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Full text of "Primer siglo guadalupano; documentación indígena y española (1531-1648)"

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»         JESÚS  GARCÍA  GUTIÉRREZ 

PRESBÍTERO 
Mí 

PRIMER  SIGLO 
GUADALUPANO 

DOCUMENTACIÓN  INDÍGENA  Y  ESPAÑOLA 

(1531-1648) 


MEJICO 

1931 


 i 


THEOtOGlCAL  SEMINARV 


66u   .Go  ^lü  liíji 

Garc  ia  Guti  errez,  Jes  us, 
1875- 

Primer  siglo  guadalupano 


PRIMER  SIGLO  GUADALUPANO 


JESÚS  GARCÍA  GUTIÉRREZ 

PRESBÍTERO 


PRIMER 
SIGLO  GUADALUPANO 


DOCUMENTACION  INDIGENA  Y  ESPAÑOLA 


(1531-1648) 


LIBHARY  OF  PRINCETON 


JUL  2  1  2000 


THEOLOGICAL  SEMINARY 


MEJICO 
1931 


SECRETARIA 
DEL 
ARZOBISPADO 
DE 
MEXICO 


37/4297 


México,  22  de  Agosto  de  1931. 


Visto  el  dictamen  del  Censor,  concede- 
mos la  licencia  necesaria  para  que  pueda 
imprimirse  la  obra  titulada  "Primer 
Siglo  Guadalupano,"  escrita  por  el  Sr. 
Pbro.  D.  Jesús  García  Gutiérrez. 

Lo  decretó  el  Excmo.  Sr.  Arzobispo. 


Doy  fe 


Pedro  Benavides. 
Srio. 


lUP.     PATRICIO  SANZ- — TLALPAN,  D.  F. 


Señor  don  ALFONSO  JUNCO. 

Méjico,  D.  F. 

Mi  bien  querido  amigo: 

Es  tan  grande  la  participación  que  ha  tenido 
usted  en  mi  "Primer  siglo  guadalupano*'  desde 
sugerirme  la  idea  de  escribirlo  y  casi  compelerme 
a  hacerlo,  hasta  llevarlo  usted  mismo  a  la  impren- 
ta, que  no  puedo  pagarle  con  inenos  que  con  hacer 
constar,  como  lo  hago,  que,  si  sale  de  estampa,  a 
usted  se  le  debe.  Y  porque  no  se  ensoberbezca  con 
esta  mi  declaración  pública,  quiero  añadir  que  no 
la  hago  para  adularlo,  sino  para  cumplir  con  una 
obligación  de  justicia,  y  para  que,  si  como  lo  es- 
pero fundadamente,  el  público  silba,  comparta 
u^ted  conmigo  los  silbidos.  ¡Bien  se  lo  ha  gaviado! 

Conque  no  me  lo  agradezca,  pero  mande  como 
siempre  a  su  amigo  que  bien  le  quiere, 

JESUS  GARCIA  GUTIERREZ. 

En  Tacubaya,  el  12  de  septiembre  de  1931. 


PROLOGO 


EL  IV  CENTENARIO  de  las  apariciones  de  la 
Virgen  Santa  María  de  Guadalupe  es  tiem- 
po a  propósito  para  escribir  sobre  temas 
que  ilustren  su  historia  y  muevan  a  sus 
buenos  hijos  a  amarla  más  y  más. 

Con  este  doble  fin  he  recogido  documentos  que 
se  refieran  directamente  a  la  Virgen  Santísima 
de  Guadalupe  y  que  sean  como  otros  tantos  es- 
labones de  una  cadena  que,  partiendo  de  1531, 
año  de  las  apariciones,  lleguen  hasta  1648,  año 
en  que  salió  de  las  prensas  la  primera  historia 
guadalupana. 

Dos  géneros  de  documentos  forman  esta  cade- 
na: los  de  procedencia  indígena  y  los  de  proce- 
dencia española,  y  pongo  en  primer  lugar  los  de 
procedencia  indígena  porque,  como  advierte  con" 
toda  razón  nuestro  Becerra  Tanco  ("Felicidad  de 
Méjico,"  p.  25  de  la  edición  de  1675,  que  es  la 
que  uso),  **las  noticias  que  hay  en  esta  ciudad 
(de  Méjico)  acerca  de  la  aparición  de  la  Virgéñ 
María  nuestra  Señora  y  del  origen  de  su  mila- 
grosa imagen  que  se  dice  de  Guadalupe,  quedaron 
más  vivamente  impresas  en  la  memoria  de  los 
naturales  mejicanos,  por  haber  sido  indios  a  los 
que  se  apareció,  y  así  la  conservaron  como  suceso 
memorable  en  sus  escritos  y  papeles,  entre  otras 
historias  y  tradiciones  de  sus  mayores." 

Acerca  de  estos  documentos  indígenas  debo  ad* 
vertir:  . 
I. — Que  ha  faltado  hasta  ahora  la  mano  piado- 
,  sa,  pero  experimentada,  de  un  hábil  nahuatlato 


-~6  — 


que  recoja  los  que  todavía  nos  quedan  o  en  sus 
originales  o  en  sus  copias  dignas  de  fe  y  los  res- 
tituya a  su  prístina  pureza,  porque  acaso  los  que 
no  se  conservan  sino  en  copias,  por  haber  andado 
aquí  y  allá  en  manos  de  copistas  no  siemre  hábi- 
les, hayan  sufrido  en  las  palabras  alguna  altera- 
ción que  trascienda  al  sentido  de  la  frase. 

II. — Que  por  la  razón  expuesta  no  existe  hasta 
la  fecha  una  traducción  uniforme  y  autorizada 
de  esos  textos,  sino  que  cada  uno  de  los  autores 
que  los  ha  citado  los  ha  traducido  o  hecho  tra- 
ducir como  a  su  juicio  lo  ha  creído  mejor,  de  lo 
que  ha  resultado  que  quien  se  ponga  ahora  a  re- 
coger esos  testimonios  para  formar  una  colección, 
que  es  el  caso  mío,  se  encuentra  con  que  un  mis- 
mo documento  ha  sido  traducido  de  dos  y  hasta 
tres  maneras  diferentes,  y  aun  se  ha  dado  el  caso 
de  que  un  documento  que  un  autor  cita  para  com- 
probar la  verdad  de  las  apariciones  guadalupa- 
nas,  otro  lo  cita  para  pretender  demostrar  su 
falsedad,  y  no  porque  el  mismo  documento  sirva 
para  los  dos  fines,  sino  porque  una  palabra  que 
uno  traduce  de  una  manera  otro  la  traduce  dé 
manera  diferente  y  aun  contraria.  En  el  reciente 
libro  del  señor  licenciado  don  Primo  Feliciano 
Velázquez  sobre  "La  aparición  de  Santa  María 
de  Guadalupe,*'  se  pueden  encontrar  ejemplos  de 
dos  y  hasta  tres  traducciones  distintas  y  de  re- 
construcciones de  palabras  alteradas  por  copistas. 

Por  esto  y  porque  no  soy  nahuatlato,  ni  mucho 
menos,  en  cada  caso  me  limitaré  a  copiar  la  tra- 
ducción que  a  mi  juicio  merezca  mayor  fe,  por 
las  noticias  que  tenga  yo  del  traductor,  dejándole 
la  responsabilidad  de  su  traducción  y  remitiendo 
al  lector  a  otras  de  que  tenga  yo  noticia,  para  que 
haga  las  comparaciones  que  bien  le  parecieren. 

También  es  de  advertir  que  es  enteramente 
inútil  pretender  encontrar  en  cada  uno  de  los 


documentos  que  se  citan  la  historia  pormenori- 
zada de  las  apariciones  y  un  acto  de  fe  en  su 
verdad  y  carácter  sobrenatural,  porque  aun  nos- 
otros, después  de  cuatro  siglos  de  fe  guadalupana, 
no  siempre  que  aludimos  a  la  Virgen  María  en 
esta  advocación  decimos  que  se  apareció  a  Juan 
Diego  y  que  creemos  que  sus  apariciones  fueron 
sobrenaturales,  pero  a  través  de  documentos  de- 
bidamente estudiados  veremos  resaltar  la  fe  en 
la  verdad  de  ellas.  Así,  por  ejemplo,  en  ninguno 
de.  los  tres  concilios  provinciales  mejicanos  se 
habla  una  palabra  de  las  apariciones  guadalupa- 
nos,  por  la  sencilla  razón  de  que  no  es  asunto  que 
toque  a  la  disciplina  de  la  Iglesia,  única  cosa  en 
que  entienden  los  concilios  provinciales*  pero  si 
se  les  estudia  con  atención  e  imparcialidad,  se 
convence  uno  de  que  los  prelados  que  los  celebra- 
ron creían  en  la  verdad  de  las  apariciones. 

Finalmente,  en  un  apéndice  encontrará  el  lec- 
tor breve  noticia  de  las  principales  obras  que  se 
han  escrito  sobre  la  historia  guadalupana. 

Y  hechas  estas  advertencias,  no  me  queda  sino 
decir  a  la  Virgen  María,  del  fondo  de  mi  corazón 
agradecido:  Dignare,  me,  laudare  Te,  Virgo  so- 
crata. 


PARTE  PRIMERA 
DOCUMENTACION  INDIGENA 


Introducción. 

DICE  nuestro  Becerra  Tanco  en  su  clásica 
''Felicidad  de  Méjico"  a  propósito  de  la 
documentación  indígena:  "En  dos  mane- 
ras acostumbraban  los  naturales  de  este 
reino  (especialmente  los  mejicanos)  a  conservar 
las  noticias  de  sus  historias,  leyes,  autos  jurídicos 
y  tradiciones  de  sus  mayores,  según  lo  acostum- 
bran las  naciones  racionales  del  orbe.  La  una  era 
por  pinturas  de  los  sucesos  que  las  admiten;  és- 
tas figuraban  muy  al  vivo  con  bultos  pequeños 
en  un  género  de  papel  grueso  que  hacían,  muy 
semejante  al  que  nosotros  llamamos  papel  de  es- 
traza, o  en  pieles  de  ciervos  o  de  otros  animales 
brutos,  que  curtían  y  aparejaban  para  este  mi- 
nisterio, a  modo  de  pergamino  adobado .  . . 

"Estas  pinturas  eran  y  son  tan  auténticas  como 
los  escritos  de  nuestros  escribanos  públicos . .  . 

"El  segundo  modo  que  observaban  los  natura- 
les para  que  no  se  perdiese  la  memoria  de  los 
casos  memorables,  y  que  fuesen  pasando  de  pa- 
dres a  hijos  por  dilatados  siglos,  era  por  medio 
de  unos  cantares  que  componían  los  mismos  sa- 
cerdotes en  cierto  género  de  versos,  que  iban  aña- 
diendo a  trechos  algunas  interjecciones  no  sig- 
nificativas, que  servían  para  la  cadencia  sola  de 
su  canto. . 

Y  viniendo  después  a  precisar  en  particular  los 
documentos  de  que  tenía  noticia,  añade :  "...  digo 
y  afirmo  que  entre  los  acaecimientos  memorables 
que  escribieron  los  naturales  sabios  y  provectos 


—  12  — 


del  colegio  de  Santa  Cruz  Tlatelolco),  que  por 
la  mayor  parte  fueron  hijos  de  principales  y  se- 
ñores de  vasallos,  pintaron  a  su  usanza  para  los 
que  no  sabían  leer  nuestras  letras  con  sus  anti- 
guas figuras  y  caracteres,  y  con  las  letras  de 
nuestro  alfabeto  para  los  que  sabían  leerlas,  la 
milagrosa  aparición  de  nuestra  Señora  de  Gua- 
dalupe y  su  bendita  imagen."  (Págs.  25,  27,  29). 

Tenemos,  pues,  por  confesión  de  persona  tan 
autorizada  como  el  Br.  Becerra  Tanco,  tres  gé- 
neros de  documentos  indígenas,  a  saber:  los  ma- 
pas o  pinturas,  los  cantares,  y  las  relaciones  es- 
critas con  letras  de  nuestro  alfabeto. 

Vamos  a  precisar  someramente  lo  que  sabemos 
sobre  cada  uno  de  estos  tres  géneros  de  documen- 
tos. 


I 

Mapa  de  Don  Fernando  de  Alva. 

Don  Fernando  de  Alva  Ixtlixóchitl  fué  un  indio 
descendiente  de  los  reyes  de  Texcoco,  cuyo  ape- 
llido llevaba,  y  en  el  sentir  de  nuestro  Beristain, 
"fué  el  más  instruido  en  la  lengua,  historia  y 
antigüedades  de  su  gente,  de  cuantos  han  tratado 
estas  materias.  Escritor  tan  verídico  y  .exacto  que 
nada  dijo  que  no  comprobase  con  los  mapas  y 
pinturas  que  poseía  originales  y  había  heredado 
de  sus  mayores."  (Biblioteca  hispano  americana, 
V.  Alba  D.  Fernando). 

Refiriéndose  a  este  señor  dice  Becerra  Tanco: 
"Un  mapa  de  insigne  antigüedad,  escrito  por  fi- 
guras y  caracteres  antiguos  de  los  naturales,  en 
que  se  figuraban  sucesos  de  más  de  300  años  an- 


—  la- 


tes que  aportasen  los  españoles  a  este  reino  y 
muchos  años  después,  certifico  haber  visto  y  leí- 
do (con  unos  renglones  añadidos  de  nuestras  le- 
tras en  el  idioma  mejicano  para  mejor  inteligen- 
cia suya)  en  poder  de  Don  Fernando  de  Al  va, 
intérprete  que  fué  del  Juzgado  de  Indios,  de  los 
señores  virreyes  de  este  gobierno,  hombre  muy 
capaz  y  anciano,  y  que  entendía  y  hablaba  con 
eminencia  la  lengua  mejicana  y  tenía  entera  no- 
ticia de  los  caracteres  y  pinturas  antiguas  de  los 
naturales,  y  por  ser  de  prosapia  ilustre  y  descen- 
diente por  la  parte  materna  de  los  reyes  de  Tez- 
cuco,  hubo  y  heredó  de  sus  progenitores  muchos 
mapas  y  papeles  historiales,  en  que  se  referían 
los  progresos  de  los  antiguos  príncipes  y  señores : 
y  entre  los  sucesos  acaecidos  después  de  la  paci- 
ficación de  esta  ciudad  y  reino  mejicano,  estaba 
figurada  la  milagrosa  aparición  de  nuestra  Seño- 
ra y  su  bendita  imagen  de  Guadalupe."  ("Felici- 
dad de  Méjico,''  p.  29). 

Es  de  fuerza  decisiva  este  testimonio  solemne 
de  hombre  tan  probo  y  concienzudo  como  Becerra 
Tanco. 


II 

Mapa  de  Doña  Juana  de  la  Concepción. 

El  cuarto  testigo  que  recibieron  los  jueces  de 
las  informaciones  guadalupanas  de  1666  fué  "una 
india  muy  vieja,  que  mediante  y  por  lengua  de 
los  dichos  cuatro  intérpretes  dijo  llamarse  doña 
Juana  de  la  Concepción.  .  .  y  que  es  hija  legítima 
de  don  Lorenzo  de  San  Francisco  Tlaxtlatzontli 


—  14  — 


y  de  doña  María  de  los  Angeles,  principales  y 
grandes  caciques  de  este  dicho  pueblo..."  (Cuau- 
titlán). 

Esta  india  declaró  que  por  ser  su  padre  caci- 
que "era  el  primero  que  sabía  las  cosas  que  su- 
cedían, así  en  la  ciudad  de  Méjico  como  en  todos 
estos  contornos,  y  era  un  indio  tan  curioso  que 
todo  ello  lo  asentaba  y  ponía  en  mapas,  que  entre 
ellos  llamaban  escrituras,  con  otras  muchas  cu- 
riosidades, y  que  tenía,  si  mal  no  recuerda,  asen- 
tada la  aparición  de  la  Virgen  Santísima  de  Gua- 
dalupe, por  haberse  aparecido  a  Juan  Diego,  indio 
natural  de  este  dicho  pueblo,  del  barrio  de  Tlaya- 
cac,  que  el  dicho  su,  padre  conocía  muy  bien,  y 
a  María  Lucía  su  mujer,  y  a  Juan  Bernardino 
su  tío;  que  todo  ello  lo  tenía  escrito  y  en  mapas, 
y  que  en  dos  ocasiones  lo  robaron  ladrones  y  le 
llevaron  cuanto  tenía  de  dineros  y  otras  cosas,  y 
entre  ello  todos  los  dichos  papeles  y  mapas,  (que 
guardaba  más  que  toda  su  hacienda),  así  de  las 
tierras  y  casas,  barrios  y  sujetos  de  este  dicho 
pueblo,  como  los  que  tocaban  a  la  dicha  aparición 
de  la  soberana  reina  del  cielo  y  madre  de  Dios 
de  Guadalupe..."  ("Informaciones  sobre  la  mi- 
lagrosa aparición..."  1889.  Amecameca,  p.  36). 

Dos  cosas  son  de  advertir  en  el  presente  testi- 
monio. La  primera,  la  existencia  de  un  mapa, 
que  puesto  que  dijo  de  él  que  si  mal  no  se  acuer- 
da^ no  quiero  dar  por  segura,  sino  solamente  por 
probable;  y  la  segunda,  el  testimonio  de  que  su 
padre  conoció  a  Juan  Diego,  a  María  Lucía  y  a 
Juan  Bernardino  y  supo  haberse  aparecido  a  los 
dos  indios  la  Virgen  de  Guadalupe,  y  de  esto  no 
dijo  que  si  mal  no  se  acuerda. 


—  15  — 


III 

Documentos  del  caballero  Boturini. 

En  los  primeros  meses  de  1736  llegó  a  la  ciu- 
dad de  Méjico  el  caballero  italiano  don  Lorenzo 
Boturini  Benaducci. 

Habiendo  conocido  la  imagen  de  la  Virgen  San- 
ta María  de  Guadalupe  concibió  la  idea  de  escri- 
bir su  historia  documentada,  y  para  ello  gastó 
tiempo  y  dinero  en  recorrer  parte  del  país,  y 
particularmente  pueblos  de  indios,  en  demanda 
de  documentos  antiguos  guadalupanos,  y  logró 
adquirir  tal  cantidad  de  ellos  y  de  documentos  de 
historia  antigua  de  Méjico  que  formó  una  muy 
rica  colección. 

Por  circunstancias  que  no  es  dej  caso  referir, 
le  fueron  decomisados  todos  sus  documentos  y  él 
fué  deportado  a  España  en  1743,  pero  nos  quedan 
los  inventarios  que  en  diversas  épocas  mandó  for- 
mar el  gobierno  de  los  instrumentos  que  le  deco- 
misó y  que  se  publicaron  en  los  Anales  del  Museo 
Nacional,  en  el  número  correspondiente  a  los 
meses  de  enero  a  marzo  de  1925,  y  en  el  "Catá- 
logo del  museo  histórico  indiano"  que  el  mismo 
Boturini  formó  de  memoria  en  Madrid  y  publicó 
como  apéndice  de  su  "Idea  de  una  historia  gene- 
ral de  la  América  septentrional."  De  estas  dos 
fuentes  saco  el  testimonio  de  los  siguientes  docu- 
mentos, de  que  fué  dueño  Boturini: 

a) — En  la  p.  152  de  su  "Idea  general"  men- 
ciona "un  mapa  de  lienzo  de  algodón,  grande 
como  una  sábana,  donde  en  varios  cuarteles  se 
dibujan  la  conquista  general,  las  cuatro  partes 
del  territorio  tlaxcalteco ;  los  gobernadores  espa- 
ñoles que  hubo  en  la  misma  ciudad  y  provincia 
de  Tlaxcala  hasta  los  tiempos  en  que  vivía  el  his- 
toriador; las  armas  de  los  monarcas  católicos  y 


—  le- 


al pié  de  ellas  las  de  la  dicha  ciudad;  y,  lo  que 
más  me  embelesa,  la  imagen  de  nuestra  Señora 
y  Patrona  de  Guadalupe,  con  la  perspectiva  de 
su  primera  ermita.  Tendrá  esta  pieza  antigua 
digno  lugar  en  las  historias,  así  de  Guadalupe 
como  de  la  conquista..."  Me  parece  que  este 
mapa  es  el  mismo  que  describe,  con  diferencias 
cortas  y  muy  explicables,  en  el  N*?  2  del  Párr. 
XXXI  de  su  católogo,  p.  73. 

b)  — En  el  2  del  Párr.  XXXV  del  catálogo, 
con  la  acotación  marginal  de  "original,''  mencio- 
na "un  manuscrito  en  lengua  náhuatl.  Trata  de 
muchas  cosas  pertenecientes  al  imperio  mejicano, 
y  en  unos  pocos  renglones,  con  estilo  conciso  (co- 
mo lo  demás),  refiere  haberse  aparecido  la 
Santísima  Señora  en  el  cerro  del  Tepeyac.  No 
puso  el  autor  de  ella  correctos  los  números  ará- 
bigos del  año  en  que  sucedió  la  aparición,  pero 
la  historia  es  antigua,  fidedigna,  y  lo  probaré  en 
dicho  prólogo." 

c)  — En  el  N-?  3  del  mismo  párrafo  cita:  "otros 
dos  manuscritos  en  lengua  náhuatl,  que  están 
citados  en  las  piezas  sueltas  de  la  historia  del 
imperio  mejicano.  Mencionan  en  cortos  renglones 
la  aparición  en  el  año  que  le  toca ;  no  puedo,  hu- 
manamente acordarme  cuáles  sean  dichas  piezas 
sueltas.  Probaré  la  antigüedad  de  ellas  en  el 
prólogo  referido." 

d)  — En  el  inventario  citado  arriba,  el  encar- 
gado de  hacerlo,  Patricio  Antón  López,  anotó  en 
la  partida  40  del  inventario  S*?,  quince  fojas  de 
las  cuales  "se  hallan  diferentes  cantares  en  lengua 
mejicana  y  española  en  elogios  de  la  misma  apa- 
rición; y  entre  ellos  una  copia  simple  del  testa- 
mento de  dicho  Juan  Diego  con  un  mapa,  y  en 
él  una  iglesia,  y  en  su  atrio  un  religioso  fran- 
ciscano y  un  indio  como  que  le  está  exhortando: 


—  17  — 

pertenece  al  pueblo  de  San  Juan  Bautista,  de  uno 
de  los  circuitos  de  esta  corte." 

No  se  ha  estudiado  suficientemente  la  que  fue 
colección  de  Boturini.  Por  los  inventarios  qjue  de 
ella  se  hacían  de  tiempo  en  tiempo  es  fácil  ir 
notando  cómo  iba  disminuyendo,  en  parte  por  la 
destrucción  que  es  natural  dados  el  transcurso 
del. tiempo  y  el  poco  o  ningún  cuidado  que  con 
ella  se  tenía,  pero  en  parte  también  porque  no 
faltaban  quienes  fueraji  sustrayendo  documentos. 
De  entre  los  que  aun  existen  y  se  pueden  iden- 
tificar, hay  algunos  ciertamente  en  la  Biblioteca 
Nacional  de  París,  otros  vi  hace  pocos  años  en 
la  de  la  Basílica;  en  el  Museo  Nacional  se  con- 
servan unos  cuantos;  y  tal  vez  algunos  de  los 
citados  aquí,  sobre  todo  de  los  anales,  existan 
todavía  y  sean  conocidos  y  citados  por  los  nom- 
bres de  sus  actuales  poseedores,  aunque  no  sea 
tarea  fácil  la  de  identificarlos. 

Otra  advertencia  quiero  hacer  y  es  que  los  in- 
ventarios de  Patricio  Antón  López  no  fueron  he- 
chos con  el  cuidado  y  minuciosidad  que  fueran 
de  desearse,  y  así  estoy  casi  seguro  de  que  el 
testamento  de  Juan  Diego  de  que  habla  y  que 
ninguno  otro  cita,  era  alguno  de  los  varios  tes- 
tamentos en  los  que  se  cita  a  Juan  Diego. 


Anales. 

De  tanta  importancia  como  los  mapas  son  los 
anales,  porque,  como  dice  Becerra  Tanco,  "des- 
pués que  los  indios  supieron  leer  y  escribir  con 
las  letras  de  nuestro  alfabeto,  muchos  de  ellos 
escribieron  en  su  idioma  mejicano  las  cosas  me- 
morables que  fueron  acaeciendo,  y  las  antiguas 
que  copiaron  de  sus  mapas  y  pinturas,  de  que  se 


2 


—  18  — 


han  valido  varones  píos^  y  religiosos  para  escribir 
las  historias  de  estas  provincias,  dándoles  entera 
fe  y  crédito." 

Y  don  José  Fernando  Ramírez  decía  a  su  vez 
a  este  propósito:  **Los' analistas  eran  indios,  to- 
dos mejicanos:  y  aunque  daban  a  su  obra  una 
forma  análoga  a  la  que  emplearon  los  antiguos 
con  su  escritura  jeroglífica,  se  reconoce  luego 
que  sólo  poseían  nociones  muy  vulgares  e  incom- 
pletas. En  consecuencia  nq,  hay  que  atenerse  cie- 
gamente a  su  concordancia  entre  el  calendario 
mejicano  y  el  común.  Este  es  punto  de  suma  di- 
ficultad y  que  ha  embarazado  los  mejores  inge- 
nios y  que  todavía  nos  mantiene  en  grandes  in- 
certidumbres.''  (Citado  por  Cuevas  S.  J.  en  su 
"Album  histórico,'^  Méjico,  1931,  p.  47). 

Sin  embargo,  creo  que  no  hay  que  dar  a  estas 
palabras  mayor  alcance  que  el  que  tienen  de 
suyo,  y  no  se  diga  que  porque  no  hay  que  atener- 
se ciegamente  a  la  correspondencia  entre  el  ca- 
lendario de  los  indios  y  el  común,  anden  siempre 
.  equivocados  los  anales,  sino  que  hay  que  citarlos 
con  la  debida  prudencia  y  aplicarles  la  crítica 
histórica. 

Esto  supuesto,  veamos  cuáles  anales  nos  quedan  , 
y  el  valor  que  tienen. 


IV 

Anales  de  Bartolache. 

El  Dr.  D.  José  Ignacio  Bartolache,  descubrió 
en  la  biblioteca  de  la  Real  Universidad  un  "cua- 
dernillo manuscrito,  en  octavo,  forrado  en  papel 
negro,  con  veinticinco  fojas  útiles,  que  llevaban 
al  margen  diversas  figuras  pintadas  de  pluma 
con  tinta.  . "Corre  dicho  añalejo  desde  el  año 


—  19  — 

de  1454  hasta  1737,  inclusive.  Es  copia  y  consta 
haberse  sacado  en  Tlaxcala,  según  manifiesta  la 
foja  vuelta  que  precede  al  texto  mejicano  ante- 
cedente. . 

Pues  bien,  en  ese  cuaderno  y  a  ff.  7  "se  halla 
el  artículo  siguiente:  ''Acaxiuitl  1531.  Otlaman- 
que.in  caxtilteca  in  cuitlaxcuapa  Ciudad  de  los 
Angeles,  ihuan  in  Juan  Diego  oquimo  tenextilli 
intlazocihuapilli  de  Guadalupe  México  motocayo- 
tia  Tepeyacac,"  que,  según  el  mismo  doctor,  "a 
la  letra  quiere  decir  en  castellano:  que  el  año  13 
cañas  (porque  trae  figurada  la  característica  de 
la  caña  y  debajo  el  número  13,  que  corresponde 
al  1531)  los  españoles  tomaron  posesión  de  Cui- 
tlaxcuapa, ciudad  de  los  Angeles;  y  Juan  Diego 
manifestó  a  la  amada  Señora  de  Guadalupe  de 
Méjico;  llamábase  Tepeyacac." 

*'Y  a  fojas  9  del  mismo  añalejo  corre  este  otro, 
igualmente  corto  y  sencillo  capítulo:  Tecxia  — 
1548  —  Omomiquili,  Juan  Diego,  ynoquimonex- 
tilli,  y  Tlazocihuapilli  Guadalupe  México.  Oteci- 
huilo  nistac  tepetl.  Quiere  decir:  que  en  el  año 
ocho  pedeimal  (que  coincidió  con  el  de  1548) 
murió  Juan  Diego,  a  quien  se  apareció  la  amada 
Señora  de  Guadalupe:  y  cayó  una  granizada  en 
cerro  blanco."  ("Manifiesto  satisfactorio."  Mé- 
jico, 1790,  pgs.  37,  69  y  II  del  apéndice). 

El  licenciado  don  Primo  Feliciano  Velázquez 
da  unas  traducciones  que  no  difieren  en  lo  subs- 
tancial de  estas  del  doctor  Bartolache.  (Pág.  68). 

Y  si  alguno  dijere  que  "si  el  añalejo  de  Bar- 
tolache llegaba  hasta  1737,  la  copia  era,  cuando 
menos,  de  esa  fecha,  que  es  precisamente  la  de 
la  peste,  que  íue  causa  u  ocasión  de  la  jura  del 
patronato  de  nuestra  Señora  de  Guadalupe,"  y 
que  "muy  fácil  fue  añadir  entonces  en  la  copia 
estos  pasajes,  al  frente  de  los  signos  correspon- 
dientes," le  respondo:  lo  primero,  que  no  en  bal- 
de dicen  los  filósofos  que  lo  que  gratuitamente 


—  20  — 


se  afirma,  gratuitamente  se  niega;  y  lo  segundo, 
que  el  doctor  Bartolache  no  pecaba,  ciertamente, 
ni  de  crédulo,  ni  de  guadalupano,  y  a  mayor 
abundarniento  hizo  que  el  secretario  de  la  Uni- 
versidad certificara  en  debida  forma  la  descrip- 
ción del  cuaderno  y  las  copias  de  los  textos,  como 
deben  saberlo  cuantos  manejan  el  "Manifiesto 
satisfactorio,"  y  era  muy  difícil  que  a  los  dos 
escapara  una  superchería  semejante. 


V 

Anales  de  la  Catedral. 

El  meritísimo  guadalupano  presbítero  doctor 
don  Agustín  de  la  Rosa,  dice  que  en  la  biblioteca 
de  la  Catedral  de  Méjico  había  otros  anales 
distintos  de  los  de  Bartolache.  He  aquí  sus  pala- 
bras: ("Dissertatio  histórico-theológica,"  Guada- 
lajara,  1898,  p.  98)  : 

''En  la  biblioteca  de  la  catedral  de  Méjico  exis- 
tieron también,  (no  sé  si  todavía  existirán)  unos 
anales  tlaxcaltecas,  en  los  cuales  se  dan  también 
dos  veces  y  en  los  mismos  años,  testimonios,  si- 
quier brevísimos  de  la  aparición  de  la  Virgen  de 
Guadalupe.  En  el  "Museo  mejicano,"  manuscrito 
en  que  se  encuentran  otras  muchas  noticias  rela- 
tivas a  nuestra  historia,  vi  esa  traducción  y  los 
textos  en  mejicano. 

"A  primera  vista  cualquiera  diría  que  esos  ana- 
les son  los  mismos  de  que  hablan  Bartolache, 
Oquendo  y  Tornel;  el  manuscrito  del  "Museo 
mejicano"  demuestra  que  se  trata  de  anales  dis- 
tintos. Y,  en  efecto,  los  de  Bartolache  narran  he- 


—  21  — 


chos  de  1454  a  1737;  los  de  la  catedral  llegan 
hasta  1739,  y  aunque  narran  hechos  anteriores 
a  1519,  pero  no  determinan  los  años,  que  sola- 
mente comienzan  a  determinar  a  partir  de  este 
último,  y  aun  cuando  en  unos  y  en  otros  se  lee 
la  aparición  de  la  Virgen  de  Guadalupe,  pero  no 
solamente  no  la  cuentan  con  las  mismas  palabras, 
sino  que  hay  cosas  que  unos  añaden  y  otros  omi- 
ten, todo  lo  cual  demuestra  que  se  trata  de  anales 
distintos,  y  esto  se  verá  más  claramente  si  se 
comparan  sus  textos. 


ANALES  DE  BARTOLACHE 

Acaxiuitl  1531.  Otlalman- 
que  in  caxtiltecfi  in  Cuitlax- 
coapa  Ciudad  de  los  Angeles 
•n  Juan  Diego  oquimo  tenex- 
tilli  in  tlazo  Cihuapilli  de 
Guadalupe  México  motoca- 
yotia  Tepeyacac. 

Tecxiu  1548.  Omomiquili 
Juan  Diego  yn  oquimo  nex- 
tilli  y  Tlazo  cihuapilli  Gua- 
dalupe México.  Otecihuilo 
iztac  tepetl. 

Esta  es  la  traducción  de  ambos  textos,  señalan- 
do con  bastardilla  las  diferencias  y  adiciones  que 
se  notan  en  ellos: 


ANALES  DE  LA  CATEDRAL 

1531.  Otlomanque  in 
quixtianotzin  Cuetlaxcoapan 
Ciudad  de  los  Angeles  Zano 
ipan  inin  xihuitl  in  Juan 
Diego  oquimo  tenextili  in 
tlazonantzin  Cihuapilli  Gua- 
dalupe México. 

1548.  Omomiquili  in  Juan 
Diego  oquimonextililitzino 
inin  Tlazo  Cihuapilli  Gua- 
dalupe México. 


TRADUCCION  DE  LOS  PRIMEROS 

Año  de  la  caña  1531.  Los 
castellanos  tomaron  posesión 
de  Cuitlaxcoapa,  ciudad  de 
los  Angeles.  A  Juan  Diego 
se  apareció  la  amada  Seño- 
ra de  Guadalupe  (donde)  se 
llama  Tepeyacac, 

Año  del  pedernal  1548. 
Murió  Juan  Diego,  al  cual 
se  apareció  la.  amada  Seño- 
ra de  Guadalupe  de  México. 
Granizó  en  el  cerro  blanco. 


TRADUCCIÓN  DE  LOS  SEGUNDOS 

1531.  Los  cristianos  toma- 
ron posesión  de  Cuitlaxcoa- 
pan,  ciudad  de  los  Angeles. 
Y  también  en  este  año  se 
apareció  a  Juan  Diego  la 
amada  M  adre  Señora  de 
Guadalupe  de  México. 

1548.  Murió  Juan  Diego, 
al  cual  se  dignó  aparecer  la 
amada  Señora  de  Guadalu- 
pe de  México. 


—  22  — 

De  la  comparación  de  estos  dos  textos  concluye 
el  dicho  señor  doctor  que  se  trata  de  anales  dis- 
tintos de  los  de  la  Real  Universidad. 


VI 

Códice  Gómez  de  Orozco. 

Don  Federico  Gómez  de  Orozco  posee  actual- 
mente este  documento.  Lo  han  examinado  perso- 
nalmente el  P.  Cuevas  (que  lo  fotocopia  en  su 
Album)  y  el  Lic.  Velázquez.  Este  señor  dice  lo 
que  sigue: 

"He  tenido  la  fortuna 'de  hojear  unos  anales 
en  lengua  náhuatl,  escritos  en  folio,  en  papel 
europeo,  de  sesenta  páginas,  con  algunas  figuras 
intercaladas,  de  mitras,  una  fuente,  estrellas,  co- 
metas, esqueletos  humanos,  calaveras,  a  propósito 
del  relato.  En  columna,  a  la  izquierda,  van  los 
guarismos  de  los  años,  debajo  de  los  nombres,  y 
a  veces  también  de  los  símbolos  cronográficos 
mejicanos,  pero  sin  la  numeración  progresiva  de 
las  trecenas.  El  autor  o  copiante  escribió  en  la 
primera  página  156,  157,  158,  159;  alguien  in- 
tercaló después  con  otra  tinta  el  2  decenal,  para 
expresar  1527,  1528,  1529;  y  de  1510,  1511,  1512, 
hizo  1530,  1531,  1532.  Corre  la  numeración,  ya 
correcta  de  1526  a  1565;  pero  de  allí  retrocede, 
en  la  tercera  foja,  a  1546  y  continúa  sin  inte- 
rrupción hasta  1691.  .  . 

*'La  anotación  siguiente,  que  lleva  el  nombre 
y  símbolo  tecpatl  y  el  número  1530  enmendado 
(primero  1510),  dice  así: 

"Nican  ypan  xihuitl  huala  presidente  yancui- 


—  23  — 


can  tlatocatico  mexico  sanno  ypah  xiliuitl  yn  huel 
yancuican  hualmohuicac  teopixcatlatoani  OBispo 
ytocatzin  frai  Juan  de  Zumarraga  San  francisco 
teopixqui  yn  huel  ycuac  monextitzino  yn  totlazo 
nantzin  de  guadalupe. 

"Lo  cual  traduzco:  ''En  este  año  nuevamente 
vino  un  presidente  a  gobernar  en  Méjico;  en  el 
mismo  año  nuevamente  vino  un  prelado  obispo, 
su  nombre  fray  Juan  de  Zumárraga,  religioso  de 
San  Francisco;  y  entonces  se  apareció  nuestra 
amada  Madre  de  Guadalupe." 

Estos  anales  fueron  escritos,  informa  el  Lic. 
Velázquez,  *'aquí  en  Cuitlaxcoapan,  que  se  nom- 
bra ciudad  de  los  Angeles,"  según  se  lee  en  su 
tercer  artículo. 

Como  se  ha  advertido  anteriormente,  la  desig- 
nación de  los  años  suele  andar  errada  en  estos 
anales  indígenas;  pues  claro  que  en  1510  no 
pudo  ser  lo  narrado,  pues  aun  no  habían  llegado 
siquiera  los  españoles  a  Méjico;  tampoco  fue  en 
1530  ninguno  de  los  sucesos  relatados;  Zumá- 
rraga vino  en  1528,  pero  el  nuevo  Presidente  de 
la  Audiencia,  Ramírez  de  Fuenleal,  sí  llegó  en 
1531,  y  en  el  propio  año  fue  el  milagro  guada- 
lupano. 

El  mismo  error,  como  advierte  atinadamente 
el  P.  Cuevas,  da  valor  al  documento,  pues  des- 
tierra cualquier  sospecha  de  que  este  párrafo 
haya  sido  interpolado  posteriormente:  claro  que 
quien  lo  hiciera,  habría  consignado  el  suceso  en 
la  fecha  correcta. 

Advierto  que  se  deslizó  alguna  confusión  en  el 
Album  del  P.  Cuevas,  página  54,  diciendo  que 
estos  anales  terminan,  ora  en  1621,  ora  en  1622, 
pues  en  realidad  llegan  hasta  1691,  como  indica 
el  Lic.  Velázquez.  Y  en  la  nota  que  pone  el  Padre 
en  la  página  286,  dice  que  la  última  noticia  es 


—  24  — 

de  1633,  basándose  en  una  advertencia  autógrafa 
de  don  José  Fernando  Ramírez,  la  cual  proba- 
blemente se  refiere  a  otro  documento. 


VII 

Anales  de  Tlaxcala. 

Documento  en  poder  de  don  Federico  Gómez 
de  Orozco.  Publícalo  por  primera  vez  el  Lic.  Ve- 
lázquez,  que  dice  así: 

"He  tenido  a  la  vista  otros  anales,  escritos  en 
náhuatl  y  en  Tlaxcala...''  y  después  de  hacer 
su  minuciosa  descripción,  copia  de  ellos  lo  si- 
guiente : 

*'1510  decpa  xihuitli  ycquac  huala  precidente 
yecuican  tlatocatico  mexico  zanno  ypan  xihuitli 
monextitzino  totlazonantzin  de  hualolope  quimo- 
nextili  macehualtzintli  ytoca  Ju°  Diego." 

**Lo  que  traduzco  de  este  modo:  "1510.  Año 
pedernal.  Entonces  vino  nuevamente  un  presiden- 
te a  gobernar  en  México.  En  el  mismo  año  se 
apareció  nuestra  amada  madre  de  Guadalupe  y 
se  manifestó  al  pobre  indio  llamado  Juan  Diego." 
(Pág.  70). 

Aunque  el  autor  no  lo  advierte,  sin  duda  por- 
que se  cae  de  su  peso,  yo  sí  quiero  advertir  que 
aquí  lo  de  menos  es  el  año,  que  con  toda  segu- 
ridad está  mal  puesto,  y  lo  que  verdaderamente 
importa  es  el  hecho  de  que  en  el  año  mismo  en 
que  vino  un  nuevo  presidente,  se  apareció  la  Vir- 
gen Santísima  de  Guadalupe :  testimonio  que  con- 
cuerda con  el  códice  citado  en  número  anterior. 


—  25  — 


VIII 

"Noticias  Curiosas" 

También  este  documento  está  actualmente  en 
poder  del  señor  Gómez  de  Orozco,  y  por  primera 
vez  lo  saca  a  luz  don  Primo  Feliciano  Velázquez, 
diciendo: 

.  '*He  tenido  asimismo  a  la  vista  un  manuscrito 
en  10  fojas,  que,  como  él  dice,  contiene  **Noti- 
cias  curiosas  sacadas  a  la  letra  de  un  cuaderni- 
llo en  octavo,  escrito  en  mejicano,  sin  nombre 
de  autor,  forrado  en  pergamino:  tiene  por  ca- 
rátula la  pintura  del  sol,  la  luna  y  una  estrella 
y  dos  canillas  cruzadas,  esto  por  la  parte  supe- 
rior de  la  hoja;  y  por  la  inferior  dos  figuras 
que  representan  ser  de  indios,  mirando  al  cielo. 
Consta  de  28  fojas  útiles  y  parece  ser  muy  pa- 
recido al  añalejo  de  que  hace  mención  el  Dr.  D. 
José  Ignacio  Bartolache  en  su  Manifiesto  satis- 
factorio. ..."  Y  añade  el  Lic.  Velázquez  por  su 
cuenta:  **La  última  noticia  del  manuscrito  es  de 
1738;  y  por  ella  se  sabe  cómo  fue  la  jura  del 
patronato  de  nuestra  Señora  de  Guadalupe  en 
Puebla,  Tlaxcala  y  su  provincia.  Se  diferencia, 
pues,  del  añalejo  de  Bartolache,  que  sólo  llega  a 
1737.  Además,  los  artículos  que  el  añalejo  trae 
relativos  a  la  aparición  guadalupana  son  distin- 
tos de  los  que  copiamos  aquí  literalmente  y  que 
pertenecen  a  las  "Noticias  curiosas". 

"de  1531  as.  otlalmanque  in  quichtianome  Cui- 
tlachquapam  Ciudad  de  los  Angeles,  sanno  ipan 
inin  xihuitl  in  Juan  Diego  oquimotenextili  (in 
Juan  Diego  oquimotenechtili)  in  to  tlazo  Cihuapili 
Guadalupe  México." 

"Año  de  1548  omoniquili  in  Juan  Diego  in 
oquimotenechtilitzino  in  tlazo  Cihuapili  Guada- 
lupe México." 


—  26  — 


•  "Su  traducción,  tal  cual  viene  en  las  "Noticias 
curiosas'',  es  como  sigue: 

"En  el  año  de  1531  fundaron  los  españoles 
la  ciudad  de  la  Puebla  o  Cuitlaxcuapam  (que 
así  la  llaman  los  indios  en  mejicano)  y  en  el 
mismo  año  se  apareció  a  Juan  Diego  nuestra 
Señora  de  Guadalupe  de  Méjico." 

"En  el  año  de  1548  murió  Juan  Diego,  al  que 
se  le  apareció  nuestra  Señora  de  Guadalupe  de 
Méjico"  (o.  c.  p.  71). 


IX 

Códice  de  Juan  Bautista. 

"Tengo  la  fotografía  de  estos  anales,  —  dice 
el  licenciado  Velázquez,  —  que  se  conservan  en 
el  archivo  de  la  Basílica  Guadalupana.  Constan 
de  60  folios  escritos  en  náhuatl.  En  el  segundo 
se  lee  lo  siguiente:  "comenzóse  este  cuaderno 
donde  se  asienta  el  tributo  que  se  cobra  para  su 
magestad  de  los  indios  vagamundos  que  no  tri- 
butan . .  .  día  6  del  mes  de . .  .  de  mil  y  quinien- 
tos y  setenta  y  cuatro  años,  todo  lo  cual  se  cobra 
por  juan  bautista,  alguacil  por  comisión  de  su 
excelencia.  1574  años."  Por  esto  y  por  llevar  en 
la  primera  página  el  nombre  de  Joan  bautista, 
al  frente  de  tres  breves  noticias,  se  denomina  el 
documento  como  está  dicho."  "En  los  anales  de 
Juan  Bautista  se  dice  (página  17)  ynipan  xihuitl 
mili  e  quinientos  55  años  yquac  monextitzino  in 
sancta  maría  de  quatalupe  yn  ompa  tepeyacac." 

"Que  significa  en  romance:  "El  año  de  1555 
se  apareció  Santa  María  de  Guadalupe  en  Te- 


—  27  — 


peyacac."  (o.  c.  p.  65).  El  P.  Cuevas  trae  foto- 
copiado  el  texto  respectivo. 

Sobre  este  testimonio  y  los  dos  que  siguen 
haré  en  su  lugar  las  reflexiones  convenientes. 


X 

Chimalpain. 

Dice  D.  Primo  Feliciano  Velázquez;  en  la  pág. 
63  de  su  obra  citada: 

"Chimalpain,  según  sus  Relaciones  o  Anales, 
nació  en  1579,  en  Amequemecan.  Al  decir  de 
Aubin,  que  tradujo  al  francés  gran  parte  de  los 
dos  o  tres  volúmenes  de  Anales,  incluyen  éstos 
copia;^  de  documentos  figurativos  anteriores  al 
siglo  XVI  y  son  los  más  importantes  que  tenemos 
de  la  historia  de  Méjico.  La  narración  termina 
en  1612.  Inserto  en  seguida  el  pasaje  relativo  a 
la  tradición  guadalupana .  .  . 

"XII  tecpatl  xihuitl  1556  años.  Ypan  in  yhuac 
chicahuac  peuh  yn  tetenamitl  ye  moquetz;  yn 
México  nohuian  huitza;  yn  oncam  yn  altepetl 
ypan  tlaca  tlahtoque  yn  quichihuaco  mocemana- 
huacahui,  ytencopa  mochiuh  yn  tlahtohuani  Don 
Luis  de  Velasco,  visurey.  Ihcuac  yn  niman  tlan 
yn  tetenamitl. 

"Auh  za  no  ypan  yn  yhcuac  monextitzino  yn 
totlazonantzin  sancta  María  Guadalope  yn  Tepe- 
yácac." 

(Sigue  la  traducción  francesa,  que  omito). 
"Nosotros  traducimos  así  el  texto  de  Chimal- 
pain: 

"Año  XII  pedernal,  1556  años.  En  este  fue 
cuando  empezó  a  levantarse  reciamente  el  muro 


—  28  — 

de  piedra.  A  la  ciudad  de  México,  y  de  todas 
partes,  la  gente  y  los  señores  vinieron  aparejados 
a  hacerlo.  Se  hizo  de  orden  del  visorrey  don  Luis 
de  Velasco.  Y  entonces  luego  se  acabó  el  muro 
de  piedra. 

**En  el  mismo  año  fue  cuando  se  apareció 
nuestra  amada  madre  santa  María  de  Guadalupe 
en  Tepeyácac."  (Anales  de  Domingo  de  San  An- 
tón Muñón  Chimalpain  Quauhtlepanitzin  —  6e 
et  7e  Relations  (1258  —  1612)  —  Publication 
de  Rémi  Siméon,  París,  1889). 


XI 

Anales  de  Méjico  y  sus  contornos.  . 

"1556  XII  Tecpatl.  Hual  motemohui  yn  cihua- 
pilli  tepeyacac  zaye  ycuac  popoca  citlalin." 

''Lo  que  traduzco  así:  1556  XII  Pedernal. 
Descendió  la  Señora  a  Tepeyácac;  en  el  mismo 
tiempo  humeó  la  estrella." 

''Esta  noticia  está  tomada  de  los  Anales  de 
Méjico  y  sus  contornos,  de  que  por  primera  vez 
hizo  mención  don  Joaquín  García  Icazbalceta  en 
sus  "Apuntes  para  un  catálogo  de  escritores  indí- 
genas de  América",  advirtiendo  que  forman  dos 
tomos  en  folio  de  1022  páginas  y  contienen  copias 
modernas  de  26  fragmentos  antiguos  en  lengua 
mejicana.  Pertenecieron  a  la  biblioteca  de  don 
José  Fernando  Ramírez.  El  pasaje  transcrito  fue 
dado  a  conocer  por  los  editores  de  la  "Informa- 
ción" que  mandó  hacer  el  señor  Montúfar  con 
motivo  de  un  sermón  de  fray  Francisco  de  Bus- 
tamante  y  que  se  dice  impresa  en  Madrid  en  1888. 


—  29  — 


"Coincidencia:  también  en  1531  apareció  un 
cometa  o  humeó  la  estrella,  según  los  anales  de 
Tecamachalco,  donde  se  lee:  1531  XIII  Acatl.  12. 
Aureo  ipan  xihuitl  yn  citlallin  popocac."  (Lic. 
Velázquez,  pág.  65). 

*    *  * 

Como  se  ve,  hay,  cuando  menos,  los  tres  últi- 
mos testimonios  citados  que  ciertamente  se  re- 
fieren a  la  Virgen  Santa  María  de  Guadalupe,  y 
que  no  tratan  de  sus  apariciones  de  1531,  sino  de 
otras  de  1555  y  1556.  Esto  ha  dado  lugar  a  que 
algunos  se  apoyen  en  ellos  para  negar  las  apa- 
riciones, o  cuando  menos  para  asegurar  que  no 
fueron  en  1531,  sino  en  1555  y  1556,  ¡como  si 
todos  los  demás  testimonios  que  quedan  aducidos 
no  significaran  nada!,  y  otros,  verdaderos  gua- 
dalupanos,  suponen  error  de  fecha  en  los  analis- 
tas, —  cosa  muy  posible,  según  el  transcrito  pa- 
recer de  D.  José  Fernando  Ramírez,  —  o  conclu- 
yen por  admitir  que,  además  de  las  apariciones 
de  1531,  hubo  otras  en  1555  y  1556. 

A  mí  me  parece  que  no  hay  que  multiplicar 
milagros  sin  necesidad,  y  que,  por  lo  mismo,  no 
constando  por  otros  documentos,  como  ciertamen- 
te no  consta,  que  haya  habido  otras  apariciones 
guadalupanas  además  de  las  de  1531,  conviene 
buscar  la  interpretación  de  estos  testimonios  por 
otros  caminos. 

Y  desde  luego  quiero  hacer  notar  que,  como  lo 
hemos  visto  ya  y  lo  veremos  todavía  en  otros 
testimonios  que  aun  no  están  citados,  en  todos 
los  casos  en  que  se  habla  de  las  apariciones  de 
1531  figura  Juan  Diego,  y  que  en  ninguno  de 
estos  tres  últimos  documentos  se  le  menciona,  lo 
cual  es  ya  para  mí  un  indicio  de  que  no  se  trata 
de  aquellas  apariciones. 

También  quiero  hacer  notar  que  los  indios  no 
tenían,  ni  podían  tener,  un  vocablo  que  expre- 


—  30  — 

sara  una  aparición  propiamente  dicha,  tal  y  como 
ahora  la  entendemos,  y  por  lo  mismo  tenían  que 
valerse  de  vocablos  y  expresiones  aproximados 
(^'mostrar,"  "manifestar,"  "aparecer"),  suscepti- 
bles de  diversos  matices  y  sentidos. 

Esto  supuesto,  digo  que  seguramente  hubo  en 
1555  y  1556  algunos  hechos  que  se  referían  al 
culto  de  la  Virgen  Santa  María  de  Guadalupe, 
que  llamaron  la  atención  de  los  indios  de  una  ma- 
nera particular,  y  que  no  sabiendo  expresar  con 
la  precisión  y  claridad  que  fueran  de  desear,  ex- 
presaron por  vocablos  que  ahora  se  traducen  y 
se  entienden  de  verdaderas  y  positivas  aparicio- 
nes, como  fueron  las  de  1531. 

¿Y  cuáles  fueron  esos  hechos? 

No  he  emprendido  un  estudio  detenido  sobre  la 
materia,  ni  me  es  posible,  por  no  entender  la 
lengua  de  los  mejicanos,  pero  me  permito  señalar 
como  puramente  probables  los  siguientes: 

En  1570  decía  el  P.  Freyre,  como  lo  veremos 
en  la  segunda  parte,  que  la  iglesia  del  Tepeyac 
en  que  él  era  capellán  había  sustituido  a  la  pri- 
mera ermita,  y  había  sido  construida  por  orden 
del  limo.  Sr.  D.  Fr.  Alonso  de  Montúfar  como 
14  años  antes,  es  decir,  hacia  1556.  ¿No  puede 
suponerse  que,  con  motivo  del  estreno  de  la  igle- 
sia y  translación  de  la  imagen  de  la  ermita  a  la 
iglesia,  se  haya  celebrado  alguna  procesión,  al- 
guna fiesta  que  diera  motivo  a  los  analistas  in- 
dios para  decir  que  se  había  manifestado  la  Vir- 
gen en  su  iglesia? 

Escribiendo  el  virrey  Enríquez  a  Felipe  II  en 
1575  le  decía  que  "el  año  de  55  ó  56  estaba  allí 
(en  el  Tepeyac)  una  ermitilla.  . .  y  que  un  gana- 
dero que  por  allí  andaba,  publicó  haber  cobrado 
salud  yendo  a  aquella  ermita  y  comenzó  a  crecer 
la  devoción  de  la  gente."  ¿No  se  podría  decir  que 
esa  salud  del  ganadero  era  una  manifestación 


—  31  — 

del  poder  de  Dios  por  la  mediación  de  la  Virgen 
Santa  María  de  Guadalupe? 

He  aquí,  pues,  dos  hechos  notables,  sucedidos 
alrededor  de  1555  y  que  podrían  explicar  satis- 
factoriamente los  testimonios. 


XII 

El  P.  Baltasar  González. 

Dice  el  P.  Francisco  de  Florencia  S.  J.  en  su 
"Estrella  del  Norte  de  Méjico,"  historia  guada- 
lupana  que  terminó  en  1688:  "De  otro  escrito  en 
forma  de  anales  tuve  noticia  estaba  en  poder  del 
P.  Baltasar  González,  profeso  de  la  Compañía  de 
Jesús  y  varón  tan  eminente  en  la  lengua  mejica- 
na y  tan  insigne  predicador  en  ella  que  le  llama- 
ban y  con  razón  el  Cicerón  mejicano.  .  .  .  Este 
escrito,  de  mano  de  un  indio,  comprendía  la  his- 
toria de  los  culhuas  y  toltecas,  desde  su  origen, 
anotados  los  años  y  meses,  reducidos  los  suyos  a 
los  nuestros  en  que  acaecieron  los  sucesos,  hasta 
el  de  1642,  en  que  fue  depuesto  del  virreinato  el 
marqués  de  Villena  y  le  sucedió  el  Exmo.  Sr.  D. 
Juan  de  Palafox  y  Mendoza,  visitador  y  obispo 
de  la  Puebla,  en  el  cual  año  o  poco  después  debió 
morir  el  cronista  o  cronistas,  porque  no  pareció 
era  de  un  historiador,  sino  de  muchos,  que  se 
fueron  sucediendo.  Entre  los  casos  de  la  serie  de 
ésta  narración  está  el  milagro  de  nuestra  Señora 
de  Guadalupe,  en  el  año  que  le  toca."  (Cap.  16, 
N'^200). 

Y  esta  es  la  ocasión  de  añadir  que  el  P.  Bal- 
tasar González  no  solamente  fue  poseedor  del 


—  32  — 


escrito  que  dice  el  P.  Florencia,  sino  que  creyó 
que  los  anales  de  los  indios  son  uno  de  los  medios 
por  los  cuales  se  puede  demostrar  la  verdad  de 
las  apariciones  guadalupanas.  En  efecto,  nombra- 
do censor  del  **Huei  tlamahuizoltica"  que  publicó 
en  1649  el  Br.  Lasso  de  la  Vega,  dijo  en  su  pa- 
recer, que  está  firmado  el  9  de  enero  del  dicho 
año,  que  la  narración  ''está  ajustada  a  lo  que  por 
tradición  y  anales  se  sabe  del  hecho."  Atestigua, 
pues,  que  hay  anales  en  que  se  refiere  el  milagro 
guadalupano  y  que  lo  demuestran. 


XIII 

Un  testamento  célebre. 

Llegamos  a  un  punto  obscuro  de  la  documen- 
tación guadalupana  y  que  ha  dado  lugar  a  más 
cavilaciones  de  parte  de  los  autores.  Trátase  del 
testamento  de  una  india  de  Cuautitlán,  que  con- 
tiene uno  de  los  testimonios  más  claros,  hermosos 
y  concluyentes  sobre  el  milagro  guadalupano.  En 
la  parte  relativa  convienen  todos,  y  así  el  testi- 
monio no  desmerece  porque  sea  un  solo  testamen- 
to o  varios,  porque  la  testadora  se  llame  Juana 
Martín,  o  Gregoria  María,  o  Gregaria  Morales, 
o  de  otro  modo,  y  porque  existan  divergencias  en 
tales  o  cuales  pormenores. 

Yo  creo  que  se  trata  de  un  solo  testamento,  y 
paso  a  exponer  las  noticias  y  razones  respectivas. 

Empiezo  por  poner  el  texto  del  testamento, 
subrayando  los  nombres  Morales,  Gregorio,  Ma- 
ría, Juan  Martín,  que  en  él  figuran,  y  que  se  han 
tergiversado  y  barajado  al  designar  este  docu- 


—  33  — 


mentó.  Ello  puede  explicarse  —  así  como  otras 
confusiones  o  discrepancias  de  detalle  —  por  lo 
muy  borrado  y  a  trozos  ilegible  que  estaba  el 
original,  y  por  tal  cual  yerro  de  copia,  paleogra- 
fía o  traducción.  Por  ejemplo:  lo  de  "me  llamo 
Juana  lilartín,"  que  tradujo  el  canónigo  Segura, 
explica  don  Primo  Feliciano  Velázquez  que  es  un 
error.  (Pág.  80). 

En  la  obra  del  Lic.  Velázquez  (págs.  77/80) 
pueden  verse  las  versiones  del  canónigo  Segura 
y  del  profesor  Cornyn,  así  como  una  parte  de  la 
de  Tapia  Centeno,  que  existe  íntegra.  Aquí  copio 
yo  la  de  Chiraaipopoca,  en  la  cual  se  advierte  que 
la  testadora  llama  una  vez  a  su  padre  Juan  Gar- 
cía, y  otra  vez  Juan  Martín. 

1. — "Jesús,  María  y  José. 

"En  el  nombre  de  Dios  Padre,  Dios  Hijo,  Dios 
Espíritu  Santo,  tres  personas  distintas  y  un  solo 
Dios  Verdadero,  Todopoderoso. 

"Hoy  día  sábado  once  de  m^arzo  de  1559  años, 
hago  los  apuntes  acerca  de  mi  casa,  que  se  halla 
en  Cuautitlán,  que  me  la  dejó  mi  padre  D.  Juan 
García  y  mi  madre  Da.  María  Martina;  lugar  de 
mi  nacimiento  el  barrio  de  S.  José  Milla,  de  la 
cabecera  de  S.  Buenaventura,  Cuautitlán,  mi  her- 
mana mayor  doña  Inés  Martina,  mujer  de  Ven- 
tura Morales,  Gregorio  Martín,  marido  de  Luisa 
María,  todos  ya  muertos;  de  todos  solamente  yo 
me  he  quedado,  como  hija  de  mi  honrado  padre 
D.  Juan  Martín,  y  de  todos  mis  hijos  sólo  uno 
ha  quedado  y  es  Francisco  Martín ;  el  que,  si 
viviese  o  no,  o  dejare  hijos,  todos  deben  saber  y 
com.prender  lo  que  contiene  este  papel,  que  guar- 
darán con  mucho  cuidado,  para  que  ninguno  se 
apropie  mi  heredad,  ni  trastorne  mi  relación  y 
sepa  el  m.odo  com.o  he  vivido  en  esta  ciudad  de 
Cuautitlán  y  su  barrio  de  S.  José  Millán  en  don- 
de se  crió  el  mancebo  D.  Juan  Diego  y  se  fue  a 
casar  después  a  Santa  Cruz  el  Alto,  cerca  de 


3 


S.  Pedro,  con  la  joven  Doña  Malintzin,  la  que 
pronto  murió,  quedándose  solo  Juan  Diego. 

'°'A  los  cuantos  días  después,  mediante  este  jo- 
ven se  verificó  una  cosa  prodigiosa  allá  en  Tepe- 
yácac,  pues  en  él  se  descubrió  y  apareció  la 
hermosa  Señora  nuestra  Santa  María,  cuya  ima- 
gen vimos  allí  en  Guadalupe,  la  que  nos  perte- 
nece a  nosotros  los  de  esta  ciudad  de  Cuautitlán. 
Ahora  con  toda  mi  alma,  con  todo  mi  corazón  y 
con  toda  mi  voluntad  le  dejo  a  la  misma  Señora 
toda  la  arboleda  de  Pirú  que  llega  hasta  el  árbol 
que  está  junto  al  caserío.  Toda  se  la  dejo  y  se 
la  apropio  a  la  Virgen  de  Tepeyácac.  Advierto 
también  que  la  casa  o  jacal  en  que  me  hallo  la 
mandé  poner  en  compañía  a  todos  juntos  mis 
hijos  o  nietos,  si  los  tuvieren,  para  que  tengan 
asiento  firme  y  sirvan  a  la  heraiosa  Señora,  y 
mando  que  no  disputen  o  peleen  sobre  la  posesión 
de  este  terreno;  se  la  entrego  para  que  gustosa- 
mente se  dediquen  a  su  servicio.  Así  lo  hagan  y 
cumplan  y  hagan  cumplir  las  autoridades  de 
Cuautitlán  y  todos  los  de  este  barrio.  Ahora, 
cualquiera  que  seáis  vos,  caballero  o  señor,  na- 
tural o  no  de  Cuautitlán,  inmediatamente  debéis 
tomar  a  vuestro  cargo  esta  donación,  para  que 
la  defendáis,  como  cosa  de  la  hermosa  Señora, 
así  como  ella  os  defenderá  después,  en  el  artículo 
de  vuestra  muerte.  En  segundo  lugar  declaro  que 
los  dos  árboles  de  pirú,  con  toda  la  casa  que  se 
halla  hacia  un  antiguo  camino  que  está  entre  los 
ocotales,  los  dejó  mi  señor  marido  D.  Buenaven- 
tura Mariano  para  señor  S.  José,  y  yo  declaro 
que  la  misma  casa  y  una  loma  en  donde  se  halla 
mucho  cascajo,  todo  pertenece  al  mismo  santo. 
Y  para  que  nadie  se  apropie  todo  lo  que  llevo 
referido  mando  que  se  lea  y  relea  este  papel  de- 
lante de  todos  los  vecinos  de  S.  José  Caltitlán 
Texapa.  Escribano  Morales." 

2. — "Esta  es  la  traducción  hecha  por  D.  Faus- 


—  35  — 


tino  Galicia  Chimalpopoca,  con  correcciones  de 
otra  persona  interlineadas  de  letra  de  D.  José 
Fernando  Ramírez,"  dice  el  P.  Mariano  Cuevas 
S.  J.  en  su  "Album  histórico"  (pág.  85)  y  en 
una  lámina  reproduce  una  nota  manuscrita  de 
letra  de  D.  José  Fernando  Ramírez,  que  dice: 
''Esta  es  una  copia  enteramente  exacta  de  la  que 
sacó  de  su  original  Boturini  de  su  propia  letra, 
inclusas  las  enmiendas  y  testaduras.  El  documen- 
to es  el  citado  por  el  mismo  Boturini  en  el  pá- 
rrafo 36  n**  4  del  Catálogo  de  su  Museo,  y  al 
cual  se  refiere  el  arzobispo  Lorenzana  en  la  nota 
de  la  pág.  36  de  las  Cartas  de  Hernán  Cortés, 
y  en  la  pág.  VII  de  su  sermón  de  Guadalupe, 
incurriendo  en  algunas  equivocaciones.  D.  Julián 
Tornel  lo  cita  igualmente  como  decisivo  en  el 
tomo  I'^,  pág.  69  de  su  Historia  Guadalupana, 
aunque  conviniendo  en  que  la  fecha  está  enmen- 
dada. El  original  se  quedó  probablemente  en  el 
arzobispado." 

Tenemos,  pues,  que  por  confesión  de  persona 
tan  inteligente  e  ilustrada,  como  lo  fue  D.  José 
Fernando  Ramírez,  este  testamento  es  el  mismo 
que  citan  Boturini,  Lorenzana,  etc.  Examinemos 
atentamente  este  asunto. 

3. — El  número  4  del  párrafo  36  del  Catálogo 
de  Boturini,  dice:  "Asimismo,  el  testamento  ori- 
ginal de  una  parienta  del  dichoso  indio  Juan  Die- 
go, en  papel  indiano  y  lengua  náhuatl,  en  el  cual 
se  hace  mención  de  haberse  aparecido  la  Virgen  de 
Guadalupe  en  sábado  y  le  deja  a  su  bendita  ima- 
gen por  legado  unas  tierras  situadas  en  el  par- 
tido de  Cuautitlán,  y  se  da  razón  de  María  Lucía, 
mujer  de  dicho  Juan  Diego,  y  de  la  pureza  con- 
yugal con  que  vivieron  estos  dos  afortunados 
consortes.  Es  pieza  de  la  mayor  importancia." 

Y  en  su  "Idea  de  una  nueva  historia  de  la 
América  Septentrional,"  párrafo  XXVII,  cita  Bo- 
turini el  mismo  testamento  con  estas  palabras: 


—  36  — 


"El  testamento  original,  en  papel  de  metí  y  len- 
gua indiana,  de  una  parienta  del  dichoso  Juan 
Diego,  en  que  se  mencionan  dichas  apariciones 
con  estas  palabras:  Sapa  omonextüzino  itlazoci- 
huapilli  Santa  María,  inoque  cayotüique  in  itla- 
zoteopixque  Guadalope,  esto  es:  En  sábado  se 
apareció  la  muy  amada  Señora  Santa  María,  y 
se  avisó  dello  al  querido  párroco  de  Guadalupe; 
y  se  lee  el  legado  de  tres  pedazos  de  tierra,  que 
dicha  parienta  y  cacica  dejó  a  la  santísima  Seño- 
ra, con  la  expresión  To  axcatzin,  que  quiere  decir 
que  la  Virgen  es  de  nosotros  ios  indios .  . .  Tam- 
bién se  halla  razón  de  la  pureza  y  castidad  con 
que  vivió  Juan  Diego  durante  su  matrimonio  con 
María  Lucía,  la  que  omomiquilli  in  ichpochtU, 
quiere  decir,  murió  virgen,  et  relativorum  eadem 
est  ratio;  y  lo  mismo  se  prueba  de  la  historia 
im.presa  en  lengua  indiana  de  dichas  apariciones/' 
(Se  refiere  a  la  de  Lasso,  en  que  en  efecto  se 
lee  lo  de  la  castidad  conyugal  de  Juan  Diego  y  su 
esposa) . 

Puntualicemos : 

El  testamento  no  dice  que  la  testadora  sea  pa- 
rienta de  Juan  Diego.  (¿Lk)  supo  Boturini  por  otra 
fuente,  o  es  mera  confusión  suya?). 

No  dice  el  testamento  que  la  aparición  fue  un 
sábado,  sino  que  el  propio  documento  se  otorgó 
en  sábado,  lo  que  hace  explicable  la  confusión. 

No  trae  el  testamento  la  frase  mejicana  (es- 
tropeada por  Boturini,  según  el  Lic.  Velázquez), 
y  que  podría  rehacerse  y  traducirse  correctamen- 
te así:  "En  sábado  se  apareció  la  amada  Señora 
Santa  María,  a  la  que  aposentaron  en  Guadalupe 
los  reverendos  padres."  (Esta  frase  es  posible- 
mente de  otro  documento,  y  Boturini  erró  atribu- 
yéndola a  éste). 

Pero  en  el  testamento  (como  puede  verse  en 
la  copia  fotográfica  que  trae  el  Album  del  P. 
Cuevas,  entre  las  páginas  88  y  89),  sí  constan 


—  37  — 


las  palabras  To  axcatzin,  con  el  sentido  que  co- 
rrectamente les  da  Boturini,  y  sí  constan  tam- 
bién las  palabras  omomiquilli  in  ichpochtli,  aun- 
que no  quieren  decir  "murió  doncella,"  sino  **mu- 
rió  la  doncella/'  refiriéndose  a  la  que  contrajo 
matrimonio  con  Juan  Diego,  pues  la  frase  viene 
así,  según  literalmente  la  traduce  el  Lic.  Veláz- 
quez:  "se  casó  con  la  doncella  de  nombre  María; 
presto  murió  la  doncella  y  quedó  solo  Juan  Die- 
go." 

Hay,  pues,  esta  doble  identificación  textual, 
aparte  de  la  substancia  del  asunto:  dejar  un  le- 
gado de  tierras  en  Cuautitlán  a  la  Virgen  de 
Guadalupe,  y  hablar  de  su  aparición  a  Juan  Die- 
go. Para  juzgar  de  las  discrepancias  o  confusio- 
nes en  detalles,  téngase  muy  presente  que  Botu- 
rini escribía  en  Madrid,  sin  tener  a  la  vista  sus 
papeles  y  ateniéndose  solamente  a  su  feliz  me- 
moria. Pero  es  notorio  que  se  trata  del  mismo 
testamento:  el  testimonio  de  don  José  Fernando 
Ramírez  es  decisivo  en  esta  parte,  puesto  que  él 
sacó  su  copia  de  la  que  a  su  vez  había  sacado 
Boturini,  y  éste  en  su  catálogo  cita  nada  más  un 
testamento  de  una  india,  y  no  dos. 

4. — El  limo.  Sr.  D.  Francisco  Antonio  de  Lo- 
renzana  y  Butrón,  publicó  en  1770  las  cartas  que 
escribió  Hernán  Cortés  a  Carlos  V,  y  así  como 
al  publicar  el  texto  de  los  tres  concilios  provin- 
ciales mejicanos,  añadió  la  lista  de  los  señores 
obispos  de  cada  uno  de  los  obispados  de  la  pro- 
vincia mejicana,  con  algunos  rasgos  biográficos 
de  cada  uno.  así  al  publicar  las  cartas  de  Hernán 
Cortés  escribió  una  introducción  que  tituló  "Go- 
bierno político  de  la  Nueva  España"  (págs.  11  a 
36)  y  que  no  es  sino  una  lista  de  los  gobernantes 
que  hasta  ese  año  había  habido  en  Méjico,  con 
rasgos  biográficos  de  cada  uno,  y  al  final  una 
invocación  a  la  Virgen  de  Guadalupe,  en  su  cali- 
dad de  patrona  jurada  del  reino.  Al  final  de  la 


.página  añade  una  nota,  que  es  a  la  que  se  refiere 
el  señor  Ramírez,  en  la  que  da  razón  de  las  apa- 
riciones y  de  la  tradición  guadalupana,  y  con 
este  motivo  dice:  ''además  de  esta  justificada 
tradición  se  prueba  (la  verdad  de  las  aparicio- 
nes) con  dos  testamentos  que  he  visto:  el  uno 
original  de  Juana  Martín,  india,  parienta  de  Juan 
Diego,  escrito  en  papel  de  metí  o  maguey,  en  len- 
gua náhuatl  o  mejicana,  otorgado  en  el  lugar  de 
S.  José  de  las  Casas  Te j apa,  ante  el  escribano 
de  la  República,  Morales.  .  .  No  se  pone  al  pie 
de  la  letra  porque  está  enmendado  el  año.  El  otro 
testamento,  de  D.  Esteban  Lomelín .  .  .  otorgado 
el  año  de  1575.  . .  Los  cuales  documentos,  por  su 
antigüedad  y  proximidad  a  la  aparición,  la  com- 
prueban evidentemente,  sin  que  sea  necesario  re- 
currir a  otros,  que  están  entre  los  papeles  del 
caballero  Boturini,  y  no  son  de  tanto  aprecio.'* 

En  el  mismo  año  imprimió  su  ''Oración  a  nues- 
tra Señora  de  Guadalupe,"  que  es  el  sermón  iE 
que  se  refiere  el  señor  Ramírez,  y  en  la  página 
VII  dice:  "Por  los  testamentos  de  Juana  Martín, 
parienta  de  Juan  Diego,  y  el  de  D.  Esteban  Lo- 
melín Cervantes,  que  refiero  en  la  "Historia  de 
Nueva  España,"  no  queda  razón  de  duda"  (de 
la  verdad  de  las  apariciones). 

5. — Según  el  testimonio  de  D.  José  Fernando 
Ramírez,  en  estos  dos  lugares  se  refiere  el  señor 
Lorenzana  al  testamento  arriba  copiado.  Y,  a 
mayor  abundamiento,  el  señor  Lorenzana  encargó 
al  Br.  D.  Carlos  de  Tapia  y  Centeno,  que  tradu- 
jera ese  documento,  y  la  traducción  (visada  por 
el  Lic.  D.  José  Julián  Ramírez),  tiene  el  siguien- 
te encabezado :  "Copia  de  un  papel  hecho  de  masa 
de  maguey,  del  que  usaban  los  indios  en  el  tiem- 
po de  su  gentilidad  y  principio  de  su  conversión, 
que  se  halla  en  la  Real  Universidad,  en  el  museo 
del  caballero  D.  Lorenzo  Boturini,  inventario  8% 
número  47."  (Cuevas,  o.  c.  p.  87). 


—  39  — 


Y  en  el  inventario  8'^  N*?  47  del  museo  de  Bo- 
turini,  hecho  por  Patricio  Antón  López,  termi- 
nado el  15  de  julio  de  1745  y  publicado  en  los 
Anales  del  Museo  Nacional  (enero-marzo,  1925), 
se  lee:  "En  este  papel  indiano  antiguo  se  halla 
otro  testamento,  otorgado  por  el  año  de  quinien- 
tos cincuenta  y  nueve,  al  parecer  por  Gregoria 
María,  en  lengua  mejicana,  legalizado  por  Geró- 
nimo Morales,  Escribano  al  parecer  de  la  repú- 
blica donde  se  otorgó.  D.  Lorenzo  (Boturini) 
expresa  ser  dicho  testamento  de  una  parienta  de 
Juan  Diego,  que  por  lo  muy  antiguo  y  tener  las 
más  letras  borradas  no  se  percibe  bien  todo  lo 
más  de  su  contenido." 

Nótese  que  Antón  López  escribía  en  1745,  y 
Boturini  publicó  su  Catálogo  hasta  1746:  López 
se  refiere,  pues,  a  alguna  indicación  de  Boturini 
puesta  sin  duda  en  el  mismo  documento:  y  así 
es  inconcuso  que  este  testamento  que  López  tiene, 
al  parecer,  por  de  Gregoria  María,  es  el  mismo 
que  Boturini  tiene  por  de  vma  parienta  de  Juan 
Diego;  es  decir,  el  único  testamento  de  india  que 
Boturini  poseía  y  de  que  habla  en  su  Catálogo. 

Es  de  advertir,  además,  que  Patricio  Antón 
López  no  era  ningún  investigador,  sino  un  em- 
pleado a  quien  encargaron  un  inventario  judicial; 
no  se  trataba,  pues,  de  una  obra  de  bibliografía, 
ni  de  un  catálogo  que  debiera  figurar  en  una 
biblioteca,  sino  de  un  documento  que  sirviera  pa- 
ra identificar  de  alguna  manera  los  documentos 
que  se  habían  decomisado  a  Boturini,  y  por  eso 
se  contentó  con  los  datos  que  "al  parecer"  encon- 
tró en  el  documento  y  podían  servir  para  iden- 
tificarlo. Y  en  la  partida  de  ese  inventario  es  de 
notar  que  Antón  López  bautizó  a  la  otorgante, 
diciendo  que  al  parecer  se  llamaba  Gregoria  Ma- 
ría, pero  que  ese  testamento,  otorgado  al  parecer 
por  Gregoria  María,  es  el  que  "D.  Lorenzo  ex- 
presa ser.  .  .  de  una  parienta  de  Juan  Diego,"  o 


—  40  — 


sea  el  mismo  testamento  que,  según  el  señor  Lo- 
renzana,  fue  otorgado  por  Juana  Martín  y  el 
que,  por  encargo  del  propio  Lorenzana,  tradujo 
el  Br.  D.  Carlos  de  Tapia  y  Centeno  y  revisó  el 
Lic.  José  Julián  Ramírez. 

6.  — El  canónigo  doctor  don  José  Patricio  Fer- 
nández de  Uribe,  en  un  serm.ón  que  predicó  en 
la  colegiata  de  Guadalupe  el  14  de  diciembre  de 
1777,  habla  de  **el  testamento  de  Gregoria  Mo- 
rales, con  fecha  de  1559,  veintiocho  años  poste- 
rior a  la  aparición,  en  el  que  se  refiere  con  pun- 
tualidad este  prodigio,  instrumento  escrito  en  la 
misma  masa,  tan  antiguo  y  gastado  que  ni  aun 
con  finas  lentes  han  podido  los  traductores  re- 
conocerle en  muchas  partes."  Alude  al  mismo 
documento  que  fue  de  Boturini  — como  veremos 
después — ,  aunque  modifica  el  nombre  de  la  tes- 
tadora. 

7.  — Y  un  poco  más  tarde,  en  1820,  publica  el 
Dr.  D.  José  Miguel  Guridi  Alcocer  su  ''Apología 
de  la  aparición"  y  en  ella  cita  **el  testamento  de 
Juana  Martín,  de  que  hace  mención  el  Sr.  Loren- 
zana y  en  el  que  se  asienta  la  aparición",  y  "el 
testam.ento  de  Gregoria  María,  otorgado  en  11 
de  marzo  de  1559,  en  que  también  se  asienta  la 
aparición,  de  cuyo  original  mejicano  corren  co- 
pias con  su  traducción  castellana."  Y  añade: 
"Muchos  reputan  por  un  mismo  este  y  el  ante- 
rior testamento.  .  .  Pero  yo  me  persuado  a  que 
son  distintos,  porque  sobre  la  diferencia  de  los 
nombres,  que  no  es  fácil  componer  con  una  equi- 
vocación, intervienen  otras  muchas." 

Y  comienza  a  enumerar  las  diferencias.  "El 
Sr.  Lorenzana,  haciendo  mención  de  un  testa- 
mento con  que  se  comprueba  la  aparación,  pa- 
rece hablar  del  mismo  de  que  trata  Boturini,  a 
quien  mienta,  y  el  que  no  da  nombre  alguno  a 
la  testadora.  Dice  haberlo  visto  original  en  papel 
de  maguey,  llamando  a  la  testadora  Juana  Mar- 


—  41  — 


tín;  y  no  es  de  creer  que  equivocase  ambos  nom- 
bres, de  suerte  que  ni  uno  siquiera  conservase 
de  ios  dos  de  Gregoria  María,  si  es  que  hablaba 
de  ésta.  Dicho  testamento  original  se  envió  a 
España,  con  los  papeles  de  D.  Fernando  de  Alva 
y  cuantos  de  S.  Pedro  y  S.  Pablo  se  habían  tras- 
ladado a  la  Universidad,  como  refiere  "Beristáin 
en  su  ''Biblioteca"  hablando  del  referido  Alva, 
por  lo  que  no  podemos  ocurrir  a  él  para  cotejar- 
lo con  el  de  Greeoria  María,  de  que  tenemos  ca- 
pia." (o.  c.  p.  165). 

El  Dr.  Guridi,  por  lo  que  aparece  de  su  tes- 
timonio copiado,  funda  la  fuerza  de  su  argu- 
mento en  la  diferencia  do  nombres,  pero  como 
ya  está  demostrado  que  Patricio  Antón  López 
fue  quien  bautizó  a  la  testadora  con  el  nombre 
de  Gregoria  María,  y  que  ésta  y  la  llamada 
Juana  Martín  son  una  misma  persona,  me  parece 
que  el  argumento  cae  por  su  base. 

Otra  diferencia  señala  Guridi :  Que  el  señor 
Lorenzana,  ''Boturini  y  todos  comúnmente  con- 
vienen en  que  la  testadora  (Juana  Martín)  era 
parienta  de  Juan  Diego,  lo  que  sacan  del  mismo 
testamento;  y  en  el  de  Gregoria  María  no  apa- 
rece tal  parentesco."  En  mi  sentir,  lo  que  aquí 
hay  de  cierto  es  que  Boturini  sacó,  no  del  mismo 
testamento,  sino  de  su  cabeza  — o  de  otra  fuente 
que  desconocemos — ,  que  la  testadora  era  pa- 
rienta de  Juan  Diego,  y  así  lo  repitieron,  to- 
mándolo de  Boturini,  Patricio  Antón  López  y 
el  señor  Lorenzana. 

Prosigue  Guridi  notando  las  diferencias  entre 
los  que  él  estima  dos  testamentos:  ''Dicen  que 
dejó  a  Nuestra  Señora  unas  tierras;  hasta  tros 
expresa  Boturini;  y  en  el  de  Gregoria  María 
parece  ser  una  sola.  Dicen  que  en  el  primero  se 
refiere  haber  aparecido  María  Santísima  en 
sábado;  y  no  se  halla  semejante  expresión  en  el 
segundo.  Dice  Boturini  que  se  avisó  la  apari- 


—  42  — 

ción  al  querido  párroco  o  padre  de  Guadalupe, 
según  el  primero;  y  esto  tampoco  se  encuentra 
en  el  segundo.  Dice,  en  fin,  que  por  aquél  se  lla- 
maba la  mujer  de  Juan  Diego,  María  Lucía;  y 
en  el  últim^o  sólo  se  le  da  el  primer  nombre  de 
María  o  Malintzin". 

Para  hablar  con  precisión,  es  necesario  no 
asentar  que  '•'dicen",  sino  que  ''dice''  Boturini, 
que  es  el  autor  de  estas  especies,  y  a  quien  siguen 
otros,  inclusive  Muñoz.  Precisemos  también,  que 
Boturini  llama  María  Lucía  a  la  mujer  de  Juan 
Diego,  porque  sabía  que  tal  era  su  nombre,  pero 
no  afirma  que  así  figure  en  el  testamento.  Por 
lo  que  toca  a  las  demás  diferencias,  ya  las  exa- 
minamos antes,  en  el  párrafo  3. 

De  todo  lo  cual  concluyo  que  no  son  de  tomar- 
se en  consideración  las  diferencias  que  marca 
el  doctor  Guridi  Alcocer;  que  no  son  dos  docu- 
mentos, sino  uno;  y  que  el  testamento  que  él 
designa  como  de  Gregoria  María,  es  el  mismo 
que  nosotros  conocemos. 

8. — Veamos  ahora  si  el  original  del  testamen- 
to fue  llevado  a  España,  como  dice  Guridi,  cre- 
yendo basarse  en  Beristáin. 

Escribe  Beristáin  en  su  "Biblioteca",  artículo 
sobre  don  Fernando  de  Alva,  que  "el  virrey  don 
Luis  de  Velasco,  el  segundo,  le  dio  el  título  de 
intérprete  regio  y  le  mandó  escribir  casi  todo  lo 
siguiente .  .  . "'  Sigue  una  lista  de  lo  que  don 
Fernando  escribió  por  mandato  del  virrey,  y 
continúa:  "Estos  manuscritos  preciosos  los  here- 
dó el  erudito  don  Carlos  de  Sigüenza  y  Góngora, 
de  quien  se  hablará  en  otro  lugar,  y  los  dejó  le- 
gados a  la  biblioteca  del  Colegio  Máximo  de  San 
Pedro  y  San  Pablo  de  los  jesuítas  de  México.  .  . 
Trasladados,  de  resultas  de  la  expatriación  de 
los  jesuítas,  los  libros  de  dicha  biblioteca  a  la 
Universidad  de  México,  se  extrajeron  los  dichos 
manuscritos  por  el  virrey,  conde  de  Revillagigedo, 


—  43  — 


para  enviarlos  a  España,  donde  es  muy  proba- 
ble que  hayan  caído  en  manos  de  los  franceses.'* 
Beristáin,  como  se  ve,  no  habla  de  todos  los 
manuscritos  que  poseía  don  Fernando  de  Alba, 
sino  sólo  de  los  originalmente  escritos  por  él. 
Sin  embargo,  otros  papeles  de  Alba  (como  la  re- 
lación de  Valeriano  que  él  adicionó),  pasaron  a 
Sigüenza  y  pudieron  también  correr  la  suerte  de 
que  habla  Beristáin.  Pero  del  testamento  de  la 
india  de  Cuautitlán  tenemos  datos  particulares. 

En  un  sermón  eruditísimo  predicado  por  don 
Fortino  Hipólito  Vera  en  Guadalupe  el  8  de 
septiembre  de  1891  y  publicado  en  Querétaro  con 
muchedumbre  de  notas,  hay  una  de  ellas,  la  nú- 
mero 51,  en  que  se  refiere  que,  siendo  rector 
de  la  Universidad  el  Dr.  D.  Pedro  del  Villar,  ex- 
trajo el  testamento  que  poseyó  Boturini  y  que 
cita  Lorenzana,  el  Dr.  D.  José  Patricio  Fernán- 
dez de  Uribe,  que  entonces  estaba  trabajando 
en  su  disertación  histórico-crítica  guadalupana; 
que  a  la  muerte  del  Dr.  Uribe  (12  de  mayo  de 
1796),  quedó  en  poder  del  marqués  de  Castañi- 
za,  y  cuando  este  señor  marchó  a  su  obispado  de 
Durango  (1816)  lo  donó  a  la  Colegiata  de  Gua- 
dalupe por  conducto  del  P.  Pedro  Cantón,  pro- 
vincial de  los  jesuítas.  Así,  pues,  no  pudo  ser 
enviado  a  España,  puesto  que  el  segundo  conde 
de  Revillagigedo,  que  fue  el  que  envió  los  MSS. 
de  D.  Fernando  de  Alva  Ixtlixochitl,  gobernó  de 
octubre  de  1789  a  julio  de  1794. 

Y  por  las  actas  del  cabildo  de  la  Colegiata  cons- 
ta que  en  el  cabildo  celebrado  el  29  de  junio  de 
1817,  el  señor  Abad  hizo  entrega  "de  los  pape- 
les que  trajo  el  Sr.  Campos  (can.  D.  Antonio 
Ma.  de  Jesús)  ,  que  recibió  del  P.  Pedro  Cantón." 

De  1817  a  Í829  fue  canónigo  de  lengua  meji- 
cana en  la  Colegiata  D.  Estanislao  Segura,  y 
habiendo  estado  encargado  del  archivo  de  la  mis- 
ma, formó  un  catálogo  de  los  documentos  im- 


—  44  — 


portantes,  y  entre  ellos  anota  el  testamento,  que 
encontró  original,  del  que  por  cierto  dice  que 
estaba  ''roto,  viejo  y  borrado  en  muchas  partes, 
que  algunas  palabras  ni  aun  con  auxilio  de  len- 
tes pueden  entenderse."  Yo  vi  ese  catálogo  cuan- 
do trabajé  en  el  archivo  y  supongo  que  se  con- 
serva todavía.  En  cuanto  al  documento,  ya  no 
lo  encontré. 

9. — El  señor  Tornel  y  Mendívil  en  ''La  apari- 
ción de  nuestra  Señora  de  Guadalupe,"  copia  al 
Dr.  Alcocer  y  parece  que  se  inclina  a  la  duplici- 
dad de  testamentos,  movido  por  las  razones  que 
expone  dicho  doctor. 

El  limo.  Sr.  D.  Fortinio  Hipólito  Vera  en  su 
"Tesoro  Guadalupano"  T.  I  págs.  32  y  37  cita  los 
dos  testamentos,  el  de  Juana  Martín  y  el  de  Gre- 
goria  Morales,  y  se  funda  en  el  Dr.  Alcocer  para 
diferenciarlos. 

Y,  por  último,  mi  buen  amigo  el  licenciada 
Velázquez  parece  fundarse  igualmente  en  el  mis- 
mo Dr.  Alcocer  para  estimar  que  son  dos  testa- 
mentos. 

Yo,  en  cambio,  me  fundo  en  las  razones  ex- 
puestas, para  decir  que,  en  mi  humilde  sentir,  se 
trata  de  un  solo  testamento,  que  perteneció  a 
Boturini  y  es  el  que  queda  transcrito.  No  consta 
en  él  el  nombre  de  la  testadora  y  Boturini  tam- 
poco le  da  nombre.  Lorenzana  y  el  canónigo  Se- 
gura entendieron  que  era  de  Juana  Martín;  Pa- 
tricio Antón  López,  que  "al  parecer"  era  de 
tales  designaciones.  Todos  esos  nombres,  como 
Gregoria  María;  el  doctor  Uribe,  que  de  Grego- 
ria  Morales:  y  de  allí  se  han  venido  repitiendo, 
indiqué  al  principio,  figuran,  con  alguna  modi^- 
ficación,  en  él  único  testamento  que  conocemos, 
cuyo  original  — según  unánime  testimonio —  es- 
taba muy  gastado  y  en  partes  ilegible;  y  eso, 
con  más  alguna  deficiencia  de  escritura  o  de 
interpretación,  hace  muy  explicable  el  que  se 


—  45  — 


atribuyera  erróneamente  a  la  testadora,  ya  uno, 
ya  otro  de  tales  nombres  que  en  el  docum.ento 
se  leen. 

10.  — Identificado  el  documento,  vamos  a  ver  en 
qué  consiste  la  enmienda  que  impidió  al  Sr.  Lo- 
renzana  publicarlo  en  su  libro,  a  pesar  de  no 
ser  muy  grande.  El  último  que  lo  vio,  según  ya 
queda  dicho,  fue  el  señor  canónigo  Segura,  y 
aludiendo  sin  duda  al  cargo  hecho  por  el  Sr.  Lo- 
renzana,  escribe:  ''Es  verdad  que  su  fecha  está 
enmendada,  pero  luego  al  mirarla  se  convence 
que  no  se  hizo  esto  artificiosamente  por  algún 
impostor  que  pretendiese  dar  a  un  papel  recien- 
te la  edad  que  no  tenía,  sino  que  el  mismo  escri- 
bano, que  no  sabía  poner  los  guarismos  según 
acostumbramos  los  españoles,  erró  la  fecha,  po- 
niendo 159  años,  y  después,  habiendo  advertido 
el  yerro,  él  o  alguno  otro  intercaló  el  5  que  falta- 
ba, cosa  tan  verosímil  que  todos  los  días  experi- 
mentamos casos  iguales  en  las  escrituras  de  los 
indios,  los  que  hasta  el  día  ignoran  el  verdadero 
miodo  de  expresar  los  guarismos.  Pero  prescin- 
diendo de  la  fecha,  regístrese  este  papel  por 
cualquier  práctico  y  versado  en  conocer  papeles 
de  la  antigüedad,  y  reconocerá  sin  duda  que,  ya 
por  la  materia  de  que  está  formado,  ya  por  el 
carácter  de  la  letra,  ya  por  el  estilo  de  su  locu- 
ción, ya  por  todas  sus  circunstancias,  no  puede 
ser  del  siglo  XVII,  sino  muy  anterior,  y  que  cier- 
tamente es  del  año  que  se  le  atribuye,  o  de  los 
inmediatos."  Así  consta  en  el  catálogo  que  ya 
dije: 

11.  — Perdido  el  original,  nos  quedan  dos  co- 
pias. En  la  Biblioteca  Nacional  de  París  y  en  la 
colección  Aubin  (Mexicain,  317)  existe  una  en 
lengua  mejicana,  con  su  correspondiente  traduc- 
ción castellana,  hecha  por  D.  Carlos  de  Tapia  y 
Centeno,  por  orden  del  Sr.  Lorenzana,  como  se 


—  46  — 


puede  ver  en  el  libro  del  señor  licenciado  Veláz- 
quez  (p.  74). 

Y  el  mismo  señor  nos  dice  que  la  copia  del 
señor  don  José  Fernando  Ramírez  y  la  traduc- 
ción de  D.  Faustino  Galicia  Chimalpopoca  se 
conservan  en  el  Archivo  Guadalupano  del  Museo 
de  Nueva  York.  (o.  c.  p.  79).  De  allí  tomó  el 
P.  Cuevas  las  fotografías  que  publicó  en  su  "Al- 
bum", como  lo  dice  en  la  p.  286,  col.  2*^. 

Afortunadamente,  en  las  dos  copias  mencio- 
madas,  se  leen  con  claridad  las  palabras  en  ná- 
huatl que  nos  importan,  y  que  don  Primo  Feli- 
ciano Velázquez  va  citando  en  su  texto  mejica- 
no y  traduce  literalmente  así:  "Aquí  se  crió  el 
mancebo  Juan  Diego;  a  la  postre  fue  a  casarse 
allá  en  Santa  Cruz  de  arriba,  junto  a  San  Pe- 
dro; se  casó  con  la  doncella  de  nombre  María; 
presto  murió  la  doncella  y  quedó  solo  Juan  Die- 
go; después,  luego  que  partió,  por  mediación  del 
mismo  se  hizo  el  milagro  allá  en  Tepeyácac,  don- 
de a  él  se  apareció  la  amada  Señora  Santa  María, 
adonde  trasladamos  la  amada  imagen  de  Gua- 
dalupe." (Página  81). 

Por  tanto,  las  confusiones  o  descrepancias  en 
cuanto  a  nombre  de  la  testadora  y  otros  detalles, 
para  nada  debilitan  la  fuerza  de  este  documento 
guadalupano  en  lo  substancial. 


XIV 

Testamento  de  D.  Francisco  Verdugo. 

"Sepan  cuantos  esta  carta  vieren  que  yo,  Don 
Francisco  Quetzalmamalitzin  hago  y  ordeno  mi 
testamento,  con  todo  mi  juicio  y  entendimien- 
to, oído  y  sentido,  y  de  todo  mi  corazón  y  entera 


—  47  — 

voluntad,  pronuncio  y  declaro  con  mi  propia 
lengua: 


''Hoy,  viernes,  a  fin  del  mes  de  marzo  y  a  dos 
andados  del  mes  de  abril  del  año  de  mil  qui- 
nientos y  setenta  y  tres,  hago  mi  testamen- 
to, y  mando  que  todas  las  cosas  que  fueren 
necesarias  para  el  bien  de  mi  alma  se  hagan  con 
puntualidad ;  y  para  el  cumplimiento  de  esto  rue- 
go a  las  personas  a  quien  dejo  encargado,  lo  ha- 
gan cumplir  conforme  a  su  tenor. 

"Lo  primero,  mando  que  si  Dios  me  llevare  de 
esta  vida,  luego  se  lleven  cuatro  pesos  de  limos- 
na a  nuestra  Señora  de  Guadalupe,  para  que  me 
los  diga  de  misas  el  sacerdote  que  reside  en  la 
dicha  iglesia. 


"Fecho  a  dos  días  del  mes  de  abril  del  año 
de  mil  quinientos  sesenta  y  tres. 


"Hoy  domingo  de  la  Resurrección  vine  a  vi- 
sitar a  Don  Francisco  Verdugo,  gobernador  de 
este  pueblo  de  San  Juan  Teotihuacán,  y  me  rogó 
que  por  cuanto  no  sabía  escribir  para  firmar 
este  su  testamento,  que  es  su  última  voluntad, 
como  lo  dice  por  lo  escrito,  y  por  parecerme  ser 
justa  su  petición,  lo  firmé  en  su  lugar  de  mi 
nombre,  porque  dé  más  fe  a  lo  que  aquí  va  pues- 
to. Hoy,  domingo  ut  supra,  once  días  del  mes 
de  abril  de  mil  quinientos  sesenta  y  tres  años. 
Fr.  Alonso  Vera. 

"Este  es  un  traslado  bien  y  fielmente  sacado, 
conforme  al  original  trasuntado  de  la  lengua 
mejicana  en  la  castellana.  —  Fr.  Alonso  de  Vera. 

"En  el  pueblo  de  Santiago  de  Chalco,  a»  nue- 
ve días  del  mes  de  agosto  de  mil  setecientos  diez 
y  ocho  años,  habiendo  habido  a  mis  manos  el  re- 


—  48  — 


ferido  traslado,  lo  transunté  de  mi  letra,  fiel  y 
verdaderamente,  como  en  él  se  contiene,  y  para 
que  conste  lo  firmé  dicho  día,  mes  y  año.  — 
Antonio  de  Andrade." 

*    *  * 

Estos  fragmentos  están  tomados  del  "Tesoro 
guadalupano"  del  Sr.  Vera  y  Talonia,  quien  pu- 
blicó íntegro  el  documento  en  el  primer  apéndi- 
ce del  tomo  I  de  la  obra  citada,  y  se  debe  el 
hallazgo  a  su  amigo  D.  Francisco  del  Paso  y 
Troncoso,  quien  dice  en  una  advertencia  puesta 
al  frente  del  documento  que  "el  otorgante  de  este 
testamento  era  yerno  de  Ixtlilxóchitl  II,  último 
rey  de  Texcoco,  y  contó  entre  sus  descendientes  al 
historiador  don  Francisco  Ixtlilxóchitl,  que  fue 
su  bisnieto;  siendo  de  notar  que  cuando  el  tes- 
tador murió,  en  1563,  vivía  ya  su  nieta  doña 
Ana,  madre  de  nuestro  escritor. 

"Este  mismo  bisabuelo  de  nuestro  Alva,  (D. 
Fernando  de  Alva  Ixtlilxóchitl)  es  el  don  Fran- 
cisco Verdugo  citado  por  Torquemada  (Lib.  XIX 
cap.  VIII)  comxO  caudillo  de  la  rebelión  de  los 
indios  de  Teotihuacán  contra  los  frailes  agusti- 
nos." 

Y  este  es,  cabalmente,  el  valor  histórico  de  la 
manda  que  hace  a  nuestra  Señora  de  Guadalupe 
en  la  cláusula  que  queda  copiada,  porque,  dejando 
al  curioso  lector  que  quiera  informarse  de  los 
pormenores  de  la  rebelión  de  los  indios  de  Teo- 
tihuacán el  trabajo  de  evacuar  la  cita  del  P. 
Torquemada,  quiero  copiar  aquí  uno  de  los  fa- 
vores que  constan  en  el  libro  que  publicó  el  Br. 
Lasso  de  la  Vega,  y  que  copio  de  la  edición  que 
hizo  la  Academia  Mejicana  de  Santa  María  de 
Guadalupe.  He  aquí  el  relato :  "Al  principio,  cuan- 
do se  apareció  la  preciosa  imagen  de  nuestra 
purísima  madre  de  Guadalupe,  los  habitantes  de 


—  49  — 

aquí,  señores  y  nobles,  la  invocaban  mucho,  pa- 
ra que  los  socorriera  y  defendiera  en  sus  nece- 
sidades; y  a  la  hora  de  su  muerte  se  entrega- 
ban completamente  en  sus  manos.  Uno  de  estos 
fué  don  Francisco  Quetzalmamalitzin,  señor  de 
Teotihuacán,  cuando  se  destruyó  el  pueblo  y  que- 
dó desamparado,  porque  se  opusieron  a  ser  pri- 
vados de  los  frailes  de  S.  Francisco.  Quería  el 
señor  visorrey  don  Luis  de  Velasco  que  los  tu- 
vieran a  su  cargo  los  frailes  de  San  Agustín;  lo 
que  estimaron  los  vecinos  como  una  gran  moles- 
tia. Don  Francisco,  el  señor,  y  sus  cortesanos  no 
más  andaban  escondiéndose,  porque  en  todas  par- 
tes los  buscaban.  Al  cabo  vino  a  Azcapozalco,  y 
secretamente  se  llegaba  a  rogar  a  la  celestial 
Señora  de  Guadalupe  que  inspirase  a  su  queri- 
do hijo  el  visorrey  y  a  los  señores  de  la  Audien- 
cia Real,  a  fin  de  que  fuesen  perdonados  los  ve- 
cinos; que  pudiesen  volver  a  sus  casas  y  que  de 
nuevo  les  fuesen  dados  los  frailes  de  San  Fran- 
cisco, que  a  su  cargo  los  tuviesen;  y  todos  vol- 
vieron a  sus  casas,  sin  ser  ya  por  eso  molestados. 
Lo  cual  sucedió  en  el  año  de  mil  y  quinientos  y 
cincuenta  y  ocho.  También  a  la  hora  de  su 
muerte  se  encomendó  don  Francisco  a  la  señora 
del  cielo,  nuestra  preciosa  madre  de  Guadalupe^ 
para  que  diera  favor  a  su  alma;  y  él  hizo  man- 
da en  su  presencia,  según  aparece  de  los  prime- 
ros renglones  de  su  testamento,  que  fue  hecho  a 
dos  de  marzo  del  año  de  mil  y  quinientos  y 
sesenta  y  tres."  (o.  c.  p.  77). 

Véase  con  cuanta  razón  el  caballero  Boturini, 
que  fue  dueño  de  este  testamento,  dice  de  él  en 
su  Catálogo:  '*de  cuyo  testamento  tengo  un 
tanto  en  la  lengua  castellana,  sacado  de  la  meji- 
cana, y  se  echa  de  ver  que  ningún  español  podía 
tener  noticias  tan  individuales  de  estas  cosas  y 
de  los  antiguos  milagros  como  los  indios  contem- 
poráneos." (o.  c.  p.  82). 

4 


—  50  — 


XV 

Alonso  de  Villaseca. 

En  los  anales  de  Juan  Bautista  ya  mencio- 
nados hay  a  ff.  21  la  siguiente  noticia,  cuya  tra- 
ducción es  de  un  señor  canónigo  que  fue  archi- 
vero: 

"Domingo  15  de  septiembre  de  1566,  cuando 
se  hizo  la  octava  de  nuestra  madre  Santa  María 
de  la  Natividad,  y  cuando  allá  salió  la  fiesta  en 
Tepeyacac  de  Santa  María  de  Guadalupe.  Allí 
vive  Villaseca,  que  mostró  una  imagen  de  nues- 
tra madre,  que  es  toda  de  plata . .  y  él  la  hizo, 
como  también  la  casa  donde  duermen  los  enfer- 
mos, (el  hospitaH.  Allá  habían  ido  los  mandones 
Oidores,  y  también  el  arzobispo  y  todos  nosotros 
los  indios.  Y  Villaseca  allá  les  dio  de  comer  a 
los  Oidores  y  mandones  y  los  instruyó  cómo  se 
hizo  la  iglesia  de  Tepeyácac.  Y  allá  se  mereció 
oír  el  cántico  Micheuicatl  compuesto  por  los  me- 
jicanos, y  el  otro  cántico  de  guerra  Yascuicatl 
■compuesto  por  los  Tlatelolco." 

¿Qué  tiene  que  ver  este  testimonio  con  el  tema 
de  este  catálogo? 

Por  él  sabemos,  y  es  dato  que  veremos  des- 
pués confirmado,  que  ya  entonces  se  celebraba 
una  fiesta  litúrgica  en  la  iglesia  del  Tepeyac, 
pero  que  se  celebraba  en  septiembre,  en  la  fies- 
ta de  la  natividad  de  la  Virgen  María,  y  que  en 
ese  año  asistieron  el  arzobispo  y  los  de  la  Au- 
diencia, que  gobernaban  por  la  muerte  del  virrey 
D.  Luis  de  Velasco  el  1*?. 

Por  él  sabemos  que  D.  Alonso  de  Villaseca 
instruyó  a  los  de  la  Audiencia  sobre  el  origen 
de  la  iglesia,  y  como  el  origen  no  fue  otro  que 
la  voluntad  de  la  Virgen  María,  este  dato  nos 
enseña  cómo  iba  cundiendo  la  tradición  de  los 


—  51  — 


indios  a  los  españoles  y  nos  muestra  a  Villaseca 
como  uno  de  los  propagandistas  de  esa  tradición." 


XVI 

Los  Cantares,  según  Becerra  Tanco. 

''El  segundo  modo  que  observaron  los  natura- 
les para  que  no  se  perdiese  la  memoria  de  los 
sucesos  notables  y  que  fuesen  pasando  de  padres 
a  hijos  por  dilatados  siglos,  era  por  medio  de 
unos  cantares  que  componían  los  mismos  sacer- 
dotes en  cierto  género  de  versos,  añadiéndoles  a 
trechos  unas  interjecciones  que  servían  para  la 
cadencia  sola  de  los  versos  del  canto:  estos  ense- 
ñaban a  los  niños  que  conocían  por  más  hábiles 
y  memoriosos,  conservándolos  en  la  memoria  es- 
tos y  llegando  a  ser  provectos  en  la  edad  y  su- 
ficiencia, los  cantaban  en  sus  días  festivos  y  en 
sus  saraos  o  mitotes  al  son  de  instrumentos  mú- 
sicos, que  el  uno  llaman  teponaztli  y  el  otro  tlal- 
panhuehuetl :  éstos  se  tocaban  en  las  batallas  y 
en  otros  actos  públicos,  con  que  se  llamaban  al 
concurso  de  ellos.  Por  medio  de  estos  cantares 
pasaron  de  un  siglo  en  otro  tradiciones  y  aconte- 
cimientos de  500  y  1000  años  de  antigüedad:  en 
estos  cantares  se  referían  sus  guerras  y  victo- 
rias, o  malos  sucesos,  hambres,  pestes  y  naci- 
mientos o  muertes  de  príncipes  y  señores,  el  prin- 
cipio y  fin  de  sus  gobiernos  y  los  acontecimien- 
tos notables  del  tiempo  de  cada  uno  de  ellos." 

"En  cuanto  al  segundo  modo  que  tenían  los 
naturales  para  que  no  se  olvidasen  los  sucesos 
memorables,  que  era  por  medio  de  cantares, 


—  52  — 

afirmo  y  certifico  haber  oído  cantar  a  unos  in- 
dios ancianos  en  los  mitotes  y  saraos  que  ha- 
cían antes  de  la  inundación  de  esta  ciudad  (1629) 
los  naturales  cuando  se  celebraba  la  festividad 
de  nuestra  Señora  en  su  templo  de  Guadalupe  y 
que  se  hacía  en  la  plaza  que  cae  en  la  parte 
occidental,  fuera  del  cementerio  de  dicho  tem- 
plo, danzando  en  círculo  muchos  danzantes  y  en 
el  centro  dél  cantaban  puestos  en  pié  dos  ancia- 
nos al  son  de  un  teponaztli,  a  su  modo,  el  can- 
tar en  que  se  refería  en  metro  la  milagrosa 
aparición  de  la  Virgen  Santísima  y  su  bendita 
imagen,  y  en  que  se  decía  que  se  había  figurado 
en  la  manta  o  tilma  que  servía  de  capa  al  indio 
Juan  Diego,  y  como  se  manifestó  en  presencia 
del  Ilustrísimo  Señor  D.  Fr.  Juan  de  Zumárra- 
ga,  primer  obispo  de  esta  ciudad,  añadiendo  al 
fin  de  dicho  canto  los  milagros  que  había  obra- 
do nuestro  Señor  en  el  día  que  se  colocó  la 
santa  imagen  en  su  primera  ermita,  y  los  jú- 
bilos con  que  los  naturales  celebraron  esta  colo- 
cación/' (o.  c.  p.  30). 

Esto  decía  Becerra  Tanco  en  1666,  es  decir 
cuando  había,  comenzando  por  los  jueces  de  las 
informaciones,  personas  de  su  edad  y  mayores 
que  él  que  pudieron  ser  testigos  de  esto  que  re- 
fería y  que,  si  hubiera  sido  falso,  lo  hubieran 
desmentido,  y  como  no  sé  que  alguien  lo  haya 
hecho,  y  sé  que  el  libro  de  Becerra  Tanco  se  ha 
impreso  muchas  veces,  concluyo  que  no  puede 
negarse  que  antes  de  1629  cantaban  los  indios 
públicamente,  en  la  Villa,  la  relación  de  las  apa- 
riciones. 


—  53  — 


XVII 

Los  cantares,  según  Cabrera. 

El  testimonio  de  Becerra  Tanco  se  limita  a  los 
años  anteriores  a  1629,  pero  el  P.  D.  Cayetano 
Cabrera  añade  que  de  esos  cantares  "quedó  al- 
guna huella  en  esta  ciudad  y  sus  indios  hasta 
nuestros  tiempos,  cantando,  vestidos  a  su  usan- 
za, en  sus  fiestas  y  bacanales,  lo  que  creían  digno 
de  memoria,  hasta  que  en  la  presente  plaga 
(1737)  largaron  con  la  piel  esta  su  inveterada 
costumbre,  quedándonos  sola  la  memoria  de  sus 
cantares.  En  éstos,  pues,  constó  a  todo  el  reino 
haberse  historiado  la  aparición  de  Guadalupe: 
oyéronla  descrita  puntualmente  muchísimos  de 
los  testigos  que  depusieron  en  las  informacio- 
nes jurídicas  (1666)"  (Esc.  N*?  643). 


Para  que  se  entienda  toda  la  fuerza  de  los  dos 
testimonios  transcritos  que  abarcan  tres  siglos, 
es  de  saber  que  los  PP.  del  concilio  I  provincial 
mejicano,  celebrado  en  1555,  atentos  a  evitar 
que  los  indios  recién  convertidos  tuvieran  oca- 
sión de  volver  a  sus  antiguas  idolatrías  y  supers- 
ticiones, en  el  cap.  72  del  dicho  concilio  les  pro- 
hibieron cantar  ''cantares  de  sus  ritos  e  histo- 
rias antiguas,  sin  que  primero  sean  examinados 
los  dichos  cantares  por  religiosos  o  personas  que 
entiendan  muy  bien  su  lengua."  Y  los  PP.  del 
concilio  III  provincial  mejicano,  (1585)  insis- 
tiendo en  esto,  mandaron  que  jamás  se  les  per- 
mita usar  de  canciones  en  que  se  refieran  sus 
antiguas  historias,  o  las  impiedades  de  su  falsa 
religión,  sino  que  solamente  canten  las  que  fue- 
ren aprobadas  por  sus  párrocos  y  vicarios."  (De 
imped.  Pár.  1^). 


—  54  — 


Ahora  bien,  el  Br.  Becerra  Tanco  da  testimo- 
nio de  que  hasta  principios  del  siglo  XVII,  can- 
taban las  apariciones,  no  a  escondidas,  en  algún 
monte  o  en  alguna  aldehuela  perdida  en  las  fra- 
gosidades de  la  sierra,  sino  a  un  paso  de  la  ciu- 
dad de  Méjico,  en  una  plaza  pública  y  en  una 
fiesta  a  la  que  solían  concurrir  arzobispos,  ca- 
nónigos, com.o  en  su  lugar  veremos,  y  personas 
de  las  más  altas  dignidades,  que  podían  y  debían 
evitar  estos  cantares,  y  no  los  evitaron,  por  lo 
cual  se  les  puede  y  debe  aplicar  el  principio  aquel 
de  derecho:  qui  tacet  consentiré  videtur,  que 
equivale  a  nuestra  refrán  castellano:  el  que  calla 
otorga. 

Y  si  alguno  dijere  que  la  causa  de  esto  no  era 
otra  sino  que  el  concilio  III  había  caído  en  desu- 
so y  en  olvido,  que  lea  el  "Escudo  de  armas"  y 
verá  que  todavía  en  el  siglo  XVIII  no  eran 
letra  muerta  sus  disposición^,  por  lo  cual  con 
toda  justicia  dice  el  P.  Cabrera,  su  autor:  si 
sí,  en  puntual  observancia  de  los  concilios  pro- 
vinciales, se  cuidaba  en  los  indios  que  usaban 
de  estos  cánticos  cualquiera  ligero  vuelo  del  nu- 
men que  exorbitaba  del  asunto  y  verdad,  mucho 
más  se  haría  y  menos  se  disimularía  con  una 
historia  tan  circunstanciada  y  prodigiosa  como 
la  de  la  aparición,  a  no  ser  su  verdad  tan  noto- 
ria y  universalmente  recibida  desde  entonces.  En 
cuyo  presupuesto  o  hemos  de  culpar  a  todos  y 
cada  uno  de  los  superiores  y  ministros  como 
transgresores  de  las  disposiciones  conciliares,  (lo 
que  contradice  el  hecho  y  verdad)  o  habemos  de 
decir,  como  es  más  creíble  y  racional,  que  todos 
y  cada  uno  de  los  párrocos  y  ministros  que  o 
compusieron  o  aprobaron  estos  cánticos  que  his- 
toriaban la  aparición,  como  los  otros  que,  pudien- 
do  denunciarla  por  falsa  o  corregirla,  no  lo  hi- 
cieron, son  otros  tantos  testigos  de  excepción  y 
escritores  de  su  verdad,  y  que  la  dan  tanto 


—  55  — 


crédito  y  fe,  aun  en  los  tribunales  más  severos, 
como  los  templos,  altares,  retablos  e  imág-enes 
que  a  obsequio  de  María  Santísima  y  esta  su 
misma  aparición  se  han  edificado  con  licencia  o 
sola  tolerancia  de  los  superiores  y  jueces  or- 
dinarios." (o.  c.  N«?  738). 

Esto  es  de  tal  manera  concluyente  que  si  no 
se  demuestra  que  es  falso  que  por  espacio  de  tres 
siglos  cantaron  los  indios  las  apariciones  guada- 
lupanas,  como  lo  aseguran  Becerra  Tanco  y  Ca- 
brera, y  que  eran  letra  muerta  las  disposiciones 
de  los  concilios,  este  solo  hecho  basta  para  de- 
mostrar que  durante  los  tres  siglos  existió  la 
tradición  guadalupana. 


XVIII 

Cantar  de  D.  Francisco  Plácido. 

El  P.  Florencia  menciona  "el  cantar  que  com- 
puso D.  Francisco  Plácido,  señor  de  Atzcapot- 
zalco,  y  se  cantó  el  mismo  día  que  de  las  casas 
del  señor  obispo  Zumárraga  se  llevó  a  la  ermita 
de  Guadalupe  la  sagrada  imagen . .  .  Débese  este 
tan  abonado  y  calificado  testigo  a  la  diligencia 
de  D.  Carlos  de  Sigüenza  y  Góngora,  que  hallán- 
dolo entre  escritos  de  un  D.  Domingo  de  S.  An- 
tón Muñoz  Chimalpain,  lo  guardaba  como  un 
tesoro,  y  para  ilustrar  esta  historia  me  lo  dio, 
como  otras  muchas  cosas  que  he  dicho,  y  se  di- 
rán, para  insertarla  en  ella".  (Estr.  c.  15  n. 
195). 

Quien  sepa  quien  fué  D.  Carlos  de  Sigüenza  y 
Góngora  no  dudará  que  tuvo  en  su  poder  este 
cantar,  y  si  no  fuere  verdad  que  lo  prestó  al  P. 


—  56  — 

Florencia,  lo  habría  desmentido,  como  veremos 
que  lo  desmintió  en  otro  punto  histórico.  No  es 
posible,  pues,  dudar  de  la  existencia  de  este  do- 
cumento. 


XIX 

Cantar  citado  por  el  P.  Cuevas. 

"Dios  te  creó,  oh  Santa  María,  entre  abundan- 
tes flores,  y  nuevamente  te  hizo  nacer,  pintán- 
dote en  el  obispado. 

Artísticamente  se  pintó.  ¡Oh!  En  el  venera- 
do lienzo  tu  alma  se  ocultó;  todo  allí  es  perfecto 
y  artístico.  ¡Oh!  Yo  aquí  de  fijo  habré  de  vivir. . . 

**. .  .Que  se  funde,  que  prontamente  sea  hecha 
su  casa  terrenal . .  .  Vibrantemente  brotan  mis 
cantares  (en  loor)  del  venerado  y  tierno  fruto 
de  nuestras  flores ..." 

Están  tomadas  estas  palabras  del  bello  cantar 
en  náhuatl  que  publica  en  facsímile  y  analiza  con 
amplitud  el  P.  Cuevas  en  su  Album.  Basándome 
en  la  traducción,  hecha  y  razonada  minuciosamen- 
te por  don  Mariano  Rojas,  profesor  de  lenguas 
indígrenas  en  el  Museo  Nacional  y  por  su  discí- 
pulo el  licenciado  Manuel  Moreno,  juzgo  que 
ese  cantar  es  notoriamente  guadalupano,  pues 
hablar  de  una  imagen  de  la  Virgen  diciendo 
que  Dios  la  pintó  en  el  obispado  y  que  es  fruto 
de  nuestras  flores,  me  parecen  muy  precisas 
y  claras  alusiones  al  milagro. 

Sobre  el  manuscrito  en  que  consta  ese  cantar, 
informa  el  P.  Cuevas: 

*Tara  que  estos  cantares  no  se  perdiesen  con 
el  tiempo  y  el  olvido,  hubo  un  fraile  o  un  su 


—  57  — 


discípulo,  a  lo  que  parece,  que  se  dedicaron  a 
coleccionarlos  en  el  último  tercio  del  siglo  XVI. 

"Tal  es  el  pianuscrito  de  los  ''Cantares  Me- 
jicanos" que  original  se  encuentra  en  la  Sección 
de  Manuscritos  de  la  Biblioteca  Nacional  de 
Méjico.  Una  reproducción  heliográfica  de  todos 
estos  cantares  fue  publicada  por  don  Antonio 
Peñáfiel  en  1904.  Antes  que  él,  el  doctor  C. 
Brinton,  bajo  el  epígrafe  ''Ancient  Náhuatl 
Poetry",  había  publicado  en  Filadelfia,  el  año 
de  1890,  parte  de  esos  cantares,  acompañados 
de  una  muy  mala  traducción  que,  andando  el 
tiempo,  se  vino  a  saber  ser  de  otra  persona  y  no 
de  Brinton,  quien  ignoraba  el  idioma  náhuatl 
aun  en  su  moderna  y  simple  presentación. 

"No  obstante  lo  defectuoso  de  la  traducción 
y  aun  de  la  misma  copia,  saltaba  a  la  vista  que 
el  poema  número  XIX  de  la  colección  de  Brinton 
versaba  sobre  Santa  María,  sobre  la  Madre  de 
Dios,  sobre  una  procesión  muy  regocijada  en 
torno  de  una  pintura  sagrada,  y  que  todo  esto 
estaba  conectado  con  la  persona  de  un  obispo, 
que  Brinton  mismo  desde  luego  dijo  ser  fray 
Juan  de  Zumárraga''.    (Páginas  23,  24). 

Voy  a  agregar,  por  mi  parte,  algunas  noticias 
sobre  estos  cantares. 

1. — En  1866  publicó  D.  Joaquín  García  Icaz- 
balceta  en  su  imprenta  particular  un  opúsculo 
que  tituló  "Apuntes  para  un  catálogo  de  escrito- 
res en  lenguas  indígenas",  del  que  hizo  una  ti- 
rada de  solos  60  ejemplares  numerados. 

El  Lic.  D.  Victoriano  Agüeros,  a  quien  tantos 
y  tan  buenos  servicios  deben  las  letras  mejicanas, 
reprodujo  ese  rarísimo  cuanto  interesante  opúscu- 
lo en  el  tomo  18  de  su  "Biblioteca  de  autores 
mejicanos",  tom.o  que  es  el  8-  de  las  obras  del 
señor  Icazbalceta  y      de  sus  "Opúsculos  varios". 

Pues  bien,  en  el  N"^'  175  de  ese  catálogo  está 
descrita  la  colección  de  cantares  a  que  se  refiere 


—  58  — 


el  P.  Cuevas,  y  dice  el  Sr.  Icazbalceta  que  para 
hacer  ese  número  de  su  catálog-o  se  valió  de  una 
copia  moderna,  sacada  por  D.  José  Fernando 
Ramírez,  el  cual,  después  de  haber  examinado 
el  original,  que  existía  en  la  biblioteca  de  la 
Universidad,  hizo  constar  que  el  manuscrito  se 
compone  de  nueve  opúsculos  distintos,  el  prime- 
ro de  los  cuales  es  de  los  cantares,  y  dice  de 
dichos  opúsculos:  "Todos  ellos,  con  excepción 
del  y  3-,  están  escritos  por  diversas  personas, 
y  algunas  de  sus  formas  pueden  pertenecer  al 
siglo  XVI.  Las  demás  parecen  del  siguiente.  Mé- 
jico, mayo  12  de  1859".  Véase  también  lo  que 
dice  sobre  esto  D.  Federico  Gómez  de  Orozco,  en 
la  pág.  213  del  ''Catálogo  de  la  Colección  de  ma- 
nuscritos de  Joaquín  García  Icazbalceta",  Méjico, 
1927. 

2. — En  la  imprenta  del  Museo  Nacional  comen- 
zaron a  imprimirse  varios  estudios  de  D.  José 
María  Vigil,  y  supongo  que  su  muerte  fue  la 
causa  de  que  su  impresión  quedara  trunca.  Los 
pliegos  impresos  andaban,  y  supongo  que  anda- 
rán rodando  por  las  bodegas,  pero  cuando  trabajé 
en  dicho  Museo  logré  que  el  director  me  regalara 
un  ejemplar  de  ellos,  que  tengo  a  la  vista.  Como 
es  de  suponer,  no  tiene  carátula  ni  pie  de  im- 
prenta. 

Entre  esos  estudios  hay  uno  que  lleva  por 
título  "Cantares  mejicanos";  consta  de  11  pá- 
ginas y  fue  escrito  en  1906.  En  ese  estudio  cuenta 
el  Sr.  Vigil  que,  al  estar  organizando  la  Biblio- 
teca Nacional,  encontró  "mezclado  entre  multi- 
tud de  volúmenes  hacinados,  ese  manuscrito",  y 
cómo  lo  identificó  con  la  reproducción  y  traduc- 
ción que  de  27  de  aquellos  cantares  hizo  el  Dr. 
Daniel  Brinton  en  Filadelfia  en  1887.   (p.  2). 

Por  lo  que  respecta  al  origen  y  antigüedad 
de  esos  cantares,  dice  el  Sr.  Vigil:  "Desde  luego 
ocurre  preguntar:  ¿quién  es  el  autor  de  esos 


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cantos?  ¿cuál  es  su  procedencia?  ¿en  qué  tiem- 
I  pos  fueron  escritos?  ¿pueden  considerarse  como 
una  producción  genuina  de  la  poética  mejicana, 
o  han  sido  compuestos  después  de  la  conquista, 
por  alguno  de  los  primeros  misioneros  que  co- 
menzaron a  escribir  la  lengua  náhuatl? 

'^Respecto  de  lo  primero  el  manuscrito  no  da 
ninguna  luz,  y  lo  único  que  puede  establecerse 
es  que  proceden  de  diversas  fuentes  y  de  dife- 
rentes épocas,  y  que  la  mano  diligente  de  un 
fraile  los  reunió  en  la  presente  colección,  para 
ofrecerla  a  su  superior.  Esta  opinión  se  encuen- 
tra sólidamente  apoyada  en  la  siguiente  nota,  es- 
crita en  español  al  principio  del  canto  marcado 
en  la  edición  de  Filadelfia  con  el  número  XII: 
"Cantares  antiguos  de  los  naturales  otomís,  que 
solían  cantar  en  los  convites  y  casamientos, 
vueltos  en  lengua  mejicana,  siempre  tomando 
el  jugo  y  el  alma  del  canto,  razones  metafóricas 
que  ellos  decían,  como  V.  R.  lo  entenderá  mejor 
que  no  yo,  por  mi  poco  talento,  irán  y  van  con 
razonable  estilo  y  primor,  para  que  V.  R.  los 
aproveche  y  entremeta  a  sus  tiempos  que  con- 
viniere, como  buen  maestro  que  es  V.  R. . .  . " 

"Cuestión  más  grave  seguramente  es  la  de 
su  antigüedad,  si  son  anteriores  a  la  conquista, 
o  en  otros  términos,  si  deben  ser  recibidos  como 
restos  de  aquella  civilización  misteriosa  que  des- 
apareció a  los  golpes  de  la  invencible  espada 
de  Cortés.  Mr.  Brinton  acepta  resueltamente  su 
procedencia  nahoa.  "Opino,  dice,  que  fueron  com- 
puestos antes  de  la  conquista,  y  escritos  poco 
después  que  se  redujo  la  lengua  náhuatl  al  alfa- 
beto español".  Y  más  adelante  añade:  "La  de- 
cisión final  sobre  la  edad  de  los  poemas  debe 
venir  de  un  cuidadoso  examen  de  las  pruebas 
internas,  especialmente  en  cuanto  a  los  pensa- 
mientos que  contienen  y  al  lenguaje  en  que  se 
expresan.  Al  aplicar  este  criterio  hay  que  recor- 


—  60  — 

dar  que  un  canto  puede  ser  casi  enteramente 
antiguo,  es  decir  compuesto  antes  de  la  conquista, 
y  mostrar  sin  embargo,  algunas  alusiones  intro- 
ducidas posteriormente  por  la  persona  que  los 
conservó  en  la  escritura,  con  objeto  de  quitarles 
todo  sabor  de  gentilismo/'  Este  es,  en  mi  con- 
cepto, el  método  seguro  de  investigación  en  tales 
materias",  (p.  5). 


XX 

El  "Ni'can  mopohua." 

Corona  y  digno  remate  de  la  documentación 
indígena  guadalupana  del  siglo  XVI  es  el  "Nican 
mopohua,"  llamado  así  por  ser  las  primeras  pa- 
labras con  que  comienza  un  relato  hecho  en  meji- 
cano de  las  apariciones  de  la  Virgen  de  Guadalupe, 
de  cuyo  autor  puedo  dar  los  siguientes  datos: 

1. — El  Br.  Becerra  Tanco  en  el  "Papel"  que 
presentó  a  los  jueces  de  las  informaciones  gua- 
dalupanas  de  1666,  decía:  "Y  vide  un  cuaderno 
escrito  con  las  letras  de  nuestro  alfabeto  de  mano 
de  un  indio,  en  que  se  referían  las  cuatro  apa- 
riciones de  la  Virgen  Santísima  al  indio  Juan 
Diego  y  la  quinta  a  su  tío  Juan  Bernardino,  el 
cual  fue  el  que  se  dio  a  las  prensas  en  lengua 
mejicana  por  orden  del  Licenciado  Luis  Lasso  de 
la  Vega,  Vicario  del  Santuario  de  Nuestra  Seño- 
ra de  Guadalupe,  año  de  mil  seiscientos  cuarenta 
y  nueve,  y  racionero  que  fué  de  esta  santa  Igle- 
sia." 

Es  de  advertir:  I"? — Que  ese  cuaderno  lo  vio  en 
poder  de  D.  Fernando  de  Alva  Ixtlixóchitl. 

29 — Que  en  la  edición  princes  de  su  'Telici- 
dad  de  México,"  cambió  la  redacción  de  este  pá- 
rrafo por  esta  otra:  tenía  en  su  poder  (Don 
Fernando  de  Alva)  un  cuaderno  escrito  con  le- 


—  61  — 


tras  de  nuestro  alfabeto  en  la  lengua  mejicana, 
de  mano  de  un  indio  de  los  más  provectos  del 
colegio  de  Santa  Cruz,  de  que  se  hizo  mención 
arriba,  en  que  se  referían  las  cuatro  apariciones 
de  la  Virgen  Santísima  al  indio  Juan  Diego  y  la 
quinta  a  su  tío  Juan  Bernardino." 

En  este  segundo  testimonio  suprime  lo  relativo 
a  Lasso  de  la  Vega,  pero  en  cambio  determina 
mejor  al  autor,  diciéndonos  que  era  indio  de  los 
más  provectos  del  colegio  de  Tlatelolco. 

2.  — El  P.  Francisco  de  Florencia,  en  el  Cap.  16 
de  su  "Estrella  del  Norte,"  dice  que  *'Don  Fer- 
nando de  Alva .  .  .  tenía  y  mostraba  un  cuaderno 
escrito  con  letras  de  nuestro  alfabeto  en  muy  ele- 
gante estilo  mejicano,  de  la  mano  y  del  ingenio 
de  un  indio  de  aquellos  que  dije  se  habían  criado 
y  aprendido  en  el  colegio  de  Santa  Cruz.  En  éste 
se  contaban  por  extenso  las  cuatro  apariciones 
de  la  Santísima  Virgen  a  Juan  Diego  y  la  quinta 
a  Juan  Bemardino  su  tío.  Est^  papel  fue  el  que 
en  Méjico  sacó  a  luz  en  la  estampa  el  licenciado 
Luis  Lasso  de  la  Vega,  año*  de  1649." 

Cabe  preguntar  si  el  P.  Florencia  dijo  esto 
por  sí  mismo  o  copiando  a  Becerra  Tanco,  y  yo 
tengo  para  mí  que  no  lo  dijo,  ni  pudo  decirlo 
por  su  propio  conocimiento,  porque 

3.  — El  Pbro.  Dr.  D.  Carlos  de  Sigüenza  y  Gón- 
gora  en  el  N'^  111  de  su  'Tiedad  Heroica,"  habla 
de  una  relación  guadalupana  ''antiquísima,  que 
aun  tengo  MS.  y  estimo  en  mucho,  y  es  la  misma 
que  presté  al  R.  P.  Francisco  de  Florencia  para 
que  ilustrase  su  historia";  y  en  el  núm.  114 
dice:  "Digo  y  juro  que  esta  relación  hallé  entre 
los  papeles  de  D.  Fernando  de  Alva,  que  tengo 
todos,  y  que  es  la  misma  que  afirma  el  Lic.  Be- 
cerra Tanco  en  su  libro  (p.  30  de  la  edición  de 
Sevilla)  haber  visto  en  su  poder.  El  original  en 
mejicano  está  de  letra  de  D.  Antonio  Valeriano, 


—  62  — 


indio,  que  es  su  verdadero  autor,  y  al  fin  añadi- 
dos algunos  milagros  de  letra  de  D.  Fernando, 
también  en  mejicano.  Lo  que  presté  al  R.  P.  Flo- 
rencia fue  una  traducción  parafrástica  que  de 
uno  y  otro  hizo  D.  Fernando,  y  también  está  en 
mi  poder/'  El  P.  Cuevas  publicó  la  fotografía  de 
la  página  MS  de  este  testimonio  en  su  Album, 
(p.  68). 

Luego  si  ya  en  tiempo  del  P.  Florencia  los 
papeles  de  D.  Fernando  estaban  en  poder  del 
P.  Sigüenza  porque  D.  Fernando  había  muerto, 
el  testimonio  del  P.  Florencia  no  es  de  ciencia 
propia. 

4.  — Aunque  el  testimonio  de  Sigüenza  y  Gón- 
gora  es  decisivo,  todavía  quiero  reforzarlo  con 
el  de  Boturini.  El  cual,  después  de  decir  en  su 
catálogo  que  tenía  la  "historia  impresa  en  lengua 
náhuatl  por  el  Br.  Luis  Lasso  de  la  Vega,  añade : 
*'Esta  no  es,  ni  puede  ser  de  dicho  autor,  antes 
sí  se  arguye  ser  de  D.  Antonio  Valeriano,  o  de 
otro  indio  alumno  del  imperial  colegio  de  San- 
tiago Tlatilulco,  contemporáneo  a  el  milagro  de 
dichas  apariciones,  y  lo  probaré  con  argumentos 
sólidos  en  la  mía  que  estoy  escribiendo  de  la 
Santísima  Señora".  (Pár.  34  n?  3).  Y  todavía 
insiste  en  ello  en  los  números  1  y  5  del  párrafo 
35  de  su  catálogo. 

5.  — Y  completa  el  ciclo  de  los  testimonios  el 
siguiente  que  copio  de  un  artículo  que  publicó  en 
*'E1  Universar*  mi  buen  amigo  Alfonso  Junco  el 
7  de  febrero  del  año  en  curso:  *'Viene  a  confir- 
mar lo  anterior,  de  manera  concluyente,  un  do- 
cumento inédito  que  existe  en  la  Biblioteca  de 
Nueva  York  (colección  José  Fernando  Ramírez), 
donde  lo  examinó  el  R.  P.  Mariano  Cuevas,  quien 
ha  tenido  la  fineza  de  proporcionarme  la  foto- 
copia respectiva.  Es  un  manuscrito  anónimo, 
cuyo  autor,  según  lo  muestra  el  papel,  era  hom- 


—  63  — 


bre  inteligente,  erudito  y  circunspecto,  y  vivió 
a  fines  del  siglo  dieciocho. 

"He  aquí,  publicado  por  primera  vez,  lo  que 
de  ese  documento  nos  interesa: 

'Tarece  que  el  mencionado  bachiller  Lasso,  en- 
tre otros  instrumentos  de  que  se  sirvió  para  sa- 
car dicha  historia,  sería  uno  de  ellos:  un  papel 
que  se  reconoce  muy  antiguo,  por  ser  de  mexti 
(metí)  o  masa  de  maguey,  del  que  usaban  los 
indios  antes  de  la  conquista,  de  letra  de  la  pri- 
mera que  formaron  después  de  hecha  y  conver- 
tidos, y  con  color  de  casi  pasado  de  viejo,  que 
se  halla  en  la  Real  Universidad,  entre  los  docu- 
mentos del  Museo  del  caballero  don  Lorenzo  Bo- 
turini  Benaducci,  en  el  inventario  8,  núm.  7 ;  el 
cual  se  halla  incompleto  y  trata  sólo  hasta  el 
fin  de  la  tercera  aparición  de  nuestra  Señora  y 
hasta  allí  está  entera  y  literalmente  acorde  a  la 
historia  impresa  del  bachiller  Luis  Lasso,  con 
la  sola  diferencia  de  que  en  el  principio,  donde 
dice  que  se  apareció  la  Señora  a  Juan  Diego 
primeramente,  y  después  en  su  amada,  adorable 
imagen  en  presencia  del  nuevo  o  primer  obis- 
po el  señor  don  Juan  de  Zumárraga,  en  la  im- 
presión de  Lasso  de  la  Vega  se  añade:  ihuan 
inixqv.ich  tlamuhuizolU,  ye  quimochihuilia,  que  no 
se  halla  en  el  papel  de  letra  del  puño  de  los  in- 
dios, o  se  añadieron  al  impreso  por  lo  más  que 
había  de  tratar  que  el  manuscrito,  pues  tradu- 
cidas quieren  decir:  y  también  se  cuentan  todas 
las  maravillas  o  milagros  que  ha  obrado.  Y  en 
esta  colección  va  copia  de  dicho  manuscrito  en 
mejicano,  al  número  2/' 

En  el  artículo  citado  y  en  otros  que  publicó 
Alfonso  Junco  antes  y  después  sobre  este  mismo 
tema,  se  pueden  ver  otras  noticias  muy  curio- 
sas y  buenas  razones  para  demosti*ar  esta  misma 
tesis. 


—  64  — 


¿Quién  es  el  autor  anónimo  de  ese  escrito?  Sos- 
pecho — como  lo  insinúa  Junco —  que  Sedaño,  al 
que  el  Dr.  Guridi  pone  en  penúltimo  lugar  en 
su  "Apología"  entre  los  ''escritores  que  asientan 
la  aparición",  con  estas  palabras:  "D.  Francis- 
co Sedaño,  insigne  devoto  de  nuestra  Señora,  es- 
cribió lo  siguiente  sobre  ella:  "Colección  de  no- 
ticias cronológicas  desde  el  año  de  1531  hasta  el 
de  1807:  del  Culto  tributado  a  nuestra  Señora 
como  aparecida  y  por  aparecida,  para  probar  1^ 
tradición  del  milagro:  Notas  a  Sánchez,  (Miguel), 
Lazo  de  la  Vega,  Veitia,  Bartolache,  Carrillo  y 
Téllez  Girón."  (o.  c.  p.  164). 

D.  Joaquín  García  Icazbalceta,  en  el  prólogo 
que  escribió  a  las  "Noticias  de  Méjico"  de  Seda- 
no  (Méjico,  Imprenta  de  J.  R.  Barberillo  y  Cía. 
1880  p.  V)  da  también  noticia  de  los  escritos  de 
Sedaño,  y  aunque  no  menciona  las  notas  a  Lasso 
de  la  Vega,  sin  duda  porque  no  tuvo  noticia  de 
ellas,  pero  añade:  "Como  se  advierte  por  esta 
lista,  la  ocupación  favorita  de  Sedaño  era  la  de 
anotar  obras  ajenas  y  recopilar  noticias  sueltas 
sobre  determinados  asuntos. 

"Las  notas  al  Pensil  Americano  serán  tal  vez 
las  que  he  visto  agregadas  en  pocas  hojas  al 
ejemplar  que  posee  el  Sr.  D.  J.  M.  Andrade.  Las 
correspondientes  a  los  Baltuirtes  de  Méjico  tú- 
volas el  Sr.  D.  José  F.  Ramírez  y  no  sé  dónde  pa- 
ran hoy." 

Con  las  noticias  anteriores  y  comparando  las 
notas  agregadas  a  Carrillo  y  Pérez,  que  son 
las  de  que  habla  el  Sr.  Icazbalceta  y  yo  copié 
del  dicho  ejemplar,  hoy  en  la  Basílica,  ya  no 
parece  tan  infundada  la  opinión  de  que  el  papel 
anónimo  en  cuestión  sea  nada  menos  que  las 
notas  añadidas  al  libro  de  Lasso  de  la  Vega. 

6. — De  todo  lo  expuesto  sacamos  en  limpio,  si 
no  me  equivoco: 


—  65  — 


Primero:  que  D.  Antonio  Valeriano,  indio  no- 
ble del  siglo  XVI,  alumno  primero  y  después 
maestro  en  el  imperial  colegio  de  Santa  Cruz  de 
Tlatelolco,  escribió  en  elegante  idioma  mejica- 
no una  relación  de  las  cinco  apariciones  de  la 
Virgen  Santa  María  de  Guadalupe. 

Segundo:  que  esa  relación  pasó  a  poder  de  D. 
Fernando  de  Alva  Ixtlixochitl,  quien  adicionó 
con  varios  milagros,  y  en  su  poder  la  vio  Bece- 
rra Tanco; 

Tercero:  que  de  manos  de  D.  Fernando  pasó 
a  las  del  eruditísimo  y  muy  insigne  bibliógrafo 
Pbro.  Dr.  D.  Carlos  de  Sigüenza  y  Góngora. 

Cuarto:  que,  a  su  muerte,  pasó  con  todos  sus 
libros  a  la  biblioteca  del  Colegio  de  S.  Pedro  y 
S.  Pablo,  de  los  padres  jesuítas,  a  quienes  dejó 
su  biblioteca  y  sus  instrumentos  científicos. 

Quinto:  que  más  tarde  fue  dueño  de  esa  rela- 
ción — o,  en  todo  caso,  de  una  copia  del  propio 
siglo  dieciséis,  como  indica  Junco — ,  el  insigne 
coleccionador  Boturini. 

Sexto:  que  pasó  esa  relación  con  todas  las  ri- 
quezas científicas  de  Boturini  a  la  biblioteca  de 
la  Universidad,  donde  todavía  la  vio  y  la  des- 
cribe el  autor  del  papel  citado  arriba,  que  tengo 
para  mí  que  es  Sedaño. 

Séptimo  y  último:  que,  por  los  testimonios  au- 
torizadísimos de  Becerra  Tanco,  de  Boturini  y  de 
Sedaño,  esa  relación  está  contenida  en  el  libro 
que  publicó  en  1649  el  Br.  Lasso  de  la  Vega  con 
el  título  de  "Huei  Tlamahuizoltica*'. 

Pero  en  ese  libro  hay  que  distinguir  varias 
partes.  ¿Será  posible  señalar  las  que  correspon- 
den a  cada  uno  de  los  diversos  autores? 

El  parecer  de  persona  de  la  competencia  de 
mi  buen  amigo  el  señor  licenciado  Velázquez  es 
que  la  parte  contenida  del  folio  1  al  8  y  prin- 
cipio del  9,  o  sea  el  "Nican  mopohua"  es  de  D. 

5 


—  66  — 


Antonio  Valeriano;  la  relación  de  los  milagros, 
que  comienza  en  el  folio  9  con  las  palabras  "Ni- 
can  motecpana*'  es  de  D.  Fernando  de  Alva,  adi- 
cionador  de  D.  Antonio  Valeriano,  y  que  desde 
el  folio  15  vuelto,  o  sea  de  las  palabras  "Nican 
tlantica",  en  adelante  es  del  Br.  Lasso  de  la 
Vega,  autor  asimismo  del  prólogo. 

Importa  esto  sobre  manera  a  quienes  escriban 
sobre  historia  guadalupana,  no  solamente  para 
que  den  a  cada  uno  lo  que  es  suyo,  sino  para  va- 
lorizar los  diferentes  datos. 


iíá  ^ 


PARTE  SEGUNDA 
DOCUMENTACION  ESPAÑOLA 


I 

El  proceso  de  Zumárraga. 

1.  — El  18  de  febrero  de  1666  se  presentó  a 
declarar  ante  los  jueces  nombrados  para  averi- 
guar la  verdad  sobre  la  tradición  guadalupana 
el  Pbro.  Br.  D.  Miguel  Sánchez  y  comenzó  di- 
ciendo "que  hoy  que  hace  esta  deposición  ha  ce- 
lebrado el  santo  sacrificio  de  la  Misa  y  suplica- 
do a  la  Majestad  de  Dios  nuestro  Señor  le  dé 
la  luz  que  conviene  en  este  caso  y  la  memoria 
clara  y  distinta  para  referir  y  decir  todo  lo  que 
ha  visto  y  oído  en  el  tiempo  de  dichos  cincuenta 
años'*,  y  después  de  este  hermoso  y  cristiano 
preámbulo  dijo  que  ''habló  y  comunicó  sobre  este 
caso  (de  las  apariciones)  al  Lic.  Bartolomé  Gar- 
cía, presbítero.  Vicario  que  fue  de  dicha  ermita, 
difunto...  y  juntamente  tuvo  noticia  este  tes- 
tigo, por  habérsela  dado  el  Lic.  Bartolomé  Gar- 
cía, de  que  le  había  dicho  el  Sr.  Dr.  D.  Alonso 
Muñoz  de  la  Torre,  Deán  que  fue  de  esta  santa 
iglesia  catedral  metropolitana,  de  que  habiendo 
ido  a  visitar  al  limo.  Sr.  Arzobispo  D.  Fr.  Gar- 
cía de  Mendoza,  había  visto  que  S.  S.  lima,  es- 
taba leyendo  los  autos  y  procesos  de  dicha  apa- 
rición con  singular  ternura,  y  que  así  se  lo 
había  manifestado  y  declarado  a  dicho  señor 
deán."  (Informs.  págs.  66-69). 

2.  — El  Pbro.  D.  Cayetano  Cabrera  que  escri- 
bía hacia  1740,  dice  en  su  ''Escudo  de  armas"  que 
el  R.  P.  Fr.  Pedro  de  Mezquía,  religioso  de  Pro- 

—  67  — 


—  68  — 

paganda  fide  aseguraba  haber  visto  y  leído  en 
el  convento  de  franciscanos  de  Vitoria  en  Es- 
paña una  relación  del  Sr.  Zumárraga  a  los  re- 
ligiosos de  aquel  convento,  de  la  aparición  de 
la  Virgen  de  Guadalupe  "según  y  como  acon- 
teció", y  había  prometido  traerla  a  su  regreso  de 
un  viaje  que  iba  a  emprender  a  España,  (n. 
653). 

Y  el  Dr.  Uribe,  que  escribía  hacia  1778,  cuen- 
ta que  al  regreso  del  P.  Mezquía  le  preguntaron 
por  la  relación  que  había  prometido  traer  y  res- 
pondió que  ya  no  la  había  encontrado  y  que 
creía  que  había  perecido  en  un  incendio  que 
había  sufrido  el  archivo  del  convento.  ''Debemos 
esta  noticia,  añade,  al  Sr.  Dr.  D.  Juan  Joaquín 
de  Sopeña,  que  hoy  vive,  canónigo  de  la  Insigne 
y  Real  Colegiata  de  Nuestra  Señora  de  Guadalu- 
pe, que  fue  uno  de  los  que  hablaron  en  este 
punto  con  el  P.  Mezquía  y  a  quien  le  respondió 
lo  que  se  ha  dicho.  Noticia  muy  apreciable  en 
la  materia,  por  la  fe  que  se  debe  a  aquel  religio- 
so respetable  y  a  este  canónigo,  cuya  veracidad 
escrupulosa  tenemos  bien  experimentada  cuan- 
tos le  tratamos.  (Disert.  Par.  4  p.  24  edic.  Méj.). 

Es,  pues,  históricamente  cierto  que  el  limo.  Sr. 
Zumárraga  formó  un  proceso  canónico  sobre  las 
apariciones  guadalupanas. 

Testamentos. 

Además  de  los  testamentos  de  indios  que 
mencionados  quedan  en  la  parte  primera,  se  han 
encontrado  y  cada  día  se  siguen  encontrando  tes- 
tamentos otorgados  por  españoles,  con  la  dife- 
rencia de  que  en  éstos  no  se  hallan  testimonios 
claros  y  precisos  en  favor  de  la  verdad  de  las 
apariciones  guadalupanas,  como  en  aquéllos,  sino 
sencillamente  mandas  de  misas  a  la  Virgen  de 
Guadalupe.  i 


—  69  — 

¿Y  sin  embargo  sirven  para  demostrar  la 
tradición? 

Sí,  y  la  razón  es  clara.  Se  ha  querido  separar 
el  culto  de  la  Virgen  de  Guadalupe  de  la  fe  en 
sus  apariciones,  pero  ¿en  qué  se  funda  el  culto 
que  se  le  tributa?  ¿No  es  la  fe  en  sus  aparicio- 
nes? Por  eso  el  Sr.  Lorenzana  citaba  y  con 
razón  como  prueba  de  la  tradición  uno  de  los 
testamentos  que  en  seguida  voy  a  copiar. 

Pero  quiero  advertir  a  los  investigadores,  que 
es  necesario  irse  con  cautela  en  la  catalogación 
de  testamentos  otorgados  por  españoles  y  no 
admitir  como  guadalupanos  todos  aquéllos  en  los 
que  se  encuentre  una  manda  en  favor  de  la 
Virgen  de  Guadalupe,  porque  es  preciso  saber 
que  escribiendo  Fr.  Diego  de  Santa  María  desde 
Méjico  a  Carlos  V  con  fecha  24  de  marzo  de  1575, 
le  decía  que  antes  de  1560  era  tan  grande  la 
devoción  de  los  españoles  a  la  Virgen  de  Guada- 
lupe de  Extremadura  "que  pocos  de  los  que  otor- 
gaban testamentos  dejaban  de  hacerle  alguna 
manda,  y  en  este  tiempo  pocos  menos  que  todos 
las  hacen  a  nuestra  Señora  de  Guadalupe  ex- 
tramuros de  Méjico,  lo  cual  parece  bien  por  las 
cláusulas  de  los  testamentos  que  se  han  hecho  y 
hacen  de  aquel  tiempo  a  esta  parte..."  (Véase 
el  apénd.  IX  del  tomo  II  de  la  ''Historia  de  la 
Iglesia  en  Méjico",  del  P.  Cuevas,  (p.  495). 

Hay,  pues,  dos  clases  de  testamentos  con  man- 
das a  nuestra  Señora  de  Guadalupe;  unos  que  se 
hacían  a  la  de  Extremadura  y  otros  a  nuestra 
Guadalupana;  y  yo  me  he  fijado,  y  el  lector  lo 
podrá  ver  por  sí  mismo  en  el  testamento  de 
Bartolomé  López,  que  solían  poner  dos  géneros 
de  clásulas:  las  unas  a  nuestra  Señora  de  Gua- 
dalupe, lisa  y  llanamente,  y  las  otras  a  la  casa, 
o  bien  a  la  casa  y  ermita  de  nuestra  Señora  de 
Guadalupe,  lo  cual  pudiera  en  ocasiones,  desig- 


—  To- 


nar respectivamente  a  la  Virgen  de  Guadalupe 
de  Extremadura  y  a  la  nuestra. 

Hechas  estas  advertencias,  véanse  algunos  de 
los  testamentos  que  conozco. 

II 

Testamento  de  D.  Sebastián  Lomelín. 

Puesto  que  el  limo.  Sr.  Lorenzana  hizo  tan 
grande  aprecio  de  este  testamento,  según  queda 
referido  en  otro  lugar,  quiero  poner  aquí  los 
fragmentos  principales  y  que  mejor  sirvan  para 
el  fin  de  estos  apuntamientos. 

"In  Dei  nomine.  Amen.  Sepan  cuantos  esta 
carta  vieren  cómo  yo,  Sebastián  Tomelín,  natu- 
ral de  la  villa  de  Guadacanal,  hijo  legítimo  de 
Sebastián  García  e  Isabela  García  ya  difunta, 
estante  en  esta  ciudad  de  los  Angeles  de  Nueva 
España,  estando  enfermo  en  cama  y  en  mi  me- 
moria y  entendimiento  natural,  recelándome  de 
la  muerte,  que  es  cosa  natural  a  toda  criatura  vi- 
viente, creyendo,  como  creo,  en  el  misterio  de 
'  la  Santísima  Trinidad,  otorgo  y  conozco  que  ha- 
go y  ordeno  este  mi  testamento  y  última  volun- 
tad en  la  forma  y  manera  siguiente: 


Item:  mando  a  nuestra  señora  de  Guadalu- 
pe de  la  ciudad  de  Méjico  diez  pesos  de  oro  co- 
mún, los  cuales  se  paguen  de  mis  bienes.*' 


...  en  testimonio  de  lo  cual  lo  otorgué,  según 
dicho  es,  ante  el  presente  escribano  y  testigos 
de  yuso  escritos,  que  es  fecho  y  otorgado  en  la 
dicha  ciudad  de  los  Angeles,  a  cuatro  días  del 
mes  de  abril  de  mil  quinientos  setenta  y  dos 
años . . . 


—  71  — 


*     *  * 

Publicó  este  testamento  el  limo  Sr.  Vera  en  el 
apéndice  del  tomo  I  de  su  "Tesoro  guadalupano'', 
con  la  petición  hecha  por  D.  Lorenzo  Boturini» 
para  que  las  autoridades  de  Puebla  mandaran 
sacar  una  copia  autorizada  del  mismo. 

Por  cierto  que  trae  también  éste  una  adver- 
tencia del  señor  don  Francisco  del  Paso  y  Tron- 
coso,  que  en  la  parte  que  a  mis  fines  interesa  dice 
así: 

"También  perteneció  este  documento  a  D. 
Lorenzo  Boturini.  El  célebre  anticuario  (Cátalo 
go  del  Museo  Indiano,  Pár.  XXV  n*?  3)  creyó  que 
el  testamento  se  había  extendido  en  1575,  llamó 
al  otorgante  D.  Esteban  Tomelín  y  supuso  que 
era  el  padre  de  la  célebre  monja  concepcionista 
poblana  Sor  María  de  Jesús,  con  lo  cual  incidi«6 
en  tres  errores,  porque  el  testamento  tiene  la 
fecha  de  1572,  el  padre  de  la  monja  se  llamaba 
D.  Sebastián,  y  aunque  el  testador  lleva  el  mis- 
mo nombre,  parece  no  ser  el  progenitor  de  la 
V.  Sor  María/* 


III 

Testamento  de  Bartolomé  López. 

El  15  de  noviembre  de  1537  y  ante  el  escri- 
bano Juan  de  la  Torre,  otorgó  testamento  en 
Colima  Bartolomé  López,  uno  de  los  conquista- 
dores y  vecino  entonces  de  la  villa  de  Colima. 
Las  cláusulas  23  y  24  de  dicho  testamento  dicen 
respectivamente : 

"Item:  Mando  a  nuestra  Señora  de  Guadalupe, 


—  72  — 

por  mi  ánima,  cien  misas,  e  se  pague  de  mis  bie- 
nes. 

"Item:  Mando  que  diga  en  la  Casa  de  Nues- 
tra Señora  de  Guadalupe  por  mi  ánima  cien 
misas,  e  se  paguen  de  mis  bienes." 

El  Sr.  D.  José  María  Rodríguez  Castellanos, 
vecino  de  Colima  y  diligentísimo  investigador 
guadalupano  encontró  este  testamento  y  lo  pu- 
blicó íntegro  en  Democracia  Cristiana,  revista  que 
se  publicaba  en  Tulancingo  Hgo.,  en  1912. 

En  1921  publiqué  yo  en  "La  Rosa  del  Tepe- 
yac"  varias  fotografías  de  cláusulas  de  testa- 
mentos hallados  en  Colima. 

Quiero  hacer  notar  la  diferencia  que  hay  entre 
las  dos  cláusulas  copiadas.  Porque  en  la  pri- 
mera se  mandan  cien  misas  "a  nuestra  Señora 
de  Guadalupe",  y  en  la  segunda  otras  cien  mi- 
sas que  se  han  de  decir  "en  la  Casa  de  Nuestra 
Señora  de  Guadalupe."  ¿Se  trata  de  la  misma 
imagen?  Pudiera  decirse  que  las  primeras  cien 
misas  se  mandan,  en  general,  a  la  Virgen  de 
Guadalupe  y  para  aplicarlas  donde  se  quiera,  y 
las  otras  cien  para  que  se  apliquen  precisamen- 
te en  la  casa  de  nuestra  Señora  de  Guadalupe, 
frase  que  se  encuentra,  como  veremos  inmedia- 
tamente, en  documentos  del  siglo  XVI  que  con 
toda  certeza  se  refieren  a  nuestra  Guadalupana. 
La  explicación  puede  admitirse,  pero  después 
del  testimonio  de  Fr.  Diego  de  Santa  María  arri- 
ba citado,  más  me  inclino  a  creer  que  la  pri- 
mera cláusula  se  refiere  a  la  Virgen  de  Gua- 
dalupe de  Extremadura  y  la  segunda  a  la  nues- 
tra. 


—  73  — 


IV 

Testamento  de  Doña  Elvira  Ramírez. 

"En  el  nombre  de  la  Santísima  Trinidad,  Pa- 
dre e  Hijo  y  Espíritu  Santo,  que  es  un  solo  Dios 
verdadero,  que  vive  y  reina  por  siempre  sin  fin. 
Amén.  Sepan  cuantos  esta  carta  de  testamento 
vieren,  cómo  yo,  Elvira  Ramírez,  mujer  que  soy 
de  Juan  Maldonado,  vecino  del  pueblo  de  Zapo- 
tlán  desta  Nueva  España,  e  hija  legítima  que 
soy  de  García  Ramírez,  vecino  de  la  ciudad  de 
Méjico,  y  natural  que  soy  de  la  dicha  ciudad  de 
Tvlá üco,  estando  enferma  del  cuerpo  y  sana  de 
voluntad  y  en  mi  buen  juicio  y  entendimiento, 
tal  cual  nuestro  señor  Jesucristo  me  lo  quiso  dar 
etc.,  hago  y  ordeno  mi  testamento  y  postrimera 
voluntad  en  la  orden  y  forma  siguiente: 


*'Item,  mando  que  en  la  ciudad  de  Méjico,  en 
Nuestra  Señora  de  Guadalupe,  se  digan  tres  mi- 
sas rezadas,  la  una  a  la  Encarnación  y  la  otra  la 
Concebbición  (sic)  de  nuestra  Señora  y  la  otra 
al  Espíritu  Santo,  y  se  pague  la  limosna  acos- 
tumbrada. 

"Item,  mando  que  se  digan  en  la  misma  Casa 
de  Nuestra  Señora  de  Guadalupe  cinco  misas 
rezadas,  la  una  al  Bienaventurado  (San)  Blas  e 
santo  Antonio  y  las  tres  misas  por  las  ánimas 
del  Purgatorio,  y  se  paguen  de  mis  bienes." 

"...fecha  la  carta  e  otorgada  en  esta  villa 
de  Colima  de  la  Nueva  España,  en  treinta  días 
del  mes  de  abril  de  mil  e  quinientos  e  setenta  y 
siete  años ..." 

Publicóse  este  documento  en  "Restauración 
social"  revista  que  se  publicaba  en  Guadalajara, 
Jal.,  en  noviembre  de  1912. 


—  74  — 


V 

Carta  de  pago  de  María  Gómez. 

El  18  de  enero  de  1539  se  presentó  en  la  villa 
de  Colima  María  Gómez,  mujer  que  fue  y  here- 
dera de  Juan  Pérez,  difunto,  el  cual  a  su  vez 
fue  albacea  de  Juan  Diniesta,  que  fue  abuelo  de 
otro  Juan  Diniesta,  que  fue  notario  eclesiástico. 
Se  presentó  ante  Juan  Pinzón,  que  era  alcalde 
de  Colima,  y  en  presencia  de  Diego  Hurtado,  es- 
cribano, para  rendir  cuentas  de  su  administra- 
ción. Entre  sus  cuentas  hay  las  partidas  siguien- 
tes: 

"Item:  por  descargo,  que  pagó  a  la  Casa  de 
Nuestra  Señora  de  Guadalupe  veinte  y  cinco  pe- 
sos de  misas.  Dio  carta  de  pago  dellos.*^ 

"Item:  que  pagó  a  la  Casa  de  Nuestra  Señora 
de  Guadalupe  e  a  su  procurador  en  su  nombre 
ciento  e  un  pesos  de  oro  de  minas.  Dio  carta 
de  pago  dellos." 


1.  — Se  debe  el  hallazgo  de  este  documento  al 
Sr.  D.  J.  M.  Rodríguez  Castellanos,  quien  lo  pu- 
blicó en  "Restauración  social",  que  publicaba  en 
Guadalajara,  Jal.,  el  Sr.  D.  Manuel  Garibi  Tor- 
tolero,  en  noviembre  de  1912. 

2.  — En  este  documento  no  solamente  se  habla 
de  la  "Casa  de  Nuestra  Señora  de  Guadalupe", 
sino  de  su  procurador,  y  en  ese  año  no  había  pro- 
curador de  la  Virgen  de  Guadalupe  de  España, 
puesto  que  ya  veremos  como  de  eso  cabalmente 
se  quejaba  Fr.  Diego  de  Santa  María.  Luego  este 
documento  no  puede  referirse  a  la  Virgen  de 
Guadalupe  de  España. 


—  76  — 


VI 

El  sermón  del  P.  Bustamante. 

El  8  de  septiembre  de  1556  se  celebraba  luci- 
dísima función  en  la  capilla  de  S.  José  de  los 
naturales  del  convento  grande  de  S.  Francisco, 
con  asistencia  del  presidente  y  oidores  de  la  Real 
Audiencia  y  de  muchedumbre  de  gentes  que  lle- 
naban la  capilla.  A  la  hora  acostumbrada  subió 
al  pulpito  Fr.  Francisco  de  Bustamante,  pro- 
vincial de  los  franciscanos,  para  predicar  de  la 
natividad  de  la  Virgen  María,  cuya  era  la  fiesta, 
pero  en  lo  mejor  de  su  sermón  torció  el  rumbo 
para  decir  que  "le  parecía  que  la  devoción  que 
esta  ciudad  ha  tomado  en  una  ermita  e  casa  de 
nuestra  Señora,  que  han  intitulado  de  Guadalu- 
pe, (es)  en  gran  perjuicio  de  los  naturales, 
porque  íes  daban  a  entender  que  hacía  milagros 
aquella  imagen  que  pintó  un  indio,  e  así  que  era 
Dios,  y  contra  lo  que  ellos  habían  predicado  e 
dándoles  a  entender  dende  que  vinieron  a  esta 
tierra,  que  no  habían  de  adorar  aquellas  imá- 
genes, sino  lo  que  representaban,  questá  en  el 
cielo;  demás  que  allí  se  hacían  algunas  ofensas 
a  Dios  nuestro  Señor,  según  era  informado,  e 
la  limosna  que  se  daba  fuera  mejor  darla  a  po- 
bres vergonzantes  que  hay  en  la  ciudad,  y  aun 
que  no  se  sabía  en  qué  se  gastaba;  y  que  mira- 
sen los  que  allá  iban  lo  que  hacían,  porque  era 
en  gran  perjuicio  de  los  naturales,  y  que  fuera 
bien  al  primero  que  dijo  que  hacía  milagros  le 
dieran  cien  azotes,  e  al  que  lo  dijere  de  aquí 
adelante  sobre  su  ánima  le  dieran  doscientos, 
caballero  en  un  caballo;  y  que  encargaba  mucho 
el  examen  de  este  negocio  al  visorrey  e  audien- 
cia, y  que  aunque  el  arzobispo  dijese  otra  cosa, 
que  por  eso  el  rey  tiene  jurisdicción  temporal 


—  76  — 


y  espiritual;  y  esto  encargó  mucho  al  audien- 
cia..." 

Con  este  motivo  el  arzobispo,  que  lo  era  el 
limo.  Sr.  D.  Fr.  Alonso  de  Montúfar,  mandó  le- 
vantar una  información,  para  precisar  lo  que 
había  dicho  el  P.  Bustamante,  y  sin  duda  para 
abrirle  proceso  en  su  caso. 

1. — Quiso  Dios  en  sus  altos  juicios  que  esa  in- 
formación, de  que  nadie  tenía  noticia,  fuera  des- 
cubierta por  algunas  personas  poco  afectas  a  la 
Virgen  de  Guadalupe,  quienes,  después  de  lle- 
narla de  notas  y  comentarios  asaz  mal  intencio- 
nados, hicieron  de  ella  una  edición  fraudulenta, 
que  supusieron  hecha  en  Madrid  cuando  no  se 
hizo  sino  en  Méjico,  y  más  tarde  otra  que  supu- 
sieron reproducción  de  la  de  Madrid. 

Algunos  creen  que  los  que  publicaron  de  ma- 
nera fraudulenta  esa  información  la  adulteraron 
a  su  sabor,  pero  yo,  después  de  haberla  leído  y 
releído,  creo  que  la  publicaron  sin  enmiendas  y 
que  quitándole  todo  el  fárrago  de  notas  y  adi- 
tamentos, tiene  uno  el  texto  genuino  de  la  infor- 
mación, con  la  ventaja  de  que  los  testimonios  de 
ella  sacados  merecen  entero  crédito,  dada  la  ca- 
lidad de  sus  editores.  Además,  puede  cotejarse 
su  texto  con  el  publicado  por  el  Sr.  Vera  de 
acuerdo  con  un  manuscrito  que  él  poseía  como 
lo  dice. 

Pues  bien,  si  se  lee  la  información  sin  hacer 
caso  de  las  apostillas,  notas  y  aditamentos,  se 
saca  en  limpio  que  la  devoción  a  la  Virgen  de 
Guadalupe  no  fue  sino  el  pretexto,  pero  que  la 
filípica,  en  realidad,  fue  enderezada  contra  el 
señor  arzobispo,  a  quien  le  quiso  echar  encima, 
como  dicen,  al  virrey  y  la  Audiencia.  La  verda- 
dera causa  era  el  profundo  disgusto  con  que  los 
franciscanos  habían  visto  que  el  señor  arzobispo 
en  el  concilio  primero  provincial  les  hubiera 


—  77  — 


mermado,  con  muy  justos  motivos,  el  ejercicio 
de  privilegios  que  cedían  en  menoscabo  de  la 
jurisdicción  episcopal,  y  si  tomó  por  pretexto  la 
devoción  a  la  Virgen  de  Guadalupe  no  fue  sino 
porque  el  arzobispo  era  gran  devoto  de  la  mis- 
ma Virgen  y  predicaba  sobre  esa  devoción  a  los 
españoles  por  sí  mismo  y  a  los  indios  por  medio 
de  iiitérprete.  Así  es  que  todo  aquello  de  los  azo- 
tes que  habían  de  dar  a  quien  predicara  mila- 
gros de  la  Virgen  de  Guadalupe,  iba  directamen- 
te contra  el  mismo  arzobispo. 

El  cual,  con  moderación  excepcional  se  con- 
cretó a  mandar  hacer  información  para  saber  de 
modo  auténtico  qué  era  lo  que  había  dicho  Bus- 
tamante.  Por  tanto,  no  hay  que  buscar  en  la 
información  razones  en  contra  de  las  gratuitas 
aseveraciones  de  Bustamante  (como  lo  de  que 
la  imagen  era  pintada  por  un  indio),  sino  sim- 
plemente el  testimonio  de  lo  que  el  predicador 
había  dicho  y  de  que  había  causado  escándalo. 

Véase  sobre  todo  esto,  el  importante  trabajo 
del  Sr.  Vera:  *'La  milagrosa  aparición  de  Nues- 
tra Señora  de  Guadalupe,  comprobada  por  una 
información  levantada  en  el  siglo  XVI.'* 

Yo  me  concretaré  a  indicar  que  el  resultado 
fue  que,  según  parece,  mediaron  influencias  para 
que  el  señor  arzobispo  no  llevara  adelante  la 
información,  ni  el  proceso  canónico  que  tenía  que 
ser  la  consecuencia  de  la  información;  pero  el 
superior  del  P.  Bustamante  reunió  un  capítulo 
provincial  un  año  y  medio  antes  de  la  fecha  or- 
dinaria, y  en  él  fue  nombrado  otro  provincial  y 
el  P.  Bustamante  fue  enviado  al  convento  de 
Cuernavaca,  dizque  a  aprender  la  lengua  meji- 
cana y  sin  cargo  alguno,  y  algún  tiempo  después, 
en  que  hubo  necesidad  de  mandar  a  España  una 
embajada  de  provinciales  de  las  diversas  reli- 
giones, fue  nuevamente  nombrado  provincial,  ca- 
si en  vísperas  de  salir  para  España,  donde  sus 


—  78  — 


compañeros  de  embajada  fueron  promovidos  a 
obispos  y  él  quedó  en  un  convento  de  su  orden 
donde  murió  poco  después. 

Vistos  estos  hechos  con  la  debida  imparciali- 
dad y  sin  prejuicios,  no  se  puede  menos  que  ad- 
vertir en  ellos  una  manera  delicada  de  castigarlo 
y  de  desterrarlo  a  España,  o  sea  el  reconocimion- 
to  por  parte  de  los  superiores  de  su  orden  de  la 
falta  grave  que  había  cometido  aquí,  lo  que  quita 
todo  su  valor  y  fuerza  probatoria  a  su  sermón, 
en  el  que  son  notorios  la  exaltación,  los  injustos 
cargos  y  las  afirmaciones  inexactas. 

2. — De  la  expresada  información  tomo  los  si- 
guientes datos,  relativos  a  la  conducta  observada 
con  la  Virgen  Santísima  de  Guadalupe  por  el 
limo.  Sr.  D.  Fr.  Alonso  de  Montúfar,  sucesor 
inmediato  del  limo.  Sr.  Zumárraga. 

El  Br.  Francisco  de  Salazar  declaró  que  "or- 
dinariamente anima  a  la  dicha  ciudad"  de  Méjico 
a  tener  devoción  a  la  Virgen  de  Guadalupe,  (p. 
28). 

Gonzalo  de  Alarcón  declaró  que  Fr.  Alonso 
de  Santiago,  franciscano,  le  dijo,  refiriéndose 
al  sermón  predicado  por  el  Sr.  Montúfar  en  el 
Tepeyac  el  6  de  septiembre  de  1556:  "Así  como 
comenzó  a  decir  el  limo.  Sr.  Arzobispo  "Beati 
oculi  qui  vident  quse  vos  videtis"  (Dichosos  los 
ojos  que  miran  lo  que  vosotros  miráis),  que  fue 
el  tema  de  dicho  sermón,  luego  vi  que  iba  a  pa- 
rar en  nuestra  Señora  de  Guadalupe."  ¿Qué  indi- 
cación más  clara  de  lo  admirable  y  excepcional 
que  se  reconocía  en  esta  imagen? 

Juan  de  Salazar  declaró  que  en  su  sermón  com- 
paró a  nuestra  Virgen  de  Guadalupe  con  Nues- 
tra Señora  de  la  Antigua  y  con  la  de  los  Reyes 
y  la  de  Monserrate  y  la  de  la  Peña  de  Francia, 
lo  que  es  decir  que  la  comparó  con  las  imágenes 
de  mayor  veneración  y  que  se  tienen  en  España 


—  79  — 


por  aparecidas,  y  que  con  ello  "puso  mucha  de- 
voción a  todo  el  pueblo."  (p.  14). 

El  mismo  testigo  declaró  que  el  mismo  señor 
arzobispo  dijo  en  el  sermón  que  ''aunque  le  ha- 
bían dicho  de  algunos  milagros  (de  la  Virgen 
de  Guadalupe)  que  por  el  presente  no  quería  tra- 
tar, de  ellos,  hasta  haber  acabado  la  averigua- 
ción que  de  ellos  andaba  haciendo/'  (p.  16). 

El  mismo  testigo  declaró  que  el  señor  arzo- 
bispo no  solamente  predicaba  a  los  españoles  en 
el  Tepeyac,  sino  a  los  indios  por  medio  de  un 
intérprete.  (Ibid.) 

De  lo  dicho  se  deduce  que  el  sucesor  inme- 
diato del  limo.  Sr.  Zumárraga  no  solamente  per- 
mitía el  culto  a  la  Virgen  de  Guadalupe,  sino  que 
lo  fomentaba  con  sus  sermones  entre  indios  y 
españoles.  ¿Ignoraba,  por  ventura,  lo  de  las  apa- 
riciones a  Juan  Diego?  Sería  irrazonable  supo- 
nerlo. ¿Sabiéndolo,  permitía  y  fomentaba  el  cul- 
to? Así  lo  demuestran  los  testimonios  aducidos. 

Sin  embargo,  este  arzobispo  que  predicaba 
en  el  Tepeyac  y  fomentaba  el  culto  a  la  Virgen 
de  Guadalupe,  en  llegando  a  los  milagros  se  ex- 
presaba con  la  debida  prudencia  y  decía  que  es- 
taba averiguando  la  verdad  acerca  de  ellos. 


VII 

Devoción  de  la  ciudad  de  Méjico, 

Si  valiosos  son  los  testimonios  que  se  encuen- 
tran en  la  ''Información"  citada  y  relativos  al 
limo.  Sr.  Montúfar,  no  lo  son  menos  los  relativos 
a  la  devoción  que  la  ciudad  de  Méjico  tenía  en 
1556  a  la  Virgen  de  Guadalupe.  He  aquí  algunos. 

El  testigo  Juan  de  Salazar  declaró  que  "como 
vecino  que  es  de  esta  ciudad,  por  el  trato  y  con- 


—  80  — 


versación  que  en  ella  tiene,  vio  de  mucho  tiempo 
a  esta  parte,  así  en  el  tiempo  del  señor  arzobis- 
po pasado  como  del  presente,  ir  mucha  gente  a 
los  huertos,  así  hombres  como  mujeres,  y  a  ellos 
llevar  muy  buen  repuesto  de  comida  y  cena,  don- 
de en  algunas  partes  que  este  testigo  se  halló, 
vio  jugar  y  hacer  otros  excesos,  y  que  después 
acá  que  se  divulgó  la  devoción  de  nuestra  señora 
de  Guadalupe  ha  cesado  mucha  parte  de  lo  que 
tiene  dicho,  y  que  ya  no  se  platica  otra  cosa  en 
la  tierra  si  no  es  ¿dónde  queréis  que  vamos? 
Vámonos  a  nuestra  señora  de  Guadalupe;  que  le 
parece  a  este  testigo  que  está  en  Madrid,  que 
dicen  vamos  a  nuestra  señora  de  Atocha,  y  en 
Valladolid  a  nuestra  señora  del  Prado,  y  que  a 
lo  que  tiene  entendido  este  testigo  que  ha  sido 
muy  gran  bien  y  mucho  provecho  para  las  áni- 
mas haberse  principiado  la  devoción  de  nuestra 
Señora  de  Guadalupe,  donde  los  que  van  hallan 
continuamente  misas  que  los  fieles  y  devotos 
mandan  decir,  y  algunos  días  de  fiestas  sermo- 
nes." (p.  18). 

Alvar  Gómez  de  León  declaró  "que  ha  ido 
allá  una  vez,  y  que  topó  muchas  señoras  de  ca- 
lidad que  iban  a  pie,  y  otras  personas,  hombres 
y  mujeres  de  toda  suerte,  a  la  ida  y  a  la  venida, 
y  que  allá  vio  dar  limosnas  hartas,  y  que  a  su 
parecer  que  era  con  gran  devoción  de  nuestra 
Señora,  y  que  a  este  testigo,  viendo  a  los  otros 
tanta  devoción,  le  provocaron  más."  (p.  43). 

Juan  de  Masaguer  declaró  el  24  de  septiem- 
bre que  ha  ido  ''más  de  veinte  veces,  y  ayer  par- 
ticularmente fue  allá  a  llevar  una  niña  hija  suya 
que  estaba  mala  de  tos  que  se  ahogaba,  y  la  en- 
comendó allá  a  Nuestra  Señora  y  dio  una  limosna 
y  le  hizo  decir  una  misa,  y,  bendito  Dios,  la 
niña  está  buena."  (p.  49). 


—  81  — 


VIII 

El  Conciüo  I  Provincial  Mejicano. 

En  1555  reunió  el  limo.  Sr.  Montúfar  el  Con- 
cilio I  provincial  mejicano  y  es  muy  de  notar 
que  en  los  mismos  días  en  que  predicaba  en  el 
Tepeyac  invitando  a  sus  diocesanos  al  amor  y 
devoción  a  la  Virgen  de  Guadalupe,  el  concilio 
decretaba  lo  siguiente : 

En  el  capítulo  34:  ''mandamos  a  nuestros 
visitadores  que  en  las  iglesias  y  lugares  píos  que 
visitares,  vean  y  examinen  bien  las  historias 
e  imágenes  que  están  pintadas  hasta  aquí,  y  las 
que  hallaren  apócrifas,  mal  o  indecentemente  pin- 
tadas, las  hagan  quitar  de  los  tales  lugares,  y 
poner  en  su  lugar  otras,  como  convenga  a  la 
devoción  de  los  fieles ..." 

Y  en  el  capítulo  35:  ''y  porque  en  el  edificio 
de  los  dichos  monasterios  e  iglesias  sé  ha  de 
tener  más  respeto  al  bien  y  aprovechamiento 
espiritual  de  los  naturales  que  no  al  contenta- 
miento y  consolación  de  los  clérigos  y  religiosos 
moradores  de  ellas,  mandamos  que  los  dichos 
monasterios  e  iglesias,  primera  que  se  edifiquen 
ni  se  dé  licencia  por  el  diocesano  para  que  se 
hagan,  se  mire  que  tengan  consideración  más 
al  aprovechamiento  y  buen  enseñamiento  de  los 
indios  naturales,  que  puedan  participar  de  la 
doctrina  y  sacramentos,  que  no  a  la  frescura 
del  lugar.  .  . " 

No  se  puede  suponer,  sin  hacer  grave  injuria 
al  autor  de  estas  leyes  que  era  el  primero  en 
conculcarlas;  antes  bien  se  puede  y  se  debe  su- 
poner que  ya  antes  de  proponerlas  al  concilio  las 
tenía  meditadas  y  hasta  puestas  en  práctica  con 
buenos  resultados,  y  esto  supuesto  es  de  suponer 
y  de  creer  que  antes  de  fomentar  el  culto  y  la 
devoción  a  la  Virgen  de  Guadalupe  de  la  ma- 

6 


—  82  — 


ñera  que  vimos  que  lo  hacía,  debe  de  haber  exami- 
nado bien  su  historia,  y  no  debe  de  haberla  hallado 
apócrifa,  y  antes  de  mandar  construir  la  ermita 
que  vimos  ya  y  que  todavía  veremos  que  mandó 
construir,  debe  de  haber  visto  que  servía  al 
buen  enseñamiento  de  los  indios  naturales,  y  así 
es  como  el  concilio  I  provincial  mejicano  resulta 
un  testimonio  fehaciente  de  la  tradición  guada- 
lupana. 


IX 
Un  Censo. 

El  7  de  octubre  de  1587  se  presentó  ante  Ruy 
Díaz  de  Mendoza,  alcalde  ordinario  de  la  ciudad 
de  Méjico,  Gabriel  de  Zaldivar,  mayordomo  y 
administrador  de  la  ermita  y  bienes  de  nuestra 
Señora  de  Guadalupe,  a  decir  que  la  dicha  ermita 
tenía  un  censo  de  mil  pesos  de  principal  sobre 
la«  casas  grandes  que  fueron  de  Martín  de 
Aranguren,  por  cuya  muerte  sucedió  en  ellas  D. 
Rodrigo  de  Vivero,  que  debía  a  la  dicha  ermita, 
de  los  corridos  de  dicho  censo,  |  600  de  oro  co- 
mún; que  más  tarde  sucedió  en  las  casas  Juan 
Guerrero,  que  redimió  dicho  censo,  pero  para 
probar  que  los  $  600  que  debía  D.  Rodrigo  de 
Vivero  procedían  de  dicho  censo,  necesitaba  un 
traslado  de  la  escritura  de  censo  que  obraba  en 
el  Registro  del  Escribano  Público  Pedro  Sánchez 
de  la  Fuente.  El  alcalde  mandó  que  dieran  el 
traslado  pedido,  y  en  cumplimiento  de  lo  mandado 
el  escribano  hizo  constar  que  el  23  de  febrero 
de  1585  se  le  presentó  Domingo  de  Orona,  "como 
mayordomo  que  es  de  la  casa  y  ermita  de  nuestra 


V 


—  83  — 


Señora  de  Guadalupe",  y  con  poder  del  limo.  Sr. 
p.  Pedro  Moya  de  Contreras,  arzobispo  de  Mé- 
jico y  patrono  de  dicha  ermita,  dio  por  cance- 
lada la  escritura  de  censo,  que  copia  en  seguida. 

Es  larga  y  fatigosa  por  tantos  términos  jurí- 
dicos y  tantas  condiciones  como  tiene,  y  por 
eso  me  contento  con  copiar  el  fragmento  en  el 
que  se  da  razón  del  origen  del  censo,  y  es  el 
siguiente:  Dice  Martín  de  Aranguren  que  re- 
conoce cien  pesos  de  oro  común  en  calidad  de 
censo  anual  *'por  razón  y  por  compra  de  ellos 
me  dio  y  pagó  el  Muy  Ilustre  y  Reverendísimo 
Señor  D.  Fr.  Alonso  de  Montúfar,  arzobispo  de 
Méjico,  del  Consejo  de  su  Majestad,  que  está 
presente,  como  patrón  y  fundador  que  es  de  la 
dicha  casa,  mil  pesos  del  dicho  oro  común,  que 
procedieron  de  las  ganancias  que  su  Señoría  Re- 
verendísima, para  hacer  bien  a  la  dicha  casa, 
quiso  beneficiar  en  cierto  azogue  que  con  los 
dineros  de  la  dicha  casa  compró  y  lo  dio  a 
ciertos  mineros  para  que  beneficiasen  en  sus 
minas  y  lo  que  con  él  se  interesase  fuera  para 
la  obra  y  servicio  de  la  dicha  casa,  y  ansí  parece 
que,  sacado  el  principal  de  lo  que  costó  el  dicho 
azogue,  que  se  volvió  a  entregar  a  los  mayordo- 
mos de  la  dicha  casa,  se  ganaron  en  ellos  los 
dichos  mil  pesos  del  dicho  oro,  los  cuales  su 
Señoría  me  entregó  en  plata  y  reales  que  los 
montaron  y  valieron,  de  los  cuales  me  doy  por 
contento  y  pagado  y  entregado  a  toda  mi  vo- 
luntad...'' 

1. — El  Dr.  D.  José  Patricio  de  Uribe,  de  quien 
ya  se  hizo  mención,  halló  este  documento  entre 
los  papeles  de  Boturini,  según  él  mismo  lo  cuen- 
ta en  su  "Disertación"  (Par.  8  p.  62  edic.  mej.), 
pero  debió  hallarlo  en  un  mamotreto  que  sin  duda 
contenía  una  parte  de  la  escritura  y  una  parte 
del  concilio  I  provincial  mejicano,  y  nada  más 


—  84  — 


con  una  ligera  enmienda,  que  sospecho  que  la 
hizo  el  mismo  Dr.  Uribe,  resulta  con  sentido. 
Véase  la  prueba: 

El  Dr.  Uribe  dice  que  Gabriel  de  Zaldívar  se 
presentó  ante  Ruy  Díaz  de  Mendoza  en  1567, 
pero  ese  yerro  bien  puede  ser  de  la  imprenta. 
Hace  en  seguida  un  extracto  de  la  historia  de  la 
escritura,  y  en  llegando  a  copiar  la  parte  que  yo 
he  copiado  dice  que  los  mil  pesos  "procedieron 
de  las  ganancias  que  su  Señoría  Reverendísima 
adquirió  en  el  beneficio  de  cierto  azogue  que 
compró  con  los  dineros  de  la  ermita  y  le  dio  a 
unos  mineros  para  que  lo  beneficiaran  en  sus 
minas  y  para  que  las  ganancias  que  resultaran 
fueran  para  la  decencia  de  imágenes;  y  porque 
en  estas  partes  conviene  más  que  en  otras  proveer 
en  esto, ..." 

Ahora  bien  desde  las  palabras  y  porque  en  estas 
partes  las  que  siguen  son  del  capítulo  34  del 
dicho  concilio,  con  que  con  sólo  añadir  decencia 
de  imágenes,  queda  hecho  el  remiendo.  Yo  no 
me  explico  cómo  ha  sido  que  el  Dr.  Uribe  y 
cuantos  lo  han  copiado  no  cayeron  en  la  cuenta 
de  que  no  resultaba  lógico  que  las  ganancias  de 
dineros  sacados  de  la  ermita  de  nuestra  Señora 
de  Guadalupe  sirvieran  para  beneficiar  santeros  y 
que  el  capítulo  del  concilio  era  un  pegote  en 
esa  escritura  de  censo,  pero  el  hecho  es  que  así 
ha  corrido  este  documento  entre  los  autores 
guadalupanos. 

Yo  me  encontré  la  escritura  original  en  el 
archivo  de  la  Basílica  entre  los  papeles  de  Bo- 
turini  que  fueron  a  dar  allá  y  tengo  copia  de 
toda  la  escritura,  que  es  como  la  pongo  y  no 
como  la  pone  el  Dr.  Uribe. 

2. — El  cual  cita  ese  documento  nada  más  como 
una  prueba  de  la  antigüedad  del  culto  guada- 


—  85  — 

lupano,  pero  yo  lo  pongo  aquí  no  solamente  para 
tener  ocasión  de  deshacer  un  error  que  lleva  ya 
más  de  un  siglo,  sino  porque  me  parece  que 
además  de  probar  la  antigüedad  del  culto,  es  una 
prueba  de  la  tradición  guadalupana  por  ias  ra- 
zones apuntadas  en  el  número  anterior. 


X 

El  Cabildo  de  la  Catedral  de  Méjico. 

"En  catorce  días  del  mes  de  septiembre  de  mil 
e  quinientos  e  sesenta  y  ocho  años,  los  muy  magní- 
ficos y  muy  reverendos  señores  

^  tratando  en  las  cosas  tocantes  al  servicio  de  Dios 
nuestro  Señor,  pro  y  utilidad  desta  santa  iglesia, 
trataron  y  mandaron,  némine  discrepante,  que  en 
lo  que  toca  a  la  ida  de  Nuestra  Señora  de  Guada- 
lupe el  día  de  la  Natividad  de  Nuestra  Señora, 
que  el  que  hubiere  de  ir,  de  hoy  en  adelante,  vaya 
con  licencia,  si  la  pidiere,  y  si  fuese  con  el  Re- 
verendo Arzobispo  vaya  con  ausencia ..." 

Y  fojas  más  adelante,  se  lee:  (al  margen) 
"Cómo  se  ha  de  ganar  presente  los  que  fueren  a 
nuestra  Señora  de  Guadalupe",  (al  centro)  "En 
seis  días  del  mes  de  septiembre  de  mil  e  quinientos 
e  sesenta  y  nueve  años,  los  muy  reverendos  seño- 
res Deán  y  Cabildo  tratando  en 

las  cosas  tocante  al  servicio  de  Dios  nuestro  Se- 
ñor, pro  y  utilidad  desta  santa  iglesia,  se  trató 
por  todos  los  susodichos  señores  deán  y  cabildo 
se  entiende  que  los  que  van  día  de  nuestra  Señora, 
después,  en  la  octava,  si  volvieren,  que  no  ganen 
presentes;  y  que  los  señores  que  quedaren  en  la 
iglesia  el  día  que  se  celebra  la  fiesta,  que  éstos 


—  86  — 


puedan  venir  y  ganar  presentes  dentro  de  la 
octava  de  la  misma  festividad." 

1.  — Los  testimonios  anteriores  se  leen  en  el 
libro  2p  de  actas  del  cabildo  de  la  catedral  de 
Méjico. 

2.  — Si  alg-uno  quiere  saber  lo  que  significan  las 
frases  "con  licencia",  **con  ausencia"  y  "ganar 
presentes",  le  diré  que  por  otros  pasajes  de  los 
dichos  libros  se  sabe  que  los  señores  canónigos 
que  iban  a  alguna  parte  "con  licencia"  eran  con- 
siderados como  presente  en  el  coro,  y  no  se  les 
apuntaban  faltas,  ni  se  les  imponían  multas;  los 
que  iban  comisionados,  como  eran  los  que  acompa- 
ñaban al  señor  arzobispo,  no  solamente  no  eran 
multados,  sino  que  ganaban  las  acrescencias  re- 
sultantes de  las  multas,  y  los  que  ganaban  "pre- 
sentes" eran  considerados  como  que  iban  con  li- 
cencia. 

3.  — Estos  testimonios  demuestran  que  ya  en- 
tonces se  celebraba  la  fiesta  titular  de  nuestra 
Señora  de  Guadalupe  el  8  de  septiembre  y  que 
a  ella  solían  asistir  oficialmente  el  señor  arzobispo 
y  los  señores  canónigos.  ¿Será  necesario  explicar 
lo  que  esta  asistencia  significa  para  la  tradición? 


XI 

Juan  Suárez  de  Peralta. 

Juan  Suárez  de  Peralta  trata  en  el  capítulo 
41  de  su  "Tratado  del  descubrimiento  de  las 
Indias",  "de  cómo  el  virrey  (D.  Martín  Enríquez 
de  Almanza)  se  partió  para  Méjico,  habiendo  de- 
jado el  puesto  de  S.  Juan  de  Lúa  fortificado"  y 
debajo  del  sub-título  de  "Llegó  el  virrey  a  Núes- 


—  87  — 


tra  Señora  de  Huadalupe  de  Méjico",  dice:  *'A 
cada  pueblo  que  lleg-aba  le  hazían  munchos  rece- 
bimientos,  como  se  suele  hazer  a  todos  los  virreyes 
que  a  la  tierra  vienen,  y  así  llegó  a  Nuestra  Se- 
ñora de  Huadalupe,  que  es  una  ymagen  devotí- 
sima, questá  de  Méjico  como  dos  lehuechuelas,  la 
cual  ha  hecho  muchos  milagros,  (aparecióse  entre 
urfos  riscos  y  a  esta  devoción  acude  toda  la  tie- 
rra), y  de  allí  entró  en  Méjico,  y  aquel  día  se  le 
hizo  gran  fiesta  a  caballo,  muy  costosa." 


1.  — Juan  Suárez  de  Peralta  nació  en  la  ciudad 
de  Méjico,  entre  1535  y  1540,  y  fue  hijo  de  uno 
de  los  primeros  conquistadores  de  Nueva  España. 
En  1570  marchó  a  España,  donde  estaba  todavía 
en  1589,  año  en  que  terminó  el  libro  de  donde  este 
testimonio  está  tomado. 

2.  — El  original  de  su  libro  está  MS.  en  la  bi- 
blioteca provincial  de  Toledo,  y  fue  publicado 
por  D.  Justo  Zaragoza,  con  la  protección  del  Mi- 
nisterio de  Fomento,  en  1878,  en  Madrid,  en  la 
imprenta  de  Manuel  G.  Hernández. 

3.  — El  primero  en  dar  noticia  de  este  testimo- 
nio fue  el  limo.  Sr.  D.  Fortino  Hipólito  Vera,  en 
su  'Tesoro  guadalupano/'  (Amecameca,  1887. 
T.  I.  p.  67),  pues  aunque  el  señor  Icazbalceta,  en 
el  N*?  47  de  su  ''Carta"  menciona  el  mismo  testi- 
monio, su  "Carta"  no  se  publicó  sino  en  1896, 
aunque  fue  escrita  en  octubre  de  1883.  Por  lo  de- 
más, la  cita  del  señor  Vera  está  tomada  directa- 
mente del  libro  de  Suárez  de  Peralta,  del  que 
copia  el  título  verdadero  y  el  título  con  que  fue 
publicado. 


—  88  — 
XII 

Bernal  Díaz  del  Castillo. 

Doá  veces  menciona  Bernal  Díaz  del  Castillo  a 
la  Virgen  de  Guadalupe  en  su  ^'Historia  verda- 
dera de  la  conquista  de  la  Nueva  España."  La 
primera  al  final  del  Cap.  150  con  estas  palabras : 
"Y  luego  mandó  Cortés  a  Gonzalo  de  Sandoval 
que  dejase  aquello  de  Iztapalapa  y  fuese  por  tie- 
rra a  poner  cerco  a  otra  calzada  que  va  desde 
Méjico  a  un  pueblo  que  se  dice  Tepeaquilla,  adon- 
de agora  llaman  Nuestra  Señora  de  Guadalupe, 
donde  se  hace  y  ha  hecho  muchos  santos  mila- 
gros." 

La  segunda  en  el  Cap.  210,  con  estas  palabras: 
".....y  miren  las  santas  iglesias  catedrales,  y  los 
monasterios  donde  hay  frailes  dominicos,  como 
franciscanos  y  mercenarios  y  agustinos,  y  miren 
que  hay  de  hospitales,  y  los  grandes  perdones  que 
tienen,  y  la  santa  iglesia  de  Nuestra  Señora  de 
Guadalupe,  questá  en  lo  de  Tepeaquilla,  donde 
solía  estar  asentado  el  real  de  Gonzalo  de  Sando- 
val cuando  ganamos  a  Méjico,  y  miren  los  santos 
milagros  que  hace  cada  día  y  démosle  muchas 
gracias  a  Dios  y  a  su  bendita  madre  nuestra  Se- 
ñora y  muchos  loores  por  ello,  que  nos  dio  gracia 
e  ayuda  que  ganásemos  estas  tierras  donde  hay 
tanta  cristiandad ..." 

1.' — Bernal  Díaz  del  Castillo  estuvo  en  Méjico 
con  Hernán  Cortés  y  con  él  hizo  toda  la  campaña 
hasta  la  toma  de  la  ciudad.  Más  tarde  lo  acom- 
pañó a  la  expedición  de  las  Hibueras,  que  fue  en 
1524  y  de  allí  se  marchó  para  Guatemala,  donde 
vivió  hasta  su  muerte.  Allí  sacó  en  limpio  los 
borradores  de  su  libro  en  febrero  de  1568. 

Consecuencia  de  esto  es  que  no  estaba  en  Mé- 
jico en  1531  y  que  todo  lo  que  dice  de  la  Virgen 
de  Guadalupe  y  de  **los  santos  milagros  que  hace 


—  89  — 

cada  día"  lo  supo  en  Guatemala,  adonde  había 
llegado  ya  la  fama  de  los  hechos. 

2. — Este  mismo  Berna!  Díaz  del  Castillo,  que 
habla  de  estos  milagros,  es  el  que  en  otros  pasa- 
jes de  su  libro  se  manifiesta  poco  crédulo  en  in- 
tervenciones sobrenaturales,  como  en  aquel  en 
que  se  burla  donosamente  de  los  que  veían  a  San- 
tiago apóstol  acuchillando  indios.  Esto  avalora 
más  su  testimonio. 


XIII 

Un  inglés  protestante. 

El  8  de  octubre  de  1568,  el  pirata  inglés  Sir 
Hawkings  se  vio  obligado  a  dejar  abandonados 
en  las  costas  del  Pánuco  a  muchos  de  sus  compa- 
ñeros, que  fueron  hechos  prisioneros  y  traídos  a 
Méjico.  Uno  de  ellos.  Miles  Philips,  escribió  la 
relación  de  los  trabajos  que  paáaron,  y  de  esa 
relación  es  el  siguiente  fragmento,  en  el  cual, 
después  de  decir  que  en  los  primeros  días  de  no- 
viembre llegaron  a  Cuautitlán,  prosigue  diciendo: 

"A  otro  día  de  mañana  caminamos  para  Mé- 
jico, hasta  ponernos  a  dos  leguas  de  la  ciudad, 
en  un  lugar  donde  los  españoles  han  edificado 
una  magnífica  iglesia  dedicada  a  la  Virgen.  Tie- 
nen allí  una  imagen  suya  de  plata  sobredorada, 
tan  grande  como  una  mujer  de  alta  estatura,  y 
delante  de  ella  y  en  el  resto  de  la  iglesia  hay 
tantas  lámparas  de  plata  como  días  tiene  el  año, 
todas  las  cuales  se  encienden  en  las  fiestas  so- 
lemnes. 

''Siempre  que  los  españoles  pasan  junto  a  esta 
iglesia,  aunque  sea  a  caballo,  se  apean,  entran  a 
la  iglesia,  se  arrodillan  ante  la  imagen  y  ruegan 


a  nuestra  Señora  que  los  libre  de  todo  mal,  de 
manera  que,  vayan  a  pie  o  a  caballo,  no  pasarán 
de  largo  sin  entrar  a  la  iglesia  y  orar  como  queda 
dicho,  porque  creen  que  si  no  lo  hicieren  así  en 
nada  tendrían  ventura." 

"A  esta  imagen  llaman  en  español  nuestra  Se- 
ñora de  Guadalupe.  Hay  aquí  unos  baños  fríos, 
que  brotan  a  borbollones  como  si  hirviera  el  agua, 
la  cual  es  algo  salobre  al  gusto,  pero  muy  buena 
para  lavarse  los  que  tienen  heridas  o  llagas,  por- 
que dicen  que  ha  sanado  a  muchos. 

'Todos  los  años,  el  día  de  la  fiesta  de  nuestra 
Señora,  acostumbra  la  gente  venir  a  ofrecer  y 
rezar  en  la  iglesia  ante  la  imagen,  y  dicen  que 
nuestra  Señora  de  Guadalupe  hace  muchos  mi- 
lagros. 

"Al  rededor  de  esta  iglesia  no  hay  población 
de  españoles,  pero  algunos  indios  viven  en  chozas 
campestres.'' 

1. — Este  precioso  documento  se  publicó  por  vez 
primera  en  el  tomo  III  de  la  Colección  de  docu- 
mentos de  Hakluyt  (Londres,  1600),  y  más  tar- 
de en  el  tomo  III  de  la  reproducción  que  hizo 
Evans.  (Londres,  1812).  La  primera  edición  es 
tan  rara  que  hombre  tan  conocedor  como  el  señor 
García  Icazbalceta  confiesa  no  haber  visto  un  solo 
ejemplar,  y  de  la  segunda  solamente  se  impri- 
mieron 325  ejemplares,  uno  de  los  cuales  pude 
examinar  a  mi  sabor  en  la  biblioteca  de  la  So- 
ciedad Mejicana  de  Geografía  y  Estadística. 

De  esta  edición  de  Evans  tradujo  esta  y  otras 
relaciones  semejantes  el  señor  don  Joaquín  Gar- 
cía Icazbalceta,  y  las  publicó  por  vez  primera  en 
el  Boletín  de  la  Sociedad  Mejicana  de  Geografía 
y  Estadística.  (2'^  Epoca,  T.  í.  Méjico,  1869.  pgs. 
193  y  sigs.).  De  aquí  la  reprodujo  don  Victoriano 
Agüeros  en  el  tomo  14  de  su  ''Biblioteca  de  au- 
tores mejicanos"  (Méjico,  1898). 


—  91  — 

2.  — La  inlagen  que  aquí  menciona  el  autor  y 
que  tomó  por  la  de  la  Virgen  de  Guadalupe  no 
era  sino  la  que  ya  queda  dicho  que  regaló  Alonso 
de  Villaseca.  Era  muy  natural  que  un  inglés  y 
protestante  por  añadidura,  no  acostumbrado  a 
ver  imágenes  en  los  templos  y  que  debe  haber 
entrado  en  éste  por  mero  espíritu  de  curiosidad, 
se  haj^a  fijado  en  la  imagen  que  por  su  riqueza 
llamaba  la  atención,  y  no  en  la  pintada  en  el 
ayate  de  un  pobre  indio,  y  haya  creído  que  aque- 
lla era  la  dueña  de  la  casa  y  a  la  que  se  tribu- 
taban los  homenajes. 

Como  dato  curioso  añadiremos  aquí  que  en  el 
archivo  de  la  Basílica  se  conservan  los  inventa- 
rios hechos  en  septiembre  de  1698,  al  nombrarse 
para  vicario  al  Pbro.  Br.  D.  Manuel  Moreno,  y 
la  primera  partida  dice:  ''Una  imagen  de  Nues- 
tra Señora,  de  plata,  con  tornillos  y  chapa  de 
cobre  en  que  está  armada,  que  pesó  cuarenta 
marcos  y  tres  cuartos."  Y  dicha  partida  viene 
repitiéndose  en  inventarios  posteriores,  hasta  el 
de  13  de  junio  de  1701,  en  cuyo  margen  se  lee: 
"convertida  en  blandón." 

3.  — Lo  importante  de  este  testimonio  es  que 
un  extranjero,  testigo  de  vista,  cuenta  la  gran 
devoción  que  tenían  los  españoles  a  esta  imagen, 
y  la  virtud  curativa  de  las  aguas  del  Pocito,  si- 
quier él  la  haya  tenido  por  virtud  natural. 

Además, "por  su  procedencia,  de  un  inglés  pro- 
testante, es  un  buen  testimonio  de  la  tradición 
guadalupana,  porque  aunque  no  diga  una  sola 
palabra  de  las  apariciones,  que  acaso  no  las  supo, 
¿habrá  que  estar  repitiendo  una  y  otra  vez,  a 
cada  nuevo  testimonio  que  se  aduce,  que  todos 
esos  homenajes  y  todo  ese  culto  que  se  tributa- 
ban a  nuestra  Señora  no  tenían  otro  origen  que 
sus  apariciones?  ¿Acaso  el  día  de  hoy  aludimos  a 
ellas  cada  vez  que  nombramos  a  la  Virgen  de 


—  92  — 


Guadalupe,  cada  vez  que  la  visitamos,  cada  vez 
que  a  ella  nos  encomendamos?  Y  sin  embargo 
es  cosa  indudable  que  la  veneramos  por  apare- 
cida y  como  aparecida. 


XIV 

Informe  del  Padre  Freyre. 

En  1569  y  1570  remitió  a  España  el  limo.  Sr. 
D.  Fray  Alonso  de  Montúfar  una  relación  muy 
detallada  y  minuciosa  de  todas  las  parroquias  e 
iglesias  de  su  arzobispado,  firmada  cada  una  por 
quien  la  tenía  a  su  cargo.  Entre  esas  relaciones 
está  la  de  la  iglesia  de  Nuestra  Señora  de  Gua- 
dalupe, y  comienza  con  estas  palabras: 

'*En  la  ciudad  de  Méjico,  diez  días  del  mes  de 
enero  de  mil  e  quinientos  y  setenta  años,  yo,  An- 
tonio Freyre,  clérigo  presbítero,  capellán  de  la 
ermita  de  Nuestra  Señora  de  Guadalupe  Tepeaca, 
en  esta  Nueva  España,  en  cumplimiento  del  man- 
dato del  ilustrísimo  y  reverendísimo  señor  don 
Fr.  Alonso  de  Montúfar,  arzobispo  de  este  arzo- 
bispado de  Méjico,  del  Consejo  de  S.  M.  &  mi 
señor,  hice  lista  y  memoria  de  las  cosas  siguien- 
tes: 

"Primeramente  digo  que  la  ermita  de  nuestra 
Señora  de  Guadalupe  Tepeaca  está  a  media  legua 
de  esta  dicha  ciudad,  hacia  el  Norte,  la  cual  pue- 
de haber  catorce  años  que  fundó  y  edificó  el 
Ilustrísimo  Señor  Arzobispo  con  las  limosnas  que 
dieron  los  fieles.'* 

1. — Publicó  este  documento  el  señor  don  Fran- 
cisco del  Paso  y  Troncoso,  en  sus  "Papeles  de 
Nueva  España.  Segunda  serie.  Geografía  y  Esta- 
dística. Tomo  III.  Descripción  del  Arzobispado  de 


—  93  — 


Méjico.  Manuscrito  del  Archivo  de  Indias  en 
Sevilla.  Año  de  1571.  Madrid,  1905/'  y  aunque 
este  tomo  no  se  ha  puesto  a  la  venta,  pero  en  la 
biblioteca  del  Museo  Nacional  hay  un  ejemplar 
con  dedicatoria  del  señor  del  Paso. 

El  P.  Cuevas  publicó  nada  más  la  relación  del 
P.  Freyre  en  sus  "Documentos  inéditos  del  siglo 
XVI  para  la  historia  de  Méjico.  (Méjico,  1914). 

.2. — El  señor  García  Icazbalceta  escribió  en  el 
N*?  13  de  su  ''Carta  acerca  del  origen  de  la  ima- 
gen de  nuestra  Señora  de  Guadalupe,"  lo  siguien- 
te: "Si  del  señor  Zumárraga  pasamos  a  su  inme- 
diato sucesor,  el  señor  Montúfar,  a  quien  se  atri- 
buye parte  principal  en  las  erecciones  de  ermitas 
y  traslaciones  de  la  imagen,  hallaremos  que  en 
1569  y  70  remitió,  por  orden  del  visitador  del 
Consejo  de  Indias  D.  Juan  de  Ovando,  una  copio- 
sa descripción  de  su  arzobispado  (que  tengo  orí- 
ginal),  en  la  cual  se  da  cuenta  de  las  iglesias  de 
la  ciudad  sujetas  a  la  mitra,  y  para  nada  se  men- 
ciona la  ermita  de  Guadalupe." 

¿Qué  se  deduce  de  aquí?  Si  no  me  equivoco, 
que,  según  el  señor  Icazbalceta,  no  existía  la  er- 
mita en  1570  (lo  que  está  en  contradicción  con 
otros  párrafos  de  su  escrito),  y  que  él  ponía  en 
duda  la  participación  que  al  señor  Montúfar  "se 
atribuye"  en  la  erección  de  la  ermita.  Si  no,  ¿a 
qué  se  reduce  la  objeción  contenida  en  este  nú- 
mero de  su  Carta? 

Pues  bien:  ambas  opiniones  son  notoriamente 
equivocadas.  Y  además,  y  principalmente,  en  la 
descripción  del  arzobispado  enviada  por  Montú- 
far, sí  consta  la  ermita  de  Guadalupe,  según  se 
ve  por  las  publicaciones  arriba  citadas.  Pero  es 
muy  posible  que  en  el  documento  que  poseía  el 
señor  Icazbalceta,  faltara  ese  capítulo,  ya  que 
probablemente  se  trataba  de  documentos  sueltos, 
escritos  y  firmados  cada  uno  por  el  clérigo  co- 
rrespondiente. 


—  94  — 

De  hecho,  en  la  "Descripción  del  arzobispado 
de  Méjico  hecha  en  1570,  y  otros  documentos,'' 
(Méjico,  1897),  publicada  por  don  Luis  García 
Pimentel,  hijo  del  señor  Icazbalceta,  falta  el  do- 
cumento que  en  parte  queda  transcrito.  Pero,  en 
cambio,  en  esta  edición  del  original  que  poseía 
Icazbalceta,  hay  otra  referencia  a  la  capellanía 
de  Guadalupe:  lo  cual  indica  que  don  Joaquín 
sufrió  error  al  asegurar  que  no  se  mencionaba. 

En  la  página  390  de  la  citada  publicación,  se 
lee  cómo  "Antonio  Freyre,  buen  sacerdote  y  muy 
viejo,"  informó  "que  en  esta  ciudad  sirve  la  ca- 
pellanía de  Nuestra  Señora  de  Guadalupe,  en 
Tepeaquilla,  con  ciento  y  cincuenta  pesos  de  mi- 
nas de  salario,  con  dos  misas  cada  semana ..." 

Esta  declaración  consta  eh  la  "Lista  de  los  clé- 
rigos, y  de  sus  títulos  y  calidades"  que  es  parte 
integrante  de  la  respuesta  de  Montúfar;  pues  el 
visitador  Ovando  expresamente  pedía  al  arzobis- 
po que  informara,  entre  otras  muchas  cosas,  so- 
bre "número  de  los  clérigos  que  hay  en  su  dió- 
cesis, y  con  qué  licencia  pasaron,  y  las  calidades 
que  tienen"  (página  6),  y  Montúfar,  en  su  res- 
puesta, va  enumerando  los  anexos  que  envía,  y 
escribe  en  la  página  18:  "Item,  lista  de  los  clé- 
rigos que  están  proveídos  para  la  doctrina  de  los 
indios .  .  .  Item,  número  de  los  dichos  clérigos,  y 
de  los  demás  que  están  proveídos  en  esta  ciudad 
y  residen  en  este  arzobispado,  y  de  sus  calida- ' 
des..." 

Así  se  ve  también  con  claridad  en  el  prólogo 
que  pone  el  señor  García  Pimentel,  pues  dice: 
"Para  ilustrar  algo  más  el  período  del  segundo 
arzobispo  de  Méjico,  se  agrega  a  SU  RES- 
PUESTA un  manuscrito  que  la  acompaña,  y  es 
la  información  que  mandó  levantar  el  mismo  se- 
ñor Montúfar  contra  el  deán  de  la  catedral ..." 
Esta  información  contra  el  deán  empieza  en  la 
página  400,  y  todo  lo  anterior  es,  por  tanto,  la 


—  95  — 

respuesta  de  Montúfar,  que  constituye  la  ''Des- 
cripción del  arzobispado  de  Méjico."  Los  ''otros 
documentos"  son  la  citada  información  contra  el 
deán,  y  dos  documentos  más  que  pone  el  señor 
García  Pimentel  como  apéndice,  según  expresa- 
mente lo  dice. 

Por  último:  viene  a  dar  luz  concluyante  en 
esta  cuestión  el  propio  don  Joaquín  García  Icaz- 
balceta,  en  el  Catálogo  que  personalmente  hizo 
y  escribió  de  su  Colección  de  Manuscritos,  y  que, 
con  interesantes  notas  y  apéndices,  fue  publicado 
en  1927  por  don  Federico  Gómez  de  Orozco,  en 
la  serie  de  Monografías  Bibliográficas  Mejicanas 
que  patrocina  don  Genaro  Estrada  en  la  Secre- 
taría de  Relaciones. 

En  las  páginas  26  a  30  de  dicha  publicación, 
se  lee  el  pormenor  de  las  famosas  Informaciones 
hechas  por  Montúfar,  contenidas  en  el  tomo  22 
en  la  colección  de  manuscritos  de  Icazbalceta.  Y 
en  la  parte  que  nos  interesa  dice  así : 

"Listas  y  descripciones  de  los  pueblos  de  espa- 
ñoles e  indios,  y  minas,  y  copia  de  las  iglesia^, 
parroquias,  hospitales,  y  de  los  clérigos  proveí- 
dos en  este  Arzobispado  y  ciudad  de  [Méjico,  se- 
gún que  cada  cosa  va  apuntado  en  los  márgenes, 
que  va  dirigido  al  Ilustre  Sr.  Licenciado  Juan  de 
Ovando,  del  Consejo  de  S.  ~S{,  en  la  Sta.  y  Ge- 
neral Inquisición,  y  Visitador  del  Real  Consejo 
de  Indias.  Testimonio  autorizado.  110  ff.  escritas 
y  12  blancas."  (El  título  transcrito,  es  exacta- 
mente el  que  consta  en  la  página  43  de  la  edición 
García  Pimentel.  Continúa,  a  punto  y  seguido, 
don  Joaquín) : 

"Siguen  las  presentaciones  de  los  títulos  de  los 
clérigos  del  arzobispado,  desde  17  de  Noviembre 
de  1569  hasta  11  de  Enero  de  1570.  Esta  pieza 
tiene  -38  ff.  y  parece  incompleta,  pues  no  hay 
conclusión." 

Y  esta  pieza,  como  se  puede  comprobar  por  el 


—  96  — 


asunto  y  las  fechas,  es  ni  más  ni  menos,  la  "Lista 
de  los  clérigos,  y  de  sus  títulos  y  calidades, que 
corre  en  la  edición  García  Pimentel  de  la  página 
317  a  la  399,  y  en  que  está  la  mención  del  Padre 
Freyre  sobre  la  ermita  de  Guadalupe. 

Continúa,  en  nota,  don  Joaquín:  "Copia  mo- 
derna de  estos  documentos .  .  . ,  hecha  por  mi,  se 
encuentra  en  el  tomo  33  de  esta  Colección." 

Por  tanto,  en  el  tomo  22  de  la  Colección  Icaz- 
balceta  constan  los  originales  o  testimonios,  y  en 
el  tomo  33,  la  copia  moderna  hecha  por  el  propio 
don  Joaquín.  Tenemos,  pues,  dos  ejemplares  fe- 
hacientes, anteriores  a  la  edición  García  Pimen- 
tel, y  con  ellos  podría  precisarse  si  en  esta  edi- 
ción no  se  omitió  la  relación  de  Freyre  que  cons- 
ta en  la  publicación  de  Del  Paso  y  Troncoso. 

Cabe  la  duda,  tanto  porque  el  manuscrito  rela- 
tivo de  don  Joaquín  era  mucho  más  amplio  y 
completo  que  el  de  Del  Paso,  y  es  extraño  que 
falte  precisamente  lo  de  la  ermita,  como  porque 
personas  autorizadas  comunican  la  versión  oral 
de  que  el  documento  sobre  la  ermita  de  Guada- 
lupe se  suprimió.  Y  como,  según  informa  el  señor 
Gómez  de  Orozco  en  la  página  134,  "el  encargado 
del  arreglo  y  corrección  de  esta  obra  fué  el  señor 
canónigo  don  Vicente  de  P.  Andrade,"  cabe  la 
suposición,  pues  que  el  señor  Andrade,  antiapa- 
ricionista  apasionado,  intervino  en  otras  hazañas 
editoriales  no  muy  puras;  por  ejemplo:  la  Infor- 
mación sobre  el  sermón  de  Bustamante,  que  se 
fingió  impresa  en  Madrid  en  1888,  y  la  edición, 
con  nombre  de  don  Fortino  Hipólito  Vera,  de  la 
traducción  que  éste  hizo  de  la  Exquisitio  Histó- 
rica y  publicó  con  su  refutación  párrafo  por  pá- 
rrafo, pero  suprimiéndose,  en  la  edición  fraudu- 
lenta, las  refutaciones  respectivas,  y  haciendo  fi- 
gurar al  señor  Vera  como  editor  de  un  escrito 
antiaparicionista. 

En  conclusión :  La  ermita  de  Guadalupe  sí  está 


—  97  — 


mencionada  en  la  "Descripción  del  arzobispado 
de  Méjico"  que  envió  Montúfar  y  que  poseía  ori- 
ginal el  señor  Icazbalceta.  Este  sufrió  un  error 
al  afirmar  lo  contrario.  Además,  hay  otra  men- 
ción más  amplia  de  la  ermita,  en  documento  que 
forma  parte  de  la  misma  ''Descripción"  publica- 
da por  Del  Paso  y  Troncoso,  pero  que  no  aparece 
en  la  edición  García  Pimentel;  y  podría  preci- 
sarse si  estaba  o  no  en  el  original  de  Icazbalceta, 
viendo  los  tomos  22  y  33  de  su  Colección  de  Ma- 
nuscritos. 

3. — La  frase  del  P.  Freyre,  de  que  ''puede  ha- 
ber catorce  años  que  fundó  y  edificó  el  limo.  Sr. 
Arzobispo"  la  ermita  de  Guadalupe,  dió  ocasión 
al  señor  del  Paso  y  Troncoso  para  escribir  al  pie 
de  la  página  28  de  su  libro  citado  y  en  la  nota  2, 
que  la  fundación  fue  "por  el  año  1556,  atenién- 
donos a  esa  cuenta;  y  esa  data  se  confirma  con 
los  Ayiales  en  lengua  mejicana  escritos  por  Chi- 
malpain,  que  publicó  Remi  Siméon,  página  252." 
En  efecto,  hacia  1556  fue  construida  la  ermita 
en  que  servía  el  P.  Freyre,  que  es  de  la  que  él 
hablaba;  pero  se  construyó  en  sustitución  de  la 
que  antes  había,  como  consta  por  documentos 
anteriores  y  posteriores,  entre  ellos  la  célebre? 
carta  del  virrey  Enríquez,  que  veremos  en  su 
lugar. 


XV 

En  la  batalla  de  Lepanto. 

Hay  un  opúsculo  curioso  de  documentos  rela- 
tivos al  culto  de  la  Virgen  Santa  María  de  Gua- 
dalupe en  San  Esteban  de  Aveto,  de  la  diócesis 


7 


—  98  — 

de  Bobio  en  Italia,  en  el  que  cuenta  su  autor  que 
en  1802  expusieron  los  padres  de  la  extinguida 
Compañía  de  Jesús  una  imagen  de  la  Virgen  de 
Guadalupe,  y  que  haya  sido  la  de  Méjico  y  no  la 
de  España  lo  indica  muy  claramente  el  hecho  de 
haberle  celebrado  solemnísima  función  el  12  de 
diciembre  de  1804,  "en  memoria  de  la  notable 
aparición  de  la  Virgen  María  de  Méjico/'  **Es- 
taban  así  las  cosas,  sigue  diciendo,  cuando  fueron 
descubiertas  en  el  palacio  de  S.  E.  el  Príncipe 
Doria  en  Génova  dos  imágenes  de  la  Virgen  de 
Guadalupe.  Se  pudo  conseguir  que  regalara  una 
de  las  dos  su  Eminencia  el  Cardenal  José  Doria, 
que  en  ese  tiempo  estaba  relegado  en  Pegli  por 
las  cuestiones  entre  la  Iglesia  y  el  Imperio  (de 
Napoleón  I)  y  fue  la  regalada  la  más  pequeña, 
de  la  que  se  aseguraba  con  toda  certidumbre,  por 
constar '  así  en  el  archivo  de  aquella  nobilísima 
familia,  que  había  sido  tocada  a  la  original  y 
regalada  por  S.  M.  Católica  al  inmortal  Andrés 
Doria,  gran  almirante  de  España,  para  ponerla 
en  la  capilla  en  la  nave  capitana,  y  por  la  con- 
cordancia de  las  fechas  se  sacó  en  limpio  que 
debió  encontrarse  en  dicha  nave  en  la  época  de 
la  célebre  batalla  naval  de  Lepanto,  en  la  cual 
por  la  intercesión  de  la  Virgen  María  se  alcanzó 
tan  señalada  victoria  contra  los  turcos."  (La  B. 
V.  di  Guadalupe  in  S.  Stéfano  d'Aveto,"  Chia- 
vari,  1910,  págs.  11  y  15). 

Hay  quienes  crean,  y  no  ciertamente  enemigos 
de  la  Virgen  de  Guadalupe,  que  esta  imagen  de 
que  aquí  se  trata  no  era  de  la  Virgen  de  Gua- 
dalupe de  Méjico,  sino  de  la  de  España,  y  se 
fundan  para  ello : 

lo — En  que  por  la  carta  del  virrey  Enríquez 
consta  que  de  España  le  pedían  noticias  de  la 
Virgen  de  Guadalupe  de  Méjico,  lo  cual  prueba 
que  en  1575  no  se  tenía  noticia  de  ella  en  Espa- 


—  99  — 


ña.  Luego  malamente  podía  regalar  Felipe  II,  lo 
más  tarde  en  1570  una  imagen  de  u^^a  advoca- 
ción que  no  era  conocida  allá, 

2^ — En  que  en  el  libro  mencionado,  el  canónigo 
Castellini  cita,  en  confirmación  de  que  esa  ima- 
gen estaba  en  la  nave  capitana  cuando  la  batalla 
de  Lepanto,  una  carta  dirigida  a  un  Héctor  Do- 
ria, a  quien  se  le  decía:  **Irás  a  Guadalupe  con 
la  lámpara  de  oro  que  te  he  consignado  y  una 
vez  que  estés  allí  verás  al  P.  Prior  de  la  Casa 
de  Nuestra  Señora  y  le  presentarás  la  carta  que 
va  para  él,  diciéndole  que  el  señor  don  Juan  An- 
drés se  la  recomienda  mucho  y  que  ama  tanto 
a  él  y  a  todos  aquellos  reverendos  padres  que  de 
buena  gana  quisiera  poder  ir  a  verlos."  (o.  c. 
p.  114).  Ahora  bien,  es  indudable  que  esta  carta 
se  refiere  al  monasterio  de  Guadalupe  de  España ; 
luego  la  imagen  regalada  por  Felipe  II  era  la  de 
Esx>aña. 

Pero  yo  respondo: 

A  lo  1-,  que  al  virrey  Enríquez  no  le  pregun- 
taron si  existía  en  Méjico  una  imagen  de  la 
Virgen  María  con  título  de  Guadalupe,  sino  "so- 
bre lo  que  toca  a  la  fundación  de  la  ermita," 
como  lo  dice  él  mismo  en  su  carta,  y  la  existen- 
cia de  la  ermita  presupone  la  de  la  imagen. 
Ahora  bien:  esa  pregimta  se  le  hizo  porque,  como 
veremos,  Fr.  Diego  de  Santa  María,  monje  del 
monasterio  de  Guadalupe  de  Extremadura,  había 
escrito  que  el  origen  de  la  ermita  era  un  fraude 
punible  que  se  había  hecho  a  aquel  monasterio, 
cosa  que  también  presupone  la  existencia  de  la 
imagen. 

2*- — Que  es  cierto  que  el  bendito  del  canónigo 
Castellini,  que  en  materia  de  historia  de  nuestra 
imagen  y  aun  de  geografía  universal,  no  debe  de 
haber  sabido  de  la  misa  la  media,  cita  esa  carta, 
pero,  en  primer  lugar,  la  cita  para  comprobar 


—  100  — 


que  se  trataba  de  la  Virgen  de  Guadalupe  de 
Méjico.  En  segundo  lugar,  no  publica  la  carta  en- 
tera, y  así  no  sabemos  quién  la  escribió,  ni  en 
qué  fecha,  y  así  de  ese  fragmento  de  carta  no  se 
saca  nada,  ni  en  favor,  ni  en  contra,  sino  sola- 
mente que  la  familia  Doria  era  devota  de  aquel 
monasterio,  pero  tampoco  podemos  saber  si  por 
favores  especiales  de  aquella  imagen,  o  porque 
— como  ahora  el  canónigo  Castellini — ,  confun- 
dían aquella  imagen  con  la  nuestra. 

Como  se  ve,  esas  objeciones  valen  bien  po- 
co, y  más  que  objeciones  son  cavilaciones  nacidas 
del  desconocimiento  de  los  siguientes  hechos  bien 
comprobados : 

1.  — En  el  palacio  de  la  familia  Doria,  de  Gé- 
nova,  fueron  encontradas  dos  imágenes  de  la 
Virgen  María,  y  no  es  posible  creer  que  hayan 
sido  de  la  Virgen  de  Guadalupe  de  Extremadu- 
ra las  dos,  ni  una  de  allá  y  la  otra  de  Méjico; 

10  primero,  porque  la  imagen  que  se  venera  en 
Aveto  y  es  la  que  regaló  el  cardenal  Doria,  no  es 
la  de  España,  sino  la  de  Méjico;  y  lo  segundo, 
porque  si  hubieran  sido  diferentes  no  se  hu- 
bieran atrevido  a  pedir  una  y  del  texto  prime- 
ramente copiado  se  deduce  con  claridad  que  se 
trataba  de  dos  imágenes  de  la  misma  Virgen  de 
Guadalupe. 

2.  — El  cardenal,  que  sin  duda  conocía  la  his- 
toria de  su  familia,  escogió  para  regalar  "la 
más  pequeña,"  de  la  cual  dijo  que  constaba  "con 
toda  certeza  en  el  archivo  de  su  familia''  lo  que 
dicho  queda. 

3.  — Consta  "con  toda  certeza"  que  el  P.  Juan 
Bautista  Zappa,  S.  J.,  hacia  1684  regaló  a  la 
familia  Doria,  de  Génova,  una  imagen  de  la  Vir- 
gen de  Guadalupe  de  Méjico.  Luego  la  otra,  más 
pequeña  y  más  antigua,  fue  la  que  regaló  Felipe 

11  al  príncipe  Andrés  Doria. 


—  101  — 


En  la  vida  del  P.  Zappa,  que  escribió  el  P. 
Miguel  Venegas  S.  J.,  consta  que  nació  en  Mi- 
lán en  1651  y  que  estudió  filosofía  en  Génova; 
que  *'a  esta  soberana  reina  en  su  advocación  de 
Guadalupe  atribuye  su  vocación  e  ida  a  las  In- 
dias," y  que  esa  Guadalupe  era  la  de  Méjico  se 
saca  con  toda  certeza  porque  el  P.  Florencia  S. 
J.  le  regaló  una  imagen  y  "una  relación  que  te- 
nía impresa  en  castellano." 

En  Méjico  fue  devotísimo  de  la  Virgen  de  Gua- 
dalupe, y  ''no  se  contentó  el  Padre  Zappa  con 
tener  tan  filial  devoción  a  tan  soberana  Madre, 
mas  también  procuró  sus  obsequios  en  los  rei- 
nos en  que  era  menos  conocida.  Logró  cierta  li- 
mosna y  le  sirvió  para  que,  valiéndose  de  la 
destreza  de  un  pintor  mejicano  llamado  Luis  de 
Tejeda,  se  le  sacase  una  fiel,  hermosa  copia  de 
nuestra  Señora  de  Guadalupe;  bien  encajonada 
y  recomendada  con  sus  cartas  y  con  las  del  P. 
Juan  María  (Salvatierra)  en  la  primera  flota 
cuidó  de  remitirla  a  Génova,  regalándola  a  la 
princesa  viuda  doña  Violante  Lomelina  Doria, 
madre  del  príncipe  D.  Andrés",  (o.  c.  Barcelona 
1754  p.  56). 

¿Y  habrá  quien  todavía  después  de  lo  expues- 
to, ponga  en  duda  que  nuestra  Virgen  de  Gua- 
dalupe estuvo  en  la  nave  capitana  en  la  batalla 
de  Lepanto? 

XVI 
Una  tempestad. 

Hacia  1575  sufrió  la  tradición  una  ruda  con- 
tradicción y  tuvo  que  atravesar  por  una  tem- 
pestad que  voy  a  referir  con  la  brevedad  posible. 

En  la  ''Historia  universal  de  la  primitiva  y 


—  102  — 


milagrosa  imagen  de  Nuestra  Señora  de  Guada- 
lupe/' de  Fr.  Francisco  de  S.  Joseph,  morador 
del  monasterio  de  Guadalupe  en  Extremadura, 
se  lee:  ''Ofrecíanse  por  estos  tiempos,  (mediados 
del  siglo  XVI)  en  una  y  otra  América,  Austral 
y  Occidental,  muchas  y  muy  grandes  limosnas 
a  nuestra  Señora  de  Guadalupe  por  los  insignes 
milagros  que  obraba  con  indios  y  españoles  en 
aquellos  reinos,  que  como  fueron  extremeños  los 
conquistadores,  por  la  grande  devoción  que  te- 
r.ían  con  la  santa  imagen  dieron  largas  noticias 
de  sus  milagros  en  aquellas  regiones.  Todo  1q 
dice  un  manuscrito  de  esta  antigüedad,  que  tra- 
ta de  las  demandas  de  Indias  y  que  se  quejaban 
mucho  al  Prior  y  monjes  de  esta  santa  casa  los 
indianos  no  se  tomase  acertada  providencia  para 
la  segura  conducción  y  agencia  de  las  limosnas. 
Encargábase  esta  obra  de  piedad  por  el  convento 
a  personas  honradas  y  que  parecían  devotas, 
cuando  hacían  viaje  a  Indias,  mas  los  que  abun- 
daban pródigos  en  promesas  eran  avaros  en  sus 
cumplimientos;  apenas  se  halló  alguno  que  aten- 
diese a  su  palabra,  siendo  de  muchos  repetidos 
los  avisos  de  que  había  cuantiosas  sumas  para  la 
santa  imagen  en  Perú  y  Nueva  España. 

''Con  motivo  tan  justo  salieron  dos  religiosos 
de  este  monasterio,  Fr.  Diego  de  Ocaña  para  el 
Perú  y  Fr.  Diego  de  Santa  María  para  Méjico; 
y  en  la  ciudad  de  los  Reyes  Fr.  Diego  de  Ocaña 
erigió  una  capilla  a  Nuestra  Señora  de  Guada- 
lupe y  colocó  en  ella  su  santa  imagen."  (o.  c.  c. 
28  ns.  9  y  sigs.  p.  199  y  sigs.). 

El  único  historiador  guadalupano,  a  lo  menos 
que  yo  sepa,  que  leyó  esto  y  lo  aprovechó  fue  el 
sagaz  conde  de  Oquendo,  que  es  su  verdadero 
nombre  y  no  el  de  Conde  y  Oquendo  con  que  es 
generalmente  conocido,  y  con  fina  ironía  comen- 
tó el  pasaje  diciendo:  "Ello  es  que  los  padres 
admiradores  del  santuario  de  Guadalupe,  preciso 


—  los- 


es decirlo  así,  se  alzaron  de  tal  modo  con  la 
Virgen  Santísima  de  Guadalupe  de  Méjico  que 
cuantas  limosnas  hacían  los  fieles  de  América, 
así  la  meridional  como  la  septentrional,  trataban 
de  recogerlas  en  el  bolsón  de  su  santuario,  en 
donde  decían  que  estaba  el  verdadero  y  antiquí- 
simo prototipo  de  las  copias  que  había  repar- 
tidas en  la  cristiandad,  como  así  lo  pregona  en 
la  portada  de  la  historia  Fr.  Francisco  de  S.  Jo- 
sé; y  con  el  justo  motivo  del  cobro  de  estos  dine- 
ros y  de  su  conducta  para  España,  nos  cuenta 
este  autor  que  salieron  a  volar  dos  religiosos  de 
las  celdas  de  su  monasterio,  conviene  a  saber 
Fr.  Diego  de  Ocaña  por  el  reino  del  Perú  y  Fr. 
Diego  de  Santa  María  por  el  de  Méjico.  Para 
aquel  enviado  tenía  algún  pretexto,  porque,  co- 
mo diremos  en  el  párrafo  siguiente,  todas  las 
imágenes  de  aquel  reino  han  sido  expresamente 
copiadas  del  original  de  Extremadura;  mas  para 
el  nuestro  vino  el  tal  comisario  sin  color,  sobre 
su  palabra  y  en  vacío.  Yo  no  sé  si  llegó  a  las 
orillas  del  continente  de  Nueva  España,  ni  si 
hizo  por  estas  provincias  alguna  peregrinación, 
ni  recolección  de  plata,  ni  si  volvió  con  ella  a 
su  nido,  porque  no  he  descubierto  el  menor  ves- 
tigio del  viaje  del  tal  monje  en  ningún  autor 
guadalupano."  (Disert.  T.  I  p.  408  n.  321). 

Esto  que  no  supo  el  conde  de  Oquendo  ni  era 
posible  que  lo  supiera,  lo  sabemos  desde  que 
el  P.  Cuevas  publicó  unas  cartas  interesantísi- 
mas de  Fr.  Diego  de  Santa  María,  que  alumbran 
con  luz  meridiana  unos  años  en  los  que  nadie  ha- 
bía visto  claro. 

Es,  pues,  de  saber  que  vino  y  que  desde  aquí 
escribió  a  España  muy  largas  cartas  que  publi- 
có el  P.  Cuevas  en  el  T.  II  de  su  Historia  de  la 
Iglesia,  en  los  ns.  VIII  y  IX  de  los  ''Apéndices 
de  documentos  inéditos,"  y  de  las  cuales  no 
citaré  sino  algunos  fragmentos. 


—  104  — 

Dice  en  una  de  12  de  diciembre  de  1574: 
"...Yo  hallé  en  esta  ciudad  una  ermita  de  la 
advocación  de  nuestra  Señora  de  Guadalupe,  me- 
dia legua  della,  donde  concurre  mucha  gente.  El 
origen  que  tuvo  fué  que  vino  a  esta  provincia, 
habrá  doce  años,  un  hombre  con  un  poder  falso 
de  nuestro  monasterio  de  nuestra  Señora  de 
Guadalupe,  el  cual  recogió  muchas  limosnas,  y 
manifiesta  la  falsedad  del  poder,  se  huyó  y  que- 
daron cierta  cantidad  de  dineros  de  lo  que  habían 
cobrado  los  mayordomos  de  esta  ermita,  que  en- 
tonces se  llamaba  por  otro  nombre.  Entendiendo 
la  devoción  con  que  acudían  los  cristianos  a 
nuestra  Señora  de  Guadalupe,  le  mudaron  el 
nombre  y  pusieron  el  de  nuestra  Señora  de  Gua- 
dalupe, como  hoy  en  día  se  llama,  y  pusieron  de- 
mandadores pidiendo  para  nuestra  Señora  de 
Guadalupe,  con  lo  cual  se  han  defraudado  las 
limosnas  con  que  solía  acudir  a  nuestra  Señora 
de  Guadalupe  y  se  ha  entibiado  la  devoción  que 
a  aquella  casa  solían  tener  los  vecinos  de  esta 
provincia.  . . 

...y  si  Vuestra  Majestad  fuese  servido  será 
bien  que  por  parte  de  la  casa  de  Guadalupe  se 
tomase  la  cuenta  a  los  administradores  y  perso- 
nas que  han  tenido  cargo  de  esta  casa  en  este 
tiempo  que  ha  tenido  el  nombre  de  Guadalupe  y 
lo  pusiese  en  el  concierto  y  orden  que  Vuestra 
Majestad  fuese  servido." 

Y  en  otra  de  24  de  marzo  de  1575  dice  toda- 
vía: "En  cuanto  a  lo  que  toca  a  la  santa  casa 
de  nuestra  Señora  de  Guadalupe  cuyos  negocios 
traigo  entre  manos,  fuera  de  los  muros  de  esta 
ciudad  está  una  ermita,  la  cual  del  año  1560  a 
esta  parte  se  llama  Santa  María  de  Guadalupe, 
y  con  este  título  han  traído  y  traen  demanda 
por  toda  esta  tierra,  como  Vuestra  Majestad  ve- 
rá, siendo  servido,  por  la  verdadera  relación  que 
con  esta  va.  Los  inconvenientes  que  de  haberle 


—  105  — 


puesto  este  título .  .  .  acá  se  ven  por  demostra- 
ción práctica,  porque  han  hecho  olvidarse  a  la 
gente  de  esta  tierra  totalmente  de  la  devoción  a 
aquella  santa  casa  de  Guadalupe,  que  solía  ser 
tan  grande  que  pocos  de  los  que  otorgaban  testa- 
mentos dejaban  de  hacerle  alguna  manda,  y  en 
este  tiempo  poco  menos  que  todas  las  hacen  a 
nuestra  Señora  de  Guadalupe  extramuros  de  Mé- 
jico, lo  cual  parece  bien  por  las  cláusulas  de  los 
testamentos  que  se  han  hecho  y  hacen  de  aquel 
tiempo  a  esta  parte..."  (Apd.  Cuevas  S.  J. 
"Hist.  de  la  Igl.  II;  493  y  495). 

El  resultado  de  la  primera  carta  fue  el  que 
era  lógico  esperar  y  es  el  que  indica  una  nota 
puesta  al  margen,  que  dice:  ''Cédula  al  virrey, 
que  dé  orden  al  arzobispo  para  que  haga  visitar 
la  ermita  y  tomar  las  cuentas  de  ella,  y  otra  al 
arzobispo  para  que  lo  haga  y  envíe  la  relación 
de  ella." 

Que  el  virrey  recibió  la  cédula,  se  ve  clara- 
mente en  la  larguísima  carta  que  escribió  ton 
fecha  23  de  septiembre  de  1575,  en  la  que  dice: 
"Otra  (cédula)  fecha  en  S.  Lorenzo  el  Real,  a 
15  de  mayo  de  75,  sobre  lo  que  toca  a  la  funda- 
ción de  la  ermita  de  nuestra  Señora  de  Guada- 
lupe, y  que  procure  que  el  arzobispo  la  visite. 
Visitalla  y  tomar  las  cuentas,  siempre  se  ha  he- 
cho por  los  prelados;  y  el  principio  que  tuvo 
la  fundación  de  la  iglesia  que  ahora  está  hecha, 
lo  que  comúnmente  se  entiende,  es  que  el  año  de 
55  ó  56  estaba  allí  una  ermitilla,  en  la  cual  es- 
taba la  imagen  que  ahora  está  en  la  iglesia,  y 
que  un  ganadero  que  por  allí  andaba  publicó  ha- 
ber cobrado  salud  yendo  a  aquella  ermita  y  em- 
pezó a  crecer  la  devoción  de  la  gente,  y  pusieron 
nombre  a  la  imagen  nuestra  Señora  de  Guada- 
lupe, por  decir  que  se  parecía  a  la  de  Guadalupe 
de  España,  y  de  allí  se  fundó  una  cofradía,  en 


—  lóe- 
la cual  dicen  habrá  cuatrocientos  cofrades . .  . 
(Apd.  ''Cartas  de  Indias''  pgs.  305-314). 

Desde  luego,  tanto  con  las  cartas  de  Fr.  Die- 
go como  con  la  del  virrey  se  comprueba  la  pre- 
existencia de  una  ermitilla  antes  de  1555  y  de 
la  imagen  que  veinte  años  después  estaba  en  la 
iglesia.  Que  antes  de  1560  se  hubiera  llamado 
con  otro  nombre,  que  Fr.  Diego  no  dice  cual 
haya  sido,  dicho  sea  con  permiso  suyo,  no  es 
verdad,  puesto  que  por  la  información  contra  el 
P.  Bustamante  consta  que  ya  entonces  se  lla- 
maba de  Guadalupe,  y  de  eso  se  quejaba  el  P. 
Huete. 

Que  le  hayan  puesto  el  nombre  de  Guadalu- 
pe "por  decir  que  se  parecía  a  la  de  Guadalupe 
de  España"  ha  sido  una  ocurrencia,  no  solamente 
del  virrey,  sino  de  algunos  autores,  que  nunca 
me  he  podido  explicar.  Porque  la  Virgen  de  Gua- 
dalupe de  Extremadura  es  una  escultura  de  ta- 
lla, que  probablemente  está  sentada  y  con  el  Niño 
en  el  regazo,  como  todas  las  de  los  siglos  XIII 
y  XIV  y  que  probablemente  ya  entonces  tenía 
los  vestidos  sobrepuestos  que  ahora  tiene;  con 
que  ya  se  puede  ver  en  qué  se  parecen  esas  dos 
imágenes.  Es  cierto  que  en  el  coro  del  monas- 
terio había,  (tengo  entendido  que  ya  no  existe) 
una  escultura  de  la  mujer  del  Apocalipsis,  de 
que  tengo  fotografía  y  que  estaba  de  pie  sobre 
la  luna,  con  un  ángel  abajo  de  ésta,  en  actitud 
de  sostenerla,  con  el  sol  a  las  espaldas  y  con 
el  Niño  en  los  brazos,  y  a  ésta  sí  se  parecía, 
como  se  parecen  las  representaciones  de  aquella 
mujer  misteriosa;  pero  aquella  escultura,  mero 
adorno  del  coro  del  monasterio,  no  es  la  Virgen 
de  Guadalupe  de  Extremadura,  y  si  pudiera  yo 
publicar  los  datos  que  tengo  sobre  iconografía 
guadalupana,  se  vería  que  hay  otras  imágenes 
con  las  que  tiene  la  nuestra  algún  parecido,  no 
solamente  con  aquella  del  coro  del  monasterio. 


—  107  — 


pero  que  no  hay  ninguna  de  la  que  pueda  lla- 
marse copia. 

Sobre  aquella  confesión  de  Fr.  Diego  de  que 
la  devoción  a  nuestra  Virgen  de  Guadalupe  ha- 
bía hecho  olvidar  la  que  se  tenía  a  la  de  España, 
me  ocurre  que  a  menos  que  digamos  que  hubo 
en  esto  un  efecto  superior  a  la  causa,  lo  que  es 
contrario  a  la  sana  filosofía,  no  es  posible  ad- 
mitir que  **los  vecinos  de  esta  provincia"  olvi- 
daran en  tan  poco  años  y  sin  razón  alguna  la 
devoción  a  la  antiquísima  y  veneradísima  imagen 
de  Extremadura  y  tuvieran  tan  grande  devoción 
como  dice  el  autor  a  una  imagen  nueva,  sin 
antecedentes  históricos  de  ninguna  especie.  Lue- 
go bien  podemos  decir  que  si  ya  era  la  devo- 
ción que  le  tenían  tan  grande  como  dice  Fr. 
Diego,  no  era  por  otra  razón  sino  por  tratarse 
de  la  Virgen  aparecida  en  esta  tierra. 

Lo  del  poder  falso  con  que  vino  uno  de  la 
península  y  se  fue,  dejando  los  dineros  en  manos 
de  los  mayordomos,  que  siguieron  estafando,  es 
de  todo  punto  increíble,  por  lo  que  ya  queda 
dicho  que  prescribía  el  concilio  I  mejicano  sobre 
visitas  de  iglesias  y  de  imágenes,  y  por  lo  que 
escribió  el  virrey  sobre  el  cuidado  de  los  prela- 
dos de  visitar  ésta  en  particular  y  tomar  cuen- 
tas a  los  mayordomos. 

Bien  podemos  decir,  pues,  nada  más  que  con 
estos  elementos,  que  en  la  misma  España  se  con- 
vencieron de  que  no  tenía  razón  Fr.  Diego  en  sus 
quejas,  y  más  nos  confirma  en  ello  el  hecho  de 
que,  después  de  todo  el  aparato  de  cédulas  rea- 
les, despachadas  tales  y  como  las  pedía  Fr.  Die- 
go, siguió  la  cofradía  y  siguieron  los  cultos  a 
nuestra  imagen,  y  los  frailes  jerónimos  no  con- 
siguieron cosa  alguna  de  las  que  pretendían. 

Consecuencia  final.  Dios  que,  como  dicen,  ha- 
ce líneas  derechas  con  pautas  torcidas,  hizo  que 


—  108  — 

estas  gestiones  de  Fr.  Diego  de  Santa  María  sir- 
vieran a  la  postre  para  confirmar  la  verdad  de 
la  tradición. 


XVII 

Un  sermón  de  fines  del  siglo. 

"Una  grande  maravilla  obró  Dios  nuestro  Se- 
ñor a  favor  de  la  celestial  y  siempre  Virgen 
Santa  María  y  esta  es  la  que  debéis  compren- 
der y  debéis  escuchar  y  saber;  como  milagrosa- 
mente quiso  se  le  erigiese  su  casa  la  Divina 
Señora  llamada  Santa  María  de  Tepeyacac.  Se 
verificó  de  esta  manera.  A  un  hombre  miserable 
y  pobre  vasallo  que  no  tenía  otra  cosa  sino  bas- 
tante religioso,  andando  por  el  lugar  llamado  Te- 
peyacac, en  donde  cual  fundador  que  cavaba  pa- 
ra echar  profundos  cimientos  se  le  apareció  la 
Madre  amorosa  de  Dios  y  al  momento  le  llamó 
diciéndole:  hijo  querido,  ve  a  la  gran  ciudad  de 
Méjico,  y  dile  al  prelado  que  es  el  arzobispo  que 
quiero  y  es  mi  voluntad  se  me  erija  mi  casa  en 
este  lugar  de  Tepeyacac,  adonde  me  vengan  a 
^conocer  y  suplicar  los  cristianos  creyentes  y 
donde  me  declararán  por  su  defensora.  Inme- 
diatamente este  pobre  hombre  compareció  ante 
el  señor  arzobispo  diciéndole:  Señor  mío,  no  os 
cause  ninguna  molestia  haciéndole  presente  que 
la  celestial  Señora  me  ha  enviado  a  deciros  que 
es  su  voluntad  se  le  edifique  su  casa  allí  en  Te- 
peyacac, adonde  pueden  ir  a  implorar  su  auxilio 
los  cristianos.  Así  me  expresó  y  así  me  aseguró 
se  ha  de  verificar. 


—  109  — 


"El  arzobispo  no  lo  creyó  y  le  contestó  dicién- 
dole:  ¿Qué  dices,  hijo  mío?  ¿Acaso  habrás  so- 
ñado o  te  habrás  embon:-achado  ?  Si  es  cierto  lo 
que  aseguras  dile  a  la  señora  que  te  envió  que 
te  dé  alguna  seña  para  que  demos  crédito  a  todo 
lo  que  dices.  Nuestro  hombre  con  mucho  pesar  se 
volvió  adonde  la  reina  y  señora  se  volvió  a  apa- 
recer y  le  dijo:  Dueña  mía,  he  ido  adonde  me 
enviasteis;  mas  no  me  quiso  creer  el  señor,  y 
me  contestó  con  que  acaso  estaría  yo  soñando  o 
estaría  borracho,  agregándome  que  para  creer 
lo  que  vos  queréis  sería  mejor  me  dieseis  algu- 
na seña.  Entonces  la  Madre  de  Dios  dijo:  no 
te  dé  pena,  hijo  mío,  anda  y  corta  la  flor  que  se 
halla  reventada.  Esta  flor  solo  por  un  milagro  se 
había  visto  en  grande  hermosura  adonde  jamás 
se  había  visto.  No  obstante  nuestro  hombre  ha- 
biéndola cortado  la  llevó  en  su  tilma  a  Méjico  y 
estando  en  la  presencia  del  señor  obispo  le  dijo: 
Señor  mío,  aquí  traigo  esta  flor  que  me  entregó 
por  seña  la  celestial  Señora  para  que  vos  me  deis 
crédito  que  lo  que  yo  he  dicho  es  su  voluntad,  ex- 
tendiendo inmediatamente  su  tilma  para  que  el 
señor  arzobispo  viese  la  flor,  mas  ¡oh  maravilla!, 
en  vez  de  la  flor  vio  estampada  en  la  tilma  la 
imagen  prodigiosa  de  la  reina  y  señora.  Entonces, 
desvanecida  toda  duda,  se  hincó  el  señor  arzobis- 
po delante  de  ella.  Esta  es  la  imagen  de  la  reina 
y  señora  que  por  un  estupendo  milagro  se  pintó 
en  la  tilma  de  un  pobre  vasallo  y  como  se  con- 
serva hasta  hoy,  ante  quien  todos  ocurren  a  im- 
plorar su  protección.  Así  ha  sucedido  en  todas 
épocas  según  tradición.  Así  es  que  con  el  grande 
amor  de  Madre  favorece  y  ayuda  a  los  que  la  in- 
vocan y  concede  lo  que  le  piden." 

1. — El  documento  anterior,  lo  publica  el  P. 
Cuevas  en  su  "Album"  (pgs.  100-102)  y  dice  que 
"el  original  mejicano  de  este  Sermón  encuéntrase 
en  la  Biblioteca  Nacional  de  Méjico,  sección  de 


\ 

\ 

—  110  — 

manucritos,  estante  XV,  anaquel  4  y  número  132 
bis.''  Publica  también  fotografiada  una  adverten- 
cia de  D.  José  Fernando  Ramírez,  que  en  la  par- 
te que  me  importa  dice:  ''No  tiene  fecha,  ni 
nombre  de  autor,  y  el  carácter  de  la  letra  es  el 
que  se  usó  en  algunos  manuscritos  de  fines  del 
siglo  Xyi  y  que  alcanzó  hasta  mediados  del 
XVII,  sin  que  sea  fácil  determinar  época  preci- 
sa. Por  las  otras  piezas  que  le  acompañan  pue- 
de conjeturarse  muy  fundadamente  que  es  obr^ 
de  un  jesuíta,  y  el  volumen  pertenecía  a  la  bi- 
blioteca de  su  orden  célebre,  en  su  colegio  de  S. 
Pedro  y  S.  Pablo,  que  después  tomó  el  nombre 
de  S.  Gregorio." 

El  señor  Ramírez,  que  tenía  mucha  práctica 
en  manuscritos,  dice  que  la  edad  de  éste  está 
comprendida  entre  fines  del  siglo  XVI  y  me- 
diados del  XVII;  el  señor  Bolton,  que  me  parece 
más  conocedor  que  el  señor  Ramírez,  dice  que  es 
de  fines  del  XVI  y  en  eso  me  fundo  para  asig- 
narle esa  fecha. 

El  original  está  en  mejicano  y  de  la  traducción 
dice  el  P.  Cuevas  que  fue  hecha  por  don  Faustino 
Galicia  Chimalpopoca. 

2. — Si  comparamos  el .  texto  de  esta  relación 
con  la  conocidísima  de  Becerra  Tanco,  veremos 
que  conviniendo  las  dos  en  lo  sustancial,  a  sa- 
ber que  la  Virgen  María  se  apareció  en  el  Te- 
peyac  a  un  indio  pobre  y  oscuro;  que  lo  mandó 
al  obispo  con  el  mensaje  de  que  deseaba  un 
templo;  que  le  dio  una  señal  milagrosa  y  que  se 
quedó  estampada  milagrosamente  en  el  ayate, 
difieren  en  pormenores  meramente  secundarios, 
y  esto,  a  mi  ver,  la  avalora  más  todavía,  porque 
prueba  que  el  autor  no  conoció  la  relación  de  D. 
Antonio  Valeriano,  pero  que  la  tradición  oral 
iba  cundiendo  aun  entre  los  españoles  y  que  si 
bien  se  iba  desfigurando  en  los  pormenores,  cosa 
perfectamente  explicable,  en  el  fondo  era  la  mis- 
ma. 


—  111  — 


XVIII 

Se  edifica  nueva  iglesia. 

Estaba  vacante  la  sede  arzobispal  de  Méjico 
por  la  muerte  del  limo.  Sr.  D.  Alonso  Fernández 
de  Bonilla,  cuando  el  martes  29  de  agosto  de 
1600  se  reunió  el  cabildo  de  la  catedral  de  Mé- 
jico para  tratar  sus  negocios  acostumbrados,  y 
el  principal  de  este  día  fue  que  ''habiendo  tra- 
tado de  mudar  la  iglesia  de  nuestra  Señora  de 
Guadalupe  del  sitio  donde  ahora  está,  llegándola 
a  la  calzada  y  camino  real,  se  volvió  a  tratar 
sobre  ello  y  habiendo  conferido  lo  que  se  debía 
hacer,  quedó  acordado  que  en  la  parte  y  lugar 
donde  los  señores  Dean  y  Dr.  Rivera  y  Alonso 
Arias  maestro  de  obras  determinasen,  se  empe- 
zase conforme  al  modelo  y  pinturas  que  para  la 
dicha  obra  se  hicieron,  se  ponga  en  ejecución, 
y  que  el  domingo,  que  se  contarán  diez  días  del 
mes  de  septiembre  se  haga  la  fiesta  de  la  nati- 
vidad  de  nuestra  Señora  en  la  dicha  ermita, 
por  ser  su  advocación,  y  que  ese  día  se  ponga  la 
primera  piedra  para  dar  principio  a  la  reedifi- 
cación de  la  dicha  casa,  y  para  que  venga  a  no- 
ticia de  todo  el  pueblo  cristiano  se  mande  pre- 
gonar con  solemnidad,  y  se  convide  al  señor  vi- 
rrey el  conde  de  Monte-Rey  para  que  autorice 
con  su  presencia  'esta  ceremonia.  .  ."  (Libro  cuar- 
to de  actas  del  cabildo  de  la  catedral  de  Méjico) . 

Este  documento  es  importantísimo  por  muchos 
motivos.  El  primero  porque,  examinado  a  la  luz 
de  los  decretos  conciliares  ya  en  otro  lugar  ci- 
tados, sirve  para  comprobar  la  tradición  gua- 
dalupana,  pues  aunque  el  cabildo  que  gobernaba 
en  la  sede  vacante  no  decía  una  palabra  sobre 
las  apariciones  sobrenaturales,  pero  demasiado 
lo  daba  a  entender  con  querer  edificar  una  nue- 


va  iglesia  y  con  mandar  poner  la  primera  piedra 
con  tanta  solemnidad;  lo  segundo,  porque  viene 
a  poner  en  claro  una  cuestión  tan  debatida  entre 
los  autores  guadalupanos  sobre  el  número  de  los 
templos  que  se  han  levantado  en  el  Tepeyac  en 
honor  de  la  Virgen  Santísima  de  Guadalupe  y  de 
sus  fechas.  Por  los  documentos  arriba  citados 
ya  podemos  afirmar  sin  temor  de  equivocacio- 
nes, que  el  primero  fue  la  ermitilla  que  constru- 
yeron los  indios  de  Cuautitlán,  con  licencia  del 
limo.  Sr.  Zumárraga;  el  segundo,  la  ermita  que 
mandó  levantar  el  limo.  Sr.  D.  Fr.  Alonso  de 
Montúfar  en  1555,  y  el  tercero,  este  que  mandó 
edificar  el  cabildo  en  1600,  mudándolo  del  lu- 
gar donde  estaba  y  acercándolo  a  la  calzada  y 
camino  real. 

La  historia  de  estos  templos  debería  ocupar 
un  trabajo  especial  que  podría  llamarse  "De  la 
ermita  a  la  Basílica,"  pero  porque  tal  vez  nunca 
lo  llegaré  a  emprender  quiero  por  lo  menos  apro- 
vechar la  oportunidad  para  aclarar  los  puntos  os- 
curos que  hay  en  los  autores,  lo  que  servirá  para 
desembarazar  el  camino  a  quien  emprenda  este 
trabajo  que  tanta  falta  está  haciendo  en  la  his- 
toria guadalupana. 

En  el  cabildo  del  6  de  febrero  de  1601  el  ca- 
nónigo Francisco  de  Paz  informó  que  el  10  de 
septiembre  del  año  anterior  se  había  puesto  la 
primera  piedra  con  la  asistencia  del  cabildo,  del 
virrey  y  otros  muchos  dignatarios  y  se  habían 
gastado  S  800,  que  mandarcfti  se  le  pagaran. 
•  El  16  de  octubre  de  1606  mandaron  a  Alonso 
Arias,  el  maestro  de  obras  encargado  de  las  de 
la  nueva  iglesia,  que  juntara  la  montea  que 
tiene  hecha  con  las  demás  monteas  que  se  han 
hecho  y  consultara  con  los  canónigos  y  con  otros 
maestros  de  obras  la  manera  como  debían  se- 
guirse las  obras  de  la  iglesia. 

En  1607  "el  Br.  Juan  Gutiérrez,  presbítero, 


—  113  — 


mayordomo  de  la  ermita  y  casa  de  nuestra  Se- 
ñora de  Guadalupe  extramuros  desta  ciudad'* 
presentó  al  cabildo  un  escrito  en  el  que  le  decía 
que  en  concepto  de  Diego  López  de  Navas,  maes- 
tro de  albañilería  y  cantería,  la  iglesia-  y  casa 
de  la  dicha  ermita  tenía  necesidad  de  algunas, 
reparaciones  y  pedía  autorización  para  hacerlas. 
Parece  ocioso  advertir  que  esas  reparaciones  ha- 
bía que  hacerlas  en  la  iglesia  vieja.  Diego  López 
de' Nava  presentó  un  papel  en  el  que  apuntó  por- 
menorizadamente  las  obras  de  cantería,  albañi- 
lería y  decorado  que  iba  a  hacer  y  por  las  cuales 
pidió  $400. 

En  1609  andaba  todavía  el  canónigo  Fran- 
cisco Paz  gestionando  que  le  pagaran  los  $  800 
que  gastó  en  la  fiesta  de  la  primera  piedra. 

En  este  mismo  año  está  fechada  una  lámina 
de  plomo,  encerrada  en  una  cajita  de  cedro  y 
ésta  a  su  vez  en  una  oquedad  en  forma  de  caj^  e.n 
una  piedra  de  chiluca,  que  fue  hallada  en  1695 
cuando  se  derribó  la  iglesia  en  cuestión  para 
fabricar  la  actual. 

El  Dr.  Uribe,  que  da  la  noticia,  da  también 
la  copia  de  la  inscripción  tal  como  él  la  vio,  es 
a  saber  corroída  por  obra  del  tiempo ;  y  porque 
no  es  libro  el  del  Dr.  Uribe  que  ande  en  manos 
de  todos,  quiero  copiarla  del  dicho  libro: 

D.  O.  M. 

B.  VLRGIN^.  MARI^.  REGINAS.  C(ELO- 
RUM.  ET  MEXICANA.  PROVINCIA.  SINGU- 
LARISSIM^.  PATRONO.  SACELLUM  HOC. 
DICATUM.  INTERVENL  .  .   (ente)  (ele)  EMO- 
SINARUM  COPIOSSISIMA  ...O...  TIONE 
(erogatione) 

8 


—  114  — 


ANNO.  D.  M.DC.  IX. 

SUB  PAULO.  V.  PONTIFICE.  MAX.  REG- 
NANTE  PHILIPPO.  III.  HISPANIARUM  ET. 
NOVI  ORBIS  CATHOLICISSIMO.  REGE.  GU- 
BERNANTE.  VERO.  D.  LUDOVICO  DE  VE- 
LASCO.  PRO-REGE.  EIUS.  ATQUE  IN  AR- 
CHIEPISCOPALI.  SEDE.  D.  F.  GARCIA.  DE. 
LA  GUERRA.  EX.  DOMINICA.  FAMILIA. 
ASSUMPTO. 

(A  Dios  Optimo  Máximo.  A  la  Santísima  Vir- 
gen María  Reina  de  los  cielos  y  patrona  singula- 
rísima de  la  provincia  mejicana,  fue  dedicada  es- 
ta capilla  y  levantada  desde  sus  cimientos,  en  lo 
que  se  gastaron  muy  cuantiosas  limosnas,  el 
año  del  Señor  1609.  Siendo  Pontífice  Romano 
Paulo  V,  rey  de  España  y  del  Nuevo  Mundo  el 
catolicísimo  Felipe  III,  virrey  D.  Luis  de  Velas- 
00  y  arzobispo  D.  Fr.  García  Guerra,  de  la  Orden 
de  Santo  Domingo). 

Con  ligerísimas  variantes  copia  esta  misma 
inscripción  el  P.  Cabrera.  (Esc.  n.  708). 

Esta  inscripción  fué  colocada,  sin  género  de 
duda,  en  1609,  pero  en  mis  investigaciones  no  he 
logrado  descubrir  documento  que  diga  si  queda- 
ron en  suspenso  las  obras  comenzadas  en  1600 
o  que  explique  el  por  qué  de  esta  lámina.  En  la 
cual  creo  que  lo  de  "patrona"  no  debe  entenderse 
en  el  sentido  litúrgico  de  la  palabra,  sino  en  el 
de  protectora  o  defensora,  con  lo  cual  todavía  es 
una  confesión  valiosísima. 

En  1614  estaba  "la  obra  de  la  iglesia  de  la 
dicha  ermita  y  capilla  mayor  a  punto  de  pararse 
por  no  poder  cubrir  la  madera"  por  lo  cual  Da- 
mián de  Avila,  contratista  de  las  dichas  obras, 
se  concertó  con  Juan  Pérez,  maestro  del  arte  de 


--115  — 


carpintería,  para  que  cubriera  la  dicha  iglesia 
como  cubrió  *'la  dicha  iglesia  del  dicho  colegio 
de  las  doncellas"  (Colegio  de  Niñas). 

En  1615  se  sacaron  a  remate  las  obras  de  ma- 
dera y  plomo  de  la  cubierta  de  dicha  iglesia  y  se 
presentaron  Francisco  Rengifo  y  Juan  Pérez  y 
este  último  prometió  que  ^'cubriría  toda  la  dicha 
capilla  de  madera  con  la  que  hoy  ha  estado  y  está 
labrada  en  la  dicha  ermita"  y  la  cubierta  de 
piorno  con  clavos  de  estoperol,  y  le  dieron  la 
contrata. 

El  30  de  enero  de  1621  Diego  López  Murillo 
y  Juan  García,  maestros  del  arte  de  carpintería, 
lazos  y  cubiertas  de  iglesias,  testificaron  que  las 
obras  hechas  por  Juan  Pérez  en  la  de  Nuestra 
Señora  de  Guadalupe  eran  mejores  que  las  del 
Colegio  de  Niñas  y  más  costosas,  por  lo  cual  Juan 
Pérez  entró  en  arreglos  para  que  le  pagaran  las 
mejoras  y  logró  que  le  dieran  por  ellas  S  300  so- 
bre la  cantidad  estipulada. 

El  13  de  marzo  del  mismo  año  el  limo.  Sr.  D. 
Juan  Pérez  de  la  Serna  contrató  al  dicho  Juan 
Pérez  para  que  acabara  lo  que  faltaba  de  car- 
pintería y  de  cantería  en  dicha  iglesia.  El  do- 
cumento habla  *'de  la  iglesia  donde  se  ha  de 
trasladar  el  retablo  de  la  Virgen"  y  tiene  mu- 
chos y  muy  interesantes  pbrmenóres  de  las  obras 
a  que  se  comprometió. 

Por  fin  se  estrenó  esta  iglesia  en  1622.  Dicen 
que  se  estrenó  en  noviembre,  pero  no  he  logrado 
encontrar  documento  que  lo  compruebe,  ni  que 
refiera  la  solemnidad  del  estreno.  Tal  vez  una 
investigación  más  diligente  en  el  archivo  del  ca- 
bildo de  la  catedral  haría  que  se  encontrara  el 
documento. 

El  diligentísimo  P.  Cabrera  había  dado  al- 
guna noticia  del  transcrito  acuerdo  del  cabildo 
de  1600,  (o.  c.  n.  707)  que  no  sé  como  escapó 
a  las  lecturas  del  limo.  Sr.  Vera,  que  nada  dice 


—  116  — 


en  su  "Tesoro  guadalupano."  El  P.  Antícoli  pu- 
blicó una  parte  del  documento  en  su  "Historia'" 
(Lib.  I  c.  13  p.  258)  y  yo  lo  tengo  íntegro  en 
mi  colección. 

Los  demás  documentos  están  unos  en  los  li- 
bros de  actas  del  cabildo  de  la  catedral  y  otros 
en  el  Archivo  General  de  Notarías,  donde  dio 
con  ellos  el  Sr.  Lic.  D.  Francisco  Pérez  Salazar, 
quien  me  puso  sobre  la  pista  de  tan  importante 
documentación. 


XIX 

Dos  nombramientos. 

En  el  cabildo  de  8  de  febrero  de  1608  "fué 
elegido  el  dicho  señor  canónigo  (Alonso  López  de 
Cárdenas)  por  administrador  general  de  la  ermi- 
ta de  nuestra  Señora  de  Guadalupe  y  de  todas 
sus  rentas  y  posesiones  pertenecientes  a  la  dicha 
ermita,  y  ha  de  ganar  el  dicho  señor  canónigo 
por  esta  ocupación  el  salario  que  sus  antecesores 
han  tenido  con  el  mismo  oficio."  (Actas  del  ca- 
bildo de  la  catedral  de  Méjico). 


"Nos,  Don  Fray  García  Guerra,  por  la  gracia 
de  Dios  y  de  la  Santa  Sede  Apostólica  arzobispo 
de  Méjico,  del  Consejo  de  Su  Majestad,  como  Pa- 
trón y  Administrador  que  somos  en  lo  espiritual 
y  temporal  de  la  casa  y  ermita  de  nuestra  Se- 
ñora de  Guadalupe,  extramuros  de  esta  ciudad .  .  . 
elegimos,  señalamos  y  nombramos  por  mayor- 
domo y  administrador  de  la  dicha  ermita  a  vos, 
Diego  López  de  Montoya ...  ♦ 


h 

—  117  — 

"En  Méjico,  a  nueve  días  del  mes  de  noviem- 
bre de  mil  y  seiscientos  y  ocho  años/' 

El  documento  anterior  está  sacado  del  libro 
''Escrituras  de  guadalupe"  MS.  en  la  biblioteca 
del  Museo  Nacional  de  Historia. 

Y  ya  que  se  me  presenta  la  ocasión  la  apro- 
vecho para  hacer  una  aclaración.  Ese  libro  es 
uno  de  los  muchos  que  yo  formé  de  un  hacinamien- 
to de  documentos  sueltos,  cuando  trabajé  en  dicho 
Museo,  y  que  preparé  para  la  encuademación. 

Después  de  separado  yo  del  Museo,  en  repeti- 
das ocasiones  quise  consultar  ese  libro  y  nunca 
fue  hallado,  por  más  diligencias  que  hicieron  los 
empleados  de  la  biblioteca,  por  lo  cual  y  constán- 
dome  con  certeza  que  de  dicha  biblioteca  se  han 
perdido  libros  y  documentos  de  importancia, 
tuve  por  perdido  también  este  libro,  y  así  lo  pu- 
bliqué en  mis  ^'Efemérides  guadalupanas.*'  Des- 
pués de  publicado  mi  libro,  en  una  ocasión  en 
que  tuve  que  consultar  algo  en  la  dicha  bibloteca, 
me  dijeron  los  empleados  que  el  MS.  que  yo  daba 
por  perdido  y  otros  muchos  libros  que  yo  prepa- 
ré para  la  encuademación,  habían  aparecido  en 
un  hacinamiento  de  libros  en  una  bogeda,  y 
pude  comprobarlo  con  mis  propios  ojos.  Valga 
esta  rectificación. 


XX 

Un  virrey  ante  la  Virgen. 

Mateo  Alemán,  empleado  de  la  casa  del  limo. 
Sr.  D.  Fr.  García  Guerra,  escribió  el  opúsculo 
rarísimo  "Sucesos  de  D.  Fr.  García  Guerra,  ar- 
zobispo de  Méjico,''  y  entre  ellos  cuenta  el  si- 
guiente : 


4 

— 118  ~ 

"Jueves  santo,  postrero  de  marzo  de  1611,  vino 
a  Méjico  la  nueva  de  haber  llegado  al  puerto  de 
S.  Juan  de  Ulúa  el  navio  de  aviso  de  Castilla  y 
que  al  virrey  D.  Luis  de  Velasco,  marqués  de 
Salinas,  le  habían  dado  la  presidencia  del  Consejo 
Real  de  las  Indias  y  que  quedaba  por  virrey  de 
la  Nueva  España  el  arzobispo  de  Méjico  (D. 
Fr.  García  Guerra),  que  gobernase  después  que 
constase  haber  salido  del  puerto  S.  E.  para  Cas- 
tilla... 

"Llegó  a  Méjico  la  nueva  que  ya  S.  E.  se 
había  hecho  a  la  vela  con  la  flota  de  Castilla 
estando  S.  S.  en  Atlacuihuaya  (Tacubaya)  y  en 
el  punto  mandó  poner  su  carroza  y  entrando  en 
ella  con  el  P.  presentado  Fr.  Antonio  de  Olea 
confesor  suyo,  a  todo  paso  se  hizo  llevar  a 
Guadalupe,  donde  postrado  en  el  suelo  ante  aque- 
lla milagrosa  y  devotísima  imagen  de  nuestra 
Señora,  sus  ojos  hechos  fuentes  de  lágrimas,  le 
pidió  con  ellas  y  con  sollozos  del  alma  interce- 
diese ante  la  Divina  Majestad,  su  precioso  Hijo 
le  comunicase  su  espíritu  para  que  siempre  acer- 
tase a  servirle,  gobernando  su  pueblo  en  paz  y 
justicia.  De  allí  se  vino  luego  a  Santiago  Tla- 
tilulco,  monasterio  de  frailes  calzados,  dentro  de 
la  ciudad,  aunque  lejos  del  comercio,  y  allí  es- 
tuvo hasta  que  hizo  su  entrada." 

El  canónigo  D.  Vicente  de  P.  Andrade  repro- 
dujo el  opúsculo  en  su  "Bibliografía  mejicana 
del  siglo  XVII." 


—  119  — 


XXI 

El  Arzobispo  Pérez  de  la  Serna. 

Siendo  arzobispo  de  Méjico  el  limo,  Sr.  D.  Fr. 
Juan  Pérez  de  la  Serna,  era  muy  afecto  a  con- 
ferir órdenes  sagradas  en  la  iglesia  de  nuestra 
Señora  de  Guadalupe.  Señalaré  algunas  fechas. 

El  sábado  15  de  marzo  de  1614.  Entre  los  orde- 
nados entonces  se  cuenta: 
De  epístola. 
D.  Alonso  Dávalos. 

El  sábado  24  de  mayo  de  1614,  témporas  de  la 
Santísima  Trinidad: 
De  Evangelio. 
D.  Alonso  Dávalos. 

El  sábado  4  de  abril  de  1615,  víspera  de  la 
dominica  de  Pasión. 
Presbíteros. 

Br.  Alonso  de  Avalos. 

Este  D.  Alonso  Dávalos  no  fue  otro  que  D. 
Alonso  Cuevas  Dávalos,  que  más  tarde  fue  obispo 
de  Oajaca  y  arzobispo  de  Méjico,  devotísimo 
de  la  Virgen  de  Guadalupe. 

Además  de  estas  ordenaciones,  célebres  por- 
que se  refieren  a  tan  ilustre  personaje, .  citaré 
estas  otras: 

El  14  de  diciembre  de  1613,  ordenó  de  corona 
a  Cristóbal  de  Solís. 

El  20  de  septiembre  de  1614  confirió  también 
órdenes  generales  allí. 

*'En  el  pueblo  de  Tepeaca,  dos  leguas  dé  la 
ciudad  de  Méjico,  tres  del  mes  de  abril  de  mil 
y  seiscientos  y  quince  años,  el  limo.  D.  Juan 
de  la  Serna,  arzobispo  de  Méjico,  del  Consejo 


—  120  — 


de  S.  M.  &  mi  señor,  celebró  en  la  ermita  e 
iglesia  de  nuestra  Señora  de  Guadalupe  órdenes 
particulares,  viernes  en  la  tarde." 

Todos  estos  datos  están  sacados  del  "Libro 
de  gobierno  de  este  arzobispado".  M.  Si  de  la 
Secretaría  del  arzobispado  que  comienza  en  1575. 

XXII 

El  Poema  de  Betancourt. 

En  el  Archivo  General  de  la  Nación  existe  una 
serie  de  tomos  manuscritos  sobre  asuntos  histó- 
ricos de  Méjico,  el  prim.ero  de  los  cuales  ostenta 
esta  portada:  ^'Colección  de  Memorias  de  Nueva 
España,  que  en  virtud  de  órdenes  de  Su  Majestad, 
del  Excmo.  Sr.  Conde  de  Revillagigedo  y  del 
muy  R.  P.  Ministro  Provincial  fray  Francisco 
García  Figueroa,  colectó,  extractó  y  dispuso  en 
32  tomos,  un  religioso  de  la  Provincia  del  Santo 
Evangelio  de  Méjico,  por  el  año  de  1792.  Tomo  I. 
Comprende  las  piezas  del  Museo  de  Boturini, 
y  otras  de  las  que  pidió  Su  Majestad  en  su  real 
orden  de  21  de  febrero  de  1790". 

En  ese  primer  tomo  figura  un  poema  en 
octavas  reales,  en  honor  de  la  Virgen  de  los 
Remedios,  que  contiene  de  paso  una  clarísima 
alusión  a  que  la  Virgen  de  Guadalupe  fue  pin- 
tada por  Dios.  El  autor  de  tal  poema  fue,  como 
luego  veremos,  el  capitán  Angel  de  Betancourt, 
y  lo  escribió  antes  de  1621,  por  lo  que  sus  pala- 
bras son  un  importantísimo  testimonio  de  la 
tradición,  muy  anterior  al  libro  del  P.  Sánchez. 

He  aquí  un  fragmento  del  poema,  que  no 
aduzco  como  obra  literaria,  sino  como  documento 
histórico. 


XXXIX 


En  el  pueblo  del  indio,  Otoncalpulco, 
Jurídico  lugar  de  los  Remedios, 
Habitaba  un  cacique  de  Guatulco, 
Varón  gentil  que  abominaba  asedios. 
Crióse  en  la  ciudad  de  Tlatilulco 

Y  escogió  soledad  por  buenos  medios, 
Pacífico  vi\áendo  sin  cuidado 

Al  generoso  pié  de  aquel  collado. 

XL 

Buscaba  dulce  miel  en  sus  magueyes. 
Que  es  esquilmo  de  aquestos  naturales; 
Legiones  de  avecitas  vio  que  greyes. 
Cual  suelen  las  abejas  por  panales, 
Cantaban  a  la  aurora  y  sol  de  reyes. 
Ya  en  el  maguey,  ya  en  los  matorrales. 
Porque  a  Dios  y  a  su  Madre  hacen  salva 
Las  simples  avecillas  desde  el  alba. 

XLI 

Descubrió  la  preciosa  margarita, 

Y  dejando  la  miel,  el  néctar  bebe 
El  anciano  gentil,  que  resuscita 

Y  en  las  deidades  do  el  alma  embebe 
Tomó  el  oro  y  la  planta  más  bendita, 
Descubriendo  esta  mina  aquella  nieve, 

Y  siendo  de  tal  cielo  Atlante  y  basa. 
Con  ella  consagró  su  pobre  casa. 

XLII 

Guardóla  en  una  caja,  enamorado: 
Huevos  le  daba  que  comiese  y  Ella 
Rayos  fulgentes,  y  él,  viéndose  pagado, 
Dijo:  "Sin  merecerlo  tengo  estrella". 
Llevóla  al  templo  del  Pilón  pelado. 


—  122  — 


En  el  cual  colocó  su  dama  bella, 

Que  aun  el  rudo  conoce  lo  que  es  bueno, 

Y  cualquier  animal  lo  que  es  veneno. 


XLIII 

Del  idolismo  quiso  hacer  ermita 
En  aquel  pavimento  y  tepetate; 
Aparecióle  la  Paloma  invita 
Diciendo:  "Juan,  suspende  ese  dislate, 
Porque  a  mi  imag-en,  célebre  y  bendita, 
Cortés,  después  de  un  singular  combate. 
Templo  me  hará  hacer,  de  altiva  suerte. 
Por  mano  de  un  heroico  Villafuerte. 


XLIV 

Mira  la  sangre  de  los  sacrificios 
Que  en  aqueste  idolismo  está  caliente; 
Vendrá  a  purificarlo  de  los  vicios 
La  cristiandad  de  mi  rosado  Oriente; 

Y  porque  tengas  de  tu  gloria  indicios, 
A  Tepeaquilla  baja  diligente, 

Y  entre  tajadas  peñas  y  redondas 
Verás  mi  imagen  cerca  de  las  ondas. 


XLV 

No  como  aquí,  de  bulto,  de  pinceles. 
Que  en  blanca  manta  el  grande  Apeles  tupe. 
Porque  Dios,  verdadero  Praxiteles, 
Allí  me  advocará  de  Guadalupe. 
Harasme  un  templo  allí  cuando  los  fieles 
La  cruz  levanten,  y  este  hemisferio  ocupe, 
Después  de  la  conquista  de  esta  tierra. 
Porque  no  hay  cosa  buena  con  la  guerra.'' 


—  123  — 


XLVI 

Dijo,  y  fuese  la  garza  imperiosa, 

Y  el  cacique  devoto  bajó  al  valle; 
Halló  el  precioso  lienzo  de  la  rosa, 

Y  hubo  con  la  primera  de  guardalle 
Hasta  que  la  ciudad  majestuosa 

Se  vistió  por  España  a  nuestro  talle, 

Y  a  la  de  Guadalupe,  flor  bendita, 
Don  Juan  labró  de  pinos  una  ermita". 


Estos  versos  son  un  documento  histórico  de  ca- 
pital importancia,  porque  en  ellos  se  encuentra 
por  primera  vez  en  castellano,  expresada  la  idea 
de  que  el  mismo  Dios  pintó  a  la  Virgen  de  Gua- 
dalupe en  el  ayate  de  Juan  Diego.  Nadie  podrá 
decir  que  en  ellos  se  advierte  la  influencia  del 
P.  Miguel  Sánchez,  porque  su  libro  fue  publicado 
muchos  años  después  de  escritos  los  versos,  ni 
que  estos  versos  influyeron  en  él,  porque  quedaron 
inéditos. 

En  el  manuscrito  que  he  mencionado  precede  al 
poema  esta  advertencia:  *'Lo  que  se  sigue  es  de 
letra  del  caballero  Boturini.'*  —  ''Nota.  "El  autor 
de  este  poema  fue  el  capitán  D.  Angel  de  Betan- 
court,  que  vino  a  Nueva  España  año  1608,  como 
consta  de  un  antiguo  MS.  intitulado  "Ramillete  de 
flores  divinas  y  humanas",  en  que  reunió  dicho 
Betancourt  varias  poesías  de  su  numen,  que 
tenemos  a  la  vista." 

Y,  en  efecto,  Boturini  cita  en  su  catálogo  "una 
historia  manuscrita,  en  verso  castellano,  de  la 
milagrosísima  imagen  de  nuestra  Señora  de  los 
Remedios,  venerada  en  el  cerro  de  Totoltepec,  en 
las  cercanías  de  Tlacopan,  de  cuyo  santuario  es 
patrón  la  imperial  ciudad  de  Tenuchtitlan  Méjico, 
su  autor  un  fulano  Betancur,  tercero  de  S.  Fran- 
cisco, y  fue  el  primero  que  escribió  en  esta  ma- 
teria, antes  de  las  historias  impresas  por  los 


—  124  — 


PP.  Mtro.  Fray  Luis  de  Cisneros,  mercenario  y 
Francisco  Florencia,  de  la  Sagrada  Compañía. 
Hállanse  con  dicha  historia  diversas  poesías  del 
mismo  autor  a  otros  asuntos."  (Pár.  33  n,  11). 

Ahora  bien,  como  el  P.  Cisneros  publicó  su 
Historia  de  la  Virgen  de  los  Remedios  en  1621, 
claro  que  el  poema  de  Betancourt  es  anterior  a 
este  año. 

Advierto  que  D.  Joaquín  García  Icazbalceta  no 
menciona  en  su  Carta  este  documento,  aunque  él 
lo  poseía  y  lo  tenía  personalmente  catalogado  así, 
en  el  N*?  17  del  tomo  26  de  su  colección  de  ma- 
nuscritos: ''Historia  de  la  milagrosa  imagen  de 
Nuestra  Señora  dé  los  Remedios,  por  el  capitán 
D.  Luis  Angel  Betancourt  (En  verso).  9  ff.  4"^". 
(Véase  Federico  Gómez  de  Orozco,  ''Catálogo  de 
la  Colección  de  Manuscritos  de  Joaquín  García 
Icazbalceta,  relativo  a  la  historia  de  América", 
Méjico,  1927.  Página  46) . 

Los  que  no  quieran  o'  no  puedan  ir  al  Archivo 
General  de  la  Nación,  pueden  hallar  el  poema 
impreso  como  apéndice  de  un  "Sermón  sobre  la 
venerable  imagen  de  nuestra  Señora  de  los  Re- 
medios, que  predicó  en  su  santuario  el  1*?  de  sep- 
tiembre de  1907"  el  señor  canónigo  D.  Vicente  de 
P.  Andrade  y  se  publicó  el  año  siguiente. 


xxin 
Sermón  del  P.  Zepeda. 

El  sermón  más  antiguo  de  los  que  se  han  pre- 
dicado en  honor  de  la  Virgen  Santísima  de  Gua- 
dalupe y  que  se  han  impreso,  es  un  "Sermón  de 
la  Natividad  de  la  Virgen  María  Señora  nuestra, 


—  125  — 


predicado  en  la  ermita  de  Guadalupe,  extramuros 
de  la  ciudad  de  Méjico,  en  la  fiesta  de  la  misma 
iglesia  por  el  P.  Juan  de  Cepeda,  eremita",  y  que 
se  publicó  en  1622  en  la  imprenta  del  Br.  Juan 
de  Alcázar. 

Debió  llegar  el  sermón  a  manos  del  limo.  Sr. 
Vera  cuando  ya  estaba  impreso  el  tomo  primero 
de  su  "Tesoro  guadalupano",  porque  dió  noticia 
de  él  en  el  apéndice,  (págs.  25  y  26). 

Incluyólo,  como  era  natural,  el  señor  canónigo 
Andrade  en  su  "Ensayo  bibliográfico  mejicano 
del  siglo  XVIF',  y  aun  lo  reprodujo  (págs.  107- 
122).  Y  porque  el  ejemplar  que  tuvo  a  la  vista 
debe  haber  sido  del  Lic.  D.  Femando  Ramírez, 
añade  el  dicho  señor  canónigo.  "Tiene  una  nota 
del  Sr.  Lic.  D.  Fernando  Ramírez,  que  dice :  "Dos 
cosas  hay  notables:  la  una  que  el  predicador  ase- 
vera que  la  Natividad,  15  de  septiembre,  es  la 
vocación  de  la  ermita;  y  la  otra  que  no  hace  men- 
ción alguna  del  prodigio  (de  la  aparición).  La 
primera  está  en  la  dedicatoria  al  provincial,  y 
dice,  hablando  del  sermón  "que  prediqué  en  la 
festividad  del  nacimiento  de  la  Sma.  Virgen,  vo- 
cación de  la  ermita  de  Guadalupe,  que  si  bien  he 
predicado  en  la  dicha  casa  en  esta  fiesta  diez 
años  sucesivos,  ningún  escrito  de  los  otros  sermo- 
nes he  guardado,  ni  los  prediqué  con  tanto  gusto 
como  éste,  y  es  que  en  él  tenía  la  mira  en  V.  P. 
como  en  quien  es  tan  devoto  de  esta  santa  festi- 
vidad." 

Esta  es  una  objeción  embozada  contra  la  ver- 
dad de  la  aparición,  como  si  ésta  dependiera  de 
que  el  predicador  la  hubiera  mencionado,  o  cuan- 
do menos  para  demostrar  que  en  1622  no  se  ha- 
blaba una  palabra  de  la  aparición. 

1. — Para  quitar  la  extrañeza  que  pudiera  cau- 
sar esa  nota  del  señor  Ramírez,  quiero  decir  bre- 


—  126  — 


vemente  que  por  muchos  documentos  de  este  li- 
bro consta  que  desde  que  comenzó  a  celebrarse 
fiesta  litúrgica  de  la  Virgen  de  Guadalupe  se 
celebró  el  8  de  septiembre,  —  que  es  la  de  la 
Natividad  de  la  Virgen  María,  —  y  el  15,  que  es. 
su  octava;  y  don  Fernando  Ramírez  hubiera  po- 
dido averiguar  que  entonces  la  Virgen  de  Guada- 
lupe no  tenía  oficio  ni  misa  propios,  por  lo  cual 
le  adaptaron  oficio  y  misa  del  8  de  septiembre, 
que  es  fecha  en  que  todavía  el  día  de  hoy  se 
celebran  las  fiestas  litúrgicas  de  muchas  imáge- 
nes de  la  Virgen  María  que  no  tienen  oficio  ni 
misa  propios.  Y  me  llama  la  atención  que  no  hu- 
biera leído  en  el  P.  Miguel  Sánchez  "que  se  le 
ofrecen  a  todos  tiempos  de  días,  meses  y  años, 
visitas,  novenas,  romerías.  .  .  y  fiestas,  siendo  la 
principal  y  título  de  la  ermita  la  Natividad,  muy 
a  propósito  del  milagro.  Solemnízase  el  día  pri- 
mero porque  es  tan  de  casa  y  el  octavo  por  devo- 
ción de  los  indios."  (Hist.  ff.  91).  Para  evitar 
equivocaciones,  advertiré  que  ya  en  tiempos  del 
P.  Miguel  Sánchez  se  celebraba  la  fiesta  de  la 
Natividad  con  octava,  o  sea  del  día  8  al  15  de 
septiembre,  y  a  esos  de  la  celebración  se  refiere 
cuando  dice  el  día  primero  y  el  octavo. 

Por  cierto  que  en  mi  pueblo  natal,  Huixquilu- 
can.  Estado  de  Méjico,  todavía  conservan  la  cos- 
tumbre, sin  duda  cuatro  veces  secular,  de  cele- 
brar a  la  Virgen  de  Guadalupe  el  8  de  septiem- 
bre. Los  inditos  la  llaman,  en  otomí,  la  *'Maca- 
mé,"  que  quiere  decir  "nuestra  madre";  en  todas 
las  casas  levantan  a  la  Virgen  de  Guadalupe  al- 
tares que  adornan  con  flores  de  girasol  y  torongil, 
que  en  tanta  abundancia  se  recogen  en  ese  mes 
en  el  monte  y  en  las  milpas,  y  recorren  las  calles 
danzas  de  inditos  que  van  de  casa  en  casa,  visi- 
tando los  altares  y  danzando  en  presencia  de  la 
Virgen.  ¡Aún  conservo  con  santa  veneración  la 


—  127  — 


imagen  que  tantas  veces  sirvió  a  mi  madre  para 
levantar  esos  altares,  y  procuro,  en  cuanto  está 
en  mi  mano,  que  no  se  pierda  esa  costumbre, 
testimonio  viviente  de  pasados  tiempos! 

La  fiesta  litúrgica  se  siguió  celebrando  el  8  de 
septiembre  hasta  que,  en  diciembre  de  1746  y  con 
motivo  de  haber  sido  jurada  la  Virgen  de  Guada- 
lupe patrona  principal  de  toda  la  Nueva  España, 
el  limo.  Sr.  D.  Juan  Antonio  de  Vizarrón  y  Eguia- 
rreta,  a  la  sazón  arzobispo  de  Méjico,  mandó 
"que  en  los  calendarios  eclesiásticos  del  clero  se- 
cular y  regular  se  note  ese  día  (el  12  de  diciem- 
bre) como  fiesta  de  precepto,  y  en  los  oficios 
divinos  se  rece  el  de  la  Natividad  de  Nuestra 
Señora,  cambiando  el  nombre  de  natividad  por  el 
de  festividad,  hasta  que  la  Santa  Sede  Apostó- 
lica no  conceda  oficio  y  misa  propia.'*  (Antícoli 
S.  J.  "Hist.  de  la  Apar.",  II,  44). 

Pudiera  alguno  creer  que  porque  dice  que  se 
note  como  fiesta  de  precepto,  ya  se  celebraba  el 
12  de  diciembre  como  fiesta  litúrgica,  aunque  no 
de  precepto;  pero  es  necesario  tener  en  cuenta 
que  alude  el  arzobispo  a  los  ''oficios  divinos,"  — 
que  son  el  rezo  del  Breviario  y  la  celebración  de 
la  misa,  —  y  si  entonces  mandó  que  se  rezaran 
el  oficio  de  la  Natividad  y  la  misa  con  los  cam- 
bios que  señala,  esto  prueba  que  entonces  comen- 
zó a  celebrarse  la  fiesta  litúrgica  en  diciembre, 
porque  si  ya  desde  antes  se  hubiera  celebrado,  no 
hablara  ahora  el  decreto  de  esos  cambios  de  pala- 
bras, meramente  litúrgicos. 

2. — Por  lo  que  hace  a  que  el  predicador  no 
hizo  mención  del  prodigio  en  su  sermón,  no  debe 
llamar  la  atención  lo  más  mínimo,  porque  toda- 
vía hoy  se  oyen  muchísimos  sermones  guadalu- 
I;  panos  en  los  que  no  se  cuentan  las  apariciones. 
Pero  si  del  silencio  de  este  predicador  quiere  al- 


—  128  — 


guno  sacar  como  consecuencia  que  no  se  sabía 
entonces  nada  de  la  tradición,  le  responderán  muy 
cumplidamente  Juan  Suárez  de  Peralta  y  el  capi- 
tán Betancourt. 


XXIV 

La  inundación  de  1629. 


"...  el  21  de  septiembre,  memorable  día  de  San 
Mateo,  de  1629,  en  que  amaneció  Méjico  naufra- 
gando y  casi  hundida  en  las  aguas  de  su  inunda- 
ción octava,  si  contamos  también  las  de  los  indios, 
quinta  y  última  para  los  españoles:  fué  notable 
esta  calamidad  y  pasó  a  ruina,  no  sólo  de  innu- 
merable hacienda  que  pereció  embodegada,  por 
ser  la  inundación  repentina  y  de  la  noche  a  la 
mañana,  sino  de  muchas  casas  que  preocupadas 
y  batidas  por  mucho  tiempo  de  las  aguas,  falta- 
ron de  cimientos' y  hacían  sensible  la  plaga.  Soco- 
rriéronse los  que  podían  con  barcas  y  canoas,  y 
en  ellas  repartían  el  sustento  a  los  que  no  podían 
salir  a  agenciarlo  el  limo.  Sr.  D.  Francisco  Man- 
zo,  que  a  la  sazón  regía  la  eclesiástica  nave  de 
Méjico  y  movió  en  esta  ocasión  con  su  ejemplo 
una  flota  de  bienhechores,  y  quien,  viendo  que 
no  bastaban  diligencias  humanas,  ni  se  lograban 
las  divinas,  acordó  vivamente  conducir  de  su  res- 
petable santuario  la  imagen  y  protección  de  Gua- 
dalupe. Tratólo  con  el  Excmo.  Virrey  Marqués 
de  Cerralvo,  con  la  Real  Audiencia,  ambos  cabil- 
dos, tribunales,  y  luego  a  los  cuatro  días,  martes 
25  del  mismo  septiembre,  embarcados  todos  y 
muchos  de  los  ricos  y  principales  de  esta  ciudad 


—  129  — 


en  otra  que  se  había  poblado  en  el  agua  ,  de  ca- 
noas, góndolas  y  barcas,  esquifadas  de  remos,  ten- 
didas de  gallardetes  y  banderas,  tomaron  puerto 
casi  a  la  puerta  del  santuario,  de  cuyo  trono  mo- 
vido el  Ancil  mejicano  y  lámina  de  batida,  dorada 
plata,  en  que  se  extiende  no  tanto  la  pintura, 
como  el  rudo  lienzo  e  imagen  de  María  Santísima 
de  Guadalupe,  la  embarcó  el  limo.  Señor  en  su 
faUica  y  con  la  comitiva  de  las  más  principales 
personas,  universal  acompañamiento  de  luces,  ru- 
mor de  marcial  música  y  sonora,  devota  salema  de 
himnos  y  ruegos  que  puso  la  aflicción  en  conso- 
nancias, bogaron  hacia  Méjico  y  avistaron  a  la 
parroquia  de  Santa  Catarina  mártir,  de  donde 
salió  a  recibirla  en  su  imagen  esta  prudente  Vir- 
gen, y  llegando  con  su  barca  a  la  de  María  San- 
tísima, la  acompañó  y  convoyó  hasta  su  templo, 
en  que  fue  recibida  y  festejada  muy  bien,  aunque 
de  paso.  Siguió  su  rumbo  y  la  virgen  Catarina 
la  estrella  de  María  Santísima  y  su  norte  hasta 
el  palacio  arzobispal,  primera  cuna  en  que  casi 
cien  años  antes  había  nacido  el  florido  fénix  de 
su  imagen.  Hospedóse  allí  aquella  noche,  y  a  ja 
mañana  se  trasladó  a  la  catedral,  donde  se  co~ 
menzó  a  solicitar  su  protección." 

**Era  esta  la  que  sirve  hoy  de  sacristía  mayor, 
adonde,  demolida  o  para  demoler  la  cátedra.!  an- 
tigua, se  pasó  y  colocó  el  Santísimo  Sacramento, 
celebrándose  los  di\inos  oficios  desde  el  de  1626 
al  de  1641.  Colocóse  en  el  altar  mayor,  ocupando 
el  nicho  de  patronos  y  de  que  se  había  aposesio- 
nado casi  cien  años  antes,  a  otro  día  de  su  apa- 
rición. 

"No  fueron  tantos  los  ahogos  de  la  inundación 
que  se  padecía  como  los  del  pueblo  cristiano  que 
ancorando  en  la  segura  esperanza  del  remedio, 
fluctuaba  en  otras  olas  de  gente  por  tomar  puer- 
to en  la  iglesia  catedral,  que  les  hacía  más  estre- 
cha el  concurso,  y  asirse  en  los  riesgos  de  la 

9 


—  130  — 


iuundación  de  la  tabla  de  aquella  celestial  pin- 
tura. Ni  fué  sólo  de  lo  que  se  dice  popular  ese 
anhelo:  agitaba  igualmente  a  lo  más  granado  y 
de  carácter,  como  el  cabildo  eclesiástico  y  sagra- 
das familias,  que  ni  se  aquietaron  con  el  solem- 
nísimo deprecativo  novenario  con  que  se  recibió 
en  Méjico  y  se  solicitó  su  protección:  no  se  con- 
tentó su  devoción  con  sola  su  asistencia,  cual  se 
observa  en  estas  funciones;  pretendían  devota- 
mente rendidas  el  coro  y  altar  por  más  desaho- 
gar sus  anhelos.  Y  aun  las  dignidades  a  que  no 
cupo  en  suerte  el  altar  los  días  del  novenario, 
rbuscaron  como  votarle  sus  fervorosos  sacrificios. 
Lo  que  movió  a  la  más  irregular  providencia  y 
casi  no  practicada  otra  vez,  cual  fue  ceder  a  los 
ruegos  y  ampliar  el  altar  mayor  de  la  catedral, 
(por  estar  allí  la  santa  imagen)  a  otros  minis- 
tros de  dentro  y  fuera  del  cabildo  que  no  deben 
en  él  celebrar.  Indulto  concedido  a  la  religiosa 
piedad  del  R.  P.  M.  Fr.  Juan  de  Herrera,  actual 
pí-ovincial  del  Real  Militar  Orden  de  Nuestra  Se- 
ñora de  la  Merced,  y  consta  de  uno  de  los  libros 
de  cabildo  como  sigue:  **En  la  ciudad  de  Méjico, 
jueves  cuatro  de  octubre  de  1629,  estando  presen- 
tes, etc.,  el  Sr.  Deán  dijo  que  su  lima,  le  había 
dado  un  memorial  de  que  hizo  demostración  el 
P.  M.  Fr.  Juan  de  Herrera,  provincial  de  Nues- 
tra Señora  de  la  Merced  de  esta  ciudad,  en  que 
se  pide  se  dé  licencia  para  que  por  esta  vez  aca- 
ben el  novenario  de  Salves  y  Letanía  con  Víspe- 
ras y  Misa  en  el  altar  mayor  de  esta  catedral, 
donde  está  la  Virgen  de  Guadalupe.  Y  por  la  ma- 
yor parte  se  acordó:  que  por  ser  este  caso  tan 
;singular  y  en  que  se  debe  demostración  de  toda 
piedad,  por  esta  vez  sin  hacer  consecuencia  y 
ejemplar,  los  racioneros  de  entera  y  media  ración 
puedan  decir  misa  rezada  el  día  que  quisieren 
delante  de  la  dicha  imagen  en  el  dicho  altar  ma- 
yor, y  lo  mismo  pueda  hacer  el  señor  Deán,  por 


no  haberle  cabido  ninguna  del  novenario,  y  se  le 
concede  por  esta  vez  al  dicho  P.  Provincial  y 
su  religión  el  poder  decir  las  dichas  Vísperas  y 
Misa,  como  lo  piden,  y  a  las  demás  religiones 
que  quisieren  por  esta  vez,  y  que  las  vísperas  y 
misa  conventual  se  anticipen,  para  que  se  les  deje 
el  altar  y  coro  libre  a  las  dichas  religiones."  (Ca- 
brera. "Escudo"  ns.  273  y  713). 

¿Por  ventura  estos  hechos  innegables  no  ha- 
blan con  más  elocuencia  que  cien  sermones?  ¿Se- 
rá necesario  comentar  este  pasaje  y  decir  que 
Méjico  entero  creía  en  1629  en  la  verdad  de  la 
milagrosa  aparición? 


XXV 

Un  altar  en  Santo  Domingo. 

Cuenta  fray  Alonso  Kranco,  en  su  ''Segunda 
parte  de  la  Historia  de  la  Provincia  de  Santiago 
de  Méjico,  Orden  de  Predicadores  de  la  Nueva 
España"  (Apd.  ''Memoria  de  las  obras  del  desa- 
güe del  Valle  de  Méjico,"  Méjico,  1902,  vol.  I, 
pág.  131),  que  hacía  tiempo  que  en  Méjico  se 
deseaba  un  altar  a  Santo  Domingo  de  Soriano 
cuando,  siendo  provincial  fray  Juan  de  Córdoba, 
deseoso  de  satisfacer  a  esta  devoción,  encargó  a 
un  religioso  muy  entendido  en  la  pintura,  que 
entonces  moraba  en  el  convento  de  Santo  Domin- 
go de  Méjico,  que  hiciera  un  cuadro  que  repre- 
sentara al  santo  tal  y  como  se  había  aparecido. 

"Toda  esta  obra  estaba  muy  adelantada  y  se- 
ñalado el  sitio  y  lugar  en  la  iglesia,  cuando  un 
honrado  republicano  pidió  que  se  le  diese  lo  he- 


—  132  — 


chb  y  que  él  añadiría  más  obra  y  haría  el  reta- 
blo mayor  y  que  daría  una  limosna  al  convento 
por  el  sitio  para  entierro  suyo  y  de  sus  descen- 
dientes. Concedióse  su  petición,  que  cumplió  muy 
a  satisfacción  de  todos.  Hizo  un  grande  y  rico 
retablo,  puso  una  buena  lámpara  de  plata,  mucho 
adorno  y  curiosidad  en  todo. 

"Pide  consideración  particular  lo  que  sin  pre- 
vención humana  se  ejecutó  en  el  dicho  retablo, 
y  fue  que  el  dueño  que  ya  era  del  altar  tenía  en 
su  casa  una  imagen  de  pincel,  trasunto  en  el  ta- 
maño, facciones  y  colorido  de  la  milagrosa  ima- 
gen que  llaman  de  Guadalupe  y  tiene  un  gran 
templo  una  legua  de  Méjico.  El  trasunto  es  tan 
perfecto  que  juzgara  la  vista  es  el  original.  Ha- 
bía muchos  días  atrás  deseado  el  dueño  colocar 
su  imagen  en  alguna  iglesia  en  altar  particular, 
mas  en  siendo  señor  de  lo  que  se  había  de  obrar 
en  el  altar  de  Soriano,  se  le  ofreció  que  sería 
aceptado  poner  la  imagen  de  Guadalupe  en  com- 
pañía de  la  de  Santo  Domingo.  Determinóse  y  la 
ejecución  fue  que  la  de  Santo  Domingo  tuviese 
el  principal  lugar  en  el  primer  cuerpo  del  retablo 
y  la  de  la  Virgen  Sandísima  en  el  segundo  cuer- 
po, y  en  el  tercero  la  pintura  del  milagro  y  traída 
de  Santo  Domingo,  y  a  los  lados  de  los  tres  cuer- 
pos del  retablo  columnas  y  otras  pinturas,  de 
manera  que  salió  grande,  curioso,  rico  y  devoto. 
Mi  consideración  es  que  fué  orden  del  cielo  que 
estuvieren  en  un  altar  las  imágenes  de  los  que 
habían  librado  a  Méjico  en  su  gran  trabajo"  (la 
inundación  de  1629). 


¿En  qué  año  se  hizo  este  altar  y  quién  fue  el 
honrado  republicano? 

Fué  siendo  provincial  fray  Juan  de  Córdoba, 
y  como  éste  fue  provincial,  según  nos  dice  el  mis- 


—  133  — 


mo  P.  Franco  (cap.  12  pág-.  457)  de  15  de  mayo 
de  1632  a  enero  de  1633,  en  este  período  de  tiem- 
po es  preciso  poner  la  construcción  del  altar. 

Por  lo  que  toca  a  quien  lo  costeó,  es  de  saber 
que  el  mismo  autor,  al  hablar  de  los  milagros  que 
por  entonces  hizo  en  Méjico  Santo  Domingo  de 
Soriano,  dice  que  hizo  el  primero  a  Isabel  ''negra, 
esclava  de  doña  Ana  de  Zamudio,  viuda  de  Diego 
de  Godoy,  que  fue  el  que  a  su  costa  hizo  el  altar 
de  Santo  Domingo  de  Soriano,  y  como  en  propia 
capilla  está  enterrado.''  (o.  c.  Lib.  3,  c.  34,  págs. 
55Ó  y  551). 

Para  completar  estos  datos  diré  que  en  la  pa- 
rroquia de  Atzcapotzalco,  que  fue  de  religiosos 
dominicos,  me  encontré  un  libro  MS  en  que  cons- 
tan los  derechos  de  enterramiento  en  las  capillas 
de  la  iglesia  del  convento  de  Santo  Domingo  de 
Méjico,  y  allí  está  la  escritura  otorgada  el  23  de 
mayo  de  1634  a  favor  de  doña  Ana  de  Zamudio, 
que  ya  entonces  era  viuda  de  D.  Diego  de  Godoy 
y  consta  por  ella  que  el  altar  estaba  '*en  la  capi- 
lla mayor  (es  decir,  en  la  nave  principal),  al 
lado  derecho  como  se  entra  en  ella,  que  linda  por 
una  parte  con  el  altar  mayor  y  retablo  de  la  glo- 
riosa Santa  Ursula  y  por  el  otro  el  pilar  que  está 
pegado  al  púlpito." 

Quiero  llamar  la  atención  del  lector,  en  primer 
lugar  sobre  la  frase  "la  milagrosa  imagen  que* 
llaman  de  Guadalupe,"  y  en  segundo  lugar  sobre 
que  el  P.  Franco  creía  que  a  la  Virgen  de  Gua- 
dalupe había  debido  Méjico  haberse  visto  libre 
de  la  inundación  de  1629,  en  lo  cual  no  fué  el 
único,  pues  que  en  las  informaciones  de  1629 
abundan  los  testimonios,  sobre  todo  de  españoles, 
que  confirman  esta  creencia. 

Es  inútil  buscar  ahora  esta  imagen  en  dicho 
altar  de  la  iglesia  de  Santo  Domingo,  porque  la 
que  existe  es  una  que  sustituyó  a  la  que  había 
cuando  escribió  el  P.  Franco.  De  la  de  ahora  dice 


— 134  — 

el  P.  Pichardo:  "En  la  iglesia  nueva  que  hoy 
existe  se  dedicó  al  mismo  Santo  Domingo  de  So- 
riano  un  altar  eiTla  capilla  mayor,  en  la  sinies- 
tra del  altar  del  Sagrario,  en  cuyo  primer  cuerpo 
está  Santo  Domingo  Soriano,  en  el  segundo  dicha 
pintura  del  milagro;  pero  ya  no  se  puso  en  él  la 
imagen  de  nuestra  Señora  de  Guadalupe,  porque 
se  le  hizo  altar  aparte  en  la  misma  capilla  mayor 
y  en  la  pared  que  mira  al  Norte  y  se  halla  detrás 
del  púlpito.  La  imagen  se  ve  que  es  muy  antigua, 
y  así,  sin  duda  es  la  misma  que  colocó  antes  el 
devoto  y  honrado  republicano."  (Elogio  de  San 
Felipe  Neri,  Méjico  1803,  pág.  4  de  las  notas). 


XXVI 

Después  de  la  inundadón. 

Al  terminar,  en  1634,  la  inundación  de  1629, 
fué  la  milagrosa  imagen  conducida  de  nuevo  a  su 
ermita.  Y  entonces  se  escribieron  estas  notables 
coplas : 

COPLAS  A  LA  PARTIDA  QUE  LA  SOBERANA  VIRGEN 
DE  GUADALUPE  HIZO  DE  ESTA  CIUDAD  DE 
MÉJICO  PARA  SU  ERMITA. 
COMPUESTAS  POR  UN  DEVOTO  SUYO. 

Sagrada  nave,  que  al  mundo, 
Cautivo  en  tantas  miserias. 
Trujo  por  el  mar  de  gracia 
Dios,  y  Hombre  la  gobierna. 

Y  hallando  en  cadenas  tristes 
Los  míseros  hijos  de  Eva, 


—  135  — 


Lastimado  de  su  llanto 
Libró  con  su  sangre  mesma; 

De  David  sagrada  torre 
Que  aquella  serpiente  fiera 
Por  atreverse  a  ofenderos 
Destroncastes  la  cabeza. 

Estrella  de  la  mañana, 
Cuyas  luces  manifiestan 
Los  rayos  de  Cristo  sol 
Que  de  tanta  gracia  os  llenan; 

En  esta  ocasión,  Señora, 
Los  atributos  os  diera 
Que  en  vuestra  alabanza  cantan 
Los  ángeles  y  la  Iglesia, 

Si  mi  dicha  fuera  tanta 
Que  el  pensamiento  pudiera 
Sutilizar  con  la  pluma 
De  mi  ingenio  la  rudeza, 

Pero  con  deciros  Madre 
Del  Hijo  que  está  en  la  diestra 
Con  el  Espíritu  y  Padre 
En  una  infinita  esencia. 

Incluye  mi  pretensión, 
Virgen,  pues  todo  se  encierra 
Diciéndoos  Madre  de  Dios, 
Limpio  espejo  de  pureza. 

Pues  sois  el  maná  de  gracia. 
Hoy,  atrevida  mi  lengua, 
Os  pide  amparo  de  madre 
Y  favor  como  a  princesa, 

Para  rendiros  las  gracias 
Por  tantas  mercedes  hechas, 
En  medio  de  penas  tantas, 
A  Méjico  patria  nuestra. 

Cuyas  esperanzas  tristes 
Sólo  con  vos  se  consuelan. 
Pues  con  vuestro  Hijo  sois 
La  más  cierta  medianera. 


—  136  — 


Pero  ¿qué  puedo  deciros 
Si  el  pastor  Manso  (1)  que  os  lleva 
Con  obras  que  al  mundo  admira 
Silencio  pone  a  las  lenguas? 

Y  cuando  con  obras  tales, 
Señora,  no  lo  supiera, 

En  vuestra  partida  santa 
Nuestras  lágrimas  pudieran, 

Y  juzgo  que  fueran  tantas 
Que,  si  Dios  no  lo  impidiera, 
Como  os  trujeron  por  agua 
Por  lágrimas  os  volvieran. 

Como  tórtola  viüda 
Dejáis,  Virgen,  estas  tierras, 
Teniendo  por  nuestras  culpas 
Llorar  en  la  misma  pena. 

Todos  los  que  os  visitaban 
¿Qué  dirán  cuando  no  os  vean? 
Y  más.  Virgen,  los  dichosos 
Que  están  en  la  gracia  vuestra. 

Én  la  catedral  sagrada 
Juzgo  yo  que  se  enternezcan 
Los  que  a  su  culto  madrugan, 
No  viendo  las  luces  vuestras. 

Bien  sé,  reina  celestial. 
Que  así  es  forzosa  la  deuda 
Que  Méjico  ha  de  pagaros 
Del  milagro  en  recompensa,  (2) 

Que  estaréis  agradecida 
Del  aplauso  y  reverencia. 
De  la  tristeza  y  el  llanto 
Con  que  sienten  vuestra  ausencia, 

Con  que  a  vuestra  ermita  santa 
Francisco  arzobispo  os  lleva. 
Cumpliendo  aquella  palabra 
Que  tuvo  logro  en  su  espera.  (3) 

Sin  la  presencia  divina. 
Vuestra,  Virgen,  se  contempla 


—  137  — 


Temiendo  por  nuestras  culpas 
Llorar  en  la  misma  pena. 

De  la  pasada  ruina 
Los  corazones  se  acuerdan, 

Y  en  medio  de  pena  tanta 

No  es  mucho  que  se  enternezcan. 

Hoy  renueva  esta  memoria, 
Virgen,  la  partida  vuestra, 
Al  pueblo  que  alegre  fuisteis 
Años  cuatro  compañera.  (4) 

Todos  será  bien  que  lloren, 
Pues  no  salís  de  la  cerca 
Cuando  despiden  las  nubes 
Truenos,  aguas,  fuego  y  piedra. 

De  vuestra  sagrada  imagen 
Hay  vocaciones  diversas 
Que  consolar  aseguran 
Tan  amarga  y  triste  ausencia; 

Confieso  que  toda  es  una 

Y  en  una  toda  se  encierra, 

Y  que  se  derivan  todas 
De  la  original  primera, 

Pero  son  acá  pintadas 
De  humanas  manos  diversas, 
Con  matizados  colores 
Que  humanos  hombres  inventan. 

Vos,  Virgen,  sois  dibujada 
Del  que  hizo  cielos  y  tierra. 
Cuyo  portento  no  es  mucho 
Dé  indicio  que  sois  la  mesma. 

Si  venís  de  tales  manos 
¿Qué  mucho  llore  la  tierra 
Una  ausencia  que  es  forzosa 
De  un  milagro  que  se  ausenta? 

Si  venisteis  por  el  agua. 
Ya,  Virgen,  os  vais  por  tierra, 
Que,  a  pesar  de  mi  pecado, 
Dios  por  Vos  enjuga  y  seca. 


—  138  — 


De  la  Metropolitana 
Salen  ya  las  luces  bellas 
De  vuestros  divinos  ojos 
Que  tantos  sin  luces  dejan, 

Dando  envidia  con  su  luz 
A  la  luna,  sol  y  estrellas. 
Porque  brilla  más  que  todas 
En  los  cielos  y  en  la  tierra. 

La  víspera  de  este  día 
Parecía  el  suelo  una  esfera 
De  brillantes  luminarias 
Por  ventanas  y  azoteas, 

Y  para  más  festejaros. 
En  cada  cuadra  os  esperan 
Fuegos  mil,  que  en  vuestro  nombre 
Por  chispas  daban  centellas. 

Coloquios,  bailes,  cantares. 
Todos,  Virgen,  os  festejan. 
Que  aunque  sientan  vuestra  ida 
Con  vuestra  vista  se  alegran. 

Vuestro  querido  hortelano 
En  medio  su  huerto  os  lleva. 
Como  rosa  señalada 
Que  plantó  su  mano  inmensa. 

En  hombros  sacerdotales 
Quiere  que  vais,  dando  muestra 
De  que  os  quiere  como  a  hija 
Y  como  a  madre  os  respeta. 

Los  atributos  sagrados 
Que  vuestras  plantas  elevan 
Hacen  el  peso  más  suave, 
Porque  todos  son  limpieza. 

Si  el  adorno  de  las  andas 
Brillante  luce  y  campea. 
Con  el  oro,  con  la  plata, 
Diamantes,  rubíes  y  perlas. 

Es,  Virgen,  porque  le  dais 
De  vuestras  lumbres  perfectas 


—  139  — 


Luces  que  lúcidos  hacen 
Los  rayos  que  reverberan. 

El  clero,  capitulares, 
Las  religiones  profesas, 
El  cabildo  y  cortesanos 
Con  gentes  de  varias  tierras 

Por  la,s  enramadas  calles 
De  juncias,  arcos,  trompetas. 
Que  adornan  ventanas  graves 
Vestidas  de  oro  y  de  seda, 

Todas  alegres  llorando 
Van  con  Vos,  sagrada  reina, 
Haciendo  promesas  varias 
Al  sol  porque  se  detenga. 

Que  ya  parecen  las  torres 
De  la  jornada  primera, 
Donde  con  casa  y  regalo 
Otra  virgen  os  espera: 

Catalina,  insigne  mártir 
Que  destroncó  la  cabeza 
De  los  hombros  del  tirano 
Porque  a  vuestro  Hijo  niega, 

Y  después,  con  pecho  fuerte, 
Las  navajas  no  le  alteran. 
Que  en  la  fe  tiene  los  ojos 
Y  no  hay  quien  de  ella  le  tuerza. 

Sólo  el  príncipe  Rodrigo,  (5) 
Sagrada  Virgen,  no  os  lleva, 
Que  sus  rigurosos  males 
Impiden  lo  que  desea.  - 

Pues  la  disculpa  es  bastante. 
Suplidle  al  fin  como  reina. 
Que  fiesta  hará  en  vuestro  nombre 
Si  le  dais  salud  entera. 

Cuando  el  sol  muestra  sus  rayos 
A  pediros  luces  nuevas, 
A  Guadalupe  dichoso 
Os  partís,  Virgen,  contenta. 


—  140  — 


Buen  viaje,  la  mi  Señora, 
Jdos  muy  en  hora  buena, 
Alegrad  los  naturales 
Que  ha  tanto  tiempo  os  esperan; 

Alégrense  vuestros  montes, 
Los  campos,  flores  y  yerbas, 
Vuestra  fuente  milagrosa. 
Ganados,  montañas,  peñas. 

Vuestro  cristalino  río. 
Las  avecillas  risueñas 
En  coro  canten  la  salva 
Con  sus  arpadillas  lenguas. 

Los  labradores  contentos 
De  veros  en  vuestra  iglesia. 
Con  regocijos  y  bailes 
Corran  todos,  hagan  fiestas. 

No  borréis  de  la  memoria 
La  tierra  que  hicisteis  nueva. 
Cuyas  nuevas  esperanzas 
En  Vos  se  lograron  puestas. 

Que  si  verde  el  otro  ramo 
Fué  la  señal  que  al  profeta 
Libró  de  cuidados  tantos 
Allá  en  las  sierras  de  Armenia, 

El  vuestro.  Virgen  paloma. 
Fué  encarnado,  que  a  esta  tierra 
Xibró  con  vuestra  venida 
A  los  tristes  hijos  de  ella. 

En  Vos  hallaron  el  arca 
Donde  vidas  casi  muertas 
Escaparon  del  diluvio 
De  aquellas  aguas  leteas. 

Mil  siglos  Manso  nos  viva. 
Para  que  la  tierra  nueva 
En  desdichas  semejantes 
Halle,  Anquises,  otro  Eneas, 

Y  Vos,  soberana  aurora. 
Dadle  auxilio,  porque  pueda 
De  Dios  alcanzar  la  gracia 
Y  después  la  gloria  eterna. 


—  141  — 


Aunque  un  poco  largas  estas  coplas,  pero  no 
resistí  al  deseo  de  copiarlas  íntegras,  lo  primero, 
porque  son  un  cuadro  ví\'ido  de  la  traslación  de 
la  imagen  a  su  santuario,  en  el  que  hasta  el  mis- 
mo desorden  que  en  él  se  nota  es  claro  indicio  de 
que  estos  versos  no  fueron  compuestos  en  la  plá- 
cida quietud  del  gabinete  de  estudio,  sino  que 
brotaron  espontáneamente  de  los  sentimientos  en 
que  rebosaba  el  alma  del  autor,  que  evidentemen- 
te fué  testigo  de  vista  de  lo  que  narra;  lo  segun- 
do, porque  siendo  un  espléndido  testimonio  de  la 
tradición,  estas  coplas  son  poco  conocidas  y  he 
querido  conservar  su  memoria  para  las  genera- 
ciones futuras. 

De  estas  coplas  se  conocen,  que  yo  sepa,  dos 
ediciones.  Una  en  poder  de  D.  Federico  Gómez 
de  Orozco,  que  facilitó  su  ejemplar  al  R.  P.  Cue- 
vas S.  J.,  quien  publicó  el  facsímile  de  la  portada 
en  su  *'Album  histórico  guadalupano"  (p.  114) 
y  tiene  un  pie  de  imprenta  que  dice:  *'En  Mé- 
xico; por  Francisco  Rodríguez  Lupercio."  Y  otra 
que  yo  vi  en  el  archivo  de  la  Basílica,  de  donde 
las  copié,  y  fue  la  que  sirvió  al  Dr.  Nicolás  León 
para  reproducir  la  portada  en  su  "Album  de  la 
coronación",  (P.  I  p.  110)  y  tiene  el  pie  de 
imprenta  "En  México.  Por  la  Viuda  de  Francis- 
co Rodríguez  Lupercio."  No  conocemos  otra  edi- 
ción, pero  en  el  tomo  IV  de  la  "Biblioteca  de  Be- 
ristáin"  están  anotadas  esas  coplas  con  el  título 
de  "Partida  de  Nuestra  Señora  de  Guadalupe 
desde  la  Metropolitana  a  su  hermita  del  Tepeyac" 
y  la  nota  "Imp.  en  México,  1634."  Todo  hace  pa- 
tente que  en  ese  año  se  publicaron  por  vez  pri- 
mera, aunque  no  hayamos  encontrado  ejemplar 
de  esa  primera  edición. 

Escaparon  esas  coplas  a  las  diligencias  del 
limo.  Sr.  Vera,  tal  vez  porque  en  su  tiempo  no 
estaban  todavía  en  la  biblioteca  de  la  Basílica. 
Porque  el  ejemplar  que  yo  consulté  forma  parte 


—  142  — 


de  la  colección  de  opúsculos  guadalupanos  que 
dice  el  P.  Andrade  que  su  tío  D.  José  Ma.  poco 
antes  de  morir  regaló  al  limo.  Sr.  Labastida  y 
que,  a  la  muerte  del  señor  arzobispo,  a  instan- 
cias del  dicho  P.  Andrade,  regaló  el  Sr.  D.  Anto- 
nio Planearte  a  la  Basílica.  (Bibliografía  del 
siglo  XVII,  p.  341). 

Y  por  eso  cabalmente  es  más  de  llamar  la 
atención  que  hayan  escapado  a  las  diligencias 
del  P.  Andrade,  quien  no  las  incluye  en  su  citada 
bibliografía.  Pero  no  creo  que  las  haya  omitido 
por  mala  fe,  lo  primero  porque,  en  ese  caso,  hu- 
biera omitido  otros  libros  y  folletos  de  impor- 
tancia, y  lo  segundo  porque  en  alguna  ocasión 
que  le  decía  yo  que  tenía  entre  mis  libros  uno 
del  siglo  XVII  que  no  había  encontrado  descrito 
en  su  bibliografía,  me  confesó  que  se  le  habían 
escapado  varios  de  que  después  había  tenido  no- 
ticia. Y  no  es  de  extrañar,  porque  aunque  pa- 
recía que  el  Sr.  Icazbalceta  había  agotado  la 
materia  en  su  "Bibliografía  mejicana  del  siglo 
XVI",  sin  embargo  se  le  han  encontrado,  que  yo 
sepa,  cinco  libros  importantes  que  no  menciona. 

El  limo.  Sr.  D.  Laureano  Veres  Acevedo  S.  J. 
conoció  el  ejemplar  de  la  biblioteca  de  la  Basíli- 
ca y  lo  aprovechó  para  copiar  un  fragmento  en 
sus  "Fuentes  históricas". 

Ya  por  esta  ligera  reseña  se  puede  ver:  1<? 
que  son  rarísimas  las  ediciones  de  esas  coplas,  y 
2*?  que  han  sido  contadas  las  personas  que  las  han 
leído  todas,  por  lo  cual  resolví  copiarlas  íntegras 
para  que  no  se  pierda  la  memoria  de  esta  hermo- 
sa composición. 

La  cual  no  solamente  es  un  testimonio  de  los 
festejos  con  que  fué  restituida  a  su  santuario 
la  Virgen  María  de  Guadalupe,  sino  también  y 
muy  cumplido  de  la  tradición  guadalupana,  por 
aquellos  versos: 


—  143  — 


"Vos,  Virgen,  sois  dibujada 
Del  que  hizo  cielos  y  tierra." 

Voy  a  añadir  las  notas  correspondientes  a  las 
llamadas  que  puse  en  el  texto,  para  la  mejor  in- 
teligencia de  quienes  no  estén  muy  enterados  de 
la  historia  guadalupana. 

(1)  "Si  el  pastor  Manso  que  os  lleva." 

Tocó  al  limo.  Sr.  D.  Francisco  Manzo  y  Zúñiga  de- 
volver la  imagen  de  la  Virgen  de  Guadalupe  a  su  san- 
tuario. 

(2)  "Del  milagro  en  recompensa." 

Entonces  y  aun  años  después  atribuyeron  la  cesación 
de  la  inundación  a  milagro  de  la  Virgen  de  Guadalupe. 
Es  inútil  disputar  sobre  si  fue  un  verdadero  milagro,  en 
la  acepción  teológica  del  vocablo,  o  si  nada  más  lo  fue 
en  la  acepción  vulgar  que  se  da  a  cualquier  favor  del 
cielo,  o  si  ni  siquiera  ese  favor  se  deba  agradecer  a  la 
Virgen  de  Guadalupe,  aunque  en  las  informaciones  de 
1666  se  haya  dicho  mucho  sobre  ese  favor.  El  hecho  es 
que  entonces  lo  atribuyeron  a  milagro,  y  que  a  esa 
inundación  alude  el  verso. 

(3)  "Cumpliendo   aquella  palabra 
Que  tuvo. logro  en  su  espera." 

Ya  queda  dicho  cómo  en  la  noche  del  25  de  septiem- 
bre de  1629  estuvo  la  imagen  en  el  oratorio  del  pala- 
cio arzobispal.  Dijeron  entonces  que  el  señor  arzobispo 
había  pasado  la  noche  en  oración  delante  de  ella,  y  pi- 
diéndola el  remedio  de  la  necesidad  que  entonces  padecía 
la  ciudad  y  haciendo  la  promesa  de  no  restituirla  a  su 
santuario  hasta  que  pudiera  conducirla  a  pie  enjuto. 
Estos  versos  son  una  prueba  de  ello. 

(4)  "Años  cuatro  compañera." 

Se  hizo  la  traslación  de  la  imagen  a  su  santuario  el 
domingo  14  de  mayo  de  1634,  con  que  habiendo  sido 
traída  de  él  el  25  de  septiembre  de   1629,  bien  pudo 
decir  el  poeta  que  la  ciudad  de  Méjico  la  tuvo 
"Años  cuatro  compañera". 

(5)  "Otra  Virgen  os  espera." 

Ya  queda  dicho  como  en  septieftibre  de  1629  sacaron 
en  una  canoa  la  imagen  de  Santa  Catarina  Mártir  para 
recibir  y  escoltar  a  la  Virgen  de  Guadalupe.  Con  ese 
antecedente  histórico  cuando  fue  de  nuevo  llevada  a  su 
santuario  se  detuvo  un  día  entero,  el  domingo  14  de 


—  144  — 


mayo,  en  la  iglesia  parroquial  de  Santa  Catarina  Mártir, 
y  al  día  siguiente,  lunes  15,  fue  llevada  a  su  santuario. 
Favor  ha  sido  éste  tan  singular,  que  bien  merecía  ser 
perpetuado  con  un  cuadro,  o  cuando  menos  con  alguna 
placa  conmemorativa. 

(6)    "Solo  el  príncipe  Rodrigo". 

El  Excmo.  Sr.  D.  Rodrigo  Pacheco  y  Osorio,  marqués 
de  Cerralvo,  Virrey  a  la  sazón  de  la  Nueva  España, 
que  no  pudo  concurrir  a  la  procesión  por  hallarse  enfer 
mo. 

XXVII 

Reproducciones  de  la  imagen. 

Dice  el  P.  Cabrera  que  hasta  1629  eran  raras 
las  imágenes  de  la  Virgen  de  Guadalupe,  pero 
que  con  haber  estado  en  Méjico  cuatro  años  **pi- 
dió  al  arte  la  devoción  las  plumas  o  pinceles  de 
Dédalo ...  y  sacó  de  colores  no  sé  que  medidas 
del  sagrado  vulto  (cara)  y  cabeza.  Deshacíase  y 
anhelaba  la  devoción  por  estos  rasgos  de  su  due- 
ño, proporciones  de  su  hermosura.  Y  como  no 
pudiesen  satisfacer  la  ansia  de  todos,  o  por  lo 
prolijo  o  costoso,  tuvo  lugar,  o  la  pobreza  o  la 
codicia,  de  engañar  y  desfrutar  la  devoción: 
adulteró  y  amontonó  tal  copia  de  estas  que  se  lle- 
nó el  reino  de  engaños,  y  las  copias  que  tenían 
cabeza  y  no  pies,  andaban  ya  sin  pies  ni  cabeza, 
enriqueciendo  a  modo  de  moneda  corriente  las 
granjerias  indignas  que  las  vendían  por  cuen- 
tas, y  las  mantenían  tocadas  al  rosal  de  la  santa 
imagen.  Y  hubiera  tomado  más  cuerpo  el  engaño 
si  el  señor  Dean,  juez  administrador  del  santua- 
rio y  sus  propios,  no  ocurriese  al  remedio  por 
edicto  que  publicó,  con  penas  y  censuras  graví- 
simas, recogiendo  las  medidas  adulteradas  y  ex- 
poniendo las  verdaderas.  Publicóse  este  edicto 
y  fijóse  en  la  catedral  el  8  de  octubre  de  1637, 
de  donde  a  otro  día,  por  mandato  del  V.  Cabildo, 
se  copió  y  asentó  a  la  letra  en  uno  de  sus  libros,. 


—  145  — 


-en  testimonio  acaso  de  su  celo  y  legítimos  cultos 
a  nuestra  Señora  de  Guadalupe.  (Esc.  n.  717)^ 

Aunque  no  he  logrado  hallar  este  importan- 
tísimo documento,  pero  el  hecho  es  cierto  y  cons- 
ta su  noticia  en  el  libro  n.  9  de  los  de  actas  del 
cabildo  de  la  catedral,  y  doy  esta  noticia,  Ío 
primero  para  que  se  vea  el  celo  con  que  el  ca-i 
bildo  de  la  catedral  veía  por  el  verdadero  culto 
de  la  Virgen  de  Guadalupe  y  lo  segundo  para 
desmentir  una  piadosa  exageración  del  P.  Gu- 
tiérrez Dávila. 

El  cual  dice  en  sus  ''Memorias  históricas" 
P.  I.  n.  619)  que  hasta  que  el  P.  Miguel  Sánchez 
no  publicó  su  libro  sobre  la  Virgen  de  Guadalu- 
pe "no  se  hallaba  de  ésta  sino  una  tan  sola  copia 
en  el  convento  de  religiosos  dominicos,"  y  que 
con  la  publicación  del  libro  creció  tanto  la  de- 
voción que -"ya  apenas  habrá  casa  en  donde  no 
se  halle." 

El  testimonio  del  P.  Cabrera  nos  demuestra 
que  no  fue  el  libro  del  P.  Miguel  Sánchez,  sino 
la  estancia  de  la  Virgen  de  Guadalupe  en  la  ca- 
tedral, lo  que  aumentó  la  devoción  y  lo  que  hizo 
que  todo  el  mundo  deseara  poseer  copias  de  la 
imagen. 

Y  ya  puesto  a  desmentir  al  P.  Gutiérrez  Dá- 
vila, quiero  hacer  constar  que  en  el  sermón  que 
predicó  el  Dr.  D.  Manuel  María  de  Gorriño  y 
Arduengo  en  la  iglesia  parroquial  de  S.  Luis  Po- 
tosí el  3  de  julio  de  1805.  dijo:  "El  año  de  1625, 
antes  de  cumplirse  uji  siglo  de  la  aparición,  ya 
adoraba  S.  Luis  esta  misma  imagen,  a  la  que 
tributáis  hoy  vuestros  cultos.  Os  la  trajo  el  ve- 
nerable presbítero  Juan  Barragán  y  la  colocó  en 
el  santuario  del  Desierto." 
^  Con  que,  cuando  menos,  ya  había  dos  igle- 
sias en  las  cuales  la  Virgen  de  Guadalupe  reci- 
bía culto  público  antes  de  la  publicación  del 
libro  del  P.  Miguel  Sánchez,  y  eran  la  de  Santo 

10 


—  146  — 


Dominga  de  Méjico,  y  la  del  Desierto  de  S. 
Luis  Potosí.  Y  con  una  poca  de  paciencia  para 
buscar  se  pueden  hallar  otras. 

Por  ejemplo,  historiador  tan  concienzudo  como 
D.  Mariano  Veytia,  dice  que  en  el  templo  de  la 
Congregación  del  Oratorio  de  la  ciudad  de  Pue- 
bla, llamado  vulgarmente  de  la  Concordia,  el 
altar  del  lado  del  evangelio  que  está  inme- 
diato a  la  puerta  estuvo  dedicado  a  la  Vir- 
gen de  Guadalupe  desde  tiempos  muy  anti- 
guos, "aun  antes  de  fabricar  esta  nueva  igle- 
sia ...  y  según  se  percibe  de  varios  documentos 
antiguos  que  existen  en  el  Oratorio,  desde  fines 
del  siglo  XVI  o  principios  del  siguiente  se  eri- 
gió en  esta  capilla  de  Ntra.  Sra.  de  Guadalupe 
una  hermandad  o  cofradía  que  cuidaba  de  este 
culto.'*  Puede  verse  el  testimonio  en  el  "25^  al- 
manaque de  efemérides  del  Estado  de  Puebla 
para  1916".  (p.  9). 

Y  en  el  ''Bularlo  índico"  de  Tovar  que  muchas 
veces  consulté  MS.  en  la  biblioteca  del  Seminario 
Conciliar,  consta  a  ff.  443  vta.  del  tomo  II  que 
el  1-  de  agosto  de  1626  la  Santidad  de  Urbano 
VIII  concedió  varias  indulgencias  a  la  capilla 
de  nuestra  Señora  de  Guadalupe  de  la  catedral 
de  la  Plata,  noticia  que  doy  con  desconfianza, 
porque  no  tengo  la  certeza  de  que  la  imagen  que 
se  venera  en  esa  capilla  sea  de  la  de  Méjico. 

Y  todavía  me  quedan  en  cartera  otras  noticias, 
de  que  tampoco  estoy  seguro,  de  templos  en  que 
recibía  culto  la  Virgen  de  Guadalupe  antes  de 
1648. 


XXVIII 


Indulgencias  de  Urbano  V!ll. 

Este  documento  cierra  con  broche  de  oro  el  ci- 
clo, porque  es  nada  menos  que  el  primer  docu- 
mento pontificio  sobre  la  Virgen  de  Guadalupe, 
el  primer  eslabón  de  una  gloriosísima  cadena  que 
por  sí  sola  formaría  una  estudio  por  demás  inte- 
resante. 

Se  trata  de  un  impreso  que  encontró  el  señor 
don  Juan  B.  Iguíniz  en  la  Biblioteca  Nacional 
cuando  fué  Sub-director :  a  instancias  mías  lo  dio 
a  conocer  entonces  en  "La  Rosa  del  Tepeyac'* 
(Nov.  de  1919)  y  ahora  reproduzco  en  parte  lo 
que  entonces  escribió: 

" . .  el  impreso  que  nos  ocupa  forma  una  hoja 
en  folio  de  44.5  cms.  de  largo  por  31.5  de  alto; 
el  texto  está  impreso  en  dos  columnas  y  en  la 
parte  superior  debe  haber  tenido  un  grabado  en 
madera  de  la  imagen,  que  manos  devotas,  pero 
incultas,  hicieron  desaparecer,  y  todo  circunda- 
do por  una  ancha  y  tosca  orla  tipográfica.  Su 
título  es  el  siguiente:  Sumario  (de  las  indul)gen- 
cias  concedida  (s  por  el  Sa)nto  Padre  Urbano  Oc- 
tavio a  la  cofradía  de  Nuestra  Señora  d^  Gua- 
(dalupe.  Extramuros  de  la  (Ciudad  de  Méjico). 
Al  pie  se  lee  el  pie  de  imprenta  que  sigue:  En 
Méjico,  en  la  imprenta  de  la  viuda  de  Bernardo 
Calderón,  en  la  calle  de  San  Agustín,  año  de 
1644."  El  texto  censta  de  once  capítulos,  y  en  el 
último  consta  que  las  referidas  gracias  ''están 
originalmente  en  poder  del  presente  Vicario,  el 
Licenciado  Bartholomé  García,  a  cuyo  ruego  y 
petición  se  han  cencedido." 

La  importancia  de  este  documento  es  innega- 
ble, puesto  que  la  Santa  Sede,  cuya  prudencia 
es  proverbial,  no  había  de  abrir  las  puertas  de 
los  tesoros  de  la  Iglesia  en  favor  de  una  imagen 
que  fuera  una  superchería. 


APENDICE 


Noticia  de  obras  históricas  guadalupanas  que 
se  citan  en  este  libro. 

ANTICOLI  S.  J.  Esteban. — ItaHano  de  nación,  residió 
largos  años  en  Méjico  y  fué  devotísimo  de  la  Virgen 
Santísima  de  Guadalupe,  en  cuyo  honor  escribió  las 
obras  siguientes: 

"La  Virgen  del  Tepeyac  patrona  principal  de  la  na- 
ción mejicana.  Compendio  histó rico-crítico  por  un  sacer- 
dote residente  en  esta  arquidiócesis".  Guadalajara.  Tip. 
de  Ancira  y  Hermano.  1884.  Hay  otra  edición  de  la 
Biblioteca  de  "El  perfume  de  la  religión".  Zacatecas. 
Imp.  del  Comercio  1885. 

"El  magisterio  de  la  Iglesia  y  la  Virgen  del  Tepeyac", 
Por  un  sacerdote  de  la  Compañía  de  Jesús.  Querétaro. 
Imp.  de  la  Escuela  de  Artes.  1892,  Escribió  este  opúsculo, 
con  excelente  doctrina  teológica  y  canónica,  para  respon- 
der a  algunos  ataques  contra  la  verdad  de  la  aparición. 

"Historia  de  la  aparición  de  la  Sma.  Virgen  de  Gua- 
dalupe en  Méjico,  desde  el  año  de  M.D.XXX.I  al  de 
M.DCCC.XC.V"  por  un  sacerdote  de  la  Compañía  de  Je- 
sús, 2  tomos.  Méjico.  Tip.  y  Lit.  "La  Europea",  1897. 
Excelente  imformación  y  discusión  sobre  todos  los  prin- 
cipales tópicos  guadalupanos. 

BARTOLACHE  Dr.  José  Ignacio.— "Manifiesto  satis- 
factorio anunciado  en  la  Gaceta  de  Méjico".  (Tom.  I 
Núm.  53).  Opúsculo  guadalupano,  compuesto  por  el  Doc- 
tor D.  Joseph  Ignacio  Bartolache,  natural  de  la  ciudad 
de  Santa  Fe,  Real  y  Minas  de  Guanajuato.  En  Méjico, 
Año  de  M.DCC.XG. 

A  la  vuelta  de  la  portada  tiene  el  hemistiquio:  "Dig- 
nare me  laudare  Te,  Virgo  Sacrata,"  y  está  dedicado 


—  149  — 


—  150  — 


el  opúsculo  al  M.  I.  V.  Señor  Abad  y  Cabildo  de  la 
Insigne,  Real,  Secular  Colegiata  de  Santa  María  de 
Guadalupe,  extramuros  de  Méjico,"  a  pesar  de  lo  cual 
el  opúsculo  tiene  algo  de  antiguadalupano,  aunque  muy 
solapado. 

BECERRA  TANCO  Pbro.  Br.  Luis.— En  1666  presen- 
tó a  los  jueces  de  las  informaciones  guadalupanas  un 
"Papel"  que  el  mismo  año  publicó  con  el  título  de  "Ori- 
gen milagroso  del  Santuario  de  Nuestra  Señora  de  Gua- 
dalupe, extramuros  de  la  ciudad  de  Méjico,  fundamentos 
verídicos  en  que  se  prueba  ser  infalible  la  tradición  que 
hay  en  esta  ciudad  acerca  de  la  aparición  de  la  Virgen 
María  Señora  nuestra  y  de  su  milagrosa  imagen . . .  En 
Méjico  por  la  viuda  de  Bernardo  Calderón,  Año  de  1666. 
.  En  1675,  tres  años  después  de  la  muerte  del  autor,  se 
publicó  este  mismo  opúsculo  con  el  título  de  "Felicidad 
de  Méjico,  en  el  principio  y  milagroso  origen  que  tuvo 
el  Santuario  de  la  Virgen  María  N.  Señora  de  Guada- 
lupe, Extramuros,  en  la  aparición  admirable  de  esta 
soberana  Señora  y  de  su  prodigiosa  imagen.  Sacada  a 
luz  y  añadida  por  el  Bachiller  Luis  Becerra  Tanco,  Pres- 
bítero, difunto,  para  esta  segunda  impresión  que  ha  pro- 
curado el  Doctor  D.  Antonio  de  Gama.  En  Méjico,  por 
la  Viuda  de  Bernardo  Calderón.  Año  de  1675." 

Esta  es  la  edición  princeps,  que  no  ha  vuelto  a  repro- 
ducirse, porque  los  centenares  de  ediciones  que  se  han 
hecho  de  esta  obra  están  más  o  menos  mutiladas. 

Este  libro  es  clásico  en  la  materia  por  la  profunda  au- 
toridad y  el  buen  juicio  del  autor.  Su  texto  de  las  apa- 
riciones es  el  más  conocido,  porque  anda  hasta  en  libros 
de  devoción. 

BOTURINI  BENADUCI  Cab.  Lorenzo.— Escribió  una 
"Idea  de  una  nueva  historia  general  de  la  América  Sep- 
tentrional.. .  En  Madrid.  En  la  imp.  de  Juan  de  Zúñiga. 
Año  M.D.CC.XLVI. 

Por  vía  de  apéndice,  y  es  ciertamente  lo  más  impor- 
tante de  la  obra,  le  añadió  con  portada  y  paginación 


—  151  — 


separadas  el  "Catálogo  del  museo  histórico  del  Cavallero 
(sic)  Lorenzo  Boturini  Benaduci,  señor  de  la  Torre  y 
de  Hono,  quien  llegó  a  la  Nueva  España  por  febrero  del 
año  1737  y  a  porfiadas  diligencias  e  inmensos  gastos  de 
su  bolsa  juntó  en  diferentes  provincias  el  siguiente  te- 
soro literario  que  va  especificado  y  dividido  según  los 
varios  asuntos  de  las  naciones  e  imperios  antiguos  de,  los 
indios,  y  puede  servir  para  ordenar  y  escribir  la  histo^ 
ria  general  de  aquel  Nuevo  Mundo,  fundada  en  monu- 
mentos indisputables  de  los  mismos  indios."  Está  divi- 
dido el  catálogo  en  36  párrafos,  y  precisamente  el  36 
tiene  por  título:  "Guadalupe.  Instrumentos  públicos  y 
otros  monumentos." 

Para  mí  el  caballero  Boturini  no  tenía  dotes  para 
historiador,  pero  como  investigador  y  coleccionador  de 
documentos  pocos  le  habrán  aventajado. 

Hay  otra  edición  de  la  "Biblioteca  histórica  de  la 
Iberia",  (Méjico  1871)  en  la  que  el  catálogo  no  forma 
obra  aparte,  sino  que  tiene  la  paginación  seguida. 

CABRERA  Pbro.  Cayetano. — Nombrado  cronista  oficial 
del  patronato  de  la  Virgen  de  Guadalupe,  escribió  el  "Es- 
cudo de  armas  de  Méjico:  celestial  protección  de  esta 
nobilísima  ciudad  de  la  Nueva  España  y  de  casi  todo 
el  Mundo  Nuevo,  María  Santísima  en  su  portentosa  ima- 
gen del  Mejicano  Guadalupe,  milagrosamente  aparecida 
en  el  palacio  arzobispal  el  año  de  1531  y  jurada  su 
principal  patrona  el  pasado  de  1737. . . 

Impreso  en  Méjico  por  la  Viuda  de  D.  Joseph  Bernar- 
do de  Hogal...  Año  de  1746".  El  P.  Cabrera  era  archi- 
gongorista  y  se  necesita  vocación  especial  para  leer  su 
libro,  que,  por  otra  parte,  es  mina  riquísima  para  po- 
ticias  de  las  imágenes  veneradas  que  en  su  tiempo  había 
en  Méjico  y  fuente  segura  para  las  noticias  guadalu^ 
panas,  porque  el  autor  tuvo  a  su  disposición  los  archivos 
y  era  persona  de  buen  criterio,  digna  de  toda  fe.  No 
hay  otra  edición  de  su  libro,  que  cada  día  es  más  escaso. 


—  152  — 

CARRILLO  Y  PEREZ  I^acio.— Escribió  "Pensil  ame- 
ricano florido  en  el  rigor  del  invierno,  la  imagen  de  Ma- 
ría Santísima  de  Guadalupe,  aparecida  en  la  corte  de  la 
septentrional  América  Méjico,  en  donde  escribía  esta  his- 
toria Don  Ignacio  Carrillo  y  Pérez,  hijo  de  esta  ciudad  y 
dependiente  de  su  Real  Casa  de  Moneda,  año  de  1793. 
En  Méjico,  por  D.  Mariano  Joseph  de  Zúñiga  y  Ontive- 
ros . . .  año  de  1797."  Como  obra  de  fines  del  siglo  XVIII 
tiene  ya  noticias  muy  apreciables  sobre  la  erección  de  la 
Colegiata,  su  primer  cabildo,  fundación  del  convento  de 
Capuchinas  etc.  y  además,  por  vía  de  apéndice  una  "Di- 
sertación sobre  la  historia  guadalupana."  D.  Francisco  de 
Sedaño  le  hizo  algunas  correcciones  que  nunca  se  han  pu- 
blicado, algunas  sobre  puntos  de  importancia,  pero  la 
mayor  parte  sobre  nimiedades,  aunque  curiosas  y  útiles. 

De  esta  obra  se  han  hecho  varias  reimpresiones,  y 
ahora  la  está  publicando  nuevamente  "El  Mensajero  del 
Corazón  de  Jesús",  pero  en  las  reimpresiones  hay  algu- 
nas variantes.  Por  ejemplo,  en  una  de  1845  de  la  "Im- 
prenta a  cargo  de  Manuel  N.  de  la  Vega,"  suprimieron 
la  disertación  guadalupana  y  la  sustituyeron  con  una 
"relación  de  las  diligencias  que  se  practicaron  en  Roma 
para  conseguir  se  confirmara  el  título  de  Nuestra  Se- 
ñora de  Guadalupe,  la  concesión  del  oficio  propio  y  misa^ 
y  aprobación  del  patronato  principal  de  la  Nueva  Es- 
paña." 

CONDE  Y  OQUENDO  Francisco  Javier.— Oriundo  de 
Cuba,  fue  canónigo  de  la  catedral  de  Puebla,  donde  es- 
cribió a  fines  del  siglo  XVIII  una  "Disertación  histórica 
sobre  la  aparición  de  la  portentosa  imagen  de  María 
Sma.  de  Guadalupe  de  Méjico,"  que  no  salió  de  estampa 
sino  en  1852,  en  Méjico  y  en  la  imprenta  de  "La  Voz 
de  la  Religión".  En  el  prólogo  escribió  el  mismo  autor: 
"Tanxpoco  es  mi  ánimo  sacar  la  espada  y  ponerla  de 
punta  contra  el  opúsculo  del  Dr.  Bartolache;  ni  hacer 
de  la  impugnación  de  su  "Manifiesto",  el  único  objeto  y 
motivo  de  mi  obra.  No;  mi  verdadero  asunto  es  tejer, 


—  153  — 


si  puedo,  una  historia  completa  de  la  aparición  de  nues- 
tra Señora  de  Guadalupe  cual  la  pide  el  día;  esto  es, 
una  historia  crítica  y  apologética  al  mismo  tiempo,  en  la 
que  no  tengan  mucho  que  desear  el  devoto,  ni  el  curioso, 
ni  el  incrédulo."  (p.  XXVI).  Y  es  preciso  decir  que  cum- 
plió bien  lo  que  prometió. 

CUEVAS  S.  J.,  Mariano. — "Album  histórico  guadalu- 
pano  del  cuarto  centenario."  Méjico,  1930.  —  Importante 
trabajo,  que  incluye  fotocopias  de  numerosos  documentos 
guadalupanos,  salvados  así  de  pérdidas  y  deterioros,  y 
puestos  en  circulación  y  al  alcance  de  todos  los  estudiosos. 

FERNANDES  DE  URIBE.  Dr.  D.  José  Patricio.— Canó- 
nigo penitenciario  de  la  catedral  de  Méjico.  Fué  notable 
como  orador  sagrado  y  de  la  Virgen  de  Guadalupe  pú- 
blicó  cuando  menos  tres  sermones,  pero  es  particular- 
mente célebre  el  tercero,  predicado  en  la  Colegiata  el  14 
de  diciembre  de  1777,  porque  en  él  se  propuso  demostrar 
con  argumentos  históricos  la  verdad  de  las  apariciones 
de  la  Virgen  de  Guadalupe. 

Poco  tiempo  después  escribió  una  "Disertación  histó- 
rico-crítica"  sobre  la  misma  materia. 

El  sermón  se  imprimió  en  Méjico  juntamente  con  la 
disertación  en  1801,  y  en  1821  se  hizo  en  Madrid  una 
edición  en  tres  tomos  de  todos  sus  sermones,  y  en  el 
tomo  II  incluyeron  los  tres  de  la  Virgen  de  Guadalupe 
y  la  disertación. 

FLORENCIA  S.  J.,  Francisco  de.— Escribió  "Estrella 
del  norte  de  Méjico,  aparecida  al  rayar  el  día  de  la  luz 
evangélica  en  este  Nuevo  Mundo,  en  la  cumbre  del  cerro 
de  Tepeyacac,  orilla  del  mar  Tezcucano,  a  un  natural 
recién  convertido ..."  Se  imprimió  por  vez  primera  en 
Méjico,  en  1688;  después  en  Barcelona  en  1741;  tercera 
vez  en  Méjico  en  1785  y  después  otras  muchas  veces. 
Sus  noticias  históricas  son  muy  apreciables. 

Como  obra  póstuma  suya  se  publicó  el  "Zodiaco  Ma- 
riano", en  Méjico  en  1755,  pero  es  lo  cierto  que  dice  el 
P.  Lazcano  S.  J.  (en  su  Vida  del  P.  Oviedo),  que  en  su 


—  154—. 


vejez  escribió  Florencia  el  "Zodiaco  Mariano";  que  el 
P.  Juan  Antonio  de  Oviedo  S.  J.  encontró  el  MS.  des- 
pués de  60  años  de  la  muerte  del  P.  Florencia,  lo  rehizo 
por  completo  y  lo  adicionó  con  muchas  noticias  posterio- 
res a  la  muerte  del  dicho  P.,  por  lo  que,  en  realidad,  más 
es  obra  del  P.  Oviedo  que  del  P.  Florencia.  Es  la  his- 
toria de  las  principales  imágenes  de  la  Virgen  María 
que  se  veneraban  entonces  en  la  Nueva  España,  inclusive 
Guatemala.  Y  digo  que  se  veneraban  porque  ya  no  exis- 
ten algunas  de  aquellas  imágenes.  El  cap.  I  de  la  parte 
segunda  trata  de  la  Virgen  de  Guadalupe. 

GURIDI  Y  ALCOCER.  Pbro.  Dr.  José  Miguel.— "Apo- 
logía de  la  aparición  de  nuestra  Señora  de  Guadalupe  de 
Méjico,  en  respuesta  a  la  disertación  que  la  impugna." 
Méjico.  Año  de  1820. — La  disertación  a  que  se  refiere 
es  la  de  Muñoz,  que  inserta  íntegra,  y  va  refutando  con 
sobriedad,  lucidez  y  elegancia.  Tanto  fué  apreciada  esta 
apología  que  mereció  su  autor  por  ella  los  elogios  más 
calurosos  de  la  Universidad. 

INFORMACION  que  el  arzobispo  de  Méjico  D.  Fray 
Alonso  de  Montúfar  mandó  practicar  . . .  (contra)  Fray 
Francisco  de  Bustamante,  acerca  de  la  devoción  y  culto 
de  Nuestra*  Señora  de  Guadalupe."  En  el  catálogo  de 
los  libros  de  D.  José  M.  de  Agreda  hay  noticias  muy 
curiosas  sobre  este  opúsculo.  Yo  solamente  diré  que  unos 
antiaparicionistas  creyeron  que  la  publicación  de  este 
documento  sería  una  arma  contra  la  verdad  de  la  apa- 
rición, pero  como  comprendieron  que  de  la  pura  infor- 
mación nada  se  sacaba  en  contra,  llenaron  el  texto  de 
notas  mal  intencionadas  y  todavía  no  contentos  con  esto 
le  añadieron  unos  "aditamentos"  y  así  aderezada  la  in- 
formación la  sacaron  de  estampa  en  una  imprenta  clan- 
destina y  con  un  pie  de  imprenta  falso,  pues  supusieron 
que  la  edición  se  había  hecho  en  Madrid,  en  la  Imprenta 
de  "La  Guirnalda,"  calle  de  las  Pozas  núm.  12,  en  1888. 
Descubierto  el  fraude  se  pusieron  en  ridículo,  pero  más 
tarde,  en  1891  publicaron  una  segunda  edición  en  la 


—  155  — 

imprenta  de  Ireneo  Paz  y  todavía  quisieron  hacer  creer 
que  era  reproducción  de  la  edición  de  Madrid.  Sería  cosa 
instructiva  y  curiosa  y  a  las  veces  me  he  visto  tentado 
a  emprender  la  bibliografía  de  las  ediciones  clandes- 
tinas en  contra  de  la  aparición  de  la  Virgen  de  Gua- 
dalupe. 

Pero  volviendo  a  la  información,  yo  no  creo  que  el 
texto  esté  adulterado,  y  sí  que  hicieron  un  buen  ser- 
vicio a  la  causa  guadalupana  con  esa  publicación,  por- 
.que  quitados  los  aditamentos  y  las  notas  impertinentes, 
es  un  buen  documento  guadalupano 

ROSA  Agustín  de  la. — Canónigo  jalisciense.  Guadalu- 
pano eximio,  hombre  de  vasto  saber  y  profundamente 
versado  en  lengua  azteca.  "Dissertatio  historico-theolo- 
gica  de  apparitione  B.  M.  V.  de  Guadalupe."  Guadala- 
jara,  1887. 

"Defensa  de  la  aparición  de  Nuestra  Señora  de  Gua- 
dalupe y  refutación  de  la  carta  en  que  la  impugna  un 
historiógrafo  de  Méjico."  Guada  jara,  1896.  —  Breve, 
puntual  y  sustanciosa  respuesta  a  la  Carta  de  Icazbal- 
ceta. 

SANCHEZ  Pbro.  Br.  Miguel. — Sacerdote  ejemplar  por 
su  ciencia  y  su  virtud,  escribió  y  sacó  de  estampa  su 
"Imagen  de  la  Virgen  María  Madre  de  Dios  de  Guada- 
lupe, milagrosamente  aparecida  en  la  ciudad  de  Méjico, 
Año  de  1648."  Esta  fué  la  primera  historia  formal  que 
se  imprimió  sobre  este  tema.  El  fondo  de  la  historia  es 
la  relación  de  Valeriano,  pero  el  P.  Sánchez  envolvió  este 
fondo  en  tal  cantidad  de  textos  latinos  y  en  frases  tan 
enriscadas  que  se  necesitan  Dios  y  ayuda  para  leer  su 
libro.  Razón  por  la  cual  el  Dr.  D.  Juan  García  de  Pala- 
cios, que  murió  obispo  de  Cuba,  siendo  canónigo  de  la 
catedral  de  Puebla  movió  al  P.  Mateo  de  la  Cruz  S.  J. 
a  que  emprendiera  la  obra  de  quitar  al  libro  del  P. 
Sánchez  toda  la  hojarasca  y  dejara  escueta  la  "Relación 
de  la  milagrosa  aparición  de  la  santa  imagen  de  la 


—  156  — 


Virgen  de  Guadalupe  de  Méjico,"  con  cuyo  título  la  pu- 
blicó en  Puebla  en  1660,  haciendo  constar  que  estaba 
sacada  del  libro  del  P.  Sánchez. 

Después  que  se  popularizó  la  historia  del  P.  Becerra 
Tanco  no  ha  vuelto  a  publicarse  la  historia  del  P.  Sán- 
chez, y  aun  la  del  P.  Mateo  de  la  Cruz  es  rara. 

TORNEL  Y  MENDIVIL  Lic.  J.  Julián.— "La  aparición 
de  Nuestra  Señora  de  Guadalupe  de  Méjico,  comprobada 
con  documentos  históricos  y  defendida  de  las  impugna- 
ciones que  se  le  han  hecho."  Tomo  I:  Comprobación  his- 
tórica de  la  aparición.  Tomo  II:  Respuesta  a  las  obje- 
ciones. Drizaba,  1849.  —  Trabajo  muy  serio  y  valioso. 

VELAZQUEZ  Lic.  Primo  Feliciano. — "La  aparición  de 
Santa  María  de  Guadalupe"  Méjico,  1931. — Es  libro  que 
aporta  datos  nuevos  y  muy  interesantes  para  la  historia 
guadalupana,  avalorados  por  la  condición  de  competentí- 
simo nahuatlato  que  tiene  el  autor.  El  cual  avezado  a  las 
lides  jurídicas,  sabe  poner  las  cosas  en  su  verdadero  pun- 
to de  vista,  lo  que  a  las  veces  es  suficiente  para  desba- 
ratar un  sofisma.  Su  refutación  de  la  "Carta"  de  D. 
Joaquín  García  Icazbalceta  es  acaso  la  mejor  que  se  ha 
escrito,  y  notable  además  por  la  ecuanimidad  y  exquisita 
caballerosidad  que  en  ellk  campea. 

VERA  limo.  Sr.  D.  Fortino  Hipólito. — Primer  obispo 
de  Cuernavaca  y  meritísimo  de  la  causa  guadalupana. 
Siendo  cura  de  Amecameca  y  sin  descuidar  las  atencio- 
nes de  su  ministerio,  estableció  una  imprenta  en  la  que 
publicó  obras  de  gran  importancia. 

Por  lo  que  a  mi  trabajo  se  refiere,  allí  publicó  en 
1887  los  dos  tomos  del  "Tesoro  guadalupano,"  que  es 
una  notabilísima  colección  de  libros  y  documentos  gua- 
dalupanos  de  los  dos  primeros  siglos.  Aunque  de  1887 
a  la  fecha  ha  progresado  mucho  la  investigación  guada- 
lupana, todavía  causa  admiración  cómo  con  los  escasos 
elementos  con  que  contaba  y  entregado  a  las  tareas  de 
su  ministerio  pudo  conocer  la  cantidad  de  libros  que 
cita  y  tuvo  tiempo  de  estudiarlos. 


—  157  — 


En  1889  publicó  allí  mismo  las  "Informaciones  sobre 
la  milagrosa  aparición  de  la  Santísima  Virgen  de  Gua- 
dalupe recibidas  en  1666  y  1723,"  con  lo  que  hizo  un 
inmenso  servicio  a  la  causa  guadalupana,  pues  que  de 
las  informaciones  de  1666  no  se  conocían  sino  los  extrac- 
tos publicados  por  el  P.  Florencia  y  por  algún  otro,  y 
de  las  de  1723  no  se  conocía  nada.  El  original  existía 
y  no  sé  si  existirá,  en  el  archivo  de  la  catedral  de  Mé- 
jico, y  siendo  Mayordomo  de  Guadalupe  el  meritísimo 
Br.  D.  José  de  Lizardi  y  Valle  i^izo  sacar  una  copia  au- 
torizada para  el  archivo,  que  comenzó  a  formar  el  dicho 
Br.  Lizardi  y  Valle,  y  de  esa  copia  autorizada  hizo  sacar 
el  señor  cura  Vera  una  copia  que  le  sii'\'ió  para  su  publi- 
cación. Para  las  informaciones  de  1723  el  secretario  del 
arzobispado  de  Méjico  autorizó  la  copia  que  se  sacó  del 
archivo  de  la  catedral. 

En  1890  publicó  "La  milagrosa  aparición  de  Nuestra 
Señora  de  Guadalupe,  comprobada  por  una  información 
levantada  en  el  siglo  XVI",  o  sea  la  suscitada  por  el 
sermón  de  Bustamante,  que  el  Sr.  Vera  copia  discreta- 
mente de  un  manuscrito  que  él  poseía,  y  por  tanto, 
sería  de  interés  cotejarla  con  la  que  anteriormente  hemos 
descrito  y  se  publicó  con  mal  intencionados  "aditamen- 
tos". Este  libro  del  Sr.  Vera  tiene  un  análisis  muy  docu- 
mentado y  luminoso  sobre  la  información  y  según  las 
circunstancias  de  la  época. 

Es  larga  la  bibliografía  guadalupana  del  limo.  Sr. 
Vera,  pero  para  mis  fines  basta  con  estos  libros  y  con 
el  "Sermón  predicado  en  el  templo  de  Capuchinas,  re- 
sidencia actual  de  la  santísima  imagen  guadalupana  el 
día  8  de  septiembre"  de  1891  y  publicado  en  Querétaro 
en  el  mismo  año.  Es  importantísimo  por  los  argumen- 
tos históricos  y  más  que  por  ellos  por  las  notas  históri- 
cas que  le  añadió. 

VERES  ACEVEDO  S.  J.  limo.  Sr.  D.  Laureano.— De- 
votísimo guadalupano,  publicó,  entre  otras  cosas,  un 
"Sermón  de  nuestra  Señora  de  Guadalupe"  que  predicó 
el  10  de  julio  de  1894  y  se  publicó  en  Cuernavaca  en 


—  158  — 


1895.  Es  notable  por  la  cantidad  de  notas  históricas  con 
que  lo  enriqueció. 

En  "El  apostolado  de  la  Cruz",  semanario  religioso  que 
en  1896  se  comenzó  a  publicar  en  Méjico  y  del  cual  era 
director  el  limo.  Sr.  Veres  Acevedo,  se  publicaron  en  los 
números  28-32  del  tomo  I,  (8  de  novbre-6  de  dcbre.  de 
1896)  unos  artículos  que  en  ese  mismo  año  salieron 
de  estampa  coleccionados  en  un  opúsculo  con  el  título  de 
"Fuentes  históricas  de  la  maravillosa  aparición  de  la 
Santísima  Virgen  de  Guadalupe,  por  un  devoto  suyo." 
Es  una  colección  importante  de  documentos  guadalupa- 
nos  y  tengo  para  mí  que  es  el  autor  el  mismo  limo.  Sr. 
Veres  Acevedo,  a  juzgar  por  el  estilo. 


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INDICE 

Pág. 

Prólogo   7 

PARTE  PRIMERA 

Introducción   11 

I.  —  Mapa  de  D.  Fernando  de  Alva.     ...  12 

II.  —  Mapa  de  Dña.  Juana  de  la  Concepción.     .  13 

III.  —  Documentos  del  Caballero  Boturini.     .     .  15 

IV.  —  Anales  de  Bartolache   18 

V.  —  Anales  de  la  Catedral .     .......  20 

VI.  —  Códice  Gómez  de  Orozco   22 

VII.  —  Anales  de  Tlaxcala   24 

VIII.  —  "Noticias  Curiosas"   25 

IX.  —  Códice  de  Juan  Bautista   26 

X.  —  Chimalpáin   27 

XI.  —  Anales  de  Méjico  y  sus  Contornos  ...  28 

XII.  —  El  Padre  Baltasar  González   31 

XIII.  —  Un  Testamento  Célebre   32 

XIV.  —  Testamento  de  D.  Francisco  Verdugo  .     .  46 
XV.  —  Alonso  de  Villaseca   50 

XVI.  —  Los  Cantares,  según  Becerra  Tanco     .     .  51 

XVII.  —  Los  Cantares,  según  Cabrera     ....  53 

XVIII.  —  Cantar  de  D.  Francisco  Plácido.     ...  55 

XIX.  —  Cantar  citado  por  el  P.  Cuevas.     ...  56 

XX.  —  El  "Nican  Mopohua"   60 

PARTE  SEGUNDA 

I.  —  El  Proceso  de  Zumárraga   67 

II.  —  Testamento  de  D.  Sebastián  Tomelín  .     .  70 

III.  —  Testamento  de  Bartolomé  López     ...  71 

IV.  —  Testamento  de  Dña.  Elvira  Ramírez    .    .  73 


—  160  — 


Pág. 

V.  —  Carta  de  Pago  de  María  Gómez ....  74 

VI.  —  El  Sermón  del  P.  Bustamante   ....  75 

VII.  —  Devoción  de  la  Ciudad  de  Méjico    ...  79 

VIII.  —  El  Concilio  Primero  Provincial  Mejicano  .  81 

IX. —  Un  Censo    ..........  82 

X.  —  El  Cabildo  de  la  Catedral  de  Méjico    .    .  85 

XI.  —  Juan  Suárez  de  Peralta   86 

XII.  —  Bernal  Díaz  del  Castillo   88 

XIII.  —  Un  Inglés  Protestante     ......  89 

XIV.  —  Informe  del  P.  Freyre   92 

XV.  —  En  la  Batalla  de  Lepanto   97 

XVI.  — Una  Tempestad   101 

XVII.  —  Un  Sermón  de  Fines  del  Siglo  .     .     .  .108 

XVIII.  — Se  Edifica  Nueva  Iglesia   111 

XIX.  —  Dos  Nombramientos   116 

XX.  —  Un  Virrey  ante  la  Virgen   117 

XXI.  —  El  Arzobispo  Pérez  de  la  Serna.     .     .    .  119 

XXII. —  El  Poema  de  Betancourt   120  . 

XXIII.  —  Sermón  del  P.  Zepeda   124 

XXIV.  —  La  Inundación  de  1629    128 

XXV.  — Un  Altar  en  Santo  Domingo   131 

XXVI.  —  Después  de  la  Inundación   134 

XXVII.  —  Reproducciones  de  la  Imagen    ....  144 

XXVIII.  —  Indulgencias  de  Urbano  VIII    ....  147 

APENDICE 

Noticia  de  Obras  Históricas  Guadalupanas.    .    .  149 


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1  1012  01209  4373 


DATE  DUE 


GAYLORD 


#3523PI      Printed  in  USA