constitución  i  leyes  públicas 

Código  civil 

Código  comercial 

Código  de  procedimiento 
civil 

Código  de  procedimiento 
criminal  i  código  penal 

Economía  política  i  finanzas 

Estadística 

Política  —  Historia  de  la 
política 

Derecho  administrativo 

Historia  de  las  instituciones 
legales  i  lejislacion  com- 
parada 

Derecho  romano 

Lei  inglesa 

Lei  fi*ancesa 

Lei  alemana 

Jurisprudencia 

En  medicina 

Anatomía 

Fisiolojía 

Química  médica 

Patolojía  jeneral 

Anatomía  patolójica 

Farmacolojía 

Medicina 

Ji^ecolojía  i  obstetricia 

Pediatría 

Cirujia 

Oftalmolojía 


Dermatolojía  i  sífilis 

Psiquiatría 

Hijiene 

Medicina  legal. 

Farmacia 

En  injeniería 

Injeniería  civil 
Injeniería  mecánica 
Arquitectura  naval 
Tecnicolojía  de  las  armas 
Injeniería  eléctrica 
Arquitectura 
Química  aplicada 
Tecnicolojía   de  los  espío - 

sivos 
Minería  i  metalurjía 
Resistencia  de  materiales  i 

estructuras 
Injeniería  en  jeneral 

En  literatura 

Lengua  japonesa 
Literatura    e    historia    del 

Japón 
Lengua  china  i  clásicos  de 

la  China 
Historia  i  jeografi'a 
Filosofía  e  historia  de  la 

filosofía 
Sicolojía,  etica  i  lójica 
Sociolojía 
Pedagojía 
Estética 


-  456  - 


Filolojía 

Lengua  inglesa  i  su  litera- 
tura 

Lengua  alemana  i  su  lite- 
ratura 

Lengua  francesa  i  su  lite- 
ratura 

En  ciencias 

Matemáticas 

Matemáticas  aplicadas 

Astronomía 

Física 

Química 

Zoo!  ojia 

Botánica 

Teolojía 

Paleontolojía  i  Mineralojía 

Semeiolojía 

Antropolojía 

En  agricultura 

Agricultura  en  jeneral 

Química  jeneral 

Química  aplicada  a  la  agri- 
cultura 

Forestry  ¿Florestalojía? 

Botánica 

Zoolojía 

Entomolojía   i    Sericultura 

Horticultura 

Zootecnia 

Jeolojía  del  suelo 

Física  orgánica  i  Meteoro- 
lojía 

Agricultura  administrativa 

Economía  política 

Anatomía  veterinaria 


Fisiolojía  veterinaria 
Medicina  veterinaria 
Cirujía  veterinaria 

Cada  ramo  cuenta  con 
una,  dos  o  mas  cátedras 
según  su  importancia  i  su 
estension. 

Hai  ademas  de  los  esta- 
blecimientos ya  nombra- 
dos, kindergartens,  escue- 
las mistas  e  institutos  para 
enseñanzas  especiales  como 
son : 

—  La  escuela  de  sordo- 
mudos ,  cuyo  programa 
transcribo  en  seguida 
considerándolo  ilustra- 
tivo :  ( Para  los  sordo- 
mudos ciegos  )  5  años  : 
— Sonidos  puros,  impu- 
ros, mistos  —  Nombre  de 
objetos  —  Frases  —  Sig- 
nificado de  palabras  — 
Deletreo  i  pronunciación 
de  frases  —  Aritmética» 
primeras  reglas  —  Músi- 
ca—  Acupuntura  —  Ma- 
saje —  (  Para  los  mudos) 
5  años : — Articulación  de 
palabras  simples  —  Fra- 
ses  cortas  —  Sentencias 

—  Escritura  con  sílabas 

—  Escritura  con  carac- 
teres chinos  —  Cartas 
cortas  —  Dibujo  —  es- 
cultura —  Carpintería  — 
Costura  (Esta  escuela 
me   recuerda   su    conjé- 


-   457  — 


nere  fundada,  adoptada 
o  fomentada  por  mí  en 
Buenos  Aires). 

Los  colejios  militares 

La  academia  militar 

El  colejio  de  cadetes 

La  escuela  militar  de  Ta- 
yoma 

Los  cuerpos  de  instruc- 
ción. 

El  colejio  nacional 

La  academia  naval 


El  colejio  médico  naval 
La  escuela  naval  de  «Pay- 
masters  » 

La   escuela  naval  de  inje- 
.  niería 

La  escuela  náutica 

La  escuela  de  correos  i 
telégrafos 

Algunas  enseñanzas  cuen- 
tan con  dos  o  mas  cá- 
tedras 


Los  programas  en  todos  los  ramos  son  completos. 
Cada  instituto  responde  a  sus  ñnes  i  su  conjunto  a  la  mas 
grande  cultura  intelectual  i  moral. 

No  se  enseña  relijion  en  las  escuelas — ¿  Qué  relijion  se 
enseñaria  ?  —  Todas  ?  —  Eso  seria  asunto  de  las  clases 
de  historia.  Los  japoneses  han  comprendido  que  la  reli- 
jion de  cada  uno,  la  sentida,  la  que  forma  el  código  moral 
interno  i  se  traduce  en  el  culto  esterno  del  individuo  i  de 
la  familia,  no  es  materia  de  estudio  técnico.  Se  puede 
estudiar  jeometría,  áljebra,  moral,  porque  solo  hai  una 
jeometría,  una  áljebra  i  una  moral,  pero  no  se  puede 
enseñar  relijion  porque  cada  uno  tiene  la  suya,  en  la 
forma  en  la  cual  cree  o  entiende  los  fenómenos  del  mundo 
ligados  con  las  causas  supuestas  o  verdaderas,  únicas  o 
múltiples,  eficientes  o  accesorias  que  obran  en  el  universo. 

Lo  que  enseñan  de  relijion  es  la  parte  histórica.  Ya 
hemos  visto  en  la  facultad  de  teolojía  de  la  universidad 
de  Kioto  cómo  la  doctrina  cristiana  por  ejemplo,  se  estu- 
dia con  mapas  a  la  vista  i  con  los  objetos  del  culto  que 
su  museo  teolójico  posee. 

Coronan  el  sistema  de  la  Instrucción  pública,  por  fin, 
una  academia  compuesta  de  celebridades,  i  comisiones 
adventicias  para  dilucidar  cuestiones  científicas,  hacer 
compilaciones  históricas,  revisar  los  códigos  i  emprender 
trabajos  de  diverso  jénero  conexos  con  su  cometido. 


—  458  — 

Abril  23.  —  La   universidad    ocupa   una   verdadera 
comarca  de  36  hectáreas  de  terreno,  con  lagos,  montes, 
valles,  parques  i  praderas.  Cada  escuela  tiene  su  sección 
de  tierra  i  sus  ediñcios  propios  incluyendo  habitaciones 
para  profesores  i  alumnos  internos,  en  algunas;  a  ciertos 
ramos  se  ha  destinado  una  casa  especial.  En  lo  material 
i  por  lo  referente  a  su  instalación  creo  que  es  única  en  el 
mundo.  De  las  seis  facultades  ya  mencionadas  cinco  están 
en  este  recinto;  la  de  agricultura  abarca  en  otra  parte  una 
inmensa  estension,  con  tierras  para  cultivo  e  instalaciones 
adecuadas  ala  índole  de  la  institución.  Los  planos  corres- 
pondientes figuran  entre  mis  documentos  (  cada  uno  pa- 
rece  una  carta  jeográfica).   El   ministro  habia  dado  sus 
órdenes  para  que  se  me  atendiera  i  mostrara  cuanto  qui- 
siera ver  en  los  establecimientos.  En  la  universidad  me 
recibió  una  comisión  de  profesores  i  fué  mi  acompañante 
perpetuo  el  secretario  jeneral  señor  H.Sbimidzu.  Comen- 
zamos por  la  facultad  de  ingeniería  cuyos  directores  i 
profesores  me  enseñaron  el  gabinete  de  electricidad,  la 
sala   de  las  balanzas,  infinidad  de  salones  de  dibujo  divi- 
didos en   secciones,  de   arquitectura,   de  arte  naval,  de 
mecánica  &;   los  gabinetes  de  herramientas  japonesas  i 
estranjeras,  la  sección  de  modelos  de  máquinas,  puentes 
i  edificios,  la  de  estatuas  célebres  cuyas  copias  se  usa  en 
la  decoración   de   las    construcciones,   los   modelos    de 
buques  i  los  departamentos  especiales  para  el  estudio  de 
su  construcción  donde  me  muestran  un  polvo  para  tapar 
los  agujeros  hechos  por  las  balas  en  los  buques,  en  virtud 
de  su  propiedad  de  hincharse  en  contacto  del  agua ;  el 
museo  de  mecánica  con   su   dotación   de  facsímiles    de 
máquinas  desde  Arquímedes  hasta  Edison;  la  sección  de 
mineralojía  i  meteorolojía  con  sus  ejemplares  propios  i  su 
museo  especial   de  trapiches,   hornos,  bombas   i   útiles 
para  el  beneficio   de  los  metales,  donde  el  esqueleto  de 
una  mina  me  llamó  la  atención  por  su  parecido  con  lo  que 
representarían  suspendidos  en  el  aire  los  sistemas  ner- 
vioso, arterial  i  venoso  del  cuerpo  humano ;  el  cuarto  de 
análisis  al  soplete  i  el  inmenso  gabinete  para  el  examen  de 
los  metales  por    vía  húmeda;    el   museo   de  jeolojía ;  el 
departamento  de   química  aplicada  con  su  dotación  de 


—  459  — 

balanzas  hechas  en  el  Japón,  en  dos  salones;  los  labora- 
torios de  aplicación  de  las  ciencias  a  la  industria  en  telas 
i  otros  materiales  i  los  modelos  de  útiles  industriales;  por 
fin  los  talleres  mecánicos  para  hierro  bronce  i  madera 
como  los  de  una  fábrica  de  importancia,  en  los  cuales  se 
da  la  instrucción  práctica  mas  completa. 

Seguí  mi  inspección  por  la  facultad  de  ciencias  mate- 
máticas i  físicas.  Los  gabinetes,  laboratorios  i  museos  de 
matemáticas,  química,  física,  jeolojía,  botánica  i  zoolojia 
son  completísimos  i  están  esmeradamente  cuidados  por 
sus  preparadores  respectivos.  Tiene  esta  facultad  su 
casa  aparte  i  cada  ramo,  sus  aulas  i  dependencias  pro- 
pias. 

Recorrí  las  aulas  de  la  facultad  de  literatura  en  los 
dominios  de  su  esclusivo  uso  i  la  gran  biblioteca  de  la 
universidad  que  forma  cuerpo  separado,  tiene  disposi- 
ciones adecuadas  i  está  ordenada  a  la  perfección  ;  no  es 
mui  rica  pero  sus  estantes  contienen  libros  de  gran  valor 
i  mérito. 

La  facultad  de  derecho,  a  la  par  de  sus  tocayas  en 
todas  partes,  es  la  mas  aristocrática.  Como  ellas  no 
tienen  ni  necesitan  museos  ni  gabinetes  que  den  aspecto 
de  falta  de  aseo  a  veces  en  las  piezas,  echan  lujo  en  sus 
aulas  i  mobiliarios.  No  es  el  caso  de  la  del  Japón  por  lo 
tocante  al  lujo  de  muebles,  pero  sí  por  lo  referente  al 
edilicio.  Los  papeles  de  los  abogados  únicos  materiales 
de  su  trabajo  no  estorban  ni  desordenan  sino  las  con- 
ciencias ! 

Una  mayor  sección  se  toma  en  cambio  para  sí,  del  ter- 
reno, la  facultad  de  medicina  i  lo  necesita.  Comenzaré 
por  presentar  al  lector  un  campo  de  tres  hectáreas,  como 
una  mesa  de  billar  para  ejercicios  atléticos  de  los  estu- 
diantes cuyos  juegos  preferidos  son  los  clásicos  ingleses, 
donde  jugaban  a  la  sazón  varios  alumnos  conservando  su 
uniforme,  incluso  el  gorro  con  un  cuadrado  flotante  por 
copa,  como  he  visto  no  sé  donde,  en  Alemania  creo.  Hai 
ademas  en  sitios  neutrales,  jimnasios  i  piezas  de  agua  para 
natación  en  verano  i  para  patinar  en  invierno.  Lo 
llevaré  en  seguida  al  hospital  de  clínicas,  grandísimo  i 
repleto.   Observo  las  salas  de  la  secretaría  i  la  adminis- 


—  460  — 

tracion  a  la  entrada  con  sus  numerosos  jefes  i  escribien- 
tes ;  representa  la  oficina  de  un  ministerio  laborioso.  £1 
dispensario  está  concurridísimo,  hai  mas  de  300  enfermos 
esperando  a  ios  médicos.  Entro  a  la  sala  de  operaciones 
anunciado  oportunamente  por  el  secretario  i  tengo  la 
suerte  de  asistir  a  una  operación  que  practica  el  mas  hábil 
cirujano  de  'l'okio.  Se  trata  de  un  tumor  blanco ;  el  pro- 
fesor antes  de  proceder  esplica  el  caso  i  el  método  ope- 
ratorio, teniendo  al  lado  del  paciente  dormido,  una  pierna 
de  esqueleto  para  hacer  notar  las  diferencias  i  señalar 
las  rejiones  por  donde  andarán  el  cuchillo  i  la  sierra. 
Asisten  a  la  operación  los  estudiantes  i  las  japonesitas  en- 
fermeras con  sus  inseparables  gorras  blancas  i  su  eterna 
sonrisa.  La  sala  de  operaciones  en  forma  de  anfiteatro 
tiene  buena  luz  i  está  bien  provista  de  útiles  i  aparatos. 
El  hospital  es  capaz  para  500  enfermos  i  admite  mujeres, 
hombres  i  niños,  en  departamentos  separados  o  en  sus 
anexos  (  el  plano  que  guardo  esplica  la  disposición  de 
las  diversas  partes  de  los  edificios). 

Copian  varios  estudiantes,  en  el  momento  de  mi  en- 
trada en  el  departamento  de  anatomía,  dibujos  del  sistema 
nervioso,  hechos  con  lápiz  de  color  en  la  pizarra,  por  el 
profesor;  así  los  alumnos  aprenden  mas  fácilmente  la 
topografía  de  los  órganos  i  se  ejercitan  en  el  dibujo, 
tan  útil,  casi  diré  indispensable,  para  quien  cultiva  las 
ciencias  naturales.  El  profesor  demostraba  a  otro  grupo 
de  jóvenes,  en  cerebros  endurecidos  por  alcohol,  la 
exactitud  de  los  dibujos  i  les  daba  una  lección  práctica 
de  anatomía  cerebral.  Paso  al  anfiteatro  de  disecciones, 
contiguo  a  un  museo  de  piezas  conservadas,  donde 
figuran  cortes  de  todo  el  cuerpo  en  cadáveres  helados. 
Esta  parte  no  me  satisfizo  tanto;  el  anfiteatro  i  el  museo 
pueden  ser  mejores;  verdad  es  que  la  instalación  actual 
es  provisoria. 

También  cuenta  con  su  casa  aparte  el  departamento  de 
medicina  legal  donde  me  encuentro  con  mi  colega  el 
doctor  Kuniyose  Katayama,  quien  me  hace  pasear  sus  do- 
minios consistentes  en:  una  huerta,  terreno  i  disposiciones 
adecuadas  para  tener  animales  destinados  a  las  esperien- 
cias  toxicolójicas,  vacunaciones  i  seroterápia;  una  aula  en 


—  461  — 

anfiteatro  cómoda  i  llena  de  luz;  salas  para  las  clases, 
gabinetes  i  laboratorios.  Así  no  necesita  el  profesor  del 
ramo  recurrir  a  otras  reparticiones  para  sus  estudios  i 
esperimentos.  Los  departamentos  de  fisiolojía,  hijiene, 
patolojía  jeneral  i  anatomía  patolójica  se  hallan  igual- 
mente dotados ;  no  insisto  en  detalles  por  evitar  repe- 
ticiones. 

El  departamento  de  farmacia  merece  una  mención 
particular,  a  pesar  de  alojarse  en  un  edificio  provisorio 
e  inadecuado;  este  sin  embargo,  es  grande  i  cómodo  i 
allí  funcionan  las  aulas  de  una  manera  satisfactoria. 
Asisten  a  las  aulas  de  la  universidad  como  dos  mil 
estudiantes.  En  la  facultad  de  medicina  hai  doscientos 
internos  que  viven  i  comen  allí,  ocupando  la  parte  de 
edificio  que  les  ha  sido  destinada  cerca  del  hospital. 
Veese  ademas  en  una  sección  apropiada  del  t/erreno  una 
serie  de  casas  separadas  entre  sí  por  algunos  metros  i 
dando  el  frente  a  una  avenida  interna  pero  accesible  al 
público:  son  los  dispensarios  de  oftalmolojía,  jinecolojía, 
enfermedades  de  niños  i  demás  especialidades  que  fun- 
cionan en  dias  fijos.  Los  terrenos  i  los  edificios  de  la 
universidad  tienen  su  provisión  de  agua  propia,  indepen- 
diente i  su  gasómetro,  como  si  fueran  una  ciudad.  Muchos 
jóvenes  japoneses  estudian  en  Europa  con  gran  éxito 
los  mas. 

Abril  23,  —  Mi  tiempo  en  estos  dias  inclusive  el  actual, 
ha  sido  ocupado  en  visitar  escuelas  i  conocer  algo  mas 
de  la  ciudad.  Cuando  fui  a  la  escuela  normal  de  muje- 
res, las  niñas  estaban  en  recreo  i  ofrecian  un  espec- 
táculo delicioso.  Primero  veo  a  las  mayores  en  un  jardin 
jugando,  corriendo,  saltando,  gritando,  persiguiéndose 
para  juntarse ;  otras  caminan  de  a  pares  hablando  sijilo- 
samente;  se  comunican  pienso,  sus  pequeños  secretos; 
todas  me  parecen  bonitas  aun  cuando  indudablemente 
algunas  no  lo  son.  Hai  en  el  establecimiento  mil  educan- 
das  divididas  por  edades.  Abarca  el  terreno  dé  la  escuela 
52  hectáreas   i   el   edificio   solo,   tres.   ¡  Hágase  cargo  el 


—  462  — 

lector  de  estas  dimensiones !  Paso  al  centro  i  veo  en  los 
jardines,  patios  i  jimnasioSf  enjambres  de  chicas  con  sus 
vestidos  de  colores  vivos,  jirando,  revoloteando  como 
mariposas,  como  pájaros  ;  oigo  las  voces  metálicas  de 
las  mas  pequeñas  i  me  deleito  mirando  el  suelo  cubierto 
de  criaturas  como  un  almacigo  de  dalias  en  movimiento, 
por  los  variados  colores  de  los  kimonos  i  de  las  cintas. 
Derrepente  suena  una  hora  terrible  i  todos  los  pájaros 
entran  en  sus  jaulas,  en  largas  filas  matizadas,  donde 
llaman  la  atención  i  alegran  el  ánimo  las  caras  risueñas 
de  los  diminutos  escolares  i  los  peinados  artificiosos  de 
las  muñequitas  japonesas.  La  escuela  admite  alumnos 
desde  los  cuatro  hasta  los  diez  i  siete  años  i  viven  en  ella 
150  internas.  Me  hago  conducir  a  los  dormitorios,  ver- 
daderos modelos  de  limpieza  i  orden,  con  sus  camitas  sen- 
cillas en  lineas  paralelas.  Cada  pupila  tiene  su  armario 
disimulado  en  el  tabique  correspondiente.  El  refectorio 
es  una  gran  pieza  sencillamente  amueblada  i  de  un  aseo 
esmerado.  De  ahí  vamos  a  la  sala  de  baile  donde  por 
el  momento  ensayan  unas  cuadrillas,  ya  las  japonesitas 
con  cierta  desenvoltura  europea;  creo  que  en  nuestras 
escuelas  no  hai  curso  de  baile.  Asistimos  en  la  sala 
de  música  a  una  clase  donde  se  enseña  la  nuestra  harto 
incomprensible  para  los  japoneses  si  no  la  aprenden  en 
su  tierna  edad  ;  era  cómico  pero  mui  agradable  el  solfeo 
de  aquellas  vocecítas  emanadas  de  tan  pequeñas  larinjes. 
Muéstrannos  después  la  clase  de  modas  i  costura;  allí  se 
enseña  a  cortar,  armar  i  coser  los  vestidos  usuales  i  con- 
cluimos nuestra  inspección  por  un  museo  de  objetos  donde 
se  hallan  a  mas,  la  balanza  para  pesar  diariamente  a  las 
alumnas  i  el  aparato  para  medirlas. 


Atravesando  solamente  una  calle  nos  encontramos  con 
la  escuela  normal  de  varones,  gran  edificio  de  ladrillo 
en  parte,  no  concluido,  i  con  una  estensa  área  disponible 
a  mas  de  sus  patios  i  jimnasios  cubiertos.  Se  educan  aquí 
mil  o  mas  jóvenes,  entre  ellos  ciento  ochenta  internos. 
Hai  como  cincuenta  profesores  para  todos  los  ramos. 


—  463  — 

Las  aulas  i  gabinetes  están  bien  provistas.  Se  presta 
singular  atención  a  los  ejercicios  militares  i  jimnásticos, 
ejecutándose  todos  al  aire  libre  en  las  grandes  esplana- 
das,  cuando  no  llueve.  El, /awn  tennis,  (raqueta  larga) 
es  obligatorio.  El  director  me  regala  la  colección  de 
programas  i  reglamentos  de  la  casa. 


Al  dia  siguiente  de  los  paseos  anteriores  mi  infatigable 
amigo  Nemoto  me  lleva  a  otro  coloso  de  escuela,  coloso 
por  las  dimensiones  de  su  terreno  i  de  sus  construcciones 
con  relación  a  su  objeto.  Es  una  escuela  media.  La  sala 
de  los  profesores  en  el  primer  piso  alto  es  vasta  i  sirve 
de  escena  a  un  va  i  ven  de  individuos  que  han  concluido 
de  dar  o  van  a  dar  sus  clases,  i  de  reposo,  a  los  que 
esperan  su  hora.  Entro  en  tres  clases  de  ingles  de  dife- 
rente grado  i  marco  una  vez  mas  la  preferencia  de  los 
japoneses  por  este  idioma  ;  luego  presencio  retazos  de 
lecciones  en  las  aulas  de  jeometría,  de  aritmética,  de 
áljebra  i  de  botánica ;  en  esta  veo  a  cada  alumno  con 
hojas  o  partes  de  plantas  en  la  mano  i  un  mapa  del  Japón 
en  el  cual  señalan  la  estension  en  que  la  planta  se  pro- 
duce. Asisto  también  a  la  salida  de  las  aulas  i  a  los  ejer- 
cicios jimnásticos  en  los  patios  i  en  los  galpones  ade- 
cuados. Hai  17  aulas  en  esta  escuela,  concurridas  por 
890  alumnos,  en  la  actualidad.  En  todas  las  clases  han 
sido  mui  corteses  conmigo,  interrumpiendo  su  ocupación 
para  saludarme  puestos  de  pié. 


Solo  me  faltaba  ver  un  ejemplar  de  casas  de  educación 
elementales  i  para  completar  mis  impresiones  o  estudios 
al  p^asar,  me  dirijo  a  una  escuela  primaria  mista  de 
mujeres  i  varones  chicos,  instalada  en  tres  hectáreas  de 
terreno,   nada  menos.  Aquí  también  los  alumnos  se  divi- 


—  464  ~ 

den  por  edades  i  cada  aula  solo  tiene  asi,  una  dimensión 
de  pupilos.  Entro  en  una  clase  de  lectura  i  el  profesor 
hace  leer  a  la  mas  pequeña  de  las  niñas,  quien  comienza 
su  tarea  con  una  voz  inlinitesimal,  pero  clara,  entrecor- 
tada, por  entregas  diré,  como  leen  las  criaturas  ;  solo 
distingo  la  palabra  <  kimono,  kimono>  que  resalta  a  cada 
línea,  parece ;  será  algún  capítulo  sobre  vestidos  el  del 
libro  de  la  muchachita.  Luego  veo  otras  aulas  i  entre 
ellas  la  de  costura  i  labores  que  me  agradó  mucho.  £n 
las  clases  de  los  mas  chicos,  kindergartens,  niños  de  tres 
años  trabajan  en  flores  o  en  dibujos ;  las  mujercitas 
bordan  en  papeles  líneas  de  paisajes.  La  directora  es  una 
deliciosa  joven;  blanca,  linda,  pulida,  delicada,  risueña, 
feliz;  sin  duda  adivina  mis  sentimientos  de  admiración 
por  ella  pues  noto  que  me  habla  con  suma  deferencia, 
casi  con  cariño.  En  la  sala  de  esgrima,  dos  pares  de  com- 
batientes de  un  metro  de  alto,  cubiertos  de  petos  mano- 
plas i  caretas,  se  dan  de  palos  sin  piedad,  con  espadones 
de  madera  ;  la  escena  me  recuerda  mis  primeros  años  de 
colejio  en  la  Concepción  del  Uruguai.  Es  sábado,  los 
alumnos  se  retiran  i  van  a  saludar  al  director  a  cuyo 
lado  me  paro  para  presenciar  el  desfile  i  aprovechar  del 
saludo  ;  gozar  de  él,  diré,  viendo  cien  cabecitas  inclina- 
das al  mismo  tiempo  i  doscientas  manos  diminutas  apo- 
yadas en  los  muslos  al  hacer  la  cortesía  los  alumnos  de 
cada  aula  por  turno.  Concluye  el  desfile  i  viene  sola  hacia 
mí  la  directora  del  kindergarten,  radiante  de  gracia  i  de 
belleza,  trayéndome  algunas  muestras  de  trabajos  de  sus 
pupilos.  Le  pido  que  me  escriba  su  nombre  i  le  hago 
decir  con  Nemoto,  en  japonés,  por  no  decírselo  yo  direc- 
tamente en  ingles,  que  la  admiro  mucho  i  que  me  encanto 
respetuosamente  mirándola ;  se  ruboriza  como  diciendo  : 
«  lo  sé  ya  desde  hace  tiempo  ».  Se  sienta  a  la  japonesa  i 
en  su  rodilla  escribe  su  nombre ;  me  da  el  papel  i  leo  la 
palabra  Malsano,  escrita  con  nuestro  alfabeto ;  se  lo  de- 
vuelvo pidiéndole  que  lo  escriba  en  japones  i  añada  la 
fecha  del  dia ;  así  lo  hace.  He  concebido  un  grande  i 
repentino  cariño  por  esta  joven  ;  si  me  quedara  aquí 
haría  algo  por  mejorar  su  suerte.  Solo  siento  haberme 
despedido  de  ella  sin  darle  una  flor  que  tenia  en  el  ojal 


-^  4Ó5  — 

de  mi  levita;  ¡imperdonable  olvido!  El  director  me  invita 
a  tomar  té,  según  es  costumbre ;  acepto  i  pasamos  un 
rato  de  amena  conversación. 


Al  volver  a  mi  hotel,  en  el  camino  encontramos  un 
jardin  cuyo  aspecto  me  atrae ;  veo  en  él  preciosos  i  nota- 
bles ejemplares  de  árboles  enanos  ;  no  se  trata  de  rami- 
tos  plantados  ¡  arte  admirable  !  sino  de  plantas  con  todos 
los  signos  de  la  edad  adulta  en  sus  pequeños  troncos,  i 
con  todos  los  caracteres  de  los  viejos  árboles.  Algunos 
tienen  25  años,  otros  30,  otros  mas  i  solo  se  levantan  a 
la  altura  de  dos  o  tres  palmos.  Juntos  formarian  selvas 
seculares  como  las  nuestras  para  hombres  de  dos  centí- 
metros de  estatura.  Compro  dos  de  cinco  i  seis  años  con 
quince  centímetros  de  alto. 


Voi  en  la  tarde  a  visitar  la  casa  o  palacio  de  los 
tribunales,  QoTíQZQO  la  de  Bruselas  tan  celebrada;  la  de 
Tokio  nada  tiene  que  envidiarle.  Es  un  tremendo  edifi- 
cio, el  hall  o  vestíbulo,  salón  de  entrada  o  como  se  le 
llame,  es  grandioso ;  su  cubierta,  bien  decorada,  está  a 
una  gran  altura.  Funcionan  en  el  palacio  los  juzgados, 
los  tribunales  i  la  suprema  corte.  Mi  amigo  el  doctor 
Kabuto,  presidente  del  tribunal  local  como  he  dicho,  me 
recibe  en  sus  oficinas  mui  amablemente ;  por  desgracia 
no  puede  acompañarme  pues  va  a  tomar  el  tren  para  ir 
al  lugar  que  ocupaba  una  aldea  destruida,  totalmente  por 
un  incendio  hace  pocos  dias,  a  levantar  las  informacio- 
nes del  caso.  Me  da  un  empleado  por  guia,  no  conside- 
rando suficiente  la  erudición  de  Nemoto  i  juntos  visi- 
tamos las  salas  de  las  audiencias,  los  juzgados  i  el 
departamento  de  la  corte  suprema  donde  me  sorprendo 
al  contemplar  el  local  de  las  reuniones;  un  verdadero 
templo  severo,  inmenso,  sencillo,  augusto  como  para  su 
objeto.  Salgo  mui  bien  impresionado  de  la  casa  de  los 

Por  ntarts  i  por  tierras  30 


—  466  — 


tribunales  i  en  llegando  a  mi  hotel  me  encuentro  ya  con 
las  leyes  i  decretos  referentes  a  la  administración  de 
justicia,  en  volúmenes  bien  encuadernados. 


Una  buena  mañana,  en  la  agradable  compañia  del 
comandante  Armani,  Nemoto,  el  señor  Benitez  uno  de 
los  secretarios  de  la  legación  española  i  el  agregado 
militar  de  la  misma  señor  Juan  Cologan,  nos  dirijimos  al 
distrito  de  Asakusa  (  Asacsa,  pues  la  u  es  muda,  o  mas 
bien  son  mudas  para  ella  las  personas  que  pronuncian  la 
palabra).  Llegados  a  su  centro  admiramos  el  magnífico 
templo  de  madera,  que  como  anticipo  al  espectáculo  de 
sus  magnas  proporciones,  ofrece  colgados  en  su  peristilo 
cuatro  faroles  esféricos  de  dos  metros  de  radio.  El  templo 
hace  juego  en  belleza  i  corpulencia  con  su  pórtico  sober- 
bio. Cuajado  de  jente  está  por  el  momento  i  hai  gran 
lluvia  de  monedas  en  la  especie  de  batea  jigantesca  cu- 
bierta de  barrotes  e  instalada  a  perpetuidad  para  recibir- 
las, delante  del  altar;  se  oye  el  murmullo  de  los  rezos 
dichos  en  japones  por  los  fieles,  con  muchas  vocales  por 
lo  tanto,  i  las  frecuentes  palmadas  de  los  devotos  lla- 
mando a  los  dioses  distraidos,  i  estos  cuentan  por  miles 
como  que  el  templo  se  llama  <  Residencia  de  las  3333 
divinidades  >. 

Dos  de  ellos  sin  embargo  gozan  de  todos  los  sufrajios; 
el  dios  a  quien  acuden  las  mujeres  que  desean  tener 
hijos  i  el  dios  que  cura  el  dolor  de  muelas  i  en  jeneral 
las  enfermedades  de  la  dentadura.  Los  dioses  comisiona- 
dos para  este  servicio  están  mas  que  otros,  acribillados 
de  papelitos  ya  secos  o  mojados,  i  recientes ;  de  estos  últi- 
mos se  ve  volar  en  los  momentos  de  oración,  enjambres 
que  llevando  las  peticiones  de  los  devotos,  van  a  pegarse 
en  los  cuerpos  de  las  grotescas  estatuas  de  madera  pin 
tada  de  los  guardianes  del  templo;  se  asiste  de  paso  al 
desfile  de  su  numerosa  clientela. 

A  un  lado  del  altar  trabajan  los  adivinos,  en  número 
de  siete,  creo;  rehuso  hacerme  decir  mi  suerte;   siempre 


—  467  — 

tengo  miedo  a  las  predicciones  aun  cuando  no  crea  en 
ellas !  Del  templo  pasamos  a  un  jardin  con  invernáculos ; 
vemos  plantas  enanas  admirables  i  árboles  hasta  las 
nubes  a  su  lado ;  encontramos  un  oso,  dos  zorros,  varios 
cuervos  i  otras  aves  i  de  postre  un  formidable  tigre.  A 
la  salida  del  jardin  nos  acapara  un  teatro  de  acróbatas 
cuyo  telón  da  a  la  calle  i  se  alza  de  tiempo  en  tiempo 
permaneciendo  levantado  un  segundo,  como  para  tentar 
a  los  pasantes ;  precisamente  coincide  el  levantamiento 
del  telón  con  el  momento  en  que  el  jimnasta  atraviesa  el 
aire  volando  de  un  trapecio  a  otro  invisible,  o  bien  eje- 
cuta alguna  proeza  nunca  vista.  Ademas,  en  fílas.  delante 
del  telón,  se  colocan  los  artistas,  sin  papel  por  el  mo- 
mento en  la  fundón,  vestidos  con  magnificencia  i  fan- 
tasía. Los  ejercicios  fueron  como  los  de  todas  partes, 
con  esta  ventaja  para  el  público:  la  entrada  i  asiento 
valian  dos  centavos  de  yen,  es  decir  cinco  céntimos  de 
franco  ahora. 


En  otro  teatro  vimos  la  representación  de  escenas 
náuticas.  Tres  muchachas  entraban  al  agua  en  una  pi- 
leta, nadaban,  cantaban,  zabullían  i  sacaban  las  monedas 
que  los  asistentes  arrojaban  al  fondo. 

Siempre  está  en  feria  este  distrito  de  Asakusa;  sus 
condiciones  lo  favorecen:  tiene  jardines  espaciosos,  pla- 
zas, su  templo  que  es  un  fuerte  atractivo,  el  gran  río 
vecino  i  una  torre  elevadísima  construida  a  prueba  de 
temblores,  desde  cuyos  últimos  pisos  se  ve  todo  Tokio  i 
sus  dilatados  alrededores.  La  concurrencia  marea  en 
Asakusa  i  no  hai  sitio  sin  su  tienda  de  juguetes,  de  dulces  o 
de  frutas,  o  sin  algún  aparato  para  la  diversión  del  pue- 
blo, figurando  por  mucho  las  represas  o  estanques  con 
pescados  vivos,  para  entretenimiento  de  los  aficionados 
a  la  pesca  o  aprendizaje  de  los  novicios  en  ese  arte.  Las 
graciosas  musmés  con  sus  kimonos  de  tintes  subidos, 
contribuían  al  buen  éxito  de  la  feria. 


* 

*    * 


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Abril  26.  —  La  vida  de  un  estranjero  de  clase  decente 
en  Tokio  es  tan  agradable  como  en  cualquiera  capital, 
sabiendo  él  amoldarse  á  la  naturaleza  de  las  cosas,  i 
aun  mejor,  por  ciertos  lados  que  no  son  para  escritos. 
Yo  no  tengo  posición  oficial  ni  puedo  dispensar  favores ; 
no  poseo  siquiera  una  fortuna  como  para  que  me  adu- 
len por  ella;  no  soi  ni  he  sido  nada,  pues  haber  sido  o 
ser  ministro  en  mi  tierra,  no  equivale,  ante  las  leyes  i 
reglas  de  la  popularidad  entre  los  viajeros,  a  ser  o  haber 
sido  chief  steward  ^n  f\  Bristol  hotel  en  Londres  o  a 
bordo  del  vapor  «Teutonio  de  la  «White  star  line»;  i 
sin  embargo,  no  hai  agasajo  que  no  me  piodiguen  en 
Tokio  y  en  jeneral  en  todas  partes,  fuera  de  mi  pais. 
Ayer  25  nos  dio  un  almuerzo  Mr.  Armand,  ministro  de 
Francia  i  después  prolongó  el  obsequio  organizando 
una  partida  de  lawn  tennis  en  su  precioso  jardin ;  hoi 
nos  ha  dado  otro  en  su  legación  el  ministro  italiano 
conde  Orfini  i  el  lawn  tennis  se  ha  repetido,  siendo  nos- 
otros, tanto  aquí  como  en  la  legación  francesa,  el  objeto 
de  las  atenciones  i  los  agasajos  de  todos. 

Después  hemos  ido  a  ver  una  casa  enteramente  ja- 
ponesa, sin  mezcla  alguna  de  estilos  europeos;  la  del 
señor  Okula,  gran  negociante  a  par  de  doctor  i  el 
primero  tal  vez  en  el  alto  comercio,  mas  por  su  impor- 
tancia que  por  su  riqueza.  < Ningún  estranjero  ha  pisado 
los  umbrales  de  esta  casa  >  nos  dice  Nemoto,  <  no  por 
egoismo  de  su  dueño  sino  por  no  ser  costumbre  en  el 
Japón  invitar  a  los  estranjeros  a  las  casas  de  familia  >. 

Solo  estaba  allí  la  servidumbre,  numerosa  sin  duda; 
la  ausencia  de  los  dueños  confírmaba  la  observación 
de  Nemoto.  —  « ¿  Y  cómo,  le  pregunto,  nosotros  estran- 
jeros, somos  admitidos  aquí  ?  >  —  «  Porque  ustedes  se 
han  hecho  querer  de  todo  el  mundo  en  Tokio,  me 
responde,  i  ya  saben  los  amigos  de  Tokugawa  cómo 
son  ustedes  i  su  afecto  por  el  Japón».  Agradecí  mucho 
la  esplicacion. 

Sobre  una  colina  con  vista  a  un  valle  está  situada  la 
casa;  mirando  al  mar  i  al  rio  por  dos  de  sus  lados  i 
por  el  otro  a  la  estensa  i  divina  Tokio.  Todos  los  niños 
han  preguntado  alguna  vez  injenuamente,  porqué  no  ha- 


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cen  las  ciudades  en  el  campo,  sin  pensar  en  que  todas 
fueron  comenzadas  precisamente  en  el  campo,  borrán- 
dolo en  seguida  con  el  solo  hecho  de  surjir  en  él.  Pues 
bien^  la  única  ciudad  del  mundo  capaz  de  satisfacer  el 
deseo  de  los  niños,  dando  realmente  la  idea,  no  sé  cómo, 
de  que  está  en  el  campo,  es  Tokio !  Es  campo  en  todas 
partes  i  ciudad  en  cualesquiera;  es  el  sueño  infantil  de 
la  ciudad  i  del  campo  en  estrecha  unión.  Pero  hai  es- 
cuelas, lo  que  destruye  la  ilusión,  pues  en  el  fondo  de  la 
ambición  de  los  niños  existe,  a  mas  del  amor  a  la  libertad 
en  la  naturaleza  vírjen,  el  anhelo  de  la  supresión  del 
maestro  i  de  las  aulas ;  a  lo  menos  para  mi,  campo  que- 
ria  decir  todo  eso. 

De  uno  de  los  balcones  veo  bosques,  selvas,  parques, 
rios,  áreas  despobladas,  casas,  templos,  calles,  caminos, 
aldeas,  la  campaña  en  ñn,  del  brazo  con  la  ciudad. 

Hai  en  el  interior  de  esta  morada  un  lujo  estraordinario 
a  pesar  de  la  ausencia  de  muebles;  da  lástima  pisar  las 
esteras  i  tocar  los  objetos ;  los  techos  son  de  madera 
labrada,  esculpida,  pintada  o  natural;  los  muros  o  mas 
bien  los  tabiques  estemos  i  divisorios  llevan  incrusta- 
ciones o  paneles  de  laca,  de  seda  i  marcos  con  tallados 
de  un  arte  admirable ;  las  ventanas  i  las  puertas  de  ri- 
quísimas tablas,  se  mueven  sobre  sus  correderas  al  im- 
pulso de  un  dedo.  Vasos  de  porcelana,  estatuas  de 
bronce,  braseros  con  incrustaciones  o  cincelados,  sahu- 
madores i  otras  lujosas  obras  de  arte,  adornan  las  ha- 
bitaciones i  prestan  en  ellas  su  servicio  aumentando  la 
comodidad  i  mostrando  el  gusto  estético. 

Hai  un  cuarto  consagrado  a  los  dioses  con  mil  ricas 
imájenes  en  pintura  i  escultura.  Las  salitas  de  recepción 
principalmente,  son  deliciosas;  en  una  del  piso  inferior, 
nos  sirvieron  té  a  la  japonesa,  en  el  suelo,  dándonos 
por  asiento  almohadillas  de  paja  suaves  como  guantes; 
la  sola  musmé  que  nos  lo  ofrecía  era  un  lujo  de  estilo 
por  su  belleza,  su  gracia,  su  juventud  i  su  alegría,  a  mas 
de  su  rico  vestido  de  espumilla.  En  otra  sala  de  arriba 
con  sillas  i  mesas,  única  incongruencia,  pero  perdonable 
en  virtud  de  haber  sido  puestas  allí  solo  por  hcM-as  en  ob- 
sequio a  los  huéspedes  i  por  estar  no  obstante  en  armo- 


—  470  — 

nia  de  colores  i  finura  de  maderas  con  los  demás  adornos, 
nos  sirven  frutas  dulces  i  vinos. 

Al  salir  encontramos  en  el  portal  o  vestíbulo  la  servi- 
dumbre reunida ;  yo  hice  mis  cuentas ;  alb'  habia  maridos, 
mujeres,  niños,  mozos  solteros  i  musmés  delicadas;  sin 
duda  estábamos  en  una  gran  mansión.  Todas  las  personas 
i  personitas  nos  saludaron  alegremente  deseándonos 
grata  permanencia  en  el  Japón  i  los  niños,  a  quienes 
dimos  algunas  monedas,  nos  hicieron  las  mas  graciosas, 
cómicas  i  respetuosas  reverencias,  gritando ;  <  ¡  saionara, 
saionara  >    <  adiós,  adiós !  >. 


Hoi  comienza  la  fiesta  de  los  pescados  cuyo  significa- 
do esplican  unos  de  un  modo  i  otros  de  otro ;  lo  mas 
seguro  es  pensar  que  se  festeja  el  beneficio  de  la  natu- 
raleza por  la  existencia  de  los  productos  del  mar,  ali- 
mento principal  del  pueblo.  De  las  alturas  donde  esta- 
mos vemos  izados  en  elevadas  perchas  con  perilla 
dorada  en  el  estremo,  pescados  de  papel  grandes  i  chi- 
cos, en  mayor  ó  menor  número,  según  la  cifra  de  los  hijos 
en  cada  familia ;  pues  dicen  que  cada  madre  o  padre  debe 
colgar  tantos  pescados  como  hijos  varones  han  nacido 
en  el  año.  £1  efecto  de  tan  estraño  adorno  es  curioso; 
mientras  unos  pescados  se  inflan  por  el  viento  i  flotan 
como  nadando;  otros,  abandonados  de  las  brisas,  cuel- 
gan como  gallardetes  a  lo  largo  d^  las  perchas,  resul- 
tando de  las  variantes  un  cambio  constante  de  figuras 
i  colores. 


Abril  27.  —  Recibo  la  visita  del  marques  de  Toku- 
gawa  a  quien  ya  conoce  el  lector.  Su  conversación  es 
amena,  interesante,  espiritual  i  humorística;  en  dos  ras- 
gos nos  hace  el  retrato  de  su  amigo  Sho  Nemoto,  pin- 
tando sus  rarezas  sin  piedad  en  los  detalles,  pero  con 
cariño  i  blandura  para  el  orijinal  a  quien  estima  i  quiere 
mucho.  Al  despedirse  nos  invita  a  almorzar  en   Huyeno 


J 


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Park  con  otras  personas  de  su  categoría,  el  día  que  eli- 
jamos, disculpándose  de  no  darnos  el  almuerzo  en  su 
casa  por  tenerla  en  construcción,  por  hallarse  la  familia 
en  un  alojamiento  provisorio  i  su  señora,  próxima  a  tener 
nueva  prole.  Nos  comunica  también  que  ha  escrito  al 
gobernador  de  Niko  a  fin  de  obtener  una  orden  para  el 
presidente  de  los  templos,  en  favor  nuestro,  con  la 
cual  podremos  ver  en  ellos,  lo  que  muí  pocos  japoneses 
i  casi  ningún  estranjero  han  visto. 


A  la  de  Tokugawa,  sig^e  la  visita  del  marques  Hachi- 
suka,  ministro  de  instrucción  pública.  En  el  hotel  no 
saben  lo  que  les  pasa;  jamas  han  visto  tales  persona- 
jes en  la  casa ! . . .  ¡  los  mozos  i  el  dueño  me  habían 
tomado  por  un  pobre  diablo,  juzgándome  por  mi  traza 
de  obrero  desocupado  !  Hachísuka  es  muí  parecido  a 
Plaza  hasta  en  el  modo  de  decir  ou, .  ,  well  i  de  acomo- 
darse en  la  silla.  Aunque  ocupado  i  preocupado,  se 
muestra  siempre  amable  i  cariñoso.  Me  ofrece  mandarme 
a  mas  de  los  que  me  ha  dado,  varios  documentos  ya  reu- 
nidos por  su  secretario  para  mí. 


Abril  28, — Voi  con  Nemoto  a  entregar  mi  carta  al 
vizconde  Enemoto;  este  caballero  vive  en  su  hermosa 
quinta,  muí  lejos  del  centro,  pero  en  el  radio  de  la  ciu- 
dad, situada  a  orillas  del  río  Sumidagawa,  mas  ancho  a 
esa  altura  i  con  mas  embarcaciones  en  sus  aguas  que  el 
Támesis  frente  al  parlamento.  La  casa  sencilla  i  lujosa  a 
la  vez  tiene  un  precioso  jardín,  un  riacho  i  un  lago.  El 
vizconde  es  uno  de  los  mas  altos  personajes  del  impe- 
rio, sencillo  en  su  trato  como  todos  los  hombres  supe- 
riores; se  ha  educado  en  Holanda;  habla  cinco  idiomas; 
ha  sido  ministro  en  Rusia  durante  cinco  años  i  en  otros 
países  por  menos  tiempo ;  últimamente  desempeñaba  el 
ministerio  de  agricultura  i  comercio  del  imperio,  puesto 


—  472  — 

del  cual  se  ha  retirado  espontáneamente.  Es  hombre  de 
gran  intelijencia  i  sabiduría,  distinguido  marino,  muí  añ- 
cionado  a  la  mecánica  i  conocedor  de  esta  ciencia.  Es 
hábil  carpintero,  herrero,  mecánico  i  quimico:  me  mues- 
tra dos  elásticos  de  carruaje  hechos  por  él  i  una  bata 
de  canon  rayado  también  obra  suya,  asi  como  varías 
medallas  i  otros  trabajos  de  galvanoplastia  cuya  ejecución 
denunciaría  un  artista  maestro  en  el  ofício.  Es  ahora 
vice  almirante  honorarío  de  las  escuadras.  £1  partido 
opuesto  al  suyo  le  tiene  gran  recelo  por  sus  altas 
calidades,  pero  él  conserva  a  sus  émulos  a  raya  con  su 
respetable  honorabilidad  i  caliñcados  servicios.  Algunos 
atribuyen  su  salida  del  ministerio  a  influencias  estrañas, 
pero  no  es  sin  duda  un  hombre  a  quien  tales  resisten- 
cias pudieran  obligar  a  dejar  un  puesto. 

Durante  los  últimos  tiempos  de  la  guerra  civil  prece- 
dente al  orden  actual,  desempeñó  un  papel  importantí- 
simo que  hubo  de  terminar  por  una  tragedia ;  estuvo  a 
punto  de  suicidarse  junto  con  sus  nobles  compañeros  de 
armas,  cortándose  el  vientre,  al  uso  japones,  cuando 
vencidos  en  la  lucha  cayeron  prisioneros.  Pero  el  empe- 
rador que  podia  disponer  de  la  vida  de  su  eminente 
subdito,  quiso  conservarlo  para  su  patria  i  con  una  altura 
ejemplar,  lo  reintegró  en  el  uso  i  ejercicio  de  aquellas 
de  sus  preminencias  compatibles  con  la  nueva  situación 
política,  entregándole  mas  tarde  una  cartera  en  su 
gobierno. 

Su  casa  es  un  museo  siendo  él  muí  aficionado  a  las 
rarezas  i  antigüedades;  tiene  entre  otros  objetos,  un 
pedazo  de  aerolito  de  hierro  i  metal  blanco  caido  en 
el  Japón. 

Delante  de  una  mesa  me  muestra  un  chuse  estraño;  el 
primero  de  su  clase  hecho  en  el  mundo  i  el  primer  ejem- 
plar salido  de  la  fábrica;  es  de  pino,  tejido  con  esas 
hebras  verdes  o  filamentos  terminales  de  las  ramas,  cuyo 
nombre  no  sé,  i  que  en  los  pinos  representan  el  papel 
de  las  hojas  en  los  otros  árboles. 

Pasamos  a  tomar  el  té  en  una  mesa  rodeada  de  sillas, 
muebles  exóticos  en  la  casa,  eso  se  vé,  i  en  seguida  re- 
corremos las  habitaciones,  el  dueño  i  nosotros  descalzos. 


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Hallamos  en  una  pieza  alta,,  servidos  en  el  suelo,  dulces, 
frutas  i  vinos.  ¿Será  costumbre  obsequiar  dos  veces, 
cada  una  en  pieza  separada?  me  pregunto  recordando 
mi  visita  a  la  casa  japonesa.  Asi  parece,  solo  acepto 
un  cigarro  enorme,  envuelto  en  papel  de  plata.  Fumando, 
hablamos  de  todo,  principalmente  de  inmigración.  El 
vizconde  se  ocupa  en  este  momento  de  mandar  inmi- 
grantes al  Brasil  i  a  Méjico.  Yo  lo  incito  a  mandarlos 
también  a  la  república  arjentina  i  le  ofrezco  remitirle 
las  leyes  i  decretos  relativas  a  la  inmigración.  Sho 
Nemoto  mi  compañero  de  andanzas,  es  su  agente,  el 
mejor  de  los  ajentes  por  su  actividad  i  esperiencia  adqui- 
rida en  sus  viajes. 

Al  retirarme,  el  vizconde  me  acompaña  hasta  mi  rik- 
sha  i  atando  con  sus  propias  manos  el  chuse  de  pino, 
traido  oportunamente  por  un  criado,  me  lo  presenta 
como  un  recuerdo.  Yo  respondiendo  a  su  galantería  le 
mandé  al  dia  siguiente  para  su  museo  una  hoja  de  papi- 
rus  qué  tomé  en  Siracusa. 

Nemoto,  casi  se  cae  de  espalda  ;  jamas  ha  visto  hacer 
semejantes  agasajos  a  un  estranjero  en  su  tierra.  Me 
parece  atinado  dar  ya  una  idea  del  carácter  i  posición 
de  mi  amigo  Nemoto,  casi  tocayo  del  vizconde.  Física- 
mente ya  lo  conoce  el  lector,  pero  no  en  todos  sus  deta- 
lles. En  apariencia  solo  tiene  un  sombrero  i  un  traje;  el 
sombrero  ha  sido  duro  en  sus  oríjenes,  ahora  es  blando ; 
la  ropa  ha  sido  negra,  ahora  es  verde  amarillosa. 

Nemoto  no  fuma,  no  juega,  no  toma  vino,  ni  niega,  ni 
resiste,  pero  siempre  hace  su  voluntad.  No  sé  si  es  pobre 
o  rico ;  parece  desdeñar  estas  dos  cosas,  la  fortuna  i  la 
miseria.  Vive  perpetuamente  afanado  i  ni  el  emperador 
ni  dios  lo  detienen  cuando  determina  irse.  Es  casado, 
adora  a  su  mujer  i  mas  a  su  hijito,  pero  no  tiene  tiempo 
de  hacerle  cariños.  Entra  i  sale  como  un  relámpago, 
interrumpe  al  lucero  del  alba  para  hablar  él  en  forma 
telegráfica  i  seguro  de  decir  la  única  cosa  práctica  i  útil 
en  cada  momento.  Su  característica  es  tener  razón  siem- 
pre; es  el  único  hombre  infalible  que  yo  conozco.  Sus 
condiciones  de  honorabilidad  i  su  juicio  recto  han  hecho 
tolerables,  casi    agradables    sus    orijinalidades  siempre 


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sometidas  a  un  propósito  positivo.  Es  la  actividad  en 
esencia;  si  usted  le  dice:  espere  Nemoto,  no  solo  no 
espera  sino  que  no  entiende,  no  sabe  lo  que  sig^nifíca  espe- 
rar. IVata  a  todo  el  mundo  lo  mismo;  hace  las  cortesías 
de  regla,  es  en  realidad  bien  educado,  pero  derrepente,  en 
un  salón  oficial,  donde  hai  diez  personajes,  se  pone  el 
sombrero  (su  sombrero  ex-duro,  alto,  abollado  i  verde) 
no  por  irreverencia  sino  porque  ya  ha  estado  demasiado 
tiempo  sin  sombrero,  l'okugawa  i  Enemoto  lo  adoran, 
pero  él  no  les  da  un  minuto  para  manifestarle  su  cariño ; 
se  va  apenas  ha  evacuado  su  negocio  u  oido  lo  que  le 
dicen.  Goza  de  la  entera  confianza  de  ambos  i  actual- 
mente tiene  como  lo  he  dicho,  a  su  cargo  los  detalles  de 
un  gran  negocio  sobre  inmigración  a  Méjico  i  al  Brasil 
del  vizconde   Enemoto. 


Al  volver  de  mi  visita  al  vizconde  quiero  dejar  una 
tarjeta  al  marques  de  Tokugawa,  en  su  casa  vecina  a  la 
de  Enemoto,  sabiendo  que  no  estaba  en  ella,  pues  lo 
habíamos  encontrado  al  venir  conduciendo  un  elegante 
faetón  en  el  camino  hacia  el  palacio  imperial. 

La  morada  de  este  mi  amigo  es  un  paraiso  :  parque, 
bosque,  jardines,  lagos  i  arroyos,  caballerizas  i  habitacio- 
nes, todo  está  arreglado  con  esquisito  gusto.  Nos  recibe 
el  intendente,  un  viejo  respetable  i  nos  muestra  la  nueva 
casa  en  construcción,  ya  casi  concluida ;  el  estilo  de  ella 
es  europeo  ;  el  piso  todo  es  de  parquet  fíno  i  los  cielos 
rasos  de  madera  japonesa,  en  forma  de  cajones,  en  las 
piezas  principales.  Responden  a  las  exijencias  de  una 
vida  cómoda  i  lujosa  los  vestíbulos,  los  salones,  el  come- 
dor, la  sala  de  billar  i  demás  dependencias  accesorias. 
Las  paredes  están  tapizadas  de  seda  o  papel  cartón  imi- 
tando cuero  estampado,  según  el  destino  de  cada  pieza. 
Hai  en  el  comedor  una  especie  de  tribuna  de  madera 
tallada  tras  de  la  cual  está  una  ventanilla  dando  a  un 
corredor  corto  que  termina  en  la  cocina.  Noto  en  la  sala 
un  detalle  no  observado  por  mí  en  parte  alguna :  dos 
estufas  juntas  en  un  lado,  armonizando  su  tamaño  con  la 


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altura  i  dimensiones  de  la  pieza.  £1  marques  por  sus 
gustos  su  trato  i  su  casa,  seria  calificado  de  higk  Ufe  en 
Inglaterra,  l'odos  los  mármoles  empleados  en  la  cons- 
trucción provienen  de  sus  minas  del  interior. 

£1  marques  i  su  familia  habitan  provisoriamente  uii 
departamento  de  la  antigua  casa.  La  señora  es  una  dama 
distinguida  que  ha  hecho  una  figura  saliente  en  la  alta 
sociedad  de  París  i  Roma,  donde  su  marido  fué  ministro. 
Habla  ingles,  francés  e  italiano;  es  hermana  del  marques 
Hachisuka. 

Pertenece  Tokugawa  a  la  mas  alta  nobleza  del  Japón ; 
su  familia  comienza  en  lyeyasu  perteneciente  a  la  linea 
de  shógoun,  impropiamente  llamados  Taikun,  jefes  mili- 
tares que  a  la  sombra  de  los  emperadores  han  gober- 
nado el  Japón  desde  el  XIII  siglo  hasta  mediados  del  XIX. 
lyeyasu  gobernó  de  1542  a  I6I6.  £lla  ha  sido  antes  del 
nuevo  réjimen,  inmensamente  rica,  como  lo  seria  ahora 
Tokugawa,  el  mas  caracterizado  de  sus  representantes 
en  la  época  actual,  a  no  haber  pasado  sus  bienes,  como 
los  de  otros  nobles,  a  poder  del  £stado,  cuando  quedó 
destruido  el  feudalismo. 

I  aquí  debo  hacer  un  merecido  elojio  a  las  virtudes  de 
la  nobleza  por  su  jenerosidad,  su  desprendimiento,  su 
patriotismo,  su  respeto  a  las  leyes  i  al  mikado,  supuesto 
de  oríjen  divino,  calidades  puestas  en  relieve  con  ocasión 
del  despojo  de  los  bienes  poseidos  durante  siglos,  en 
favor  del  Estado. 

Ni  una  protesta,  ni  una  murmuración  se  oye  en  contra 
de  esa  medida  cuyas  consecuencias  han  sido  terribles 
para  algunos  que  se  han  visto  obligados  a  ganarse  el 
sustento  desempeñando  los  oficios  mas  subalternos,  sin 
escluir  el  de  sirvientes  de  sus  antiguos  vasallos.  Toku- 
gawa habla  de  estos  sacrificios  con  serena  complacencia, 
i  eso  que  tiene  a  la  vista  el  famoso  Korako-yen,  <jardin 
de  las  eternas  delicias»  poseido  durante  siglos  por  su 
familia  i  ahora  en  manos  del  fisco;  ¡un  verdadero  pa- 
raiso  que  comienza  en  las  orillas  de  l^okio  i  se  estiende 
hacia  el  campo,  abrazando  una  zona  de  muchos  kilóme- 
tros. £1  marques  se  ha  educado  en  £uropa  i  habla  fran- 
cés como  su  propio  idioma ;  ha  sido  como  creo  haber  ya 


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dicho,  plenipotenciario  en  Francia  c  Italia  i  ahora  es 
senador  del  Imperio  i  ocupa  amas  la  eminente  posición  de 
vice-gran  maestre  de  ceremonias  del  palacio.  Tiene  una 
intelijencia  penetrante  i  una  gran  instrucción,  añadiendo 
a  estas  calidades,  la  de  una  estremada  cultura.  En  su 
trato  con  los  hombres,  es  el  estadista,  el  político,  el  diplo- 
mático espresándose  con  modestia,  pero  revelando  sus 
dotes;  en  su  conversación  con  señoras  es  el  hombre  de 
sociedad,  ameno,  incisivo,  delicado  i  de  esquisita  educa- 
ción, el  mundano  de  los  salones  selectos  de  la  Europa. 

En  su  despacho  es  el  funcionario  afable,  correcto,  dedi- 
cado a  sus  deberes ;  en  la  calle  se  le  ve  en  su  faetón 
manejando  un  par  de  briosos  caballos  con  la  destreza 
de  un  elegante  de  Hyde-park. 

* 
*    * 

Abril  30,  —  Asistimos  a  las  carreras  de  Yokohama. 
El  espectáculo  es  animadísimo  ;  ya  he  descrito  el  circo 
en  mis  notas  sobre  esta  capital.  Hemos  sido  invitados 
por  el  señor  Seux  a  almorzar  en  la  caballeriza  del 
señor  Cueurs,  puesta  de  gala  para  el  caso ;  el  almuerzo 
es  lujoso  i  esquisito.  Conocemos  en  el  palco  del  club  al 
ministro  español,  señor  L.  de  la  Barrera  i  a  dos  jóvenes 
de  las  legaciones  de  Holanda  i  Bélgica;  están  allí  también 
nuestros  ya  conocidos  de  la  legación  francesa  ministro 
Armand  i  familia,  el  señor  vizconde  de  Dresnay,  secreta- 
rio i  su  hija,  el  señor  Bain  i  su  señora,  el  ministro  de  Italia, 
el  comandante  Armani,  el  señor  Sioen  i  varias  otras 
personas  de  nuestra  relación.  Vamos  a  ver  los  caballos, 
apostamos,  perdemos ;  el  dia  está  mui  lindo ;  estrecho 
relaciones  con  las  niñas  de  Fallot,  hijastras  del  reverendo 
Arthur  Lloyd  (Mitamichome  no  2  Tokio);  una  de  ellas 
es  idéntica  a  nuestra  compatriota  Josefina  González  de 
Sorondo,  por  lo  tanto  mui  buena  i  mui  agradable.  La 
señora  del  doctor  Wildé  obtiene  un  éxito  inusitado  por 
su  don  de  jentes,  su  amabilidad  para  con  las  señoras 
viejas  i  feas  i  su  facilidad  para  hablar  con  griegos  i  tro- 
yanos  en  varias  lenguas. 


-  477  — 

Volvemos  a  Tokio  en  el  último  tren  con  la  mayor 
de  las  Fallot ;  la  menor,  alias  Josefina,  se  quedó  en 
Yokohama.  ¡  Raras  costumbres !  Invitaba  a  comer  en 
las  carreras  con  nosotros  a  Seux  i  sus  amigos  i  como 
se  hallaban  presentes  las  dos  niñas  Fallot,  las  invité 
también,  por  no  dejarlas  en  blanco,  pero  sin  imajinarme 
que  pudieran  aceptar.  Aceptaron  i  fueron  a  la  comida; 
eso  parece  natural  i  lo  será  en  su  educación.  Después 
de  comer  Helena  nos  pidió  que  acompañáramos  a  su 
hermana  en  el  tren  hasta  Tokio;  así  lo  hicimos  con  el 
mayor  gusto  i  aquí  viene  una  historia  curiosa  i  risible. 
Al  salir  del  hotel  para  el  tren,  un  sirviente  entrega  a  la 
niña  Fallot,  la  mayor,  varios  paquetes  ;  ella  los  toma, 
nosotros  le  ayudamos  a  ponerlos  en  el  coche.  En  la 
estación  llevamos  parte  de  ellos  al  vagón ;  ella  llevó  el 
resto.  En  todo  el  camino  estuvo  preocupada  de  sus 
envoltorios  cuidándolos,  cambiándolos  de  sitio  cuando 
entraba  un  pasajero,  acomodándolos  e  involucrándolos. 
Al  bajar  en  Tokio  tomó  ella  la  mayor  parte  de  los 
objetos;  yo  tomé  dos  solamente,  pero  ya  medio  inco- 
modado con  la  molesta  carga  le  digo  «I  ¿qué  lleva  usted 
en  tantos  paquetes  a  esta  hora  ?  »  —  «  No  sé,  me  con- 
testa, el  mozo  me  los  ha  dado  i  yo  los  traigo  »  —  «  Pero 
¿  no  son  suyos  ?  >  —  «  No  ;  serán  supongo  de  Helena  o 
de  mamá  ;  solo  este  pequeño  es  mió  ».  En  esto  examino 
uno  de  los  lios  i  encuentro  unos  botines ;  me  fijo  mas  i  me 
parece  reconocer  el  tamaño;  abro  un  poco  el  papel  i 
veo ...  un  par  de  botines  mios  ! ...  el  otro  paquete  tenia 
un  par  de  botas  cortas,  mias  también. 

Suelto  la  risa ;  la  niña  me  mira  entre  confusa  i  asom- 
brada!... Señorita,  le  digo,  yo  habia  dejado  espresa- 
mente  estos  botines  i  estas  botas  en  Yokohama  i  usted 
me  lo  trae  todo  a  Tokio.  . .  Lo  notable  del  caso  es  la 
bondad  de  la  joven  para  cargarse  con  una  molestia  sin 
saber  cómo  ni  por  qué,  bondad  resultante  sin  duda,  de  un 
hábito,  el  de  ser  mandada  i  obedecer  sin  examen  ni  pro- 
testa ;  es  huérfana  de  padre  ! 


—  478  — 

Mayo  2. —  Un  nuevo  paseo  por  Huyeno  Parque:  deli- 
cioso !  La  ciudad  sin  límites  está  al  pié  brotando  casitas 
pintorescas  entre  árboles  i  flores,  con  sus  canales  de 
agua  plateada  al  sol,  en  forma  de  anillos,  brazaletes  i 
vinchas  de  la  preciada  capital;  i  oscilando  por  todas 
partes  en  lo  alto,  como  estranas  banderas,  los  pescados 
de  la  fiesta,  mientras  los  pájaros  pequeños  i  los  cuervos 
negros  i  grandes,  vuelan  de  rama  en  rama  en  el  poblado 
bosque  del  parque  mismo  i  las  musmés  de  kimono  vis- 
toso, siguen  trotando  por  las  avenidas,  con  el  cuerpo 
inclinado  i  los  diminutos  pies  sobre  los  altos  zuecos  en 
seductora  i  férica  procesión. 


Mayo  4, — Otra  vez  en  las  carreras  de  Yokohama,  no 
tan  animadas  ahora;  aprovechamos  el  viaje  para  hacer 
algunas  visitas  i  entregar  cartas  como  flechas  al  despe- 
dirnos (  recuerdo  de  Drioux,  manual  de  historia,  batallas 
de  los  Partos ). 


Mayo  S, —  Había  prometido  a  las  niñas  Fallot  visitar- 
las en  su  dia  de  recibo  (miércoles)  i  cumplo  mi  promesa. 
Viven  en  los  quintos  infiernos ;  todo  esperaban  parece 
menos  mi  visita :  no  estaban  en  su  casa.  En  cambio  conocí 
a  la  madre  i  conversé  con  dos  clérigos  protestantes ;  era 
lo  mismo  i  verdad  ? 


Mayo  ^.—Espléndido  almuerzo  en  Huyeno  Parque,  en 
sitio  elejido,  con  vista  a  los  mejores  paisajes  i  a  la  ciudad, 
vecino  al  rio,  al  lado  de  un  gran  Buda  de  bronce  i  cerca 
de  la  gran  campana  i  de  su  ariete  que  da  las  horas  saltando 
como  encabritado  después  de  cada  golpe  atronador. 


—  479  - 

Son  los  invitantes  el  vizconde  Enemoto  i  el  marques 
Tokugawa ;  los  obsequiados  el  doctor  Wilde  i  su  señora 
i  los  invitados  el  ministro  de  Italia  conde  Orfíni,  el  minis- 
tro de  instrucción  pública  marques  Hachisuka,  el  coman- 
dante Armani,  el  señor  Gaseo,  empleado  de  la  legación 
italiana  i  Nemoto,  quien  encontró  largo  el  almuerzo  i  así 
lo  declaró  a  Tokugawa,  antes  de  tomar  la  sopa. 

Brinda  a  nuestra  salud  Tokugawa;  brindo  yo  por 
el  emperador,  la  emperatriz,  los  grandes  hombres  del 
imperio,  mis  amigos  presentes  i  por  el  Japón  mismo 
donde  hemos  encontrado  tan  amistosa  acojida.  Enomoto 
brinda  finalmente  por  el  presidente  de  la  república 
arjentina. 

Concluido  el  almuerzo  i  mientras  tomamos  el  café,  el 
galante  vizconde  regala  dos  satzuma  a  Guillermina,  dos 
dijes  microscópicos,  obras  de  arte  admirables,  dos  flore- 
ritos  pintados  por  dentro  i  con  esmalte  de  hierro  por 
fuera,  i  Tokugawa,  un  cubre-piano  bordado  de  crisante- 
mas, riquísimo.  Hacer  obsequios  después  de  una  invita- 
ción es  de  uso  japones.  Me  anuncia  también  la  decisión 
de  conferirme  el  diploma  de  médico,  el  primero  que  se 
espedirá  en  el  Japón  a  un  profesor  estranjero,  tan 
pronto  como  yo  mande  la  documentación  de  mi  título 
para  llenar  formas,  que  sin  duda,  hará  obligatorias  el 
futuro  decreto  reglamentando  la  espedicion  de  diplomas 
a  facultativos  de  otro  pais  i  tocándome  el  honor  de  haber 
dado  motivo  i  oríjen  de  esa  novedad,  pues  el  caso  de 
pensar  en  conferirlos  hasta  hoi  no  se  había  presentado. 

Al  otro  día  el  diario  oficial  daba  cuenta  del  obsequio 
en  términos  amables. 


* 


Mayo  7.—  Gracias  a  la  amabilidad  de  Tokugawa, 
hemos  podido  conocer  el  parque  de  Korako-yen  i  pasar 
en  él  dos  horas  de  felicidad.  Este  paraje  es  inaccesible 
si  no  se  tiene  un  permiso  especial  i  obtener  ese  permiso 
es  bastante  difícil. 

Korako-yen  quiere  decir  «jardín  i  placer  en  el  futuro>; 


—  +8ü  ~ 

litiíralmrntr  «janiin  árl  placer  futuro  >  pero  en  su  con- 
cepto hIos/jñcf>  aquí  :  futuro  >  significa  c  perpetuo, 
eterno  >  o  algo  análogo. 

El  par(|ur  merece  su  nombre;  ha  pertenecido  a  la 
familia  ár  Tokugawa  i  cayó  en  manos  del  gobierno  en 
\  irtud  de  la  confiscación,  cuando  fiíé  abolido  el  réjimen 
fí'udal. 

Retiro  de  las  pajinas  de  este  volumen  la  descripción 
de  tan  afamado  pedazo  de  tierra,  para  incluirla  en  otra 
de  mis  obras,  Prometeo  &  C^,  que  saldrá  a  luz  junto 
con  la  presente;  allí  podrá  verla  el  lector  si  Korako-yen 
le  inspira  algún  interés. 


El  Intendente  nos  regala  el  plano  del  parque  i  yo  le 
pido  el  de  una  de  sus  casas  de  madera,  con  detalles, 
abrigando  el  propósito  de  construir  una  igual  en  mi 
terreno  del  Tigre  (  provincia  de  Buenos  aires,  repú- 
blica argentina,  Sud  américa). 


De  regreso  a  mi  hotel  recibo  una  carta  de  Tokugawa 
i  el  cubre-piano  riquísimo,  de  seda  bordado,  una  obra 
maestra  en  su  jénero,  ofrecido  a  Guillermina  en  nuestro 
almuerzo  del  parque.  Contesto  la  carta  en  estos  térmi- 
nos c  Mr.  le  Marquis.  J'ai  re9u  votre  aimable  lettre  avec 
le  precieux  cadeau  que  vous  envoyer  a  Mme.  et  qu'elle 
accepte  enchantée,  non  seulement  pour  la  beauté  du 
present,  sinon,  et  en  premier  lieu  pour  sa  valeur  comme 
delicat  souvenir  d'  un  amí,  puisque  vous  m'autorisez  a 
employcr  ce  mot,  que  notre  bonne  fortune  nous  a  fait 
trouver  si  loin  de  notre  patrie.  Croyez  Mr.  le  Marquis 
que  nous  n'  oublierons  jamáis  ni  votre  nom  ni  vos  cons- 
tantes bontés  et  que  nous  conserverons  toujours  un 
affectuex  sentiment  de  gratitude  pour  vous. 

A  Mr.  le  Marquis  Tokugawa  son  ami  tres  sincere 
E.  Wilde  -  Tokio  le  7  mai  de  1897  ». 


—  481  — 

Y  como  para  responder  al  obsequio  le  mandaré  opor- 
tunamente una  traducción  en  francés  de  las  pajinas 
escritas  por  mi  sobre  Korako-yen,  descripción  elojiosa 
i  por  lo  tanto  agradable  para  él  de  tierras,  parajes  i 
moradas  antes  en  posesión  de  su  familia. 

*    * 

Mayo  8,  —  Comemos  en  lo  del  señor  Carcer  primer 
secretario  de  la  legación  española;  están :  su  señora 
picante  brasílerita,  el  ministro  de  España,  Iñigo  i  su 
encantadora  mujer  Teresa  María  Gorostiza  ( Iñigo  es 
agregado  naval  de  la  legación  de  España),  el  señor 
Antonio  Benitez  segundo  secretario  i  el  barón  Foy. 
Carcer  según  me  cuenta  su  señora,  ha  sido  novio  de 
Silvia  Tarnassi,  una  preciosa  niña  de  Buenos  aires. 
Después  de  la  comida  fuimos  á  lo  del  ministro  Barrera 
a  hacer  música,  Mui  agradables  son  estos  españoles; 
estamos  como  en  familia. 


Mayo  9. —  Escursion  á  Niko.  Con  permisos  especiales 
i  las  recomendaciones  de  Tokugawa  salimos  del  hotel 
para  Niko.  El  gobernador  de  la  provincia  ha  dado  or- 
den al  presidente  de  los  templos  i  este  a  los  sacerdotes 
máximos  para  mostrarnos  lo  que  mui  pocos  han  visto, 
es  decir  todos  los  tesoros  mas  cuidados,  exepto  sin 
embargo  el  interior  de  la  urna  donde  yacen  los  espí- 
ritus, que  solo  se  abre  en  circunstancias  solemnes,  ante 
el  emperador. 

Naturalmente  vamos  con  Sho  Nemoto :  él  pasará  tres 
dias  sin  ocuparse  de  sus  negocios,  sacrificio  que  le  agra- 
decemos infinito,  pero  descansará   moralmente. 

En  la  estación  noto  la  falta  de  mis  pasaportes ;  ( siem- 
pre se  me  olvida  algo  de  lo  mas  importante;  no  sé  como 
no  me  sucedea  verdaderos  desastres).  Felizmente  ahí 
está  Nemoto ;  le  doi  cuenta  del  hecho ;  me  lanza  una  mi- 

Por  marts  i  Por  tierras  31 


*    irr.  4»»   '*      Z'.r  i.  liim:  "mu  z'^iciaa  le  X'í2III^c:I- 


•-«  :,-*^..r  *.  I*-.  -í-íc*  tf'ii'r^  z^'.r  üi-  rua.  ^íc  trae  a   la 

-.  -►*    -,.'.ov.-':  •*     L-^sc»i»r§  Tít  »ar:«Er  aecb^  füiccadcr  la 
"vZ-i.  '.  -  '*•:  ---■''*    i-i  po»:"  «^  í^»"  •  áf^cbo  e«  ss  propio 

%  -  ■',  *-.   <-^.  --*   t-r:  .k    .t-'T:-»;'5rO''«  Í»tí  fl»!*!  <ÍC 


7  o?r,;tT,^%  r-T:*x»  a  sna  castrada,  bramos  una  colma, 
kTíi\'"^hrr.^,^  LD  p-j^ute  echado  sobre  el  rio  de  Xiko, 
n'/H  ¡/aram'/*  ^íti  !a  opuesta  banda  para  ver  el  otro  puente, 
*:\  f\*:  ¿acá,  céi^-bre.  paralelo  al  naestro,  de  graciosa 
forma  í  ^-l^rj^ante  figura  í  cuyo  color,  rojo  intenso  des- 
\}u\'Af>^  color  de  flor  i  no  de  pintura,  junto  con  el  brillo 
í|^  %MS  A\fr:iz^(\tír2LS  de  oro,  resalta  en  el  fondo  verde 
o«icuro  df-l  bosque  plantado  en  la  montaña.  Sus  pilares  i 
atravesaños  de  piedra  forman  encratrado,  como  si  fueran 
de  madera.  Por  debajo  pasan  las  aguas  del  torrente, 
tMjlliríí)sas,  espumosas,  inútilmente  apuradas,  pues  van 
perH'-guiHas  por  la  gravedad  que  no  se  cansa  nunca, 
Mobre  piedras  ovoides,  esféricas,  conoides,  todo  menos 
angulares,  por  haber  perdido  sus  aristas  jugando  unas 
con  r)traH«  arreadas  por  la  avenida,  en  los  dias  de  ere- 
nente. 

No  pasan  habítualmente  por  el  puente  de  laca  lejen- 
(lArio,  HÍno  los  dioses  en  espíritu,  pero  -cuando  necesi- 
tariin  pasar  en  forma  corporal,  como  son  de  palo  o  de 


—  483  — 

piedra,  lo  hacen  con  ayuda  de  vecino,  llevados  por  los 
devotos,  en  larga  procesión,  según  es  de  uso  en  las 
ceremonias  relijiosas,  vestidos  de  mil  maneras,  condu- 
ciendo andas  con  imájenes,  cargando  colecciones  de 
objetos  alegóricos  o  de  adorno,  disfrazados  de  dragones, 
leones  i  leopardos  ;  i  los  sacerdotes  i  otros  dignatarios, 
a  caballo,  con  arneses  de  oro  i  seda,  rojos,  amarillos  i 
plateados. 

Seguimos  costeando  el  torrente  por  su  orilla  izquierda 
un  trecho,  luego  nos  apartamos  para  volverlo  a  encon- 
trar i  así  vamos  por  malos  caminos  mojados,  enterrando 
nuestras  rikshas  una  cuarta  en  el  suelo  i  saliendo  solo 
de  la  huella  profunda  gracias  a  la  fuerza  i  resistencia 
admirable  de  estos  hombrecitos  de  hierro. 

Las  peñas  derraman  en  el  precipicio  por  cuyo  fondo 
corre  el  rio,  metiendo  una  espantosa  algazara,  las  aguas 
de  sus  cumbres  en  hilos,  en  sábanas,  en  tules,  en  corti- 
nas, en  perlas  de  cristal  o  simplemente  en  espuma 
blanca,  como  si  una  jigantesca  lavandera  estuviera  la- 
vando su  ropa  con  jabón  en  lo  alto  i  volcara  su  batea  a 
cada  momento. 

No  solo  eso;  la  espuma  de  jabón  i  las  gotas  de  cris- 
tal ruedan  por  entre  azaleas  que  dan  un  color  rosado  a 
la  montaña,  i  abajo,  a  través  de  todas  las  clases  de 
verde  imajinables,  desde  el  negro  hasta  el  amarillo  o 
azul  o  no  sé  qué  color^  límite  del  verde  claro. 

Los  mismos  árboles  amenazan  desplomarse  sometidos 
al  vértigo  del  precipicio  i  a  la  influencia  eléctrica  de  la 
corriente  de  abajo,  atronadora  i  sublime! 

Llegamos  a  la  cascada,  una  miniatura  en  compara- 
ción de  otras,  de  la  caida  del  Niágara,  por  ejemplo, 
pero  con  todo  bella! 

En  su  esencia,  todas  las  cascadas  son  iguales ;  esta 
sin  embargo,  tenia  algunas  particularidades  de  ocasión 
el  dia  de  nuestro  paseo  i  tiene  otras  permanentes :  una 
de  estas  ultimas  es  su  casa  de  té  a  veinte  metros  de  la 
caida  de  agua,  i  su  Dios  del  fuego  sin  narices.  Los 
accesorios  eran  i  fueron  una  lluvia  torrencial  i  una  mus- 
mé  que  se  vistió  a  nuestra  vista  i  paciencia,  con  aquella 
falta  de  pudor  casto,  característico  del  Japón.  Si  alguna 


—  484  — 

vez  queda  bien  aplicado  el  verbo  reflexivo  vestirse  es  en 
este  caso ;  la  joven  estaba  desnuda  antes  de  ponerse  los 
primeros  trapitos  de  su  tocado :  a  esto  le  llamo  yo  ves- 
tirse i  no  al  hecho  de  cambiar  de  ropa. 

La  senda  hasta  la  cascada  es  mui  pendiente  i  muí 
complicada;  hai  escalas  de  piedras,  puentes  de  tablas  de 
pino  i  laderas  casi  impracticables;  pero  yo  apuré  hasta 
las  heces  aquel  cáliz  de  granito  resbaladizo  por  ser  de 
raza  anglo-sajona  (yo,  no  el  cáliz).  ¡  Los  demás  compa- 
ñeros se  quedaron;  eran  miserables  latinos! 

Al  pasar  por  un  codo  peligroso,  una  de  las  lavande- 
ras de  arriba  me  vació  su  batea  en  la  cabeza ;  robustas 
gotas  me  mojaron  los  labios  i  pude  comprobar  por  su 
gusto,  que  el  agua  de  su  oríjen  no  contenia  ni  potasa, 
ni  sosa,  bases  habituales  del  jabón  i  que  su  blanca  es- 
puma era  como  el  penacho  de  las  odiosas  hijas  del 
océano  pero  sin  sal,  líquido  en  polvo,  lleno  de  aire :  alias 
espuma ! 

Hai  una  cueva  tras  de  la  faja  de  agua  debajo  mismo 
del  borde  por  el  cual  se  derrama ;  en  la  cueva  está 
un  dios  de  piedra  con  dos  dagas  sostenidas  por  su 
brazo  derecho  i  rodeado  de  tarjetas;  yo  también  puse 
la  mia,  en  demanda  de  la  protección  del  ídolo  japo- 
nes, concebida  así:  «Eduardo  Wilde  i  Señora   al  dios 

Fudo-Yu »    o   sea,    en    romance,    al   dios   inmóvil 

¡  Siempre  conviene  estar  en  buenos  términos  con  los 
dioses  de  todas  las  relijiones  por  si  a  uno  lo  mandan  a 
paraíso  ajeno! 

<Le  llaman  ademas  el  Dios  del  fuego»,  me  dijo  el 
guia. — «{Cómo,  Dios  del  fuego,  si  está  en  una  cas- 
cada? »  le  objeto. — «Ah !  me  replica:  al  principio  del 
mundo  hubo  dos  elementos  en  lucha,  el  agua  i  el  fuego 
i  el  agua  apagó  el  fuego  ».  La  razón  no  me  pareció 
mui  concluyente,  pero  sí  mui  parecida  a  las  razones  de 
las  relijiones  mas  acreditadas. 

La  cascada  tiene  como  quince  metros  de  altura  apa- 
rente i  en  su  fondo  un  mundo  de  piedras  como  elefantes 
que  se  disponen  a  marcharse  aguas  abajo,  con  el  menor 
pretesto.  El  volumen  de  agua  visto  de  cerca,  es  decir 
de  la  cueva   a    la   cual   forma  una  espléndida    cortina, 


—  485  — 

ofrece  un  ancho  de  dos  a  tres  metros  por  un  grueso 
mucho  menor. 

El  escenario  es  por  demás  fantástico  i  grandioso  i  si 
los  ojos  gozan  con  la  feria  de  luz  i  de  colores,  el  oido 
se  estremece  deliciosamente  con  el  tronar  continuo  del 
torrente  i  el  fragor  del  entre-choque  de  las  piedras  que 
ruedan  en  su  lecho. 

Volvemos  al  hotel  i  ocupamos  el  entre-acto  de  las 
escursiones,  en  comer  i  en  dormir,  tareas  no  menos  inte- 
resantes que  las  de  ver  cascadas  i  contemplar  paisajes. 


Mayo  10. — Vamos  a  los  templos;  prepárese  el  lector 
pero  no  se  alarme;  no  intentaré  describirlos  pues  ni 
Dickens  ni  Tolstoi  juntos,  empleando  las  palabras  de 
todos  los  idiomas,  conseguirían  hacerlo  con  verdad. 
Desde  luego,  el  número  de  construcciones  con  techo 
aparte,  alcanza  a  treinta  i  tres,  en  el  local  de  la  Santa 
montaña  solamente,  i  cada  una  necesitada  un  párrafo, 
a  lo  menos.  Todas  las  construcciones,  son  diremos,  el 
punto  terminal  de  una  gran  avenida  de  diez  leguas  de 
largo  formada  por  árboles  de  cuatrocientos  i  quinientos 
años,  lujo  sin  igual  en  la  tierra,  i  ocupan  una  gran  área 
en  la  elevada  planicie  rodeada  de  montañas  en  forma  de 
anfiteatro. 


En  sitios  elejidos  de  la  Sagrada  montaña  han  sido  eri- 
jidos  los  mausoleos  de  tres  de  los  mas  grandes  shógoun : 
de  Yoritomo  el  fundador  del  gobierno  militar  i  feudal,  de 
Yeyasu  el  I»  de  la  familia  Tokugawa  i  de  Yemitzu  el  3o 
de  la  misma.  Como  se  sabe  los  shógoun  eran  jefes  milita- 
res que  gobernaban  a  la  sombra  del  poder  (espiritual) 
de  los  emperadores.  Hai  en  el  distrito  treinta  cascadas  a 
lo  menos,  sin  salir  de  una  área  de  quince  millas.  El  fa- 
moso puente  de  laca  está  en  el  sitio  por  donde  cruzó  el 
rio  Shado  Shouin,  un  santo  con  leyenda  i  fundador  de 
templos  (véase  la  historia  de  estos).  Salvando  el  puente 


—  486  — 

de  los  simples  mortales,  tomando  a  la  derecha  i  si^iendo 
la  avenida  de  criptomerías  (  enormes  )  se  llega  a  un  sen- 
cillo pórtico  tras  del  cual  hai  una  plaza  donde  ningún 
viajero  se  detiene,  apurado  por  el  guia,  so  pretesto  de 
que  eso  no  vale  la  pena,  aseveración  inexacta  cuya  res- 
ponsabilidad le  dejo. 

He  estado  largo  tiempo  en  el  local  de  los  templos;  he 
leido  varias  guias,  entre  ellas  la  de  Murray  tan  acredi- 
tada ;  tengo  a  la  mano  un  trabajo  muí  completo  sobre 
Niko  i  después  de  un  paciente  examen  de  estos  docu- 
mentos i  consultar  mis  minuciosos  apuntes,  concluyo  por 
afirmar  que  una  descripción  de  la  montaña  sagrada  i  su 
contenido,  con  la  pretensión  de  dar  una  idea  clara  del 
conjunto  i  hacérselo  ver  al  lector,  es  imposible.  Ni  una 
sola  de  las  obras  citadas  está  escrita  con  método  i  clari- 
dad, ni  va  de  lo  grande  a  lo  pequeño,  de  lo  jeneral  a  lo 
particular,  como  deberia  hacerlo,  para  insinuar  siquiera 
una  concepción  aproximada  del  cuadro,  ni  aun  a  los  via- 
jeros que  han  pasado  largas  horas  en  el  renombrado 
paraje.  Todas  contienen  una  lista  de  nombres,  sin  tra- 
ducción los  mas,  adornados  con  detalles  históricos,  noti- 
cias de  dimensiones  i  datos  inútiles  cuyo  resultado  es  una 
pura  confusión.  Después  de  leer  la  lista  queda  uno  tan  a 
ciegas  como  si  nada  hubiera  leido  i  con  la  sensación  de 
tener  ante  los  ojos  una  factura  comercial,  un  conoci- 
miento  de  mercaderías  para  el  despacho  de  aduana.  En 
la  imposibilidad  de  suministrar  datos  para  producir  una 
impresión  neta  del  lejendario  sitio,  renuncio  a  pintarlo  i 
prevengo  al  mundo  curioso  que  no  sabrá  jamas  como  es 
la  Montaña  sagrada  de  Niko  si  no  vieúe  a  verla.  Por 
tanto  yo,  sin  imponerme  un  estricto  método  de  las  ubica- 
ciones, tan  inútil  para  el  lector,  me  concretaré  a  presen- 
tar en  síntesis  los  informes  principales,  deteniéndome 
solamente  en  los  puntos  no  consignados  en  las  guias, 
por  haber  tenido  la  suerte  de  ver  lo  que  no  han  visto  ni 
aun  los  autores  de  las  memorias  mas  acreditadas,  si  he 
de  atenerme  a  los  documentos  que  gozan  de  mayor  fama. 

Se  presenta  primero  a  mi  memoria  el  Templo  llamado 
Sambuttudo  o  Samiacudo  (cada  cual  escribe  el  nombre  a 
su  modo  ),  hall  salón  de  los  tres  Budas  o  sean  el  Kwan- 


—  487  — 

non  de  mil  manos,  el  Kwannon  cabeza  de  caballo  i  Amida 
Niy orai ;  también  la  estatua  en  madera  de  Shado  Shouin  ; 
una  columna  en  bronce,  monumento  orijinal  terminado 
por  tallos  i  hojas  de  lotus,  con  campanilla  en  los  bordes, 
circundado  abajo  de  columnas  cortas  como  para  sos- 
tenerla mediante  las  barras  horizontales  que  las  ligan. 
Esta  columna  lleva  las  armas  de  Tokugawa  (three  asa- 
rum  leaves).  A  la  izquierda  una  pequeña  pagoda,  can- 
delabros i  linternas  de  bronce Veo  que  mi  relato 

tiende  a  convertirse  en  un  inventario 

Hago  resaltar  en  seguida  como  impresión  jeneral  la 
división  en  tres  patios,  cada  uno  con  su  escalera,  su  pór- 
tico, su  verja,  sus  monumentos  i  sus  signos  i  adornos 
característicos,  reservándome  hablar  de  las  particulari- 
dades con  sobrios  pero  eficientes  detalles,  para  dar  al 
lector  el  medio  de  reconocer  en  el  acto,  si  visita  el  local 
con  estas  pajinas  en  la  mano,  los  monumentos  i  los  obje- 
tos en  los  parajes  donde  se  hallan. 

Así,  en  las  dependencias  del  mausoleo  de  Yeyasu 
(Toshougo  o  Templo  brillante  del  este)  podrá  apreciar 
]a  impresión  del  conjunto,  los  patios  en  escalón  i  otros 
detalles  ya  mencionados  en  el  curso  de  este  relato  i  a 
mas :  —  Los  cercos  de  cintura  o  balaustradas  de  los  re- 
cintos, de  laca,  de  piedra  o  de  madera  tallada,  con  altos 
relieves,  perforaciones  i  pinturas  —  Las  escalinatas  i  los 
pórticos  a  la  entrada  de  los  patios  —  Los  leones  de 
granito  en  actitud  de  saltar  en  uno  de  ellos  (en  el  lado 
interno  del  cerco  de  piedra) — Los  guardianes  de4os  tem- 
plos en  sus  nichos,  estatuas  de  madera  bronce  o  piedra 
de  humana  forma  o  con  la  figura  de  estraños  animales, 
de  leones,  convencionales,  por  ejemplo,  que  jamas  exis- 
tieron — Linternas  de  hierro  o  de  bronce  grandes  i  chicas 
de  oríjen  histórico  muchas  ;  con  su  leyenda  varias  ( una 
de  ellas  se  transformaba  en  ser  viviente  i  hacia  diabluras 
entre  las  jentes;  por  fin  un  esforzado  japones  le  dio  un 
mandoble  hiriéndola  de  muerte,  con  lo  cual  concluyó  el 
encanto  ;  la  linterna  conserva  el  tajo  en  la  cabeza :  supon- 
gámosle una)  — Tres  edificios  en  zig-zag,  en  uno,  dos  ele- 
fantes obesos  con  articulaciones  al  revés — Una  pileta  mui 
celebrada  bajo  un  dosel  sostenido  por  columnas  (losbor- 


—  488  — 

des  de  la  pileta  están  en  un  plano  perfectamente  horizontal; 
el  grueso  de  la  capa  de  agua  que  se  derrama  es  el  mismo 
en  todos  los  puntos  ;  así  la  pileta  representa  un  trozo  de 
cristal  en  una  pieza ;  semejante  a  esta  en  los  dominios  del 
mausoleo  de  Yemitsu,  hai  otra  pileta  igualmente  nivelada 
i  que  hace  el  mismo  efecto)  —  Cedros  viejísimos  (cripto- 
merias)  diseminados  con  arte — Una  pagoda  de  cinco  pisos 
notable  por  sus  esculturas  —  El  kiosko  o  torre  de  la  cam- 
pana—Otra para  un  enorme  tambor  —  La  linterna  jira- 
toria  bajo  su  pabellón  —Los  candelabros  i  campanas  re- 
galos de  la  Holanda  a  la  Corea  — Un  templo  menor  pero 
riquísimo  en  lacas  de  oro,  esculturas  perforadas,  pinturas  i 
dorados  —  La  biblioteca  para  la  conservación  de  los 
manuscritos  sagrados  i  su  estante  jiratorio  de  laca  roja  i 
bronce  —  El  pórtico  blanco  celebérrimo  llamado  Yomei- 
mon?...  esquisito  por  sus  esculturas  que  representan  niños 
jugando  i  animales,  leones  i  tigres;  con  uno  de  sus  pila- 
res de  cuyas  fíbras  se  ha  sacado  un  partido  admirable 
para  dibujar  la  piel  de  un  tigre  i  otro  en  el  cual  los  mo- 
delos han  sido  invertidos,  puestos  cabeza  abajo,  a  pro- 
pósito, para  no  escitar  la  envidia  de  los  dioses  i  traer 
desgracias  a  la  familia  Tokugawa  como  sucederia  si  el 
pórtico  no  tuviera  esa  sola  imperfección  —  Los  nichos  de 
Ama-imí  i  Koma-ímí  —El  templo  de  las  danzas  sagradas 
donde  una  vieja  las  ejecuta  automáticamente  apenas  cae 
cualquier  moneda  a  su  puerta  —  Otro  pequeño  templo 
para  quemar  perfumes  —  El  distintivo  de  Tokugawa  en 
todas  partes —  El  corredor  de  laca  donde  figuran  armas, 
vestidos,  muebles,  utensilios,  baúles  dorados  con  armadu- 
ras de  bronce  i  varios  objetos  históricos  i  ostentándose  en 
algunas  de  las  estimadas  piezas  de  nobles  antepasados, 
el  lema  de  la  familia:  «Ten  paciencia»  —  Otro  corredor  en 
el  lado  opuesto  con  aparatos  del  culto,  ornamentos,  dis- 
fraces, máscaras  humanas  i  armazones  i  telas  amoldadas 
para  representar  dragones;  campanillas  harneses,  cin- 
turones,  tambores,  cigüeñas  i  candelabros;  todo  ello  para 
las  procesiones  —  El  establo  del  caballo  sagrado  que 
montan  los  dioses  i  que  debiendo  ser  blanco  i  feo  como 
el  de  Nara,  es  aquí  colorado  pequeño  i  mui  bonito ;  cui- 
dado  por  una  joven  japonesa   en   iguales  condiciones. 


—  489  — 

salvo  el  color  i  por  los  visitantes  obsequiosos  quienes 
compran  el  grano  a  la  japonesa  i  se  lo  dan  al  caballo, 
congraciándose  a  los  dioses  jinetes — Los  monos  tallados 
arriba  en  el  frente  del  establo,  tapándose  la  boca,  los 
ojos  i  los  oidos  i  representando  respectivamente  la  India, 
la  China  i  el  Japón,  sepa  dios  el  motivo— El  gato  dormido 
sobre  la  puerta  que  da  paso  al  mausoleo  de  Yeyasu, 
admirable  gato,  vivo  en  apariencia,  overo  i  májico 
(gracias  a  él, según  la  leyenda,  no  hai  ratones  en  todo  el 
circuito )  Por  fin ;  el  templo  sin  igual  con  sus  techos 
dorados  brillando  al  sol  i  a  su  puerta,  los  sacerdotes  ves- 
tidos de  gala  esperando  nuestra  anunciada  visita. 


Entramos  al  primer  vestíbulo,  de  los  dos  precedentes 
a  la  misteriosa  celda  donde  moran  los  espíritus  de  los 
emperadores  convertidos  en  dioses  i  se  guarda  las  ta- 
blas de  loá  antepasados ;  salón  rectángulo  con  piso  de 
laca  cubierto  de  fina  estera,  muros  decorados  con  arte 
esquisito,  friso  negro  por  contraste  i  cielo  raso  dividido 
en  cien  cajones  pintados  i  dorados,  con  dibujos  i  colores 
diferentes.  Al  fondo  está  la  entrada  al  segundo  vestíbulo 
i  en  su  umbral  superior,  el  espejo  circular  en  el  cual  se 
miran  las  conciencias ;  a  un  lado,  la  salita  de  descanso  de 
los  shógoun  i  al  otro  la  de  los  emperadores,  las  dos  de- 
coradas con  raro  arte,  recomendándose  a  la  memoria  los 
paneles  de  madera  de  cuatro  metros  cuadrados  o  poco 
menos  i  de  una  sola  pieza,  cubiertos  de  laca,  con  pinturas 
i  esmaltes  de  célebres  artistas  i  otros  con  esculturas  en 
madera  que  se  toma  a  primera  vista  por  cuadros  pinta- 
dos en  bajo  relieve  i  que,  mirados  de  cerca,  muestran  mil 
pedazos  de  diferente  color,  formando  una  superficie 
unida  como  un  mosaico  de  nítida  estructura,  escepto 
algunas  hojas  dobladas  que  sobresalen.  Lo  cielos  rasos 
llevan  análogas  decoraciones;  el  de  la  cámara  de  Toku- 
gawa,  sus  armas  (crest);el  de  los  emperadores,  crisan- 
temas i  otras  flores.  Al  ver  estos  trabajos  uno  recuerda 
espontáneamente  la  frase  <  pintar  con  el  buril  >.  Levan- 
tando la    vista  se  descubre  otras  bellezas;  frisos  trans- 


—  490  — 

párenles  debajo  de  otros  planos  pintados  i  bronces  cin- 
celados i  los  tonos  mas  vivos  del  verde,  del  oro  i  del  azul. 
Medí  a  grandes  pasos  el  segundo  vestíbulo  i  calculé 
una  área  como  de  4  a  5  metros  por  10:  pues  bien,  toda 
ella  está  cubierta  por  una  sola  piedra  de  esas  <limensio- 
nes,  pulida  como  la  luna  de  un  espejo.  Sobre  el  tabique 
o  muro  divisorio  de  la  capilla  se  ve  una  cortina  de  bronce 
trabajada  como  el  encaje  de  Bruselas,  en  placas  encade- 
nadas, adorno  enteramente  nuevo  para  mí,  pues  no  lo 
he  visto  en  parte  alguna.  Hai  en  este  vestíbulo  i  en 
otros  sitios  del  templo,  lacas  del  espesor  de  dos  i  medio 
centímetros,  fabricadas  en  largos  años  i  de  valor  incal- 
culable. En  un  escalón  de  laca  negra  figuran  como  ofren- 
das presentadas  a  la  undécima  jeneracion  de  la  familia 
l'okügawa:  dos  cañas  de  oro  simulando  el  bambú,  un 
pino  de  bronce  imitación  absoluta  del  árbol  vivo  en 
forma  i  colores  i  otros  objetos  de  arte.  Luego  se  en- 
cuentra la  preciosa  puerta  del  santuario,  dividido  en 
compartimentos  incluidos  unos  en  otros  i  cuyo  centro 
ocupa  la  urna  donde  moran  los  espíritus  i  se  conserva 
las  tabletas  de  los  antepasados,  como  tal  vez  las  imájenes 
de  los  dioses.  Imposible  es  dar  una  idea  de  la  riqueza 
i  arte  que  la  capilla  ostenta.  Cada  uno  de  sus  corredo- 
res o  pasajes  al  rededor  de  los  compartimentos  es  una 
maravilla.  Todo  es  allí  oro  i  esmalte  i  colores  vivos, 
antiquísimos,  sustraídos  a  la  luz  durante  siglos.  Cada 
superficie  del  tamaño  de  una  moneda  es  una  joya  gra- 
bada, cincelada,  colorida.  No  seria  de  admirarse  la  es- 
cultura sola  representando  á  lo  vivo  flores  i  animales 
fantásticos  o  conocidos  (aleones,  cigüeñas,  águilas,  dra- 
gones i  quimeras )  si  no  la  completara  la  aplicación  ar- 
tística i  perdurable  de  los  tintes  tomados  a  las  flores,  a 
los  cielos  i  a  los  metales  preciosos,  con  su  apariencia 
de  lo  nuevo,  de  lo  flamante  i  sus  detalles  de  miniatura 
hecha  con  la  punta  de  un  cabello.  Añádase  a  esto  la  im- 
presión del  contraste  en  el  espectador  al  ver  salir  de  las 
tinieblas,  después  de  tres  siglos  de  encierro,  pájaros 
vivos  próximos  a  volar  i  flores  recien  brotadas  que 
incitan  el  olfato. 


—  491  — 

Para  tener  un  punto  de  comparación  a  cerca  del 
valor  artístico  i  venal  de  estas  riquezas,  basta  preguntar 
en  cualquier  casa  de  negocio  de  objetos  de  arte,  en  To- 
kio, Kioto  o  el  mismo  Niko,  cuánto  vale  una  pequeña 
caja  de  laca  dorada,  no  mas  grande  que  la  mano  de  una 
niña  japonesa!  Vale  cien,  doscientos,  tal  vez  quinientos 
yen.  Calcúlese  ahora  el  valor  de  la  misma  obra  en 
grandes  superficies,  agregando  pilares  de  madera  natu- 
ral, sin  barniz  ni  pintura,  pero  esculpidos  como  filigranas, 
cincelados,  burilados,  trabajados  en 'fin,  como  no  se  tra- 
baja ya  en  el  mundo,  sin  una  falla  en  su  finísimo  encaje 
de  dibujos  a  pesar  de  los  años  i  los  siglos.  Recuerdo 
entre  mil  objetos,  unos  aleones  agarrados  a  un  reborde 
en  actitud  de  lanzarse  sobre  quien  los  mira;,  seis  retra- 
tos sobre  laca,  de  200  años,  conservados  a  favor  de  la 
oscuridad  del  recinto,  con  adición  de  cortinas  en  apa- 
riencia recien  salidos  del  taller;  numerosos  adornos  de 
bronce ;  una  custodia,  reliquia  semejante  a  la  estrella  de 
oro  depositada  de  la  hostia  en  las  ceremonias  del  culto 
católico ;  una  banda  de  oro,  colgada  en  una  varilla,  imi- 
tando papel,  o  tal  vez  de  papel  realmente  cubierto  de 
laca  de  oro,  banda  cortada  en  líneas  lonjitudinales,  para- 
lelas, alternadas  e  incompletas,  emblema  o  símbolo  de  la 
vida  humana,  común  i  acreditado  como  medida  de  su 
duración,  en  el  Japón  (cinta  en  zig-zag) ;  los  candados 
enormes  i  demás  herrajes  de  las  cerraduras  labradas  en 
la  forma  de  joyas  i  por  fin  la  decoración  cuidada,  minu- 
ciosa aun  en  las  partes  inaccesibles  o  constantemente 
ocultas  como,  las  superficies  invisibles  de  los  muebles  u 
objetos  de  adorno,  destinados  a  presentar  un  solo  frente, 
o  los  techos,  sustraídos  a  toda  inspección.  Abrumados 
por  la  feria  de  colores,  el  oro  i  el  esmalte  de  los  medallones 
i  el  armonioso  contraste  de  cada  prominencia  i  depresión 
en  aquella  cámara  encantada,  cuyos  esplendores  solo 
aparecen  en  los  sueños,  cuando  comienzan  a  desfilar  las 
luces  en  el  cerebro  próximo  a  perder  sus  sensaciones. 


Salimos  al  primer  vestíbulo   y  allí  presenciamos   las 
ceremonias  curiosas    del    culto    actual,  mezcla  creo  de 


—  492  — 

shintoista  i  budista,  por  cuanto  las  relijiones  también 
se  piden  prestadas  fórmulas  i  prácticas  que  alteran  la 
pureza  de  sus  ritos.  No  puedo  precisar  ia  significación 
de  cada  acto  dándole  su  debida  colocación  en  la  se- 
cuela de  ceremonias,  ni  lo  haria  aun  cuando  pudiera, 
por  la  inutilidad  de  semejante  erudición  en  estos  apuntes, 
pero  puedo  transplantar  como  pequeña  muestra,  una 
corta  actuación  de  la  escena  a  estas  pajinas,  en  obse- 
quio al  lector. 

A  un  lado  de  la  entrada  al  2<*  vestíbulo  hai  un  gran 
tambor  sobre  un  banco  de  tijeras;  en  el  medio,  un  apa- 
rato como  para  depositar  paraguas,  con  un  plumero 
hecho  de  grandes  tiras  de  papel ;  al  otro  lado,  varios 
instrumentos  de  música:  tambores,  harpas,  violines,  flau- 
tas, triángulos  i  guitarras.  Salen  los  sacerdotes  del  inte- 
rior, atraviesan  el  2^  vestíbulo  i  se  acomodan  en  el 
primero,  en  dos  filas  opuestas,  unos  en  la  línea  del  tam- 
bor, otros  tras  de  los  instrumentos  de  música.  Están 
vestidos  de  toda  gala,  con  trajes  angulosos,  antiguos 
recamados  i  bonetes  de  forma  singular.  Los  fieles  se 
colocan  en  frente  del  santuario  dejando  un  espacio  libre 
a  los  sacerdotes,  l'odos  estamos  sentados  en  el  suelo  i 
un  sacerdote  se  coloca  entre  nosotros  como  simple  su- 
jeto del  pueblo.  Otro  da  las  señales  de  orden,  tocando 
varios  golpes  en  el  tambor;  la  música  i  los  rezos  co- 
mienzan i  duran  un  tiempo ;  algunas  oraciones  son  se- 
micantadas.  Un  oficiante  se  levanta,  toma  el  plumero  de 
papel  i  batiéndolo  a  izquierda  i  derecha  espanta  los  es- 
píritus ;  la  misma  operación  se  repite  en  varias  circuns- 
tancias. Los  sacerdotes  de  la  I*  fila  se  levantan,  pasan  al 
2o  vestíbulo,  abren  la  puerta  del  recinto  que  contiene  el 
altar  e  introducen  las  ofrendas  que  los  fieles  han  traído : 
alimentos  i  frutas  principalmente.  Todo  ello  verifican 
con  grandes  inclinaciones,  jenuflexiones  i  movimientos. 
Luego  cierran  el  recinto  i  vuelven  al  primer  vestíbulo, 
donde  rezan,  cantan  i  tocan  la  música  de  nuevo ;  el  pú- 
blico acompaña  los  rezos  i  ciertos  cantos.  Entre  la  con- 
currencia llaman  la  atención  4as  criaturas  por  su  gracia, 
su  alegre  devoción  i  su  compostura.  El  plumero  vuelve 
a  funcionar  i  los  fieles  se  retiran. 


—  493  — 

He  ahí  cuanto  recuerdo  de  la  ceremonia.  Una  vez 
evacuado  el  primer  vestíbulo  quedando  solo  nosotros, 
trajeron  los  sacerdotes  varias  cajas  lujosas  con  tapas  de 
vidrio  y  forradas  de  seda ;  ellas  contenian  ciertos  objetos 
envueltos  en  franelas  i  gamuzas;  eran  espadas^  empuña- 
duras, dagas,  sables,  bastones,  cascos,  cinturones,  ropas, 
cotas  de  malla  i  armaduras  históricas,  de  valor  tradi- 
cional, no  solo  por  su  riqueza  intrínseca  en  metales  i  pie- 
dras preciosas  i  el  primoroso  trabajo  de  cincel  grabado 
e  incrustación,  sino  por  su  oríjen,  pues  pertenecieron 
a  los  altos  personajes  a  cuya  memoria  están  consa- 
grados los  templos  y  mausoleos.  Mostrarnos  estas 
reliquias  era  hacernos  un  obsequio  escepcional;  así  lo 
comprendimos  agradeciéndolo. 

Salimos  hacia  la  tumba  de  Yeyasu  o  To-sho-gu,  nom- 
bre bajo  el  cual  fué  deificado  ( los  japoneses  al  morir 
cambian  de  nombre);  atravesamos  la  puerta  del  gato 
dormido,  subimos  una  larga,  solemne,  honda,  triste  i 
bellísima  escalera  de  piedra  en  varios  tramos,  con  dos- 
cientos escalones  cubiertos  de  musgo,  húmeda  bajo  la 
sombra  de  grandes  árboles  i  de  cuyos  descansos,  por 
sobre  los  muros  bajos  de  los  bordes,  se  veia  la  nieve  a 
lo  lejos  i  al  mismo  tiempo  la  selva  i  las  colinas  flori- 
das.. .  ¡gloriosa  elección  de  sitio  para  colocar  un  se- 
pulcro !  Al  fin  está  el  pórtico  de  laca  negra  i  bronce 
dorado ;  pasándolo  se  ve  la  capilla  de  bronce  con  lacas 
negra  i  roja  i  atrás  de  ella,  la  tumba,  en  su  recinto  cer- 
cado de  una  balaustrada  de  piedra.  La  tumba  es  una 
urna  de  bronce  i  oro  de  forma  de  una  pequeña  pagoda ; 
delante  de  ella,  en  una  especie  de  banco,  figuran :  una 
gran  cigüeña  sosteniendo  en  su  pico  una  vela,  un  sahuma- 
dor i  un  vaso  con  flores  i  hojas  de  lotus;  todo  ello  en 
bronce.  Fuera  del  cerco  hai  un  pequeño  árbol  plan- 
tado dicen  por  Grant,  (presidente  de  los  E.  U.).  Dos 
animales  convencionales  echan  agua  por  la  boca.  El 
paraje  es  triste  i  delicioso  hasta  por  la  distinción  de  sus 
escasos  monumentos,  pero  lo  mejor  de  él  es  la  cinta  de 
árboles  i  el  paisaje  lejano. 


—  494  — 

Concluido  nuestro  homenaje  a  Yeyasu  nos  diríjimos 
al  mausoleo  i  templo  de  Jemitsu  el  Toiyuen,  como  lo 
escribe  Nemoto,  o  Daiyuin  como  lo  escriben  otros, 
consagrado  a  la  3»  jeneracion  de  los  Tokugawa.  Distin- 
guimos al  paso  templos,  capillas,  kioscos,  pabellones, 
dioses  con  nimbos  como  nuestros  santos,  construccio- 
nes en  laca  i  en  piedra,  linternas,  signos  del  culto  en  ñn, 
cuyo  desfile  no  se  acaba  nunca.  En  los  dominios  del 
mausoleo  volvemos  a  encontrar  los  pórticos  en  número 
de  tres,  con  las  grotescas  estatuas  por  dentro  i  por 
fuera,  de  dioses  i  guardianes,  el  Dios  del  Trueno  entre 
ellos  con  un  bombo  a  cuestas  i  el  del  Viento  con  una 
bolsa  de  aire,  como  la  de  las  cornamusas  españolas; 
patios  escalonados  o  plataformas  ostentando  variados 
objetos;  numerosas  i  artísticas  linternas;  un  arce,  espe- 
cie de  plátano  artificial,  hecho  de  cobre ;  un  baldequin  o 
palio  protejiendo  una  fuente  de  piedra  con  sus  bordes  a 
perfecto  nivel;  dragones  que  arrojan  agua;  columnas 
chinescas  con  campanillas  i  por  fin  los  grupos  i  las  filas 
de  árboles  sombrios,  la  serie  de  escalas  de  piedra,  anchí- 
simas, ligando  unas  con  otras  las  planicies  o  platafor- 
mas llenas  con  la  variedad  de  las  curiosidades  mencio- 
nadas i  allí  enfrente,  arriba,  casi  invisible,  percibiéndose 
apenas,  el  mausoleo,  entre  el  follaje,  al  estremo  de  una 
galería  de  criptomerias  i  luego  la  capilla  o  templo,  es- 
quisito   no   obstante   el   renombre   del  de   Yeyasu:   sus 

Cuertas  son  obras  primorosas  de  arte  lujoso  i  sus  vestí- 
ulos  grande  i  pequeño,  ostentan  una  profusión  de  obje- 
tos alegóricos  que  por  sí  solos  constituyen  una  riqueza. 
Aquí  vuelvo  a  encontrar  los  encajes  de  metal  con  placas 
de  mil  dibujos  enganchadas  en  sus  mallas  i  formando 
cortinas  i  doseles  i  veo,  en  cien  estantes  o  mesas  de  laca, 
o  sobre  la  estera  blanca  i  brillante,  flores  de  metal  en 
sus  vasos,  notablemente  un  árbol  artificial  en  su  maceta 
en  medio  de  una  bandeja  cuyo  fondo  de  negra  i  luciente 
laca,  engaña  tanto  con  su  estremada  semejanza,  que 
todo  el  mundo  la  toma  por  agua ;  a  mas  mil  objetos 
necesarios  al  culto  budista:  sahumadores,  urnas,  incen- 
sarios, linternas,  candelabros,  estrellas  imitando  custo- 
dias, copas  i    vasos   de   mil   formas   e  instrumentos   de 


—  495  — 

música.  La  puerta  del  2©  vestíbulo  a  la  sala  donde  fig-ura 
la  urna  de  los  espíritus^  es  una  joya  primorosa;  cada 
pequeño  tablero  de  ella  lleva  sus  incrustaciones  i  sus 
adornos  cincelados,  de  bronce  dorado.  Esta  sala  u  ora- 
torio tiene  diez  columnas  en  los  lados  i  frente  del  taber- 
náculo, doradas  i  pintadas  con  gusto  en  la  elección  de 
los  tonos,  lo  mismo  que  los  muros;  estos  ademas  llevan 
esculturas  por  fuera  i  por  dentro.  Tuve  el  gusto  de  sen- 
tarme en  la  silla  que  ocupaba  uno  de  los  shógoun  cuando 
asistia  al  templo ;  la  encontré  cómoda.  Pero  lo  mejor  de 
aquel  relicario  para  mí,  es  la  urna  de  laca  dorada  de  los 
espíritus,  por  sus  admirables  bajos  relieves ;  el  tigre  del- 
panel  izquierdo  cuya  figura  apenas  hace  prominencia  en 
la  superficie,  impresiona  realmente  i  deja  un  recuerdo 
imborrable  de  la  actitud  de  su  elástico  cuerpo  i  la 
espresion  sujestiva  de  su  rostro.  En  el  medio,  debajo  de 
un  dosel  de  encaje  metálico,  sobre  una  mesa  de  laca, 
figuran  mil  objetos,  entre  ellos  cajas  conteniendo  varillas 
perfumadas  para  quemar,  polvo  de  incienso  (nos  dieron 
un  poco  de  cada  cosa),  libros  sagrados  i  reliquias.  A  la 
izquierda  del  tabernáculo  se  ve  una  puerta  de  laca 
blanca  de  una  finura  estraordinaria  i  de  un  trabajo  mara- 
villoso, pues  hasta  los  botones  de  los  pasadores  han  sido 
cincelados. 

Al  dejar  el  templo  donde  también  nos  recibieron  los 
sacerdotes  vestidos  de  gala,  nos  mostraron,  sacándolos 
de  sus  estuches,  los  rollos  de  pergamino  que  contienen 
en  caracteres  iluminados  de  inimitable  caligrafía,  hechos 
a  mano,  la  doctrina  de  Buda.  Las  letras  son  como  las 
de  los  misales  ricos  de  nuestras  iglesias. 


Antes  de  salir  de  Niko  hicimos  otro  paseo  por  sus 
alrededores,  al  otro  lado  del  rio,  el  cual  debía  llamarse 
de  «piedras  corrientes».  ¿Qué  hacen  ahí  en  el  cauce  i  a 
donde  van?  Se  desgranan,  se  iquiebran,  se  reducen,  se 
pulen,  se  vuelven  a  partir  i  se  convierten  por  fin  en 
arena,  yendo  a  formar  el  muro  que  detiene  las  aguas  de 


—  4%  — 

los  mares  en  las  costas.  La  dldma  avenida»  tras  de 
lluvias  torrenciales,  se  ha  Herado  on  puente;  nosotros 
pasamos  por  otro  improvisado,  casi  tocando  el  a^a ; 
subimos  al  lado  opuesto  la  Calda  que  encauza  el  río  i 
entramos  en  una  nueva  selva.  De  la  montaña  bajaban 
ald «ranos  cargados  con  ramas  de  árboles  llenas  de  flo- 
res, como  para  pintarlos.  Luego  nos  insinoamos  en  una 
lengua  de  tierra  i  de  su  alta  planicie  vimos  con  una  deli- 
cia estraña,  a  pesar  de  estar  ya  cansados  de  paisajes,  la 
luz  rara  de  aquellas  comarcas,  hecha  por  los  reflejos 
eclécticos  de  todas  las  cosas ;  el  verde  con  sus  infinitos 
tonos  i  el  rosa  de  las  azaleas  mitigado  o  exaltado  según 
la  distancia;  el  color  de  la  tierra,  del  agua  i  de  cielo,  dife- 
rente del  común  i  diarío.  Yo  siento  la  necesidad  de 
empaparme  en  este  fluido  de  la  naturaleza,  dejarme  pene- 
trar, saturarme  de  su  belleza  en  la  escena  misma,  hasta 
convertir  mis  fugaces  sensaciones,  en  marcas  indelebles 
de  estética  crónica,  constitucional,  antigua,  para  no  olvi- 
darlas jamas.  Tengo  en  frente  las  montañas  vestidas 
como  si  les  hubiera  caido  una  lluvia  de  bosques  i  estuvie- 
ran derramando  el  exesn  de  sus  árboles  en  el  valle,  i  a 
mis  pies,  el  torrente,  a  escape  sobre  su  lecho  de  piedras 
prontas  a  levantarse  i  seguirlo  metiendo  un  formidable 
ruido,  apenas  haya  una  fuerte  lluvia.  Entre  tanto  solo 
se  oye  la  música  del  río,  del  viento  t  aquella  resonancia 
interna,  sujetiva  en  apariencia,  compuesta  por  los  atómi- 
cos estallidos  del  juego  de  la  vida,  en  mil  seres  invisibles. 
Los  pájaros  a  veces  alzan  una  grítería  alegre,  inmotivada 
hablando  en  su  idioma,  pues  los  anímales  a  diferencia  de 
los  hombres,  en  todas  las  comarcas,  en  ig^ualdad  de 
raza,  tienen  la  misma  lengua ;  los  veo  volar  de  rama  en 
rama,  sin  objeto  i  alejarse  algunos  pasando  sobre  los 
techos  de  los  templos  i  las  tejas  rojizas  de  la  estación  i 
del  hotel,  en  dirección  a  la  selva  de  la  otra  banda  o  al 
límite  de  los  deshielos,  dónde  nacen  los  arroyos.  . . 
I  Nemoto  no  entiende  cómo  un  hombre  práctico  puede 
perder  su  tiempo  en  contemplar  tales  bagatelas! 


* 
*    * 


—  497-  — 

Mayo  //.—  Volviendo  de  Niko  nos  detenemos  en  un 
punto  cuyo  nombre  no  recuerdo,  para  ver  las  fábricas  de 
papel  i  de  paños.  Almorzamos  en  una  chata  a  la  vista  del 
público,  sobre  las  tarimas  colocadas  en  el  gran  corredor 
que  sirve  de  fonda  (restaurant).  Luego  pasamos  a  ver  la 
fábrica  de  paños  i  vimos  desde  la  descarga  de  los  bultos 
de  lana,  hasta  las  piezas  de  jénero  prontas  para  la  venta, 
a  saber:  la  materia  prima  lavada,  hilada,  tejida,  teñida  i  el 
paño,  su  final  transformación,  doblado  i  almacenado. 
Guillermina  por  no  perder  el  vicio,  me  hizo  comprar  una 
manta  i  consecuentemente  regalar  la  mia  a  Nemoto,  con 
gusto  por  un  lado  i  con  sentimiento  por  otro,  pues  la 
dicha  manta  me  habia  servido  veinte  años  (  era  de  rayas 
rojas  i  negras  de  un  lado,  de  color  uniforme  plomo,  del 
otro  i  diferente  tejido  en  las  dos  caras,  hago  su  retrato 
para  no  olvidarla). 

La  fábrica  de  papel  no  ofrece  particularidad  alguna; 
solo  hace  ahora  papel  para  diarios  pero  puede  hacer  de 
toda  clase:  fibroso,  de  seda,  de  comercio,  de  cartas.  Es 
conocida  la  gran  habilidad  de  los  japoneses  para  la 
fabricación  de  este  artículo. 


La  aldea  donde  están  las  fábricas  se  halla  cerca  de 
Tokio ;  así,  en  vez  de  tomar  el  tren  de  nuevo,  nos  fuimos 
en  rikshas  por  entre  el  bosque,  siguiendo  un  camino 
precioso,  lleno  de  jardines,  casas  de  campo  i  chaias, 
ventas,  fondas  o  como  quiera  llamárseles,  donde  dan  de 
comer,  sirven  té,  licores  i  cerveza  esquisita,  fabricada  en 
el  pais,  tan  buena  como  la  mejor  europea  i  por  la  cuarta 
parte  del  precio.  Nos  tomó  una  lluvia  furiosa  en  viaje  i 
para  complemento  de  impresiones,  ella  comenzó  cuando 
pasábamos  en  frente  a  un  cementerio  vasto  i  solemne, 
insólitamente  triste,  por  contraste  aquí  donde  todo  es 
alegre  i  por  el  llanto  del  cielo  gris.  Felizmente  llegamos 
pronto  al  parque  Uyeno  donde  esperamos  que  calmara 
la  borrasca. 

*    * 
Por  mares  i  por  tierras  32 


—  498  — 

Mayo  13, — Asisto  con  Armani,  dos  italianos  mas  i  un 
japones  a  una  comida  de  estilo  en  una  chaia.  Tratándose 
de  costumbres  oríjinales,  un  estranjero  debe  hacer  por 
conocerlas  i  conociéndolas  el  lector  no  tomará  á  mal 
que  el  viajero  se  las  muestre;  sirva  esta  observación  de 
disculpa  por  si  encuentra  en  estas  mis  notas  alguna  infor- 
mación escabrosa. 

La  chaia  presentaba  un  aspecto  mui  animado  a  la  hora 
de  la  cena  i  eso  a  pesar  de  ser  la  noche  de  un  día  13.  En 
casi  todos  los  departamentos  había  banquete  japones 
característico  i  con  tal  motivo,  gran  afluencia  de  invita- 
dos, de  bailarinas  i  musmés  músicas.  En  el  nuestro  cada 
caballero  era  servido  por  dos  preciosas  jóvenes;  la  mesa 
era  el  suelo,  el  mantel,  un  rico  tatami,  los  cubiertos,  finos 
i  limpios  palitos,  los  vasos,  tacitas  microscópicas.  Los 
platos  fueron  variados  i  numerosos.  En  los  intermedios 
se  bailó,  se  cantó  i  se  rió  en  grande.  Al  final  de  la  comida 
las  musmés  jugaron  al  chiri  fuori,  juego  de  prendas  en 
el  cual  la  musmé  que  yerra  se  despoja  de  una  pieza  de 
ropa,  continuando  así  la  diversión  hasta  que  todas  menos 
una,  quedan  completamente  desnudas,  como  creo  haberlo 
dicho  en  el  curso  de  mis  apuntes.  La  triunfadora,  es 
decir  la  que  conserva  sus  ropas  es  aclamada,  obsequiada 
i  cubierta  de  flores.  Las  otras  se  visten  luego  i  la  música 
i  la  jarana  continúan. 

Después  poco  a  poco  la  concurrencia  va  disminuyendo 
por  la  ausencia  de  las  parejas. 

Así  sucedió  en  nuestra  cena;  únicamente  yo  i  Armani, 
yo  por  deberes  estrictos  i  él  por  no  dejarme  partir  solo, 
emprendimos  la  retirada  a  nuestras  casas.  Armani  estaba 
algo  apesadumbrado  ;  no  sé  por  qué. 


Mayo  14. — El  gran  maestre  de  ceremonias  Sanomiya 
i  el  vice  Tokugawa,  nos  invitan  a  una  representación  de 
antigüedades  coreográficas  i  musicales  en  la  escuela 
imperial  de  música,  instituto  incluido  en  la  cintura  de) 
palacio.  La  escuela  se  compone  de  tres  grandes  piezas 


—  499  — 

abiertas  en  su  frente,  un  sitio  vacio  delante,  tras  de 
este  un  gran  salón  con  galerías  laterales  i  en  su  fondo 
las  habitaciones,  aulas  i  dependencias  del  instituto.  Los 
espectadores  ocupan  las  tres  primeras  piezas  i  se  hallan 
separados  del  escenario  por  el  espacio  vacio.  Compo- 
níase el  público  este  dia,  de  los  dos  grandes  maestres,  el 
conde  Orfini  ministro  de  Italia,  el  Director  i  profesor  del 
establecimiento  ( un  alemán )  otro  profesor  japones» 
Nemoto,  Dubullet  i  nosotros.  Nada  mas  curioso  he  visto 
en  mi  vida.  En  el  fondo  del  escenario  estaban  los  músicos 
que  tocaban  en  instrumentos  raros  algo  mas  raro,  no 
desagradable,  pero  sumamente  estraño,  tanto  que  el 
oido  acostumbrado  a  las  armonias,  melodías,  tonos  i 
medidas  de  la  música  actual,  no  podia  seguir  el  hilo  de 
lo  que  oia  ni  adaptarlo  a  réjimen  alguno,  ni  hacerlo  signi- 
ficar o  espresar  cosa  determinada.  Habia  en  medio  del 
escenano  un  tambor  sobre  su  sosten,  antiquísimo  i  de 
gran  valor  según  dijeron.  Los  que  ejecutaban  las  danzas 
salieron  del  fondo  por  los  dos  lados,  vestidos  con  trajes 
de  400  años  atrás,  de  corte  sacerdotal  i  telas  recamadas, 
bordadas,  tiesas  de  puro  ricas  i  llenas  de  galones ;  no 
puedo  describirlos  por  falta  de  punto  de  comparación, 
pues  los  tales  trajes  no  se  parecen  a  nada  de  lo  que  se 
usa  ahora.  Otro  tanto  digo  de  los  bonetes  que  comple- 
taban el  vestido. 

La  danza  era  una  especie  de  cuadrilla  metódica,  so- 
lemne, complicada,  monótona,  interrumpida  con  numero- 
sas cortesías ;  los  oficiantes  daban  largos  pasos,  se  cru- 
zaban^ marchaban  en  procesión  i  volvían  a  separarse 
siguiendo  las  cadencias  si  las  habia,  de  la  música  consa- 
grada desde  hace  siglos  a  ese  baile  estereotipado  que 
caracterizaba  una  tradición  nacional.  Después  de  espec- 
táculo tan  nuevo  de  puro  viejo  i  de  un  cuarto  interme- 
dio durante  el  cual  tomamos  té,  dulces  i  vino,  la  orquesta 
moderna,  compuesta  de  profesores  educados  a  la  ale- 
mana, tocó  varias  piezas  de  Wagner,  distinguiéndose  los 
japoneses  en  la  ejecución.  El  director  fué  muí  felicitado. 

Sanbmiya  habla  muí  bien  ingles  i  es  muí  obsequioso ; 
la  reunión  no  pudo  ser  mas  agradable. 


—  500  — 

La  noche  de  este  día  se  pasó  en  la  Legación  de  Fran- 
cia. El  Ministro  Mr.  Armand  daba  un  gran  baile  de  dis- 
fraz; todos  los  residentes  estranjeros  de  cierta  distinción 
estaban  allí;  habia  también  algunas  damas  i  caballeros 
japoneses,  a  pesar  del  luto  de  la  corte.  No  he  visto  jamas 
baile  mas  animado  ;  los  disfraces  eran  todos  caracterís- 
ticos i  algunos  sumamente  artísticos.  El  cotillón  fué  diri- 
jido  por  la  hija  de  Armand  con  muchísimo  tacto.  Llama- 
ron la  atención  los  preciosos  objetos  distribuidos  después 
de  las  figuras.  Yo  conservo  un  alfiler  de  plata  i  una  car- 
tera. Las  madres  de  familia  aprovecharon  para  llevar  a 
sus  hijos  juguetes  propios  i  ajenos,  debidos  estos  últimos 
a  la  galanteria  de  los  caballeros.  Nadie  se  aburrió  i  eso 
es  mucho  decir  ;  por  nuestra  parte  conocíamos  a  todas 
las  señoras  de  las  legaciones,  a  los  ministros  i  secreta- 
rios i  a  casi  todos  los  residentes  estranjeros.  Después  de 
la /arándola,  paseo  en  cadena  por  toda  la  casa,  de  vuelta 
al  salón  de  baile,  lo  encontramos  convertido  en  comedor; 
al  rededor  de  cada  mesa  se  colocaron  los  invitados  sin 
distinción,  buscando  las  simpatías  o  relaciones  u  obede- 
ciendo a  las  circunstancias Un  sol  japones  inmenso 

entró  derrepente  por  las  ventanas,  cuando  todavia  está- 
bamos en  la  mesa;  su  aparición  fué  la  señal  de  la  partida; 
pero  algunos  incansables,  respetando  poco  la  fatiga  natu- 
ral de  los  dueños  de  casa,  fueron  todavia  al  jardín  a 
pasear  unos,  a  jugar  el  lawn  tennis  otros. 

Al  volver  nosotros  a  nuestro  hotel  por  las  calles  infini- 
tas, tuvimos  ocasión  de  ver  a  la  divina  Tokio  en  sus 
horas  matinales,  radiante  de  luz  i  de  flores,  de  aire  fresco 
i  de  perfumes. 

4c      * 


Mayo  15,  —  Comida  en  casa  del  encargado  de  nego- 
cios de  Béljica  Mr.  Cartier;  mui  buena;  sirven  todos 
los  vinos  al  mismo  tiempo  i  los  platos  con  una  precipi- 
tación poco  distinguida;  los  sirvientes  no  lo  dejan  co- 
mer al  invitado;  apenas  levanta  este  la  vista  de  su  plato 
se  lo  quitan,  aun  cuando  no  haya  probado  las  viandas; 


—  501  — 

imposible  conversar.  La  culpa  de  esta  furia  no  era  del 
dueño  de  casa  sino  de  la  moda.  Asistieron  a  la  comida : 
una  señora  i  una  niña  hijas  de  un  profesor  de  química, 
el  barón  Foy,  joven  francés,  Mr.  May,  belga,  secretario 
de  la  legación  i  el  encargado  de  negocios  de  Ingla- 
terra. 

*     * 


Mayo  16.  —  Volvemos  a  Yokohama  invitados  a  comer 
por  Seus,  Cueurs  i  Pravieux :  mesa  lujosa  i  cqnversa- 
cion  animada.  Cueurs  me  da  sus  trabajos  sobre  el  teatro 
japones,  minuciosos  i  exactos. 


♦ 
*    ^ 


Mayo  17.  —  Ya  nos  quedamos  en  Yokohama  hasta  el 
dia  de  embarcarnos.  Rene  Dubuffet  nos  da  la  comida  de 
despedida  en  su  casa;  asisten  su  socio  Lagrange  i  dos 
de  sus  amigos;  se  pasa  alegremente  la  noche  i  volvemos 
a  pié  al  hotel  a  donde  nos  acompañan  todos  los  invita- 
dos i  el  invitante. 


Mayo  18.  —  Recibo  una  carta  de  W.  Kahnweiler,  aquel 
joven  que  conocimos  en  Túnez  i  a  quien  no  esperaba 
ver  en  el  Japón  i  tal  vez  ni  en  el  mundo,  tan  enfermo 
estaba  cuando  nos  separamos.  Voi  a  buscarlo  en  el 
Gran  hotel  donde  se  aloja  i  tengo  verdadero  placer  en 
encontrarlo  sano  en  apariencia  o  a  lo  menos  con  su 
tisis  estática. 


El  señor  Arnold  Dumelin,  el  rei  de  las  sedas  como  le 
llaman  en  Yokohama,  nos  invita  á  tomar  el  tifñn,  lunch, 
en  ingles,  las  once,  en  español  antiguo.  Dumelin  es  el 
j érente  de  la  gran  casa  Siber  Breunval  i   Ca.,  vive  con 


—  502  — 

lujo,  tiene  una  hermosa  biblioteca  cuyos  libros  nadie 
toca,  ni  el  mismo  dueño  ya  cansado  de  todo  en  la  vida. 
£1  tifYin  es  notable;  se  sientan  á  la  mesa  les  soyeux 
mas  distinguidos  de  la  ciudad  i  los  empleados  de  la  casa. 
Dumelin  regala  a  Guillermina  un  satzuma  precioso,  anti- 
quísimo. 


Kahnweiler  viene  á  comer  con  nosotros  i  trae  de  regalo 
i  como  recuerdo  de  viaje  un  riquísimo  i  viejísimo  tapado 
chino  de  seda  roja,  bordado  primorosamente  con  hilo 
de  oro;  lo  ha  obtenido  con  gran  trabajo  en  Pekin. 


Mayo  19.  —  Dumelin  viene  a  buscarnos  en  su  carruaje 
con  Dubuffet  i  un  señor  Reiffinger,  para  dar  un  paseo 
por  la  bahía  del  Misissipi;  tomamos  hacia  el  mar  i  nos 
detenemos  en  una  casa  habitada  solamente  en  la  esta- 
ción de  baños ;  caminamos  por  la  orilla  del  mar  un  rato 
i  luego  hacemos  los  debidos  honores  a  los  comestibles  i 
al  vino  de  Asti  que  Dumelin  i  su  socio  Reiffinger  han  lle- 
vado en  una  adorable  canasta. 


El  marques  Tokugawa  viene  a  comer  con  nosotros  al 
Club  hotel.  Hemos  invitado  también  al  ministro  francés 
i  su  señora  e  hija,  al  vizconde  Enemoto,  a  Carcer  i  se- 
ñora, a  Iñigo  i  señora,  al  señor  Bain  i  su  mujer  i  al  señor 
Cartier,  unos  tras  de  otros,  según  recibimos  las  escusas  de 
los  que  no  pueden  aceptar  por  cualquier  inconveniente. 
Enemoto  se  halla  enfermo  y  los  demás  están  comprometi- 
dos para  ese  día  por  celebrarse  en  él  no  sé  que  fiesta  en 
una  legación.  En  Tokio  i  Yokohama  en  la  estación  que 
precede  a  la  huida  de  todos  al  campo  i  estamos  en  ella, 
para  comer  con  alguno  es  necesario  comprometerlo  con 
una    semana  de  anticipación.    Viene   pues   solamente  el 


—  503  — 

.marques,  mas  yo  he  pagado  mi  deuda  de  gratitud  a  todos 
por  las  invitaciones  recibidas. 

La  comida  preparada  con  especial  cuidado  por 
Mr.  Sioen,  ha  sido  liviana,  delicadísima,  esquisita;  la 
conversación  sostenida  e  interesante.  ^ 

Refiero  á  Tokugawa  la  leyenda  del  pilar  del  pórtico 
blanco  de  Niko,  ya  conocida  del  lector,  según  la  cual  los 
dibujos  que  figuran  invertidos  están  así  por  voluntad 
espresa  del' artista  a  estar  a  las  guias,  pues  si  no  tuviera 
algún  defecto  la  obra  causaría  envidia  a  los  dioses  quie- 
nes se  vengarían  de  la  familia  Tokugawa  por  semejante 
irreverencia.  Rióse  mucho  el  marques  de  la  leyenda  que 
no  conocía  i  a  su  vez  i  con  motivo  de  la  profusión  de 
escudos  tallados,  pintados  i  cincelados  en  los  mausoleos 
de  su  familia,  nos  refirió  el  oríjen  de  sus  armas.  «  Uno 
de  mis  antepasados,  dijo,  que  andaba  en  guerras  (todos 
mis  parientes  han  sido  mui  camorreros)  recibió  en  cierta 
ocasión,  en  un  aniversario  de  algo  probablemente,  como 
obsequio  de  parte  de  sus  compañeros  de  campaña,  vian- 
das o  frutas,  alimentos  en  fin,  puestos  sobre  tres  hojas  de 
aoni,  arregladas  en  el  fondo  del  plato  en  forma  de  trébol. 
Al  dia  siguiente  hubo  una  batalla  i  el  obsequiado  de  la 
víspera  la  ganó:  creyóse  entonces  que  la  singular  dis- 
posición del  plato  habia  sido  un  buen  augurio,  un  talis- 
mán i  el  vencedor  adoptó  como  escudo  las  hojas  de  aoni 
acomodadas  en  la  forma  en  que  hicieron  el  papel  de  ser- 
villeta. 


Después  de  la  comida  i  previo  el  reposo  de  regla,  lo 
acompañé  á  la  estación  del  ferro-carril;  pero  no  habia 
tren  á  esa  hora  para  Tokio,  sino  solo  un  espreso  que 
pasaba  sin  parar  en  Yokohama.  Este  incidente  nos  dio 
la  ocasión  de  pasear  una  hora  en  coche,  conversando,  ya 
entonces  con  mas  intimidad;  me  contó  el  marques  cómo 
eran  su  mujer  i  sus  hijos,  cómo  habían  vivido  en  Paris; 
la  facilidad  con  que  su  señora  se  habia  acostumbrado  al 
vestido  i  a  los  usos  europeos  i  otros  mil  detalles.  Con- 
versamos también  de  política,  de  la  estadística  del  Japón, 
de  los  propósitos  de  paz  i  de   adelanto  de  su  gobierno, 


—  504  — 

« 

tle  los  recursos  del  país  i  por  fin  de  la  posibilidad  i 
necesidad  de  establecer  relaciones  con  la  república  ar- 
jentina,  pudiendo  el  Japón,  a  la  menor  iniciativa  mandar 
un  ájente. 


Mayo  20, —  Tiffin  en  lo  del  señor  B.  Walter,  repre- 
sentante de  la  fuerte  casa  de  comercio  Jardín  Matheson. 
La  señora  de  Walter  recibe  mucho,  como  dicen  aquí: 
La  mesa  está  mui  concurrida  i  el  tiffin  es  rejio ;  conoce- 
mos en  esta  casa  a  varias  personas ;  entre  ellas  a  una 
señora  americana,  la  mujer  de  un  almirante  de  Estados 
Unidos,  de  un  gran  talento  i  mucha  gracia  para  narrar 
anécdotas;  me  cuenta  la  de  un  hombre  distraído  i  me 
hace  reír  a  morirme:  «  El  señor  Parker  dice,  era  mui 
obsequioso,  pero  mui  distraído,  tanto  que  en  una  reunión 
en  su  casa  le  decía  a  un  amigo  suyo  —  «  Venga  usted, 
voi  a  tener  el   gusto    de    presentarle   a   madame ....  a 

madame a  madame bah  !    ¿  cómo  diablos  se 

llama  ?  —  ¿  Quien  ?  pregunta  el  amigo.  ...  —  Mí  mujer 
hombre ....  madame  ! . . . .  —  Parker.  —  Eso  es ;  a  ma- 
dame Parker  >.   Se  habia  olvidado  de  su  propio  nombre. 


Mayo  ^/.— Tifiin  en  lo  de  Seus.  Asisten  el  periodista 
de  Cueurs  i  el  cónsul  Belga.  Paseo  en  un  faetón  muí 
bien  puesto,  por  la  bahía  del  Misissipi,  circo  i  otros  para- 
jes. El  mismo  día  comen  con  nosotros  Dubuffet,  Lagran- 
ge,  socio  de  este,  Kahnweiler  i  Armani.  Yo  estoi  muí 
cansado  i  enfermo  de  influenza  én  una  de  sus  formas 
raras  i  mas  impertinentes  i  estr  a  vagantes,  felizmente  ya 
conocida  por  mí.  («  Curada  con  tres  dosis  de  quinina  en 
tres  días  a  bordo  »  nota  añadida  al  copiar  mis  apuntes 
posteriormente). 


—  505   - 

Mayo  22,  —  Nos  embarcamos  en  el  Coptic ;  nos  acom- 
pañan i  despiden  cariñosamente  los  mas  de  nuestros 
amigos  de  Yokohama  i  Tokio,  estranjeros  i  japoneses  i 
dejamos  al  comenzar  la  tarde  con  gran  sentimiento,  la 
adorable  tierra  donde  hemos  pasado  dias  tan  felices. 


Suspendo  aquí  el  diario  para  completar  mis  observa- 
ciones sobre  el  Japón  en  capítulos  de  tema  jeneral,  in- 
dependientes de  cronolojias  i  de  fechas. 


Características  Japonesas 

(Este  título  es  un  plájio;  lo  tomo  de  un  libro  de  A.  H. 
Smith  sobre  la  China,  por  parecerme  lacónico  i  com- 
prensivo). 

I  —  COSTUMBRES.  —  habitaciones  —  vida    de    familia  — 

VESTIDOS  ALIMENTOS  BEBIDAS  USO    DEL  TABACO   

NACIMIENTOS    MATRIMONIOS   —    MUERTES      I     CEREMONIAS 

FÚNEBRES. 

II  —  CULTIVOS. 

III  —  INDUSTRIAS. 

IV  —  INJENIERÍA  I  ARQUITECTURA. 

V  ARTES.   PINTURA  ESCULTURA   GRABADOS    I    BORDA- 
DOS   MÚSICA  LITERATURA     I     POESÍA    EL    TEATRO    I 

SUS    ATINJENCIAS    —  ARTE    COREOGRÁFICO. 

VI  —  ENTRETENIMIENTOS, FIESTAS  i  ESPECTÁCULOS. 
VII  —  RELIJION. 

Vm  —  RESEÑA  SOBRE  LAS  INSTITUCIONES. 
IX  —  RELACIONES  SEXUALES  —  PROSTITUCIÓN. 
X  —  ENTIDAD  MORAL  DE  LOS  JAPONESES. 


I  —  COSTUMBRES 

HABITACIONES 


La  casa  de  un  japones  muestra  el  carácter  de  la  Na- 
ción, los  hábitos  i  los  gustos  de  sus  habitantes.  «  Mi 
dueño  nada  tiene  que  ocultar  >,  dice  cada  casa,  o  mas 
bien  «no  quiere  ocultar  nada».  \^?ís paredes  son  livianas 


-  506  — 

í  corredizas;  las  aberturas  están  francas;  son  inútiles  las 
cerraduras  porque  de  un  buen  empujón  se  echa  nbajo  la 
puerta  i  la  pared  en  que  se  halla;  la  entrada  del  aire  por 
toda  resistencia,  encuentra  una  hoja  de  papel.  Ya  he 
descrito  en  varias  ocasiones  algunas  viviendas  japone- 
sas ;  mis  lectores  las  conocen  i  deben  recordar  su  lim- 
pieza, su  pe(]ueñez  i  al  mismo  tiempo  su  comodidad  efi- 
ciente. No  hai  en  ellas  mobiliario  propiamente  dicho  ;  el 
suelo  cubierto  de  estera  es  el  gran  recurso ;  sobre  él  se 
come  i  sobre  él  se  duerme  sin  temor  de  caerse.  Reem- 
plazan a  los  armarios  espacios  dejados  espresamente 
entre  los  tabiques;  una  parte  de  la  seudo-pared  corre  i 
el  armario  queda  abierto;  allí  están  las  almohadas,  los 
colchones,  las  ropas  i  otros  objetos.  Las  almohadas  son 
unos  pequeños  banquitos  con  un  rollo  de  crin,  lana  o  paja 
encima;  los  colchones  son  dobles  mantas  rellenadas  mas 
o  menos  gruesas.  Las  frazadas  son  sustituidas  por  una 
bata  colchada  que  se  usa  en  vez  de  camisón  o  sobre  él ; 
las  ropas  de  cama  varían  con  las  personas. 

Como  muebles  hai  en  la  jeneralidad  de  las  casas,  unas 
mesas  mui  bajas  donde  se  pone  el  brasero  i  se  sirve  el  té. 
£1  brasero  es  un  utensilio  infalible;  uno  lo  vé  en  todas 
partes,  hasta  en  las  tiendas,  sobre  las  tarimas.  A  su  rede- 
dor se  hace  la  conversación  entre  los  concurrentes  que 
por  turno  o  al  mismo  tiempo  se  calientan  las  manos  en 
él.  Las  familias  poseedoras  de  objetos  de  arte  o  de  valor, 
los  guardan  en  piezas  a  parte  o  en  los  nichos  ya  men- 
cionados. Figuran  en  algunas  casas  entre  los  utensilios 
de  mayor  importancia,  imájenes  de  los  dioses  i  bustos  o 
estatuas  de  los  antecesores. 

Las  cocinas  son  sencillas  i  pequeñas ;  dos  o  mas  hor- 
nallas  i  algunas  vasijas,  sartenes  i  demás  piezas  indis- 
pensables, en  reducido  número,  componen  la  batería. 

La  vajilla  es  otra  cosa;  son  incontables  los  platitos, 
tacitas,  salceras,  soperas  i  teteras  que  la  forman.  El  te- 
nedor i  el  cuchillo  están  reemplazados  por  dos  palitos; 
las  viandas  van  cortadas  al  comedor.  La  cuchara  es 
inútil  i  por  lo  tanto  no  se  la  ve  figurar  en  el  bagaje ;  lo 
es  porque  las  vasijas  en  que  se  sirve  el  caldo  u  otro 
líquido,  son  del  tamaño  de  las  cucharas  i  puede  uno  He- 


-  507  — 

varias  a  la   boca.  Hai  sin  embargo  un  cucharon  o  sea 
una  taza  con  mango  largo. 

Difícil  es  encontrar  una  casa  japonesa  sin  jardín  o  sin 
plantas  en  macetas  a  lo  menos ;  este  pueblo  es  muí  afí- 
cionado  a  las  flores. 


Va  dicho  que  las  casas  son  de  madera;  su  construc- 
ción obedece  principalmente  a  dos  influencias :  el  clima  i 
los  temblores.  No  tienen  cimientos ;  los  pilotes  maestros 
se  asientan  en  una  base  de  piedra  o  de  mamposteria ;  el 
techo,  mui  pesado,  sostiene  i  equilibra  la  armazón;  así 
las  habitaciones  son  sólidas  i  elásticas  al  mismo  tiempo, 
como  lo  muestran  los  colosales  templos  de  madera  pura 
que  han  resistido  siglos  a  los  cambios  atmosféricos  i  a 
los  terremotos.  Pero  desgraciadamente  el  peligro  del 
fuego  no  está  conjurado ;  no  pasa  casi  un  día  sin  ser  se- 
ñalado en  las  ciudades  por  algún  incendio;  barrios  en- 
teros se  queman  dejando  en  la  calle  a  sus  habitantes  i 
causando  muchas  muertes.  Respecto  á  tales  catástrofes 
los  japoneses  tienen  una  conformidad  increíble,  pero  no 
dejan  de  tomar  precauciones  contra  su  reproducción. 
En  Tokio,  por  ejemplo,  i  lo  mismo  en  otras  ciudades, 
hai  de  trecho  en  trecho,  torres  de  madera  que  sirven  de 
miradores,  estando  algunas  provistas  de  agua  í  en  las 
esquinas  cientos  de  baldes  en  pilas  para  ser  usados  en 
casos  de  incendio.  Una  campana  en  cada  barrio  anuncia 
el  fuego  i  señala  el  sitio  atacado  por  toques  convencio- 
nales. 


Las  casas  en  el  campo  son  del  mismo  estilo  que  las  de 
ciudad,  pero  menos  bien  trabajadas  i  sin  decoraciones ; 
no  hablo  de  los  ranchos.  Los  techos  son  tal  vez  mas 
gruesos  i  algunos  ofrecen  una  particularidad  curiosa  :  son 
verdaderos  jardines  i  eso  por  ministerio  de  la  leí.  Existe 
en  efecto,  un  edicto  relíjioso  del  mikado,  escrito  en  len- 
guaje poético  nunca  visto  en  documentos  oficiales,  cuyo 
testo   transcribo.  «La  Diosa  del  sol,  dice  el  edicto,  nos 


-  508  — 

ha  dado  la  tierra  para  labrarla  i  sembrarla,  a  fin  de  hacer 
brotar  las  plantas  útiles  destinadas  a  nutrir  a  las  mujeres 
que  son  el  adorno  del  hogar  i  a  los  guerreros  que  se 
baten  a  nombre  del  honor;  no  sembrareis  pues  sino 
plantas  útiles.  En  cuanto  a  las  lilas  que  son  el  emblema 
del  lujo  de  las  mujeres,  la  diosa  os  prohibe  cultivarlas 
sobre  el  suelo  sagrado,  pero  sembradías  en  la  cima  de 
vuestras  casas,  en  un  sitio  impropio  para  cualquier  otro 
uso ;  i  en  él,  así  como  dan  la  belleza  a  los  cabellos  de  las 
mujeres,  serán  como  la  cabellera  viviente  de  vuestro 
techo  paternos.  La  alusión  final  se  esplica  sabiendo  que 
de  las  lilas  se  saca,  según  dicen,  ese  aceite  rosado  con 
que  las  japonesas  perfuman  su  cabello.  ¡Mas  valiera  no 
hacerlo  i  ponerse  las  flores  en  la  cabeza ! 

Para  construir  una  habitación  se  arma  el  techo  en  el 
suelo  i  luego  se  lo  suspende  i  coloca  sobre  los  pilotes 
maestros  de  la  futura  casa,  dándoles  por  base,  pedestales 
de  piedra  o  mamposteria  de  una  altura  suficiente,  como 
para  dejar  un  espacio  entre  el  suelo  i  el  piso  de  los  cuar- 
tos a  fin  de  evitar  la  humedad  de  la  tierra.  Naturalmente, 
este  procedimiento  se  aplica  a  las  casas  chicas  i  comunes, 
no  a  las  lujosas  i  artísticas. 


LA    VIDA    DE    FAMILIA 


En  tales  viviendas  de  carácter  provisorio  en  aparien- 
cia, pero  permanente  en  realidad,  se  acomodan  las  fami- 
lias i  se  desarrollan  los  negocios.  La  vida  en  condiciones 
normales  de  bienestar,  se  lleva  en  esta  forma  :  Los  sir- 
vientes de  la  casa  se  levantan  temprano,  abren  las  puer- 
tas, acomodan  las  piezas  i  preparan  el  desayuno  o  pri- 
mera comida,  consistente  en  arroz  hervido  con  sal  i  en 
algunos  otros  alimentos  sencillos  i  té.  Se  hace  por  lo 
jeneral  tres  comidas:  la  primera  a  las  ocho  de  la  ma- 
ñana, la  segunda  a  mediodia  i  la  tercera,  la  mas  impor- 
tante, a  las  siete  de  la  noche.  A  mas,  a  las  diez  de  la 
mañana  i  a  las  tres  de  la  tarde  se  toma  un  bocado,  i  té 
todo  el  dia,  al  menor  pretesto. 


—  509  — 

La  cuestión  del  servicio  en  el  Japón  no  es  todavía 
inquietante,  pero  tiende  a  serlo  con  la  introducción  de  las 
costumbres  europeas.  La  mala  conducta  es  rara  en  los 
sirvientes  i  una  ajencia  responde  de  su  buen  proceder, 
pero  sin  eso  ellos  son  trabajadores,  honrados,  sumisos 
i  respetuosos ;  su  servicio  es  barato.  Las  propinas 
eran  desconocidas  ;  ahora  comienzan  a  ser  frecuentes 
por  la  contaminación  estranjera.  Ellos  hacen  el  mercado 
solos  o  acompañados  por  la  señora  quien  no  desdeña  ocu- 
parse de  eso ;  la  compra  del  pescado  especialmente  re- 
quiere atención  por  verificarse  a  horas  fijas  i  en  barracas 
apropiadas  para  facilitar  las  transacciones  entre  vende- 
dores i  millares  de  marchantes. 

Comunmente  los  comisionistas  o  mercaderes  ambulan- 
tes, llevan  a  las  casas  los  artículos  necesarios  para  el 
consumo  diario,  incluso  los  jéneros  para  la  confección  de 
la  ropa  que,  como  se  sabe  ya,  es  hecha  en  la  familia,  sin 
necesidad  de  modistas  ni  fabricantes  de  gorras. 


La  esposa  se  levanta  antes  que  el  marido  í  se  acuesta 
después,  a  menos  de  estar  enferma;  se  ocupa  de  vestir  i 
arreglar  a  los  niños  para  mandarlos  a  la  escuela  i  en 
peinar  a  las  niñas,  si  es  día  de  peinado  ;  este  deber  es 
recíproco  sin  embargo  i  se  cumple  entre  hermanas  i 
entre  madres  e  hijas.  Media  hora  a  lo  menos  requiere 
cada  cabeza  ;  pero  bien  se  puede  perdonar  este  gastó  de 
tiempo  que  economiza  sesenta  francos  por  mes  i  por  per- 
sona, valor  de  una  gorra  o  sombrero  de  mujer,  término 
medio,  en  París ;  igual  a  7200  millones  de  francos  que  si 
la  moda  existiera  gastaría  el  Japón  cada  año,  en  com- 
prarles gorras  a  los  diez  millones  de  sus  habitantes,  en 
circunstancia  de  usarlas,  calculando  una  población  de 
cuarenta  millones. 


Antes   la  enseñanza  escolar  se  hacia  en  la  casa  por  la 
madre  o  los  hermanos  o  hermanas  mayores  de  los  niños. 


—  510  — 

Los  varones  continuaban  su  vida  de  pupilos  hasta  ios 
quince  o  diez  i  ocho  años,  aprendiendo  a  leer,  escribir, 
dibujar,  contar  ;  como  adición  se  les  propinaba  un  poco 
de  literatura,  poesía,  historia  tradicional  i  relijion.  Las 
mujercitas  se  ocupan  de  costura,  dibujo,  música,  compo- 
sición de  ramos  de  flores  artificiales  i  naturales,  (haciendo 
ellas  mismas  las  primeras),  cocina  i  manejo  interno  de  la 
casa,  sin  escluir  el  lavado  de  ciertas  ropas.  Aprenden 
también  las  reglas  de  la  ceremonia  del  tcha-noyu,  arte  de 
hacer  el  té  en  las  grandes  ocasiones,  según  lo  relataré  a 
su  tiempo. 

La  esposa  tiene  a  su  cargo  el  manejo  de  los  fondos 
para  la  mantención  de  la  familia ;  ella  contrata  i  paga 
todo  por  abdicación  del  marido. 


Bajo  un  mismo  techo  vive  una  numerosa  parentela 
compuesta  de  abuelos,  padres,  hijos,  yernos,  nueras  i 
nietos,  según  sean  las  familias.  Los  mayores,  los  abuelos, 
gozan  de  una  situación  escepcional  i  afortunada;  no  tra- 
bajan, su  única  ocupación  consiste  en  querer  a  los  nietos  i 
en  recibir  las  muestras  de  consideración,  afecto,  sumisión 
i  respeto  de  toda  la  prole  i  sus  adherentes.  La  felicidad  se 
ha  hecho  para  los  viejos  i  los  niños  en  el  hogar  japones. 

A  la  tarde  se  recibe  visitas  sin  interrumpir  las  labores 
familiares ,  la  conversación  tiene  por  tema  la  educación  i 
carácter  de  los  niños,  los  vestidos,  las  piezas  recientes 
dadas  en  los  teatros,  el  mérito  de  los  actores,  lo  caro  o 
lo  barato  de  los  artículos  de  primera  necesidad,  los  naci- 
mientos i  las  muertes,  los  gastos  i  recursos  de  las  fami- 
lias i  otros  asuntos  del  mismo  jaez.  La  maledicencia  i  la 
invectiva  contra  la  reputación  de  los  conocidos  o  amigos 
es  materia  vedada. 

Algunos  de  los  visitantes  son  invitados  a  quedarse  sin 
ceremonia  a  comer  i  lo  hacen  sin  causar  a  los  dueños  de 
casa  la  menor  molestia.  Después  de  la  comida  o  cena 
sigue  la  tertulia  ;  se  toma  té,  dulces,  masitas  i  saké;  se 
fuma  i  se  juega  a  cualquier  cosa  i  a  todo.  De  preferencia 
las   niñas  juegan  a  las   prendas,  a  descifrar  charadas  i 


-   511  — 

adivinanzas  ;  los  hombres  al  ajedrez,  a  las  damas  u  otros 
juegos  de  fichas. 

Toman  gran  parte  de  las  diversiones  favoritas  fuera  de 
la  casa,  los  paseos  en  comitiva  a  los  parques  i  la  asisten- 
cia a  los  teatros  ! 

¿Se  quiere  una  vida  mas  quieta  i  mas  feliz? 


Añádase  a  los  usos  de  la  vida  esterna,  la  celebración 
de  mil  festividades,  siendo  difícil  señalar  un  dia  vacante, 
o  no  consagrado  a  una  de  ellas  en  algún  punto  del 
imperio ;  i  la  asistencia  a  los  templos  a  los  cuales  con- 
curren hasta  los  niños  de  corta  edad.  Allí  van  todos,  no 
a  rezar  sino  a  pedir,  netamente  a  pedir ;  piden  cuánto 
se  les  ocurre  como  los  napolitanos,  aun  las  cosas  menos 
compatibles  con  la  dignidad  divina.  Les  piden  a  sus 
dioses  que  los  ayuden  en  sus  negocios,  que  la  cosecha 
sea  buena,  que  les  sobrevenga  alguna  desgracia  a  sus 
enemigos,  que  los  favorezcan  en  sus  empresas  amoro- 
sas i  como  hai  dioses  para  todo,  jeneralmente  los  devo- 
tos vuelven  a  sus  casas  confiando  en  su  buen  éxito,  o  a 
lo  menos  seguros  de  haber  sido  escuchada  su  pre- 
tensión. 


Concluiré  este  título  añadiendo  por  via  de  comple- 
mento de  informaciones  respecto  a  las  familias,  que  todas 
aun  las  mas  pobres,  tienen  su  sello  o  monograma,  a 
modo  de  escudo  de  armas  o  emblema  con  el  cual  mar- 
can su  ropa,  sus  muebles  i  sus  utensilios,  sin  escluir  las 
vasijas  de  cocina. 


VESTIDOS 


Los  vestidos  han  sido  descritos  en  diferentes  partes 
de  mi  diario;  no  necesito  volver  sobre  ellos  pero  debo 
consagrar  una  palabra  a  lo  menos  al  uso  del  abanico 


—  512  ~ 

como  complemento  del  traje.  El  inventor  de  este  indis- 
pensable utensilio  i  adorno  se  inspiró  en  las  alas  de  los 
murciélagos  según  la  tradición  i  el  primer  nombre  que 
tuvieron  (kuvahori).  Cada  clase  social  adopta  una  forma 
i  en  muclias  ceremonias  no  se  puede  usarlos  sino  de  una 
especie.  Entre  los  peculiares  de  uso  limitado  a  determi- 
nadas ocasiones,  tienen  su  sitio  los  de  metal,  abanicos 
de  una  pieza  que  no  se  cierran  i  los  que  usan  los  guer- 
reros en  las  batallas. 

Mas  popular  i  mas  útil  sin  duda  es  el  abanico  de  los 
acróbatas  i  prestidijitadores;  a  los  primeros  debia  inco- 
modarles este  utensilio,  pero  sucede  todo  lo  contrario; 
jamás  lo  pierden  ni  aun  en  las  mas  complicadas  suertes 
i  se  sirven  de  él  no  solo  para  echarse  viento,  sino  para 
hacer  mil  pruebas. 

En  las  familias  es  un  artículo  de  primera  necesidad 
como  lo  es  la  pantalla.  Hemos  visto  ya  en  China  usarlo 
para  hablar,  para  comunicarse,  para  disimular  i  para 
caracterizar  ciertas  personalidades.  Las  japonesitas  no 
dejan  de  aprovechar  de  estas  indicaciones  i  lo  emplean 
en  coloquios  amorosos.  Dándoles  tal  o  cual  posición, 
tardando  mas  o  menos  tiempo  en  un  movimiento,  apli- 
cándolo a  esta  u  otra  parte  del  cuerpo  o  de  la  cara,  por 
el  borde,  los  lados  o  el  mango,  manejándolo  en  fin  en 
formas  convencionales,  lo  hacen  el  mensajero  de  todos 
sus  sentimientos  i  el  correo  de  toda  su  correspondencia 
en  sociedad,  a  falta  de  ocasiones  para  conversar  de 
viva  voz. 


ALIMENTOS 


Qué  comen  los  japoneses  se  pregunta  Mr.  F'élix  Réga- 
my  en  su  libro  sobre  el  arte  i  la  industria  japonesa; 
mejor  seria  preguntar  qué  no  comen,  se  contesta.  En 
efecto  comen  casi  todo  lo  susceptible  de  ser  mascado  i 
convertirse  en  alimento,  como  los  chinos ;  pero  no  in- 
curren en  la  grosería  de  comer  sustancias  inmundas  i  se 
cuidan  de  limpiar  i  preparar  lo  que  han  de  llevar  a  la 


—  513  — 

boca,  pues  si  algo  llama  la  atención  i  caracteriza  su  co- 
cina es  la  limpieza. 

El  principal  alimento  es  el  arroz  preparado  de  varios 
modos;  su  cultivo  es  casi  una  institución;  ha  servido  i 
aun  sirve  de  moneda ;  con  él  se  pagaba  las  contribucio- 
nes i  los  salarios.  Viene  en  seguida  el  pescado  con  sus 
infinitas  variedades ;  los  japoneses  lo  adoran  i  lo  comen 
crudo;  tiene  sus  dioses  protectores  como  ciertos  culti- 
vos i  también  sus  fiestas  particulares.  A  par  de  los  pes- 
cados aprovechan  los  otros  productos  del  mar,  animales 
i  vejetales ;  las  algas  i  un  sinnúmero  de  plantas  marinas 
son  recojidas  con  empeño.  El  trigo  i  los  otros  cereales 
son  usados  en  abundancia ;  con  su  harina  no  hacen  pro- 
piamente pan,  pero  sí  pastas  que  lo  reemplazan  i  se 
prestan  a  ser  conservadas.  Casi  todo  vejetal  con  jugo 
se  usa  como  alimento  inclusive  los  tallos  tiernos  del 
bambú.  Los  hongos  i  los  tubérculos  proveen  de  abun- 
dantes materiales  a  las  cocinas.  No  se  cultiva  en  grande 
las  papas,  pero  existen ;  las  batatas  o  papas  dulces  son 
esquisitas. 

En  otro  jénero  de  productos  el  primer  puesto  corres- 
ponde a  los  porotos ;  luego  siguen  las  alverjas,  lentejas 
i  garbanzos. 

Las  frutas  variadas  i  sabrosas  dan  su  continjente  i  solo 
las  venenosas  son  respetadas  por  el  diente  humano.  En 
materia  de  carnes  señalaré  las  de  las  aves  domésticas  i 
las  de  algunos  cuadrúpedos,  cabras,  corderos  i  cerdos, 
por  ejemplo,  así  como  los  productos  de  la  caza.  No 
comen  los  japoneses  del  pueblo  carne  de  ganado  va- 
cuno; seria  un  crimen  matar  vacas  terneros  i  bueyes, 
animales  tan  útiles.  Los  condimentos  son  numerosos  i 
las  salsas  que  con  ellos  i  otros  elementos  se  hace, 
infinitas.  Los  encurtidos  no  se  quedan  atrás.  Creo 
inútil  añadir  a  la  lista,  los  huevos,  el  aceite,  las  olivas, 
la  miel  i  en  resumen  casi  todos  los  materiales  de  nues- 
tra mesa  no  enumerados  i  muchos  desconocidos  entre 
nosotros. 


Por  mares  i  Por  tierras  33 


-   514   - 

l.a  preparación  de  los  alimentos  principalmente  para 
la  comida  de  la  tarde,  es  laboriosa  i  lenta;  requiere  ma- 
ceraciones,  trituraciones,  infusiones,  decocciones,  condi- 
mentaciones, torrefacciones  i  hasta  fermentaciones;  todo 
ello  absorbe  largo  tiempo  i  ningún  cocinero  llega  a  pre- 
sentar una  cena  digna  de  su  nombre,  compuesta  de 
veinte  platos  microscópicos,  sin  haber  trabajado  cuando 
menos  doce  horas,  no  contando  en  este  tiempo  el  em- 
pleado en  las  manipulaciones  de  los  elementos  que  re- 
quieren muchos  dias  de  tratamiento. 


NVcf-sito  observar  que  los  japoneses  utilizan  todo,  ya 
sea  en  sus  industrias  ya  en  otras  de  las  necesidades  de 
la  vida;  así  por  ejemplo,  emplean  los  productos  secunda- 
rios, los  residuos  i  hasta  los  detritus  en  algo  de  prove- 
cho. Bástame  citar  el  uso  que  hacen  de  la  paja  del  trigo 
convirtiéndola  en  sombreros,  en  colchones,  en  techos  de 
sus  casas  i  en  elegantes  capas  de  flecos  para  los  caba- 
lleros pobres. 


BEBIDAS 


Ahora  hai  i  toman  los  japoneses  café  vinos  i  cerveza. 
Antes  solo  tomaban  saké,  alcohol  proveniente  del  arroz  i 
toso,  en  las  grandes  circunstancias,  en  las  festividades, 
especialmente  el  dia  de  año  nuevo.  El  toso  es  un  licor 
alcólico  con  ingredientes  diversos;  la  canela  entra  en 
su  composición.  Todo  tiene  aquí  su  leyenda;  la  del  toso 
lo  proclama  una  panacea  para  preservar  de  enfermeda- 
des si  se  toma  en  el  dia  de  año  nuevo.  El  té  también  la 
tiene  i  mui  buena;  yo  la  traduzco  en  estracto  del  libro 
de  Régamey :  «Erase  un  santo  que  a  imitación  de  algunos 
de  los  nuestros,  quiso  hacer  penitencia  i  se  pasó  catorce 
años  sentado  a  la  japonesa,  sin  comer  ni  dormir;  los  pies 
i  las  piernas  se  le  gangrenaron  i  cayeron  sin  advertirlo 
él.  Una  noche,  a  pesar  de   sus   esfuerzos  i  a   mui  justo 


—  515  - 

titulo,  después  de  catorce  años  de  vijilia,  se  durmió ;  al 
despertarse  echó  la  culpa  de  su  debilidad  a  sus  párpa- 
dos que  le  habían  impedido  continuar  viendo  la  luz  ( ha- 
bría luna  supongo)  i  sin  mas  ni  mas  se  los  cortó  arro- 
jando lejos  los  pedazos.  En  el  sitio  donde  cayeron  nació 
una  planta  cuyas  hojas  debían  servir  en  adelante  para 
preparar  la  infusión  aromática  i  sabrosa  que  quita  el 
sueño  a  quien  la  bebe;  era  el  té. 


La  regla  para  hacer  buen  té  en  familia  es  la  siguiente: 
Se  pone  las  hojas  en  una  tetera  previamente  calentada  i 
se  echa  en  ella  agua  hervida,  no  hirviendo,  pero  bien 
caliente;  se  remueve  el  contenido  con  cm  manojo  de  vari- 
llas o  algo  apropiado  i  después  de  un  momento  se  arroja 
esta  primer  agua;  se  vierte  una  nueva  cantidad  a  la 
temperatura  dicha  i  se  deja  infundir  el  té  durante  cinco 
minutos,  no  mas. 

Las  reglas  del  Tcha-no-yu  o  ceremonia  del  té,  según 
las  ha  legado  a  la  posteridad  Sourimanos  i  según  se  con- 
servan en  los  libros,  son  de  la  mayor  importancia  i  es 
de  buena  educación  saberlas: 

lo  El    objeto  del  tcha-no-yu,   es  consolidar    i    estre- 
char los  vínculos  de  la  amistad. 
2o  Los  asistentes  a  la  ceremonia  no  deben  ser  mas  de 
seis,  varones  puros  o  mujeres  solamente,  pues  ellas 
también  tienen  su  tchanoyu,  aunque  mas  sencillo. 
3**  Ella  tiene  lugar  en  una  pieza  especial,  en   un  pabe- 
llón del  jardín  por  ejemplo. 
4o  Debe  durar  dos  horas  a  lo  mas , 
5o  Nadie  en  ella  puede  hablar  de  política,   de    relijion 
ni  de  escándalos  sociales;  la   denigración  del   pro' 
jimo  es  absolutamente  prohibida. 
6o  Se  supone  igualdad  absoluta    entre   los  asistentes, 
aun  cuando  sean  de  diferente  condición;  todos  de- 
ben estar    alegres,  risueños  i  ocurrentes  sin  malig- 
nidad. 
7o  El    dueño    de  casa   o  un    Tcha-jin   dirije   la   cere- 
monia i  oficia  en  ella. (Es  mas  estimada  la  distinción 


—  516  — 

cuando  el  dueño  ejecuta  todo  el  trabajo).  El  tcha-jin 
es  el  sacerdote  de  la  preparación,  un  funcionario  ins- 
truido en  sus  doctrinas,  tales  como  eran  practicadas 
en  la  antigua  i  rejia  etiqueta  de  la  corte.  Por  su  ser- 
vicio recibe  en  cada  caso  una  recompensa  ofrecida 
con  delicadeza  i  que  consiste  en  el  regalo  de  algún 
objeto  de  mérito.  Tiene  en  una  caja  a  propósito  los 
utensilios  necesarios  para  el  caso  i  los  usa  cuando 
no  existen  en  la  casa  donde  se  da  la  fiesta. 
8°  El  dueño,  o  el  tcha-jin  en  su  reemplazo,  debe 
prepararlo  todo  por  si  mismo  i  hacer  el  té  sin 
auxilio  de  sirvientes  ni  aun  para  los  actos  preli- 
minares. 
9o  Los  utensilios  indispensables,  exepto  los  entera- 
mente secundarios,  deberán  ser  antiguos,  ricos  i  de 
gran  valor  artístico  i  material;  mejor  es  si  llevan  la 
firma  de  alguna  celebridad.  La  bateria  contendrá  a 
la  menos  los  siguientes  artículos:  —  Una  caja  con  in- 
cienso i  otros  perfumes  —  Una  caja  con  papel  tinta 
i  pinceles  —  Una  caja  con  dobles  paredes,  conte- 
niendo en  su  centro  otra  caja  llena  de  té  reducido  a 
polvo  impalpable,  rodeada  de  una  capa  de  hojas  de 
té  para  concentrar  su  aroma — Una  cuchara  de 
bambú  —  Una  tetera,  tazas  i  platillos,  de  fábrica  i 
autor  de  renombre  —  Una  mesa  baja  de  tablas  de 
morero  (  chica  )  —  Una  escobilla  —  Un  pañuelito  de 
seda  pequeñísimo,  pero  de  gran  valor,  en  su  estu- 
che o  caja  —  Una  caldera  i  manijas  en  forma  de  ani- 
llos para  tomarla  —  Un  brasero  para  quemar  el 
incienso  —  Un  par  de  tenazas  para  remover  las  ce- 
nizas —  Una  canasta  con  carbón  elejido  —  Un  aba- 
nico de  tres  plumas  para  avivar  el  fuego. 

IQo  Los  invitados  examinarán  el  té,  los  perfumes  i 
la  vajilla,  i  harán  sobre  todo  ello  cumplimientos  al 
dueño  de  casa. 

lio  El  oficiante  enciende  el  fuego  usando  del  abanico- 
de  plumas;  quema  el  incienso  para  cubrir  con  su 
olor  el  tufo  del  carbón ;  hace  hervir  el  agua ;  lava 
las  vasijas,  las  limpia  con  la  escobilla,  las  seca  i  coa 
el  neo  pañuelito  de  seda,    las  repasa.    En  seguida 


—  517  - 

pone  en  la  tetera  calentada  el  polvo  de  té  con  la 
cuchara  de  bambú,  vierte  el  agua  i  hace  la  infu- 
sión revolviéndola  de  tiempo  en  tiempo.  Una  vez 
pronta,  da  la  tetera  á  uno  de  los  asistentes;  este  se 
sirve  i  la  pasa  al  vecino  hasta  completar  el  círculo. 
El  líquido  servido  contiene  buenas  porciones  de 
polvo  como  el  café  de  los  árabes. 
Según  esto,  mas  ceremonioso  es  hacer  té  que  decir 
misa,  pero  hai  entre  uno  i  otro  acto  cierta  analojia. 


uso  DEL  TABACO 


Los  japoneses  no  fuman  opio,  pero  sí  tabaco  en 
grande  o  mas  bien  en  pequeño,  porque  lo  fuman  en  unas 
pipas  cuya  capacidad  no  es  de  mas  de  un  centímetro 
cúbico ;  cargan  la  pipa,  la  encienden,  dan  tres  fumadas  i 
se  acabó.  Otra  vez  la  cargan,  la  encienden  de  nuevo 
con  unas  varillas  que  conservan  el  fuego  i  solo  dan 
llama  sopladas  de  golpe,  dan  otras  tres  fumadas  i  vuelta 
a  la  misma  tarea.  Todo  el  mundo  fuma  o  cigarro  o  pipa 
o  cigarrillo.  Las  mujeres  jóvenes  i  viejas  no  se  quedan 
atrás.  El  vicio  no  causa  al  parecer  muchos  daños. 


NACIMIENTOS 


Los  niños  nacen  con  la  ayuda  de  una  partera,  de  un 
médico  o  de  la  divina  providencia  solamente.  Una  vez 
nacidos  se  los  cuida  como  entre  nosotros ;  su  cuerpo  se 
desarrolla  en  libertad,  sin  lios  ni  compresiones.  Durante 
sus  tres  primeros  dias  solo  toma  el  pequeño  sujeto,  agua 
en  la  cual  se  ha  puesto  una  sustancia  llamada  makuri  en 
un  muñón  de  seda  que  le  dan  a  chupar.  La  abuela  o  la 
madre  en  defecto  de  aquella,  le  han  preparado  la  ropa.  A 
los  siete  dias  de  edad  recibe  un  nombre  que  llevará  hasta 
la  época  de  la  pubertad  ;  entonces  toma  otro  mas  menos 


—  518  — 

fijo  s(*gun  los  accidentes  de  su  vida,  el  cual  se  cambia 
a  su  turno  el  dia  de  la  muerte  de  quien  lo  lleva,  por 
otro  señalado  por  los  sobrevivientes.  A  los  veinte  dias 
del  nacimiento  se  lleva  al  niño  al  templo,  donde  bebe  el 
agua  sagrada  propicia  para  su  destino  en  este  mundo. 
La  madre  no  abandona  el  lecho  sino  á  los  21  dias;  esto 
es  una  exajeracion  inútil,  sobre  todo  si  se  compara  esa 
costumbre  con  la  de  las  cholas  bolivianas  quienes,  si  el 
accidente  las  toma  en  marcha,  tienen  su  criatura,  se 
demoran  una  hora  para  desembarazarse  de  los  anexos  i 
en  seguida  continúan  su  camino.  El  nacimiento  de  un 
niño  en  el  Japón  da  ocasión  a  una  fíesta  de  familia. 


M A  TRIMONIOS 


Preliminares. 

Las  condiciones  i  ceremonias  matrimoniales  recuerdan 
las  de  China;  los  japoneses  se  casan  jóvenes;  los  padres 
elijen  la  novia  i  arreglan  lo  concerniente  al  matrimonio  de 
sus  hijos  sin  anuencia  de  ellos.  Todo  el  mundo  en  el 
Japón  cree  que  son  mas  felices  los  esposos  cuando  los 
padres  elijen,  en  virtud  de  sus  razones,  el  novio  o  la 
novia,  que  cuando  estos  lo  hacen  por  sí  en  razón  de  sus 
simpatía  o  de  su  amor.  Los  padres  no  tratan  directa- 
mente el  asunto;  hai  un  intermediario  llamado  nakodo 
(padrino)  quien  se  encarga  de  tramitarlo;  el  nakodo 
debe  ser  casado.  Es  un  mérito  ser  nakodo,  una  desven- 
taja no  haberlo  sido  nunca  i  un  gran  honor  haberlo  sido 
muchas  veces.  Sus  funciones  son  variadas  antes,  mientras 
i  después  de  la  ceremonia,  como  lo  veremos.  En  tiempos 
no  mui  lejanos  la  cuestión  de  intereses  era  estraña  a  los 
arreglos  matrimoniales;  ahora  las  costumbres  van  alte- 
rándose por  el  contajio  europeo.  El  nakodo  entiende  en 
el  acto  de  fijar  los  bienes  de  los  cónyujes  o  dotación  de 
la  nueva  familia ;  estos  bienes  consisten  en  ropa  i  aHmen- 
tos  por  lo  jeneral.  Ademas  entre  los  futuros  esposos  hai 
un  cambio  de  regalos:  la  novia  da  el  vestido  de  ceremo- 
nia a  su  novio ;  este  a  su  vez  regala  el  obi  o  cinturon ;  el 


-  519  — 

intercambio  de  presentes  tiene  lugar  una  semana  antes 
de  la  ceremonia.  Las  ropas  de  cama  son  provistas  por 
la  mujer  así  como  los  útiles  para  la  cocina,  la  comida  i 
la  limpieza;  todos  estos  artículos  son  enviados  á  la  casa 
nupcial  el  dia  de  la  boda.  Concluidos  los  arreglos  preli- 
minares, el  novio,  el  nakodo,  su  mujer,  los  parientes  i  los 
amigos  de  la  familia  se  reúnen  en  la  casa  de  los  padres 
de  la  novia  i  allí  tiene  lugar  la  primera  i  única  entrevista 
entre  los  prometidos;  la  novia  aparece  un  momento, 
ofrece  a  su  futuro  una  taza  de  té  i  se  retira. 


Ceremonia  nupcial. 

En  el  dia  señalado,  el  nakodo,  al  entrarse  el  sol,  va 
en  busca  de  la  novia  i  la  lleva  a  casa  del  novio,  acompa- 
ñada de  un  cortejo  mas  o  menos  numeroso;  este  espera  a 
la  comitiva  en  el  umbral  de  la  puerta,  recibe  a  su  prome- 
tida i  la  lleva  al  salón,  seguida  de  los  parientes  i  amigos. 
Allí  los  novios  cambian  tres  veces,  tres  tacitas  de  saké, 
servidas  por  el  padrino  i  madrina,  nakodos,  vertiendo  la 
bebida,  de  dos  vasijas  adornadas  con  un  par  de  maripo- 
sas, macho  i  hembra,  emblema  de  la  constancia  aquí,  al 
revés  de  su  significado  entre  nosotros.  Luego  se  trae  la 
sopa  en  una  concha  i  con  ella  comienza  la  comida  de 
boda.  El  nakodo  al  final  canta  un  poema  de  su  composi- 
ción augurando  i  deseando  a  sus  ahijados  larga  vida. 
Los  convidados  se  retiran  i  el  nakodo  acompaña  a  los 
desposados  hasta  la  puerta  de  la  alcoba. 


Durante  tres  dias  mas  siguen  los  festejos  e  invitaciones ; 
al  octavo  dia  se  hace  las  visitas  de  nupcias  a  los  parientes 
de  la  novia  i  después  se  manda  al  nakodo  los  presentes 
que  le  corresponden,  según  las  reglas  del  caso.  No  ha 
concluido  sin  embargo  con  esto  el  papel  del  nakodo; 
como  padrino  e  intermediario  tiene  cierta  responsabili- 
dad en  el  asunto  i  debe  vijilar  la  suerte  de  sus  ahijados, 
intervenir  en  sus  diferencias  i  aun  actuar  como  arbitro 


-  520  — 

en  casos  graves,  sin  escluir  los  de  divorcio,  por  los 
cuales  rara  vez  van  los  japoneses  aiite  los  tribunales. 

Cuando  en  una  familia  no  hai  sino  musmés  (niñas),  los 
padres  solicitan  en  matrimonio  a  un  joven ;  este  si  acep- 
ta, es  adoptado  como  hijo  por  su  suegro,  entra  a  formar 
parte  de  la  familia,  vive  en  la  casa  de  su  mujer,  abando- 
na su  nombre  i  toma  el  de  su  padre  por  adopción  para 
perpetuarlo.  La  ceremonia  nupcial  en  este  caso  se  modi- 
fica; el  novio  no  da  presentes  i  el  dia  del  casamiento  el 
nakodo  lo  conduce  a  casa  de  la  novia,  esta  lo  recibe  en 
la  puerta  i  todo  continua  en  adelante  como  en  los  casos 
normales. 

He  seguido  en  esta  descripción  el  método  del  exe- 
lente  libro  de  F.  Régamey  de  cuyos  datos  he  aprove- 
chado i  aprovecharé  para  completar  i  ratificar  mis 
apuntes.  Por  lo  demás  en  esta  i  otras  materias  solo  con- 
tiene noticias  tradicionales  i  yo  no  debia  nombrarlo  así 
como  él  no  nombra  a  los  autores  que  ha  consultado. 


MUERTES    I    CEREMONIAS    FÚNEBRES 


Cuando  un  individuo  muere  su  cuerpo  es  colocado 
en  un  salón  i  a  su  lado  se  pone  agua  e  incienso.  Un 
miembro  de  la  familia  va  al  templo  i  al  cementerio  a 
preparar  lo  necesario  para  el  entierro.  Se  avisa  a  las 
relaciones  el  suceso  i  se  compra  el  cajón  a  menos  de 
haberse  determinado  la  cremación,  tan  común  en  su 
empleo  como  el  de  los  sepulcros  en  la  tierra.  Tomaré 
el  caso  de  inhumación  para  hablar  de  la  ceremonia.  No 
siempre  se  encierra  el  cadáver  en  un  cajón ;  úsase  tam- 
bién las  vasijas,  cántaros,  tinajas  de  barro  cocido,  como 
en  el  antiguo  Perú,  en  lugar  de  este  i  entonces  se  coloca 
el  cuerpo  doblado  en  la  forma  conocida  de  casi  todo  el 
mundo  por  los  museos.  Para  vencer  la  rijidez  cadavérica 
i  doblar  los  miembros  usan  un  polvo  esparciéndolo  en 
la  piel  del  muerto  (inútil  proceder  porque  la  rijidez  pasa 
en  poco  tiempo  i  puede  ademas  ser  vencida  por  la  fuerza). 
La  familia  ayuna  después  de  la  muerte  de  un  deudo.  El 


-  521  — 

día  del  entierro  viene  a  la  casa  mortuoria  un  sacerdote  i 
da  nuevo  nombre  al  difunto  buscando  las  analojias  de 
sus  calidades;  este  nombre  se  graba  en  una  tableta  que 
lleva  en  alto  un  individuo  en  el  cortejo.  El  sacerdote 
acompaña  al  cadáver  al  cementerio  con  los  invitados  i 
descendientes  del  muerto  solamente.  El  cajón  va  cubierto 
con  una  tela  blanca;  el  séquito  lleva  linternas  blancas 
también,  sin  luz  adentro  (el  color  blanco  es  el  signo  del 
luto).  Sobre  la  tumba  en  tierra  se  coloca  un  monolito 
con  el  nombre  postumo  del  ocupante  en  una  cara  i  el 
de  la  familia  en  la  otra.  Después  del  entierro  los  del 
cortejo  concurren  al  templo  i  en  los  dias  siguientes,  los 
amigos  i  los  relacionados  mandan  regalos  á  los  parientes 
del  fallecido;  este  hábito  constituye  un  recíproco  tributo. 
A  los  setenta  dias  la  familia  devuelve  el  obsequio  en- 
viando masas,  dulces  u  otros  regalos. 


II  —  CULTIVOS 

Mas  o  menos  se  cultiva  todo  en  el  Japón,  pero  con 
preferencias  marcadas  en  favor  de  ciertos  productos 
como  el  arroz,  el  té  i  la  seda.  El  cultivo  del  arroz  es 
como  se  sabe,  difícil  i  peligroso,  pero  aquí  han  conse- 
guido hacerlo  casi  inocuo,  elijiendo  la  época  del  trans- 
plante. Millones  de  hombres  se  ocupan  i  viven  de  estos 
trabajos.  El  del  té  requiere  ciencia  tiempo  i  paciencia.  La 
enumeración  sola  de  las  diversas  fases  porque  pasa  este 
producto,  desde  la  semilla  sembrada  en  el  campo,  hasta 
el  momento  del  empleo  de  sus  hojas  en  la  economia 
doméstica,  ocuparia  muchas  pajinas;  pueden  los  interesa- 
dos buscar  la  técnica  de  los  procedimientos  en  los  libros 
especiales  si  quieren  darse  cuenta  de  su  minuciosidad,  de 
su  importancia  i  dificultad.  Yo  solo  diré  que  he  visto  en 
Yokohama  i  Tokio  las  manipulaciones  a  que  se  somete 
la  planta  ya  traida  en  forma  conveniente,  a  los  laborato- 
rios de  las  ciudades  i  que  me  he  quedado  verdadera- 
mente asombrado  al  contemplar  los  infinitos  detalles  del 


—  522  — 

procrso  i  la  acción  de  los  miles  de  obreros,  hombres, 
mujrres  i  niños  ocupados  en  los  minuciosos  procedimien- 
tos aplicados  a  la  mercancía,  antes  de  librarla  ai  público. 
Parece  imposible  que  para  tomar  una  taza  de  té  se  re- 
quiera el  constante  trabajo  durante  meses,  de  millones  de 
labradores,  industriales  i  comerciantes. 


Otro  tanto  puede  decirse  deV  cultivo  del  gusano  de 
seda  i  de  la  preparación  de  sus  capullos  antes  de  entre- 
garlos a  las  fábricas  de  tejidos.  Describir  este  cultivo  no 
es  asunto  tan  liviano  ni  puede  ser  propósito  de  un  via- 
jero; ahí  están  los  tratados  de  la  materia  en  numerosos 
volúmenes,  con  sus  especialidades  locales  que  asombran 
a  (quienes  los  consultan. 


El  del  tabaco  requiere  también  mil  procedimientos  i  en 
este  como  en  los  otros,  los  japoneses  muestran  su  habili- 
dad, no  siendo  ayudados  siquiera  por  máquinas  perfeccio- 
nadas u  otras  racionales  por  lo  menos,  consideradas  bajo 
el  punto  de  vista  de  la  economía  de  tiempo,  de  brazos  i 
de  trabajo. 


Los  japoneses  adoran  las  selvas  i  los  bosques,  aman 
las  plantas  i  las  cuidan  con  delicia;  hacen  con  ellas  mara- 
villas de  estética  i  sus  flores  no  tienen  rivales  en  el  mundo. 
Mandan  i  dirijen  la  vejetacion,  puede  afirmarse;  producen 
árboles  colosales  o  enanos,  a  voluntad,  multiplican  las 
variedades  i  combinan  i  enjendran  nuevas  plantas  i  nue- 
vas flores.  El  arte  de  hacer  árboles  viejos  de  exigua  esta- 
tura es  una  de  sus  especialidades  i  son  curiosos,  semi- 
grotescos,  pero  admirables,  esos  pinos  i  cedros  de  tres 
palmos,  con  cincuenta  años  de  edad,  que  se  presentan 
con  la  estructura  i  la  forma  de  los  grandes  representantes 
del  reino  vejetal. 


—  523  — 

Algunos  jardines  japoneses  concentran  en  su  diminuto 
terreno  los  accidentes  de  una  comarca  entera  i  son  un 
mosaico  hecho  con  pedazos  de  todas  las  zonas  de  la 
tierra,  reducidas  a  la  escala  de  un  millopésimo  i  osten- 
tando desde  el  rancho  primitivo  i  la  escarpada  montaña, 
hasta  el  elegante  bambú  i  rios  de  hilos  de  agua  i  bosques 
de  un  metro  cuadrado.  Todo  ello  con  otra  escala  es  en 
grande,  lo  mismo,  como  el  famoso  e  inolvidable  parque 
de  Koraco-yen  descrito  en  mi  obra  titulada  «  Prome- 
teo &  C  ií*. » 

Ya  al  hablar  de  los  alimentos  he  señalado  algunos 
productos  agrícolas  cuyo  cultivo  no  necesito  mencionar. 
Al  de  estos  debo  añadir  el  de  los  pastos  en  las  praderas, 
tan  cuidados  como  los  bosques  i  los  jardines. 


III  —  INDUSTRIAS 

Este  capítulo  daria  material  para  muchos  libros  de  los 
cuales  ni  uno  solo  podría  yo  escribir,  aun  cuando  consa- 
grara a  ese  objeto  gran  parte  de  mi  tiempo.  Me  limito 
por  tanto  auna  suscinta  enumeración  con  lijeros  comenta- 
rios en  algunos  casos.  Son  notables  las  que  utilizan  las 
materias  primas  del  reino  mineral,  tales  como  la  piedra, 
las  arcillas  i  los  metales. 

Con  la  piedra  hacen  pórticos,  puentes,  calzadas,  muros, 
cimientos,  algunos  edificios,  obeliscos»  monumentos  fúne- 
bres, lápidas,  monolitos,  linternas,  estatuas,  bustos  e 
imájenes  de  sus  dioses. 

El  mármol  del  cual  hai  ricas  minas,  es  emplea- 
do en  grande  escala;  pero  no  lo  usan  sin  embargo 
para  fabricar  estatuas.  De  él  sacan  la  cal  sin  que  ello 
impida  tomarla  de  las  piedras  calizas.  La  pizarra  es 
empleada  en  diversos  usos.  Con  los  cóarzos,  ágatas  i 
otras  piedras  de  su  jénero,  hacen  sellos.  Las  perlas  entran 
en  la  composición  de  ciertas  lacas.  La  arcilla  i  la  sílice 
son  la  base  de  la  cerámica.  Basta  nombrar  esta  industria 
para  traer  a  la  memoria  su  importancia  i  el  arte  maravi- 


—  524  — 

lioso  que  desplega  este  pueblo  i  ha  desplegado  en  ella 
desde  siglos  atrás.  Millones  de  hombres  viven  de  la 
famosa  manufactura  i  dan  gloría  i  riqueza  a  su  nación. 
Sus  obras  son  inimitables  i  las  antiguas  piezas  tan 
apreciadas  en  el  imperio  como  ^n  el  resto  del  mundo. 
Su  finura,  sus  tintes,  la  mezcla  de  estraños  ingredientes 
desde  el  hierro  hasta  el  oro;  sus  esmaltes  e  incrustacio- 
nes (cloisoné)  su  elegancia,  su  valor  intrínseco,  su  pasta, 
producto  de  largos  i  minuciosos  procedimientos  i  sus 
otras  conocidas  calidades,  representan  el  trabajo,  el 
jénio,  la  perseverancia  tradicional  de  varias  edades.  El 
solo  detalle  de  la  cocción  de  los  vasos  i  molduras  incon- 
tables, requiere  conocimientos  i  cuidados  fuera  de  pro- 
porción con  el  valor  venal  de  los  objetos  en  los  mer- 
cados. 


Con  la  madera  hacen  cuánto  quieren,  comenzando  por 
dar  a  los  árboles  vivos  las  formas  i  aspectos  mas  capri- 
chosos i  concluyendo  por  construir  con  su  rico,  variado 
i  abundante  material,  las  divinas  obras  de  arte  adorno  de 
los  templos  i  de  los  mas  aristocráticos  salones.  La  ma- 
dera es  la  base  de  la  vida  en  el  Japón  después  de  los 
alimentos ;  con  ella  edifican  sus  casas  i  sus  templos, 
hacen  su  calzado  i  sus  útiles  familiares,  sus  escasos 
muebles,  las  imájenes  de  sus  dioses  i  los  guardianes  de 
sus  santuarios,  su  fuego  por  fin  i  hasta  los  tapices  de  sus 
viviendas  ahora,  pues  fabrican  alfombras  con  las  ramas 
del  pino.  Bríndales  la  naturaleza  para  tan  estensa  indus- 
tria, las  maderas  mas  sólidas,  mas  elásticas  i  de  mejor 
testura,  resistentes  algunas  a  mil  causas  comunes  de 
destrucción  con  escepcion  del  fuego,  como  aquellas  que 
no  se  dejan  taladrar  por  los  insectos  i  otras  livianísimas 
que  sin  embargo  jamas  son  atacadas  por  ellos.  Ciertas 
variedades  son  preferibles  a  cualquiera  otra  sustancia  de 
los  tres  reinos,  tal  es  el  número  de  sus  incontables  apli- 
caciones, sin  escluir  la  cirujia,  la  autoplastia  i  la  ortope- 
dia. —  ¿Qué  seria  del  Japón  sin  el  bambú?  No  hai  casi 
objeto  de  uso  o  de  adorno  a  cuya  fabricación  no  se 
preste.  Véase  sino  los  muebles,  las  linternas,  los  para- 


—  525  — 

guas  i  los  millares  de  millones  de  abanicos  que  inundan 
el  globo  terrestre. 

Doi  como  simple  referencia  i  ejemplo  la  pequeña  lista 
siguiente  de  algunas  clases  de  madera  fina  del  Japón: 

Aselia,—  Amarilla  como  panes  de  pintura,  como  marfil 
sin  lustre,  riquísima;  los  tallados  en  ella  halagan  la 
vista ! 

Shinoki. —  Otra  por  el  estilo  pero  oscura,  color  café  in- 
tenso. 

Criptomelia  o  cripiomeria. —  Cedro  jigante  japones. 

; ? —  Un  tronco  que  vi  en  una  tienda  simple- 
mente pelado  i  con  el  aspecto  del  bronce  pulido; 
puede  usarse  para  columnas  sin  preparación.  Siento 
no  haber  podido  dar  con  el  nombre  verdadero  de 
esta  madera. 

Como  la  escritura  japonesa  es  jeroglífica,  los  estranje- 
ros  escriben  con  letras  los  sonidos  de  las  palabras  i  esta 
escritura  no  tiene  comprobante  en  la  japonesa ;  por  eso 
cada  uno  escribe  a  su  modo  las  palabras  con  el  alfabeto 
nuestro  de  lo  cual  resulta  una  verdadera  anarquia,  de  tal 
modo  que  el  mismo  objeto  se  designa  con  diferente 
nombre  según  la  ortografía  que  se  ha  dado  al  sonido 
de  la  palabra  japonesa.  Esta  es  una  de  las  causas  que 
me  han  impedido  dar  con  el  nombre  de  la  madera  color 
bronce,  esquisita,  reemplazada  por  puntos  suspensivos 
en  esta  mi  cortísima  enumeración. 


Por  analojía  puedo  seguir  el  tema  hablando  de  las 
lacas  que  hacen  del  Japón  un  emporio  de  arte  especial. 
Ahora  también  debo  enviar  al  lector  a  los  tratados  par- 
ticulares sobre  la  materia.  Ellos  le  instruirán  de  los  de- 
talles técnicos  de  la  manufactura,  tan  complicada  i  difícil, 
desde  la  estraccion  de  los  barnices  i  preparación  de  las 
armazones,  hasta  la  aplicación  de  las  últimas  manos  que 
recibe  el  objeto,  muchas  veces  años  después  de  los  tra- 
bajos preliminares,  para  darlo  a  luz.  El  valor  de  algunas 


-  526  - 

pit^zas,  como  lo  he  dicho  en  otra  ocasión,  no  depende 
tanto  df*l  precio  de  los  materiales,  entre  los  cuales  figu- 
ra el  oro,  cuanto  del  tiempo  empleado  en  su  fabricación. 
Los  productos  de  esta  industria  no  tienen  límite  conoci- 
do; van  desde  las  vasijas  de  uso  doméstico  en  las  coci- 
nas, purs  hai  lacas  que  resisten  al  fuego,  hasta  los  ma- 
ravillosos adornos  de  los  templos,  donde  las  hemos  visto 
figurar  entre  las  joyas  inapreciables. 

También  por  analojia,  siendo  su  materia  prima  de 
orijrn  vejetal,  puedo  hablar  en  seguida  de  la  industria 
del  papel  i  sus  aplicaciones.  Se  lo  conoce  desde  remotos 
tiempos  i  el  modo  de  hacerlo  ha  ido  perfeccionándose  sin 
haber  llegado  aun  a  su  apojeo  a  lo  menos  por  lo  refe- 
rente a  la  economia  industrial,  por  falta  de  máquinas  i 
procedimientos  aplicables  a  la  manufactura  hecha  en 
grande  rsrala.  He  mencionado  sin  embargo  en  mi  diario 
una  buena  fábrica  que  visité  crrca  de  Tokio.  Por  su 
variada  calidad  el  papel  japones  se  presta  a  los  usos 
mas  orijinales  fuera  de  los  conocidos  jeneralmente.  La 
fabricación  de  paraguas,  faroles,  linternas  i  abanicos 
consume  injentes  cantidades  i  no  son  menores  las  em- 
pleadas para  hacer  pañuelos,  servilletas,  manteles  i  toa- 
llas. Lurgo  vienen  los  libros,  cuadernos  i  folletos,  con 
láminas  o  sin  ellas,  en  cifras  asombrosas;  los  libros  son 
dignos  de  nota;  todo  en  ellos  está  invertido  para  nos- 
otros ;  las  hojas  son  dobles  i  sus  bordes  libres  juntos 
forman  el  lomo;  su  primera  pajina  es  la  última  i  los  ren- 
glones van  de  arriba  abajo  i  de  izquierda  a  derecha;  es 
mas  difícil  destruir  un  libro  japones  que  una  muralla,  no 
solo  por  la  solidez  de  la  encuademación  sino  por  la 
resistencia  del  papel  hecho  con  una  pasta  de  cierta  ma- 
teria testil,  conservando  en  cuanto  es  posible  la  fibra. 

Para  su  impresión  no  se  usaba  antes  tipos  sueltos 
como  ahora;  la  estampa  se  hacia  con  viñetas;  cada 
pajina  con  figuras  i  letras  o  con  testo  puramente,  era 
grabada  en  una  pieza  de  madera  i  así  resultaba  este- 
reotipada. 

Se  daba  el  colorido  a  las  láminas  cuando  debian  lle- 
varlo, a  mano  o  por  medio  de  capas  de  tinte  limitado  a 
la  estension  de  la  viñeta.  La  impresión  de  colores  re- 


—  527  — 

quiere  manipulaciones  delicadas  i  difíciles  e  ingredientes 
variados,  cuya  preparación  es  larga  i  complicada. 

Sirve  también  la  pasta  testil  para  hacer  papel  imitan- 
do cuero  o  telas,  destinado  a  revestir  los  muros ;  hai 
preciosos  artículos  en  este  jénero  no  solo  por  la  calidad 
de  su  testura  sino  por  sus  relieves,  estampas,  dorado  i 
colorido. 

Con  una  clase  de  pasta  llamada  papel  mascado,  hacen 
vasijas,  cajas,  bandejas,  gabetas  i  cien  objetos  mas.  No 
olvidemos  que  en  las  habitaciones  sustituye  el  papel  a 
los  vidrios.  Una  especie  de  él  fina  i  transparente  usan 
los  grabadores  para  calcar  sus  dibujos,  evitándose  con 
su  aplicación  directa  al  objeto,  el  artificio  de  cambiar  los 
lados  empleando  espejos  para  la  inversión  de  las  figuras. 
Los  fabricantes  de  máscaras  i  caretas  aprovechan  en 
grande  las  hojas  finas  por  su  adaptabilidad  absoluta, 
para  hacer  sus  moldes,  conservando  los  ínfimos  detalles 

de  relieve. 

m 

Lígase  a  esta  industria  la  de  los  pinceles  i  cepillos, 
tan  estensa  aquí  como  en  ninguna  otra  parte  del  globo, 
pudiendo  decirse  que  cada  pluma  europea  de  oro  o  dé 
acero  está  repi'esentada  en  el  imperio  del  sol  naciente 
por  un  pincel.  Los  japoneses  empiezan  a  usar  pinceles  a 
la  edad  de  un  año  i  se  mueren  con  ellos  en  la  mano.  La 
fabricación  de  tinta,  su  complemento,  da  ocupación  a 
numerosas  familias;  se  hace  con  agua  i  negro  de  humo; 
la  pasta  se  somete  luego  a  varias  operaciones  destinadas 
a  darle  los  caracteres  de  finura,  duración  i  fácil  empleo 
que  la  caracterizan. 


Las  industrias  cuya  base  es  el  algodón  figuran  también 
en  grande  escala  i  se  dividen  en  secciones,  comenzando 
con  la  cosecha  de  la  materia  prima  i  concluyendo  con  la 
fabricación  de  las  telas  i  las  operaciones  necesarias 
para  darles  el  tinte,  en  dibujos  infinitos  i  propios  de  su 
gusto  ya  tan  popular.  Ahora   el  tejido    de   las  telas    se 


—  528  — 

hace  próximamente  como  en  Europa,  con  las  variacio- 
nes correspondientes  a  la  pobreza  de  la  maquinaria  i  a 
la  índole  especial  del  pais.  Aun  cuando  no  corresponde 
a  este  capítulo  por  tratarse  de  materias  de  oríjen  ani- 
mal, mencionaré  aquí  por  analojias  de  fabricación,  la  in- 
dustria de  los  tejidos  de  seda,  tan  afamada  en  todos  los 
ámbitos  de  la  tierra.  No  se  comprende  cómo  con  tan  es- 
casos recursos  en  cuanto  a  las  instalaciones  i  máquinas, 
pueden  rivalizar  las  sedas  del  Japón,  ventajosamente 
muchas  veces,  con  los  productos  análogos  de  los  países 
mas  civilizados  del  mundo.  He  visto  en  Tokio  i  otras 
ciudades  almacenes  i  tiendas  de  sedas  que  dan  cumplido 
testimonio  de  mi  aserto ;  las  novedades  mas  raras  en  la 
trama  i  los  colores  mas  agradables,  tenian  allí  su  lujoso 
mostruario.  Llamar  a  esto  manufactura  me  parece  im- 
propio i  deprimente;  mejor  seria  llamarle  arte  jenial, 
poema  del  tacto  i  de  la  vista.  Muchas  mujeres  pierden  el 
juicio  ante  el  celestial  espectáculo  que  representa  una 
puesta  de  sol  en  el  océano. 

Complementa  esta  i  otras  industrias  la  de  los  tintes; 
estraccion  i  preparación  de  las  materias  colorantes  i 
todo  cuanto  a  la  tintorería  se  refiere.  Las  principales 
fuentes  son  los  vejetales,  pero  hacen  también  su  papel 
los  óxidos  metálicos  i  sus  sales,  en  la  tintura  de  telas  i 
papeles.  Cuando  los  progresos  de  la  química  pongan  en 
manos  de  estos  artistas  los  medios  de  estraer  de  las  ma- 
terias destiladas  del  carbón  los  preciosos  e  infinitos  co- 
lores con  que  se  ha  enriquecido  esta  rama  en  Europa, 
¡Dios  nos  asista!  no  habrá  feria  de  arco  iris,  ni  orjia  de 
luces  descompuestas  a  que  no  se  precipiten  los  fabrican- 
tes japoneses,  tan  hábiles  para  imitarlo  todo  e  ir  aun  mas 
allá  del  modelo. 

Hai  también  fábricas  de  tejidos  de  lana;  siendo  impor- 
tada la  materia  prima,  los  productos  son  escasos  como 
se  comprende.  Señalaré  finalmente  por  via  de  informa- 
ción, la  industria  de  pieles  curtidas  o  naturales,  que  es- 
tampadas, pintadas,  doradas  o  conservando  su  pelo 
como  lo  tuvieron  cuando  vivas,  se  convierten  en  carte- 
ras, cigarreras,  tapas  de  libros,  portamonedas,  mangui- 
tos, capas  i  forros  de  abrigo,  zapatos,  correas,  balijas» 


—  529  - 

baúles,  arneses,  monturas,  asientos  i  respaldos  de  mue- 
bles i  paneles  para  revestir  los  muros  de  las  casas  lujo- 
sas, en  vez  del  papel  o  las  telas.  El  calzado  de  forma 
europea  que  hacen  los  japoneses  es  de  una  fínísima  i 
esquisita  manufactura.  Nico  tiene  un  gran  comercio  de 
cueros  esmeradamente  preparados. 


En  cuanto  al  empleo  industrial  de  los  metales,  no  se 
por  donde  comenzar.  Todo  cuanto  los  europeos  hacen 
con  el  metal  es  materia  de  arte  o  industria  en  el  Japón. 
Ningún  medio  para  llegar  a  sus  fines  les  es  desconocido. 
La  fundición,  la  oxidación,  la  separación  de  los  simples, 
el  pulimento,  el  grabado,  la  soldadura,  la  coloración,  el 
temple,  el  relieve  hecho  a  martillo,  las  aleaciones,  la 
aplicación  de  un  metal  sobre  otro,  el  dorado  a  fuego.  .  . 
cuántos  procedimientos  se  relacionan  con  los  minerales 
son  para  ellos  conocimientos  adquiridos,  como  lo  mues- 
tran sus  obras.  Los  fenomenales  daibutsií,  las  campanas 
inmensas  de  los  templos  budistas,  las  figuras  de  hombres 
o  de  animales,  han  sido  ensayos  de  su  industria  metalür- 
jica  desde  los  primeros  tiempos.  Ahora  hacen  cañones, 
caños  estupendos  para  la  conducción  de  agua,  trozos 
fundidos  para  puentes  i  buques  a  vapor,  locomotoras  i 
máquinas  para  fábricas  i  usinas.  —  «Si  usted  no  quiere 
que  un  japones  haga  un  objeto,  no  se  lo  muestre»  me 
decia  un*  antiguo  residente  en  Tokio  para  pintarme  la 
facilidad  de  imitación  de  este  pueblo. 

Ya  hemos  visto  balanzas  de  precisión  e  instrumentos 
científicos  de  oríjen  japones  en  los  gabinetes  de  los  insti- 
tutos de  enseñanza ;  vemos  en  los  talleres,  artefactos  de 
todo  jénero  i  útiles  familiares:  vasos,  jarrones,  molduras, 
grabados  i  piezas  cinceladas  i  en  los  templos  budistas, 
aparatos  para  el  culto,  adornos  i  hasta  cortinas  de  metal 
imitando  encajes.  Hemos  visto  también  a  estos  industriales 
servirse  del  hierro,  del  cobre  i  del  oro  en  las  manufactu- 
ras de  lacas  i  porcelanas  i  retrocediendo  a  tiempos  no 
mui  lejanos,  los  veremos  fabricando  espadas  i  dagas  de 
temple  toledano,   armaduras,  cascos    i   cotas  de  malla; 

Por  tnares  i  por  tierras       *  34 


—  530  — 

vistit^ndo  de  hierro  en  una  palabra  a  sus  héroes  i  a  sus 
soldados  desde  los  pies  hasta  la  cabeza,  sin  olvidar  las 
máscaras  ni  los  guantes.  I  todos  i  cada  uno  de  sus  arte- 
factos llevaran  el  sello  de  su  refinado  gusto,  de  su  labor 
i  de  su  paciencia. 

No  hai,  propiamente  hablando,  joyeros  en  el  Japón,  ni 
usan  en  las  casas  vajillas  de  plata  u  oro.  Las  mujeres 
no  se  adornan  con  joyas ;  no  se  ve  allí  collares,  braza- 
letes, anillos,  prendedores  ni  zarcillos;  cuando  mas  se 
descubre  entre  el  cabello  de  ébano  de  las  damas  uno  ó 
dos  alfileres  largos  de  escaso  valor  venal  i  gran  utilidad» 
dado  el  peinado.  Los  únicos  objetos  representantes  de 
la  joyeria  son  las  pipas,  las  cajas  de  tabaco,  de  útiles 
para  escribir  i  para  llevar  medicamentos,  suspendidos 
del  cinturon  a  manera  de  dijes  por  medio  del  netzkéy 
especie  de  medallón  u  otra  figura  caprichosa,  pieza  de 
gran  mérito  a  veces,  que  los  reúne  en  forma  de  borla, 
adorno  propio  del  sexo  masculino  i  complemento  indis- 
pensable de  su  vestido.  Usaban  también  los  guerreros 
un  alfiler  para  sujetar  su  largo  cabello  i  dagas  finas  como 
estiletes  alojadas  en  las  vainas  de  las  espadas,  obras  de 
arte  incomparable. 


IV.  —  INJENIERIA  I  ARQUITECTURA 

He  insinuado  ya  algo  sobre  estas  materias;  ahora  solo 
intento  llamar  la  atención  de  mis  lectores  sobre  los  ade- 
lantos de  la  primera  i  las  muestras  del  jénio  japones  en 
la  segunda. 

Pertenecen  a  la  injenieria  las  obras  de  canalización» 
calzadas  i  puentes  de  vieja  data  i  los  ferrocarriles,  diques 
i  puertos  en  los  tiempos  modernos,  debiendo  preparar- 
nos ahora  a  esperimentar  incalculables  sorpresas  como 
resultado  del  estudio  en  los  institutos  técnicos. 

Para  apreciar  en  su  justo  título  la  arquitectura  japo- 
nesa, me  bastará  colocar  a  quien  mantenga  dudas,  en 
frente  de   una  de    esas  asombrosas    construcciones,    de 


—  531  — 

esas  montañas  de  madera  que  se  elevan  de  la  tierra  a 
las  nubes  en  armoniosa  estructura ;  de  los  májicos  tem- 
plos de  Kioto,  de  Nara,  de  Tokio  i  otras  ciudades ;  del 
castillo  de  Nagoya  i  de  las  joyas  de  arte  de  Shiba  i  Niko, 
sepulcros  de  los  shógoun.  Siento  no  poder  presentar 
nombres  propios  recomendando  a  la  memoria  los  de 
jeniales  arquitectos,  dignos  maestros  de  los  modernos 
que  han  levantado  con  glorioso  esplendor  el  nuevo  tem- 
plo de  Kioto,  una  maravilla  en  su  jénero,  i  predecesores 
de  los  actuales  arquitectos  navales,  injenieros  i  mecáni- 
cos cuyas  obras,  tomando  en  cuenta  la  proporción  de 
los  medios,  no  desmerecen,  comparadas  con  las  del  viejo 
mundo  occidental. 


V.  —  ARTES 

PINTURA 

Refiere  la  leyenda  que  Kanaota  renombrado  pintor, 
llamado  por  algunos  el  rei  de  la  pintura,  allá  por  el 
año  700,  pintó  para  el  templo  de  Nimadzi  un  caballo  tan 
perfectamente  vivo  que  todas  las  noches  se  salia  a  galo- 
par por  la  llanura.  Unos  campesinos  cazadores  lo  espia- 
ron i  le  dispararon  una  flecha.  El  cuadro  se  conserva 
en  el  templo  con  la  tela  atravesada,  el  caballo  herido  i 
supongo  escarmentado.  El  anterior  relato  recuerda  al 
siguiente:  Tchó-sé-Yó,  pintor  célebre  chino,  pintó  cuatro 
dragones,  pero  no  quiso  terminarles  los  ojos.  Uno  de 
sus  discípulos  completó  la  obra  en  uno  de  los  dragones 
i  lo  hizo  con  tal  éxito  que  el  dragón,  dotado  de  vista, 
desplegó  las  alas  i  se  escapó  del  cuadro  por  los  aires. 
Los  otros  tres  se  conservaron  sin  pupilas  i  por  tanto 
con  una  vida  incompleta.  Se  cuenta  esto  para  mostrar 
en  una  forma  indirecta  la  perfección  de  ciertas  obras 
maestras  i  el  poder  de  los  artistas  para  dar  los  aspectos 
de  la  vida  a  sus  creaciones;  i  cualquiera  que  haya  visto 
el  gato  dormido,  los  monos,  los  aleones  i  otras  escultu- 
ras pintadas  de  los  templos  de  Niko,  sea  un  ejemplo,  no 
encontrará  fuera  de  tono  las  hipérboles  de  la  leyenda. 


-  532  — 

Tales  relatos  fundados  en  la  insuperable  belleza  de 
algunas  piezas  artísticas,  gozan  de  crédito  en  el  pueblo, 
él  los  cree  verdaderos  i  sostiene  como  artículo  de  fé, 
entre  otras  historias  que  los  anímales  tallados  por  Hída- 
ri-Díque-Goro  (debe  ser  Hidari-Díké-Goro)  salen  del 
templo  donde  moran  a  tomar  agua  en  la  fuente  vecina. 

Los  japoneses  nacen  dibujantes  i  con  la  facultad,  mui 
jeneral  a  lo  menos,  de  reproducir  la  naturaleza  a  lo  vivo, 
tal  cual  se  la  vé;  es  de  moderna  data  la  invención  del 
kineidoscopio  que  fija  i  reproduce  la  sucesión  de  movi- 
mientos. El  ojo  humano  viendo  caer  un  objeto  no  per- 
cibe las  diversas  posiciones  de  sus  partes  durante  la 
caída,  que  sin  embargo  un  análisis  lijero  demuestra  i  se 
han  hecho  patentes  ahora,  gracias  a  la  fotografía  instan- 
tánea, aun  cuando  ya  conocidas  de  tiempo  atrás,  en  esas 
figuras  del  mismo  sujeto  representado  en  diversas  i 
aproximadas  actitudes,  que  desfilando  con  rapidez  dan 
la  ilusión  del  movimiento.  Pues  bien,  la  aptitud  para  sor- 
prender esas  actitudes  intermedias  entre  dos  estados  de 
reposo  relativo,  es  pro|)ia  de  los  japoneses,  por  la  ins- 
tantaneidad de  sus  percepciones,  de  donde  nace  su  facul- 
tad de  representar  los  animales  i  las  plantas  con  los 
aspectos  de  la  acción  i  de  la  vida.  Van  en  seguida  algu- 
nos datos  para  dar  idea  del  mérito  de  los  maestros  de  la 
pintura  en  el  Japón.  Uno  de  ellos  se  espresa  así:  «Desde 
la  edad  de  seis  años  tuve  la  manía  de  copiar  los  objetos; 
cuando  llegué  a  los  cincuenta  había  ya  hecho  i  publicado 
un  número  infinito  de  dibujos,  pero  de  ninguno  de  los 
ejecutados  antes  de  los  setenta  años  estoi  satisfecho.  A  los 
setenta  i  tres  solamente  comencé  a  comprender  la  verda- 
dera forma  i  naturaleza  de  los  pájaros,  los  pescados  i  las 
plantas.  Por  consiguiente  a  los  ochenta  habré  realizado 
algunos  progresos ;  a  los  noventa  habré  tocado  la  cima 
del  arte  i  a  los  cien  alcanzaré  un  estado  superior  indefi- 
nible ;  a  la  edad  de  ciento  diez  años,  un  punto,  una  línea 
que  mis  manos  hayan  trazado,  será  un  objeto  viviente.  .  . 
Escrito  a  los  setenta  i  cinco  años  por  mí,  antes  Hakusai, 
hoi  Gonakijo-Rodjin,  el  viejo  chocho  del  dibujo». 

Las  obras  del  exótico  pintor  son  en  realidad  mara- 
villas de   colorido,  de   dibujo  i  de  espresion  al  decir  de 


—  533   - 

sus  biógrafos.  «  Su  pincel,  añade  un  autor,  se  hacia  inma- 
terial para  seguir  en  voluptuoso  deleite  las  formas  de  su 
pensamiento  i  sus  imájenes  salian  por  sus  manos  revis- 
tiendo el  carácter  de  la  vida,  ya  se  tratara  de  un  templo 
o  de  una  flor,  de  un  insecto  o  de  un  jesto  de  la  físonomía 
humana.  Su  talento  era  universal  i  pintaba  con  la  misma 
exelencia  templos  paisajes  i  animales  que  cuadros  trá- 
jicos  o  cómicos  de  la  leyenda  o  de  la  vida  diaria.  Su 
espíritu  humorístico  era  inagotable,  pero  su  calidad  ca- 
racterística era  su  facilidad  i  su  sagacidad  para  estampar 
la  vida  con  su  pincel  i  su  preferencia,  retratar  las  espre- 
siones cómicas  de  las  facciones  del  hombre  i  las  de  los 
sentimientos  tristes  i  alegres». 

Uno  de  sus  discípulos,  Kiosay  o  Kiosai,  sobresalió  en 
la  caricatura  i  con  motivo  de  sus  bromas  vivia  la  mitad 
de  su  tiempo  en  la  cárcel,  sin  correjirse  por  ello  de  su 
fecunda  i  admirable  mania  ni  perder  su  jovial  espíritu. 
Régamey  lo  conoció ;  en  una  de  sus  visitas  a  casa  del 
artista  vio  entre  otras  composiciones  una  que  describe 
así:  «Representa  una  serpiente  que  ha  tomado  un 
gorrión ;  está  hecho  con  nada  i  cada  cosa  habla ;  el  ojo 
velado,  el  pico  medio  abierto,  el  cuerpo  desgarrado  i  al 
mismo  tiempo  palpitando  bajo  el  diente  del  reptil,  i  las 
plumas  arrancadas  volando.  I  esto  ocurre  entre  las  plan- 
tas, entre  florecillas  rojas  donde  pasan  lijeras  arañitas 
verdes  pequeñísimas.  No  se  sabe  qué  admirar  mas,  si  la 
perfección  de  la  obra  o  la  intensa  emoción  que  provoca 
el  pequeño  drama.  La  segunda  escena  es  una  comedia: 
un  gorrión  asustado  por  la  sorpresa  repentina  que  le 
causa  ver  salir  de  la  tierra  a  sus  pies  un  topo,  abre  las 
alas  i  toma  la  mas  cómica  i  espresiva  de  las  actitudes. 
Sobre  el  pintor  Isunénobu  dice  su  crítico  M.  Gonse, 
hablando  de  dos  de  sus  kakemonos  (un  cuadro  mural 
en  tela  o  papel  bordado  o  pintado,  en  una  tira  mas  o 
menos  larga,  se  llama  kakemono).  «El  uno  representa  un 
paisaje  i  el  otro  un  pavo  real  desplegando  su  cola;  estos 
dos  cuadros  del  maestro  japones,  colgados  junto  con  un 
dibujo  de  Durer,  un  bosquejo  de  Rubens  i  un  admirable 
estudio  de  Rembrandt,  mantenían  la  formidable  compe- 
tencia, a  despecho  de  la  diferencia  de  estilo  i  procedí- 


—   534   — 

miento,  i  solo  se  median  de  ij^ual  a  igual  con  el  mejor  de 
los  otros  tres,  con  el  de  Rembrandt  >. 

Yo  he  visto  retratos  en  los  templos  de  Niko  de  pinto- 
res de  hace  dos  siglos;  los  sujetos  retratados  salíanse  del 
cuadro  como  personas  \ivientes,  luciendo  los  colores 
frescos  de  sus  ropas  cual  si  en  el  momento  las  estrena- 
ran. Me  han  mostrado  en  las  escuelas  paisajes  i  bosque- 
jos de  animales  hechos  por  los  niños,  con  cuatro  o  cinco 
líneas,  que  provocaban,  no  obstante,  la  sensación  de  les 
objetos  reales.  Las  puertas  de  los  teatros,  los  frentes  de 
las  casas  vecinas,  i  los  libros  de  ínfimo  valor  están  pla- 
gados de  dibujos,  grotescos  en  jeneral,  pero  llenos  de 
intención  de  gracia  i  de  verdad. 

Kn  esas  hojas  de  papel  de  arroz  con  su  apariencia  de 
leche  reducida  a  láminas  sin  espesor,  derraman  los  artis- 
tas japoneses  los  tesoros  de  su  talento  en  formas  i  colo- 
rido; cada  figura  habla,  se  mueve,  vive,  mientras  uno  la 
mira  i  la  escena  repr^-sentada  en  miniatura,  es  un  cuadro 
familiar  purificado  de  la  grosería  del  tamaño  i  de  las 
manchas  del  uso  i  puesto  allí  en  limpio  i  en  diminuto  con 
los  tintes  vivos  de  los  jéneros  nuevos,  de  las  flores  recien 
abiertas  i  con  las  líneas  de  la  espresion  i  del  jesto  en  las 
fisonomías. 


ESCULTURA  —  GRABADOS    1    BORDADOS 

Sin  embargo  las  obras  de  pintura  no  me  han  admi- 
rado tanto  como  las  de  escultura  en  todas  sus  ramas,  i 
los  bordados.  E  incluyo  entre  las  primeras  esas  compo- 
siciones hechas  con  cual(|uier  cosa;  madera,  metal,  pie- 
dra, cascara  de  árbol,  concha,  grano,  hoja,  vidrio  o  todo 
ello  junto,  pintado  o  natural.  He  tenido  en  mis  manos 
muchas  veces,  sin  atreverme  a  dejarlas,  figuras  de  ma- 
dera talladas  con  tales  perfecciones  de  detalle  que  eran 
una  seducción  para  la  vista  i  una  voluptuosidad  para  el 
tacto.  Recuerdo  dos  monos  pequeños  cuya  piel  mostraba 
aparte  cada  hebra  de  pelo ;  la  actitud  del  cuerpo  i  la 
mímica  del  rostro  les  daban  las  apariencias  de  la  vida  i 
yo  habría  dicho  que  los  sentía  moverse  entre  mis  dedos. 


—  535   - 

Llevo  a  Buenos  Aires  una  pieza  anatómica,  puedo  decir, 
escultura  en  madera  pintada  con  las  adiciones  necesarias 
para  completar  la  copia.  Representa  la  cabeza  de  un 
ajusticiado  con  admirable  i  horrorosa  verdad ;  no  he 
visto  trasunto  análogo  de  objeto  real  en  ningún  museo 
de  la  tierra  i  conozco  casi  todas  las  colecciones  del 
mundo.  Cualquier  médico  en  un  anfiteatro  la  confun- 
dida con  la  de  un  cadáver ;  los  ojos  muertos  han 
sido  copiados  tan  a  lo  vivo,  perdónese  el  contra- 
sentido, que  hacen  estremecer  i  asustan.  La  cabeza 
está  en  su  caja  i  con  sus  bandas  de  jénero  ensangren- 
tadas según  se  presenta  a  los  jueces  o  magnates  las 
cabezas  de  los  ajusticiados  por  su  orden,  como  prueba  de 
la  ejecución.  El  insigne  escultor  de  esta  obra  se  llama 
Numashima,  vive  en  Tokio.  En  los  templos  de  Shiba  i  de 
la  montaña  sagrada  de  Niko  i  en  otros  muchos  del  Japón, 
los  tallados  naturales  o  pintados  son  tesoros  de  escultura. 
Muchos  paneles  de  frisos  o  balaustradas,  llevan  un  dibujo 
en  un  lado  i  otro  diferente  en  el  opuesto,  siendo  de 
notar  que  las  mismas  perforaciones  sirven  para  marcar 
las  formas  en  los  dos  lados,  j  Qué  cálculo,  qué  serie  de 
combinaciones  artificiosas,  qué  visión  anterior  del  con- 
junto i  de  los  detalles  se  necesita  para  hacer  coincidir  los 
contornos  de  cada  objeto,  cuando  el  tallado  debe  dar  al 
mismo  tiempo  un  grupo  de  animales  en  una  cara  del 
cuadro  i  un  ramo  de  flores  en  la  otra. 

Añádase  a  las  aptitudes  artísticas  de  los  japoneses,  su 
talento  para  elejir  los  materiales  de  sus  obras,  metales, 
pedazos  de  madera,  conchas,  perlas,  partículas  de  cascara 
de  árbol,  vidrios  o  porcelanas,  adaptándolos  a  su  dibujo 
como  si  hubieran  sido  hechos  por  la  naturaleza  para  ese 
solo  fin. 

Veo  en  una  tienda  en  Yokohama,  una  plancha  de  laca 
blanca  en  su  marco;  a  corta  distancia  de  los  bordes 
camina  hacia  el  centro  una  araña  del  tamaño  de  un  grano 
de  trigo.  Ahí  está  todo  el  cuadro.  Pero  la  araña  es  un 
poema  de  vida  que  lo  llena  i  obliga  al  espectador  a  que- 
darse una  hora  en  muda  contemplación.  El  cuerpo  del 
pequeño  insecto  ha  sido  hecho  con  una  perla  i  las  patas 
con  filamentos  de  metal  oxidado.  La  araña  no  se  mueve, 


—  536  — 

naturalmente,   pero camina uno  la  vé  correr 

a  prisa  por  la  inmensa  superficie  blanca,  alejarse  del 
marco,  huir  hacia  el  otro  borde;  la  sensación  es  irreme- 
diable, la  ilusión  completa.  ¿  Cómo  la  obtuvo  el  artista? 
{  Cómo  se  le  ocurrió  hacer  un  cuadro  con  tan  mínimo 
asunto  ?  ¿  Cómo  vio  de  antemano  el  resultado  ?  Todo  el 
secreto  está  para  mí  en  la  actitud  del  animalito,  en  la 
disposición  de  los  finos  pedadtos  de  alambre  que  forman 
las  patas,  en  la  acción  que  marcan  suspendidos  en  el  aire, 
doblados  en  las  coyunturas  i  resueltos  en  esa  figuración 
transitoria,  lineal,  de  los  miembros  en  movimiento. 

En  todo  tiempo  los  japoneses  han  tenido  su  punto  de 
honor  en  g^ran  estima  i  esto  no  se  defiende  sino  con 
armas  nobles.  «  Si  sabemos  dar  la  muerte  »,  dicen  cuando 
matan  a  sus  enemigos,  « también  sabemos  sufrirla  »,  aña- 
den, antes  de  abrirse  el  vientre  tras  de  alguna  desgracia 
irremediable  o  un  suceso  que  en  su  concepto  mancha  su 
honor.  Las  armas  de  los  caballeros  son  el  sable,  la 
espada  o  las  hojas  análogas.  Para  ponerlas  al  nivel  de 
su  distinguido  empleo,  los  artistas  han  debido  dar  a  los 
guerreros  la  contribución  de  su  talento  i  de  ahí  esos  tra- 
bajos de  cincel  asombrosos,  en  las  armas.  Sobre  millo- 
nes de  espadas  no  hai  dos  iguales ;  ni  dos  partes  corres- 
pondientes de  ellas  con  grabado  semejante ;  en  cada  una 
el  arte  busca  la  alegoría  propia,  tomándola  a  veces  de  las 
tendencias  del  caballero  que  debe  llevar  el  arma.  El 
artista  elije  su  acero,  forja  las  hojas,  las  graba,  las  pule, 
las  afila,  todo  con  esmerada  maestria ;  trabaja  uno  o  dos 
años  en  las  demás  piezas,  modelando  maravillas  en  ellas» 
aplicándose  meses  a  perfeccionar  un  detajle  i  cuando  la 
obra  está  para  concluirse,  viste  su  ropa  de  gala  i  le  da 
los  últimos  toques;  su  taller  es  un  santuario  del  gusto  i  de 
la  belleza.  Necesario  es  ver  con  lente  los  objetos  repre- 
sentados en  las  conteras  i  vainas,  guardamanos  donde 
figuran  la  flora  i  la  fauna  en  uno  o  mas  de  sus  represen- 
tantes, como  si  hubieran  sido  tomados  en  la  naturaleza  i 
puestos  vivientes  en  la  pieza  labrada.  El  artista  japones 
no  es  un  industrial  sino  un  sacerdote  que  rinde  culto  al 
producto  de  sus  manos  i  le  consagra  años  de  su  vida, 
olvidado  del  tiempo  e  ignorando  el  aforismo  ingles,  time 


—  537  — 

is  tnoney.  Pero  donde  pone  mayor  empeño  i  gasta  mas 
lujo  de  jénio  es  sin  duda  en  la  fabricación  de  esos  peque- 
ños adminículos  llamados  netzké  A^\o%  cuales  he  hablado: 
hechos  de  madera,  de  nácar,  de  marfil,  de  laca,  de  carei 
o  de  metal,  serán  siempre  joyas  por  sus  detalles  cuida- 
dos, la  variedad,  la  gracia  i  la  espresion  de  sus  figuras. 
Antes  de  que  el  veneno  mercantil  se  hubiera  introducido 
en  el  Japón,  ningún  artista  tomaba  en  cuenta  el  correr  de 
los  años  ni  el  valor  del  dinero  i  no  dejaba  salir  de  su 
taller  obra  alguna  que,  en  su  jénero,  no  fuera  un  modelo. 
Para  copiar  cualquier  objeto  de  la  naturaleza,  vivo  o 
inanimado,  lo  observaba  horas,  dias,  meses  ;  se  embebia 
en  su  belleza,  se  saturaba  de  su  forma,  identificaba  su  me- 
moria con  los  colores,  las  grietas,  las  eminencias,  las 
manchas  i  todos  los  accidentes  del  original ;  luego  lo  mo- 
delaba en  cera,  en  barro,  en  metal,  según  su  propósito,  lo 
revestia  en  seguida  de  su  aspecto  esterno,  copiando  de 
sus  recuerdos  las  mínimas  particularidades,  poniendo  a 
contribución  todas  las  artes,  pintando,  soldando,  occi- 
dando,  raspando,  incrustando,  hasta  que  el  todo  era  su 
efijie  fidelísima  i  viviente.  Después  le  preparaba  su  lujosa 
cuna,  de  laca,  de  madera  o  de  marfil,  caja  forrada  en 
seda,  colchada,  perfumada;  lo  acostaba  en  este  lecho 
construido  desde  la  primera  pieza  hasta  la  última  por  sus 
propias  manos;  se  vestia  con  su  mejor  ropa  e  iba,  lleno 
de  emoción,  a  entregar  el  tesoro  de  su  talento,  compañe- 
ro de  tantos  dias,  tema  de  meditación  en  sus  vijilias,  a  cuyo 
lado  habia  vivido  gozando  en  mudos  coloquios,  una 
buena  parte  de  su  vida  artística  i  laboriosa,  al  comer- 
ciante o  al  noble  rico  que  pagaba  con  miserables  sumas 
la  inestimable  joya. 

Ahora  el  arte  tiende  a  convertirse  en  industria;  la 
fabricación  es,  en  su  mayor  parte,  de  pacotilla;  no  obs- 
tante el  japones,  por  la  tradición  de  su  índole,  no  puede 
desprenderse  de  su  modo  ni  de  su  estilo  i  nada  sale  de 
sus  manos  sin  llevar  siquiera  sea  un  rasgo  de  su  jenio  i 
de  su  gusto  estético. 

Fabrícase  en  Europa  millares  de  artículos  análogos 
pero  en  casi  todos  ellos  se  vé  \2l  factura  comercial  no  el 
arie  divino.   Un   cabo  de  bastón  en  el  viejo  mundo  occi- 


—  538  — 

dental,  es  un  objeto  vulgar,  en  el  Japón  es  un  ser  vivo 
que  habla,  si  representa  una  cabeza  humana,  i  trina  si 
remeda  un  pájaro.  Los  japoneses  tienen  predilección  por 
los  monos  i  los  copian  con  sorprendente  exactitud.  He 
visto  en  un  grupo  tallado  en  madera,  una  mona  que 
defiende  su  cria  contra  un  alcon  agresivo ;  la  escultura 
era  un  poema ;  la  mona  irritada  mostraba  la  ira  femenina 
i  la  resolución  a  todo  trance  en  su  cara  colérica  i  valiente ; 
la  cria  se  encojia  temerosa  entre  los  brazos  de  la  madre 
i  todo  en  los  dos  animales,  desde  los  ojos  hasta  el  pelo, 
desde  la  cola  hasta  el  cuello,  pintaba  la  trajedia,  reve- 
lando en  la  actitud  de  los  miembros,  sin  contar  la  espre- 
sion  del  rostro,  la  sucesión  de  sentimientos,  de  rabia,  de 
asombro,  de  prudente  precaución,  de  coraje  i  de  valor 
para  vender  cara  su  vida.  El  alcon  ha  tomado  distancias 
i  parece  irresoluto  ante  la  actitud  de  su  deseada  presa, 
pero  ya  va  a  saltar,  ya  se  desprende  de  la  rama  en  que 
afirma  sus  garras  i  el  espectador  espera  de  hito  en  hito 
el  momento  del  ataque.  Un  cuadro  análogo  en  bronce 
ganó  la  medalla  de  oro  en  una  esposicion;  el  alcon  en  él 
ha  sido  sustituido  por  una  abeja,  pero  la  escena  es  la 
misma;  este  cuadro  está  en  París  en  casa  de  Mr.  Du- 
buffet,  uno  de  los  mas  fuertes  comerciantes  en  mercade- 
rías chinas  i  japonesas. 

Puedo  clasificar  entre  los  productos  de  la  escultura 
esos  pequeños  biombos  i  esos  guarda  fuego  hechos  de 
tela  i  de  papel,  con  aplicaciones  de  bambú,  de  paja,  de 
nácar  i  de  láminas  pintadas.  Nada  tan  esquisito  ni  de 
mas  difícil  ejecución,  a  pesar  de  su  sencillez  aparente. 
¡  Con  qué  minuciosa  exactitud  el  artista  ha  casado  las 
diversas  piezas  i  los  colores,  con  qué  armonía  ha  ideado 
su  cuadro,  con  qué  injente  cálculo  ha  tomado  las  medi- 
das para  limitar  los  contornos  de  cada  elemento  en  los 
bordes  del  próximo  sin  confusión  i  sin  errores ! 

De  los  bordados  he  hablado  ya  largamente  en  mi  dia- 
rio. Los  delicados  trabajos  de  los  pintores  célebres,  tienen 
su  contrapunto  en  las  tiendas  i  talleres  del  Japón. 
Recordaré  la  lucha  del  zorro  i  del  perro  de  un  almacén 
de  Kioto,  los  gallos  orondos  i  satisfechos,  el  venado 
bebiendo    agua  en   un  arroyo  de  seda,  en  un  paisaje  de 


-   539   - 

seda,  con  montañas  de  seda  i  bajo  un  cielo  de  seda  que 
eran  sin  embargo,  agua  líquida,  montañas  de  roca  i  cielo 
de  éter  ante  los  ojos  del  espectador. 

I  no  echaré  tampoco  en  olvido  al  concluir  este  título, 
el  bordado  asombroso,  que  adorna  el  saloncito  de  mon- 
sieur  Sioen,  el  director  de  nuestro  hotel  en  Yokohama. 
Es  una  tela  negra  de  seda  tendida  dentro  de  un  marco  de 
bambú,  con  cuatro  espigas  de  trigo  en  el  centro.  ¡Nada 
mas!  Pero  véalo  usted  i  soñará  toda  la  noche  con  él!  Lo 
que  no  hai  en  el  cuadro  es  lo  que  usted  mas  recuerda;  el 
viento,  la  estación,  el  frió,  la  cosecha  tardia,  el  olvido  de 
la  mata  abandonada,  la  defensa  de  las  pajas  elásticas  para 
resistir  a  la  fuerza  que  las  dobla,  la  soledad  del  campo, 
la  falta  de  jugo  en  la  tierra  ya  innecesario  para  la  planta 
madura!  Usted  se  queda  triste  mirándola,  pero  con  la  dulce 
melancolía  que  la  belleza  hace  brotar  en  el  alma.  Quien 
bordó  el  cuadro  no  solo  derramó  seda  amarilla  de  diversos 
tonos  vació  también  en  él  su  concepción  i  su  jénio  dolorido. 
Su  aguja  fué  un  pincel  de  esquisito  gusto  literario. 


Nota.— Pero  los  japoneses  no  han  hecho  hasta  ahora 
la  copia  de  la  suprema,  infinita,  eterna,  magna  belleza, 
la  estatua  de  una  mujer  perfecta,  resumen  de  toda  aspi- 
ración estética,  como  la  hicieron  los  antiguos  escultores 
griegos  i  la  hacen  los  modernos  en  toda  la  Europa. 


MÚSICA 


Me  ha  dicho  Mr.  Arrivet,  a  quien  ya  conocen  mis  lec- 
tores, que  la  música  japonesa  se  compone  de  bemoles, 
lío  no  puedo  opinar  sobre  la  materia.  Solo  diré  la  im- 
presión que  me  han  producido  las  piezas  ejecutadas  en 
mi  presencia;  esta  impresión  se  compone  de  cadencias, 
estridencias,  notas  raras,  cortadas,  exóticas,  inacomo- 
dables  en  una  pauta  de  armonias  adquiridas,  según  la 
capacidad  musical  de  mi  oido  —  i  Desagradable  todo 
ello? — No,  pero  estraño,  nuevo  i  primitivo,  próximo  i 
de  oríjen  lejano  al  mismo  tiempo.  No  puedo  llamarle  arte 


-  540  - 

a  esa  mezcla  de  sonidos ;  él  se  me  presenta  como  un 
conjunto  inorgánico,  incompleto,  inconexo  i  autónomo, 
li!)re  de  reglas  i  de  índole  lijeramente  salvaje.  Pero,  lo 
repito,  la  espresión  de  este  efecto  es  solamente  la 
imájen  de  una  impresión  i  no  un  juicio. 

Yo  desconfio  mucho  de  mis  conceptos  musicales  sobre 
primeras  i  tijeras  audiciones;  i  tengo  razón  de  desconfiar 
después  de  lo  que  me  ha  sucedido  con  Wagner.  Todos 
los  rechinamientos  juntos,  todos  los  ruidos  de  latas  oxi- 
dadas, todas  las  acritudes  de  sierras  limadas  i  los  desen- 
tonos de  voces  en  via  de  cambio  durante  la  pubertad,  no 
igualaban  para  mi  en  su  totalidad,  a  una  ópera  de  Wagner. 
I  ahora  gozo  oyendo  desentonar  con  arte  divino  a  Mime 
i  tronar  sonidos  roncos  en  la  garganta  del  dragón  en 
Siegfried.  El  oido  necesita  una  educación  no  solo  indivi- 
dual sino  heredada  i  los  ruidos  que  no  son  ahora  notas, 
lo  serán  con  el  tiempo,  después  de  una  serie  de  jenera- 
ciones  de  oidos  de  mas  a  mas  perfeccionados. 

Cuando  pienso  en  que  nuestros  primeros  maestros, 
ahora  ciento  i  tantos  años  solamente,  escribían  celes- 
tiales melodias  hallándose  la  ciencia  de  la  acústica  en  la 
infancia,  nada  me  parece  imposible  ni  siquiera  que  la 
música  del  Japón  sea  un  arte. 

A  lo  menos  es  el  objeto  de  un  cultivo ;  hai  maestros 
i  discípulos,  celebridades  i  mediocridades.  El  instru- 
mento mas  socorrido  es  una  especie  de  arpa  ó  de  gui- 
tarra que  se  acuesta  en  el  suelo  (todo  pasa  en  el  suelo 
en  el  Japón)  i  d(ja  raspar  las  cuerdas  de  su  vientre  con 
una  especie  de  uña  de  carei. 

Una  niña  de  Kioto  en  la  escuela  de  mujeres,  anexa  a 
la  universidad,  tocó  para  nosotros  una  pieza  en  este 
instrumento  i  no  sonó  desacorde  en  nuestros  oidos.  Tal 
vez  esto  se  debió  á  la  belleza  de  la  musmé  que  la  tocaba. 

Ahora  en  las  escuelas  enseñan  nuestra  música  en 
nuestros  instrumentos  i  la  nueva  especie  cuenta  ya  con 
hábiles  ejecutantes.  Mis  lectores  recordarán  mi  sorpresa 
en  Yokohama  al  oir  tocar  la  Caballería  rusticana  en  las 
orillas,  por  unos  descalabrados  japoneses,  en  clarinete, 
vioiin  i  corneta  pistón. 


541  - 


LITERATURA    I    POESÍA 


Si  llamo  literatura  a  la  espresion  sencilla  de  los  senti- 
mientos por  la  palabra  i  el  signo  gráfico,  el  Japón  tiene 
la  suya  desde  tiempo  inmemorial»  traida  de  la  China, 
aclimatada  i  transformada.  Ahí  están  para  atestiguarlo 
los  millones  de  libros  en  prosa  i  verso,  las  leyendas, 
las  fábulas,  los  romances  i  las  obras  filosóficas  cuyo  espí- 
ritu se  difunde  en  el  pueblo  en  formas  inconcebibles 
para  nosotros  i  se  conserva  inalterable,  gracias  a  los 
caracteres  típicos  del  idioma  escrito,  pobre  i  concep- 
tuoso al  mismo  tiempo;  pobre  en  lo  concreto,  rico  i 
fecundo  en  lo  jeneral  i  abstracto.  Una  simple  reflexión 
esplicará  mi  juicio.  La  representación  de  una  idea  en 
letras  separables  i  susceptibles  de  mil  combinaciones,  es 
necesariamente  concreta.  Cuando  yo  escribo  león  el 
lector  entiende  león  i  nada  mas;  pero  cuando  yo  pinto  un 
león,  doi  al  mismo  instante  que  la  idea  determinada  del 
animal,  una  idea  jeneral  de  un  cuadrúpedo  feroz,  bravo, 
terrible.  I  la  prueba  de  que  león  escrito  no  significa 
todo  eso,  es  que  solo  significa  todo  eso  para  el  que  sabe 
de  antemano  qué  clase  de  animal  es  el  león,  mientras 
que  el  león  pintado  significa  iodo  eso  para  el  que  no  ha 
visto  jamas  leones  ni  sabe  cómo  son.  Pasaran  los  tiem- 
pos, la  ortografía  se  modificará,  cada  sílaba  se  escribirá 
de  otro  modo,  como  ha  sucedido  en  nuestro  idioma  con 
la  palabra  hombre,  que  ha  sido  orne  en  tiempo  de  las 
Partidas  i  con  otras  voces  que  han  cambiado  de  senti- 
do al  cambiar  de  ortografía  i  el  sustantivo  hablado  se 
habrá  alterado  en  su  modulación,  en  su  dulzura,  en  su 
acento  i  por  lo  mismo,  la  impresión  auditiva  ligada  con 
el  sentimiento,  se  habrá  modificado.  Entre  tanto  el  león 
pintado,  permanente  en  su  cuño,  no  habrá  variado.  Los 
caracteres  cuneiformes  dan  una  especie  de  estereotipo 
mui  durable,  eterno  diremos.  Por  eáo  los  pueblos  que 
los  usan  no  alteran  o  alteran  poco  su  lenguaje;  por 
eso  conservan  su  literatura  i  su  poesía  primitiva  mejor 
que  nosotros.  ¿Quién  no  se  rie  ahora  leyendo  un  verso 
en  estilo  antiguo,  este  por  ejemplo :  — Non  es  de  sesudos 


—  542  — 

ornes  —  ni  de  infanzones  de  pro  —  facer  denuesto  a  un 
fidalgo  —  que  es  tenudo    en  mas  que  vos. 

En  China  i  en  el  Japón  los  ornes  no  han  adquirido  dos 
letras  ni  los  Jidalgos  se  han  despojado  de  su  y"  i  tan 
temidos  son  ahora  como  lo  fueron  hace  siglos. 

¡  Qué  nuestro  alfabeto  tiene  sus  ventajas,  no  lo  niego, 
pero  también  los  caracteres  que  inmovilizan  las  palabras 
tienen  las  suyas! 

Dejando  a  un  lado  estas  consideraciones  sobre  hechos 
que  afectan  el  lenguaje  i  por  lo  tanto  la  índole  literaria  i 
poética  de  un  pueblo  i  concretándome  a  mi  tema  en  sus 
formas  comunes,  pláceme  abandonar  mis  notas,  elimi- 
narlas (le  mi  trabajo,  pues  viene  no  solo  a  completarlas 
sino  a  sustituirlas,  un  estudio  de  Motoyosi-Saisau,  antes 
ya  citado  en  mis  apuntes  sobre  la  China.  El  autor  japo- 
nes en  las  pajinas  que  traduzco  a  continuación  me  reem- 
plazará con  inmensa  ventaja  ante  mis  lectores. 

<  Poesía  japonesa  > 

«  La  poesia  del  Japón  está  de  tal  manera  enfeudada  por 
su  oríjen  a  la  de  China  que  los  datos  sobre  la  una  pueden 
ser  aceptados  para  la  otra.  La  altura  de  vistas  i  la  eleva- 
ción de  las  ideas  son  las  mismas;  semejante  la  lengua  de 
los  letrados  (hombres  de  letras)  i  semejantes  las  figuras. 

«  Las  desemejanzas  no  alcanzan  al  fondo  i  no  existen 
sino  en  la  forma. 

«  El  tipo  del  poema  chino  se  llama  shi;  el  del  Japón 
onia.  El  primero  es  puramente  literario ;  el  otro  es  un 
canto  nacional  que  se  presta  a  todas  las  ardientes  vibra- 
ciones del  corazón. 

«  No  se  puede  dividir  en  períodos  tan  netos  como  en 
la  literatura  china,  las  diferentes  fases  de  la  poesia  en  el 
Japón.  Sin  embargo,  para  dar  una  idea  de  su  historia  i 
de  la  de  sus  principales  poetas,  es  necesario  referirse  a 
épocas  en  que  su  brillo  ha  parecido  mas  vivo  i  su  lira  ha 
resonado  con  mas  repercusión. 

«  Dividiremos  este  CvStudio  en  cuatro  partes  distintas. 


—  543  — 

«  Primeras  edades  de  la  poesía  japonesa.  —  Es  difícil 
desprender  de  las  leyendas  que  las  envuelven  las  prime- 
ras edades  de  la  literatura  del  Japón.  Eso  seria  ademas 
quitarles  su  encanto  candido;  así,  las  mostraremos  tal 
cual  se  presentan  al  espíritu  o  a  la  credulidad  de  los 
pueblos. 

«  La  tradición  nos  cuenta  que  este  país  era  solo  habi- 
tado por  los  dioses,  de  los  cuales  se  hace  descender  en 
línea  recta  a  los  soberanos  que  la  han  gobernado  des- 
pués. 

<  Las  primeras  poesías  conocidas  serian  las  de  la 
diosa  Shita-Terou-Hime'.  Pero  es  al  príncipe  San-Sa-O- 
No-Mikato,  a  quien  se  debe  la  primera  rima  que  él  fijó 
en  treinta  i  una  sílabas,  en  el  onta  antigua  : 

o  nubes  que  venis  de  las  montañas 
Nubes  que  formáis  los  muros  del  palacio 
Del  palacio  que  debe  recibir  a  mi  mujer 
O  nubes  que  formáis  los  muros. 

(  Yo  no  veo  las  tales  treinta  i  una  sílabas  en  el  testo 
francés,  que  traduzco  literalmente,  ni  el  acento  ni  medi- 
da de  verso  alguno ;  pero  supongo  que  en  el  orijinal 
japones  habrá  todo  ello.  —  Nota  del  actual  traductor). 

<c  Esta  forma  no  ha  variado  i  ha  sido  aceptada  como 
el  tipo  único  adoptado  desde  la  mas  alta  antigüedad  hasta 
nuestros  dias. 

«  Hacia  el  siglo  octavo  de  la  era  cristiana  dos  grandes 
hombres  de  letras  fueron  enviados  a  China  para  estudiar 
las  ciencias  i  la  literatura.  Kibi-Daídzigue,  a  la  cabeza  de 
misiones  de  sabios,  contribuyó  poderosamente  a  la  es- 
tension  de  la  escritura  i  del  jénio  de  la  lengua  china  a  su 
vuelta  al  Japnn  (  754).  Nakamoro,  mas  dado  a  la  astro- 
nomía, estaba  poseido  de  la  idea  de  robar  el  secreto  del 
calendario  solar.  Lo  consiguió  por  astucia;  pero  en  el 
momento  de  su  partida  el  emperador  habiéndolo  hecho 
invitar  a  un  festin  de  despedida  en  el  piso  superior  de 
una  pagoda,  lo  embriagó  i  cuando  estuvo  dormido,  todos 
los  convidados  se  retiraron  dejándolo  solo  en  la  pagoda 
cuya  escalera  fué  sacada.  Allí  murió  de  hambre.  Antes 
de    espirar  pudt>    con  su    dedo  ensangrentado  escribir 


—  544  — 

sobre  su  manga  una  poesía  quejumbrosa  en  la  que  canta 
todavía  a  través  de  los  siglos  el  sentimiento  nacional. 

<  Su  sombra  se  cierne  en  un  cuento  fabuloso  relativo 
a  su  compañero  Kibi.  Este  último,  no  queriendo  volver 
al  Japón  sin  llevar  el  famoso  calendario  tuvo  que  pasar 
por  una  serie  de  pruebas  mui  estraordinarias.  Se  cuenta 
que  el  emperador  le  propuso  la  lectura  de  un  pasaje 
cuyas  letras  estaban  mezcladas ;  una  araña  májica  inter- 
vino milagrosamente  i  supo  reponerlas  en  su  orden  i 
hacerle  comprender  el  sentido.  Esta  araña  fue  el  fantas- 
ma de  Nakamoro  que  vino  en  su  ayuda. 

€  El  emperador  furioso  de  verse  burlado,  propuso 
una  partida  de  un  juego  mui  complicado  parecido  al 
ajedrez  i  que  se  hacia  con  unas  piedritas.  La  cosa  apos- 
tada era  la  cabeza  de  Kibi  en  contra  del  famoso  calen- 
dario. La  sombra  de  Nakamoro  vino  otra  vez  en  socorro 
de  su  compañero  i  guió  su  mano.  El  jugador  adverso 
era  ayudado  por  su  mujer,  mañosa  china,  todavía  mas 
fuerte  que  él.  En  el  momento  decisivo,  viendo  que  el 
triunfo  se  le  escapaba,  tragó  una  de  las  fichas  que  debían 
volver  a  Kibi,  neutralizando  así  las  probabilidades. 

«  Pero  se  contó  el  número  de  piezas  i  el  espejo  májico 
encerrado  en  el  tesoro  imperial,  descubrió  la  surperchería 
i  la  culpable  fué  condenada  a  muerte.  Kibi  obtuvo  gra- 
cia para  ella  intercediendo  i  recibió  por  premio  de  su 
triunfo  el  calendario,  objeto  de  tanta  ambición.  La  perfi- 
dia del  emperador  no  había  dicho  su  última  palabra 
pues  tentó  hacer  envenenar  al  héroe  japones.  Un 
beneficio  no  se  pierde  jamas;  la  china  agradecida,  puso 
en  alerta  al  sabio  quien  pudo  escapar  de  este  nuevo 
peligro  i  volver  a  su  país,  a  donde,  desgraciadamente, 
no  traia  solo  el  fruto  de  sus  preciosos  descubrimientos. 
Un  zorro  viejo  que  pasó  de  la  India  a  la  China,  con  su 
facultad  singular  de  transformarse  en  mujer,  había  cau- 
sado ya  muchos  males,  entre  ellos  la  caída  de  varias  di- 
nastías, por  las  sujestiones  de  poderosas  i  bellas  mujeres 
tentadoras,  convertidas  en  emperatrices  después  de 
haber  sido  favoritas.  La  llegada  de  este  fabuloso  animal 
fué  la  causa  i  oríjen  de  grandes  perturbaciones  en  el 
mikado.  Después  desapareció  durante  un  largo  periodo 


—  545  — 

para  desempeñar  dos  siglos  mas  tarde,  un  papel  fantás- 
tico en  la  historia  poética  i  sabia  del  país. 

«  Estos  zorros  fabulosos  o  Kitsonne,  hacen  de  brujos; 
se  les  atribuia  un  terrible  poder  en  la  edad  media  i  el 
terror  supersticioso  que  infundian  subsiste  aun  en  Fran- 
cia, principalmente  en  la  campaña  i  sobre  todo  en  la 
Bretaña. 

« Encarnaban  siempre  en  las  gracias  femeninas  su 
poder  diabólico  estos  malditos  zorros  i  no  lo  usaban 
sino  con  las  cabezas  elevadas  para  cautivarlas. 

<  En  la  época  en  que  nos  colocamos,  hacia  el  año  1000, 
habiendo  abandonado  los  palacios  imperiales,  los  Kit- 
sonne se  dedicaron  al  mundo  sábfo,  al  cual  dieron  su 
ultimo  golpe  de  cola  antes  de  desaparecer  definitivamente 
de  las  lejendarias  epopeyas  que  se  les  atribuye. 

«  Un  descendiente  del  célebre  astrónomo  Nakamoro, 
no  menos  conocido  por  su  ciencia  que  por  un  trabajo 
jenealójico,  el  primero  en  su  especie,  en  el  cual  fija  la 
jenealojía  japonesa,  salvó  un  dia  en  la  caza  un  zorro  que 
sus  perros  iban  a  desgarrar.  Yasounori,  tal  era  el  nom- 
bre del  sabio,  habia  dejado  que  le  dieran  por  novia  a 
una  joven  llamada  Kouzonnoha,  de  una  provincia  mui 
distante  de  la  que  él  habitaba.  Pero,  amado  por  la  bestia 
que  habia  salvado  i  esta  era  un  kitsonne,  fué  engañado 
por  su  májia  bajo  la  forma  de  la  novia,  se  casó  con  ella 
i  vivió  tres  años  en  una  felicidad  sin  soluciones.  Al  fin 
de  este  tiempo,  la  verdadera  Kouzonnoha  vino  a  recla- 
mar la  fé  jurada ;  la  hechicera  huyó  dejando  escrito  en 
los  muros  de  la  casa  un  poema  lleno  de  delicadeza  que 
a  nuestro  pesar  no  traducimos,  porque  reposando  sobre 
juegos  de  palabras  de  la  lengua  japonesa  perderia  toda 
su  finura  i  no  seria  comprendido. 

« Un  hijo  nació  de  esa  unión  estraña,  Abinoseinrei, 
quien  teniendo  por  madre  a  una  kitsonne  e  instruido  por 
su  padre,  se  hizo  un  hombre  notable,  sobresalió  en  la 
astronomía  i  en  las  matemáticas  i  fué  ademas  un  temible 
nigromántico,  pero  no  se  sirvió  de  su  poder  oculto  sino 
para  el  bien. 

«  Así,  sabiendo  que  el  animal  diabólico  que  por  tan 
largo  tiempo  habia  causado  males  sin  cuento  a  las  dinas- 

Por  mares  i  por  tierras  35 


—  546  — 

tías  chinas,  por  sus  encarnaciones  femeninas,  parecía 
renovar  los  mismos  desórdenes  en  la  persona  de  la 
esposa  del  mikado,  se  fué  al  palacio,  quitó  la  máscara  a 
la  falsa  emperatriz  i  la  espulsó  exorcitándola,  en  medio 
del  bramido  del  trueno  i  el  fragor  de  la  tormenta. 

<  £1  kitsonné  volviendo  a  tomar  su  forma  natural,  fué 
muerto  poco  tiempo  después  por  cazadores  que  lo  reco- 
nocieron en  los  signos  distintivos  de  su  raza;  el  pelo  de 
oro  i  la  cola  dividida  en  nueve  ramas,  signo  indudable  de 
mas  de  mil  años  de  vejez.  Pero  al  espirar  este  zorro  se 
habia  convertido  en  una  piedra  mortal  para  los  pobres 
humanos,  quienes  no  podian  mirarla  sin  cerrar  los  ojos 
para  siempre. 

«  Un  exorcismo  aun  mas  poderoso  era  del  caso ;  el 
rezo  triunfó  i  bajo  la  palabra  sagrada,  el  dañino  mineral 
se  rompió  i  sus  fragmentos  se  dispersaron  en  humo.  Por 
siempre,  entonces  el  Japón  se  vio  libre  de  esa  influencia 
misteriosa  que  habia  tenido  un  tan  gran  sitio  en  su  histo- 
ria primitiva. 

«  Las  fábulas  que  simbolizan  el  oríjen  de  las  ciencias 
en  estos  paises  orientales,  lo  desfiguran  sin  embargo,  i 
uno  se  admirada  de  ver  a  graves  profesores  tomar  a  lo 
serio  tales  datos,  si  no  se  recordara  que  en  occidente,  los 
grandes  astrónomos  estaban  forrados  de  astrolojía  i 
que  la  alquimia  fué  mas  apreciada  que  las  ciencias 
exactas. 

«  En  China  i  en  el  Japón  los  estudios  i  los  progresos 
que  las  controversias  de  los  matemáticos  célebres  del 
tiempo  de  Tokuyada,  trajeron  a  paso  de  jigante,  prueban 
que  el  talento  no  se  debilitaba  en  la  superstición  la  que 
sobreescitando  la  imajinacion  no  hacia  sino  favorecer  la 
corriente  poética. 

«  Lo  mismo  que  las  ciencias,  las  artes  florecían  en 
estos  dos  paises  rivales,  unidos  sin  embargo  en  el  culto 
de  lo  bello. 

(  Aquí  suprimo  algunos  párrafos  para  evitar  la  repe- 
tición de  una  leyenda  mui  conocida,  relativa  a  la  pintura 
i  los  pintores,  que  ya  he  referido  en  la  parte  correspon- 
diente de  este  mí  diario). 


—   547   — 

«  Segunda  época  —  Los  progresos  de  la  escritura 
china  toman  un  vuelo  mui  considerable  hacia  el  siglo 
diez  i  siete  i  desde  esa  época  la  historia  del  Japón  se 
hace  roas  precisa.  La  pronunciación  es  mas  elegante  i 
data  de  este  momento  la  lengua  de  los  sabios  i  la  oficial. 
El  jénio  de  la  primitiva  fué  conservado  en  medio  de  estas 
influencias  estrañas  i  el  07ita,  tipo  del  poema  japones, 
ya  lo  hemos  dicho,  quedó  como  base  de  toda  verifica- 
ción. 

«  En  este  momento  aparece  una  pléyade  de  seis  poetas, 
seis  talentos  de  los  cuales  el  mas  notable  es  femenino. 

<  Rodéase  a  Komati  de  una  aureola  romanesca  que 
contribuye  a  hacerla  mas  célebre. 

«  Apasionadamente  amada  i  buscada  por  Chóshó, 
hombre  importante  de  la  época,  exije  de  él  pruebas 
caballerescas  tan  estraordinarias  que  superan  su  resis- 
tencia. Presa  ella  entonces  de  compasión  i  de  amor  por 
su  víctima,  pasa  su  vida  en  la  fidelidad  de  su  recuerdo  i 
hasta  una  edad  avanzada  recorre  el  pais  dejando  oir  su 
voz  dotada  de  un  encanto  infinito  i  sembrando,  entre  los 
que  se  detienen  a  escucharla  en  todas  partes,  las  mas 
bellas  poesias. 

«  El  onta  mas  conocido  de  este  mazo  floreciente,  es  el 
que  Komati  dirijió  a  las  algas  flotantes: 

<  Tú,  que  nadie  sembró  ¿de  qué  grano  has  jerminado,  planta  de  Ouki- 
kansa  que  la  onda  suspende?  —  ¿Como  puedes  tú  nacer  i  crecer?  > 

«  Ella  presentó,  siendo  aun  mui  joven,  este  pequeño 
poema  en  vna  especie  de  torneo  poético ;  su  antagonista, 
Kouronoussi,  celoso  del  triunfo  que  preveia,  pudo  llegar 
a  apoderarse  de  la  composición  antes  del  concurso,  la 
copió  en  un  viejo  manuscrito  i  tuvo  la  audacia  de  acusar 
a  Komati  de  haber  plajiado  la  obra  antigua. 

«Pero  el  fraude  fué  descubierto  gracias  a  la  calidad  de 
la  tinta  que  no  era  la  misma  i  el  rival  de  la  joven  debió  a 
la  suavidad  de  las  costumbres  de  la  corte  el  no  verse 
compelido  a  abrirse  el  vientre,  obligación  de  las  mas 
estrictas  en  caso  de  deshonor ! 

«La  serie  de  mujeres  poetisas  que  dejaron  en  esa  época 
un  surco  luminoso,  se  aplicó  empeñosamente  a  mantener 


—  548  — 

vivaz  el  idioma  nacional  i  a  luchar  contra  la  invasión  de 
la  influencia  china  en  las  letras. 

€  Pasando  por  alto  varios  nombres  de  esa  serie  de 
musas,  llegamos  al  de  Mouraski,  tan  célebre  por  su 
belleza  cuanto  por  sus  romances  históricos.  El  mas  cono- 
cido de  sus  numerosos  suspirantes,  Mitinago,  le  dirijió 
esta  poesia  amorosa: 

Como  sois  un  objeto  mni  amado,  se  os  admira  i  sois  tan  célebre, 
Es  posible  que  yo  pase  por  vuestro  lado  sin  dirijiros  mi  súplica  ? 

«  Ella  le  contestó  con  cierta  amargura: 

Mi  persona  no  es  un  objeto  que  algún  hombre  haya  amado  aun. 
Cuáles  son  pues  los  labios  que  así  me  puedan  calificar?... 

« A  Mouraski,  dicen  sus  contemporáneos,  la  consu- 
men en  el  Infierno,  por  la  eternidad,  todas  las  pasiones 
que  ella  ha  encendido  tanto  por  sus  hechizos  como  por 
sus  escritos. 

«:  Su  hija,  Katako,  no  menos  bella  ni  menos  célebre, 
fué,  como  su  madre,  dama  de  la  corte  i  se  vio  colmada 
de  honores  i  homenajes.  De  su  imajinacion  jentil  han  bro- 
tado grandes  poemas,  siendo  los  mejores  los  juveniles. 

«  Entre  todos  los  ontas  que  nos  ha  legado  esa  época, 
graciosos  i  suaves  cual  flores  de  escitante  aroma,  i  que 
no  traduzco  por  no  dejarlos  reducidos  a  flores  marchitas, 
elijo  uno  de  Ise-no-Vatonké. 

\<  Separada  del  esposo  adorado,  voluntariamente  con- 
flnado  en  el  templo  de  Siga,  exclama: 

Ver  sus  ojos   por  encima  del  mar  de  Oomi   imposible  fuera  ! 
Siquiera  su  aliento  envíame  viento  de  la  playa  de  Siga  ! 

«  Otro  florón  de  esa  corona  de  musas  japonesas  es  la 
simpática  i  conmovedora  figura  de  Ko-Go-Vo-Tsou- 
boné,  favorita  que  fué  del  mikado  Takakanratama,  que 
reinó  en  1I7I. 

«Pretendió  desposarse  con  ella;  pero  el  primer  mi- 
nistro, hombre  cruel  i  tiránico,  destinaba  para  su  hija  tanto 
honor.  Ko-Go-Vo,  temiendo  por  su  vida  i  mas  aun  por 
la  del  mikado,  cedió  el  sitio  a  su  rival.  Esta,  siendo  em- 


-  549   - 

peratriz,  la  hizo  encerrar  en  una  bonzeria.  La  sacerdo- 
tiza  exala  su  último  adiós  al  mundo  i  a  sus  amores  en 
estos  términos: 

Mi  corazón  ha  muerto,  no  tengo  vocación,  pero  me  dejo  atraer  por  el 
prestigio  relijioso  del  Boudhismo  ». 

«Puede  parecer  estraño  ver  príncipes,  guerreros,  mu- 
jeres, dirijiendo  esa  gran  corriente  poética.  La  reli- 
jion,  inspiradora  prima  de  las  mas  perfectas  espansio- 
nes  hacia  el  ideal,  no  se  mantiene  estraña  a  ella.  Pero 
los  bonzos,  profesando  una  filosofía  mas  elevada,  se 
entregan  preferentemente  a  estudios  abstractos.  A  ellos 
principalmente  se  debe  la  conservación  de  la  escritura 
nacional. 

«  Kobo  -  Daishi,  sacerdote,  filósofo  i  poeta,  ha  de- 
jado escritos  que  fueron  completados  por  el  bonzo 
Koka'í,  su  sucesor.  A  este  último  se  debe  una  poesia 
impregnada  de  profundo  acento   relijioso: 

A  pesar  de  su  perfume,  desaparece  la  flor  sin  dejar  rastro. 

Asi  mi  vida  no  durará  mucho! 

Vamos  trepando  á  una  montaña  escarpada. 

Pero  cuando  hayamos  llegado  al  mas  allá  no  habrá  ya  errores. 

«  En  el  Olimpo  Japones  hai  un  dios  -  poeta  al  que  se 
atribuye  el  siguiente  onta: 

Montes  ondulados,  cuan  larga  es  la  cola  de  vuestros  Yamadoril  Mas 
"larga  si  mas  larga,  será  para  mí  la  noche  de  mi  sueño  solitario ! 

«Ese  dios  que  tiene  su  templo  en  Akasi  es  invocado 
por  los  jóvenes  discípulos  en  poesia  o  por  aquellos 
para  quienes  la  inspiración  se  muestra  rebelde. 

«Cuando  se  estiende  la  universalidad  de  las  investi- 
gaciones al  través  de  las  edades  i  de  las  razas,  se  es- 
perimenta  sorpresa  volviendo  a  encontrar  ciertas  gran- 
des figuras  en  tiempos  i  bajo  cielos  tan  remotos  i 
distintos. 

«  Diójenes  i  otros  filósofos  de  la  Grecia  reviven  en 
el  bonzo  Saighió,  que  sus  contemporáneos  trataron  de 
loco  por  su  poesia  sencilla  i  original.  Pero  la  posteri- 
dad se  dio  cuenta  de  la  sabiduria  de  su  enseñanza  i  de 
la  profundidad  de  su  filosofía. 


—  550  — 

<  El  día  de  año  nuevo  constituye  una  fitrsta  en  todos 
los  países;  pero  en  el  Japón,  da  la  señal  de  un  regocijo 
jeneral,  las  jentes  se  abordan  en  las  calles  i  se  felicitan. 

«Grande  fué  el  asombro  al  ver  en  un  dia  de  esta  fiesta 
al  bonzo  Saighió  paseándose  gravemente  por  las  calles, 
empuñando  una  pica  en  que  estaba  plantada  un  cráneo 
humano.  El  pueblo  escandalizado,  se  amotinó ;  pero 
el  filósofo,  con  calma,  respondió  con  una  poesia,  cuyos 
conceptos  son  poco  mas  o  menos  los  siguientes  : 

El  año  que  termina  o«  recuerda  la  brevedad  de  la  vida  i  sin  embargo 
os  felicitáis  gozosos. 

En  nuestro  viaje  oscuro  por  la  Tierra,  pensemos  en  el  término  a!  que 
nos  vamos  acercando ! 

€  Ese  filósofo,  como  lo  prueba  el  rasgo  citado,  tenia  su 
franca  manera  de  espresarse,  amen  de  una  orijinalidad 
que  no  lo  abandonaba,  aun  estando  al  habla  con  los  mas 
encumbrados  personajes.  Uno  de  ellos,  habiendo  solici- 
tado su  visita,  quiso  colmarlo.de  obsequios  que  el  visi- 
tante rehusó,  pero  al  despedirse  casi  a  la  fuerza,  le  puso 
en  las  manos  una  estatuita  de  oro  de  gran  valor  artístico. 

«Saighió,  al  salir  de  aquella  mansión,  se  vio  rodeado  de 
chicuclos,  i  les  arrojó  la  joya  como  les  hubiera  tirado 
unas  golosinas. 

«Ese  espíritu  tan  desprendido  de  los  bienes  terrenales, 
ha  dejado  meditaciones  relijiosas  cuya  doctrina  toda  se 
resume  en  un  onta,  OH¿a  de  protesta  contra  la  costumbre 
de  darse  vuelta  para  orar,  al  oeste,  donde  colocan  el 
paraiso  de  Buda. 

(Por  qué  volverse  hacia  el  occidente  para  dar  con  el  paraiso? 
¿Acaso  no  lo  llevan  en  si  los  corazones  paros? 

<x  Con  referencia  a  esas  edades  primitivas  tan  fecundas 
en  recuerdos  gratos  a  los  poetas  japoneses,  no  podemos 
olvidar  una  epopeya  a  la  vez  guerrera  i  poética,  que 
recordará  a  los  franceses  sus  mas  bellos  romances  del 
tiempo  famoso  de  la  caballeria. 

«  Jemia  el  mikado  en  su  palacio,  presa  de  un  mal  es- 
traño  cuya  causa  no  lograban  definir  los  médicos  que  lo 
atendian.  Naturalmente  eran  ineficaces  todos  los  re- 
medios. 


-   551  — 

«  Un  joven  héroe  llamado  Ghenzammi-Yarimassa,  tan 
reputado  por  su  destreza  en  tirar  el  arco  como  por  su 
talento  en  componer  versos,  se  siente  hondamente  con- 
movido ante  las  angustias  de  su  soberano  i  dirijiéndose 
al  dios  de  los  guerreros,  pide  que  le  haga  descubrir  la 
causa   del  estraño  mal. 

«Una noche  que,  como  fiel  servidor,  velaba  al  rededor 
del  palacio  imperial,  vio  un  horrendo  monstruo,  con 
cabeza  de  mono,  cuerpo  de  tigre  i  cola  de  serpiente. 
Era  pues  indudable  que  el  mikado  sufria  la  inñuencia  de 
un  maleficio  i  que  la  horrible  bestia  absorbía  el  destino, 
bebia  la  vida  del  emperador,  quien  no  habia  de  recupe- 
rar la  salud  mientras  no  muriera  el  monstruo. 

«  Tal  fué  por  lo  menos  la  opinión  de  los  augures, 
sabios  i  demás  autoridades,  sobre  el  caso. 

c  Por  su  lejendario  valor,  Ghenzammi  era  el  indicado  a 
la  elección  del  soberano,  quien  lo  llamó  i  prometió  darle 
cuanto  quisiera  si  lo  libraba  del  autor  de  todos  sus  males. 

«  Con  gran  denuedo  esperó  nuestro  héroe  al  monstruo 
i  lanzándose  sobre  él  en  momentos  en  que  se  disponia 
a  saltar  al  techo  del  palacio,  lo  detuvo  de  un  flechazo 
i  después  lo  dio  en  tierra  con  maravillosa  habilidad  i 
fuerza. 

«El  mikado  agradecido,  renovó  su  promesa,  i  como  el 
valor  siempre  pide  por  premio  la  hermosura  i  Ghenzam- 
mi habia  visto  en  una  ventana  del  palacio  a  la  bella 
princesa  Ayamé,  quedando  en  el  acto  i  por  siempre  lo- 
camente enamorado  de  ella,  por  toda  recompensa  solicitó 
su  mano. 

«  La  mas  seductora  i  bella  de  todas  las  hijas  del  rei 
fué  así  también  la  mas  amada.  El  mikado  preso  entre  la 
palabra  empeñada  i  su  amor  a  Ayamé,  recurrió  a  una 
estratajema. 

«  Mandó  vestir  de  idéntico  modo  a  todas  las  mujeres 
del  palacio,  que  envueltas  en  tules  disimulaban  sus  formas, 
i  presentando  a  su  salvador  ese  grupo  de  beldades,  le 
dijo : 

«Diríjete  a  la  que  tu  corazón  ha  elejido». 

«  Ghenzammi  habia  apenas  entrevisto  por  casualidad, 
durante   una  fiesta  en  la  corte  a  la  hermosa  Ayamé  (el 


—  552  — 

traductor  o  el  autor  se  ha  olvidado  de  habernos  contado 
que  la  vio  en  una  ventana  del  palacio);  no  sabia  como 
distinguirla  entre  todas  las  demás,  máxime  cuando  el 
temor  de  equivocarse  i  de  perder  para  siempre  el  objeto 
de  su  pasión,  lo  dejaba  mas  perplejo. 

c  Triste  i  descorazonado  entonces,  compuso  sobre  la 
marcha  una  conmovedora  poesia  que  aun  en  nuestra 
época  cítase  como  una  espresion  de  ternura  delicada, 
melancólica  i  dulcemente  suplicante.  Pero  las  combina- 
ciones de  palabras  que  le  dan  tanta  finura  no  pueden  ser 
comprendidas  en  la  traducción. 

€  \  Oh  poder  del  Ofifa  /.  . .  La  princesa  Ayamé,  oculta 
entre  sus  compañeras,  vivamente  conmovida  se  deja 
denunciar  por  sus  lágrimas  i  el  mikado,  entusiasmado 
por  lo  que  oye,  toma  la  mano  de  la  bella  i  la  pone  en  la 
del  afortunado  poeta. 

«  Ghenzammi  se  retiró  con  la  mujer  amada  lejos  del 
bullicio  i  de  las  fiestas.  Vivió  muchos  años,  olvidando 
la  guerra  por  la  poesia.  Pero  lo  trajeron  de  nuevo  al 
campo  de  batalla,  las  luchas  que  ensangrentaron  su  pa- 
tria, en  las  que  se  condujo  como  un  héroe  i  murió  con 
las  armas  en  la  mano,  componiendo  el  onía  que  fué 
su  canto  del  cisne  : 

El  árbol  enterrado  no  florece  mas. 
Tal  es  la  triste  suerte  que  me  espera. 

«Tras  de  los  fulgores  de  una  hermosa  aurora,  con 
refuljencias  divinas,  i  donde  la  relijion  budista  tomó  sus 
mejores  pajinas,  desaparecen  en  las  nubes  los  tiempos 
antiguos. 

<  La  poesia,  esa  tierna  i  profunda  fuerza  del  alma  japo- 
nesa, quedó  latente  como  en  un  estado  de  transición, 
para  reaparecer  con  nuevo  resplandor  a  fines  del  si^/o 
duodécimo. 

« Observemos  antes  de  penetrar  en  ese  periodo  tan 
brillante,  que  en  el  Estremo  oriente,  los  héroes  son  seres 
privilejiados.  Así,  todo  gran  guerrero,  es  casi  siempre 
poeta  al  mismo  tiempo. 

«  El  onta  vuela  como  flecha  en  un  campo  de  batalla. 
Antes   de  morir,  envuelto   en  el  triunfo  o  en  la  derrota, 


—   553  — 

el  jeneral  lanza  su  postrer  grito  en  un  supremo  arranque 
de  poesía  que  hace  su  nombre  lejendario. 

«  Por  eso  la  historia  poética  del  Japón  se  haHa  íntima- 
mente ligada  a  su  epopeya  guerrera  i  en  ella  los  mas 
grandes  combates  inspiran  los  mas  bellos  poemas. 

<  Hacia  el  año  II59>  ya  ensangrentado  por  la  gran 
lucha  de  los  Nimamota  i  los  Taira,  el  Japón  cayó  entera- 
mente bajo  el  dominio  de  Kyómori,  cuyo  poder  se  acre- 
centó, no  porque  fuera  completamente  aniquilado  el 
bando  enemigo,  sino  por  la  desaparición  de  sus  principa- 
les jefes. 

«  A  uno  de  ellos  lo  mató  un  sirviente  en  el  baño,  aspi- 
rando por  esa  traición  al  favor  del  gran  Ta'íra.  Otro,  dis- 
frazado, entró  en  Kioto  i  allí  fué  descubierto  i  sacrificado. 
Al  tercero  lo  salvó  la  madre  de  Kyómori,  por  haberlo 
encontrado  parecido  a  un  hijo  que  perdiera  en  temprana 
edad,  pero  la  gracia  fué  acordada  de  mala  gana  i  el 
favorecido  Yoshitomo,  si  bien  conservó  la  vida,  salió 
desterrado  a  una  lejana  provincia. 

«Los  habitantes  de  Kioto  comprendieron  al  verlo 
partir  su  resentimiento  i  la  sed  de  venganza  que  llevaba 
consigo. 

Ah!   decian   todos,    este    es    un    cachorro  de  tigre  a  quien  mas  habría 
valido  estrangular  que  soltar  en  las  praderas. 

«  Con  esa  ceguera  que  a  veces  pierde  a  los  tiranos 
mas  precavidos,  Kyómori,  descuidó  apoderarse  de  los 
hijos  lejítimos  de  Yoshitomo  i  en  cambio,  se  ensañó  con 
tres  párvulos  que  le  diera  la  hermosa  Tokida-Gozein. 

«  Perseguida,  estrechada,  creyendo  a  cada  paso  hallar 
la  muerte,  menos  temida  para  ella  que  para  sus  tiernos 
hijos,  la  animosa  mujer  tomó  a  los  tres  en  sus  brazos  i, 
apretándolos  contra  su  seno  para  abrigarlos  i  conser- 
varles la  vida  que  les  diera,  se  puso  en  marcha  al  través 
de  llanuras  cubiertas  de  nieve.  En  fin,  tras  de  muchas 
fatigas  insuperables  para  corazones  que  no  sean  de 
madre,  logró  desorientar  a  sus  perseguidores  i  alcanzó 
un  asilo  seguro.  Pero  tampoco  allí  pudo  vivir  en  paz, 
pues  Kyómori  hizo  capturar  a  la  madre  de  la  joven 
fujitiva,  anunciando  por  todo  el  imperio  que  la  haria  pe- 


—  554  — 

recer  en  los  tormentos  mas  atroces  si  no  se  le  entreg^aba 
los  hijos  de  Yoshitomo.  Luchas  desgarradoras  suelen 
producirse  en  los  corazones  femeninos,  entre  el  deber  i 
el  instinto!  Triunfó  el  deber  aquí;  la  pobre  Tokida-Go- 
zein,  haciendo  heroico  sacrificio,  fué  a  postrarse  con  sus 
hijos  a  los  pies  del  tirano,  cuya  gracia  obtuvo  con- 
virtiéndose en  concubina  de  este  hombre  a  quien  con 
tanta  razón  odiaba. 

«  Sus  dos  hijos  mayores  fueron  educados  en  los  tem- 
plos donde  abrazaron  la  vida  relijiosa,  pero  el  tercero, 
vengador  i  gloria  de  su  raza,  adquirió  eterna  celebridad 
bajo  el  nombre  de  Djenghiskan,  conquistador  famoso. 

«  Fascinado  por  la  noble  figura  de  la  hermosa  Tokida, 
a  la  que  un  gran  pintor  ha  representado  en  la  nevada 
pradera,  estrechando  sus  hijos,  en  admirable  actitud  de 
angustia  i  amor  materno,  yo  he  cantado  sus  desgracias, 
en  una  poesia  del  estilo  chino  llamado  ski,  que  traducida, 
dice  mas  o  menos,  esto: 

Ay !  cuan  garandes  i  hondos  son  los  safrimientos  de  esta  mujer  perdida 
en  la  blanca  inmensidad;  menos  inmensa  que  su  dolor! 

Por  salvar  a  ^u  madre  sacrificó  sus  propios  hijos.  Pero  para  salvar  a 
sus  hijos  se  sacrificó  ella  misma. 

Le  ha  sido  necesario  entregar  la  flor  de  su  fidelidad  i  de  su  amor  . 

Pero  la  flor  al  caer  arrastró  la  cabeza  del  tirano,  pues,  el  hombre 
nacido  en  ese  seno,  aplastará   a  su  vez,  al  verdugo  que  lo  violó. 

<  En  efecto,  Kyómori  fué  decapitado  mas  tarde  por  el 
hijo  último  de  su  víctima. 

«  Como  suele  a  menudo  ocurrir  en  el  ocaso  de  las 
razas,  este  vastago  posee  todas  las  grandezas,  todas  las 
noblezas  del  espíritu  i  del  corazón,  que  parecen  los  últi- 
mos fulgores  de  la  suya,  próxima  a  desaparecer.  El  her- 
mano menor  de  Tairano-Kyómori  fué  uno  délos  mas  fa- 
mosos guerreros  i  de  los  mas  celebres  poetas  del  Japón, 
El  nombre  de  Taírano-Tadanori,  es  uno  de  los  mas  acla- 
mados en  el  teatro  moderno,  cuando  representan  su  his- 
toria completa  los  artistas  del  pais. 

« Sostuvo  la  lucha  contra  los  antiguos  enemigos  de 
su  familia  con  rara  energía.  Pero,  abandonado,  traicio- 
nado por  la  ola  que  se  precipitaba  al  encuentro  de  los 
Minamoto  vencedores,  como  a  su  vez  lo  habían  sido  los 
Taíra,  único  resto  de  su  partido  i  de  su  familia,  peleaba 


-  555  — 

todavía  en  la  provincia  de  Omi,  donde  habían  sido  tan 
poderosos  sus  partidarios. 

«  Una  violenta  tempestad,  doblando  los  cerezos,  había 
volteado  sus  flores,  que  cubrían  el  suelo  formando  una 
blanca  i  perfumada  alfombra. 

<  Ese  cuadro  inspiró  a  Tadanorí  su  mas  bella  poesía. 
Recordando  el  tiempo  próspero  en  que  vívia  feliz  en  su 
palacio  de  Shíga,  en  el  centro  de  ese  país  de  Omí,  flore- 
cíente  como  su  poderosa  familia,  esclamó  tn  un  bello 
lenguaje  cuyo  eco  han  conservado  los  siglos : 

¡  Oh  I  país  de  Omi ! 

Desaparecerá  la  antigua  capital. 

Potentados,  ciudades,  monumentos. 

Todo  lo  que  se  alca  se  dispersa  a  su  vez. 

Pero  pasan  los  sielos,  i  los  cerezos  florecen  siempre  en  la  montaña. 

La  obra  de  la  criatura  cae. 

La  del  creador  subsiste. 

«  Sí  del  fin  de  esta  poderosa  familia  de  los  Taíra  que- 
remos remontarnos  a  su  oríjen,  podemos,  olvidando  un 
instante  el  ruido  de  los  combates  que  se  mezcla  siempre 
al  onta  nacional,  saciar  nuestra  sed  de  poesía  amorosa 
en  lo  que  ella  tiene  de  mas  idealmente  dulce. 

«  En  efecto,  Tairano  -  Tadanorí,  abuelo  del  héroe  que 
llevó  el  mismo  nombre,  no  pensaba,  en  una  época  de  paz 
i  tranquila  feHcidad  del  imperio,  que  en  soñar  a  la  luz  de 
la  luna,  cerca  del  palacio  del  míkado  Tábano -Ique  de 
quien  era  el  servidor  mas  fiel. 

«Una  noche  que  este  astro  radiante  enviaba  sus  mas 
bellos  reflejos  sobre  una  ventana  donde  brillaba  con  no 
menor  claridad,  una  princesa  admirablemente  bella,  el 
fué  deslumbrado  i  no  cesó  de  pensar  en  su  visión. 

«  Al  dia  siguiente  volvió  i  cantó  en  sus  mas  bellos  ver- 
sos la  exelsa  aparición  salida  de  las  nubes  como  la  luna 
para  alumbrar  su  vida,  toda  llena  de  luz  desde  esa 
hora  bendecida, 

«Empleó  un  acento  tan  convencido,  actitudes  tan  es- 
presívas,  que  la  beldad  asi  incensada  se  dejó  impresionar 
profundamente  por  aquella  esplosíon  de  ardor  i  de 
poesía. 

«  Quiso  ella  conocer  al  caballero  i  preguntó  su  nombre. 
Tadanorí    le    reprochó    tiernamente   su    desconfianza    í 


—  556  — 

puesto  que  no  se  dejaba  siquiera  besar  la  mano,  él 
no  debia  acceder  a  su  pedido.  Pero  concluyó  con  un 
juego  de  palabras  en  el  que  espiritual  i  discretamente 
decia  tedo. 

<  No  podemos  reproducir  este  pequeño  i  elegante 
poema  que  cual  ningún  otro,  exije  el  conocimiento  de  las 
finuras  de  la  lengua  japonesa.  Se  queja  de  que  /a  li^na 
deje  solamente  en  la  nube  su  apariencia;  la  palabra 
apariencia  se  pronuncia  tada  ;  en  estas  dobles  significa- 
ciones, apariencia  quiere  decir  también  nori;  de  este 
modo,  sin  atreverse  a  decir  su  nombre,  Tadanorij  lo 
daba  a   conocer. 

«  La  princesa,  finjiendo  un  gran  resentimiento  por  esta 
pasión  i  por  esta  reserva,  contó  todo  al  mikado,  quien 
siendo  hombre  de  espíritu,  favoreció  la  intriga  i  permi- 
tió que  llegara  a  una  lejítima  unión. 

« La  historia,  sin  embargo,  dice  que  la  aventura 
se  termina  de  un  modo  sombrio,  pues  del  matrimonio 
nació  el  feroz  Kyómori,  cuya  tirania  de  que  ya  hemos 
hablado,  es  una  de  las  tristes  pajinas  de  la  historia  del 
Japón. 

«  El  fué,  sin  embargo,  ardientemente  adorado  de  muje- 
res notables  por  su  intelijencia  i  por  su  hermosura. 

«  La  belleza  ()asa,  pero  el  espíritu  queda.  Sus  poemas 
han  atravesado  los  siglos,  en  tanto  el  amor  que  estas 
gacelas  inspiraron  al  tigre,  fué  de  corta  duración. 

«Dos  hermanas  en  estremo  seductoras,  habiéndose 
prendado  de  Kyómori  desde  el  dia  que  lo  vieron,  le  diri- 
jieron  una  poesía  cuyo  sentido  va  en  seguida  : 

El  pino  que  reverdece  en  el  monte  Horai  emplea  miles  de  años  en 
desaparecer. 

Las  cigüeñas  hacen  sus  nidos  bajo  las  mas  compactas  ramas. 

Así  nuestros  corazones  se  han  abrigado  bajo  la  jigantesca  espesura. 

Pueda  la  gloria  de  nuestro  príncipe  estenderse  como  estos  árboles  i 
protejer  nuestro  amor. 

«  El  favor  con  el  cual  Kyómori  recompensaba  las  gra- 
cias encantadoras  de  las  dos  hermanas  fué  pasajero, 
eclipsándose  sus  seducciones  tras  de  los  atractivos  de 
una  bailarina,  también  poetisa,  que  cantaba  balanceán- 
dose ondulosamente,  este  dictado  : 


—  557  — 


Buda  miüino  en  un  principio  era  como  los  seres  ordinarios. 
Todos  nosotros  mas  tarae  podemos  perdernos  en  sa  gloria. 
¿  Por  qué  establecer  tanta  diferencia  entre  los  mortales  ? 

«La  espresion  oculta  de  esta  poesia  era  que  una  sim- 
ple bailarina  podía  valer  varias  princesas. 

« Ella  las  sobrepasó  aun  en  el  corazón  del  amo, 
quien  no  tuvo  ya  ojos  ni  sentimientos  sino  para  esta  mu- 
jer que  bien  pronto  lo  forzó  á  espulsar  a  las  dos  her- 
manas i  estas,  pobres  musas  inconsolables,  desterradas 
pasaron  el  resto  de  su  vida  en  exalar  su  dolor  en  los  tér- 
minos mas  conmovedores.  Una  de  sus  obras  mas  conoci- 
das fué,  se  dice,  escrita  con  sus  lágrimas  en  el  lienzo  de 
un  biombo. 

Durante  el  verano  las  yerbas  de  olor  cubren  la  pradera. 

Las  flores  son  brillantes  en  sus  bellos  colores. 

Hace  tanto  calor  que  todo  prospera  i  trae  regocijo  al  corazón. 

Pero  la  brisa  helada  no  tarda  en  llegar. . . . 

La  pobre  planta  se  inclina  i  muere. 

Así  la  mujer  ve  abrirse  su  amor  al  contacto  de  un  rayo  de  sol. 

Todo  se  enfria  pronto  sin  embargo. 

I  apenas  el  otoño  aparece  todo  huye  i  se  pierde. 

El  destino  del  amor  es  no  durar  sino  una  estación  ! 

«  Estos  poemas  de  amor  no  son  sino  un  corto  inter- 
medio en  la  ftarracion  casi  esclusivamente  llenada  con 
cantos  guerreros. 

«  Volvamos  pues  a  la  época  de  la  lucha  de  los  Ta'íra  i 
de  los  Minamoto,  tan  fecunda  en  grandes  hechos  de 
guerra  como  en  grandes  arrebatos  poéticos.  Un  nombre 
debe  detenernos  a  fin  de  saludarlo  entre  todos  i  rendirle 
el  homenaje  que  merece  su  triple  aureola  de  poeta,  de 
guerrero  i  de  santo. 

<  El  oríjen  de  este  héroe  remontada  a  Buda  mismo  si 
se  creyera  en  el  onfa  que  lo  hace  descender  en  línea 
recta  del  paraiso. 

«  Pero  desprendiéndonos  de  lo  maravilloso  i  conten- 
tándonos con  su  sola  gloria  terrestre,  sigamos  su  histo- 
ria, mui  simple  en  sus  comienzos  i  observemos  que  como 
muchos  otros,  nuestro  héroe  solo  debe  a  sus  desgracias 
el  lado  profundamente  conmovedor  que  lo  liga  a  la 
posteridad. 


—  558  — 

c  KoumagaY,  tan  hábil  en  el  manejo  del  sable  como  de 
la  lira,  era  uno  de  los  mas  abnegados  partidarios  de  la 
casa  Manimoto. 

«  Apasionado  de  una  joven  del  palacio  llamada  Saga- 
mi,  la  hizo  madre,  lo  que  significaba  pena  de  muerte  para 
los  dos  según  las  severas  leyes  de  la  época.  Pero  una 
de  las  concubinas  del  mikado,  conmovida  ante  el  infortu- 
nio i  los  amores  de  los  culpables,  procuró  su  fuga  i  se 
encargó  del  niño  al  cual  hizo  adoptar  por  la  familia 
de  los  Taíra-No-Tsounémori.  El  niño  fué  Atsoumori  tan 
célebre  por  su  valor  como  por  sus  talentos  literarios. 
Apenas  adolescente  fué  la  gloría  de  la  familia  a  la  cual 
creia  pertenecer. 

<  Pero  los  desastres  habian  acaecido  unos  sobre  otros 
en  la  familia  de  los  Taíra  i  la  gran  batalla  de  Itino-Tané 
iba  a  ser  su  última  tentativa. . 

«  Atsoumori,  de  diez  i  seis  anos  debia  hacer  en  ella 
sus  primeras  armas;  así,  se  habia  preparado  para  esta 
solemnidad  con  todos  los  cuidados  que  ponian  en  ello 
los  jóvenes  señores  de  la  época. 

c  Los  diversos  poemas  en  que  se  pinta  a  este  héroe 
dan  los  detalles  sobre  su  tocado  preparatorio  para  el 
combate,  que  parecerían  pueriles  en  nuestros  tiempos 
pero  que  podran  sin  embargo  interesar  a  los  aficionados 
a  buscar  viejas  costumbres : 

Antes  de  tomar  sus  mas  bellas  armas  largo  tiempo  acariciadas  como 
seductoras  mujeres,  untó  su  cuerpo  mas  blanco  que  la  primera  nieve,  con 
ana  sustancia  de  color  rojo  oscuro  adoptada  por  los  guerreros  de  la  alta 
nobleza.  Después  se  vistió  con  un  traje  cuvos  dibujos,  delicadamente  teji- 
dos, representaban  las  diferentes  yerbas  del  otoño.  Sus  guantes  i  polainas 
de  hierro  son  finamente  cinceladas.  So  armadura  soberbia  es  amarilla, 
color  de  oro.  Ata  elegantemente  bajo  su  mentón  las  cintas  de  su  casco 
que  terminan  en  dos  alas  de  acero.  En  ñn  toma  su  sable  que  es  una  fína 
lámina  de  Kamakoura  ( el  Toledo  del  Japón ).  Sobre  su  espalda  lleva 
una  aljaba  de  veinticuatro  flechas  de  todo  tamaño  adornadas  de  plumas 
negras  como  las  alas  del  cuervo.  En  su  mano  izauierda  tiene  un  arco 
de  modelo  especial  i  cubierto  de  laca.  Se  lanza  soore  su  caballo  igual- 
mente enjaezado  i  lo  dirije  con  gracia  i  con  ñrmeza,  pues  el  potro 
lleva  las  marcas  de  Ren  -  Zen  que  indican  el  animal  de  raza,  fogoso  i 
temerario. 

«  ¡  Ah !  este  combate  debia  traer  la  derrota  completa 
de  los  Taira  i  Atsoumori  no  conoció  la  embriaguez  del 
triunfo. 


—  559  — 

«  Todos  los  miembros  de  esta  poderosa  familia  ven- 
cidos i  dispersos,  huyen  hacia  el  mar  donde  una  flotilla 
con  las  armas  del  sol  de  oro  ha  sido  prontamente  apare- 
jada para  llevarlos  lejos  de  las  riberas,  testigos  de  su 
desastre. 

«  Atsoumori  en  lugar  de  seguirlos  se  acuerda  que  ha 
dejado  en  el  palacio  una  flauta,  objeto  precioso  el  mas 
querido,  que  le  recuerda  las  alegrías  de  su  niñez  i  se 
encapricha  en  tenerla,  con  una  tenacidad  que  solo  su 
juventud  esplica  i  escusa. 

«  Su  mas  adicto  servidor  va  a  buscarla  i  la  trae  por  fin, 
pero  se  ha  perdido  tiempo  en  esperar.  Todos  los  Taíra 
están  ya  a  bordo  i  para  juntarse  con  ellos  el  joven  jene- 
ral  dirije  su  caballo  al  mar.  Las  embarcaciones  se  alejan 
i  Atsoumori  apura  su  corcel  que  se  encabrita  en  las  olas, 
pero  avanzando  siempre. 

«  Ha  sido  visto  por  fin  el  caballero  que  llega  entre  las 
aguas  i  que,  desplegando  su  abanico  marcado  con  un  sol 
imperial  lo  ajita  como  una  señal  suprema. 

—  «{No  es  monseñor  Atsoumori  ?  esclaman  los  servi- 
dores abnegados  que  se  hallaban  en  los  barcos.  El 
buque  imperial  recibe  orden  de  virar  de  bordo  i  aproxi- 
marse a  la  costa. 

«  ¡  Unos  cuantos  esfuerzos  mas  i  el  valiente  joven  se 
habrá  reunido  al  mikado  i  a  sus  otros  parientes!  Pero  la 
fatalidad  pesa  sobre  la  suerte  de  los  héroes ! . .  Ella 
aparece  en  este  momento  en  la  persona  del  gran  guer- 
rero, Koumagaí,  que  habia  permanecido  fiel  a  la  bandera 
de  los  Minamotre  i  que  arde  en  deseos  de  distinguirse 
por  una  importante  captura  antes  del  fin  del  combate. 
Apercibiendo  la  armadura  centelleante,  el  caballo  rica- 
mente enjaezado  i  todas  las  apariencias  de  hombre  de 
rango  en  el  joven,  lo  interpela,  tratándolo  de  cobarde  i 
de  fujitivo.  La  provocación  cae  como  una  flecha  sobre 
Atsoumori,  quien  se  detiene  i  da  vuelta  a  ver  el  enemigo 
que  lo  provoca;  este  le  arroja  un  desafío  sangriento;  el 
joven  se  irrita  por  el  insulto  i  vuelve  sobre  sus  pasos 
para  pedir  cuenta  de  la  injuria. 

<  Los  dos  combatientes  comienzan  a  medirse  con  igual 
valor  sin  que  la  naturaleza   ciega   les   advierta  que  un 


—  560  — 

vínculo  debía  unirlos  en  un  abrazo,  en  vez  de  trabarlos 
en  pelea. 

«  Hrlos  ahí  arrojándose  el  uno  contra  el  otro.  Los 
sables  despiden  relámpagos,  pero  sus  láminas  se  mellan 
i  se  quiebran;  se  hace  necesario  bajar  del  caballo  i 
combatir  cuerpo  a  cuerpo. 

<  Kntonces  los  dos  héroes  no  son  ya  de  la  misma 
fuerza,  pues  Atsoumori,  pequeño  i  delicado,  solo  es  un 
manojo  de  paja  entre  los  brazos  del  coloso  Koumagaí, 
quien  lo  derriba  pronto,  pero  estando  ya  para  cortarle  la 
cabeza  i  llevarla  en  triunfo  a  su  señor,  desea  saber  al 
menos  el  nombre  de  su  víctima. 

—  «¿Quién  eres?>  le  grita  contra  todos  los  usos  de 
estas  luchas  en  las  que  se  debe  proclamar  los  títulos  i 
calidades  antes  de  venir  a  las  manos,  pero  no  es  permi- 
tido exijir  una  vez  comenzado  el  combate. 

—  «Eres  dueño  de  mi  vida,  responde  Atsoumori;  tó- 
mala, pero  no  me  pidas  mi  nombre,  pues  olvidas  las 
reglas  del  honor  que  me  permiten  callarme.  Cuando  ten- 
gas mi  cabeza  llévala  a  tu  campo ;  mis  soldados  prisio- 
neros te  dirán,  inclinándose  ante  ella  el  rango  augusto 
que  ocupa. 

«  Oyéndolo  hablar  i  mirándolo  sobre  todo,  Koumagaí 
se  sintió  impresionado  por  su  juventud  i  por  el  recuerdo 
del  hijo  de  la  misma  edad  que  trajo  a  su  memoria  i  en  un 
bello  arranque  de  jenerosidad,  le  hizo  seña  de  apartarse. 
En  este  momento  de  lo  alto  de  los  desfiladeros  que  los 
rodeaban  emerje  una  banda  furiosa  dando  gritos  de 
muerte  e  indignándose  de  la  traición  de  Koumagaí  quien, 
teniendo  entre  sus  manos  un  jeneral  enemigo,  lo  dejaba 
escapar. 

«  Atsoumori,  viéndose  perdido  ruega  a  su  vencedor 
que  le  dé  el  golpe  fatal,  pues  cien  brazos  levantados  con- 
tra él  no  tardarán  en  descargarlo.  Quiere  morir  de  su 
mano. 

—  «Dime  ahora  tu  nombre,  joven,  a  fin  de  colocarlo  en 
mis  rezos  hasta  el  último  de  mis  dias. 

— «  Toma,  te  dejo  esta  flauta  causa  de  mi  pérdida;  mi 
nombre  está  escrito  encima,  tu  lo  leerás  después  de 
haber  cortado  esta  cabeza  que  yo  te  entrego. 


—  561   — 

c  De  un  solo  golpe  i  con  los  ojos  llenos  de  lágrimas, 
Koumagaí  cumplió,  bajo  la  mirada  feroz  de  sus  compa- 
ñeros de  armas,  lo  que  consideraba  su  deber ;  pero  des- 
pués de  haber  leido  el  nombre  trazado  sobre  el  objeto 
que  se  le  había  dejado  en  recuerdo,  este  coloso  cayó 
como  una  encina  derribada  por  el  rayo,  sobre  el  charco 
de  la  sangre  que  había  derramado. 

«  Koumagaí  se  hizo  monje  i  fué  reputado  por  su  san- 
tidad. 

€  Se  le  veía  días  enteros  murmurando  sus  rezos,  con 
los  ojos  vueltos  hacia  el  oeste,  donde  nuestra  fé  coloca 
el  paraíso  i  pasó  el  resto  de  su  vida  en  la  mayor  auste- 
ridad i  el  retiro  absoluto. 

«  Sus  poesías  dulces  i  tristes  eran  tiernas  elejias;  era 
su  consuelo  componerlas  i  al  mismo  tiempo  encantaba 
con  ellas  a  los  que  las  oían. 

€  A  veces  sus  antiguos  compañeros  de  armas  insulta- 
ban al  león  abatido  por  su  dolor,  pero  él  convertido  en 
un  dulce  cordero,  los  desarmaba  con  su  paciencia  i  sus 
admirables  discursos. 

€  Al  fin  de  sus  días  Buda  mismo  vino  a  buscar  el  alma 
que  le  pertenecía. 


Tercer  periodo,  —  «El  siglo  catorce  que  ha  dado  na- 
cimiento a  los  mas  grandes  poemas  épicos,  equiparados 
en  nuestra  literatura  a  la  Iliada  i  la  Odisea  de  la  poesía 
de  la  Europa,  principia  en  medio  de  las  querellas  intes- 
tinas del  míkado  i  el  shógoun,  poder  rival  de  la  autoridad 
suprema,  cuando  solo  debía  ser  en  realidad  el  primer 
subdito  del  emperador. 

«  Queriendo  guardar  el  poder  efectivo,  los  shógoun, 
cuyas  funciones  escepcionales  corresponden  mas  o  menos 
a  las  de  los  primeros  ministros  o  visires  en  Europa,  se 
cuidaron  de  rodear  de  honores  escesivos  a  la  persona 
sagrada  del  Dragón  (  nombre  simbólico  del  emperador) 
i  de  aislarlo  en  su  grandeza,  separándolo  del  resto  de  los 
humanos.  Los  mikados  vivían  en  sus  palacios  como  sobre 
las  nubes,   aislados  del  pueblo,  i  hasta  no  hace   mucho 

Por  mares  i  por  tierras  36 


—  562  — 

tiempo    aun  los  grandes  del  imperio  no  podían  mirarlo 
de  frente. 

<  Kn  estos  sentimientos  en  los  cuales  entraba  mas 
diplomacia  que  respeto,  vemos  sin  embargo  surjir  escep- 
ciones;  el  shógoun  Assikaga,  ultrapasando  todos  los 
límites  de  la  ambición,  da  el  sacrflego  ejemplo  de  la 
lucha  abierta  con  su  soberano. 

<  En  contrario  a  lo  que  sucede  en  otros~  países,  los 
tiempos  de  guerras  civiles  o  nacionales  son  justamente 
aquellos  en  que  el  jénio  poético  se  da  mas  libre  curso, 
probablemente  como  lo  hemos  observado,  porque  en  todo 
guerrero  hai  un  poeta  i  porque  los  dos  grandes  alientos^ 
el  del  valor  i  el  de  la  imajinacion,  se  escitan  mutuamente. 

«  El  emperador  Godaigotennó  que  reinaba  hacia  el 
año  1370,  traicionado  por  aquel  sobre  el  cual  reposaba 
la  administración  del  imperio,  fué  también  abandonado 
por  casi  todos  sus  datmios  ( gobernadores  de  provincia) 
que  aprovechaban  del  estado  de  perturbación  jeneral 
para  hacerse  la  guerra  unos  a  otros  i  aumentar  sus  do- 
minios. 

«  Bien  pronto  el  mikado  no  tuvo  ya  un  sitio  para  vivir 
tranquilo  i  hasta  llegó  a  sufrir  el  hambre  i  el  frío.  En 
tan  miserable  estremo  que  su  grandeza  hacia  aun  mas 
terrible,  Godaigotennó  soñó  una  noche,  que  para  evitar 
un  huracán  desencadenado  contra  él,  debia  ponerse  al 
abrigo  de  un  árbol  jigantesco.  Dando  vuelta  sus  ojos 
hacia  el  sud  habia  visto  en  esa  rejion  al  Japón  someti- 
do, apaciguado,  entrar  en  la  calma  i  en  la  paz. 

«  Al  despertar  dijo  a  sus  servidores: 

He  tenido  una  revelación  en  mi  sueño;  debe  haber  un  da'ímio  ñel  que 
nos  salvará;  los  Koamis  (dioses  nacionales)  me  han  hecho  oir  su  voz  i 
reflexionando  sobre  los  caracteres  simbólicos  i  sobre  este  árbol  opuesto- 
ai  norte,  todo  me  descubre  una  combinación  que  será  para  nosotros  la 
salud. 

«  Hablaba  con  tal  convicción  que  sus  fieles  servidores 
sintieron  despertarse  su  fé  i  su  enerjia  como  si  se  aproxi- 
mara un  libertador. 

«  Se  encontró  en  efecto  en  Kioto  un  poderoso  daímia 
que  acudió  al  llamado  imperial  i  se  puso  a  la  cabeza  de 
sus  tropas  a  las  que  supo  dar  la  victoria. 


—  563  - 

«Kussunoki  (tal  era  el  nombre  del  fiel jeneral),  antes 
de  ponerse  al  frente  del  ejército  imperial,  en  previsión  de 
que,  cualquiera  que  fuere  el  éxito  de  la  guerra,  él  no 
volveria  mas,  dejó  a  su  hijo  un  poema,  en  forma  de  tes- 
tamento, que  las  jeneraciones  han  conservado  con  una 
relijiosa  consideración,  como  la  espresion  de  los  senti- 
mientos de  un  corazón  leal  i  de  un  hombre  de  bien. 

Massatharal    Massatbural Tú  eres  mi    hijo,  tú  conoces  por  tanto 

el  camino  recto  de  la  fidelidad  i  del  deber. 

Los  enemigos  del  emperador,  mi  señor,  son  tan  numerosos  qae  él  no 
puede  llegar  a  destrozarlos. 

Te  dejo  como  an  depósito  precioso  el  papel  donde  está  escrita  la 
orden  imperial  que  voi  a  cumplir. 

Después  de  mi,  te  restara  el  deber  de  levantar  nuestro  estandarte  que 
lleva  como  escudo  de  armas  la  flor  de  crisantema. 

Se  dulce  i  afable  para  nuestros  viejos  soldados  que  soportan  desde 
tan  largo  tiempo  el  peso  de  los  combates  i  sus  fatigas  i  ten  paciencia 
con  los  jóvenes  que  no  están  todavia  acostumbrados  a  la  guerra. 

Como  último  presente  te  doi  este  sable.  |  Pueda  él  voltear  las  cabezas 
de  los  enemigos  del  emperador,  mi  señor,  en  quien  te  dejo  un  apoyo, 
oh  !  mi  hijo  Massathura! 

«  El  presentimiento  del  daímio  debia  realizarse.  Des- 
pués de  una  serie  de  victorias  que  devolvieron  el  poder 
perdido  al  mikado,  su  fiel  Kussunoki,  esperando  en 
vano  la  ayuda  del  jeneral  Yoshissada  (cuya  historia  con- 
taremos luego)  i  viendo  que  la  suerte  lo  abandonaba,  no 
pudo  sobrevivir  a  su  desastre  i  en  medio  de  su  campo, 
cerca  del  rio  Minatagarda,  se  abrió  el  vientre. 

« Se  visita  todavia  el  sitio  en  que  murió  este  héroe  i 
los  poetas  van  allí  en  peregrinaje  para  inspirarse  en  los 
sentimientos  nobles  i  bellos  que  parecen  brotar  de  esa 
fuente  inagotable. 

«  El  príncipe  Mito,  uno  de  nuestros  mas  grandes  poe- 
tas modernos,  hizo  reconstruir  allí  el  antiguo  monumen- 
to con  esta  inscripción  en  verso: 

La  vida  humana  tiene  un  límite  al  cual  pronto  se  llega. 

Pero  el  nombre  llevado  por  la  fama  dura  eternamente. 

Corre  perpetuo  lio  de  Minatagarda  con  tus  aguas  azules  que  se 
confunden  con  el  cielo. 

Baña  estas  riberas  que  guardan  para  siempre  la  memoria  del  fiel 
servidor  Kussunoki. 

«Su  Majestad  el  mikado  Montsouhito,  que  reina  actual- 
mente en  el  Japón,   rindiendo  un  solemne  homenaje  al 


~   564  — 

recuerdo  de  este  héroe  cuya  leyenda  representa  lo  que 
Rolando  en  Roncesvalles  en  nuestros  anales  poéticos  i 
guerreros,  hizo  levantar  un  templo  en  el  que  los  hombres 
de  letras  i  los  hombres  de  espada  gustan  retemplarse 
en  los  mas  nobles  sentimientos. 

«  Habiendo  hecho  a  mi  vez  este  peregrinaje,  compuse  en 
el  local,  diferentes  poesías,  uno  de  cuyos  pasajes  ensayo 
traducir,  a  fin  de  dar  una  noción  bastante  aproximada 
del  talante  de  las  ideas  literarias,  sin  poder  desgraciada- 
mente revelar  la  fineza  plena  de  los  sobreentendidos  i 
del  jénio  de  nuestra  lengua. 

Mi  sueño  me  conduce  a  los  tiempos  del  grande  i  funesto  poderío  del 
traidor  Assikaga. 

Si  este  negro  recuerdo  entiistece  nuestro  pensamiento,  opongámosle 
la  noblti  i  bella  imájen  que  honramos  en  esle  sitio. 

Su    memoria    vivirá  eternamente!    El    diamante    puede    romperse 

cada  pedazo  guarda  por  siempre  su  brillo. 

<  Yo  debía  rendir  en  las  pajinas  que  tratan  de  nuestra 
literatura  este  homenaje  a  Kussunoki;  encontrándolo 
entre  nuestros  poetas,  es  como  un  saludo  que  le  dirijo. 

«  Para  volver  del  fiel  servidor  a  su  amo  tomemos  aun 
la  triste  elejia  que  rodea  al  mikado  Godaígótenno. 

«  Caído  otra  vez  en  poder  de  su  enemigo  después  de 
la  muerte  de  Kussunoki  fué  desterrado  a  la  isla  de 
Oki  en  1332.  Sus  hijos,  dispersados  en  diferentes  provin- 
cias para  ser  guardados  en  rehenes,  eran  en  número  de 
diez  i  seis.  Su  dinastía  no  estaba  así  espuesta  a  estin- 
guirse  i  aunque  oprimida  largo  tiempo  por  la  raza  fu- 
nesta del  usurpador,  la  vemos  florecer  de  nuevo  mas 
tarde  en  bello  tallo  imperial,  mientras  la  planta  parásita 
se  seca  i  cae  por  fin. 

«  Godaígótenno  pudo  consolarse  en  los  dolores  del 
ostracismo  con  sus  talentos  literarios;  a  su  sensible  his- 
toria se  une  un  florecimiento  de  poesias  que  él  inspiró  i 
entre  las  cuales  varias  son  suyas. 

«  Pero  los  mas  bellos  florones  de  su  corona  fueron  las 
adhesiones  que  lo  siguieron  i  lo  rodearon  aun  en  el  des- 
tierro. 

«  El  hijo  de  Kussunoki  fiel  al  testamento  de  su  padre, 
fué   el  digno  heredero  de  sus  raras  virtudes.  Massathura 


-   565  — 

combatió  basta  el  fin  por  su  solo  amo  el  mikado.  Poeta  i 
guerrero  como  todos  los  héroes  de  nuestro  pais,  batién- 
dose cantaba  la  gloria  imperial  a  que  servia,  pero  la 
victoria  lo  traicionó  también  i  antes  de  arrancarse  la 
vida  que  ya  no  amaba,  fué  a  presentar  su  último  home- 
naje al  soberano  en  esta  despedida  : 

Mi  padre,  a  la  cabeza  de  un  ejército  de  fíeles  ha  sido  el  socorro  i  el 
consuelo  de  Goda'ígotenno. 

La  anarquía  a  pesar  de  sus  esfuerzos  sobrehumanos  habiendo  con- 
cluido por  romper  la  valla  que  él  le  oponía,  no  pudo  sobrevivir  a  esta 
nueva  catástrofe.  Como  él  yo  he  combatido  i  he  vencido.  Pero  no  pu- 
diendo  ya  mi  brazo  vengador  detener  i  castigar  al  enemigo  de  mi  señor, 
traigo  al  amo  supremo  el  último  canto  de  mi  alma,  la  última  adoración 
de  mi  corazón. 

«  Los  términos  de  este  poema  indican  la  forma  en  que 
los  servidores  de  cualquier  jerarquia  o  dignidad,  habla- 
ban al  soberano  poder,  quien,  semejante  al  sol  al  cual  se 
le  comparaba,  brillaba  por  encima  de  todo. 

«  La  respuesta  del  mikado  conservada  en  los  términos 
de  la  poesia  antigua,  espresa  los  sentimientos  afectuosos 
no  disminuidos  por  la  elevación  suprema. 

€  Levantando  el  velo  verde  que  ocultaba  Su  Majestad 
a  los  simples  mortales,  miró  a  Massathura  con  una  viva 
terneza  i  le  dijo : 

La  fídelidad  de  tu  raza  es  el  consuelo  i  la  esperanza  de  mi  dinastía. 

Deja  pasar  la  tormenta  que  en  este  momento  nos  asalta  por  todos 
lados. 

Guárdate  para  mí,  pues  tu  eres  mi  sola  esperanza  i  como  un  miembro 
de  mi  propio  cuerpo 

El  mancebo  responde: 

Entro  voluntariamente  desde  ahora  en  el  número  de  las  cosas  que  ya 
no  existen. 

«  El  mikado  quiso  aun  retenerlo  por  los  encantos  del 
amor  i  le  propuso  casarlo  con  una  de  las  mas  bellas 
mujeres  de  su  corte.  Pero  nada  pudo  quitarle  el  gusto  de 
la  muerte,   la  sola  amante  que  deseaba  en  ese  momento. 

«  Con  la  punta  de  una  flecha  trazó  un  último  o^l^a  que 
es  su  epitafio: 

De  Massathura  no  queda  sino  un  nombre  fíe!. 
La  flecha  no  vuelve  al  arco  que  la  lanzó. 


—  566  - 

<  A  esta  historia  en  que  el  deber  i  el  honor  superan  a 
todo  otro  sentimiento,  podemos  oponer  un  delicado  i 
poético  episodio  en  que  la  debilidad  del  corazón  tiene  su 
parte,  lo  que  lo  hace  tal  vez  menos  heroico,  pero  mas 
humano. 

«  En  el  principio  de  las  luchas  entre  la  usurpación  i  el 
poder  lejítimo  de  que  acabamos  de  hablar,  Kussunoki 
tenia  por  su  brazo  derecho  al  mismo  tiempo  que  por  su 
émulo  en  valor,  en  fidelidad  i  en  talento  literario,  al  jene- 
ral  Yoshissada. 

«  El  mikado  sensible  a  la  devoción  i  celo  que  desple- 
gaba con  tanto  vigor,  lo  obligó  después  de  sus  muchas 
victorias  a  reposar  sobre  sus  laureles  i  a  entregarse  por 
completo  a  su  gusto  por  la  poesia.  Se  refujió  en  conse- 
cuencia en  una  parte  solitaria  de  los  jardines  inmensos  de 
la  residencia  imperial,  i  una  noche,  desde  el  fondo  de  su 
retiro,  oyó  una  voz  deliciosa,  un  canto  que  parecía  des- 
cender del  cielo.  Se  apercibió  sin  embargo  de  que  venia 
de  un  bosque  en  el  cual  él  podia  poner  en  acecho  un  ojo 
i  un  oido  indiscretos. 

« La  admirable  criatura  que  cantaba  versos  de  su 
composición  acompañándose  con  un  kofOj  especie  de 
guitarra   era  una  princesa  de  la  corte  del  mikado. 

«  Kótóno-Naishi,  tal  era  su  nombre,  reunia  todos  los 
talentos  a  una  belleza  notable;  así  gozaba  de  gran  favor 
acerca  de  su  amo  i  señor. 

<  Nuestro  gran  jeneral,  enamorado  i  débil  como  un 
pobre  estudiante,  lanzaba  algunas  poesias  a  la  vez  apasio- 
nadas i  respetuosas,  que  una  doncella  de  servicio  se  en- 
cargaba de  entregar. 

t  Pero  la  bella  Kótóno  permanecía  inflexible  deseando 
guardar  intacta  la  fidelidad  que  debia  al  mikado. 

«  Fué  necesaria  la  intervención  de  Su  Majestad  misma, 
para  unir  a  la  hermosa  pareja  tan  bien  predispuesta. 

<  Desde  entonces  los  amantes  esposos  se  adhirieron 
como  un  viejo  musgo  con  una  vieja  roca  i  aparte  de  ellos 
mismos  no  pensaron  en  nada  ni  aun  en  el  deber  nacio- 
nal; pues,  nueva  Dalila,  Kótóno  encadenó  tan  bien  a  su 
Sansón  que  no  le  dejó  atender  a  nada  i  que  el  supremo 
llamado  de  Kussunoki  no  llegó  siquiera  a  sus  oidos. 


—  567  — 

«  Cuando  quiso  correr  al  combate,  el  jefe  de  las  tro- 
pas imperiales  estaba  ya  envuelto  en  I4  derrota.  Su  so- 
corro atendido  en  vano,  llegaba  mui  tarde. 

«  El  ensayó  volver  a  llevar  sus  soldados  al  campo  de 
batalla  de  Ottokoyama;  pero  los  prodigios  de  valor  que 
hicieron  estos  no  pudieron  recobrar  la  ventaja  para  su 
bandera. 

«  Yoshissada  fué  herido  en  la  frente  por  una  flecha  i 
murió  a  la  edad  de  38  años. 

«  Su  esposa  desesperada  que  seguia  de  lejos  a  los 
ejércitos,  consiguió  ocultándose  entrar  en  Kioto,  la  capi- 
tal caida  en  poder  de  los  rebeldes.  Llegó  pegándose  a 
los  muros  i  se  metió  como  una  culebra  hasta  la  plaza  de 
la  prisión.  Allí,  sobre  la  puerta  de  hierro  apercibió  la 
cabeza  ensangrentada  de  Yoshissada  que  habian  espues- 
to!.... 

«  La  pobre  dama  corrió  a  refugiarse  en  la  Bonzeria  de 
mujeres  de  Nisiyama,  donde  haciéndose  rapar  la  cabeza, 
abrazó  la  vida  relijiosa. 

«  En  todos  los  pueblos  i  bajo  todos  los  cielos  la  reli- 
jion  ha  sido  el  gran  consuelo  de  las  vidas  atormentadas  i 
de  los  corazones  desgraciados. 

« Esta  lucha  de  los  shógouns  de  la  raza  Assikaga 
contra  el  poder  lejítimo  de  los  mikados  duró  largo 
tiempo. 

4:  Hemos  ensayado  diseñar  el  lado  heroico  i  presentar 
las  grandes  figuras  que  esta  brillante  epopeya  guerrera 
i  poética  ha  hecho  surjir. 

«  El  recuerdo  de  ella  ha  quedado  imborrable  en  el 
patriotismo  japones  i  la  adhesión  a  la  persona  augusta 
del  mikado  se  remueva  i  concentra  en  las  narraciones 
que  la  literatura  conserva  con  particular  cuidado. 

«  Para  dar  una  idea  de  estos  sentimientos  tan  vibran- 
tes ahora  como  en  la  época  en  que  nacieron,  citaré  este 
rasgo  de  uno  de  nuestros  hombres  importantes  del  go- 
bierno actual:  cuando  tenia  apenas  doce  años  hizo  mo- 
delar groseramente  por  un  carpintero  de  su  casa  las  es- 
tatuas de  todos  los  miembros  de  la  línea  de  los  shógoun 
Assikaga  i  todos  los  dias  las  azotaba  con  su  látigo  tra- 
tando á  sus  representados  de  miserables  traidores.    De 


—  568  — 

este  modo  exalaba  en  su  efervescencia  de  adolescente  su 
odio  por  los  rebeldes  i  su  devoción  por  el  imperio. 

€  Así  los  corazones  se  forman  i  los  espíritus  se  eng^a- 
lanan  con  los  recuerdos  no  interrumpidos  de  los  poéticos 
episodios. 


Poesías  modernas,  —  c  Hai  pocos  paises  en  que  los 
tipos  primitivos  de  la  poesia  se  hayan  conservado  mejor 
que  en  el  estremo  oriente.  El  jénio  de  la  lengua  se  modi- 
fica allí  menos  que  afuera  'gracias  a  su  forma  sabia  i  a  la 
escritura  de  caracteres  que  quedan  en  el  estado  de  piezas 
inmutables. 

cLo  hemos  dicho  ya;  la  poesia  es  la  esencia  misma  de 
toda  alma  japonesa.  La  sensibilidad  alcanza  en  el  Japón 
una  intensidad  de  emoción  que  gana  i  suaviza  el  corazón 
mas  endurecido. 

<L  La  sutileza  allí  es  sin  cesar  agoizada  por  la  facilidad 
de  los  dobles  sentidos  cuya  traducción  o  esplicacion  es 
de  suma  dificultad  i  a  veces  no  se  alcanza. 

«  Pero  lo  que  habríamos  querido  hacer  comprender  es 
la  elevación  del  pensamiento  que  se  desprende  de  la 
forma,  cualquiera  que  ella  sea,  como  el  perfume  de 
la  flor. 

c  Reconociendo  los  rasgos  principales  del  onta  japo- 
nes o  del  shi  chino,  confesamos,  sin  embargo,  que  la 
acentuación  demasiado  grande  de  esta  calidad  dominan- 
te, la  enerjia,  puede  provocar  a  veces  asombro,  así 
como  la  exajeracion  de  la  hipérbole  trae  con  frecuencia 
la  sonrisa  a  los  labios. 

Un  hombre  fuerte  levanta  el  mundo. 

Las  lágrimas  caen  en  cascada. 

La  mujer  bella  es  la  divinidad  de  los  cielos. 

€  Las  imájenes  toman  así  una  hinchazón  que  choca  a 
las  imajinaciones  del  occidente  mas  medidas.  Pero  todo 
esto  no  forma  sino  matices ;  el  verdadero  sentido  poético 
se  afirma  por  encima. 

<  Yo  supongo,  por  ejemplo,  un  hombre  haciendo  una 
declaración  de  amor : 


—  569  — 


Mi  valor  es  capaz  de  conmover  las  montañas. 

Mis  aspiraciones  alcanzan  las  alturas  del  cielo. 

¿  Cómo  no  podré  yo  arrancar  el  tierno  corazón  de  mi  amada  ? 

(  Quién  ha  creado  la  palabra  impedimento  ? 

No  es  el  que  ha  creado  la  palabra  amor 

Si  mis  ojos  no  pueden  espresar  mi  pasión,  los  arrancaré  i  los  clavaré 
sobre  mi  tumba  para  ver  todavia  quienes  se  acercan  a  mi  amada. 

«  Otro  poema  en  el  mismo  sentido: 

La  mariposa  vuela  en  torno  de  la  flor  mas  linda. 
I  Ai !  esta  flor  no  tiene  piedad  por  ella ! 
i  Por  qué  cierra  su  corola  ? 
¿  Lo  hace  para  guardar  sos  perfumes  ? 

Pero  si  el  roció  i  la  brisa  la  entreabren  por  la  mañana,  mis  lágrimas 
i  mis  besos  de  fuego  sabrán  encontrar  el  camino  de  este  corazón  1 

A  mi  princesa 

Quiero  para  saludar  a  mi  princesa, 

Pasar  el  umbral  de  su  puerta. 

Pero  mi  cuerpo  se  hace  pesado  como  una  gran  roca. 

Es  por  el  peso  enorme  de  mi  corazón  1 

Si  la  montaña  sagrada  es  tan  alta, 

Es  porque  no  ha  rechazado  jamás  la  piedra  que  ha  rodado  hacia  ella. 

j^si  el  corazón  dfe  mi  princesa  es  un  vasto  océano. 

Él  no  rechaza  la  humilde  gota  de  agua  que  se  agrega  a  sus  ondas. 

«  No  he  podido  dar  a  estos  versos  libres  ni  su  matiz 
ni  su  ritmo.  El  sentimiento  solo  puede  revelarse  en  ellos, 
a  pesar  de  la  grande  desemejanza  entre  las  lenguas 
francesa  i  japonesa.  (Aquí  podría  decirse  entre  las  len- 
guas española  i  japonesa). 

«  Añadiré  a  mi  poesia  literalmente  oriental  una  com- 
posición puesta  en  verso  francés  por  una  pluma  tan 
elegante  como  delicada,  cuya  comprensión  será  mas  fácil. 

La  nuit  sans  étoiles, 

Dérobe  en  ses  sombres  toiles 

Les  fleurs  du  pécher, 

Mais  parfum  quels  sont  les  voiles 

Oü  tu  pourrais  te  cacher  ? 

O  lune  mourante 

Qui  vis  mes  plenrs  doolourenx, 

Uans  la  nuit  d*attente, 

Tu  charmes  1*  amant  heureux 

A  Taube  quittant  Tamante. 

Je  vons  vis  á  peine 

Ainsi  qu*on  voit  un  éclair ; 

La  flamme  soudaine 

Qui  pourtant  brúla  ma  chair, 

Va  faire  ma  mort  prochaine. 


—  570  — 


Lorsque  le  vent  brame, 

Ao  pied  des  rochers  la  lame 

S'en  va  s'écraser  ; 

Tel,  aax  froideurs  de  votre  ame. 

Mon  amoar  vicnt  se  briser. 

L*oiseaa  chinois  s^me 

Uans  l'air  chaqué  mot  saisi ; 

Ah  I  faites  ainsi  I 

Quand  je  vous  dis :  c  Je  vous  airae,  > 

Dites  :  <  Je  vous  aime  aussi.  > 


Motoyosi-Saizaü. 


(No  doi  la  traducción  en  verso  castellano  por  dos  razo- 
nes: I»  porque  conozco  la  instrucción  en  lenguas  del 
lector;  2»  porque  la  haria  muy  mal. — Nota  de  E.  W.  ) 


EL    TEATRO    I    SUS    ATINJENCIAS 

Ya  he  descrito  en  mi  diario  los  teatros  chinos,  uno  ja- 
pones de  Kioto  i  lijeramente  otro  de  Tokio.  Poco  me 
resta  que  añadir  pero  haré  un  resumen  para  presentar 
el  molde  al  cual  se  conforma  hasta  hoi  la  construcción 
de  los  teatros,  prefiriendo  incurrir  en  repeticiones  a 
mandar  al  lector  en  consulta  a  pajinas  lejanas  para  re- 
frescar su  memoria. 

El  recinto  es  un  galpón  o  cuadra  de  madera  sin  pintar 
que  se  abre  casi  directamente  sobre  la  calle.  A  la  entra- 
da están  la  boletería  i  los  cuartos  para  depositar  las 
guatas  (calzado  de  madera)  los  abrigos  i  los  paraguas. 

El  interior  se  divide  en  procenio,  patio,  galenas  i 
palcos;  todo  mui  sencillo.  En  el  procenio  figura  la  esce- 
na donde  los  actores  representan,  el  local  para  la  or- 
questa, el  destinado  al  quidayii  que  toca  la  guitarra 
( samisen )  i  esplica  el  drama,  dando  en  la  debida  opor- 
tunidad el  significado  de  los  jestos  del  actor,  i  el  sitio 
por  fin  del  amatetake,  personaje  encargado  de  acentuar 
las  palabras  del  cómico  metiendo  un  ruido  infernal  con 
unas  tablas.  Ademas  de  estos  funcionarios  debemos  re- 
cordar los  invisibles  por  convención,  de  quienes  ya  he 
hablado  al  tratar  de  los  teatros  chinos.  Aquí  se  llaman 
kurutnango  i  están  vestidos  con  una  túnica  negra  como 


—  571  — 

los  ajenies  de  la  inquisición.  Vienen,  van,  entran,  salen, 
se  ocupan  de  los  detalles,  despabilan  las  velas,  acomo- 
dan los  tapices  e  intervienen  en  los  paisajes  mas  salien- 
tes del  drama  o  de  la  trajedia;  si  ven  al  actor  cansado 
ie  deslizan  un  banco  i  lo  sientan  en  él  sin  disimulo ;  si 
está  ajitado  lo  abanican  i  si  se  halla  en  dificultades  para 
salir  de  un  mal  paso,  matar  a  un  enemigo,  por  ejemplo, 
un  kurumango  le  ayuda  en  la  operación,  mientras  el  otro 
alumbra  con  una  antorcha,  la  careta  del  vencedor  para 
mostrar  al  público  su  jesto  heroico.  Los  espectadores, 
se  supone,  no  ven  al  kurumango,  pero  sí  su  acción;  los 
cambios  de  la  escena  pasan  a  la  vista  de  todos  los  asis- 
tentes a  la  función ;  algunas  veces  se  verifican  merced  a 
una  plataforma  jiratoria  dividida  por  biombos;  el  cuadro 
se  muda  con  solo  dar  vuelta  la  plancha  como  en  los  or- 
ganitos  con  figuras. 

Parece  imposible  mantener  la  ilusión  en  tales  circuns- 
tancias, pero  se  mantiene,  tal  es  el  valor  de  la  conven- 
ción tradicional.  El  espectador  no  vé  los  artificios,  solo 
ve  el  juego  de  las  pasiones  i  la  trama  moral  de  la  pieza 
representada.  El  mar,  las  montañas,  los  palacios,  los 
buques,  los  caballos,  todo,  se  representa  por  ficciones 
asentidas.  Se  supone  que  el  borde  del  tablado  es  el 
mar;  un  banco,  la  montaña;  un  cajón,  el  palacio ;  la 
acción  de  remar  significa  buque  o  canoa;  la  de  levantar- 
se i  bajarse  a  compás  de  trote  o  galope,  revela  que  el 
actor  va  a  caballo,  .  .  i  así  por  el  estilo. 

El  proscenio  está  al  nivel  de  dos  galerias  laterales  o 
pasajes  que  corren  delante  de  los  palcos  hasta  el  fondo 
del  patio,  para  dar  acceso  a  los  artistas  i  al  público. 
A  los  dos  lados  i  al  fondo  figuran  tres  rangos  super- 
puestos de  palcos  o  divisiones  mas  o  menos  grandes. 
El  patio  está  en  un  nivel  inferior  al  de  los  pasajes  i  se 
halla  dividido  por  puentes  o  pasillos,  no  mui  altos  con 
relación  al  piso,  por  los  cuales  van  los  espectadores  a 
sus  sitios  i  circulan  los  vendedores  de  frutas,  licores, 
dulces,  cigarros  i  hasta  comida.  No  hai  sillas  ni  en  la 
platea  ni  en  los  palcos ;  los  concurrentes  se  sientan  en  el 
piso  a  la  japonesa. 

Recibe    el    teatro    la  luz  durante   el   dia  por    escasas 


—  572  - 

aberturas  i  se  alumbra  de  noche  con  un  reducido  núme- 
ro de  linternas  o  picos  de  gas. 

Por  toda  decoración  cuelgan  algunas  cortinas  o  ban- 
das de  tela  pintada ;  estas  son  de  propiedad  de  los  acto- 
res, regalos  del  público  en  señal  de  admiración  i  asi  se 
juzga  de  la  popularidad  de  ellos  por  el  número  de  cor- 
tinas; cuando  se  dice  de  alguno:  es  actor  de  36  cortinas 
se  le  ha  señalado  el  mas  alto  rango  en  la  opinión  de  los 
aficionados  i  de  los  competentes  para  juzgarlo. 


Las  representaciones  duran  de  diez  a  catorce  horas ; 
los  concurrentes  almuerzan  i  comen  en  el  teatro  o  en  las 
chaias  vecinas.  Todos  fuman  en  la  sala  i  tienen  a  mano 
el  brasero  para  encender  sus  pipas  i  el  tubo  de  bambú 
como  salivadera. 

Casi  todo  cuanto  ahora  espongo  se  halla  consignado 
en  mi  diario,  pero,  vuelvo  a  decirlo,  prefiero  incurrir  en 
repeticiones  a  remitir  al  lector  a  pajinas  anteriores  o 
párrafos  que  tal  vez  no  ha  leido  o  cuyo  contenido  no  re- 
cuerda. 

Dejando  lo  accesorio  para  venir  al  arte  dramático,  de 
ningún  modo  llevaría  mejor  a  cabo  mi  tarea  que  transcri- 
biendo como  lo  hago,  previa  traducción,  unos  párrafos 
de  Mr.  J.  de  Cuers,  residente  en  Yokohama,  periodista 
distinguido,  fundador  del  «  Courrier  d'Haiphong»,  diario 
del  Tonkin  i  autor  de  una  correspondencia    publicada 
en  él  en  abril  29  de  este  año  (1897)  a   propósito    del 
célebre  actor  Daujuro,  ídolo  ahora  de  los  habitantes  de 
Tokio  i  gloria  de  su  teatro.  Cuers  cuenta  a  sus  lectores 
en  términos  vivaces  i  verídicos  la  representación  de  una 
pieza  de  májia  en  el  teatro  principal:  <Se  trata  dice  de 
un  gato  brujo  que  devora  las  mujeres  i  los  niños.   Lo 
matan,  él  resucita  bajo  formas  diversas:  Rakan  discípulo 
de  Buda,  una  vieja,  señora  en  otra  ocasión,  siempre  perse- 
guida  por  los  que  han  jurado  purgar  el  pais ;  samurais 
en  grandes  ropas  muarees;  nobles  mujeres  elegantes  i 
delgadas   en  sus  vestidos  antiguos;  cazadores   i  campe- 
sinos. 


—  573  — 

«  I  el  drama  se  desenvuelve  sin  trama  mui  percepti- 
ble ligando  los  cuadros. 

«  Aquí  como  en  China  los  varones  hacen  el  papel  de 
mujeres  i  algunos  a  la  perfección ;  yo  los  encuentro  siem- 
pre horrorosos  a  pesar  del  talento  real  gastado  en  un 
esfuerzo  sin  objeto  ni  alcance. 

«  Cuánto  mas  no  valdría  tener  en  lugar  de  ellos  mu- 
jeres, verdaderas  mujeres  con  su  voz,  con  su  marcha»  con 
su  jesto,  poseyendo  ese  no  sé  qué  de  gracia  femenina  que 
el  mas  hábil  artista  masculino  no  puede  imitar  jamás 
completa  ni  aun  aproximadamente.  Confieso  que  Daujuro 
mismo  i  sus  hijos  que  son  artistas  en  el  sentido  mas 
neto  de  la  palabra,  haciendo  de  mujeres  me  recuerdan 
en  algo  el  teatro  de  la  ciudadela  de  Hanoi,  cuando  el 
injénuo  se  golpea  el  muslo  respondiendo  si  m'ama  con 
una  voz  capaz  de  romper  vidrios. 


«  Una  escena  de  pura  pantomima  pero  representada 
con  un  realismo  feroz  que  hace  estremecer,  es  aquella 
en  que  el  gato  brujo  que  ha  tomado  la  forma  de  una 
vieja  de  cabellos  grises,  come  un  niño,  después  estran- 
gula un  hombre  i  lo  lleva  para  devorarlo. 

€  Desde  luego  hai  juegos  de  fisonomia  que  son  un 
hallazgo  admirable  i  denuncian  meses,  tal  vez,  semanas  a 
lo  menos,  de  un  paciente  trabajo.  Cuando  el  artista,  re- 
presentante del  gato,  con  un  movimiento  brusco  de  ca- 
beza, levanta  su  cabello  figurando  con  el  un  par  de 
orejas  largas  i  comienza  a  imitar  los  movimientos  elásti- 
cos del  felino  para  acercarse  a  su  presa,  con  detenciones 

repentinas,  mientras  que  sus  ojos  se  abren  feroces 

se  siente  en  toda  la  sala  un  estremecimiento  de  horror.  Las 
diminutas  musmés  bajan  la  cabeza  miedosas  por  no  ver 
el  horrible  espectáculo  cuyo  solo  recuerdo  les  produci- 
rá a  la  noche  pesadillas. 

€  Un  ruido  insólito ! .  . . .  El  gato  se  inquieta. 

c  Pasos ! .  . . .  Se  convierte  en  el  acto  en  la  vieja  char- 
latana i  bonachona. 

«  Pero  es   una  falsa  alerta ;  el  gato   reaparece,   mas 


—  574  — 

furioso  todavía  por  la  demora;   se  precipita   sobre  su 
presa  i  se  la  come. 

<  Con  la  boca  llena  de  sangre,  helo  aquí  que  vuelve, 
se  amontona  sobre  sí  mismo  espiando  la  secunda  víctima 
i  de  un  salto  la  toma  por  la  nuca  i  la  estrangula. 

«  Después  se  pone  a  brincar  sin  sosiego  i  como  si 
jugara  con  un  ratón,  hace  saltar  al  cac^áver. 

*  El  cuerpo  inerte  es  un  jimnasta  de  primera  fuerza. 
Se  deja  revolcar  por  el  gato,  ejecutando  movimientos 
peligrosos  en  un  mismo  sitio,  que  harían  meditar  a  un 
profesor.  E/  viaje  a  Suiza  de  mi  juventud  en  que  repre- 
sentaban los  Haulon  Lees  ¿  era  otra  cosa  acaso  que 
una  pieza  de  acróbatas  en  tres  actos  ? 

<  Cuando  el  gato  brujo,  después  de  haber  decidido 
llevarse  su  víctima,  ha  vuelto  para  lavar  en  un  lebrillo, 
fuera  del  viejo  templo,  su  ropa  manchada  de  sang^re, 
muestra  en  sus  ojos,  en  todo  su  ser,  un  aire  de  alegría 
tan  feroz,  en  sus  jestos  para  lavarse  la  cara,  una  verdad 
tan  patente,  que  los  aplausos  estallan  sin  fin.  Confieso 
que  en  esta  acción  tan  segura,  tan  precisa,  en  que 
el  jesto  i  el  poder  de  la  palabra  conmueven  el  alma, 
hai  arte,  un  arte  diferente  del  nuestro.  ¡  Cuántas  veces 
no  se  ha  escrito  en  Francia  que  Debuneau  era  un  gran 
artista ! 


<L  I  Daujuro  ? 

«  A  pesar  de  sus  setenta  anos  es  un  artista  en  la  mas 
alta  acepción  de  la  palabra. 

«:  Observo  que  no  entiendo  una  triste  sílaba  de  ja- 
pones; pues  bien,  el  jesto  es  tan  sobrio  i  tan  exacto  al 
mismo  tiempo,  la  entonación  tan  justa  i  tan  natural,  que 
llego  como  llegan  todos  los  que  ignoran  la  lengua  japo- 
nesa, a  percibir  el  sentido  jeneral  de  las  frases  bajo  el 
velo  de  los  sonidos  en  su  totalidad  desconocidos. 

— «  Coquelin,  Mounet-SuUy,  Frederick  Lemaitre  ?  — 
No;  es  un  artista  mui  personal,  con  la  voz  mordiente 
de  Coquelin,  el  jesto  trájico  de  Mounet-Sully  i  el  surtido 
de  todo  de  Frederick  Lemaitre ! 


—  575  — 

«  El  público  lo  idolatra.  Desde  que  se  presenta,  una 
tormenta  de  aplausos  lo  acompaña  en  naritaya  frenética. 

«  En  el  Japón  no  se  recibe  al  artista  favorito  con 
palmoteos  de  manos  sino  repitiendo  su  nombre  i  ape- 
llido. No  obstante  los  aplausos  existen  i  sirven  para 
marcar  junto  con  las  aclamaciones,  la  satisfacción  del 
público  por  un  actor  o  por  un  pasaje  particularmente 
admirado. 


«  Pero  no  solamente  en  Europa  se  burlan  de  los  mon- 
jes, frailes  o  jentes  de  iglesia  i  de  su  hipocresia  san- 
turrona. Los  bonzos  aquí  no  escapan  a  la  sátira  del 
teatro : 

«  En  la  pagoda  perdida  en  la  montaña,  en  medio  de 
pinos  negros,  el  bonzo  guardián  entra  a  la  tarde;  un  ver- 
dadero monje  de  Italia  o  de  España,  grueso,  gordo, 
untuoso  i  bendecidor,  que  distribuye  buenas  palabras  a 
los  transeúntes.  Pero  en  el  momento  de  penetrar  él 
en  su  cuarto  se  le  vé  ocultar  devotamente  bajo  su 
hábito  una  gran  calabaza  llena  de  saké,  aguardiente  de 
arroz. 

«  ¿No  se  le  ha  hecho  jurar  acaso  que  jamás  probaria 
bebidas  espirituosas?  ¡Juramentos  de  fraile,  promesas  de 
enamorado !  tantos  se  lleva  la  brisa  que  pasa  sobre  las 
flores  de  los  cerezos  ! 

«  El  bonzo  reaparece  varias  veces  desde  luego  un 
tanto  alegre  después  de  los  primeros  tragos,  achispado 
bien  achispado  después,  i  por  fm  ebrio  del  todo.  El  pú- 
blico se  destornilla  de  risa  encontrando  eso  gracioso 
porque  es  verdad;  en  efecto  los  señores  bonzos  no 
hacen  misterio  para  beber  saké  a  pesar  de  la  regla  i  de 
sus  rigores. 


«  La  pieza  no  se  acaba.  Este  endiablado  gato  tiene 
siete  vidas  i  resucita  cuando  lo  creen  bien  muerto.  Uno 
se  cansa,  como  bien  se  calcula,  de  oir  sin  entender,  aun 
cuando  el  jesto  sea  hermoso  !.  .  . 


—  576  — 

€  Uoa  ojeada  a  la  sala  para  distraernos:  En  los  pal- 
cos, a  nuestra  derecha  hai  un  gorjeo  de  risitas,  de 
pequeñas  frases  cuchicheadas  entre  dos  reverencias,  i 
varias  caritas  picarescas  i  graciosas ;  son  gueshas  i  bai- 
larinas en  partida  fina  (alegre  compañia)  con  caballeros 
japoneses.  En  la  primera  fila  lucen  cinco  o  seis  bailarínas 
con  sus  vestidos  claros  de  color  verde  pálido  o  azul  gris 
de  plata,  en  que  revolotean  cigüeñas,  se  abren  maravi- 
llosas crisantemas  o  se  estienden  ramas  de  ciruelo  i  de 
durazno,  en  gamas  de  una  riqueza  i  de  una  armonía  de 
tonos  admirables;  i  sobre  las  negras  ondulaciones  de  un 
peinado  sabiamente  lustrado,  una  flor  caprichosa  arroja 
su  nota  de  belleza  i  fantasia  afectada. 

€  Detras  de  estas  muchachuelas,  tres  o  cuatro  gueshas 
han  enarboiado  para  la  circunstancia,  los  mantos  negros 
o  gris  oscuros  marcados  con  sus  armas,  i  disfrazadas 
de  mujeres  de  sociedad,  toman  un  aire  serio  lleno  de 
dignidad.  Para  honrar  a  su  Dueño  i  Señor,  cuya  miopía 
no  le  permitiría  suprimir  los  lentes,  la  señorita  Pe- 
queño pino  ¿no  ha  tenido  la  idea  de  abrigar  sus  ojitos 
risueños  tras  de  un  par  de  lindos  anteojos  de  oro,  en 
miniatura,  que  le  dan  un  aire  parecido  al  de  una  misio- 
nera americana  o  al  de  coronela  de  la  Salvation  Army? 

<  En  el  fondo  del  palco  se  encuentran  japoneses  co- 
merciantes por  mayor  de  Yokohama  que  se  divierten 
mucho  al  parecer.  En  la  penumbra  del  teatro  que  vse 
oscurece  por  momentos  al  caer  la  noche,  las  lámparas 
se  encienden  i  bruscamente  alumbran  con  su  luz  brutal 
la  sala  que  entonces  aparece  simple,  miserable  en  de- 
masía con  su  pobre  cubierta  de  tablones  ni  siquiera 
pintados  o  barnizados. 

«  Que  importa  el  frasco  si  se  tiene  la  embriagues ,  i 
los  japoneses  aman  realmente  el  teatro  por  el  teatro  sin 
inquietarse  del  lujo  ni  de  lo  confortable,  aun  durante  las 
representaciones  de  un  largo  dia  entero.  Desde  luego, 
las  casas  de  té  se  hallan  a  la  mano  i  es  fácil  hacer  inter- 
medios. ¡Vamos  pues  a  comer  las  anguilas  fritas  con 
arroz,  antes  de  tomar  el  último  tren  para  Yokohama!  — 
Firmado:  Oíd friend.y 


—  577  — 

Las  piezas  del  teatro  antiguo  aun  en  boga,  tratan  en 
jcneral  de  acciones  sublimes,  poemas,  episodios  históri- 
cos o  nobles  leyendas,  como  nuestras  trajedias  ya  fuera 
de  moda  i  nuestros  dramas  de  capa  i  espada.  Ahora  con 
el  contacto  de  nuevas  ideas,  la  comedia  de  costumbres  i 
las  piezas  lijerí^s  i  jocosas,  hacen  ya  sus  apariciones  i  en 
poco  tiempo  mas  el  teatro  japones  será  un  trasunto  del 
europeo. 

Como  prueba  vuelvo  a  poner  a  contribución  el  libro 
de  Régamey  tantas  veces  citado  i  tomo  de  él  esta  nota 
pertinente  recojida  en  un  teatro  de  Asakusa  (Tokio): 
«Un  marido  acaba  de  perder  su  mujer;  un  bonzo  (sacer- 
dote) reza  en  la  escena  acompañándose  con  el  redoble 
de  un  tambor,  como  lo  prescribe  el  rito.  El  marido  habla 
al  sacerdote  a  cerca  de  la  muerta  i  le  pide  que  le  escriba 
un  epitafio  en  la  tabla  que  lleva  preparada,  digno  de  su 
mejor  mitad.  Se  siguen  discusiones,  juegos  de  palabras, 
epigramas,  réplicas  de  parte  del  bonzo,  bromas  de  parte 
del  viudo  i  por  fin,  este,  asustado  por  las  preguntas  del 
sacerdote  i  conmovido  por  los  precios  exorbitantes  que 
le  exije,  llega  a  deplorar  real  i  sinceramente,  solo  enton- 
ces, la  muerte  de  su  mujer. 

El  tema,  como  se  vé,  es  de  estirpe  occidental  neta,  si 
bien  muestras  de  su  jénero  se  encuentra  en  los  teatros 
chinos. 

Hubo  i  hai  estímulo  en  el  Japón  en  cuanto  a  produccio- 
nes para  el  teatro  i  libres  ya  los  autores  de  las  limitacio- 
nes tradicionales,  tomarán  temas  de  la  vida  diaria  que 
vestirán  con  el  lujo  de  su  imajinacion,  la  profundidad  de 
su  filosofia  i  la  finura  de  su  cáustica  pero  liviana  sátira. 


ARTE    COREOGRÁFICO 

Cuentan  las  historias  que  un  dia  en  un  lugar  cerca  de 
Nara,  reventó  la  tierra  exalando  por  sus  grietas  sin 
cesar  un  gas  deletéreo  cuya  acción  mortífera  asoló  la  co- 
marca. Los  sacerdotes,  hábiles  aquí  como  en  todas  partes 
en  materia  de  conjuros,  organizaron  danzas  a  modo  de 
rogativas  en  las  colinas  próximas  al  sitio  envenenado,  para 

Por  mares  i  por  tierras  37 


—  578  — 

aplacar  la  ira  de  los  dioses  i  el  escape  de  gases  terminó 
como  por  encanto,  volviendo  la  comarca  a  ser  salubre. 

l^al  es  el  orljen  de  las  danzas  actuales  cuyo  carácter 
místico  i  relijioso  se  muestra  en  su  forma  solemne  i  me- 
surada. 

De  allí  pasaron  a  los  pórticos  de  los  templos  o  capi- 
llas de  los  alrededores,  en  recuerdo  del  milagro  i  de  los 
templos,  a  los  teatros  i  a  las  chaias^  entrando  de  lleno 
en  las  costumbres.  Aun  ahora  mismo  se  hace  preceder  a 
ciertas  representaciones  dramáticas,  una  danza  ejecutada 
por  un  actor  vestido  como  los  antiguos  sacerdotes. 

Análogas  en  sus  lentitudes,  medido  compás  i  ritmo 
cadencioso,  fueron  las  danzas  griegas  de  las  cariátides 
cuyas  nobles  i  elegantes  actitudes  ha  conservado  la 
estatuaria  en  los  pórticos  de  los  templos,  representando 
bellas  mujeres  de  cuerpo  flexible,  con  una  pierna  doblada 
lijeramente  i  soportando  en  la  cabeza  la  arquitrabe  en 
compensada  armonia. 

I  todavia  en  los  pueblos  mediterráneos  alejados  de 
las  turbulencias  de  la  civilización,  se  conserva  en  las 
costumbres,  bailes  primitivos  cuyo  carácter  recuerda  las 
danzas  griegas  i  japonesas.  Los  bailecitos  en  BoHvia,  Jas 
rondas,  los  pasos  i  las  venias  ejecutadas  el  dia  de  navi- 
dad en  signo  de  adoración  delante  de  los  fiacimientos 
(altares  consagrados  a  la  cuna  de  Jesús);  las  figuras  de 
la  zamacueca  i  otros  ejercicios  coreográficos  en  el  Perú 
i  en  Chile,  tienen  mas  de  la  índole  relijiosa  que  de  la  an- 
tipática rijidez  e  insignificante  trote  de  las  polcas  i  valses 
saltados  de  nuestros  salones,  donde  apenas  las  cuadri- 
llas, aunque  bailadas  por  tiesos  peones  de  ajedrez,  i  mas 
aun  los  rigodones  i  los  minués  fuera  de  moda,  dicen  algo 
al  pensamiento  i  traen  a  la  memoria  la  poesía  o  la  le- 
yenda puesta  en  acción. 

Tal  es  el  arte  coreográfico  en  el  Japón,  si  arte  puede 
llamarse  a  este  o  a  cualquier  otro  conjunto  de  reglas ;. 
notándose  aquí  como  complemento  de  la  actitud  signi- 
ficativa i  conceptuosa,  la  mímica  diestra,  oportuna, 
espresiva,  equivalente  a  la  palabra  que  relata  hasta  lasw 
penumbras  del  sentimiento. 


—  579  - 


VI.  —  ENTRETENIMIENTOS,    FIESTAS 
-  I    ESPECTÁCULOS 

A  los  entretenimientos  señalados  en  el  curso  de  mi 
diario,  bien  me  viene  añadir  en  este  sitio  i  tal  vez  repe- 
tir, por  no  compulsar  mis  notas,  algunos,  favoritos  del 
pueblo ;  los  paseos  en  botes  adornados  de  flores  por  el 
rio  i  los  canales,  en  agradable  compañia  de  musmés  de- 
licadas, llevando  viandas,  frutas  refrescos  i  licores ;  las 
reuniones  en  las  casas  de  té  donde  se  baila  i  se  juega ; 
las  escursiones  al  campo,  los  paseos  i  el  solaz  en  los 
parques  floridos;  los  espectáculos  en  la  via  pública  de 
acróbatas,  prestidijitadores,  máscaras,  monos,  perros, 
loros  i  ratones  sabios;  las  comidas  en  sociedad  i  sus 
consecuencias  i  cien  mas  atractivos  que  tienen  el  poder 
de  arrancar  a  las  familias  de  sus  casas,  no  debiendo 
echarse  en  olvido  el  de  las  tiendas,  jugueterias  i  ventas 
de  dulces,  que  ofrecen  a  los  japoneses,  sobre  todo  a  las 
mujeres,  la  ocasión  de  entregarse  a  la  delicia  de  com- 
prar, al  placer,  a  la  gloria  de  adquirir  por  ínfímos  valo- 
res, objetos  completamente  inútiles.  Ya  lo  he  dicho, 
todos  los  dias  son  de  fiesta  en  el  Japón,  tomando  en 
cuenta  la  suma  de  sus  localidades.  Todo  acto,  no  es- 
trictamente vulgar,  repetido  i  rutinario,  da  lugar  a  una 
fiesta;  los  nacimientos,  los  cumple  años,  los  matrimo- 
nios, las  muertes,  todo  acontecimiento  feliz  o  simple- 
mente estraordinario ;  el  brote  de  las  flores,  el  cam- 
bio de  estación,  la  cosecha,  la  siembra,  la  conclusión 
de  una  obra,  el  dia  consagrado  a  la  divinidad  tal  o  cual ; 
las  fechas  históricas,  la  vida,  la  muerte  o  los  actos  del 
emperador ¿a  qué  seguir  tan  prolongada  enume- 
ración ?  Los  niños  tienen  su  fiesta  i  las  mujercitas  la 
suya.  La  de  los  primeros  se  solemniza  izando  pescados 
de  papel  en  cañas  doradas  i  a  modo  de  emblemas ;  así  el 
salmón  sacudido  por  el  viento,  representa  su  esfuerzo 
para  nadar  contra  la  corriente,  imájen  de  la  lucha  por  la 
vida  en  la  humanidad.  El  dia  consagrado  a  las  mujerci- 
tas, se  les  regala  muñecas  que  ellas  deben  cuidar  i  tras- 
mitir a  sus  hijas,  cuando  formen  familia.  Pero  dominan  a 


-  580  — 

todos  aquellos  regocijos  cuyo  objeto  es  celebrar  hechos 
familiares  o  glorificar  los  dones  de  la  naturaleza,  los  fes- 
tejos del  año  nuevo. 

Desde  dias  antes  comienzan  los  preparativos;  la  casa 
se  limpia  i  la  conciencia  también,  pagando  todos  sus 
deudas  a  fín  de  año,  o  lamentando  su  desgracia  si  no 
pueden  pagarlas.  En  la  noche  de  fin  de  año  se  acude  a  los 
templos  en  busca  del  fuego  bendecido,  para  cocer  los 
panecitos  de  arroz  i  comerlos  como  primer  alimento  a  la 
madrugada,  en  su  salsa  de  porotos  i  avena  fermentada. 
Se  comerá  en  el  resto  del  dia  manjares  compuestos  de 
pescados  fecundos  i  porotos  de  ¡os  que  figuran  de  a 
pares  en  la  misma  vaina,  platos  simbólicos  del  precepto 
«creced  i  multiplicaos >  i  se  beberá  ioso  como  licor 
del  dia. 

Al  salir  el  sol  si  sale,  todo  el  mundo  toma  la  calle  por 
su  cuenta  a  mirar  primero  las  casas  adornadas  con 
plantas  i  paja  trenzada,  con  flores  i  decoraciones  emble- 
máticas; a  saludarse  después  i  felicitarse,  a  invitarse,  a 
congratularse  recíprocamente.  Luego  siguen  las  visitas 
de  todos  i  de  cada  uno  en  su  círculo ;  i  las  comidas,  ja- 
ranas, bailes  i  diversiones  continúan  durante  una  sema- 
na, siendo  naturalmente  el  primero  de  año,  el  dia  favorito 
para  tales  espansiones. 

Entre  los  patrones  i  los  sirvientes  se  cambia  regalos, 
estrenos ;  los  patrones  dan  dinero,  los  sirvientes  huevos 
i  naranjas,  casi  siempre. 


Ademas  de  los  espectáculos  mencionados  en  el  con- 
junto de  estas  notas,  conviene  hablar  de  uno  de  los  mas 
interesantes:  Las  luchas  i  los  luchadores.  En  el  Japón 
como  en  Roma,  como  en  Grecia,  la  exibicion  de  la  fuerza 
i  de  la  destreza  fué  siempre  objeto  de  predilección. 
Aquí  las  luchas  son  anunciadas  con  dias  de  anticipación 
i  gran  aparato,  con  carteles,  con  músicas,  con  procla- 
mas, con  todos  los  elementos  de  publicidad  posible. 

Llegado  el  dia  de  la  apertura  del  circo  la  jente  se 
amontona  i  no  cabe  en  el  recinto.  Los  luchadores  son 


—  581  — 

hombres  atléticos  por  constitución  individual  i  heredada, 
jeneralmente  pertenecientes  a  familias  de  luchadores. 
Verifícase  el  duelo  delante  de  un  inmenso  público  i  con 
todas  las  reglas.  Sígnense  las  apuestas  como  en  las 
carreras  con  gran  entusiasmo  i  el  juez  de  ellas»  arbitro 
absoluto  de  la  eficacia  i  legalidad  de  cada  episodio,  es 
un  personaje  de  alta  entidad,  con  título  i  jerarquía  here- 
dada, que  sigue  los  accidentes  de  la  lucha  sentado  en  el 
suelo,  con  ojo  intelijente  e  imparcialidad  infalible. 

Los  luchadores  de  casta  tienen  preeminencias  socia- 
les, pueden  cargar  espada  como  los  nobles  i  los  jueces  o 
testigos,  salidos  de  una  sola  familia,  forman  casta  aparte 
i  gozan  de  una  alta  consideración. 

Estos  ejercicios  que  desdeña  cualquier  sportman  (la 
palabra  no  tiene  equivalente  en  castellano  o  yo  no  se  lo 
conozco  ;  la  traducción  mas  aproximada  es  la  de  tonto) 
son  sin  embargo  mas  racionales  i  civilizados  que  la  co- 
barde matanza  de  los  toros  en  las  corridas  i  los  brutales 
combates  del  box.  La  lucha  romana  tan  artística  i  ele- 
gante es  la  única  que  se  le  asemeja,  superándola  en 
belleza  por  la  figura  estética  de  los  antagonistas. 


Vn.~RELIJION 

I  Cuál  es  el  verdadero  significado  de  la  palabra  idola- 
tría con  relación  a  un  culto,  ante  un  análisis  imparcial? 
Los  hombres  llaman  idólatras  a  todos  los  otros  hombres 
que  no  tienen  su  misma  idolatria ;  eso  es  todo.  Un  por- 
tugués cristiano  lleva  una  imájen  de  Jesús  crucificado  al 
Japón,  la  planta  en  el  sitio  donde  desembarca  i  califica 
de  crimen  nefando  a  cualquier  falta  de  respeto  a  esa 
imájen;  en  tanto  llama  idólatra  al  japones  que  venera  la 
imájen  de  Buda  i  aun  al  shintoista  que  no  adora  imájen 
alguna  i  solo  cree  en  la  existencia  de  entidades  espiri- 
tuales, en  virtud  de  concepciones  ideales  mas  o  menos 
imajinarias,  como  las  de  todas  las  relijiones  de  la  tierra 
en  cuanto  tienen  de  radical. 

Salta  a  la  vista  la  pasión  que  oscurece  el  juicio  { no  es 
verdad  ? 


—  582  — 

Los  griegos  eran  idólatras,  los  romanos  también,  ios 
ejípcios  lo  mismo ;  en  fin,  todos  los  pueblos  antiguos  lo 
fueron  i  todos  ios  modernos  io  son  si  se  ios  examina  en 
las  manifestaciones  de  su  culto.  Los  cristianos  creen  en 
un  padre  eterno,  en  su  hijo  Jesús  i  en  la  vírjen  María; 
los  griegos  creian  en  Júpiter,  un  padre  eterno  mas  joven 
que  el  nuestro  solamente,  en  Cupido  i  en  Venus.  Los 
cristianos  creen  en  Satanás,  en  los  ánjeles  i  en  ios  san- 
tos; los  griegos  creian  en  Pluton  i  su  corte.  Nuestro 
cielo  i  nuestro  infierno  están  representados  en  el  Olimpo 
i  en  el  Averno.  Idéntico,  semejante  o  análogo  simbolis- 
mo se  encuentra  en  todas  las  relijiones  del  globo.  ¿  A 
qué  entonces  califícar  de  idólatras  a  tales  o  cuales  pue- 
blos cuando  todos  lo  son?  Pero  se  me  dirá:  en  la  relijion 
cristiana,  espiritualista,  la  vírjen  María,  la  de  Lourdes, 
la  del  Socorro,  la  del  Rosario,  la  de  Lujan,  no  son  sino 
advocaciones  de  una  entidad  moral.  Yo  contesto :  en  la 
relijion  shintoista  que  admite  la  vida  eterna,  la  inmorta- 
lidad del  alma,  un  cielo  para  las  recompensas  i  un  in- 
fierno para  los  castigos,  una  entidad  extra -terrestre, 
creadora  del  mundo  i  una  jeneracion  divina  diríjente  de 
los  destinos  humanos,  una  encarnación  de  su  esencia 
entre  los  hombres  i  de  allí  un  poder  supremo  espiritual 
i  temporal  en  el  cuerpo  i  alma  del  mikado,  Ameno-nuna- 
Icanuchi-no-Kami,  creador  del  cielo  i  de  la  tierra;  Iwa- 
naga-Hime,  diosa  de  las  montañas;  Jan-sen-siz,  dios  de  la 
guerra;  Kase-noKami,  dios  de  los  vientos;  Kanunari,  dios 
del  trueno,  como  santa  Bárbara,  abogada  de  las  tempes- 
tades entre  nosotros;  Gadzu-Tenno  dios  de  las  olas,  i 
otros  mas,  no  son  sino  advocaciones  de  la  divinidad,  una 
o  múltiples,  pues  la  diferencia  no  cambia  al  fondo.  I  ad- 
viértase que  si  hai  una  relijion  anti  idólatra  en  teoría,  es 
la  shintoista  que  repudia  toda  representación  material  de 
sus  dioses  i  no  tiene  en  sus  templos  sino  muros  i  pilares 
de  madera  desnudos  i  en  sus  altares  sino  un  espejo,  una 
espada  a  veces,  i  una  especie  de  plumero  de  mechas  cor- 
tadas en  zig-zag. 

Que  los  católicos  apostólicos  romanos  llamemos  idó- 
latras a  los  japoneses  shintoistas  es  inconcebible,  cuando 
poblamos  nuestro   paraiso  con  jeneraciones  de  dioses, 


—  583  — 

nuestro  infierno  con  Satanás  i  su  clientela  i  nuestros 
templos  con  imájenes  de  millares  de  santos  i  santas,  os- 
tentando por  añadidura  en  una  sola  i  lujosa  partida,  once 
mil  virjenes,  nada  menos;  cortes  de  ánjeles,  arcánjeles  t 
serafines,  incontables  efíjies  de  la  virjen  María  en  sus 
infinitas  advocaciones  i  al  mismo  san  Miguel  pisando  a 
Lucifer.  Adviértase  ademas  que  si  los  japoneses  han 
puesto  el  espíritu  divino  en  un  cuerpo  humano,  el  de  su 
emperador,  nosotros  hemos  puesto  el  cuerpo  humano 
en  el  espíritu  divino,  convirtiendo  por  la  canonización 
hombres  i  mujeres  en  santos  i  santas,  a  quienes  nom- 
bramos ajentes  intermediarios  entre  la  divinidad  i  los 
cristianos  vivientes  de  la  tierra. 

Algún  lector  de  mi  diario  podría  objetarme  una  apa- 
rente contradicción :  —  Usted  presenta,  me  diría,  sin 
designar  el  j enero,  templos  con  figuras  en  los  pórticos 
representando  dioses  o  intermediarios  entre  ellos  i  el 
hombre ;  habla  de  esculturas,  aparatos  de  culto,  lacas  i 
decoraciones.  . .  ¿Cómo  es  eso? —  Para  esplicarlo  pre- 
cisamente he  empleado  al  tratar  de  la  pureza  del  shin- 
toismo,  esta  espresion:  ^« /^^nVz^  porque  en  la  práctica 
alguna  corrupción  de  forma  indefinida  se  ha  introducido, 
principalmente  a  causa  del  contacto  con  el  budismo. 
Pero  debo  observar  que  en  jeneral,  las  representaciones 
materiales,  se  refieren  a  entidades  mitolójicas  cuya  exis- 
tencia real  en  los  lejanos  tiempos,  admite  la  leyenda;  a 
héroes,  semidioses  o  antecesores  en  los  cuales  se  en- 
carna un  atributo  dado.  I  en  cuanto  a  los  monumentos 
dorados,  alhajados,  pintados  i  esculpidos,  ruego  no  se 
confunda  los  mausoleos  con  los  templos. 

Ademas,  si  hai  algo  difícil  de  conservar  en  su  pureza 
ello  es  una  doctrina  relijiosa.  Compare  el  cristianismo 
sus  sencillos  ritos  primitivos  con  la  reglamentación 
actual  de  la  Iglesia  i  aprecie  las  mutaciones  :  la  intelijen- 
cia  mas  vasta  no  alcanza  ahora  a  abarcar  el  inmenso 
formulismo  i  la  intrincada  lejislacion  del  culto  católico, 
apostólico  romano,  i  nadie,  al  contemplar  tan  fecunda 
proliferación,  creería  que  ella  emana  de  esta  frase  ele- 
mental: 4:ama  a  tu  prójimo    como    a   ti  mismo»,  coefi- 


—  584  — 

cíente  de  toda  lejítima  libertad  i  de  todos  los  deberes 
de  la  conciencia  humana. 


He  hablado  ya  de  un  modo  eficiente,  aunque  suscinta- 
mente  del  budismo  en  mis  recapitulaciones  sobre  la 
China,  contenidas  en  este  diario.  No  necesito  volver  a 
su  doctrina.  Mi  objeto  aquí  quedará  llenado  haciendo 
notar  que,  como  toda  materia  importada,  el  budismo  ha 
sufrido  en  el  Japón  modificaciones  profiíndas  i  ha  dado 
lugar  a  la  formación  de  sectas  mas  o  menos  socorridas. 
Los  templos  están  llenos  de  imájenes,  aparatos,  campa- 
nas enormes  colgadas  en  grandes  encatrados  no  lejos  de 
los  pórticos,  i  estos  a  su  vez,  alojan  guardianes  de  as- 
pecto feroz. 

Su  clero  es  numeroso  i  relativamente  rico.  La  cele- 
bración de  sus  ritos  se  hace  con  ostentoso  aparato.  Los 
templos  consagrados  al  culto  shintoista  entre  tanto,  no 
presentan  sino  sus  toris  (antiguas  perchas  para  ofren- 
das de  aves  vivientes  i  no  destinadas  a  ser  muertas ); 
son  sencillos,  de  un  interior  severo,  lujoso  de  simplicidad 
i  magnífico  en  colosal  pureza. 

Los  sacerdotes  i  sacerdotizas,  no  hacen  gran  número; 
las  sacerdotizas  son  en  jeneral  jóvenes  vírjenes  i  lindas ; 
ellas  ejecutan  las  danzas  sagradas  cuyo  oríjen  he  con- 
tado. 

Pero  quiero  dejar  a  un  lado  doctrinas,  ritos,  sectas, 
templos  i  ceremonias,  pues  todo  ello  se  halla  bien  i  com- 
pletamente descrito  en  cualquier  enciclopedia;  deploro 
haber  comenzado  por  esponer  consideraciones  con  las 
cuales  muchos  de  mis  lectores  sinceramente  sectarios, 
no  se  hallaran  conformes;  reconozco  mi  falta  contra  la 
lójica  corriente  que  me  imponía  el  deber  de  principiar 
diciendo :  «  dos  relíjiones  principales  se  dividen  el 
campo  de  las  creencias  en  el  Japón  >;  no  me  decido  a 
revisar  ni  a  correjir  lo  escrito  i  por  fin  me  disculpo  de 
todo  esponiendo  que  mi  solo  propósito  al  tratar  este 
tópico,  era  mostrar  la  índole  del  sentimiento  relíjioso  de 
este  pueblo,  pues  en  ella  i  no  en  las  prácticas  rutinarias 


—  585  — 

i  reglamentadas  de  un  culto,  se  encuentra  la  diferencia 
de  credo  íntimo  entre  los  grupos  de  hombres  que  pue- 
blan diversas  secciones  de  la  tierra.   Así,  continuo. 


Dos  cultos  principales,  ya  lo  sabe  el  lector,  se  han 
repartido  las  almas  de  los  japoneses;  el  shintoista  an- 
tiguo, clásico,  tradicional  jenuino,  nativo,  en  cuanto 
puede  juzgarse  por  los  datos  históricos;  i  el  budista,  im- 
portado, aclijnatado,  pero  conservando  aun  su  acento 
estranjero  apesar  de  las  modificaciones  que  ha  esperi- 
mentado. 

Los  dos  cultos  viven  en  santa  paz  i  armonia  i  he  ahí 
uno  de  los  mas  asombrosos  hechos  de  tolerancia  reli- 
jiosa  que  sea  dado  contemplar  en  pueblo  alguno.  Un  ca- 
tólico aun  en  el  pueblo  mas  liberal,  en  la  Gran  Bretaña, 
mantiene  cierto  antagonismo  siquiera  sea  teórico  i  laten- 
te, con  un  judio  o  protestante.  Un  japones  shintoista  no 
sabe  ni  pone  empeño  en  saber  si  otro  japones  profesa 
el  budismo  o  es  musulmán  o  judio,  con  tal  que  no  lo 
ataque  o  incomode  en  nombre  de  la  relijion.  La  tole- 
rancia conduce  hasta  el  respeto  de  los  ajenos  dioses  i  se 
sobrepasa  alcanzando  la  cima:  la  indiferencia.  He  aquí 
una  prueba.  Dos  japoneses  encuentran  un  grupo  de  cris- 
tianos que  entran  a  la  iglesia  católica  en  Tokio;  los 
siguen,  los  ven  aproximarse  a  la  pila  de  agua  bendita, 
mojar  los  dedos  i  santiguarse.  Los  japoneses  hacen  lo 
mismo,  luego  se  inclinan  respetuosamente  ante  el  altar  i 
arrojan  unas  monedas  a  sus  gradas.  Un  juicio  mui  favo- 
rable se  desprende  de  este  hecho.  Ellos  se  han  dicho : 
<  puesto  que  estos  cristianos  sopan  sus  manos  i  se  tocan 
luego  la  frente,  eso  debe  ser  bueno  i  ¿  por  qué  no 
hacerlo?  los  dioses  de  ellos  no  son  los  nuestros,  pero 
¿qué  importa?  deben  ser  amigos  de  ellos  i  aun  cuando 
no  lo  sean  merecen  nuestro  respeto  i  agradecerán  nues- 
tra ofrenda. 

Los  japoneses  tratan  a  sus  dioses  en  un  pié  de  equi- 
dad absoluta;  a  los  buenos  los  adoran,  a  los  terribles 
los  acatan  para  propiciárselos. 


—  586  — 

Los  dioses  buenos  deben  ser  afectuosos  con  sus  cre- 
yentes i  hacerles  beneficios;  si  no  se  conducen  asi  las 
amistades  se  enfrian  o  se  rompen.  Un  dios  no  tiene  por- 
qué castigar  a  un  creyente  ni  hostilizarlo,  ni  imponerle 
cargas  inútiles  e  inmerecidas.  £1  japones  entra  al  tem- 
plo, llama  respetuosamente  al  dios  que  necesita,  le  pre- 
senta su  pedido,  deja  su  ofrenda  i  se  retira;  el  dios  si  es 
decente,  debe  obtemperar  al  pedido  o  dejar  conocer 
sus  razones  para  no  acordarlo  si  no  lo  acuerda. 

Esto  en  todas  partes  es  sana  moral,  equidad  i  justicia. 
El  pueblo  adora  a  sus  dioses,  les  fabrica  templos,  les  dá 
su  óbolo  i  no  los  importuna  con  largas  oraciones ;  ¿  qué 
mas  quieren  ?  Para  prevenir  sus  distracciones  los  llaman 
con  palmadas  antes  de  presentar  su  pedido  i  a  fin  de 
evitar  confusiones,  hasta  usan  un  mecanismo  para  el 
objeto,  una  rueda  con  argollas  movibles  en  sus  rayos  que 
jira  en  un  eje  horizontal,  atravesado  en  una  hendidura  de 
un  poste  o  columna;  el  devoto  da  vuelta  la  rueda,  las 
argollas  se  mueven,  hacen  ruido  i  el  rezo,  que  es  siempre 
una  petición,  va  incluido  sustancialmente  en  este  acto. 
La  máquina  para  llamar  a  los  dioses  i  para  rezar  es 
indudablemente  una  buena  invención  parecida  a  la  de 
los  rosarios  con  cuyas  cuentas  se  marca  el  número  de 
oraciones  entre  nosotros. 

Así  los  seres  humanos  viven  en  santa  paz  con  los 
seres  divinos  Las  relaciones  del  shintoismo  con  el  bu- 
dismo son,  por  otra  parte,  mui  cordiales.  Tienen  las  dos 
relijiones  divinidades  comunes  o  de  posición  indefinida; 
en  casos  dudosos  se  prestan  recíprocamente  dioses, 
podría  decirse,  sin  detrimento  del  culto,  i  usan  en  él 
iguales  aparatos,  como  el  espejo  circular  pof  ejemplo, 
aun  cuando  éste  en  el  shintoismo  es  un  emblema  i  en  el 
budismo  un  instrumento  de  óptica  que  refleja  las  man- 
chas de  la  conciencia. 

No  tidnen  todos  los  dioses  igual  poder;  hai  entre 
ellos  diferencias,  jerarquías  i  especialidades.  En  el  tem- 
plo de  Asakusa,  Tokio,  hai  una  divinidad  médica,  espe- 
cialista en  patolojia  dentaria;  cura  el  dolor  de  muelas 
como  el  mejor  dentista  norteamericano.  Al  referir  esta 
creencia  popular  no  intento  burlarme  de  ella;  ¿cómo  lo 


-  587  — 

haría  siendo  yo  mismo  católico,  apostólico  romano  i 
creyendo  por  lo  tanto  en  el  poder  de  santa  Bárbara 
para  preservar  del  rayo  i  en  el  de  san  Roque  para 
evitar  las   pestes. 


VIII.  —  RESEÑA  SOBRE  LAS  INSTITUCIONES 

Un  jefe  supremo  de  oríjen  divino,  a  la  cabeza  de  diez 
i  ocho  daimios,  señores  feudales,  gobernaba  el  Japón 
desde  los  tiempos  en  que  la  historia  se  aparta  de  la 
leyenda.  Una  dinastía  de  dos  mil  quinientos  años  o  mas 
de  existencia,  a  la  cual  pertenece  el  actual  emperador, 
ha  ocupado  el  trono  en  el  largo  transcurso  de  veinti- 
cinco siglos,  ejerciendo  sus  representantes  el  poder,  con 
mas  o  menos  gloria.  Pero  la  autoridad  del  mikado,  antes 
absoluta  i  única,  fué  dejenerando  por  delegación  paulatina, 
en  épocas  relativamente  modernas,  o  por  compresión  de 
fuerzas  estrañas  i  adventicias,  hasta  quedar  reducida  a 
una  forma  espiritual  sin  eficacia  positíva.  Los  ajentes 
ejecutivos  del  soberano,  a  los  cuales  confiara  el  poder 
militar  para  sofocar  rebeliones  o  suprimir  las  luchas 
intestinas  entre  daimios  rivales,  le  arrebataron  el  mando 
efectivo  i  bajo  el  nombre  de  taikun  o  shógoun  constitu- 
yeron, a  la  sombra  de  la  voluntad  soberana  aniquilada, 
el  verdadero  gobierno,  creando  una  nueva  nobleza  al 
lado  de  la  antigua  i  un  ejército  de  capitanes  i  caballeros, 
a  cuyo  cargo  estaban  todos  los  empleos  de  la  adminis- 
tración. Bajo  el  nuevo  réjimen,  tanto  como  bajo  el  anti- 
guo, el  pueblo  era  feliz,  justo  es  decirlo,  por  el  gobierno 
paternal  de  los  señores  feudales. 

Ciertos  nobles  i  daimios  de  lejítima  estirpe,  si  bien  se 
mantenian  en  paz,  no  consideraron  jamas  cosa  juzgada 
el  poder  de  los  usurpadores,  a  lo  menos  en  su  fuero 
interno,  a  pesar  de  la  consagración  de  ese  poder  hecha 
por  el  mikado,  a  quien  las  circunstancias  obligaron  a 
reconocerlo. 

A  estas  causas  de  malestar  venia  a  añadirse  un  jér- 
men  de  carácter  grave  i  de  raices  remotas  sin  actuación 


—  588  — 

por  el  momento  pero  capaz  de  dar  en  ocasión  propicia, 
una  bandera  de  formidable  influencia  contra  quien  repu- 
diara la  tradición  i  las  enseñanzas  de  la  historia,  por 
razones  que  los  acontecimientos  podían  enjendrar,  como 
sucedió  en  efecto. 

Los  portugueses  primero,  en  1542  i  los  holandeses 
después,  se  habían  introducido  en  el  Japón.  San  Fran- 
cisco Javier  en  1549,  llevó  las  primeras  misiones  cris- 
tianas i  las  instaló,  con  la  tolerancia,  debe  suponerse, 
de  los  nativos,  como  lo  muestra  el  envío  de  una  emba- 
jada japonesa  ante  el  papa,  treinta  i  cinco  años  mas 
tarde,  durante  el  dominio  del  poderoso  daimio  o  shó- 
goun  Hideyoshi,  mas  conocido  bajo  el  nombre  de  Taiko. 
La  embajada  a  su  vuelta  no  debió  traer,  no  obstante 
las  buenas  disposiciones  manifiestas,  noticias  ni  impre- 
siones muí  satisfactorias,  cuando  a  raíz  de  su  regreso  se 
inició  una  terrible  persecución  a  los  cristianos,  siempre 
bajo  el  gobierno  del  shógoun  Hideyoshi,  dando  por 
resultado  la  espulsion  o  la  matanza  de  los  existentes  en 
el  país,  seguida  de  análogas  hostilidades  contra  todos 
los  estranjeros,  cristianos  o  disidentes. 

De  esta  manera  cincuenta  años  mas  tarde  no  existían 
en  el  territorio  del  sol  naciente  mas  europeos  que  los 
holandeses,  consagrados  a  su  exiguo  comercio  i  pasando 
por  penosas  dificultades. 

Las  medidas  terribles  contra  los^  cristianos  no  tenían 
sin  embargo  por  causa  intolerancias  relijiosas  sino  razo- 
nes de  estado  no  destituidas  de  fundamento. 

El  cristianismo  en  los  países  de  credo  diferente,  es 
agresivo  contra  las  instituciones,  por  la  naturaleza  de  su 
doctrina  que  predica  la  supremacía  de  la  conciencia  relí- 
jiosa  cristiana  con  relación  a  todo  vínculo  humano,  la 
creencia  en  una  divinidad  invisible  i  el  sacrificio  hasta  de 
la  vida  en  homenaje  a  la  fé.  Por  donde  las  misiones  cris- 
tianas en  realidad  predicaban  al  japones  creyente  en  la 
divinidad  del  mikado,  el  abandono  de  esta  creencia  i  en 
consecuencia,  la  rebelión  política  i  la  rev^olucion  social. 
Así  ha  procedido  el  cristianismo  intolerante  en  todas 
partes  i  su  misión  de  paz  en  teoría,  ha  encendido  las 
guerras  mas  sangrientas  de  la  tierra,  por  ser  misión  de 


—  589  - 

paz  solo  en  el  nombre  i  de  conquista  e  imposición  en 
realidad. 

La  repulsión  al  cristianismo  en  nombre  de  la  defensa 
nacional)  estendida  por  analojia  al  estranjero,  tenia  los 
caracteres  de  una  doctrina,  de  un  principio  nacional  i 
antecedentes  sellados  con  hechos  inolvidables. 

Cuando  fueron  conocidas  en  el  Japón  las  victorias  de 
los  ingleses  en  China,  allá  pon  el  año  1842,  una  parte  de 
la  nobleza  responsable  del  gobierno,  comenzó  a  pensar 
en  la  imposibilidad  de  mantener  al  pais  en  su  aislamiento 
i  por  consiguiente,  en  la  necesidad  de  obtemperar,  en  un 
tiempo  mas  o  menos  próximo,  a  las  exijencias  del  occi- 
dente, cuyas  armas  tenian  un  poder  incontrastable. 

Dos  partidos  se  formaron  entonces :  uno  sosteniendo 
las  leyes  sagradas,  la  tradición,  los  principios  fundamen- 
tales del  imperio;  el  otro  doblándose  a  la  imposición  de 
los  tiempos  i  acatando  a  mas  no  poder,  al  estranjero.  El 
mikado  permanecia  neutral,  pero  alguna  vez  debia  tomar 
su  partido.  Pudo  tener  el  apoyo  de  la  inmensa  mayoría 
del  pais  inclinándose  a  los  conservadores,  para  caer  con 
ellos  seguramente,  al  fin  del  tiempo,  en  una  lucha  contra 
las  leyes  sociolójicas  ineludibles  de  esta  época ;  pero  no 
se  atrevió  a  tentar  la  aventura  de  oponerse  a  sus  te- 
nientes, ya  poderosos,  con  buenos  ejércitos  i  buenas 
armas. 

Norte  américa- habia  obtenido  ciertas  concesiones  de 
los  shógoun  imperantes,  quienes  pagaron  con  su  vida  su 
pecado,  asesinados  por  el  partido  conservador.  Mas 
tarde  otras  potencias  europeas  conseguian  participar  de 
las  concesiones,  en  cambio  de  su  apoyo  al  partido  refor- 
mador i  con  tal  motivo,  los  asesinatos  se  multiplicaron  i 
el  Japón  entero  leia  las  ardorosas  proclamas  de  los  con- 
servadores invocando  las  leyes  eternas  de  la  patria.  Los 
shógoun  habian  firmado  tratados  abriendo  ciertos  puer- 
tos al  comercio  estranjero,  mas  el  mikado  era  ajeno  a 
estos  arreglos,  o  a  lo  menos  no  habian  ellos  recibido  su 
sanción. 

Las  potencias  concesionarias  no  entendian,  sin  em- 
bargo, que  faltara  nada  a  la  seriedad  del  compromiso  i 
siguiendo  el  consejo  de  Lord   Palmerston,    al  reclamar 


—  590  — 

su  cumplimiento  sin  dudar  de  su  lejitimidad,  apoyaron  al 
gobierno  signatario  i  te  dieron  enerjia  para  obligar  ai 
mikado  a  ratificarlos  como  lo  hizo,  aun  cuando  ello  fué 
con  el  dolor  de  su  alma  i  llorando  su  infortunio.  £1  anti- 
guo réjimen  cayó.  El  mikado  recobró  de  este  modo  la 
autoridad  efectiva;  la  reforma  de  las  leyes  restrictivas 
se  impuso;  desaparecieron  los  shógoun  i  los  señores 
feudales;  los  bienes  de  la 'nobleza  fueron  a  manos  del 
estado;  el  mikado  se  llamó  emperador;  los  daimios. 
shógoun  i  taikunes  se  convirtieron  en  gobernadores  de 
provincia  i  el  fin  de  este  siglo  XIX  ha  visto  surjir  en  el 
estremo  oriente  una  nueva  organización  constituciona} 
con  sus  tres  ramas  esenciales:  el  emperador,  descen- 
diente de  una  dinastia  veinticinco  veces  secular,  asistido 
por  un  ministerio  a  la  europea  i  un  consejo  privado  ;  el 
poder  lejíslatívo  con  su  senado  de  príncipes,  pares  i 
nobles,  i  su  cámara  de  representantes  de  onjen  mas  o 
menos  popular;  el  judicial  con  sus  jueces,  tribunales  i 
su  alta  corte. 

El  movimiento  político  i  administrativo  del  pais  obe- 
dece a  una  constitución  que  consagra  el  réjimen  es- 
puesto i  a  un  conjunto  de  leyes  adaptadas  a  la  nueva 
organización  del  gobierno. 

¿Serán  ahora  los  japoneses  mas  felices  que  bajo  el 
réjimen  anterior?  No  lo  creo;  pero  no  podian  sustraerse 
a  las  leyes  de  las  sociedades  actuales.  ;  No  hai  respon- 
sabilidad ante  lo  inevitable! 

El  lujo  i  el  exeso  de  los  objetos  destinados  a  satisfacer 
necesidades  ficticias,  producto  de  una  industria  afanosa 
i  forzada,  ha  traído  el  agrio  malestar  de  la  humanidad  i 
esa  lucha  feroz  no  por  la  vida,  como  lo  consagra  la 
espresion  moderna,  sino  por  la  notoriedad  i  el  predo- 
minio. Las  necesidades  reales  de  la  vida  tienen  poco 
territorio  en  la  guerra  sin  cuartel  de  nuestras  sociedades 
cultas.  ¡El  mundo  bajo  tales  influencias  se  ha  vuelto 
triste  i  desgraciado! 


—  591 


IX.  —  RELACIONES  SEXUALES  —  PROSTITUCIÓN 

Son  los  japoneses  mas  enamorados  que  lúbricos ;  lo 
hemos  visto  en  su  poesía  i  lo  podemos  corroborar  en  su 
vida  diaria.  Fuera  de  las  relaciones  sexuales  autorizadas 
por  el  matrimonio,  existen  las  privadas,  las  secretas  o 
clandestinas  perseguidas  por  la  autoridad  i  las  conoci- 
das, toleradas  i  reglamentadas  por  la  lei,  en  fuerza  de  la 
imposibilidad  de  suprimirlas. 

Son  privadas  las  relaciones  sexuales  en  el  seno  de  las 
familias  cuando  no  media  el  vínculo  matrimonial  i  consti- 
tuyen una  especie  de  prostitución  limitada  cuyo  oríjen  es 
el  amor,  el  interés  o  la  necesidad.  Una  joven  hija  de 
familia  viviendo  en  la  casa  paterna,  acepta  a  veces  un 
amante  por  un  tiempo  mas  o  menos  largo,  con  la  tole- 
rancia de  sus  padres.  La  joven  en  este  caso  conserva  su 
recato  en  cuanto  lo  permite  la  irregularidad  de  sus  actos, 
i  guarda  una  fídelidad  satisfactoria  durante  la  vijencia  de 
su  compromiso.  "^ 

No  predomina  la  lujuria  en  estas  relaciones,  a  lo  menos 
con  el  carácter  morboso  que  ella  tiene  entre  nosotros; 
se  trata  solo  de  un  comercio  carnal  que  se  inspira  en  el 
motivo  de  su  oríjen  i  en  esto  se  distinguen  principal- 
mente de  las  análogas  del  occidente  que  llevan  con  justo 
título,  el  sello  del  vicio.  Aquí  no  existe  sino  por  exep- 
cion  esa  irritabilidad  enfermiza  como  elemento  primor- 
dial. Los  actos  no  encuadran  sin  duda  en  los  preceptos 
de  la  lei  moral,  pero  no  la  atropellan  con  marcada  inten- 
ción, siendo  propiamente  la  resultante  de  un  compro- 
miso, un  trabajo,  podría  decirse,  inherente  a  cierto  estado 
angustioso  de  la  vida,  que  no  mancha  las  almas.  ¡  En 
ciertas  penurias  todo  capital  debe  dar  un  interés ;  esa 
es  una  lei  de  la  naturaleza  social !  La  diferencia  entre  tal 
estado  aquí  con  el  semejante  de  nuestra  civilización,  salta 
a  la  vista  del  observador  menos  penetrante  en  materias 
sicolójicas. 

No  vaya  a  concluir  el  lector  de  este  dato,  que  en  todas 
o  en  muchas  familias  del  Japón  sucede  lo  apuntado ;  no 
señor ;  mas  bien,  con  relación  al  número  de  habitantes, 


—  592  — 

el  hfcho  es  exepcíonal.  Las  jóvenes  que  proceden  así 
no  son  calificadas  de  prostitutas  como  no  lo  son  en  Eu- 
ropa o  América  las  mujeres  que  tienen  un  amante,  aun 
cuando  lo  cambien,  si  no  lo  hacen  con  marcada  fre- 
cuencia. 

Las  relaciones  secretas  o  clandestinas  tienen  lugar  con 
las  mujeres  no  inscritas  i  perseguidas  por  la  policía;  i 
las  toleradas  con  las  mujeres  legalmente  autorizadas 
para  ejercer  la  prostitución. 


Bajo  diversos  puntos  de  vista  las  mujeres  de  placar, 
como  se  las  llama,  se  dividen  en  tres  categorías: 

Las  Jij^oku  —  mujeres  sin  licencia. 

Las  Shogii  —  meretrices,  prostitutas. 

Las  Gueshas  —  bailarinas    i    músicas,     teóricamente 
castas  i  puras. 

♦ 

Contra  las  primeras  la  autoridad  ha  tomado  siempre 
medidas  severas  que  han  ido  hasta  la  confiscación  dt 
bienes  i  la  prisión  con  cadenas,  considerándolas  como 
un  peligro  social  i  con  razón.  Ellas  representan  abora 
a  las  antiguas  corredoras  de  calle  que  cuando  se  enfer- 
maban iban  a  remediar  la  destrucción  de  sus  facciones 
en  una  casa  llamada  Yotaca-ya,  de  donde  les  vino  el 
nombre  que  al  trasmitirse  se  ha  convertido  en  jigoku; 
allí  las  pintaban  les  llenaban  con  cosméticos  las  úlceras 
i  pérdidas  de  sustancia  i  estas  infelices  así  preparadas, 
salían  a  buscar  fortuna  i  a  esparcir  el  mal  venéreo  en  la 
población.  Las  sorprendidas  en  delito  eran  conducidas 
a  los  Yoshiwaras,  barrios  determinados,  i  obligadas  a 
ejercer  su  oficio  en  condiciones  reglamentadas.  Se  en- 
cuentra este  jénero  de  prostitutas  en  las  casas  de  te, 
de  comida  o  de  venta  de  cualquier  cosa,  disimulándose 
un  comercio  con  otro. 


-  593  — 

Las  shogii  o  mujeres  patentadas  no  pueden  ejercer 
sino  en  un  Yoshiwara  (esta  palabra  era  el  nombre  anti- 
guo de  un  barrio  de  Tokio,  llamado  así  en  razón  de  los 
juncos  que  en  él  crecían  i  en  el  cual  fueron  confinadas 
tiempos  atrás,  las  meretrices  clandestinas,  ahora  aplicado 
solamente  a  ciertos  parajes  i  edificios  donde  viven  las 
tíiujeres  inscritas,  en  sociedades  organizadas  i  regla- 
mentadas). 

En  Tokio  hai  varios  Yoshiwaras;  diré  solo  sobre  el 
principal  cuanto  el  lector  necesita  saber  para  su  instruc- 
ción en  la  materia.  Por  sus  casas,  sus  calles  i  sus  jardi- 
nes, el  Yoshiwara  mas  renombrado  es  el  mejor  barrio 
tal  vez  de  Tokio.  Vale  el  terreno  en  aquel  paraje  cuatro 
tantos  mas  que  en  cualquier  otro.  Hai  innumerables 
casas  de  té  i  grandes  institutos  de  tolerancia.  Se  dividen 
estos  en  dos  categorías:  los  mas  lujosos  no  se  diferen- 
cian de  cualquier  casa  de  jente  rica  i  apenas  si  se  ve 
desde  la  calle  una  musmé  paseando  en  sus  jardines,  pa- 
tios i  corredores;  los  otros  presentan  en  su  frenfe  una 
especie  de  jaula  angosta  i  larga  donde  se  exiben  las  pu- 
pilas, vestidas  de  gala,  pintadas  i  risueñas,  sin  hacer 
presiones  sobre  los  pasantes  ni  solicitar  su  visita.  AlH 
están  sentadas,  quietas,  silenciosas  por  lo  jeneral,  fu- 
mando, calentándose  las  manos  i  mirando  la  calle  por 
entre  las  rejas  hasta  que  son  requeridas  del  interior. 

No  hai  apariencia  ninguna  de  inmoralidad  i  el  que  no 
sabe  el  objeto  de  semejante  feria,  solo  encuentra  estraño 
el  espectáculo. 

£n  cada  instituto  hai  una  o  un  jerente  i  varios  funcio- 
narios :  porteros,  sirvientes,  etcétera.  Los  i  las  jerentes 
son,  se  dice,  de  una  crueldad  terrible  i  esplotan  escanda- 
losamente a  sus  víctimas ;  sin  embargo  éstas  no  tienen 
aire  de  tales  i  algunas  confiesan  ser  tratadas  de  un  modo 
paternal  i  afectuoso. 

La  imajinacion  puede  crear  leyendas  o  romances,  con- 
flictos o  trajedias  en  el  interior  de  estas  casas,  pero  solo 
por  exepcion  acertarán  a  señalar  hechos  reales. 

Los  crueles  tratamientos,  las  pasiones  poéticas  que 
concluyen  con  el  matrimonio,  los  suicidios  por  remordi- 
miento o  por  no  poder  soportar  la  vida  deshonrosa,  son 

Por  mares  i  Por  Herrai  ^8 


—  594  — 

hechos  reales  pero  raros,  aun  cuando  los  romancistas 
los  hagan  frecuentes  i  comunes. 

A  estar  a  mis  informes  debo  decir  que  en  el  gran 
Yoshiwara  de  Tokio  i  en  su  símil  de  Yokohama,  las  ha- 
bitaciones son  grandes  i  aseadas,  la  comida  de  las  pupi- 
las sana  i  abundante  i  los  vestidos  a  satisfacción  de  ellas. 
Naturalmente  el  precio  asignado  a  todo  ello  no  guarda 
la  proporción  equitativa;  es  dos,  cuatro,  diez,  veinte 
veces  mayor  que  su  valor  efectivo;  pero  ¿dónde,  en 
análogas  situaciones  no  sucede  lo  mismo  ? 

Viven  en  los  Yoshiwaras  ciertas  celebradas  bellezas 
en  condiciones  especiales;  tienen  piezas  alhajadas  con 
lujo,  sirvientes,  buena  mesa  i  por  añadidura,  la  dorada 
juventud  de  la  ciudad  suspirando  a  sus  plantas.  Rilas 
enseñan  el  arte  a  sus  pajes  femeninos  o  sus  compañeras 
menores,  adscripias  a  su  servicio ;  se  pintan  de  negro 
los  dientes,  como  un  privilejio;  las  otras  no,  i  por  eso 
estas  se  llaman  dientes  blancos,  distintivo  que  significa 
inferioridad.  ¡Todo  es  convencional  en  este  mundo! 

—  ¿  Cómo  reclutan  su  población  los  Yoshiwaras  ?  — 
Por  medio  de  un  contrato  en  toda  forma  sobre  dinero 
prestado.  La  musmé  declara  haber  recibido  i  el  jerente 
haber  entregado  la  suma  de que  debe  ser  reem- 
bolsada en  el  término  de (tres  años  por  lo  común) 

afectando  al  pago  las  ganancias  de  la  joven,  las  que  se 
dividen  para  el  objeto  i  la  atención  de  otras  necesidades, 
en  varias  partidas ;  un  fondo  amortizante,  una  renta 
para  el  Yoshiwara,  una  cuota  para  la  policia,  otra  para 
sufragar  los  gastos  de  alimento  i  vestido,  i  una  suma 
(mínima)  que  la  musmé  retiene  para  sí. 

El  contrato  se  halla  garantido  por  la  conformidad  de 
los  padres  de  la  joven,  la  intervención  de  la  policia  i  la 
firma  de  las  partes  contratantes.  Se  espresa  en  él  dete- 
nida i  minuciosamente  todos  los  casos  i  continjencias 
que  pueden  sobrevenir  durante  su  vijencia,  tales  como 
enfermedades,  resistencias  de  la  joven,  abandono  de  la 
casa,  rescisión,  traslación  a  otro  Yoshiwara  i  varias 
otras  previstas  o  sospechadas  apenas. 

La  musmé  se  compromete  a  servir  con  buena  volun- 
tad los    intereses    del    Yoshiwara,    i    los    directores    de 


—  595  — 

éste  a  mantenerla,  vestirla,  alojarla,  cuidarla.  La  suma 
prestada  va  a  poder  de  los  padres  de  la  niña;  esta 
puede  recobrar  su  libertad  pagando  la  deuda  antes  del 
vencimiento  del  plazo,  pero  en  condiciones  odiosas. 
Ocurre  como  regla  que  al  fin  del  contrato  la  musmé  está 
tan  endeudada  como  al  principio  i  se  vé  obligada  a  reno- 
varlo. La  shogii  no  puede  salir  del  Yoshiwara  sino  con 
permiso  especial  i  en  casos  graves;  desgracias  de  fami- 
lia por  ejemplo! 

Aparte  de  las  cláusulas  del  contrato,  pesa  sobre  las 
partes  una  reglamentación  policial  minuciosa  hasta  el 
exeso,  previsora  en  lo  posible,  precavida  i  toda  ella 
tendente  a  protejer  a  las  pobres  jóvenes  contra  las  inde- 
bidas exacciones  de  sus  patrones,  sin  lastimar  los  dere- 
chos de  estos.  Allí  están  marcados  los  trámites  necesa- 
rios para  entrar  en  el  gremio,  los  requisitos  que  deben 
llenar  los  solicitantes,  las  obligaciones  de  los  contra- 
tantes, las  contribuciones  o  impuestos  policiales  i  cuanto 
humanamente  es  posible  ordenar  a  priori  i  con  carácter 
general. 

Las  causas  por  las  cuales  una  musmé  entra  en  tan 
penoso  ejercicio,  son  varias,  pero  entre  ellas  hai  dos 
principales:  la  miseria  i  el  contagio  de  imitación  que 
desarrolla  las  tendencias  orgánicas  cuando  existen.  La 
beneficencia,  el  amor  filial,  el  abandono  de  un  primer 
amante,  la  orfandad,  son  causas  poco  frecuentes  o  exep- 
cionales  i  algunas  dudosas.  Por  ejemplo,  el  deseo  de 
socorrer  a  los  padres  viejos  i  achacosos  parece  patente 
en  el  hecho  de  ser  éstos  quienes  reciben  el  dinero;  sin 
embargo,  dada  la  sumisión  de  los  hijos  hacia  sus  jenito- 
res,  mas  natural  es  creer  en  una  imposición  de  los  padres 
que  en  un  espontáneo  sacrificio  de  las  hijas  quienes,  al 
entrar  en  un  Yoshiwara,  ellas  lo  saben,  quedan  mancha- 
das para  toda  la  vida. 

Pueden  las  musmés  del  Japón  como  las  niñas  de  otros 
países  aceptar  una  desgracia  pero  no.  buscarla.  Así,  la 
policia,  de  diez  peticiones  rechaza  nueve,  aun  cuando  los 
solicitantes  aleguen  buenas  razones  en  su  presencia  i  la 
musmé  manifieste  su  buena  voluntad,  lo  que  hace 
siempre  con  los  ojos  clavados  en  el  suelo  i  dejando  ver 


—  596  — 

los  signos  de  la  angustia  en  su  cara,  mientras  el    oficial 
público  la  interroga. 

Conservo  entre  mis  papeles  todos  los  documentos  po- 
liciales relativos  a  esta  materia  i  un  ejemplar  de  los  con- 
tratos. 

Componen  las  gueshas  la  clase  más  simpática  entre 
las  tres  en  que  se  dividen  las  mujeres  de  vida  liviana.  Son 
lindas,  graciosas,  bien  educadas,  ñnas  i  llenas  de  atracti- 
vos. V^iven  en  grupos  a  cargo  de  un  empresario  o  tutor. 
Se  las  elije  cuando  son  criaturas  i  mediante  contrato  con 
los  padres,  quedan  a  cargo  de  los  empresarios,  quienes 
hacen  su  educación  enseñándoles  el  baile,  la  música  i 
buenas  maneras;  adiestrándolas  en  una  palabra,  para  su 
futuro  oficio! 

Van  a  las  casas  particulares  de  lujo  donde  amenizan  las 
fiestas  i  asisten  a  los  establecimientos  públicos  para 
cantar  i  bailar  durante  las  comidas,  haciendo  decente- 
mente las  delicias  de  los  invitados.  Para  conseguir  su 
asistencia  se  necesita  el  permiso  del  tutor  respectivo. 
No  andan  solas  sino  en  grupos  de  dos  a  lo  menos  i 
sometidas  a  una  recíproca  vijilancia.  Son  teóricamente 
castas  i  antes  eran  siempre  vírjenes,  según  dicen.  Ahora, 
mediante  permiso,  ceden  a  las  instancias  de  sus  adora- 
dores i  hacen  con  ellos  vida  marital  por  horas,  por  días 
o  por  meses  i  aun  por  siempre,  casándose.  Ser  amante 
de  una  guesha  celebrada  es  un  honor  muy  disputado. 


X.  —  ENTIDAD  MORAL  DE  LOS  JAPONESES 

Hace  mucho  tiempo  que  las  ciencias  esperimentales 
han  demostrado  la  existencia  en  el  hombre  de  dos  facul- 
tades síquicas  fundamentales,  siendo  las  dos  por  si  solas 
constitutivas  del  ser  moral:  la  intelíjencia  i  la  sensibi- 
lidad. 

La  voluntad  tenida  en  grande  honor  antes,  hasta  ha- 
ber sido  proclamada  por  algunos  filósofos  un   atributo 


~   597  — 

igual  en  su  esencia  al  del  mismo  Dios,  no  es  sino  un  de- 
rivado, una  consecuencia,  un  resultado  de  los  impulsos 
sentimentales  e  intelectuales.  Así,  estudiando  las  dos 
ramas  en  un  ser  moral  se  llega  a  su  total  descripción; 
pero  no  aplicaré  el  enunciado  a  mi  estudio  sobre  los 
japoneses  porque  eso  importada  en  realidad  propo- 
nerme hacer  un  tratado  de  sicolojia.  Me  serviré  pues 
solamente  de  la  división  para  introducir  cierto  método 
en  mi  diseño. 

La  intelijenda  de  los  japoneses,  en  mi  opinión,  se 
pre^a  mas  a  los  desenvolvimientos  concretos  que  a  la 
jeneralizacion  i  es  por  lo  tanto,  mas  minuciosa  que  tras- 
cendente, sin  que  esa  calidad  afecte  su  estension,  pues 
como  lo  muestran  sus  obras,  ella  recorre  cómodamente 
el  espacio  comprendido  entre  las  transacciones  filosóficas 
i  las  nociones  rutinarias  de  los  actos  casi  inconcientes. 

Su  sensibilidad,  es  decir  la  otra  rama  de  su  alma,  no 
cabe  dentro  de  ningún  cuadro  analítico  clasificado  en 
nuestra  escolástica,  ni  corresponde  a  un  tipo  definido, 
juzgándolo  por  los  hechos  visibles  que  ella  enjendra.  Es 
en  cierto  punto  contradictoria ;  corresponde  a  un  esta- 
do transitorio  i  representa  la  mezcla  de  los  dictados  pri- 
mitivos con  los  de  una  cultura  delicada.  Los  japoneses 
son  buenos  podria  decirse  en  jeneral,  apreciando  sus 
sentimientos,  pero  mirando  ciertos  hechos,  su  dulzura 
para  con  los  animales  por  ejemplo,  i  su  crueldad  para 
con  sus  enemigos  en  la  guerra  o  en  los  antagonismos 
intestinos,  se  encontrará  que  la  calificación  es  deficiente 
o  exesiva;  pues  la  bondad  japonesa  no  encuadra  neta- 
mente en  la  calidad  designada  por  esa  palabra  en  occi- 
dente. No  es  una  bondad  franca,  suelta  desabrochada, 
plácida,  cómoda,  desprovista  de  relaciones,  uniforme, 
independiente  de  toda  convención  de  circunstancias ! 


Va  en  las  palabras  anteriores  cuánto  puedo  decir  en 
estracto  i  con  referencia  a  una  fórmula  capaz  de  abarcar 
los  hechos  correspondientes  a  las  facultades  fundamen- 
tales  en    un    cerebro    japones,   pero    puedo   ilustrar    la 


—  598  — 

materia  señalando  particularidades  de  carácter  complejo, 
unas  veces  de  onjen  primordial  i  simple,  otras  que  d 
lector  atribuirá  al  sentimiento  o  al  pensamiento,  seg^un  su 
conciencia  o  dejará  sin  calificación,  apartándose  así  de 
las  líneas  divisorias  trazadas,  cual  yo  lo  haré  al  presen- 
tarlas, siéndome  mas  cómodo  hablar  de  cómo  procede  el 
hombre,  que  de  la  manera  con  que  lo  hace  cada  una  de 
sus  dos  facultades. 

Tomemos  este  hecho :  Un  japones  se  encuentra  herido 
en  su  honor,  mata  a  su  detractor  i  en  seg^uida  se  abre 
el  vientre. 

Tales  actos  son  condenados  por  la  leí  moral;  no  obs- 
tante muestran  pundonor,  valentia,  enerjia  i  tal  respeto 
por  la  opinión  pública  i  el  propio  decoro,  que  en  virtud 
de  su  influencia  el  ájente  es  compelido  a  cometer  volun- 
tariamente el  acto  heroico  de  sacrificar  su  propia  vida 
de  la  manera  mas  terrible  i  dolorosa. 

En  efecto,  entre  pegarse  una  puñalada  en  el  corazón 
i  rebanarse  el  vientre,  para  elejir  el  segundo  modo  de 
suicidio  se  necesita  tener  el  máximum  de  temple  humano. 

La  abnegación  del  suicidio  tras  del  asesinato  lava  toda 
mancha  i  deja  el  nombre  i  el  honor  del  caballero  intacto. 

Todas  las  razones  i  pasiones  puestas  en  juego  en  este 
caso,  serán  erróneas  i  mal  encaminadas,  como  lo  son 
las  preocupaciones  i  el  exesivo  valor  atribuido  a  las 
convenciones  sobre  el  punto  de  honor,  pero  dada  su 
existencia,  el  hecho  de  matar  creyendo  vengar  la  propia 
reputación  i  suicidarse  acto  continuo,  es  una  brutalidad 
heroica,  admirable  i  admirada,  en  la  cual  la  nobleza 
corre  parejas  con  la  mas  acendrada  consideración  de  sí 
mismo;  i  el  hombre  capaz  de  cometerla  es  capaz  de 
cualquier  otro  heroísmo  mejor  o  peor  inspirado. 

He  sido  varias  veces  impresionado  por  el  valor  de 
sufrir  i  la  firmeza  para  aguantar  el  dolor  de  parte  de  los 
individuos  pertenecientes  a  ciertas  razas:  los  paragua- 
yos, los  correntinos,  los  indios,  los  chinos  i  los  japone- 
ses se  parecen  en  esto.  Yo  he  practicado  operaciones 
cruentas  a  soldados  paraguayos,  sin  anestesiarlos  i  no 
les  he  oido  un  solo  quejido.  La  aptitud  para  soportar 
el    dolor  físico    { será    correlativa   con    el   comunmente 


—  599  — 

llamado  desprecio  de  la  muerte?  Yo  no  creo  en  seme- 
jante desprecio,  pero  indudablemente  los  signos  de 
adherencia  a  la  vida,  i  debe  creerse  por  tanto,  la  adhe- 
rencia real,  no  son  iguales  en  las  diversas  razas. 

Examinando  atentamente  los  hechos  i  las  manifesta- 
ciones enjendradas  por  el  fenómeno  muerte  i  sus  conse- 
cuencias forzosas,  en  las  costumbres  japonesas,  he 
llegado  a  formarme  una  idea  cabal  del  modo  como  tal 
desgracia  se  halla  representada  en  su  conciencia,  a 
mi  juicio. 

No  desprecian  ellos  la  muerte,  pero  no  le  tienen 
horror.  Por  consiguiente  consideran  la  vida  como  un 
bien,  pero  no  mas  estimable  que  todos  los  otros;  que  la 
conservación  del  honor,  por  ejemplo.  La  muerte  para 
ellos  no  es  terrible  sino  desagradable,  a  veces  en  sumo 
grado.  No  les  gusta  hablar  de  ella,  renovar  el  pesar  que 
causa  la  de  los  parientes  i  amigos,  ni  empeñarse  en  lar- 
gas ceremonias  fúnebres ;  prefieren  borrar  cuánto  a  ella 
se  refiere,  no  de  la  memoria  sino  del  sentimiento.  El 
muerto  cambia  de  nombre,  se  convierte  en  otro  sujeto  i 
así  vive  en  el  recuerdo  de  la  familia,  sin  causar  amargu- 
ras ni  desesperaciones;  es  un  individuo  nuevo,  grato  a 
los  vivos,  que  habita  otro  pais.  No  se  habla  de  él  a  lo 
menos  con  los  estraños,  en  forma  dolorida  i  la  sonrisa 
que  según  los  filósofos  japoneses,  es  la  fortuna  de  su 
raza,  no  es  mal  mirada  en  los  labios  de  un  deudo  cuando 
se  vé  obligado  a  conversar  a  cerca  de  la  defunción  de 
sus  parientes.  En  efecto,  la  cortesia,  inseparable  del 
trato  de  estas  jentes  estraordinarias,  exije  no  aflijir  a  los 
estraños  con  las  muestras  del  propio  sufrimiento.  Las 
penas  en  el  Japón  son  hechos  sujetivos,  internos  i  no 
entran  en  el  comercio  social ;  la  vida  es  corta,  todos  lo 
saben,  i  a  qué  desolarse  entonces  por  lo  irremediable  ? 
Esto  entre  nosotros  es  una  teoria  o  una  frase;  entre 
ellos  es  un  sentimiento  radical  fundamental,  constitu- 
cional, que  actúa  con  toda  naturalidad  como  una  función 
orgánica. 

Permanente,  habitual,  no  finjida  la  cortesia  sino  innata 
en  el  japones,  representa  su  bonhomia  nativa,  es  la  espre- 
sion  de  sus  sentimientos  de  beneficencia.  Ser  agradables 


—  600  — 

para  ellos  es  un  del>er;  mostrarse  contentos  aun  cuando 
sufran,  una  rama  de  la  hospitalidad,  un  agasajo  debido  a 
los  semejantes,  un  lujo  de  su  vida  muchas  veces  penosa; 
un  tónico  de  su  alma,  la  hijiene  de  su  altruismo  que  ellos 
cuidan  como  su  cuerpo  i  su  hogar,  siempre  limpios  i 
temperados. 


Otro  hecho   sicolójico  se  liga  íntimamente  con  estos 
datos.  Para  un  japones  todo    hombre   encolerizado    es 
simplemente  ridículo,  provoca  la  risa,  es  una  curiosidad 
divertida;  i  si  la  cólera  se  manifiesta  en  el  curso  de  tina 
conversación,  el  interlocutor  corta   el  diálogo  sin  mas 
trámite,  considerando  al  intemperante  fuera  del   estado 
compatible  con  la  facultad  de  razonar.   Creo  haber  refe- 
rido ya   un  hecho    ilustrativo  de  este  tópico;  si   así   es, 
incurriré  con  permiso  del  lector  en  una  repetición:    Du- 
rante una  conferencia  diplomática  entre  japoneses  i   un 
ministro  estranjero,   este   se  exaltó  no  sin   cierta   razón 
por  las  dilaciones  mui  usuales  en  los  pueblos  del  estre- 
mo  oriente.    El  diplomático  japones,    entonces,   con    la 
sonrisa  en  los  labios,  dirijíéndose  al  estranjero,  le  dijo: 
«  Dejaremos  este  asupto   para  mañana  si  V.  E.  lo  con- 
siente» i  volviéndose   a  su  secretario  añadió  en  japones: 
«  Un  hombre  que  no  sabe  gobernarse  no  puede  tratar 
ningún  asunto  atinadamente  :^. 

En  los  antiguos  tiempos,  los  combatientes,  en  los 
momentos  de  tregua,  se  reunian  en  sitios  neutrales  a  fra- 
ternizar i  componer  versos,  lo  que  no  les  impedia  tomar 
de  nuevo  las  armas  i  matarse  en  sangrientas  batallas. 


Ningún  japones  da,  espontáneamente  una  mala  noticia 
ni  comienza  respuesta  alguna  por  la  palabra  no,  aun 
cuando  su  contestación  deba  ser  negativa.  El  dia  de 
año  nuevo  el  altruismo  se  desborda,  todo  el  mundo  ama 
a  todo  el  mundo ;  los  amigos  se  abrazan  i  los  enemigos 
se  desean  el  mayor  éxito  en  todo;  ya  lo  sabemos,  no  se 
pronuncia  en  ese  dia  la  sílaba  shi  que  entra  en  la  radical 


—  ÓOI  — 

de  la  palabra  muerte,  i  como  la  causa  mayor  de  las  dis- 
cordias ha  sido  evitada  (hablo  del  pago  de  cuentas  hecho 
antes  del  31  de  Diciembre,  si  una  imposibilidad  absoluta 
no  lo  ha  impedido,  siendo  tal  costumbre  de  estricto  rigor 
para  mantener  la  propia  reputación)  reina  un  contento 
jeneral  cuyas  manifestaciones  he  descrito  ya. 


Los  japoneses  aman  su  tierra;  son  patriotas,  en  la 
verdadera  acepción  de  la  palabra.  «  Amar  su  tierra  »  no 
es  aquí  una  metáfora;  el  amor  patrio  se  descompone  en 
el  amor  al  terreno,  a  la  montaña,  al  rio,  a  la  selva,  a  la 
casa,  a  la  sementera,  a  la  familia,  al  gobierno,  a  las  ins- 
tituciones, a  las  costumbres,  a  todo  lo  que  es  japones  en 
fin,  o  está,  o  vive  en  el  Japón. 

He  ahí  un  carácter  en  que  los  japoneses  se  distinguen 
de  los  chinos  totalmente ;  estos  no  dejan  traslucir  sus 
sentimientos  de  nacionalidad  sino  en  una  forma  rudi- 
mentaria, restrinjida,  limitada  a  la  ciudad,  circuito  o 
comarca  que  habitan,  cuando  mas. 


Por  naturaleza  el  japones  tiene  amor  a  lo  bello;  es 
culto  i  distinguido;  es  artista  i  se  inspira  en  ideales; 
mezcla  la  poesía  a  los  actos  de  la  vida  diaria;  se  entu- 
siasma por  las  altad  concepciones  i  sus  pasiones,  negati- 
vas o  dominadas  cuando  nacen  de  un  jérmen  impuro, 
innoble  o  maligno,  se  exaltan  siempre  cuando  visan 
hacia  las  serenas  alturas  del  pensamiento  donde  mora  el 
honor,  la  gloria  i  el  amor. 

Rara  vez  me  ocurre  citar  las  opiniones  de  los  santos, 
pero  en  esta  ocasión  i  en  corroboración  de  algunas  de 
mis  observaciones,  no  puedo  dejar  de  estampar  el  juicio 
de  San  Francisco  Javier  (Xavier)  quien  hablando  de  los 
japoneses  dice:  «En  tanto  cuanto  uno  puede  juzgar,  los 
japoneses  sobrepasan  en  virtud  i  probidad  a  todos  los 
hombres  de  las  otras  naciones  hasta  ahora  descubiertas. 
Son  de  afable  disposición,  contrarios  a  la  chicana  i  mui 
codiciosos  de  los  honores  que  estiman  sobre  todas  las 


—  602  — 

cosas.  El  estado  de  pobreza  es  una  condición  frecuente 
entre  ellos,  pero  no  les  trae  descrédito  alguno,  si  bien 
pasan  penurias»  (traducción  libre  de  un  testo  inglesa 
falta  del  castellano). 

Con  el  mismo  propósito  citaré  la  opinión  del  viajero 
Marco  Polo,  quien  allá  por  el  ano  1298  escribía :  c  Los 
habitantes  del  Japón  son  blancos,  civilizados,  política- 
mente independientes,  felices  e  idólatras.  El  pais  es  tan 
rico  en  oro,  que  el  techo  i  los  pisos  del  palacio  del 
Emperador  han  sido  cargados  con  él  hasta  un  grueso 
de  dos  pulgadas  >.  (Debe  entenderse:  llevan  una  cu- 
bierta de  oro  de  dos  pulgadas  de  grueso;  pero  me  i m ajino 
que  aquí  se  le  ha  ido  la  mano  al  amigo  Marco  Polo). 


El  carácter  festivo  en  jeneral  se  halla  tan  cerca  del 
trivial  en  el  jénero  humano,  que  a  veces  se  confunde  con 
él.  Los  japoneses  son  alegres  de  suyo;  las  mujeres  i  los 
niños  tienen  la  risa  en  la  boca  i  los  hombres  casi  en  to- 
das las  circunstancias  de  la  vida,  aunque  feos,  presentan 
una  cara  plácida  i  una  espresion  sonriente.  Son  gracio- 
sos i  espirituales  sin  malignidad,  pero  estas  calidades 
amables  de  su  índole  no  los  convierten  en  frivolos.  Son 
lo  que  los  ingleses  llaman y«««jy^  a  veces,  pero  muchos  de 
ellos  alcanzan  a  las  alturas  del  humour,  es  decir,  a  una 
ñlosofía  sarcástica,  profunda  i  amena  a  la  vez. 

Tienen  una  marcada  habilidad  para  disfrazarse,  imitar 
i  caricaturar  i  sus  bromas  siempre  desprovistas  de  hiél  i 
de  veneno,  no  respetan  sin  embargo  nada,  ni  los  defectos, 
ni  las  desgracias,  ni  las  enfermedades  que  se  complacen 
en  tomar  livianamente. 

Así  por  ejemplo,  los  pobres  ciegos  son  con  frecuencia 
sujetos  de  caricatura  o  de  narraciones  divertidas  que 
hacen  reir  hasta  a  las  mismas  víctimas  quienes  a  decir 
verdad,  no  son  tan  infelices  aquí  como  en  otros  países. 

No  se  rien  de  los  jorobados  ni  de  los  mendigos  por 
que  son  las  dos  especies  casi  desconocidas  en  el  terri- 
torio del  imperio. 


—  603  — 

Pero  ni  la  risa  ni  la  broma  impiden  la  compasión  ni  la 
beneficencia.  Algunos  pobres  estropeados»  enfermos,  lisia- 
dos, paralíticos  se  encuentra  en  los  caminos,  sentados  en 
pequeñas  carretas. — ¿  Qué  hacen  en  tal  caso  los  pasantes? 
—  Un  acto  de  sublime  caridad :  empujan  el  vehículo  del 
inválido  en  la  dirección  de  su  camino,  un  largo  trecho, 
hasta  encontrar  un  reemplazante  i  así  pasando  de  mano 
en  mano,  viaja  el  desgraciado  por  diversos  puntos,  donde 
la  caridad  de  nuevas  jentes  los  socorre  con  su  óbolo  o 
los  alimenta. 

Los  ciegos  en  el  Japón  gozan  como  ya  lo  he  insinuado, 
de  una  relativa  felicidad;  ganan  su  vida  practicando  el 
masaje  i  son  profesores  en  el  ramo;  durante  la  noche  a 
favor  del  silencio  se  oye  su  silbido  reclamando  ocupa- 
ción u  ofreciendo  sus  servicios. 

No  aplica  el  japones  solamente  a  sus  semejantes  sus 
sentimientos  de  piedad;  los  estienden  también  a  los  ani- 
males. Atar  perros  i  dejarlos  ahullando  toda  la  noche  es 
una  barbaridad  desconocida  en  el  imperio.  Martirizar, 
matar  animales,  son  actos  repudiados,  condenados  i  rarí- 
simos. Quitar  la  vida  a  un  buei  o  a  una  vaca  para  comer 
su  carne,  es  un  hecho  contrario  al  sentido  común ;  « ¿  por 
qué  sacrificar  animales  tan  útiles  i  tan  buenos?»  se  dicen 
i  prefieren  no  comer  carne  de  tales  reses.  Pero  no  llevan 
su  conmiseración  hasta  privarse  de  los  placeres  i  de  las 
ventajas  de  la  caza  i  de  la  pesca  incurriendo  así  en  una 
contradicción  perdonable  so!o  por  tratarse  de  animales 
salvajes  i  si  no  cazan  bueyes  ni  vacas,  es  porque  no  hai 
en  el  pais  ganado  vacuno  arisco;  los  bueyes  existentes 
son  mansos  aradores  i  las  vacas,  madres  de  familia  hones- 
tas i  lecheras. 


Podría  llamarse  el  Japón  el  paraíso  de  los  niños;  se  les 
cuida,  se  les  agasaja,  se  les  regala  i  jamás  se  les  castiga ; 
las  madres  reprenden  a  sus  hijos  razonando  i  así  la  dul- 
zura natural  del  carácter  de  estos  i  la  dosis  de  felicidad 
con  que  vienen  al  mundo  las  criaturas,  no  se  altera.  Ni  la 
escuela  siquiera  es  para  ellos  un  tormento ;  en  ella  jue- 
gan,  gozan   i  aprenden.    La   profesión  de   maestro,  tan 


—  604  — 

odiosa  en  todas  partes,  aquí  está  llena  de  satisfacciones ; 
los  niños  adoran  a  sus  preceptores,  los  respetan  i  llevan 
su  cortesia  nativa  i  la  aprendida  en  su  corta  esperíencia, 
hasta  el  punto  de  no  distraerse  en  las  lecciones  i  prestar 
una  obsequiosa  atención.  Cualquier  signo  de  aburri- 
miento en  un  niño  en  clase  lo  desconceptúa  en  la  opinión 
de  sus  compañeros,  aun  cuando  no  le  procure  penitencias 
ni  reprimendas. 

Pero  el  hecho  mas  curioso,  observado  por  todos  los 
viajeros  i  estampado  en  sus  libros,  es  el  siguiente :  los  niños 
del  Japón  no  lloran,  no  saben  llorar;  a  lo  menos  no  se 
les  oye  ni  se  los  ve  llorar  jamás.  Debe  haber  en  esto 
escepciones  individuales  i  de  circunstancias  porque  el 
llanto  por  el  dolor  físico  en  la  infancia  siendo  tan  natural, 
ningún  atavismo  creo,  puede  llegar  a  suprimirlo  entera- 
mente. Sin  embargo,  el  hecho  visible  es  el  apuntado. 
He  estado  en  las  escuelas  infantiles  donde  hai  quinientas 
o  mas  criaturas;  he  visto  a  varias  caerse,  perder  en  sus 
juegos,  golpearse,  pero  no  he  visto  llorar  a  una  sola  de 
ellas.  Lo  único  que  se  oye  en  los  recreos,  o  en  cualquier 
reunión  de  niños,  es  la  risa  alegre,  brillante,  aguda  i 
espontánea. 


Otra  costumbre  muestra  tal  delicadeza  i  ternura  de 
sentimientos  i  tiene  una  influencia  tan  adorable  en  la 
educación,  que  el  solo  narrarla  conmueve  i  entUvSiasma. 
A  la  puerta  de  los  templos  hai  una  vieja  con  una  jaula 
llena  de  pequeños  pájaros;  un  niño  llega  con  su  mamá  o 
su  hermanita,  da  un  cobre  a  la  vieja  i  pone  en  libertad 
uno  de  los  pajaritos  dando  gritos  de  alegría  al  verlo 
tomar  el  vuelo  hacia  los  cielos.  Esa  es  la  ofrenda  que 
los  niños  presentan  a  sus  dioses. 

{Hai  en  la  tierra  delicadeza  mas  esquisita  de  senti- 
mientos, acto  alguno  de  mas  profunda,  intensa,  refinada 
moralidad?  ♦ 

I  Qué  pueblo  civilizado  presenta  en  sus  códigos  i  há- 
bitos de  educación  un  rasgo  análogo  ? 


—  605  — 

Tan  poéticas  como  esta  i  tan  nutridas  de  revelaciones 
tiernas  i  suaves  son  otras  costumbres,  no  ya  de  los  niños 
sino  de  los  adultos.  En  ciertas  épocas  del  año  escriben 
versos  o  renglones  de  prosa,  o  dibujan  ñguras  en  plati- 
llos de  laca,  haciendo  que  la  frase,  palabra  o  pintura  de 
cada  uno  corresponda  a  las  de  otros  de  una  serie  mas  o 
menos  grande.  Así  preparados,  sueltan  los  platillos  en 
la  corriente  de  un  riacho  o  canal;  los  recojen  luego 
aguas  abajo,  los  juntan  por  orden,  según  van  llegando 
i  descifran  el  significado  de  sus  leyendas  o  figuras  combi- 
nadas. 

Adoran  los  aficionados  este  inocente  juego  i  hacen 
intervenir  los  avisos,  noticias  o  pronóstico  que  de  él 
resultan,  en  la  dirección  ulterior  de  su  conducta,  res- 
pecto principalmente  a  sus  jestiones  amorosas. 

Grullas  adiestradas  reemplazan  a  veces  a  los  plati- 
llos i  llevan  con  toda  discreción  la  correspondencia, 
colgada  a  su  cuello,  a  través  de  los  aires,  dando  gritos 
alegres  con  su  timbre  peculiar. 

Cuando  llega  la  fiesta  anual  del  matrimonio  de  las 
estrellas,  escriben  versos  en  pequeñas  hojas  de  papel 
i  las  cuelgan  en  las  ramas  de  los  árboles  en  flor,  en  honor 
de  dos  amantes  que  según  la  leyenda,  fueron  convertidos 
en  dos  estrellas  i  lanzados  en  el  firmamento  separándolos 
por  la  via  láctea.  Una  vez  por  año,  durante  la  noche,  los 
pájaros  hacen  un  puente  sobre  las  nebulosas  en  el  cual 
las  dos  estrellas  amantes  se  juntan,  pero  para  eso  se 
necesita  que  el  cielo  esté  claro ;  si  está  nublado,  los  pája- 
ros no  abandonan  sus  nidos  ni  forman  el  puente  con  sus 
alas.  A  obtener  como  un  favor  de  los  dioses  que  la 
noche  sea  estrellada  responde  la  ofrenda  de  los  versos, 
siendo  las  hojitas  de  papel  dobladas  que  las  mujeres 
arrojan  al  aire  destinadas  a  transformarse  en  pájaros 
i  a  prestar  su  concurso  para  formar  el  puente  entre  los 
dos  hemisferios  del  mundo. 

Hasta  hace  poco  los  poetas  japoneses  se  reunían  en 
una  especie  de  glorieta  situada  en  la  cumbre  de  una 
colina  en  cierto  dia  del  ano  (15  de  agosto)  a  componer 
versos  en  favor  de  la  dinastia  reinante ;  el  hecho  no  por 
tener  los  aspectos  de  un  acto  de  cortesanos,  deja  de  ser 


-  606  — 

una  consecuencia  de  laa  costumbres  dulces  i  amables  de 
estas  jentes  bondadosas  i  soñadoras.  Aun  subsisten  las 
reuniones,  creo»  por  los  dat09  que  da  en  su  estudio 
sobre  la  poesia  el  folleto  cuya  traducción  ñgiira  en  paji- 
nas anteriores. 

Con  tales  elementos  de  educación  trasmitidos  de  ante- 
pasados a  descendientes  i  fomentados  desde  la  cuna 
hasta  el  sepulcro,  nada  estraño  tiene  que  se  haya  for- 
mado un  pueblo  afable,  cortes,  tolerante,  sentimental, 
artístico  i  de  gustos  retinados ;  amante  de  lo  bello  i  de 
lo  bueno,  jenuinamente  honrado  i  estimable  bajo  todo 
punto  de  vista. 

Puedo  citar  entre  los  hechos  característicos,  este  mui 
singular  :  frecuentemente  un  padre  entrega  su  fortuna 
al  hijo  mayor  convirtiéndose  en  pensionista  por  el  resto 
de  su  vida  i  encargándole  el  cuidado  de  la  familia;  i  no 
hai  ejemplo  de  que  el  hijo  así  favorecido,  haya  faltado 
a  sus  deberes. 

Los  pueblos  del  occidente  no  presentarán  sin  duda, 
muchos  hechos  de  este  jénero,  siendo  en  ellos  por  el 
contrario  comunes  i  repetidos  los  abusos  mas  cobardes 
i  vituperables  en  circunstancias  análogas. 

Viene  bien  recordar  en  este  sitio  lo  ya  insinuado  en 
otras  pajinas:  el  sacrificio  espontáneo  de  los  hijos  que  no 
elude  siquiera  el  de  la  honra,  de  parte  de  las  mujeres,  quie- 
nes, aun  cuando  el  caso  no  sea  frecuente,  se  prostituyen 
para  procurar  el  bienestar  o  el  alimento  a  sus  padres 
viejos  i  achacosos. 


Son  por  regla  jeneral  odiosos  i  odiados,  los  suegros, 
en  todo  el  mundo ;  no  se  les  escatima  burla  diatriba  ni 
mal  tratamiento  i  cuando  mejor  parados  salen,  llevan 
encima  la  caricatura,  la  sátira,  el  refrán  denigrante  o  la 
anécdota  ridicula.  Pues  bien,  los  japoneses  estienden  su 
tolerancia  hasta  venerar  i  amar  a  sus  suegros.  Verdad 
es  que  un  suegro  en  el  Japón  es  un  padre,  i  un  yerno,  un 
hijo  adoptado,  querido  i  protejido. 


-  607  — 

En  nada  se  muestra  mejor  la  superioridad  de  alma  que 
en  la  tolerancia  relijiosa.  Ya  he  tocado  este  punto  en 
mis  notas,  pero  he  olvidado  hacer  resaltar  el  hecho  con 
una  simple  comparación.  Un  cristiano  comete  pecado 
aceptando  siquiera  la  existencia  de  un  ídolo  ajeno  i  no 
se  permitiria  adorar  i  ni  aun  considerar  al  Buei  Apis,  a 
Buda  o  a  Júpiter  Olímpico.  Un  japones  shintoista  es  menos 
esclusivo;  no  caerá  en  la  tentación  de  someterse  a  los 
dioses  de  otros  pueblos,  pero  los  tratará  con  la  cortesía,' 
respeto  i  distinción  debida  a  estranjeros  ilustres.  El  cris- 
tiano fanático  falta  a  su  deber  si  no  odia  a  los  dioses 
paganos  i  a  sus  creyentes  herejes;  el  japones  shintoista 
no  odia  a  nadie  por  causas  relijiosas  i  consagra,  con  su 
acatamiento  a  las  creencias  distintas  de  la  suya,  la  mas 
absoluta,  amplia  i  civilizada  libertad  de  conciencia. 

Por  eso  las  confesiones  agresivas  e  intolerantes,  cuyo 
prototipo  es  la  confesión  católica,  apostólica,  romana, 
encuentran  en  el  Japón  el  mas  terrible  enemigo  a  su  pro- 
paganda, no  en  una  violenta  oposición,  sino  en  una  ama- 
ble indiferencia  de  incontrastable  fuerza. 


Otra  de  las  características  japonesas  es  su  amor  a  la 
libertad ;  este  se  consagra  en  la  práctica  de  toda  su  vida 
esterna  i  familiar. 

Han  sido  libres  aun  siendo  esclavos,  porque  el  réjimen 
feudal  en  el  imperio  fué  mas  bien  un  patriarcado  bajo 
cuyo  dominio  los  subditos  vivían  felices. 

Las  muestras  patentes  de  esta  libertad  se  ostentan, 
siquiera  sea  en  una  forma  indirecta,  en  mil  detalles  pri- 
vados i  sociales.  No  usan  botones  ni  ojales  en  sus  ves- 
tidos, en  oposición  a  los  chinos  que  ponen  un  botón  con 
cualquier  pretesto  en  cualquier  parte,  hasta  en  sus  go- 
rros. No  les  gusta  nada  que  los  prenda  i  sujete.  Su  ropa 
es  amplia,  suelta,  cómoda,  económica,  uniforme.  Sus  vi- 
viendas son  abiertas,  deleznables,  transportables,  frájiles, 
de  muros  corredizos,  poco  durables  como  la  vida  de  sus 
habitantes,  sin  pretensiones,  no  como  los  palacios  euro- 
peos hechos  de  piedra  i  propios  para  resistir  mil  años 


\ 


—  608  — 

cuando  sus  dueños  apenas  cuentan  con  el  día  presente. 
Su  casa  no  los  ata  a  la  tierra ;  no  hai  en  ella  muebles 
qur  incomoden  e  impongan  servidumbres. 

Las  mujeres  no  tienen  joyas^  ni  exijencias  ni  recursos 
de  mal  jénero  como  las  nuestras,  para  dominar  a  sus  ma- 
ridos. La  mujer  considerada  bajo  el  punto  de  vista  bio- 
lójico  es  nativamente  escandalosa,  o  a  lo  menos,  si  la 
afirmación  parece  mui  dura,  poco  temerosa  del  escán- 
dalo, por  falta  de  prudencia;  lo  provoca  con  facilidad 
i  lo  acepta  sin  repugnancia.  Un  hecho  umversalmente 
observado  sirve  como  de  fórmula  para  corroborar  esta 
añrmacion,  hecho  efímero  en  apariencia  pero  continente 
de  la  vida  mental  de  la  mujer  en  su  esencia:  todo  hombre 
casado  del  occidente  sabe  por  ejemplo,  que  cualquier 
discusión  con  su  mujer  en  vís(>eras  de  asistir  a  una 
recepción,  baile,  fiesta,  comida  u  otra  reunión  socialmente 
ineludible,  debe  serle  en  absoluto  prohibida  si  quiere 
mantener  su  compromiso  i  no  quedar  en  mal  punto  de 
vista  ante  sus  invitantes,  por  cuanto,  la  mas  adorable  de 
las  esposas,  a  la  menor  contradicción,  declara  que  no  vá 
a  la  reunión,  aun  cuando  faltar  a  ella  traiga  graves  conse- 
cuencias i  muestre  al  publico  las  disidencias  de  familia. 
Por  eso  todo  marido  previsor  no  debe  aceptar  ni  pro- 
mover discusiones  en  las  vecindades  del  dia  en  que 
él  i  su  mujer  deban  cumplir  juntos  alguna  obligación 
social.  Las  mujeres  de  occidente  tienen  como  un  torni- 
quete, la  amenaza  del  escándalo  para  dominar  a  sus  ma- 
ridos  ;  en  el  Japón  la  aplicación  de  ese  instrumento  a  la 
vida  conyugal  no  ha  estado  jamás  en  moda.  Allí  las  mu- 
jeres dominan  a  sus  maridos  por  la  sumisión  i  el  cariño 
i  tales  medios,  necesario  es  no  equivocarse,  no  nacen  de 
las  leyes  ni  de  la  situación  relativamente  inferior  de  la 
mujer,  sino  de  la  índole  dulce,  del  carácter  acomodable 
del  bello  sexo  japones.  Dispensen  ustedes  la  digresión! 

Salvo  la  vajilla  del  té  (una  institución  aquí)  la  usada 
en  las  comidas  de  una  familia  japonesa,  es  de  una  sen- 
cillez adorable  i  unas  cuantas  tazas,  unos  platos  peque- 
ños i  un  juego  de  palillos,  la  constituyen. 

Todo  esto  es  una  muestra  i  una  prueba  de  libertad ! 

Un  japones  puede  morirse  en  cualquier  momento  sin 


—  609  — 

la  amargura  de  dejar  valores  que  el  amor  al  lujo  o  a 
una  comodidad  escepcional  haya  convertido  en  objetos 
preciosos  para  la  vida. 

Practican  la  hijiene  del  alma  trabajando  por  mantener  la 
placidez  de  su  espíritu,  como  mantienen  la  de  su  cuerpo, 
bañándose  en  agua  caliente,  en  público,  en  grandes 
locales,  en  comunidad  de  sexos  sin  que  el  pudor  sea  un 
obstáculo  para  la  purificación  de  la  piel  desnuda. 


Aman  las  diversiones  por  el  bálsamo  que  derraman 
en  los  sentimientos  i  en  la  mente,  i  su  habilidad  para 
inventar  juegos  inocentes  i  entretenidos,  no  tiene  límites. 
Algunos  de  sus  llamados  juegos  de  paciencia  son  verda- 
deros problemas  de  mecánica  que  revelan  grandes  apti- 
tudes. Los  japoneses  son  ademas  eximios  prestidijitado- 
res  i  acróbatas.  El  arte  de  hacer  volar  papelitos  doblados 
como  mariposas,  juntarlos  en  el  aire,  hacerlos  entrar 
hasta  el  fondo  de  una  vasija,  sacarlos  en  seguida  al  soplo 
de  su  abanico  i  dirijir  su  revoloteo  en  infinitos  i  estraños 
jiros,  responde  a  un  talento  manual  maravilloso  i  sorpren- 
dente. 


Algunas  de  sus  orijinalidades  dejan  de  serlo  si  se  las 
examina  un  momento.  Por  ejemplo,  los  carpinteros 
asierran  en  sentido  inverso  al  nuestro  ¿por  qué?  porque 
la  sierra  no  se  doblará  jamás  para  vencer  la  resistencia 
si  es  tirada  hacia  el  cuerpo  del  obrero,  en  vez  de  ser 
empujada  hacia  el  trozo  de  madera.  El  mismo  uso  hacen 
de  los  cepillos,  garlopas  o  desbastadores  i  cualquiera  que 
medite  en  cuánto  mas  fácil  es  remar  tirando  hacia  sí 
ios  remos  que  empujándolos,  encontrará,  por  analojia, 
la  ventaja  de  la  modificación  aplicada  al  uso  de  los  dos 
instrumentos  de  carpinteria  mencionados. 


Por  mares  i  por  tierras  39 


—  610  — 

Por  fin,  la  industria  japonesa  ha  encontrado  el  medio 
de  ejecutar  admirables  maravillas  de  arte,  con  un  instru- 
mental pobre  i  sencillo,  manejado  en  posiciones  inade 
cuadas,  según  nuestro  criterio,  pues  los  obreros  japo- 
neses lo  hacen  todo  en  el  suelo,  amontonando  o 
agazapando  su  cuerpo  junto  al  material  de  su  trabajo. 
¡  Los  pies  no  quedan  ociosos  ;  seria  una  falta  de  equidad 
dejar  librada  la  tarea  solamente  a  las  manos ! 

Para  escribir  o  dibujar,  también  por  equidad,  una 
mano  lleva  el  pincel  i  la  otra  la  sostiene  i  la  asegura 
tomándola  del  puño. 


Como  último  rasgo  señalaré  su  aptitud  para  contar 
cuentos  i  narrar  anécdotas  capaces  de  divertir  al  neu- 
rosténico  mas  nostáljico  i  apático  de  la  tierra,  i  su  habi- 
lidad para  dibujar,  pudiendo  decirse  que  un  japones  nace 
i  muere  con  el  pincel  en  la  mano.  Va  usted  a  comprar 
una  semilla  en  un  almacén ;  la  musmé  vendedora,  la 
acomoda  en  un  paquete ;  pero  antes  de  entregárselo, 
toma  su  pincel  i  dibuja  en  el  envoltorio,  por  vía  de 
rótulo,  la  semilla  contenida,  el  arbusto  que  ha  de  nacer 
de  ella,  la  flor  i  el  fruto.  La  misma  musmé  si  se  le  pide, 
en  un  minuto  bosqueja  en  el  abanico  que  usted  lleva 
(pues  siempre  lleva  usted  un  abanico  en  el  Japón)  un 
paisaje,  un  templo  o  el  retrato  de  una  antigua  princesa, 
gratis,  por  pura  galanteria. 


La  costumbre  de  cambiarles  el  nombre  a  las  personas, 
a  cierta  altura  de  la  vida,  es  otra  muestra  de  arte  i  de 
previsión  estética.  La  señorita  Silfide,  musmé  de  quince 
años,  está  bien  con  su  nombre,  pero  no  está  bien  con  el 
suyo,  doña  Silfide,  señora  ya  madura  i  de  formas  cua- 
dradas, cuya  catadura  exuberante  reclama  un  nombre 
obeso :  llamarle  doña  Oronda  seria  propio. 


-  K^   ■~.Ú'0UHi.^^^l^_BiB        B      _^A_ 


Mayo  3U  a  bordo  del  Captic.  —  Nada  de  particular  ha 
ocurrido  en  el  viaje  hasta  hoi  dia  de  nuestro  arribo  a 
Honolulú.  Desembarcamos  i  el  coche  mas  caro  que 
haya  pagado  en  mi  vida  (20  francos  la  hora)  nos  lleva 
al  Punch  Bol,  taza  de  ponche,  sitio  llamado  así  porque 
representa  una  vasija  como  las  que  se  usa  para  prepa- 
rar esa  bebida.  La  formación  se  debe  a  un  volcan;  el 
centro  del  terreno  está  hundido  i  los  materiales  espulsa- 
dos del  cráter  han  hecho  al  rededor  un  reborde,  conver- 
tido ahora  en  paseo,  donde  se  circula  viendo  en  el  fondo 
de  la  taza  un  valle  fértil  i  en  contorno  el  mar,  el  campo, 
las  sierras  de  la  isla  que  se  continúan  internándose  a  lo 
lejos,  la  ciudad  por  fin,  bonita,  coqueta,  adornada  con 
hojas  verdes  i  flores  de  vivos  colores.  Honolulú  es  una 
mezcla  de  pais  civilizado  i  selva  tropical  salvaje ;  tiene 
palacios,  bancos,  calles  bien  arregladas  i  casas  preciosas 
entre  jardines,  grupos  de  palmas,  almacigos  de  ananaes  i 
bananas,  árboles  de  goma  i  variadas  plantas  de  tipo 
jigante. 

Bajando  de  la  Taza  de  Punch,  tomamos  un  trenvia; 
nos  cobran,  aprovechando  de  nuestra  ignorancia,  el 
doble  del  precio,  como  en  Paris  (todas  las  civilizaciones 
se  parecen)  i  nos  llevan  al  otro  estremo  de  la  ciudad 
a  una  casa  de  baños  de  mar  i  hotel  al  mismo  tiempo ;  allí, 
mientras  nos  preparan  el  almuerzo  nos  damos  un  baño 
delicioso  en  una  costa  tranquila  i  de  cómoda  hondura 
para  nadar  o  para  estarse  quieto.  Los  gabinetes  de  las 
casas  para  desvestirse  i  las  ropas  de  baño  están  en 
condiciones  infinitamente  mejores  que  los  nichos  i  ropa 


—  612  — 

infecta  de  Trouville.  Aquí  las  piezas  son  grandes  i 
decentes  i  la  ropa  es  nueva  o  limpia.  Hai  también  un 
cuarto  de  ducha  i  las  demás  comodidades.  En  Trouville 
no  hai  ducha  i  los  cuartuchos  son  garitas  viejas  sucias» 
desvencijadas  i  con  las  rendijas  calafateadas  con  andra- 
jos. Pero  allí  los  concurrentes  son  mui  tolerantes  con 
las  cosas  del  pais. 

La  cultura  de  Honolulú  se  demuestra  en  todo  i  prin- 
cipalmente en  el  exesivo  valor  de  cada  artículo,  sin 
escluir  las  frutas  silvestres.  La  única  verdadera  novedad 
para  mi,  fué  la  conducta  estraña  de  un  árbol  de  goma 
quien  permitió  a  sus  ramas  estendidas  horizontales  dar 
ñlamentos  verticales  que  cayendo  a  la  tierra  e  insinuán- 
dose en  ella,  tomaron  cuerpo,  se  convirtieron  en  troncos 
i  dieron  nuevo  follaje;  así  un  solo  árbol  puede  abarcar 
varias  hectáreas  pareciéndose  a  una  inmensa  catedral. 
Chauvaseigne  cuenta  haber  visto  muchos  de  estos  árboles, 
pero  este  nuestro  compañero  de  viaje  es,  a  par  de 
alegre,  mui  lleno  de  imajinacion  i  tal  vez  haya  soñado; 
no  obstante  el  hecho,  tan  nuevo  ante  mis  ojos,  debe  ser 
mui  viejo  i  mui  común.  Por  conservar  un  recuerdo  de 
la  heterojeneidad  de  Honolulú,  después  de  admirar  el 
árbol  de  goma  me  fui  a  tomar  una  pequeña  suma  en 
un  banco  sobre  mi  letra  de  crédito  i  en  él  ¡oh  sorpresa! 
encontré  un  empleado  que  me  conocía,  había  estado  en 
Buenos  aires  i  hablaba  español.  Fraternizamos  i  con- 
vinimos en  que  el  mundo  era  mui  chico ! 

Volvemos  a  tomar  el  vapor  a  las  5  p.  m.  i  soñando- 
con  Honolulú  seguimos  viaje  a  San  Francisco. 


Junio  3.  —  Nos  aburrimos  concienzudamente  ;  hat 
pocos  jugadores  al  ajedrez  i  todos  ellos  juegan  menos 
que  yo.   Mañana  tendrá    lugar    el   infalible  concierto    a 

favor  del  capitán  i  de  los  oficiales  del   vapor me 

equivoco ....  de  las  viudas  i  huérfanos  de  los  marineros 
muertos  en  su  penoso  servicio. 


-  613  — 

He  leído  aquí  a  bordo  varios  libros,  entre  ellos  uno 
sobre  Pekin,  Tokio  (Yedo)  i  San  Francisco,  del  conde 
de  Beauvoir  i  otro  de  A.  H.  Smith,  titulado  Chinese 
Characteristics.  Los  dos  confirman  completa  i  absolu- 
tamente mis  observaciones  i  juicios  i  todo  cuánto  he 
consignado  en  mi  diario  sobre  los  mismos  tópicos ;  debo 
observar  sin  embargo,  con  no  disimulado  placer,  que 
en  muchos  puntos  mi  trabajo  ha  sido  mas  completo,  mas 
verídico  i  mas  interesante,  por  la  entidad  tratada  (hospi- 
tales, instrucción  pública,  i  otros)  salva  sea  la  modestia 
mortalmente  herida  por  esta  observación. 


Junio  4,  —  Se  incendia  el  contenido  del  cuarto  de 
secar  la  ropa  en  el  centro  del  buque.  Apenas  se  hace 
perceptible  el  humo  corre  la  fatal  frase  « incendio  a 
bordo».  Ustedes  comprenden?  Muerte  segura  si  no  se 
apaga.  Noto  un  fenómeno  curioso;  las  mujeres  manifies- 
tan menos  terror  que  los  hombres  i  ninguna  de  ellas,  ni 
aun  la  mas  fervorosa  de  las  que  se  hallan  comprometidas 
en  trabajos  de  coquetería,  festejos  i  amoríos,  aprovecha 
tan  brillante  ocasión  para  desmayarse  en  brazos  de  sus 
asiduos  admiradores.  Esta  omisión  derrama  el  espanto 
entre  los  hombres,  visible  en  los  siguientes  hechos : 
Un  francés  guarda  silencio ! ! ! 
Un  noruego  se  queda  con  su  vaso  de    wisky    en   la 

mano  sin  atreverse  a  beberlo. 
El  doctor  alemán  i  yo  suspendemos  nuestra  partida 

de  ajedrez. 
Pizzarello  el  maestro  de  música,  deja  de  tararear  su 

última  abominable  romanza. 
Una  joven  inglesa  (la  incluyo  entre  los  hombres  a 
falta  de  un  sexo  apropiado  para  su  estampa) 
cierra  por  primera  vez  la  boca  i  sustrae  a  la 
contemplación  de  los  mortales,  los  dos  mas  gran- 
des incisivos  que  jamás  exibió  mandíbula  superior 
humana. 


^  614  — 

Sin  mas  novedad  el  incendio  se  esting^ió  por  dos 
razones :  por  la  prontitud  con  que  se  procedió  a  sofo- 
carlo i  porque,  señor,  aun  al  mismo  fuego  le  cuesta 
ífuemar  toallas  mojadas,  alfombras  empapadas  i  sábanas 
de  baño  destilando  agua,  materiales  depositados  en  el 
cuarto  desp)Ufs  de  acomodados  los  camarotes  i  cambia- 
dos los  lapices  i  secadores  de  los  baños. 


Junio  6,  —  Llegamos  a  San  Francisco  pero  solo 
desembarcamos  al  dia  siguiente.  La  travesia  ha  sido 
mas  bien  agradable;  la  comida  fué  mala  i  el  servicio  pé- 
simo, pero  el  buque  muy  estable  ;  apenas  se  balanceaba 
aun  con  mar  áspero.  Nos  alojamos  en  el  hotel  Occidental 
i  no  bien  entro  a  mis  piezas  me  veo  obligado  á  recibir 
media  docena  de  reporiers  de  quienes  hablaré  a  su 
tiempo ;  encuentro  ademas  un  individuo  que  dice  haberme 
conocido;  habla  español  i  ha  estado  en  Buenos  aires; 
hace  el  papel  de  guia  en  el  hotel,  no  obstante  tener  una 
reputación  deplorable  i  estar  mezclado  en  un  asunto  de 
chantage  de  los  numerosos  de  San  Francisco  donde  es 
bastante  común  que  ciertas  mujeres  se  hagan  seducir 
por  tercera  o  cuarta  vez  en  su  vida,  inventen  a  los  es- 
tranjeros,  promesas  de  casamiento  i  exijan  las  consi- 
guientes indemnizaciones  en  caso  de  no  cumplirse  el 
pretendido  compromiso. 


Junio  S. — Vienen  a  vernos  Woolfe  i  su  señora,  una 
joven  chilena;  nos  llevan  a  un  museo  privado,  pertene- 
ciente a  un  señor  Sloos,  especial  en  materia  de  curiosi- 
dades de  Alasca.  Mientras  examino  la  colección,  un 
venado  relleno  de  paja  i  mui  raro,  se  cae  de  su  estante  i 
justamente  uno  de  sus   cuernos  viene  a  dar  contra  mi 

pie  izquierdo,  sobre  el  empeine ¡Estoi    destinado  a 

ser  víctima  de  los  animales,  hasta  en  política !  A  la  salida 


--    -^  ^-^ 


—  615  — 

del  museo  tomamos  un  carro  eléctrico  i  vamos  al  Golden 
Gate  Park,  donde  vemos  otro  museo  cuyas  particularida- 
des son  según  mis  apuntes:  trozos  de  oro  muy  grandes 
de  California  i  Australia;  algunos  cuadros  pintados  con 
bastante  relieve ;  maderas,  entre  ellas  una  tabla  de  una 
sola  pieza  de  4  metros  cuadrados;  muebles  e  instrumentos 
de  música  antiguos ;  objetos  de  valor  histórico  pertene- 
cientes a  personajes  del  pais  i  unas  ágatas  con  som- 
bras naturales  debidas  a  manchas  de  la  misma  piedra 
representando  paisajes,  nubes,  montañas  i  valles,  tan 
curiosamente  dispuestas  que  cualquiera  las  toma  como 
fotografías  sobre  vidrio.  Para  mí  estas  ágatas  han  sido 
una  verdadera  novedad;  no  he  visto  nada  semejante 
en  ningún  otro  museo.  El  parque  comienza  a  desarro- 
llarse ;  apenas  tiene  pocos  años  i  ya  es  digno  de  to- 
marse en  cuenta.  Figura  en  él  con  merecido  aprecio 
una  colosal  pajarera  bien  poblada. 


*  4> 


Junio  9, — Invitados  a  visitar  el  Union  Iron  Works, 
nos  embarcamos  en  un  pequeño  vapor,  en  compañia  de 
un  príncipe  de  Corea,  Woolfe  i  señora,  varios  caballeros  i 
regular  número  de  damas  desconocidas.  He  visto  varios 
astilleros  en  Eluropa  i  puedo  asegurar  que  el  de  San 
Francisco  no  es  inferior  a  los  mejores  del  viejo  mundo 
i  quizá  los  sobrepasa  en  algunos  ramos,  por  ejemplo,  en 
la  aplicación  de  la  electricidad  a  todas  las  máquinas 
desde  las  pequeñas  hasta  las  que  levantan  pesos  enor- 
mes. Todo  marcha  con  una  regularidad  pasmosa  i  con 
la  mayor  celeridad  sin  que  se  estorben  unos  a  otros  los 
tres  o  cuatro  mil  obreros  ocupados  en  la  construcción 
de  grandes  buques  mercantes  o  de  guerra  acorazados  o 
rápidos  cruceros.  Numerosos  navios  de  toda  especie, 
conocidos  i  reputados  por  sus  exelentes  calidades,  pa- 
sean ya  por  los  mares  la  famosa  marca  de  fábrica 
«Union  Iron  Works  —  San  Franciscos.  Los  directores 
del  astillero  nos  obsequiaron  réjiamente  en  las  oficinas 
donde  habian  preparado  el  tiffin  que  nos  pareció  digno 


-  616  — 

de  nuestro  apetito  natural  i  exajerado  en  la  ocasión,  por 
la  fati{^osa  inspección  del  gran  establecimiento,  cuyas 
reparticiones  se  reproducían  en  números  alarmantes ! 

Volvemos  al  hotel  i  encuentro  sobre  mi  mesa  varios 
recortes  de  diario;  unos  referentes  a  mí,  otros  a  mis 
opiniones  e  informes ;  todo  ello  a  gusto  del  autor  i  des- 
figurado, no  por  mala  intención,  sino  por  premura  de 
tiempo.  Los  periodistas,  pienso,  comienzan  a  abusar  un 
poco  de  la  facultad  de  propaganda,  aquí  tanto  como  en 
sud  América. 

Tan  luego  como  usted  llega  a  San  Francisco,  digo, 
como  diria  Nueva  York  o  Buenos  aires,  mudando  los 
términos,  i  antes  de  haber  concluido  de  instalar  sus  ma- 
letas, recibe  una  visita,  después  otra  i  otra  i  otra  i  varias 
mas.  Usted  no  conoce  a  sus  favorecedores. 

El  visitante  n»  !«>  le  pregunta  cómo  le  ha  ido  de  viaje 
i  si  le  gusta  Prisco,  así  se  dice  San  Francisco ;  apunta 
las  respuestas  i  guardando  su  lápiz  se  despide  por  estar 
mui  apurado.  El  n»  2°  le  pregunta  si  le  gusta  Frisco  i 
cómo  le  ha  ido  de  viaje ;  en  seguida  entra  en  materia  i 
se  retira  cuando  usted  menos  piensa  en  razón  de  hallarse 
mui  apurado.  A  este  siguen  el  n»  3,  el  4,  el  5  i  otros 
números  mas  elevados  i  todos  después  de  averiguar 
cómo  le  ha  ido  a  usted  de  viaje  i  si  le  gusta  Frisco,  se 
encarnizan  en  investigaciones  sobre  cuanto  usted  ha 
hecho,  hace  actualmente  o  se  propone  hacer.  A  esta 
serie  reemplaza  otra;  el  1°  de  ella  se  informa  de  estos 
dos  puntos  como  preliminares :  si  le  ha  ido  a  usted 
bien  de  viaje  i  si  le  gusta  Frisco;  acto  continuo  entabla 
una  conversación  amena  compuesta  de  preguntas  i  ter- 
mina ofreciendo  billetes  para  cualquier  tren.  El  2°  desea 
obtener  datos  sobre  su  viaje  i  su  juicio  a  cerca  de 
Frisco ;  luego  le  propone  tomar  el  suplemento  para  el 
cochtt  dormitorio  de  todos  los  trenes.  El  3°  con  la 
misma  introducción  cambia  el  final  del  diálogo  ofrecién- 
dole arreglar  la  escursion  a  Monterei,  al  Observatorio,  a 
Yosemite  valley  o  a  otra  parte.  El  4°  es  empresario  de 
coches;  el  5»  fotógrafo,  el  6o  ájente  de  compañías  de 
seguros;  el  7o  rende  baúles  i  balijas;  el  8o  es  librero  i 
publicista   o  secretario  de  una  sociedad  científica  de  la 


—  617  — 

cual  debe  usted  ser  miembro  honorario,  pagando  una 
miseria,  10  dollars  para  el  sec fomento  de  la  aso- 
ciación; el  9o  el  IQo el  no  sé  cuántos  cierra   por 

el  dia  la  segunda  serie. 

Tras  de  ella  vienen  los  guias  munidos  de  credenciales 
i  hablando  cinco  idiomas.  Va  sin  decir  que  cada  uno  de 
estos  caballeros  lo  toma  a  usted  del  brazo,  lo  palmea,  le 
acomoda  la  corbata  i  lo  tiene  sujeto  por  un  botón  del 
chaleco  o  por  la  cadena  del  reloj.  Cuando  todos  se  reti- 
ran tiene  usted  que  mandar  poner  botones  nuevos  a  su 
ropa,  pues  por  lo  jeneral  cada  uno  de  sus  visitantes,  le 
ha  arrancado  algunos  i  se  los  ha  guardado  por  distrac- 
ción en  el  bolsillo ;  todo  ello  de  la  manera  mas  franca  i 
afectuosa  ! 

Hai  un  momento  de  suspensión  de  hostilidades  des- 
pués de  la  invasión  de  los  guias  i  cuando  usted  piensa 
haber  ya  satisfecho  a  todo  el  mundo,  hace  irrupción  en 
su  cuarto  un  caballero  de  fisonomía  abierta  i  simpática 
quien  sin  preámbulos  entra  en  materia  en  esta  forma : 
Well ;  have  you  fixed  your  mind  about  the  day  you  will 
go  to  Yosemite  valley  ?  dando  por  hecha  una  resolución 
de  usted  a  cerca  de  la  escursion  en  su  fondo,  afirmativa, 
naturalmente.  I  no  hai  remedio,  usted  irá  a  Yosemite 
valley  enviado  por  la  opinión  pública. 

Ya  ella,  bajo  la  estampa  de  un  ájente,  ha  tomado  sus 
precauciones  i  dado  sus  órdenes  para  preparar  un  paseo 
delicioso.  Pero  apenas  ha  pagado  i  recibido  usted  los 
billetes,  la  encarnación  de  la  opinión  pública  no  vuelve 
a  mostrar  su  cara  i  usted  cree  haber  soñado  con  el 
caballero  simpático,  quien  olvidó  decirle  durante  el 
sueño,  como  arreglará  usted  los  indispensables  detalles 
para  hacer  su  viaje.  Felizmente  el  dueño  del  hotel,  per- 
sona tanjible  i  permanente,  lo  pone  en  el  dia  señalado 
en  Oakland  Ferry  Boat  Station,  donde  usted  toma  el 
buque  como  dios  le  ayuda.  En  efecto,  hai  mil  personas 
en  la  estación  agrupadas  contra  una  puerta ;  usted  figura 
entre  ellas  con  sus  cuatro  balijas  i  mira  a  todos  lados 
para  buscar  un  muchacho  o  peón  i  cargarlo  con  ellas ; 
no  hai  ninguno ;  usted  entonces  consulta  a  su  vecino 
sobre  el  caso:   «Well,  le  contesta,  for  one  dollard  you 


-   618  — 

wíll    surfly    find  >     ¡Cinco    francos    por    unos    cuantos 

pasos  ! Usted   se   decide  a   servirse  a  sí  mismo  i 

entra  al  buque  a  pleno  pié  sin  apercibirse  del  pasaje  de 
tierra  a  mar;  atraviesa  la  bahía  en  pocos  minutos  i  al 
otro  la<Io  para  tomar  el  tren,  tampoco  encuentra  peón  ni 
muchacho;  la.  costumbre  exije  que  cada  uno  Heve  su 
pe(|ueño  bagaje.  Usted  ha  tomado  su  billete  para  el 
coche  dormitorio;  piensa  usted  naturalmente  que  va  a 
pasar  la  noche  en  viaje ;  error ;  el  tren  se  para  en  Ray- 
mond  donde  la  pasa  en  la  mayor  quietud,  con  gran  envi- 
dia del  Raymond  hotel»  alh'  vecino.  —  ¿Q"^  objeto  tiene 
semejante  arreglo?  —  Ninguno  racional  para  el  viajero, 
uno  incontestable  para  la  empresa;  ganar  como  precio  de 
hospedaje  lo  que  ganaria  el  hotel.  Pero  el  viajero  gana 
también  al  ver  una  innovación  rara  de  los  coches  dormi- 
torios, la  única  de  su  jénero  en  el  mundo.  Al  dia  siguiente 
continúan  los  pasajeros,  en  carruaje,  stage,  una  especie 
de  dilijencia  abierta  o  cerrada  según  el  tiempo,  hasta 
Ahwahnee.  Allí  se  almuerza  bien  i  agradablemente  i  se 
vuelve  a  tomar  el  stage. 


*     * 


Junio  IJ.  —  Kn  todas  estas  andanzas  hemos  empleado 
el  dia  jueves  10  i  estamos  en  la  mitad  del  II. 

Hemos  salido  de  Raymond  temprano  i  viajamos  envuel- 
tos en  una  densa  nube  de  polvo  i  también  por  entre 
selvas  divinas;  con  una  mortal  pesadumbre  a  veces, 
viendo  los  árboles  quemados  en  su  base  o  totalmente 
muertos,  en  pleno  vigor,  asesinados  con  alevosía  por 
malicia,  por  perversidad  salvaje  o  por  descuido  criminal; 
menos  por  esta  última  causa  porque  se  ve  la  selección 
maligna  :  los  mejores,  los  mas  grandes,  los  mas  bellos 
árboles  han  sido  los  mas  atacados,  a  tal  punto  que  al 
descubrir  a  lo  lejos  un  hermoso  ejemplar  ya  podia  yo 
anunciar  a  mis  compañeros  que  le  encontraríamos  una 
profunda  quemadura  en  algún  lado,  i  jamás  me  equivo- 
qué. La  reflexión  sobre  tales  actos  insólitos  me  amargó 
el  viaje;  no  podia  dejar  de  contar  los  árboles  destruidos 


—  619  - 

ni  de  adivinar  las  heridas  de  los  mejores  que  no  estaban 
en  tierra  pero  que,  aun  quemados  en  algún  lado,  no 
mostraban  a  la  distancia,  la  mancha  negra  reveladora 
del  atentado  contra  su  tronco. 

Pero  otro  signo  mas  positivo  que  mi  simple  inducción, 
vino  en  seguida  a  favorecer  mis  adivinanzas.  Veía  en 
algunas  ramas  delgadas  una  especie  de  musgo  de  un 
verde  distinto  del  de  los  árboles  i  envolviéndolas  com- 
pletamente; una  especie  de  criba  enmarañada,  como 
filamentos  de  una  crin  verde  enredados,  i  pronto  noté 
que  esta  yerba  estraña  solo  se  encontraba  en  las  ramas 
secas ;  era  por  lo  tanto  un  signo  de  muerte  i  yo  no  podia 
verla  sin  sentir  cierta  repulsión,  como  si  viera  esflores- 
cencias  húmedas  en  un  cadáver,  casi  odio  contra  el  vejetal 
parásito.  Pero  luego  observando  que  unos  niños  recojian 
las  ramas  envueltas  en  la  maldita  yerba,  i  viendo  al  pié 
de  un  árbol  un  montón  de  esas  esponjas  vejetales  amarillas 
que  se  usa  para  fricciones  ásperas  i  que  parecen  hechas 
de  cerda  apelotonada,  mi  repulsión  desapareció;  el  musgo 
odioso  verde,  una  vez  seco,  era  la  esponja  vejetal  cuyo 
nombre  ignoro,  útilísima  para  fines  hijiénicos  e  indus- 
triales. Pido  entretanto  la  esplicacion  de  un  atentado 
tan  irracional  como  es  el  de  quemar  los  árboles  sin 
objeto,  según  lo  mostraba  el  hecho  de  dejarlos  en  su 
sitio  sin  aprovechar  los  restos  de  madera,  i  nadie  me  da 
una  siquiera  medianamente  satisfactoria.  Son  los  indios 
dicen  unos;  los  campers,  dicen  otros;  los  indios  por 
venganza,  los  campers  por  descuido.  Pero  ahora  no  hai 
indios  i  muchos  árboles  han  sido  recientemente  incen- 
diados ;  por  otra  parte  los  huecos  hechos  por  el  fuego 
muestran  premeditación,  intención  de  hacer  el  daño  i  no 
pueden  ser  atribuidos  a  descuido  de  los  campers.  ¿Quié- 
nes son  los  campers?  dirá  el  lector;  son  individuos  o 
familias  o  grupos  que  viajan  por  su  cuenta,  sin  emplear 
el  ferrocarril  ni  el  stage.  Una  familia  supongamos,  desea 
conocer  el  pais  o  pasar  unos  dias  de  campo ;  toma  un 
carro,  caballos  i  provisiones  i  sale  sin  rumbo  o  con 
rumbo,  sin  programa  o  con  él  i  sujeto  a  cambiarlo  según 
los  informes  que  le  dan  en  su  camino.  Tarda  meses  en 
volver  a  su    hogar,    gasta   mui  poco,   aprende  mucho, 


-  620  — 

adquiere  esperiencia^  robustece  su  salud  i  es  feliz  durante 
un  tiempo,  completamente  feliz,  en  contacto  con  las  belle- 
zas de  los  paisajes,  los  encantos  de  la  naturaleza  i  los 
halaj^os  de  una  vida  primitiva.  Hemos  encontrado  en  la 
via  diversos  grupos  de  campers;  unos  han  pedido  in- 
formes a  nuestro  conductor  i  han  cambiado  su  prog^rama 
según  ellos;  otros  han  seguido  su  ruta  caminando  a  pié 
junto  a  su  carro  o  acomodados  en  él.  Donde  les  conviene 
se  detienen,  marchan  durante  el  dia  o  en  la  noche,  según  el 
caso  i  viven  a  la  buena  de  dios  que  es  grande.  El  carro 
regularmente  sirve  de  dormitorio  a  la  parte  femenina  de 
la  caravana.  Así,  una  familia,  con  sus  escursiones  anuales 
conoce  poco  a  poco  la  comarca  en  que  habita  i  adquiere 
esa  educación  especial,  humanitaria  i  altruista  que  dan 
los  viajes.  La  institución  de  los  campers  me  pareció 
admirable  i  la  encontraría  mas  aun  si  sus  practicantes  no 
hicieran  su  cocina  al  pié  de  los  árboles  mas  hermosos  o 
tuvieran  la  precaución  de  no  quemarlos  o  si  a  lo  menos 
apagaran  el  fuego  al  retirarse.  Algunos  campers  son  artis- 
tas i  se  procuran  un  espectáculo  teatral  en  las  noches 
sombrías.  En  efecto,  el  incendio  de  un  árbol  colosal  en 
la  selva  oscura  causa  una  soberbia  emoción,  pero  el 
viajero  que  viene  después  i  ve  los  destrozos,  los  troncos 
negros  parados  o  en  tierra,  encuentra  inicua  i  nero- 
niana la  diversión. 


Junio  12.  —  Llegamos  a  Wawona  anoche;  nos  aloja- 
mos en  su  hermoso  i  flamante  hotel  i  visitamos  los  alre- 
dedores en  la  medida  impuesta  por  las  circunstancias. 
Wawona  i  el  paraiso  terrenal  son  dos  parajes  iguales ; 
está  en  una  llanura  que  forma  el  plano  de  un  inmenso 
anfiteatro  cuyos  muros  son  las  montañas  cubiertas  de 
vejetacion  i  las  bellezas  propias  de  los  sitios  agrestes  de 
su  especie ;  cascadas,  picos  elevados,  valles  i  torrentes, 
una  vertiente  natural  de  soda  water  por  añadidura  i  un 
museo  artístico  donde  se  exibe  i  vende  buenos  i  caros 
cuadros  que  reproducen  los   paisajes  locales.  Yo  puedo 


nsT- 


—  621  — 

completar  la  enumeración  de  sus  bellezas  afirmando  que 
se  duerme  perfectamente  en  los  cuartos  del  hotel  cuando 
uno  ha  hecho  doce  horas  de  jimnasia  en  el  stage  i  ha 
sido  sacudido  paternalmente  por  el  mismo  propietario  de 
la  casa,  armado  de  un  plumero  digno  de  los  mas  gran- 
des elojios.  Yo  llevaba  una  carta  del  caballero  simpático 
de  San  Francisco  para  el  dueño  del  hotel;  pero  este 
dueño  no  se  llamaba  como  decia  la  carta;  quien  se  lla- 
maba así,  era  el  propietario  de  otro  hotel  de  otra  parte; 
eso  no  importaba  sin  embargo,  porque  todos  los  dueños 
de  hotel,  formando  un  sindicato  contra  el  prójimo,  po- 
dían considerarse  aludidos  por  cualquier  carta  de  reco- 
mendación para  uno  de  ellos;  mi  carta  particular  así,  era 
una  circular,  una  carta  de  crédito;  por  lo  tanto  me  sir- 
vió para  el  caso  i  el  director  del  hotel  Wawona,  viendo 
que  yo  era  una  persona  de  distinción,  según  lo  decia  mi 
carta,  recargó  mi  cuenta  con  un  25  o/o.  Yo  anoté  en  mi 
cartera  esta  máxima:  «malo  es  en  Wawona  ser  per- 
sona de  distinción  ». 


*     * 


Junio  13.  —  Otra  vez  el  stage  pero  ya  con  menos 
polvo  en  la  mitad  del  camino  i  sin  ninguno  en  la  otra 
mitad,  i  no  solo  sin  polvo  en  esta,  sino  con  el  espectáculo 
mas  grandioso  delante  de  los  ojos.  Hemos  entrado  ya 
en  el  Gran  parque  nacional,  en  la  comarca  declarada 
tal  por  el  gobierno  de  los  Estados  Unidos;  en  la  joya 
de  la  gran  nación,  admirable  i  admirada,  única  en  el 
mundo  i  donde  todo  es  antiguo  i  eterno,  nuevo  i  primi- 
tivo, exelso  i  sin  ejemplo;  donde  la  naturaleza  parece 
decir  al  hombre:  «usted  mi  amigo  es  un  ínfimo  animalito 
imperceptible  entre  las  frondosidades  i  magnitudes  de 
mis  bosques,  mis  montañas  i  mis  torrentes».  Realmente 
para  perder  toda  veleidad  de  amor  propio  no  hai  como 
ir  a  Yasemite  valley;  uno  se  ve  obligado  a  tocarse,  a 
palparse  por  todas  partes  para  saber  que  existe,  tal  es 
la  conciencia  de  su  pequenez  ante  aquellos  documentos 
jeolójicos   de   cuarenta   mil   años.    La   misma   sensación 


-  622  - 

esperimenta  uno»  es  verdad,  en  el  Niágara,  en  el  Etna, 
en  el  estuario  del  rio  de  la  Plata,  en  el  océano  i  en 
Londres,  pero  tales  recuerdos  no  disminuyen  la  impre- 
sión actual. 

K\  valle  Yosemite  está  en  el  corazón  de  Sierra  nevada 
i  a  260  millas  de  San  Francisco  (150  en  línea  recta). 
Los  indios  le  llamaban  Ahwannec  o  Yohamite,  pero  su 
nombre  de  celebridad  es  el  actual:  Yosemite,  que  signi- 
fica, dicen  <  gran  oso  pardo  >  full-grown  grizsly  bsar. 
Constituyelo  una  hendidura  de  mas  de  mil  metros  de 
profundidad  con  referencia  a  las  mas  altas  cumbres, 
escasa  anchura  i  varios  kilómetros  de  largo  en  trayecto 
tortuoso.  La  peña  ha  sido  cortada  como  con  un  escoplo 
o  gurbia  en  una  grande  estension  i  señálase  a  los  acci- 
dentes del  paraje  tres  calidades  distintivas :  I*  sus  muros 
casi  verticales;  2^  su  altura  desmesurada,  absoluta  i  rela- 
tivamente; 3a  la  desaparición  de  los  materiales  que  debie- 
ron ocupar  la  cavidad  del  formidable  tajo,  antes  de  haber 
sido  practicado  por  las  aguas,  por  los  hielos  o  por 
algún  sacudimiento  jeolójico. 

Ninguna  teoria  emitida  para  esplicar  la  configuración 
del  valle  es  satisfactoria  i  los  curiosos  se  contentan  con 
las  conjeturas  mas  o  menos  probables,  por  tal  razón.  El 
todo  representa  un  estupendo  trabajo  de  escultura;  los 
planos  verticales  de  las  rocas  llevan  dibujos  represen- 
tando caras,  puertas,  edificios;  los  límites  i  hendiduras, 
picos  o  promontorios,  afectan  formas  caprichosas  a  las 
cuales  deben  sus  nombres,  tomados  de  los  objetos  a  que 
se  parecen;  los  parajes  han  sido  bautizados  también  de 
acuerdo  con  su  importancia,  belleza,  uso  o  circunstancia 
especial.  Así,  entrando  en  el  valle  por  el  camino  mas 
concurrido,  vemos  a  uno  i  otro  lado,  cerca  o  lejos  i  en 
posiciones  dadas  para  la  vista  que  no  son  las  reales  con 
relación  a  las  líneas  tortuosas  de  la  escavacion,  rocas, 
diseños,  cataratas  i  cascadas,  formando  un  escenario 
cuyos  puntos  salientes  de  mayor  o  menor  reputación, 
señalaré  al  lector  dándole  la  razón,  el  motivo  o  el  pre- 
testo  de  los  nombres  orijinales  que  han  recibido,  como 
se  ve  en  seguida: 


—  .623  — 

La  Puerta  de  la  Justicia  ( Justice  Gate )  es  una 
figura  grabada  tn  la  superficie  lisa  de  una  peña, 
semejante  a  la  puerta  de  un  palacio. 

El  Capitán:  hermoso  i  jigantesco  promontorio  en 
cuya  cara  vertical  de  inmensa  superficie  i  altura 
asombrosa  se  ve  estampado  el  perfil  de  un  gue- 
rrero.... teniendo  mui  buena  voluntad  para 
verlo  o  imajinárselo.  (Ver  caras  como  se  sabe, 
es  cuestión  de  compostura,  cuando  uno  mira 
sombras  i  grietas  a  lo  lejos  ). 

El  Castillo  (  Castle  Rock)  representa  lo  que  dice  sü 
nombre. 

El  Pulpito  (Pulpit  Rock)  es  un  pulpito  hecno  i  de- 
recho. 

La  Catedral  i  sus  torres  ( Cathedral  Rock  and 
Cathedral  Spires)  figuran  una  iglesia  i  dos 
torres,  el  todo  mui  parecido  a  Nuestra  Señora 
de  Paris. 

La  Bellota  (  Tassel  Rock,  acorn)  tiene  la  figura  de 
una  borla  o, una  bellota. 

La  media  cúpula  o  medio  ¿///¿?/«¿?  (Half  Dome)  es 
una  cuarta  parte  de  esfera  reposando  sobre  uno 
de  sus  planos  de  sección. 

Los  tres  Perfiles  (Profil  Rock)  tres  fnáscaras  o 
caras  humanas  vistas  de  perfil ;  una  ñata,  otra 
narigona  i  la  tercera  con  la  nariz  arremangada. 

Los  tres  Hermanos  (Three  Brothers  )  tres  peñones 
en  apariencia  juntos,  de  mayor  a  menor:  el  mas 
alto  se  llama  Eagle  peak,  pico  de  águila,  por  su 
forma. 

El  Centinela  (  The  Sentinel  )  una  roca  aislada  o  mas 
bien  avanzada,  como  si  estuviera  de  guardia. 

La  Cúpula  del  Centinela  (Sentinel  Dome)  una 
media  naranja  de  iglesia,  en  las  vecindades  de  la 
roca  anterior,  según  la  perspectiva. 

La   Cúpula  del  Norte  (  North    Dome)  otra  media 
naranja   de    menor   altura   que  Half  Dome  i  que 
Sentinel  Dome. 
Entre  los  nombres  de  oríjen  menos  motivado,  poético, 
antojadizo  o  humorístico,  citaré : 


—  624  — 

La  Cumbre  de  la  Inspiración ,  traduciendo  así :  <:  Ins- 
piradon  Point  >  ;  point  es  punto,  pico  estrerao  i 
por  analojia  cima  i  cumbre,  supongo.  De  todos 
modos  en  ella  se  inspiran  los  artistas  viajeros. 

La  Cumbre  de  la  Union  (Union  Point)  ofrece  una 
vista  de  conjunto. 

El  Descanso  de  las  Nubes  ( Clouds  Rest )  cima 
donde  se  asientan  i  permanecen  los  celajes  de  la 
atmósfera  en  su  viaje  por  las  alturas. 

El  Ventisquero  ( Glacier  Point )  una  proyección 
mui  saliente  en  la  roca. 

El  Cabo  de  la  Libertad  (Cap  of  Liberty)  no  sé  de 
.  dónde  le  viene  este  nombre. 

La  Cumbre  del  artista  (  Artist  Point )  delicia  de  los 
poetas. 

El  Monte  de  la  Estrella  del  Rey  ( Mount  Star 
King)  convencional  i  de  fantasia,  pero  alguna 
gran  estrella  brillante  suele  andar  por  ahí. 

Las  tres  Gracias  (The  Three  Graces)  tres  peñas 
juntas  para  hacer  frente  a  los  Tres  hermanos. 

Casi  todos  estos  formidables  pedazos  de  mundo,  dan 
su  faz  vertical  sobre  el  valle  i  sus  cumbres  miran  desde 
sus  siderales  alturas ,  los  saltos  turbulentos  del  rio 
Merced  ( Merced  River )  que  corre  por  el  fondo  del 
abismo  arrastrando  piedras  como  edificios  i  árboles  como 
mástiles  o  amontonándolo  todo  provisoriamente,  en  al- 
guna curva,  para  arrancarlo  después  con  violencia  cuando 
las  veleidosas  cataratas  viertan  un  suplemento  de  lágri- 
mas en  su  cauce.  Otras  cimas  tal  vez  mas  favorecidas 
por  la  suerte,  contemplan  su  retrato,  en  el  cristal  bru- 
ñido de  las  aguas  en  parajes  tranquilos,  donde  mueren 
las  furias  del  torrente.  Así  el  divino  Lago  Espejo,  (Miror 
Lake)  el  famoso,  dentro  su  marco  privilejiado,  ofrece  a 
quien  lo  mira  en  momentos  propicios,  el  májico  espec- 
táculo del  contorno,  accesible  al  reflejo:  la  tierra,  el 
cielo,  rocas  i  bosques,  nieves  i  espumas  despeñadas 
todo  invertido  i  duplicado  en  una  feria  de  luz  i  de  colores 
cuyas  imájenes,  durando  escaso  tiempo,  dejan  al  desva- 


—  625  — 

necerse  la  ilusión  de  un  delirio  que  podrá  repetirse  al  dia 
siguiente,  a  la  hora  de  los  rayos  misteriosos. 

No  me  cuesta  nada  consignar  algunas  cifras  i  ¿  por  qué 
no  hacerlo  ? 

He  aquí  varias  alturas  en  orden  descendente:  Des- 
canso o  reposo  de  las  nubes.  . . . —  renuncio  a  la  tarea. 
Los  documentos  que  tengo  a  la  vista  solo  dan  las  alturas 
de  algunas  cumbres  i  parajes  principales,  con  relación  al 
nivel  del  mar  i  esos  datos  interesan  mui  poco  i  ni  aun  me 
satisfacen  a  mí  mismo. 

Solo  apuntaré  para  favorecer  al  lector  algunos  cómpu- 
tos basados  sobre  esas  cifras.  La  mas  alta  cumbre  seña- 
lada, Cloud's  Rest,  está  a  2973  metros  sobre  el  mar  i  el 
paraje  mas  bajo  de  los  importantes,  Inspiration  Point,  a 
1574,  ocupando  las  demás  alturas  posiciones  interme- 
dias. Ahora  bien,  como  veremos,  la  cascada  del  Centinela 
cae  desde  981  metros  i  calculando  que  la  roca  del  mismo 
nombre,  cuya  elevación  sobre  el  nivel  del  mar  es  de 
21 19  metros,  tenga  a  partir  del  fondo  del  valle  la  altura 
de  la  cascada  i  no  puede  tener  menos,  Cloud's  Rest 
tendría  desde  su  base  981  metros,  mas  854,  su  diferencia 
con  Sentinel  Rock,  sobre  el  nivel  del  mar;  es  decir, 
1835  metros,  dato  concordante  con  el  que  arroja  el 
cálculo  fundado  sobre  el  nivel  del  valle  Mariposa,  vecino 
a  Wawona  i  no  lejos  de  Yosemite,  al  cual  se  asigna  1200 
metros.  Las  alturas  intermedias  en  Yosemite  con  rela- 
ción al  valle,  variarian  entre  2973  metros  i  cerca  de  500, 
que  según  un  cómputo  racional,  tendría  Inspiration  Point. 
(Tomo  el  pié  ingles  por  0^30  ). 


Junio  14,  —  Para  formarse  la  prodijiosa  grieta  en 
que  nos  encontramos,  ha  debido  abrirse,  hundirse,  o 
comerse  poco  a  poco  la  roca,  a  partir  de  una  es- 
tensa i  elevadísima  meseta  recorrida  por  arroyos  i  ríos. 
De  otro  modo  no  tendría  el  valle  su  configuración  actual. 
Los    ríos    fueron    interrumpidos   repentinamente    en   su 

Por  mares  i  por  tierras  40 


—  626  — 

marcha  por  haberse  hecho  el  vacio  en  la  sección  de  la 
primitiva  hendidura;  de  ahilas  caídas  de  agua  o  saltos  de 
las  aguas  en  busca  de  fondo.  El  valle  de  Yosemite  no  ha 
sido  ni  será  como  es  ahora.  La  acción  de  la  naturaleza 
es  lenta  pero  constantemente  destructora.  Ya  grandes 
moles  de  piedra  ruedan  de  mil  partes,  hasta  de  las  super- 
ficies unidas,  acumulándose  en  las  márjenes  i  cauce  del 
rio  i  con  el  tiempo  el  Castillo,  la  Catedral,  las  Torres, 
el  Pulpito  i  las  Cúpulas  rodarán  al  abismo.  Sufrirán  tam- 
bién transformaciones  las  cataratas,  las  selvas  i  los 
lagos  i  mis  pobres  pajinas  preñadas  de  verdad  i  exac- 
titud hoi,  solo  serán  un  tejido  de  mentiras  dentro  de 
cien  mil  años;  no  cabiéndome  la  menor  duda  de  que  aun 
entonces  se  hará  de  ellas  nuevas  ediciones. —  i  Ustedes 
no  lo  creen  ? 

Mientras  tanto  ahí  están  los  raros  monumentos.  Ya  he 
hablado  de  lagos,  rocas,  picos  i  parajes  con  cierta  proli- 
jidad. Fáltame  dar  una  idea  siquiera  sea  somera,  de  las 
mui  conocidas  water  fall,  aguas  que  caen,  cataratas  i 
cascadas. 

La  llamada  Yosemite j  es  quizá  la  mas  notable  sino  la 
mas  bella  i  la  mas  elevada.  Su  altura,  uniendo  sus  diver- 
sas partes,  mide  765  metros,  como  diez  i  seis  veces  la 
catarata  del  Niágara;  pero  como  el  agua  choca  en  dos 
o  mas  puntos  antes  de  llegar  al  pié  de  la  peña,  presenta 
una  forma  mista  de  catarata  i  cascada,  correspondiendo 
a  la  denominación  de  catarata  el  primer  salto  i  a  la  de 
cascada  los  brincos  siguientes  inferiores. 

En  cierta  estación  del  año  el  caudal  de  agua  disminuye 
en  todas  i  a  veces  en  la  Yosemite  desaparece  totalmente, 
fenómeno  estraño,  dado  su  grueso  habitual.  Cuando  está 
en  su  apojeo,  asombra  i  atemoriza  por  su  ruido  atrona- 
dor, sus  moles  de  vapor  i  el  polvo  de  sus  aguas  que 
moja  al  espectador  a  los  mil  metros,  si  el  viento  viene 
hacia  él.  Yo  he  llegado  hasta  mui  cerca  de  ella  por  el 
camino  del  valle  difícil  i  escabroso  i  he  sufrido  una  lluvia 
torrencial. 

Es  mui  mentada,  se  la  vé  de  muchos  puntos  i  de  largas 
distancias  i  constituye  una  de  las  grandes  bellezas  de  la 
comarca. 


—  627  — 

La  Centinela  (Sentinel  Cascades)  tiene  981  metros  de 
alto;  es  la  de  mayor  talla,  pero  tiene  poca  agua  relati- 
vamente. 

La  Pohonoho  alcanza  a  282  metros. 

El  Velo  de  Novia  (Bridal  Veil)  es  la  mas  linda  i  una 
de  las  primeras  que  se  vé  al  entrar  al  valle  yendo  de 
Wawona  por  Inspiration  Point;  un  verdadero  encanto! 
Representa  realmente  un  largo  velo  blanquísimo,  liviano, 
airoso,  elegante  que  cae  con  serena  blandura.  No  se  vé 
en  él  brillo  alguno  que  denuncie  el  agua  sino  un  vapor 
nebuloso  i  copos  lácteos  alargados  como  estalactitas  de 
espuma.  A  las  cinco  de  la  tarde  da  su  fiesta  vistiéndose 
con  los  colores  del  arco  iris ;  a  esa  hora  todos  los  habi- 
tantes del  valle  se  reúnen  a  su  pié  i  permanecen  allí 
mientras  dura  el  efecto  de  refracción  de  los  rayos  del 
sol  que  suben  i  bajan  las  cintas  lujosas  de  su  luz  des- 
compuesta en  matices,  según  el  movimiento  del  líquido 
reducido  a  polvo.  No  es  mui  alta ;  solo  tiene  258  metros. 

Hai  otras  también  mui  lindas  pero  ninguna  es  tan 
esbelta  i  atractiva  como  Bridal  Veil.  Las  principales 
entre  las  menores  son : 

La  Nevada  con  185  metros  de  elevación. 

La  Tu-lu-la-wi-ak  con  150. 

La  Vernal  con  lOL 

Por  fin  gozan  de  cierta  popularidad  algunas  venas 
líquidas  mui  flacas  que  llevan  el  humorístico  nombre  de 
Wídow's  tears,  lágrimas  de  viuda.  ¡  Las  mujeres  sin  ma- 
rido por  causa  de  defunción,  cuando  visitan  el  valle  no 
protestan  sin  embargo  contra  la  pérfida  alusión! 

En  las  grandes  cataratas  aquí  se  observa  un  fenómeno 
estraño.  —  ¿  Por  qué  cae  tan  despacio  el  agua  ?  se  pre- 
gunta el  espectador,  calculando  que  la  velocidad  de  su 
caída  debe  aumentar  con  la  altura.  —  ¿Las  leyes  de  la 
gravedad  i  las  particulares  aplicables  a  los  líquidos  se 
hallarán  suspendidas?  La  masa  blanca,  espumosa  parece 
detenerse  mas  cuanto  mas  se  acerca  al  suelo;  se  divide 
en  el  aire  en  copos,  en  husos  estirados,  en  flecos,  en 
capullos  livianos  flotantes,  mientras  otra  parte  del  caudal 
resbala  en  apariencia  como  untándose  en  las  paredes  de 
la  roca.  La  esplicacion  del  hecho  es  a  mi  modo   de  ver, 


—  628  — 

sencilla.  Modera  en  realidad  el  ritmo  de  su  marcha  que 
debe  ser  uniformemente  acelerada,  al  acercarse  al  suelo, 
por  la  resistencia  del  aire  semi- encerrado  i  principal- 
mente por  la  de  las  nubes  densas,  compuestas  del  vapor 
i  de  las  gotas  microscópicas  en  que  se  ha  resuelto  parte 
del  agua  ya  caída  i  reducida  a  polvo  al  chocar  contra  las 
piedras  acumuladas  abajo;  pero  aun  cuando  eso  no 
fuera  así,  se  notaría  siempre  cierta  lentitud  por  una 
razón  de  óptica :  siendo  la  altura  real  muy  superíor  a  la 
aparente,  la  masa  visible  que  recorre  diez  metros  en  un 
segundo,  supongamos,  solo  ha  recorrido  uno  para  nues- 
tros ojos  habituados  a  verla  caer  mas  lijero  de  alturas 
mejor  apreciadas.  La  paradoja  mecánica,  hace  sin  em- 
bargo un  efecto  muí  agradable ;  uno  ve  bajar  los  torren- 
tes como  descolgándose  poco  a  poco  sostenidos  como 
por  algo  intanjible  que  los  mantuviera  en  el  aire  i  cediera 
lentamente  a  su  gravedad. 


Junio  ISj  martes.  —  Hemos  vivido  en  Sentinel  hotel 
frente  a  Yosemite  Falls,  un  hotel  como  dice  su  prospecto 
<  con  una  puerta  para  cada  cuarto,  siendo  la  salida  fácil 
en  caso  de  incendio  ».  Debió  añadir  en  justicia  que  los 
cuartos  no  tienen  ventanas  i  que  siendo  del  tamaño  de 
una  cama  normal,  el  locatorio  se  asfixia  si  cierra  su 
puerta  o  se  ofrece  en  espectáculo  al  público  si  no  la 
cierra.  Pero  cualquier  defecto  está  compensado  con  el 
panorama  grandioso  de  la  naturaleza  cuyos  componentes 
son  los  enhiestos  picos  «diez  i  siete  veces  del  alto  de  las 
mas  elevadas  catedrales  europeas»;  también  dice  esto  el 
prospecto ;  los  efectos  de  luz  i  sombra,  las  selvas,  los 
almacigos  de  heléchos,  los  espacios  abiertos  para  pa- 
sear, las  cataratas  i  los  siderales  puntos  de  mira  a 
donde  todo  viajero  que  se  estima,  trepa  infaliblemente 
en  sus  aventuradas  escursiones.  Hemos  por  fin  recorrido 
el  fondo  del  valle  cruzando  i  volviendo  a  cruzar  el  rio 
por  entre  trozos  de  piedra   como  iglesias,  desprendidos 


—  629  — 

de  lo  alto  i  no  lo  hemos  abandonado  sino  después  de 
presentar  nuestros  respetos  a  la  lejana  i  pequeña  Water- 
fall  cascade,  como  quien  dice  Catarata -cascad a.  Nos 
despedimos  de  Yosemite  con  el  sentimiento  adscrito  a 
todo  final,  saliendo  para  Wawona  por  el  camino  ya 
andado.  A  este  punto  llegamos  temprano  con  hambre  i 
con  gana  de  hacer  la  escursion  a  Mariposa  Grove  a  ver 
los  árboles  grandes.  Mientras  un  ájente  de  limpieza  me 
sacude  el  polvo  con  un  plumero  cargado  de  servicios» 
miro  al  muro  de  enfrente  i  me  encuentro  con  el  retrato 
del  personaje  léjendario  del  valle,  Tu- tuc-ah-nu-la,  el 
capitán  «  The  oíd  indian  chief  of  the  Yasemite  Valley  >, 
como  dice  el  letrero  del  cuadro:  « Died  1885  at  145 
years»  (el  viejo  jefe  indio  del  Yosemite  valle,  muerto  en 
1885  a  la  edad  de  145  años).  Por  el  retrato  tiene  a  no 
dudarlo  muchos  mas ;  ha  sido  tomado  del  cadáver;  su 
aspecto  impresiona  e  inspira  un  sentimiento  de  piedad  i 
respeto.  Hai  cierta  nobleza  en  aquellas  facciones  de 
siglo  i  medio  i  uno  adivina  dentro  de  esa  cabeza,  la  idea 
muerta  acerca  de  los  blancos  salvajes  que  invadieron  la 
comarca  i  destruyeron  la  felicidad  primero  i  la  vida 
después  de  sus  pacíficos  moradores,  hasta  no  haber 
dejado  para  el  presente»  sino  escasos  representantes  de 
su  raza.  ¡Estoi  seguro  de  que  ningún  transeúnte  se  ha 
entregado  a  semejantes  reflexiones  mientras  le  sacudian 
el  polvo  (nota  para  los  lectores  estranjeros:  sacudir  el 
polvo  en  castellano,  en  lenguaje  figurado,  significa  azotar 

0  apalear).  Después  del  almuerzo  se  organiza  la  escur- 
sion ;  nosotros  ocupamos  el  carruaje  del  dueño  del  hotel 
i  vamos  con  este  i  dos  niñas  de  Prisco  que  él  festeja. 
Debemos  a  esta  circunstancia  el  hacer  un  viaje  divertido. 

1  Qué  seria  del  mundo  si  no  hubiera  festejos  entre  el  pro- 
pietario del  hotel  Wawona  i  las  muchachas  de  Prisco ! 


Los  Big  trees  de  Mariposa  deben  haber  quedado  muí 
satisfechos  de  nuestra  visita  porque  yo  cumplí  años  al 
abrigo  de  su  sombra  protectora  i  porque  oyeron  cantar 
la  «Paloma»  i  otras  canciones  españolas,  de  boca  de  las 


—  630  — 

dos  niñas  de  Prisco  i  de  mi  señora  esposa,  entusias- 
fnadas  por  la  magnificencia  del  paraje.  Él  paseo  a  los 
árboles  grandes,  dice  con  mucha  justída  el  prospeao 
del  hotel  Wawona,  es  uno  de  los  mas  deliciosos  del 
globo  terrestre ;  la  majestad  de  estos  jígantes  guardia- 
nes de  la  selva,  añade,  no  puede  ser  de  pronto  apreciada; 
se  necesita  vivir  entre  ellos,  estudiarlos,  medir  paso  a  paso 
su  circunferencia  i  sobre  todo,  concluye  con  estraordi- 
naria  razón  el  prospecto,  llevar  del  hotel  Wawona,  en 
una  canasta,  un  buen  lunch  preparado  para  tomarlo 
sobre  el  verde  césped,  en  presencia  de  los  mafnmouths 
de  la  vejetacion  (included  in  the  two  doUars  extra- 
charge  ). 

El  mammulth  (así  le  llama  Domínguez  en  su  diccionario 
de  la  lengua  castellana)  es  el  elefante  fósiU  mas  grande 
que  el  actual.  El  prospecto  no  trae  esta  enseñanza. 

Mariposa  es  un  valle  cuyo  fondo  está  a  1200  metros 
sobre  el  nivel  del  mar,  rodeado  de  montañas  que  se  ele- 
van desde  2400  hasta  3000  metros  sobre  el  mismo  nivel. 
La  selva  contiene  seiscientos  doce  (612)  árboles  jigao- 
tes,  tal  vez  mas,  tal  vez  menos,  segun  los  progresos  de 
la  vejetacion  i  las  destrucciones  del  tiempo. 

La  altura  de  estos  colosos  varia  ahora  entre  75  i  98 
metros;  antes  los  mas  altos  llegaron  a  tener  mas  de  IIO 
metros,  tal  vez  ciento  treinta  i  tantos;  el  estudio  botánico 
permite  creer  que  pueden  alcanzar  a  esa  altura  i  adquirir 
un  diámetro  de  diez  i  ocho  metros.  El  espectador  se 
queda  abismado  ante  semejantes  magnitudes.  Solo  acos- 
tado en  el  suelo  estando  entre  ellos,  puede  mirar  cómo- 
damente su  cima  que  se  confunde  con  las  nubes !  Cada 
cual  tiene  su  nombre  i  este  es  el  de  algún  personaje  histó- 
rico o  de  un  estado  o  ciudad  de  la  Union.  Algunos  sin 
embargo  lo  toman  de  sus  detalles  característicos  Llámase 
su  jénero  Sequoia  jigantea:  sequoia  por  el  nombre  de  un 
jefe  cherokee  nacido  en  Alabama  en  1770  i  muerto  no 
sé  donde  en  1843,  célebre  por  haber  inventado  un  alfa- 
beto para  su  pueblo  i  propendido  a  su  civilización  de  mil 
maneras;  x  jigantea  por  el  tamaño  de  sus  ejemplares. 

Pero  me  place  presentar  a  mis  lectores  algunos  nota- 
bles individuos  del  gremio: 


—  631  — 

El  Grissly  Giant  (grizzly  quiere  decir  gris  o  tirando 
a  gris  mas  bien)  el  mas  interesante  si  no  el  de  formas 
mejores,  tiene  once  (II)  metros  de  diámetro  en  la  base  i 
nueve  con  treinta  centímetros  (9^0)  a  los  dos  i  medio  (2^) 
metros  del  suelo ;  su  altura  actual  es  de  sesenta  i  nueve 
(69)  metros ;  perdió  los  cuarenta  i  uno  que  le  faltan, 
pues  tenia  ciento  diez  (1 10)  en  una  tempestad,  quedando 
mutilado.  A  los  setenta  (70)  metros  da  su  primer  rama 
con  un  diámetro  medio  de  dos  (2)  metros;  esta  se  avanza 
horizontalmentei  a  los  treinta  (30)  metros  se  tuerce  de  un 
modo  brusco  haciendo  un  codo  en  ángulo  recto  i  conti- 
núa en  línea  vertical  hacia  el  cénit.  Nuestra  señora  de 
Paris,  la  célebre  i  monumental  iglesia,  cuya  altura  es 
solo  de  67  metros  i  20  centímetros,  se  alojaria  cómoda- 
mente debajo  de  esta  rama.  ¡  Qué  estupendo  monstruo  !. 
su  sección  vertical  daria  un  área  de  605  metros  cuadra- 
dos, terreno  de  sobra  para  edilicar  una  gran  casa;  12.67 
varas  de  frente  por  63.25  de  fondo;  casi  lo  que  llaman 
un  cuarto  de  tierra  en  Buenos  aires. 

Lleva  en  su  tronco  las  marcas  del  fuego  como  todos 
o  a  lo  menos  99  en  cien  de  los  mas  notables.  La  horrible 
quemadura  ha  hecho  en  este  una  gran  herida,  un  pro- 
fundo antro  negro  donde  caben  muchas  personas. 

En  otro,  el  Wawona  que  tiene  ocho  i  medio  (8J)  me- 
tros de  diámetro  i  una  estatura  proporcional,  la  destruc- 
ción ha  sido  mas  cruel ;  ha  traspasado  el  tronco  de  parte 
a  parte  dejando  al  pobre  árbol  todavía  vivo,  parado 
sobre  dos  estribos;  este  es  el  pequeño  jigante  a  través 
de  cuyo  tronco  pasa  un  alto  coche  cargado  de  jente  i 
tirado  por  cuatro  caballos,  sin  tocar  las  paredes.  El  con- 
ductor del  coche  se  detiene  en  medio  del  árbol  i  el  pasa- 
jero cree  encontrarse  debajo  de  la  bóveda  de  un  pórtico. 
Da  una  idea  de  la  mutilación  i  de  la  planta,  el  diseño 
inserto  a  continuación,  copiado  del  que  trae  Beauvoir 
en  su  libro,  si  bien  dando  al  árbol  su  verdadero  nombre 
en  vez  del  que  se  le  da  en  el  dibujo  del  autor  citado. 


—  633  — 

Otro  ha  quedado  convertido  en  una  chimenea  de  gran 
fábrica  por  la  acción  del  fuego ;  está  muerto,  pero  toda- 
vía en  pié ;  los  visitantes  encienden  paja  en  su  base  i  se 
ve  salir  el  humo  por  su  estremo  elevadísimo. 

Hai  algunos  caídos;  han  sido  derribados  por  el  incendio, 
por  la  tempestad  o  por  el  hacha  del  gran  destructor  de 
todo  lo  creado.  Sirve  de  término  de  comparación  el 
tronco  de  uno  de  ellos;  a  los  sesenta  i  ocho  (68)  metros 
de  sus  raices  aparece  el  sitio  de  su  primer  rama,  ahora 
ausente ;  está  acostado  largo  a  largo  a  pesar  de  haberse 
quebrado  al  caer.  De  lejos  simula  un  muro  elevado ;  se 
sube  a  su  cara  superior  por  una  escalera  colocada  con- 
tra él  como  contra  la  pared  de  una  casa  de  dos  pisos  i 
se  pasea  encima,  en  toda  su  estension,  cual  se  hada  en 
una  plataforma  ;  cuatro  personas  pueden  marchar  a  la 
par  como  en  un  plano  sin  tocarse. 

Vecino  a  este  se  encuentra  una  sección  del  tronco  de 
otro,  también  por  tierra  i  quemado ;  el  fuego  ha  consu- 
mido solo  el  centro,  dejando  la  corteza  i  parte  de  la 
madera  en  forma  de  cilindro  hueco  o  mas  bien  de  túnel. 
Dos  hombres  de  buena  talla  montados  en  caballos  gran- 
des pueden  atravesar  esta  singular  húmeda  i  negra  gale- 
ría, con  adornos  de  musgo  en  su  interior,  sin  alcanzar  a 
tocar  la  bóveda  con  la  mano  levantada.  Por  desgracia 
esta  curiosidad  desaparecerá  dentro  de  algunos  años ;  la 
madera  está  ya  deshaciéndose. 

Recuerdo  a  mas  entre  los  vivos  el  New  -  York,  limpio, 
sano  i  bien  conservado,  exento  de  quemaduras,  el  mas 
elegante  i  altivo  de  cuántos  he  visto  aquí,  aun  cuando 
por  sus  dimensiones  no  ocupa  el  primer  rango;  i  un  pre- 
cioso grupo  de  tres  juntos,  casi  tocándose,  llamados  por 
el  vulgo  Las  tres  Gracias,  si  bien  tal  nombre  no  es, 
me  imajino,  el  oficial.  Las  tres  Gracias  tienen  los  pies 
quemados. 

Cuando  veo  estos  destrozos  siento  una  intensa  amar- 
gura i  cierta  cólera  contra  la  raza  humana  que  produce 
locos  i  perversos;  contra  el  hombre,  el  insaciable  mi- 
crobio de  la  tierra,  que  destruye  por  el  placer  de  destruir 
i  se  encarniza  de  preferencia  contra  lo  mejor  i  lo  mas 
bello.  Solo  comprendó  el  hecho  que  tengo  ante  los  ojos 


—  634  — 

como  una  venganza  de  los  indios  i  quizá  disculpo  su 
demencia,  considerando  su  encono  contra  los  blancos 
cuando  estos,  en  nombre  de  la  moral  i  de  la  civilización, 
los  perseguían  como  a  ñeras  en  su  propia  tierra  para 
espulsarlos,  robarlos  i  matarlos.  Al  verse  acosados  los 
pobres  indios  quizá  por  los  impulsos  del  furor,  pusieron 
fuego  a  los  árboles,  si  ellos  han  sido  los  incendiarios, 
para  no  dejar  intacto  el  tesoro  de  tan  rara  belleza,  en 
poder  de  sus  enemigos. 

La  madera  de  los  sequoia  al  esterior  presenta  un 
color  rojizo,  mas  bien  entre  alazán  ¡  bayo;  la  selva  es 
maravillosa,  imponente,  la  belleza  vejeta!  mas  grandiosa 
que  he  visto  en  mi  vida;  sus  árboles  son  la  primera 
colosal,  eterna  vestimenta  de  la  tierra;  los  jóvenes, 
aquellos  que  todavia  no  tienen  seis  mi!  años,  serán  mas 
felices  que  sus  antecesores ;  nadie  los  quemará  sin  pagar 
su  atentado;  la  lei  del  pais  los  proteje  dentro  los  limites 
asignados  al  Parque  nacional.  Así  llegarán  a  una  vejez 
relativa,  a  la  edad  de  diez  mil  años  por  ejemplo,  todavia 
lozanos  i  robustos. 

Nuevos  ejemplares  de  sequoias  se  ostentan  en  la  som- 
bría garganta  de  Calaveras;  fueron  descubiertos  en  1852 
por  un  cazador  de  osos;  allí  hai  90  solamente,  clasilica- 
dos,  medidos  i  bautizados  con  nombres  semejantes  a  los 
de  sus  conjéneres  de  Mariposa  grove. 

No  han  sido  quemados  ni  mutilados  i  asi  su  enorme 
corpulencia  se  presenta  como  la  hizo  la  naturaleza.  Una 
Comisión  nombrada  por  el  Gobierno  los  ha  estudiado; 
de  su  informe  ha  tomado  el  conde  de  Beauvoir  los  datos 
que  transcribo  en  seguida  con  una  lijera  enmienda : 

El  Padre  de  las  Selvas  —  Alto . .  .  ?  circunferencia, 
treinta  i  ocho  metros  (38);  diámetro,  doce  metros 
sesenta  i  siete  centímetros  (12.67). 
La  Madre  de  las  Selvas.  —  Este  soberbio  ejemplar 
fué  despojado,  desde  su  base  hasta  la  altura  de 
treinta  i  cuatro  metros  ochenta  centímetros  (34.80) 
de  su  corteza  para  llevarla  al  Palacio  de  cristal, 
según  Beauvoir.  Algunos  de  sus  pedazos  figuran 
en  varios  museos;  yo  he  visto  uno  que  media, 
setenta   i  cinco   centímetrc?s    de  espesor   (0.75) 


—  635  — 

en  el  invernáculo  de  Lincoln  park  en  Chicago. 
Una  imájen  del  conjunto  de  toda  la  cascara,  arran- 
cada i  por  tanto  un  facsímil  del  jigante,  se  encuen- 
tra en  el  Palacio  de  cristal  de  Sydenham,  dice 
Beauvoir.  El  árbol  muerto  pero  todavía  en  pié 
en  el  sitio  de  su  nacimiento,  muestra  los  tajos 
hechos  por  el  hacha.  Mide  :  alto,  ciento  nueve 
metros  (109);  circunferencia  sin  cascara,  veinti- 
siete metros  (27);  diámetro,  nueve  (9);  diámetro 
con  cascara  a  juzgar  por  el  pedazo  que  vi,  cuyo 
espesor  era  de  setenta  i  cinco  centímetros  (0.75), 
diez  metros  cincuenta  centímetros  (10.50)  a*  lo 
menos. 
El   Rei  de   las  Estrellas  —  Alto   ciento   veintidós 

metros  (122);  circunferencia  i  diámetro...? 
La  Solterona  —  Alto .  . .  .  ?  circunferencia  mas  de 
veinte  metros  (20);  diámetro,  siete  metros  (7). 
Figuran  también  entre  los  notables  los  Centinelas,  las 
tres  Gracias  (en  todas  partes  las  hai)  i  principalmente 
dos  derribados  por  el  huracán ;  yace  uno  de  ellos  sobre 
una  gran  estension  de  terreno  hundido  por  su  peso  i  otro 
con  treinta  i  cuatro  metros  ( 34 )  de  circunferencia  en  la 
base,  que  al  caer  dio  contra  un  vecino  i  se  quebró  en  el 
punto  de  contacto  a  los  cien  metros  de  su  raiz;  el  tronco 
roto  de  cien  metros  de  largo  (100)  presenta  en  su  rotura 
cuatro  i  medio  metros  (4  ¿)  de  diámetro.  «Era  eviden- 
temente el  rei  de  los  reyes  dice  Beauvoir,  i  se  podría 
asignarle  comparándolo  con  los  otros,  ciento  treinta  i 
tres  metros  (133)  de  altura». —  «En  fin  añade,  se  cortó 
uno  (de  los  grandes  sequoia)  para  contar  sus  miles  de 
años  en  la  sección  ;  cinco  hombres  trabajaron  para  vol- 
tearlo durante  veinticinco  días;  el  tronco  aserrado  tiene 
treinta  (30)  metros  de  circunferencia,  diez  (10)  de  diá- 
metro) í  cepillada  la  superficie,  dejo  contar  hasta  seis 
mil  (6000)  círculos  concéntricos».  — Antes  del  diluvio  ya 
había  nacido.  Dicen  que  en  la  plataforma  de  su  sección 
se  dio  una  vez  un  gran  baile ;  en  cuanto  lo  permitía  la 
estension  de  la  estraña  sala ! 


~  636  — 

Volvemos  a  Wawona  hotel,  comemos^  dormimos,  nos 
despertamos  (cualquiera  en  nuestro  caso  habría  hecho 
lo  mismo)  i  partimos,  previas  sendas  tazas  de  té  con 
leche,  para  Ahwahnee  el  dia  16.  Nos  detenemos  allí  el 
tiempo  necesario  para  almorzar  i  cambiando  de  stage, 
nos  transportamos  a  Raymond.  £1  dueño  del  hotel  de 
este  paraje  tiene  una  familia  mui  agradable  por  la 
belleza  de  las  muchachas  i  la  sencillez  de  sus  costumbres; 
hai  una  niña  como  de  doce  años,  sumamente  gorda,  pero 
mui  bonita;  ella  ayuda  á  servir  en  la  mesa,  atiende  tam- 
bién en  sus  cuartos  a  los  huéspedes  i  al  mismo  tiempo 
conversa  con  ellos  como  una  señorita,  iniciando  ella  los 
diálogos.  Uno  de  mis  compañeros  de  viaje,  francés  i  joven 
sentimental,  aunque  alegre,  me  ha  dicho  testualmente  lo 
siguiente,  refiriéndose  a  la  muchacha:  «  Se  comidió  espon- 
táneamente a  atarme  la  corbata;  yo  me  comedí  del  mismo 
modo  a  darle  un  beso  en  la  frente,  i  luego  otro  mas 
americano. . . .  No  se  imajine  usted  que  la  pobre  i  amable 
muchachita  hacia  o  dejaba  hacer  cosa  alguna  en  mal 
sentido ;  sus  tolerancias  i  sus  actos  eran  inocentes  i  mis 
avances,  simplemente  cariñosos.  Apoyar,  por  ejemplo,  su 
cabeza  en  mi  hombro  por  algunos  momentos  era  solo 
devolverme  el  diez  por  ciento  de  mis  manifestaciones  de 
afecto.  Es  increible  como  una  satisfacción  tan  efímera 
puede  causar  una  impresión  tan  viva  i  un  sentimiento  tan 
agradable  i  tierno  como  el  que  conservaré  de  este  fugaz 
episodio».  Yo  le  observé:  c  ¿  no  ha  soñado  usted,  mi 
doctor?  »  porque  solia  a  veces  inventar  sucesos. 

Del  hotel  Raymond  fuimos  al  tren  que  se  puso  en  mo- 
vimiento al  anochecer,  rodó  unas  horas  i  se  detuvo  a 
pasar  la  noche  quieto,  como  correspondía  a  su  especiali- 
dad, dejando  dormir  en  paz  a  los  ocupantes  de  sus  coches 
dormitorios,  wagons-lits  en  francés,  sleeping-carts  en 
ingles.  Es  el  primero  i  el  único  de  su  especie;  los  otros 
marchan  durante  la  noche,  para  eso  han  sido  hechos, 
para  no  dejar  de  avanzar  mientras  se  duerme;  este  no 
tiene  semejantes  costumbres ;  de  noche  no  pertenece  a 
los  trenes  rodantes  sino  a  los  bienes  raices.  Tal  oriji- 
nalidad  sin  embargo  favorece  a  los  pasajeros  no  apu- 
rados   quienes   pueden  dormir  sin  polvo,   sin  ruido,   sin 


- «— ^-        -^--■*" 


—  637  — 

sacudones  i  con  su  ventana  abierta;  mirar  la  luna,  la 
estrella  de  la  mañana  i  después  el  nuevo  sol.  Yo  vi  los 
tres  astros  i  los  saludé  desde  mi  cama;  ninguno  me 
contestó ! 

Sin  polvo  he  dicho»  ello  ha  podido  pasar  por  un  hecho 
insignificante;  no  lo  es  para  el  viajero  en  stage  por 
aquellos  barrios ;  al  contrarío,  evitarlo  es  una  suprema 
aspiración  durante  el  viaje  en  los  trechos  sin  árboles. 

Ningún  autor  lo  menciona  sin  embargo  entre  las  mara- 
villas de  la  comarca,  siendo  la  única  sin  ejemplar  de 
sus  alcances  en  la  tierra ;  la  sin  paralelo,  la  mas  admira- 
ble en  su  majestuosa  e  imponente  abundancia.  La  llu- 
via de  cenizas  en  Pompeya  se  quedaria  corrida  ante  la 
grandiosa  sublimidad  de  este  polvo  infinito  «the  best  in 
the  world:^  sin  la  menor  duda. 


Junio  17.  —  Llegamos  a  San  F'rancisco  en  buque. 
Casi  no  se  apercibe  uno,  ya  lo  dije,  de  que  cambia  de 
vehículo  para  atravesar  la  bahia,  de  tal  modo  el  vapor 
se  ajusta  al  muelle  i  éste  al  anden  del  ferrocarril.  Encon- 
tramos cartas  de  Buenos  aires  i  diarios. 


Junio  18,  —  Ya  empezamos  los  arreglos  de  viaje,  no 
obstante  vamos  con  Enrique  Woolfe  i  su  mujer  a  Soutro- 
Bath,  en  carro  eléctrico  que  anda  mui  bien  ;  vemos  en  el 
camino  una  casa  en  marcha  con  sus  habitantes  adentro, 
continuando  en  sus  ocupaciones  mientras  la  casa  se 
dirije  a  instalarse  en  otra  parte.  Modo  de  poner  a  las 
casas  en  camino  :  las  levantan  con  pies  de  gato  o  máqui- 
nas hidráulicas  i  las  colocan  sobre  carros  bajos. 


—  638  — 

El  establecimiento  de  baños  es  mui  lindo;  bai  en  el 
recinto  de  la  inmensa  pileta  de  ag^ua  de  mar,  asientos  en 
anfiteatro  para  dos  mil  espectadores  i  en  el  gran  estan- 
que, a{>aratos  de  jimnasia  i  varías  divisiones  para  como- 
didad i  agrado  de  los  bañistas,  inclusive  piletas  de  nata- 
ción con  agua  caliente.  Cuenta  el  instituto  con  un  museo 
bastante  grande,  misto  de  zoolojia,  ornitolojia  i  etnolojia. 
Solo  existe  como  elemento  de  separación  entre  el  mar  i  el 
baño,  un  tat)ique  por  cuyas  ventanas  se  vé  las  peñas  de 
la  costa  cubiertas  de  lobos  marinos  casi  domésticos. 

Los  domingos  se  organiza  conciertos  i  otras  diversio- 
nes i  puede  allí  un  individuo  por  cinco  centavos  pasar 
todo  el  dia  agradablemente.  Por  el  mismo  precio  se 
puede  correr  toda  la  ciudad  en  los  tramways  eléctricos, 
gracias  a  los  billetes  de  transferencia ;  el  servicio  aquí 
está  mui  bien  arreglado.  Hemos  almorzado  en  Cliff- 
house,  un  hermoso  hotel  vecino  de  la  casa  de  baños.  A 
la  noche  asistimos  a  dos  café-conciertos,  uno  medio  aris- 
tocrático el  otro  inferior.  Noto  la  predilección  de  las 
mujeres  por  esas  casas;  familias  enteras  hasta  con  cria- 
turas, terminan  su  noche  allí,  oyendo  música  i  haciendo 
su  cena  compuesta  de  jamón,  sandwisches,  rostbeef  i 
cerveza ;  también  asisten  a  estos  salones  señoritas  sueltas. 


Junio  19»  —  Voi  al  correo  para  disponer  lo  relativo  a 
mi  correspondencia  i  al  mercado  a  ver  las  frutas  gran- 
des :  higos  como  naranjas,  naranjas  como  melones;  uvas 
como  damascos,  damascos  como  duraznos,  duraznos 
como  membrillos;  manzanas  como  pinas  i  peras  de  agua 
como  sandias  ;  todo  ello  baratísimo  al  por  mayor,  caro 
en  detalle.  En  norte  América  no  hai  necesidad  de  pedir 
precios  exorbitantes,  hai  lujo  en  hacerlo ;  conducir  una 
maleta  a  quinientos  metros  de  distancia  cuesta  tres  fran- 
cos i  así  va  todo  ! 

Salimos  para  Chicago ;  nos  acompañan  Woolfei  señora 
hasta  una  estación  situada  mas  allá  de  la  primera,  del  otro 
lado  de  la  bahía. 


—  639  — 

Durante  dos  dias  el  camino  es  pesado,  monótono, 
hace  calor  i  el  polvo  es  sofocante.  Una  gran  parte 
del  trayecto  es  de  arenales  áridos,  sin  vejetacion  casi  i 
sin  cultivo  ;  una  desolación !  Solo  llegando  al  valle 
del  Missouri  se  compone  el  terreno  ;  se  vé  entonces  ver- 
dura, población,  animación  i  se  siente  cierto  fresco.  Único 
incidente  en  el  viaje  :  al  salir  de  una  estación  i  ya  cami- 
nando el  tren,  se  acerca  un  hombre  a  la  ventanilla  i  me 
pide  algo  para  comer ;  espere,  le  digo  i  tomando  una 
canasta  con  el  resto  de  nuestras  provisiones,  la  tiro 
para  que  él  la  recoja;  pero  como  no  hai  obra  buena 
que  no  se  revierta  contra  su  autor,  resulta  que  en 
la  canasta  no  solo  habia  residuos  de  alimentos,  sino 
fruta  recien  comprada  i  con  la  cual  pensábamos  re- 
galarnos, varios  libros  i  otros  objetos.  «  Bueno  »,  dije, 
para  disculparme  ante  la  mirada  dura  de  mi  tierna  es- 
posa, «  pensé  darle  solamente  alimento  para  el  cuerpo, 
pero  le  he  dado  también  para  el  espíritu  >.  Desgraciada- 
mente los  duraznos  fueron  ireemplazables  ! 


Converso  en  el  viaje  con  un  joven,  Eduardo  B.  Thom- 
son, domador  de  caballos  i  estudiante  de  la  universidad 
(  para  mezclar  profesiones,  norte  América  )  quien  desea 
ir  a  Buenos  aires,  cuando  concluya  sus  cursos  ;  dentro 
de  dos  años.  Me  da  ciertos  datos  sobre  las  universida- 
des de  San  Francisco  que  me  sirven  para  completar  los 
mios  de  oríjen  oficial  i  por  lo  tanto  sin  detalles,  a  cerca 
de  la  vida  universitaria.  De  las  dos  universidades,  la  una, 
la  oficial,  está  situada  al  otro  lado  de  la  bahía  (Berkeley); 
la  privada,  debida  a  la  munificencia  de  Stanford,  un 
médico  que  dio  diez  o  mas  millones  para  fundarla,  se 
llama  Stanford  University  i  está  situada  en  un  paraje 
llamado  Palo  alto.  El  presidente  de  la  oficial  es  el  señor 
Kellogg  i  el  de  la  privada  el  doctor  Jordán.  Ya  se  sabe, 
el  ejercicio  de  las  profesiones  es  libre  en  California 
mediante  la  presentación  de  un  título  lejítimo  de  instituto 
conocido. 


' 


•-  640  — 

Junio  23, — Llegamos  a  Chicago  con  una  fuerte  liu\ia^ 
felizmente.  Hemos  hecho  en  tres  dias  i  medio  2357  millas 
4360  kilómetros  i  450  metros  (  se  puede  hacer  el  viaje  en 
2  */2  dias  andando  como  anduvimos  el  último,  a  razón  de 
una  milla  por  minuto,  casi). 

Nos  esperaba  en  la  estación  un  hermano  de  Enrique 
Woolfe  que  había  recibido  de  él  un  telegrama  anuncián- 
donos. F'ué  mui  cortes  con  nosotros;  nos  acompañó 
hasta  la  otra  estación,  Michigan  central  road,  donde 
dejamos  las  balijas,  yendo  en  seguida  al  Auditorium  ho> 
tel ;  allí  tomamos  cuarto  por  unas  horas,  es  decir  casa 
con  baño  i  demás  comodidades. 

En  Europa,  en  Francia  sobre  todo  no  existen  estos 
arreglos  que  responden  a  las  mas  imperiosas  necesida- 
des del  viajero. 

En  este  mismo  hotel,  descrito  en  el  2»  votómen  de  mis 
<  Viajes  i  observaciones  »  tomamos  los  billetes  para  el 
coche  dormitorio,  pues  todavia  nos  falta  pasar  una  noche 
en  tren,  antes  de  llegar  a  Nueva  York.  Almorzamos  en 
el  salón  de  Acero  en  el  9°  piso,  mas  accesible  que  el  2» 
de  cualquier  casa,  gracias  al  ascensor  que  vuela  i  bajamos 
al  gabinete  de  lectura  de  las  señoras  (  14  de  mis  pasos 
de  ancho  por  53  de  largo)  lujosamente  adornado,  con 
piano,  libros,  escritorios  i  demás  enseres,  donde  escribo 
estos  apuntes,  i  con  una  galería  delante  de  seis  pasos  de 
ancho,  que  da  sobre  el  lago. 

Salimos  de  la  gran  estación  de  Michigan  central,  a  las 
tres  de  la  tarde. 

De  San  Francisco  a  Chicago  hai  2357  millas  america- 
nas i  de  esta  ciudad  a  Nueva  York  976;  total  de  San  Fran- 
cisco a  Nueva  York  3333  millas,  algo  menos  que  la  6* 
parte  de  un  círculo  máximo  del  globo  terrestre,  tomando 
la  milla  americana  como  la  milla  marítima.  No  respondo 
de  ningún  cálculo  en  millas ;  las  hai  de  varias  clases  i 
tamaños  ;  nada  mas  confuso  i  por  lo  tanto  mas  estúpido, 
que  el  sistema  de  pesas  i  medidas  ingles,  si  puede  lla- 
marse sistema  a  semejante  enredo  ! 

Al  pasar  vemos  la  ciudad  de  Pullman,  toda  edificada 
con  ladrillo  rojo  de  máquina  i  ostentando  magníficos  i 
colosales  edificios.  Todo  ello  ha  sido  adquirido  i  hecho 


-»  »- 


—  641  — 

con  las  ganancias  en  la  empresa  de  vagones  de  ese 
nombre.  |Lo  que  vale  una  idea  en  tierra  fecunda!  I  sin 
embargo,  nada  mas  incómodo  i  poco  decente  que  los 
tales  coches  Pullman,  en  su  calidad  de  dormitorios. 

De  Chicago  a  Nueva  York  el  camino  por  esta  línea  es 
mui  agradable ;  se  va  continuamente  por  un  verjel  i  en- 
contrando villas,  ciudades,  sementeras  i  bosques  a  uno  i 
otro  lado.  Baste  decir  que  el  Niágara  es  una  de  las  esta- 
ciones. 

A  las  seis  i  minutos  de  la  mañana  del  dia  24,  después 
de  haber  atravesado  el  estrecho  que  pone  en  comunica- 
ción el  lago  Hurón  con  el  Herie,  sin  movernos  de 
nuestro  tren  que  se  embarcó  en  la  noche  con  nosotros 
en  un  barco  adecuado,  nos  detuvimos  en  un  lado  del 
Canadá,  en  frente  a  la  Cascada;  yo  pude  verla  por  se- 
gunda vez  en  mi  vida  i  reconocer  los  sitios  por  donde 
habia  andado  en  1890.  Las  villas  en  los  alrededores  han 
adelantado  mucho ;  ahora  son  casi  populosas  ciudades. 

Atraviesa  el  tren  por  encima  de  los  rápidos,  parándose 
en  la  mitad  del  puente  para  solaz  de  los  pasajeros ;  de 
ahí  se  ve  las  aguas  tranquilas  después  de  la  tremenda, 
caída  como  formando  un  lago  i  en  seguida,  a  poco  tre- 
cho, la  furia  de  las  olas  espumosas.  Luego  el  tren  sigue 
por  largo  tiempo  a  la  vista  del  Niágara  hacia  Búfalo  i 
después  por  una  via  en  que  el  paisaje  cambia  sin  perder 
de  su  interés,  encontrando  terrenos  cultivados,  tocando 
los  bordes  del  precioso  riacho  Mohawk,  por  varias  horas, 
llegando  después  a  las  orillas  del  Hudson,  cuya  costa 
recorre  fielmente  hasta  Nueva  York  en  vertijinosa  carre- 
ra, sin  dejar  tiempo  al  viajero  para  ver  sino  como  en 
sueños,  desfilar  los  confusos  cuadros. 


Uno  lo  pasaría  mui  bien  en  norte  América  si  la  mayor 
parte  de  las  cosas  que  le  dicen  no  fueran  mentira.  «En 
la  estación  hai  mozos  que  hablan  francés,  alemán,  danés 
i  sánscrito,  pagados  espresamenie  para  transportar 
gratuitamente  los  bagajes  pequeños  i  ayudar  en  todo  a 
los  pasajeros»;  reza  un  aviso  en  el  tren.  Mentira;  si  a 

Por  mares  i  por  tierras  41 


—  642  — 

uno  de  esos  particulares  no  le  paga  usted  cuatro  veces 
el  precio  de  su  servicio  en  la  estación  de  Chicago»  se 
queda  hecho  una  furia  i  da  una  dirección  falsa  al  co- 
chero. <La  Empresa  ha  establecido  un  servicio  de 
coches  con  la  tarifa  siguiente  (aquí  la  tarifa ;  mas  subida 
que  en  Europa)  para  comodidad  de  los  pasajeros  >;  dice 
otro  aviso.  Mentira;  el  cochero  cobra  lo  que  se  le  an- 
toja, jeneralmente  cinco  o  diez  francos  mas  del  precio 
establecido,  con  cualquier  pretesto  o  sin  ninguno. 

La  fruta  humana  es  la  misma  en  todas  partes  en  igual- 
dad de  circunstancias! 


Hemos  hecho  el  mas  largo  trayecto  que  recorre  ac- 
tualmente en  el  mundo  un  tren  sobre  rieles  i  quedamos 
curados  de  semejantes  esperiencias.  Nadie  sin  ellas  puede 
imajínarse  el  terrible  cansancio  físico  i  moral  de  un  viaje 
en  ferro-carril  durante  cinco  dias  o  poco  menos.  Veia  yo 
las  filas  de  los  vagones  i  locomotoras  en  las  estaciones, 
los  rosarios  de  coches  cruzando  como  relámpagos  de- 
lante de  nuestros  ojos,  los  pares  de  rieles  en  incontable 
número;  oia  los  silbidos,  los  rumoies,  los  repiques  de 
campanas,  los  sollozos  de  las  máquinas,  el  crujido  de  las 
ruedas,  los  compases  blandos,  roncos,  enaceitados  i 
bajos,  resultantes  de  los  diversos  sonidos  (jue  la  marcha 
producía;  divisaba  en  una  parada  la  cifra  40,705  de  un 
vagón,  después  la  28,600  de  otro  i  la  1802  de  una  loco- 
motora; i  en  la  noche,  antes  de  dormirme,  seguia  mirando 
las  filas  de  coches,  los  relámpagos  de  trenes,  los  núme- 
ros cada  vez  mas  crecidos  de  los  vagones  acampados  en 
millares  de  kilómetros  de  rieles.  «¿Cuántos  habrá,  me 
preguntaba,  cuántos  cuántos?»  I  la  obsesión  con  los  rui- 
dos, los  bramidos,  los  rechinamientos,  los  rieles,  los 
coches,  los  vagones,  las  cifras  alineando  millones,  conti- 
nuaba fatigándome  durante  el  entresueño  como  las  sen- 
saciones reales  durante  la  vijilia,  por  la  repetición  i 
superposición  de  las  imájenes  ! 


—  643   - 

Llegamos  a  la  noche  a  Nueva  York.  El  encargado  del 
hotel  Martin  a  quien  habia  telegrafiado,  no  estaba  en  la 
estación ;  esto  fué  de  mal  augurio.  Tomamos  un  coche  i 
vamos  al  hotel;  allí  los  cuartos  disponibles  no  nos  aco- 
modan ;  comenzamos  una  peregrinación  en  busca  de  alo- 
jamiento; vamos  a  dos  hoteles  vecinos;  no  nos  gusta 
ninguno ;  tampoco  lo  encontramos  bueno  en  Hoffman 
house  i  nos  dirijimos  por  fin  al  Fifth  avenue,  donde 
nos  instalamos  en  un  departamento  con  buena  luz,  aire, 
baño  i  todas  las  comodidades  deseables. 


*    ♦ 


Junio  28. — Nueva  York  está  vacia  de  amigos  nues- 
tros: El  doctor  Emmet  se  ha  ido  al  campo;  el  doctor 
Weisse  también ;  la  familia  Flint  lo  mismo ;  el  doctor 
Abbot  se  ha  muerto  i  las  dos  personas  para  quienes 
Kahnweeler  nos  ha  dado  cartas  en  Yokohama,  o  sean  el 
marido  de  su  hermana  el  señor  Naumhug  i  su  socio  el 
señor  Lewis,  pasean  en  Londres.  Solo  encuentro  a  Flint 
i  a  su  socio  el  señor  Eddy,  en  uno  de  los  dias  en  que 
Flint  viene  a  su  oficina.  Los  dos  me  reciben  con  cariño 
i  Flint  me  obliga  a  ir  a  visitarlo  en  el  dia  con  Guiller- 
mina, a  su  residencia  de  campo.  Acepto  i  vamos. 


El  viaje  es  mui  articulado:  Tomamos  en  frente  al 
hotel  el  cable  cart  hasta  la  calle  34 ;  en  esta,  un  trenvia 
de  caballos  hasta  la  estación  del  F'erry-boat ;  allí  entra- 
mos al  barco  junto  con  los  carruajes  en  que  los  pasaje- 
ros lujosos  van  a  Long-Island  City ;  ahí  subimos  al  tren 
i  después  de  hora  i  media  de  viaje,  llegamos  a  Oakdale, 
dónde  uno  de  los  clubs  de  Flint  tiene  un  inmenso  terre- 
no, una  gran  casa  para  los  socios,  bosques,  praderas, 
huertas  de  legumbres,  jardines  i  por  fin  un  vivero  o 
criadero  de  pescados,  pues  el  club  es  una  asociación  de 
pesca  i  la  mas  célebre  del  mundo,  según  dicen  i  según  lo 
proclaman  sus  libros,  en  cuyas  pajinas  figuran  los  nom- 


—  644  — 

hrrs  (It:  los  socios,  las  horas  que  cada  uno  ha  consa- 
grado a  la  |)esca,  el  número  de  pescados  que  ha  tomado, 
la  clasf  i  peso  de  cada  pez,  arrojando  los  resúmenes 
cifras  colosales. 

Nos  rr.cihe  U  señora  de  Flint  en  su  departamento  del 
club  i  nos  obsequia  con  cuánto  pudo  sernos  ag^radable. 
l'n  club  del  j enero  de  este,  cuyas  líneas  jenerales  acabo 
de  trazar,  representa  para  mí  uno  de  los  mas  cómodos 
resultados  del  espíritu  de  asociación.  Las  familias  de  los 
socios  tienen  en  él  su  casa  sin  los  inconvenientes  del  cui- 
dado ni  las  molestias  de  la  servidumbre  en  una  particular 
de  campo,  a  precio  mínimo,  relativamente  i  con  la  ven- 
taja dr  poder  gozar  de  una  sociedad  homojénea,  com- 
puesta de  personas  conocidas.  « ¡  Admirable !  pensé  des- 
pués de  darme  cuenta  de  todo;  lástima  es  que  la  bondad 
de  la  idea  la  haga  inaplicable  en  nuestro  país,  en  donde  la 
vaniílad,  las  pretcnsiones  i  el  espíritu  belijerante  de  las 
familias,  se  sustituyen  a  todas  las  comodidades  i  conve- 
niencias  prácticas  >. 

Hace  viento  i  la  señora  de  Flint  no  quiere  salir;  pero  su 
marido  i  nosotros  vamos  en  un  spider  tirado  por  un  mag- 
nífico caballo,  a  visitar  la  pesquería,  las  granjas,  los  cam- 
pos, los  bosques,  los  canales  i  por  fin  el  punto  donde  un 
rio  subterráneo  hace  emerjencia  en  la  superficie  entre  las 
arenas  i  continua  por  ellas  como  si  nada  hubiera  hecho. 
Esta  es  una  de  las  mas  raras  curiosidades  del  paraje; 
un  sistema  de  pozo  artesiano  aplicado  por  la  naturaleza 
a  una  corriente  de  agua  sin  ayuda  del  hombre. 

Kl  criadero  está  dividido  en  mil  compartimentos  i  en 
cada  uno  vive  una  jeneracion  de  peces  defendida  por 
los  muros  de  su  estanque  particular,  contra  las  posi- 
bles agresiones  de  los  mas  grandes.  El  mayordomo  o 
encargado  cuida  de  los  huevos  i  de  los  peces  i  da  en  su 
gabinete  clases  de  embriolojia,  mostrando  la  evolución 
con  láminas  i  con  cifras.  Tiene  gusto  en  lucir  sus  cono- 
cimientos   ante  los  visitantes. 

Volvemos  a  la  casa  del  club,  damos  Flint  i  yo  un 
paseo  en  bicicleta,  comemos  i  regresamos  a  Nueva  York. 

* 
*    * 


—  645  — 

Junio  29.  —  Leo  en  el  Herald  el  estracto  de  un  ser- 
món predicado  el  ultimo  domingo  por  un  distinguido 
pastor  protestante.  El  tema  es  «the  flirtation»  palabra 
sin  equivalente  exacto  en  castellano  que  traduciré  por 
coqueteria  u  otra  espresion  análoga.  Comienza  el  ora- 
dor diciendo  mas  o  menos  :  «  Algunos  consideran  impro- 
pio de  la  iglesia  i  del  pulpito  este  mi  tema,  pero  no  lo 
es  como  no  lo  seria  el  de  un  crimen  o  un  vicio.  Ya  en 
tiempos  lejanos  san  Pablo  recomendaba  a  las  mujeres 
casadas  no  ser  coquetas  i  muchos  grandes  predicado- 
res han  tratado  el  punto  bajo  uno  u  otro  nombre  i 
aspecto.  ¿  Cómo  no  ha  de  ser  obligación  de  la  iglesia, 
condenar  un  vicio  tan  estendido,  tan  jeneral,  tan  fomen- 
tado en  todas  las  épocas  i  en  todos  los  pueblos,  que 
jermina  en  todas  las  edadevS,  en  los  dos  sexos,  en  todas 
las  profesiones  i  en  las  situaciones  mas  variadas  de  la 
vida?  Hace  la  corte  el  médico  a  su  enferma,  el  abogado 
a  su  patrocinada,  el  comef^ciante  a  su  compradora,  el 
marido  a  la  mujer  de  su  amigo  i  su  mujer  a  otro  hombre 
casado  o  soltero,  porque  la  mujer  lejítima,  destituida  de 
encantos  para  su  esposo,  los  tiene  para  un  estraño  i  este 
a  su  vez  la  prefiere  a  la  suya  propia.  Las  doncellas  de 
servicio  en  las  casas  se  entretienen  haciendo  coqueterias 
a  los  cocheros  de  su  patrón.  Galantean  los  maestros  á  sus 
pupilas  en  las  escuelas,  los  niños  a  las  niñas  i  ellas  a 
ellos  i  ¡  oh  vergüenza  !  hasta  los  ministros  de  la  iglesia 
coquetean  con  sus  parroquianas.  Pero  ¿  qué  es  el  flirt} 
Yo  no  daré  la  definición;  todo  el  mundo  la  sabe;  solo 
señalaré  el  vicio  presentándolo  en  su  on'jen  con  un  ejem- 
plo. Voi  yo  por  la  calle,  encuentro  una  mujer  bien  pare- 
cida a  quien  no  conozco;  ella  me  mira  i  me  sonrie  viendo 
que  yo  la  he  mirado  de  un  modo  insinuante. ...  ya  ha 
comGTizsiáo  lafliriatiou  /  ahí  nsicc  el  crimen  i  dios  sabe 
donde  terminará,  porque,  amados  oyentes  mios,  no  hai 
flirtation  inocente  i  la  consecuencia  de  la  comenzada 
aun  sin  tener  intención  criminal,  puede  conducir  a  la 
situación  mas  espantosa.  Comparo  la  flirtation  a  los 
vicios  mas  abominables  por  sus  estragos  en  la  sociedad 
i  la  encuentro  mas  dañina  que  la  embriaguez,  el  robo, 
el  juego  o  el  asesinato.    ¡Cuántos  hogares   no  destruye, 


—  646  — 

cuántas  desg^racias  i  miserias  no  produce;  a  cuántos 
hombres  no  arroja  fuera  de  su  casa  i  sus  negocios  obli- 
gándolos a  abandonar  sus  hijos  i  su  mujer  desvalida  i 
sin  recursos!  ¡Cuántas  indijencias  no  nacen  de  esas  pri- 
meras promesas  de  placeres  i  cuántos  honrados  padres 
de  familia  o  jóvenes  trabajadores  no  son  conducidos  por 
el  camino  del  crímen  hacia  el  cadalso!  ¡A  cuántas  mo- 
destas mujeres  casadas  que  pudieron  vivir  honestamente 
cuidando  el  santuario  de  su  hogar  no  convierte  en  inso- 
lentes adulteras!  ¡A  cuántos  amigos  íntimos  a  cuántos 
hermanos  no  desune  precipitando  a  los  unos  contra  los 
otros  convertidos  en  fieras  por  los  celos!  I  todos  estos 
desastres  e  infortunios  ¿  por  qué  ?  Por  la  flirtaiion  de 
una  mujer  sin  entrañas  i  pervertida. ...» 

Tiene  razón  el  pastor  protestante.  Ni  la  muerte  a 
fuego  lento  alcanza  a  castigar  a  una  coqueta  de  esas 
nacidas  para  hacer  daño,  que  se  complacen  en  ator- 
mentar a  quien  las  adora  i  les  ha  entregado  su  alma 
seducido  por  falaces  i  envenenados  encantos  ! 


Julio  /o.  —  Asisto  al  lunch  que  Flint  da  en  honor  de 
Mr.  Cougel  nombrado  por  segunda  vez  ministro  de 
Estados  Unidos  en  el  Brasil ;  se  hallan  presentes :  el 
obsequiado  i  el  obsequiante,  el  cónsul  brasilero,  un  abo- 
gado mui  distinguido  cuyo  nombre  desgraciadamente 
no  percibí  en  la  rápida  presentación,  el  hermano  i  los 
socios  de  Mr.  Flint,  un  chileno  i  otras  personas  mas  ! 
Hubo  discursos  siendo  el  mas  oportuno  de  ellos  el  del 
abogado  i  no  solo  oportuno  sino  espiritual. 


Julio  4,  —  K  bordo  del  Touraine,  no  sin  haber  sufrido 
ciertos  contratiempos  momentos  antes  de  ir  al  buque. 
El  dueño  del  hotel  aprovechó  del  apuro  de  la  partida 
para  aumentar  dos  dias  en  su  cuenta  (aviso  a  los  pasa- 


—  647  — 

jeros  que  dejan  sus  arreglos  para  la  última  hora)  yo 
no  examiné  detalles  por  no  creer  posible  una  estafa  tan 
descarada.  Pero  eso  no  era  bastante  para  constituir  un 
desagrado. 

Llego  al  galpón  donde  se  pesa  i  consigna  los  bagajes 
i  no  encuentro  mis  billetes ;  no  atino  a  calcular  donde  los 
he  puesto.  El  oficial  pesador  se  resiste  a  mandar  mi  equi- 
paje a  bordo  aun  cuando  sabe  que  he  tomado  mis  pasa- 
jes por  haber  estado  presente  en  la  ajencia  cuando  los 
tomé.  Abro  un  baúl,  el  mas  grande,  i  lo  examino  de 
arriba  abajo :  nada.  Voi  a  ver  al  ájente  i  éste  me  pro- 
pone un  solo  remedio :  pagar  otra  vez  mi  pasaje.  Aun 
cuando  hubiera  de  aceptar  su  consejo  no  tenia  tiempo 
para  hacer  la  operación  por  falta  de  dinero  sufi- 
ciente en  cartera  i  estar  cerrados  a  esa  hora  los  bancos 
a  los  cuales  podia  recurrir  con  mi  carta  de  crédito ;  estos 
solo  se  abren  a  las  diez  de  la  mañana,  hora  de  la  salida 
del  vapor.  ...  i  ya  eran  las  nueve  i  media!  La  razón  de 
exijirme  nuevo  pasaje  era  la  posibilidad  de  que  otro  indi- 
viduo hiciera  uso  de  mis  billetes,  posibilidad  solo  acep- 
table en  una  cabeza  sin  sentido  común,  como  lo  demostré 
al  ájente:  los  billetes  eran  intransferibles,  i  solo  servían 
para  el  viaje  tal  del  buque  tal ;  yo  me  iba  ya  a  meter  en 
mi  camarote  ;  no  sé  pues  como  podia  el  ájente  empeci- 
narse en  su  temor.  . .  .  ¡  Pero  las  ajencias  probablemente 
por  razón  de  sexo,  no  entienden  nada  de  lójica,  ni  de 
equidad,  ni  se  cuidan  de  ajustar  a  esas  dos  virtudes  su 
conducta! 

En  el  conflicto  pongo  en  prensa  mi  cerebro  para  obli- 
garlo a  reproducir  la  historia  de  los  tres  o  cuatro  dias 
anteriores,  con  referencia  al  arreglo  de  mis  papeles,  i 
haciendo  un  gran  esfuerzo  de  memoria,  allá  en  los  rinco- 
nes de  un  lejano  recuerdo,  percibo  una  pequeña  luz,  una 
vislumbre,  una  sospecha  respecto  al  sitio  donde  pudie- 
ran estar  mis  billetes.  Abro  otro  baúl,  busco  una  gran 
cartera  donde  uso  guardar  hojas  volantes  i  los  ha- 
llo, mui  tranquilos,  bien  plegados  sobre  sí  mismos, 
los  miserables,  sin  el  menor  remordimiento  del  conflicto 
en  que  me  hablan  puesto.  Tienen  razón  los  individuos 
de  quienes   copio    esta  frase:  «la    alegria   es    hija   del 


^  _  648  — 

dolor  > ;  i  también  la  tiene  Ariosto,  el  Dante  o  no  sé 
quien  cuando  dice  <  no  hai  mayor  placer  que  el  de 
encontrar  un  billete  perdido  >  {O  no  dijo  semejante  cosa 
ni  Dante  ni  Ariosto?  Si  nadie  1^  dijo  la  digo  yo  recor- 
dando mi  gloria   al  dar  con  mis  pasajes. 

IVaemos  en  el  Touraine  el  camarote  no  8,  grande, 
comodísimo,  con  ventana  al  mar;  en  ningún  vapor  he 
tenido  mejor  acomodo,  aun  cuando  siempre  he  pro- 
curado tenerlo  mui  bueno.  Las  camas  son  anchas,  los 
lavatorios  están  a  buena  distancia,  el  techo  es  alto  i 
como  se  halla  situado  hacia  proa  no  se  siente  la  trepida- 
ción del  hélice  i  el  balance  es  menor  por  a  -f-  b  (forma 
del  casco  de  todo  buque)  aun  cuando  el  cabeceo  es  un 
poco  mayor. 

La  comida  a  bordo  es  de  primera  calidad  i  servida 
según  nuestras  costumbres,  no  como  en  norte  América, 
donde  es  un  tormento  comer  bajo  la  presión  del  mozo 
que  lo  obliga  a  uno  a  elejir  a  la  carrera  toda  su  vitualla 
en  una  inmensa  lista  i  ver  después  un  rejimiento  de  pla- 
tos que  lo  instan  a  precipitarse  para  librarse  de  ellos 
o  para  no  encontrarlo  todo  frió. 

Realmente  estamos  ansiosos  de  llegar  a  Francia  i  el 
Touraine  es  una  aproximación.  Hai  3230  millas  de  Nueva 
York  al  Havre,  mas  o  menos,  según  la  ruta  de  los  bu- 
ques se  aleje  de  la  línea  recta  o  se  aproxime  a  ella. 
Desde  el  sábado  3  de  julio  a  las  10  de  la  mañana,  hora 
de  nuestra  salida,  hasta  el  domingo  4  a  las  12  del   dia 

recorrimos millas     420 

Desde  el  4    hasta  el  lunes  5  de 12  a  12        »  425 

o       »  lunes      5  hasta  el  martes  6  í>    »     »         i  430 

»       »  martes  6  »        miércoles    7  »     o     »         »  437 

»>       »  miércoles  7     d        jueves  8  t>     »     »         »  441 

»)       »  jueves     8       »        viernes         9  »    »     *         »  439 

>>       ))  viernes    9       »         sábado        10  »     »     »         »  428 

»       »  sábado  10       i>        domingo    II   alas  7 

de  la  mañana »  210 

Total 3230 


-  649  - 

Julio  14. — Havre. — Nos  encontramos  en  pleno  movi- 
miento i  en  preparativos  para  festejar  el  1+  de  julio;  las 
regatas  han  tenido  un  éxito  completo,  no  se  han  aho- 
gado sino  dos  tripulantes  de  las  embarcaciones  en 
competencia.  Si  Alfonso  Karr  que  anuncia  en  su  libro 
«  Pt-ndant  la  pluie»  los  futuros  progresos  de  este  ejer- 
cicio inaugurado  aquí  por  primera  vez  ante  sus  ojos, 
hubiera  podido  asistir  a  la  distribución  de  los  premios  a 
los  vencedores,  habría  sentido  una  gran  satisfacción, 
mezclada  con  algunas  lágrimas  por  los  dos  muertos.  El 
dueño  de  una  de  las  lanchas  vencedoras  cede  su  premio 
de  quinientos  francos  a  la  viuda  e  hijos  del  hombre  que 
cayó  de  su  bordo  al  mar,  momentos  antes  de  llegar  a  la 
raya.  Otro  caballero  que  ha  ganado  varios  premios 
manda  su  hijita,  una  tierna  criatura,  a  recojerlos  cediendo 
parte  de  ellos  a  las  viudas  i  huérfanos  de  los  ahogados. 
Con  este  motivo  el  patriotismo  i  los  sentimientos  altruis- 
tas se  exaltan  i  la  sala  de  la  fiesta  se  estremece  con  los 
aplausos  atronadores  de  la  concurrencia.  Añádase  a  esto 
la  circunstancia  de  ser  la  noche  de  la  distribución  de 
premios,  víspera  del  14  de  julio  i  se  comprenderá  toda 
la  animación  reinante  aun  sin  contar  los  efectos  de  la 
belleza  femenina,  adornada  i  vestida  según  los  últimos 
figurines  del  Havre,  única  ciudad  rival  de  París  en  el 
mundo,  según  los  havrenses. 

Fuegos  artificiales  mui  buenos.  El  capitán  del  Touraine 
i  su  señora,  una  dama  mui  amable,  nos  invitan  a  pre- 
senciar de  su  alojamiento  el  espectáculo.  Los  aparatos 
han  sido  construidos  sobre  el  agua  en  la  orilla  del  mar; 
el  efecto  de  las  luces  que  caen  i  se  apagan  en  las  olas 
es  de  una  belleza  estraña  i  atractiva.  Después  de  los 
fuegos  vamos  al  teatro  donde  se  representa  una  pieza 
del  inmortal  Dumas,  padre;  todos  los  espectadores  lloran 
i  aplauden! 

Julio  1¿¡,  —  Se  va  Victorina  a  Paris;  llora  bas- 
tante. Nosotros  atravesamos  del  Havre  a  Trouville, 
algo  sentimentales  también  por  la  despedida  i  preocupa- 


—  650  — 

dos  con  las  difícultades  anunciadas  para  instalarnos  bien 
i  no  en  hotel;  ya  tenemos  horror  a  los  hoteles!  Feliz- 
mente damos,  en  llegando  i  sin  trámite,  con  un  departa- 
mento sobre  el  mar  situado  entre  la  orilla  i  la  calle  de 
la  Plage  a  lado  del  Casino.  Aquí  estamos  comodísimos  i 
libres  de  toda  presión  de  circuito. 


Agosto  S. — Trouville.  Ya  lo  he  dicho  en  otra  parte 
«  ninguna  afirmación  deja  de  tener  su  tanto  por  ciento 
de  falsedad ;>.  Así,  tomando  la  siguiente:  «En  Trouville 
se  vive  en  perfecta  fiesta;  todos  desplegan  un  lujo  desen- 
frenado; la  alta  vida  está  en  su  apojeo  i  la  esplotacíon 
de  los  trouvillanos  no  reconoce  límites  >.  Lo  de  las  fiestas, 
el  lujo  i  la  alta  vida,  es  el  tanto  por  ciento  de  mentira 
de  la  afirmación;  uno  se  queda  en  su  casa,  si  le  acomoda, 
se  viste  como  le  da  la  gana  i  lleva  si  quiere  una  vida  de 
campesino.  La  cuarta  parte  verídica  está  en  lo  referente 
a  la  esplotacion,  escandalosa  en  verdad,  i  sellada  con  la 
mayor  mala  íé  de  parte  de  los  que  venden  o  alquilan 
algo. 

Como  prueba  presento  la  siguiente  anécdota:  Un  caba- 
llero bórdales  (de  Burdeos),  conocedor  en  vinos  por  lo 
tanto,  invita  a  un  amigo  a  comer  en  un  hotel  de  los  mas 
nombrados.  Elije  su  lista  i  el  vino;  al  segundo  plato 
pide  otra  botella  de  vino;  ya  la  primera  se  habia  con- 
cluido; a  la  segunda  sigúela  tercera  i  bebida  esta,  el 
invitante  llama  al  mozo. —  ¿Vas  a  tomar  mas  vino?  le 
pregunta  el  amigo.  —  ¿Te  parece  que  hemos  tomado  mu- 
cho? contesta  el  invitante  quien  no  solo  no  presentaba 
síntomas  de  embriaguez  mas  ni  siquiera  de  animación. 
— « Mozo,  añade  en  seguida,  ya  no  puedo  tomar  mas 
agua,  vea  si  hai  un  poco  de  vino  en  el  hotel  i  trái- 
gamelo ». 

En  efecto,  las  tres  botellas  del  supuesto  vino,  a  tres 
francos  cada  una,  eran  de  agua  aromatizada  con  algún 
líquido  de  sabor  semejante  al  del  vino. 


-  651   - 

Imposible  es  siquiera  una  probable  previsión  para 
defenderse  de  fraudes,  trampas  e  injeniosas  exacciones. 
Véase  un  caso.  En  Trouville  a  ía  hora  de  la  baja  marea, 
las  ag^uas  se  retiran  mui  lejos;  la  j)laya  es  casi  horizon- 
tal i  los  paseantes  caminan  por  la  arena  dura  a  gran 
distancia  del  h'mite  de  la  alta  marea.  Un  enjambre  de 
chicos  juega,  en  apariencia,  en  el  área  recien  abando- 
nada por  el  mar,  pero  al  volver,  los  caballeros  i  damas 
que  fueron  a  la  orilla,  se  encuentran  con  una  novedad : 
los  juegos  aparentes,  eran  preparaciones  industriales ; 
los  chicuelos  han  hecho  zanjas  en  los  pasajes  precisos  i 
en  un  punto  de  ellos  han  formado  albardones,  cruzándo- 
las. Los  paseantes  quieren  seguir  su  regreso,  pero  no 
pueden  hacerlo  sin  mojarse.  En  esto  acude  uno  de  los 
muchachos  diciendo:  «  Monsieur,  passez  par  mon  pont, 
il  est  tres  solide ;  un  sou  seulement  i- . .  .  j  Dios  al  hacer 
los  niños  de  Trouville  puso  en  el  óvulo  materno  el 
jérmen  de  todas  las  especulaciones  comerciales! 

Supongo  reunida  una  comisión  compuesta  de  sabios, 
de  comerciantes,  d-e  curiales,  en  fin,  de  los  hombres  mas 
aptos  para  descubrir  i  prever  las  asechanzas  humanas, 
con  el  objeto  de  dictar  un  reglamento  destinado  a  preve- 
nir toda  injusta  esplotacion.  Si  al  fin  de  un  año  de  sesio- 
nes saliera  con  su  código,  completo  a  su  entender,  i 
fuera  hasta  el  borde  del  agua,  aquí,  en  la  baja  marea,  al 
volver  i  encontrarse  con  el  caso  de  los  puentes,  tendría 
que  añadirle  un  artículo  contra  los  injenieros  civiles  de 
tres  a  siete  años  de  edad. 

La  población  se  divide  en  inquilinos  i  caseros  o  en 
trouvillanos  i  forasteros. 

Nadie  tiene  títulos  fuera  de  estas  dos  profesiones.  Yo 
no  soi  doctor,  ni  médico,  ni  nada;  soi  inquilino  i  debo  a 
esta  situación  anónima  la  facultad  de  estudiar  a  mansalva 
los  hábitos  i  costumbres. 

Los  baños  son  mui  incómodos,  las  casillas  mas  bien 
parecen  nichos  para  perros  ;  un  hombre  de  mediana 
estatura  puesto  en  una  de  ellas  de  pié,  toca  el  techo 
con  la  cabeza.  No  hai  duchas  para  quitar  el  agua  salada 
sino  una  canilla  a  flor  de  tierra  en  medio  del  patio;  seme- 
jante atraso  no  se  comprende.  En  Honolulú  hai  grandes 


—  652  — 

cuartos  i  una  ducha  espléndida ;  en  Mar  del  Plata  lo 
mismo,  pero  en  Trouville,  centro  de  la  concurrencia 
aristocrática,  no  han  llegado  todavia  a  esa  altura.  No 
es  que  aquí  no  tengan,  es  que  no  quieren  tener  idea  de 
lo  (jue  los  ingleses  llaman  confort,  A  pesar  de  todo 
Trouville  es  sencillamente  delicioso;  la  playa  animada 
i  «-I  escenario  de  la  colina  vestida  de  villas  i  de  árboles, 
alf*^ran  el  rspíritu. 

Oentro  de  pocos  dias  comienzan  las  carreras,  esta 
diversión  dañina  destinada  a  deformar  la  raza  de  los 
caballos,  convirtiéndolos  en  pájaros  escuálidos,  i  a  mis- 
tificar la  raza  de  los  hombres  improvisando  notoriedades 
ficticias. 

Agosto  30. — Triste  asunto;  en  la  casa  donde  estoi,  rué 
de  la  Plage  n«>7,  hai  una  joven  tísica  muñéndose;  se  llama 
Julia,  es  hija  de  la  dueña  del  semi  hotel  Mme.  Sies ; 
tiene  fijado  su  matrimonio  con  un  hombre  que  la  adora, 
para  cuando  se  ponga  buena.  Paso  mucho  tiempo  al  lado 
de  su  cama,  animándola,  divirtiéndola  en  cuánto  puedo 
i  haciéndola  volver  de  sus  desmayos  cuando  se  ahoga 
por  falla  de  acción  de  su  sangre  ya  casi  muertp.  Me  da 
una  gran  pena  verla  mantener  sus  ilusiones  i  hacer  pro- 
yectos en  el  borde  mismo  de  la  tumba.  No  tiene  un  mes 
de  vida.  Siento  la  satisfacción  de  haberla  hecho  pasar 
algunas  horas  sino  contenta  a  lo  menos  olvidada  de  su 
terrible  enfermedad,  pues  yo,  mal  me  está  decirlo,  soi  el 
hombre  mas  nativamente  bueno  del  mundo. 


* 


Agosto  31. —  Salimos  de  Trouville  i  llegamos  a  Paris 
alojándonos  en  el  hotel  de  France  et  Choiseul,  rué 
St.  Honoré  239. 


—  653  — 

Setiembre  J.  — Asisto  con  Pinero  a  la  clínica  de  Dege- 
rine  sobre  enfermedades  nerviosas ;  veo  casos  mui  buenos 
pero  no  nuevos;  el  clínico  habla  entre  otras  cosas,  de  los 
resultados  sorprendentes  de  las  altas  dosis  de  ioduro  de 
potasio»  de  30  gramos  diarios  por  ejemplo,  en  las  enfer- 
medades de  la  médula  declaradas  incurables ;  yo  oyén- 
dolo confirmo  mis  ideas  i  mis  críticas  acerca  del  modo 
jeneral  de  emplear  este  medicamento. 


Setiembre  4.  —  Vamos  a  ver  al  profesor  Vott.  Hipno- 
tiza a  una  joven  mui  bonita,  cuando  entramos  a  su 
gabinete,  la  hace  viajar  en  velocípedo  i  a  caballo,  ver 
paisajes,  imajinarse  que  com€  uvas,  comerlas  en  realidad 
creyendo  que.  son  cerezas,  vivir  con  opulencia  en  un  pala- 
cio i  mil  otras  fantasias.  Pregunto  al  doctor  Vott  si  por 
medio  del  hipnotismo  se  puede  hacer  prudente  i  lójica  a 
una  mujer  i  me  contesta  que  jamás  ha  conseguido  seme- 
jante cosa  ni  aun  momentáneamente.  Atribuye  por  el  con- 
trario ía  la  ausencia  de  esas  calidades  en  el  bello  f  exo  su 
facilidad  para  entrar  en  la  vida  ilusoria  por  medio  del 
hipnotismo.  Hablamos  largamente  de  sicolojia  moderna, 
natural  i  patolójica.  Cuenta  el  caso  de  un  muchacho  a 
quien  le  daba  por  tocarlo  todo  ;  en  la  calle,  dice,  iba 
poniendo  las  manos  sobre  las  paredes  i  no  podia  hablar 
con  una  persona  sin  tocarle  alguna  facción  de  la  cara 
siendo  de  su  preferencia  la  nariz,  tal  vez  por  ser  saliente. 
Fué  curado  de  tal  manía  por  el  hipnotismo.  Luego  el 
profesor  habla  del  sueño  profundo  i  superficial  ;  en  el 
primero  según  él,  se  ejecuta  movimientos  por  la  in- 
fluencia del  aislamiento  de  las  ideas  i  no  se  los  recuerda 
al  despertar;  en  el  segundo  no  hai  movimientos,  pero 
se  recuerda  el  sueño;  (teorías).  No  puede  sostener  ni 
negar  la  autonomía  de  la  voluntad,  punto  que  yo  sometí 
a  su  examen. 

*     ♦ 


—  654  — 

Setiembre  S,  —  Hemos  asistido  a  una  comida  que  dio 
el  jeneral  Mansilla  a  varias  señoras  i  caballeros  de  su  rela- 
ción ;  entre  ellos  estaba  el  señor  Rostan,  autor  de  la  Sa- 
maritana  i  entre  ellas  la  señora  de  Rostan,  una  rubia  pre- 
ciosa. 

Vamos  a  Ecouen  a  la  quinta  de  Dubuífet  padre;  nos 
recibe  la  familia  en  palmas  de  manos ;  la  señora  es  ama- 
ble i  sencilla;  la  viuda  del  hijo  mayor  es  mui  joven  i 
seductora,  parece  mui  triste  aun  cuando  sus  suegros  i 
cuñados  la  adoran.  Mr.  DubufFet  padre,  es  un  hombre 
fundamentalmente  bueno,  tan  celoso  de  su  independencia 
que  la  exajera  contrariando  las  tendencias  de  su  índole 
orgánica. 

Setiembre  14,  —  Nada  desde  mi  nota  anterior  sino  mis 
observaciones  sobre  «  Le  Credit  Lyonnais ».  Poco  he 
tenido  que  observar  hasta  ahora  respecto  a  los  bancos 
(jue  me  han  sttrvido,  pero  creo  que  no  peco  refiriendo 
mis  observaciones  respecto  al  mencionado  arriba:  !<>  En 
el  Havre  i  supongo  en  todas  las  ajencias  de  la  Francia, 
le  hacen  firmar  al  portador  de  una  letra  de  crédito  de  la 
casa  matriz,  dos  recibos  i  por  ende  pagar  dos  timbres; 
no  proceden  así  en  China,  en  el  Japón,  en  Honolulú  ni 
en  el  último  rincón  de  la  tierra.  Si  en  vez  de  exijir  dos 
recibos  se  les  antojara  pedir  cien,  el  acreedor  de  una 
suma  de  diez  francos,  no  recibiría  un  centesimo,  obligado 
a  pagar  diez  francos  de  timbres  para  los  recibos  del 
dinero  que  no  habria  recibido.  Exajero  al  suponer  la  exi-' 
jencia  de  cien  recibos,  pero  la  falta  de  justicia  i  el  abuso 
del  Credit  Lyonnais  quedan  tan  patentes  tratándose  de 
dos  como  de  cien  timbres.  2^  i  esto  es  una  vergüenza ! 
En  la  casa  central  del  Credit  Lyonnais  en  París  hacen 
j)agar  al  portador  de  un  cheque  o  de  una  letra  de  crédito, 
las  sumas  requeridas,  por  un  sirviente,  el  cual  aun  cuando 
se  trate  de  cantidades  redondas,  siempre  trae  una  parte 
en  cambio  menudo,  i  se  planta  con  aire  de  exijencra 
delante  del  acreedor  quien,  no  habiendo  ido  a  pagar 
contribuciones   forzosas  sino  a  reclamar  su  dinero,  se  ve 


—  655  — 

obligado  a  darle  una  propina,  es  decir  una  limosna  inicua 
i  vergonzosa.  Los  directores  de  establecimientos  de  este 
jénero  no  debían  tolerar  semejantes  imposiciones  que  no 
tienen  ni  la  sombra  de  una  escusa. 


Voi  al  barrio  latino  i  compro  tres  libros :  Lyon,  clí- 
nica terapéutica;  Duplay  &»,  diagnóstico  quirürjico  i  Bou- 
chardat  última  edición  del  clásico  formulario.  Recorro 
en  casa  el  tratado  de  diagnóstico  i  al  dia  siguiente  lo 
devuelvo  porque  no  sirve  para  gran  cosa.  (A  estar  a  él 
los  hombres  no  tienen  vejiga  ni  las  mujeres  útero ;  no 
se  habla  en  el  libro  de  tales  aparatos  en  forma  enciente-, 
ni  útil  siquiera.  Las  reglas  jenerales  de  diagnóstico  en 
él  espuestas,  son  las  mas  vulgares  i  conocidas). 

Tomo  en  su  reemplazo  otro  libro  titulado  «Consultes 
et  ordonnances  »  este,  a  pesar  de  las  pretensiones  de  su 
prefacio,  no  tiene  sino  lo  que  sabe  cualquier  escolar. 
Tales  libros  con  recopilaciones  o  estractos  de  pacotilla, 
revelan  la  mala  fé  de  los  autores  i  su  propósito  único, 
vender,  engañando  con  los  títulos  de  presunta  novedad  a 
los  incautos. 


Setiembre  16.  —  Dan  en  la  Comedia  francesa.  Su- 
plice  d'u7iefemme  ( la  heroína  de  la  pieza  es  una  bandida 
imbécil).  Cleft  (  un  juguete  bonito  en  el  cual  aparece  un 
matrimonio  joven  en  constante  camorra  i  un  sirviente, 
víctima  de  las  peleas,  pues  no  sabe  jamás  si  ha  de  servir 
o  no  la  comida  ni  cómo  ha  de  arreglar  los  cuartos; 
cuando  los  esposos  están  mal  no  puede  obtener  de  nin- 
guno una  contestación  i  como  pasa  su  tiempo  en  cons- 
tante zozobra,  ha  tomado  un  estribillo  que  repite  opor- 
tunamente en  cada  circunstancia;  «¡tal  es  mi  vida!»).  Los 
litigantes,  comedia  de  Racine,  grotesca  pero  divertida. 


—  656  — 

J«ji  .a  *^íí-v  la  f:ní«-Tma  de  Trouville  ha  muerto  hace 
j#'í  íis  •!:a'»;  su  drsola*ia  madre  me  lo  comaníca.  Pobre 
n:ña!  su  m»\K>  h<i  \miiíÍo  a  verme  i  a  darme  las  gracias 
por  lo  '|u#-  él  liama  <  mis  anteriores  ateocíoiies  >. 


Octubre  2.  —  \'<»i  a  la  Salpnnere  con  Rene  Dubuttet, 
nuí->iro  amij^o  d*:!  Japón.  Asisto  a  esperiencias  de  hip- 
notismo í  huj^Ntirtn  i  las  ha^o  también.  Una  coreica  se 
golpea  con:»tantf:me*nte  la  frente  con  las  manos ;  se  ha 
hírhí)  )  a  úlceras  i  tumores  en  ella;  solo  cesa  su  ejercicio 
estrano  ruando  sr  la  sujestiona  i  entonces  pasa  días  sin 
maltratarse.  Una  actriz  enamorada  i  vengativa,  tras  de  !a 
orden  de  su  médico  una  vez  hipnotizada,  no  ama  ya  ni 
(quiere  vengarse  de  nada.  Una  muchacha  de  quien  había 
abui»ado  un  dentista  después  de  hacerla  dormir,  sujes- 
tir)nada  por  él  para  no  ceder  a  otras  sujestiones,  es  por 
fm  \en(i«la  en  la  Salpetriere,  e  hipnotizada,  cuenta  todo; 
adivina  ademas  dtmde  está  su  marido,  cuando  solamente 
por  milaj/ro  podía  saberlo.  Esta  i  la  anterior,  por  sujes- 
tK>n,  ven  retratos  en  pajinas  blancas  en  las  cuales  su  pen- 
samiento los  ha  puestí)  antes  por  orden  del  operador;  la 
suj)erchef  ia  en  este  caso  es  imposible.  Otra  enferma  una 
vez  sujestionada  no  oye  ya  los  ruidos  i  las  voces  que 
hahitualmente  la  atormentan.  Gran  benelicio  es  sin  duda 
poder  quitar  a  un  enfermo  siquiera  un  simple  síntoma 
mortificante  ! 


Almuerzo  con  los  estudiantes  internos;  en  la  mesa  se 
trata  de  la  fotografía  de  los  efluvios  histéricos  i  Robert 
Loevy  presenta  placas  en  vidrio  con  la  impresión  de  esos 
efluvios.  Loevy  es  un  joven  judio  de  inmenso  porvenir, 
músico  eximio  por  naturaleza  i  por  arte,  orijinal  i  franco; 
tiene  como  ayudante  a  un  esterno  Mr.  Leroy,  cultivador 
del  hipnotismo  i  mui  hábil  en  su  práctica.  Conversando 
con  este  joven  le  cuento  que  en  varías  ocasiones  he  visto 


—  657  — 

por  seg^unda  vez  una  escena  u  objeto  que  jamás  vi  por 
primera.  El  saca  en  el  acto  un  papel  impreso  de  su  bol- 
sillo i  me  lo  da. 

Era  una  circular  ;  la  conservo  entre  mis  documentos. 
Ella  contiene  un  cuestionario  destinado  a  levantar  una 
información  tan  completa  como  sea  posible,  con  refe- 
rencia al  fenómeno  de  que  yo  le  hablaba,  entre  un 
número  limitado  de  personas  de  diferente  edad,  sexo, 
profesión,  temperamento,  hábitos  i  demás  circunstancias, 
con  el  fin  de  establecer  el  hecho  sicolójico  rodeándolo 
de  las  mayores  g^arantias  de  exactitud  para  darle  cabida 
en  una  clasificación  de  accidentes  estraordinarios,  pero 
reales,  del  entendimiento  humano  i  deducir  sus  leyes 
fundamentales  con  el  propósito  de  encontrarles  una 
esplicacion. 

El  resumen  de  los  informes  con  su  comentario  i  los 
casos  mas  notables  serán  espuestos  en  el  trabajo  defini- 
tivo del  señor  Leroy. 

Paratnnesia  o  falso  reconocimiento  se  llama  el  fenó- 
meno i  el  cuestionario  comienza  con  este  párrafo. 

«¿Ha  sentido  usted  la  impresión  llamadayíz/í^  recono- 
cimiento al  cual  hace  alusión  Dickens  en  este  pasaje  de 
David  Copperfield  :  Todos  conocemos  por  esperiencia 
este  sentimiento  que  nos  i?ivade  a  veces  de  estar  diciendo 
o  haciendo  lo  que  ha  sido  ya  dicho  o  hecho  anteriormente, 
hace  largo  tiempo ;  de  haber  estado  ya  rodeados  por  las 
mismas  figuras  i  los  mismos  objetos  en  las  mismas  cir- 
cunstancias ?  2> 

El  cuestionario  continua  sus  preguntas  al  infinito  rela- 
tivas a  todas  las  variantes  del  hecho  i  las  condiciones 
en  que  se  produjo,  tanto  con  referencia  al  sujeto,  cuanto 
al  tiempo,  lugar,  modo,  simplicidad  o  complicación,  nú- 
mero de  veces,  duración,  causa  presunta,  relaciones* 
repetición  del  mismo  cuadro,  antecedentes,  concomitancias 
i  demás  factores  ligados  estrecha,  lejana,  directa  o  indi- 
rectamente con  el  accidente. 

Los  relatos  de  mi  propia  esperiencia,  fueron  anotados 
cuidadosamente,  por  su  importancia,  sobre  todo  en  lo 
referente  a  los  casos  de  previsión  o  vista  anticipada, 
seguidos  de  confirmación  objetiva. 

Por  mares  i  por  tierras  42 


—  658  — 

Kn  efecto  no  pocas  ocasiones  me  ha  ocurrido  ver  por 
primera  vez,  sin  la  menor  posibilidad  de  duda,  una  es- 
cena, i  tener  en  el  mismo  momento  la  absoluta  seguridad 
de  haberla  visto  antes,  con  todos  sus  detalles,  a  tal  punto 
de  adivinar  lo  que  iba  a  suceder  después. 

La  última  vez  que  me  pasó  esto  fué  en  Beyreut 
donde  jamás  había  estado.  Me  detengo  en  frente  de  un 
portal  antiguo  i  en  el  acto  la  sensación  de  haberlo  visto 
en  otra  época  me  invade  con  tal  claridad  que  me  vuelvo 
adivino  i  veo,  cercbralmente,  antes  de  pasarlo,  una  vieja 
cuya  fisonomía  me  era  conocida,  sentada  en  el  patio.  Yo 
no  podía  saber  lo  que  había  tras  de  aquella  puerta 
cerrada  i  cuando  se  abrió  i  yo  entré  por  ella,  no  me  sor- 
prendió, o  mas  bien  me  sorprendió  grandemente,  hallar- 
me en  el  patío  i  ver  por  mis  propios  ojos  la  vieja  en 
su  sitio. 

Los  milagros  para  mí  son  hechos  cuya  esplicacion  no 
conocemos.  Yo  doi  una  bastante  plausible  del  falso 
reconocimiento ,  en  sus  formas  jenerales,  apelando  al 
desdoblamiento  de  las  impresiones  únicas.  Mis  amigos 
de  la  Salpetriere  por  lo  menos  la  encontraron  semi- 
aceptable.  Según  ella  una  sola  percepción  podia  seguir 
dos  caminos  en  el  cerebro;  uno  directo  i  otro  a  través 
de  diversos  centros,  haciendo  estaciones;  por  ejemplo 
al  centro  visual  directamente  i  al  mismo  pasando  por  el 
centro  auditivo.  Ahora  bien,  el  centro  en  función  des- 
pacha la  primer  percepción  al  depósito  de  los  recuer- 
dos, i  cuando  llega  la  segunda  su  presencia  suscita 
dos  nociones  del  mismo  objeto,  una  antigua  i  otra  mo- 
derna ;  es  decir  la  enviada  ya  a  la  memoria  i  la  recien 
llegada. 

Tal  esplicacion,  que  solo  puede  tomarse  como  un 
ensayo,  no  es  aplicable  desgraciadamente  a  los  fenóme- 
nos de  pre-vision,  o  conocimiento  anticipado;  estos 
continúan  para  mí  en    el  misterio! 

Después  del  almuerzo  salimos  con  Loevy  i  Dubuffet 
a  visitar  la  maison  d'  accouchements  de  Baudeloque.  Veo 
en  él  una  mujer  operada  de  sinfisiotomia  i  otra  asilada 
en  via  de  dar  a  luz  el  fruto  de  su  vientre;  la  primera 
presenta  su  herida  en  exelentcs  condiciones;  la  segunda 


—  659  - 

no  ha  tomado  cloroformo  i  grita  a  mas  i  mejor  a  cada 
contracción.  No  usan  en  la  maternidad  el  cloroformo 
por  evitarse  trabajo  probablemente.  Visito  minuciosa- 
mente el  establecimiento  i  lo  encuentro  bastante  ade- 
cuado a  su  objeto;  como  todos  los  de  su  jénero  moder- 
nos, tiene  también  su  incubadora. 

De  la  maternidad  pasamos  al  observatorio  astronó- 
mico, donde  vive  Loevy  réjiamente  con  su  familia;  su 
padre,  un  astrónomo  distinguido  es  el  director.  Nada 
tiene  de  particular  el  instituto  sino  sus  colecciones  de 
instrumentos  antiguos ;  sus  meridianos  i  ecuatoriales  son 
de  segundo  orden. 


Octubre  11. — Salgo  de  Paris  para  Turin  con  Juan 
Cruz  Várela ;  hacemos  un  buen  viaje  conversando  de  una 
cosa  i  otra.  En  llegando  a  Turin  él  se  va  a  su  hotel  i  yo 
a  la  Mandria;  paso  allí  el  resto  del  12  i  hasta  el  15;  este 
dia  vamos  con  José  Vogliotti,  un  empleado  del  marques 
Medici  al  valle  Lomellina  a  casa  de  un  señor  Robecci,  el 
cav.  ufif.  Pietro  Robecci  Stágnoli,  como  dice  su  tarjeta, 
cultivador  i  manufacturero  de  arroz.  Robecci  es  un  hom- 
bre bueno  al  modo  campesino.  Tiene  un  hijo  casado  que 
vive  con  su  mujer  e  hijos  en  el  establecimiento  donde 
también  está  la  señora  Robecci  i  se  alojan  numerosos 
labradores  i  jentes  de  servicio,  figurando  entre  estas  una 
joven  llamada  Blanca,  a  quien  desde  el  primer  momento 
llamé  yo  dona  Bianca,  mas  coqueta  que  cualquier  fran- 
cesa de  alto  rango,  buena  moza  i  con  ojos  azules  cálidos. 
Tiene  el  señor  del  castillo,  ocupadas  en  labores  rurales  i 
por  ende  a  su  disposición  según  lo  deja  entender,  como 
el  rei  sabio,  setecientas  mujeres,  razón  por  la  cual  reci- 
bió inmediatamente  en  las  bromas  a  que  daba  lugar  su 
carácter  jovial,  como  adición  al  suyo,  el  nombre  de  Sa- 
lomón. 

El  recien  bautizado  complaciente  nos  lleva  a  ver  el 
injenio .  donde  limpian  el  arroz,  lo  pelan  i  le  dan  brillo. 
Allí  me  hago  esplicar  todo  desde  la  elección  de  las  semi- 


—  660  — 

lias  hasta  la  preparación  de  la  sopa  de  su  producto.  Los 
procedimientos  son  los  siguientes :  se  siembra  el  arroz, 
se  lo  transplanta  en  cierta  época,  se  lo  cosecha,  se  lo 
seca,  sr  lo  separa  de  la  paja,  se  le  quita  un  pequeño  tallo 
adherido  fuertemente  a  la  vaina  del  grano  (  esto  se  hace 
ya  en  máquina)  se  lo  mete  en  cubos  donde  dan  vuelta 
tornillos  sin  lin  que  lo  pelan,  luego  en  otros  aparatos, 
donde  los  granos  frotándose  unos  con  otros,  se  pulen,  se 
lustran  i  quedan  brillantes.  De  estas  diversas  operacio- 
nes resultan  productos  secundarios  como  la  paja,  el 
polvo  de  arroz  (|ue  usan  las  mujeres  i  algunos  hombres, 
la  ricina,  granos  rotos  que  convertidos  en  harina  sirven 
para  harer  pan.  Salomón,  nos  ofrece  en  seguida  un 
almuerzo  compuesto  de  salchichón  hecho  en  la  casa, 
jamón  preparado  en  la  casa,  lengua  cocida  en  la  easa, 
huevos  puestos  en  la  casa,  tallarines  fabricados  en  la 
casa,  costillas  de  chancho  nacido  en  la  casa,  pan  de 
varias  clasf's  del  mismo  oríjen,  vino  delicioso  puro,  fer- 
mentado en  la  casa  ;  servido  todo  ello  por  la  mencio- 
nada Hianca  venida  al  mundo  en  la  casa  i  propietaria  del 
par  de  ojos  azulas  i  dulces  ya  mencionados  que  derrama- 
ban el  ardor  de  su  mirada  sobre  todos  los  fiambres  hasta 
convertirlos  en  platos  calientes. 

K\  habia  almorzado  ya,  pero  ello  no  le  impidió  probar 
algunos  manjares  i  beber  su  burn  vino.  Cario  su  hijo  está 
enfermo  ;  ha  contraído  una  anjina  cazando  becacinas  ;  la 
mujer  de  este  joven,  una  bella  señora  llamada  Amelia 
Hellavilla,  madre  de  cuatro  ánjeles  i  cuñada  de  Giova- 
nina,  hija  del  señor  Robecci,  i  casada  con  Giacomino 
Alessandro  de  Pierina,  me  pide  que  vea  a  su  marido;  lo 
veo  i  le  receto  ;  de  algo  me  ha  de  servir  ser  médico  ! 

Amalia  Bellavilla  tiene  un  hermano  en  la  república 
arjentina;  es  de  mala  cabeza,  según  ella,  i  se  llama 
Eduardo,  lo  cual  es  imperdonable.  Apesar  de  este 
defecto  (el  de  tener  mala  cabeza)  Amalia  lo  quiere ;  me 
ha  pedido  que  averigüe  ccSmo  le  va  i  se  lo  escriba.  En 
vista  de  este  amor  fraternal  i  de  la  culta  amabilidad  con 
(jue  me  acompañó  a  visitar  una  dependencia  de  la  casa, 
le  regalo  un  frasco  de  esencias  que  ha  hecho  el  viaje 
alrededor  del  mundo  i  se  ha  vaciado  i  llenado  muchas 


-  661  — 

veces.  —  «  No  tengo  qué  darle  en  pago  »,  me  dijo. 
¡  Todas  las  mujeres  son  embusteras  !  —-  «  Falta  usted  a 
la  verdad  >,  estuve  por  replicarle,  pero  no  era  eso  ni 
decente  ni  oportuno. 

Después  del  almuerzo  el  propietario  nos  llevó  a  ver 
sus  galpones  de  paja,  sus  depósitos,  los  grandes  cuerpos 
de  edificio  separados  por  patios  i  divididos  en  celdas 
para  el  alojamiento  de  novecientos  i  tantos  labradores 
del  establecimiento  i  sus  familias;  las  caballerizas  i  esta- 
blos de  vacas  i  bueyes;  las  diez  mil  gallinas  con  sus  gallos 
correspondientes;  los  campos  sembrados  i  los  no  sem- 
brados, los  recien  arados  i  los  por  arar  i  por  fin  sus 
diversos  rejimientos  de  contadinas  jóvenes  que  trabajan 
en  caravanas.  Encontramos  en  marcha  una  cuadrilla  de 
estas,  armadas  de  su  azada  i  capitaneadas  por  un  con- 
tadino  mayor  de  edad.  Iba  la  columna  a  un  campo  recien 
arado  i  que  presentaba  el  aspecto  de  un  mar  en  tormenta. 
Las  cuarenta  o  mas  contadinas  cayeron  sobre  la  hec- 
tarea,  se  acomodaron  en  fila  i  caminando  hacia  atrás, 
alzando  i  bajando  sus  azadas,  en  un  momento,  convirtie- 
ron el  terreno  en  un  plano  uniforme  como  la  palma  de  la 
mano.  No  había  entre  ellas  ninguna  bonita  pero  las  mas 
eran  jóvenes  frescas,  alegres  i  mui  sociables,  a  lo  menos 
con  Salomón  al  cual  dirijian  bromas  escabrosas. 

Después  de  recorrer  campos  i  cabanas  volvimos  a  la 
casa  a  comer.  La  comida  fué  mui  peninsular  i  mui  buena, 
compuesta  de  celebridades  italianas  tales  como  risotto, 
estofado  de  cerdo  adolescente,  becacinas  con  pullenta 
deliciosas  i  cazadas  en  campo  propio  por  el  mismo  hijo 
del  feliz  tenedor  de  esos  dominios. 

Asistieron  a  la  mesa  de  fuera  :  un  médico  antiguo,  reti- 
rado de  la  profesión  i  el  marido  de  Giovanina.  El  doctor 
mui  prudente  i  mui  sesudo;  el  marido  de  Giovanina  bas- 
tante agradable  i  ameno. 

La  señora  mayor  juraba  que  su  marido  no  le  habia 
hecho  jamás  una  infidelidad ;  el  viejo  médico  se  sonreia 
mientras  el  aludido  protestaba  en  nombre  de  todas  las 
contadinas  de  diversa  edad,  color  i  temperamento,  mas 
o  menos  calumniadas. 

Amalia  se  levantaba  a  cada  momento  para  obsequiar- 


I 


—  662  — 

nos;  eso  no  se  hace  en  las  ciudades  pero  sí  en  el  campo 
i  ella  lo  hacia  con  esquisita  galantería.  Bianca  que  servia 
a  la  mesa,  después  de  haber  cocinado  el  75  por  ciento  de 
la  comida,  miraba  a  hurtadillas  a  Vogliotti  con  quien 
había  entablado  ya  relaciones  directas  ¡  desopilantes,  a 
mi  juicio.  Finalmente  después  de  la  conversación  de 
sobremesa,  la  concurrencia  se  retira  i  cada  uno  gana  su 
cuarto.  El  mió  era  una  estensa  celda  de  bóveda,  abriga- 
da, amable ;  la  cama  estaba  caliente  i  sus  ropas  eran 
nuevas. 

Octubre  20. —  En  viaje  de  Turin  a  Paris  encuentro  un 
caballero  norte-americano  con  su  señora:  nos  conocía- 
mos de  vista  por  haber  habitado  un  mismo  hotel  no  se 
donde,  i  trabamos  conversación.  Yo  me  quejé  de  no 
haber  encontrado  cama  en  el  tren  sino  en  un  comparti- 
mento de  cuatro  personas.  La  señora  se  quejó  de  no 
tener  uno  de  dos  para  estar  con  su  marido  i  de  verse 
obligada  a  pasar  la  noche  con  otra  señora.  El  marido 
contó  que  era  mi  compañero  de  cuarto,  junto  con  un 
señor  anciano  allí  presente,  i  otro  pasajero  que  debía 
tomar  su  sitio  en  Aix-les-Bains.  La  conversación  se  hizo 
familiar  i  recayó  sobre  el  futuro  compañero. 

—  ¿  Como  será?  —  pregunta  el  norte-americano. 

—  Es   un  hombre  de   mas  de  cuarenta  i   cinco  años, 
dije  yo. 

—  Apuesto  a  que  es  joven. 

—  No  señor ;  es  viejo. 

—  Un  franco  a  que  no  tiene  cuarenta  aun  cuarenta  años. 

—  Acepto ;  tiene  mas  de  cuarenta  i  cinco. 

—  Le  doi  los  cinco  de  ventaja. 

—  Está  bien !  Pero  si  no  viene,  como  es  posible 
¿quién  gana? 

—  Me  dan  a  mi  los  dos  francos,  dijo  la  señora. 

—  Muí  bien,  repuse  yo. 

—  Aceptado,  añadió  el  marido. 

I  los  tres  permanecimos  intrigados  i  llenos  de  curio- 
sidad hasta  llegar  a  Aix. 


—  663   ~ 

Ahora  bien  ¿qué  podia  suceder  para  que  nadie  ganara, 
como  sucedió,  contra  toda  previsión? 

I  Lo  doi  a  adivinar  al  mas  diestro  ! 

Si  era  viejo  ganaba  yo. 

Si  era  joven  ganaba  el  maridí). 

Si  no  venia  ganaba  la  señora. 

i  I  sin  embargo  nadie  ganó  ! 

Tal  resultado  no  entró  en  nuestros  cálculos !  He  aquí  la 
esplicacion  del  hecho  :  Nuestro  presunto  i  futuro  compa- 
ñero era  en  efecto  viejo  i  venia  en  el  tren  con  su  señora. 
Otra  señora  debia  subir  en  Aix-les-Bains  i  ocupar  un 
compartimento  de  dos  camas,  con  la  mujer  del  viejo  i 
este  señor  pasar  al  nuestro  a  su  sitio  retenido.  La  seño- 
ra esperada  no  subió  ;  el  viejo  tampoco,  puesto  que  ya 
estaba  en  el  tren  i  no  ocupó  su  cama  en  nuestro  cuarto 
por  no  serle  ya  eso  necesario. 

Yo  no  gané,  por  cuanto  si  bien  nuestro  presunto  com- 
pañero era  viejo,  no  vino  a  ocupar  su  cama. 

El  norte-americano  tampoco  ganó  porque  el  presunto 
compañero  tenia  mas  de  cuarenta  años. 

La  señora  menos  porque  ningún  joven  ni  viejo  dejó 
de  venir  al  tren  ya  que  el  futuro  compañero  viejo  o  joven 
estaba  en  él. 


Octubre  37^  miércoles. — Voi  a  Londres  por  lo  que  no 
le  importa  al  lector  amable.  Adivino  en  el  tren  sin  dato 
alguno  que  uno  de  mis  compañeros  de  vagón  es  injenie- 
ro;  la  claridad  i  seguridad  de  mi  concepción  me  sor- 
prendió por  su  significación  sicolójica ;  por  eso  apunto 
el  fenómeno.  Van  también  dos  jóvenes  españoles,  nobles 
de  nacimiento  i  orgullosos,  quienes  comienzan  por  no 
saludarme  i  concluyen  por  quitarme  afectuosamente  una 
de  mis  balijas  para  llevármela  hasta  el  coche. 

Me  alojo  en  el  hotel  Coburg,  Carlos  Place,  Grosvenor 
Square,  cuyo  portero  tiene  una  especialidad ;  solo  especula 
sobre  el  pago  a  los  cocheros  por  cuenta  de  transeúntes, 
haciendo  figurar  en  su  nota  el  cincuenta  por  ciento  mas 
de  lo  abonado  por  él ;  fuera  de  esto  el  hotel  es  mui  bueno. 


—  664  — 

Octubre  29,  -  Ayer  fué  un  dia  de  fog  espantoso, 
según  los  diarios.  La  niebla  cubrió  enteramente  la 
ciudad  i  casi  toda  la  Inglaterra.  Londres  i  las  ciuda- 
des i  puntos  de  su  mismo  clima  son  las  únicas  partes 
donde  se  puede  ver  el  sol;  en  Ñapóles  ello  es  impo- 
sible, pues  quien  lo  intentara  se  qucdaria  ciego.  Mi 
afírmacion  respecto  a  los  parajes  nebulosos  es  uni- 
versalmenie  negada  a  pesar  de  su  exactitud;  sin  em- 
bargo en  Londres  por  ejemplo  uno  puede  mirar  con 
fijeza  i  por  largo  tiempo  el  sol  que  parece  una  bola  de 
fuego  lanzada  al  aire;  una  gran  naranja  de  hierro  incan- 
descente, sin  brillo.  Otros  efectos  curiosos  del  fog  se 
esperimenta  en  las  calles  de  Londres;  como  la  ciudad 
está  dentro  de  una  nube,  todos  los  fenómenos  ópticos  de 
la  refracción  en  una  masa  de  vapor  de  agua  se  mani- 
fiestan ;  las  luces  parecen  lejanas  i  están  cerca ;  sin  verlas 
acercarse  en  rápida  marcha  el  espectador  comprueba 
que  en  un  momento  la  gran  distancia  ha  desaparecido  i 
los  faroles  han  avanzado  hasta  ponerse  a  la  mano ;  los 
coches  a  diez  metros  no  son  sino  sombras,  manchas  negras 
rectangulares,  indecisas  mui  retiradas,  pero  pasa  un  se- 
gundo i  los  detalles  surjen  clarísimos.  Las  personas  para- 
das en  las  veredas  o  en  los  asilos  centrales  de  las  calles 
toman  a  cierta  distancia  la  forma  de  animales  subma- 
rinos de  bordes  difusos,  agrandados  por  la  niebla,  e 
inmediatamente  si  se  da  dos  pasos  hacia  ellas,  sus  figuras 
cambian  de  aspecto,  mostrando  los  detalles  de  su  es- 
tampa, su  vestido,  el  color  de  su  rostro  i  las  particulari- 
dades de  sus  facciones,  con  mas  nitidez  que  en  las  cir- 
cunstancias normales,  tal  vez  por  efecto  del  contraste  o 
la  rapidez  de  la  emerjencia  de  la  sombra  a  la  luz.  Los 
grupos  negros  se  suceden  como  masas  flotantes  de 
humo  i  su  pasaje  del  estado  de  casi  imperceptible  bruma 
oscura,  penumbrada  e  informe,  al  de  configuración  pre- 
cisa, clara,  colorida  i  de  contornos  bien  limitados,  da  la 
¡dea  de  una  sustitución  instantánea,  como  si  la  sombra 
sin  moverse,  por  arte  de  encanto,  se  cambiara  en  un 
cuerpo  sólido  tanjible  i  vivo.  La  ilusión  se  comprende 
mejor  recordando  los  desfiles  de  cuadros  en  las  linternas 


J 


—  665   — 

májicas.  Todo  Londres  es  una  infinita  linterna  májica 
durante  un  buen  fog. 

Una  nueva  sensación  se  tiene  al  mismo  tiempo,  dentro 
de  la  bruma:  la  del  aislamiento  absoluto. 

El  viandante,  a  fiarse  solo  en  su  vista,  se  creeria  sus- 
pendido en  los  espacios  siderales,  sin  horizonte,  sin 
zenit  i  sin  nadir.  Pero  la  ilusión  se  destruye  i  se  forma 
sucesivamente  con  la  aparición  i  desaparición  de  coches, 
j entes,  animales,  luces,  letreros,  muros  i  edificios  que 
salen  de  la  nada  para  cerrar  el  paso  i  se  pierden  luego 
en  el  humo  del  ambiente  universal,  reproduciendo  el 
aislamiento  en  el  vacio. 

Voces,  gritos,  crujidos,  castañeteo  de  latigazos,  trote 
de  caballos,  ruidos  de  frenos  actuando  en  las  ruedas  de 
los  ómnibus,  de  cascabeles,  de  cadenas  i  mil  otros  estra- 
ños  o  conocidos,  se  oye  entretanto,  i  a  su  favor  nace 
cierta  zozobra  en  el  alma  del  observador. 

La  brusca  transición  de  la  soledad  en  un  medio  insonda- 
ble a  la  repentina  población  de  millones  de  seres  vivos  i  de 
objetos  que  brotan,  no  ya  de  la  tierra  pues  no  se  ve  tierra, 
sino  del  aire  mismo  convertido  en  nebulosa;  la  salida  de 
fantasmas,  la  sombra  de  los  guias  de  a  pié  cuando  la 
bruma  se  condensa,  solícitos  para  dar  rumbo  a  los  ve- 
hículos donde  no  se  percibe  ruta  ni  dirección,  dan  oríjen 
a  una  serie  de  impresiones  angustiosas  para  la  jeneralidad, 
raras,  recientes,  novedosas  i  agradabilísimas  para  mí! 

A  la  noche  una  brisa  lijera  barrió  la  atmósfera  i  la 
luna  nueva,  como  un  medio  paréntesis  de  plata,  se  dise- 
ñaba en  los  cielos  i  hoi  el  sol  radiante  ha  traido  un 
tiempo  de  primavera  a  los  habitantes  de  este  centro  del 
mundo. 

Mi  amigo  Edwardes  entra  con  guantes  negros  a  mi 
cuarto.  — ¿Qué  sucede?  le  digo  {por  quién  está  de  luto? 
— No  estoi  de  luto,  me  contesta;  el  fog  de  ayer  ha  hecho 
el  milagro;  estos  guantes  eran  gris  perla  hace  dos  dias; 
ahora,  como  usted  lo  vé,  son  del  negro  mas  refinado  e 
indeleble 


-^  666  — 

Tomo  rl  tren  de  las  once  de  la  mañana  para  París  i 
hago  un  viaje  en  sociedad  de  puros  desconocidos  con- 
versando, no  obstante,  con  la  mas  g^rande  familiarídad. 

Averiguado  que  soi  médico  cada  uno  me  pide  un  con- 
sejo; la  mas  i  mejor  aconsejada  fué  una  joven  recien 
casada  que  llamaba  papá  a  su  marido  t  no  obstante  se 
quejaba  de  ser  tratada  por  este  como  una  criatura.  — 
¿I  por  (|ué  no  como  dos?  pregunté  yo.  La  joven  quedó 
suspensa;  luego  entendió  i  se  dignó  ponerse  colorada. 


* 

0         * 


Noviembre  2. — París,  c  Salón  pour  la  coupe  des  che- 
veux  2>  se  ve  en  la  muestra  de  una  peluquería  de  la  rué 
Saint  Honoré  (el  salón  tiene  tres  metros  por  costado). 
En  el  interior  sobre  un  espejo  figura  esta  leyenda: 
«  ('oupe  des  cheveux  Fs.  0.75;  barbe  0.25. 

Me  hago  cortar  el  pelo  i  la  barba;  el  mozo  que  me 
sirve  enciende  en  el  gas  un  palillo  i  viene  hacia  mí  con 
su  tea  en  la  mano. 

—  Qué  es  eso?  pregunto. 

— Voí  a  quemar  las  puntas  del  pelo  para  fortificarlo! 
responde. 

—  Mire  mozo,  déjese  de  farsas  conmigo! 

— Bien  señor  ¿lavaremos  la  cabeza  con  un  poco  de 
champouin  ? 

—  No  lavará  usted  nada. 
—Una  fricción,  entonces  ? 
-No. 

— Agua  de  rosa...? 

-No. 

— Un    poco  de  brillantina  para  el  bigote? (Me 

pongo  en  pié  fastidiado  i  le  digo  ). 

— He  venido  a  hacerme  cortar  el  pelo  i  la  barba  i  a 
nada   mas  ¿entiende?...   Cuanto  es? 
(Interviene  el  patrón) 

—  Dos  francos,  señor. 

(  Yo  me  planto  delante  del  espejo  i  leo  en  alia  voz): 

—  «Coupe  des  cheveux  Fs.  0.75;  barbe  0.25. 


—  667  - 

(El  patrón  furioso  dirijiéndose  al  oficial ). 
—No  hai  fricción? 

(El  mozo  menea  la  cabeza). 
— ¿Por  qué  no  ha  hecho  fricción? 

—  «Porque  yo  no   he  querido»,  replico  en    vez    del 
mozo. 

—  Debía  haber  hecho  fricción  ! 

—  Aun  cuando  yo  no  quisiera  ? 

—  La  fricción  es    lo  que    nos  salva ;  sin    fricción  no 
se  corta  el  pelo. 

—Pero  hombre  ¿cómo  puede  usted  obligar  al  público 
a  dejarse  hacer  lo  que  a  usted  se  le  antoja  ? 

—  Monsieur  sin  la  fricción  no  ganamos  nada. 
— Entonces  para  qué  ha  puesto  este  letrero. 
—Está  bien,  pero  la  fricción  es  nuestra  única  ganancia. 

—  ¿I  el  letrero? 

(El  patrón  próximo  a  desmayarse   calculando  que 
tal   vez  se  le  escapada   la  ocasión  de   cazar  un 
franco  uraño  sin  lejítimo  derecho,  me  conmueve 
profundamente  i  al  verlo  en  tal  estado:  «Bueno, 
le  digo,  no  se  desespere,  no  se  muera,  aquí  tiene 
sus  dos  francos;  otro  dia   me  hará  fricción,  me 
echará  agua  de  rosa  i  me  tratará  usted  como  a  un 
imbécil ;  es  decir  como  se  trata  a  los  estranjeros 
en  Paris  ». 
El  patrón  revivió  al  mirar  los  dos  francos. 
Sin  embargo  este  infeliz  no  es  tan  descarado  como  su 
colega  i  vecino  de  la  calle  Castiglioni,  orijinalísimo  bar- 
bero i  peluquero  quien  afeitando  a  un  cliente  lo  dejó  a 
media   barba  hecha   i   se   salió   a    la   calle  a  probar  una 
bicicleta  que  le  ofrecían  en  venta  (no  es  invención,  es 
relato  de  un  incidente). 


Noviembre  10.  —  Asisto  a  una  conferencia  de  Fran- 
cisco Sarcey  sobre  Stendall  (Enrique  Bell).  Sarcey  es 
un  erudito ;  cada  frase  suya  representa  una  familia  de 
conocimientos  almacenados.  Sus  digresiones,  quiza  de- 


—  668  — 

masiado  frecuentes  i  largas,  sirven  sin  embargo  para 
mostrar  su  estensa  información  sobre  hombres  i  datos 
conexos  con  sus  tópicos.  Es  un  orador  sencillo  que 
enseña  i  agrada.  Sus  medios  no  son  en  tanto,  nuevos: 
la  narración,  la  biografía  i  la  parca  descripción  de 
épocas  i  caracteres  que  constituyen  los  resortes  de  su 
oratoria,  son  modos  de  fácil  manejo  i  siempre  eficaces 
para  cautivar  la  atención.  Me  parece  deficiente,  a  pesar 
de  su  brillo  i  variedad,  su  bagaje  literario:  todas  sus 
comparaciones  son  con  escritores  franceses  i  sus  refe- 
rencias no  salen  de  las  fronteras  de  su  tierra  sino  en 
pos  de  un  autor  nacido  en  ella,  ni  aun  en  casos  en  que 
la  comparación  i  la  referencia  están  reclamando  nombres 
de  afuera. 

Sobre  Stendall  nada  nuevo  dijo ;  no  obstante  ciertos 
comentarios  fueron  presentados  con  orijinalídad  i  gracia 
siendo  la  conferencia  toda  un  modelo  de  literatura  fa- 
miliar. 

Comparando  los  romancistas  de  otra  época  con  los 
actuales  ha  hecho  observaciones  felices;  la  mas  novedo- 
sa i  fundamental  de  ellas  se  ha  basado  en  un  fino  detalle, 
perceptible  solo  para  ojos  perspicaces:  «El  medio,  dice, 
enjendra  el  romance,  pero  es  necesario  que  lo  haga  sin 
dejarlo  sentir. 

«  El  literato  que  como  2ola,  Taine  u  otro  autor  de 
nota,  va  en  busca  de  copia  (material  será)  al  sitio  donde 
ha  de  hallarla,  ya  sea  Lourdes  o  Italia,  un  barrio  de 
Paris  o  cualquier  punto  del  globo,  hará  si  tiene  ta- 
lento, pajinas  de  mano  maestra,  pero  diferentes  de  las 
de  un  escritor  de  raza  que  viviendo  en  un  paraje  i  mi- 
rando desfilar  los  acontecimientos,  se  empapa  en  ellos, 
se  satura  de  la  atmósfera  local  i  derrama  después  sin 
pretensión  alguna,  el  caudal  acumulado  en  su  mente  por 
la  naturaleza,  sin  participación  activa  de  la  voluntad  de 
inquirir,  averiguar,  preparar  i  trasladar  al  papel  las  im- 
presiones solicitadas  a  propósito. 

« Por  eso  Stendall  viviendo  en  Italia  lleva  consigo  la 
Italia  entera  i  la  pinta  mejor  que  Taine,  quien  fué  a  mi- 
rarla para  copiarla. 


-  669  — 

«Las  aventuras  que  el  narrador  ha  encontrado  sin 
buscarlas  dan  lugar  a  obras  espontáneas  con  bellezas 
características;  los  romances  de  ahora,  con  plan  pre- 
concebido,  sobre  situaciones  provocadas,  se  resienten  de 
las  deficiencias  de  una  época  en  la  cual  ya  no  hai  aven- 
turas, por  cuanto  la  regularidad  de  la  vida  las  ha  hecho 
escasas  o  imposibles  ». 

No  pretendo  reproducir  sus  frases  testualmente ; 
bástame  dar  su  sentido.  El  auditorio  ante  el  cual 
habló  el  amable  disertante,  era  compuesto  casi  esclu- 
sivamente  de  señoras. 


♦     ♦ 


Noviembre  13. ~  Estamos  ya  en  vísperas  de  partir 
para  Buenos  aires,  i  mui  ocupados  con  los  últimos  to- 
ques a  nuestros  deberes  sociales. 

Durante  los  dias  anteriores  hemos  andado  de  teatro 
en  teatro,  de  fiesta  en  fiesta  i  de  comida  en  comida. 
Desde  Trouville  donde  nos  encontramos  con  la  familia 
de  don  Francisco  Soubercasseaux,  esta  no  ha  dejado 
de  hacernos  atenciones  a  las  cuales  quedamos  mui 
gratos.  Aquí  nos  ha  invitado  varias  veces  a  su  palco  en 
la  Gran  Opera  i  a  comidas  en  su  casa,  entre  ellas  a  una 
dada  en  obsequio  de  nuestros  amigos  Francisco  Pinto 
i  señora. 

Conocimos  también  en  Trouville  dos  familias  chilenas 
mas:  la  de  Blest  Gana,  ex-ministro  de  Chile  en  Europa  i 
la  de  Mate  otro  ex-ministro  mas  reciente.  Blest  Gana  nos 
presentó  a  su  señora  i  a  su  preciosa  hija  Blanca  casada 
con  un  centro-americano.  Mate  tiene  una  hija  llamada 
Rebeca;  mui  interesante  niña  que  conversa  mui  bien,  con 
sumo  juicio  i  vasta  información  sobre  cualquier  tema 
social;  estudia  escultura  i  ha  obtenido  en  sus  cursos  di- 
versos premios. 

Blest  Gana  acaba  de  publicar  una  novela  sobre  temas 
chilenos,  de  verdadero  valor  literario  e  histórico  titulada 
«Durante  la  reconquista».   Me  ha  regalado  un  ejemplar 


—  670  — 

de  ella  i  me  ha  prestado  dos  grandes  volúmenes  sobre  el 
Japón,  escritos  por  un  colega  suyo;  esta  obra  llena  de 
datos  históricos  i  de  informaciones  serias,  tiene  el  defecto 
de  contener  diseminados  a  lo  largo  de  sus  mil  pajinas, 
datos  correspondientes  a  determinados  capítulos,  reuni- 
dos en  un  solo  título  hechos  de  diverso  jénero,  i  los  del 
mismo,  puestos  en  sitios  diferentes.  Así,  consultar  cual- 
quier cosa  se  hace  mui  difícil  e  incómodo  i  por  tanto  la 
obra  es  menos  útil  de  lo  que  debiera  ser,  dado  su  abun- 
dante material.  Felizmente  no  recuerdo  el  nombre  del 
autor  i  no  cargo  mi  conciencia  con  rebajar  el  mérito  de 
persona  señalada. 

Un  señor  Jarislowskí  casado  con  una  norte-americana 
buena  moza  i  padre  de  dos  criaturas  intelijentísimas, 
maravillosas,  a  mi  juicio,  por  efecto  de  su  educación ;  el 
mismo  que  nos  procuró  cartas  de  recomendación  para 
Hong  Kong,  Shanghai  i  Yokohama  en  virtud  de  las 
cuales  fuimos  tan  bien  atendidos,  no  ha  cerrado  todavía 
la  llave  de  sus  atenciones  i  nos  ha  dado  una  gran  comida 
para  presentarnos  a  sus  amigos  i  amigas,  jentes  todas 
mui  distmguidas. 

Concurrimos  también  al  banquete  que  dio  el  señor 
Mate  en  honor  de  su  colega  Francisco  Pinto.  Yo  estuve 
en  la  mesa  mui  bien  colocado  entre  la  señora  de  Pinto 
i  otra  chilena  llamada  Mercedes.  No  importa  el  ape- 
llido, casada  con  un  señor  Peña.  Esta  joven,  madre  de 
una  docena  de  hijos,  era  un  modelo  de  belleza,  i  bajo 
este  punto  de  vista,  mui  superior  a  su  marido. 

Merece  figurar  en  mi  diario  parte  de  nuestra  conver- 
sación, relativa  a  un  tíipico  siempre  tratado  i  nunca  con- 
cluido en  sociedad,  por  ser  un  resumen  de  muchos  argu- 
mentos. 

Después  de  hablar  con  la  señora  Mercedes  i  con 
Teresa  de  Pinto  sobre  la  guardia  nacional  i  la  patria  real 
de  los  hijos  de  estranjeros,  temas  adecuados  al  caso  i  a 
las  personas,  como  lo  ve  cualquiera,  no  sé  cómo  vino  la 
cuestión  de  las  infidelidades  en  el  matrimonio.  La  señora 
Mercedes  declaró  al  llegar  a  los  postres,  que  ella  no 
perdonaría  la  menor  irregularidad  a  su  marido.  Yo  cri- 
tiqué  su   resolución.   Insistió  ella    sobre   su  derecho  i  la 


-  671  — 

injusticia  de  la  opinión  de  los  hombres  acerca  de  las 
faltas  propias  i  las  de  sus  mujeres.  Yo  entonces  tomé 
mas  a  pecho  el  asunto  i  con  las  interrupciones  naturales, 
propias  del  sitio,  del  acto,  del  auditorio  i  de  los  interlo- 
cutores, establecí  mi  tesis,  marcando  las  diferencias  entre 
la  infidelidad  respectiva  de  la  mujer  i  del  marido,  en  tér- 
minos cuyo  resumen  puede  ser  la  siguiente  serie  de 
artículos: 

Artículo  I»  La  diferencia  quedaría  sancionada  con 
solo  recordar  que  la  convención  social  la  ha  establecido 
hasta  hacerla  pasar  a  las  costumbres;  pero  no  nos  limite- 
mos a  eso. 

La  razón  fundamental  de  su  existencia  está  en  las  cau- 
sas, los  móviles,  los  fines  i  las  consecuencias. 

Art.  2o  Cuando  un  hombre  comete  infidelidad  no  lo 
hace  llevado  por  causas  graves  ni  necesita  el  impulso  de 
ellas.  Cuando  una  mujer  la  comete  lo  hace  impelida  por 
el  amor  o  la  necesidad,  pues  para  que  una  mujer  se  de- 
cida a  librarse  a  un  estraño,  se  requiere  la  acción  de  una 
fuerza  poderosa  ;  si  lo  hace  por  amor  en  eso  solo  ya 
establece  la  ruptura  de  todo  vínculo  con  su  marido  ;  si 
lo  hace  por  necesidad,  llámese  lujo,  amor  propio  o  ham- 
bre, el  vínculo  está  roto  de  antemano. 

Art.  3o  Para  un  hombre  una  infidelidad  es  un  acto  sin 
la  menor  importancia.  Para  la  mujer  es  un  acto  grave 
que  necesita  causas  eminentes  i  decide  en  absoluto  de  su 
porvenir. 

Art.  4o  Un  hombre  no  tiene  propósito  de  ofender,  ni 
cree  herir  a  su  mujer  cuando  le  es  infiel,  si  bien  se  da 
cuenta  de  que  el  hecho  una  vez  conocido  lastimará  el 
amor  propio  de  esta.  Una  mujer  sabe  antes  mientras  i 
despees  que  su  acto  ofende  profundamente  a  su  marido  i 
lo  hiere  en  lo  mas  íntimo. 

Art.  5o  La  infidelidad  del  marido  no  trae  la  desconsi- 
deración pública  sobre  la  mujer  ;  la  de  esta  por  el  con- 
trario deshonra  al  marido,  arruina  su  reputación  i  seña- 
lándolo al  público  como  un  ente  ridículo,  llega  hasta 
inhabilitarlo  para  desempeñar  en  la  sociedad  el  papel.a 
que  tal  vez  le  dan  derecho  sus  conocimientos  i  sus 
méritos. 


—  672  - 

Art.  6o  La  inicial  de  la  intidelidad  de  un  marido  parte 
mil  veces  de  la  noción  de  un  deber  social ;  la  de.  una 
mujer  parte,  desde  el  primer  momento,  de  la  noción  de 
una  falta.  Me  esplico  :  Muchos  hombres  se  creen  mal 
vistos  en  una  visita  si  no  dirijen  una  galanteria  a  las  seño* 
ras  con  quienes  conversan.  Stendall  según  nos  ha  dicho 
Sarcey,  en  su  conferencia,  se  habia  impuesto  como  regla 
el  hacer  una  declaración  de  amor  dentro  de  los  cinco 
minutos  de  conversación  a  solas  con  una  señora  hermosa 
i  se  creia  ridículo  i  desgraciado  si  no  la  hacia.  Stendall 
exajeraba  sin  duda  sus  deberes,  pero  ustedes  mismas 
señoras  hermosas,  no  encuentran  bien  que  un  hombre 
pase  con  ustedes  largo  rato  sin  mostrarles  su  admiración 
en  alguna  forma.  Mientras  tanto,  toda  mujer  que  oye, 
tolera,  acepta  o  provoca  una  galanteria  comienza  ya  a 
pecar.  Asi  el  comienzo  de  la  inñdelidad  del  hombre  es  un 
deber  ;  el  de  una  mujer  una  falta. 

Art.  7°  La  esposa  infiel  es  una  adúltera  i  si  exajera 
sus  favores,  una  cortesana ;  el  marido  infiel  es  un  caba- 
llero afortunado,  un  hombre  de  mundo,  si  sus  conquistas 
valen  algo. 

Art.  8o  Los  móviles  de  una  infidelidad  del  marido  son 
insignificantes;  muchas  veces  comete  una  inconsecuencia 
adventicia  por  no  perder  la  ocasión,  por  galanteria  ;  los 
de  una  esposa  son  siempre  de  cierta  importancia  i  afec- 
tan mas  hondamente  a  la  familia. 

Art.  9o  Por  último  las  mismas  mujeres  confirman  de 
hecho  i  de  palabra  las  diferencias :  De  hecho,  porque  ni 
aun  la  mujer  mas  honesta  desprecia,  o  muestra  al  menos 
su  desprecio  si  lo  tiene,  en  su  trato  con  el  marido  infiel 
de  otra  mujer;  entre  tanto  condena,  escarnece,  aisla  i 
vilipendia  a  la  esposa  adúltera,  escluyéndola  de  su  trato  i 
mirándola  como  una  relación  deshonrosa.  De  palabra, 
porque  aun  las  esposas  irreprochables  i  cautas,  hablan 
en  sociedad  con  toda  llaneza  de  la  posibilidad  o  proba- 
bilidad de  las  faltas  de  sus  mandos ;  «  yo  creo  que  mi 
marido  me  engaña  >  dice  una  señora  i  se  queda  mui 
serena;  pongan  ustedes  semejantes  palabras  en  la  boca 
de  un   marido  respecto  a  su  mujer  i  digan  si  no  pasaria 


—  673  — 

por  el  cínico  mas  def^radado  i  el  hombre  mas  indigno, 
semejante  sin  vergüenza ! 

Ahora^  he  aquí  la  razón  moral,  a  mi  entender  de  las 
•diferencias  señaladas  en  las  precedentes  consideraciones: 
La  infidelidad  de  la  mujer  puede  introducir  un  exótico  en 
la  familia,  un  parásito,  un  falso  hermano  para  los  hijos 
lejítimos,  un  heredero  fraudulento,  puesto  a  cargo  del 
pobre  marido  quien  lo  mantendrá  i  lo  educará  no  de- 
biendo hacerlo ;  la  falta  del  marido  no  introduce  a  nadie 
•en  el  hogar  a  menos  de  consentirlo  la  esposa ;  no  añade 
por  lo  tanto  al  pecado,  el  detalle  cobarde,  el  engaño  i  la 
perñdia  como  en  el  caso  de  la  mujer.  Finalmente ;  hasta 
la  naturaleza  ha  hecho  la  diferencia  imponiendo  a  la 
mujer  la  desventaja  de  quedar  con  el  cuerpo  del  delito, 
como  una  prueba  de  él ;  en  tanto  que  el  hombre  se  sale 
•cantando:  la  donna  é  mobíle,  etcétera. 

Solo  en  un  caso  la  diferencia  se  borra  i  es  cuando  el 
tnarido  crea  una  familia  espúrea  al  lado  de  la  lejitima, 
porque  entonces  las  razones  militantes  son  tan  graves 
•como  las  que  actúan  para  determinar  a  la  esposa  a  ser 
adúltera;  aquí  los  casos  se  igualan. 

La  señora  Mercedes  no  se  convenció  (las  mujeres  son 
inaccesibles  a  la  convicción)  pero  ni  siquiera  se  quedó 
sin  réplica  (como  no  necesitan  razones  para  replicar, 
jamás  dejan  de  hacerlo)  a  pesar  de  ser  en  mi  opinión 
incontestables  las  fórmulas  espuestas,  consagradas  ya, 
casi  estereotipadas  en  la  conciencia  de  todas  las  socie- 
-dades  llamadas  civilizadas. 

Nota.  —  Correjia  yo  esta  pajina  i  la  dejé  un  momento ;  en  esto   entró 
una  señora  amiga  a  mi  escritorio  i  le  añadió :  <  la  mujer  no  tiene  derecho 
a  faltar  porque  su  marido  sea  malo  >.    La  confirmación  de  mis  teorias  por 
iuna  mujer  les  da  mayor  autoridad.    Marco  3  de  1899.  Buenos  Aires. 


Noviembre  Jó.  —  Viene  Robert  Loevy  a  almorzar  con 
nosotros ;  se  queda  todo  el  dia  i  nos  cuenta  interesantes 
•detalles  de  su  vida,  mostrándonos  una  confíanza  que  solo 
jpuede  inspirar  la  simpatia  i  el  aprecio  de  los  interlocu- 

Por  tnares  i  por  tierras  43 


_  674  — 

torcs.  A  las  4  de  la  tarde  vamos  con  él  a  una  conteren- 
cia  de  Laboulvene  en  la  Facultad  de  Medicina.  Habla 
el  profesor  primero  sobre  los  colegas  muertos  durante 
el  precedente  año  escolar  i  luego  sobre  Laenec,  objeto 
real  de  la  disertación.  Una  concurrencia  numerosa  aplaude 
al  maestro  al  comenzar  i  al  terminar  su  lección !  A  mi 
juicio  los  aplausos  estuvieron  de  mas.  Laboulvene  es 
concreto  i  sin  embargo  pesado,  por  la  falta  absoluta 
de  novedad  i  de  brillo  en  su  discurso;  no  hai  en  él 
oasis,  ni  paradas,  ni  paisajes  alegres,  ni  sitios  amenos, 
ni  episodios  orijinales.  Espende  su  material  en  detalle 
sin  animación  i  se  lo  ve  desperdiciar  las  ocasiones  de 
comunicar  aliento  a  su  tema  i  magnificar  los  pasajes 
salientes.  Pudo  dar  vida  al  cuadro  cuando  espuso  el 
modo  como  Laenec  llegó  a  establecer  las  leyes  de  la 
auscultación ;  nada  hizo,  su  relato  fué  pálido  i  en  todo 
el  curso  de  su  conferencia  se  le  vio  preocupado  de  no 
echar  en  olvido  ninguna  de  sus  notas,  precaución  que 
amortigua  infínitamente  la  vivacidad  de  toda  oratoria. 
Las  cabezas  de  algunos  párrafos  salieron  mui  grandes 
para  el  cuerpo  i  los  períodos  resultaban  así  hidrocé- 
falos.  Al  hablar  del  antagonismo  entre  Dupuitren  i 
Laenec,  i  entre  este  i  Broussais,  pudo  hacer  paralelos 
vigorosos  i  retratos  llenos  de  fuerza  i  de  vida;  en  vez 
de  eso  hizo  referencias  frias  i  comparaciones  banales, 
sin  novedad.  La  magnitud  de  los  protagonistas  no  podia 
sin  embargo  ser  mas  sujestiva ;  era  diré  colosal  i  como 
para  inducir  a  cualquier  orador  siquiera  fuera  medio- 
cre a  perfilar  la  triple  silueta  con  tonos  cálidos  levan- 
tando su  figura. 


* 


Diciembre  /i'.— Buenos  aires. — Salimos  de  Paris  para 
Burdeos,  el  18  de  noviembre  pasamos  la  noche  en  esta 
ciudad  i  el  19  nos  embarcamos  en  el  vapor  La  Plata  de 
las  Mensajerías  marítimas,  un  exelente  vapor  con  un  co- 
mandante inmejorable,  un  comisario  modelo  de  compla- 


—  675 


Millas  recorridas  de  Burdeos 
A  Buenos  aires 

Noviembre — 
Del  viernes        19  al  21 372 


cencía  i  un  servicio  admirable.  No  se  movió  sin  embargo 
el  gran  buque  hasta  el  20  a  causa  de  la  bruma.  £1  coman- 
dante aseguró  no  obstante  que  llegaríamos  el  10  de  diciem- 
bre a  Buenos  aires  a  pesar  del  retardo  i  así  sucedió.  Copio 

al  mar  jen  las  millas  recorri 
das  simplemente  por  haber- 
me tomado  el  trabajo  de 
llevar  la  cuenta,  como  aque- 
llos enfermos  que  concluyen 
su  frasco  de  remedio  aun 
cuando  no  necesiten  tomar 
las  ultimas  cucharadas.  Algu- 
nas de  las  diferencias  en  la 
marcha  tienen  por  causa  la 
permanencia  en  los  puertos, 
otras,  el  estado  del  mar  o 
de  la  atmósfera  i  algunas  por 
fín  ninguna  apreciable. 

El  22  llegamos  a  Lisboa,  el 
21  a  Dakar,  el  5  de  Diciembre 
a  Rio  Janeiro,  el  9  a  Montevi- 
deo i  el  10  a  la  Ensenada. 


> 

> 
> 

> 
> 


domingo  21 
lunes  22 

martes  23 
miércoles  24 
jueves  25 
viernes  26 
sábado  27 
domingo  28 
lunes  29 

martes  30 
miércoles   I» 


jnéves 

viernes 

sábado 

domingo 

lunes 

martes 

miércoles 

jueves 

viernes 


tt*. ...... 

22 

303 

23 

193 

24 

365 

25 

368 

26 

362 

27 

266 

28 

285 

29 

362 

30 

364 

lo  Dbre. 

365 

2 

354 

3 

356 

4 

365 

5 

310 

6 

000 

7  

419 

8 

377 

9 

314 

10 

120 

2 
3 
4 
5 
6 
7 
8 
9 

10  —  Llegada  6225 


» 

Una  de  las  mui  pocas  ciudades  importantes  de  Europa 
que  no  conozco  es  Lisboa  i  ya  está  resuelto,  no  la  cono- 
ceré jamás  i  no  por  culpa  mia  sino  por  el  insondable 
atraso  i  la  monomania  idiota  que  caracteriza  a  las  autori- 
dades urbanas  de  esa  capital.  Nunca  lo  habria  creido;  en 
Lisboa  no  hai  mas  medio  para  desembarcar,  no  teniendo 
contratado  un  vapor  de  antemano,  que  los  botes  en  escaso 
número,  i  aun  estos  no  son  utilizables  si  sus  dueños  no  se 
muñen  de  un  permiso  especial  para .  . .  para  ir  a  algún 
muelle  escala  o  desembarcadero,  dirán  ustedes;  no  señor 
para  arrimarse  a  la  costa  en  cualquier  sitio  desampara- 
do. Pero  es  mejor  referir  lo  que  nos  ha  sucedido  sin 
alterar  un  solo  detalle.  Llegamos  a  la  bahia;  un  vapor- 
cito  atraca,  bajamos  a  él.  —  <  No   pueden  ustedes  ir  en 


—  676  - 

este  a  tierra»  nos  dicen.  — ¿Por  qué?  —  Porque  está 
contratado  para  los  cómicos  únicamente.  (Venía  con 
nosotros  una  compañía  de  teatro).  <  Y  eso  qué  tiene?» 
objeto  yo.  —  <  No  se  puede  señor ;  no  pueden  ir  sino  los 
cómicos.»  —  <  Pero  nosotros  también  somos  cómicos 
(insinuó  en  voz  baja  al  comandante  por  ver  si  lo  huma- 
nizaba) yo  he  sido  ministro  muchos  años  i  el  señor  Enri- 
que Martínez  que  también  quiere  ir  a  tierra,  ha  sido  juez, 
digamos  actor  trájico;  en  cuanto  a  estas  tres  niñas  (de- 
signando a  las  hijas  de  Martínez)  i  esta  señora  (señalan- 
do a  mi  estimable  esposa)  solo  puedo  decir  que  viven 
en  constante  comedia  de  costumbres  i  hasta  producen 
situaciones  dramáticas  al  menor  pretesto.  £1  coman- 
dante se  rió  de  mis  razones  pero  ellas  no  influyeron 
sobre  su  resolución  i  nos  vimos  obligados  a  tomar  dos 
botes,  previo  ajuste  del  precio  de  transporte  fijado  en 
cinco  francos  por  cada  bote,  ida  i  vuelta.  Partimos ;  los 
boteros  remaban  sin  descanso ;  el  tiempo  pasaba  i  no 
llegábamos;  uno  de  los  remeros  sacaba  de  tiempo  en 
tiempo  un  papel  i  sacudiéndolo  nos  decía  caqui  está  el 
permiso  >  con  aire  triunfal.  Repitió  la  operación  cuatro 
o  cinco  veces  hasta  obtener  de  nosotros  esta  pregunta 
que  pasa  en  todas  partes  por  respuesta:  «qué  nos  im- 
porta? >  La  dirección  que  daban  a  los  botes  nos  pare- 
cía inadecuada  e  inconducente ;  por  ñn  después  de 
hacer  varios  ángulos  nos  acercamos  a  la  costa  i  seguí- 
mos navegando  a  lo  largo  de  ella  en  aguas  infectas, 
negras,  en  cuya  superficie  aparecían  burbujas  llenas  de 
gases  pestilentes,  como  lo  revelaban  al  reventarse.  Los 
albañales  de  la  ciudad  descargan  su  líquido  contaminado 
en  el  antes  poético  Tajo  i  hoí  cloaca  descubierta.  Cuando 
pasábamos  en  frente  de  alguno  de  los  albañales,  el  pelí  • 
gro  i  el  desagrado  aumentaban  naturalmente,  i  a  mí  en- 
tender los  recorrimos  a  todos.  Vamos  ya  a  tocar  una 
escalera  de  piedra  construida  en  el  flanco  de  una  mura- 
lla, escalera  muí  a  propósito  para  desembarcar;  pero. . . 
¡  por  ella  no  se  desembarca !  ¿  La  razón  ?  —  ¡  No  se  sabe ! 
Seguímos  paralelamente  a  la  muralla  siempre  por  aguas 
deletéreas;  encontramos  otra  i  otras  escaleras  igualmen- 
te prohibidas  i  ya  estábamos  casi  al  otro  estremo  de  la 


-   677  — 

ciudad.  Ya  se  hacia  tarde  para  visitarla  i  volver  a 
bordo !  —  c  ¿  Donde  desembarcaremos  ?  >  preguntamos 
a  los  boteros — <Tras  de  la  aduana»  nos  contestan;  i 
seguimos  navegando  por  las  aguas  negras  que  aumenta- 
ban su  fetidez  a  cada  golpe  de  remo  i  asfíxiándonos  con 
sus  emanaciones. 

Finalmente  los  botes  encallan  en  un  promontorio  de  es- 
combros recien  amontonados. — «  Ustedes  pueden  bajar  > 
nos  dice  uno  de  los  hombres  que  ha  saltado  ya  sobre 
ellos  i  está  haciendo  hazañas  de  equilibrio  en  las  aristas 
de  las  piedras  i  cascotes. 

— «  ;  Aquí,  desembarcar  !  »,  esclamamos. 

— «Sí  señor,  aquí,  o  en  otra  parte  mas  lejos  >. 

— <  I  ¿  por  qué  han  pasado  por  las  escaleras  sin 
atracar?  >. 

— «En  las  escaleras  no  es  permitido  desembarcar, 
señor,  sin  una  orden  especial!  >. 

— « I  Vuelvan  ustedes  a  bordo  !  las  señoras  no  pueden 
bajar  por  esos  terrones  >. 

— «Señor;  el  compañero  va  a  pedir  permiso  para 
atracar  a  una  escalera  ». 

— «  No ;  vuelvan  a  bordo  ! » . . . 

— «  Si  ya  va  por  el  otro  permiso  » .  ,  . 

— «  No  queremos  ya  desembarcar;  vuelvan  a  bordo ! ». 

— «Ahora  necesitamos  tomar  al  compañero  que  ha 
saltado  a  tierra  !  ». 

— «  Sea  todo  por  el  amor  de  Dios  ;  tomen  al  compa- 
ñero i  hagan  pronto  ». 

No  sin  algún  trabajo  nos  arriman  a  otro  punto  de  la 
orilla  mas  pestilente,  mas  infecto,  mas  negro  i  mas 
odioso  que  el  anterior ;  el  hombre  esperado  sube  a  su 
bote  i  volvemos  a  bordo  de  nuestro  buque  mal  humora- 
dos por  nuestra  infructuosa  escursion  i  convencidos  de 
que  es  necesario  renunciar  a  la  idea  de  conocer  Lisboa; 
ella  no  quiere  dejarse  visitar  ya  sea  so  pretesto  de  me- 
didas sanitarias  o  de  precauciones  aduaneras.  Caso  es  de 
preguntarse  a  qué  raza  de  animales  salvajes  pertenecen 
las  autoridades  urbanas,  sanitarias  o  fiscales  de  Lisboa  i 
en  virtud  de  qué  estrafalario  pretesto  proceden  así  contra 
los  viajeros    que  llegan  a  su  puerto.  ¿No  hai  en  Lisboa 


—  678  — 

una  prensa^  una  opinión  pública,  un  gremio  comercial 
que  levante  la  voz  para  impedir  tales  ignominias  i  des- 
truir los  estúpidos  reglamentos  que  están  haciendo  o  han 
hecho  ya  de  Lisboa  el  puerto  de  mar  mas  atrasado  del 
mundo,  un  verdadero  anacronismo  en  Europa  i  una  insen- 
satez i  una  vergüenza  para  el  Portugal? 

El  caso  del  Puerto  de  Lisboa  es  un  ejemplar  de  demen- 
cia idiota  único  en  el  globo  ! 

Para  coronar  la  fiesta  los  marineros  del  bote  reclaman 
treinta  i  cinco  francos  en  vez  de  los  diez  convenidos. — 
cPero  ino  quedó  el  precio  fijado  en  cinco  francos ?> 
objetamos.  —  <Sí,  por  cada  pasajero,  i  son  siete  >,  nos 
contestan. 

( Eso  no  estaba  en  los  libros  del  jurista  i  ex-juez  de 
la  comitiva;  no  obstante  )'o  me  lo  esplicaba  perfecta- 
mente :  era  de  parte  de  los  boteros  una  simple  omisión 
gramatical,  el  olvido  de  un  complemento  indirecto  en  la 
espresion ;  de  viva  voz  habian  pactado  cinco  francos  i 
mentalmente  esta  2l^\q\otí\  por  persona). 

En  Rio  Janeiro  cuyo  puerto  hace  contraste  con 
el  de  Lisboa  por  la  abundancia  de  vapores  chicos 
i  otros  medios  cómodos  de  desembarque  en  buenos 
muelles  i  escaleras  adecuadas,  fuimos  a  tierra  i  direc- 
tamente a  Tiyuca  en  uno  de  cuyos  hoteles  nos  alo- 
jamos. Nuestra  permanencia  fué  deliciosa;  durante  el 
dia  nos  bañamos  en  un  lago  pequeño  de  aguas  corrien- 
tes i  cristalinas  que  caian  sobre  él  en  cascada  de  la 
montaña,  rodeado  de  árboles  i  protejido  del  sol  por  las 
ramas  verdes. 

Dimos  varios  paseos,  notablemente  uno  a  las  represas 
de  agua,  establecimientos  preciosos  i  de  mérito  como 
obras  de  injenieria.  Me  quedan  en  el  alma  la  imájen  de 
una  avenida  de  palmeras  jigantes  en  uno  de  ellos  i  la 
pequeña  cascada  mas  arriba  del  segundo,  en  cuyo  esce- 
nario la  figura  clásica  i  griega  de  una  de  nuestras  jóve- 
nes compañeras  aumentaba  la  belleza  del  cuadro.  La 
noche  en  parte  se  pasó  al  fresco,  mirando  el  paisaje 
oscuro  de  árboles,  tachonado  de  luces  fujitivas  por  las 
luciérnagas  volantes  i  cubierto  por  una  sección  del  cielo 


—  679  — 

que  parecía  una  pajina  de  estrellas  con  todas  sus  letras 
visibles  en  la  estension  serena.  Al  dia  siguiente  otro 
baño  en  el  lago  i  vuelta  a  bordo»  donde  la  vida  fué  du- 
rante el  resto  del  viaje,  como  en  lo  anterior  agradabilísi- 
ma. Se  jugaba  a  las  prendas,  se  hacia  versos  con  pa- 
labras i  pies  forzadas,  se  cantaba,  tocaba  el  piano  i 
bailaba  casi  todas  las  noches.  £1  incomparable  coman- 
dante era  víctima  de  las  muchachas  alegres,  sujetándose 
a  cuánto  se  les  ocurria;  lo  ponian  en  la  berlina,  le  ven- 
daban los  ojos  para  jugar  a  la  gallina  ciega,  lo  trataban 
en  fin  como  a  una  de  ellas,  pero  ...  el  buque  seguia 
haciendo  sus  trescientas  setenta  i  tantas  millas  por  dia, 
el  servicio  era  esquisito  i  la  mas  grande  seguridad  rei- 
naba a  bordo. 

Los  versos  de  los  juegos  se  convertían  a  veces  en 
retratos  de  las  damas,  siempre  favorables  a  los  orijina- 
les,  como  fotografías  de  artistas  galantes. 


r 

El  viaje  se  ha  concluido  dejando  en  la  mente  indele- 
bles recuerdos ;  llegamos  a  Buenos  aires  donde  comienza 
la  vida  habitual  con  mas  sinsabores  que  placeres,  como 
corresponde,  cuando  uno  vive  en  su  tierra  donde  la 
masa  de  la  población  se  constituye  en  tutora  de  cada 
habitante,  so  pretesto  de  conocerlo,  de  haberlo  visto 
nacer  i  estar  acostumbrada  a  estropearlo.  Dias  vendrán 
en  que  uno  a  pesar  de  hallarse  en  su  querida  patria,  ro- 
deado de  sus  amigos  i  vijilado  por  sus  parientes,  estra- 
ñará  la  vida  fria  en  el  estranjero,  en  sociedades  viejas, 
encarriladas  en  cierta  rutina  tradicional  que  hace  cómo- 
da la  existencia;  donde  todo  obedece  a  una  regla,  hasta 
la  esplotacion  inicua  del  viajero,  pero  donde  ningún 
ratero  se  permite  sacar  los  herrajes  de  las  puertas  i 
ventanas  de  las  casas  ajenas,  como  sucede  en  la  Gran 
Capital  del  Sud,  para  venderlos  en  las  prenderías,  a  las 
barbas  de  la  policía,  ni  los  ajentes  de  los  poderes  públi- 
cos en  la  campaña  cobran  dos  veces  las  contribuciones 


—  680  — 

territoríales,  ni  los  gobiernos  dejan  de  cumplir  sus 
contratos  porqut  si  pues  no  están  amparados  como 
entre  nosotros  por  la  lei,  para  eximirse  de  obligacio- 
nes en  nombre  de  la  justicia,  de  la  libertad  i  de  la 
igualdad  ! 

La  carcomida  Europa  no  goza  de  tales  prebendas. 


Nota.  —  Como  en  aoa  pitmera  edición  de  obras  de  mero  recreo  rara 
ves  se  consigne  nna  corrección  satisfactoria,  toca  ad  indaljente  lector, 
subsanar  los  defectos  de  concepto  i  redacción  que  hubiere  encontrado  en 
este  volumen  i  disculpar  a  la  ves  los  errores  de  imprenta  i  la  falta  de 
uniformidad  en  la  ortografía  i  puntuación  de  su  testo. 


FIN 


índice 


Página 

Salida  de  Baenos  Aires  —  Rio  de  Janeiro  —  el  Corcobado  —  Jé- 
nova  —  Pegli  —  fiestas  del  centenario  de  Colon  —  caatro 
bailes  —  la  exposición  —  Turin  —  la  Mandria  •—  escursiones 

—  Aiz-les-Bains  —  Lyon 3 

Barcelona  —  inspección  médica.  —  la  Rambla  —  los  mendigos  — 
discurso  contra  el  pueblo  en  un  café  —  nuestras  nuevas  rela- 
ciones —  paseos  —  santuario  de  Monserrat  —  Macphersen  i 
Calvari — Montalvan  i  sus  hijas  —  el  marques  señor  Blanco, 
gobernador  —  llegan  Urtubei  i  Belinda  —  un  susto  sin  motivo  6 

A  bordo  del  Cabo  Palos  —  Tarragona  —  Valencia  —  Alicante  — 

—  Torre  vieja  —  Cartajena  —  la  inocencia  de   Chateaubriand 

—  nuestro  cónsul  —  el  arsenal  —  las  minas  i  los  injenios  para 

el  beneficio  del  metal 18 

Oran  —  el  paseo  —  un  doctor  árabe  —  los  idiomas  —  el  barrio  de 
los  moros  —  la  colonia  francesa  —  seguimos  viaje  —  discusio- 
nes filosóficas  en  el  tren 27 

Argel  —  su  importancia  i  atractivos  —  de  nuevo  en  viaje  —  opinio- 
nes sobre  trasmigración  de  las  almas  —  teoria  líe  la  muerte 
i  de  la  formación  del  mundo 44 

Constantina  —  bellezas  locales  —  parada  en  Dttviviér  —  originali- 
dades i  contrastes  —  nuestro  hotel  i  sus  propietarios  —  la 
niña  Lucia  —  Vialar  i  su  hija  —  Kahnw.eiler 49 

Túnez  —  Cártago  —  cansancio  i  abandono  de  programa  —  Mar- 
sella —  Molina  Salas  i  señora  —  un  error  de  Wisseman  en 
su  cFabiolai  —  opiniones  de  Chateaubriand  sobre  los  fran- 
ceses —  la  mia  sobre  algunos  marselleses  —  paseos  i  con- 
versaciones con  el  cónsul ' 54 

Paris  —  la  república  —  Londres  -r  la  niebla  —  nuestro  alojamiento 
i  sus  jentes  —  Mateo  Clark  i  familia  —  Alejandro  Paz  —  pro- 
blemas i  soluciones  —  otro  problema  en  Carlton  Club  — 
Edwardes  i  su  familia  —  regreso  a  Buenos  Aires  —  a  bordo 
del  Orione  —  Paroletti  —  Lavarello 63 


-  682  - 


Página 


Chile  —  Alto  rrande  —  poente  del  Inca  —  sin  vacas  i  sin  coevas 

—  las  mnlas   sabias  —  los  Andes  —  vida  social  en  Chile  — 

—  Valdes  Verf^ara  —  Francisco  Pinto  —  Montt   i  otros  ca- 
balleros —  la  gnerra  i  la  pas  —  Lota   i  sas    delicias  —  los 

{ marques,  las  minas  i  las  industrias  —  doña  Emilia  Herrera  i 
ámilia  —  datos  sobre  la  capital 79 

Perú  —  costa  del  Pacífico  —  Tocopilla  —  Coquimbo  —  La  Serena  — 
Callao  —  Lima  —  se  habla  de  una  limeña  i  de  un  nacimiento 
a  bordo  —  Ricardo  Palma  i  otros  caballeros  —  Chorrillos  — 
otra  ves  en  Valparaíso 113 

Mar  del  Plata  —  baños  i  hoteles  — >  la  sociedad  de  ocasión 126 

Londres  —  alalinas  notas  —  las  carreras  —  Drncker  —  un  nau- 

frajio  —  recepciones 137 

Catlsbad  —  observaciones    i    tecrias  —  valor  terapéutico  de  las 

aguas  —  cavas  de  baños  i  otros  institutos 148 

Dresde  —  la  ciudad  —  parques  i  museos  — >  la  Madona  Sistina  — 

crítica  del  cuadro 162 

Leipzig  —  costumbres  de  los  estudiantes  —  ñestas  —  bailes  —  el 
local  —  los  duelos  —  dos  médicos  i  el  estudiante  Pabst  —  las 
cofradías  —  parques,  paseos  i  monumentos 174 

Bayreuth  —  preliminares  —  enunciados  filosóficos  de  acústica  — 
comunidad  de  las  sensaciones  —  bases  inusitadas  de  criterio 

—  el  anillo  de  los  Nibelnngos 184 

Nuremberg  —  la  conservación  de  su  estilo  antiguo  —  el  castillo 

—  las  muñecas  —  la  fábrica  de  lápices  de  Faber 209 

En  París  —  paseo  a  Fontainebleau  —  el  Hotel  Dieu  —  la  Santa 
Capilla  -  la  Morgue  —  museos  Dupuitres  i  Orfila  —  la  casa 
Tramond  —  libros  —  varios  institutos  —  la  casa  Auzont  — 
teatros  —  el  instituto  Pasteur  i  el  señor  Roux  —  pasatiempos  215 

Turin  —  Roma   -  Ñapóles  —  viaje  a  Sicilia  —  Palermo  —  Síracusa 

i  sus  antigüedades  —  novedades  en  Pompeya 244 

A  bordo  del  Preussen  —  escalas  en  Port  Said  e  Ismaelia  —  el 
mar  rojo  —  Aden  —  Ceilan  i  sus  progresos  desde  que  habita- 
ron sus  tierras  Adán  i  Eva  •  -  Singapore 262 

China  —  Hong-Kong,  puerto  y  ciudad  —  Cantón  —  su  población  — 
estado  civil  de  las  personas  en  el  imperio  chino  —  nacimien- 
tos, matrimonios,  posición  de  la  mujer  i  de  los  hijos  —  de- 
funciones, ritos  funerarios  i  cementerios  —  calles  i  casas  — 
mobiliario  —  alimentos  —  bebidas  i  provisión  de  agua  —  ban- 
quete en  un  bote  de  flores  —  servicio  de  limpieza  sombreros, 
vestidos  i  calzado  —  la  tortura  i  deformacinn  de  los  pies  — 
hábitos  sociales  —  visitas,  comidas  i  diversiones  —  el  teatro 
chino  —  curiosidades  de  la  ciudad 269 


—  683   — 


Página 


>Totas  coroplemeotarias  sobre  la  China  —  comercio  i  agricultura 

—  música  —  pintura  —  escultura  —  literatura  —  exámenes  de 
competencia  —  ingenieria  i  sus  afluentes  —  plano  de  Pekin  — 

—  ciencias  naturales  —  ciencias  morales  i  jurisprudencia  — 
código  penal  i  sus  aplicaciones  —  las  obras  clásicas  —  medi- 
cina —  hospitales  i  asilos  —  anatomia,  fisiologia  i  patologia 

—  diagnostico    de    los    puntos    vitales    i  del  daño  interno  — 

—  materia  inédica  i  terapéutica  —  medicina  legal  i  toxicolojia 

—  vicios  i  crímenes  —  infanticidio  —  relijiones  i  sus  prácticas  325 

Continúan  las  notas  sobre  China  —  el  emperador  i  la  corte  — 
gobierno  general  —  correos  —  provincias  i  comunas  —  mo- 
neda —  relaciones  exteriores  —  defectos  i  calidades  de  los 
chinos  —  poesia  china 378 

Yokohama  —  la  travesía  —  cuentos  —  una  carta  a  Cañé  —  la  ciu- 
dad- el  kimono—  Kamakuna  —  el  Daibutsu  í  la  Canon  —  un 
Yoshiwara  —  paseos  —  viaje  a  Nagoya  —  el  Fujiyama  de 
azúcar  —  el  Donjon  —  Kioto  —  sus  tiendas,  templos,  teatros, 
palacios  e  institutos  de  enseñanza  —  Nara  —  Kobe  —  regreso 
a  Yokohama 39>) 

Tokio  —  Tokugawa  —  Shiba  parque  —  Mr.  Arribéis  i  sus  amigos 

—  el  comandante  Armani  i  los  suyos  —  paseando  —  escursío- 
nes  con  Nemoto  —  el  ministro  Hachisuca  —  instrucción  piibiica 

—  tribunales  —  el  vizconde  Enemoto  —  la  nueva  casa  de  To- 
kugawa —  las  carreras  en  Yokohama  —  Huyeno  parque  i  sus 
recuerdos  —  escnrsíon  a  Niko  —  las  maravillas  de  la  mon- 
taña sagrada  i  sus  alrededores  —  música  antigua  en  Tokio  — 
obsequios  sociales 437 

Características  japonesas  —  costumbres  —  cultivos  —  industrias 
ing'enieria  i  arquitectura  —  pintura  —  escultura  —  música  — 
literatura  i  poesia  —  artes,  dramático  i  coreográfico  —  entre- 
tenimientos, ñestas  i  espectáculos  —  relijion  —  relaciones 
sexuales  —  prostitución  —  entidad  moral  de  los  japoneses  . . .  505 

Nos  embarcamos  —  incendio  a  bordo  —  Honolulú  —  San  Fran- 
cisco —  su  parque  i  museo  —  Woolfe  i  su  señora  —  Union 
iron  works  —  episodios  —viaje  a  Yosemite  valley  —  los  cam- 
pers  —  Wawona  —  el  corazón  de  sierra  nevada  i  sUs  monu- 
mentos naturales  de  granito  —  las  divinas  cascadas  —  Mari- 
posa grove  —  los  árboles  jigantes  i  la  asombrosa  impresión 
de  quien  los  mira  —  regreso  a  la  capital  —  lijeras  notas 611 

Viaje  de  San  Francisco  a  Nueva  York  pasando  por  Chicago  — 
no  están  nuestros  amigos  —  el  club  de  Flint  —  un  sermón 
sobre  coquetería  —  en  La  Turaine  —  el  Havre  —  regatas  — 
Trouville  —  una  enferma  —  París  otra  vez,  con  sus  atractivos 
científícos,  literarios  i  sociales  —  noticias  de  todo  ello  i  referen- 
cías  —  Ecouen  i  la  familia  DubufTet  —  visitas  especíales  a  la 
Salpetriere  —  viaje  a  Turin  i  escursiones  consiguientes  —  una 
tenuta  —  en  Londres  --  efectos  de  la  niebla  —  una  conferencia 
de  Sarcey  —  discusión  en  un  banquete  sobre  infidelidades  — 
Laboulvene  habla  sobre  Laenec  —  viaje  a  Buenos  Aires  por 
Burdeos  —  nueva  tentativa  infructuosa  de  conocer  Lisboa  — 
horas  deliciosas  en  Tiyuca  —  todo  concluye 640 


RECUERDOS   DE   ESPAÑA 

RIOARIDO    FALLÍA. 

volumen  en  S'*  ds  228  pij 

Para  al  inttriar,  inc 

Noa  permitimos  dar  ; 
on«3  de  la  prensa  res| 


.aa    del  señor  Jacobo  Paiser. 

iruBTio   Ricardo  Palma. 

Se  tilDla  Sicuírdos  di  Espa. 


eolog 


>r  de  lai 


Tradieio 

IB     de  la  madre  Esjiana.  y 

laleí  de  Zorrm.,  Cinovaí 
el  Castillo,  Casielar,  conde 
LeCheale.MenéndeiyPelayo, 

(alagner,  Echc^aray,  EmíMa 

■  Canilla,  aqu'el  i)n<-  >e  pro- 
iDso  poner  en  verao  la  Biblia. 
Interesa  grandemente,  por 


en  que 


Oí.  y 


Í.03  RKHtrdos  dt  Espa 


llenan  feneral mente  loa  libras  de  loa  viajeros  y  qnCt  á  fuerza  de  gastadas,  han  perdido  (oda  ao 

En  la  primera  pane — Ñolas  de  viaje— disena  los  rasgos  salientes  de  las  ciudades  que  ha  visitado 
y  matiía,  con  delicado  acierto,  las  distintas  modalidea  de  la  vida  popular  en  cada  una  de  ellas.^ 

En  pocas  lineas  condensa  Jos  rasgos  salientes  é  imprime  á  ses  cuadros  uit  perfume  de  realidad,  un 
hálito  de  vida,  que  trasladan  al  lector  al  seno  de  las  ciudades  qoe  describe  y  le  hacen  respirar  por 

La  segunda  — Esboios  — está  dedicada  á  algunos  perB< 


En  la  última  parte,  muy  interesante  para  los  america 
logismos  que  propaso  á  la  Academia  española  y  que  nc 


ñoles,  que  Palma  vlsitS  en  el 

que  en  la  de  su  vida  pública.  Son  viñetas 
uceden  Zorrilla,  Cánovas  del  Castillo,  Cas- 
mor,  Núñei  de  Arce,  Balagoer,  Echegaray, 
taría  Camila. 

La  Nación,  30  Julio  1397. 


POR 

RAMÓN   J.  LASSAGA 

1  volumen  en  8*»  de  588  páginas $  S. — 

Para  el  interior,  incluso  flete ,,  5.50 

Íkdice  de  la  obra. —  Fuentes  históricas.—  Santa  Fe:  apuntes  sobre  su  fundación.— 
La  Cruz  de  Santa  Fe. — Garav  y  Cabrera.  Conflictos  entre  ambos  fundadores.  —  La 
primera  revolución  en  Santa  Fe,  1577.  — Los  precursores  de  la  Independencia.— 
Revolución  de  los  siete  jefes,  1580.  —  El  primer  escribano.  —  El  primer  maestro  de 
escuela. — Los  ahorros  de  nuestros  abuelos. —  Los  bandos  y  Revistas  de- Juan  Arias 
de  Saavedra,  1658  á  59.  — La  moneda  de  lienzo.  —  Un  real  regalo.  —  El  milagro 
del  ag^ua,  4  de  marzo  1 71 8.  —  Quien  no  tiembla,  no  miente.  —  Sancti  Spiritus,  1526- 
1885.  — El  Santuario  de  Guadalupe.  —  Gloriosa  nobleza.  —  Vendiendo  valor.  —Lo  i 
que  hace  Dios. — Gratitud  de  un  gaucho. — Los  santos  milagrosos. — Improvisaciones. 
—  Las  damas  santafecinas.  —  Episodios  de  1 81 8.  —  Golpe  frustrado.  —  El  Tobías 
de  Santa  Fe. —  El  doctor  Luis  J.  Fontán. —  Santafecino  ó  cordobés. —  Un  santafecino 
en  Chile.  —  El  Tambor  de  Tucumán.  —  Creación  de  la  bandera  nacional,  I8I2.  —El 
Bautismo  de  gloria,  San  Lorenzo,  1 813. —Civilización  y  barbarie,  1845.  —  Heráldica 
santafecina. 

Además,  trae  la  obra  las  siguientes  láminas :  Retrato  de  Lassaga.  —  Banderas 
usadas  por  la  provincia  de  Santa  Fe. — Facsímile  de  algunas  firmas  de  personas  que 
acompañaron  á  Garay  en  la  fundación  de  Santa  Fe.  —  Facsímile  de  las  firmas  de 
algunos  revolucionarios  de  1580. 

Extractamos  algunos  párrafos  de  juicios  de  la  prensa  al  aparecer  la  obra: 

Tradiciones.  —  Con  este  título  ha  publicado  el  señor  Lassaga  una  serie  de 
artículos  históricos,  referentes,  en  su  mayor  parte,  á  las  épocas  de  la  colonia  y  de 
organización  nacional.  Escrito  en  estilo  fácil  y  ameno,  con  abundancia  de  datos 
históricos  y  con  justas  apreciaciones  sobre  los  acontecimientos  que  narra,  este 
libro  ha  de  ser  leído  con  interés  por  nuestro  público. 

El  señor  Lassaga  se  ocupa  especialmente  de  las  provincias  de  Buenos  Aires  y  San- 
ta Fe,  cuyos  archivos  le  han  servido  de  base  para  su  obra. — La  Nación,  I/II/96. 

....  Nuestra  opinión  sobre  los  libros  en  general,  es  esta :  no  se  debe  escribir 
sino  con  un  objeto  útil  á  la  patria  ó  á  la  humanidad.  Vulgarizar  las  ciencias,  acercar 
al  hombre  á  las  fuentes  de  la  moral,  elevar  su  espíritu  por  la  presentación  de  obras 
de  arte,  todo  esto  es  sano,  es  bello,  es  armónico  con  las  tendencias  comunes  á  las 
almas  serenas  y  superiores.  Pero  escribir  para  atraer  la  atención,  escribir  extrava- 
gancias, como  los  simbolistas,  es  un  verdadero  delito  contra  la  razón  y  el  buen  gusto. 

Aquí  tenemos  este  libro :  está  escrito  en  castellano,  franco,  abierto,  sin  ridículos 
rebuscamientos  de  frases,  está  escrito  con  el  deseo  de  comunicar  pensamientos  á  la 
sociedad,  y  no  con  el  de  ocultarlos,  como  parecen  desear  los  simbolistas. 

La  historia  Argentina  no  ha  sido  aun  escrita ;  los  libros  que  sobre  esos  fenómenos 
tenemos  responden  á  impresiones  personales,  interesadas  y  apasionadas.  Son  libros 
de  partido,  y  no  es  posible,  por  el  momento,  conseguir  otra  cosa.  Pero  los  materiales 
de  esa  historia  están  ahí,  desparramados,  pero  vivos.  En  los  archivos  de  las 
provincias,  en  la  correspondencia  que  todavía  no  puede  hacerse  pública,  en  los 
testimonios  irrecusables  que  han  dejado  los  hombres  y  los  sucesos,  que  ningún 
partido,  ni  voluntad,  ni  filosofía  podrán  alterar 

El  señor  Lassaga,  autor  de  la  vida  del  general  Estanislao  López,  el  antiguo  seóí?^ 
feudal  de  Santa  Fe,  aumenta  ahora  su  valiosa  contribución  á  los  estudios  históricos 
con  el  libro  que  motiva  estas  líneas.  No  podemos,  pues,  escatimarle  nuestras  feli<^|" 
taciones,  tanto  por  el  objeto  que  le  ha  movido  á  escribir,  que  es  de  los  más  patrioft* 
eos,  cuanto  por  el  criterio  tranquilo,  superior  y  reposado  con  que  ha  llevado  á  cabo 
su  obra.  La   Tribuna,  31/10/96. 


sCOS  REJAMOS 
CARLOS    GUIDO  Y   SPANO 


6m  ihitinmiit  it  hln  i  Eimi,  I  ttM  ■■  S"  Mfor  di  1Í3  p 


Que  aun  hago  versos!     Favo 
De  las  hermanas  divinas. 
¡Cómo!  ¿De  pálidas  flores 
No  se  adornan  las  ruinas? 

Dulce  es  soñar  en  la  tarde 
Descendiendo  el  verde  monte, 
Cuando  en  áureas  luces  arde 
Y  desmaye  el  horizonte. 


Dulce  al  crepúsculo,  errandi 
Por  las  cañadas  estrechas, 
Dar  al  viento,  recordando 
Melancólicas  endechas. 


Ya  vendrá  le  noche, 
Ni  más  canto,  ni  más  ruido; 
Graves  las  cuerdas  de  bronce 
Dirán  al  romperse  ¡olvido! 


Da  "  ECOS  LEJAHOS"  pa>*  Carla*  Buido  y  SpsMo 


a 


NARRACIONES" 


1845—1846-184'/ 


SINIESIS 

POR 


-■Aftr- 


La  casa  editora  de  ^Jacobo  Peuser,  ha  puesto  eñ  venta  en  un  elegante 
volumen  en  4^  de  270  páginas  nítidamente  impreso  y  de  buen  pa^el,  una  ídt 
teresante  obra  del  señor  Federico  de  la  Barra,  que  por  su  índole  encontrará 
muchos  favorecedores.  El  señor  de  la  Barra,  relata  en  el  libro  algfunos  secesos 
comprendidos  entre  1845  y  1487,  las  épocas  más  importantes  4el  período  re- 
sista. Habiendo  actuado  en  aquella  época,  se  comprende  que  el  autor  dé  á 
sus  narraciones  toda  la  expresión  y  todo  el  colorido  necesario  á  cuadros  pe. 
pintados  por  otros  autores,  resultaráh  menos  vivos  y  menos  It^cidos.^    ' 

La  primera  parte  comprende  una  Introducción,  que  abraíca  rápidamente  la 
narración  compendiada  de  la  coalición  concertada  en  1845  por  el  gobierno  del 
Paraguay  con  el  gobierno  de  Corrientes,  presidido  por  D.  Joaquín  Madariaga. 
para  dirigir  una  cruzada  contra  la  dictadura  de  D.  Jua^  Manuel  ¿«  Eósas^  á 
cuyo  frente  y  mando  absoluto  se  puso  al  general  D.  José  M.*  Paz,  y  h  tras-' 
lación  del  ejército  paraguayo  á  Corrientes  bajo  el  mando ,  absoluto  dfe  Solano 
López,  joven  de  diez  y  siete  años,  concentrándose  poderosos  elementos  de 
guerra  para  acometer  aquella  valiente  empresa.  Invade  el,  general  Urquiza  áf 
Corrientes  para  atacar  las  fuerzas  coaligadasr  El  ^general  Paz  se  retira  al 
norte,  buscando  la  ocupación  de  una  posesión  ventajosa  á  la  espera  del  enemigo. 
Retírase  el  general  Urquiza  sin  aventajar^  un  combate.  Desmoralizacióh  y 
disolución  del  ejército  correntino.  El  general  Paz  abandona  la  provincia  y  se 
ausenta  al  Brasil.  '  %  . 

Esa  Introducción  es  punto  de  partida  de  las  narraciones  que  se  sipeü.: 
entre  ella  se  revela  la  idea  y  el  propósito  de^  general. ífrquiza  de  substitair 
aI  general  Paz  en  la  cruzada,  reavivando  la  alianza.  Acuei*da  la  paz  con  }Ia- 
dariaga  y  se  firma  el  tratado  Alvaráz,  que  es  el  mismo  pacto  cuadrilátero  de 
1831.  Rosas  contraria  el  pacto,  mostrando,  en  una  serie  de  acto^,  qué  sospe- 
cha los  designios  de  Urquiza.  .  -  ^        '-  ■^' 

Diversas  negociaciones  fracasan,  mantenidas  para  ganar  tiempo.  El  Para- 
guay duda  la  renovación  de  la  alianza,  y  Urquiza,  conminado  por  Rosas  para 
atacar  á  Corrientes,  abre  su  segunda  campaña  y  libra  la  batalla  de  "Vences'". 
Relación  de  las  operaciones  del  combate.  Cuadros  diversos  de  la  derrota  ; 
incidentes  personales  ;  lucha  azorosa  por  la  vida ;  narraciones  anecdóticas ;  pe- 
ripecias de  una  fuga.  Asilo  en  el  Paraguay. .  Otra  vez  Solano  López.  *A  través 
de  la  República :  costumbre  de  aquel  tiempo,  descripciones  del  país,  tendencias^ 
de  militarización.  A  orillas  del  histórico  ".Tacuarí'\  La#í'''tierras  altas :  bellezas 
de  perspectiva.  Las  Misiones :' visitas  á' las  ruinas  y  á:las  j^oblaciones.  Tra- 
vesía por  el  Territorio  de  las  Misiones  argentinas ;  travesía  de  los  ríos  Paraná 
y  Uruguay.  Desde  las  Misiones  brasileñas  -^  salud  á  IQiDpeyú.  Realización  del 
pensamiento  cortejado  en  Corrientes^  Cruzada  dp  Cabros  con  otros  aliados. 
Rasgos*  de  la  organización  naewiíal.  -   ,         ♦    '    ^    :  » 

.Precio  de  la  obra  . .' . . . '» . . V. ..; . .  .*.  w . . ..-,..... :  .$  5.  — 

Para  el  interior,  iñcjuea  flete  '.•. ....,...»..:.  «^ ,,5.50 


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