Skip to main content

Full text of "Razón y fe"

See other formats


f^^*- 


i^  0 


^^; 


¿^'W.í"-' 


^y 


¥>. 


m.:^^  ■ 


•4  ,yv".a 


■^,.  /       T 


RAZÓN  Y  FE 


TOMO    XXVI 


W^' 


RAZÓN  Y  FE 

REVISTA  MENSUAL 

REDACTADA  POR  PADRES  DE  lA  COMPAÑÍA  DE  JESÚS 


CON   LICENCIA   DE   LA   AUTORIDAD    ECLESIÁSTICA 


ANO  NOVENO    -^^    TOMO   XXVI 

ENERO -ABRIL,  1910 


Beatus  homo,  quem  tu  erudleris,  Domine,  et 
de  lege  tua  docueris  eum. 

PS.  XCIII,  12. 


MADRID 

Redacción:  JílárUres  de  jÑlcalá,  8. — Jidministración:  Plaza  de  Santo  Q>omingo,  /*. 


RESERVADOS  LOS  DERECHOS  DE  PROPIEDAD  LITERARIA 


list.  tip.  «Sucesores  de  Rlvadeneyra».  — Paseo  de  San  Vicente,  20.  — MADRID 


LECCIONES 


Nos  proponemos  recoger  aquí  brevemente  las  principales  que,  á 
nuestro  juicio,  nos  ha  enseñado  la  experiencia  pública  y  social,  la  cual, 
si  siempre  es  de  mucha  enseñanza,  y,  como  se  dice  vulgarmente,  es 
madre  de  la  ciencia,  eslo  sobre  todo  cuando  es  contemporánea;  y  si  ade- 
más viene  la  razón  en  apoyo  de  la  experiencia,  entonces  su  virtud  y 
eficacia  son  irresistibles.  Ño  vamos  á  hacer  más  que  indicaciones. 

La  bancarrota  moral  de  la  libertad  de  imprenta.— Esta  libertad,  la 
más  preciada  de  las  libertades  modernas,  y  aun  como  ellas,  á  juicio  de 
muchos,  un  derecho  intangible,  se  presentó  prometiéndonos  con  gran 
fausto  que  había  de  ser  un  faro  de  luz  inextinguible  para  el  pensamiento 
humano,  y  de  hecho  lo  que  ha  sucedido  es  que  no  nos  ha  dado  más  que 
espesas  tinieblas,  sobre  todo  en  el  orden  religioso,  en  el  orden  moral  y 
el  social,  que  son  los  órdenes  de  ideas  más  necesarias  y  que  más  enno- 
blecen al  pensamiento  humano.  Nos  prometió  además  que  sería  la  guía 
segura,  la  palanca  poderosa  del  buen  gobierno  y  el  freno  fuerte  é  indis- 
pensable de  las  arbitrariedades  de  la  autoridad,  tanto  que  pretendía  ser 
el  instrumento  necesaiio  de  toda  prudente  gobernación  —  instrumentum 
regni;—  y  también  en  esto  hemos  sido  víctimas  de  miserable  engaño. 
Porque  la  libertad  de  la  prensa  ha  sido  la  remora,  el  mayor  estorbo  y  el 
escollo  contra  el  cual  se  han  estrellado  las  mejores  voluntades  para  el 
gobierno  justo  y  provechoso  de  la  nación. 

Nos  dijo,  por  fin,  que  iba  á  ser  la  educadora  del  pueblo  y  el  medio 
más  suave  y  eficaz  para  formar  una  opinión  pública  sana  y  robusta,  y  lo 
que  vemos  que  ha  hecho  es  extraviar  y  corromper  los  corazones,  des- 
pués de  trastornar  las  inteligencias,  pervertir,  en  una  palabra,  al  pueblo, 
malearle,  encanallarle.  Bien  se  entiende  que,  al  hablar  en  general  de  la 
prensa,  y  sobre  todo  de  la  periódica,  que  es  la  que  más  llama  ahora 
nuestra  atención,  no  nos  referimos  indistintamente  á  todos  los  periódicos, 
sino  á  lo  que  se  llama  la  mala  prensa. 

En  cuanto  al  primer  punto  de  la  ilustración,  si  hoy  vemos  que  va  cun- 
diendo la  indiferencia  religiosa,  que  se  ha  perdido  la  viveza  y  la  sencillez 
de  la  fe  de  nuestros  mayores,  y  no  sólo  esto,  sino  que  se  suscitan  dudas 
y  se  levantan  nieblas  sobre  los  dogmas  más  importantes  de  la  religión  y 
de  la  moral  cristiana,  sobre  la  Trinidad  y  la  Eucaristía,  sobre  el  matri- 
monio, que  es  fuente  de  la  familia,  sobre  la  autoridad  divina  de  la  Iglesia; 
si  vemos  que  hasta  ha  quedado  para  muchos  envuelta  en  sombras  la 
misma  existencia  de  Dios,  la  vida  futura,  el  decálogo,  bases  irreemplaza- 


6  LECCIONES 

bles  de  la  moral  y  del  derecho,  todo  se  debe  á  la  libertad  de  emisión  de 
toda  clase  de  ideas,  principalmente  por  medio  de  la  imprenta,  cuya  pro- 
paganda es  la  más  rápida,  la  más  persistente,  la  más  universal  (1). 

Unas  veces  con  insinuaciones  pérfidas,  otras  proponiendo  dificultades 
y  sembrando  dudas,  cuando  no  con  abiertas  impugnaciones;  ya  hablando 
con  seriedad,  ya  con  estilo  de  broma  ligera  y  muchas  denigrando  á  la 
Iglesia,  á  los  sacerdotes,  á  las  Órdenes  religiosas  y  sus  votos  monásticos 
con  dicterios  y  con  relatos  calumniosos,  ha  logrado  la  prensa  esparcir 
nubes  sobre  toda  la  región  de  la  verdad,  y  prevenir  contra  ella  los  ánimos, 
suscitando  en  ellos  sospechas  y  desconfianzas,  alejándolos  de  la  Iglesia 
y  afiliándolos  en  partidos  políticos  funestos  y  en  sociedades  de  perdición. 
Y  no  es  la  información  donde  hace  menos  daño  el  periódico,  ya  con  las 
noticias  que  publica,  ya  con  el  modo  tendencioso  de  comunicarlas. 

Veamos  lo  que  ha  pasado  en  Francia.  Una  gran  parte,  muy  conside- 
rable, de  los  franceses  han  perdido  la  fe,  y  la  apostasía  y  la  incredulidad 
van  cundiendo  más  de  día  en  día  en  las  varias  clases  sociales,  viviendo 
en  una  atmósfera  saturada  de  naturalismo  ateo,  que  ha  producido,  junta- 
mente con  la  inmoralidad,  el  antipatriotismo,  el  antimilitarismo  y  un 
neomaltusianismo  desvergonzado,  que  va  disminuyendo  la  población  y 
aniquilando  la  nación  francesa.  No  fué  allí  más  que  uno  el  desdichado 
que  con  gesto  arrogante  y  blasfemo  dijo  que  se  habían  apagado  para 
siempre  las  luces  del  cielo.  Las  luces  del  cielo  continúan  por  eso,  y  con- 
tinuarán siempre  brillando;  pero  la  verdad  es  que  no  dan  ya  luz  para 
muchísimos  de  los  franceses,  así  ignorantes  como  instruidos,  que  viven 
en  un  abismo  de  dudas  y  de  horribles  incertidumbres  sobre  las  cosas  que 
más  importa  saber.  Y  si  queremos  saber  la  causa,  ésta  no  es  otra,  según 


(1)  Para  muestra,  según  el  Heraldo  de  Madrid,  el  bloque  de  las  izquierdas  ha  de 
tener  por  fin:  «Hacer  laica  la  vida  del  Estado,  separándole  en  absoluto  de  la  Iglesia, 
rompiendo  un  Concor-dato  vetusto;  enterrar  á  los  muertos  sin  permiso  del  cura;  casar 
á  nuestras  hijas  con  arreglo  á  la  ley  civil;  dejar  al  fuero  interno  la  responsabilidad  de 
nuestras  creencias  religiosas,  acabar  con  los  gastos  del  culto  y  clero;  tratar  á  todos  los 
ciudadanos  bajo  un  pie  de  igualdad  en  cuanto  á  su  condición  religiosa,  borrando  del 
Código  penal  y  de  la  Constitución  principios  incompatibles  con  la  razón  y  la  justicia; 
todo  eso  y  mucho  más  es  lo  que  debe  hacer  el  bloque  de  la  izquierda.»  (Tomado  de 
La  Lectura  Dominical,  22  Agosto  1909).  — En  la  recomendable  revista  mensual  Ora  et 
Labora,  de  Sevilla  (Septiembre  1909),  puede  verse  en  un  interesante  articulo  lo  que 
publicaron  el  mismo  Heraldo  de  Madrid,  Diario  Universal,  El  Mundo,  El  Liberal,  El 
Imparcial.  Éste  llamó  al  misterio  de  la  Santísima  Trinidad  «politeísmo  de  losTrinitarios», 
y  añade  que  se  burló  del  sacramento  de  la  Penitencia.  Fuera  de  estos  periódicos,  entre- 
sacando algo,  aunque  con  repugnancia,  de  esta  literatura  procaz,  escribió  hace  algún 
tiempo  (1900)  La  Voz  del  Pueblo  que  la  clase  trabajadora  ha  sido  educada  «en  el  seno 
de  esa  Celestina,  que  se  llama  Iglesia  católica»,  y  que  á  consecuencia  de  dicha  educa- 
ción está  aquella  clase  «ayuna  de  toda  idea  progresiva,  sierva  de  la  ignorancia  y  fusti- 
gada de  continuo  por  el  látigo  de  la  explotación».  Y  si  á  alguno  le  parece  que  esto  es 
cosa  sabida  y  estilo  frecuente  en  cierta  prensa,  esto  no  hará  más  que  confirmar  nuestra 
aserto. 


LECCIONES  7 

el  juicio  de  las  personas  reflexivas,  que  la  libertad  de  la  prensa.  Nosotros 
no  hemos  llegado  todavía  á  tanto  como  los  franceses;  pero  harto  hemos 
andado  ya,  y  vamos  siempre  avanzando,  y  la  causa  es  la  misma. 

Así  es  como  la  prensa  ha  ilustrado  al  mundo.  En  su  afán  de  ilustrar, 
ha  llegado  hasta  sentar  cátedra  de  anarquismo;  pero  esto  publica  á  voces 
y  con  una  elocuencia  especial  su  bancarrota  en  punto  á  pretensiones 
y  relieves  de  ilustración.  ¿Se  quiere  mayores  avances,  mayores  esplen- 
dores que  abolir  con  la  pluma  á  Dios,  á  la  familia,  á  la  propiedad,  á  la 
moral,  á  las  leyes  y  á  los  tribunales  y  á  toda  autoridad?  Esto  es,  sin 
duda  alguna,  el  ápice,  la  cumbre  más  alta  de  la  ilustración  y  de  la  sabi- 
duría. 

Y  para  muestra  de  ello,  los  anarquistas  incendiaron  en  Barcelona, 
entre  tantas  otras  obras  de  arte  y  monumentos  históricos,  el  notabilísimo 
Museo  de  Ciencias  Naturales  de  los  Padres  Escolapios.  Y  si  á  lo  menos 
la  prensa,  unánime,  hubiera  reprobado  con  indignación  esta  manera  de 
ilustrar  á  los  pueblos;  pero  no,  lejos  de  eso,  una  gran  parte  de  ella,  sobre 
todo  la  que  más  levanta  la  voz  en  el  campo  liberal,  reconoció  el  derecho 
de  la  prensa  anarquista,  y  la  admitió  á  la  beligerancia  y  á  la  confrater- 
nidad. Esto  nos  parece  ser  una  bancarrota  escandalosa  de  la  prensa 
en  sus  promesas  de  iluminar  las  inteligencias.  Y  en  general,  el  recono- 
cimiento del  derecho  para  la  idea  anarquista  fué  como  ponerse  el  dogal 
al  cuello  el  derecho  de  la  libertad  de  imprenta. 

El  fracaso  de  la  ignorancia.— P evo  ¿cómo  podía  suceder  otra  cosa 
con  tales  escritores  y  tales  maestros?  Porque  al  error  se  ha  juntado  en 
ellos  la  ignorancia.  Al  escuchar  los  prenuncios  de  torrentes  de  luz,  de 
nuevos  derroteros  de  la  razón  que  nos  había  de  mostrar  la  prensa  libre, 
tenía  derecho  el  mundo  á  esperar  que  estuviese  representada,  de  una 
manera  ó  de  otra,  por  personas  instruidas  y  expertas,  versadas  en  todo 
género  de  estudios,  ó  á  lo  menos  los  principales,  y  que  hubiesen  reco- 
rrido los  caminos  del  saber  que  hacen  al  caso  con  aprovechamiento  y 
solidez. 

De  lo  contrario,  si  cualquier  osado  había  de  poder  meterse  á  escri- 
tor público  sin  ninguna  previa  censura  ni  autorización,  ¿cómo  era  posi- 
ble que  se  inundasen  de  luz  las  inteligencias  de  los  lectores? 

Porque  en  la  prensa  se  escribe  de  todo;  todo  en  ella  se  discute,  y, 
por  no  hablar  de  lo  demás,  lo  mismo  se  trata  de  Filosofía  que  de  Reli- 
gión, de  Moral,  de  Política  y  Derecho,  y  siempre  con  aire  de  suficiencia 
y  tono  magistral.  Y  ¿quiénes  son  los  escritores?  ¿quiénes  son  los  maes- 
tros? ¿quiénes  los  representantes  de  la  institución  de  la  prensa  libre  en 
el  empeño  de  formar  la  opinión  pública  en  asuntos  tan  graves  y  trascen- 
dentales? Todo  el  mundo  sabe  quiénes  son,  y  que,  salvas  excepciones, 
carecen  los  periodistas  de  caudal  para  tamaña  empresa,  siendo  muchos 
de  ellos  jóvenes  sin  preparación,  y  sin  esperanza  de  tenerla  en  la  vida 
agitada  del  periodismo,  y  aun  no  pocas  veces  sin  talento  suficiente.  No 


8  LECCIONES 

les  falta  de  ordinario  osadía  y  frescura;  tampoco  la  ligereza  en  la  pluma, 
y  á  veces  la  chispa  en  el  ingenio;  pero  esto  no  basta  para  tratar  digna- 
mente los  asuntos,  sobre  todo  habiendo  de  escribir  siempre  con  premura 
de  tiempo  y  con  urgencia. 

Pongamos  un  ejemplo  en  las  relaciones  entre  la  Iglesia  y  el  Estado. 
Nada  más  frecuente  que  hablar  de  ellas  en  los  periódicos,  puede  decirse 
que  es  su  pan  de  cada  día;  pero  ¿qué  es  posible  escribir  con  acierto 
sobre  este  asunto  si  no  se  sabe  el  Derecho  público  eclesiástico?  Así  es 
que  todo  se  les  vuelve  á  los  periódicos  de  que  hablamos,  sacar  á  plaza 
la  supremacía  del  Estado,  entendiendo  que  es  absoluta;  de  suerte  que, 
por  cualquier  traba  que  se  le  oponga  de  parte  de  la  Iglesia,  aunque  sea 
en  materias  que  son  ciertamente  de  su  jurisdicción,  como  sucedió  con 
la  ley  de  Asociaciones  en  cuanto  á  las  Órdenes  religiosas,  se  les  oye 
clamar:  «¡La  supremacía  del  Estado!  ¡El  Estado  se  halla  en  peligro!»— ca- 
veant  cónsules.— Enixan,  sin  duda,  aquí  otros  factores,  pero  también  tiene 
su  parte  este  de  que  hablamos.  Esta  ignorancia  del  periodismo  había  de 
ser  por  necesidad,  como  lo  ha  sido,  en  efecto,  el  camino  de  la  bancarrota. 

Y,  sin  embargo,  la  mala  prensa  vive,  y  añadimos  que  seguirá  vivien- 
do, quebrantada  y  todo  en  su  crédito,  por  lo  dicho  y  por  lo  que  nos  resta 
por  decir,  y  daremos  la  razón  de  ello  más  adelante.  Por  de  pronto,  y  sin 
contar  los  fracasos  anteriores,  desde  el  bloque  de  las  izquierdas,  no  fué 
pequeño  ni  de  poco  ruido  entre  nosotros  el  de  la  famosa  protesta  del 
trust  contra  la  represión  del  Gobierno  sobre  asuntos  de  la  guerra  de 
Melilla.  Mas  nosotros  hablamos  de  la  bancarrota  moral.  Continuemos. 

Prometiónos  además  la  prensa,  al  inaugurarse  el  régimen  de  libertad, 
que  había  de  ser  la  guía  segura  y  el  instrumento  necesario  del  buen 
gobierno,  y  también  en  esto  hemos  sido  miserablemente  llamados  á 
engaño.  Porque  hemos  visto  que  ha  sucedido  todo  al  revés,  que  ha  sido 
para  ello  el  mayor  estorbo  y  el  obstáculo  insuperable,  tanto  que  los 
Gobiernos  se  han  visto  precisados,  si  es  que  se  han  sentido  con  fuerzas 
para  ello,  á  desentenderse  de  la  prensa,  reprimiéndola  ó  despreciándola, 
desprecio  que  no  deja  de  tener,  sin  embargo,  sus  peligros.  Si  es  ó  no 
auxiliar,  bien  se  vio  últimamente  entre  nosotros,  á  los  comienzos  de  la 
campaña  de  África,  cuando  cierta  prensa,  y  aun  no  de  las  más  radicales, 
uniéndose  á  la  socialista,  se  propuso  ponerla  obstáculos  y  desacredi- 
tarla, y  hasta  soliviantar  los  ánimos  de  los  llamados  á  cumplir  el  duro 
deber  de  ir  á  la  guerra;  y  aun  después  de  empeñada  ésta,  ¿qué  es  lo  que 
no  hizo,  salvos  algunos  intervalos,  para  molestar  y  poner  tropiezos  al 
Gobierno?  Así  cumplió  en  esta  ocasión  su  oficio  de  ilustrarle  y  auxi- 
liarle: ¿qué  había  de  hacer  la  autoridad  sino  amordazar  á  un  consejero 
tan  molesto  é  importuno? 

Y  á  la  verdad,  para  que  la  prensa  desempeñara  en  esta  y  en  otras 
ocasiones  debidamente  tan  noble  cargo,  hubiera  sido  menester  que  pro- 
pusiese sinceramente  y  con  conocimiento  de  causa  lo  que  creyera  ser 


LECCIONES  9 

más  conducente  al  bien  de  la  nación,  y  que  si  hubiese  algo  que  censurar, 
lo  hiciera  con  prudente  moderación,  sobre  todo  cuando  se  viese  buena 
voluntad  en  los  gobernantes,  y  con  serena  imparcialidad,  no  valiéndose 
de  dicterios  é  insultos,  en  vez  de  argumentos  y  razones.  ¿Es  esto  lo  que 
hace  y  lo  que  ha  hecho  hasta  ahora?  Todo  lo  contrario.  La  prensa  es 
el  órgano  y  el  defensor  de  los  partidos  que  dividen  á  la  nación,  y  no  de 
la  nación  misma;  su  bandera,  fuera  de  la  ministerial,  suele  ser  la  de  la  opo- 
sición sistemática,  sin  treguas,  encarnizada,  y  habla  y  obra,  no  para  dar 
luz  y  consejo  á  los  gobernantes,  sino  para  derribar  y  encumbrar  Gobier- 
nos. Su  criterio  no  suele  ser  de  ordinario  el  de  la  razón  que  ilumina  y 
dirige,  sino  el  de  la  pasión  que  obscurece  y  ciega  hasta  denigrar  y 
poner  por  los  suelos  á  la  autoridad.  Sus  juicios  y  determinaciones  care- 
cen con  frecuencia  de  peso  y  reflexión,  y  así  como  hace  unos  años 
impulsó  temerariamente  al  Gobierno  á  enviar  nuestras  naves  y  nuestro 
ejército  á  la  guerra  desastrosa  en  que  perdimos  las  colonias,  con  el 
mismo  empeño,  y  hasta  empleando  medios  indignos,  se  opuso,  según 
hemos  dicho,  á  la  marcha  del  ejército  español  al  África  para  una  guerra 
lamentable,  sí,  como  son  todas  las  guerras,  pero  justa  y  necesaria.  Eso, 
lejos  de  ser  instrumento  auxiliar,  es  ser  la  máquina  demoledora,  la  sub- 
versión de  todo  gobierno  posible  de  la  nación.  Jamás  se  hubiera  podido 
creer,  á  no  haberlo  visto,  que  había  de  llegarse  á  tratar  á  la  autoridad 
como  la  trata  á  diario  la  prensa  de  oposición.  Y  ¿es  esta  la  consejera 
obligada  de  los  Gobiernos?  ¿Es  esto  la  libertad  de  imprenta?  Pero  de 
esta  falta  de  respeto  á  la  autoridad  nos  proponemos  hablar  más  de  pro- 
pósito, si  no  en  este,  en  otro  artículo. 

Fácilmente  se  puede  colegir  de  aquí  cómo  habrá  cumplido  la  prensa 
el  tercer  compromiso  que  contrajo  de  ser  la  educadora  del  puelílo.  Le 
ha  educado,  sí,  mas  para  la  rebeldía  y  la  insumisión,  y  desde  luego 
contra  la  autoridad  eclesiástica.  La  prensa  liberal  tiene  entrañado  en  su 
seno,  y  como  formando  en  ella  una  segunda  naturaleza,  este  espíritu  de 
rebelión;  pues  de  tal  maestra,  tales  discípulos.  Porque  el  liberalismo  des- 
conoce ó  no  quiere  reconocer  los  límites  hasta  donde  se  extiende  la 
jurisdicción  de  la  Iglesia,  y  suele  señalarlos  gráficamente,  diciendo  que 
no  pasan  del  templo  y  de  la  sacristía.  Así  es  que  cuando,  saliendo  de  ese 
estrecho  recinto,  penetra  la  Iglesia  en  la  plaza  pública  y  hasta  en  el  pre- 
torio y  en  la  tribuna  política  para  intervenir  en  los  consejos  de  las  leyes 
y  en  la  administración  de  justicia,  en  los  derroteros  del  comercio  y  de  la 
industria  y  en  los  asuntos  públicos  de  la  paz  y  de  la  guerra,  pero  siem- 
pre dentro  de  su  esfera,  sin  salir  de  los  límites  de  su  ministerio  espiritual, 
indirectamente,  esto  es,  en  cuanto  sea  necesario  para  evitar  las  ofensas 
de  la  Majestad  divina,  se  levanta  un  clamoreo  general  en  los  órganos  de 
la  prensa  liberal,  surge  la  voz  de  protesta  y  de  resistencia,  y  clama  á  la 
intrusa  y  á  la  usurpadora.  Añádese  el  poco  respeto  con  que  trata  á  los 
ministros  de  la  Iglesia. 


10  LECCIONES 

Escuela  de  rebeldía  contra  la  autoridad  eclesiástica;  y  si  esto  parece 
poco  á  algunos,  decimos  que  lo  es  también  la  prensa  á  que  nos  referi- 
mos contra  la  autoridad  civil.  Una  autoridad  tan  discutida  y  tan  censu- 
rada como  dejamos  dicho,  es  imposible  que  sea  debidamente  obedecida 
y  respetada.  Fuera  de  que  la  rebeldía  contra  la  autoridad  eclesiástica 
había  de  traer,  como  ha  traído,  en  efecto,  por  consecuencia  el  espíritu  de 
rebeldía  contra  la  autoridad  civil.  Es  por  el  secreto  lazo  que  existe  entre 
las  diversas  autoridades  que  gobiernan  al  mundo,  por  el  cual  sucede  que 
no  se  conmueven  las  raíces  de  una  de  ellas,  y  sobre  todo  cuando  es  tan 
primaria  y  fundamental  y  tan  digna  de  respeto  como  es  la  autoridad 
eclesiástica,  sin  que  sientan  estremecerse  las  otras  autoridades.  En  cam- 
bio, todo  se  vuelve  en  la  prensa  ensalzar  los  fueros  de  la  libertad  y  de  la 
independencia,  y  hablar  mucho  de  derechos  irrenunciables  y  poco  de  los 
deberes  de  sumisión  y  dependencia.  El  afán,  por  otra  parte,  de  los  perió- 
dicos de  hablar  de  todo  y  de  poner  en  tela  de  discusión  aun  lo  más  res- 
petable y  sagrado,  educa  á  sus  asiduos  lectores  de  las  varias  clases  so- 
ciales en  un  espíritu  de  examen  y  de  juicio  privado,  que  es  el  veneno 
de  la  autoridad.  Y  esta  es  la  educación  de  la  prensa. 

Digamos  algo  de  otro  carácter.  Yo  no  sé  qué  afinidades  tiene  la 
libertad  inmoderada  de  las  ideas  con  la  libertad,  ó  mejor  dicho,  la  licen- 
cia de  la  moral;  serán,  sin  duda,  las  afinidades  y  corrientes  secretas  que 
se  cruzan  entre  la  inteligencia  y  el  corazón.  El  hecho  es  que  los  periódi- 
cos de  malas  ideas  no  suelen  ser  de  ordinario  escrupulosos  en  achaques 
de  honestidad.  Así  es  que,  sea  con  las  relaciones  de  hechos  lúbricos^ 
falsos  ó  verdaderos,  con  los  folletines,  con  los  elogios  de  novelas  escan- 
dalosas y  de  actrices  desenvueltas,  con  los  anuncios  y  reclamos  y  con 
las  correspondencias  íntimas,  la  libertad  de  imprenta  ha  sido  una  escuela 
de  corrupción.  Por  no  decir  nada  de  cuando  se  descuelgan  los  periódi-. 
eos  hacierido  la  apología  de  acciones  tan  criminales  como  el  duelo  y  el 
suicidio.  ¡Buena  manera  de  educar  al  pueblo! 

No  basta.  Era  menester  que  llegase  á  ser  la  escuela  del  crimen.  Aca- 
bamos de  indicarlo;  ¿pero  no  hemos  visto  además  á  la  prensa  impulsar^ 
ya  de  una  manera  solapada,  ya  también  abiertamente,  al  robo,  al  incen- 
dio, al  asesinato?  Ya  esta  revista  (1)  adujo  testimonios  de  periódicos  de 
Barcelona,  que  en  vísperas  de  los  horribles  desmanes  de  fines  de  Julia 
excitaban  á  las  turbas  al  incendio  de  los  conventos;  he  aquí  ahora  otra 
muestra  de  un  periódico  de  París  en  un  artículo  publicado  á  raíz  de  la 
ejecución  de  Ferrer  y  titulado:  «El  sacerdote,  he  ahí  el  enemigo.»  «La 
mano  sangrienta  de  la  Iglesia,  decía,  que  ha  sido  parte  en  el  proceso,  lo 
ha  guiado  todo,  y  los  soldados  viejos  (solidarás)  del  Rey  de  España  na 
han  hecho  más  que  ejecutar  sus  voluntades.»  Y  designando  expresa- 
mente á  la  Iglesia  católica,  aseguraba  La  Lanterne,  que  es  el  periódico  á 


(1)    Número  de  Septiembre  (1909),  «¡Sin  patria  y  sin  fe!» 


LECCIONES  II 

que  nos  referimos,  que  todos  los  pueblos  están  ya  convencidos  de  que 
«no  hay  libertad,  ni  justicia,  ni  civilización  posible  sino  por  la  destruc- 
ción total  de  este  poder  de  mentira  y  opresión».  ¿Se  quiere  más  para 
provocar  al  asesinato  y  á  la  destrucción? 

Con  esto  terminamos  este  punto,  sin  añadir  más  sobre  la  ¡educación! 
que  dará  al  pueblo  la  prensa  socialista  y  anarquista;  y  de  este  modo  es 
como  se  ha  desempeñado  la  prensa  radical  de  su  tercer  compromiso  de 
educar  á  los  pueblos. 

Bancarrota  de  la  dignidad. — El  campo  es  fértil,  abundan  las  pruebas 
de  diverso  género  para  poder  extender  una  ejecutoria  de  indignidad 
contra  la  prensa  radical;  pero  no  nos  hace  falta  romper  el  hilo  del  razo- 
namiento comenzado.  Porque  el  mismo  periódico  ya  citado  de  París 
escribía  á  propósito  de  la  ejecución  anunciada  de  Ferrer: 

"No  nos  atrevemos  ya  á  esperar  la  gracia  de  Ferrer.  Lo  que  sí  espe- 
ramos es  que  será  vengado.  ¿Cómo  y  sobre  quiénes?  Sobre  los  verda- 
deros autores  del  crimen;  sobre  esos  frailes  españoles,  que  continúan,  en 
el  siglo  vigésimo,  la  aborrecible  Inquisición. 

» Seria  para  nosotros  un  motivo  de  alegría  profunda  el  saber  que  los 
librepensadores  españoles,  para  vengar  la  condenación  sumaria  de  su 
jefe,  han  empleado  los  mismos  procedimientos  de  justicia  aplicados 
contra  él,  y  que,  fusil  en  mano,  han  matado  esta  ralea.  Cuando  hay  que 
habérselas  con  bestias  feroces,  se  defiende  como  se  puede.» 

¡Y  esto  se  permite  publicar!  Cerremos  los  ojos  por  un  momento  para 
no  ver  la  enorme  injusticia  que  encierran  tales  palabras,  ni  la  provoca- 
ción brutal  al  asesinato;  pero,  ¿no  es  la  mayor  indignidad  y  bajeza  el 
atribuirá  los  religiosos  españoles  la  ejecución  de  Ferrer,  y  llamar  «bes- 
tias feroces»  á  quienes  son  ejemplo  de  paciencia  y  mansedumbre,  arro- 
jando de  paso,  como  quien  nada  hace,  un  puñado  de  lodo  sobre  la  Santa 
Inquisición?  Y  si  sólo  fuese  este  un  caso  aislado,  no  haría  mucho  á  nues- 
tro propósito;  pero  está  lejos  de  serlo,  como  no  lo  es  tampoco  el  atribuir 
á  las  personas  eclesiásticas  crímenes  tan  inverosímiles  como  el  regicidio 
frustrado  de  Morrals  y  otros  semejantes.  Para  decir  tales  cosas  es  me- 
nester contar  con  una  necedad  más  inverosímil  aún  en  los  lectores. 

También  se  ha  visto,  cuando  las  turbas  amotinadas  se  han  armado 
contra  los  ricos,  traerlas  el  recuerdo  y  llamarlas  la  atención  sobre  los 
establecimientos  religiosos  para  hacerles  cambiar  de  dirección  en  sus 
intentos  de  daño  y  destrucción....  Y  ¿dónde  hay  colores  tan  negros 
para  pintar  como  se  merece  la  conducta  de  la  misma  prensa  en  nues- 
tra última  guerra  de  Melilla?  La  hemos  recordado  ya  á  otro  propó- 
sito, pero  no  hemos  hecho  notar  la  vileza  del  proceder  de  quienes, 
no  teniendo  en  cuenta  que  había  cincuenta  mil  españoles  en  frente 
del  enemigo  derramando  su  sangre  y  dando  sus  vidas,  en  lugar  de 
coadyuvar  al  Gobierno,  según  pedía  el  más  elemental  patriotismo, 
trabajaron  por  desacreditarle,  y  en  lugar  de  levantar  el  espíritu  de  los 


12  LECCIONES 

españoles  y  mantener  su  entusiasmo,  sembraron,  mientras  pudieron,  la 
alarma  y  el  pánico  en  las  familias,  á  trueque  de  atraerse  lectores  con 
noticias  sensacionales.  Así  esos  periódicos  no  dejaron  de  buscar,  aun  en 
tales  circunstancias,  su  particular  política  é  intereses,  postergando  al 
interés  nacional.  Y  cuando  la  autoridad  les  fué  á  la  mano  como  debía, 
entonces  fué  el  clamor  y  el  protestar  contra  la  tiranía  insoportable.  No 
había  el  temor  de  esta  tiranía,  después  de  levantada  ya  la  suspensión  de 
garantías,  y  aun  antes,  cuando,  á  luego  de  la  ejecución  de  Ferrer,  se 
emprendió  en  el  extranjero  una  campaña  increíble  de  calumnias  é  infa- 
mias contra  España,  y,  sin  embargo,  no  hubo  protestas  de  esa  prensa 
para  defender  la  honra  de  nuestra  nación.  Pero  ¿cómo  habían  de  pro- 
testar los  que  no  vieron  en  aquella  conjuración  masónico-anarquista  más 
que  la  voz  de  Europa,  no  contra  España,  sino  contra  un  Gobierno  reac- 
cionario é  inquisitorial?  ¿Dónde  ha  dejado  esa  prensa  su  honor  y  su  dig- 
nidad? Pero  vemos  que  vamos  concentrando  demasiado  nuestra  atención 
en  un  punto  concreto  y  determinado,  si  bien  de  tanta  importancia  y  de 
tan  punzante  interés.  Hagamos  ahora  notar  otros  indignos  procederes, 
sin  salir  de  la  brevedad  que  nos  propusimos  al  principio. 

Uno  de  ellos  es  el  silencio  que  guardan  sobre  todo  lo  que  puede 
redundar  en  alabanza  y  provecho  de  las  personas  y  de  los  intereses  del 
catolicismo,  y,  por  el  contrario,  las  atenciones,  los  encomios  exagerados 
de  los  que  no  son  católicos,  y  la  publicación  de  todo  lo  que  puede  dañar 
á  la  causa  de  la  verdad;  la  conspiración  del  silencio  en  cuanto  á  lo  pri- 
mero, mas  en  cuanto  á  lo  segundo,  el  pregón  público  y  la  información 
vocinglera.  Los  católicos,  aunque  sean  unas  eminencias,  como  Lappa- 
rent,  por  ejemplo,  parece  que  viven  para  ellos  desconocidos;  en  cambio, 
los  que  claudican  en  la  fe,  aunque  sean  unas  medianías,  como  Loisy,  son 
levantados  hasta  las  nubes.  La  sinceridad,  el  respeto,  todo  se  sacrifica 
al  prurito  de  dar  interés  é  importancia  á  la  lectura  y  al  afán  desmedido 
de  lucro.  Para  eso  se  publican  telegramas,  como  si  fueran  recibidos  de 
dentro  ó  de  fuera  de  la  nación,  siendo  así  que  fueron  inflados  ó  del  todo 
inventados  dentro  de  la  redacción.  Se  fingen  entrevistas  habidas  con 
personajes,  sin  tener  en  cuenta  el  respeto  debido  á  las  cosas  y  á  las  per- 
sonas. Pues  ¿qué  decir  cuando  hacen  pagar  cara  su  pluma  para  escribir 
en  favor  de  personas  ó  de  intereses  que  no  convendría  recomendar,  ó 
cuando,  por  el  contrario,  su  silencio  es  también  oro  en  ocasiones  en  que 
se  debería  hablar?  Algo  significa,  por  otra  parte,  y  nada  honroso  por 
cierto  para  la  prensa,  el  llamado  fondo  de  los  reptiles,  y  tampoco  es  para 
nadie  un  misterio  lo  de  la  prensa  asalariada  para  fines  inconfesables.  No 
se  puede  negar  que  tales  procedimientos  son  por  extremo  delicados  y 
decorosos  y  muy  propios  de  aquella  dignidad  tan  vidriosa  de  que  tales 
periódicos  tanto  alardean.  Nunca  ó  casi  nunca  se  retractan.  Se  hace  cir- 
cular, á  son  de  bombo  y  platillos,  la  noticia  falsa,  la  calumnia  ignomi- 
niosa; luego  vendrá  el  esclarecimiento  de  la  verdad,  se  hará  la  rectifi- 


LECCIONES  13 

cación  pública  en  otros  periódicos,  se  dará  acaso  la  sentencia  repara- 
dora en  los  Tribunales;  mas  para  ellos  como  si  nada  hubiese  habido, 
nunca  rectifican  por  más  que  clame  el  deber,  á  no  ser  que  se  vean  for- 
zados por  la  ley  de  Imprenta.  Caballeros,  ¿así  entienden  ustedes  la  dig- 
nidad? 

Un  solo  ejemplo.  No  hace  todavía  mucho  tiempo  publicaron  los 
rotativos  la  ofensiva  noticia  de  que  el  Sumo  Pontífice  León  XIII  había 
exigido  al  Emperador  de  Alemania  500.000  francos  como  precio  de  su 
avenencia  en  asuntos  religiosos;  los  diarios  católicos,  apoyados  en  docu- 
mentos oficiales,  hicieron  ver  que  aquello  no  era  más  que  una  patraña. 
¡Como  si  hubiesen  hablado  á  muertos!  Los  periódicos  no  rectifica- 
ron (1).  El  caso  del  H.  Flaminio.  Contra  este  Hermano  de  las  Escuelas 
Cristianas  divulgó  una  horrible  calumnia  la  prensa  de  su  secretario  de 
Francia.  El  asunto  se  llevó  á  los  Tribunales,  los  cuales  declararon  su 
completa  inocencia.  ¡Como  si  nada  hubiese  pasado!  La  prensa  que  le 
infamó,  no  publicó  su  inocencia. 

Mas  ocurre  ahora  preguntar:  si  tan  desacreditada  está  la  mala  prensa, 
si  tan  público  es  su  fracaso,  ¿cómo  es  que  vive,  cómo  es  que  no  sólo 
vive,  sino  que  se  nos  presenta  exuberante  de  vida,  pujante,  provocativa, 
dominadora?  El  hecho  pide  explicación;  pero  antes  de  darla  debemos 
afirmar  nuestra  posición,  asegurando  el  terreno  que  creemos  haber  con- 
quistado. 

La  prensa,  y  sobre  todo  el  periodismo,  al  proclamar  su  independencia 
y  libertad,  se  presentó  rica  de  promesas  y  como  quien  había  de  abrir 
una  nueva  era  de  bienandanza  y  felicidad  para  la  tierra.  Prometió  que 
había  de  ser  la  luz  esplendorosa  del  mundo  del  pensamiento,  y  el  hecho 
es  que  ha  envuelto  en  horribles  sombras  todo  aquello  que  al  hombre 
más  importa  saber,  y  que  sus  representantes  é  iluminados  doctores, 
que  habían  de  difundir  esa  luz,  asentaron  cátedra  de  ignorancia.  Yo  la 
acuso  de  este  engaño  en  nombre  de  la  verdad.  Prometió  que  sería  la 
brújula  indispensable  y  el  seguro  derrotero  de  los  gobernantes,  y  ha 
venido  á  ser  su  mayor  tropiezo  y  el  hada  funesta  que  los  ha  conducido 
á  los  más  peligrosos  escollos.  Yo  la  acuso  en  nombre  del  principio  de 
autoridad.  Dijo  que  asumía  el  noble  encargo  de  ser  la  pedagoga  del 
pueblo  y  la  educadora  de  la  opinión  pública,  y  no  ha  hecho  más  que 
extraviar  por  torcidos  senderos  la  opinión  y  ser  el  instrumento  de  la 
indisciplina  del  pueblo  y  de  la  perversión  de  la  sociedad.  Yo  la  acuso 
de  prevaricadora  en  nombre  de  la  sociedad.  Por  fin,  la  que  alardeaba  de 
ser  el  espejo  y  la  prez  de  la  nobleza  y  de  la  dignidad,  se  ha  envuelto  en 
el  fango  de  toda  bajeza  y  ha  caído  en  la  mayor  degradación.  Yo  la  acuso 

(1)  Dignos  son  de  ser  leídos  los  libros  que  ha  publicado  sobre  la  prensa  el  sabio 
Obispo  de  Jaca,  Sr.  López  Peláez,  y  en  particular  La  importancia  de  la  Prensa  y 
La  Cruzada  de  la  buena  Prensa;  también  puede  leerse  con  provecho  el  interesante 
o^\xsc\x\o  ¡Escándalo,  escándalo!,  del  Rdo.  P.José  Dueso,  del  Corazón  de  Maria. 


1 4  LECCIONES 

en  nombre  de  la  dignidad  humana.  Ante  el  derecho,  ante  la  conciencia 
honrada,  ante  el  tribunal  del  buen  sentido  ¿no  habré  tenido,  después  de 
esto,  toda  razón  para  proclamar  la  bancarrota  moral  de  la  libertad  de 
imprenta?  Vengamos  ahora  á  la  explicación  del  hecho. 

El  hecho  es  cierto,  pero  no  lo  es  menos  que,  á  lo  menos  entre  nos- 
otros, no  todo  es  prosperidades  para  la  prensa  anticlerical,  porque  no  se 
puede  negar  que  en  esta  última  época  ha  tenido  quebrantos  y  que  hay 
muchos  desilusionados  y  llamados  á  engaño,  y  lo  que  es  aún  más  signi- 
ficativo, de  su  mismo  seno  han  salido  voces  severas  de  censura  y  acusa- 
ción. Aun  así  y  todo,  y  después  de  la  liquidación  de  cuentas,  hay  que 
confesar  que,  lejos  de  estar  amenazada  de  muerte,  está  desgraciadamente 
muy  difundida  la  mala  prensa.  Consiste  en  que  muchos,  ganados  ya  é 
inficionados  por  ella  á  fuerza  de  leer  á  diario  sofismas,  calumnias  y  decla- 
maciones envueltas  en  una  palabrería  gárrula  y  petulante,  estragada  su 
complexión  mental  y  moral,  no  aciertan  á  vivir  y  respirar  en  otra  atmós- 
fera más  pura  de  la  verdad  y  del  bien  y  de  la  dignidad.  Se  explica  ade- 
más el  atractivo  que  tiene  dicha  prensa  envilecida  y  difamada  para  los 
que,  á  semejanza  de  aquellos  de  quienes  habla  la  Escritura,  dicen  á  los 
nuevos  videntes  del  periodismo:  «Habladnos  cosas  que  nos  gusten,  ved 
para  nosotros  cosas  falsas»  (1).  Esta  prensa  les  da  por  el  gusto  halagando 
sus  instintos  desordenados  de  independencia  y  libertad:  libertad  en  las 
ideas,  libertad  en  las  costumbres;  fomentando  las  aspiraciones  del  pueblo 
á  su  mejoramiento  y  bienestar,  aunque  sean  exageradas  é  insensatas,  con 
el  apoyo  y  el  favor  de  lo  que  en  ellas  pueda  haber  de  justo  y  razonable, 

Y  también,  ¿por  qué  ocultarlo?,  sentimos  en  las  regiones  bajas  de 
nucctra  naturaleza  una  tendencia  y  comezón  de  zaherir  y  morder  á  los 
demás  con  la  crítica  acerba,  sobre  todo  á  los  que  están  sobre  nosotros 
y  nos  hacen  alguna  sombra  ó  coartan  nuestra  libertad,  ó  que  gozan  de 
una  felicidad  que  nos  parece  robada  á  nuestra  miseria,  ó  que,  por  fin, 
con  los  ejemplos  de  su  virtud  reprenden  nuestra  conducta.  Y  cuanto  las 
personas  sean  más  respetables,  más.  Sucede  que  los  hombres  virtuosos 
resisten  á  esta  tendencia  maligna;  mas  los  que  se  dejan  llevar  de  ella, 
¿qué  han  de  hacer  sino  ir  á  las  fuentes  donde  la  satisfagan?  Por  esto 
buscan  el  periódico  que  les  ofrece  el  alimento  picante,  la  crítica  teme- 
raria y  la  censura  atrevida,  la  sátira  mordaz,  que  se  ceba  con  preferencia 
en  lo  mejor  y  lo  más  escogido  de  la  sociedad. 

Duele,  por  fin,  el  confesarlo,  por  ser  lo  más  triste  y  más  digno  de 
lamentarse;  pero  es  innegable  que  la  prensa  mala  se  sostiene  también 
con  el  óbolo  de  sus  enemigos,  con  un  concurso  y  cooperación  de  los 
buenos,  que  suena  á  traición  á  su  santa  causa,  y  que  parece  otra  especie 
á^  fondo  de  los  reptiles.  Sea  por  una  mala  curiosidad,  sea  poruña  nece- 
sidad muchas  veces  imaginaria  de  información,  el  hecho  es  que,  con  su 


(1)    «Loquimini  nobis  placentia,  videte  nobis  errores.»  Isa.,  30,  10. 


LECCIONES  15 

dinero  y  con  su  mal  ejemplo,  contribuyen  los  buenos  á  esa  obra  demole- 
dora de  la  religión  y  de  la  sociedad,  que  es  la  gran  iniquidad  de  nuestros 
tiempos.  Bien  por  las  personas  y  por  las  asociaciones  que  so  comprometen 
á  no  contraer  género  alguno  de  complicidad,  negando  el  agua  y  el  fuego 
á  la  mala  prensa.  Bien  por  los  que  trabajan  con  ardor  para  librar  á  los 
otros  de  tan  maligna  influencia,  arrancando  de  sus  manos  tal  instrumento 
de  perdición,  y  que,  no  contentos  con  esto,  procuran  con  todo  género  de 
esfuerzos  neutralizar  el  poder  de  la  prensa  mala  con  el  influjo  de  la  buena 
y  aun  sobrepujar  su  poder,  hasta  llegar,  si  es  posible,  á  extirparla  y  ani- 
quilarla, ahogando  el  mal  con  la  abundancia  del  bien. 

V.  MlNTEGUIAGA. 


El  crédito  popular  urbano 

con  solidaridad  Ilimitado, 


SADíA  parece  aplicar  al  crédito  urbano  la  responsabilidad  ilimitada 
solidaria,  y  rayano  en  la  temeridad  extenderla  no  solamente,  á  los  artesa- 
nos y  regatones,  sino  hasta  los  mismos  jornaleros.  Que  para  el  crédito 
rural  se  asocien  los  pelantrines  y  pegujaleros  con  los  hacendados, 
enhorabuena;  porque  al  fin  y  al  cabo  todos  ellos,  quién  más,  quién  me- 
nos, algo  sólido  posee  donde  se  afiance  el  crédito;  viven  en  un  medio 
homogéneo;  se  conocen  unos  á  otros  perfectamente;  pueden  sin  dificul- 
tad vigilar  el  uso  del  préstamo.  Pero  que  en  el  maremágnum  délas  urbes 
modernas,  y  para  gente  de  posición  deleznable,  haya  quien  ose  instituir 
cajas  de  préstamo  sobre  igual  responsabilidad,  cosa  parece  fuera  de 
razón.  ¿Dónde  hallar  aquí  las  garantías  y  prevenciones  de  la  Caja  rural? 
Si  el  saber  y  experiencia  de  los  muy  versados  en  estas  materias  son  de 
algún  momento  para  fallar  el  pleito,  nadie  puede  olvidar  la  transforma- 
ción que  al  sistema  de  Schulze-Delitzsch  hizo  sufrir  el  famoso  Luzzatti, 
cuando  al  introducirlo  en  Italia  lo  despojó  de  la  solidaridad  ilimitada. 

No  desconocemos  el  peso  de  estas  consideraciones;  mas  lo  cierto  es 
que  en  villas  y  ciudades  se  han  fundado  con  responsabilidad  solidaria  é 
ilimitada  cajas  de  préstamos  y  ahorros  para  artesanos,  comerciantes, 
jornaleros,  en  una  palabra,  para  la  fracción  más  modesta  del  estado 
llano  y  para  la  clase  propiamente  proletaria.  Es  el  que  llaman  unos 
pequeño  crédito  y  otros  crédito  popular,  así  esté  cimentado  en  la  res- 
ponsabilidad ilimitada  ó  en  la  limitada. 

Para  mayor  claridad  distingamos  dos  especies  principales  de  crédito, 
según  las  personas  á  que  se  aplica:  crédito  burgués  y  crédito  obrero;  el 
primero  destinado  á  los  artesanos  y  comerciantes  establecidos  por  su 
cuenta;  el  segundo  á  los  asalariados  que  trabajan  por  otro. 

CRÉDITO   BURGUÉS 

Utilidad  del  crédito.— Poco  esfuerzo  de  imaginación  se  necesita  para 
fingir  mil  casos  en  demostración  ¿!e  la  utilidad  del  crédito  popular  bur- 
gués; pero  como  lo  sucedido  persuade  más  que  lo  imaginado,  escojamos 
dos  hechos  ocurridos  en  Lieja;  los  dos  insignificantes  en  sí,  bien  que  de 
suma  importancia  para  el  favorecido.  ¡Cuánto  representan  para  un  pela- 
gatos 100  pesetas  que  tira  un  millonario! 


EL   CRÉDITO   POPULAR   URBANO    CON   SOLIDARIDAD  ILIMITADA  17 

Un  panadero  para  transportar  el  pan  á  domicilio  alquilaba  un  carre- 
tón por  30  céntimos  al  día.  Poco  dinero  había  de  tener  cuando  le  faltaba 
para  hacerse  con  tal  vehículo.  Ello  es  que  acude  al  banco  popular,  pide 
un  préstamo  de  100  francos,  lo  consigue,  compra  un  carretón,  término  por 
entonces  de  sus  ansias,  con  lo  cual,  ahorrando  cada  día  los  30 céntimos, 
lleva  cada  tres  meses  á  la  caja  el  precio  que  antes  había  de  pagar  por 
alquiler,  hasta  que  al  año,  extinguido  el  crédito,  queda  propietario  del 
carretón. 

Un  zapatero  compraba  cuero  al  fiado,  que  es  tanto  como  decir  que  lo 
pagaba  caro  y  malo.  Asociase  al  banco,  recibe  un  préstamo  de  500  fran- 
cos, y  fuerte  con  esta  suma,  paga  el  cuero  al  contado,  con  una  rebaja  del 
10  al  15  por  100  y  con  derecho  á  escoger  el  mejor.  Su  clientela,  agrade- 
cida á  la  mejora  del  producto,  le  recomienda  á  otros,  con  lo  que  el  buen 
zapatero  extendió  rápidamente  su  comercio,  y  habiendo  reintegrado  en 
menos  de  un  año  el  préstamo,  pudo  mirar  con  cierta  seguridad  el  por- 
venir. 

Fínjanse  ahora  casos  de  comerciantes  que  para  alquilar  una  tienda  y 
comprar  para  la  reventa  sacos  de  arroz,  patatas,  etc.,  etc.,  sólo  necesitan 
de  una  mano  amiga  que  les  anticipe  unas  pesetas,  ó  supónganse  preten- 
dientes que  para  conseguir  un  empleo  han  de  depositar  alguna  fianza,  y 
se  vendrá  á  los  ojos  la  utilidad  del  crédito  para  artesanos,  comerciantes 
ó  empleados. 

¿Para  qué  se  necesita  el  crédito?— '¿\  bien  se  considera,  el  crédito 
burgués  ha  de  satisfacer  tres  géneros  de  necesidades,  á  las  cuales  ha  de 
atemperarse  el  préstamo:  el  primer  establecimiento  de  una  industria  ó 
comercio;  la  compra  ó  renovación  de  los  menesteres  propios  del  oficio; 
el  capital  de  explotación. 

El  crédito  que  se  solicita  para  fundar  casa  ó  negocio  requiere  largo 
plazo  para  la  devolución.  Antes  de  que  el  prestatario  se  reembolse  de  los 
gastos  hechos  y  gane  bastante  para  cubrir  además  los  intereses  del  prés- 
tamo necesita  largo  tiempo,  á  las  veces  varios  años.  Ajustarle  cuentas 
á  los  tres  meses  usados  en  el  comercio  es  como  ponerle  al  infeliz  un  dogal 
al  cuello. 

Más  productivo  es  el  capital  empleado  por  el  artesano  en  la  repara- 
ción ó  sustitución  del  material;  mejora  frecuentemente  necesaria,  no  sólo 
por  el  desgaste  acarreado  por  el  uso  y  el  tiempo,  sino  también  porque 
son  tales  y  tan  frecuentes  los  adelantos  de  la  técnica  moderna,  que  si  el 
industrial  se  descuida  en  detener  el  paso  cuando  corren  los  demás,  se 
halla  á  la  postre  tan  atrasado  que  no  hay  consumidor  que  en  él  se  pro- 
vea. Por  más  que  este  capital  no  se  inmovilice  tanto  como  el  empleado 
en  el  primer  establecimiento,  todavía  necesita  largo  tiempo,  mucho  ma- 
yor que  el  término  de  los  noventa  días. 

Plazos  más  breves  necesita  el  capital  de  explotación.  Mas  aquí  se  ha 
de  contar  con  no  pocos  obstáculos,  procedentes,  ya  del  consumidor,  ya 

RAZÓN  Y  FE,   TOMO  XXVI  2 


18  EL   CRÉDITO   POPULAR  URBANO    CON   SOLIDARIDAD   ILIMITADA 

del  mismo  negociante  ó  de  las  dificultades  del  negocio.  No  siempre  es 
tan  previsor  ó  hábil  ó  afortunado  el  industrial  ó  comerciante,  ni  es  tan 
próspero  en  ocasiones  el  estado  del  mercado  que  pueda  renovarse  en 
lapso  breve  el  capital  desembolsado.  Pues  ¿qué  si  á  estas  causas  se 
agrega  el  retardo  de  los  compradores?  Porque  es  detestable  costumbre 
de  personas,  aun  pudientes,  no  pagar  al  contado  los  artículos  de  consu- 
mo. Mientras  derrochan  acaso  en  gastos  inútiles,  pábulo  de  su  vanidad, 
de  sus  placeres,  de  un  lujo  desmesurado,  tienen  á  sus  modestos  acreedo- 
res durante  meses  y  meses  reducidos  á  la  cuarta  pregunta  y  abocados  á 
la  bancarrota.  No  pueden  los  infelices  recurrir  á  los  medios  comerciales, 
á  la  letra  de  cambio,  al  protesto,  etc.,  y  viéndose  precisados  á  ser  pun- 
tuales en  el  pago  de  las  primeras  materias  ó  de  los  géneros  de  que  se 
proveen,  con  tener  un  activo  superior  al  pasivo,  no  pueden  nivelar  lo 
uno  con  lo  otro,  porque  parte  del  primero  está  en  poder  de  sus  descui- 
dados compradores.  Aunque  no  lleguen  á  este  conflicto,  sucede  á  veces 
que,  por  falta  del  numerario  que  se  les  debe,  han  de  contemplar  cómo 
huye  delante  de  sus  puertas  el  lucrativo  negocio  que  con  una  buena  oca- 
sión se  les  metía  en  casa.  Para  no  parecer  molestos,  para  no  perder  la 
clientela,  no  se  atreven  á  reclamar  la  deuda  ni  á  chistar,  si  no  es  que  por 
una  galantería  suicida  y  por  asegurar  mejor  al  cliente  se  resisten  á  recibir 
el  pago  inmediato,  diciendo  poco  más  ó  menos:  «No  se  preocupe  usted; 
ya  lo  pagará  todo  junto  á  fin  de  mes  ó  después  que  me  haya  hecho  otro 
encargo.»  Confían  en  la  solvencia  indudable  del  comprador,  puesto  caso 
que  á  veces  se  engañan,  pues  los  que  hacían  ostentación  de  millonarios 
eran  quizá  unos  farsantes  empinados  sobre  un  montón  de  deudas  inso- 
lubles.  Pero,  en  fin,  muchos  hay  que  más  ó  menos  tarde  pagarán,  y  á 
esos  tales  ha  de  concederse  crédito,  no  sea  que  otros  lo  hagan  y  se 
lleven  con  esto  los  compradores.  Además,  ¿no  es  la  venta  al  fiado  una 
ventaja  que  ofrece  el  detallista  contra  la  concurrencia  de  bazares  y 
cooperativas  donde  se  vende  al  contado? 

Concluyamos  de  lo  dicho  que,  ora  para  completar  el  capital  de  explo- 
tación, ora  para  hacer  frente  á  la  falta  de  numerario  procedente  de  las 
causas  explicadas,  importa  á  los  comerciantes  y  artesanos  acudir  ai 
crédito. 

Añádase  que  la  concurrencia  de  la  industria  y  del  comercio  al  por 
mayor  y  la  que  se  hacen  entre  sí  detallistas  y  artesanos  obliga  á  dismi- 
nuir los  beneficios.  Uno  de  los  medios  de  compensar  esta  disminución 
es  comprar  en  las  mejores  condiciones,  sea  las  primeras  materias  ó  úti- 
les, sea  los  artículos  de  venta,  para  lo  cual  es  menester  dinero,  y  en  de- 
fecto de  dinero,  crédito.  Pero  ¿dónde  buscarlo? 

Instituciones  de  crédito.— Los  bancos  de  comercio  ordinarios  no 
favorecen,  por  lo  general,  al  pequeño  crédito.  Van  tras  los  grandes  nego- 
cios, en  pos  de  la  clientela  opulenta,  en  busca  de  nombres  acreditados; 
desdeñan  las  triquiñuelas  de  las  pequeñas  'sumas  y  de  las  devoluciones 


EL  CRÉDITO   POPULAR  URBANO   CON  SOLIDARIDAD   ILIMITADA  19 

fraccionadas  en  modestas  cantidades;  no  suelen  usar  el  crédito  directo 
y  personal  que  necesitan  el  industrial  y  el  comerciante  en  pequeño. 
Fuera  de  esto,  no  siempre  son  asequibles  al  menestral  ó  regatón  dos  fir- 
mas que  abonen  su  crédito  con  el  banco  ó  si  lo  son  no  es  por  ventura 
sin  costosos  dispendios.  ¿Comprarán  al  fiado  á  su  proveedor?  No  se 
opondrá  éste  acaso;  puede  ser  que  lo  vea  con  buenos  ojos;  que  aun  se 
haga  su  banquero  para  tenerlos  más  atados  á  sí,  cobrándose  de  mil  ma- 
neras el  favor.  Mas  precisamente  por  esta  causa  no  deben  ellos  sujetarse 
á  tal  dependencia,  sino  pagar  bien  y  al  contado  para  surtirse  donde  me- 
jor les  plazca  y  con  quien  mejores  tratos  les  procure. 

Para  orillar  todas  esas  dificultades  se  ha  pensado  en  la  cooperación. 
No  hemos  de  enumerar  aquí  los:  múltiples  sistemas  ideados.  En  el  crédito 
urbano  se  han  hecho  famosos  en  Alemania  los  bancos  de  anticipos  de 
Schulze-Delitzsch,  de  que  en  otro  tiempo  hablamos  (1);  en  Italia  los  ban- 
cos de  Luzzatti;  en  Francia  el  banco  de  Mentón  y  otros  fundados  á  su 
semejanza.  De  todos  éstos  los  únicos  que  estriban  en  la  solidaridad  ili- 
mitada son  los  bancos  de  Schulze-Delitzsch,  los  cuales  si  han  prestado 
inestimables  servicios  á  comerciantes  y  artesanos,  han  abierto  asimismo 
la  puerta  á  execrables  abusos  y  por  ende  á  lamentables  ruinas.  La  codi- 
cia, el  afán  desmedido  del  lucro  los  han  hecho,  más  que  cooperativas, 
sociedades  mercantiles. 

Los  principios  de  Raiffeisen  aplicados  al  crédito  urbano.— Ahora. 
bien;  para  evitar  estos  males,  ¿no  se  podría  aplicar  al  crédito  urbano  con 
solidaridad  ilimitada  el  espíritu  cooperativo  y  verdaderamente  social  de 
las  Cajas  rurales  de  Raiffeisen?  Esto  es  lo  que  se  ha  intentado,  aunque 
moderando  á  las  veces  el  rigor  de  algunos  principios.  Desde  luego  se 
colige  de  lo  expuesto  anteriormente  cuan  útil  ha  de  ser  á  industriales  y 
comerciantes  en  algunos  préstamos  el  crédito  á  largo  plazo  y  con  devo- 
luciones fraccionadas.  Eslo  también  la  supresión  de  dividendos,  porque 
sirve  así  para  abaratar  el  crédito  como  para  poner  freno  á  la  codicia 
desapoderada  y  al  prurito  de  aventurarse  en  negocios  peligrosos.  La 
reserva  inalienable  é  indivisible  da  fijeza  á  la  institución,  pues  de  lo  con- 
trario podría  acontecer  lo  que  en  cierta  mutualidad  de  músicos,  la  cual 
al  contar  con  80.000  francos  de  reserva  se  disolvió  para  repartirlos  entre 
los  socios.  Como  dice  bien  Lambrechts,  el  pequeño  crédito  es  un  servi- 
cio social,  cuyo  porvenir  es  preciso  afianzar.  El  participante  debe  á  la 
institución  alguna  parte  que  asegure  á  los  venideros  servicios  análogos 
y  aun  mejores  (2).  Otro  de  los  principios  fundamentales  del  sistema  de 
Raiffeisen  es  que  el  uso  del  préstamo  sea  reproductivo,  en  lo  cual  tam- 
poco hay  dificultad  tratándose  de  los  tres  géneros  de  necesidades  dichas, 


(1)  Razón  y  Fe,  t.  IX,  páginas  306-31 1. 

(2)  Bulletin  de  iOf/ice  des  clases  moyennes,  15  de  Octubre  de  1907,  páginas  303-304 


20  EL   CRÉDITO   POPULAR   URBANO   CON   SOLIDARIDAD    ILIMITADA 

cuya  satisfacción  ha  de  proponerse  el  crédito  popular  burgués.  Señalar 
el  máximum  que  se  puede  prestar  á  cada  socio  es  también  muy  puesto  en 
razón,  ya  que  hay  un  límite  ordinario  más  allá  del  cual  ya  no  se  trata 
del  pequeño  crédito,  sino  del  grande,  objeto  propio  de  los  bancos  or- 
dinarios de  comercio.  Pero,  ¿es  igualmente  aplicable  la  limitación  de 
la  circunscripción,  la  vigilancia  del  préstamo,  la  administración  gra- 
tuita? 

La  limitación  de  la  circunscripción  y  la  consiguiente  vigilancia  del 
préstamo  demandan  por  lo  pronto  que  el  banco  sea  local.  Esto  supuesto, 
pueden  llenarse  las  dos  condiciones  expresadas  ó  por  lo  reducido  de  la 
villa  ó  por  individuación  del  crédito.  Esto  es,  si  la  villa  es  de  escasa 
vecindad,  podrán  encartarse  en  la  cooperativa  todos  los  artesanos  y 
comerciantes,  comoquiera  que  no  hay  dificultad  en  el  conocimiento  mutuo 
de  las  cualidades  personales  y  de  los  negocios.  Si  la  ciudad  es  muy  po- 
pulosa, ya  esto  es  imposible;  mas  puede  el  banco  particularizarse,  dedi- 
cándose á  una  profesión  ó  á  profesiones  muy  afines,  dentro  de  las  cuales 
no  es  difícil  á  los  administradores  conocer  bastantemente  las  condicio- 
nes morales  y  económicas  del  prestatario,  apreciar  el  uso  del  préstamo  y 
vigilarlo  convenientemente.  Digamos  de  paso  qué  otro  medio  equivalente 
ideó  el  Banco  de  pequeño  crédito  de  Francfort.  Unos  doce  sindicatos 
profesionales  se  constituyen  en  otras  tantas  juntas  de  descuento  consul- 
tivas para  su  profesión.  Son  sindicatos  de  garantía  mutua  constituida 
en  esta  forma:  cada  seis  meses  pasan  al  Banco  una  Hsta,  donde  se 
fija  el  importe  máximo  del  crédito  de  cada  socio;  si  los  préstamos  se 
otorgan  dentro  de  estos  Umites,  el  sindicato  respectivo  sale  fiador  del 
socio. 

Vengamos  á  la  administración  gratuita.  Onerosa  é  inaguantable  pare- 
cerá á  no  pocos.  Mas  si  algo  puede  el  ejemplo,  ahí  está  el  de  todas  las- 
cajas  de  ahorro  y  de  numerosos  bancos  de  Italia,  que,  á  pesar  de  los  mu- 
chos negocios  y  considerables  sumas  que  manejan,  se  glorían  de  esa 
clase  de  administración.  Se  ha  de  advertir  que  las  cajas  de  ahorro,  puesto 
caso  que  fueron  primariamente  instituidas  para  el  intento  que  signitica 
su  nombre,  son,  no  obstante,  asimismo  cajas  de  préstamo,  pues  para  colo- 
car fructuosamente  los  ahorros  se  dedican  al  pequeño  crédito,  viniendo 
á  ser  por  esta  causa  bancos  populares.  Cada  uno  se  ha  ingeniado  en  no- 
salir  de  su  región,  haciendo  refluir  el  dinero  á  las  clases  de  donde  había 
salido.  Los  economistas  que  han  estudiado  los  bancos  populares  italia- 
nos, como  León  Say,  Rostand,  Rayneri,  están  contestes  en  atribuir  al  espí- 
ritu de  abnegación  y  de  sacrificio  de  fundadores  y  administradores 
el  progreso  y  opimos  frutos  de  las  instituciones  italianas  del  pequeño 
crédito. 

Notable  por  muchos  conceptos  es  el  Banco  popular  de  Bolonia,  pues 
siendo  así  que  el  movimiento  anual  de  la  Caja  es  de  182  millones  de  liras 
y  las  condiciones  con  que  presta  han  de  traer  muy  ocupada  á  la  admi- 


EL   CRÉDITO   POPULAR   URBANO   CON  SOLIDARIDAD   ILIMITADA  21 

nistración,  es  ésta,  no  obstante,  gratuita.  Para  que  el  lector  se  forme  ¡dea 
de  la  carga  que  pesa  sobre  los  administradores,  vamos  á  puntualizar 
algunos  datos  (1). 

El  solicitante  del  préstamo  ha  de  contestar  al  siguiente  cuestionario 
que  se  le  entrega: 

Si  es  V.  obrero,  ¿quién  es  su  patrono? 

¿Con  qué  intento  pide  V.  prestado? 

¿Por  qué  su  proveedor  no  le  otorga  crédito,  ó  por  qué  no  le  place 
á  usted  ese  crédito? 

¿Quién  es  su  proveedor? 

Señálenos  algunos  de  sus  proveedores  que  puedan  comunicarnos  in- 
formes. 

¿Dónde  piensa  V.  establecerse? 

¿Cuál  es  la  condición  social  de  los  clientes  que  tiene  V.  actualmente? 
Cítenos  algunos  nombres. 

¿Cuál  es  el  monto  de  los  negocios  de  V.? 

¿Cuáles  los  beneficios  aproximados? 

¿Ha  estudiado  V.  bien  las  condiciones  de  la  concurrencia? 

¿Qué  cálculos  ha  hecho  usted  para  determinarse  á  solicitar  este 
préstamo? 

¿Cómo  da  por  descontado  que  con  este  préstamo  logrará  mayor 
provecho? 

¿Este  provecho  bastará  al  reintegro  del  capital  y  de  los  intereses? 

¿Cómo  nos  probará  el  empleo  del  dinero? 

¿Cómo  quiere  que  se  le  vigile? 

Contestado  el  cuestionario,  hace  la  dirección  del  banco  diligente  pes- 
quisa sobre  cada  punto,  presentando  de  todo  una  relación  á  una  comi- 
sión especial,  compuesta  de  delegados  de  diferentes  corporaciones,  en 
vista  de  la  cual,  resuelve  sobre  la  demanda  así  examinada  y  revisada. 
Anótase  la  entrega  del  dinero  al  prestatario,  y  el  comisario  encargado 
escribe  seis  meses  después  un  informe  sobre  lo  acaecido  á  consecuencia 
del  préstamo. 

La  Memoria  referente  al  año  1906,  que  fué  año  enteramente  normal, 
nos  informará  de  los  resultados.  Si  se  atiende  á  la  profesión  de  los  pres- 
tatarios, vese  pasar  por  la  Memoria  toda  la  pequeña  burguesía.  Si  se 
considera  el  destino  del  préstamo,  hallamos  que  de  316  préstamos  de 
producción 

51  se  dedicaron  al  establecimiento  de  un  comercio, 

183  al  adelantamiento  de  un  comercio  existente,  ó  al  aumento  del 
fondo  de  almacén, 

20  á  la  mejora  de  herramientas  manuales, 


(1)    Bulleün  citado,  páginas  342-343. 


22  EL   CRÉDITO   POPULAR   URBANO   CON  SOLIDARIDAD   ILIMITADA 

50  á  la  compra  de  máquinas, 

12  á  reparaciones  importantes. 

Los  plazos  para  el  reembolso  se  acomodan  siempre  á  la  naturaleza 
de  la  operación  planeada  por  el  prestatario. 

Si  la  brevedad  nos  lo  permitiera,  expondríamos  las  múltiples  opera- 
ciones de  la  Caja  de  ahorros  de  Bolonia,  las  cuales  no  obstan  á  la  admi- 
nistración gratuita.  Es  verdad  que  estas  instituciones  italianas  no  están 
cimentadas  en  la  responsabilidad  solidaria  é  ilimitada;  pero  esta  diferen- 
cia nada  importa  para  lo  que  venimos  defendiendo  á  propósito  de  la 
vigilancia  del  préstamo  y  de  la  administración  gratuita. 

Contra  la  última  se  arguye  que  aleja  de  la  administración  á  personas 
muy  capaces  de  desempeñarla  cumplidamente,  aunque  incapaces  de 
hacerlo  gratis.  Cierto;  si  la  multitud  de  los  negocios  ocupase  mucha 
parte  del  tiempo,  sólo  podrían  entregarse  de  la  administración  los  ricos,  y 
aun  no  cualesquiera,  sino  los  desocupados.  En  este  caso,  si  á  los  adminis- 
tradores ó  al  que  carga  con  el  peso  principal  se  cree  conveniente  asig- 
narle alguna  gratificación,  opinamos  que  de  ningún  modo  habría  de  ser 
proporcional  al  giro,  sino  fija  y  determinada;  de  lo  contrario,  podría  acon- 
tecer (y  ojalá  no  hubiese  acontecido)  que  por  la  codicia  de  ganancia 
más  pingüe  se  emprendiesen  á  tontas  y  á  locas  los  negocios. 

Con  las  precauciones  apuntadas  se  suaviza  la  solidaridad  ilimitada. 
Es  verdad  que  no  goza  de  tan  firme  fundamento  como  en  las  Cajas  rura- 
les, donde  se  puede  apreciar  mejor  la  fortuna  de  cada  socio,  donde  los 
bienes  raíces  sirven  de  fianza  inconmovible  y  evidente.  Esta  diferencia 
es  más  notable  si  los  artesanos  y  comerciantes  hacen  verdaderas  opera- 
ciones de  banca  y  de  descuento;  tanto  que  esos  tales  son  excluidos  por 
algunos  del  pequeño  crédito.  Tampoco  los  admite  Durand,  porque,  en  su 
sentir,  por  competente  que  sea  la  administración,  no  es  á  propósito  la 
Caja  de  Raiffeisen  para  la  circulación  del  papel  comercial.  «No  pose- 
yendo, dice,  en  su  cartera  más  que  efectos  suscritos  por  firmas  poco 
estimadas  en  la  banca  por  la  falta  de  notoriedad,  difícilmente  podría 
hacerlos  descontar  por  otro  banco.  No  le  sería  posible,  por  consiguiente, 
competir  con  los  bancos  ordinarios,  y  por  la  fuerza  de  las  cosas  acaba- 
ría por  no  recoger  sino  la  clientela  de  tercer  orden,  la  desechada  por  los 
bancos  comerciales.  Sería,  pues,  imprudencia  grave  hacer  de  la  Caja  de 
Raiffeisen  una  especie  de  banco  popular  para  uso  de  los  pequeños  comer- 
ciantes que  tienen  necesidad  de  hacer  verdaderas  operaciones  de  banca 
y  de  descuento»  (1). 

La  Caja  de  crédito  de  Enghien.—No  han  sido  tan  recelosos  los  co- 
merciantes de  Enghien,  villa  de  Bélgica  de  unos  5.000  habitantes.  La 
clase  modesta  de  los  burgueses,  espoleada  por  el  abate  Berger,  secretario 
de  la  Federación  agrícola  del  Hainaut,  fundó  recientemente  una  Unión 


(1)    La  caisse  rurale,  la  caisse  ouvriére,  pág.  22. 


EL    CRÉDITO   POPULAR   URBANO    CON   SOLIDARIDAD    ILIMITADA  23 

de  comerciantes  y  artesanos,  á  la  cual  va  adherida  una  Caja  de  crédito 
con  responsabilidad  solidaria  é  ilimitada.  Es  la  única  de  esta  clase  en 
Bélgica,  donde,  por  otro  lado,  son  tantas  las  Cajas  rurales  de  Raiffeisen. 
Del  abate  Berger  salió  la  iniciativa;  él  expuso  á  los  fundadores  el  pro  y 
el  contra  de  la  ilimitación,  y  tomándose  tiempo  para  deliberar  los  oyen- 
tes, después  de  varias  consultas,  acordaron  con  voto  unánime  adoptarla. 

La  sociedad  otorga  á  los  socios  préstamos  de  producción;  les  abre 
crédito  determinado  por  el  Consejo  administrativo,  según  reglas  estable- 
cidas y  mediante  garantía;  hace  para  ellos  toda  clase  de  operaciones  de 
descuento  dentro  del  límite  de  la  abertura  de  crédito  ó  de  garantías  es- 
peciales aceptadas  por  el  Consejo.  Recibe  de  los  socios  y  de  los  extra- 
ños sumas  productivas  de  intereses,  que  se  emplean  al  arbitrio  del  Con- 
sejo de  administración,  y  á  unos  y  á  otros  abre  cuentas  corrientes  sobre 
depósito  de  valores  ó  metálico.  El  fondo  social  se  forma  con  partes  de 
100  francos  suscritas  por  los  socios,  cada  uno  de  los  cuales  ha  de  tomar 
por  lo  menos  una.  El  mínimum  del  fondo  social  es  de  500  francos.  Se  fija 
la  duración  de  la  sociedad  en  treinta  años,  á  partir  del  1."  de  Enero 
de  1907.  Los  beneficios  se  reparten  de  esta  suerte:  L")  5  por  100  para  el 
fondo  de  reserva;  2.")  la  suma  necesaria  para  satisfacer  al  capital  des- 
embolsado un  interés  del  5  por  100;  3.")  una  parte,  que  no  pase  de  un 
tercio  del  beneficio  total,  para  el  fondo  de  previsión;  4.")  del  resto  se 
harán  dos  porciones  iguales:  la  primera  se  repartirá  entre  todos  los 
socios;  la  segunda  entre  los  socios  que  hubieren  hecho  operaciones  con 
la  sociedad  á  prorrata  de  los  intereses  ó  adeudados  ó  acreditados  por 
ella.  El  Consejo  de  administración  puede  sacar  del  fondo  de  reserva  de 
los  ejercicios  que  se  salden  con  beneficio  un  tanto  para  el  personal  em- 
pleado. 

Todos  los  socios  han  de  pertenecer  al  municipio  de  Enghien,  á  fin  de 
que  mutuamente  se  conozcan:  48  había  el  año  pasado.  La  importancia 
de  los  préstamos  hechos  es  variable:  uno  se  hizo  de  20.000  francos;  los 
más  son  de  500.  Las  garantías  se  constituyen  de  ordinario  por  el  des- 
cuento de  recibos;  rara  vez  con  hipoteca.  Los  socios  han  de  llevar  en 
regla  la  contabilidad,  tener  un  copiador  de  cartas  y  otro  de  facturas; 
todo  lo  cual  puede  ser  fiscalizado  por  el  Consejo.  Se  presta  al  4  por  100 
y  se  reciben  depósitos  al  3,25  por  100;  25  francos  es  la  cantidad  mínima 
que  se  ha  de  ingresar  en  cuentas  corrientes  para  que  devengue  interés. 
El  Consejo  de  administración  fué  elegido  por  los  comerciantes  entre  los 
de  su  gremio.  Se  compone  de  tres  miembros,  que  al  tiempo  de  renovar  el 
mandato  presentan  una  lista  de  elegibles  para  evitar  toda  influencia  ne- 
fasta. La  Caja  pensaba  unirse  con  otra  cooperativa  burguesa  de  crédito 
de  Wetteren  y  organizar  con  ella  una  Caja  central  de  compensación.  El 
reglamento  de  esta  central,  los  estatutos  de  la  Unión  de  artesanos  y 
comerciantes  y  los  estatutos  y  reglamento  de  la  Caja  de  crédito  de 
Enghien  pueden  verse  en  el  Manuel  social  de  L'Action  Populaire,  pági- 


24  EL  CRÉDITO   POPULAR   URBANO   CON   SOLIDARIDAD   ILIMITADA 

ñas  180-194,  En  nota  copiamos  textualmente  el  balance  último  de  la 
Caja  de  crédito  de  Enghien,  que  nos  ha  procurado  del  director  el  Padre 
Bausili,  de  nuestra  Compañía.  Á  uno  y  otro  damos  desde  aquí  las  más 
sinceras  gracias  (1). 

N.  NOQUER. 
(Concluirá). 


(1)  BILAN  AU  31  DÉCEMBRE  1908. 

A€TIF 

Capital  non  versé 4.400,00 

Comptes-courants 7.439,35 

Débiteurs 30.881,85 

Intéréts  échus 192,00 

Premier  établissement 208,95 

Valeurs  deposées  en  naníissement: 

Titres 12.800 

Autres 2.200  15.000,00 

Effets,  cheques  et  quittances  deposées  en  garantía 9.713,56 


67.835,71 

PASSIF 

Capital  souscrit 4.500,00 

Comptes  courants  créditears 37,891,79 

Frais  généraux  dus 50,00 

Nantissement 15.000,00 

Garanties 9.713,56       24.713,56 

Profits  et  pertes. 

Produits: 

Intéréts  capitalisés 1 .051 ,30 

»      échus 192,00 

»      encaissés 645,20 

Change  de  papiers  étrangers 6,60 

Encaissements 139,51 

2.034,61 

Charges: 

Frais  généraux. 104,60 

Intéréts  capitalisés 1.249,35 

Profits  et  pertes 0,30         1.354,25  680,36 

67.835,71 


Las  misiones  católicas  entre  infieles  ^^\ 


Indostán. — Dejando  las  misiones  africanas  y  atravesando  por  los 
pueblos  mahometanos  del  Asia,  llegamos  á  la  misión  del  Indostán,  una 
de  las  más  importantes  en  la  actualidad.  El  Indostán,  con  la  isla  de 
Ceilán,  forma  una  inmensa  península  de  3.856.000  kilómetros  cuadrados 
y  cerca  de  300  millones  de  habitantes,  abigarrada  mezcla  de  pueblos 
mucho  más  diversos  entre  sí  que  los  europeos,  pero  unidos  exterior- 
mente  casi  todos  bajo  el  dominio  directo  ó  indirecto  de  la  Gran  Bretaña. 
La  religión  dominante  es  el  Brahmanismo,  que  cuenta  con  más  de  200 
millones  de  adeptos,  y  sigue  después  el  Mahometismo,  con  más  de  62 
iTiillones.  Precisamente  de  aquí  nace  la  mayor  dificultad  de  la  misión  en 
el  Indostán;  pues  si  los  musulmanes  son  los  infieles  más  difíciles  de  con- 
vertir, indudablemente  les  siguen  en  obstinación  los  sectarios  del  Brah- 
manismo. Esta  obstinación  es  debida  principalmente  á  las  castas.  Ni  el 
clima,  en  general  ardiente  para  los  europeos,  ni  las  famosas  hambres  y 
pestilencias  que  diezman  las  poblaciones,  ni  los  tigres  y  serpientes,  que 
causan  tantos  millares  de  víctimas,  pueden  llamarse  dificultades  serias 
para  el  misionero,  en  comparación  de  la  dificultad  de  las  castas.  El 
hacerse  cristiano  equivale  comúnmente  entre  aquellos  infieles  á  perder  la 
casta,  y  la  casta  es  para  ellos  mucho  más  que  para  nosotros  la  patria  y 
la  familia;  un  hombre  sin  casta  es  cien  veces  inferior  á  un  esclavo,  es  un 
reptil  inmundo,  á  quien  todos  tienen  derecho  á  pisotear,  cuyo  solo  aliento 
basta  para  inficionar  y  hacer  inmundo  al  más  soberbio  brahmán. 

Mérito  sin  igual  es  por  lo  mismo  el  de  los  misioneros  católicos  al 
haber  ido  avanzando  constantemente  durante  el  siglo  XIX  en  la  evange- 
lización  del  Indostán;  y  aquella  Iglesia,  que  á  fines  del  siglo  XVIII  y  prin- 
cipios del  XIX  había  sufrido,  por  las  causas  indicadas  al  principio,  más 
quizá  que  ninguna  otra,  y  que  además  estuvo  perturbada  hasta  el  Con- 
cordato de  León  XIII  en  1886  por  la  propaganda  insensata,  las  turbu- 
lencias y  el  cisma  del  clero  goanés,  presenta  hoy  día  un  aspecto  conso- 
lador. Hay  que  confesar,  sí,  que  los  progresos  son  lentos;  pero  el  hecho 
es  que  se  progresa  constantemente,  y  eso  á  pesar  de  la  escasez  de  re- 
cursos y  de  misioneros.  Hay  que  tener  además  en  cuenta  que  en  el 
Indostán  se  está  verificando  una  evolución,  no  tan  rápida  ciertamente 
como  la  de  la  China,  pero  sin  dudaradicalísima.  La  cultura  europea,  con 
todos  sus  vicios  y  todas  sus  virtudes,  va  penetrando  en  todo  el  cuerpo 
social  indio;  el  paria  ilustrado  está  ya  muy  lejos  de  retirarse  70  ó  90 


(1)    Véase  Razón  y  Fe,  t  XXV,  pá?.  2')3. 


26  LAS   MISIONES   CATÓLICAS   ENTRE   INFIELES 

pasos  del  camino  para  no  contagiar  con  su  aliento  á  un  presumido 
brahmán,  al  cual  tiene  quizá  bajo  su  dependencia  en  alguna  oficina  del 
Gobierno  inglés.  Por  eso  hay  que  fomentar  hoy  más  que  nunca  la 
misión  del  Indostán,  pues  si  la  misión  está  bien  preparada,  el  día  en  que 
caigan  las  barreras  de  las  castas  se  recogerá  con  abundancia  el  fruto  de 
los  trabajos  de  muchos  años.  Pero  veamos  el  estado  de  algunas  misiones 
principales  de  aquel  continente. 

Al  sur  del  Indostán  y  casi  unida  con  el  continente  se  encuentra  la  her- 
mosa isla  de  Ceilán,  poblada  por  cerca  de  cuatro  millones  de  habitantes, 
de  los  cuales  más  de  la  mitad  son  budistas,  que  se  distinguen  por  su  ar- 
diente fanatismo.  En  especial  cuando  la  guerra  ruso-japonesa  tuvieron  los 
católicos  no  poco  que  padecer  de  estos  sectarios,  que  consideraban  el 
triunfo  de  los  japoneses  como  una  victoria  del  Budismo  sobre  el  Cristia- 
nismo. Sin  embargo,  las  misiones  católicas  presentan  allí  un  aspecto  muy 
halagüeño.  La  isla  está  dividida  en  cinco  distritos  eclesiásticos:  Colombo 
y  Jaffna,  que  son  los  principales,  al  cuidado  de  los  Oblatos  de  María  In- 
maculada; Kandy,  al  de  los  benedictinos;  Trincomali,  al  de  los  jesuítas 
franceses,  y  Galle,  al  de  los  jesuítas  belgas.  En  1885  se  contaban  en  la 
isla  poco  más  de  200.000  católicos,  hoy  pasan  bastante  de  300.000;  en- 
tonces no  llegaban  los  niños  de  sus  escuelas  á  20.000  y  hoy  pasan  de 
50.000.  El  mismo  paso  han  seguido  los  colegios,  hospitales,  etc.  En  1830 
había  26  sacerdotes  y  ahora  pasan  de  200.  Además,  desde  1902  se  reúnen 
los  católicos  anualmente  en  un  Congreso  católico,  para  deliberar  sobre 
las  cuestiones  religiosopolíticas  y  sociales;  para  las  primeras  existe  ade- 
más la  asociación  Catholic  Union  of  Ceylan,  y  para  las  segundas  el  Ca- 
tholic  Club.  También  la  vida  religiosa  se  desarrolla  pujante  entre  los  ca- 
tólicos de  Ceilán;  en  ella  ejerce  no  poca  influencia  el  célebre  santuario  de 
la  Virgen  en  Maddu,  adonde  acuden  todos  los  años  el  día  de  la  Asunción 
unos  25.000  peregrinos.  No  dejaremos  á  Ceilán  sin  mencionar  el  Semi- 
nario Pontificio  de  Kandy,  fundado  en  1894  por  León  Xlll  y  confiado  á 
los  jesuítas  belgas.  El  objeto  que  se  propuso  León  XIII  fué  fundar  un 
seminario  modelo  que  pudiese  competir  con  los  mejores  de  Europa, 
siendo  además  un  establecimiento  central  para  aquellas  diócesis  del  In- 
dostán que  no  poseían  seminario  propio.  Grandes  eran  los  temores  que 
se  abrigaban  por  el  éxito  del  establecimiento,  especialmente  por  haber 
de  acudir  allí  alumnos  de  las  más  diversas  razas  y  castas.  Pero  los  bri- 
llantes éxitos  obtenidos  han  demostrado  que  tenía  razón  León  XIII  al 
fundar  en  él  grandes  esperanzas  para  el  porvenir  c^el  Indostán.  Según 
testimonio  del  conocido  P.  Van  der  Aa,ni  en  lo  que  toca  al  espíritu,  ni  en 
lo  que  se  refiere  al  estudio  tiene  el  seminario  de  Kandy  nada  que  envidiar 
á  los  mejores  seminarios  de  Europa. 

En  el  extremo  sudeste  de  la  península  indostánica  se  encuentra  la 
célebre  misión  del  Maduré,  una  de  las  más  florecientes  del  Indostán. 
Confiada  á  los  jesuítas  franceses  en  1836,  la  encontraron  éstos  en  un 


LAS  MISIONES  CATÓLICAS  ENTRE  INFIELES  27 

estado  de  abatimiento  indecible,  aumentando  la  dificultad  las  intrigas  de 
los  sacerdotes  goaneses.  Pero  la  constancia  de  los  misioneros  logró  ven- 
cer todos  los  obstáculos;  se  fueron  levantando  iglesias,  escuelas,  hospi- 
tales, etc.,  y  se  consiguió  renovar  el  fervor  de  los  fieles  é  ir  aumentando 
poco  á  poco  su  número,  hasta  lograr  casi  duplicarlo.  Hoy  cuenta  la  dió- 
cesis con  más  de  250.000  católicos,  á  cuyo  cuidado  están  un  Obispo  y 
79  Padres  jesuítas  franceses,  27  Padres  y  18  sacerdotes  seglares  indígenas. 
El  último  año  hubo,  además  de  los  bautismos  de  niños  cristianos  y  de 
4.636  niños  paganos  bautizados  en  el  artículo  de  la  muerte,  5.681  bautis- 
mos de  adultos  infieles  y  de  sus  niños,  y  149  conversiones  de  herejes.  La 
principal  institución  de  la  misión  del  Maduré  es  el  Colegio-Universidad 
de  San  José  en  Trichinópoli,  afiliado  á  la  Universidad  de  Madras,  y 
baluarte  del  Catolicismo  en  el  sur  del  Indostán.  Tiene  1.755  alumnos,  de 
ellos  662  católicos,  15  protestantes,  990  paganos  y  88  mahometanos.  Á 
la  ayuda  del  colegio  se  debe  el  que  muchos  católicos,  que  pertenecen 
en  su  gran  mayoría  á  las  clases  pobres,  hayan  podido  proporcionar  á 
sus  hijos  una  educación  sólida  y  esmerada,  y  el  que  se  encuentren  hoy 
muchos  católicos,  antiguos  alumnos  de  Trichinópoli,  ocupando  puestos 
ventajosos  é  influyentes  en  la  sociedad;  además  han  salido  del  colegio 
más  de  100  sacerdotes  ó  religiosos.  Además  el  fruto  con  los  alumnos 
paganos,  pertenecientes  en  su  inmensa  mayoría  á  la  casta  de  los  brahma- 
nes, ha  sido  muy  notable;  pues  no  sólo  salen  de  la  Universidad  con  ¡deas 
favorables  al  Catolicismo,  y  que  preparan  el  camino  para  futuras  con- 
versiones, sino  que  de  ahí  ha  tenido  principio  un  movimiento  de  conver- 
siones de  brahmanes  al  Catolicismo  que,  aunque  muy  lento,  puede  tener 
grandes  consecuencias.  Así  lo  comprendieron  los  brahmanes,  que  movie- 
ron ruidosos  escándalos  al  iniciarse  en  1891  las  conversiones,  y  hasta  el 
presente  persiguen  con  saña  infernal  á  los  convertidos.  Entre  todos  los 
católicos  del  Indostán  resonó  un  grito  de  júbilo  al  ver  abierta  por  el 
Catolicismo  una  brecha  en  la  orguUosa  casta  que  opone  una  barrera  casi 
infranqueable  al  Evangelio.  Se  podrá  discutir  si  la  salvación  del  Indostán 
ha  de  venir  de  arriba  ó  de  abajo,  es  decir,  ó  por  medio  de  esa  casta  de 
los  brahmanes,  orgullosa,  sí,  pero  de  superiores  cualidades  intelectuales, 
morales  y  aun  físicas,  ó  por  medio  de  los  parias  y  castas  inferiores,  que, 
elevándose  del  bajo  nivel  en  que  se  encuentran,  quebranten  con  su  supe- 
rioridad numérica  la  tiranía  de  las  castas  superiores.  Lo  que  no  se  puede 
dudar  es  que  el  fervor  de  esos  brahmanes  convertidos,  que,  pobres  y  per- 
seguidos se  mantienen  con  heroica  firmeza  fieles  á  nuestra  santa  Religión, 
que  cada  día  oyen  Misa  y  reciben  en  su  mayoría  el  pan  de  los  ángeles 
mezclados  con  los  sudras  y  los  parias,  es  un  gran  motivo  de  consuelo  y 
de  esperanza  para  la  misión  del  Indostán. 

Al  norte  del  Maduré  se  encuentran  las  cuatro  misiones  dirigidas  por 
los  sacerdotes  de  Misiones  extranjeras  de  París;  el  arzobispado  de 
Pondichery,  con  tres  Obispos  sufragáneos.  Desde  1873  empezó  para 


28  LAS   MISIONES   CATÓLICAS   ENTRE   INFIELES 

estas  misiones  un  período  de  extraordinario  florecimiento;  en  trece  años 
aumentó  el  número  de  fieles  en  más  de  76.000.  Actualmente  las  conver- 
siones son  poco  numerosas,  debido  sobre  todo  á  la  escasez  de  personal 
y  falta  de  recursos.  Con  todo,  el  número  de  católicos  asciende  á  313.898, 
con  273  sacerdotes,  de  ellos  59  indígenas.  Entre  los  colegios  de  segunda 
enseñanza  de  estas  misiones  merece  especial  mención  el  de  Pondichery, 
con  unos  1.100  alumnos. 

En  la  costa  sudoeste  del  Indostán,  desde  el  Cabo  de  Comorín  hasta 
poco  más  arriba  de  Goa,  se  extiende  una  serie  de  misiones  que  cuentan 
con  cerca  de  un  millón  de  católicos.  De  ellos,  más  de  300.000  pertenecen 
á  los  tres  vicariatos  regidos  por  el  clero  indígena  del  rito  siro-malabar. 
Desde  1896,  en  que  León  XIII  colocó  al  frente  de  estos  tres  vicariatos  á 
Prelados  indígenas,  se  ha  aumentado  notablemente  el  número  de  iglesias, 
y  tampoco  han  faltado  conversiones,  sobre  todo  en  el  vicariato  de 
Changanacherry,  donde  el  término  medio  de  conversiones  ha  sido  casi 
de  1.000  por  año.  También  florecen  las  escuelas,  á  las  que  acuden  más 
de  40.000  niños.  Pero  hay  que  confesar  que  el  clero  siro-malabar  dista 
todavía  bastante  de  tener  el  celo  de  los  misioneros  europeos  y  de  los 
sacerdotes  indígenas  de  otras  misiones,  falta  debida  principalmente  á  las 
grandes  turbulencias  que  agitaron  estas  tierras  en  buena  parte  del 
siglo  XIX,  y  á  la  deficiente  formación  que  daban  al  clero  los  monjes 
malabares.  Ahora,  pasadas  las  revueltas  y  educándose  como  se  educa  el 
clero  en  buenos  seminarios,  se  puede  esperar  mucho  de  estos  tres  vica- 
riatos, pues  en  ellos  existen  dos  elementos  que  faltan  en  casi  todas  las 
misiones:  un  clero  abundante,  como  que  hay  allí  423  sacerdotes,  y  recur- 
sos económicos,  pues  entre  los  cristianos  siro-malabares  abundan  los 
bienes  de  fortuna. 

En  los  mismos  reinos  de  Travancor  y  Cochín,  donde  se  encuentran 
esos  tres  vicariatos,  están  también  enclavados  el  arzobispado  de  Verá- 
poly  y  el  obispado  de  Quilón,  al  cargo  de  religiosos  carmelitas.  Los  mis- 
mos católicos  siro-malabares  estuvieron  hasta  1887  bajo  la  dirección  de 
estos  celosos  religiosos,  á  los  cuales  deben  en  gran  parte  el  haber  aban- 
donado el  cisma  para  unirse  con  la  Iglesia  católica.  En  sus  dos  diócesis 
tienen  los  carmelitas  cerca  de  200.000  católicos;  á  sus  numerosas  escue- 
las acuden  17.955  niños,  y  á  sus  colegios  de  segunda  enseñanza  2.787 
jóvenes;  los  sacerdotes  son  143,  de  ellos  108  indígenas.  Cada  año  se 
convierten  en  estas  diócesis  bastantes  centenares  de  infieles,  y  eso  á 
pesar  de  estar  la  atención  de  los  misioneros  casi  absorbida  con  el  ser- 
vicio de  los  católicos;  pero  la  inclinación  de  los  gentiles  hacia  nuestra 
santa  Religión  es  tal,  que,  como  notan  con  razón  los  misioneros,  si  conta- 
ran con  recursos  suficientes,  y  sobre  todo  con  más  personal,  se  conver- 
tirían cada  año  muchos  miles. 

Á  lo  largo  de  la  costa  de  Malabar  hallamos  asimismo  el  obispado 
de  Cochín,  por  lo  demás  sufragáneo  de  Goa.  Entre  el  obispado  de 


LAS   MISIONES   CATÓLICAS   ENTRE   INFIELES  29 

Cochín  y  el  patriarcado  de  Goa  reúnen  425.000  católicos,  con  numeroso 
clero,  unos  700  sacerdotes,  indígenas  en  su  inmensa  mayoría.  Pero  es 
muy  escasa  la  actividad  que  allí  se  despliega  para  convertir  infieles. 
Algo  más  halagüeño  es  el  estado  de  los  católicos,  que,  envueltos  durante 
mucho  tiempo,  por  culpa  de  sus  pastores  y  del  Gobierno  portugués,  en 
disidencias  y  hasta  en  un  cisma  con  la  Santa  Sede,  por  fin,  desde  1886, 
pudieron,  en  unión  de  Roma  y  bajo  la  dirección  del  excelente  Patriarca 
Antonio  Sebastián  Valente,  empezar  una  obra  de  sólida  regeneración 
interior,  que  es  la  primera  condición  para  trabajar  con  eficacia  en  la 
obra  de  la  conversión  de  los  gentiles.  Lo  dicho  sobre  Goa  se  puede 
aplicar  á  otras  dos  diócesis  sufragáneas  suyas:  Damao,  al  norte,  y  Me- 
liapur  en  la  costa  oriental;  entre  las  dos  reúnen  146.000  fieles,  con  158 
sacerdotes,  indígenas  en  su  gran  mayoría. 

Una  breve  mención  siquiera  merece  el  obispado  de  Mangalor,  al  sur 
de  Goa,  dirigido  por  Padres  jesuítas  italianos.  Llegaron  éstos  ala  misión 
en  1878,  encontrándola  en  gran  abandono.  En  treinta  años  ha  aumentado 
la  misión  en  unos  40.000  fieles.  Entre  los  93.000  católicos  de  la  diócesis 
se  ve  florecer  la  vida  religiosa,  y  el  Colegio-Universidad  de  San  Luis,  en 
Mangalor,  con  500  discípulos,  es  de  los  más  afamados  del  Indostán.  Los 
sacerdotes  encargados  de  la  misión  son  tan  sólo  42  jesuítas  y  57  sacer- 
dotes indígenas;  por  eso  quedan  muy  pocos  que  puedan  dedicarse  á  la 
conversión  de  los  infieles. 

Hasta  ahora  hemos  descrito  las  principales  misiones  del  Indostán 
situadas  al  sur  de  Goa;  las  otras  misiones  del  Indostán  central  y  septen- 
trional apenas  merecen  mención  especial,  exceptuando  la  de  Calcuta, 
pues  el  número  de  católicos  y  misioneros  en  ellas  es  muy  pequeño.  En 
cambio,  los  territorios  suelen  ser  enormes  y  muy  poblados;  de  modo  que 
estas  tierras  son  de  las  más  necesitadas  entre  todas  las  misiones.  Como 
muestra  citaremos  las  cinco  misiones  del  Norte,  confiadas  á  los  religiosos 
capuchinos  italianos,  austríacos,  franceses  y  belgas.  Estas  cinco  regiones 
tienen  unos  100  millones  de  infieles,  y  sólo  129  Padres  misioneros.  No  hay 
duda  que  aun  este  último  número  representa  un  progreso  respecto  á  los 
tiempos  anteriores:  en  1840  no  había  en  todo  ese  vastísimo  territorio  más 
que  seis  sacerdotes.  Pero  es  urgente  el  envío  de  nuevos  operarios  á  esta 
viña  tan  poco  cultivada,  tanto  más  cuanto  que  en  ella  abundan  los  emisa- 
rios protestantes,  que  por  añadidura  disponen  de  grandes  recursos.  Los 
católicos  son  en  junto  32.000.  Un  movimiento  decisivo  hacia  el  Catoli- 
cismo se  ha  iniciado  en  los  últimos  años  en  el  arzobispado  de  Agrá.  El 
bajá  de  Tajpur,  hombre  inteligente  y  reflexivo  que  había  abrazado  el  Pro- 
testantismo, comenzó  á  tratar  de  religión  en  un  viaje  de  Europa  al  Indostán 
con  el  capuchino  italiano  P.  Pómulo;  el  resultado  fué  la  conversión  del 
bajá  al  Catolicismo.  El  príncipe  oye  Misa  y  comulga  todos  los  días  en  la 
hermosa  iglesia  que  ha  edificado  en  Tajpur,  y  se  espera,  con  fundamento, 
que  no  ha  de  pasar  mucho  tiempo  sin  que  al  menos  los  50.000  subditos 


30  LAS  MISIONES   CATÓLICAS   ENTRE   INFIELES 

del  bajá  abracen  el  Catolicismo.  Otra  esperanza  de  las  misiones  del 
Indostán  septentrional  es  el  magnífico  Colegio-Universidad  de  San  Fran- 
cisco Javier,  en  Bombay,  dirigido  por  jesuítas  alemanes;  cuenta  con 
unos  1.700  estudiantes. 

La  misión  más  fructuosa  del  Indostán  es  hoy  día  la  de  Calcuta,  al 
cuidado  de  los  jesuítas  belgas.  En  1862  encontraron  éstos  en  la  misión 
poco  más  de  7.000  católicos;  el  abandono  era  tan  grande,  que  pocos 
años  antes  habían  caído  en  el  Protestantismo  unos  3.000  católicos.  La 
primera  labor  de  los  misioneros  se  dirigió  á  renovar  el  espíritu  religioso 
de  los  católicos  y  á  levantar  el  crédito  y  robustecer  la  influencia  del  Ca- 
tolicismo, y  además  de  edifi:ar  varias  iglesias,  levantaron  en  Calcuta  el 
hermoso  Colegio  Universidad  de  San  Francisco  Javier,  al  que  acuden 
unos  900  estudiantes.  Después  empezó  la  misión  propiamente  dicha. 
En  1869  entró  el  primer  misionero  católico  en  la  región,  después  tan 
celebrada,  de  Chota  Nagpur.  Allí  trabajaban  desde  1844  los  misioneros 
protestantes,  y  en  los  primeros  años  fueron  casi  infructuosos  los  traba- 
jos de  los  misioneros  católicos.  Pero  después  empezaron  á  ser  menos 
raras  las  conversiones,  y  en  el  año  1885  se  acercaban  ya  los  neófitos 
á  3.000.  Entonces  se  presentó  el  apóstol  de  Chota  Nagpur,  el  P.  Lievens. 
Comenzó  éste  por  estudiar  á  fondo  las  leyes  indígenas,  para  poder  librar 
á  los  pobres  trabajadores  del  campo,  pertenecientes  á  la  tribu  de  los 
Kols,  una  de  las  primitivas  del  Indostán,  de  las  enormes  vejaciones  que 
sufrían  por  parte  de  los  propietarios  y  arrendatarios  indios.  Aquellos  po- 
bres trabajadores,  que  antes  no  tenían  otro  recurso  para  salir  de  su  opre- 
sión que  abandonar  su  patria,  encontraron  en  el  P.  Lievens  un  abogado 
competente  y  decidido,  á  quien  no  arredraban  las  intrigas  y  amenazas 
de  los  poderosos.  Si  á  esto  se  añade  el  celo  infatigable  y  la  caridad  sin 
límites  del  P,  Lievens,  no  es  de  extrañar  que  aldeas  enteras  pidieran  el 
santo  Bautismo,  y  que  el  número  de  católicos  se  elevara  en  siete  años 
á  50.000.  La  muerte  del  P.  Lievens  en  la  flor  de  su  edad,  víctima  de  los 
trabajos  sin  cuento  que  tuvo  que  sufrir,  trajo  algunos  años  difíciles  para 
la  misión,  pues  los  opresores  de  los  Kols,  por  una  parte,  y  los  protestan- 
tes, por  otra,  redoblaron  sus  esfuerzos  para  acabar,  á  ser  posible,  con  ella. 
Mas  los  misioneros  católicos  lograron  contrarrestar  los  ataques  de  los 
adversarios,  y  aun  ir  aumentando  el  número  de  cristianos  y  catecúme- 
nos. Y  he  aquí  que  en  1907,  cuando  menos  se  esperaba,  en  el  Estado  in- 
dependiente de  Jashpur,  donde  no  había  penetrado  ningún  misionero, 
empieza  para  la  misión  un  nuevo  período  de  conversiones  en  masa.  Al- 
gunos neófitos  de  Chota  Nagpur,  que  habían  ido  á  trabajar  á  Jashpur, 
persuadieron  á  sus  hermanos  de  raza,  los  Kols  de  aquel  Estado,  que  de- 
bían hacerse  católicos,  y  50.000  gentiles  más  se  agolpan  para  entrar  en 
el  redil  del  Buen  Pastor;  pueblos  enteros,  con  música  y  banderas  é  inde- 
cible regocijo,  salen  á  recibir  al  misionero,  á  quien  no  han  visto  nunca, 
y  le  ruegan  instantemente  que  les  envíe  catequistas  para  instruirse  en  las 


LAS  MISIONES  CATÓLICAS  ENTRE   INFIELES  31 

verdades  de  nuestra  fe.  Las  consecuencias  de  este  movimiento  pueden 
ser  muy  grandes,  pues  sería  fácil  que  se  extendiera  á  los  tres  millones 
que  componen  la  tribu  de  los  Kols;  por  otra  parte,  de  esta  tribu  de  abo- 
rígenes, entre  los  cuales  no  se  conocen  las  castas,  se  pueden  formar,  no 
sólo  buenos  cristianos,  sino  también,  con  el  tiempo,  excelentes  sacerdo- 
tes. Lástima  que  la  escasez  de  misioneros  no  permita  trabajar  con  la 
tribu  de  los  Santals,  asimismo  aborigen  y  sin  castas  y  dedicada  á  la  agri- 
cultura, así  como  con  los  pastores  del  Sikkim  inglés,  al  norte  de  la  mi- 
sión, y  con  los  habitantes  de  Orissa,  al  sur;  en  todas  estas  partes  está  el 
terreno  bien  dispuesto,  pero  faltan  los  operarios  necesarios  para  un  te- 
rreno poblado  por  20  millones  de  habitantes.  La  estadística  de  la  misión 
de  Calcuta  nos  da  las  siguientes  cifras:  101.008  católicos,  79.549  catecú- 
menos, 103  Padres  belgas  y  dos  sacerdotes  indígenas;  en  las  escuelas 
hay  cerca  de  10.000  niños;  notable  es  el  número  de  catequistas,  pues 
pasan  de  500;  el  último  año,  además  de  los  millares  de  infieles  conver- 
tidos, se  convirtieron  también  1.500  protestantes. 

Si  consideramos  en  conjunto  la  misión  del  Indostán,  vemos  en  ella, 
aparte  de  las  dificultades  externas,  de  las  cuales  la  principal  es  la  de  las 
castas,  dificultades  interiores  que  retardan  el  desarrollo  de  esta  impor- 
tantísima misión.  La  principal  de  estas  dificultades  interiores  es  la  esca- 
sez de  misioneros  que  reina  en  muchas  partes,  donde  el  mismo  aumento 
de  los  católicos  ha  hecho  que  los  misioneros  tengan  que  estar  tan  ocu- 
pados con  ellos,  que  apenas  puedan  atender  á  la  conversión  de  los  gen- 
tiles. De  aquí  el  escaso  número  de  catecúmenos,  excepto  en  la  misión  de 
Calcuta,  que  tiene  más  que  todas  las  del  Indostán  juntas.  Á  pesar  de 
todo,  es  altamente  consolador  ver  que  el  progreso  ha  sido  constante 
desde  hace  un  siglo.  Á  principios  del  siglo  XIX  había  en  el  Indostán 
poco  más  de  medio  millón  de  católicos;  hoy  pasan  de  2.300.000;  es 
decir,  que  su  número  se  ha  cuadruplicado.  Los  sacerdotes  europeos  son 
más  de  1.000,  los  indígenas  1.600.  Hay  además  500  religiosos  no  sacer- 
dotes, y  unas  3.000  religiosas,  de  las  cuales  son  indígenas  casi  la  mitad; 
á  las  escuelas  de  primera  enseñanza  de  la  misión  acuden  más  de  180.000 
niños;  la  segunda  enseñanza  y  la  superior  cuentan  con  unos  30.000 
alumnos. 

Indo-China. — Á  la  misión  del  Indostán  sigue  la  de  la  Indo-China,  que, 
como  el  mismo  nombre  lo  indica,  participa  de  la  influencia  de  la  India  y 
de  la  China.  En  la  parte  occidental,  es  decir,  en  las  posesiones  inglesas 
y  Siam,  predomina  el  elemento  indio;  en  la  oriental,  ó  sea  en  la  Indo- 
China  francesa,  el  chino.  Las  misiones  de  la  parte  occidental  están 
aún  poco  desarrolladas;  entre  todas  sólo  cuentan  130.000  católicos,  muy 
poco  ciertamente  en  una  población  de  unos  20  millones  de  habitantes; 
pero  hay  que  tener  en  cuenta  que  á  mediados  del  siglo  pasado  contaban 
poco  más  de  10.000.  Especialmente  fructuosos  han  sido  los  trabajos  de 
los  misioneros  con  los  Carenos,  pueblo  atrasado,  pero  de  muy  buenas 


32  LAS   MISIONES    CATÓLICAS   ENTRE   INFIELES 

cualidades,  que  habita  los  bosques  de  la  Birmania.  Pero  el  elemento  más 
sano,  donde  la  palabra  del  misionero  cae  en  terreno  preparado,  lo  for- 
man los  colonos  chinos;  sólo  en  la  diócesis  de  Malaca  han  abrazado 
12.000  de  ellos  el  Catolicismo,  y  los  misioneros  se  hacen  lenguas  de  la 
solidez  y  fervor  de  estos  neófitos.  Los  misioneros  de  estas  regiones 
son  225,  en  su  gran  mayoría  sacerdotes  de  las  Misiones  extranjeras  de 
París;  á  las  escuelas  católicas  asisten  más  de  20.000  alumnos. 

En  la  Indo-China  francesa,  cuyo  número  de  habitantes  pasa  de  20  mi- 
llones, de  religión  budista  en  su  gran  mayoría,  encontramos  «la  Iglesia 
de  los  mártires»,  la  Iglesia  annamita,  que  renovó  en  el  siglo  XIX  los 
ejemplos  heroicos  de  los  cristianos  japoneses  y  de  los  primeros  cristia- 
nos. Ya  en  tiempo  del  emperador  Minh-Menh  (1820-1841)  murieron  por 
la  fe  numerosos  cristianos  y  los  dominicos  Clemente  Ignacio  Delgado, 
Vicario  apostólico,  y  su  coadjutor  Domingo  Henares,  el  Provincial  José 
Fernández  y  otros  siete  más  (beatificados  todos  en  1900).  Pero  ¿quién 
puede  describir  la  furiosa  persecución  movida  en  el  imperio  del  sangui- 
nario Tu-Duc,  que  se  había  propuesto,  como  él  decía  «arrancar  de  raíz 
la  venenosa  planta  del  Cristianismo»?  Mas  á  pesar  de  que  desde  1848  ve- 
nía corriendo  de  nuevo  la  sangre  de  los  mártires,  en  1855  se  reunían  ani- 
mosos en  sínodo  diocesano  en  el  Tonkín  central  varios  dominicos  espa- 
ñoles y  sacerdotes  indígenas,  y  á  las  fiestas  acudían  valientes 20.000  fie- 
les. Pero  de  1855  á  1852  la  persecución  se  desencadenó  más  violenta 
que  nunca;  sólo  los  dominicos  tuvieron  en  este  tiempo  28  mártires,  entre 
ellos  nuestros  compatriotas  Valentín  Berrio-Ociioc,  Jerónimo  Hermosilla 
y  Pedro  Almató,  beatificados  en  1936;  más  de  100  sacerdotes  del  clero 
indígena  derramaron  su  sangre  por  Jesucristo;  cerca  de  100  aldeas  cris- 
tianas fueron  reducidas  á  pavesas;  10.000  cristianos  de  los  principales 
fueron  encarcelados,  y  más  de  la  mitad  de  ellos  murieron  por  la  fe  en 
todo  género  de  tormentos:  unos  decapitados,  otros  ahogados;  á  éstos 
se  les  mataba  de  hambre,  aquéllos  eran  pisoteados  por  elefantes, 
enterrados  ó  quemados  vivos;  se  quitaban  las  casas  y  bienes  á  los  cris- 
tianos para  darlos  á  los  paganos,  y  así  quedaron  dispersos  los  cristia- 
nos de  2.000  cristiandades,  y  40.000  fieles  perecieron  en  la  dispersión  á 
consecuencia  de  la  miseria  y  los  malos  tratamientos.  En  1871,  cuando 
la  persecución  había  pasado,  se  reunían  en  el  Tonkín  40.000  cristia- 
nos para  celebrar  la  Pascua.  Mas  otra  vez  en  1874  eran  abrasadas 
por  el  fuego  129  aldeas  cristianas  y  morían  por  su  religión  más  de  2.000 
cristianos.  Y  como  si  aún  fuera  poco,  estalló  de  nuevo  la  persecución 
en  1883  y  1884,  y  al  fin  se  desbordó  por  completo  en  1885:  por  todas 
partes  se  veían  iglesias,  conventos,  hospitales  y  aldeas  cristianas  hechas 
pasto  de  las  llamas;  los  cristianos  que  escapaban  de  las  balas  ó  del  fuego 
eran  muchas  veces  abiertos  en  canal,  atenaceados,  despedazados,  ente- 
rrados vivos;  numerosos  sacerdotes  y  catequistas,  más  de  200  religiosas 
y  cerca  de  40.000  cristianos  recibieron  la  palma  del  martirio.  Una  Iglesia 


LAS   MISIONES   CATÓLICAS   ENTRE   INFIELES  33 

que  salía  triunfante  de  tan  duras  pruebas  no  podía  menos  de  recibir  las 
bendiciones  del  Cielo.  Y  en  efecto,  el  número  de  cristianos  de  la  indo- 
china francesa,  que  antes  de  empezar  las  persecuciones  era  de  400.000, 
asciende  hoy  día  á  930.000.  De  ellos  dos  terceras  partes  están  al  cuidado 
de  los  sacerdotes  de  las  Misiones  extranjeras  de  París,  distribuidos  en 
ocho  vicariatos;  la  otra  tercera  parte,  repartida  en  tres  vicariatos,  está 
bajo  la  dirección  de  compatriotas  nuestros  de  la  Orden  de  Santo  Do- 
mingo. Especialmente  satisfatorio  es  en  estas  misiones  el  ver  el  gran  nú- 
mero que  hay  en  ellas  de  sacerdotes  indígenas;  de  1.026  sacerdotes,  son 
indígenas  603;  y  lo  mucho  que  vale  este  clero  indígena  lo  tiene  probado 
en  las  persecuciones.  Además  hay  eri  los  seminarios  de  la  misión  unos 
1.500  seminaristas.  Las  religiosas  son  más  de  2.800,  los  catequistas  1.556, 
los  niños  de  sus  escuelas  cerca  de  70.000.  Podrá  la  Iglesia  de  la  Indo- 
china francesa  sufrir  nuevas  tribulaciones  de  parte  de  las  autoridades 
coloniales  francesas;  podrán  quizá  venir  sobre  ella  revueltas  políticas,  y 
cierto  que  la  política  suicida  del  Gobierno  francés  de  favorecer  más  al 
Paganismo  que  al  Catolicismo,  hace  augurar  un  desastre  colonial;  pero, 
á  pesar  de  todo,  la  Iglesia  annamita  puede  mirar  con  confianza  el  porve- 
nir: ella  ha  dado  al  Cielo  millares  y  millares  de  mártires  que  no  dejarán 
de  protegerla;  ella  abriga  en  su  seno  misioneros  y  cristianos  dignos  de 
sus  antepasados. 

Hilarión  Gil. 

( Continuará.) 


RAZÓN  Y  FE,  TOMO  XXVI 


OlijetMiaá  fle  la  sensaclóii  eiterna  en  las  iiníresiones  eléctricas 


(1) 


III 


G, 


usTO.— Desde  que  se  conoció  la  corriente  eléctrica,  se  formuló  ya 
por  el  mismo  Volta  la  objeción  que  vamos  disipando.  La  acción  física 
de  la  corriente  continua  estimula  el  sentido  del  gusto  según  el  electrodo 
que  sobre  la  lengua  se  aplique:  si  el  ácido,  acida;  si  el  cátodo,  astringente 
y  alcalina,  es  la  sensación  provocada  en  el  gusto  (2).  He  ahí  un  caso  donde 
hay  sensación  sin  el  objeto  propio  del  sentido,  pues  la  excitación  eléc- 
trica es  puramente  mecánica.  ¿Dónde  está,  por  tanto,  el  sabor  objetivo 
que  debiera  existir  en  el  líquido  intersticial  de  las  papilas  gustátiles? 
Aquí  no  hay  más  que  contacto  físico  del  electrodo  con  la  lengua,  y  una 
corriente  continua  de  éter  impalpable,  intangible,  directamente  insensible 
á  cualquiera  de  los  sentidos. 

La  objeción  no  es  tan  seria  como  aparenta  serlo:  verdad  que  Fick  y 
Rosenthal  la  tomaron  en  cuenta,  queriendo  con  ella  probar  que  no  cabía 
explicar  el  hecho  por  acción  electrolítica  en  la  saliva,  porque  á  tal  hipó- 
tesis se  oponían,  á  juicio  suyo,  los  experimentos  de  Volta  y  Monroe- 
Depositando  en  la  lengua  una  cantidad  suficiente  de  líquido  alcalino, 
quedaría  neutralizada  por  el  álcali  en  exceso  la  insignificante  cantidad 
del  ácido  disociada  por  la  corriente,  y  no  obstante,  persiste  la  acidez  del 
ánodo.  (Volta.)  Haciendo  pasar  la  corriente  hasta  la  lengua,  no  en  seguida 
de  salir  de  los  electrodos  metálicos,  sino  interponiendo  entre  los  electro- 
dos y  la  lengua  trozos  de  carne,  ya  la  electrólisis  de  la  saliva  no  puede 
sensibilizarse  á  la  lengua,  pues  sólo  se  manifiesta  en  los  electrodos,  y 
no  obstante,  las  sensaciones  de  acidez  ó  de  alcalinidad  son  iguales. 
(Monroe.) 

Ninguno  de  los  dos  experimentos  parecieron  concluyentes  ni  á  Lotze 


(1)  Véase  Razón  v  Fe,  t,  XXV,  pág.  184. 

(2)  Hermann  y  Laserstein  creyeron  haber  demostrado  (a.  1891)  que  las  sensaciones 
del  gusto  no  se  excitan  eléctricamente  cuando  la  corriente  se  aplica  á  los  troncos  ner- 
viosos, sino  solamente  cuando  la  corriente  pasa  á  través  de  las  terminaciones  del  ner- 
vio. Nagel  en  su  clásica  fisiología  (a.  1905)  afirma  que  se  despiertan  las  sensaciones  del 
gusto,  cuando  la  corriente  se  aplica  al  ramo  del  nervio  central  gustatorio  que  pasa  por 
las  fosas  abiertas  del  tímpano  (la  cuerda  del  tambor).  Recuérdese  que  la  cuerda  del  tam- 
bor y  el  plexo  timpánico  son  nervios  puramente  gustables  (Kander,  1906).  —  De  los  ex- 
perimentos de  Kieson  y  Hahn  se  desprende  que  en  la  superficie  interna  de  la  epiglotis 
se  originan  sensaciones  gustosas  con  las  excitaciones  eléctricas  y  las  sensaciones  va- 
rían con  la  dirección  de  la  corriente. 


OBJETIVIDAD  DE  LA  SENSACIÓN  EXTERNA  35 

ni  á  Weber,  ni  á  Herniann,  ni  últimamente  á  Wundt  ni  á  Tigerstedt.  Bien 
hace  notar  Wundt  (1)  que  la  electrólisis  no  se  ha  de  poner  únicamente 
en  el  líquido  exterior,  como  lo  suponen  los  objetantes;  antes  es  más  bien 
interna  é  inmediata  al  órgano  del  gusto  la  disociación  electrolítica.  Á 
este  parecer  nos  adherimos  plenamente.  Sabido  es  que  no  puede  circu- 
lar corriente  eléctrica  en  líquido  que  no  contenga  electrolitos,  ni  hay 
por  qué  concretar  la  conductibilidad  orgánica  al  armazón  más  sólido  de 
las  células  constitutivas:  más  bien,  la  estructura  de  los  tejidos  y  la  misma 
consistencia  gelatinosa  del  protoplasma  y  la  abundancia  de  líquidos 
intersticiales  hacen  necesario  admitir  la  transmisión  eléctrica,  aun  por 
medio  de  los  líquidos  que  á  su  paso  encuentra  la  corriente. 

Por  otra  parte,  las  medidas  hechas  por  Hoeber  y  Kiesow  enseñan 
cuánto  aumenta  la  sensibilidad  del  gusto  con  líquidos  que  contengan 
electrolitos  disociados.  Así,  v.  gr.,  en  un  litro  de  agua  viene  á  ser  percep- 
tible el  sabor  que  le  da  0,020—0,025  ion-gramo  de  Cl,  Br,  I,  SO^,  diso- 
ciado en  las  soluciones  acuosas  de  KCl,  Na  Cl,  Mg  Clj,  Na  Br,  Na  1,  Na, 
SO4.  El  sabor  dulce  mezclado  de  alcalino,  propio  del  ion  OH,  llega  á  gus- 
tarse hasta  en  0,006—0,009  ion-gramo  por  litro  de  agua. 

¿Qué  extraño  tendrá  ya  atribuir  el  sabor  ácido  sentido  al  aplicar  el 
ánodo,  precisamente  al  ion  H,  que,  disociado  en  la  saliva  intersticial,  se 
introduce  hasta  dentro  de  las  células  sensoriales  para  herirlas  con  el 
sabor  que  le  es  propio?  ¿y  que  el  ion  OH  haga  lo  mismo  con  su  sabor 
alcalino  al  invertirse  la  corriente?  Aquí  no  hay  nada  más  de  nuevo  sino  el 
modo  de  producirse  en  los  iones  el  sabor  objetivo:  aquí  lo  adquieren  los 
iones  del  líquido  intersticial,  sensibiUzándose  al  impulso  de  la  corriente  á 
que  son  en  extremo  impresionables. 

Para  mejor  inteligencia  de  lo  expuesto,  hay  que  recordar  la  definición 
del  sabor  que  Aristóteles,  siempre  atento  pensador  de  las  palabras  y 
talento  eminentemente  ingenioso  para  formular  definiciones,  en  su  tratado 
De  Sensu  dejó  consignado:  «Sapor  definiri  potest  passio  seu  qualitas  pas- 
sibilis,  quae  in  corpore  húmido  causatur  acorpore  sicco  liquefacto  et  per 
actionem  caloris  commixto,  habens  virtutem  reducendi  gustum  ex  poten- 
tía  in  actum  gustandi»  (2).  Definición  adecuada  en  que  se  comprenden 
todas  las  causas  intrínsecas  y  extrínsecas  del  sabor.  La  caussi  formal  ó  su 
esencia,  que  está  en  ser  una  cualidad  transitoria  que  entonces  mana  y 
dura  cuanto  dura  la  acción  química  del  disolvente  sobre  la  substancia 
diluida,  cesa  de  ser  y  cesa  el  sabor  tan  pronto  como  pasa  la  acción 
engendradora;  que  él,  como  todos  los  sensibles,  presuponen  la  masa  en 
que  radica  en  vibración  y  movimiento  conveniente.  El  sujeto  en  que 
radica,  que  es  el  líquido  salival,  que  no  sólo  por  fuera  baña  el  órgano, 


(1)  II,  55. 

(2)  Así  con  más  palabras  la  traduce  al  latín  su  comentarista  Silv.  Mauro,  S.  J.,  t.  IV, 
pág.  130. 


36  OBJETIVIDAD  DE  LA  SENSACIÓN  EXTERNA 

sino  aun  dentro  de  las  papilas  penetra,  empapando  su  protoplasma:  «en 
el  aparato  gustativo  terminal,  la  impresión  no  es  recibida  directamente 
por  los  nervios,  sino  por  unos  corpúsculos  intermediarios,  las  células 
bipolares,  en  un  todo  análogas  bajo  el  aspecto  funcional,  á  los  bastones 
y  conos  de  la  retina  y  á  las  células  ciliadas  de  los  aparatos  acústico  y  ves- 
tibular» (Cajal)(l).  La  causa  e/Zc/e^íe  de  tal  cualidad  es  en  el  caso  general, 
único  conocido  por  el  Estagirita  la  disolución  y  transformación  química  del 
cuerpo  sólido  y  líquido  en  el  líquido  salival,  con  el  concurso  de  la  tempe- 
ratura: sabido  es  que  su  mayor  eficacia  tiene  la  ptyalina,  enzyma  dias- 
tásica  de  la  saliva,  á  los  30—45''  c,  temperaturas  que  comprenden  la  del 
cuerpo  humano.  El  caso  anómalo  de  la  excitación  eléctrica  enseíia  que  es 
íamt)ién  causa  eficiente  la  acción  electrolítica  de  la  corriente  dentro  de 
la  misma  saliva;  pues  siendo  ésta  una  mezcla  muy  compleja  de  cuerpos  — 
albúmina,  muzina,  ptyalina,  rodiuro  potásico,  sales  inorgánicas,  gases,  un 
si  es  no  es  de  amoníaco,  nitro,  urea  y  substancias  medicinales,— fácil- 
mente contiene  iones,  en  los  cuales  al  choque  de  la  corriente  salta  el 
accidente  del  sabor.  Si  el  químico,  cubriendo  con  un  velo  cuanto  media 
entre  el  proceso  inicial  y  final,  sólo  atiende  á  los  estados  extremos  en 
sus  investigaciones  metódicas,  el  sicólogo,  por  medio  del  aparato  más 
sensible,  como  que  este  es  su  único  destino  natural— el  órgano  animado 
del  gusto,— puede  sorprender  en  el  estado  de  desequilibrio  y  perturbación 
intermedio,  el  brote  y  existencia  efímera  de  la  cualidad  sensitiva  corres- 
pondiente. 

La  causa  final  del  sabor  es  determinar  el  sentido  del  gusto  que  estaba 
inerte  y  ocioso,  y,  como  en  términos  de  escuela  se  dice,  «en  potencia»  y 
capacidad  de  gustar,  pase  á  estar  gustando.  Cuan  sordo  es  quien  desoye, 
las  voces  de  las  criaturas,  que  en  sus  múltiples  actividades  y  relaciones 
armónicas  nos  dicen  haber  sido  hechas  y  ordenadas  para  servicio  del. 
hombre.  Unas  líneas  más:  la  corriente  eléctrica  no  sólo  pone  junto  á  la 
potencia  sensitiva  suficiente  objeto  que  la  determine,  sino  además  aumen- 
ta de  manera  exquisita  la  sensibilidad  de  la  misma  potencia  que  por  ser 
orgánica  depende  del  estado  de  entonación  y  vigor  del  nervio.  Así  he-, 
chos  consignados  por  Kander,  prueban  que  si  algunas  regiones  de  la 
lengua  donde  se  esparcen  la  cuerda  del  tambor  y  el  plexo  timpánico, 
han  perdido  las  sensaciones  gustosas  y  sólo  dan  las  táctiles  que  á  las, 
anteriores  suelen  acompañar,  tienen  sensaciones  gustosas  si  se  excitan, 
los  nervios  eléctricamente.  (Zeitschrift  t.  44,  p.  132).  , 

Olfato.- No  ofrece  especial  interés  el  estudio  de  la  excitación  eléc-, 
trica  del  nervio  olfativo.  Recordemos  que  todo  funcionamiento  nervioso, 
produce  ácido  carbónico  ( Waller)  y  que  la  corriente  en  los  nervios  pro- 
duce acciones  electrolíticas,  evoca  en  un  extremo  reacciones  acidas,  etcé- 
tera (Tigerstedt),  causas  más  que  suficientes  para  determinar  la  olfación 
objetiva. 

(1)    Tcxiuia,  11,  e4. 


EN  LAS  IMPRESIONES  ELÉCTRICAS  37 

Oído  (1).— Rosenthal,  en  su  disertación  sobre  la  energía  específica  de 
los  nervios  sensoriales,  afirma  que  las  terminaciones  nerviosas  del  acústi- 
cas por  estar  encubiertas  no  son  directamente  excitables  por  acciones 
mecánicas,  químicas,  térmicas;  pero  que  lo  son  por  excitaciones  eléctri- 
,cas,  á  lo  menos  empleando  corrientes  continuas.  Las  corrientes  de  induc- 
•ción  complican,  según  él,  la  audición  con  la  sensación  táctil  del  oído 
interno  (2). 

Gradenigo  calcula  en  4  ó  6  por  100  los  individuos  que  en  sanidad  perci- 
ben sonido  á  la  excitación  eléctrica  del  acústicas:  en  estado  de  fiebre  son 
más  los  que  así  se  impresionan  y  oyen  ruido  interno  (3). 

Wundt  añade  la  circunstancia,  verdaderamente  atendible  y  cuya  im- 
portancia consideraremos  en  párrafo  aparte,  que  los  sordos  y  ciegos  de 
nacimiento,  ó  quienes  para  los  cuatro  ó  cinco  años  de  edad  han  perdido 
uno  ú  otro  sentido,  nada  sienten  por  impresión  alguna  que  en  las  fibras  y 
terminaciones  cerebrales  aun  bien  conservadas  (4)  reciban,  bastando, 
por  el  contrario,  el  haber  precedido  el  uso  délos  sentidos  de  vista  y  oído 
por  un  tiempo  más  largo  para  impresionarse  directamente  los  centros 
cerebrales  correspondientes  (5),  que  excitados  eléctricamente  sentirán 
sonidos  ó  colores  vivos  (6). 

Bonnier  no  aporta  nuevo  dato  al  decir:  «Tengo  para  mí  que  un  sordo- 
mudo de  nacimiento  cuyo  aparato  auditivo  nunca  ha  funcionado  y  en 
quien  no  puede  explicarse  por  excitación  alguna  precedente  la  del  apa- 
rato auditivo  central,  dado  que  haya  de  sentir  algo,  tendrá  audición  y 
no  otra  sensación  cualquiera»  (7).  Como  se  habla  en  sentido  condicional, 
nada  se  asegura  si  en  efecto  se  da  ó  no  tal  sensación. 

He  ahí  los  datos  que  hemos  podido  allegar  para  el  problema  cuya 
solución  buscamos. 


(1)  Fuentes.— Tigerstedt,  Bonnier,  Archiv.  etc. 

(2)  En  Weinmann,  pág.  43. 

(3)  En  Wundt,  I,  501,  nota. 

(4)  Advierte  Cajal:  «Diversos  observadores  y  nosotros  mismos  hemos  notado  que 
en  los  ciegos  ó  tuertos  (por  lesión  periférica)  el  plexo  de  la  estria  de  Gennari  (en  donde 
le  parece  que  terminan  las  fibras  ópticas)  disminuye  mucho  en  riqueza,  desapareciendo 
casi  todas  sus  fibras  gruesas.»  Textura,  II,  882. 

(5)  Véase  Cajal,  11:  «Corteza  visual»,  páginas  866-884;  «Corteza  acústica  humana», 
páginas  885-902. 

(6)  Wundt,  1,363,501,502. 

(7)  L'Audition,  pág.  187.  Bonnier  participa  del  error  de  Wundt  atribuyendo  á  la  adap- 
tación la  energía  específica  del  oído.  ¿Querrán  decirnos  cuantos  asi  piensan  dónde  y 
cómo  los  elementos  atómicos  que  organizados  consUtuyen  el  oído  de  un  niño  recién 
nacido,  conservaban  y  adquirían  la  adaptación,  iniciada,  según  ellos,  hace  siglos  y  aun 
millares  de  siglos?  «Ce  domaine  est  auditif  de  par  la  préformation  séculaire,  archi-millé- 
naire;  il  y  a  des  miliers  de  siécles  que  cet  organe  (¿este  órgano  numéricamente  el  mis- 
mo?) ne  sert  qu'á  cela,  et  ¡1  ne  sert  qu'á  cela  depuis  notre  naissance»,  pág.  186.  Y  aun  ha- 
blando de  la  especie  humana,  ¿cuándo  ha  demostrado  la  ciencia  que  su  aparición  data 
de  miles  de  siglos?  El  mejor  cronómetro  geológico,  el  de  la  catarata  de  San  Antonio 


38  OBJETIVIDAD  DE  LA  SENSACIÓN  EXTERNA 

Dejando  para  lo  que  se  diga  en  la  vista  estudiar  la  sensación  audi- 
tiva en  la  corteza  acústica  incomunicada  con  los  órganos  periféricos» 
estudiaremos  ahora  la  audición  excitada  eléctricamente  en  el  acústicas 
y  fibras  extendidas  desde  la  periferia  á  la  corteza. 

Primeramente  hay  que  distinguir  con  Bonnier  dos  estados  del  oído, 
el  normal  y  el  patológico,  que  llaman  paracusia.  Extractaremos  casi  lite- 
ralmente de  su  citado  libro  la  descripción  de  la  paracusia,  pues  su  cono- 
cimiento nos  pondrá  en  vías  de  esclarecer  el  problema  (1). 

¿Qué  es  la  paracusia?  Una  forma  patológica  de  audición  y  en  extremo 
rara,  que  precisamente  aumenta  cuando  decae  la  normal,  y  pudiera 
decirse  que  proporcionalmente;  cuanto  disminuye  la  una,  la  otra  crece  y 
se  manifiesta. 

Apenas  si  percibe  el  oído  normal  sonido  que  no  venga  de  fuera;  las 
vibraciones  transmitidas  por  los  medios  y  tejidos  orgánicos  más  ó  menos 
densos  y  elásticos  que  le  rodean,  no  alcanzan  á  impresionarle.  Verdad 
que  si  asentamos  por  su  pie  u-n  diapasón  en  vibración  lenta  sobre  la 
cabeza  ó  en  los  segmentos  huesosos  adyacentes  á  la  oreja,  todos  oímos 
mejor  ó  peor  el  sonido  grave  que  despide;  pero  el  de  oído  sano  le  oirá 
menos  bien  que  si  vibrase  el  diapasón  suelto  al  aire  y  cerca  del  conducto 
externo.  Aplicado  el  diapasón  vibrante  debajo  del  cuello,  como  en  la  cla- 
vícula, en  el  codo,  en  las  rodillas,  etc.,  el  de  oído  sano  por  el  tacto  cono- 
cerá la  trepidación,  pero  sin  oír  sonido;  el  de  oído  imperfecto,  aun  sonido 
percibirá.  Es  que  el  oído  se  nos  ha  dado  para  oír  los  sonidos  exteriores; 
es  enfermedad  oír  los  propios  é  internos:  al  sano  las  ondas  aéreas,  al 
enfermo  las  vibraciones  sólidas  despiertan  el  sentido.  La  impresionabi- 
lidad exagerada  para  oir  por  contacto  es,  según  lo  dicho,  la  paracusia. 

Conato  de  explicación  del  fenómeno  es  la  insinuada  por  Bonnier:  en 
oído  normal,  los  medios  de  transmisión  gozan  de  inercia  inmejorable,  que 
á  los  más  ligeros  vaivenes  del  aire  exterior  ceden;  mas  cuando  en  un 
punto  dado  de  la  cadena  de  transmisión  opone  la  lesión  orgánica  un  muro 
de  resistencia  á  la  propagación  sonora,  choca  en  él  y  se  amortigua  la 
externa  ondulación;  la  vibración  interna,  empero,  en  vez  de  bifurcarse 


(ciudad  de  Minneapoli,  Estado  de  Minnesota,  E.  U.),  según  diligentísimas  medidas  del 
geólogo  oficial  N.  H.  Winchell  (a.  1856),  da  para  el  fin  del  período  glacial  poco  más  de  ocho 
mil  años;  en  número  redondo,  diez  mil:  la  aparición  del  hombre  coincide  con  tal  período; 
y  aun  dado  que  le  hiciéramos  interglacial,  quince  mil  años  serían  de  sobra.  Y  de  quince 
mil  años  á  miles  de  siglos  va  mucho.  La  cuestión  de  los  glaciales  todavía  está  muy 
enmarañada  para  deducirse  nada  cierto.  ¿Pero  es  ciencia  fantasear  á  su  antojo  por 
todos  esos  millares  de  siglos?  Consúltese  «Los  datos  de  la  Biblia  sobre  la  antigüedad 
del  hombre»,  Muríllo,  S.  J.  (Jesucristo  y  la  Iglesia  Romana,  P.  2,  t.  2.°  pág.  424). 

(1)    Páginas  150,  etc.,  y  238,  etc.  Nos  referimos  á  la  paracusia  de  Weber;  la  de  Willis 
al  revés,  exagera  la  audición  aérea  en  los  medios  en  trepidación.  Personas  hay  que 
oyen  mejor,  á  pesar  del  ruido,  cuando  el  vehículo  en  que  viajan  corre  y  salta,  que 
cuando  se  para;  la  trepidación  del  vehículo,  de  que  participa  el  cuerpo  entero,  mejora 
en  tales  personas  las  condiciones  de  su  transmisor  auricular. 


EN  LAS  IMPRESIONES  ELÉCTRICAS  39 

hacia  dentro  y  hacia  afuera,  cual  sucede  en  el  oído  perfecto  y  libre  de 
tropiezos,  teniendo  en  el  imperfecto  cerrada  la  puerta  de  salir,  toda  entera 
va  hacia  la  rampa  del  caracol  y  oído  interno,  merced  á  efecto  balístico  y 
como  choque  de  ariete  hidráulico. 

Es  claro  que  no  siempre  sucede  así;  lesiones  del  oído  medio  hay,  que 
igualmente  para  fuera  que  para  dentro  cortan  la  transmisión,  y  dicho 
se  está  que  entonces  no  habrá  refuerzo  de  sonido  interiormente  trans- 
mitido. 

Ahora  bien,  es  evidente  que  la  ventaja  del  oído  paracúsico  para  la 
trasmisión  por  contacto,  aportan  las  impresiones  eléctricas,  obteniéndose 
idénticos  resultados  de  oir  rumores  internos  sin  ondas  sonoras  aéreas, 

¡Quién  dijera  que  de  la  audición,  eléctricamente  excitada,  había  el 
sujetivismo  de  sacar  su  conclusión  acariciada  y  por  dos  vías  contrarias! 
Por  exceso,  cuando  llega  á  creer  que  en  el  caso  general  de  la  audición 
nunca  oímos  el  sonido  externo,  sino  el  propio  de  los  órganos  auditivos 
que  resuenan,  según  el  sentir  de  la  escuela  de  Helmholtz,  como  los  reso- 
nadores acústicos.  Por  defecto,  cuando  con  el  caso  anómalo  de  la  exci- 
tación eléctrica  nos  objeta  que  tenemos  audición  sin  sonido  real  ni  objeto 
propio,  que  entonces  no  suena  ninguno  de  los  órganos  de  nuestro  cuerpo. 
Mala  causa  debe  de  ser  la  que  argumenta  contradictoriamente.  Cuando 
hay  sonido  externo  cuyas  ondas  nos  envuelven,  no  le  oimos;  oímos  el 
interno  de  las  fibras  de  Cortí,  de  la  membrana  basilar,  etc.,  etc.;  en  cam- 
bio, las  fibras  de  Corti,  la  membrana  basilar  y  toda  la  serie  de  resonado- 
res internos  enmudecen,  aun  cuando  la  corriente  eléctrica  los  sacuda 
enérgicamente. 

Dejemos  la  discusión,  que  no  nos  hace  al  caso,  para  los  fisiólogos 
que  se  están  ocupando  experimentalmente  de  ello,  sobre  si  debe  admi- 
tirse ó  no  tal  resonancia  para  la  sensación  auditiva  ordinaria;  cuestión 
en  que,  apoyados  en  la  veracidad  y  testimonio  del  oído,  redondamente 
negamos  la  resonancia  entendida  en  sentido  exclusivo,  es  decir,  en  cuanto 
que  sólo  oigamos  el  sonido  de  los  órganos  propios;  es  evidente  que  los 
sonidos  externos,  el  estampido  de  los  cohetes,  las  voces  de  los  cantores, 
los  acordes  del  órgano,  los  referimos  y  localizamos  fuera  de  nosotros. 
Aquí  preguntamos:  ¿las  corrientes  eléctricas  son  ó  no  capaces  de  pro- 
ducir ruido  ó  sonido  real  en  los  tejidos  del  organismo?  La  experiencia 
aboga  por  la  afirmación  con  innumerables  hechos,  á  lo  menos  si  se  trata 
del  tejido  muscular. 

Tetanizando  un  músculo  por  medio  déla  corriente  eléctrica,  interrum- 
pida con  un  diapasón,  se  escucha  auscultando  el  músculo;  el  sonido  del 
diapasón  prueba  que  hay  en  el  músculo  contracciones  y  dilataciones 
sucesivas,  isócronas  con  las  vibraciones  de  la  causa  excitadora.  Tapando 
con  un  dedo  el  oído  y  poniendo  en  tensión  el  brazo  correspondiente, 
tiembla  el  músculo  con  ruido  en  sí  imperceptible,  pero  se  hace  sentir  el 
sobretono,  que  cuenta  diez  y  ocho  vibraciones  ó  variaciones  por  segunda 


40  OBJETIVIDAD  DE  LA  SENSACIÓN  EXTERNA 

(Helmholtz,  Tigerstedt),  En  este  caso  la  vibración  responde  á  los  impul- 
sos del  centro  cerebral  (Broca),  á  no  ser  que  digamos  con  Tigerstedt  (1) 
que  el  murmullo  ó  son  muscular  es  un  son  de  resonancia  del  mismo  tím- 
pano, excitado  por  el  temblor  irregular  del  músculo.  Una  sola  impulsión, 
V.  gr.,  la  sístole,  va  acompañada  de  ruido  muscular.  Débese  el  rumor 
que  al  aplicar  á  la  oreja  un  caracol  de  mar  sentimos,  aun  en  el  silencio 
de  la  noche,  á  refuerzos  y  resonancias,  cuando  no  de  otros,  del  mismo 
rumor  concomitante  á  la  respiración,  pues  cesa  aquél  cuando  no  hay 
ruido  externo,  si  nos  contenemos  sin  respirar  (Zwaardemaker).  El  cerrar 
del  ojo  no  se  oye  en  el  trajín  del  día,  pero  en  la  quietud  de  la  noche 
basta  atender  al  oído  para  oir  el  parpadeo  como  el  murmullo  de  una  hoja 
mecida  en  el  árbol^por  el  viento.  Pero  no  alambiquemos  tanto. 

¿No  podrán  las  oscilaciones  mecánicas  de  origen  eléctrico  lo  que 
obtienen  los  espasmos  musculares  del  aparato  entrenador  de  la  caja  tim- 
pánica, á  los  cuales  se  deben  los  golpes  irregulares  que  en  el  estado 
patológico  de  zumbido  se  escuchan?  (Bonnier).  ¿No  son  tan  eficaces 
como  las  vibraciones  del  choque  de  la  sangre  en  la  recurva  del  cayado 
carotidiano,  que  por  dar  precisamente  debajo  del  caracol,  con  poca 
mayor  tensión  en  los  líquidos  laberínticos,  repercuten  con  el  latido  sordo 
de  las  pulsaciones  vasculares?  (íd.)  ¿Les  será  imposible,  enderezando  ó 
levantando  algo  el  caracol,  aumentar  la  tensión  del  líquido  laberíntico,  y 
hacer  más  sensibles  las  pulsaciones  y  ruidos  musculares? 

Intensidad  suficiente  hay  en  el  sonido  eléctricamente  producido.  La 
amplitud  del  movimiento  de  las  moléculas  de  aire  en  vibración  sonora, 
sólo  alcanza  millonésimas  de  milímetro;  es  decir,  es  mil  veces  menor  que 
el  X  óptico  (Guillemin)  (2).  El  máximo  de  sensibilidad  de  nuestro  oído  es 
respecto  del  sonido  la^,  en  que  se  impresiona  con  una  energía  de  1.10"'^ 
ergios  (Webster).  ¿Y  no  habrá  suficiente  energía  ni  suficiente  amplitud 
en  la  conmoción  orgánica  producida  por  la  corriente  para  determinar  la 
sensación  auditiva? 

Deben  además  notarse  dos  circunstancias  muy  atendibles:  I.""*  Que 
no  se  trata  de  oir  sonidos  articulados,  cuya  percepción  exige  mucha 
mayor  intensidad,  principalmente  por  razón  de  las  vocales.  Tal  vez 
100.000—1.000.000  mayor  que  el  mínimo  fisiológico  (Struyken).  2.^  Que 
las  excitaciones  eléctricas  producen  oscilaciones  en  la  atención  por  causa 
del  influjo  del  centro  cerebral,  y  las  oscilaciones  de  la  atención  hacen 
perceptibles  ruidos  que  por  su  debilidad  apenas  los  podemos  oir,  y  pre- 
cisamente se  hacen  oir  al  cesar  de  impresionar  el  oído  (Eckener  y 
Dunlap)  (3). 


(1)  11,29. 

(2)  Les premiers  elcments  de  l'Acoustique  Musicale  (París,  1904),  pág.  96.  Véanse  otras 
medidas  en  Archiv  fur  gesamte  PsychoL,  t.  XIII,  pág.  m. 

(3)  La  explicación  del  hecho  parece  ser  la  siguiente:  El  cambio  en  el  órgano  de  reci- 
bir alguna  á  no  recibir  ninguna  impresión,  trae  un  aumento  en  la  reacción  vital  audi- 


EN  LAS   IMPRESIONES  ELÉCTRICAS  41 

Sí,  con  todo  eso  se  necesita  refuerzo,  y  refuerzo  poderosísimo,  y  el 
mismo  que  en  la  conducción  sonora  puede  haber  en  los  oídos  medio  é 
interno,  al  paso  de  la  corriente  eléctrica. 

La  lámina  propia  del  tímpano,  con  sus  dos  clases  de  haces  ó  fibras 
circulares  y  radiales,  combinadas  las  unas  con  el  músculo  tensor  (1), 
las  otras  con  el  Stapedius  (Lucae),  puede  entrar  en  juego  al  excitarse  eléc- 
tricamente estos  músculos,  y  sabido  es  que  el  juego  del  tímpano  ayuda 
en  gran  manera  la  audición,  aun  de  los  tonos  medios  y  altos,  y  es  casi 
necesario  para  los  graves  (Schaefer  y  Sessous). 

Si  la  vía  óseo-timpánica  es  eficaz  para  la  conducción  del  sonido 
externo,  ¿no  contribuirá  á  la  impresión  auditiva  cuando  se  trate  de  osci- 
laciones mecánicas  producidas  por  la  corriente?  Los  cuerpos  sólidos  y 
líquidos  de  dimensiones  relativamente  pequeñas  dan  por  resonancia 
semitonos  (Kretschmann);  ¿quién  no  ve  que  en  el  edificio  del  oído  hay 
cuerpos  sólidos,  huesecillos,  cartílagos,  líquidos  sujetos  á  la  ley  de  la 
resonancia  semitónica?  Para  conciliar  con  la  teoría  de  la  resonancia  el 
hecho  de  que  los  sonidos  agudos  se  oyen  más  fácilmente  que  los  graves, 
á  pesar  de  la  mayor  fuerza  viva  de  éstos,  se  ha  apelado  á  que  en  la 
membrana  de  Corti  chocan  periódicamente  los  ciliares  nerviosos  más 
fácilmente  arrastrados  con  los  sonidos  agudos  por  la  membrana  basilar 
(Fischer);  ¿y  tales  choques  no  podrán  producirse  con  la  conmoción  eléc- 
trica? Los  aparatos  conductores  del  sonido  tienen  por  fin,  según  Bezold, 
el  de  transformar  los  movimientos  longitudinales  del  aire  en  transversa- 
les, con  que  se  impresionan  las  terminaciones  nerviosas;  las  excitaciones 
eléctricas  ahorran  el  proceso  de  transformación.  Cambios  de  presiones 
laterales  en  el  laberinto,  ondas  estacionarias  en  sus  líquidos,  tirantez  de 
las  membranas,  roce  de  los  otolitos,  todo  pueden  ejecutar  por  sí  mismas 
las  corrientes  eléctricas;  ¿es  que  en  tanta  multitud  de  acciones  mecáni- 
cas, ni  aun  contando  con  la  tirantez  de  las  torsiones  eléctricas,  no  puede 
producirse  sonido  real?  ¿Es  que  pudiendo  cada  haz -del  nervio  acústico 
impresionarse  con  las.  excitaciones  periódico-mecánicas,  comprendidas 
entre  ciertos  límites  (Tominga),  sólo  permanecen  insensibles  á  las  trepi- 
daciones excitadas  con  las  corrientes  eléctricas?  ¿Es  que  el  nervus  acú- 
sticas, con  la  admirable  cabellera  de  Corti  y  todas  las  células  papilares 
en  que  se  engarza,  es  impotente  para  contraerse  y  dilatarse  al  choque 
alterno  ó  continuo  de  la  onda  eléctrica?  Tal  es  la  fisiología  nerviosa,  que 
aun  la  corriente  continua  engendra  en  los  nervios  vibraciones,  y  tal  su 
dependencia  de  los  ganglios  cerebrales,  que  el  ritmo  pocas  veces  coin- 


tiva  en  que  consiste  la  sensación,  que  sólo  necesita  la  presencia  del  objeto  en  la  vir- 
tuosidad recibida  en  la  potencia. 

(1)  La  contracción  del  tensor  tympani  basta  á  producir  reunidos  y  aun  á  veces  ex- 
cita también  secundariamente  el  nervio  óptico,  con  lo  cual  variando  la  entonación  de 
éste  hay  variedad  (generalmente  disminución)  en  la  claridad  del  campo  visual  (Fuchs, 
1893). 


42  OBJETIVIDAD  DE  LA  SENSACIÓN  EXTERNA 

cide  con  el  de  la  causa  excitadora  (1),  indicando  en  esta  su  independen- 
cia que  ella  se  sirve,  sí,  de  las  fuerzas  inorgánicas,  pero  como  reina  que 
manda,  no  como  soldado  de  línea. 

Y  con  esto,  ¿qué  absurdo  fisiológico  hay  en  dar  al  acústicas  en  la 
excitación  eléctrica  un  ritmo  comprendido  entre  los  límites  de  la  audi- 
ción, ni  qué  absurdo  sicológico  en  que  una  célula  sensorial  oiga  el 
rumor  de  la  contigua,  ni  qué  absurdo  sicofísico  en  que  la  intensidad  de 
rumor  tan  próximo,  aunque  insignificante,  para  transmitirse  con  la  pro- 
pagación aérea,  sea  para  la  célula  sensorial  que  la  escucha,  vigorosa  y 
fuerte? 

En  todo  esto  campéala  conclusión  enunciada  por  el  Cardenal  Toledo, 
razonando  á  la  verdad  con  experimentos  análogos:  «No  ser  necesario 
que  se  interponga  medio  alguno  entre  el  objeto  y  la  potencia  para  que 
aun  los  sentidos  del  oído  y  vista  puedan  tener  sensaciones  imperfectas.» 
Lo  cual  sostengo,  dice,  ya  porque  no  veo  razón  en  contrario,  ya  porque 
la  experiencia  lo  abona. 

El  aire  interno  (2)  al  oído,  en  circunstancias  agitado,  como  acontece 
con  un  fuerte  estrépito...  sentimos  zumbar  dentro  del  oído,  sonido  que 
por  necesidad  toca  la  myringe  (epithelium  papilar);  y,  por  tanto,  puede 
sin  necesidad  de  medio  haber  sensación  auditiva.  De  igual  modo  en  la 
vista...  por  fricción  del  ojo  puede  á  obscuras  verse  luz  interna  que  nece- 
sariamente está  junto  al  sensorio...  en  que  una  parte  de  la  pupila  (retina) 
ve  la  luz  producida  con  la  ficción  en  la  inmediata.  No  hay,  pues,  razón 
de  no  verse  la  luz  que  en  la  pupila  (retina)  salta  (3). 

José  M.  de  Ibero. 
(Concluirá.) 


(!)    Tigerstedt,  II,  19,  308-310. 

(2)  Todavía  en  1683  Du  Vernay,  el  inventor  de  la  teoría  de  la  resonancia  en  la  audi- 
ción, creía  que  el  oído  interno  estaba  lleno  de  aire. 

(3)  In  III  De  an.,  c.  1,  q.  2,  2«  concl.,  y  el  ad  2°»  et  ad  4'° . 


El  pemiin  de  los  pecados  en  la  piímiilva  iglesia  "I 


EL  LIBRO  DE  PUDICITIA 


€, 


^STE  libro  De piídicitia  es  un  virulento  ataque  contra  los  católicos, 
escrito,  como  el  mismo  Tertuliano  dice  de  la  primera  carta  de  San  Pablo 
á  los  Corintios:  non  atramento,  sed  f elle  (c.  14,  246,  27). 

Tertuliano  combate  en  nombre  de  la  secta  montañista,  y  se  dirige 
unas  veces  al  Papa,  á  quien  irónicamente  llama  pontifex  máximas, 
episcopus  episcoporum,  psíquico;  otras  veces  á  los  católicos  en  general, 
á  quien  califica  también  de  psíquicos  y  afeminados. 

Al  libro  dio  ocasión  el  llamado  edicto  de  Calixto,  que  Tertuliano  nos 
ha  transmitido  en  estos  términos:  «Audio  etiam  edictum  esse  proposi- 
tum,  et  quidem  peremptorium.  Pontifex  scilicet  maximus,  quod  est  epi- 
scopus episcoporum,  edicit:  ego  et  moechiae  et  fornicationis  delicia  pae- 
nitentia  functis  dimiito.»  (c.  1,  220,  2). 

El  objeto  de  Tertuliano  es  probar  que  la  Iglesia  no  puede,  ó  por  lo 
mismo  no  debe  conceder  la  reconciliación  á  los  adúlteros.  Para  ello  se 
esfuerza  por  rebatir  los  argumentos  de  los  católicos  y  aduce  algunos  de 
su  propia  cosecha. 

Los  argumentos  con  que  defienden  los  católicos  su  opinión  son  cinco. 
El  primero  es  ad  hominem.  Los  católicos  echan  en  cara  á  Tertuliano  el 
haber  cambiado  de  ideas.  El  segundo  lo  deducen  de  la  necesidad  de 
hacer  penitencia  ante  la  Iglesia.  El  tercero  de  la  tradición.  El  cuarto  de 
la  misericordia  de  Dios.  El  quinto  del  poder  que  legó  Cristo  á  la  Iglesia. 

La  respuesta  y  los  argumentos  de  Tertuliano  son  más  bien  teoréticos 
y  escripturísticos.  Tertuliano  hace  hincapié  sobre  todo  en  la  justicia  di- 
vina y  en  la  necesidad  de  conservar  intacta  la  santidad  y  la  pureza  de 
la  Iglesia.  De  orden  práctico  aduce  sólo  dos.  Uno,  á  nuestro  juicio,  es 
aparente  nada  más.  El  otro  lo  da  como  cierto.  En  la  manera  y  en  los 
términos  en  que  está  concebido  el  llamado  edicto  de  Calixto  parece  in- 
dicar Tertuliano,  y  así  piensan  Funk  y  Batiffol,  que  el  perdón  ofrecido 
por  el  Papa  á  los  adúlteros  innovaba  esencialmente  la  disciplina  ecle- 
siástica. El  otro  argumento  es  para  él  seguro  y  de  más  peso.  Tertuliano 
tacha  á  los  católicos  de  inconsecuentes,  pues  concediendo  el  perdón  á 
los  adúlteros,  se  lo  negaban,  según  él,  á  los  apóstatas  y  homicidas,  cuyo 
pecado,  dice,  es  menor. 

La  cuestión,  pues,  que  nosotros  tenemos  que  estudiar  queda  redu- 


(1)    Véase  Razón  y  Fe.  t.  XXV,  pág.  360. 


44  EL    PERDÓN   DE    LOS    PECADOS    EN    LA    PRIMITIVA    IGLESIA 

cida  á  estos  términos:  Primero.  ¿Se  puede  deducir  lógicamente  del  libro 
De  piídicitia  que  Calixto  innovó  la  disciplina  eclesiástica,  concediendo 
el  perdón  á  los  adúlteros,  y  que  Tertuliano  representa  á  la  tradición? 
Segundo.  ¿Merece  fe  Tertuliano  al  afirmar  que  los  católicos  negaban  la 
absolución  á  los  apóstatas  y  homicidas?  Veamos  lo  que  nos  dicen  las 
fuentes,  comenzando  por  la  respuesta  de  Tertuliano  á  los  argumentos  de 
los  católicos. 

Éstos  le  tachan  ante  todo  de  ligereza  y  de  haber  cambiado  de  opi- 
nión; y  ¿qué  responde  Tertuliano?  Cualquiera  aguardaría  de  su  pluma 
una  rotunda  negativa.  Nada  de  eso.  Al  contrario:  confiesa  abiertamente 
que  si,  que  tienen  razón.  Ve  además  que  este  cambio  será  un  arma  po- 
:derosa  que  los  católicos  esgrimirán  contra  él.  Sin  embargo,  no  sólo  no 
se  avergüenza,  sino  que  se  gloría  en  ello;  y  ¿por  qué?  Porque  se  siente 
más  puro  y  casto  que  antes  (quia  meliorem  me  et  pudiciorem  reco- 
gnoscó).  «Nadie  se  avergüenza  de  sus  adelantos.»  También  la  ciencia  de 
Cristo  y  del  Apóstol  tuvo  diferentes  etapas  (1). 

La  respuesta  no  puede  ser  más  extraña.  Si  Calixto  fué  el  primero 
que  introdujo  en  la  Iglesia  la  práctica  de  absolver  á  los  adúlteros,  ¿por 
qué  no  retuerce  Tertuliano  el  argumento  contra  sus  adversarios?  La  res- 
puesta que  procedía  en  tal  caso  era:  «Vosotros  me  achacáis  á  mí  el 
haber  cambiado,  y  no  os  percatáis  que  vosotros  habéis  hecho  otro  tanto 
concediendo  el  perdón  á  los  adúlteros,  cosa  hasta  el  presente  inaudita 
en  la  Iglesia.»  ¿Por  qué  Tertuliano,  espíritu  esencialmente  lógico  y  ma- 
ligno, no  acude  á  esta  argumentación?  Es  que  no  podía.  Sus  ideas,  con- 
.fiesa  él  mismo,  habían  completamente  cambiado.  Esta  propia  confesión 
es  preciosa,  porque  nos  da  derecho  á  concluir  que  en  el  tratado  De  pae- 
nitentia  admitió  Tertuliano  que  se  debía  conceder  la  absolución  ecle- 
siástica á  los  adúlteros,  y  al  mismo  tiempo  que  Calixto  con  su  decreto 
•  no  innovó  nada. 

El  segundo  argumento  de  los  católicos  lo  conocen  ya  nuestros  lec- 
tores. Todo  el  mundo,  dicen,  tiene  que  hacer  penitencia  ante  la  Iglesia. 
Ahora  bien:  si  la  Iglesia  no  concede  el  perdón  á  todos  los  penitentes,  tal 
penitencia  es  inútil.  Por  otra  parte,  como  nada  se  ha  de  hacer  inútil- 
mente, ó  se  concede  el  perdón  á  todos,  ó  no  se  les  debe  obligar  á  hacer 
•penitencia  ante  la  Iglesia  (2).  Tertuliano  es  el  primero  en  reconocer  la 


(1)  «Erit  igitur  et  hic  adversus  psychicos  tltulus,  adversus  meae  quoque  sententiae 
retro  penes  illos  societatem,  quo  magis  hoc  mihi  in  notam  levitatis  obiectent.  Nun- 
quam  societatis  repudium  delicti  praeiudicium.  Quasi  non  facilius  sit  errare  cum  pluri- 
bup,  quando  veritas  cum  paucis  ametur.  At  enim  me  non  magis  dedecorabit  utilis  levi- 
tas qiiain  ornarit  nocens.  Non  suffundor  errore  quo  carui,  quia  caruisse  delector,  quia 
meliorem  me  et  pudiciorem  recognosco.  Nemo  proficiens  erubescit.  Habet  et  in  Christo 
scientia  aetates  suas,  per  quas  devolutus  est  et  apostolus»  (c.  1,  220,  17...). 

(2)  «¿>7  enim,  inquiunt,  aliqua  paenitentia  caret  venia,  iam  nec  in  totum  agenda  tibí 
est.  Nihil  enim  agendum  est  frustra.  Porro  frustra  agetur  paenitentia  si  caret  venia. 


EL   PERDÓN   DE   LOS   PECADOS   EN   LA   PRIMITIVA   IGLESIA  45 

fuerza  de  esta  argumentación.  «Mérito,  itaque  opponunt,  quod  eiiis  qiio- 
qiie  paenitentiae  friidum,  id  est  veniam,  in  siia  potestale  usurpaverunt. 
Quantum  enim  ad  illos,  a  quibus  pacem  humanam  conscquitur,  frustra 
agitur-  (c.  3,  224,  26). 

¿Cómo  deshacerse,  pues,  de  la  dificultad?  Que  todo  el  mundo  tenga 
que  confesar  su  pecado  ante  la  Iglesia,  y  recibir  la  exomologesis  no  se 
atreve  Tertuliano  á  negarlo.  Más,  lo  juzga  necesario.  Á  la  mujer  adúl- 
tera la  obliga  á  ello,  aunque  no  alcance  el  perdón  de  la  Iglesia.  *Haec 
enim  erit  paenitentia,  quam  et  nos  deberi  quidem  agnoscimus  multo  ma- 
gis,  sed  de  venia  Deo  rescrvamus»  (c.  19,  262,  25).  Tertuliano  no  encuen- 
tra más  salida  que  negar  que  la  penitencia  pública  sea  inútil  y  dura,  aun- 
que no  obtenga  fruto  alguno  visible  en  esta  vida.  «Et  si  pacem  hic  non 
metit,  apud  dominum  seminat.  Nec  amittit,  sed praeparat  fructum.  Non 
vacabit  ab  emolumento,  si  non  vacaverit  ab  officio.  Ita  nec  paenitentia 
eiusmodi  vana  nec  disciplina  eiusmodi  dura  est»  (c.  3,  225,  9...).  La  so- 
lución no  puede  ser  más  floja.  Con  esto  prueba  Tertuliano  que  es  meri- 
torio confesar  su  pecado  ante  la  Iglesia,  pero  necesario  no;  y  precisa- 
mente de  la  necesidad  de  acudir  á  la  Iglesia  para  obtener  perdón  de  los 
pecados  deducen  los  católicos  la  obligación  que  tiene  ésta  de  absolver-: 
los.  Lo  que  debía  de  haber  hecho  Tertuliano,  si,  como  se  dice,  represen-, 
taba  á  la  tradición,  era  apelar  á  ella.  Además  aquí  se  le  ofrecía  de  nuevo 
otra  ocasión  hermosa  de  hacer  ver  á  los  católicos  su  inconsecuencia. 
Pues  si  era  verdad  que  negaban  la  absolución  á  los  idólatras  y  homi- 
cidas, exigiéndoles  al  mismo  tiempo  la  penitencia  eclesiástica,  nada 
hubiera  sido  tan  eficaz  como  el  haber  puesto  de  manifiesto  su  contradic- 
ción. La  respuesta  evasiva  de  Tertuliano  nos  lleva,  pues,  á  las  mismas- 
conclusiones  del  argumento  anterior. 

Que  la  tradición  estuviera  de  parte  de  los  católicos  lo  reconoce  el 
mismo  Tertuliano.  Los  católicos  oponían  contra  su  nueva  doctrina  al 
Pastor  Hermae,  uno  de  los  testigos  más  autorizados,  miembro  de  la  Igle- 
sia romana  y  estimado  en  todo  el  Occidente,  y  tenido  algún  tiempo  por. 
muchos  como  inspirado.  Tertuliano  no  quiere  reconocer  su  autoridad. 
«Hermas,  dice,  es  un  libro  apócrifo,  como  tal  declarado  aun  entre  voso-: 
tros.  Hermas  es,  sobre  todo,  el  Pastor  de  los  adúlteros,  Pastor  moc- 
chorum.  Adúltero  es  su  escrito  y  por  lo  mismo  patrocinador  de  los" 
católicos»  (1).  He  ahí  la  suprema  razón  por  que  rechaza  su  autoridad. 
Hermas  es  un  argumento  formidable  contra  su  tesis,  porque  representa. 


Omnis  autem  paenitentia  agenda  est.  Ergo  omnis  veniam  consequatur,  ne  frustra  aga-^ 
tur,  guia  non  erit,  si  frustra  agatur.  Porro  frustra  agitar,  si  venia  carebit»  (c.  3, 
224,21...). 

(1)  «Sed  cederem  tibi,  si  scriptura  Pastoris,  quae  sola  moechos  amat,  divino  in- 
strumento meruisset  incidí,  si  non  ab  omni  concilio  Ecclesiarum,  etiam  vestrariim/ 
Ínter  apochrypha  et  falsa  indicaretur,  adultera  et  ipsa  et  inda  patrona  sociorum» 
(c.  10,  240,  11...). 


46  EL   PERDÓN   DE    LOS   PECADOS    EN    LA    PRIMITIVA   IGLESIA 

la  disciplina  de  la  Iglesia  romana,  en  la  que  antes  de  Calixto  se  conce- 
día la  paz  á  los  adúlteros.  ¡De  qué  distinta  manera  le  trataba  el  mismo 
Tertuliano  al  escribir  su  libro  De  paenitentia,  en  que  copiaba  de  él  las 
ideas  expuestas  en  el  capitulo  séptimo  y  parte  del  quinto!  Lo  natural  era 
que  Tertuliano  buscara  la  solución  de  la  dificultad  en  la  tradición  y  en 
la  práctica  de  la  Iglesia;  pero  como  á  ésta  no  se  puede  acoger,  acude  al 
sarcasmo.  En  el  decurso  de  la  polémica  creyó  poder  oponer  á  Hermas 
un  testimonio  de  San  Bernabé  (1).  Pero  el  texto  es  de  San  Pablo  en  su 
carta  á  los  Hebreos,  y  además  puramente  teorético,  sin  que  toque  en 
nada  la  cuestión  del  poder  y  disciplina. 

El  cuarto  argumento  de  los  católicos  es:  «Dios  perdona  á  todo  peca- 
dor arrepentido,  luego  la  Iglesia  también  debe  perdonarlos.»  Los  párra- 
fos que  Tertuliano  pone  en  boca  de  los  católicos,  á  pesar  de  salir  de  una 
pluma  montañista,  están  llenos  de  unción,  «Ceterum  Deas,  inquiunt,  to- 
nas ei  óptimas  et  misericors  etmiseraior  et  misericordiae  plarimas,  qaam 
omni  sacrificio  anteponit,  non  tanti  dacens peccatoris  mortem  qaam  pae- 
nitemtiam,  salatificator  omniam  hominum  et  máxime  fideíiam.  Itaqae 
et  filios  Dei  misericordes  et  pacificos  esse  oportebit,  donantes  invicem 
sicat  ei  Christus  donavit  nobis,  non  indicantes,  ne  iudicemar»  (c.  2, 
222,  9). 

Este  argumento  de  los  católicos  lo  tiene  Tertuliano  por  el  fundamento 
de  su  doctrina.  Al  objetarle:  Quid  si  et  hic  responderé  concipias,  adimi 
qaidem  peccatoribus  vel  máxime  carne  pollatis  communicationem,  sed 
ad  praesens,  restituendam  scilicet  ex  paeniteníiae  ambitu,  secundam 
iííam  clementiam  Dei,  quae  mavalt  peccatoris  paenitentiam  qaam  mor- 
tem?, responde  exasperado:  Hoc  enim  fundamentum  opinionis  vestrae 
usqueqaaque  pulsandum  est(c.  18,  260,  22). 

Á  propósito  de  este  punto,  ha  indicado  el  P.  Stufler  que  la  polémica 
entre  católicos  y  montañistas  más  que  disciplinar  era  dogmática.  Todos 
convenían  en  que  á  los  que  Dios  perdonaba,  debía  también  perdonar  la 
Iglesia.  Lo  que  se  trataba  de  averiguar  era  si  el  perdón  de  Dios  se  exten- 
día á  todos.  Los  montañistas  lo  negaban,  mientras  que  los  católicos  lo 
afirmaban  (2). 

La  idea  del  P.  Stufler  nos  parece  verdadera,  aunque  nosotros  la  for- 
mularíamos de  otra  manera.  La  cuestión  por  sí  misma  era  disciplinar, 
puesto  que  se  trataba  de  si  la  Iglesia  debía  recibir  ó  no  en  su  seno  á  los 
adúlteros;  pero  la  razón  principal,  con  que  ambas  partes  procuran  pro- 
bar su  tesis,  es  de  carácter  puramente  dogmático.  En  este  sentido  es 
muy  cierto  que  la  polémica  se  concentró  sobre  todo  en  este  punto:  ¿Hasta 


(1)  «Extat  enim  et  Barnabae  titulus  ad  Hebraeos,  a  Deo  satis  auctoritati  viri...  et  uti- 
que  receptiorapud  Ecclesias  epístola  Barnabae  illo  apochrypho  Pastore  moichorum» 
(c.  20,  266.  17...). 

(2)  Zeitschrift,  1908,  pág.  14... 


EL  PERDÓN  DE   LOS   PECADOS   EN    LA   PRIMITIVA   IGLESIA  47 

dónde  se  extiende  la  misericordia  de  Dios?  De  los  22  capítulos  que  tiene 
el  libro,  13  nada  menos  (2,  7-19)  los  ocupa  este  argumento. 

Nada  da  á  conocer  mejor  la  fuerza  de  lógica  que  aquí  mostraban  los 
católicos  como  lo  penoso  de  la  refutación  de  Tertuliano. 

Ante  todo  echa  mano  del  sarcasmo,  como  de  ordinario.  Para  él  son 
estas  frases  adulaciones  de  Dios,  lenitivos  afeminados,  buenos  sólo  para 
dar  al  traste  con  el  vigor  de  la  disciplina  (1).  Aludiendo  á  la  doctrina  de 
Hermas,  exhorta  irónicamente  al  bautizado  á  abandonarse  á  su  pasión, 
que  Dios  es  bueno  y  le  tiende  sus  brazos,  que  de  adúltero  se  volverá 
cristiano.  Hay  que  leer  las  expresiones  mismas  de  Tertuliano,  escritas  en 
ese  latín  medio  salvaje  y  tan  característico  suyo,  para  darse  cuenta  de 
la  hiél  que  en  sí  encierran  (2). 

Pero  Tertuliano  se  siente  agobiado  por  el  cúmulo  y  peso  de  los  argu- 
mentos de  los  católicos.  Del  Antiguo  Testamento,  el  perdón  concedido 
al  homicida  Nabot,  al  adúltero  y  homicida  David,  los  ejemplos  de  Lot, 
Judas  y  Oseas  (c.  6);  del  Nuevo,  las  parábolas  del  dracma,  de  la  oveja 
perdida,  del  hijo  pródigo,  la  absolución  de  la  Magdalena  y  de  la  Sama- 
ritana,  del  incestuoso  de  Corinto,  nada  omiten  los  psíquicos  en  pro  de 
su  tesis  (7-19). 

La  refutación  exigía  algo  más  que  el  sarcasmo  y  la  ironía.  Del  argu- 
mento del  Antiguo  Testamento  se  deshace  Tertuliano  diciendo  que  tam- 
bién fueron  castigados  24.000  hombres  por  haber  abusado  de  las  hijas 
de  los  Madionitas,  y  sobre  todo,  que  esto  pasaba  en  la  antigua  ley,  pero 
en  la  nueva  no  hay  ya  perdón  para  los  adúlteros  (c.  6).  Esta  respuesta 
es  una  de  tantas  de  las  que  estila  Tertuliano.  ¡De  qué  distinta  manera 
nos  pintan  la  ley  nueva,  ley  de  amor,  los  Sinópticos  y  San  Pablo! 

Contra  los  ejemplos  del  Nuevo  Testamento  organiza  Tertuliano  un 
ataque  sistemático;  pero  desde  un  principio  cae  en  un  apriorismo  tenden- 
cioso. Su  primer  paso  es  dar  por  cierta  su  tesis  y  luego  explicar  las  pará- 
bolas en  conformidad  con  ella:  «jVos  autem  quia  non  ex  par  abolís  mate- 
rias commentamur,  sed  ex  materiis  parábolas  ínterpretamur,  nec  valde 
laboramus  omnía  in  expositione  torquere,  dum  contraría  quaeque  ca- 
veamus»  (c.  9,  235,  25...).  Más  explícito  es  aún  en  el  mismo  capítulo,  un 
poco  más  abajo:  «Nunc  de  filio  prodigo  id prius  consíderandum  est 


(1)  «Talia  et  tanta  fulilia  eorum,  quibus  et  Deo  adulantur  et  sibi  lenocinantur,  effe- 
minantia  magis  quam  vigoraníia  disciplinan!,  quantis  et  nos  et  contrariis  possumus  re- 
percutere,  quae  et  Dei  severitatem  intemptent  et  nostram  constantiam  provocent?» 
(c.  2, 222,  17). 

(2)  «Age  tu  funambule  pudicitiae  et  castitatis  et  omnis  circa  sexum  sanctitatis,  qul 
tenuissimum  filum  disciplinae  eiusmodi  veri  avia  pendente  vestigio  ingrederis,  carnem 
spiritu  librans,  animam  fide  moderans,  ocul  um  metu  temperans.  Quid  itaque  in  gradu 
totus  es?  Perge  sane,  si  potueris,  si  volueris,  dum  taní  securus  et  quasi  in  solido  es. 
Nam  si  qua  te  carnis  vacillatio,  animi  avocatio,  oculi  evagatio  de  tenore  decusserit, 
Deus  bonus  est:  suis,  non  ethnicis,  sinum  subicit;  secunda  te  paenitentia  excipiet:  erls 
iterum  de  moecho  Ciiristianus»  {c.  10,  240,  1). 


48  EL  PERDÓN   DE   LOS   PECADOS   EN    LA   PRIMITIVA   IGLESIA 

quod  ufilíusy  (236,  23).  Y  claro  está,  lo  más  útil  para  Tertuliano  ya  se 
ve  lo  que  era. 

Pero  hay  aún  algo  más  que  un  apriorismo  tendencioso.  Con  razón  se 
ha  acentuado  tanto,  que  Tertuliano  al  responder  á  esta  prueba  se  ha  visto 
obligado  á  retractar  la  segunda  parte  de  su  libro  De  paeniteniia  (1). 
Nuestros  lectores  recordarán  la  insistencia  con  que  en  el  capitulo  octavo 
encarecía  la  misericordia  de  Dios  para  con  los  pecadores  bautizados. 
Para  ello  se  fundaba  en  las  tres  parábolas  citadas  del  dracma,  de  la  oveja 
perdida  y  del  hijo  pródigo;  en  las  palabras  del  Señor  qui  misericordiam 
mavult  qaam  sacrificia  (Oseas,  6,  6);  en  la  exhortación  que  hace  á  los 
Tiatiros  á  que  salgan  de  sus  deshonestidades  (Apoc,  2-20);  en  la  parte 
que  toman  Cristo  y  la  Iglesia  en  el  dolor  y  en  la  alegría  del  pecador 
arrepentido,  y,  finalmente,  en  las  plegarias  que  por  él  dirige  al  Padre 
Jesucristo.  «Aeque  illi  cum  super  te  íacrymas  agunt,  Christus  patitur, 
Christus  patrem  deprecatur. » 

Pues  bien:  en  el  De pudicitia  afirma  que  las  tres  parábolas  menciona- 
das no  hablan  del  pecador  bautizado,  sino  del  gentil  (c.  7-11).  «Ad  hoc 
Dominus  pecudis  perditae  restitutionem  cum  figurasst,  cui  alii  configu- 
rasse  credendum  est  quam  ethnico  per  dito,  de  quo  agebatur,  non  de 
Christiano,  qui  adhuc  nemo?»  (c.  7, 231, 1).  «Perinde  drachmae  parabolam 
ut  ex  eadem  materia  provocatam,  aeque  in  ethnicum  interpretamur,  etsi 
in  domo  amissam,  quasi  in  Ecclesia,  etsi  ad  lucernae  lumen  repertam, 
quasi  ad  Dei  verbum  (ibid.  232,  4).  «Plus  est  igitur  si  nec  expedit  in 
Christianam  convenir e  ordinem  filii  prodigi»  (ibid.,  237, 12). 

Las  palabras  de  Oseas  (6, 6)  carecen  ya  de  valor.  «Sed  hoc  voluntpsy- 
chici,  ut  Deus  iusti  iudex  eius  peccatoris  paenitentiam  malit  quam  mor- 
íem,  qui  mortem  paenitentia  maluit»  (c.  10,  239,  31).  Otro  tanto  afirma 
de  las  del  Señor  á  los  Tiatiros  (Apoc,  2,  20).  Quasi  in  Apocalypsi  mani- 
festé fornicationi  posuerit  paenitentiae  auxilium,  ubi  adangelum  Thya- 
tirenorum  spiritus  mandat  habere  se  adversus  eum,  quod  teneret  mulie- 
rem  Jezabel,  quae  se  propheten  dicit  et  docet,  atque  seducit  servas  meos 
ad  fornicandum  et  edendum  de  idolothytis.  Et  largitus  sum  illi  tempo- 
ris  spatium,  ut  paenitentiam  iniret,  nec  vulteam  inire  nomine  fornicatio- 
n/s.»  Luego  añade:  Esta  penitencia  prometida  á  Jezabel  equivale  á  la 
primera,  porque  se  trata  de  una  hereje,  y  si  se  refiere  á  la  segunda,  enton- 
ces haec  erit  paenitentia,  quam  et  nos  deber  i  quidem  agnoscimus  multo 
magis,  sed  de  venia  Deo  reservamus  (c.  19,  261,  29,  30;  262,  1.  24.).  Más 
chocante  es  aún  la  contradicción  de  Tertuliano  al  asegurar  que  por  los 
blasfemos,  homicidas  y  adúlteros  no  ruega  ya  Cristo:  Horum  ultra  exora- 
tor  non  erit  Christus  (c.  19,  265, 25),  ni  se  regocija  la  Iglesia  en  su  conver- 
sión, sino  que  se  avergüenza  (c.  1,222,  6).  «Eumdem  limitem  liminis 


(1)    Stufler,  Zeitschrift,  1908,  26;  Esser,  Der  Katlwlik,  1907,  196. 


EL   PERDÓN   DE   LOS   PECADOS   EX   LA   PRIMITIVA   IGLESIA  49 

moechis  quoque  et  fornicatoribus  figimus  ieiunas  pacis  lacrimas  profii- 
suris  nec  amplias  ab  Ecclesia  quam  publicationem  dedecoris  relaturis» 
(c.  1,  222,  6). 

Los  católicos  instan  de  nuevo  con  los  hermosos  hechos  de  la  Magda- 
lena y  de  la  Samaritana,  á  quienes  absolvió  Cristo.  Tertuliano  responde 
con  desenfado:  «So//  Domino  hoc  licet»  (c.  11,  241,  9). 

Los  católicos  replican:  esta  es  una  escapatoria.  San  Pablo  absolvió 
al  incestuoso  de  Corinto  (2.  Cor.,  2,  5...);  ¿cómo  puede  decirse  que  esto 
sólo  es  lícito  al  Señor?  La  dificultad  que  á  Tertuliano  crea  este  caso 
práctico  es  indescriptible.  Desde  el  capítulo  13  al  19  la  da  mil  vueltas, 
sin  poder  al  fin  desenredarla  por  completo. 

La  primera  solución  que  se  le  ocurre  es  que  el  pecador  á  quien 
absuelve  el  Apóstol  en  la  segunda  carta  á  los  Corintios  no  es  el  inces- 
tuoso de  quien  habla  en  la  primera  (5, 1...),  sino  otro  pecador  deshonesto 
que  había  cometido  un  pecado  menos  grave  y  remisible.  Al  incestuoso 
le  había  excomulgado  para  siempre;  por  eso  dice  la  Escritura: « Tradidit 
eum  in  interitum  carnis...  non  in  enmendationem,  sed  in  perditionem 
tradidit  satanae»  (c.  13,  245,  27).  La  absolución,  prosigue,  argüiría  en  el 
Apóstol  una  ligereza,  bien  extraña  de  su  carácter  (c.  14,  250,  5...).  Luego 
hace  un  examen  minucioso  de  las  dos  cartas  á  los  Corintios  y  acumula 
textos  de  otras  cartas  de  San  Pablo  para  robustecer  su  opinión.  Sin 
embargo,  á  pesar  de  todo,  no  queda  tranquilo,  y  al  fin  del  capítulo  17 
llega  á  conceder  que  si  de  hecho  el  Apóstol  perdonó  el  incesto  al  fiel  de 
Corintio,  fué  una  excepción,  como  cuando  mandó  circuncidar  á  Timoteo, 
siendo  así  que  luego  suprimió  la  circuncisión. 

Pero  instan  de  nuevo  los  católicos:  El  Apóstol,  es  verdad,  excomulga 
en  algunas  de  sus  cartas  á  los  impúdicos,  pero  sin  negarles  por  eso  el 
perdón  que  se  concede  al  fin  de  la  exomologesis  (1).  Tertuliano  se 
inquieta  Sequebatiir  et  hoc  psychicos  sapere  (c.  18,  259,  1...),  y  acude 
de  nuevo  á  la  Escritura  para  rebatir  el  ataque.  Esta  vez  se  gloría  de 
poder  citar  al  lado  del  Apóstol  San  Juan  (c.  18,  19).  Pero  los  católicos 
vuelven  á  urgir  que  sus  textos  no  prueban  más  sino  que  á  los  adúlteros 
se  les  debe  excluir  temporalmente  de  la  Iglesia,  hasta  que  hayan  hecho 
penitencia,  y  esto  es  lo  que  pide  la  misericordia  del  Señor.  Este  continuo 
recurso  de  los  católicos  á  la  misericordia  divina  le  exaspera,  y  en  un  tono 
rabioso  le  hace  exclamar:  «¿Hasta  cuándo  vais  á  estar  machacando  con 


(1)  «Sed  haec,  ínquít,  ad  interdictionem  pertinebunt  omnis  impudicítiae  et  ad  indi- 
ctionem  omnis  pudicitiae,  salvo  tamen  loco  veniae,  quae  non  statimdenegatur,  si  delicia 
damnantur,  quando  veniae  tempus  cuní  damnatione  concurrat,  quam  excludit»  (c.  18, 
258,  28). 

«Quid,  si  et  hic  responderé  concipias,  adimi  quidem  peccatoribus  vel  máxime  carne 
poUutis  communicationem,  sed  ad  praesens,  restituendum  scilicet  ex  paenitentiae 
ambitu  secundum  illam  clementiam  Dei,  quae  mavult  peccatoris  paenitentiam  quam 
mortem?»  (c.  18,  260,  22). 

RAZÓN  Y  FE,  TOMO  XXVI  4 


50  EL    PERDÓN   DE    LOS    PECADOS    EN    LA    PRIMITIVA    IGLESIA 

este  martillo  de  vuestra  opinión?»  (18,  260,  26).  Finalmente,  resumiendo 
toda  su  argumentación,  concluye  que  si  el  Apóstol,  al  excomulgar  á  los 
adúlteros,  entendía  hacerlo  sólo  temporalmente,  lo  debía  de  haber 
dicho,  y  que  en  todo  caso  sus  palabras  más  favorecen  su  opinión  que  la 
de  los  católicos  (1). 

No  es  nuestro  intento  ni  conduce  á  nuestro  fin  descubrir  los  sofismas 
exegéticos  de  que  abunda  la  argumentación  de  Tertuliano.  Sólo  llama- 
mos la  atención  del  lector  sobre  lo  fácil  que  hubiera  sido  soltar  la  difi- 
cultad, si  de  hecho  el  caso  de  Corinto  hubiera  sido  una  excepción,  y  en 
el  transcurso  de  tiempo  que  corrió  hasta  el  momento  en  que  Tertuliano 
escribía  su  polémica  hubiera  reinado  en  la  Iglesia  el  uso  contrario.  Tam- 
poco conviene  pasar  por  alto  otra  circunstancia  capital,  y  es  que  al 
famoso  decreto  de  los  apóstoles,  Visum  est enim  Spiritui  Sancto  etnobis 
nihil  ultra  imponere  vobis  oneris  quam  haec  necessaria:  ut  abstineatu 
vos  ab  inmolatis  simulacrorum  et  sanguine  etsiiffocato  et  fornicatione, 
a  quibus  custodientes  vos  beneagetis  (Act,  15,  28...),  le  da  intencionada- 
mente una  interpretación  falsa  (c.  12,  241,  28...).  La  palabra  sanguine  la 
interpreta  por  homicidio,  y  todo  el  decreto,  según  él,  encierra  la  reser- 
vación á  solo  Dios  de  los  tres  pecados  capitales  (c.  12).  Hemos  dicho  que 
Tertuliano  hace  esto  intencionadamente,  y  esto  lo  ha  demostrado  Esser 
con  evidencia,  poniendo  de  relieve  que  hasta  él  nadie  había  entendido  el 
texto  en  tal  sentido,  y  que  el  mismo  Tertuliano  en  la  Apologia  (9)  y  en 
el  tratado  De  monogamia  (c.  5),  escrito  poco  antes  del  De  pudicitia,  le 
da  la  interpretación  común  y  única  verdadera  (2).  La  misma  arbitra- 
riedad exegética  se  echa  de  ver  en  la  explicación  de  la  mayoría  de  los 
otros  textos  (c.  15-19)  (3). 

Quinto  argumento  de  los  católicos:  La  Iglesia  tiene  poder  para  perdo- 
nar todos  los  pecados,  luego  en  vano  se  la  quiere  privar  de  ejercerlo. 
«Seí/  habet,  inquis,  potestatem  Ecclesia  delicia  donandi»  (c.  21,  269,  21). 
Los  católicos  apelan  primero  al  ejemplo  de  los  Apóstoles,  y  segundo  al 
capítulo  16,  V.  18  de  San  Mateo.  «Etego  dico  Ubi  quia  tu  es  Petrus,  etc., 
et  quodcumque  ligaveris  super  terram,  erit  ligatum  et  in  caelis  et  quod 
cumque  solveris  super  terram,  erit  solutum  et  in  caelis. 

La  respuesta  de  Tertuliano  adolece  de  los  mismos  defectos  que  las 
hasta  aquí  estudiadas.  En  el  capítulo  1.°  pone  en  duda  el  poder  de  la  Igle- 
sia para  absolver  á  los  adúlteros.  <^Non  habet  quibus  hoc  repromittat,  et 

(2)  «Debuerat  enim  quae  damnaverat  prolnde  determinasse,  quonam  usque  et  sub- 
qua  condicione  damnasset,  si  temporali  et  condicionaii  et  non  perpetua  severitate  dam- 
nasset.  Porro  cum  in  ómnibus  epistolis  et  post  fidem  taiem  proliibeat  admitti  et  admis- 
sum  a  communicatione  detrudat,  sine  spe  condicionis  ullius  aut  temporis,  nostrae 
magis  sententiae  adsistit,  eam  paenitentiam  ostendens  Dominum  malle,  quae  ante 
fidem,  quae  ante  baptisma  morte  peccatoris  potior  Jiabeatur,  semel  diluendi  per  Christi 
gratiam,  semel  pro  peccatis  nostris  morte  functi»  (c.  18,  261,  6). 

(1)    Der  Katholik,  1908,  104-8. 

(3)  Ib  id,  1907.,  196., 


EL   PERDÓN   DE    LOS   PECADOS   EN   LA   PRIMITIVA   IGLESIA  51 

Sí  habuerit,  non  repromittity  (220,  14).  En  el  21  lo  niega  rotundamente: 
Quis  autem  poterat  donare  delicia?  hoc  solías  ipsius  (spiritus)  est.  Quis 
enim  dimittit  delicia  nisi  solas  Deas?  ei  atiqae  morialia  quae  in  ipsum 
faerii  admissa  ei  in  iemplam  eias?»  (269,  2...).  Es  verdad  que  algunas 
líneas  más  abajo,  al  objetar  los  católicos  que  tiene  poder  para  perdonar, 
contesta  Tertuliano  maliciosamente:  «Hoc  ego  magis  et  agnosco  ei  dispo- 
no, qui  ipsam  paracleiam  in  propheiis  novishabeo  diceniem:  poiesiEccle- 
sia  donare  delicium,  sednonfaciam,  ne  ei  alii  delinqaani»  (269, 25).  Pero 
con  esto  no  hace  concesión  ninguna.  La  palabra  Ecclesia  hay  que  enten- 
derla en  sentido  montañista,  y  como  dice  él  luego:  *Ei  ideo  Ecclesia  qui- 
dem  delicia  donabii,  sed  Ecclesia  spiriius  per  spiriialem  fiominem,  non 
Ecclesiae  namerus  episcoporum»  (c.  21,  271,  8).  Por  consiguiente,  este 
poder  reside  en  la  Ecclesia  Spiriius,  no  en  el  Papa  y  en  los  Obispos. 
Eso  sí;  esta  doctrina,  y  esto  no  hay  que  olvidarlo,  no  es  la  tradicional, 
sino  una  doctrina  nueva  traída  por  los  nuevos  profetas  montañistas.  Con 
esta  frase  se  ha  vendido  Tertuliano  á  sí  mismo. 

Además,  al  exponer  el  argumento  de  los  católicos  comete  Tertuliano 
una  omisión  imperdonable,  con  el  fin  preconcebido,  claro  está,  de  dar 
más  verosimilitud  á  su  teoría.  El  texto  más  claro  y  apodíctico  que  existe 
para  probar  el  poder  de  absolver  en  la  Iglesia  es  el  del  Evangelio  de 
San  Juan  (20,  21,  23).  Á  él  acude  sobre  todo  Orígenes,  unos  años  más 
tarde.  Pues  bien,  Tertuliano  no  dice  sobre  él  ni  una  palabra.  Y  no  es  que 
el  Evangelio  de  San  Juan  le  fuera  desconocido,  pues  en  el  libro  adv.  Marc. 
IV,  2,5,  defiende  su  autenticidad  junto  con  la  de  los  otros  evange- 
lios, y  en  el  libro  adv.  Praxeam  (25)  cita  el  capítulo  20, 31.  El  fin  que  en 
ello  ha  tenido  salta  á  la  vista. 

Y  ¿cómo  se  arregla  para  resolver  los  otros  dos  argumentos  del  ejem- 
plo de  los  Apóstoles  y  del  texto  de  San  Mateo?  (c.  16,  v.  18...).  Con  su 
arbitraria  teoría  de  los  carismas.  Tertuliano  distingue  entre  la  disciplina 
y  la  potestad.  La  potestad  conviene  sólo  á  Dios;  mas  es  el  espíritu,  y  el 
espíritu  es  Dios.  "Sed  rarsam  quid  poiesias?  spiriius,  spiriius  auiem 
Deus»  (c.  21,  268,  31).  La  potestad  se  extiende  á  todos  los  pecados,  la 
disciplina  sólo  á  los  menores  y  remisibles,  de  ningún  modo  á  los  mayo- 
res y,  sobre  todo,  á  los  tres  capitales.  Por  consiguiente,  si  los  Apóstoles 
perdonaron  alguna  vez  pecados  de  sola  competencia  divina,  lo  hicieron, 
no  en  virtud  de  la  disciplina,  sino  de  la  potestad.  *Iiaqaesi  ei  ipsos  bea- 
tos aposiolos  iale  aliquid  indulsisse  consiarei,  cuius  venia  a  Deo,  non  ab 
homine  compeler  ei,  non  ex  disciplina,  sed  ex  poiesiaie  fecisseni.  Nam  ei 
moríaos  susciiaveruni  quod  Deas  solas»  (c.  21,  269,  7).  La  disciplina  es 
necesaria  para  gobernar  la  Iglesia,  y  debe,  por  lo  mismo,  poder  absolver 
de  las  faltas  que  contra  ella  se  cometan.  Disciplina  hominem  gubernai... 
Nam  Ubi  quae  in  le  reaium  habeani  eiiam  sepluagies  sepiles  iuberis 
indulgere  in  persona  Peiriy>  (ibid.,  268,  30;  269, 5...).  Para  absolver  de  los 
pecados  que  violan  el  templo  de  Dios  hace  falta  la  potestad,  y  ésta  es 


52  EL  PERDÓN   DE   LOS   PECADOS   EN   LA   PRIMITIVA   IGLESIA 

un  carisma  como  el  don  de  hacer  milagros,  pofestas  adsignaf  (ibid.  268). 
Sentada  esta  premisa,  completamente  arbitraria,  no  era  difícil  á  Tertu- 
liano rebatir  los  argumentos  católicos.  En  tono  provocador  apostrofa  al 
Papa  en  estos  términos:  «Muéstrame  ¡oh  apostólico!  tus  ejemplos  pro- 
féticos,  para  que  conozca  en  ellos  la  divinidad  y  arrógate,  enhorabuena 
el  poder  de  perdonar  estos  crímenes;  pero  si  á  ti  no  ha  sido  legado  más 
que  el  oficio  de  la  disciplina  y  el  de  regir,  no  con  imperio,  sino  como 
ministro,  ¿quién  eres  tú  para  perdonar  sin  ser  profeta  ni  apóstol  ni  tener 
la  virtud  á  la  que  esto  corresponde?»  (1). 

Contra  el  texto  de  San  Mateo  replica  que  el  apropiárselo  el  Papa  á 
sí  mismo  es  una  usurpación.  Estas  palabras  se  las  dijo  el  Señor  á  San 
Pedro  personalmente.  La  prerrogativa  que  en  ellas  se  contiene  es  un 
carisma,  único  suyo...  «De  taa  nunc  senientia  quaero,  ande  hoc  iiis  Eccle- 
siae  usurpes:  si  guia  dixerit  Petro  Dominus:  super  hanc  petram  aedifica- 
bo  Ecclesiam  meam,  ubi  dedi  claves  regni  caelestis,  vel,  quaecumque  al- 
ligaveris  vel  solver is  in  térra,  erunt  alligata  vel  soluta  in  caelis,  idcirco 
praesumis  et  ad  te  derivasse  solvendi  et  alligandi  potestatem,  id  est  ad 
omnem  Ecclesiam  Petri  propinquam?  Qualis  es,  evertens  atque  commu- 
íans  manifestam  Domini  intentionem  personaliter  hoc  Petro  conferen- 
tem?  Super  te,  inquit,  aedificabo  Ecclesiam  meam,  et,  dabo  tibí  claves, 
non  Ecclesiae,  et  quaecumque  solveris  vel  alligaveris,  non  quae  solve- 
rint  vel  alligaverint»  (c.  21,  269,  31;  270,  1...).  Tertuliano  para  salvarse 
se  ve  forzado  á  falsificar  el  sentido  de  un  texto  clarísimo,  y  esto  con  la 
mayor  desenvoltura.  Ni  se  contenta  con  esto.  En  conformidad  con  sus 
ideas  exegéticas,  restringe  este  carisma  de  Pedro  y  los  Apóstoles  al 
poder  de  perdonar  por  medio  del  bautismo,  no  por  medio  de  la  absolu- 
ción sacramental.  Lo  extraordinario  de  la  prerrogativa  lo  reduce  á  que 
ellos  habían  de  ser  los  primeros  en  bautizar. 

¿Á  qué  conduce  toda  esta  arbitrariedad  exegética?  Si  de  hecho  él 
era  el  representante  de  la  disciplina  tradicional,  ¿por  qué  no  se  escuda 
con  ella?  Con  haber  contestado  que  la  Iglesia  primitiva  no  absolvía  á 
los  adúlteros,  á  pesar  de  conocer  como  conocía,  sin  duda,  estos  textos^ 
hubiera  hecho  callar  á  los  católicos.  Pero  como  esto  no  lo  puede  hacer, 
combate  la  tesis  en  teoría  y  niega  á  la  Iglesia  la  potestad  de  las  llaves 
sobre  los  pecados  que  él  llama  irremisibles. 

Así  suelta  Tertuliano  los  argumentos  católicos.  Las  soluciones  no 
pueden  ser  ni  más  flojas  ni  más  contrarias  á  la  teoría  de  Funk  y  BatiffoL 
Estudiemos  la  parte  positiva  de  su  tesis  y  veamos  si  les  es  más  favorable. 


(1)  D'Ales,  La  Theologie  de  Tertullien,  París,  1905,  pág.  230,  nota  7;  pág.  519. 

(2)  «Exhibe  igitur  et  nunc  mihi,  apostolice,  prophetica  exempla,  ut  agnoscam  divinl- 
tatem,  et  vindica  tibi  delictorum  eiusmodi  remittendorum  potestatem.  Quod  si  discipli- 
nae  solius  officia  sortitiis  es,  nec  imperio  praesidere,  sed  ministerio,  quis  aut  qiiantus 
es  indulgere,  qui  ñeque  proplietam  nec  apostolum  exhibens  cares  ea  virtute  cuius  est 
indulgere»  (c.  21,  269,  16). 


EL   PERDÓN  DE   LOS   PECADOS   EN    LA   PRIMITIVA   IGLESIA  53 

No  cabe  dudar  que  en  la  primitiva  Iglesia  dominaba  una  corriente 
rigorista.  El  primer  documento  literario  en  que  se  manifiesta  es  Hermas, 
con  su  penitencia  segunda,  concedida  sólo  una  vez:  Tertuliano,  espíritu 
esencialmente  severo,  siguió  á  Hermas  en  sus  tiempos  católicos;  pasado 
al  montañismo,  se  recrudece  su  severidad,  y  en  principio  lo  llevó  á  recha- 
zar toda  penitencia  para  los  pecados  cometidos  después  del  bautismo. 
Pero  lo  que  rechazaba  en  principio  no  lo  podía  realizar  prácticamente, 
so  pena  de  acabar  por  completo  con  la  Iglesia  visible.  Tertuliano  siente 
entonces  la  necesidad  de  una  demarcación  de  límites  é  inventa  la  distin- 
ción de  pecados  en  remisibles  é  irremisibles.  -^Haec  (delicta)  dividimus 
in  dúos  exitus:  alia  erunt  remissibilia,  alia  inremissibilia»  (c.  2,  223,  29). 
Paralelamente  á  esta  doble  categoría  de  pecados  tenían  que  surgir  dos 
penitencias.  <^Secundüm  hanc  differentiam  delidorum,  paenitentiae 
qaoque  conditio  discriminatur.  Alia  erit  quae  veniam  consequi  possit, 
in  delicio  scilicet  remissibili,  alia  quae  consequi  nullo  modo  possit,  in 
delicio  scilicet  inremissibili»  (c.  2,  224,  13...).  Los  pecados  remisibles, 
aunque  mortales,  nacen  más  bien  de  la  flaqueza  humana  (cotidianae 
incursionis,  c.  19,  265,  13),  son  como  inherentes  á  ella,  ofenden  directa- 
mente al  hombre  y  obtienen  perdón  eclesiástico:  si  así  no  fuera,  no 
habría  salvación  para  nadie.  Por  ellos  ora  Cristo  al  Padre  (1).  La  Iglesia 
los  puede  perdonar  septuagies  sepiles  (c.  21,  269,  6).  Los  irremisibles. 
por  el  contrario,  encierran  una  malicia  intrínseca  especial,  violan  direc- 
tamente el  templo  de  Dios.  Por  ellos  no  ruega  ya  Cristo,  ni  la  Iglesia 
tiene  autoridad  para  perdonarlos  (2). 

He  aquí  un  catálogo  de  ambas  categorías.  Remisibles:  Perit  igitur 
etfidelis  elapsus  in  spectaculum  quadrigarii  furor is  et  gladiator ii  cruo- 
ris  et  scaenicae  foeditatis  etxysticae  vanitatis,  in  lusus,  in  convivía  sae- 
cularis  solleninitatis,  si  in  offlcium,  in  ministerium  allenae  idolatriae 
aliquas  artes  adhibuit  aut  incuriosius  in  verbum  anticipitis  negationis 
aut  blasphemiae  impegit.  Ob  tale  quid  extra  gregen  datus  est  vel  et 
ipse  forte  ira,  tumor e,  aemulatione,  quod  denique  saepe  fit,  dedigna- 
tione  castigationis  abrupit.  Debet  requiri  atque  revocar  i  (c.  7, 232,  21...), 
Nam  nec  ipsi  excídimus  a  qua  digressi  sumus  distinctione  delictorum: 
et  hic  enim  illamjohannes  commendavit,  quod  sint  quaedam  delicta  coti- 
dianae incursionis,  quibus  omnes  simus  obiecti.  Cui  enim  non  accidet 
aut  irasci  inique  et  ultra  solis  occasum,  aut  et  manum  inmittere 
aut  facile  maledicere  aut  temeré  turare  aut  fidem  pacti  destruere  aut 
verecundia  aut  necessitate  mentiré?  In  negotiis,  in  officiis,  in  quaestu, 
in  victu,  in  visu,  in  auditu  quanta  temptamur?  (c.  19,  265,  13...).  Irremi- 
sibles: Sunt  autem  et  contraria  istis,  ut  graviora  et  exitiosa,  quae 


(1)  «Ut,  si  nulla  sit  venia  istoriim,  nemini  salus  competat.  Horum  ergo  erit  venia  per 
axoratorem  Patris  Cliristum»  (c.  19,  265,  21). 

(2)  «Horum  ultra  exorator  non  erit  Christus»  (ibid.  25). 


54  EL   PERDÓN  DE   LOS   PECADOS   EN   LA   PRIMITIVA   IGLESIA 

veniam  non  capiant,  homicidium,  idolatría,  fraus,  negatio,  blasphemia^ 
utique  et  moechia  et  fornicatio,  et  si  qua  alia  violatio  templi  Dei 
(ibid.22;c.2\,269,4...). 

Que  esta  división  artificial  sea  de  origen  netamente  montañista,  es 
claro  como  la  luz.  En  ningún  autor  anterior  á  Tertuliano  se  encuentra. 
Además,  si  en  alguna  parte  cuadraba,  era  en  el  libro  De paenitentia,  donde 
exprofeso  trata  Tertuliano  (c.  3)  de  la  distinción  de  los  pecados.  Allí  no 
se  le  ocurre  otra,  sino  en  internos  y  externos.  Es  que  la  división  en  remi- 
sibles é  irremisibles  le  era  aún  desconocida,  como  á  los  católicos,  á  quie- 
nes combate  en  el  De  pudicitia. 

Sentada  la  irremisibilidad  de  ciertos  pecados,  era  menester  probarla. 
Tertuliano  se  apoya  ante  todo  en  la  justicia  divina.  Es  la  reacción  natu- 
ral contra  el  argumento  de  los  católicos,  sacado  de  la  misericordia  del 
Señor.  Su  lema  es  aquí:  «Qa/a  etsi  bonus  natura  Deas,  tamen  et  iustus^ 
(c.  2,  222,  21),  así  como  en  el  De  paenitentia  había  sido  el  opuesto:  «Ule 
est  qui  misericordiam  mavult  quam  sacrificia»  (c.  8.) 

La  segunda  razón  perentoria  es  que  hay  que  velar  por  las  costum- 
bres y  precaver  la  relajación  de  la  disciplina:  «Potest  Ecclesia  donare 
delictum,  sed  non  faciam  (ait  spiritus)  ne  et  alii  delinquant...  sed  cum 
plurium  malo  non  vult»  (c.  21, 269, 25, 30).  «Libertas  in  Christo  nonfecit 
innocentiae  iniuriam^  (c.  6,  228,  15).  Este  es  el  canon  que  él  observa 
en  la  interpretación  de  las  parábolas:  «Puto  me  et  materiae parabolarum 
et  congruentiae  rerum  et  tutelae  disciplinarum  accomodatiores  interpre- 
tallones  reddidisse»  (c.  9,  238,  16...).  Protesta  de  que  los  católicos  quie- 
ran convertir  la  Iglesia  en  cueva  de  ladrones.  La  Iglesia  es  una  virgen 
casta,  púdica,  santa,  y  así  debe  permanecer  (c.  1.°,  220,  10...).  Ya  antes, 
en  el  libro  De  paenitentia  (c.  7),  se  había  mostrado  Tertuliano  algún 
tanto  preocupado  al  proponer  la  penitencia  segunda.  Temía  que  algu- 
nos tomarían  de  aquí  ocasión  para  pecar;  pero  como  aún  no  había  roto 
con  el  catolicismo,  no  vaciló  en  prometerla  á  todos,  aunque,  siguiendo 
á  Hermas,  la  redujo  á  una  sola  vez.  Aquí  lo  antes  sostenido  ya  es  letra 
muerta.  Para  algunos  pecados  está  cerrada  para  siempre  en  esta  vida 
la  puerta  del  perdón.  Esto  es  incurrir  de  nuevo  en  una  flagrante  contra- 
dicción, pero  así  lo  exige  el  rigorismo  montañista. 

Pasemos  ya  al  argumento  que  ofrece  más  dificultad,  y  en  que  se  apoya 
principalmente  Funk. 

¿Cómo,  dice  Tertuliano,  concedéis  el  perdón  al  adúltero  y  se  lo 
negáis  al  idólatra  y  homicida,  cuyo  pecado  es  menor?  Esta  es  la  mayor 
de  las  inconsecuencias.  Tertuliano  hace  hablar  á  los  vicios,  que  excla- 
man: sigilar  aut  nec  lilis,  aut  etlam  nobls  paenltentlae  subsidia  conve- 
nlent*  (c.  5,  227,  19).  Esta  es  una  aceptación  de  personas  incalifica- 
ble... (1).  Por  lo  demás,  ¿es  indigno  de  Dios  y  de  su  misericordia,  que 


(1)    «Quid  agís  mollissima  et  humanissima  disciplina?  Aut  ómnibus  eis  hoc  esse  de- 


EL   PERDÓN   DE   LOS   PECADOS   EN   LA   PRIMITIVA   IGLESIA  55 

prefiere  la  penitencia  del  pecador  á  su  muerte,  que  puedan  más  fácil- 
mente volver  á  la  Iglesia  los  que  espontáneamente  cayeron,  que  los  que 
cayeron  peleando?  La  indignidad  nos  obliga  á  hablar.  ¿Recibirás  más 
bien  los  cuerpos  contaminados  que  los  ensangrentados?  ¿Qué  peniten- 
cia es  más  miserable,  la  que  postra  á  la  carne  mimada  ó  á  la  carne  en- 
sangrentada? ¿Quién  tiene  más  derecho  al  perdón,  el  que  lo  implora  vo- 
luntariamente ó  el  que  lo  hace  forzado.  El  que  niega  la  fe,  lo  hace  aviva 
fuerza;  el  que  comete  un  pecado  de  fornicación,  libremente  (1). 

Las  frases  no  pueden  estar  mejor  escogidas  para  producir  efecto  ni 
pueden  ser  más  categóricas.  En  claridad  y  aseveración  sólo  las  gana  esta 
otra:  <^Hinc  est,  quod ñeque  idololatriae  ñeque  sanguini pax  ab  Ecclesiis 
redditur-  (12,  242,  26). 

¿Qué  pensar  de  esta  argumentación  de  Tertuliano?  Dos  son  las  pre- 
misas de  que  arranca.  Primera.  El  adulterio  es  más  grave  que  el  homi- 
cidio y  la  idolatría.  Segunda.  La  Iglesia  niega  la  absolución  á  estos  últi- 
mos pecados. 

La  primera  premisa  la  pretende  probar  Tertuliano  con  el  capítulo  20 
del  Éxodo,  donde  están  consignados  los  mandamientos  dados  por  Dios 
á  su  pueblo,  y  con  el  decreto  de  los  Apóstoles.  En  su  raciocinio  se  des- 
cubre el  mismo  espíritu  sofístico  que  tantas  veces  hemos  tenido  ocasión 
de  observar.  Para  Tertuliano,  la  señal  inequívoca  de  que  el  adulterio  es 
más  grave  que  la  idolatría  y  el  homicidio,  es  que  en  ambos  lugares  se  la 
enumera  en  medio  de  estos  dos  pecados,  ocupando  el  puesto  preemi- 
nente (2).  Con  el  fin  de  llegar  á  este  resultado,  reduce  Tertuliano  los 
diez  mandamientos  á  tres:  prohibición  de  la  idolatría,  del  adulterio  y  del 
homicidio.  No  hay  para  qué  recalcar  la  arbitrariedad  de  semejante  reduc- 
ción. Lo  que  sí  conviene  advertir  es  que,  aun  así  y  todo,  el  adulterio  no 
está  en  el  lugar  citado  (Ex.,  20)  en  medio,  sino  después  de  la  idolatría  y 
homicidio.  Por  consiguiente,  el  raciocinio  de  Tertuliano  cae  por  su  base. 

En  cuanto  al  decreto  de  los  Apóstoles,  ya  hemos  hecho  notar  que 


bebis,  beati  enim  pacifici,  aut,  si  non  ómnibus,  nostra  esse.  Idololatrem  quídem  et  homi- 
cidam  semel  dañinas,  moechum  vero  de  medio  excipis?  Idololatrem  successorem, 
homicidae  antecessorem,  utriusque  collegam?  Personae  acceptatio  est:  miserabiliores 
praenltentias  reliquísti»  (c.  5,  227,  25...). 

(1)  «Ceterum  indignum  Deo  et  illius  misericordia,  qui  paenitentiam  peccatoris  morte 
praevertit,  ut  facilius  in  Ecclesiam  redeant,  qui  subando  quam  qui  dimicando  cecide- 
runt.  Urget  nos  dicere  indignitas:  contaminata  potius  corpora  revocabis  quam  cruéntala? 
Quae  paenitentia  miserabilior  titillatam  prosternens  carnem  an  vero  laniatam?  Quae 
iustior  venia  in  ómnibus  causis,  quam  voluntarius  an  quam  invitus  peccator  implorat? 
Nemo  volens  negare  compeüitur,  nemo  nolens  fornicatur»  (c.  22,  273,  3...).  (Véase  ade- 
más c.  6,  229,  4...;  c.  9,  236,  27...;  238,  18...). 

(2)  «Sed  cum  (fornicatio  et  moechia)  ea  sint  quae  culmen  criminum  teneant  (c.  1,  221 
31).  Pompam  quandam  atque  suggestum  aspicio  moechiae,  hinc  ducatum  idololatriae 
antecedentis,  hinc  comitatum  homicidii  insequentis.  ínter  dúos  ápices  facinorum  emi- 
nentissimos  sine  dubio  digna  consedit«  (c.  5,  226,  27). 


56  EL   PERDÓN  DE   LOS  PECADOS   EN   LA   PRIMITIVA   IGLESIA 

esta  interpretación  es  falsa,  y  que  Tertuliano  sabía  muy  bien  cuál  era  la 
verdadera;  pero  se  aparta  de  ella  porque  así  lo  exige  su  tesis. 

Ahora  bien,  ¿qué  fe  merece  un  autor  que  tiene  que  servirse  de  tales 
estratagemas  para  defender  su  opinión?  El  que  tan  poco  escrúpulo  siente 
en  falsificar  los  textos  y  su  interpretación,  ¿qué  escrúpulo  sentirá  en 
atribuir  á  su  adversario  una  impostura?  Añádase  á  esto  que  esta  aser- 
ción contradice  á  todas  las  fuentes  anteriores  y  á  su  mismo  escrito  De 
paenitentia. 

Recogiendo,  pues,  todo  lo  dicho  hasta  aquí,  volvemos  á  preguntar 
de  nuevo:  1.°  ¿Se  puede  deducir  lógicamente  del  libro  De  pudicitia  que 
Calixto  innovó  la  disciplina,  concediendo  el  perdón  á  los  adúlteros,  y  que 
Tertuliano  representa  á  la  tradición?  2.°  ¿Merece  fe  Tertuliano  al  afirmar 
que  los  católicos  negaban  la  absolución  á  los  apóstatas  y  homicidas? 

Á  ambas  preguntas  respondemos  categóricamente  que  no. 

En  efecto,  si  el  llamado  edicto  de  Calixto  significaba  una  nueva 
orientación  en  la  disciplina,  ¿por  qué  no  se  la  echa  en  cara  abiertamente 
Tertuliano?  ¿Por  qué,  al  achacarle  los  católicos  que  había  cambiado  de 
ideas,  no  rechaza  la  acusación  indignado  y  la  revuelve  contra  ellos, 
siendo  así  que  esta  era  la  única  respuesta  lógica  que  procedía,  sino  que 
lo  concede  y  aun  alardea  de  ello?  ¿Cómo  explicar  que  él  mismo  confiese 
que  su  doctrina  es  nueva,  como  Montano  y  sus  profetas?  ¿Por  qué  en  el 
tratado  De  pudicitia  se  ve  forzado  á  retractar  lo  sostenido  en  el  libro 
De  paenitentia,  particularmente  la  interpretación  de  las  parábolas?  ¿Por 
qué  no  hizo  la  distinción  de  los  pecados  en  remisibles  é  irremisibles  en 
el  tratado  De  paenitentia,  donde  la  materia  misma  y  el  capítulo  3.°,  en 
que  trata  expresamente  esta  cuestión,  así  lo  exigían?  ¿Por  qué  procura 
enervar  con  el  sarcasmo  la  autoridad  de  Hermas,  á  quien  antes  había 
seguido  en  este  punto?  ¿Por  qué  no  cita  ningún  texto  de  la  tradición  á 
favor  suyo,  sino  que  procura  más  bien  probar  su  tesis  a  priori  y  por  la 
Escritura,  falsificando  el  sentido,  y  una  vez,  por  lo  menos,  el  texto  mismo? 
¿Cómo  se  puede  decir  que  el  llamado  edicto  de  Calixto  cambiaba  la 
disciplina,  siendo  así  que  Hermas,  San  Ireneo,  Clemente  Alejandrino, 
San  Dionisio  de  Corinto,  San  Pablo  y  el  mismo  Tertuliano  en  sus  tiempos 
católicos  han  practicado  ó  enseñado  antes  que  Calixto  la  misma  teoría? 

Por  las  mismas  razones  nos  parece  que  Tertuliano  no  merece  fe  nin- 
guna al  achacar  á  los  católicos  el  que  negaban  la  absolución  á  los  após- 
tatas y  homicidas.  Su  afirmación  está  en  contradicción  manifiesta  con 
los  testimonios  de  Clemente  de  Alejandría,  de  las  actas  auténticas  de  la 
Iglesia  de  Lyon  sobre  los  mártires  del  178-9,  de  Hermas,  de  San  Dioni- 
sio de  Corinto  y  de  su  libro  De  paenitentia.  La  acusación  sale  además 
de  una  pluma  exasperada,  á  quien  hemos  cogido  ya  varias  veces  en  fal- 
sificaciones palpables  (1). 


(1)    En  el  capítulo  23  dice  que  Calixto  ha  concedido  el  primero  á  los  mártires  el  poder 


EL   PERDÓN   DE   LOS   PECADOS   EN   LA   PRIMITIVA   IGLESIA  57 

Sobre  todo,  la  frase  que  á  veces  se  suele  aducir:  Hinc  est  quod  ñeque 
idololatriae  ñeque  sanguini  pax  ab  Ecclesiis  reddatur  (c,  12,  242,  26), 
carece  por  completo  de  valor.  Aquí  habla  Tertuliano  de  las  Iglesias 
montañistas,  como  se  desprende  de  todo  el  contexto,  no  de  las  católicas. 

Es  indudable  que  los  cargos  que  en  toda  esta  exposición  se  han  ido 
acumulando  contra  Tertuliano  son  tremendos;  pero,  á  nuestro  modo  de 
ver,  justificados.  Algunos  los  ha  sabido  exponer  Esser  con  tal  maestría 
que  han  hecho  retroceder  á  Funk  y  á  Batiffol  un  paso  en  su  teoría.  Últi- 
mamente ha  llegado  á  conceder  Funk,  como  probable,  y  Batiffol  como 
cierto,  que  en  tiempo  de  Tertuliano  se  absolvía  á  labora  de  la  muerte  de 
los  tres  pecados  capitales.  Pero  con  esta  concesión,  arguye  muy  bien  el 
P.  Stufler,  han  abandonado  su  opinión.  Pues  si  esto  se  admite  en  tiempo 
de  Tertuliano,  ¿por  qué  no  se  ha  de  admitir  lo  mismo  en  los  dos  prime- 
ros siglos  en  que  existen  testimonios  más  que  suficientes  en  pro  y  nin- 
guno en  contra?  Y  ¿por  qué  se  ha  de  restringir  la  absolución  al  momento 
de  la  muerte,  cuando  los  testimonios  no  determinan  tiempo  alguno?  (1). 

Aun  quedaría  por  elucidar  cuál  era  el  verdadero  contenido  del  lla- 
mado edicto  de  Calixto,  y  cómo  de  él  tomó  pie  Tertuliano  para  entablar 
su  encarnizada  polémica.  Todos  los  esfuerzos  realizados  en  este  sentido 
no  han  podido  llegar  á  conclusiones  definitivas.  Lo  más  probable  es  que 
el  Papa  Calixto  dirigió  un  escrito  á  algunos  Obispos  africanos,  que, 
según  San  Cipriano,  se  resistían  á  absolver  á  los  adúlteros  (2).  Como  se 
trataba  sólo  de  éstos,  el  Papa  no  diría  quizá  nada  de  los  idólatras  y 
homicidas,  y  de  este  silencio  se  aprovecha  Tertuliano  para  acusarle  de 
inconsecuente  y  desahogarse  contra  él  (3). 

Por  el  mismo  tiempo  en  que  Tertuliano,  sostuvo  San  Hipólito  contra 
Calixto  otra  controversia  en  que  entra  también  de  por  medio  la  disci- 
plina penitencial.  Funk  creía  que  el  testimonio  de  San  Hipólito  confir- 
maba su  tesis.  El  texto  dice:  Ttpíóxo;  xá  -K^hc.  tá?  ^^íová;  xoT;  ávOptüitot^  c'jyxwpeTv 
énevór^asv,  Xlyujv  Tiaatv  utC  auToü  áifeuOxt  ái-iaptíai;  (PhilOS-,  IX,  12).  ScgÚn  Funk, 

la  extensión  de  la  palabra  ■nacrtv  |está  bien  determinada  por  la  expresión 
anterior  xá-nrí);  tá;  ^?ová?.  El  texto,  pues,  significaría:  «Calixto  fué  el  pri- 
mero que  pensó  en  permitir  á  los  hombres  lo  que  halaga  su  sensualidad, 
diciendo  que  á  todos  (los  deshonestos)  perdonaba  él  sus  pecados.»  Pero 
esta  traducción  fuerza  la  construcción  natural  de  la  frase.  La  palabra 
Ttácrtv  se  extiende  á  todos  los  pecados.  La  restricción  es  una  añadidura 
arbitraria  de  Funk.  Basta  leer  el  texto  entero  para  convencerse  de  ello. 
Á  renglón  seguido  continúa  San  Hipólito:  'O  yáp  -rcap'  li£:cp  xivi  (TjvaY¿[A£vo? 

xa\  ^eyéaívo?  x.taxtivó;,  íX  v.  av  átjLápxTj,  t^aaív,  o¿  )oYt;£xxt  ah\^  i¡  á;jL2px(a,el  itpo;- 


de  conceder  la  paz  á  los  pecadores,  siendo  así  que  en  el  libro  Ad  mar.,  c.  1,  anterior  al 
De  pud.,  hace  ya  mención  de  esta  prerrogativa.  V.  Zeitsch.,  1908,  pág.  36. 

(1)  Zeitschrift.,  1908,  pág.  4. 

(2)  Ep.  55,  núm.  11,  ed.  Hartel. 

(3)  Zeitschrift,  1908,  pág.  37. 


58  EL   PERDÓN   DE    LOS   PECADOS   EN    LA    PRIMITIVA   IGLESIA 

SpáfjLot  T^  Toü  Ka).),(aTou  (T>to).7¡.  Esta  cláusula  es  la  explicación  lógica  de  la 
anterior,  como  lo  indica  la  conjunción  yáp.  Ahora  bien,  aquí  se  vuelve  á 
repetir  que  á  los  que  se  agregan  á  la  escuela  de  Calixto  se  les  perdona 
todo  lo  que  pecaren.  Pero  lo  que  quita  lugar  á  toda  duda  son  las  si- 
guientes acusaciones  que  San  Hipólito  reúne  contra  el  Papa  Calixto.  «Él 
ha  hecho,  dice,  de  la  Iglesia  un  arca  de  Noé.  Sus  oyentes  no  prohiben 
ningún  pecado,  esparciendo  que  Cristo  perdona  á  cuantos  quieren  ser 
perdonados.  Enseña  el  adulterio  y  homicidio,  y  en  su  magnificencia 
ofrece  el  perdón  á  todos  sin  distinción,  Tiadt  o'  áxpkw;  irpoacpÉpov  ttqv  xoww- 
víxv.»  San  Hipólito,  pues,  acusa  á  Calixto  de  relajación;  de  conceder  el 
perdón  demasiado  fácilmente  y  á  todos.  Por  consiguiente,  su  testimonio 
es  enteramente  opuesto  al  de  Tertuhano,  según  el  cual  Calixto  excluía 
de  la  reconciliación  á  los  idólatras  y  homicidas.  Luego  es  un  nuevo 
argumento  en  favor  de  nuestra  tesis. 

En  todo  lo  que  precede  hemos  procurado  estudiar  los  dos  libros  de 
Tertuliano  y  el  testimonio  de  San  Hipólito  lo  más  objetivamente  po- 
sible. Al  mismo  tiempo  hemos  ido  sacando  las  consecuencias  que  el 
examen  de  las  fuentes  exigía.  Al  lector  imparcial  toca  ahora  juzgar  si 
exagerábamos  al  decir  al  principio  que  la  tesis  de  Funk  es  histórica- 
mente insostenible. 

Zacarías  García. 


PR06BES0S  iCIR  ADELANTE  Y  HACIA  ATBAS 


R.  P.  R.  Ruiz  Amado,  S.  J. 

Mi  R.  P.:  Vengo  siguiendo  con  atención  los  artículos  por  usted  publi- 
cados en  Razón  y  Fe  sobre  el  Patriotismo,  y  no  puedo  callar  por  más 
tiempo,  ni  dejar  de  manifestar  á  usted  mis  desconsoladoras  impre- 
siones. 

Convengo  con  usted  en  que  el  amor  de  la  patria  chica  y  grande  debe 
ser  racional.  No  niego  que  en  el  carácter  de  las  naciones,  y,  por  consi- 
guiente, en  el  de  nuestra  patria,  ejerce  un  decisivo  influjo  el  elemento 
histórico;  pero  en  lo  que  no  puedo  convenir  es,  en  que  las  naciones, 
por  razón  de  patriotismo ,  hayan  de  vivir,  permítame  usted  la  frase, 
amarradas  á  su  Historia,  sobre  todo  cuando  su  Historia  viene  siendo, 
como  la  de  nuestra  pobre  España,  una  sucesión  de  desventuras  que  nos 
han  ido  trasladando  insensiblemente  desde  la  cabeza  hasta  la  cola  de  la 
civilización  y  prosperidad  materiales. 

Sin  desconocer  el  valor  de  algunas  de  las  razones  por  usted  alega- 
das, temóme  no  se  oculte  en  el  fondo  de  ellas  algo  de  ese  fatalismo 
musulmán  que  no  pocos  escritores  han  querido  descubrir  en  el  fondo  de 
nuestro  carácter,  como  un  sedimento  atávico  que  en  nuestras  venas 
depositó,  al  circular  por  ellas,  la  sangre  moruna. 

¿Qué?  Porque  en  lo  pasado  hemos  sido  una  especie  de  Quijotes  de 
la  Historia  Universal,  y  hemos  abandonado  y  dejado  arruinarse  nues- 
tra hacienda,  por  andarnos  desfaciendo  tuertos  por  esos  mares  y  cam- 
pos de  Europa  y  de  todo  el  mundo,  ¿quiere  usted  que  vivamos  indife- 
rentes al  movimiento  enérgico  de  avance  que  en  la  actualidad  arrastra 
poderosamente  á  todos  los  pueblos  vivos  y  los  lleva  á  un  porvenir  de 
riqueza,  de  progreso  industrial  y  mercantil,  de  prosperidad  y  adelanto 
en  todos  los  órdenes  de  la  vida? 

Es  verdad  lo  que  usted  dice,  que  nosotros  sostuvimos  guerras  para 
afirmar  contra  la  oleada  germánico-protestante  la  unidad  católica  de 
Europa,  y  nos  comprometimos  para  dar  á  Francia  una  católica  dinastía 
(beneficio  que  nos  pagó  poniéndose  luego  de  parte  de  los  protestantes 
alemanes  para  destruirnos).  Pero  ¿quién  no  ve  que  en  la  moderna  edad 
ya  no  se  empeñan  las  guerras  para  sostener  ideas  religiosas,  sino  para 
apoderarse  de  comarcas  auríferas,  para  conquistar  puertos  al  comercio 
nacional  y  mercados  á  las  industrias  indígenas?  Y  ¿qué  papel  pudiera 


60  PROGRESOS   HACIA   ADELANTE   Y   HACIA   ATRÁS 

representar  España  en  el  mundo  moderno,  si  se  empeñara  en  seguir  afe- 
rrada á  sus  ideales  del  pasado,  sino  el  papel  del  Caballero  de  la  Triste 
Figura,  acariciando  los  ensueños  de  la  Caballería  en  una  época  en  que 
ya  la  Caballería  había  sido  suprimida  del  mundo? 

Ya  sé  que  no  pretende  usted  excitarnos  á  bélicas  aventuras,  para  las 
cuales  no  tenemos  ejércitos,  ni  escuadras,  ni,  sobre  todo,  hacienda.  Per 
no  me  parece  menos  triste  ese  papel  de  alcázar  del  ideal,  que  señala 
usted  á  nuestra  patria.  ¿Vamos  á  limitarnos,  por  ventura,  á  ser  una  espe- 
cie de  museo  de  instituciones  momias,  para  tener  el  gusto  de  que  nues- 
tra pobreza  y  rutinarismo  arcaico  sirvan  de  distracción  á  los  turistas 
extranjeros,  que,  hartos  de  las  comodidades  de  la  vida  moderna,  vengan 
á  admirarse,  con  nuestro  ejemplo,  de  la  manera  frugal  y  mísera  como 
vivieron  sus  abuelos  en  tiempos  pasados? 

Esas  ¡deas  son  tanto  menos  perdonables  en  usted,  Padre  mío,  cuanto 
que  no  ha  pasado  usted  su  vida  á  vista  del  campanario  de  su  aldea.  Us- 
ted ha  visitado  á  Suiza,  Francia,  Alemania,  Inglaterra;  y  animado,  como 
me  complazco  en  reconocer  que  usted  lo  está,  por  el  sacro  fuego  del 
patriotismo,  ¿no  se  ha  llenado  usted  de  santa  envidia  al  contemplar  el 
adelanto  de  su  agricultura,  de  su  fabricación,  de  sus  riquezas,  que  nos 
hacen  parecer  miserable  nuestro  país,  á  la  vuelta  de  semejantes  viajes? 

Pues  bien:  también  yo  conozco  esos  países,  y  he  viajado,  sobre 
todo,  en  los  Estados  Unidos  de  América,  y  le  aseguro  á  usted  que,  no 
menos  inflamado  que  usted  en  el  amor  á  mi  patria  chica  y  grande,  lo 
que  yo  deseo  para  ella  son  esos  progresos  asombrosos  de  sus  artes 
é  industrias,  esas  gigantescas  obras  hidráulicas,  esos  medios  de  loco- 
moción que  alargan  la  vida,  abreviando  el  tiempo  que  de  ella  perde- 
mos aquí,  en  nuestros  trenes  de  poca  velocidad  y  puntualidad  todavía 
más  escasa. 

En  este  sentido  creo  debemos  entender  y  predicar  el  patriotismo;  y 
para  esto,  en  lugar  de  aferramos  á  glorias  imaginadas  del  tiempo  preté- 
rito, lo  que  nos  urge  es  romper  con  nuestras  tradiciones  de  vano  orgullo 
nacional,  de  pereza  y  falta  de  iniciativa,  de  una  inacción  que  se  pare- 
cería al  Nirvana,  si  no  le  quitaran  la  semejanza  las  panderetas  y  casta- 
ñuelas. 

En  pensar  así  imagino  yo  que  consiste  la  verdadera  orientación;  y, 
sobre  todo,  en  obrar  así  tengo  la  persuasión  íntima  que  está  el  verda- 
dero patriotismo. 

Y  porque  no  quiero  fatigar  á  usted  con  mi  p-'olijidad  (aunque  me 
quedo  con  hartas  cosas  en  el  buche),  concluiré  diciéndole,  que  me  duele 
tanto  como  pueda  dolerle  á  usted  que  nuestras  desdichadas  escuadras 
fueran  echadas  á  pique  por  los  yanquis  en  Cavite  y  en  Santiago  de 
Cuba;  pero  que  me  duele  más,  incomparablemente  más,  que  después  de 
esa  dura  lección,  que  debía  habernos  abierto  los  ojos,  personas  de  la  cul- 
tura de  usted  y  pertenecientes  á  una  Corporación  tan  influyente  en  los  es- 


PROGRESOS   HACIA   ADELANTE   Y   HACIA   ATRÁS  61 

píritus  como  la  á  que  usted  pertenece,  sigan  esforzándose  por  hacernos 
mirar  hacia  atrás  (á  lo  cual  tenemos  ya  demasiada  inclinación  natural, 
por  lo  que  esto  favorece  nuestra  inercia),  en  vez  de  empujarnos  con 
toda  el  alma  á  mirar  hacia  adelante,  emulando  á  esas  naciones  que  nos 
han  vencido  porque  nos  preceden  en  las  vías  de  la  civilización  y  el  pro- 
greso. 

Sentiría  que  mi  franca  expansión  molestara  á  usted,  á  quien,  lejos  de 
querer  ocasionar  la  menor  contrariedad,  respeto  y  leo  (que  es  una  de  las 
más  extraordinarias  muestras  de  aprecio  que  puede  dar  un  español),  y 
de  quien  soy,  esperando  sus  órdenes,  S.  S.,  Q.  B.  S.  M.,— Inocencio  Roiq 
Y  Negre  (1). 

Sr.  D.  Inocencio  Roig  y  Negre. 

Muy  señor  y  dueño  mío:  Aunque  la  conmovedora  nota  del  fin  de  su 
carta,  en  que  me  asegura  usted  lee  mis  escritos  (cosa  de  que  no  pudie- 
ran alabarse  muchos  cariñosos  amigos  míos),  debía  bastar  para  obli- 
garme á  responder  á  sus  razones;  las  circunstancias  particulares  en  que 
viene  á  mis  manos  su  misiva,  no  sólo  me  fuerzan  á  contestarla  muy  de 
propósito,  sino  á  confesarme  obligado  á  usted  por  haberme  con  ella 
orientado  definitivamente  para  continuar  la  serie  de  mis  artículos  since- 
ramente patrióticos,  sea  ó  no  acertado  mi  leal  saber  y  entender  en 
materia  de  patriotismo. 

¡Y  para  que  vea  usted  si  soy  hombre  de  suerte!  Cabalmente,  par- 
tiendo de  muy  diferentes  orígenes,  y  que  seguramente  estaban  á  mil 
leguas  de  sospechar  cooperaban  con  usted  á  la  producción  de  un  artículo 
mío,  habíanse  dado  cita  en  mi  mesa,  con  la  apreciable  carta  de  usted,  dos 
libros  en  los  cuales  se  contiene  la  más  cumplida  contestación  á  ella  que 
yo  pudiera  nunca  imaginar. 

Por  lo  visto  es  usted  uno  de  los  convencidos  del  progreso  moderno, 
y  por  ventura  del  progreso  indefinido,  opinión  que  por  momentos  está 
desapareciendo  de  la  escena  del  mundo,  donde  ha  campeado  casi  dos 
siglos,  ¡y  que  hace  usted  muy  bien  en  apresurarse  á  profesar,  por  cuanto 
es  de  temer  que,  dentro  de  pocos  años,  no  será  ya  posible  su  profesión 
á  nadie  que  como  usted  se  tenga  por  persona  de  criterio  científico! 

Pero  sobre  esto  no  seré  yo  quien  me  fatigue  en  responder  á  usted, 
porque  aquí  tengo  encima  de  la  mesa  una  novela  en  dos  tomos,  nada 
menos  que  del  Dr.  Clendábims,  que  se  encargará  de  dar  á  usted  la  con- 
testación más  satisfactoria. 


(1)  Aunque  sospecho  ser  esta  firma  más  bien  un  símbolo  que  un  verdadero  apellido 
catalán,  he  obtenido  del  R.  P.  Director  de  Razón  y  Fe  el  permiso  de  publicar  la  carta 
que  antecede,  sin  otra  salvedad  que  la  de  que  no  constUnya  precedente  que  pueda  ser 
invocado  en  otros  casos. 


62  PROGRESOS  HACIA  ADELANTE  Y  HACIA  ATRÁS 

Es  usted  asimismo  conocedor  de  los  Estados  Unidos  y  admirador 
de  sus  gigantescas  obras  y  conquistas  científicas.  Yo,  al  contrario,  no 
he  tenido  el  placer  de  viajar  en  aquel  país,  ni  lo  conozco,  por  consi- 
guiente, de  visa;  pero  casualmente  (si  la  casualidad  fuera  alguna  cosa 
en  el  mundo)  ha  venido  á  toparse  en  mi  mesa  con  la  carta  de  usted  otro 
libro,  indígena  de  aquella  nación,  obra  de  uno  de  los  más  afortunados 
moralistas  que  recientemente  le  han  predicado  (1),  y  en  donde  confío 
hallará  usted  algo  capaz  de  hacerle  modificar  su  parecer. 

Y  pues  ha  querido  mi  buena  estrella  que  tan  insignes  autores  con- 
currieran para  escribirme  el  artículo,  después  de  hacer  entre  usted  las 
presentaciones  de  rúbrica,  permítame  usted,  mi  estimado  Sr.  Roig,  que 
me  retire  á  segundo  término,  y  en  mi  halagüeña  inacción  española  les  dé 
á  ustedes  lugar  para  ponerse  de  acuerdo. 

Con  esto  soy  de  usted,  con  el  mayor  respeto,  S.  S.,  Q.  B.  S.  M., — 
R.  R.  A.,  S.J. 

I 

LA   MÁQUINA  DEL   TIEMPO 

La  novela  del  Dr.  Clendábims  (2)  me  produce  el  efecto  de  un  micros- 
copio solar  hecho  para  agrandar  desmesuradamente,  y  poner  ante  los 
ojos  de  todos,  los  vicios  de  la  edad  en  que  vivimos,  reflejándolos  sobre 
la  inmensa  pantalla  de  los  siglos  venideros.  Este  efecto  es  el  mismo  que 
pretendió  el  novelista  inglés  H.  G.  Wells  en  su  The  Time-Machine  —La. 
máquina  del  tiempo, —  que  ha  sido  el  cañamazo  sobre  que  el  novelista 
español  ha  bordado  su  obra,  aunque  con  criterio  diametralmente  diverso. 

La  base  en  que  ambos  convienen  es,  que  el  desenvolvimiento  ateo- 
materialista  de  la  Humanidad,  arrastrada  por  la  sed  de  placer  y  des- 
lumbrada por  sus  propios  descubrimientos  técnicos,  ha  de  conducir  á 
una  diferenciación  cada  día  mayor  de  las  clases  sociales,  reducidas  á 
sólo  dos:  la  de  los  Haves  y  la  de  los  Havenots,  la  de  los  habentes  y  la 
de  los  non-habentes,  la  de  los  que  lo  tienen  todo  y  la  de  los  que  no 
tienen  nada.  ¡División  no  enteramente  moderna,  pues  ya  decía  (si  no  re- 
cuerdo mal)  la  agüela  de  Sancho  Panza,  que  el  tener  y  el  no  tener  eran 
los  dos  linajes  únicos  del  mundo! 

Estos  dos  linajes  estuvieron  ya  enteramente  separados  en  la  Antigüe- 
dad, por  la  esclavitud  en  que  nacían  ó  á  que  eran  reducidos  los  Have- 
nots, y  sólo  logró  conglutinarlos,  suprimida  aquella  barrera,  la  caridad 
cristiana. 


(1)  Manhood's  Morning,  a  book  to  young  men  between  fourteen  and  twentyeight 
years  o/ age,  by  Joseph  Alfred  Conwell,  Philadelphia,  Pa.  Vir  Co. 

(2)  Elois  y  Morlocks,  novela  de  lo  porvenir.  Narración  del  P.  Zacarías  M.  Blondel, 
publicada  en  español  por  el  Dr.  Lázaro  Clendábims.  Barcelona,  1909,  Herederos  de 
J.  Gili.  Dos  tomos,  6  pesetas  en  rústica  y  8  en  tela. 


PROGRESOS   HACIA    ADELANTE   Y   HACIA   ATRÁS  63 

Pero  borrado  el  Cristianismo  de  la  haz  de  la  tierra,  por  el  esfuerzo 
secular  de  los  sectarios,  los  Haves  y  los  Havenots  quedarán  entregados 
á  las  fuerzas  económicas  que  mecánicamente  rigen  el  mundo  y  tienden 
á  separarlos.  El  socialismo,  por  medio  del  establecimiento  de  enormes 
sindicatos,  vendrá  á  absorber  todas  las  fuerzas  productoras  y  acaparar 
todos  los  instrumentos  de  producción,  y  naturalmente,  cederá  esta  con- 
centración en  beneficio  de  los  directores  de  esas  complicadas  máquinas. 
La  clase  media  desaparecerá  á  medida  que  vayan  desapareciendo  las 
pequeñas  industrias,  y  no  habrá  en  la  tierra  sino  capitalistas  y  proleta- 
rios; poseedores  de  caudales  inmensos  y  obreros  destituidos  de  otro 
recurso  que  mendigar  trabajo  y  pan  de  los  poseedores  del  capital,  los 
cuales,  despojados  de  todo  freno  moral  y  religioso  que  pudiera  trabar 
sus  apetitos,  reducirán  al  obrero  á  producir  lo  más  posible  con  el  menor 
consumo  posible,  y  reservarán  para  sí  todos  los  deleites,  acumulados  y 
servidos  por  el  creciente  desarrollo  del  progreso  material. 

Imposibilitados  los  obreros  para  salir  de  su  condición  (por  no  darse 
tránsito  del  no  tener  nada  al  tenerlo  todo)  (1),  y  lanzados  cada  día  á 
mayores  profundidades  bajo  tierra,  adonde  irán  á  buscar  las  materias  pri- 
meras y  donde  acabarán  por  establecerse  también  para  elaborarlas;  se 
irán  acostumbrando  á  vivir  en  la  penumbra  y  luego  en  la  obscuridad, 
hasta  manejarse  bien  en  ella  y  cobrar  horror  á  la  luz  del  día.  En  aquellas 
condiciones  especiales,  su  organismo  se  irá  transformando  hasta  conver- 
tirse en  una  especie  de  orangutanes  subterráneos,  cuya  vida  alternará 
entre  el  trabajo  mecánico  y  las  más  brutales  y  desenfrenadas  orgías. 

Por  pasos  contrarios,  los  habentes  llegarán  á  formar  primero  una 
sociedad  comunista  y  feminista,  donde  no  habrá  más  imperio  que  el  de 
la  belleza,  ni  otro  móvil  que  el  del  placer.  La  retribución  de  los  funcio- 
narios de  aquel  mundo,  dividido  en  dos  tan  diversas  agrupaciones,  con- 
sistirá en  la  permanencia,  más  ó  menos  prolongada  según  su  categoría, 
€n  las  ciudades  del  placer,  que  alternará  con  la  administración  de  las 
subterráneas  ciudades  del  trabajo. 

Mas  como  los  operarios  de  éstas  irán  convirtiendo  su  mecánica  labor 
en  operación  instintiva,  cada  día  será  menos  necesaria  la  administra- 
ción, y  los  administradores  desampararán  gradualmente  las  ciudades  del 
trabajo  para  concentrarse  en  las  del  placer.  En  éstas,  reducida  la  exis- 
tencia á  los  goces  sensuales,  el  hombre  degenerará  aún  más  rápidamente 
que  bajo  tierra,  y  se  irá  convirtiendo  en  un  niño  grande,  negligente, 
vegetarista,  y,  finalmente,  en  rebaño  que  triscará  descuidadamente  sobre 
la  haz  de  la  tierra,  convertida  por  las  ya  extinguidas  industrias  en  un 
inmenso  jardín,  donde  los  nocturnos  habitantes  de  las  antiguas  cavernas 
industriales  escogerán  cada  noche  sus  reses,  que  llevarán  á  sus  antros 


(1)    Este  tránsito  sólo  pueden  constituirlo  las  pequeñas  industrias,  condenadas  á 
desaparecer. 


64  PROGRESOS   HACIA   ADELANTE   Y   HACIA   ATRÁS 

para  quitarles  la  vida  con  exquisitos  tormentos,  manifestación  de  un 
odio  atávico,  y  alimentarse  después  con  sus  carnes  delicadas  y  sabrosas. 

La  humanidad  hermosa,  diurna,  vegetarista  y  regocijada,  serán  los 
Elois;  la  humanidad  troglodita,  nocturna,  carnívora  y  rencorosa,  serán 
los  Morlocks,  y,  en  último  resultado,  los  descendientes  de  los  Haves-  de 
los  opresores— se  habrán  convertido  en  rebaño  de  los  Havenots—áe  los 
antiguos  oprimidos. 

¿Cómo  se  ha  venido  á  conocer  ese  futuro  destino  de  la  Humanidad? 
Gracias  á  la  máquina  del  tiempo  ó  Cronódromo,  especie  de  automóvil 
que  se  lanza  á  través  de  los  siglos  con  una  velocidad  incomparablemente 
mayor  que  los  automóviles  más  perfeccionados  devoran  los  kilómetros. 
Merced  á  este  invento,  que  nada  tiene  de  absurdo,  admitido  que  el 
tiempo  no  es  sino  la  cuarta  dimensión  de  que  hablan  ahora  algunos 
geómetras  (ó  una  categoría  mental,  como  hace  más  de  un  siglo  nos  lo 
dijo  el  filósofo  de  Konigsberg),  Bryán  se  lanzó  desde  el  siglo  en  que 
vivimos  hasta  el  año  702.801  de  nuestro  cómputo  (cruzando  de  un  tirón 
la  friolera  de  siete  mil  nueve  siglos),  en  el  cual  halló  á  la  Humanidad  con- 
vertida ya  en  Elois  y  Morlocks,  y  pasó  los  sustos  y  desagradables  sorpre- 
sas que  ha  contado  H.  G.  Wells  al  estupefacto  mundo  británico. 

Pero  comprendiendo  luego  que,  para  hacerse  verdadero  cargo  del 
proceso  de  aquel  cambio  asombroso,  era  menester  repetir  el  viaje,  pa- 
rando en  varias  estaciones  de  él  con  el  fin  de  observar  la  transformación 
social  y  física  porque  los  hombres  iban  pasando,  partió  de  nuevo  en  com- 
pañía de  su  hermano  el  misionero  P.  Zacarías:  halló  en  el  siglo  XXI  el  cre- 
ciente desarrollo  de  las  ciencias,  de  las  industrias  y  de  la  organización 
capitalista,  por  medio  de  Trustes  ó  sindicatos,  inventados  en  los  Estados 
Unidos  (pág.  69),  los  cuales  manejaban  millones  de  obreros  y  millones 
de  millones  de  capital.  Por  este  sistema,  unos  15.000  explotadores  se 
repartían  la  riqueza  del  globo,  y  para  ellos  trabajaban  los  2.000  millones 
de  explotados,  reunidos  en  62  colosales  ciudades.  Toda  la  riqueza  del 
mundo  estaba  regida  por  20  ó  25  personas,  que  se  entendían  entre  sí  para 
oprimir  á  todo  el  resto  del  género  humano. 

Á  nadie  faltaba  ya  en  aquel  futuro  período  pan  y  trabajo;  pero  á 
condición  de  vestir  la  blusa  del  obrero,  que  le  incapacitaba  definitiva- 
mente para  ascender  á  posición  mejor.  No  existía  el  hogar  ni  el  templo. 
Cada  cual  come  y  vive,  trabajando  ú  holgando,  según  su  clase. 

Otro  salto  del  Cronódromo  conduce  á  sus  pasajeros  al  siglo  XXIV, 
donde  ya  las  ciudades  del  placer  se  habían  organizado  con  el  régimen 
feminista  y  costumbres  que  hacen  buenos  los  antiguos  cultos  de  Astarté 
y  Mylitta,  y  los  usos  de  las  doncellas  lidias;  y  rodando  los  siglos,  el  resul- 
tado último  es,  hacia  el  dicho  año  702. 801,  haberse  dividido  el  ex-género 
humano  en  las  dos  especies  zoológicas  de  Elois  y  Morlocks. 

En  esto  consiste  la  primera  parte  de  la  novela  de  Clendábims,  cal- 
cada, como  se  ve  por  este  resumen,  sobre  la  determinista  de  Wells.  Mas 


PROGRESOS   HACIA    ADELANTE   Y    HACIA    ATRÁS  65 

antes  de  hablar  de  su  segunda  parte,  bueno  será  hacer  también  una 
estación  crónica,  para  enterarnos  de  la  prosperidad  material  que  tanto 
cautivó  en  los  Estados  Unidos  la  atención  y  los  patrióticos  anhelos  de 
nuestro  paisano  (y  ya  amigo)  el  Sr.  Roig  y  Negre. 

11 

EL   PAÍS  DEL   ORO 

Aunque  el  libro  de  Conwell  que  dejamos  citado,  es  una  obra  educa- 
tiva, destinada  á  comunicar  ideas  no  menos  morales  que  patrióticas  á  la 
juventud  norteamericana  que  está  entre  los  catorce  y  los  veinticuatro 
(edad  á  que  llama  Conwell  mañana  de  la  virilidad),  contiene  una  extraor- 
dinaria abundancia  de  noticias  sobre  aquel  país,  tanto  menos  sospecho- 
sas, cuanto  proceden  de  un  ciudadano  suyo,  docto  y  nada  pesimista; 
antes  bien  optimista  en  grado  sumo  acerca  de  la  índole  y  porvenir  del 
pueblo  á  que  se  gloría  de  pertenecer. 

Para  persuadirse  de  esto,  basta  leer  el  verdadero  himno  que  entona 
al  pueblo  angloamericano  en  el  capítulo  último  de  su  obra. 

«Los  Estados  Unidos,  dice,  forman  el  hogar  escogido  de  la  raza  anglo- 
sajona, la  raza  de  la  virtud,  la  libertad  y  el  progreso.  Esta  raza,  que 
América  está  destinada  á  desenvolver  hasta  la  más  alta  perfección,  ha 
pasado  doce  centurias  obteniendo  conquistas,  creciendo  en  influjo  y  civi- 
lización, hasta  venir  á  ser  la  raza  sin  rival  y  dominadora  de  la  tierra. 

«América  ha  llegado  á  ser  una  Potencia  mundial.  Los  anglosajones 
no  alcanzaban  en  1700  el  número  de  seis  millones  de  almas,  mientras  que 
al  presente  son  más  de  120  millones,  se  multiplican  más  rápidamente  que 
todas  las  demás  razas  juntas  de  la  Europa  continental,  y  es  posible  que 
al  fin  de  otra  centuria  sobrepujen  el  número  de  todas  las  naciones  civi- 
lizadas de  la  tierra. 

»Son  la  más  rica  y  poderosa  nación  del  mundo;  se  hallan  en  posesión 
de  una  tercera  parte  de  la  tierra,  y  gobiernan  á  no  menos  de  4C0  millones 
de  sus  habitantes.  Son  dueños  de  un  60  por  lUO  de  las  vías  férreas,  más 
de  la  miíad  de  los  telégrafos,  y  dos  terceras  partes  de  la  marina  del 
mundo.  No  está  distante  el  tiempo  en  que  esta  sola  raza  poseerá  más  de 
la  mitad  de  la  riqueza  de  nuestro  globo.  (¡Ojo  á  la  América  latina!) 

»Los  anglosajones  son  el  más  grande  legislador  y  el  más  sistemático 
de  los  pueblos  del  mundo,  y  poseen  el  genio  de  la  organización.  (Cf.  los 
sindicatos...)  Sus  batallas  se  han  librado  por  nobles  principios  (v.  gr.,  ¡la 
voladura  del  Mainel),  y  sus  conquistas  han  sido  victorias  para  la  liber- 
tad, la  verdad  y  la  justicia.  (¡Cf.  la  compra  de  las  Filipinas!) 

»Los  anglosajones  son  la  nación  cristiana  del  mundo.  Son  una  raza 
de  héroes,  mártires,  estadistas,  poetas,  filósofos,  científicos,  inventores, 
eruditos  y  bienhechores.  Ellos  inventaron  la  fuerza  del  vapor,  el  ferroca- 
rril, la  navegación  de  vapor  y  el  telégrafo,  la  imprenta  perfeccionada,  el 

RAZÓN  Y  FE,    lüMO  XXVI  5 


66  PROGRESOS  HACIA   ADELANTE   Y   HACIA    ATRÁS 

USO  del  éter,  la  máquina  de  coser,  la  de  hilar  el  algodón,  la  de  tejido 
mecánico  y  la  máquina  de  trillar;  descubrieron  el  valor  de  la  hulla,  del 
gas  del  alumbrado  y  la  fuerza  de  la  electricidad. 

»La  raza  anglosajona  ha  sido  siempre  campeón  y  ejemplar  de  las 
altas  instituciones  sociales...  Ya  cuando  vivía  en  los  bosques  de  la  Ger- 
mania,  el  adúltero  (como  lo  atestiguan  historiadores  romanos)  era  entre 
ellos  enterrado  vivo  en  el  fango,  y  la  adúltera  públicamente  azotada  por 
las  calles.  De  esta  raza  nació  la  Caballería,  y  durante  mil  años  fué  el 
adalid  de  las  altas  reformas  morales  y  de  una  pura  vida  de  familia... 

»Las  dos  grandes  divisiones  de  la  raza  anglosajona,  la  Gran  Bretaña 
y  los  Estados  Unidos,  son  las  más  ilustradas,  poderosas  y  progresivas 
naciones  del  mundo,  y  más  de  la  mitad  de  la  raza  vive  en  los  Estados 
Unidos.  Éstos  son  más  ricos,  enérgicos  y  progresivos  que  la  Gran  Bre- 
taña, y  más  anglosajones  que  los  ingleses,  en  su  genio  y  típico  carácter. 
Es  evidente  que  el  Continente  norteamericano  está  destinado  á  ser  la 
patria  futura  de  la  más  alta  expresión  de  esta  grande  raza... 

»No  sólo  van  los  Estados  Unidos  á  la  cabeza  de  todas  las  demás 
naciones,  pero  no  hay  otra  alguna  que  acabe  tan  grandes  cosas,  ni  ade- 
lante tan  rápidamente.  «Diez  años  en  América,  ha  dicho  un  inglés  nota- 
ble, representan  medio  siglo  del  progreso  europeo»,  y  la  medida  de  su 
velocidad  es  rápida  y  hasta  pasmosa  en  su  crecimiento. 

»Es  verdad  de  inmediata  evidencia,  que  Dios  designó  los  Estados 
Unidos  como  modelo  de  repúblicas  y  gran  evangelizador  del  mundo.  El 
descubrimiento  de  América  fué  el  mayor  triunfo  de  la  civilización.  «Toda 
»nuestra  historia,  dice  Emerson,  parece  como  el  esfuerzo  supremo  de  la 
»Divina  Providencia  en  beneficio  de  la  raza  humana.»  «Los  americanos, 
>dice  Herberto  Spencer,  pueden  razonablemente  esperar  un  tiempo  fu- 
»turo,  en  que  habrán  producido  la  más  grande  de  las  civilizaciones  que 
»  conoció  el  mundo.» 

»Los  ojos  de  todos  los  pueblos  están  puestos  en  nosotros.  América 
es  el  guía,  el  maestro,  el  dechado  del  mundo...» 

Nos  parece  bastar  lo  citado  para  persuadir  al  lector,  que  no  hemos 
ido  á  buscar  á  los  Estados  Unidos  algún  yanqui  heredero  del  británico 
spleen  y  abismado  en  sentimientos  pesimistas.  Ya  podemos,  por  tanto, 
volver  algunas  páginas  hacia  atrás  en  su  libro,  y  leer  en  él  las  maravi- 
llas del  pais  del  oro. 

«Los  Estados  Unidos  (1)  son  la  nación  más  rica  de  la  tierra,  y  el 
rápido  desenvolvimiento  y  acrecentamiento  de  sus  riquezas  no  tienen 
semejante.  Anualmente  crecen  éstas  en  3.000  millones  de  dollars,  lo  cual 


(1)  América,  dice  el  autor;  pero,  con  perdón  suyo  y  de  sus  conciudadanos,  Amé- 
rica comprende,  además  de  su  nación,  el  Canadá,  Méjico  y  la  América  Central  y  del 
Sud.— ¡Es  que  piensan  irse  quedando  con  todo!...— ¡Pero,  ¡señor!,  entretanto  no  usur- 
pen el  nombre! 


PROGRESOS   HACIA  ADELANTE  Y   HACIA   ATRÁS  67 

representa  un  aumento  de  más  de  siete  millones  diarios  (1),  y  2.000 
dollars  de  aumento  por  cada  niño  que  llega  á  hombre»  (pág.  287),  Pero 
¿pensáis,  por  ventura,  que  en  esa  nación,  dechado  de  virtudes  cívicas,  se 
destinan  2.000  dollars  á  cada  adolescente  que  llega  al  momento  de  em- 
prender la  carrera  de  su  vida?  ¡Nada  menos  que  eso! 

El  valor  total  de  la  propiedad  real  y  personal  de  los  Estados  Unidos 
ha  crecido  enormemente  en  los  últimos  años  y  no  está  lejos  en  la  actua- 
lidad de  100  billones  de  dollars  (500.000  millones  de  francos)  (2).  El  país 
es  suficiente  para  sustentar  1.000  millones  de  habitantes,  y  los  76  millones 
que  ahora  lo  pueblan  (3)  hallarían  bastante  sustento  en  cuatro  de  sus 
Estados,  dejando  cuarenta  Estados  vacantes.  Pero  ¿cómo  se  halla  distri- 
buida esa  fabulosa  fortuna? 

Entre  100  personas,  poseen  un  veinteavo  (5.000  millones  de  dollars, 
ó  sea,  á  razón  de  250  millones  de  francos). 

Entre  40.000  personas  son  dueños  de  la  mitad  (ó  sea,  á  razón  de 
6.250.000  francos). 

Entre  un  millón  de  personas  poSeen  las  tres  cuartas  partes  (á  razón 
de  de  375.000  francos). 

El  resto,  entre  75  millones  de  personas,  posee  la  otra  cuarta  parte, 
ó  sea,  unos  346  dollars  por  individuo.  (Conwel  no  saca  sino  300, 
pág.  163.) 

¡Pero  éstas  son  cuentas  del  Gran  Capitán!  En  realidad  hay  más  de 
13  millones  de  familias  en  la  nación,  y  la  mitad  de  ellas  no  posee  á  razón 
de  200  dollars,  ó  sea,  menos  de  40  dollars  por  individuo.  «Lo  cual  signi- 
fica, que  la  mitad  de  la  población  yanqui  (más  de  38  millones  de  habi- 
tantes) no  tienen  recursos  suficientes  para  sustentarse  y  vestirse  durante 
un  solo  invierno:  ¡están  abrumados  por  la  pobreza!  Estas  cifras  demues- 
tran que  la  mayor  parte  de  los  jóvenes  de  la  nación,'  comienzan  su 
carrera  prácticamente  sin  un  dollar;  sin  dinero,  sin  amigos,  y  sin  visible 
perspectiva  de  colocación...  Son  un  sobrante  en  el  mercado  del  trabajo. 
Si  se  los  valuase  como  mercancías,  su  precio  en  dinero  sería  vergonzo- 
samente bajo.  Sacados  á  subasta,  la  mayoría  de  ellos  no  alcanzaría  el 
precio  de  un  buen  caballo,  ni  se  podrían  comparar  (en  valor  metálico) 
con  los  precios  que  los  esclavos  alcanzaban  en  el  Sur  hace  cuarenta 
años!  (4)  ¡El  efecto  moral  de  esas  condiciones  es  devastador,  aniquilador 
y  deplorable  sobre  cuanto  puede  pensarse!  (pág.  164). 

«Hay  centenares  de  millares  de  jóvenes  que  llevan  una  vida  inmoral 


(1)  Así  dice  Conwell.  Son  más  de  ocho  millones  diarios.  ¡Si  tampoco  la  Aritmética 
estará  allí  muy  lozana! 

(2)  Recuérdese  que  el  billón  norteamericano,  son  mil  millones,  no  un  millón  de 
millones,  como  el  europeo.  Al  menos  en  esto  nos  aventajamos  á  los  yanquis. 

(3)  Esta  cifra  ha  crecido  después  que  se  escribió  el  libro  que  extractamos. 

(4)  En  Cuba,  un  esclavo  negro  valía  de  ordinario  5.00J  pesetas. 


68  PROGRESOS   HACIA   ADELANTE  Y   HACIA   ATRÁS 

y  perdida,  porque  un  sistema  infame  que  abraza  la  industria,  el  comer- 
cio, la  hacienda  y  todos  los  negocios,  les  niega  la  oportunidad  de  ganarse 
una  sustentación  honesta  y  respetable...  La  riqueza  de  la  nación,  y  el 
poder  que  la  misma  posee,  han  conspirado  contra  ellos:  el  capital  impone 
sus  leyes  y  dicta  sus  condiciones;  exige  todos  los  provechos  y  la  incon- 
dicional rendición  de  todos  sus  antagonistas.  El  amor  del  dinero  y  la 
egoísta  codicia  han  venido  á  ser  pasiones  dominantes.  El  dinero  hace 
posible  el  monopolio,  y  el  monopolio  es  casi  siempre  adorador  de  Mam- 
món, feroz  y  sin  entrañas;  ¡y  cuando  lo  es,  los  que  le  sirven  han  de  pos- 
trarse á  sus  plantas,  esperar  ante  sus  almacenes  como  mendigos,  y  estar 
bajo  su  autoridad  como  esclavos!»  (165). 

Por  lo  visto,  al  afirmar  el  otro  autor  inglés:  «que  diez  años  en  Amé- 
rica, representan /72e¿//o  siglo  del  progreso  europeo»,  dijo  más  que  supo; 
pues,  por  esa  cuenta,  mientras  Europa  ha  llegado  al  siglo  XX,  los  Esta- 
dos Unidos  se  hallan  ya  en  el  XXI,  cual  lo  encontró  Bryán  en  su  viaje 
por  el  tiempo;  y  tal  vez  en  España  seremos  todavía  hombres,  cuando  ya 
no  haya  allí  sino  Elois  y  Morlocks.  ¡Pero  no  precipitemos  las  ideas! 

III 

EL   CAMINO   DE    «EL   ABISMO» 

El  trabajo  es  en  cierto  modo  connatural  al  hombre,  pues  constituye 
un  ejercicio  de  sus  facultades  naturales.  En  el  hombre  arrojado  del 
Paraíso  fué  castigo;  en  el  hombre  redimido  es  merecimiento.  Conforme 
á  la  buena  ó  mala  organización  social,  puede  ser  instrumento  de  mora- 
lidad ó  azote  de  maldición.  ¿Dónde  tiene  más  de  lo  uno  y  de  lo  otro? 

El  progreso' industrial  sólo  facilita  el  trabajo  relativamenti;  esto  es, 
en  cuanto,  á  la  unidad  de  esfuerzo  personal,  corresponde  mayor  canti- 
dad de  producción;  pero  para  que  constituya  un  alivio  del  operario,  es 
menester  que  esté  regulado  por  una  sabia  organización  social.  ¿Quién 
duda  que  el  operario  sumido  en  una  mina  profunda,  aunque  esté  pro- 
visto ^de  todos  los  instrumentos  más  perfeccionados  por  la  ciencia,  lleva 
una  vida  mucho  más  penosa  y  miserable,  que  el  labrador  que,  al  aire 
libre  y  rodeado  de  su  familia,  rompe  con  un  arado  primitivo  la  tierra  que 
cultiva  con  los  procedimientos  más  rudimentarios? 

Por  otra  parte,  no  creemos  pueda  ponerse  en  duda  que,  todo  progreso 
industrial  no  tiene  otro  fin  legítimo  sino  aumentar  la  felicidad  del  mayor 
número  posible  de  hombres.  Por  donde,  si  el  trabajo  se  hace,  en  virtud 
de  los  llamados  progresos  de  la  industria,  más  penoso  y  embrutecedor 
para  un  número  mayor  de  operarios,  ese  progreso  industrial  no  es  sino 
retroceso  humano:  no  es  progreso  hacia  adelante,  sino  hacia  atrás.  Y  lo 
mismo  que  decimos  del  trabajo  mecánico,  dígase  de  las  instituciones 
sociales  que  lo  regulan. 


PROGRESOS  HACIA  ADELANTE  Y  HACIA  ATRÁS  69 

Esto  es,  sin  duda  alguna,  lo  que  ha  pretendido  poner  ante  los  ojos  el 
Dr.  Clendábims,  en  su  descripción  de  las  ciudades  del  trabajo  del 
siglo  XXIV,  inspirada  evidentemente  en  las  grandes  agrupaciones  fabriles 
que  ya  existen  en  la  actualidad  en  las  naciones  que  van—  según  rutina- 
riamente se  dice— al  frente  del  progreso  industrial.  Si,  pues,  quisiéramos 
nosotros  acudir  á  esas  mismas  fuentes  de  información  para  proseguir 
nuestro  argumento,  incurriríamos  en  una  especie  de  círculo. 

Por  el  contrario,  lo  que  sumamente  nos  interesa  es  considerar  el  lado 
moral  y  social  de  esas  naciones  que  generalmente  admitimos  sin  exa- 
men, que  nos  llevan  tanta  ventaja  en  los  caminos  del  progreso,  no  fiján- 
donos sino  en  ciertos  adelantos  técnicos  de  carácter  meramente  mate- 
rial, y  quitando  los  ojos  del  progreso  moral,  único  verdaderamente 
humano,  y  directamente  encaminado  á  la  felicidad  del  hombre.  Para 
esto  nos  ofrecerá  el  mismo  autor  norteamericano  á  quien  hemos  comen- 
zado á  beneficiar,  una  abundante  mies  de  noticias  interesantísimas. 

En  toda  sociedad  bien  constituida— pro^res/vo,  como  dicen  ahora — 
«la  posibilidad  de  vivir  una  vida  útil,  provechosa  y  pacífica,  debería  ser 
la  herencia  común  de  todos;  mas  (en  los  Estados  Unidos)  esa  posibilidad 
se  niega  á  millares  de  jóvenes»  (págs.  144-5).  Y  en  otro  lugar:  «Los  mo- 
dernos sistemas  del  negocio  (business),  y  los  medios  de  vivir,  se  hacen 
cada  día  más  adversos  para  el  porvenir  de  las  nuevas  generaciones...  El 
camino  del  éxito  está  literalmente  cubierto  de  gigantes  (los  capitalistas), 
en  comparación  con  los  cuales,  los  jóvenes  de  talla  ordinaria  son  como 
infelices  saltamontes;y  esos  reyes  y  príncipes,  monopolistas  y  demagogos 
del  comercio,  se  inclinan  con  demasiada  propensión  á  ejercer  venganza 
contra  todos  y  cada  uno  de  los  que  procuran  agregarse  á  sus  filas...  Uno 
de  los  principales  hombres  de  negocios  de  América  ha  dicho,  «que  las 
>buenas  ocasiones,  salvo  para  un  cortísimo  número,  han  pasado  á  la  his- 
»toria.  «El  hado  inevitable  de  la  mayor  parte  de  los  jóvenes  es  pelear, 
con  la  pobreza  y  el  infortunio,  un  combate  que  dure  toda  la  vida.  Y  ese 
crecimiento  de  las  dificultades,  que  hallan  los  hombres  para  ganar  un 
modo  de  vivir  honesto  y  respetable,  es  el  más  poderoso  manantial  de  la 
inmoralidad  (pág.  158). 

»Hay  en  nuestro  país  (dice),  durante  las  temporadas  de  depresión  de  los 
negocios,  centenares  de  millares  de  jóvenes  que,  ó  no  pueden  hallar 
trabajo  alguno,  ó  han  de  aceptar  empleos  donde  sólo  ejercitan  las  fuer- 
zas rudas  y  primitivas  de  su  ánimo  y  músculos,  dejando  ociosos  ó  pere- 
zosos sus  talentos  é  inteligencia.  El  80  por  ICO  de  los  que  se  arruinan  en 
sus  negocios  no  lo  deben  á  no  haber  lugar  para  ellos,  sino  á  estar  el 
lugar  monopolizado  por  los  pocos  afortunados.  La  competencia  y  riva- 
lidad se  han  hecho  tan  intensas,  que  los  que  llegan  de  nuevo,  no  sólo 
hallan  el  éxito  difícil,  sino  imposible...  Así  se  ve  reducida  lá  juventud  á 
aceptar  los  mendrugos  que  caen  de  la  mesa  del  capital.  Mendigar  tra- 
bajo es  casi  tan  depresivo  como  mendigar  el  sustento,  y  millares  de 


70  PROGRESOS   HACIA   ADELANTE   Y    HACIA    ATRÁS 

jóvenes,  la  flor  y  nata  de  la  virilidad  de  América,  pasan  la  vida  andanda 
á  caza  de  un  jornal...  Ese  estado  de  los  negocios  hace  que  legiones  de 
jóvenes  admitan  empleos  ambiguos  y  comprometidos,  para  asegurarse 
el  pan,  techo  y  vestido,  y  los  expone  á  multitud  de  lazos,  de  que  esca- 
parían en  otras  circunstancias  (págs.  159-60). 

La  peor  condición  para  la  moralidad  juvenil  es  carecer  de  hogar. 
Ahora  bien:  en  los  Estados  Unidos,  «legiones  de  jóvenes»  están  sin  él. 
Hay  en  nuestra  nación  (dice)  dos  millones  de  jóvenes,  los  cuales  prác- 
ticamente carecen  de  hogar.  Muchos  viajan  como  comisionistas,  emplea- 
dos en  vías  férreas,  buques  y  vapores,  espectáculos  ambulantes  y  otras 
empresas,  y  como  jornaleros  en  toda  clase  de  industrias.  Hay  en  la 
nación  250.000  saloons  (especie  de  establecimientos  entre  café  y  taberna 
de  subida  inmoralidad),  y  en  el  mostrador  de  casi  todos  ellos  hay  uno 
ó  varios  jóvenes,  á  quienes  se  exige  sujeción  de  esclavos,  largas  horas 
de  servicio,  para  los  más,  siete  días  semanales,  sin  dárseles  tiempo  de 
recreación  ni  desarrollo  mental,  ni  ocasión  para  gozar  el  influjo  moral  y 
ennoblecedor  de  la  vida  de  familia...  Sus  horas  de  descanso  y  sus  dollars 
de  sobra,  se  ven  audazmente  solicitados  por  una  infinita  variedad  de 
disipaciones,  sobre  las  que  el  demonio  ejerce  un  casi  absoluto  mono- 
polio (págs.  149-50). 

»Y  aun  no  es  lo  peor  que  tantos  carezcan  de  hogar,  sino  que  hay 
otros  tantos  hogares  de  que  fuera  mejor  carecer.  Un  juez  del  Tribunal 
Supremo  de  Nueva  York  decía  hace  algunos  años:  «Hay  en  Nueva  York 
»y  Brooklyn  una  numerosa  clase  de  población  que  apenas  vive,  y  para 
»quien  criar  dos  ó  más  hijos  significa  inevitablemente,  un  hijo  para  el 
«presidio  y  "una  hija  para  el  burdel.»  Sólo  en  Chicago  se  calcula  en 
unos  10.000  los  niños  sin  hogar  ó  con  hogar  peor  que  no  tenerlo.  Ur» 
juez  de  Chicago  dice.  «Los  más  de  esos  niños  pararán  en  rateros  ó  cri- 
»minales,  y  cada  uno  de  ellos  forma  un  núcleo  para  la  historia  del  cri- 
»men»  (pág.  150). 

No  queremos  pasar  adelante  sin  lamentar  que  también  en  Madrid 
(único  ejemplo  en  España)  forman  clase  esos  niños  desgraciados  cuyo 
único  porvenir  es  el  presidio,  si  no  les  corta  el  camino  de  él  una  carita- 
tiva pulmonía  cogida  en  las  frías  noches  que  pasan  casi  desnudos  en 
las  calles,  á  la  puerta  de  los  cafés.  Los  golfos  son  afrenta  de  nuestra 
sociedad,  que  todavía  se  llama  católica,  y  constituyen  un  pecado  público 
que  clama  al  Cielo  contra  nuestra  capital.  Pero  su  número,  relativa- 
mente corto,  si  por  una  parte  agrava  el  pecado  de  la  sociedad  que  no 
los  recoge  del  arroyo,  por  otra  demuestra  que  aun  no  hemos  progresado 
tanto  como  los  yanquis,  según  lo  que  ellos  mismos  nos  dicen  de  su 
país. 

Otro  daño  tocante  á  la  vida  de  familia,  y  creciente,  según  parece, 
con  ese  mismo  progreso  tan  cacareado,  es  el  horror  á  los  hijos  que  vie- 
jien  á  compartir  el  escaso  pan;  de  donde  se  originan  los  medios,  cada 


PROGRESOS   HACIA    ADELANTE   Y   HACIA   ATRÁS  71 

uno  más  criminal  que  el  otro,  para  prevenir  ó  frustrar  la  generación.  AI 
hablar  de  esto,  los  ojos  se  van  instintivamente  á  Francia,  de  donde 
cuentan  monstruosidades.  Pero  no  le  van  muy  á  la  zaga  otros  países 
progresivos  (1). 

De  los  Estados  Unidos  dice  Conwel:  «Es  un  hecho  que  son  demasia- 
damente pocos  los  bien  nacidos.  Durante  estos  tiempos  modernos,  una 
ceñuda  protesta  se  ha  situado  en  los  umbrales  de  la  paternidad,  y  son 
demasiados,  en  nuestra  raza,  los  que  vienen  al  mundo  ¡sin  que  nadie  los 
pida,  ni  los  eche  de  menos,  ni  los  reciba  con  su  bendición!»  (pág.  145). 
¡Bendición  de  Dios  se  llaman  los  hijos  en  las  sociedades  cristianas; 
mas  en  las  progresivas,  que  se  nos  quieren  dar  por  modelo,  se  los  recibe 
como  un  azote  ó  una  maldición,  cuando  no  se  les  cierra  el  paso  con  el 
crimen!  Pero  este  progreso  no  tiene  siquiera  el  mérito  de  ser  nuevo:  el 
problema  malthusiano  estaba  ya  planteado  y  resuelto  siglos  antes  de 
Malthus,  por  Aristóteles  y  Platón! 

Otro  mal  social  que  va  progresando  es  el  de  la  separación  de  clases, 
muy  diferente  de  su  razonable  y  cristiana  distinción:  «Durante  jos  últi- 
mos años,  dice  Conwell,  se  ha  observado  una  muy  acentuada  tendencia 
en  la  Humanidad  á  dividirse  entre  clases  anchamente  separadas  (wi~ 
dely)...  No  sólo  se  han  ido  organizando  la  riqueza  y  la  avaricia,  sino 
también  el  egoísmo  y  el  orgullo.  El  rico  y  el  pobre,  el  fuerte  y  el  débil, 
el  afortunado  y  el  desventurado,  el  instruido  y  el  ignorante,  se  van 
inclinando  á  vivir  aparte  y  crecer  con  mayor  exclusivismo...  Entre  esos 
extremos  existe,  en  una  ú  otra  forma,  una  guerra  constante  y  sin  tregua... 
Las  líneas  de  batalla  entre  los  altos  y  los  bajos  se  hacen  continuamente 
más  visibles;  y  si  hemos  de  venir  á  parar  en  que  tales  condiciones  son 
compatibles  con  el  espíritu  de  libertad,  esto  probaría  solamente  que 
nuestra  cacareada  libertad  no  es  sino  un  equivoco  de  mal  género»  (pá- 
ginas 173-4). 

¿Quién  no  ve  en  esas  líneas  de  combate  pronunciarse  la  separación 
que  ha  de  conducir,  hacia  el  año  702.801,  á  las  dos  especies  de  Elois  y 
Morlocks?  El  capital,  por  medio  de  los  adelantos  de  la  industria,  se  con- 
vierte en  cuña  que,  interpuesta  entre  los  Haves  y  los  Havenots,  los  ha  de 
ir  se  arando,  gradual  é  irrevocablemente,  hasta  suprimir  las  clases 
intermedias:  primero,  la  clase  media,  vulgarmente  dicha;  luego,  cuando 
el  trabajo  se  haya  hecho  mecánico  é  instintivo,  el  intermedio  burocráti- 
co de  la  administración,  como  descubre  Clendábims  y  da  por  hecho  Wells. 


(1)  Su  Eminencia  el  Cardenal  Mercier,  en  una  Carta-Pastoral  á  sus  diocesanos  de 
Malinas  (Cuaresma  de  1909),  ha  publicado  los  siguientes  datos:  En  1800  había,  por  tér- 
mino medio,  en  cada  hogar  francés,  cinco  hijos;  en  1860,  no  más  tres;  en  1905,  sólo  dos. 
Entre  100  hogares  hay  al  presente:  11  varones  celibatarios,  15  familias  sin  hijos,  22  con 
uno  solo;  20  con  dos,  13  con  tres,  y  no  más  que  un  18  por  100  que  pasen  de  este  número. 
En  1907  (á  pesar  de  los  progresos  de  la  Medicina)  ha  habido  20.000  defunciones  más 
que  nacimientos;  20  nacimientos  por  1.000  habitantes. 


72  PROGRESOS    HACIA   ADELANTE   Y    HACIA   ATRÁS 

IV 

NUESTRO   EPÍGRAFE 

Con  esto  podemos  ya  justificar  el  epígrafe  que  hemos  puesto  al 
frente  de  este  artículo.  La  ciencia  (la  que  monopoliza  actualmente  este 
nombre)  nos  ha  dicho  por  boca  de  Darwin  que  venimos  del  orangután. 
El  arte  nos  dice  ahora  por  boca  de  Wells,  que  vamos  al  morlock,  espe- 
cie de  orangután  de  las  cavernas.  Desde  el  orangután  hasta  el  hombre 
hay  un  progreso  hacia  adelante;  pero  el  hombre  continúa  progresando 
hasta  volver  á  su  punto  de  partida.  ¿No  es  esto  un  verdadero  progreso 
hacia  atrás?  Será,  pues,  necesario  desde  ahora,  preguntar  á  los  que 
ponderan  los  progresos  de  las  naciones,  de  qué  progresos  se  trata; 
pues  si  sus  progresos  son  los  que  conducen  del  hombre  al  morlock 
ú  orangután  troglodita,  podemos  sin  duda  renunciar  á  ellos  y  desear  á 
los  que  los  desean,  ¡que  buen  provecho  les  hagan! 

Reducido  á  más  sencilla  fórmula:  allí  hay  progreso  verdadero  donde 
el  hombre  se  hace  cada  día  más  hombre,  ó  sea,  donde  hay  progreso 
moral.  Sin  éste,  los  adelantos  técnicos  ó  industriales  nada  tienen  de 
envidiables,  pues  la  máquina,  dotada  de  entrañas  de  acero,  acaba  por 
comerse  al  hombre,  que  no  las  tiene  sino  de  carne;  y  de  este  hombre 
comido  por  la  máquina  no  podrá  quedar  otra  cosa  sino  \a  fiera:  el  mor- 
lock, que  devorará  á  su  vez  las  carnes  delicadas  y  sabrosas  de  los  que 
le  redujeron  á  la  condición  de  bestia  carnicera,  ¡ya  suceda  esto  de  la 
manera  narrada  por  Wells,  ó  ya  por  la  más  elemental  que  refiere  la  his- 
toria de  las  revoluciones! 

Mas  no  hemos  de  terminar  este  artículo  sin  dar  salida  á  algo  que 
hace  rato  nos  está  rebosando  del  pecho.  Si  hemos  alegado,  para  formar 
concepto  de  las  tendencias  de  la  vida  moderna,  los  documentos  tomados 
de  los  Estados  Unidos  de  América,  conste  que  no  lo  hemos  hecho  movi- 
dos á  ello  por  antipatía,  ni  mucho  menos  por  espíritu  vengativo.  Tene- 
mos el  corazón  bastante  grande  para  amar  á  todos  los  hombres,  y  el  en- 
tendimiento bastante  alumbrado  para  no  aborrecer  á  ningún  pueblo.  En 
todos  los  pueblos  se  halla  el  bien  y  el  mal,  inherentes  á  la  caída  natura- 
leza humana,  con  sus  pasiones  abyectas  y  sus  aspiraciones  generosas. 

Pero  acerca  del  pueblo  norteamericano,  tenemos  además  un  particu- 
lar documento  que  nos  hace  formar  de  él  concepto  ventajoso.  Este  docu- 
mento es  ¡que  los  que  quisieron  lanzarle  contra  nosotros  á  una  guerra 
injusta,  hubieron  de  valerse  de  calumnias  tan  groseras  como  la  famosa 
voladura  del  Maine! 

El  pueblo  que  no  pudo  resolverse  á  tomar  las  armas  contra  nosotros, 
á  pesar  de  la  superioridad  de  sus  recursos  materiales,  sino  persuadido  de 
que  iba  á  vengar  inhumanidades  y  salvajadas,  que  calumniosamente  se 
nos  imputaron,  no  merece  nuestra  aversión,  sino  nuestra  estima  por  sus 
buenas  cualidades,  ¡y  nuestra  compasión  por  sus  miserias! 

(Continuará.)  R.  Ruiz  Amado. 


LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY 


K 


EXENTA  y  cuatro  años,  un  mes  y  una  semana  hacía  que  los  PP.  Du- 
mouchel  y  de  Vico,  del  Colegio  Romano,  fueron  los  primeros  en  salu- 
darle al  recibir  la  Tierra  su  visita  anterior,  reconociéndole  al  cabo  en  el 
campo  del  anteojo  astronómico  tras  largo  tiempo  de  explorar  en  vano 
ellos  y  otros  muchos  la  región  del  cielo  por  donde  debía  reaparecer  por 
entonces;  y  diez  meses  llevaban  actualmente  los  astrónomos  de  varios 
Observatorios  del  orbe  dirigiendo  á  menudo  en  su  busca,  no  sus  ojos  de 
carne,  aun  elevados  y  fortalecidos  por  las  claras  y  gigantescas  pupilas 
de  instrumentos  harto  más  poderosos  que  los  de  antaño,  sino  otros  de 
cristalino  no  menos  lince  y  de  retina  mucho  más  delicada  é  impresiona- 
ble, las  cámaras  astrofotográficas  de  sus  magníficos  vidrios  reflectores 
ó  refractores;  cuando  el  Sr.  Max  Wolf,  director  del  Observatorio  astro- 
físico de  Konigsthul  (Heidelberg),  tuvo  la  grata  sorpresa  de  tropezar  con 
él  al  examinar  sus  placas  el  1 1  del  pasado  Septiembre,  y  el  gusto  de  comu- 
nicar por  telégrafo  la  noticia,  mediante  la  oficina  de  Kiel,  á  todos  los 
principales  centros  astronómicos  del  universo.  Desde  entonces  no  hay 
entre  éstos  quien  no  tenga  fijo  en  él  su  pensamiento,  ávido,  por  supuesto, 
de  acecharle  además  con  mirada  escrutadora  á  medida  que  va  ponién- 
dose al  alcance  de  los  medios  de  observación  de  cada  uno;  y  entretanto 
se  complacen  ufanos  en  despertar  asimismo  en  el  vulgo  entendido  las 
más  halagüeñas  esperanzas  de  que  también  él  ha  de  tener  muy  luego  la 
suerte  de  contemplarle  á  ojos  vistas,  y  sin  necesidad  de  aparatos  cos- 
tosos, en  la  bóveda  estrellada  del  firmamento. 

¿Á  qué  obedece  tan  afanosa  y  universal  curiosidad  en  vísperas  de  fenó- 
meno semejante?  Sobre  esto,  que,  según  su  condición  y  gusto,  cada  uno 
sin  duda  ve  y  siente  á  su  manera,  en  lo  que  hasta  ahora  vemos  publicado 
todos  dicen  algo  y  algunos  mucho;  no  falta  quien  hasta  dice  demasiado, 
es  decir,  más  de  lo  que  es  cierto  y  aun  lícito  y  decoroso;  pero  ninguno 
lo  dice  todo,  ni  siquiera  todo  lo  que  puede  satisfacer  los  legítimos  deseos 
de  la  generalidad  de  los  lectores  de  esta  nuestra  revista.  Por  lo  mismo, 
y  para  contribuir  á  esto  último  en  la  medida  de  mis  alcances,  me  ha  pare- 
cido oportuno  dar  breve  cuenta  en  este  trabajo  del  resultado  de  serias 
investigaciones,  que  de  antemano  y  á  otro  propósito  vengo  ya  haciendo 
sobre  el  asunto. 

Un  triple  interés  me  parece  que  resume  con  exactitud  los  motivos  de 
diversos  órdenes  que  razonablemente  pueden  originar  ó  avivar  la  extra- 


74  LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY 

ordinaria  expectación  del  cometa  que  se  aproxima.  El  interés  estético  y 
hasta  profundamente  dramático,  mezclado  más  ó  menos  de  religioso, 
que  desde  muy  antiguo  viene  siempre  ofreciendo  y  pudiera  muy  bien 
ofrecer  ahora  singularmente,  así  el  aspecto  mismo  como,  sobre  todo,  la 
significación  y  aun  la  simple  aproximación  á  la  Tierra  de  un  astro  de  la 
naturaleza  de  éste  ó  de  él  en  particular.  El  interés  científico,  que,  sobré 
todo  hoy  en  día  no  puede  menos  de  despertar  en  muchos  el  deseo  y  la 
esperanza  de  aquilatar,  barruntar  ó  siquiera  estudiar  en  condiciones  más 
ventajosas  que  las  ordinarias  la  misteriosa  constitución  de  esos  seres 
no  menos  singulares  que  vagabundos.  Y  junto  con  todo  esto,  y  aun  á 
falta  de  ello,  el  interés  histórico  de  que  muy  en  especial  viene  siempre 
acompañado  el  regreso,  visible  ó  no  visible,  del  cometa  de  que  al  pre- 
sente se  trata. 

I 

Sobre  este  último  no  hay  para  qué  hacer  aquí  más  que  ligeras  indi- 
caciones, bastantes,  sin  embargo,  para  dar  á  conocer  ó  recordar  su  al- 
cance. Se  reduce,  pues,  á  que  el  cometa  de  Halley  es  el  primero  cuyo 
período  orbital,  ó  sea  transcurso  de  una  revolución  completa,  junto  con 
los  demás  elementos  ó  caracteres  de  su  elíptica  trayectoria,  por  otra 
parte  la  más  vasta  y  alargada  de  cuantas  actualmente  nos  son  conocidas 
entre  los  cometas  de  plazo  fijo,  fué  determinado  (en  1705)  con  suficiente 
seguridad  y  precisión  por  el  astrónomo  inglés  cuyo  nombre  lleva,  y  con- 
firmado plenamente  por  las  dos  reapariciones  consecutivas  de  1759 
y  1835,  como  lo  es  ahora  de  nuevo  por  la  que  ya  acaba  de  registrarse. 
Digno  complemento  de  la  teoría  newtoniana  de  la  gravitación  universal, 
que  por  aquel  entonces  estaba  formulando  su  autor  en  el  libro  De  los 
Principios,  y  aurora  de  una  nueva  era  en  la  astronomía  cometaria.  Que 
no  faltaban  entonces  mismo  astrónomos  eminentes  muy  apegados  á  la 
antigua  idea,  que  no  veía  en  los  cometas  sino  fenómenos  meteorices, 
sublunares  ó  interplanetarios,  exhalaciones  vaporosas,  que  efímeramente 
nacen  y  mueren,  ó  encuentros  eventuales  de  seres  extraños  que,  del  todo 
independientes  de  nuestro  sistema,  vagan  á  la  ventura  por  el  espacio. 
Pues  bien,  prevenciones  que  no  había  logrado  disipar  el  genio  más  pe- 
netrante y  atinado  de  algunos  pocos  pensadores  de  cada  siglo  ni  avasa- 
llar el  poderoso  raciocinio  y  soberana  autoridad  de  Newton,  cedieron  al 
cabo  y  para  siempre  ante  el  puntual  y  admirable  cumplimiento  de  los 
pronósticos  de  Halley,  privado  de  presenciarle  catorce  años  antes  por  la 
muerte.  Verdad  es  que  aun  quedaban  desigualdades  que  allanar,  líneas 
que  rectificar  y  aun  verdaderos  vacíos  que  llenar.  De  la  discrepancia 
de  meses  y  aun  años  que  se  venía  observando  entre  los  sucesivos 
intervalos  de  unas  revoluciones  y  los  de  otras,  ni  Newton  supo  atinar 
con  la  verdadera  explicación,  ni  el  mismo  Halley,  que  la  insinuó  con 


LA    VUELTA    DEL    GRAN    COMETA   DE    HALLEY  75 

acierto,  estaba  todavía  en  el  caso  de  precisarla  ni  de  dar  por  su  medio 
exactitud  rigurosa  á  sus  predicciones,  por  falta  de  algunos  datos  indis- 
pensables. La  causa  eran  las  perturbaciones  considerables  que,  ya  por 
adelanto,  ya  por  retraso,  ejercen  los  planetas  en  el  movimiento  del  astro, 
según  las  diversas  posiciones  que  ocupan  en  sus  órbitas  respectivas, 
mientras  aquél  recorre  su  trayectoria;  y  á  Halley,  no  sólo  le  eran  total- 
mente desconocidos  dos  planetas  y  de  los  más  importantes,  Urano  y 
Neptuno,  sino  también  en  parte  la  masa  exacta  de  los  demás.  El  afinar 
los  cálculos  á  vista  de  estos  nuevos  elementos  ha  sido  obra  sucesiva  de 
los  astrónomos  franceses  Clairaut,  que,  ayudado  por  Lalande,  llegó  á  re- 
ducir la  indecisión  á  un  solo  mes  en  el  perihelio  de  1759,  Damoiseau  y  de 
Pontécoulant,  que  acertaron  el  de  1835  con  solos  doce  y  tres  días  de  dife- 
rencia, respectivamente:  el  alemán  Rosenberger  tampoco  tuvo  que  recti- 
ficar sus  propios  resultados  sino  en  cinco  días  para  el  paso  de  esta  última 
fecha.  Sí  que  anduvo  por  entonces  la  fortuna  de  parte  de  todos  ellos,  pues 
en  ciertos  períodos,  como  en  el  que  ahora  precisamente  acaba  de  cum- 
plirse, todavía  se  atraviesan  dificultades  especiales  (1),  que  han  sacado 
erróneo  en  un  mes  entero  el  plazo  señalado  por  de  Pontécoulant  para  el 
24  de  Mayo  de  este  año,  y  hecho  fluctuar  entre  el  13  y  el  23  de  Abril  los 
fijados  últimamente  por  los  ingleses  Cowell  y  Crommelin,  del  observa- 
torio de  Greenwich,  y  por  miembros  de  otros  centros  astronómicos  im- 
portantes. En  cambio,  los  dos  astrónomos  últimamente  nombrados  han 
tenido  el  singular  acierto  de  anunciar  de  antemano  la  posición  corres- 
pondiente al  día  y  hora  del  descubrimiento  del  cometa  con  un  error  de 
solos -I-22S  en  ascensión  recta  y  —  7'  en  declinación. 

No  está  de  más  para  los  lectores  hacer  aquí  honorífica  mención 
de  nuestro  Séneca,  que,  adelantándose  incomparablemente  á  su  época, 
toma  también  su  parte  y  no  pequeña  en  estos  acontecimientos  y  está  de 
tejas  abajo  muy  de  enhorabuena  por  ellos;  pues  no  sólo  los  predijo  á  su 
modo  con  absoluta  convicción,  aun  contra  el  parecer  y  los  principios  de 
su  escuela,  de  las  demás  contemporáneas  y  de  casi  toda  la  sabia  anti- 
güedad, sino  que  dejó  apuntado  para  realizarlos  el  medio  mismo  que 
tan  feliz  resultado  ha  venido  á  producir  en  nuestros  días.— En  el  libro 
séptimo  de  sus  Naturales  Quaestiones,  donde  con  copia  de  datos  y  madu- 
rez de  criterio,  que  aun  hoy  día  sorprenden  en  gran  manera,  trata  ex 
professo  y  por  extenso  de  los  cometas,  ya  desde  el  principio  advierte  al 
lector  que  «para  investigar  las  condiciones  de  esos  seres  celestes  es 
preciso  ante  todo  procurarse  una  lista  completa  de  numerosas  aparicio- 
nes de  los  mismos  observadas  sucesivamente  desde  siglos  atrás;  porque 


(1)  Sobre  todo  la  de  que,  en  este  período,  la  perturbación  debida  á  Júpiter,  siempre 
difícil  de  apreciar  con  exactitud,  ha  sido  precisamente  casi  la  máxima  que  puede  pro- 
ducir en  él  este  planeta,  mientras  que  en  los  anteriores  había  sido  pequeña,  y  por  lo 
mismo  el  error  en  su  apreciación  poco  sensible  en  el  resultado. 


76  LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY 

la  causa  de  no  haberse  dado  todavía  con  el  curso  que  realmente  siguen, 
ni  averiguado  siquiera  si  tienen  ó  no  alternativas  constantes  y  leyes  fijas, 
que  normalicen  y  señalen  término  y  día  á  sus  idas  y  vueltas,  es,  á  su  jui- 
cio, lo  raza  vez  que  á  cada  uno  nos  es  dado  observarlos»  (c.  3).  Añade 
que  «al  decir  de  Apolonio  Mindio,  peritísimo  naturalista,  los  Caldeos  de 
hecho  habían  logrado  ya  determinar  todo  esto,  y  por  de  contado  los  mira- 
ban como  verdaderos  astros,  como  uno  de  tantos  de  esos  que  en  el  cielo 
se  mueven  á  través  de  las  constelaciones»  (c.  4),  «sino  que  la  casi  totali- 
dad de  su  trayectoria  se  nos  oculta  por  alejarse  demasiado  en  un  sen- 
tido, internándose  á  través  de  las  profundidades  del  espacio,  y  sólo  se 
hace  visible  cuando  el  astro  vuelve  de  nuevo  á  descender  por  ella  hasta 
su  parte  más  baja  y  cercana  á  nosotros;  y  que  éste  no  es  siempre  el 
mismo,  ni  uno  de  pocos,  sino  que  de  ellos  hay  muchos  y  muy  deseme- 
jantes como  en  rumbo,  así  también  en  tamaño  y  en  aspecto,  siendo  este 
mismo  más  ó  menos  brillante  según  que  se  van  situando  á  más  ó  menos 
distancia  del  observador,  ni  más  ni  menos  que  los  demás  astros»  (c.  17), 
Y  concluye  «que  tal  es  asimismo  su  propia  convicción,  y  la  tiene  por  bien 
asentada»,  trayendo  razones  en  su  apoyo  y  haciéndose  cargo  de  las  que 
se  dan  en  contrario  (c.  22  y  siguientes);  y  al  llegar  á  una  de  éstas  es 
donde  escribe:  «Si  alguno  aquí  me  pregunta,  ¿pues  entonces,  por  qué  á 
esos  no  se  les  ha  notado  hasta  ahora  curso  fijo,  como  á  los  otros  cinco 
planetas?,  á  este  tal  le  responderé  yo  á  mi  vez:  ¡Hay  tantas  cosas  cuyo 
porqué  no  sabemos,  sin  que  por  esto  pongamos  en  duda  su  existencia!... 
Mas  viniendo  á  los  cometas,  ¿qué  tiene  de  extraño  el  que  todavía  no  se 
les  vea  sujetos  á  leyes  fijas,  ni  nos  sean  conocidos  sus  principios  y  fines, 
siendo  así  que  en  total  se  dejan  ver  en  el  mundo  tan  raras  veces  y  cada 
uno  de  por  sí  á  lo  mejor  no  vuelve  á  presentarse  sino  de  tarde  en  tarde 
con  intervalos  de  muchos  años?...  Día  vendrá  en  que,  á  fuerza  de  tiempo 
y  de  sostenida  atención,  salga  á  luz  todo  eso  que  ahora  se  nos  esconde. 
Para  escudriñar  cosas  tan  altas  no  basta  la  vida  de  un  hombre,  aun 
dedicada  toda  entera  al  estudio  del  cielo:  ¿y  nos  daremos  aires  de  com- 
petencia los  que  ahora  empleamos  en  ello  tan  pocos  años,  y  éstos  repar- 
tidos, nada  equitativamente  por  cierto,  entre  el  estudio  y  los  vicios?  Ya 
se  irá  explicando  cosa  por  cosa  con  el  volver  de  los  siglos.  Llegará  día 
en  que  lo  extraño  para  los  venideros  sea  el  que  nosotros  no  nos  diéra- 
mos cuenta  de  cosas  tan  claras...  Vendrá  quien  al  cabo  nos  muestre  qué 
regiones  del  cielo  cruzan  en  su  carrera  los  cometas  cuando  así  se  alejan 
de  esos  otros  astros  visibles  y  se  van  por  caminos  tan  apartados,  y  nos 
diga  cuál  es  su  tamaño  y  cuál  su  constitución.  Nosotros  ahora  contenté- 
monos con  lo  ya  averiguado,  y  dejemos  á  los  venideros  contribuir  con  su 
tanto  al  esclarecimiento  de  la  verdad»  (c.  25). 

Acabamos  de  ver  cómo  el  primer  objeto  de  esta  predicción,  ya  de  por 
sí  tan  grandioso,  ha  venido  á  cumplirse  á  la  letra  por  primera  vez  en  el 
cometa  de  Haüey;  y  este  suceso  y  su  renovación  hasta  cierto  punto  en 


LA    VUELTA   DEL    GRAN    COMETA   DE   HALLEY  77 

cada  vuelta  del  astro  es  lo  que  llamé  al  principio  el  interés  histórico  de 
la  presente.  Digamos  ya  y  cuanto  antes  lo  que  en  su  día  puede  consti- 
tuir en  realidad,  y  aun  desde  ahora  mismo  en  esperanza,  el  interés  estético 
de  su  aspecto  y  próximo  paso  por  nuestras  cercanías,  el  que  más  afecta 
sin  duda  á  las  muchedumbres  y  desde  luego  á  todos  nos  toca  más  de 
cerca  y  se  nos  ha  de  meter  por  los  ojos,  y  por  lo  mismo  consiente  menos 
dilación  en  la  lectura  de  este  modesto  trabajo.  Hay  además  otra  razón 
para  que  esto  se  publique  inmediatamente,  y  es  el  interés  mismo  de  la 
publicación,  que  sin  duda  se  pierde  ó  se  menoscaba  dando  lugar  á  que 
se  le  adelante  quizá  otra  parecida  ó  mejor,  y  aun  los  mismos  fenómenos 
ahora  futuros  á  que  se  refiere,  ó  al  menos  alguna  parte  de  ellos. 

II 

El  fundamento  de  este  segundo  género  de  interés  á  que  nos  referi- 
mos está  principalmente  en  una  de  tres  cosas  ó  en  todas  tres  á  la  vez: 
en  lo  inesperado  ó  sorprendente  de  su  aparición;  en  lo  grandioso,  ó  más 
aún  en  lo  nuevo  y  desacostumbrado  de  su  brillo  ó  de  su  figura;  en  lo 
grave  de  las  consecuencias  que  cierta  ó  supuestamente  prenuncia  ó  trae 
consigo.  ¡Qué  bien  lo  analiza  y  describe  el  mismo  Séneca  en  las  prime- 
ras líneas  de  su  referido  libro!  «No  se  hallará,  dice,  ninguno  tan  tardo 
de  entendimiento,  tan  embotado  de  sentido  ó  tan  rebajado  á  la  tierra, 
que  no  se  alce  en  seguida  á  contemplar  lo  divino  y  aun  se  remonte  del 
todo  con  el  pensamiento  hacia  ello,  por  lo  menos  cuando  en  el  cielo  res- 
plandece de  pronto  alguna  nueva  maravilla;  por  más  que,  mientras  no 
pasan  por  él  sino  las  de  siempre,  la  costumbre,  no  sé  cómo,  nos  quita  de- 
delante  su  grandeza.  Así  somos:  ante  lo  de  todos  los  días,  siendo  como 
es  tan  maravilloso,  pasamos  de  largo  sin  hacer  caso;  y  en  cambio,  cosas 
á  veces  las  más  insignificantes,  como  sobrevengan  á  lo  menos  pensado 
y  en  forma  nueva,  luego  nos  detienen  dulcemente  los  ojos.  Y  he  aquí  la 
razón  porqué  esa  ordenada  muchedumbre  de  estrellas  con  que  se  atavía 
la  inmensidad,  ya  de  suyo  tan  bella,  del  firmamento,  no  llama  hacia  sí  la 
gente;  pero  cuando  en  él  "sale  algo  de  lo  común  y  ordinario,  ya  están  en 
el  cielo  las  miradas  de  todos.  No  tiene  el  Sol  espectadores  sino  cuando 
desfallece,  ni  se  fija  nadie  en  la  Luna  hasta  que  amenaza  eclipsarse;  que 
entonces  allí  es  el  gritar  de  ciudades  enteras,  allí  el  temblar  cada  uno  por 
sí  con  vano  y  supersticioso  sobresalto.  Como  si  no  fuera  espectáculo 
mucho  más  grandioso  el  que,  etc.,  etc..  Pero,  lo  dicho;  mientras  todo  eso 
no  hace  más  que  seguir  su  curso  ordinario,  ni  reparamos  en  ello;  cuando 
en  algo  se  turba  y  se  sale  de  lo  acostumbrado,  es  cuando  todo  se  nos 
vuelve  mirarlo,  y  enseñárnoslo  unos  á  otros,  y  hacernos  preguntas:  tan 
natural  nos  es  maravillarnos  más  de  lo  raro  que  de  lo  grande.  Pues  bien, 
esto  es  precisamente  lo  que  nos  pasa  con  los  cometas:  desde  el  momento 
en  que  se  nos  pone  delante  ese  reguero  de  fuego,  con  esa  figura  y  esa 


78  LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY 

manera  de  brillar  nunca  vistas,  ya  no  queda  nadie  que  no  empiece  á 
preocuparse  de  qué  será,  y,  olvidándose  de  todos  los  demás  fuegos  celes- 
tes, ande  preguntando  tan  sólo  por  ese  otro  nuevo  y  advenedizo,  no 
sabiendo  si  contentarse  con  admirarle  ó  si  temerse  algo  de  su  presencia; 
porque  no  falta  bien  pronto  más  de  uno  que  nos  venga  con  espantos  y 
nos  haga  ver  en  él  un  prenuncio  de  graves  acontecimientos.» 

Parece  como  que  al  presente,  de  dichos  tres  fundamentos,  el  primero 
se  desvanece  desde  luego  para  los  lectores  con  la  misma  divulgación  de 
estos  pronósticos,  pues  el  hecho  de  la  futura  aparición  de  nuestro  cometa, 
por  esta  vez,  ya  no  les  ha  de  ser  inesperado  ni,  por  lo  mismo,  sorpren- 
dente; de  modo  que  para  ellos  va  á  perder  no  poco  de  su  interés  el  fenó- 
meno. Y  si  la  predicción  se  extiende  además  al  segundo  y  al  tercero, 
puntualizando  ya  de  antemano  con  todos  sus  pormenores  el  aspecto  que 
ha  de  presentar  y  sus  futuras  consecuencias,  como  lo  muy  sabido  viene 
á  ser  para  nosotros  algo  así  como  visto  y  manoseado,  y  la  costumbre  de 
ver  las  cosas  «nos  quita  de  delante  su  grandeza»,  cualquiera  que  ella 
sea,  ¿qué  va  á  quedar  al  cabo  de  un  objeto  de  tanta  curiosidad  y  expec- 
tación? ¿No  seria,  según  esto,  mejor  callar  á  los  demás  lo  que  se  sabe 
para  no  quitar  atractivo  ninguno  á  la  sorpresa?  ¿No  es  lo  contrario 
matar  de  alguna  manera  la  emoción  estética  de  que  sin  ello  habría  de 
sentirse  después  embargada  el  alma?— No  lo  creo  yo  así,  ni  los  lectores 
querrán  pasar  por  ello  tampoco.  Y  es  que  la  emoción  que  tenga  sólo  por 
madre  á  la  sorpresa,  es  decir  á  la  ignorancia,  dado  que  llegue  á  ser  ver- 
daderamente estética  y  no  puramente  material  y  sensible,  siempre  será 
mucho  menos  noble  y  digna  del  hombre  que  la  que  es  hija  del  exacto 
conocimiento  y  justa  apreciación  del  mérito  y  grandeza  del  objeto;  fuera 
de  que,  por  lo  mismo  que  no  se  auna  debidamente  con  la  razón,  puede 
llevar  y  lleva  mil  veces  al  hombre  á  ridículos  ó  lamentables  extravíos. 
Sin  salir  de  la  materia  de  que  tratamos,  ¿qué  cosas  no  han  creído  y  á  qué 
extremos  no  se  han  entregado  á  vista  de  ciertos  cometas  hombres  y  pue- 
blos del  todo  ignorantes  de  estos  fenómenos,  dominada  y  exaltada  su  ima- 
ginación precisamente  por  la  sorpresa?  No  es  este  el  lugar  de  entrete- 
nerse á  contarlo,  pero  sabido  es  que  la  experiencia  y  la  historia  ofrecen 
de  ello  campo  feraz  en  episodios  cómicos  y  trágicos  á  los  novelistas  de 
la  ciencia. 

Pero  además,  como  la  próxima  aparición  fuera  en  su  género  tan  obje- 
tivamente grandiosa  como  esas  que  han  hecho  raya  en  el  tiempo  lo 
mismo  que  en  el  espacio,  á  buen  seguro  que  la  sorpresa  misma  no  sufri- 
ría ni  siquiera  menoscabo  con  la  previa  noticia  de  los  astrónomos,  si  bien, 
gracias  á  ella,  brotaría  siempre  sosegada,  purificada  y  ennoblecida.  Por 
dos  razones.  Lo  primero,  porque,  por  muy  atinada,  minuciosa  y  exacta 
que  se  suponga  la  predicción,  todavía,  si  de  tantas  otras  cosas  es  mucha 
verdad  que  no  es  lo  mismo  oirías  que  verlas,  de  ésta  lo  debe  ser  muy  en 
particular  en  todas  ocasiones.  Pues  qué,  ¿encenderse  de  la  noche  á  la 


LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY  79 

mañana,  si  ya  no  en  pleno  día,  en  medio  del  cielo  ó  al  borde  del  hori- 
zonte, donde  momentos  antes  ni  rastro  se  veía  ó  se  barruntaba,  una  como 
antorcha  luminosa,  superior  á  veces  en  brillo  á  los  astros  más  salientes 
de  todo  el  ejército  celeste  y  aun  al  mismo  lucero  de  la  tarde,  envuelta  en 
una  especie  de  cabellera  esfumada  de  luz  más  tenue  y  mortecina,  pero 
que  todavía  se  destaca  sobremanera  entre  las  estrellas  y  quizá  entre  el 
azul  clarísimo  del  cielo  que  baña  los  alrededores  mismos  del  Sol  de 
mediodía,  y  seguida  de  una  ó  de  varias  colas  no  menos  radiantes,  que, 
ensanchándose  poco  apoco,  se  prolongan  ó  despliegan  derechas  ó  encor- 
vadas hasta  30,  60,  90,  120  grados  de  distancia  á  través  de  numerosas 
constelaciones,  dejará  nunca  de  ser  muy  sorprendente,  será  bastante 
esperado,  por  mucho  y  bien  que  de  antemano  se  anuncie?  Recuerden  los 
lectores  lo  que  veintisiete  años  ha  veíamos  todos  en  la  última 
semana  de  Septiembre  y  primera  de  Octubre,  hacia  las  cuatro  de  la 
mañana,  cuando  asomaba  por  el  oriente  el  último  cometa  verdadera- 
mente notable  que  se  ha  dejado  ver  en  nuestro  cielo  de  España.  Aquella 
amarillenta  llamarada  con  que  la  extremidad  de  la  cola  comenzaba  á 
clarear  el  perfil  del  horizonte  con  el  fulgor  de  un  incendio;  aquella 
columna  gigantesca,  que  luego  iba  elevándose  poco  á  poco  ligeramente 
inclinada  y  cada  vez  más  luciente,  solitaria,  majestuosa,  solemne,  en  el 
confín  de  la  bóveda  ya  apenas  estrellada  del  firmamento,  hasta  descubrir 
al  cabo  más  de  una  hora  después  su  planta,  apoyada  en  núcleo  de  fuego 
brillantísimo,  perfectamente  visible  entre  la  claridad  de  la  aurora,  ya  muy 
avanzada,  y  aun  casi  alcanzado  por  los  primeros  rayos  del  Sol  naciente. 
Poblaciones  enteras  le  habían  visto  días  antes  al  lado  mismo  del  Sol, 
reparando  en  él  por  primera  vez  y  de  pronto  hacia  las  diez  y  media  de 
la  mañana,  y  distinguiendo  aun  entonces  su  cola  hasta  no  menos  de  30 
grados  de  distancia  por  la  esfera  celeste.  ¿Pues  qué  sería  si  á  la  magni- 
ficencia de  este  apacible  y  halagüeño  espectáculo  se  añadiese  la  particu- 
laridad inquietante  de  presentar  figuras  ó  raras  ó  terribles  ó  misteriosas, 
y  encima  de  esto  viéramos  el  apéndice  caudal  fluctuar  ó  serpentear,  esti- 
rarse y  encogerse,  interrumpirse  y  desordenarse,  desaparecer  de  pronto 
ó  multiplicar  sus  ráfagas,  y  al  cometa  mismo  partirse  todo  él  en  dos  ó 
más  parecidos  á  creciente  distancia  uno  de  otro,  y  de  estacionario  que 
parecía  durante  meses  enteros  comenzar  á  moverse  y  recorrer  tal  vez  en 
pocas  horas  la  mitad  ó  más  del  hemisferio  visible?  No;  lo  nuevo,  lo  sor- 
prendente de  pormenores  como  éstos,  que  registra  á  menudo  la  historia 
de  las  apariciones  cometarias,  no  se  encubre  del  todo  ni  se  disimula 
gran  cosa  tras  la  palabra  de  un  hábil  calculador  que  previamente  nos  lo 
describa  y  asegure,  dado  que  alguno  pudiese  llegar  á  tanto:  lo  que  habría 
entonces  sería  otra  sorpresa  más,  la  sorpresa  de  las  sorpresas;  que  fenó- 
meno de  esa  talla  no  hiciese  más  que  verificar  punto  por  punto  los  cál- 
culos de  aquel  hombre  privilegiado.— Y  he  aquí  la  segunda  razón  de  lo 
que  veníamos  demostrando;  y  es  que,  en  efecto,  la  previsión  de  los 


80  LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY 

astrónomos  está  y,  según  todas  las  trazas,  estará  siempre  muy  lejos  de 
columbrar  semejantes  pormenores,  no  sólo  en  concepto  del  vulgo,  sino 
á  juicio  de  ellos  mismos,  que  lo  saben  muy  bien  y  no  tratan  de  disimu- 
larlo. La  clave  de  las  posiciones  de  esos  astros  en  un  instante  cualquiera 
de  toda  la  sucesión  de  los  tiempos  está,  sí,  en  las  leyes  de  la  atracción 
universal,  de  las  cuales  se  han  enseñoreado  las  matemáticas,  si  bien  el 
ejercicio  práctico  de  este  dominio  y  soberanía  les  es  siempre  más  ó 
menos  laborioso  y  tropieza  á  menudo  con  serias  dificultades;  así  que  en 
absoluto  bien  pueden  señalar  de  antemano  en  qué  momento  se  encon- 
trarán aquéllos  á  tal  ó  cual  distancia  del  Sol  y  de  nosotros,  v.  gr.,  á 
aquella  en  que  tiempos  atrás  presentaron  este  ó  aquel  aspecto;  pero  la 
clave  de  los  tales  aspectos,  que  entonces  presentaron  y  han  de  presentar 
ahora,  ya  no  está  sólo,  como  en  los  planetas,  en  las  posiciones  absolutas 
ó  relativas  que  ocupan  en  el  espacio,  sino  también  y  más  aún,  á  lo  que 
parece,  en  su  misma  constitución  y  estructura  y  en  influencias  extrínse- 
cas del  todo  ajenas  al  conocido  fenómeno  de  la  atracción  solar  y  plane- 
taria y  al  dominio  de  la  ciencia  astronómica. — Así  que  sobre  este  parti- 
cular el  vulgo,  tan  malicioso  de  suyo  con  los  astrónomos  y  amigo  de 
ver  fallidos  sus  pronósticos,  bien  puede  apostárselas  con  ellos  y  pro- 
meterse chascos  solemnes,  no  obstante  lo  que  ellos  digan,  ó  sorpresas 
emocionantes  por  encima  de  lo  que  auguren:  ahora,  si  con  lo  mahcioso' 
quiere  juntamente  ser  justo  y  razonable,  no  saliéndose  de  lo  que  per- 
mite una  chanza  festiva  ó  un  entretenimiento  divertido,  preciso  es  que 
sepa  distinguir  entre  lo  que  aquéllos  dan  por  seguro,  conjo  cosa  de  su 
indiscutible  dominio  y  competencia,  y  lo  que  sólo  aventuran  como 
probable  por  razones  de  mayor  ó  menor  peso,  que  ya  suelen  al  mismo 
tiempo  exponer  por  lo  que  valgan,  pero  que  reconocen  falibles  en  cada 
caso. 

Y  con  esto  de  paso  y  como  sin  querer  hemos  dicho  lo  bastante  acerca 
de  lo  segundo,  que  junto  con  la  sorpresa  constituye  el  interés  estético  de 
estas  apariciones  cometarias,  á  saber,  lo  grandioso  y  desacostumbrado 
del  espectáculo  que  á  las  veces  presentan  á  los  pueblos.  Resta  ya  decir 
algo  de  lo  tercero,  que  son  las  consecuencias  posibles  de  la  llegada  y 
proximidad  de  semejantes  huéspedes  á  nuestras  fronteras,  cosa  que,  al 
lado  de  lo  meramente  curioso  ó  dramático,  no  deja  nunca  de  ofrecer  ala 
gente  otro  aspecto  eminentemente  práctico  y  un  interés  sobremanera 
vital  é  individual,  que  mientras  dura  la  expectación  del  fenómeno  es  muy 
capaz  de  anublar  y  aun  absorber  del  todo  cualquier  otro  interés  y  consi-' 
deración.— No  sugieren  ya  estos  astros  en  el  pueblo  cristiano,  aun  el 
más  medianamente  instruido,  la  idea  de  una  obra  pasajera  y  portentosa- 
llevada  á  cabo  fuera  del  orden  natural  por  la  intervención  de!  Omnipo- 
tente en  señal  de  amenaza  ó  de  aviso  á  los  mortales;  idea  que— vaya  esto 
de  paso— jamás  ha  tenido  apoyo  ni  mucho  menos  principio  en  la  auto-' 
ridad  de  la  Iglesia,  como  necia  ó  villanamente  se  complacen  en  inventar 


LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY  81 

Ó  divulgar  algunos,  y  otros  en  copiar  ciega  y  ligeramente  (1),  y  sí  á 
menudo  en  los  astrólogos,  sin  duda  por  no  tener  éstos  otra  explicación 
que  dar  á  los  que,  fiados  en  su  ciencia,  exigían  y  esperaban  de  ellos 
alguna;  pero,  en  cambio,  vulgarizada  ya  por  los  sabios  la  ley  de  movi- 
miento y  al  mismo  tiempo  la  condición  excepcional  de  esos  aventureros 
del  espacio,  surge  de  nuevo  por  otro  lado  la  misma  fuente  de  zozobras 
y  sobresaltos,  y  ahora  ya  en  el  vulgo  erudito  y  con  más  viso  de  funda- 
mento precisamente  en  la  sana  y  madura  ciencia  del  día.  Se  dice  que  ese 
cometa  es  un  astro  enorme,  que  se  nos  viene  acercando  rapidísimamente. 
¿Se  acercará  tanto  que  su  proximidad  llegue  á  hacerse  ya  desde  ahora 
temible?  ¿Podrá  encontrarnos  de  frente  ó  siquiera  tocarnos  de  refilón? 
Y  entonces,  ¿qué  sería  de  nosotros? 

Como  se  ve,  cualquiera  de  los  tres  aspectos  que  acabamos  de  expo- 
ner es  sobremanera  interesante,  bajo  el  punto  de  vista  estético  de  la 
futura  aparición  que  esperamos.  Hora  es  ya  de  declarar  al  cabo  qué  es 
lo  que  cierta  ó  probablemente  puede  decirse  desde  ahora  qué  será  para 
nosotros  en  concreto  y  bajo  cada  uno  de  ellos  el  cometa  de  Halley. 

M.  Martínez. 

(Continuará.) 


(1)  Á  propósito  precisamente  del  cometa  de  Halley,  ya  ha  comenzado  á  circular  por 
periódicos  y  revistas  extranjeras,  y  malo  será  que  no  halle  cabida  muy  luego  en  nuestra 
prensa  anticlerical,  la  absurda  paparrucha  de  su  excomunión  por  el  Papa  Calixto  III  el 
año  de  1456,  acogida  por  el  Diccionario  enciclopédico  hispano-americano  (t.  V,  pág.  577, 
col.  3.^).  Sólo  las  circunstancias  pueden  hacer  necesaria  la  refutación  de  semejante 
cosa,  y  la  han  hecho  más  que  suficientemente  seis  ó  siete  escritores  católicos  en  poco 
tiempo. 


RAZÓN  Y  FE,  TOMO  XXVI 


LA  CONQUISTA  DEL  AIÍ^É 


II 

Precursores  de  la  Aviación.— Tres  clases  de  vuelo  que  observamos  en  las  aves.— Dis- 
posiciones especiales  de  las  alas  en  cada  uno  de  los  casos.  —  ¿Qué  es,  pues,  la 
Aviación?— Ornitópteros.— Helicópteros.— Helicoplanos.— Giroplanos.— Utilidades 
y  desventajas. — Aeroplanos. — Sus  especies. 


D. 


UBOCHET,  en  la  interesante  obra  que  escribió  en  1834  sobre  el  vuelo 
de  las  aves,  afirma  resueltamente  con  muchos  otros  opuestos  á  la  Aeros- 
tación, que  la  observación  atenta  de  la  Naturaleza  es  el  método  más  in- 
dicado para  llegar  á  la  completa  solución  del  intrincado  problema  de  la 
navegación  aérea  (1). 

En  efecto;  la  multitud  de  variados  modelos  de  distintas  formas,  tama- 
ííos  y  especies,  desde  la  pequeña  libélula,  que  agita  sus  azules  y  brillan- 
tes alas  entre  los  juncos  del  lago,  hasta  las  grandes  aves  de  rapiña,  que 


Fig.  6.* 


remontan  su  vuelo  sobre  las  crestas  de  la  montaña  y  describen  majes- 
tuosos círculos  en  el  aire  azul,  no  parece  sino  que  están  invitando  al  in- 
genio humano  á  estudiar  detenidamente  las  vivientes  obras  maestras  en 
que  tan  sabiamente  se  hallan  resueltas  todas  las  dificultades  que  pueden 
ofrecerse  en  la  navegación  aérea. 


(1)  «Depuis  l'origine  du  monde,  l'homme  voit  l'oisceau  voler  á  ses  yeux  et  toujours 
il  a  désiré  l'imiter.  Cependant  il  n'avait  besoin  que  de  penetrer  las  causes  naturelles  du 
succés  de  leur  appareil,  que  d'en  creer  un  sur  les  mémes  principes.»  (Recherches  sur 
e  Vol  des  oiseaux  et  l'Art.  aeronautique,  par  M.  Dubochet.) 


LA   CONQUISTA  DEL   AIRE  83 

Por  eso  no  es  extraño  que  hallemos  en  todo  tiempo  pacientes  obser- 
vadores del  vuelo  de  las  aves,  recogiendo  datos  preciosos  que  poste- 
riormente había  de  aprovechar  la  ciencia  aerodinámica.  Dejando  á  un 
lado  las  leyendas  fabulosas  de  la  Mitología,  la  historia  de  la  antigüedad 
hace  mención  de  la  máquina  voladora  ó  paloma  mecánica  de  Arquitas 
de  Tarento,  célebre  filósofo  pitagórico  que  vivió  por  los  años  400  antes 
de  Jesucristo.  El  no  menos  célebre  ingeniero  que  artista  Leonardo  de 
Vinci  (fig.  6.")  (1452-1519)  es  de  los  primeros  que  estudió  con  más  serie- 
dad el  problema  de  la  Aviación,  fijándose  en  el  vuelo  de  las  aves, 
dejándonos  entre  sus  apuntes  una  porción  de  diseños  de  máquinas  vola- 
doras, en  los  que  es  muy 
notable  la  sencilla  combi- 
nación de  palancas  y  poleas 
para  obtener  la  extensión  y 
repliegue  de  las  alas. 

Posteriormente  (1680), 
el  fisiólogo  y  matemático 
italiano  Borelli,  en  su  obra 
titulada  De  motii  anima- 
lium,  dejando  á  un  lado 
las  ridiculas  teorías  del 
Pjg  ya  aire  enrarecido  en  los  hue- 

sos y  otras  variadas  hi- 
pótesis con  que  en  todo  tiempo  ha  querido  encubrirse  la  ignorancia, 
explica  la  teoría  del  vuelo  de  las  aves  por  la  acción  dinámica  de  las  alas, 
siendo  el  verdadero  precursor  de  la  escuela  moderna  sostenida  brillante- 
mente por  Pettigrew  y  Marey,  Senecal  Ciotti,  Bell  y  otros  (1). 

No  impidió  pues  el  descubrimiento  de  los  globos  que  quedasen  algu- 
nos fervientes  partidarios  de  la  antigua  escuela,  y  así  en  1809  el  inglés 
Jorge  Cayley  expone  los  principios  mecánicos  de  la  máquina  voladora 
en  una  serie  de  artículos  publicados  en  e\  Journal  de  Nícholson.  En  1830 
publicó  Navier  sus  notabilísimos  trabajos  sobre  el  vuelo  de  las  aves. 
Mereciendo  citarse  también  como  atento  observador  el  marino  bretón 
Le  Bris,  quien,  habiendo  estudiado  en  sus  viajes  el  vuelo  del  albatros 
y  otras  aves  marinas,  llegó  á  construir,  mediante  sus  observaciones,  un 
aparato  de  alas  fijas  (fig.  7."),  con  el  cual  practicó  vuelos  de  desliza- 
miento, dejándose  caer  desde  lo  alto  de  una  meseta,  adelantándose  de 
este  modo  á  las  notables  experiencias  de  Lilienthal ,  Chanute,  Wright  y 
otros  modernos.  En  1860  Pouton  d'Amecourt  se  declara  abiertamente  en 


(1)  Hoy  es  generalmente  admitido  que  los  sacos  aéreos  de  las  aves,  aunque  estén 
en  comunicación  con  los  pulmones  y  oquedades  de  los  huesos,  sirven,  más  que  para 
aligerar  el  peso  del  volador,  para  favorecer  la  ventilación  de  los  pulmones  y  dificultar 
la  pérdida  del  calor.  (Véase  Enciclopedia  Universal  Espasa,  t.  VI.) 


84 


LA   CONQUISTA   DEL   AIRE 


contra  de  los  globos,  y  secundado  por  el  insigne  matemático  Landur,  el 
astrónomo  Liáis  y  el  conocido  físico  Babinet,  redacta  sus  Mémoires  sur 
la  locomoüon  aérienne  sans  bailón,  afirmando  ante  todo  que  el  ave,  lo 
mismo  que  el  insecto,  vuela  apoyándose  en  el  mismo  aire  que  atraviesa, 
siendo  éste  su  verdadero  punto  de  apoyo  (1). 

Por  otra  parte,  Pénaud  (1875),  en  conformidad  con  lo  expuesto  por 
Huber  y  Dubochet,  afirma  que  el  vuelo  no  es  otra  cosa  que  un  continuo 
resbalar  por  las  capas  aéreas,  deslizándose  con  el  menor  ángulo  de  caída 
posible.  No  se  contentó  este  benemérito  de  la  aviación  con  observar  el 
vuelo  de  las  aves,  sino  que  trató  de  imitarlo  artificialmente  con  aparatos 
de  su  invención  (fig.  8.''),  entre  los  que  merece  citarse  el  pequeño  aero- 
plano que  lleva  su  nombre.  Consiste  en  dos  alas  sustentadoras  y  una  cola 
de  estabilización;  el  motor  lo  constituyen  varios  hilos  de  caucho  que  por 
previa  torsión  ponen  en  movimiento  una  pequeña  hélice  propulsora. 
Puede  decirse  que  á  Pénaud  le  cabe  la  gloria  de  haberse  aprovechado 
prácticamente  de  los  estudios 
de  Cayley,  estableciendo  la 
aviación  sobre  bases  sólidas 
y  razonables.  Todos  estos  es- 
tudios y  trabajos  reciben  nue- 
vos impulsos  con  las  observa- 
ciones cronográficas  del  doctor 
Marey,  cuyos  apuntes  y  foto- 
grafías instantáneas  vienen  á 
formar  un  verdadero  tratado 
de  cinemática  del  vuelo,  com- 
pletando su  perfeccionamiento 
los  trabajos  de  Mouillard,  Lan- 
gley,  Tatin,  Maxim  y  otros 
modernos. 

No  es  el  mismo  el  poten- 
cial que  necesita  un  ave  para 
iniciar  el  vuelo,  que  aquel  que 
requiere  para  sostenerse  y 
avanzar  en  el  aire.  Marey,  des- 
pués de  una  porción  de  cálcu- 
los basados  en  sus  observa- 
ciones cinematográficas  del 
vuelo  de  las  aves,  halló  que  éstas  por  término  medio  gastan  24  ki'ogra-' 
metros  por  segundo  y  por  kilogramo  de  peso  en  los  comienzos  de  su  vue- 
lo y  solamente  4  kilográmetros  cuando  se  encuentran  ya  en  pleno  vuelo- 


'% 

/^■' 

• 

Wac'._:¿¿3í»'- 

f¿ 

77^1 

Fig  8.* 
Aeroplano  de  Pénaud. 


<1)    «Un  point  d'appui  élastique  et  partant  plus  sur  que  la  matiere  solide,  puisqu'it 
n'offre  pas  le  danger  des  chocs.» 


LA   CONQUISTA   DEL   AIRE 


85 


Fit;.  9/' 
Disposición  de  las  alas  en  el  vuelo  á  vela  MouiUard. 


Según  todos  estos  estudios  y  observaciones,  tomados  de  la  misma 
Naturaleza,  el  vuelo  de  las  aves  lo  podemos  dividir,  con  Dubochet,  en 
tres  clases,  á  saber:  vuelo  de  remo,  vuelo  plano  y  vuelo  á  vela.   El 

vuelo  de  remo  es 
aquel  en  que  el 
ave  se  sostiene  y 
avanza  en  el  aire 
mediante  el  con- 
tinuo batir  de  sus 
alas,  lo  cual  origi- 
na un  gran  consu- 
mo de  energía 
muscular.  De  este 
vuelo  están  dota- 
das, por  lo  general,  las  pequeñas  especies,  que  no  necesitan  vuelos  muy 
prolongados  para  buscarse  el  alimento.  El  vuelo  plano  es  aquel  en  que 
el  ave,  teniendo  sus  alas  extendidas,  resbala  por  las  distintas  capas  de 
aire,  animado  de  cierta  velocidad,  que  adquiere,  bien  por  la  acción  de 
la  gravedad  ó  bien  por  aislados  golpes  de  ala.  Finalmente,  el  vuelo  á  la 
vela  es  aquel  en  que  el  ave,  aprovechando  los  vientos  ascendentes  ó  la- 
terales, permanece  largas  horas  en  el  aire,  subiendo  ó  bajando  sin  es- 
fuerzo alguno  muscular  y  haciendo  bordadas  muy  semejantes  á  las  de 
una  nave  velera.  Estos  dos  últimos  géneros  de  vuelo  son  los  más 
hermosos,  y  son  propios  de  las  grandes  aves  que  se  ven  precisadas  á 
permanecer  largas  horas  en  el  aire,  encontrando  para  ello  las  energías 
necesarias  en  la  fuerza  de  la  gravedad  y  en  la  fuerza  del  viento. 

Ahora  bien,  no  se  crea  que  el  ala  de  las  aves  sea  igual  en  las  distintas 
especies.  Está  conformada  según  el  vuelo  de  que  se  halle  dotada,  siendo 
su  conformación  sabiamente  dispuesta  para  cada  uno  de  los  casos. 
Marey  y  Mouillard  han  observado  que  cuando  las  aves  de  rapiña 
(fig.  9.")  describen  en  el  aire  las  majestuosas  curvas  que  todos  admi- 
ramos, tienen  las  alas 
extendidas  y  sus  extre- 
mos avanzando  hacia 
adelante  ó  formando  una 
línea  recta:  esta  es  la 
característica  del  vuelo 
plano  y  del  vuelo  á  vela. 
Por  el  contrario,  en  las 
aves  dotadas  de  vuelo  á 
remo  (fig.  10)  las  extre- 
midades de  las  alas  son  más  fuertes  y  agudas  que  en  las  anteriores, 
hallándose  ligeramente  echadas  hacia  atrás. 

No  es  esta  la  única  particularidad  que  observamos  en  las  distintas 


Fig.  10.» 
Disposición  de  las  alas  en  el  vuelo  á  remo  Mouillard. 


86 


LA    CONQUISTA   DEL   AIRE 


clases  de  vuelo.  Las  aves  de  vuelo  plano  ó  de  vela  (fig.  11)  tienen  las 
alas  ligeramente  arqueadas  hacia  arriba  (A),  mientras  las  aves  de  vuelo 
á  remo  las  tienen  con  la  curvatura  sensiblemente  hacia  abajo  (B).  Su- 
cede además  que  las 
especies  más  pesadas     ^~--**««5B5____^  ^ 

son,  por  lo  general,  ^^°°^    "" ' iimiiiüiiiiiüiüiüiittiiiiiiiiíii ■'■^u.'isammiaB, 

las  que  vuelan  mejor 
con  vuelo  plano  ó  á 
la  vela;  tal  sucede  con 
los  pelícanos  y  bui- 
tres, que  pesan  de  6 
á  10  kilogramos.  De 
tal  suerte  que,  pasan- 
do el  ave  de  dos  ó 
tres  kilogramos,  difí- 
cilmente puede  sostener  el  vuelo  de  remo,  viéndose  precisada  al  vuelo 
plano  ó  de  vela  con  una  velocidad  proporcionada  á  su  masa. 

De  todas  estas  clases  de  vuelos  el  más  sencillo  de  imitar  es  el  vuelo 
plano,  que  es  el  que  poseen  la  mayor  parte  de  las  máquinas  aéreas  que 
tanto  llaman  actualmente  la  atención,  sin  que  esto  quiera  decir  que  la 


Fig.  11. 

A  Curvatura  de  las  alas  en  el  vuelo  plano  ó  á  vela. 

B  Curvatura  de  las  alas  en  el  vuelo  de  remo.  (Merey.) 


Fig.  12. 

Aviación  excluya  las  otras  formas  de  vuelo,  entrando  dentro  de  sus  do- 
minios todas  las  variadísimas  formas  que  nos  ofrece  la  Naturaleza. 
La  Aviación,  por  consiguiente,  como  lo  indica  su  mismo  nombre 


LA   CONQUISTA   DEL   AIRE 


87 


(avis  ave),  es  la  parte  de  la  Aeronáutica  que  trata  de  resolver  el 
problema  de  la  conquista  del  aire,  imitando  el  vuelo  de  las  aves,  me- 
diante aparatos  más  pesados  que  el  elemento  que  trata  de  dominar. 
Estos  aparatos  los  podemos  clasificar  en  cinco  grupos:  ornitópteros,  he- 
licópteros, helicoplanos,  giroplanos  y  aeroplanos. 

Ornitóptero  (1)  es  el  aparato  de  aviación  que  trata  de  sostenerse  y 
avanzar  en  el  aire  por  medio  de  alas  batientes  que  imitan  el  vuelo  de 
remo.  Entre  los  más  notables  que  se  han  hecho  merece  citarse  el  dejuge 
et  RoUand,  cuyas  alas  medían  cinco  metros  de  longitud,  poseyendo 
además  una  cola  posterior  trapezoidal  orientable  en  todos  sentidos. 

Otro  ornitóptero  notable  es  el  de  M.  Adhémas  de  La  Hault,  que  batía 
sus  alas  á  impulso  de  un  motor  de  100  caballos,  transformando  el  movi- 
miento rotativo  de  su  eje  en  otro  en  lemniscato,  capaz  de  comunicar  á 
cada  una  de  las  alas  el  movimiento  helicoidal  la  vibración  en  forma  de  oo , 
característica  del  vuelo  de  las  pequeñas  aves  é  insectos,  y  que  da  al  apa- 
rato, al  mismo  tiempo  que  la  fuerza  propulsiva,  la  fuerza  ascensional. 

No  es  difícil  construir  pequeños  modelos  de  ornitópteros  (fig.  12) 
que  puedan  servir  para  estudios  de  gabinete,  á  imitación  del  construido 
por  Pichancourt.  Mediante  el  resorte  BC,  de  caucho  (que,  como  se  sabe, 
es  un  motor  potente  con  relación  á  su  peso),  pónense  en  movimiento  las 


Fig.  13. 
Helicóptero  de  Forlanini. 

dos  alas,  por  la  rotación  de  las  excéntricas  G  y  H.  Por  otra  parte,  el  mo- 
vimiento de  atrás  hacia  adelante  se  obtiene  mediante  los  resortes  lAJ  y 
EQD.  De  esta  suerte  se  consigue  la  sustentación  y  el  avance.  La  mani- 
llera  /^  que  lleva  delante  sirve  para  la  torsión  del  resorte  BC.  El  conjunto 
se  sostiene  sobre  una  varilla,  de  la  cual  parten  los  soportes  de  alambre 
que  hacen  oficio  de  cojinetes. 


(1)  Algunos  llaman  á  estos  aparatos  ortópteros,  pero  la  comisión  de  tecnología  del 
Aero-club  de  Francia,  por  razones  plausibles,  ha  adoptado  desde  1907  para  estos  apa- 
ratos la  palabra  ornitópteros,  propuesta  por  el  comandante  Renard. 


88 


LA   CONQUISTA  DEL   AIRE 


Helicóptero  es  el  aparato  de  aviación  que  se  mantiene  y  avanza 
en  el  aire  mediante  una  ó  varias  hélices,  que,  girando  sobre  un  eje  ver- 
tical, dan  origen  á  la  ascensión  antes  que  á  la  traslación  (1).  Uno  de  los 
más  antiguos  y  que  por  su  sencillez  puede  servir  para  explicar  la  teoría, 
es  el  helicóptero  de  Forlanini  (fig.  13),  construido  en  Italia  en  1878. 

Consiste  en  un  eje  vertical  AB,  sobre  el  que  giran  en  sentido  contra- 
rio dos  hélices  de  anchas  paletas,  CD  y  EF.  El  movimiento  es  engen- 
drado por  un  motor  de  vapor,  G,  de  dos  cilindros.  La  caldera  consiste 
sencillamente  en  una  esfera  de  metal,  //,  en  la  que  se  calienta  el  agua 
hasta  que  el  vapor  adquiere  una  presión  de  12  atmósferas.  Libre  ya  la 
salida  del  vapor,  comienzan  á  girar  las  hélices,  y  el  aparato  se  eleva  libre- 
mente hasta  la  altura  de  15  metros,  volviendo  á  descender,  á  medida 
que  la  presión  del  vapor  va  disminuyendo  en  la  caldera.  Muchos  de  los 
helicópteros  que  posteriormente  se  han  construido,  no  han  hecho  otra 
cosa  que  imitar,  en  cierto  modo,  el  que  acabamos  de  describir. 

El  helicóptero  (fig.  14)  de  Cornu  é  hijo  está  basado  en  una  disposición 
muy  original.  En  la  parte  inferior  de  un  armazón  triangular,  ABC,  lleva 
un  motor  que  hace  girar  una  gran  rueda,  que  á  su  vez  pone  en  movi- 


Fig.  14. 

miento,  por  medio  de  una  correa  sin  fin,  las  hélices  HI  y  JK  sobre  sus 
ejes  respectivos  .4  y  C.  En  la  parte  anterior  del  armazón  lleva  dos  pla- 


(1)  Leonardo  de  Vir.ci  fué  el  primero  que  ideó  el  helicóptero  y  por  consiguiente  el 
inventor  de  la  hélice  aérea.  He  aquí  lo  que  él  mismo  escribe  en  una  de  sus  obras  junto 
á  un  diseño  de  una  hélice  con  eje  vertical:  «Trovo  che  qnesto  strumento  fatto  a  vite 
será  ben  fatto,  ció  e  fatto  de  tela  hana  stopatta  i  suoi  pori  con  amido,  e  voltate  con 
prestezza;  che  dette  vite  sifa  la  femmina  nell'aria,  e  montera  in  alto.  Peglia  lo  esem- 
plo  da  una  riga  larga  e  sottile  e  menata  con  furia  sufra  Varia;  vendrai  essere  guidato 

il  tuo  braccio  per  la  linea  del  toglio  della  detta  asse puossene  fare  uno  picciolo 

modello  di  carta,  che  lo  stile  sao  sia  di  sottile  piastra  di  ferro  e  torta  per  f orza,  e  vel 
tornare  in  liberta  f ara  volgere  la  vite.^  (Códice  Atlántico  de  la  Biblioteca  Ambrosiana 
de  Milán.) 


LA    CONQUISTA   DEL   AIRE 


89 


Fig.  15. 


nos,  F  y  G,  capaces  de  recibir  más  ó  menos  inclinación,  mediante  un  eje 
horizontal.  De  este  modo,  al  girar  las  hélices  sustentatrices,  los  torbellinos 
de  aire  que  éstas  arrojan  hacia  abajo  chocan  con  los  planos  inclinados, 
dando  origen  á  la  propulsión,  de  donde  se  viene  á  aprovechar  un  poten- 
cial que  se  pierde  en  la  mayoría 
de  los  casos.  Este  tipo  ha  dado 
bastante  buenos  resultados  en 
modelos  reducidos. 

El  helicóptero  de  Breguet 
(fig.  15),  llamado  también  por 
su  autor  con  el  nombre  de  ^í- 
roplano,  consiste  en  un  soporte 
en  forma  de  cruz,  en  cuyo  cen- 
tro va  instalado  un  motor  de  40 
caballos.  En  cada  uno  de  los 
extremos  de  los  brazos  existe 
un  par  de  hélices  de  cuatro  pa- 
letas, ABCD,  sumando  su  su- 
perficie total  unos  26  metros 
cuadrados,  con  un  peso  de  578 
kilogramos.Losresultados  más 
satisfactorios  son  los  que  tuvieron  lugar  el  20  de  Septiembre  de  1908,  en 
que  el  aparato,  juntamente  con  su  piloto  Volumard,  dejó  instantáneamen- 
te el  suelo,  elevándose  con  faci  lidad  á  metro  y  medio  de  altura. 

También  merece  citarse  entre  los  helicópteros  el  de  Dufaux,  muy 
semejante  al  tipo  Cornu,  y  el  del  americano  Otto  Luyties,  consistente  en 
dos  hélices  de  cuatro  aletas  que  giran  superpuestas  en  un  eje  vertical, 
teniendo  la  hélice  superior  en  un  ángulo  de  ataque  de  12°  y  de  13"  la  infe- 
rior, midiendo  35  pies  de  diámetro  por  850'  de  superficie.  El  motor, 
de  20  caballos,  daba  una  sustentación  de  700  libras,  pesando  el  aparato 
más  de  1.000. 

Es  sencilla  la  construcción  de  pequeños  modelos  de  helicópteros 
(fig.  16),  en  los  que  se  puedan  montar  hélices  de  distinto  diámetro  y  ángulo 
de  ataque,  con  objeto  de  estudiar  cuál  es  la  que  produce  mayor  rendi- 
miento, siendo  curiosísimos  los  datos  que  con  tan  sencillo  aparato  se 
pueden  obtener.  Consiste  en  un  soporte  ó  bastidor,  CD,  cuyos  extremos 
sirven  de  cojinetes  á  dos  hélices,  AB,  que  giran  en  sentido  contrario, 
mediante  la  torsión  de  un  pequeño  resorte  de  caucho.  Este  sencillo  apa- 
rato se  eleva  á  varios  metros  de  altura. 

Cierto  que  los  helicópteros  pueden  suministrar  grande  ayuda  al  aero- 
plano, mejorando  sus  condiciones  de  equilibrio  y  estabilidad  actuales; 
sin  embargo,  es  también  notorio  que  estos  aparatos  de  aviación  ofrecen 
en  la  práctica  dificultades  muy  serias;  pues  siendo  los  helicópteros  apa- 
ratos que  no  pueden  sostenerse  en  el  aire  sino  por  el  funcionamiento 


90 


LA   CONQUISTA  DEL  AIRE 


de  SUS  hélices,  en  el  momento  mismo  que  el  motor  tenga  alguna  avería, 
llega  para  el  aviador  su  sentencia  de  muerte.  De  modo  que  en  la  actua- 
lidad el  helicóptero  práctico  capaz  de  hacer  el  más  insignificante  viaje, 
sólo  existe  en  la  mente  de  algún  opti- 
mista que  recuerda  al  célebre  Albatros, 
que  tan  brillantemente  describe  la  ima- 
ginación fecunda  de  Julio  Verne. 

Helicoplano  es  el  aparato  de  avia- 
ción, mezcla  de  helicóptero  y  aeroplano, 
en  el  que,  juntamente  con  superficies, 
hallamos  hélices  sustentadoras.  Al  pre- 
sente el  más  notable  es  el  de  Paul 
Cornu,  quien,  convencido  de  los  in- 
convenientes del  helicóptero,  trató  de 
corregirlos  con  la  ayuda  de  planos  sus- 
tentadores. Compónese  simplemente  de 
un  plano  de  sustentación,  timón  de  al- 
tura, en  la  parte  anterior,  y  una  cola  de 
estabilización  con  timón  vertical,  en  la 
parte  opuesta.  Hasta  aquí  como  se  ve, 
el  aparato  no  ofrece  nada  de  particular; 
mas  su  originalidad,  estriba  en  sus  héli- 
ces sustentadoras,  que  son  al  mismo 
tiempo  propulsoras  (fig.  17).  Cada  una 
de  sus  aletas  E  y  E  pueden  girar  en  el 
cojinete  A  mediante  la  palanca  FG, 
cuyo  extremo  G  se  ve  obligado  en  su 
rotación  á  p  asar  por  la  garganta  f/, 
capaz  á  su  vez  de  adquirir  la  posi- 
ción horizontal  ú  oblicua,  según  se 
mueva  la  palanca  R.  De  este  modo,  cuando  la  garganta  H  está  en  posi- 
ción horizontal,  giran  las  aletas  de  la  hélice,  guardando  siempre  el  mismo 


Fi?.  16. 


3i)íC(X«v~  Je  ^t\opiAM'v 


¿04viÁ«v  it  ■»w»t*(OCa.tWw  . 


e  1 


Fig.  17. 


LA   CONQUISTA   DEL    AIRE 


91 


Fig.  18. 
Giroplano  de  Lataste. 


ángulo  de  ataque,  obteniéndose  así  {aposición  de  sustentación.  Mas  si  por 
medio  de  la  palanca  R  se  inclina  en  uno  ú  otro  sentido  la  garganta  H, 
veremos  que  las  aletas  de  la  hélice  van  aumentando  de  ángulo  de  ata- 
que durante  una  mitad  de  vuelta  y  disminuyen  en  la  restante;  resultando 
de  aquí  dos  reac- 
ciones,  perpen- 
diculares al  eje  de 
rotación,  de  sen- 
tido opuesto  y  de 
valores  diversos^ 
hallándose  así  en 
posición  de  pro- 
pulsión. Este  apa- 
rato no  ha  sido 
aún  suficientemen- 
te ensayado  para 
poder  dar  acerca 
de  él  unjuiciocon- 
cluyente. 

Giroplano  (fig.  18)  es  al  aparato  de  aviación  que  utiliza  el  movi- 
miento giratorio  horizontal  de  su  superficie  sustentadora  para  su  estabi- 
lidad longitudinal  y  lateral,  verificándose  la  propulsión  por  una  ó  varias 
hélices.  No  cabe  duda  que  estos  aparatos,  aunque  hasta  el  presente  no 
se  hayan  experimentado  en  grande  escala,  deben  reunir  muy  buenas 
condiciones  de  equilibrio,  pues  en  virtud  de  las  leyes  del  giróscopo,  su 
superficie  sustentadora  tiende  á  permanecer  en  el  plano  en  que  gira, 
oponiendo  marcada  resistencia  á  las  causas  exteriores  que  puedan  rom- 
per este  equilibrio.  Un  sencillo  experimento  nos  lo  demuestra.  Si  tratamos 
de  arrojar  á  cierta  distancia  una  carta  ó  tarjeta,  veremos  que  instintiva- 
mente le  damos  cierto  movimiento  de  rotación  sobre  sí  mismo,  que  le 
hace  progresar  en  un  plano  sensiblemente  horizontal;  de  lo  contrario, 
pronto  pierde  el  equilibrio  y  cae.  Uno  de  los  modelos  de  giroplanos  de 
que  más  se  ha  hablado  es  el  de  Lataste,  consistente  en  una  gran  super- 
ficie de  sustentación  circular,  á  la  que  el  mismo  motor  que  mueve  las 
hélices  propulsoras,  imprime  movimiento  de  rotación  sobre  su  eje. 

Prescindiendo  de  una  porción  de  aparatos  mixtos,  que  ninguno  ó 
escaso  valor  poseen,  vamos  á  dar  algunas  sucintas  nociones  acerca  de 
la  clásica  máquina  de  aviación,  el  aeroplano,  dejando  para  adelante 
el  detallado  estudio  de  la  misma. 

Aeroplano  es  el  aparato  de  aviación  cuya  característica  principal  es 
llevar  planos  sustentadores  fijos,  capaces  de  deslizarse  en  el  aire  con 
cierto  ángulo  de  incidencia,  mediante  la  tracción  de  una  ó  varias 
hélices. 

Los  aeroplanos  se  clasifican,  según  el  número  de  superficies  de  sus- 


92  LA   CONQUISTA   DEL   AIRE 

tentación,  en  monoplanos,  si  poseen  sólo  una  superficie,  siendo  los  apa- 
ratos más  parecidos  á  las  grandes  aves  de  rapiña;  biplanos,  si  las  super- 
ficies de  sustentación  están  en  número  de  dos  y  superpuestas;  triplanos, 
si  son  tres  el  número  de  esas  superficies;  recibiendo  en  general,  si  pasan 
de  éste  número,  la  denominación  de  multiplanos. 

El  aeroplano,  en  sus  múltiples  formas,  constituye  al  presente  la  solu- 
ción más  práctica  del  intrincado  problema  del  vuelo  mecánico,  siendo 
de  este  tipo  la  mayor  parte  de  las  máquinas  aéreas  que  existen  en  la 
actualidad. 

Enrique  Ascunce. 
{Continuará.) 


EL  R.  P.  LUIS  SODIRO,  S.  J,  BOTÁNICO  DEL  ECUADOR 


(noticia  necrológica) 

No  conocí  personalmente  al  P.  Sodiro,  pero  sí  afondo  por  sus  obras, 
de  que  he  dado  cuenta  á  nuestros  lectores  en  diferentes  tiempos;  por 
las  cartas  íntimas  que  me  dirigió  durante  estos  ocho  últimos  años,  y,  final- 
mente, por  el  retrato  que  he  visto  y  por  los  elogios  que  he  leído  tribu- 
tados á  su  memoria  por  los  que  de  cerca  le  trataron. 

Dado  el  prestigio  de  tal  persona,  perdida  ya  irreparablemente  para 
la  ciencia,  creo  que  mis  lectores  me  agradecerán  que  se  la  describa  con 
breves  rasgos. 

El  hombre.— Nació  el  P.  Luis  Sodiro  en  Vicencia,  de  la  provincia 
de  Venecia,  en  Italia  el  29  de  Mayo  de  1836.  Entró  en  la  Compañía  de 
Jesús  á  la  edad  de  veinte  años.  En  Insbruck  (Tirol),  donde  estudió,  co- 
menzaron á  desarrollarse  aquellas  aficiones  á  la  Botánica  que  le  habían  de 
acompañar,  agigantándose,  hasta  el  sepulcro. 

Bien  formado  en  todas  las  ciencias  á  los  treinta  y  cuatro  años  de 
edad,  fué  con  otros  Padres  jesuítas  alemanes  á  Quito  para  fundar  la 
Escuela  Politécnica  que  el  gran  García  Moreno  establecía  para  la  ilustra- 
ción de  aquella  católica  república  del  Ecuador.  Disuelto  aquel  Instituto 
á  la  muerte  del  Presidente  mártir,  fué  á  Pifo  á  enseñar  Humanidades  á 
los  jóvenes  jesuítas  que  allí  se  forman  en  las  letras. 

Poco  después,  á  los  dos  años,  regresó  á  Quito  á  regentar  !a  cátedra 
de  Agricultura  y  Botánica  en  la  Universidad  Central,  hasta  el  año  1900, 
en  que  una  ley,  que  cerraba  á  los  sacerdotes  el  acceso  á  las  cátedras  de 
la  república,  lo  desterró  de  su  Universidad  amada. 

Prosiguió,  sin  embargo,  en  sus  estudios  favoritos,  á  pesar  de  su  avan- 
zada edad  y  achaques,  los  cuales,  recrudeciéndose  repentinamente  todos 
á  la  vez,  lleváronlo  en  pocos  días  á  recibir  el  premio  de  sus  gloriosos 
trabajos  el  día  15  de  Mayo  de  1909,  á  la  edad  de  setenta  y  tres  años,  de 
los  cuales  pasó  treinta  y  ocho  en  el  Ecuador. 

El  sabio.— Con  decir  que  el  P.  Sodiro  era  de  las  primeras  figuras 
científicas  de  toda  la  América  latina,  formarán  nuestros  lectores  alguna 
idea  de  su  reputación. 

Asiduo  é  infatigable  en  su  gabinete,  no  perdía  un  instante  que  no  dedi- 
case al  estudio,  después  de  cumplidas  las  obligaciones  de  su  profesión. 
Sesenta  años  de  estudio  continuado,  unidos  á  un  vasto  talento  y  privile- 
giada memoria,  formaron  en  el  P.  Sodiro  aquel  caudal  de  conocimientos 
que  á  tantos  admiraba. 


94  EL   R.    P.   SODIRO 

Mas  como  era  botánico,  y  halló  la  flora  del  Ecuador  en  mantillas, 
dedicóse  á  hacer  excursiones  para  recoger  plantas  y  formar  aquel  riquí- 
simo herbario  de  miles  de  ejemplares  que,  con  desinterés  de  sabio,  legó 
á  la  Universidad  Central  del  Ecuador,  y  constituye  su  mejor  tesoro.  Excur- 
siones tanto  más  difíciles,  cuanto  más  dilatadas  eran  las  regiones  que 
exploraba  y  menos  provistas  de  todo  humano  alivio.  «Esta  dificultad  (me 
escribía  á  6  de  Diciembre  de  1905)  sube  de  punto  cuando  se  practican 
en  los  bosques  despoblados  de  las  regiones  calientes  y  húmedas,  donde 
apenas  se  halla  de  vez  en  cuando,  alguna  miserable  choza  en  que  abri- 
garse la  noche.»  ¡Y  estas  excursiones,  que  duraban  meses  enteros,  las  rea- 
lizaba el  P.  Sodiro  cuando  frisaba  en  los  setenta  años! 

Merced  á  estas  correrías  científicas,  pudo  acumular  inmenso  material 
que  diera  trabajo  á  muchos  sabios.  No  pudiendo  estudiarlo  todo  el 
P.  Sodiro,  distribuyó  generosamente  parte  con  algunos  botánicos  de 
Europa,  como  üalfuri,  de  Italia;  Hieronymus,  de  Suiza,  y  Engler,  de  Ale- 
mania, quedando  todavía  lo  más  por  estudiar,  aguardando  las  doctas 
manos  de  algún  botánico  de  alientos  que  se  encargue  de  su  revisión  y 
estudio. 

Ni  era  sólo  botánico  el  P.  Sodiro.  Conocía  á  fondo,  según  escribe  un 
admirador  suyo,  la  Química,  la  Geología,  la  Meteorología,  la  Zoología, 
la  Entomología,  la  Zootecnia  y  la  Agronomía. 

Nacido  en  el  país  clásico  de  la  literatura,  era  excelente  latino  y  ele- 
gante humanista,  por  lo  que  «resolvía  una  consulta  científica  con  la  misma 
facilidad  con  que  recitaba  una  oda  completa  de  Horacio  ó  un  canto  de 
Virgilio»,  dice  el  mismo  Sr.  Villavicencio  (1).  Lo  que  parece  exageración 
de  admirador  lo  comprobé  yo  mismo,  cuando  comunicándome  el  envío 
de  una  de  sus  publicaciones,  me  decía  al  correr  de  la  pluma,  recordando 
unos  versos  de  Catulo: 

Cui  dono  illepidum  novum  libellum? 
Navasi,  tibi,  namque  tu  solebas 
Meas  esse  aliquid  putare  nugas... 

El  religioso.— Con  lo  dicho  se  deja  entender  algo  de  las  virtudes 
religiosas  del  P.  Sodiro. 

Su  modestia,  de  verdadero  sabio,  la  confirma  el  siguiente  párrafo  de 
una  de  sus  cartas  (26  Mayo  1902):  «Ya  veo  que  V.  K.  tiene  sus  ratos  de 
buen  humor.  Esto  lo  digo,  no  porque  haya  dudado  jamás  de  ello;  pero 
una  prueba  tan  evidente  cual  es  la  que  me  da  en  su  articulito  concer- 
niente á  mis  pobres  trabajos  botánicos,  publicado  en  el  periódico  Razón 
Y  Fe,  vale  más  que  todas  las  más  halagüeñas  suposiciones.  En  verdad, 


(1)    Discurso  de  D.  Alejandro  Villavicencio  Ponce,  publicado  por  el  diario  El  Co- 
mercio, de  Quito,  el  dia  24  de  Junio  de  1909. 


EL   R.   P.   SODIRO  95 

jamás  me  atreví  á  prometerme  tan  valiente  panegirista  de  mis  mezqui- 
nas elucubraciones.  Mas  ya  se  ve  repetirse,  aun  en  el  caso  presente  que 
Caritas  operit  multitudinem  peccatorum.» 

Con  la  más  ingenua  modestia  exclamaba,  según  nos  refiere  el  señor 
Villavicencio:  «¡Qué  poco  he  estudiado  de  la  prodigiosa  flora  ecuatoriana! 
Como  un  asnillo  cansado  de  fatiga,  hambreando,  toma  al  paso,  en  los 
bordes  del  camino,  unos  bocados  de  hierbas  para  entretener  el  apetito, 
así  he  tomado  por  aquí  y  por  allí  un  manojo  de  plantas  para  estudiarlas; 
todo  el  camino  está  aún  por  recorrer!» 

«Su  bondad  y  su  carácter,  me  escribe  el  P.  Mille,  le  granjeaban 
amigos;  no  creo  que  tuviese  un  solo  enemigo.  Ameno  en  las  conversa- 
ciones, sin  dejar  de  ser  grave  y  espiritual,  cuando  convenía,  amante  de 
su  vocación,  se  hizo  amar  y  apreciar  de  los  nuestros  y  de  los  de  fuera.» 

Sus  obras.— Desde  1874,  en  que  publicó  una  Ojeada  general  sobre 
la  vegetación  Ecuatoriana,  hasta  su  muerte,  no  cesó  el  P.  Sodiro  de  es- 
cribir, ya  artículos  ó  folletos  científicos,  ya  voluminosas  obras. 

Entre  los  primeros  referiremos  los  siguientes,  por  orden  cronológico: 

1877.  Relación  sobre  la  erupción  del  Cotopaxi,  acaecida  el  26  de  Ju- 
nio de  1877. 

1880.  Gramíneas  ecuatorianas. 

1881.  Una  excursión  botánica.  En  ella  indica  su  propósito  de  formar 
una  Flora  Ecuatoriana. 

Entre  las  segundas  están: 

1893.  Cryptogamae  vasculares  quitenses,  volumen  de  cerca  de  700 
páginas,  con  siete  láminas. 

1900.  Piperáceas  ecuatorianas.  Monografía  I. 

1903.  Aniurios  ecuatorianos.  Monografía  II.  Con  suplementos  pos- 
teriores. 

1906.  Tacsonias  ecuatorianas.  Monografía  III. 

Á  él  se  debe  además  la  formación  de  un  Jardín  Botánico  Nacional 
en  la  Alameda  de  Quito,  del  cual  fué  director  y  casi  jardinero  hasta  su 
muerte. 

Sus  honras.— No  hay  que  decir  la  estima  en  que  tenían  al  P.  Sodiro 
los  botánicos  del  mundo  y  las  sociedades  ó  academias  sabias  á  que 
pertenecía. 

La  Universidad,  de  la  que  fué  excluido  por  ley  inicua  é  impía,  le  pro- 
digó siempre  las  más  finas  atenciones,  dejando  á  su  disposición  el  Her- 
bario, los  libros  de  Botánica  y  el  aposento  que  ocupaba  cuando  era  pro- 
fesor en  ella. 

El  Gobierno  sufragaba  generosamente  los  gastos  de  la  publicación 
de  sus  obras  y  de  las  excursiones  botánicas  que  emprendía. 

Pero  á  su  muerte  fué  cuando  se  hizo  más  sensible  la  explosión  de 
afecto  y  admiración  al  sabio  jesuíta.  Apenas  se  supo  en  la  ciudad  su  fa- 
llecimiento, cuando  todos,  católicos  y  liberales,  conservadores  y  radi- 


96  EL   R.    P.   SODIRO 

cales,  dieron  muestra  del  aprecio  en  que  le  tenían;  todos  los  periódicos 
hablaron  de  él  en  términos  muy  laudatorios,  considerando  su  pérdida 
como  duelo  nacional. 

El  cuerpo  profesoral  de  la  Universidad  se  reunió  en  junta  plena  y 
acordó  en  señal  de  luto  izar  la  bandera  á  media  hasta,  celebrar  el  23  de 
Junio  siguiente  exequias  solemnes  y  tener  por  la  tarde  de  ese  día  una 
velada  en  que  oradores  y  poetas  celebrarían  las  alabanzas  de  su  ilustre 
profesor  difunto.  Además,  que  para  ese  día  se  hiciese  pintar  el  retrato 
del  Padre  y  colocar  en  el  lugar  de  honor  del  salón  de  sesiones.  Todo  se 
hizo  así  y  salió  muy  lucido,  asistiendo  á  las  honras  no  sólo  la  Univer- 
sidad en  cuerpo,  sino  también  miembros  del  Gobierno  y  otras  personas 
distinguidas  de  la  ciudad. 

La  prensa  se  asoció  á  los  festejos  y  lanzó  al  vuelo  la  idea  de  un  ho- 
menaje de  nuevo  género,  consistente  en  publicar  juntas,  por  cuenta  del 
Gobierno,  las  obras  científicas  del  P.  Sodiro  y  colocar  su  busto  en  el 
Jardín  Botánico;  idea  que  esperamos  tendrá  en  breve  su  merecido  cum- 
plimiento. 

Así  se  mostrará  el  Ecuador  agradecido  á  quien  tanto  trabajó  por  su 
gloria. 

LoNGiNOS  Navas. 


BOLETÍN    CANÓNICO 


HUEVA  OKOAÜIZACION  DE  LA  CUKIA  RONAIÍA  DECRETADA  POR  PIÓ  X<'> 

Sagrada  Congregación  de  Sacramentos. 

E)  Expedición  de  las  gracias. 

420.  Se  despachan  por  medio  de  Breve,  redactando  en  la  Secretaría 
de  esta  Congregación  todas  las  dispensas  matrimoniales  de  cualesquiera 
grados,  con  tal  que  sean  honestas  y  estén  sujetas  á  tasas  mayores.  Las 
demás  se  expedirán  por  medio  de  rescripto. 

421.  Los  indultos  de  oratorio  privado  se  despachan  también  por 
medio  de  Breve,  redactado  en  la  sección  correspondiente  de  la  Secreta- 
ría de  Estado. 

Sin  embargo,  á  los  sacerdotes  ancianos  ó  enfermos,  que  sean  pobres, 
se  les  expide  en  forma  de  rescripto  y  según  las  normas  del  capítulo  XI 
de  las  Norm.  com.,  esto  es,  rebajándoles  la  mitad  ó  más  de  la  tasa. 

422.  Los  indultos  para  tener  reservada  la  Eucaristía  se  expedirán  por 
Breve  ó  por  rescripto,  según  que  la  gracia  sea  perpetua  ó  sólo  temporal. 

423.  En  el  primer  caso,  el  Breve  debe  recogerlo  el  interesado  en  la 
Secretaría  de  Estado,  sección  de  Breves,  á  la  que  toca  redactarlo,  y  á 
cuyo  Canciller  debe  dar  las  indicaciones  oportunas  el  Secretario  ó  susti- 
tuto de  la  Congregación  de  Sacramentos. 

424.  Fuera  de  las  que  el  Prefecto  ó  Secretario  se  hayan  reservado, 
todas  las  demás  peticiones  de  dispensas  de  impedimentos  matrimoniales 
se  transmiten,  después  de  registradas  en  el  protocolo,  al  Subsecretario  de 
dispensas  y  á  un  ayudante. 

425.  Éstos  divídense  equitativamente  el  trabajo,  separando  las  que 
son  de  su  competencia  sobre  las  cuales  proveen,  señalándolas  con  las 
iniciales  de  su  nombre  y  apellido;  anotan  si  han  de  ser  gratuitas,  ó  cuál 
es  la  tasa  que  ha  de  exigirse,  y  si  ha  de  expedirse  ó  no  en  forma  de 
Breve.  Luego  las  entregan  á  los  amanuenses  para  que  sean  despachadas. 

426.  De  las  demás  dan  cuenta  cuanto  antes  al  Cardenal-Prefecto  ó 
á  Mgr.  Secretario,  para  que  provean  oportunamente. 

427.  En  caso  de  hallarse  legítimamente  impedidos  el  Prefecto  y  el 
Secretario,  pueden  comisionar  al  Subsecretario  para  la  concesión  de  dis- 
pensas á  ellos  reservadas,  señalándole  los  límites  y  cautelas  que  estimen 
necesarias. 


(1)    Véase  Razón  y  Fe,  voI.  XXV,  pág,  501. 

RAZÓN  Y  FE,   TOMO  XXVI 


98  BOLETÍN  CANÓNICO 

428.  Los  documentos  para  las  dispensas  de  grados  menores  y  para 
los  asuntos  de  menor  importancia  puede  firmarlos  el  respectivo  Subse- 
cretario, ó  en  su  defecto,  cualquiera  de  los  otros  dos,  añadiéndose  ade- 
más la  firma  del  amanuense  que  como  oficial  extendió  el  documento. 

429.  En  las  dispensas  de  grados  mayores  y  en  los  negocios  de  mayor 
importancia  firma  el  documento  el  Cardenal-Prefecto  ú  otro  Cardenalde 
la  misma  Congregación,  y  además  el  Secretario,  y  en  su  defecto,  el  Sub- 
secretario respectivo  ó  alguno  de  los  otros  dos. 


ARTÍCULO  IV 
Sagrada    Congregación    del   Concilio. 

(Véanse  los  números  8,  14,  119,  121,  123, 124,  190,  191.) 

430.    Ocupaba  el  octavo  lugar  en  la  Constitución  Immensa.  Según  la 
nueva  disciplina,  es  la  cuarta  en  dignidad. 


§1 

su   CONSTITUCIÓN 

431.  I.  El  número  de  Cardenales  que  la  constituyen  no  es  fijo,  sino 
que  depende,  como  en  todas  las  otras,  de  la  voluntad  del  Romano  Pon- 
tífice. Los  oficiales  mayores,  después  del  Cardenal-Prefecto,  son  el 
Secretario  y  el  Subsecretario,  los  cuales  tres,  por  consiguiente,  consti- 
tuyen el  Congreso. 

Tiene  sus  consultores,  elegidos  por  el  Papa,  algunos  de  los  cuales 
deben  ser  hombres  experimentados  en  el  manejo  de  las  cosas  tempo- 
rales. También  tiene  un  número  convencional  de  oficiales  menores. 

432.  La  jurisdicción  de  la  Sagrada  Congregación  del  Concilio  se 
limita  á  los  países  sujetos  al  Derecho  común. 

433.  II.  En  su  primera  institución  por  Pío  IV  (véase  el  n.  8)  cons- 
taba de  ocho  Cardenales,  los  cuales  habían  asistido  al  Concilio  de 
Trento,  ya  como  Presidentes  ó  Legados,  ya  como  Prelados,  y  conocían 
bien  lo  que  en  él  se  había  decretado.  Los  nombres  de  estos  Cardenales 
pueden  leerse  en  el  Mota  propio  de  su  fundación  (Bull.  Rom.  Taur., 
vol.  7,  p.  300).  En  los  primeros  meses  de  1565  aumentó  el  número  de 
los  Cardenales  que  la  componían,  llegando  hasta  12,  como  se  deduce  de 
la  carta  de  Pogiano,  Secretario  de  dicha  Congregación,  al  Cardenal 
Commendono,  fechada  en  5  de  Abril  de  1565  (Cfr.  Zamboni,  Colle- 
ctio  declarat.  S.  C.  C,  vol.  1,  introd.,  §  V,  p.  XIV;  Colomiatti, 
Codex  Jur.  Pont.,  vol.  2,  p.  7;  Lega,  De  judiciis,  vol.  2,  p.  185). 


BOLETÍN   CANÓNICO  99 

Después  el  número  de  Cardenales  debió  ser  mucho  mayor,  puesto 
que  á  la  Congregación  que  se  tuvo  el  6  de  Marzo  de  1700  asistieron  21 
Cardenales,  como  nos  dice  Ursaya,  Discept.,  tomo  1,  parte  2.'*,  disc.  2, 
n.  260,  p.  182  (Venetiis,  1724). 

434.  III.  San  Pió  V  nombró  ya  cuatro  Cardenales  de  entre  los  que 
componían  la  Congregación  general,  y  constituyó  con  ellos  otra  Con- 
gregación, que  llamó  particular,  que  se  reunía  con  más  frecuencia  y  podía 
despachar,  como  declaró  Gregorio  XIII  en  8  de  Mayo  de  1576,  todos 
los  casos  que  tenían  solución  en  lo  ya  antes  resuelto  por  la  Congrega- 
ción general,  y  todos  los  demás  cuya  solución  fuera  clara,  á  juicio  de 
todos  los  Cardenales  que  la  componían.  Si  uno  disentía,  el  asunto  se 
llevaba  á  la  Congregación  primera.  Esta  Congregación  pequeña  era 
como  el  Congreso  de  la  Congregación  plenaria.  (Fagnaní,  in.  cap.  Quo- 
niam,  de  Const.  lib.  1,  vol.  1,  p.  119:  Colon.,  Allobr.,  1759;  Zamboni, 
1.  c,  p.  XV;  Colomiatti,  1.  c,  p.  7;  Lega,  De  Judiciis,  vol.  2,  p.  179,  sig.) 

435.  Fué  perdiendo  importancia  esta  Congregación  á  medida  que  al 
Prefecto  y  al  Prelado  Secretario  se  les  fueron  ampliando  las  facultades, 
extinguiéndose  la  pequeña  Congregación  en  tiempo  de  Sixto  V,  como 
puede  observarse  en  la  Const.  Immensa.  (Ex  actis  Congreg.  apud  Colo- 
miatti, 1.  c,  p.  52.) 

436.  IV.  El  Congreso,  compuesto,  como  ahora,  del  Secretario  y 
Subsecretario,  bajo  la  presidencia  del  Cardenal-Prefecto,  en  cuyo  pala- 
cio se  reunía  todos  los  sábados,  fué  instituido  en  el  último  tercio  del 
siglo  pasado  por  el  Cardenal  Próspero  Caterini  (1881  ),  cuando  era 
Prefecto  de  dicha  Congregación.  (Ex  actis  Congr.  apud  Colomiatti  vo- 
lumen 2. ',  p.  59.) 

437.  El  cargo  de  Secretario  de  esta  Sagrada  Congregación  ha  sido 
hasta  ahora  uno  de  los  más  difíciles  é  importantes,  y  solía  elegirse  para 
él  á  uno  de  los  más  insignes  maestros  en  ambos  derechos  y  de  los  más 
versados  en  los  negocios,  al  cual  desde  ese  cargo  se  le  solía  elevar  á  la 
Sagrada  Púrpura. 

438.  Antes  uno  de  los  cargos  más  importantes  era  el  de  Auditor,  el 
cual  ha  desaparecido  por  haber  pasado  á  la  Rota  la  jurisdicción  conten- 
ciosa. Ayudaba  al  Secretario  en  todas  las  causas  contenciosas,  en  las 
cuales,  en  nombre  del  Secretario,  redactaba  los  folios  y  era  además 
como  el  que  dirigía  el  Estudio  establecido  para  los  jóvenes  sacerdotes 
graduados  en  ambos  derechos  ó  en  sólo  el  Derecho  canónico,  aunque 
para  estos  últimos  se  necesitaba  dispensa.  Allí  se  estudiaban  y  discutían 
las  causas  antes  de  que  éstas  se  vieran  en  Congregación,  y  no  pocas 
veces  la  Sagrada  Congregación  confirmaba  las  resoluciones  allí  adopta- 
das. Colomiatti,  1.  c,  p.  59;  Lega,  1.  c,  p.  185-187. 


100  BOLETÍN   CANÓNICO 


§" 


SU   COMPETENCIA 

A)  Disciplina  del  clero  secular  y  pueblo  cristiano. 

439.  Está  confiada  á  esta  Sagrada  Congregación  la  parte  de  nego- 
cios que  se  refiere  á  la  disciplina  del  clero  secular  y  del  pueblo  cris- 
tiano. 

440.  Por  lo  tanto,  1.°,  es  propio  de  ella  procurar  que  se  observen 
los  preceptos  de  la  Iglesia,  como  son  los  ayunos  (menos  el  necesario 
para  comulgar,  que  toca  á  la  Congregación  de  los  Sacramentos),  abs- 
tinencias, diezmos  y  fiestas  de  guardar. 

2.°  Pertenecen  también  á  su  jurisdicción  lo  referente  á  los  párrocos 
y  á  los  canónigos,  á  las  cofradías,  congregaciones,  pías  uniones,  lega- 
dos píos,  pías  obras,  estipendios  de  Misas,  beneficios  y  oficios,  bienes 
eclesiásticos,  montes  píos,  tributos  diocesanos  y  otros  semejantes. 

3.°    Todo  lo  relativo  á  la  inmunidad  eclesiástica. 

4.°  Todo  lo  referente  á  la  celebración  y  revisión  de  los  Concilios  y 
á  las  reuniones  ó  conferencias  de  los  Obispos. 

441.  Pertenece,  no  obstante,  á  la  Sagrada  Congregación  de  Propa- 
ganda Fide  revisar  los  Concilios  que  se  celebren  en  los  territorios  que 
le  están  sujetos.  S.  C.  Consist.,  12  Nov.  1908,  ad  VII  (1). 

B)  Dispensas. 

442.  Puede  dispensar  á  los  fieles  de  los  preceptos  cuya  vigilancia  le 
está  encomendada. 

443.  Dispensa  también  de  las  condiciones  necesarias  para  obtener 
un  beneficio  cuya  colación  libre  corresponda  á  los  Ordinarios. 

444.  Es  propio  suyo  dispensar  de  las  irregularidades  ó  del  título  de 
ordenación  á  los  sacerdotes,  no  á  los  que  aún  no  lo  sean.  (Véase  lo 
dicho  en  el  n.  386.) 

445.  Á  ella  exclusivamente  pertenece  conceder: 

a)  á  los  Cabildos  la  dispensa  de  celebrar  la  Misa  de  feria  ó  vigilia, 
de  cantar  la  Misa  y  de  aplicar  la  conventual  por  los  bienhechores,  can- 
tar y  rezar  en  el  coro  las  horas  canónicas,  anticipar  las  vísperas  y  com- 
pletas antes  del  mediodía; 

b)  á  los  Cabildos  y  á  los  sacerdotes  seculares  la  facultad  de  antici- 
par los  maitines; 

c)  á  los  sacerdotes  seculares  la  conmutación  del  oficio  divino  por 
otras  preces. 


(1)  Utriim  acta  Conciliorum  quae  celebran  contigerit  in  territorio  Congregationi  de 
Propaganda  Fide  relicto,  remittenda  sint  ad  Congregationen  Concilii,  R.  Negative  {Acta 
A.  Sedis,  vol.  1,  pág.  150,151). 


BOLETÍN  CANÓNICO  101 

446.  Está  facultada  para  otorgar  la  dispensa  del  ayuno  prescrito 
antes  de  la  consagración  de  las  iglesias.  Este  ayuno  es  obligatorio  sola- 
mente para  el  Obispo  consagrante  y  para  los  que  piden  (1)  la  consa- 
gración. (S.  R.  C,  29Jul.  1780;  12  Sept.  1840:  D.auth.,nn.  2.519  y  2.821.) 

447.  También  puede  conceder  facultad  para  tener  tribuna  que  dé  á  la 
iglesia,  ó  abrir  puerta  particular  para  entrar  en  ella;  puede  dispensar  del 
grado  de  doctor  ó  licenciado,  que,  por  fundación  ó  por  Derecho  común, 
se  requiere  para  algún  beneficio  y  oficio  cuya  provisión  toque  al  Ordi- 
nario. 

( Continuará.) 


SAGRADA  CONGREGACIÓN  DE  LOS  SACRAMENTOS 

De  matrimonio  mulieris  excisae  non  impediendo. 

1.  Hace  poco  llegó  á  nuestras  manos  el  original  mismo  de  un  res- 
cripto de  la  Sagrada  Congregación  de  los  Sacramentos,  el  cual  juzga- 
mos de  grandísima  importancia  por  creerlo  como  la  resolución  definitiva 
en  el  orden  práctico  de  la  gravísima  cuestión  tan  debatida  en  nuestros 
días  sobre  si  constituye  ó  no  en  la  mujer  impedimento  dirimente  de  im- 
potencia la  carencia  utriusque  ovarii  ac  uteri. 

2.  Copiamos  á  continuación  tan  interesante  documento,  omitiendo 
solamente  los  nombres  propios: 

10.488/09. 
Emmo.  Sr.  Cardenal-Presidente  de  la  Congregación  de  Sacramentis. 
N.  N.,  cura  párroco  de  San  Pedro  de  N.,  obispado  de  O.,  de  España,  á  V.  Erna,  con 
el  respeto  debido  expone :  que  hace  varios  años  vive  en  concubinato  una  feligresa  suya 
llamada  M.  M.;  al  enterarse  y  querer  sacarla  de  tan  triste  estado  le  manifestó  que  en  una 
operación  quirúrgica  reciente  la  habían  extirpado  la  matriz  y  los  ovarios.  Consultado 
el  médico  que  había  llevado  á  cabo  la  operación,  dijo  que  era  cierta  la  extirpación  de 
la  matriz  y  de  ambos  ovarios.  ¿Puedo,  por  lo  tanto,  proceder  al  matrimonio,  ó  la  con- 
sidero imposibilitada  por  el  impedimento  de  impotencia?  Y  en  vista  de  la  extirpación 
total  de  la  matriz  y  ambos  ovarios,  ¿puedo  solicitar  de  Su  Santidad  dispensa  del  impe- 
dimento de  impotencia  para  que  viva  cristianamente? 
Espera  contestación  de  V.  Emma.  su  afmo.  hijo. 
3  Marzo  1909.— E.  Sr.— N.  N. 

3.    Sacra  Congregatio  de  disciplina  Sacramentorum  relatis  precibus  hisce  litteris 
adnexis,  ómnibus  mature  perpensis,  Amplitudini  Tuae  respondendum  censuit  prou 
sequitur:  Quatenus  vera  sint  expósita  detur  responsum  S.  Congr.  S.  Officii  diei  23 
Julii  1890  in  causa  Quebecen.,  scilicet:  «Matrimonium  non  esse  impediendum.» 
Datum  Romae  die  2  Aprilis  1909. 

D.  JoRio,  Subsecrius. 
-K  (2) 
Rmo.  Episcopo 

O...  Arth.  Mazzoni,  oj5f. 


(1)  Véase  además  el  decreto  de  la  S.  C.  del  C.  de  3  de  Jul.  de  1909  (Acta  A.  Sedis 
vol.  1,  p.  623). 

(2)  Aquí  hay  un  sello  en  seco  con  las  armas  pontificias,  en  el  que  se  lee:  Sacra 

CONOREOATIO  DE  SacRAMENTIS. 


102  BOLETÍN   CANÓNICO 

COMENTARIO 

§  I 
Antecedentes. 

4.  Bien  conocida  es  de  todos  los  canonistas  y  moralistas  y  aun  de  los 
médicos,  fisiólogos  y  legistas,  la  célebre  controversia  sobre  si  en  la  mu- 
jer debe  ó  no  considerarse  como  impedimento  dirimente  para  el  matri- 
monio la  carencia  utriusque  ovarii,  aut  uteri,  ó  á  la  de  todas  estas  cosas 
á  la  vez. 

5.  Á  la  cabeza  de  los  que  sostienen  la  parte  afirmativa  figura  Anto- 
nelli,  De  conceptu  impotentiae  et  sterilitatis,  Pro  conceptu  impotentiae 
et  sterilitatis,  De  mulieris  excisae  impotentia,  Medicina  pastoralis,  vol.  11^ 
n.  43,  seq.;  con  el  que  concuerdan  generalmente,  entre  otros,  Buccer., 
Theol.  mor.,  vol.,  2,  n.  994;  Casas  Romae  ad  S.  Apollinar,  p.  469,  seq.; 
Lehmkuhl,  vol.  2,  n.  744;  Rosset,  De  matr.,  n.  1.408,  sig.;  Alberti,  Theol. 
past.,  p.  4,  n.  88 ;  Santi-Leitner,  lib.  4,  tít.  5,  n.  1 ,  nota;  Villada,  Casus, 
vol.  III,  p.  269,  seq.  (ed.  I.'').  Especulativamente  juzga  también  preferible 
esta  sentencia  el  P.  Wernz,  1.  c,  n.  345,  nota  34.  Véase  también  el  voto 
del  Dr.  Lapponi  en  la  causa  Albinganen.,  17  de  Agosto  y  7  de  Sep- 
tiembre de  1895  (Thes.  Resol.  S.  C.  C,  vol.  154,  p.  917,  seq.) 

6.  Niegan  la  existencia  de  tal  impedimento  Eschbach,  que  puede  con- 
siderarse como  el  portaestandarte  de  esta  opinión,  Disp.  phys.  theol., 
d.  2,  p.  2.  cap.  3;  De  novo  quodam  sterilitatis  conceptu,  en  Analecta 
Eccles.,  vol.  X,  p.  85,  sig.;  De  sententia  impedimenti  impotentiae,  ibid., 
vol.  XI,  p.  269;  con  el  cual  se  hallan  conformes,  entre  otros,  Gasparriy 
De  matrim.,  n.  510,  sig.;  D'Annibale,  Summula,  vol.  III,  n.  431 ,  nota  9; 
Génicot,  Inst.  Theol.  mor.,  II,  n.  503;  Berardi,  Praxis  conf.,  vol.  IV,  n.  800, 
sig.,  y  al  fin  del  volumen,  «verbo  femina  sine  útero  et  sine  ovariis»,  p.  646; 
Aertyns,  II,  n.  563;  Theses  in  Coll.  Lovaniensi,  S.  J.,  De  universa  Theo- 
logia,  29  Jun.  1904,  th.  78;  Laureniius,  Inst.  jur.  can.,  n.  619;  Elbel- 
Bierbaum,Theo\.mor.,vo\.  III,  p.  10,  n.  270;  Sebastíanelli,  De  rebus, 
n.  65;  Nouvell^  Rev.  Théol.,  vol.  20,  p.  82;  Tanquerey,  I,  Supp.,  n.  6, 
Desmet,  De  sponsalibus  et  matr.,  p.  337,  tiene  ambas  sentencias  por 
sólidamente  probables. 

7.  No  puede  negarse  que  tiene  mucha  fuerza  en  favor  de  la  primera 
sentencia  el  argumento  tomado  de  la  paridad  entre  el  varón  privado 
utriusque  testiculi  y  la  mujer  quae  ovariis  caret.  Cfr.  Antonelli,  Pro  con- 
ceptu impotential,  n.  58,  sig.  Sin  embargo,  no  es  la  paridad  tan  grande 
que  no  puedan  señalarse  gravísimas  diferencias.  Cfr,  Oury-FerrereSy 
Comp.  theol.  mor.,  vol.  2,  n.  856  bis. 

8.  Aunque  esta  cuestión  es  de  derecho  natural,  es  indudable  que  el 
argumento  más  decisivo  ha  de  venir  de  la  autoridad  pontificia,  juez 
inapelable  en  esta  materia  de  los  Santos  Sacramentos,  y,  por  consi- 


BOLETÍN    CANÓNICO  103 

guíente,  sen  de  inestimable  valor  las  decisiones  de  las  Sagradas  Congre- 
gaciones Romanas  sobre  este  dificilísimo  punto.  De  ahí  el  interés  con  que 
se  estudian  por  una  y  otra  parte  y  la  importancia  de  la  respuesta  que 
vamos  á  estudiar. 

§n 

Respuestas  favorables  á  la  segunda  sentencia. 

9.  Conocemos  cinco  respuestas  de  las  Sagradas  Congregaciones 
sobre  esta  cuestión  interesante,  y  todas  están  conformes  entre  sí.  Todas 
fueron  dadas  por  el  Santo  Oficio,  menos  la  que  acabamos  de  copiar. 

10.  La  primera  dióla  el  Santo  Oficio  en  3  de  Febrero  de  1887,  y  es 
como  sigue:  «Num  mulier  N.  N.,  cui  operatione  chirurgica  ablata  sunt 
dúo  ovaría  et  uterus,  admitti  possit  ad  matrimonium  contrahendum?  Et 
re  mature  perpensa,  eminentissimi  domini  cardinales  una  mecum  Inqui- 
sitores  generales  decreverunt:  Matrimonium  non  esse  impediendum.» 
Cfr.  Gury-Ferreres,  vol.  2,  n.  856  bis;  Gasparri,  De  matr.,  n.  513;  Rosset^ 
De  matr.,  n.  1.412;  Ball.-Palm.,  vol.  6,  n.  865,  nota. 

11.  La  segunda,  á  que  se  alude  en  el  rescripto,  se  refiere  á  un  caso 
análogo  al  nuestro,  con  fecha  23  de  Julio  de  1890  y  es  del  tenor  siguiente: 

S.  C.  S.  Off.  23Julii  \890.—Quebec.—Se  una  dona,  cui  per  mano  chirurgica  siano  state 
asportate  ambedue  le  ovaie  e  l'utero,  possa  validamente  contrarre  matrimonio. 

/?.  Matrimonium  non  esse  impediendum.  (Collectanea  S.  C.  de  Prop.  Fide,  n.  1.733, 
p.  249,  edic.  2.^)  (1). 

12.  La  tercera  se  lee  así  en  la  citada  Collectanea  (n.  1.907,  p.  324): 

S.  C.  S.  Off.  31  Juiii  \895.—  Westmonastenen.—\Jtrüm  puella  N.  cui  ovaría  per  opera- 
tionem  ciiirurgicam  sblata  sunt,  quaeque  proinde,  licet  ceteroquin  perfecta  sit,  proiem 
concipere  nequit,  matrimonium  valide  et  legitime  contrahere  possit. 

R.  Detur  responsum  ut  in  Reghinen.  scilicet:  Juxta  expósita,  matrimonium  in  casu 
non  esse  impediendum  (2). 


(1)  Antonelli,  Medicina  pastoralis,  vol.  2,  p.  334  (edic,  2.^),  y  en  el  opúsculo  De 
mulieris  excisae  impotentia,  n.  123,  p.  145,  trae  una  respuesta  que  dice  ser  de  30  de 
Julio  de  1900.  Suponemos  ser  la  misma  que  acabamos  de  copiar.  En  otro  opúsculo  dice 
ser  de  1890  (30  Jul.)  dicha  respuesta.  Cfr.  De  Conceptu  impotentiae,  n.  126,  p.  103.  Ver- 
daderamente se  comunicó  en  esta  ultima  fecha  como  puede  verse,  en  Eschbach, 
Disp.  phys.,  1.  c.  (pág.  203,  edic.  2.^). 

(2)  Esta  respuesta  in  Reghinen.  (sin  duda  debe  ser  Regien.)  parece  ser  substancial- 
mente  la  misma  que  en  el  rescripto  y  en  la  Collectanea  se  la  llama  in  Quebecen.  Véase 
lo  que  dice  Rosset,  De  matrimonio,  n.  1.410:  «Haec  scripseram,  quando  ephemerides 
vulgaverunt  sequens  responsum  S.  Officii  factum  Episcopo  Regii  Aemiliae,  die  23  Jul. 
an.  1890.»  «In  Congregatione  feriae  quartae  currentis  mensis,  discussum  fuit  dubium  ab 
Amplitudine  tua  propositum  supplici  libello  diei31  Oct.  elapsi  anni,  videlicet:  Num  mu- 
lier (N.  N.)  cui  operatione  chirurgica  ablata  sunt  dúo  ovarla  et  uterus,  admitti  possit  ad 
matrimonium  contrahendum?  Et  re  mature  perpensa.  Emi.  Domini  Cardinales  una  me- 
cum Inquisitores  Generales  decreverunt:  Matrimonium  non  esse  impediendum."  Véase 
también  lo  que  escribe  Eschbach  en  el  lugar  citado  y  en  su  voto  en  la  causa  Monaste- 
rien:  Thesaurus  Res.  S.  C.  C,  vol.  158,  p,  141. 


104  BOLETÍN   CANÓNICO 

13.  De  la  cuarta  nos  da  testimonio  el  P.  Wernz,  Jus  Decretal.,  vol.  4, 
n.  345,  nota  34,  por  estas  palabras:  «Quae  explicatio  videtur  singulari 
modo  confirmar!  ex  novo  responso  S.  C.  Inq.  a.  1902,  dato  atque  mihi  ab 
Agente  episcopali  in  Urbe  communicato.  Etenim  cun  novus  iste  casus 
excisionis  ovariorum  ¡n  S.  C.  Inq.  propositus  fuisset,  antequam  resp'on- 
sum  daretur,  a  medico  expetitum  fuit  quanam  ratione  illa  excisio  facta 
esset.  Qui  cum  respondisset  de  perfecta  carentia  organorum  non  certo 
constare,  tum  demum  prodiit  responsum:  Matrimonium  in  casa  non  esse 
impediendum.» 

§111 
Circunstancias  notables  que  concurren  en  nuestro  rescripto. 

14.  De  todas  estas  respuestas,  la  que  hoy  publicamos  nos  parece  la 
más  interesante  por  varias  circunstancias: 

1."*  Porque  ha  sido  dada  por  la  Sagrada  Congregación  de  los  Sacra- 
mentos. Las  otras  diólas  el  Santo  Oficio,  sin  duda  por  estar  esta  cues- 
tión íntimamente  relacionada  con  el  dogma.  El  haber  pasado  este  asunto 
á  la  Sagrada  Congregación  de  los  Sacramentos  parece  indicar  que  ya 
está  suficientemente  discutido,  y  que,  en  la  práctica  por  lo  menos,  sin 
necesidad  de  nuevas  discusiones  se  han  de  permitir  dichos  matrimonios. 
2.''  Porque  no  lleva  otra  firma  que  la  del  (segundo)  Subsecretario, 
Monseñor  Domingo  Jorio,  y  la  del  oficial,  Rdo.  D.  Arturo  Mazzoni,  que 
redactó  el  rescripto.  Esto  parece  indicar:  1.°,  que  las  preces  se  han 
visto  en  el  Congreso  y  no  en  la  Congregación  plena;  2.°,  que  se  consi- 
dera ya  este  punto  como  plenamente  resuelto,  y,  por  lo  tanto,  de  escasa 
dificultad  ó  de  menor  importancia. 

Véase  lo  que,  al  tratar  de  la  Congregación  de  Sacramentos,  dicen  las 
Normas  peculiares  (cap.  7,  art.  3,  n.  24). 

«In  dispensationibus  minoris  gradus  et  in  negotiis  minoris  momenti 
poterit  documento  subscribiré  Subsecretarius  ad  quem  pertinet  res,  aut, 
hoc  impedito,  alteruter  e  duobus  reliquis  Subsecretariis,  contra  posita 
subscriptione  amanuensis  qui  documentum  exaravit  tamquam  officialis. 

»In  majoris  gradus  dispensationibus  et  in  negotiis  majoris  momenti 
documento  subscribet  Cardinahs  Praefectus,  aut  alius  ejusdem  Congre- 
gationis  Cardinalis,  contra  posita  subscriptione  Praelati  a  secretis,  aut, 
hoc  impedito,  alicujus  e  Subsecretariis,  ut  in  superiore  numero.» 

Además  en  el  cap.  2,  al  tratar  en  general  de  las  atribuciones  del  Con- 
greso, se  dice  que  podrá  aplicar  las  resoluciones  dadas  por  la  Congrega- 
ción plena  á  casos  semejantes  ubi  res  perspicua  sit,  obvia,  nullique  obje- 
cta  controversiae. 

Recuérdese  que  los  documentos,  aunque  hayan  sido  despachados  por 
el  Congreso,  se  expiden  todos  en  nombre  de  la  Sagrada  Congregación, 
como  lo  vemos  en  éste.  Cfr.  Razón  y  Fe,  vol.  25,  p.  105,  n.  286-289. 


BOLETÍN  CANÓNICO  105 

S.""  Porque  nos  consta  que  en  este  caso  la  extirpación  del  útero  y  de 
los  dos  ovarios  fué  completa,  según  testimonio  del  médico  que  hizo  la 
operación.  Esto  se  indica  claramente  en  las  preces,  pues  dicen  que,  según 
testimonio  del  médico  que  practicó  la  operación,  era  cierta  la  extirpa- 
ción de  la  matriz  y  de  ambos  ovarios,  y  añaden  que  la  extirpación  fué 
total. 

Esto  lo  sabemos  además  por  testimonio  del  sacerdote  que  intervino 
en  la  legitimación  de  esta  unión,  el  cual  con  fecha  18  de  Noviembre  de 
1909  nos  escribía: 

«El  Sr.  Obispo  me  dijo  que  consultase  al  doctor  que  había  hecho  la  operación...,  á 
ver  si  la  extirpación  había  sido  total...  El  doctor  no  pudo  ser  más  explícito,  diciendo 
que  la  extirpación,  tanto  de  la  matriz  como  de  los  ovarios,  habia  sido  completa.  Ante 
respuesta  tan  categórica,  ya  el  Obispo  no  se  atrevió  á  ir  adelante,  y  asi  ordenó  que  se 
llevase  la  cuestión  á  Roma.  La  oficina  de  Preces  fué  la  que  hizo  la  exposición,  que 
adjunta  le  remito,  juntamente  con  la  respuesta  de  la  Congregación,  y  solución  del  caso 
favorable»  (1). 


(1)  Lo  dicho  queda  plenamente  confirmado  por  la  copia  exacta  de  la  carta  del  men- 
cionado doctor,  que  hemos  recibido  después  de  compuesto  todo  lo  que  antecede. 
Suprimimos  los  nombres  propios.  Dice  así: 

«M.,  10  Agosto  1908. 
»Sr.  D.  N.  G. 

»Muy  señor  mío  y  de  mi  mayor  consideración:  En  mi  poder  su  atenta  del  24  del 
próximo  pasado,  en  la  que  me  interesa  contestación  acerca  de  la  operada  N.  N.,  y  cum- 
pliendo con  mi  deber  profesional,  debo  manifestarle  que  es  cierta  la  extirpación  total 
de  la  matriz  y  de  ambos  ovarios,  hecha  por  histerectomia  abdominal,  consecutiva  al 
padecimiento  de  las  neoplasias  que  padecía,  denominado  Fibromas. 

«Vea  en  qué  otro  particular  puede  serle  útil,  y  tendrá  una  verdadera  satisfacción  en 
servirle  quien  con  este  motivo  se  ofrece  suyo  afectísimo  seguro  servidor  y  amigo, 
q.  b.  s.  m.,— R.  G.  de  A.» 
(Está  rubricado.) 

Tenemos,  por  consiguiente,  el  testimonio  auténtico  del  operador,  que  testifica  la 
amputación  total  y  ésta  cierta.  «Ceterum  chirurgi  tantum,  qui  operationem  perfecerunf, 
possunt  testari  an  fuerit  ablatio  radicitus  totalis  nec  ne.»  Antonelli,  Medicina  past.,  vol.  2, 
n.  647.  Nótese  además  que  la  operación  no  está  hecha  por  el  método  vaginal,  que, 
según  Antonelli,  ofrece  el  peligro  de  dejar  algún  fragmento  de  los  ovarios  (cfr.  1.  c.  y 
De  concepta  impotentiae,  n.  109,  130),  sino  por  el  abdominal. 

(1)  También  todos  estos  extremos  quedan  confirmados  con  la  carta  autógrafa  del 
Sr.  Notario  Mayor  de  la  Curia,  que  acabamos  de  recibir  y  copiamos  á  continua- 
ción: 

«O.,  4  Diciembre  1909. 
»R.  P.  N.  G. 

»Muy  señor  mío  y  de  todo  mi  respeto:  Contesto  á  sus  preguntas: 
» \.^    La  Sagrada  Congregación  no  pidió  más  datos  que  los  contenidos  en  las 
preces. 
»2."    No  se  remitió  á  Roma  la  carta  del  doctor  que  hizo  la  operación. 
»3.*    No  se  envió  á  Roma  otro  informe  alguno. 
»4.^    En  la  otra  plana  va  copia  literal  de  la  carta  del  doctor. 

«Añadiré  que  el  Sr.  Obispo,  á  quien  acabo  de  hablar  sobre  el  asunto,  me  dice  que 
nada  le  han  pedido  de  Roma,  ni  él  hizo  presión  de  ningún  género  ni  recomendación 
alguna.— P.  M.» 


106  BOLETÍN  CANÓNICO 

4.^  Porque  la  Sagrada  Congregación  no  pidió  nuevos  datos  para  dar 
su  respuesta,  sino  que,  á  pesar  de  decirle  que  la  extirpación  había  sido 
total,  dijo,  sin  más  inquirir,  que  el  matrimonio  no  debía  impedirse.  Véase 
lo  que  en  24  de  Noviembre  nos  decía  el  mencionado  sacerdote:  «No  creo 
que  la  Congregación  pidiera  otros  informes  al  Obispado,  é  indudable- 
mente resolvió  el  caso  conforme  á  los  datos  expresados  en  las  preces. 
La  razón  es  porque,  después  de  resuelta  la  cuestión,  estuve  hablando 
con  el  Notario  Mayor  (1)  largo  y  tendido  sobre  el  caso  y  nada  me  dijo 
de  nuevos  informes.» 

15.  Parece,  por  lo  tanto,  que  contra  esta  respuesta  no  puede  obje- 
tarse lo  que  se  decía  contra  las  precedentes.  Así,  v.  gr.,  contra  la 
de  3  de  Febrero  de  1887,  se  oponía  que,  al  decir  sterilis  effeda,  «satis 
innuit  ablationem  non  fuisse  certo  totalem,  vel  si  totalis,  non  defuisse 
possibilitatem  alicujus,  etiam  minimi,  residui  stromatis  ovarici  vel  ovarii 
alicujus  supplementarii,  ex  quo  evaderet  possibilis  elaboratio  novorum 
ovulurum».  (Antonelli,  De  conceptu  impotentiae,  n,  130,  p.  105.)  En 
la  respuesta  de  que  tratamos  no  se  emplean  dichas  palabras  sterilis 
effecta,  y  en  cambio  se  dice  expresamente  que  la  extirpación  de  la 
matriz  y  de  los  ovarios  fué  ciertamente  total. 

16.  Contra  la  de  30  de  Julio  de  1890,  unos  decían:  «An  autem  S.  Offi- 
cium  intellexerit,  talem  mulierem  esse  nihilominus  certo  potentem,  id  non 
comparet.»  (Rosset,  De  matr.,  vol.  2,  n.  1.410.)  Otros:  «Dicendum  est 
nonnulla  adfuisse  particularia  casus  expositi  et  rationes,  quas  nos 
omnino  ignoramus,  quibus  illud  responsum  datum  est.»  Antonelli,  1,  c, 
n.  132,  p.  107. 

17.  Ó,  como  dice  el  doctísimo  P.  Bucceroni:  «Ñeque  vero  ullo  modo 
obstant  notae  Responsiones  S.  Poenitentiariae  et  S.  Officii,  matrimonium 
non  esse  impediendum,  in  casu  excisionis  ovarii  et  uteri.  Nam,  ut  mihi- 
metipsi  declaratum  est  ab  ipso  Emo.  Cardinali,  S.  Officii  Secretario, 
Responsiones  illae  ad  particulares  casus  dumtaxat  datae,  supponebant 
posse  adhüc  per  se  in  illis  casidas  sequi  generationem:  scilicet,  quate- 
nus  non  fuisset  perfecta  et  absoluta  uteri  et  ovariorum  excisio,  et 
absentia.»  (Theol.  Moral.,  vol.  2,  n.  994,  p.  391,  edic.  5.^) 

18.  En  nuestra  respuesta  sabemos  las  circunstancias  todas  del  caso, 
y  nos  consta,  como  constaba  á  la  Sagrada  Congregación,  que  la  extir- 
pación fué  ciertamente  total,  tanto  con  respecto  á  la  matriz  como  á  los 
ovarios. 

19.  Refiriéndose  á  una  y  otra,  escribía  el  P.  Palmieri:  «2.  In  his  casi- 
bus  non  dici,  quod  certa  esset  ablatio  totalis  ovariorum  et  uteri:  si 
enim  tanta  non  est,  adhuc  conceptio  potest  habere  locum.  3.  Forte  ratio 
responsorum  fuit,  quod  dubitaretur  adhuc  de  perfecta  excisione:  fieri 
sane  posse  dicitur,  ut  chirurgus  putet  ea  membra  penitus  excisa  et 
tamen  aliqua  pars  superstes  sit:  quo  pósito  jus  conjugii  ineundi  praeva- 
let.»  {Baller-Palm.,  Opus.  morale,  vol.  6,  n.  865,  nota.) 


BOLETÍN   CANÓNICO  107 

20.  Contra  la  de  1902  se  objetaba  que  no  se  dio  sino  cuando  se  supo 
por  testimonio  del  médico  que  no  constaba  con  certeza  de  la  perfecta 
carencia  de  dichos  órganos.  (Wernz,  1.  c,  n.  345,  nota  134.) 

En  la  nuestra  testifica  el  médico  que  la  extirpación  fué  ciertamente 
total,  y  nada  más  se  le  pregunta. 

§IV 

Las  sentencias  que  suelen  aducirse  en  favor  de  la  primera  opinión. 

21.  Resulta  que  en  favor  de  esta  práctica  tenemos  cinco  respuestas 
de  las  Sagradas  Congregaciones,  todas  conformes,  en  tanto  que  hasta 
ahora  no  se  ha  podido  encontrar  una  sola  sentencia  en  que  se  declare 
nulo.un  matrimonio  solamente  porque  la  mujer  carezca  de  útero  ó  de 
ovarios,  ó  de  ambas  cosas  á  la  vez. 

22.  Es  verdad  que  suelen  aducirse  cuatro  sentencias  de  nulidad  pro- 
nunciadas por  la  Sagrada  Congregación  del  Concilio  (Cfr.  Antonelli,  De 
conceptu  impotentiae,  n.  60,  p.  50,  sig.;  De  mulieris  excisae  impoten- 
tia,  n.  110,  p.  137),  en  todas  las  cuales  la  mujer  útero  orbata  erat;  pero 
en  todas  ellas  se  alegaron  otros  defectos  in  vagina,  que  ellos  por  sí  solos 
pudieron  ser  suficientes  para  declarar  la  nulidad. 

23.  Dichas  causas  son:  in  Salernitana,  propuestas  á  la  Sagrada 
Congregación  en  9  de  Agosto  de  1862,  fallada  en  21  de  Marzo  de  1863, 
fallo  confirmado  en  27  de  Junio  del  mismo  año.  En  dicha  causa,  además 
del  defectus  uteri,  se  alegaba  mala  conformatio  vaginae,  la  cual,  según 
varios  médicos,  faltaba  del  todo  la  «mancanza  assoluta  delta  vagina 
edell'utero,  ed  in  luogo  delta  vagina  il  canale  dell'uretra».  Cfr.  The- 
saurus,  vol.  121,  p.  313-358,  en  especial  las  p.  319,  320;  vol.  122,  p.  108, 
y  243-248. 

24.  La  causa  Verulana,  fallada  en  24  de  Enero  de  1871  y  confirmada 
en  22  de  Junio  del  mismo  año,  en  la  cual  se  alegaba  brevitatem  vaginae, 
pues,  según  un  médico,  «/a  vagina  non  é  piu  profonda  di  due  pollici^, 
y  otros  dos  aseguraban  que  era  «di  una  lunghezza  di  unpollice  e  mezzo 
terminante  in  una  membrana  muscolare  di  durissima  consistenza  im- 
perforata*.  Cfr.  Thesaurus,  1.  c  ,  p.  198-200. 

25.  La  causa  Albiganen.,  propuesta  á  la  Sagrada  Congregación  en  17 
de  Agosto  y  resuelta  en  7  de  Septiembre  de  1895  (1875  escribe  Antonelli 
en  los  11.  ce),  en  la  cual  también  se  alegaba  que  la  mujer  estaba  -^affetta 
de  obliterazione  in  massima  parte  de  la  vagina».  Cfr.  Thesaurus, 
vol.  154,  p.  746-785;  916-931,  en  especial  las  p.  746,  762,  925. 

26.  La  causa  Monasterien.,  propuesta  el  18  de  Marzo  y  resuelta  el  16 
de  Diciembre  de  1899  (Thesaurus,  vol.  158,  p.  131-172;  898-980),  alegá- 
base también:  «/a  vagina...  non  é  che  un  piccolo  sacco  chiuso  dall'altro 
lato,  profundo  5  centimetri...»;  «quod  anormalis  sit  vagina  insufficiens 
ad  coitum perficiendum»;  «et  non  sit  longior  4  vel  5  centim.»;  -^era  una 


108  BOLETÍN   CANÓNICO 

via  cieca  talmente  corta  che  apena  riusciva  introdure  ¿I  primo  articulo 
deír Índice  delta  mano  destra».  (Ibid.,  p.  160,  161, 927.) 

§  V 
Conclusión. 

27.  Todo  esto  parece  indicar  claramente  que  el  Santo  Oficio  entendió: 
1.°,  que  especulativamente  es  por  lo  menos  dudoso  que  la  carencia,  aun- 
que sea  total,  del  útero  ó  de  los  ovarios,  ó  de  todas  estas  cosas  á  la  vez, 
constituya  impedimento  de  impotencia;  2°,  que  aunque  especulativa- 
mente constara  del  tal  impedimento,  prácticamente  siempre  será  dudoso 
que  no  quede  algún  fragmento  de  los  ovarios,  ó  exista  algún  ovario 
suplementario  (1);  y,  por  consiguiente,  ha  adoptado  como  medida  prác- 
tica disciplinar,  que  mientras  el  Papa  no  resuelva  otra  cosa,  no  se  deben 
impedir  los  matrimonios  de  tales  personas,  cualquiera  que  sea  el  modo 
como  la  operación  quirúrgica  se  haya  realizado. 

Esto  confirma  claramente  lo  que  en  otra  parte  habíamos  escrito: 
«Unde  in  praxi  (nisi  nova  edatur  declaratio)  confessarius:  a)  non  videtur 
posse  prohibere  ut  matrimonium  contrahant  ii,  quorum  sponsa  ovariis, 
vel  útero  simul  et  ovariis  careat;  hinc  Instr.  past.  Eystet.,  n.  395,  6:  «nec 
»extirpatio  ovarium  in  mulieribus  simpliciter  impedit  matrimonium;  nam 
»saepius  mérito  dubium  erit,  num  perfecta  fuerit  et  absoluta»;  b)  a  fortiori 
nequit  prohibere  ut  debitum  petat,  vel  reddat  uxor,  cui  post  contractum 
matrimonium  ovarla  et  uterus,  vel  horum  aliquod  exsectum  est.»  Gury- 
Ferreres,  Comp.,  vol.  2,  n.  856  bis. 

A^.  B.  Nótese  que  tal  impedimento,  si  existiera,  sería  de  derecho  natu- 
ral (San  Alfonso,  lib.  6,  n.  1.095;  Wernz,  1.  c,  n.  345;  Gury-Ferreres,  1.  c, 
n,  855),  y,  por  consiguiente,  en  él  no  podría  dispensar  el  Papa. 

J.  B.  Ferreres. 


(1)  «Ad  haec  addendum,  quod,  sicut  aliquando  in  viro  tertius  testiculus  suplemen- 
íaris  inventus  fuit,  etiam  in  feminis  ovaría  supplementaria  pluries  inventa  fuere;  ita 
doctor  Kocks  tertium  ovarium  in  muliere,  ob  cancrum  defuncta,  reperiit;  item  evenit 
doctori  Puech;  et  nuper  doctor  Beigel,  ex  350  feminaruní  autopsiis,  8  earum  ovarium 
supplemenlare  habuisse  invenit;  renovationem  vero  ovaricam  ex  residuo  ovarii  ob 
operationem  doctor  Weinleichner  observarit  in  quadam  puella,  quae  ter  tantum  men- 
strua jam  passa  fuerat.  Imo  praegnationes,  etsi  rarissimae,  aliquando  habitae  postabla- 
tionem  utriusque  ovarii,  satis  indicant  vel  tertium  supplentare  ovarium,  vel  residuum 
aliquod  ovaricum,  quod  anatomicum  cultrum  effugerat.»  Antonelli,  De  conceptu  impo- 
tentiae,  n.  130,  p.  105,  106. 


EXAMEN  DE  LIBROS 


Rellgiosl  juris  capita  selecta  adumbravit  Raphael  Molitor,  O.  S.  B.  Abbas 
S.  Joseph  in  Guestfalia.— Ratisbonae  Romae,  Sumptibus  et  typis  Friderici 
Pustet  S.  Sedis  Apost.  et  Sacr.  Rit.  Congr.  Typ.  MCMIX.  Un  volumen  en 
4.°  de  VIII-560  páginas,  6  marcos  y  8  empastado. 

Como  lo  indica  el  título  mismo  de  la  obra  que  tenemos  el  gusto  de 
anunciar,  y  según  expone  su  doctísimo  autor  en  la  prefación,  este  libro 
no  es  un  texto  ó  compendio  de  derecho  religioso  que  haya  de  servir 
para  explicar  en  las  aulas  esta  parte  del  Derecho  canónico.  Entiende  el 
autor  por  derecho  religioso  el  estrictamente  religioso  ó  regular  y  el  lata- 
mente religioso  propio  de  las  modernas  congregaciones  de  votos  sim- 
ples aprobadas  por  la  Santa  Sede,  y  que  suelen  llamarse  congregaciones 
religiosas.  Trata  sólo  algunas  materias,  pero  escogidas  y  de  las  más 
principales,  dih'ciles  y  oportunas  en  nuestro  tiempo,  y  que,  sin  embargo, 
los  autores  modernos,  ó  no  tocan  ó  las  tocan  menos  bien,  dice  el  P.  Mo- 
litor. Él  las  trata  á  fondo,  con  gran  amplitud  y  copia  de  argumentos: 
basta  recorrer  el  índice  de  las  Constituciones  de  los  Romanos  Pontífices 
desde  el  año  643  (4  de  Mayo)  al  1£07  (7  de  Junio),  que  pasan  de 
400,  y  que  el  autor  cita  oportunamente  en  su  obra,  para  poder  calificar  á 
ésta,  por  el  trabajo  que  supone,  verdadera  obra  de  benedictino.  Muchí- 
simos son  también  los  autores  consultados,  aunque  echamos  de  menos 
algunos  españoles,  especialmente  modernos,  que  han  tratado  bien  algu- 
nas cuestiones  referentes  al  asunto. 

Más  que  á  la  práctica,  que,  sin  embargo,  también  se  toca,  especial- 
mente en  los  corolarios,  mira  la  obra  del  docto  benedictino  á  los  prin- 
cipios en  sí,  al  conocimiento  de  la  naturaleza  de  los  objetos  ó  puntos 
sobre  que  versan  los  siete  capítulos  que  componen  el  libro,  á  saber:  la 
profesión  religiosa,  los  varios  géneros  de  profesión  religiosa  que  exis- 
ten, naturaleza  del  estado  religioso,  significación  de  las  palabras  usadas 
en  Derecho  canónico  para  expresar  alguna  religión  en  general,  v.  gr.,  or- 
den regular,  instituto  religioso,  compañía,  etc.,  ó  una  familia  singular 
ó  parcial  dentro  de  la  religión,  v.  gr.,  monasterio,  convento,  casa  reli- 
giosa, claustro,  etc.,  y  también  abadía,  priorato  conventual,  obediencia, 
residencia,  colegio,  etc.,  cuál  es  la  potestad  de  régimen  de  las  religiones, 
las  varias  familias  de  religiosos,  la  abadia  regular.  Puede  decirse  que 
cada  capítulo  agota  su  materia:  suele  empezarse  con  acierto  explicándose 
el  estado  de  la  cuestión,  siguiéndose  la  exposición  y  discusión  de  las 
opiniones  diferentes  de  los  doctores  y  estableciéndose  luego  la  tesis,  que 


lio  EXAMEN   DE   LIBROS 

se  prueba  con  variedad  de  argumentos,  de  autoridad  y  de  razón,  sin  dejar 
de  resolver  las  objeciones  que  hacen  al  caso.  No  siempre  quedará  con- 
vencido el  lector  de  la  eficacia  perentoria  délos  argumentos,  sobre  todo 
en  aquellos  puntos  que  contradicen  al  modo  común  de  hablar  observado 
hasta  hoy  entre  los  autores,  pero  le  harán  pensar  y  servirán,  como  desea 
el  sabio  autor,  para  que,  discutidos,  contribuyan  á  esclarecer  más  las 
cuestiones. 

En  el  cap.  I  niega,  contra  lo  que  muy  comúnmente  dicen  los  doc- 
tores, que  la  profesión  religiosa,  aun  la  profesión  solemne,  sea  un  con- 
trato bilateral;  pero  entiende  por  bilateral,  á  lo  que  parece,  sinalagmático, 
porque  lo  prueba  alegando  no  estar  obligada  por  justicia  conmutativa 
la  orden  á  sustentar  al  religioso  que  se  ha  incorporado  á  ella  por  la 
profesión.  Mas  ¿por  qué  no  llamarle  bilateral,  cuando  por  él  ambas  partes, 
el  religioso  y  la  orden,  contraen  verdadera  obligación?  No  es  menester 
que  ésta  sea  unívoca,  puede  ser  análoga,  cual  la  admiten,  v.  gr.,  varios 
autores  en  los  concordatos,  en  que  la  obligación  que  contrae  el  Papa  es 
de  fidelidad  solamente,  y  no  de  justicia,  como  la  del  Príncipe,  en  las 
materias  espirituales  ó  mixtas  objeto  del  concordato. 

Una  de  las  condiciones  exigidas  para  la  validez  de  la  profesión 
regular  es  que  los  votos  sean  aceptados,  esto  es,  escribe  el  autor,  que  se 
hagan  ó  pongan  en  manos  del  que  tiene  facultad  para  recibirlos.  Sin  em- 
bargo, en  las  Constituciones  de  la  Compañía  de  Jesús,  parte  V,  cap.  IV, 
núm.  3,  se  dice  que  los  admitidos  á  estudiantes  aprobados  por  la  profe- 
sión regular  de  los  votos  del  bienio,  no  los  hacen  ó  ponen  éstos  en  manos 
de  nadie:  «non  in  manibus  cujusquam  vota  sua  emittent».  Sobre  la  solem- 
nidad formal  del  voto  y  del  voto  solemne  trata  con  mucha  extensión  el 
cap.  II;  después  de  amplia  discusión  se  prefiere  á  la  definición  del  voto 
solemne  expuesto  por  el  P.  Wernz,  la  siguiente:  «Voto  solemne  es  el  que 
por  tal  se  recibe  por  la  Iglesia  y  por  ley  eclesiástica  hace  inhábil  al  reli- 
gioso para  todo  derecho  personal  estricto  sobre  las  cosas  puestas  en  el 
comercio»;  lo  cual,  explicado  llanamente  en  el  voto  de  pobreza  y  con 
cierta  sutileza  en  el  de  castidad,  halla  dificultades  en  el  de  obediencia,  y 
no  parece  pueda  aplicarse  á  todos  los  actos,  ni  lo  aplica  el  autor,  sino 
á  algunos  actos  personales,  onerosos  ó  útiles  que  caen,  dice,  bajo  el 
comercio  sub  commercio  sunt.  La  definición  de  Wernz,  entendida  en  su 
obvio  sentido  de  la  inhabilidad  ad  actus  jurídicos,  voto  contrarios  nos 
parece  que  no  ofrece  dificultad  alguna.  Cuando  en  las  páginas  125-126 
explica  la  naturaleza  del  voto  religioso  simple  por  el  derecho  común, 
entendemos  el  derecho  ordinario,  porque  derecho  común  es  el  de  la 
Compañía  de  Jesús,  en  la  que  el  voto  religioso  simple  de  los  coadjutores 
formados  no  sólo  induce  inhabilidad  por  privilegio  para  contraer  válida- 
mente matrimonio,  sino  también  para  adquirir  ó  poseer  cosas  temporales, 
y  esto  por  su  misma  naturaleza,  declarada  por  el  Papa,  en  la  Compañía. 
Es  notable  y  nos  parece  muy  bien  discutida  la  cuestión  sobre  si  los  votos 


EXAMEN   DE    LIBROS  111 

simples  que  ahora  se  hacen  antes  de  la  profesión  solemne  en  todas  las 
religiones  constituyen  al  que  los  hace  verdadero  religioso,  como  es 
cierto  por  la  Bula  Ascendente  Domino  de  Gregorio  Xlll,  que  le  consti- 
tuyen los  votos  simples  de  la  Compañía,  aun  los  llamados  del  bienio. 
Llamar  voto  religioso  cuasi-solemnizado  en  la  pág.  160  al  voto  simple, 
de  que  se  habla  en  la  67,  parece  impropio,  puesto  que  el  voto  de  la 
pág.  67  se  refiere  á  las  Escuelas  Pías  cuando  no  eran  sino  congregación 
y  no  verdadera  religión,  como  lo  son  ahora.  Muy  bien  se  expone  la 
naturaleza  del  estado  religioso  (cap.  III)  por  la  estabilidad  perpetua  de 
los  votos,  principalmente  del  de  obediencia:  véase  su  definición  (pág.  217) 
y  el  oficio  nobilísimo  del  religioso,  que  es  la  más  exacta  imitación  de 
Jesucristo  (pág.  218).  Se  niega  con  sólidas  razones  que  el  religioso  pueda 
Wamarse  muerto  civilmente  y  en  estado  de  servidumbre  (páginas  188-190). 
Con  gran  esmero  y  solidez  se  explica  la  jurisdicción  cuasi-episcopal 
de  los  superiores  regulares  en  el  cap.  V,  y  en  particular  la  dignidad,  pri- 
vilegios, etc.,  del  abad  regular  en  el  cap.  Vil,  lleno  de  ciencia  y  erudi- 
ción. La  distinción  corriente  de  religionescontemplativas  activas  y  mixtas 
le  parece  al  autor  (cap.  VI)  poco  fundada,  porque  toda  religión  ha  de  tener 
por  divisa  el  ora  et  labora,  que  decía  San  Benito.  Tampoco  aprueba  la 
distinción  de  religiones  monacales  y  clericales,  á  no  ser  que  se  explique 
por  razón  de  los  trabajos  ú  ocupaciones  á  que  comúnmente  se  dediquen 
monjes  y  clérigos  regulares  (pág  311),  y  no  respecto  del  estado  y  del 
sacerdocio,  en  cuanto  tal.  El  índice  de  cosas  y  palabras  con  que  termina 
la  obra  es  también  muy  digno  de  encomio  por  lo  copioso  y  ordenado 
que  es  y  lo  mucho  que  facilita  el  manejo  provechoso  del  libro. 

P.  ViLLADA. 


P.  NORBERTO  DEL  PRADO,  O.  P.  Santo  Tomás  y  la  Inmaculada.— Vergara, 

tipografía  de  El  Santísimo  Rosario.  Librería  Católica  Internacional,  Balmes,  83, 
Barcelona,  1909.  En  4  "  de  250  páginas. 

Cualquiera  que  lea  el  art.  2."  de  la  cuestión  27  de  la  tercera  parte  de 
la  Suma  de  Santo  Tomás,  creería  que  el  Doctor  Angélico  habla  en  él, 
con  su  proverbial  claridad,  semejante,  en  opinión  del  P.  Monsabré,  al 
agua  transparente  y  cristalina  de  los  arroyos,  de  que  la  Virgen  Santísima, 
que  no  fué  santificada  antes  de  la  animación,  tuvo  la  mancha  del  pecado 
original,  de  la  cual  quedó  purificada  seguramente  antes  de  su  salida  del 
seno  materno,  y  con  grande  probabilidad  muy  pronto  después  de  su 
concepción  pasiva.  Pero  no  pocos  autores,  recurriendo,  según  juzga  el 
P.  Pesch,  ad  subtilissima  artificia,  explícanlo  de  tal  manera,  que  pre- 
sentan al  Ángel  de  las  Escuelas  como  defensor  de  la  Concepción  Inmacu- 
lada. Con  todo,  fuerza  es  confesar  que  semejante  sentencia  tiene  su  pro- 
babilidad. Bastaría  para  demostrarlo  la  presente  obra  del  docto  profesor 
de  Friburgo  R.  P.  Prado,  en  la  que,  con  erudición  teológica  de  buena 


112  EXAMEN   DE  LIBROS 

ley,  copia  de  doctrina  tomística  y  estilo  suelto  y  brillante,  se  manifiestan 
los  fundamentos  en  que  estriba  esa  opinión.  Ni  á  esto  sólo  se  limita  el 
esclarecido  dominico,  sino  que  de  la  interpretación  del  citado  artículo 
toma  pie  para  afirmar  que  fuera  de  la  Inmaculada  enseñada  por  Santo 
Tomás  se  vislumbra  en  la  historia  de  la  Teología  otra  que  no  concuerda 
con  la  de  la  Bula  Ineffabilis  Deas,  y  tras  esto  responde  á  los  reparos  que 
un  insigne  Prelado  mejicano  puso  á  sus  comentarios.  Omitiendo  esta  con- 
testación, de  la  que  no  juzgamos,  por  no  tener  á  mano  los  folletos  á  que 
se  alude,  examinaremos  las  dos  cosas  que  se  explican  en  el  opúsculo. 
Primera:  Santo  Tomás  sostuvo  la  Inmaculada  Concepción  definida  por 
Pío  IX.  Segunda:  Otros  teólogos  católicos  admitían  una  Inmaculada 
incompatible  con  la  sana  doctrina. 

Primera  parte.  No  hay  duda  de  que  si  el  Angélico  defendió  la  Inmacu- 
lada, tal  Inmaculada  pasó  por  el  Calvario;  las  pruebas  que  alega  el 
R.  P.  Prado  son  contundentes;  mas  el  punto  obscuro  está  en  lo  pri- 
mero. Y  aquí  el  modo  de  discurrir  del  sabio  profesor  tal  vez  no  satisfaga 
á  todos.  Nos  ceñiremos  á  señalar  algunas  deficiencias,  sin  que  nuestra 
crítica  arguya  de  manera  alguna  desaprobación  ó  aprobación  de  lo  que 
se  discute. 

Empieza  el  P.  Prado  diciendo  que  Santo  Tomás  en  este  artículo  sólo 
intenta  dejar  á  salvo  que  la  Virgen  fué  redimida  por  la  sangre  de  Cristo; 
y  razona  así:  porque  saca  á  relucir  como  prueba  única  y  prueba  decisiva 
el  que  los  hijos  de  Adán  necesitamos  ser  rescatados  por  la  Pasión  del 
Salvador.  Ante  todo,  no  parece  exacto  que  sólo  saque  á  relucir  esa  como 
prueba  única,  pues  la  conclusión  se  demuestra  duplici  ratione,  y  la  pri- 
mera es,  que  la  Virgen  no  podía  antes  de  su  animación  ser  santificada 
como  incapaz  de  la  gracia  santificante.  Después  no  se  desprende  de  la 
prueba  que  sólo  intente  dejar  á  salvo  dicha  redención,  porque  con  ese 
argumento  se  pueden  dejar  á  salvo  otras  cosas,  como  la  conclusión  y  el 
corolario  del  presente  artículo,  que  los  expresa  de  este  modo  Cayetano: 
«La  Beatísima  Virgen  no  fué  santificada  antes  de  la  animación.  Fué  santi- 
ficada después.> 

Todo  el  nervio  de  la  dificultad  en  la  materia  consiste  en  estas  locucio- 
nes, que  aquí  y  en  otros  escritos  emplea  el  Santo  Doctor. « Virgo  (alias) 
namquam  incurrisei  maculam  originalis  culpae.»  «Contraxit  peccatum 
originale.»  Atestigua  el  docto  profesor  que  con  ellas  sólo  pretende  Santo 
Tomás  significar  la  concepción  activa  de  María  (1).  Pruébalo,  entre  otras 
razones,  con  la  siguiente:  El  « Virgo  contraxit  peccatum  originale»  se 


(1)  Duplicem,  dice  Horacio  Mazzella,  Praeleciiones,  t.  III,  núm.  314,  dístinguebant 
veteres  conceptionem,  activam  etpassivam.  Prima  est  ipsa  actio  qua  per  seminis  com- 
mixtionem  parantes  prolem  efformant.  Altera  vero  est  ipsa  corporis  efformatio...  in- 
choata  est  efformatio  corporis  et  ejus  organizatio  usque  ad  infusionera  animae;  perfecta 
habetur.cum  corpori  jam  debite  disposito  infunditur  anima  quae  a  Deo  creatur. 


EXAMEN   DE    LIBROS  113 

contrapone  á  <^Christiis  nullo  modo  contraxit  peccatum  origínale»,  y  lo 
mismo  el  «numquam  inciirrisset»,  como  se  echa  de  ver  en  la  respuesta 
ad  secundum.  «Por  consiguiente,  ese  numquam  excluye  y  descarta  todos 
los  modos  de  santificación  ante  animationem»  (pág.  30).  «Lo  que  Santo 
Tomás  afirma  es  la  necesidad  de  contraer  é  incurrir  en  la  culpa  original 
que  se  transmite  juntamente  con  la  naturaleza  humana'>  (pág.  33).  Dispén- 
seme el  egregio  dominico;  pero  aun  dando  de  barato  que  el  nullo  modo 
diga  lo  que  él  quiere  y  que  no  sea  simplemente  una  negación;  de  esas 
proposiciones  no  se  colige  lógicamente  su  conclusión,  ni  el  parecer  del 
Santo.  Son,  es  verdad,  al  menos  contradictorias;  pero  no  solamente  pue- 
den ser  contradictorias,  sino  contrarias.  Pueden  encerrar  estas  significa- 
ciones: Virgo  contraxit  aliquo  modo...  Virgo  contraxit  omni  modo.  ¿Cuál 
fué  la  mente  del  Doctor  de  Aquino?  Aquí  ciertamente  no  colocó  la  luz  al 
lado  mismo  de  la  frase  obscura  (pág.  33).  Habrá  que  apelar  á  nuevo  linaje 
de  argumentos  para  descubrirla.  Mas  de  otro,  en  que  se  apoya  el  Padre 
Prado,  tampoco  se  infiere  en  buena  dialéctica  lo  que  intenta.  «Santo 
Tomás,  dice  (pág.  31),  habla  de  la  concepción  activa;  se  prueba  por  los 
argumentos  en  contra  á  que  responde:  la  Virgen  1.°)  fué  santa  antes  de 
la  animación;  2.")  y  en  su  concepción;  y  así  anteriormente  á  su  anima- 
ción.» Sería  admisible  la  prueba,  tratándose  del  príncipe  de  los  teólogos, 
en  el  caso  en  que  no  se  pudiera  rebatir  á  los  adversarios  sino  tomando 
el  contraxit  peccatum  origínale  en  un  sentido,  esto  es,  antes  de  la  ani- 
mación; pero  si  se  puede  rebatirlos  y  deshacer  sus  objeciones,  tomán- 
dolo en  otro  sentido,  á  saber,  post  animationem,  ¿por  qué  se  ha  de  enten- 
der el  primero?  Y  que  se  pueda,  no  hay  asomo  de  duda;  porque  si  la 
Virgen  personalmente  contrajo  ó  la  mancha  original  ó  el  débito,  á  fe  que 
no  fué  santificada,  quocumque  modo,  antes  de  su  animación.  Por  con- 
siguiente, nada  en  limpio  se  saca  de  los  argumentos  en  contra  á  que  se 
contesta. 

Y  puesto  caso  que  con  esto  se  enlaza,  he  de  notar  algo  que  es  para 
mí  un  enigma.  Testifica  el  sabio  autor  que  en  este  artículo  ni  afirma  ni 
niega  Santo  Tomás  que  la  Virgen  incurriese  de  hecho  en  pecado  origi- 
nal (pág.  45).  Pues  entonces,  ¿qué  denotan  las  palabras  <^quod  sanctifi- 
catio  B.  Virginis  fuerit  post  ejus  animationem?»  ¿Á  qué  el  empeño  de 
interpretar  ese  post?  No  hay  remedio,  ó  ese  post  indica  instante  lógico  ó 
período  de  tiempo.  Si  lo  primero,  ya  el  Angélico  excluye  á  María  de 
haber  incurrido  de  hecho  en  el  pecado  de  origen;  si  lo  segundo,  todo  lo 
contrario.  Tal  vez  prescinda  el  Doctor  de  Aquino  de  la  significación  con- 
creta de  esa  palabra,  como  quiere  el  P.  Prado;  mas  no  de  que  encierre 
alguna  de  las  dos  significaciones;  no  prescinde,  pues,  de  si  incurrió  ó  no 
incurrió,  sino,  á  todo  tirar,  de  si  incurrió  en  el  primero,  segundo,  etc.,  ins- 
tante de  tiempo.  Lo  cual  el  mismo  Padre  lo  declara  cuando  en  la  pá- 
gina 51  escribe:  «La  Virgen  fué  preservada  de  la  mancha  del  pecado...  por 
un  privilegio...  personal.  Pues  bien:  este  es  el  modo...  como  Santo  Tomás 

RAZÓN  Y  FE,    TOMO  XXVI  8 


114  EXAMEN   DE   LIBROS 

explica  y  enseña  constantemente,  dondequiera  que  de  ella  trata,  la  san- 
tificación de  la  Virgen;  y  por  este  camino  llega  á  la  siguiente  conclu- 
sión: unde  relinquitur  quod  sanctificatio  B.  Virginisfuerii  post  ejas  ani- 
matíonem.» 

Por  cierto  que  también  sobre  ese  post  se  nos  ocurre  alguna  que  otra 
observación:  1/  En  la  página  57  escribe  el  P.  Prado:  «Por  lo  tanto,  el 
sandificare  post  animationem  se  ha  de  entender  de  posterioridad  de 
naturaleza  y  orden;  porque,  según  este  género  de  prioridad  y  posteriori- 
dad, distingue  el  Angélico  Doctor  diversos  instantes,  siempre  que  trata  de 
la  infusión  del  alma  en  el  cuerpo  y  de  la  infusión  de  la  gracia  en  la  esen- 
cia del  alma,  sin  que  por  esto  se  siga  en  buena  lógica  que  haya  que 
admitir  diversos  instantes  ó  momentos  de  tiempo.»  No  alcanzamos  la 
razón:  porque  el  post  animationem  ni  pertenece  de  suyo  á  la  infusión  del 
alma  en  el  cuerpo,  ni  á  la  de  la  gracia  en  el  alma;  y  aunque  puede  formar 
un  instante  de  tiempo  con  las  dos,  como  sucedió  en  la  Concepción 
Inmaculada;  pero  puede  también  abarcar  horas,  días...  De  San  Juan  Bau- 
tista se  dice:  post  animationem  sanctificatus  est:  y  ese  post  comprende 
varios  meses.  2.^  Son  tres  las  razones  que,  según  el  P.  Prado,  movie- 
ron al  Angélico  á  que  no  deslindase  el  tiempo  de  la  santificación  ó  el 
significado  del  post  animationem:  1."  Que  la  Iglesia  romana  no  cele- 
braba fiesta  ni  había  dicho  palabra  acerca  del  asunto.  2.''  Que  nada 
expreso  encontró  el  Santo  en  los  Padres  y  Doctores  antiguos  sobre  el 
instante  de  tiempo  de  la  santificación.  3.""  Que  no  lo  sabía.  Pero  estos 
mismos  motivos  existían  antes,  y,  al  decir  del  mismo  P.  Prado,  deslindó 
Santo  Tomás  el  tiempo  cuando  «afirmó  expresamente  y  en  términos  que 
no  dejan  lugar  á  duda  que  (María)  fué  inmune  de  todo  pecado:  mortal, 
venial  y  original».  Por  consiguiente,  tales  razones  no  son  suficientes. 
S."*  Mas  lo  arduo  aquí  está  en  compaginar  ese  post,  entendido  por  ins- 
tanse  lógico,  con  lo  que  concede  el  Doctor  Angélico  en  el  libro  III, 
Sent.  q.  1,  a.  1,  que  el  alma  de  la  Virgen  tuvo  la  infección  del  pecado  ori- 
ginal ad  aliquod  tempus  y  postmodum  se  libró  de  ella.  Aquí  pecado  ori- 
ginal que  inficiona  el  alma  racional  de  María,  no  significa  débito;  porque 
es  absurdísimo  que  la  Virgen  esté  algún  tiempo  con  solo  débito,  sin  gra- 
cia ó  pecado.  Luego,  ó  se  contradice  Santo  Tomás,  ó  el  post  no  es  ins- 
tante lógico. 

El  anhelo  del  ilustre  Padre  dominico  de  traer  á  su  favor  pasajes  de 
Santo  Tomás  parecidos  al  precedente,  le  hace  incurrir  en  ciertas  expli- 
caciones algo  confusas  y  peregrinas.  Hablando  de  que  la  Virgen  fué  li- 
brada por  especial  privilegio  del  pecado  original  contraído  ó  en  que  fué 
concebida,  advierte  que  aquí  el  Angélico  trata  de  la  concepción  de  la 
Virgen  active  sumpta  (pág.  45):  que  «esta  no  es  la  concepción  decla- 
rada inmaculada  por  Pío  IX».  Pues  en  ese  caso,  reponemos:  ¿qué  quiere 
decir  sed  ab  eo  quodam  speciali  modo,  ut  dictum  est,  purgata?  Por  ven- 
tura ¿fué  santificada  antes  de  la  animación?  Porque,  según  el  insigne 


EXAMEN   DE  LIBROS  115 

autor,  aquí  se  significa  que  la  Virgen  antes  de  su  animación  ex  natura 
sua,  contrajo  pecado  original:  mas  el  Doctor  de  Aquino  testifica  que  ab 
eo  peccato  de  ese  pecado  fué  libertada;  luego  parece  que  la  Virgen  an- 
tes de  su  animación  recibió  la  santificación.  Para  evitar  esa  conclusión, 
el  ilustre  profesor  de  Friburgo  debe  interpretar  así  esas  frases  del  Santo. 
La  Virgen,  por  su  manera  de  ser  concebida,  contrajo  el  pecado  original, 
de  lo  cual  habla  Santo  Tomás  en  lo  de  cum  peccato  originali  concepta 
fuit;  pero  el  ab  eo  adjunto  no  se  refiere  á  esa  concepción;  hay,  además 
de  ésta,  otra  pasiva  por  la  que  la  persona  de  la  Virgen  contrae  ó  el  pe- 
cado original  ó  el  débito:  ésta  no  menciona  el  Angélico,  mas  precisa- 
mente á  ella  aplica  el  ab  eo.  ¿No  parece  todo  esto  algo  raro  en  un  Santo 
Tomás,  que  pesa  las  palabras,  según  frase  feliz  de  Balmes,  como  oro? 
Aún  hay  más.  Ahora  va  á  buscar,  afirma  el  P.  Prado,  el  Angélico,  que 
en  el  artículo  2."  no  trata  de  si  incurrió  ó  no  María  en  la  mancha  de 
origen,  hasta  donde  se  extiende  ese  privilegio  especial:  si  hasta  el  pri- 
mer momento,  ó  no  tanto;  es  decir,  si  la  Virgen  personalmente  contrajo 
ó  no  la  mancha.  Y  á  ese  fin  aduce  el  Doctor  de  Aquino  los  ejemplos  de 
San  Juan  Bautista  y  Jeremías,  santificados  antes  de  salir  á  la  luz  del  día, 
atestiguando  que  amplior  gratia,  una  gracia  más  amplia  que  á  aquéllos 
se  otorgó  á  la  Virgen  en  el  seno  materno.  De  donde  concluye  el  P.  Pra- 
do: «Cabe  que  María  no  tuviera  pecado  original;  luego  el  proceso  teo- 
lógico de  Santo  Tomás  llega  hasta  el  dogma  hoy  definido.»  Mas  aquí 
tropezamos  con  el  mismo  obstáculo  que  antes  apuntábamos.  Cabe  que 
María  no  tuviera  y  cabe  que  María  tuviera,  según  entienda  Santo  To- 
más, y  no  otro  teólogo,  el  amplior  gratia.  Puede  entenderse  amplior  en 
intensidad  sólo  ó  también  en  extensión,  y  en  este  caso  sin  llegar  ó  lle- 
gando al  primer  momento.  ¿Cómo  lo  entiende  el  Ángel  de  las  Escuelas? 
He  aquí  la  dificultad;  las  palabras  nos  dejan  en  tinieblas.  No  se  debe, 
pues,  deducir  el  proceso  teológico  hasta  parar  en  el  dogma;  porque  si 
el  Doctor  Angélico  no  comprende  el  primer  momento  (que  no  sabemos), 
adiós  dogma.  Prescindimos  por  completo  ahora  de  la  explicación,  al 
parecer  clara,  que  da  el  Sol  de  Aquino  en  el  artículo  6."  de  esta  cuestión, 
del  amplior  gratia,  que  entiende  solamente  de  la  intensidad. 

Tampoco  discurre,  á  nuestro  entender,  lógicamente  el  P.  Prado  al  in- 
terpretar á  Cayetano  (pág.  48),  sino  que  comete,  por  descuido,  un  ligero 
sofisma.  Según  el  célebre  Cardenal,  comentando  la  Suma,  no  es  contra  la 
fe  que  alguna  persona  praeter  Christum  no  incurra  actualiter  por  espe- 
cial privilegio  en  el  pecado  original...,  aunque  hay  opiniones  que,  si  no 
son  contra  la  fe,  son  menos  probables.  De  estas  locuciones  infiere  el 
esclarecido  autor:  «La  santificación  de  la  Virgen  en  el  primer  instante 
de  su  animación...  en  nada  se  opone  á  cuanto  dice  y  enseña  Santo  To- 
más en  la  Suma  Teológica  ni  en  sus  restantes  escritos,  cuando  habla  de 
esta  materia.  Cayetano  lo  pensaba  así  y  así  lo  dejó  consignado  en  sus 
comentarios.»  AKpunto  se  advierte  el  sofisma.  Cayetano  asegura,  á  lo 


116  EXAMEN  DE   LIBROS 

más  (á  lo  más  digo,  suponiendo  que  atribuya  lo  que  afirma  á  Santo  To* 
más  y  no  lo  profiera  como  cosa  propia),  que  el  Doctor  de  Aquino  no 
sostiene  como  de  fe  que  alguno  por  especial  privilegio  no  sea  concebido 
sin  pecado  original;  pero  no  que  no  sea  contra  la  razón,  contra  lo  que 
enseñan  los  Padres,  etc.;  y  debe  opinar  aquel  ilustre  Cardenal  y  opina  (1) 
que  es  contra  lo  que  dice  y  enseña  Santo  Tomás  el  defender  la  senten- 
cia de  la  Inmaculada,  aun  cuando  realmente  no  sea  herejía,  en  sentir  del 
Ángel  de  las  Escuelas.  El  nombre  de  este  Cardenal  nos  lleva  como  por 
la  mano  á  señalar  una  generalización  inadmisible  que  hace  el  ilustre 
profesor  de  Friburgo,  advirtiendo  que  no  es  la  única  de  este  género  que 
emplea  en  su  obra.  En  la  página  86  menciona  el  P.  Prado  al  incompa- 
rable comentarista  de  Santo  Tomás,  que  en  el  opúsculo  De  Concepta 
Virginis  asienta  que  se  dice  libre  del  original  no  sólo  al  que  se  purga 
de  la  culpa  actual,  sino  aun  de  la  mancha  fundada  en  el  débito  personal, 
apoyando  esta  aserción  en  el  Doctor  Angélico,  que  por  muerte  sostiene 
que  basta  entender  débito  ó  reato  en  la  propia  persona,  aunque  ésta 
nunca  de  hecho  muriese.  «Principio  de  Santo  Tomás,  exclama  el  autor, 
que  nos  da  el  genuino  sentido  de  sufficit  intelligcre  debitum  in  propria 
persona.»  Esto  es  ir  demasiado  lejos.  De  que  el  Ángel  de  las  Escuelas 
en  determinada  materia  y  en  ciertas  circunstancias  asegure  que  hay  mo- 
tivo para  adoptar  una  explicación,  no  se  desprende  que  opine  que  esta 
explicación  se  pueda,  á. manera  de  principio,  aplicar  á  otras  materias  y 
circunstancias.  Habría  que  demostrar  aquí  que  Santo  Tomás  juzgó  que 
ambas  materias  y  las  demás  circunstancias  eran  análogas,  y  que  en  su 
mente  bullía  esa  idea  al  escribir  las  precitadas  frases  Virgo  contraxit 
peccafum  origínale,  etc.  De  lo  contrario,  siempre  se  podrá  negar  rotun- 
damente que  tuviera  el  Santo  semejante  intención.  Y  lo  pasmoso  es  que 
el  Doctor  de  Aquino,  tan  remirado  en  sus  escritos,  echa  allí  mano  de  esa 
distinción  con  palabras  claras  y  terminantes,  y  aquí,  en  donde  había  de 
ella  harta  necesidad  para  no  confundir  á  los  lectores  (2),  la  omite,  y  la 
omite  siempre  al  hablar  del  pecado  original  de  la  Virgen. 


(1)  Pesch,  Praelectiones,  t.  III,  pág.  190,  núm.  343.  «Cajetanus  non  solum  in  com- 
mentariis...  docet  S.  Thomam...  tenuisse  B.  Virginem  conceptam  in  peccato  originaii... 
sed  de  hac  re  proprium  opuscuium  scripsit  ad  Leonem  X,  in  quo  valde  queritur  quod 
multi  hanc  opinionem  damnent  quam  tot  sancti  et  inter  eos  S.  Thomas  defenderint. 
In  fine  rogat  pontificem  ut  arbiter  sit  inter  quindecim  sanctos  necnon  innúmeros  docto- 
res antiquos  ex  una  et  pavidum  in  causa  Iiac  Scotum,  Franciscum  Maironis,  Petrum 
Aureoli,  modernos  et  promiscui  vulgi  clamores  ex  alia  parte.» 

(2)  Algunos  tomistas  creyeron  descubrir  tan  clara  en  las  frases  de  Santo  Tomás  su 
opinión  contra  el  misterio,  que  no  podía  ser  más.  Citaremos,  entre  muchos,  dos  auto- 
res españoles.  El  célebre  P.  Martínez  del  Prado,  catedrático  de  Prima  de  la  Universidad 
de  Alcalá  y  provincial  electo  de  la  provincia  de  España,  escribía  en  el  Memorial  á  Fe- 
lipe IV:  «Todo  el  mundo  sabe  que  el  Angélico  Doctor  lleva  la  opinión  contraria...»  (á 
la  piadosa).  El  dominico  P.  Pascual  Sánchez,  á  quien  alaban  La  Fuente  en  su  opúsculo 
La  Enseñanza  Tomistica  en  España,  pág.  40;  Vidal  y  Díaz  en  su  Historia  de  la  Univer- 


EXAMEN  DE  LIBROS  117 

Otros  reparos  podríamos  ponerle,  pero  nos  vamos  alargando  dema- 
siado. No  hemos  de  callar,  sin  embargo,  que  no  juzgamos  conveniente 
que  al  investigar  el  pensamiento  de  un  teólogo  se  desdeiie  la  crítica  his- 
tórica; creemos  que  para  penetrar  la  mente  del  Angélico  en  la  materia 
se  han  de  tener  muy  en  cuenta  el  modo  de  hablar  y  sentir  de  sus  prede- 
cesores y  contemporáneos,  sus  discípulos,  adversarios,  intérpretes  más 
autorizados,  tradición  de  su  escuela,  el  carácter  del  Santo  y  manera 
de  explicarse,  transparencia  de  su  estilo,  constancia  en  sus  ideas  y  opi- 
niones, etc. 

La  segunda  cosa  que  hace  el  P.  Prado  es  rebatir  la  sentencia  de  los 
que  creen  que  Cristo  encarnaría  aun  en  el  caso  de  no  haber  pecado 
Adán,  y  principalmente  pretende  declarar  que  los  que  tal  doctrina  sos- 
tienen y  los  que  defienden  el  débito  remoto  no  admiten  la  Inmaculada 
definida  por  Pío  IX,  sino  una  Inmaculada  á  quien  Cristo  no  rescató  con 
su  preciosa  sangre.  La  Bula  Ineffabilis  vino  á  dar  la  razón  á  Santo  To- 
más y  á  quitársela  á  los  partidarios  de  Escoto  y  secuaces  del  débito 
remoto.  Con  gusto  nos  detendríamos  á  examinar  cada  una  de  las  prue- 
bas que  alega  el  docto  Padre;  pero  nos  es  imposible  en  una  reseña.  Di- 
remos en  general  que  nos  parece  que  no  saca  en  resumidas  cuentas  lo 
que  desea;  por  esta  sencilla  razón.  Los  Escotistas  y  los  del  débito  re- 
moto presuponen  tres  cosas:  1  ."*  La  Virgen  Inmaculada.  2.'^  La  reden- 
ción por  la  cruz  de  Cristo.  3."  Ó  la  Inmaculada  antes  de  la  previsión  del 
pecado  de  Adán,  ó  la  exclusión  de  María  del  pacto  de  Dios  con  Adán 
en  el  que  de  suyo  debía  comprenderse.  Supongamos  que  el  R.  P.  Prado 
demuestre  que  hay  incompatibilidad  en  los  dos  últimos  puntos.  ¿Qué  se 
deduciría?  Nada  más  que  lo  siguiente:  Ó  que  María  Inmaculada  no  fué 
redimida  por  la  sangre  de  Cristo,  ó  que  las  suposiciones  son  falsas.  No 
precisamente,  como  lo  observó  muy  bien  el  P.  Caparroso,  que  defendie- 
ran una  Inmaculada  que  no  pasa  por  el  Calvario,  en  lo  que  tanto  insiste 
el  P.  Prado.  Más  aún:  obligados  los  defensores  de  esas  sentencias  á 
escoger,  se  quedarían  con  lo  cierto  y  rechazarían  una  opinión  que  no 
excede  los  límites  de  la  probabiHdad.  Luego  lo  que  probaría  el  esclare- 
cido profesor  de  Friburgo  es  que  las  suposiciones  deben  rechazarse, 
pero  de  ningún  modo  que  aparece  en  la  historia  de  la  Teología  defen- 


sidad  de  Salamanca,  pág.  602,  y  aun  su  adversario  el  P.  Godínez,  Triunfo  de  la  Verdad, 
pág.  204,  decía  en  su  Vindicación  del  Dictamen...,  que  se  conserva  inédito  en  la  Sala  de 
manuscritos  de  la  Universidad  de  Salamanca,  Est.  3,  Caj.  4,  núm.  25:  «que  este  Santo 
Doctor  (Santo  Tomás)  enseña  que  María  Santísima  fué  concebida  en  pecado  original, 
es  cosa  tan  palmaria,  que  me  sería  preciso  decir  á  quien  lo  negase  lo  mismo  que  Aris- 
tóteles al  que  negaba  que  la  nieve  era  blanca:  abra  el  tal  los  ojos  y  véala...  Podría  lle- 
nar una  resma  de  papel  con  la  multitud  de  autoridades  que  sobre  el  particular  se  hallan 

en  sus  escritos,  dejando  las  que  trae  en  la  Suma  Teológica  y  sobre  las  Sentencias » 

Y  en  el  Dictamen,  según  refiere  el  P.  Godínez  (pág.  144),  afirma:  «El  decir  que  este  Santo 
Doctor  (Santo  Tomás)  estuvo  por  la  inmunidad,  es  no  querer  ver  la  luz  del  mediodía, 
teniendo  los  ojos  abiertos  y  claros.» 


118  EXAMEN  DE  LIBROS 

dida  por  los  escotistas  una  Inmaculada  que  no  es  la  de  Pío  IX.  Y  se  nos 
figura  que  el  distinguido  autor  debía  haber  ido  en  derechura  al  punto 
negro  de  la  cuestión;  á  patentizar  con  sólidas  razones  lo  irreconciliable 
de  los  decretos  divinos  en  el  caso  de  que  María,  predestinada  para  Ma- 
dre de  Jesucristo  antes  de  la  previsión  del  pecado  del  primer  hombre, 
estuviera,  no  obstante,  á  fuer  de  hija  de  Adán,  comprendida  en  su  volun- 
tad, como  enseñan  los  escotistas,  ó  que  no  lo  estuviera  por  disposición 
divina,  debiendo  de  suyo  estarlo,  según  opinan  los  del  débito  remoto. 
Mientras  esto  no  se  demuestre  con  claridad,  nada  absolutamente  se  sa- 
cará de  la  Bula  Ineffabilis  contra  los  partidarios  de  ambas  opiniones. 
Opiniones  que  son  hoy  tan  probables  como  antes  de  la  definición  de  la 
Concepción  Inmaculada,  y  por  más  que  el  P.  Prado,  no  sin  visos  de 
exageración,  asegura  que  desde  que  habló  la  Iglesia  se  disiparon  las  nie- 
blas en  este  punto,  lo  cierto,  lo  innegable  es  que  la  cuestión  no  ha  va- 
riado un  ápice  y  que  muchedumbre  de  teólogos,  principalmente  de  la 
escuela  franciscana  y  ligoriana,  las  siguen  con  entusiasmo  (1),  sacando 
de  la  Bula  Ineffabilis  nuevos  argumentos  para  robustecerlas. 

Vaya  dicho  todo  esto  sin  rebajar  el  mérito  del  esclarecido  profesor 
de  Friburgo  y  la  fama  de  que  goza,  bien  merecida,  á  juzgar  por  la  mu- 
cha ciencia  y  erudición  que  revela  en  esta  obra.  Á  nadie  admirará  que, 
queriendo  dar  cierta  originalidad  á  materias  ya  muy  trilladas,  se  escapen 
algunas  que  otras  afirmaciones  que,  consideradas  serenamente,  tal  vez 
disientan  algo  de  la  exactitud  y  rigor  dialéctico  de  las  Escuelas. 

A.   P.   GOYENA. 


(1)  Véanse,  por  ejemplo,  lo  que  dicen  el  P.  Casanova  en  la  Revista  Eclesiástica  de 
Valladolid,  vol.  VI,  páginas  218-219;  vol.  VII,  páginas  23-27;  el  P.  Francisco  Manuel 
Malo  en  su  Defensa  Filosófico-Teológica  dtl  V,  Doctor  Sutil,  Orihuela,  1889,  pág.  121; 
el  P.Saldes  en  el  Praeludium  de  Primatii  Domini  N.Jesu  Christi,  Barcinone,  1902,  pá- 
ginas 56-61,  etc.  (traducción  de  Petit-Bornaud);  el  P.  Carcagente,  Apología  y  Elogio  del 
V.  Doctor  Sutil...,  Valencia,  1904,  tercera  edición,  pág.  305,  nota  2.^;  el  P.  Casajoana, 
Disquisitiones  Scholastico-dogmaticae,  Barcinone,  1899,  vol.  II,  Thesis  82, 


NOTICIAS  BIBLIOGRÁFICAS 


Carta-Pastoral  que  el  Excmo.  é  Ilmo.  se- 
ñor Dr.  D.Juan  Muñoz  y  Herrera,  Obis- 
po de  Málaga,  dirige  á  sus  amados  dio- 
cesanos con  ocasión  de  su  jubileo  sacer- 
dotal. —  Málaga,  Escuela  tipográfica  de 
San  Bartolomé,  1909.  En  4.",  de  44  pá- 
ginas. 

Las  glorificaciones  del  sacerdocio 
católico.  He  aquí  la  materia  oportuní- 
sima y  muy  litil  para  todos,  que  ha 
escogido  el  V.  Prelado  en  su  Pastoral 
de  Adviento  para  celebrar  su  jubileo 
sacerdotal.  Instituido  el  sacerdocio  por 
Jesucristo  Nuestro  Señor,  y  puesto  en 
su  Iglesia  para  salud  de  las  almas,  des- 
cubre en  él,  expone  luminosamente  y 
demuestra  eficazmente  el  ilustrísimo 
autor  las  glorificaciones  del  sacerdo- 
cio, que  resplandecen  en  el  poder  que 
ostenta  en  sus  tiempos,  en  el  amor  que 
promueve  en  sus  ministerios,  en  los 
esplendores  en  que  viven  sus  enseñan- 
zas. La  lectura  es  fácil  y  agradable, 
por  la  variedad  de  los  argumentos, 
consideraciones  sobre  Moisés  símbolo 
y  representación  en  el  Antiguo  Testa- 
mento de  Jesucristo  y  del  sacerdocio 
católico,  hechos  históricos  en  confir- 
mación de  las  glorias  del  sacerdocio, 
excelencias  del  mismo  por  su  natura- 
leza y  en  particular  por  el  manjar  di- 
vino que  se  nos  da  en  la  Sagrada  Eu- 
caristía, á  cuya  recepción  frecuente 
exhorta  el  Sr.  Obispo  con  afecto  de 
Padre  y  Pastor.  Unimos  nuestra  felici- 
tación á  la  de  sus  amados  diocesanos. 

Carta-Pastoral  del  Ilmo.  y  Rvmo.  Sr.  Doc- 
tor D.  Juan  Maura  y  Gelabert,  Obispo 
de  Orihuela,  al  Clero  de  su  diócesis  y 
alumnos  de  su  Seminario.  Tercera  so- 
bre e!  Modernismo.— Orihuela,  impren- 
ta de  Cornelio  Paya,  1909.  En  4."  de  25 
páginas. 

Explicadas  con  brevedad  y  claridad 
la  noción  de  la  inmanencia  escolástica 
positivista  y  panteísta,  refuta  eficaz- 
mente la  positivista  y  prueba  indirecta 
y  directamente  con  las  doctrinas  que 
propalan  los  mismos  modernistas  que 


de  ellas  se  deduce  lógicamente  el  pan- 
teísmo inmanente  anatematizado  en 
el  Concilio  Vaticano. 

Exercitiorum  Spritualium  meditattones 
S.  Scripturae  verbis  contextué  a  Nicolao 
Paiilmier,  S.  J.  (f  anno  1702).  Editio- 
nem  novam  curavit  ejusdem  Societatis 
Sodalis.  Aeniponte  sumptibus  Prioratus 
PP.  Benedictorum  1909.  Un  volumen 
en  8."  de  XVI-400  páginas  2,50  francos. 
En  Innsbruck,  Innrain  2.^  (Tirol),  y  en 
todas  las  librerías. 

La  primera  edición  de  este  precioso 
libro  se  publicó  en  latín  y  francés  el 
año  1692  en  París  con  el  título  Sacra 
Scriptura  informam  meditationum  re- 
dacta. Después  se  han  hecho  otras 
varias,  ya  completas,  ya  compendia- 
das, muestra  del  aprecio  que  hizo  el 
público  escogido  de  la  obra.  Esta  nueva 
edición,  que  recomendamos,  sale  tal 
cual  la  compuso  y  dio  á  luz  el  mismo 
autor.  En  esta  forma  será  de  gran  uti- 
lidad, así  á  los  directores  de  los  ejer- 
cicios como  á  los  ejercitantes.  El  orden 
de  las  meditaciones  se  acomoda  al 
admirable  propuesto  por  San  Ignacio 
de  Loyola  para  conducir  al  hombre 
desde  el  abismo  del  pecado  á  la  cum- 
bre de  la  perfección  cristiana;  pero  las 
meditaciones  son  mucho  más  copiosas 
y  algunas  del  todo  nuevas,  como  las 
de  Sacerdotio,  Statu  religioso,  etc.  Con- 
cluye con  un  cántico  fervoroso  para 
mover  al  amor  de  Dios;  y  está  for- 
mado, como  todas  las  meditaciones, 
con  palabras  textuales  de  la  Sagrada 
Escritura  hábilmente  ordenadas. 

Meditationum  et  Contemplationum 
S.  Ignatii  de  Loyola.  Puncta  libri  ex 
exercitiorum  textum  diligenter  secutus 
explicavit  Franciscus  de  Hummelauer, 
S.  J.  Editio  altera  recognita.— Friburgi 
Brisgoviae  sumptibus  Herder,  MCMIX. 
Un  bonito  tomo  en  16."  de  IX-496  pági- 
nas, 4,25  francos,  y  encuadernado  5,25. 

Aunque  aumentada  en  algunas  cosas 
y  corregida  en  otras,  esta  segunda  edi- 
ción permanece  substancialmente  igual 
á  la  primera,  como  advierte  su  docto 


120 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


autor  el  conocido  escriturario  P.  Hum- 
melauer.  Con  esta  excelente  obra  de 
ascética  se  aumenta  gloriosamente  la 
biblioteca  de  los  ejercicios  de  N.  S.  Pa- 
dre Ignacio  de  Loyola.  Se  ha  fijado  el 
autor  principalmente  en  los  puntos  re- 
lativos á  los  misterios  de  la  vida  de 
Jesucristo  menos  estudiados  por  otros 
autores,  y  los  ha  interpretado  con  dili- 
gencia, conforme  á  la  mente  del  Santo 
Patriarca.  Lo  que  llama  praenotanda 
sobre  la  conexión  de  las  meditaciones 
entre  sí,  es  digno  de  especial  encomio; 
es  un  profundo  análisis,  claro  al  mismo 
tiempo,  y  como  el  meollo  de  los  ejer- 
cicios. 

Manuale  christianum-Mecliniae.—H.  Des- 
sain,  MCMIX. 

Es  un  precioso  librito  en  32,  hermo- 
samente presentado,  impreso  con  ele- 
gancia y  nitidez  en  tipos  muy  legi- 
bles, y  contiene  en  corto  volumen  el 
Nuevo  Testamento,  Oficio  de  la  Vir- 
gen y  de  difuntos,  Ordinario  de  la  Misa 
y  el  Kempis,  Imitación  de  Cristo,  todo 
en  latín  y  con  índices  muy  prove- 
chosos. 

Tfiomae  a  Kempis  de  imitatione  Christi 
libri  quatuor,  textum  edidit,  considera- 
tiones  ad  cujusque  libri  singula  capita 
ex  ceteris  ejusdem  Th.  a  Kempis  opuscu- 
liscollegit  et  adjecit  HermannusGerlach. 
Editio  tertia  aucta  et  emendata.— Fribur- 
gi  (in  Brisgovia)  sumptibus  Herder.  2,40 
marcos  y  3  empastado. 

Para  perfeccionar  esta  tercera  edi- 
ción ha  aprovechado  felizmente  el  se- 
ñor Werthmann  la  edición  crítica  de 
las  obras  de  Tomás  de  Kempis,  por  el 
doctísimo  Pohl  (véase  Razón  y  Fe, 
tomo  X,  pág.  263).  Según  ella,  sale  co- 
rregida y  en  muchos  lugares  comple- 
tada en  verdad,  y  aumentada  esta  ter- 
cera edición  de  la  Imitación  de  Cristo, 
muy  recomendable  también  por  las  co- 
piosas y  oportunas  citas  de  los  otros 
opúsculos  del  mismo  Kempis. 

Theologiae  Moralis  Institiitiones  quas  in 
Collegio  Lovaniensí  Societatis  Jesii, 
tradebat  Eduardus  Génicot,  ex  eadem 
Societate.  Editio  sexta,  quam  recogno- 
vit  J.  Salsmans,  ex  eadem  Societate. — 
Dos  tomos  en  4."  de  630  y  730  páginas, 
respectivamente,  12  francos. 

En  otra  ocasión  (véase  Razón  y  Fe, 
tomo  III,  pág.  401)  tuvimos  el  gusto  de 


alabar  la  obra  moral  del  P.  Génicot, 
por  sus  buenas  dotes  de  claridad,  con- 
cisión, orden  y  galanura  de  estilo,  y 
aun  cierta  decisi'  n  en  discutir  y  resol- 
ver las  cuestiones  actuales,  por  delica- 
das que  sean,  cuales  son  con  especia- 
lidad las  sociales,  tratadas  con  breve- 
dad y  conocimiento  de  causa.  Esto  y 
la  solidez  de  la  doctrina,  con  el  acierto 
en  las  resoluciones  prácticas  en  gene- 
ral, explican  justamente  la  gran  acep- 
tación que  ha  tenido  la  obra,  logrando 
en  pocos  años  llegar  á  la  sexta  edición. 
Esta  es  la  que  acaba  de  publicar  ei 
P.  Salsmans,  ajustada  á  las  últimas 
disposiciones  de  la  Santa  Sede,  Cons- 
titución Sapienti  Consiíio,  decreto  Ne 
temeré,  etc.,  aumentada  en  la  biblio- 
grafía al  fin  del  segundo  tomo  y  en 
los  índices  analíticos,  con  gran  pro- 
vecho de  los  estudiantes,  y  con  un  bre- 
ve y  bien  trabajado  resumen  de  las  cen- 
suras (pág.  2f57).  Pocas  cosas  ha  mo- 
dificado el  P.  Salsmans,  no  porque 
apruebe  todo  lo  del  autor  tal  como  éste 
lo  expresó,  sino  por  reverencia  á  tan 
esclarecido  maestro.  En  el  lugar  citado 
de  Razón  y  Fe  llamamos  nosotros  la 
atención  sobre  una  que  otra  resolución 
en  particular, 

Additiones  et  mutationes  factae  in  tertia 
editione  Compendii  Ttieologiae  Moralis 
Gury-Ferreres,  S.  J.  Eugenius  Subirana, 
Pontificius  editor.  Un  cuaderno  en  4.^ 
de  60  páginas,  1,50  pesetas. 

Ha  hecho  bien  la  casa  Subirana  pu- 
blicando este  opúsculo  en  obsequio  á 
las  personas  poseedoras  de  las  edicio- 
nes precedentes  del  Compendio  de  Mo- 
ral Gury-Ferreres,  porque  en  él  cons- 
tan las  mejoras  introducidas  en  el 
Compendio  y  le  ponen  al  corriente  de 
los  últimos  decretos  de  entrambos  de- 
rechos. Es  notable  el  comentario  al 
decreto  Ne  temeré  y  la  doctrina  De  Cu- 
ria romana,  conforme  á  la  constitución 
Sapienti  Consiíio. 

Université  Saint-Joseph  Beyrouth  (Syrie). 
Mélanges  de  la  Faculté  Oriéntale.  III, 
fase.  II,  chez  l'éditeur  des  Mélanges  ou 
librairie  ees  Paul  Geuthner,  68,  rué  Ma- 
zarine. 

También  este  volumen,  como  los  an- 
teriores de  !a  Facultad  Oriental  de 
Berito,  contiene  trabajos  muy  estima- 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


121 


bles,  sobre  todo  para  los  eruditos  y 
orientalistas.  Entre  otros,  son  notables 
los  relativos  á  las  «inscripciones  ára- 
bes del  monte  Tabor,  por  el  P.  H.  Lam- 
meís»;  la  epístola  á  Constantino,  es- 
crito religioso  druso,  publicada  y  ano- 
tada por  los  Padres  O.  Khalis  y  L.  Rou- 
zeralle;  dos  Misiones  arqueológicas 
americanas  en  Siria,  notas  y  estudios 
de  Arqueología  oriental,  etc.  La  biblio- 
grafía es  muy  copiosa. 

Bibliografía  y  Eucologio  de  los  Colegios, 
dispuesto  para  el  uso  de  los  Seminarios 
y  demás  establecimientos  de  enseñanza. 
Segunda  edición,  en  16.":  15x9  Va  cen- 
tímetros (XXIV  y  664  páginas).  Precios: 
Núm.  39:  En  tela  fuerte,  cortes  dora- 
dos, 5  francos.  Núm.  170:  en  zapa  flexi- 
ble, cortes  dorados,  5,75.— B.  Herder,  li- 
brero-editor Pontificio,  Friburgo  de 
Brisgovia  (Alemania). 

Este  eucologio,  esmeradamente  im- 
preso y  elegantemente  encuadernado, 
como  refiriéndose  á  la  primera  edición 
escribía  el  actual  Cardenal-Arzobispo 
de  Toledo,  es  útil  para  todos  los  cole- 
giales en  países  de  lengua  española, 
porque  recopila  cuantas  oraciones  y 
prácticas  piadosas,  himnos,  etc.,  antes 
era  preciso  registrar  en  multitud  de 
libros  diferentes. 

Notiones  Archaeologiae  Christianae  disci- 
plinis  Theologicis  coordinatae.  Auctore 
P.  Syxto,  Ü.  C.  R.  Vol.  11.  Pars  Prima, 
Epigraphia.—  Roma,  Desclée  et.  Soc, 
Editores,  MCMIX.  En  4."  de  VIII-400 
páginas,  6  liras. 

En  otro  número  de  Razón  y  Fe  se 
dio  cuenta  del  primer  tomo  de  esta 
importante  obra  del  sabio  P.  Syxto. 

El  segundo  constará  de  dos  partes: 
la  primera,  que  hoy  anunciamos,  Epi- 
grafía (cristiana),  y  la  segunda,  que 
deseamos  ver  pronto  terminada,  Símbo- 
los y  pinturas.  Bien  puede  decirse  que 
hasta  ahora  no  ha  salido  obra  tan 
completa  y  nueva  en  su  género  como 
Epigrafía;  porque  reúne  en  pocas 
páginas,  ordenado  y  explicado  y  cote- 
jado, cuanto  se  ha  escrito  sobre  monu- 
mentos escogidos,  no  de  una  ú  otra 
región,  sino  de  todas  las  partes  del 
mundo.  Sigue  muy  frecuentemente  á 
Rossi,  cuya  autoridad  y  competencia 
nadie  pone  en  duda;  pero  no  siempre, 
porque,  como  dice  el  docto  autor,  hay 


muchas  cosas  que  no  conoció  J.  B,  de 
Rossi,  por  haber  sido  descubiertas 
después  de  su  muerte;  y  muchas  que, 
salidas  á  luz  en  las  otras  regiones  del 
orbe  cristiano,  el  esclarecido  arqueó- 
logo no  las  ilustró.  Está  acomodada  la 
obra,  como  indica  el  título,  al  estudio  de 
la  Sagrada  Teología,  para  el  que  sumi- 
nistra argumeitos  científicos  precio- 
sos. Después  de  tratar  de  las  inscrip- 
ciones de  fecha  cierta  y  de  exponer  los 
criterios  para  fijar  la  de  aquellas  que 
no  la  expresan,  pasa  á  explicarlas  que 
contienen  algún  dogma  católico,  uni- 
dad y  Trinidad  de  Dios,  pecado  origi- 
nal, etc.  (Véase  en  particular  el  de  la 
visión  inmediata  después  de  la  muerte 
para  los  que  mueren  sin  reato  de  culpa 
ni  pena  de  que  purificarse,  y  cómo  se 
refleja  en  las  mismas  inscripciones  las 
dudas  que  aquí  y  allí  había  hasta  que 
se  fijó  la  doctrina  hoy  definida.)  En 
capítulos  aparte  trata  de  las  referentes 
á  la  Jerarquía  en  sus  distintos  grados, 
de  las  que  atañen  á  la  familia  y  de  las 
sagradas,  y  de  los  versos  de  San  Dá- 
maso: siguen  un  valioso  índice  topográ- 
fico de  las  inscripciones  más  impor- 
tantes y  dos  extensos  capítulos  sobre 
los  grafitos  y  los  sellos.  La  tabla  ó 
serie  de  Cónsules  Pontífices  (cristia- 
nos) y  Césares,  años  67-539,  es  de 
mucho  mérito  y  utilidad.  Es  útil  tam- 
bién la  lista  de  las  obras  principales 
que  tratan  de  Epigrafía  cristiana  ó  que 
muestran  algunas  inscripciones. 

Crónica  del  Congreso  Nacional  de  Hurda- 
nófolos,  celebrado  en  Plasencia  en  los 
días  14  y  15  de  1838.-lmprenta  de  M.  Ra- 
mos, Plasencia.  Un  volumen  en  4."  de 
196  páginas. 

Es  interesante  y  útil,  por  cuanto  con- 
tiene documentos  que  dan  á  conocer 
lo  que  ha  sido  por  varios  siglos  la  ig- 
norada región  hurdana,  lo  que  es  ahora 
y  lo  que  para  sacarla  de  su  increíble 
atraso  se  ha  hecho,  especialmente  por 
medio  de  ia  sociedad  La  Esperanza  de 
las  Hurdes,  fundada  por  el  hoy  Obispo 
de  Plasencia  limo.  Sr.  Jarrín.  Sobre 
esto  es  notable  la  Memoria  del  señor 
Polo  Benito,  Las  Hurdes  y  La  Esperan- 
za de  las  Hudes.  Los  resultados  del 
Congreso,  favorables  á  la  región,  se 
resumen  en  el  párrafo  último.  Resulta- 
do: la  enojosa  cuestión  iniciada  por 
D.  Tomás  Gómez  sobre  orientaciones 


122 


curienses,  ha  sido  felizmente  resuelta 
por  ambos  ilustrísimos  Prelados  de 
Coria  y  Plasencia. 

Pues  yo  no  le  encuentro  nada  malo.  Se- 
gunda edición. 

Contestando  á  la  objeción  que  lleva 
por  título  y  en  la  que  se  escudan  mu- 
chos católicos  para  seguir  favorecien- 
do á  la  prensa  liberal,  la  hoja  Pues  yo 
no  le  encuentro  nada  malo  es  un  catá- 
logo de  errores  publicados  reciente- 
mente en  El  Liberal,  Heraldo  de  Ma- 
drid, Diario  Universal,  El  Mundo  y  El 
Imparcial,  que  constituyen  el  mayor 
capítulo  de  culpas  que  hasta  el  pre- 
sente se  ha  formado  contra  la  mala 
prensa. 

Esta  hoja  de  propaganda  se  vende 
á  una  peseta  el  ciento,  para  hacer  que 
llegue  cuanto  antes  á  manos  de  todos 
los  católicos. 

Los  pedidos  al  secretario  déla  Aso- 
ciación Nacional,  calle  Don  Remondo, 
núm,  5,  Sevilla.  . 

Nuevo  diccionario  enciclopédico  ilustrado 
de  la  lengua  castellana,  por  Miguel 
Toro  y  Gómez,  licenciado  en  Filosofia 
y  Letras,  con  la  colaboración  para  el 
« Diccionario  bíográfico-geográfico  é 
histórico»  de  Mariano  Roso  de  Luna, 
doctor  en  Derecho.  Quinta  edición, 
revisada,  corregida  y  aumentada  con  16 
grabados  de  una  plana  entera,  cuatro 
mapas  y  cuatro  preciosas  láminas  en 
color. —  Barcelona,  Gustavo  Gili,  45, 
calle  de  la  Universidad,  1909.  Un  volu- 
men en  8."  de  1.044  páginas,  8  pesetas. 

Ya  al  dar  cuenta  de  la  segunda  edi- 
ción en  Razón  y  Fe,  t.  VIH,  pág.  158, 
se  notaron  las  excelencias  de  este 
diccionario  manual  por  lo  completo  y 
escogido,  que  con  el  diccionario  de  la 
lengua  comprende  el  <  de  frases  latinas 
y  extranjeras^  y  el  bíográfico-geográ- 
fico é  histórico.  Esta  quinta  edición, 
además  de  un  suplemento  de  persona- 
jes más  recientes,  contiene  los  graba- 
dos y  láminas  que  indica  la  portada. 
Entre  las  páginas  332-333  está  la  de 
dignidades  eclesiásticas  y  órdenes  reli- 
giosas de  varones. 

Antecedentes,  actas  y  resoluciones  del 
tercer  Congreso  nacional  de  los  católi- 
cos argentinos,  celebrado  en  Córdoba 
del  8  al  15  de  Noviembre  de  1908.— Cór- 


NOTICIAS  BIBLIOGRÁFICAS 


doba,  establecimiento  tipográfico  La  In- 
dustrial, 1909.  Un  volumen  en  4."  de  300 
páginas. 

Es  digna  de  leerse  esta  crónica  del 
tercer  Congreso  católico  argentino,  y 
más  dignas  aún  son  de  estudiarse 
sus  conclusiones  y  de  llevarse  á  la 
práctica.  Versan  esencialmente  sobre 
la  acción  católica  en  el  terreno  reli- 
gioso y  social:  es  notable  sobre  educa- 
ción y  enseñanza  la  organización  de  la 
«Liga  de  Señoras  católicas  argenti- 
nas para  defender  los  sagrados  de- 
rechos de  Jesucristo  y  de  la  Iglesia 
católica  de  la  repiiblica  Argentina  y 
propender  especialmente  á  la  educa- 
ción cristiana  de  la  niñez  y  á  que  las 
costum.bres  sociales  se  ajusten  al  es- 
píritu del  Cristianismo. '  Los  discursos, 
que  versaron  principalmente  sobre  la 
unión  y  acción  de  los  católicos,  nece- 
sidad de  ir  al  pueblo,  ganándole  con 
beneficios  materiales  y  morales,  y 
acerca  de  lo  que  las  clases  directoras 
deben  hacer  por  él,  fueron  muy  aplau- 
didos. Dios  haga  que  el  resultado  de 
tan  grandiosa  y  ferviente  asamblea 
sea  el  que  se  propusieron  sus  promo- 
tores. 

P.  V. 

¡Sursum  corda!  Cartas  de  la  Condesa  de 
Saint-Martial  (Sor  Blanca,  Hermana  de 
la  Caridad),  con  dos  retratos  y  una  no- 
ticia biográfica;  traducidas  de  la  cua- 
dragésima edición  francesa  por  José 
PuGÉs.  Con  licencia.— Barcelona,  Gus- 
tavo üili,  editor. 

Con  este  tomo  inaugura  el  activo 
editor  de  Barcelona  la  serie  histórico- 
biográfica  de  su  Biblioteca  Emporium; 
y  por  cierto  que  ha  andado  acertado 
en  la  elección,  dándonos  un  libro  inte- 
resante, ameno,  impregnado  de  purísi- 
mos sentimientos  y  destinado  á  pro- 
ducir saludables  frutos,  principalmente 
entre  las  jóvenes  y  señoras  de  la  alta 
sociedad  y  de  las  familias  religiosas. 

Sermones  del  P.  José  Vinuesa,  de  la  Com- 
pañía de  Jesús.— Madrid,  librería  católi- 
ca de  D.  Gregorio  del  Amo,  1909. 

Comprende  el  presente  tomo  la  ora- 
ción fúnebre  pronunciada  en  la  Coruña 
en  sufragio  de  las  almas  de  los  náufra^ 
gos  del  crucero  Reina  Regente;  el  pa- 
negírico de  San  Juan  Bautista  de  la 
Salle,  predicado  con  motivo  de  su  ca- 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


123 


r.onización;  un  discurso  pronunciado 
en  el  Congreso  Eucaristico  de  Lugo; 
sermón  á  Santa  Bárbara  en  la  función 
dedicada  por  los  artilleros  de  Madrid, 
y  el  sermón  predicado  en  la  parroquia 
de  Mondragón  en  la  inauguración  de 
los  concursos  de  Agricultura  y  Gana- 
dería. A  estos  cinco  discursos  siguen 
tres  conferencias  sobre  el  trabajo,  pro- 
nunciadas en  el  instituto  de  Jovella- 
nos,  en  Gijón,  los  días  3,  4  y  5  de 
Agosto  de  1899. 

De  estas  piezas  oratorias  se  puede 
decir  con  toda  verdad  que  son  otros 
tantos  modelos  perfectos  en  su  géne- 
ro; algunas  adquirieron  notable  cele- 
bridad y  se  imprimieron  luego  de  ser 
pronunciadas,  y  la  primera  no  sólo  fué 
universalmeute  encomiada,  sino  que 
ha  pasado  ya  á  formar  parte  de  los 
modelos  que  se  proponen  á  la  juventud 
estudiosa  en  nuestras  Antologías  y 
Manuales  de  literatura  castellana. 

Colección  de  opúsculos  selectos.  Domingo 
B.  Cruz,  Deán  de  la  Concepción  de 
Chile.  El  deber  de  los  católicos.— Fri- 
burgo  de  Brisgovia  (Alemania),  B.  Hen- 
der, 1909.  En  12."  de  68  páginas,  0,45 
francos. 

Propónese  el  docto  autor  en  este 
discurso,  pronunciado  por  él  al  incor- 
porarse en  la  Facultad  de  Teología  y 
Ciencias  Sagradas  de  la  Universidad 
de  Chile,  demostrar  que  «en  el  tiempo 
presente  es  para  los  católicos  un  deber 
de  conciencia  el  tomar  parte  en  la  cosa 
pública,  y  especialmente  el  combatir 
la  política  anticristiana»;  y  lo  hace  con 
argumentos  de  razón  y  de  autoridad, 
tomados  éstos  de  la  Sagrada  Escri- 
tura, Santos  Padres,  la  Historia  y  la 
experiencia.  En  un  apéndice  se  refu- 
tan las  dificultades  y  se  hace  ver  cómo 
se  puede  trabajar  cristianamente  en 
política.  El  discurso  ó  su  primera  edi- 
ción tuvo  lugar,  según  se  saca  de  las 
páginas  41  y  52,  en  tiempo  de  Amadeo 
en  España  en  1871. 

P.  V. 

Mis  primeras  lecturas.  Curso  completo 
de  Lectura  y  Moral.  Grado  elemental: 
Nuestros  amiguitos.  Grado  medio:  Cuen- 
tos é  historietas  morales,  por  A.  Fie- 
rre, A.  MiNET  y  la  Srta.  Alina  Mar- 
tín. Adaptación  española  por  Miguel  de 


Toro  Gómez.— París,  Fernando  Nathan, 
editor;  Barcelona,  Gustavo  Gili,  editor. 

En  otras  ocasiones,  y  juzgando  obras 
transpirenaicas  de  educación,  hemos 
notado  ya  que,  á  vueltas  de  mil  primo- 
res y  buenas  cualidades  que  las  reco- 
mendaban, se  echaba  de  menos  en  ellas 
el  espíritu  sobrenatural  y  la  genuína 
adaptación  á  nuestra  patria. 

Algo  de  esto  notamos  también  en 
estas  obritas,  por  otra  parte  de  mérito. 
Pero  sería  indudablemente  mayor  éste 
si  entre  los  ejemplos  morales  abunda- 
sen los  de  moralidad  cristiana  y  cató- 
lica (y  no  sólo  los  de  una  moral  uni- 
versal ó  naturalista). 

Además,  no  deja  de  causar  extrañe- 
za  el  que,  dedicando  varios  capítulos 
á  tratar  de  los  deberes  de  los  niños, 
hasta  con  los  animales,  no  haya  uno 
siquiera  que  hable  de  los  deberes  con 
Dios  ni  del  respeto  á  la  Iglesia  y  á  los 
templos,  etc. 

Tampoco  hemos  acertado  á  ver  en 
ellos  la  aprobación  eclesiástica. 

R.  C. 

L'education  morale  et  ses  conditions,  par 
LÉON  Desers,  chan.  honor,  de  París.  Un 
tomo  en  12."  con  266  páginas,  2,50  fran- 
cos.—P.  Lethielleux,  París. 

El  autor,  conocido  por  sus  numero- 
sas obras  de  instrucción  apologética, 
nos  da  en  este  tontito  las  conferencias 
pronunciadas  ante  una  reunión  de 
maestras  cristianas.  Sucesivamente  es- 
tudia al  niño,  los  influjos  que  sobre  él 
ejerce  el  medio  social,  la  manera  de 
sacar  provecho  de  sus  cualidades,  de 
combatir  sus  defectos,  despertar  sus 
iniciativas,  formar  su  conciencia  y  co- 
municarle el  sentido  de  la  bondad  inte- 
ligente y  el  ideal  moral.  Acaso  por  ha- 
berse acomodado  excesivamente  á  su 
auditorio  femenino,  el  Sr.  Desers  se  ha 
quedado  muy  en  la  superficie  de  los 
interesantes  puntos  que  recorre. 

Vers  les  cimes.  Exhortations  á  un  jeune 
honme  chrétien,  par  M.  l'abbé  Chabot, 
vicaire  general,  Superieur  de  Flnstitution 
Richelieu  á  LuQon  (Vendée).  — Paris, 
Beauchesne,  1909.  Un  tomo  en  8.°  con 
360  páginas,  3  francos. 

El  autor  de  este  librito,  después  de 
esforzarse  por  comunicar  á  la  juven- 
tud el  entusiasmo  de  la  edad,  la  vida  y 


124 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


la  acción,  procura  guiarla  á  las  cimas 
de  la  felicidad,  del  bien,  de  la  luz,  de 
la  vida  sobrenatural  y  de  la  Divini- 
dad. El  fin  que  se  propone  no  puede, 
por  consiguiente,  ser  más  laudable.  Se 
nota,  sin  embargo,  en  todo  el  libro 
una  vaguedad  algo  romántica,  y,  á 
nuestro  pobre  juicio,  poco  á  propósito 
para  interesar  á  la  juventud  de  nues- 
tros días,  la  cual  anda  á  caza  de  solu- 
ciones más  positivas,  y  conviene  que 
entre  en  la  vida,  muy  idealista,  sí,  en 
cuanto  á  los  fines,  pero  muy  provista 
de  un  realismo  sano  en  lo  que  á  los 
medios  de  alcanzarlos  se  refiere. 

R.  R.  A. 

J.  M,  QuiRós,  S.  J.,  Antología  francesa. 
Segunda  edición,  notablemente  aumen- 
tada. Editor,  Félix  de  Bedout.— Tipo- 
grafía del  Comercio,  Medellín,  1909.  Un 
tomo  en  8."  de  XXXlI-480  páginas.  Pre- 
cio, 80  centavos  (oro).  Al  por  mayor  se 
hacen  notables  rebajas. 

En  vez  de  nuestro  juicio,  que  podría 
parecer  interesado,  preferimos  inser- 
tar el  que  en  La  Familia  Cristiana,  de 
Medellín,  publicó  el  doctor  en  Dere- 
cho, ex  ministro  y  actual  senador  de  la 
república  de  Colombia,  D.Antonio  José 
Uribe,  quien  en  otro  tiempo  regentó 
la  cátedra  de  Retórica  y  de  Historia 
de  la  Literatura  Castellana  en  la  Uni- 
versidad de  Antioquia  y  es  sumamen- 
te versado  en  la  literatura  francesa, 
como  demuestra  bien  en  su  carta,  de 
la  cual,  por  ser  muy  larga,  sólo  copia- 
remos el  siguiente  párrafo,  en  que  ha- 
bla de  la  Antología  del  P.  Quirós: 

«En  su  clase  es  de  lo  mejor  que  conozco: 
por  su  ordenada  distribución  en  géneros 
literarios,  por  la  variedad  y  riqueza  de  las 
páginas  colegidas,  por  el  dominio  com- 
pleto de  la  literatura  francesa  que  seme- 
jante labor  exigía  y  por  los  numerosos 
conocimientos  gramaticales,  históricos, 
geográficos  y  críticos  que  el  lector  ad- 
quiere en  las  notas  con  que  V.  R.  ha  ilus- 
trado cada  una  de  las  composiciones  de 
la  Antología,  considero  que  no  sólo  entre 
nosotros,  sino  en  todo  Hispano-América 
el  libro  está  llamado  á  prestar  los  más 
grandes  servicios,  y  aun  me  atrevo  á  afir- 
mar que  en  Francia  misma  será  estimado 
como  trabajo  de  primer  orden,  como  que, 
en  mi  concepto,  es  superior  á  obras  simi- 
lares publicadas  allá  en  los  últimos  años, 
la  del  abate  E.  Ragon,  profesor  en  el 
Instituto  Católico  de  Paris,  por  ejemplo, 
y  en  nada  cede  á  trabajos  tan  completos 


y  sólidos,  para  un  curso  superior,  de  alta 
critica,  como  el  del  R.  P.  Chauvin,  del 
Oratorio,  y  ü.  Le  Bidois,  de  aquel  mismo 
Instituto,  obra  esta  última  ciertamente  ad- 
mirable.» 

N.  N. 

Manual  de  canto  gregoriano,  por  Julio 
8as.  Edición  española,  notablemente 
ampliada  y  retocada  por  el  antor  y  aco- 
modada por  el  P.  Nemesio  Otaño,  S.  J.— 
L.  Schwann,  librero-editor,  Dusseldorf 
(Alemania).  Precio,  1,50  pesetas. 

Esta  obrita,  impresa  con  economía  y 
esmero  y  escrita  con  inteligencia  nada 
común,  viene,  con  gran  satisfacción  de 
los  amantes  de  la  música  religiosa  por 
antonomasia,  á  llenar  el  vacío  que  ha 
tiempo  se  advertía  en  nuestra  España 
de  un  verdadero  enquiridión,  donde 
con  claridad  y  brevedad  se  estable- 
ciesen normas  generales,  seguras  y 
de  sentido  común,  á  fin  de  obtener 
una  buena  ejecución  de  las  melodías 
litúrgicas  tradicionales.  Divídese  en 
dos  partes.  La  primera  trata  de  mano 
maestra  acerca  de  la  notación,  neumas 
y  mora  vocis,  y  la  segunda  de  la  tona- 
lidad, ritmo,  salmodia  y  recitados  li- 
túrgicos, esto  es,  de  las  principales 
materias  sobre  que  puede  versar  el 
canto  litúrgico.  La  obra  merece  todo 
linaje  de  alabanzas,  que  le  tributamos 
gustosos,  siquiera  disten  mucho  del 
mérito  y  reputación  de  sus  autores. 
Sin  embargo,  por  estar  informada  y 
revestida  en  su  segunda  parte  del  espí- 
ritu y  doctrina  de  la  teoría  solesmense, 
según  ha  indicado  D.  Mauro  Sablay- 
rolles,  O.  S.  B.,  en  la  revista  Música 
Sacro-Hispana,  creemos  que  ha  de 
ser  blanco  de  las  iras  de  algunos  y 
de  los  tiros  de  la  teoría  pothierista. 
No  faltará,  no,  quien  diga,  al  menos 
entre  dientes,' que,  según  las  reglas  rít- 
micas del  maestro  Bas,  el  texto  litúr- 
gico no  tiene  más  acento  que  el  fraseo- 
lógico, ó,  hablando  en  general,  que  ca- 
rece de  acentos;  que  se  observa  in- 
exactitud al  tratar  el  autor  de  explicar 
las  subdivisiones  rítmicas  en  el  caso 
de  un  tórculos  seguido  de  una  nota  sin 
apoyo,  y,  más  que  nada,  que  el  capítu- 
lo sobre  los  principales  factores  del 
ritmo  es  enmarañado  y  laberíntico,  á 
pesar  del  gráfico  y  significativo  ejem- 
plo de  los  dos  contrarios  impulsos  que 
el  jugador  imprime  á  la  pelota. 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


125 


Nosotros,  enemigos  irreconciliables 
de  polémicas  estériles  y  á  veces  con- 
traproducentes, antes  amigos  de  la 
verdad  y  sobre  todo  dispuestos  á  obe- 
decer ciegamente  cual  preceptos  las 
más  ligeras  insinuaciones  superiores, 
nos  limitamos  por  ahora  á  exhortar 
humilde,  sincera  y  cariñosamente  á 
todos  los  que  se  hallen  en  condi- 
ciones para'  ello  en  general,  y  á  los 
pothieristas  en  particular,  á  que  sin 
demora  enriquezcan  la  bibliografía 
gregoriana  con  nuevos  manuales,  á 
imitación  del  que  nos  ocupa,  y,  si  cabe, 
más  claros  y  compendiosos,  en  que  los 
menos  aptos,  teniendo  los  imprescin- 
dibles conocimientos  que  el  asunto 
exige,  puedan,  hallar  modo  y  manera 
de  interpretar  digna  y  artísticamente 
las  inimitables  melopeas  del  tesoro  li- 
túrgico. Mientras  se  realiza  este  nues- 
tro dorado  sueño,  felicitamos  nueva  y 
sinceramente  á  los  maestros  citados, 
deseando  que  el  lisonjero  éxito  de  su 
trabajo  corra  parejas  con  la  fama  y 
mérito  que  les  son  debidos. 

J.  Alfonso. 

Antidoto.  Cartas  á  un  estudiante  de  Uni- 
versidad, utilisimas  también  á  las  seño- 
ritas instruidas,  por  el  P.  Alejandro 
Gallerani,  S.  J.  Traducidas  de  la  duo- 
décima edición  italiana  por  Agustín 
PiAOGio,  capellán  de  la  Armada  argen- 
tina. Un  volumen,  de  12  por  19  centíme- 
tros, de  XXIV-598  páginas.  Precio,  3,50 
pesetas.— Luis  Gili,  librero-editor,  Bal- 
mes,  83,  Barcelona,  1909. 

El  Antídoto  del  P,  Gallerani  se  pa- 
rece mucho  á  las  respuestas  del  Pa- 
dre Franco,  á  las  contestaciones  de 
Mons.  Segur  y  á  la  propaganda  cató- 
lica de  Sarda;  pero  no  se  confunde  con 
ninguno  de  estos  trabajos.  Las  Res- 
puestas del  P.  Franco  son  principal- 
mercte  para  el  clero  y  seglares  de  al- 
guna edad;  las  Contestaciones  breves 
y  sencillas  del  Conde  de  Segur  están 
escritas  para  el  pueblo;  para  el  pueblo 
y  aun  para  el  mundo  sabio  sirven  tam- 
bién á  maravilla  los  libros  de  Propa- 
ganda católica  de  Sarda  y  Salvany, 
pero  forman  una  obra  muy  volumino- 
sa. El  Antídoto  está  destinado  princi- 
palmente á  la  juventud  estudiosa  de 
ambos  sexos,  y  es  un  compendio  muy 
acomodado  para  disipar  las  objeciones 
y  dificultades  que  á  diario  se  oyen  en 


los  Institutos,  Universidades,  Escuelas 
Normales,  tertulias,  salones,  viajes, 
etcétera. 

¿Qué  es,  pues,  el  Antídoto?  Es  un 
arma  defensiva  y  ofensiva. 

El  Antídoto  reúne  en  un  haz  todo  lo 
que  ocurre  contestar  cuando  un  des- 
vergonzado se  permita  objetar  contra 
la  verdad  católica,  dando  un  golpe  cer- 
tero que  inutilice  y  desconcierte  al 
atrevido,»  como  dice  el  limo.  Sr.  Fray 
Marcelino,  O.  P.,  Obispo  de  San  Juan 
de  Cuyo. 

Que  el  Antidoto  es  también  un  arma 
ofensiva  lo  declara  bien  el  Ilustrísimo 
Sr.  D.  Bernabé,  Obispo  titular  de  Ces- 
tro,  cuando  dice:  El  libro  del  P.  Ga- 
llerani es  un  verdadero  arsenal  de 
pertrechos  ligeros,  armas  de  tiro  rá- 
pido, adecuado  á  la  juventud,  á  quien 
va  principalmente  destinado,  y  al  es- 
píritu mismo  de  nuestro  siglo,  que  no 
se  aviene  ya  con  la  artillería  pesada' 
de  otra  época,  como  la  de  Belarmino  y 
Suárez,  ni  con  la  de  Hettinger,  Weiss 
y  otros,  que  debemos  reservar  para 
las  campañas  de  mayor  importancia, 
cuando  hay  que  atacar  á  la  increduli- 
dad en  sus  principales  fortalezas.» 

Nada  podemos  decir  nosotros  que 
exprese  mejor  que  estos  dos  testimo- 
nios el  doble  carácter  de  la  obra  del 
P.  Gallerani,  ni  que  tenga  el  peso  de 
tanta  y  tan  irrecusable  autoridad.  Sólo 
diremos,  en  confirmación  del  título 
de  la  obra,  que  es  realmente  antídoto, 
porque  sirve  para  precaver  muchos 
errores,  y  lo  es  porque  con  él  en  la 
mano  pueden  los  jóvenes  estudiosos 
corregir  muchas  ideas  erróneas.  Es 
antídoto  para  las  inteligencias  en  ge- 
neral, lo  es  para  la  juventud  en  espe- 
cial y  muy  señaladamente  para  los  jó- 
venes estudiantes:  Léanse,  v.  gr.,  las 
cartas  XXII  y  XXIII,  y  se  verá  cuan 
acertadamente  y  con  qué  atractivo  ex- 
pone y  enseña  á  sostener  la  defensa 
del  sacerdote,  en  la  primera,  y  la  vin- 
dicación de  los  frailes  y  jesuítas,  en  la 
segunda,  ambas  de  suma  actualidad  y 
aplicación. 

De  la  bondad  y  utilidad  de  esta  obra 
son  excelente  muestra  las  cartas  de 
aprobación  estampadas  al  principio  de 
la  misma.  El  estilo  es  sencillo,  atrac- 
tivo é  interesante,  propio  del  género 
epistolar.  Es  muy  de  desear  que  el 
libro  se  difunda  por  los  países  de  len- 


126 


NOTICIAS  BIBLIOGRÁFICAS 


gua  castellana,  como  se  ha  difundido 
por  los  de  la  italiana,  en  la  que  ha  sa- 
lido la  duodécima  edición. 

E.  U.deE, 

La  Iglesia  y  el  trabajo  manual,  por  Máxi- 
mo Sabatier,  del  Clero  de  París,  doctor 
en  Derecho  canónico.  Obra  aprobada 
por  un  Breve  de  S.  S.  León  XIIL  Tra- 
ducida de  la  sexta  edición  francesa  por 

JriAN  DE  HlNOJOSA, 

Estudiando  el  trabajo  en  el  pueblo 
hebreo  y  en  los  pueblos  paganos  an- 
tes del  Cristianismo,  y  después  de  este 
en  el  pueblo  cristiano,  llega  al  autor  á 
la  conclusión  de  ^^  que  la  Iglesia  es  quien 
ha  dado  á  conocer  al  mundo  la  digni- 
dad del  trabajo,  y  es  su  más  seguro 
defensor». 

El  Catolicismo  en  la  actual  literatura 
francesa  (siluetas  literarias),  por  Juan 

DE  HlNOJOSA. 

Dos  poetas,  un  periodista-conferen- 
ciante y  un  novelista  constituyen  las 
siluetas  de  este  opúsculo,  debido  á  la 
pluma  de  un  escritor,  aunque  muy  jo- 
ven aún,  ya  fecundo  y  celebrado.  Un 
poeta  de  vida  tormentosa,  Verlaine,  en 
quien  el  catolicismo  sólo  se  muestra 
en  ráfaga  pasajera  que  ilumina  el  tiem- 
po de  su  desgracia  para  reaparecer  en 
la  hora  suprema  de  la  muerte;  el  tierno 
Coppée,  el  cantor  de  los  humildes;  el 
batallador  Brunetiére;  el  novelista 
Rene  Bazin,  en  cuyas  últimas  novelas 
repercute  el  eco  de  los  problemas  so- 
ciales y  religiosos  de  nuestros  días. 

N.  N. 

De  Bailly-Bailliére  é  Hijos,  Plaza  de 
Santa  Ana,  10,  hemos  recibido: 

El  Almanaque  de  Bailly-Bailliére.  Es 
una  pequeña  enciclopedia  popular  de 
la  vida  práctica,  como  dice  el  subtítulo. 
Reúne,  en  tamaño  reducido  y  en  for- 
ma amena  y  recreativa,  una  suma  de 
conocimientos  que  representan  el  con- 
tenido de  varios  tomos.  En  él  se  en- 
cuentran los  datos  obligados  sobre  el 
calendario,  año  astronómico  y  reli- 
gioso, la  agenda  en  blanco,  con  conse- 


jos para  cada  mes,  evangelios,  memen- 
to, recetas  de  cocina,  mapas  celestes 
para  los  doce  meses  del  año,  cuadros 
de  cobros  y  pagos,  tabla  de  intere- 
ses, etc. 

Después  viene  la  historia  del  año, 
con  multitud  de  grabados  referentes  á 
los  principales  acontecimientos  ocurri- 
dos. En  la  sección  de  Historia  llama  la 
atención  un  interesante  estudio  del 
docto  profesor  D.  Rafael  Altamira  so- 
bre la  Historia  de  la  Independencia 
americana,  la  Historia  de  la  Confede- 
ración Helvética,  etc.,  etc.  (El  cisma 
Aglipano  en  Filipinas,  hoy  no  tiene  la 
extensión  é  importancia  que  aqui  se 
indica  y  se  le  trata  con  demasiada  be- 
nignidad.) Las  otras  secciones  resultan 
también  instructivas  y  amenas;  la  de 
Bellas  Artes,  Literatura,  Geografía, 
Matrimonio-hogar,  Agricultura,  Cien- 
cias vulgarizadoras,  juegos  y  sport. 
Esto  y  la  variedad  de  premios  que 
ofrece  y  la  participación  en  los  bille- 
tes de  la  Lotería,  hacen  que  sea  muy 
popular  y  apreciado  este  almanaque. 

Agenda  de  bolsillo.  Además  del  es- 
pacio en  blanco,  de  excelente  papel 
para  las  anotaciones  diarias  con  el  ca- 
lendario, contiene  datos  interesantes 
sobre  correos,  pesas  y  medidas,  etc. 
Forma  un  tomito  elegante  y  se  vende 
á  1,50  y  2  pesetas,  según  sea  de  dos 
días  en  plana  ó  de  uno. 

Agenda  culinaria.  Es  libro  muy  prác- 
tico, y  entre  otros  conocimientos  útiles 
contiene  una  minuta  de  almuerzo  y 
otra  de  comida,  diferentes  para  cada 
día  del  año.  Se  vende  á  2  pesetas  en 
Madrid  y  2,50  en  provincias. 

Agenda  de  bufete.  Es  de  gran  utili- 
dad, especialmente  para  los  comercian- 
tes, por  los  muchos  datos  útiles  que 
contiene  sobre  modelos  de  recibos,  le- 
tras, pagarés,  tarifas  de  correos,  telé- 
grafos, consumos,  etc.  Su  precio  varía 
de  1  á  4  pesetas,  según  la  edición, 
pues  se  han  puesto  ocho  á  la  venta. 
En  provincias  aumenta  la  edición  0,50. 

Memorándum  de  la  cuenta  diaria. 
Facilita  el  modo  de  apuntar  bien  el 
presupuesto  individual  y  de  llevar  con 
orden  sus  negocios  y  diversos  queha- 
ceres. Su  precio,  2,50  y  3  pesetas. 


NOTICIAS  GENERALES 


Madrid,  20  de  Noviembre.— 20  de  Diciembre  de  1909. 

ROMA.— Documentos  Tpontiücios.— Respuesta  á  los  Prelados 
prusianos.  Á  los  Obispos  de  Prusia,  que  desde  Fulda,  donde  anualmente 
se  reúnen,  enviaron  su  felicitación  al  Pontífice  con  motivo  de  su  Jubileo 
sacerdotal,  contestó  el  Papa  amorosamente  agradeciéndoles  su  atención 
y  manifestando  la  generosidad  de  su  ánimo  con  palabras  como  éstas: 
«Habéis  mencionado  con  elogios  lo  que  llevamos  á  cabo  desde  que  toma- 
mos posesión  del  obispado  de  Mantua  hasta  este  día:  todo  cuanto  veis 
de  bueno  hay  que  atribuirlo  á  vuestro  ilimitado  cariño;  porque  Nos  no 
podemos  volver  la  vista  atrás  sin  sentirnos  profundamente  conmovidos 
por  haber  de  rendir  cuentas  de  nuestro  ministerio  al  Príncipe  de  los  Pas- 
tores. Confiamos  que  nos  ayudaréis  en  nuestra  empresa,  no  sólo  con  el 
cumplimiento  de  vuestros  deberes,  sino  también  con  vuestras  piadosas 
oraciones.»  — Caria  importante.  El  Vicario  de  Cristo  remitió  el  22  de 
Noviembre  una  carta  autógrafa  al  presidente  de  la  Unión  Económico- 
Social  italiana,  de  grande  interés  por  desaprobarse  en  ella  el  proyecto 
de  disimular  el  carácter  de  católica,  á  fin  de  obtener  adhesiones  más  nu- 
merosas, aun  de  asociaciones  que  sólo  se  inspirasen  en  el  concepto  de 
justicia  cristiana,  y  de  lograr  una  representación  equitativa  ante  los  po- 
deres públicos.  Dice  así:  «Hase  leído  aquí  y  meditado  el  nuevo  estatuto 
para  la  federación  de  las  Uniones  y  de  las  Ligas  profesionales,  y  aun- 
que convencido  plenamente  de  que  los  que  han  introducido  la  modifica- 
ción lo  han  hecho  con  excelente  espíritu,  todavía  no  podemos  absoluta- 
mente admitirla  y  mucho  menos  aprobarla.  Ya  que  nos  persuadan  las 
razones  alegadas  de  que  no  se  conseguirá  el  fin  apetecido  de  hacer  el 
estatuto  prácticamente  aceptable  á  catóHcos  quisquillosos  é  inciertos, 
y  de  conseguir  para  la  Federación  una  representación  ante  el  Gobierno; 
pero  no  es  leal  ni  decoroso  el  simular,  cubriendo  con  pabellón  equívoco, 
la  profesión  de  catolicismo,  cual  si  fuese  mercancía  averiada  y  de  con- 
trabando. Con  el  concepto  de  «justicia  cristiana»,  tomado  tan  extensa  y 
peligrosamente,  es  imposible  saber  hasta  qué  punto  se  llegaría  por  el  espí- 
ritu de  las  Ligas  que  se  adhiriesen,  y,  consiguientemente,  por  el  de  las 
personas  que  podrían  ser  elegidas  para  la  dirección.  Despliegue,  pues,  la 
Unión  Económico-Social  animosamente  la  bandera  católica,  ateniéndose 
firmemente  á  los  estatutos  que  se  aprobaron  en  20  de  Marzo  último.»— 
Erección  de  una  Congregación  primaria.  Por  letras  apostólicas  de 
26  de  Julio  de  1909  concede  Pío  X,  á  petición  del  Hermano  Evagnio,  Pro- 


128  NOTICIAS   GENERALES 

vincial  de  las  Escuelas  Cristianas  de  la  provincia  de  Palestina,  que  la  con- 
gregación del  Niño  Jesús,  fundada  en  Belén,  se  considere  como  la  Prima 
primaria,  con  la  facultad  de  agregar  y  afiliar  á  ella  todas  las  otras  del  mismo 
Instituto  existentes,  ó  que  en  adelante  se  establezcan,  y  comunicarles  las 
gracias  y  priviligios  que  tales  matrices  disfrutan  por  concesión  de  la 
Santa  Sede,  con  tal  que  sean  comunicables.  En  el  documento  dedica  el 
Padre  Santo  frases  de  alabanza  muy  lisonjeras  y  muy  merecidas  á  los 
beneméritos  Hermanos  de  las  Escuelas  Cristianas.— Discurso  del  Papa. 
En  la  audiencia  que  el  18  de  Noviembre  concedió  á  los  peregrinos  fran- 
ceses pronunció  Su  Santidad  un  hermoso  discurso,  en  el  que  hizo  estas 
declaraciones:  1."  Que  aunque  suene  mal  á  algunos  oídos  la  palabra 
persecución  contra  la  Iglesia,  mas  nadie  puede  desconocer  que  la  pro- 
mueven los  que  han  quebrantado  pactos  sacratísimos,  arrojado  de  su 
patria  á  ciudadanos  meritísimos  pertenientes  á  Órdenes  religiosas,  ta- 
chado de  enemigos  de  la  república  á  los  ministros  del  Santuario,  que  han 
abogado  por  la  libertad  y  derechos  de  la  Religión  católica,  y,  en  fin,  de- 
nunciado como  extraño  en  Francia  el  poder  de  la  Iglesia,  ó  lo  que  es  lo 
mismo,  de  Jesucristo.  2.'^  Que  en  la  guerra  implacable  á  los  Prelados 
franceses  por  causa  de  sus  Pastorales  sobre  la  enseñanza,  es  claramente 
falso  el  pretexto  que  alegan  de  que  á  fuer  de  subditos  fieles  de  la  Santa 
Sede  las  publicaron  aquéllos.  Los  males  que  veían  producirse  en  las  es- 
cuelas laicas  con  las  enseñanzas  y  libros  impíos  é  inmorales,  su  celo  por 
la  salvación  de  las  almas  y  obligación  de  precaverlas  de  todo  peligro, 
los  impulsaron  á  dar  la  voz  de  aviso  á  los  padres  católicos.  S."*  Que  ni  al 
Pontífice  ni  á  los  Obispos  de  Francia  intimida  esa  persecución  desleal, 
porque  no  ignoran  que  la  Iglesia  es  militante  y  que  ellos  representan  á 
Jesucristo  en  la  reproducción  de  sus  sufrimientos.  «Dios,  exclamó  Pío  X, 
sabrá  exigir  de  esos  enemigos  la  cuenta  de  nuestras  lágrimas.» — Muni- 
ficencia de  Pío  X.  En  la  basílica  de  Santa  Justina  de  Padua  existe 
una  antiquísima  imagen,  conocida  con  el  nombre  de  Santa  María  de 
Constantinopla:  el  Papa  quiso  que  se  coronase  la  imagen,  regalando, 
además  de  la  diadema,  una  preciosa  amatista  y  un  collar  de  280  perlas; 
pero  una  noche  los  ladrones  robaron  los  dos  últimos  objetos.  Hízose  una 
función  de  desagravios,  y  para  que  en  ella  se  estrenase,  mandó  de  regalo 
el  Pontífice  una  magnífica  capa  bordada  en  oro  y  guarnecida  de  meda- 
llones artísticamente  bordados  con  seda  de  diversos  colores.  Las  señoras 
de  Padua,  entristecidas  con  el  robo  sacrilego,  comenzaron  á  recoger 
perlas  para  reemplazar  á  las  que  robaron:  reunieron  32,  más  hermosas 
que  las  desaparecidas.  Lo  que  no  podía  restituirse  tan  fácilmente  era  la 
amatista;  pues  el  Soberano  Pontífice  acudió  en  su  ayuda,  enviando  otra 
amatista  preciosa,  semejante  á  la  que  se  llevaron  los  ladrones,  que  desde 
el  primer  domingo  de  Adviento  embellece  la  imagen  de  Nuestra  Señora 
de  Constantinopla  de  la  basílica  de  Santa  Justina.~Un  beato  holandés. 
Á  fines  de  Noviembre  se  celebró  en  la  iglesia  de  San  Pedro  Advíncula 


NOTICIAS   GENERALES  129 

de  Roma  un  solemne  triduo  en  honor  del  bienaventurado  Juan  Ruysbroock 
(el  Rusbroquio  de  nuestros  ascetas),  cuyo  culto,  de  tiempo  inmemorial, 
ha  sido  confirmado  por  reciente  decreto  de  la  Congregación  de  Ritos. 
Perteneció  este  admirable  místico  á  la  Orden  de  Canónigos  Regulares 
de  San  Juan  de  Letrán,  que  tiene  su  casa  generalicia  en  aquella  iglesia. 
Los  flamencos  residentes  en  Roma  se  han  aprovechado  de  la  ocasión  de 
estos  honores  tributados  á  un  compatriota  suyo,  para  fundar  entre  ellos 
un  Círculo  de  conferencias  y  estudios,  que  se  inauguró  el  3  de  Diciem- 
bre.—Una  retractación.  En  el  Osservatore  Romano  apareció  la  si- 
guiente retractación  del  abate  Bremond:  «Movido  por  un  sentimiento 
de  plena  y  sincera  sumisión  á  la  Autoridad  eclesiástica  y  por  mediación 
de  su  Excelencia  Monseñor  el  Obispo  de  Southwark,  manifiesta  el  abate 
Bremond,  que  le  pesa  y  condena  cuanto  hizo  y  dijo  de  reprensible  con 
ocasión  de  los  funerales  del  P.  Tyrrell.  Declara  además  que  se  adhiere 
sin  restricciones  á  todas  las  doctrinas  de  la  Iglesia,  y  singularmente  á  las 
enseñanzas  del  decreto  Lamentabili  y  Encíclica  Pascendí.  Escrito  en 
Aix-en-Provence  el  5  de  Noviembre  de  1905.  Firmado:  Enrique  Bre- 
mond.» 

Política  italiana.  -  Caída  del  ministerio  Giolitti.  Por  causa  délos 
nuevos  impuestos  presentados  por  el  Gobierno  de  Giolitti,  á  los  que  se 
mostraron  hostiles  varios  grupos  de  diputados  de  la  Cámara  con  que 
contaba  el  Presidente  del  Consejo  para  constituir  la  mayoría,  tuvo  el 
Gabinete  que  presentar  la  dimisión  al  Rey.—Subida  de  los  conservadores. 
Aconsejado  por  Giolitti,  llamó  Víctor  Manuel  al  jefe  délos  conservadores 
para  que  formara  ministerio.  Después  de  varios  días  de  conferencias  y 
cabildeos,  por  fin  juró  el  11  el  nuevo  Gobierno,  compuesto  de  la  manera 
siguiente:  Presidencia  del  Consejo  é  Interior,  Sonnino;  Negocios  Extran- 
jeros, Marqués  de  Guicciardini;  Marina,  Bettolo;  Guerra,  Spingardi; 
Agricultura,  Luzzatti;  Tesoro,  Salandra;  Hacienda,  Arestta;  Obras  públi- 
cas, Rubini;  Justicia,  Scialoja;  Instrucción  pública,  Daneo;  Correos,  San 
Ossoño.— Programa.  Lo  expone  así  //  Giornaled' Italia,  periódico  minis- 
terial: Reorganización  y  ampliación  de  la  enseñanza  primaria;  reformas 
económicas  en  la  enseñanza;  solución  á  la  grave  dificultad  de  la  marina 
mercante;  reforma  de  la  administración  de  ferrocarriles;  aplicación  recí- 
proca de  leyes  especiales  á  la  Italia  meridional;  creación  de  un  Ministerio 
del  Trabajo,  y  reforma  de  los  servicios  del  Ministerio  de  Agricultura.— 
Amigos  y  enemigos.  Apoyarán  el  Ministerio  el  centro  izquierda,  el  cen- 
tro, la  derecha  y  los  católicos.  Le  combatirán  los  socialistas,  radicales  de 
la  izquierda  y  extrema  izquierda  y  una  fracción  de  los  partidarios  de  Gio- 
litti y  Tittoni. 


RAZÓN  Y  FE,  TOMO  XXVI 


130  NOTICIAS   GENERALES 


ESPAÑA 


Guerra  de  Melilla.-  Terminados  los  plazos  que  dio  el  General  en 
jefe  á  las  cabilas  para  que  se  sometieran  á  España,  y  no  habiéndose 
logrado  lo  que  se  pretendía,  prosiguieron  nuestras  tropas  las  operaciones 
militares.  El  26  se  apoderaron,  después  de  un  ligero  tiroteo,  que  no  oca- 
sionó pérdidas  de  gente  española,  de  la  meseta  de  Atlaten,  que  dista  unos 
siete  kilómetros  del  monte  Uixam,  de  los  puntos  llamados  Axis  en  el 
valle  frente  á  Sengangan,  y  casa  de  Mohamed-Ben-Tabor.  Son  importan- 
tes estas  posiciones  por  dominar  Beni-Buifrur  y  Tolat,  enlazándose  con 
Bugen-Cein.  Por  testimonio  del  ministro  de  la  Guerra,  con  estas  conquis- 
tas terminó  la  acción  militar.  Urge  ahora  fortificar  los  puntos  más  estra- 
tégicos, y  para  determinarlos  y  proceder  á  las  obras  se  nombró  una 
Comisión,  compuesta  de  los  generales  Larrea  y  Balseiro  y  de  cuatro  coro- 
neles: D.  Luis  Santiago,  del  cuerpo  de  Artillería;  D.  Vicente  Fontana,  de 
Estado  Mayor;  D.  Eduardo  Cañizares,  de  Ingenieros,  y  D.  Luis  Riera 
Espejo,  de  Infantería.  Por  el  feliz  término  de  la  guerra  celebraron  el  5  de 
Diciembre  un  banquete  fraternal  en  Melilla  los  jefes  de  las  diversas  cla- 
ses del  Ejército;  fué  de  importancia,  porque  en  los  brindis  hubo  expre- 
siones de  adhesión  al  Monarca,  que  no  han  sentado  bien  á  los  periódicos 
revolucionarios  y  radicales.  En  cambio,  éstos  y  todos  los  españoles  reci- 
bieron con  agrado  una  disposición  del  Gobierno.  Por  Real  orden,  que 
publicó  la  Gaceta  del  5,  se  licenció  á  los  reservistas  del  ejército  de  ope- 
raciones de  África,  que  suben  á  4.000;  para  sustituirlos  se  designaron 
2.000  hombres,  sacados  á  prorrateo  de  todos  los  cuerpos  militares  de  la 
Península;  1.000  ingenieros,  y  los  que,  curados  de  su  dolencia,  estuviesen 
aptos  para  incorporarse  en  las  filas.  Afortunadamente  ha  comenzado  la 
repatriación  de  los  soldados,  siendo  recibidos  en  todas  partes  con  inde- 
cible aplauso.  —  Política  española.  Casi  toda  la  atención  política  se 
ha  concentrado  en  la  constitución  de  las  Diputaciones  y  elección  de 
concejales  de  los  Ayuntamientos.  El  6  se  facilitó  en  Gobernación  una 
nota  en  que  se  indicaba  la  forma  en  que  aquéllas  han  quedado  consti- 
tuidas. Son  15  las  Diputaciones  en  que  presidente  y  vicepresidente  per- 
tenecen al  partido  liberal,  otras  15  en  que  dichos  cargos  están  en  manos 
de  conservadores,  12  mixtas  y  siete  todavía  no  formadas.  No  salen  tan 
bien  parados  los  conservadores  en  las  elecciones  de  concejales.  Según 
informes  oficiales,  han  salido  victoriosos  en  las  poblaciones  de  más 
de  6.000  almas  los  siguientes  candidatos:  1.469  liberales,  750  conserva- 
dores, 109  carlistas,  482  republicanos,  50  socialistas,  163  independientes, 
64  regionalistas,  53  católicos  y  59  sin  calificar.  —  £"/  Gobierno  y  la  Igle- 
sia. A  un  redactor  del  Momento,  de  Turín,  declaró  el  27  el  Sr.  Pérez 


NOTICIAS  GENERALES  131 

Caballero  que  su  Gobierno  resolverá  las  cuestiones  religiosas  de  acuerdo 
con  el  Vaticano,  y  ejecutará  reformas  que  no  afecten  al  dogma;  pero  no 
supresiones,  lo  cual  sería  contrario  al  espíritu  liberal.  No  debieron  agra- 
dar estas  manifestaciones  á  los  liberales  españoles,  pues  el  Diario  Uni- 
versal, periódico  moretista,  aseguró  autorizadamente  que  el  Ministro  de 
Estado  no  hace  suyas  tales  interpretaciones,  añadiendo  que,  según  sus 
noticias,  se  limitó  aquél  á  afirmar  que  «el  Gobierno  aplicará  ideas  de 
amplia  libertad  en  toda  clase  de  asuntos...,  ideas  que,  por  ser  sincera- 
mente liberales,  no  pueden  envolver  nada  que  signifique  persecución  de 
la  Iglesia  y  falta  de  consideración  y  respeto  á  los  sentimientos  de  la  ma- 
yoría de  los  españoles».  El  Momento  contestó  á  este  suelto  ratificándose 
en  lo  que  había  escrito  y  atestiguando  que  el  Ministro  le  concedió  facul- 
tad de  publicarlo. 

Reales  órdenes.-— La  Gaceta  del  6  insertó  un  real  decreto  autori- 
zando al  Ministro  de  Instrucción  pública  para  construir  escuelas  prima- 
rias en  Madrid,  destinando  á  ese  objeto  10  millones  de  pesetas;  la  del  16 
una  real  orden  aprobando  los  estatutos  generales  para  los  colegios  de 
procuradores,  en  observancia  de  lo  prevenido  por  el  artículo  863  de  la 
ley  Provincial  sobre  organización  del  poder  judicial. 

Fomentos  materiales.— £/  acorazado  «España».  En  el  Ferrol  Se 
colocó  el  5  al  acorazado  España  la  quilla,  presidiendo  la  ceremonia  el 
Ministro  de  Marina,  á  quien  acompañaron  varios  Generales  de  la  Armada 
y  del  Ejército.— Co/z^r eso  africanista.  Del  9  al  15  se  celebró  en  Valencia 
el  Congreso  africanista  con  extraordinaria  concurrencia.  En  la  sesión 
inaugural,  que  presidió  el  Sr.  Labra,  leyó  el  secretario,  Sr.  Alegret,  la 
Memoria  del  progreso  que  han  tenido  las  asociaciones  africanistas,  y 
dio  cuenta  de  que  se  habían  recibido  114  adhesiones,  entre  ellas  10  de 
senadores,  y  21  de  diputados.  La  sesión  última  fué  presidida  por  el 
Ministro  de  Fomento.  Se  aprobaron  conclusiones  tan  interesantes  como 
la  de  establecer  en  Ceuta  y  Melilla  sucursales  del  Banco  de  España,  la 
reforma  de  las  Ordenanzas  de  Aduanas  para  que  nuestros  buques  toquen 
en  los  puertos  marroquíes  sin  perder  el  origen  de  la  mercancía,  la  conve- 
niencia de  fundar  la  telegrafía  sin  hilos  entre  Ceuta,  Melilla  y  Tetuán, 
aprovechando  la  estación  radiotelegráfica  de  Cádiz,  y  la  reducción  délas 
tarifas  terrestres  y  marítimas  para  los  artículos  destinados  á  la  expor- 
tación. 

Intereses  religiosos.— y4cf/zesíd/z  al  Prelado  de  Barcelona.  El  5  las 
asociaciones  católicas  de  Barcelola  prestaron  homenaje  de  adhesión 
al  Rmo.  Obispo  de  aquella  diócesis.  El  Diario  de  Barcelona  y  El  Correo 
Catalán  califican  de  imponente  la  manifestación,  y  opinan  que  producirá 
provechosos  resultados.  Serían  unos  5.000  los  que  asistieron  al  acto,  en 
el  que  pronunció  un  discurso  muy  elocuente  y  aplaudido  el  Sr.  Laguarda. 
—En  honor  del  Obispo  de  Zamora.  Con  motivo  del  50  aniversario  de  su 
ordenación  sacerdotal,  el  dignísimo  Prelado  de  Zamora  ha  recibido 


132  NOTICIAS   GENERALES 

pruebas  inequívocas  del  amor  que  ha  sabido  granjearse  entre  sus  dioce- 
sanos. La  Comisión  de  festejos  organizó  varias  funciones  religiosas,  que 
se  vieron  muy  concurridas.  Vaya  unida  á  la  de  los  fieles  de  Zamora 
nuestra  felicitación  al  insigne  y  celosísimo  Obispo  Sr.  Ortiz  y  Gutiérrez. 
-Entrada  solemne.  El  nuevo  Prelado  de  Canarias,  Sr.  Pérez  Muñoz, hizo 
la  entrada  solemne  en  la  capital  de  su  diócesis,  siendo  recibido  con  entu- 
siasmo indescriptible  por  las  autoridades  y  un  público  que  se  compon- 
dría de  unas  18  á  20.000  personas.— Nueva  iglesia.  El  3  del  actual  se 
inauguró  en  Madrid  la  iglesia  de  la  Inmaculada  y  San  Pedro  Claver  del 
Instituto  de  Artes  y  Oficios  y  Colegio  de  segunda  enseñanza  que  dirigen 
los  Padres  de  la  Compañía  de  Jesús.  Bendíjola  el  2  por  la  tarde  el  eminen- 
tísimo Sr.  Obispo  de  la  diócesis;  el  3,  á  las  ocho  de  la  mañana,  celebró  la 
Misa  el  reverendísimo  Sr.  Nuncio,  imponiendo  las  insignias  simbólicas  y 
dando  especial  bendición  de  Su  Santidad  á  los  jóvenes  de  la  nueva  Aso- 
ciación Nacional  de  propagandistas  católicos,  y  por  la  tarde  en  la  fun- 
ción religiosa  predicó  elocuentísimamente  el  Sr.  Obispo  de  Sión  y  dio  la 
bendición  con  el  Santísimo  el  ilustre  Prelado  Sr.  Salvador  y  Barrera. 


II 


EXTRANJERO 

AMÉRICA.— Nicaragua.— Según  los  últimos  partes  oficiales  trans- 
mitidos al  Gobierno  de  los  Estados  Unidos,  la  revolución  en  Nicaragua 
adquiere  mayor  empuje,  y  Estrada,  que  la  capitanea,  extiende  su  domi- 
nio en  las  comarcas  interiores  de  la  república.  Fuera  de  este  conflicto 
interior,  otro  exterior  con  los  Estados  Unidos  le  ha  nacido  al  presidente 
Zelaya,  á  causa  de  haber  pasado  por  las  armas  á  dos  subditos  america- 
nos, llamados  Cannon  y  Groce.  Apoya  Zelaya  su  resolución  en  que 
aquéllos  se  aliaron  á  los  revolucionarios,  y  al  caer  en  manos  de  los  sol- 
dados leales  fueron  tratados  como  se  trata  á  los  demás  rebeldes.  Parece 
que  los  Estados  Unidos  no  se  satisfacen  con  ese  descargo;  de  aquí  que 
hayan  expulsado  al  representante  de  Nicaragua  del  territorio  norteame- 
ricano y  ordenado  al  crucero  Prairie  que  zarpe  inmediatamente  para 
Colón,  llevando  á  bordo  700  hombres  de  infantería  de  Marina.  Se  da 
por  indudable  que  ese  envío  de  fuerzas  obedece  al  propósito  de  obli- 
gar al  Presidente  nicaragüeño  á  dar  completa  satisfacción  á  los  Estados 
Unidos  ó  á  dejar  el  poder  á  su  émulo  el  general  Estrada. 

Colombia.  —  Telegramas  recibidos  de  Londres  el  1.°  anuncian 
que  el  Gobierno  colombiano  declara  que  no  podrá  pagar  el  cupón  de 
Enero  de  la  deuda  exterior;  pero  se  juzga  que  durarán  muy  poco  las 
dificultades  financieras  en  que  se  encuentra  la  república.  Asimismo  di- 
cen que   rehusó  el  Congreso  la  concesión  de  la  construcción  de  un 


NOTICIAS   GENERALES  133 

canal  á  través  del  itsmo  de  Darien;  no  porque  no  sea  hacedero,  sino 
porque  no  están  aún  bien  determinados  los  límites  entre  Colombia  y 
Panamá,  por  la  oposición  de  algunos  Estados  de  la  república  y  el 
temor  de  que  intervengan  los  Estados  Unidos. 

Chile- Argentina.— Las  galerías  del  túnel  transandino,  cuya  per- 
foración comenzó  simultáneamente  por  ambas  vertientes  de  la  cor- 
dillera, ó  sea  por  la  argentina  y  chilena,  ya  se  han  unido:  miden  una 
longitud  de  3.165  metros;  lo  que  significa  la  cercana  conclusión  del  fe- 
rrocarril que  ha  de  atravesar  todo  el  continente  Sur.  Abrióse  el  túnel  á 
una  altura  de  3.190  metros  en  la  parte  de  la  cordillera  denominada  La 
Cumbre,  que  se  levanta  3.900  metros  sobre  el  nivel  del  mar.  Ingenieros 
y  contratistas  ingleses  han  llevado  á  cabo  las  obras.  La  vía  que  se  pro- 
yecta, y  cuyos  railes  se  empezarán  á  tender  muy  en  breve,  enlazará  Bue- 
nos Aires  y  Valparaíso,  que  distan  una  de  otra  alrededor  de  1.400  kiló- 
metros. También  el  Brasil  intenta  construir  un  transcontinental  que  una 
el  Atlántico  con  el  litoral  peruviano. 

•  Estados  Unidos. -En  el  Mensaje  dirigido  al  Parlamento  hizo  el 
presidente  Taft  constar  que  las  relaciones  de  los  Estados  Unidos  con 
las  demás  Potencias  son  satisfactorias;  expresó  su  contentamiento  por 
los  resultados  de  la  Conferencia  sobre  derecho  marítimo  de  Londres; 
afirmó  que  la  doctrina  de  Monroe  no  se  puede  alegar  para  permitir  á  un 
Gobierno  instable  que  falte  á  sus  obligaciones,  bajo  el  pretexto  de  la 
ambición  de  los  Estados  Unidos;  calificó  de  cruel  la  orden  del  presi- 
dente Zelaya  de  fusilar  á  dos  oficiales  norteamericanos;  declaró  que  los 
Estados  Unidos  apoyan  la  integridad  del  imperio  chino  é  intentan  for- 
mar una  isla  artificial,  en  la  que  se  construirá  un  fuerte,  y  terminó  ponde- 
rando la  intensa  prosperidad  de  la  república  y  el  desenvolvimiento  de  los 
negocios  norteamericanos. 

EUROPA. --Portugal. —Al  rey  de  Portugal,  D.  Manuel,  que  llegó 
á  Lisboa  el  5,  de  regreso  de  su  viaje  á  Londres,  se  le  hizo  en  aquella 
ciudad  una  manifestación  de  cariño  tan  entusiasta  que,  á  juicio  de  los 
periódicos  de  la  capital  del  reino,  pocas  veces  se  ha  visto  recibimiento 
parecido. 

Francia.— El  26  de  Noviembre  se  discutieron  en  el  Congreso  los 
presupuestos  de  Cultos.  Al  abate  Gayraud,  que  habló  de  las  leyes  con- 
cernientes á  las  congregaciones  religiosas  y  de  la  aplicación  de  la  ley 
relativa  a!  régimen  de  separación  de  la  Iglesia  y  del  Estado,  respondió 
Mr.  Briand  con  un  discurso  que  ha  suscitado  muchos  comentarios,  por- 
que en  él  se  intentaba  provocar  un  cisma  entre  los  católicos  franceses. 
«Llegará,  dijo  el  Presidente,  la  hora,  como  acaeció  en  otro  tiempo,  en 
que  la  conciencia  francesa  se  sobreponga  á  la  conciencia  de  católico.» 
Muy  atinadamente  observa  La  Correspondencia  de  Roma  que  se  puede 
uno  preguntar:  «¿Si  entenderá  Mr.  Briand  lo  que  es  conciencia,  ó  si  creerá 
que  los  demás  no  lo  entienden?» 


134  NOTICIAS   GENERALES 

Bélgica.— El  17  de  Diciembre,  á  las  dos  y  treinta  y  cinco  minutos  de 
la  madrugada,  falleció  en  Bruselas  el  rey  de  Bélgica  Leopoldo  II,  con- 
fortado con  los  Sacramentos  de  la  Iglesia,  que  pidió  él  mismo  al  apro- 
ximarse el  fin  de  su  vida.  Había  nacido  en  esa  ciudad  el  9  de  Abril 
de  1835,  y  en  1870  sucedió  á  su  padre  Leopoldo  I.  Estuvo  casado  con 
María  Enriqueta,  Princesa  imperial  y  archiduquesa  de  Austria,  de  la  que 
le  quedaron  tres  hijas.  Según  el  periódico  Le  Soir,  en  su  testamento 
manifiesta  lo  siguiente:  «Muero  en  el  seno  de  la  Religión  católica;  pido 
perdón  por  las  faltas  que  cometí.  Dejo  á  mis  hijas  los  15  millones  de 
francos  que  á  mí  me  dejó  mi  padre.  Quiero  que  se  me  haga  un  entierro 
sencillo.»  Añade  el  mismo  diario  que  «el  Vaticano  estaba  enterado  del 
casamiento  religioso  del  rey  Leopoldo  con  la  Baronesa  de  Vaughan,  y 
que  el  matrimonio  se  celebró  en  Remo».  Aunque  tuvo  defectos  como 
Rey,  no  puede  negarse  que  fué  amante  de  su  pueblo,  deseoso  de  la  pros- 
peridad de  su  nación,  y  que  á  su  política  personal  se  debe  la  colonia  del 
Congo.  Al  día  siguiente  de  su  entierro  se  reunieron  las  Cámaras  para 
tomar  juramento  al  piíncipe  Alberto,  proclamado  nuevo  Rey  de  los  bel- 
gas, que  nació  en  8  de  Abril  de  1875,  y  es  hijo  del  Conde  de  Flandes, 
hermano  del  difunto  Leopoldo  II. 

Inglaterra.— El  conflicto  que  se  temía  en  el  Parlamento,  se  ha  pro- 
ducido. La  Cámara  de  los  Lores  aprobó  el  30  la  proposición  de  lord 
Lansdowne,  en  la  que  se  decía  que  era  necesaria  la  consulta  previa  á  la 
nación  antes  de  aprobar  los  presupuestos  de  Lloyd  Gcorge,  que  encie- 
rran varias  reformas  trascendentales.  Tomaron  parte  en  la  votación  425 
lores;  350  votaron  en  pro  de  lo  propuesto  por  Lansdov/ne  y  75  en  con- 
tra. Mr.  Asquith  aconsejó  al  Rey  la  disolución  de  !a  Cámara  de  los 
Comunes,  que  se  cerró  el  3  con  un  discurso  de  Eduardo  Vil. 

ASIA. — Japón.— Tomamos  de  una  carta  del  P.  Bouchez,  misionero 
jesuíta  en  Tokio: 

«Vivimos  completamente  de  limosnas...  El  P.  Engelen,  profesor  de  Filosofía  en  un 
colegio  del  Misuri,  vendrá  probablemente  solo  á  fines  de  Octubre  para  organizar  los 
estudios,  una  vez  aprendida  la  lengua.  Dos  benedictinos  alemanes,  traídos  por  mon- 
señor Mutel,  llegaron  á  Corea  para  abrir  en  Seoul  un  establecimiento  de  educación  á 
uso  coreano.  Han  conseguido  hacerse  con  un  hermoso  terreno,  que  les  vendió  el 
Estado  á  precio  módico,  é  intentan  fundar  una  residencia  provisional.  El  uno  de  ellos 
volvióse  á  Alemania  para  allegar  dineros  y  gente;  el  Superior  vino  á  Tokio  en  Agosto, 
á  fin  de  enterarse  del  régimen  de  las  Escuelas,  y  tuve  el  gusto  de  introducirle  en  una 
de  las  Universidades,  aunque,  por  desgracia,  todos  los  de  ella  estaban  en  vacaciones. 
Aspiran  á  levantar  en  Corea  un  convento  benedictino  con  coro  y  vida  monástica.  ¿Se 
podrá  conciliar  con  la  dirección  de  un  gran  colegio?  Al  tiempo.  Piensan  comenzar  por 
el  Liceo  ó  Escuelas  Medias,  con  las  que  tantos  triunfos  han  conseguido  losmarianistas. 
Cerca  de  500  coreanos  frecuentan  las  escuelas  de  Tokio,  aprendiendo  el  japonés  con 
facilidad  y  felices  resultados.» 

China.— De  nuestro  corresponsal.  Chang-hai,  19  de  Noviembre 
de  1909. 

1.  Se  trata  de  cambiar  el  traje  nacional  que  los  manchúes  impusieron  á  los  chinos 
conquistados  y  de  suprimir  la  trenza  de  pelo  que  todo  chino,  bajo  severas  penas,  debe 


VARIEDADES  135 

llevar;  sin  embargo,  no  parece  llegada  la  oportunidad  del  cambio.  También  será  abolido 
poco  á  poco  en  el  palacio  imperial  el  servicio  de  los  eunucos,  de  suerte  que  dentro  de 
seis  años  no  quedará  ninguno;  pero  se  guarda  silencio  sobre  la  abolición  de  la  poli- 
gamia; que  el  deseo  de  modernizarse  no  les  ha  conducido  á  los  grandes  hasta  ese 
punto.— 2.  En  vez  de  disminuir  los  gastos  del  imperio,  cada  vez  se  aumentan  más,  y 
las  entradas  no  los  compensan;  la  Hacienda  está  exhausta,  y  se  cavila  mucho  sobre  la 
manera  de  hacer  venir  dinero  á  Pekin.  Las  contribuciones  indirectas  son  numerosas;  el 
Gobierno  ha  querido  introducir  el  papel  sellado,  mas  en  vista  de  la  oposición  de  las 
provincias,  lo  ha  diferido  para  mejores  tiempos.  Se  delibera  ahora  acerca  de  la  creación 
de  una  Lotería  Nacional,  cuyos  productos  se  repartirían  por  mitad  entre  los  premiados 
y  el  Tesoro.  No  sabemos  lo  que  resultará. 


VARIEDADES 


Exposición  (1)  que  los  Rmos.  Prelados  de  España  han  diri- 
gido al  Excmo.  Sr.  Presidente  del  Consejo  de  Ministros  contra 
1 .  existencia  de  las  escuelas  llamadas  laicas.  —  Excmo.  Sr.:  Los 
Prelados  españoles  creemos  cumplir  deber  ineludible  de  conciencia  y 
dar  alta  prueba  de  patriotismo  llamando  su  muy  ilustrada  atención  y  la 
del  Gobierno  que  dignamente  preside  acerca  de  los  perjuicios  que  oca- 
siona permitir  el  funcionamiento  de  las  escuelas  laicas  ó  de  las  llamadas 
neutras,  y  suplicándole  que  en  manera  alguna  consienta  se  abran  las  que 
fueron  clausuradas  por  la  Autoridad  después  y  oon  motivo  de  los  horri- 
bles y  nunca  bastante  execrados  sucesos  de  Barcelona,  que  constituyen 
un  borrón  en  la  historia  patria  y  un  motivo  de  vergüenza  para  la  huma- 
nidad. 

Aunque  tales  escuelas  alardeen  de  neutralidad  en  religión,  son  real- 
mente y  de  un  modo  necesario  irreligiosas.  En  la  enseñanza  es  donde 
más  palpablemente  se  observa  la  verdad  de  Cristo:  «El  que  no  está 
conmigo,  está  contra  mí.»  El  no  hablar  nunca  de  religión  en  la  escuela 
hace  que  los  alumnos  deduzcan  que  las  ideas  religiosas  inculcadas  por 
sus  padres  y  por  los  sacerdotes  ó  son  anticientíficas,  y,  por  consiguiente, 
falsas,  ó  son  indignas  de  que  por  ellas  se  rija  el  ciudadano  fuera  de  la 
sociedad  doméstica.  Aun  en  las  naciones  más  elementales  de  la  ense- 
ñanza es  imprescindible  tocar  materias  que  son  igualmente  objeto  de  la 
religión  y  que  se  han  de  resolver  en  contra  ó  en  conformidad  con  ella. 
Un  maestro  antirreligioso,  aunque  quiera  permanecer  neutral  ante  sus 
discípulos,  no  lo  logrará  por  mucho  tiempo;  y  los  alumnos,  que  ven  en 
él  un  ser  superior  cuya  autoridad  les  merece  todo  respeto,  no  tardan  en 
imitar  su  desprecio  á  toda  religión  positiva  Pero  la  neutralidad  de  las 
escuelas  laicas  es  un  nombre  vano,  un  pretexto  para  no  alarmar  y  un 
lazo  que  se  tiende  á  los  padres  de  familia  para  que  no  se  retraigan  de 
enviar  allá  á  los  hijos.  En  todas  partes  sucede  lo  que  en  Francia,  donde 
un  inspector  de  Instrucción  pública,  Dequaire  Grobel,  escribe  á  los 
maestros  laicos:  «La  escuela  laica  es  una  máquina  de  guerra  contra  el 
Catolicismo.  La  escuela  laica  tiene  por  objeto  formar  librepensadores. 

(1)    «Sostenida  en  gran  número  de  telegramas  enviados  por  diferentes   centros  y 
asociaciones  religiosas»,  según  la  nota  oficiosa  del  Consejo  de  Ministros. 


136  VARIEDADES 

«Defraudaría  las  esperanzas  que  en  ella  fundamos  si  se  mantuviese 
dentro  de  una  respetuosa  neutralidad...  La  escuela  laica  es  un  molde 
donde  se  mete  un  hijo  de  un  cristiano  y  se  saca  un  renegado.» 

Aunque  no  fuesen  contrarias  á  la  religión,  por  faltar  la  religión  en 
ellos  no  podían  ser  morales  semejantes  centros  de  enseñanza.  Enseñar 
la  moral  omitiendo  la  religión  equivale  á  querer  construir  un  edificio  sin 
base.  Inclinado  el  hombre  al  mal,  necesita  la  creencia  en  un  premio  y  en 
un  castigo  eternos  para  contenerse  dentro  de  los  estrechos  límites  del 
deber  y  caminar  por  los  ásperos  senderos  de  la  virtud.  Si  no  se  enseña 
á  respetar  la  autoridad  de  Dios,  será  en  vano  querer  que  respete  autori- 
dad ninguna,  cuando  el  respeto  lleve  aparejados  sacrificios  y  privaciones. 
La  fuerza  pública  y  el  interés  propio  serán  los  únicos  frenos  con  que  se 
intente  domeñar  sus  pasiones;  pero  cuando  su  interés  esté  en  pugna,  á 
juicio  suyo,  con  el  de  la  sociedad,  buscará  eludir  la  acción  de  la  fuerza  ó 
procurará  contrastarla  con  el  petróleo  y  la  dinamita.  Pensadores  nada 
sospechosos  de  parcialidad,  pues  tenían  la  desgracia  de  haber  perdido  la 
fe,  han  deplorado  la  inutilidad  de  sus  esfuerzos  para  moralizar  á  la  juven- 
tud despreciando  las  doctrinas  y  los  métodos  de  esa  gran  educadora 
que  se  llama  la  Iglesia. 

Los  omitimos  porque  son  bien  notorios  á  la  reconocida  erudición 
de  V.  E.,  y  porque  los  hechos  hablan  más  alto  y  más  claro  que  las  pala- 
bras, poniendo  ante  los  ojos  que  instruir  no  es  educar,  y  que  dotar  de 
conocimientos  á  la  inteligencia,  sin  cuidarse  de  fortalecer  y  dirigir  la  volun- 
tad, es  como  poner  en  manos  de  un  demente  una  espada,  que  cuanto  más 
se  aguza  es  más  peligrosa. 

La  estadística  demuestra  que  el  principio  de  que  cada  escuela  que  se 
abre  es  un  presidio  que  se  cierra,  implica  falsedad  absoluta  tratándose  de 
las  enseñanzas  sin  Dios.  En  Francia,  mientras  el  número  de  delitos  en 
los  adultos  se  mantiene  casi  estacionario,  aumenta  espantosamente  en  la 
niñez  y  en  la  juventud,  coincidiendo  con  el  aumento  de  la  instrucción 
laica,  á  la  que  atribuyen  el  gran  incremento  de  la  criminalidad  observa- 
dores concienzudos  y  desapasionados. 

En  Italia  un  criminalista  como  Garófalo  ha  comprobado  que  la  crimi- 
nalidad que  allí  entre  la  juventud  cunde,  procede  en  gran  manera  de  que, 
á  diferencia  de  los  sistemas  de  educación  en  la  raza  anglosajona,  los 
programas  de  las  escuelas  italianas  no  contienen  nada  de  enseñanza 
religiosa. 

En  el  Japón,  donde  más  que  en  España  podría  haber  alguna  aparien- 
cia de  razón  para  la  enseñanza  neutra,  porque  los  niños  pertenecen  á 
familias  que  profesan  distintas  religiones,  se  había  seguido  la  moda  euro- 
pea de  prescindir  de  la  enseñanza  de  ninguna  religión,  sustituyéndola 
con  la  moral  universal;  pero  la  experiencia  ha  patentizado  cuan  funestos 
resultados  de  aquí  se  siguen,  y  el  Gobierno  se  apresuró  á  cortar  la  raíz 
del  mal,  volviendo  á  imponer  la  enseñanza  confesional  como  obligatoria, 
ya  la  budista,  ya  la  cristiana. 

Y  si  esto  sucede  allí  con  profesores  que  no  eran  hostiles  al  culto 
divino,  y  se  esforzaban  por  buscar  con  las  luces  de  la  razón  la  moral  más 
pura,  ¿qué  resultados  pueden  esperarse  de  escuelas  laicas  como  las 
españolas  á  que  nos  referimos,  donde  se  impugnan  y  se  ridiculiza  las 
nociones  de  la  ley,  de  autoridad,  de  conciencia,  de  virtud  y  de  obliga- 
ciones? 


VARIEDADES  137 

Asi  como  de  la  neutralidad  escolar  se  pasa  al  ateismO;  de  éste  al 
socialismo  no  hay  más  que  un  paso.  Bebel  proclamó  en  el  Reichstag  que 
los  que  son  socialistas  en  economía,  son  republicanos  en  política  y  ateos 
en  religión.  En  los  países  alemanes,  donde  la  enseñanza  religiosa  está 
más  descuidada,  allí  es  donde  mayores  triunfos  alcanza  el  socialismo.  Si 
las  leyes  del  Kulturkampf  fueron  abolidas,  debióse  en  mucho  á  que  el 
mismo  Gobierno  se  asustó  de  su  obra  y  comprendió  los  gigantescos 
progresos  que  harían  los  socialistas  en  cuanto  la  fuerte  muralla  de  la 
escuela  católica  quedase  por  los  suelos. 

Se  repite  que  el  maestro  de  escuela  fué  quien  venció  en  Sedán;  mas 
debe  añadirse  que  las  escuelas  de  aquellos  vencedores  son  profunda- 
mente religiosas  y  que  en  ellas  enseñan  la  religión  los  párrocos  y  los 
ministros  de  otros  cultos.  Lo  dijo  en  el  Parlamento  del  imperio  el  minis- 
tro Gneist:  «¿Qué  se  vio  en  el  ejército  alemán  después  de  la  victoria? 
Hombres  que  se  arrodillaron  para  dar  gracias  á  Dios  con  el  cántico  que 
habían  aprendido  en  la  escuela.  Allí  luchó  la  educación  del  pueblo  alemán 
con  la  educación  del  pueblo  francés;  es  decir,  contra  turbas  indisciplina- 
das que  no  temen  á  Dios,  contra  hombres  que  no  respetaban  ni  á  Dios 
ni  al  Emperador.» 

Quien  juzga  que  esta  vida  lo  es  todo,  difícilmente  sacrifica  su  vida 
por  una  patria  que  en  nada  puede  favorecerle  después  de  muerto.  El  que 
olvida  sus  deberes  para  con  Dios,  no  cumple  mucho  tiempo  los  deberes 
con  la  sociedad. 

Si  alguna  duda  hubiera  podido  caber  sobre  los  funestísimos  efectos 
de  las  escuelas  de  que  venimos  hablando,  la  dfsiparían,  por  manera  bien 
triste  y  dolorosa,  las  espantosas  escenas  de  que  fué  víctima  la  capital 
del  Principado  en  la  última  semana  de  Julio,  que  no  llamaremos  vandá- 
licas, porque  los  vándalos  no  se  habrían  atrevido  á  excesos  tan  sin 
semejanza.  Ciego  ha  de  estar  quien  á  la  luz  de  las  llamas  de  los  incen- 
dios no  haya  visto  la  eficacia  de  las  ideas  disolventes  y  el  influjo  de  las 
doctrinas  perniciosas,  nunca  mayor  que  cuando  se  ejerce  sobre  los 
entendimientos  tiernos  y  las  voluntades  débiles  de  los  niños.  Con  aplauso 
de  la  opinión  imparcial  se  cerraron  escuelas  que  aunque  no  usaban  el 
nombre  de  anarquistas  lo  eran  en  realidad,  y  encerraban  grave  peligro 
para  el  orden  público,  y  tuvieron  gran  participación  en  las  salvajes 
escenas  que  ensangrentaron  las  calles  de  la  ciudad  más  populosa  de 
España. 

Iguales  causas  producen  iguales  efectos.  Responsabilidad  tremenda 
vendría  sobre  quien,  desdeñando  lecciones  tan  duras  y  dolorosas,  dejara 
á  los  enemigos  de  la  propiedad,  de  la  familia  y  de  todo  el  orden  estable- 
cido, abrir  centros  en  donde,  abusando  de  la  docilidad  de  la  juventud,  la 
dispongan  y  preparen  para  un  nuevo  ensayo  de  revolución,  en  el  que  no 
se  atacará  ya  solamente  á  las  casas  religiosas,  una  vez  que  ahora  se  ha 
visto  que  no  es  en  ellas  donde  está  el  dinero. 

Como  sabemos  cuan  respetuoso  es  V.  E.  con  la  ley,  omitiremos  otras 
muchas  consideraciones  para  observar  que  en  las  escuelas  cerradas  con 
ocasión  de  los  sucesos  de  Barcelona,  como  se  deduce  de  sus  mismos 
textos,  se  enseñaban  doctrinas  contrarias  á  la  Religión  católica,  y  la  Re- 
ligión católica  es  la  del  Estado  español;  en  ellas  no  se  salvaba  «el  res- 
peto debido  á  la  moral  cristiana»,  límite  impuesto  en  nuestros  códigos  á 
la  libre  emisión  de  las  ¡deas. 

RAZÓN  Y  FE,  TOMO  XXVI  9* 


138 


OBRAS  RECIBIDAS 


Su  existencia  es  opuesta  á  la  ley  internacional  que  se  llama  Concor- 
dato, en  cuyo  art.  2!"  se  promete  que  «la  instrucción  en  las  escuelas  pú- 
blicas ó  privadas  de  cualquier  clase  será  en  todo  conforme  á  la  doctrina 
de  la  misma  Religión  católica»;  y  á  la  ley  de  Instrucción  pública,  cuyos 
artículos  295  y  296  mandan  cumplir,  dando  reglas  para  ello,  lo  acordado 
entre  las  dos  potestades;  y  á  la  ley  fundamental  ó  Constitución  de  la 
Monarquía,  en  cuyo  art.  11  no  se  permiten  otras  «manifestaciones  pú- 
blicas que  las  de  la  Religión  del  Estado»,  y  manifestación  pública  es  la 
del  profesor  que  en  una  escuela  pública,  delante  de  sus  alumnos,  com- 
bate todos  los  fundamentos  del  orden  religioso. 

En  virtud  de  lo  expuesto,  siendo  de  justicia,  y  exigiendo  la  ley  que 
no  vuelvan  á  abrirse  las  escuelas  que  con  el  nombre  de  modernas  ó 
laicas  ordenó  cerrar  la  Autoridad  legítima,  lo  esperamos  así  de  la  justifi- 
cación y  rectitud  de  V.  E.,  cuya  vida  guarde  Dios  muchos  años. 

Toledo,  29  de  Noviembre  de  1909. 

Por  sí  y  en  nombre  de  losRmos.  Prelados  que  á  continuación  se  ex- 
presan: (son  todos). 


OBRAS  RECIBIDAS  EN  LA  REDACCIÓN 


Almanaque  Bastinos  PARA  1910.  Artícu- 
los varios.  Propiedad  de  esta  casa  edi- 
torial. 

Almanaque  de  los  Amigos  del  Papa. 
1910.— M.  Casáis,  Pino,  5,  Barcelona.  Es  el 
de  la  Revista  Popular,  digno  de  los  ante- 
riores, y  como  ellos,  instructivo  y  ameno. 

Antología  moderna  orgánica  española, 
coleccionada  por  el  P.  N.  Otaño,  S.  J. — 
Lazcano  y  Mar,  Bilbao. 

Annuaire  de  la  Législation  du  Tra- 
vail.  1908.— Bruxelles. 

AsocucióN  de  eclesiásticos  para  el 
Apostolado  popular.— Barcelona,  L.  Gilí. 
En  4.",  de  63  páginas.  Esta  Memoria  da 
idea  de  la  índole,  de  la  importancia  y  de 
los  preclaros  frutos  de  la  Asociación  de 
Eclesiásticos  de  Barcelona,  la  cual  tiene 
ya  325  socios.  Digna  es  de  ser  conocida  y 
difundida  en  otras  diócesis. 

Au  SERVICE  des  idees  ET  DES  LETTRES  par 

E.  Lamy.  3  fr,  50.—  Bloud  et  C'«,  7,  piace 
Saint-Sulpice,  Paris. 

Balance  higiénico  de  los  modernos  sis- 
temas DE  moral,  por  el  Dr.  J.  Blanc  y  Be- 
net.— Barcelona. 

Boletín  anual  del  Observatorio  me- 
teorológico DE  Cartuja  (Granada),  diri- 
gido por  Padres  de  la  Compañía  de  Jesús. 
Año  1908.  Con  algunas  advertencias  del 
Director.  Un  cuaderno  en  folio  de  144  pá- 
ginas. 

Boletín  Eclesiástico.  Revista  de  los  in- 
tereses católicos  en  el  Ecuador.  Año  XVI, 
Quito,  Octubre  1."  de  1909,  n.°  18.— Cons- 
ta de  200  páginas  en  4.°,  con  documentos 


muy  variados  del  Clero  y  pueblo  ecuato- 
riano. Es  un  homenaje  glorioso  al  Sr.  Ar- 
zobispo de  Quito,  limo.  González  Suárez, 
y  una  admirable  protesta,  por  lo  universal 
y  autorizada,  contra  los  ultrajes  que  una 
publicación  soez  le  dirigió. 

BULLETIN    DE    L'ACTIVITÉ   SOLAIRE,    Avril- 

Mai-Juin,  1909,  par  R.  Garrido,  S.  J.  Ex- 
trait  du  Bulletin  de  la  Société  belge  d'As- 
tronomie. 

Caeremoniae  Missarum  solemnium  et 
pontificalium,  G.  Schober,  editio  altera. 
M.  3.— F,  Pustet,  Ratisbonae. 

Caja  dotal  para  las  Escuelas  domini- 
cales, P.  G.  Gil,  Escorial.  Véase  Razón 
Y  Fe,  t.  XXIV,  pág.  464. 

Carta  del  Sr.  Obispo  de  Vich  á  los 
maestros  cristianos  de  su  diócesis.  — 
Vich. 

Carta-Pastoral  del  Sr.  D.  Juan  Muñoz, 
Obispo  de  Málaga. 

Catalogus  Patrum  ac  Fratrum  S.  J., 
quí  Evangelio  Christi  propagando  in  Sinis 
adlaboraverunt.  Pars  secunda:  1842-1908, 
addíto  catalogo  sacerdotum  saecularium 
Missionis  Nankinensis.— Chang-Hai,  1908. 

Catholiques  et  socialistes,  par  J.-H.-M. 
Clémen,0  fr.  50.— Blout  et  Ci«,  Paris. 

CoMPOSTELA,  revista  literaria.  Año  II, 
n."  11.  Santiago.  Número  dedicado  á  cele- 
brar el  25  aniversario  de  la  Congregación 
de  la  Anunciada  y  San  Luis  Gonzaga  en 
Santiago,  con  bellos  artículos  y  precio- 
sas ilustraciones. 

Cruz  y  Corona,  por  A.  Lista.  0,75  pese- 
tas.—M.  Casáis,  Pino,  5,  Barcelona. 


OBRAS  RECIBIDAS 


139 


<^hefs-d'ceuvre  de  la  Litterature  reli- 
GiEUSE.  J.  Barbey  D'Aurevilly.  O  fr.  60.— 
Bloud  et  C^  Paris. 

■•el  fondo  del  alma.  L.  Ram  de  Viu. 
3  pesetas  —Zaragoza,  1908. 

Denys  d'Alexandrie,  par  J.  Burel.  2  fr.— 
Bloud  et  Ci«,  Paris. 

De  Sacrificio  Missae.  Card.  Bona.  0,60 
mares.— F.  Pustet,  Ratisbonae. 

Devoir  et  Conscience,  par  P.  GÍUet, 
O.  P.  3  fr.  50.—  Desclée,  De  Brouwer  et 
€*«,  Paris. 

DiE  Fraoe  der  Riesenzellen  bei  der 
Entwickelung  der  Maus  (Mus  Músculos 
V.  Alba),  von  P.  J.  Pujiula,  S.  J.  (Extracto 
del  primer  Congreso  de  naturalistas  espa- 
ñoles.) 

Dios.  Segundo  libro  de  Mi  concepto  del 
mundo,  por  Lasplasas.— Barcelona. 

El  clero  en  la  política,  por  D.  A.  Ló- 
pez Peláez,  Obispo  de  Jaca.  3,50  pesetas.— 
<j.  Gili,  Barcelona. 

El  hombre  de  bien.  Almanaque  para 
1910.  Librería  Salesiana,  Sarria-Barcelona. 
Es  un  regalo  á  los  suscriptores  de  las  Lec- 
turas Católicas,  como  se  hizo  en  anos  an- 
teriores. 

El  Sacerdote  en  el  Altar,  por  el  Pa- 
dre Chaignon,  S.  J.;  traducción  por  el 
P.  D.  Fierro  Gasea,  E.  P.  2  pesetas.— 
G.  Gili,  Barcelona. 

El  soldado  de  plomo,  por  F.  del  Río. 
Docena  de  ejemplares,  una  peseta. — Se- 
villa. 

Enciclopedia  universal  europeo-ameri- 
cana.—José  Espasa  é  Hijos,  Barcelona. 
Cuadernos  126-135. 

Ensayo  para  reducir  años,  meses  y  días 

DE    LA    ERA    CRISTIANA   Á   LA     AZTECA,     por 

C.  Crivelli.— México. 

Erasme  et  Luther,  par  M.  Claude-Hum- 
bert.  4  fr.— Bloud  et  C'^,  París. 

Espíritu  del  Beato  Ramón  Lull,  por 
J.  Borras,  presbítero.— Palma. 

Exposición  del  Dr.  J.  M.  Núñez  Pont  al 
Sr.  Ministro  de  Instrucción  pública.— Ca- 
racas, 1909. 

Fisiología  general,  por  losDres.  L.  Ro- 
drigo Lavín  y  A.  Pi  y  Suñer.  18  pesetas.— 
G.  Gili,  Barcelona. 

HlSTOIRE  DE  L'ÉGLI;E  DU  III «  AU  XI «  SIÉ- 

CLE,  par  A.  Dufourq.  3  fr.  50.— Bloud  et 
C'«,  Paris. 

Historia  natural  (elementos),  por  el 
P.  F.  Faulin.  Segunda  edición.— Valladolid. 

HojiTAS  ESCOLARES,  por  el  Sr.  Feno- 
Ilera.  XI,  La  escuela  y  la  libertad;  XII,  La 
escuela  y  la  iniciativa. — Valencia,  Ave- 
llanas, 2. 

Homilías  apologéticas,  traducción  del 
italiano  por  A.  Piaggío.  3  pesetas.— L.  Gili, 
Barcelona. 

Il  cattolico  d'azione.  (Traducción  de 
la  obra  castellana  del  P.  Palau,  por  T.  S., 
S.  J.)— Torino  y  Via  Passalocquia,  4. 

1    «NOVISSIMI»    NEI   M0NUMENTI    PRIMITIVI 


DELLA  Chiesa,  per  il  P.  S.  Scaglia,  O.  C.  R. 
L.  1,60.— F.  Pustet,  Roma. 

Introducción  general  á  la  Filosofía, 
por  J.  Zaragüeta.— Madrid. 

Introduction  á  l'Étude  des  maladies 
MENTALES,  par  H.  Schioess.  1  fr.  20.— Bloud 
et  C»«,  Paris. 

L,A    EJEMPLARIDAD    SACERDOTAL   DE    SaN 

José  Oriol.  Carta  por  el  limo.  Sr.  D.  J.  To- 
rras y  Bages.— Vich. 

La  Poesie  éducatrice,  par  A.  Fessy.— 
Em.  Vitte,  Paris-Lyon, 

La  représentation  de  la  Madone  á  t.?a- 
VERS  LES  ages,  par  J.  H.  M.  Clémenl  O  fr.  60. 
Bloud  et  C'«  ,  Paris. 

La  Revolución  de  Julio  en  Barcelona, 
por  M.  H.  Villaescusa.  Una  peseta.— Here- 
deros de  J.  Gilí,  Barcelona. 

La  Sagrada  Comunión,  por  Mons.  Se- 
gur. Novena  edición,  traducción  de  don 
L.  M.  Dachs.  0,20  pesetas — M.  Casáis, 
Pino,  5,  Barcelona. 

La  Santa  Casa  dans  l'Histoire.  F.  Tho- 
mas,  O.  M.  C.  7,50  fr.— Em.  Vitte,  Lyon- 
Paris. 

L'Ascetique  moderniste,  J.  a.  Chollet.— 
Lille. 

La  Semana  (de  Mondoñedo),  8  de  Di- 
ciembre. Número  21,  dedicado  á  la  Inmacu- 
lada. Tiene  hermosas  composiciones  en 
prosa  y  verso. 

La  Sociología  de  M.  G.  Tarde.  J.  Zara- 
güeta.—Madrid. 

Las  pasiones,  por  el  P.  Lejeune;  traduc- 
ción por  E.  A.  Roig.  2  pesetas.— J.  Gili, 
Barcelona. 

La  Survivance  de  l'ame  chez  les  peu- 
PLES  non  civilisés,  par  A.  Bros.  O  fr.  60.— 
Bloud  et  C'*' ,  Paris. 

La  Valeur  historique  du  Quatriéme 
Evanoile,  par  M.  Lepin.  8  francos  dos  vo- 
lúmenes.—Letouzey  et  ané.  Te'''»,  rué  des 
Saints-Péres,  Paris. 

La  Vida.  Nuevo  semanario  de  Ru^a 
(Colombia).  Su  lema  es:  Todo  para  la  ver- 
dad; para  el  error,  nada.  Números  3  y  4. 

Le  Brahmanisme,  par  L.  de  la  Vallée- 
Poussin.  1  fr.  20.— Bloud  et  C"  ,  Paris. 

Le  Donné  revelé  et  la  Théologie,  par 
le  P.  A.  Gardeil.  3  fr.  50.— Librairie  Lecof- 
fre,  J.  Gabalda  et  0« ,  Paris. 

L'ÉGLiSE  ET  la  Critique,  par  S.  G.  Mgr. 
Mignot.  3  fr.  50.— Librairie  Lecoffre,  J.  Ga- 
balda et  C'« ,  Paris. 

L'ÉGLISE  ET  LE  MONDE  BARBARE.    Deuxié- 

me  édition,  par  F.  Mourret.  6  fr.— Blout  et 
C'8 ,  Paris. 

Le  modernisme  sociolooique,  par  l'abbé 
J.  Fontaine.  6  fr.— P.  Lethíelleux,  10,  rué 
Cassette,  París. 

Le  sens  commun,  la  Philosophie  de 
l'étre  et  les  formules  dogmatiques,  par 
Fr.  R.  Garrígou-Lagrange .  3  fr.  50.— 
G.  Beauchesne  et  C'«,  París. 

Les  Arguments  de  l'athéisme,  par  J.  de 
la  Paquerie.  O  fr.  60.— Bloud  et  C'e ,  Paris. 


140 


OBRAS  RECIBIDAS 


Les  Confessions.  Saint  Augustin;  tra- 
duction  d'Arnauld  d'Andilly.  1  fr.  20.— 
Bloud  et  C'« ,  Paris. 

Les  Syndicats  professionnels  féminins, 
par  L.  de  Contenson.  O  fr.  60.— Bloud  et 
C'«  ,  Paris. 

Le  travail  des  femmes  á  domicile,  par 
le  Conite  d'Haussonville.  O  fr.  60.— Bloud 
et  C'« ,  Paris. 

LiOA  DE  Sanctidade  SACERDOTAL.— Cal- 
cada de  San  Francisco,  13,  Lisboa. 

Lo  Pensament  María.  Número  extraor- 
dinario, dedicado  á  la  Concepción  Inmacu- 
lada de  Maria.— Mataró,  1909. 

Los  NIÑOS  SANTOS,  por  el  P.  F.  Hattler. 
S.  J.;  traducción  por  el  P.  J.  Rojas,  S.  J. 
2,40  francos.— B.  Herder,  Friburgo. 

Luz  Y  TINIEBLAS,  por  S.  J.  Camer.  2  pe- 
setas.—Librería  de  La  Hormiga  de  Oro, 
Barcelona. 

Manuel  de  Morale  et  d'Instruction 
civiQUE,  par  A.  L.  Masson .  2,75  fr.— 
E.  Witte,  Lyon-Paris. 

María  Magdalena,  por  Madame  d'Ar- 
bouviille;  traducción  del  francés  por  María 
de  Perales.  Una  peseta.-Bíblioteca  Patria. 

Memorias  de  la  Real  Academia  de 
Ciencias  y  Artes  de  Barcelona.  Tercera 
época.  Volumen  VIII,  números  4,  5  y  6. 

Memorias  del  Observatorio  del  Ebro. 
La  sección  eléctrica,  por  el  P.  Juan  Gar- 
cía, S.J. 

Mirador  Observatory  Baguio  Benguet 
a  new  metereological-geodynamic  station 
of  the  Weater  Burean,  by.  Rev.  J.  Algré, 
S.  J.— Manila. 

Missa  «Mater  Immaculata»,  tribus  vo- 
cibus  órgano  comítante,  auctore  M.  Rodrí- 
guez. 4,K).— Lezcano  y  Mar,  Bilbao. 

Morale  scientifique  et  Morale  évan- 
oÉLiQUE  devant  LA  SocioLOGiE,  par  le  doc- 
teur  Grasset.  O  fr.  60.~Bloud  et  C'« ,  Paris 

Marraciones  para  niños,  por  María  de 
Echarri.— E.  Hernández,  Madrid. 

Non  moechaberis,  Fr.  A.  Gemelli,  O.  F.  M. 
L.  3,50.— F.  Pustet,  Roma. 

NouvEAu  pélerin  du  Sacré  Cceur  de 
jÉsus  Á  Paray-le-Monial  et  á  Paris- 
Montmartre,  par  V.  Vieille,  S.J.  1,50  fr.— 
Em.  Vitte,  Paris-Lyon. 

Novísimo  prodigio  eucarístico.  Gemma 
Galgani,  por  V.  J.  Málaga.  Folleto  intere- 
santísimo y  de  gran  edificación  sobre  la 
virtud  de  la  joven  Gemma. 

Nuestra  semana  negra,  por  el  P.  R.  Fie- 
rro. Número  185  de  Lecturas  Católicas. — 
Librería  Salesiana,  Sarríá-Barcelona. 

O  MoviMENTO,  órgam  da  accáo  social 
catholica,  publíca^ao  quínzenal.  Cidade 
de  Uba  (Minas),  Brasil,  anno  1-in  7. 

Oratio  DE  Sanctitate  sacerdotali  a 
D.  Rípalda.— Victoríale  in... 

Paces  choisses  de  Frederic  Ozanam, 
par  l'abbé  Chatelain.  4,50fr.— E.  Witte, 
Lyon,  Paris. 

Panegíricos  de  la  B.  Magdalena  Sofía 


Barat.  J.  M.  Sola,  S.  J.— Madríd.  Elocuen- 
tes y  sólidos  sermones  sobre  la  M.  Barat 
y  su  obra-milagro  del  poder  y  sabiduría 
de  Dios,  destino  temporal  y  eterno  de 
dicha  obra. 

Patronatos  de  la  mujer,  por  A.  Mutu- 
berria.— Tafalia. 

Pensamientos  y  consejos  para  la  ju- 
ventud estudiosa,  por  el  P.  A.  de  Doss, 
S.J.  5 francos.— B.  Herder,  Friburgo. 

Pragmatisme,  Modernisme,  Protestan- 
tisme,  par  A.  Leclére.  3  fr.  50.— Bloud  et 
C'o ,  Paris. 

Primer  libro  de  ciencias  y  de  dibujo, 
por  el  Dr.  Fontseré,  2  pesetas.— G.  Gili, 
Barcelona. 

PrOTECTION  CATHOLIQUE  INTERNATIONALE 

DE  LA  JEUNE  FiLLE,  par  Mlles.  H.  D.,  J.  R. 
Fr.  0,25.  N.  210  de  L'Action  Popalaire. 
Reims. 

Palabras  de  un  apóstol.  La  pluma  del 
periodista.  Discursos  y  colección  de  tro- 
zos de  algunas  obras  del  Excmo.  é  Ilustrí- 
simo  Sr.  Obispo  de  Jaca,  por  José  María 
Ayora,  con  una  oportuna  y  sentida  dedi- 
catoria. En  4.°  Un  ejemplar,  0,15  pesetas; 
100  ejemplares,  8  pesetas. 

Patrología,  por  el  Dr.  O.  Bardenhewer; 
traducción  por  el  P.  J.  M.  Sola,  S.  J.  12  pe- 
setas.—G.  Gilí,  Barcelona. 

Pensées,  par  Joubert.  1  fr.  20.— Bloud  et 
C'o ,  París. 

Pesadumbres,  novela  moral  por  don 
R.  Arrufat,  presbítero.  0,50  pesetas.-L.  Gili, 
Barcelona. 

Pétau  (1583-1652),  par  l'abbé  J.  Martin. 
O  fr.  60.— Bloud  et  6*= ,  Paris. 

PETITE  HiSTOIRE  de  L'ÉOLISE   CATHOLIQUE 

AU  XIX«  siÉCLE,  par  P.  Lorette.  1  fr.  20.— 
Bloud  et  C'« ,  París. 

Qué  penser  du  projet  d'impót  sur  le 
revenu?,  par  H.  Savatíer.  N.  212  de  L'Ac- 
tion Populaire.  0,25  fr.— Reims. 

Real  Academia  de  Ciencias  y  Artes  de 
Barcelona.  Nómina  del  personal  académi- 
co. 1909-1910. 

Rééducation  physique  et  psychique,  par 
le  Dr.  H.  Lavrand.  1  fr.  50.— Bloud  et  C«  , 
Paris. 

Reloj  del  alma,  por  el  P.  P.  de  Rajas, 
S.J.  Nuevamente  arreglada  por  el  Padre 
J.  M.  Soler,  S.  J.  1,50  pesetas.— P.San- 
martí,  editor,  Barcelona. 

Ritus  Consecrationis  Ecclesiae.M.0,80. 
F.  Pustet,  Ratisbonae. 

San  Eliodoro,  Vescovo  d'Altima. 
L.  0,80.— F.  Pustet,  Roma. 

San  Estanislao  de  Kostka.  Lecciones 
de  la  vida  de  un  Santo,  por  el  P.  Zettl, 
S.  I.;  traducción  del  P.  A.  González,  S.  J. 
1,50  pesetas. —  Herederos  de  Juan  Gili, 
Barcelona. 

San  Ignacio  de  Loyola,  apóstol  de  la 
comunión  frecuente,  por  el  P.  J.  Beguirís- 
taín,  S.  J.  0,25  pesetas.— E.  Subirana,  Bar- 
celona. 


ACCIÓN  SOCIAL  CATÓLICA  EN  ESPAflA 


CARTA  DE  SU  SANTIDAD  PÍO  X  AL  EMMO.  CARDENAL  AGUIRRE,  ARZOBISPO  DE  TOLEDO 


€, 


iL  Boletín  Eclesiástico  oficial  del  arzobispado  de  Toledo,  correspon- 
diente al  3  del  pasado  Enero,  publica  interesantísimos  é  importantes  do- 
cumentos acerca  de  la  acción  social  católica  en  España.  Nos  apresuramos 
á  insertarlos  en  Razón  y  Fe,  á  fin  de  cooperar  de  algún  modo  á  su  propa- 
gación, y  á  que  sea  así  más  eficaz  obra  de  tanta  trascendencia  y  evidente 
oportunidad,  como  es  la  acción  católica  en  general  y  especialmente  la  so- 
cial en  nuestra  patria.  He  aquí  los  dos  primeros: 

NORMAS  DE  ACCIÓN  CATÓLICA  Y  SOCIAL  EN  ESPAÑA  (1) 

Dándonos  prueba  especialísima  de  paternal  afecto,  que  por  lo  abso- 
lutamente inmerecida  es  más  de  agradecer,  nuestro  Santísimo  Padre  nos 
ha  honrado  con  una  carta,  en  que,  luego  de  encarecer  la  importancia  de 
la  acción  social  católica,  ó  sea  de  «la  unidad  y  de  la  tendencia  unánime  de 
todas  las  instituciones  y  fuerzas  que  para  tutela  de  la  Religión  y  ayuda, 
ora  espiritual,  ora  temporal,  de  las  naciones  y  aun  de  los  individuos,  ha 
sido  introducida  bajo  los  auspicios  de  la  Sede  Apostólica»,  manifiesta 
su  voluntad  de  que  nos  encarguemos  «del  gobierno  y  dirección  de  la 
acción  social  en  toda  la  nobilísima  nación  española,  encaminando  los 
deseos  y  esfuerzos  de  todos». 

Cuan  sobre  nuestras  fuerzas  se  halla  este  importantísimo  encargo,  no 
hace  falta  que  lo  declaremos,  pues  bien  conocido  es  de  todos.  Pero 
siendo  primordial  deber  de  los  fieles  hijos  de  la  Iglesia  la  obediencia 
rendida  á  su  Cabeza  visible,  no  vacilamos  en  aceptar  misión  tan  honrosa 
como  no  merecida,  confiando  en  el  auxilio  de  Dios  Nuestro  Señor,  que 
no  lo  niega  á  quienes  no  se  ponen  por  propia  voluntad  en  los  cargos, 
sino  que  los  aceptan  sólo  por  cumplir  la  voluntad  divina  y  para  trabajar 
en  hacer  el  bien  posible  al  prójimo. 

La  tarea,  por  otra  parte,  que  se  nos  encomendaba,  para  quien  no 
fuese  tan  inútil,  no  ofrecía  dificultades  invencibles.  Los  Vicarios  de 
Cristo,  en  particular  el  que  hoy  felizmente  rige  la  nave  de  Pedro,  han 


(1)    Por  el  Emmo.  Card.  Arzobispo  de  Toledo. 

RAZÓN  Y  FE,   TOMO  XXVI  10 


142  ACCIÓN  SOCIAL  CATÓLICA  EN  ESPAÑA 

derramado  torrentes  de  luz  marcando  el  camino  que  se  debe  seguir;  han 
dedicado  gran  parte  de  su  actividad  á  promover,  organizar  y  dirigir  la 
acción  social  de  los  católicos  en  todas  las  naciones.  En  la  nuestra  desde 
hace  algunos  años  se  viene  trabajando,  con  resultados  por  los  cuales 
hay  que  dar  á  Dios  muchas  gracias,  en  mejorar  la  condición  económica 
del  pueblo;  y  nadie,  á  la  hora  presente,  desconoce  la  importancia  extraor- 
dinaria y  excepcional,  afirmada  en  todos  los  Congresos  Católicos  espa- 
ñoles, de  fundar  y  sostener,  en  favor  de  las  clases  trabajadoras,  cuantas 
obras  é  instituciones  de  carácter  pcmanente  sea  dable,  adelantándonos 
y  superando  á  los  enemigos  de  la  Religión  y  del  orden,  que,  ofrecién- 
doles ventajas  materiales,  procuran  atraer  á  los  obreros,  para  seducirlos 
y  explotarlos,  con  daño  inmenso  de  la  sociedad. 

Habiendo  comprobado  la  experiencia  cuan  excelente  es  la  organiza- 
ción de  los  trabajos  católicos  sociales  en  España,  y  siendo  éstos  ya  tan 
numerosos,  aparece  claro  que,  en  vez  de  destruirla  y  reemplazarla,  expo- 
niéndose á  los  inconvenientes  y  dificultades  anejas  á  la  implantación  de 
instituciones  exóticas,  sobre  las  ruinas  de  las  que  brotaron  espontáneas 
y  vigorosas  al  calor  del  entusiasmo  religioso  en  el  suelo  nacional,  loque 
importa  es  extenderla,  difundirla  y  perfeccionarla  en  lo  que  cabe. 

Á  este  efecto  parécenos  que  lo  primero  era  trazar  algunas  normas 
generales  que,  sin  perjuicio  de  la  necesaria  autonomía  de  cada  obra 
social  y  del  funcionamiento  propio,  segün  sus  múltiples  circunstancias, 
unificaran  en  lo  posible  su  acción  y  resumieran  los  principales  medios  de 
realizar  las  aspiraciones  comunes  á  todos.  Consultados  sobre  este  parti- 
cular nuestros  Venerables  Hermanos,  en  vista  de  las  contestaciones  con 
que  su  bondad  nos  favoreció,  hemos  creído  que  no  sería  inoportuno 
publicar  las  siguientes  líneas,  en  orden  á  la  acción  católica  y  social  en 
nuestra  querida  patria: 

1.°  Por  ser  indiscutible  que  la  acción  social  católica  puede  recibir 
mucho  daño  ó  mucho  beneficio  de  la  política,  los  católicos  no  deben 
abandonar  en  manos  de  sus  enemigos  la  gobernación  y  administración 
de  los  pueblos.  Lejos  de  estarles  prohibido  en  España  el  ser  concejales, 
diputados  provinciales  y  representantes  en  Cortes,  son  beneméritos  de 
la  Iglesia  y  de  la  patria  los  que  aceptan  estos  cargos  para  procurar  el 
bien  del  pueblo  y  reformar  las  leyes  en  sentido  favorable  á  la  Religión,  y 
oponerse  á  que  contra  ella  se  consumen  nueves  atentados  legales.  Es 
igualmente  convenientísimo  que  los  puestos  oficiales  y  los  cargos  públi- 
cos estén  ocupados  por  personas  que  desde  ellos  trabajen  por  infiltrar 
y  difundir  en  la  sociedavi  el  espíritu  cristiane. 

2.°  No  sólo  los  fieles,  sino  que  además  los  sacerdotes,  salvo  casos 
excepcionales,  ejercitarán  el  derecho  y  cumplirán  como  ciudadanos  su 
deber  de  emitir  el  voto  en  las  elecciones  políticas  y  administrativas 
votando  en  blanco  cuando  no  puedan,  en  conciencia,  dar  el  sufragio  á 
ninguna  de  las  candidaturas.  Únicamente  habiendo  concordia  entre  los 


ACCIÓN  SOCIAL  CATÓLICA  EN  ESPAÑA  143 

católicos  que  tomen  parte  en  las  elecciones,  es  como  lograrán  oponerse 
al  empuje  de  los  contrarios,  quienes,  rivales  entre  sí,  se  juntan  por  el  odio 
común  que  profesan  á  la  Iglesia  para  derrotar  en  los  comicios  á  los  que 
trabajan  por  el  advenimiento  del  reinado  social  del  Salvador.  Para  rea- 
lizar la  unión  electoral  de  los  que  están  unidos  por  el  amor  á  los  ideales 
y  por  la  fe  en  los  dogmas  católicos,  se  han  de  tener  en  cuenta  y  aplicar 
lealmente  las  reglas  prácticas  (v.  las  instrucciones  4."  5.'^  7/  y  S."*  en  Ra- 
zón Y  Fe,  t.  23  p.  409)  dictadas  por  la  sabiduría  de  la  Santa  Sede  en  la 
carta  ínter  catholicos  Hispaniae  y  en  otras  ocasiones.  La  unión  de 
los  católicos  en  el  terreno  político-religioso  tiene  por  objeto,  usando 
de  todos  los  medios  legales,  el  borrar  de  nuestros  Códigos  las  disposi- 
ciones hostiles  á  la  Religión  del  Estado,  y  hacer  que, se  lleven  á  la  prác- 
tica los  preceptos  legislativos  que  reconocen  sus  derechos,  y  primera- 
mente realizar  el  programa  formado  por  el  Episcopado  español  en  el 
Congreso  Católico  de  Burgos  (véase  en  Variedades  de  este  número)  y 
ratificado  en  el  de  Compostela. 

3."  Si  bien  la  acción  política  es  indispensable  para  la  acción  social, 
ésta  debe  ser,  en  las  actuales  circunstancias,  independiente  de  aquélla, 
con  centros  y  organismos  distintos;  de  forma  que  en  el  campo  social 
puedan  estar  estrechamente  unidos,  aunque  en  política  sustenten  lícita- 
mente ideas  contrarias,  cuantos  deseen  favorecer  al  pueblo  y  ganarlo  y 
conservarlo  para  Cristo,  cuyas  doctrinas  practicadas  son  la  salvación  y 
la  dicha  de  la  humanidad. 

4."  El  mayor  favor  que  puede  hacerse  al  pueblo  es  instruirle  en  la 
doctrina  de  Cristo.  Por  eso  nuestro  Santísimo  Padre,  en  repetidas  oca- 
siones y  señaladamente  en  la  Encíclica  Acerbo  nimis,  con  tan  graves 
palabras,  recuerda  á  los  sacerdotes  la  obligación  de  predicar  el  Evan- 
gelio y  de  tener  dos  explicaciones  catequísticas,  una  para  los  niños  y 
otra  para  los  adultos.  Los  párrocos,  en  particular  los  arciprestes,  usarán 
de  todos  los  derechos  que  la  legislación  actual  les  reconoce,  á  fin  de  que 
se  explique  el  Catecismo  de  la  doctrina  cristiana  en  las  escuelas  de  pri- 
mera enseñanza,  y  se  conserve  la  costumbre  de  que  los  maestros  acom- 
pañen á  los  niños  en  el  cumplimiento  de  los  deberes  religiosos.  Es  útil 
sobremanera  que  los  buenos  católicos  y  los  eclesiásticos  que  se  hallen 
en  condiciones,  luchen  para  ingresar  en  el  profesorado  oficial,  y  espe- 
cialmente en  las  Escuelas  Normales  del  Magisterio.  Los  hijos  de  la  Igle- 
sia nada  harán  más  agradable  á  sus  ojos  que  ayudar  á  las  Órdenes  y 
Congregaciones  religiosas  en  su  labor  de  establecer  escuelas  gratuitas 
y  colegios  de  segunda  enseñanza,  donde  se  facilite  una  instrucción  y  edu- 
cación sóHdamenfe  cristiana.  Principalmente  en  las  poblaciones  donde 
hay  centros  oficiales  de  enseñanza  superior,  es  muy  recomendable  la 
fundación  de  Academias  de  la  Juventud  católica  y  de  las  Congregacio- 
nes de  San  Luis  y  de  San  Estanislao.  En  los  pueblos  numerosos  no  se 
omitirá  el  tener  escuelas  dominicales  para  las  sirvientas  y  escuelas  noc- 


144  ACCIÓN  SOCIAL  CATÓLICA  EN  ESPAÑA 

turnas  para  los  trabajadores,  sobre  todo  si  no  son  de  confianza  los  maes- 
tros oficiales. 

5."    No  basta  abrir  centros  para  que  se  instruya  en  la  verdad  al  pue- 
blo, hay  que  ir  á  él,  llevándole  la  verdad.  De  ahí  la  conveniencia  de 
establecer  grupos  de  conferenciantes  que  recorran  los  principales  vecin- 
darios, defendiendo  los  derechos  de  la  Iglesia  y  refutando  los  sofismas 
que  contra  el  Catolicismo  propalan  sus  perseguidores.  Los  párrocos 
encontrarán  también  en  las  misiones  un  medio  eficacísimo  para  que  el 
pueblo  escuche  y  siga  las  enseñanzas  religiosas.  El  ejemplo  de  nuestros 
enemigos,  que  no  perdonan  sacrificio  ninguno  para  repartir  entre  las 
masas  populares,  por  un  precio  ínfimo  ó  gratis  totalmente,  libros,  folle- 
tos, opúsculos  y  hojas  que  contienen  el  veneno  de  sus  mortíferas  ense- 
ñanzas, hace  ver  cuánta  importancia,  con  razón,  conceden  á  la  propa- 
ganda escrita.  Los  poderosos  esfuerzos  que  realizan  en  favor  de  su 
prensa  periódica  sírvannos  de  estímulo,  si  otras  mil  consideraciones  no 
hubiera  muy  atendibles,  para  poner  la  nuestra  en  condiciones  de  luchar 
contra  la  suya.  Con  la  suscripción,  con  los  anuncios,  con  informaciones, 
con  la  recomendación  y  con  donativos  procúrese  ayudar  á  nuestros 
periódicos,  á  fin  de  que,  por  su  baratura  y  por  sus  ventajas  literarias  y 
tipográficas,  se  difundan  entre  el  pueblo,  hoy  en  su  mayor  parte  esclavo 
de  la  mala  prensa.  Aun  cuando  es  convenientísimo  el  que  haya  en  cada 
localidad  importante  un  periódico,  y  el  que  sean  muy  numerosos  los  que 
estén  al  servicio  de  la  causa  católica,  tengan  presente  los  que  se  pro- 
pongan dar  vida  á  nuevas  publicaciones,  que  pueden  causar  la  muerte  ó 
grave  daño  á  las  antiguas,  sin  que  las  suyas  alcancen  el  objeto  apete- 
cido, y  que  preferible  es  tener  pocos  periódicos  con  muchos  lectores, 
que  no  lectores  escasos  y  periódicos  abundantes.  Por  lo  mismo  que  los 
elementos  de  que  hoy  disponen  son  tan  insuficientes,  súplanlos  nuestros 
periodistas  con  la  unión  de  las  fuerzas  y  la  concordia  de  las  voluntades. 
Estudien  las  necesidades  del  pueblo,  háganse  eco  de  las  mismas,  bus- 
quen el  medio  de  satisfacerlas,  trabajen  por  conseguir  que  la  causa  cató- 
lica le  sea  simpática,  viendo  que  los  defensores  de  ella  son  los  que  más 
se  interesan  por  el  bien  público.  Para  combatir  á  la  mala  prensa  es 
necesario  emplear  todos  los  medios  de  que  legalmente  podemos  dispo- 
ner. Por  tanto,  en  cada  Junta  diocesana  de  acción  católica,  si  no  existe 
asociación  especial  con  este  fin,  habrá  algunos  abogados  y  procurado- 
res al  objeto  de  que  en  las  injurias  y  calumnias  contra  las  personas  ecle- 
siásticas, en  los  escarnios  del  dogma  y  en  las  ofensas  de  la  moral,  pidan 
que  se  apliquen  á  los  infractores  las  penas  señaladas  en  el  Código. 

6.°  Nuestro  Divino  Maestro  pasó  haciendo  el  bien,  y  el  mutuo  amor 
de  sus  discípulos  era  la  envidia  de  los  gentiles.  La  limosna,  tan  reco- 
mendada en  las  Sagradas  Letras,  ha  de  hacerse  del  modo  más  prove- 
choso á  nuestros  hermanos;  y  provecho  grande  dice  el  valerse  de  la 
gran  fuerza  de  la  asociación  y  crear  instituciones  permanentes  de  bene-. 


ACCIÓN  SOCIAL  CATÓLICA  EN  ESPAÑA  145 

ficencia.  Los  que,  siguiendo  los  consejos  de  Cristo,  renuncian  á  formar 
una  familia  para  servir  á  la  gran  familia  humana,  y  se  asocian  para 
mejor  poder  remediar  las  múltiples  miserias  individuales  y  sociales,  por 
lo  mismo  que  hoy  son  tan  perseguidos,  á  causa  del  hábito  religioso  que 
visten,  deben  ser  protegidos  y  auxiliados  por  todos  los  verdaderos  cató- 
licos. Merecen  igualmente  todo  aplauso  los  seglares  que,  para  ejercer 
la  caridad,  se  reúnen  en  asociaciones  como  la  de  San  Vicente  de  Paúl, 
de  San  Francisco  de  Regis  y  otras  análogas.  Las  cocinas  económicas, 
las  hospederías  nocturnas  y  las  mil  obras  con  que  se  socorre  la  pobreza, 
la  vejez  y  la  orfandad  y  se  favorece  á  los  enfermos  y  á  toda  clase  de 
desvalidos,  son  una  gloria  de  los  hijos  de  la  Iglesia,  fieles  á  su  espíritu, 
que  sabe  acomodarse  á  las  variaciones  de  los  tiempos  y  resolver  los 
diversos  conflictos  sociales  y  encontrar  lenitivo  para  todos  los  dolores 
de  la  humanidad. 

7.°  La  justicia,  la  caridad  y  el  propio  interés  de  la  causa  católica 
demandan  de  consuno  que  procuremos  el  bienestar  material  del  pueblo 
y  el  mejoramiento  de  la  vida  económica  de  los  hijos  del  trabajo.  Á  fin 
de  que  los  sacerdotes  salgan  preparados  para  cumplir  su  misión  social, 
se  fundará  en  todos  los  Seminarios  una  cátedra  de  Sociología,  dando  á 
la  enseñanza  carácter  eminentemente  práctico.  Por  la  importancia  de  la 
Agricultura,  en  nuestra  patria  especialmente,  se  instruirá  en  ella,  con  la 
extensión  necesaria,  á  todos  los  seminaristas,  y,  donde  se  pueda,  adqui- 
rirán los  Seminarios  algún  terreno  para  dedicarlo  á  campo  de  experi- 
mentación agrícola.  Los  párrocos  de  pueblos  rurales  harán  una  obra 
altamente  meritoria  si,  buscando  la  cooperación  de  las  autoridades  y 
de  los  maestros,  fomentan  el  progreso  de  la  Agricultura,  difundiendo  la 
enseñanza  de  esta  ciencia  entre  los  niños,  celebrando  la  fiesta  del  árbol, 
dando  conferencias  sobre  los  más  importantes  asuntos  agrícolas  y  pe- 
cuarios y  sobre  industrias  rurales,  y  coadyuvando  á  la  formación  de 
museos  agrícolas.  Las  antiguas  Cofradías,  sin  perder  su  carácter  reli- 
gioso, pudieran  reformarse  de  suerte  que  sirvieran  de  base  y  de  núcleo 
para  la  unión  económica  de  los  labradores  de  cada  feligresía. 

Siendo  la  emigración  una  de  las  principales  causas  de  nuestro  atraso 
agricultural,  en  las  parroquias  donde  más  deje  sentir  sus  funestos  efec- 
tos, se  fundará  una  Junta  especial  ó  una  sección  en  la  Junta  parroquial 
de  acción  católica,  para  contenerla,  ó,  á  lo  menos,  para  encauzarla,  evi- 
tando el  que  los  emigrantes  sean  explotados  inicuamente  y  el  que  pier- 
dan sus  relaciones  con  la  madre  patria.  La  usura,  verdadera  plaga  de 
los  campos,  ha  de  ser  combatida  por  todos  los  medios,  como  Pósitos, 
Cajas  rurales.  Bancos  agrícolas.  Sindicatos,  Gremios,  Sociedades  de 
seguros  y  cuantas  instituciones  contribuyan  á  fomentar  enti^e  los  labra- 
dores el  espíritu  de  asociación  y  al  desenvolvimiento  de  su  crédito  per- 
sonal. 

8."    Los  obreros  fabriles,  señaladamente  los  de  las  grandes  poblado- 


146  ACCIÓN  SOCIAL  CATÓLICA  EN  ESPAÑA 

nes,  son  los  más  trabajados  por  el  socialismo,  y  respecto  de  ellos  ha 
de  ejercitarse,  en  consecuencia,  la  acción  social  de  los  católicos  de  la 
manera  más  intensa  y  más  constante.  Por  ser  factores  complementarios 
de  la  producción,  y  no  enemigos,  el  capital  y  el  trabajo,  deben  patronos 
y  obreros  dirimir  sus  contiendas  pacíficamente,  con  arreglo  á  los  princi- 
pios del  derecho  cristiano,  para  lo  cual  son  muy  útiles  los  jurados  mix- 
tos. En  todos  los  pueblos  de  crecido  vecindario  urge  fundar  Círculos 
católicos  de  obreros,  de  los  cuales  reciban  impulso  ó  dependan  las  ins- 
tituciones sociales  que  en  la  localidad  sea  posible  establecer,  como 
Cajas  de  ahorros  y  de  préstamos  y  de  socorros.  Cooperativas,  Secreta- 
riado del  pueblo  y  clases  profesionales.  Los  centros  de  obreros,  y  tam- 
bién, en  su  caso,  las  agremiaciones  patronales,  se  constituirán  conforme 
á  las  disposiciones  civiles,  á  fin  de  poder  tener  voto  en  las  elecciones 
para  las  Juntas  é  Instituto  Nacional  de  Reformas  Sociales  y  gozar  de  los 
beneficios  concedidos  por  la  ley. 

Según  lo  acordado  en  el  último  Congreso  Católico,  es  preciso  influir 
para  que  el  Estado  mejore  la  condición  moral  y  material  de  los  obreros, 
adoptando,  en  la  parte  material,  los  medios  siguientes:  reducción  de  las 
tarifas  de  transporte  y  bonificación  en  los  viajes  desde  los  centros  de 
trabajo  á  las  poblaciones  limítrofes;  medidas  obligatorias  de  higiene 
general,  como  el  saneamiento  de  las  viviendas,  y  la  mayor  pureza  y  bara- 
tura posible  en  los  artículos  de  primera  necesidad;  exención  de  impues- 
tos á  las  sociedades  de  crédito  popular  y  de  socorros  y  seguros  mutuos, 
siempre  que  no  se  propongan,  como  fin  principal,  el  lucro;  reorgani- 
zación de  los  pósitos;  funcionamiento  de  cajas  postales  de  ahorros; 
suspensión  de  la  venta  de  bienes  propios;  aplazamiento  en  el  pago  de  las 
contribuciones,  mediante  el  abono  de  un  corto  interés,  á  los  pequeños 
contribuyentes  que  no  puedan  satisfacerlas  á  su  vencimiento,  por  causas 
que  la  ley  determine,  y  mientras  subsista  el  actual  sistema  de  recluta- 
miento militar,  establecimiento  de  diversas  cuotas  para  la  redención  del 
servicio,  en  proporción  á  la  cédula  personal  que  pague  el  cabeza  de  fami- 
lia, invirtiendo  su  producto  íntegro  en  las  sustituciones  voluntarias  y  en 
pensiones  para  los  inutilizados  en  el  servicio  militar  y  para  sus  familias. 
9.°  Todas  las  obras  de  acción  social  católica  ostentarán  paladina- 
mente su  carácter  católico,  en  cuanto  no  sea  obstáculo  para  gozar  délos 
beneficios  que  á  tales  obras  el  Poder  civil  conceda;  la  autoridad  ecle- 
siástica aprobará  también  sus  reglamentos,  y  se  hallará  representada  en 
ellas  ó  tendrá  la  intervención  necesaria.  Los  sacerdotes,  á  quienes  tan 
recomendada  está  por  la  Santa  Sede  la  acción  social,  de  tal  manera  la 
dedicarán  el  tiempo  y  las  energías,  que  no  pierdan  el  espíritu  de  su  voca- 
ción, ni  descuiden  sus  sagrados  deberes,  ni  falten  á  la  sumisión  jerár- 
quica; en  ninguna  obra  nueva  intervendrán  sin  permiso  de  los  superiores; 
por  punto  general,  se  abstendrán  de  toda  participación  en  la  administra- 
ción de  fondos. 


ACCIÓN  SOCIAL  CATÓLICA  EN  ESPAÑA  U7 

Como  muy  bien  se  reconoció  en  una  de  las  conclusiones  del  Congreso 
Católico  de  Zaragoza,  «la  unidad  de  acción,  el  mutuo  estímulo  y  el  mayor 
acierto  en  el  ejercicio  de  las  obras  de  celo,  son  ventajas  importantísimas 
que  aconsejan  la  federación  para  las  obras  católicas  en  cada  diócesis  ó 
localidad,  y  las  Juntas  parroquiales,  compuestas  por  el  párroco  y  los 
presidentes  de  cada  obra  ó  asociación,  que  se  entiendan  á  la  vez  con  la 
junta  diocesana  que  el  Prelado  respectivo  organice,  constituyen  el  medio 
práctico  de  realizar  dicha  federación».  En  cumplimiento  de  los  acuerdos 
del  Congreso  Católico  de  Tarragona  y  realizando  las  aspiraciones  de  los 
anteriores,  se  redactó  el  reglamento  de  la  Junta  central  y  de  las  Juntas 
diocesanas  de  los  Congresos  católicos  ó  de  acción  católica  (que  publi- 
caremos, D.  m.,  en  otros  números,  así  como  el  Reglamento  de  los  Conse- 
jos diocesanos)  y  conocidos  son  sus  trabajos  y  los  excelentes  resultados 
obtenidos;  si  en  algún  obispado  no  funcionare  aún  la  Junta  diocesana,  se 
procederá  á  constituirla  inmediatamente.  Por  la  importancia  excepcional 
de  las  obras  en  favor  de  la  clase  trabajadora,  se  vio  la  conveniencia  de 
crear  organismos  especiales  para  este  efecto.  Según  lo  resuelto  en  las 
Asambleas  nacionales  de  Valencia  y  de  Madrid,  se  fundó  en  la  capital 
de  España  el  Consejo  nacional  de  las  Corporaciones  católico-obreras,  á 
quien  nos  complacemos  en  tributar  los  elogios  que  le  son  debidos,  y  se 
formó  el  Reglamento  de  los  Consejos  diocesanos,  que  no  deben  faltar  en 
obispado  ninguno,  á  fin  de  uniformar  la  acción  social  en  toda  España  y 
hacerla  más  extensa  y  más  activa. 

Quiera  el  Señor  que  los  que  de  Él  han  recibido  los  dones  del  talento 
y  de  la  fortuna,  los  empleen  en  favorecer,  por  todos  los  medios  y  de 
todos  los  modos,  á  sus  hermanos,  á  fin  de  que  el  bienestar  general  se 
aumente,  y  la  riqueza  se  difunda,  y  el  progreso  se  realice,  y  no  haya 
motivo  ni  pretexto  para  que  se  aborrezcan  los  que  son  hijos  de  un  mismo 
Padre,  que  está  en  los  Cielos. 

Toledo,  Octava  del  nacimiento  de  Nuestro  Señor  Jesucristo,  año 
de  1910. 

t  Fray  Gregorio  María,  Cardenal  Aguirré  y  García, 
Arzobispo  de  Toledo. 


CARTA  DE  SU  SANTIDAD  PÍO  X 

Á    nuestro    amado    hijo    GREGORIO   MARÍA,    CARDENAL   AGUIRRE   Y   GARCÍA, 


arzobispo    de   TOLEDO 


Amado  Hijo  Nuestro:  Salud  y  Bendición  Apostólica.  La  nueva 
dignidad  y  distinción  que,  al  encomendarte  poco  ha  el  gobierno  de 
la  Iglesia  Toledana,  te  hemos  conferido,  es  clarísima  demostración  de 
lo  mucho  en  que  apreciamos  tu  virtud.  Conocido  nos  es  que  para  acre- 
ditar este  cargo,  ni  te  faltan  dotes  ni  buena  voluntad,  y  confiamos  en 


148  ACCIÓN  SOCIAL  CATÓLICA  EN  ESPAÑA 

que,  «siendo  verdadero  dechado  de  tu  grey»,  no  has  de  defraudar  las 
esperanzas  que  de  ti  has  hecho  concebir.  Mientras  tú  pensabas  y  pre- 
parabas los  medios  para  restituir  á  la  afligida  ¡ay,  demasiado!  Iglesia  de 
España  su  dignidad  antigua,  las  condiciones  de  los  tiempos  actuales,  para 
ti  bien  conocidas,  y  el  sabio  discernimiento  que  te  caracteriza,  te  han 
indicado  cuáles  son  los  remedios  más  á  propósito  para  restaurar  las  cos- 
tumbres y  los  auxiliares  más  oportunos  para  fomentar  la  gloria  divina. 
Porque  no  ignoramos  el  elevado  concepto  que  tú,  amado  Hijo  Nuestro, 
y  tus  hermanos  los  Obispos  de  España,  tenéis  de  la  unidad  de  acción  y 
de  la  tendencia  unánime  de  todas  las  instituciones  y  fuerzas  que,  para  tu- 
tela de  la  Religión  y  ayuda,  ora  espiritual,  ora  temporal,  de  las  mismas 
naciones  y  hasta  de  cada  uno  de  los  individuos,  ha  sido  introducida  bajo 
los  auspicios  de  la  Sede  Apostólica.  Nos  referimos  á  la  acción  social 
católica,  cuya  vasta  propagación  y  robusta  vida  en  todas  las  diócesis  de 
España  desean  lo  mismo  los  Prelados  que  las  ovejas  encomendadas  á  su 
vigilancia,  ya  que  para  los  tiempos,  que  cada  día  se  agravan,  ella  es  útilí- 
sima ayuda. 

Nos  creemos  que  tales  deseos  deben  atribuirse  á  especial  designio 
de  Dios  misericordioso,  y  de  buen  grado  los  hacemos  nuestros.  Pues 
cualquiera  que  medite  sobre  las  condiciones  de  la  vida  social,  compren- 
derá, sin  trabajo,  que  todas  las  cosas  humanas,  lo  mismo  las  de  orden 
público  que  las  de  orden  privado,  de  tal  manera  han  sido  agitadas  y  con- 
movidas por  el  veneno  de  los  errores,  por  la  fuerza  de  los  prejuicios,  por 
el  ardor  de  las  pasiones  y  por  el  cieno  de  todo  linaje  de  placeres,  que 
para  la  virtud  y  para  la  Religión  apenas  hay  lugar,  apareciendo  lo  pre- 
sente lleno  de  peligros  y  no  pudiendo  fijar,  sin  grave  miedo,  la  vista  en 
lo  futuro.  Á  estas  aflicciones  que  en  todas  partes  agobian  á  la  Iglesia  de 
Cristo,  han  añadido  tal  incremento  las  recientes  perturbaciones  ocurridas 
en  España,  y  el  peligro  de  nuevas  calamidades,  que  no  solamente  el  cato- 
licismo, sino  también,  como  inevitablemente  debía  ocurrir,  la  misma  so- 
ciedad ha  sido  puesta  en  supremo  trance. 

De  todo  aquello  que  pueda  suavizar  estas  asperezas  por  medio  de  la 
Religión,  nada  omite  la  Iglesia,  antes  bien  á  este  fin  contribuye  con  cuan- 
tas fuerzas  tiene.  Pero  de  tal  manera  ha  ordenado  Dios  la  distribución  de 
los  dones  celestiales,  que  solamente  á  los  «que  quieren  y  corren»  ayuda 
con  su  gracia,  y  únicamente  á  los  que  combaten  concede  la  corona.  De- 
más de  esto,  cuando  los  enemigos  acometen  como  en  columna  cerrada, 
sin  respetar  ningún  derecho,  no  es  permitido  á  los  católicos  salir  á  su 
encuentro  aislados  y  casi  inermes.  En  los  tiempos  que  alcanzamos  hacen 
falta  ánimos  audaces  y  unión  de  fuerzas.  Porque  de  tal  modo  éstas  se 
multiplican  con  la  unión,  que,  poderosas  para  resistir  el  ímpetu  de  los 
enemigos,  pueden,  al  fin,  inculcar  en  el  ánimo  de  los  hombres  las  ense- 
ñanzas y  preceptos  de  la  Religión,  encauzar  las  costumbres,  corregir  con 
la  virtud  los  ánimos  abandonados  á  la  lascivia,  y  someter  la  sociedad  civil 


ACCIÓN  SOCIAL  CATÓLICA  EN  ESPAÑA  149 

y  la  doméstica  á  Jesucristo,  Redentor  y  Señor  único  de  todas  las  gentes. 

He  aquí,  pues,  el  blanco  adonde  todos  los  cuidados,  todos  los  pensa- 
mientos de  cuantos  fieles  hay  en  España  deben  apuntar;  he  aquí  el  fin  al 
cual  han  de  dirigirse  todos  los  esfuerzos:  á  procurar  que  cuanto  mayor 
es  la  abundancia  del  mal  que  presenciamos,  mayor  sea  también  la  inten- 
sidad con  que  se  fomente  la  acción  social  católica.  Trátase  de  la  Reli- 
gión y  de  la  sociedad  al  mismo  tiempo,  y  una  y  otra  deben  ser  defendi- 
das con  el  común  apoyo  de  todos  los  buenos.  Los  católicos  que  luchan 
por  la  Religión  y  por  la  patria,  tendrán  por  jefes  á  los  Prelados  y  á  los 
iniciadores  del  combate,  para  que  no  falten,  tanto  entre  los  sacerdotes 
como  entre  los  seglares,  personas  escogidas,  insignes  por  su  piedad  y 
por  su  competencia  en  promover  la  acción  popular  y  económica.  Pero  es 
nuestra  voluntad  que  tú  mismo  en  persona,  amado  Hijo  Nuestro,  á  cuya 
conocida  operosidad  encargamos  el  gobierno  y  dirección  de  esa  acción 
social  en  toda  la  nobilísima  nación  española,  seas  quien  encamines  los 
deseos  y  esfuerzos  de  todos. 

La  solicitud  y  diligencia  que  te  distingue  nos  veda  absolutamente 
estimular  tu  celo  con  nuestras  exhortaciones.  Esperamos  confiados  que, 
con  el  divino  auxilio,  has  de  tomar  sobre  ti,  sin  desmayos  y  con  gran  pro- 
vecho, la  defensa  de  la  Religión  y  de  la  sociedad.  Séanos  lícito  única- 
mente recordar  una  cosa  que  importa  mucho:  la  acción  social  de  los  ca- 
tólicos no  reportará  las  utilidades  apetecidas,  si  los  que  trabajan  por  el 
bien  común  no  tienen,  según  es  su  obligación,  un  mismo  pensar,  un 
mismo  querer,  un  mismo  obrar;  pues  mientras  con  la  concordia  adquie- 
ren vigor  y  se  desarrollan  las  asociaciones,  es  forzoso  que,  si  la  discor- 
dia prevalece,  como  rendidas  á  su  propia  pesadumbre,  se  vengan  á  tierra 
y  perezcan.  Ahora  bien,  esta  conspiración  de  voluntades  y  esta  uniformi- 
dad en  el  obrar,  no  podrán  ser  duraderas,  si  las  asociaciones  de  los  cató- 
licos no  están  de  tal  forma  ordenadas  que  tengan  por  norma  de  su  con- 
ducta todas  las  disposiciones  que  en  varias  ocasiones  han  emanado  de 
la  Sede  Apostólica. 

Por  lo  cual  deseamos  que  se  cuide  también  de  que  no  se  infiltren 
lentamente  en  la  inteligencia  de  los  socios  doctrinas  nuevas  y  peregrinas, 
por  no  decir  ajenas  á  la  enseñanza  de  la  Iglesia.  No  raras  veces  ha  ocu- 
rrido que  la  pasión  de  novedades  ha  inficionado  á  muchos,  aun  entre  el 
clero,  dando  en  tierra  con  su  obra. 

Observando  en  la  práctica  estas  advertencias  con  fidelidad  y  constan- 
cia, no  hay  duda  que,  obedeciendo  todos  á  una  misma  fuerza  principal 
que  todo  lo  dirija,  la  acción  social  de  los  católicos  españoles,  fomentada 
por  la  completa  unanimidad  de  aspiraciones  y  robustecida  por  la  obe- 
diencia debida  á  la  autoridad  eclesiástica,  florecerá  grandemente  y  bri- 
llará más  cada  día  por  la  gloria  de  sus  hechos. 

Con  insistencia  suplicamos  á  Dios,  dador  de  todo  bien,  que  estas 
cosas  se  lleven  á  la  práctica.  Entretanto,  deseando  manifestaros  los  sen- 


150  ACCIÓN  SOCIAL  CATÓLICA  EN  ESPAÑA 

timientos  de  nuestro  ánimo,  lleno  de  paternal  caridad  hacia  los  amantí- 
simos  hijos  de  la  católica  España,  especialmente  atribulados  á  causa  de 
las  últimas  conmociones  populares,  promovidas  por  la  obra  nefasta  de 
los  enemigos  de  la  Religión  y  de  la  sociedad,  como  augurio  de  consuelo 
y  alegría  os  damos,  á  ti,  amado  Hijo  Nuestro,  y  al  clero  y  á  todo  el 
pueblo  encomendado  á  tu  vigilancia  y  cuidado.  Nuestra  Apostólica 
Bendición. 

Dado  en  Roma,  junto  á  San  Pedro,  el  día  16  de  Octubre  de  1909,  año 
séptimo  de  Nuestro  Pontificado. 

PÍO  PP.  X. 


PLAGAS  DE  LA  FRANCIA  ACTUAL 


€ 


N  un  artículo  publicado  en  el  Journal  de  Bruxelles,  intitulado  L'imi- 
tation  de  la  France,  decía  Víctor  Kinon  que  el  mayor  peligro  que  ame- 
nazaba á  los  belgas  era  el  afán  de  imitar  á  Francia:  afán  que  fustigó  Bau- 
delaire  en  varios  artículos  en  1860,  y  aun  estozó  un  libro  cuyo  título 
había  de  ser  La  grotesque  Belgiqíte  ó  Une  capitale  de  singes.  Esa 
misma  peligrosa  ansia  de  copiar  á  los  franceses  existe  en  España.  Ya  un 
escritor  transpirenaico,  hablando  de  las  colonias  intelectuales  de  Fran- 
cia, incluía  en  ellas  á  nuestra  patria.  Adviértase  que  la  palabra  intelec- 
tual abarca  mucha  extensión;  pues  no  sólo  en  la  esfera  del  periodismo, 
de  la  literatura,  de  la  filosofía,  sino  aun  de  la  política  y  de  la  religión  se 
nos  quiere  obligar  á  ser  tributarios  de  nuestros  vecinos  de  ultrapuertos. 
Notorio  es  que  el  Sr.  Canalejas  tradujo  al  castellano  las  leyes  de 
Waldeck-Rousseau  contra  las  Congregaciones,  haciéndolas  uno  de  los 
lemas  de  su  bandera,  y  que  para  sus  partidarios,  para  no  pocos  libera- 
les, para  los  republicanos  y  revolucionarios  españoles,  el  espejo  en 
donde  nos  hemos  de  mirar  en  las  relaciones  del  Estado  con  la  Iglesia  es 
la  actual  Francia,  la  Francia  gobernada  por  los  jacobinos  y  humildes 
siervos  y  lacayos  de  la  masonería. 

Convendrá,  pues,  echar  una  mirada  sobre  el  modelo  que  se  nos  pro- 
pone, para  que  veamos  el  abismo  á  que  se  pretende  precipitarnos.  Cui- 
dadosamente hemos  de  hacer  una  distinción  para  no  pecar  de  parciales. 
No  puede  negarse  que  Francia  entraña  grandes  fuentes  de  vida  y  pros- 
peridad; su  suelo,  ha  dicho  J.  Bertillon,  es  uno  de  los  más  ricos  del 
mundo.  Por  esto,  por  la  laboriosidad  y  patriotismo  de  los  naturales,  su 
situación  económica  resulta  desahogada,  hasta  el  punto  que,  como  acaba 
de  escribir  un  corresponsal  de  París  á  un  diario  de  Madrid,  «la  nación 

francesa sigue  poseyendo  parte  importantísima  del  oro  acuñado  en  el 

mundo».  Ni  es  tan  sólo  esto.  Repetidas  veces  ponderó  el  malogrado 
teniente  coronel  Sr.  Ibáñez  Marín  que  la  «tercera  república  ha  reali- 
zado un  empeño  civilizador  que  nadie...  desconoce».  «En  conclusión, 
testificaba  en  otro  artículo,  en  1909  el  imperio  colonial  francés  es  más 
rico  que  lo  era  en  1900,  como  al  terminar  el  siglo  XIX  era  más  próspero 
que  cuando  en  1880  comenzaron  sus  primeros  ensanches  y  tanteos  en 
África  y  en  Asia.» 

Mas  al  lado  y  á  la  par  de  esos  medros  aparecen  horribles  calamida- 


152  PLAGAS  DE  LA  FRANCIA  ACTUAL 

des,  inrnundas  lepras,  que  provienen  principalmente  de  la  inmoralidad, 
que  ha  sentado  sus  reales  en  la  patria  de  San  Luis,  fomentada  á  velas 
desplegadas  por  las  leyes  y  conducta  sectaria  de  los  que  han  regido  y 
rigen  las  riendas  del  Gobierno,  Algunos  cuadros  no  más  nos  patentiza- 
rán los  males  que  trabajan  á  Francia  y  que  la  conducirán  á  la  ruina,  ó  á 
lo  menos,  serán  grillos  que  le  estorben  arribar  á  la  grandeza  á  que 
podía  con  los  recursos  de  que  dispone. 

I 

LA  DESPOBLACIÓN   DE   FRANCIA 

Á  varias  asociaciones  médicas,  á  políticos  de  diversas  banderías,  á 
infinidad  de  personas  de  dentro  y  fuera  de  la  repúbhca  da  mucho  en 
qué  entender  el  descenso  manifiesto  de  los  nacimientos  en  esta  nación, 
de  tal  modo,  que  son  superados  por  las  defunciones.  No  hay  sino  repa- 
sar las  estadísticas  para  convencerse  de  ello.  Desde  1901  hasta  el  1907 
la  natalidad  decreció  en  la  siguiente  proporción:  en  1901,  22  nacimien- 
tos por  1.000  habitantes;  en  1902,  21,7;  en  1903,21,2;  en  1904,  21;  en  1905 
y  1906,  20,6;  en  1907,  19,7.  Ya  en  este  año  sobrepujaron  los  muertos  á 
los  nacidos  en  19.920.  Verdad  es  que  en  1908  hubo  18.067  nacimientos 
más  que  en  1907,  y  que  éstos  excedieron  á  los  fallecimientos  en  46.441; 
pero  en  cambio  las  cifras  que  publica  t\  Journal  Officiel  de  28  Octubre 
de  1909  son  desconsoladoras.  Fueron  durante  el  primer  semestre  de  1909 
los  nacidos  398.710,  número  el  más  bajo  que  de  cien  años  acá  registran 
las  estadísticas.  Los  fallecidos  llegaron  á  426.913,  resultando  un  exceso 
de  28.203  sobre  los  vivos.  Es  decir,  que  Francia  en  seis  meses  ha  per- 
dido equivalentemente  una  población  tan  linda  como  l'Epinal.  El  mal 
se  extiende  sobre  todo  el  territorio:  67  departamentos  ofrecen  más  defun- 
ciones que  nacimientos;  en  los  restantes,  excepto  uno,  es  tan  corto  el 
aumento  de  éstos  que  no  vale  la  pena  de  hablar.  Pero  ¿qué  de  admirar 
que  así  suceda?  De  11.315.000  familias  francesas  en  1907,  1.804.710  care- 
cían de  hijos;  2.966.171,  tuvieron  dos;  1.643.425,  tres;  989.329,  cuatro;  las 
restantes,  cinco  ó  más.  Un  16  por  100,  pues,  se  vio  privadas  de  hijos; 
un  26,21  contó  con  uno,  y  el  23  con  dos:  en  resumen,  el  término  medio 
apenas  si  alcanza  2,10  por  cada  familia,  siendo  así  que  para  la  prosperi- 
dad de  una  nación  se  requieren  cuatro  al  menos.  Con  razón  exclamaba  el 
diputado  Messimy,  en  un  artículo  publicado  en  Le  Matin,  que  produjo 
honda  sensación:  los  nacimientos  menguan  de  tal  manera  en  la  república, 
que  dentro  de  quince  años  habrá  37  ó  38  regimientos  menos;  y  Moltke 
decía:  desde  1870  Francia  pierde  cada  día  una  batalla. 

Pero  lo  que  más  descorazona  á  los  buenos  franceses  y  hace  temblar 
á  los  malos  es  la  comparación  que  establecen  con  otras  naciones.  Al 
decir  de  Levasseur,  entre  las  grandes  potencias,  Francia,  Alemania,  Ingla- 


PLAGAS  DE  LA  FRANCIA  ACTUAL  153 

térra,  Austria  é  Italia  unificada,  los  franceses  constituían  el  30  por  100 
del  total  de  gente  en  tiempo  de  Luis  XIV;  el  25  en  la  época  revolucio- 
naria; el  21  después  de  Waterlóo;  el  15  en  1872;  el  12  veinte  años  más 
tarde,  y  ahora  á  duras  penas  si  alcanza  el  10.  Tal  diferencia  se  origina 
de  la  desproporción  de  nacimientos  entre  Francia  y  los  otros  países,  que 
descubre  la  lista  siguiente,  que  se  refiere  al  año  1906:  El  exceso  de  los 
nacimientos  sobre  las  muertes  fué  en  Alemania  de  15,6  por  1.000  perso- 
nas; en  Austria,  el  12,3;  en  Hungría  y  en  Inglaterra,  el  11,2;  en  Italia, 
el  11,1;  en  Bélgica,  el  9,3;  en  España,  el  7,9,  y  en  Francia,  el  0,7.  Esta 
nación  es  la  más  abundante  de  todas  en  viejos,  la  más  escasa  en  jóve- 
nes; en  1900  tenía  173  menores  de  veinte  años  por  1.000  almas,  al  paso 
que  Alemania  contaba  222;  Italia,  229;  Austria-Hungría,  230;  Rusia,  240. 
La  densidad  de  población  no  es  en  la  república  más  que  de  73  habitantes 
por  kilómetro  cuadrado,  cuando  en  Austria  era  de  87  en  1900;  en  Ale- 
mania de  112  en  1905;  en  Italia  en  1904  de  113;  en  Bélgica  de  227 
en  1900;  en  Inglaterra  de  215  en  1901,  y  en  los  Países  Bajos  de  154 
en  1899. 

Á  la  vista  de  esos  números,  escribía  no  ha  mucho  el  Dr.  Romual:  «El 
terreno  entre  los  Vosgos  y  Pirineos  no  se  ha  hecho  para  que  en  él  vege- 
ten 38  millones  de  franceses,  ya  que  100  millones  de  alemanes  pueden 
allí  colocarse;  el  hijo  único  de  la  familia  francesa  está  inexorablemente 
destinado  á  ser  despojado  por  los  cinco  de  la  tudesca.» 

¿Cuáles  son  las  causas  de  esa  despoblación?  Ante  todo,  no  puede 
achacarse  al  crecimiento  de  la  mortalidad,  que  ha  disminuido  notable- 
mente. Mientras  que  era  de  26,2  por  1.000  en  1806-1810,  y  de  23,1 
en  1850-1854,  no  ha  llegado  sino  á  19,7  en  el  período  de  1903-1907. 
Tampoco  se  ha  de  atribuir  al  decrecimiento  de  los  matrimonios,  que 
han  sido,  por  término  medio,  de  284.000  en  1850-54,  y  de  302.000 
en  1903-1907,  y  en  1903  registráronse  1.172  más  que  en  1907.  Cierta- 
mente que  en  lo  que  atañe  á  matrimonios,  higiene  y  reducido  de  la  mor- 
talidad, no  envidian  á  nadie  nuestros  vecinos.  Tomando  por  fundamento 
las  estadísticas  de  las  principales  potencias  europeas  en  1905,  se  infiere 
que  en  Francia  existe  esta  proporción  con  lo  demás  de  Europa:  7,7 
matrimonios  por  7,7;  19,6  difuntos  por  20,8;  20,6  nacimientos  por  31,8. 
Inútil  es  asimismo  apelar  á  la  emigración,  que  en  Francia  aparece  muy 
limitada  é  inferior  á  la  de  otros  territorios.  En  Nueva  York,  v.  gr.,  resi- 
den 300.000  alemanes  y  sólo  10.000  franceses,  y  no  debe  callarse  que,  en 
cambio,  habita  el  suelo  de  la  república  francesa  un  millón  de  familias 
extranjeras.  Las  causas...  no  hay  que  fatigarse  mucho  en  encontrarlas. 
La  primordial  la  han  reconocido  y  declarado  desde  el  librepensador 
Bertillon  y  el  economista  católico-liberal  Leroy-Beaulieu,  hasta  el  último 
Congreso  católico  de  Lille  y  el  Cardenal  Mercier  en  su  reciente  pasto- 
ral: la  inmoralidad;  inmoralidad  que  se  encarna  singularmente,  produ- 
ciendo estragos  enormes,  en  el  neo-malthusianismo  y  en  el  divorcio. 


154  PLAGAS  DE  LA  FRANCIA  ACTUAL 

El  neo-malthusianismo  ha  echado  profundas  raíces  en  Francia.  «Hay, 
decía  L'Univcrs  (7  Mai  1909),  una  asociación  antirreligiosa  que  ha  orga- 
nizado la  propaganda  para  la  esterilidad  voluntaria.  Y  esta  horrenda 
propaganda  se  hace  ahora  en  los  campos,  en  los  centros  obreros,  por 
todas  partes  y  hasta  en  los  contornos  de  las  escuelas.»  Un  esclarecido 
publicista,  que  años  ha  vive  en  París,  escribía  en  una  acreditada  revista 
española: 

«Los  libros  y  estampas  editados  por  los  infernales  apóstoles  de  la 
despoblación  para  enseñar  prácticamente  al  pueblo  las  múltiples  mane-" 
ras  de  restringir  los  nacimientos,  no  son  castigados,  y  hasta  se  ponen  en 
solfa  y  sirven  de  chacota  las  campañas  que  contra  ellos  emprenden,  más 
con  un  fin  patriótico  y  humanitario  que  moral  ó  religioso,  los  Piot  y  los 
Beranger...  Á  Mr.  Piot  le  ponen  en  caricatura,  vestido  de  nodriza,  en  todos 
los  diarios  de  la  secta,  y  le  sacan  á  las  tablas  como  bufón  obligado  en 
todas  las  revistas  de  teatros  escritas  por  los  autores  judíos  á  la  moda.» 
No  menos  execrables  son  estas  noticias  que  saca  á  la  vergüenza  Fenelon 
Gibon:  «Mora  en  Alemania  un  Sr.  Koenig....  que  pretende  crear  un  Insti- 
tuto pedagógico  internacional,  cuyo  programa  comprende  el  malthusia- 
nismo;  la  propaganda  de  este  azote,  uno  de  los  más  aciagos  en  nuestra 
patria,  se  hace  en  periódicos  que  se  glorían  de  tener  la  aprobación  de 
una  parte  considerable  de  nuestros  maestros  públicos.  Casi  quinientos 
de  ellos  han  enviado  sus  adhesiones  simpáticas  á  Mr.  Koenig.  L'Eclair 
revela  los  nombres  de  algunos  profesores  que  vierten  ese  veneno  en  las 
escuelas  francesas.»  Ni  tan  solo  en  las  escuelas,  pero  aun  el  Gobierno  y 
las  Cortes  favorecen  esa  teoría  malsana  con  medidas  estúpidas  ó  leyes 
descabelladas.  «El  infanticidio,  escribe  el  publicista  antes  aludido,  no  se 
castiga  como  lo  que  es  en  realidad,  como  un  crimen  de  sangre,  como  un 
homicidio,  sino  como  un  simple  delito,  cuando  no  como  falta  leve  y  casi 
venial...;  y  toda  ley  social  que  se  discute  en  el  Parlamento  es  podada 
cuidadosamente  antes  de  que  se  vote,  limpiándola  de  todo  lo  que  en  ella 
pudiera  haber  favorable  para  el  aumento  de  población;  y  así  la  enmienda 
Magnandie,  en  la  ley  del  impuesto  sobre  la  renta,  para  desgravar  en  su 
parte  justa  y  racional  á  los  padres  de  familia  cargados  de  numerosa 
prole,  enmienda  votada  por  distracción  con  la  enorme  mayoría  de  116 
votos,  hizo  anular  el  Presidente  del  Consejo,  secundado  por  todos  los 
Ministros  en  masa,  por  considerarla  enemiga  de  la  igualdad  y  favorece- 
dora de  privilegios.» 

Sin  duda  por  juzgarla  muy  equitativa  y  democrática,  propuso  el 
Gobierno  francés,  y  votó  el  Parlamento,  la  ley  del  divorcio,  que,  como 
los  estudios  de  Mr.  Henri  Joly  han  evidenciado,  es  una  de  las  raíces  de 
la  despoblación,  puesto  que  los  hijos  constituyen  una  traba  tremenda 
para  el  día  posible  y  aun  probable  de  la  separación.  Dicha  ley  engendra 
sus  frutos:  el  número  de  divorcios  de  los  registros  del  Estado  aumenta, 
según  el  Journal    Officiel  de  3  de  Junio   de   1939,    constantemente 


PLAGAS  DE  LA  FRANCIA  ACTUAL  155 

desde  1900.  Este  año  numerábanse  7.157,  en  1905  subían  á  10.019,  en  1905 
á  10.573,  en  1907  á  10.938  y  en  1908  llegaron  á  11.515,  de  donde  la  pro- 
porción de  los  divorcios,  que  en  1900  no  pasaba  de  3,68  por  100  habi- 
tantes, ha  alcanzado  la  cifra  de  5,38  en  1906,  de  5,57  en  1907  y  5,87  el 
año  último.  No  hace  todavía  mucho  tiempo  moría  de  un  modo  trágico  en 
París  el  poeta  judío  CatuUe  Mendes,  el  mismo  que  tan  irreverente  é  irra- 
cionalmente maltrató  á  Santa  Teresa.  Un  corresponsal  parisiense  de  un 
periódico  de  Madrid  trazaba  de  él  los  siguientes  rasgos,  que,  si  no  son 
muy  edificantes,  sirven  para  descubrirnos  la  gangrena  que  roe  y  carcome 
las  entrañas  del  pueblo  de  París:  «Era  lo  que  aquí  se  llama  un  hombre 
«bien  parisién».  Tuvo  una  juventud  borrascosa;  gozó  de  gran  fortuna  con 
las  mujeres,  y  en  más  de  una  ocasión  sus  amoríos  con  actrices  y  grandes 
damas  fueron  la  comidilla  escandalosa  del  día...  Se  separó  de  su  esposa. 
Esta  es  la  situación  en  que  al  cabo  de  algunos  años  se  encuentran  todos 
los  matrimonios  «bien  parisién». 

Justo  es  que  al  pie  de  este  párrafo  escribamos,  á  guisa  de  inscripción 
funeraria,  las  palabras  de  un  profesor  alemán:  «Más  sepulcros  que  cunas; 
es  el  principio  del  fin,  Finis  Galliae.  Así  deben  desaparecer  de  la  escena 
del  mundo,  por  sus  pecados  propios,  los  pueblos  que  han  hecho  trizas 
las  leyes  fundamentales  de  la  vida.» 

II 

DESASTRES   ESCOLARES 

Una  generación  espartana,  respirando  robustez  y  vida,  sin  preocupa- 
ciones monjiles  sobre  Dios,  la  suerte  futura  y  otras  monsergas  que  ener- 
van, y  enflaquecen  ios  bríos  de  los  hombres,  era  lo  que  se  prometía 
criar  el  librepensamiento  al  arrancar  de  las  manos  de  las  Congregaciones 
la  educación  de  la  juventud.  Por  de  contado  que  ello  se  había  de  lograr  sin 
recargar  los  presupuestos  ó  agravándolos  lo  menos  posible,  recompen- 
sándose espléndidamente  el  aumento  con  los  sazonados  y  sabrosos  frutos 
que  muy  luego  se  habían  de  cosechar.  Y  ahora  resulta  que  esos  decanta- 
dos frutos  se  han  transformado,  como  afirmaba  Gibon,  en  frutos  de 
muerte  con  el  desenvolvimiento  de  los  apaches,  y  en  frutos  secos  con  e 
desenvolvimiento  de  los  analfabetos;  es  decir,  que  han  subido  los  gastos 
ó  despilfarros  económicos,  la  ignorancia,  la  corrupción  de  costumbres  y 
la  criminalidad  de  los  jóvenes. 

Lo  que  desde  luego  se  observa  es  que  el  presupuesto  de  Instrucción 
crece  como  la  espuma;  desde  1872  se  ha  más  que  sextuplicado.  En  1872 
era  de  33.782.000  francos;  en  1882  asciende  á  105.826.000;  en  1892 
á  168.563.000;  en  1902  á  208.662.781,  y  no  se  debe  perder  de  vista  que 
los  créditos  destinados  de  1902  á  1907  á  primera  enseñanza  pasan 
de  166  millones  á  202;  lo  que  significa  un  aumento  medio  anual  de  siete 


156  PLAGAS  DE  LA  FRANCIA  ACTUAL 

á  ocho  millones.  ¡Si  tan  siquiera  hubieran  aplicado  á  instrucción  los  1.000 
millones  de  francos  de  los  bienes  de  las  Congregaciones  que  deputaba 
el  Gobierno  para  la  Caja  de  Retiro  de  Obreros!  Pero  ni  éstos  ni  aquélla 
recibirán  un  céntimo,  á  causa  de  haberse  disipado  como  el  humo  en 
gajes  de  oficio  de  los  liquidadores  y  pagos  tan  peregrinos  como  el  del 
cerrajero,  que  reclamó  1.365  francos  50  céntimos  por  descerrajar  las 
puertas  de  un  convento. 

Si  por  esta  parte  no  se  han  logrado  provechos  generales  con  la  abo- 
lición de  las  Congregaciones,  mucho  menos  se  han  obtenido  en  materia 
de  instrucción.  El  concurso  á  las  escuelas  no  es  mayor.  Mr.  León  de 
Crouzaz-Crétet,  con  los  informes  que  los  inspectores  académicos  remiten 
á  los  Consejos  generales  de  55  departamentos,  raciocina  de  esta  suerte: 
Frecuentan  las  escuelas  primarias  de  dichos  departamentos,  que  repre- 
sentan dos  terceras  partes  de  la  nación,  3.025.061  alumnos;  admitiendo 
la  misma  proporción  para  lo  que  resta,  tendremos  una  suma  de  4.537.591 
discípulos.  Haciendo  el  mismo  cómputo  en  lo  que  atañe  á  las  escuelas 
libres,  á  las  que  asisten  en  los  55  departamentos  764.044  niños,  resultará 
para  la  Francia  entera  1.146.066.  Lo  que  garantiza  la  exactitud  de  los 
cálculos  es  que  éstos  no  difieren  grandemente  de  la  estadística  oficial 
de  1901-1902,  que  atribuían  á  las  escuelas  públicas  4.640.690  alumnos,  y 
á  las  privadas  1.663.302.  Estas  últimas,  pues,  habrán  perdido  517.236 
niños,  lo  que  nada  de  particular  tiene,  atendiendo  á  que  han  sido  aniqui- 
ladas 15.000  escuelas  congregacionistas,  de  las  que  una  parte  sólo  se  ha 
restaurado  con  otras  personas.  Mas  he  aquí  que  medio  millón  de  alum- 
nos deberían  haber  pasado  á  las  escuelas  públicas,  y  no  se  les  halla,  ya 
que  éstas  han  sufrido  una  merma  de  103.100  discípulos.  Si  la  estadística 
oficial  no  rectifica  la  hipótesis  que  se  hace  en  orden  á  los  31  departamen- 
tos cuyas  cifras  precisas  faltan,  hemos  de  concluir  que  la  asistencia  esco- 
lar ha  menguado  desde  1902. 

Con  tanto  encarecerse  la  instrucción  obligatoria  y  su  mejoramiento 
continuo,  no  se  ha  logrado  extirpar  los  analfabetos  ni  perfeccionar  la 
enseñanza.  Mr.  Briand,  en  el  proyecto  de  ley  de  24  de  Junio  de  1907,  con- 
fesaba que  en  1882  los  analfabetos  componían  un  14,6  por  100,  y  en  1900 
un  25.  En  1907  entre  los  reclutas  del  departamento  del  Sena  había  67 
que  desconocían  las  letras  primarias,  92  que  no  sabían  leer  y  786  ausen- 
tes, cuya  instrucción  se  ignoraba,  pero  que  por  su  linaje  de  vida  podían 
sumarse  en  buena  parte,  cuando  menos,  á  los  primeros;  con  lo  que  se 
patentiza  el  atraso  de  la  enseñanza  popular,  dado  caso  .que  hace  veinti- 
cinco años  se  contaban  788  analfabetos  en  el  mismo  departamento. 
En  1906  el  diputado  Buizon  denunciaba  que  la  instrucción  primaria  había 
decaído  en  40  departamentos.  «Aun  hay  11.500  analfabetos,  exclamaba 
Clemenceau  en  su  discurso  de  9  de  Octubre  de  1908,  en  la  república 
francesa,  cuando  no  teníamos  sino  10.600  en  1904.»  «Existe  un  cuatro  y 
medio  por  ciento,  escribía  Le  Matin  de  14  de  Febrero  de  1908,  que  no 


PLAGAS  DE  LA  FRANCIA  ACTUAL  157 

saben  ni  leer  ni  escribir.  Doloroso  guarismo,  si  se  recuerda  lo  que  sucede 
en  Alemania  y  Suiza,  en  donde  hay  sólo  de  éstos  un  medio  por  ciento. 
Pero  es  más  sensible  todavía  el  que  en  nuestra  patria  muchos  que  apa- 
recen como  conociendo  las  letras  primarias,  apenas  si  atinan  á  borrajear 
su  nombre  y  trazar  con  trasudores  de  muerte  algunos  garrapatos  sobre 
el  papel.»  La  razón  de  esto  la  explica  Gibon  al  hacer  constar,  con  testi- 
monios de  inspectores,  que  la  asistencia  á  las  escuelas  es  muy  irregular, 
y  que  á  ellas  faltan  de  ley  ordinaria  una  tercera  parte  de  los  matricula- 
dos. Por  esto,  y  por  la  enseñanza  superficialísima  que  en  dichas  escuelas 
se  da,  se  forman  los  alumnos  en  general  peor  que  antiguamente,  y  gran 
número  de  los  que  de  allí  salen  son  ignorantísimos.  Pruebas  de  esta  igno- 
rancia abundan.  Vayan  algunos  casos,  referidos  por  Houssaye  en  UEcho 
de  París  de  20  de  Marzo  de  1907:  Un  capitán  escoge  de  su  compañía  al 
azar  20  soldados,  y  en  tono  familiar  les  pregunta  separadamente  sobre 
estos  puntos:  ¿Qué  se  sabe  de  Juana  de  Arco— de  Bayardo— de  Luis  XIV 
—de  la  Revolución  francesa— de  Napoleón  I  — de  la  guerra  de  1870— de 
la  Alsacia-Lorena?  La  mitad  de  ellos  contestan,  ó  no  sé  nada,  no  me 
acuerdo,  ó  ¿Juana  de  Arco?  Un  gran  hombre  que  promovió  guerras. — 
Bayardo  fué  un  excelente  marino.— ¿Luis  XIV?  Un  antiguo  oficial  que 
vivía  en  1547.— La  Revolución  se  produjo  por  la  muerte  de  Luis  XIV.— 
Napoleón  creó  los  tribunales,  educó  al  pueblo  y  murió  prisionero  des- 
pués de  su  traslado  á  Clermont-Ferrand.  -  ¿La  guerra  de  1870?  Tuvo  ba- 
tallas.— La  Alsacia-Lorena  es  una  gran  ciudad  de  Francia.  En  otra  inda- 
gatoria halló  que  un  27  por  100  desconocía  por  completo  á  Juana  de  Arco, 
un  37  la  Revolución,  un  40  la  guerra  de  1870,  un  45  la  Alsacia-Lorena, 
un  60  á  Napoleón  y  un  66  á  Luis  XIV. 

Peores  que  las  deficiencias  en  la  enseñanza  son  las  perniciosas  doc- 
trinas que  se  escuchan  en  las  escuelas,  contra  las  cuales  han  levantado 
los  Obispos  franceses  su  voz  en  una  Pastoral  colectiva,  que  ha  tenido 
resonancia  en  todo  el  mundo.  Mas  ¿qué  han  de  enseñar  30.000  maestros 
socialistas,  número  que,  como  regodeándose,  atestiguaba  L'Enseigne- 
ment  Hr imaire,  pronto  se  transformará  en  80.000?  Dejemos  en  los  plie- 
gues del  olvido  sus  ideas  contra  Dios,  el  alma,  la  familia,  la  patria,  etc., 
monstruosas  y  deplorables;  fijémonos  en  lo  que  prácticamente  ejecutan 
muchos  de  ellos  para  viciar  á  los  alumnos,  eligiendo,  entre  innumerables, 
dos  ejemplos.  «Los  laureles,  escribía  monseñor  Turinaz,  de  Robín,  el 
pornógrafo  de  Cempuis,  desvelan  á  nuestros  maestros  laicos,  que  prac- 
tican la  coeducación  de  los  sexos  poniendo  juntos  en  las  escuelas  á  niños 
y  niñas  de  doce  años.»  A  los  cargos  que  se  le  hacían  contestó  cínica- 
mente uno  de  ellos,  el  de  Meurthe-et-Moselle:  «Vuestras  bestezuelas 
están  admirablemente  colocadas  en  las  caballerizas.»  Pues  en  Pont-de- 
Beauvoisin  (Isére),  á  chicos  y  chicas  de  las  escuelas  laicas  condujeron 
sus  pedagogos  á  un  cinematógrafo,  cuyas  películas  representaban  la  Luna 
de  miel,  Honor  mancillado,  Peripecias  del  divorcio  (adulterio,  honor 

RAZÓN  Y  FE,  TO.MO  XXVI  11 


158  PLAGAS  DE  LA  FRANCIA  ACTUAL 

perdido,  etc.)-  Necesariamente  lia  de  resultar  de  esa  educación  lo  que 
Mr.  Henri  Joly  decía  en  un  informe  á  la  Academia  de  Ciencias  Morales, 
que  los  actos  de  inmoralidad  de  los  jóvenes  entre  sí  se  habían  en  poco 
tiempo  cuadruplicado. 

Pero  en  lo  que  se  manifiesta  más  el  influjo  deletéreo  de  la  instrucción 
laica  es  en  el  progreso  de  la  criminalidad  juvenil.  ¡Invención  de  curas!, 
exclamaba  la  Lanterne,  sintiendo  el  aguijón  terrible  de  la  culpa:  que  no 
es  sino  verdad  purísima,  lo  demuestran  las  estadísticas  á  pesar  de  sus 
imperfecciones  y  truncamientos  voluntarios.  Se  determina  la  crimina- 
lidad por  los  crímenes,  delitos  y  suicidios.  En  1901  se  fijan  en  504  los 
crímenes  cometidos  por  jóvenes;  en  1905  ascienden  á  612;  en  1901  son 
los  delitos  de  aquéllos  33.835;  en  1905,  34.804,  y  los  delitos  correccio- 
nales de  los  menores  de  diez  y  seis  á  veintiún  años  suben  de  26.209  á 
30.853.  No  se  pierda  de  vista  que,  de  industria,  para  no  amedrentar  á  las 
gentes  pacíficas,  se  aminoran  los  guarismos;  que  los  tribunales  sobreseen 
con  facilidad  la  causa  de  los  menores,  de  tal  modo,  que  en  1905  á  la 
mitad  de  ellos  cupo  esa  suerte,  y  que  las  leyes  y  circulares  de  1898 
recomiendan  á  la  policía  y  los  juzgados  condescendencia  con  la  niñez 
delincuente;  por  donde  Mr.  Guyot-Desaigne  confesó  en  el  Rapport  del  3 
de  Mayo  de  1907  que  de  100  niños  denunciados,  94  quedaron  sin  castigo. 
Así  y  todo,  por  declaración  reciente  de  un  empleado  distinguido  de  la 
Prefectura  de  Policía,  la  cantidad  de  menores  detenidos  en  París  y  en  el 
departamento  del  Sena  aumenta  en  un  31  por  100,  y  la  suma  total  en  la 
república  acrece  en  un  52  por  100,  según  H.  Joly.  Así  debe  acontecer.  La 
fuerza  de  la  verdad  arrancó  de  la  Lanterne  de  18  de  Junio  de  1909, 
hablando  de  la  adolescencia,  esta  confesión  preciosa,  por  la  fuente  de  que 
procede:  «Se  ha  constituido  una  corporación  de  criminales»;  y  el  Fiscal 
de  la  Audiencia  del  Sena,  perorando  en  una  causa  célebre,  afirmaba: 
«Poseemos  una  colección,  hermosa  en  demasía,  de  cachorrillos  de  león; 
se  juega  á  los  apaches,  lo  cual  forma  una  parte  de  las  diversiones.» 

Sin  embargo,  no  es  recrearse  á  lo  apache,  sino  adelantarlos  en  fero- 
cidad el  recurrir  al  suicidio,  como  lo  ejecutan  multitud  de  mozalbetes 
franceses.  En  sesenta  y  cuatro  años  se  han  cuadruplicado  y  quintupli- 
cado las  cifras  de  suicidas  niños  y  adolescentes.  Menores  de  diez  y  seis 
años,  en  el  de  1878,  se  quitaron  la  vida  16;  120  en  1900.  Jóvenes  entre 
diez  y  seis  y  veinte,  529  en  1896  y  781  en  1900.  En  1907  fueron  80  los 
menores  de  diez  y  seis  años  que  se  mataron  y  328  los  de  diez  y  seis 
á  veinte,  aunque  hay  que  observar  que  tal  vez  sean  más,  pues  la 
edad  de  273  suicidas  no  pudo  comprobarse.  En  la  Cámara  da  los  Dipu- 
tados, sesión  del  21  de  Junio  de  1909,  en  una  interpelación  original 
al  Ministro  de  Instrucción,  refería  Mr.  Maurice  Barres  escenas  como 
estas:  Seis  niños,  dos  de  trece  años,  alumnos  de  los  Liceos,  se  han  sui- 
cidado en  unas  cuantas  semanas.  Uno  de  ellos,  de  catorce  años,  estando 
en  clase  se  pegó  un  tiro,  y  apenas  caído  en  tierra,  un  grupo  de  alumnos 


PLAGAS  DE  LA  FRANCIA  ACTUAL  159 

se  precipita  sobre  el  cadáver  y  el  revólver  desaparece.  No  era  suyo;  per- 
tenecía á  un  pelotón  de  aquéllos,  que  lo  habían  comprado  para  cumplir 
el  pacto  que  habían  hecho  de  matarse  uno  tras  otro.  El  revólver  no  pudo 
hallarse;  en  cambio,  encontráronse  entre  los  estudiantes  libros  de  Scho- 
penhauer  y  otros  por  el  estilo. 

Por  algo  propuso  la  Academia  de  Ciencias  Morales  y  Políticas  de 
Francia,  en  el  concurso  de  1908,  este  tema,  remunerado  con  un  premio 
de  2.000  pesetas:  «Causas  y  remedios  de  la  criminalidad  creciente  en  la 
adolescencia.»  Por  algo  también  aseguraba  Mr.  Faillet,  Consejero  muni- 
cipal del  décimo  distrito  sociaHsta  de  París:  «Hemos  gastado  muchos 
millones  para  la  enseñanza;  hemos  construido  magníficos  palacios  esco- 
lares, y  hemos  de  reconocer  que  sólo  se  han  edificado  sepulcros  de  los 
que  se  halla  ausente  el  alma  de  Francia.» 

III 

EL    ANTIMILITARISMO 

No  sólo  intenta  la  impiedad  el  arrancar  de  cuajo  de  todas  las  inteli- 
gencias el  concepto  de  Dios,  cuya  sombra  aterradora  inquieta  en  sus 
orgías  al  malvado,  sino  también  abatir  al  ejército,  encarnación  viva  de  la 
patria  y  brazo  de  hierro  que  conserva  el  prestigio  nacional  y  mantiene  á 
raya  á  los  revolucionarios.  El  antimilitarismo  cunde,  como  incendio  en 
seco  cañaveral,  en  la  vecina  república.  El  grito  del  socialista  Hervé,  de 
que  la  bandera  francesa  hay  que  arrojarla  hecha  jirones  á  un  albañal, 
encuentra  eco  en  muchos  corazones.  Testigo  el  Congreso  de  maestros 
de  primera  enseñanza  de  Clermont.  La  proposición  que  se  presentó  de 
enviar  un  mensaje  de  simpatía  al  soldado  francés  que  en  aras  de  la  patria 
vertía  su  sangre  en  África,  fué  rechazada  con  protesta  general,  voces  y 
^^roseros  insultos.  Prueba  también  la  difusión  de  escritos  y  hojas  de  pro- 
paganda en  que  se  escarnece  al  ejército,  pintándolo  como  sostén  de  la 
burguesía  y  despotismo,  y  en  que  se  ha  llegado  á  estampar  que  sería 
preferible  matar  á  un  general  francés  antes  que  á  un  enemigo.  Ni  las  pro- 
cacidades que  han  barbotado  contra  la  milicia  los  socialistas  franceses 
con  motivo  del  ajusticiamiento  de  Ferrer,  son  otra  cosa  que  demostra- 
ciones de  su  refinado  odio  á  la  fuerza  armada.  ¿Qué  más  que  aborreci- 
miento al  ejército  han  de  respirar  los  que  reciben  inspiraciones  de  Jaurés, 
y  qué  más  han  de  ansiar  que  desnacionalizar,  descatolizar  y  desmilita- 
rizar á  Francia,  que  es  á  lo  que  tira  ese  diputado  y  su  ninfa  Egeria  Hervé, 
como  escribía  el  bizarro  y  malogrado  teniente  coronel  Ibáñez  Marín,  prez 
y  ornamento  de  nuestra  milicia?  «Los  antimilitaristas,  afirmaba  el  con- 
sejero municipal  de  París  Mr.  Achille,  se  entregan  de  lleno  á  hacer  pro- 
sélitos, y  no  solamente  en  el  Norte  de  África  hay  agencias  de  deserción; 
aquí,  en  el  corazón  de  Francia,  también  existen,  y  no  las  gobiernan,  por 


160  PLAGAS  DE  LA  FRANCIA  ACTUAL 

cierto,  nuestros  enemigos.  La  situación  actual  está  erizada  de  peligros; 
porque  consta  que  esa  desvergonzada  propaganda  obtiene  resultados». 
Sóbrale  razón;  pues  su  intervención  maléfica  causa  estragos  en  las  mis- 
mas filas  del  ejército  francés,  según  lo  puso  de  manifiesto  el  ilustre  jefe 
antes  citado,  en  un  luminoso  artículo,  del  que  transcribimos  estos  párrafos: 

«En  períodos  de  normalidad,  la  noticia  es  de  todos  los  meses,  de  casi 
todas  las  semanas...»  «En  la  guarnición  de  X.,  los  soldados  del  regi- 
miento A,,  se  han  amotinado  contra  su  jefe,  entonando  la  Internacio- 
nal...» «En  el  cuartel  Z.,  dos  cabos  y  11  soldados  se  han  escapado, 
huyendo  hacia  la  frontera...»  Cuando  se  incorporan  los  reservistas  ó  se 
movilizan  los  territoriales,  la  noticia  es  diaria  y  con  tonos  de  mayor  gra- 
vedad... «Los  territoriales  del  149  regimiento  se  han  negado  á  salir  á 
instrucción  pretextando  el  mucho  calor  que  hacía.  Al  presentarse  en  el 
cuartel  los  oficiales,  fueron  recibidos  á  los  gritos  de  «¡Abajo  el  ejército! 
¡Viva  Hervé!»...  La  progresión  normal  de  gastos  ha  sido  creciente.  Desde 
la  campaña  de  1870-71  acá,  la  cifra  de  gastos  es  asombrosa;  se  acerca 
á  los  4.000  millones  de  francos  invertidos  en  fortificaciones  y  en  material. 
Solamente  en  la  plaza  de  Bizerte  van  ya  gastados  31  millones  de  fran- 
cos... Estos  esfuerzos  metálicos,  constituyendo  un  sacrificio  para  el  país, 
están  destruidos  por  ese  cáncer  de  la  indisciplina  militar  y  por  otro  que 
aun  es  más  hondo  y  mortal:  el  del  egoísmo,  nacido  de  la  relajación  de 
costumbres...  La  indisciplina  general  reinante  y  la  sumisión  del  Ministro 
de  la  Guerra  al  radicalismo  socialista,  que  le  impone  cada  día  indultos, 
medidas  de  suavidad,  ventajas  y  medios  para  esquivar  el  servicio  y  los 
reglamentos,  dan  de  sí  esta  progresión  de  prófugos  y  desertores,  que 
pone  frío  en  el  alma  de  los  militares:  En  1893,  6.672;  en  1899,  4.949;  en 
1900,  7.150;  en  1901,  6.112;  en  1902,  6.990;  en  1903,  7.267;  en  1904,7.193; 
en  1905,  10.481;  en  1905,  13.508;  en  1907,  14.067,  y  en  1908,  22.807.» 

Completemos  estas  noticias  con  las  siguientes,  del  mismo  eruditísimo 
Sr.  Ibáñez  Marín:  «Los  cuatro  años  corridos  que  ocupó  el  hotel  de  la 
rué  Saint  Dominique  el  general  André,  han  sido  de  los  más  funestos  que 
en  estos  últimos  tiempos  de  desorganización  ha  conocido  el  ejército 
francés.  En  esos  cuatro  años  el  sectarismo  demagógico  hizo  estragos  en 
la  moral  del  mando  y  llevó  el  desasosiego  á  todos  los  espíritus  bien  cen- 
drados de  paciencia,  ocasionando  una  lucha  enconada,  verdaderamente 
fratricida  entre  compañeros  que  delataban  ó  que  sufrían  los  efectos  de  la 
delación,  y  produciendo  como  resultante  escandaleras  parlamentarias 
que  dieron  en  tierra  con  el  Ministro  sectario,  desafíos,  odios,  elevaciones 
y  caídas  que  han  dejado  surco  bien  hondo  en  la  disciplina  de  la  fuerza 
pública,  cuando  más  venía  necesitada  de  reconstitución  y  de  vigor  espi- 
ritual que  formasen  ecuación  con  sus  progresos  doctrinales  y  técnicos.» 

Esos  cuadros,  dibujados  de  mano  maestra,  no  amargan  más  el  alma 
que  los  que  ha  trazado  de  la  marina  francesa  la  Comisión  parlamentaria, 
presidida  por  Delcassé,  según  cuenta  con  claridad  meridiana  y  concisión 


PLAGAS  DE  LA  FRANCIA  ACTUAL  161 

la  Revista  General  de  Marina,  Julio  1909.  Copiamos  de  ella:  «Ninguna 
de  las  comisiones  parlamentarias  que  han  figurado  en  los  últimos  treinta 
años  han  llegado  á  conclusiones  tan  pesimistas  y  perjudiciales  al  pres- 
tigio de  la  gloriosa  marina  francesa  como  la  actual...  El  Navy  and  Mili- 
tary  Record  manifiesta  que  Francia  paga,  con  el  estado  interno  de  su 
marina,  las  consecuencias  de  que  las  discusiones  políticas  hayan  llegado 
á  su  seno,  perturbando  la  administración  y  promoviendo  ascensos  en  su 
personal,  debidos  más  al  favor  político  que  al  mérito  profesional.  Estado 
de  cosas  para  cuya  reforma  han  sido  impotentes,  al  decir  de  la  revista  ci- 
tada, el  patriotismo  de  Thompson  y  la  energía  de  Pilard  (Picard?).  Al 
examinar  los  centros  administrativos,  arsenales,  artillería,  nuevas  cons- 
trucciones, etc.,  la  Comisión  no  encuentra  en  parte  alguna  materia  de 
alabanza,  sino  de  queja  acerba.  Se  ponen  de  manifiesto  hechos  notorios, 
en  que  se  demuestra  la  falta  de  previsión  administrativa  en  la  época  de 
Thompson,  y  se  describe  el  Ministerio  de  Marina  como  factoría  burocrá- 
tica. No  hay  autoridad  responsable  encargada  de  coordinar  y  dar  unidad 
á  los  trabajos  de  los  diferentes  centros.  La  eficiencia  de  la  flota  de  com- 
bate, en  lugar  de  ser  la  mira  de  todo  el  mecanismo  administrativo,  cons- 
tituye objetivo  secundario.  La  flota  del  Mediterráneo,  á  despecho  de  la 
indiscreción  patriótica  del  almirante  Germinet,  carece  todavía  del  com- 
pleto de  sus  dotaciones  de  granadas.  No  existen  municiones  de  re- 
serva, y,  lo  que  es  peor,  esta  vital  necesidad  no  se  prevé  en  los  presu- 
puestos para  1910.  Lo  que  produce  mayor  intranquilidad  es  el  anuncio 
que  la  artillería  y  municiones  de  los  seis  Dantons  en  construcción  no  es- 
tarán listos  hasta  1914,  lo  más  pronto.  Todo  ello  se  agrava  con  las  disen- 
siones entre  la  oficialidad  de  los  barcos  y  los  artilleros  coloniales,  cons- 
tituyendo síntoma  anárquico,  que  explica  el  retraso  de  la  experiencia  con 
eljena,  tantas  veces  anunciada.  Se  teme  que  la  futura  artillería  no  ins- 
pire mayor  confianza  que  la  actual,  por  ser  debida  á  los  mismos  proyec- 
tistas que  la  antigua.  El  estado  de  los  arsenales  se  examina  con  severa 
crítica.  Herramental  antiguo,  aviejado  en  treinta  años;  personal  de 
obreros  de  deficiente  disciplina,  trabajando  con  el  sistema  de  las  ocho 
horas  diarias;  plaza  mayor  de  oficiales  é  ingenieros  que  no  se  distinguen 
ni  por  la  autoridad  ni  por  el  celo,  y  en  consecuencia,  el  trabajo  es  lento, 
dispendioso  é  imperfecto...»,  etc.,  etc. 

Añadiremos,  á  fin  de  reforzar  esa  descripción,  unas  palabras  que  en- 
tresacamos del  número  de  Marzo  de  la  misma  notable  revista:  «Mon- 
sieur  Chaumet,  Deputé  de  la  Gironde  et  Rapporteur  du  Budget  de  laMa- 
rine,  dice  (en  un  libro  intitulado  Estado  de  la  Marina  francesa)  y  prueba 
en  el  fondo  de  la  querella  tales  cosas,  que  ningún  extranjero  jamás  se 
hubiera  atrevido  á  publicar.  ¡Tan  áspera  y  condenatoria  es  la  acusación! 
Y  aunque  hacía  mucho  tiempo  que  los  de  afuera  conocían  el  mal  estado 
de  los  negocios,  aun  así  es  dudoso  que  hubiera  habido  alguien  que  pen- 
sase que  hubiera  llegado  al  extremo  que  Mr.  Chaumet  dice.» 


162  PLAGAS  DE  LA  FRANCIA  ACTUAL 

¿Y  para  tales  desmanes  y  desafueros  derrocha  el  Estado  iiri  presu- 
puesto tan  fabuloso,  que  el  de  1910  se  eleva  á  341.495.698  francos,  su- 
perior al  votado  en  1909,  que  fué  de  338.865.623? 

IV 

LAS  MALANDANZAS  DE   LOS   OBREROS 

En  medio  de  los  trabajos  y  privaciones  que  padecían  antes  los 
obreros  franceses,  se  consolaban  con  la  esperanza  halagüeña  de  una  vida 
futura  que  compensaría  con  creces  los  pesares  de  este  valle  de  lá- 
grimas. Hoy,  sin  la  estrella  de  la  fe  que  guíe  sus  azarosos  pasos,  sin  vis- 
lumbrar nada  más  allá  de  la  tumba,  merced  á  la  espantosa  cerrazón  de 
incredulidad  que  envuelven  sus  almas,  experimentan  intranquilidad  y 
malestar,  que  se  trasluce  en  múltiples  manifestaciones.  Á  éstas  perte- 
necen, á  no  dudarlo,  las  huelgas,  como  se  infiere  de  las  causas  que  las 
originan  y  efectos  que  producen.  Sabido  es  que  brotan  muy  á  menudo 
del  odio  y  recelo  entre  patronos  y  obreros  y  del  egoísmo  puro  y  neto  de 
unos  y  otros;  y  aunque  por  su  lado  jurídico  se  consideran  en  si  como  un 
acto  de  legítima  defensa,  pero  es  cierto,  como  lo  indica  Vatbier,  que 
comúnmente  traen  consigo  la  ruina  del  patrono,  la  miseria  del  obrero  y 
la  alteración  del  orden  público,  y  que,  miradas  en  su  aspecto  social^ 
según  observó  el  P.  Lhemkuhl,  enciende  el  espíritu  de  castas  y  el  odio  de 
las  diferentes  clases  de  la  sociedad.  Pues  terreno  fértil  y  feracísimo  de 
huelgas  es  la  república  francesa.  El  Boletín  de  Reformas  Sociales  noti- 
fica las  siguientes  en  el  primer  semestre  de  este  año:  Enero,  56;  Fe- 
brero, 67;  Marzo,  90;  Abril,  125;  Mayo,  112;  Junio,  64.  Cotéjese  esta  lista 
con  las  de  varias  naciones  principales,  y  se  verá  que  Francia  camina  á  la 
cabeza  de  ellas.  Así,  en  Inglaterra  en  el  primer  trimestre  de  1909  hubo  Qi; 
en  Alemania,  187;  en  Austria,  57;  en  los  Estados  Unidos,  31.  En  España 
en  todo  el  1907  se  registraron  118.  No  se  eche  en  olvido  al  hablar  de 
huelgas  que  entre  el  proletariado  francés  aparece  como  sombra  fatídica 
y  siniestro  espectro  la  formidable  y  tiránica  Confederación  general  del 
Trabajo,  pulpo  de  cien  tentáculos  agarrotadores  de  los  obreros,  que,  como 
De  Larégle  ha  escrito,  «en  las  huelgas  provoca  á  los  huelguistas  ala  resis- 
tencia, en  los  astilleros  estimula  á  los  trabajadores  al  sabotage,  en  las  cer- 
canías de  los  cuarteles  impele  á  los  soldados  á  la  indisciplina,  en  los 
meetings  pregona  la  revolución  y  en  todas  partes  se  empeña  en  enconar 
los  conflictos,  acrecentar  los  desórdenes  y  dar  calor  á  las  turbulencias». 

No  son  muy  atractivos  ni  deslumbradores  estos  trastornos,  que  suelen 
producirse  en  las  ciudades,  por  radicar  en  ellas  el  mayor  número  de  fá- 
bricas y  vivir  muchos  más  obreros.  Con  todo,  se  nota  que  los  moradores 
de  las  aldeas  rurales  las  abandonan,  trocándolas  por  las  poblaciones 
crecidas.  Al  mediar  el  siglo  XIX,  según  Mr.  George  Cohén,  las  ciudades 


PLAGAS  DE  LA  FRANCIA  ACTUAL  163 

no  contaban  sino  un  24  por  100  de  la  población  total;  hoy  pasan  de 
un  37  por  100.  En  1890  los  municipios  inferiores  á  2.000  almas  consti- 
tuían una  suma  de  25  millones  y  medio  de  personas;  en  1905,  no  masque 
de  23  millones.  Á  su  vez  las  poblaciones  de  20.000  almas  suben  en  un 
tercio:  en  1890  había  en  ellas  siete  millones  de  moradores,  en  1905 
9.365.000;  mientras  que  las  que  constan  de  5  á  20.000  almas,  casi  con- 
tinúan en  su  mismo  ser:  cuatro  millones  en  1891  y  4.400.000  quince 
años  después.  Han  aumentado  en  habitantes  28  departamentos  y  men- 
guado 58,  y  éstos  son  los  que  podríamos  apellidar  rurales,  porque  la 
mayor  parte  de  las  familias  ejercen  la  agricultura. 

¿Qué  denota  todo  esto?  Pues,  entre  otras  cosas,  el  disgusto  que  reina 
entre  los  que  se  dedican  á  las  faenas  de  la  labranza;  no  son  suficiente- 
mente recompensados  sus  sudores;  ahóganlos  los  impuestos  y  gravá- 
menes, como  Mr.  Meline  advirtió  en  el  28."  Congreso  de  la  Société  Inter- 
national d'Economie  Sociale.  Á  trueque  de  hacer  su  vida  más  llevadera, 
se  refugian,  como  á  puerto  de  salvación,  en  los  pueblos  grandes  y  se 
lanzan  en  el  hirviente  mar  de  las  sociedades  obreras.  No  caen  en  la 
cuenta  que  huyendo  de  Escila  van  á  dar  en  Caribdis;  porque  aquí  en- 
cuentran abundantes  males  y  miserias,  y  señaladamente  tres  que  oca- 
sionan su  ruina  y  la  de  su  familia:  el  alcoholismo,  la  criminalidad  y  el  di- 
vorcio. 

El  vicio  del  alcoholismo,  como  lo  ha  reconocido  el  Rapport  de  1907 
del  Ministerio  de  Justicia,  se  ceba  preferentemente  en  el  pueblo  bajo,  en 
los  desheredados  de  la  fortuna,  y,  más  que  en  los  labriegos  del  campo, 
en  los  obreros  de  las  ciudades.  Su  extensión  y  lo  muchísimo  que  preva- 
lece se  deducirá  de  los  siguientes  datos:  Gracias  á  la  ley  de  17  de  Julio 
de  1880,  que  quitó  las  trabas  para  abrir  establecimientos  de  bebidas, 
existen  en  Francia  464.000,  próximamente,  ó  sea  uno  por  cada  83  habi- 
tantes; en  1830  se  consumían  300.000  hectolitros;  en  1900  1.850.000.  El 
ajenjo,  prohibido  en  Bélgica  y  Suiza,  se  toma  en  cantidades  enormes  y 
cada  día  crecientes.  En  1880  su  gasto  era  de  12.000  hectolitros,  en  1890 
de  112.0U0;  en  1900  de  129.000  y  en  1904  de  200.000.  Alrededor  de  3.000 
millones  anuales  de  francos  directa  ó  indirectamente  cuesta  el  alcohol 
en  la  república.  En  1907  se  juzgó  en  los  tribunales  á  75.227  reos  de 
embriaguez,  y  había  en  los  manicomios  9.932  dementes  alcohólicos; 
de  100  enfermos  acogidos  en  los  asilos  de  París,  38  deben  á  las  bebidas 
espirituosas  sus  dolencias;  de  150.000  tuberculosos  que  anualmente  falle- 
cen, las  dos  terceras  partes  contrajeron  su  tisis  por  abusar  del  alcohol; 
un  14,4  por  100  de  crímenes  contra  personas,  un  cinco  de  atentados 
contra  la  propiedad,  y,  en  general,  un  9  por  100  de  delitos  cometen  per- 
sonas ebrias  ó  alcoholizadas. 

Muy  ligado,  como  se  ve,  está  el  alcoholismo  con  la  criminalidad, 
cuya  amplitud  ni  se  reduce  ni  es  floja  en  Francia. 

Tratando  de  crímenes,  escribía  Mr.  Puech:  «En  1901  hubo  163  proce- 


164  PLAGAS  DE  LA  FRANCIA  ACTUAL 

SOS  por  asesinato:  á  partir  de  1905  se  acrecientan  en  un  10  por  100. 
En  1905  pronunciaron  los  tribunales  18  sentencias  de  muerte;  en  1906, 
29;  en  1907,  41,  y  en  los  meses  de  Enero  á  Junio  de  1933,  39.  Los  aten- 
tados sangrientos  registrados  desde  1901  siguieron  esta  proporción:  795 
en  el  citado  año,  1.313  en  1905  y  1.434  en  1907.»  Las  causas  por  otros 
delitos  sometidas  á  los  tribunales  correccionales  fueron  en  1935, 170.327, 
y  los  reos  207.485;  en  1907,  182.836  procesos  y  228.398  acusados;  lo  que 
significa  un  aumento  de  12.509  en  los  primeros  y  14.913  en  los  segun- 
dos. En  lo  que  mira  á  los  suicidios,  después  de  haberse  detenido  éstos 
en  su  ruta  de  1899  á  1904,  otra  vez  prosiguen  su  carrera:  9.438  (1898), 
8.952  (1899),  8.716  (1902),  8.876  (1904),  9.336  (1905),  9.232  (1906), 
9.945  (1907).  Atemorizan  las  cifras,  pero  así  resaltan  mejor  los  infortu- 
nios que  afligen  á  los  desdichados  obreros;  pues  ellos  se  llevan  la  pri- 
macía en  la  delincuencia.  Barton,  el  Ministro  de  Justicia,  lo  testificó  con 
estas  palabras:  «Suministran  los  números  más  bajos,  los  agricultores;  los 
más  altos,  los  operarios  de  las  ciudades.»  Entre  100.000  personas,  encuén- 
transe  50,9  obreros  reos  de  crímenes  por  8,4  labradores:  delatados  en 
virtud  de  delitos  correccionales,  54  por  32;  suicidas  28  por  20. 

Á  estos  dos  funestísimos  males  hay  que  añadir  otro  tercero,  no  menos 
aciago:  el  divorcio.  Ya  hemos  indicado  que  cada  año  crecen  en  la  nación 
vecina:  de  donde  podíamos  sospechar  que  una  buena  parte  del  incremento 
provendrá  de  las  familias  obreras,  que  son  más  numerosas  que  las  otras, 
y  que,  merced  al  éxodo  rural,  se  aumentan  en  la  república.  Esto  mismo 
patentiza  de  un  modo  indirecto  el  Ministro  mencionado.  «Un  hecho  muy 
importante,  afirma,  que  se  desprende  de  la  estadística,  es  que  los  estra- 
gados por  el  alcoholismo  y  los  delincuentes  que  la  embriaguez  produce, 
se  hallan  en  copioso  número  entre  los  viudos  y  divorciados.»  De  28.275 
reos  alcoholizados,  3.531  pertenecían  á  esta  especie.  Como  los  más  de 
los  degenerados  por  la  embriaguez  y  el  alcoholismo  salen  de  la  clase 
obrera,  no  será  aventurado  suponer  que  en  ella  hace  riza  el  divorcio- 
Pero  tenemos  un  testimonio  directo  que  confirma  nuestra  suposición. 
Después  de  haber  estudiado  con  detenimiento  la  cuestión  Poyert  de 
Montegud,  viene, á  la  conclusión  siguiente:  «Si  de  1.000  personas  hay 
2,7  divorcios  en  los  propietarios  ó  en  los  que  ejercen  profesiones  libe- 
rales, son  68  los  que  descubrimos  en  los  obreros  de  las  ciudades:  el  mal, 
pues,  se  encarniza  en  estos  desgraciados.»  Mal,  en  efecto,  y  calamidad 
horrible  que  destruye  la  familia,  arruina  la  natalidad,  expone  á  la  mujer 
á  infinitos  riesgos,  hace  del  esposo  un  vagabundo  y  perdido  y  arroja  á 
los  hijos  al  arroyo,  herrándolos  con  la  marca  de  la  infamia  y  del  des- 
amparo. 

* 

No  faltan  patriotas  franceses  que  con  acento  viril  denuncien  esas 
asquerosas  llagas  que  bajo  su  fastuoso  y  aparatoso  manto  del  púrpura  y 


PLAGAS  DE  LA  FRANCIA  ACTUAL  165 

oro  esconde  en  su  seno  la  Francia;  no  faltan  Tácitos  que  sin  respetos  de 
ningún  género  crucen  su  rostro  con  el  látigo  de  increpaciones  como 
estas:  «Francia  no  es  sombra  de  lo  que  fué.  Á  pesar  del  brillo  exterior 
de  su  cultura,  tiene  totalmente  podrido  el  corazón:  deslumhrará  por  ?u 
refinamiento,  sus  bellas  artes,  su  riqueza;  pero  su  energía  vital  está  ago- 
tada.» No  faltan  agoreros  que  á  lo  Casandra  le  pronostiquen  que  por  el 
camino  emprendido  va  en  derechura  á  borrarse  del  mapa  y  á  desapare- 
cer de  la  cuenta  de  las  naciones.  ¿Qué  más?  Aun  los  anticlericales,  aun 
los  Ministros,  en  sus  himnos  de  gloria  á  la  patria  que  ellos  han  fabricado, 
dejan  escapar  desafinadísimas  notas  que  lastiman  los  oídos  menos  deli- 
cados. Intentan,  es  verdad,  los  Gobiernos  poner  término  á  tan  fieros 
males;  pero  frenéticos,  con  la  fiebre  de  la  libertad  y  vendidos  en  cuerpo 
y  alma  á  la  masonería,  no  aciertan  con  los  remedios,  ni  acertarán  hasta 
que  escuchen  la  voz  del  Soberano  Pontífice  y  de  los  egregios  Prelados 
franceses,  que  desde  las  serenas  regiones  de  la  verdad  les  repiten  ince- 
santemente lo  que  en  otro  tiempo  Jeremías  á  los  prevaricadores  y  des- 
atentados judíos: 

«Jerusalem,  Jerusalem,  convertere  ad  Deum  tuum!» 

A.  Pérez  Goyena. 


LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DEHALLEYO 


III 


u. 


lO  tengo  para  esto  más  datos  que  los  que  he  podido  haber  á  las 
manos  hasta  mediados  de  Octubre  del  año  anterior  en  artículos  de  algu- 
nas revistas  científicas  (2),  y  aun  de  ellos  no  he  de  utilizar  aquí  sino  los 


tl-^% 


'^ii.-CÍ-fyj.e^ 


<'*-«*^    e-iff^^t^yi-^^  /t  ^ 


■-íf^- 


^.loJVCXcl^    ^  " 


(1)  Véase  Razón  y  Fe,  t.  XXVI,  pág.  73. 

(2)  Bulletin  de  la  Société  Astronomique  de  France,  1908,  pág.  297  siguientes,  artículo 
de  H.-C.  Wilson,  tomado  de  Popular  Astronomy,  Mayo,  1908;  Cosmos,  2  y  16  de  Octubre 
de  1909,  páginas  891,  423  siguientes;  The  Oóservofory,  Octubre,  1909,  páginas  400,  402; 
Gazette  Astronomique  de  Anvers,  número  22;  estas  dos  últimas  debidas  á  la  amabili 
dad  atentísima  del  P.  Cirera.  Á  última  hora  y  hecho  ya  este  trabajo,  he  leído  el  notable 
del  P.  Thirion  en  la  Revue  de  Questions  Scientifiques,  20  de  Octubre  de  1909,  páginas 
670  siguientes. 


LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY  167 

elementos  esenciales  déla  órbita  y  la  fecha  del  paso  por  el  perihelio,dada 
por  entonces  como  más  probable  por  los  referidos  astrónomos  Cowell 
y  Crommelin:  porque  de  los  escasos  y  vagos,  que  allí  se  dan  todavía, 
algunos  me  parecieron  ya  á  primera  lectura  menos  exactos,  y  así  tuve 
por  conveniente  dedicar  al  fenómeno  mi  propio  estudio,  trazando  yo 
mismo  el  diagrama,  suficientemente  exacto,  de  las  posiciones  que  durante 
el  período  de  visibilidad  ha  de  ocupar  el  cometa,  con  respecto  al  Sol,  á 
la  Tierra  y  á  las  estrellas,  y  viendo  lo  que  daba  de  sí  considerado  con 
atención.  Y  éste  es  el  que  aquí  va  adjunto,  en  obsequio  de  los  lectores, 
repartido  en  dos  figuras,  que,  además  de  ilustrar  lo  que  aquí  voy  á  ir  indi- 
cando, podrá  servir  á  cualquiera  para  comprobarlo  y  aun  ampliarlo  á  su 
gusto  con  mayor  y  más  acertado  estudio.  La  primera  es  la  más  impor- 
tante; la  segunda  no  es  sino  un  planisferio  de  la  parte  del  cielo,  en  que 
ha  de  irse  proyectando  el  cometa  sucesivamente,  según  las  posiciones 
que  para  cada  fecha  nos  da  la  primera.  Ante  todo,  expondré  brevemente 
el  método  empleado  en  su  construcción. 

Supongo  que  el  paso  del  cometa  por  el  perihelio,  ó  punto  más  pró- 
ximo al  Sol,  se  ha  de  verificar  el  20  de  Abril;  de  no  ser  así,  corríjase  por 
igual  todas  las  fechas  señaladas  en  la  órbita  cometaria,  y  la  figura  ser- 
virá lo  mismo,  sin  otra  alteración.  Desde  el  16  de  Noviembre,  en  que  pasó 
la  última  vez,  hasta  ese  día  van  893  meses,  que,  divididos  en  secciones 
¡guales  de  á  diez  días,  dan  2.679  secciones.  Como  el  radio  vector  del 
cometa  recorre  en  todo  este  transcurso  de  tiempo  360°,  ó  sean  21.600'  de 
arco,  á  cada  sección  de  éstas  corresponde,  por  término  medio, 

21.600'     „_„  „^ 

que  es  lo  que  los  astrónomos  llaman  el  movimiento  medio  angular  ó  ano- 
malía media  del  cometa  para  cada  diez  días  (1). 

Conociendo  además  la  excentricidad  de  la  órbita,  en  nuestro  caso 
e=0,967281,  y  el  semieje  mayor,  a~  17,94527;  mediante  un  ángulo  auxi- 
liar (anomalía  excéntrica), 

,  ,    10.800' 

•n 

se  puede  hallar  para  la  sección  t,  á  contar  desde  el  perihelio  P,  el  movi- 


(1)  En  rigor  los  transcurridos  son  27.183,  165  días,  que  dan  2.718,3165  secciones  de 
á  diez  días,  en  vez  de  2.679  que  hemos  puesto;  y  el  resultado  es  n  =  7'56",77.  La  dife- 
rencia—6'',99  de  este  número  al  supuesto  altera  el  valor  de  t  para  la  primera  sección 
en  —  3'5",  y  para  la  duodécima  ó  última  del  diagrama  en  — 13'30";  error  que  luego  se 
divide  por  2  en  la  segunda  fórmula,  y  afecta  poco  al  coseno  en  la  tercera,  no  pasando 
aquí  e  de  25°17'.  Resulta,  pues,  el  trazado  bien  exacto. 


168 


LA   VUELTA  DEL  GRAN   COMETA  DE   HALLEY 


miento  angular  verdadero  v  (anomalía  verdadera)  y  el  radio  vector  r  del 
•cometa  por  las  fórmulas 


tang  Jv=\/l±i.  tangí  £      ,    r=a(l— ecoss). 

V    1  — e 

Así  he  construido  el  arco  de  elipse  CPC'  de  la  órbita  del  cometa, 
entre  el  11  de  Diciembre  y  el  28  de  Agosto,  y  marcado  juntamente  las 
posiciones  de  este  último,  de  diez  en  diez  días,  durante  todo  este 
tiempo  (1). 

Ahora,  la  distancia  angular  PSN'  del  perihelio  Pal  nodo  ascendente 
A^'  es  lir42'16  ';  tomándola  y  uniendo  este  punto  A^' con  5 por  una  recta 
prolongada  hasta  el  otro  lado  A^  de  la  órbita,  esta  recta  A^A^'  será  la  línea 
de  los  nodos  ó  intersección  del  plano  de  la  órbita  con  el  de  la  eclíptica. 
La  parte  NPP',  trazada  por  eso  con  línea  continua,  cae  por  encima  de 
éste  inclinada  sobre  él  17°47'18'',  y  lo  demás,  trazado  con  puntos,  por 
debajo. 

La  órbita  de  la  Tierra,  sobre  todo  reducida  á  las  proporciones  de  la 
figura,  es  sensiblemente  circular,  aun  teniendo  aquí  en  cuenta  la  defor- 
mación elíptica  debida  al  hecho  de  estar  proyectada  sobre  el  plano  de 
la  otra,  que  es  el  del  papel;  y  así  la  he  trazado  simplemente  desde  5  como 
centro  y  con  un  radio  igual  á  la  unidad.— La  distancia  angular  E'SN'  del 
equinoccio  E'  al  nodo  ascendente  A^'  es  57°16'12"  (longitud  del  nodo); 
tomándola  y  uniendo  el  punto  E  con  S  por  una  recta  prolongada  hasta 
el  lado  opuesto  E ,  esta  recta  EE'  será  la  línea  de  los  equinoccios.  Divi- 
diendo la  circunferencia  en  doce  partes  iguales,  y  cada  una  de  éstas  en 
tres,  se  tendrá  muy  aproximadamente  el  movimiento  de  la  Tierra  por  ella 
de  diez  en  diez  días;  y  colocando  y  señalando  estas  secciones  de  modo 
que  la  división  correspondiente  al  22  de  Septiembre  caiga  en  E',  queda- 
rán determinadas,  lo  bastante  para  lo  que  aquí  nos  proponemos,  las  posi- 


(1)    He  aquí  los  resultados  de  estas  fórmulas,  suponiendo  el  radio  f  =  1,  por  si 
alguien  quiere  comprobar  la  figura  ó  trazarla  en  mayor  escala: 


Sección. 

E 

V 

r 

Abril        10 

4°  0'35" 

30»  22'  22" 

0,6296 

Marzo      31 

7  33  50 

54    16  38 

0,7382 

21 

10  33  27 

71    14  16 

0,8810 

11 

13     4  45 

83    16    4 

1,0375 

1 

15  14  25 

92     6  12 

1,1976 

Febrero  19 

17     7  50 

98  51  26 

1,3604 

Sección. 

£ 

V 

r 

Febrero        9 

18M8'40" 

104°11'44" 

1,5Í43 

Enero          30 

20    19  40 

108  32  28 

1,6682 

20 

21    42  45 

112    938 

1,8187 

10 

22    59  10 

115  12  43 

1,9654 

Diciembre  31 

24    10  16 

117  52  43 

2,1090 

21 

25    16  40 

120  10  39 

2,2492 

Las  posiciones  correspondientes  á  intervalos  de  tiempo  iguales  á  éstos  hacia  el 
otro  lado  del  perihelio  son,  respectivamente,  simétricas  á  las  de  este  lado  de  la  curva 
así  determinadas. 


LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY  169 

ciones  de  la  Tierra  en  su  órbita  correspondientes  á  cada  fecha,  de  diez 
en  diez  días. 

Como  la  inclinación  de  las  dos  órbitas  entre  sí  es  poca,  y  poco  tam- 
bién lo  que  en  esta  parte  de  la  suya  se  separa  el  cometa  de  la  línea 
común  NN',  para  la  evaluación  aproximada  de  las  distancias  linéale.'^ 
pueden  muy  bien  suponerse  ambas  situadas  en  el  mismo  plano  de  la 
figura;  y  el  valor  absoluto  de  estas  distancias,  en  leguas  españolas,  lo  da 
inmediatamente  la  escala  que  para  esto  he  construido  al  pie  de  la  misma. 

Con  este  diagrama  y  el  planisferio  de  la  figura  2.",  donde  la  curva 
continua,  que  la  cruza  serpenteando,  representa  la  eclíptica  con  las  posi- 
ciones del  Sol  correspondientes  á  las  fechas  en  ella  indicadas,  hay  lo 
bastante  para  darnos  cuenta  exacta  de  todo  el  fenómeno,  tal  como  se 
ha  de  verificar,  así  realmente  en  el  espacio  como  aparentemente  en  la 
esfera  celeste,  según  lo  que  hoy  por  hoy  nos  es  dado  calcular  ó  presumir 
por  adelantado. 

Y  en  primer  lugar,  acerca  del  día  en  que  podrá  ya  columbrarse  á  sim- 
ple vista,  todo  cuanto  se  diga  es  muy  aventurado,  porque  lo  mismo  el 
brillo  que  el  tamaño  aparente,  con  que  tal  ó  cual  día  se  debe  presentar 
el  cometa,  depende,  sí,  mucho  de  sus  distancias  al  Sol  y  á  la  Tierra,  y 
de  su  orientación  relativa  al  espectador,  datos  que  directamente  nos  pone 
ante  los  ojos  la  figura  1.";  pero  tanto  ó  más  de  sus  mismas  propiedades 
intrínsecas  é  influencias  solares  que  con  ellas  se  relacionan,  unas  y  otras 
todavía  casi  del  todo  desconocidas  y  variables  de  un  período  á  otro.— 
Suponiendo,  no  sin  alguna  verosimilitud,  que  la  tal  variación  no  haya 
sido  muy  considerable  desde  su  última  aparición  anterior,  la  Gazette  As- 
tronomique,  y  con  ella  el  Cosmos,  se  atreven  á  augurar  que  con  anteojos 
de  mediano  alcance  no  se  podrá  ver  hasta  ciento  dos  días  antes  de  su 
paso  por  el  perihelio,  es  decir,  antes  del  3  de  Enero;  y  á  simple  vista  se 
podrá  distinguir  desde  cincuenta  y  un  días  antes  del  mismo  paso,  ó  sea 
desde  el  23  de  Febrero,  como  también  esperan  que  hacia  el  21  de  Marzo, 
treinta  días  antes  del  perihelio,  presentará  su  cola  25"  de  largura;  todo 
ello  porque  así  sucedió  la  vez  pasada  en  las  fechas  correspondientes  á 
éstas.  Pero  nuestra  figura  desmiente  con  evidencia  el  fundamento  de  todo 
este  triple  aserto,  en  el  cual  se  tiene  sólo  en  cuenta  la  posición  del  cometa 
con  respecto  al  Sol,  prescindiendo  completamente  de  la  relativa  á  la 
Tierra,  que  hacia  esas  fechas  es  ahora  muy  diversa  de  la  de  entonces. 
En  efecto,  el  perihelio  cayó  entonces  el  16  de  Noviembre;  ciento  dos 
días  antes  la  Tierra  estaba  en  su  órbita  hacia  el  6  de  Agosto,  y  desde 
este  punto  hasta  la  posición  del  cometa,  en  esa  fecha,  hay  doble  distan- 
cia que  este  año  desde  el  punto  del  3  de  Enero;  de  modo  que,  á  igualdad 
de  intensidad  luminosa,  este  año  debe  poder  verse  antes  con  anteojos 
medianos.  En  cambio,  el  23  de  Febrero  de  este  año  dista  la  Tierra  del 
cometa  casi  tres  veces  más  que  entonces  el  27  de  Septiembre;  de  modo 


170 


LA   VUELTA  DEL   GRAN   COMETA  DE   HALLEY 


.? 
^ 


LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY  171 

que,  en  ¡guales  condiciones  de  tamaño  y  luminosidad,  esta  vez  aún  no 
debía  verse  á  simple  vista  por  esa  fecha.  En  la  hipótesis  de  que  su  lumi- 
nosidad intrínseca  vaya  creciendo  en  razón  inversa  del  cuadrado  de  su 
distancia  al  Sol,  y  teniendo  en  cuenta  que  la  recibida  de  éste  y  la  que  nos 
llega  á  nosotros  están  de  nuevo  en  razón  inversa  de  su  distancia  al  Sol, 
r,  y  á  la  Tierra,  A,  hallo  que  su  magnitud  estelar,  m,  en  una  fecha  cual- 
quiera puede  determinarse  en  función  de  la  /n^  que  tenga  en  otra  fecha 
dada,  por  la  fórmula. 


/n  =  /77o  —  10  log. 


rV/A 


siendo  r^  y  \  el  radio  vector  y  la  distancia  á  la  Tierra  correspondientes 
á  la  fecha  de  la  magnitud  /tz^,  y  r  y  A  las  de  la  fecha  para  la  cual  se 
quiere  saber  la  magnitud  m.  —  Asi,  si  el  1.°  de  Enero  la  magnitud  del 
cometa  es  Wo=ll,  y  se  quiere  saber  la  que  presentará  el  21  de  Marzo, 
tómense  en  la  figura  las  distancias  aproximadas  rg,  ^o  Y  ^^  \  correspon- 
dientes á  estas  dos  fechas,  y  ejecutando  el  cálculo  resultará  /7z=:=  7, 8.  De 
ser  cierta  la  referida  hipótesis,  estaría,  pues,  el  cometa  en  esta  fecha 
fuera  del  límite  de  visibilidad  á  simple  vista.  Pero  aplicado  el  procedi- 
miento al  10  de  Mayo,  resulta  ya  /72=3,  8,  que  está  ya  muy  dentro  de 
dicho  límite;  y  aun  el  10  de  Abril  sale  /72  =  5,  9,  ya  bien  visible.— La  vez 
pasada,  treinta  días  antes  del  perihelio,  ó  sea  el  15  de  Octubre,  estaba  el 
cometa  muy  cerca  de  la  Tierra,  y  se  veía  su  cola  perpendicularmente  á 
su  largura,  es  decir,  en  la  condición  más  favorable;  pero  este  año  hacia 
el  21  de  Marzo  dista  de  la  Tierra  11  veces  más  que  entonces,  y  además 
su  cola  se  ve  desde  ella  en  escorzo,  proyectada  casi  justamente  por 
detrás  de  la  cabellera,  como  lo  está  diciendo  la  figura;  así  que  no  hay 
razón  para  esperar  que  por  entonces  se  vea  prolongada  hasta  25°. 

Dejándonos  de  hipótesis  y  ateniéndonos  al  hecho  de  haber  sido  nota- 
ble en  las  apariciones  anteriores  el  espectáculo  de  este  cometa  en  las 
inmediaciones  del  perihelio,  veamos  lo  que  puede  esperarse  de  él  en  la 
presente,  atendidas  las  circunstancias  de  lugar  y  tiempo  en  que  para  nos- 
otros se  ha  de  ir  desarrollando. 

Diciembre  de  1909.— Desde  luego  se  echa  de  ver  en  la  figura  I."*  que 
hacia  el  1  de  este  mes  se  halla  el  cometa  precisamente  en  oposición  con 
el  Sol,  de  modo  que  su  lugar  en  el  cielo  está  visible  toda  la  noche,  bien 
larga  por  este  tiempo;  su  distancia  á  la  Tierra  no  es  grande,  pero  sí  al 
Sol,  que  es  la  que  más  ha  de  influir  en  su  luminosidad;  no  será,  pues,  visi- 
ble sino,  á  lo  sumo,  con  anteojos  de  mucho  alcance,  y  menos  la  cola,  que, 
sobre  ser  de  suyo  más  tenue,  se  proyecta  entonces,  como  asimismo  se 
ve  en  la  figura,  detrás  de  la  cabeza  y  á  mayor  distancia,  así  de  la  Tierra 
como  del  Sol.  Esta  última  va  disminuyendo  rápidamente,  mientras  que 
la  distancia  á  la  Tierra  apenas  varía  en  todo  el  mes;  de  modo  que  si 


172  LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY 

empieza  á  ser  visible  con  buenos  anteojos  desde  el  principio,  lo  irá 
siendo  más  y  más  cada  día  hasta  el  30  inclusive,  y  además  la  cola  se  va 
mostrando  más  y  más  de  costado,  aunque  poco  todavía;  se  hace,  pues, 
interesante  el  buscarle,  y  para  ello  conviene  saber  hacia  qué  punto  del 
cielo  estrellado  se  encuentra  por  entonces.  Nada  más  fácil:  sea,  por  ejem- 
plo, el  20  de  Diciembre.  Con  el  transportador,  centrado  en  la  posición 
correspondiente  de  la  Tierra,  mídase  la  distancia  angular  del  cometa  al 
Sol,  notando  de  paso  á  qué  lado  cae  de  éste  y  como  cuánto  encima  ó 
debajo  del  plano  de  la  eclíptica  (1):  supongamos,  como  así  es,  que  resulta 
142°  á  la  izquierda  del  Sol,  algo  debajo  y  muy  cerca  de  la  eclíptica; 
véase  la  posición  del  Sol  en  el  planisferio  ese  mismo  día,  y  á  partir  de 
ella  cuéntese  en  la  eclíptica  y  hacia  la  izquierda  142  divisiones  (2);  nor- 
malmente á  la  última  y  un  poco  debajo,  se  tendrá  la  posición  aparente 
del  cometa,  á  mitad  de  la  distancia  entre  y  de  Tauro  y  la  cabeza  de  la 
Ballena  (3).— Lo  mismo  puede  hacerse  para  otra  fecha  cualquiera,  y  con 
pocos  puntos  que  así  se  determinen  quedará  suficientemente  jalonado 
el  camino  aparente  del  astro  por  entre  las  constelaciones,  como  le  he  tra- 
zado, al  poco  más  ó  menos,  en  la  figura  2.",  con  las  posiciones  correspon- 
dientes á  diversas  fechas,  desde  el  1.°  de  Octubre  hasta  el  1.°  de  Junio.— 
La  Luna  comienza  á  estorbar  por  su  fase  y  proximidad  al  cometa,  al 
menos  desde  el  17  ó  18. 

Enero  de  1910.— E\  cometa  sigue  acercándose  al  Sol,  pero  desde  los 
mismos  primeros  días  empieza  á  separarse  de  día  en  día  muy  sensible- 
mente de  la  Tierra,  perdiendo  por  este  lado  en  todo  ó  en  parte  la  visibi- 
lidad que  va  ganando  por  el  otro.  Todo  el  mes  está  entre  120°  y  72°  á  la 
izquierda  del  Sol,  en  la  misma  eclíptica  ó  muy  próximo  á  ella;  de  modo 
que  aún  sigue  observable  gran  parte  de  la  noche,  y  esto  muy  elevado 
sobre  el  horizonte;  por  otra  parte,  la  cola,  dado  que  la  tenga  ya  algo 
desarrollada,  se  ve  cada  vez  más  de  costado:  y  la  Luna,  que  ya  el  1.°  cae 
á  unos  130°  al  oriente  del  astro  y  sigue  alejándose  de  él  los  días  siguien- 
tes, no  le  anublará  nada  en  toda  la  primera  quincena,  hasta  el  14  al  me- 
nos, en  que  vuelve  á  acercársele  por  el  lado  opuesto  con  brillo  más  y 


(1)  Este  dato  (latitud  geocéntrica  del  cometa)  puede  á  veces  quedar  á  primera  vista 
demasiado  indeciso  en  la  figura;  para  precisarle  bien  hállese  primero  la  latitud  helio- 
céntrica >.,  ó  por  estima  ó  por  la  sencilla  fórmula  sen>.=senrfsen/,  en  la  cual  d  es  la 
distancia  angular  del  cometa  al  nodo  de  su  órbita,  tomada  desde  el  Sol  como  csntro, 
é  /::=17°47'  constante  (inclinación  de  la  órbita);  si  la  distancia  del  cometa  á  la  Tierra  es 
doble  que  al  Sol,  el  arco  X  visto  desde  la  Tierra  {\dí\\\\iá  geocéntrica)  será  la  mitad,  y 
asi  proporcionalmente. 

(2)  Éstas  propiamente  representan  días,  pero  pueden  servir  asimismo  de  grados 
pues  el  Sol  se  mueve,  próximamente,  á  grado  por  día. 

(3)  Esta  posición,  así  como  las  anteriores  señaladas  en  nuestro  planisferio  y  las 
siguientes,  hasta  el  26  de  Diciembre,  ya  venían  dadas  en  los  artículos  referidos;  con 
ello  se  confirma  la  exactitud  del  método  que  voy  exponiendo,  pues  las  que  con  él  se 
obtienen  coinciden  sensiblemente  con  ésas. 


LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY  173 

más  creciente  en  lo  que  queda  de  mes.— El  23  cruza  el  nodo  el  cometa 
á  82"  de  distancia  del  Sol,  hacia  su  izquierda,  posición  inmediatamente 
determinada  en  el  planisferio,  pues  cae  en  la  misma  eclíptica  á  82  divi- 
siones de  distancia  de  la  posición  del  Sol  en  esa  fecha. 

Febrero.— Crece  por  todo  el  mes  la  distancia  del  cometa  á  la  Tierra 
(al  fin  es  casi  vez  y  media  mayor  que  hacia  el  20  de  Diciembre),  pero  es 
más  lo  que  decrece  su  distancia  al  Sol  de  día  en  día,  con  lo  cual  en  re- 
sumidas cuentas  ha  de  ir  ganando  no  poco  su  visibilidad.  Entretanto  la 
distancia  aparente  al  Sol  disminuye  de  72"  á  33",  y  á  fines  de  mes  ya  no 
queda  el  cometa  sobre  el  horizonte  después  de  puesto  el  Sol  sino  unas 
tres  horas,  buena  parte  de  las  cuales  se  las  lleva  el  crepúsculo.  La  cola 
se  irá  viendo  más  y  más  de  costado  que  en  Enero.  La  Luna  ha  vuelto  á 
ausentarse  hasta  el  12  ó  13,  en  que  de  nuevo  se  le  acerca  demasiado  por 
el  Poniente  en  su  primer  cuarto,  estorbando  de  ahí  en  adelante  cada  vez 
más,  como  á  fines  del  mes  anterior.-  Desde  el  1."  de  este  mes  de  Febrero 
hasta  el  1."  de  Mayo  las  visuales  dirigidas  desde  la  Tierra  al  cometa  re- 
sultan constantemente  casi  paralelas  en  la  figura,  con  un  ligero  desvío 
de  las  últimas  hacia  la  derecha  de  las  primeras:  es  decir,  que  el  cometa 
se  proyectará  todo  este  tiempo  como  estacionario  en  una  misma  conste- 
lación, que  es  la  de  Pisces,  con  un  ligero  avance  dentro  de  ella  hacia 
Poniente:  todo  lo  cual  se  ve  bien  claro  en  el  planisferio. 

Marzo.—  Todavía  sigue  aumentando,  aunque  poco,  hasta  el  20  la 
distancia  á  la  Tierra;  pero  la  distancia  al  Sol  disminuye  con  más  y  más 
rapidez,  y  el  20  empiezan  á  disminuir  las  dos  á  la  par.  Las  condiciones 
de  visibilidad  mejoran  por  esta  parte;  pero,  en  cambio,  la  distancia  angu- 
lar al  Sol  es  ya  muy  corta;  el  20  se  pone  sólo  una  hora  más  tarde  que 
éste,  quedando,  por  consiguiente,  el  poco  tiempo  que  pueda  estar  visi- 
ble, envuelto  ya  en  la  claridad  del  crepúsculo.  La  cola,  que  acaso  vaya 
por  entonces  desarrollándose  mucho,  y  afortunadamente  viene  á  caer 
casi  perpendicular  á  la  línea  del  horizonte,  podrá  seguir  viéndose  más 
tiempo  después  de  obscurecer;  pero  también  empieza  precisamente  en- 
tonces á  verse  más  de  frente  ó  en  escorzo,  y  desde  el  13  tendrá  contra 
sí  á  la  Luna,  que  vuelve  á  mostrarse  nueva  en  sus  cercanías.—  El  28  se 
halla  el  cometa  en  conjunción  con  el  Sol,  aunque  algo  separado  de  él 
hacia  el  Norte:  se  pone,  pues,  juntamente  con  el  Sol,  y  la  cola,  de  verse, 
se  vería  poco  menos  que  del  todo  de  frente,  y  esto  poco,  tendido  á  lo 
largo  del  horizonte,  y  por  lo  mismo  ocultándose  casi  al  mismo  tiempo 
que  el  Sol;  pero  de  no  ser  sobremanera  luminoso,  lo  regular  es  que  des- 
aparezca todo  por  unos  días  entre  los  resplandores  de  éste,  que  está,  por 
otra  parte,  todavía  casi  á  mitad  de  distancia  que  aquél  respecto  de  nos- 
otros. 

Abril.- Asi  es  de  creer  que  siga  hasta  el  8  ó  10  de  Abril,  en  que 
podrá  empezar  á  vérsele  de  nuevo  al  amanecer,  saliendo  una  hora  antes 
que  el  astro  del  día,  con  la  cola  escorzada  y  muy  poco  erguida  sobre  el 

RAZÓN  Y  FE,  TOMO  XXVI  12 


174  LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY 

confín  del  espacio.  Si  la  aurora  no  le  abisma  del  todo,  poco  le  dañará  la 
Luna,  que  anda  además  por  allí  cerca  en  su  último  cuarto.  El  20  se  halla 
el  cometa  en  el  perihelio  á  su  mínima  distancia  del  Sol,  15,828.500  leguas 
españolas;  su  distancia  á  la  Tierra  también  ha  disminuido  mucho  en 
pocos  días  (el  21  de  Marzo  era  vez  y  media  mayor);  la  cola  comienza  de 
nuevo  á  verse  más  de  lado,  y  esta  suele  ser  la  época  de  su  mayor  lumi- 
nosidad y  largura:  la  Luna,  además,  no  estorba  nada  hasta  el  22  y  en 
adelante,  que  brilla  hacia  la  parte  opuesta  del  cielo,  pero  muy  llena  y 
deslumbradora  cuando  está  saliendo  el  cometa.  ¡Lástima  que  no  salga 
sino  hora  y  media  ó  menos  antes  que  el  Sol,  y  que  no  esté  la  Tierra  un 
par  de  meses  más  adelantada  en  su  órbita  para  que  el  cometa  y  la  cola 
se  viesen  mucho  más  de  cerca  y  en  toda  su  grandiosa  extensión! 

Mayo.— Algo  de  esto  sucede  en  seguida  en  los  diez  primeros  días  de 
Mayo,  en  que  la  Tierra  y  el  cometa  revuelven  el  uno  contra  el  otro, 
acercándose  mutuamente  con  la  velocidad  increíble  de  1.300.000  le- 
guas españolas  por  día,  llegando  á  ponerse  el  10  á  11  '/a  millones  de 
leguas  de  distancia,  bastante  menos  de  la  mitad  de  la  distancia  de  la 
Tierra  al  Sol.  La  cola  entonces,  que  todavía  está  en  el  apogeo  de  su 
brillantez  y  longitud,  asomará  á  eso  de  las  tres  de  la  mañana,  dos  horas 
antes  que  el  Sol,  muy  oblicua  hacia  el  Sur  sobre  la  línea  del  horizonte  y 
dirigida  en  el  espacio  perpendicularmente  á  la  visual  del  espectador  que 
la  contempla  desde  la  Tierra:  y  la  Luna,  que  hasta  el  6  habrá  lucido  bas- 
tante á  esas  horas,  ya  es  del  todo  invisible  después  y  pasa  al  otro  lado 
del  Sol.  Por  todas  estas  circunstancias,  el  espectáculo  podrá  ser  impo- 
nente la  segunda  semana  de  Mayo.  Entretanto  la  distancia  á  la  Tierra  se 
ha  reducido  el  15  á  la  mitad  de  la  del  10,  á  seis  millones  de  leguas,  me- 
nos de  la  cuarta  parte  de  la  distancia  del  Sol  á  nosotros;  el  núcleo  puede 
aparecer  brillantísimo,  y  la  cola  se  nos  viene  encima  perpendicularmente 
á  la  visual  y  un  millón  de  leguas  más  cerca  de  nosotros  que  el  núcleo: 
sino  que  el  astro,  que  en  su  movimiento  aparente  á  través  de  las  conste- 
laciones iba  primero  de  izquierda  á  derecha  al  encuentro  del  Sol,  y  luego 
le  esperó  estacionario  meses  enteros  hasta  el  primer  día  de  éste,  ahora, 
viendo  que  aquél  pasa  de  largo  y  se  le  huye  ya  lejos  por  el  lado  opuesto, 
ha  vuelto  tras  él  en  sentido  contrario,  y  no  ya  lento,  como  al  principio, 
sino  con  vuelo  rapidísimo,  estando  este  día  15  ya  sólo  á  una  hora  de 
distancia  para  alcanzarle;  que  sólo  este  tiempo  le  precede  en  su  amane- 
cer, envuelto,  claro  está,  más  ó  menos  en  el  manto  luciente  de  la  aurora. 
Unos  tres  días  más,  y  le  veremos  juntarse  con  él,  aunque  sea  salvando 
en  su  curso  acelerado  32"  que  aún  le  lleva  de  distancia  aparente. 

¿Le  veremos?...  ¿Quién  sabe?  Mas  discurriendo  por  lo  que  de  ordi- 
nario acontece,  lo  probable  es  que  con  los  ojos  del  cuerpo  no  le  veamos; 
y  no  precisamente  por  falta  de  luz,  pues  el  encuentro  bien  puede  verifi- 
carse para  nosotros  pasando  el  cometa  de  Occidente  á  Oriente,  no  sólo 
en  pleno  día,  sino  por  delante  de  la  faz  deslumbradora  del  mismo  Sol; 


LA    VUELTA   DEL    GRAN     COMETA   DE    HALLEY  175 

mas  por  no  ser  su  mole,  aunque  tan  grande,  lo  bastante  obscura  para  de- 
jarse ver  en  medio  de  tanto  resplandor,  por  ser  su  substancia  demasiado 
diáfana  y  sutij  para  que  ante  el  disco  solar  contraste  ni  siquiera  como 
tenue  gasa  ó  vaporosa  neblina  (1).— Pero  avivemos  en  tanto  los  ojos  del 
alma,  porque  la  tal  coincidencia  viene  esta  vez  acompañada  de  otra 
excepcionalísima,  como  no  la  habrán  visto  acaso  la  Tierra  y  el  cometa 
en  toda  la  serie  incalculable  de  sus  revoluciones;  y  avivémoslos  desde 
ahora,  porque  el  suceso  ha  de  pasar  después  en  un  abrir  y  cerrar  de 
ojos,  y  aquel  cerrarlos  ..  ¡pudiera  ser  para  siempre!  Estamos  en  el  mo- 
mento más  solemne  de  todo  ese  variado  y  majestuoso  paseo  del  astro 
por  los  vecinos  espacios.  Mírese  con  atención  la  figura  1.",  hacia  la  parte 
de  ambas  órbitas  comprendida  entre  el  10  y  el  20  de  Mayo,  y  nótese  que 
hacia  el  18  llega  el  cometa  por  la  suya  al  punto  A^,  donde  ésta  atraviesa 
el  plano  de  la  otra,  mientras  por  ella,  en  dirección  contraria,  viene  la 
Tierra  á  situarse  al  mismo  tiempo  en  un  punto  que,  visto  desde  el  Sol, 
quizá  no  dista  nada  del  anterior.  Y  aun  en  realidad  algo  de  esto  sucede: 
que  no  es  el  Sol,  como  parecía,  el  astro  á  quien  entonces  da  alcance  el 
cometa;  somos  nosotros,  á  quienes  de  hecho  se  nos  viene  encima;  es  el 
globo  que  nos  sustenta  á  quien  amenaza,  al  que  se  aproxima  tanto  como 
se  ve  en  la  misma  figura.  Demos  por  de  pronto  gracias  al  Soberano 
Hacedor,  que,  al  menos  en  épocas  expuestas  á  trances  como  éste,  no  ha 
querido  poner  ese  punto  N  en  el  camino  mismo  de  la  Tierra,  sino  apar- 
lado  de  él  siquiera  esto  poco...,  que  en  hecho  de  verdad  no  es  tan  poco 
como  á  primera  vista  parece;  pues,  llevado  á  la  escala,  se  ve  que  mide 
todavía  cerca  de  cuatro  millones  de  leguas  españolas.  De  no  ser  así,  la 
imaginación  se  desconcierta  y  se  anonada  al  pensar  en  el  cataclismo 
que  semejante  encuentro  nos  habría  de  acarrear  por  alguna  de  mil  ma- 
neras diferentes  (2).— Mas,  aun  así  y  todo,  ¿estamos  ya  bien  seguros  de 
que  por  esta  vez  nada  tenemos  que  temer  del  cometa?  ¿Y  la  cola,  de 
que  nos  íbamos  olvidando?  Porque  ésta  no  pasa  toda  por  donde  pasa  la 

(1)  Sin  embargo,  nótese  que  esta  vez  se  va  á  interponer  entre  el  Sol  y  nosotros,  no 
sólo  la  cabeza  del  cometa,  que  tendrá  algunos  cientos  de  miles  de  leguas  de  espesor, 
sino  toda  la  largura  de  la  cola,  que  puede  muy  bien  medir  varios  millones  de  leguas. 
Si,  á  pesar  de  esto,  la  luz  del  Sol  y  el  aspecto  de  su  disco  no  se  anubla  ni  altera  nada, 
será  una  prueba  de  primer  orden  de  la  diafanidad  y  sutileza  de  la  materia  cometaria. 

(2)  No  es  este  el  lugar  de  discutir  ó  esclarecer  este  punto,  pues  nada  hemos  dicho 
ni  tratamos  todavía  de  la  naturaleza  y  constitución  propia  de  esos  astros;  pero  bueno 
será  advertir  al  que  tal  vez  se  extrañe  hoy  en  dia  de  nuestro  aserto,  que  para  producir 
cataclismos  no  es  necesaria  gran  masa  y  menos  gran  densidad,  cohesión  ó  solidez:  un 
aire  deletéreo,  un  fluido  incandescente,  un  desequilibrio  eléctrico,  hasta  un  remolino 
impetuoso,  no  necesitan  duras  sacudidas  ni  grandes  masas  extrañas  para  elevarse  en  la 
Tierra  á  proporciones  colosales  y  acarrear  daños  y  trastornos  incalculables.  ¿Y  qué  es 
todo  esto,  que  desde  luego  se  viene  al  pensamiento,  al  lado  de  lo  que  puede  traer  con- 
sigo ó  producir  acá  bajo  el  paso  rapidísimo  por  entre  nosotros  de  esos  núcleos  inmen- 
samente voluminosos  y  de  apariencias  fatídicas  que  revelan  un  estado  específico,  mo- 
lecular, térmico,  eléctrico,  radiante  ó  de  otro  género,  absolutamente  desconocido,  pero 
no  por  esto  menos  real  y  peligroso? 


176  LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY 

cabeza,  es  decir,  por  ese  punto  A^,  en  buen  hora  desviado  de  nuestra 
camino;  va  siemprecomo  estirada,  poco  más  ó  menos,  á  lo  largo  del  radio 
vector  ó  línea  que  une  los  centros  de  la  cabeza  y  del  Sol  y  al  lado  con- 
trario de  éste  (mírese  bien  de  nuevo  la  figura);  de  modo  que  al  coincidir 
el  tal  radio  con  la  línea  del  nodo,  al  tocar  la  cabeza  el  punto  TV  común 
al  plano  de  la  eclíptica,  toda  la  cola  vendrá  á  caer  como  tendida  sobre 
este  plano  en  dirección  á  la  órbita  de  la  Tierra...;  es  decir,  á  la  Tierra 
misma,  que  á  la  sazón  llega  precisamente  á  esta  línea  por  el  lado  opuesto. 
Ya  ve  el  lector  que  podrá  muy  bien  no  encontrar  su  camino  tan  expe- 
dito, si  esa  cola  es  lo  bastante  larga  para  salvar,  á  manera  de  puente 
gigantesco,  los  cuatro  millones  de  leguas  que  entonces  nos  separan  de 
la  cabeza.  «¡Ya  son  leguas  para  ese  puente!»,  dirá  alguno.  Pues  con  esto 
sólo  no  se  aquiete  demasiado,  porque  colas  tienen  esos  astros,  y  bien  á 
menudo,  no  de  cuatro,  sino  de  cuarenta  y  aun  ochenta  millones  de  leguas 
de  largura.  La  del  43  del  siglo  pasado  llegaba  desde  el  mismo  Sol  hasta 
más  allá  de  la  órbita  de  Marte,  Lo  que  más  puede  aquietarnos  es  la  natu- 
raleza de  esas  colas,  todavía  más  indefinida  que  la  del  núcleo;  pero,  según 
las  trazas,  menos  temible,  y...  el  no  ser  la  referida  coincidencia  tan  cierta 
y  exacta  como  hasta  aquí  la  vamos  suponiendo.  Uno  ó  dos  días  de  ade- 
lanto ó  retraso  por  parte  del  cometa  bastan  para  dar  al  traste  con  todas 
las  referidas  consecuencias,  y  nada  tendría  de  extraño,  vista  la  diver- 
gencia de  los  astrónomos  y  la  misma  dificultad  del  problema,  que  el  paso 
por  el  perihelio,  calculado  á  principios  de  Octubre  para  el  20  de  Abril, 
y  con  él  todas  las  demás  fechas  apuntadas  en  nuestro  diagrama  de  la 
trayectoria,  vinieran  con  uno  ó  dos  días  de  atraso  ó  de  adelanto.  Pero 
tampoco  se  evitan  seguramente  con  menos;  pues  como  la  cola  suele  ser 
tan  gruesa  (tiene  á  veces  más  de  un  millón  de  leguas  de  diámetro  ó  sec- 
ción), aun  cuando  los  centros  de  la  Tierra  y  del  núcleo  cometario  no 
lleguen  precisamente  á  la  vez  á  dichos  puntos,  y  por  lo  mismo  no  se 
entrecrucen  en  línea  recta  con  el  Sol,  todavía  el  flanco  de  la  cola  puede 
tropezar  de  paso  y  envolver  á  la  Tierra  ó  barrerla,  por  lo  menos,  de  refi- 
lón, si  el  núcleo  no  dista  de  su  punto  crítico  el  espacio  de  uno  ó  dos  días, 
por  ser  poco  sensible  hacia  ese  punto  la  inclinación  de  los  planos  (1). 


(1)    Muchos  habrá  que  quieran  saber  con  más  precisión  de  lo  que  directamente  da 
a  figura  el  instante  probable  de  tan  solemne  acontecimiento  y  la  certeza  de  éste  y  sus 
circunstancias.  En  obsequio  de  ellos,  aquí  va  un  cálculo  sencillo  de  todo  esto: 
La  distancia  angular  del  nodo  N  al  periheUo  es  (figura  1.^): 

V  =  PSN  =  180°  —  PSN'  =  180°  —  111°  42'  16"  ==  68°  17'  44" 
Poniendo  este  valor  en  la  segunda  fórmula  de  las  arriba  empleadas  y  despejando  z, 
resulta: 

z  =  9°  59'  52",  6  =  599',  877; 

y  poniendo  este  valor  en  la  primera  y  despejando  t,  tendremos  el  número  de  seccio- 
nes de  diez  dias  que  emplea  el  cometa  en  llegar  á  este  punto  A^  de  su  órbita: 

t  =  2,8401; 


LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY  177 

De  todos  modos,  no  dejemos  de  reparar  en  la  maravilla  de  que  ambos 
astros  vengan  esta  vez  en  su  carrera  á  ocupar  simultáneamente  ó,  poco 
menos,  esos  dos  puntos,  los  únicos  de  tan  vastas  trayectorias  que  están 
á  la  vez  enfilados  con  el  Sol  y  casi  á  la  menor  distancia  posible  entre 
los  respectivos  caminos.  Que  no  es  esto  ley  ordinaria  é  ineludible  de  sus 
revoluciones  periódicas:  la  Tierra,  sí,  vuelve  al  suyo  de  año  enano  con 
regularidad  matemática,  al  día  y  á  la  hora  y  al  segundo  en  que  pasó  por 
él  anteriormente;  pero  en  el  cometa  lo  regular  es  precisamente  la  irregu- 
laridad, andarse  mariposeando  por  esos  mundos  de  Dios  y  entretenién- 
dose más  ó  menos  con  cuantos  encuentra  en  el  camino,  hasta  volver  á 
las  andadas  tarde  ó  temprano,  y  no  comoquiera,  sino  con  diferencias  de 
días,  meses  y  años  enteros;  ni  sólo  al  tiempo  es  infiel,  sino  también  al 
lugar,  pues  con  tanto  distraerse  aquí  y  allá,  naturalmente,  siempre 
vuelve  asimismo  más  ó  menos,  pero  algún  tanto  descaminado,  aunque  sin 
perder  notablemente  la  orientación  general.  Así  que  la  coincidencia  de 
ahora  es  una  rareza  absolutamente  excepcional,  que  sólo  Dios  sabe 
cuándo  volverá  á  repetirse. 

Volvamos  nosotros  al  rumbo  de  los  acontecimientos.  El  19  ya  ha 
pasado  el  cometa,  para  nosotros,  al  otro  lado  del  Sol,  sin  ser  visto  ni 
sentido,  como  es  de  desear  y  esperar,  comenzando  de  nuevo  á  mostrarse 


es  decir,  f  =  28'' 9'' 37 ■»  26%  después  del  instante  del  paso  por  el  perihelio.  El  cual, 
según  Cowell  y  Crommelin,  acontece  el  20  de  Abril  á  las  4''  ':0'"  de  la  mañana  de  nues- 
tro tiempo  oficial.  Luego  el  paso  por  el  nodo  N  será  el  18  de  Mayo  á  las  2'i  ?■"  26"^  de  la 
tarde. 

Á  esa  hora,  según  el  Almanaque  Náutico  de  San  Fernando, 

La  longitud  del  Sol  es  =  56"  14'  19". . . .  La  de  la  Tierra  será  =  236"  14'  19" 
Como  la  del  nodo  N'  es  =  57"  16'  12" —  La  del  nodo  N  será  =  237"  16'  12" 


Faltan,  pues,  á  esa  hora  para  la  conjunción 31'  53" 

De  éstos  recorre  por  hora  la  Tierra  =  2'  24'',  y  el  cometa  =  4'  21"  en  sentido  con- 
trario; es  decir,  se  acercan  el  uno  á  la  otra  por  hora  ==  6'  45" :  y  á  ésta  cuenta  la  distan- 
cia de  31'  53"  que  los  separa,  la  anularán  en  4''  43™  24^ .  De  modo  que  se  vendrán  á 
colocar  enfrente  del  Sol  el  18  de  Mayo  á  las  6''  50"'  50 «  de  la  tarde. 

Ahora  en  esas  4^43"  24=  la  distancia  en  longitud  del  cometa  al  nodo  N  se  habrá 
hecho  de  unos  20'  30",  á  la  cual  corresponde  la  latitud  heliocéntrica  >,  =  —  6'  35". 
Como  la  Tierra  dista  entonces  del  cometa  seis  veces  menos  que  el  Sol,  la  latitud  geo- 
céntrica será  seis  veces  mayor,  es  decir,  unos  —  39',  5.  Esto  es  lo  que  el  centro  del 
núcleo  del  cometa  se  verá  entonces  separado  del  centro  del  Sol  bajo  el  plano  de  la 
eclíptica:  el  semidiámetro  del  Sol  es  entonces  15'  50";  de  modo  que  aun  del  borde  solar 
distará  entonces  el  núcleo  —  23'  40",  y  así  no  se  proyectará,  ni  con  mucho,  sobre  el 
disco  del  Sol. 

¿Y  la  cabellera?— Si  ésta  fuera  tal  que,  vista  á  la  distancia  del  Sol,  presentara  un  diá- 
metro aparente  igual  á  la  mitad  del  de  éste  (cosa  nada  inverosímil),  vista  á  la  distancia 
del  punto  A^  presentará  un  diámetro  seis  veces  mayor,  es  decir,  un  semidiámetro, 
de  47'  30'',  más  que  suficiente  para  cubrir,  además  del  intervalo  entre  el  núcleo  y  el 
Sol,  los  tres  cuartos  del  diámetro  de  éste.  Si  fuera  todavía  algo  mayor,  bastaría  para 
cubrirle  todo.  Pero  este  dato  queda  siempre,  como  se  ve,  algo  problemático. 


178  LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY 

al  anochecer  hacia  el  Poniente.  ¡Y  con  qué  rapidez  toma  ahora  la  delan- 
tera en  el  cielo!  Al  siguiente  día  ya  está  más  de  26°  hacia  la  izquierda,  y 
á  otros  cuatro  más  de  73°,  corriéndose  en  solos  estos  cinco  días  desde 
las  Pléyadas  hasta  los  confines  del  León.  El  20  se  pone  hora  y  tres  cuar- 
tos más  tarde  que  el  Sol,  y  el  25  más  de  tres  horas  y  media  más  tarde. 
Se  proyectará  muy  oblicuo  al  horizonte,  con  la  cola  hacia  el  Sur,  no 
empezando  á  ocultarse  sino  entre  las  nueve  y  las  doce  de  la  noche,  y  lo- 
mismo  en  lo  que  queda  del  mes,  y  como  por  estos  días  aún  está  muy 
cerca  de  la  Tierra,  sobre  todo  la  cola,  que  además  se  coge  perpendicu- 
larmente  á  la  visual,  como  bien  se  echa  de  ver  en  la  figura,  el  espec- 
táculo en  esta  temporada  pudiera  ser  grandioso  y  espléndido,  si  no  lo- 
impidiese  mucho  la  Luna,  casi  llena  ya  el  20  y  muy  elevada  sobre  el 
horizonte  á  esas  horas,  lo  menos  hasta  el  26  (1). 

Junio. —  Al  comenzar  el  mes,  el  cometa  dista  aparentemente  del  Soí 
más  de  82°,  poniéndose  casi  cuatro  horas  después  de  él,  hacia  las  doce 
de  la  noche;  pero  desde  este  punto  empieza  de  nuevo  visiblemente  á  retro- 
ceder, hasta  situarse  el  30  á  solos  67",  quedando,  sin  embargo,  todavía 
sobre  el  horizonte  después  del  Sol  unas  dos  horas  y  tres  cuartos.  Hasta 
el  10,  lo  menos,  no  hay  Luna  que  estorbe  mientras  él  está  visible;  de 


¿Y  la  cola?— Su  centro  se  verá  desde  el  Sol  proyectado  á  —  6'  35"  de  distancia  def 
centro  de  la  Tierra  (latitud  heliocéntrica  del  cometa):  y  como  su  semidiámetro  apa- 
rente habrá  de  ser  sin  duda  bastante  mayor,  la  Tierra  se  verá  proyectada  dentro  de  la 
cola,  y  de  hecho  estará  entonces  envuelta  en  ella  si  la  cola  es  lo  bastante  larga  para 
que  llegue  hasta  la  Tierra,  como  es  lo  más  probable. 

En  todo  este  cálculo  se  prescinde  de  las  perturbaciones  que,  desde  el  perihelio  ert 
adelante,  pueden  introducir  en  el  movimiento  del  cometa  los  dos  planetas  interiores  y 
la  Tierra  misma,  y  se  parte  siempre  del  supuesto  que  el  paso  por  el  perihelio  tenga 
lugar  el  20  de  Abril  á  las  4''  30"  de  la  mañana  (tiempo  oficial). 

Al  dar  yo  la  primera  vez  con  estos  interesantes  resultados,  me  extrañé  durante 
muchos  días  de  que  nada  dijeran  de  ello  revistas  que  tanto  llamaban  la  atención  sobre 
otros  pormenores  harto  más  dudosos  é  insignificantes,  y  así  se  lo  expresé  repelidas 
veces  á  mis  compañeros  de  enseñanza.  Pero  después  ya  lo  he  visto  apuntado  vaga- 
mente en  el  Cosmos  dos  veces  (núm.  1.293,  pág.  503,  y  núm.  1.298,  pág.  667),  y  más  de 
propósito  y  por  menudo  en  el  Catholic  World,  núm.  537  (Diciembre  de  1909)  pá- 
gina 289  siguientes,  donde  el  P.  George  M.  Searle,  Paulista  de  los  Estados  Unidos, 
Director  del  Observatorio  del  Colegio  de  Saint-Thomas,  en  Brookland,  en  la  misma 
hipótesis  y  por  cálculos  que  no  especifica,  deduce  que  el  cometa  se  cruzará  con  la 
Tierra  y  el  Sol  el  19,  entre  las  12»»  30"»  y  las  6'>  de  la  mañana;  que  se  proyectará  en  el 
disco  del  Sol  el  mismo  núcleo,  visible  ó  invisiblemente,  y  que  la  Tierra  habrá  de  atra- 
vesar la  cola,  aunque  sin  consecuencias,  como  no  sea  en  instrumentos  de  observación 
muy  sensibles,  porque  ya  ha  sucedido  algo  semejante  otras  veces,  v.  gr.,  en  1861,  >- 
nadie  reparó  en  ello. 

(1)  No  sé  en  qué  se  funda  la  Gazetíe  Astronomique,  de  donde  luego  sin  vacilar  lo 
toma  el  Cosmos,  para  escribir  que  «después  del  paso  por  el  perihelio  ya  no  será  visi- 
ble más  que  por  la  mañana».  En  el  Bull.  de  la  Soc.  Astron.  (1.  c,  pág.  301  al  prin- 
cipio), donde  en  substancia  parece  decirse  lo  mismo,  creo  que  la  palabra  matin  está 
equivocada,  y  lo  que  se  quiere  decir  essoir. 


LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY  179 

modo  que,  si  el  estado  del  tiempo  lo  permite,  podrá  observársele  bas- 
tantes días  seguidos  horas  enteras,  en  plena  obscuridad  y  bien  elevado 
sobre  el  horizonte.  Como  todavía  está  relativamente  cerca  de  la  Tierra 
y  la  cola  sigue  perpendicular  á  la  visual,  el  espectáculo  de  fines  de  Mayo 
se  continuará  toda  esta  primera  semana  ó  algo  más.— Nótese  en  la  figura 
que  desde  primeros  de  Junio  hasta  primeros  de  Agosto  la  Tierra  y  el 
cometa  se  mueven  en  sus  órbitas  respectivas  casi  por  una  misma  recta 
y  en  sentidos  contrarios;  de  donde  se  siguen  manifiestamente  dos  cosas: 
una,  que  el  cometa  se  va  alejando  de  nosotros  á  la  vez  que  del  Sol  con 
extraordinaria  rapidez  (á  primeros  de  Junio  dista  menos  de  la  mitad  que 
el  Sol,  á  primeros  de  Agosto  tres  veces  más  que  éste);  y  otra,  que  en 
todo  este  tiempo  las  visuales  al  cometa  van  casi  paralelas,  ó  sea,  diri- 
gidas hacia  la  misma  región  del  cielo  estrellado.  Es  decir,  que,  tras  tanto 
avanzar,  se  plantará  de  nuevo  el  cometa  semanas  y  semanas  debajo  de 
la  misma  constelación  del  León,  adonde  llegó  á  fines  de  Mayo,  y  allí  irá 
disminuyendo  de  un  día  para  otro  en  tamaño  y  brillantez  hasta  perderse, 
no  sabemos  cuándo,  en  las  profundidades  del  espacio. 

Por  Julio  y  Agosto  se  halla  ya  en  condiciones  parecidas  á  las  de  su 
primera  aparición  en  Septiembre  del  año  anterior:  no  se  le  podrá  colum- 
brar sino  con  anteojos  de  mucho  alcance,  á  lo  sumo,  y  habrá  desapare- 
cido la  cola  proyectada  detrás  de  la  cabeza,  á  manera  de  nebulosidad 
redondeada  y  más  ó  menos  desvanecida. 

Si,  lo  que  Dios  no  quiera,  no  deja  en  nosotros  ó  en  nuestra  terrena 
morada  alguna  huella  profunda  el  paso  de  este  ilustre  aventurero  del 
gran  sistema  planetario,  no  se  volverá  á  hablar  de  él  por  los  presentes, 
sino  con  bien  contadas  excepciones;  que  bien  contados  serán  los  que, 
tomándole  ahora  en  boca,  vuelvan  á  sacarle  á  plática  de  aquí  á  setenta 
y  seis  años  que  dura  la  revolución  del  cometa.  Gloria  es,  entretanto,  del 
astrónomo  el  poder  seguirle  los. pasos  y  tomar  parte  en  sus  peripecias 
hasta  750  millones  de  kilómetros  más  allá  de  la  órbita  del  último  de  los 
planetas,  para  después  anunciar  con  tiempo  á  los  demás  la  época  y  las 
circunstancias  probables  de  sus  sucesivas  reapariciones. 

M.  Martínez. 

Oña,  Novieinbre  de  1909. 


El  crédito  popular  urbano 

ton  solidaridad  Ilimitado. 

acae- 

(Conclusión.)  (1) 
CRÉDITO     OBRERO 

Contra  una  opinión  de  Luzzafti.—\Jna  cuestión  previa  debemos  pro- 
ponernos antes  de  desarrollar  la  materia  del  epígrafe,  es  á  saber:  ¿Puede 
ser  útil  el  crédito  al  asalariado?  Un  economista  de  autoridad  tan  univer- 
sal como  Luzzatti  llegó  á  decir  en  el  Congreso  de  las  asociaciones  de 
previsión,  celebrado  en  1878,  que  los  asalariados  ninguna  necesidad  te- 
nían de  crédito;  más  aún,  que  sería  para  ellos  una  desgracia.  «Lo  que  les 
hace  falta  — añadía— es  el  ahorro.»  Esta  afirmación  de  Luzzatti  paréce- 
nos  una  de  aquellas  proposiciones  sobrado  absolutas,  buenas  para  im- 
presionar de  momento  al  auditorio,  pero  incapaces  de  resistir  el  examen 
sereno  de  la  razón  y  de  la  experiencia. 

Un  trabajador— por  ejemplo— por  cualquiera  causa  que  sea,  no  halla 
términos  hábiles  de  comprar  á  toca  teja  los  víveres  que  necesita,  y 
como  la  necesidad  carece  de  ley,  vese  obligado  á  aceptar  las  condicio- 
nes onerosas  del  vendedor,  quien  todavía  cree  ser  generoso  fiando  á 
quien  nada  posee  de  presente  y  puede  ser  defraudado  del  salario  futuro. 
Resultado:  que  como  el  salario  no  crece  al  compás  de  la  deuda,  nunca 
sale  el  obrero  de  trabacuentas  con  el  comerciante,  comprando  caro,  mal, 
y  más  entrampado  cada  día.  ¡Ah!  jSi  hubiera  quien  le  prestase  la  cantidad 
suficiente  para  hacer  finiquito!  Podría  en  adelante  pagar  al  contado, 
comprar  donde  le  diese  la  gana,  más  barato  y  de  mejor  calidad.  Con  la 
diferencia  entre  el  precio  al  contado  y  el  que  le  llevan  á  crédito  reem- 
bolsaría poco  á  poco  el  préstamo.  ¿No  le  sería  útil  el  crédito  á  ese 
obrero? 

Se  le  presenta  á  otro  una  buena  ocasión  de  entrar  en  un  oficio  en  que 
se  perciben  muy  buenos  salarios.  El  encargado  de  conceder  la  plaza  se 
la  daría  de  mil  amores,  pero  exige  fianza  ó,  por  ventura,  quiere  cobrar 
el  barato  por  el  favor.  Pero  ¡ay!  el  infeliz  ganapán,  aunque  muy  rico  de 
salud  y  de  buena  voluntad,  es  muy  pobre  de  dinero.  jSi  hubiese  quien  le 
prestara  la  suma  ó  la  parte  que  ha  menester  para  completarla  con  los 
ahorros  que  él  posee! 

En  otra  porción  de  casos,  con  adelantarle  50  ó  100  pesetas  ahorraría 
de  gastos  el  trabajador  ó  mejoraría  su  condición.  Si  en  vez  de  ir  com- 
prando por  menudo  lo  estrictamente  necesario  al  día,  pudiese  hacer 
compras  en  junto  pagando  al  contado,  le  saldrían  más  baratas  las  habi- 
chuelas, las  patatas,  el  carbón,  el  vino,  etc.;  gastos  que  al  fin  y  á  la  postre 
ha  de  hacer  necesariamente.  Hay  quien  vive  lejos  de  la  fábrica  ó  taller  por- 
que la  carestía  de  las  viviendas  le  impide  alquilar  una  cercana.  De  aquí 


(1)    Véase  Razón  y  Fe,  Enero  do  191 


EL  CRÉDITO    POPULAR   URBANO   CON   SOLIDARIDAD    ILIMITADA  181 

se  sigue  que  haya  de  frecuentar  los  bodegones,  comiendo  alimentos  ave- 
riados y  bebiendo  zupia  por  vino.  Si  tuviese  una  bicicleta,  pudiendo 
trasladarse  fácilmente  á  la  fábrica,  comería  en  casa  mejor  y  más  barato. 
Ese  mismo,  si  se  resuelve  á  vivir  cerca  de  la  fábrica,  habrá  de  aceptar  un 
tabuco  más  propio  de  bestias  que  de  hombres.  ¡Cuánto  más  provechoso 
le  fuera  alquilar  en  las  afueras  una  habitación  decente,  donde  cultivar  el 
espíritu  de  familia  y  economizar  gastos!  Para  eso  le  serviría  la  bicicleta  ó, 
lo  que  es  lo  mismo,  el  préstamo  para  adquirirla.  Tal  padre  de  familia 
tiene  una  hija  hacendosa,  buena  costurera,  la  cual  si  tuviese  máquina  de 
coser  contribuiría  no  poco  á  sostener  las  cargas  de  la  casa.  Poco  gana- 
ría en  rigor,  porque  los  salarios  de  las  costureras  suelen  ser  salarios  de 
hambre;  pero  teniendo  máquina  propia  no  habría  de  pagar  el  alquiler  que 
le  absorbe  casi  toda  la  ganancia;  comprarla  á  plazos  es  también  gravoso. 
¿No  habrá  quien  ponga  en  manos  del  padre  de  familia  la  cantidad  nece- 
saria para  pagarla  al  contado? 

Sería  el  cuento  de  nunca  acabar  seguir  desmenuzando  ejemplos  y 
particularizando  hechos.  Y  eso  que  nada  decimos  del  caso  en  que  el  tra- 
bajador tenga  la  suerte  de  participar  de  algún  huerto  obrero  ó  le  quede 
suficiente  vagar  para  hacer  por  su  cuenta  algunos  trabajos  que  le  equi- 
paren al  artesano  ó  comerciante  independiente.  Tampoco  hablamos  de 
las  Cajas  obreras  para  la  construcción  ó  adquisición  de  casas,  porque 
piden  párrafo  aparte. 

Todo  lo  dicho  —objetará  tal  vez  alguno -persuade  ser  muy  útil  al 
obrero  contar  en  ciertos  casos  con  dinero;  mas  no  que  para  conse- 
guirlo le  convenga  recurrir  al  crédito,  el  cual,  por  ventura,  le  servirá 
únicamente  para  cargarse  de  deudas.  Respondemos  que,  si  bien  se  con- 
sidera, en  los  ejemplos  propuestos  y  en  otros  imaginables  hace  el  obrero 
un  ahorro  anticipado  ó  economía  sobre  gastos  que  necesariamente  ha 
de  hacer;  y  como  este  ahorro  puede  muy  bien  superar  al  interés  deven- 
gado por  la  cantidad  prestada,  es  claro  que  se  halla  el  obrero  en  situa- 
ción de  devolver  el  principal  con  los  intereses,  realizando  además  una 
ganancia  mayor  ó  menor  para  sí  ó  librándose  de  algún  mal,  tal  vez  de 
la  completa  ruina;  conque  el  crédito,  en  vez  de  acrecentar  sus  deudas, 
que  es  lo  que  se  teme,  le  acarrea  provecho.  Cuando  el  préstamo  es  para 
usos  á  boca  llena  reproductivos,  esa  dificultad  es  todavía  menor. 

La  responsabilidad  solidaria  é  ilimitada.  —Pero  bien;  si  el  obrero 
cae  enfermo,  si  por  un  percance  cualquiera  no  cobra  los  salarios  con 
que  esperó  recompensar  la  deuda,  ¿no  quedará  el  prestamista  burlado? 
Posibles  son  estas  contingencias,  y  de  ahí  en  parte  el  crecido  logro  que 
á  los  prestatarios  de  esa  laya  llevan  los  usureros  y  aun  los  proveedo- 
res que  no  lo  son.  Tales  peligros,  empero,  son  muy  de  temer  cuando  de 
un  individuo  aislado  se  trata;  no  tanto  cuando,  repartidos  entre  muchos, 
se  atenúan,  se  esfuman,  se  desvanecen.  Esto  logra  la  cooperación.  Sería 
realmente  prodigioso  que  á  60  ó  70  trabajadores,  que  responden  solida- 


182         EL   CRÉDITO   POPULAR   URBANO   CON   SOLIDARIDAD    ILIMITADA 

ria  é  ilimitadamente  unos  por  otros  sobreviniese  á  la  vez  la  misma  des- 
gracia, dejándoles  á  todos  á  un  tiempo  casi  por  puertas. 

He  aquí,  pues,  cómo  la  solidaridad  ilimitada  puede,  en  las  cajas 
obreras,  servir  de  alguna  base  al  crédito.  ¡De  base  al  crédito!,  excla- 
mará alguno.  ¿Qué  base  ni  qué  niño  muerto?  El  capital  de  cada  socio 
es  igual  á  cero;  y  si  todos  los  sumandos  son  cero,  ¿cuál  ha  de  ser  la 
suma? 

0-+-0-f-0-i-0....     =0 

¿Dónde  está  aquí  la  base  del  crédito? 

Si  la  base  la  hubiesen  de  constituir  crecidas  sumas  de  metálico  ó  de 
valores,  ninguna  habría  ó  poco  menos.  El  capital  lo  constituye  aquí 
la  honradez  de  los  asociados;  la  esperanza  de  que  desempeñarán  su 
palabra  estriba  en  el  salario,  del  cual,  como  se  ha  indicado,  sería  muy  raro 
quedasen  todos  igualmente  defraudados. 

Es  claro  que  semejante  capital  no  da  pie  á  muchas  ni  importantes 
operaciones;  tanto  que  para  reunir  algo  tangible  y  presente  suelen 
aportar  los  socios  alguna  cuota,  que  viene  á  ser  como  un  ahorro  obli- 
gatorio. Aun  así,  cuando  no  son  en  gran  número  los  socios  ni  las  cuotas 
de  importancia,  no  puede  allegarse  que  digamos  un  montón  respetable. 
Algo  aumentan  el  caudal  las  imposiciones  que  ingresan  en  la  caja  de 
ahorros  destinada  á  proveer  la  de  préstamos;  con  todo  eso,  tampoco 
pueden  proporcionar  numeroso  contingente. 

Para  que  el  movimiento  de  fondos  sea  mayor  aconseja  Durand  la 
junta  de  obreros  y  artesanos  en  una  misma  caja,  ó  que  allí  donde  hay 
parte  de  población  rural  y  parte  de  población  obrera  se  constituya  para 
entrambas  á  dos  una  Caja  mixta.  Como  en  tales  cajas  no  todos  los 
préstamos  se  aplicarán  á  usos  estrictamente  reproductivos,  sino  que  al- 
gunos se  emplearán  en  el  consumo,  estos  últimos,  según  Durand,  no  ha- 
brán de  exceder  de  50  ó  de  ICO  francos. 

Ingenioso  fué  el  artificio  del  P.  Volpette,  en  Saint-Étienne  para  refor- 
zar la  tenue  base  de  solidaridad  ilimitada  que  podían  prestar  los  obreros. 
Fundó  una  Caja  de  Raiffeisen  para  ayudar  á  los  obreros  á  construirse 
una  casita,  ya  que  tenían  su, huerto.  Para  atraer  capitales  á  la  Caja  logró 
que  varias  personas  muy  ricas  firmasen  los  estatutos  y  saliesen  así,  á 
una  con  los  obreros,  fiadores  con  todo  su  haber;  de  donde  se  siguió  que 
el  crédito  de  la  Caja  rural  de  los  Huertos  obreros  fuese  tan  aventajado, 
que  el  director  de  la  agencia  del  Crédito  Lionés  afirmara  ser  «el  primer 
crédito  de  Saint-Étienne».  Este  ejemplo  sirvió  de  estímulo  alábate  Bec- 
quincourt  para  lograr  de  varias  personas  pudientes  de  Reims  que  en  esa 
ú  otras  formas  ayudaran  á  la  Caja  obrera  por  él  fundada  en  su  parro- 
quia, y  cuyos  progresos  y  florecimiento  narra  deliciosamente  en  una 
monografía  publicada  por  L'Action  Populaire  (1). 

(1)    Monographie  d'une  Caisse  ouvriére  á  Reims. 


EL    CRÉDITO   POPULAR   URBANO   CON   SOLIDARIDAD    ILIMITADA  183 

Los  préstamos  de  honor.— Dt  otra  manera  se  arreglan  algunas  socie- 
dades que  no  son  cajas  obreras,  sean  de  responsabilidad  ilimitada  ó 
no,  para  auxiliar  á  los  asalariados.  Así  en  Italia  las  Cajas  de  ahorros, 
los  Bancos  populares  y  aun  las  Cajas  rurales  de  Raiffeisen  practican  el 
préstamo  de  honor,  llamado  así  porque  tiene  por  única  fianza  la  honra- 
dez. Unas  veces  se  hace  con  interés,  otras  sin  él;  aquí  no  se  requiere 
intermediario,  allí  sí,  mas  no  para  caución  de  la  deuda,  sino  para  cré- 
dito de  la  bondad  del  peticionario.  En  todas  partes  se  determina  el  máxi- 
mum que  á  cada  persona  puede  prestarse.  Las  Cajas  de  ahorro  destinan 
á  esos  préstamos  un  fondo  especial,  que  no  se  toma  ni  del  capital  ni  de 
los  depósitos,  sino  de  una  parte  de  los  beneficios.  Si  se  constituye,  por 
ejemplo,  un  fondo  de  10.000  liras  para  esos  préstamos,  no  se  da'  un  cén- 
timo más,  por  considerable  que  sea  el  número  de  peticiones.  En  el 
modelo  de  estatutos  de  Bancos  populares,  propuesto  por  Rayneri,  direc- 
tor del  de  Mentón,  en  Francia,  se  lee  que  una  de  las  operaciones  de  la 
sociedad  es  hacer  préstamos  de  honor  á  personas  de  toda  moralidad, 
con  un  máximum  de...  francos  por  cada  préstamo,  y  de  manera  que  el 
conjunto  en  ningún  caso  pueda  sobrepujar  la  mitad  del  fondo  de 
reserva  especial  instituido  á  este  fin. 

De  los  socios  y  de  la  administración. — La  índole  y  dificultades  pro- 
pias de  la  Caja  obrera  hace  más  precisa  la  cautela,  así  en  la  selección 
de  los  socios  como  en  la  administración. 

Por  el  pronto,  como  toda  la  confianza  tiene  por  fundamento  la  hon- 
radez sin  tacha  de  los  socios  y  su  laboriosidad,  es  evidente  que  ha  de 
ser  esmeradísima  la  selección;  y  pues  en  una  ciudad  es  imposible  cono- 
cerse á  fondo  todos  los  trabajadores,  sigúese  que  sólo  pueden  reclu- 
tarse  los  socios  en  una  parroquia,  ó  barrio,  ó  taller,  patronato,  círculo, 
y  sobre  todo  en  un  sindicato  profesional;  en  suma,  donde  el  trato  íntimo 
y  frecuente  manifieste  á  las  claras  las  virtudes  y  vicios  de  los  aso- 
ciados. 

La  administración  no  deja  de  ser  delicada  y  trabajosa.  En  las  Cajas 
rurales  la  seguridad  de  la  garantía  suaviza  la  áspera  solicitud  del  cargo. 
Donde  por  todo  ó  casi  todo  resguardo  no  hay  más  que  la  moralidad,  ha 
de  andar  más  alerta  la  información  y  más  atenta  la  vigilancia.  El  trabajo 
no  es  flojo,  porque  si  bien  son  cortas  las  sumas  que  se  manejan,  son 
muchas  y  muy  fastidiosas  las  menudencias  que  consigo  traen.  Por 
ejemplo:  para  asegurar  y  facilitar  la  devolución  del  préstamo,  de- 
biera el  prestatario  descargar  algo  de  la  deuda  luego  que  recibe 
el  jornal,  sea  á  la  semana,  sea  á  la  quincena.  Los  administradores  han 
de  estar  atentos  á  esta  obligación  y  cargar  con  esta  que  llamarán  al- 
gunos engorrosa  niñería.  Serálo,  si  se  quiere;  mas  esta  niñería  produce 
estos  preciosos  resultados:  1."  sin  sentirlo  apenas,  cancela  el  deudor  su 
débito;  2.°  líbrase  de  frecuentes  tentaciones  de  malgastar  el  dinero,  si 
lo  guarda  en  el  bolsillo;  3.°  se  acostumbra  al  ahorro;  de  suerte  que,  aun 


184         EL   CRÉDITO   POPULAR   URBANO   CON   SOLIDARIDAD    ILIMITADA 

después  de  rematar  cuentas,  reserva  por  el  hábito  adquirido  alguna 
parte  del  jornal  para  depositarla  en  la  caja. 

Consultado  Durand  por  el  fundador  de  la  Caja  obrera  de  Reims 
sobre  la  composición  de  los  Consejos  de  administración  y  vigilancia,  fué 
de  parecer  que  los  administradores  fuesen  todos  obreros  probos,  activos, 
inteligentes,  bien  conocedores  de  sus  compañeros  y  tenidos  por  éstos 
en  mucha  estima;  pero  que  en  el  Consejo  de  vigilancia  entrase  algún 
socio  de  clase  más  elevada.  Así  lo  hizo  el  fundador,  poniendo  á  la 
cabeza  de  dicho  Consejo  un  burgués,  hombre  de  negocios,  deseoso  de 
emplear  tiempo  y  trabajo  en  bien  de  los  obreros.  Él  es  el  factótum  de 
la  Caja,  para  mucho  provecho  de  los  socios  trabajadores. 

Préstamos  para  la  construcción  ó  compra  de  casas.  —  Más  trascen- 
dentales que  las  antedichas  son  las  operaciones  de  la  Caja  obrera  fun- 
dada para  la  adquisicición  de  casas.  Que  en  general  las  sociedades  de 
crédito  sean  acomodadas  á  la  solución  del  problema  de  las  habitaciones 
baratas,  demostramos  en  esta  Revista  en  Mayo  y  Junio  de  1908.  Pero  no 
tratamos  ahora  de  la  cuestión  en  general,  sino  de  las  Cajas  obreras  de 
préstamos  y  ahorro  con  solidaridad  ilimitada,  ora  se  propongan  exclusi- 
vamente la  adquisición  de  casas,  ora  lo  hagan  concurrentemente  con 
otras  operaciones  de  crédito. 

Las  dificultades  del  problema  no  son  para  negadas.  Necesítanse  cuan- 
tiosos capitales;  ¿de  dónde  sacarlos?  Además,  como  el  asalariado  no 
puede  desembolsar  el  importe  del  inmueble  sino  en  largo  tiempo,  quedan 
en  tanto  inmovilizados  los  capitales,  con  peligro  de  que  los  deponentes 
retiren  á  deshora  sus  depósitos,  dejando  á  la  sociedad  en  la  estacada. 
Pues  ¡qué!  ¿si  el  prestatario  muere  cuando  le  restaba  todavía  por  satis- 
facer casi  toda  la  deuda? 

Son,  por  tanto,  precisas  algunas  prevenciones  y  providencias.  Ya 
hemos  visto  arriba  cómo  se  las  compuso  el  P.  Volpette  para  atraer  capi- 
tales á  la  Caja  rural  de  los  Huertos  obreros  de  Saint-Étienne.  No  en  todas 
partes  se  podrá  echar  mano  de  igual  recurso;  pero  habrá  quizá  perso- 
nas que  si  ven  en  buenas  manos  la  administración  presten  gruesas  canti- 
dades á  modicísimo  interés.  Hanse  de  procurar  depósitos  á  largo  plazo, 
aunque  el  interés  haya  de  ser  más  crecido.  Nunca  preste  la  Caja  toda  la 
cuantía  de  la  casa,  mas  obligue  al  peticionario  á  satisfacer  desde  luego 
una  buena  parte.  Examine  bien  los  planos,  averigüe  al  cierto  el  valor 
futuro  del  inmueble  y  grávelo  con  primera  hipoteca  á  su  favor.  Pague  en 
mano  del  empresario  las  obras  á  medida  que  se  hacen,  abriendo  al 
efecto  un  crédito  hipotecario  al  trabajador.  Exija,  por  fin,  un  seguro 
mixto,  según  explicamos  en  otra  ocasión  (1). 

Un  ejemplo  memorable.  —  Maravillosa  es  en  este  punto  la  obra  de 


(1)    Razón  y  Fe,  t.  XXI,  páginas  192-193  (Junio  de  1908). 


EL   CRÉDITO    POPULAR   URBANO   CON   SOLIDARIDAD    ILIMITADA  185 

Cetty  en  su  parroquia  de  San  José,  de  Mulhouse.  Será  fuerza  violentar  la 
pluma,  enfrenándola  para  que  no  corra  y  se  explaye  demasiado  en  la 
exposición  de  la  Caja  obrera  de  San  José,  llamada  por  su  autor  «la  obra 
maestra  entre  todas  las  de  la  parroquia»,  con  ser  ellas  tales  que  de  buen 
grado  las  calificaríamos  también  nosotros  de  obras  maestras. 

En  esa  Caja  no  entran  más  que  obreros.  Es  decir,  no;  está  asimismo 
el  párroco.  Así  lo  quisieron  resueltamente  los  socios.  El  buen  párroco 
deseaba  encargar  el  Consejo  de  administración  y  el  de  vigilancia  exclusi- 
vamente á  los  obreros;  mas  hubo  de  ceder  á  la  dulce  violencia  de  éstos  y 
aceptar  la  presidencia  del  Consejo  de  vigilancia.  Así  quisieron  atestiguar 
los  socios  que  en  su  parroquia  el  obrero  por  excelencia  era  el  párroco. 
Digamos  dos  palabras  de  la  institución. 

Cetty,  entusiasmado  con  los  inmensos  beneficies  de  las  Cajas  rurales 
de  Raiffeisen,  pensó  acomodarlas  á  una  ciudad  enteramente  industrial, 
como  era  Mulhouse,  y  á  una  parroquia  compuesta  únicamente  de  obreros, 
cual  la  suya  de  San  José.  Para  conservación  y  fomento  de  la  vida  de 
familia  propúsose  facilitar  á  los  obreros  la  adquisición  de  casa  propia, 
bien  amueblada,  defender  el  hogar  contra  toda  clase  de  logreros  y  alen- 
tar al  ahorro  haciéndolo  á  todos  asequible.  De  esta  idea  nació  la  Caja 
obrera  de  San  José.  Desde  el  primer  día,  96  trabajadores  se  hicieron 
apuntar  como  socios  activos.  No  titubearon  en  responder  todos  solida- 
ria é  ilimitadamente  unos  por  otros;  es  verdad  que  antes  se  había  esta- 
blecido la  solidaridad  de  las  almas,  aquella  que  nos  encomendó  Cristo 
Nuestro  Señor  con  aquellas  dulcísimas  palabras:  Amaos  los  unos  á  los 
otros,  como  yo  os  he  amado.  El  capital  social  se  fijó  en  100.000  marcos; 
la  cuota  de  los  socios  activos  en  10.  No  se  emitieron  acciones  ni  se  pro- 
metieron dividendos.  La  Caja  no  había  de  prestar  sino  á  los  miembros 
del  Circulo  obrero,  otra  institución  de  Cetty,  ni  recibir  depósitos  ó  aho- 
rros sino  de  los  feligreses  de  la  parroquia.  Tres  veces  á  la  semana  se 
abre,  á  horas  determinadas,  para  hacer  sus  operaciones:  el  domingo  para 
recoger  depósitos;  el  lunes  para  cobrar  de  los  deudores;  el  viernes  para 
recibir  demandas  de  préstamos. 

El  número  de  socios  fué  creciendo  de  año  en  año;  de  96  á  250,  350, 
420,  580.  La  papeleta  de  socio  de  la  Caja  de  San  José  era  como  ejecu- 
toria de  hidalguía.  El  fondo  social  proyectado,  de  100.000  marcos,  se 
elevó  á  125.000.  Parecía  extraordinario  para  trabajadores  de  fábrica.  Mas 
á  los  cuatro  meses  apenas,  ya  se  había  llenado  el  número.  Convócase 
una  asamblea  general,  que  lo  sube  á  325.000.  Pasan  unos  pocos  meses  y 
los  325.000  ya  no  bastan;  se  extienden  á  625.000;  todavía  es  poco;  Pac- 
tolo  vuelca  sus  ondas  de  oro  sobre  los  carbones  de  la  ciudad  obrera  de 
Mulhouse.  Hay  que  llegar  á  un  millón,  y  se  llega;  los  obreros  se  hacen 
millonarios  y  aun  dos  veces  millonarios,  pues  dan  cima  á  los  dos  millones. 
De  1897  á  1908  los  ingresos  han  alcanzado  á  13.435.804  francos,  los  gas- 
tos á  13.429.304  francos;  esto  es,  que  el  monto  de  los  negocios  ha  frisada 


186  EL   CRÉDITO   POPULAR   URBANO    CON   SOLIDARIDAD  ILIMITADA 

con  los  27  millones  en  doce  años  en  una  parroquia  exclusivamente 
obrera:  prodigio  único  en  la  historia  de  la  clase  trabajadora. 

Ya  el  primer  año  hizo  construir  la  Caja  una  calle  de  16  casas  al  pre- 
cio de  200.000  francos.  Luego  fué  preciso  edificar  otra,  de  más  casas 
todavía  y  más  bonitas,  por  360.000  francos  Otra  vez  se  hubo  de  empren- 
der otra  calle  cerca  de  la  linda  iglesia  de  San  Fridolino,  y  las  nuevas 
construcciones,  para  no  desdecir  de  la  traza  gentil  del  templo  santo  á 
cuyo  alrededor  se  agrupaban  como  pimpollos  en  torno  de  la  oliva,  qui- 
sieron vencer  en  gentileza  á  las  casas  precedentes.  El  31  de  Diciembre 
de  1904  compró  la  Caja  más  de  300  casas  obreras,  facilitando  su  adqui- 
sición á  los  trabajadores  de  más  escaso  caudal.  En  suma,  en  menos  de 
diez  años  ha  construido  104  casas,  que  le  costaron  2.058.400  francos,  y 
comprado  448  por  valor  de  3.189.452  francos:  total,  552  casas  por  francos 
5.247.852,  las  cuales  representan  más  de  1.500  viviendas  cómodas,  higié- 
nicas, agradables  para  unas  8.000  personas.  Todas  las  casas  han  sido 
construidas  por  socios  de  los  círculos  instituidos  por  Cetty  en  su  parro- 
quia, siendo  modelos  en  su  género  Cada  vivienda  posee,  cocina,  bodega, 
granero,  y  cada  casa  su  jardinito. 

¿Qué  decir  de  la  Caja  de  ahorros?  En  doce  años  (de  1897  á  1908)  ha 
recibido  imposiciones  por  valor  de  6.386.590,70  francos;  3,526  familias  le 
han  confiado  sus  ahorros.  La  Caja  de  préstamos  ha  anticipado  francos 
4  871.599,98;  1.048  familias  han  solicitado  su  ayuda  para  la  adquisición 
de  una  modesta  propiedad.  En  31  de  Diciembre  de  1908  había  en  caja 
2.701.739,83  francos  de  ahorros  y  2.325.742,62  francos  de  préstamos.  El 
fondo  de  reserva  llegaba  á  90.000  francos. 

¿De  dónde  salen  los  ahorros?  ¿Quienes  son  los  imponentes?  Personas 
de  toda  edad  y  condición  van  acumulando  las  reservas  de  sus  afanes  y 
sudores.  Ahora  es  el  padre,  obscuro  trabajador,  que  deposita  los  sobran- 
tes de  los  ingresos  mensuales  de  toda  la  familia;  ahora  la  hija  autorizada 
por  sus  padres  para  poseer  una  libreta  de  ahorro  y  preparar  la  dote; 
ahora  el  adolescente  de  diez  y  ocho  á  veinte  años,  codicioso  de  un  pecu- 
lio con  que  establecerse  y  ganar  el  pan  de  cada  día.  «Noble  emulación, 
exenta  de  envidia  y  de  celos,  se  despierta  entre  todos;  cada  cual  se 
esfuerza  por  ahorrar  más  pronto,  depositar  más  y  disponerse  mejor  á 
construir  la  casa  de  santas  esperanzas,  el  santuario  del  hogar  domés- 
tico.» 

Con  razón  hace  hincapié  en  lo  último  Cetty;  cuyas  son  las  palabras 
que  van  entre  comillas.  Ocurre  con  dolorosa  frecuencia  que  jóvenes  im- 
previsores de  la  clase  trabajadora  inclinan  el  cuello  al  yugo  del  matrimonio 
sin  fuerzas  para  sustentarlo;  ciérnese  pronto  sobre  el  mustio  hogar  la  ima- 
gen espantosa  de  la  miseria;  lo  que  empezó  en  idilio  acaba  en  tragedia.  No 
así  en  San  José  de  Mulhouse.  Con  los  ahorros  de  muchos  años  va  la 
juventud  amontonando  su  masita.  Si  algo  falta  el  día  de  las  bodas,  lo 
completa  la  Caja  con  un  anticipo,  de  cuya  devolución  es  garantía  la  expe- 


EL   CRÉDITO   POPULAR   URBANO    CON   SOLIDARIDAD   ILIMITADA         187 

riencia  virtuosa  de  los  guardosos  desposados.  La  suma  que  suele  salir  de 
la  Caja  el  día  del  casamiento  es  de  5U0,  800,  hasta  1.000  francos. 

¡Cómo  se  nutre  y  medra  y  florece  aquí  el  espíritu  de  familia!  ¡Y  qué 
agrupación  social  tan  sólida  y  fecunda  la  de  San  José  de  Mulhouse!  ¡Qué 
educación  económica  la  de  esos  obreros  que  administran  millones!  Mas 
sobre  todo  se  ensalza  el  espíritu  religioso.  Allí,  en  la  sala  donde  aguar- 
dan su  turno  los  imponentes  de  ahorros,  preside  la  imagen  de  Cristo,  para 
avisar  á  los  que  entran  cuál  sea  la  divisa  de  la  Caja  de  San  José,  conviene 
á  saber:  Todo  por  Cristo,  todo  en  Cristo,  todo  para  Cristo.  Á  uno  y  otro 
lado,  encajados  en  soberbio  marco,  están,  aquí  el  retrato  del  Papa,  allí  el 
del  párroco,  los  representantes  de  Cristo  en  la  parroquia,  para  que  todos 
entiendan  el  amor  filial,  la  inquebrantable  adhesión  de  los  obreros  á  los 
guías  y  pastores  que  en  la  tierra  los  han  de  conducir  á  Cristo.  En  frente, 
en  otro  cuadro  no  menos  hermoso  ni  menos  simbólico,  los  miembros  de 
■la  familia  obrera,  los  delegados  del  Círculo  de  hombres,  póstranse  á  las 
plantas  de  León  XIII,  del  Papa  de  los  obreros,  del  Pontífice  que  dijo  á 
los  sacerdotes:  Id  al  pueblo. 

¿Quién  puso  allí  esos  cuadros?  ¿quién  les  dio  esa  significación  tierna, 
hermosa,  ideal?...  Los  mismos  obreros  (1). 

N.   NOGUER. 


(1)  Para  más  pormenores,  puede  verse  la  monografía  del  mismo  Cetty:  Une  caisse 
ouvriére-Saint-Joseph  de  Mulhouse  (L'Action  Populaire,  n.  50),  incluida  también  en  otra 
publicación  de  L'Action  Populaire  titulada:  Préíres  de  Frunce.  El  año  próximo  pasado 
obtuvieron  las  instituciones  obreras  y  sociales  de  Celty  un  grand  prix  en  la  Exposi- 
ción internacional  de  Nancy.  El  celoso  párroco  presentó  dos  memorias  explicativas, 
de  una  de  las  cuales  hemos  copiado  algunos  datos,  según  se  hallan  en  el  extracto 
publicado  por  L'Univers  de  5  de  Noviembre  de  1909,  pág.  3.  También  publicó  Cetty 
una  noticia  sobre  el  mismo  asunto  en  Revista  social  hispano-americana,  órgano  de  la 
Acción  Social  Popular  (Diciembre  de  1909,  p.  985  y  siguientes). 


JSa   ^spzÍQOÍogia  y  sí  ^roghéismc. 


€, 


ln  el  número  de  Diciembre  de  1908  dimos  cuenta  en  Razón  y  Fe  del 
primer  Congreso  de  naturalistas  españoles  celebrado  en  Zaragoza  los 
días  7-10  de  Octubre.  Acabamos  de   recibir  el  volumen  que  contiene 
las  actas  y  memorias  de  dicho  Congreso,  y  aunque  no  vamos  á  hablar 
de  nuevo  de  aquel  Congreso  ni  de  las  materias  en  él  tratadas,  hay  una 
en  que  especialmente  se  ha  fijado  nuestra  atención:  es  la  Espeleología- 
Sólo  tres  congresistas  expusieron  esta  cuestión:  D.  Lorenzo  Sierra, 
presbítero,  declaró  unas  «Notas  para  el  mapa  paletnográfico  de  la  pro- 
vincia de  Santander»;  D.  José  María  Có  de  Trióla  hizo  un  «Extracto 
del  manuscrito  La  Espeleología  en  Cataluña»;  el  R.  P.  Jesús  Carvallo, 
salesiano,  disertó  sobre  «La  Espeleología,  ciencia  nueva  en  España». 
Esta  última  circunstancia,  la  de  ser  nueva  en  España,  es  una  de  las 
razones  que  nos  han  movido  á  tomar  la  pluma.  Allégase  á  esto  el  que 
la  primera  conferencia  dada  en  la  Universidad  de  Oviedo  á  fines  del 
año  pasado  por  uno  de  los  profesores  de  la  Universidad  de  Burdeos, 
para  inaugurar  las  conferencias  que,  según  acuerdo,  habían  de  cele- 
brarse en  los  centros  docentes  de  Francia  y  España,  versó  precisa- 
mente sobre  uno  de  los  puntos  de  Espeleología:  «Las  grutas  prehistóri- 
cas de  Altamira  (Santander)  y  los  valles  del  Carona  y  del  Verese 
(Francia).»  El  conferentiante,  Mr.  P.  París,  trató  de  demostrar  la  uni- 
dad de  inspiración,  de  arte  y  de  civilización  que  entre  Francia  y  España 
existe  desde  las  edades  llamadas  prehistóricas,  y  para  ilustrar  sus  expli- 
caciones sirvióse  del  aparato  de  proyecciones.  Si  á  lo  dicho  se  añade 
que  el  verano  próximo  pasado  hemos  tenido  el  gusto  de  visitar  una  de 
las  cavernas  más  célebres  de  Francia,  la  gruta  de  Bétharram,  en  los  Pi- 
rineos, y  que  los  estudios  espeleológicos,  entre  sus  muchas  é  importan- 
tes aplicaciones  científicas,  tienen  la  de  ser  poderoso  auxiliar  de  la 
Antropología  y  Paleontología,  fácilmente  se  echará  de  ver  cuan  de 
grado  consagramos  estas  pocas  líneas  al  examen  de  la  Espeleología  en 
sus  relaciones  con  el  Troglodismo.  Sirva  esto  de  paso  para  mostrar  que 
atendemos  á  la  recomendación  hecha  en  el  Congreso,  de  que  se  difun- 
dan los  conocimientos  espeleológicos  en  las  revistas  científicas. 


LA  ESPELEOLOGÍA  Y  EL  TROGLODISMO  189 


OBJETO   DE   LA   ESPELEOLOGÍA 

¿Cuál  es  el  objeto  de  la  Espeleología?  El  mismo  nombre  lo  está 
diciendo:  el  estudio  de  las  cavernas,  bajo  cuyo  nombre  comprende  el 
vulgo,  y  aun  el  lenguaje  científico  general,  las  cavernas,  estancias  ó  con- 
cavidades comunicadas  entre  sí  por  pasillos  más  ó  menos  estrechos,  de 
modo  que  el  interior  de  aquéllas  quede  totalmente  oscuro;  las  grutas, 
concavidades  subterráneas,  cuyo  fondo  no  carece  completamente  de 
luz  y  cuya  boca  ó  entrada  es  relativamente  grande;  las  cuevas,  que  á 
veces  se  confunden  con  las  cavernas,  á  veces  con  las  grutas,  ora  signi- 
fican reducidas  cavidades  formadas  en  las  rocas  y  abiertas  al  exterior 
ora  simples  hendiduras  ó  grietas  en  sentido  casi  vertical.  Mr.  E.  Du- 
pont,  que  es  considerado  como  el  historiador  de  las  cavernas,  las 
define:  «Hoyos  abiertos  en  la  roca  antes  de  la  época  cuaternaria  por 
algunas  fuentes  minerales  ó  hidrotermales.»  Con  esto  se  evita  desde 
luego  la  confusión  de  las  cavernas,  grutas  ó  cuevas  naturales  con  las 
artificiales;  aquí  tratamos  de  las  naturales.  Cuanto  á  su  formación,  aun- 
que puede  depender  de  varias  causas,  como  temblores  de  tierra,  dislo- 
cación de  capas  terrestres  por  la  retracción  de  ciertas  rocas,  formación 
de  grandes  cadenas  de  montañas,  la  principal,  sin  duda,  es  la  hidroló- 
gica, el  trabajo  de  erosión  del  agua.  Mr.  Dupont  la  explica  de  esta 
manera:  «El  agua  acidulada  de  las  lluvias  penetra  por  alguna  grieta  y  se 
deposita  en  el  interior  de  la  roca  caliza;  ésta  es  un  carbonato  calcico, 
es  insoluble;  mas  al  contacto  del  agua  acidulada,  se  convierte  en 
bicarbonato,  y,  por  tanto,  soluble  al  agua,  la  cual  arrastra  ó  precipita 
los  residuos,  generalmente  arcillosos,  dejando  un  hueco  ó  vacío.»  Y,  en 
efecto,  donde  más  abundan  las  cavernas  es  en  las  laderas  de  los  valles 
de  erosión,  más  altos  que  el  fondo  del  valle,  formadas  en  las  rocas  cal- 
cáreas después  que  las  aguas  abrieron  la  luz  del  valle.  Estas  circunstan- 
cias explican  á  veces  la  desaparición  de  ríos  que  se  abisman  debajo  de 
tierra,  después  de  seguir  por  su  superficie  un  curso  más  ó  menos  largo, 
y  la  existencia  de  ciertos  manantiales  que  vemos  surgir  de  repente  de 
las  laderas  de  una  montaña,  y  la  existencia  también  de  canales  subte- 
rráneos que,  al  quedar  en  seco  por  efecto  de  alguna  elevación  de  terre- 
no, han  podido  formar  las  cavernas  hoy  día  libres  que  se  hallan  en  las 
cumbres. 

La  presencia  del  ácido  carbónico  y  carbonato  de  cal  se  revela  en 
varias  excoriaciones  producidas  por  su  acción  corrosiva  en  las  bóvedas 
de  las  cavernas  y  en  las  magníficas  decoraciones  naturales  de  las  grutas 
que  con  el  nombre  de  estalactitas  y  estalagmitas  se  van  formando.  He 
aquí  cómo:  El  agua  que,  cargada  de  carbonato  de  cal,  corre  sobre  la 
bóveda  de  la  caverna,  se  infiltra  por  entre  los  poros  y  rendijas  de  las 

RAZÓN  Y  FE,  TOMO  XXVI  13 


190  LA  ESPELEOLOGÍA  Y  EL  TROGLODISMO 

rocas  calizas  y  llega  á  formar  un  punto  rugoso  y  saliente  en  la  superficie 
de  la  bóveda;  comienza  la  evaporación  del  líquido,  el  carbonato  se  va 
depositando  y  aumentando  de  volumen  alrededor  del  núcleo  ó  asiento, 
y,  formando  una  serie  de  capas,  baja  á  manera  de  apéndice,  que  se 
llama  estalactita.  Mas  como  no  se  evapora  toda  el  agua  durante  su  per- 
manencia en  el  techo  de  la  caverna,  sino  que  se  desprende  una  parte  y 
cae  verticalmente  en  forma  de  finísima  gota,  ésta  se  evapora  en  el  suelo, 
el  carbonato  se  va  depositando  y  aumentando  de  volumen  por  la  adi- 
ción de  nuevas  gotas  que  caen;  se  reproduce  abajo  el  fenómeno  de 
arriba  y  va  creciendo  y  subiendo  un  apéndice  en  dirección  contraria  á 
la  estaláctica,  que  se  llama  estalagmita;  si  llegan  á  encontrarse,  se  jun- 
tan y  forman  una  columna  de  capas  concéntricas  tan  alta  como  la  altura 
de  la  caverna. 

Aunque  no  todas  las  cavernas,  las  que  pertenecen  á  la  categoría  de 
completas  constan  generalmente  de  tres  órdenes  de  materiales  sobrepues- 
tos, separados  comúnmente  por  capas  de  estalagmitas.  Según  Landerer, 
el  orden  inferior  está  formado  de  ordinario  de  gravas,  cantos  rodados  y 
cieno,  y  alguna  vez  de  fragmentos  de  rocas,  encerrando  restos  de  oso, 
hiena,  elefante,  rinoceronte,  sílex,  restos  humanos,  etc.,  fósiles  del  alu- 
vión antiguo.  Sobrepuesta  á  la  primera  capa  aparece  otra,  compuesta 
de  cieno  arcilloso  ó  margoso,  y  contiene  especies  fósiles  del  reno,  buey, 
caballo  y  jabalí.  Llámase  edad  del  reno  esta  fase  de  los  tiempos  cuater- 
narios, porque  en  este  depósito  abundan  los  restos  de  dicho  rumiante. 
El  orden  superior  es  de  formación  más  reciente;  consta  de  arcillas,  are- 
nas ó  margas,  y  contiene  solamente  restos  de  animales  actualmente 
vivos,  mezclados  con  cerámica  é  instrumentos  más  perfeccionados  que 
los  hallados  en  los  dos  órdenes  ó  capas  inferiores. 

La  altura  de  las  cavernas  huesosas  varía;  desde  un  nivel  poco  supe- 
rior al  de  los  mares  alcanza  considerables  alturas,  pero  sin  llegar  á  las 
cumbres  de  las  grandes  cordilleras.  En  las  cavernas  hállanse  ordinaria- 
mente enterrados  los  huesos  en  una  matriz  de  tierra  grasa,  rojiza,  sedi- 
mento formado  en  gran  parte  del  residuo  de  la  roca  caliza  insoluble  en 
el  agua  cargada  de  ácido  carbónico.  Las  cavernas  huesosas  presentan 
en  todas  partes  el  mismo  carácter  de  composición  y  de  relleno;  pero  no 
todas  ellas  son  completas,  esto  es,  no  todas  poseen  los  tres  órdenes  de 
materiales  sobrepuestos. 

En  las  cavernas  propiamente  dichas  establece  el  geólogo  Lyell  tres 
períodos:  el  de  disolución  de  la  roca  en  que  se  forma  el  canal;  el  de  en- 
sanche del  canal  por  la  corriente  de  aguas  subterráneas;  el  período 
durante  el  cual  las  aguas,  tomando  otra  dirección,  dejan  libre  al  aire 
exterior  el  espacio  de  la  gruta  que  ocupaban. 


LA  ESPELEOLOGÍA  Y  EL  TROGLODISMO  19t 

II 

IMPORTANCIA  DE  LA  ESPELEOLOGÍA:   SU  APLICACIÓN  AL   TROGLODISMO 

La  naturaleza  se  presenta  muchas  veces  viva  y  animada  en  el  inte- 
rior de  las  cavernas.  No  sólo  el  curioso  observador  puede  contemplar 
en  ellas  caprichosas  incrustaciones  que  adornan  sus  paredes  y  el  aspecto 
de  grandiosidad  que  ofrecen  sus  arcos  y  columnas,  sino  también  el 
zoólogo  y  el  botánico  hallan  con  frecuencia  especies  de  fauna  y  de  flora. 
Criptógamas  que  no  necesitan  de  luz,  protozoarios  en  su  estado  más  ru- 
dimentario, 5aí/z;;sdas  que  no  tienen  ojos,  pero  que  están  dotadas  de 
un  tegumento  sensibilísimo,  moran  en  aquellos  subterráneos.  Además,  el 
estudio  de  su  suelo  ofrece  no  poco  interés  para  la  geología,  en  la  des- 
cripción de  las  capas  que  los  atraviesan;  para  la  mineralogía,  en  la  deter- 
minación de  los  componentes  de  las  sustancias  en  ellas  encerradas; 
para  la  química,  al  examinar  los  gases  de  aquella  atmósfera,  y  para  la 
química  y  mecánica,  á  la  vez,  al  estudiar  el  origen  de  las  cavernas. 

Á  la  hidrología  é  higiene  pública  ofrece  también  la  Espeleología 
campo  de  investigación.  Porque,  en  primer  lugar,  el  agua  obraren  las 
grutas  desgastando,  rozando  y  disolviendo  sus  paredes  por  erosión, 
corrosión  y  presión  hidrostática.  Ella,  aprovechando  las  junturas  de  la 
estratificación,  ha  pasado  de  una  diaclasis  á  otra.  Del  remolino  de  las 
revueltas  se  han  formado  cámaras,  que  luego  se  han  ensanchado  por 
derrumbamiento.  La  filtración  del  agua  de  las  lluvias  se  ha  manifestado 
en  la  destilación  de  algunas  bóvedas,  más  abundante  después  de  las  tor- 
mentas, y  el  agua  de  algunas  fuentes  muy  clarificadas ,  que  circula  por 
las  fisuras  del  calizo,  demuestra  un  gran  espesor  de  materias  areniscas. 

En  segundo  lugar,  la  Espeleología  puede  prestar  buenos  servicios  á 
la  salud  pública.  jCuántas  veces  el  pueblo  ignorante  arroja  reses  muer- 
tas en  el  mismo  manantial,  conviríiéndolo  en  vehículo  de  gérmenes  mor- 
bosos! Por  eso  es  conveniente  estudiar  las  montañas  en  que  nacen  las 
fuentes,  explorando  las  cavernas  que  ocultan  en  su  seno  y  averiguando 
si  el  agua  del  manantial  está  á  cubierto  de  probables  contaminaciones. 

Algunas  cavernas  ofrecen  singular  interés  artístico.  El  abate  Breuil 
ha  publicado  en  este  sentido  un  hermoso  trabajo  sobre  la  Evolución  del 
arle  parietal  de  las  cavernas  en  la  edad  del  Reno.  El  profesor  de  la  Fa- 
cultad de  Ciencias  de  la  Universidad  de  Friburgo  (Suiza)  divide  en  cinco 
fases  el  desarrollo  del  arte  observado  en  dichas  cavernas,  haciendo 
notar  en  cada  una  de  ellas  el  paralelismo  que  existe  entre  las  figuras 
grabadas  y  las  pintadas  ó  llenas.  En  los  orígenes  del  arte  pone  los  dibu- 
jos digitales  que  aparecen  en  la  arcilla  de  las  Gargas  y  de  Hornos  de  la 
Pina,  las  manos  orladas  de  negro  y  rojo  de  Castillo  y  de  Gargas  y  las 
toscas  alineaciones  de  puntos  ó  de  discos.  Vienen  luego  trazas  mono- 
cromáticas ó  grabadas  de  animales  partidos  ó  enteros;  después  los  tra- 
zos se  ensanchan,  y  ponen  de  relieve  las  articulaciones,  prominencias, 


192  LA  ESPELEOLOGÍA  Y  EL  TROGLODISMO 

masas  pelosas;  más  tarde,  el  color  negro  ó  pardo  uniforme  llena  la  figura; 
aparece  á  continuación  la  policromía;  el  perfil  exterior  es  negro,  negras 
las  crines,  etc.;  el  interior  del  cuerpo  está  lleno  con  matices  de  rojo  y 
negro;  por  fin,  se  observan  algunos  signos  convencionales,  de  los  que  se 
derivan  las  figuras  acilianas. 

Bajo  el  aspecto  artístico  es  digna  de  especial  mención  la  caverna  de 
Altamira,  de  la  provincia  de  Santander,  en  España.  Mr.  E.  Cartailhac, 
correspondiente  del  Instituto  de  Francia,  ha  publicado  curiosas  investi- 
gaciones sobre  las  «pinturas  y  grabados  murales  de  la  caverna  de  Al- 
tamira^, ilustradas  con  láminas  y  figuras  por  el  mencionado  abate 
Mr.  Breuil.  El  prestigioso  aristócrata  Marqués  de  Cerralbo,  ha  ponde- 
rado en  un  interesante  y  concienzudo  artículo  el  valor  artístico  de  este 
hbro,  reproduciendo  la  llamada  figuración  del  hombre,  la  citada  caverna 
y  los  signos  naviformes,  tectiformes  y  pectiformes.  Tanto  en  las  figuras  de 
Altamira  como  en  las  de  otras  cavernas,  sería  útil  determinar  con  exacti- 
tud dos  cosas:  1.^  qué  son,  qué  representan  á  punto  fijo  esas  pinturas  y 
grabados;  2.%  á  qué  edad  pertenecen,  pues  hay  sobre  la  una  y  la  otra 
diversidad  de  pareceres.  Así,  por  ejemplo,  el  distinguido  académico  de  la 
Historia  Sr.  Marqués  de  Cerralbo,  se  inclina— á  lo  que  parece,  con  tinO' 
y  acierto  —  á  no  considerar  como  cámaras  sepulcrales  y  sagradas,  ni 
como  figuras  de  hombre,  las  tenidas  por  algunos  por  tales  en  las  caver- 
nas de  Altamira.  De  la  misma  manera,  si  Breuil  y  Cartailhac  las  suponen 
de  la  edad  paleolítica  y  del  período  magdaleniano,  por  no  haber  vivido 
en  dicha  caverna  el  reno ;  Martell  las  llama  neolíticas,  explicando  la  au- 
sencia del  reno  por  el  desvío  que,  según  Lapparent,  sufrió  el  Goolf~ 
Stream  en  la  época  cuaternaria  hacia  la  costa  cantábrica,  desvío  por  el 
que  ésta  templó  su  clima. 

La  importancia  de  las  cavernas  sube  de  punto  desde  que  se  las  con- 
sidera en  sus  relaciones  con  el  troglodismo,  esto  es,  como  guarida  de 
animales  y  habitación  de  hombres,  pues  suministran  preciosos  datos  á 
la  Paleontología  y  Antropología  sobre  la  antigüedad  del  hombre,  su 
grado  de  cultura  y  alguno  de  sus  ritos  y  costumbres.  Pero  conviene  pre- 
suponer que  no  es  fácil  á  veces  determinar  si  una  caverna  ha  estado  real- 
mente habitada.  Las  causas  de  esta  dificultad  son  diversas,  siendo  la 
primera  su  oscuridad,  silencio  y  ruidos  extraños.  Esto  ha  despertado  en 
la  imaginación  del  vulgo  fantasmas  de  espíritus  y  duendes  que  vivían  en 
aquellos  antros,  sobre  los  cuales  se  han  fraguado  narraciones  misteriosas 
y  maravillosas  leyendas;  de  ahí  que  algunas  cavernas  hayan  sido  para 
la  gente  excesivamente  crédula  objeto  de  admiración,  de  miedo  y  aun 
de  superstición;  de  ahí  que  algunas  hayan  sido  llamadas  gruta  del  dia- 
blo, sima  del  infierno,  morada  de  brujas,  etc.  La  segunda  dificultad  pro- 
viene del  efecto  de  las  aguas,  cuya  corriente  ha  removido  unas  veces 
sus  depósitos  y  arrastrado  fuera  una  parte  de  los  mismos,  privando  al 
paleontólogo  de  un  medio  de  conocimiento;  otras,  en  cambio,  ha  introdu- 


LA  ESPELEOLOGÍA  Y  EL  TROGLODISMO  193 

cido,  con  el  ímpetu  de  su  arrastre,  huesos,  fósiles  y  otros  objetos  proce- 
dentes de  distintos  parajes,  ocasionando  con  esto  falsos  conocimientos 
sobre  las  cavernas.  Á  todo  esto  han  contribuido  también  los  animales 
famélicos  ó  hambrientos,  hurgando  los  depósitos,  y  los  aldeanos  y  pas- 
tores, ora  destruyendo  sus  cascadas  y  estalactitas,  ora  ennegreciendo 
con  el  humo  de  la  vela  inscripciones  y  nombres,  ora,  en  fin,  extrayendo 
objetos  y  minerales. 

Así  y  todo,  se  ha  podido  comprobar  con  certeza  que  muchas  han  sido 
morada  de  animales  y  algunas  de  hombres.  Cuanto  á  los  primeros,  el 
animal  cuyos  restos  son  más  abundantes  en  las  cavernas  es  el  oso;  de 
ahí  el  nombre  ursus  spelaeus,  oso  de  las  cavernas.  Se  han  hallado  osa- 
mentas enteras  de  animales  sin  señales  de  violencia,  lo  que  parece  indi- 
car que  murieron  en  ellas.  También  son  bastante  numerosos  los  restos 
de  las  hienas.  Se  conocen  las  cavernas  que  habitaron  las  hienas  por  los 
coprolitos,  excrementos  fósiles  de  estos  animales,  abundantes  en  fosfatos 
de  cal  blancos.  La  hiena,  en  efecto,  trituraba  con  su  potente  dentadura 
los  huesos  roídos  de  muchos  animales,  que  llevaba  á  su  guarida  para 
devorarlos,  con  lo  cual  se  ingería  mucho  fosfato  de  cal,  que  quedaba 
sin  digerir  y  aparecía  en  las  materias  fecales.  Las  cavernas  de  leones, 
tigres,  panteras  y  otros  felinos  son  más  escasas,  y  como  estos  animales 
no  suelen,  á  causa  de  su  limpieza,  arrastrar  la  presa  hasta  su  guarida,  de 
ahí  que  su  osamenta  no  se  encuentra  generalmente  mezclada  con  la  de 
sus  víctimas.  Las  guaridas  de  carniceros  pequeños  son  abundantes  en 
huesos  de  estos  animales  y  de  otros  que  fueron  su  presa  y  alimento.  En 
general,  las  guaridas  de  fieras  se  distinguen  por  su  forma  y  por  sus  osa- 
mentas. Por  lo  que  hace  á  la  forma,  son  generalmente  corredores  largos 
y  estrechos  y  oscuros  en  la  extremidad.  En  cuanto  á  las  osamentas,  los 
huesos  de  los  miembros  aparecen  enteros,  pero  sin  epífisis  ó  cabeza  y 
con  señales  en  las  extremidades  hechas  por  los  dientes  de  los  animales 
carnívoros. 

Las  cavernas  que  han  servido  de  albergue  al  hombre  se  distinguen: 
1.",  por  los  huesos  intencionalmente  partidos,  esto  es,  se  encuentran  no 
sólo  sin  epífisis  ó  cabeza,  sino  también  con  la  diáfisis  ó  centro  hendido, 
como  para  extraer  la  sustancia  medular;  ostentando  señales  de  golpes 
y  de  entalladuras  hechas  con  instrumentos  cortantes;  2.°,  por  los  restos 
de  industria  primitiva,  como  huesos  elaborados,  sílex  labrados,  etc.; 
3.°,  por  la  presencia  de  animales  de  la  fauna  actual,  que  muestran  una 
elección  hecha  con  cálculo  é  inteligencia;  4.°,  por  las  huellas  de  hogares 
y  huesos  carbonizados.  Digamos  de  paso  que  muchas  cavernas  han  ser- 
vido de  criptas  para  sepultar  los  cadáveres,  y  como  generalmente  junto 
al  cadáver  se  depositaban  armas,  alimentos,  varios  géneros  de  adornos, 
utensilios,  etc.,  de  ahí  que  estas  cavernas  «funerarias»  hayan  servido 
para  dar  á  conocer  las  costumbres  de  los  hombres  en  varias  edades. 
Citemos  algún  ejemplo. 


194  LA  ESPELEOLOGÍA  Y  EL  TROGLODISMO 

La  caverna  llamada  «Cueva  de  los  Murciélagos»,  en  las  últimas  estri- 
baciones marítimas  de  Sierra  Nevada,  es  uno  de  los  yacimientos  más 
célebres  de  la  edad  neolítica  en  España.  Esta  caverna  fué  científicamente 
explorada  por  el  Sr.  Góngora,  quien  halló  cuidadosamente  separados 
tres  esqueletos,  uno  de  los  cuales  ceñía  diadema  de  oro  en  plancha  y  sin 
adorno;  en  la  misma  caverna  encontró  también  doce  esqueletos  coloca- 
dos en  semicírculo,  alrededor  de  un  cadáver  de  mujer,  bien  conservado, 
vestido  con  túnica  de  piel,  abierta  por  el  costado  izquierdo  y  sujeta  por 
medio  de  correas;  llevaba  al  cuello  un  collar  de  esparto  y  pendientes  de 
sus  anillos  conchas  marinas  y  un  colmillo  labrado  de  jabalí.  Los  demás 
cadáveres  vestían  tejidos  de  esparto,  y  á  su  lado  se  hallaron  bolsas  del 
mismo  tejido,  hachas  de  piedra  pulimentada,  cuchillos  de  esquisto,  vasi- 
jas de  barro  toscamente  labradas,  etc.  De  todo  lo  cual  dedujo  el  explo- 
rador que  aquella  gente  guardaba  con  gran  cuidado  los  cadáveres,  indi- 
cio de  su  rehgión;  que  usaba  útiles  de  hueso  y  marfil,  de  piedra  labrada 
y  pulimentada;  que  empleaba  cerámica  grosera;  que  tejía  primorosa- 
mente el  esparto  y  se  adornaba  con  piedrecillas  de  colores,  conchas  y 
dientes  labrados  de  varios  animales. 

Entre  las  grutas  llamadas  sepulcrales  es  notable  la  de  Aurignac,  en 
una  estribación  de  los  Pirineos,  en  el  alto  Garona;  estaba  cerrada  con 
una  losa  y  contenía  17  esqueletos;  se  hallaron  en  ella  restos  de  un  hogar, 
huesos  y  utensilios,  sílex  labrados,  armas  de  asta  y  fragmentos  de  cerá- 
mica. Y  para  no  citar  más,  son  dignas  de  especial  mención  las  cavernas 
de  Furfooz,  sobre  el  Lesse,  en  Bélgica,  á  cuyo  grupo  pertenece  la  llamada 
«Trou  du  Frontal»,  gruta  sepulcral  del  tipo  de  la  de  Aurignac ;  sus  explo- 
radores afirman  haber  hallado  delante  de  ella  restos  de  festines  fúnebres; 
y  el  arqueólogo  belga  E.  Dupont  añade  que  un  cubito  de  mamut  en- 
contrado en  el  «Trou  de  Chaleux»,  fué  probablemente  objeto  de  un  culto 
fetiquista,  á  juzgar  por  su  posición,  su  estado  fósil  y  la  extinción  de  la 
especie  en  la  época  en  que  la  caverna  estuvo  habitada. 

III 

ALGUNAS  CAVERNAS  MÁS  CÉLEBRES  DE  EUROPA 

No  creemos  estará  demás  aquí  dilatar  un  poco  la  mirada  para  rese- 
ñar ligeramente  algunas  de  las  principales  y  más  renombradas  cavernas 
de  Europa,  escogiendo  alguna  de  cada  país.  Ya  hemos  indicado  las  que, 
bajo  cierto  aspecto,  que  hacía  al  caso,  ofrecen  interés  especial;  ahora 
citaremos  las  que  por  su  fama  son  más  visitadas  ó  conocidas.  Comen- 
zando por  España,  tenemos  las  célebres  cavernas,  exploradas  por  el 
reputado  paleontólogo  Vilanova,  en  la  provincia  de  Valencia.  Una  de 
ellas,  llamada  Parpalló,  situada  en  la  falda  occidental  del  Monduber, 
presenta  un  atrio  espacioso,  que  conduce  á  una  galería,  dirigida  de  Oeste 
á  Este,  con  cámara  al  Norte,  donde  se  hallaron  materiales  removidos,  en 


LA  ESPELEOLOGÍA  Y  EL  TROGLODISMO  195 

busca  de  tesoros.  Dícese  que  los  sílex  encontrados  por  los  primeros 
exploradores  fueron  extraídos  para  emplearlos  como  piedras  de  chispa; 
el  Sr.  Vilanova  halló  cascos  y  armas  toscas  de  pedernal,  huesos  de  buey,, 
caballo,  ciervo  y  moluscos;  en  algunas  astas  de  ciervo  había  raspaduras, 
algo  así  como  ensayo  de  trabajo  industrial.  No  citamos  en  España  las 
célebres  cavernas  descubiertas  en  Gibraltar  por  el  capitán  Brame;  son 
de  las  más  notables  de  Europa,  y  en  ellas  se  han  encontrado  esqueletos 
humanos,  restos  de  animales,  armas,  cerámica  y  útiles  de  piedra  la- 
brada. 

En  Francia  es  muy  visitada  la  gruta  de  Betharram,  Bajos  Pirineos, 
entre  Pau  y  Lourdes,  descubierta  en  1889,  y  acondicionada  en  1905.  Su 
descripción  la  hizo  Viré  en  una  de  las  Memorias  de  la  Sociedad  de  Es- 
peleología. Bastará  decir  que  presenta  una  extraña  superposición  de 
cuatro  pisos,  con  tres  kilómetros  de  extensión;  por  el  piso  bajo  se  desliza 
un  río  de  1.800  metros,  que  se  puede  recorrer  en  bote,  contemplando 
las  fantásticas  estalactitas  que  lo  adornan.  En  la  gruta  hay  instalación 
eléctrica,  y  sus  partes  más  curiosas  son:  el  claustro  y  el  canal  de  Ve- 
necia. 

De  Bélgica  citaremos  el  grupo  de  Montaigle,  formado  por  varias 
cavernas,  que  han  sido  exploradas  para  clasificar  los  restos  de  industria 
en  ellas  encerrados,  y  el  Troa  de  la  Naulette,  caverna  cuya  entrada  es 
un  pasadizo  estrecho,  terminado  por  dentro  en  una  gran  cámara,  y  de 
mucha  celebridad  entre  los  antropólogos,  á  causa  de  su  depósito  de 
huesos  humanos. 

En  el  condado  de  Derby,  en  Inglaterra,  es  célebre,  así  la  caverna  de 
Castleton,  de  912  metros  de  longitud  y  muy  visitada,  como  la  de  Pool, 
Poolés  hole,  residencia  del  famoso  bandido  de  este  nombre  en  el  si- 
glo XVI,  cerca  de  Buxton.  Ésta  contiene  una  gran  cavidad  cruzada  por  un 
riachuelo,  que  se  precipita  con  estruendo  en  un  abismo.  Las  paredes  de 
la  cueva  aparecen  vistosamente  adornadas  de  caprichosas  estalactitas, 
una  de  las  cuales,  en  forma  de  columna,  lleva  el  nombre  de  María  Estuar- 
do,  porque  la  infortunada  Reina,  que  estuvo  algún  tiempo  confinada  en 
aquel  pueblo,  visitaba  algunas  veces  la  caverna.  Pasando  en  silencio  la 
caverna  de  Wogan,  notable  por  un  eco  que  repite  varias  sílabas,  situada 
en  la  patria  de  Enrique  VIII,  en  el  condado  de  Pembroke,  y  subiendo 
hasta  las  islas  Hébridas,  se  hallan  seis  grandes  cavernas,  que  se  pueden 
visitar  sucesivamente;  son  la  admiración  de  cuantos  las  ven,  por  sus 
columnas,  de  donde  la  isla  de  Staffa  ha  recibido  el  nombre  de  isla  de  las 
Columnas.  La  más  notable  es  la  cuarta,  la  de  Fingal  ó  Gran  Caverna. 
Staffa,  ha  dicho  el  Dr.  Garnett,  es  «la  curiosidad  natural  más  grandiosa 
que  se  conoce  en  Europa»;  y  Mac  CuUoch  escribe:  «Cuando  me  senté  en 
una  de  las  columnas,  vi  las  aguas  [del  mar]  llegar  casi  hasta  tocarme  los 
pies;  pero  retirábanse  á  intervalos,  y  entonces  quedaba  como  suspendido 
á  gran  altura.  Atendidos  los  silenciosos  movimiento  del  agua  y  la  apa- 


196  LA  ESPELEOLOGÍA  Y  EL  TROGLODISMO 

rente  tranquilidad  de  la  superficie  del  mar,  hubiérase  podido  creer, 
mirando  de  lejos,  que  el  conjunto  de  la  gruta  era  un  gran  buque  que 
alternativamente  se  hundía  y  elevaba.»  Y  todavía  hablan  con  más  enca- 
recimiento otros  viajeros.  «Apenas  puede  la  imaginación,  dice  Mr.  Banks, 
figurarse  cosa  más  soberbia  que  el  fondo  de  esta  gruta,  cuyos  lados  están 
sostenidos  por  unas  filas  de  columnas,  y  cuyo  techo  se  compone  de  las 
extremidades  de  las  que  se  han  roto  para  formar  la  caverna»;  y  Mr.  Troil 
se  expresa  en  estos  términos:  «¡Cuánto  no  brillan  á  nuestros  ojos  los  pór- 
ticos antiguos  por  la  magnificencia  con  que  han  sido  descritos,  y  qué 
admiración  no  nos  causan  las  columnas  de  nuestros  edificios  modernos! 
Pues  cuando  se  ve  la  gruta  de  Fingal,  no  hay  comparación  alguna  entre 
aquellos  monumentos  del  arte  con  éste,  y  es  preciso  convenir  en  que 
este  trozo  de  arquitectura  ejecutado  por  la  naturaleza,  es  muy  superior  á 
la  columnata  del  Louvre,  ó  la  de  San  Pedro  en  Roma,  y  á  todo  lo  que  se 
nos  conserva  de  la  antigüedad.» 

Dejemos  á  Inglaterra  y  Escocia  y  pasemos  á  Suiza.  Cerca  de  Ralligen 
van  muchos  curiosos  á  visitar  la  caverna  de  San  Beato,  nombre  de  un 
celoso  misionero  del  siglo  III,  que  abandonó  la  Inglaterra,  su  patria,  para 
ir  á  predicar  el  Evangelio  en  Helvecia,  estableciéndose  en  esta  gruta, 
una  de  cuyas  cavidades  sirve  de  paso  al  arroyo  de  San  Beato  ó  Beaten- 
bach. 

En  las  márgenes  del  lago  Agnano,en  Italia,  es  famosa  la  llamada  ^r«^a 
del  Perro,  pequeña  cueva  abierta  en  la  roca,  de  cuyo  suelo  se  exhala 
abundante  ácido  carbónico  ó  un  vapor  mefítico  que  á  los  pocos  minu- 
tos priva  del  sentido  á  los  animales,  siendo  lo  raro  que  no  causa  daño 
á  los  hombres.  Explican  esto,  diciendo  que  dicho  gas  se  eleva  muy  poco 
del  suelo,  de  modo  que  no  llega  á  la  altura  de  la  respiración  del  hom- 
bre; por  eso  se  observa  el  fenómeno  en  los  animales  pequeños,  especial- 
mente en  el  perro,  de  donde  ha  recibido  su  nombre.  Los  escritores  anti- 
guos no  mencionan  esta  gruta;  sólo  Plinio  el  Mayor  en  su  Historia  Na- 
tural dice  que  en  los  alrededores  de  Puteoli  había  exhalaciones  terres- 
tres de  vapores  mortíferos. 

Notable  sobremanera  es  también  la  gruta  de  Adelsberg,  en  Austria. 
Tiene  11  kilómetros  de  longitud,  y  es  un  laberinto  de  rápidas  pendien- 
tes y  sinuosos  pasadizos  que  comunican  con  grandes  salas.  Las  estalac- 
titas que  las  adornan  ofrecen  el  aspecto,  ora  de  majestuosas  columnatas, 
ora  de  ruinas  de  vetusto  palacio.  Huesos  fósiles  forman  su  suelo,  y  la 
que  llaman  «Sala  del  Calvario»  tiene  203  metros  de  largo,  195  de  ancho 
y  47  de  alto.  Alguien  ha  escrito  que  á  la  caverna  de  Adelsberg  sólo  le 
falta  la  navegación  subterránea  y  la  gran  sima  de  Padirac  para  ser  la 
gruta  más  hermosa  del  mundo. 

En  el  bosque  hercynio,  en  Alemania,  conocido  en  la  antigüedad  por 
silva  hercynia,  son  famosas  las  «Cavernas  de  Harz».  Llama  la  atención 
de  los  turistas  la  gran  cantidad  de  huesos  fósiles  que  en  ellas  se  han 


LA  ESPELEOLOGÍA  Y  EL  TROGLODISMO  197 

descubierto,  tanto,  que  son  considerados  como  enormes  osarios  natura- 
les de  animales.  Las  más  curiosas  de  esas  cavernas  son  las  del  Licornio 
y  la  de  Baumann.  La  primera  consta  de  cinco  grutas,  que  se  comunican 
entre  sí  por  numerosas  sinuosidades;  la  segunda  se  compone  de  otras 
tantas.  Después  de  muchas  subidas  y  bajadas  se  llega  á  una  galería,  que 
contiene  muchos  huesos  de  hienas,  de  tigres  y  de  un  oso  que  debió  de 
ser  colosal.  En  la  caverna  de  Baumann  hay  una  columna  de  estalactitas 
que  produce  un  sonido  agradable  cuando  cae  una  gota  de  agua  de  la 
bóveda. 

No  terminaremos  este  punto  sin  citar  la  hermosísima  gruta  de  Antí- 
paros,  en  Grecia.  La  isla  de  Antíparos  es  célebre  por  su  caverna,  situada 
entre  horrorosos  precipicios;  á  ella  se  desciende  por  medio  de  una  cuerda, 
deslizándose  de  espaldas  á  las  rocas,  y  atravesando  sus  sombrías  grietas 
por  medio  de  escalas.  Desde  la  superficie  de  la  tierra  á  dicha  caverna 
hay  una  profundidad  de  300  brazas;  la  gruta  tiene  cerca  de  40  brazas  de 
altura  por  50  de  ancho,  y  ofrece  tan  magnífico  golpe  de  vista,  que  sus 
estalactitas  son,  al  decir  de  un  escritor,  las  más  hermosas  del  mundo, 
Tournefort,  en  un  momento  de  exaltación  fantástica,  creyó  ver  en  ella  un 
jardín  de  cristal,  y  se  imaginó  haber  hallado  comprobada  la  vegetación 
de  la  piedra  (!).  Y  puesto  que  nos  hallamos  cerca  de  la  isla  de  Milos,  la, 
Milo  de  hoy,  digamos  que  de  las  bóvedas  de  sus  cavernas  «pende  el 
alumbre  de  plumas  de  plateados  hilos»;  que  pedazos  de  azufre  puro  llenan 
las  grietas  de  sus  rocas,  y  que  de  sus  pantanos  se  exhala  un  olor  sulfu- 
roso. Los  viajeros  modernos  han  encontrado  esta  isla  tal  y  como  la  des- 
cribió Plinio.  Milo  está  llena  de  antigüedades;  aun  se  ven  en  ella  mura- 
llas ciclópeas,  y  en  su  suelo  se  descubrió  la  célebre  Venus  de  Milo, 
que  Dumont  d'Urville  transportó  á  Francia,  y  se  conserva  en  el  museo 
del  Louvre. 

De  la  multitud  de  cavernas  que  se  conocen  y  se  van  descubriendo 
hemos  enumerado  algunas  de  ellas,  que  realmente  merecen  ser  visitadas 
por  los  amantes  de  la  Espeleología.  Fácil  cosa  sería  aumentar  el  número, 
y  de  todas  se  podría  deducir  una  conclusión  paleontológica,  que  Lan- 
derer  formula  en  estos  términos:  «Que  después  de  haber  desaparecido  el 
rinoceronte  de  narices  tabicadas  y  el  mamut,  la  hiena  y  el  gran  oso  de 
las  cavernas,  cedieron  el  puesto  al  reno  y  al  bisonte,  que  tomaron  exclu- 
sivo incremento,  mezclándose  con  especies  afines  á  las  actuales,  y  que 
después  de  haber  emigrado  éstos  á  otras  regiones,  se  entra  de  lleno  en 
la  subépoca  moderna.»  Otra  consideración  de  orden  antropológico  nos 
sugiere  el  estudio  de  las  cavernas,  y  es  que  si  han  de  suministrarnos 
datos  para  precisar  la  antigüedad  del  hombre,  hay  que  trabajar  todavía 
por  caracterizar  bien  las  clases  de  cavernas  y  la  época  de  su  habitación. 


198.  LA  ESPELEOLOGÍA  Y  EL  TROGLODISMO . 

IV 

EL   TROGLODISMO    Y   LA   ANTIGÜEDAD    PREHISTÓRICA   DEL   HOMBRE 

Entre  las  cavernas  más  célebres  hay  una  cuyo  nombre  no  podemos 
pasar  en  silencio:  es  la  de  Kent,  en  Inglaterra.  Á  ella  han  recurrido  repe- 
tidas veces,  y  no  sin  gran  estrépito,  algunos  espeleólogos  y  antropólo- 
gos, pretendiendo  demostrar  que  la  antigüedad  del  hombre  se  remonta 
á  edades  prehistóricas,  á  millares  de  siglos.  Y  aunque  no  es  éste  lugar 
oportuno  para  probar  directamente  y  con  variedad  de  argumentos  in- 
contestables la  falsedad  de  dicha  aserción,  todavía  parécenos  será  con- 
veniente consignar  que  del  estudio  de  las  cavernas  en  general  y  de 
aquélla  en  especial  no  se  deduce  en  modo  alguno  tal  conclusión.  Ar- 
queólogos ha  habido  que,  estudiando  las  capas  estalagmíticas  de  la  citada 
caverna  y  haciendo  el  cómputo  del  tiempo  necesario  para  la  formación 
de  aquellas  capas,  afirman  que  el  hombre  ya  vivía  en  aquella  isla 
hace  doscientos  sesenta  y  cuatro  mil  años;  en  este  sentido  se  expresó 
Mr.  C.  Martins  en  la  Revista  de  Ambos  Mundos,  correspondiente  al  16  de 
Enero  de  1868,  y  al  mismo  parecer  se  acuestan  algunos  amantes  de  la 
prehistoria. 

Multitud  de  experiencias  y  de  irrecusables  testimonios  han  puesto  de 
relieve  que  el  espesor  de  las  capas  estalagmíticas  no  puede  servir  de 
base  para  probar  la  remotísima  edad  de  las  capas  colocadas  debajo  de 
su  espesor.  Así  lo  dice,  apoyado  en  sus  propias  investigaciones,  el  cele- 
brado antropólogo  y  experimentado  geólogo  M.  Body  Dawkins,  miem- 
bro de  la  Real  Sociedad  de  Londres:  «El  valor  de  las  capas  de  estalag- 
mita, cuando  se  trata  de  fijar  la  antigüedad  de  los  depósitos  situados 
debajo  de  ellas,  es  relativamente  muy  insignificante.»  «Los  resultados  de 
las  excavaciones  hechas  en  las  cavernas,  añade  el  geólogo  y  paleontó- 
logo Hamy,  no  tienen  generalmente  el  valor  demostrativo  de  las  obser- 
vaciones recogidas  en  los  aluviones  estratificados.  La  ausencia  de  esta- 
ciones geológicas  ciertas  en  el  mayor  número  de  estas  cavidades,  entre 
el  depósito  osífero  y  los  que  le  han  precedido  ó  seguido  en  la  sucesión 
de  los  tiempos;  las  dificultades  que  surgen  cuando  se  trata  de  determi- 
nar las  condiciones  en  que  fueron  abandonados  allí  aquellos  objetos;  la 
posibilidad  de  que  hayan  sido  después  removidos,  sin  que  esto  sea  fácil 
de  averiguar,  son  la  causa  del  abandono  en  que  se  hallan  hace  mucho 
tiempo  las  investigaciones  de  las  cavernas...» 

Ya  dijimos  que  las  capas  de  estalagmitas  se  van  formando  por  las 
gotas  de  agua  que,  cargada  de  ácido  carbónico,  pasan  por  el  carbonato 
eje  cal.  Ahora  bien,  los  partidarios  de  la  antigüedad  remotísima  del  hom- 
bre, partiendo  del  supuesto  gratuito  de  que  los  agentes  naturales  han 
obrado  é  influido  de  la  misma  manera  é  igual  intensidad  en  todos  los 
tiempos,  discurren  de  este  modo:  la  caverna  de  Kent  en  el  estado  pre- 


LA  ESPELEOLOGÍA  Y  EL  TROGLODISMO  199 

senté  tarda  mucho  en  formar  los  depósitos  de  carbonato  de  cal;  y  sin 
más,  suponen  que  en  tiempos  anteriores  al  nuestro  la  formación  de  las 
estalagmitas  se  realizaba  con  la  misma  lentitud  que  ahora,  para  sacar  de 
ahí  la  pretendida  antigüedad  prehistórica  del  hombre.  En  lo  cual  se  co- 
mete un  sofisma  que  los  lógicos  llaman  falacia  de  accidente,  y  se  falsea 
un  hecho.  De  que  actualmente  sea  lenta  la  formación  de  las  estalagmitas 
en  la  caverna  de  Kent,  no  se  deduce  que  lo  fuera  antiguamente,  porque 
las  circunstancias  geológicas  pudieron  ser  muy  distintas,  como  en  efecto 
lo  fueron.  Las  bóvedas  de  las  cavernas  en  que  escaseen  agua,  ácido  car- 
bónico y  carbonato  de  cal  contribuirán  muy  lentamente  con  sus  gotas 
de  agua  á  la  formación  de  las  estalagmitas,  y,  por  el  contrario,  influirán 
rápidamente  en  ella  si  abundan  en  esos  tres  elementos.  Pues  bien,  en  la 
antigüedad  se  extendía  sobre  aquella  caverna  un  frondoso  bosque,  que 
falta  al  presente;  por  su  acción  se  producía  ácido  carbónico  en  abun- 
dancia, debido  á  la  incesante  putrefacción  de  sus  muchos  vegetales,  y 
el  agua  caía  de  la  bóveda  descomponiendo  el  carbonato  de  cal.  Luego 
del  tiempo  empleado  en  la  actualidad  para  dicha  formación  no  se  infiere 
legítimamente  que  fuese  menester  el  mismo  en  otros  tiempos.  El  mismo 
defecto  se  observa  en  los  argumentos  prehistóricos  al  tratarse  de  otras 
cavernas. 

Con  razón  ha  dicho  Mr.  A.  Bertrand  que  «si  hubiéramos  de  creer  á 
algunos  sabios,  la  edad  de  las  cavernas  hubiera  durado,  no  centenares, 
sino  miles  de  años,  y  representaría  de  un  modo  general  la  primera  fase 
del  desenvolvimiento  de  la  humanidad.  Estas  son  meras  hipótesis...  La 
época  de  las  cavernas  se  halla  relacionada  directamente  con  la  época 
histórica...  El  nuevo  ramo  de  la  ciencia  que  hoy  se  desenvuelve  es  sin 
duda  extraliterario,  pero  se  hace  mal  en  calificarlo  de  prehistórico...  Hasta 
ahora  los  hechos  desmienten  tales  teorías,  al  menos  respecto  de  Europa». 

Siendo,  como  es,  muy  difícil  determinar  la  época  en  que  fueron  ha- 
bitadas las  cavernas,  sigúese  que  al  troglodismo  por  sí  solo  le  será  muy 
difícil  calcular  la  antigüedad  del  hombre,  y  que  los  argumentos  aducidos 
hasta  ahora,  fundados  en  él,  alegando  para  los  orígenes  de  la  humanidad 
una  fecha  fabulosa,  carecen  de  valor  científico.  Es  esto  en  tanto  grado 
verdad,  que  el  troglodismo  ni  siquiera  es  privativo  de  alguna  época  de- 
terminada; y  aunque  no  hay  inconveniente  en  conceder  que  al  concluir 
la  edad  paleolítica  fué  bastante  general  que  los  hombres  habitaran  las 
cavernas,  también  es  verdad  que  la  costumbre  troglodítica  no  fué  ex- 
clusiva de  aquella  época,  sino  que  la  vemos  practicada  en  distintas  eda- 
des y  momentos  históricos.  En  confirmación  de  ello,  Herodoto  nos  habla 
de  los  africanos  libios  trogloditas,  y  Diodoro  de  Sicilia  dice  que  los  hom- 
bres en  los  tiempos  primitivos  pasaban  el  invierno  en  las  grutas.  Y  para 
no  citar  otros  escritores,  griegos  y  romanos,  que  nos  han  dado  noticia 
de  las  costumbres  de  la  antigüedad,  se  han  hallado  en  las  cavernas  mo- 
nedas de  la  Edad  Media  mezcladas  con  huesos  del  hombre  y  osamentas 


200  LA  ESPELEOLOGÍA  Y  EL  TROGLODISMO 

0e  animales  en  capas  sucesivas,  y  alternando  á  veces  con  los  bancos  de 
estalagmitas;  y  en  nuestros  días,  los  bicharich  y  los  siahpochs  del  Hindo- 
Koh  viven  en  las  cavernas;  ni  es  necesario  salir  de  España  para  observar 
que  no  es  rara  la  caverna  que  presente  diferentes  períodos  de  habitación; 
en  una  palabra,  en  todas  las  épocas  han  escogido  los  hombres  para  mo- 
rada las  cavernas. 

Bien  se  vé  por  qué  algunos,  ya  que  no  todos,  ponen  en  tan  remota 
antigüedad  la  costumbre  troglodítica;  es  á  saber,  para  hallar  antinomias 
y  conflictos  entre  la  ciencia  y  la  revelación:  primero,  acerca  de  la  edad 
del  hombre,  y  segundo,  acerca  de  su  estado  primitivo;  pero  inútilmente. 
Porque  cuanto  á  lo  primero,  como  la  Biblia  no  determina  la  duración  de 
los  días  genesíacos,  cabe  una  interpretación  amplia  acerca  de  la  anti- 
güedad del  hombre,  siendo  en  esto  más  exigente  la  Paleontología  que  la 
Biblia,  pues  mientras  ésta  se  limita  á  fijar  expresamente  la  aparición  del 
hombre  en  el  tiempo,  en  el  sexto  día  de  la  Creación,  aquélla  ha  dicho, 
por  boca  de  sus  más  prestigiosas  autoridades,  que  los  primeros  vestigios 
del  hombre  sobre  la  tierra  no  se  remontan  más  allá  de  la  época  cuater- 
naria. Y  en  orden  á  lo  segundo,  resulta  también  vano  el  empeño  de  los 
que  quieren  pintar  al  hombre  primitivo  en  estado  salvaje,  viviendo,  no 
sólo  con  los  animales,  sino  también  como  uno  de  ellos.  No  tratamos  de 
probar  ahora  la  falsedad  de  esta  hipótesis.  La  historia  de  la  antigüedad 
nos  presenta,  entre  otros,  dos  hechos  fundamentales,  irrecusables,  cul- 
minantes: primero,  que  los  pueblos  han  pasado  de  la  civilización  á  la 
barbarie,  y  no  viceversa;  segundo,  que  los  pueblos  sumidos  en  la  bar- 
barie no  se  han  levantado  por  sí  mismos  de  su  estado  de  postración, 
sino  que  han  recibido  la  civilización  de  fuera,  de  razas  civilizadas.  Estos 
dos  hechos  están  ya  plena  y  brillantemente  demostrados,  contra  todos 
los  partidarios  del  hombre  salvaje  ó  hipótesis  del  estado  de  naturaleza, 
ora  sean  sus  defensores  los  poetas  y  filósofos  del  paganismo,  como  Ho- 
racio, Lucrecio  y  otros,  ora  se  llamen  filósofos  y  enciclopedistas  del  si- 
glo XVIII,  como  Voltaire  y  Rousseau,  ora  sean  de  los  que  en  nuestros 
días  cultivan  la  Historia  y  la  Arqueología.  La  Biblia  está  en  armonía  con 
esos  dos  hechos,  cuando,  partiendo  de  la  creación  del  hombre  dotado 
por  Dios  de  excelentes  dones,  señala  su  caída,  y  la  degradación  de  los 
primeros  caídos,  su  multiplicación  y  difusión  por  la  tierra,  la  historia  de 
un  pueblo  escogido  y  la  elevación  y  redención  del  hombre.  Y  lo  que 
decimos  en  general  puede  aplicarse  en  particular  al  estudio  de  las  ca- 
vernas; nada  que  se  oponga  á  estas  verdades  hallarán  jamás  en  sus  sub- 
terráneos los  espeleólogos  de  buena  ley,  porque  escrito  está  que  entre 
la  razón  y  la  fe  no  puede  haber  oposición. 

E.  Ugarte  de  Ercilla 


Olijetmílafl  de  la  sensación  externa  en  las  impresiones  eléctricas 


(1) 


IV 


V, 


iSTA.— Estudiaremos  separadamente  los  casos  siguientes:  1."  Exci- 
tación eléctrica  de  los  órganos  periféricos,  retina,  nervio  y  centros  inme- 
diatos, lóbulos  ópticos,  cuerpo  geniculado  externo  y  cuerpo  cuadrigé- 
mino.  2°  Excitación  eléctrica  de  la  corteza  visiva. 

Primer  caso.  La  fluorescencia  del  ojo  humano  es  fenómeno  conocido 
de  muy  antiguo  (2),  pero  su  estudio  data  principalmente  de  Hel- 
mholtz  (1855).  En  retina  humana  de  un  cadáver  de  diez  y  ocho  horas  la 
observó  por  vez  primera;  excitada  con  los  rayos  ultraviolados,  se  teñía 
de  verde  azul  claro.  Setschenow  (1859),  después  de  obtener  igualmente 
con  las  radiaciones  ultravioladas  la  fluorescencia  de  las  retinas  frescas  de 
buey  y  conejo,  la  descubrió  también  en  los  medios  refringentes  del  ojo; 
indicios  de  fluorescencia  daba  el  cuerpo  vitreo,  nulos  el  humor  acuoso, 
lucía  débilmente  de  azul  la  córnea,  el  cristalino  resplandecía  de  azul 
claro. 

En  ojos  vivos  la  observaron  con  el  oftalmoscopio  Bezold  y  En- 
gelhardt  (1877),  y  se  fijaron  en  los  cambiantes  del  fondo  del  ojo.  Kühne 
y  Evvald  (1878)  la  tomaron  como  medio  para  establecer  una  diferencia 
de  carácter  óptico  en  el  estado  de  las  retinas.  La  que  por  haberse  pre- 
servado de  la  luz  conserva  su  coloración  púrpura,  fluorece  tenuemente 
de  color  blanco  azulado  cuando  le  hieren  los  rayos  ultraviolados;  pierde 
la  fluorescencia  cuando,  expuesta  á  la  luz,  comienza  á  blanquearse;  recó- 
brala y  con  creces  al  continuar  emblanqueciéndose;  blanca  enteramente, 
fluorece  vivamente  de  verde  claro  si  recibe  la  acción  ultraviolada. 

También  Himstedt  y  Nagel  (1902)  observaron  que  la  retina  conser- 
vada en  la  obscuridad  mucho  menos  fluorece  que  la  blanqueada  á  la 
luz;  mas  no  vieron  el  mínimo  correspondiente  al  iniciarse  la  blancura. 

Circunstancias  atendibles:  la  retina  muerta  fluorece  mucho  más  que 
la  viva  (Kühne  y  Ewald);  en  cambio,  la  córnea  del  ojo  vivo  centellea 
mucho  más  que  la  córnea  muerta  (Setschenow).  La  demasiada  expo- 
sición á  la  luz  debilita  la  fluorescencia  de  los  bastoncitos  retínales 
(Kühne). 


(1)  Véase  Razón  y  Fe,  t.  XXVI,  pág.  34. 

(2)  Véase  Aristóteles,  De  sensii  et  sensili  (opera  omnia,  t.  IV,  pág.  118).  Helmholtz  y 
Garten  son  los  autores  de  que  extractamos  la  materia  de  este  párrafo. 


202  OBJETIVIDAD  DE  LA  SENSACIÓN  EXTERNA 

Las  causas  que  la  fluorescencia  excitan,  además  de  las  radiaciones 
ultravioladas  y  sin  contar  los  rayos  X  y  las  emanaciones  del  radio,  son 
las  mecánicas  y  las  eléctricas.  Viniendo  á  las  últimas,  únicas  propias  de 
nuestro  trabajo,  indiquemos  algunos  experimentos.  Aplicando  un  trozo 
de  zinc  sobre  uno  de  los  párpados  humedecidos,  y  sobre  el  otro  párpado 
una  moneda  de  plata,  al  tocar  ó  separar  de  los  metales  se  ven  resplan- 
dores debidos  á  la  corriente  inicial  y  final.  Mejor  sale  el  experimento 
aplicando  un  metal  en  uno  de  los  ojos  y  el  otro  en  la  boca;  la  intensidad 
del  resplandor  interno  varía  con  la  dirección  de  la  corriente.  Los  dos  lí- 
mites en  la  intensidad  de  la  corriente  que  en  tales  experimentos  debe 
emplearse,  son  0,7  y  5,0  miliamperios.  El  resplandor  de  la  contraco- 
rriente es  mayor  cuando  la  corriente  sube  por  el  nervio  de  la  periferia  al 
cerebro;  viceversa,  cuando  la  corriente  baja  del  cerebro,  es  mayor  la  ilu- 
minación de  la  extracorriente.  No  menos  dependen  de  la  dirección  é 
intensidad  de  las  corrientes  los  colores  producidos,  pudiendo  decirse 
que  se  complementan  los  correspondientes  á  las  dos  fases  autoinduci- 
das  (1).  El  punctum  coecum  contrasta  con  lo  restante  de  la  retina. 

Las  corrientes  de  inducción  tienen  efectos  más  sorprendentes  y  colo- 
raciones mucho  más  vivas;  precisamente  las  primeras  en  experimentarse, 
con  riesgo  de  producir  un  síncope  repentino  en  el  sujeto  de  la  expe- 
riencia (razón  por  la  cual  no  son  lícitos  tales  experimentos),  fueron  las 
descargas  oscilantes  de  una  botella  de  Leyde.  Le  Roy  (1755),  en  un  joven 
cegado  con  cataratas,  procedió  así:  Rodeóle  la  cabeza  y  pierna  derecha 
con  alambre  (un  resonador  Oudinü)  y  descargó  el  condensador  por  el 
carrete  así  formado.  Á  cada  descarga  parecíale  al  paciente  ver  correr  de 
alto  abajo  una  llama,  y  oía  una  descarga  como  el  estampido  de  un  caño- 
nazo. Waller  (1901)  aplicando  corrientes  de  inducción  (suponemos  que 
en  animales  ó  bulbos  muertos)  (2),  que  pasasen  por  el  bulbo,  ha  visto 
circular  por  el  camino  óptico  ígneas  corrientes  blaze-currents;  obser- 
vando aumentos  en  la  corriente  permanente  de  la  retina  con  cualquiera 
dirección  de  la  descarga.  Aumentaba  la  /.  e.  m.  de  la  ígnea  corriente 
cuando  la  resistencia  del  bulbo  disminuía  (3):  lo  raro  es  que  tal  corriente 
ígnea  no  perturbaba  la  excitación  eléctrica  que  en  la  retina  hace  la  luz. 
Una  conclusión  digna  de  mencionarse  deduce  Waller,  y  es  que,  á  su 
juicio,  la  corriente  ígnea  es  propiedad  general  de  toda  substancia 
viva  (4). 


(1)  E.  Müller  (Zeitschrlft,  1. 14,  pág.  329-374)  estudia  detenidamente  este  punto. 

(2)  Decimos,  «suponemos»,  pues  no  liemos  podido  consultar  el  trabajo  original  pu- 
blicado en  Philos.  Transad.,  CXCIV,  pág.  183. 

(3)  La  resistencia  eléctrica  del  bulbo  varia  mucho  con  la  clase  del  electrodo.  En  el 
humor  acuoso  y  con  18°,  la  conductibilidad  especifica  es  de  0,0132,  y  disminuye  mucho 
con  la  formación  de  la  albúmina  en  la  cámara  acuosa  (Hertel,  a.  1908). 

(4)  Cierto  que  el  fenómeno  de  la  luminiscencia  es  muy  frecuente  en  los  organismos 
vivientes;  ejemplos  son:  las  luciérnagas  de  nuestros  prados,  innumerables  bacterias. 


EN  LAS  IMPRESIONES  ELÉCTRICAS  203 

Repitámoslo:  las  corrientes  eléctricas  excitan  en  el  protoplasma  de 
las  células  retínales  y  neuronas  vivas,  y  en  todo  el  bulbo  ocular,  el  fenó- 
meno de  la  luminiscencia,  que  llega  á  ser  una  llamarada  de  fuego  si  las 
descargas  son  suficientemente  intensas. 

Y  ahora  argüímos:  ¿Son  ó  no  ciertos  los  hechos  narrados  y  otros  se- 
mejantes? ¿Lo  son?  Luego  ya  tenemos  luz  objetiva  que  determine  la 
visión  al  estimularse  el  nervio  óptico  con  excitaciones  eléctricas.  Por  eso 
en  aire  de  victorioso,  puede  con  Urráburu  preguntarse  á  nuestros  ad- 
versarios: «Undenam  probant  adversarii  in  eodem  ilumine  eléctrico  non 
posse  esse  diversas  vires  aut  qualitates  reales  quae  alias  in  alus  sensibus 
gignant  impressiones  vel  species  per  quas,  prout  in  se  sunt,  perci- 
piantur?  (1).  ¿No  tenemos  hechos  positivos  para  probarles  lo  contrario 
de  lo  que  afirman? 

Pero  avancemos  más;  cortemos  de  raíz  la  dificultad;  evitemos  que  nos 
repliquen  que  esas  luminiscencias  objetivas  sólo  se  obtienen  con  enér- 
gicas corrientes  de  inducción,  y  que  por  lo  regular  es  inapreciable  la  lu- 
miniscencia objetiva;  que  ésta,  aun  cuando  se  dé,  es  un  fenómeno  con- 
comitante y  no  antecedente,  puesto  que  no  depende  la  sensación  del  es- 
tado de  adaptación  de  la  retina  (Nagel)  (2),  etc.,  etc.  Sea  así;  no  haya 
suficiente  luz  formal  para  determinar  la  visión:  ¿habrán  ganado  con  eso 
la  causa  nuestros  adversarios?  En  modo  alguno  (3). 

Si  la  corriente  eléctrica  es  capaz  de  hacer  luminoso  un  cuerpo  os- 
curo, con  mucha  mayor  facilidad  podrá,  sin  hacerle  luminoso,  infundir  en 
él  la  impresión  que  la  luz  objetiva  le  haría  é  infundiría.  Así,  verbigracia, 
el  rayo  luminoso  no  tiene  eficacia  para  volver  luminosos  á  los  cuerpos 
diáfanos  y  transparentes,  y  sí  la  tiene  para  impresionarlos.  De  ahí  que 
la  intensidad  de  la  sensación  no  será  proporcional  á  la  intensidad  de  la 
iluminación  objetiva  del  tejido  óptico,  sino  á  la  excitación  real,  virtual- 
mente  luminosa,  que  en  las  células  retínales  y  neuronas  ópticas  se  pro- 
duzca. Un  ejemplo:  supongamos  que  la  lamparilla  eléctrica  tiene  la 
virtud  de  ver  de  nuestros  ojos.  Cuando  los  voltios  á  que  circulase  la  co- 
rriente por  el  filamento  fueran  los  marcados  de  120,  nada  de  particular 


hongos  de  diversas  especies,  por  los  cuales  lucen  las  maderas  en  putrefacción;  lospro- 
tistos,  á  que  debe  su  luz  la  Noctiluca  miliaris,  resplandeciente  en  la  superficie  de  los 
mares;  peces  de  zona  abisal,  cuyas  tinieblas  disipan  con  la  fosforescencia  de  su  frente, 
etcétera.  De  notar  es  que  no  pocos  policelulares,  y  ejemplo  notabilísimo  es  el  Lam- 
pyris  splendidula ,  tienen  en  sus  nervios  el  interruptor  perfectísimo  para  encender, 
apagar,  aumentar  ó  disminuir  la  luz  de  sus  órganos  luminiscentes  (Tigerstedt,  I,  55).  Á 
la  entonación  diversa  de  los  nervios  con  la  dirección  de  la  corriente  atribuía 
Helmholtz  las  particularidades  observadas  en  la  visión  de  la  luz  interna  excitada  por  la 
electricidad.  No  debe  olvidarse  la  diferente  contracción  del  músculo  ciliar. 

(1)  Psychologia.  Comp.,  n.  406. 

(2)  Zeitschrift,  t.  34,  páginas  271-290. 

(3)  La  solución  y  doctrina  que  vamos  á  exponer  es  igualmente  aplicable  á  los  otros 
sentidos,  especialmente  al  del  oído. 


204  OBJETIVIDAD  DE  LA  SENSACIÓN  EXTERNA 

habría  en  que  cada  partícula  de  filamento  encendido  viese  la  luz  de  la 
contigua,  y  con  gran  claridad,  incomparablemente  mayor  de  lo  que  á 
nosotros  nos  parece.  Esta  era  la  solución  que  primero  dábamos.  Ahora 
hemos  dado  un  paso  más;  en  el  mismo  supuesto  que  la  lamparilla  tu- 
viese su  retina  y  nervio  óptico  como  nuestros  ojos,  ¿qué  sucedería 
cuando  la  /.  e.  m.  de  la  corriente  del  filamento  no  llegase  á  30  voltios? 
Luz  objetiva  formal  no  habrá;  nosotros  (en  lamparillas  de  120  voltios)  no 
la  vemos;  el  filamento  mismo  ¿vería,  no  obstante,  luz?  Decimos  que 
como  haya  corriente,  sí.  ¿Por  qué? 

Dos  testimonios  hay  en  Suárez  que  ilustran  no  poco  en  la  materia. 
Trata  Suárez  de  probar  que  la  impresión  recibida  del  objeto  en  el  ór- 
gano sensorial  no  debe  estampar  en  la  potencia  una  imagen  y  semejanza 
formal  del  objeto,  sino  solamente  virtual  (á  la  manera  de  la  imagen 
oculta  del  negativo  antes  de  revelado),  y  trae  en  pro  de  su  opinión  el  ar- 
gumento que  «el  concurso  de  la  especie  necesario  para  determinar  el 
acto  del  conocimiento  puede  prestarlo,  ya  el  mismo  objeto...,  ya  cual- 
quiera otro,  aunque  sea  desemejante»  (con  tal  que  tenga  equivalente 
virtud)  (1).  Y  aplicando  la  doctrina  al  caso  de  la  visión  se  lee  en  su  Me- 
tafísica: «Para  ver  un  objeto  no  es  necesario  tenerlo  delante  por  sí 
mismo...,  basta  tenerlo  presente  en  la  especie  intencional  en  que  está  re- 
presentado ó  virtualmenfe  contenido  como  en  semilla  y  virtud  instru- 
mental»; y  aunque  en  el  lugar  citado  propiamente  se  habla  de  la  visión 
intelectual,  no  hay  por  qué  restringir  la  doctrina  solamente  á  ella,  si  en 
la  visión  corporal  se  repite  el  caso  de  tener  la  especie  sensible  sin  estar 
presente  el  mismo  objeto.  Hoy  día  con  el  estudio  de  las  imágenes  conse- 
cutivas parécenos  que  se  puede  dar  el  caso,  y  por  tanto,  que  la  opinión 
de  no  pocos  escolásticos,  según  la  cual  era  posible,  aun  por  causas  natu- 
rales, sensación  externa,  abstracta  y  no  intuitiva,  se  funda  en  la  expe- 
riencia. Que  por  acción  divina  pudiera  darse  tal  caso,  era  opinión  muy 
sólida  y  probable. 

Discretamente  añade  Palmieri  que  «aun  cuando  puede  tenerse  sen- 
sación sin  la  presencia  del  objeto  en  ella  representado,  esto  probará  no 
ser  tal  presencia  esencial  al  sentido,  mas  no  prueba  que  el  objeto  natu- 
ral suyo  no  sea  el  objeto  presente.  Porque  la  posibilidad  del  hecho  anó- 
malo nace  de  que  el  objeto  extrínseco  debe  inmutar  el  órgano;  siendo 
físicamente  posible  el  que  otra  causa  inmute  el  órgano  de  igual  modo  que 
lo  haría  el  objeto  propio,  sigúese  naturalmente  la  posibilidad  de  tenerse 
representación  sensible  de  objeto  no  presente  ni  existente»  (2). 

Por  una  intuición  de  genio,  no  rara  en  las  obras  de  Duns  Escoto, 
advierte  el  sabio  anotador  que  la  potencia  en  tal  género  de  visión  sólo 
se  representaría  los  colores,  sin  ver  la  mole  ni  la  figura  de  cuerpo  alguno, 


(1)    De  an.,  1.  3,  c.  2,  n.  23;  el  lugar  de  la  Metafísica  es  d.  30,  s.  1 1,  n.  26. 
{2)    Anthropologia  (Romae,  1875),  pág.  317. 


EN  LAS   IMPRESIONES  ELÉCTRICAS  205 

porque  una  cosa  es  el  color  y  luz,  y  otra  el  sensible  común  de  la 
figura,  etc.  (1);  en  efecto,  tal  describen  lo  que  ven  los  modernos  expe- 
rimentadores. 

Puestos  ya  los  prenotandos,  el  problema  queda  reducido  á  estos  tér- 
minos: la  corriente  eléctrica,  faradaica  ó  inducida,  ¿puede  ó  no  causar  en 
la  potencia  orgánica  de  la  vista  la  determinación  ó  especie  impresa  de  la 
luz?  La  especie  impresa  con  que  la  visión  se  determina,  no  es  ninguna 
de  las  inmutaciones  fisiológicas  directamente  observable;  es  más  honda 
y  secreta  y  que  se  acoge  no  sólo  en  la  retina,  sino  en  el  nervio  óptico  y 
aun  en  los  centros  inmediatos  (Charpentier,  etc.).  No  obstante,  no  puede 
menos  de  estar  íntimamente  unida  con  alguna,  por  lo  menos,  de  las  cono- 
cidas: decoloración  y  regeneración  de  la  púrpura,  movimientos  en  los 
conos  y  bastones,  acciones  fotoquímicas,  acciones  fotoeléctricas,  etc. 

De  estas  cuatro,  las  dos  primeras  parecen  secundarias  y  no  cumplen 
con  las  condiciones  de  prontitud,  variedad  y  regularidad  que  debe  tener 
la  función  fisiológica  unida  más  próximamente  con  la  visión.  Los  cam- 
bios de  coloración  en  la  retina  parece  que  obedecen,  ya  á  conservar  en 
buen  estado  la  retina,  ya  en  graduar  su  sensibilidad,  conforme  sea  la  in- 
tensidad de  la  luz  (Lehmann).  La  aproximación  mutua  de  la  empalizada 
de  conos  y  bastones,  tal  vez  efecto  de  la  llamada. presión  mecánica  de  la 
luz,  planea  la  pantalla  en  que  se  junta  la  imagen  óptica  del  cristalino, 
con  que  los  objetos  podrán  verse  mejor  definidos;  el  correr  del  pigmento 
á  una  ú  otra  cara  tendrá  efecto,  ya  de  protección  de  la  retina,  ya  de 
absorción  de  los  rayos  laterales  que  entre  conos  y  bastones  se  escapen. 

Las  acciones  fotoquímicas,  que  en  sentir  de  muchos  son  las  principa- 
les, por  desgracia  no  son  distintamente  conocidas.  Si  de  indicios  se  trata, 
idénticos  son  los  que  en  la  retina  dejan  las  acciones  fotoquímicas  y  las 
excitaciones  eléctricas.  ¿Función  acida  predomina  en  la  retina  y  en  los 
lóbulos  ópticos  después  de  la  iluminación  periférica?  (Lodato,  1902).— 
Acidez  trae  á  la  retina  la  excitación  eléctrica  de  los  mismos  lóbulos  y 
centros  cerebrales  (Re  1904). — ¿La  acción  luminosa  aumenta  en  muchos 
grados  el  poder  oxidante  de  la  retina  con  independencia  de  la  cantidad 
de  sustancia  purpúrea?  (Lodato,  1905).  La  corriente  faradaica,  dejando 
intacta  la  coloración  púrpura,  aumenta  igualmente  el  poder  oxidante  de 
la  retina  (ídem).— ¿Débese  á  acciones  fotoquímicas  los  cambios  de  dis- 
tancia entre  conos  y  bastones?  (Drittel,  Lodato).  Pues  no  faltará  quien 
atribuya  á  manifestaciones  eléctricas  la  contracción  refleja  de  los  conos 
(Engelmann).— ¿La  excitación  luminosa  de  un  solo  ojo  trae  á  la  par  en 
el  otro  acidez?  (Maggio,  1902);  ¿hay  cambios  en  el  pigmento,  aun  cuando 
se  haya  cortado  el  nervio  óptico  del  segundo?  (Fick,  1895).  Pues  no 
menor  simpatía  se  muestra  entre  las  retinas  á  la  excitación  eléctrica 
(Grijns,  1890-1891).— ¿Un  cristalito  de  carbonato  estimula  químicamente 


(1)    Scoti  opera,  t.  III,  pág.  716.  Tertius... 

RAZÓN  Y  FE,    TOMO  XXVI  14 


206  OBJETIVIDAD  DE  LA  SENSACIÓN  EXTERNA 

á  un  bulbo  sin  cristalino,  produciendo  por  simpatía  oscilaciones  reflejas 
en  el  otro  bulbo?  (Grijns).  También  la  excitación  eléctrica  del  nervio 
óptico,  y  según  la  frecuencia  del  período  excitante,  produce  en  las  retinas 
corrientes  de  igual  ó  de  opuesta  dirección  á  las  fotoeléctricas  (ídem).  No 
puede  dudarse;  los  indicios  en  que  se  dan  á  conocer  de  algún  modo  las 
acciones  fotoquímicas  de  la  retina,  se  reproducen  con  sorprendente  seme- 
janza en  las  excitaciones  eléctricas. 

Que  las  acciones  fotoeléctricas  tengan  semejanza  estrechísima  con 
las  eléctricas  artificiales,  debe  ser  tan  comúnmente  recibido,  que  apenas 
se  han  hecho  experimentos  para  comprobarlo:  el  último  experimento 
aducido  de  Grijns  parece  concluyente,  sin  necesidad  de  otros.  Donde  se 
ha  fijado  la  atención  y  esfuerzos  de  los  experimentadores,  es  en  hallar 
las  variaciones  de  las  corrientes  permanentes  de  la  retina  á  los  cambios 
de  iluminación:  el  éxito  es  consolador. 

En  el  globo  del  ojo  de  los  animales  vivos  y  en  la  mitad  interior  del 
bulbo  y  en  la  retina,  aun  separada  del  ojo  mientras  conserve  su  organi- 
zación, se  asientan  en  modo  perenne  fuerzas  electromotoras.  Para  con- 
vencerse de  ello,  únanse  con  un  galvanómetro  que  mida  milésimas  de 
voltio,  por  medio  de  electrodos  no  polarizables,  la  córnea  y  el  polo 
interno  del  ojo;  al  pronto  habrá  señales  de  corriente  que  en  el  circuito 
externo  va  de  la  córnea  pasando  por  el  galvanómetro  hacia  el  polo.  En 
la  retina  sale  de  la  capa  de  los  bastoncitos  y  entra  por  la  nerviosa,  de 
modo  que  atraviesa  la  retina  en  la  dirección  de  la  esclerótica  al  cuerpo 
vitreo.  Llamólas  corrientes  estables  ó  permanentes  su  descubridor  Du 
Bois  Reymond  (1849),  pues  continúan  existiendo,  tanto  en  ojos  ilumi- 
nados como  en  los  preservados  de  la  luz.  En  este  último  caso  el  valor 
de  la/,  e.  m.  marca  0,01 7-0,056  voltios  (Himstedt  y  Nagel,  1902).  El  pri- 
mero en  observar  que  este  valor  variaba  con  la  exposición  del  ojo  á  la 
luz,  fué  Holmgren  (1865-1871);  hízosepoco  caso  de  tal  observación  hasta 
estos  últimos  años  en  que  el  estudio  empírico  ha  descubierto  relaciones 
nunca  pensadas. 

¿Es  la  retina  y  no  los  nervios  el  órgano  sensible  á  la  luz?  En  la  retina 
y  no  en  los  nervios  se  establecen  las/,  e.  m. 

¿Impresiónase  á  la  luz  la  retina?  Ya  se  dará  á  conocer  la  impresión 
en  la  corriente,  que  en  toda  la  serie  animal  de  ojos  semejantes  seguirá 
idéntica  marcha;  apenas  herida  de  la  luz,  sufre  la  retina  una  oscilación 
negativa  en  su  corriente  normal,  que  en  seguida  pasa  á  una  oscilación 

positiva  fuerte  (0,001-0,0012  voltios;  Gotch,  1903).  Al  -^  de  segundo 

que  la  luz  de  la  luna  esté  hiriendo  el  ojo,  se  nota  variación  en  la 
corriente  (Waller,  1900).— ¿Mientras  dura  la  iluminación,  dura  la  impre- 
sión retinal?  También  la/,  e.  /tz.,  aunque  oscile,  persevera  mayor  que  la 
normal  (Garten,  1908).— ¿La  obscuridad  suspende  en  la  retina  la  acción 
de  la  luz?  En  seguida  lo  indicará  la/,  e.  m.  retinal,  que  si  en  un  principio 


EN  LAS  IMPRESIONES  ELÉCTRICAS  207 

sube  á  modo  de  la  extracorriente,  al  instante  baja  hasta  recobrar  el  valor 
ordinario  y  propio  del  reposo  (Garten,  1908).— ¿La  luz  verde  es  la  que 
antes  y  más  fuertemente  excita  la  retina  crepuscular?  Pues  también  la 
luz  verde  hará  reaccionar  á  la  corriente  retinal  antes  y  más  que  otra  luz 

2 

alguna.  La  reacción  eléctrica  con  la  luz  verde  tarda  en  manifestarse  —  de 
segundo,  y  el  valor  de  la  /.  e.  m.  sube  á  0,0005  voltios;  con  la  luz  roja 

o  25 

tarda  -^  y  la/,  e.  m.  sube  0,0004;  con  luz  violada  tarda  ^oo  ^  ^^•^-  ^-  '"• 
sube  0,00024  voltios:  las  tres  radiaciones  pertenecen  á  un  mismo  espec- 
tro reticular,  tomado  de  un  arco  voltaico  de  intensidad  constante 
(Gotch,  1904)  (1). 

Los  límites  de  visibilidad  del  espectro  coinciden  con  los  de  la  excita- 
bilidad eléctrica;  si  las  radiaciones  ultravioladas  hacen  fluorecer  la  re- 
tina y  los  medios  refringentes  del  ojo,  en  esa  fluorecencia  toman  parte,  á 
lo  menos  indirecta,  las  corrientes  fotoeléctricas  (Himstedt  y  Nagel,  1902). 
La  desviación  de  la  aguja  en  el  galvanómetro,  según  unos  (Dewar  y 
M'Kendrick),  sigue  la  ley  logarítmica  de  la  intensidad  luminosa;  según 
otros  (Waller,  1905),  por  lo  menos  crece  con  intensidades  medias  más 
lentamente  que  la  excitación  luminosa;  y  según  de  Haas  (1903),  es  aún 
más  complicada  que  la  expresada  en  la  ley  de  Weber-Fechner  la  rela- 
ción que  liga  la  intensidad  luminosa  con  la  desviación  de  la  aguja  gal- 
vanométrica.  Finalmente,  aun  en  los  contrastes  simultáneos  y  sucesivos 
tiene  intervención  la  corriente  fotoeléctrica.  En  los  sucesivos,  favore- 
ciendo el  color  complementario;  la  corriente  originada  por  una  radiación 
roja  y  luego  á  continuación  por  una  verde,  tiene  en  ésta  un  aumento 
debido  al  contraste  (Ishihara,  1905).  En  los  contrastes  simultáneos  influye 
porque  la  variación  de  la  corriente  eléctrica  no  se  ciñe  á  la  región  de  la 
retina  herida  por  la  luz  directamente,  sino  que  se  extiende  algo  hacia 
los  lados. 

¿Puede  darse  mayor  unión  entre  la  excitación  luminosa  y  las  corrien- 
tes retínales?  Á  juicio  de  Garten  (2),  no  se  puede  con  lo  dicho  determi- 
nar si  el  fenómeno  fotoeléctrico  es  concomitante  con  la  excitación  ner- 
viosa ó  si  es  uno  de  tantos  producidos  por  la  luz  en  la  retina,  ó  si  es  la 
primera  señal  de  una  transformación  química  que  fuera  la  inmediata  y 
propia  excitación  de  las  células  visivas;  y  añadimos,  ó  si  es  el  eco  de  la 
transformación  fisiológica  que,  irritada  por  la  acción  rítmica  del  sensi- 
ble propio  luminoso,  causa  la  especie  impresa  en  la  potencia.  Sí,  claman 
los  hechos  que  el  sujetivismo,  al  objetarnos  que  en  la  excitación  eléc- 
trica se  produce  sin  luz  objetiva  la  visión  de  luz  y  colores;  de  donde  ar- 


(1)  Véase  Tigerstedt,  II,  251,  sobre  la  impresionabilidad  de  la  retina  á  las  radiacio- 
nes y  sus  cambios  con  la  adaptación,  intensidad,  etc.  Aun  no  hay  medidas  exactas  para 
ver  estos  cambios  en  las  corrientes  fotoeléctricas  (Qarten,  páginas  231-232). 

(2)  Página  214. 


208  OBJETIVIDAD  DE  LA  SENSACIÓN  EXTERNA 

guye  que  el  objeto  para  nada  entra  en  la  especificación  de  las  sensacio- 
nes; desconoce,  olvida  ó  encubre  los  hechos  sabidos  en  la  ciencia:  la 
ciencia  enseña  que  la  excitación  eléctrica  es  virtualmente  luminosa.  La 
ciencia  está  de  parte  de  la  filosofía  tradicional  y  escolástica. 

V 

Segundo  caso.  Excitación  eléctrica  en  la  corteza  visiva,  ya  en  los 
ciegos  de  nacimiento,  ya  en  quienes  perdieron  el  órgano  periférico  de  la 
vista  después  de  los  ocho  años  de  ejercicio. 

Es  de  Wundt  la  distinción  establecida,  quien  consigna  el  hecho  de 
no  conseguirse  nada  cuando  la  excitación  cerebral  en  la  llamada  esfera 
ó  corteza  visiva  se  hace  en  ciego  de  nacimiento  ó  en  quien  perdió  la 
vista  para  los  cuatro  ó  cinco  años  de  edad;  por  el  contrario,  en  los  ce- 
gados después  de  cumplir  los  ocho  años,  la  excitación  cerebral  eléctrica 
trae  visiones  de  colores  muy  vivos.  Dígase  otro  tanto  de  la  corteza 
acústica  respecto  de  los  sonidos  (1). 

La  explicación  del  hecho  presupone  varios  asertos,  ya  de  antiguo 
conocidos  por  la  filosofía  escolástica. 

1."  El  conocimiento  del  objeto  presente,  habido  por  los  sentidos  ex- 
ternos, engendra  en  la  fantasía,  y  mediante  el  fantasma  en  el  entendi- 
miento, las  especies  del  mismo  objeto  corpóreo,  v.  gr.,  color,  figura,  ta- 
maño, posición  en  el  espacio,  etc.;  con  las  cuales,  aun  en  la  ausencia  de 
los  objetos,  la  imaginación  y  el  entendimiento  se  los  representan  cuales 
los  percibió  el  sentido  externo.  Según  esto,  la  diferencia  sicológica 
entre  los  lóbulos  ópticos,  cuerpo  cuadrigémino  y  cuerpo  geniculado  ex- 
terno por  una  parte,  y  por  la  otra  la  esfera  ó  corteza  visiva,  consistirá 
en  que  aquéllos  son  parte  integrante  del  órgano  externo  y  se  impresio- 
nan directamente  por  el  objeto;  de  ahí  que  la  excitación  eléctrica  en  los 
lóbulos,  etc.,  puede  causar  visión.  Por  el  contrario,  la  esfera  ó  corteza 
visiva  es  parte  integrante  del  órgano  y  sentido  interno  (imaginación  de 
luz  y  colores);  de  ahí  que  no  se  impresione  directamente  por  el  objeto, 
sino  por  el  conocimiento  previo  del  objeto;  la  excitación  eléctrica  de  la 
corteza  sólo  dará  reproducción  ó  imaginación  de  luz  y  colores  antes 
percibidos. 

2."  El  órgano  de  la  fantasía  es  múltiple,  que  por  partes  va  adaptán- 
dose para  la  recepción  de  las  especies  sensibles  y  exhibición  de  sus 
propios  actos.  La  experiencia  clínica  y  anatómica  con  probabilidad 
asigna  para  el  cerebro  humano  la  zona  occipital,  sobre  todo  en  la  fisura 
calcarina,  como  el  asiento  (á  lo  menos  ordinario)  de  la  imaginación  que 
se  refiere  á  luz  y  colores.  En  el  sentido  empleado  por  los  antiguos  es- 
colásticos de  enriquecerse  de  especies  el  órgano  interno  con  el  ejercicio 
de  los  externos,  y  no  en  sentido  mecánico-evolutivo,  deben  interpre- 

(1)    1,363,501,502,  nota. 


EN  LAS  IMPRESIONES  ELÉCTRICAS  209 

tarse  las  frases  de  adaptación  á  las  funciones,  etc.,  que  se  leen  en  auto- 
res modernos.  Con  esto  las  teorías  actuales,  libres  de  exageradas  y 
erróneas  conclusiones,  vienen  á  coincidir  con  las  escolásticas.  «Nuestras 
investigaciones,  dice  Cajal,  sobre  todo  hacen  muy  verosímil  la  si- 
guiente proposición  destinada  á  corregir  la  fórmula  de  Meynert:  «Las 
» actividades  específicas  desarrolladas  en  cada  lugar  cortical  dependen 
«tanto  de  la  cualidad  de  las  excitaciones  sensoriales  recibidas,  como  de 
»la  peculiar  estructura  de  la  sustancia  gris.»  Semejantes  particularida- 
des de  textura  representan  verosímilmente  un  fenómeno  secundario, 
una  adaptación  á  la  función,  adaptación  que  condujo  al  perfecciona- 
miento de  la  función  misma»  (1). 

3."  Las  especies  intencionales,  con  las  cuales  se  conserva  en  la  fan- 
tasía la  excitación  complementaria  del  objeto  para  representarse  los 
sensibles  antes  percibidos  en  los  sentidos  externos,  no  consisten  en  la 
mera  disposición  y  enlace  de  las  arborizaciones  finales  de  las  fibras 
ópticas;  porque  los  enlaces  no  son  fuerzas,  sino  puntos  de  aplicación  y 
de  combinación  de  fuerzas:  son  verdaderas  cualidades  que  sustituyen  á 
la  energía  actuosa  del  objeto  sensible;  son  fuerzas  compenetrables  que 
pueden  coexistir  juntas  y  en  gran  número  en  las  mismas  fibras  ópticas- 

4."  La  excitación  de  las  especies  supone  siempre  alguna  causa  efi- 
ciente, aunque  todavía  no  haya  datos  bastantes  para  describirla.  Puede, 
en  general,  decirse  que,  además  de  las  causas  extrínsecas,  Dios,  el 
ángel  bueno,  9I  ángel  malo;  las  especies  imaginativas  se  excitan  á  veces 
por  los  actos  del  entendimiento  y  de  la  voluntad,  á  veces  por  otros 
actos  de  la  imaginación  ejercidos,  ya  en  aquella  parte  del  cerebro,  ya  en 
otra  simpática,  con  la  cual  le  unan  las  fibras  de  asociación;  otras  veces 
las  sensaciones  externas,  los  mismos  actos  vegetativos  y  fisiológicos  de 
las  fibras  nerviosas,  la  contracción  ó  dilatación  de  los  vasos  sanguí- 
neos, la  acción  de  los  narcóticos,  etc.,  etc.,  pueden  excitar  las  especies 
imaginativas  que  se  guardan  en  las  zonas  cerebrales. 

5.°  El  que  las  especies  impresas  duren  y  perseveren  en  el  órgano 
interno  cuando  no  perseveran  en  el  externo,  se  deberá  á  la  diferencia 
anatómica  y  fisiológica  de  los  órganos  periféricos  y  de  los  centrales;  en 
los  periféricos  hay  reacciones  que  destruyen  la  excitación  del  objeto, 
como  lo  patentizan  las  sensaciones  sucesivas.  La  inversión  del  proceso 
fisiológico  produce  contraria  especie  impresa, 

6."  El  que  las  especies  impresas  perseveren,  y  no  los  actos  de  la  sen- 
sación, se  debe  á  que  éstos  son  emanaciones  vitales  que  primariamente 
arrancan  del  alma  y  cuya  continuada  cooperación  exigen.  Las  especies, 
en  cambio,  son  impresiones  recibidas  por  la  actividad  del  objeto  exter- 
no, el  cual  es  como  el  sello  que  imprime  su  imagen  en  el  sentido. 


(1)    Textura,  II,  865.  Merece  citarse  entre  los  escolásticos  Lugo  (De  incarnatione, 
D.  21,  s.  1,  n.  11),  por  el  acierto  con  que  discurre  sobre  el  desarrollo  del  cerebro. 


210  OBJETIVIDAD  DE  LA  SENSACIÓN  EXTERNA 

7."  El  que  constantemente  no  le  estén  determinando  deberá  expli- 
carse por  falta  de  un  complemento  y  condición  de  parte  del  órgano 
para  el  acto  vital  de  la  sensación  correspondiente.  Aquí  caben  conjetu- 
ras. Los  plexos  enmarañados  que  las  fibras  nerviosas  tejen  en  las  corte- 
zas visual  y  acústica  (1),  principales  fuentes  de  la  imaginación,  hacen 
sospechar  que  siendo  divisibles  entitativa,  aunque  no  representativa- 
mente las  especies  fantásticas,  se  requerirá  el  concurso  de  muchas  fibras 
para  reproducir  el  acto,  el  cual  resultará  tanto  más  intenso  cuantas  más 
fibras  cooperen,  pudiendo  ser  tan  exiguo  el  número  de  las  dispuestas  á 
combinar  sus  fuerzas,  que  no  resulte  virtud  suficiente  para  determinarse 
la  potencia  y  haberse  la  imagen  vital.  Posible  es  que  esos  sistemas  de 
fuerzas  dejen  de  combinarse  ó  entren  en  combinación  con  el  cambio  de 
las  distancias  mutuas  de  las  fibrillas. 

Con  estos  prenotandos  se  entenderá  ya  la  solución  del  hecho  que  en 
substancia  era  ya  conocido,  y  de  modo  que  en  Santo  Tomás  se  halla 
propuesto  el  caso  y  su  explicación. 

Tratando  el  Doctor  Angélico  de  probar  la  existencia  del  entendimiento 
agente,  se  objeta  á  sí  mismo,  según  su  método,  y  dice:  «Proterea,  tactus 
et  visus  sunt  diversae  potentiae.  Contingit  autem  in  caeco,  «quod  ex  motu 
relicto  in  imaginatione  a  sensu  tactus,  commovetur  imaginatio  ad  ima- 
ginandum  aliquid  quod  pertinet  ad  sensum  visus;  et  hoc  ideo  est  quia 
visus  et  tactus  radicantur  in  una  essentia  animae.»  Á  lo  cual  responde: 
«Ad  secundum  dicendum,  quod  ex  speciebus  receptis  in  imaginatione  a 
sensu  tactus,  imaginatio  non  sufficeret  formare  formas  ad  visum  perti- 
nentes, nisi  praeexistereni  formae per  visum  receptae,  in  thesauro  memo- 
riae  vel  imaginationis  reservatae.  Non  enim  caecus  natus  colorem  ima- 
ginari  potest  per  quascumque  alias  species  sensibiles.»  (2). 

He  aquí  que  Santo  Tomás  conocía  el  experimento  con  las  mismas 
circunstancias  que  más  concretadas  ha  hecho  notar  Wundt  sobre  los 
límites  en  las  edades  en  que  comenzó  la  ceguera.  La  explicación  es, 
pues,  obvia.  La  corriente  eléctrica,  conmoviendo  las  fibrillas  de  los  cen- 
tros cerebrales,  excita  las  especies  intencionales  de  la  vista  que  se  con- 
servan en  la  esfera  occipital  visiva.  Cuando  Le  Roy  (1755)  descargaba 
la  botella  Leyden  en  la  cabeza  del  ciego,  poniendo  una  de  las  armaduras 
en  contacto  de  los  ojos  y  la  otra  en  contacto  del  occiput,  no  es  de  ex- 
trañar que  el  ciego,  que  no  lo  era  de  nacimiento,  viese  fantasmas,  perso- 
nas aisladas,  masas  populares  enfiladas,  etc. 

Urbantschitchs(1907),  después  de  fijar  más  ó  menos  la  vista  en  cua- 
dros, imágenes,  signos,  cifras,  palabras,  etc.,  cerrados  los  ojos  y  exci- 
tada la  imaginación  con  excitaciones  fisiológicas,  entre  ellas  la  corriente 


(1)  Parecida  explicación  da  Tassy  (Revue  de  Philosophie,  t.  8,  páginas  274-288)  con 
exaltación,  reformación  y  coincidencia  de  las  corrientes  nerviosas. 

(2)  QQ.  DD.  De  anima,  a.  4. 


EN    LAS   IMPRESIONES   ELÉCTRICAS  211 

eléctrica,  ha  observado  que  la  imaginación  reproduce,  sin  variarlo,  el 
objeto  antes  visto:  pocos  segundos  después  ocurren  variaciones,  ya  en 
la  magnitud  de  los  objetos,  ya  en  apariencias  de  movimientos,  ya  en  la 
claridad  y  colores.  De  alií  que  lo  general  sea  no  representarse  ni  perso- 
nas ni  imágenes  delineadas  ni  objetos  determinados,  sino  simplemente 
colores  vivísimos,  ráfagas  de  luz,  columnas  de  fuego,  etc.;  es  decir,  lo 
que,  en  contraposición  á  las  imágenes  perfectas,  se  denominan  alucina- 
ciones elementales.  La  viveza  del  colorido  no  nos  debe  extrañar,  porque 
deben  excitarse  simultáneamente  muchísimas  fibras  y  especies  ópticas, 
razón  que  hace  también  el  que  no  se  representen  figuras  determinadas. 
El  mismo  Wundt  se  encarga  de  quitarnos  el  escrúpulo  que  nos  pudiera 
quedar,  advirtiéndonos  que  no  siempre  la  sensación  occipital  es  débil, 
antes  en  ocasiones  alcanza  intensidades  equivalentes  á  las  sensaciones 
externas  (1).  Caso  hubo,  observado  por  Esquirol,  en  que  el  paciente 
había  padecido  muchas  alucinaciones  visuales  con  tener  todo  el  camino 
óptico  aniquilado,  desde  los  lóbulos  ópticos  del  encéfalo  medio  y  el 
cuerpo  geniculado,  hasta  las  ramificaciones  que  en  la  retina  se  des- 
parraman. 

Hemos  concluido  el  análisis  de  las  sensaciones  excitadas  con  impre- 
siones eléctricas.  De  estos  y  otros  semejantes  hechos  anómalos  deducen 
IOS  modernos  sicofisiólogos  la  división  de  los  excitantes  sensoriales  en 
adecuados  é  inadecuados.  Adecuados  son  los  llamados  por  la  escuela 
sensibles  propios,  inadecuados,  los  que  virtualmente  contienen  las  ener- 
gías actuosas  de  varios  sensibles  propios.  Entre  los  demás  merece  par- 
ticular mención  la  electricidad,  á  la  cual  pueden  apropiarse  las  palabras 
de  Santo  Tomás:  «Qualitates  tangibiles  sunt  causae  aliorum  sensibilium, 
et  ideo  habent  plus  de  virtute  activa  et  possunt  agere  in  quaecumque 
corpora.  Sed  alia  sensibilia  quae  habent  minus  de  virtute  activa  non 
possunt  agere  nisi  in  corpora  valde  passibilia»  (2). 

José  M.  de  Ibero. 


(1)  1,45. 

(2)  En  su  comentario  á  los  libros  De  anima,  de  Aristóteles,  al  fin  del  libro  se- 
gundo. Advertimos  que  debemos  corregir  las  erratas  de  imprenta  siguientes:  artículo 
primero  (t.  XXV,  pág.  191)  dice:  curva  interminable,  en  vez  de  ondulante.— Pocas  lineas 
después,  dice:  existe  mecánicamente,  en  vez  de  excita  mecánicamente.— En  el  artículo 
segundo  (t.  XXVI,  pág.  41,  nota)  se  lee:,á  producir  reunidos,  en  vez  de  á  producir  ruidos. 


PPBE80S  ÜBCIH  HDELHNTE  Y  HHGIH  HTBHS 


(1) 


II 

El  Sr.  Roig  y  Negre,  en  su  carta  inserta  al  frente  de  nuestro  artículo 
anterior,  tuvo  una  ocurrencia  que  nos  ha  sido  materia  de  reflexión  no 
estéril.  «¿Vamos  á  limitarnos,  decía,  á  ser  (los  españoles)  una  especie  de 
museo  de  instituciones  momias...  (adonde  los  extranjeros)...  vengan  á 
admirarse  con  nuestro  ejemplo,  de  la  manera  frugal  y  mísera  como 
vivieron  sus  abuelos  en  tiempos  pasados?»  Eso  de  misera  lo  veremos  des- 
pués; pero  reflexionando  sobre  esta  idea,  se  nos  ocurría:  ¿Será  por  ven- 
tura destino  de  los  norteamericanos,  ser  para  nosotros  museo  de  institu- 
ciones  futuras  6 posibles—aúonáe  vayamos  á  espantarnos,  con  su  ejem- 
plo, de  la  manera  dos  veces  misérrima,  como  habrán  de  vivir  nuestros 
descendientes,  si  no  rectificamos  las  direcciones  de  nuestra  presente 
vida? 

Y  discurriendo  más  sobre  este  asunto,  y  enlazándolo  con  aquella  otra 
frase  de  un  autor  inglés,  alegado  por  Conwell:  «Que  diez  años  en  Amé- 
rica representan  medio  siglo  del  progreso  europeo»,  cruzó  por  nuestra 
mente  un  súbito  resplandor  que  nos  hizo  salir  clamando  ¡Heureka!...  Y 
¡fortuna  que  no  estábamos  en  el  baño! 

¡Sí,  querido  Sr.  Roig!  ¡Sí,  lector  suave!  ¡Heureka!  ¡He  aquí  descu- 
bierto el  Cronódromo,  soñado  por  Wells  en  una  hora  de  inspiración 
febril  ó  de  imaginativa  fiebre.  Ya  poseemos  el  medio  de  navegar  por  los 
siglos,  si  no  con  tanta  rapidez  y  amplitud  como  los  héroes  de  las  novelas 
de  Wells  y  Clendábims,  por  lo  menos  en  una  considerable  extensión,  y 
en  cambio,  con  la  ventaja  de  poder  admitir  en  nuestro  Cronódromo  un 
número  indefinido  de  pasajeros! 

Me  explicaré,  si  no  se  me  ha  comprendido  todavía.  ¿No  llevan  los  Esta- 
dos Unidos,  según  nos  dicen,  un  andar  de  medio  siglo  por  decenio  euro- 
peo? Luego,  aun  no  contando  esa  aceleración  sino  desde  mediados  del 
siglo  XIX,  llevarán  ya  tres  siglos  de  ventaja  á  las  naciones  más  progre- 
sivas de  Europa.  Pero  hay  más;  la  velocidad  media  de  la  cultura,  podrá 
á  lo  más  computarse  en  España  en  una  mitad  de  la  que  lleva  en  esas 
otras  naciones  europeas,  cuyo  adelantamiento  nunca  acaban  de  ponde- 
rar los  que  á  todas  horas  nos  estimulan  á  europeizarnos.  Por  donde,  si 
los  Estados  Unidos  adelantan  tres  siglos  en  el  cronómetro  de  Europa, 


(1)    Véase  Razón  y  Fe,  t.  XXVI,  pág.  59. 


PROGRESOS  HACIA  ADELANTE  Y  HACIA  ATRÁS  213 

bien  podemos  asentar  que  adelantarán  por  lo  menos  seis,  en  el  viejo 
reloj  de  nuestro  hermoso  sol  de  España;  y  á  esta  cuenta,  cuando  aquí 
lleguemos  á  lo  que  es  en  Francia,  en  Alemania,  en  Inglaterra  el  siglo  XX 
(esto  es,  cuando  nuestros  trenes  alcancen  la  velocidad  que  allí  gastan  en 
el  citado  siglo),  ya  los  Estados  Unidos  estarán  en  el  XXVI.  Fuera  de  que 
hay  muchas  provincias  en  nuestra  patria,  que,  cual  el  fabuloso  Marqués 
de  Villena,  se  enfrascaron  en  la  redoma  de  los  tiempos  pasados,  y  siguen 
cristalizadas  ó  momificadas  en  el  ser  alcanzado  en  anteriores  siglos;  de 
suerte  que,  si  las  designamos  por  sus  característicos  medios  de  alum- 
brado, podemos  hallar  en  España,  en  diferentes  pueblos,  la  edad  de  la 
tea,  del  aceite,  del  petróleo,  del  gas  y  de  las  bombillas  eléctricas  rudi- 
mentarias con  fluido  intermitente  y  luz  rojiza,  que  aventaja  muy  poco  á 
la  iluminación  de  las  edades  del  candil  ó  del  quinqué  ó  de  la  bujía  es- 
teárica. 

Esto  supuesto,  para  examinar  los  siglos  hacia  adelante  y  hacia  atrás, 
no  tenemos  sino  recorrer  las  mencionadas  naciones  y  provincias,  dándo- 
nos el  gusto  de  ir  á  ver  en  los  Estados  Unidos  lo  que  serán,  si  no  se 
enmiendan,  nuestros  descendientes  del  siglo  XXVI,  y  volviendo  luego  á 
los  siglos  pasados,  desde  la  edad  del  candil  hasta  la  del  acetileno,  para 
espantar  á  sus  desalumbrados  moradores  con  aquel  tremendo  sermón 
que  quiso  predicar  el  P.  Zacarías  á  sus  coetáneos  del  siglo  XX. 

Lancémonos  en  nuestro  Cronódromo  al  través  de  los  siglos  progre- 
sivos—ó traduciendo  la  expresión  al  lenguaje  vulgar,— dirijámonos  á  los 
Estados  Unidos  y  veamos  en  qué  han  de  parar  nuestras  modernas  ilusio- 
nes pro^^res/síos.  Si  encontráremos  allí  mayor  felicidad  de  la  que  en  esta 
edad  presente  gozamos  en  España,  apresurémonos  á  acelerar  la  rueda 
del  tiempo,  anticipándole  los  secretos  del  porvenir.  Mas  si,  por  el  con- 
trario, descubriéremos,  como  el  P.  Zacarías,  una  humanidad  más  corrom- 
pida y  degenerada,  y  por  ende  más  infeliz  que  la  de  los  tiempos  en  que 
nacimos,  vuelta  al  Cronódromo  y  marcha  hacia  atrás;  no  sólo  para  traer 
á  nuestros  coetáneos,  con  el  fin  de  corregirlos,  algún  Weeroud  de  mons- 
truosa figura,  y  fotografías  de  una  tierra,  hecha  teatro  de  escenas  de 
caníbales  (1),  sino  para  embarcar  en  el  Cronódromo,  ejemplares  de  hom- 


(1)  Como  aludimos  á  la  segunda  parte  de  la  novela  de  Clendábims,  y  ni  suponemos 
que  todos  nuestros  lectores  la  conozcan,  ni  pretendemos  obligarlos  á  que  la  lean,  resu- 
miremos su  argumento.  Á  diferencia  de  Wells,  que  con  su  negro  determinismo  juzga 
que  el  destino  definitivo  de  los  hombres  será  devorarse  los  unos  á  los  otros,  reduci- 
dos á  Elois  y  Morlocks,  refiere  Clendábims  de  qué  manera  el  P.  Zacarías,  hermano  y 
compañero  de  Bryán,  inventor  del  Cronódromo,  emprende  la  redención  de  aquellas 
dos  humanidades  diferenciadas,  por  medio  de  la  caridad  cristiana.  Gracias  á  una  serie 
de  lances  que  le  llevan  á  descubrir  en  los  morlocks  el  sentimiento  del  amor  de  familia, 
y  á  producir  en  los  elois  el  temor,  que  los  saque  de  su  inconsciencia  y  descuido  gre- 
gario, logra  su  reconciliación  y  fusión.  Y  obtenido  este  resultado,  que  da  origen  á  la 
nueva  humanidad  mor-eloi,  de  nuevo  iluminada  con  la  luz  del  Cristianismo,  vuelve  al 


214  PROGRESOS  HACIA  ADELANTE  Y  HACIA  ATRÁS 

bres  de  su  pasado  (que  es  nuestro  presente),  y  mostrarlos  á  los  Elois  y 
Morlocks  del  capital  y  del  trabajo,  recordándoles  que  su  raza  tuvo,  en 
los  siglos  arcaicos  de  la  moralidad,  una  existencia  más  feliz  y  conforme 
con  su  naturaleza,  que  aquélla  adonde  los  refinamientos  de  una  cultura 
divorciada  de  Dios  y  de  sus  leyes  pudieron  llevarlos. 

I 

LA    MARCHA   DEL    CANGREJO 

Si,  como  dicen  (y  yo  confieso  no  haberlo  observado  nunca),  los  can- 
grejos andan  hacia  atrás;  debe  acontecer  en  el  mundo  cangrejil  que,  los 
que  más  velozmente  se  mueven,  irán  siempre  á  la  zaga  de  los  más  len- 
tos; con  una  especie  de  gana-pierde  en  la  carrera,  donde  los  que  más 
camiaan  son  los  que  menos  adelantan,  y  los  más  cachazudos  los  que 
menos  atrás  se  quedan. 

Si  el  Cronódromo  de  Wells  no  hubiera  llevado  una  marcha  tan  verti- 
ginosa, sin  duda  hubieran  sufrido  sus  pasajeros  la  ilusión  de  que  se 
movían  hacia  atrás,  cuando  en  realidad  devoraban  el  espacio  de  los 
futuros  siglos;  pues,  en  lugar  de  encontrarse  con  seres  cada  vez  más 
perfectos,  hubieran  advertido,  que  los  que  desfilaban  á  su  vista  eran 
á  cada  jornada  más  rudimentarios,  hasta  venir  á  parar  en  lindos  muñe- 
cos y  horripilantes  trogloditas. 

Algo  así  nos  sucedió  á  nosotros  en  la  primera  expedición  empren- 
dida con  nuestro  Cronódromo  bibliográfico;  el  cual  á  la  primera  jornada 
nos  condujo  (según  que  al  pronto  nos  pareció)  á  una  pradera  de  verde 
intenso,  en  la  que  crecían  dos  lirios  de  tierno  tallo  y  anchas  flores  de  oro; 
pero  mirándolo  mejor,  vimos  que  no  era  prado,  sino  verde  cubierta  de 
un  libro;  y  en  abriéndola  nos  encontramos  con  un  personaje  de  mediana 
edad,  sin  más  pelo  en  la  cara  que  un  poblado  bigote,  y  de  cuya  talla  y 
traje  no  podemos  dar  más  pormenores...  porque  sólo  era  un  retrato  de 
busto,  al  pie  del  cual  se  veía  esta  leyenda: /osep/z  Alfred  Conwell. 

Saludándole  con  la  más  exquisita  urbanidad  española,  é  interrogán- 
dole sobre  la  era  cultural  y  el  país  en  que  nos  hallábamos,  nos  dijo: 


Cronódromo  para  regresar  á  nuestra  edad  y  descubrir  á  la  sociedad  que  se  desquicia, 
el  paradero  que  le  destinan  sus  desórdenes.  No  llega  á  predicar  su  nuevo  Apocalipsis; 
pero  lo  suple  haciendo  publicar  la  relación  en  que  consiste  la  novela.— Esta  segunda 
parte  es  literariamente  más  floja  que  la  primera.  El  autor  supone  facilidades  totalmente 

inverosímiles  en  la  fusión  de  las  dos  razas,  y  llega  hasta  olvidarse  de  que  los  morlocics 
no  sufren  la  luz  diurna,  haciéndolos  trabajar  al  sol  en  las  nuevas  mieses.  Si  la  evange- 

lización  fuera  tan  fácil,  sin  duda  no  tendría  el  autor  necesidad  de  insistir  tanto  como 
1  o  hace,  en  reprender  la  incuria  de  los  que  debían  tomarla  á  su  cargo.  Pictoribus  atque 
poetis  quidlibet  audendi  semper fuit  aequa  potestas.  Por  lo  demás,  Clendábims  mues- 
tra conocimientos  científicos  que  le  hacen  acreedor  al  título  áe  Julio  Verne  del  porve- 
nir, mejor  que  á  Benson,  á  quien  algunos  han  dado  este  inmerecido  renombre. 


PROGRESOS  HACIA  ADELANTE  Y  HACIA  ATRÁS 


215 


--  We  are  entering  upon  an  era  of  the  world  history,  surpassing 
beyond  comparison  any  past  age!— Que  en  nuestro  romance  castellano 
quiere  decir:  «¡Estamos  entrando  en  una  era  de  la  historia  del  mundo,  que 
sobrepuja  incomparablemente  á  todas  las  edades  pasadas!»— Y  como 
arrebatado  de  súbita  inspiración,  cantó: 

« We  are  living,  we  are  dwelling 
In  a  grand  and  awfut  time; 
In  an  age  on  ages  telling 
To  be  living  is  sublime!» 

En  substancia:  «Vivimos  y  habitamos  en  un  tiempo  grande  y  tremen- 
do; ¡vivir  en  una  edad  que  da  testimonio  contra  las  edades,  es  cosa 
sublime!» 

Para  no  fatigar  á  nuestros  lectores  que  no  entiendan  la  lengua  de 
Milton,  no  transcribiremos  en  adelante  las  palabras  inglesas,  sino  limi- 
tarémonos  á  dar  su  versión. 

—  «Nunca— prosiguió  nuestro  guía— embebió  el  pueblo  tan  rápida- 
mente, ni  se  abrió  con  tal  confianza  á  las  nuevas  ideas  é  invenciones. 
El  genio  y  el  talento  no  viven  ya  como  antaño  desconocidos.  Siempre 
hay  un  mercado  que  está  aguardando  los  productos  de  los  mejor  dota- 
dos cerebros  ó  de  las  más  hábiles  manos.»  Y  por  este  tenor  continuó 
haciéndonos  una  descripción  brillantísima  de  aquella  Jauja  de  lo  porve- 
nir, con  sus  «invenciones  mecánicas  de  efectos  revolucionarios»,  con  sus 
innumerables  aplicaciones  de  la  electricidad,  sus  imitaciones  artificiales 
de  todos  los  sabores,  desde  la  fresa  y  el  melocotón  hasta  la  sacarina, 
cien  veces  más  dulce  que  el  azúcar  que  usábamos  en  la  edad  del  petró- 
leo. Y  terminó  su  relación  con  este  párrafo:  «No  diríais  sino  que  la 
Natura  ha  quedado  presa  de  un  encanto,  y  se  ofrece  como  en  sacrifi- 
cio para  utilidad  del  hombre,  obedeciendo  á  sus  mandatos  con  mágico 
poder  y  cada  vez  mayores  facultades»  (págs.  292-4). 

Siguiendo  el  hábito  contraído  en  nuestra  edad  del  gas  del  alumbrado, 
había  yo  sacado  la  petaca,  y  hecho  ademán  de  ofrecer  á  mi  interlocutor 
un  cigarro;  pero  mi  mano  quedó  suspensa  en  el  camino,  pensando  que 
ya  en  aquella  nueva  era  se  habrían  inventado  otros  entretenimientos 
más  limpios  y  mejor  olientes.  Con  todo,  el  bondadoso  Mr.  Conw^ell,  salió 
al  encuentro  de  mi  atascado  ofrecimiento,  y  encendiendo  el  cigarro  me 
alargó  á  su  vez  la  pulida  lamparilla  automática,  que  había  reemplazado 
allí  á  nuestras  detestables  cajas  de  fósforos. 

—Conque— dije  yo  entre  dos  enérgicas  chupadas,  dirigidas á  estable- 
cer la  corriente  de  aire  á  través  del  tabaco  prensado— ¿todavía  conservan 
ustedes  la  afición  á  la  nicotina,  ni  más  ni  menos  que  en  nuestra  atrasada 
España? 

—Hombre,  sí— contestó,— es  éste  uno  de  los  hábitos  que  van  pasando 
de  una  á  otra  edad,  sin  darse  por  enterados  del  progreso  que  en  todo  lo 
demás  se  manifiesta. 


216  PROGRESOS  HACIA  ADELANTE  Y  HACIA  ATRÁS 

— ¿Será,  por  ventura— repliqué,— porque  la  Ciencia  habrá  descubierto 
entre  ustedes,  que  el  tabaco  posee  particulares  cualidades  higiénicas, 
verbigracia,  antisépticas? 

-jCa,  no  señor!  ¡Todo  lo  contrario!  ¡No  tiene  usted  sino  leer  lo  que 
tengo  escrito  en  mi  libro  Manhood's  Morning,  y  verá  usted  allí  horrores 
sobre  los  efectos  tóxicos  del  fumar,  no  sólo  en  el  individuo  fumador, 
sino  en  toda  su  descendencia! 

—Y  á  pesar  de  eso,  ¿ . . .  ? 

— ¡Á  pesar  de  todos  los  pesares!  ^Legiones  de  yankees  fuman,  legio- 
nes de  ellos  mascan  tabaco,  y  legiones  lo  usan  de  una  y  otra  manera. 
Tobacco  is  the  Youths-bane  of  modern  civilización.  (El  tabaco  es  la 
ruina— la  muerte,— el  asesino  de  la  juventud,  en  la  civilización  moderna.) 
El  presupuesto  del  tabaco  asciende  en  los  Estados  Unidos  á  la  suma  de 
más  de  750  millones  de  dollars  anuales.  En  sólo  el  año  de  1900  (según 
el  Report  of  the  Commissioner  of  ínter  nal  Revenue)  se  destinaron  para  el 
uso  doméstico  3.258.716.305  cigarrillos  y  6.176.596.421  cigarros.  Además, 
101.548.467  de  libras  de  tabaco  para  fumar  y  185.353.41 1  libras  para  mas- 
car. Lo  cual,  atendido  el  tiempo  que  se  emplea  en  cada  cigarro,  necesi- 
taría 1.503.000  hombres  que  fumaran  diez  horas  diarias  durante  todo  el 
año,  y  otros  dos  millones  y  medio  que  masticaran  diariamente  igual 
número  de  horas;  ó  sea,  un  trabajo  de  diez  horas  diarias  para  4.303.000 
hombres. 

—Pues  en  nuestra  era  no  me  parece  se  fumara  tanto;  pues  en  España 
se  calculaba  hacia  1900  á  razón  de  1,11  kilogramos  de  tabaco  por  cabeza, 
mientras,  según  los  datos  de  usted,  corresponden  por  individuo  á  más  de 
tres  kilogramos  (2,43  kilogramos  según  Herder).  Si,  pues,  no  van  erra- 
dos los  juicios  de  sus  higienistas  de  ustedes  sobre  el  efecto  devastador 
del  tabaco,  del  cual  dicen  que  cierra  la  inteligencia,  irrita  los  nervios, 
estorba  el  crecimiento  del  cuerpo  y  adormece  el  sentido  moral;  no  creo 
se  pueda  alegar  ese  aumento  en  el  consumo  del  tabaco  como  uno  de  los 
tan  encomiados  progresos  de  su  nueva  era.  Pero  dígame  por  su  vida: 
¿No  han  observado  ustedes,  tan  aficionados  á  la  estadística,  si  hay 
alguna  relación  entre  ese  extraordinario  fumar  y  el  uso  de  las  bebidas 
alcohólicas? 

— Si  hay  ó  no  relación  de  causalidad,  no  es  tan  fácil  demostrarlo; 
pero  que  la  hay  en  la  cantidad  es  absolutamente  innegable.  El  liquor 
bilí  de  la  nación  ha  llegado  á  subir  hasta  más  de  un  billón  de  dollars,  ó 
sea  cinco  mil  millones  de  francos. 

—¡Hombre!  ¡qué  casualidad! 

—¿Qué  es  lo  que  le  parece  á  usted  casual? 

—  ¡Que  pagan  ustedes  anualmente  al  dios  Baco,  la  misma  con- 
tribución de  guerra  que  por  una  sola  vez  pagó  Francia  á  los  pru- 
sianos! 

—Nada  tiene  de  extraño;  porque  si  los  prusianos  Vencieron  á  los  fran- 


PROGRESOS  HACIA  ADELANTE  Y  HACIA  ATRÁS  217 

Ceses  una  sola  vez,  el  dios  Baco  nos  vence  en  esta  era  á  diario.  Oiga 
usted  algunos  hechos: 

«En  una  ciudad  de  32.000  habitantes  se  observó  que,  en  una  sola 
hora,  entraban  600  jóvenes  en  cinco  de  sus  principales  saloons;  pero  los 
saloons  que  hay  en  ella  son  135.  En  una  populosa  ciudad  occidental  se 
vieron  entrar  en  un  saloon,  durante  una  noche,  478  personas;  en  otra  236 
jóvenes  entraron  en  un  saloon  en  sólo  una  hora.  En  una  población  del 
Este,  que  tiene  130.000  habitantes,  se  calculó  que,  en  una  tarde,  entraban 
en  sus  cien  saloons  5.000  jóvenes.  En  San  Francisco,  durante  un  domingo 
y  su  noche,  acudieron  á  los  saloons  y  otros  centros  de  perdición  15.933 
jóvenes,  y  la  tarde  del  domingo  anterior  sólo  1 .892  jóvenes  habían  entrado 
en  las  iglesias  de  la  ciudad.  En  otra  ciudad  de  30.000  habitantes  donde 
hay  150  saloons,  entraron  en  siete  de  ellos  un  sábado  por  la  noche  1.045 
jóvenes  y  sólo  75  acudieron  á  las  iglesias  á  la  mañana  siguiente.» 

—Está  claro  que  el  dios  Baco  es  el  numen  que  cuenta  aquí  con  más 
adoradores;  y  así  no  es  extraño  que  les  cobre  dicha  contribución.  Pero 
¿cuál  era  la  relación  cuantitativa  que  hallaba  usted  entre  este  vicio  y  el 
del  tabaco? 

—Que  «en  licores  y  tabaco  se  gasta  anualmente  cerca  de  dos  billones 
de  dollars.  Ambos  factores  constituyen  el  más  gigantesco  é  influyente 
sistema  de  empresas  industriales  que  sostiene  la  nación*. 

—Sentiría  ofender  á  usted  con  preguntas  indiscretas;  pero  hay  otro 
género  de  vicios  que  suelen  andar  más  unidos  con  la  bebida  que  ésta 
con  el  tabaco.  ¿Han  logrado  ustedes  romper,  ó  por  lo  menos  aflojar,  esa 
funesta  relación? 

— By  no  means!  Entre  nosotros  «The  vice  of  self-pollution  is  an 
existing  curse...  Physicians  of  large  practice  can  be  found  almost  eve- 
rywhere  ready  to  testify  that  the  habit  is  well  nigh  universal  (pági- 
na 127)  (1). 

—De  manera  que  los  remedios  de  Stall  y  compañía,  con  su  doble 
serie  de  libros  á  cuatro  chelines  y  medio,  para  uno  y  otro  sexo,  ¿no  han 
producido  en  esto  sensible  remedio? 

—  «The  average  boy  of  twelve  is  ruined!»  (De  ordinario  á  los  doce 
años  los  niños  están  perdidos)  (pág.  153). 

—Allá  en  nuestros  países  atrasados,  se  ha  observado  que  esto  no 
acontece  por  lo  común  sino  en  los  adolescentes  de  las  ciudades.  Pero  en 
los  campos,  donde  la  vida  es  más  frugal,  se  halla  generalmente  mayor 
pureza  de  costumbres.  ¿No  se  observa  aquí  lo  propio? 

—«De  uno  á  otro  extremo  de  nuestro  país,  entre  los  altos  y  los  bajos, 
los  cultos  y  los  ignorantes,  los  ricos  y  los  pobres,  los  distinguidos  y  los 
obscuros,  dondequiera  abundan  los  jóvenes,  se  hallan  pruebas  inequí- 


(1)     «Vitium  poUutíonis  existit  ut  vera  pernicies...  Fere  ubilibet  posunt  inveniri 
medici  magnae  experientiae,  parati  testarl  hoc  vitium  esse  prope  universale.» 


218  PROGRESOS  HACIA  ADELANTE  Y  HACIA  ATRÁS 

vocas  de  una  degeneración  moral,  deplorable  en  extremo.  Nunca,  en  la 
historia  de  nuestra  nación,  el  vicio  y  la  inmoralidad  habían  estado  tan 
poderosa  y  sistemáticamente  organizados  como  lo  están  actualmente» 
(pág.  109). 

— ¿De  modo  que  siguen  todavía  aquellas  abominables  prácticas  que 
ya  en  nuestra  era  se  denunciaban,  de  la  trata...  de  blancas  y  de  todos 
los  colores? 

—Siguen  peor  que  nunca  (ó  sea:  ¡que  en  ninguna  parte!).  Mrs.  Dora 
Webb,  en  un  reciente  discurso  público  ha  dicho:  «Que  sólo  las  jóvenes 
inmigrantes  que  llegan  á  Nueva  York,  suministran  anualmente  20.000 
víctimas,  robadas,  atraídas  con  engaños,  vendidas  y  compradas  como 
esclavas  por  dinero  contante,  en  el  mercado  de  la  lujuria.»  Y  esto  que 
es  verdadero  acerca  de  Nueva  York,  no  lo  es  menos  para  toda  nuestra 
nación.  Mrs.  Charlton  Edholm,  de  Chicago,  decía  en  un  reciente  discurso 
en  Baltimore:  «Yo  puedo  asegurar  aquí,  en  la  presencia  de  Dios,  que 
de  230.000  jóvenes  perdidas  en  este  país,  las  tres  cuartas  partes  han 
sido  atraídas  con  falsos  cebos,  sorprendidas,  vendidas  y  compradas.» 
Mr.  J.  B.  Welty,  concienzudo  investigador,  afirma:  «Para  satisfacer  la 
demanda  de  las  impuras  pasiones  de  los  hombres,  cada  día  del  año  cien 
familias  han  de  sacrificar  á  razón  de  una  hija  cada  una.  jQué  destrucción 
de  hogares!  ¡Qué  pecado  y  vergüenza,  y  miseria,  y  remordimiento,  y 
crueldad,  y  asesinato,  y  muerte  y  condenación  no  significa  esto!  ¡Oh,  qué 
horda  de  bestias  humanas  (Wath  a  horde  of  human  brutes)  está  pronta  á 
humillar  y  desgraciar  el  hogar  americano!»  (pág.  130). 

— Pero  entre  ustedes  hay  la  esperanza  de  que  estos  males  irán  des- 
apareciendo con  la  instrucción,  pues  el  analfabetismo  de  nuestra  edad 
del  candil  debe  haber  desaparecido  de  estos  países  cultísimos! 

— «La  ignorancia  es  demasiado  ordinaria  entre  nuestros  jóvenes. 
Entiendo  por  ignorancia  la  falta  de  aquella  clase  de  conocimientos  esen- 
ciales para  que  el  hombre  alcance  sus  más  elevadas  aptitudes.  La  juven- 
tud de  nuestros  días  carece  cabalmente  de  ese  género  de  sabiduría.  El 
error  de  legiones  de  jóvenes  está  en  consumir  sus  facultades  intelec- 
tuales en  asuntos  insípidos,  incapaces  de  elevarlos.  Los  periódicos  que 
presentan  noticias  sensacionales,  relaciones  de  luchas  y  apuestas,  episo- 
dios policíacos,  caídas  de  la  virtud  y  el  honor,  y  deportes  de  ínfima  estofa, 
y  los  que  llenan  sus  páginas  de  pinturas  sugestivas,  de  argot  y  bromas 
de  mal  género,  constituyen  la  clase  de  los  más  populares.  Los  títulos 
pornográficos  de  los  libros  que  se  venden  en  los  quioscos  á  cinco  y  diez 
centavos,  manifiestan  la  demanda  popular  de  horruras  literarias»  (pá- 
gina, 134). 

«Los  más  de  los  jóvenes  han  contraído  el  apetito  de  los  detalles 
morbosos  y  las  ilustraciones  incitantes,  y  no  leen  sino  lo  que  les  enciende 
la  sangre  y  despierta  sus  prejuicios  y  pasiones.  Los  conocimientos  que 
añaden  valor  al  carácter  y  alegría  á  la  vida...  les  causan  fastidio...  En  las 


PROGRESOS  HACIA  ADELANTE  Y  HACIA  ATRÁS  219 

conferencias  y  entretenimientos  literarios,  suelen  brillar  los  jóvenes  por 
su  ausencia»  (pág.  135) 

Mientras  mi  bondadoso  mentor  se  explicaba  de  esta  suerte,  pensaba 
yo,  para  mi  coleto:  ¡Qué  lástima  no  poderme  plantar  de  un  salto  de  mi 
Cronódromo  en  el  gabinete  de  ciertos  adalides  de  la  cultura  alfabética 
de  nuestra  era,  para  traerlos  aquí  por  el  pescuezo,  á  que  oyeran  estas 
lamentaciones  de  Mr.  Conwell! 

—Junto  á  la  forma  de  esclavitud  que,  en  una  sociedad  ian  progresiva 
como  la  nuestra,  representa  la  monstruosidad  de  la  prostitución  -prosi- 
guió hablando  mi  guía,-  hay  que  poner  la  no  menos  deplorable  del 
enorme  número  de  los  detenidos  en  las  prisiones  por  varios  delitos.  Con- 
forme á  su  último  censo,  había  en  ellas  82.329  presos,  más  de  la  mitad 
de  ellos  jóvenes.  De  los  7.386  acusados  por  asesinato,  393  eran  muje- 
res, y  más  de  la  mitad  jóvenes.  En  estos  años  últimos,  el  número  de  los 
asesinos  se  ha  quintuplicado.  El  aludido  censo  enumera  14.846  niños 
encerrados  en  diferentes  establecimientos  correccionales.  Fuera  de  esto, 
los  asilos  para  locos  contenían  en  la  misma  fecha  97.535  pupilos;  las 
casas  de  mendicidad,  73.Ü45,  y  las  cárceles  de  condado  (provisiona- 
les), 19.535  detenidos.  Casi  todos  los  establecimientos  para  personas 
defectuosas  que  existen  en  este  país  se  hallan  ocupados  de  bote  en 
bote.  El  Dr.  J.  W.  Clokey,  de  Indiana,  piensa  quedarse  corto  afirmando 
que  hay  en  los  Estados  Unidos  150.000  convictos  en  los  presidios,  cár- 
celes y  casas  de  refugio  y  corrección.  Y  otra  buena  autoridad  asegura 
que  sólo  un  quinto  de  los  criminales  en  activo  están  en  las  cárceles  á  un 
mismo  tiempo.  Lo  cual  da  una  población  criminal,  que  Mr.  Moody  cal- 
cula en  750.000  personas  (pág.  138). 

—Y  diga  usted— proseguí  inquiriendo:— ¿en  qué  etapa  de  su  des- 
arrollo está  entre  ustedes  la  famosa  cuestión  feminista?  Pues  un  autor 
moderno  es  de  opinión,  que  el  camino  del  progreso  en  que  andamos 
metidos  ha  de  conducir  á  un  feminismo  enteramente  insufrible:  esto  es, 
auna  sociedad  donde,  trocados  los  polos,  en  vez  del  dominio  de  los 
varones  y  el  problema  feminista,  exista  el  dominio  de  las  hembras  con 
el  consiguiente  problema  masculista. 

—  Entre  nosotros  — dijo  M.  Conwell,  — las  mujeres  lo  están  inva- 
diendo todo  en  términos  que,  si  no  han  alcanzado  aún  ese  predominio  á 
que  aludís,  el  problema  masculino  está,  sin  embargo,  planteado  y  en  un 
período  agudo. 

—¿De  manera  que,  como  decíamos  en  la  era  del  candil,  las  mujeres 
se  han  puesto  aquí  los  pantalones? 

— Tanto  como  pantalones,  todavía  no,  aunque  sí  chaquetas  y  som- 
breros totalmente  hombrunos;  pero  no  es  eso  lo  peor,  sino  que,  como 
os  iba  á  decir,  hacen  una  competencia  ruinosa  al  otro  sexo  en  casi  todas 
las  esferas  de  la  vida.  «Durante  estos  últimos  años  un  verdadero  enjam4 
bre  de  mujeres  se  ha  metido  en  todos  los  distrilos  de  la  actividad 


220  PROGRESOS  HACIA  ADELANTE  Y  HACIA  ATRÁS 

humana,  viniendo  á  constituir  la  mejor  mitad,  no  sólo  en  casa,  sino  en 
el  almacén,  en  la  factoría,  en  el  contador  y  aun  en  la  tribuna  y  la 
prensa...  El  trabajo  de  las  mujeres  es  barato  y  bueno...;  pero  su  introduc- 
ción comunica  una  fase  triste  y  desalentada  á  la  pereza  de  los  jóvenes." 

— ¿Podría  usted  facilitarme  algunos  datos  sobre  este  movimiento? 

— Con  mucho  gusto.  «La  enseñanza,  verbigracia,  está  aquí  pasando 
aceleradamente  á  manos  de  las  mujeres.» 

—Pero  ¡eso  será  la  enseñanza  de  párvulos,  ó,  cuando  mucho,  la  ele- 
mental! 

—  ¡Nada  de  eso!  Lo  mismo  invaden  las  mujeres  las  escuelas  prima- 
rias, que  las  cátedras  de  Medicina  y  Jurisprudencia  de  las  universidades. 
«Hay  en  nuestra  nación  unos  450.000  maestros,  y  casi  los  dos  tercios  de 
ese  número  son  mujeres  (¡300.000!).  En  Rhode  Island,  Massachussets  y 
New  Jersey,  el  90  por  100  de  los  maestros  son  femeninos;  en  New  York, 
el  85  por  100.  En  las  escuelas  seccionales  de  Philadelphia  hay  3.375  maes- 
tras y  sólo  216  maestros;  y  en  New  York  City  hay  19.013  maestras  y 
sólo  1.411  maestros.  Al  paso  que  vamos,  y  si  no  se  produce  alguna 
reacción  (¡también  por  aquí  se  dan  todavía  esos  monstruos!),  los  maes- 
tros vendrán  á  ser  un  monumento  histórico»  (pág.  167), 

— Y  ¿no  se  teme  que  esa  preponderancia  de  las  mujeres  en  el  profe- 
sorado superior  llegue  á  afeminar  toda  la  enseñanza  y  á  sus  alumnos? 

— La  invasión  feminista  no  nos  da  lugar  para  pensar  en  ello.  «Se 
calcula  que  hay  en  New  York  City  40.000  estenógrafos  y  mecanógrafos 
(escribientes  á  máquina) ,  y  la  inmensa  mayoría  son  mujeres,  y  seme- 
jante proporción  existe  en  todo  el  país.  Desde  1880  á  1890  el  número  de 
músicos  femeninos  y  maestras  de  música  ascendió  de  5.753  á  34,519;  el 
de  artistas  y  maestras  de  artes,  desde  412  á  10.810;  el  de  actrices, 
de  692  á  3.949;  el  de  tenedoras  de  libros,  escribientes  y  copistas, 
desde  8.01 1  hasta  92.825;  el  de  periodistas  hembras,  desde  35  á  888;  el 
de  médicas,  de  527  á  4.555;  el  de  abogadas,  de  5  á  208,  y  el  de  sacerdo- 
tisas, de  67  á  1.235  (págs.  167-8), 

— ¡Dios  nos  asista!  Conque  ¿hasta  sacerdotisas?  ¿Y  con  licencias  para 
confesar? 

—¡Oh,  no!  Eso  de  confesarse  sólo  lo  gastan  los  católicos,  los  cuales 
siguen  aferrados  á  la  máxima  paulina  de  que  las  mujeres  callen  en  la 
iglesia! 

— Pues  mire  usted,  dicho  entre  nosotros;  ¡esa  máxima  no  se  ha 
podido  poner  aún  en  todo  su  vigor  en  algunas  iglesias  de  España!  Pero 
entonces,  ¿qué  remedio  creen  ustedes  que  los  librará  de  esa  invasión 
femenina?  Ó  en  otros  términos,  ¿cómo  anda  aquí  el  problema  mascu- 
lino? 

— Yo  no  acierto  á  hallar  otra  solución  sino  la  que  tengo  dada  en  un 
libro  mío:  ¡que  los  jóvenes  se  rediman  de  su  apurada  situación  casán- 
dose con  sus  rivales! 


PROGRESOS  HACIA   ADELANTE  Y  HACIA  ATRÁS  221 

—No  sé  si  este  remedio  tendrá  grande  eficacia.  En  España  hemos 
experimentado  que  los  más  de  los  hombres  que  se  casan  con  maestras 
de  escuela,  y  sobre  todo  con  literatas,  suelen  quedar  reducidos  á  una 
doméstica  y  social  nulidad,  que  hace  sospechar  si  cojeaban  ya  de  ese 
pie  antes  de  su  matrimonio.  En  todo  caso,  si  las  bellas  rivales  admiten 
al  marido,  perseverando  en  el  desempeño  de  sus  cargos  y  oficios,  es  de 
temer  que  el  feminismo  llegará  á  su  período  álgido,  y  que  los  maridos 
quedarán  en  la  desairada  situación  de  ¡zánganos  de  colmena!  Pero  dí- 
game usted:  ¿cómo  anda  entre  ustedes  el  matrimonio?  Pues  acaso  por 
este  hilo  se  sacará  el  ovillo  de  la  compostura  del  hyperfeminismo, 

— O  my  dear!--á\\o  Conwell,  exhalando  un  suspiro.— Un  famoso  es- 
critor ha  dicho  que  América  está  abocada  á  una  era  en  que  las  mujeres 
no  se  casarán,  porque  los  jóvenes  no  ganan  lo  bastante  para  mantener- 
las, y,  por  otra  parte,  reina  entre  ellos  tal  disolución,  que  las  mujeres  van 
prefiriendo  encaminarse  á  un  almacén,  aunque  no  ganen  casi  nada,  que 
arriesgar  su  porvenir  en  los  lazos  del  himeneo...  La  joven  moderna  no  se 
dispone,  como  la  de  antaño,  para  casarse,  sino  más  bien  se  educa  para 
poder  vivir  con  independencia  ganando  su  propio  sustento...  En  nuestra 
nación  hay  más  de  tres  millones  de  solterones  irreductibles  y  un  número 
correspondiente  de  solteras  incasables  (págs.  211-12). 

—Resumiendo,  pues,  los  datos  que  me  ha  facilitado  usted,  ¿qué 
cifras  podrán  dar  una  impresión  de  conjunto  tocante  á  esas  goteras  que 
los  varios  vicios  abren  en  el  bolsillo  nacional? 

— Elliquor  bilí  monta  mil  doscientos  millones  de  dollars,  y  el  uso  del 
tabaco  cuesta  cerca  de  otros  ochocientos  millones.  La  lujuria,  vendible 
en  formas  organizadas,  sube  más  de  otro  tanto.  De  suerte,  que  no  nos 
equivocaremos  en  mucho  fijando  los  malos  gastos  del  pueblo  americano 
en  ¡tres  billones  anuales  de  dollars  (quince  mil  millones  de  francos)! 

— Siendo,  pues,  de  cien  billones  el  capital  social  de  la  nación,  pagan 
ustedes  á  Baco  y  á  Venus  y  á  Kapnos  (deidad  nuevamente  introducida 
en  el  pagano  Olimpo)  el  tres  por  ciento  de  sus  haberes. 

—Ya  comprende  usted  que  esa  cantidad  se  queda  en  casa.  Digo  que 
lo  que  unos  lo  pierden  otros  lo  ganan, 

—¡Naturalmente;  pues  de  lo  contrario,  si  hubieran  de  pagar  esa  renta 
al  extranjero  no  les  quedaría  á  ustedes  para  mondadientes! 

— ¡Á  pesar  de  todo — añadió  Conwell,  irguiendo  la  cabeza  y  atusán- 
dose el  recio  mostacho, —jorec/so  es  convenir  en  que  nuestra  nación  es 
the  model  republic  and  the  greai  evangelizer  of  the  World!  (pág.  301). 

—¡It  is  self-evident,  y  se  saca  como  una  seda  de  los  datos  que  acaba 
usted  de  darme!  Conque  perdone  usted,  my  dear  sir,  que  se  me  hace 
tarde.  De  aquí  á  la  edad  del  aceite  hay  una  tiradita,  y  no  se  me  cuece  el 
pan  hasta  llevar  á  sus  atrasados  moradores  la  noticia  de  tan  estupendas 
novedades. 

Y  con  esto  volví  al  Cronódromo,  y  la  pradera  verde  obscuro  con  los 

RAZÓN  Y  FE,  TOMO  XXVI  15 


222  PROGRESOS  HACIA  ADELANTE  Y  HACIA  ATRÁS 

lirios  dorados  se  hundió  en  los  tiempos  por  venir...;  digo,  ¡en  los  estantes 
de  mi  librería! 

II 

RETROCESO  HACIA  ADELANTE 

¡Este  picaro  movimiento  relativo  es  malo  de  entender!  ¡No  sin  causa 
se  pasó  la  Humanidad  tantísimos  siglos  creyendo  que  descansaba  tran- 
quilamente en  un  planeta  asentado  en  el  centro  del  universo;  hasta  que 
entre  Copérnico  y  Galileo  vinieron  á  sacudirla  de  su  embebecimiento  y 
hacerle  entender  que  nadie  está  quieto  aquí,  sino  que  todos  andamos 
danzando  con  diferentes  direcciones  y  velocidades!  El  astro  A  se  mueve 
en  sentido  distinto  que  el  astro  B.  ¿Cuál  de  los  dos  adelanta  y  cuál 
retrocede?  ¡Vaya  usted  á  definirlo,  sobre  todo  si  se  da  voz  y  voto  á  los 
astros  interesados!  ¡Pues  cualquiera  concede,  en  los  tiempos  que  alcan- 
zamos, que  adelanta  hacia  atrás! 

Sin  embargo,  es  indudable  que  se  ha  adelantado  hacia  atrás  en  el 
mundo  en  muchas  cosas,  en  las  cuales  el  retroceder  sería  el  único  reme- 
dio para  volver  á  andar  hacia  adelante. 

En  el  arte  se  nos  ofrecen  mil  ejemplos  evidentísimos.  ¿No  sería  para 
nuestros  pintores  un  adelanto  enorme  retroceder  hasta  Murillo  y  Veláz- 
quez?  ¿No  sería  adelanto  sumo  de  nuestro  teatro  retroceder  hasta  Lope 
y  Calderón?  Y  la  novela  ¿no  alcanzaría  un  gran  progreso  si  retrocediese 
hasta  emparejar  de  nuevo  con  Cervantes?  ¡Pues  nada  digamos  del  len- 
guaje, si  adelantaría  retrocediendo  á  los  Luises  de  León  y  de  Granada! 

Estos  ejemplos  clarísimos  deberían  bastar  para  hacer  entrar  en  sí  á 
los  que  se  precipitan  desalentados  por  los  caminos  que  llaman  del  pro- 
greso, sin  darse  en  el  fondo  cuenta  de  si  corren  hacia  adelante  ó  hacia 
atrás. 

Claro  está  que  hay  ciertos  órdenes  de  la  vida  en  que  generalmente 
puede  afirmarse  que  se  adelanta  siempre.  Tal  es,  v.  gr,,  el  distrito  de 
los  procedimientos  técnicos,  en  los  cuales,  exceptuadas  ciertas  catás- 
trofes históricas  que  han  hecho  olvidar  los  secretos  de  las  antiguas 
industrias,  como  siempre  está  en  nuestra  mano  valemos  de  los  procedi- 
mientos antiguos,  no  preferimos  generalmente  los  nuevos  sino  por  ofre- 
cer mayores  ventajas,  por  lo  menos  en  su  propio  terreno  industrial. 
Asi,  V.  gr.,  el  alumbrado,  que  hemos  tomado,  chanceándonos,  para 
designar  las  épocas,  se  ha  ido,  sin  duda,  perfeccionando  siempre  en 
comodidad  y  facilidades.  Pero  este  continuo  progreso  que  se  descubre 
en  el  orden  técnico  ó  industrial,  está  muy  lejos  de  ser  constante  en  otros 
órdenes  de  la  vida,  más  directamente  conexos  con  el  perfeccionamiento 
propiamente  humano. 

Ya  lo  hemos  hecho  ver  en  las  artes,  las  cuales,  más  que  de  los  recur- 


PROGRESOS  HACIA  ADELANTE  Y  HACIA  ATRÁS  223 

SOS  técnicos,  dependen  del  valer  y  mérito  de  los  artistas.  Lo  mismo  se 
observa  en  las  ciencias  racionales.  Por  más  que  las  ciencias  experimen- 
tales progresan  sensiblemente,  pues  siempre  se  van  acumulando  nuevas 
experiencias  que  vienen  á  aumentar  el  tesoro  de  las  antiguas;  en  la  parte 
racional  de  ellas  y  en  las  otras  ciencias  que  se  hallan  más  remotas  de 
la  mera  experimentación,  lejos  de  notarse  un  indefinido  progreso,  se 
advierten,  como  en  las  artes,  oscilaciones  hacia  adelante  y  hacia  atrás. 

Por  más  que  la  Filosofía  saque  también  partido  de  los  nuevos  cono- 
cimientos adquiridos  en  el  campo  experimental,  no  es  posible  descono- 
cer que,  en  nuestros  días,  no  hay  filósofos  de  la  talla  de  Aristóteles  y 
Platón,  ni  siquiera  de  la  de  Descartes  y  Kant  ó  de  nuestro  Balmes. 
Como,  aunque  hay  ahora  hombres  de  pasmosa  erudición  y  conocimiento 
de  la  Antigüedad,  no  por  eso  se  encuentran  en  las  modernas  universida- 
des europeas  humanistas  ni  filólogos  de  la  envergadura  de  algunos  que 
florecieron  en  los  tres  siglos  anteriores.  De  suerte  que,  así  en  lo  que 
mira  á  la  Filosofía  y  á  las  Humanidades,  como  generalmente  en  lo  que 
toca  á  la  educación,  bien  podemos  afirmar,  aunque  le  cueste  á  nuestro 
amor  propio,  que  no  hemos  nacido  en  una  época  de  prosperidad  y  pro- 
gresivo adelanto,  sino  más  bien  en  tiempo  de  decadencia  y  retroceso 
■lamentables. 

Todavía  más  sensiblemente  que  en  las  artes  y  en  las  ciencias  se  ve  esto 
en  las  costumbres  y  en  la  fibra  moral,  que  constituye  el  absoluto  valor 
intrínseco  del  hombre.  ¿Quién  se  atreverá  á  decir  que  en  nuestra  época 
abundan,  más  que  en  otras  pasadas,  los  grandes  caracteres,  los  hombres 
llenos  de  energía  moral,  de  elevación  de  miras,  de  constancia  en  el  cum- 
plimiento del  deber,  de  espíritu  desinteresado  y  benéfico,  de  abnegación 
y  prontitud  para  el  sacrificio  por  todas  las  grandes  causas:  por  sus 
creencias,  por  su  patria,  por  la  verdad  y  la  virtud? 

Los  mismos  españoles,  que,  con  ocasión  del  centenario  de  la  guerra 
de  nuestra  Independencia,  tanto  hemos  blasonado  del  heroísmo  con  que 
nuestros  mayores  detuvieron  hace  un  siglo  á  los  ejércitos  de  Napoleón, 
y  no  con  victorias,  sino  con  su  inquebrantable  constancia  en  sufrir  las 
derrotas,  supieron  rendir  á  quien  nadie  había  vencido  todavía  en  campal 
batalla,  ¡cuánto  no  hemos  descaecido  de  aquella  tenacidad  férrea  con 
que  nuestros  abuelos  toleraron  todo  género  de  padecimientos  por  los 
sublimes  ideales  de  la  Religión  y  de  la  Patria!  Muchos  buenos  españo- 
les, que  aman  á  España  no  menos  que  la  conocen,  son  de  opinión  que 
nuestra  fibra  actual  no  resistiría  aquellas  duras  pruebas.  Luego,  moral- 
mente,  en  lugar  de  progresar  hemos  retrocedido. 

Y  lo  que  decimos  de  los  españoles  comparados  con  nuestros  padres, 
podemos  decir  de  otros  pueblos  que  nos  aventajan  en  la  cultura  técnica 
y  en  las  riquezas,  si  cotejamos  con  el  nuestro  su  nivel  moral.  Cotejo  es 
éste  difícil  de  hacer,  no  sólo  porque  nos  anubla  los  ojos  el  amor  propio, 
sino  porque  se  ha  de  fundar  en  datos  que  no  ofrecen  con  fidelidad  las 


224  PROGRESOS  HACIA  ADELANTE  Y  HACIA  ATRÁS 

estadísticas.  ¡Sin  embargo,  bien  podemos  asegurar  que,  desde  el  punto 
de  vista  moral,  á  pesar  de  nuestra  presente  debilidad,  poco  tenemos  que 
envidiar  á  los  pueblos  que  se  pretende  darnos  por  dechados! 

La  raíz  de  la  patria,  y  el  vivero  de  la  moralidad,  es  la  familia,  y  el 
primer  fundamento  de  la  familia  es  el  matrimonio.  Ahora  bien,  España 
es  de  las  pocas  naciones  donde  todavía  se  conserva  incólume  la  perpe- 
tuidad inquebrantable  del  vínculo  conyugal;  donde  el  lazo  sagrado  al- 
canza por  sí  mismo  valor  ante  la  ley  civil,  y  resiste  á  todas  las  veleida- 
des del  divorcio.  La  unidad  católica,  que  existe  en  España  de  una  manera 
práctica,  aunque  algo  menoscabada  su  integridad  en  las  leyes,  nos  libra 
asimismo  de  la  plaga  que  sufren  otros  países,  de  los  matrimonios  mix- 
tos; en  los  cuales,  fuera  del  daño  religioso  de  los  cónyuges  y  la  prole, 
queda,  por  la  diversidad  confesional  de  los  padres,  quebrantada  la  uni- 
dad moral  del  vínculo  que  enlaza  la  familia.  Finalmente,  ¡tampoco  es  aquí 
todavía  plaga  (aunque  exista  como  vicio)  la  aversión  á  la  prole,  hija  de 
una  corruptora  molicie  de  las  costumbres  y  verdadero  gusano  roedor  de 
la  familia  y  de  la  patria! 

No  nos  forjamos  la  ilusión  de  que  todo  esté  bien  en  la  moderna  fami- 
lia española.  Sabemos  y  deploramos  que,  aunque  no  se  llamen  matrimo- 
nios mixtos,  por  no  tener  el  padre  religión  ninguna,  ó  por  lo  menos,  nin- 
guna práctica  religiosa,  hay  ya  demasiados  hogares  españoles  faltos  de 
la  unidad  moral  dimanada  de  la  profesión  de  unas  mismas  creencias.  No 
desconocemos  que  el  mal  que  asuela  á  Francia,  se  va  extendiendo  en  los 
grandes  centros  de  población,  especialmente  en  las  aglomeraciones  a- 
briles.  Pero  contra  esos  focos  de  infección  moral,  reacciona  poderosa- 
mente la  población  moralmente  sana  de  las  aldeas,  que  representa  una 
inmensa  mayoría  en  nuesto  país,  menos  industrial  que  agrícola,  y  más 
derramado  en  los  campos  que  concentrado  en  populosas  ciudades. 

El  espíritu  industrial  de  nuestra  época  hace  un  gesto  de  menospre- 
cio á  vista  de  nuestras  pobres  aldeas,  compuestas  de  casas  de  adobes  ó 
tapiales,  de  terroso  color  y  forma  achaparrada;  y  las  pospone  indubita- 
blemente á  las  construcciones  de  rojo  ladrillo,  y  techos  de  metal  ó  pizarra, 
de  las  fábricas  que  elevan  sus  altísimas  chimeneas  coronadas  de  largos 
penachos  de  humo.  Pero  no  considera  previamente,  si  en  esas  fábricas 
de  moderna  arquitectura  se  aglomera  aquella  muchedumbre  homeless, 
que  nos  decía  Conwell;  aquella  población  sin  hogar,  de  proletarios  en  el 
más  acerbo  sentido  de  la  palabra,  faltos  de  las  más  esenciales  condicio- 
nes de  la  vida  moral  y  humana;  la  cual  germina  y  florece  fecunda  y  pu- 
jante en  esas  míseras  cabanas  de  barro  ó  de  paja,  esparcidas  en  los  cam- 
pos de  nuestras  diversas  provincias. 

Lejos  de  nuestra  mente,  y  más  lejos  todavía  de  nuestro  corazón,  en- 
tonar un  himno  á  la  miseria,  y  mucho  menos  á  la  desidia  ó  indolencia 
que,  en  no  pocas  de  nuestras  provincias,  abunda  más  de  lo  que  sería  con- 
veniente. Pero  puestos  en  el  terreno  de  las  comparaciones,  preferimos 


PROGRESOS  HACIA  ADELANTE  Y  HACIA  ATRÁS  225 

mil  veces  el  hogar  mísero  de  nuestros  huertanos  ó  pescadores,  donde  hay 
sin  embargo  una.  familia  cargada  de  hijos,  como  lo  está  de  racimos  la 
parra  á  cuya  sombra  vive;  preferimos  la  aldea  de  humildes  casas  de  ta- 
pia, sobre  cuyos  pajizos  techos  no  se  levanta  otro  edificio  eminente  que 
la  torre  de  la  iglesia,  á  esas  agregaciones  de  fábricas  y  almacenes,  de 
hoteles  de  señores  y  casas  de  obreros,  sin  otro  vínculo  que  el  del  capital 
y  el  trabajo,  que  más  que  lazo  de  unión  entre  patronos  y  operarios,  viene 
á  ser  férrea  necesidad  que  doblega  á  los  segundos  bajo  el  egoísta  inte- 
rés de  los  primeros. 

¡Mala  es  la  condición  de  aquellos  de  nuestros  labradores,  de  quienes 
dice  Pereda,  que  no  tienen  otro  problema  ante  los  ojos,  sino  el  de  atrave- 
sar el  año  sin  morirse  de  hambre;  pero  es  mil  veces  más  triste  la  de  esos 
proletarios  de  blusa  ó  de  levita,  que  se  ven  lanzados  en  un  alborotado 
mar  de  luchas  y  despiadadas  competencias,  sin  tierra  donde  asentar  el 
pie,  condenados  á  sucumbir  ó  encaramarse  sobre  las  ruinas  de  los  que 
sucumben;  mil  veces  más  triste  la  de  esas  familias,  que  decía  el  otro  ma- 
gistrado, condenadas  á  mirar  á  sus  hijos  como  candidatos  de  presidio,  y 
á  sus  hijas  como  víctimas  destinadas  á  la  más  degradante  forma  de  es- 
clavitud! 

En  esos  pobrísimos  hogares  de  las  más  estériles  provincias  de  España 
se  halla  comúnmente,  no  cualquiera  grado  de  moralidad,  sino  el  honor 
más  austero  y  las  más  nobles  flores  de  toda  virtud:  de  beneficencia  con 
el  pobre,  de  hospitalidad  con  el  peregrino,  de  caridad  con  los  enfermos, 
de  desinterés  y  nobleza  de  corazón  que  raras  veces  se  encuentra  en  los 
más  acomodados  habitantes  de  las  ciudades. 

Podríamos  aducir  los  ejemplos  á  manos  llenas,  si  fuera  necesario  ó 
lo  sufriera  la  índole  del  presente  trabajo.  Pero  nadie  habrá  mediano  co- 
nocedor de  nuestro  país,  que  no  los  halle  copiosos  en  su  propia  expe- 
riencia. 

Para  terminar:  nuestro  país  no  es  una  Arcadia  ni  cosa  que  lo  valga; 
pero  si  no  poseemos  en  tanta  abundancia  ciertas  ventajas  de  los  moder- 
nos progresos  técnicos  (que  no  despreciamos,  sino  debemos  solícita- 
mente promover),  tampoco  sufrimos  tan  rigorosamente  los  efectos  del 
desequilibrio  moral  y  social  que  la  mala  aplicación  de  ellos  en  otras  par- 
tes ha  producido.  Existe  entre  nosotros  un  proletariado  y  un  problema 
social,  pero  no  tan  numeroso  el  primero  ni  tan  arduo  el  segundo  como 
en  otros  países  más  abundantes  de  hulla.  Hay  entre  nosotros  un  pro- 
blema feminista,  pero  no  tan  insoluble,  y  mucho  menos  tan  mal  orientado 
para  su  definitiva  solución  como  en  los  pueblos  anglo-sajones.  Tenemos 
gran  necesidad  de  reformas  en  la  política,  en  la  enseñanza,  en  las  cos- 
tumbres públicas  y  aun  en  las  privadas;  pero  estas  reformas  no  las  hemos 
de  llevar  al  cabo  progresando  hacia  el  Morlock  y  el  Eloi,  sino  retrogra- 
dando á\a.  Fey  ala.  Moral  cristianas;  á  las  creencias  y  á  las  costumbres 
castizamente  españolas  de  nuestros  padres. 


226  PROGRESOS  HACIA  ADELANTE  Y  HACIA  ATRÁS 

Y  resumiendo  toda  esta  cuestión  del  progreso  en  una  breve  é  infali- 
ble fórmula:  El  hombre,  caído  en  la  abyección  y  en  el  salvajismo  por 
efecto  de  la  culpa,  progresa  en  dirección  al  Redentor,  y  alcanza  el  apo- 
geo de  su  adelantamiento  moral  cuando  los  individuos  y  los  pueblos  se 
visten  de  Cristo  y  se  transforman  en  su  semejanza  por  medio  del  Catoli- 
cismo. Por  el  contrario:  desde  el  momento  que  vuelven  á  emprender  el 
proceso  de  disimilación,  retrogradan,  degeneran,  y  se  van  haciendo 
más  viles  y  más  desdichados,  á  cada  paso  que  dan  en  ese  pernicioso 
camino. 

¡Dichosos  los  españoles,  el  día  que  resueltamente  volvamos  á  esa 
senda,  adonde  nos  invitan  á  una  voz  la  razón,  la  Religión  y  la  Historia! 

R.  Ruiz  Amado. 


GABRIEL  Y   GALÁN 


{[) 


III 

^  uiEN  manejaba  como  Galán  el  lenguaje  castellano  y  el  peculiar  de 
Salamanca,  quien  con  tanta  dulzura  sabía  interpretar  el  amor  casto  y 
sencillo,  quien  tan  hondo  sentía  y  tan  líricamente  pintaba  la  belleza  de 
sus  campos,  no  podía  resistir  por  mucho  tiempo  á  la  tentación  de  ensa- 
yarse en  el  poema  bucólico. 

Por  desgracia,  sólo  nos  dejó  el  comienzo  de  uno  titulado  Ana  María 
(cuyo  plan  se  ha  encontrado  á  medio  esbozar  en  un  cuaderno  del  autor), 
y,  no  sin  pena,  se  ve  tan  al  principio,  interrumpido  poema  que  tanto  bueno 
prometía.  Porque  puesto  á  tratar  de  la  historia  de  unos  amores  campe- 
sinos, que  se  van  desarrollando  en  cuatro  fases  de  la  vida,  simbolizadas 
por  las  cuatro  estaciones  del  año,  con  las  que  respectivamente  coinciden; 
¿quién  duda  sino  que  hubiera  dado  maravillosa  y  naturalísima  unidad  á 
todos  sus  asuntos  predilectos,  y  que  habría  enriquecido  nuestra  literatura 
con  una  joya  de  más  valor  que  el  resto  de  sus  obras? 

Al  leer  la  pintura  que  hace  de  la  que  destinaba  para  su  heroína,  paré- 
cenos  recordar  alguna  cosa  leída  en  otra  parte;  y  es  que  Galán  tenía  el 
concepto  verdadero  de  lo  que  ha  de  ser  la  mujer  (concepto  que  al  cabo 
está  tomado  de  la  Escritura),  y  cuando  se  pone  á  describir  su  ideal,  es 
forzoso  que  de  alguna  manera  coincida  consigo  mismo.  No  quiere  esto 
decir  que  se  copie,  puesto  que  le  sobraban  recursos  para  decir  lo  mismo 
de  un  modo  nuevo. 

Mención  aparte  merece  entre  los  idilios  Una  nube,  brevísima  historia 
de  inocentes  amores,  acibarados  por  la  pérdida  de  una  cosecha.  La  com- 
posición es  de  las  perfectamente  correctas,  y  la  tempestad  que  en  ella 
se  describe  de  vigorosos  rasgos  virgilianos: 

Agosto  ya  vino; 

Su  sol  ya  platea 
Los  inmensos  tablares  de  espigas 
Que  doblándose  henchidas  revientan. 

¡Qué  hermosa  la  hoja! 

¡Contento  da  verla! 
¡Qué  ondear  tan  suave  á  los  ojos! 

¡Qué  música  aquella. 
La  del  choque  de  tantas  espigas 
Que  la  brisa  á  compás  balancea! 

¡La  brisa!...  ¡La  brisa! 


(1)    Véase  Razón  y  Fe,  vol.  XXV,  pág.  483. 


228  GABRIEL    Y    GALÁN 

Una  tarde  radiante  y  serena 

Sopló  más  caliente. 

Sopló  con  más  fuerza. 
Humilló  las  espigas  al  suelo. 
Revolvió  la  tranquila  alameda. 
Levantó  remolinos  de  polvo. 

Trajo  nubes  negras, 
Que  azotaron  al  suelo  con  gotas 

Calientes  y  gruesas... 
Se  pusieron  los  valles  obscuros, 
Se  pusieron  violáceas  las  sierras 

Y  fatídica,  ronca,  iracunda. 
Vengadora,  cercana,  tremenda. 

Zumbó  la  amenaza. 

Vibró  la  centella, 
Que  rasgó  con  su  látigo  el  vientre 
De  la  nube  cargada  de  piedra... 
¡Y  la  nube  en  los  campos  inermes 
Derrumbó  aquella  carga  siniestra!... 

Una  composición  original  en  sumo  grado,  y  que  contrasta  de  un  modo 
notable  con  las  suaves  y  delicadas  escenas  de  amor  campestre  de  que 
venimos  hablando,  abre  el  libro  de  Campesinas. 

Pocas  veces  se  habrá  entonado,  dentro  de  lo  lícito,  un  himno  al  amor 
ni  más  nervudo  ni  de  más  indómita  y  salvaje  espontaneidad.  Aquí  todo 
es  agreste  y  fiero:  desde  el  escenario,  descrito  en  unos  endecasílabos  de 
corte  sáfico,  que  en  este  lugar,  no  sé  por  qué  misteriosa  armonía,  que  se 
escapa  al  análisis,  dicen  muy  bien  con  el  asunto,  hasta  el  idilio  final, 
sobria  y  primorosamente  acabado  en  solos  diez  versos;  desde  la  apari- 
ción de  la  esfinge,  que  espera  á  la  aurora  en  el  peñón  mirando  á  Oriente, 
y  despide  por  la  tarde  al  sol  vuelta  á  Poniente,  hasta  aquella  ascensión 
asombrosa,  monte  arriba,  en  una  mañana  de  Mayo,  ataviada  con  todas 
las  exuberancias  de  una  fauna  y  una  flora  rebosantes  de  vigor;  desde  la 
pareja  humana,  que  va  rompiendo  jaras  y  boscaje,  mientras  salta  pro- 
digiosamente de  peña  en  peña,  hasta  la  última  de  las  parejas  vivientes 
que  corren  por  allí  temblando  de  alegría,  no  hay  una  imagen,  ni  una 
cláusula,  ni  un  verso  que  no  estén  pidiendo  á  gritos  el  férreo  lápiz  de 
Gustavo  Doré. 

Para  que  no  falte  una  muestra  de  tan  singular  composición,  véase  el 
idilio  final  á  que  nos  hemos  referido. 

Y  vi  una  tarde  el  amoroso  idilio 
Sobre  la  cima  de  la  azul  montaña; 
Un  sol  que  se  ponia, 
Una  limpia  caseta  que  humeaba. 
Una  cuna  de  heléchos  á  la  puerta 

Y  una  mujer  que  ante  la  cuna  canta... 

Y  el  hombre  en  un  peñasco 
Tañendo  dulce  gaita. 

Que  va  atrayendo  hacia  el  dorado  aprisco 
Los  chivos  y  las  cabras... 


GABRIEL   Y   GALÁN  229 

Con  ocasión  de  la  venida  de  S.  M.  el  rey  D.  Alfonso  XIII  á  Salamanca, 
hizo  dos  composiciones  en  las  que  dejó  definitivamente  estampada  la 
nobleza  de  su  alma  grande.  Las  dos  son  una  simpática  muestra  de  noble 
é  independiente  sinceridad  y  de  respetuoso  amor  al  Rey.  Conmueve  pro- 
fundamente ver  llegar  hasta  los  pies  del  trono,  humilde,  pero  confiado  y 
resuelto,  al  dulce  cantor  de  los  campos,  no  á  regalar  los  oídos  del  Monarca 
con  necias  adulaciones,  sino  á  recordarle  el  desamparo  en  que  gimen  los 
pobres  y  los  pequeños.  Confieso  que  la  primera,  en  que  habla  de  los  mi- 
serables habitadores  de  las  Hurdes,  podía  haber  sido  más  poética;  pero 
bien  compensa  esta  falta  la  nota  de  cristiano  desinterés  é  hidalga  mise- 
ricordia que  vibra  en  todos  sus  versos. 

En  la  otra,  dedicada  á  pedir  protección  para  los  labradores,  estuvo 
afortunado  por  completo.  Todo  en  ella  es  admirable  y  simpático,  y  sin 
duda  conmovería  más  de  una  vez  y  haría  sonreír  de  benevolencia  al 
joven  Soberano  que  la  oyó  declamar  en  el  teatro  de  Salamanca.  Galán 
se  penetró  aquí  de  la  verdad  de  lo  que  él  mismo  había  dicho  en  otra 
ocasión: 

Si  á  la  selva  tenebrosa 
Fuese  la  alondra  armoniosa. 
No  supiera  entre  el  ramaje 
Dar  la  nota  misteriosa 
Del  silencio  del  boscaje. 

Y  persuadido  de  que  su  escenario  propio  era  el  campo,  y  los  mejo- 
res adornos  de  su  lira  las  rubias  espigas  y  las  ardientes  amapolas,  pre- 
sentóse delante  del  Rey  en  traje  de  labrador,  asido  á  la  mancera  de  su 
arado,  y  bajo  el  nombre  del  tío  Roque,  que  araba 

Con  su  yunta  de  dóciles  vacas, 
Con  la  Triguerona, 
Con  la  Temeraria, 

empieza  á  echar  raudales  de  una  poesía,  tan  llena  de  graciosa  malicia, 
y  á  decir  tanto,  con  tanta  finura,  que  pocas  veces  se  habrá  usado  en 
público  parecido  lenguaje  de  sinceridad  delante  de  un  Rey: 

Yo  no  sé,  pero  yo  me  magino 
De  que  el  Rey  no  vendrá  á  ver  la  Plaza, 
Que  en  el  mesmo  Madrid  habrá  muchas. 
No  agraviando  á  la  nuestra,  tan  guapas. 
Me  magino  de  que  él  no  se  fia 
Y  que  viene  á  oservar  lo  que  pasa, 
Porque  hacienda  en  poder  de  criaos 
Se  la  lleva  en  un  verbo  la  trampa. 
Me  magino  que  viene  á  enterarse 
De  si  tiras  p'alante  ú  atrasas. 
De  si  siembras,  ú  comes,  ú  ayunas, 
Ú  pierdes  ú  ganas. 


230  GABRIEL   Y   GALÁN 

De  modo  y  manera 
Que,  en  queriendo  fijarse  una  miaja, 
Se  lia  de  dir  al  Palacio  enterao 

De  má  e  cuatro  lástimas, 

Que,  si  á  mano  viene. 

Podrá  remediártelas, 
Ú  siquiera  poner  los  posibles, 
Que  en  pusiéndolos  bien,  no  te  fallan... 

Yo  no  sé,  pero  yo  me  magino 
De  que  el  Rey  no  vendrá  á  ver  la  Plaza; 
Y,  si  sólo  la  Plaza  le  enseñan 

Los  de  Salamanca... 

¡Para,  Triguerona!... 

¡Tente,  Temeraria!... 

El  angustioso  retrato  de  \sijurdana,  bajando  por  la  cuesta  del  serru- 
cho pizarroso,  con  el  hijo  medio  imbécil  á  la  espalda,  es  de  profundos 
trazos  realistas,  y  de  los  que  se  graban  á  fuego  en  la  fantasía  del  lector. 
Aquí  se  admira  una  vez  más  el  tino  con  que  está  elegido  el  metro  y  el 
certero  instinto  con  que  se  buscan  las  galas  del  lenguaje  en  las  entrañas 
mismas  del  asunto,  virtud  que  tanto  contribuye  á  mantener  la  imagina- 
ción atada  al  escenario  principal,  con  lo  plástico  y  oportuno  delasfiguras: 

Como  bajan  de  las  sierras  tenebrosas 
Las  famélicas  hambrientas  alimañas, 
Por  la  cuesta  del  serrucho  va  bajando 

La  paupérrima  jurdana... 
Lleva  el  frío  de  las  fiebres  en  los  huesos. 
Lleva  el  frío  de  las  penas  en  el  alma, 
Lleva  el  pecho  hacia  la  tierra. 
Lleva  el  hijo  á  las  espaldas... 
Viene  sola,  como  flaca  loba  joven, 
Por  el  látigo  del  hambre  flagelada. 
Con  la  fiebre  de  sus  hambres  en  los  ojos, 
Con  la  angustia  de  sus  hambres  en  la  entraña. 

Es  la  imagen  del  serrucho  solitario. 
De  misérrimos  lentiscos  y  pizarras; 
Es  el  símbolo  del  barro  empedernido 
De  los  álveos  de  las  fuentes  agotadas». 

La  descripción  del  día  en  que  bajaba  la  Jurdana  también  merece  co- 
piarse, por  lo  sobria,  y  por  ser  de  las  que  hacen  sentir  el  frío  y  la  humedad 
hasta  en  el  cuerpo,  que  se  destempla  y  estremece  con  la  sola  lectura: 

Era  un  día  crudo  y  turbio  de  Febrero, 

Que  las  sierras  azotaba 

Con  el  látigo  iracundo 

De  los  vientos  y  las  aguas... 
Unos  vientos  que  pasaban  restallando 

Las  silbantes  finas  alas..., 
Unos  turbios  desatados  aguaceros. 

Cuyas  gotas  aceradas 
Descendían  de  los  cielos  como  flechas 
Y  corrían  por  la  tierra  como  lágrimas. 


GABRIEL  Y   GALÁN  231 

Nocturno  montañés  es  poesía  difícil  de  sentir,  si  para  su  lectura  no 
se  busca  una  ocasión  en  que  el  alma  esté  especialmente  dispuesta.  Yo, 
para  mí,  la  tengo  por  un  afortunadísimo  alarde,  en  que  se  ha  llevado  lo 
fino  y  hondo  de  la  visión  estética  á  un  término  más  allá  del  cual  ni  las 
imágenes  tienen  bulto  ni  los  mismos  sentimientos  son  fácilmente  comu- 
nicables: 

Es  una  composición  solemnemente  misteriosa,  á  cuyo  misterio  tal  vez 
contribuya  no  poco  la  oportunidad  con  que,  entre  los  lentos  é  inarmó- 
nicos versos  de  doce  sílabas,  aparecen  de  cuando  en  cuando  esos  ligeros 
heptasílabos,  que  hacen  la  grata  impresión  de  los  limpios  acentos  del 
clarín  interrumpiendo  á  una  banda  de  tambores. 

Sortilegio,  en  que  nos  sobrecoge  algo  desagradablemente  la  diabólica 
aparición  de  una  maga  (más  sencilla  en  sus  procedimientos  que  las  de 
Lucano  y  Juan  de  Mena),  es,  aunque  muy  poética  á  su  modo,  de  una  poe- 
sía epiléptica  y  desaforada,  que  aparece,  entre  las  tranquilas  y  serenas 
producciones  de  la  manera  ordinaria  de  Galán,  como  un  fantasma  del 
delirio  en  la  imaginación  de  un  santo. 

La  balada  de  los  tres  recuerda  á  Hermana  Marica  y  otros  romanci- 
llos de  Góngora,  y,  con  ser  no  menos  airoso  que  ellos,  sácales  de  ventaja 
su  mayor  nobleza  y  la  ausencia  absoluta  de  toda  picardía. 

Grande  encubridora  de  ripios  y  cómplice  de  gárrulas  y  palabreras 
amplificaciones  suele  ser  la  silva,  y  no  podía  menos  de  tropezar  en  estos 
escollos  al  emplearla  un  poeta  tan  fácil  y  propenso  á  la  difusión  como 
el  nuestro;  á  quien,  por  otra  parte,  después  de  los  versos  asonantados, 
ninguna  forma  de  metro  halaga  tanto,  sin  duda  por  lo  holgado  de  sus 
arreos,  como  si  temiera  que  su  musa,  nacida  para  cantar  como  la  alondra 
en  la  inmensidad  de  los  campos  y  los  cielos,  se  ahogara  entre  las  rejas 
de  oro  de  las  estrofas  simétricas.  En  silva  están  escritas,  además  de  Re- 
greso, La  romería  del  amor.  Amor,  Amor  de  madre,  El  poema  del  ga- 
ñán, El  arrullo  del  Atlántico  y  algunas  de  la  colección  de  Religiosas, 
de  que  luego  hablaremos.  En  todas  hay  mucha  poesía,  todas  se  leen  sin 
cansancio,  pero  ninguna  es  perfecta,  porque  ninguna  está  libre  de  una 
excesiva  inundación  de  palabras. 

Aunque  escritas  en  silva,  no  deben  entrar  en  el  número  de  las  com- 
posiciones redundantes  y  verbosas  Á  la  montaña  ni  TradicionaL  La 
primera  es  notable  por  lo  sostenido  de  su  elevado  tono  y  la  exuberancia 
de  luz.  Y  la  segunda  por  la  sencillez  de  su  argumento  la  dulce  melancolía 
de  su  estilo,  la  atmósfera  de  pureza  que  la  baña  y  la  inefable  intensidad 
lírica  de  sus  seis  últimos  versos: 

Alegra  mi  desierto 
Con  ruido  de  vivir  cuyo  concierto 
Pueda  sonarte  á  coro  de  angelillos... 
Ya  ves  que,  entre  las  hiedras  encubiertos, 
Hay  un  nido  minúsculo  en  mi  iiuerto 
Con  siete  pajarillos. 


232  GABRIEL   Y    GALÁN 

Para  terminar  el  análisis  que  simultáneamente  venimos  haciendo  de 
Castellanas,  Nuevas  Castellanas  y  Campesinas,  digamos  algo  de  La 
presea,  áurea  llave  que  cierra  esta  última  colección.  Porque  la  encontra- 
mos entre  sus  obras,  sabemos  que  esta  poesía  es  de  Galán:  por  lo  demás, 
nada  hay  en  ella,  ni  su  argumento,  ni  su  aire  marcial,  ni  su  ejecución 
aristocrática,  que  delate  al  padre  que  la  engendró.  Antes  se  la  hubiéra- 
mos atribuido,  y  en  ello  no  les  haríamos  ofensa,  al  Duque  de  Rivas  ó  á 
Zorrilla.  ¿Quién  había  de  conocer  al  autor  de  El  ama  y  de  Las  semente- 
ras en  estos  versos  de  señoriles  modos? 

Allá,  por  aquel  camino 
Que  viene  del  Endrinal 

Y  va  las  fuertes  murallas 
De  Monieón  á  rasar. 
Cabalgan  á  media  rienda 
Con  apostura  marcial 
Hasta  cuarenta  lanceros 
Formando  apretado  haz. 
Cuyo  avanzar  vigoroso 
La  tierra  hace  trepidar. 

Al  frente  del  haz  guerrero 
Cabalga  firme  y  audaz 
El  Señor  de  Salvatierra 
Sobre  alterado  alazán 
De  rica  sangre  española, 
Tan  fiera  como  leal, 
Negras  pupilas  de  toro 
Que  radian  ferocidad, 
Eréctil  musculatura 
Que  treme  al  manotear, 
Relincho  de  agudo  timbre, 
Clarin  de  guerra  en  la  paz, 
Crines  blondas  que  lo  ciegan. 
Curvas  que  gracia  le  dan, 
Casco  duro,  piel  nerviosa 

Y  amplia  traza  escultural; 
Con  un  alentar  de  fuego 
Con  hálito  de  volcán, 

Con  un  marchar  armonioso 
Que  encanto  á  los  ojos  da. 
Con  un  galopar  hermano 
Del  más  veloz  huracán... 

Quien  sabía  hacer  un  romance  como  éste,  bien  hubiera  podido  atre- 
verse á  entrar  con  pie  seguro  por  los  campos  de  la  poesía  narrativa  y 
legendaria. 

Luis  Herrera  y  Oria. 
(Continuará) 


BOLETÍN    CANÓNICO 


NUEVA  ORdAKIZAClOlt  DE  LA  CURIA  ROMAIiA  DECRETADA  POR  PIÓ  I«> 


Sagrada    Congregación   del   Concilio. 

(Continuación.) 

C)  Causas  que  le  corresponden. 

448.  Es  también  esta  Congregación  tribunal  competente  para  todas 
las  causas  relativas  á  los  negocios  que  le  están  confiados  y  que  juzgare 
deber  ser  tratadas  disciplinar  mente;  las  demás  han  de  ser  llevadas  al 
tribunal  de  la  Rota.  (Véase  el  n.  165,  sig.) 

449.  Entre  las  causas  qne  le  están  confiadas  merecen  especial  men- 
ción: 

a)  las  cuestiones  de  precedencia,  excepto  las  que  se  refieren  á  los 
religiosos,  á  la  Capilla  Papal,  á  la  Corte  Pontificia  ó  á  los  Cardenales. 
Las  tres  últimas  pertenecen  á  la  Congregación  Consistorial;  la  primera 
á  a  de  Religiosos; 

b)  las  relativas  á  las  servidumbres  que  alguno  pretenda  tener  ó 
desee  imponer  sobre  alguna  iglesia  ú  oratorio,  como  es  el  tener  habita- 
ción en  el  piso  superior,  edificar  pared  sobre  ellos  y  otras  cosas  seme- 
jantes. 

D)  Cambios^  de  competencia. 

450.  Pierde  la  competencia  privativa  ó  exclusiva  que  tenía  para  la 
interpretación  del  Concilio  Tridentino  (1).  Pierde  la  jurisdicción  conten- 


(1)    Véase  Razón  y  Fe,  vol.  XXVI,  pág.  97. 

(1)  Al  principio,  en  lo  referente  al  Tridentino,  sólo  debía  cuidar  de  la  observancia  y 
ejecución  del  mismo,  y  las  dudas  todas  debían  presentarlas  al  Papa  para  que  éste  re- 
solviera, como  consta  del  mencionado  Motu  proprio  de  su  fundación,  donde  en  el  §  1  se 
manda  á  los  Cardenales  que  la  componen  que  dichos  decretos  «firmíter  observari 
faciant,  et  cum  effectu,  nisi,  tam  in  executione  dictorum  decretorum  concilii,  quam 
dictarum  literarum  nostrarum,  aliqua  dubietas  aut  difflcultas  emerserit  (quo  casu  ad  nos 
referant),  invocato  etiam  ad  hoc,  si  opus  fuerít,  auxilio  brachii  saecularis».  (Bull.  Rom. 
Taur.,  vol.  7,  p.  300.)  Parece,  sin  embargo,  que  resolvió  ya  en  este  tiempo  alguna  duda, 
como  indica  el  Cardenal  de  Luca,  lib.  14,  part.  5,  adnot.  ad  S.  C.  Trid.,  disc.  8,  n.  4. 

San  Pió  V  le  dio  facultad  para  resolver  todos  los  casos  que  tuviera  por  claros,  remi- 
tiendo al  Papa  los  dudosos;  pero  poco  después  le  dio  más  amplias  facultades,  autori- 


234  BOLETÍN   CANÓNICO 

ciosa  que  en  las  causas  matrimoniales  tenía  cumulativamente  con  la 
Rota,  y  le  absorbía  la  mayor  parte  de  su  atención,  y  la  que  en  las  de  nu- 
lidad de  profesión  religiosa  le  correspondía  cumulativamente  con  la  de 
Obispos  y  Regulares. 

451.  Pierde  también  la  competencia  que  cumulativamente  tenía  antes 
con  la  Sagrada  Congregación  de  Obispos  y  Regulares  para  la  concesión 
de  oratorio  privado  á  sacerdotes  pobres.  También  ha  perdido  la  facul- 
tad de  conceder  privilegio  para  celebrar  las  tres  Misas  en  la  noche  de 
Navidad  y  dar  la  comunión  en  ellas,  lo  cual  le  correspondía  cumulativa- 
mente en  la  Sagrada  Congregación  de  Ritos  y  con  la  secretaría  de  Bre- 
ves. Hoy  todo  esto  pertenece  á  la  Congregación  de  Sacramentos.  Véase 
el  n.  386. 

452.  Adquiere  del  Santo  Oficio  lo  relativo  á  los  preceptos  de  la  Igle- 
sia. De  la  extinguida  Congregación  para  la  revisión  de  los  Concilios 
provinciales,  recupera  la  revisión  de  éstos,  que  ya  le  había  pertenecido 
desde  Sixto  V.  Pasa  también  á  ella  lo  de  la  inmunidad  eclesiática,  que 
era  propio  de  otra  Congregación  particular  que  le  estaba  subordinada. 
Véanse  los  nn.  191  y  125. 

453.  Tenía  también  antes  subordinadas  á  ella  las  extinguidas  Con- 
gregaciones particulares  sobre  la  relación  de  las  visitas  ad  limina  y  la 
de  la  residencia  de  los  Obispos,  cuya  competencia  ha  pasado  ahora  á  la 
Sagrada  Congregación  Consistorial.  Veáse  el  n.  190. 

§  III 

MODO   DE   PROCEDER 

A)  El  Secretario  y  Subsecretario. 

454.  El  Secretario  ó  el  Subsecretario  ve  si  el  asunto  es  de  los  ya  re- 
sueltos repetidas  veces  y  de  poca  importancia,  ó  de  la  administración 


zándola  para  decidir  las  causas  y  resolver  las  controversias  relativas  á  la  interpreta- 
ción del  Concilio  Tridentino.  Zamboni,  1.  c;  Fagnani,  lib.  1,  c.  Quoniam  de  Const. 
(vol.  1,  p.  119,  Colon.  Allobr.,  1759);  Laderch,  Annales,  año  1566  (tomo  22,  p.  298). 

Estas  facultades  aparecen  más  claras  y  mejor  definidas  en  la  Const.  Immensa  de 
Sixto  V,  en  la  que  el  Papa  se  reserva  la  resolución  de  las  dudas  que  se  refieren  al  dogma 
y  encarga  que  la  Sagrada  Congregación  resuelva  las  disciplinares,  con  la  obligación  de 
consultar  al  Papa: 

Ǥ  1.  Eorum  quidem  decretorum,  quae  ad  fidei  dogmata  pertinent,  interpretationem 
nobis  ipsis  reservamus,  cardinalibus  vero  praefectis  interpretationi  et  executioni  con- 
cilii  Tridentini,  si  quando  in  his,  quae  de  morum  reformatione,  disciplina  ac  modera- 
tione  et  ecclesiasticis  judiciis  aliisque  hujusmodi  statuta  sunt,  dubietas  aut  difficultas 
emerserint,  interpretandi  facultatem,  nobis  tamen  consultis,  impartimur.»  Bull  Rvm. 
Toar.,  vol.  8,  p.  991.) 

De  ahí  que  el  título  sea  en  esta  última  Constitución  «Congregatio  octava  pro 
executione  et  interpretatione  Concilii  Tridentini»,  en  tanto  que  en  el  Mota proprio  de 
Pío  IV  se  la  llama:  <^Super  executione  et  observantia  sacri  Concilii  Tridentini.» 


BOLETÍN   CANÓNICO  235 

ordinaria  y  tal  que  no  ofrezca  dificultad  alguna.  En  estos  casos  el  Secre- 
tario mismo,  solo  ó  con  el  Subsecretario,  lo  despacha,  sin  necesidad  de 
proponerlo  ni  á  la  Congregación,  ni  siquiera  al  Congreso;  si  ofrece  alguna 
dificultad,  se  lleva  al  Congreso,  y  si  se  necesitan  especiales  facultades, 
se  lleva  al  Papa  y  se  despacha  en  este  caso  Ex  audíentia  Sanctissimi. 
Siempre  se  despachan  en  nombre  de  la  Sagrada  Congregación,  con  la 
firma  del  Prefecto  y  Secretario  ó  Subsecretario. 

Los  asuntos  que  por  su  importancia  se  llevan  á  la  Congregación 
plena,  los  de  menor  dificultad  se  proponen  en  hoja  impresa,  redactada  de 
oficio  per  summaria  precum,  esto  es,  con  una  breve  exposición  del 
hecho  y  derecho  que  debe  tenerse  presente  para  la  resolución.  Las  más 
graves  y  difíciles  van  propuestas  in  folio,  donde  la  exposición  del  hecho 
y  del  derecho  es  mucho  más  amplia. 

455.  Este  modo  de  proceder  en  el  que  el  Secretario  propone  las 
causas,  aun  las  más  graves,  á  la  Sagrada  Congregación  después  de  ha- 
berlas previamente  entregado  á  los  Cardenales  con  el  informe  hecho  de 
oficio,  es  propio  de  la  Sagrada  Congregación  del  Concilio.  En  las  otras, 
cuando  se  trata  de  los  asuntos  más  graves  el  Cardenal  Ponente  estudia 
y  propone  el  asunto  como  en  los  tribunales  colegiados.  Cfr.  Colomiattí, 
1.  c,  p.  70. 

456.  Es  propio  del  Subsecretario  ver  todos  los  asuntos  de  la  Sagrada 
Congregación  y  dar  consejo  en  el  modo  que  éstos  han  de  ser  tratados. 
Así  ayuda  al  Secretario  en  todas  las  cosas  y  en  especial  en  las  que  se 
despachan  en  el  Congreso.  Colomiattí,  1.  c,  voL  2,  p.  59. 

B)  Congregación  plena  y  Congreso. 

457.  Corresponde  á  la  Congregación  plena: 

1.°  El  examen  de  las  dudas  sobre  la  interpretación  del  derecho  en 
las  cosas  propias  de  ella,  las  cuales  no  tengan  fácil  y  clara  solución  en 
las  leyes  existentes  ó  en  decisiones  anteriores,  el  de  las  gracias,  dispen- 
sas, indultos,  que  no  suelan  generalmente  concederse  de  aquel  modo  ó 
con  aquella  amplitud,  y  otras  cosas  semejantes.  Véase  el  n.  285,  sig. 

2"  La  revisión  de  los  Concilios  provinciales,  y  cuanto  de  mayor  im- 
portancia ocurriere  ó  se  decretare  en  las  Conferencias  Episcopales. 

458.  El  Congreso  cuida  de  preparar  los  asuntos  que  han  de  ser  lleva- 
dos á  la  Congregación  plena,  despacha  los  asuntos  ordinarios,  concede 
las  gracias  de  costumbre  con  las  formas  usuales  y  según  las  facultades 
recibidas  del  Papa. 

459.  En  la  revisión  de  los  ConciUos  provinciales,  pídese  primero  el 
voto  de  uno  de  los  consultores;  después  el  de  todo  el  colegio  de  consul- 
tores ó  de  una  parte  de  él,  por  lo  menos  de  cinco  consultores  elegidos 
por  turno.  Después  el  ayudante  de  la  región  á  la  que  pertenece  el  Con- 
cilio cuidará  de  la  impresión  de  las  actas  y  de  los  votos. 


236  BOLETÍN    CANÓNICO 

C)  Reuniones  y  audiencia. 

460.  La  Congregación  plena  se  reúne  en  el  Vaticano.  Antiguamente  se 
reunía  en  el  palacio  del  Cardenal  más  antiguo.  Colomiatti,  1.  c,  vol.  2° 
p.  59.  Sus  reuniones  tienen  lugar  los  sábados,  lo  mismo  que  antes. 
Cfr.  Zamboni,  1.  c,  p.  XVI. 

El  Congreso  se  reúne  todos  los  sábados  por  la  mañana  en  casa  del 
Cardenal  Prefecto,  c.  59. 

461.  El  Secretario  es  recibido  en  audiencia  por  el  Papa  todos  los  lu- 
nes al  anochecer.  Le  da  cuenta  de  todos  los  asuntos  más  importantes  tra- 
tados en  la  Congregación,  y  le  da  también  un  ejemplar  de  todas  la  cau- 
sas resueltas  en  la  misma.  En  su  ausencia  le  suple  el  Subsecretario.  (Ex 
actis  S.  C.  C.  apud  Colomiatti,  1.  c,  vol.  2,  p.  56.) 

D)  Thesaurus,  Libri  Decretomm,  etc. 

462.  El  Secretario  ha  tenido  hasta  ahora  á  su  cargo  el  publicar  cada 
año  un  tomo  del  Thesaurus  Resoli  S.  C.  Concilii,  en  el  cual  se  incluyen 
todas  las  resoluciones  í/2  ^o/zo  emanadas  aquel  año,  juntamente  con  el 
folio  presentado  en  cada  causa  por  el  mismo  Secretario  á  la  Sagrada 
Congregación.  Dicha  obra  monumental,  que  hasta  el  año  1907  constaba 
de  165  tomos,  comenzó  á  publicarse  en  1718  por  iniciativa  del  entonces 
Secretario  Mgr.  Lambertini,  que  fué  más  tarde  Benedicto  XIV. 

463.  Las  resoluciones  todas  anteriores  á  1718  se  conservan  manus- 
critas en  el  archivo  de  la  Sagrada  Congregación,  con  el  título  Libri 
Decretorum,  con  el  cual  suelen  citarlas  los  autores.  Carecen  de  índice  los 
tomos  más  antiguos,  ó  sea  desde  el  año  1564,  en  que  empiezan.  Hasta,  el 
año  1649  se  leen  sin  fecha,  muchas  veces  sin  indicar  la  diócesis,  y  con 
frecuencia  se  omiten  los  dubios  y  el  caso  species  facti  y  sólo  se  lee  la 
parte  dispositiva.  Desde  el  tomo  XX  se  ponen  la  petición  y  la  solución, 
y  desde  1679  se  pone  el  folio  impreso,  hecho  de  oficio  por  el  Secretario, 
y  la  respuesta  manuscrita.  Hasta  1679  e\  folio  se  daba  manuscrito  á  los 
Cardenales  algunos  días  antes  de  la  Congregación  plena.  Colomiatti, 
p.  60,  70;  Lega,  1.  c,  vol.  2.°,  p.  165,  sig. 

464.  Las  otras  causas  per  summaria  precum  comenzaron  á  imprimirse 
en  1847,  pero  no  están  á  la  venta  (1).  Desde  entonces  se  distribuyen  im- 
presas á  los  Cardenales  algunos  días  antes  de  la  Congregación  plena. 
Antes  el  Secretario  daba  solamente  de  palabra  una  breve  información 
sobre  estas  causas  á  los  Cardenales  ya  reunidos  para  que  las  decidieran. 
Colomiatti,  p.  60. 

465.  Tanto  el  Thesaurus  como  los  Libri  Decretorum  son  auténticos. 


(1)    Una  colección  privada  de  varias  causas  escogidas  de  entre  éstas,  desde  al  año 
1823  al  de  1869,  publicaron  en  1871  Ungen  y  Reuss. 


BOLETÍN   CANÓNICO  2^7 

Reiffenstuel,  Comment.,  lib.  2.  Decret.  tít.  22,  n.  102,  sig.;  Ex  actis  S. 
Congr.  apud  Colomiatíi,  vol.  2,  p.  57;  Lega,  De  judiciis,  vol.  2,  p.  187,  sig. 
Es  de  notar  que  en  tiempo  de  Napoleón  I  fueron  llevados  á  París  los 
Libri  Decretorum  con  otros  manuscritos  y  restituidos  más  tarde,  y  con 
esta  ocasión  fueron  mojados  por  las  aguas  del  mar,  con  lo  que  sufrieron 
no  poco  varios  de  ellos.  (Ex  actis  S.  C.  apud  Colomiatti,  1.  c,  p.  58.) 

466.  También  existen  en  el  archivo  de  la  Sagrada  Congregación  dét 
Concilio  los  Libri  memorialium,  sea  supplicum  libellorum,  que  algunas 
veces  cita  Benedicto  XIV,  v.  gr,.  De  synodo,  lib.  13,  cap.  24,  n.  6.  Cfr. 
Colomiatti,  vol.  2,  p.  77;  Lega,  1.  c,  p.  187. 

§IV 

CONGREGACIÓN   UNIDA   Á  LA  DEL  CONCILIO 

467.  A  la  Sagrada  Congregación  del  Concilio  está  unida  como  Con- 
gregación especial  la  llamada  Lauretana  (véase  el  n.  121),  que  tiene  á  su 
cargo  la  administración  de  los  bienes  temporales  pertenecientes  á  la 
Santa  Casa  de  Loreto.  La  jurisdicción  eclesiástica  sobre  dicha  casa  y 
demás  iglesias  que  de  ella  dependen  la  ejercen  los  respectivos  Ordina- 
rios, como  delegados  de  Su  Santidad,  y  bajo  la  dependencia  de  esta  Sa- 
grada Congregación.  Véase  la  Const.  Sacrosancta  de  Inocencio  X,  10  de 
Agosto  de  1698.  (BulL  R.  Taur.,  vol.  20,  p.  834.) 


ARTÍCULO  V 
Sagrada  Congregación  de  Religiosos. 

(Véanse  los  números  11,  14,  120, 127, 134  y  187.) 

468.  Le  corresponde  el  quinto  lugar  en  el  orden  de  dignidad,  según  la 
nueva  disciplina. 

Sucede  á  la  antigua  Congregación  de  Regulares,  fundada,  como  se  ha 
dicho  (n.  11),  por  Breve  de  Sixto  V  en  17  de  Mayo  de  1586;  la  cual, 
unida  más  tarde  con  la  de  Obispos,  constituyó  la  de  Obispos  y  Regulares. 

469.  La  Congregación  de  Obispos  ya  existía  en  1573,  como  dijimos 
en  el  n.  9.  También  parece  que,  á  lo  menos  de  un  modo  transitorio, 
existió  la  de  Regulares  con  anterioridad  al  Breve  de  Sixto  V,  puesto  que 
desde  1582  á  1585  se  leen  varios  fascículos  con  la  siguiente  inscripción: 
<^  cingue  Cardinali  de'Vescovi  e  cingue  de'Regolariy. 

470.  Á  principios  de  1586  aparecen  ambas  de  algún  modo  unidas, 
como  se  deduce  de  lo  que  vamos  á  copiar: 

"Feria  3  die  7  Januarii  1586  in  Sacra  Congregatione  Illmorum.  et  Rmorum. 
DD.  S.  R.  E.  Cardinalium  super  negotiis  et  consultationibus  Episcoporum  et  Regula- 

RAZÓN  Y  FE,  TOMO  XXVI  16 


238  BOLETÍN   CANÓNICO 

rium  deputatorum  hoc  anno  primo,  Deo  benejuvante,  habita  coram  limo,  et  Rmo.  D. 
Cardinali  Senonen  Decano  Congregationis,  cui,  etiam  me  Secretario  praesente,  Illmi. 
et  Rmi.  DD.  Cardinales  infrascripti,  nempe  S.  Sixti,  S.  Marcelli,  Veronen,  Montisrega- 
len  et  Lancillotto  interfuerant,  inter  alia  decreta  infrascriptae  litterae  fuerunt  expedid 
tae.»  Ch.Bizzarri,  Collectanea,  p.  VIII;  Colomiatti,  Codexjur.  pontif.,  vol.  2,  p.  129. 

471.  En  la  Const.  Immensa  (1588),  del  mismo  Sixto  V,  ocupa  la  Con- 
gregación de  Regulares  el  undécimo  lugar  (véase  el  n.  14),  y  á  la  de  Obis- 
pos le  cupo  en  la  mencionada  Constitución  el  lugar  siguiente,  ó  sea  el 
12.°  Eran,  por  lo  tanto,  dos  Congregaciones  distintas  é  independientes. 

472.  Sin  embargo,  ambas  Congregaciones  tenían  un  solo  y  mismo 
Prefecto  desde  1593,  como  hemos  dicho  en  el  n.  127.  Desde  esta  fecha, 
en  varios  documentos  pontificios  se  leen  estas  ó  semejantes  palabras: 
«Nos  habita  super  praemissis  cum  venerabilibus  fratribus  Nostris  S.  R.  E. 
Cardinalibüs  super  consultationibus  Episcoporum  et  Regularium  depu- 
tatis,  quibus  praeinserta  statuta  examinanda  demandavimus,  matura  con- 
sultatione.»  Cfr.  Clem.  VIII,  Const.  iis  quae  pro  felici,  8  Nov.  1594;  Pro 
injundi,  12  Oct.  1596;  Exponi  Nobis,  24  Marzo  1599. 

473.  El  decreto  más  antiguo  que  conservamos  de  ambas  Congrega- 
ciones unidas,  con  un  solo  Prefecto  y  un  solo  Secretario,  es  del  9  de 
Enero  de  1601,  que  puede  leerse  en  Bizarri,  Collectanea,  p.  15-17. 

474.  La  unión  ha  durado  hasta  la  Const.  Sapienti  consilío,  que  veni- 
mos comentando. 

Se  alababa  esta  unión  porque  los  Obispos  en  no  pocas  cosas  proce- 
den como  Delegados  Apostólicos  en  asuntos  referentes  á  los  regulares 
(Colomiatti,  1.  c.)  y  era  conveniente  que  á  una  misma  Congregación 
pertenecieran  todos  los  asuntos  referentes  á  los  Regulares;  pero  esa  ven- 
taja en  la  nueva  disciplina  se  tiene  también,  no  obstante  la  separación, 
porque  tales  asuntos  pertenecen  á  la  misma  Sagrada  Congregación  de 
Religiosos. 

475.  La  actual  Congregación  de  Religiosos  viene  á  tener  substancial- 
mente,  como  veremos,  las  mismas  facultades  que  tenía  la  de  Regulares, 
según  las  Constituciones  Romanas  Pontifex  é  Immensa. 

476.  La  razón  de  llamarse  ahora  de  Religiosos,  y  no  como  antes  de 
Regulares,  es  manifiesta.  En  tiempos  de  Sixto  V  todos  ó  la  inmensa  ma- 
yoría de  los  institutos  religiosos  eran  de  regulares,  esto  es,  de  votos 
solemnes.  Véase  Razón  y  Fe,  vol.  5,  p,  254,  n.  13;  Ferreres,  Las  Reli- 
giosas, Com.  IV,  n.  13.  Actualmente  son  muchos  ya  los  institutos  de  votos 
simples  á  los  cuales  les  conviene  la  denominación  de  Religiosos  y  no  la 
de  Regulares. 

Se  ha  adoptado,  pues,  una  denominación  general  común  á  todos  los 
institutos,  tanto  de  votos  solemnes  como  de  votos  simples,  y  aun  á  ciertas 
pías  asociaciones  que  carecen  de  votos,  aunque  vivan  en  comunidad  á 
manera  de  religiosos.  Se  toma,  pues,  aquí  la  palabra  religioso  en  aquel 
sentido  amplísimo  que  la  vemos  usada  en  el  Motu  proprio  Dei  Providen- 
iis(\Q]ül  1905),  que  copiamos  más  abajo  en  la  nota  al  n.  512. 


BOLETÍN   CANÓNICO  239 

I 

SU   CONSTITUCIÓN 

477.  La  constitución  de  la  Sagrada  Congregación  de  Religiosos  es 
análoga  á  la  de  todas  las  otras,  y  así  no  es  fijo  el  número  de  Cardenales 
que  á  ella  pertenecen,  sino  que  depende  de  la  voluntad  del  Romano 
Pontífice. 

478.  Los  oficiales  mayores  son,  después  del  Cardenal  Prefecto,  el 
Secretario  y  el  Subsecretario.  Los  tres  constituyen  el  Congreso. 

479.  Tiene  sus  consultores  y  los  oficiales  menores  convenientes. 

480.  Uno  de  los  ayudantes  tiene  á  su  cargo  lo  referente  á  las  Órdenes 
regulares;  eí  otro  lo  relativo  á  las  Congregaciones  de  votos  simples  y 
demás  institutos  de  varones;  el  tercero  lo  referente  á  las  Congregaciones 
de  votos  simples  y  demás  institutos  de  mujeres, 

481.  Extiende  su  jurisdicción  por  todo  el  mundo,  dondequiera  que 
se  hallen  los  religiosos,  y  á  todo  lo  que  se  refiere  á  su  estado,  disciplina, 
estudios,  órdenes  sagradas;  quedando  á  salvo  la  jurisdicción  que  sobre 
ellos  en  cuanto  misioneros  tenga  la  Sagrada  Congregación  de  Propa- 
ganda Fide,  Norm.  pee,  c.  1,  1.°,  ej  .  Véase  más  abajo  el  n.  517,  sig. 

482.  En  un  principio  constaba  cada  una  de  las  dos  Congregacio- 
nes (la  de  Obispos  y  la  de  Regulares)  de  cinco  Cardenales,  como  puede 
verse  en  la  Const.  Immensa.  Unidas  las  dos  en  una,  fueron  diez  los  Car- 
denales de  que  ésta  constaba.  Llegaron  á  ser  veinticuatro  en  tiempo  de 
Inocencio  X  (1644-1655)  y  á  veces  aún  tuvo  más.  En  la  Gerarchia  Catto- 
lica  de  1907  tenía  treinta  y  dos  Cardenales  la  Congregación  de  Obispos 
y  Regulares.  En  la  de  1909  sólo  figuran  siete  Cardenales  pertenecientes 
á  la  Congregación  de  Religiosos. 

483.  Hasta  ahora  el  Secretario  de  la  Sagrada  Congregación  de  Obis- 
pos y  Regulares  solía  de  este  cargo  ascender  al  Cardenalato. 

Era  consultor  nato  del  Santo  Oficio. 

484.  Hasta  1834  la  Congregación  de  Obispos  y  Regulares  no  tuvo 
consultores  (1). 


<1)  «Cum  negotia  majoris  momenti  et  consultationes,  quae  ad  S.  Congregationem 
Episcoporum  et  Regularium  deferuntur,  fortasse  ratione  temporum  admodum  frequen- 
tia  sint,  Emi.  Paires  in  Generali  Congregatione,  habita  in  Palatio  Apostólico  Quirinali 
nonis  septembris  MDCCCXXXIV,  rati  sunt  rem  utilem  fore,  si,  exemplo  aliquarum 
Congregationum  majorum,  nonnulli  Consultores  deligerentur,  quorum  esset  super 
dubiis  seu  quaestionibus,  de  quibus  rogarentur,  sententiam  suam  exponere,  firmis 
tamen  manentibus  antiquis  institutionibus,  ita  ut  de  negotiis  alicujus  ponderis  atque 
consultationibus  ómnibus  in  Pleno  Auditorio  semper  deliberetur  et  statuatur,  desígnate 
aliquo  ex  Emis.  Patribus  qui  videat  et  referat.  Itaque  Emi.  Paires  decreverunt:  suppli- 
candum  Sanctissimo  pro  admissione  Consultorum  j'uxta  modum  enuntiatum. 

Et  facta  eadem  die  ad  SSmum.  D.  N.  Gregorium  PP.  XVI  per  D.  Secretarium  de 
praemissis  relatione,  Sanctitas  Sua  decretum  Emorum  Patrum.  probavit  atque  sancivit. 

L.  •;-  3.  C.  Card.  Odescalchi,  Praefectus. 

J.  Archiep.  EpaEs;N.,  Secretarías. 


^40  Boletín  canónico 

485.  Esta  Congregación  tenía  antes  Auditor,  Asesor,  Juez  relator  y 
Sumista,  todos  los  cuales  han  desaparecido  con  la  jurisdicción  conten- 
íiosa,  que  ha  pasado  á  la  Rota.  Véase  la  Gerarchia  Cattolica,  y  com- 
párense con  la  de  1909  las  de  los  años  anteriores. 

486.  Gregorio  XVI  instituyó  el  cargo  de  Sumista,  y  lo  confirió  á 
Bízzarri,  más  tarde  Secretario,  autor  de  la  CoUectanea  in  usum  S.  C. 
Ep.  et  Reg.,  creado  después  Cardenal. 

487.  El  cargo  de  Asesor  fué  creado  por  Pío  IX  el  18  de  Octubre 
de  1849,  siendo  también  Bizzarri  el  primero  que  ejercitó  este  cargo. 

(Continuará.) 


SECRETARÍA  PARTICULAR  DE  SU  SANTIDAD. 


La  medalla  que  sustituye  y  representa  los  escapularios. 

Hace  dos  ó  tres  años  llegó  á  nuestra  noticia  que  Su  Santidad  Pío  X 
había  comenzado  á  bendecir  unas  medallas,  que  sustituían  á  los  escapu- 
larios, pero  no  habíamos  podido  ver  ningún  documento  oficial  que  pu- 
diéramos comunicar  á  nuestros  lectores.  En  el  último  fascículo  de  Supple- 
menta  et  monumenta  periódica,  publicado  por  el  doctísimo  é  infatigable 
P.  Vermeersch,  encontramos  un  rescripto  sobre  esta  materia,  firmado  por 
el  Secretario  particular  de  Su  Santidad,  en  el  cual  vemos  que  el  Papa^ 
con  fecha  19  de  Julio  de  1909,  declaró: 

1.°,  que  á  Su  Santidad  le  es  grato  que  el  uso  de  la  tal  medalla  se  ex- 
tienda; 2.°,  que  la  medalla  representa  todos  los  escapularios,  no  sólo  Ios- 
cinco  que  habitualmente  suelen  llevarse  unidos,  sino  también  todos  los 
demás,  como  el  del  Sagrado  Corazón,  etc.;  3.°,  que  para  la  primera  im- 
posición no  sirve  dicha  medalla,  sino  que  debe  imponerse  el  escapulario 
respectivo,  hecho  de  tela,  tal  como  antiguamente  se  hallaba  prescri- 
to; 4.^",  que  la  mayor  limpieza  ó  mayor  comodidad  es  causa  suficiente 
para  llevar  la  medalla  en  vez  del  escapulario  ó  escapularios,  sin  nece- 
sidad de  inquietarse  buscando  particulares  motivos;  5,°,  que  basta  tener 
habitualmente  consigo  tal  medalla,  sin  que  sea  necesario  llevarla  al  cuello 
y  debajo  de  la  ropa. 

Ex  audientia  Sanciissimi.— Responso  19  Julii  1909. 

DE  NUMISMATIBUS  QUAE  PRO   SCAPULARIBUS  GESTARI  POSSUNT 
Beatissime  Pater: 

AlbertusMjsonne,  procurator  missionum  Belgarum  (Scheut),  ad  pedes  S.  V.  humi- 
lime  provolutus,  exponit  quae  sequuntur: 

UUiínb  mehs¿;  ceítiorem  feci  III"'"  Vicarium  Apostolicum  Congi  Belgici,  Sanctitatem 


BOLETÍN   CANÓNICO  241» 

Yestram,  pro  sua  benignitate  erga  Christí  fideles,  consuevisse  sacra  numlsmata.benedí- 
-dere  ita  ut  locum  teneant  omnium  scapularium,  nec  non  munus  dedisse  uní  ex  sois 
praelatis  benedicendi  illa  pretiosanumismata.  :        '' 

-  Haéc  benigna  concessio  praedicto  Vicario  Apostólico  pergrata  fuit,  si  qaidetn  Mul^^ 
tumjuvabit  iii  suo  Vicariatu  diffusionem  scapulariorum,  et  digniorem  reddet  geslatum. 
líujus  sijni  distinctivi  Christianorum.  (Nam  scapularia  ex  panno  confecta,  post  breve 
lempus,  pulvere,  oleo  et  sudore  sordidi  panniculi  flunt;  et  si  quidem  sUper  nuda  pectora 
ttiiserriml  nigrltae  illa  gerere  soleant,  eo  modo  se  christianos  confitentes,  insignis  di- 
átinctio  christianorum  Ínter  paganos  non  est  nisi  linteolum  omnlno  indecorum,)  ;  n 
Sed  prius  quam  introduceret  illam,  licet  pergratam,  innovationem,  prudens  visura' 
est  praedicto  Vicario  Apostólico,  omni  qua  par  est  humilitate,  mentem.Sanctitatis 
Vestrae  inquirere;  scilicet: 

I.°  An  grata  erit  Sanctitati  Vestrae  diffusio  illorum  numismatum,  etiam  in  locí» 
missionum? 

2°  An  haec  numismata  locum  tenent  omnium  scapularium,  non  tantum  illorum 
<iuinque  scapularium  habitualiter  inter  se  conjunctorum,  sed  etiam  ceterorum,  sicut 
scapulare  SS.  Cordis  Jesu,  etc.? 

3.°  An  pro  prima  impositione,  non  haec  numismata  sed,  sicut  antea,  scapularia  ex 
panno  rite  confecta  adhibendasunt? 

4.°  An  solius  munditiae  vel  commoditatis  causa  omnes  fideles  possunt  illa  numi- 
smata loco  scapularium  assumere  quin  unusquisque,  cum  animi  anxietate,  inquirat  de 
propriis  motivis? 

5.°    An  sufficit  illa  numismata  non  ad  collum  et  super  pellem,  sed  quovis  modo  ai^ud 
se  habitualiter  gerere? 
'    Ex  aedibus  Vaticanis,  die  19  julii  1909. 

Relatis,  ut  supra  precibus,  SS»''  D°»'  responderé  benigne  dignatus  est: 
Ad  1""".  affirmative.—ká  2"",  ajfirmative.—ká  3""»,  afftrmative.—Ad  4"",  affirma- 
íive.—Aá  5"'",  ajfirmative. 

JOANNES  BrESSAN. 

(Cfr.  Vermeersch,  1.  c,  vol.  i,  p.  348,  sig.) 

ANOTACIONES 

1.*  Cotno  fácilmente  se  deja  entender,  y  en  parte  se  indica  en  las 
preces  que  hemos  copiado,  el  uso  de  tal  medalla  tiene  muchas  ventajas, 
no  sólo  porque  los  escapularios  fácilmente  con  el  uso  se  ensucian,  á  causa 
principalmente  del  sudor,  y  toman  un  aspecto  de  poca  limpieza,  y  se 
pudren  y  estropean,  sino  también  porque,  cuando  son  muchos,  trábanse 
no  pocas  veces  entre  sí  y  ocasiona  no  escasa  molestia  el  llevarlos. 

2.^  Para  obviar  la  dificultad  que  se  origina  de  llevar  á  la  vez  muchos 
escapularios,  ya  se  habían  excogitado  diversos  medios,  como  el  de  coser- 
los entre  sí,  sujetarlos  todos  con  dos  solos  cordones,  meter  en  una  bolsita 
todas  las  partes  que  caen  delante  del  pecho  y  en  otra  las  que  caen  sobre 
la  espalda,  etc. 

Los  cinco  escapularios  que  habitualraente  solían  llevarse  juntos,  como 
insinúan  las  preces,  son  el  de  la  Santísima  Trinidad,  el  del  Carmen,  el 
de  la  Inmaculada  Concepción,  el  de  los  siete  Dolores  de  la  Santísima 
Virgen  María  y  el  de  la  Pasión  de  Nuestro  Señor  Jesucristo.  Cfr.  Acta 
S.Sedis,  vol.  XIX,  p.  557. 


242  BOLETÍN  CANÓNICO 

3.^  También  se  pensó  en  que  un  solo  escapulario  representara  varios^ 
haciendo  que  reuniera  los  colores  de  todos  ellos,  tuviera  las  imágenes  de 
todos,  etc.;  pero  esto  fué  desaprobado,  tanto  por  la  Sagrada  Congrega- 
ción de  Indulgencias  en  18  de  Agosto  de  1868  (Decr.auth.,  n.  423  ad  6), 
como  por  la  de  Ritos  en  14  de  Junio  de  1879  (Decr.  auth.,  n.  3.495). 

Por  lo  dicho  se  ve  cuan  de  agradecer  es  la  nueva  concesión  de  Pío  X^ 
que  obvia  todas  las  dificultades  mucho  mejor  que  cuanto  hasta  aquí  se 
había  excogitado. 

4.^  En  adelante  al  que  quiera  gozar  las  indulgencias  y  privilegios 
propios  de  un  escapulario  deberá  serle  impuesto  lo  mismo  que  antes  por 
quien  esté  facultado  para  ello,  usando  las  mismas  ceremonias  que  antes 
estaban  mandadas,  y  valiéndose  de  un  escapulario  de  la  forma,  clase  de 
tejido  (de  lana)  y  color  que  estaban  antes  prescritos.  Véase  Razón  y  Fe, 
vol.  14,  p.  361,  n.  133,  sig.;  Gury-Fer reres,  vol.  2,  n.  1.060, 10.";  1.060  bis,  3." 
y  4.°;  Beringer,  Les  Indulgences,  vol.  1,  p.  533,  sig.  (París,  1905). 

Después  de  hecha  la  imposición,  ó  cuando  se  quiera,  puede  el  que  ¡o 
lleva  dejar  el  escapulario  y,  en  vez  de  él,  servirse  de  la  mencionada  meda- 
lla, bendecida  por  Su  Santidad  ó  por  quien  haya  recibido  autorización 
para  ello  del  Papa. 

5.^  Una  sola  y  misma  medalla  representará,  no  sólo  el  escapulario  6 
escapularios  que  ya  le  hayan  sido  impuestos  á  uno,  sino  también  todos 
los  otros  que  después  de  llevar  ya  la  tal  medalla  se  le  impongan. 

6.^  Que  la  mencionada  medalla  represente  los  escapularios  cuyos 
privilegios  han  sido  concedidos  por  la  autoridad  eclesiástica,  no  ofrece 
dificultad  alguna,  pues  el  Papa,  que  los  concedió,  puede  aplicarios  á  la 
medalla  de  la  misma  manera. 

La  dificultad  existía  sólo  con  respecto  al  escapulario  del  Carmen, 
que  tiene  anejos,  no  sólo  privilegios  dados  por  el  Papa,  sino  también  pro- 
mesas hechas  por  la  Santísima  Virgen  María.  Véase  Benedicto  XIV.  De 
festis,  lib.  2,  c.  6,  n.  73;  lo  dicho  en  Razón  y  Fe,  vol.  1.°,  p.  268,  óFerrereSy 
Las  cofradías,  n.  453,  sig.,  cap.  6,  n.  7.  Pero  tal  vez  se  entiende  que  la 
forma  y  modo  de  llevar  el  tal  escapulario  lo  deja  la  Virgen  al  Vicario  de 
Dios  en  la  tierra. 

7.^  Puede  la  tal  medalla  llevarse  pendiente  del  cuello  sobre  la  ropa 
interior,  ó  cosida  en  el  hábito,  sotana,  chaleco,  ó  puesta  en  el  ojal  de  la 
chaqueta,  levita,  etc.,  ó  suelta  dentro  del  bolsillo,  ó  unida  al  rosario, 
pudiendo  al  acostarse  dejarla  junto  á  sí  con  los  vestidos,  ó  encima  de  la 
mesa,  ó  colgada  en  la  pared.  Cfr.  San  Alfonso,  lib.  6,  n.  534;  Gury-Ferre- 
res,  vol.  2,  n.  1.060,7.° 

S."*  Actualmente  parece  que  son  pocos  los  que  fuera  de  Roma  se  ha- 
llan facultados  para  bendecir  tales  medallas. 

Por  ahora  no  tiene  forma  determinada  dicha  medalla,  ni  debe  repre- 
sentar determinado  santo,  sino  que  cualquiera  medalla  puede  utilizarse. 
Lo  único  esencial  es  que  esté  bendecida  para  este  fin  por  el  Papa  ú  otra 


BOLETÍN   CANÓNICO  243 

persona  por  él  autorizada.  Creemos,  no  obstante,  que  con  el  tiempo  se  la 
dará  una  forma  peculiar  y  distintiva. 


SAGRADA  PENITENCIARÍA 


Sobre  Abstinencia  y  Cruzada. 

Contestando  la  Sagrada  Penitenciaría  á  una  consulta  del  Ilustrísimo 
Sr.  Obispo  de  Gerona,  ha  declarado  expresamente  Pío  X,  en  audiencia 
concedida  al  Regente  del  mismo  sagrado  Tribunal:  a)  que  los  que  tienen 
privilegio  para  comer  carne  en  los  días  de  ayuno  pueden,  en  una  misma 
comida,  comer,  v.  gr.,  sopa  con  caldo  de  carne  y  luego  uno  ó  más  platos 
de  pescado,  ó  también  comer  sopa  ú  otra  cosa  (sea  ó  no  sea  carne) 
condimentada  con  caldo  ó  con  salsa  de  pescado  y  luego  uno  ó  más  pla- 
tos de  carne;  b)  que  este  privilegio  es  aplicable  á  los  que  tienen  la  Cru- 
zada y  sumario  de  carnes,  y  c)  que  también  lo  es  á  los  pobres  que  no 
tienen  dicho  sumario  de  carnes,  pero  que  rezan  un  Padrenuestro  y  Ave- 
maria á  esta  intención. 
Dice  así: 

Franciscus  a  Pol  et  Baralt,  Episcopus  Qerundensis,  in  Hispania,  Rom,  Sacrae  Poe- 
nitentiariae  dubia  sequentia  humiliter  proponit,  nempe:  Sacra  Poeiiitentiaria  interro- 
gata:  «An  dispensatus  ad  edendas  carnes  in  diebus  jejunü  possitin  eadem  comestione 
vesci  ad  consulendum  suae  valetudini  pulmento  carnis  jure  cocto  et  de  coetero  pisci- 
bus  vesci,  quantum  potest  observantia  jejunü  servata»,  respondit  sub  die  28  Februari 
annil826  (apud  auctores  8  Februarii  1828)  affirmative.  Sed  revera  ad  responsum  affir- 
mativum  dandum  minime  fuerunt  causae  neo  valetudo  nec  ratio  affectus  observantiae 
legum,  quia  cum  alii  casus  progressu  temporis  Sacrae  Poenitentiariaefuissentdelati,  in 
quibus  illae  rationes  sive  causae  non  afferebantur,  sed  dumtaxat  expostulabatur:  «An 
diebus  jejunü  possit  ab  ¡ndultariis  edi  pulmentum  carnis  jure  coctum  et  pisces»,  data 
fuit  eadem  responsio,  ut  accidit  die  2  Maji  1839,  die  28  Februarii  1855  et  28  Februa- 
rii 1856».  Ita  Canonicus  Philippus  de  Angelis  in  suo  evulgaio  opere  Praelectiones  Juris 
Canonici,  lib.  3,  tit.  46.  Recentiores  Theologiae  Moraiis  Auctores,  Genicot,  vol.  2,  n.  444; 
Lehmkuhl,  vol.  1,  num.  1.214-5;  D'Annibale,  3,  n.  137,  not.  26;  Bucceroni,  Casus  Con- 
scientiae,  pag.  331,  edit.  4.^•  Gury-Ferreres,  vol.  1,  n.  514,  6.°,  hanc  ipsam  doctrinam 
docent  pro  ómnibus  indiscriminatim  indultariis,  et  ajunt,  jusculum  sive  carnis  sive  pi- 
scium,  nec  carnem  nec  piscem  esse;  ideoque  edentes  carnes  simul  cum  jusculo  piscium 
ve!  pisces  simul  cum  jusculo  carnium  dici  non  possuntqüod  epulas  licitas  illicitis  per- 
misceant,  sicut  qui  carnes  ipsas  et  pisces  simul  adhibeant.  In  odiosis  enira  verba  sunt 
stricto  sensu  accipienda. 

Quum  hanc  opinionem  in  dies  ingravescere  videamus,  quaestionemque  exagitari 
utrum  etiam  pro  fidelibus  Hispanis  eadem  teneri  atque  appiicari  possit,  attendentes 
praesertim  quod  consuetudo  óptima  semper  fuit  iegum  jejunü  et  abstinentiae  norma 
regulatrix,  praefatus  Episcopus  a  Sacra  Poenitentiaria  humülime  sciscitatur: 

I.  An  responsum  Sacrae  Poenitentiariae  sub  die  28  Februarü  1826,  quo  fas  est  gau- 
denti  indulto  carnium  diebus  jejunü  vesci  in  eadem  comestione  pulmento  carnis  jure 
cocto  et  de  coetero  vesci  piscibus,  et  juxta  opiniones  auctorum,  vesci  carnibus  in 
eadem  comestione  simul  cum  jusculo  piscium,  etiam  valeat  pro  fidelibus  Regni  Hispa- 
niae  ubi  haec  consuetudo  non  viget? 

Et  quatenus  affirmative. 


^44  BOLETÍN   CANÓNIGO 

fll.    Opiflces  et  pauperes  qui  in  Hispania  ex  concessione  Apostólica  aequíparantur . 
indultariís  ad  edendas  carnes  ¡n  diebus  jejunii,  dummodo  substituant  Indultum  carnium 
recitando  orationem  dominicalem  quotiescu'mque  utantur  tali  gratia,  an  possint  consi- 
derari  tamquam  indultarii  ad  effectus  quaesitl  praecedentís? 

Et  Deus,  etc.  ■ 

In  audientia  SSmi.-  diei  20  Augusti  currentis  anni,  relatis  suprasciptis  dublis  ab 
infrascripto  Sacrae  Poenitentiariae  Regente,  Sanctitas  Sua  rescribi  mandavit:  enuncia- 
tam  commixtionem  permitti,  contrariis  quibuscumque  noi>  obstantibus.  Datum  Romae 
in  S.  Poenitentiaria  die  23  Augusti  1909.  —  O.  Giorgi,  S.  P.  Reg.  —  A.  Cavarri, 
S.  P.Subsí. 

ANOTACIONES 

I.""  El  primer  decreto  que  en  las  preces  se  menciona,  lo  copia  la 
Collectanea  S.  C  de  Prop.  Fide  en  el  n.  801  (vol.  1,  p.  468,  edic.  2.^)  por 
estas  palabras: 

,   S.  Poenit.  Ap.  8  Februarii  1828.— Quelli  che  sonó  dispensati  dalla  qualitá  dei  cibi 
possono  nei  giorni  di  digiuno  cibarsi  di  sola  minestra  di  brodo  per  provvedere  alia 
loro  salute,  e  nel  resto  far  uso  dei  cibi  esuriali  per  conservare  quanto  si  puó  l'osser 
vanza  dalla  legge  dei  cibi? 
(  R.  Affirmative,  attente  consideratis  expositis. 

Como  se  ve,  la  Collectanea  da  también  la  fecha  que  comúnmente  le 
asignan  los  autores,  y  no  la  que  señala  De  Angelis. 

2.'"  El  otro  decreto,  que  se  refiere  á  la  segunda  parte,  se  lee  de  este 
modo  en  la  misma  Collectanea,  n.  1.535  (vol.  2,  p.  136): 

S.  Poenit.  Ap.  14  Junii  1880.— Se  in  forza  della  legge  che  proibisce  di  mangiare 
ihsieme  carne  e  pesce,  sia  prohibito  ugualmente  mangiare  carne  e  qualche  vivanda  con- 
dita con  salsa  di  pesce. 

R.  Negatíve. 

3."  Recuérdese  que  la  ley  de  no  promiscuar  carne  con  pescado  es 
relativamente  moderna  en  la  Iglesia,  pues  la  impuso  Benedicto  XIV  en  30 
de  Mayo  de  1741  por  su  Constitución  Non  ambigímus,  §  4  (Bularlo  de 
Bened.  XIV,  vol.  1 ,  p.  22).  Véanse  también  las  Constituciones  In  su- 
prema de  22  de  Agosto  del  mismo  año,  §  2  (Bularlo,  1.  c,  p.  29);  SI  fra- 
ternitas,  de  8  de  Julio  de  1744  (Bularlo,  1.  c,  p.  159),  y  Libentlsslme, 
de  10  de  Junio  de  1745,  §  3,  sig.  (Ibld.,  p.  234,  sig.) 

4.^  a)  Es  de  notar  que  la  Iglesia  tiende  cada  día  más  á  suavizar  esta 
ley  de  la  promiscuación,  y  así,  aunque  Benedicto  XIV  declaró  en  5  de 
Enero  de  1755  (1)  que  obligaba,  no  sólo  en  los  días  de  ayuno,  sino  tam- 
bién en  los  de  sola  abstinencia,  v.  gr.,  en  los  viernes  de  entre  año;  pero 

(1)  «Ex  audientia  SS-»'  die  5  Januarii  1755  Sanctissimus  firma  remanente  dispositione 
Constitutionum  Apostolicarum  30  Maji  et  22  Augusti  1741,  et  Declarationura  super  ipsis 
aSanctitate  Sua  editarum  8  Julii  1744,  quae  in  precibus  Archiepiscopi  Caesaraugustani 
enunciatur.  quamvis  illae  respiciant  tempus  quadragesimae  aliosque  dies,  quibus  jeju- 
nium  de  praecepto  observandum  est;  nihilominus  ex  alia  ratione  declárateos  etiam, 
quibus  ex  justa  causa  permittitur  esus  carnium  diebus  Veneris  et  Sabbati  aliisque  per 
annum,  in  quibus  praeceptum  est  abstinendi  ab  iisdem  carnibus  absque  obligatione 
jejunii,  nequáquam  posse  una  cum  carnibus  pisces  quoque  comedere,  nisi  forte  vale- 
tudinis  causa  hoc  ipsis  a  Mediéis  concessum  fuerit.»  Cfr.  De  Angelis,  Praelect.  jur.  can., 
lib.  3,  tit.  46,  n.  5  (p.  359). 


BOLETÍN  CANÓNICO  245 

Gregorio  XVI,  con  fecha  15  de  Febrero  de  1834  (Collectanea  S.  C.  de 
Prop.  Fide,  vol.  1,  n.  833),  la  restringió  á  los  días  de  ayuno  y  á  los  do- 
mingos de  cuaresma,  y  permitió  la  promiscuación  en  los  demás  días  en- 
tre año  de  sola  abstinencia. 

b)  Igualmente,  aunque  en  18  de  Enero  de  1834  (Acta  S.  Sedis,  vol.  1, 
p.  428)  la  Sagrada  Penitenciaría-había  contestado  que  esta  ley  obli- 
gaba aun  á  los  que  comían  carne  por  hallarse  enfermos;  pero  en  9  de 
Enero  de  1899  (Acta  S.  Sedis,  vol.  32,  p.  563)  declaró  que  los  tales 
•enfermos  quedaban  exentos  de  dicha  ley.  En  este  último  sentido  parece, 
en  efecto,  que  fué  impuesta  por  Benedicto  XIV,  esto  es,  como  una  com- 
pensación de  la  gracia  que  se  les  concedía  á  los  sanos,  y,  por  consi- 
guiente, sólo  á  los  que  comen  carne  en  virtud  de  indulto  ó  dispensa,  pues 
como  indicamos  en  otra  parte,  hubiera  sido  un  contrasentido  que  mien- 
tras se  iba  ensanchándola  facultad  de  comer  carne  en  favor  de  los  sanos, 
á  los  enfermos,  sin  darles  ningún  favor  en  este  punto,  se  les  hubiera 
impuesto  una  carga  que  nunca  había  existido  para  ellos. 

cj  Más  tarde,  aunque  está  declarado  que  el  que  no  puede  comer 
carne,  tampoco  pueda  tomar  caldo  de  carne,  y  esto,  aunque  por  indulto 
Ijes  esté  permitido  el  uso  de  los  condimentos.de  grasa  (S.  Penit.,  30  de 
Enero  de  1866:  Colledan.  S.  C.  de  Prop.  Fide,  vol.  1,  n.  1.281),  declaró, 
no  obstante,  cómo  hemos  visto,  y  ahora  lo  confirma,  que  el  que  tiene 
indulto  para  comer  carne,  puede  en  una  misma  comida  comer  caldo  de 
carne  y  pescado;  ó  viceversa,  salsa  ó  caldo  de  pescado  y  carne. 

d)  Que  tal  gracia  fuera  aplicable  á  los  que  tienen  la  Cruzada,  parecía 
ya  antes  fuera  de  toda  duda,  y  también  que  fuera  extensiva  á  los  pobres 
que  hacen  uso  de  dicho  indulto  sin  tomar  el  sumario,  pero  rezando  el 
Padrenuestro  y  Avemaria. 

e)  También  declaró  que  se  puede  usar  sin  necesidad  de  indulto  en  los 
días  de  ayuno  y  en  los  de  abstinencia  el  aceite  con  el  que  se  había  frito 
la  carne.  (S.  Poenit.,  17  Nov.  1897.) 

Consulta.— Después  de  escrito  y  aun  compuesto  lo  que  antecede, 
recibimos  la  siguiente  consulta: 

«En  los  días  de  ayuno,  en  que  por  razón  del  privilegio  de  la  Bula  se 
puede  comer  carne  y  tomar  con  pescado  el  caldo  de  la  carne,  las  perso- 
nas que  ayunan,  ¿podrán  tomar  el  dicho  caldo  de  carne  en  la  colación? 

»Dado  que  esto  sea  lícito,  ¿podrán  tomarlo  también  en  aquellos  otros 
días,  como,  por  ejemplo,  los  viernes  de  Cuaresma,  en  que  no  se  puede 
comer  carne? 

Respuesta.— El  poder  tomar  caldo  de  carne  algún  día  ó  en  alguna 
comida  supone  el  privilegio  de  poder  comer  carne  en  aquel  día  ó  en 
aquella  comida,  y  como  ni  en  los  viernes  de  Cuaresma  ni  en  las  colacio- 
nes se  puede  comer  carne,  sigúese  que  tampoco  en  dichos  días  ó  comidas 
se  podrá  tomar  caldo  de  carne. 

J.   B.    F¿RRcR-S. 


EXAMEN  DE  LIBROS 


De  Vlrtute  Fidel  cum  prolegómeno  de  Virtutibus  in  genere  et  appendice  de 
Obedientia  Ecclesiae  debita.  Tractatio  Scholastica.  Auctore  Sac.  C.  Masi.— 
Taurini,  Typographia  Pontificia.  Eq.  Petri  Marietti,  Via  Legnano,  23;  1909. 
En  4.°  de  VlII-260  páginas. 

Dos  secciones  comprende  esta  obra.  Trata  la  primera  de  las  virtudes 
en  general,  y  se  divide  en  dos  partes:  virtudes  naturales  y  virtudes  sobre- 
naturales, y  en  éstas  se  incluyen  los  dones  y  frutos  del  Espíritu  Santo  y 
las  bienaventuranzas.  La  segunda  explica  particularmente  la  virtud  de  la 
Fe.  También  aquí  se  hacen  dos  divisiones;  fe  objetiva  y  subjetivamente 
considerada;  y  en  la  última  se  discurre  sobre  el  acto  y  el  hábito,  coro- 
nándose el  tratado  con  un  apéndice  sobre  la  obediencia  debida  á  la 
Iglesia. 

En  general,  resplandece  este  libro  por  el  orden  y  método  que  en  él  se 
emplea,  por  la  seguridad  de  la  doctrina,  tersura  de  las  definiciones  y  soli- 
dez de  los  argumentos.  El  autor  sigue  en  todo  á  Sahto  Tomás,  citándole 
á  cada  paso  y  presentándole,  al  hablar  de  la  Teología  escolástica,  con 
razón,  como  el  oráculo  y  príncipe  de  ella,  en  cuya  confirmación  recuerda 
las  palabras  de  Inocencio  VI  (núm.  848).  Observaremos  aquí  que  no 
todos  convienen  en  que  este  testimonio  proceda  de  este  Pontífice:  y  el 
P.  Alva,  en  su  Nodus  indissolubilis  (que  no  aparece  en  la  última  edición 
del  índice),  Nodus  IV  De  Innocentio  Papa,  diserta  largamente  sobre  ello, 
negando  su  autenticidad. 

Lo  característico  y  propio  de  la  obra  es:  1.°,  la  concisión  y  claridad 
con  que  en  general  se  declaran  las  cuestiones;  2°,  la  supresión  de  puntos 
que  ahora  revestirían  menos  interés;  3.°,  la  feliz  apropiación  y  uso  de 
frases  en  la  explicación  de  ciertas  divisiones  y  subdivisiones;  4.^  la  expo- 
sición breve  y  refutación  contundente  de  las  teorías  sentimentalistas  y 
modernistas;  5  °,  el  examen  y  juicio  que  por  cuenta  propia  hace  el  señor 
Masi  de  las  opiniones  de  otros  teólogos,  si  bien  hay  que  decir  que  per- 
tenece á  la  que  pudiéramos  llamar  escuela  de  Billot.  Prueba  irrefragable 
de  esto  nos  ofrecen  sus  sentencias  sobre  los  actos  saludables,  que  los 
estima  sobrenaturales  solamente  quoad  modum;  la  conciliación  de  la  fe 
con  la  evidencia  de  la  revelación  y  autoridad  divina,  y  la  resolución  del 
acto  de  fe,  aunque  en  alguna  ocasión  y  en  cosas  de  poca  monta  difiere 
del  profesor  romano,  según  puede  verse  en  las  páginas  126,  nota  3, 
y  20?,  nota  3. 


EXAMEN   DE  LIE  ROS  247 

No  en  todo,  claro  está,  nos  satisface  el  esclarecido  autor.  Disentimos 
de  él  en  varios  pareceres,  como  en  el  modo  del  crecimiento  intensivo  de 
los  hábitos  por  la  mayor  reducción  del  sujeto  en  sus  actos,  sobrenatura- 
lidad  sólo  quoad  modum  del  acto  saludable,  imposibilidad  de  coexistir 
acerca  de  un  mismo  objeto  actos  de  fe  y  ciencia  bajo  diverso  aspecto, 
etcétera.  En  estas  discusiones  libres  unusquisque  in  suo  sensu  abundet. 
Menos  loables  se  nos  figuran  estas  tres  cosas:  1.^  Á  veces,  por  ser  dema- 
siado breve  el  distinguido  Sr.  Masi,  resulta  un  tanto  obscuro.  Así,  al  tratar 
de  si  se  compadece  la  fe  con  la  evidencia  plena  de  la  revelación  y  autori- 
daddivina,  nodistingue  el  caso  deque  la  evidencia  sea  el  motivo  del  asen- 
timiento ó  tan  sólo  acompañe  al  verdadero  motivo,  á  saber,  la  autoridad 
de  Dios  que  revela.  2.^  En  ocasiones  es  algo  desabrido  y  desenfadado 
con  teólogos  respetables,  y  acaso  sin  razón  en  la  causa  en  que  se  funda. 
Hablando  de  si  lo  virtualmente  contenido  en  lo  explícitamente  revelado 
puede  ser  materia  de  fe,  afirma  que  el  P.  Wilmers  coincide  con  Suárez  y 
Lugo,  sin  alegar  ni  un  argumento  con  sombra  ó  visos  de  probabilidad. 
Ni  es  del  todo  exacto  que  Wilmers  se  ajuste  á  la  sentencia  de  ambos 
teólogos,  porque  discrepa  en  el  modo  de  explicar  la  definición  de  la 
Iglesia  para  que  lo  así  contenido  aparezca  de  fe,  ni  tampoco  que  no 
aduzca  pruebas  más  ó  menos  convincentes,  pero  al  cabo  probables  para 
afianzar  su  tesis.  No  es  la  única  ocasión  en  que  desdeña  la  explicación 
del  P.  Wilmers:  pues  si  al  tratar  de  la  sentencia  suareciana,  en  lo  que 
atañe  á  la  manera  de  entrar  la  autoridad  divina  en  el  acto  de  fe,  se  hu- 
biera fijado  en  cómo  explica  aquél  en  el  número  353  la  palabra  misterio 
usada  por  el  Eximio,  y  la  contradicción  que  á  éste  se  achaca,  tal  vez  no 
habría  repetido  el  Sr.  Masi,  sin  citarlo,  la  frase  de  Kleutgen,  agravándola 
con  un  potens:  «no  es  misterio,  sino  poderoso  (potetis)  círculo  vicioso»; 
ni  habría  defendido  que  Suárez  se  contradecía  con  lo  escrito  en  otro 
lugar.  3."*  Se  muestra  en  algunos  casos  intransigente  con  otros  que  no 
interpretan  á  Santo  Tomás  según  su  sentir.  Del  P.  Schiffini,  que  de  lo 
sobrenatural  de  las  virtudes  que  admite  el  Santo  Doctor,  saca  que  debe 
admitir  la  sobrenaturalidad  entitativa  de  los  actos  por  su  correspon- 
dencia con  aquéllas,  testifica  que  con  esa  razón  prueba  tan  evidente- 
mente lo  que  pretende,  como  el  movimiento  de  la  Tierra  alrededor  de  la 
Luna.  Y  á  propósito  de  la  supernaturalidad  de  los  actos  saludables,  hemos 
de  hacer  constar  que,  al  decir  de  Lugo  (Disp.  IX,  sect.  II,  núm.  29),  por 
la  sentencia  contraria  á  la  del  autor  milita  Santo  Tomás,  á  quien  siguen 
omnes  thomisiae,  y  aun  es  dudoso,  según  Suárez,  que  Cayetano  no  la 
mantenga  (De  Gratia,  lib.  II,  cap.  V,  núm.  3). 

No  son  de  grande  peso  estas  imperfecciones;  y  se  las  advertimos 
porque  anhelaríamos  que  una  obra  tan  bien  meditada  y  que  tanto  en  su 
género  vale,  estuviera  exenta  aun  de  los  menores  lunares. 

A.   P.   GOYENA. 


^48  EXAMEN  DE   LIBROS 

^.    Vagandard,   aumonier  du  Lycée  de  Rouen.  Études  de  critique   et 
,  d'Histoire  religieuse.  Deuxiéme'serie.— París,  librairie  Víctor  Lecoffre..., 

rué  Bonaparte,  90;  1910.  Un  volumen  en  8.°  prolongado  de  III-308  páginas, 

3,50  francos. 

Los  estadios  de  critica  y  de  historia  religiosa  reunidos  en  este  volu- 
men son  seis  y  se  titulan:  «la  fundación  formal  de  la  Iglesia  por  Jesu- 
cristo—los  orígenes  de  la  confesión  sacramental— elservicio  militar  y 
ios  primeros  cristianos— la  cuestión  del  alma  de  las  mujeres— la  herejía 
albigense  en  tiempo  de  Inocencio  III— la  naturaleza  del  poder  coercitivo 
de  la  Iglesia»  (1).  Su  gran  importancia  y  el  nombre  mismo  del  ilustre 
autor  basta  para  excitar  el  interés  y  reclamar  su  detenida  lectura  á 
cuantos  se  dedican  á  estos  estudios  histórico-religiosos.  Aunque  toca, 
como  no  puede  menos,  varios  puntos  dogmáticos,  procura  siempre  el 
docto  autor  permanecer  «en  el  terreno  de  la  crítica  pura,  no  usando  sino 
del  método  propio  de  la  ciencia  histórica»;  pero  añade  con  mucha  opor- 
tunidad: «Á  dicha  tendríamos  que  una  exposición  leal  y  sincera  de  la 
verdad,  tal  como  nos  ha  parecido  resultar  de  los  textos  y  de  los  hechos, 
contribuyera  indirectamente  á  la  defensa  y  gloria  de  la  Iglesia»,  pág.  III. 
'  El  primer  estudio,  reproducido  ahora  con  breves  adiciones,  se  pu- 
blicó por  vez  primera  en  la  Revue  du  Clergé  Frangais  para  responder  al 
desafío  lanzado  por  Mr.  Loisy  al  director  de  la  revista  para  que  demos- 
trase históricamente  la  fundación  formal  de  la  Iglesia  por  Jesucristo- 
Responde  muy  cumplidamente  el  Sr.  Vacandard  con  seguridad  de  mé- 
todo crítico  y  notable  competencia  exegética;  haciendo  ver  al  mismo 
tiempo  cuan  infundado  es  el  error  (2)  de  que  el  Cristo  resucitado  que 
fundó  la  Iglesia  no  es  el  Cristo  de  la  historia,  por  no  pertenecer,  dice 
Loisy,  al  orden  de  la  vida  presente,  que  es  el  de  la  experiencia  sensible. 
Mas  de  las  verdades  mismas  y  hechos  concedidos  por  Loisy,  ó  sea  de  la 
realidad  incontestable  de  las  apariciones  y  de  las  impresiones  sensibles 
por  ellas  producidas,  deduce  el  ilustre  autor  con  el  sentido  común  el  carác- 
ter histórico  de  Jesucristo  resucitado;  puesto  que  las  apariciones,  aunque 
fueran  sobrenaturales,  no  dejaban  de  ser  fenómenos  sensibles,  y  como 
tales,  sujetos  á  la  experiencia  sensible,  cual  la  tuvieron  y  ejercieron  los 
Apóstoles,  cerciorándose  de  que  el  mismo  Jesucristo,  muerto  en  la  cruz, 
es  el  que  veían  lleno  de  vida  y  gloria  ante  ellos,  y  que,  por  lo  tanto,  el 
Cristo  resucitado  inmortal  es  el  Cristo  histórico  que  fundó  y  consti- 
tuyó la  Iglesia. 

Acerca  de  la  confesión  en  los  primeros  siglos  de  la  Iglesia,  y  en  par- 
ticular de  los  orígenes  de  la  confesión  sacramental,  se  ha  discutido  mu- 
cho estos  últimos  años  en  libros  y  revistas,  y  no  ha  sido  el  ilustrado 


(1)  De  los  otros  seis  de  la  primera  serle  se  habló  en  el  t.  XII,  pág.  248  y  siguientes 
de  Razón  y  Fe. 

(2)  Está  condenado  en  el  decreto  Lamentabili,  proposiciones  36-37  y  52-56. 


EXAMEN  DE   LIBROS  249 

capellán  del  liceo  de  Rouen  quien  menor  parte  ha  tomado  en  la  con^ 
tienda  con  su  artículo  «Confession  du  l^r  ou  XIII  siécle»  en  el  dicciona- 
rio de  Teología  editado  por  Letouzey.  Algo  ha  debido  ocuparse  de  ello 
también  Razón  y  Fe,  donde  se  hubo  de  rechazar,  t,  XXII,  pág.  520  y 
siguientes,  la  noción  del  pecado  mortal  como  materia  necesaria  de  la  con- 
fesión dada  por  Rauschen,  á  quien  parece  seguir  nuestro  autor  en  esta 
parte,  cuando  explica  en  el  párrafo  7.°  los  cambios  de  la  disciplina  de  la 
confesión. 

La  cuestión  del  servicio  militar  en  los  cristianos  de  los  primeros 
siglos  se  refiere  principalmente  á  su  licitud,  por  el  peligro  de  faltar  á  lo 
que  exigía  la  fe  cristiana,  y  por  la  repugnancia  al  derramamiento  de  san- 
gre humana  que  siempre  ha  manifestado  la  Iglesia.  Trae  interesantes  tes- 
timonios en  el  texto  y  en  el  apartado  II  de  los  cinco  con  que  termina  la 
obra.  Nosotros  sólo  repetiremos,  por  su  oportunidad  en  estos  días,  lo  que 
sobre  la  exención  del  servicio  militar  se  lee  en  la  pág.  168,  al  fin  del  estu- 
dio: «Orígenes  había  hecho  observar  que  los  sacerdotes  paganos  y  los 
que  custodiaban  los  ídolos  estaban  dispensados  del  servicio  militar,  dife- 
renciándose de  los  otros  ciudadanos,  á  fin  de  tener  siempre  las  manos 
puras  cuando  habían  de  ofrecer  sacrificios  á  los  dioses  (1).  La  misma 
distinción  se  estableció  en  la  Iglesia  católica.  Ni  los  emperadores  tuvie- 
ron dificultad  alguna  en  admitirla;  los  cuales  eximieron  á  los  clérigos  de 
la  obligación  de  llevar  las  armas.  De  este  privilegio  gozaron  todos  los 
clérigos  á  través  de  los  siglos,  en  todas  las  naciones  cristianas,  has. a 
nuestros  días.»  Sobre  lo  que  dice  el  autor,  pág.  131,  de  la  proximidad  de 
la  segunda  venida  de  Jesucristo  en  la  mente  de  San  Pablo,  puede  leerse 
en  contra  el  P.  Murillo,  páginas  386  y  387  del  tomo  anterior  de 
Razón  y  Fe. 

En  el  estudio  cuarto  se  pone  claramente  á  la  vista  de  quien  quiera 
leer,  que  es  una  paparrucha,  lo  que  escribió  la  Revue  Bleue  (y  osó  afir-^ 
mar  en  España  públicamente  la  Belén  Sárraga)  «que  se  cuestionó  seria- 
mente en  un  Concilio  de  Obispos  (el  de  Macón),  si  la  mujer  tenía  ó  no 
un- alma»  humana. 

El  final  del  estudio  sobre  la  herejía  de  los  albigenses  llamará  la 
atención  á  más  de  uno  de  nuestros  lectores;  dice:  «El  título  de  primer 
inquisidor  que  se  le  aplica  (á  Santo  Domingo  de  Guzmán)  por  autores 
graves,  es  inexacto.» 

En  el  último  estudio  se  propone  el  erudito  autor  demostrar  que 
todavía,  á  pesar  de  la  Encíclica  Quanta  cura,  puede  sostenerse  como 
ortodoxa  la  opinión  de  algunos  pocos  escritores,  v.  gr.,  Bartolo,  á  quien 
cita  especialmente  (2),  de  que  el  poder  coactivo  de  la  Iglesia  por  dere- 


(1)  Contra  Celsum,  lib.  VIH,  cap.  LXXIÍI. 

(2)  En  Razón  y  Fe,  t.  XI,  páginas  394-395,  dimos  cuenta  de  la  obra  de  Bartolo,  y  allí 
hubimos  de  notar  su  doctrina  sobre  este  punto. 


250  EXAMEN    DE   LIBROS 

cho  estricto,  divino,  sólo  se  extiende  á  imponer  penas  espirituales,  aunque 
gravísimas,  como  la  excomunión,  pero  no  materiales  ó  corporales.  No 
quiere  comprometer,  dice,  su  parecer  propio  al  exponer  las  razones  en 
pro  de  esta  opinión;  pero  al  hacerlo  sienta  algunas  afirmaciones  inexac- 
tas y  que  no  creemos  se  puedan  admitir  en  buena  Teología.  Ya  lo  indica 
el  P.  Choupin  en  el  artículo  que  lealmente  se  reproduce  en  el  apéndice  4.°, 
en  el  que,  distinguiendo  el  derecho  de  la  Iglesia,  que,  como  recibido  de 
su  Divino  Fundador,  es  siempre  el  mismo,  y  la  aplicación  ó  uso  de  ese 
derecho  que  puede  ser  y  ha  sido  diverso  en  diversas  edades,  ha  des- 
vanecido una  de  las  principales  dificultades  que  parece  habían  confun- 
dido al  autor. 

La  proposición  condenada  en  la  Encíclica  Quanta  cura  es  la  que 
afirma  «no  competer  á  la  Iglesia  el  derecho  de  reprimir  con  penas  tem- 
porales á  los  que  violan  sus  leyes»:  «Ecclesiae  jus  non  competeré  viola- 
tores  legum  suarum  poenis  temporalibus  coercendi»  (1)  ¿Qué  opone  el 
Sr.  Vacandard  á  condenación  tan  clara,  cuyo  sentido  obvio  no  permite  en- 
tenderla fácilmente  sino  como  la  entienden  comúnmente  los  teólogos,  se- 
gún indica  el  mismo  autor,  pág.  235?— Que  la  Encíclica  no  es  documento 
infalible,  por  lo  que  podría  reformarse;  y  que  por  penas  temporales  se  sig- 
nifica lo  que  otros  Pontífices  llaman  penas  saludables.  Con  razón  res- 
ponde el  P.  Choupin  que  aunque  no  fuese  infalible  la  Encíclica,  es,  por  lo 
menos,  ley  doctrinal  universal  obligatoria,  y,  por  lo  tanto,  debe  tenerse 
por  temerario  quien  propale  doctrinas  en  ella  condenadas;  y  que  «el 
texto,  el  contexto,  las  circunstancias  históricas,  todos  los  diccionarios 
que  han  fijado  la  significación  de  las  palabras  temporal  y  saludable,  el 
sentido  común  de  los  teólogos  y  canonistas,  la  práctica  constante  de  la 
Iglesia  y  el  buen  sentido»  son  contrarios  á  la  interpretación  sobredicha. 
Hemos  de  añadir:  1.°,  que  «se  admite  generalmente  y  es  indudable,  como 
dice  el  P.  Wernz,  que  la  Encíclica  Quanta  cura  es  documento  ex  cathe- 
dra  (y  por  consiguiente,  infalible),  y  que  si  hay  quizás  algunos  católicos 
que  lo  niegan,  se  exceden  ciertamente  y  su  opinión  es  del  todo  improba- 
ble» (2);  2.°,  que  el  sentido  de  la  palabra  temporales,  distinto  de  salu- 
dables, se  expresa  bien  en  la  proposición  condenada,  que  precede  inme- 
diatamente á  la  interpretada  por  Vacandard,  y  que  dice  que  «la  Iglesia 
nada  debe  decretar  que  pueda  obligar  las  conciencias  de  los  fieles  en 
orden  al  uso  de  cosas  temporales^:  «Ecclesiam  nihil  deberé  decernere, 
quod  obstringere  posuit  fidelium  concientiae  in  ordine  ad  usum  rerum 
temporalium».  La  condenación  de  Pío  IX  se  lanzó  precisamente  contra  los 
liberales,  que  negaban  á  la  Iglesia  la  facultad  de  imponer  penas  materia- 
les y  de  invocar  el  brazo  secular,  como  lo  ha  hecho  frecuentemente.  El 
Concilio  Tridentino,  sess.  25,  de  Reform.,  cap.  III,  dice  á  los  jueces  ecle- 


(1)  Ap.  Denzinger,  Enchina.,  núm.  1.547. 

(2)  Véase  Razón  y  Fe,  t.  XVIII,  páginas  528-529,  y  E.  Wernz,  allí  citado. 


EXAMEN  DE   LIBROS  2S1 

siásticos  que  podrán,  si  les  pareciera  conveniente,  proceder  en  ciertas 
causas  y  «fallarlas  imponiendo  penas  pecuniarias,  ó  bien  por  medio  de 
embargos  de  bienes  ó  el  arresto  de  las  personas  por  sus  propios  ejecuto- 
res ó  por  extraños»:  «per  captionem  pignorum  personarumque  districtio- 
nem  per  sus  proprios  aut  alíenos  executores  faciendam.  (Por  fin,  siendo 
tan  grave  y  delicada  la  materia,  queremos  advertir  que  en  la  nota  (apén- 
dice 14)  sobre  las  relaciones  de  la  Iglesia  y  del  Estado,  no  se  expone  ín- 
tegra la  doctrina  de  León  XIII  en  la  Encíclica  Immortale  Dei;  puesto  que, 
admitiendo  el  Papa  ser  supremas  é  independientes  ambas  sociedades  y 
potestades  eclesiástica  y  civil,  «cada  una  en  su  género»,  enseña  que  «es 
necesario  que  haya  entre  las  dos  potestades  cierta  trabazón  ordenada; 
trabazón  íntima  que  no  sin  razón  se  compara  á  la  del  alma  con  el  cuerpo 
en  el  hombre»  y  exige  en  ciertos  casos  la  subordinación  del  poder  tem- 
poral al  espiritual,  que  es  de  orden  superior. 

P.  ViLLADA. 


Ambrosio  de  Morales,  estudio  biográfico  por  Enrique  Redel,  publicado  á 
expensas  de  la  Real  Academia  Española. — Córdoba,  imprenta  del  Diario,  Le- 
trados, 18,  y  García  Lovera,  20;  1909.  En  8.°  de  576  páginas,  6  pesetas. 

Ambrosio  de  Morales  es  uno  de  nuestros  antiguos  historiadores  más 
dignos  de  estudio;  y,  sin  embargo,  sus  numerosos  escritos,  su  vida,  por 
muchos  títulos  interesante,  no  ha  sido  hasta  hoy  objeto  de  ningún  tra- 
bajo serio.  El  presente,  aunque  no  agota  la  materia,  está  hecho  con 
esmero  y  aun  cariño;  el  autor  ha  procurado  recoger  los  numerosos  datos 
autobiográficos  esparcidos  por  Morales  en  sus  obras  y  cuanto  ha  podido 
hallar  en  obras  impresas  ó  manuscritas  conservadas  en  Córdoba.  En 
cuanto  á  las  demás  fuentes  manuscritas  de  nuestra  historia,  incluso  la 
misma  Biblioteca  Nacional,  ha  debido  contentarse  con  algunas  notas 
procuradas  por  ios  amigos.  Método  harto  deficiente  como  el  mismo  autor 
reconoce  (pág.  421). 

Á  la  genealogía  de  Morales  se  consagra  el  capítulo  I,  que  termina  muy 
oportunamente  con  un  resumen  ó  árbol  genealógico  que  fije  bien  las 
ideas.  Sigue  la  niñez  y  estudios  de  Ambrosio,  ya  en  Córdoba,  ya  en  Sala- 
manca, adonde  fué  acompañado  de  su  tío  materno  el  insigne  escritor 
maestro  Fernán  Pérez  de  Oliva,  cuyo  nombre  y  méritos  enaltece  aquí 
el  autor  muy  justamente. 

Muerto  el  maestro  Pérez  de  Oliva,  Ambrosio  regresó  á  Córdoba, 
ingresó  y  profesó  en  el  monasterio  de  San  Jerónimo,  tomando  por  nom- 
bre Fray  Ambrosio  de  Santa  Paula. 

Dejó  luego  el  hábito  y  el  monasterio,  habiendo  imitado  imprudente- 
mente á  Orígenes  en  el  modo  de  querer  precaverse  contra  los  peligros 
de  la  castidad.  En  el  siglo,  una  vez  frustrado  su  viaje  á  Roma,  logró 


^252  EXAMEN   DE   LIBROS 

ordenarse  de  sacerdote  y  pasar  á  Alcalá,  con  intento  de  completar  sus 
estudios. 

Alcanzó  luego  la  cátedra  de  Retórica;  en  ella  y  en  su  casa  tuvo  ilus" 
tres  discípulos,  como  refiere  el  cap.  IV,  con  otras  noticias  dignas  de 
saberse  sobre  la  insigne  Universidad. 

En  1563  fué  Morales  nombrado  cronista  del  Reino,  á  petición  suya, 
presentada  á  las  Cortes  de  Madrid;  aunque  ya  hacía  años  que  tenía 
escrito  algo  sobre  nuestra  historia,  y  aun  por  comisión  del  mismo  Rey, 
como  la  relación  de  la  prisión  del  Arzobispo  de  Toledo,  Carranza 
(pág.  123). 

Preparó,  pues,  con  mucho  trabajo  su  Crónica  y  su?,  Antigüedades,  que 
fueron  apareciendo  en  diversos  años  y  encontró  tiempo  para  desarrollar 
otros  muchos  temas  de  erudición;  como  los  Discursos,  las  obras  de  San 
Eulogio  y  la  narración  de  la  solemne  procesión  hecha  para  trasladar  las 
reliquias  de  San  Justo  y  Pastor  desde  Huesca  á  Alcalá:  véanse  los  capí- 
tulos VI,  VII  y  sobre  todo  el  XI. 

Tal  es,  brevemente,  la  vida  de  Ambrosio  de  Morales,  que  murió  el  21 
de  Septiembre  de  1591,  estimado  en  gran  manera  de  sus  contemporá- 
jieos,  como  puede  convencerse  el  lector  leyendo  este  hermoso  estudio. 

Al  fin  va  una  serie  de  Apéndices,  nutridos  de  erudición  y  doctrina,  y 
en  todo  el  libro  muchas  y  muy  trabajadas  notas. 

Es  digno  de  notarse  lo  que  dijo  la  Revista  de  Archivos  (Mayo-Junio 
de  19C9,  pág.  471),  que  el  12  de  Febrero  del  1909  está  fechado  el  colofón 
y  el  13  murió  el  autor,  sin  lograr  tener  en  la  mano  un  ejemplar  de 
su  libro. 

Esta  circunstancia,  no  obstante,  no  me  impedirá  poner  algún  reparo 
á  la  obra.  Habría  ganado  no  poco  rompiendo  el  orden  cronológico  y 
reduciendo  los  capítulos  á  bien  pensados  temas,  que  con  sus  rótulos 
(omitidos  ahora)  hubieran  facilitado  la  lectura  del  libro;  además  algunas 
noticias,  citas  y  referencias  distraen  del  asunto  principal,  aunque,  por  otra 
parte,  se  alegra  uno  verlas  recogidas;  tal  vez  se  nota  exagerado  empeño 
en  mostrarse  diligente  en  las  citas.  ¿Á  quién,  v.  gr.,no  extraña  ver  copiada 
toda  la  portada  de  la  patrología  de  Migne  al  citar  un  tomo;  y  en  vez  de 
decir  simplemente  Madoz,  t.  II,  encontrar  en  las  páginas  44  y  268:  Diccio- 
nario geográfico-estadístico-histórico  de  España  y  sus  posesiones  de 
Ultramar,  por  Pascual  Madoz.  Tomo  II.  Madrid,  1845? 

Vengamos  á  otra  cuestión: 

En  el  apéndice  O,  hablando  el  autor  de  las  obras,  manuscritos  y 
papeles  inéditos  de  Ambrosio  de  Morales,  advierte  la  equivocación  con 
que  el  P.  Astrain,  en  una  nota  de  la  página  475  del  primer  tomo  de  su 
Historia  de  la  Compañía  de  Jesús,  aplica  al  célebre  cronista  Ambrosio 
de  Morales  la  paternidad  de  una  obra  que  no  le  pertenece,  con  ocasión 
de  tratar  del  Hermano  Juan  Fernández. 

«El  docto  P.  Astrain,  dice,  se  ha  confundido  al  acudir  ala  autoridad 


EXAMEN   DE   LIBROS  253 

de  nuestro  cronista  para  demostrar  que  el  Hermano  Fernández  era  cor- 
dobés; porque  la  Historia  manuscrita  de  Córdoba,  custodiada  en  el 
Archivo  Municipal  de  esta  población,  fué  compuesta  en  el  siglo  XVII, 
según  unos,  por  el  Dr.  Andrés  de  Morales  y  Padilla,  y  según  otros,  por 
el  P.  Alonso  García  de  Morales,  como  ya  indiqué  en  el  apéndice  B;  pero 
de  ningún  modo  por  Ambrosio  de  Morales,  á  quien  se  nombra  con  respeto 
en  sus  páginas,  dando  pormenores  más  ó  menos  lacónicos  acerca  de  su 
vida  y  de  su  muerte.» 

Tiene  perfecta  razón  el  Sr.  Redel;  y  para  que  no  se  diga  que  son  cláu- 
sulas posteriormente  añadidas  esas  referencias,  advertiré: 

1.°  Que  el  otro  ejemplar  de  dicha  Historia,  conservado  en  la  Biblio- 
teca Provincial  de  Córdoba,  lleva  esta  portada  antigua:  «Historia 
gene  1  ral  de  Córdoba  |  Primera  |  Parte  ]  su  Autor  |  el  D/  Andrés  de 
Morales  |  Año  de  1620.» 

2.°  Que  el  capítulo  175  del  libro  10.°  lleva  por  título  Del  Rey 
Felipe  III;  habla  de  la  muerte  de  su  padre  Felipe  II,  y  supone  que  hace 
años  está  reinando  el  mismo  Felipe  III,  pues  dice  que  «a  proseguido  su 
Magestad  á  hacer  no  menos  mercedes  que  su  padre  á  la  ciudad  de  Cor- 
doua»,  eligiendo  de  ella  consejeros,  eclesiásticos... 

3.°  Que  en  el  ejemplar  del  Archivo  Municipal,  aunque  la  portada  es 
posterior,  como  diré  luego,  se  lee  este  final,  sin  duda,  autógrafo  (t.  II, 
fol.  584):  «acabóse  este  segundo  tomo  de  ultima  mano  y  corrección  dia 
del  glorioso  Santiago  Patrón  de  España  en  Madrid  á  25  de  Julio 
año  1620,  todo  debajo  de  la  Santa  Corrección  de  la  Iglesia  y  del  que 
más  supiere— Dotor  Morales.»  Sin  que  haya  razón  alguna  para  suponer 
que  empezó  uno  y  acabó  otro  esta  Historia. 

4."  Que  al  fin  del  ejemplar  del  Archivo  Municipal  hay  unos  papeles 
con  una  proposición  de  Francisco  Argote  en  19  de  Octubre  de  1716, 
hecha  al  Ayuntamiento  de  Córdoba  para  hacer  volver  la  Historia  en 
cuestión  desde  Écija,  donde  se  hallaba,  al  mismo  Ayuntamiento,  su  ver- 
dadero propietario.  En  esta  proposición,  copiando  documentos  ante- 
riores, expresamente  se  nota  «que  en  este  año  pasado  de  1619  Andrés 
de  Morales  hijo  y  natural  de  esta  ziudad,  zelebre  historiador  por  hazer 
algún  serbizio  a  estta  ziudad  su  Patria  escribió  dos  tomos  de  Historia 
Anales  de  estta  ziudad  que  dedicó  á  V.  S.  y  manuscriptos  se  pusieron 
en  su  Archivo». 

5."  Que  la  atribución  de  la  dicha  Historia  de  Córdoba  á  Andrés  de 
Morales  es  constante  entre  los  archiveros,  como  expresamente  me  lo 
aseguró  el  actual;  tal  fué  también  la  mente  de  D.  Luis  María  Ramírez  y 
las  Casas-Deza,  cuando  en  1842  arregló  el  ejemplar  que  se  conserva  en  el 
Archivo  Municipal,  pues  le  puso  esta  portada:  «Historia  |  de  |  Córdoba  | 
escrita  |  Por  el  Ds  Andrés  de  Morales  |  y  Padilla.» 

6.°  Que  la  única  cuestión  disputable  es  la  propuesta  por  el  señor 
Redel,  y  más  ampliamente  por  el  mismo  Luis  María  Ramírez  en  sus 

RAZÓN  Y  FE,  TOMO  XXVI  17 


254  EXAMEN   DE   LIBROS 

Anales  de  la  ciudad  de  Córdoba,  que,  escritos  de  su  mano,  se  guardan 
en  el  dicho  Archivo  Municipal,  Prólogo,  fol.  1  v.:  «Poco  antes  que 
Pedro  Díaz  de  Rivas  anunciase  su  obra,  esto  es,  en  1618,  había  muerto 
otro  literato  cordobés,  el  P.  Alonso  García  de  Morales,  de  la  Compañía 
de  Jesús  y  Rector  del  Colegio  de  Osuna;  dejó  Mss.  una  historia  de  Cór- 
doba y  un  catálogo  de  las  Casas  ilustres  de  esta  ciudad.»  Y  en  nota, 
«aunque  se  atribuye  generalmente  esta  obra  al  P.  Alonso  García  de  Mo- 
rales, ofrece  muchas  dudas  el  determinar  su  autor  con  toda  certeza...». 
Aduce  el  testimonio  del  P.  Martín  de  Roa  y  de  Nicolás  Antonio,  sobre 
el  Dr.  Andrés,  y  termina.  «Resulta  que  D.  Andrés  de  Morales  escribió 
una  historia  idéntica  á  la  que  compuso  el  P.  García  de  Morales:  ¿será 
acaso  la  misma,  y  D.  Andrés  reuniría  materiales  para  el  P.  García  de 
Morales,  del  que  era  hermano?  En  ciertos  apuntes  de  un  escritor  cor- 
dobés se  ve  que  el  P.  García  dejó,  al  morir,  la  historia  de  Córdoba  y  de 
sus  casas  en  poder  de  su  hermano  D.  Andrés  para  que  la  entregase  al 
Ayuntamiento,  lo  que  no  efectuó  desde  luego,  por  lo  que  éste  la  reclamó 
y  recogió,  después  de  su  muerte,  en  1649.  Esto  es,  se  recogió  el  14  de 
Abril  de  1649,  como  se  nota  en  las  actas  conservadas  en  el  mismo  Ar- 
chivo Municipal.» 

Alguna  luz  puede  dar  en  esta  cuestión  secundaria,  de  que  no  quiero 
ocuparme,  confrontar  los  ejemplares  de  Córdoba  que  van  á  nombre  de 
D.  Andrés  con  el  ejemplar  de  la  Biblioteca  Nacional,  que  va  á  nombre 
del  P.  García,  según  ya  notó  Sommervogel,  III,  1.248,  B. 

Dicho  sea  esto,  como  apuntó  el  Sr.  Redel,  para  evitar  futuras  equivo- 
caciones. 

E.  Portillo. 


NOTICIAS  BIBLIOGRÁFICAS 


DOS   «CARTAS-PASTORALES» 
DEL    ILMO.    SR.    OBISPO    DE    VICH, 

1 .  Á  los  maestros  cristianos. 

Con  motivo  de  la  semana  san- 
grienta de  Julio,  muchas  personas 
han  deseado  saber  del  limo.  Sr.  Obispo 
de  Vich  cuál  era  el  remedio  más  opor- 
tuno para  curar  la  miseria  moral  que 
los  sucesos  de  Barcelona  descubrie- 
ron, y  evitar  la  reproducción  de  tan 
horrendos  crímenes.  El  docto  Prelado, 
contestando  á  la  pregunta,  dirige  esta 
Pastoral  á  los  maestros,  porque  en 
manos  de  ellos  está  la  palanca  pode- 
rosa que  conmueve  al  mundo  moderno: 
la  educación  é  instrucción  de  la  juven- 
tud, en  donde  se  forma  la  corriente 
social  que  conduce  al  equilibrio  y  á  la 
paz  pública,  ó  al  desorden  y  á  la  catás- 
trofe de  la  civilización». 

2.  Ejemplaridad  sacerdotal  de  San  José 
Oriol. 

Habiendo  recibido  San  José  Oriol  la 
consagración  sacerdotal,  es  muy  opor- 
tuno que  el  actual  Prelado  de  la  dió- 
cesis vicense  le  proponga  al  clero 
como  ejemplar  de  sacerdotes.  «El  dul- 
ce eclesiástico  de  Barcelona  contri- 
buyó muy  eficazmente  á  la  reforma  de 
costumbres  de  la  ciudad  y  al  creci- 
miento de  su  espíritu  sobrenatural  con 
la  propagación  de  la  enseñanza  cate- 
quística.» Así  dice  el  limo.  Sr.  Torres  y 
Bages.  Por  esto  desea  que,  á  ejemplo 
de  San  José  Oriol,  emplee  el  clero  los 
recursos  del  sagrado  ministerio  «en  su 
oficio  más  esencial,  que  es  el  de  cate- 
quizar á  los  hijos  de  la  Iglesia». 

La  acción  social  del  Clero.  Instrucción 
que  el  Excmo.  y  Rmo.  Sr.  Dr.  D.  Victo- 
riano GuiSASOLA,  Arzobispo  de  Valen- 
cia, dirige  á  su  amado  Clero  diocesano. 
Valencia,  1910.  Tipografía  Moderna,  á 
cargo  de  Miguel  Jimeno. 

El  ilustne  Prelado  traza  en  esta  Ins- 
trucción reglas  prudentísimas  que  to- 


dos los  sacerdotes  debieran  tener  pre- 
sentes para  no  dejarse  llevar  de  un  celo 
indiscreto,  y  sobre  todo  para  no  perder 
de  vista  el  fin  sobrenatural  de  su  mi- 
nisterio y  el  verdadero  blanco  adonde 
se  ha  de  encaminar  la  acción  social. 
Con  ellas  cooperarán  eficazmente  á  la 
acción  social  católica  en  España,  tan 
recomendada  por  Pío  X  en  su  carta  al 
Sr.  Arzobispo  de  Toledo,  Emmo.  Car- 
denal Aguirre,  inserta  en  este  número, 

N.  N. 

Cuarta  Pastoral  del  Ilustrísimo  y  Reve- 
rendísimo Sr.  Dr.  D.  Juan  Maura  y  Ge- 
labert,  Obispo  de  Órihuela,  sobre  el 
Modernismo.— Orihuela,  imprenta  de 
Cornelio  Paya,  1909.  En  4.°  de  37  pá- 
ginas. 

Contiene  la  refutación  del  pragma- 
tismo de  modo  clarísimo,  fácil,  conclu- 
yente,  como  no  nos  acordamos  ha- 
berla visto  mejor,  ya  se  considere  el 
pragmatismo  en  general  por  el  valor 
que  da  á  las  ideas  en  relación  á  la 
práctica,  ya  se  le  examine  en  el  terre- 
no religioso,  donde  se  demuestra  que 
su  experiencia  religiosa  es  ó  implica 
el  ateísmo,  y  que  los  conflictos  que 
quiere  W.  James  desterrar  con  su 
teoría  entre  la  religión  y  la  ciencia, 
desaparecen,  sí,  en  esa  teoría,  pero 
eliminando  la  religión  aun.  natural  y  la 
verdadera  ciencia. 

P.  V. 


Der  Opfercharacter  der  Eucharistie  einst 
undjetat  eine  dogmastisch  patristische 
Untersuchug  zur  Abwehv.,  von  doctor 
Theol.  Emil  Dorsch,  S.  ].—El  carácter 
de  inmolación  en  la  Eucaristía  antes  y 
aflora:  investigación  dogmático-patrís- 
tica en  propia  defensa,  por  el  Dr.  Emi- 
lio Dorsch,  S.  J.— Innsbruck,  1909.  Un 
volumen  en  4."  de  XVI-306  páginas.  Pre- 
cio, 5,40  marcos. 

La  ocasión  del  presente  escrito,  como 
ya  lo  insinúa  su  título,  ha  sido  la  agre- 
sión de  que  ha  sido  objeto  el  autor  por 


256 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


parte  del  Dr.  Wieland,  en  su  escrito, 
cuyo  título  es:  «El  Mhro Mensa  y  Confe- 
sio  y  el  P.  Emilio  Dorsch,  S.  J.,  de  Inns- 
bruck. » El  P.  Dorsch,  tomando  por  lema 
la  defensa  de  la  Verdad,  quiere  que 
su  respuesta  al  Dr.  Wieland  sea  teni- 
da como  un  «combate»  por  los  fueros 
de  aquélla.  La  Iglesia,  dice  el  profesor 
de  lnnsbruck,lia  reconocido  siempre  en 
la  Misa  el  carácter  de  verdadero  sa- 
crificio: tal  es  el  concepto  que  del  Al- 
far y  de  la  acción  que  sobre  él  se  con- 
suma y  constituye  el  centro  del  culto 
cristiano,  ha  tenido  constantemente  la 
Iglesia  y  la  tradición  eclesiástica  des- 
de los  tiempos  de  los  Apóstoles  hasta 
el  Concilio  de  Trento,  y  desde  este 
Concilio  hasta  nuestros  días.  El  Padre 
Dorsch  examina  detenidamente  los 
testimonios  patrísticos  y  teológicos 
en  favor  de  ese  concepto,  poniendo 
empeño  en  refutar  y  presentar  como 
desviación  y  desfiguramiento  déla  doc- 
trina genuina  del  cristianismo  las  ex- 
plicaciones contrarias.  Desde  el  Após- 
tol San  Pablo  los  Doctores  eclesiásti- 
cos que  han  hablado  de  la  Eucaristía, 
la  han  presentado  siempre  como  un 
sacrificio  ó  inmolación  de  una  víctima 
en  obsequio  del  Criador,  y  el  Concilio 
de  Trento  no  hizo  otra  cosa  que  re- 
cordar y  robustecer  este  pensamiento 
de  la  tradición  cristiana. 

L.  M. 


ESTUDIOS  SOCIALES 

Religión  y  Ciencia.  Estudios  para  los  tiem- 
pos presentes.  Segunda  serie,  á  60  cén- 
timos volumen.— Madrid,  Centro  de  pu- 
blicaciones católicas,  librería»  religiosa, 
Pontejos,  8. 

Como  en  nuestros  días  es  tan  nece- 
sario el  conocimiento  de  la  religión  en 
sus  relaciones  con  la  ciencia,  y,  por  otra 
parte,  es  tan  corto  el  número  de  los 
que  tienen  voluntad  ó  posibilidad  de 
internarse  profundamente  en  la  consi- 
deración de  tamaños  problemas  ó  de 
arrostrar  con  gruesos  volúmenes,  han 
surgido  en  Alemania,  en  Inglaterra,  en 
Italia,  en  Francia  bibliotecas  de  vulga- 
rización, donde  en  tomos  reducidos  se 
va  dando  sumaria  noticia  de  las  cues- 
tiones sociales,  científicas  y  religiosas 
al  alcance  de  todas  las  personas  que 
lleguen  á  un  nivel  mediano  de  cultura. 


Semejante  á  ellas  nos  parece  la  era- 
presa  que  con  el  título  general  de  Re- 
ligión y  Ciencia  se  publica  en  Madrid, 
y  de  cuya  segunda  serie  hemos  reci- 
bido varios  opúsculos,  breves  en  el 
tamaño,  cortos  en  las  páginas,  pues 
ninguno  llega  á  ciento,  pero  nutridos 
de  bastante  lectura  por  estar  impresos 
casi  todos  en  pequeños  tipos.  Unos 
son  originales  de  autores  españoles; 
otros,  los  más,  traducidos  del  francés. 
De  unos  y  otros,  digamos  dos  pala- 
bras, pues  no  consiente  más  el  espacio 
de  que  disponemos. 

Sistemas  de  retribución  del  trabajo,  por 
Pedro  Sangro  y  Ros  de  Olano,  doctor 
en  Derecho,  auxiliar  del  Instituto  de  Re- 
formas Sociales,  secretario  de  la  sec- 
ción española  de  la  Asociación  inter- 
nacional para  la  protección  lega!  de  los 
trabajadores. 

El  Sr.  Sangro  ha  condensado  en  las 
85  páginas  de  este  opúsculo  mucha 
doctrina  y  erudición.  En  dos  partes 
divide  la  obra.  Versa  la  primera  sobre 
la  ética  en  la  cuestión  social,  la  impor- 
tancia del  tema  en  la  economía,  la  re- 
tribución en  la  historia,  el  justo  sala- 
rio según  las  diversas  escuelas,  el  sa- 
lario familiar  y  el  salario  mínimo.  La 
segunda  parte,  más  copiosa  y  positiva, 
especifica  los  diversos  sistemas  de  re- 
tribución del  trabajo,  tomando  princi- 
palmente por  guía  el  clásico  libro  de 
Schloss,  algunas  de  cuyas  doctrinas  ex- 
tractamos en  otra  ocasión  (1).  En  los 
puntos  más  controvertidos  de  la  pri- 
mera parte  se  guía  por  las  enseñanzas 
de  León  XIII  en  la  Encíclica  sobre  la 
condición  de  los  obreros.  En  este  pun- 
to nos  permitimos  disentir  del  autor 
cuando  opina  que  «interpretan  mejor 
la  doctrina  de  lia  Encíclica  los  parti- 
darios del  salario  familiar  relativo» 
(pág.  24).  Y  pues  en  nota  cita  al  P.  Ver- 
meersch,  aunque  no  sabemos  si  como 
partidario  del  salario  familiar  simple- 
mente ó  también  del  relativo,  hemos 
de  advertir  que  dicho  Padre  es  tan 
ajeno  de  este  último  que  afirma  (y 
quizá  es  demasiado)  no  haber  escri- 
tor católico  que  lo  defienda.  Namcum 
salarium  relativum  a  nemine  ex  catho- 


(1)    Razón  y  Fe,  t.  VI,  pág.  460  y  si- 
guientes. 


NOTICIAS  BIBLIOGRÁFICAS 


257 


licis  scriptoribus  defendatur,  etc.  (1). 
Merece  aplauso  el  Sr.  Sangro  por  ha- 
ber entretejido  la  exposición  de  los 
sistemas  con  datos  propios  de  España 


Las  razones  actuales  de  la  creencia.  Dis- 
V  curso  pronunciado  en  Lila  el  18  de  No- 
viembre de  1900,  en  la  sesión  de  clau- 
sura del  27."  Congreso  de  los  católicos 
del  Norte,  por  Fernando  Brunetiére, 
-  de  la  Academia  Francesa.  Traducido  de 
la   14.^  edición  francesa  por  Juan  de 

HlNOJOSA. 

Por  cammos  inesperados  lleva  Dios 
á  veces  los  hombres  á  la  fe.  ¿Quién 
dijera  que  la  famosa  divisa  de  la  Re- 
volución francesa,  Libertad,  igualdad, 
fraternidad,  hubiese  de  ocasionar  la 
conversión  de  Brunetiére?  Sin  embar- 
go, ello  fué  asi,  como  se  colige  del 
discurso  cuya  traducción  anunciamos. 
Resolvióse  Brunetiére  á  abrazar  la 
religión  católica  por  haberse  per- 
suadido de  que  la  Revolución  fran- 
cesa había  andado  equivocada,  pues 
sólo  en  la  Iglesia  romana  tenian  ver- 
dadero cumplimiento  aquellas  tres  pa- 
labras, y  en  ella  sola  tiene  la  demo- 
cracia su  principio  y  su  justificación, 
su  fuerza  y  su  freno.  Verdad  es  que  no 
se  alega  esta  única  razón,  pero  es  la 
principal.  La  primera  es  que  la  filoso- 
fía no  puede  darnos  una  solución  que 
nos  satisfaga  y  como  se  nos  imponga 
acerca  del  origen  y  destino  del  hom- 
bre. Esta  razón,  en  cuanto  prepara  á 
otras  más  eficaces  el  terreno,  es  vieja 
ya  entre  los  cristianos.  La  segunda  es 
la  que  hemos  indicado;  y  á  la  verdad,  si 
es  actual,  lo  será  para  Brunetiére,  mas 
no  para  todos,  ni  quizá  para  muchos, 
ni  de  mucho  peso.  Mayor  es  la  fuerza 
de  otras  que  se  insinúan  como  de  pa- 
sada al  fin  del  discurso  y  son  también 
de  todos  los  tiempos;  es  á  saber,  la  di- 
fusión prodigiosa  del  Cristianismo,  la 
realidad  histórica  de  Jesús  y  su  misión 
divina.  Por  donde  se  ve  que  no  está 
muy  justificado  el  título. 

Con  todo  eso,  no  es  razón  que  sea- 
mos severos  con  un  escritor  que,  con- 
vertido en  los  últimos  años  de  su  vida, 
ocupado  en  el  continuo  batallar  de  la 


prensa  y  de  la  conferencia,  careció  de 
formación  suficientemente  sólida. 
Nuestra  condescendencia,  empero,  no 
ha  de  llegar  á  mirarlo  como  maestro 
de  los  católicos,  y  mucho  menos  como 
dechado.  Si  hemos  de  creer  á  uno 
de  sus  entusiastas  biógrafos,  Brune- 
tiére no  practicó,  por  lo  común,  la  re- 
ligión que  profesaba;  lo  cual  hace  ex- 
clamar á  Literarische  Rundschau,  de 
donde  tomamos  la  referencia:  «Con 
pena  hemos  de  decirlo:  muy  pobre  ha 
de  andar  Francia  en  verdaderos  cató- 
licos de  público  prestigio,  cuando  es 
preciso  colocar  en  el  panteón  de  va- 
rones ilustres  de  la  Iglesia  á  católicos 
que  no  practican»  (1). 

Las  siguientes  obras,  traducidas  del 
francés,  dan  con  su  mismo  título  ¡dea 
de  la  importancia  y  de  la  actualidad 
de  la  materia  de  que  se  trata: 

La  revelación  ante  la  razón,  por 
F,  Verdier,  Superior  del  Gran  Semi- 
nario de  Montpeller.  Traducido  de  la 
quinta  edición  francesa  por  el  presbí- 
tero Anastasio  Machuca  Díez,  Cura 
de  la  Real  Casa  de  Campo. 

¿Qué  es  la  Fe?,  por  F.  Mallet,  pro- 
fesor del  Colegio  Católico  de  Aix,  en 
la  Provenza.  Traducido  de  la  tercera 
edición  francesa  por  Aurelio  López. 

Dios,  principio  de  la  ley  moral,  por 
Pedro  Vallet,  P.  S.  S.,  profesor  de 
Sagrada  Escritura  en  el  Gran  Semina- 
rio de  Clemont.  Traducido  de  la  cuar- 
ta edición  francesa  por  Juan  de  Hino- 

JOSA. 

El  alma  del  hombre,  por  J.  Guibert, 
Superior  del  Seminario  del  Instituto 
Católico  de  París.  Traducido  del  fran- 
cés por  Juan  de  Hinojosa. 

Las  morales  independientes  y  la  mo- 
ral evangélica.  Ensayo  de  síntesis  cris- 
tiana, por  M.  J.  Brugerette,  profesor 
licenciado  de  Historia  y  de  Filosofía. 
Traducido  de  la  cuarta  edición  fran- 
cesa y  precedido  de  un  prólogo  del 
Conde  de  Rascón. 


Crisis  de  la  familia  obrera.  Discurso 
inaugural  leído  en  la  solemne  apertura 
del  curso  académico  de  1909-1910  en  el 
Seminario  Conciliar  de  Madrid,  por  el 


(1)    Quaestiones  de  iustitia;  altera  editio, 
pág.  567. 


(1)    1909,  núm.  10,  pág.  508. 


258 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


Dr.  D.  Javier  Vales  Failde,  catedrático 
de  Economía  social.  —  Madrid,  1909. 

Un  sociólogo  purpurado,  por  Javier  Va- 
les Failde,  Provisor  y  Vicario  general 
de  Madrid,  Doctoral  de  la  Real  Capilla, 
catedrático  de  Sociología  en  la  Acade- 
mia Universitaria  Católica.  Un  tomo 
en  8."  de  79  páginas.—  Madrid,  1909  (1). 

La  sobrada  benevolencia  con  que 
juzga  nuestros  escritos  el  ilustre  autor 
de  la  Crisis  de  la  familia  obrera  y  de 
Un  sociólogo  purpurado,  pone  freno  á 
la  pluma  para  que  la  alabanza  no  pa- 
rezca lisonja  agradecida;  pero  la  ver- 
dad, rompiendo  los  lazos  que  le  arma 
el  recelo  de  parecer  lisonjero,  nos 
obliga  á  felicitar  cordialmente  al  docto 
Provisor  de  Madrid  por  las  recientes 
muestras  de  su  ingenio. 

Los  sucesos  de  Julio  en  Barcelona, 
al  descubrir  en  las  entrañas  de  la  so- 
ciedad la  cancerosa  llaga  cuyo  estrago 
lamentamos  todavía,  inspiraron  al  se- 
ñor Vales  Failde  el  tema  de  su  ora- 
ción inaugural.  Uno  de  los  remedios 
más  urgentes  es  la  restauración  de  la 
vida  de  familia  en  la  clase  obrera; 
mas  como  pueden  emplearse  distintos 
medios  para  esa  restauración,  limítase 
el  autor  á  los  económico-sociales,  y 
aun  no  á  todos.  Después  de  exponer 
en  una  primera  parte  el  estado  luc- 
tuoso de  la  familia  obrera,  al  contraste 
luminoso  de  aquel  ideal  que  dulcísima- 
mente  propone  á  los  desposados  la 
admonición  de  la  liturgia  toledana  tra- 
dicional, establece  en  la  segunda  tres 
puntos  principales  para  la  restauración 
de  la  vida  de  familia:  el  salario  familiar 
en  cuanto  es  posible,  el  ahorro,  como 
una  consecuencia  inmediata  de  aquél, 
y  el  empleo  de  una  parte  de  lo  ahorra- 
do en  la  constitución  de  una  pequeña 
propiedad  para  el  obrero».  En  los  tres 
puntos  campea  la  discreción  y  pruden- 
cia del  docto  profesor  de  Sociología,  el 
sentido  práctico,  aliado  con  erudición 
de  buena  ley  y  con  sana  doctrina. 

Erudición  y  doctrina  hállanse  asimis- 
mo en  Un  sociólogo  purpurado,  aun- 
que la  materia  se  reduzca  á  tratar  del 
Emmo.  Cardenal  Sancha  en  el  respecto 


(n  Esta  obra  se  ha  publicado  asimismo  en 
la  Biblioteca  Religión  y  Ciencia,  en  un  tomo 
de  78  páginas,  á  60  céntimos.  Librería  religio- 
sa, Pontejos,  8.| 


estrictamente  social.  Las  obras  socia- 
les que  el  sociólogo  purpurado  fundó, 
promovió  ó  alentó,  y  que  en  vistoso 
alarde  hace  pasar  ante  nuestros  ojos 
el  ilustre  Provisor;  los  escritos  y  los 
hechos  en  que  se  refleja  el  apostolado 
social  del  eminente  Prelado,  cuya  ora- 
toria asemeja  el  autor  á  la  de  New- 
man,  de  quien  decía  Thureau  Dangin 
que  carecía  aparentemente  de  las  cua- 
lidades de  orador,  pero  añadiendo  que 
ningún  predicador  ejerció  en  Inglate- 
rra una  acción  tan  profunda  y  durade- 
ra»: todo  esto  y  algo  más  verá  el  lector 
en  las  hermosas  páginas  del  libro ,  que 
son  como  la  justificación  de  la  cátedra 
Sancha  de  Sociología  que  se  trata  de 
fundar  en  la  Academia  Universitaria 
Católica  de  Madrid,  y  á  cuyo  efecto  se 
recogen  donativos. 

Patronatos  de  la  mujer,  por  D.  Atanasio 
Mutuberría.  Un  folleto  de  55  páginas 
en  8."  Precio,  0,50  pesetas.— Tafalla,  im- 
prenta y  papelería  de  Valero  Albéníz, 
1909. 

Campo  apenas  espigado  en  España, 
y  que,  sin  embargo,  tiene  urgente  nece- 
sidad de  cultivo  es  e!  de  la  protección 
á  la  obrera.  Poniendo  manos  á  la  obra, 
propone  el  Sr.  Mutuberría,  para  las 
poblaciones  de  escaso  vecindario  ó  de 
importancia  media,  la  fundación  de  pa- 
tronatos cuyo  fin  sea  ¡formar  jóvenes 
aptas  para  que  al  convertirse  en  muje- 
res sepan  cumplir  deberes  sociales» 
(pág.  40),  y  cuyo  mecanismo  y  ofi- 
cios explica  en  el  opiisculo.  Interesa 
especialmente  la  parte  que  se  refiere  al 
ahorro  y  á  la  constitución  de  una  dote 
ó  parte  de  ella.  El  autor  conviene  en 
que  en  las  grandes  poblaciones  se  ha 
de  preferir  el  sindicato  profesional,  á 
cuya  idea  se  ha  de  acercar  en  lo  posi- 
ble el  patronato. 

Los  patronatos  de  jóvenes  obreros,  por  el 
Dr.  D.  Miguel  Julia  y  Vilaplana.  Canó- 
nigo de  la  S.  I.  Catedral  de  Segorbe. 
Premiado  en  el  Concurso  literario  cele- 
barado  por  el  Patronato  de  Valencia 
para  conmemorar  el  XXV  aniversario 
de  su  fundación.  Un  tomo  de  114  pá- 
ginas en  8°  Precio,  una  peseta.— Valen- 
cia, 1909,  Tipografía  moderna,  Avella- 
nas, 11. 

Nadie  hay  que  desconozca  la  impor- 
tancia de  los  patronatos  de  jóvenes 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


259 


«ftreros,  que  entonces  será  mayor  cuan- 
do prepare  lospatrocinados  al  sindicato 
ó  asociación  profesional.  Por  eso  es 
digno  de  encomio  el  ilustre  Canónigo 
de  la  S.  I.  Catedral  de  Segorbe  por  el 
libro  que  anunciamos  y  con  que  presta 
señalado  servicio  á  los  patronatos, 
cuya  noción,  origen,  historia,  necesi- 
dad, elementos  componentes,  espíritu 
y  organización  expone  con  brevedad  y 
claridad. 

R.  P.  Venance,  capuchino.  San  Francisco 
de  Asís  y  su  misión  social.  Traducción 
y  preámbulo  de  J.  Le  Brun.  Un  folleto 
de  48  páginas.  Precio,  25  céntimos.— Za- 
ragoza, tipografía  de  Salas,  1909.  (Bi- 
blioteca de  La  Paz  Social.) 

La  extraordinaria  influencia  de  San 
Francisco  de  Asís  en  el  orden  social 
no  se  acabó  con  su  existencia  en  la 
tierra;  perdura  todavía  en  sus  innume- 
rables hijos,  especialmente  en  la  ad- 
mirable Tercera  Orden,  que,  al  decir 
del  glorioso  Pontífice  León  XIII  «es 
una  verdadera  escuela  de  libertad,  de 
fraternidad,  de  igualdad,  no  al  modo 
absurdo  como  los  francmasones  en- 
tienden estas  cosas,  sino  como  Jesu- 
cristo nos  las  ofreció,  para  enriquecer 
con  ellas  al  género  humano,  y  como 
San  Francisco  las  puso  en  práctica». 
El  folleto  del  P.  Venance  pone  de  re- 
lieve, asi  la  misión  de  San  Francisco 
como  de  la  Tercera  Orden. 

Tratado  elemental  de  Sociología  cristia- 
<-  na,  poi  el  R.  P.  José  M.  Llovera,  C.  C. 
Obra  laureada  en  el  primer  concurso 
de  la  Acción  Social  Popular.  Un  tomo 
de  XV-426-VII  páginas  en  4.°,  4  pese- 
tas.—Barcelona,  Oficina  de  Trabajo  de  la 
Acción  Social  Papular,  Duque  de  la 
Victoria,  12  y  14,  pral.,  1909. 

Con  honda  satisfacción  hemos  visto 
publicados  en  poco  tiempo  por  auto- 
res españoles  dos  libros  excelentes  de 
Sociología  cristiana.  Ni  ha  sido  peque- 
ña parte  de  esa  satisfacción  la  calidad 
de  los  autores,  que  son  dos  religiosos, 
dos  frailes,  como  suelen  decir  despec- 
tivamente nuestros  presumidos  anti- 
clericales. El  P.  Casanova  nos  dio  no 
ha  mucho  un  copioso  tratado  en  latín, 
con  el  nombre  de  Sociologia  christia- 
na;  el  P.  Llovera  publica  ahora  el  Tra- 
tado elemental  de  Sociologia  cristiana, 


escrito  en  castellano.  Uno  y  otro  autor 
son  hijos  esclarecidos  de  religiones 
no  menos  populares  que  fervorosas¡,y 
antiguas:  el  primero  de  la  Orden  fran- 
ciscana; el  segundo  de  la  carmelitana. 
Dejando  el  libro  del  P.  Casanova,  de 
que  hablamos  á  su  tiempo,  tócanos 
hoy  presentar  el  del  P.  Llovera. 

Habrá  reparado  el  lector  que  es  obra 
laureada  en  el  primer  consurso  de  la 
Acción  Social  Popular,  que  dirige  el 
P.  Pálau,  S.  J.  A  la  verdad,  ni  lai4c- 
ción  Social  Popular  podía  haber  em- 
pezado mejor  sus  concursos,  ni  el  libro 
premiado  podía  venir  más  oportuna- 
mente. Arde  en  muchos  Seminarios  el 
celo  por  estudiar  la  Sociología;  son 
muchas  las  personas  que  desean  ins- 
truirse con  brevedad,  pero  á  fondo,  en 
los  principales  problemas  y  doctrinas 
de  la  flamante  ciencia,  y  á  los  semina- 
ristas y  á  los  deseosos  de  saber  ofrece 
el  P.  Llovera  su  libro,  que  es  breve  y 
compendioso,  cual  requerían  las  con- 
diciones del  concurso,  claro  y  preciso, 
como  ha  de  ser  una  obra  didáctica, 
pero  al  mismo  tiempo  completo  y  fun- 
damental, explicando  con  solidez  cuan- 
to suele  ser  objeto  de  los  mejores  tra- 
tados de  Sociología  cristiana.  Estima- 
mos, pues,  que  la  obra  se  presta  admi- 
rablemente á  servir  de  texto  en  los 
Seminarios  y  escuelas  superiores. 

Va,  como  apéndice,  al  fin  del  ejem- 
plar que  tenemos  á  la  vista  un  estudio 
cabal  y  documentado  del  Volksverein 
y  de  la  Acción  Social  Popular.  Hase 
impreso  también  aparte  (1). 

Nuestra  enhorabuena  á  la  Acción 
Social  Popular  y  al  laureado  carme- 
lita. 

Introducción  al  estudio  de  la  sociologia. 
Tomo  II:  Cuestión  social  y  Escuelas  so- 
ciales, por  L.  Garriouet,  P.  S.  S.,  Supe- 
rior del  üran  Seminario  de  Avignon. 
Traducido  de  la  segunda  edición  fran- 
cesa por  Ricardo  de  Iranzo  Goizueta. 

Á  su  tiempo  recomendamos  el  pri- 
mer tomo  de  esta  traducción,  como  an- 
tes habíamos  celebrado  el  original 
francés   en  esta  revista.  Repetimos 


(1)  Á  los  católicos  sociales.  La  Ciencia  en 
la  Acción,  por  el  R.  P.  José  M.  Llovera,  C.  C, 
Miembro  consultor  de  la  Oficina  del  Trabajo 
de  la  A.  S.  P.  78  páginas  en  4."  Precio,  50  cén- 
timos. Gratis  y  franco  para  los  socios  de  la 
Acción  Social  Popular. 


260 


NOTICIAS  BIBLIOGRÁFICAS 


hoy  los  aplausos  para  el  segundo,  que 
trata  de  la  Escuela  socialista  y  de  la 
católica.  En  el  apéndice  se  explica  la 
Escuela  de  la  Paz  social,  fundada  por 
Le  Play. 

N.  N. 

ESTUDIOS  BÍBLICOS 

Christus  ein  Gegner  des  Marienkultus? 
Jesús  und  Seine  Mutter  in  den  heiligen 
Evangelien.  Gemeinverstándlich  darges- 
tellt,  ven  Dr.  Bernhard  Bartmann,  pro- 
fesor de  TheoLin  Paderborn.— ¿f's  Cris- 
to adversario  del  culto  de  Maria?  Jesús 
y  su  Madre  en  los  santos  Evangelios. 
Exposición  al  alcance  ordinario,  por  el 
Dr.  Bern.  Bartmann,  profesor  de  Teo- 
logía en  Paderborn.— Friburgo,  1909.  Un 
volumen  en  8."  de  VlIl-184  páginas.  Pre- 
cio, 3  marcos  (Herder). 

Ya  se  sabe  que  el  Protestantismo  y 
su  heredera  la  incredulidad  contempo- 
ránea detestan  el  culto  que  la  Iglesia 
ha  tributado  siempre  á  Maria  Santísi- 
ma, y  han  tratado  de  impugnarle  por 
todos  medios.  Uno  de  los  principales 
argumentos  que  desde  el  principio  de 
la  Reforma  adujeron  los  protestantes 
en  favor  de  su  tesis  antimariana  es  la 
conducta  de  Jesús  con  su  Madre  en  al- 
gunos pasajes  evangélicos.  El  Dr. Bart- 
mann, partiendo  del  principio  de  que 
la  Virgen  era  entonces  viadora,  y  como 
tal,  susceptible  y  aun  necesitada  de 
prueba,  analiza  los  cuatro  principales 
lugares  evangélicos  (en  el  templo,  en 
Cana,  cuando  llama  hermano  y  madre 
al  fiel  diligente  en  el  cumplimiento  de 
la  voluntad  divina  y  en  la  Cruz),  re- 
solviendo que  nada  sólido  puede  infe- 
rir de  ellos  la  heterodoxia  contra  la  en- 
señanza católica. 

DOCUMENTS   POUR   l'ÉTUDE  DE    LA  BlBLE.— 

Ascensión  d'Isai'e:  Traduction  de  la  ver- 
sión ethiopienne  avec  les  principales 
variantes  des  versions  greeque,  latines 
et  slave.  Introduction  et  notes  par  Eu- 
GÉNE  TissERANT,  Prof.  d'assyrien  á  l'Apo- 
llinaire(Roma).— Paris.Letouzey  et  Ané, 
1909.  Un  volumen  en  4."  de  252  páginas. 
Precio,  4  francos. 

La  colección  de  Documentos  para 
el  estudio  de  la  Biblia  ,  bajo  la  direc- 
ción del  abate  Martin,  profesor  de  Len- 
gua etiópica  en  el  Instituto  Católico  de 
París,  continúa  sus  trabajos  con  lau- 


dable actividad.  M.  Tisserant,  discípu- 
lo predilecto  del  Dr.  Martín,  ha  hecho 
una  nueva  versión  del  apócrifo  titulado 
Ascensión  de  Isaías,  libro  escrito  en  el 
primer  siglo  de  la  era  cristiana  y  de 
origen  judío-cristiano,  tomándola  di- 
rectamente del  texto  etiópico.  Este,  á 
su  vez,  sólo  representa  una  versión  del 
griego,  que  fué  el  idioma  original;  pero 
que,  en  defecto  de  esto,  perdido  hace 
siglos,  representa  la  expresión  más 
aproximada  al  mismo.  Este  primer  fru- 
to de  los  estudios  especiales  sobre  el 
etíope  del  profesor  Tisserant,  como  él 
mismo  llama  á  su  trabajo,  es  un  nuevo 
testimonio  del  ardor  con  que  el  clero 
francés  ha  emprendido  los  estudios  su- 
periores relacionados  con  la  Biblia  y, 
en  general,  con  la  ciencia  eclesiástica. 
El  autor  es  acreedor  á  la  simpatía  y  á 
los  plácemes  de  todos  los  que  se  inte- 
resan por  el  adelanto  de  la  cultura  en 
el  clero  católico. 

Die  Epistel  des  heiligen  Jalcobus,  über- 
setzt  und  erkiárt,  von  Dr.  J.  Evang.  Bel- 
SER,  ord.  Prof.  d.  Theol.  an  d.  Univers. 
zu  Tüh'mgzn.^ Le  Epístola  de  Santiago, 
traducida  y  expuesta  por  el  Dr.  J.  Evano. 
Belser,  profesor  ordinario  de-  Teología 
en  la  Universidad  de  Tübingen.— Fri- 
burgo, 1909.  Un  volumen  en  4."  de  Vlil- 
215  páginas.  Precio,  4,50  marcos;  encua- 
dernado, 5,30. 

Suspendiendo,  á  lo  que  creemos  por 
un  momento,  el  Dr.  Belser  la  serie  de 
sus  trabajos  sobre  San  Pablo,  esta  vez 
ha  tomado  por  su  cuenta  la  explicación 
de  la  Epístola  de  Santiago.  El  trabajo 
es  como  del  Dr.  Belser:  docto,  funda- 
do y  erudito.  En  el  §  I  vindica,  en 
oposición  á  una  opinión  reciente  del 
Dr.  Mader,  la  identidad  del  autor  de 
la  Epístola  con  el  Apóstol  Santiago  el 
Menor.  Con  respecto  á  la  data  crono- 
lógica, sostiene  el  Dr.  Belser  una  opi- 
nión en  que  no  es  fácil  halle  seguido- 
res: juzga  que  la  Epístola  es  muy  an- 
terior á  las  controversias  sobre  las 
relaciones  entre  la  ley  y  la  gracia;  y 
así  que  es  inútil  buscar  en  el  escrito 
alusiones  á  esa  controversia.  En  cambio 
al  explicar  el  célebre  pasaje:  unusgui- 
sque  tentatur  a  concupiscentí  sua... 
deinde  concupiscentia  cum  conceperit 
parit  peccatum,  etc.,  es  de  parecer 
que  el  Apóstol  no  se  propone  descrir 
bir  la  génesis  y  naturaleza  de  la  culpa 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


261 


mortal  y  las  condiciones  del  consenti- 
miento para  el  reato  graves.  Santiago 
habla  de  un  proceso  largo  y  sostenido 
de  culpas  graves,  hasta  engendrar  un 
hábito  arraigado  que  hace  sumamente 
dificultosa  la  conversión  y  el  verdade- 
ro arrepentimiento  y  termina  con  una 
muerte  impenitente.  En  esto  creemos 
que  va  acertado.  También  es  digna  de 
notarse  la  explicación  glorietur  autem 
frater...  dives  autem...,  igualmente  II, 
15-17,  18-19;  111,  1-2,  etc.  El  discurso 
del  libro  está  salpicado  de  oportunas 
observaciones  filológicas  y  exégeticas, 
que  hacen  muy  útil  é  instructiva  su 
lectura.  Al  fin  va  el  texto  latino  del 
Códice  Corbeyense,  cuyas  variantes, 
respecto  del  de  la  Clementina  corrien- 
te, agradan  al  Dr.  Belser. 


Der  Verfasser  aer  Eliu-Reden  (Job  Kap 
32-37).  Eine  Kritische  Untersuchung, 
ven  Dr.  Wenzel  Posselt.  (El  autor  de 
los  discursos  de  Eliu.  Estudio  critico.) 
Un  tomo  en  4."  de  XI-111  páginas,  3 
marcos.  —  Herder,  Friburgo  de  Brisgo- 
via,  1909.  (Biblische  Studien,  XIV,  3.) 

La  crítica  protestante  pretende  que 
los  discursos  de  Eliu  son  pegadizo 
extraño  al  autor  y  á  la  composición 
del  libro  de  Job.  Lo  contrario  se  pro- 
pone demostrar  el  autor  de  la  presente 
monografía,  haciendo  ver  en  la  pri- 
mera parte  que  sin  tales  discursos 
queda  manca  la  composición,  y  en  la 
segunda  que  las  dificultades,  sacadas 
del  estilo  y  lenguaje,  no  son  convin- 
centes. En  cambio,  emite  una  opinión 
que  no  deja  muy  bien  parado  á  Job,  y 
es  opuesta  al  común  sentir  de  los  exé- 
getas  católicos,  que  siempre  se  han  es- 
forzado en  alejar  de  Job  toda  sospecha 
de  blasfemia,  aun  material.  El  autor, 
pues,  salva— como  él  alce— reverentia' 
SS.  Patribus  et  exegetis  catholicis  de- 
bita, se  permite  asentar  las  tesis  si- 
guientes: 

a)  Job,  según  presupone  el  poeta 
autor  del  libro,  no  sabe  de  retribución 
en  la  otra  vida;  b)  no  pudiendo  pensar 
en  una  vida  de  ultratumba,  entiende 
que  la  divina  justicia  exige  una  per- 
fecta retribución  de  lo  bueno  y  de  lo 
malo  en  la  presente;  c)  mas  como  no 
hay  tal,  según  se  ve  por  lo  que  pasa  á 
otros  y  á  él  mismo,  que  padece  in- 
merecido infortunio,  concluye  que 


Dios  le  hace  padecer  porque  le  es  ene- 
migo; d)  de  donde  prorrumpe  en  blas- 
femias materiales,  no  formales,  pues 
sólo  procede  de  su  error  invencible, 
siendo  asi  que,  en  cambio,  no  cesa  de 
confiar  en  Dios  y  sentir  altamente  de 
Él  y  hasta  esperar  al  fin  la  resurrección 
de  su  cuerpo,  rectificando  así  su  pri- 
mer error. 


Der  alttestamentliche  Kanon  der  antio- 
chenischen  Schule.  Gekrónte  Preisschrif  t 
von  Dr.  Ludwiq  Dennefeld.  (El  canon 
del  Antiguo  Testamento  en  la  escuela 
de  Antioquia.  Obra  premiada  del  doc- 
tor Luis  Dennefeld.)  (Biblische  Stu- 
dien, XIV  Band.  4  Heft.)  —  Herder,  Fri- 
burgo  de  Brisgovia,  1909. 

El  libro  del  Dr.  Dennefeld  viene  á 
llenar  un  vacío  de  la  literatura  bíblica, 
en  la  cual  se  deseaba  un  estudio  mo- 
nográfico sobre  el  canon  antioqueno 
del  Antiguo  Testamento.  Por  escuela 
antioquena  entiende  el  autor,  en  opo- 
sición á  la  alejandrina,  aquel  grupo  de 
teólogos  griegos  que  en  la  exegesis 
bíblica  siguieron  la  dirección  histórico- 
gramatical  y  dependieron  de  la  escuela 
fundada  por  el  mártir  Luciano  (muerto 
en  311),  y  llevada  á  completo  des- 
arrollo por  Diodoro  de  Tarso  (muerto 
en  394).  Después  de  haber  estudiado 
atentamente  los  indicios  y  argumentos 
suministrados  por  los  escritos  que  de 
los  teólogos  antioquenos  conserva- 
mos, llega  Dennefeld  á  esta  conclu- 
sión: El  canon  del  Antiguo  Testa- 
mento en  la  escuela  de  Antioquia 
comprendía  de  igual  modo  los  libros 
protocanónicos  y  deuterocanónicos, 
juntamente  con  el  tercero  de  los  Ma- 
cabeos  y  el  tercero  de  Esdras.  Sólo 
Teodoro  de  Mopsuesta  constituye  ex- 
cepción importante,  en  cuanto  rechaza 
los  libros  protocanónicos:  Job,  Cantar 
de  los  Cantares,  Paralipómenos,  Es- 
dras, Nehemías  y  Ester;  asimismo  los 
deuterocanónicos,  excepto  el  Eclesiás- 
tico y  Baruch;  no  admite  las  partes 
deuterocanónicas  de  Daniel  y  tiene  los 
Proverbios  y  el  Eclesiastés  por  infe- 
riores á  los  libros  inspirados.  Poli- 
cronio  es  excepción  sin  importancia, 
pues  sólo  deja  de  reconocer  el  himno 
Benedícite  de  la  parte  deuterocanónica 
de  Daniel  (3,  24-90). 

El  autor  no  sólo  estudia  los  más  cé.- 


262 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


lebres  doctores  como  Diodoro  de  Tar- 
so, San  Juan  Crisóstomo,  Policronio  y 
Teodoreto,  sino  también  los  últimos 
teólogos  antioquenos,  ora  discípulos 
de  San  Juan  Crisóstomo,  como  San 
Isidoro  Pelusiota,  San  Nilc,  Marcos 
anacoreta,  Proclo  de  Constantinopia, 
Casiano,  Víctor  de  Antioquía;  ora 
de  Teodoro  de  Mopsuesta  y  de  Teo- 
doreto, como  Adriano,  Cosmas  Indi- 
copleustes  y  Nestorio.  El  cuadro  tra- 
zado por  Dennefeld,  dice  él  mismo, 
difiere  esencialmente  del  que  nos  dio 
Harnack  sobre  el  canon  antioqueno  del 
Antiguo  Testamento  en  su  Lehrbuch 
der  Dogmengeschichtc  II  (1887),  70. 


Die  Menschenopfer  der  alten  Hebraer 
und  der  benachbarten  Vólker,  ein  Bei- 
trag  zur  altestamentiichen  Reügionsges- 
chichte,  von  P.  Dr.  Evaristus  Mador, 
S.  D.  S.,  Prof.  d.  Exegese  am  Priester- 
seminar  zu  Tívolí  (Rom.)— ¿oó'  sacrifi- 
cios humanos  de  los  antiguos  hebreos  y 
de  los  pueblos  vecinos:  contribución  á 
la  historia  de  la  Religión  del  Antiguo 
Testamento,  por  el  P.  Dr.  Evaristo 
Mader,  S.  D.  S.,  profesor  de  Exégesis 
en  el  Seminario  eclesiástico  de  Tivoli 
(Roma).— Friburgo,  1909.  Un  folleto  de 
XX -188  páginas  en  4.^  Precio,  5,60 
marcos. 


El  culto  de  Moloch  en  sus  escenas 
cruentas  y  los  sacrificios  humanos  de 
que  iba  acompañado,  ha  sido  interpre- 
tado por  la  crítica  incrédula  como  la 
expresión  tradicional  del  culto  primi- 
tivo en  el  pueblo  hebreo,  mientras  el 
ritual  pentatéuquico,  donde  tan  severa- 
mente se  proscribe  la  inmolación  de 
seres  humanos,  sólo  representa  ideas 
religiosas  posteriores  y  relativamente 
muy  recientes.  La  critica  descreída  ha 
pretendido  hallar  una  confirmación  de 
su  tesis  en  la  fisonomía  sanguinaria 
dejehová  al  ordenar,  v.  gr.,  el  exter- 
minio de  los  cananeos,  y  hasta  en 
ciertas  prescripciones  del  Código  mo- 
saico, V.  gr,  la  consagración  de  los 
levitas,  la  ley  de  los  primogénitos, 
etcétera,  que  serian  mitigaciones  de 
prácticas  más  antiguas  en  las  que  se- 
rían sacrificados  á  Jehová  algunos 
miembros  de  la  comunidad  hebrea.  El 
R.  P.  Dr.  Mader  analiza,  desde  el 
punto  de  vista  histórico  y  crítico,  una 


opinión  que  incluye  imputaciones  gra- 
vísimas contra  la  revelación  del  Anti- 
guo Testamento;  y  el  resultado  de  su 
examen  hace  ver  que  el  pueblo  hebreo 
no  sólo  profesó  desde  su  origen  el 
monoteísmo,  sino  que  sus  ideas  sobre 
el  culto  estuvieron  siempre  inspiradas 
por  principios  de  moderación  y  res- 
peto á  la  dignidad  humana,  por  más 
que,  atendidas  las  disposiciones  de 
aquella  raza  y  los  perversos  ejemplos 
que  veía  en  las  naciones  de  su  derre- 
dor, ni  alcanzó  la  elevación  sublime  de 
la  idea  cristiana,  ni  supo  preservarse 
del  contagio  de  que  estaba  rodeada. 


Franz  Schaub.  Die  katolische  caritas  und 
ihre  Segner:  La  caridad  católica  y  sus 
impugnadores.—- Regenshmg  Volksve- 
reinverleg,  1909.  Un  volumen  en  4.** 
de  237  páginas.  Precio,  2,20  marcos. 

Magnífico  libro,  donde  se  examina  á 
fondo  el  carácter  legítimo  de  la  Cari- 
dad y  el  de  su  expresión  la  Beneficen- 
cia, desde  los  puntos  de  vista  teoló- 
gico y  social.  El  Dr.  Schaub  es  muy 
conocido  en  Alemania  por  su  ciencia  é 
instrucción  vastísima,  y  las  publica- 
ciones alemanas  tributan  á  esta  su 
nueva  obra  merecidos  elogios.  Nada 
hay,  ni  en  la  doctrina  ni  en  las  institu- 
ciones católicas,  que  el  Protestantismo 
no  se  esfuerce  por  desnaturalizar  y 
deprimir  cuanto  puede;  pero  uno  de 
los  puntos  que  con  mayor  empeño 
combaten,  es  precisamente  el  concepto 
y  la  práctica  de  la  caridad  y  benefi- 
cencia tal  cual  lo  entiende  y  practica 
la  Iglesia  romana.  Por  eso  una  obra 
como  la  del  Dr.  Schaub  hacía  falta  en 
la  literatura  católica,  y  sintiéndolo  así 
el  autor,  ha  resuelto  colmar  ese  vacío, 
consiguiendo  realizar  ventajosa  y  sa- 
tisfactoriamente su  intento.  Conocedor 
exacto  de  los  principios  de  la  doc- 
trina católica  sobre  materias  tan  deli- 
cadas, analiza  y  resuelve  con  acierto 
las  objeciones  tan  especiosas  como 
varias  que  los  adversarios  han  susci- 
tado contra  la  caridad  y  beneficencia 
católicas.  El  autor  ni  desconoce  ni 
reprueba  lo  que  el  Protestantismo  ha 
hecho  de  bueno  en  punto  á  institucio- 
nes benéficas;  por  el  contrario,  lo 
acepta  y  aplaude,  dando  así  una  prue- 
ba de  la  imparcialidad  de  su  análisis  y 


NOTICIAS  BIBLIOCUÍAFICAS 


263 


de  la  rectitud  de  sus  intenciones.  To- 
dos los  eclesiásticos,  pero  en  especial 
los  que  promueven  esta  clase  de  obras, 
hoy  tan  extendidas  por  todas  partes, 
tendrán  en  el  libro  del  Dr.  Schaub  una 
excelente  guía  doctrinal  y  un  justifi- 
cante de  sus  trabajos. 

L.  M. 


OBRAS  TEOLÓGICAS 

Santo  Tomás  de  Aquino  y  la  Inmaculada 
Concepción  de  la  Virgen  Alaria.  Ensayo 
critico  por  Moisés  Alujas  Bros,  presbí- 
tero. Premiado  en  el  certamen  cele- 
brado en  el  Seminario  Conciliar  de 
Tortosa  el  9  de  Mayo  de  1905,  Prólogo 
del  M.  Iltre.  Sr.  Dr.  D.  Salvador  Bové, 
Canónigo  Magistral  de  la  Seo  de  Ur- 
gel.  —  Librería  Católica  Internacional, 
Balmes,  83,  Barcelona,  1909.  Con  licen- 
cia. En  4.",  de  XXVlI-79  páginas. 

«Santo  Tomás  de  Aquino  negó  la 
Inmaculada  Concepción  de  la  Virgen 
María»:  tal  es  la  proposición  que  en 
este  lindo  opiísculo,  algo  más  extenso 
del  que  escribió  en  latín  y  fué  premia- 
do en  el  certamen  del  Seminario  de 
Tortosa,  sostiene  el  joven  presbítero 
D.  Moisés  Alujas  Bros.  Para  demos- 
trarla trae  tres  clases  de  argumentos: 
1.",  extrínsecos,  ó  la  autoridad  de  mul- 
titud de  discípulos  del  Santo  que  así 
opinaban;  2.°,  intrínsecos,  ó  cuatro 
principales  textos  de  las  obras  del 
Angélico,  en  que  se  declara  de  propó- 
sito esa  sentencia;  3.°,  negativos,  ó  re- 
solución de  las  objeciones  é  interpre- 
taciones de  los  que  cuentan  al  Doctor 
de  Aquino  entre  los  defensores  del 
Misterio. 

Desde  luego  se  echan  de  ver  en 
este  ensayo  orden,  claridad,  buenos 
razonamientos  y  lo  mucho  que  ha  tra- 
bajado el  autor  por  salir  airoso  en  su 
empeño.  En  la  primera  parte  y,  en  ge- 
neral, cuando  se  apoya  en  la  crítica 
histórica,  nos  satisface  el  Sr.  Alujas,  y 
creemos  que  sus  pruebas  son  incontes- 
tables. Ahora  tal  vez  requeriría  mayo- 
res explicaciones  la  exposición  de  los 
argumentos  intrínsecos  para  que  se 
patentizase  la  mente  de  Santo  To- 
más, y  no  siempre  hallamos  afortu- 
nado al  ilustre  autor  en  la  refutación 
de  la  manera  de  interpretarlos  que  al- 
gunos tienen;  v.  gr.:  No  existe  la  con- 
tradicción que  supone  el  Sr.  Alujas 


(págs.  56-74,  nota)  entre  la  ignorancia 
del  tiempo  de  la  santificación  de  Ma- 
ría y  la  creencia  de  que  fué  en  el  pri- 
mer momento  de  su  ser,  si  la  creencia 
no  es  más  que  probable.  Equivaldría 
á  lo  que  afirma  Escoto :  Dios  solo 
sabe  (seguramente)  el  tiempo;  aunque 
creo  (probable)  que  se  verificó  en  el 
primer  momento.  O  en  otros  térmi- 
nos: No  sé  el  tiempo  (seguramente); 
María  fué  inmaculada  en  su  Concep- 
ción (probablemente). 

Del  prólogo  sólo  diremos  que  es 
digno  del  reputado  y  sabio  filósofo 
lulista  que  lo  escribe. 

Praelectiones  dogmaticae  quas  in  Collegio 
Diton-Hall  habebat  Christianus  Pesch, 
S.  J.  Tomus  I:  Institutiones  propaedeu- 
ticae  ad  Sacram  Theologiam  (I  De  Chri- 
sto  legato  divino.  II  De  Ecclesia  Christi. 
III  De  Loéis  Theologicís).  Editio  quarta. 
Cum  approbatione  Rev.  Archiep.  Fri- 
burg.  et  Super.  Ordinis.— Friburgi  Bris- 
goviae.  Sumptibus  Herder,  Typographi 
Editoris  Pontificii.  MCMIX.  En  A.",  pá- 
ginas XXII-452.  Precio,  7  marcos;  encua- 
dernada, 8,60.i 

Repítense  á  cada  paso  las  ediciones 
de  la  Teología  dogmática  del  P.  Pesch, 
prueba  incontestable  de  su  mérito  y 
excelencia;  pues  habiendo  tantos  ma- 
nuales teológicos,  ha  tenido  éste  tal 
aceptación  que  en  poco  tiempo  se  han 
agotado  tres  ediciones  y  ha  sido  me- 
nester comenzar  la  cuarta.  Por  su  cla- 
ridad y  solidez,  por  la  buena  distribu- 
ción de  materias  y  fino  gusto  en  ex- 
plicarlas, por  la  exposición  breve  de 
los  sistemas  modernos  de  teología,  sin 
omitir  ninguno  que  convenga  conocer 
á  un  teólogo  de  nuestros  tiempos  y 
refutación  nerviosa  de  los  heterodo- 
xos é  infundados,  bien  merece  esa  dis- 
tinción con  que  la  honran  los  que  se 
dedican  á  los  estudios  de  la  ciencia 
sagrada.  Infinidad  de  escritores  elo- 
gian y  consideran  al  P.  Pesch  como 
una  autoridad  en  cuestiones  de  Teo- 
logía, y  alguno  ha  asegurado  que  su 
libro  es  el  mejor  de  los  textos  que 
ahora  se  estilan  en  las  escuelas,  aun- 
que es  fácil  engañarse  en  tales  apre- 
ciaciones. La  edición  presente  es  más 
completa  y  perfecta  que  las  anteriores; 
pues,  como  observa  el  autor  en  el  pró- 
logo se  tratan  en  ella  materias  de  ac- 
tualidad, principalmente  del  modernis- 


264 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


mo.  Lo  mismo  se  colige  de  la  lista  de 
autores  que  presenta  el  P.  Pesch  como 
citados  en  su  obra:  en  la  tercera  edi- 
ción, V.  gr.,  figuraban  378  y  en  ésta  432. 
Y  con  ser  tan  nutrido  ese  catálogo,  no 
cabe  la  suerte  á  los  españoles  que  men- 
cione ni  á  uno  siquiera  de  los  32  auto- 
res que  del  Vaticano  acá  han  publica- 
do tratados  teológicos,  algunos  tan 
cabales  que,  como  afirma  el  ilustrísi- 
mo  Sr.  Lago  y  González,  <:  desmienten 
la  errada  opinión  de  los  extranjeros, 
á  cuyo  parecer  estaba  ya  agotada  la 
vena  del  precioso  oro  teológico  en 
España». 


Desenvolvimiento  y  Vitalidad  de  la  Igle- 
sia, por  el  P.  Fr.  Juan  G.  vVrintero, 
O.  P.,  maestro  en  Sagrada  Teología,  li- 
cenciado en  Ciencias,  profesor  en  San 
Esteban  de  Salamanca.  Libro  IV:  Meca- 
nismo Divino  de  los  Factores  de  la 
Evolución  Eclesiástica.  Con  licencia  del 
Ordinario  y  de  la  Orden.— Salamanca, 
imprenta  de  Calatrava,  á  cargo  de  Ma- 
nuel P.  Criado,  1909.  En  4."  mayor  de 
437  páginas  y  el  Índice.  Precio,  4  pe- 
setas. 


vida,  da  con  frecuencia  atinados  con- 
sejos, y  permite,  con  tal  que  no  sufra 
detrimento  el  espíritu  que  infundió  á 
su  Iglesia  Cristo,  larga  licencia  para 
apropiarse  lo  accidental  y  accesorio, 
explicando  el  verdadero  concepto  de 
la  tradición,  hartas  veces  mal  enten- 
dido, así  de  los  que  se  confiesan  sus 
partidarios  como  délos  que  inconside- 
radamente la  desdeñan  ó  maltratan. 
Puede  ser  que  algunas  expresiones  in- 
necesarias, é  introducidas  ó  usadas 
deleitosamente  por  los  modernistas, 
habría  hecho  bien  el  P.  Arintero  en 
suprimirlas;  acaso  sea  á  veces  algo 
difuso  insistiendo  de  diversas  mane- 
ras sobre  lo  mismo  y  parándose  en 
consideraciones, buenas  en  sí,  pero  me- 
nos aptas  para  probar  lo  que  intenta; 
tal  vez  se  muestre  algo  duro  en  ciertas 
censuras  y  un  poco  confuso  en  una 
que  otra  explicación  por  mezclar  ideas 
que  entrañan  diversos  sentidos;  mas 
todo  esto  no  quita  que  la  obra  sea  de 
mucho  mérito  y  que  manifieste  el  gran 
caudal  de  sabiduría  del  insigne  Padre 
dominico. 


En  este  cuarto  tomo  de  la  grande 
obra  que  publica  el  docto  P.  Arintero 
sobre  el  Desenvolvimiento  y  Vitalidad 
de  la  Iglesia,  resplandecen,  como  en 
los  otros  volúmenes  que  hemos  exa- 
minado, las  notas  distintivas  de  abun- 
dancia de  doctrina  y  copia  de  erudi- 
ción profana  y  sagrada.  Aquí,  con  sutil 
y  delicado  ingenio, se  aplican  los  prin- 
cipios y  causas  evolucionistas  al  des- 
arrollo que  en  el  correr  de  los  tiem- 
pos ha  experimentado  la  Iglesia  de 
Cristo.  ¿Qué  pensar  de  esta  idea?  Es 
ciertamente  original,  nueva,  curiosa  y 
nada  contiene,  tal  como  la  ofrece  el 
esclarecido  autor,  que  desdiga  de  las 
sanas  enseñanzas  y  explicaciones  de 
Santo  Tomás  de  Aquino  y  de  los  me- 
jores ascetas.  No  hay  que  pararse  en 
la  corteza  y  asustarse  del  titulo  que 
por  recordar  los  desvarios  de  algunos 
transformistas  podría  ocasionar  equi- 
vocaciones; el  ilustre  autor  aparece 
sólidamente  fundado  en  lo  que  escribe 
y  no  se  recata  de  fustigar,  cuando  lo 
cree  oportuno,  á  los  transformistas 
irreflexivos  y  á  otros  enemigos  de  la 
Iglesia,  señaladamente  á  los  modernis- 
tas. Conocedor  de  la  realidad  de  la 


El  Progreso  del  Dogma.  Discurso  pro- 
nunciado en  la  solemne  apertura  del 
curso  de  1909-1910  en  el  Seminario  Con- 
ciliar de  San  Froilán  de  León  por  el 
Dr.  D.  Olegario  Díaz-Caneja,  profesor 
de  Sagrada  Teología  y  Vicerrector  del 
mismo  Seminario.— León,  imprenta  de 
Maximino  A.  Miñón,  1908.  En  4."  de  27 
páginas. 

Sin  pretensiones  de  ninguna  clase, 
pero  con  buen  criterio,  sana  doctrina 
claridad  en  la  exposición,  valentía  en 
la  frase,  explica  el  docto  profesor  de 
Teología  y  Vicerrector  del  Seminario 
de  León  Sr.  Díaz-Caneja,  «uno  de  los 
principales  y  más  escabrosos  temas 
puestos  á  discusión  por  los  moder- 
nistas... la  Naturaleza  del  Dogma».  Di- 
vídele en  tres  partes:  exposición  del 
progreso  modernista  del  dogma,  su 
refutación  é  idea  del  progreso  legí- 
timo. 

La  materia,  á  nuestro  entender,  está 
elegida  con  acierto;  y  aunque  en  su 
desenvolvimiento  más  que  de  fuentes 
primarias  saca  el  autor  de  fuentes  se- 
cundarias su  doctrina,  echándose,  ver- 
bigracia, de  menos  que  no  cite  á  Mu- 
rri  y  que  no  se  valga  del  Programa 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


265 


Miodernista,  que  por  incidencia  sólo 
una  vez  menciona,  y  aunque  se  halle 
alguna  que  otra  locución  disonante, 
como  llamar  á  los  modernistas  «sabios 
de  alto  copete»,  con  todo,  resulta  el 
discurso  un  trabajo  bien  pensado  y 
bien  hecho  que  honra  al  autor  y  viene 
á  confirmar  la  competencia  de  los  pro- 
fesores de  su  claustro,  cuyo  saber  y 
laboriosidad  á  tan  alto  prestigio  han 
levantado  el  Seminario  de  San  Froi- 
lán  de  León. 

A.  P.G, 

Nouvelle  édition.  La  Somme  du  Prédica- 
teur  sur  les  Temps  liturgiques  et  les 
Evangiles  de  toas  les  dimanches  et  Pe- 
tes, intégralement  expliques  au  moyen 
de  Quatre  Instructions  homilétiques, 
accompagnées  de  Innombrables  Notes 
et  Plans  permettant  de  varier  á  l'lnfini 
l'enseignement  de  la  Chaire,  par  P.  Gre- 
NET,  dit  D'Hauterive,  Chevalier  de  l'Or- 
dre  Insigne  de  Pió  IX,  etc.  Tome  Pre- 
mier: Le  Temps  de  l'Avent,  le  Temps  de 
NóeL  Montréjeau  (Haute-Garonne),  Li- 
brairie  J.-M.  Soubiron,  Editeur.  Droits 
de  reproduction  et  de  traduction  re- 
serves. En  4.°  mayor  de  X-647  páginas. 

Conocida  y  estimadísima  es  la  Suma 
áe  Predicadores  de  D'Hauterive.  Aho- 
ra, con  muy  buen  acuerdo,  J.-M.  Sou- 
biron nos  la  ofrece  de  nuevo  editada. 
El  primer  tomo  comprende  42  instruc- 
ciones, empezando  con  la  preliminar, 
en  que  se  da  una  idea  general  del  año 
cristiano,  y  finalizando  con  la  que  ex- 
plica la  estancia  del  niño  Jesús  en 
Egipto;  es  decir,  que  abarca  el  Ad- 
viento y  Navidad,  ó  sea  dos  de  las 
cuatro  divisiones  del  año  cristiano  ó 
espiritual. 

Resplandecen  estas  homilías  por  la 
claridad  y  orden  en  que  están  distri- 
buidas las  materias,  por  la  abundancia 
y  seguridad  de  doctrina,  por  la  copia 
de  notas,  en  que  se  aducen  largos  tex- 
tos de  Santos  Padres  ó  autores  de 


prestigio  y  se  indican  nuevos  planes, 
y  tienen  la  particularidad  de  expresar 
íntegramente  el  Evangelio  de  la  fiesta 
que  se  celebra  en  cuatro  pláticas  y  de 
referir  la  historia  de  los  diversos 
tiempos  litúrgicos,  y  á  veces  de  los 
ritos  eclesiásticos.  Fácil  y  satisfacto- 
riamente, pues,  los  párrocos,  teniendo 
delante  esta  obra  como  norte  y  guía, 
podrán  cumplir  el  mandato  del  Tri- 
dentino  de  instruir  al  pueblo  durante 
la  Misa  de  lo  que  en  ella  se  recita 
(Sess.  XVll,  cap.  8),  é  inspirarse  otros 
predicadores  sagrados  en  los  sermo- 
nes que  deban  desde  el  pulpito  dirigir 
á  los  fieles  cristianos. 


La  Ciencia  Tomista.  Revista  científica  bi- 
mestral, bajo  la  dirección  de  los  Domi- 
nicos españoles. 

Para  el  día  de  Santo  Tomás  de 
Aquino,  7  del  próximo  Marzo,  se  anun- 
cia el  primer  número  de  esta  nueva 
revista. 

A  juzgar  por  el  prospecto  que  tene- 
mos á  la  vista  y  por  el  número  y  cali- 
dad de  los  redactores  y  también  cola- 
boradores en  él  indicados,  pertenecien- 
tes unos  y  otros  no  á  la  benemérita 
insigne  Orden  dominicana,  la  nueva 
revista  científico-religiosa  ha  de  ser 
muy  notable,  y  esperamos  que  contri- 
buirá eficazmente  al  esclarecimiento  y 
á  la  defensa  de  la  verdad,  obscurecida 
hoy  día  con  tantos  errores  y  tantas 
confusiones  en  todos  los  terrenos.  Con- 
cederá importancia  excepcional  á  los 
Boletines  científicos  en  los  diversos 
ramos  de  la  ciencia  y  á  la  crónica  cien- 
tífica de  las  principales  naciones.  Sal- 
drá un  número  de  160  páginas  en  4."  es- 
pañol cada  dos  meses.  Precio:  un  nú- 
mero suelto,  2  pesetas;  la  suscripción 
al  año,  10  pesetas  en  España,  12  fran- 
cos en  el  extranjero.  Administración: 
Claudio  Coello,  114,  Madrid. 


NOTICIAS  GENERALES 


Madrid,  20  de  Diciembre  de  19D9.— 23  de  Enero  de  1910. 

ROMA.— La  Santa  Sede  durante  el  año  1909.  He  aquí  las  prin- 
cipales cuestiones  tratadas  por  la  Sede  Apostólica  en  el  año  que  acaba 
de  espirar.  Gobierno  general  de  las  Iglesias:.  Aplicación  de  la  reforma  de 
la  Curia  Romana  conforme  á  la  Constitución  apostólica  Sapienti  con- 
síV/o.— Continuación  de  los  trabajos  para  el  nuevo  código  de  Derecho 
Canónico.— Fundación  (7  de  Mayo)  y  organización  del  Instituto  Bíblico 
de  Roma,— Erección  ó  elevación  de  muchas  archidiócesis,  diócesis,  vica- 
riatos y  prefecturas  apostólicas.— Decretos  sobre  la  secularización  de  los 
religiosos  (15  de  Junio),  títulos  y  relaciones  de  las  diversas  ramas  francis- 
canas (4  de  Octubre,  15  dé  Diciembre).— Unión  de  los  Teatinos  con  los 
Padres  de  la  Sagrada  Familia. — Medidas  contra  el  modernismo  intelec- 
tual y  práctico.  Excomunión  de  Murri.  —  Encíclica  Communium  reram 
(21  de  Abril)  por  el  centenario  de  San  Anselmo  sobre  las  luchas  presen- 
tes, interiores  y  exteriores,  contra  la  Iglesia.— Alemania:  Comisión  del 
Cardenal  legado  para  asistir  al  Congreso  Eucarístico  internacional  de 
Colonia.— Francia:  Beatificación  de  Juana  de  Arco.  Discursos  del  Papa 
acerca  de  los  deberes  de  los  católicos  franceses.  Direcciones  pontificias 
en  vista  de  la  separación-persecución,  y  en  orden  á  la  unión  de  los  cató- 
licos franceses,  en  el  terreno  de  la  defensa  religiosa.— Italia:  Socorros 
enviados  para  remediar  las  calamidades  de  Calabria  y  Mesina.  Direc- 
ción sobre  la  organización  y  acción  de  los  católicos  italianos  (acción 
económico-social  católica:  unión  de  las  mujeres  católicas,  etc.).— Tur- 
quía: Recepción  de  la  Embajada  otomana  por  el  advenimiento  del  sultán 
Mahomet  V.— África:  Relaciones  amistosas  con  el  negus  Menelik.  Auto- 
nomía de  la  Congregación  de  los  Trapenses  de  Marianil  (Sud-África). 
Preparación  de  las  causas  de  beatificación  de  los  mártires  indígenas  de 
Uganda.— América:  Concilio  plenario  del  Canadá,  presidido  por  el  Dele- 
gado apostólico.  Reorganización  económica  de  las  diócesis  de  Cuba. 
Extensión  de  la  representación  diplomática  de  la  Santa  Sede  en  las  repú- 
blicas de  la  América  Central.  Representación  diplomática  del  Uruguay  en 
el  Vaticano.— Documentos  Pontificios.  Al  mensaje  de  los  católicos 
reunidos  en  el  Norte  de  Francia  respondió  Su  Santidad  con  una  hermosa 
carta,  en  la  que  dice,  hablando  de  la  unión  por  la  que  aquéllos  abogaron: 
«Esto  Nos  ha  consolado  en  las  penas  y  angustias  que  Nos  vienen,  no 
tanto  de  la  violencia  de  los  malos  para  dañar  como  del  desacuerdo  de 
los  buenos  para  resistirles.»— El  Cardenal-Secretario  escribió  á  la  Comi- 
sión central  de  obras  de  la  Umbría,  declarando  con  estas  palabras  lo  que 


NOTICIAS   GENERALES  267 

quiere  el  Pontífice  que  sea  la  acción  social  católica:  «No  basta  reunir  la 
gente:  menester  es  que  se  la  forme  en  la  vida  cristiana,  que  se  la  habilite 
en  el  apostolado  popular,  el  cual,  juntamente  con  las  obras  católicas, 
exige  de  sus  fieles  la  Iglesia.  Los  católicos  de  fe  estéril  é  infecunda,  y  lo 
que  peor  es,  los  católicos  cuyo  proceder  contradice  á  la  fe,  no  llegarán 
nunca  á  ser  instrumentos  útiles  para  la  grande  empresa  de  restauración 
social,  que  debe  llevarse  á  cabo  comenzando  por  el  mismo  que  se  declara 
apóstol.  No  hay,  pues,  que  contentarse  con  ir  al  pueblo,  sino  que  por  en- 
cima de  todo  se  ha  de  poner  cuidado  en  crear  un  alma  profundamente  cris- 
tiana.»-El  mismo  Cardenal-Secretario  en  31  de  Diciembre  escribía  al 
Conde  de  Mun,  presidente  de  la  obra  de  Círculos  Católicos  de  Obreros 
en  Francia:  «El  Soberano  Pontífice  no  pierde  de  vista  las  organizaciones 
antiguas  que  han  tenido  el  mérito  de  abrir  camino  y  reunir  á  los  hombres 
de  buena  voluntad,  apoyándose  en  los  principios  del  Evangelio  y  disci- 
plina eclesiástica.  Tal  fué  el  carácter  de  vuestra  fundación  y  el  secreto  de 
su  vital  fecundidad,  así  como  de  los  servicios  eminentes  que  ha  prestado 
á  la  religión  y  sociedad.»— En  carta  de  31  de  Diciembre  decía  el  Eminen- 
tísimo Sr.  Merry  del  Val  á  los  organizadores  del  Congreso  de  la  Prensa 
Mariana  tenido  en  Reims:  «Su  Santidad  se  complace  en  alentar  el  celo  y 
piadosa  intención  de  los  directores  de  diferentes  periódicos  marianos, 
que  se  dedican  á  extender  más  y  más  la  devoción  á  la  augusta  Madre  de 
Dios.»  — Mensajes  y  felicitaciones.  El  28,  aniversario  de  la  destruc- 
ción de  Mesina  y  Reggio,  recibió  Pío  X  de  esas  dos  ciudades  mensajes  de 
gratitud,  y  del  Comisario  real  encargado  de  la  administración  municipal 
de  Reggio-Calabria,  el  telegrama  siguiente:  «La  población  de  Reggio  en  el 
primer  aniversario  de  la  terrible  catástrofe,  recuerda  con  agradecimiento 
profundo  las  múltiples  y  generosas  pruebas  de  paternal  benevolencia  de 
Su  Santidad.»— Al  principio  de  año  nuevo  enviaron  sus  felicitaciones  al 
Papa  los  Emperadores  de  Austria  y  Alemania,  los  Reyes  de  España,  Sáje- 
nla, Suecia,  Noruega,  Bélgica,  la  reina  María  Cristina,  el  Príncipe  de  Mo- 
naco, la  grande  Duquesa  de  Luxemburgo,  los  Duques  de  Orleans,  Alen- 
gon  y  la  Condesa  de  Eu.  Á  la  salutación  de  estos  personajes  hay  que  aña- 
dir la  del  sultán  Mahomet  V,  que  es  la  primera  vez  que,  con  motivo  de  la 
entrada  de  año  nuevo,  envía  sus  respetos  al  Pontífice  romano.— Muerte 
del  Cardenal  Satolli.  El  8  de  Enero,  tras  de  una  prolija  agonía,  murió 
el  Cardenal  Francisco  Satolli,  que  había  nacido  el  21  de  Julio  de  1839. 
Fué  Delegado  apostólico  en  los  Estados  Unidos,  Prefecto  de  la  Congre- 
gación de  Estudios  en  Roma  y  miembro  de  muchas  Congregaciones  y 
Comisiones  pontificias,  como  la  de  Estudios  bíbhcos  y  Codificación  del 
Derecho  Canónico.— Nombramiento.  El  benedictino  Dom  Pedro  Bas- 
tien  ha  sido  nombrado  director  del  Acta  Apostolicae  Sedís. 

Ferrocarriles  internacionales. — El  Ministro  de  Trabajos  de 
Italia,  Sr.  Rubini,  y  el  de  Francia,  Sr.  Millerand,  se  encontraron  el  10  en 
la  frontera  franco-italiana,  y  juntos  revisaron  las  obras  para  el  tendido 


268  NOTICIAS    GENERALES 

de  la  línea  del  ferrocarril  de  Niza  á  Coni  y  para  el  de  la  frontera  á  Tenda 
y  Vierola.  En  Tenda  se  ofreció  un  banquete  al  Sr,  Millerand,  pronun- 
ciándose entusiastas  brindis. 


I 

ESPAÑA 

La  pacifícación  de  Melilla.— Ha  continuado  la  sumisión  de  varias 
cabilas,  aceptando  las  condiciones  de  paz  que  se  les  impuso,  y  también 
la  reembarcación  de  tropas  para  la  Península.  Por  el  Ministerio  de  la 
Guerra  se  determinó  la  organización  de  las  fuerzas  que  ha  de  haber  en 
Ceuta  y  Melilla,  y  por  un  decreto,  que  firmó  el  Soberano  el  31,  se  crean 
tres  compañías  de  fuerza  indígena,  que  se  unirán  á  las  de  Policía,  tam- 
bién indígena,  y  mandarán  oficiales  del  Ejército.  Á  principios  de  Enero 
marchó  á  visitar  aquellos  territorios  africanos  el  Ministro  de  Fomento, 
acompañado  de  ingenieros  y  periodistas.  Según  telegrama  oficial  del  10, 
el  Sr.  Gasset  «quedó  muy  satisfecho  de  la  excursión,  así  como  de  los 
trabajos  que  se  han  ejecutado,  y  que  aun  continúan,  tanto  en  fortifica- 
ciones como  en  comunicaciones;  al  mismo  tiempo  expresó  una  vez  más 
su  admiración  por  la  obra  que  el  Ejército  ha  realizado,  y  que  verdadera- 
mente es  gigantesca».  Como  consecuencia  de  los  estudios  practicados 
por  las  Comisiones  técnicas,  el  Ministro  de  Fomento  aprobó  el  11  el  plan 
de  varias  carreteras,  de  varias  construcciones  marítimas,  la  granja  de 
Nador  y  reedificación  de  la  escuela  indígena  de  dicho  pueblo. — Política. 
Conflicto  militar.  El  10  se  denunció  á  La  Correspondencia  Militar  por 
un  artículo  en  que  «Santiago  Valisoletano»  impugnó  las  propuestas  de 
recompensas  con  ocasión  de  la  guerra  de  Melilla.  El  12  se  hizo  una 
manifestación  ante  la  redacción  de  aquel  periódico,  á  la  que,  según  el 
mismo,  concurrieron  unas  400  personas  (parece  que  no  pasaron  de  180), 
que  por  su  aspecto  semejaban  militares;  aplaudieron  al  director  y  redac- 
tores del  diario,  y  sonaron  los  gritos  de  «¡Viva  el  Ejército!,  ¡Viva  la  jus- 
ticia!» El  Gobierno  puso  pronto  y  enérgico  remedio.  El  13  por  la  mañana 
se  celebró  Consejo  de  Ministros,  bajo  la  presidencia  del  Rey,  y,  según 
relación  oficiosa,  el  general  Luque,  después  de  exponer  los  sucesos  del 
día  anterior,  sometió  á  la  firma  del  Monarca  los  siguientes  decretos: 
relevando  del  cargo  de  Capitán  general  de  Madrid  al  Sr.  Villar  y  Villate, 
sustituyéndole  por  el  general  Ríos;  á  éste  reemplazó  en  su  cargo  de  jefe 
del  Estado  Mayor  Central  el  general  González  Parrado.  Se  nombraron 
Capitanes  generales:  de  Valencia,  al  Sr.  Aznar;  de  Galicia,  á  D.  Amos 
Quijada;  de  Valladolid,  al  Sr.  González  Tablas.  Además  ordenó  el  Minis- 
tro de  la  Guerra  el  relevo  de  los  coroneles  de  caballería  del  Príncipe  y 
de  la  Reina,  y  el  arresto  en  un  castillo  de  los  oficiales  de  la  guarnición  de 
Madrid  que  se  tiene  por  cierto  concurrieron  á  la  manifestación.  Cuatro, 


NOTICIAS   GENERALES  269 

hasta  ahora,  han  sido  los  castigados  con  esta  pena- -Declaraciones  del 
Ministro  de  Estado.  Le  Figaro,  de  París,  publicó  el  25  unas  declaracio- 
nes que  el  Sr.  Pérez  Caballero  hizo  en  una  entrevista  á  uno  de  sus  redac- 
tores. De  ellas  se  deduce  que  antes  de  salir  de  Roma  examinó  el  Minis- 
tro de  Estado  con  el  Papa  y  el  Cardenal  Merry  del  Val  la  cuestión  del 
modiis  vivendi  existente  entre  la  Santa  Sede  y  España;  que  los  liberales 
cumplirán  el  compromiso  de  reformar  el  Concordato,  armonizándolo  con 
la  Constitución  española,  y  de  reglamentar  la  situación  de  las  Congrega- 
ciones. Esta  reforma  se  efectuará  con  espíritu  liberal,  exenta  de  todo 
anticlericalismo.— Cons/íYwctó/7  de  los  Ayuntamientos.  El  1.°  de  Enero  se 
constituyeron  los  nuevos  Ayuntamientos,  no  sin  que  hubiera  tumultos  en 
algunas  partes,  como,  v.  gr.,  en  Madrid,  donde  los  republicanos-socia- 
listas protestaron  ruidosamente  en  la  calle  contra  la  elección  de  un 
concejal  liberal,  en  vez  de  un  socialista  que  creía  tener  derecho  al  acta. — 
Los  republicanos.  El  9  se  tuvo  un  meeting  radical  en  Logroño,  en  el  que 
afirmó  Lerroux  que  la  creación  del  partido  radical  se  debe  al  fracaso  de 
la  unión  republicana,  y  que  dicho  partido  está  dispuesto  á  hacer  la  revo- 
lución pacificamente,  aunque  esto  dependerá  de  la  forma  y  actitud  de  los 
enemigos.  Para  que  se  vea  la  honda  división  que  trabaja  al  republica- 
nismo español,  hace  al  caso  el  siguiente  suelto  de  un  periódico  de  la 
cuerda:  «Tendremos  el  año  próximo  estos  partidos  republicanos:  guber- 
namental, con  Álvarez,  Azcárate  y  Pedregal;  gubernamental,  con  Sol  y 
Ortega;  radical,  de  Lerroux;  radical,  de  Soriano;  federal;  progresista  de 
Esquerdo;  núcleo  de  la  antigua  unión;  nacionalista  republicano  catalán, 
y  autónomos  de  la  Coruña,  Castellón,  Málaga  y  Valencia.»— Creac/d/z 
de  un  nuevo  partido.  En  Barcelona  se  constituyó  el  partido  obrero,  cuyo 
programa  en  materia  de  religión  preconiza  «la  tolerancia  y  respeto  para 
todas  las  ideas  religiosas  contenidas  en  el  santuario  de  la  conciencia»,  y 
abomina  «de  los  radicalismos  rojos  y  los  radicalismos  blancos». 

Reales  órdenes. — La  Gaceta  del  31  publica  un  real  decreto  dispo- 
niendo que  continúen  rigiendo  durante  el  año  1910  los  presupuestos 
aprobados  para  la  Península  y  posesiones  españolas  de  África;  la  del  11, 
uno  de  Gracia  y  Justicia  sobre  reformas  judiciales,  y  otro  de  Instrucción, 
dictando  reglas  acerca  de  la  provisión  de  escuelas;  la  del  9,  dos  de  Fo- 
mento aprobando  el  plan  de  obras  nuevas  y  estudios  de  carreteras,  y  or- 
denando que  se  realicen  por  administración  las  obras  hidráulicas  pen- 
dientes. 

Fomentos  materiales.— Congreso  Pedagógico  de  Barcelona.  Co- 
menzó el  26,  y  duró  hasta  los  primeros  días  de  Enero.  La  concurrencia 
fué  inmensa.  Una  enmienda,  ganada  en  votación  por  los  católicos, 
pidiendo  que  la  autoridad  eclesiástica  vigilase  la  enseñanza  religiosa  en 
las  escuelas,  sirvió  de  pretexto  á  unos  cuantos  maestros  para  retirarse 
del  Congreso,  pero  á  pesar  de  este  incidente, continuaron  las  sesiones  sin 
perder  importancia,  manifestándose  á  las  claras  las  sanas  ideas  de  la 

RAZÓN  Y  FE,  TOMO  XXVI  18 


270  NOTICIAS   GENERALES 

mayoría  de  los  maestros  españoles.— La  Exposición  de  Valencia,  Se 
cerró  el  día  9,  asistiendo  al  acto  el  ministro  de  Instrucción  pública,  señor 
Barroso,  y  numerosísimo  público.  El  presidente  de  la  Comisión,  señor 
Trenor,  pronunció  un  discurso  refiriendo  los  beneficios  que  á  la  región 
ha  granjeado  el  certamen  y  anunciando  su  terminación.  Ese  mismo  día 
inauguró  el  Ministro  en  el  Ateneo  Mercantil  la  escuela  de  árabe.  Unión 
Ibero-Americana.  Hemos  recibido  las  circulares  que  la  Unión  Ibero- 
Americana  publica,  dando  cuenta  de  que  se  propone  contribuir  con  todos 
los  medios  posibles  á  la  conmemoración  del  centenario  de  la  indepen- 
dencia de  las  repúblicas  latinas  de  América,  para  estrechar  los  vínculos 
de  afecto  y  amistad  entre  éstas  y  España.  El  Congreso  XVII  internacional 
de  americanistas,  que  llevará  el  nombre  de  Congreso  del  Centenario, 
celebrará  este  año  dos  series  de  sesiones:  la  primera  en  Buenos  Aires, 
del  16  al  21  de  Mayo;  la  otra  en  Méjico,  del  8  al  14  de  Septiembre;  en 
los  programas,  compuestos  por  las  comisiones  organizadoras  del  Con- 
greso, se  exponen  los  estatutos  de  éste  y  las  interesantes  materias  que 
han  de  ser  objeto  de  discusión.— /«e^os  florales  en  Reas.  Deseando  la 
Junta  directiva  del  Patronato  obrero  de  San  José  y  la  redacción  del 
Semanario  Católico  de  Reiis  honrar  este  año  la  memoria  del  insigne  filó- 
sofo D.  Jaime  Balmes,  por  cumplirse  el  centenario  de  su  nacimiento,  ha 
dispuesto  celebrar  juegos  florales,  á  los  que  invita  á  poetas  y  estudiosos 
críticos.  Los  temas  están  bien  escogidos  y  las  recompensas  no  dejan  de 
ser  apreciables.  Para  el  15  de  Abril  deben  ser  enviados  los  trabajos  al 
secretario  del  Jurado,  Rambla  de  Massini,  5,  Reus. 

Noticias  religiosas.  "//o/2ra/2í/o  á  España.  Según  dice  Ora  et 
Labora,  la  obra  de  los  seminaristas  españoles  encuentra  eco  en  muchos 
Seminarios  de  Portugal,  Italia,  Francia  y  América  latina.  Sobre  todo  en 
Portugal,  la  propaganda  que  se  hace  rivaliza  con  la  de  España,  y  sus 
centros  se  relacionan  con  el  de  Sevilla.  Gracias  á  t)¡os,  que  tan  copio- 
sos frutos  ha  querido  que  resulten  del  grano  de  mostaza  sembrado  por 
los  seminaristas  seviWanos.— Jubileos  sacerdotales.  Dos  insignes  Prela- 
dos, el  de  Huesca  el  26  y  el  de  Málaga  el  30,  celebraron  con  pompa  y 
solemnidad  las  fiestas  del  jubileo  de  su  ordenación  sacerdotal.  Ambos 
recibieron  pruebas  inequívocas  del  amor  que  con  sus  virtudes  y  celo 
pastoral  han  sabido  acarrearse  entre  sus  diocesanos.  Quiera  el  Cielo 
prolongar  por  dilatado  tiempo  la  vida  de  Obispos  tan  queridos  y  esti- 
mados de  iodos.— Contra  las  escuelas  laicas.  La  Junta  provincial  de 
primera  enseñanza  de  Barcelona,  después  de  oír  durante  un  mes  multi- 
tud de  informes  y  declaraciones  de  Corporaciones  y  personas  que  com- 
parecieron ante  ella,  contrarios  todos  y  ni  uno  sólo  favorable  á  la 
reapertura  de  las  escuelas  laicas,  ha  manifestado  al  gobernador,  por 
unanimidad,  la  conveniencia  de  que  permanezcan  cerradas.— Asamblea 
diocesana  de  Madrid-Alcalá.  El  viernes  31  de  Diciembre  se  tuvo  la 
tercera  y  última  sesión  de  la  Asamblea  diocesana.  El  Excmo.  Pre- 


NOTICIAS  GENERALES  .271 

lado,  en  un  elocuente  discurso,  resumió  los  importantes  trabajos  de  las 
Juntas  parroquiales,  tanto  en  lo  que  se  refiere  á  las  secciones  religiosa 
y  benéfica  como  á  lo  que  mira  al  orden  social  y  relaciones  de  las  parro- 
quias entre  sí  é  instituciones  en  ellas  existentes. 

II 

EXTRANJERO 

AMÉRICA. — Méjico.  De  nuestro  corresponsal,  R.  P.  Gustavo  He- 
redia,  en  aquella  república: 

Congreso  Católico  de  Periodistas.  El  día  12  de  Diciembre,  fiesta  titular  de  la  Santí- 
sima Virgen  de  Guadalupe,  Patrona  principal  de  la  nación  mejicana,  se  celebró  el  pri- 
mer Congreso  nacional  de  periodistas  católicos,  asistiendo  48  delegados  de  los  diver- 
sos Estados,  en  representación  de  los  62  periódicos  católicos  que  se  publican  en  toda 
la  república.  Se  pronunciaron  elocuentes  discursos  y  se  aprobaron  algunas  conclusio- 
nes prácticas  para  la  unión  de  la  prensa  católica  en  contra  de  la  impía.— £/  P.  Antonio 
Astrain,  S.J.  El  conocido  autor  de  la  Historia  de  la  Compañía  de  Jesús  en  la  Asisten- 
cia de  España  ha  sido  recibido  con  especiales  muestras  de  aprecio  y  atención  por  las 
autoridades  civiles  del  departamento  de  Instrucción  pública  y  Bellas  Artes,  que  le  han 
facilitado  los  medios  de  continuar  sus  trabajos  históricos  en  lo  tocante  á  la  república 
mejicana.  En  los  dos  últimos  meses  el  P.  Astrain  ha  visitado  los  principales  archivos, 
bibliotecas  y  museos  de  Méjico,  Puebla  y  Guadalajara,  encontrando  algunos  raros  y 
preciosos  documentos  relativos  á  la  historia  de  la  Compañía  de  Jesús  en  Méjico.— ¿as 
obras  hidráulicas.  La  nueva  entubación  y  distribución  de  agua  potable  en  la  ciudad  de 
Méjico  se  continúa  con  extraordinaria  actividad.  En  la  hacienda  de  la  Condesa,  al 
Poniente  de  la  ciudad,  se  han  instalado  ya  las  grandes  bombas  que  deben  subir  20.000 
litros  de  agua  por  segundo  á  los  cuatro  enormes  depósitos  construidos  en  la  loma  del 
Rey,  á  44  metros  de  altura.  La  cantidad  de  agua  calculada  es  de  400  litros  diarios  por 
cada  habitante,  suponiendo  una  población  de  500.000  almas.  El  costo  total  de  las  obras 
hidráulicas  es  de  dos  millones  de  pesos. 

Nicaragua.— Los  periódicos  del  28  anunciaban  que  en  la  Legación 
de  Nicaragua  en  Madrid  se  había  recibido  la  noticia  de  haberse  pose- 
sionado de  la  presidencia  de  aquella  repiiblica  el  Dr.  D.  José  Madriz. 
Á  juicio  del  representante  de  Nicaragua  en  la  capital  de  España,  el 
Sr.  Madriz,  aunque  de  ideas  liberales,  no  es  un  jacobino  ni  un  exaltado. 
El  anterior  presidente,  Sr.  Zelaya,  refugióse  en  el  territorio  mejicano. 
Parece  que  el  Gobierno  norteamericano  reclamó  al  de  Méjico  por 
haberle  dado  hospitalidad,  pero  éste  contestó  que  no  podía  negársela  á 
una  persona  particular,  sin  cargo  alguno  oficial,  de  una  república  amiga. 

Estados  Unidos.— En  Nueva  York  se  han  construido  y  consagrado 
en  poco  tiempo  cinco  nuevas  iglesias  católicas,  y  abierto  en  diferentes 
barrios  media  docena  de  escuelas,  también  católicas.  Á  unos  tres  millo- 
nes de  dollars  sube  lo  que  se  ha  gastado  en  la  edificación  de  las  recien- 
tes obras  de  la  diócesis.— Hace  poco  murió  el  sacerdote  norteamericano 
P.  Tabb,  calificado  por  el  Sun,  de  Baltimore,  de  primer  poeta  lírico  de 
nuestro  tiempo.  Sus  poemas  ligeros,  exquisitamente  cincelados,  repro- 


272  NOTICIAS   GENERALES 

ducían  cuadros  y  escenas  de  inspiración  arrebatadora.— La  Sociedad 
Geográfica  de  Nueva  Yoric,  después  de  un  examen  profundo  de  los 
documentos  del  comandante  Peary,  manifiesta  que  este  explorador  con- 
siguió verdaderamente  llegar  al  Polo  Norte  el  6  de  Abril  último.  En 
cambio,  la  Comisión  científica  de  Copenhague  ha  desautorizado  al  doc- 
tor Cook,  que  reclamaba  esa  gloria. 

EUROPA.— Portugal.  El  24  se  constituyó  nuevo  Gabinete  en  la 
forma  siguiente:  Presidencia,  Beirao;  Justicia,  Montenegro;  Interior,  Díaz 
Costa;  Negocios  Extranjeros,  Villaca:  Guerra,  Matías  Noures;  Marina, 
Azevedo  Continho;  Hacienda,  Soarez  Branco,  y  Obras  públicas,  Moréi- 
ra. — Diario  de  Noticias  publica  una  nota,  á  la  que  se  atribuye  carácter 
oficioso,  participando  lo  siguiente:  «Segúninformesfidedignos,  el  juezde 
instrucción  criminal  ha  descubierto  una  gran  red  de  sociedades  secretas 
que  se  proponían  el  cambio  de  régimen.  En  una  de  esas  sociedades  se 
resolvió  el  crimen  de  Cascaes.» 

Francia.— Empleados.  Hay  444.000,  ó  sea  una  nonagésima  parte  de 
la  población;  su  presupuesto  asciende  á  700  millones.  Fuera  de  los 
empleados  oficiales  existen  36.000  guardabosques  y  guardapesca,  3.000 
jueces  locales,  500  procuradores  fiscales,  21  legaciones  de  gendarmes  ó 
policías,  dos  regimientos  de  guardia  republicana.  Y  sin  embargo,  mon- 
sieur  D.  Lesneur,  en  un  libro  intitulado  El  derecho  á  la  fuerza,  prueba 
que  es  preciso  en  Francia  armarse  en  propia  defensa. — La  Facultad  de 
Beyrouth.  En  una  de  las  sesiones  del  Parlamento  se  discutía  el  presu- 
puesto de  Negocios  Extranjeros.  Un  socialista  unificado  pedía  la  supre- 
sión de  subsidios  anuales  á  la  Facultad  de  Beyrouth,  dirigida  por  los 
jesuítas.  Mr.  Pichón  le  respondió  así:  «Yo  considero  que  esa  Facultad 
es  una  de  las  instituciones  que  prestan  mayores  servicios  á  nuestra 
influencia,  y  que  sería  un  acto  sumamente  reprensible,  no  sólo  el  supri- 
mirla, sino  aun  tocar  á  su  organización.»  Lo  que  comenta  de  este  modo 
elEcho  de  Paris:  «Los  religiosos  son  los  mismos  en  todas  partes;  si  en 
Beyrouth  se  portan  como  buenos  franceses,  ¿por  qué  aquí  se  los  trata 
como  malos  ciudadanos  é  indignos  del  suelo  natal?  Misterio  y  maso- 
nería.» 

Inglaterra.— El  10  se  firmó  el  decreto  real  disolviendo  el  actual 
Parlamento  y  convocando  otro  nuevo  para  el  día  15  de  Febrero  próximo. 
El  14  comenzaron  las  elecciones,  que  durarán  dos  semanas.  Hasta  la 
fecha  llevan  la  mejor  parte  los  unionistas.  Las  elecciones  en  Inglaterra 
cuestan  carísimas.  The  Daily  Mirror  escribe  que  en  las  de  1906  se  ele- 
varon los  gastos  á  1.168.553  libras  esterlinas,  ó  sea  unos  29  millones  y 
medio  de  pesetas;  hubo  5.645.104  votos;  de  modo  que  cada  voto  costó 
cuatro  chelines  y  un  penique. 

Alemania.— En  toda  la  nación  trabaja  el  Centro  enérgicamente 
contra  la  inspección  de  las  escuelas  por  los  legos.  El  grupo  del  Centro 
de  Cassel  envió  al  Ministro  de  Cultos  un  mensaje  protestando  contra  la 


VARIEDADES  273 

dirección  de  las  escuelas  por  los  Inspectores,  y  pidiendo  que  en  lo  que 
mira  á  la  instrucción  religiosa  corriera  dicha  dirección  á  cargo  de  las 
Autoridades  eclesiásticas.— Las  estadísticas  religiosas  manifiestan  que 
prospera  maravillosamente  el  catolicismo  en  Luxemburgo.  La  prosperi- 
dad se  debe  principalmente  al  Sindicato  de  los  obreros  católicos.  Actual- 
mente la  Confederación  de  obreros  católicos  cuenta  36  asociaciones.  Su 
periódico  El  Obrero  ha  realizado  grandes  mejoras,  y  las  Asociaciones 
celebraron  en  1909  más  de  200  congresos  públicos.  Las  cajas  de  segu- 
ros para  los  enfermos  están  muy  florecientes.  En  este  pequeño  territorio 
aparecen  claramente  los  resultados  de  la  unión  en  Cristo,  que  consti- 
tuye la  fuerza  de  los  pueblos. 

OCEANÍA.— Filipinas.  De  nuestro  corresponsal  de  Manila: 
1.  Hace  algún  tiempo  que  absorbe  la  atención  de  todos  la  política,  por  liallarnos  en 
pleno  periodo  electoral;  aunque,  generalmente  hablando,  se  ha  notado  menos  anima- 
ción y  entusiasmo  que  en  las  pasadas  elecciones.  El  triunfo  ha  sido  para  el  partido 
nacionalista,  que  desea  la  pronta  independencia  de  las  islas,  en  contra  del  progresista, 
que  apoya  la  acción  del  Gobierno.  Es  curioso  lo  que  ha  acontecido,  á  saber:  que  la 
mayoría  de  los  diputados  de  la  pasada  legislatura,  ó  se  han  retirado,  ó  han  perdido  las 
elecciones.  2.  Se  nota  mucha  efervescencia  en  el  país  por  buscar  medios  á  fin  de 
fomentar  la  agricultura,  la  industria  y  el  comercio  filipinos;  se  proyectan  Compañías 
para  la  fundación  de  Bancos  y  otras  instituciones  de  crédito,  con  el  objeto  de  reunir 
capitales  con  que  evitar  la  funesta  competencia  de  las  Compañías  americanas,  que, 
favorecidas  por  el  librecambio,  tratan  de  monopolizar  la  explotación  de  las  fuentes  de 
riqueza  del  país.  Los  productores  de  azúcar  han  celebrado  una  Asamblea,  de  la  que  se 
prometen  resultados  muy  halagüeños.  3.  Cumplida  ya  la  licencia  del  Gobernador 
general  pasado,  y  admitida  su  dimisión,  ha  tomado  posesión  de  su  cargo  el  nuevo, 
Mr.  Cameron  Forbes,  que  prestará  su  juramento  este  mes.  Su  programa  de  gobierno 
ha  sido  una  repetición  de  lo  que  dijo  al  ser  nombrado  Gobernador  interino:  poca  polí- 
tica y  mucho  empeño  en  fomentar  los  intereses  materiales  del  país.  Aunque  protes- 
tante, procura  mantener  buenas  relaciones  con  las  Autoridades  eclesiásticas  del  país.» 

A.    P.    GOYENA. 


VARIEDADES 

Programa  (1).— La  unión  de  los  católicos  se  propone  por  ahora, 
sin  perjuicio  de  lo  que  acuerden  los  Prelados  en  adelante: 

L°  Que  se  restrinja  la  tolerancia  religiosa  á  lo  que  taxativamente 
permite  la  ley  fundamental,  prohibiendo  severamente  las  manifestaciones 
públicas  de  cultos  disidentes  que  se  dan  en  lugares  abiertos  al  público,  y 
como  la  escuela  no  es  parte  del  culto,  que  se  prohiba  con  igual  rigor 
cualquier  escuela  no  católica. 

2°  Como  consecuencia  de  esta  disposición  y  del  art.  2."  del  Concor- 
dato, el  apoyo  eficaz  del  Gobierno  para  que  los  Obispos  impidan  la 

(1)  Véase  crónica  del  5.°  Congreso  Católico  español,  celebrado  en  Burgos  el  año 
1899,  pág.  41  y  sig.  y  pág.  636-637. 


274  VARIEDADES 

circulación  de  malos  libros  y  su  adopción  como  textos  de  enseñanza. 

3."  Libertad  académica  de  enseñanza  en  favor  de  la  Iglesia,  sin  suje- 
ción á  centros  oficiales  docentes,  como  ofrece  el  art.  12  de  la  Constitu- 
ción y  exige  la  institución  divina  de  la  Iglesia. 

4."  Que  la  instrucción  en  las  universidades,  colegios,  seminarios  y  es- 
cuelas públicas  ó  privadas  dé  cualquier  clase  sea  en  todo  conforme  con  la 
Religión  católica,  que  es  la  religión  del  Estado,  y  que  los  Obispos  puedan 
velar  eficazmente  sobre  el  cumplimiento  de  esta  prescripción  concordada. 

5.°  Modificar  el  art.  549  de  la  ley  de  Enjuiciamiento  criminal ,  para 
que  los  templos  y  demás  lugares  sagrados  no  sean  allanados  sin  previo 
permiso  de  la  autoridad  eclesiástica. 

6.^"  Que  las  personas  eclesiásticas  no  puedan  ser  castigadas  corpo- 
ralmente  por  la  autoridad  civil,  sino  en  los  casos  de  la  pérdida  de  fuero 
eclesiástico,  ni  citadas  á  los  Tribunales  sin  previa  venia  de  su  Prelado, 
ni  obligadas  á  prestaciones  ú  oficios  serviles  y  bajos  que  desdigan  de  su 
estado,  y  que  se  cumpla  la  promesa  hecha  en  el  art.  I.""  del  decreto-ley 
de  6  de  Diciembre  de  1868,  de  un  acuerdo  con  la  Santa  Sede,  que  resta- 
blezca el  fuero  eclesiástico,  como  se  restableció  el  fuero  militar. 

7."  Exención  de  servicio  militar  para  los  clérigos  tonsurados  que 
cursan  en  los  Seminarios  diocesanos  hasta  que  hayan  cumplido  veinti- 
siete años,  como  en  Alemania;  exención  absoluta  para  los  ordenados  in 
sacris  y  profesos  en  Orden  religiosa  aprobada. 

8.°  Que  se  admita  en  los  Tribunales  las  demandas  fundadas  en  espon- 
sales, con  tal  que  se  hayan  contraído  por  escritura  pública  al  tenor  de  lo 
decretado  por  la  Sagrada  Congregación  del  Concilio  (1);  que  el  matrimo- 
nio canónico  produzca  siempre  efectos  civiles,  y  que  para  los  no  cató- 
licos sólo  se  permita  el  contrato  civil  como  subsidiario,  previa  justifica- 
ción de  su  profesión  religiosa  que  date  de  un  año  antes,  por  lo  menos. 

9."  Que  cumplidos  los  años  de  la  pubertad,  puedan  los  jóvenes  de 
uno  ú  otro  sexo  ingresar  libremente  en  cualquiera  Orden  religiosa  apro- 
bada por  la  Iglesia. 

10.  Que  los  Obispos  puedan  por  sí  mismos  obligar  á  los  testamenta- 
rios al  cumplimiento  de  los  legados  píos  dispuestos  por  testadores,  con 
independencia  de  cualquiera  autoridad  civil. 

11.  Que  se  proscriba  y  prohiba  cualquier  asociación  no  católica  que 
no  reúna  las  condiciones  impuestas  por  la  ley  de  30  de  Junio  de  1887,  es 
decir,  que  no  quepa  en  los  límites  marcados  por  el  art.  1 1  de  la  Consti- 
tución del  Estado,  de  conformarse  con  la  moral  cristiana,  y  que  los  jueces 
de  la  doctrina  lo  sean  de  esta  conformidad. 

12.  Que  se  prescriba  y  sancione  el  descanso  en  los  días  festivos,  se 

(1)  Estos  esponsales  eran  válidos  cuando  se  dictó  el  Programa.  Hoy  se  exigen  otras 
condiciones  por  el  decreto  «Ne  temeré»,  admitido  en  España  como  ley  del  reino,  sin  que 
sea  necesario  que  la  escritura  se  haga  ante  Notario,  V.  Los  esponsales  y  el  matrimonio, 
por  el  P.  Ferreres,  IV  edic.  n.  668  y  179  con  la  nota. 


OBRAS  RECIBIDAS 


275 


reglamenten  las  tabernas,  se  prohiba  el  juego  y  se  castigue  la  blasfemia 
y  la  venta  y  exhibición  de  escritos  y  estampas  obscenas. 

13.  Que  se  derogue  el  real  decreto  de  12  de  Agosto  de  1871,  que  em- 
barga el  cumplimiento  del  convenio-ley  sobre  capellanías  de  sangre. 

14.  Que  se  eximan  de  una  vez  y  claramente  de  la  desamortización 
las  casas  y  huertas  rectorales,  al  tenor  del  art.  23  del  Concordato  y  real 
decreto  de  4  de  Enero  de  1867. 

15.  Que  no  se  ingiera  el  Gobierno  en  la  administración  de  los  bienes 
de  las  iglesias,  y  se  establezca  en  todas  las  diócesis  el  fondo  de  reserva 
(artículos  4  y  37  del  Concordato),  aprobando  inmediatamente  los  arre- 
glos parroquiales  terminados. 

16.  Que  se  permita  las  exequias  de  cuerpo  presente,  como  previene 
la  liturgia  y  se  practica  en  todas  partes,  salvo  los  casos  excepcionales 
de  peste  y  de  contagio. 

17.  Que  de  no  eximir  del  impuesto  de  consumos  á  los  párrocos,  á  lo 
menos,  para  evitar  abusos  y  graves  inconvenientes,  se  les  permita  con- 
tribuir en  forma  distinta  del  reparto  municipal. 


OBRAS  RECIBIDAS  EN  LA  REDACCIÓN 


Acción  católico-social  de  la  Congre- 
gación   DE    SEGLARES    CATÓLICOS,    por    Cl 

P.  G.  Vives,  S.  J.— Palma. 

AlCOY    en     el   XXV  ANIVERSARIO    DE    LA 

MUERTE  DE  CASIMIRO  Barello.— Tipografía 
de  la  Buena  Prensa,  1909. 

Almanaque  del  «Diario  de  Barcelona» 
PARA  1910.  Un  tomo  de  304  páginas  con 
variedad  de  información  politica,  finan- 
ciera, de  la  guerra  de  Melilla,  etc.,  etc. 

Allgemeine  Theorie  elektrostatischer 
Me  Binstrumente  mit  besonderer  Be- 
rücksichtigung  des  Quadrantelektro- 
meters,  von  J.  del  Pulgar  und  Th.  Wulf.— 
Leipzig. 

Anales  de  Instrucción  primaria. 
Año  VIL  Tomo  VI.— Montevideo. 

Asociación  española  para  el  progreso 
de  las  Ciencias.  Congreso  de  Zaragoza. 
La  calefacción  por  el  acetileno  en  los 
LABORATORIOS,  por  el  P.  E.  Vitoria,  S.  J. 

IIeata  Juana  de  Arco,  por  el  R.  Fray 
T.  de  M.  Número  186  de  Lecturas  Católi- 
cas.—Librería  Salesiana,  Sarria-Barcelona. 

Biblioteca  del  enfermo.  Compilación 
de  lecturas  é  instrucciones  para  el  hogar 
católico,  por  Baltasar  Vélez  V.,  presbíte- 
ro. Con  licencia  y  aprobación  eclesiásti- 
cas.—Barcelona,  imprenta  de  Francisco 
Altes.  Son  seis  proporcionados  tomos 
en  8.",  edición  de  1900,  antigua  ya  para 
juzgarla  en  la  «Sección  bibliográfica». 
Véase  Razón  y  Fe,  t.  XI,  pág.  113. 

Breves  detalles  sobre  el  cultivo  de 


algunas  plantas.  Regalo  de  la  Biblioteca 
Agraria  Solariana.— Sevilla,  1909. 

Bulletin  de  L'Activité  Solaire,  Extrait 
des  No'*  9-10  et  11  (1909),  par  R.  Garri- 
do, S.  J. 

Calixte  III  et  la  comete  de  Halley, 
par  J.  Stein,  S.  J.— Roma,  1909. 

Comulgad  todos  los  días,  por  el  Pa- 
dre R.  Vilariño,  S.  J.— Bilbao.  De  propa- 
ganda. 

Comunidades  religiosas,  por  el  Padre 
J.  M.  Quirós,  S.  J.  —  Medellin.  Defensa- 
contestación  á  los  artículos  publicados 
sobre  el  mismo  tema  en  La  Organización, 
de  Medellin.  Precede  una  carta  notable 
del  limo.  Sr.  Caizedo,  Arzobispo  de  Me- 
dellin. 

Cristo  y  el  obrero.  Brillante  discurso 
del  Sr.  Obispo  de  Jaca,  mostrando  cómo 
Jesucristo,  que  quiso  ser  y  llamarse  obre- 
ro, dignificó  el  trabajo  y  honró  al  obrero. 

l>iE  Griechischen  Christlichen  Schrif- 
tsteller,  der  Ersten  Drei  Jahrhunderte. 
Clemens  Alexandrinus.  —  Leipzig,  J.  C 
Hinrichs'sche  Buchhanburg,  1909. 

Kl  Alto  Jalón.  Descubrimientos  ar- 
queológicos. Discurso  por  el  excelentí- 
simo Sr.  D.  E.  de  Aguilera. — Madrid. 

El  Hogar  Católico.  Número  extraordi- 
nario, dedicado  al  Sumo  Pontífice  Pío  X 
en  su  jubileo  sacerdotal. —  Bogotá,  Ju- 
nio, 1908.  En  folio,  con  ilustraciones  y  un 
himno  latino  en  música.'Jcon  otras  esco- 
gidas composiciones. 


276 


OBRAS   RECIBIDAS 


Enciclopedia  universal  ilustrada 
EUROPEO-AMERICANA.  Cuademos  136-141. — 
José  Espasa  é  Hijos,  editores,  Barcelona. 

En   la   FIESTA   DE  LA  PURÍSIMA,  PaTRONA 

DE  LA  Infantería  española,  por  el  Pa- 
dre A.  de  Madariaga,  S.  J.— Burgos,  1909. 
Alocución  sagrada  muy  patriótica  con- 
tra la  media  luna  y  la  serpiente,  nuestros 
enemigos  tradicionales. 

Espinas  y  rosas.  Novelas  por  el  Pa- 
dre J.  B.  Diel,  S.  J.  3  francos.— B.  Herder, 
Friburgo  (Alemania). 

Flores  de  los  valles.  Rasgos  de  la  vida 
y  virtudes  extraordinarias  del  celoso 
sacerdote  Sixto  Varona,  párroco  de  Vi- 
llarejo,  escrita  por  N.  R.  S.,  presbítero.-— 
Burgos,  Centro  Católico,  1909. 

Fortuna  y  salud  aseguradas,  por 
E.  Bayde.— Librería  Salesiana,  Sarria-Bar- 
celona. 

ííeschichte  der  Jesuiten  in  Portugal 
unter  der  Staatsverwaltung  des  Mar- 
QUis  voN  Pombal,  von  J.  B.  Kafheme- 
yer,  S.  J.— Porto  Alegre. 

Gran  misión  del  Sagrado  Corazón, 
traducido  del  italiano  y  aumentado  para 
España  y  América  por  el  Apostolado  de 
la  Oración  de  Santander.— Bilbao,  Gran 
Via,  núm.  30;  1909.  Muestra  que  el  mes 
del  Sagrado  Corazón  ha  de  ser  una  mi- 
sión anual,  renovada  en  todas  partes,  que 
restaure  todas  las  cosas  en  Cristo. 

Higiene  popular  moderna,  por  A.  Ghio- 
ne,  traducida  por  F.  Fraga.  28  cuadernos, 
3,50  pesetas.— Librería  Salesiana,  Sarria- 
Barcelona. 

Historia  Universal,  por  F.  Díaz  Car- 
mona.  4  francos.— B.  Herder,  Friburgo. 

Hogar  y  escuela.  Ilustración  mensual. 
Una  peseta  al  año.  Año  I,  núm.  1.— Barce- 
lona 1910.  Viene  «á  aportar,  dice,  nuestro 
humilde  concurso  á  la  escuela  cristiana». 
Le  deseamos  larga  y  próspera  vida. 

Hojas  de  Catecismo.  Diálogos  de  ac- 
tualidad, por  G.  M.,  S.  J.;  1909.— Bello,  25, 
Orihuela. 

Hojitas  de  propaganda.  Nuestra  salva- 
ción por  María  Auxiliadora. 

Hojitas  escolares.  VIII.  En  compañía. 
Avellanas,  2,  Valencia. 

Homenaje  de  «El  Diocesano»  al  ilus- 

TRÍSIMO  Y  RmO.  Sr.  Dr.  D.   MaNUEL   CaIZE- 

do.  Arzobispo  de  Medellín,  con  ocasión 
de  su  visita  á  esta  capital  de  Antioquía 
(Colombia).  2  de  Noviembre  de  1909. 

Homenaje  del  clero  á  su  Rmo.  Prelado 
CON  motivo  de  las  bodas  de  oro  de  su 
sacerdocio.— Málaga,  1909.  Véase  «Noti- 
cias generales»,  pág.  270. 

Homenaje  de  los  católicos  de  Valla- 

DOLID    AL   EXCMO.  É   IlMO.   Sr.    D.  AnTOLÍN 

López  Pel.íez,  Obispo  de  Jaca.  Contiene 
la  conferencia  del  Sr.  Obispo  sobre  la 
prensa,  como  arma  de  combate,  y  varios 
artículos  publicados  en  el  número  ex- 


traordinario de  El  Porvenir  con  esa  oca- 
sión. 

Honor  y  patriotismo,  por  el  Dr.  P.  Dal- 
mau,  presbítero.— Gerona,  1909.  Oración 
fúnebre  predicada  en  el  centenario  de  los 
Sitios.  Estudia  provechosamente  los  idea- 
les de  honor  y  patriotismo  religiosos. 

Kristabaren  Ikasbidea,  Klaudio  Fleuri, 
abade  jaunac  argitara  atera  zuanetik  Ubi- 
llos.— Ko  Fray  Juan  Antoniok  euskerara 
itzulia.— Tolosan. 

l-A  Bandera  y  el  Soldado,  por  el  Padre 
R.  Vilariño,  S.  J.— Bilbao.  De  propaganda. 

L'Action  Populaire.  N.  213.  Nosgimnas- 
TES,  par  G.  Damerval.  0,25  fr.— Reims. 

La  Iglesia  y  el  trabajo  manual,  por 
M.  Sabatier,  traducido  por  J.  de  Hinojosa. 
0,60  pesetas.— Pontejos,  8,  Madrid. 

La  parroquia  y  el  párroco,  por  el  Pa- 
dre R.  Vilariño,  Bilbao.  De  propaganda. 

La  República.  Nuevo  periódico  de  Cuen- 
ca (Ecuador)  de  política,  literatura,  infor- 
mación. Combate  el  mal  gobierno. 

Les  Chevanchées  de  Jehanne.  — Henri 
Falque,  éditeur,  París. 

Le  travail  de  unit  chez  les  boulangers, 
par  J.  Picavet.  N.  214  de  L'Action  Popu- 
laire. 0,25  fr.— Reims. 

Manual  de  Pedagogía  eclesiástica.  P. 
Valls.— E.  Subirana,  Barcelona. 

Memoria  del  año  iubilar  del  Santísimo 
Sacramento  y  del  Congreso  Eucarístico 
internacional,  primera  de  la  América  es- 
pañola.—Caracas,  Diciembre  1907. 

.^'ovuM  Caeremoniale  pro  Missa  priva- 
ta,  P.  M.  de  Amicis.— Romae. 

Observatoire  de  Zí-ka-wei.  Calendrier- 
Annuaire  pour  1910. 

■•año  de  lágrimas,  por  J.  García  Velar- 
de.  Una  peseta.— Biblioteca  Patria,  Ma- 
drid. 

Por  las  víctimas  de  los  terremotos  de 
Italia.  Oración  fúnebre  en  la  Catedral  de 
Murcia  por  el  R.  P.  Juan  Sola,  S.  J.— 1909, 
tipografía  del  diario  La  Verdad,  Murcia. 

PoRTRAiTS  littéraires,  par  J.  Agearges. 
3,50  fr.— Emm.  Vitte,  Lyon-Paris. 

Précis  de  linguistique  sémitique. 
C.  Brockelmann;  traduit  par  W.  Margáis 
et  M.  Cohén.  2  fr.  —  P.  Geuthner,  68,  rué 
Mazarine,  París. 

Programme  d'études  pour  groupes  ru- 
REAUX,  par  H.  Moro,  J.  Terrel  et  P.  Las- 
sale.  1,50  fr.— Chronique  Sociale  de  Fran- 
ce,  París. 

Propaganda  higiénica,  por  Anacleto 
Ghione.  28  opúsculos.— Sarria-Barcelona, 
Escuela  tipográfica  y  librería  Salesiana. 
Comienzan:  «Higiene  de  las  edades  y  en 
particular  de  la  infancia»;  y  acaban:  «Au- 
xilios espirituales  á  los  moribundos». 

Puerto  Rico  Á  los  diez  años  de  ameri- 
canización, por  V.  Balbás.— Tipografía  del 
Heraldo  Español,  San  Juan  de  Puerto 
Rico. 

(Continuará.) 


UN  ARTÍCULO  INÉDITO  DE  BALMES  "> 


PEBSEGOGiONES  Y  GONTBHBIEDHDES  SDFBIDflS  POB  EL  GLEBO 


D, 


iFíciL  es  sobremanera  en  el  presente  siglo  la  posición  del  Clero. 
Falto  de  los  medios  materiales  de  que  disfrutara  en  otros  tiempos,  pri- 
vado de  los  derechos  políticos,  y  rodeado  por  todas  partes  de  enemigos 
que  le  combaten,  se  encuentra  reducido  á  defenderse  con  las  solas 
armas  del  saber  y  de  la  virtud,  sin  contar  con  otras  influencias  que  la 
que  resulta  del  apoyo  de  aquellos  que  no  han  abandonado  la  fe  de  sus 
mayores.  Si  reclama  contra  un  despojo  de  que  es  víctima,  se  le  llama 
codicioso;  si  se  queja  de  que  se  le  prive  de  los  restos  de  algún  privile- 
gio, se  le  achaca  que  pretende  reconquistar  su  prepotencia  de  los  siglos 
medios;  si  pide  participación  en  los  derechos  que  disfrutan  los  demás 
ciudadanos,  se  le  apellida  ambicioso;  si  predica  contra  los  escándalos,  se 
le  denomina  intolerante;  si  levanta  su  voz  contra  las  malas  doctrinas,  se 
le  acusa  de  obscurantismo;  si  reprueba  el  lujo  y  la  corrupción,  se  le 
culpa  de  duro  y  de  enemigo  de  los  progresos;  si  promueve  el  culto  y  la 
piedad,  se  le  denuesta  como  supersticioso,  cuando  no  como  explotador 
de  la  credulidad  de  los  pueblos;  si  defiende  el  dogma,  designando  á  los 
que  mancillan  la  pureza  de  la  fe,  se  le  rechaza  como  calumniador;  si 
sostiene  los  más  indisputables  y  sagrados  derechos  de  la  Iglesia,  se  alza 
una  espantosa  gritería  contra  sus  usurpaciones  sobre  la  potestad  civil; 
si  en  política  se  pone  de  la  parte  de  los  pueblos,  se  le  tacha  de  anar- 
quista ó  de  regicida;  si  apoya  á  los  reyes,  se  le  cubre  con  el  negro 


(1)  Con  mucho  gusto  nos  asociamos  al  homenaje  que  en  este  año,  centenario  de 
su  nacimiento,  ofrecen  sus  entusiastas  al  gran  filósofo  catalán,  publicando  el  presente 
artículo  que  debemos  á  la  amabilidad  de  la  respetable  familia  de  D.  Benito  García  de  los 
Santos,  biógrafo  del  insigne  Balmes. 

Este  artículo,  y  otro  que  la  misma  familia  conserva  inédito,  donde  con  el  título  Todo 
de  una  vez,  resume  Balmes  el  célebre  proyecto  de  matrimonio  entre  D.^  Isabel  II  y  el 
Conde  de  Montemolín,  se  iban  á  publicar  cuando  falleció  prematuramente  su  malogrado 
autor.  Suspendida  por  el  momento  la  publicación,  no  se  creyó  después  oportuna,  y 
acabó  por  diferirse  indefinidamente. 

El  artículo  Todo  de  una  vez  está  dictado  á  un  amanuense,  y  no  tiene  corrección 
ninguna  de  mano  del  autor.  Al  contrarío,  el  que  publicamos  está  escrito,  mitad  de  pro- 
pio puño  de  Balmes  y  mitad  por  su  amanuense;  pero  aun  esta  segunda  parte  tiene 
correcciones  de  letra  de  su  autor,  como  aparece  en  el  facsímile  que  publicamos.  Por 
esta  mayor  prenda  de  autenticidad,  y  por  ser  de  interés  más  permanente,  le  hemos 
dado  la  preferencia.  (Nota  de  la  Redacción.) 

RAZÓN  Y  FE,  TOMO  XXVI  19 


278  UN    ARTÍCULO    INÉDITO   DE    BALMES 

borrón  de  partidario  y  auxiliar  de  la  tiranía;  si  en  una  cuestión  combate 
una  libertad  excesiva,  se  le  presenta  como  enemigo  jurado  de  los  dere- 
chos populares;  si  solicita  la  aplicación  en  todas  sus  consecuencias  de 
un  principio  de  libertad,  se  le  niega  con  el  pretexto  de  que  las  quiere 
explotar  en  su  favor. 

¿Qué  hará,  pues,  el  Clero?  ¿Qué  conducta  deberá  seguir  para  librarse 
de  acusaciones? 

¿Qué  medios  ha  de  emplear  para  disminuir  ó  destruir  esa  animosidad 
que  le  persigue?  «Es  muy  sencillo,  dicen  ciertos  hombres;  cíñase  el 
Clero  á  enseñar  las  verdades  religiosas,  á  predicar  é  inculcar  la  moral 
evangélica;  absténgase  de  mezclarse  en  negocios  mundanos;  no  entre 
jamás  en  la  arena  política;  no  pronuncie  sino  palabras  de  paz  y  reconci- 
liación; presente  en  su  conducta  un  modelo  de  todas  las  virtudes,  y 
sobre  todo  de  caridad  y  desinterés.  Entonces  cesarán  las  declamaciones 
contra  el  Clero,  y  amado  de  los  fieles  y  respetado  por  los  incrédulos, 
realizará  en  la  tierra  ese  bello  ideal  que  nos  encanta  en  las  páginas  del 
Evangelio.  Propóngase  por  modelo  á  Jesucristo,  y  no  pierda  de  vista  la 
imitación  que  de  tan  sublime  ejemplo  nos  ofrecen  los  primeros  cristianos 
y  los  primeros  sacerdotes.  En  aquellos  siglos  de  la  Iglesia  es  donde  ha 
de  buscar  la  verdadera  disciplina  y  el  verdadero  espíritu  del  Cristia- 
nismo. Siga  el  Clero  estas  huellas,  y  los  demás  observarán  con  él  dife- 
rente conducta.  La  virtud  sólida  es  respetada  aun  por  los  malos;  el  espí- 
ritu de  paz  y  reconciliación  es  cosa  que  estiman  en  mucho  todos  los 
gobiernos;  la  caridad,  el  desinterés,  el  total  desprendimiento  de  las  cosas 
mundanas,  son  cualidades  que  siempre  estiman  y  aun  admiran  los  pue- 
blos: la  abstracción  de  todas  las  contiendas  civiles,  el  santo  retraimiento 
de  cuanto  lleve  consigo  rencores  ú  odios,  el  mantenerse  distante  de  la 
abrasada  atmósfera  de  las  pasiones,  es  un  comportamiento  que  atrae 
hacia  los  ministros  del  Santuario  el  aprecio  y  el  respeto  de  todos  los 
partidos.» 

Lejos  de  nosotros  la  idea  de  combatir  todos  los  consejos  que  en  esta 
forma  ú  otra  semejante  se  le  dan  al  Clero;  sólo  nos  proponemos  aclarar 
algunas  ideas  que  en  nuestro  concepto  lo  necesitan,  y  manifestar  las 
interpretaciones  erradas  y  dañosas  á  que  pueden  dar  ocasión  doctrinas 
en  el  fondo  muy  verdaderas  y  muy  santas. 

Ante  todo  haremos  una  pregunta:  Los  que  hablan  de  la  manera  que 
hemos  visto,  ¿creen  que  de  la  contradicción  que  sufre  la  Iglesia,  sólo  el 
Clero  tiene  la  culpa?  ¿Opinan  que  conformándose  el  Clero  con  los  con- 
sejos que  ellos  le  han  dado,  cesaría  la  animosidad  contra  él?  Si  de  este 
modo  piensan,  les  ofrecemos  algunas  observaciones  muy  sencillas. 

Jesucristo  era  sin  duda  un  modelo  de  sabiduría,  de  santidad,  de  espí- 
ritu de  paz,  de  desprendimiento,  de  caridad  hacia  todos  los  hombres,  y, 
sin  embargo  Jesucristo,  fué  odiado,  calumniado,  perseguido,  llevado  ante 
los  tribunales  y  condenado  á  morir  en  afrentoso  suplicio. 


Si'  i 

1  Mi 


i 


-^      í 


1-? 


4 


280  UN   ARTÍCULO   INÉDITO  DE   BALMES 

Antes  de  la  venida  del  Salvador  existieron  hombres  que  confirma- 
-ban  con  su  ejemplo  de  santidad  las  doctrinas  que  profesaban;  y  no  obs- 
tante, ¿dejaron  por  ventura  de  ser  perseguidos?  ¿Cómo  fueron  tratados 
muchos  de  aquellos  justos?  «Los  unos  fueron  tendidos  en  tormento,  no 
queriendo  rescatar  su  vida,  por  alcanzar  mejor  resurrección.  Otros 
sufrieron  escarnios  y  azotes,  cadenas  y  cárceles:  ellos  fueron  apedrea- 
dos, aserrados,  probados,  murieron  muerte  de  espada,  anduvieron  de 
acá  para  allá,  cubiertos  de  pieles  de  ovejas  y  de  cabras,  desamparados, 
angustiados,  afligidos:  de  los  cuales  el  mundo  no  era  digno,  andando 
descaminados  por  los  desiertos,  en  los  montes  y  en  las  cuevas  y  en  las 
cavernas  de  la  tierra.»  Quien  dice  esto  es  el  apóstol  San  Pablo  en  la 
carta  á  los  Hebreos,  capitulo  XI. 

Después  de  Jesucristo,  la  historia  de  los  justos  es  también  la  historia 
de  los  padecimientos.  En  los  primeros  siglos  de  la  Iglesia  la  persecu- 
ción fué  cruel,  hasta  superar  cuanto  imaginar  pudiera  la  saña  más  impla- 
cable y  feroz,  y  además  tan  continua,  que  no  parecía  interrumpirse  por 
algún  breve  espacio  sino  para  dejar  tiempo  á  la  reunión  de  nuevas 
víctimas. 

En  los  siglos  posteriores  se  ha  repetido  muchas  veces  la  persecu- 
ción; y  cuando  menos  ha  habido  una  contradicción  incesante.  Ahora  por 
una  causa,  después  por  otra,  ahora  bajo  un  pretexto,  después  bajo  otro; 
lo  cierto  es  que  esta  contradicción  no  ha  faltado  jamás.  Para  quien  haya 
leído  la  Historia  de  la  Iglesia,  lo  que  está  sucediendo  en  nuestro  siglo  es 
lo  mismo  que  ha  sucedido  en  todos,  con  la  sola  diferencia  de  que  en 
el  nuestro  tiene  el  carácter  propio  de  la  época.  Aun  estas  mismas  dife- 
rencias han  existido  siempre:  la  contradicción  que  sufría  la  Iglesia  en  el 
siglo  XVI,  no  era  la  misma  que  la  de  los  siglos  medios;  así  como  la  de 
éstos  no  se  parecía  á  la  de  los  tiempos  de  los  Emperadores.  Con  un 
siglo  una  nueva  fase;  pero  siempre  el  mismo  hecho:  abierta  persecución 
6  constante  contradicción.  Así  lo  anunció  Jesucristo,  y  su  anuncio  se 
cumple:  el  cielo  y  la  tierra  pasarán,  pero  sus  palabras  no. 

Échase,  pues,  de  ver  cuan  descaminados  andan  los  que  creen  que 
siendo  todo  el  Clero  instruido  y  virtuoso,  cesaría  la  contradicción  que 
ahora  sufre.  Aunque  entre  el  Clero  no  se  contasen  sino  sabios  y  santos, 
no  se  evitaría  la  contradicción:  innumerables  son  los  Papas,  Obispos  y 
presbíteros  que  ha  colocado  la  Iglesia  sobre  los  altares  por  su  eminente 
santidad,  y  que  al  propio  tiempo  se  distinguieron  por  su  alto  saber,  y  sin 
embargo,  de  ellos  unos  sufrieron  la  más  viva  contradicción,  otros  perse- 
cuciones implacables,  otros  cárceles  y  destierros,  otros  tormentos  y 
cadalsos. 

Á  más  de  los  designios  de  la  Providencia,  que  quiere  purificar  á  los 
justos  como  el  oro  en  el  crisol,  existen,  humanamente  hablando,  varias 
causas  que  explican  el  origen  de  este  fenómeno.  Procuraremos  indicar 
algunas  de  ellas. 


UN  ARTÍCULO  INÉDITO  DE   BALMES  281 

\."  La  Iglesia  exige  fe:  y  esto  basta  para  suscitarle  poderosos  obs- 
táculos y  encarnizados  enemigos.  Léase  la  Historia  de  la  Iglesia  y  se 
echará  de  ver  que  en  todos  los  siglos  ha  encontrado  viva  resistencia  el 
principio  de  la  autoridad  en  materias  de  fe. 

Los  disidentes  en  punto  de  doctrina,  es  natural  que  combatan  los 
dogmas  de  la  Iglesia  y  el  principio  de  autoridad  que  los  sostiene.  Este 
combate  no  le  evitaría  jamás  el  Clero,  fuera  cual  fuese  su  conducta,  á  no 
ser  que,  abandonando  cobardemente  sus  deberes,  entregase  á  manos  de 
los  enemigos  el  sagrado  depósito  que  tiene  encomendado. 

Los  incrédulos  y  cuantos  se  apartan  de  la  doctrina  de  la  Iglesia,  tie- 
nen un  interés  en  confundir  las  cuestiones,  en  envolver  las  cosas  con  los 
hombres  y  los  hombres  con  las  cosas;  en  declamar  contra  lo  que  llaman 
usurpaciones  del  Clero,  aun  en  aquellos  casos  en  que  éste  no  sólo  usa  de 
un  derecho,  sino  que  cumple  con  el  más  estricto  deber.  Asi,  por  ejemplo, 
el  escritor  que  en  sus  obras  ha  impugnado  los  dogmas  ó  la  moral  ó  la 
disciplina  de  la  Iglesia,  ¿es  probable  que  deje  de  impacientarse  cuando 
vea  que  ésta  señala  á  los  fieles  como  peligrosas  las  nuevas  doctrinas? 
¿No  estará  en  los  intereses  del  escritor  el  hablar  contra  la  ignorancia,  la 
intolerancia,  el  fanatismo  del  Clero  que  le  condena?  Así  se  ha  visto  en 
todas  épocas,  así  se  ve  ahora  y  se  verá  en  adelante. 

Tenemos  de  esta  verdad  un  ejemplo  muy  reciente.  Se  están  haciendo 
multiplicadas  ediciones  de  una  novela  famosa  que  tiende,  no  sólo  á  des- 
acreditar á  los  Jesuítas,  sino  también  al  Catolicismo  entero.  Quien  lea 
con  imparcialidad  el  Judío  errante  no  puede  menos  de  convenir  en  que 
se  menosprecian,  no  sólo  los  Jesuítas,  sino  todos  los  institutos  religiosos, 
el  clero,  las  prácticas  de  devoción,  la  frecuencia  de  sacramentos,  los 
sacramentos  mismos,  el  culto,  el  dogma;  que  se  asientan  máximas  entera- 
mente contrarias  á  la  moral  evangélica;  que  los  hombres  que  se  presen- 
tan como  honrados,  como  filantrópicos,  son  únicamente  los  que,  ó  no 
profesan  ninguna  religión,  ó  á  lo  más  se  contentan  con  la  natural;  cuando; 
al  contrario,  los  católicos,  así  hombres  como  mujeres,  así  eclesiásticos 
como  seglares,  son  retratados  cual  un  conjunto  de  hipocresía,  de  perfi- 
dia, de  traición,  de  crueldad,  de  infamia,  de  maldades  de  todo  género, 
pues  bien,  si  el  Clero  ha  querido  levantar  su  voz  contra  una  obra  seme- 
jante, tanto  más  peligrosa  cuanto  no  propina  el  veneno  en  discusiones 
empalagosas,  sino  en  escenas  dramáticas  é  interesantes,  el  Clero  ha  sido 
acusado  de  intolerante,  de  fanático,  de  perseguidor. 

No  se  diga,  pues,  que  una  conducta  del  Clero,  arreglada  á  la  ense- 
ñanza de  Jesucristo,  evitaría  la  maledicencia  y  las  calumnias.  En  la 
Sagrada  Escritura  se  previene  á  los  ministros  de  la  religión,  que  vigilen, 
que  insten,  que  clamen  sin  cesar;  y  sin  embargo,  se  culpa  á  los  que 
claman,  instan  y  vigilan.  Esta  contradicción,  pues,  que  en  la  actualidad 
está  sufriendo  el  Clero  de  parte  de  los  enemigos  de  las  sanas  doctrinas, 
no  se  evitaría  aun  cuando  todos  los  Obispos  fueran  Ciprianos,  Ambrosios 


282  UN    ARTÍCULO   INÉDITO   DE   BALMES 

y  Agustinos,  y  todos  los  presbíteros  fueran  tan  santos  y  tan  sabios  como 
San  Jerónimo,  el  solitario  de  la  gruta  de  Belén.  Por  el  contrario,  la  misma 
santidad  y  sabiduría,  á  cuyo  esplendor  no  se  podría  resistir,  aumentaría 
la  cólera  de  los  enemigos  de  la  Iglesia,  como  las  olas  se  embravecen  y 
estrellan  con  más  furor  contra  una  roca  inmóvil. 

2.°  La  Iglesia  católica,  que  no  consiente  en  vivir  esclava  de  ningún 
poder  extraño,  se  ve  precisada  muy  á  menudo  á  sostener  contra  las  usur- 
paciones su  independencia  y  libertad.  Ella  es  amiga  de  la  autoridad  civil 
y  la  sostiene  contra  los  perturbadores,  inculcando  á  los  pueblos  el  deber 
de  la  obediencia;  pero  tampoco  puede  tolerar  que  esta  autoridad,  exce- 
diéndose de  sus  atribuciones,  se  entrometa  en  las  cosas  eclesiásticas, 
poniendo  su  mano  profana  sobre  el  Santuario.  De  aquí  es  que  frecuen- 
temente se  ve  precisada,  á  pesar  suyo,  á  sostener  la  lucha  y  aun  á  arros- 
trar la  persecución;  expone,  amonesta,  protesta;  pero  en  llegando  un 
caso  extremo,  recuerda  aquellas  palabras  del  Príncipe  de  los  Apóstoles: 
«Antes  se  debe  obedecer  á  Dios  que  á  los  hombres»;  y  sobreponiéndose 
á  todas  las  consideraciones  humanas,  se  resigna  á  perder  sus  riquezas,  á 
sufrir  el  destierro,  á  derramar  su  sangre  en  los  cadalsos,  antes  que  faltar 
á  los  deberes  que  le  impone  su  conciencia. 

En  tales  casos  nunca  le  faltan  aduladores  á  la  autoridad  civil,  porque 
la  lisonja  es  el  cortejo  inseparable  de  los  poderosos;  y  estos  aduladores 
se  desencadenan  contra  la  Iglesia,  ponderando  la  justicia  y  la  necesidad 
que  han  impulsado  al  poder  civil  á  desplegar  contra  la  usurpación  la 
plenitud  de  sus  fuerzas.  Esta  voz  de  los  aduladores,  uniéndose  á  la  grite- 
ría de  los  que  profesan  religión  diferente  ó  quizás  ninguna,  levanta  un 
tumulto  que  parece  amenazar  la  existencia  de  la  frágil  navecilla,  hasta 
que  el  Todopoderoso,  que  vela  sobre  ella  y  no  permite  que  la  sumerjan 
las  olas,  manda  á  los  vientos,  quedando  el  mar  en  completa  calma. 

3."  La  Iglesia,  en  cumplimiento  de  su  misión,  ha  de  reprender  los 
vicios,  sin  poderlos  excusar,  ni  en  los  débiles  ni  en  los  poderosos.  El  rey 
como  el  vasallo,  el  noble  como  el  plebeyo,  el  rico  como  el  pobre,  el  sabio 
como  el  ignorante,  el  libre  como  el  esclavo,  todos  reciben  de  su  boca  la 
misma  doctrina;  todos  oyen  la  enseñanza  de  los  mismos  dogmas,  de  la 
misma  moral,  el  estímulo  en  las  virtudes,  la  reprensión  en  los  vicios.  Si 
hay  una  víctima  de  la  injusticia,  la  Iglesia  se  pone  de  parte  de  la  víctima; 
si  el  fuerte  oprime  al  débil,  la  Iglesia  se  pone  de  parte  del  débil  contra 
el  fuerte.  Si  la  sedición  ataca  á  la  autoridad  legítima,  ella  se  pone  de 
parte  de  la  autoridad,  predicando  á  los  pueblos  la  obediencia  en  nombre 
de  la  religión.  Si  la  autoridad  oprime  á  los  subditos,  vejándolos  con  atro- 
pellamientos  ó  injusticias  de  cualquiera  clase,  ella  se  pone  de  parte  de  los 
subditos,  recordando  á  la  autoridad  sus  deberes,  y  la  igualdad  de  los 
hombres  ante  Dios,  á  cuyo  tribunal  han  de  rendir  cuenta  de  sus  acciones 
los  soberanos  más  poderosos  de  la  tierra.  Donde  hay  una  iniquidad,  allí 
cae  l_a.  reprobación  de  la  Iglesia;  donde  hay  un  escándalo,  allí  se  oyC; 


UN    ARTÍCULO    INÉDITO    DE    BALMES  283 

resonar  la  voz  de  la  Iglesia  que  ló  condena.  Por  estas  causas  es  imposi- 
ble que  en  todos  tiempos  y  países  no  tenga  la  Iglesia  numerosos  enemi- 
gos, y  que  no  muestren  espíritu  de  hostilidad  contra  ella  aun  algunos  de 
los  que  se  honran  de  pertenecer  á  su  seno. 

La  Iglesia  hace  en  el  mundo  lo  que  la  razón  y  la  gracia  en  el  hombre: 
resistir  á  las  pasiones  para  que  no  se  desborden,  dirigirlas  para  que  no 
se  extravíen,  refrenarlas  en  todo  lo  que  tienen  de  malo  y  sujetarlas  al 
imperio  de  la  ley  eterna  cuyo  depósito  tiene  encomendado.  De  la  propia 
suerte,  pues,  qué  la  razón  y  la  gracia  luchan  de  continuo  en  el  hombre 
contra  las  malas  inclinaciones,  y  esta  lucha  durará  hasta  la  consumación 
de  los  siglos,  así  también  la  Iglesia,  que  tiene  en  sus  dogmas  la  verdad, 
en  su  moral  la  santidad,  en  su  disciplina  y  en  sus  leyes  la  sabiduría,  la 
rectitud  y  la  prudencia,  no  es  posible  que  deje  de  encontrar  fuertes  y 
vivas  resistencias  en  aquellos  hombres  que  sólo  se  rigen  por  intereses 
mundanos,  y  que  no  arreglan  la  conducta  á  los  dictámenes  de  la  razón, 
sino  que  procuran  acomodarla  á  lo  que  codician  sus  pasiones. 

Con  estas  reflexiones  hemos  querido  indicar  algunas  de  las  causas 
que  contribuyen  á  la  persecución  y  contrariedadesde  todos  géneros  que 
la  Iglesia  sufre  ahora,  y  ha  sufrido  desde  su  fundación;  hemos  querido 
recordar  los  hechos  que  nos  presenta  la  Historia  en  confirmación  de  que, 
aun  siendo  la  conducta  de  los  eclesiásticos  la  más  santa  que  imaginarse 
pudiera,  no  faltarían  contrariedades  y  persecuciones. 

Mas  no  se  crea  por  esto  que  nosotros  neguemos  que  á  veces  las 
faltas  del  Clero,  y  también  de  los  demás  fieles,  no  den  lugar  á  que  el 
mundo  blasfeme  de  la  sana  doctrina  y  mire  con  aversión  á  la  inmaculada 
Esposa  de  Jesucristo.  Sabemos  lo  que  enseña  la  Historia  eclesiástica 
sobre  las  causas  que  han  provocado  en  distintas  épocas  la  indignación 
del  Todopoderoso,  quien  en  sus  terribles  juicios  ha  dejado  que  se  des- 
encadenasen sobre  la  tierra  las  potestades  infernales,  en  justo  castigo 
de  los  que  correspondían  con  ingratitud  á  sus  gracias,  pagando  con  la 
infracción  de  sus  santos  Mandamientos  los  muchos  beneficios  de  que  los 
colmara.  Este  recuerdo  debe  elevar  la  consideración  del  cristiano  y  con- 
fortar su  corazón  en  los  tiempos  atribulados,  reflexionando  que  Dios 
permite  las  calamidades  para  castigar  á  los  malos  y  purificar  á  los  bue- 
nos, sacando  del  mismo  mal  grandes  bienes,  por  medios  que  se  ocultan 
á  la  débil  previsión  del  hombre. 

Prescindiendo  de  los  ejemplos  análogos  que  se  encuentran  en  la  His- 
toria del  Antiguo  Testamento,  vemos  que  desde  la  fundación  de  la  Iglesia 
por  Jesucristo,  han  sido  siempre  la  contradicción  y  las  persecuciones  el 
crisol  en  que  el  divino  Salvador  ha  querido  probar  el  amor  y  la  fe  de  sus 
discípulos. 

Los  padecimientos  de  innumerables  mártires,  los  destierros,  la  pros- 
cripción de  tantos  ilustres  sacerdotes  que  nos  cuenta  la  historia  de  los 
tiempos  de  herejía,  las  duras  contrariedades  experimentadas  en  los  siglos 


284  UN    ARTÍCULO   INÉDITO   DE   BALMES 

de  barbarie  de  parte  de  aquellos  hombres  indómitos  que,  aun  después 
de  largos  siglos,  conservaban  mucho  de  la  fiereza  selvática  de  la  época 
de  la  irrupción;  el  cisma  de  Oriente  y  Occidente,  el  Protestantismo,  la 
incredulidad:  he  aquí  las  pruebas  terribles  á  que  se  ha  visto  sujeta  la 
Iglesia.  Los  sufrimientos,  pues,  que  padece  ahora  no  son  más  que  la  repe- 
tición de  los  que  experimentara  en  otros  siglos,  con  sólo  aquellas  dife- 
rencias que  consigo  trae  el  diverso  espíritu  y  las  varias  circunstancias 
de  los  tiempos. 

Si  se  juzga  de  los  infortunios  de  la  Iglesia  por  las  impresiones  del 
momento;  si  sólo  se  atiende  á  la  inmerecida  contradicción  que  se  le 
hace,  y  á  la  injusticia  y  atropellamiento  de  que  es  víctima,  el  ánimo  se 
abate  y  la  tristeza  se  apodera  del  corazón;  pero  cuando  se  eleva  la  mente 
sobre  la  región  de  las  pasiones,  cuando  se  da  una  mirada  á  lo  pasado  y 
á  lo  venidero,  recordando  la  Historia  y  las  profecías;  cuando  se  refle- 
xiona que  la  Iglesia  no  es  una  institución  humana,  sino  divina,  que  tiene 
prometida  la  asistencia  de  Jesucristo  hasta  la  consumación  de  los  siglos, 
cuando  se  sabe  de  seguro  que  contra  ella  no  prevalecerán  las  puertas 
del  infierno;  entonces  el  espíritu  se  alienta  y  el  corazón  se  consuela,  los 
tiempos  parecen  menos  tristes,  los  presagios  son  menos  funestos;  se  ve 
la  nave  combatida  por  las  olas  espumantes  que  amenazan  tragarla;  pero 
animado  el  que  está  embarcado  en  ella  por  la  autoridad  de  la  palabra 
que  no  puede  faltar,  arrostra  con  frente  serena  las  tempestades  más 
horribles,  seguro  de  que  la  mano  todopoderosa  sabrá  preservarla  de 
todos  los  escollos,  sostenerla  en  medio  de  los  vaivenes  y  conducirla  al 
puerto  de  salud. 

J.  B. 


Las  misiones  católicas  entre  infieles  ^^^ 


China.— La  misión  de  China,  con  una  superficie  algo  mayor  que  la 
cuarta  parte  de  Asia;  con  una  población  que  forma  la  cuarta  parte  de  la 
Humanidad;  con  una  raza  inteligente  y  laboriosa,  es  quizá  la  misión  más 
importante  de  la  actualidad.  Por  desgracia,  el  pueblo  chino  es  uno  de  los 
pueblos  á  quienes  la  Historia  ha  tratado  con  más  injusticia,  y  de  esta 
injusticia  no  se  han  Hbrado  tampoco  algunas  historias  de  las  misiones. 
Hoy,  en  cambio,  apenas  hay  misionero  ni  escritor  de  misiones  que  no  reco- 
nozca las  grandes  cuaHdades  del  pueblo  chino  (2).  Especialmente  tratán- 
dose del  labrador  chino,  convienen  en  general  misioneros  y  escritores  en 
pintarle  como  hombre  trabajador,  pacífico,  sobrio  y  de  sanas  costum- 
bres. En  cuanto  á  los  neófitos,  no  acaban  los  misioneros  de  ponderar  su 
piedad  profunda,  á  la  vez  que  sencilla;  su  espíritu  de  sacrificio;  su  amor 
entrañable  al  Padre  misionero  y,  lo  que  sorprenderá  á  muchos,  su  gene- 
rosidad y  desprendimiento  tratándose  de  cosas  reUgiosas.  No  es  extraño 
que  muchos  misioneros  de  China,  entusiasmados  con  sus  neófitos,  los 
prefieran  á  todos  los  de  otras  partes,  y  que  aseguren  que  el  pueblo  chino, 
convertido  á  nuestra  fe,  sería  el  pueblo  modelo,  el  más  católico  del 
mundo;  hasta  hay  quienes,  bien  lejos  de  ver  en  este  pueblo  el  tan  fan- 
taseado peligro  amarillo,  vean  en  él,  por  el  contrario,  al  futuro  regenera- 
dor de  la  degenerada  Europa. 

La  misión  de  China  cuenta  con  38  vicariatos  apostólicos,  cuatro  pre- 
fecturas y  una  misión  independiente,  á  lo  cual  se  puede  juntar  el  obis- 
pado de  Macao,  que  se  extiende  por  el  territorio  chino  y  tiene  cerca 
de  30.000  católicos.  No  es  necesario  aquí  ir  recorriendo,  como  en  África 
y  el  Indostán,  las  diferentes  misiones  de  China,  pues  en  ellas  no  existen 
las  profundas  variedades  propias  de  esos  otros  dos  territorios,  y  pode- 
mos, por  lo  tanto,  tratar  de  todas  las  misiones  chinas  juntas.  La  misión  de 
China,  casi  arruinada,  como  todas  las  demás,  á  principios  del  siglo  XIX, 
fué  una  de  las  más  agitadas  en  la  pasada  centuria.  Aunque  en  el  tra- 
tado de  Tien-tsin  en  1858  y  la  paz  de  Pekín  en  1860  se  aseguró  á  los 
misioneros  y  neófitos  el  libre  ejercicio  de  la  religión,  sin  embargo  no 
cesaron  de  estallar  de  cuando  en  cuando  persecuciones  más  ó  menos 
sangrientas,  que  costaron  la  vida  á  muchos  misioneros  y  neófitos  y  des- 


(1)  Véase  Razón  y  Fe,  t.  XXVI,  pág.  25. 

(2)  Puede  leerse,  por  ejemplo,  junto  con  otros  testimonios  allí  aducidos,  el  juicio 
que  se  ha  formado  de  China  uno  de  los  tratadistas  de  misiones  más  competentes  de  hoy 
día,  el  P.  Huonder,  S.  J.,  en  Jahrbuch  der  Zeit-und  Kulturgeschichte,},  1907,  Freiburg, 
pajinas  44-46. 


286  LAS   MISIONES   CATÓLICAS  ENTRE  INFIELES 

truyeron  no  pocas  cristiandades  florecientes.  En  estas  condiciones,  nada 
tiene  de  extraño  que  el  fruto  recogido  por  los  misioneros  no  correspon- 
diera á  sus  fatigas,  á  pesar  de  encontrar  en  el  pueblo  chino  un  terreno  tan 
bien  preparado.  Pero  las  condiciones  de  la  misión  china  han  cambiado 
por  completo  desde  la  intervención  de  las  Potencias  á  principio  de  este 
siglo,  y  sobre  todo  desde  la  guerra  ruso-japonesa.  El  resplandor  de  las 
victorias  del  Japón  hizo  despertar  al  colosal  imperio  chino  de  su  secular 
letargo;  los  políticos  chinos  cayeron  en  la  cuenta  de  que  para  hacer  de 
su  patria  una  gran  potenoia  no  necesitaban  más  que  seguir  los  pasos  del 
Japón,  y  hoy  vemos  á  China  lanzada  con  una  especie  de  fiebre,  entera- 
mente ajena  á  su  carácter,  por  el  camino  de  la  europeización.  Los  dos 
puntos  capitales  de  la  reforma  son  el  ejército  y  la  escuela.  Ya  las  divisio- 
nes del  ejército  chino,  adiestradas  en  pocos  años  á  la  europea,  han  dejado 
en  sus  maniobras  admirados  á  los  militares  europeos,  y  el  día,  quizá  no 
lejano,  en  que  todo  el  ejército  chino  esté  organizado  de  este  modo,  será 
indudablemente  el  más  poderoso  del  mundo.  Más  lento  tiene  que  ir  el 
paso  en  las  escuelas;  pero  las  leyes  dictadas  para  su  reforma  (1)  y  la 
actividad  que  se  despliega  en  su  ejecución,  nos  aseguran  de  que,  á  no 
intervenir  complicaciones  inesperadas,  la  transformación  de  China  por 
la  escuela  ha  de  ser,  por  lo  menos,  tan  rápida  como  la  del  Japón.  Precisa- 
mente por  esta  revolución  intelectual,  la  más  profunda  que  registran  los 
anales  de  la  China,  es  por  lo  que  los  momentos  actuales  son  tan  críticos 
para  aquella  misión.  Sabido  es,  y  se  ha  repetido  mil  veces,  que  las  misio- 
nes católicas  no  supieron  aprovechar  en  el  Japón  la  coyuntura  favora- 
ble, cuando  aquel  imperio  emprendió  el  camino  de  las  reformas,  como 
hoy  lo  ha  emprendido  la  China.  En  vez  de  enviar  entonces  al  Japón  una 
tropa  de  misioneros  bien  provistos  de  recursos  para  levantar  estableci- 
mientos de  enseñanza,  se  dejó  casi  solos  y  abandonados  á  los  celosos 
pero  pobres  sacerdotes  de  las  Misiones  Extranjeras  de  París.  Vinieron 
luego  los  triunfos  del  Japón  sobre  Rusia,  y  entonces  cayó  la  Europa  cató- 
lica en  la  cuenta  de  la  importancia  de  la  misión  japonesa.  Más  vale  tarde 
que  nunca;  pero  es  doloroso  tener  que  confesar  con  los  misioneros  que 
en  estos  años  llegan  al  Japón,  que  llegamos  con  treinta  años  de  retraso. 
Quiera  Dios  que  no  pase  esto  también  en  China,  pues  el  daño  sería  mayor 
todavía  que  en  el  Japón.  No  negaremos  que  los  progresos  de  la  misión 
china  son  muy  grandes  en  estos  últimos  años;  pero  también  es  cierto  que 
serían  inmensamente  mayores  si  nuestros  pobres  misioneros  pudieran 
disponer  de  recursos  parecidos  á  los  que  tienen  á  su  disposición  los 
misioneros  protestantes,  y  que  hay  naciones  católicas  en  las  cuales  está 
muy  poco  despierto  el  entusiasmo  por  las  misiones,  y  que  podrían  enviar 
á  aquel  imperio  muchos  misioneros. 


(1)    Puede  verse  sobre  este  punto  el  Calendrier-Annuaire pour  1909,  Chang-Hai,  1908, 
aginas  110-124.  .  , 


LAS   MISIONES   CATÓLICAS   ENTRE  INFIELES  28? 

Actualmente  trabajan  en  China  los  siguientes  misioneros  (1):  lazaris- 
tas,  con  286.000  católicos  en  sus  misiones;  sacerdotes  del  Seminario  de 
París,  con  252.000;  jesuítas  franceses,  con  otros  252.000;  franciscanos  de 
varias  naciones,  entre  ellos  varios  españoles,  con  166.000;  misioneros 
belgas  de  Scheut,  con  64.000;  dominicos  españoles,  con  53.000;  siguen 
después  con  menor  número  los  misioneros  alemanes  de  Steyl,  los  sacer- 
dotes del  Seminario  de  Milán,  los  del  Seminario  de  Roma,  los  agustinos 
españoles  y  los  sacerdotes  del  Seminario  de  Parma.  Todas  estas  misio- 
nes nos  dan  un  total  de  1.210.054  católicos,  cifra  realmente  consoladora, 
y  mucho  más  si  se  considera  que  en  1898  había  poco  más  de  600.000 
católicos;  de  modo  que,  á  pesar  de  la  persecución  de  los  Boxers,  el 
número  de  católicos  se  ha  duplicado  en  once  años.  Especialmente  en 
estos  últimos  años  el  aumento  ha  sido  muy  notable:  en  1906  fué  de 
unos  70.000,  en  1907  pasó  de  86.000,  en  1908  se  acercó  ya  á  100.000,  en 
1909  nos  dan  ya  los  datos  conocidos  un  aumento  de  70.000;  pero  toda- 
vía no  conocemos  el  aumento  que  seguramente  habrán  tenido  varias 
misiones  importantes.  Y  todavía  no  es  esto  lo  más  consolador  de  la 
misión  china,  sino  la  esperanza  que  sobre  ella  nos  permite  fundar  el 
número  de  catecúmenos.  Todos  los  vicariatos  los  tienen  numerosísimos; 
sumando  los  datos  conocidos,  nos  dan  un  total  de  389.000;  en  realidad  el 
número  de  catecúmenos  chinos  en  la  actualidad  pasa  de  medio  millón. 
También  aumenta  proporcionalmente  el  número  de  operarios;  los  sacer- 
dotes europeos  son  ya  1.379  (en  1898  eran  sólo  760),  los  sacerdotes 
indígenas  son  639  (en  1898  eran  409).  Sabido  es  que  el  sacerdote  indígena 
de  la  China  es  generalmente  modelo  de  piedad  y  de  celo.  El  número  de 
seminaristas  chinos  se  eleva  ya  á  1.700.  También  las  Órdenes  religiosas 
prosperan  en  China,  contándose  numerosos  indígenas  franciscanos, 
lazaristas,  jesuítas,  etc.  Un  resultado  sorprendente  ha  dado  la  Trapa  fun- 
dada del  1880  al  1883,  en  las  agrestes  soledades  de  Yang-kia-ping;  tiene 
ya  65  trapenses  chinos,  de  ellos  17  sacerdotes,  justamente  celebrados 
por  su  observancia,  y  si  no  se  admiten  más  es  sólo  por  falta  de  local. 
Más  extraordinario  aún  es  en  China  el  número  de  religiosas;  son  1.886, 
de  ellas  1.328  indígenas,  y  mucho  mayor  es  todavía  el  número  de  las  lla- 
madas «vírgenes  consagradas  á  Dios»,  indígenas  todas,  y  que  prestan  á 
la  misión  inestimables  servicios  en  las  obras  de  caridad,  de  enseñanza  y 
de  apostolado.  Los  catequistas  chinos  son  unos  7.000;  las  iglesias  y 
capillas  unas  8.500;  los  maestros  y  maestras  indígenas  cerca  de  8.000;  los 
discípulos  de  las  escuelas  católicas  pasan  de  120.000;  los  niños  recogidos 
en  300  ó  400  casas  de  huérfanos  ó  expósitos  suman  unos  150.000;  además, 
hay  más  de  550  hospitales,  asilos  y  demás  establecimientos  de  caridad 
para  adultos. 


(1)    Las  estadísticas  para  China,  el  Japón  y  la  Corea  están  tomadas  del  excelente  Ca- 
lendrier-Annuairepour  1910,  Chang-Hai,\909,  páginas  U8-\2D 


288  LAS   MISIONES   CATÓLICAS   ENTRE  INFIELES 

No  dejaremos  la  simpática  misión  de  China  sin  dirigir  una  mirada 
especial  al  gran  vicariato  de  Kiang-Nan,  el  de  mayor  población  que 
existe  sobre  la  tierra  (tiene  53.650.000  habitantes)  y  reconocido  por  todos 
como  modelo  de  organización.  Está  dirigido  por  jesuítas  franceses,  que 
cuentan  con  154  sacerdotes  y  algunos  estudiantes  y  coadjutores;  hay 
además  41  sacerdotes  seglares  indígenas,  71  hermanos  maristas  (de 
ellos  36  indígenas)  y  numerosas  religiosas,  indígenas  en  su  gran  mayoría. 
En  Chang-hai  y  sus  alrededores,  que  forman  el  centro  de  la  misión,  flore- 
cen las  obras  de  caridad  y  enseñanza  como  en  los  países  mejor  organi- 
zados de  Europa;  baste  citar:  la  incipiente  universidad  «Aurora», que  tiene 
ya  147  alumnos;  el  colegio  de  Zi-ka-wei,  con  estudios  chinos  y  anglo- 
franceses  y  con  su  famoso  observatorio  metereológico  y  sismológico;  tres 
pensionados  y  un  externado,  con  muchos  centenares  de  jóvenes  euro- 
peas y  chinas;  escuela  de  sordo-mudos;  un  periódico  bisemanal  chino  y 
el  Mensajero  del  Sagrado  Corazón  de  Jesús,  en  la  misma  lengua;  una 
imprenta  para  escritos  chinos  y  europeos,  talleres  de  artes  y  oficios,  salas 
detrabajo  para  jóvenes  (trabajan  en  ellas  unas  500),  Conferencias  de  San 
Vicente  de  Paúl,  círculo  de  obreros,  seis  dispensarios,  con  unas  200.000 
consultas  gratuitas  al  año,  etc.,  etc.  El  año  1842  encontraron  los  jesuítas 
en  la  misión  50.000  cristianos,  de  cuyo  abandono  puede  dar  idea  el  saber 
que  sólo  había  en  aquel  inmenso  territorio  seis  sacerdotes  útiles.  Desde 
que  llegaron  los  Padres,  pedidos  con  instancia  por  aquellos  cristianos 
que  no  habían  olvidado  en  tanto  tiempo  á  sus  antiguos  padres  en  la  fe, 
el  aumento  de  cristianos  ha  sido  constante  y  progresivo;  el  último  año, 
desde  1.°  de  Julio  de  1908  hasta  la  misma  fecha  en  1909,  el  aumento  ha 
sido  de  10.251;  los  cristianos  son  hoy  184,364,  los  catecúmenos  110.758. 

Japón.  —  Bien  conocida  es  la  brillante  pero  triste  historia  del  catoli- 
cismo en  el  Japón,  y  cómo  aquella  floreciente  cristiandad  quedó  en  la 
primera  mitad  del  siglo  XVII,  al  parecer,  completamente  exterminada  por 
una  de  las  persecuciones  más  sangrientas  que  registra  la  historia.  Por 
eso  será  siempre  célebre  en  los  fastos  de  la  historia  de  las  misiones  el 
día  17  de  Marzo  de  1865.  ¡Cuál  no  sería  ese  día  la  alegría  del  P.  Petit- 
jean,  cuando  oyó  que  tres  buenas  ancianas  japonesas,  arrodillándose 
junto  á  él  y  con  las  manos  cruzadas  sobre  el  pecho,  le  decían:  «Todos  los 
que  estamos  aquí  [eran  15  personas]  tenemos  el  mismo  corazón  que 
usted»;  cuando  les  oyó  hablar  de  «el  Santo  Dios,  el  Santo  Jesús,  la  Santa 
María»,  y  á  la  vista  de  una  estatua  de  la  Virgen,  con  el  niño  Jesús  en  los 
brazos,  recordar  la  fiesta  de  Navidad  que  celebraban  el  día  25  del  «mes 
de  las  heladas  blancas»,  y  preguntar  si  no  era  cierto  que  ahora  estaban  en 
el  «tiempo  de  la  tristeza»  (la  cuaresma)!  Millares  de  cristianos  habían 
conservado  la  fe  en  medio  de  un  Gobierno  tiránico  y  estando  más  de  dos 
siglos  sin  sacerdote.  Era  natural  que  se  hubieran  introducido  entre  ellos 
muchos  abusos,  y  por  desgracia  una  buena  parte  de  aquellos  cristianos 
se  resistieron  y  se  resisten  aún  á  dejarlos,  y  viven  todavía  alejados  de  la 


LAS   MISIONES   CATÓLICAS   ENTRE   INFIELES  289 

Iglesia  de  sus  padres,  contentándose  con  el  bautismo.  Los  demás  forma- 
ron la  base  del  actual  catolicismo  japonés,  que  en  fervor  y  solidez  nada 
dejaque  desear  y  que  en  número  ha  ido  aumentando  poco  á  poco  gracias 
á  los  esfuerzos  de  los  misioneros  del  Seminario  de  París.  No  es,  cierta- 
mente, despreciable  el  aumento,  pues  llegan  ya  los  católicos  japoneses 
á  63.000;  pero  se  dejaron  pasar  muchos  años  preciosos  sin  influir  casi  nada 
en  las  clases  civilizadas,  mientras  los  protestantes,  con  sus  abundantes 
recursos,  fundaban  escuelas  y  establecían  grandes  imprentas,  que  han 
inundado  materialmente  el  Japón  con  millones  de  libros  y  folletos.  Á  esto 
deben  las  sectas  protestantes  el  tener  hoy  14  diputados  en  el  Parlamento 
japonés  y  numerosos  adeptos  entre  las  clases  más  influyentes  de  la  socie- 
dad. Una  esperanza  de  las  misiones  católicas  son  los  hermanos  maria- 
nistas,  cuyos  colegios  han  tomado,  de  diez  años  á  esta  parte,  un  vuelo 
maravilloso:  2.000  estudiantes,  pertenecientes  en  su  mayoría  á  familias 
principales,  acuden  á  los  cinco  colegios  de  los  Hermanos,  y  de  ellos  han 
salido  ya  unos  150  convertidos.  En  los  últimos  años  han  entrado  en  aquel 
imperio  varias  congregaciones  religiosas:  dominicos,  trapenses,  francis- 
canos, misioneros  de  Steyl  y  jesuítas.  El  fin  principal  de  los  jesuítas,  así 
como  de  los  misioneros  de  Steyl  y  de  los  franciscanos  alemanes,  es  dedi- 
carse á  la  enseñanza.  Para  esto  mismo  han  llegado  también  nuevas  con- 
gregaciones de  religiosas;  así,  en  Abril  de  1909  abrieron  un  pensionado 
provisional  las  religiosas  del  Sagrado  Corazón  de  Jesús,  y  en  seguida  se 
vieron  acudir  á  él  las  jóvenes  de  la  más  alta  aristocracia  japonesa. 

No  se  puede  negar  que  en  las  revistas  católicas  de  misiones  se  notó 
estos  últimos  años  cierto  pesimismo  sobre  el  Japón,  al  considerar  que 
llegábamos  tarde  é  imaginarse  que  el  pueblo  japonés  estaba  ya  conver- 
tido en  racionalista  y  que  ofrecería,  por  lo  tanto,  obstáculos  casi  insupe- 
rables al  Catolicismo.  Sin  embargo,  los  progresos  constantes,  aunque 
lentos,  de  la  misión  católica,  á  pesar  de  la  escasez  de  misioneros  y  de 
recursos,  y  el  número  (por  otra  parte  incompleto)  de  16.252  catecúme- 
nos que  nos  dan  las  estadísticas  actuales,  no  dan  motivo  á  tal  pesimismo. 
Además,  hay  que  tener  en  cuenta  que  casi  el  75  por  100  de  la  población 
pertenece  á  la  clase  labradora,  y  que  ésta  no  se  halla  todavía  influida 
por  el  racionalismo.  Entre  las  mismas  clases  civilizadas,  sería  un  error 
creer  que  su  racionalismo  es  tan  malicioso  como  el  de  los  europeos.  Se 
podrían  traer  aquí  innumerables  testimonios  de  muchos  de  los  principales 
profesores  y  escritores  japoneses,  en  que  se  muestran  ideas  muy  favo- 
rables al  Catolicismo  (1).  Lo  que  hace  falta  es  aumentar  el  personal  de 
la  misión,  y  promover  la  enseñanza  y  la  propaganda  católicas.  El  perso- 


(1)  Para  enterarse  del  estado  de  la  opinión  pública  en  el  Japón,  es  excelente  la 
revista  Mélanges  Japonais,  que  se  publica  en  Tokio.  Puede  verse  también  el  concien- 
zudo artículo  del  P.  Huonder,  S.  J.,  en  Kirchliches  Handbuch,  Freiburg,  1908-1909,  pági- 
nas 64-84. 


290  LAS  MISIONES   CATÓLICAS   ENTRE   INFIELES 

nal  actual  es  de  151  sacerdotes  europeos  y  34  indígenas,  416  catequistas 
y  389  religiosas,  realmente  insignificante  para  una  población  que  se 
acerca  á  50  millones  de  habitantes.  Los  alumnos  de  las  escuelas  católi- 
cas serán  unos  6.000.  En  cuanto  á  propaganda,  el  principal  propagan- 
dista católico  es  el  P.  Drouart  de  Lézey,  del  Seminario  de  París,  que 
dirige  una  revista  japonesa,  cuyo  número  de  suscriptores  pasa  ya 
de  3.000;  el  mismo  Padre  ha  emprendido  últimamente  la  publicación  de 
una  serie  de  folletos,  escritos  por  sabios  católicos  de  Europa  y  traducidos 
al  japonés,  en  los  cuales  se  han  de  ir  tratando  las  principales  cuestiones 
científicas  relacionadas  con  la  religión.  Es  de  esperar  que,  trabajándose 
cada  día  más  en  este  sentido,  llegue  á  contrarrestarse  la  influencia  de  las 
sectas  protestantes;  aunque,  á  decir  verdad,  aún  falta  mucho  para  llegar 
á  este  punto.  El  Protestantismo  tiene  allí  un  personal  cuatro  veces  más 
numeroso  que  el  católico  y  provisto  de  recursos  inmensamente  superio- 
res; baste,  por  ejemplo,  citar  el  dato  de  que  de  sus  siete  imprentas  de 
propaganda  salieron  en  1907  nada  menos  que  1.974.881  libros  y  folletos. 
Pidamos  al  gran  apóstol  del  Japón,  San  Francisco  Javier,  que  interceda 
con  Dios  para  que  mueva  á  muchos  nobles  corazones  á  llevar  la  luz  del 
Evangelio  á  aquel  pueblo  valiente  y  verdaderamente  grande,  tan  amado 
de  su  santo  apóstol. 

Corea.— La  Corea  ha  venido  á  ser  una  colonia  japonesa.  Su  pobla- 
ción se  acerca  á  10  millones  de  habitantes,  gente  sencilla  y  naturalmente 
honrada.  La  misión  está  al  cargo  de  los  sacerdotes  del  Seminario  de 
París,  y  su  historia  es  de  lo  más  heroica  que  darse  puede.  La  iglesia 
coreana  fué  fundada  en  1784  por  seglares  coreanos,  sin  más  instrucción 
que  la  de  algunos  libros  y  la  que  había  recibido  uno  de  ellos  durante 
algún  tiempo  entre  los  misioneros  de  China.  Sin  sacerdote  llegó  el 
número  de  los  fieles  á  4.000,  que  resistieron  intrépidos  á  una  .sangrienta 
persecución.  En  1794  llegó  á  Corea  el  sacerdote  chino  Tsin,  que  después 
de  aumentar  en  algunos  miles  el  número  de  cristianos,  logró  la  palma  del 
martirio  en  1801.  Y  la  iglesia  coreana  quedó  sin  sacerdote,  á  pesar  de 
sus  súplicas  á  la  Santa  Sede,  hasta  que  en  1836  y  1837  penetraron  en  la 
región  su  primer  Obispo  Mons.  Imbert  y  dos  sacerdotes  europeos.  Pero 
en  1839  son  martirizados  los  tres  misioneros  junto  con  muchos  fieles,  y 
quedan  otra  vez  aquellos  fervorosos  cristianos  privados  de  pastor. 
En  1845  logra,  tras  grandes  esfuerzos,  entrar  en  Corea  su  nuevo  Obispo 
Mons.  Ferréol,  junto  con  un  misionero  europeo,  y  con  ellos  entra  también 
Kim,  el  primer  sacerdote  coreano,  de  corazón  magnánimo  y  superior  á 
todos  los  peligros;  pero  este  intrépido  apóstol  acaba  al  año  siguiente,  á 
la  edad  de  veinticinco  años,  con  un  martirio  digno  de  su  heroica  vida.  Le 
reemplaza  el  año  1849  el  segundo  sacerdote  coreano  Ts'oi,  que  despliega 
un  celo  verdaderamente  apostólico  durante  doce  años,  y  muere  al  cabo 
de  ellos  víctima  de  los  trabajos  de  su  apostolado.  En  1866  estalla  con 
más  furia  que  nunca  la  persecución,  y  casi  todos  los  misioneros  son  cogi- 


LAS   MISIONES   CATÓLICAS   ENTRE   ÍÑPlELES  291 

dos  y  martirizados;  la  iglesia  de  Corea  queda  otra  vez  privada  de  sacer- 
dote por  muchos  años,  y  esto  en  medio  de  una  feroz  persecución  que 
cuesta  la  vida  á  más  de  10.000  cristianos. 

De  veinte  años  á  esta  parte  la  iglesia  coreana  ha  podido  disfrutar  de 
libertad,  y  hoy  día  puede  decirse  que  con  los  japoneses  la  libertad  de  los 
misioneros  está  tan  asegurada  como  en  el  mismo  Japón.  Pero  otra  clase 
de  enemigos  amenaza  al  presente  á  aquella  tan  probada  cristiandad.  Con 
la  llegada  de  los  japoneses  se  ha  despertado  en  Corea  un  verdadero 
furor  por  tener  escuelas  é  ilustrarse  como  sus  dominadores,  y  las  sectas 
protestantes  han  aprovechado  la  ocasión  para  lanzar  sobre  aquella  tierra, 
regada  con  la  sangre  de  los  católicos,  una  avalancha  de  pastores,  fundar 
numerosísimas  escuelas  y  desplegar  por  medio  de  la  prensa  una  propa- 
ganda extraordinaria. Las  escuelas  católicas  son  únicamente  11 2,  con  2.267 
niños;  los  misioneros  sólo  56  sacerdotes,  de  ellos  10  indígenas;  los  cate- 
quistas 40,  las  religiosas  52.  Á  pesar  de  medios  tan  exiguos,  son  ya  los 
católicos  coreanos  68.016;  el  último  año  hubo  un  aumento  de  4.676.  No 
hay  que  decir,  dada  su  historia  y  su  carácter,  que  los  católicos  de  Corea 
son  un  dechado  de  neófitos.  Últimamente  han  sido  llamados  á  aquella 
región  los  benedictinos  alemanes  de  San  Ottilien,  de  quienes  se  espera 
que  han  de  levantar  la  enseñanza  católica  en  Corea  á  la  altura  que  exigen 
las  circunstancias. 

Filipinas.— En  las  islas  del  archipiélago  índico  no  existe  misión  cató- 
lica de  importancia  fuera  de  las  Filipinas.  Exceptuando  á  éstas,  en  todas 
las  demás  islas,  habitadas  por  39  millones  de  habitantes,  no  hay  más  que 
60.000  católicos,  contando  los  europeos.  La  gran  mayoría  déla  población 
profesa  la  secta  de  Mahoma. 

En  Filipinas  el  centro  principal  de  misiones  de  infieles  está  en  Min- 
danao.  Antes  de  la  sublevación  fiUpina  y  de  la  guerra  con  los  Estados 
Unidos,  había  esperanzas  muy  fundadas  de  convertir  á  los  infieles  que 
aun  quedan  en  la  isla,  y  ascienden  á  varios  centenares  de  miles.  En  los 
últimos  años  antes  de  la  revolución  los  misioneros,  jesuítas  españoles, 
recogían  una  mies  abundantísima  de  conversiones;  después  de  muchos 
años  de  trabajos  había  llegado  la  época  de  las  conversiones  en  masa,  y 
pueblos  enteros,  paganos  y  mahometanos,  entraban  entusiasmados  en  el 
gremio  de  la  Iglesia  católica.  Más  de  75.000  infieles  iban  ya  convertidos, 
cuando  la  revolución  y  los  sucesos  posteriores  obligaron  á  los  jesuítas  á 
abandonar  la  isla;  y  aunque  volvieron  más  tarde,  reclamados  instante- 
mente por  sus  antiguos  neófitos,  pero  las  circunstancias  han  cambiado 
por  completo.  Introducidas  en  Mindanao  las  ideas  revolucionarias  y  el 
cisma  aglipayano;  habiendo  acudido  allá  muchos  pastores  protestantes, 
bien  provistos  de  dinero;  á  los  jesuítas  les  es  tanto  más  difícil  la  misión, 
cuanto  que  la  falta  de  recursos,  especialmente  para  las  escuelas,  se  hace 
sentir  de  una  manera  alarmante.  Es  de  esperar  que  si  llegan  los  Padres 
á  recibir  los  recursos  indispensables,  logren,  no  sólo  mantener  en  la  fe 


292  LAS   MISIONES   CATÓLICAS    ENTRE    INFIELES 

á  los  180.000  neófitos  puestos  á  su  cuidado,  sino  emprender  de  nuevo 
con  más  vigor  la  conquista  de  los  infieles. 

En  la  isla  de  Luzón  tenían  los  Padres  agustinos  españoles  una  misión 
de  infieles  con  40.000  neófitos,  quedaban  aún  por  convertir  unos  150.000, 
pertenecienes  en  su  mayoría  á  la  raza  de  los  igorrotes.  Habiendo  tenido 
que  salir  de  allí  los  misioneros  á  consecuencia  de  los  trastornos  de  Fili- 
pinas, quedó  aquella  viña  del  Señor  casi  del  todo  abandonada,  hasta  que 
al  fin  han  llegado  para  cultivarla  los  misioneros  belgas  de  Scheut. 

OcEANíA.— Dos  palabras  no  más  sobre  las  misiones  numerosas,  pero 
pequeñas,  de  Oceanía.  El  número  de  infieles  será  como  de  un  millón, 
fetichistas  en  su  inmensa  mayoría.  Entre  ellos  trabajan  varias  congrega- 
ciones religiosas,  especialmente  los  Padres  maristas,  los  del  Sagrado 
Corazón  de  Jesús  y  los  de  los  Sagrados  Corazones  de  Jesús  y  María.  Una 
de  las  dificultades  especiales  de  esta  misión  es  estar  los  habitantes  tan 
repartidos  en  las  innumerables  islas  de  aquel  inmenso  océano,  que 
algunos  misioneros,  por  faltarles  una  lancha  de  vapor  y  por  las  fre- 
cuentes calmas  de  aquellos  mares,  tienen  que  pasarse  buena  parte  de  la 
vida  en  el  mar.  Los  católicos  indígenas  de  estas  misiones  son  130.000, 
los  sacerdotes  392,  los  demás  religiosos  291,  las  religiosas  531,  los  cate- 
quistas 592,  los  niños  de  las  escuelas  poco  más  de  20.000. 

Resumen.— Echando  una  ojeada  retrospectiva  sobre  el  campo  de 
misiones  que  acabamos  de  recorrer,  lo  primero  que  salta  á  la  vista  es  su 
gran  extensión.  Ya  apenas  queda  región  de  infieles  de  importancia 
donde  no  haya  logrado  penetrar  y  sentar  sus  reales  el  misionero  cató- 
lico. Enormes  han  sido  las  dificultades  que  ha  habido  que  vencer,  pues- 
tas unas  por  la  naturaleza  y  otras,  más  difíciles  aún,  por  los  hombres. 
Pero  de  todas  ha  triunfado  la  intrepidez  y  constancia  del  misionero;  las 
primeras  dificultades,  que  suelen  ser  las  mayores,  están  vencidas  casi  en 
todas  partes,  y  sólo  falta  ya  aumentar  el  número  de  operarios  y  de 
recursos. 

Lo  segundo  que  se  nos  ocurre  admirar,  á  la  vista  de  las  misiones,  es 
el  numeroso  clero  indígena  que  hay  en  ellas.  Sin  duda  se  ha  exagerado 
mucho  el  supuesto  descuido  que  tuvieron  en  esta  parte  los  misioneros  de 
los  siglos  XVI,  XVII  y  XVIII;  pero  es  también  cierto  que  actualmente  se 
tienen  ideas  más  claras  y  reflexivas  sobre  la  importancia  de  la  formación 
de  un  clero  indígena.  Se  podrá  disputar  sobre  si  este  ó  aquel  misionero 
atiende  ó  no  tanto  como  debiera  á  esta  importantísima  cuestión;  pero  de 
la  generalidad  no  puede  haber  duda  ninguna  razonable,  pues  para  con- 
vencernos de  lo  que  trabajan  los  misioneros  para  resolver  este  gran 
problema,  basta  echar  una  mirada  á  las  estadísticas.  De  12.305  sacer- 
dotes misioneros,  son  indígenas,  por  lo  menos,  5.369  (probablemente 
serán  unos  6.000);  y  los  millares  de  seminaristas  que  se  educan  en  los 
seminarios  de  las  misiones  nos  muestran  que  se  sigue  trabajando  con 
ardor  en  esta  empresa;  hasta  en  los  pueblos  más  atrasados  vemos  cons- 


LAS  MISIONES   CATÓLICAS  ENTRE   INFIELES  293 

tantes  tentativas  de  levantar,  por  medio  de  una  esmerada  educación,  á 
algunos  de  sus  hijos  para  formar  de  ellos  al  principio  catequistas  y  más 
tarde  sacerdotes  (1). 

Es  notable  también  el  número  crecido  de  religiosos  no  sacerdotes 
empleados  en  las  misiones,  sean  Hermanos  legos  ó  estudiantes  ó  perte- 
necientes á  congregaciones  de  Hermanos.  La  extensión  que  ha  tomado 
el  apostolado  moderno  permite  emplearlos  en  más  abundancia  que 
antiguamente  en  escuelas,  talleres  de  artes  y  oficios,  granjas  agrícolas, 
imprentas,  etc.  El  número  de  estos  religiosos  en  las  misiones  es  de 
unos  6.000. 

Mucha  mayor  diferencia  existe  entre  las  misiones  actuales  y  las  an- 
tiguas en  lo  que  se  refiere  á  las  religiosas.  Antiguamente  eran  pocas  las 
empleadas  en  las  misiones;  hoy  son  más  que  los  misioneros,  y  sus  tra- 
bajos producen  un  bien  incalculable.  Todas  las  obras  de  caridad  y  en- 
señanza en  sus  múltiples  manifestaciones  que  cultivan  las  religiosas  en 
Europa  son  también  cultivadas  por  éstas  en  las  misiones,  y  aun  se  aña- 
den algunas  especiales,  como  el  instruir  en  la  fe  á  las  catecúmenas,  el 
dirigir  las  escuelas  de  las  catequistas,  el  enseñar  á  las  neófitas  el  cultivo 
de  los  campos,  etc.  El  número  de  religiosas  en  las  misiones  es  por  lo 
menos  de  18.000. 

Las  iglesias  y  capillas  en  las  misiones  actuales  son  22.736;  los  esta- 
blecimientos de  caridad  son  también  numerosísimos,  aunque  las  estadís- 
ticas sobre  este  punto  son  muy  incompletas;  las  escuelas  se  acercan  á 
20.000,  con  más  de  800.000  discípulos.  Los  católicos  indígenas  pasan  de 
siete  millones. 

Finalmente,  una  de  las  cosas  que  más  llaman  la  atención  en  las  mi- 
siones de  nuestros  días  es  el  catecumenado.  Precisamente  porque  hoy  se 
ve  el  Catolicismo  atacado  en  todas  partes,  es  por  lo  que  los  misioneros 
ponen  un  cuidado  más  exquisito  en  dar  á  los  catecúmenos  una  instruc- 
ción sólida  en  las  verdades  de  nuestra  fe;  por  eso  el  catecumenado  suele 
durar,  por  lo  menos,  tres  ó  cuatro  años.  En  cuanto  al  número  de  catecú- 
menos, nos  faltan,  desgraciadamente,  los  datos  suficientes;  pero  como  los 
que  tenemos  nos  dan  un  total  de  cerca  de  1.300.000,  y  quedan  todavía 
por  averiguar  los  de  otras  muchas  misiones  importantes  que  no  los  con- 
signan en  sus  estadísticas,  no  será  aventurado  afirmar  que  actualmente 
pasan  los  catecúmenos  de  millón  y  medio,  dato  quizá  el  más  elocuente 
para  demostrarnos  el  pujante  desarrollo  de  las  misiones  católicas. 

Hilarión  Gil. 
(Continuará.) 


(1)  Sobre  la  cuestión  del  clero  indígena  en  las  misiones,  se  han  levantado  antes  y 
ahora  inculpaciones  bastante  infundadas  contra  muchos  misioneros.  Por  eso  recomen- 
damos en  esta  parte  la  obra  del  P.  Huonder,  S.  J.,  Der  einheimische  klerus  in  den  Heiden- 
lündern,  Freiburg,  1909.  De  ella  damos  cuenta  en  este  mismo  número  de  Razón  y  Fe, 
véase  «Noticias  bibliográficas». 

RAZÓN  Y  FE,  TOMO  XXVI  20 


€i  modernismo  en  la  accidn  social 


JLXooR  á  nuestro  divino  Redentor  y  Maestro,  Jesucristo,  que  en  la  noche 
oscura  de  esta  vida  ha  levantado  en  la  roca  del  Vaticano  el  faro  lumi- 
noso que  guíe  á  seguro  puerto  los  navegantes  del  proceloso  piélago  del 
mundo!  Cuando,  roto  el  timón,  perdida  la  brújula,  despedaza  los  ánimos 
la  incertidumbre  y  el  clamor  de  los  descarriados  aturde  los  oídos,  basta 
volver  los  ojos  á  Roma  para  que  la  luz  y  el  auxilio  que  de  allí  descien- 
den pongan  la  nave  en  seguro  derrotero.  Esa  luz  ha  traído  á  las  asocia- 
ciones profesionales  obreras  y  á  la  acción  católica  en  general  el  último 
mes  del  aiio  que  acaba  de  expirar. 

Nuestros  lectores  tienen  ya  noticia  (1)  del  gravísimo  documento,  no 
confiado  á  manos  ajenas,  sino  salido  de  la  soberana  del  Pontífice,  en 
que,  resolviendo  las  dudas  de  católicos  bien  intencionados,  aunque  equi- 
vocados, manda  Pío  X  á  la  Federación  italiana  de  las  asociaciones  pro- 
fesionales desplegar  al  viento  la  bandera  de  la  religión  católica.  No  nos 
sorprende  una  solución  que  dábamos  por  descontada,  bien  que  natural- 
mente nos  llene  de  alegría  por  ser  nueva,  auténtica,  solemne  confirma- 
ción del  criterio  por  nosotros  en  estas  páginas  con  tesón  y  energía  sus- 
tentado. 


* 
*  * 


Muchos  años  ha  que  pugna  por  infiltrarse  en  la  sociología  católica, 
tanto  en  el  orden  de  los  principios  como  en  el  campo  de  la  acción,  ese 
espíritu  complejo  que,  á  falta  de  más  propio  calificativo,  llamamos  moder- 
nismo, espíritu  demoledor  que  entre  mil  variantes  y  matices  presenta 
como  distintivos  la  negación  de  lo  sobrenatural,  la  negación  de  la  auto- 
ridad religiosa,  la  negación  de  la  tradición  cristiana. 

En  vano  ciertos  sociólogos  contaminados  del  espíritu  modernista  se 
han  negado  á  reconocer  su  retrato  en  el  que  dibujó  de  mano  maestra  el 
Pontífice  reinante  en  la  inmortal  Encíclica  Pascendi;  en  vano  han  pre- 
tendido que  aquel  modernismo  nada  tenía  que  ver  con  la  sociología;  sus 
complicidades  y  afinidades  con  los  modernistas,  que  apellidaremos  cien- 
tíficos para  distinguirlos  de  los  sociales,  son  evidentes;  común  es  el  espí- 
ritu de  unos  y  otros,  espíritu  que  tiene  diversas  gradaciones,  según  sea 
mayor  ó  menor  el  residuo  de  la  tradición  católica. 


(1)    Razón  y  Fe,  t.  XXVI  (Enero  1910),  pág.  127, 


EL   MODERNISMO    EN    LA   ACCIÓN   SOCIAL  295 

Voceros  del  modernismo  científico  fueron  aquellos  sociólogos  que 
con  delectación  morosa  repetían  en  la  prensa  los  ensueños  de  la  agnosis, 
de  la  inmanencia,  de  la  exegesis  bíblica  disfrazada  de  católica,  pero  en 
realidad  racionalista,  de  la  seudocrítica  hostil  á  todo  lo  divino  en  la  his- 
toria, de  la  audacia  reformadora  de  la  Iglesia  y  de  la  piedad  cristiana,  ó 
mejor,  destructora  de  una  y  de  otra.  Cómplices  de  los  modernistas  cien- 
tíficos fueron  los  sociólogos  católicos  que  subían  hasta  las  nubes  el 
saber,  la  erudición,  los  libros  de  los  modernistas,  mientras  deprimían  ó 
pasaban  en  silencio  los  más  ardientes  defensores  del  catoHcismo.  Como 
los  modernistas  científicos  han  eliminado  de  la  teología,  de  la  Biblia,  de 
la  filosofía,  de  la  historia  todo  elemento  sobrenatural,  ó  bien  conser- 
vando el  nombre  de  revelación,  de  fe,  de  gracia,  de  jerarquía,  les  han 
impuesto  un  sentido  del  todo  opuesto  al  tradicional  y  verdadero,  sacando 
de  los  senos  de  la  subconciencia  una  religión  cristiana  que  no  es  la  fun- 
dada por  Cristo,  predicada  por  los  Apóstoles,  transmitida  por  los  Papas, 
Obispos,  Padres  y  Doctores  de  la  Iglesia,  sino  puramente  natural  y  suje- 
tiva, fruto  de  su  soberbia  y  engendro  de  su  fantasía  ó  sentimentalismo; 
así  también  no  han  faltado  sociólogos  que  hayan  desterrado  del  orden 
social  y  político  toda  influencia  dogmática,  toda  intervención  de  la  Igle- 
sia, todo  aliento  sobrenatural,  dándose  por  apóstoles  de  un  nuevo 
orden  de  cosas  cuyos  oráculos  no  son  la  antigua  sabiduría  cristiana,  ni 
la  Iglesia  jerárquica,  sino  ellos,  ellos  solos,  que,  como  otros  mesías,  vienen 
á  redimir  de  su  ignorancia  y  de  su  miseria  la  sociedad  caduca  de  nuestro 
siglo.  Hablan,  sí,  del  Evangelio,  pero  del  Evangelio  interpretado  á  su 
gusto,  bien  así  como  los  modernistas  científicos  hablan  de  Cristo,  pero 
de  un  Cristo  forjado  en  su  cabeza;  hablan  del  E.  angelio,  pero  es  el  Evan- 
gelio cuya  fórmula  halló  en  el  siglo  XVIII  la  Revolución  francesa,  y  jugando 
con  el  equívoco  de  libertad,  igualdad,  fraternidad,  se  pasan  con  armas  y 
bagajes  al  campo  revolucionario.  Es  de  ver  cómo  exaltan  las  conquistas 
revolucionarias;  cómo,  aunque  algunos  con  pudibundas  reservas,  se  exta- 
sían ante  los  hombres  que  han  sembrado  de  ruinas  el  reino  de  la  Iglesia 
y  abierto  de  par  en  par  las  puertas  á  cuantos  errores,  herejías  y  malda- 
des han  devastado  la  sociedad  contemporánea.  Como  los  modernistas 
científicos  abominando  de  lo  antiguo  y  anhelando  sin  medida  por  lo 
nuevo,  presumen  reformarlo  todo,  la  Biblia,  la  teología,  la  filosofía,  la 
historia,  el  culto,  la  piedad,  la  disciplina,  el  dogma,  por  manera  seme- 
jante los  sociólogos  modernistas  se  empeñan  en  vaciar  la  Iglesia  en  los 
moldes  liberales  modernos,  sin  que  se  les  caiga  nunca  de  los  labios 
aquella  cantilena  de  novedades,  recordadas  por  Pío  X  en  la  Encíclica 
de  28  de  Julio  de  1905:  «Las  nuevas  orientaciones  de  la  vida  cristiana,  las 
nuevas  direcciones  de  la  Iglesia,  las  nuevas  inspiraciones  del  alma 
moderna,  la  nueva  vocación  social  del  clero,  la  nueva  civilización  cris- 
tiana.» Ebrios  con  el  mosto  de  la  novedad,  hablan  un  lenguaje  nuevo  y 
confuso,  que  no  es  ciertamente  el  que  hablaban  los  primeros  cristianos 


296  EL  MODERNISMO   EN   LA   ACCIÓN   SOCIAL 

cuando  el  día  de  Pentecostés  derramó  en  sus  corazones  el  Señor  las  pri- 
micias de  su  espíritu. 

De  aquí  es  que  sea  una  misma  la  estrategia  pregonada  por  moder- 
nistas científicos  y  sociales:  beber  á  chorros  el  espíritu  nuevo,  confor- 
marse con  los  tiempos,  callar  ó  atenuar  las  verdades  que  más  escandali- 
zan á  los  no  católicos,  sobreponerlas  virtudes  naturales  á  las  evangélicas, 
despreciar  aquellas  virtudes  que  en  la  jerga  americanista  recibieron 
nombre  de  pasivas,  ponderando  sobre  todo  extremo  las  activas,  disi- 
mular lo  que  nos  divide  de  los  adversarios,  rebuscando  en  sus  doctrinas 
algo  que  nos  sea  común  para  que  sirva  cual  cemento  de  unión,  cubriendo 
en  tanto  con  un  velo  las  máximas  fundamentales  del  cristianismo.  Ni  les 
falta  á  los  modernistas,  así  científicos  como  sociales,  su  razón  perentoria 
para  tamaños  contubernios  y  traiciones.  «¡Ay  de  la  Iglesia  si  no  se  recon- 
cilia con  el  siglo!,  exclaman.  ¡Ay  de  la  Iglesia  si  se  obstina  en  hacer 
rostro  al  impetuoso  alud  que  desciende  de  las  cumbres  de  la  civiliza- 
ción moderna!  ¿No  es  más  prudente,  en  vez  de  ser  aplastado,  ladearse, 
ó  mejor  aún,  cabalgar  sobre  el  alud?»  ¡Y  este  alud  es  el  que  desciende 
de  las  cumbres  heladas  del  naturalismo  y  liberaHsmo,  quintaesencia  de 
esa  civilización  moderna!  Ciertamente  para  esos  católicos  no  se  dijeron 
aquellas  palabras:  Sobre  esta  piedra  edificaré  mi  Iglesia  y  las  puertas  del 
infierno  no  prevalecerán  contra  ella. 

Es  esta  una  de  las  señales  de  la  influencia  del  naturalismo  en  muchos 
que  se  precian  de  católicos:  la  falta  de  fe,  la  desconfianza  de  lo  sobre- 
natural. De  aquí  la  táctica  de  negociar,  de  ceder;  de  aquí  el  horror  á  la 
resistencia  y  el  combate;  de  aquí  el  recurso  á  los  medios  tortuosos,  á  las 
artes  de  la  diplomacia  y  de  la  política;  de  aquí  la  confianza  exclusiva  en 
las  fuerzas  humanas,  la  estima  de  su  valor  y  eficacia,  como  si  de  ellas 
dependiese  entera  ó  principalmente  el  remedio  de  una  sociedad  que,  más 
que  indigencia  de  orden  material  y  de  bienes  perecederos,  padece  indi- 
gencia de  Dios.  Considéranse  como  supremas  perfecciones  los  progresos 
en  la  materia,  y  ante  las  maravillas  estupendas  de  las  ciencias  y  de  la 
industria  quédanse  los  ánimos  absortos  y  fascinados,  aplaudiendo  frené- 
ticos las  glorias  de  la  civilización. 

Pues  cuando  peligran  esos  bienes,  cuando  el  orden  material,  que  es 
condición  de  su  goce,  está  á  pique  de  naufragar  entre  las  oleadas  del 
socialismo  y  de  la  anarquía,  entonces  para  defenderlos  á  todo  trance  se 
apela  á  los  remedios  más  desesperados;  pídese  auxilio  á  los  amigos 
dudosos  y  aun  á  los  enemigos;  se  les  invita  á  entrar  con  nosotros  en  una 
misma  nave,  y  para  que  no  duden  en  tender  la  mano  amiga,  se  arría  la 
bandera  ó  se  arroja  al  mar  la  importuna  cargazón  de  los  principios.  Esto 
es  cobardía,  esto  es  traición. 

Otros  hay  que,  sin  pretender  hacer  traición  á  los  principios  ni  ceder 
á  los  estímulos  de  la  cobardía,  tienen  por  táctica  hoy  día  necesaria  en  la 


EL  MODERNISMO   EN   LA   ACCIÓN  SOCIAL  297 

acción  social,  ó  al  menos  en  las  asociaciones  profesionales  obreras, 
enfundar  la  bandera  católica,  reuniendo  sobre  ancha  base  el  número 
mayor  posible  de  trabajadores.  Quieren  trabar  en  un  haz  todas  las  fuer- 
zas morales,  juntar  á  todos  los  hombres  de  buena  voluntad  para  mante- 
ner algo  de  lo  que  cruje  y  se  derrumba,  para  contrastar  las  fuerzas  socia- 
listas, para  hacerse  fuertes  ante  los  poderes  públicos  hostiles.  Halágales 
también  acaso  la  esperanza  de  que  harán  obra  de  penetración  pacífica 
en  los  enemigos. 

Esta  es  ciertamente,  si  no  la  peor  en  sí,  la  más  peligrosa  de  las  for- 
mas del  modernismo  en  la  acción  social.  Las  otras  más  radicales  sólo 
pueden  engañar  á  quien  haya  hecho  ya  naufragio  en  los  sanos  principios 
de  la  religión;  pero  esotra,  vestida  con  tantas  apariencias  de  celo,  de 
oportunidad,  aun  de  necesidad,  tan  sutil  que  á  malas  penas  se  palpa  y 
descubre,  tan  atenuada  que  no  parece  reducirse  más  que  á  un  sistema 
peor  ó  mejor  de  estrategia,  es  capaz  de  seducir  á  los  incautos  y  des- 
iumbrar  á  los  que,  mirando  sólo  el  presunto  provecho  inmediato,  no 
extienden  la  mirada  á  los  desastres  ciertos  venideros. 

Contra  este  modernismo  nos  previene  y  arma  el  autógrafo  de  Pío  X. 


*  * 

No  es  en  Italia  nuevo— por  no  hablar  de  otras  naciones— el  propósito 
por  el  Papa  desaprobado. 

«El  abogado  Meda— escribe  Cavalcanti,— en  el  Círculo  Universitario  de  Roma, 
durante  el  invierno  del  año  1906,  pronunció  en  favor  de  la  unión  de  las  fuerzas  cató- 
licas un  discurso,  que  fué  reproducido  íntegro  por  el  Giornale  di  Roma,  uno  de  los 
vehículos  del  modernismo. 

»E1  programa  para  la  unión  de  los  católicos,  según  Meda  debe  ó  debería  ser  éste: 

»1.  Dejar  aparte  la  causa  de  la  religión  y  dirigir  hacia  otro  lado  las  fuerzas  que  hasta 
ahora  se  reunieron  en  torno  de  ella;  porque— nótense  bien  estas  palabras— es  preciso 
que  el  conflicto  preponderantemente  religioso  pase  á  segunda  linea,  ya  que  tiene  ocu- 
padas inútilmente  fuerzas  que  podrían  gastarse  en  otro  campo  con  inmediata  ventaja 
de  la  misma  causa  religiosa. 

»2.  Las  fuerzas  sociales  modernas  no  son  las  que  tienen  necesidad  de  ser  conduci- 
das hacia  el  seno  de  la  religión  ni  de  venir  directamente  de  ella;  sino  que  será  benemé- 
rito quien  sepa  enseñorearse  del  movimiento  en  cuanto  tiende  á  conducir  la  acción 
religiosa  por  la  directriz  de  todas  las  demás  fuerzas  sociales  modernas. 

»3.  Es  preciso  hacer  que  la  religión  salga  de  la  reserva  á  que  se  ha  reducido,  á  fin 
de  salvar  su  propia  dignidad,  y  procurarle  un  nuevo  puesto,  desde  el  cual  le  sea  permi- 
tido recuperar  su  antigua  influencia, 

»4.  El  liberalismo  se  halla  hoy  asimilado  al  organismo  moderno  y  es  razonable  pre- 
parar una  cura  depurativa,  que  poco  á  poco,  y  por  virtud  de  una  asidua  penetración 
del  espíritu  cristiano,  renueve  y  sanee  el  organismo  mismo;  pero  dejando  que  perma- 
nezca en  su  estructura  lo  que  ha  llegado  á  ser,  y  que  nadie  puede  hacer  que  no  sea. 

»5.    El  movimiento  económico  tiene  necesidad  de  encarnarse  en  la  jerarquía  de  las 
instituciones  religiosas,  si  asume  un  carácter  confesional;  pero  no  necesita  de  ello,  si 
permanece  extraño  afines  directamente  espirituales.' 
»Tal  debía  ser  el  programa  del  centro  ó  grupo  medio.» 


298  EL  MODERNISMO   EN   LA    ACCIÓN   SOCIAL 

El  Avveníre,  periódico  modernista  de  Bolonia,  escribía  en  1."  de  Sep- 
tiembre de  1907: 

«No  vemos  salvación  más  que  en  la  vuelta  á  una  organización  nacional,  organización 
laica,  puramente  laica,  de  católicos  militantes  y  de  personas  que  quieran  la  libertad  de 
conciencia  y  la  salvaguardia  del  derecho  común.» 

Muchos  han  sido  en  Italia  los  abogados  de  la  que  llaman  interconfe- 
sionalidad  y  mucha  la  tinta  que  en  su  elogio  han  derramado,  tanto  que 
al  decir  de  Cavalcanti,  si  se  quisiera  referir  cuanto  han  escrito  los 
modernistas  italianos,  habría  que  llenar  un  grueso  volumen.  «Murri  — 
añade,— Bertini,  Battaini,  Cortini,  Mazzotti,  Avolio,  Valente,  Bertozzi, 
Stratta,  Preziosi,  etc.,  todos  van  completamente  de  acuerdo  en  querer 
un  partido  no  confesional  ó  una  organización  obrera  neutra  para  la 
reivindicación  de  los  derechos  del  proletariado  italiano.  Todos  sus  perió- 
dicos sostienen  esta  descabellada  tesis.> 

Vengan  á  la  zaga  de  los  periódicos  modernistas  los  congresos  de 
ciertos  demócratas  cristianos.  El  de  Milán  de  1904  aprobó  una  orden  del 
día  que  no  tiene  desperdicio.  He  aquí  los  considerandos: 

«Considerando  que  la  organización  profesional,  para  corresponder  á  su  fin,  debe 
mantenerse  neutra  y  acoger  á  todos  los  obreros,  sin  distinción  de  partidos  ni  de  opi- 
niones religiosas: 

«Considerando  que  la  legalización  de  las  asociaciones  profesionales  es  garantía  de 
neutralidad  y  condición  esencial  de  una  elevación  progresiva  de  la  clase  obrera: 

«Considerando  que  junto  á  la  Unión  profesional  debe  existir  la  asociación  obrera 
del  partido: 

«Considerando  que  el  fin  de  la  Liga  Católica  del  trabajo  debe  ser  la  formación  de 
un  partido  neutro  obrero...» 

¿Pudo  manifestarse  más  claro  el  amor  á  la  neutralidad,  el  deseo  de 
abrazar  á  toda  ralea  de  gente  bajo  una  bandera  común?  Nótese  además 
cómo  sale  ahí  el  pretexto  de  legalizar  las  asociaciones  profesionales  que 
recientemente  se  expresó  al  Pontífice,  al  invocar  la  conveniencia  de  tener 
más  fácilmente  representación  ante  los  poderes  públicos. 

Todos  los  considerandos  apuntados  se  encaminaron  á  la  siguiente 
resolución: 

«1.°  promover  la  agitación  para  el  reconocimiento  legal  de  las  asociaciones  profe- 
sionales;—2.°  iniciar  la  propaganda  para  obtener  de  las  asociaciones  católicas  la  ins- 
cripción de  todos  los  socios  propios  en  la  Liga  Católica  del  Trabajo.» 

Pasaron  los  años,  y  con  el  rodar  de  los  tiempos  fueron  despeñándose 
aquellos  demócratas  cristianos,  que  para  manifestar  hasta  en  el  nombre 
su  independencia  se  llamaron  autónomos.  Su  neutralidad  llegó  á  estre- 
char la  mano  de  los  socialistas,  proponiendo  la  inscripción  en  masa  de 
todos  los  socios  en  las  Cámaras  del  trabajo.  Ya  se  ve,  sería  para  hacer- 
las cristianas.  Allá  va  una  muestra: 

«El  segundo  convenio  de  Toscana: 

»a)  Considerando  que  la  confesionalidad  de  las  uniones  profesionales  no  es  práctica, 
y  es  poco  útil: 


EL   MODERNISMO   EN   LA    ACCIÓN   SOCIAL  299 

«b)  Considerando  que  el  único  medio  de  realzar  la  suerte  de  tales  asociaciones  es 
la  absoluta  neutralidad  en  el  campo  religioso  y  político: 

y>c)  Considerando  que,  donde  existan  ya  instituciones  económicas,  aunque  sean  de 
principios  contrarios  á  los  nuestros,  la  formación  de  asociaciones  con  iguales  fines 
acarrearía  la  excisión  y  la  división  del  proletariado: 

«ACUERDA 

1.°  Instituir  asociaciones  neutras  y  esforzarse  para  convertir  en  tales  las  ya  exis- 
tentes; 

»2.°  Apoyar,  después  de  un  detenido  examen,  la  inscripción  en  masa  de  los  propios 
socios  en  la  Cámara  del  trabajo.^ 

Tratándose  de  gente  tan  progresiva,  no  podía  dejar  de  tener  su  parte 
el  feminismo.  Y  vaya  si  la  tuvo;  ó  si  no  que  lo  diga  el  convenio  de  las 
secciones  toscanas  déla  liga  democrática  nacional.  En  los  considerandos 
se  asienta  esta  peregrina  afirmación: 

«Sabido  es  que  sólo  de  las  uniones  no  confesionales  se  puede  y  se  debe  esperar  la 
redención  del  proletariado  femenino,  porque  el  llevar  á  las  cuestiones  sociales  los  pre- 
juicios religiosos  impedirla  ó  detendría  su  solución.» 

Fruto  de  tanta  sabiduría  son  estos  suspiros  que  el  convenio  exhala 
de  su  pecho: 

«Hace  votos  para  que,  merced  á  la  actividad  de  los  adscritos  á  la  Liga  democrática 
nacional,  pueda  surgir  en  Toscana  una  potente  asociación  femenina  neutro,  que  una 
en  un  haz  á  todas  las  mujeres  de  buena  voluntad,  sin  distinción  de,  opiniones  ni  de 
creencias.» 

¿Qué  razón  tan  poderosa  mueve  á  los  autónomos  para  separar  de 
la  organización  profesional  la  religión?  Nos  la  da  su  órgano,  la  Azione 
Democrática  de  Bolonia  (más  tarde  de  Turín),  por  la  pluma  de  Actor;  es 
á  saber,  porque  la  cuestión  de  la  religiosidad,  ó  bien  de  la  irreligiosidad, 
no  afecta  al  proletariado  ni  directa  ni  principalmente.  Lo  que  importa 
para  la  elevación  del  proletariado  es  que  se  fomenten  sus  intereses  eco- 
nómicos, que  se  le  procuren  mejores  condiciones  de  vida,  que  se  le  edu- 
que para  la  organización  y  representación  directa  de  sus  intereses. 

Pero  ¿habrá  alguna  bandera  bajo  cuyos  pliegues  todos  quepan?  Sí,  la 
de  la  justicia  social.  Los  que  recientemente  acudieron  en  súplica  al  Papa 
proponían  la ywsí/cza  cristiana.  Oigamos  á  Actor. 

Demócratas  creyentes  y  socialistas  deberían  darse  la  mano,  deberían 
más  bien  concurrir  á  una  organización  única  de  sindicatos  y  cámaras 
del  trabajo,  en  la  cual  hubiera  sitio  para  todos  los  amigos  de  los  obre- 
ros y  de  la  justicia  social. 

Dura  perorata  para  oídos  cristianos.  Mas  sosegaos,  ¡oh  espíritus 
meticulosos!  Afuera  esos  repulgos  de  empanada;  oíd  ai  articulista  Cerní 
y  afirmaos  en  los  estribos: 

«¡Oh  hombres  de  poca  fe!  ¿Qué  es  el  socialismo  de  hoy  sino  la  demo- 
cracia desnaturalizada?  Entren  nuestros  obreros,  nuestras  juntas  dentro 


300  EL  MODERNISMO   EN   LA   ACCIÓN   SOCIAL 

de  las  mallas  de  esa  red.  Día  llegará  en  que  los  obreros  educados  por 
nosotros  deberán  separarse  de  los  demás;  los  nuestros  sabrán  unirse  en 
grupo  distinto,  y  todo  el  que  los  contemple  dirá:  He  ahi  el  grupo  de  los 
trabajadores  demo cristianos»  (1). 

♦ 
*  * 

Á  los  desvarios  de  los  modernistas  opongamos  las  rectas  enseñanzas 
de  los  oráculos  de  la  verdad.  Si  tenaz  fué  la  porfía  de  aquéllos  en  torcer 
la  acción  social  y  más  particularmente  las  organizaciones  profesionales 
obreras  por  los  descaminos  de  la  neutralidad,  también  fué  constante  la 
energía  de  la  Santa  Sede  en  enderezar  una  y  otras  por  los  cauces  de  la 
religión.  No  decimos  confesionalidad  porque  suena  á  protestante.  Tres 
son  las  máximas  fundamentales  referentes  á  esta  materia,  que  hallamos 
en  los  documentos  pontificios:  1.°  La  cuestión  social  es,  no  solamente 
económica,  sino  principalmente  religiosa,  y  en  la  religión  halla  la  solución 
más  eficaz.  2.°  El  problema  obrero,  aun  en  su  parte  económica,  está 
íntimamente  conexo  con  el  orden  moral,  del  cual  es  guardián  y  custodio 
la  Iglesia  católica.  3.°  Las  asociaciones  fundadas  para  el  bien  de  los  pro- 
letarios, singularmente  empero  las  profesionales,  deben  cimentarse  en 
la  religión.  Omitiendo  por  ahora  las  dos  primeras,  detengámonos  en 
la  tercera. 

León  XIII,  en  la  famosísima  Encíclica  de  1891  sobre  la  condición  de 
los  obreros,  formula,  hacia  el  fin,  con  estilo  lapidario  las  leyes  funda- 
mentales de  las  corporaciones  obreras  que  desea  ver  establecidas.  Y  bien, 
¿qué  lugar  asigna  á  la  religión? 

«Es  evidente— dice— que  se  lian  de  poner  los  ojos  en  la  perfección  moral  y  religiosa, 
como  en  la  causa  primera  y  la  que  debe  ser  la  norma  última  del  organismo  social;  de 
otra  suerte  degenerarían  en  otra  forma  y  no  valdrían  seguramente  más  que  aquellas  en 
que  ninguna  cuenta  se  iiace  de  la  religión.» 

Diez  años  después,  en  el  ocaso  de  su  largo  pontificado,  vuelve  en  la 
Encíclica  sobre  la  democracia  cristiana  á  levantar  la  voz  para  recordar 
la  primacía  del  aspecto  religioso  sobre  el  económico,  y  después  de  largo 
catálogo  de  obras  económicas  que  sin  la  religión  son  de  mezquina  utili- 
dad para  los  obreros,  concluye: 

«Esta  cabalmente  es  la  causa  por  la  cual  nunca  fiemos  exhortado  á  formar  asociacio- 
nes para  el  mejoramiento  del  pueblo,  sin  que  al  mismo  tiempo  hayamos  amonestado 
á  instituirlas  bajo  los  auspicios  de  la  religión  y  con  su  compañía  y  aaxilio.y 


(1)  Todos  los  textos  italianos  hasta  aqui  citados  los  hemos  tomado  del  libro  de 
Alejandro  Cavalcanti,  presbítero:  Modernismo  y  modernistas;  versión  española  del 
P.  Juan  Mateos  (1908). 


EL  MODERNISMO   EN   LA   ACCIÓN   SOCIAL  301 

No  podía  seguir  otro  camino  el  Pontífice  que  ya  en  los  primeros 
pasos  de  su  carrera  pontifical  manifestó  al  orbe  cristiano  que  su  propó- 
sito era  restaurar  todas  las  íbsas  en  Cristo.  Llenas  están  de  tan  divino 
espíritu  todas  sus  Encíclicas,  sus  obras  todas;  mas  por  lo  que  toca  á  las 
asociaciones  profesionales  en  particular,  ha  mostrado  bien  clara  su 
voluntad.  En  19  de  Marzo,  en  carta  al  Conde  Medolago  Albani,  presi- 
dente del  segundo  grupo  de  la  Obra  de  los  Congresos  católicos,  hiere 
las  asociaciones  neutras  en  estas  gravísimas  amonestaciones: 

«Estamos  persuadidos  que  el  segundo  grupo  se  esforzará  en  su  acción,  no  sola- 
mente en  mantener  á  sus  afiliados  lejos  de  aquellas  sociedades  que  son  causa  directa 
de  perversión  intelectual  y  moral,  sino  que  también  echará  mano  de  todos  los  medios 
para  alejar  á  sus  miembros  aun  de  aquellas  instituciones  neutras  que,  fundadas  aparen- 
temente para  tutela  del  obrero,  tienen  un  fin  distinto  del  principal,  que  es  el  verdadero 
bien  moral  y  económico  de  los  individuos  y  de  las  familias.» 

Sería  necesario  trasladar  toda  entera  la  Encíclica  de  1 1  de  Junio 
de  1905  sobre  la  acción  católica;  mas  para  copiar  algo  contentémonos 
con  aquella  parte  en  que  se  determinan  las  relaciones  que  han  de  tener 
con  la  autoridad  eclesiástica,  no  ya  las  obras  que  directamente  se  ocupan 
en  auxiliar  al  ministerio  espiritual  y  temporal  de  la  Iglesia,  sino  todas  las 
demás.  Traduzcamos  textualmente: 

«Pero  aun  las  demás  obras,  que,  como  hemos  dicho,  se  han  fundado  principalmente 
para  restaurar  en  Cristo  y  promover  la  verdadera  civilización  cristiana,  obras  que,  en 
el  sentido  ya  explicado,  constituyen  la  acción  católica,  tampoco  pueden,  en  manera 
alguna,  concebirse  independientes  del  consejo  y  de  la  alta  dirección  de  la  autoridad 
eclesiástica,  especialmente  por  cuanto  se  han  de  conformar  todas  ellas  con  los  princi- 
pios de  la  doctrina  y  de  la  moral  cristiana;  mucho  menos  pueden  concebirse  opuestas, 
más  ó  menos  abiertamente,  á  la  misma  autoridad.  Cierto  que  tales  obras,  presupuesta 
su  condición,  han  de  proceder  con  la  conveniente  razonable  libertad,  pues  recae  sobre 
ellas  la  responsabilidad  de  la  acción,  sobre  todo  en  las  materias  temporales  y  econó- 
micas asi  como  en  las  que  pertenecen  á  la  vida  pública,  administrativa  ó  política,  ajenas 
al  ministerio  meramente  espiritual;  mas  como  los  católicos  enarbolansiempre labandera 
de  Cristo,  y,  por  tanto,  la  de  la  Iglesia,  conveniente  es  que  de  manos  de  la  iglesia  la 
reciban,  que  la  Iglesia  vele  porque  se  conserve  sin  mancha  y  que  á  esta  maternal  vigi- 
lancia se  sujeten  los  católicos,  áfuer  de  hijos  dóciles  y  amorosos.» 

Importa  sobremanera  tener  presentes  las  palabras  traducidas,  porque 
no  solamente  declaran  la  necesidad  de  la  religión  en  las  obras  econó- 
mico-sociales, sino  además  el  lazo  que  las  sujeta  á  la  autoridad  eclesiás- 
tica, á  cuya  dirección  quieren  sustraerse  muchos  fautores  de  la  neutra- 
lidad. 

Si  con  tan  claros  argumentos  no  fuese  á  todos  manifiesta  la  voluntad 
de  Pío  X,  bastaría  la  carta  que  en  20  de  Enero  de  1907  dirigió  á  los 
directores  de  la  Unión  económico-social.  No  habla  ya  en  globo  de  la 
acción  católica,  ni  de  las  asociaciones  en  general,  sino  de  las  económi- 
cas en  particular  y  singularmente  de  las  asociaciones  profesionales,  por 
las  cuales  demuestra  cariñosa  preferencia. 


302  EL  MODERNISMO   EN   LA    ACCIÓN   SOCIAL 

«Si  queréis— dice— como  ardientemente  deseamos,  que  sigaá  comienzos  tan  diclio- 
sos  un  desarrollo  todavía  más  próspero,  esfuerza  que  el  espíritu  de  la  religión  penetra 
siempre  más,  avigore  y  anime  en  todas  sus  ramificaciones  vuestra  obra,  la  cual,  por 
más  que  esté  dirigida  al  bien  temporal,  no  ha  de  encerrarse  en  el  estrecho  circulo  de 
los  intereses  económicos,  sino  mirar,  con  nobilísimo  intento  de  restauración,  al  recto 
ordenamiento  del  consorcio  humano.  Ahora  bien,  siendo  la  religión  guardián  celoso  de 
la  ley  moral,  que  es  fundamento  natural  del  orden  en  la  sociedad,  sigúese  que  para 
reorganizar  la  sociedad  desordenada  nada  liay  tan  necesario  como  procurar  que  reflo- 
rezcan los  principios  religiosos.  Por  tanto,  para  cumplir  mejor  vuestro  grave  cometido 
y  responder  á  Nuestra  expectación,  será  constantemente  el  mayor  de  todos  vuestros 
cuidados  marcar  con  el  sello  cristiano  todo  el  movimiento  que  dirigís.  Haciendo  esto  no 
tendréis  por  blanco  solamente  el  bien  común,  sino  además  el  de  vuestros  asociados,  y 
velando  por  sus  provechos  materiales,  ampararéis  en  especial  los  intereses  de  sus 
almas.  Importa  mucho  que  á  la  luz  de  las  doctrinas  de  Cristo  estimen  en  su  justo  valor 
las  cosas  humanas  y  vean  cuánto  deban  anteponerse  los  bienes  de  la  vida  eterna  á  los 
menguados  de  esta  vida  fugaz. 

y  Asi  y  no  de  otro  modo  podréis  oponeros  eficazmente  á  los  progresos  del  socialis- 
mo; el  cual,  respirando  odio  contra  el  cristianismo  y  arrancando  del  corazón  del  pueblo 
las  esperanzas  del  cielo,  avanza  destructor  para  derribar  el  edificio  ya  vacilante  de  la 
sociedad, 

«Cuáles  sean  las  instituciones  que  principalmente  se  hayan  de  promover  en  el  seno 
de  la  Unión,  verálo  vuestra  caridad  industriosa.  Á  Nuestro  parecer,  son  oportunísimas 
las  que  se  designan  con  el  nombre  de  Uniones  profesionales;  por  lo  cual  de  nuevo  y 
particularmente  os  recomendamos  que  con  solícito  cuidado  procuréis  su  formación  y 
progreso.  Asi,  pues,  cuidad  de  que  todos  sus  miembros  reciban  en  ellas  la  preparación 
conveniente,  haciendo  que  personas  idóneas  los  intruyan  en  la  naturaleza  y  fin  de  la 
asociación,  en  los  deberes  y  derechos  de  los  obreros  cristianos  y  en  las  enseñanzas  de 
la  Iglesia  y  documentos  pontificios  que  más  especialmente  se  refieren  á  las  cuestiones 
del  trabajo.  Fructuosísima  será  en  este  punto  la  acción  del  clero,  el  cual  á  su  vez 
hallará  aquí  nuevos  auxiliares  con  que  hacer  más  eficaz  el  sagrado  Ministerio  para 
con  el  pueblo;  porque  los  obreros,  preparados  del  modo  que  se  ha  dicho,  no  solamente 
serán  miembros  útiles  de  la  Unión  profesional,  sino  también  valiosos  cooperadores 
suyos  en  difundir  y  defender  la  práctica  de  las  doctrinas  cristianas.» 

* 
*  * 

Tal  era  cl  estado  de  las  cosas  cuando  ocurrieron  los  hechos  que  mo- 
tivaron el  autógrafo  pontifical  de  Noviembre  próximo  pasado.  La  mente 
de  la  Sede  Apostólica,  expresada  así  por  León  XIII  como  por  Pío  X,  no 
podía  ser  más  clara;  los  antecedentes  de  la  neutralidad  y  del  disimulo 
eran  ruines  y  sospechosos.  ¿Cómo  pudieron  caber  nuevas  dudas  en  la 
mente  de  los  católicos  italianos?  Preguntémoslo  á  la  circular  de  la  Pre- 
sidencia de  la  Unión  económico-social.  Va  dirigida  á  las  direcciones  dio- 
cesanas y  asociaciones  católicas  económico-sociales  de  Italia,  y  contiene 
tres  partes:  L"^  exposición  del  nuevo  plan  y  razones  en  que  se  apoyaba; 
2.''  respuesta  de  Pío  X;  3.'^  adhesión  y  exhortación  de  la  Presidencia. 
Según  la  circular,  la  ocasión  de  proponer  la  reforma  fué  la  organización 
de  un  Secretariado  general  ó  Federación  de  las  Uniones  profesionales: 
el  fin  aumentar  la  falange  católica  con  la  adhesión  de  los  indiferentes  de 
buena  voluntad  y  robustecer  de  este  modo  la  Federación  para  lograr  de 


EL  MODERNISMO   EN   LA   ACCIÓN   SOCIAL  303 

los  poderes  públicos  una  representación  equitativa  en  los  organismos  ofi- 
ciales del  trabajo;  la  reforma  misma  con  que  habían  de  alcanzarse  dichos 
fines  era  disimular  el  catolicismo  de  la  Federación,  sustituyéndolo  con  la 
idea  de  justicia  cristiana  (1). 

La  respuesta  del  Padre  Santo  no  pudo  ser  más  explícita,  más  termi- 
nante. En  primer  lugar,  aunque  ya  era  de  suponer  tratándose  de  Autori- 
dad tan  augusta,  hace  constar  que  no  ha  tomado  resolución  á  la  ligera,, 
sino  con  mucha  consideración. 

^Aqui  se  ha  leido  y  meditado  el  nuevo  Estatuto  para  la  Federación 
de  las  Uniones  y  de  las  Ligas  profesionales.» 

En  segundo  lugar,  salvando  las  intenciones  de  los  exponentes,  opone 
una  rotunda  negativa.  El  nuevo  Estatuto  es  imposible. 

■^Por  más  que  estemos  intimamente  persuadidos  de  los  excelentes 
sentimientos  que  animan  á  los  egregios  señores  encargados  de  la  modi- 
ficación, todavía  es  absolutamente  imposible  aceptarlo  y  menos  aún 
aprobarlo.» 

Pero  ¿y  las  razones  alegadas  en  el  memorial?  No  convencen;  en  cam- 
bio, hay  tres  poderosas  que  condenan  la  modificación  propuesta:  primero 
por  ineficaz;  segundo  por  no  ser  digna  ni  leal;  tercero  por  peligrosa, 

«£/z  efecto;  fuera  de  que  las  razones  aducidas  en  el  memorial  nos 
convencen  de  que  no  se  podrá  alcanzar  el  fin  á  que  se  aspira,  que  es  hacer 
el  Estatuto  prácticamente  aceptable  á  los  católicos  descontentadizos 
é  inciertos  y  obtener  representación  de  la  Federación  ante  el  Gobierno, 
no  es  leal  ni  decoroso  el  simular,  cubriendo  con  una  bandera  equivoca 
la  profesión  de  catolicismo,  cual  si  fuese  mercancía  averiada  y  de  con- 
trabando. Además,  con  la  idea  de  justicia  cristiana,  harto  amplia  y  peli^ 
grosa,  no  es  posible  saber  hasta  qué  punto  se  podría  llegar  en  razón  del 
espíritu  de  las  Ligas  que  se  adhiriesen  y,  consiguientemente,  de  las  per- 
sonas que  pudieran  ser  elegidas  para  la  dirección.» 


(1)  «En  estos  últimos  tiempos,  y  á  consecuencia  de  la  iniciativa  tomada  por  esta 
Unión  para  constituir  un  Secretariado  general  de  nuestras  Uniones  profesionales,  hubo 
quien  puso  á  discusión  si  convendría  introducir,  en  el  Estatuto  de  20  de  Marzo  del 
corriente  año,  algunas  modificaciones  en  el  sentido  de  que  no  apareciese  tan  abierta- 
mente el  carácter  de  asociación  católica,  para  obtener  mayores  adhesiones,  acogiendo 
también  en  la  nueva  institución  las  organizaciones  que  se  inspirasen  aun  tan  sólo  en  la 
idea  de  justicia  cristiana  y  conseguir  más  fácilmente  una  representación  equitativa  ante 
los  poderes  públicos.  Pareció,  pues,  á  los  que  así  pensaban  someter  su  propio  parecer 
al  supremo  juicio  de  la  Santa  Sede.  Á  este  fin  expusieron  completamente  las  razones 
que  abonaban  su  modo  de  ver  en  un  respetuoso  memorial  dirigido  al  Padre  Santo  por 
medio  de  la  presidencia  de  la  Unión  económico-social.» 


304  EL  MODERNISMO   EN   LA   ACCIÓN   SOCIAL 

Consecuencia  de  todo  ello  es  que  no  ha  de  variarse  el  Estatuto  en  el 
sentido  propuesto,  sino  al  contrario,  afirmar  denodada  y  públicamente  la 
profesión  de  catolicismo,  según  hermosamente  exhorta  Pío  X: 

«Despliegue,  pues,  animosa  la  Unión  económico-social  su  bandera 
católica,  y  manténgase  firme  en  el  Estatuto  aprobado  desde  el  20  de 
Marzo  próximo  pasado.^ 

¿Es  que  de  este  modo  se  conseguirá  el  fin  deseado?  Eso  no  promete 
el  Papa;  pero  ¿qué  importa?  No  es  eso  lo  esencial,  sino  que  se  conserve 
entero  el  espíritu  de  Jesucristo  en  las  asociaciones.  Sí  no  pueden  vivir 
federadas,  vivirán  aisladas,  y  siempre  vale  más  que  una  federación  híbrida 
el  aislamiento  genuinamente  católico,  que  merecerá  de  seguro  las  ben- 
diciones del  cielo.  Esta  doctrina  se  contiene  en  aquél  párrafo  que  cual 
broche  de  oro  cierra  el  venerando  autógrafo: 

«¿5e  consigue  asi  el  fin  de  la  Federación?  Daremos  gracias  á  Dios. 
¿Se  frustra  nuestro  deseo?  Quedarán  las  Uniones  parciales,  pero  cató- 
licas, que  conservarán  el  espíritu  de  Jesucristo,  quien  no  dejará  de  ben- 
decirnos.» 

« Tenga  usted  la  bondad,  Sr.  Conde,  de  referir  esta  decisión  á  los 
señores  de  la  Comisión,  á  los  cuales,  como  á  usted,  doy  de  corazón  la 
Bendición  Apostólica.— 22  de  Noviembre  de  1909.— Vio  PP.  X.» 

Al  pie  del  áureo  documento  añade  la  circular  de  la  Unión  económico- 
social  una  valiente  exhortación,  que  copiamos  según  el  tenor  publicado 
por  L'Unitá  Cattolica  de  Florencia: 

«Nada,  pues,  de  aconfesionalidad,  neutralidad,  y  ni  siquiera  de  la 
teoría  de  la  amplitud  de  criterios,  tan  cara  á  los  neo-clérico-liberales  de 
hoy:  el  Padre  Santo  quiere  que  nosotros,  hijos  de  la  luz,  despleguemos 
al  sol  denodadamente  y  sin  equivocas  nuestra  bandera,  la  bandera  cató- 
lica, poniendo  Su  Santidad  grandes  esperanzas  en  los  socorros  sobrena- 
turales eficacísimos  que  Dios  concede  á  los  que  no  se  avergüenzan  de 
luchar  por  la  Iglesia,  por  el  Papa,  por  el  pueblo  cristiano. 

»Los  verdaderos  católicos,  precisamente  por  serlo,  saben  que  en  todo 
cuanto  obramos  apenas  ponemos  más  que  la  semilla:  Dios  es  quien  da  el 
incremento,  el  buen  suceso,  Pero  con  una  condición,  con  un  pacto:  que 
seamos  hombres  de  carácter,  sin  respeto  humano  ni  fútiles  temores;  que 
no  callemos  el  nombre  de  Dios;  que  no  nos  corramos  de  declararnos 
públicamente  miembros  de  nuestras  sociedades  católicas  y  quererlas 
siempre  tales  con  el  propósito  firme,  activo,  de  confesar  siempre  deno- 
dada y  abiertamente  á  Cristo,  de  copiarlo  y  reproducirlo  en  nosotros,  en 
nuestras  opiniones  y  en  las  instituciones  sociales. 

>No  dudamos  que  todos  cuantos  trabajan,  sin  segundas  intenciones  y 


EL   MODERNISMO   EN   LA   ACCIÓN   SOCIAL  305 

sin  prejuicios  (senza  secondifini  e  senza preconcetti),  en  el  campo  social 
católico  recibirán  con  la  debida  reverencia  el  documento  pontificio  y  se 
mostrarán  agradecidos  al  Vicario  de  Jesucristo  por  este  nuevo  acto,  que 
demuestra  una  vez  más  el  interés  con  que  su  corazón  paternal  sigue  el 
desenvolvimiento  de  la  acción  católica  italiana,  respondiendo,  alegre  y 
prontamente,  con  la  adhesión  absoluta  de  la  voluntad  y  del  entendi- 
miento á  sus  soberanas  disposiciones. 

»Por  su  parte,  esta  Unión  hará  cuanto  le  sea  posible  para  que  la  nueva 
institución  se  lleve  pronto  á  efecto  y  coopere  eficazmente  en  su  esfera  á 
la  reconstitución  cristiana  de  la  sociedad. 

»E1  Presidente,  St  Medolago  Alban¿.—E\  Asistente  eclesiástico,  canó- 
nigo Luigi  DaeUi.—E\  Secretario,  Nicolás  Rezzara.^ 

Excusado  es  el  comentario  á  tan  claros  documentos;  mas  como  es 
seguro  que  el  programa  y  los  intentos  de  los  fracasados  reformadores 
se  renovarán  en  una  ú  otra  forma,  no  será  inútil  desenvolver  algún  tanto 
los  problemas  planteados  por  los  fieles  italianos  y  resueltos  por  la 
suprema  autoridad  apostólica.  Mas  quédese  esta  labor  para  otro  número. 
Antes  empero  de  poner  punto  final,  no  podemos  resistir  al  deseo  de  con- 
signar como  remate  del  artículo  algunas  de  las  reflexiones  sugeridas  por 
el  autógrafo  papal  á  quien  por  la  parte  preponderante  en  la  dirección 
del  movimiento  social  católico  de  Italia  durante  los  dos  Pontificados  de 
León  XIII  y  Pío  X,  goza  de  autoridad  indisputable.  Tojiiolo,  en  carta  al 
Diario  de  Pisa,  hace,  entre  otras,  las  siguientes  observaciones: 

«Ya  que  la  sentencia  actual  del  Papa  nos  ofrece  ocasión  de  volver 
sobre  la  cuestión  de  la  confesionalidad  de  las  Uniones  profesionales, 
discutida  mucho  tiempo  ha,  sobre  todo  en  el  extranjero,  no  dejemos  de 
decir  que  se  trasluce  el  pensamiento  de  la  Santa  Sede  sobre  este  punto. 
Si  no  me  engaño,  este  pensamiento  es  que,  si  circunstancias  excepcio- 
nales, en  particular  en  las  regiones  donde  hay  variedad  de  cultos— en  los 
países  del  Rin,  por  ejemplo,  donde  ciertos  buenos  protestantes  desean 
defender  el  orden  social  cristiano,  y  á  este  fin  entran  en  las  asociaciones 
católicas,— se  puede  hasta  cierto  punto  prescindir  de  la  total  confesiona- 
lidad—lo  cual  sólo  puede  ser  tolerado,~tn  cambio,  en  las  naciones  cató- 
licas especialmente,  se  debe  insistir  en  el  sostenimiento  de  la  tesis  ó  del 
principio:  las  Uniones  profesionales  deben  huir  de  la  pendiente  peligrosa 
de  la  neutralidad  y  mantener  en  la  substancia,  y  en  cuanto  sea  posible 
también  en  el  nombre,  el  sello  católico. 

» Entre  nosotros  podía  aún  nacer  una  duda  práctica,  en  presencia  de 
las  dificultades,  de  los  peligros  exteriores  y  concretos  procedentes  del 
estado  psicológico  del  pueblo,  de  las  amenazas  y  de  los  asaltos  del  socia- 
lismo y  de  las  leyes  del  Estado:  ¿se  deberá,  no  ya  renunciar  á  la  doctrina, 
á  la  moral,  á  la  disciplina  católicas,  sino  tan  sólo,  en  cierta  medida,  gra- 
duar la  manifestación  exterior?  Pues  bien,  hoy,  después  de  haber  pesada 


306  EL  MODERNISMO   EN   LA   ACCIÓN  SOCIAL 

el  pro  y  el  contra,  el  Papa  declara  más  leal  y  más  decoroso  combatir  de 
frente  el  anticlericalismo  y,  acaso  precisamente  á  causa  de  sus  más  gra- 
ves atentados,  combatir  con  la  bandera  católica  desplegada.  De  este 
modo  Su  Santidad  resuelve  y  disipa  la  duda  que  en  el  momento  presente 
nos  habría  dividido  y  debilitado  más  aún.  Por  lo  demás.  Él  sale  fiador 
de  que,  si  dóciles  y  unidos  seguimos  su  decisión,  aun  en  las  más  temero- 
sas eventualidades  Nuestro  Seíior  Jesucristo  no  dejará  de  bendecirnos. 

»E1  autor  inspirado  del  Eclesiastés  dice  que  hay  tiempo  de  callar  y 
tiempo  de  hablar.  Paréceme  que,  dada  la  previsión  y  los  presentimientos 
de  las  necesidades  de  cada  hora  que  Dios  inspira  á  su  Vicario,  esta  últi- 
ma decisión  es  anuncio  de  nuevas  batallas,  en  que  será  preciso  bajar  á 
la  arena  á  rostro  descubierto. 

»Su  Santidad  nos  asegura  que  será  eso  mejor  que  cualquier  otro  pro- 
cedimiento aconsejado  por  la  prudencia  humana»  (1). 

N.  NOGUER. 
(Concluirá.) 


(I)    Revue  de  l'Adion  Populaire,  1909,  núm.  1,  páginas  26-27. 


LORENZO   HERVÁS 

su  VIDA  Y  SUS  ESCRITOS  (1735-1809) 


I 

LORENZO  HERVÁS:  SU  VIDA 
TERCER  PERÍODO 

De  vuelta  en  España  (1798-1801). 

Sumario:  1.  Dos  reales  órdenes. — 2.  Hervás  vuelve  á  España. — 3.  Favorable  acogida  de 
los  ex-jesuítas  en  Barcelona;  Hervás  visita  el  archivo  de  la  corona  de  Aragón  y  plan- 
tea una  escuela  de  sordomudos.— 4.  Vive  en  el  Horcajo.— 5.  Hervás  preceptor  de  la 
juventud.— 6.  Visita  el  convento  de  Uclés  y  sus  alrededores.— 7.  Planes  frustrados. 

1.  El  tercer  período  de  la  vida  de  nuestro  Hervás  se  desarrolla  entre 
dos  reales  órdenes:  una  de  11  de  Marzo  de  1798,  autorizando  á  los  des- 
terrados ex-jesuítas  á  «que  puedan  todos  volver  á  España  libremente  á 
casa  de  sus  parientes,  los  que  los  tengan,  ó  á  conventos,  con  tal  que  no 
sea  en  la  Corte  ni  Sitios  Reales»;  otra  de  15  de  Marzo  de  1801,  dispo- 
niendo «que  los  expulsos  de  la  Orden  Jesuítica  existentes  en  estos 
Reynos,  se  trasladen  á  las  ciudades  de  Barcelona,  Valencia  y  Alicante» 
[sustituida  luego  por  Cartagena],  pues  lo  mismo  que  á  los  que  habían 
de  volver  de  América,  «su  Magestad  por  castigo  y  para  tranquilidad  de 
estos  Estados,  los  ha  extrañado  [de  nuevo]  de  sus  dominios,  obligándo- 
los á  pasar  á  los  de  Italia». 

Nadie  se  maraville  que  el  pequeño  favor  concedido  en  Marzo  de 
1798  no  durase  más  allá  de  Marzo  de  1801  (1);  pues  extinguida  la  Com- 


(1)  No  era  grande,  como  se  ve,  el  favor  concedido  á  los  ex-jesuítas  al  permitirles  la 
entrada  en  España,  pero  con  la  obligación  de  vivir  con  sus  parientes  ó  en  conventos; 
no  siendo,  como  no  eran,  ni  menores  de  edad  ni  religiosos,  se  había  de  mirar  esto  como 
una  forzosa  reclusión. 

Más  aún,  á  los  que  habían  ido  llegando  á  España  antes  de  la  real  orden  de  11  de 
Marzo  de  1798,  se  les  intimó  en  29  de  Octubre  de  1797  fueran  recluidos  en  conventos, 
sin'jdarles  libertad  de  vivir  con  sus  parientes;  por  último,  poco  antes  de  la  segunda  expul- 
sión, el  18  de  Febrero  de  1801  se  mandó  definitivamente  «que  á  fin  de  que  los  ex-jesuítas 
residentes  en  España  vivan  con  más  comodidad  y  proporción  de  emplearse  en  obje- 
tos literarios,  se  les  reparta  en  los  Conventos  de  los  diversos  Institutos  admitidos  en 
España»,  comunicando  reservadamente  á  cada  Gobernador  «que  de  estos  Institutos 
exceptúe  el  de  los  Capuchinos». 

Supuesto  esto,  no  parecen  exageradas  las  quejas  amargas,  que  el  P.  Luengo 
dejó  escritas  en  su  Diario,  XXXI,  392  y  399. 


308  LORENZO    HERVÁS 

pañía  de  Jesús,  no  quedó  extinguido  en  el  corazón  de  los  unos  el  amor, 
ni  en  el  corazón  de  los  otros  el  odio,  que  le  habían  profesado;  luchaban 
esos  dos  afectos  uno  enfrente  de  otro,  en  pro  ó  en  contra  de  la  Compa- 
ñía, que  amigos  y  enemigos  amaban  y  odiaban  como  si  estuviera  viva; 
pudiendo  decirse,  con  frase  parecida  á  la  de  San  Bernardo,  no  es  fácil 
averiguar  si  honraba  más  su  memoria  el  amor  de  unos  ó  el  odio  de 
otros  (1). 

Es  verdad,  que  entre  esos  extremos  tan  apartados  y  diversos  se 
extendía  una  variadísima  serie  de  afectos  sentidos  por  más  ó  menos  indi- 
viduos seglares  y  religiosos  hacia  aquella  extinguida  Corporación,  siendo 
no  pocos  los  que,  sin  alegrarse  del  hecho  de  la  extinción,  se  alegraron  de 
los  resultados,  viéndose  en  la  cátedra,  pulpito  y  confesonario  con  un  com- 
petidor menos;  algunos  en  la  proporción  de  aprovecharse  de  sus  bienes 
abandonados.  Esta  parte,  en  cierto  modo  neutra,  asistía  en  España  á  la 
lucha  entablada  para  acabar  de  arruinar,  ó  suscitar  de  nuevo  la  Compa- 
ñía de  Jesús,  ya  en  actitud  de  quien  aguarda  el  deñnitivo  resultado,  ya 
asociándose  á  los  amigos,  ya  á  los  enemigos.  Sintetizar  en  una  frase  tan 
variadas  posiciones  es  imposible;  analizar  para  cada  una  su  verdadero 
carácter  es  cosa  que  estoy  muy  lejos  de  acometer;  pero  creo  oportuno, 
sin  salir  de  la  vida  y  escritos  de  Hervás,  notar  aquí  alguna  cosa  que 
pueda  dar  alguna  luz  al  que  intentare  hacerlo. 

En  el  fondo  de  ese  amor  y  de  ese  odio  se  advierte  el  odio  y  el  amor,  más 
que  á  las  personas  de  los  jesuítas,  á  la  doctrina,  que  ellos  habían  defen- 
dido, ó  que  se  sintetizaba  con  su  nombre.  Por  esto  Roda,  en  un  autó- 
grafo de  4  de  Agosto  de  1767,  que  Hervás  conservaba  entre  sus  papeles, 
decía:  «Aunque  todos  [los  jesuítas  expulsados  de  España]  se  seculariza- 
ran, nunca  sería  yo  de  dictamen  que  volvieran  [á  España]  con  la  mala 
leche  que  han  mamado.  No  basta  extinguir  los  jesuítas,  es  menester 
extinguir  el  jesuitismo,  y  en  los  países  donde  han  estado,  bástala  memo- 
ria de  su  doctrina,  política  y  costumbres»  (2). 

__  No  menos  claro  hablaba  aquel  jansenista  Clement,  que,  como  Hervás 
notó  en  el  manuscrito,  que  en  la  segunda  parte  examinaremos,  viajó  por 
España  para  propagar  sus  doctrinas  jansenistas  y  procurar  la  reunión  de 
nuestros  Obispos  con  los  refractarios  de  Francia.  «Se  está,  decía,  bien 
persuadido  que  los  jesuítas  han  perecido  [hecho  perecer]  á  España;  que 
sus  principios  esparcidos  son  los  que  han  ayudado  para  mantener  por 
dos  siglos  la  ignorancia  con  espíritu  sedicioso,  y  que  ante  todas  cosas  es 
necesario  formar  otra  clerecía  para  formar  otro  pueblo»  (3). 

El  amor  en  los  otros  también  se  aumentaba  con  el  recuerdo  de  las 


(1)  Serm.  segundo  de  Sancto  Vidore,  Migne,  P.  L.,  183.°,  376. 

(2)  Hervás,  Continuación  manuscrita  de  la  Historia  de  Berault-Bercastel,  1.  91, 
página  64. 

(3)  ídem,  t.  III,  pág.  143. 


LORENZO    HERVÁS  309 

doctrinas,  que  habían  sostenido  los  jesuítas,  y  con  la  vista  de  otras  bien 
diversas,  que  iban  penetrando  en  España. 

Francisco  Javier  de  Cienfuegos  y  Jove-Llanos,  que  en  1797  hallo  en 
Sevilla  haciendo  oposiciones  á  la  Magistralía,  Obispo  de  Cádiz  en  1819 
y  Arzobispo  de  Sevilla  en  1824,  escribía  á  Hervás  en  18  de  Enero  de  1800, 
deseoso  de  saber  por  menudo  lo  que  en  Italia  se  hacía  en  honra  de  los 
antiguos  jesuítas,  ó  para  restaurar  su  orden.  «Mucha  gloria  es  para  la 
Compañía  dispersa  que  á  uno  de  sus  individuos  [el  P.  Andrés]  se  con- 
fíe la  comisión  de  reformar  una  Universidad  corrompida  [la  de  Pavía]; 
ahora  verá  el  mundo  que  la  doctrina  de  aquel  cuerpo  no  era  como  qui- 
sieron persuadir  sus  antagonistas;  amigo.  Dios  toma  á  pechos,  si  se  sufre 
decir,  la  apología  de  Vms.  y  se  ve  verificado  ser  la  Compañía  las  niñas 
de  sus  ojos.» 

Otro  eclesiástico,  puesto  al  servicio  del  Prior  de  Uclés,  y  llamado 
Gonzalo  de  Parada  y  Cano,  lamentábase  en  sus  cartas  al  ver  la  estima 
con  que  corrían  en  España  el  Pereira  y  el  Febronio  (1),  y  expresaba  así 
la  falta,  que  le  parecía  hacer  en  ella  la  Compañía  para  oponerse  á  esas 
novedades.  «El  decreto  imperial,  dice  á  17  de  Enero  de  1800,  me  ha 
llenado  de  complacencia,  y  ojalá  que  por  acá  se  pensara  del  mismo 
modo;  mas  no  es  de  esperar,  pues,  como  Vm.  muy  bien  dice,  estamos 
muy  occidentales,  y  quiera  Dios  que  no  estemos  tanto  que  jamás  nos 
vuelva  á  amanecer  la  luz,  que  si  no  está  enteramente  perdida,  está  bien 
eclipsada»  (2). 

No  eran  sólo  los  eclesiásticos  los  que  veían  y  lamentaban  esos  males, 
ni  sólo  ellos  los  que  suspiraban,  como  dulcísima  esperanza,  por  el  esta- 
blecimiento de  la  Compañía  de  Jesús. 

Bernad,  de  quien  ya  hemos  hablado  y  hablaremos  en  adelante,  metido 
de  lleno  en  los  negocios,  escribía  á  Hervás:  «Vm.  no  puede  creer,  ni  pen- 
sar lo  amenazados  que  estamos  á  trabajos  espirituales  y  corporales,  sin 
señales  de  conversión  acia  quien  sólo  nos  puede  libertar,  que  es  lo 
peor»  (3);  y  Julián  Martín  de  Retamosa,  aquel  que,  como  queda  dicho  en 
el  párrafo  primero,  intervino  en  el  arresto  de  los  Padres  de  Murcia,  años 
después  escribía  al  mismo  Hervás  el  29  de  Octubre  de  1799:  «En  fin, 
amado  hermano,  somos  los  dos,  hijos  de  vn  Padre,  que  en  la  milicia  de 
la  tierra  se  formó  y  después  supo  formar  la  gran  sociedad,  que  ha  per- 
seguido el  Abismo,  como  que  no  dudaba  havía  de  serle  el  maior  obs- 


(1)  Véanse  las  cartas  de  11  de  Febrero  de  1800  y  2  de  Enero  de  1801. 

(2)  El  decreto  imperial  de  que  se  habla,  es  el  que  se  suponía  fechado  en  Viena  el  28 
de  Abril  de  1799,  por  el  cual  el  Emperador  restablecía,  con  autorización  de  Pío  VI,  el 
Instituto  de  la  Compañía  en  sus  Estados,  para  mirar  por  el  bien  de  la  enseñanza.  El  decreto, 
no  obstante,  parece  apócrifo;  aunque  muy  reales  los  deseos  y  la  intención  del  Empe- 
rador de  poner  así  un  dique  á  la  ignorancia  y  perversión  de  costumbres,  que  se  notó 
en  la  juventud,  una  vez  extinguida  la  Compañía  en  sus  Estados. 

(3)  10  de  Septiembre  de  1801. 

RAZÓN   Y  FE,  TOMO    XXVI  21 


310  LORENZO    HERVÁS 

táculo  para  seguir  persiguiendo  á  la  Sta.  Iglesia  de  Jesuchristo;  pero  ya 
bien  probados  sus  soldados  tanquam  aurum  in  fornace,  van  pronto  á  salir 
otra  vez  á  campaña  para  derrotar  á  este  enemigo  de  los  hombres;  con- 
solémonos que  se  acerca  el  momento,  y  entretanto,  incorporando  nues- 
tros espíritus  en  vna  constante  oración,  al  efecto  hablémonos  á  lo  menos 
por  cartas...» 

No  es,  pues,  de  extrañar  que  en  ese  mar  de  encontrados  afectos  fue- 
ran lanzados  los  ex-jesuítas,  como  restos  de  una  nave,  que  pereció  entre 
las  olas,  unas  veces  á  los  puertos  de  Barcelona,  Cartagena  y  Valencia, 
otras  contra  las  rocas  de  Córcega,  ó  á  las  playas  de  Genova  y  Civita- 
vecchia. 

2.  Conocida  de  los  ex-jesuítas  la  real  orden  de  11  de  Marzo  de  1798, 
que  les  abría  de  nuevo  las  puertas  de  la  patria,  se  apresuraron  muchos, 
no  todos,  á  tomar  sus  pasaportes  y  ponerse  en  marcha.  Hervás  salió  de 
Roma  el  17  de  Octubre  de  1798  (Catálogo,  IV,  3),  con  su  pasaporte  fir- 
mado en  Bolonia  el  4  de  Octubre  (1). 

En  Parma  el  Sr.  Infante  le  detuvo  ocho  días  enteros,  llegando  á 
Genova  el  12  de  Noviembre,  como  refería  Hervás  mismo  á  su  primo  An- 
tonio, «sin  más  desgracia  que  la  lijerísima  de  averme  robado  en  una 
posada  la  mayor  parte  de  la  blanquería  [ropa  blanca],  que  había  sacado 
de  Roma...;  llegué  con  intención  de  embarcarme  después  de  seis  días  en 
una  nave  buena  y  neutral  que  aquí  hai;  mas  hallé  cartas  en  que  me  avi- 
saban, que  el  día  28  de  Octubre  se  havía  embarcado  en  Roma  para  Liorna 
mi  librería  &,  y  porque  al  mismo  tiempo  los  ingleses  han  declarado  gue- 
rra á  estas  repúblicas  italianas,  no  quiero  salir  de  esta  ciudad  dejénova 
hasta  saber  el  paradero  de  mi  librería  &.  Al  mismo  tiempo  he  recibido 
carta  de  la  famosa  inglesa  Miledy  Knight,  que  me  dice,  cómo  el  almi- 
rante ingles  Nelson  ha  avisado  á  todos  sus  capitanes,  que  encontrando  la 
nave  en  que  yo  vaya,  no  me  hagan  la  menor  molestia;  por  lo  que  espero 
tener  noticia  de  mi  U[brería  &]  para  embarcarla  en  la  nave,  en  que  [yo 
vaya...]»  (15  de  Noviembre). 

Recibida,  después  de  unos  días,  la  noticia  de  cómo  sus  amados  libros 
habían  llegado  salvos  á  Liorna,  prudentemente  mudó  de  plan.  «No  quiero 
más  sustos...  [los]  dejaré  en  Liorna  hasta  la  paz»  (2).  Y  en  cuanto  á  su 


(1)  Al  fin  del  tomo  de  Cartas  conservamos  el  pasaporte  original  de  Hervás;  en  él  se 
hace  notar  que  gozaba  de  doble  pensión,  satisfecha  en  todo  el  presente  año  de  1798. 

También  se  procuraron  los  ex-jesuitas  testimoniales  de  los  Obispos;  pueden  verse 
varias  de  ellas  en  Nonell,  El  V.  P.José  PignatellL.  (II,  228,  247-250).  Hervás  en  la  referida 
continuación  de  B.  Bercastel  (III,  106,  v.),  después  de  hablar  en  general  del  buen  testi- 
monio que  los  Obispos  italianos  dieron  de  los  ex-jesuítas,  añadió,  ya  hacia  el  fin  de  sus 
días:  «Los  archivos  de  los  Soberanos  de  Italia  y  de  sus  tribunales  no  mostrarán  la  me- 
nor delación  hecha  contra  los  jesuítas  de  cinquenta  años  de  la  expulsión  de  los  prime- 
ros de  Portugal,  la  qual  los  cuenta  ya  hasta  el  tiempo  presente  en  que  escribo.» 

(2)  Posdata  á  una  de  2  de  Diciembre;  aunque  la  fecha  de  la  carta  ha  desaparecido, 
se  reconstituye  por  Caballero,  pág.  50. 


LORENZO    HERVÁS  311 

viaje,  sea  porque  la  nave  neutral  hubiera  salido  del  puerto  en  el  entre- 
tanto, sea  porque  no  le  pareció  prudente  embarcarse,  á  pesar  del  salvo- 
conducto de  Nelson,  dispuso  encaminarse  por  Francia,  desechada  la  invi- 
tación de  los  genoveses  á  que  permaneciera  con  ellos  todo  el  invierno; 
«Yo  me  disponía  para  atravesar  la  Francia  con  el  correo,  cuando  la 
divina  Providencia  que  sobre  mí  vela  con  lluvia  de  gracias,  hizo  aparecer 
aquí  al  Sr.  D.  Ignacio  López  de  Ulloa,  Ministro  plenipotenciario  de  Turín, 
que  vuelve  á  Madrid.  Nos  vimos,  y  la  vista  casual  me  ha  dado  un  íntimo 
amigo  en  este  habilísimo  y  dignísimo  personaje.  Tiene  puesto  vacío  en 
su  excelente  carroza,  destinado  por  la  Providencia  para  mí.  Saldremos 
quizá  el  día  4  [de  Diciembre]  con  una  faluca  hasta  Niza,  y  después  por 
posta  atravesaremos  la  Francia»  (1). 

3.  Llegó  Hervás  á  Barcelona  el  1."  de  Febrero  del  siguiente  año 
de  1799  (2).  Aquí  Hervás  y  los  demás  repatriados  ex-jesuítas  encontraron 
la  más  favorable  acogida.  «Si  el  clima  matritense  (decía  aquél  desde  Bar- 
celona en  23  de  Febrero,  refiriéndose  á  palabras  que  de  Madrid  le  habían 
escrito)  es  poco  favorable  á  los  ex-jesuítas,  lo  es  favorabilísimo  todo  el 
catalán;  apenas  hai  persona  civil  en  estos  países  que  no  favorezca  cor- 
dialmente  á  los  ex-jesuítas;  aunque  de  éstos  vinieran  400  todos  encontra- 
rían casas  en  que  amorosamente  los  recibirían.  No  he  visto  jamás  tanta 
cordialidad  en  jente  seglar;  cordialidad  proveniente  de  fondo  de  religión 
que  aquí  la  hai,  y  en  esta  ciudad  grande  verdaderamente  (pues  tiene  150 
mil  almas),  sus  paisanos  tienen  religión.  En  este  elojio  justo,  que  hago 
de  los  catalanes,  prescindo  de  los  favores  que  á  mí  me  hacen,  pues  éstos 
son  excesivos». 

Fué,  en  efecto,  dote  muy  particular  del  abate  Hervás,  gracias  á  su 
hermoso  carácter,  suaves  maneras  y  gustosa  conversación,  dejar  en  todas 
partes  verdaderos  y  entusiastas  amigos.  Vióse  en  Barcelona  «favorecido 
sobremanera,  dice  Caballero  (pág.  51),  del  intendente  D.  Blas  Aranza  y 
su  familia,  de  la  Condesa  de  Santa  Coloma,  de  la  casa  de  comercio  Milá 
de  la  Roca,  de  los  individuos  del  Consulado,  del  canónigo  Andreu  y 
Trías  y  de  lo  más  escogido  de  la  culta  sociedad  barcelonesa».  De  éstos 
y  varios  más  consérvanse  cartas  ó  mención  en  la  correspondencia  del 
abate.  Pero  donde  dejó  gratísimo  recuerdo  fué  en  la  casa  Pí,  que  le  dio 
franco  hospedaje  recién  llegado  de  Italia.  Después  de  firmar  una  de  las 
muchas  cartas,  que  conservamos,  la  de  8  de  Junio  de  1799,  el  jefe  de  la 
familia  Antonio  Pí  y  Caravassa,  todos  sus  individuos  fueron  poniendo 
con  su  nombre  clarísimo  testimonio  del  afecto,  que  profesaban  al  amado 
huésped:  «Toda  la  casa  Pí  le  saluda  de  corazón  y  desea  lograr  su  com- 


(1)  Véase  la  carta  citada  anteriormente.  En  el  tomo  de  Cartas  se  conserva  una  de 
Ulloa  á  Hervás,  fechada  en  Madrid  el  12  de  Julio. 

<2)  Así  lo  dice  Hervás  en  su  Descripción  del  Archivo  de  la  Corona  de  Ara- 
gón, pág.  3. 


312  LORENZO    HERVÁS 

pañía. — Antonio  Pí.— Lucía  Pí  y  Carabassa.  —  Josepha  Pí  y  Sau- 
xachs»  (1). 

Dos  cosas  dignas  de  notarse  hizo  Hervás  los  pocos  meses  de  su 
permanencia  en  la.  ciudad  condal:  visitar  el  archivo  de  la  Corona  de 
Aragón  y  plantear  una  escuela  de  sordomudos,  bajo  la  dirección  del 
presbítero  Juan  Albert  y  Martí  (2). 

De  la  primera  da  cuenta  en  la  Descripción  del  Archivo  de  la  Corona 
de  Aragón,  dirigida  al  Sr.  Cistue  en  «Barcelona  28  de  febrero  de  1799»: 
«Vuelto  de  Italia  y  llegado  á  esta  ciudad  el  día  primero  del  presente 
mes,  di  prontamente  á  V.  S.  I.  noticia  de  mi  feliz  arrivo...  y  de  que  en  los 
días  sucesivos  había  ido  á  ver  el  grande  y  preciosísimo  Archivo  Real  que 
en  esta  ciudad  se  conserva  y  se  llama  de  la  Corona  de  Aragón»  (pág.  3), 

De  la  segunda  conviene  decir  algo  más. 

Antes  de  llegar  Hervás  á  Barcelona,  había  allí  un  celoso  sacerdote 
llamado  Juan  Albert  y  Martí,  que,  movido  de  compasión  al  ver  la  triste 
suerte  de  los  sordomudos,  había  procurado  con  la  lectura  de  las  obras 
del  abate  l'Epée  y  de  la  Escuela  de  sordomudos,  publicada  por  nuestro 
Hervás,  prepararse  para  la  instrucción  de  aquellos  infelices. 

Una  vez  Hervás  en  Barcelona,  logró  Albert  madurar  con  sus  conver- 
saciones el  fruto  sacado  de  la  lectura  de  su  obra  (3).  Animáronse  entre 
sí,  teniendo  el  gusto  de  reunir  á  varios  sordomudos  que  empezaron  su 
instrucción.  Escuela,  formalmente,  no  abrió  Albert  mientras  Hervás 
estuvo  en  Barcelona;  pero  adelantaron  tanto  en  pocos  meses,  después  de 
abierta,  los  discípulos,  que; el  16  de  Febrero  de  1800  pudieron  dar  un  acto 
público  delante  de  numerosa  concurrencia.  El  Ayuntamiento,  que  asistió 
al  acto,  dispuso  se  insertara  un  capitulo  en  la  Gacela  de  Madrid,  como 
se  hizo  en  la  de  4  de  Abril  del  mismo  año.  Copio  aquí  de  las  hojas 
impresas,  que  Hervás  envió  al  Rey  en  un  memorial,  íntegro  ese  capitulo, 
añadiendo  alguna  declaración  para  su  mejor  inteligencia;  así  se  verá 
cuan  errado  anda  Alcubilla  al  decir  en  su  Diccionario  v."  Sordomudos  y 
ciegos,  que  el  arte  de  enseñarles  fué  olvidado  en  España  «hasta  que  la 
Sociedad  Económica  Matritense  promovió  el  establecimiento  de  la 
Escuela  de  sordomudos  el  año  1802»: 


(1)  Muestras  de  esta  amistad  tenemos  en  muchas  de  las  cartas  de  Pí,  v.  gr.,  de  2  de 
Junio,  7  de  Octubre,  6,  16  y  27  de  Noviembre  de  1799...  «Veo  muy  bien,  le  decía  en  la 
última,  lo  que  Vm.  me  dice  del  clima  balsámico  de  Barcelona  para  Vm.,  pero  que  no 
hay  libros.  Pero  por  Dios  le  suplico  que  no  nos  disguste  Vm.;  véngase  aquí  y  no  falta- 
rán libros.  Muy  buenas  longanizas  se  hacen  en  casa,  y  de  ellas  puedo  dar  receta  á  los 
amigos.» 

(2)  De  otras  visitas  habla  Caballero,  pág.  51. 

(3)  En  la  Escuela  hay  datos  curiosos  observados  por  el  mismo  Hervás  en  los  sordo- 
mudos de  Roma  (II,  12,  28),  y  un  Alfabeto  Manual,  que  lleva  al  pie  este  rótulo:  «Yo 
Ignacio  Puppi,  sordomudo  de  13  años  de  edad,  por  encargo  de  mi  caritativo  y  amado 
instructor  Señor  Don  Lorenzo  Hervás,  hice  el  presente  diseño.  Roma  á  10  de  Agosto 
de  1793»;  hoja  añadida  á  la  pág.  28. 


LORENZO    HERVÁS  313 

«Barcelona  22  de  febrero  (pág.  280— Archivo  histórico— Esfaíío,  3.240).  El  arte  de  en- 
*ar  á  hablar  á  los  sordo-mudos,  cuya  Invención  pertenece  privativamente  á  España, 
aunque  en  la  actualidad  tan  olvidado  en  ella  como  cultivado  en  otras  naciones  vecinas 
nuestras,  reflorece  en  esta  ciudad.  El  sacerdote  D.  Juan  Albert  y  Martí,  movido  de  una 
vivísima  compasión  hacia  aquellos  infelices,  empezó  á  instruirse  en  este  arte  con  la 
lectura  de  las  obras  del  Abatell'Epée  y  principalmente  del  español  D.  Lorenzo  Hervás. 
quien  en  su  tránsito  y  mansión  de  algunos  meses  en  esta  ciudad,  completó  su  instruc- 
ción y  le  estimuló  y  alentó  á  abrir  escuela  pública  gratuita,  recorriendo  ambos  todas 
las  casas  en  que  podían  averiguar  había  algún  sordo-mudo,  con  el  fin  de  atraerlos  á 
dicha  enseñanza.  Tuvo  Hervás,  antes  de  partir  de  aquí,*Ia  satisfacción  de  ver  á  todos 
Jos  mudos  de  ella,  y  exhortó  á  sus  padres  ó  deudos  á  que  no  malograsen  tan  feliz  opor- 
tunidad. Contribuyó  principalmente  á  la  verificación  de  esta  noble  idea  el  acreditado 
zelo  del  bien  público  del  Intendente  de  este  Exército  y  Principado  Don  Blas  de  Aranza, 
que  aplaudió  al  profesor  Albert  por  este  útilísimo  proyecto  y  le  estimuló  á  su  execu- 
cion  (I).  En  efecto,  presentáronse  la  mayor  parte  de  los  sordo-mudos  á  la  escuela  que 
abrió  el  Sr.  Albert,  y  faltándole  lugar  cómodo  y  capaz,  por  motivo  de  la  afluencia  de 
los  concurrentes,  lo  expuso  á  este  Ayuntamiento,  el  qual  en  vista  de  la  utilidad  tan 
notoria  de  semejante  establecimiento,  acordó  protegerle  en  lo  que  le  fuese  facultativo, 
y  le  facilitó  interinamente,  y  mientras  no  se  necesite  para  otro  objeto  preferente,  un 
salón  de  las  Casas  Consistoriales,  en  donde  la  tarde  de  16  del  presente  se  celebró  un 
ensayo  ú  examen  público  en  que  los  sordo-mudos  manifestaron  los  notables  progresos 
que  en  muy  cortos  meses  han  hecho  con  la  enseñanza  del  expresado  D.  Juan  Albert, 
Convidóse  para  dicha  función  á  muchos  individuos  del  clero  y  de  la  nobleza,  y  la  auto- 
rizaron varios  vocales  del  Ayuntamiento.  Se  abrió  con  un  discurso,  en  que  el  enun- 
ciado maestro  pintó  la  infeliz  suerte  de  los  sordo-mudos;  ponderó  la  felicidad  y  venta- 
jas que  de  su  instrucción  resultarán  á  la  religión  y  al  estado;  y  peroró  exhortando  a! 
fomento  y  protección  de  un  establecimiento  tan  útil  (2).  Inmediatamente  empezaron  los 
sordo-mudos  más  adelantados,  en  número  de  10,  á  explicar  el  catecismo  y  varios  pun- 
tos de  gramática  castellana,  escrito  todo  y  repartido  en  grandes  cartones  colocados  á 
Ja  vista  de  todos,  con  este  método:  uno  de  los  sordo-mudos  con  una  varilla  iba  seña- 
lando sucesivamente  las  palabras  escritas  en  los  cartones,  y  á  cada  una  de  ellas  el  mudo 
destinado  para  la  explicación,  con  señas  muy  claras  y  en  que  no  cabía  equivocación, 
manifestaba  el  sentido  de  aquella  voz.  Concluido  este  exercicio,  que  turnó  por  todos,  se 
les  insinuó  que  escribiesen  lo  mismo  que  habían  explicado;  como  en  efecto  así  lo 
practicaron,  notándolo  cada  uno  en  su  pizarra  con  elegantes  caracteres.  Enterneció  á 
muchos  de  los  concurrentes  el  gusto  de  ver  á  aquellos  infelices  con  la  instrucción  y  cul- 
tura que  parecía  inasequible  para  ellos.  En  el  mismo  salón  [continúa  todos  los  días  la 
enseñanza  el  infatigable  y  caritativo  Albert;  y  se  espera  que  con  los  auxilios  gratuitos 
de  algunas  personas  amantes  del  bien  público,  compadecidas  de  las  cortas  ó  ningunas 
facultades  del  enunciado  profesor,  podrá  darse  solidez  y  permanencia  á  tan  provechoso 
establecimiento.» 


(1)  Después  el  Intendente  se  retiró  del  negocio  por  piques  con  el  Ayuntamiento;  Pi 
también  se  interesó  por  la  escuela,  como  cosa  de  su  amigo  Hervás.  Cf.  una  carta  sin 
fecha  de  1800. 

<2)  Este  discurso  lo  envió  Pí  á  Hervás,  pero  no  se  conserva  actualmente  entre  sus 
cartas. 

Albert,  en  5  de  Marzo  de  1801,  le  ofreció  un  trabajo  suyo,  de  que  no  encuentro  men- 
ción en  las  bibliografías:  «Mientras  voy  aprontando  para  los  sordo-mudos  otra  obra 
más  dilatada  y  en  asuntos  diferentes,  dígnese  Vm.  admitir  esa  pequeña  prueba  de  mis 
ansias  de  hacerme  útil  á  la  humanidad;  á  Vm.  le  debo  el  exemplo  y  el  estímulo  de  seme- 
jantes sentimientos.»  Obra  que  sin  duda  será  aquella  de  que  hablaba  en  16  de  Agosto 
de  1799:  «Valiéndome  de  la  erudita  obra  de  Vm.  se  hace  á  favor  de  éstos  [sordomudos] 
«na  gramática  manual  ó  collección  de  señas  relativas  á  cualquier  parte  de  la  oración.» 


314  LORENZO    HERVÁS 

Nada  más  se  sabe  de  esta  escuela  de  Barcelona.  El  Sr.  Barbera,  errsu 
interesante  libro  sobre  La  enseñanza  del  sordomudo  por  el  método  oral 
puro,  copia  á  Caballero  (páginas  51,93,  103),  y  el  Sr.  Miguel  Granell, 
aunque  nombra  á  Albert,  sólo  hace  mención  (pág.  48)  de  la  escuela  mu- 
nicipal fundada  en  Barcelona  el  1816.  Véase  la  Conferencia  dada  en  el 
Fomento  de  las  Artes  el  día  7  de  Diciembre  de  1901,  é  impresa  en  1905, 
entre  las  publicaciones  de  propaganda  de  las  enseñanzas  del  Colegio 
Nacional  de  Sordomudos  y  ciegos. 

4.  La  mente  de  Hervás  al  llegar  á  Barcelona  no  fué  seguramente 
quedarse  allí,  ni  mucho  menos  ir  á  sepultarse  en  el  Horcajo. 

,  Vimos  que  á  los  primeros  rumores  de  poder  volver  á  España,  había 
escrito  á  su  primo:  nos  veremos  primero  en  Madrid  que  en  el  Horcajo, 
pues  yo  en  ninguna  ciudad  de  España  puedo  tener  libros  para  escribir 
sino  en  Madrid  (18  de  Julio  de  1792).  No  bastó  ver  que  la  orden  de  repa- 
triación, aunque  levantaba  á  los  ex-jesuítas  el  destierro,  les  obligaba, 
como  subditos  dañinos  ó  sospechosos,  á  vivir  con  sus  parientes  ó  recluí- 
dos  en  conventos,  si  era  posible  en  despoblados,  de  ningún  modo  en  la 
Corte  ni  sitios  reales;  á  instancias,  sin  duda,  del  mismo  Hervás,  dieron  sus 
amigos  de  la  Corte  varios  pasos  para  que  se  hiciera  con  él  honrosa 
excepción. 

José  Cistue  escribía  á  3  de  Febrero  de  1799,  cómo  había  tratado  con 
Bernad  y  el  Duque  de  Montemar  «que  en  despachando  Vmd.  en  esa  ciu- 
dad [de  Barcelona],  tome  su  pasaporte  como  que  va  para  su  país,  se 
dirija  á  esta  Corte  y  en  ella  se  presente  al  Gobernador  del  Consejo, 
acompañado  del  Duque  [de  Montemar],  significándole  la  necesidad  de 
tratar  aquí  varios  asuntos  de  impresiones  [impresión  de  sus  obras],  de 
cuenta  con  los  que  las  han  hecho  y  de  otras  prevenciones  necesarias  á 
continuar  sus  trabajos;  en  lo  que  trascurre  algún  tiempo,  y  se  toman  las 
medidas  para  ver  de  que  bien  enterados  de  la  necesidad  de  su  permanen- 
cia en  ella,  se  habrá  algún  resquicio  á  que  la  permitan»,    ' 

Bernard  quiso  asegurar  el  lance,  y  lo  echó  á  perder,  pues  pregun- 
tando al  mismo  Gobernador,  recibió,  como  era  natural,  resuelta  nega- 
tiva (1).  Insistió  el  Rey  en  que  cumplieran  los  ex-jésuítas  lo  mandado, 
dando  luego,  el  11  de  Mayo  de  1800,  nueva  orden  para  hacer  salir  de 
Madrid  á  los  que  habían  entrado,  quedando  responsables  de  la  falta  de 
cumplimiento  los  alcaldes  de  corte. 

En  medio  de  estas  dudas,  arregló  Hervás  su  viaje  hacia  el  Horcajo, 
no  sin  sentir  dejar  á  Barcelona  para  meterse  en  su  pueblo  natal  (2). 


(1)  Véase  una  de  Bernard  á  Hervás,  en  6  de  Marzo. 

(2)  El  3  de  Abril  escribía  á  su  primo:  «El  tiempo  prosigue  con  continuos  temporales, 
por  lo  que  no  pienso  en  viaje  hasta  que  se  asiente  el  buen  tiempo.  Me  hallo  tan  bien 
en  esta  ciudad,  que  si  no  fuera  por  abrazaros  no  me  pondría  en  viaje.» 

«Iré...  por  Valencia,  y  me  alojaré  en  casa  del  Sr.  Oidor  Mahamud,  que  me  ha  convi- 
dado; estaré  solamente  el  poco  tiempo  que  necesite  para  hallar  calesa  ó  cosa  equiva- 


LORENZO    HERVÁS  315 

Debió  salir  hacia  el  final  de  Mayo  de  1799,  pues  el  2  de  Junio  le 
escribía  desde  Barcelona  Pí  la  primera  carta  sintiendo  la  ausencia  del 
querido  abate:  «No  hay  palabras  suficientes  en  que  poder  explicar 
á  Vm.  la  tristeza  que  ocupa  mi  corazón  de  desde  la  salida  de  Vm.  de 
esta  su  amadísima  casa,  pues  ha  llegado  á  tanto,  que  dos  ó  tres  veces 
me  he  puesto  á  llorar  como  una  criatura,  y  hoy  he  tenido  que  ponerme 
en  la  cama...  Al  Rosario  decimos  cada  día  tres  Padre  nuestros  á  los 
Santos  Reyes,  para  su  feliz  camino;  esperamos,  por  consiguiente,  que 
será  así.  Si  á  Vm.,  por  alguna  contingencia,  le  convenía  dinero,  pase  á 
la  casa  de  los  Sres.  D.  Vicente  Bordalonga  Gastón  y  Condou,  de  ese 
comercio,  ó  á  la  de  D.  Miguel  Royo,  que  quedan  prevenidos,  y  le  entre- 
garán lo  que  necesite.» 

El  7  de  Junio  estaba  ya  nuestro  viajero  en  Valencia,  pues  desde  allí, 
con  esa  fecha,  dedica  «A  la  muí  ilustre  Señora  la  Señora  Doña  María 
del  Carmen  Langton  de  Aranza...  esta  traducción  española  [de  la 
Doctrina  médica  del  Brown]  que  viajando  acabo  de  concluir».  Desde 
Valencia,  casi  sin  descansar,  pero  no  sin  pretender  ver  el  archivo  de  su 
Catedral,  ni  dejar  dulce  memoria  de  su  estancia  (1),  emprendió  la 
«penosa  peregrinación...  para  llegar  á  la  inmediata  mansión  de  las  aven- 
turas de  Don  Quixote,  su  casa  de  Vm.  en  el  Orcaxo»,  como  le  escribía 
el  intendente  Aranza. 

«Por  Julio  de  1799,  dice  Caballero  (pág.  53),  ateniéndose  quizás 
sólo  á  una  frase  vaga  de  el  libro  sobre  las  preeminencias  y  dignidad  de 
Uclés  (pág.  5),  había  llegado  el  Abate  Hervás  al  Horcajo»;  mas  es  indu- 
dable que,  mediado  Junio,  ya  estaba  en  su  casa. 


lente  para  pasar  al  Horcajo.  Si  en  el  Horcajo  hubiera  una  silla  volante,  con  buen  caballo 
ó  mulo,  que  pudiera  llevar  mi  bagaje  (que  pesará  casi  250  libras)  y  dos  personas, 
podrías  tú  venir  con  la  silla,  y  en  este  caso  deberlas  escribirme  á  Valencia.» 

Y  tres  días  después:  «Tu  última  con  la  noticia  de  la  nieve  me  da  miedo;  no  puedo 
verla;  me  fui  á  Roma  por  alejarme  de  países  fríos.  Espero  que  no  nevará  mientras  yo 
esté  en  el  Horcajo;  mas  creo  que  el  calor  en  verano  es  tan  fuerte  como  el  frío  en 
invierno;  no  obstante,  temo  más  á  éste  que  al  calor.» 

(1)  Evidentemente  se  refieren  á  Valencia  aquellas  palabras  de  la  Noticia  del  Archivo 
de  Uclés  (pág.  43):  «En  España,  muchos  archivos  no  están  bien  ordenados,  y  ninguno 
de  ellos  es  público;  antes  bien,  todos  están  como  misteriosamente  encarcelados,  no 
permitiendo  su  vista  sin  la  formalidad  de  memoriales  á  las  justicias,  cabildos  seglares 
y  eclesiásticos,  que  tal  vez  les  dan  repulsa...  He  experimentado  yo  los  efectos  perni- 
ciosos de  la  rigurosa  clausura  de  los  archivos  españoles,  no  pudiendo  registrar  el  de 
la  catedral  de  una  ciudad  en  que  me  detuve  el  tiempo  que  me  hubiera  bastado  para 
observarlo.» 

Las  quejas  de  Masdeu  respecto  á  León  pueden  leerse  en  la  nota  1.^  á  la  pág.  148 
del  tomo  XX  de  su  Historia,  y  en  dos  cartas  á  Hervás  de  8  de  Noviembre  de  1799  y  27 
de  Mayo  de  1800. 

Como  prueba  del  grato  recuerdo  que  en  Valencia  dejó  nuestro  viajero,  basta 
ver  las  cartas  del  oidor  Mahamud,  y  una  curiosa  consulta  de  un  médico  hecha  en  21 
de  Agosto  de  1799, 


316  LORENZO    HERVÁS 

Luis  Gonzaga  Valls  pudo  escribir  desde  Barcelona  el  1."  de  Julio: 
«Luego  de  mi  arribo  de  Cervera  á  esta  ciudad,  que  se  verificó  el  14  del 
Mes  pasado,  me  procuré  por  nuestro  común  amigo  Sr.  Pi  noticias  de  su 
arribo  de  Vm.  á  Valencia,  y  tube  el  gusto  de  tenerlas  á  medida  de  mis 
desseos;  y  por  el  mismo  medio  recibí  8  días  haze  la  carta  con  que  Vm.  me 
favorece  fecha  en  su  patria  á  14  del  vencido  Junio.» 

Llegado  Lorenzo  Hervás  á  su  pueblo,  y  pasadas  las  primeras  aten- 
ciones de  sus  primos,  pronto  sintió  (y  no  hay  por  qué  negarlo)  el  horror 
de  su  retiro  (Preeminencias...,  pág.  4),  reducido,  como  diría  luego, 
en  1806,  recordando  tiempos  pasados,  á  un  arroz  insípido,  etc.,  que 
procuraron  endulzar  sus  amigos,  y  á  dar  un  paseo  por  la  tarde  acompa- 
ñado de  el  Sr.  Cura  de  esse  pueblo.  (Carta  de  J.  A.  Escamilla  y  Galán, 
de  7  de  Agosto  de  1799.) 

Añádase  á  esto  el  atraso  y  dificultades  en  los  pagos  de  la  miserable 
pensión  de  que  gozaba  (1);  el  poco  aprecio  que  se  hizo  de  sus  obras 
ya  impresas;  las  arbitrariedades  en  la  censura  de  las  que  pretendía 
imprimir;- arbitrariedades  que,  como  veremos,  llegaron  hasta  el  punto 
de  hacer  decir  á  uno  «que  el  lograr  la  prensa  [permiso  de  impresión] 
en  el  día  es  mayor  obra  que  la  composición  misma»  (2);  el  recelo  con 
que  eran  mirados  todos  los  recién  llegados  ex-jesuítas  recluidos  en  con- 
ventos, con  orden  de  ser  vigilados  unas  veces  por  el  Consejo,  otras  por 
la  Inquisición  (3). 

Todo  esto  junto,  y  en  no  pocos  todo  esto  en  realidad  se  juntaba, 


(1)  En  muchas  de  las  cartas  de  Hervás  recurre  la  cuestión  de  los  pagos  atrasados; 
aunque  gozaba  al  salir  de  Roma  de  doble  pensión,  según  consta  en  el  mismo  pasa- 
porte, para  que  continuara  este  favor  fué  precisa  toda  la  influencia  del  Duque  de  JVlon- 
temar  y  demás  amigos,  escribir  memoriales  á  Urquijo  y  al  Rey,  en  que  el  represen- 
tante, exponiendo  sus  trabajos  literarios,  tuvo  que  omitir,'  por  consejo  de  Montemar, 
hacer  mención  de  la  obra  sobre  la  caridad  y  Biblioteca  jesuítica,  «porque,  según  los 
que  rodean  á  Urquijo,  perderíamos  con  estas  obras»  (carta  de  25  de  Julio  de  1800).  Por 
fin,  á  16  de  Enero  de  1801,  dióse  orden  de  que,  atendiendo  el  Rey  al  mérito  y  trabajos 
literarios  de  D.  Lorenzo  Hervás,  presbítero  ex-jesuita,  se  ha  servido  concederle  doble 
pensión  á  la  que  actualmente  goza.  Simancas,  Estado,  5.066.  Los  memoriales  de  Hervás 
se  guardan  autógrafos  en  el  archivo  histórico.  Estado,  3.240. 

(2)  Es  frase  de  Astarloa,  según  refiere  José  Antonio  Campos  á  Hervás,  12  de 
Diciembre  de  1800. 

(3)  En  Simancas,  Estado,  5.065,  se  guarda  esta  minuta  de  24  de  Noviembre  de  1800: 
«En  la  adjunta  carta,  que  V.  E.  me  devolverá  á  su  tiempo,  expone  el  Conde  de  Cervera 
sus  temores  de  que  la  existencia  del  exjesuíta  Hervás  y  Panduro,  en  la  ciudad  de 
Cuenca,  pueda  ser  perjudicial  á  la  tranquilidad  pública,  porque  sus  máximas  son  deci- 
didamente opuestas  á  las  del  Gobierno,  pareciendo  inclinar  á  las  opiniones  curiales 
exageradas,  y  porque  su  familiaridad  con  algunas  personas  de  carácter  le  proporciona 
un  influjo,  cuyas  consecuencias  á  la  larga  pueden  ser  funestas,  mayormente  si  se 
advierte  que  le  rodean  personas  afectas  á  su  modo  de  pensar,  y  que  esta  especie  de 
opinión  que  se  va  formando  puede  degenerar  en  un  ascendiente  poderoso. 

»E1  Rey  me  manda  pasar  á  V.  E.  esta  carta  para  que  se  entere  de  ella,  y  averi- 
guando en  el  particular  todo  lo  que  sea  necesario  á  formar  juicio,  me  diga  V.  E.,  para 


LORENZO    HERVÁS  317 

hacía  que  muchos  sintieran  deseos  de  volverse  (1);  alguno,  como 
•Antonio  Gabaldón,  discípulo  de  nuestro  Hervás  en  Aritmética,  Álgebra 
y  Geometría,  llegó  á  decir:  «Me  escri[ben]  que  muchos  de  los  nuestros 
se  han  buelto  á  Italia;  Francisco  Moreno  y  mi  condiscípulo  Lucas  espe- 
ran también  las  paces  genera[les]  para  hacer  lo  mismo;  esto  parece  un 
fenómeno;  pero  bien  reflexionado,  es  muí  natural  que  los  que  res- 
piraron 32  años  el  ayre  de  Roma,  Genova  y  otras  ciudades  de  la 
bella  y  culta  Italia  l[es]  deba  nausear  el  ayre  del  Orcajo,  del  Toboso, 
del  Quintanar  y  estoi  por  decir  (pero  chitón  que  no  nos  oyga  algún 
español)  has[ta  d]el  mismo  Madrid.» 

Para  colmo  de  desdichas,  Hervás,  que  tan  buena  salud  había  gozado 
en  Italia,  cayó  gravemente  enfermo  recién  llegado  á  su  pueblo  (2). 
Recogiendo  Caballero  las  tradiciones  de  familia  así  cuenta  la  enfer- 
medad (pág.  53):  «Acometiéronle  unas  calenturas  malignas  que  le 
molestaron  mucho  y  que  hubieran  comprometido  su  vida,  á  no  ser  él 
algo  entendido  en  asuntos  de  medicina.  El  físico  del  pueblo,  á  quien 
llamó  desde  el  primer  amago,  le  propinó  una  sangría,  y  persuadido  el 
paciente  de  que  era  un  grave  desacierto,  hizo  que  viniera  el  profesor  de 
la  villa  inmediata  de  Quintanar  de  la  Orden,  que  corría  con  gran  cré- 
dito. Éste  le  administró  la  quina,  y  reconviniendo  al  compañero,  por  la 
indicación  de  la  sangría,  se  excusó  el  del  Horcajo  con  decir  que  le  había 
impuesto  de  tal  modo  la  presencia  del  Abate,  que,  aturdido,  no  supo  lo 
que  se  hizo.» 

Pronto  entendieron  los  amigos  la  triste  noticia,  y  como  es  de  suponer, 
se  levantó  entre  ellos  grande  alarma;  cada  cual  dio  sus  consejos,  reco- 
mendó su  receta  y  le  brindó  con  su  casa. 

Agradeció  el  enfermo  tan  cariñosos  ofrecimientos,  y  sólo  aceptó  en 
su  convalecencia  la  invitación  que  desde  Uclés  le  hizo  su  digno  Obispo 
Prior  Juan  Antonio  Tamayo:  «Deseo  á  Vm.  todo  alivio,  y  si  considera 


noticia  de  S.  M.,  qué  medios  habría  de  hacer  que  tenga  cumplido  efecto  la  Real  orden 
que  se  cita  por  el  Conde  de  Cervera  en  la  adjunta  carta,  y  que  previene  que  los  exje- 
suítas vivan  retirados  en  conventos,  haciendo  una  vida  religiosa  y  quieta.  Lo  comu- 
nico... Señor  Gobernador  del  Conseío.» 

Sobre  la  Inquisición,  véase  la  circular  que  años  adelante,  y  después  de  la  segunda 
expulsión,  dirigió  el  Inquisidor  general  á  los  diversos  tribunales  con  los  nombres  de 
varios  ex-jesuítas  que,  por  una  razón  ó  por  otra,  habían  quedado  en  España:  «Conviene 
al  servicio  de  ambas  Magestades  que  V.  S.  vele  sobre  la  conducta,  tratos  y  opiniones 
de  los  exjesuítas  residentes  en  el  distrito  de  ese  tribunal,  y  me  avise  mensualmente 
quanto  observe,  á  no  ser  que  ocurra  alguna  cosa  particular,  que  en  tal  caso  me  lo 
comunicará  V.  S.  sin  pérdida  de  correo...  Aranjuez  28  de  Abril  de  1806.— Simancas, 
Inquisición,  1.603. 

(1)  Léanselas  cartas  de  Francisco  "Moreno  Sánchez  en  18  de  Enero  de  1800,  de 
Francisco  Iturri  en  12  de  Diciembre  de  1799,  que  expresamente  dice:  «Aún  quedan  allá 
Ten  Italia]  999  Jesuítas  españoles,  y  nadie  piensa  en  regresar.»  Caballero  leyó  939  y 
ambas  cosas  pueden  ser;  de  Melquíades  Salazar  de  6  de  Noviembre  de  1799... 

(2)  El  5  de  Julio  ya  se  supo  en  Uclés  la  noticia  de  la  enfermedad. 


318  LORENZO    HERVÁS 

que  puede  tenerlo  aquí,  con  la  mayor  complacencia  admito  su  compañía 
cuando  quiera  y  le  acomode.»  Pero  á  Uclés  no  fué  solo;  un  joven  ilustre 
le  acompañaba. 

5.  El  haber  pertenecido  Lorenzo  Hervás  á  la  Compañía  de  Jesús,  las 
muestras  que  de  su  talento  diera  en  el  Seminario  de  Nobles  y  los  libros 
sobre  la  vida  del  hombre  le  habían  proporcionado  fama  no  desmerecida 
áQ  preceptor  de  la  juventud  (1). 

Preceptor  de  la  juventud  fué  por  cartas,  aun  estando  en  Italia  (2);  en 
este  período  de  su  permanencia  en  España,  escribió  prudentes  consejos 
á  un  rico  aragonés,  por  nombre  Manuel  Garcés  y  MarciUa,  que  había 
acudido  á  él  ansioso  de  dar  sólida  y  cristiana  educación  á  su  hijo,  tanto 
más  que  se  reconocía  el  padre  «tan  escaso  de  los  necesarios  [conoci- 
mientos] qual  lo  suelen  estar  casi  todos  los  de  mi  clase,  esto  es,  un  Pri- 


(1)  Se  podría  sacar  de  las  obras  de  Hervás,  sin  gran  trabajo,  una  serie  de  documen- 
tos, ya  propios  ya  ajenos,  sobre  educación  é  instrucción  de  la  juventud,  pues  la.  Histo- 
ria de  la  vida  del  hombre,  en  este  concepto  es  sumamente  importante  entre  la  literatura 
pedagógica  de  la  segunda  mitad  del  siglo  XVIil,  como  afirma  el  Sr.  Altamiraen  un  capi- 
tulo del  tomo  IV  de  su  Historia  de  España  y  de  la  cultura  española,  inserto  en  el  Bo- 
letín de  la  Institución  libre  de  Enseñanza  (Junio)  y  en  la  Lectura  (Agosto  de  1909,  pá- 
gina 465). 

Cree  Caballero  (pág.  32)  que  Hervás  estando  en  el  Seminario  de  Nobles  fué  ayo  del 
Duque  de  Montemar,  fiado  quizás  de  unas  palabras  de  la  dedicatoria  de!  Viaje;  la  ver- 
dad es  que  fué  el  Duque  su  alumno  en  diclio  seminario:  «No  extrañe  V.  E.,  escribía  el 
Duque  á  Urquijo  en  12  de  Agosto  de  1800,  el  interés  que  tomo  en  este  sugeto  [en  el 
asunto  de  la  pensión  de  Hervás],  pues  estubo  encargado  de  mi  primera  educación»;  ó 
más  claro,  como  decía  el  mismo  Hervás  al  abate  Borgo  en  24  de  Mayo  de  1794:  « Ella 
debbe  sapere  che  nell'uscire  lo  da  Spagna  vi  lascia'nel  collegio  de'Nobili  di  Madrid 
il  duchino  di  Montemar  di  7  anni;  e  questo  signore  dopo  che  si  sposo,  ricordandosi  di 
me,  mi  ha  cercato,  mi  scrive,  come  s'io  fossi  suo  padre...» 

(2)  Hay,  en  efecto,  de  ese  tiempo,  en  Storia,  II,  54,  una  noticia  curiosa.  Vimos  que 
Hervás  no  se  inclinaba  á  dejar  á  los  jóvenes  que  viajasen  por  el  mundo  solos  y  sin 
arrimo,  por  el  gravísimo  peligro  á  que  se  exponían:  «Con  questo  fine  pochí  anni  seno 
certo  giovane  Cavaliere  mió  amicissimo,  in  etá  di  ventitré  anni  intraprese  el  giro  di 
tutta  l'Europa.  Volle  in  questo,  fare  uso  della  antica  nostra  amicizia,  e  mi  pregó  a  som- 
ministrargli  per  mezzo  delle  mié  lettere  notizia  di  quelle  cose  piíi  degne  di  osseruarsi 
nelle  corti  e  nazioni,  che  egli  dovea  ricorrere.  Non  esitai  punto  a  secondari  cosi  belie 
intenzioni,  e  volentierisimo  istitui  un  continuato  carteggio  con  esso  luí  par  lo  spazi  V 
di  due  anni.  Cosi  al  suo  arrivo  a  Vienna,  fuor  di  molte  altre  particolaritá,  egli  fu  da  me 
informato  della  economía  veramente  invidievole  di  quella  Corte,  edinsieme  del  nuovo 
stabilimento  militare  istituito  dall'Imperadore  all'uso  antico,  secondo  il  quale  ad  una 
parte  della  truppa  si  distribuiva  terreno  da  coltivare.  Giunto  che  fu  a  Berlino,  io  gli  feci 
osservare  il  carattere  di  quel  Principe,  e  quella  ottime,  e  poco  comuni  industrie,  per 
mezzo  delle  quali,  comeché  le  spese  fatte  in  tante  guerre  fossero  state  maggiore  delle 
éntrate,  puré  egli  aveva  saputo  conservare  fiorentissime  l'agricultura,  le  arti,  ed  il  com- 
mercio  e  tenere  poi  in  piedi  anche  in  tempo  di  pace  un  numerosissimo  esercito. 
Quando  poi  mosse  per  la  Russia,  gli  descrissi  questo  impero,  il  quale  come  un  fulmine 
in  un  solo  secólo  aveva  passato  dalle  tenebre  alia  luce,  dalla  notte  al  di,  e  dalla  barbarie 
alia  civiltá.  Lo  istrlü  ancora  della  estensioni  di  quelli  dominj,  e  delle  conquiste  ignórate 
da  molti  negli  ultimi  confini  dell'Asia,  e  ne'paesi  settentrionali  deirAmericacolle  quaü 
poteva  recare  gran  gelosia  al  commercio  delle  nazioni  europee  del  Norte,  ed  alia  Spagna, 


LORENZO    HERVÁS  319 

mogénito  de  los  que  llaman  de  casa  distinguida  (á  quien  sólo  parece  que 
se  cría  para  que  propague  el  apellido  de  familia)...»  (1). 

El  afortunado  que  pudo  lograr  más  despacio  los  consejos  y  trato  de 
nuestro  Hervás  y  que  le  acompañó  á  Uclés,  fué  el  joven  Tomás  Bernad 
y  Barreda,  hijo  del  Consejero  del  mismo  nombre,  que  ya  conocemos,  y 
Barón  de  Castiel. 

«Al  lado  de...  [mis  hijos],  escribía  con  cierta  envidia  la  Condesa  de 
Santa  Coloma  y  de  Cifuentes  al  saber  la  noticia,  le  quisiera  yo  á  Vm., 
pues  baldrían  al  doble...;  beo  cómo  acababa  Vm.  de  recibir  carta  del 
S.""  de  Bernat  y  dichoso  él  que  puede  proporcionar  á  su  hijo  tan  buen 
lado,  como  es  el  de  Vm.» 

Mientras  Hervás,  en  efecto,  se  dirigía  desde  Valencia  á  su  pueblo  del 
Horcajo,  dispusieron,  quizás  con  demasiada  anticipación,  los  Barones  de 
Castiel  que  su  hijo  Tomás  le  saliera  al  encuentro.  «Tomás,  escribía  el 
padre  á  2  de  Junio,  saldrá  de  aquí  después  de  mañana  jueves  4  á  dormir 
en  la  posada  de  la  Quintana  en  Ocaña,  y  el  viernes,  después  de  comer 
en  el  Corral  de  Almaguer,  á  la  caída  del  sol  pasará  á  la  obediencia  de  Vm., 
y  después  que  Vm.  haga  sus  observaciones  sobre  sus  facultades  tendrá 
á  bien  determinar  lo  que  deberá  estudiar,  pues  mis  intenciones  son  que 
sea  útil  al  servicio  de  Dios  y  de  su  patria,  sin  atreverme  á  que  sea  por 
esta  ú  otra  carrera  por  mi  dictamen.» 

«Tomasito  está  ya  en  estado  de  abrir  los  ojos  y  empezar  á  conocer 
los  peligros  y  riesgos  del  mundo  para  que  sepa  guardarse  de  ellos.  Nos- 
otros asta  ahora  hemos  procurado  evitar  toda  ocasión  que  pudiera  dár- 
selos á  conocer,  y  pues  que  Dios  le  ha  proporcionado  la  fortuna  de  que 
Vm.  sabrá  pintárselos  con  los  colores  más  propios  á  la  idea  que  conviene 
forme  de  ellos,  suplicamos  á  Vm.  tome  por  su  cuenta  sacarnos  de  ese 
cuidado»  (3  de  Julio). 

Pronto  conoció  Hervás  los  defectos  y  las  inclinaciones  del  joven;  se 
dejaba  llevar  de  la  imaginación,  aborrecía  la  soledad,  hacía  las  cosas  á 
medias,  sobre  todo  el  estudio.  La  buena  Baronesa  agradeció  las  indica- 
ciones y  suplicó  no  le  disimulara  cosa  alguna  (2).  Debió  mostrar  el  joven 


veggendo  questa  verificato  oggi  ció  che  prima  fu  sempre  creduto  un  paradosso,  cioé  il 
Russo  nella  California.  In  questa  maniera,  diverse  aitre  opportune  notizie  io  andai 
somrainistrando  al  detto  Cavaliere,  onde  egli,  come  fece,  ne  riuscisse  bene  istruito.>' 

No  conservamos  nada  de  esta  correspondencia,  que  no  dejaría  de  tener  grande 
interés.  Quién  fuera  el  joven  viajero,  tampoco  es  fácil  averiguarlo,  pues  si  al  leer  en  el 
mismo  tomo  (pág.  44)  las  palabras  con  que  se  termina  el  párrafo,  hay  algún  fundamento 
para  creer  que  seria  el  barón  Nicolás  Savorelli,  al  leer  la  dedicatoria  del  tomo  XIII  se 
inclina  uno  á  creer  fuese  el  marqués  Lorenzo  Romagnoli,  y  en  ninguno  de  los  casos  hay 
motivo  sólido. 

(1)    De  Garcés  se  guardan  tres  cartas;  de  las  respuestas  sólo  el  borrador  de  una; 
un  párrafo  de  ésta  quedó  copiado  al  principio  de  este  estudio. 

<2)    Merecen  leerse  las  prudentes  expresiones  con  que  la  Baronesa  escribía  á  Hervás 
en  12  de  Julio  de  1799. 


320  LORENZO    HERVÁS 

inclinación  á  la  jurisprudencia  y  Hervás  indicar  á  sus  padres  este  estu- 
dio, pues  el  Barón  contestaba:  «En  hora  buena  empiece  Tomasillo  la 
jurisprudencia  este  invierno  próximo;  pero  ¿dónde  y  con  quién?  Tiemblo 
si  pienso  en  el  abandono  con  que  se  trata  á  la  juventud  en  las  universi- 
dades y  gimo  al  ver  que  no  es  el  verdadero  mérito  el  premiado;  en  tanto 
grado  que  estimaría  mucho  que  mi  hijo  fuese  instruido  y  sabio,  si  fuese 
posible,  pero  no  empleado  sino  en  el  govierno  de  su  alma  y  de  su  casa»  (1 ). 
Por  fin,  la  cercanía  de  San  Lucas  hizo  decidirse  sobre  ese  dónde  y 
ese  con  quién,  y  Tomás  fué  colocado  en  Alcalá  al  lado  de  su  primo 
Joaquín  (2). 

6.  Quedó  dicho  que  entre  las  varias  invitaciones  á  salir  del  Horcajo 
aceptó  sólo  Hervás  la  de  los  Santiaguistas  del  convento  de  Uclés;  una 
vez  aquí,  se  alargó  hasta  las  excavaciones  de  Cabeza  del  Griego  y  hasta 
Cuenca;  en  lo  primero  hubo  no  poco  de  excursión,  en  esto  último  mucho 
de  visita  (3). 


(1)  Carta  de  22  de  Julio.  Un  año  después,  en  8  de  Julio,  así  escribía  Cistue:  «En  el 
día  sólo  escriven  los  que  no  saben;  se  hacen  muchas  traducciones  y  todas  malas,  y  en 
pasando  20  años  irá  peor,  porque  no  se  cuida  de  las  Universidades,  y  Vm.  sabe  el 
estudio  que  dan  en  las  religiones.» 

(2)  En  cartas  posteriores  del  Barón,  19  de  Octubre,  22  ídem,  26  de  Noviembre 
de  1793,  10  de  Enero  de  1803  y  21  ídem,  pueden  verse  varias  particularidades  sobre  la 
Universidad  de  Alcalá  en  estos  tiempos  y  el  Colegio  donde  moraba  el  joven.  Á  éste 
dedicó  Hervás  El  Hombre  físico. 

(3)  No  es  fácil  fijar  del  todo  la  cronología  de  estas  visitas.  Consta  que  aunque  la  invi- 
tación de  ir  á  Uclés  se  hizo  en  Julio,  se  encontraba  convaleciente  Hervás  en  el  Horcajo 
el  3  y  aun  el  7  de  Agosto,  pues  conservamos  una  carta  del  Prior,  dirigida  á  Hervás  desde 
el  mismo  Uclés  el  3  de  Agosto,  y  otra  del  7,  escrita  desde  Tribaldos  por  J.  A.  Escamilla, 
en  que  manifiestamente  se  supone  hallarse  aun  Hervás  entre  los  suvos.  Ouizá  salió 
para  Uclés  pasada  su  fiesta  de  San  Lorenzo. 

Dos  semanas  estuvo  en  Uclés.  Descripción,  44.  Á  fines  de  Septiembre  estaba  ya  en 
su  pueblo:  véanse  una  del  Prior  en  1.°  de  Octubre  y  otra  de  J.  A.  López  de  30  de  Sep- 
tiembre. 

En  el  intermedio  haria  la  visita  á  Cabeza  del  Griego. 

Por  Julio  del  siguiente  año  de  1800  debió  repetir  la  visita  á  los  Santiaguistas,  pues  el 
mismo  Hervás  dice  que  estuvo  en  Uclés  varias  veces  (Preeminencias,  4),  y  se  deduce 
claramente  de  cartas  de  Bernad  y  Cistue  de  25  y  22  de  Julio. 

El  17  de  Julio  estaba  ya  en  su  pueblo:  véase  una  de  Joaquín  de  Frías  Gaseó  de  5  de 
Agosto;  el  2  de  Agosto  firmaba  Hervás  en  el  Horcajo  los  memoriales  para  obtener  algún 
socorro. 

Poco  antes  de  19  de  Agosto  de  1800  se  hallaba  en  Cuenca,  pues  con  esa  fecha  le  escri- 
bía Gonzalo  Martínez:  «Recivo  la  apreciable  de  Vmd.  y  veo  su  traslación  á  Cuenca.» 
El  10  de  Octubre  aún  residía  en  Cuenca  en  compañía  del  Deán,  como  escribe  con  esa 
fecha  Cistue. 

Al  fin  de  mes  estaba  de  vuelta  en  su  pueblo,  «Celebro  mucho,  le  escribía  el  Deán  á 
4  de  Noviembre,  ber  por  su  apreciable  del  31  la  felicidad  con  que  hizo  su  viaje...» 

De  todo  esto  Caballero  se  contentó  con  decir:  «Residió  algunas  temporadas  en  el 
Convento  de  Santiago  de  Uclés»,  pág.  58,  y  «Verificó  una  escursión  á  la  ciudad  de 
Cuenca  desde  Junio  á  Agosto  de  1800»,  pág.  60;  en  esto  segundo  hay  manifiesto 
error. 


LORENZO    HERVÁS  321 

No  le  llevó  á  Uclés  solamente  el  deseo  de  disfrutar  el  regalo  que  los 
canónigos  le  podían  proporcionar  en  su  convento  ó  en  la  finca  de  Fuente 
Redonda;  bien  lo  demuestra  ver  cómo  aprovechó  el  tiempo  en  su  rico 
archivo  y  biblioteca  (1): 

«Apenas  vuelto  de  Italia  y  llegado  el  verano  del  1799  á  mi  patria,  que  de  dicho  con- 
vento [de  Uclés]  dista  tres  leguas,  experimenté  funestos  efectos  del  clima  ó  resultas 
malas  del  viaje  en  unas  calenturas  malignas;  y  para  mejor  convalecencia  de  ellas, 
habiéndome  convidado  monseñor  Tamayo,  antecesor  de  monseñor  Gaona,  actual 
dignissimo  obispo  Prior  de  Uclés  con  hospedaje  en  su  real  convento,  pasé  á  disfrutar 
su  favor  en  compañía  del  estudioso  joven  Señor  Don  Tomás  Bernad  y  Barreda... 
Llegado  á  dicho  convento,  aunque  no  totalmente  convalecido,  luego  que  vi  su  archivo 
(que  lo  es  general  de  toda  la  orden),  ricamente  fabricado  y  abundante  de  documentos 
bien  ordenados,  la  curiosidad  de  saber  su  calidad  y  antigüedad  me  estimuló  para  regis- 
trarlos y  observarlos  atentamente.  Empecé  luego  á  hacer  algunos  apuntamientos,  con 
la  única  idea  de  poder  publicar  alguna  noticia  del  archivo  para  que  á  los  literatos  que 
piensen  ilustrar  la  historia  de  la  nación,  pudieran  ser  útiles  sus  documentos...  Esta 
empresa  apenas  empezada  me  conduxo  á  otra;  porque  habiendo  hallado  en  los  prime- 
ros caxones  del  archivo  una  serie  de  documentos  bien  arreglados,  con  la  que  á  su  pri- 
mera vista  se  me  ofreció,  que  podrían  ilustrarse  las  preeminencias  y  dignidad  de  dicho 
convento,  adopté  el  pensamiento  de  hacer  esta  ilustración.»  Preeminencias  (pág.5). 

Aquí  tenemos  ya  indicadas  dos  obras:  La  descripción  del  archivo 
general  de  Uclés,  que  va  en  forma  de  carta,  firmada  en  el  Horcajo  á  10  de 
Octubre  de  1799,  y  el  opiisculo  sobre  las  preeminencias  del  mismo  con- 
vento, redactado  luego  en  Cartagena  (2).  Á  más  de  esto,  con  datos  saca- 
dos de  Uclés,  y  notas  que  le  proporcionaron  sus  amigos,  sobre  todo  el 
fiscal  de  Indias  Cistue,  acabó  la  Primitiva  población  de  América  y  el 
Hombre  en  Religión  (Preeminencias,  pág.  4);  continuó  la  publicación  de 
sus  obras  ya  empezadas  y  recogió  nuevos  datos  para  nuevos  tratados. 

Á  esta  actividad  literaria,  que  ponía  en  temor  de  su  salud  á  los  ami- 
gos, agregó  Hervás  la  visita  á  las  excavaciones  de  Cabeza  del  Griego  (3). 


(1)  Ya  antes,  durante  su  primera  permanencia  en  España,  había  ordenado  la  biblio- 
teca de  Uclés,  Historia,  II,  76;  y  procurado,  no  sé  si  con  efecto,  enriquecerla  estando 
ya  en  Roma.  «Podías  escribir,  decía  á  su  primo  en  18  de  Julio  de  1792,  en  mi  nombre  al 
Sr.  Prior  del  Convento  de  Uclés,  cuya  librería  yo  formé,  díciéndole  que  en  Roma 
actualmente  se  vende,  quizá  por  12.000  pesos  fuertes,  la  mejor  Hbrería  histórica  de  Italia; 
que  si  los  Señores  Canónigos  de  Uclés  se  determinaran  á  comprarla,  lograrían  una 
librería  que  les  haría  honor  en  toda  España...;  yo  podría  tratar  el  negocio.» 

(2)  El  ejemplar  que  utilizo  de  este  libro  lo  debemos  á  D.  Miguel  Delgado  y  Torri- 
jos,  capellán  de  las  Trinitarias  del  Toboso,  que  generosamente  lo  regaló  para  nuestra 
biblioteca. 

(3)  Un  conciso  resumen  de  las  excavaciones  hechas  en  diversas  épocas  puede 
leerse  en  Hübner,  Corpus  inscriptionum,  II,  páginas  419,  944;  Svpplementum  (Berolini, 
1897),  números  180-189.  Para  pormenores  es  preciso  consultar  los  autores  que  Hübner 
diligentemente  cita,  y  sobre  todo  las  comunicaciones  del  P.  F.  Fita,  S.  J.,  y  otros  Aca- 
démicos, hechas  á  la  Academia  de  la  Historia,  Boletín,  \,  134;  XIII,  353, 394;  XV,  107, 160; 
XIX,  521;  XX,  521,  634;  XXI,  137,  250,  479;  XXXIV,  158. 

Al  dar  en  la  segunda  parte  cuenta  del  libro  de  Hervás,  indicaré  las  cuestiones  sus- 
citadas sobre  la  identificación  de  Cabeza  del  Griego  con  diversas  ciudades  antiguas. 


322  LORENZO    HERVÁS 

<  Apenas,  dice  Hervás  (Preeminencias,  pág.  42),  llegado  yo  de  Italia  á  la  villa  del 
Orcajo,  el  Sr.  D.  Jácome  Capistrano  de  Moya,  dignísimo  cura  de  un  lugar  vecino 
llamado  Fuenta,  me  favoreció  con  la  noticia,  que  en  Alcalá  el  1792  había  publicado,  de 
las  excavaciones  hechas  en  el  cerro  llamado  Cabeza  del  Griego...  Con  sumo  placer 
leí  la  dicha  noticia  en  que  su  autor,  no  solamente  procuró  informarse  de  los  descubri- 
mientos hechos  en  las  diversas  excavaciones,  mas  también  fué  á  observarlos  atenta- 
mente y  de  ellos  publicó  relación,  en  que  acertadísimamente,  á  mi  parecer,  estableció, 
que  las  ruinas  descubiertas  eran  de  Segóbriga,  capital  de  la  Celtiberia  y  ciudad  epis- 
copal. Estas  noticias  de  una  ciudad  descubierta  á  legua  y  madia  de  mi  domicilio  excitó 
verdaderamente  mi  curiosidad  y  deseo  de  observar  las  ruinas  descubiertas;  y  esperaba 
ocasión  de  conocer  alguno  de  los  que  habían  cuidado  de  su  descubrimiento  y  recogido 
las  antigüedades  trasportables...  quando  convidado  por  monseñor  Tamayo  para  estar 
en  su  compañía  un  par  de  semanas  en  Uclés,  pasé  á  disfrutar  su  favor  con  mi  compa- 
ñero favorecedor  el  Sr.  Tomás  Bernad  y  Barreda,  y  luego  que  llegué,  el  dicho  monse- 
ñor manifestó  su  deseo  de  que  yo  con  mi  compañero  fuese  á  observar  las  dichas 
ruinas  con  toda  comodidad,  y  para  que  yo  en  pocas  horas  pudiera  adelantar  en  la 
observación  de  sus  antigüedades  había  escrito  á  la  persona  más  instruida  en  ellas  para 
que  desde  Uclés  me  acompañase,  como  en  efecto  lo  hizo  esta  persona,  que  es  el 
Sr.  D.  Juan  Palero,  natura!  de  Saelices,  el  qual,  unido  con  monseñor  Tavira,  actual 
Obispo  de  Salamanca,  con  D.  Bernardo  Cosío,  cura  de  Saelices,  y  con  D.  Vicente 
Martínez,  había  hecho  las  excavaciones,  á  que  se  debe  todo  lo  que  hasta  ahora  se  ve 
descubierto.» 

Siguen  sus  propias  observaciones  y  las  deducciones,  que  ocupan 
la  segunda  y  tercera  parte  del  libro  de  las  preeminencias  de  Uclés. 

Estos  juicios  encontraron  un  brioso  impugnador  en  Masdeu  (Histo- 
ria critica,  XX,  451);  á  quien  Hervás  contestó  en  la  Celtiberia,  Cf.  Caba- 
llero, páginas  59,  112, 161. 

De  la  estancia  de  Hervás  en  Cuenca  bien  pocas  noticias  ciertas  nos 
han  quedado,  fuera  de  la  gratísima  memoria  del  Deán  de  su  Catedral, 
Juan  José  Tenajas  Franco,  que  con  el  más  acendrado  cariño  le  hos- 
pedó (1). 

Dice  Caballero  (pág.  60)  que  se  ocupó  en  arreglar  la  biblioteca  del 
Seminario  de  San  Julián,  en  reconocer  el  archivo  de  la  Catedral  y  del 
Ayuntamiento,  y  hasta  que  hay  «indicios...  de  que  el  limo.  Palafox  con- 
fiase al  Abate  la  formación  de  un  plan  de  estudios  para  el  referido  Semi- 
nario conciliar,  y  si  en  efecto  tuvo  parte  en  el  arreglo  y  en  la  elección 
de  profesores,  alguna  gloria  le  cabría  por  el  estado  próspero  que  enton- 
ces tuvo  el  Colegio,  donde  habían  brillado  los  Pezuela,  Quintano,  Man- 
rique y  Montón,  y  se  distinguieron  después  los  Aróstegui,  Page,  Domín- 
guez y  otros  catedráticos,  no  muy  jesuítas  por  cierto». 

De  todo  esto,  entre  los  documentos  conservados  hoy,  hay  alguna 
razón  para  lo  referente  á  la  biblioteca  por  dos  cartas  de  Gonzalo  de 
Parada  y  Cano,  de  5  de  Agosto  y  2  de  Septiembre;  para  lo  demás  una  sola 
frase  de  Francisco  Moreno,  escrita  desde  Valencia  en  14  de  Febrero: 


(1)  Cinco  cartas  conservamos;  la  primera,  de  14  de  Enero  de  1800,  rebosa  en  el  más 
puro  amor  á  la  extinguida  Compañía  de  Jesús,  para  el  Deán  tan  amada  y  tan  presente 
como  antes  de  la  extinción. 


LORENZO    HERVÁS  323 

«Oygo  que  es  usted  deseado  en  Cuenca  para  reforma  de  estudios  y 
biblioteca.» 

Quizá  dispuso  Caballero  de  otros  datos,  quizá  se  atrevió  á  fundar 
sus  afirmaciones  ó  sospechas  sobre  tan  flaco  cimiento. 

7.  Queda  sólo,  para  dar  por  terminado  el  tercer  período  de  la  vida 
de  Lorenzo  Hervás,  apuntar  algunas  tentativas,  con  que  varios  de  sus 
amigos  procuraron  sacarle  de  su  retiro,  colocarlo  en  un  medio  apto  para 
una  vida  estudiosa,  que  era  la  propia  del  abate,  asegurar  económica- 
mente su  existencia,  ó,  por  fin,  valerse  de  sus  conocimientos  y  aptitudes 
nada  vulgares,  pues  aunque  esos  planes  se  frustraron,  manifiestan  el 
interés,  que  había  despertado  la  persona  de  Hervás  en  un  círculo  no 
estrecho  de  personas. 

Quien  haya  leído  el  Catálogo,  v.  gr.,  de  Hervás,  habrá  visto  la  excep- 
cional importancia  que  atribuye  al  vascuence;  con  esto,  su  persona  había 
de  ser  bien  quista  á  los  que  tenían  esa  lengua  por  propia.  «El  P.  Her- 
vás, escribe  José  de  Iturriaga  á  Juan  de  Leyza,  á  6  de  Mayo  de  1799, 
el  P.  Hervás  es  acreedor  al  eterno  reconocimiento  de  todo  buen  bas- 
congado.»  Pronto  los  que  en  el  siglo  XVIII  se  interesaban  por  los  estu- 
dios vascos  quisieron  entrar  en  correspondencia  con  el  abate.  «Mucho 
celebro,  escribía  desde  Durango  Antonio  María  de  Letona  el  22  de  Julio 
del  99,  haia  tomado  Vmd.  correspondencia  con  el  Sr.  Campos...,  pero  no 
celebraría  menos,  para  mejor  satisfacer  sus  ideas  literarias,  el  que  se 
correspondiese  Vmd.  con  un  beneficiado  de  este  pueblo  llamado  D.  Pa- 
blo de  Astarloa...,  pues  creo  que  ni  el  P.  Larramendi,  que  es  el  patriota 
por  excelencia  que  ha  tenido  este  país,  ha  llegado  á  profundizar  nuestro 
desnaturalizado  bello  idioma,  como  lo  hará  ver  antes  de  mucho...  El 
Sr.  Iturriaga,  director  del  Colegio  de  Vergara,  amigo  mío,  también  es 
uno  de  los  literatos  de  la  Sociedad  Bascongada  y  ha  hacreditado  en 
varias  poesías  vascongadas  tener  una  inteligencia  grande  en  este  idio- 
ma; ¿y  cómo  dejaré  de  citarle  á  Vmd.  el  bien  querido  discípulo  de  nues- 
tro P.  Pou,  el  Sr.  Moguel,  cura  de  Marquina,  que,  por  su  delicada  inteli- 
gencia en  el  idioma  y  conocimientos  históricos,  es  de  los  sujetos  que 
más  pueden  contribuir  á  satisfacer  las  miras  de  Vmd?». 

Entró,  en  efecto,  Hervás  en  correspondencia  con  esos  literatos,  y 
cooperó,  según  veremos  en  la  segunda  parte,  á  sus  estudios  con  sus 
observaciones. 

Tras  esto  era  natural  desearan  hablarse.  «El  Gran  Patriarca  San 
Ignacio...  le  espera  á  Vmd.  con  los  brazos  abiertos  en  la  próxima 
primavera,  y  tanto  en  casa  del  Sr.  Leiza  como  en  la  mía  hallará  Vmd. 
hospitalidad  amorosa  y  verdadera. 

» Salud  y  bendición  ignaciana,  y  cuente  con  este...— /ose  Antonio  de 
Campos.»  (26  de  Septiembre  de  1799.) 

Del  mismo  son  aquellas  frases  tan  graciosas  con  que  responde  á  las 
dificultades  propuestas  por  Hervás  para  su  viaje,  dificultades  cuya 


324  LORENZO    HERVÁS 

fuerza  quizá  Campos  no  llegó  á  entender  del  todo,  como  tampoco  Her- 
vás  el  valor  de  la  respuesta. 

«Díceme  Vmd.  que  s¡  Abadiano  fuese  un  Pays  de  Livros  útiles  vendría  á  buscarlos, 
pero  no  encuentra  este  Pays  en  España.  No  tenemos  aquí  livros,  es  cierto;  sí  Monta- 
ñas pobladas,  ríos  con  cascadas  naturales.  Praderas  placenteras,  arboledas  amenas  que 
prestan  un  campo  delicioso  para  el  entretenimiento  de  un  talento  bien  sentado.  No 
todo  ha  de  ser  trabajar,  escrivir  y  formar  tomos.  El  mejor  estudio  es  el  de  tratar  con 
moderación  sobre  el  método  de  conservar  la  salud  y  alargar  los  días  para  emplearlos 
en  la  tranquilidad.  No  tenemos  livros,  repito  otra  vez,  pero  tenemos  una  cosita  que 
pasa  sobre  todos  ellos,  y  que  á  Vmd.  debe  conmover  su  vista  más  que  la  lectura  de 
todos  los  livrotes  que  cosen  y  descosen  los  hombres.  ¿Y  qué  cosita  es  ésta  que  debe 
causar  tanto  agrado?  San  Ignacio  de  Loyola,  el  Patriarca  Padre  de  todos  y  aun  de 
Vmd.,  que  como  hijo  adoptivo  suio  debe  venir  á  visitarlo  en  su  hermosa  casa  natal, 
que  sola  ella  á  un  escriptor  dará  materiales  abundantes.  Todo  el  verano  es  aquí  una 
primavera  tirada,  y  en  cualquiera  tiempo  se  puede  venir  á  este  Pays,  en  donde  hallará 
marcialidad  y  agrado»  (1). 

Empeñáronse  además  los  vascongados  en  llevar  á  Hervás  á  Vergara 
como  director  del  Seminario,  aunque  no  lo  pudieron  conseguir  (2), 

Otros  procuraron,  también  sin  resultado,  fuera  al  Escorial.  «Algu- 
nos sujetos  de  este  monasterio  [de  San  Lorenzo]  desearían  que  Vmd. 
viniera  á  residir  en  él,  para  el  estudio  de  las  lenguas...;  han  dado  algunos 
pasos  con  el  Ministro  de  Estado;  pero  antes  de  pasar  adelante  deseamos 
todos  saber  la  voluntad  de  Vm...;  Vm.  piénselo  y  avíseme  lo  que  deter- 
mine para  hacer  mis  diligencias  para  una  cosa  que  desearía  se  lograse, 
pues  tendría  assí  el  gran  gusto  de  disfrutar  la  compañía  de  Vm.  y 
desde  aquí  sería  más  fácil  la  licencia  para  estar  en  Madrid.»  (Carta  del 
Duque  de  Montemar,  á  l.°de  Diciembre  de  1799.) 

Donde  era  Hervás  deseado  con  especial  empeño  era  en  Valencia,  y 
ese  viaje  mirábalo  él  mismo  con  agrado.  Tenemos  de  eso  cartas  de 
Masdeu  (8  de  Noviembre  de  1799),  de  Manuel  Mahamud  (1.°  de  Febrero 
de  1800),  de  Luis  Gonzaga  Valls  (5  de  Julio)  y,  sobre  todo,  de  Eximeno, 
aunque  éste,  tocando  con  la  mano  las  dificultades  del  alojamiento,  le 
encargaba  tener  paciencia  é  ir  con  tiento  (3). 

Lorenzo  Hervás,  sin  embargo,  no  fué  á  Loyola,  ni  á  Vergara,  ni  al 
Escorial,  ni  á  Valencia;  sino  á  Cartagena,  pues  de  nuevo  la  real  orden 
de  15  de  Marzo  de  1801  expulsaba  á  los  ex-jesuítas  á  Italia. 

E.  Portillo. 
(Continuará.) 

(1)  Al  fin  del  tomo  de  Cartas  consérvase  la  patente  de  Hervás  como  miembro  de  la 
Real  Sociedad  Bascongada  de  los  Amigos  del  Pais,  firmada  en  Bilbao  á  1.°  de  Octubre 
de  1805. 

(2)  Véase  una  de  JVlanuel  María  de  Acedo,  Vergara,  19  de  Febrero  de  1801,  de  la  que 
conviene  notar  algunas  líneas,  pues  descubren  «los  grandes  deseos  que  siempre  viven 
en  mi  corazón  de  que  sujetos  tan  propios  para  la  educación  como  los  que  se  hallan 
entre  los  jesuítas  entrasen  en  este  Seminario  á  descargarnos  y  consolarnos  á  los  socios 
con  la  más  perfecta  que  sin  duda  lograríamos  por  medio  de  ellos». 

(3)  Es  digna  de  leerse  una  carta  de  Eximeno,  de  19  de  Abril  de  1800. 


El  método  histórico  en  la  interpretación 

de  los  Evangelios  sinópticos. 


€, 


,L  criterio  fundamental  que  debe  presidir  á  la  investigación  herme- 
néutica sobre  los  Evangelios  descansa,  como  en  su  base  imprescindible, 
en  el  conocimiento  exacto  del  argumento  de  esos  libros.  Si  la  natura- 
leza del  argumento  que  constituye  el  objeto  de  los  Evangelios  es  bien 
conocida  del  intérprete;  si  posee  nociones  precisas  sobre  la  índole  y 
caracteres  de  la  historia  evangélica,  tendrá  en  su  mano  la  clave  para 
descifrar  con  acierto  los  enigmas  encerrados  en  ella;  por  el  contrario, 
si  esa  naturaleza  y  esos  caracteres  le  son  desconocidos,  las  soluciones 
del  problema  ó  de  los  problemas  evangélicos  no  podrán  ser  acertadas. 
Ahora  bien;  para  conocer  con  exactitud  esa  índole,  preciso  es  poseer 
nociones  exactas  sobre  el  verdadero  origen  histórico  y  sobre  los  facto- 
res que  concurrieron  á  plantear  y  desenvolver  el  argumento  de  las 
narraciones  evangélicas.  El  cristianismo  es  un  hecho  histórico  que 
•comenzó  á  existir  en  el  mundo  en  una  época  determinada,  y  merced  al 
impulso  de  determinados  agentes.  Y  bien;  ¿cómo  tuvo  lugar  el  grande 
hecho  histórico  de  la  aparición  del  cristianismo?  ¿quién  lo  creó?  ¿qué 
agentes  tomaron  parte  en  su  desarrollo?  ¿cuál  fué  la  forma  en  que  llegó 
á  su  consumación,  ó  lo  que  es  lo  mismo,  por  qué  pasos  alcanzó  su 
complemento  y  forma  definitiva? 

¿Fué  la  obra  de  una  elabor<^ción  lenta  y  progresiva,  en  la  que  toma- 
ron parte  diversos  agentes  exclusivamente  humanos,  y  aun  diversas 
generaciones  sucesivas,  ó  fué,  por  el  contrario,  el  resultado  de  una  reve- 
lación divina  por  razón  de  su  autor  y  de  sus  principios,  aunque  trans- 
mitida por  órganos  humanos;  una  revelación  simultánea  y  que  se  con- 
sumó en  el  brevísimo  plazo  de  la  predicación  de  un  Dios-Hombre  y  la 
de  sus  Apóstoles,  como  enviados  é  intérpretes  suyos?  Claro  es  que 
según  fuere  la  solución  que  diéremos  á  esta  serie  de  problemas,  así  será 
también  el  criterio  y  el  método  que  deberá  presidir  á  nuestra  interpreta- 
ción. Si  el  argumento  contenido  en  las  narraciones  sinópticas  es  una 
revelación  divina,  comunicada  al  género  humano  por  la  predicación  de 
Cristo  y  los  Apóstoles,  como  simples  intérpretes  del  mismo,  no  puede 
representar  un  conjunto  de  partes  más  ó  menos  coherentes  que  en  su 
realidad  objetiva  sean  la  expresión  de  diferentes  estadios  en  el  desen- 
volvimienio  de  la  ¡dea  cristiana.  Por  lo  mismo,  no  será  lícito  distinguir 
una  serie  de  yacimientos  que  correspondan,  respectivamente,  á  otros 

RAZÓN   Y  FE,    lüMÜ  XXVI  22 


326  EL   MÉTODO    HISTÓRICO    EN    LA    INTERPRETACIÓN 

tantos  esfuerzos  creadores  de  un  principio  de  acción  meramente 
humano,  progresivo  y  gradual.  Pero  si  es  obra  de  una  evolución  pura- 
mente humana,  si  en  su  desenvolvimiento  han  intervenido  diversos  agen- 
tes y  diferentes  generaciones,  inspiradas  sólo  por  el  desarrollo  esencial- 
mente sucesivo  de  cooperadores  humanos,  será  indispensable  distin- 
guir variedad  de  estadios  sucesivos,  expresión  de  un  desenvolvimiento 
gradual  en  la  mentalidad  de  las  generaciones  cristianas. 

I 

Si  nos  dirigimos  al  racionalismo  radical  para  solicitar  su  opinión 
sobre  tan  complicado  y  trascendental  problema,  con  el  fin  de  fijar  el 
método  de  interpretación  que  nos  ha  de  conducir  á  la  inteligencia  plena 
y  exacta  del  Evangelio,  nos  responderá,  por  boca  de  sus  más  distingui- 
dos representantes:  el  cristianismo  primitivo,  cuya  expresión  es  el  argu- 
mento contenido  en  nuestros  Evangelios  canónicos,  sobre  todo  en  los 
sinópticos,  es  el  resultado  de  un  desenvolvimiento  gradual  y  sucesivo 
de  la  idea  cristiana;  y  «sólo  puede  alcanzar  una  inteligencia  recta  de  su 
contenido  quien  reconoce  que  este  libro  (el  de  los  Evangelios  y  del 
Nuevo  Testamento  en  general)  es  el  producto  de  una  época  pasada 
hace  largos  siglos;  de  algunos  espíritus  privilegiados,  pero  humanos;  y 
que,  sujeto  como  todos  los  demás  libros  á  las  leyes  de  la  evolución, 
nunca  es  inmejorable  en  la  forma»  (1).  Ciñéndonos  al  argumento  conte- 
nido en  los  Evangelios  sinópticos,  he  aquí  la  exposición  que  Holtzmann 
hace  de  su  origen  y  desarrollo.  Comprende  tres  fases:  bosquejo  pri- 
mordial de  Jesús-Mesías;  agrupación  metódica  de  materiales  históricos 
en  derredor  de  aquel  bosquejo  primitivo;  realce  ideal  de  la  historia  y 
personalidad  de  Jesús. 

1.°  Bosquejo  primordial  de  Jesús  como  Mesías.— Jesús  de  Nazaret 
no  fué  en  realidad  otra  cosa  que  un  Doctor  ilustre  que  fundó  una 
escuela  reUgiosa,  y  cuyas  máximas  pasaron  á  sus  discípulos  bajo  el 
título  general  de  «Palabras  del  Señor».  Pero  entre  esas  palabras  ó  apo- 
tegmas de  Jesús  sobresalía  una,  que  se  grabó  más  profundamente  en 
sus  discípulos:  «Yo  soy»;  es  decir,  Yo  soy  el  prometido,  el  esperado,  el 
Mesías.  Jesús  murió  ignominiosamente,  y  sus  discípulos,  que,  altamente 
impresionados  con  la  dignidad  mesiánica  de  su  Maestro,  no  pudieron 
atribuir  tal  desenlace  ni  á  sus  desaciertos,  ni  á  un  abandono  de  parte 
de  Dios,  se  persuadieron  de  que  aquella  muerte  fué  un  sacrificio  de 
expiación  por  los  hombres,  en  recompensa  del  cual  Dios  resucitó  á 
Jesús,  es  decir,  le  glorificó,  haciéndole  entrar  en  un  estado  glorioso,  y  le 
estableció  ó  constituyó  Juez  universal  de  vivos  y  muertos.  «Muerto  por 

(1)    Jülicher,  Die  Geschichte  des  N.  Test.  p.  1.  Sirve  de  Introducción  á  la  obra  de 
J.  Weiss,  Die  Schrift.  d.  N.  T.,  2^  ed.  Qottingen  1007. 


DE    LOS    EVANGELIOS   SINÓPTICOS  327 

nosotros;  resucitado;  Juez  de  vivos  y  muertos»:  he  aquí  la  imagen  pri- 
mordial que  los  primeros  discípulos  de  Jesús  se  trazaron  sobre  su  Maes- 
tro, y  la  doctrina  que  profesaron  acerca  del  Fundador  de  su  religión. 

Tal  es,  en  efecto,  prosigue  Holtzmann,  la  idea  que  de  la  persona  de 
Jesús  se  halla  en  los  documentos  relativos  á  la  época  priiritiva  de  la 
religión  cristiana.  Léanse  de  extremo  á  extremo  las  Epístolas  de  San 
Pablo,  primer  monumento  escrito  de  la  literatura  cristiana,  donde  natu- 
ralmente ha  de  reflejarse  la  concepción  religiosa  de  la  época,  y  nada  se 
hallará  en  ellas  que  substancialmente  salga  de  este  cuadro.  Para  el 
Apóstol,  la  importancia  de  la  personalidad  de  Jesús  está  cifrada  en  su 
muerte  expiatoria;  San  Pablo  no  conoce  más  que  á  Jesús;  y  de  Jesús, 
solamente  su  crucifixión,  con  la  apoteosis  y  potestad  judicial  que  se 
siguieron  á  la  crucifixión,  como  recompensa  de  la  misma  (1).  Hállase 
alguna  que  otra  remisión  á  sentencias  del  Señor;  pero  «dónde,  cuándo, 
cómo,  de  quién  nació,  cuál  fué  la  duración  de  su  vida,  dónde  predicó, 
todo  esto  lo  desconoce  el  Apóstol»  (2). 

2."  Pronto,  sin  embargo,  se  hizo  sentir  la  necesidad  de  una  historia 
de  Jesús.  Ante  todo,  era  menester  reforzar  bien  el  artículo  de  su  muerte 
expiatoria.  La  ignominia  de  la  Cruz  era  motivo  de  grave  escándalo  para 
los  judíos;  y  si  bien  los  primeros  é  inmediatos  discípulos  de  Jesús 
habíanse  sobrepuesto  á  esta  dificultad  con  el  concepto  de  la  muerte 
expiatoria  por  disposición  divina,  estas  ideas  abstractas  no  eran  sufi- 
cientes á  tranquilizar  todos  los  espíritus.  De  aquí  resultó  que  tomándose 
por  punto  de  partida  la  noción  de  la  muerte  expiatoria  por  disposición 
divina,  se  pasara  á  desenvolver  el  proceso  natural  de  odio  y  obstinación 
de  los  judíos,  la  traición  de  Judas,  los  altercados  de  Jesús  con  los  Doc- 
tores en  los  últimos  días  de  su  vida,  como  escalones  sucesivos  que,  bajo 
la  permisión  divina,  fueron  los  causantes  humanos  que  dieron  por  resul- 
tado la  catástrofe  de  la  Cruz.  He  aquí  el  primer  ensayo  de  una  historia 
de  la  vida  de  Jesús.  Ninguna  sección  de  la  historia  evangélica  está  expli- 
cada con  tanta  uniformidad,  con  tan  grande  extensión  ni  con  tan  pun- 
tual exactitud  cronológica  como  la  de  la  última  semana  de  la  vida  del 
Señor,  señal  patente  del  conato  y  diligencia  con  que  desde  los  primeros 
principios  se  elaboró  ese  fragmento;  y  mientras  un  gran  número  de 
reminiscencias  sobre  el  resto  de  su  existencia  vagaban  fluctuando  en  un 
caos  confuso  sin  centro  de  orientación,  el  relato  de  la  pasión  estaba  ya 
terminado  y  fijo  con  perfecta  exactitud. 

Era  natural,  sin  embargo,  que  los  cristianos  desearan  poseer  ulterio- 


(1)  «Non  judicavi  me  scire  aliquid  nisi  Jesum  Christum  et  hunc  crucifixum.»  (1."  Cor., 
2, 2.)  «Humiliavit  semetipsum  factus  obedíens  usque  ad  mortem,  mortem  autefn  crucis. 
Propter  quod  et  Deus  exaltavit  illum.»  (Fiiip.,  2,8.)  «Judicaturus  est  orbem  terrarum  in 
aequitate  in  viro,  in  quo  statuit,  fidem  praebens  ómnibus,  suscitans  illum  a  mortuis.» 
<Act.  apost.,  17,  31.) 

(2)  Holtzmann,  Die  Synoptiker,  pág  23. 


328  EL   MÉTODO    HISTÓRICO    EN    LA    INTERPRETACIÓN 

res  noticias  bien  ordenadas  sobre  el  ministerio  completo  de  Jesús;  y  á 
esta  demanda  de  las  muchedumbres  satisfizo  la  oferta  de  los  predicado- 
res, primero  orientando  con  relación  á  la  pasión  y  muerte  otros  recuer- 
dos que  vagaban  dispersos;  y  después,  añadiendo  á  esas  noticias  nuevos 
materiales  biográficos.  Con  respecto  al  primer  punto,  aquellos  hechos  6 
discursos  que  no  denunciaban  oposición  ni  conflictos  de  Jesús  con  los 
jefes  de  la  Sinagoga,  ni  resoluciones  tomadas  en  previsión  de  una  ruptura 
con  el  judaismo,  fueron  agrupados  al  principio  de  su  predicación.  Así  se 
hizo,  V.  gr.,  con  el  sermón  del  monte,  las  Parábolas,  la  primera  misión 
de  los  Apóstoles.  Por  el  contrario,  á  los  altercados  con  fariseos  y  sadu- 
ceos,  á  las  predicciones  de  la  ruina  de  Jerusalén,  á  las  instrucciones  más 
íntimas  y  especiales  con  los  discípulos,  como  expresión  del  proyecta 
concebido  por  Jesús  de  rodearse  de  una  agrupación  adicta  en  sustitución 
al  judaismo  rebelde,  se  les  señaló  lugar  inmediato  antes  del  desenlace. 
Por  lo  que  toca  á  la  adición  de  nuevos  materiales,  en  parte  fué  efecta 
de  la  creciente  distancia  cronológica  á  la  época  de  la  vida  de  Jesús  con 
la  muerte  de  los  Apóstoles,  y  en  parte  resultó  de  haber  atravesado  el 
Evangelio  las  fronteras  del  judaismo,  pasando  desde  el  ambiente  de  éste 
al  del  helenismo. 

Contribuyó  en  alto  grado  á  facilitar  esta  agrupación  ordenada  del 
argumento  evangélico  la  circunstancia  de  haber  tenido  lugar  por  enton- 
ces la  redacción  escrita  del  Evangelio,  conservado  hasta  aquella  fecha 
en  solo  la  tradición  oral,  ó  en  relatos  monográficos  aislados  y  de  breví- 
sima extensión. 

3.°  Pero  no  podía  quedar  aún  terminada  la  obra  de  elaboración  de 
la  idea  cristiana:  el  interés  de  la  fe  no  estaba  satisfecho  y  reclamaba 
mayor  elevación,  mayores  excelencias  para  la  persona  de  su  Mesías. 
También  en  esta  fase,  como  en  la  elaboración  de  la  historia,  dio  princi- 
pio la  tarea  por  la  muerte  de  Jesús.  No  obstante  la  exposición  histórica 
de  las  causas  humanas  que  condujeron  á  aquel  desenlace,  el  sucesa 
mismo,  por  lo  que  tocaba  á  Jesús  y  á  la  providencia  divina  para  con  su 
persona,  no  quedaba  suficientemente  al  abrigo  de  todo  reparo;  y  el 
escándalo  de  la  Cruz  continuaba  siendo  una  pesadilla  molesta  para  el 
dogma. 

Verdad  era  que  se  había  allanado  la  dificultad  por  parte  de  las  cau- 
sas humanas  que  preparaban  la  catástrofe,  y  se  añadía  también  que 
había  intervenido  una  permisión  providencial  que  dejó  obrar  á  aquéllas 
para  que  se  realizara  el  consejo  divino;  pero,  ¿por  qué  había  Dios  de 
haber  abandonado  á  Jesús  á  una  muerte  tan  ignominiosa?  ¿Por  qué  no 
le  había  Ubrado  de  manos  de  unos  enemigos  que  le  calumniaban  como 
á  escandaloso,  malhechor  y  blasfemo,  con  peligro  de  que  prevaleciera 
imputación  tan  injuriosa  á  su  honra?  Á  obviar  esta  grave  dificultad  vino 
la  aplicación  á  Jesús  de  aquellos  pasajes  del  Antiguo  Testamento,  como 
el  Salmo  21  y  el  capítulo  Lili  de  Isaías,  que  presentan  a\  Justo  y  al  Siervo 


DE   LOS    EVANGELIOS   SINÓPTICOS  329 

de  Jehová  sufriendo  por  disposición  divina  imputaciones  parecidas, 
siendo  tenido  por  gusano  de  la  tierra,  oprobio  de  los  hombres,  el  último 
de  ellos,  herido  y  humillado  por  el  mismo  Dios  en  expiación  de  los  peca- 
dos de  la  humanidad.  No  es,  pues,  indigno  de  la  santidad  de  un  varón  de 
Dios  morir  afrentosamente  á  manos  de  sus  enemigos;  ni  desdice  de  los 
atributos  divinos  permitir  esa  muerte.  Pues  bien;  el  Salmo  21  y  el  capí- 
tulo Lili  de  Isaías  no  son  más  que  una  predicción  profética  de  las  igno- 
minias y  muerte  de  Jesús;  el  cual,  como  Redentor  del  mundo,  se  somete 
bajo  las  órdenes  de  su  Padre  á  la  muerte  ignominiosa  de  Cruz. 

Una  vez  realzada  á  ideal  tan  sublime  la  muerte  de  Jesús,  era  natural 
que  esa  misma  luz  de  la  fe,  que  había  proyectado  sus  rayos  sobre  el 
punto  culminante  de  la  historia  del  crucificado,  los  proyectara  igualmente 
por  orden  sucesivo  sobre  los  demás  períodos  anteriores  de  su  vida  hasta 
el  bautismo,  y  aun  hasta  su  nacimiento  y  concepción.  Á  impulsos,  pues, 
de  ese  espíritu  fueron  exornándose  los  discursos  de  Jesús  y  los  hechos  de 
su  vida  con  pasajes  del  Antiguo  Testamento  que  ofrecían  alguna  analo- 
gía, siquiera  fuese  ligera,  con  aquellos  sucesos. 

Según  lo  expuesto,  los  Evangelios  sinópticos  representan  un  con- 
junto donde  se  mezclan  lo  histórico  y  lo  fabuloso;  y  la  tarea  del  intér- 
prete consiste  en  deslindar  cuidadosamente  entre  sí  ambos  elementos, 
para  dar  á  cada  sección  el  valor  que  le  corresponde,  no  tomando  por 
historia  real  lo  que  no  pasa  de  ser  el  resultado  de  un  cálculo  dogmático 
ó  el  producto  de  una  especulación  inspirada  por  el  pensamiento  y  con- 
cepción poética.  Debe  tenerse  presente  que  los  judíos  de  aquella  época 
vivían  del  recuerdo  de  su  pasado;  y  sobre  todo  preponderaba  en  ellos 
el  axioma  de  que  el  Mesías  había,  no  sólo  de  cumplir,  sino  de  sobrepu- 
jar cuanto  de  noble  y  grande  ejecutaron  los  héroes  del  Antiguo  Testa- 
mento, en  especial  Moisés  y  Elias.  De  ahí  el  atribuirse  en  los  Evangelios 
á  Jesús  prodigios  análogos  á  los  de  aquellos  ilustres  varones.  Tales  son 
los  principios  y  tal  el  método  que  con  arreglo  á  los  mismos  debe,  en 
sentir  de  Holtzmann,  seguir  el  intérprete  que  desee  poseer  nociones  pre- 
cisas sobre  cada  sección  evangélica  y  sobre  su  conjunto  (1). 


•      11 

Tal  es  ^{método  histórico,  preconizado  hoy  con  tan  desmedidos  enco- 
mios en  todas  las  esferas  donde,  ó  se  profesa  la  crítica  heterodoxa,  ó  se 


(1)  Holtzmann,  Die  Synopüker,  páginas  23-29.  Idéntico  criterio  sigue  Juan  Weiss;  y 
coino  estos  exégetas  discurren  los  más  renombrados  críticos  del  Protestantismo  con- 
temporáneo. Por  lo  demás,  esta  ordenación  sistemática  de  la  Vida  de  Jesús  no  es  de 
hoy:  puede  leerse  ya  en  Strauss.  En  repetidas  ocasiones  hemos  hecho  notar  la  huella 
profundísima  que  Strauss  ha  dejado  en  el  Protestantismo. 


330  EL    MÉTODO    HISTÓRICO    EN    LA    INTERPRETACIÓN 

la  mira  con  simpatía  y  admiración  (1);  y  el  motivo  de  darse  al  método  el 
calificativo  de  histórico,  es  porque  en  opinión  de  sus  patronos  y  panegi- 
ristas, sólo  él  se  adapta  á  la  historia  real  del  cristianismo  en  sus  prime- 
ros orígenes.  Entre  los  católicos,  ó  que  llevan  el  nombre  de  tales,  la 
agrupación  llamada  modernista  acepta  sin  reserva  la  teoría  tal  cual  la 
proponen  los  portaestandartes  de  la  heterodoxia;  y  sólo  algunos  que  de 
buena  fe,  aunque  no  sin  graves  inquietudes,  quieren  pasar  por  ortodoxos, 
la  revisten  de  un  barniz  de  sobrenaturalismo  á  su  modo,  pero  que  no 
alcanza  á  modificarla  en  su  fondo.  La  exégesis  toda  del  abate  Loisy  en 
sus  volúmenes  sobre  los  Evangelios  está  fundada  en  esta  teoría;  y  no  se 
recata  de  reconocerlo  explícitamente,  exponiendo  sus  principios  exegé- 
ticos  en  términos  muy  parecidos  á  los  de  Holtzmann;  si  bien  no  analiza 
ni  distingue  con  precisión  las  tres  fases  que  hemos  visto  propuestas  por 
aquel  crítico,  reduciéndolas  más  bien  á  solas  dos,  ó  hablando  de  la  se- 
gunda y  tercera  como  si  sólo  formaran  una.  Con  respecto  á  la  primera, 
en  nada  se  diferencia  Loisy  del  profesor  de  Strasburg. 

Exponiendo  el  crítico  francés  «el  carácter  y  desenvolvimiento  de  la 
tradición  evangélica»  (esdecir,  del  argumento  contenido  en  los  Evangelios 
sinópticos),  después  de  hacer  notar,  como  Holtzmann,  el  estupor  de  los 
Apóstoles  á  la  muerte  inopinada  é  ignominiosa  de  Jesús,  y  cómo  su  fe 
logró  superar  prueba  tan  terrible  con  la  persuasión  del  triunfo  de  su 
Maestro;  pasando  á  explanar  la  situación  del  cristianismo  naciente  al  dar 
principio  la  predicación  apostólica,  dice:  «demostrar  que  Jesús,  aunque 
muerto  en  la  Cruz,  no  dejaba  de  ser  el  Mesías,  era  la  tarea  que  se  impo- 
nía á  sus  discípulos»;  y  como  prueba  patente  de  este  primer  estadio  de 
la  fe  cristiana,  propone,  lo  mismo  que  Holtzmann,  los  escritos  de  San 
Pablo.  «Si  el  pensamiento  de  Pablo,  dice,  gira  en  derredor  de  la  pasión 
y  de  la  resurrección  de  Jesús  para  hacer  de  ella  el  centro  de  la  teología 
cristiana,  es  porque  este  punto  formaba  ya  el  centro  de  la  predicación 
apostólica...  Era  preciso  demostrar  que  la  muerte  y  la  resurrección  de 
Jesús,  á  quien  se  llamaba  Mesías,  entraba  en  la  economía  de  los  desig- 
nios providenciales  sobre  el  Mesías»  (2). 

En  el  desarrollo  de  la  idea  cristiana  que  se  siguió  á  este  primer  esta- 
dio, hemos  visto  á  Holtzmann  distinguir  dos  fases:  una  que  se  afana  por 
la  formación  y  orientación  de  la  historia  de  Jesús;  otra  ulterior,  que  se 
ocupa  en  idealizar  su  persona  y  su  vida,  mediante  la  aplicación  de  los 
vaticinios  mesiánicos  á  una  y  otra.  Loisy  reduce  ambas  fases  á  una  sola; 


(1)  Como,  V,  gr.,  entre  profesores  ó  intelectuales  de  toda  laya,  sin  conocimiento  al- 
guno de  los  problemas  biblifos,  y  para  quienes  todo  lo  que  sea  alzarse  en  rebelión 
contra  la  Iglesia,  es  ciencia,  cultura,  progreso.  Acabamos  de  leer,  v.  gr.,  que  el  Rector  de 
la  Universidad  de  Salamanca  se  adhiere  á  la  nueva  Revista  modernista  internacionc  /• 
(L'  Italie,  n."  6  de  Febrero.) 

<2)    Les  Évangiles  Synoptiques,  1. 1,  pág.  176. 


DE    LOS   EVANGELIOS  SINÓPTICOS  331 

y  desde  la  descrita  en  los  pasajes  que  hemos  citado,  pasa  inmediata- 
mente á  la  idealización.  «Era  completamente  natural,  dice  en  la  pág.  184, 
que  se  anticipase  esta  gloria  (la  de  la  resurrección  ó  glorificación  de 
Jesús,  consecuencia  de  su  muerte)  en  la  carrera  terrestre  del  Salvador, 
que  se  pretendiera  demostrar  á  Cristo  por  su  vida,  no  solamente  por  las 
consecuencias  de  su  muerte...  De  este  modo  los  recuerdos  primitivos  se 
idealizaron,  tomaron  un  color  mesiánico,  se  completaron.»  Es  decir  que 
Loisy,  una  vez  obtenida  en  los  Apóstoles  y  propagada  entre  los  fieles  la 
idea  de  la  resurrección  ó  glorificación  de  jesús,  pasa  desde  luego,  omi- 
tiendo detalles  sobre  la  formación  de  su  historia  humana,  á  la  idealiza- 
ción de  los  hechos  de  su  vida.  La  diferencia  es  accidental,  y  consiste,  no 
en  la  substancia  del  proceso  evolutivo,  sino  en  el  número  de  sus  fases. 
Por  lo  demás,  Loisy  no  se  preocupa  poco  ni  mucho  por  dar  á  su  sistema 
tinte  alguno  de  sobrenaturalismo  como  lo  había  hecho  en  su  opúsculo 
El  Evangelio  y  la  Iglesia;  habla  con  la  misma  desenvoltura  con  que  lo 
hacen  Holtzmann,  Juan  Weiss,  Jülicher  y  otros  semejantes.  Publicada  la 
obra  de  donde  hemos  tomado  estas  citas  después  de  la  solemne  excomu- 
nión fulminada  contra  él,  cesaban  ya  los  motivos  de  honestidad  pública 
que  antes  de  1907  le  hacían  ocultar  con  el  velo,  bien  que  nada  disimu- 
lado, de  la  protesta  sus  verdaderos  sentimientos. 

Otros,  sin  embargo,  según  se  apuntó,  para  dar  á  la  teoría  una  apa- 
riencia de  sobrenaturalismo  que  la  presentara  como  conciliable  con  la 
doctrina  revelada,  se  han  afanado  por  revestirla  de  formas  sobrenatura- 
listas,  presentando  bajo  fórmulas  ortodoxas  una  concepción  á  todas  luces 
heterodoxa.  Para  Holtzmann  no  existe  revelación  ni  inspiración  divina, 
ni  asenso  de  fe;  para  estos  modernistas,  sí.  Según  ellos,  las  nociones  reli- 
giosas sobre  Dios,  sus  atributos,  su  elevación  por  encima  de  la  criatura, 
están  grabados  en  el  fondo  de  la  naturaleza  humana  y  existen  en  estado 
latente  en  la  subconciencia,  es  decir,  bajo  una  forma  de  aprensión  vaga, 
de  imprecisión,  y  sobre  todo,  no  poseídas,  propiamente  hablando,  por  la 
razón.  Mas  cuando  al  impulso  de  las  experiencias  del  sentimiento  religioso 
excitado  por  fenómenos  externos  de  ese  orden,  despiertan  aquellas 
nociones  y  se  actúan  en  una  serie  de  formas  concretas  y  enlazadas  entre 
sí  para  ser  poseídas,  vividas  intelectual  y  religiosamente  en  las  esferas 
lúcidas  de  la  conciencia  explícita,  constituyen  una  verdadera  revelacióa 
divina,  á  la  cual  corresponde  de  parte  de  la  conciencia  la  adhesión  de  fe. 
En  efecto,  quien  entonces  se  manifiesta  á  la  conciencia,  dicen,  es  el  mismo 
Dios,  y  la  conciencia  recíprocamente  presta  su  adhesión  á  una  revelación 
divina:  he  aquí,  de  un  lado,  la  revelación;  de  otro  la  fe.  Esto  sucede  pun- 
tualmente en  la  serie  sucesiva  de  fases  en  la  evolución  de  la  idea  cris- 
tiana. Cierto  que  entre  los  primeros  hechos  históricos  ó  las  primeras 
condiciones  que  excitaron  la  serie  de  experiencias  cristianas  (el  Cristo 
de  la  historia),  y  el  resultado  colectivo  de  la  elaboración  religiosa  de 
aquellos  elementos  primitivos  (el  Cristo  de  la  fe),  existe  una  distancia 


332  EL  MÉTODO   HISTÓRICO   EN   LA   INTERPRETACIÓN 

inconmensurable,  que  únicamente  el  poder  maravilloso  de  la  fe  puede 
salvar:  pero  «desde  el  punto  de  vista  ontológico,  en  el  Cristo  de  la  his- 
toria estaban  encerrados  aquellos  valores  éticos  y  aquellos  significados 
religiosos  que  la  conciencia  cristiana  ha  ido  contemplando  lentamen- 
te» (1);  porque  «la  fe  nada  crea,  sino  sólo  descubre^  (2),  y  sólo  cambia 
el  objeto  «desde  el  punto  de  vista  cognoscitivo»  (3).  Así,  pues,  concluyen, 
en  el  desenvolvimiento  del  cristianismo,  como  lo  entiende  y  propone  la 
ciencia,  y  lo  acepta  la  religión  moderna,  descubrimos  una  revelación 
objetiva,  ó  un  conjunto  de  objetos  revelados  pertenecientes  al  orden 
divino,  un  acto  ó  serie  de  actos  reveladores  también  divinos,  es  decir, 
cuyo  principio  es  Dios,  y  una  adhesión  intelectual  y  afectiva  á  esos 
objetos:  la  fe. 

La  simple  exposición  del  sistema  racionalista  y  del  propuesto  por  la 
agrupación  llamada  modernista,  hace  ver  desde  luego  que  el  segundo 
sólo  difiere  del  primero  en  la  nomenclatura  con  que  denomina  algunos 
de  sus  elementos,  y  sobre  todo  en  el  ropaje  de  sobrenaturalismo  teoló- 
gico de  que  ha  procurado  revestir  su  teoría;  pero  en  la  realidad  del  con- 
junto y  ios  detalles,  la  diferencia  entre  uno  y  otro  es  completamente 
nula.  El  mismo  fundamento  histórico,  la  misma  evolución,  el  mismo  ca- 
rácter puramente  subjetivo  y  psicológico  del  argumento  evangélico,  los 
mismos  agentes,  los  mismos  resultados  constituyen  é  integran  la  esencia 
de  ambos  sistemas.  Y  bien;  ¿qué  fundamento  de  verdad  histórica  y  cien- 
tífica ofrecen  tales  teorías  á  los  ojos  de  un  crítico  imparcial,  que  no 
paga  tributo  á  hipótesis  aéreas,  ni  pierde  de  vista  el  objeto  de  cuya 
explicación  científica  se  trata? 

ni 

No  es  fácil  reducir  á  número  y  orden  el  cúmulo  de  absurdos  que 
envuelve  ó  en  que  incurre  el  sistema  sobre  el  cual  descansa  este  método 
histórico,  ya  en  las  nociones  falsas  que  presupone  como  ciertas  y  axio- 
máticas antes  de  dar  principio  á  la  construcción  de  la  teoría,  ya  al 
desenvolver  el  sistema  en  cada  una  de  sus  fases.  Empezando  por  las 
nociones  que  supone,  da  como  axiomáticas  en  el  orden  filosófico,  en  el 
orden  dogmático  y  en  el  orden  histórico  aserciones  que  son  simples  pos- 
tulados de  la  ciencia  racionalista,  demostrados  falsos  por  la  verdadera 
ciencia.  En  el  orden  filosófico  supone  como  indudable:  1.",  que  lo  sobre- 
natural ni  existe,  ni  puede  existir;  sobre  todo,  el  milagro  y  la  revelación 
sobrenatural.  La  teoría  racionalista,  fundamento  del  método  histórico, 
se  apoya  en  el  supuesto  de  que  la  religión  sobrenatural  ni  existe  ni 


<1)    Programme-Risp.,  pág.  114. 

<2)    Ibíd. 

(3)    Ibid.,  pág.  n5. 


DE   LOS   EVANGELIOS   SINÓPTICOS  333 

puede  existir,  y  bajo  esa  suposición  construye  la  fábrica  de  la  religión 
cristiana,  deduciéndola  de  principios  y  agentes  puramente  naturales; 
porque  en  la  concepción  racionalista  el  Cristo  de  la  historia,  punto  de 
arranque  de  la  evolución  cristiana,  ni  en  su  ser,  ni  en  su  predicación,  ni 
en  sus  obras,  propuso  al  mundo  nada  que  excediese  los  límites  de  la  rea- 
lidad natural;  y  el  Cristo  de  la  fe  es,  en  su  totalidad,  una  pura  creación 
de  la  mente  humana.  Y  bien;  ¿en  qué  fundamentos  sólidos  apoya  el 
racionalismo  la  negación  de  la  sobrenaturalidad  en  general,  y  en  espe- 
cial la  del  milagro  y  revelación  divina?  ¿No  son  ambas  un  corolario  obvio 
de  la  simple  existencia  de  Dios?  Y  esta  existencia,  á  su  vez,  ¿no  es  una 
verdad  demostrada  con  argumentos  de  evidencia  palmaria? 

Supone,  2",  que  el  dogma  cristiano  ha  estado  sujeto  á  la  ley  de  la 
evolución;  porque  el  racionalismo  discurre  así:  siendo  la  religión  pura- 
mente natural,  sólo  se  diferencia  de  la  ciencia  por  razón  de  su  objeto;  por 
cuanto  el  objeto  de  la  religión  es  Dios  y  las  cosas  divinas;  no  por  razón 
del  principio  cognoscitivo,  que  es  la  inteligencia  humana,  sin  auxilio 
alguno  de  luz  reveladora  sobrenatural  que  no  existe.  Y  como  la  razón 
en  su  desenvolvimiento  está  sujeta  á  la  ley  del  progreso,  pues  no  abraza 
desde  luego  todo  el  ámbito  de  su  jurisdicción,  sino  que  le  va  recorriendo 
lentamente  y  por  grados  sucesivos,  lo  mismo  debe  suceder  en  el  campo 
de  la  religión.  Pero  siendo  falso  que  la  religión  cristiana  sea  natural  y 
objeto  de  una  especulación  humana,  cae  por  su  base  el  supuesto  del 
racionalismo.  La  religión  cristiana  es  sobrenatural,  es  decir,  comunicada 
por  una  revelación  sobrenatural  de  Dios,  y  cuyos  artículos  no  son  ni 
pueden  ser  resultado  del  razonamiento.  Por  lo  mismo,  su  adquisición  por 
parte  del  hombre  depende  exclusivamente  del  modo  y  economía  obser- 
vada por  Dios  en  comunicar  al  mundo  la  revelación  cristiana.  Pues  bien; 
esa  economía  consistió  en  la  enseñanza  de  Jesucristo  á  los  Apóstoles, 
y  en  la  acción  ilustradora  del  Espíritu  Santo  sobre  los  mismos  para  que 
éstos,  en  nombre  de  su  Maestro,  comunicaran  al  mundo  aquella  enseñanza. 
La  revelación  cristiana  se  terminó,  pues,  en  su  fondo  y  en  su  comple- 
mento, en  solos  los  Apóstoles;  y  pasada  la  edad  apostólica,  terminóse 
también  el  período  de  su  planteamiento  en  el  mundo.  Con  respecto  á  la 
religión  natural,  preámbulo  para  la  revelada,  era  perfectamente  cono- 
cida del  pueblo  judío  en  tiempo  de  Jesucristo,  y  había  recibido  notables 
desarrollos  en  la  revelación  mosaica.  No  hay,  pues,  razón  alguna  para 
exigir  una  serie  de  siglos  á  fin  de  explicar  el  conjunto  de  verdades  reli- 
giosas contenidas,  no  ya  sólo  en  los  Evangelios  sinópticos,  mas  ni  aun 
en  la  totalidad  del  Nuevo  Testamento. 

En  el  orden  dogmático  supone  que  las  nociones  religiosas,  tanto  de 
la  religión  en  general,  como  en  especial  de  la  religión  cristiana,  ya  con 
respecto  á  su  objeto  (los  artículos  de  fe  religiosa),  ya  con  respecto  á  su 
manifestación  activa  (el  acto  revelador),  ya  con  respecto  á  la  adhesión 
de  la  mente  (la  fe),  constan  de  elementos  que  tienen  su  ser  y  se  realizan 


334  EL   MÉTODO    HISTÓRICO    EN    LA    INTERPRETACIÓN 

dentro  del  ser  del  hombre  y  de  sus  facultades,  sin  otra  dependencia  del 
orden  externo  que  la  de  los  fenómenos  que  suministran,  no  la  materia 
que  es  creación  exclusiva  de  la  inteligencia,  sino  sólo  la  condición,  á 
cuyo  contacto  surgen,  primero  las  experiencias  y  excitaciones  del  senti- 
miento, luego  la  labor  activa  de  la  mente.  Todas  estas  suposiciones  ne- 
cesita hacer  y  hace  la  teoría,  tanto  en  la  forma  propuesta  por  el  raciona- 
lismo radical,  como  en  la  mitigada  del  modernismo.  Pues  bien;  todas 
ellas  son  falsas,  gratuitas  y  absurdas.  La  revelación  cristiana  es  objetiva 
y  externa,  no  sólo  en  calidad  de  impulso  ó  de  condición  excitante  para 
despertar  y  poner  en  acción  elementos  existentes  dentro  del  sujeto, 
sino,  primero,  por  razón  del  objeto  revelado  y  del  acto  revelador;  ele- 
mentos ambos  externos  é  independientes  del  creyente,  y  segundo,  aun 
con  respecto  á  la  fe  en  su  ser  subjetivo;  por  cuanto  á  la  mente  humana 
no  le  queda  otra  acción  que  la  de  aceptar  reverente  el  objeto  y  el  acto 
revelador,  creyendo  lo  que  Dios  le  revela  y  porque  Dios  se  lo  revela. 
Nada  de  creación  ni  total  ni  complementaria  del  objeto,  nada  de  función 
reveladora,  nada  de  adhesión  á  términos  de  elaboración  propia. 

En  el  orden  histórico  necesita  suponer  y  supone:  1.°,  que  los  Evan- 
gelios no  son  auténticos,  es  decir,  no  son  una  obra  de  valor  histórico 
objetivo,  que  represente  la  vida  real,  las  enseñanzas  y  acciones  reales 
de  Cristo,  y  escrita  por  testigos  competentes  y  verídicos  de  los  sucesos 
narrados.  Afirma,  por  el  contrario,  que  en  los  Evangelios  sólo  debe 
buscarse  el  resultado  de  una  elaboración  gradual  y  sucesiva  de  la  con- 
ciencia subjetiva  cristiana.  Mas,  ¿cómo  demuestra  el  racionalismo  que 
los  Evangelios  no  son  una  historia  verídica,  escrita  por  testigos  compe- 
tentes que  ni  querían  ni  podían  cometer  un  fraude?  Suponiendo  a  priori 
la  imposibilidad  de  lo  sobrenatural  y  desechando  arbitrariamente  el  testi- 
monio más  calificado  de  un  hecho  histórico  que  se  registra  en  los  anales 
de  la  humanidad.  No  existe  hecho  ninguno  en  la  historia  del  mundo  que 
cuente  en  su  favor  con  el  apoyo  de  testigos,  tantos  en  número  y  tan  cali- 
ficados en  información  y  probidad  como  la  autenticidad  de  los  Evange- 
lios y  su  veracidad  histórica.  Supone  además,  2.",  que  los  milagros  no 
pueden  ser  objeto  de  un  testimonio  histórico,  ya  porque  el  milagro 
envuelve  la  anulación  de  las  leyes  de  la  naturaleza,  ya  porque  el  que 
se  presenta  como  principal,  que  es  la  resurrección  de  Cristo,  es  un 
objeto  de  fe,  y  así  aun  en  los  mismos  principios  católicos  no  puede  ser 
objeto  de  experiencia  sensible.  ¿Pero  qué  dificultad  hay  en  que  un 
hecho  milagroso,  v.  gr.,  la  resurrección  de  Lázaro,  pudiera  ser  objeto  de 
un  testimonio  por  parte  de  los  que  lo  presenciaron?  El  milagro,  en  su 
realidad  objetiva,  es  un  hecho  del  orden  empírico,  y  así,  perceptible, 
como  cualquiera  otro  hecho  experimental,  por  la  experiencia  sensible. 
Con  respecto  á  su  causa,  los  mismos  sentidos,  y  la  razón  por  su  medio, 
pueden  cerciorarse  de  que  no  es  un  agente  natural.  La  oposición  del 
efecto  milagroso  á  las  leyes  naturales,  ó  la  anulación  del  orden  y  curso 


DE   LOS   EVANGELIOS   SINÓPTICOS  335 

natural  de  los  seres,  sólo  puede  objetarla  el  que  desconoce  la  naturaleza 
de  esas  leyes  y  el  poder  ó  la  Providencia  divina. 

Por  lo  que  toca  á  la  resurrección  de  Jesucristo,  una  cosa  es  el  hecho 
de  la  identidad  del  aparecido  á  los  Apóstoles  con  su  antiguo  Maestro,  de 
quien  les  constaba  haber  expirado  en  la  Cruz,  y  otra  la  aplicación  de 
aquel  hecho  experimental  con  su  consecuencia  inmediata  á  la  persona 
del  Hijo  de  Dios.  La  identidad  es  un  hecho  de  evidencia  sensible;  su 
consecuencia  inmediata,  también  del  orden  natural,  era  que  Jesús  había 
resucitado,  pues  no  podía  aparecerse  vivo  el  que  había  muerto  sino  vol- 
viendo á  la  vida.  Ni  uno  ni  otro  son  objeto  de  fe,  ni  para  los  Apóstoles 
que  lo  palpaban  con  evidencia  sensible  é  inmediata,  ni  para  nosotros 
que  lo  sabemos  con  certidumbre  moral  é  histórica,  pero  indudable,  por 
el  testimonio  de  los  Apóstoles.  Mas  el  artículo  de  la  resurrección  no  es: 
«yo  creo  que  este  hombre  es  el  mismo  que  el  Maestro  de  los  Apóstoles 
antes  de  la  resurrección»;  sino:  «yo  creo  que  este  hombre  resucitado  es 
el  Hijo  de  Dios»;  ó  lo  que  es  lo  mismo:  «yo  creo  que  el  Hijo  de  Dios  fué 
quien  resucitó».  No  de  otro  modo  se  nos  propone  este  artículo  en  el  sím- 
bolo: «Creo  en  Jesucristo  su  único  Hijo,  el  cual...  resucitó  de  entre  los 
muertos,»  es  decir,  creo  que  el  Hijo  de  Dios  resucitó  de  entre  los  muer- 
tos. Y  en  la  misma  forma  hace  Tomás  en  el  Cenáculo  la  profesión  de  su 
fe,  sancionada  luego  por  Cristo:  «Señor  mío  y  Dios  mío»  (eres  tú,  ó:  yo 
creo  que  tú  eres.  Nótese  que  ambos  nombres  están  en  nominativo,  no 
en  vocativo):  á  cuya  protestación  responde  Jesús:  «Porque  me  viste,  es 
decir,  me  palpaste;  porque  te  cercioraste  por  el  contacto  de  que  soy  tu 
Maestro  de  antes,  has  creído  mi  divinidad,  y  que  el  resucitado  á  quien 
contemplas  es  el  Hijo  de  Dios.»  Primero  ve  Tomás  la  resurrección,  des- 
pués cree,  y  sin  embargo,  el  argumento  Aquiles  de  Loisy,  y  contra  la 
realidad  histórica  de  la  resurrección,  es  el  de  que  la  resurrección  de 
Jesús  es  objeto  de  fe.  Pero  hay  más:  excelentes  católicos,  y  no  cuales- 
quiera, sino  instruidos,  tienen  sobre  la  materia  ideas  bastante  confu- 
sas (1). 

L.   MURILLC. 
(Concluirá.) 


(1)  Lo  dicho  no  impide  que  el  hecho  mismo  de  la  resurreción  puede  ser  objeto  de 
fe  en  cuanto  propuesto  por  el  Evangelio  escrito,  reconocido  como  inspirado.  Pero 
esto  es  cosa  accidental,  secundaria:  la  cuestión  capital  versa  sobre  la  resurrección  como 
objeto  de  fe  aun  para  los  mismos  Apóstoles  y  en  su  concepto  primario. 


Pslcologío  experimental  del  corazón  humano. 

(1°) 


Sumario:  1.  El  corazón  humano:  lo  que  da,  lo  que  hace,  lo  que  es. — Movimientos  car- 
díacos normales  y  anormales.— 2,  Vida  de  relación  del  corazón  con  el  cerebro  y  con 
la  vida  afectiva. 


R< 


lO  hay  en  el  hombre  órgano  ni  viscera  que  en  el  lenguaje  del  vulgo 
haya  sido  revestido  de  tanto  idealismo  como  el  corazón;  ni  hay  en  la 
Psicología  experimental  experiencias  que  tan  vivamente  interesen  como 
las  que  expresan  las  relaciones  psico-fisiológicas  del  corazón  humano. 

Dejamos  tiempo  ha  establecida  y  como  cerrada  la  cuestión  de  legi- 
timidad ó  de  derecho,  respecto  de  la  mensurabilidad  de  los  fenómenos 
psicológicos  sensitivos.  Problemas  de  actualidad  ó  de  más  actualidad, 
como  el  modernismo,  la  anexión  de  Bosnia  y  Herzegovina,  el  darwinismo 
y  otros,  nos  han  impedido  tratar  la  cuestión  de  hecho,  ó  sea  de  las 
medidas  en  uso  para  apreciar  y  determinar  el  valor  de  dichos  fenómenos. 
Pues  bien,  para  probar  con  un  hecho  entre  mil  la  mensurabihdad  psico- 
lógica, nos  fijaremos  en  los  instrumentos  y  gráficas  concernientes  al 
corazón.  Mas  como  estos  instrumentos  se  aplican  solamente  al  lado  fisio- 
lógico, estableceremos  primero  la  conexión  que  hallamos  en  el  corazón 
entre  lo  fisiológico  y  lo  psicológico,  para  que,  conocida  esta  conexión, 
vengamos  en  conocimiento  de  la  mensurabilidad. 

El  fin,  por  tanto,  de  este  artículo  será  exponer:  1."  En  qué  consiste  el 
corazón  del  hombre:  tal  será  el  aspecto  anatómico-fisiológico  del  cora- 
zón, 2.°  Cómo  su  acción  repercute  en  el  cerebro  y  viceversa:  he  ahí  su 
primer  punto  de  vista  psicológico.  3.°  Por  qué  y  cómo  el  corazón  es 
expresión  de  los  afectos  humanos:  he  ahí  su  segunda  y  más  honda  fase 
psicológica. 

I 

¿Qué  es  el  corazón  humano?  Disponemos  al  parecer  de  un  medio 
cómodo  y  sencillo  para  conocerlo.  Cuando  queremos  tener  noticias  de 
una  persona  querida  que  vive  en  lejanas  tierras,  nos  apresuramos  á  pre- 
guntar á  los  que  de  ellas  han  venido.  La  sangre  viene  de  las  regiones  del 
corazón,  viene  de  esas  misteriosas  playas.  Interroguémosla.  ¿Qué  nos 
dice  de  esas  lejanías?  ¿Cuál  es  el  perfume  de  sus  brisas?  ¿Cuáles  las 
rayas  y  matices  que  en  el  espectro  reflejan  los  rayos  del  sol  que  ilumina 


PSICOLOGÍA   EXPERIMENTAL   DEL   CORAZÓN    HUMANO  337 

aquellas  tierras?  Pero  ante  todo  fijémonos  en  la  calidad  del  mismo  per- 
sonaje que  viene  de  las  regiones  cardíacas. 

Si  analizamos  la  sangre  que  en  cantidad  suficiente  brota  de  una 
herida,  observaremos  que  se  compone  de  dos  partes:  una,  transparente, 
líquida,  casi  incolora,  que  sobrenada  y  se  llama  suero;  otra,  espesa, 
opaca,  de  un  rojo  oscuro,  que  ocupa  el  fondo  y  recibe  el  nombre  de 
coágulo.  Si,  precisando  más  el  análisis,  la  mantenemos  á  una  temperatura 
bastante  fría,  notaremos  que  se  divide  en  tres  partes.  La  que  flota  en  la 
parte  superior  es  transparente,  líquida,  incolora,  cuyo  volumen  es  apro- 
ximadamente de  unas  9/20  partes;  la  central  es  de  color  gris,  muy  con- 
sistente y  ocupa  1/20  parte;  la  más  baja,  que  reside  en  el  fondo  del  reci- 
piente, es  opaca,  viscosa  y  rojo  oscura,  y  viene  á  ser  como  la  mitad  del 
líquido  total.  ¿Qué  nos  dice  todo  esto  del  corazón?  Nada. 

Si  á  la  simple  vista  nada  descubrimos  en  la  sangre  respecto  del  cora- 
zón, examinémosla  al  microscopio.  Coloquemos  entre  dos  láminas  de 
vidrio  una  gota  de  sangre  humana,  y  veremos  cómo  se  extiende  rápida- 
mente en  todas  direcciones,  y  cómo  su  espesor  va  disminuyendo  hasta 
dejar  pasar  un  haz  de  rayos  luminosos.  Si  luego  depositamos  las  láminas 
de  vidrio  sobre  la  platina  del  microscopio  y  dirigimos  la  visual  para 
observar  la  gotita  de  sangre,  descubriremos,  nadando  en  medio  de  un 
líquido  incoloro,  una  multitud  de  discos  circulares,  diminutos,  como 
engarzados  los  unos  en  los  otros,  á  guisa  de  mallas  de  una  red  de  seda, 
ó,  como  dice  un  ilustre  escritor,  dispuestos  como  pilas  de  monedas  sobre 
la  mesa  de  un  banquero.  Estos  discos,  aunque  no  son  esféricos,  sino  ver- 
daderos discos  deprimidos  por  el  centro  y  abultados  por  los  bordes,  son 
conocidos  con  el  nombre  áe  glóbulos  de  la  sangre.  De  ellos  los  hay— son 
los*más  numerosos— que  presentan  un  color  anaranjado  un  poco  bajo: 
son  los  glóbulos  rojos;  los  hay  que  son  de  un  blanco  ligeramente  opa- 
lado:  son  los  glóbulos  blancos.  Vierordt,  fisiólogo  alemán,  ha  calculado 
en  cinco  millones  el  número  de  glóbulos  contenidos  en  un  milímetro 
cúbico  de  sangre.  Welken  añade  que  si  todos  los  glóbulos  que  circulan 
en  el  cuerpo  humano  se  colocasen  extendidos,  los  unos  junto  á  los  otros, 
cubrirían  una  superficie  de  2.816  metros  cuadrados.  Esto  y  poco  más  nos 
dice  el  microscopio. 

¿Nos  revelará  algo  más  la  química?  El  análisis  químico,  por  medio  de 
procedimientos  delicados,  halla  en  la  sangre  muchos  elementos,  como 
son:  agua,  albúmina,  fibrina,  azúcar  y  materias  grasas;  ácidos,  como  el 
butírico,  láctico,  fórmico,  etc.;  sales  de  cal,  de  magnesia;  gases,  como 
el  oxígeno,  ázoe,  ácido  carbónico;  es  decir,  los  elementos  que  se 
encuentran  en  los  músculos,  en  los  huesos,  en  la  pulpa  nerviosa  del 
cerebro,  en  los  cabellos,  uñas  y  en  todo  nuestro  cuerpo.  El  análisis 
químico  halla  también  en  ella  otro  elemento,  no  de  nutrición  ni  de  fuer- 
za, pero  sí  de  gracia  y  hermosura:  la  hemoglobina,  principio  colorante 
peculiar,  de  un  rojo  más  subido  y  brillante  que  el  del  rubí,  y  que,  extraído 


338  PSICOLOGÍA    EXPERIMENTAL   DEL    CORAZÓN    HUMANO 

de  la  sangre,  cristaliza  en  formas  geométricas  de  perfecta  regularidad. 

Acudamos  á  la  citología.  El  cuerpo  del  hombre  en  el  primer  mo- 
mento de  su  existencia  es  tan  diminuto  como  rudimentario;  se  reduce  á 
una  célula  con  su  centro,  su  núcleo  y  su  envoltura,  que  se  agranda  y 
se  multiplica  para  formar  los  músculos,  los  nervios  y  la  armazón  huesosa. 
Como  toda  célula  tiene  vida  y  funciona  y  trabaja,  y  trabajando  se  fatiga 
y  desgasta,  necesita  alimento.  Este  alimento  se  lo  proporciona  la  sangre: 
la  sangre  es  la  encargada  de  nutrirla,  de  reparar  sus  pérdidas  y  las  de 
todo  el  organismo  y  de  reconstituir  sin  cesar  nuestro  cuerpo.  Y  como  la 
célula,  es  decir,  la  parte  del  organismo,  está  fija  en  su  lugar  y  no  puede 
ir  á  la  sangre  ni  al  corazón,  la  sangre  irá  á  ella  lanzada  por  el  corazón, 
recorrerá  toda  la  superficie  interna  del  organismo  y  por  innumerables 
canales  penetrará  en  las  más  secretas  profundidades  de  la  célula.  La 
sangre  nutre  generosamente  á  la  célula,  sin  que  de  ésta  reciba  más  que 
los  residuos  de  la  combustión  del  oxígeno,  y  se  extenúa  y  se  agota  y  se 
inficiona,  y  tiene  necesidad  de  volver  al  corazón  para  purificarse  y  rege- 
nerarse, para  lo  cual  está  animada  de  un  movimiento  circulatorio. 

Y  he  aquí  cómo  el  corazón,  fisiológicamente  considerado,  es  el 
órgano  principal  de  la  circulación  de  la  sangre.  En  la  economía  animal 
no  hay,  después  del  aparato  nervioso,  un  conjunto  de  órganos  de  tanta 
trascendencia  como  el  aparato  circulatorio  de  la  sangre.  Sabido  es  que 
si  el  corazón  se  para,  siquiera  sea  por  breves  momentos,  bien  pronto 
sobreviene  la  muerte,  y  que  esto  mismo  puede  suceder  cuando  un  obs- 
táculo notable  se  opone  al  libre  curso  de  la  sangre  en  un  vaso  de  impor- 
tancia. Por  otra  parte,  para  que  el  organismo  siga  viviendo  ha  de  haber 
entradas  y  salidas:  entradas  de  oxígeno  y  principios  nutritivos  regene- 
radores; salidas  de  residuos  que  resultan  de  la  destrucción  de  sustancia 
organizada.  Ahora  bien,  estas  entradas  y  salidas  se  verifican  gracias  á  la 
sangre,  que,  circulando  continuamente  por  un  sistema  de  vasos,  que  se 
llama  aparato  circulatorio,  toma  de  las  células  los  excretas  y  los  lanza  á 
la  superficie  externa,  recibiendo,  en  cambio,  de  ésta  los  principios  nutri- 
tivos para  irlos  distribuyendo  entre  los  elementos  anatómicos. 

Acompañar  á  la  sangre  en  su  viaje  circular  á  través  del  cuerpo,  cosa 
grata  sería,  al  par  que  instructiva;  pero  no  hace  á  nuestro  propósito. 
Baste  decir  (]ue,  tanto  en  la  circulación  grande  ó  general  como  en  la 
pequeña  ó  pulmonar,  las  arterias  son  las  vías  por  donde  va  la  sangre; 
las  venas  por  donde  vuelve.  Mas  para  cuando  está  de  vuelta  en  el  cora- 
zón, ya  se  halla  parcialmente  regenerada.  Es  que  al  llegar  á  la  altura  de 
la  espalda  ó  de  la  clavícula  ha  encontrado  la  abertura  del  canal  torácico, 
por  el  cual  son  conducidos  todos  los  productos  extraídos  de  los  ali- 
mentos que  el  estómago  ha  digerido,  productos  compuestos  de  princi- 
pios vivificantes,  donde  hay  fibrina,  sales,  azúcar,  materias  grasas,  etc., 
las  cuales  se  mezclan  allí  con  la  sangre,  con  lo  cual  recobra  la  sangre 
toda  la  riqueza  nutritiva  que  perdió.  Sólo  le  falta  proveerse  de  oxígeno 


PSICOLOGÍA   EXPERIMENTAL   DEL   CORAZÓN    HUMANO  339 

y  purificarse  de  los  residuos  que  arrastra  y  del  ácido  carbónico  que  la 
inficiona,  cosa  que  logra  cuando,  de  vuelta  en  el  corazón,  sale  de  su  ven- 
trículo derecho  y  llega  á  los  pulmones:  aquí  es  donde  la  sangre  se  refri- 
gera en  una  atmósfera  de  aire  puro  y  recientemente  aspirado,  del  que  los 
glóbulos  se  proveen  de  oxígeno,  al  mismo  tiempo  que  se  desprende  el 
ácido  carbónico  y  son  consumidos  allí  mismo  los  residuos  de  la  combus- 
tión. Los  cuales  son  expelidos  al  aire  que  nos  rodea  en  una  espiración,  y 
la  sangre,  ya  renovada  y  fresca,  vuelve  á  entrar  de  nuevo  por  la  aurícula 
izquierda  en  el  corazón,  para  emprender  y  continuar  sin  cesar  su  viaje 
circular. 

Y  esta  es  la  ocupación  perenne  del  corazón,  por  medio  de  sus  con- 
tracciones y  relajaciones  periódicas,  que  se  llaman,  respectivamente,  sís- 
tole y  diástole.  Sístole  auricular,  sístole  ventricular  y  diástole  general: 
he  ahí  los  tres  tiempos  del  funcionamiento  del  corazón.  Primero  se  con- 
traen las  aurículas,  después  los  ventrículos  y,  por  último,  hay  un  período 
de  tiempo  en  que  todas  las  cavidades  descansan.  El  primero  dura  7s  del 
tiempo  total,  el  segundo  Vs  y  el  tercero  otros  ''3.  El  conjunto  de  los  tres 

tiempos  recibe  el  nombre  de  revolución  cardiaca,  que  es  igual  á 
1225 
-^  -h  -^  -t-  -^  —  -^      1 ,  Ó  sea,  la  ocupación  continua  del  corazón. 

El  trabajo  realizado  por  el  corazón  en  la  revolución  cardíaca  es 
beneficioso  en  sumo  grado  para  el  organismo.  En  primer  lugar,  por  la 
cantidad  de  sangre  que  lanza  y  distribuye;  la  que  lanza  cada  ventrículo 
en  el  sístole  es  variable,  pero  puede  calcularse  en  el  hombre  en  180  gra- 
mos aproximadamente.  En  segundo  lugar,  la  energía  que  en  esto  gasta 
el  corazón  es  grande.  La  fuerza  cardíaca  se  mide  por  la  presión  máxima 
soportada  por  cada  ventrículo  en  el  sístole,  multiplicada  por  la  superfi- 
cie de  los  ventrículos. 

No  hay  para  qué  describir  aquí  las  experiencias  hechas  á  este  objeto 
por  Hales,  Poiseuille,  etc.  Bastará  consignar  que  la  fuerza  del  ventrículo 
izquierdo,  suponiendo  que  la  presión  en  el  origen  de  la  aorta  sea  de  200 
milímetros,  es  en  el  hombre  de  2.400  kilogramos.  El  trabajo  cardíaco 
puede  evaluarse  en  el  hombre  en  80.000  kilogramos  ó  algo  menos  por 
día.  Según  Beaunis,  no  pasa  de  62.208.  Estas  cifras  resultan  de  multipli- 
car la  cantidad  de  sangre  que  sale  del  ventrículo  por  la  presión  del  líquido 
en  el  momento  de  salir;  de  modo  que  para  el  ventrículo  izquierdo,  verbi- 
gracia, tendríamos:  180  gramos  de  sangre  por  2  ^¡^  m.  (20  cm.  de  mer- 
curio) =^0,45  kilog.  por  sístole  ^  0,54  por  segundo.  Este  trabajo  repre- 
senta unas  200  calorías,  que  se  utilizan  en  la  termogénesis;  en  otros 
términos:  la  cantidad  de  energía  que  gasta  el  corazón  representa  una 
quinta  parte  de  la  que  se  produce  en  el  organismo.  En  un  año  podría  el 
corazón  elevar  un  kilogramo  á  la  altura  de  25.500.000  metros.  El  tra- 
bajo del  corazón  humano  durante  setenta  ú  ochenta  años  bastaría  para 
levantar  un  tren  férreo  á  la  altura  del  Mont-Blanc. 


340  PSICOLOGÍA    EXPERIMENTAL   DEL    CORAZÓN    HUMANO 

Con  este  trabajo  el  corazón  lanza  la  sangre,  la  rechaza  y  la  regula. 
La  lanza,  porque  la  causa  principal  de  la  marcha  de  la  sangre  por  las 
arterias  es  la  contracción  de  los  ventrículos;  la  causa  inicial  de  la  circu- 
lación venosa  es  el  sístole  ventricular,  y  una  de  las  causas  de  su  marcha 
por  los  capilares  es  también  la  contracción  cardíaca.  La  rechaza,  porque 
en  no  pocos  casos  la  gravedad  haría  que  el  líquido  retrocediese,  si  no 
fuera  porque  lo  impiden  las  válvulas  del  corazón.  Estas  válvulas,  descu- 
biertas por  Fabricio  de  Aguapendiente,  son  las  que  se  cierran  é  impiden 
que  el  retroceso  se  verifique  cuando  la  sangre  tiende  á  retroceder.  La 
regula,  regula  su  movimiento,  manteniendo  con  los  movimientos  perió- 
dicos y  regulares  de  sístole  y  diástole  la  necesaria  y  constante  desigual- 
dad de  presión  entre  los  diferentes  segmentos  del  árbol  circular. 

* 
*  * 

Ya  sabemos  lo  que  da  ó  reparte  el  corazón  al  organismo,  y  sabemos 
cómo  lo  da,  cómo  funciona:  fáltanos  saber  lo  que  es;  preguntémoselo  á 
la  anatomía.  El  corazón  es  lo  que  aparece  primero  en  el  organismo 
humano,  cuando  apenas  empiezan  á  dibujarse  los  primeros  lineamentos 
del  cuerpo.  Á  los  diez  ó  doce  días  de  vida  es  como  un  punto  rojo  casi 
imperceptible;  luego  aparece  como  una  simple  vesícula,  aún  sin  forma 
definiva.  Á  las  cuatro  semanas  esta  vesícula  se  divide  por  medio  de  un 
tabique  en  dos  cámaras;  á  la  octava  semana  un  nuevo  tabique  divide  á 
su  vez  las  dos  cámaras,  viniendo  éstas  á  ser  cuatro,  bien  que  en  este 
tiempo  no  son  en  rigor  más  que  tres,  por  permanecer  aún  abierta  la 
comunicación  entre  dos  de  las  bolsas  ó  departamentos;  después  del 
nacimiento  esta  comunicación  se  cierra,  y  el  corazón  queda  constituido  en 
un  músculo  rojo  y  hueco  dividido  por  un  tabique  vertical  en  dos  bolsas 
independientes;  una,  en  el  trayecto  de  la  sangre  venosa  que  recibe  de 
todas  las  partes  del  cuerpo  y  envía  al  pulmón;  otra,  en  el  trayecto  de  la 
sangre  arterial  que  recibe  de  este  último  órgano  y  la  impele  á  todas  las 
partes  del  cuerpo.  Cada  uno  de  estos  departamentos  está  dividido  en 
otros  dos  que  comunican  entre  sí;  los  superiores  se  llaman  aurículas  y 
los  inferiores  ventrículos. 

No  nos  detendremos  en  la  descripción  de  estas  partes;  lo  que  importa 
saber  es  que  desde  el  principio  de  su  existencia  hasta  su  completo  des- 
arrollo, el  corazón  humano  en  ninguna  de  sus  fases  ó  estados  cesa  de 
impeler  por  todo  el  organismo  las  oleadas  de  sangre  vivificante  y  rege- 
neradora. El  corazón  asi  constituido  viene  á  ser  una  pequeña  bomba  de 
paredes  gruesas  y  flexibles,  de  dos  cavidades  distintas  que  se  comu- 
nican entre  sí,  no  directa  é  inmediatamente,  sino  por  un  sistema  de 
canales.  Su  funcionamiento  semeja  en  todo  al  de  una  bomba  ordinaria 
de  caucho,  que,  disminuyendo  de  volumen,  arroja  por  un  lado  el  líquido 
que  contiene,  y  volviendo  á  adquirir  sus  dimensiones,  aspira  el  líquido 


PSICOLOGÍA   EXPERIMENTAL   DEL   CORAZÓN   HUMANO  341 

por  otra  parte.  El  corazón,  lo  mismo  que  la  bomba  de  caucho,  está 
provisto  de  válvulas  que  determinan  la  dirección  de  la  corriente.  La  mi- 
tad izquierda  aspira  la  sangre  de  los  pulmones,  y  la  lanza  á  través  de 
todos  los  vasos  del  cuerpo  á  la  mitad  derecha.  Esta  mitad,  á  su  vez,  al 
comprimirse,  la  arroja  á  través  del  pulmón  hasta  el  corazón  izquierdo, 
esto  es,  á  la  parte  izquierda  de  la  pared  vertical.  Este  trabajo  pone  á  la 
sangre  en  movimiento  en  todos  los  canales  y  triunfa  de  las  múltiples 
resistencias  que  encuentra  en  su  camino. 

Henos  aquí  en  disposición  de  preguntar  cuál  es  la  causa  de  los  movi- 
mientos del  corazón.  Sabemos  que  los  movimientos  del  corazón  son 
causa  principal,  no  exclusiva,  de  la  marcha  de  la  sangre  á  través  del 
cuerpo;  pero,  ¿cuál  es  la  causa  de  los  mismos  movimientos  del  corazón? 
La  respuesta  adecuada  á  esta  pregunta  servirá  para  resolver  la  cuestión 
principalísima  de  las  relaciones  entre  el  corazón  y  el  cerebro,  entre  el 
corazón  y  la  vida  afectiva  y  emocional.  Pero  ante  todo,  hay  que  distin- 
guir la  causa  del  movimiento  normal  del  corazón  de  la  causa  que  lo  per- 
turba y  altera. 

¿Dónde  está  la  causa  de  los  movimientos  regulares  del  corazón?  En 
el  corazón  mismo.  Si  se  arranca  el  corazón  á  una  rana  y  se  coloca  en 
una  mesa,  continuará  latiendo  por  mucho  tiempo.  La  experiencia  hecha 
con  el  corazón  de  la  rana  puede  aplicarse  al  corazón  de  cualquier  ani- 
mal de  sangre  fría,  y  se  podrá  observar  su  movimiento  durante  un  día 
entero.  Otro  tanto  sucede  con  el  de  los  animales  de  sangre  caliente,  si 
por  medios  mecánicos  se  le  alimenta  de  sangre  oxigenada.  He  aquí  un 
experimento  de  laboratorio.  Cortada  la  cabeza  á  un  perro  á  la  altura 
conveniente  para  poder  operar  en  la  misma  entrada  de  los  grandes  vasos 
del  tronco  y  de  la  cabeza,  basta  injertar  sangre  oxigenada  en  el  tronco 
del  cuerpo  muerto  para  verle  moverse,  primero  irregular  y  desordena- 
damente, luego  con  regularidad;  el  corazón  palpita,  agítanse  los  miem- 
bros, como  si  quisieran  sacudir  un  dolor,  y  el  tronco  se  levanta.  Mas  tan 
pronto  como  el  instrumento  del  fisiólogo  deja  de  funcionar,  queda  de 
nuevo  el  cuerpo  paralizado  é  inerte,  cesa  de  latir  el  corazón,  el  pecho 
vuelve  á  bajarse,  tórnanse  inmóviles  y  rígidos  los  miembros  y  la  frialdad 
é  insensibilidad  de  la  muerte  invade  de  nuevo  todo  el  cuerpo.  La  causa, 
pues,  de  los  movimientos  regulares  y  rítmicos  del  corazón  ha  de  bus- 
carse en  el  corazón  mismo. 

Otro  experimento.  Injértesele  la  sangre  en  la  cabeza,  y  se  verá  cómo 
se  abren  los  ojos,  cómo  se  revuelven  espantados  en  las  órbitas  agranda- 
dadas,  cómo  tiemblan  los  labios,  cómo  se  contraen,  cómo  se  mueven  los 
músculos,  hasta  que  una  como  segunda  agonía  los  deja  de  nuevo  yertos 
é  inmóviles.  Si  estas  experiencias  se  hicieran  en  un  ajusticiado,  el  espec- 
táculo sería  horrible. 

Cuando  vemos  que  el  corazón,  arrancado  del  pecho,  continúa 
latiendo  durante  algún  tiempo,  lo  primero  que  ocurre  espontáneamente 

RAZÓN   Y  FE,  TOMO   XXVI  23 


342  PSICOLOGÍA   EXPERIMENTAL   DEL   CORAZÓN   HUMANO 

es  atribuirlo  á  los  ganglios  cardíacos;  pero  no  debe  de  ser  así,  cuando 
con  excitar  solamente  la  punta  del  corazón,  que  ni  tiene  ganglios  ni  se 
relaciona  con  ellos,  late  rítmicamente.  La  causa  de  la  contractilidad  car- 
díaca está  en  la  misma  fibra  muscular  del  corazón.  Porque,  ora  sea  la 
sangre  el  agente  que  excita  la  fibra  muscular  del  corazón,  ora  sea  un 
choque  de  inducción  ó  una  corriente  continua,  el  órgano  se  contrae  rít- 
micamente. Incrustados  en  el  interior  y  alrededor  de  las  paredes  muscu- 
lares del  corazón  se  hallan  los  centros  nerviosos,  los  ganglios  nerviosos 
que  envían  á  la  fibra  muscular  las  excitaciones  necesarias  para  su  con- 
tracción. Estos  ganglios  nerviosos  son  tres:  el  de  Remak,  el  de  Ludwig 
y  el  de  Bidder.  Stannius  ha  sido  quien  con  sus  célebres  experiencias  ha 
puesto  en  claro  el  papel  de  estos  ganglios.  Las  principales  experiencias 
son  éstas:  1."  Si  se  practica  una  ligadura  por  debajo  del  ganglio  de  Bid- 
der, la  punta  del  corazón  se  paraliza.  2."  Si  se  practica  una  ligadura 
sobre  el  seno  venoso  ó  confluencia  de  las  venas  gruesas  en  la  aurícula 
derecha,  el  corazón  se  paraliza  en  díastole.  3."*  Si,  practicada  esta  liga- 
dura, se  hace  otra  en  el  surco  auriculo  ventricular,  entre  el  ganglio  de 
Bidder  y  el  de  Ludwig,  la  aurícula  sigue  paralizada  y  el  ventrículo  eje- 
cuta cierto  número  de  contracciones  rítmicas.  De  estas  experiencias 
dedujo  las  siguientes  conclusiones:  1."  Que  el  ganglio  de  Remak  es  exci- 
tomotor.  2."  Que  el  ganglio  de  -Ludwig  es  inhibitorio.  3."  Que  el  ganglio 
de  Bidder  es  excitomotor. 

Es  de  notar  que  si  en  las  condiciones  externas  de  que  el  corazón  está 
rodeado  no  hay  cambio  alguno,  ó  lo  que  es  lo  mismo,  si  las  palpitacio- 
nes del  corazón  se  conservan  independientes  de  extrañas  influencias, 
estas  palpitaciones  siguen  siendo  regulares,  uniformes,  y  su  ritmo  per- 
manece constante,  como  la  oscilación  de  un  metrónomo.  He  ahí  la  pulsa- 
ción normal  y  tranquila  del  corazón  humano,  cuya  causa  hemos  hallado 
en  el  corazón  mismo. 

Pero  no  es  esta  la  cuestión  que  más  nos  interesa.  El  problema  más 
importante  de  la  psicofisiología  del  corazón  es  el  de  hallar  la  causa  de 
los  movimientos  anormales,  esto  es,  por  qué  el  corazón  acelera  ó 
retarda  á  veces  notablemente  la  marcha  de  sus  movimientos,  y  qué  rela- 
ción tiene  esto  con  las  emociones  fuertes  é  intensas  del  alma.  Para 
resolver  el  doble  aspecto  de  este  problema  hay  que  subir  á  las  alturas 
de  la  Psicología.  ¿Qué  es,  pues,  el  corazón  psicológicamente  consi- 
derado? 

II 

Primera  fase:  Vida  de  relación  con  el  cerebro. -Cl.  Bernard  fué 
quizá  el  primero  en  demostrar  en  1864,  en  una  conferencia  dada  en  la 
Sorbona,  la  mutua  dependencia  del  corazón  y  de  los  fenómenos  cere- 
brales. El  corazón  está  relacionado  con  el  cerebro  por  un  gran  número 


PSICOLOGÍA   EXPERIMENTAL  DEL   CORAZÓN   HUMANO  343 

de  fibras  nerviosas  que  semejan  hilos  telegráficos;  de  ¡da,  para  trans- 
mitir los  telegramas  del  cerebro  al  corazón;  de  vuelta,  para  comunicar 
al  cerebro  las  noticias  del  corazón.  Entre  estas  fibras  merecen  especial 
mención  dos  grupos  de  haces  ó  cordones,  que  esparcen  por  el  corazón 
sus  ramificaciones  cruzándole  por  todas  partes,  como  cruzan  las  ramas 
extremas  de  una  hiedra  un  nudoso  tronco:  aquél  viene  del  cerebro 
pasando  por  el  gran  simpático,  éste  pasa  por  el  neumogástrico.  Su 
función  es  inversa.  La  acción  del  gran  simpático  sobre  el  corazón  es 
aceleratriz,  acelera  los  latidos;  la  del  neumogástrico  los  retarda.  Los 
nervios  aceleradores  se  juntan  en  el  corazón  á  los  ganglios  motores;  los 
retardadores  á  los  reguladores,  de  donde  la  excitación  de  aquellos  ner- 
vios viene  á  ser  un  refuerzo  para  estos  ganglios.  Así  se  comprende  que 
el  cerebro  influya  directamente  en  el  corazón. 

Para  demostrar  experimentalmente  esta  verdad  se  coloca  un  animal, 
que  comúnmente  es  un  perro  ó  un  conejo,  sobre  una  mesa,  tan  sujeto 
que  no  se  pueda  mover.  Á  través  de  las  membranas  y  demás  envol- 
turas del  pecho,  entre  la  cuarta  ó  quinta  costilla,  se  introduce  un  cilin- 
drito  hueco.  En  el  interior  del  cilindro  se  mete  un  alfiler  largo,  cabeza 
abajo,  hasta  que  descansa  en  el  mismo  corazón,  á  fin  de  que  pueda 
acusar  los  movimientos  de  éste.  Si  se  quiere  hacerlos  fácilmente  percep- 
tibles á  todos  los  circunstantes,  se  fija  en  la  punta  del  alfiler— de  manera 
que  sobresalga  del  cilindro— una  banderita  de  papel,  cuyas  oscilaciones 
periódicas  pueden  fácilmente  notarse.  Y,  en  efecto,  se  nota  que  la  ban- 
derita sube  y  baja  con  regularidad:  significa  los  latidos  normales  del 
corazón.  Si  entonces  se  descubre  el  gran  simpático  y  se  le  excita  ligera- 
mente, se  verá  que  se  han  acelerado  los  movimientos  del  corazón,  siendo 
la  aceleración  tanto  más  rápida  cuanto  la  excitación  es  más  intensa;  y, 
por  el  contrario,  si  se  corta  el  nervio,  las  palpitaciones  se  retardan  inme- 
diatamente de  un  modo  extraordinario.  Lo  cual  quiere  decir  que  la  acción 
del  gran  simpático  sobre  el  corazón  es  aceleratriz.  Con  el  neumogás- 
trico sucede  al  revés:  excítesele  ligeramente,  y  los  movimientos  del  cora- 
zón se  harán  lentos;  excítesele  con  más  intensidad,  y  se  harán  mucho  más 
lentos,  con  más  intensidad  aún,  y  cesarán  bruscamente;  en  fin,  si  se  corta 
el  neumogástrico,  súbitamente  volverá  de  nuevo  el  corazón  á  latir  con 
extraordinaria  rapidez.  Luego  la  acción  de  este  nervio  sobre  el  corazón 
es  moderatriz,  es  retardatriz.  Estas  conclusiones  no  son  enteramente 
rigurosas;  las  experiencias  indicadas  no  siempre  han  dado  estos  resul- 
tados, pero  sí  en  la  mayor  parte  de  los  casos. 

El  cerebro  tiene  otro  medio  indirecto  para  obrar  sobre  el  corazón,  y 
es  por  medio  de  los  nervios  vaso-motores.  Si  el  corazón  no  obedece 
en  seguida  á  sus  indicaciones,  puede  obligar  á  las  pequeñas  arterias  á 
reducir  su  calibre,  porque  los  músculos  de  éstos  se  hallan  subordinados 
á  nervios  que  terminan  en  el  gran  simpático.  Cuando  los  nervios  non 
excitados,  disminuyen  el  volumen  de  los  vasos;  cuando  no  son  excitados, 


344  PSICOLOGÍA   EXPERIMENTAL  DEL   CORAZÓN   HUMANO 

aumenta  el  calibre  ó  volumen  de  aquéllos.  De  ahí  que  á  la  primera  señal 
de  insubordinación  del  corazón,  los  vasos  se  estrechan  y  regulan  la  can- 
tidad de  sangre  que  en  un  tiempo  dado  debe  pasar  por  un  órgano  cual- 
quiera del  cuerpo. 

Esta  facultad  del  gobierno  central  de  tener  en  su  mano  los  medios 
de  obrar  sobre  el  corazón,  es  tanto  más  importante  cuanto  que  el  cora- 
zón no  puede  saber,  como  antes  no  haya  sido  prevenido,  si  un  accidente 
local  impide  la  circulación  y  si  debe  modificar  su  marcha  normal;  al 
cerebro  corresponde  modificar  la  afluencia  de  la  sangre  y  el  funciona- 
miento de  los  órganos.  Las  excitaciones  de  la  periferia  del  cuerpo  con- 
vergen al  cerebro  y  repercuten  en  los  nervios  del  corazón.  Así,  por  ejem- 
plo, si  la  mano  se  somete  al  frío,  los  nervios  sensitivos  lo  anuncian  al 
cerebro;  éste  paraliza  los  nervios  vaso-motores,  aumenta  el  volumen  de 
las  arterias,  afluye  la  sangre  y  se  enrojece  la  mano.  Por  el  contrario,  si 
el  cerebro  recibe  una  impresión  viva,  emocional,  y  excita  todos  los  ner- 
vios constrictores,  el  volumen  de  los  vasos  disminuye  bruscamente  y  el 
corazón  no  puede  vencer  las  resistencias  acumuladas  y  arrojar  la  sangre. 
Resultado,  que  se  forma  en  su  cavidad  una  acumulación  súbita  de  san- 
gre, y  corre  el  mismo  peligro  que  una  caldera  de  vapor  calentada  con 
exceso.  Pero  como  la  caldera  tiene  una  válvula  de  seguridad,  la  tiene 
también  el  corazón;  telegrafía  al  cerebro,  el  cual  paraliza  de  un  golpe 
todos  los  nervios  constrictores,  ensánchanse  espontáneamente  las  arte- 
rias, desaparece  la  plétora,  y  todo  peligro  desaparece. 

Todavía  hay  otros  nervios  encargados  del  mecanismo  de  la  respira- 
ción, y  también  por  estos  nervios  está  el  corazón  indirectamente  rela- 
cionado con  el  cerebro;  pero  no  es  necesario  detenerse  más  en  ello. 
Como  conclusión  de  lo  que  acabamos  de  decir  quede  consignado  que  la 
causa  de  los  movimientos  anormales  del  corazón  no  está  en  el  corazón. 
Éste,  como  hemos  visto,  se  halla  relacionado  con  el  cerebro  directa- 
mente por  medio  de  los  nervios  aceleradores  y  moderadores,  é  indirec- 
tamente por  los  vaso-motores  y  por  los  que  presiden  los  fenómenos  de 
la  respiración.  Pero  esto  no  es  más  que  un  lado  de  la  cuestión.  ¿Quién 
no  ha  visto  y  experimentado  mil  veces  que  los  movimientos  perturbados 
ó  anormales  del  corazón  están  también  íntimamente  relacionados  con 
las  emociones  vivas,  con  los  afectos  extraordinarios  que  á  veces  embar- 
gan nuestra  alma?  Tenemos,  por  tanto,  que  subir  aún  más  arriba  y  pene- 
trar más  hondo  en  la  materia. 

* 

Segunda  fase:  Relaciones  del  corazón  con  la  vida  afectiva  y  emo~ 
cional.~E\  papel  ejercido  hasta  ahora  por  el  corazón,  por  importante 
que  sea,  nada  nos  revela  de  ese  idealismo,  de  que  el  vulgo  lo  ha  rodeado; 
las  bellezas  del  lenguaje  figurado  comienzan  desde  el  momento  en  que 


PSICOLOGÍA   EXPERIMENTAL   DEL   CORAZÓN    HUMANO  345 

se  le  atribuye  un  conjunto  de  funciones  afectivas  y  emocionales.  Cuando 
queremos  describir  los  rasgos  de  bondad,  generosidad,  egoísmo,  inge- 
nuidad, etc.,  de  una  persona,  exclamamos:  ¡Qué  corazón!  ¡Es  todo  cora- 
zón! ¡Es  un  corazón  de  oro!  ¡Corazón  duro,  egoísta,  sensible,  ardoroso, 
pequeño,  grande!  ¡No  tiene  corazón!  ¡Le  amo,  le  odio  con  todo  mi  cora- 
zón! ¿Cuál  es  el  valor  y  fundamento  de  estas  y  parecidas  expresiones? 

Y  ante  todo,  ¿quiere  esto  decir  que  el  corazón  es  el  órgano  de  la  vida 
afectiva?  Si  así  fuera,  no  habría  por  qué  ahondar  más  en  la  cuestión;  ahí 
tendríamos  el  fundamento  psicológico  de  este  lenguaje,  y  este  lenguaje 
no  sería  metafórico,  sino  real  y  verdadero,  porque  al  órgano  de  las  accio- 
nes, bien  que  sea  sólo  causa  parcial  ó  concausa,  con  toda  propiedad  y 
en  sentido  real  se  le  atribuyen  inmediatamente  las  acciones.  Pues  bien, 
Platón  en  la  antigüedad,  y  en  nuestros  días  Perrone,  Bucceroni  y  Billot, 
entre  los  teólogos;  Tongiorgi,  Urráburu  y  Van  der  Aa,  entre  los  filósofos, 
son  de  parecer  que  el  corazón  es  órgano  de  la  vida  afectiva  y  apetito 
sensitivo.  Sin  embargo,  esta  sentencia  es  hoy  casi  unánimemente  recha- 
zada, y  son  muchos,  así  filósofos  como  fisiólogos,  que  admiten  como 
cierta  la  sentencia  negativa  ó  contradictoria.  Alguno  de  ellos  dice:  «Que- 
rer, desde  el  punto  de  vista  real  y  fisiológico,  considerar  el  corazón  como 
el  órgano  de  las  afecciones,  sería  una  pretensión  destituida  de  todo  fun- 
damento sólido,  y  tan  contraria  á  los  hechos,  que  me  sería  fácil  hacer  ver 
la  sinrazón  de  ella.  Hacer  de  una  viscera  el  órgano  de  una  facultad  sen- 
sible viene  á  ser,  sobre  poco  más  ó  menos,  trasladándonos  á  otro  orden 
de  cosas,  como  si  tomásemos  un  martillo  por  una  sierra  ó  un  berbiquí 
por  un  cepillo  de  carpintero.»  Esta  censura  filosófica  nos  parece  algo 
exagerada,  y  creemos  que  la  sentencia  afirmativa  no  está  destituida  de 
todo  fundamento,  y  para  convencerse  de  ello  basta  leer  esta  cuestión,  tal 
y  como  la  expone  en  la  psicología  el  P.  Urráburru.  Eso  sí,  creemos  que 
la  doctrina  que  niega  ser  el  corazón  órgano  de  la  vida  afectiva  es  mucho 
más  probable  que  la  afirmativa. 

Pero  entonces  ¿cuál  será  el  fundamento  de  esas  poéticas  locuciones? 
Si  preguntamos  al  vulgo,  nos  dirá  que  todas  las  emociones  vivas  tienen 
en  el  corazón  cierta  misteriosa  resonancia;  que  los  afectos  extraordina- 
rios repercuten  en  él  con  más  viveza,  como  nos  lo  dicen  las  pulsaciones 
aceleradas  ó  retardadas,  el  rubor  ó  palidez  del  rostro,  la  dilatación  ú 
opresión  del  pecho,  etc.  Esta  relación  entre  nuestros  afectos  y  los  movi- 
mientos materiales  del  corazón  es  un  hecho,  y  en  este  hecho  se  ha  de 
buscar  la  base  del  papel  ideal  y  simbólico  que  todos  los  pueblos  en 
todas  las  lenguas  han  hecho  representar  al  corazón.  El  vulgo  no  puede 
dar  razón  de  esta  relación,  pero  la  reconoce  la  psicofisioiogía  y  la  ex- 
plica. He  aquí  cómo: 

Dada  la  unión  sustancial  del  alma  y  del  cuerpo,  y  la  dependencia 
íntima  entre  la  vida  afectiva  y  cognoscitiva,  á  todo  movimiento  afec- 
tivo corresponde  otro  cognoscitivo,  y  á  éste  á  su  vez,  inmediata  ó 


346  PSICOLOGÍA   EXPERIMENTAL   DEL   CORAZÓN    HUMANO 

mediatamente,  una  modificación  determinada  del  cerebro.  De  modo 
que  todo  afecto  ó  presupone  ó  determina  en  el  cerebro  una  altera- 
ción ó  vibración  ó  impresión,  ó  comoquiera  llamarse.  Ahora  fácilmente 
se  comprende  que  esta  alteración  cerebral  llegue  á  inmutar  la  raíz  misma 
(bastaría  que  lo  hiciera  en  alguna  ramificación)  de  los  nervios  ace- 
leradores ó  moderadores  ó  de  los  que  presiden  el  mecanismo  respira- 
torio, ya  que  los  tres  arraigan  en  la  pulpa  cerebral.  Y  dicho  se  está  que 
estos  nervit)s,  impresionados,  comunicarán  al  corazón  su  impresión, 
acelerando  ó  retardando  sus  pulsaciones,  y  consiguientemente  serán  el 
origen  de  sus  movimientos  desordenados.  Los  movimientos  desordena- 
dos del  corazón  causarán  á  su  vez  una  alteración  correlativa  en  la  dis- 
tribución de  la  sangre  por  el  cuerpo  y  especialmente  en  el  cerebro,  y 
éste  lo  hará  repercutir  en  el  organismo. 

El  ciclo,  por  tanto,  de  la  acción  psicofisiológica  del  alma  hacia  el 
cuerpo  será  el  siguiente:  influjo  del  alma  en  el  cerebro;  influjo  del  cere- 
bro en  el  corazón;  reacción  del  corazón  sobre  el  cerebro  y  del  cerebro 
sobre  el  alma  y  en  todos  aquellos  órganos  en  que  influye.  Viceversa, 
el  ciclo  de  la  acción  psicofisiológica  del  cuerpo  hacia  el  alma  podría- 
mos considerarlo  así:  La  sangre  es  la  vida  del  cuerpo,  el  corazón  es  el 
que  la  distribuye  por  el  organismo;  pero  las  funciones  del  corazón  están 
bajo  el  influjo  aceleratriz  ó  retardalriz  del  cerebro;  el  cerebro  á  su  vez 
obra  por  la  virtud  sensitiva  que  el  alma  le  comunica.  Luego  podremos 
subir  como  por  una  escala  hasta  el  alma,  explicando  las  funciones  de 
la  vida  por  la  sangre,  las  de  la  sangre  por  el  corazón,  las  del  corazón 
por  el  cerebro,  las  del  cerebro  por  el  alma. 

* 
*  * 

Entre  los  afectos  del  alma  los  hay  que  son  pasajeros  y  también  ha- 
bituales. Entre  los  primeros  sobresalen  dos  que  pueden  servir  de  tipo  ó 
modelo  para  la  explicación  de  los  otros:  tales  son  los  de  dolor  y  gozo. 
Veamos  cómo  los  movimientos  anormales  del  corazón  vienen  á  ser  la 
expresión  de  estos  afectos.  Ya  conocemos  el  ciclo,  y  por  tanto,  el  camino 
que  ha  de  recorrer  el  influjo  del  afecto  para  obrar  sobre  el  corazón.  Si  el 
sentimiento  es  triste,  obra  sobre  los  nervios  moderadores,  hasta  el  punto 
de  que  si  el  dolor  es  muy  vivo,  los  nervios  moderadores  paralizan  súbi- 
tamente el  corazón,  deja  de  circular  la  sangre  y  no  llega  al  cerebro;  de 
donde  cesarán  las  funciones  cerebrales  y  el  cuerpo  quedará  inmóvil:  he 
ahí  el  desmayo,  estado  vecino  ó  parecido  á  la  muerte;  ó  bien  el  corazón 
producirá  latidos  rápidos  y  tumultuosos;  «el  corazón,  como  suele  decirse, 
querrá  salirse  del  pecho».  Si  el  dolor  no  es  tan  intenso,  no  hay  asistolia, 
ó  paro  completo  en  las  funciones  del  corazón;  pero  sus  latidos  son  más 
lentos,  se  obstruyen  sus  cavidades,  sus  contracciones  son  menos  enér- 
gicas, la  circulación  de  la  sangre  por  las  arterias  es  más  dificultosa,  los 


PSICOLOGÍA   EXPERIMENTAL   DEL   CORAZÓN    HUMANO  347 

centros  nerviosos  reciben  con  escasez  la  sangre,  y  sobrevienen  la  pali- 
dez del  rostro,  la  dejadez  del  cuerpo,  la  pesadez  y  flojedad  de  los  movi- 
mientos. Es  cuando  decimos  que  «el  corazón  está  pesado,  oprimido, 
angustiado». 

Si  el  afecto  es  de  gozo,  obrará  sobre  los  nervios  aceleradores.  El 
corazón,  por  lo  mismo,  latirá  con  más  rapidez,  se  dilatarán  las  arterias, 
la  sangre  circulará  en  abundancia,  crecerá  la  energía  de  los  nervios, 
aparecerá  sonrosado  el  rostro,  ágiles  los  miembros  y  sentiráse  en  todo 
el  cuerpo  un  bienestar  general.  Entonces  es  cuando  exclamamos:  «El 
corazón  palpita  de  alegría.» 

Lo  que  decimos  de  los  estados  actuales  se  puede  aplicar  á  los  esta- 
dos habituales  del  alma,  que  llamamos  pasión  y  virtud.  Fijémonos  en  el 
envidioso.  ¿Quién  no  le  ha  visto  replegarse  sobre  sí  mismo  y  pasear  por 
el  mundo  que  le  rodea  su  mirada  aviesa  y  sombría,  deleitándose  en  la 
desgracia  del  prójimo?  Este  estado  de  ánimo,  esta  pasión,  este  bajo 
sentimiento  se  refleja  en  el  organismo,  repercute  vivamente  en  el  cora- 
zón. Como  se  reconcentra  el  alma  del  envidioso,  así  parece  reconcentrarse 
ó  deprimirse  el  nervio  neumogástrico  y  el  corazón  del  mismo;  y  no 
manda  al  organismo  la  sangre  que  necesita,  y  la  taciturnidad,  el  frunci- 
miento de  las  cejas,  la  palidez  terrosa  son  sus  efectos.  «Ellas  mismas, 
las  almas  envidiosas,  se  roen  el  corazón;  ellas  mismas  son  para  sí  la  ser- 
piente que  las  devora.»  En  cambio,  las  almas  bondadosas  dejan  escapar 
de  su  seno  suspiros  y  afectos  tiernos,  delicados  y  generosos,  como  «arpas 
cólicas,  dice  un  escritor,  que  al  soplo  de  la  más  ligera  brisa  lanzan  deli- 
ciosos acordes  y  armonías»,  y  obran  sobre  los  nervios  aceleradores,  y 
activan  el  corazón  con  nobles  palpitaciones  y  hacen  circular  abundante 
la  sangre  por  el  organismo,  llevando  vida  y  agilidad  á  los  miembros. 

Y  como  los  afectos  del  alma  influyen  en  los  nervios  aceleradores  ó 
retardadores,  y  consiguientemente  en  el  corazón,  así  los  agentes  físicos 
y  químicos  pueden  influir  en  los  mismos  nervios,  y  consiguientemente 
en  los  afectos  del  alma.  Así  el  calor  moderado  y  el  oxígeno,  v.  gr.,  exci- 
tan los  nervios  aceleradores  y  causan  cierto  sentimiento  de  dicha  y  bie- 
nestar: tal  sucede  en  días  espléndidos  al  respirar  el  aire  puro  de  una 
fresca  mañana.  El  frío  y  el  ácido  carbónico,  por  el  contrario,  obran  sobre 
los  nervios  moderadores,  retardan  los  latidos  y  causan  sentimientos  tris- 
tes, como  sucede  en  días  excesivamente  fríos  y  sombríos  y  en  atmósfe- 
ras viciadas.  Y  al  llegar  aquí,  ¿quién  no  ve  abrirse  ancho  campo  á  la 
Psicoterapia  y  Medicina  de  las  pasiones?  Las  mismas  prácticas  hidro- 
terápicas  demuestran  la  benéfica  reacción  del  corazón  sobre  el  alma.  Los 
observadores  hacen  constar  que  inmediatamente  después  de  una  ducha 
el  enfermo  está  más  alegre,  que  el  hipocondríaco  desecha  su  mal  humor; 
y  es  que  el  latido  es  más  amplio,  la  afluencia  de  sangre  se  reparte  mejor, 
la  circulación  es  más  perfecta,  el  cerebro  funciona  con  más  regularidad. 
Sentimos  no  disponer  de  espacio  para  desarrollar  estas  ideas. 


343  PSICOLOGÍA   EXPERIMENTAL   DEL   CORAZÓN   HUMANO 

Baste  por  ahora  haber  evidenciado  que  los  afectos  del  alma  se  refle- 
jan en  los  movimientos  del  corazón,  tan  real  y  verdaderamente  que,  si 
bien  el  corazón  no  es  órgano  de  los  afectos,  es  su  verdadero  símbolo;  y 
no  comoquiera,  no  un  símbolo  meramente  convencional,  ó  de  analogía 
puramente  extrínseca,  como  el  ramo  de  oliva  lo  es  de  la  paz,  sino  un  sím- 
bolo natural,  de  analogía  intrínseca  y  de  influjo  real  y  verdadero,  que  el 
signo  ejerce  aquí  en  la  cosa  significada  y  viceversa.  Luego  si  hacemos 
«hablar  al  corazón»,  llegaremos  á  conocer  los  afectos  del  alma.  Claro 
está  que  no  hay  que  buscar  en  esta  relación  una  exactitud  matemática, 
porque  la  excitabilidad  nerviosa  y  la  afectibilidad  ó  sugestibilidad  de  las 
personas  varían  mucho  y  dependen  de  muchas  circunstancias.  Sólo 
hablamos  de  cierta  aproximación. 

E.  Ugarte  de  Ercilla. 


IMPRENTAS  DE  LOS  ANTIGUOS  JESUÍTAS 


EN 


EUROPA,    AMÉRICA    Y    FILIPINAS 


IMPRENTAS  DE  EUROPA 

(Continuado  n .)  (i) 

PORTUGAL 


Ébora.— Apenas  daba  señales  de  v¡da,á  mediados  del  siglo  XVII,  la 
única  imprenta  existente  en  la  histórica  ciudad  de  Ébora,  y,  sin  embargo, 
no  podían  pasar  sin  ella  ni  la  ciudad,  ni  la  Universidad,  encomendada  á 
la  Compañía.  Agenció  pues  el  P.  Miguel  Tinoco,  enviado  de  Procurador 
á  Roma  en  1655,  licencia  de  asentar  una  tipografía  para  el  servicio  de  la 
Universidad,  y  obtuvo  del  P.  General,  Goswino  Nikel,  el  deseado  per- 
miso. 

Llevado  de  Flandes  un  Hermano  Coadjutor  entendido  en  el  arte,  á 
quien  el  P.  Franco  llama  Jorge  Serazim,  instaló  tan  bien  la  tipografía,  que 
el  P.  Tinoco  pensó  en  trasladarla  á  Lisboa,  donde  podría  ser  mayor  la 
ganancia  en  beneficio  de  la  Universidad  eborense.  Opúsose  justamente  el 
claustro  universitario  á  la  traslación,  pues  el  P.  General  no  había  conce- 
dido el  permiso  atendiendo  á  las  ganancias,  sino  á  la  comodidad  de  la 
célebre  Universidad  (2). 

Coimbra. — La  Compañía  de  Jesús  tuvo  en  Portugal  otra  imprenta  en 
el  Real  Colegio  de  Artes  de  Coimbra.  De  los  libros  que  dio  á  luz  no 
hemos  visto  anunciados  sino  algunos,  de  cuyo  pie  de  imprenta  se  saca 
que  por  lo  menos  existió  de  1717  á  1757. 

ESPAÑA 

De  las  nueve  imprentas  que  conocemos  haber  existido  en  nuestra 
patria,  en  Colegios  ó  Casas  de  la  Compañía,  solamente  tres  florecieron 
por  su  actividad  y  duración,  según  nuestras  noticias. 

Burgos.— Con  el  doble  fin  pedagógico  y  ascético, se  estableció  ¿me- 
diados del  siglo  XVIII  en  el  Colegio  de  Burgos,  titulado  de  San  Salvador, 
una  imprenta,  que  surtió  de  libros  á  otros  muchos  Colegios  de  España. 


(1)  Véase  Razón  y  Fe,  t.  XXV  pág.  474. 

(2)  P.  Franco, Synopsis  Annal.  S.J.  in  Lusit.,  año  1657,  pág.  318  de  la  ed.  de  Augusta. 


350  IMPRENTAS    DE    LOS    ANTIGUOS  JESUÍTAS 

Daremos  de  ella  algunas  noticias  técnicas  por  si  interesan  á  nuestros  lec- 
tores. 

Para  gastos  de  instalación  adelantó  el  Colegio  25.026  reales,  perte- 
necientes á  la  legítima  del  Hermano  Francisco  Hurtado  Saracho,  y 
además  el  P.  Francisco  Javier  de  Idiáquez  dio  10.000  reales. 

Compráronse  al  Cabildo  de  Palencia  dos  prensas  con  los  utensilios 
necesarios  (1). 

Varias  eran  las  suertes  de  letra  empleada:  peticano,  letura,  entredós 
y  texto.  El  metal  se  compraba  en  Madrid,  y  allí  mismo  se  hacía  la  fun- 
dición (2). 

Sin  salir  de  Burgos  contaba  el  Colegio  con  artistas  entendidos  para 
dibujar  y  grabar  las  láminas.  Allí  se  labraban  las  tablillas  de  peral,  que 
pasaban  á  los  dibujantes,  uno  de  los  cuales  era  un  tal  Cortés,  y  de  ellos 
iban  los  dibujos  á  D.  Santiago  Pardo,  el  cual  abría  de  balde  todos  los 
grabados  de  estampas,  y  guarniciones  para  conclusiones,  que  necesitaba 
la  imprenta  (3). 

La  tinta  se  fabricaba  en  el  Colegio. 

El  papel,  ó  lo  compraban  en  la  ciudad,  ó  lo  llevaban  de  Barcelona, 
Lérida  ú  Olivares  (4). 

Solamente  trabajaban  dos  impresores  y  un  oficial,  y  ellos  se  encar- 
gaban de  la  composición  y  de  la  tirada  (5). 

Tres  Padres  estuvieron  sucesivamente  al  frente  de  la  imprenta:  pri- 
mero el  P.Juan  Carbajosa,  después  el  P.  Santiago  de  Ayuso,  de  1756 
á  1764,  y,  finalmente,  el  P.  Francisco  Javier  Calonje,  hasta  que  el  2  de 
Abril  de  1767  fué  con  los  demás  jesuítas  españoles  desterrado  á  Italia 
por  Carlos  III. 

Como  administrador  de  la  imprenta  estuvo  el  Hermano  Coadjutor 
Miguel  de  Santesteban,  por  lo  menos  de  1 ."  de  Enero  de  1757  á  30  de  Sep- 
tiembre de  1758. 


(1)  Su  coste  fué  de  2.100  reales,  y  315  y  17  cuartos  los  gastos  de  conducción  de  Pa- 
lencia á  Burgos. 

(2)  La  arroba  de  metal  fuerte  para  la  fundición  costaba  76  reales,  y  la  manufactura 
de  cada  arroba  56  reales. 

(3)  Económicos  eran  los  precios.  En  el  libro  del  encargado  de  la  imprenta  hallamos 
éstos:  12  reales  de  un  dibujo  para  estampar;  8  reales  por  dibujar  dos  láminas  de 
madera;  30  reales  al  que  dibujó  16  láminas  para  el  libro  del  Calvario  y  del  Jardín; 
48  reales  á  Cortés  por  dibujar  guarniciones  para  conclusiones;  8  reales  de  tirar  en 
tórculo  200  estampas  pequeñas  y  100  grandes;  al  impresor,  por  tirar  500  estampas, 
4  reales;  otros  4  por  tirar  una  resma  de  estampas. 

(4)  Solía  variar  el  precio  de  la  resma  entre  15  y  21  reales,  según  la  clase. 

(5)  Marcos,  impresor,  ganaba  12  reales  de  jornada  por  tirar  en  las  prensas;  Olmedo, 
impresor,  11;  el  oficial,  10. 

Se  pagaban  12  reales  por  composición  de  un  pliego  de  letura  de  fábulas,  en  8.°;  16 
por  un  pliego  de  entredós;  6  reales  de  jornal  por  hacer  tinta.  Para  que  se  comparen 
los  precios  de  entonces,  sépase  que  un  maestro  albañil  ganaba  7  reales  al  día;  el  peón, 
3;  un  oficial  carpintero,  6. 


EN   EUROPA,   AMÉRICA   Y   FILIPINAS  351 

Las  encuademaciones  de  los  libros  las  hacían  los  libreros  burgaleses 
Julián  Pérez,  Álvarez,  y  Margado,  y  los  pergaminos  los  llevaban  de  Lo- 
groño, Falencia,  Segovia  y  Villarramiel  (1). 

Expulsados  los  jesuítas  del  Colegio  en  1767,  se  incautó  el  Gobierno 
del  edificio,  de  lo  en  él  contenido  y  de  sus  fincas;  y  por  orden  del  ilus- 
trísimo  Sr.  D.  Pedro  Rodríguez  Campomanes,  del  Consejo  de  S.  M.  y 
su  fiscal  en  el  Supremo  y  Cámara  de  Castilla,  fechada  el  4  de  Abril 
de  1768,  se  sacó  á  pregón  para  su  venta  y  remate  la  imprenta  y  sus 
pertrechos  y  demás  efectos  anejos,  tasándolo  todo  en  42.684  reales 
y  7  maravedís  (2). 

Anuncióse  la  venta  en  Burgos,  Valladolid,  Palencia,  Logroño,  Santo 
Domingo  de  la  Calzada  y  Aranda,  durante  treinta  días,  repitiendo  desde 
el  12  de  Abril  los  pregones  de  las  diez  á  las  doce  del  día,  para  adjudi- 
carlo todo  al  mejor  postor,  pero  no  compareció  ninguno. 

Todo  esto  consta  por  documentos  de  D.  José  de  Hacocha,  escribano 
de  S.  M.  del  número.  Ayuntamiento,  Guerra  y  Milicia  de  Burgos,  fe- 
chados el  14  de  Mayo  de  1768,  que  se  custodian  en  el  Archivo  Muni- 
cipal de  aquella  ciudad. 

Cádiz  tuvo  imprenta  jesuítica  por  lo  menos  de  1688  á  1690,  y  este 
último  año  el  encargado  era  Cristóbal  de  Requena  (3). 

Córdoba  la  dirigió  asimismo  por  medio  de  seglares.  En  los  libros 
impresos  de  1731  á  1764,  que  hemos  visto  anunciados,  consta  que  estu- 
vieron al  frente  de  ella  Pedro  de  Pineda  y  Valderrama,  Juan  Crespo,  y 
Francisco  Villalón. 

Granada  la  debió  poseer  poco  tiempo,  aunque  parece  debía  ser  im- 
portante, pues  consta  que  en  1637  imprimió  en  dos  tomos  en  folio  una 
obra  del  P.  Juan  Zamorano,  estando  al  frente  de  la  tipografía  Andrés  de 
Santiago  (4). 

Madrid  tuvo  imprenta,  pues  de  sus  prensas  salió  en  1605  la  obra 
del  P.  Ribadeneira  Tratado...  del  Instituto  de  la...  Compañía  de  Jesús. 

Sevilla  imprimió  en  1679,  en  el  Colegio  de  San  Hermenegildo,  la 
obra  Origen  y  instituto  de  la  Compañia  de  Jesús  en  la  vida  de  San  Ig- 
nacio, compuesta  por  el  Hermano  Lorenzo  Ortiz.  Una  de  las  obras  del 
P.  Pineda  está  impresa  allí  con  este  pié  de  imprenta:  «Hispali,  in  Col- 


(1)  He  aquí  los  precios  de  encuademación:  Cartas  de  Cicerón,  en  8.°,  á  30  reales  el 
100;  Astetes,  á  12  ó  20  reales  el  1.000;  Platiquillas,  á  10  el  1.000. 

La  docena  de  pergaminos  costaba  entre  4  y  25  reales,  según  la  clase  y  tamaño. 

(2)  Tasóse  con  esta  distinción:  letra,  6.333  reales  16  mrs.;  pertrechos  de  imprenta, 
1.957  reales  17  mrs.;  estampería,  1.241  reales  33  mrs.;  láminas,  417  reales;  libros  encua- 
dernados, 12.885  reales  2  mrs.;  papel  impreso,  13.717  reales  24  mrs.;  papel  blanco  y 
pergaminos,  6.131  reales  17  mrs. 

(3)  P.  Uriarte,  Catálogo  razonado  de  obras  anónimas  y  seudónimas  de  autores  de 
¡a  Compañia  de  Jesús,  números  1.333, 1.650  y  2.161. 

(4)  P.  Uriarte,  Catálogo,  núm.  3.532. 


352  IMPRENTAS  DE   LOS   ANTIGUOS  JESUÍTAS 

legio  D.  Hermenegildi  Societatis  Jesu  excudebat  Clemens  Hidalgus, 
1602»  (1).  No  hemos  visto  otras  obras  allí  estampadas. 

Toledo  tuvo  imprenta  en  la  casa  profesa,  pues  de  ella  salieron  en 
1591  las  Reglas  de  la  Compañía  (2). 

Valladolid.— Con  el  título  de  «Imprenta  de  la  Congregación  de  la 
Buena  Muerte»  existió  en  Valladolid  un  centro  activo  de  publicaciones 
piadosas,  cuyo  complemento  era  una  fábrica  propia  de  papel  en  un  pue- 
blecito  cercano,  llamado  Quintanilla  de  Abajo,  la  cual  seguía  suministrán- 
dolo á  mediados  del  siglo  XIX. 

En  los  catálogos  de  la  provincia  jesuítica  de  Castilla  aparece  todos 
los  años,  desde  1744  hasta  1755,  un  Padre  con  el  cargo  de  Praefectus 
Congregationis  Bonae  Mortis,  en  el  Colegio  valisoletano  de  San  Igna- 
cio. Á  partir  del  curso  escolar  de  1755  á  1756  eran  dos  los  encargados 
de  tan  importante  Congregación. 

Además  consta  en  dichos  catálogos  que  desde  1753  hasta  1756  hubo 
al  frente  de  la  imprenta  un  Hermano  Coadjutor,  indicio  bastante  claro 
de  que  la  tipografía  era  propiedad  del  Colegio,  ó  por  lo  menos  que  la 
dirección  corría  por  cuenta  de  la  Compañía.  Esto  mismo  se  corrobora 
por  documentos  de  otra  índole  que  hemos  visto. 

En  el  Catálogo  del  P.  Uriarte,  en  la  bibliografía  del  P.  Sommervogel, 
y  en  obras  semejantes,  se  hallan  indicados  algunos  de  los  muchos  libros 
salidos  de  las  prensas  valisoletanas  de  la  benemérita  Congregación, 

Villagarcía  de  Campos.— Grandísima  importancia  tuvo  para  toda 
España  la  imprenta  pedagógica  creada  en  el  famoso  Colegio  de  Villa- 
garcía  de  Campos. 

Tras  la  triste  decadencia  que  experimentó  nuestra  nación  en  la  ense- 
ñanza de  las  humanidades,  principalmente  por  el  abandono  del  Ratio 
studiorum,  aun  en  los  Colegios  españoles  de  la  Compañía  de  Jesús,  que 
pasaban  por  ser  los  mejores,  hubo  á  mediados  del  siglo  XVIII  un  glorioso 
renacimiento,  que  no  es  del  caso  referir  aquí. 

Resuelto,  como  remedio  único,  volver  al  Ratio  y  al  estudio  de  los 
autores  clásicos,  y  encomendado  el  negocio  al  hombre  providencial, 
P.  Francisco  Javier  de  Idiáquez,  Rector  del  Colegio  de  Burgos  en  1752, 
empezó  éste  la  reforma  con  felicísimos  resultados  en  su  Colegio,  favore- 
ciendo desde  luego,  como  vimos,  el  establecimiento  de  aquella  imprenta 
y  la  impresión  de  libros  de  texto  para  los  alumnos. 

Encargado  el  P.  Idiáquez  el  10  de  Mayo  de  1755  del  Colegio  de  Vi- 
llagarcía, halló  cuanto  necesitaba  su  magnánimo  corazón  y  elevado  espí- 
ritu para  el  planteamiento  de  sus  vastos  planes:  profesores  escogidos, 
formados  de  intento  en  España  y  en  el  extranjero,  ó  elegidos  de  entre 


(1)  P.  Sommervogel,  Biblioth.  de  la  Comp.  dejésus,  t.  VI,  col.  796. 

(2)  P.  Uriarte,  Catálogo,  núm.  1.770. 


EN   EUROPA,    AMÉRICA    Y   FILIPINAS  353 

los  mejores;  numerosos  alumnos  externos,  y  el  llamado  Seminario,  en  que 
se  formaban  para  maestros  los  jóvenes  jesuítas. 

Faltando  textos  á  propósito,  los  maestros  se  dedicaron  á  preparar 
y  anotar  los  mejores  y  más  acomodados  para  la  segunda  enseñanza. 
Era  necesario  una  imprenta  de  más  recursos  que  la  de  Burgos,  y  más 
próxima  á  Villagarcía,  para  facilitar  la  corrección  de  pruebas,  y  la  creó 
el  P.  Idiáquez,  contribuyendo  á  los  gastos  su  opulenta  familia. 

Obtenido  el  permiso  del  Real  Consejo  y  del  P.  General  de  la  Com- 
pañía para  poner  la  tipografía,  llevó  de  Madrid  y  de  Holanda  los  mejo- 
res tipos  de  letra  griega  y  latina  que  se  encontraron,  y  proporcionóse  un 
Hermano  Coadjutor,  que  había  trabajado  en  dos  imprentas,  una  de  Sala- 
manca y  otra  de  Madrid,  en  la  composición  griega  y  latina,  el  cual  formó 
otros  oficiales.  Los  encargados  de  imprimir,  en  varias  ocasiones,  los  her- 
mosos libros  latinos  y  griegos  que  salieron  de  las  prensas  de  Villagarcía, 
fueron  los  Hermanos  Coadjutores  Juan  José  de  Palacios,  Juan  de  Dios 
Remacha,  Gaspar  Bañuelos,  y  José  Manuel  Madruga. 

Todo  lo  quería  excelente  el  animoso  Rector:  buenas  prensas,  papel 
de  primera  clase,  tinta  negra  y  persistente,  impresión  esmerada. 

Larga  por  demás  sería  la  lista  de  los  libros  pedagógicos  y  ascéticos 
allí  estampados,  de  que  se  surtieron  los  Colegios  que  tenía  la  Compañía 
en  España,  y  aun  no  pocos  centros  de  enseñanza  de  los  no  dirigidos  por 
ella,  y  gloriosos  los  triunfos  pedagógicos  conseguidos  en  nuestra  patria 
por  medio  del  nuevo  método  de  enseñanza  y  los  libros  latinos  y  griegos 
de  Villagarcía  (1). 

Franca  y  vigorosa  corría  por  los  demás  Colegios  la  reacción  peda- 
gógica, llevando  trazas  de  consolidarse  una  época  de  florecimiento  cien- 
tífico en  España,  cuando  Carlos  III  borró  de  una  plumada  tantas  glorias. 

También  la  imprenta  de  Villagarcía  se  puso  á  pública  subasta,  como 
la  de  Burgos. 

No  pocos  de  los  libros  de  texto,  anotados  por  los  profesores  del 
Colegio  de  Villagarcía  de  Campos,  y  estampados  en  sus  prensas,  aun 
suprimida  la  Compañía  siguieron  reimprimiéndose  en  España,  unos  sin 
cambio  alguno,  otros  quitándoles  lo  que  indicaba  la  intervención  que 
había  tenido  en  ellos  la  odiosa  Compañía  de  Jesús,  para  no  suscitar  re- 
celos y  persecución  de  los  Ministros. 

IMPRENTAS  DE  AMÉRICA 

Cosa  averiguada  es  que  no  pequeña  parte  de  los  triunfos  de  la  lin- 
güística los  consiguieron  los  Misioneros  católicos  de  varias  Órdenes 
religiosas  mediante  el  estudio  y  reglamentación  de  las  lenguas  peregri- 


(1)  Bastarían  las  portadas  de  los  libros  indicados  por  el  P.  Uriarte  en  su  Catálogo 
razonado  para  llenar  muchas  páginas.  Don  Marcelino  Menéndez  y  Pelayo  da  cuenta 
de  algunas  en  su  Bibliografía  hispano-latina  clásica. 


354  IMPRENTAS  DE   LOS   ANTIGUOS  JESUÍTAS 

ñas,  y  frecuentemente  bárbaras,  de  los  diversos  pueblos  evangelizados 
por  ellos  en  las  Indias  Orientales  y  Occidentales. 

Cupo  á  los  jesuítas  la  gloria  de  cooperar,  según  la  medida  de  sus 
fuerzas,  á  la  grandiosa  obra  emprendida,  sobre  todo  en  América,  por  los 
muchos  Religiosos  que  los  habían  precedido,  estudiando  también  ellos 
nuevas  lenguas,  y  componiendo  gramáticas  y  diccionarios,  cartillas  y 
catecismos. 

Contribuyeron  asimismo  notablemente,  siendo  ellos  los  primeros  en 
introducir  el  arte  de  imprimir  en  varias  partes  del  gran  continente  sud- 
americano y  también  en  el  extremo  Oriente,  pues  por  este  medio  vulga- 
rizaron el  conocimiento  de  los  idiomas  indígenas,  y  fomentaron  entre 
los  naturales  del  país  la  instrucción  religiosa  y  la  práctica  de  la  piedad 
y  demás  virtudes  cristianas  (1). 

Damos,  ante  todo,  algunas  noticias  de  las  imprentas  jesuíticas  de  la 
América  latina,  cuya  existencia  conocemos. 

MÉJICO  Ó  NUEVA  ESPAÑA 

Méjico.— Abundantes  fueron  los  libros  ascéticos  publicados  de  1750 
á  1767,  y  tal  vez  antes  de  esta  fecha,  en  la  «Imprenta  del  Real  y  más  Anti- 
guo Colegio  de  San  Ildefonso  de  Méjico».  Pueden  verse  algunos  de  sus 
títulos  en  el  Catálogo  razonado  del  P.  Uriarte,  en  Retana  (2)  y  en  otros 
bibliógrafos. 

También  se  halla  un  libro  con  esta  indicación  tipográfica:  «En  la 
Imprenta  del  Real  Colegio  de  San  Ildefonso  de  México,  y  reimpreso 
en  1802»  (3). 

Pudiera  juzgarse  asimismo  haber  poseído  imprenta  propia  la  Casa 
Profesa  mejicana,  pues  la  famosa  obra  del  P.  Juan  Martínez  de  la  Parra, 
Luz  de  verdades  catholicas,  fué  estampada  sin  nombre  de  autor  «en 
México,  en  la  Casa  Professa,  en  la  Imprenta  de  Diego  Fernández  de 
León,  año  1691»  (4).  Sospechamos  que  en  este  y  otros  casos  parecidos 
llevaría  el  impresor  seglar  á  la  casa  de  la  Compañía  el  material  tipográ- 
fico necesario  para  facilitar  al  autor  la  revisión  de  las  pruebas.  Confesa- 
mos, no  obstante,  carecer  de  datos  positivos  para  asegurarlo. 

Puebla  de  los  Angeles.— Poco  antes  de  ser  expulsada  de  América 
la  Compañía  de  Jesús,  funcionaba  una  imprenta  «en  el  Real  Colegio  de 
San  Ignacio  de  la  Puebla  de  los  Ángeles». 


(1)  Conde  de  la  Vinaza,  Bibliografía  española  de  lenguas  indígenas  de  América. 
Prólogo.  Merece  también  consultarse  El  estudio  de  las  lenguas  y  las  Misiones,  por  José 
Dahlman,  S.J.,  traducido  del  alemán  porjerónimo  Rojas,  S.J'JUadrid,  Librería  Cató- 
lica de  Gregorio  del  Amo,  1893.  Va  precedido  de  un  copioso  Índice  de  autores  con- 
sultados. 

(2)  La  imprenta  en  Filipinas,  núm.  327. 

(3)  P.  Uriarte,  Catálogo  razonado,  núm.  1.334. 

(4)  Ibid.,  núm.  4.202. 


EN    EUROPA,    AMÉRICA    Y   FILIPINAS  355 

Otros  libros  llevaban  este  pie  de  imprenta:  «En  la  Puebla,  en  la 
Imprenta  nueva  Parisiense  del  Colegio  de  San  Ignacio»  (1). 

COLOMBIA 

Santa  Fe  de  Bogotá.  — «Los  jesuítas,  dice  Menéndez  y  Pelayo, 
habían  introducido  la  imprenta  en  la  colonia  por  los  años  de  1738,  y 
precisamente  un  sermón,  predicado  en  las  honras  de  la  Madre  Castillo 
[Sor  Francisca  Josefa  de  Castillo  y  Guevara],  fué  de  las  primeras  cosas 
que  se  estamparon.  Pero  esta  imprenta  del  Colegio  de  Santafé  tenía  un 
carácter  casi  doméstico,  y  apenas  produjo  más  que  algunos  catecismos, 
novenas  y  otros  libritos  de  devoción.  Desapareció  con  la  expulsión  de 
la  Compañía  [en  1767],  pero  en  1783  fué  sustituida  por  otra  de  más 
recursos  y  mayor  importancia,  la  llamada  Imprenta  Real»  (2). 

Según  otros  autores,  tuvo  su  nacimiento  la  imprenta  jesuítica  en  1734, 
y  en  28  de  Noviembre  de  1746  era  impresor  de  oficio  el  H.  Francisco  de 
la  Peña.  La  imprenta  pública  parece  haber  sido  proporcionada  á  la  ciu- 
dad en  Mayo  de  1776,  siendo  virrey  de  Nueva  Granada  D.  Manuel 
Antonio  Flórez,  el  cual  llevó  de  Europa  prensa,  tipos  é  impresor  (3). 

De  un  documento  oficial  consta  que  hasta  el  día  3  de  Diciembre 
de  1740  ninguna  imprenta  habían  tenido  los  jesuítas  en  su  Provincia  de 
Santa  Fe  en  el  nuevo  reino  de  Granada,  hoy  Colombia. 

Véase  el  Memorial  del  P.  Diego  de  Terreros,  Procurador  General  de 
aquella  Provincia,  á  S.  M.  Dícele  literalmente  «que  por  instrucción  de  su 
Provincial,  y  atendiendo  á  la  falta  de  libros  de  aquel  reino,  por  no  tener 
imprenta,  debe  pedir  á  V.  M.  licencia  para  establecerla  en  uno  ó  dos 
Colegios  de  aquella  provincia,  con  la  cual  se  dará  la  competente  provi- 
dencia para  las  Misiones  de  explicación  de  la  Doctrina  cristiana  y  de 
otras  cosas  semejantes  y  necesarias  en  un  tan  dilatado  reino,  como  se 
practica  en  el  de  Perú  y  Nueva  España.  En  atención  á  lo  cual 

»A  V.  M.  pide  y  suplica  se  sirva  de  mandar  y  conceder  semejante 
facultad,  en  que  recibirá  merced  y  gracia.— Diego  Terreros.» 

Al  dorso  de  este  documento  está  escrito: 

«Consejo  de  3  de  Diciembre  de  1740.— Véalo  el  Sr.  Fiscal.» 

La  respuesta  del  Fiscal  dice  así: 

«El  Fiscal,  en  vista  de  este  Memorial  del  Procurador  General  de  la 
Provincia  de  la  Compañia  de  Jesús  del  nuevo  Reino  de  Granada,  en  que 
representa  hallarse  con  instrucción  de  su  Provincial  para  que,  en  aten- 


1)    P.  Uriarte,  Catálogo  razonado,  números  1.420,  1.748,  2.498,  2.663,  2.719. 

(2)  Antología  de  poetas  hispano-americanos,  t.  HI,  pág.  XXIII, 

(3)  D.  José  Manuel  Groot,  Historia  eclesiástica  y  civil  de  Nueva  Granada,  2."'  ed., 
1889-1893,  t.  II,  cap.  XXI,  páginas  177  y  siguientes;  D.  Miguel  Luis  Amunáteoui,  Los  pre- 
cursores de  la  independencia  de  Chile,  1. 1,  pág.  229;  Torres  Sald amando,  Los  antiguos 
jesuítas  del  Perú,  pág.  42. 


356  IMPRENTAS   DE   LOS   ANTIGUOS  JESUÍTAS 

ción  á  la  falta  de  libros  de  aquel  Reino  por  no  tener  imprenta,  pida 
licencia  para  ponerla  en  uno  ó  dos  Colegios  de  aquella  provincia,  con 
lo  que  se  dará  competente  providencia  para  enviar  á  las  Misiones  la 
explicación  de  la  Doctrina  cristiana  y  de  otras  cosas  semejantes  y  nece- 
sarias, como  se  practica  en  el  Reino  del  Perú  y  Nueva  España.— Supli- 
cando se  le  conceda  á  su  Provincia  esta  facultad, 

»Dice,  que,  respecto  de  no  hallarse  ley  ni  disposición  que  prohiba 
tener  imprentas  en  los  Reinos  de  las  Indias,  parece  se  podrá  conceder  á 
esta  parte  licencia  para  ponerla  en  uno  ó  dos  Colegios  de  su  Provincia 
para  el  fin  que  expresa,  y  que  ésta  sea  con  la  precisa  calidad  de  que, 
antes  de  imprimir  cualquier  libro,  hayan  de  preceder  las  aprobaciones  y 
licencias  acostumbradas  y  prevenidas  por  leyes;  y  que  en  consecuencia 
de  lo  mandado  en  la  última,  título  24  del  libro  primero  déla  Recopilación, 
entreguen  en  la  Audiencia  veinte  libros  de  cada  género  de  los  que  impri- 
mieren, para  remitirlos  al  Consejo;  y  sin  que  esta  licencia  se  entienda 
privilegio,  ni  por  ella  prohibida  la  impresión  á  otras  cualesquiera  perso- 
nas que  la  ejecutaren,  sino  que  libremente  los  puedan  imprimir  y  vender, 
guardando  las  reglas  dadas  sobre  el  asunto,  no  obstante  esta  concesión. 
Madrid  y  Febrero  16  de  1741.» 

«Consejo,  18  de  Febrero  de  1741.— No  ha  lugar.»  (Sevilla,  Arc/z/vo 
de  Indias,  E.  74. --C.  l.-L.  1.) 

ECUADOR 

Quitó.— Consta  que  también  en  la  capital  del  Ecuador  fueron  los 
jesuítas  los  introductores  de  la  imprenta  (1). 

Riobamba.  —  Sólo  un  librito  en  24.",  de  126  páginas,  sin  indicación 
del  año  de  impresión,  hemos  visto  anunciado  con  este  pie  de  imprenta: 
«Riobamba,  Imprenta  del  Colegio.  Por  Manuel  Merino»  (2). 

PERÚ 

Lima.  —  Habiendo  tomado  posesión  de  la  Sede  metropolitana  de 
Lima,  á  24  de  Abril  de  1581,  Santo  Toribio  de  Mogrobejo,  convocó  á 
los  pocos  días  para  la  celebración  de  un  Concilio  á  los  diez  Obispos  su- 
fragáneos. Las  reuniones  tuvieron  lugar  en  1582  y  1583. 

Los  venerables  Prelados  cometieron  á  los  Padres  de  la  Compañía  de 
Jesús  el  asunto  de  componer  el  Catecismo,  Oraciones,  Confesonario,  ó 
sea  Devocionario,  y  Sermonario  en  las  lenguas  más  generales  del  país, 
que  son  la  quichua  y  aimará. 

Aprobados  por  el  Concilio  los  Catecismos  mayor  y  menor,  en  quichua 


(1)  Torres  Saldamando,  Ibid.;  Cevallos,  Resumen  de  la  Historia  del  Ecuador. 
1. 11,  pág.  384. 

(2)  P.  Uriarte,  Catálogo  razonado,  núm.  2.915. 


EN   EUROPA,   AMÉRICA   Y   FILIPINAS  357 

y  en  aimará,  obtuvo  el  P.  Andrés  López  una  Real  Cédula,  fecha  el  7  de 
Agosto  de  1584,  para  poder  imprimirlos  en  el  virreinato  del  Perú,  porque 
en  España  no  había  quien  supiera  corregir  las  pruebas  sin  peligro  de  dejar 
erratas  notables,  y  acaso  de  trascendencia  en  materias  tan  delicadas. 

Autorizó,  pues,  al  P.  López  el  Consejo  de  Indias  para  hacer  la  impre- 
sión en  Lima;  requisito  necesario,  pues  sin  dicha  autorización  no  se 
podían  imprimir  libros  en  América,  y  aun  para  darlos  á  la  estampa  en 
España,  debían  ser  antes  examinados  por  el  Consejo  supremo  de  Indias. 
Declaró  éste  además  que,  cuando  se  hiciese  algún  arte  ó  vocabulario  de 
las  lenguas  de  los  indios,  bastaba  para  poder  imprimirlos  el  examen  man- 
dado hacer  por  el  diocesano  y  la  Real  Audiencia  del  distrito. 

Obtenido  el  citado  real  decreto,  volvió  á  América  el  P.  Andrés  López, 
y  llevó  consigo  la  imprenta,  y  para  tenerla  á  su  cargo  á  Antonio  Ricardo. 

Hízose  la  edición  de  los  dos  Catecismos  en  el  Colegio  de  San  Pablo, 
de  la  Compañía  de  Jesús,  cuidando  de  ella  los  Padres  José  de  Acosta  y 
Juan  de  Atienza.  Fueron,  pues,  aquellos  libritos  las  primicias  tipográficas 
peruanas. 

Á  ellos  siguieron  un  Devocionario  y  otros  opúsculos  en  ambas  len- 
guas, con  notable  utilidad  de  los  indios  y  de  los  Doctrineros,  pues  antes 
la  diversidad  de  los  textos,  por  ser  escritos  de  mano,  era  de  daño  para 
la  rudeza  de  los  neófitos,  y  tarea  pesada  tener  que  copiarlos  en  grande 
abundancia. 

Merced  á  los  libros  publicados  en  letras  de  molde  se  faciHtó  extraor- 
dinariamente la  enseñanza  de  la  Religión  cristiana  á  los  indios,  y  á  los 
nuevos  Misioneros  el  conocimiento  de  las  dos  lenguas  indígenas,  de 
suerte  que  en  1600,  de  los  105  sacerdotes  de  aquella  Misión,  los  80,  y 
otros  muchos  no  ordenados  aún  de  orden  sacro,  sabían  una  de  las  dos 
lenguas  dichas  ó  ambas  (1). 

Juli. — Varias  obras  publicó  el  italiano  P.  Luis  Bertonio  en  aimará  y 
en  castellano  con  este  pie  de  imprenta:  «Impreso  en  la  casa  de  la  Com- 
pañía de  Jesús  de  Juli,  en  la  provincia  de  Chucuyto.  Por  Francisco  del 
Canto.— 1612.» 

Como  demuestra  satisfactoriamente  Torres  Saldamando,  apoyán- 
dose en  documentos  fehacientes,  jamás  estuvo  en  Juli  Francisco  del 
Canto.  Éste  solamente  imprimía  en  su  imprenta  de  Lima  el  pliego  pri- 
mero con  la  portada  y  preliminares,  y  el  resto  del  libro  se  estampaba  en 
Juli,  con  tipos  nuevos,  en  la  imprenta  de  los  Padres.  Funcionó  ésta  de 
1610  á  1614  (2). 

(Continuará.)  CeCILIO  GÓMEZ  RoDELES. 


(1)  Torres  Saldamando,  Ibid,  págs.  36-42;  Memorial  del  P.  José  Tiruel,  Archivo 
General  de  Indias,  en  Sevilla,  E.  7-C.  3-L."  29. 

(2)  Saldamando,  Ibid.,  páginas  74-78.  Reproduce  los  títulos  de  los  libros  allí  impre- 
sos el  citado  seflor  Conde  de  la  Vinaza,  Bibliografía  española  de  lenguas  indígenas  de 
América,  números  129,  131,  132  y  133,  páginas  76-80. 

razón  y  fe,  tomo  XXVI  •  24 


LA  CONQUISTA  PEL  AI}^£ 


III 

Aeroplanos  sin  motor.— Primeras  experiencias  del  vuelo  plano.— Lilienthal.— Pilcher.— 
Chanute.  —  Los  hermanos  Wright  en  Kitty-Hawk,  —  Algunas  particularidades  del 
biplano  americano.— Enseñanzas  prácticas  deducidas  de  esos  ensayos.— Experien- 
cias de  John  Montgomery.— Un  hombre  en  1905  volando  á  mil  metros  de  altura. 


8, 


►i  consideramos  con  imparcialidad  la  serie  de  experiencias  que  en 
nuestros  días  han  venido  á  dar  un  continuado  y  progresivo  avance  al 
magno  problema  de  la  conquista  del  aire,  pronto  echaremos  de  ver  que 
este  moderno  progreso  de  la  Aviación  no  es  debido  precisamente  á  los 
trabajos  de  Maxim,  Hargrave,  Langley  ó  Ader,  sino  que  trae  su  origen 
de  las  trascendentales  experiencias  del  ingeniero  alemán  Otto  Lilienthal. 
Éste  es  el  verdadero  maestro  de  la  moderna  locomoción  aérea  y  el  inven- 
tor del  método  para  aprender  á  volar  (1). 

Nacido  en  24  de  Mayo  de  1848  en  Auklam  (Pomerania-Prusia),  mos- 
tró desde  muy  pequeño  su  afición  por  el  elemento  aéreo,  construyendo 
cometas  de  diferentes  formas  y  tamaños.  Más  adelante  dedicóse  de  lleno 
al  estudio  de  la  aerodinámica  y  observación  detenida  del  vuelo  de  las 
aves,  muy  en  especial  del  de  la  cigüeña,  dejándonos  de  ello  multitud  de 
apuntes  y  curiosas  siluetas  de  voladores  que  con  gran  precisión  solía 
diseñar  en  proyección  horizontal. 

Este  sabio  ingeniero,  después  de  muchos  años  de  cálculos  y  experien- 
cias publicadas  por  él  en  Berlín  durante  el  año  1889  en  Der  Vogelflug 
ais  Grundlage  der  Fliegekunst,  impugnó  con  gran  brío  la  teoría  de  Na- 
vier,  quien  afirmaba  que  el  hombre  jamás  llegaría  á  volar  como  las  aves 
por  no  tener  como  ellas  la  suficiente  fuerza  relativa;  aduciendo,  en  con- 
tra de  esta  afirmación,  el  hecho,  observado  por  él  en  muchas  ocasiones, 
de  existir  aves  que  permanecen  durante  largas  horas  en  el  vuelo  sin  dar 
el  más  mínimo  aletazo,  aprovechando  tan  sólo  la  fuerza  del  aire  y  de  la 
gravedad. 

Partiendo  del  principio  de  que  en  el  ave  lo  principal  es  la  sustenta- 
ción y  lo  secundario  la  propulsión,  afirmó  que  de  igual  suerte  en  todo 


(1)  Antes  de  exponer  los  principios  científicos  y  teoría  general  dinámica  de  la  Avia- 
ción parécenos  conveniente  referir  las  primeras  experiencias  del  aeroplano.  Experien- 
cias que  habiendo  sido  muchas  de  ellas  ejecutadas  sin  previos  principios  científicos, 
han  corregido  no  obstante  muchos  errores  teóricos  y  sido  base  y  punto  de  partida 
para  ulteriores  y  serias  investigaciones  aerodinámicas. 


LA   CONQUISTA  DEL   AIRE  359 

aparato  de  aviación  la  cuestión  del  motor  y  medio  de  propulsión,  era  una 
cuestión  muy  secundaria,  comparada  con  la  cuestión  de  la  estabilidad, 
que  es  la  principal.  Conforme  con  estos  principios,  dividió  el  problema 
que  trataba  de  resolver  en  dos  partes:  1.",  construir  un  aparato  estable 
capaz  de  imitar  á  las  aves  en  su  vuelo  á  vela,  aprovechando,  como  ellas, 
únicamente  la  fuerza  del  viento  y  de  la  gravedad  y,  2.",  adaptar  á  ese 
aparato  un  motor  adecuado  y  tal  que  pueda  hacer  más  durables  los  vue- 
los, supliendo  momentáneamente  el  impulso  del  viento. 

Siguiendo  este  plan  sistemático,  Lilienthal  construyó,  á  partir  del 
año  1891,  distintos  modelos,  consistentes  en  uno  ó  dos  pares  de  alas  cón- 
cavas y  redondeadas,  provistas  de  una  cola  cruciforme  para  la  estabili- 
dad, tanto  lateral  como  longitudinal.  Con  ellos  comenzó  por  imitar  el 
vuelo  más  sencillo  de  las  aves,  ó  sea  el  que  ejecutan  cuando  descienden 
planeando,  desplegadas  sus  alas  á  modo  de  un  perfectísimo  paracaídas. 
Colocado  en  la  parte  central  y  anterior  de  su  aeroplano,  descendía  con 
él  á  cuestas,  por  una  pendiente  suave,  hasta  tanto  que  el  viento  ascen- 
dente, ejerciendo  suficiente  presión  sobre  los  planos,  sostenía  al  aparato 
y  al  aviador.  Desde  aquel  momento  comenzaba  el  vuelo,  tanto  más  pro- 
longado cuanto  mayor  era  la  altura  desde  la  que  se  iniciaba  el  descenso. 
De  este  modo  logró  ejecutar  vuelos  de  20,  100  y  aun  300  metros  de 
recorrido,  lanzándose  desde  alturas  de  15  y  30  metros.  El  equilibrio  del 
aparato  y  aun  algunas  viradas  lo  conseguía  trasladando  ó  modificando 
en  sentido  conveniente  el  centro  de  gravedad  por  el  movimiento  de  las 
piernas  (1). 

Lilienthal  hizo  sin  el  menor  contratiempo  más  de  dos  mil  vuelos;  pero, 
por  desgracia,  ensayando  en  Agosto  de  1896  un  aparato  de  antigua  cons- 
trucción, y  que,  según  parece,  estaba  algo  deteriorado,  tuvo  la  mala  for- 
tuna de  que  se  le  rompiese  en  el  aire,  cayendo  el  aviador  desde  una 
altura  de  10  metros,  falleciendo  en  el  acto  á  consecuencia  de  la  rotura  de 
la  columna  vertebral. 

Mas  si  Lilienthal  murió,  sobrevivieron  sus  principios,  y  sus  nota- 
bles experiencias  hallaron  un  continuador  entusiasta  en  el  ingeniero 
M.  Pilcher,  de  la  Armada  inglesa.  Su  aparato,  aunque  más  lujoso,  era 
muy  parecido  al  modelo  monoplano  de  su  malogrado  maestro;  pero  no 
así  el  modo  de  elevarse  en  el  aire.  Para  ello  se  valía  de  un  par  de  caba- 
llos, á  los  que  ataba  una  larga  brida,  cuyo  extremo  venía  á  arrollar  en  la 
parte  anterior  del  aparato  y  muy  cerca  de  donde  apoyaba  las  manos. 
De  este  modo,  colocado  en  su  puesto  y  de  cara  al  viento,  lanzaba  á  ga- 
lope sus  caballos,  que  al  arrastrar  el  aeroplano  lo  elevaban  al  punto  en 
el  aire  cual  una  simple  cometa.  Cuando  se  hallaba  á  suficiente  altura, 
Pilcher  soltaba  la  brida  de  tracción,  y  el  aeroplano,  libre  ya  en  el  aire. 


(1)    Pueden  verse  descritas  estas  notables  experiencias  en  Zeitschrift  für  Luftschif- 
jahrt  und  Physic  de  Atmosphare  (Noviembre,  1893). 


360  LA   CONQUISTA  DEL   AIRE 

describía  una  trayectoria  tanto  más  prolongada  cuanto  mayor  era  la 
ascensión. 

El  año  1899,  en  ocasión  en  que  con  viento  muy  fuerte  ejecutaba  un 
vuelo  de  este  género,  delante  de  una  porción  de  convidados  y  amigos, 
rompiéndosele  en  el  aire  el  plano  estabilizador  de  la  cola,  Pilcher,  lo 
mismo  que  su  maestro,  fué  víctima  de  su  arrojo,  sufriendo  una  tremenda 
caída,  de  la  que  falleció  poco  después. 

No  obstante  estas  dos  víctimas,  no  faltaron  apasionados  por  la  idea 
que  continuasen  en  América  las  arriesgadas  experiencias  del  vuelo 
plano,  yendo  á  la  cabeza  el  benemérito  de  la  Aviación  M.  Chanute,  inge- 
niero de  Chicago.  Consagrado  como  otros  muchos  desde  hacía  tiempo 
al  estudio  teórico  de  la  Aviación,  en  1896  trocó  las  cifras  algebraicas  por 
el  campo  de  experimentación,  y  tan  rápidos  fueron  los  progresos  que, 
como  él  mismo  declaraba,  en  pocos  días  consiguió  lo  que  no  pudo  alcan- 
zar en  largos  años  de  profundos  estudios  teóricos.  Siendo  por  esta  época 
de  edad  algo  avanzada,  procuró  formar  discípulos,  entre  los  cuales 
merecen  citarse  Herring  y  Avery  y  más  adelante  los  hermanos  Wright. 

Allí,  en  una  playa  desierta,  cerca  del  lago  de  Michigan,  á  50  kilóme- 
tros de  Chicago,  es  donde  comenzó  sus  primeras  experiencias.  Ante  todo 
trató  de  construir  un  aparato  perfectamente  estable,  y  habiendo  obser- 
vado que  el  biplano  de  Lilienthal  tenía  más  estabilidad  que  el  monoplano, 
hizo  una  máquina  aérea,  compuesta  de  cinco  pares  de  alas  superpues- 
tas, pesando  el  conjunto  unos  152  kilogramos.  De  este  modo  pensaba 
llegar  á  obtener  la  estabilidad  automática,  creyendo  que  la  gravedad  y 
el  viento  serían  los  factores  que  volviesen  á  colocar  el  centro  de  presión 
en  la  misma  vertical  que  el  centro  de  gravedad. 

Con  este  aparato  logró  hacer  algunos  pequeños  vuelos,  lanzándose, 
como  Lilienthal,  desde  lo  alto  de  una  colina;  mas  bien  pronto  se  conven- 
ció de  que  la  complicación  es  un  enemigo  muy  peligroso  en  esta  clase 
de  aparatos,  por  cuya  causa  construyó  poco  después  varios  biplanos, 
montados  sobre  armazón  rígido,  por  un  sistema  especial  suyo  que  lleva 
ya  el  nombre  del  inventor. 

Uno  de  estos  biplanos  (fig.  19)  fué  ensayado  por  su  ayudante  Herring. 
Componíase  de  dos  superficies  sustentadoras  rectangulares  y  una  pe- 
queña cola  celular,  siendo  el  total  de  su  extensión  superficial  12ni',45, 
con  un  peso  de  1 1  kilogramos.  El  aviador  colocábase  en  una  especie  de 
paralelas,  de  modo  que,  juntamente  con  las  piernas,  pudiese  correr  tam- 
bién el  cuerpo;  de  donde  resultaba  adelantar  ó  retrasar  el  centro  de  gra- 
vedad, dando  de  este  modo  más  ó  menos  ángulo  de  ataque  á  las  super- 
ficies sustentadoras.  Herring  logró  recorrer  en  el  aire  con  este  aparato 
109  "1,42  en  unos  catorce  segundos. 

Desde  1897  á  1900  sobreviene  un  período  de  calma  y  aun  de  des- 
aliento, en  que  todo  parecía  conjurarse  contra  la  Aviación,  haciendo  fra- 
casar las  más  generosas  iniciativas.  Sir  Hiram  Maxim  abandonaba  su 


LA   CONQUISTA    DEL   AIRE 


361 


obra,  después  de  haber  gastado  más  de  500.000  francos;  Ader,  consumido 
de  tristeza,  quemaba  sus  célebres  modelos,  que,  prescindiendo  de  su  tra- 
bajo intelectual,  le  habían  costado  cerca  de  dos  millones  de  francos,  sal- 
vándose tan  sólo  su  último  aparato,  el  Avión,  que  fué  enviado  al  Museo 


Fig.  19. 


de  Artes  y  Oficios  de  París;  los  ingenieros  Lilienthal  y  Pilcher  hallaban 
una  muerte  trágica  en  el  transcurso  de  sus  experiencias;  al  mismo  Lan- 
gley  se  le  negaba  por  el  Gobierno  de  los  Estados  Unidos  la  subvención 
que  había  pedido  para  continuar  sus  ensayos.  Los  hechos  parecían  dar 
fundamento  para  considerar  una  vez  más  á  la  Aviación  como  una  utopía 
é  insigne  locura. 

Sin  embargo,  algunos  habían  podido  sustraerse  á  esta  general  des- 
bandada y  trabajaban  en  secreto.  Á  fines  de  1900  la  prensa  comienza  á 
ocuparse  de  dos  modestos  fabricantes  de  bicicletas,  Wilbur  y  Orville 
Wright  de  Dayton,  Estado  de  Ohio  en  Norte-América.  Estos  dos  herma- 
nos, aficionados  desde  muy  jóvenes  á  todo  aquello  que  se  relacionaba 
con  la  locomoción  aérea,  sintieron  crecer  sus  entusiasmos,  precisamente 
cuando  en  1896  llegó  á  América  la  fatal  noticia  de  la  muerte  de  Lilien- 
thal. Leyeron  con  atención  los  escritos  que  dejó  este  sabio  ingeniero,  y 
perfeccionaron  sus  estudios  en  las  obras  de  Chanute  Progress  in  Flying 
Machines,  Experiments  in  Aerodynamics  de  Langley,  Aeronautics  An- 
nuals  y  diversos  folletos  publicados  por  el  Smithsoniam  Institution. 

Dejando  á  un  lado  las  complicadas  máquinas  de  Langley  y  Maxim, 
sus  entusiasmos  se  dirigieron  hacia  el  vuelo  plano,  tal  como  lo  había 


362 


LA   CONQUISTA   DEL   AIRE 


practicado  Otto  Lilienthal.  Á  semejanza  de  su  maestro,  trataron  ante  todo 
de  resolver  la  cuestión  de  la  estabilidad,  pero  por  un  sistema  descono- 
cido hasta  entonces.  Construyeron  un  biplano  del  género  Chanute,  pero 
con  la  particularidad  de  ser  las  alas  rígidas  en  la  parte  central  y  flexi- 
bles en  sus  extremos,  de  modo  que  pudieran  deformarse  por  medio  de  un 
sistema  especial  de  palancas,  aumentándose  la  incidencia  en  uno  de  los 
lados,  mientras  se  disminuía  en  el  opuesto;  además,  el  aparato  iba  pro- 
visto de  un  timón  horizontal,  colocado  en  la  parte  de  delante,  y  cuya  inci- 
dencia pudiera  variarse  á  voluntad  del  aviador.  Construido  el  aparato 
(fig.  20),  buscaron  un  lugar  solitario  en  Kitty  Hawk  (Carolina  del  Norte), 
y  en  Octubre  de  1900,  dieron  principio  los  ensayos,  procediendo  en  ellos 
con  método,  yendo  de  lo  conocido  á  lo  desconocido,  de  lo  fácil  á  lo 
difícil. 

Comenzaron  por  elevar  el  aparato  construido,  cual  si  fuera  una 

cometa.  Una  vez  en  el 
aire,  por  medio  de  unas 
cuerdecillas  suplementa- 
rias, movían  las  palancas 
que  deformaban  las  super- 
ficies y  aumentaban  ó  dis- 
minuían la  incidencia  en 
el  timón  horizontal.  De 
este  modo  pudieron  darse 
entera  cuenta  de  los  efec- 
tos que  para  el  equilibro 
lateral  producía  el  alabeo 
en  las  extremidades  de  las 
alas,  peso  que  podía  ele- 
var el  aparato,  y  otras  mu- 
chas cosas  que  quisieron 
resolver  antes  de  comen- 
zar las  experiencias  en 
mayor  escala,  á  las  que  se  prepararon  en  vista  de  los  buenos  resulta- 
dos que  les  había  dado  su  sistema  especial  de  equilibrio. 

Empezaron  por  lanzarse,  como  Lilienthal,  por  la  rampa  de  una  colina; 
mas  en  el  momento  mismo  en  que  conocía  el  aviador  ser  levantado  del 
suelo,  se  echaba  á  lo  largo  del  plano  inferior,  con  el  objeto  de  ofrecer 
menos  resistencia  al  viento  y  elevar  todo  lo  posible  el  centro  de  grave- 
dad. De  este  modo  y  sirviéndose  al  mismo  tiempo  del  timón  horizontal 
y  del  alabeo  de  las  alas,  no  sólo  llegaron  á  ejecutar  largos  vuelos,  sino 
que  consiguieron  poder  virar  á  derecha  ó  izquierda,  cambiando  la  direc- 
ción y  siendo,  en  cierto  modo,  dueños  de  su  aparato.  En  la  serie  de 
estos  ensayos  es  donde  vieron  por  experiencia  la  necesidad  de  añadir 
al  aparato  un  plano  vertical  que,  movido  en  armonía  con  el  alabeo  de  las 


Fig.  20. 


LA    CONQUISTA   DEL    AIRE  363 

alas,  contrarrestase  en  él  la  tendencia,  ó  virar  hacia  el  lado  en  que  el 
extremo  del  ala  recibía  mayor  ángulo  de  ataque.  Con  estas  modifica- 
ciones, durante  el  otoño  de  1903  hicieron  las  últimas  experiencias,  que 
fueron  para  ellos  decisivas. 

Con  tan  largas  y  concienzudas  experiencias  no  solamente  consiguie- 
ron los  Wright  hacerse  con  una  máquina  aérea  apta  para  recibir  un 
motor,  sino  una  serie  de  enseñanzas  y  datos  que  les  habían  de  servir 
mucho  para  sus  futuros  trabajos.  Vieron  desde  luego  que  todos  los 
cálculos  que  hasta  entonces  habían  servido  de  base  en  la  construcción 
de  los  aeroplanos,  incluso  los  que  Langley  publicó  en  su  Experiments  in 
Aerodynamics,  eran  erróneos,  lo  mismo  que  las  tablas  que  sobre  la  pre- 
sión que  ejerce  el  aire  sobre  una  superficie  en  sus  diversos  ángulos  de 
ataque  habían  publicado  en  diversas  épocas  la  Academia  de  Ciencias  de 
París  y  la  Sociedad  Aeronáutica  de  Londres.  Observaron  ser  distinta  la 
presión,  según  sea  la  superficie  rectangular,  cuadrada,  triangular,  circu- 
lar ó  elíptica;  ser  diversa  la  que  se  ejerce  en  las  mismas  superficies, 
según  sean  éstas  planas  ó  curvas,  y  aun  en  estas  curvas  gran  diversidad, 
según  la  especie  y  flecha  de  curvatura;  notando  que  los  arcos  de  círculo 
difieren  de  los  arcos  de  parábola,  hallando  en  éstos  también  sus  discre- 
pancias. Igualmente  vieron  por  propia  experiencia  que  las  superficies  de 
cierto  espesor  sufrían  una  presión  muy  distinta  de  la  que  experimentan 
las  superficies  delgadas,  y  que  las  superficies  de  espesor  variable  tenían 
presiones  variables  en  armonía  con  el  punto  de  espesor  máximo.  No 
influía  menos  en  estos  resultados  el  borde  anterior  del  ala,  notando  que 
una  superficie  que  tuviera  redondeado  el  borde  anterior  daba  una  misma 
sustentación  para  todos  los  ángulos  comprendidos  entre  7,5  y  45  grados. 
En  una  palabra:  habiendo  ensayado  más  de  cincuenta  superficies  de 
diferentes  formas  y  curvaturas  y  con  ángulos  variables,  formaron  unas 
tablas  propias,  de  las  que  con  tanto  éxito  habían  de  servirse  en  sus  futu- 
ros ensayos. 

Tan  felices  resultados  moviéronles  también  á  dar  otro  rumbo  á  sus 
investigaciones,  pues  si  hasta  entonces  no  habían  trabajado  sino  por 
pura  afición  y  sin  esperanza  alguna  de  lucro,  animados  por  Chanute,  que 
pasó  con  ellos  algunas  semanas  en  el  campamento  de  Kitty-Hawk  y 
presenció  algunos  de  sus  vuelos,  creyeron  llegado  el  momento  de  pen- 
sar en  explotar  industrialmente  su  invención,  para  lo  cual,  dejando  á  un 
lado  todas  las  demás  ocupaciones,  no  pensaron  ya  sino  en  perfeccionar 
paulatinamente  su  máquina,  trabajando  en  el  silencio  y  soledad  más 
absoluta,  silencio  que  más  adelante  tantas  dudas  había  de  suscitar  sobre 
sus  rápidos  y  portentosos  progresos. 

No  fueron  sólo  los  hermanos  Wright  quienes  se  dedicaron  en  Amé- 
rica durante  este  tiempo  á  experiencias  de  aviación.  El  profesor  M.Mont- 
gomery,  del  Colegio  de  la  Compañía  de  Jesús  de  Santa  Clara,  en  Cali- 
fornia, ayudante  del  P.  Bell,  S.  I.,  profesor  de  física  en  el  mismo  estable- 


364 


LA   CONQUISTA  DEL   AIRE 


cimiento,  estudió  y  construyó  un  aparato  de  su  invención  (fig.  21),  cuyas 
experiencias  merecieron  ser  calificadas  por  Chanute  como  las  mejores 
que  hasta  entonces  se  habían  verificado.  El  aparato  estaba  formado  por 


Fig.  21 . 


dos  superficies  de  perfil  parabólico,  AB  y  CD,  y  arqueadas  hacia  abajo, 
colocadas  en  tándem  sobre  un  bastidor  de  hikory,  del  que  pende  el  caba- 
llete EF,  y  sobre  el  que  se  sentaba  el  aviador  en  G.  El  equilibrio  longi- 
tudinal se  obtenía  por  medio  de  una  cola,  HI,  formada  por  dos  semi- 
círculos perpendiculares  y  capaz  de  girar  en  todos  sentidos,  y  el  equili- 


Fij.  22. 


LA   CONQUISTA   DEL   AIRE 


365 


brio  lateral  por  el  sistema,  hoy  tan  generalizado,  del  alabeo  de  las 
superficies  sustentadoras.  Este  procedimiento  del  equilibrio  lateral  por  la 
deformación  de  las  alas  fué  en  aquella  época  tanto  más  notable,  cuanto 
que  los  hermanos  Wright  siempre  han  sostenido  tener  de  él  la  exclu- 
siva (1). 

El  29  de  Abril  de  1905  se  hicieron  las  pruebas  de  este  original  apa- 
rato (fig.  22),  para  lo  cual  se  utilizó  un  procedimiento  muy  diverso  de 
los  que  hasta  entonces  se  habían  empleado.  Hinchado  previamente  un 
globo  para  que  remontase  el  aeroplano,  colocóse  en  él  el  aeronauta 
John  Maloney,  y,  dada  la  voz  de  soltar  amarras,  el  globo  ascendió 
majestuosamente,  llevando,  en  vez  de  barquilla,  el  aeroplano  con  su 
aviador.  Cuando  llegó  á  una  altura  de  unos  mil  metros,  el  aviador  soltó 
la  cuerda  que  retenía  su  aparato  (fig.  23)  atado  al  globo,  quedando 
libre  en  el  aire  mientras  el  montgolfier  se  alejaba  impulsado  por  el 


^m 

-^^' '    -^ 

f**^*^*"^^             mk 

^ 

^^B^ 

1 

^ 

..,..^ 

■É.:^.- 

i     1      Mt. 

m 

•éí  mÁ... 

Fig.  23. 


viento.  En  aquella  disposición  el  aeroplano  comenzó  á  describir  inmen- 
sos círculos,  ascendió  por  dos  veces  contra  el  viento,  y  otras  lanzóse 
como  ave  que  va  á  precipitarse  sobre  su  presa.  Así  estuvo  evolucionando 


(1)  Reciente  está  el  litigio  de  ios  famosos  Brevets  Wright.  Los  célebres  americanos 
han  denunciado,  por  medio  de  sus  representantes,  una  porción  de  aparatos  franceses 
en  los  que  se  encuentra  este  sistema  de  equilibrio  lateral,  sin  excluir  el  Bleriot  XI  de  la 
Iravesia  de  la  Mancfia.  La  parte  contraria  aduce  como  prueba  testificativa  en  contra  de 
la  exclusiva  Wright  el  fiecho  de  haber  sido  anteriormente  empleado  el  alabeo  de  las 
alas,  en  el  aeroplano  Santa  Clara,  por  el  profesor  John  Montgomeri,  del  Colegio  de  la 
Compañía  de  Jesús  de  Santa  Clara,  California.  (Véase  la  reciente  obra  Vehicles  of  the 
Air  de  Victor  Lougheed.  También  se  ha  ocupado  de  este  asunto  L'Aéro  en  el  número 
correspondiente  al  12  de  Enero  1910.) 


366  LA   CONQUISTA   DEL  AIRE 

durante  veinte  minutos,  hasta  que,  por  fin,  acercándose  al  suelo  y  evi- 
tando con  toda  maestría  los  postes  telegráficos,  árboles  y  demás  obs- 
táculos que  se  le  oponían  en  su  vuelo,  John  Maloney  maniobró  tan 
diestramente  que  vino  el  aeroplano  á  posarse  con  toda  felicidad  en  el 
campo  que  de  antemano  se  le  había  señalado  (1). 

Estos  ensayos  públicos  tuvieron  lugar  posteriormente  en  distintas 
ocasiones,  con  asistencia  de  numeroso  público  y  corresponsales  de  los 
principales  diarios  americanos,  teniendo,  desgraciadamente,  que  cesar 
por  el  accidente  mortal  ocurrido  á  Maloney  en  el  transcurso  de  estas 
experiencias,  debido  á  que  el  aparato  debió  quebrarse  en  el  momento  de 
la  ascensión. 

No  obstante  este  accidente,  no  dejan  de  ser  notables  estos  ensayos, 
siendo  el  primer  aparato  de  aviación  que  ha  evolucionado  en  el  aire  á 
tan  considerable  altura. 

Enrique  Ascunce. 

(Continuará.) 


(1)  Para  más  detalles  de  estas  experiencias,  puede  consultarse  la  prensa  americana 
de  Abril,  Mayo  y  Junio  de  1905,  en  especial  Tfie  San  Francisco  Examiner  y  The  Red- 
wood,  que  narran  estos  hechos  con  gran  copia  de  pormenores. 


BOLETÍN    CANÓNICO 


SAGRADA    CONGREGACIÓN    DEL    SANTO    OFICIO 


La  bendición  apostólica  á  las  Religiosas  en  el  artículo 

de  la  muerte. 

1.  Por  decreto  de  la  Sagrada  Congregación  del  Santo  Oficio  ha  con- 
cedido Pío  X,  con  fecha  1."  de  Abril  de  1909,  que  cualquier  sacerdote, 
legítimamente  llamado  á  administrar  los  últimos  Sacramentos  á  una 
Religiosa  en  el  artículo  de  la  muerte,  pueda  también  darle  la  bendición 
apostólica,  aunque  él,  por  otra  parte,  no  tenga  esta  facultad,  debiendo 
al  darla  sujetarse  á  las  normas  trazadas  por  Benedicto  XIV  en  su  Cons- 
titución Pia  Mater  y  observar  la  forma  prescrita  en  el  Ritual  romano. 

DECRETUM 

quo  cuilibet  sacerdoti  conceditur  facultas  impertiendi  apostolicam  benedictionein 
religiosis  mulieribus  in  articulo  mortis. 

Die  1  Aprilis  1909. 

2.  Quum  religiosis  mulieribus  ad  instituía  votorum  tum  solemnium  tum  simplicium 
pertinentibus  benedictionem  apostolicam  in  articulo  mortis  impertiri  nonnisi  ordina- 
rius  earum  confessarius,  juxta  vigentem  in  praesens  discipünam,  regulariter  permitta- 
tur;  ne  forte,  hoc  quavis  ex  causa  impedito,  supremo  hujusmodi  spirituali  solatio  iliae 
destituantur,  sanctissimus  D.  N.  D.  Pius  PP.  X,  oblatis  sibi  ad  rem  precibus  ex  animo 
annuens,  in  sólita  audientia  R.  P.  D.  Adsessori  S.  Officii  concessa,  benigne  indulgere 
dignatus  est,  ut,  quandocumque  alius  quilibet  sacerdos  ad  extrema  sacramenta  religio- 
sis mulieribus  votorum  tum  solemnium  tum  simplicium  ministranda  rite  vocetur,  eisdem 
animam  agentibus  apostolicam  etiam  benedictionem,  etsi  aliunde  hac  facúltate  non 
polleat,  impertiri  valeat,  ad  normam,  ceteroquin,  apostolicae  Constitutionis  s.  m.  Bene- 
dicti  XIV,  quae  incipit  Pia  Mater,  et  sérvala  forma  in  Rituali  romano  praescripta.  Con- 
trariis  quibuscumque,  etiam  speciaii  mentione  dignis,  non  obstantibus. 

L.  t  S. 

A.  Can.  GiAMBENE,  Substitutus  pro  Indulgentiis. 
(Acta  A.  Seáis,  vol  1,  p.  490.) 

COMENTARIO 

§1 
Quiénes  pueden  dar  esta  bendición. 

3.  Según  la  Const.  Pia  Mater  (5  de  Abril  de  1747:  Bull.  Bened.  XIV, 
vol.  2,  p.  129,  sig.,  Romae,  1760),  de  que  en  el  decreto  se  habla,  los 


368  BOLETÍN   CANÓNICO 

Obispos  obtienen  la  facultad  de  dar  dicha  bendición  y  de  subdelegar  á 
otros  para  que  la  den,  pidiéndola  al  Papa,  y  les  vale,  una  vez  obtenida, 
para  todo  su  pontificado  en  la  diócesis  para  que  la  obtuvieron. 

4.  Pueden  subdelegar  á  todos  los  sacerdotes  que  juzguen  oportuno, 
sean  regulares,  sean  seculares,  y  aun  facultar  á  éstos  para  que  á  su  vez 
subdeleguen  á  otro  en  su  lugar  en  casos  particulares.  Pueden  hacer  la 
delegación  de  palabra  ó  por  escrito,  en  particular  ó  en  general;  v.  gr.,  á 
todos  los  que  ejerzan  cura  de  almas,  á  todos  los  confesores  aprobados, 
á  todos  los  sacerdotes  aquí  presentes,  etc.  S.  C.  de  Indulg.,  23  Noviem- 
bre 1878.  (D.  auth.,  n.  440,  p.  401.) 

5.  El  sacerdote,  una  vez  subdelegado,  conserva  la  facultad  por  toda 
su  vida,  aunque  el  Obispo  que  se  la  dio  sea  trasladado  á  otra  diócesis  ó 
muera.  Sólo  la  perderá  si  se  la  quita  el  que  se  la  dio  ó  su  sucesor.  Bene- 
dicto XÍV,  Const.  Pía  Mater,  1.  c,  p.  131. 

6.  Pero  con  respecto  á  las  Religiosas,  ya  sean  de  votos  solemnes,  ya 
sean  de  votos  simples,  aunque  sean  sólo  de  congregaciones  religiosas 
diocesanas  ó  cualesquiera  mujeres  que  vivan  en  comunidad  y  tengan 
señalado  confesor  ordinario,  sólo  podía  el  Obispo  subdelegar  al  confe- 
sor ordinario  de  las  mismas  para  darles  dicha  bendición.  S.  C.  Indulg., 
23  Septiembre  1775  (D.  auth.,  n.  237,  ad  9,  p.  215);  2  Diciembre  1868 
(Rescript.  auth.,  n.  408,  p.  3.247). 

7.  Por  el  decreto  que  comentamos,  el  Papa  mismo,  sin  necesidad  de 
subdelegación  alguna  por  parte  del  Ordinario,  faculta  á  cualquier  sacer- 
dote que  legítimamente  oiga  la  confesión  de  dicha  Religiosa  en  el  artículo 
de  la  muerte  ó  le  administre  los  últimos  Sacramentos,  para  que  él  pueda 
darle  la  mencionada  bendición  apostólica. 

8.  Recuérdese  que  en  el  artículo  de  la  muerte  puede  la  Religiosa 
enferma  llamar  á  cualquier  sacerdote,  esté  ó  no  aprobado  para  oir  con- 
fesiones de  Religiosas.  Si  es  de  los  aprobados  habitualmente  para  Reli- 
giosas, puede  y  debe  concedérselo  la  Superiora  local.  Si  no  es  de  éstos, 
el  concederlo  toca  al  Obispo  generalmente,  á  no  ser  que  él  haya  facul- 
tado á  la  Superiora  local  ó  á  otra  persona  para  que  lo  conceda  en  estas 
circunstancias.  Véase  Razón  y  Fe,  vol.  4,  p.  96,  sig.;  ó  Ferreres,  Religio- 
sas, Com.  1,  n.  47,  sig. 

9.  Si  la  enfermedad  no  da  tiempo  para  buscar  al  confesor  ordinario 
ó  á  otro  de  los  aprobados,  puede  ser  llamado  cualquier  sacerdote  con 
quien  se  tope,  aunque  no  esté  aprobado  para  oir  confesiones  ni  aun  de 
seglares,  y  aunque  se  trate  de  Religiosas  con  clausura  papal.  Cfr.  Ferre- 
res, Religiosas,  Com.  3,  n.  23. 

10.  La  razón  de  esta  nueva  concesión  es  para  que  ninguna  Religiosa 
pierda  la  bendición  apostólica  por  no  poder  acudir  al  confesor  ordi- 
nario. 


BOLETÍN   CANÓNICO  369 

§11 

Á  quiénes  puede  darse. 

11.  Esta  bendición  generalmente  se  da  después  de  recibir  los  sacra- 
mentos de  la  Penitencia  y  Eucaristía;  pero  puede  darse  también  á  los 
que  han  quedado  sin  sentido  antes  de  haber  podido  recibir  dichos  Sacra- 
mentos (Cfr.  Ritual  romano,  tit.  5,  1.  6,  p.  113:  Ratisbonae,  1898;  Bene- 
dicto XIV,  Const.  cit.,  pág.  132),  y  aunque  estén  aparentemente  muertos, 
pero  probablemente  aún  vivan;  esto  es,  á  todos  á  quienes  lícitamente 
se  les  puede  dar  la  absolución  y  la  Extremaunción,  aunque  sea  sub  con- 
ditione,  según  lo  que  se  expuso  en  Razón  y  Fe,  vol.  8,  p.  236,  sig.  (1); 
Ferreres,  La  muerte  real  y  la  muerte  aparente,  n.  40,  sig. 

12.  Puede  y  generalmente  debe  darse  á  los  niños  que  todavía  no 
hayan  recibido  la  primera  Comunión  (S.  R.  C,  16  Diciembre  1828; 
D.auth.,  n.  2.650),  si  son  capaces  de  pecado  (S.  C.  de  Indulg.,  9  Julio  1832; 
apud  Beringer,  Les  Indulgences,  vol.  1,  p.  673,  París,  1905),  pues  las 
indulgencias  sólo  pueden  aprovechar  á  los  que  han  pecado,  aunque  sólo 
sea  levemente. 

13.  Tampoco  sirven  las  indulgencias  á  los  que  se  hallen  en  estado 
de  pecado  mortal,  pues  sólo  tienden  á  remitir  la  pena  que  queda  después 
de  remitida  la  culpa. 


(1)  Nos  es  verdaderamente  grato  copiar  aquí  la  siguiente  Constitución  del  primer 
Sínodo  diocesano  de  Madrid,  al  tratar  del  sacramento  de  la  Penitencia:  «Constitu- 
ción V\.— Administración  de  este  sacramento  á  aquellos  de  cuya  muerte  real  se  duda. 
»Es  doctrina  admitida  por  los  médicos  modernos  que  entre  la  muerte  aparente  y  la 
real  haya  un  lapso  de  tiempo,  más  ó  menos  largo,  según  la  enfermedad  que  la  ha  pro- 
ducido. Por  esto  los  moralistas  aconsejan  que  durante  ese  periodo  se  administren  sub 
conditione  los  sacramentos  de  la  Penitencia  y  Extremaunción. 

«Habida  consideración  á  la  autoridad  de  tan  respetables  tratadistas,  Synodo  appro- 
bante,  disponemos: 

A.°  Que  los  párrocos  de  nuestra  jurisdicción,  y  en  caso  de  urgente  necesidad  cual- 
quier otro  sacerdote,  exciten  al  dolor,  absuelvan  y  administren  la  Unción  sub  condi- 
tione á  los  cristianos  adultos  de  cuya  muerte  real  se  duda;  para  lo  cual  tendrán  en 
cuenta  si  ésta  ha  sido  repentina  ó  causada  por  enfermedad  que  ha  durado  algún  tiem- 
po, pues  en  el  primer  caso  pueden  administrarse  ios  susodichos  sacramentos  mien- 
tras el  cadáver  no  ofrezca  señales  de  descomposición,  y  en  el  segundo  sólo  en  la  pri- 
mera media  hora. 

»2.<'  Exhortamos  muy  encarecidamente  á  los  fieles  á  que,  en  casos  como  los  que  se 
indican  anteriormente,  recurran  á  la  parroquia  respectiva  á  los  fines  de  referencia.» 
(Cfr.  lib.  2,  tit.  3,  p.  194.) 

También  al  tratar  de  la  Extremaunción  dice  en  la  Constitución  III:  «Encargamos  á 
los  párrocos  que  sean  muy  diligentes  en  procurar  la  recepción  de  este  sacramento  á 
todos  los  que  hayan  cumplido  siete  años,  ó  menos  si  la  malicia  suple  la  edad,  y  que  le 
administren  sub  conditione  á  los  cristianos  de  cuya  muerte  real  se  duda,  dentro  del 
tiempo  que  para  estos  casos  se  indica  al  hablar  de  la  Penitencia.»  (Ibid.,  tit.  5,  p.  228.) 


370  BOLETÍN  CANÓNICO 

14.  De  donde  se  infiere  que  sólo  puede  y  debe  darse  á  las  personas 
que  probablemente  sean  capaces  de  pecado,  y  haya  alguna  probabilidad 
de  que  se  hallan  en  estado  de  gracia. 

15.  Esto  último  puede  presumirse  con  alguna  más  ó  menos  tenue 
probabilidad  aun  de  las  personas  que,  estando  en  sus  sentidos,  rechazan 
los  sacramentos  (S.  C.  de  Indulg.,  23  Septiembre  1775:  D.  auth.  n.  237 
ad5,  p.  214,  sig.),  y  ahora  se  hallan  privadas  de  todos  sentidos.  Puede 
ser  que  interiormente  conserven  el  entendimiento  y  se  arrepientan  al 
verse  tan  próximas  á  la  muerte.  Sabido  es  que  para  ponerse  en  estado 
de  gracia  basta  un  acto  de  contrición. 

§  ni 

Qué  debe  hacer  el  que  haya  de  recibirla. 

16.  Si  el  penitente  puede,  debe  antes  de  recibir  esta  bendición,  con- 
fesarse y  recibir  el  Viático  y  la  Extremaunción.  Si  no  puede,  debe  exci- 
tar en  su  alma  actos  de  contrición.  Aun  en  el  primer  caso  debe  el  confe- 
sor antes  de  dar  dicha  bendición  exhortar  al  penitente  á  actos  de  amor 
de  Dios  y  de  contrición  por  los  propios  pecados.  Bened.  XIV,  Constitu- 
ción citada,  p.  132. 

17.  Como  condiciones  necesarias  se  exigen  expresamente  las  si- 
guientes: 

1."*  El  enfermo  debe  pronunciar  con  la  boca,  ó  al  menos,  si  otra  cosa 
no  puede,  con  el  corazón,  el  dulcísimo  nombre  de  Jesús.  (S.  C.  de  Indulg., 
23  Septiembre  1775;  22  Septiembre  1892:  D.  auth.,  n.  237,  ad  7,  p.  214  sig.; 
Acta  S.Sedis.,wol  25,  p.  315.) 

2.""  Debe  aceptar  con  resignación  y  como  venida  de  la  mano  de  Dios 
la  muerte  con  todos  sus  sufrimientos.  (Bened  XIV,  Const.  cit.,  p.  132.) 

§IV 
Fórmula  esencial  que  debe  emplearse. 

18.  La  fórmula  que  debe  emplearse  necesariamente  para  el  valor  de 
dicha  bendición  es  la  que  se  halla  en  el  Ritual  Romano,  tít.  5,  c.  6  (pá- 
gina 113  de  la  edición  de  Ratisbona  de  1898),  que  es  la  misma  que  traen 
los  Breviarios  y  Diurnos  modernos  (v.  gr.,  en  la  edición  jubilar  de  Desclée, 
año  1903,  Breviar.,  pars  hiemal.,  p.  271),  después  del  Ordo  commenda- 
tionis  animae,  y  antes  de  la  Benedicüo  mensae,  ó  sea  la  que  prescribió 
Benedicto  XIV  en  la  mencionada  Constitución  Pia  Mater,  1.  c,  p.  132. 

19.  Que  esta  fórmula  sea  de  esencia  para  el  valor  de  dicha  bendición 
consta  de  las  palabras  mismas  de  Benedicto  XIV,  1.  c,  y  lo  ha  declarado 
repetidas  veces  por  la  Sagrada  Congregación  de  Indulgencias,  v.  gr.,  en 


BOLETÍN   CANÓNICO  371 

5  de  Febrero  de  1841,  en  18  de  Marzo  de  1879:  D.  auth.,  n.  286  ad  8  (p.  252, 
253),  n.  444  ad  3  (p.  405,  sig.). 

20.  En  caso  de  que  el  estado  del  enfermo  no  dé  más  tiempo,  basta 
dar  la  bendición  empezando  desde  las  palabras  Dominas  noster,  etc. 

21.  Y  si  la  muerte  parece  ya  muy  próxima,  será  suficiente  decir  las 
siguientes  palabras:  Indulgentiam  plenariam  ei  remissionem  omnium 
peccatorum  Ubi  concedo  in  nomine  Patris  f  et  Filii  et  Spiritus  Sancti. 
Amen. 

Véase  el  Breviario  (edición  citada,  p.  272,  en  el  1.  c,  ó  el  Diurno, 
edic.  Dessain,  1903,  p.  122,  conforme  á  la  edición  típica. 

22.  Si  son  muchos  los  enfermos  á  quienes  juntamente  se  les  ha  de 
dar  dicha  bendición,  por  hallarse  reunidos,  v.  gr.,  en  una  sala  de  un 
hospital,  basta  decir  una  sola  vez  las  preces  que  preceden  á  la  bendición 
y  luego  dar  ésta  á  cada  uno  en  particular,  empezando  desde  las  palabras 
Dominas  noster.  (S.  C.  Indulg.,  10  Junio  1884:  Beringer,  1.  c,  p.  678, 679.) 


§  V 

En  qué  enfermedades  y  caántas  veces  puede  darse. 

23.  Puede  darse  en  toda  enfermedad  que  ofrezca  peligro  de  muerte, 
y  no  es  menester  esperar  á  darla  en  el  último  momentOj^  sino  que  puede 
darse  cuando  suele  darse  ya  el  Viático,  aunque  el  peligro  no  sea  inmi- 
nente, V.  gr.,  porque  el  párroco  ó  misionero  ya  no  podrá  visitar  al 
enfermo. 

24.  Se  gana  sólo  en  el  artículo  verdadero  de  la  muerte  (Cfr.  Razón 
Y  Fe,  vol.  1,  p.  561),  de  manera  que  si  de  aquella  enfermedad  no  muere 
el  enfermo,  no  ganará  la  indulgencia,  y  en  otra  enfermedad  se  le  deberá 
dar  otra  vez,  para  que  pueda  ganarla  si  rñuere  de  ella. 

25.  Sólo  puede  darse  una  vez  en  cada  enfermedad,  aunque  el  enfermo 
la  hubiera  recibido  en  estado  de  pecado  mortal,  puesto  que  basta  y  se 
requiere  para  lucrar  la  indulgencia  que  el  enfermo  se  halle  en  estado  de 
gracia  en  el  artículo  ó  momento  mismo  de  la  muerte,  aunque  antes  no  lo 
estuviera.  S.  C.  de  Indulg.,  20  Junio  1836,  ad  7,  23  Septiembre  1775,  ad  6: 
D.  auth.,  n.  257  (p.  231,  sig.);  n.  237  (p.  214,  sig.) 

26.  Pero,  del  mismo  modo  que  sucede  con  la  Extremaunción,  si  el 
enfermo  mejora,  de  manera  que  parezca  haber  desaparecido  el  peligro 
de  muerte,  podrá  entonces  dársele  de  nuevo  la  bendición  apostólica, 
S.  C.  de  Indulg.,  24  Septiembre  1838,  12  Febrero  1842:  D.  auth.  n.  262, 
(p.  235,  sig.);  n.  300  (p.  264). 


372  BOLETÍN   CANÓNICO 

§   VI 

Observaciones. 

27.  1/^  No  debe  confundirse  ésta,  con  la  bendición  apostólica  con 
indulgencia  plenaria  para  la  hora  de  la  muerte  que  concede  el  Papa  á 
alguna  persona  particular,  ya  para  ella,  ya  para  ella  y  sus  parientes 
(consanguíneos  y  afines)  hasta  el  tercer  grado,  como  suele  á  veces  con- 
cederlo, ya  de  viva  voz,  ya  por  algún  rescripto  puesto,  v.  gr.,  al  pie  de 
alguna  fotografía  de  Su  Santidad.  Esta  indulgencia  y  bendición  las 
obtiene  el  enfermo  en  el  articulo  de  la  muerte  (confesando  y  comulgando, 
si  puede),  sin  necesidad  de  que  nadie  se  la  aplique,  aunque  bien  puede 
pedir  á  su  confesor  que  se  la  aplique,  usando  la  fórmula  de  Benedicto  XIV. 
Cfr.  Beringer,  Les  Indulgences,  París.  1905,  vol.  1,  p.  666. 

2.'  Tampoco  necesita  especial  aplicación  la  indulgencia  plenaria 
para  el  artículo  de  la  muerte  que  tienen  concedida  todos  ó  casi  todos 
los  que  pertenecen  á  alguna  Tercera  Orden,  Cofradía  ó  Congregación 
(Cfr.  Ferreres,  Las  cofradías,  n.  11,  sig.;  Razón  y  Fe,  vol.  11,  p.  519,  sig.), 
ó  los  que  poseen  objetos  (rosario,  medalla,  crucifijo)  á  los  que  se  les  ha 
aplicado  las  llamadas  indulgencias  papales. 

3.'  También  es  distinta  la  indulgencia  del  llamado  crucifijo  de  la 
buena  muerte,  con  indulgencia  plenaria  toties  quoties.  Sólo  sirve  cada 
uno  de  estos  crucifijos  para  un  sacerdote,  el  cual  lo  puede  llevar  tantas 
cuantas  veces  quiera  á  los  enfermos.  (Beringer,  1.  c,  p.  481,  sig.;  Moc- 
chegiani,  Collet.  Indulg.,  n.  690,  sig.)  Todo  enfermo  que,  confesado  y 
comulgado,  si  puede,  ó  cuando  menos  contrito,  besare  dicho  crucifijo, 
presentado  por  el  sacerdote  cuyo  es,  y  lo  tomase  en  sus  manos  y  cum- 
pliere las  otras  condiciones  del  n.  17,  ganará  indulgencia  plenaria  en 
el  articulo  de  la  muerte,  la  cual  por  consiguiente  cada  enfermo  sólo  la 
puede  ganar  una  vez  (véase  el  n.  24).  El  mismo  sacerdote  podrá  ganarla 
en  el  artículo  de  la  muerte,  con  su  propio  crucifijo.  Suele  dejarse  el  cru- 
cifijo á  los  moribundos  para  que  lo  tengan  en  sus  manos  hasta  el  último 
suspiro. 

Si  el  sacerdote  cuyo  es  el  crucifijo  muere,  ó  lo  da  á  otro,  etc.,  dicho 
crucifijo  pierde  las  indulgencias,  de  un  modo  análogo  á  lo  que  se  dijo 
en  Razón  y  Fe  (vol.  23,  p.  369,  n.  14-13)  al  tratar  de  los  Rosarios  cru- 
ciferos. No  necesita,  por  consiguiente,  esta  indulgencia  ser  aplicada  con 
la  fórmula  de  que  hemos  hablado  antes  (n.  18,  sig.). 

Se  diferencian,  pues,  estos  crucifijos  toties  quoties  de  los  que  sólo 
tienen  las  llamadas  indulgencias  papales,  los  cuales  sólo  sirven  para  que 
las  gane  una  sola  persona,  la  que  lo  tiene  aplicado. 


BOLETÍN   CANÓNICO  373 

SUEVA  ORGAMZACléN  DE  LA  CURIA  ROMAEÍA  DECRETADA  POR  PIÓ  V' 


Sagrada  Congregación  de  Religiosos. 

(Continuación.) 

§  n 

su   COMPETENCIA 

A)    Disciplina  actual. 

488.  Pertenecen  á  esta  Congregación  los  asuntos  referentes  á  todos 
los  religiosos  (de  rito  latino)  de  uno  ú  otro  sexo,  tanto  los  de  votos 
solemnes  como  los  de  votos  simples;  también  los  que  atañen  á  cuantos 
viven  en  comunidad  á  manera  de  religiosos,  aunque  sin  votos,  y  á  las 
terceras  Órdenes  seculares  (2),  ya  sea  que  el  asunto  toque  solamente  á 
ellos,  ya  también  á  otros,  juntamente  con  ellos.  Empléase  aquí  la  palabra 
religioso  en  el  sentido  más  amplio  indicado  anteriormente  (n.  476). 

489.  Por  consiguiente,  pertenecen  á  esta  Congregación,  tanto  las 
relaciones  entre  los  Obispos  y  los  religiosos  (tomando  esta  palabra  en 
el  sentido  antes  expuesto),  como  las  de  los  religiosos  entre  sí. 

490.  Responde  á  las  controversias,  dudas  y  consultas  sobre  estas 


(1)  Véase  Razón  Y  Fe,  vol.  XXVI,  pág.  233. 

(2)  Pero  no  á  las  cofradías,  pías  uniones,  etc.,  aunque  dependan  de  las  Órdenes  ó 
Congregaciones  religiosas,  ó  se  hallen  erigidas  en  sus  casas  ó  iglesias.  Cfr.  Razón  y 
Fe,  vol.  12,  p.  516,  sig.;  vol.  18,  p.  381,  sig.;  Ferretes,  Las  Cofradías,  n.  51,  sig.,  394,  sig. 
Todo  esto  corresponde  á  la  Sagrada  Congregación  del  Concilio,  como  indica  la 
siguiente  resolución: 

«De  competentia  sacrae  Congregationis  Concilii  super  confraternitates 
et  pias  uniones  post  Constit.  Sapienti  consilio. 

«Proposito  dubio,  «utrum  competentia  super  confraternitates  a  Constitutíone 
Sapienti  consilio  tributa  sacrae  Congregationi  Concilii  se  extendat  quoque  ad  confra- 
ternitates et  pias  uniones  quae  dependent  ab  Ordinibus  et  congregationibus  religiosis, 
vel  erectae  sunt  in  eorum  ecclesiis  seu  domibus;  an  potius  haec  reservata  sit  sacrae 
Congregationi  de  Religiosis»; 

»Emi.  Patres  S.  Congregationis  Consistorialis,  praehabito  Consultoris  voto,  in  gene- 
ralibus  comitiis  diei  9  Decembris  1909  respondendum  censuerunt.  Affirmative  ad  pri- 
mam  partem,  negative  ad  secundam. 

«Facta  vero,  die  insequenti,  de  his  relatione  SSmo.,  Sanctitas  sua  resolutionem 
Emorum.  Patrum  ratam  habuit  et  conflrmavit. 

»C.  Card.  De  Lai,  Secretarius. 
»L.  ►Jt  S.  »SciPio  Tecchi,  Adsessor.» 

(Acta  A.  Sedis,  vol.  1,  p.  814.) 

RAZÓN  Y  FE,  TOMO  XXVI  25 


374  BOLETÍN   CANÓNICO 

materias,  aunque  exijan  interpretación  del  Tridentino;  aunque  se  trate 
de  religiosos  apóstatas,  expulsos,  secularizados  ad  tempus;  puede  con- 
ceder el  tránsito  para  otra  Orden  más  estrecha;  cuida  de  la  ejecución 
de  las  constituciones  y  mandatos  de  la  Sede  Apostólica  sobre  regulares, 
fomentando  la  caridad  y  la  observancia  regular  en  todas  las  Ordenes 
y  Congregaciones  religiosas,  y  debe  ampararlas  á  todas,  etc. 

491.  Correspóndele  igualmente  lo  referente  á  nuevas  fundaciones 
de  conventos  ó  casas  religiosas,  traslación  de  noviciados,  designación 
de  visitadores,  aprobación  de  nuevos  institutos,  mutaciones  en  las  reglas 
ó  constituciones,  etc.  Faculta  á  los  Obispos  para  la  aprobación  de  ins- 
titutos diocesanos,  etc. 

492.  Es  tribunal  competente  en  todas  las  causas  que  se  traten  disci- 
p  linar  mente,  ya  sean  los  religiosos  actores,  ya  sean  reos  (véase  el  nú- 
mero 449);  las  contenciosas  pertenecen  á  la  Rota  (n.  165,  sig.),  salvo 
siempre  lo  que  es  privativo  del  Santo  Oficio,  como  se  dijo  en  el  n.  313, 
nota. 

493.  Resuelve  las  cuestiones  de  precedencia  de  los  religiosos  entre  sí 
ó  con  respecto  á  otros.  (Cfr.  n.  449.) 

494.  Concede  todas  las  dispensas  que  hayan  de  otorgarse  á  los  reli- 
giosos, V.  gr.,  para  la  enajenación  de  bienes  (1)  pertenecientes  á  ellos, 
para  recibir  las  sagradas  Órdenes  antes  de  la  edad  competente,  etc.;  con- 
cede también  decretos  de  secularización;  á  las  religiosas  de  clausura,  el 
admitir  educandas;  á  todas,  el  recibir  mayor  número  de  religiosas  del 
que  permiten  las  Constituciones;  que  el  confesor  ordinario  dure  más  de 
un  trienio;  dispensa  á  las  religiosas  de  los  votos  simples  de  perpetua 
castidad  y  religión,  etc. 

•    B)  La  competencia  que  le  asignó  Sixto  V. 

495.  Sixto  V,  en  su  Const.  Immensa,  exponía  así  la  competencia  de 
la  Congregación  de  Regulares: 

«Quinqué  alios  cardinales  delegimus,  quibus  facultatem  concedimus  ut  regularium, 
claustralium,  Mendicantium,  non  Mendicantium,  hospitalariorum  et  militarium,  possi- 
dentium  et  non  possidentiura,  cujusvis  demum  Ordinis  sint,  controversiis,  dubitatio- 
rtibus  consultationibusque  propositis  respondeant.  Causas  vero,  quas  inter  ipsos  reli- 
giosos oriri  contigerit,  juxta  quarumcumque  Religionum  instituía  eorumque  disposl- 
tionem,  superiores  illorum  definiant  atque  terminent.  Dum  autem  inter  episcopos  et 
regulares  dubitationes  inciderint,  quae  sub  decretorum  concilüTridentinidispositione 
aut  interpretatione  comprehendantur,  eas  ad  eamdem  congregationem  concilii  remit- 
tant.  Audiant  itidem  ac  decidant  praedicti  cardinales  causas  et  controversias  inter 
praedictos  Ordines  vertentes,  sive  in  universum  sive  ratione  particularium  locorum, 


(1)  Cuando  se  trata  de  conceder  la  composición  á  los  usurpadores  de  bienes  ecle- 
siásticos, aunque  estos  bienes  sean  de  religiosos,  concede  tal  composición  la  Sagrada 
Congregación  del  Concilio  (S.  C.  Consist.  8  de  Jul.  de  1909:  Acta  A.  Seáis,  vol.  1  pág.  577.) 


BOLETÍN   CANÓNICO  375 

dummodo  formam  judiciariam  non  requirant.  Concedimus  etiam  ut  dictis  regularibus, 
non  ad  laxiorem  nec  ad  parem,  sed  ad  arctiorem  religionem  transeundi,  iis  quos  fervore 
spiritus  incensos  ad  perfectioris  vitae  statum  transiré  velle  constiterit,  non  obstantibus 
quibuscumque  praedecessorum  nostrorum  decretis,  licentiam  daré  possint.  Apostata- 
rum  quoque,  ejectorum  et  praeterea  extra  monasteria  degentíum  aiit  vagantium  causam 
lidem  cardinales  audiant  et  cognoscant,  eosque  coercendi  potestatem  tiabeant.  Curent 
praeterea  visitationis  apostolicae  jussa,  et  constitutiones  editas  aRomanisPontiflcibus 
circa  ipsos  regulares  exequendas  et  in  usum  introducendas.  Provideant  insuper  regu- 
lares laudatae  vitae,  zelo  Dei  et  salutis  animarum  et  prudentia  spiritus  praeditos,  "Insti- 
tutorumque  reguiarium  Ordinis  et  laudabilium  consuetudinum  peritissimos,  qui  cura 
necessitas  exegerit,  provincias  sui  Ordinis,  et  non  alterius,  receptis  a  nobis  litteris,  ad 
omnipotentis  Dei  laudem  et  locorum  utilitatem,  saiubriter  visitare  valeant.  Sub  nomine 
autem  reguiarium  etiam  moniaies,  cujusvis  sint  regulae  et  observantiae,  comprehendi 
volumus.  Omne  denique  studium  cardinales  ipsi  impendant  ut  ab  inferioribus  erga 
superiores  debita  humilitas  et  obedientia,  ac  vicissim  a  superioribus  erga  illos  paterna 
benevolentia  in  multa  caritate  et  disciplina,  in  spiritu  lenitatis  adhibeatur,  nevé  domi- 
nentur  inter  fratres,  sed  superiores  ipsi  patres  se  esse  meminerint.  Postremo  eosdem 
cardinales  quasi  religiosorum  omnium  tutissimum  perfugium  esse  volumus,  ut  eorum 
auctoritate  et  auxilio  recreati,  studium  religiosae  vitae  et  regularis  perfectionis  sine 
impedimento  strenue  percurrant.»  (Bull.  Rom.  Taur.,  vol.  8,  pp.  993,  994.) 

496.  Más  ampliamente  se  explicaban  esas  facultades  en  el  Breve 
Romanas  Pontifex  de  17  de  Mayo  de  1586: 

«Ad  omnia,  et  singula  negotia,  causas,  et  accidentia  utriusque  sexus,  ac  quorumvis 
ordinum  reguiarium  personas  ecclesiasticas,  loca,  bona,  et  jura  quomodolibet  concer- 
nentia,  et  dependentia  ab  eisdem  cum  suis  annexis,  et  connexis  quae  ad  sedem  apo- 
stolicam  pro  parte  ipsorum  reguiarium,  seu  contra  ipsos  active,  vel  passive,  seu  alias 
quomodolibet  deferentur;  necnon  etiam  ad  omnes,  et  singulas  religiosorum  omnium, 
qui  extra  claustra  monasteriorum  suorum  tam  a  suis  superioribus  ejecti;  quam  forsan 
ex  propria  temeritate,  aut  alias  sine  eorumdem  superiorum  licentia  vagantes,  seu  sub 
quavis  specie  Religiosorum  commorantes  vivunt  petitiones,  supplices  libellos,  lites, 
quaestiones,  et  controversias,  illorumque  causas,  et  merita  privative,  quoad  omnes, 
simpliciter,  et  de  plano,  sine  processu,  seu  aliqua  figura  judicii  etiam  extrajudicialiter 
audiendum,  examinandum,  cognoscendum,  et  quae  illis  decidenda  videbuntur,  deciden- 
dum  fineque  debito  terminandum,  ac  omni,  et  quacumque  appellatione,  reclamatione, 
vel  recursu  remotis,  et  quae  decernenda,  et  ordinanda  eis  videbuntur,  exequendum  seu 
exequi  mandandum  et  faciendum;  quae  vero  ad  nos  referenda  judicaverint,  referendum 
et  quidquid  super  ad  nos  relatis  decreverimus,  juxta  ordinationem  per  nos  eis,  etiam 
vivae  vocis  oráculo,  de  quo  eis  credi  volumus,  faciendum  exequi,  et  fieri  mandandum 
tenore  praesentium  constituimus,  et  deputamus;  super  quibus  ómnibus,  et  singulis, 
Motu,  scientia,  et  potestate  similibus  plenam,  et  liberara  praenominatis  cardinalibus 
impartimur  facultatem,  et  auctoritatera,  ita,  ut  quae  illi  in  causis,  et  negotiis  praedictis 
quibuscumque  decreverintstatuerint,  et  ordinaverint,  jusserintque,  earadem  vira,  idem- 
que  robur  obtineant  in  judicio,  et  extra  illud,  ac  si  a  nobis  ipsis  decreta,  statuta,  ordi- 
nata,  et  jussa  essent.»  Analecta  Jar.  Pontif.,  vol.  1,  col.  1.372. 

D)  Cambios  de  competencia. 

497.  Lo  que  era  propio  de  la  Congregación  de  Obispos  ha  pasado  en 
gran  parte  á  la  Consistorial  y  en  parte  á  la  del  Concilio. 

498.  Pierde  la  competencia  que  comulativamente  con  la  Sagrada 
Congregación  del  Concilio  y  la  Rota  tenía  sobre  las  causas  contenciosas 


376  BOLETÍN  CANÓNICO 

de  nulidad  de  profesión  religiosa,  si  la  causa  se  entablaba  dentro  del 
quinquenio  después  de  hecha,  ó  sobre  las  de  restitución  in  integrum, 
pasado  dicho  quinquenio.  Cfr.  Bened.  XIV,  Const.  Justitiae  et  pacis,  2 
de  Octubre  de  1746;  Si  datam,  4  de  Marzo  de  1747.  Véase  el  n.  450  y 
Colomiattí,  1.  c,  vol.  2,  p.  191 . 

499.  Ha  adquirido  del  Santo  Oficio  lo  referente  á  la  dispensa  de  los 
votos  hechos  en  Orden  ó  Congregación  religiosa  (n.  321)  y  de  la  de 
Propaganda  Fide  la  jurisdicción  sobre  los  religiosos  de  rito  latino  (en 
cuanto  religiosos)  que  se  hallen  en  los  territorios  á  ella  sujetos. 


§  in 

MODO  DE  PROCEDER 

A)  Normas  generales. 

500.  El  lugar  de  sus  reuniones  es  el  Vaticano.  Antiguamente  se 
reunía  la  Congregación  en  casa  del  Cardenal  más  antiguo. 

501.  Tiene  sus  reuniones  en  viernes,  como  antes  también  las  tenía. 
Colomiatti,  1.  c,  vol.  2,  p.  132, 

502.  En  los  asuntos  relativos  á  los  religiosos  suele  la  Sagrada  Con- 
gregación pedir  el  parecer  y  voto  del  Procurador  general  del  respectivo 
instituto  religioso,  y  á  veces  el  del  mismo  General. 

503.  En  los  asuntos  más  graves  se  designa  un  Cardenal  Ponente,  que 
estudia  la  causa  y  propone  á  los  otros  Cardenales  la  solución  que  juzga 
debe  darse  al  asunto.  Véase  la  nota  del  n.  484.  En  otros  de  menos  grave- 
dad informa  el  Secretario,  como  lo  hace  en  la  del  Concilio,  por  ejemplo. 

504.  El  Secretario  de  la  de  Obispos  y  Regulares  era  recibido  en 
audiencia  por  el  Papa  los  viernes  por  la  tarde,  si  no  eran  días  festivos 
ó  de  vacación.  Ahora  el  de  la  de  Religiosos  no  tiene  día  señalado  y 
debe  pedir  audiencia  cuando  la  necesite.  {Ada.  A.  Sedis,  vol.  1,  p.  195.) 

505.  Cuando  él  Secretario  afirma  que  el  Papa  le  ha  dado  alguna 
orden  vivae  vocis  oráculo,  se  le  debe  dar  fe.  (Urb.  VIII,  const.  Alias, 
11  Abr.  1635.) 

506.  Con  respecto  á  los  asuntos  que  deben  tratarse  en  la  Congrega- 
ción plenaria  y  á  los  que  corresponden  al  Congreso  sígnense  las  normas 
generales  que  hemos  expuesto  en  el  n.  285-288. 

507.  Nótese  solamente  que  todo  decreto  en  que  se  alaba  y  aprueba 
algún  instituto  religioso,  ó  se  aprueban  sus  Constituciones,  ó  se  introduce 
alguna  mutación  substancial  en  las  ya  aprobadas,  corresponde  á  la  Con- 
gregación en  pleno. 

J.  B.  Ferreres. 

(Continuará.) 


EXAMEN  DE  LIBROS 


El  Clero  en  la  Política,  por  D.  Antolín  López  PelAez,  Obispo  de  Jaca.— 
Barcelona,  Gustavo  Gili,  editor,  calle  de  la  Universidad,  45,  MCMX.  Un  vo- 
lumen en  8.°  prolongado  de  310  páginas,  3,50  pesetas. 

Este  nuevo  libro  del  insigne  polígrafo  limo.  Sr.  López  Peláez,  es 
nueva  muestra  de  su  gran  saber,  de  su  extraordinaria  erudición  y  de  su 
notable  talento  y  hasta  de  su  arte  de  escribir,  que  hace  grata  la  lectura 
de  sus  obras. 

El  asunto  de  la  presente  no  puede  ser  más  importante  ni  de  mayor 
actualidad:  El  Clero  en  la  Política.  Cuantas  cuestiones  de  alguna  monta 
se  han  suscitado  sobre  este  tema  quedan  dilucidadas  y  resueltas  en  sus 
doce  capítulos.  Expuestas  en  el  primero  la  política  del  Clero,  las  diver- 
sas significaciones  de  la  palabra  política,  muestra  el  ilustrísimo  autor 
que  hay  política,  la  liberal,  con  la  que  debe  meterse  el  Clero,  comba- 
tiéndola con  todos  los  medios  que  estén  en  su  mano;  hay  política  de  ban- 
dería, que  no  ofrece  relación  con  el  bien  de  la  Iglesia  y  de  la  patria,  en 
la  que  no  debe  meterse,  y  hay  política,  ciencia  y  arte  de  gobernar  y  de 
legislar,  que  «no  es  otra  cosa  que  el  derecho  natural  mismo  y  su  aplica- 
ción según  las  diversas  circunstancias  de  los  pueblos»;  y  esta  es  la  poli- 
tica  del  Clero,  la  que  el  Clero,  como  maestro  de  la  Moral,  de  la  que  es 
parte  el  derecho,  ha  de  enseñar  á  los  mismos  gobernantes,  la  que  ha  de 
procurar,  con  prudencia  y  oportunidad,  tengan  todos  para  defender  la 
legítima  libertad  de  la  Iglesia,  etc. 

Trata  en  el  segundo  de  las  relaciones  que  debe  guardar  el  Clero  con 
los  partidos  políticos,  conforme  á  las  instrucciones  de  la  Santa  Sede,  y 
hace  ver  en  los  siguientes  cuan  sin  fundamento  se  habla  del  clericalismo 
en  la  política,  del  Ministerio  clerical  (el  último  conservador),  cuan  injus- 
tamente se  impide  la  debida  intervención  del  Clero  en  el  Senado,  en  el 
Congreso  y  en  ciertos  cargos  públicos,  é  indica  la  conducta  que  con- 
viene al  Clero  en  las  elecciones,  en  la  prensa  periódica,  dentro  del  tem- 
plo, en  el  pulpito,  etc.  «No  nos  proponemos,  escribe  (pág.  305),  dar 
reglas  de  conducta  al  Clero,  sino  defender  sus  derechos,  desconocidos  ó 
negados  en  la  legislación  vigente,  y  probar  qué  malamente  han  plan- 
teado los  anticlericales  el  problema  religioso,  fundándose  en  la  excesiva 
influencia  del  Clero,  en  la  existencia  creciente  'del  clericalismo.  Y  de 
relieve  hemos  puesto  á  la  vez  la  injusticia  que  se  comete  por  nuestros 
legisladores  poniendo  á  los  eclesiásticos  fuera  de  la  ley  al  incapacitarlos 
para  desempeñar  los  cargos  que  á  los  demás  españoles  se  permiten.»  La 


378  EXAMEN   DE   LIBROS 

verdad  es  que  de  toda  la  obra  se  desprenden  naturalmente  reglas  prác- 
ticas y  prudentes  de  conducta  que  ha  de  guardar  el  Clero  respecto  de  la 
política  y  los  políticos,  y  que  cuanto  indica  el  insigne  autor  que  se  pro- 
puso probar,  lo  demuestra  sobreabundantemente,  aunque  no  todas  las 
citas  alegadas  ni  sus  interpretaciones  nos  parecen  exactas. 

Una  vamos  á  notar,  por  su  importancia  y  por  las  graves  consecuen- 
cias que  de  ella  podría  alguien  deducir  contra  la  mente  del  ilustrísimo 
autor. 

En  las  páginas  32-33  se  habla  de  una  consulta  hecha  por  el  anterior 
Obispo  de  Salamanca  al  Secretario  de  Su  Santidad  y  de  la  respuesta  de 
éste,  en  los  siguientes  términos:  «El  Obispo  de  Salamanca,  P.  Cámara, 
consultó  al  Secretario  de  Estado  de  Su  Santidad  «si  deben  llamarse 
«liberales  imitadores  de  Lucifer  cuantos  militan  en  los  partidos  guber- 
«namentales  de  España,  puesto  que  unos  se  intitulan  liberales  á  secas  y 
"los  otros  liberales  conservadores»;  alo  que  le  fué  contestado  que  «reca- 
» yendo  la  pregunta  sobre  el  calificativo  de  imitadores  de  Lucifer,  la  res- 
apuesta  al  punto,  como  se  asegura,  no  podrá  ser  sino  negativa»,  si  bien 
advirtiendo  no  ser  conveniente  darse  los  católicos  el  calificativo  de  libe- 
rales, por  lo  menos  sin  explicar,  cuando  así  lo  exijan  las  circunstancias, 
en  qué  sentido  lo  toman,  y  que  el  partido  no  ha  de  llevar  en  su  progra- 
ma, explícita  ni  implícitamente,  doctrina  alguna  reprobada  por  la  Iglesia; 
»pues  de  lo  contrario,  ninguna  explicación  bastaría  á  quitar  el  mal  efecto 
'de  la  adhesión  á  tales  partidos.»— Si  fuese  exacto  lo  que  aquí  se  dice 
desde  si  bien  adviríiendo...  que  el  partido;  resultaría  que  no  sería  lícito 
tomar  parte  en  el  gobierno  del  Estado  formando  en  un  partido  político 
que  se  propusiera  gobernar  con  una  Constitución  en  que  haya  algo  malo 
prohibido  por  la  Iglesia;  y  no  sería  lícito,  aunque  uno  declarase  expre- 
samente que  toma  parte  en  aquel  Gobierno  y  forma  en  aquel  partido  no 
aprobando  nada  de  lo  malo  del  programa  de  éste,  ni  contribuyendo  á  es- 
tablecer disposición  ninguna  contraria  á  la  Iglesia,  sino  procurando 
contribuir  en  cuanto  pueda,  al  bien  público  y  aun  á  corregir  la  Consti- 
tución. Porque,  según  lo  arriba  copiado,  ninguna  explicación  bastaría 
á  quitar  el  mal  efecto  (y,  por  tanto,  mostrar  la  licitud)  de  la  adhesión 
á  un  partido,  en  cuyo  programa,  v.  gr.,  en  la  defensa  de  la  Constitución, 
hubiese  algo  malo  prohibido  por  la  Iglesia.  Y,  sin  embargo,  «es  obra 
laudable  (y  por  consiguiente  lícita,  según  lo  que  escribe  el  ilustrísimo 
autor  citando  á  León  XIII  en  la  página  31)  tener  participación  en  el  go- 
bierno de  los  Estados,  «á  pesar  de  lo  malo  que  hay  en  sus  constituciones 
»en  los  presentes  tiempos,  con  tal  que  los  que  toman  parte  en  la  cosa 
» pública  (perteneciendo  ó  no  perteneciendo  á  un  partido  político)  no 
•aprueben  lo  malo  que  hay  en  aquéllas,  ni  establezcan  ó  contribuyan  á 
«establecer  en  lo  sucesivo  providencias  contrarias  á  la  Iglesia,  sino  que 
»Io  hagan  por  contribuir  en  cuanto  se  pueda  al  bien  sincero  y  verdadero 
«del  público,  estando  determinados  á  infundir  en  todas  las  venas  del 


EXAMEN   DE   LIBROS  379 

«Estado,  á  manera  de  jugo  y  sangre  vigorosísima,  la  sabiduría  y  la  efi- 
»cacia  de  la  Religión  católica».  Lo  cual  es  del  todo  evidente;  pues  for- 
mando, con  las  condiciones  dichas,  en  un  partido  que  tenga  algo  malo, 
ni  se  aprueba  lo  malo,  y  se  hace  una  cosa  buena  al  procurar  el  bien 
común;  se  evita  el  escándalo  que  pudiera  haber,  manifestando  que  no  se 
aprueba  nada  malo;  no  hay  cooperación  formal  á  ninguna  disposición 
hostil  á  la  Iglesia  ni  á  nada  malo,  y  la  cooperación  material  que  se  preste 
al  partido  por  la  fuerza  ó  recomendación  que  resulta  de  la  presencia  y 
acción  buena  del  que  en  él  milita,  se  compensa  y  justifica  con  el  propó- 
sito y  acción  de  procurar  el  bien  común  y  de  ir  quitando  lo  malo  que 
en  el  mismo  partido  se  encuentre. 

Las  palabras  textuales  del  Cardenal  Rampolla,  tomadas  del  Boletín 
Eclesiásüco  de  Salamanca  y  cotejadas  con  el  texto  italiano  que  trae  el 
mismo  Boletín,  Abril,  1891,  las  dejamos  copiadas  en  otro  lugar  (1).  Son 
éstas:  «Observa,  no  obstante  (la  persona  competente  á  quien  encargó  la 
respuesta  el  Cardenal),  ser  necesario  (2)  que  los  católicos,  al  dar  el 
nombre  á  partidos  que  se  intitulan  liberales,  tengan  programa  tal  que  no 
contenga,  ni  explícita  ni  implícitamente,  doctrina  alguna  reprobada  por 
la  Iglesia,  pues  de  lo  contrario...»,  etc.  Donde  aparece  con  toda  claridad 
que  el  sujeto  nominativo  del  verbo  tengan,  es  los  católicos  al  dar  su 
nombre  á  partidos  que  se  intitulan  liberales;  ni,  ¿cómo  podía  ser  otro,  si  la 
respuesta  había  de  corresponder  á  la  pregunta?  Ésta  se  refería  á  las  per- 
sonas que  militaban  en  los  partidos  gubernamentales  en  1891,  con  la 
Constitución  tolerantista  del  76. 

Nos  ha  parecido  necesario  ó  muy  oportuno  hacer  esta  observación, 
porque  son  varias  las  publicaciones  en  España  que,  copiando  las  pala- 
bras del  Cardenal,  han  añadido  por  su  cuenta  y  entre  paréntesis,  des- 
pués de  tengan,  la  palabra  {estos  partidos),  dando  así  á  aquéllas  un  sen- 
tido rechazado  por  su  texto  y  su  contexto  y  en  oposición  á  la  doctrina 
arriba  expuesta  de  León  XIII. 

P.    ViLLADA. 


Theologia  Brugensis.  — De  Sponsallbus  et  Matrimonio.  Tractatus 
canonicus  et  theologicus,  auctore  Aloysio  Di:smet,  S.  T.  L.,  eccl.  cath. 
Brug.  canónico  ad  honores,  in  majori  Seminario  Brugensi  theologiae  profes- 
sore.— Brugis,  Carolus  Beyaert,  editor.  MCMIX.  Un  tomo  en  4.°  de  pági- 
nas XXVII-503. 

El  autor  divide  la  obra  en  dos  libros.  En  el  primero  trata  de  los 
Esponsales  y  en  el  segundo  del  Matrimonio.  Este  último  divídelo  á  su 
vez  en  tres  partes,  que  tratan,  la  primera,  del  matrimonio  en  general;  de 


(1)  Véase  Reclamaciones  legales  de  los  católicos  españoles,  nueva  edición,  pág.  58, 
y  también  Razón  y  Fe,  tomo  V,  pág.  69. 

(2)  En  Reclamaciones  se  puso,  por  equivocación  ó  errata  evidente,  no  es  necesario. 


380  EXAMEN  DE   LIBROS 

los  impedimentos  del  matrimonio  la  segunda,  y  la  última  de  las  dispen- 
sas y  convalidación  del  matrimonio. 

Comienza  el  tomo  con  un  índice  analítico,  al  que  sigue  una  preciosa 
enumeración  de  las  fuentes  y  autores  consultados.  Al  final  del  tomo 
hállanse  diversos  formularios,  y  termina  con  un  minucioso  y  oportuní- 
simo índice  alfabético. 

Es  obra  de  relevante  mérito  por  su  erudición,  claridad,  solidez  y  con- 
cisión. 

Trata  el  asunto,  no  sólo  canónica,  sino  también  moral  y  dogmática- 
mente. Va  acompañado  de  numerosísimas  indicaciones  históricas,  tanto 
referentes  á  la  legislación  canónica,  como  á  la  historia  profana  (véase, 
por  ejemplo,  núm.  50,  sig.,  lo  referente  al  origen  del  matrimonio),  que 
facilitan  la  perfecta  inteligencia  de  las  cuestiones  que  trata.  Mácense 
también  oportunas  referencias  al  derecho  civil  romano  y  al  de  Bélgica. 
Tampoco  pierde  de  vista  las  cuestiones  fisiológicas  relacionadas  con  los 
puntos  que  va  tratando,  las  cuales  ha  estudiado  el  autor  en  los  mejores 
tratados. 

La  obra  está  acomodada  al  decreto  Ne  temeré  y  á  la  nueva  organi- 
zación de  la  Curia  romana. 

El  autor  ha  tenido  á  la  vista,  no  sólo  el  mencionado  decreto,  sino 
también  las  declaraciones  posteriores,  algunas  de  las  cuales  llegaron  á 
sus  manos  cuando  la  impresión  tocaba  á  su  término. 

No  se  olvida  de  tratar  las  cuestiones  más  interesantes  y  más  discuti- 
das entre  los  modernos. 

En  la  cuestión  utrum  necne  sponsi,  fornicando  cum  tertia  persona, 

speciali  injustitiae  malitiae  in  confessione  dedarandae  sint  obnoxii 

erga  alteram  partem,  sostiene  con  solidez  la  parte  afirmativa  quatenus 

utrique  partí  fornicantí  gravis   injustitiae  reatas  sit  agnoscendus 

pág.  17,  sig.),  la  cual  parécenos  también  más  probable,  aunque  no  cierta. 

En  la  referente  á  la  imposibilidad  de  acudir  al  párroco  y  poder  con- 
traer con  solos  dos  testigos,  conforme  al  art.  VIII  del  decreto  Ne  temeré, 
muéstrase  inclinado  á  favor  de  cierta  imposibilidad  media  (pág.  85),  lo 
cual  nos  parece  menos  fundado. 

Sostiene  también  que  ahora,  como  antes,  el  domicilio  debe  adquirirse 
en  alguna  parroquia  (pág.  89);  entiende  que  la  nueva  legislación  excluye 
el  cuasi-domicilio  (ibid.),  y  que  no  debe  tenerse  por  vago  el  que  ha 
habitado  en  una  parroquia  un  mes  entero  (pág.  90,  nota  2),  por  más  que 
en  ninguna  parte  tenga  domicilio  ni  cuasi-domicilio. 

En  la  pág.  170,  donde  dice:  «Quinimo  non  videntur  reprobandi  con- 
fessarii,  qui,  in  desperatis  adjunctis,  per  modum  ultimi  effugii,  permittunt 
conjugibus  tanquam  minus  malum,  ut  copulam  exerceant  ea  lege  ut  eam 
incoeptam  abrumpant  ante  seminationem»,  hubiérase  deseado  alguna 
mayor  explicación. 

También  en  la  cuestión  relativa  al  juez  que  se  ve  obligado  á  pw- 


EXAMEN   DE   LIBROS  381 

nunciar  sentencia  de  divorcio,  según  las  leyes  civiles  contrarias  al  dere- 
cho canónico,  se  inclina  á  la  opinión  más  benigna  (pág.  265). 

Juzga  que  prácticamente  «matrimonium  mulieris  excisae  non  est 
impediendum»,  aunque  especulativamente  se  muestra  más  inclinado  á  la 
sentencia  opuesta  (pág.  337),  y  de  ambas  afirma  que  son  sólidamente 
probables. 

En  la  pág.  341 ,  al  tratar  la  cuestión  de  foecundatione  artifician, 
entiende  la  condenación  en  el  mismo  sentido  en  que  la  expusimos  en 
Gury-Ferreres,  vol.  2,  n.  908  bis. 

Es  de  los  pocos  autores  á  quienes  parece  más  conforme,  al  tenor  del 
decreto,  que  la  nulidad  de  los  esponsales  clandestinos  afecta  sólo  al 
fuero  externo  et  quoad  effectus  canónicos  qua  tales,  adeo  ut  iamquam 
sponsalia  non  agnoscantur  quidem  ab  Ecclesia,  nec  ex  illis  oriatur 
publica  honestas  nec  obligatio  nubendi  quae  in  foro  externo  possit 
invocari,  illis  vero  relinquatur  efficacia  ipsis  in  foro  interno  et  coram 
jure  naturali  competens  (pág.  8). 

Opinión  que,  en  cuanto  á  su  última  parte,  hemos  refutado  amplia- 
mente en  Razón  y  Fe,  vol.  2,  pág.  112,  sig.;  vol.  3,  pág.  106,  sig.;  vol.  19, 
pág.  351,  y  en  nuestro  opúsculo  Los  Esponsales  y  el  Matrimonio, 
núm.  67,  sig.,  y  en  especial  números  100,  101,  103-112,  117, 119-138,  142- 
149,  163-165. 

La  obra  del  doctísimo  Desmet  prueba  que  aquella  amplia  refutación 
no  era  inútil,  como  alguien  quiso  suponer,  antes  por  el  contrario,  era  de 
especial  interés,  como  observó  oportunamente  La  Civiltá  Cattolica  en  1." 
de  Mayo  de  1908. 

Que  la  presencia  del  párroco  en  cuanto  es  necesaria  para  la  validez 
del  matrimonio,  no  es  acto  de  jurisdicción,  sino  simplemente  de  testigo 
cualificativo  ó  autorizable  ó  de  mayor  excepción,  dícelo  hermosamente 
por  estas  palabras:  «Ex  ipsa  confectione  decreti  Tridentini  Tametsi,  ex 
qua  confectione  innotescit  sacerdotem  ibi  tnerum  agere  testem  au- 
ctorizabilem;  in  prima  nempe  et  secunda  propositione  Patribus  oblata, 
exigebatur  praesentia  trium  testium  quorumcumque,  in  tertia  autem  et 
quarta  statuebatur  ut  unus  e  tribus  testibus  esset  sacerdos  (1),  adeo 
tamen  ut  ejus  officium  esset  meri  testis,  eo  vel  magis  quod  plures  volue- 
rint  ipsi  substituere  notarium»  (pág.  123). 

(1)  La  doctrina  expuesta  por  Desmet  es  llana  y  corriente;  pero  como  no  ha  faltado 
quien  ha  tropezado  en  ella  y  le  ha  parecido  extraña  y  distinta  del  lenguaje  oficial  de  la 
Iglesia,  nos  permitimos  las  siguientes  indicaciones: 

En  la  primera  fórmula  propuesta  á  los  PP.  del  Concilio  Tridentino,  se  leía:  «Staluit 
et  decernit  ea  matrimonia,  quae  in  posterum  clam,  non  adhibitis  tribus  testibus,  con- 
Irahentur,  irrita  fore  ac  nulla.»  Theiner,  Acta  genuina  Concilii  Tridentini,  vol.  2, 
pág.  314. 

Vese  esta  doctrina  aún  más  clara  por  los  pareceres  de  los  Obispos  que  alli  se  leen, 
por  ejemplo:  (Virdunensis)  «absque  tribus  testibus»  (pág.  321);  (Parisiensis)  «quod 
testes  sint  legitimi  et  unus  eorum  sit  parochus»  (pág.  321);  ('C^/ro/2e/7s/s>  «quod  te- 


382  EXAMEN   DE   LIBROS 

Notamos  que  atribuye  á  Carlos  III,  que  murió  en  1788,  la  pragmática 
de  1803;  error  en  que  han  incurrido  otros  muchos,  como  ya  hicimos 
notar  en  Razón  y  Fe  en  Enero  de  1902,  y  en  nuestro  Comentario  al 
decreto  Ne  temeré,  núm,  43,  nota,  números  74,  76,  85,  etc. 

Lástima  que  en  tan  precioso  tratado  se  diga  tan  poco  de  parroquias 
personales,  y  nada  de  la  celebración  del  matrimonio  en  las  naves. 

De  todos  modos  la  obra  de  Desmet  es  de  las  que  pueden  recomen- 
darse sin  restricciones. 

J.  B.  Ferreres. 


Praktlsche  Winke    zur   Elnführung  der   neuen   Choralbücher,   von 

Otto  E.  Drinkwelder,  aus  der  Gesellschaft.  Jesu.-Innsbruck,  1909,  Eugen 
Sibler,  Verlagsbuch-handlung. — Advertencias  prácticas  para  la  intro- 
ducción de  los  nuevos  libros  corales,  por  Otto  E.  Drinkwelder,  de 
la  Compañía  de  Jesús.  Un  vol.  en  8.°  de  56  págs.  1,50  coronas. 

Estudia  este  librito  la  manera  más  práctica  de  restaurar  en  todas  las 
iglesias,  aun  en  las  más  pobres  y  desprovistas  de  elementos,  la  dignidad 
y  belleza  del  canto  litúrgico,  aprovechando  la  oportunidad  que  ofrece  la 
introducción  de  las  nuevas  ediciones  de  los  libros  corales,  y  el  empeño 
decidido  que  se  advierte  en  muchas  partes  de  secundar  el  Mota  proprio 
de  Pío  X.  No  se  limita  el  autor  á  proponer  un  conjunto  de  reglas  dicta- 

stes  sint  cives,  et  unus  sit  presbyter»  (pág.  321);  (Coloniensis)  «De  testibus  dicatur, 
quod  sint  legitimi  et  unus  sit  sacerdos»  (pág.  322);  (Albiganensis)  «ínter  testes  sit  unus 
sacerdos»  (pág.  323),  etc. 

La  misma  doctrina  se  halla  á  cada  paso  en  los  documentos  oficiales  de  la  Iglesia, 
como  puede  verse  en  las  siguientes  anotaciones: 

El  Santo  Oficio  en  17  de  Mayo  de  1869  decia:  «Certum  enim  exploratumque  ómni- 
bus est  cum  agitur  de  parocho  nuptiali  contrahentium  consensui  adsistente,  quamcum- 
que  ejus  sive  renuentiam,  sive  contradictionem,  sive  etiam  artificium  quo  simulet  per- 
sonam  se  esse  a  parocho  diversam,  efficere  minime  posse  ut  in  eo  actu  desinat  esse 
verus  contrahentium  parochus,  seu  tesils  lile  <|iialificatiis  et  auctorizalillis  ad 
excipiendum  contrahentium  consensum  ab  Ecclesia  constitutus.»  (Inst.  ad  Archiep.  S. 
Jacobi  de  Chile.— Cfr.  App.  ad  Concil.  Píen.  Amer.  Lat.,  núm.  XXXII  (pág.  254). 

<'In  primis  tolerari  posse  dixerunt  quod  in  república  Chilena  parochi  cathoUci  alii- 
que  sacerdotes  parochorum  vice  fungentes  matrimoniis  haereticorum  taniquam  meri 
testes  quaíificati  et  auctorizabiles  assistant.»  (Ibid.,  pág.  255.) 

Lo  mismo  habla  escrito  en  la  Instrucción  de  30  de  Enero  de  1867:  «Rem  deferendam 
esse  ad  R.  P.  D.  Episcopum  qui,  sicut  ei  opportuna  nunc  facultas  tribuitur,  inspectis 
ómnibus  casus  adjunctis,  permitiere  poterit  ut  parochus  matrimonio  passive  intersit 
tamquam  testis  autorizabilis.»  (Collect.  S.  C.  de  Prop.  Fide,  núm.  1.300,  edic.  2.^) 

El  Concilio  Plenario  de  la  América  Latina  en  su  núm.  175,  dice:  «Quo  in  casu,  paro- 
chus matrimonio  passive  intersit,  id  est  absque  benedictione,  aliove  ritu  ecclesiastico, 
tantum  tamquam  testis  auctoñzabilis,  dummodo  cautum  sit  omnino  catholicae  educa- 
tioni  universae  prolis,  aliisque  similibus  conditionibus.» 

Idénticas  palabras  emplea  el  Santo  Oficio  en  la  Instrucción  á  los  Ordinarios  del 
Brasil:  «Res  deferenda  est  ad  Ordinarium,  qui  sicut  ei  opportuna  nunc  facultas  tribui- 
tur, inspectis  ómnibus  casus  adjunctis,  permitiere  poterit,  ut  parochus  matrimonio 
passive  intersit,  id  est  absque  benedictione,  alioque  ritu  ecclesiastico,  tamquam  testis 


EXAMEN   DE   LIBROS  383 

das  por  la  experiencia,  sino  que,  remontándose  más  alto,  y  sin  dejar  por 
eso  de  descender  á  los  más  prácticos  pormenores,  logra  interesar  y  entu- 
siasmar al  lector  con  la  verdadera  y  elevada  concepción  del  canto  coral, 
parte  esencial,  sin  duda,  de  la  sagrada  Liturgia  en  las  fiestas  más  solem- 
nes. En  el  capítulo  I  sienta  el  principio  de  que  una  función  litúrgica 
solemne  no  se  compone  de  cantores  y  oyentes,  ni  es  una  audición  ó  con- 
cierto dado  á  favor  de  los  fieles.  Es  una  especie  de  Oratorio  á  puerta 
cerrada  adonde  no  entran  oyentes,  sino  fieles  que  han  de  tomar  parte 
más  ó  menos  activa,  no  á  la  vez,  en  los  cantos  litúrgicos;  es  una  expecie 
de  Oratorio  con  escenas  en  las  cuales  el  papel  principal  está  reservado 
al  clero,  los  coros  al  pueblo,  y  mediando  entre  ambas  partes  los  cantores 
de  escuela.  De  esta  idea  tan  fecunda  deduce  fácilmente  lo  que  el  canto 
litúrgico  tiene  que  ser,  y  la  manera  como  en  él  han  de  intervenir  los 
fieles,  los  cantores,  los  chantres,  el  clero.  Á  este  propósito  trata  el  modo 
como  hay  que  instruir  y  educar  al  pueblo  para  que  llegue  á  alternar  con 
los  cantores  aun  en  las  partes  invariables  de  la  Misa.  Este  hermoso  ideal 
se  convierte  en  práctica,  realidad  si  la  paciencia,  constancia  y  amor  al 
canto  coral  eclesiástico  se  aunan  con  el  celo  y  prudencia.  Que  esto  sea  fac- 
tible, si  lo  dicho  existe,  lo  prueban  los  hechos.  Los  centros  de  obreros  can- 
tan Misas  enteras  en  coral,  los  Seminarios  y  Colegios  dan  ya  el  ejemplo. 


authorizabilis,  dummodo  cautum  omnino  sit  catholicae  educationi  universae  pro- 
lis,  etc.  (S.  Off.,  5  Jul.  1878.  Collect.  S.  C.  de  Prop.  Fide,  núm.  1.495,  edic.  2.^) 

Por  consiguiente,  según  el  lenguaje  oficial  de  la  Iglesia,  la  presencia  del  párroco  en 
cuanto  es  absolutamente  necesaria  para  la  validez  del  matrimonio,  según  lo  prescrito 
por  el  Tridentino  (y  ahora  por  el  decreto  Ne  temeré),  es  la  de  mero  testigo  cualificado  ó 
autorizable.  Pues  aunque  estos  documentos  se  refieren  generalmente  á  los  matrimo- 
nios mixtos,  la  presencia  del  párroco  que  en  ellos  se  autoriza  es  la  prescrita  como 
necesaria  por  el  Tridentino. 

También  los  teólogos  expresan  con  frecuencia  estas  ideas: 

Así  ¿«á^o.  De  sacramentis  in  genere,  Disp.  8,  núm.  216  «in  hoc  sacramento  paro- 
chus  non  est  minister,  nec  ipse  confert  tamquam  pastor,  et  distributor  illud  sacramen- 
tum;  sed  assistit  quasi  testis,  vel  notarías  publicas,  ad  quem  non  spectat  examinare 
merita  suscipientis,  sed  fidem  faceré,  et  testari  quae  videt.»  (En  la  edición  Vives,  vol.  3, 
pág.  427.) 

Layman,  Theologia  Morali,  lib.  5,  tr.  10,  pág.  2,  cap.  4,  núm.  8,  escribe:  «Parochus 
seu  sacerdos  assistens  matrimonio,  non  est  minister  ejus,  sed  tantum  testis.>>  (Lug- 
duni,  1703,  pág.  968.) 

Del  mismo  modo  se  expresan  los  canonistas.  Así  Pichler,  Jus.  Can.,  lib.  4,  tít.  3,  n.  19 
escribe:  «Assistere  matrimonio  non  est  actas jurisdictionis....  absolute  non  est  officium 
Parachi  qua  talis;  cum  possit  substituere  alium,  sed  est  actas  testis  legitimi,  habentis 
jus  substituendi  aliam.»  (Augustae  Vindelicorum,  1733,  pág.  68.)  Pirling.  Jus.  Can., 
vol.  4,  lib.  4,  tít,  §.  3,  n.  18,  dice:  «Assistere  matrimonio  non  est  actas  jurisdictionis... 
sed  est  actas  testimonii  ex  juris  dispositione  requisitus  ad  valorem  matrimonii.,..  Daré 
alteri  licentiam  assistendi  matrimonio,  vel  assistere  per  se  ipsum,  non  est  actus  jurisdi- 
ctionis, quia  non  pertinet  ad  parochum  in  quantum  habet  jurisdictionem,  sed  in  quan- 
tum est  legitimus  testis  matrimonii  habens  facultatem  substituendi  alium.  (Venetiis, 
1759,  pág.  87.) 


384  EXAMEN   DE   LIBROS 

Que  los  cantores  deben  tomar  parte  en  las  ceremonias  litúrgicas, 
dónde  deben  colocarse,  qué  vestidos  deben  usar,  cómo  se  han  de  haber 
durante  los  divinos  oficios,  etc.,  son  otras  tantas  cuestiones,  que  con  reglas 
tomadas  de  la  Liturgia  y  de  su  espíritu,  se  tratan  muy  por  menudo  en  el 
capítulo  II.  El  III  se  extiende  en  consideraciones  sobre  el  intolerable 
abuso  de  acortar  ó  suprimir  las  partes  textuales  de  los  libros  litúrgicos 
corales.  «El  que  se  fastidie  en  una  función  litúrgica  ó  no  tenga  tiempo 
para  ella,  que  no  asista;  pero  es  triste  que  se  gasten  más  de  tres  horas  en 
una  representación,  ópera  ó  concierto,  y  sean  insoportables  unos  tres 
cuartos  de  hora,  que  es  todo  lo  más  que  debe  durar  una  Misa  cantada 
(si  el  coral  es  lo  litúrgico  que  debe  ser).»  La  lengua  del  canto  debe  ser 
la  de  la  Iglesia  en  toda  función  litúrgica  solemne;  y  esto  lo  prueba  el 
autor  hasta  la  evidencia.  En  el  capítulo  IV  se  dedica  á  estudiar  el  oficio 
propio  del  órgano  en  el  canto  coral,  y  á  este  respecto  propone  el  autor 
una  nueva  manera  de  acompañar  el  canto  litúrgico,  que  quizá  no  esté 
de  acuerdo  con  la  tradicional.  Propone,  con  ejemplos,  que  el  acompaña^ 
miento  no  se  sujete  servilmente  á  la  melodía,  sino,  apoyándose  en  ella) 
goce  de  cierta  independencia  y  holgura,  conservandt),  claro  está,  su 
carácter  digno  y  religioso.  Así  resultará  más  artístico,  menos  monótono^. 
Explícase  aquí  qué  registros,  según  las  diversas  circunstancias,  han  de 
emplearse;  cómo  y  cuándo  se  debe  modular  en  los  preludios,  interludios 
y  finales,  y  sobre  todo  el  carácter  que  éstos  deben  tener. 

En  el  último  capítulo  vuelve  el  autor  á  tratar  con  dignidad  y  altura 
de  miras  su  tesis  del  canto  coral  litúrgico.  No  se  le  ha  de  considerar 
aislado,  sino  en  consonancia  con  las  demás  artes  litúrgicas.  Ha  de 
corresponder,  pues,  á  la  pintura,  arquitectura  y  estatuaria  sagrada,  y  muy 
especialmente  á  la  sagrada  oratoria.  Las  artes  musicales,  que  en  todo 
han  de  estar  sujetas  y  servir  al  canto  litúrgico,  al  paso  de  las  demás  bellas 
artes  sagradas,  deben  formar  un  armonioso  conjunto  litúrgico,  digno  de 
la  casa  de  Dios  y  de  su  objeto,  á  saber:  la  honra,  gloria  y  alabanza  del 
Altísimo  y  edificación  del  pueblo  cristiano.  Si  todas  estas  artes  respon- 
den á  fin  tan  alto,  según  la  inspiración  del  Espíritu  Santo  y  las  prescrip- 
ciones de  la  Iglesia,  y  si  en  estética  y  mística  unidad  concuerdan  con  el 
canto  coral,  éste  ya  no  será  en  la  iglesia  extranjero  en  tierra  ajena,  sino 
que,  viviendo  la  vida  de  la  sagrada  Liturgia,  se  hallará  en  su  patria,  cerca 
del  Altar. 

Recomendamos,  pues,  el  opúsculo  á  todos  los  párrocos  y  rectores  de 
iglesias  y  á  cuantos  se  interesan  de  veras  por  la  reforma  de  la  música 
sagrada  según  la  mente  de  Pío  X. 

B.  MiER  Y  Terán. 


EXAMEN  DE   LIBROS  SgS 

Nach  Petra  und  zum  Sínai.  Zwei  Reiseberichte— nebst  Beitrágen— zur  bi- 
blischen  Geographie  und  Geschichte  mit  zwei  kartenskizzen,  von  Ladislaus 
SzcZEPANSKi,  S.  J.— Innsbruck,  Rauch  (Karl  Pustet),  1908.— Á  Petra  y  al 
Sinai.  Dos  relaciones  de  viaje,  con  advertencias  pertenecientes  á  la  geografía 
é  historia  bíblicas,  acompañadas  de  dos  mapas,  por  Ladislao  Szczepaus- 
K!,  S.  J.  En  8."  de  XX-597  páginas. 

Una  relación  más  (como  la  que  ofrece  mi  inolvidable  compañero  de 
viajes  en  Oriente,  recién  nombrado  profesor  en  el  nuevo  Instituto  Bíblico 
de  Roma)  sobre  comarcas  tan  interesantes  como  las  de  Petra  y  del  Sinaí, 
fundada  en  la  observación  directa  y  reciente  (1905-1906),  nunca  carece 
de  interés  y  utilidad,  aunque  no  prestara  más  servicio  que  el  de  corro- 
borar ó  precisar  relaciones  anteriores. 

Conforme  al  título,  divídesela  obra  en  dos  partes:  1.',  viaje  á  Pe- 
tra, I-X;  2.\  viaje  al  Sinaí,  XI-XXXV. 

En  la  primera  parte,  saliendo  en  tren  del  pintoresco  y  abigarrado  puerto 
de  Beirut,  subimos  el  Líbano,  atravesamos  la  antigua  Celesiria,  obser- 
vando la  variedad  de  tipos,  trajes  y  lenguas  que  en  el  tren  y  desde  el 
tren  es  dado  observar;  subimos  el  Antilíbano  y  por  la  vera  del  Barádá 
penetramos  en  la  capital  de  Siria,  Damasco,  cuyas  calles,  bazares  y  mo- 
numentos nos  paramos  á  contemplar  (I-III).  Todo  un  capítulo  se  con- 
sagra á  narrar  las  increíbles  demoras  y  entorpecimientos  del  Gobierno 
turco  en  la  construcción  del  ferrocarril  sagrado  de  la  Meca  (IV). 

Y  aun  es  curioso,  después  de  montar  en  el  tren,  ver  los  infelices  soldados  turcos, 
arrastrados  al  Yemen,  arrojarse  uno  tras  otro  á  campo  traviesa  por  aquellos  desiertos. 
Estas  y  otras  escenas  minuciosamente  contadas,  como  el  pararse  la  locomotora  y  re- 
troceder al  mejor  tiempo,  el  espejismo  de  las  ardientes  arenas  del  desierto,  la  caza  de 
gacelas,  la  descripción  del  caballo  árabe,  la  de  un  festín  con  los  nómadas,  todo  cautiva 
la  atención  del  lector,  que  va  de  capítulo  en  capítulo,  como  el  autor  de  estación  en  es- 
tación, acompañándole  hasta  pasar  la  noche  en  las  cercanías  de  Petra,  la  ciudad  de  los 
sepulcros,  cuya  brillante  historia  aparece  y  desaparece  con  la  rapidez  de  un  meteo- 
ro (V-VII). 

Amanecemos  otro  día,  y  por  un  estrecho  desfiladero  penetramos  en  la 
ciudad  de  los  sepulcros  y  ya  á  medio  camino  admiramos  el  prodigioso 
monumento  del  Gerra,  mezcla  de  arte  griego  y  egipcio,  todo  él,  fachada 
y  naves  interiores,  labrado  de  una  pieza  en  la  roca  viva.  Y  las  maravillas 
suceden  á  las  maravillas,  coronadas  por  la  cumbre  donde  se  eleva  el  Fa- 
tüma,  desde  donde  se  domina  toda  aquella  inmensa  concha  de  piedra 
rosácea  en  que  se  aduerme  Petra  (VII). 

Aún  más  variada  é  instructiva  que  la  primera  es  la  segunda  parte,  en 
la  que  comenzamos  por  admirar  la  tierra  de  Egipto,  segunda  patria  de  los 
israelitas,  como  lo  fué  también  de  la  Sagrada  Familia.  Y  ¿dónde  se  esta- 
bleció ésta  el  corto  tiempo  que  moró  en  Egipto?  Á  través  de  la  tradición 
enmarañada  y  vacilante  y  entre  los  cuentos  fabulosos  de  los  Apócrifos, 
trata  el  autor  de  abrirse  paso  y  descubrir  el  núcleo  de  verdad  que  puede 
haber  en  todo  ello;  y  así  se  inclina  á  colocar  la  estancia  de  la  Sagrada 


386  EXAMEN   DE   LIBROS 

Familia  en  Matariye,  cerca  de  Heliópolis,  y  armoniza  esta  tradición  con 
la  otra  también  antigua,  que  supone  su  estancia  en  el  Viejo  Cairo,  en  la 
descuidada  cuanto  preciosa  iglesia  de  San  Jorge.  Una  y  otra  se  con- 
cuerdan  con  admitir  la  estancia  en  entrambos  lugares.  ¡Laudable  y  me- 
ritorio esfuerzo  el  del  autor  en  apreciar  y  esforzar  los  argumentos  tra- 
dicionales, de  modo  que  si  en  cuestiones  tan  revueltas  é  inseguros 
documentos  no  se  logra  certidumbre,  reposa  el  ánimo  y  la  piedad  en  el 
terreno  de  lo  verosímil  y  probable!  (XI-XIII). 

Para  salir  de  Egipto  y  encumbrarnos  hasta  el  Sinaí,  tenemos  que 
atravesar  el  canal  de  Suez  y  el  mar  Rojo,  cuyo  paso  dejó  tan  profundas 
huellas  en  la  historia  del  pueblo  israelita,  que  no  se  borró  jamás  de  su 
memoria. 

Cuerdamente  se  trata  por  separado  la  cuestión  del  pasaje  de  los  israe- 
litas, analizando  primero  el  principal  texto  sagrado  en  que  se  consigna 
el  hecho  (Éxod.,  14,  21.  22.  29),  deduciendo  de  aquí  el  carácter  histórico 
de  la  narración  y  concluyendo,  por  último,  lo  milagroso  del  mismo  hecho, 
milagro  praefer  naturam,  en  que  fué  la  causa  instrumental  el  viento  fuerte 
de  Levante  ó  entre  Levante  y  Mediodía,  el  cual  separó  las  aguas  y  dejó 
paso  enjuto  á  los  hijos  de  Israel.  Milagro  tanto  más  creíble  cuanto  no  se 
necesita  para  sostenerlo  el  explicar  la  separación  de  las  aguas,  como 
vulgarmente  se  cree  y  buen  número  de  exégetas  han  expHcado,  cual  si 
hubieran  formado  las  aguas  á  uno  y  otro  lado  un  muro  de  cristal  á  modo 
de  callejón,  el  cual  se  desplomó  después  sobre  el  ejército  de  Faraón.  Ya 
que  la  palabra  na^n,  que  significa  muro,  puede  también  tomarse  en  sen- 
tido figurado,  como  defensa  ó  protección  equivalente  á  un  muro.  Así  que 
iban  los  israelitas  resguardados  á  la  espalda  por  la  columna  de  la  nube, 
y  á  diestra  y  siniestra,  como  por  firme  muro,  por  las  aguas  retiradas  á  los 
senos  más  profundos  del  mar,  caminando  entretanto  por  aquel  puente 
construido  por  la  mano  del  Todopoderoso  (pág.  251). 

Cuanto  al  lugar  del  tránsito,  comienza  por  confesar  la  incertidumbre 
que  reina  hasta  la  fecha  en  precisarlo.  Con  todo,  hay  que  descartar  las 
anticuadas  y  extremadas  opiniones,  lo  mismo  de  Richter,  Thierbach, 
Schleiden,  Brugsch,  que  lo  llevan  por  la  costa  del  Mediterráneo,  entre 
éste  y  el  lago  Serbonis,  como  la  del  jesuíta  P.  Siccard,  que  hace  salir  á 
los  israelitas  de  Besatin,  al  sur  del  Cairo,  y  atravesar  el  mar  Rojo  bas- 
tantes millas  al  mediodía  del  golfo  de  Suez. 

Todas  las  otras  hipótesis  sostenibles  se  reducen  á  dos  grupos:  las  que  colocan  el 
paso  en  el  mismo  golfo  de  Suez,  y  las  que  lo  trasladan  á  la  región  de  los  lagos  Amargos, 
incluyendo  el  lago  de  Timsah.  Á  esto  último  se  inclina  el  autor,  y  da  como  probable 
que  fuera  el  punto  preciso  del  pasaje  entre  los  lagos  Amargos  y  el  Timsah,  por  un 
brazo  ó  canal  que  los  unía,  en  el  cual,  siendo  menos  la  profundidad  y  masa  de  agua, 
más  fácilmente  pudo  obrarse  la  separación  por  el  fuerte  viento  levantino,  única  causa 
instrumental  á  que  atribuye  la  Escritura  la  milagrosa  separación.  Expone  luego  los 
reparos  que  hay  contra  la  hipótesis  que  opta  por  el  golfo  de  Suez,  y  al  fin  traza  el 
itinerario  que  verosímilmente  debieron  de  seguir,  dando  por  supuesto  y  probado  que 


EXAMEN   DE   LIBROS  387 

Ramvs  se  halla  en  wadi  Tamilát,  cerca  de  TellRotáb,  á  cosa  de  30  kilómetros  al  oeste 
de  Ismaeliye,  y  que  la  segunda  estación  de  los  israelitas,  denominada  Sukkot,  estaba 
en  tell  el  Maslhüta,  unos  16  kilómetros  al  oeste  de  Ismaeliye.  Con  esto  se  plantan  los 
jalones,  si  rio  decisivos,  al  menos  muy  conducentes  para  la  resolución  del  problema 
(págs.  251-60). 

Después  de  algunas  excursiones  por  los  alrededores  de  Suez,  y  des- 
pués de  una  reseña  geográfico-histórlca  sobre  la  península  del  Sinaí, 
empréndese  el  viaje  en  vapor  por  el  canal  de  Suez  y  el  mar  Rojo,  hasta 
desembarcar  en  el  pequeño  puerto  de  et-Tur,  desde  donde  en  dos  días 
de  andar  en  la  nave  del  desierto,  que  es  el  camello,  se  arriba  al  deseado 
punto  del  convento  del  Sinaí  (XV-XVIII).  Más  que  el  monumental  edifi- 
cio, mitad  convento  y  mitad  fortaleza;  más  que  los  tesoros  aún  por  des- 
cubrir en  códices  griegos  y  siríacos  de  su  biblioteca,  atrae  y  cautiva  el 
ánimo  el  monte  de  la  Ley,  el  Sinaí  ó  monte  Horeb,  llamado  hoy  monte 
de  Moisés,  con  su  imponente  altura  de  2.244  metros,  con  su  rojizo  aspecto 
de  granito  y  pórfido,  con  sus  cortes  caprichosos,  senderos  arduos  y  pica- 
chos inaccesibles. 

Sigúese  un  interesante  estudio  topográfico  sobre  el  campo  de  batalla 
de  Refedin,  sobre  el  campamento  de  Israel;  llámanse  á  juicio  varias  hipó- 
tesis, más  ó  menos  plausibles,  acerca  del  mayor  ó  menor  niimero  de  los 
israelitas,  dándose  por  probable,  con  algunas  correcciones,  la  de  Petrie 
(pág.  408);  y  habiéndose  de  despedir  del  Sinaí  y  emprender  la  retirada 
toda  por  tierra,  aún  nos  aguardan  agradables  sorpresas  en  las  nuevas 
descripciones  de  «la  perla  del  Sinaí»,  el  Serbal,  y  aquellos  oasis  que 
recuerdan  los  huertos  de  las  Hespéridas,  salidos  de  los  cuales,  como  que 
despertamos  de  un  sueño  y  caminamos  lentamente  por  aquellos  desiertos 
y  languidecemos  con  la  vida  monótona  de  los  nómadas;  pero  al  fin  toma- 
mos puerto  en  Suez,  y  aquí  nos  rozamos  con  el  movimiento  europeo 
(XXIV-XXXV). 

No  es  posible  cerrar  el  libro  sin  alabar  y  admirar  el  encanto  con  que 
unas  escenas  se  sucedan  á  otras  con  orden,  fluidez  y  variedad  y  con 
incansable  lujo  de  pormenores,  y  aun  es  de  celebrar  la  maestría  con  que 
observaciones  ajenas  se  asimilan  é  intercalan  á  las  propias,  rectificán- 
dolas muchas  veces  y  examinándolas  siempre. 

Si  de  algo  peca  la  descripción,  es  de  lujo  de  pormenores  de  poco 
interés  general;  mas  todos  tienden  á  amenizar  la  aridez  de  un  diario 
escueto  de  viajes,  que  sin  ellos  resultaría.  Tenemos,  pues,  un  libro  ameno 
é  instructivo,  no  sólo  para  el  vulgo  de  los  sabios,  sino  también  para  los 
entendidos  en  general. 

¿Cuándo  se  publicarán  y  lograrán  salida  en  nuestra  patria  libros  de 
esta  clase,  que  revelan  el  entusiasmo  que  hoy  reina  por  los  estudios 
bíblicos  y  orientales? 

M.  V.  Sáinz. 


NOTICIAS  BIBLIOGRÁFICAS 


Carta-Pastoral  de  los  Rvmos.  Prelados 
de  la  Provincia  eclesiástica  de  Sevilla 
y  Normas  de  acción  católica  y  social.— 
Sevilla,  librería  é  imprenta  de  Izquier- 
do, 1910.  En  4."  de  76  páginas. 

Con  esta  hermosa  Pastoral  mues- 
tran los  Rvmos.  Prelados  de  la  Pro- 
vincia eclesiástica  de  Sevilla  su  viva 
solicitud  por  secundar  los  deseos  de 
la  Sede  Apostólica.  La  carta  del  Pa- 
dre Santo  al  Emmo.  Cardenal-Arzo- 
bispo de  Toledo,  encomendándole  la 
dirección  de  la  acción  social  católica 
en  España  y  las  Normas  por  el  último 
prescritas,  han  movido  al  excelentí- 
simo Sr.  Arzobispo  de  Sevilla  y  á  sus 
ilustres  sufragáneos  á  publicar  tan 
graves  documentos,  entretejiéndolos 
con  sabias  reflexiones  y  comenzando 
por  deplorar  la  raiz  maligna  de  nues- 
tros desastres,  el  Naturalismo,  que 
quiere  arrojar  de  la  sociedad  á  Cristo 
y  negar  á  la  Iglesia  todos  los  medios 
de  legítima  influencia. 

Bien  venida  sea  la  nueva  luminosa 
Carta.  Que  ella  sirva  para  animar  á 
todos  los  católicos  al  buen  combate, 
que  los  aliente  á  luchar,  levantada  la 
visera,  contra  los  enemigos  descubier- 
tos ó  solapados  de  la  acción  genuina- 
mente  católica. 

N.  N. 


El  Problema  de  la  Enseñanza.  Carta- 
Pastoral  que  el  Excmo.  y  Rvmo.  Sr.  Ar- 
zobispo DE  Valencia  dirige  á  sus  ama- 
dos fieles  diocesanos  con  motivo  de  la 
santa  Cuaresma.  Edición  de  propagan- 
da.—Valencia,  1910. 

Con  este  título  se  ha  publicado  un 
hermoso  folleto  para  la  propaganda, 
la  que  deseamos  sea  viva  y  eficaz. 
Y  más  aún  deseamos  se  lean,  se  me- 
diten, se  practiquen  las  enseñanzas  de 
la  Pastoral.  « Cuestión  de  vida  ó  muer- 
te es  para  España  especialmente,  dice 
el  excelentísimo  autor,  el  problema  de 
la  enseñanza.»  Necesitamos  la  libertad 
académica  de  la  enseñanza  contra  el 


monopolio  del  Estado;  necesitamos 
que  ésta  sea  católica  en  todas  las  es- 
cuelas, conforme  á  las  leyes;  hemos 
de  persuadir  al  pueblo  que  la  escuela 
laica,  neutra  ó  sin  Dios  es  escuela  con- 
tra Dios  y  contra  el  hombre  mismo,  á 
quien  no  formará  ciudadano  honrado, 
sino  desgraciado  impío;  hemos  de  ejer- 
cer la  caridad,  procurando  muchas  y 
buenas  escuelas  católicas,  y  orar  para 
que  Dios  las  proteja...  AI  fin,  como 
apéndice,  se  ha  insertado  oportuna- 
mente la  carta  del  Sr.  Menéndez  y 
Pelayo  al  Sr.  Obispo  de  Madrid-Al- 
calá acerca  de  las  escuelas  laicas. 


P.  Justo  Beguiristain  ,  S.  J.  San  Ignacio 
de  Loyola,  Apóstol  de  la  comunión 
frecuente.  — Eug&n\o  Subirana,  editor, 
Puertaferrisa,  14,  Barcelona,  1909.  En  8." 
de  64  páginas,  0,25  pesetas. 

Publicado  este  opúsculo  para  con- 
memorar el  tercer  centenario  de  la 
beatificación  de  San  Ignacio  de  Loyo- 
la, trata  especialmente  de  inculcar  la 
devoción  favorita  del  Santo,  la  devo- 
ción eucarística,  y  expone  los  trabajos 
que  por  si  y  por  la  Compañía  empleó 
el  Santo  Patriarca  para  promover  en 
todas  partes  la  comunión  frecuente. 
Tema  muy  oportuno  y  conforme  á  los 
deseos  de  nuestro  santísimo  Padre  el 
Papa  Pío  X  acerca  de  la  comunión 
diaria,  á  la  que  mueve  con  eficacia, 
así  como  á  tomar  por  Abogado  á  San 
Ignacio  «para  que  nos  alcance  del  Se- 
ñor una  grande  estima  y  un  deseo  ar- 
diente de  la  frecuente  y  diaria  comu- 
nión . 

P.  V. 

Der  einheimische  Klerus  in  der  Heiden- 
lündern  (El  Clero  indígena  en  las  tierras 
de  gentiles),  por  el  P.  Antonio  Huon- 
DER,  S.  J.  En  8.°,  X  y  312  páginas,  5mar- 
cos.— Herder  (Friburgo),  1909. 

El  P.  Huonder,  director  de  la  céle- 
bre revista  Die  Katholischen  Missio- 
nen,  es  bien  conocido  como  uno  de  los 


NOTICIAS  BIBLIOGRÁFICAS 


389 


principales  tratadistas  de  misiones.  Por 
eso  nos  alegramos  de  que  haya  toma- 
do á  su  cargo  el  escribir  esta  obra  so- 
bre la  cuestión  importantísima  de  la 
formación  del  clero  indígena  en  las 
misiones  de  infieles,  de  la  cual  tanto 
se  ha  escrito  y  disputado  en  estos  úl- 
timos años.  El  método  seguido  por  el 
R  Huonder  ha  sido  el  de  ir  directa- 
mente á  las  fuentes;  con  ellas  va  reco- 
rriendo una  por  una  las  principales 
misiones  católicas,  y  nos  va  mostrando 
con  estadísticas  y  documentos  irrefu- 
tables lo  que  se  ha  trabajado  en  cada 
una  de  ellas  para  la  formación  de  un 
clero  indígena  en  estos  cuatro  últimos 
siglos  y  los  resultados  que  se  han  ob- 
tenido hasta  el  presente.  De  todo  el 
libro  resulta  que  la  causa  principal  de 
que  no  se  haya  resuelto  hasta  ahora 
en  las  misiones  modernas  la  gran 
cuestión  de  formar  en  cada  una  un 
clero  indígena  independiente  de  los 
misioneros  europeos,  no  está  en  el 
falso  método  de  los  misioneros,  sino 
en  haber  faltado  á  estas  misiones  las 
circunstancias  favorables  que  ayuda- 
ron á  la  cristianización  de  Europa  en 
las  Edades  Antigua  y  Media.  Pero  es 
consolador  ver  que,  á  pesar  de  las 
grandes  dificultades  de  las  misiones 
de  la  Edad  Moderna,  se  han  echado 
ya  en  ellas  los  fundamentos  para 
un  clero  indígena,  como  lo  prueban 
los  3.600  sacerdotes  y  5.200  semina- 
ristas indígenas  de  las  actuales  misio- 
nes (esto  sin  contar  las  misiones  de 
Oriente).  Las  faltas  de  algunos  misio- 
neros aislados,  en  la  resolución  de  este 
importantísimo  problema,  las  reconoce 
ingenuamente  el  P.  Huonder.  Con  este 
trabajo  de  sana  crítica  se  pueden  dar 
por  definitivamente  rechazadas  las  se- 
veras acusaciones  que  levantaron  Lu- 
quet  y  Rohrbacher  contra  los  misio- 
neros de  la  Edad  Moderna,  y  que  han 
sido  reproducidas  últimamente  por 
Joly,  con  mucha  decisión,  sin  duda, 
pero  con  poco  conocimiento  de  las 
fuentes  históricas.  Aunque  el  libro 
del  P.  Huonder  está  lleno  y,  se  puede 
decir  entretejido  de  documentos,  se 
lee  con  vivísimo  interés.  Muy  opor- 
tunos son  también  los  numerosos  gra- 
bados que  ilustran  la  obra. 


H.  G. 


RAZÓN  Y  FE,  TÜMO  XXVI 


José  M.^  Torroja.  Aplicaciones  Métricas 
de  la  Estereoscopia.— lAadrid,  imprenta 
de  J.  A.  García,  Campomanes,  6.  Un 
tomo  en  4."  de  104  páginas,  con  figuras, 
5  pesetas  en  la  administración  de  la 
Revista  de  Obras  Públicas,  Plaza  de 
Oriente,  6. 

El  autor  de  esta  obrita,  al  dar  á  co- 
nocer en  ella  el  método  de  medición  de 
distancias  por  la  visión  estereoscópica, 
excita  al  mismo  tiempo  el  deseo  de 
estudiar  á  fondo  el  tal  método,  merced 
á  la  reseña  que  hace  en  el  último  capí- 
tulo de  las  muchas  y  variadas  aplica- 
ciones que  en  diferentes  países  se  han 
hecho  de  la  Estereoscopia  en  las  artes 
militares,  en  Astronomía,  Marina,  Me- 
trología y  en  viajes  de  exploración. 
Por  esto,  idea  feliz  ha  sido  la  de  aña- 
dir al  final  de  esta  obrita  una  nota  bi- 
bliográfica para  los  que  deseen  am- 
pliar los  conocimientos  que  somera- 
mente se  exponen  en  este  opúsculo, 
que  será  útil,  tanto  á  los  que  por  su 
profesión  se  ocupan  en  la  rpedida  de 
distancias  y  en  problemas  topográficos, 
como  también  á  aquellos  que  con  inte- 
rés siguen  los  progresos  y  adelantos 
de  las  ciencias. 

Como  introducción  al  asunto,  da  una 
idea  de  los  estereoscopios  de  Wheats- 
tone  y  de  Brewster,  para  así  exponer 
después,  como  lo  hace,  el  modo  de  de- 
terminar la  posición  de  un  punto,  dedu- 
cida de  una  vista  estereoscópica,  ó  sea 
de  una  vista  de  relieve,  resultante  de 
dos  dibujos  ó  fotografías  de  un  mismo 
objeto.  Pero  la  vista  de  relieve  que  así 
se  deduce,  desaparece  en  cuanto  á  su 
relieve,  en  el  estereoscopio  ordinario  á 
una  distancia  límite  relativamente  pe- 
queña, y  de  ahí  el  autor  toma  pie  para 
describir  en  sus  partes  más  esenciales 
y  exponer  los  principios  en  que  se  fun- 
dan los  aparatos,  mediante  los  cuales 
se  logra  eliminar  aquella  limitación  de 
distancia  que  existe  en  el  estereos- 
copio ordinario.  De  entre  esos  apara- 
tos se  ocupa  del  telestereoscopio  de 
Helmholtz,  del  estereoscopio  de  Cazes, 
con  la  mejora  que  comporta  sobre  el 
anterior,  y  del  telémetro  de  Pulfrich- 
Zeiss,  que  tiene  de  ventaja  el  dar  la 
distancia  á  que  del  observador  se  ha- 
llan colocados  lo8  objetos  que  percibe 
á  través  del  instrumento,  sin  necesidad 
de  cálculo  ni  construcción  alguna.  A 
esta  clase  de  aparatos  siguen  aquellos 

26 


390 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


otros  en  que  la  operación  de  determi- 
nar la  distancia  se  obtiene,  no  ya  ob- 
servando los  objetos  á  través  de  un 
sistema  óptico  binocular,  sino  mediante 
la  fotografía  estereoscópica.  De  entre 
estos  instrumentos  se  describe  con 
bastante  minuciosidad  el  estereocom- 
parador,  y  muy  someramente  el  este- 
reómetro,  por  sólo  diferir  de  aquél  en 
detalles  de  poca  importancia.  Hecha  la 
exposición  de  esos  diversos  instrumen- 
tos, entra,  finalmente,  el  autor  en  la 
aplicación  de  la  fotografía  estereoscó- 
pica á  la  topografía,  dando  primero  una 
idea  general  del  método,  después  de 
exponer  con  detalle  el  modo  de  operar 
cuando  se  emplea  un  fototeodolito 
Zeiss,  cuya  descripción  hace,  y  termina 
explicando  el  modo  práctico  de  fijar  en 
el  dibujo  la  posición  de  cada  punto, 
mediante  sencillas  construcciones  grá- 
ficas. Este  es  en  substancia  el  resumen 
del  plan  que  en  su  opúsculo  nos  ha  pa- 
recido pretendía  desarrollar  el  Sr.  To- 
rroja,  salvas  algunas  ligeras  omisiones 
de  nuestra  parte,  que  ilustran,  sí,  la  obra, 
pero  que,  á  nuestro  parecer,  no  tocan  á 
su  esencia,  y  por  eso  no  se  han  men- 
cionado. 

J.  M.  Obeso. 


Gfiía  Escolar  de  España.  (Unión  Ibero- 
Americana.  Comisión  permanente  de 
enseñanza),  Julio  de  1909,  Madrid.  En  8." 
con  404  páginas,  2,50  pesetas. 

Hay  en  España  verdadera  falta  de 
libros  de  información  sobre  nuestras 
cosas;  en  términos  que,  no  sólo  á  los 
extranjeros,  sino  aun  á  los  españoles 
nos  es  incomparablemente  más  difícil 
enterarnos  de  lo  que  tenemos  en  casa 
que  de  lo  que  hay  en  otras  partes. 

No  hace  mucho  tiempo,  consultando 
el  Diccionario  enciclopédico  de  Peda- 
gogía, que  se  publica  en  Langensalza 
bajo  la  dirección  de  Rein,  hallábamos 
sobre  los  internados  minuciosas  noti- 
cias de  todos  los  países  cultos  y  semi- 
cultos.  Mas  al  llegar  á  España,  decía  el 
articulista  con  toda  sencillez:  Carece- 
mos totalmente  de  información...,  y  pa- 
saba adelante. 

Por  desgracia,  con  libros  como  la 
Guía  Escolar  no  se  remedia  este  de- 
fecto; pues  hace  completa  omisión  de 
las  iniciativas  particulares  que  cons- 


tituyen una  gran  parte  de  los  elemen- 
tos docentes  y  educativos  en  nuestra 
patria.  Quien  leyere  dicha  Gula,  podrá 
creer  que  en  España  no  existe  ya  nin- 
gún colegio  de  los  que  durante  siglos 
enteros  habían  tenido  en  ella  los  Pa- 
dres Escolapios  y  Jesuítas,  ni  los  que 
han  abierto  en  fecha  posterior  los 
Padres  Agustinos,  Dominicos,  Francis- 
canos; ni  han  llegado  acá  todavía  los 
Hermanos  de  la  Doctrina  Cristiana,  ni 
los  Maristas,  ni  tantas  otras  Congrega- 
ciones que  se  dedican,  para  desespera- 
ción de  los  sectarios,  á  la  obra  de  edu- 
car á  la  juventud  española. 

Por  lo  que  toca  á  la  educación  de  la 
mujer,  tampoco  hallará  rastro  de  las 
instituciones  religiosas  que  educan  á 
millares,  y  aun  centenares  de  millares, 
las  niñas  de  todas  las  clases  de  la 
sociedad.  Pero  en  cambio  se  enterará 
muy  por  menor  de  la  historia  de  la 
Asociación  para  la  enseñanza  de  la 
mujer,  del  Sr.  D.  Fernando  de  Castro... 
¡que  buen  poso  haya! 

Si  es  así  como  se  ha  de  dar  á  cono- 
cer á  nacionales  y  extranjeros  nuestro 
caudal  docente,  mejor  será  continuar 
en  la  sencilla  ignorancia  de  nuestras 
cosas,  en  que  hasta  ahora  vivimos... 
¡y  seguimos  viviendo! 


Tratado  de  análisis  de  la  lengua  caste- 
llana, por  D.  Rufino  Blanco.  Quinta 
edición.— Madrid,  1909.  Un  tomo  en  8.° 
con  240  páginas,  3  pesetas. 

Es  una  lástima,  é  inconveniente  insu- 
perable, que  los  que  se  dedican  á  la 
enseñanza  de  la  lengua  castellana  ig- 
noren el  latín,  clave  de  su  etimología 
y  desarrollo.  Sin  el  latín,  el  estudio  de 
la  lengua  castellana  no  podrá  dejar  de 
caer  en  estéril  pedantismo.  Pero  ya 
que  no  esté  en  nuestra  mano  remediar 
ese  daño,  son  de  alabar  los  autores 
que,  como  el  del  presente  libro,  se 
esfuerzan  por  dar  á  los  futuros  maes- 
tros la  enseñanza  formal,  única  para 
que  están  preparados. 

El  Sr.  Blanco  guía  sucesivamente  al 
análisis  gramatical,  lógico,  literario  y 
lexigráfico  (denominación  un  tanto 
ambigua),  facilitando  sumamente  el 
uso  de  sus  métodos  con  las  frecuentes 
sinopsis  esparcidas  en  el  libro. 


R.  R.  A. 


NOTICIAS  BIBLIOGRÁFICAS 


391 


OBRAS  HISTÓRICAS 

Manuel  d'Histoire  ecclésiastique,  adapta- 
tion  de  la  seconde  édition  hollandaise 
du  R.  P.  Fierre  Albers,  S.  J.,  par  le 
R.  P.  Rene  Hedde,  O.  P— París,  librairie 
V.  Lecoffre,  J.  Gabalda  et  C'«,  rué  Bo- 
naparte,  90;  1908.  Dos  tomos  en  12.°  de 
XXXVI,  636  y  622  páginas,  8  francos. 

Enchiridion  Historiae  ecclesiasticae  uni- 
versae,  auctore  P.  Albers,  S.  J.,  ad  reco- 
gnitam  et  auctam  editionem  neerlandi- 
cam  alteram  in  latinum  sermonem  ver- 
sum.  Tomus  I.  Neomagi  in  HoUan- 
dia,  Sumptibus  L.  C.  G.  Malmberg, 
MCMIX.  En  8.",  de  VI-328  páginas. 
Con  los  dos  tomos  que  seguirán  á  éste, 
6,50  florines,  11,25  marcos,  14  francos. 

Dos  ediciones  en  holandés,  una 
«mpezada  en  latín,  una  traducción  y 
adaptación  en  francés,  otra  en  italiano 
que  se  está  preparando  y  alguna  qui- 
zá más  son  bastante  prueba  del  valor 
de  este  libro. 

Y  en  realidad  como  manual  es  ex- 
celente; pues,  sin  salir  de  los  límites  de 
un  libro  de  texto,  gracias  al  método, 
concisión  y  sobriedad,  contiene  mucha 
doctrina  y  muy  buena  bibliografía.  Al- 
gunos puntos  se  hallan  tratados  con 
especial  diligencia,  puntos  que  no 
siempre  se  ven  así  expuestos  en  libros 
de  esta  clase,  v.  gr.,  la  relación  de  los 
trabajos  y  viajes  de  San  Pablo,  inclu- 
so su  visita  á  España  (1, 14-21  ed.  fran- 
cesa; I,  42-49  ed.  latina),  la  estancia  de 
San  Pedro  en  Roma  (I,  24-27;  1, 52-55). 
la  extensión  de  la  Iglesia  al  fin  del 
siglo  IV  (I,  62-67;  1, 88-93),  la  cuestión 
sobre  las  ampollas  encontradas  en 
las  Catacumbas  como  señal  de  mar- 
tirio (I,  117;  I,  138),  las  discusiones 
entre  el  clero  secular  y  regular  en  la 
Edad  Media  (II,  102-104),  todo  el  capí- 
tulo dedicado  en  esta  misma  época  á 
la  ciencia  eclesiástica,  dividido  en  sus 
párrafos  de  escolástica,  mística,  mo- 
ral, derecho,  estudios  bíblicos  y  lite- 
rarios (II,  105-135),  etc.,  etc.  En  ge- 
neral, es  de  alabar  lo  que  nota  el 
P.  R-  Hedde  (I-VIII),  que  la  historia  in- 
terna de  la  Iglesia  ocupe  en  este  ma- 
nual mayor  extensión  de  la  que  ordi- 
nariamente se  le  concede. 

Esto  no  quita  que  algunos  puedan 
■encontrar  puntos  ó  no  tratados  ó  tra- 


tados levemente;  razón  que  movió  al 
P.  Hedde  á  emprender  una  adaptación 
francesa,  y  que  haya  descuidos  inhe- 
rentes á  esta  clase  de  obras.  ¿A  qué 
español  no  extraña  leer  que  Alfon- 
so VI  fué  derrotado  en  Salacca  (1,493); 
que  Carlos  V  se  retiró  á  SnnYusie?... 
(11,95) 

Más  grave  es  el  juicio  dado  en  la 
edición  francesa  sobre  Murillo  como 
pintor  (II,  370):  «Dont  les  travaux  té- 
moignent  d'une  vraie  maitrise  des  cou- 
leurs,  mais  souvent  d'une  expression 
fade,  parfois  sensuelle:  Assomption  de 
la  Vierge,  Saint  Frangois  et  Jésus  en 
croix.>  Frase  que  indica  que  quien  la 
escribió  no  ha  visto  un  cuadro  de  Mu- 
rillo; tanto  más  que  al  hablar  de  Mi- 
guel Ángel  y  Rafael  no  hay  ni  una  pa- 
labra sobre  las  desnudeces  del  primero 
ni  contra  el  realismo  de  algunos  cua- 
dros del  segundo. 

De  otro  género  es  el  descuido  de  la 
pág.  302.  Hablase  de  la  sesión  V  del 
Concilio  Tridentino,  en  que  se  deter- 
minó la  doctrina  sobre  el  pecado  ori- 
ginal, y  añádense  en  nota,  sin  más 
observación,  estas  palabras:  «De 
B.  M.  V.  S.  Synodus  nihil  definiré  in- 
tendit,  quamvis  pie  credatur,  ipsam 
absque  peccato  originali  conceptam 
fuisse.> 

Cualquiera  diría  que  estas  palabras 
son  del  Concilio  ó  al  menos  declaran 
su  mente.  Nada  de  eso;  son,  según  Pa- 
llavicini,  del  ilustre  Obispo  de  Jaén  el 
Cardenal  Pacheco;  y  que  no  fuera  esa 
la  mente  del  Concilio  (aunque  sí  la 
mente  particular  de  muchos  Padres) 
lo  demuestra  la  porfiada  aunque  iniitil 
lucha  del  Obispo  para  que  esas  ó  pa- 
recidas palabras  pasaran  en  vez  de  las 
propuestas.  Cf.  Pallavicini,  1.  VII,  capí- 
tulo VII;  cap.  XIII,  n.  2,  y  el  número  ex- 
traordinario de  Razón  y  Fe  sobre  la 
Inmaculada,  páginas  99-102. 

Fuera  de  esto  y  alguna  que  otra  co- 
silla,  el  libro,  como  manual  de  Histo- 
ria eclesiástica,  es  en  realidad  exce- 
lente. 


Vie  de  Saint-Euthyme  le  Grand  (377-473), 
les  moines  et  l'Eglise  en  Palestine 
au  V^  siécle,  par  le  R.  P.  Fr.  Raymond 
GÉNiER,  du  couvent  dominicaín  de  Jéru- 
salem.  —  Paris,  librairie  V.  Lecoffre, 
J.  Gabalda  et  C»,  rueBonaparte,90;  1909. 


392 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


En  12.",  de  XXXII-306  páginas,  4  fran- 
cos. 

El  P.  Géníer,  después  de  examinar 
sobre  el  terreno  los  restos  que  aun 
quedan  de  la  vida  monástica  de  los 
primeros  siglos  en  Palestina,  se  propo- 
ne suscitar  una  de  las  más  grandes  figu- 
ras entre  aquellos  monjes,  San  Eutimio 
el  Grande,  y  alrededor  suyo  los  recuer- 
dos de  aquella  vida  é  iglesia  de  Pales- 
tina del  siglo  V. 

La  acción,  en  efecto,  de  San  Euti- 
mio, como  dice  resumiendo  (pág,  375), 
se  ejercitó  en  el  orden  monástico  por 
sus  fundaciones,  sus  instituciones  y, 
sobre  todo,  por  el  ejemplo  de  sus  vir- 
tudes; en  el  orden  eclesiástico,  con 
ocasión  de  los  sucesos  de  Éfeso  y 
Calcedonia,  por  los  consejos  que  dio 
el  Santo,  su  pronta  sumisión  á  las  de- 
finiciones de  la  Iglesia,  y,  en  fin,  por 
su  constancia  en  sostener,  aclarar  y 
defender  los  dogmas  tan  vivamente 
impugnados  entonces  por  la  herejía. 

Estas  palabras  hacen  entrever  el 
interés  del  libro,  que  aunque  el  autor 
dice  estar  escrito  para  edificación  de 
sus  lectores,  resulta  de  grandísimo 
provecho  para  todos. 

Alguien  ha  reconvenido  al  autor 
porque  parece  defiende  demasiado  á 
algunos  de  aquellos  monjes  que  se 
mostraron  tenazmente  apegados  al 
error  monofisita. 

Es  digno  de  notarse  en  la  pág.  230 
lo  que  se  dice  sobre  la  comunión  fre- 
cuente entre  los  monjes,  y  en  la  pá- 
gina 194  la  confirmación  de  la  lectura 
defendida  por  Petavio  dn  duabus  na- 
tuñs,  y  no  <:ex>,  de  la  definición  del 
Concilio  de  Calcedonia  sobre  las  dos 
naturalezas  en  Cristo.  — Cf.  Enchiri- 
dion,  n.  148  (ed.  10.^). 

Los  mapas  y  figuras  intercalados 
adornan  el  libro  y  orientan  al  lector 
sobre  la  posición  más  ó  menos  cierta 
de  las  ciudades  ó  monasterios  de  que 
se  habla. 

Vida  de  San  Clemente  María  Hofbauer, 
de  la  Congregación  del  Santísimo  Re- 
dentor, por  el  R.  P.  Tomás  Ramos,  re- 
dentorista.— Madrid,  administración  de 
El  Perpetuo  Socorro,  calle  de  Manuel 
Sil  vela,  12;  1909.  En  17  x  12,  de  528  pá- 
ginas, 2  pesetas. 

Recientemente  canonizado  San  Cle- 
mente, su  vida  está  llena  de  novedad 


é  interés,  dado  el  campo  en  que  se 
desarrolló  y  las  numerosas  empresas 
apostólicas  que  el  Santo  llevó  á  cabo. 

Su  acción  en  la  capital  de  Austria, 
sobre  todo  en  el  Congreso  de  Viena, 
es  por  demás  instructiva. 

Esta  Vida,  aunque  escrita  sin  pre- 
tensiones de  erudición,  va  fundada 
toda  ella  en  los  Procesos. 

Charles  Stanton  Devas.  L'Église  et  le 
progrés  du  monde;  traduction  de  Tan- 
gíais par  le  P.  J.  D.  Folohera,  des  f  reres 
Précheurs.— Paris,  librairie  V.  Lecoffre, 
J.GabaldaetOs  rueBonaparte,90;  1909. 
En  12.",  de  III-312  páginas,  3,50  francos. 

El  autor,  conocido  por  sus  estudios 
de  Economía  política,  ha  empleado  su 
ciencia  en  exponer  con  cierta  novedad 
cuanto  se  ha  hecho  para  desarrollar 
en  el  mundo  el  progreso  ó  civilización, 
haciendo  ver  cómo  en  la  Iglesia  se 
halla  la  fuente  del  verdadero  progreso, 
á  pesar  de  ciertas  antinomias  más  ó 
menos  reales  que  á  primera  vista  pre- 
senta su  historia. 

El  género,  más  de  conferencia  que 
didáctico,  el  método,  más  sintético  que 
analítico,  obligan  á  interpretar  en  buen 
sentido  ciertas  frases,  á  primera  vista 
no  tan  exactas. 


La  vie  liturgique  on  l'áme  se  nourrissant, 
se  consolant,  et  tendant  asa  destinée 
dans  le  service  de  Dieu  par  l'Église, 
par  M.  EuGÉNE  Chipier.  — Librairie  Ca- 
toiique  E.  Vitte,  Lyon,  place  Belle- 
cour,  3;  Paris,  rué  de  l'Abbaye,  14;  1908. 
En  16.",  de  XXII-434  páginas,  3  francos. 

La  liturgia  de  la  Iglesia,  por  su  san- 
tidad, hermosura  y  variedad,  es  una 
de  las  cosas  que  más  pueden  ayudar 
á  los  fieles  y  á  los  ministros  del  culto 
á  caminar  por  la  senda  de  su  propia 
perfección;  unos  y  otros  encontrarán 
en  las  páginas  de  este  libro,  viva- 
mente recomendado  por  el  difunto  Ar- 
zobispo de  Sevilla  Cardenal  Espinóla, 
cómo  asistir  devotamente  á  los  oficios 
divinos  ó  tomar  parte  en  ellos. 

E.  P. 


Bibliothéque  de  l'enseignement  de  l'his- 
toire  ecciés.  Histoire  des  dogmes  11:  De 
Saint  Athanase  á  S.  Augustin.  318-430, 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


393 


par  J.  TixERONT.— París,  Lecoffre,  1909. 
Un  volumen  en  12."  de  III-534  páginas. 
Precio,  3,50  francos. 

Los  lectores  de  Razón  y  Fe  cono- 
cen ya  la  obra  del  profesor  Tixeront 
en  su  primer  volumen.  El  presente  es 
continuación  de  aquél:  el  autor  hubiera 
deseado  encerrar  en  el  tomo  II  la  his- 
toria hasta  Cario  Magno;  pero  no  era 
difícil  prever  la  imposibilidad  de  reali- 
zar este  propósito,  atendida  la  exten- 
sión inconmensurable  de  las  contro- 
versias dogmáticas  en  los  siglos  IV 
y  V.  Por  eso  se  ha  limitado  á  presen- 
tar ahora  la  materia  correspondiente 
al  siglo  IV  y  primera  mitad  del  V, 
dejando  para  el  volumen  III  la  restante 
hasta  el  siglo  IX.  Siéndolos  escritores 
de  este  fecundísimo  período  (318-430) 
tantos  en  número,  el  profesor  Tixeront 
sigue  en  este  volumen  un  método  algo 
distinto  del  seguido  en  el  precedente. 
Tomando  por  base  las  doctrinas  mis- 
mas, traza  en  primer  lugar  la  historia 
de  las  herejías  propias  de  Oriente 
(arrianismo,  apolinarismo)  y  de  Occi- 
dente (donatistas,  priscilianistas);  ha- 
ciéndolas seguir  después,  en  dos  gran- 
des cuadros,  del  estado  de  la  doctrina 
de  la  Iglesia  en  el  siglo  IV.  Preside  en 
este  volumen,  en  cuanto  es  posible, 
dada  la  extensión  y  complejidad  del 
argumento,  la  misma  claridad  de  mé- 
todo y  exposición  que  en  el  tomo  I.  El 
autor  se  felicita,  no  sin  razón,  de  no 
haber  tenido  necesidad  de  alterar  cosa 
substancial  en  su  manuscrito  al  cote- 
jarlo con  la  Encíclica  Pascendi,  ema- 
nada antes  de  la  impresión.  De  la 
Biblioteca  para  la  enseñanza  de  la 
historia  eclesiástica  puede  decirse  lo 
que  de  la  Biblioteca  para  el  estudio 
de  la  Exegesis:  que  por  su  método, 
claridad,  buena  doctrina  y  módico  pre- 
cio, puede  formar  un  conjunto  de  tex- 
tos para  las  clases. 


Die  Griechischen  Christlichen  Schriftste- 
ller  der  ersten  drei  Jahrhunderte.  Eu- 
sebias Werke:  zweiter  Band,  Die  Kir- 
chengeschichte  herausgegeben,  von 
Dr.Ed.  Schwartz:  Die  lateinische  Ueber- 
setzungdes  Rufinen,  von  Dr.  Th.  Mom- 
MSEN.— Leipzig,  1909  (Hinrich^.— ¿os  es- 
critores griegos  cristianos  de  los  tres 
primeros  siglos.  Obras  de  Ensebio. 
Tomo  II:  La  Historia  Eclesiástica,  edi- 


tada por  el  Dr.  Ed.  Schwartz.  La  ver- 
sión latina  de  Rufino^  por  Teod.  Mom- 
MSEN.  Un  volumen  en  4."  de  CCLXXli- 
218  páginas. 

Con  este  volumen  queda  terminada 
la  edición  de  la  Historia  Eclesiástica  de 
Ensebio.  El  texto  griego  y  latino  salió 
en  los  dos  volúmenes  precedentes,  y 
en  este  último  ha  recogido  el  doctor 
Schwartz  todo  lo  perteneciente,  tanto 
al  estudio  de  los  códices  como  á  la  ex- 
plicación de  los  medios  auxiliares  para 
el  estudio,  inteligencia  y  manejo  fruc- 
tuoso de  la  grande  obra  de  Eusebio. 
Es  digna  de  notarse  la  economía  de  la 
obra;  es  decir,  los  puntos  capitales  á 
que  obedece  la  distribución  del  argu- 
mento en  la  Historia  de  Eusebio,  noti- 
cia importante  para  utilizar  este  arse- 
nal de  documentación  sobre  los  orí- 
genes del  Cristianismo. 


El  Nuevo  Testamento  en  griego  y  espa- 
ñol. Texto  griego  conforme  á  la  tercera 
edición  crítica  de  Federico  Brands- 
cheid;  versión  española  por  el  P.Juan 
José  de  la  Torre,  de  la  Compañía  de 
Jesús.— Friburgo,  1909  (Herder).  Un  vo- 
lumen en  18."  de  755,  XXXlV-603  y  753 
páginas.  Precio,  10  francos. 

Hace  tiempo  que  el  R.  P.  Juan  José 
de  la  Torre  traía  entre  manos  la  ver- 
sión del  texto  griego  del  Nuevo  Testa- 
mento, que  hoy  da  á  luz,  ofreciéndola 
á  los  que  en  España  y  países  dé  lengua 
española  se  dedican  á  la  lectura  de  la 
Sagrada  Escritura.  Siempre  fué  opor- 
tuna la  versión  directa  del  griego,  tra- 
tándose del  Nuevo  Testamento;  pero 
lo  es  mucho  más  hoy  por  el  vuelo  que 
en  todas  partes  ha  tomado  el  estudio 
de  la  Biblia  en  sus  fuentes.  Quien  le- 
yere el  prólogo  del  traductor,  tal  vez 
no  se  formará  idea  exacta  del  valor  del 
libro,  porque  el  P.  La  Torre  habla  con 
excesiva  modestia;  y  esta  virtud,  aun 
cuando  no  peque  de  excesiva,  es  poco 
apreciada  el  día  de  hoy,  si  se  excep- 
túan círculos  de  personas  muy  escogi- 
das y  discretas.  Traducciones  directas 
del  griego,  apenas  las  poseemos  en 
lengua  española,  porque  las  de  Cipria- 
no de  Valera  y  Casiodoro  de  Reina,  por 
más  que  se  venden  por  tales,  en  rea- 
lidad no  lo  son,  pues  dependen  de  la 
Vulgata,  separándose  del  original  mu- 


394 


NOTICIAS  BIBLIOCiRÁFICAS 


cho  más  de  lo  que  vulgarmente  se  cree 
aun  entre  personas  doctas.  La  del  be- 
nedictino Muñoz,  aunque  hecha  tenien- 
do á  la  vista  el  texto  griego  de  las  Com- 
plutenses, tampoco  es  propiamente  una 
versión  directa  del  griego,  y  mucho 
menos  lo  son  las  de  Scio  y  Amat,  que 
no  se  propusieron  tampoco  hacer  una 
versión  del  original.  Entre  las  traduc- 
ciones, pues,  del  Nuevo  Testamento 
que  circulan  en  lengua  española,  hechas 
teniendo  en  cuenta  el  original  griego, 
bien  puede  decirse  que  la  del  P.  Torre 
es  la  única  á  quien  conviene  en  propie- 
dad el  título  de  versión  directa  del 
original  griego. 

Con  respecto  á  su  valor,  el  P.  Torre 
posee  perfectamente  ambos  idiomas, 
como  saben  todos  cuantos  le  conocen, 
y  ha  empleado  muchos  años  en  su  tra- 
bajo, cambiando,  corrigiendo,  limando 
y  esforzándose  por  la  exactitud  en  la 
correspondencia  de  texto  y  versión  en 
conjunto  y  detalles,  cuanto  le  ha  per- 
mitido su  profundo  conocimiento  de  la 
lengua  castellana  y  su  erudición  nada 
común  en  materias  bíblicas.  Todo  el 
mundo  sabe  lo  difícil  que  es  interpre- 
tar con  exactitud  muchas  voces  y  par- 
tículas griegas,  v.  gr.,  en  el  Apóstol 
San  Pablo,  no  sólo  por  su  variedad  y 
por  la  fisonomía  especial  impresa  en 
ellas  por  la  Teología  del  Nuevo  Testa- 
mento, sino  por  las  concepciones  per- 
sonales del  Apóstol;  pues  bien,  el  Pa- 
dre Torre  ha  hecho  un  estudio  muy 
detenido  y  preciso  de  todas  estas  con- 
diciones. La  versión  del  P.  Torre  es, 
pues,  fiel  y  exacta,  llevando  á  veces 
estas  propiedades  á  un  grado  parecido 
al  del  Contentiosus  Aquila  en  su  ver- 
sión del  texto  hebreo,  pero  sin  incurrir 
en  las  nimiedades  y  extravagancias  del 
traductor  judío.  Tal  vez  no  faltará 
quien  crea  exagerado  este  juicio  y  dic- 
tado más  por  la  comunidad  de  hábito 
que  por  el  mérito  de  la  obra;  pero  sin 
disimular  la  estima  que  por  muchos  y 
justísimos  títulos  nos  merece  el  autor, 
creemos  poder  añadir  que  ninguno  de 
esos  motivos  ha  influido  ni  en  la  for- 
mación ni  en  la  fórmula  de  nuestro 
juicio,  y  tenemos  por  cierto  que  quien 
leyere  el  libro  convendrá  en  nuestras 
apreciaciones. 

El  texto  de  Brandscheid  á  algunos 
les  parece  menos  crítico  que  los  de 


Tischendorf,  Nestle  ó  B.  Weiss,  Fre- 
gelles  ó  Wescott-Hort:  por  nuestra 
parte,  no  disputaremos  aquí  sobre  este 
punto;  sólo  diremos  dos  cosas:  la  pri- 
mera, que  no  creemos  tan  fácil  la  solu- 
ción de  ese  problema,  y  la  segunda, 
que  no  proponiéndose  el  P.  La  Torre 
hacer  una  versión  precisamente  crítica 
y  para  uso  de  solo  los  sabios,  sino  más 
bien  de  vulgarización  y  para  provecho 
de  toda  clase  de  lectores  regularmente 
instruidos,  ha  creído  poder  tomar  por 
guía  un  texto  que,  sin  dejar  de  ser  muy 
aceptable  en  crítica,  presenta  otras 
ventajas  en  armonía  con  los  fines  y  las 
condiciones  de  su  publicación.  No  es 
que  el  traductor  desconozca  las  edicio- 
nes críticas  citadas  y  otras,  y  bien  pu- 
diera haberse  servido  de  alguna  de 
ellas;  pero  hubiera  sido  salirse  del  ob- 
jetivo que  se  había  propuesto.  Nos  pa- 
rece que  la  obra  que  anunciamos  honra 
no  poco  á  nuestra  España  y  haceá  sus 
hombres  de  estudio,  en  especial  al  ve- 
nerable Clero  y  escolares  teólogos,  un 
servicio  que  merece  su  gratitud. 

L.  M. 

Asserta  Moralia,  auctore  M.-M.  Matha- 
RAN,  S.  J.,Theologiae  Moralis  Professo- 
re.Editio  undécima  ad  normam  recentis- 
simorum  decretorum  aucta  et  emen- 
data.-Paris,  Gabriel  Beauchesne  et  Cié, 
éditeurs,  1909.  En  8.°  de  X-276  páginas. 

Los  asertos  morales  del  P.  Matha- 
rán  son  un  verdadero  manual  ó  com- 
pendio de  Teología  moral  muy  reco- 
mendable. Le  forman  otras  tantas  tesis 
ó  conclusiones  deducidas  del  estudio 
de  los  principales  autores  de  Moral,  y 
se  extienden  á  todos  los  tratados  de  la 
Teología  moral.  Esto  y  la  claridad  no- 
table, junto  con  su  concisión  extraordi- 
naria y  la  limpieza  de  la  redacción,  le 
ha  merecido  el  éxito  que  supone  la 
necesidad  de  hacer  la  undécima  edi- 
ción, y  que  auguramos  ha  de  conti- 
nuar en  ediciones  sucesivas,  mejorán- 
dolas, como  se  ha  mejorado  la  pre- 
sente, con  las  adiciones  exigidas  por 
las  nuevas  disposiciones  de  la  Santa 
Sede. 

Analysis  Theologico  -  Canónica  decreti 
«Ñe  temeré»  de  sponsalibus  et  matri- 
monio, a  GuiLLELMO  Arendt,  S.  J.  insti- 
tuta.— Roma,  1909.  Un  volumen  en  4.* 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


395 


de  V-343  páginas,  3,50  liras.  De  venta  en 
la  Redacción  de  Analecta  Ecclesiastica, 
Via  S.  Luigi  de  Francesi,  5,  y  en  las 
principales  librerías. 

Propónese  el  sabio  autor  de  este 
nuevo  comentario  al  decreto  Ne  teme- 
re,  no  sólo  explicar  clara  y  minuciosa- 
mente todas  las  disposiciones  del  de- 
creto, mirando  á  la  práctica,  como  lo 
han  hecho  muy  generalmente  los  co- 
mentaristas que  le  han  precedido  y 
que  él  cita  con  frecuencia,  sino  hacer 
también  un  análisis  cientifico-racional 
desde  el  punto  de  vista  teológico  y 
canónico.  Lo  especial  de  esta  obra  es 
la  parte  doctrinal,  que  principalmente 
se  echa  de  ver  en  la  primera  parte, 
Cuestiones  generales,  y  en  las  notas,  y 
se  manifiesta  en  la  exposición  y  dis- 
cusión de  las  razones  intrínsecas  de  lo 
prescrito.  A  veces  por  diverso  camino 
llega  al  mismo  término  que  otros  auto- 
res (págs.  212,  etc.);  á  veces  disiente 
de  ellos,  fijándose  en  alguna  nueva 
observación,  v.  gr.,  pág.  188,  de  per- 
cussore  clerici  vitando  etsi  nominatim 
non  designato,  y  nota  lo  que  no  á  todos 
ha  ocurrido,  como  que  el  decreto  trata 
del  matrimonio  en  cuanto  es  contrato, 
y  prescinde  de  la  razón  de  sacramento, 
que  compete  al  matrimonio  de  los 
cristianos  bautizados.  Es,  pues,  obra 
muy  recomendable,  que  puede  servir 
como  de  ampliación  á  varios  otros  co- 
mentarios. 

Certamen  artístico -literario  promovido 
por  la  Liga  Antipornográfica  de  San 
Francisco  Javier,  celebrado  en  el  Ate- 
neo de  Manila  el  20  de  Septiembre 
de  1908.— Manila,  imprenta  de  Santos  y 
Bernal,  1909.  Un  volumen  en  4."  de  288 
páginas,  con  preciosas  y  oportunas 
láminas. 

La  Liga  Antipornográfica,  que  tanto 
bien  está  haciendo  en  pro  del  verda- 
dero progreso  y  cultura  del  generoso 
pueblo  filipino,  invitó  á  todos  los  inge- 
nios, y  en  honor  del  Papa  Pío  X  en  su 
jubileo  sacerdotal,  «á  medir  en  litera- 
ria y  artística  justa  las  armas  del 
saber».  Se  fijó  el  cartel  con  temas 
para  las  composiciones  de  gran  opor- 
tunidad, según  escribió  el  Sr.  Arzo- 
bispo de  Manila,  14  en  prosa,  seis  en 
Terso,  dos  de  pintura,  tres  de  escul- 
tMra.  Muchas  y  notables  fueron  las 


composiciones  presentadas  al  certa- 
men; las  premiadas  por  el  Jurado  de 
letras  en  prosa  y  verso  se  publican  en 
este  volumen  y  contribuyen  á  hacerie 
realmente  interesante  é  instructivo. 
Varias  son  de  los  conocidos  literatos 
Sres.  D.  Joaquín  Rellicena  Camacho  y 
D.  Manuel  Rábago.  A  nosotros  nos 
han  llamado  especialmente  la  aten- 
ción, por  su  mérito  histórico-cntico 
y  porque  agotan,  pueble  decirse,  la 
importante   materia   que  tratan,   las 
dos  primeras  disertaciones  sobre  la 
estancia  del  gran  Apóstol  de  las  In- 
dias San  Francisco  Javier  en  Minda- 
nao.  El  P.  Pi  tiene  por  más  probable 
la  opinión  negativa,  sin  negar  sea  pro- 
bable, por  las  graves  autoridades  que 
presenta,  la  afirmativa.  Esta,  para  el 
Sr.  Rábago,  no  ofrece  duda  que  no 
deba  desvanecerse  ante  las  razones  y 
testimonios  que  la  apoyan,  empezando 
por  la  Bula  de  canonización  del  Santo. 
Es  curioso  el  mapa  ilustrativo  de  la 
disertación  del  P.  Pi.  Felicitamos  con 
la  prensa  de  Manila  al  director  de  la 
Liga,  P.  Lencina,  por  el  feliz  éxito  de 
su  empresa. 

Pensamientos  y  consejos  para  la  Juventud 
estudiosa,  por  el  P.  Adolfo  Doss,  de  la 
Compañía  de  Jesús;  con  un  grabado. 
Tercera  edición  revisada.— Friburgo  de 
Brisgovia  (Alemania),  B.Herder.Un  vo- 
lumen en  8.°  prolongado  de  XVll-627 
páginas,  5  francos  en  rústica  y  6,50  en- 
cuadernado en  tela  de  lujo. 

Recomendamos  de  nuevo  (véase  Ra- 
zón Y  Fe,  t.  VI,  pág.  132)  especialmen- 
te á  los  jóvenes,  esta  preciosa  obra,  en 
la  que  encontrarán  fácil  y  provechosa 
enseñanza  que  los  guíe  á  una  verda- 
dera conversión,  los  confirme  en  la 
virtud  y  los  haga  adelantar  en  las  vir- 
tudes, hasta  conseguir  la  perfección 
cristiana,  objeto  de  los  cuatro  libros 
en  que  se  divide  la  obra. 

La  Virgen  prudente.  Pensamientos  y  con- 
sejos del  P.  A.  Doss,  acomodados  para 
las  jóvenes  cristianas.  Tercera  edición 
revisada,  de  X-480  páginas,  3,25  francos; 
en  tela,  4,75;  en  pergamino  superfino, 
canto  dorado,  9,50. 

Como  lo  indica  su  título,  esta  obra 
es  la  anterior  acomodada  á  las  jóve- 
nes. Con  mudanzas  accidentales,  con- 


396 


NOTICIAS  BIBLIOGRÁFICAS 


serva,  como  decíamos  en  Razón  y  Fe, 
t  XI,  pág.  547,  la  misma  solidez  de 
doctrina,  el  mismo  orden,  la  misma 
claridad,  la  unción  misma.  Le  augura- 
mos el  mismo  éxito  feliz. 

P.  V. 


Doce  cantos  en  honor  del  Sagrado  Cora- 
zón de  Jesús,  compuestos  ó  armoniza- 
dos por  el  P.  N.  Otaño,  S.  J.  Op.  1. 

Digna  es,  cierto,  de  alabanza  la  obra 
que  acaba  de  publicar  el  incansable 
propagandista  del  verdadero  arte  re- 
ligioso musical.  A  cuantos  por  el  en- 
grandecimiento de  éste  se  interesan, 
ofrece  el  modesto  religioso  una  humil- 
de pero  útil  colección  de  cantos,  en 
donde  se  hallan  hermanadas  la  senci- 
llez, arte  y  unción  sagrada  que  debe 
respirar  la  música  del  templo. 

Descendiendo  á  particularidades,  y 
en  lo  que  á  la  forma  de  la  obra  dice 
relación,  salta  á  la  vista  la  corrección 
y  elegancia  del  quatuor;  la  propiedad 
y  á  veces  originalidad  de  la  armonía, 
de  ordinario  consonante;  el  movimien- 
to é  interés  canónico  y  contrapuntísti- 
co,  así  de  las  voces  como  del  acompa- 
ñamiento, y  la  perfecta  estructura  del 
todo  melódico.  Hemos,  no  obstante, 
notado  ciertos  ligeros  lunares,  que  en 
prueba  de  íntima  y  religiosa  amistad 
vamos  á  manifestar  sin  empacho  al 
justamente  celebrado  autor.  Nótase 
de  cuando  en  cuando  cierta  sistemáti- 
ca monotonía,  v.  gr.,  en  los  números  1 
y  Xll.  Las  octavas  reales  entre  voces 
extremas,  tal  como  se  hallan  en  el  12.° 
compás  de  la  estrofa  del  número  11  y 
en  el  5.°  del  IV,  nos  parecen  de  éxito 
dudoso.  El  choque  entre  el /a  sosteni- 
do de  la  voz  y  el  sol,  retardo  de  la  ter- 
cera del  órgano,  en  el  10.°  compás  del 
mismo  número  IV,  nos  resulta  algo 
duro  y  violento.  La  supresión  del  be- 
mol en  si  en  el  número  X,  y  el  fa  del 
tenor  en  el  13."  compás  de  la  estrofa 
del  número  V,  son  defectos  del  editor 
ó  descuidos  del  maestro  de  ninguna 
importancia. 

¿No  ganaría  en  gallardía  la  estrofa 
del  número  V,  si  el  tiple,  siguiendo  un 
procedimiento  semejante  al  empleado 
en  la  primera  frase,  esperase  el  tema 
del  tenor  para  repetirlo  á  la  octava? 
También  se  nos  antoja  que  es  tal  el 


ropaje  con  que  el  maestro  trata  de 
embellecer  la  melodía,  que  resulta  un 
si  es  no  es  recargado,  y  claramente 
artificioso,  cual  si  el  ornato  constitu- 
yera el  fin  principal  del  distinguido 
compositor. 

Con  respecto  al  fondo,  declaré- 
moslo sin  circunloquios,  que  no  dirían 
bien  con  la  sinceridad  que  debemos 
al  ilustre  maestro;  la  obra,  si  bien 
en  algunos  números,  v.  gn,  en  el  11  y 
en  el  V,  nos  parece  hija  de  una  inspi- 
ración fácil,  espontánea  y  nada  común, 
en  cambio,  en  otros,  v.  gr.,  en  el  III  y 
en  el  XII,  la  encontramos  así  como  un 
poco  fría,  árida  y  forzada.  Y  esto  acaso 
tenga  su  explicación  en  que  el  digno 
maestro,  fascinado  por  sus  grandes  co- 
nocimientos técnicos  é  históricos  sobre 
todos  los  ramos  del  divino  arte,  con- 
sagra todo  su  talento  á  la  forma,  con 
menoscabo  de  la  inspiración,  atribuida 
por  los  antiguos  á  las  divinidades.  Nues- 
tro insigne  compositor  habla  muy  alto 
á  la  inteligencia  y  algunas  veces  un 
poco  bajo  al  corazón. 

J.  Alfonso. 

P.  losÉPH  M.""  Oller  S.  J.  Novena  a  honra 
cíe  la  gloriossisinia  Ver  ge  de  la  Mercé.— 
Eugeni  Subirana,  edít.  y  Uib.  pontifici, 
Barcelona. 

Agradecidas  deben  estar  la  piedad 
y  las  letras  catalanas  al  joven  autor 
de  esta  Novena.  Esta  es  también  opi- 
nión del  censor,  á  cuyo  juicio,  el  Padre 
Oller  presta  un  gran  servicio  á  la  li- 
teratura piadosa,  que  por  nuestra  de- 
sidia no  está  al  nivel  que  le  corres- 
ponde»; por  más  que,  como  él  dice, 
pueda  haber  quien  halle  excesiva- 
mente puro  y  correcto  el  lenguaje,  so- 
bre todo  en  las  meditaciones  y  ejem- 
plos».Con  todo  eso,  prefiere  justamen- 
te el  censor  este  purismo  al  fárrago 
«de  interjecciones  y  palabras  melosas 
casi  siempre  inútiles,  de  que  están  re- 
pletos los  libros  de  devoción  más  en 
boga>. 

J,  M.  RivAS  Groot,  de  la  Real  Academia 
Española  de  Ciencias  Morales  y  Políti- 
cas. Asuntos  económicos  y  fiscales.  Un 
tomo  en  4."  mayor  de  402  páginas. 

Al  historiador,  al  economista,  al  so- 
ciólogo será  de   indudable  provecho 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


397 


esta  obra,  referente  á  Colombia,  aun- 
que modestamente  diga  el  autor  que 
es  «sencilla  relación,  en  orden  cro- 
nológico, de  los  asuntos  económicos 
y  fiscales  que  nos  parecen  de  ma- 
yor trascendencia,  sin  ceñirnos  á  de- 
mostrar una  tesis  para  llegar  á  cier- 
tas y  determinadas  conclusiones».  De 
esa  relación  muy  documentada,  que 
empezando  en  los  primeros  años  de  la 
independencia  llega  á  los  últimos  su- 
cesos, se  deduce  cuan  fatales  han  sido 
á  Colombia  las  revoluciones  y  discor- 
dias intestinas,  así  como  lo  provechoso 
de  la  paz  que  últimamente  ha  gozado. 
«No  pocas  veces— dice  el  autor,— to- 
mando los  efectos  como  causas,  se  ha 
pretendido  afirmar  que  la  miseria  es  la 
causa  de  las  revoluciones;  pero  cree- 
mos que,  estudiando  los  sucesos  de  la 
vida  nacional,  se  advierte,  por  el  con- 
trario, que  las  guerras  son  la  causa 
principal  de  la  miseria.  Con  razón  ob- 
serva Leroy-Beaulieu,  que  la  economía 
es,  no  sólo  servidora,  sino  humilde  es- 
clava de  la  política»  (pág.  3). 

N.  N. 


Las  Musas  delante  de  Jesús  (Le  Muse 
avanti  a  Gesú).  Fantasía  arcádica  del 
Arcade  Jorge  de  Frezals,  con  traduzio- 
ne  italiana  deH'Arcade  Francesco  Saba- 
TiNi,  y  con  dibujos  de  (e  con  disegni  di) 
José  Noque  y  Massó.— Roma. 

Preciosa  fantasía  poética  dedicada  á 
Su  Santidad  Pío  X  en  el  fausto  acon- 
tecimiento de  su  jubileo  sacerdotal  y 
episcopal.  Todo  nos  gusta  en  esta 
composición  bellísima:  la  feliz  inven- 
ción, la  acertada  disposición,  la  esme- 
rada ejecución:  hasta  el  papel  y  trabajo 
tipográfico  son  dignos  del  asunto;  sólo 
habríamos  querido  que  al  mérito  in- 
trínseco de  la  obra  se  hubiese  añadido 
el  encanto  de  la  versificación  en  el 
original  castellano:  la  inspirada  oda 
de  Cah'ope  (págs.  35-40)  creemos  hu- 
biera tenido  más  fiel  interpretación  y 
belleza  en  acertadas  rimas  que  en  re- 
dondeados períodos  de  prosa. 

Lie.  Francisco  Elguero.  Recuerdos  de 
viaje.  Algunos  sonetos.— Morelia,  1909. 

Lujosamente  impresos,  y  precedidos 
de  afectuosa  dedicatoria  al  limo,  y 
Rmo.  Sr.  Dr.  D.  Atenógenes  Silva,  dig- 


nísimo Arzobispo  de  Michoacán,  los 
veintinueve  sonetos  del  Sr.  Elguero 
condensan  las  impresiones  que  el  tu- 
rista católico  ha  experimentado  en  su 
viaje  á  la  Ciudad  Eterna,  y  están  im- 
pregnados «en  el  aroma  de  la  clásica 
antigüedad  y  del  grandioso  arte  cris- 
tiano». Si  hubiéramos  de  contar  las 
flores  de  tan  hermoso  ramillete  y  decir 
sus  nombres,  sería  preciso  copiar  los 
títulos  de  las  veintinueve  composicio- 
nes; pero  como  católicos  y  españoles, 
no  podemos  menos  de  citar  con  grati- 
tud y  alabanza  los  inspirados  «Ante 
las  playas  españolas»,  «La  visita  al 
Papa»  y  el  poemita  á  Santa  Cecilia. 

Panegíricos  sagrados  del  P.  Pablo  Séñe- 
Ri,  de  la  Compañía  de  Jesús,  predicador 
y  teólogo  que  fué  de  Nuestro  Santísimo 
Padre  Inocencio  XII.  Traducción  espa- 
ñola. Con  licencia  eclesiástica.  —  Ma- 
drid, librería  religiosa.  Atanasio  C.  Vi- 
llar, Campomanes,  12;  1909.  Un  tomo 
en  4."  de  403  páginas,  4  pesetas. 

Esta  nueva  edición  de  los  Panegíri- 
cos del  célebre  P.  Séñeri  viene  á  sa- 
tisfacer los  deseos  de  los  muchos  afi- 
cionados que  aun  hoy  cuenta  el  ilustre 
orador  italiano  entre  los  sacerdotes 
de  España  y  América,  á  los  cuales  no 
les  era  fácil  hacerse  con  ejemplares 
de  las  ediciones  anteriores.  Ha  reali- 
zado, pues,  una  buena  obra  el  editor 
católico  Sr.  Villar,  y  merece  plácemes 
por  el  esmero  y  nitidez  de  la  impre- 
sión. 

Hubiéramos,  no  obstante,  deseado 
que  se  pusiera  alguna  noticia  acerca 
de  esta  traducción,  que  alguien  pu- 
diera creer  reciente,  no  siendo  sino  la 
antigua  anónima,  cuyo  traductor,  al 
decir  de  Ximeno,  Escritores  del  Reyno 
de  Valencia,  11,  181,  es  el  P.  D.  Ramón 
Mascaren  y  Rubí,  presbítero  de  la 
Congregación  de  San  Felipe  Neri. 

San  Estanislao  de  Kostka.  Lecciones  de 
la  vida  de  un  Santo,  tomadas  de  la  Fí- 
losojía  Sagrada  del  P.  Pablo  Zettl,  de 
la  Compañía  de  Jesús.  Traducción  del 
P.  Antonio  González,  S.  J. — Barcelona, 
Herederos  de  Juan  Gilí,  editores,  1909. 
Con  licencia. 

He  aquí  un  libro  precioso  que  debe- 
ría andar  en  manos  de  todos  los  niños 
y  jóvenes.  En  los  27  capítulos  que 


398 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


comprende  se  tratan  los  puntos  más 
importantes  para  esa  edad,  y  se  siem- 
bra la  fecunda  semilla  que  ha  de  pro- 
ducir, con  el  tiempo  y  la  cooperación 
á  la  gracia,  abundantísima  cosecha  de 
saludables  frutos  para  el  tiempo  y  la 
eternidad.  ¡Y  con  qué  amenidad  y  de- 
licadeza se  inculcan  los  principios  y 
verdades!  Cada  capítulo  se  divide  en 
tres  partes:  la  primera,  alegórica,  es 
la  explicación  de  una  figura  ó  empresa, 
á  la  manera  de  las  políticas  de  Saave- 
dra  Fajardo  ó  de  las  Empresas  sacras 
del  P.  Núñez  de  Cepeda.  La  segunda 
es  histórica,  y  comprende  los  hechos 
más  culminantes  del  angélico  San  Es- 
tanislao. La  tercera  contiene  la  aplica- 
ción, y  como  moraleja,  deducida  de 
las  dos  anteriores.  Todo  esto  expre- 
sado con  elegancia  y  sobriedad  en  es- 
tilo claro  y  castizo.  La  parte  tipográ- 
fica es  esmeradísima.  Los  inteligentes 
editores  han  hecho  un  libro  que  pu- 
diera servir  de  regalo  á  los  alumnos 
de  colegios  y  casas  de  educación. 

V.  A. 


V.  GoicoECHEA,  presbítero.— 5a/ve  Regina 
(Tertia).  Antiphona  Marialis  tribus  vo- 
cibus  aequalibus  continenda  órgano 
vel  harmonio  comitante.  Se  vende  en 
casa  de  Alejandro  Valdés,  Lequeitio 
(Vizcaya).  Partitura,  2  pesetas;  vo- 
ces, 0,20. 

Es  esta  una  Salve  hermosísima  en 
toda  la  verdadera  extensión  del  califi- 
cativo. Y  digo  verdadera, porque  habrá 
todavía  quienes  se  figurarán  una  de 
esas  salves  estupendas  con  que  se  han 
solido  solemnizar  en  España  las  gran- 
des fiestas,  en  cuyas  vísperas  los  mii- 
sicos,  colocados  en  una  especie  de 
Sinaí,  se  proponían  asombrar  y  asus- 
tar al  pueblo  fiel  á  fuerza  de  ruido,  de 
vociferaciones  y  de  fórmulas  de  con- 
juro llamadas  solos,  dúos,  tercetos, 
concertantes,  etc.  Por  fortuna,  ha  ha- 


bido quien  ha  licenciado  toda  esa  tro- 
pa musical,  que  nunca  comprendió  el 
espíritu  y  fin  de  la  música  en  la  igle- 
sia; ha  habido  quien  ha  allanado  aquel 
monte  inaccesible  del  coro,  donde  los 
profesionales  se  permitían  toda  clase 
de  desahogos  musicales,  y  hoy  se  va 
comprendiendo  que  el  coro  empieza 
en  las  gradas  del  altar  y,  abarcando  la 
muchedumbre  de  fieles,  acaba  en  el 
coro  de  cantores.  Hoy  no  es  ya  la  tribu- 
na del  coro  un  Sinaí;  es  aquella  colina 
del  sermón  de  la  Montaña,  en  que  los 
músicos  cantan,  hablan  musicalmente 
al  pueblo,  como  lo  exige  la  Iglesia, 
cuya  voz  llevan  siempre,  con  aquella 
sencillez  y  sublimidad  del  Evangelio, 
con  aquella  devoción  y  unción  que  re- 
quiere el  texto  sagrado  y  la  casa  de 
oración. 

El  maestro  Goicoechea  es  uno  de 
los  que  mejor  han  comprendido  y  me- 
jor se  ha  asimilado  este  espíritu  de  la 
música  religiosa.  En  cada  obra  nueva 
del  maestro  se  ve  un  nuevo  y  perfecto 
modelo  del  género  y  una  nueva  y  aca- 
bada obra  de  arte.  Basta  para  compro- 
bar esto  examinar  esta  Salve,  obra, 
que  podemos  llamar  perfecta  en  to- 
dos sus  detalles,  de  técnica  correc- 
tísima, de  forma  sobria  y  de  gran 
vigor,  de  inspiración  tiernísima,  como 
el  tierno  tema  gregoriano  del  modo 
primero,  en  que  se  funda  la  compo- 
sición. El  acompañamiento,  por  su  par- 
te, es  de  gran  carácter,  sobre  todo 
en  los  diseños  propios,  en  los  in- 
terludios y  cláusulas  finales,  que  re- 
cuerdan el  primer  motivo  con  proce- 
dimientos muy  propios  de  Bach.  Goi- 
coechea como  Victoria,  con  quien  tie- 
ne más  de  un  parecido,  siente  el  texto, 
meditando  devotamente  sobre  él;  por 
eso  su  música  es  íntima,  penetrante  y 
devota.  Obras  como  ésta  merecen  toda 
suerte  de  elogios. 

N.  Otaño. 


NOTICIAS  GENERALES 


Madrid,  20  de  Enero.— 20  de  Febrero  de  1910. 

ROMA. — El  Papa  y  Lourdes.  El  25  de  Enero  el  Dr.  Boissarie, 
presidente  de  la  Oficina  de  comprobaciones  facultativas  de  Lourdes,  fué 
recibido  en  audiencia  privada  por  Su  Santidad,  La  primera  palabra  del 
Papa  se  enderezó  á  Nuestra  Señora  de  Lourdes,  salud  de  Francia.  Se 
interesó  mucho  por  las  curaciones  eucarísticas:  «Dios  es  amor»,  exclamó. 
Inculcó  el  Pontífice  y  bendijo  el  proyecto  de  una  Comisión  permanente 
de  sabios  cristianos,  con  corresponsales  en  diversas  naciones,  para  con- 
trarrestar los  ataques  de  los  incrédulos.— Pío  X  y  la  Ciencia.  El  28 
recibió  el  Vicario  de  Cristo  á  varios  sabios  historiadores  que  investigan, 
por  cuenta  de  sus  respectivas  naciones,  los  archivos  del  Vaticano.  El 
Sr.  Godofredo  Kurth,  excelente  historiador  de  la  Edad  Media  y  director 
del  Instituto  belga,  acompañado  de  algunos  jóvenes  institutistas,  ofreció 
al  Papa  el  volumen  de  las  Cartas  de  Juan  XII,  texto  y  análisis.  El  direc- 
tor del  Instituto  histórico  holandés,  abate  G.  Brom,  le  presentó  su  Guía 
de  los  Archivos  del  Vaticano  y  un  estudio  sobre  los  archivos  históricos 
italianos.  El  Sr.  Cario  Brath,  de  Copenhague,  le  entregó  un  trabajo 
acerca  de  Felipe  II  de  España,  Á  todos  tres  felicitó  efusivamente  Pío  X 
por  haberse  aprovechado  de  la  generosidad  con  que  la  Santa  Sede  les 
abre  sus  archivos,  y  bendijo  y  alentó  sus  obras.  -Un  explorador 
delante  del  Pontífice.  Fué  notable  la  audiencia  que  el  Padre  Santo 
dio  á  principios  de  Febrero  á  Sven  Hedin,  de  Stokolmo,  célebre  explo- 
rador del  Tibet  y  trans-himalaya  que  acababa  de  hacer  una  conferencia 
curiosísima  en  el  Colegio  Romano  sobre  su  último  viaje.  Acompañábale 
el  comandante  Romagli,  secretario  general  de  la  Sociedad  de  Geografía 
Italiana.  La  Tribuna  publicó  noticias  interesantes  de  dicha  audiencia. 
Verificóse  en  la  biblioteca  privada  de  Su  Santidad  y  duró  media  hora. 
Sven  Hedin  habló  largamente  de  los  viajes  realizados,  y  Pío  X  demostró 
que  sabía  perfectamente  la  historia  y  los  trabajos  de  los  exploradores 
del  siglo  XVII  y  que  estaba  al  corriente  de  los  libros  publicados  acerca 
de  los  últimos  descubrimientos,  sin  excluir  los  de  Sven  Hedin. — Ins- 
trucción del  Papa  á  los  predicadores.  Á  principios  de  cuaresma 
acostumbra  el  Papa  recibir  á  los  predicadores  Cuaresmales.  En  el  reci- 
bimiento de  este  año  exhortó  á  los  de  las  grandes  iglesias  á  que  ense- 
ñasen sobre  todo  las  verdades  principales  de  la  fe;  porque,  triste  es 
decirlo,  pero  muy  á  menudo  falta  en  estos  auditorios  el  conocimiento  de 
ellas.  No  os  dejéis  arrastrar,  añadía  Pío  X,  de  la  elocuencia,  sino  acor- 


400  NOTICIAS   GENERALES 

daos  que  vuestro  deber  se  cifra  en  aquello  que  indicó  Jesús:  «Enseñad.» 
Sólo  así  producirá  vuestra  predicación  los  frutos  sazonados  que  espera- 
mos. Á  los  predicadores  de  comunidades  religiosas  excitó  á  que  reco- 
mendasen la  observancia  de  las  reglas,  la  caridad  y  el  sufrimiento  mu- 
tuo. Á  los  párrocos  alentó  á  que  explicaran  el  Catecismo. 

Acta  Apostolicae  Sedis.— Las  de  20  de  Enero  publican  el  nuevo 
decreto  de  la  Sagrada  Congregación  Consistorial  sobre  las  relaciones 
ó  memorias  diocesanas  y  las  visitas  ad  limina.  Se  compone  de  ocho 
cánones,  lleva  la  fecha  de  31  de  Diciembre  de  1909  y  la  firma  del  Carde- 
nal De  Lai,  Secretario  de  la  Consistorial.  Va  seguido  de  un  programa,  aj 
que  deben  ajustarse  las  memorias  que  han  de  hacerse  cada  cinco  años. 
En  el  mismo  número  aparecen  una  carta  de  felicitación  que  el  Padre 
Santo  envía  al  venerable  Prelado  de  Huesca  con  ocasión  del  quincua- 
gésimo aniversario  de  su  ordenación  sacerdotal,  y  dos  del  Cardenal 
Merry  del  Val;  una  al  Emmo.  Cardenal  Vives,  haciéndole  presente  los 
deseos  de  Su  Santidad  de  que  coopere  á  la  unión  fraterna  en  toda  Italia 
de  los  terciarios  de  las  cuatro  ramas  franciscanas,  y  la  segunda  al  P.Joa- 
quín Anón,  S.J.,  Rector  del  Colegio  de  Manila,  manifestándole  el  agrado 
con  que  Pío  X  ha  visto  la  celebración  del  quincuagésimo  año  de  la  fun- 
dación del  Ateneo  de  Manila,  tan  señalado  por  el  número  de  alumnos, 
entereza  de  la  disciplina  y  devoción  á  la  Sede  Apostólica. — Donativos 
pontificios.  La  Secretaría  del  Vaticano  ha  publicado  un  elegante  folleto 
que,  merced  á  la  finura  del  Sr.  Nuncio,  hemos  podido  leer,  relatando  los 
auxUios  enviados  por  Su  Santidad  con  ocasión  de  los  terremotos  de 
Sicilia  y  Calabria.  Suben,  en  suma,  á  6.849.998  liras.  -La  reforma  del 
Concordato  españoL  L'Osservatore  Romano  del  9,  comentando  el 
artículo  de  El  Imparcial  sobre  dificultades  para  la  reforma  del  Concor- 
dato español,  inserta  la  siguiente  nota  de  carácter  oficial:  «Estamos  auto- 
rizados para  desmentir  de  la  manera  más  enérgica  esas  informaciones 
intencionadas.  La  Santa  Sede  no  se  ha  negado  nunca  á  entablar  negocia- 
ciones amistosas  con  el  Gobierno  español  acerca  del  Concordato  ni  de 
cualquiera  otro  asunto.»  Las  Normas  sociales  del  Cardenal  de 
Toledo.  Dice  la  Correspondance  de  Rome:  «Las  Normas  de  acción 
social  que  el  Cardenal  Aguirre  acaba  de  publicar  son  de  superior  impor- 
tancia y  han  causado  profunda  impresión.»  Después  de  enumerarlas 
añade:  «He  aquí  los  puntos  más  interesantes  de  las  reglas  trazadas  por 
el  Cardenal  para  la  acción  católica  social  en  España.  Podrán  ellas  servir, 
con  las  modificaciones  oportunas,  á  los  católicos  de  otras  naciones.»  Y 
concluye:  «Llamamiento  tan  autorizado  y  tan  apretado  del  Cardenal  llega 
á  una  hora  histórica  para  los  católicos  españoles.  Desdichados  ellos  si 
no  lo  escuchan.» — El  Vaticano  y  los  irlandeses.  El  Corriere  de  la 
Sera  reprodujo  la  siguiente  información  de  su  corresponsal  del  Vaticano: 
«En  el  Vaticano  se  concede  importancia  á  la  influencia  que  los  irlandeses 
han  obtenido  en  el  Parlamento  inglés  á  consecuencia  de  las  últimas  elec- 


NOTICIAS   GENERALES  401 

ciones.  Se  tiene  la  esperanza  de  que,  en  virtud  de  su  predominio,  seme- 
jante al  del  Centro  Católico  de  Alemania,  se  establecerán  las  relaciones 
diplomáticas  entre  la  Santa  Sede  y  Londres.» 

I 

ESPAÑA 

Política  Qspañola.— Caída  del  Ministerio  Moret  El  9  presentó  al 
Rey  el  Sr.  Moret  la  dimisión  del  Ministerio  que  presidía.  El  Monarca, 
después  de  consultar  á  los  prohombres  del  partido  liberal,  encargó  la 
formación  de  nuevo  Gabinete  al  Sr.  Canalejas,  jefe  ó  subjefe  del  partido 
demócrata  ó  de  la  facción  más  avanzada  del  partido  liberal.— Ahuevo 
Gobierno.  Se  constituyó  en  la  forma  siguiente:  Presidencia,  Canalejas; 
Estado,  García  Prieto  (monterista);  Gracia  y  Justicia,  Ruiz  Valarino  (cana- 
lejista);  Guerra,  Aznar  (independiente);  Gobernación,  Merino  (indepen- 
diente); Hacienda,  Cobián  (independiente);  Fomento,  Calbetón  (canale- 
jista);  Instrucción,  Romanones  (independiente);  Marina,  Arias  Miranda 
(canalej  ista). —Orí^e/2  de  la  crisis.  Disensiones  intestinas  de  los  libera- 
les: algunos  no  veían  con  gusto  el  predominio  de  la  facción  moretista  y 
la  debilidad  del  Sr.  Moret,  que,  empujado  por  el  írasí  periodístico,  preten- 
día nombrar  ministro  de  la  Gobernación  al  Sr.  Alba,  y  traer  á  las  futuras 
Cortes  una  mayoría  considerable  de  diputados  adictos  á  su  persona,  con 
perjuicio  de  los  otros  bandos  liberales.  Fuera  de  eso,  el  favor  que  en  todas 
partes  se  dispensaba  á  los  republicanos.  Una  pretensión  de  éstos,  aten- 
dida por  el  Sr.  Moret  y  que  cedía  en  mengua  de  la  autoridad  del  Alcalde 
de  Madrid,  hizo  que  dimitiesen  los  Comités  liberales  de  la  Corte.  Ade- 
más se  temía,  merced  á  esa  protección,  que  obtuviesen  una  numerosa 
minoría  de  diputados  que  causaran  perturbaciones  en  la  gobernación 
del  Estado.— Efectos  de  la  crisis.  Moret,  á  raíz  de  su  caída,  declaró  que 
cesaba  en  la  dirección  del  partido  liberal  y  que  no  se  consideraba  repre- 
sentado en  el  actual  Gobierno;  luego  publicó  en  El  Impar cial  del  12  una 
carta  al  Sr.  Aguilera,  en  que  hablaba  de  traiciones  y  deslealtades  de  cier- 
tos liberales  y  de  lo  poco  que  habían  sido  atendidos  los  servicios  pres- 
tados en  su  larga  carrera  política.  El  Imparcial,  desatinado  con  el  desaire 
de  sus  ídolos  Moret,  Gasset,  Alba,  pegaba  contra  todo  el  mundo,  desde 
el  Soberano,  á  quien  calificaba  de  desagradecido  y  desconsiderado,  hasta 
los  jesuítas,  cuyas  hojas,  decía,  aplauden  á  Canalejas,  por  lo  que  no 
dudaba  que  éste  «sentirá  en  el  fondo  de  su  alma  un  latido  de  dolor». 
El  14  se  celebró  un  meeiing  en  Barbieri,  primero  de  una  serie  organi- 
zada por  la  juventud  intelectual  (republicana)  y  el  partido  socialista,  en 
protesta  contra  la  crisis,  ó  mejor  dicho,  para  insultar  furiosamente  á 
cuantos  no  son  republicanos,  socialistas  ó  descreídos. — Programa  de 
Canalejas.  Según  manifestó  á  un  redactor  de  Le  Temps,  tratará  el  Pre- 


402  NOTICIAS    GENERALES 

sitíente,  en  primer  lugar,  de  la  cuestión  religiosa,  conforme  á  su  actitud 
de  1898-1902-1906;  negociará  con  el  Vaticano,  por  el  miramiento  que  se 
debe  á  toda  potencia  reconocida,  pero  si  fracasaran  las  negociaciones, 
procederá  con  entera  libertad.  En  segundo  lugar  se  ocupará  en  la  ense- 
ñanza, remediando  en  cuanto  pueda  la  falta  de  escuelas  y  personal 
docente  y  organizando  la  instrucción  técnica  y  profesional  de  los  obre- 
ros. Acometerá  luego  las  reformas  sociales,  como  la  inspección  del  tra- 
bajo y  retiros  obreros,  las  reformas  del  régimen  tributario,  en  especial 
la  sustitución  del  impuesto  de  consumos,  y  el  estudio  de  la  cuestión  de 
los  latifundios  ó  grandes  propiedades,  y  la  reformación  de  la  ley  de 
reclutamiento,  estableciendo  el  servicio  obligatorio  con  las  restricciones 
obligadas.  Todo  esto  sin  comprometer  la  estabilidad  del  Presupuesto  y 
el  crédito  de  España.— /?e/ac/o/zes  con  los  otros  partidos.  El  Sr.  Cana- 
lejas hizo  estas  declaraciones  ante  los  Comités  liberales:  «Para  los  repu- 
blicanos y  conservadores  no  tendremos  más  norma  que  el  respeto  al 
derecho.  El  sufragio  será  emitido  con  absoluta  libertad,  sin  amaños,  fal- 
sedades ni  coacciones;  y  así  emitido,  expresará  su  confianza  á  este 
Gobierno  ó  nos  hará  fracasar.»  En  vista  de  tal  decisión  del  Presidente 
del  Gobierno,  cejarán,  sin  duda,  los  conservadores  en  la  implacable 
hostilidad  que  por  boca  de  Maura  habían  declarado  á  los  liberales  por 
sus  funestas  complacencias  con  los  enemigos  del  trono  y  sus  iras  con  los 
mauristas. 

Movimiento  antirrevolucionario.  —  Espléndidos  han  sido  los 
meetings  que  se  han  celebrado  en  varias  poblaciones  de  España  para  pro- 
testar contra  la  reapertura  de  las  escuelas  laicas.  El  23  se  llenó  el  teatro 
del  TíboH,  en  Barcelona,  quedando  fuera  un  cordón  de  gente;  oradores 
elocuentes  enardecieron  á  la  multitud  y  pintaron  muy  al  vivo,  contextos 
sacados  de  libros  ferreristas,  las  perniciosas  doctrinas  que  en  aquéllas  se 
enseñan.  En  una  de  las  conclusiones  leídas  se  afirma  la  necesidad  de  que 
intervengan  los  católicos  en  la  política,  como  medio  indispensable  para 
la  acción  social.  No  desmereció  del  de  la  Ciudad  Condal  el  que  se  tuvo 
el  2  en  Madrid,  que  resultó,  al  decir  de  un  periódico,  brillantísimo  por  la 
multitud  innumerable  que  asistió  de  lo  más  selecto,  culto  y  elevado  de  la 
Corte.  El  local,  con  ser  inmenso,  fué  incapaz  de  contener  el  extraordina- 
rio concurso;  y  los  que  peroraron  dijeron,  con  innegable  habilidad  ora- 
toria, verdades  muy  claras  y  oportunas.  Entre  las  adhesiones  que  se  reci- 
bieron merece  citarse  la  del  sapientísimo  Menéndez  Pelayo,  que  escribió 
con  ese  objeto  una  carta  importante  ai  Sr.  Obispo  de  Madrid-Alcalá. 
Asimismo  se  celebraron  el  13  las  siguientes  reuniones  populares:  una  en 
San  Sebastián,  á  la  que  acudieron  7.000  personas,  y  se  terminó  con  vivas 
entusiastas  á  la  religión  y  al  Papa;  otra  en  Santiago,  en  que  hubo  más 
de  10.000  concurrentes,  y  se  leyeron  pasadas  de  200  adhesiones  de  Obis- 
pos, Diputados,  Ayuntamientos  y  Asociaciones;  una  tercera  en  Manresa, 
con  un  concurso  tal,  que  hubo  necesidad  de  tenerla  al  aire  libre;  en  la 


NOTICIAS    GENERALES  403 

reunión  de  señoras  se  dio  lectura  á  un  telegrama  del  Papa,  que  fué  aco- 
gido con  grandes  aplausos.  No  es  bien  que  pasemos  en  silencio  este  inte- 
resantísimo acuerdo  tomado  en  Santiago:  «Se  debe  exigir,  para  darles  el 
voto  á  los  candidatos  á  diputados  y  senadores,  la  formal  promesa  de  que 
se  opondrán  á  cuantos  proyectos  anticatólicos  presenten  los  Gobiernos.» 

Firmas  y  disposiciones.— La  Gaceta  insertó  el  26  un  real  decreto 
creando  en  España  el  Patronato  Nacional  de  sordomudos,  ciegos  y  anor- 
males; el  4  otro  autorizando  la  reapertura  de  los  establecimientos  priva- 
dos de  enseñanza  laica,  sometiéndolos  á  la  inspección  en  lo  que  con- 
cierne á  higiene,  moral,  patria  y  leyes;  sobre  él  publicaremos  un  trabajo, 
que  no  cabe  en  este  número  por  falta  de  espacio;  el  6  la  real  orden  nom- 
brando inspectores  auxiliares  de  las  escuelas  privadas  de  Barcelona,  y 
el  9  el  reglamento  á  que  ha  de  ajustarse  la  Exposición  artística  que  se 
celebrará  en  Buenos  Aires. 

Fomentos  materiales. — Casas  de  obreros  en  Burgos.  El  13  fueron 
inauguradas  las  obras  de  la  barriada  obrera,  en  las  que  el  Círculo  Cató- 
lico construirá  32  casas  para  obreros  con  el  legado  de  138.000  pesetas 
entregadas  por  los  herederos  de  D.  Andrés  Martínez  Latorre.  El  Arzo- 
bispo, revestido  de  pontifical,  colocó  la  primera  piedra,  y  al  acto  asis- 
tieron las  autoridades  eclesiásticas,  civiles,  militares,  distintas  corpora- 
ciones y  sociedades,  los  gremios,  con  sus  banderas,  y  multitud  de  gente. 
De  aquí  se  colegirá  la  razón  con  que  escribe  el  Boletín  (Febrero)  de 
dicho  Círculo:  «Nuestra  obra,  este  querido  Círculo...,  multiplica  sus  orga- 
nismos, ensancha  su  esfera  y  prodiga  bienes  sin  cuento  entre  los  obre- 
ros burgaleses...»  Su  Santidad  se  ha  dignado  mandarle  un  autógrafo,  que 
dice:  «Á  esos  amados  hijos,  con  deseo  de  que  se  mantengan  fieles  á 
nuestra  Santa  Religión  y,  confortados  por  ella,  soporten  resignados  las 
tribulaciones  de  la  vida,  damos  de  corazón  la  Bendición  Apostólica.»— 
Congreso  internacional  para  la  represión  de  la  trata  de  blancas.  El 
último  número  del  Boletín  del  Patronato  Real  para  esa  represión,  trae 
una  interesante  Memoria,  presentada  por  los  delegados  de  dicho  Patro- 
nato, sobre  la  Conferencia  internacional  de  Viena,  celebrada  del  5  al  7  de 
Octubre.  De  ella  se  desprende  que  la  Conferencia,  á  propuesta  de  los 
delegados  del  Patronato  Real,  acordó  que  se  tuviese  el  IV  Congreso 
internacional  para  la  referida  represión  en  el  lugar  ya  designado,  Madrid, 
á  principios  del  mes  de  Mayo.  Menciónanse  también  los  temas  que  se 
han  de  tratar  y  los  ponentes  encargados  de  ellos. — Exposición  nacional. 
El  Ayuntamiento  de  Bilbao  determinó  el  26  celebrar  una  gran  Exposición 
nacional  en  el  año  1912. 

Varia. — El  tercer  entorchado.  El  22  firmó  el  Rey  el  ascenso  de  los 
Sres.  Weyler  y  Polavieja  á  Capitanes  generales.— Waye  regio.  El  15  lle- 
garon á  Sevilla  los  Reyes  con  sus  hijos  para  pasar  allí  una  temporada. — 
Cristiana  y  patriótica  iniciativa.  Tomamos  del  Boletín  oficial  del  Obis- 
pado de  Madrid-Alcalá  (10  de  Febrero):  «Suscrita  por  algunos  indivi- 


404  NOTICIAS    GENERALES 

dúos  del  Clero  de  nuestra  amada  diócesis,  acompañados  por  algunos 
seglares  de  reconocidos  entusiasmos  por  la  causa  de  la  Iglesia  y  de 
nuestra  patria,  hemos  leído  atentamente  la  circular  ó  llamamiento  que 
éstos  hacen  á  los  españoles  con  objeto  de  agruparse  para  formar  una 
Liga  Social  Antimasónica  Española.  La  idea  no  puede  ser  ni  más  bene- 
ficiosa, ni  más  oportuna,  ni  más  digna  de  la  aprobación  y  bendición  del 
Episcopado  español,  por  lo  que  la  recomendamos  eficazmente  al  Clero 

de  nuestra  diócesis » — Necrología.  El  24  murió  el  Sr.  Obispo  de  Ori- 

huela,  D.Juan  Maura  y  Gelabert,  autor  de  varias  obras  que  le  granjea- 
ron reputación  merecida  de  profundo  ñlósofo  y  conocedor,  como  pocos, 
de  los  problemas  sociales,  y  el  31  el  Dr.  D.  Félix  Soto  y  Mancera,  Obispo 
de  Badajoz,  notabilísimo  por  su  celo  y  caridad  cristiana  y  por  el  encanto 
y  suave  unción  con  que  predicaba.  R.  \.  P. 

II 

EXTRANJERO 

AMÉRICA.  — Méjico.  De  nuestro  corresponsal  en  aquella  repú- 
blica. Enero,  15  de  1910: 

Productos  de  la  agricultura.  Según  los  cálculos  más  aproximados,  los  valores  de 
los  productos  agrícolas  en  los  diversos  Estados  de  la  república  mexicana  durante  el 
año  1909  han  sido  los  siguientes:  Estado  de  Veracruz  (cosechas  de  tabaco,  azúcar,  café, 
vainilla,  etc.),  por  valor  de  67  millones  de  pesos.  E.  de  Coahuila,  por  36;  E.  de  Yucatán, 
por  30;  E.  de  Puebla,  por  22;  de  Dalisco,  por  17;  de  Oaxaca,  por  12.  Los  demás  Esta- 
dos han  producido  cantidades  mucho  menores,  debido  á  la  pérdida  casi  total  de  las 
cosechas  de  maíz,  trigo  y  \x'\\o\.— Enorme  yacimiento  de  petróleo.  La  Compañía  Petro- 
lera Mexicana  acaba  de  encontrar  un  nuevo  yacimiento  en  Topiia,  cerca  de  Tampico, 
en  el  Estado  de  Tamaulipas.  El  barreno  se  hizo  á  la  orilla  del  río  Panuco,  y  á  una  pro- 
fundidad de  2.400  pies  se  encontró  un  enorme  yacimiento  petrolífero,  que  está  produ- 
ciendo diariamente  más  de  1.000  barriles  de  petróleo  bruto.— í7/2a  notable  conferencia. 
Á  petición  del  Sr.  Director  del  Museo  Nacional  de  Arqueología,  Historia  y  Etnología, 
el  R.  P.  Astrain,  S.  J.,  dio  una  conferencia  pública  acerca  de  «El  misionero  católico  en 
el  siglo  XVI».  La  conferencia  tuvo  lugar  en  el  salón  de  actos  del  Museo  Nacional,  y  fué 
presidida  por  el  Sr.  Ministro  de  Instrucción  D.  Justo  Sierra.  La  concurrencia  fué  muy 
selecta  y  numerosa,  y  á  pesar  de  la  diversidad  de  creencias  religiosas  de  las  personas 
que  la  componían,  el  conferenciante  se  conquistó  las  simpatías  de  todo  el  auditorio  y 
fué  muy  aplaudido  al  terminar  su  discurso.  Es  la  primera  vez  que  un  religioso  de  la 
Compañía  de  Jesús  da  una  conferencia  pública  en  un  edificio  del  Gobierno.— 
G.H.,S.J. 

Uruguay.— Comunicaban  el  15  de  Montevideo,  que  se  había  verifi- 
cado la  apertura  del  Congreso,  leyéndose  el  mensaje  presidencial,  que 
demuestra  las  ventajas  de  la  nueva  ley  Electoral,  califica  de  alevosa  trai- 
ción contra  la  patria  la  algarada  revolucionaria  que  acaba  de  abortar  y 
patentiza  la  necesidad  de  refrenar  con  energía  tales  sediciones.  Después 
comenta  la  visita  que  hicieron  ha  poco  varios  buques  de  guerra  fran- 
ceses, considerándola  como  muy  halagadora  para  la  nación.  Anunció 


NOTICIAS    GENERALES  405 

además  que  el  Uruguay  asistirá  al  Congreso  panamericano  de  Buenos 
Aires  y  á  las  Exposiciones  de  Bruselas,  Turín  y  Roma,  y  termina  dando 
cuenta  de  las  medidas  fiscales  que  proyecta  el  Gobierno. 

Brasil. — Comercio.  Durante  el  año  1909  se  hicieron  exportaciones 
por  valor  de  63  millones  de  libras  esterlinas,  mientras  que  fueron  sólo  de 
44  en  1908.  La  exportación  supera  á  la  importación  en  25  millones;  el 
aumento  corresponde  á  casi  todos  los  artículos  exportados,  pero  princi- 
palmente al  café,  en  10  millones,  y  al  caucho,  en  siete.  Jamás  ha  conse- 
guido el  Brasil  resultado  tan  brillante.—  La  tuberculosis.  Recientemente 
el  Jornal  de  Commercio,  de  Río  Janeiro,  ha  publicado  estadísticas  de  los 
estragos  que  en  la  ciudad  produce  la  tuberculosis.  En  el  período  de  cin- 
cuenta años  han  fallecido  de  esa  enfermedad  107.032  personas:  todos 
los  años  aumenta  el  ftúmero  y  es  el  mal  que  más  víctimas  causa.  De  1868 
á  1908  murieron  93.046  tuberculosos,  mientras  que  la  suma  de  fallecidos 
de  tifus,  gripe,  difteria,  escarlatina,  sarampión  y  peste  fué  de  63.911  y  la 
de  muertos  de  fiebre  amarilla  y  viruelas  82.145. 

EUROPA. — Francia.  Dos  sucesos  han  llamado  singularmente  la 
atención  de  nuestros  vecinos,  uno  trágico  y  otro  cómico.  El  trágico  se 
refiere, á  las  inundaciones.  En  la  mañana  del  29  de  Enero  el  Sena  había 
alcanzado  una  altura  de  32  pies  sobre  su  nivel  ordinario;  no  se  ha  cono- 
cido hasta  la  fecha  en  París  avenida  tan  grande.  Veinte  días  ha  tardado  el 
río  en  reducirse  á  su  cauce  ordinario.  Las  personas  muertas  por  la  riada 
han  sido  relativamente  pocas,  pero  los  daños  materiales  inmensos;  en 
más  de  1.000  millones  se  evalúan  las  pérdidas,  precisamente  en  la  canti- 
dad misma  de  que  quiso  despojar  á  las  congregaciones  religiosas  el 
Gobierno  jacobino  francés.  Varias  calles  por  donde  se  desbordaron  las 
aguas  quedaron  socavadas,  bastantes  edificios  cuarteados,  las  cloacas  y 
sentinas  reventaron  en  diversas  partes,  originando  olores  nauseabundos; 
faltó  el  agua  potable  y  la  luz,  y  110.000  operarios  quedaron  sin  trabajo. 
Muchos  se  distinguieron  por  su  abnegación  en  socorrer  á  los  desgracia- 
dos, llevándose  la  palma  no  pocos  sacerdotes  católicos  y  el  ilustre  Arzo- 
bispo de  París,  que  en  alas  de  su  celo  voló  á  todas  partes,  prodigando 
consuelos  espirituales  y  auxilios  pecuniarios  á  los  perjudicados.  El  Go- 
bierno ha  votado  un  crédito  extraordinario  para  aliviar  los  infortunios;  se 
han  abierto  varias  suscripciones,  y  ¡cosa  curiosa!,  mientras  el  presidente 
Fallieres  se  alistaba  por  10.000  francos  (diez  días  de  su  haber  presiden- 
cial). Pío  X  lo  hacía  por  30.000.  El  suceso  cómico  lo  ha  constituido  el 
Chantecler,  de  Edmundo  Rostand,  drama  por  muchísimo  tiempo  (años)  y 
con  verdadera  ansia  esperado,  puesto  al  fin  en  escena  en  París  el  6  con 
dudoso  éxito,  extraordinariamente  comentado  y  cuya  originalidad  espe- 
cial consiste  en  que  los  personajes  hacen  el  papel  de  animales,  gallo, 
faisana,  mirlo,  ruiseñor,  perro,  buhos,  sapos,  etc.,  siendo  difícil  definir  el 
género  á  que  pertenece. 

Inglaterra.— Las  elecciones  han  dado  el  siguiente  resultado:  274  libe- 

RAZÓN  Y  FE,  TOMO  XXVI  27 


406  NOTICIAS   GENERALES 

rales,  273  unionistas,  82  irlandeses,  41  laboristas.  Formaban  la  anterior 
Cámara:  370  liberales,' 168  unionistas,  83  irlandeses,  49  laboristas.  Ganan 
los  conservadores  105  puestos,  á  expensas  del  bloque  (liberales-laboris- 
tas), que  han  perdido  104.  Los  obreros  están  disgustados  con  los  libera- 
les, por  suponer  que  les  han  arrebatado  injustamente  cuatro  actas.  Los 
verdaderos  arbitros  de  la  situación  son  los  irlandeses. 

Alemania. — El  emperador  Guillermo  prometió  á  su  pueblo  hace  dos 
años  que  haría  una  reforma  electoral,  y  ha  cumplido  su  palabra.  La  nueva 
ley,  en  la  que  se  favorece  á  los  empleados  públicos  y  desfavorece  á  ricos 
y  pobres,  impone  el  voto  directo  y  el  escrutinio  público;  los  electores  se 
reparten  en  diversas  categorías,  según  la  riqueza  media  de  su  vecindad  ó 
de  su  común.  Resulta  el  sistema  bastante  embrollado.  Á  los  socialistas 
ha  sacado  de  quicio  el  proyecto,  contra  el  que  protestaron  tumultuosa- 
mente. En  Berlín  sólo  el  14  se  celebraron  40  meeüngs,  en  los  que  pero- 
raron varios  demagogos  que  abogaron  por  el  sufragio  universal  y  llama- 
ron á  la  reforma  electoral  «obra  pérfida,  destinada  á  aumentar  el  odio  de 
clases  en  Prusia  y  merecedora  del  desprecio  del  mundo  civilizado».  Al 
salir  á  la  calle  promovieron  disturbios,  viéndose  la  policía  necesitada  á 
cargar  sobre  los  revoltosos,  resultando  algunos  heridos  y  contusos.  En 
otras  ciudades  de  Prusia  hubo  también  meeüngs  socialistas,  manifesta- 
ciones sediciosas  y  choques  con  la  policía,  con  el  consiguiente  derra- 
mamiento de  sangre  y  obligadas  detenciones. 

OCEANÍA.— Filipinas.  Nuestra  correspondencia.  Manila,  Diciem- 
bre de  1909: 

En  mi  anterior  liablaba  de  los  preparativos  para  las  fiestas  jubilares  del  Ateneo.  Éstas 
han  resultado  verdaderamente  espléndidas,  y  se  ha  revelado  claramente  el  amor  sincero 
y  entrañable  que  todas  las  clases  de  la  sociedad  filipina  profesan  á  la  Compañía  de 
Jesús.  El  Rvmo.  Sr.  Arzobispo  de  Manila  combinó  su  Visita  Pastoral,  aumentando  no 
poco  su  trabajo,  de  modo  que  se  hallase  presente  en  las  fiestas,  en  las  que  pensaba  cele- 
brar de  pontifical,  y  regresó  efectivamente,  mas  con  la  salud  tan  quebrantada  que  tuvo 
que  guardar  cama,  llegando  á  inspirar  serios  temores  á  los  facultativos.  Afortunada- 
mente, ahora  ya  se  halla  restablecido.  El  Obispo  de  Cebú,  Mons.  Tomás  Hendric, 
había  resuelto  venir  con  una  respetable  comisión  del  clero  de  la  diócesis;  pero,  des- 
graciadamente, la  muerte  le  atajó  los  pasos,  falleciendo  poco  antes,  víctima  del  cólera. 
El  Obispo  de  Jaro,  que  había  escrito  una  hermosa  carta  adhiriéndose  á  la  solemnidad 
y  manifestando,  entre  las  más  cariñosas  frases,  la  imposibilidad  de  venir,  pudo  al  fin 
vencer  esa  imposibilidad,  asistiendo  y  celebrando  de  pontifical  el  día  de  la  Inmaculada. 
El  de  Nueva  Segovia  también  interrumpió  su  Visita  Pastoral  para  honrar  las  fiestas  con 
su  presencia,  y  distribuyó  la  Sagrada  Comunión  el  8  á  la  multitud  de  fieles,  que  de  tal 
manera  llenaba  el  templo  que  no  se  podía  penetrar  en  él.  Todos  los  números  del  pro- 
grama se  cumplieron,  teniendo  un  éxito  brillante.  Á  los  juegos  florales  concurrió  la  flor 
y  nata  de  la  sociedad  manilense.  Al  banquete  del  9  asistieron  unos  300  comensales. 
El  Gobernador  general,  imposibilitado  para  ello,  por  haberle  invitado  para  la  misma 
hora  el  Almirante  de  la  escuadra  que  zarpaba  al  día  siguiente  del  puerto,  envió  para 
representarlo,  con  una  atenta  carta,  al  Secretario  de  Instrucción  pública.  Al  final  pro- 
nunciaron discursos  el  hon.  Secretario  de  Instrucción  pública,  el  de  Hacienda  y  Justicia, 
el  Alcalde  de  la  ciudad  y  el  Dr.  D.  Fernando  Calderón;  todos,  menos  el  primero,  antiguos 
alumnos  del  Colegio.  La  nota  dominante,  sin  excepción  alguna,  fué  el  amor  que  todos 


VARlEDAftEá  40t 

manifestaron  al  Colegio  y  á  los  Padres  de  la  Compañía,  á  los  que  tributaron  grandes 
elogios. 

ASIA.— China.  Nuestra  correspondencia.  Sang-hai,  20  de  Diciembre: 

1.  Verificóse  el  1.°  de  Noviembre  eí  entierro  de  la  emperatriz  Tse-hi,  que  murió  hace 
un  año.  El  Virrey  de  Tcheli,  que  se  condujo  con  excesiva  libertad  en  el  cortejo  fúnebre, 
permitiendo  sacar  fotografías  y  colocar  hilos  telegráficos  en  los  árboles  de  las  tumbas 
imperiales,  fué  denunciado  por  un  censor.  El  Regente  remitió  la  acusación  á  un  Minis- 
tro, el  cual  exigió  la  dimisión  del  Virrey;  lo  que,  con  grande  asombro  de  chinos  y 
extranjeros,  sancionó  el  Regente.  Sospéchase  que  se  encierran  otras  causas  ocultas  en 
la  caída.  Pocos  días  después  fallecía  uno  de  los  primeros  ministros  de  Pekín,  Suen 
Kianai.  2.  Los  Consejos  provinciales  han  concluido  sus  sesiones.  Antes  de  separarse 
los  consejeros  nombraron  delegados,  que  formarán  parte  del  Parlamento  de  Pekín,  si 
se  abre;  también  eligieron  una  Comisión  permanente,  compuesta  de  dos  décimas  partes 
del  número  de  consejeros.  En  fin,  extralimitándose  un  poco,  enviaron  delegados  á 
Sang-hai,  donde  tendrán  reuniones  para  concertar  una  acción  común  sobre  algunos 
puntos;  por  ahora  no  se  habla  sino  de  obrar  de  acuerdo  en  Pekín,  á  fin  de  obtener  una 
pronta  convocatoria  del  Pariamento.  3.  Los  proyectos  de  reforma  se,  suceden  unos  á 
otros;  sin  embargo,  su  ejecución  será  lenta,  porque  se  confían  á  mandarines  que  ni 
tienen  interés  en  llevarlos  á  cabo,  ni  el  dinero  indispensable,  ni  hombres  á  propósito. 
Revisando  el  conjunto  de  reformas,  se  ve  que  no  hay  en  ellas  ni  unidad  de  miras  ni 
aptitud  en  los  medios  que  deben  emplearse. 

A.   P.   GOYENA. 


VARIEDADES 


Reglamento  de  la  Junta  Central  de  Acción  Católica  (1).  — 

Artículo  1."    La  Junta  central  de  los  Congresos  católicos  es  una  institu- 
ción de  carácter  permanente,  que  tiene  por  objeto: 

1."  La  preparación  de  los  Congresos  católicos,  de  acuerdo  con  los 
Prelados  en  cuyas  diócesis  hayan  de  celebrarse. 

2."  Llevar  á  cabo  las  conclusiones  de  los  mismos,  aprobadas  por  los 
Prelados. 

3."  La  dirección  general  de  la  propaganda  católica  en  todas  sus 
ramas. 

La  Junta  tendrá  su  residencia  en  la  Corte. 

Art.  2."  Esta  Junta  se  compondrá  de  un  Presidente,  que  será  el  Reve- 
rendísimo Prelado  de  la  diócesis  de  Madrid-Alcalá,  y  de  18  Vocales, 
con  el  carácter  de  representantes  de  las  nueve  provincias  eclesiásticas, 
para  lo  cual  cada  Metropolitano  deberá  hacer  dos  nombramientos,  que 
habrán  de  recaer  en  personas  que  tengan  su  residencia  en  la  Corte  }^  se 
distingan  por  su  celo,  inteligencia  y  actividad.— Serán  además  Vocales 


(1)    Véase  el  número  anterior  de  Razón  v  Fe,  pág.  147, 


408  VARIEDADES 

natos  los  Presidentes  generales  de  las  obras  religiosas  ó  de  propaganda 
católica  que  tengan  su  Centro  ó  Consejo  superior  en  la  Corte. 

Art.  3.°  Se  considerarán  como  auxiliares  los  Sres.  Diputados  ó  Sena- 
dores que  lo  sean  con  la  venia  del  Prelado  de  su  diócesis,  en  todo 
aquello  en  que  la  Junta  crea  conveniente  utilizar  su  influencia  y  buenos 
oficios. 

Art.  á°  La  Junta  tendrá  tres  Vicepresidentes,  un  Tesorero  y  un 
Secretario,  que  el  Prelado-Presidente  nombrará  de  entre  los  Vocales, 
eligiendo  al  efecto  los  más  aptos  para  llenar  estos  cargos. 

Art.  S.''  La  Junta  se  renovará  por  lo  menos  cada  trienio,  pudiendo, 
sin  embargo,  recaer  los  nombramientos  que  hagan  respectivamente  los 
Prelados  en  las  mismas  personas  que  venían  desempeñando  ya  con 
anterioridad  los  cargos  de  Vocales  y  Vicepresidentes,  Tesorero  y  Secre- 
tario de  la  misma. 

Art.  e.**  En  lo  relativo  á  la  preparación  de  los  Congresos,  la  Junta 
central,  de  acuerdo  con  el  Prelado  de  la  diócesis  en  que  se  haya  de  cele- 
brar el  Congreso,  deberá  ocuparse  principalmente  en  la  formación  del 
programa  de  trabajos  del  mismo,  designando  también  los  oradores  y 
ponentes  que  hayan  de  encargarse  de  ellos,  cuidando  de  dar  la  conve- 
niente participación  de  estos  cargos  á  los  individuos  de  la  ciudad  y  de 
la  región  en  que  se  celebre  el  Congreso,  que  tengan  condiciones  para 
ello.  Lo  referente  á  la  organización  material  del  Congreso,  como  elec- 
ción de  locales,  disposición  de  éstos,  etc.,  deberá  reservarse  al  Prelado 
de  la  diócesis  en  que  se  haya  de  celebrar  el  Congreso  y  á  la  Junta 
organizadora  nombrada  por  él.  En  la  parte  económica,  la  Junta  central 
deberá  tener,  sin  embargo,  cierta  intervención,  y  podrá  señalar  un  máxi- 
mum de  gastos  ó  fijar  una  cantidad,  que  deberá  quedar  como  remanente 
á  favor  de  la  obra  general  de  los  Congresos.— Los  puntos  principales  de 
la  organización  de  cada  Congreso  deberán  consultarse  con  el  Prelado 
que  lo  haya  de  presidir,  cuando  éste  no  sea  el  de  la  misma  diócesis  en 
que  se  haya  de  celebrar. 

Art.  7."  En  los  trabajos  preparatorios  del  Congreso  católico,  la  Junta 
central  deberá  tener  presentes  los  acuerdos  del  cuarto  Congreso  católico 
nacional,  relativos  á  la  conveniencia  de  que  sean  muy  cortos  en  número 
los  puntos  sometidos  al  estudio  del  Congreso  y  á  la  importancia  de  la 
misión  de  los  ponentes,  tanto  para  el  acertado  nombramiento  de  éstos, 
como  para  que  se  haga  con  la  anticipación  conveniente  para  el  buen 
desempeño  de  su  cargo.  La  Junta  central  deberá  además  velar  para 
que  los  Congresos  no  se  reduzcan  á  meros  espectáculos  ó  fiestas  públi- 
cas, limitando  las  tendencias  abusivas  que  se  manifiesten  en  este  sen- 
tido y  procurando  que  no  pierdan  su  verdadera  significación  é  impor- 
tancia. 

Art.  8."  Á  la  Junta  central  corresponde  exclusivamente  tomar  las 
medidas  generales  necesarias  para  que  se  lleven  á  la  práctica  las  con- 


VACIEDADES  409 

clusiones  de  los  Congresos,  salva  la  Iniciativa  de  los  Reverendísimos 
Prelados  en  sus  respectivas  diócesis.  No  se  considerarán  como  conclu- 
siones las  que  no  hayan  obtenido  la  aprobación  de  los  Prelados  que 
hayan  asistido  al  Congreso.— Á  la  Junta  central  toca  también  gestionar 
cerca  de  las  Comisiones  diocesanas  todo  cuanto  conduzca  á  la  ejecución 
de  los  acuerdos  de  los  Congresos,  y  comunicarles  las  instrucciones  que 
crea  necesarias,  tanto  respecto  á  este  punto,  como  á  los  demás  que  for- 
man su  objeto. 

Art.  9.°  La  dirección  general  de  la  propaganda  católica  en  todas  sus 
múltiples  y  variadas  ramas,  que  corresponde  á  la  Junta  central,  debe 
entenderse  sin  perjuicio  de  la  jurisdicción  ordinaria  de  cada  Prelado  en 
su  diócesis,  y  salvando  siempre  la  independencia  de  los  organismos 
generales  existentes  ya  en  distintas  ramas  de  la  propaganda,  tales  como 
la  Sociedad  de  San  Vicente  de  Paúl,  Círculos  católicos  de  obreros, 
obras  eucarísticas,  así  como  la  de  las  que  puedan  surgir  en  lo  porvenir. 
Esta  dirección  se  referirá,  pues,  con  la  debida  prudencia,  á  las  obras  que 
no  cuentan  con  una  organización  general  en  toda  España,  así  como  á 
las  que  nuevamente  se  crearen  sin  esa  organización.  Con  relación  á  las 
que  tienen  una  organización  general  completa,  la  Junta  central  tendrá  la 
misión  de  ser  el  lazo  de  unión  entre  todas  ellas  y  de  determinar  una 
acción  común  de  ellas  cuando  fuere  necesario. 

Art.  10.  Esta  Junta  se  dividirá  en  tres  secciones,  dirigida  cada  una 
de  ellas  por  uno  de  los  Sres.  Vicepresidentes,  y  dedicada  exclusivamente 
á  cada  uno  de  los  fines  expuestos  en  el  artículo  1."  de  este  reglamento. 
El  Rvmo.  Prelado,  Presidente  de  la  Junta,  designará  el  Vicepresidente 
que  ha  de  dirigir  á  cada  sección. 

Art.  11.  Cada  una  de  estas  secciones  tendrá  un  Secretario,  nombrado 
por  la  misma,  si  no  lo  hubiere  sido  por  la  Junta,  al  que  corresponderán 
los  deberes  propios  de  este  cargo. 

Art.  12.  Cada  sección  tendrá  por  lo  menos  una  sesión  quincenal  para 
ocuparse  de  sus  respectivos  trabajos. 

Art.  13.  La  Junta  central  celebrará  sesión  trimestralmente,  en  la  que 
se  dará  cuenta  de  los  trabajos  hechos  por  las  secciones,  y  se  propondrá 
los  que  deban  emprenderse. 

Art.  14.  Cuando  los  acuerdos  de  las  sesiones  sean  urgentes,  queda 
al  arbitrio  del  Prelado-Presidente  de  la  Junta  central  reunir  á  ésta  en  pleno 
para  su  aprobación,  ó  darles  él  mismo  su  sanción.  Nunca  podrán  llevarse 
á  ejecución  sin  esta  última,  y  siempre  que  sea  posible  convendrá  que  se 
sometan  á  la  aprobación  de  la  Junta  en  pleno. 

Art.  15.  Los  Vicepresidentes  son  responsables  de  la  regularidad  y 
constancia  de  la  celebración  de  las  sesiones,  debiendo  cada  uno  señalar 
día  y  hora  y  avisar  á  los  miembros  de  sus  respectivas  secciones  para 
las  quincenales.— Reunidos  los  tres  Vicepresidentes,  ó  por  lo  menos  dos 
de  ellos  en  defecto  del  tercero,  visitarán  al  fin  de  cada  trimestre,  si  la 


410 


OBRAS  RECIBIDAS 


urgencia  del  caso  no  lo  reclamase  antes,  al  Rvmo.  Prelado-Presidente, 
pidiéndole  se  sirva  señalar  día  y  hora  para  la  sesión  de  la  Junta  central, 
y  delegar  para  la  presidencia,  en  caso  de  no  poder  asistir  personalmente, 
y  luego  se  dará  el  oportuno  aviso  á  los  Vocales. 

Art.  16.    La  Junta  central  cuidará  de  dar  la  oportuna  y  debida  publi- 
cidad á  sus  resoluciones  y  á  las  de  las  Comisiones  diocesanas  cuya 
importancia  lo  exija,  suplicando  además  á  todos  los  Reverendísimos 
Prelados  las  hagan  insertar  en  sus  Boletines  Eclesiásticos. 
(Concluirá.) 


OBRAS  RECIBIDAS  EN  LA  REDACCIÓN 


Abuna  Jussuf,  por  H.  Míoni.— Librería 
Salesiana,  Sarria-Barcelona. 

Anales  de  Nuestra  Señora  del  Sagrado 
Corazón.  Año  i,  núm.  1."  5  centavos.— 
Quadalajara  (México). 

ANNÉE    SOCIALE  INTERNATIONALE.   ActiOn 

Populaire.— Reims. 

Anuario  de  1910.  Real  Sociedad  Geo- 
gráfica.—Madrid. 

Asociación  católica  de  Escuelas  y 
Círculos  de  obreros  de  Santander.  Me- 
moria, 1910. 

IIuLLETiNSiSMiQUE.JuilletáOctobrel909, 
par  Navarro-Neumann,  S.  J.— Bruxelles. 

Carta-pastoral  del  Ilmo.  Sr.  Arzobispo 
de  Linares,  Dr.  D.  Leopoldo  Ruiz,  sobre 
LA  independencia.— Monterrey,  1910.  Be- 
llísimamente  expone  la  noción  y  el  amor 
del  verdadero  amor  de  la  patria  mejicana, 
y  excita  al  amor  hacia  la  madre  patria  Es- 
paña, de  la  que  hace  un  caluroso  elogio. 

Catecismo  de  Higiene,  por  el  P.  Fray 
F.  Calvo,  O.  F.  M.— G.  del  Amo,  Madrid. 

Clericus  devotus.  3,60  francos  encua- 
dernado en  tela.— B.  Herder,  Friburgo. 

Oas  Gottesbedürfnis  als  Gottesbe- 
WEis  DEN  Gebildeten  dargeleget,  von  Otto 
Zimmermann,  S.J.— Freiburg  in  Breisgau, 
Herder,  1910. 

De  la  théorie  á  lapratique.  N.  215  de 
L'Action  Populaire.— Reims. 

De  qué  manera  puede  y  debe  fomentar 
EL  Estado  la  cultura  general.  Josefa 
Reyna.— Sevilla.  Con  premio  al  honor  en 
el  certamen  IX  de  la  R.  Asoc.  de  San  Ca- 
siano. 

De  Romana  Curia.  B.  Ojetti,  S.  J.  L.  5.— 
Romae. 

Diálogos  de  actualidad.  Liga  Antipor- 
nográfica.—Manila.  Contiene  documentos 
importantes  recomendando  la  instrucción 
moral  y  religiosa  que  procura  la  Liga. 

Dictionnaire  apologétique  de  la  Foi 
Catholique  sousladirection  deA.D'Alés. 
Fase.  111.— G.  Beauchesne  et  C'«,  Paris. 

Documentos  mercantiles.  F.  Grau  Gra- 


nen. Manuales  LXXXV.  Soler.  3  pesetas.— 
Barcelona. 

DoM  üuéranger,  par  un  moine  bene- 
dictin.  Tome  deuxiéme,  8  francos.— Plon- 
Nourrit  et  C'«,  Paris. 

Don  Bosco.  Semanario  ameno  instruc- 
tivo. Tal  sigue  mostrándose  en  su  año  VI, 
como  en  los  anteriores,  esta  laudable  pu- 
blicación.—Santa  Tecla  (República  del  Sal- 
vador). Un  ejemplar  0,50,  pesos. 

Don  Francisco  de  Quevedo,  por  R.  Mar- 
tínez Nacarino.— Madrid. 

Don  Francisco  de  Solano  Ortiz.  Su 
vida  y  sus  hechos.  Los  escribe  José  de 
Solano  Polanco.— Santander,  1909.  Con 
los  libros  y  papeles  consultados,  que  enu- 
mera, el  erudito  y  concienzudo  autor  logra 
dar  á  conocer,  sacándole  de  un  inmere- 
cido olvido,  al  benemérito  montañés  So- 
lano Ortiz,  que  en  la  guerra  de  la  Indepen- 
dencia, principalmente,  se  señaló  por  sus 
hechos  en  bien  de  la  patria. 

El  acto  de  atrición  para  antes  de  la 
confesión.  —  Tipografía  «La  Editorial», 
Coso,  86. 

El  Ángel  de  la  Guarda.  E.  Palacios. 
1,60  francos.— B.  Herder,  Friburgo. 

El  Apóstol  del  hogar,  por  el  P.  Adol- 
fo Seitter,  redentorista.  Con  grabados, 
de  XXV-550  páginas,  encuadernado  en  tela, 
3  francos.  Segunda  edición.  La  primera 
fué  ya  justamente  elogiada,  apropiada 
para  reconstituir  las  familias  cristianas. 

El  Buen  Consejo.  Ilustración  católica, 
con  numerosos  grabados.  Con  el  número 
de  Enero  entra  en  una  nueva  fase,  nota- 
blemente reformada  y  avalorada  con  abun- 
dante y  escogida  doctrina.  Suscripción 
anual,  5  pesetas. 

El  católico,  armado  contra  los  ata- 
ques DE  LOS  protestantes.  P.  de  Mandato; 
traducción  por  D.  R.  Pijoán.  4  francos.— 
B.  Herder,  Friburgo. 

El  correo  interior  josefino,  por  don 
M.  Sol.  Número  dedicado  á  la  memoria 
del  Apóstol  de  las  vocaciones  religiosas. 


OBRAS  RECIBIDAS 


411 


Con   hermosas  ilustraciones  y  escritos 
escogidos. 

El  Hombre.  E.  Helio;  traducción  de 
M.  S.  Soler.  5  pesetas.— E.  Subirana,  Bar- 
celona. 

El  hombre  tal  cual  es,  por  el  P.  R.  J.  Me- 
yer,  S.  J. ;  traducción  por  el  P.  M.  Pey- 
poch,  S.  J.  2,40  francos.— B.  Herder,  Fri- 
burgo. 

El  milagroso  Niño  Jesús  de  Praga. 
P.  B.  Vélez.  2  francos.— B.  Herder. 

El  secreto  de  María.  B.  L.  M.  üri- 
guión.  Novena  edición.  Traducción  del 
P.  N.  Pérez,  S.  J.— £/  Mensajero,  Bilbao. 

El  «trust»  del  capital  y  el  Sindicato 
OBRERO.  F.  Rahola.  Barcelona.  Estudio  in- 
teresante, hecho  por  persona  competente, 
sobre  ese  trust  y  Sindicato,  los  dos  polos 
de  las  poderosas  concentraciones  que  se 
disputan  el  campo  de  la  producción. 

En  favor  del  Sindicato  obrero  feme- 
nino. Conferencias  pronunciadas  en  el 
Centro  de  Defensa  Socw/.— Madrid. 

Estadística  penitenciaria.  Año  1908. 
Dirección  general  de  Prisiones.— Madrid. 

Estudios  científicos  del  Dr.  A.  Posa- 
do.—Medellín. 

Histoire  de  la  Compaonie  de  Jésus  en 
Frange  (1528-1762).  Tome  I.  (1528-1575). 
P.  H.  Fougueray,  S.  J.  10  fr.— A.  Picard  et 
fils,  Paris. 

Histoire  de  Saint  Franqois  de  Borgia. 
P.  Suau,  S.  J.  7,50  fr.  — G.  Beauchesne 
et  C »«,  Paris. 

Hojitas  escolares.  XIII.  La  Escuela  y  la 
Conciencia.  Crónica  de  la  obra  El  Ave  Ma- 
ría en  V^a/e/zc/a.— Noviembre-Diciembre 
de  1909. 

Jésus,  par  le  M.  Meschler,  S.  J.;  traduit 
d'allemand  par  l'abbé  Ch.  Lamy,  1,50  fr.- 
G.  Beauchesne  et  C*e,  Paris. 

I.A  Arqueología  greco-latina  ilus- 
trando EL  Evangelio.  Vol.  II.  Fernández- 
Valbuena.  8  pesetas.— Toledo. 

La  joven  católica.  M.  de  los  Dolores 
del  Pozo.  1,85  francos.— B.  Herder,  Fri- 
burgo. 

La  Liturqie  et  la  Vie  chrétienne.  Se- 
conde  édition,  par  A.  Vigourel.  4  fr.— 
P.  Lethielleux,  Paris. 

La  mayor  gloria  de  Dios,  por  el  ilustrí- 
simo  Sr.  D.  J.  M.  Jesús  Portugal.— E.  Su- 
birana, Barcelona. 

La  muerte  cristiana  del  Dr.  Rizal.— 
P.  Pío  Pi,  S.J.— Manila.  Vindicación  del 
buen  nombre  del  patriota.  Sobre  la  con- 
versión de  Rizal,  el  P.  Pi  es  testigo  de  ma- 
yor excepción. 

La  neurastenia.  Dr.  A.  Báumgarten. 
Versión  de  la  cuarta  edición  por  el  Dr.  Co- 
llet.— Herederos  de  J.  GiH.  Barcelona. 

La  Priére  divine  le  «Pater».  J.-M.-L. 

Monsabré.  3,50  fr.— P.  Lethielleux,  Paris. 

La  Religión  de  l'ancienne  Eqypte,  par 

Ph.  Virey.— G.  Beauchesne  et  C'«,  Paris. 

La    Restauración   católica.  Número- 


prospecto  y  nüm.  1."— Guadalajara  (Mé- 
jico). Es  órgano  del  Apostolado  de  la 
Oración  en  la  Arquidiócesis. 

Las  Flores  de  Mayo,  por  el  P.  R.  Sara- 
bia.  Una  peseta.— £/  Perpetuo  Socorro, 
Madrid. 

Las  misiones  parroquiales,  por  el  Pa- 
dre T.  Ramos.  Obra  de  la  C.  y  Defensa 
de  la  Fe  en  España.— Madrid. 

La  Virgen  Cristiana.  María  L.  Chaveut; 
traducción  de  D.  F.  de  P.  Rivas,  presbí- 
tero. Cuarta  edición.— E.  Subirana,  Barce- 
lona. 

Lecciones  de  lengua  hebrea.  Dr.  J.  üou. 
Tipografía  Católica,  Pino,  5,  Barcelona. 

Le  nouveau  pendule  vertical  de  la 
Station  sismologique  de  Cartuja.  Na- 
varro-Neumann,  S.  J.— Bruxelles. 

Le  péril  des  sens.  A.  M.  Rouilion.  2,50 
francs.— Bloud  et  CK  Paris. 

Les  pieces  de  Théátre.  L'Abbé  L.  Beth- 
léem.  Éditions  de  Romans-Revue.  3,50 
francs.— P.  Lethielleux,  Paris. 

L'initiation  des  Séminaristes  aux  étu- 
des  et  aux  ceuvres  sociales.  0,25  fr.  Nu- 
mero 216  de  L'Action  Populaire.—Reims. 

Lns  orígenes  del  Cristianismo.  M.  Le 
Camus;  traducción  del  Dr.J.  B.  Codina.  IV. 
Segunda  parte.  V.  1.— Herederos  de  J.  Gili, 
Barcelona. 

Los  capuchinos  de  Andalucía  en  la 
GUERRA  de  la  INDEPENDENCIA,  por  el  Pa- 
dre Fr.  A.  de  Valencina.  1,50  pesetas.— 
Sevilla. 

Miscelánea.  M.  Polo  y  Peyrolón.  Nú- 
mero 187  de  Lecturas  Católicas.— Libre- 
ria  Salesiana,  Sarria-Barcelona. 

Motre  vie  Surnaturelle.  Ch.  de  Smedt, 
S.  J.  Tome  I.— A.  Dewit,  Bruxelles,  55, 
rué  Royale. 

■•ensamiento  Católico.— Núm.  3.  Mon- 
doñedo.  Se  pubUca  martes,  jueves  y  sá- 
bados, con  censura  eclesiástica.  Los  nú- 
meros recibidos  muestran  que  está  bien 
escrito  y  merece  apoyo. 

Petite  Bible  illustrée  de  l'Enfance. 
J.  Ecker.  O  fr.  50.— Bloud  et  C'«,  Paris. 

¡Pobres  espiritistas!  D.  F.  Sardáy  Salva- 
ny.  (T  raduQáo).  Janeiro,  1910.  Silvares.Fafe. 

PouR  l'  Éucharistie.  a.  Carré.  1,50  fr.— 
ü.  Beauchesne  et  C'«,  Paris. 

Praelectiones  dogmaticae.  Ch.  Pesch, 
S.  J.  Tomo  VIII.  6,75  francos.— B.  Herder, 
Fnburgo. 

Preparación  al  santo  estado  del  ma- 
trimonio. D.  C.  Nievas,  presbítero. 

Vuelques  pages  de  souvenirs  sur  la 

COURTE    VIE    D'UN    VRAI    PRÉTRE    DE    JÉSUS- 

Christ,  par  M.  de  Xaintes.  2  fr.— Emma- 
nuel  Vitte,  Paris-Lyon. 

KeSSENYA  DE  LA  ACADEMIA  DE  JURISPRU- 
DENCIA DE  Barcelona,  per  Secr.  F.  Escalas. 
Con  ella  hemos  recibido  el  programa  de 
un  concurso  sobre  Derecho  industrial  y 
sobre  Legislación  tributaria,  con  premio 
de  250  pesetas  para  cada  semestre. 


412 


OBRAS  RECIBIDAS 


Revista  Bibliográfica.  Año  V,  núm.  1.° 
Librería  Católica,  Pino,  5,  Barcelona.  Es 
muy  útil  á  cuantos  desean  ó  necesitan  es- 
tar informados  en  asuntos  bibliográficos; 
publica  estudios  bibliográficos,  critica  li- 
teraria, bibliofilia,  reproducciones,  etc. 

ROMANS  Á  LIRE  ET  ROMANS  Á  PROSCRIRE. 

L'Abbé  L.  Bethléem.  4'"«  édition. — O.  Mas- 
son,  Cambrai. 

Retiros  obreros.  Conferencia  por  don 
E.  Madrigal.— Falencia. 

Roma  y  América.  Revista  eclesiástica 
latino -americana.  Número  fundamental. 
Roma,  Octubre,  1909.  En  4.'',  de  48  pá- 
ginas. Describe  el  simbólico  hermoso 
cuadro  de  la  portada,  trae  las  aprobacio- 
nes del  Episcopado  y  expone  el  fin  é  im- 
portancia y  todo  el  proyecto  de  la  re- 
vista, científicamente  notable. 

Safo  y  Erina.  Odas.  Academia  Calasan- 
cia,  Barcelona. 

SiMi  LA  hebrea.  P.  C.  Muiños,  O.  S.  A. 
Una  peseta.— G.  del  Amo,  Madrid.  Edición 
ilustrada  y  elegante  de  tan  estimado  relato 
histórico,  ameno  y  piadoso. 

Sevilla  en  la  guerra  de  la  Independen- 
cia, por  D.  J.  Sebastián  Bandarais.  Sevilla. 

Solemne  distribución  de  premios.  Cole- 
gio de  San  Ignacio,  Medellín  (Colombia), 
1909,  14  de  Noviembre. 

Sainte  Bathilde,  reine  de  Francs,  par 
Dom  M.  J.  Couturrier,  O.  S.  B.  3,50  fr.— 
Pierre  Téqui,  éditeur,  París. 

Salve  Regina,  ad  duas  voces  viriles 
cum  árgano,  J.  Valdés.  Fr.  0,90.  Rué 
Saint-Jacques,  269,  París. 

Salve  Regina,  tribus  vocibus  aequa- 
libus  cum  órgano,  V.  Goicoechea.  2  pe- 
setas.—Vallísoleti. 

Sermonario  Marial,  por  D.  M.  de  Cas- 
tro.—E.  Hernández,  Madrid. 

St.  Sidoine  Apollinaire  (431-489),  par 
P.  Allard.  2  fr.— Víctor  Lecoffre,  París. 

Synopsis  rerum  moralium  et  juris  pon- 
TiFicii,  B.  Ojetti,  S.  J.  Vol.  I.  Editio  tertia.— 
Romae,  1909. 

Sobre  lignificación  y  diferenciación 
histológica  en  la  obscuridad,  particu- 
larmente con  respecto  al  Phaseolus  mul- 
TiFLORus  (judía),  por  el  P.  J.  Pujiula,  S.  J. 
(Memoria  del  Congreso  de  naturalistas  es- 
pañoles.) 

The  History  of  the  Society  of  Jesús  in 
NoRT  America  colonial  &  federal,  T.  Mu- 
gues, S.J.  Vol.  I.  Parte  II.Longmans,  Oreen 
&  C°,  39,  Paternóster,  Row.  London,  E.  C. 

Theologia  Moralis,  auctore  J.  S.  Zani- 
netti.  Cinco  tomos,  L.  28.— Librería  Sale- 
siana.  Novara  (Italia). 

The  Catholic  Encyclopedia.  Vol.  V-VI. 
Robert  Appleton  Company,  New  York. 

Theologia  Moralis  S.  A.  M.  de  Ligorio. 
Editio  nova  cura  et  studio  P.  L.  Gaude, 


C.  S.  S.  R.  Tomus  tertius.  Lib.  12.  Romae. 
Administración  de  El  Perpetuo  Socorro, 
Madrid. 

Theses  de  Deo  Creante  et  Elevante. 
Víctoríae,  1909-1910. 
Tratado  elemental  de  Filosofía,  por 

D.  Mercier;  traducción  del  P.  F.  J.  de  Be- 
salís,  O.  M.  Cap.  5,50  pesetas.— L.  Gilí, 
Barcelona. 

Tratado  teórico-práctico  de  las  ora- 
ciones gramaticales  simples  de  la  lengua 
castellana,  por  D.  A.  Berjón.— Zaragoza. 
Persuadido  de  que  «el  que  no  sabe  formar 
oraciones  tampoco  sabe  hablar»,  publica 
el  autor  este  opúsculo  que  le  agradece- 
rán maestros  y  discípulos. 

Tratamiento  natural  de  las  enferme- 
dades AGUDAS  Y  crónicas  POR  EL  SISTEMA 

Kneipp,  por  N.  Neuens;  versión  por  O.  Gili. 
5  pesetas.— Herederos  de  J.  Gili,  Barce- 
lona. 

Theologische  Quartalschrift,  von 
Belser,  Roch,  SugmüUer,  Ríekler.— Tubín- 
gen,  Verlag  Buchdruderei  von  H.  Laupp. 

The  meteorological  conditions  in  the 
Philippine  Islands,  1908,  by  Rev.  P.  Algué, 
S.  D. 

Tratado  popular  de  Física,  por  D.  Kleí- 
ber  y  B.  Karsten,  traducción  del  Dr.  J.  Es- 
talella,  6  pesetas.— G.  Gili,  Barcelona. 

Trisagio  en  honor  de  la  Santísima  Tri- 
nidad, por  el  P.  N.  Otaño,  S.  D.  2  pesetas. 
— Lazcano  y  Mar,  Bilbao. 

Une  conversión  de  Protestants  par  la 
S.  Eucharistie,  par  le  P.  Em.  Abt,  S.J.0,80 
frañcs.— G.  Beauchesne  et  C'«. 

Un  punto  controverso  nella  Storia 

DELLA  DOTTRINE  POLITICHE.  G.  del  VcchíO. 

—Roma,  1909.  Sobre  el  liberalismo  nacio- 
nalista ó  el  dogmatismo  teológico  de  Spe- 
dalieri  en  su  obra  Dei  diritti  dell'uomo. 

Um  supplemento  a  o  Instituto.  Revista 
scientificae  litteraría,  por  A.  Cabreira.  Vo- 
lumen LVI.— Coimbra,  1909,  Lisboa. 

Urbanidad,  por  D.  A.  Alonso  Palome- 
que,  0,25  pesetas.— Sevilla. 

Wers  le   Catholicisme.  H.   Ligeard.— 

E.  Vítte,  Lyon-París.De  esta  edición  se  dio 
cuenta  en  Razón  y  Fe,  t.  23,  pág.  533. 

Vida  primera  de  San  Francisco  de  Asís. 
T.  de  Celana;  traducción  del  P.  Fr.  P.  de 
Mataró.— Herederos  de  J.  Gilí,  Barcelona. 

Vida  Catholica.  Revista  bimensual  de 
acción  religiosa  (Boletín  Officíal  das  dió- 
cesis de  Evora  e  Beja).  Seminario  Arctii- 
diocesano  Evora.  Se  propone  tener  al  co- 
rriente (especialmente  al  clero)  de  la  vida 
católica  en  todo  el  mundo:  enseñará  la 
msnera  práctica  de  fundar  obras  religio- 
sas y  sociales,  etc. 

ViE  de  Sainte  Marthe,  par  la  Ct»s«  St. 
Bris,  2  frs.— Pierre  Téqui,  82,  rué  Bona- 
parte,  París. 


El  método  histórico  en  la  interpretación 

de  los  Evangelios  sinópticos  ^^\ 


IV 

A  ERO  examinemos  el  procedimiento  mismo  que  la  crítica  sigue  en  la 
construcción  de  su  teoría.  La  fábrica  toda  no  es  más  que  la  solución 
absolutamente  artificial  de  un  problema  planteado  de  conformidad  con 
los  postulados  que  preceden,  en  esta  forma:  dados  los  elementos  varios 
que  constituyen  la  cristología  de  los  Evangelios  sinópticos,  y  partiendo 
del  principio  incontestable  de  que  la  unidad  armónica  de  ese  conjunto 
no  es,  ni  puede  ser,  efecto  de  una  intervención  sobrenatural,  sino  el  resul- 
tado de  un  proceso  sucesivo,  según  las  leyes  de  la  ciencia  moderna, 
sobre  todo  teniendo  en  cuenta  el  carácter  eminentemente  subjetivo  de 
la  religión  y  el  axioma  de  la  evolución,  señalar  el  origen  y  las  fases  de 
ese  proceso.  No  es  otro  el  criterio  que  ha  guiado  á  la  crítica  heterodoxa 
contemporánea  en  el  planteo  y  en  la  solución  del  problema  sinóptico. 
Por  eso  la  solución  es  completamente  arbitraria,  apriorística  y  atropella 
por  todo,  historia,  filosofía,  hermenéutica,  combinando  los  elementos  del 
argumento  evangélico,  no  con  arreglo  á  los  datos  concretos  y  bien  fun- 
dados de  una  investigación  seria,  sino  únicamente  á  especulaciones  filo- 
sóficas puramente  subjetivas,  como  lo  vamos  á  hacer  ver  recorriendo  las 
tres  fases  del  proceso. 

En  la  primera  fase  la  crítica  necesita  ante  todo  eliminar  el  milagro  de 
la  resurrección,  y  lo  hace  sustituyendo  á  ella  una.  glorificación  de  Cristo, 
consistente  en  cierta  apoteosis  percibida  por  aprensión  simplemente 
subjetiva  de  los  Apóstoles,  pero  independiente  del  sepulcro  vacío,  como 
con  frase  técnica  se  expresa  hoy  la  escuela  radical.  «San  Pablo,  dice 
Weiss,  desconoce  la  resurrección  corporal  de  Cristo;  y  el  sepulcro  vacío 
ningún  lugar  ocupa  entre  los  conceptos  de  su  mente  al  proponer  á  los 
corintios  (2)  este  artículo.  Sólo  habla  de  apariciones  de  Cristo,  de  visiones 
de  su  persona  por  parte  de  sus  discípulos;  Cristo  apareció  á  Cefas,  apa- 
reció á  Jacobo,  apareció  á  los  once,  apareció  á  más  de  500  discípulos: 
siempre  se  trata  de  una  visión  (w-^e»])  (3);  y  «de  razón  de  la  visión  es. 


(1)  Véase  Razón  y  Fe,  vol.  XXVI,  pág.  325. 

(2)  1.^  Cor.,  15,  4. 

(3)  Die  Schrift.  d.  N.  Test,  pág.  45. 

RAZÓN  Y  FE,  TOMO  XXVI 


414  EL  MÉTODO   HISTÓRICO    EN   LA   INTERPRETACIÓN 

añade  Loisy,  no  ser  definible  como  realidad»  (1).  La  idea  de  la  resurrec- 
ción corporal,  continúa  Weiss,  es  posterior,  y  debida  al  ansia  de  poseer 
una  prueba  más  tangible  de  la  vida  y  gloria  de  Cristo:  «Marcos  no  la 
encontró  entre. los  recuerdos  (le  Pedro,  pues  este  Evangelista  dice  que 
la  noticia  del  sepulcro  vacío  no  tuvo  su  origen  en  círculos  propia- 
mente apostólicos»,  debiendo  buscársele  en  época  más  reciente  (2).  Des- 
pués de  haber  escuchado  afirmaciones  tan  rotundas  y  apreciaciones  tan 
estupendas  sobre  las  ideas  primitivas  acerca  de  la  resurrección  de  Jesús, 
el  lector  corre  naturalmente  no  sin  cierta  impresión  de  asombro  á  exa- 
minar los  pasajes  aludidos,  y  ¿qué  halla?  Leamos  las  palabras  textuales 
del  Apóstol  en  la  sección  citada:  «Os  ense,ñé...  que  Cristo  murió...  y  que 
fué  sepultado...  y  que  fué  resucitado...  y  que  fué  visto  por  Cefas,  por  los 
doce...,  por  más  de  500  hermanos...  Pero  si  Cristo  resucitó  de  entre  los 
muertos,  ¿cómo  dicen  algunos  entre  vosotros  que  la  resurrección  de  los 
muertos  no  existe?...  Si  los  muertos  no  resucitan,  tampoco  resucitó  Cris- 
to... Pero  Cristo  resucitó  de  entre  los  muertos,  como  primicias  de  los  que 
descansaron;  porque  toda  vez  que  la  muerte  vino  por  un  hombre,  tam- 
bién la  resurrección  de  los  muertos  es  por  un  hombre...  Mas  dirá  alguno: 
¿cómo  resucitarán  los  muertos,  y  con  qué  cuerpo  van  á  presentarse? 
Necio;  lo  que  tú  siembras  no  es  vivificado  si  no  muriere.»  Si  San  Pablo 
en  este  pasaje  no  entiende  la  resurrección  de  Cristo  de  resurrección  cor- 
poral, ¿por  qué  empieza  estableciendo  este  orden:  «Cristo  murió,  Cristo 
fué  sepultado,  Cristo  resucitó?»  Es  evidente  que  la  interposición  de  la 
sepultura  entre  la  muerte  y  la  resurrección  de  Cristo,  así  como  la  corre- 
lación que  establece  entre  las  tres  ideas,  coloca  á  las  tres  en  el  mismo 
orden;  si  pues  la  muerte  y  la  sepultura  son  reales  y  corpóreas,  también 
la  resurrección  es  corporal.  Además  San  Pablo  llama  á  la  resurrección 
de  Cristo  resurrección  de  entre  los  muertos:  ¿qué  significa  esta  frase 
sino  que  por  la  resurrección  Cristo,  primero  muerto  y  en  compañía  de 
los  muertos,  abandonó  luego  por  la  resurrección  la  compañía  de  éstos? 
San  Pablo  en  tercer  lugar  coloca  en  el  mismo  orden  la  resurrección  gene- 
ral de  los  muertos  y  la  de  Cristo,  y  sólo  pone  entre  una  y  otra  la  dife- 
rencia de  ser  la  de  Cristo  primicias  y  ejemplar  de  la  de  los  fieles.  Y 
¿cuál  es  la  resurrección  que  San  Pablo  espera  para  los  fieles?  ¿Es  tal  vez 
una  simple  glorificación  ideal,  sin  que  intervenga  nueva  unión  del  alma 
con  el  cuerpo?  Dígalo  la  dificultad  que  pone  en  boca  de  su  adversario  y 
la  solución  que  á  ella  da. 

San  Pablo  añade  que  Jesús /«e  visto  de  Cefas,  de  Jacobo,  de  los  doce, 
de  más  de  500  discípulos.  ¿De  qué  visión  habla?  ¿De  cuál  ha  de  hablar 
sino  de  la  única  propiamente  tal  verificada  por  el  sentido  externo  de  la 
vista?  ¿Qué  significa  en  todas  las  lenguas  y  cuál  es  la  acepción  primaria 


(1)  Les  Évang.  synopt.,  I,  pág.  407. 

(2)  Weiss,  ibid.,  páginas  45  y  46. 


DE   LOS   EVANGELIOS   SINÓPTICOS  415 

y  obvia  que  dan  todos  los  diccionarios  al  verbo  ver?  Y  ¿puede  haber  ver- 
dadera visión  de  ojos  si  no  existe  el  objeto  visto?  La  razón  añadida  por 
Loisy  es  digna  del  objetante  y  no  merece  los  honores  de  una  solución. 
Por  lo  demás,  aquí  como  casi  siempre  la  crítica  diciéndolo  ó  sin  decirlo, 
copia  á  Strauss. 

Un  lector  de  sentido  común  se  pasmará  indudablemente  al  escuchar 
la  exposición  que  acabamos  de  hacer,  y  creerá  que  semejantes  discusio- 
nes son  indignas  de  figurar  en  escritos  ó  tratados  que  quieran  pasar  por 
serios,  y  tiene  sobrada  razón;  pero  es  bueno  que  hasta  los  ciegos  vean 
qué  es  lo  que  hoy  se  tiene  y  proclama  como  la  última  palabra  de  la  cien- 
cia, y  se  persuada  bien  de  que  esta  es  la  ciencia  y  el  progreso  que  admi- 
ran extasiados  tantos  legisladores  en  los  congresos,  tantos  profesores  en 
sus  cátedras  universitarias,  tantos  periodistas  en  las  columnas  de  sus  dia- 
rios ó  revistas;  y  lo  que  todavía  es  más  triste,  esta  es  la  ciencia  que  tal 
vez  van  á  aprender  al  extranjero  para  importarla  en  España  no  pocos 
pensionados  del  Estado,  á  expensas  de  los  contribuyentes  católicos,  cuya 
cuota  va  al  presupuesto  de  Instrucción  pública. 

Pero  no  se  acaban  aquí  las  arbitrariedades  históricas  y  exegéticas,  en 
la  exposición  de  la  primera  fase  del  proceso  evolutivo  en  la  idea  cristiana 
propuesto  por  Holtzmann,  Weiss,  Jülicher,  Loisy,  etc.  Hemos  dicho  que 
para  comprobar  esta  primera  fase  citan  los  escritos  de  San  Pablo,  afir- 
mando que  en  ellos  se  buscará  en  vano  indicio  ninguno  sobre  la  genea- 
logía, predicación,  hechos  históricos  de  la  vida  de  Jesús,  á  excepción  de 
su  muerte  y  glorificación.  Aunque  lo  objetado  fuera  verdad,  el  argu- 
mento probaría  muy  poco;  porque  versando  los  escritos  de  San  Pablo 
principalmente  sobre  la  redención  de  Cristo  y  sus  efectos  en  el  alma  del 
fiel,  nada  tendría  de  extraño  que  insistiera  sobre  su  pasión  y  muerte  como 
causas  meritorias,  y  sobre  su  resurrección  como  causa  ejemplar  de  la 
justificación,  gracia  y  gloria  de  los  fieles,  omitiendo,  por  no  hacer  al  caso, 
ciertas  noticias  biográficas,  conocidas  de  todos  sus  lectores.  Pero  el 
hecho  es  absolutamente  falso;  y  aquí  aparece  nuevamente  de  bulto  la 
desaprensión  del  racionalismo  en  su  análisis  de  los  documentos.  No  sabe 
descubrir  en  ellos  sino  lo  que  confirme  sus  teorías  a  pr/or/;  y  si  se  le  pone 
delante  un  testimonio  que  echa  por  tierra  sus  construcciones,  su  res- 
puesta suele  ser  que  el  pasaje  no  es  auténtico.  Y  ¿por  qué?  ¡Porque  no 
se  ajusta  á  la  teoría  del  intérprete!  La  verdad  positiva  é  indudable' es 
que  San  Pablo  recorre  la  vida  entera  de  Jesús  desde  su  concepción  hasta 
su  ascensión,  y  de  tal  suerte,  que  con  sus  indicaciones  se  puede  recons- 
truir la  historia  evangélica  entera.  • 

San  Pablo  recuerda  el  ministerio  del  Bautista  en  toda  su  amplitud, 
como  Precursor,  como  autor  de  un  bautismo,  pero  muy  inferior  al  de 
Cristo,  como  predicador  de  penitencia  (1):  dice  en  términos  expr^- 


(1)    Act.  Apost.,  19,  4,5. 


416  EL   MÉTODO   HíST<ÍRICO   EN   LA   INTERPRETACIÓN 

SOS  que  Jesús  era  descendiente  de  Abraham  (1)  y  David  (2),  y  heredero 
del  trono  de  este  último  (3);  insinúa  con  entera  claridad,  teniendo  pre- 
sente que  habla  en  estilo  enfático  y  dirigiéndose  á  lectores  que  le  com- 
prenden perfectamente,  la  concepción  y  parto  virginal  (4);  pues  decir, 
contra  todas  las  fórmulas  geneológicas  usuales  en  el  pueblo  hebreo,  que 
Jesús  fué  hecho  de  una  mujer ^  equivale  á  decir  que  en  su  concepción 
no  tuvo  parte  varón  alguno;  alude  á  sus  largas  vigilias  en  oración,  á  los 
trabajos  de  su  vida,  inclusas  las  tentaciones  (5).  Hace  mención  de  los 
Doce,  abrazando  en  este  rasgo  comprensivo  toda  la  vida  pública  de 
Jesús;  especifica  los  nombres  de  algunos  de  los  Apóstoles  y  los  reconoce 
como  los  más  altos  y  genuinos  depositarios  del  Evangelio,  aun  con  res- 
pecto á  aquellos  artículos  que  él  considera  como  característicos  de  su 
predicación  propia  (6),  pues  cree  necesario  consultarles  y  solicitar  su 
conformidad  (7);  testimonio  evidente  de  que  su  sistema  sobre  la  justifi- 
cación y  redención,  no  son  especulación  propia,  sino  derivación  de  las 
enseñanzas  de  Jesús;  recuerda  detalladamente  la  institución  de  la  Euca- 
ristía (8);  alude  visiblemente  á  las  discusiones  del  Salvador  con  fariseos 
y  saduceos  al  llamar  á  Caifas  pared  blanqueada  (9);  trae  á  la  memoria  la 
buena  confesión  de  Jesús  ante  Poncio  Pilato,  resumiendo  también  aquí 
el  conjunto  de  la  predicación  de  Cristo,  tomando  por  base  el  reino  de 
Dios  (10);  proclama  la  divinidad  de  Jesús  en  los  mismos  términos  en  que 
San  Juan,  manifestando  así  conocer  los  discursos  del  Señor  en  el  cuarto 
EvangeHo  (11);  alude  á  las  instrucciones  morales  del  Salvador  cuando 
dice  que  nos  enseñó  á  vivir  con  sobriedad,  caridad  y  piedad  (12).  Su  doc- 
trina sobre  la  primera  justificación,  explicándola  como  una  regeneración 
por  el  agua  y  el  Espíritu  Santo,  es  la  misma  que  Jesús  propone  á  Nico- 
demus  (13);  en  fin,  repite,  remitiéndose  en  términos  expresos  á  su  auto- 
ridad, las  enseñanzas  del  mismo  sobre  la  indisolubilidad  del  matrimo- 
nio (14).  Y  se  nos  dice  con  la  mayor  frescura  que  San  Pablo  no  conoce 
de  la  vida  terrestre  de  Jesús  otra  cosa  que  su  pasión.  ¡Y  semejantes 
hombres  aspiran  á  ejercer  el  monopolio  y  la  hegemonía  en  la  crítica, 
exégesis  é  historia  de  la  religión! 

(1)  Gal.,  3,  16. 

(2)  Act.  Apost.,  13,  23. 

(3)  Ibid. 

(4)  Gal.,  4,4. 

(5)  Hebr.,  4,  15;  5,  7. 

(6)  Gal.,  2,5-14. 

(7)  Ibid. 

(8)  1.=^  Cor.,  11. 

(9)  Act.  Apost.,  23, 3. 

(10)  1.a  Tim.,  6, 17. 

(11)  Colos.,  1,  15-20. 

(12)  Tit.,3,  11,  12. 

(13)  Joann.,  3, 3  sig. 

(14)  I.'»  Cor.,  7, 11. 


DE  LOS  EVANGELIOS  SINÓPTICOS  '^l? 


;  ■    ■    V 

Sin  salir  de  la  primera  fase,  ¡cuánta  falsedad  histórica,  cuánta  arbitra- 
riedad exegética!  Pero  pasemos  á  examinar  la  segunda  y  tercera.  En 
ambas  se  convierte  la  historia  evangélica  entera  en  una  pura  ficción,  pro- 
ducto de  una  elaboración  fantástica  de  la  fe  cristiana.  Nuevas  arbitrarie- 
dades históricas,  nuevos  absurdos  psicológicos.  De  nuevo  se  hace  tabla 
rasa  del  testimonio  unánime  de  tantos  siglos,  hasta  la  época  misma  de 
ios  Apóstoles,  acerca  de  la  autenticidad  de  los  Evangelios.  San  Jerónimo, 
Eusebio,  Orígenes,  Tertuliano,  Clemente  Alejandrino,  San  Ireneo,  San 
Justino,  Papías,  nada  supieron  sobre  una  época  á  la  qiie  tocaban  con  la 
mano  los  últimos,  y  acerca  de  la  cual  los  primeros  poseyeron  y  exami- 
naron cuidadosamente  mil  documentos,  hoy  perdidos,  además  de  los  que 
felizmente  han  llegado  á  nuestras  manos.  Pero  esos  Doctores  eran  unos 
imbéciles,  y  aunque  tenían  enfrente  y  no  cesaban  de  combatir  á  Juliano, 
Porfirio,  Celso,  los  marcionitas  y  gnósticos,  que  ya  en  aquellas  tempranas 
edades  hacían  con  la  historia  evangélica  lo  mismo,  con  corta  diferencia, 
que  hacen  nuestros  críticos  contemporáneos,  no  acertaron  á  practicar 
un  examen  razonado  de  los  fundamentos  en  que  estribaba  la  autoridad 
histórica  de  los  Evangelios,  y  aceptaron  como  verdadera  historia  obje- 
tiva un  conjunto  de  ficciones  fantásticas  cuya  elaboración  apenas  se 
había  terminado  cuando,  no  ya  Papías,  sino  aun  San  Justino  y  San  Ireneo 
tocaban  la  edad  madura  y  trataban  por  espacio  de  años  enteros  con  los 
autores  mismos  de  tales  fábulas,  ó  cuando  menos  con  sus  inmediatos 
discípulos.  ¡Y  nada  pudieron  rastrear  del  estado  morboso  y  de  exagerada 
excitación  febril  que  poco  antes  invadía  la  sociedad  cristiana  entera,  y 
que  á  sus  más  grandes  genios  hacía  transformar  inconscientemente  en 
realidad  indisputable  sus  propios  desvarios! 

Las  reflexiones  que  preceden  demuestran  la  arbitrariedad  con  que  en 
el  campo  de  la  historia  desecha  el  racionalismo  el  testimonio  de  la  anti- 
güedad cristiana;  pero  además  nos  conducen  á  examinar  el  problema 
bajo  su  aspecto  psicológico.  Las  generaciones  cristianas,  se  dice,  desde 
los  discípulos  inmediatos  de  Jesús,  y  aun  desde  este  mismo  hasta  la  época 
en  que  se  termina  la  evolución  cristológica  con  el  cuarto  Evangelio, 
hallábanse  en  tal  estado  de  excitación  religiosa,  que  sin  fundamento 
alguno  objetivo  proporcionado,  y  sólo  en  virtud  de  energías  anímicas 
informadas  del  sentimiento  de  la  fe,  concebían  primero  y  objetivaban 
después  inconscientemente  todo  aquel  conjunto  de  elementos,  unos  de 
hecho,  como  la  resurrección;  otros  de  especulación,  como  los  dogmas  de 
que  se  compone  el  cuerpo  de  doctrina  cristológico.  Y  bien;  ¿cómo  se 
explica  fenómeno  tan  estupendo?  ¿Cómo  se  pasó,  v,  gr.,  de  la  simple 
idea  de  la  gloria  de  Jesús,  concebida  en  momentos  de  fervor,  á  objetivar 
esa  concepción  subjetiva  en  la  resurrección  corporal?  Aquí  los  apuros. 


418  EL   MÉTODO   HISTÓRICO   EN   LA   INTERPRETACIÓN 

las  vacilaciones,  los  efugios  del  racionalismo.  Juan  Weiss  (1)  se  contenta 
con  decir  que  en  los  relatos  de  Pedro  no  se  halló  el  de  la  resurrección 
corporal  y  que  su  origen  fué  posterior;  pero  tiene  el  buen  acuerdo  de  no 
señalar  tiempo  ni  modo.  Loisy  nos  informa  de  que  «la  fe  en  la  resurrec- 
ción no  tomó  consistencia  sino  algún  üempo  después  de  la  muerte  de 
Jesús»;  pero  le  consta  que  «Pedro  fué  quien  adquirió  primero  la  convic- 
ción de  que  su  Maestro  vivía.  Él  le  había  visto  un  día,  al  amanecer,  pes- 
cando sobre  el  mar  de  Tiberíades»  (2).  Otto  Pfleiderer  pasa  á  describir 
detalladamente  la  manera  en  que  tuvo  lugar  ese  convencimiento.  «Pri- 
mero, el  irritable  Pedro,  después  otros  varios,  y  colectividades  ente- 
ras se  persuadieron,  en  momentos  de  intuición  exaltada,  de  que  el  Cru- 
cificado vivía»  (3).  Está  muy  bien;  pero  ocurre  una  dificultad:  «Pedro, 
Jacobo,  los  doce,  más  de  quinientos»,  protestan,  según  nos  dice  formal- 
mente San  Pablo  en  un  pasaje  cuya  autenticidad  nadie  osa  negar,  haber 
visto  á  Jesús  resucitado;  los  Apóstoles,  haberle  visto,  tocado  y  comido  con 
él.  Que  uno  ú  otro,  en  un  momento  de  excitación,  se  imagine  haber  visto 
á  una  persona  que  en  realidad  no  ha  visto,  se  comprende;  pero  que,  no 
uno,  sino  doce,  más  de  quinientos,  digan  lo  mismo,  y  que  continúen  dicién- 
dolo  por  espacio  de  más  de  veinte  años,  como  habían  pasado  desde  la 
pasión  hasta  que  San  Pablo  escribía  aquellas  líneas  memorables  á  los 
corintios;  y  que  perseveren  en  esa  persuasión  y  protesta,  á  pesar  de  las 
persecuciones,  de  los  tormentos,  de  una  muerte  segura;  y  de  que  esas  per- 
secuciones empiecen  pocos  días  después  de  la  muerte  de  Jesús  y  se  con- 
tinúen sin  interrupción  (4)  y  en  el  teatro  mismo  de  los  acontecimientos  y 
mientras  el  poder  y  la  fuerza  está  en  manos  de  los  enemigos  de  Jesús, 
que  debían  disponer  de  mil  medios  para  deshacer  una  fábula  absurda 
presentando  el  cadáver  de  Jesús  á  vista  de  todo  el  mundo;  eso  es  lo  que 
desearíamos  nos  explicaran  Holtzmann,  Weiss,  Loisy,  Pfleiderer  y  todos 
cuantos  emplean  su  vida  é  ingenio  en  el  estudio  de  los  orígenes  del 
cristianismo.  Pero  hasta  ahora  hemos  esperado  en  vano,  y  el  problema 
psicológico  permanece  planteado  y  sin  solución,  porque  no  la  tiene,  por- 
que el  absurdo  no  admite  explicación,  ni  histórica,  ni  fisiológica,  ni  filo- 
sófica; y  sólo  puede  satisfacerse  con  explicaciones  semejantes  quien  ha 
desertado  las  banderas  del  sentido  común  ydespedídose  de  toda  seriedad. 
La  dificultad  que  suscita  el  hecho  de  la  resurrección  se  renueva  cuan- 
tas veces  ocurre  explicar  la  objetividad  de  cada  uno  de  los  hechos  mila- 
grosos atribuidos  á  Jesús,  y  cada  una  de  las  prerrogativas  divinas  de  que 
se  le  rodea  en  las  narraciones  evangélicas. 


(1)    Die  Schrift.  d.  N.  Test,  páginas  45  y  46. 
<2)    Les  Évang.  synopt.,  I,  páginas  177  y  224. 

(3)  Relig.  phil,  pág.  258.  También  aquí  depredaciones,  saqueo  de  los  escritos 
de  Strauss. 

(4)  Act.  Apost.,  cap.  4,  8,  21-27. 


DE   LOS   EVANGELIOS   SINÓPTICOS  419. 


VI 


La  tercera  fase  ofrece  una  dificultad  especial,  por  las  arbitrariedades 
exegéticas  que  al  exponerla  comete  Holtzmann,  é  igualmente  Loisy. 
Según  estos  críticos,  las  generaciones  cristianas  atribuyeron  falsamente 
á  Jesús  aquellos  pasajes  del  Antiguo  Testamento  que,  como  el  Salmo  21 
y  el  cap.  53  de  Isaías,  hablan  de  las  ignominias  del  Justo  ó  del  Siervo  de 
Jehová,  é  igualmente  el  del  cap.  5."  de  Miqueas,  7.°  de  Isaías,  etc.,  con 
el  fin  de  realzar  hasta  un  ideal  soberano  la  figura  de  Jesús  y  ciertos 
hechos  de  su  vida  que  hasta  entonces  aun  los  mismos  cristianos  habían 
considerado  como  obvios  y  naturales,  atendido  el  odio  de  sus  persegui- 
dores ó  las  costumbres  judías  y  romanas.  En  el  Salmo  21,  dicen,  se  trata 
sencillamente  ó  de  un  Personaje  que  nuestro  desconocimiento  de  la  his- 
toria no  permite  identificar,  ó  tal  vez  de  un  símbolo  ideal  de  virtud  supre- 
ma, pero  que  no  tiene  realidad  histórica.  Igualmente  el  Siervo  del  cap.  53 
de  Isaías,  en  el  pensamiento  de  su  autor,  ó  se  refiere  á  un  Profeta  de 
aquella  época  y  desconocido  de  nosotros,  ó  á  la  colectividad  del  pueblo 
hebreo,  víctima  de  extremos  infortunios,  ó  también  puede  expresar  el 
ideal  de  una  virtud  que  llega  á  lo  sumo  del  heroísmo  en  medio  de  un 
mundo  corrompido.  De  todos  modos,  es  cierto  que  en  la  mente  de  aque- 
llos escritores  su  héroe  no  es  el  Mesías;  porque  un  Mesías  paciente  y 
Heno  de  ignominias,  es,  en  el  concepto  judío,  como  un  círculo  cuadrado; 
¡tan  incompatibles  son  las  ignominias  con  la  aureola  de  gloria  que  cons- 
tituye el  rasgo  más  esencial  del  Mesías  en  las  descripciones  del  Antiguo 
Testamento!  Si,  pues,  Jesús,  en  opinión  de  sus  discípulos,  es  el  Mesías, 
no  es  posible  identificarle  con  el  Justo  del  Salmo  21  ó  con  el  Siervo  de 
Jehová  en  el  cap.  53  de  Isaías. 

Sin  embargo,  nadie  niega  la  analogía  entre  el  cuadro  descrito  por  el 
Salmo  ó  el  Profeta  en  los  pasajes  citados  y  las  secciones  evangélicas 
que  nos  refieren  la  pasión  y  muerte  de  Jesús,  cuya  autenticidad  admiten 
sin  dificultad  todos  los  críticos.  Por  el  contrario,  Duhm,  Marti  y  Otto 
Pfleiderer  reconocen  ser  tan  exacta  la  semejanza,  que  causa  grande 
maravilla  cómo  á  tantos  siglos  de  distancia  pudiera  el  autor  de  Isaías  53, 
trazar  el  bosquejo  de  un  cuadro  que  sólo  se  realizó  en  la  persona  de 
Jesús  (1).  Nosotros  recogemos  esta  declaración  y  razonamos  así:  por  una 
parte,  es  indudable  que  el  Siervo  de  Isaías  en  el  cap.  53  no  es  otro  que  el 
Héroe  de  la  sección  52,  13-15,  el  cual  seguramente,  en  el  pensamiento  del 
Profeta,  es  el  Libertador  Mesías,  no  un  personaje  ideal,  ni  tampoco  una 
colectividad;  además,  es  igualmente  cierto  que  el  Profeta  presenta  su  des- 


(l)    Las  declaraciones  de  Duhm,  Marti  y  Pfleiderer  pueden  verse  en  los  Comenta- 
rios á  Isaías,  de  los  dos  primeros,  y  en  la  Religions  philos,  del  segundo,  pág.  76. 


420  EL   MÉTODO    HISTÓRICO    EN    LA    INTERPRETACIÓN 

cripción  del  cap.  53  como  una  relación  divina  de  acontecimientos  futuros: 
«¿Quién  dará  crédito  á  nuestro  anuncio  y  á  quién  se  descubrirá  el  brazo 
de  Jehová?»,  empezando  inmediatamente  su  descripción  increíble  refi- 
riéndola á  tiempo  futuro:  «Y  alzaráse  como  brote  despreciable,  como 
renuevo  inadvertido,  en  medio  de  una  tierra  agostada...»  Por  otro  lado. 
Dios,  como  arbitro  de  los  acontecimientos  en  la  historia,  debe  á  su  Pro- 
videncia no  permitir  que  el  género  humano  tenga  por  una  enseñanza  ó 
revelación  divina  lo  que  es  puramente  efecto  de  coincidencias  fortuitas. 
Cuando,  pues,  leemos  la  descripción  del'cap.  53  de  Isaías,  propuesta 
como  una  predicción  divina  de  acontecimientos  por  venir,  y  en  la  histo- 
ria evangélica  de  la  Pasión  realizado  rasgo  por  rasgo  aquel  anuncio,  no 
es  posible  dejar  de  descubrir  en  la  persona  de  Jesús  al  Siervo  de  Jehová 
descrito  por  el  Profeta.  Lo  que  se  dice  de  la  descripción  del  cap.  53  de 
Isaías  debe  igualmente  aplicarse  al  Salmo  21.  Según  eso,  los  Evangelis- 
tas, prevenidos  de  antemano  por  su  divino  Maestro,  al  aplicar  á  éste  los 
pasajes  del  Salmo  21  y  de  Isaías,  no  hicieron  otra  cosa  que  reconocer  lo 
que  la  comparación  entre  la  predicción  y  el  cumplimiento  imponía,  con 
esa  grandiosa  elocuencia  propia  de  los  acontecimientos  de  la  historia, 
dirigidos  por  la  omnipotencia  y  sabiduría  de  Dios.  ¿Podía  una  coinci- 
dencia fortuita  acumular  los  rasgos  de  semejanza,  tantos  en  número  y  con 
tal  exactitud  en  la  fisonomía  moral  y  en  la  figura  histórica,  entre  la  per- 
sona de  Jesús  y  el  Siervo  descrito  por  Isaías? 

Se  dice  que  el  Antiguo  Testamento  desconoce  un  Mesías  paciente; 
pero  semejante  aserción  está  desmentida  por  la  comparación  atenta  de 
los  varios  pasajes  mesiánicos.  El  Siervo  del  cap.  53  de  Isaías  es  segura- 
mente el  mismo  del  cap.  42  y  49  y  el  de  la  sección  52,  13-15;  y  éste  á  su 
vez  se  identifica,  sin  género  de  duda,  con  el  Legislador,  Intérprete  de 
Jehová  y  Soberano  del  mundo  del  Deuteron.,  15,  18,  y  de  los  Salmos  71, 
2  y  109.  Y  sin  salir  del  cuadro  mismo  del  cap.  53  de  Isaías,  ese  mismo 
Siervo  de  Jehová,  que  sucumbe  con  muerte  ignominiosa,  recibe  en  pre- 
mio la  herencia  del  mundo  y  la  soberanía  de  generaciones  venideras  sin 
fin,  del  mismo  modo  que  en  el  cap.  49.  después  de  las  ignominias  del  v.  6, 
es  objeto  de  la  veneración  de  reyes  y  príncipes  en  toda  la  tierra.  ¿En  qué 
es  inferior  esta  gloria  del  Siervo  á  la  del  Mesías  en  los  vaticinios  más 
espléndidos  de  su  grandeza? 

VII 

Séanos  permitido  terminar  preguntando  á  los  críticos  de  la  evolu- 
ción: ¿En  qué  pueblo  de  la  tierra  ó  en  qué  época  de  la  historia  se  ofrece 
un  ejemplo,  no  ya  igual,  pero  ni  de  semejanza  remota  con  el  fenómeno 
grandioso  de  sublime  majestad,  elevación,  armonía,  consecuencia  y 
sorprendente  unidad  que  presenta  la  cristología  del  Nuevo  Testamento 
y  aun  la  de  solos  los  Evangelios?  Los  mismos  escritores  que  tantas 


DE   LOS   EVANGELIOS   SINÓPTICOS  421 

veces  hemos  citado,  se  guardan  muy  bien  de  traer  á  colación  cuando 
se  trata  de  Cristo  las  fábulas  religiosas  de  indios,  asirlos,  egipcios, 
persas,  griegos  y  romanos;  porque  en  efecto,  en  todas  ellas,  aparte 
alguna  que  otra  centella  de  dignidad  y  sentido  común,  el  conjunto 
es  soberanamente  ridículo,  grotesco  y  sobre  todo  inmoral.  La  misma 
religión  natural  de  los  más  grandes  filósofos  de  todas  las  edades, 
sin  exceptuar  los  más  celebrados  entre  los  modernos,  tampoco  puede 
entrar  en  parangón  con  el  sistema  cristiano.  Tenemos,  pues,  en  el  argu- 
mento que  nos  presentan  los  Evangelios,  el  monumento  más  admirable 
que  nos  ofrece  la  historia  de  la  mentalidad  del  género  humano,  y  se  trata 
de  resolver  el  problema  de  su  naturaleza  y  origen.  Dos  escuelas,  la  sobre- 
naturalista  y  la  del  racionalismo  crítico,  proponen  sus  respectivas  expli- 
caciones: la  primera,  apoyada  en  el  testimonio  de  la  historia,  confirmado 
por  los  axiomas  de  la  filosofía  y  del  sentido  común,  resuelve  que  el  fenó- 
meno, aunque  realizado  en  el  seno  de  la  humanidad,  reconoce  por  principio 
una  intervención  divina  y  sobrenatural.  La  segunda,  guiándose  por  los  dic- 
tados de  una  ciencia  que  tiene  como  base  y  fundamento  único  la  negación 
del  orden  sobrehumano,  declara  nulos,  en  virtud  de  este  solo  axioma,  los 
argumentos  todos  que  se  alegan  y  pueden  alegarse  en  favor  de  la  pri- 
mera solución.  Á  continuación  se  apresura  á  presentar  sus  soluciones 
positivas,  atribuyendo  la  construcción  religiosa  contenida  en  el  Nuevo 
Testamento  á  una  afección  patológica  denominada  sentimiento  religioso 
y  fe,  la  cual  posee  el  poder  maravilloso  y  sorprendente  de  crear,  en  su 
locura,  las  más  sublimes  concepciones  por  su  armonía  en  la  especula- 
ción y  por  su. elevación  en  la  moral;  de  tal  suerte,  que  en  vano  preten- 
derá competir  con  ella  la  meditación  seria  y  reposada  de  los  más  ilustres 
pensadores  en  cualquiera  ramo  del  saber  humano.  Nada  importa  que  la 
historia  presente  su  testimonio  unánime  de  todos  los  siglos  en  contrario; 
nada  importa  que  la  filosofía  observe  ser  una  imprudencia  y  hasta  un 
absurdo  pretender  edificar  sobre  la  negación  de  lo  sobrenatural;  nada 
importa  que  el  sentido  común  ó  se  asombre  ó  se  sonría  al  ver  atribuida 
á  la  locura  una  institución  que,  además  de  su  belleza  intrínseca  ha  produ- 
cido en  el  mundo  entero  los  efectos  más  admirables  y  benéficos:  el  racio- 
nalismo mantiene  su  solución,  y  á  las  observaciones  de  sus  adversarios 
responde:  cierto  que  yo  mismo  me  asombro  de  descubrir  en  esa  enfer- 
medad ó  manía,  que  se  llama  fe  religiosa,  un  poder  tan  sorprendente; 
pero  tales  son  los  misterios  que  encierra  en  su  seno  la  creación  en  sus 
manifestaciones  infinitas  é  infinitamente  caprichosas.  Su  estudio  es  la 
desesperación  del  crítico;  pero  como  á  esa  consecuencia  nos  lleva  el 
axioma  intangible  de  la  negación  de  lo  sobrenatural,  preciso  es  abra- 
zarse con  ella  como  con  la  única  solución  al  problema  religioso. 

L.   MURILLO. 


LA  IGLESIA  Y  LA  ESCUELA 


Líos  enemigos  encarnizados  de  la  Iglesia,  que  no  son  otros  que  los, 
enemigos  de  Cristo  Dios,  comoquiera  que  Jesucristo  no  dejó  en  el  mundo 
otra  institución  sino  su  Iglesia,  libro  viviente  donde  escribió  su  doctrina, 
piedra  angular  de  donde  hizo  fluir  el  irrestañable  manantial  de  sus  gra- 
cias, y  ciudad  de  refugio  adonde  llamó  á  cuantos  habían  de  salvarse 
bajo  su  egida;  los  enemigos,  digo,  de  Cristo  y  de  su  Iglesia  han  seguido 
comúnmente  una  táctica  astuta  y  desleal,  que  consiste  en  poner  á  la 
Iglesia  en  aparente  ó  ficticia  oposición  con  ciertos  bienes  ó  aspectos  de 
la  vida,  legítimos  y  caros  al  espíritu  de  los  pueblos. 

No  les  ha  bastado  la  oposición  verdadera  é  irreductible  entre  la  Igle- 
sia y  los  bienes  mentirosos  que  atraen  con  lisonjero  halago  la  sensuali- 
dad é  inclinación  viciosa  de  los  hombres.  No  se  han  aplicado  á  procla- 
mar la  insoluble  antinomia  entre  la  Iglesia  y  la  soberbia,  entre  la  Iglesia 
y  la  liviandad,  entre  la  Iglesia  y  la  codicia;  en  una  palabra:  entre  la  reli- 
gión de  Cristo  crucificado,  encarnada  en  la  Iglesia,  y  todos  los  vicios 
que  separan  de  Cristo  y  de  Dios  á  la  Humanidad  caída. 

El  vicio,  el  mal  moral,  por  más  que  no  carezca  de  alicientes  con  que 
arrastra  la  voluntad  humana  en  sus  momentos  de  debilidad  y  desalum- 
bramiento, conserva  siempre  un  rasgo  repulsivo:  su  oposición,  no  sólo 
contra  la  ley  de  Dios,  sino  aun  contra  la  norma  intrínseca  de  la  natura- 
leza racional.  Por  eso  los  impíos  no  se  han  contentado  con  proclamar 
las  antinomias  entre  la  Iglesia  y  la  ambición,  el  orgullo  y  la  lujuria,  que  á 
tantos  hombres  tienen  en  vergonzoso  cautiverio;  sino  para  deslumbrar  y 
seducir  á  los  pueblos  han  procurado  presentar  á  la  Iglesia  en  contradic- 
ción con  otros  bienes  de  un  orden  superior  y  de  suyo  legítimos. 

De  esta  suerte  se  ha  proclamado  un  día  la  oposición  entre  la  Iglesia 
y  la  ciencia,  que  es  el  más  alto  ornato  de  la  inteligencia  humana  en  el 
orden  natural.  Otro  día  se  ha  enarbolado  como  bandera  del  sectarismo 
la  antinomia  entre  la  Iglesia  y  la  libertad,  que  es  la  más  preciosa  pre- 
rrogativa de  nuestro  albedrío.  Ayer  se  procuraba  pintar  á  la  Iglesia  como 
rival  temible  del  Estado;  hoy  se  intenta  presentarla  como  enemiga  artera 
de  la  escuela. 

La  pretendida  antinomia  entre  la  Iglesia  y  la  ciencia  fué  el  santo  y 
seña  de  la  falsa  ilustración  del  Filosofismo,  que  produjo  la  terrible  apos-, 
tasía  del  siglo  XVIII;  á  pesar  de  lo  cual,  la  ciencia  de  aquellos  filosofan- 
tes enciclopedistas  y  volterianos,  que  pretendía  no  caber  dentro  de  la 
Iglesia,  está  hoy  de  cuerpo  presente,  convencida  de  vanísima  sofistería 
y  pretenciosa  superficialidad. 


LA   IGLESIA   Y   LA   ESCUELA  423' 

La  antinomia  entre  la  Iglesia  y  la  libertad  ha  sido  el  gran  sofisma  que 
ha  cegado  á  muchos  en  la  primera  mitad  del  siglo  XIX;  los  cuales, 
por  haber  olvidado  la  Historia,  que  nos  muestra  á  la  Iglesia  católica 
como  perpetuo  paladín  de  todas  las  libertades  legítimas,  contra  todos 
los  fatalismos  y  tiranías,  tienen  que  reconocer  ahora  que  las  doctrinas 
del  liberalismo  no  conducían  á  la  libertad  civil  y  política,  sino  al  jaco- 
binismo y  despotismo  del  Estado. 

Luego  se  pretendió  establecer  la  antinomia  entre  la  Iglesia  y  el 
Estado,  proclamando  su  mutua  independencia  y  separación;  y  en  la 
época  presente,  hasta  los  ciegos  ven  que,  so  pretexto  de  temer  la  supre- 
macía de  la  Iglesia,  y  defender  la  soberanía  del  Estado,  á  lo  que  se  va 
realmente  es  á  esclavizar  á  la  primera  ó  condenarla  á  un  ostracismo  que 
para  ella  equivaldría  á  la  muerte. 

La  repetición  de  esa  táctica  infernal  debe  bastar  para  abrir  los  ojos 
de  los  que  no  elijan  una  voluntaria  ceguera,  y  ponernos  sobre  aviso  para 
rechazar  un  nuevo  sofisma  que  se  plantea  en  nuestros  días,  y  parece 
va  á  ser  la  consigna  de  la  impiedad  en  la  nueva  época  que  se  inaugura 
con  el  siglo  XX.  Ese  sofisma  es  el  de  la  antinomia  que  se  pretende  crear 
entre  la  Iglesia  y  la  escuela. 

Á  nuestro  juicio,  la  consigna  está  dada,  y  los  que  la  han  recibido 
espían  cautelosamente  todas  las  ocasiones  de  cualquiera  rozamiento  ó 
aparente  contradicción,  para  proclamar  á  voz  en  cuello  ¡ó  la  Iglesia  ó  la 
escuela!  Y  esas  ocasiones  no  podrán  menos  de  ofrecerse  con  frecuen- 
cia; porque  existe  en  realidad  una  contradicción  irreductible  entre  la 
escuela  sectaria:  entre  la  escuela  que  tiene  por  fin,  no  la  difusión  de  la 
cultura,  sino  la  descristianización  de  los  pueblos,  y  la  Iglesia  católica, 
cuya  misión  es  enseñar  á  todos  los  pueblos  la  verdad  cristiana  y  educar- 
los para  Cristo:  para  que  vivan  con  su  espíritu  en  esta  vida  efímera,  y  se 
hagan  partícipes  de  su  redención  eterna. 

Entre  estas  dos  tendencias  antitéticas,  de  la  Iglesia  católica  y  de  la 
escuela  sectaria,  es  imposible  que  falten  colisiones,  y  está  visto  que  los 
ministros  de  la  impiedad  se  hallan  dispuestos,  cada  vez  que  uno  de  esos 
choques  se  produzca,  á  clamar:  ¡ó  la  Iglesia  ó  la  escuela!,  pretendiendo 
hacer  causa  común  de  la  escuela,  que  es  foco  de  cultura,  lo  que  no  es 
sino  pleito  particular  de  la  escuela  atea  y  anti-tea,  la  cual  no  es  fuente 
de  cultura,  sino  criadero  de  irreligión  é  inmoralidad. 

Por  esto  juzgamos  necesario  estudiar  las  verdaderas  relaciones  que 
median  entre  la  Iglesia  y  la  escuela,  por  efecto  de  su  naturaleza  y  de  su 
Historia,  para  que,  iluminados  con  radiante  claridad  sus  verdaderos 
vínculos,  no  tenga  lugar  el  espíritu  de  las  tinieblas  para  tramar  aquí  sus 
acostumbradas  confusiones  y  añagazas  (1). 


.(1)    Habiéndose  suscitado  esta  cuestión  con  pretexto  que  tomaron  ciertos  perturba- 
dores de  un  Congreso  de  primera  enseñanza  celebrado  en  Barcelona  entre  el  26  de 


424  LA  IGLESIA   Y   LA   ESCUELA 


LA  IGLESIA  NECESITA  DE  LA  ESCUELA 

Está  tan  lejos  de  la  verdad  la  antinomia  que  fraudulentamente  se 
procura  introducir  entre  la  Iglesia  y  la  escuela,  que  al  contrario,  la  Igle- 
sia tiene  necesidad  de  la  escuela,  y  la  escuela  necesita  de  la  Iglesia,  y 
sólo  de  la  harmonía  entre  ambas  puede  nacer  la  verdadera  educación  de 
la  juventud  y  la  cultura  eficazmente  moralizadora  de  los  pueblos  cris- 
tianos. 

Mas  cuando  decimos  que  la  Iglesia  necesita  de  la  escuela,  no  habla- 
mos de  una  necesidad  absoluta;  como  cuando  decimos  que  el  hombre 
necesita  del  aire  oxigenado  para  vivir,  ó  de  la  redención  de  Cristo  para 
salvarse.  No:  en  absoluto  la  Iglesia  pudiera  prescindir  de  la  escuela,  y 
la  mejor  prueba  de  ello  es  que  se  pasó  sin  ella  los  primeros  siglos  de  su 
existencia. 

El  docete  omnes  gentes:  el  ministerio  de  enseñar  que  Cristo  enco- 
mendó á  sus  Apóstoles,  no  es  el  oficio  específico  de  la  escuela,  sino  la 
predicación  de  la  palabra  de  Dios  y  la  catequesis.  Bástale  en  rigor  á  la 
Iglesia,  para  cumplir  con  su  misión  divina,  enseñar  á  los  grandes  y  á  los 
pequeños  las  verdades  dogmáticas  y  las  normas  morales  de  que  es  depo- 
sitarla. Lo  demás  que  pertenece  á  la  instrucción  y  á  la  educación  civil 
de  los  pueblos,  puede  en  rigor  abandonarlo  la  Iglesia  á  una  escuela 
ajena  é  independiente  de  ella;  y  así  lo  hizo  con  efecto  en  los  primeros 
siglos,  cuando  los  niños  cristianos,  sólidamente  instruidos  por  la  educa- 
ción doméstica  y  eclesiástica  en  las  verdades  de  la  fe,  acudían  á  las 
escuelas  de  \os  grammatistas  para  aprender  á  leer  y  escribir;  á  las  de 
\o^  gramáticos  y  retóricos,  para  recibir  la  cultura  general  superior,  y  á 
las  academias  de  los  filósofos,  de  los  médicos  y  jurisperitos,  para  alcan- 
zar una  formación  profesional. 

Pero  esto,  que  pudo  hacerse  sin  inconveniente,  ó  con  menor  incon- 
veniente, en  una  época  en  que  las  circunstancias  eran  excepcionales,  no 
podía  continuar  luego  que  el  Cristianismo  fué  recibido  en  la  vida  polí- 
tica, y  la  congregación  de  los  fieles  entró  en  las  vías  de  la  normalidad. 

Los  primeros  siglos  de  la  Iglesia  fueron  una  edad  de  especiales  caris- 
mas;  fueron  la  época  de  los  Apóstoles  y  de  los  profetas,  de  los  tauma- 


Diciembre  da  1909  y  el  2  de  Enero  de  1910,  algunos  amigos  nuestros  nos  invitaron  á 
dar  una  conferencia  sobre  este  punto  en  el  Circulo  tradicionalista  de  dicha  capital 
(5  de  Enero).  Después  de  madurar  las  ideas  que  entonces  expusimos  con  el  calor  de 
la  improvisación,  hemos  creído  conveniente  fijarlas  y  difundirlas  por  medio  de  este 
articulo,  ahondando  más  en  los  puntos  substanciales  y  omitiendo  otros  que  ya  tenemos 
tratados  en  diferentes  números  de  esta  misma  revista,  á  los  cuales  nos  contentaremos 
con  remitir  al  lector. 


LA   IGLESIA   Y   LA    ESCUELA  425 

turgos  y  de  los  mártires;  y  la  reducida  sociedad  cristiana  estuvo  consti- 
tuida entonces  por  ios  mártires  y  los  hijos  de  los  mártires,  y  animada  de 
un  entusiasmo  tan  intenso,  que  la  hacía  refractaria  á  todas  las  deletéreas 
influencias  del  Paganismo  ambiente. 

Hoy  nos  cuesta  comprender  aquella  frase  de  Tertuliano,  el  cual,  á 
pesar  de  su  rigorismo  contra  la  Idolatría,  daba  licencia  á  los  hijos  de  los 
cristianos  para  acudir  á  las  escuelas  de  los  gentiles,  y  no  veía  en  ello 
peligro  para  su  fe;  «porque,  dice,  el  niño  cristiano  debidamente  instruido 
estará  tan  seguro  como  el  que,  conociendo  un  veneno,  lo  recibe  de  otro 
que  no  lo  conoce,  y,  por  consiguiente,  no  lo  bebe»  (1).  Hoy,  decimos,  nos 
cuesta  comprender  aquella  indulgencia  con  las  escuelas  gentílicas;  pero 
es  que  en  nuestra  edad  no  son  comunes  los  hijos  de  máriires;  los  ado- 
lescentes llenos  de  aquel  espíritu  heroico  que  dictaba  á  Orígenes  su  carta 
á  su  padre  Leónides,  encarcelado  por  la  fe  y  próximo  á  sufrir  el  mar- 
tirio, en  la  cual  le  exhortaba  ¡á  no  desfallecer  en  sus  santos  propósitos, 
ablandado  por  ventura  por  el  amor  á  su  esposa  y  á  sus  hijos!  ¡Tales  hijos 
podían  sin  duda  ir  á  buscar  la  erudición  secular  á  las  escuelas  de  los 
paganos,  seguros  de  no  beber  el  veneno  que  en  ellas  se  les  propinaba! 

Pero  lo  que  fué  tolerable  é  inocuo  en  una  época  de  fervoroso  entu- 
siasmo y  de  extraordinarios  carismas  divinos,  no  lo  podía  ser  en  cuanto 
la  vida  cristiana  entró  en  los  rieles  de  la  normalidad,  y  cesando  el  riego 
de  la  sangre  de  los  mártires,  amenguó  también  la  eflorescencia  de 
heroicas  virtudes.  Desde  entonces  no  se  pudo  ya  contar  generalmente 
con  padres  como  el  padre  de  Orígenes,  el  cual  había  desplegado  callada- 
mente en  la  educación  religiosa  de  su  hijo  aquel  fervor  inmenso  de  que 
el  martirio  no  fué  sino  coronamiento  y  remate.  La  Iglesia  hubo  de  aten- 
der al  nivel  común  de  las  familias  cristianas  y  sentir  la  necesidad  de  la 
escuela  y  proveer  á  satisfacerla. 

En  efecto:  en  las  circunstancias  normales  de  la  sociedad  cristiana,  la 
educación  doméstica  no  es  suficiente  para  atender  de  un  modo  satisfac- 
torio á  la  educación  religiosa  de  la  generalidad  de  los  niños.  Las  razo- 
nes que  nos  persuaden  esta  insuficiencia  son  las  mismas  que  demuestran 
en  general  la  necesidad  de  la  escuela  en  el  orden  cultural  y  científico. 

¿Por  qué  atribuímos  á  la  escuela,  en  estos  órdenes,  una  necesidad  que 
se  halla  hoy  umversalmente  reconocida  en  todos  los  pueblos  civilizados? 
En  primer  lugar,  porque  una  gran  parte  de  los  padres  de  familia  no 
tienen  capacidad  ó  competencia  científica  para  enseñar  á  sus  hijos  aque- 
llos conocimientos  que  exigen  en  ellos  las  circunstancias  de  nuestra  cul- 
tura desarrollada  y  en  vías  de  nuevos  desenvolvimientos.  El  labrador  que 
empapa  el  duro  suelo  con  el  sudor  de  su  frente  para  hacerle  producir 
más  copiosos  frutos;  el  marinero  condenado  á  luchar  día  y  noche  con  las 
asperezas  del  mar  y  de  los  temporales;  el  minero  que  ha  de  arrancar 


(1)    De  Idololatria,  cap.  X. 


426  LA   IGLESIA   Y    LA    ESCUELA 

penosamente  á  las  hondas  entrañas  de  la  tierra  la  hulla  que  en  tanta  can- 
tidad necesitan  los  progresos  de  nuestra  industria  y  locomoción,  y  otros 
innumerables  operarios  de  una  civilización  espléndida  en  sus  cumbres, 
pero  no  menos  necesitada  de  obscuros  trabajadores  que  forman  su  base; 
fes  imposible  que  posean  generalmente  la  capacidad  científica  para  comu- 
nicar á  sus  hijos  los  conocimientos  que  forman  la  general  cultura  que  dé 
día  en  día  se  va  exigiendo  más  extensamente  á  todos  los  ciudadanos  de 
un-  pueblo  culto;  y  ésta  es  una  de  las  causas  que  hacen  necesaria  la 
escuela  en  el  orden  científico  ó  cultural,  y  no  la  hacen  menos  indispen- 
sable en  el  orden  religioso.  Porque  toda  esa  inmensa  muchedumbre 
de  operarios,  incapaces,  por  la  escasez  de  sus  conocimientos,  de  com- 
pletar (no  de  incoar)  la  enseñanza  educativa  de  sus  hijos,  no  son  más 
aptos  para  comunicarles  todo  el  conocimiento  de  la  religión,  necesario 
para  su  sólida  educación  religiosa. 

Pestalozzi  soñó  con  una  Pedagogía  tan  simplificada,  que  cualquiera 
madre,  por  rústica  é  ignorante  que  fuese,  pudiera  con  su  auxilio  educar 
á  sus  hijos  sin  necesidad  de  la  escuela.  Pero  esto  no  pasa  de  aspiración 
utópica  de  un  hombre  demasiado  pesimista  acerca  del  porvenir  de  la 
escuela  popular,  y  todas  las  naciones  modernas,  abandonado  el  ensueño 
de  Pestalozzi,  se  consagran  á  mejorar  la  escuela  popular,  conceptuán- 
dola como  necesaria.  Mas  esta  necesidad  que  se  siente  en  el  terreno 
científico,  no  es  menos  sensible  en  el  terreno  religioso.  Sobre  todo  por- 
que, á  la  razón  de  la  falta  de  capacidad  intelectual  é  instrucción,  se 
agrega  la  ocupación  ímproba  que  imposibilita  á  una  inmensa  muche- 
dumbre de  padres  consagrarse  con  suficiente  espacio  á  la  enseñanza  dé 
sus  hijos. 

Demos  que  se  llegase  á  simplificar  hasta  tal  extremo  el  método  peda- 
gógico, y  á  levantar  hasta  tan  alto  grado  la  cultura  de  las  masas  popula- 
res, que  todos  los  padres  de  familia  poseyeran  suficientes  conocimien- 
tos para  instruir  á  sus  hijos  en  la  religión,  no  menos  que  en  los  otros 
órdenes  de  la  vida.  Aun  entonces  sería  necesaria  la  escuela,  por  cuanto 
las  ocupaciones  asiduas  de  muchos  padres  les  impedirían  consagrar  á  la 
enseñanza  de  sus  hijos  todo  el  tiempo  y  solicitud  que  ésta  requiere  en 
una  sociedad  adelantada.  Pero  no  queremos  insistir  inútilmente  en  una 
verdad  conocida:  la  incapacidad  de  una  gran  parte  de  los  padres,  las 
ocupaciones  absorbentes  de  otra  gran  parte  de  los  que  son  capaces,  y, 
por  fin,  la  falta  de  virtud  y  aun  de  moralidad  de  no  pocos,  que  los  inha- 
bilita para  llevar  á  término  la  educación  de  sus  hijos,  hacen  indispensa- 
ble la  escuela,  no  menos  que  en  el  orden  científico,  en  el  orden  religioso; 
hacen  que  la  Iglesia  necesite  de  la  escuela. 

Y  esta  necesidad  no  desaparece  por  la  intervención  del  sacerdote  en 
la  educación  religiosa  de  los  niños;  pues /a  enseñanza  eclesiástica  que  se 
realiza  fuera  de  la  escuela  es  asimismo  insuficiente  en  las  circunstancias 
normales  de  la  moderna  sociedad  cristiana. 


LA   IGLESIA   Y   LA   ESCUELA  427 

Muchas  son  las  causas  que  contribuyen  á  esta  insuficiencia  de  la 
enseñanza  eclesiástica  practicada  fuera  de  la  escuela,  y  la  primera  y 
principal  es  la  falta  de  tiempo,  así  por  parte  del  sacerdote  como  por 
parte  de  los  niños. 

La  creciente  amplitud  de  los  planes  de  la  moderna  escuela  primaria, 
no  sólo  acapara  todo  el  tiempo  y  las  fuerzas  intelectuales  del  niño,  sino 
aun  las  halla  insuficientes  para  sus  exigencias.  ¿Quién  ignora  que  uno  de 
los  más  difíciles  problemas  de  la  enseñanza  actual  en  todos  sus  grados 
es  evitar  la  sobrecarga  de  los  alumnos,  los  cuales  gimen  bajo  la  mole  de 
estudios  y  ejercicios  diversos?  Por  una  parte  las  ocupaciones  domésti- 
cas de  los  hijos  del  pueblo,  particularmente  de  los  labradores,  que  dispu- 
tan á  la  escuela  la  actividad  de  los  niños  aun  en  la  edad  escolar,  y  por 
otra  las  necesidades  del  desarrollo  físico,  que  reclaman  buena  parte  del 
día  para  los  ejercicios  corporales,  manuales,  juego,  descanso,  etc.,  tienen 
entablado  con  la  escuela  moderna  un  litigio  de  difícil  solución,  y  el  niño 
de  nuestra  época  está  en  peligro  de  perecer  descuartizado  por  la  violen- 
cia de  tantos  como  tiran  de  él,  exigiendo  su  actividad  y  su  tiempo  con 
intolerable  apremio.  ¿Cuándo  podrá,  por  tanto,  obtener  su  atención  el 
sacerdote  para  enseñarle  con  el  debido  sosiego  é  insistencia  las  verdades 
de  la  fe  y  de  la  moral  cristiana? 

De  suerte  que,  aunque  el  sacerdote  no  tuviera  otra  cosa  que  hacer 
sino  dedicarse  á  la  instrucción  religiosa  de  los  niños,  faltaría  el  tiempo 
por  parte  de  éstos  para  atender  con  toda  la  continuidad  é  intensidad 
necesaria  á  enseñarles  su  religión  fuera  de  la  escuela. 

Por  otra  parte,  en  las  aldeas  donde  hay  un  solo  sacerdote,  ha  de 
atender  éste  á  la  predicación  de  la  palabra  divina,  á  la  administración  de 
los  sacramentos,  al  consuelo  de  los  enfermos  y  afligidos.  En  las  pobla- 
ciones mayores,  aunque  aumenta  el  número  de  sacerdotes,  se  ensancha 
en  mayor  escala  de  día  en  día  el  círculo  de  sus  ocupaciones,  agregán- 
dose las  obras  sociales  á  los  antiguos  ministerios. 

El  sacerdote  ha  de  intervenir,  sin  duda  alguna,  en  la  instrucción  reli- 
giosa de  los  niños,  como  los  padres  de  familia  han  de  ayudar  á  su  reli- 
giosa educación;  pero  de  ordinario  habrá  de  limitarse  su  obra  á  dispo- 
nerlos inmediatamente  á  la  recepción  de  los  sacramentos,  preparándolos 
para  la  primera  confesión,  para  la  primera  comunión  y  luego  para  el 
matrimonio  ó  elección  de  estado;  todo  lo  cual  incluye  instrucción  reli- 
giosa, pero  difícilmente  será  sólido,  si  no  encuentra,  para  edificar  sobre 
ella,  la  base  de  la  enseñanza  religiosa  de  la  escuela. 

Los  sacerdotes  que  tienen  cura  de  almas  están  obligados  á  enseñar  el 
Catecismo  á  grandes  y  pequeños,  y  estas  obligaciones  se  han  especifi- 
cado y  urgido  recientemente  por  la  Encíclica  Acerbo  nimis,  publicada 
por  Nuestro  Santísimo  Padre  Pío  X  á  25  de  Abril  de  1905.  Mas  esta  ense- 
ñanza, si  no  sale  del  templo,  difícilmente  podrá  reunir  todas  las  condicio- 
nes de  perfección  que  requieren  los  progresos  de  la  Pedagogía.  Por  lo 


428  LA   IGLESIA    Y   LA   ESCUELA 

menos  en  los  pueblos  pequeños,  obligado  el  sacerdote  á  juntar  á  todos 
los  niños  de  diferente  edad  y  de  uno  y  otro  sexo,  uno  ó  dos  días  de  la 
semana,  y  por  ventura  en  una  misma  hora,  será  materialmente  imposible 
graduar  la  enseñanza.  No  se  podrá,  por  consiguiente,  atender  de  la 
manera  necesaria  á  la  comprensión  de  las  diferentes  edades,  y  las  más 
veces  todo  habrá  de  quedar  reducido  á  decorar  el  texto  del  Catecismo, 
y  á  explicarlo  de  un  modo  más  parenético  que  pedagógico. 

Cierto,  por  este  medio  se  podrá  comunicar  á  los  pueblos  el  conoci- 
miento indispensable  de  los  misterios  de  la  fe  y  de  las  normas  morales 
del  Cristianismo;  pero  esa  instrucción  imperfecta,  suficiente  en  tiem- 
pos antiguos,  no  bastará  ahora  para  dar  á  los  jóvenes  una  conciencia 
clara  de  la  religión  que  profesan,  y  que  en  mil  ocasiones  se  verán  en  la 
necesidad  de  defender  contra  los  ataques  de  la  impiedad  que  por  todos 
lados  actualmente  nos  rodea. 

Por  eso  se  ha  comprendido  en  todas  partes  que  la  enseñanza  del 
Catecismo  que  se  verifica  en  la  iglesia,  necesita  el  apoyo  de  la  ense- 
ñanza religiosa  de  la  escuela,  y  para  este  efecto  se  han  practicado  varios 
sistemas. 

En  ciertos  Estados  paritéticos,  como  Alemania  y  Austria,  donde  se 
reúnen  en  unas  mismas  escuelas  niños  de  diferentes  confesiones  religio- 
sas, se  confía  la  enseñanza  de  la  religión  al  sacerdote  ó  ministro  del  res- 
pectivo culto,  el  cual  acude  á  la  escuela  dos  horas  semanales,  durante 
las  que  el  maestro  le  cede  su  puesto. 

Este  sistema,  necesario  en  las  circunstancias  indicadas,  no  por  eso  es 
menos  imperfecto,  pues  imposibilita  la  compenetración  de  la  enseñanza 
religiosa  con  las  demás  disciplinas  escolares,  la  cual  es  el  desiderátum 
de  la  religión  y  de  la  Pedagogía.  La  religión,  confinada  en  un  ángulo 
de  la  escuela,  viene  á  reducirse,  naturalmente,  á  un  accidente  de  la  vida 
civil,  en  vez  de  compenetrarla  toda  como  una  divina  esencia. 

Pero  todavía  es  más  imperfecto  el  sistema,  seguido  en  los  Estados 
Unidos,  que  destierra  la  religión  de  la  escuela,  confinándola  en  las  cla- 
ses dominicales.  El  domingo,  día  necesario  para  el  descanso,  para  la 
expansión  y  la  vida  de  familia,  se  ve  invadido  por  una  enseñanza  grave, 
que  por  el  mismo  caso  se  hace  antipática  y  queda  insuficientemente 
atendida. 

Por  estas  razones  los  católicos  ingleses  (y  aun  los  protestantes  angli- 
canos)  resisten  con  todas  sus  fuerzas  á  la«scuela  neutra,  á  pesar  de  la 
mezcla  de  cultos  existente  en  su  nación,  y  abogan  por  la  escuela  cató- 
lica para  los  católicos,  y  protestante  para  los  protestantes,  para  que 
toda  la  enseñanza  pueda  colorarse  con  un  mismo  matiz  religioso. 

Sin  duda  alguna  el  sistema  que  mejor  atiende  á  la  necesidad  del  dis- 
cípulo, y  más  enaltece  la  dignidad  del  maestro,  es  el  que  hasta  nuestros 
días  se  ha  seguido  en  España,  donde  no  sólo  el  pueblo,  sino  el  Estado, 
es  católico,  y,  por  consiguiente,  es  y  debe  ser  católica  la  escuela,  por 


LA   IGLESIA   Y   LA   ESCUELA  429 

más  que  exista  la  tolerancia  de  diferentes  cultos  consignada  en  la  vigente 
ley  fundamental. 

Los  que  tanto  alardean  de  sus  trabajos  para  dignificar  el  magisterio, 
quitan  los  ojos  de  la  altísima  dignidad  que  le  confiere  la  delegación  de  la 
Iglesia,  al  autorizarle  á  enseñar  á  los  niños  en  su  nombre  la  Doctrina 
cristiana.  El  ministerio  docente  de  la  Iglesia  es  ciertamente  propio  del 
sacerdote,  y  no  comoquiera  del  sacerdote  inferior,  sino  del  Obispo,  Mas 
así  como  el  Obispo  delega  en  el  sacerdote  la  facultad  de  predicar  la 
palabra  divina,  así  confía  al  padre  de  familia  y  al  maestro  cristiano  la  de 
enseñar  los  principios  de  la  fe  y  de  la  moral  comprendidos  en  el  Cate- 
cismo. Con  esto  el  magisterio  cristiano  participa,  lo  propio  que  la  cris- 
tiana paternidad,  de  un  verdadero  carácter  sacerdotal,  y  ¡es  por  extremo 
odioso  que  se  opongan  á  esta  enseñanza  nobilísima,  aquellos  cabalmente 
que  más  ponderan  y  cacarean  el  sacerdocio  de  la  escuela! 

Recapitulando  todo  lo  dicho,  resulta  que,  siendo  insuficientes  para  la 
perfecta  educación  religiosa  de  la  juventud,  así  la  educación  doméstica, 
como  la  enseñanza  de  la  religión  que  puede  practicar  el  sacerdote /wera 
de  la  escuela;  la  Iglesia,  íntimamente  interesada  en  que  la  educación  reli- 
giosa de  la  juventud  sea  lo  más  perfecta  posible,  necesita  urgentemente 
de  la  escuela  cristiana.  De  ahí  que,  desde  el  momento  que  la  escuela  civil 
no  responde  á  tal  necesidad  de  la  Iglesia,  se  vea  ésta  en  el  caso  de  crear 
otra  escuela  que  satisfaga  sus  necesidades  y  aspiraciones. 

Y  entonces  es  cuando  nace  el  verdadero  conflicto;  no  entre  la  Iglesia 
y  la  escuela,  sino  entre  la  escuela  sectaria  y  la  escuela  católica;  entre  la 
escuela  religiosa  y  la  escuela  atea.  Pero  la  causa  de  esta  colisión  no  es 
la  Iglesia,  que  necesita  la  escuela;  sino  la  escuela  atea,  la  cual,  desde  el 
momento  que  se  pone  en  pugna  con  la  Iglesia,  se  suicida  por  dos  con- 
ceptos: porque  se  crea  una  rival,  tarde  ó  temprano  invencible,  y  porque 
se  despoja  de  un  elemento  necesario  para  su  misma  vida  íntima;  porque 
si  es  verdad  que  la  Iglesia  necesita  de  la  escuela,  no  es  menos  cierto  que 
la  escuela  necesita  de  la  Iglesia. 

II 

LA   ESCUELA   NECESITA   DE   LA   IGLESIA 

La  escuela  moderna  es  una  creación  de  la  Iglesia  católica.  Por  más 
que  en  las  materias  de  la  enseñanza  pueda  trazar  su  árbol  genealógico 
hasta  entroncarlo  con  las  escuelas  latina  y  griega  por  el  lado  filológico, 
y  con  las  de  Egipto  y  la  India  por  el  lado  científico,  la  escuela  popular 
de  los  Estados  modernos,  en  su  espíritu  y  en  su  organismo,  es  un  pro- 
ducto de  la  Iglesia  cristiana. 

Á  la  Iglesia  cristiana  se  debe  el  principio  de  la  universalidad  de  la 
instrucción  elemental,  como  sería  fácil  demostrarlo  alegando  las  disposi- 

RAZÓN  Y  FE,  TOMO   XXVI  29 


430  LA    IGLESIA    Y    LA    ESCUELA 

ciones  conciliares  en  que  se  prescribía  á  los  sacerdotes,  únicos  maestros 
de  la  Edad  Media,  que  enseñaran  á  todos  los  fieles  las  verdades  necesa- 
rias para  su  vida  moral  y  salud  eterna.  El  mundo  pagano  nunca  logró  ele- 
varse más  allá  que  á  la  solicitud  por  todos  los  ciudadanos.  Al  Cristia- 
nismo estaba  reservado  extender  la  solicitud  de  la  Iglesia  y  del  Estado,  á 
todos  los  hombres.  El  Paganismo  no  educó  á  la  mujer,  sino  para  hacerla 
sacerdotisa  ó  instrumento  de  deleites.  Sólo  el  Cristianismo  borró  la  infran- 
queable barrera  de  los  sexos,  en  cuanto  se  refiere  al  orden  intelectual  y 
sobrenatural. 

No  menos  fué  innovación  del  espíritu  cristiano  la  grataidad  de  la 
escuela,  no  por  alardes  de  vano  desinterés,  sino  por  principios  de  bené- 
fica actividad;  comoquiera  que  enseñar  al  que  no  sabe,  se  contó  siempre 
entre  las  obras  de  cristiana  misericordia. 

Pero  la  Iglesia  no  infundió  sólo  á  la  escuela  moderna  su  espíritu,  sino 
le  dio  su  organización.  Encargado  el  sacerdote  de  la  enseñanza  cate- 
quística de  los  niños,  muy  de  antiguo  procuró  suplir  la  falta  de  otros 
maestros,  enseñándoles  al  mismo  tiempo  los  rudimentos,  la  lectura  y 
escritura,  las  cuentas  y  nociones  de  gramática,  que  entonces  y  durante 
muchos  siglos  se  daban  en  latín. 

Dicen  haber  sido  Protógenes  de  Edesa  el  primero  que  de  esta  suerte 
formó  una  escuela  parroquial;  pero  creo  yo  que. ¡donde  se  halló  un 
sacerdote  rodeado  de  niños,  respondiendo  á  la  necesidad  de  éstos  el 
celo  tie  aquél,  allí  nació  propiamente  la  escuela  cristiana!  Lo  cierto  es 
que  á  principios  del  siglo  VI  estaba  ya  generalizada  la  escuela  parro- 
quial en  Italia,  pues  el  III  Concilio  de  Vaison  (529)  mandó  á  los  presbí- 
teros con  cargo  de  las  parroquias,  recibir  á  los  niños  é  instruirlos 
«según  la  muy  saludable  costumbre  observada  en  Italia».  Y  en  el  siglo 
siguiente  (680),  ordenaba  el  III  Concilio  de  Constantinopla,  que  todos  los 
sacerdotes,  en  los  sitios  donde  ejercitan  el  ministerio  parroquial,  aun  en 
las  aldeas  y  lugarejos,  hayan  de  establecer  escuelas  para  instruir  á  los 
niños.  Lo  mismo  ordenaba  el  obispo  Teodulfo  de  Orleans  en  el 
siglo  VIII. 

Simultáneamente  nacía  otro  género  de  escuelas  populares  en  los 
monasterios  y  abadías,  y  á  éstas  se  debió  la  cultura  de  Irlanda,  de  Ingla- 
terra, de  Alemania  y  de  los  otros  países  de  Europa  donde  apenas  había 
penetrado  la  acción  civilizadora  del  Estado  greco-latino. 

Cuando  comenzó  á  desarrollarse  la  vida  civil  en  las  ciudades  medio- 
evales, se  formó  en  ellas  la  escuela  popular  municipal;  pero  desempe- 
ñada por  clérigos,  lo  propio  que  las  escuelas  gremiales  destinadas  á  la 
instrucción  general  de  los  hijos  de  los  artesanos  agremiados. 

Mas  si  los  antiguos  monjes  y  el  clero  secular  crearon  la  escuela 
moderna  dándole  el  ser,  su  organización  más  perfecta  estaba  reservada 
á  las  Órdenes  religiosas  que  nacieron  en  la  Edad  Moderna,  comenzando 
por  los  Jeronimianos,  los  cuales  extendieron  una  cultura  superior  en  las 


LA    IGLESIA   Y    LA    ESCUELA  431 

industriosas  comarcas  del  Rhin,  siguiéndoles  la  Compañía  de  Jesús,  que 
organizó  la  segunda  enseñanza,  y  luego  los  Escolapios,  que  organizaron 
la  escuela  elemental  latina,,  y  los  hijos  de  San  Juan  Bautista  de  Lasalle, 
organizador  de  la  escuela  graduada,  de  las  escuelas  normales  de  maes- 
tros y  de  la  enseñanza  moderna  en  sus  grados  primario  y  técnico. 

Concedemos  de  buen  grado  que  la  escuela  moderna  ha  llegado  en 
nuestros  días  á  su  mayor  edad  y  adquirido  el  derecho  de  emanciparse. 
Concedemos  que  al  lado  de  las  escuelas  clericales  y  congregacionistas, 
puede  y  debe  existir  la  escuela  lega,  ¡no  laica,  ya  que  á  este  nombre,  de 
suyo  inofensivo,  se  ha  conseguido  darle  un  sentido  detestable!  Pero  ¿es 
que  la  mayor  edad  de  la  hija  ha  de  producir  indispensablemente  la  diso- 
lución de  los  vínculos  de  familia?  ¿Es  que  la  natural  independencia  de 
la  edad  adulta  no  puede  afirmarse  sin  echar  sobre  sí  la  negra  nota  de  la 
ingratitud,  de  la  impiedad? 

Si  pues  la  escuela  lega  no  ha  de  comenzar  por  dar  á  sus  educandos 
el  pésimo  ejemplo  de  la  impiedad  é  ingratitud  para  con  su  madre  la 
Iglesia,  necesita  vivir  en  harmonía  y  filial  devoción  con  ella.  Pero  fuera 
de  este  aspecto  moral  hay  todavía  otra  más  urgente  causa  pedagógica 
que  hace  que  la  escuela  necesite  de  la  Iglesia. 

La  escuela  educativa,  y,  por  consiguiente,  en  primer  término  la 
escuela  popular,  la  escuela  primaria,  ha  de  ser  ante  todo  moral.  La 
misma  educación  no  es  otra  cosa  sino  la  generación  moral  de  los  nuevos 
miembros  de  la  sociedad,  físicamente  engendrados  por  la  Naturaleza;  y 
entre  la  variabilidad  de  los  demás  fines  educativos,  cuya  determinación 
depende  de  las  diversas  condiciones  del  país,  de  la  época,  de  la  familia 
y  del  individuo,  sólo  elfin  moral  es  el  elemento  constante  de  la  educa- 
ción, y  consiguientemente  de  la  escuela. 

Á  cada  paso  se  está  repitiendo,  que  la  escuela  no  ha  de  limitarse  á 
instruir,  á  depositar  conocimientos  muertos  en  la  cabeza  ó  en  la  memo- 
ria de  los  alumnos;  sino  es  necesario  que  los  eduque,  que  los  haga  hom- 
bres, que  avalore  su  personalidad.  Pero  ¿qué  es  educar,  hacer  hombres, 
avalorar  la  personalidad,  sino  imprimir  en  los  niños  un  carácter  moral? 
Sean,  pues,  las  que  fueren  las  ideas  de  los  pedagogos  sobre  la  morali- 
dad, todos  convienen  en  que  la  formación  moral  ha  de  ser  el  objeto  pri- 
mario de  la  escuela. 

Ahora  bien;  la  escuela  no  puede  ser  verdaderamente  moral  si  no  es 
religiosa.  Y  al  formular  esta  afirmación,  podemos  prescindir  de  la  cues- 
tión previa:  si  es  posible  una  moral  laica,  totalmente  divorciada  de  la 
religión.  Aun  cuando  semejante  moral  fuera  posible;  aun  cuando  el  hom- 
bre adulto  pudiera  regir  su  vida  íntima  y  mantener  su  honestidad  pres- 
cindiendo de  la  religión,  esa  moral  laica  sería  enteramente  ineficaz  para 
educar  á  los  niños  y  adolescentes,  y,  por  tanto,  la  educación  moral  de 
los  tales  ha  de  estribar  sobre  una  base  religiosa. 

¿Qué  fundamento  daréis  á  una  educación  moral  proporcionada  para 


432  LA  IGLESIA  Y  LA  ESCUELA 

los  niños,  que  no  sea  el  fundamento  religioso?— ¿La  fundaréis  en  los 
principios  utilitarios? — Pero,  como  tenemos  dicho  muchas  veces,  nada 
hay  más  miope  que  los  niños  para  percibir  las  utilidades  remotas  que 
inspiran  con  harta  frecuencia  la  conducta  de  las  personas  mayores.  Al 
corazón  infantil  no  habla  la  utilidad  futura,  sino  sólo  el  deleite  presente; 
no  las  ventajas  de  un  orden  superior,  sino  sólo  los  halagos  del  placer  al 
alcance  de  la  mano;  y  la  moral  utilitaria  capaz  de  regir  las  acciones  del 
niño,  no  puede  ser  otra  que  el  epicureismo  en  su  más  grosera  forma;  es 
decir;  no  la  moralidad,  sino  la  sensualidad,  que  es  el  mayor  corrosivo 
del  carácter  moral  por  la  educación  pretendido. 

Todavía  son  menos  asequibles  para  el  niño  los  motivos  deontológi- 
cos,  sea  que  se  deriven  de  un  principio  abstracto,  como  el  imperativo 
kantiano,  sea  que  se  funden  en  un  concepto  altruista  de  la  vida.  Aquella 
frase  feroz  del  Segismundo  de  La  vida  es  sueño: 

Nada  me  parece  justo 
En  siendo  contra  mi  gusto, 

es  la  fórmula  de  las  aspiraciones  del  salvaje,  del  hombre  inculto  y  del 
niño  por  educar;  y  en  esta  parte  admitimos  de  buena  gana  la  afirmación 
de  Spencer,  y  generalmente  de  los  evolucionistas:  que  el  niño  tiene  con 
el  salvaje  muchos  puntos  de  contacto. 

Los  mismos  positivistas  pretenden  dividir  la  historia  del  hombre  en 
varios  períodos,  en  cuya  serie  el  hombre  religioso,  precede  ai  filosófico, 
y  á  éste  sigue  el  científico.  Según  ellos,  el  hombre,  en  el  primer  período 
de  su  existencia,  siente  la  religión,  en  el  segundo  la  razona  y  en  el  ter- 
cero la  pierde;  y  á  cada  paso  nos  están  repitiendo:  que  el  proceso  de  la 
Humanidad  se  reproduce  en  cada  individuo  humano.  Pues  séanos  permi- 
tido aquí  cogerles  la  palabra,  y  argüirles  con  su  propio  dicho. 

Si  el  niño  confiado  á  la  escuela  primaria,  á  la  escuela  popular,  repre- 
senta al  hombre  en  estado  de  cultura  primitiva,  claro  está  que  sólo  le 
harán  impresión  aquellos  motivos  que  al  hombre  primitivo  la  hacían,  y 
éstos,  como  enseña  la  Historia  y  confiesan  los  positivistas,  no  son  otros 
que  los  motivos  religiosos. 

Dejando  el  argumento  ad  hominem,  y  considerando  fríamente  la 
íntima  realidad  de  las  cosas,  es  certísimo  que  sólo  en  la  religión  halla- 
mos la  definitiva  respuesta  á  las  preguntas  que,  expresa  ó  tácitamente, 
opone  de  continuo  al  educador  la  conciencia  de  los  niños.  El  maestro 
necesita  á  cada  instante  (¡pese  á  las  utópicas  aspiraciones  de  Rousseau!) 
mandar  y  prohibir;  y,  para  que  su  imperio  no  sea  despótico,  para  que 
no  incurra  en  una  arbitrariedad  ^nW^áucaáor a.,  necesita  dar  razón  de  lo 
que  manda  ó  prohibe.  El  moralista  ha  de  repetir  hasta  la  saciedad  (en 
una  ú  otra  forma)  aquella  síntesis  de  la  Filosofía  .estoica:  sustine,  absti- 
ne;  tolera  esto,  abstente  de  lo  otro,  sufre  lo  de  más  allá;  y  á  cada  una 
de  estas  intimaciones  respóndele  la  conciencia  del  niño  (cuando  no  sus 


LA    IGLESIA   Y   LA    ESCUELA  433 

labios)  con  un  implacable,  ¿por  qué?— A  ese  por  qué,  que  toda  disci- 
plina educativa  debe  contestar  satisfactoriamente,  ¡nunca  se  hallará  una 
respuesta  satisfactoria  para  los  niños,  fuera  de  la  religión!  Por  eso  la 
escuela,  para  ser  moral,  necesita  ser  religiosa. 

Pero  si  la  escuela  ha  de  ser  religiosa,  no  puede  vivir  divorciada  de  la 
Iglesia,  y  por  consiguiente,  necesita  de  ello.  Y  esta  necesidad  se  funda  en 
razones  pedagógicas  eficacísimas. 

La  educación  religiosa,  para  conseguir  su  efecto  moralizador  y  for- 
mativo  del  carácter,  no  puede  limitarse  á  la  instrucción,  sino  es  menester 
que  se  extienda  á  la  inteligencia  y  á  la  fantasía,  al  sentimiento  y  á  la 
voluntad.  Ahora  bien;  para  todas  y  cada  una  de  estas  cosas,  la  escuela 
necesita  el  auxilio  de  la  Iglesia. 

Los  que  continuamente  nos  aturden  con  hiperbólicas  ponderaciones 
sobre  la  eficacia  educativa  de  las  lecciones  de  cosas,  no  deben  olvidar 
que,  aun  para  la  mera  enseñanza  de  la  religión,  hay  una  preciosísima 
lección  de  cosas  en  la  Iglesia,  particularmente  en  la  Iglesia  católica;  por 
consiguiente,  las  más  elementales  prescripciones  de  la  Pedagogía  mo- 
derna exigen,  que  el  maestro  no  se  encierre  en  la  escuela,  para  enseñar 
la  religión  á  sus  alumnos,  sino  acuda  con  ellos  al  templo  y  tome  parte 
en  los  actos  del  culto,  que  se  van  sucediendo  en  el  decurso  del  año 
eclesiástico. 

El  Catolicismo,  con  ser  por  una  parte  la  más  sabia  y  metafísica  de 
las  religiones,  es  al  propio  tiempo  la  más  á  propósito  para  introducirse 
en  el  entendimiento  y  el  corazón  de  los  niños  y  de  las  personas  sencillas, 
por  cuanto  viste  las  más  abstrusas  verdades  con  un  ropaje  espléndido  de 
formas,  colores  y  sonidos,  que  se  entran  por  los  sentidos  externos,  y  van 
á  herir  poderosamente  la  fantasía.  La  Liturgia  católica,  á  la  vez  que  mis- 
terioso simbolismo  teológico  é  histórico,  es  un  poema  espléndido,  lleno 
de  luz  y  de  color,  asequible  para  las  almas  más  sencillas  é  infantiles,  y 
materia  de  meditación  profunda  para  los  más  sabios  y  eruditos.  ¿Cómo 
se  concibe,  pues,  que  el  maestro  que  ha  de  enseñar  á  sus  discípulos  la 
religión,  se  prive  de  ese  colosal  sistema  de  recursos  pedagógicos?  Mas 
para  gozar  de  ellos  necesita  vivir  en  íntima  comunicación  con  la  Iglesia. 

No  es  menos  importante,  para  la  educación  religiosa  y  moral,  la  for- 
mación del  sentimiento;  el  cual,  aunque  no  es  la  esencia  de  la  religión 
(como  malamente  pretenden  los  modernistas),  es,  si,  resorte  poderoso  de 
la  vida  religiosa.  Mas  los  sentimientos  no  se  enseñan  ni  se  ejercitan  en  la 
escuela  al  arbitrio  del  maestro,  sino  cultívanse  con  las  diferentes  ocasio- 
nes que  para  despertarlos  ofrece  la  vida.  Para  infundir  el  sentimiento 
religioso,  poco  sirve  enseñar  la  religión;  es  menester  vivirla;  y  no  se  vive 
la  religión  cristiana  sino  asociándose  á  la  vida  de  la  Iglesia. 

Y  lo  mismo  se  debe  decir  de  la  educación  de  la  voluntad  que  forma 
parte  de  la  educación  religiosa.  Es  ridículo  prescribir  en  la  escuela  el 
ejercicio  de  actos  de  determinadas  virtudes,  á  la  manera  que  se  pres- 


434  LA   IGLESIA   Y   LA   ESCUELA 

cribe  una  traducción  ó  una  composición,  ó  la  resolución  de  un  problema; 
pero  el  maestro  que  vive  en  unión  íntima  con  la  Iglesia,  el  que  acude  con 
sus  discípulos  á  los  actos  de  su  vida  litúrgica  y  sacramental,  y  se  asocia 
á  ellos  con  sus  explicaciones,  declaraciones  y  exhortaciones,  ése  tendrá 
innumerables  coyunturas  de  cultivar  sus  sentimientos  y  virtudes  religio- 
sas y  morales  y  les  podrá  dar  una  educación  eficaz  y  completa.  Pero 
para  esto,  claro  está  que  necesita  la  escuela  de  la  Iglesia. 

III 

LA  VERDADERA  OPOSICIÓN 

Por  lo  dicho  se  ve,  que  la  Iglesia  necesita  de  la  escuela  y  la  escuela 
de  la  Iglesia.  Pero  hay  en  el  mundo  personas  que  mutuamente  se  nece- 
sitan, y  sin  embargo  no  pueden  vivir  en  paz,  por  existir  entre  sus  genios 
ó  aspiraciones  una  irreductible  antinomia.  ¿Será  éste  el  caso  de  la  Igle- 
sia y  la  escuela?  ¡Todo  lo  contrario! 

No  hay,  en  primer  lugar,  oposición  por  causa  de  las  materias  de  la 
enseñanza;  pues,  aun  cuando  en  los  últimos  confines  de  las  ciencias  se 
hallen  puntos  de  aparente  colisión  con  las  verdades  de  la  fe,  ni  sombra 
de  colisión  puede  advertirse  en  las  materias  que  forman  el  objeto  de  la 
enseñanza  popular  ó  elemental.  Antes  al  contrario;  la  religión  y  la  moral 
han  de  ser  las  verdaderas  asignaturas  de  concentración  de  la  escuela 
primaria. 

La  escuela  primaria,  para  ser  verdaderamente  educativa,  ha  de  comu- 
nicar á  sus  discípulos  algún  criterio,  di\g\in  modo  de  concebir  y  expli- 
carse todos  los  hechos  de  la  Naturaleza  y  de  la  vida  humana;  y  ese  cri- 
terio, que  nunca  podrá  dar  á  los  niños  y  personas  sencillas  la  ciencia 
(pues  no  es  posible  que  las  personas  de  poca  instrucción  alcancen  las 
explicaciones  científicas,  más  ó  menos  definitivas,  que  apenas  pueden 
sostener  los  sabios);  esa  explicación  racional  á  la  vez  y  sencilla  de  todo 
el  universo,  sólo  puede  comunicarla  el  criterio  religioso  con  su  doctrina 
de  la  Creación  y  la  Providencia.  Cierto,  la  doctrina  religiosa  no  des- 
cubre todo  el  encadenamiento  de  las  causas  intermedias;  pero  señala  los 
extremos  de  la  serie,  relacionando  los  efectos  con  la  Causa  primera: 
las  criaturas  con  el  Criador. 

Tampoco  puede  existir  la  antinomia  por  causa  del  agente  de  la  ense- 
ñanza, ó  sea,  del  maestro;  el  cual  necesita  ante  todo,  para  ejercer  con 
fruto  su  ministerio,  poseer  autoridad,  y  ésta  la  recibe,  no  sólo  de  la 
familia  y  del  Estado,  sino  también  principalmente  de  la  Iglesia.  Y  desde 
el  momento  que  el  maestro  está  separado  de  la  Iglesia,  pierde,  á  los  ojos 
de  los  alumnos  cristianos,  la  parte  más  excelente  de  su  autoridad  peda- 
gógica y  moral. 

Finalmente,  por  parte  del  sujeto  de  la  educación,  ó  sea  del  discípulo, 


LA   IGLESIA   Y   LA   ESCUELA  435 

lejos  de  existir  antinomia,  es  indispensable  la  harmonía;  por  la  sencilla 
razón  de  ser  unos  mismos  los  niños  que  acuden  á  la  Iglesia  y  á  la  escuela. 
Esta  es  la  razón  por  qué  se  necesita  la  concordia  entre  la  Iglesia  y  el 
Estado:  por  tener  ambos  unos  mismos  subditos;  y  aunque  con  diversidad 
en  la  índole  de  sus  relaciones,  esta  misma  causa,  lejos  de  estorbar  la 
harmonía  entre  la  Iglesia  y  la  escuela,  ha  de  contribuir  á  establecerla  y 
exigirla. 

¿Dónde  está,  pues,  la  única  fuente  de  contradicción,  el  único  motivo 
de  rozamientos  y  colisiones  entre  la  Iglesia  y  la  escuela?  Quienquiera 
que  de  buena  fe  lo  considere,  no  podrá  menos  de  convenir  en  que  no 
hay  otra  sino  la  mala  voluntad  del  maestro  sectario. 

Sólo  el  maestro  sectario;  sólo  el  que  aborrece  la  Iglesia,  porque  abo- 
rrece la  religión  que  en  la  Iglesia  vive,  busca  y  produce  la  colisión;  y  á 
trueque  de  separarse  de  la  Iglesia,  á  quien  odia,  no  se  arredra  ante  los 
perjuicios  pedagógicos  que  de  esta  separación  han  de  redundar  en  la 
escuela. 

Apenas  habrá  un  maestro  tan  extraviado  en  materias  pedagógicas, 
el  cual  no  entienda  que,  para  formar  en  sus  alumnos  la  moralidad,  no  hay 
mejor  camino  que  la  religión,  y  para  enseñarles  perfectamente  la  misma 
religión,  no  hay  camino  más  llano  y  breve  que  el  de  la  Iglesia.  Pero  el 
maestro  sectario,  lleno  de  ciegos  odios,  pasa  por  todo  antes  que  agre- 
garse con  su  escuela  á  la  grey  cristiana;  y  tiene  en  poco  el  detrimento  de 
la  moralidad,  y  aun  las  ventajas  pedagógicas  de  su  escuela,  con  tal  de 
no  vivir  en  harmonía  con  lo  que  es  objeto  de  sus  rencores  diabólicos. 

Esta  es  la  causa  única  que  separa  de  la  Iglesia  ciertas  escuelas.  Pero 
en  esta  separación  hallan  su  propia  muerte,  por  dos  causas.  La  primera, 
porque  se  privan  neciamente  de  los  más  poderosos  resortes  de  la  educa- 
ción moral,  y  aun  de  la  educación  intelectual  del  pueblo.  La  segunda, 
porque,  poniéndose  en  contradición  con  la  conciencia  de  los  familias,  se 
ven  despojadas  de  la  confianza  púbHca. 

De  ahí  nacen  los  clamores,  lamentándose  de  que  los  padres  de  fami- 
lia apartan  sus  hijos  de  determinadas  escuelas;  de  ahí  la  invocación  del 
brazo  secular  pava  que  lleve  por  fuerza  los  hijos  de  los  ciudadanos  á 
esas  escuelas  que  han  quedado  desiertas  por  no  haber  querido  recono- 
cer que  necesitan  de  la  Iglesia,  como  la  Iglesia  necesita  de  ellas;  y  que 
sólo  en  la  harmonía  entre  la  Iglesia  y  la  escuela  está  la  condición  indis- 
pensable de  la  prosperidad  y  florecimiento  de  ambas. 

R.  Ruiz  Amado. 
(Concluirá.) 


Psicología  experimento!  del  corazón  humano/'* 

(2.°) 


Sumario:  1.  Valor  simbólico  del  corazón.— 2.  Simpatismo  cordial-afectivo.— 3.  Sín- 
tomas cardiacos:  presión  y  velocidad  de  la  sangre,  pulsaciones  y  ruidos  del  cora- 
zón.—4.  Métodos  cardiográficos. 

I 

LIa  experiencia  nos  enseña  que  hay  íntima  relación  entre  los  fenóme- 
nos cardíacos  y  los  de  la  vida  afectiva-emocional.  Y  á  la  verdad,  las 
emociones  alegres  aceleran  las  pulsaciones  ó  latidos  del  corazón  y  cau- 
san cierta  sensación  de  bienestar  en  el  cuerpo,  mientras  que  las  tristes 
disminuyen  las  pulsaciones  cardíacas  y  producen  abatimiento  en  el  orga- 
nismo. ¿Es  esto  decir  que  el  corazón  es  órgano  de  la  vida  afectiva?  Desde 
luego,  es  enteramente  cierto  que  ni  es  ni  puede  serlo  de  los  afectos  espi- 
rituales, pues  éstos  carecen  de  órgano  material;  y  ya  que  no  sea  cierto, 
es  al  menos  bastante  más  probable  que  tampoco  lo  es  de  la  sensibilidad 
afectiva  y  apetito  sensitivo.  Fácil  nos  sería  aducir  sólidos  argumentos  en 
pro  de  esta  última  aserción,  si  hiciera  á  nuestro  propósito.  Baste  decir 
que  las  apariencias  con  que'á  primera  vista,  sobre  todo  al  vulgo,  se  pre- 
senta el  corazón  como  órgano  de  los  afectos  y  emociones,  se  explican 
por  la  resonancia  que  los  estados  afectivos  tienen  sobre  los  fenómenos 
cardíacos  y  por  el  recíproco  influjo  de  entrambos. 

El  fundamento  científico  de  esta  resonancia  é  influjo  se  halla,  según 
lo  hemos  declarado  en  el  artículo  anterior,  en  la  dependencia  del  cora- 
zón de  los  centros  nerviosos,  mediante  dos  grupos  de  fibras  que  pertene- 
cen, respectivamente,  al  nervio  neumogástrico  y  al  gran  simpático.  Ya 
vimos  cómo  las  emociones  influyen  en  aquellos  dos  grupos  de  fibras,  y 
cómo  á  su  vez  las  excitaciones  del  primero  retardan  y  las  del  segundo 
aceleran  los  movimientos  del  corazón.  Y  viceversa,  los  fenómenos  car- 
díacos, sobre  todo  los  más  vivos  y  anormales,  repercuten  en  la  actividad 
psíquica  por  el  cambio  en  la  cantidad  de  sangre  que  va  á  irrigar  el  cere- 
bro, y  consiguientemente,  provocan  diversos  afectos  y  emociones  en 
el  alma. 

Mas  de  que  el  corazón  no  sea  órgano  elicitivo  ni  imperativo  de  los 
afectos,  no  se  sigue  en  manera  alguna  que  no  sea  su  símbolo  y  órgano 
manifestativo;  antes  bien,  lo  uno  y  lo  otro  le  corresponden  con  toda  pro- 
piedad. Comencemos  por  el  simbolismo. 

Hay  símbolos  más  ó  menos  relacionados  con  la  cosa  simbolizada. 


(1)    Véase  Razón  y  Fe,  t.  XXVI,  pág.  336. 


PSICOLOGÍA   EXPERIMENTAL   DEL   CORAZÓN    HUMANO  437 

Unas  veces  es  la  ficción  poética,  otras  un  acontecimiento  histórico,  ora 
una  analogía  extrínseca,  ora  un  vínculo  de  conexión  íntima  el  fundamento 
de  esta  relación.  Cuando  Selgas  escribió  que  los  colores  de  la  bandera 
española  significan  la  ira  y  la  vergüenza,  usó  de  ficción  poética  para 
emplear  un  símbolo  adecuado  á  los  sucesos  que  acababa  de  referir,  fun- 
dándose en  que  á  las  personas  nobles,  cuando  reciben  algún  desaire,  se 
les  altera  la  sangre,  y  les  sale  al  semblante,  ya  el  color  encarnado,  ya  el 
amarillo,  que  son  precisamente  los  colores  de  la  bandera  española.  Sím- 
bolos son  los  escudos  de  armas,  y  representan  las  victorias  ó  hazañas  de 
los  héroes  de  una  familia;  la  rosa  y  la  llama  son  símbolos  de  amor,  por- 
que representan  la  fragancia  y  ardor  de  la  caridad,  como  el  humo  lo  es 
del  fuego,  el  brazo  de  la  fuerza,  la  espada  de  la  potestad,  como  de  la 
gloria  inmarcesible  lo  es  la  hoja  del  laurel,  siempre  verde,  y  de  la  lealtad 
lo  es  el  perro,  siempre  fiel. 

También  el  corazón  es  símbolo,  y  desde  luego  lo  es  por  sinécdoque, 
tomando  la  parte  por  el  todo,  como  cuando  se  dice:  fulano  es  un  gran 
corazón,  es  todo  corazón;  el  corazón  es  el  hombre;  el  Corazón  de  Jesús, 
por  la  Persona  divina  de  Jesucristo.  En  este  sentido  dice  San  Jerónimo 
que  «el  corazón  humano  es  un  compendio  del  hombre,  símbolo  dé  la 
naturaleza  y  de  la  persona».  Pero  es  mucho  más  general  aplicar  por 
metonimia  el  simbolismo  al  corazón,  tomando  la  causa  por  el  efecto  y 
viceversa.  Esto  se  verifica  cuando  se  localizan  en  el  corazón  los  afec- 
tos del  alma.  Esta  aplicación  es  corriente  en  el  lenguaje  del  vulgo,  del 
científico,  de  la  Iglesia  y  de  las  Sagradas  Escrituras,  ora  se  trate  de  los 
afectos  psicológicos,  ora  de  los  morales.  ¿Qué  otra  cosa  significan  esas 
expresiones  usadas  en  todas  las  lenguas,  «tener  grandeza  de  corazón, 
corazón  dilatado  ú  oprimido,  magnánimo  ó  mezquino»?  ¿No  son  símbolos 
de  la  vida  afectiva  esas  frases  tan  comunes  <  corazón  henchido  de  ale- 
gría, herido  ó  traspasado  de  dolor»?  Donde  más  abunda  este  lenguaje, 
señaladamente  para  simbolizar  los  afectos  morales,  es  en  las  Sagradas 
Letras.  En  ellas  se  dice  que  «Dios  no  mira  con  desdén  el  corazón  con- 
trito y  humillado»,  que  «Dios  mira  ó  escudriña  los  corazones»,  que  «del 
corazón  salen  los  malos  pensamientos»,  que  «se  ha  de  limpiar  el  corazón 
de  todo  delito»,  etc.  En  este  sentido  es  aceptable  la  sentencia  del  eximio 
doctor  P.  Suárez:  Cordi  tribuifur  amor  et  desiderium  aíiique  actas  con- 
cupiscibiles. 

Entre  todos  los  afectos  hay  uno  que  tiene  relación  más  íntima  con  el 
corazón,  y  cuyo  simbolismo  le  compete  como  por  antonomasia:  el  afecto 
de  amor.  Porque  así  como  éste  es  hermoso,  difusivo,  comunicativo  y 
ardoroso,  así  lo  es  el  corazón  por  el  color  de  su  sangre,  que  se  enciende 
y  se  difunde  y  comunica  por  todo  el  organismo.  ¿Qué  extraño,  pues,  que 
el  Sagrado  Texto  haga  uso  tan  frecuente  de  este  simbolismo?  «Amarás 
al  Señor,  tu  Dios,  con  todo  tu  corazón.»  «Dame,  hijo,  tu  corazón.»  «La 
caridad  de  Dios  se  ha  difundido  en  nuestros  corazones.»  «Donde  está 


438  PSICOLOGÍA    EXPERIMENTAL   DEL    CORAZÓN    HUMANO 

tu  tesoro,  allí  está  tu  corazón.»  La  Iglesia  emplea  este  mismo  lenguaje. 
Suyas  son  estas  y  otras  parecidas  expresiones:  «Dios  encienda  en  nues- 
tros corazones  el  fuego  de  su  amor.»  «Quema  con  el  fuego  del  Espíritu 
Santo  nuestro  corazón.»  Y  en  el  himno  de  Laudes,  del  oficio  de  la  fiesta  del 
Sagrado  Corazón,  escribe:  Hoc  sub  amoris  symbolo,  como  el  mismo 
Jesucristo  dijo  á  la  Beata  Margarita  de  Alacoque:  «He  aquí  el  Corazón 
que  tanto  ha  amado  á  los  hombres.»  Y  aquí  es  de  notar,  como  advierte 
atinadamente  San  Jerónimo,  que  la  diferencia  entre  las  metáforas  que 
usan  los  poetas  y  las  empleadas  por  las  Sagradas  Escrituras  consiste  en 
que  las  primeras  son  fingidas  por  el  hombre  con  el  fin  de  deleitar,  y  las 
segundas  son  inspiradas  por  Dios  para  enseñar  y  significar  misterios  pro- 
fundos, revelar  altísimas  verdades  y  aun  predecir  futuros  sucesos  tras- 
cendentales. 

II 

En  lo  que  acabamos  de  decir  aparece  claramente  con  cuánta  propie- 
dad corresponde  al  corazón  el  título  de  «símbolo  de  los  afectos».  Pero 
hay  más.  El  simbolismo  no  refleja  más  que  cierta  correspondencia  de  sig- 
nificación; y  la  relación  existente  entre  el  corazón  y  la  vida  afectiva  es 
mayor  y  más  íntima.  Hay  entre  ellos  paralelismo  de  acción;  hay  mutua 
repercusión,  eco  ó  resonancia  de  simpatía;  hay  influjo  causal,  no  cierta- 
mente inmediato,  pero  sí  mediato,  es  decir,  mediante  las  fibras  nerviosas 
del  gran  simpático  y  del  neumogástrico,  en  el  sentido  explicado  en  el 
artículo  anterior. 

Y  que  ello  es  así,  nos  lo  demuestra  la  experiencia,  no  menos  que  el 
lenguaje  común,  así  profano  como  eclesiástico  ó  ascético,  y  señalada- 
mente ciertos  fenómenos  de  psiquiatría.  Realmente,  es  un  hecho  que  la 
profunda  tristeza  y  la  inmoderada  alegría,  el  susto  y  la  sorpresa,  el  miedo 
y  la  confianza,  la  ira,  la  esperanza  y  la  desesperación  influyen  notable- 
mente en  los  movimientos  cardíacos.  Así  decimos  que  el  amor  ablanda 
el  corazón,  que  el  odio  lo  endurece,  que  la  alegría  lo  dilata,  que  la  tris- 
teza lo  oprime,  que  el  temor  lo  paraliza,  etc.  Y  por  lo  que  hace  al  amor, 
son  innumerables  los  casos  con  que  esta  doctrina  se  confirma. 

De  San  Pedro  de  Alcántara  se  cuenta  que  el  amor  de  Dios  causaba 
á  veces  tal  ardor  en  su  corazón,  que  se  veía  precisado  á  salir  de  su  celda 
y  refrigerar  su  pecho  con  el  aire  del  campo.  En  San  Estanislao  de 
Kostka  era  tan  grande  el  incendio  de  su  corazón,  que  en  pleno  invierno 
tenía  que  refrescarlo  con  agua.  El  Vener.  P.  L.  Lancicio  exclamaba:  «Es 
imposible  que  yo  pueda  soportar  por  más  tiempo  los  ardores  de  mi 
pecho,  que  aun  hablar  me  impiden.»  Sabemos  que  el  corazón  de  Santa 
Teresa  fué  atravesado  por  el  ángel  con  una  saeta  é  inflamado  en  .amor 
de  Dios;  que  Santa  Magdalena  de  Pazzis  tenía  que  desabrochar  el  ves- 
tido para  mitigar  el  incendio  de  su  corazón;  que  el  corazón  de  Santa 


PSICOLOGÍA   EXPERIMENTAL  DEL   CORAZÓN    HUMANO  439 

Gertrudis  fué  herido  por  Dios  con  un  rayo  de  fuego  para  significar  su 
grande  amor  de  ella;  y  de  Santa  Catalina  de  Genova,  dice  Clemente  XII 
en  la  Bula  de  Canonización,  que  su  corazón  ardía  con  tal  incendio  de 
amor,  que  parecía  arrojar  fuego.  En  las  vidas  de  San  José  de  Cupertino, 
San  Felipe  Neri,  San  Francisco  Javier,  San  Luis  Gonzaga,  San  Miguel  de 
los  Santos,  P.  Hoyos,  B.  M.  de  Alacoque,  Santa  Catalina  de  Ricci  y  de 
Sena,  se  hallan  expresiones  de  esta  índole. 

Fácil  sería  multiplicar  las  citas  aduciendo  textos  de  la  Sagrada  Escri- 
tura. Bastará  por  todos  aquella  simpática  y  hermosa  manifestación  de 
los  discípulos  de  Emaus:  «¿No  es  verdad  que  sentíamos  arder  nuestros 
corazones,  cuando  Él  nos  hablaba  en  el  camino?»  Dichosos  los  que  pue- 
dan exclamar  con  el  rey  David:  «El  amor  de  Dios  vivo  estremece  y  hace 
saltar  mi  corazón  y  mi  carne.» 

Hay  un  capítulo  en  psiquiatría  que  ilustra  y  confirma  brillantemente 
lo  que  venimos  diciendo:  nos  referimos  á  la  neurastenia.  En  el  neuras- 
ténico la  parte  afectiva  del  alma  suele  estar  algo  alterada,  subiendo  y 
bajando  su  tonalidad  por  la  gama  de  los  afectos;  de  ahí  que  se  halla  per- 
turbado el  equilibrio  de  su  sistema  nervioso;  de  ahí  que  aparezca  pro- 
porcionalmente  agitada  la  actividad  cardíaca;  de  ahí  que  en  él  rara  vez 
se  presente  el  pulso  enteramente  normal;  de  ahí,  en  fin,  que  el  esfigmc- 
grama  del  neurasténico  se  distinga  ordinariamente  por  tener  poco  ó 
nada  marcados  y  casi  borrosos  y  desviados  los  rasgos  característicos 
del  trazado  del  pulso,  especialmente  los  de  la  rama  descendente  de  la 
curva. 

Y  recíprocamente,  cuando  el  eretismo  cardíaco  es  pronunciado,  las 
palpitaciones  lo  son  también,  y  lo  es  el  grado  de  excitación  general, 
y  el  enfermo  lo  nota  más  vivamente,  y  aumenta  su  emoción,  y  se  siente 
inquieto.  Y  cuando  la  agitación  cardíaca  aumenta,  y  los  fuertes  latidos 
le  ponen  en  conmoción  la  parte  torácica,  y  las  palpitaciones  nerviosas 
alcanzan  uno  de  los  grados  máximos,  la  angustia  es  grande  é  invade  de 
un  modo  alarmante  las  facultades  del  enfermo,  y  esta  angustia  se  refleja 
en  la  mirada  y  fisonomía  del  neurasténico. 

Hay,  pues,  una  como  corriente  de  endósmosis  y  exósmosis  entre  el 
corazón  y  los  afectos,  siendo  muy  frecuente  (bien  que  no  exclusivo,  pues 
hay  también  causas  físicas  y  fisiológicas)  que  las  palpitaciones  irregu- 
lares de  los  neurasténicos  provengan  de  profundas  emociones  del  ánimo; 
así  como,  por  el  contrario,  que  la  repetición  de  los  ataques  del  sistema 
nervioso,  sobre  todo  si  éstos  revisten  cierta  gravedad,  influya  notable- 
mente en  el  estado  anímico  del  enfermo.  Digamos  de  paso  que  también 
el  aneurisma  activo  ó  hipertrofia  del  corazón  puede  ser  producida,  no 
sólo  por  un  esfuerzo  violento  ó  un  ejercicio  inmoderado,  sino  también 
por  la  viveza  y  violencia  de  los  afectos.  Las  muertes  repentinas  que  á 
veces  presenciamos  de  individuos  al  parecer  de  buena  salud,  son  en  más 
de  una  ocasión  efecto  de  aneurismas  de  corazón. 


440  PSICOLOGÍA    EXPERIMENTAL   DEL   CORAZÓN    HUMANO 

Por  lo  dicho  se  explica  suficientemente  el  influjo  mutuo  de  los  esta- 
dos/«eríes  del  corazón  y  de  las  emociones.  Pues  el  eco  de  esta  conso- 
nancia no  repercute  con  menos  fidelidad  en  los  afectos,  cuando  se  trata 
de  los  llamados  estados  débiles  del  corazón.  Esta  debilidad  se  manifiesta 
en  una  notable  disminución  de  energía  en  las  funciones  vitales,  el  pulso 
se  vuelve  filiforme,  á  veces  casi  imperceptible,  ordinariamente  acelerado, 
generalmente  irregular.  Ahora  bien,  este  estado  patológico  influye  doble- 
mente en  las  funciones  psíquicas;  por  una  parte,  los  sentidos,  ligera- 
mente obnubilados,  no  funcionan  con  orden  ni  precisión,  y  la  razón 
parece  dominada  por  la  idea  de  un  fin  cercano;  por  otra,  la  parte  afectiva 
se  halla  agitada  por  una  gran  emoción;  emoción  que  unas  veces  es  efecto, 
otras— las  más — causa  de  aquella  gran  debilidad  cardíaca.  Las  emocio- 
nes, sobre  todo  de  carácter  triste  ó  desagradable,  influyen  no  sólo  en  ese 
estado  de  debilidad,  sino  también  después,  cuando  el  neurasténico,  libre 
ya  de  esa  afección,  siente  un  dolor  nervioso  ó  terebrante  de  mediana 
intensidad  que  afecta  directamente  á  la  región  precordial. 

Otro  hecho  en  comprobación  de  este  recíproco  influjo  nos  suminis- 
tran las  hiperemias  activas,  cuando  el  corazón  por  medio  de  ellas  influye 
en  el  sistema  vaso-motor,  y  por  éste  en  la  cabeza,  y  por  la  cabeza  indi- 
rectamente en  el  entendimiento.  Entonces  es  cuando,  al  decir  del  enfermo, 
«arde  la  cabeza  como  una  fragua»,  el  rostro  se  halla  encendido  y  cente- 
llean los  ojos  por  el  flujo  de  la  onda  sanguínea;  luego,  al  reflujo  ó  des- 
aparición de  dicha  ola,  vuelve  á  parecer  el  rostro  azulino  pálido;  pero  la 
sensación  de  ardor  en  la  cabeza  no  desaparece,  tanto  que  el  enfermo 
desearía  pasar  todo  el  día  con  la  cabeza  puesta  bajo  el  chorro  de  una 
fuente.  El  entendimiento  queda  á  su  vez  casi  del  todo  incapacitado  para 
discurrir;  si  se  pone  á  meditar,  le  asalta  tal  fuga  de  ideas  que  apenas 
puede  concentrar  la  atención  en  una  materia  determinada,  y  la  inquietud 
y  la  alarma  se  apoderan  del  ánimo. 

Hemos  puesto  de  relive,  con  la  brevedad  que  requiere  un  artículo,  el 
influjo  del  corazón  en  las  emociones  y  viceversa.  Este  influjo,  no  por  ser 
mediato  deja  de  ser  real  y  verdadero,  según  se  ha  visto;  y  ora  sea  el 
corazón  el  que  influya  en  el  sistema  nervioso,  y  por  su  medio  en  los 
afectos;  ora  sean  los  afectos  fuertes  los  que  provocan  la  acción  de  los 
centros  nerviosos  y  mediante  ellos  la  del  corazón,  siempre  se  verificará 
aquel  efato  filosófico:  Quod  est  causa  ccñisae  est  causa  causati. 

III 

Si  es  íntima  la  relación  del  corazón  con  la  vida  afectiva,  todavía  entre 
los  mismos  fenómenos  cardíacos  hay  algunos  que  de  un  modo  especial 
nos  sirven  de  hilo  conductor  para  penetrar  en  el  campo  psíquico  y  apre- 
ciar las  exaltaciones  y  depresiones  emocionales:  tales  son  la  alteración 
en  la  presión  y  velocidad  de  la  sangre,  las  pulsaciones  y  ruidos  del  cora- 


PSICOLOGÍA    EXPERIMENTAL   DEL    CORAZÓN    HUMANO  441 

zón.  Digamos  primero  dos  palabras  acerca  de  estos  factores,  y  luego 
expondremos  lo  concerniente  á  su  técnica  y  metodología;  pero  juzgamos 
oportuno  sensibilizar  ante  todo  con  una  comparación  adecuada  el  fun- 
cionalismo del  corazón,  á  fin  de  que  se  aprecie  mejor  el  valor  de  cada 
uno  de  los  fenómenos  indicados. 

Todos  saben  lo  que  es  una  bomba  de  extraer  agua  de  un  pozo.  Su- 
pongamos que  la  bomba  está  colocada  á  la  entrada  de  éste;  que  de  allí 
para  abajo  hay  un  tubo  más  ó  menos  largo  por  donde  ha  de  subir  el  agua. 
Supongamos  también  que  de  la  bomba  parte  otro  tubo,  de  alguna  lon- 
gitud, dirigido  verticalmente  hacia  arriba,  y  figurémonos  que  el  agua  que 
sale  de  este  tubo  se  vierte  en  el  suelo,  que  éste  es  muy  poroso,  y  que, 
atravesándolo  vaya  el  líquido  á  parar  de  nuevo  al  fondo  del  pozo  desde 
donde  fué  absorbido  por  la  bomba. 

Aplicando  ahora  este  mecanismo  al  aparato  circulatorio,  tendremos: 
que  la  bomba  representa  al  corazón,  el  tubo  que  está  dentro  del  pozo  á 
las  venas,  el  tubo  exterior  á  las  arterias  y  el  suelo  poroso  al  organismo 
y  en  especial  á  los  capilares.  Si,  pues,  comienza  á  funcionar  la  bomba 
por  un  mecanismo  que  no  es  del  caso  referir,  ascenderá  el  agua  por  el 
tubo  inferior  y  llegará  hasta  la  bomba,  y  la  llenará;  impelido  el  líquido 
por  la  fuerza  de  presión  que  le  comunica  el  émbolo,  penetrará  en  el  tubo 
superior  con  una  fuerza  y  velocidad  proporcional,  hasta  cierto  punto,  al 
impulso  comunicado  por  el  que  mueve  la  bomba. 

Funcionando  así  el  aparato,  tendremos  que  el  agua  que  se  halla  en 
el  tubo  inferior  no  estará  tan  oprimida  como  la  que  se  encuentra  en 
el  superior,  porque  en  el  primero  obedece  tan  sólo  á  la  aspiración  de  la 
bomba,  mientras  que  en  el  segundo  el  agua  recibe  ese  impulso  directa- 
mente del  individuo  que  la  mueve;  lo  que  conviene  tener  presente,  para 
no  olvidar  que  la  presión  del  líquido  es  diversa  en  uno  y  otro  tubo.  En 
el  inferior  no  recibe  el  líquido  fuerza  ninguna  de  la  bomba;  en  el  superior 
soporta  toda  la  que  despliega  el  brazo  que  mueve  la  palanca;  de  ahí  que 
si  en  un  momento  se  perforasen  ambos  tubos,  el  líquido  saldría  con  poca 
fuerza  del  tubo  de  abajo,  y  con  gran  violencia  del  de  arriba. 

Pues  he  ahí  lo  que  pasa  en  el  aparato  circulatorio.  El  corazón  se 
contrae  y  rechaza  la  sangre  hacia  las  arterias,  produciendo  un  movi- 
miento de  impulsión  tan  fuerte  que  dilata  la  arteria  con  energía,  ocasio- 
nando consiguientemente  el  fenómeno  de  la  pulsación.  Las  venas  llevan 
la  sangre  del  cuerpo  en  dirección  al  corazón,  pero  con  poca  ó  ninguna 
fuerza;  por  lo  que  cuando  se  rompe  una  vena,  no  hay  tanto  peligro  como 
cuando  se  rasga  una  arteria,  pues  en  este  caso  la  sangre  se  pierde  con 
más  prontitud  por  el  impulso  que  recibe  del  corazón. 

Viniendo  ahora  al  particular,  la  presión  es  la  fuerza  que  impele  á  la 
sangre  en  su  movimiento  circular,  y  se  descompone  en  dos:  la  destinada 
á  vencer  las  resistencias  (trabajo  inútil),  y  la  empleada  en  el  movimiento 
(trabajo  útil).  La  presión  se  mide  por  la  altura  á  que  se  eleva  la  sangre, 


442  PSICOLOGÍA    EXPERIMENTAL   DEL    CORAZÓN    HUMANO 

cuando  se  secciona  el  vaso,  ó  por  el  peso  de  una  columna  líquida  de 
densidad  conocida  que  mantiene  ese  equilibrio.  Mas  como  el  corazón 
humano  constituye  una  bomba  doble  que  llena  de  líquido  dos  sistemas 
de  tubos  comunicantes  por  sus  extremidades,  la  grande  y  la  pequeña 
circulación,  dicho  se  está  que  el  valor  numérico  de  la  presión  es  dife- 
rente en  diferentes  puntos  de  los  sistemas  vasculares,  sobre  todo  en  sus 
extremidades  iniciales  y  terminales.  Estando  la  sangre  sometida  en  las 
arterias  á  un  movimiento  circulatorio,  es  natural  hallar  en  ella  una  pre- 
sión variable,  que  aumenta  con  el  flujo  y  disminuye  con  el  reflujo  de  cada 
onda.  Pero  además  de  conocer  cómo  la  presión  oscila  en  estos  vasos, 
importa  conocer  la  presión  media.  Cuando  ésta  se  eleva  en  el  sistema  arte- 
rial, baja  en  el  venoso,  y  recíprocamente,  ya  que  \a  presión  total  no  varía. 

La  velocidad  es  el  trabajo  útil  de  la  circulación,  y  se  calcula  por  la 
unidad  de  espacio  recorrida  por  la  sangre  en  la  unidad  de  tiempo. 
Aumenta  con  la  fuerza  impelente.  La  velocidad  de  la  corriente  sanguínea 
varía:  1.°,  según  la  parte  del  cuerpo  en  que  se  encuentran  los  vasos; 
2°,  según  la  sección  del  vaso  mismo;  3.",  en  las  arterias  y  venas  gruesas, 
según  los  movimientos  del  corazón  y  de  los  pulmones.  Aquí,  lo  mismo 
que  en  la  presión,  conviene  determinar  la  velocidad  media  de  la  sangre, 
ya  que  desde  el  corazón  á  los  capilares  la  velocidad  disminuye,  y 
aumenta  de  nuevo  en  las  venas;  en  las  arterias  llega  á  su  máximum  en 
el  momento  del  sístole,  y  á  su  mínimum  en  el  de  la  diástole. 

La  causa  del  pulso,  ó  latido  de  la  arteria,  es  la  presión  variable,  y  por 
eso  para  percibirlo  es  preciso  comprimir  ligeramente  la  arteria,  y  se 
experimenta  á  cada  sístole  ventricular.  Lo  que  se  percibe  en  el  pulso  es 
el  esfuerzo  de  la  presión  variable  para  volver  á  su  calibre  normal  á  una 
arteria  comprimida  entre  los  dedos  ó  entre  el  dedo  y  una  superficie  ósea. 
La  amplitud  del  pulso  se  mide  por  la  altura  de  los  esfigmogramas.  El 
número,  la  frecuencia  y  la  amplitud  de  las  pulsaciones  depende  de  varias 
circunstancias;  ora  influye  en  ellas  una  emoción,  mediante  los  centros 
moderadores  ó  excitomotores;  ora  la  exciva  repleción  de  los  vasos  san- 
guíneos; ya  la  fatiga  que  resulta  de  los  esfuerzos  musculares,  ya  la 
acción  de  un  veneno,  etc. 

Por  último,  los  ruidos  del  corazón  son  dos:  el  primero  coincide  con 
el  sístole  ventricular,  y  es  sordo  y  grave;  el  segundo  se  verifica  al  mismo 
tiempo  que  la  diástole,  y  es  claro  y  más  agudo.  Los  dos  están  separados 
por  un  silencio  corto,  y  en  cuanto  termina  el  segundo  ruido  empieza  un 
segundo  silencio  más  largo  que  el  primero.  Estas  ligeras  nociones  bas- 
tan para  hacerse  cargo  de  las  experiencias  de  laboratorio. 

IV 

En  los  laboratorios  de  Fisiología  se  hacen  muchas  experiencias  para 
determinar  la  presión  de  la  sangre,  su  velocidad,  las  pulsaciones  y  movi- 


PSICOLOGÍA   EXPERIMENTAL   DEL   CORAZÓN   HUMANO  443 

mientos  del  corazón  y  los  ruidos  cardíacos.  Los  manómetros  son  los 
aparatos  destinados  á  medir  la  presión  sanguínea.  Los  hay  de  columna 
líquida  y  de  membrana  elástica.  Unos  y  otros  pueden  ser  directos  é  indi- 
rectos, según  que  el  instrumento  se  aplique  inmediatamente  ó  no  al  vaso 
sanguíneo. 

Entre  los  muchos  aparatos  directos  de  columna  líquida  citaremos 
el  de  Ludwig,  que  se  reduce  á  un  tubo  de  vidrio  en  forma  de  U,  lleno 
de  mercurio,  una  de  cuyas  ramas  se  pone  en  comunicación  con  la  arte- 
ria; en  la  otra  hay  un  flotador,  cuya  extremidad  inferior  está  hinchada 
y  la  superior  lleva  una  pluma  inscritora.  Cuando  la  presión  de  la  san- 
gre obra  sobre  el  mercurio,  éste  desciende  en  el  brazo  del  tubo  que 
está  en  comunicación  con  la  arteria,  y  sube  en  el  otro:  la  medida  de  la 
presión  será  la  diferencia  de  nivel  entre  las  superficies  de  mercurio  con- 
tenidas en  los  dos  brazos  del  manómetro.  Como  el  flotador  sigue  los 
movimientos  de  la  columna  mercurial,  la  pluma  traza  sobre  la  superficie 
registradora  la  curva  de  las  variaciones  de  la  presión  sanguínea. 

La  línea  del  cero  de  presión  es  la  trazada  por  la  pluma,  cuando  las 
superficies  mercuriales  están  al  mismo  nivel  en  las  dos  ramas;  la  altura 
de  la  curva  de  presión  por  encima  del  cero  expresa  sólo  la  mitad  de  la 
presión  real,  porque  representa  únicamente  la  ascensión  de  la  columna 
mercurial  en  un  brazo  del  manómetro.  Para  hallar  el  valor  real  de  la  pre- 
sión hay  que  multiplicar  por  dos  la  altura  de  la  curva  de  presión. 
Traube-Cyon,  Fr.  Franck,  St.  Klumensiewicz,  Chauveau,  etc.,  han  cons- 
truido manómetros  directos. 

Entre  los  indirectos  los  hay  de  transmisión  de  aire,  como  el  de 
Marey;  de  transmisión  eléctrica,  como  los  de  Kroneckery  Grünbaum;  de 
impresión  fotográfica,  como  el  de  Bayliss  y  Staling. 

El  principio  de  los  manómetros  ó  hemomanometrógrafos  elásticos 
consiste  en  que,  haciendo  obrar  á  la  sangre  sobre  una  membrana  elás- 
tica, de  metal  ó  de  caucho,  y  registrando  las  diferencias  sufridas  por  esta 
membrana  bajo  la  influencia  de  las  variaciones  de  la  presión  sanguínea, 
se  obtiene  un  trazado  que  representa  estas  variaciones.  Las  diferencias 
de  la  membrana  elástica  pueden  ser  registradas  inmediatamente  en  sí  ó 
á  distancia. 

El  primer  manómetro  elástico  fué  el  de  Fick,  modificado  por  Hering, 
siendo  también  una  modificación  del  de  Fick  el  fonógrafo  de  v.  Frey. 
Hürthle  ideó  uno,  llamado  tonómetro  diferencial.  El  de  Sewall  y 
Dorance  es  conocido  con  el  nombre  de  kimógrafo  timpánico.  El  tam- 
bor registrador  de  Marey  registra  á  distancia  las  deformaciones  de  la 
membrana  elástica,  comunicando  con  el  aparato  explorador  de  la  pre- 
sión por  medio  de  un  tubo  lleno  de  aire.  El  primer  aparato  de  este 
género  fué  el  esfigmóscopo  de  Marey-Chauveau,  que  luego  ha  sido  mo- 
dificado por  Fredericq.  Hürthle  empleó  un  esfigmóscopo  aplicable  á  los 
animales  inferiores  ó  pequeños. 


444  PSICOLOGÍA    EXPERIMENTAL   DEL    CORAZÓN    HUMANO 

Los  aparatos  que  sirven  para  medir  la  presión  de  la  sangre  en  el 
hombre  á  través  de  las  paredes  arteriales  y  tejidos  se  llaman  esfigmo- 
manómeíros  ó  esfigmotonómeíros .  El  principio  que  los  rige  es  el 
siguiente:  Si  se  comprime  exteriormente  un  vaso,  no  por  medio  de  un 
peso  ni  de  un  cuerpo  sólido,  sino  por  el  intermedio  de  un  líquido  ó  de 
un  gas  sometido  á  cierta  presión,  la  presión  del  fluido  necesario  para 
impedir  la  marcha  de  las  ondas  intravasculares  es  sensiblemente  igual  á 
la  que  determina  la  marcha  de  las  ondas,  ó  sea  á  la  presión  intravascu- 
lar  misma.  El  volumen  de  una  membrana  varía  en  el  mismo  sentido  que 
la  presión  de  la  sangre;  sus  variaciones  indican  si  la  presión  sube  ó  baja; 
mas  ellas  no  expresan  las  variaciones  reales  de  la  presión  interior.  Para 
apreciar  este  valor  hay  que  equilibrar  la  presión  interior  mediante  la  con- 
trapresión exterior.  Hay  esfigmomanómetros  arteriales,  pletismográficcs 
y  capilares,  según  se  aplique  el  aparato  á  la  arteria,  á  los  tejidos  ó  á  los 
vasos  capilares.  No  hacemos  mención  de  sus  innumerables  formas,  so- 
bre todo,  porque  esperamos  tener  ocasión  de  describir  el  pletismógrafo. 

Los  métodos  usados  para  determinar  la  velocidad  de  la  sangre  pue- 
den reducirse  á  tres  clases:  1.*  Hemodromómetro  de  Volkmann.  Con  él 
se  mide  la  velocidad  media  en  un  punto  determinado  de  los  vasos  grue- 
sos. Su  aparato  consiste  en  un  tubo  de  cristal  encorvado  en  forma  de  U 
y  provisto  de  una  escala  graduada;  este  tubo  está  lleno  de  agua,  y  sus 
dos  extremos,  provistos  cada  uno  de  una  llave,  se  ponen  en  comunica- 
ción con  los  dos  extremos  de  una  arteria  cortada;  se  determina  la  velo- 
cidad de  la  corriente  por  la  marcha  que  sigue  en  el  tubo  la  línea  de  sepa- 
ración entre  la  sangre  y  el  agua.  Las  cifras  as;  obtenidas  no  son  á  la 
verdad  exactas,  porque  el  sólo  hecho  de  añadir  este  tubo  al  conjunto  del 
sistema  arterial,  hace  aumentar  la  suma  de  las  resistencias.  Por  eso  Lud- 
wig  ha  empleado  recientemente  otro  aparato  destinado  al  mismo  objeto. 

2."  Tacómetro  de  Vierordt.  Examina  las  modificaciones  que  experi- 
menta la  velocidad  media  á  consecuencia  de  los  movimientos  cardíacos. 
Consiste  en  una  cajita  de  forma  cúbica,  provista  de  dos  tubos  de  altura 
desigual,  destinados  á  ponerse  en  comunicación  con  los  extremos  de  una 
arteria  cortada.  En  la  caja  hay  un  péndulo  que  la  corriente  sanguínea 
pone  en  movimiento,  y  estos  movimientos  aparecen  fuera  en  un  cua- 
drante. Como  la  fuerza  que  obra  sobre  el  péndulo  depende  de  la  veloci- 
dad de  la  corriente,  fácil  es  determinar  este  último  valor  por  el  movi- 
miento del  péndulo  sobre  el  cuadrante.  Por  este  procedimiento  se  pueden 
apreciar  también  las  variaciones  que  experimenta  la  velocidad  durante  el 
sístole  ó  diástole. 

3."  El  método  de  Hering,  que  consiste  en  determinar  la  velocidad 
media  entre  dos  porciones  separadas  una  de  otra,  inyectando  (1)  en 


(1)    En  el  artículo  del  número  anterior  se  deslizaron  dos  erratas:  injertar  por  inyec- 
tar y  kilogramo  por  kilográmetro. 


PSICOLOGÍA   EXPERIMENTAL  DEL   CORAZÓN    HUMANO  445 

un  vaso  una  disolución  de  una  sal  fácil  de  reconocer,  y  notando  des- 
pués el  momento  en  que  ésta  sal  se  encuentra  en  otro  vaso  distinto.  Este 
método  da  sólo  una  idea  aproximada  de  la  longitud  del  camino  reco- 
rrido; pero,  en  cambio,  es  excelente  para  apreciar  la  duración  de  una 
circulación  total.  Á  estas  clases  pueden  reducirse  los  hemodrómetros  de 
Ludwig,  Dogiel,  Lortet,  Chauveau,  etc. 

Para  determinar  las  pulsaciones  de  los  vasos  sanguíneos  se  hace  uso 
de  los  esfigmógrafos;  las  curvas  obtenidas  por  ellos  se  llaman  esfigmo- 
gramas.  El  primero  fué  el  de  Vierordt,  pero  quien  le  dio  forma  práctica 
para  ser  manejado  fué  Marey  en  1856.  Desde  entonces  se  han  multipli- 
cado las  formas  del  esfigmógrafo,  diferenciándose  en  algunos  pormeno- 
res. Todos  ellos  constan  de  una  palanca  registradora  que  recibe  las 
impulsiones  de  una  arteria. 

He  aquí  el  principio  en  que  se  apoyan:  Se  sujeta  un  vaso,  y  la  pul- 
sación del  mismo  se  transmite  á  la  aguja  de  un  registrador  apropiado. 
La  altura  de  los  esfigmogramas  indica  la  amplitud  del  pulso.  Está  en 
razón  inversa  del  ritmo  cardíaco  y  de  la  presión  arterial,  y  en  razón 
directa  de  la  potencia  de  los  sístoles.  El  calor,  el  ejercicio  muscular, 
la  digestión,  etc.,  la  aumentan;  la  respiración  acelerada  y  la  actividad 
cerebral,  la  disminuyen.  Las  curvas  esfigmográficas  constan  de  una  línea 
ascendente,  otra  descendente  y  un  vértice  ó  cima.  Esta  última  no  ofrece 
nada  de  particular;  la  ascendente  es  casi  vertical,  y  la  descendente  pre- 
senta casi  siempre  una  ondulación. 

Se  conocen  esfigmógrafos  directos  é  indirectos.  Los  primeros  pueden 
ser  arteriales,  de  pulso  y  digitales.  De  los  otros  los  hay  que  son  de  trans- 
misión de  aire,  de  transmisión  líquida  y  aun  eléctricos  y  fotográficos. 
Los  nombres  de  los  autores  forman  legión,  y  no  nos  es  posible  citarlos 
á  todos.  Por  eso  nos  fijaremos  solamente  en  el  método  fotográfico 
empleado  por  Ozanam  para  registrar  los  movimientos  de  la  columna 
mercurial  de  su  esfigmógrafo.  La  hoja  de  papel  sensible,  animada  de  un 
movimiento  transversal,  está  encerrada  en  una  cámara  oscura  portátil, 
rajada  con  una  hendedura  correspondiente  al  tubo,  en  el  que  oscila  el 
mercurio  (fig.  L").  La  cámara  oscura  aparece  levantada;  al  comenzar  la 
experiencia  baja  y  descansa  sobre  el  soporte  (s  s).  La  hendedura  (h)  de 
la  cámara  oscura  puede  aumentar  ó  disminuir  por  medio  de  una  piece- 
cita  (p).  La  ampolla  arterial  (a)  comunica  por  medio  del  tubo  (t)  con  el 
tubo  de  vidrio  (v).  La  placa  sensible  (P),  colocada  entre  los  montan- 
tes (m  m),  se  mueve  hacia  la  derecha,  en  el  sentido  de  la  flecha. 

* 

El  método  gráfico  dispone  de  aparatos  que  nos  revelan  los  movimien- 
tos del  corazón;  llámanse  propia  y  rigurosamente  cardiógrafos,  y  los 
trazados  que  gráficamente  representan  dichos  movimientos  se  apellidan 

RAZÓN  Y  FE,  TOMO  XXVI  30 


446 


PSICOLOGÍA   EXPERIMENTAL  DEL   CORAZÓN    HUMANO 


cardiogramas.  Como  hemos  dicho  de  los  instrumentos  anteriores,  así 
éstos  pueden  ser  directos  ó  indirectos,  según  que  se  los  ponga  en  comu- 
nicación inmediata  con  el  corazón,  ó  mediante  la  pared  torácica. 

De  dos  modos  se  pueden  hacer  las  experiencias  por  el  procedimiento 
directo:  ó  bien  arrancando  el  corazón  de  su  sitio,  ó  dejándole  en  su  sitio. 
Se  arranca  del  organismo  el  corazón  de  un  animal  de  sangre  fría,  v.  gr., 
rana  ó  tortuga,  etc.,  ó  de  un  animal  de  sangre  caliente  recién  nacido,  ó  de 


Fig.  I.'-» 
Esfigmógrafo  fotográf.  de  Ozanam. 


un  animal  que  antes  de  muerto  ha  sido  sometido  al  frío  artificial.  El  cora- 
zón así  aislado  se  coloca  sobre  una  superficie  fija;  se  pone  encima  una 
palanca  registradora  muy  ligera.  Se  pueden  registrar  separadamente  las 
pulsaciones  de  la  aurícula  y  del  ventrículo  sirviéndose  de  dos  palancas 
registradoras,  de  las  cuales  la  una  descanse  sobre  el  ventrículo  y  la  otra 
sobre  la  aurícula.  La  placa  sobre  la  cual  descansa  el  corazón  puede  comu- 
nicar con  un  electrodo,  y  con  el  otro  la  columna  de  la  palanca  que 
descansa  sobre  el  corazón. 

El  procedimiento  empleado  para  registrar  los  movimientos  del  cora- 
zón aislado  se  puede  aplicar  al  corazón  no  aislado,  con  sólo  ponerlo  des- 


PSICOLOGÍA   EXPERIMENTAL   DEL  CORAZÓN    HUMANO  447 

cubierto.  Ludwig,  Kaiser,  Marey,  Soukanoff,  Rene,  Gilardoni,  Legros  y 
Onimus  han  examinado  así  los  movimientos  cardíacos. 

El  volumen  del  corazón  disminuye  durante  el  movimiento  de  sístole 
y  aumenta  durante  el  de  diástole.  Estas  variaciones  de  volumen  pueden 
ser  apreciadas  por  medio  de  los  cardiógrafos  volumétricos  ó  pletismográ- 
ficos.  Fick  y  Blasius  fueron  los  primeros  en  determinar  el  volumen  del 
corazón  aislado. 

He  aquí  cómo:  El  corazón  (c)  se  halla  contenido  en  un  espacio  (E) 
cerrado  lleno  de  una  solución  de  sal;  este  espacio  comunica  con  un  tubo 
raanométrico  (M)  dos  veces  acodillado,  también  lleno  de  una  solución 
salina.  En  el  brazo  libre  de  este  tubo  hay  un  registrador  (R)  que  flota. 
El  corazón  tiene  dos  cánulas:  la  una  en  la  aorta  y  en  el  seno  venoso 
la  otra,  para  la  circulación  artificial.  Una  de  ellas  está  en  comunicación 
con  el  vaso  (V)  que  contiene  la  solución  nutritiva.  En  los  momentos 
de  diástole  el  volumen  del  corazón  aumenta,  y  el  líquido,  juntamente 
con  el  flotador,  sube;  en  los  de  sístole,  baja.  Las  variaciones  de  altura 
indican  las  diversas  fases  de  la  actividad  cardíaca  (v.  fig.  2.").  Marey, 
Fr.  Franck,  Roy,  Gaskell,  Scháfer  y  otros  han  hecho  parecidas  expe- 
riencias. 

Se  puede  hacer  el  experimento  dejando  el  corazón  en  su  lugar  (in 
sita).  La  cavidad  pericardíaca,  cerrada  por  todas  partes,  puede  ser  con- 
siderada como  una  caja  de  paredes  inextensibles  que  rodea  el  corazón. 
Poniendo  esta  cavidad  en  comunicación  con  un  tambor  registrador,  se 
pueden  estudiar  las  variaciones  del  volumen  cardíaco,  como  si  el  corazón 
estuviera  colocado  en  un  pletismógrafo.  Esto  pertenece  á  la  cardiografía 
directa. 

Onimus,  Martín,  Thompson,  etc.,  han  fotografiado  el  corazón  vivo  del 
conejo,  del  pichón,  del  gato,  de  la  rana.  En  las  fotografías  sacadas  apa- 
rece un  doble  contorno  claramente  dibujado;  el  exterior,  que  corresponde 
al  movimiento  de  diástole;  el  interior,  al  de  sístole.  Fano  y  Baldano  han 
registrado  por  medio  de  la  fotografía  los  movimientos  de  la  región  venosa 
y  arterial  del  corazón  embrionario  del  pollo,  entre  el  segundo  y  tercer  día 
de  su  desarrollo. 

Entre  los  cardiógrafos  indirectos  hay  unos  que  sirven  para  registrar 
las  pulsaciones  cardiacas  de  los  animales,  como  el  cardiógrafo  de  dos 
tambores  conjugados  de  Marey;  otros  para  las  pulsaciones  cardíacas  del 
hombre,  por  medio  de  la  transmisión  del  aire,  como  los  de  Marey,  Burdon- 
Sanderson,  Edgren,  Knoll,  Keit,  etc.  Hay  además  cardioneumógrafos  y 
cardiorradiógrafos.  Landois  ha  comprobado  que  la  disminución  de  volu- 
men del  corazón  á  cada  contracción  muscular  determina  una  rarefacción 
del  aire  intrapulmonar.  Para  evidenciar  esta  corriente  de  aire  y  regis- 
trarla, basta  tener  entre  los  labios  un  tubo  de  caucho  que  comunica  con 
un  tambor.  El  radiógrafo  ha  sido  aplicado  al  estudio  de  las  variaciones 
de  volumen  del  corazón  por  Zuntz  y  Schumberg. 


448 


PSICOLOGÍA   EXPERIMENTAL  DEL   CORAZÓN   HUMANO 


No  hay  unanimidad  de  pareceres  acerca  de  las  causas  de  los  ruidos 
del  corazón;  según  Sandborg,  son  causados  por  las  válvulas  sigmoideas, 
bien  que  no  parezcan  serlo  exclusivamente  por  éstas;  estos  ruidos  pue- 
den contribuir  algo  á  esclarecer  el  aspecto  psicológico  de  la  cuestión. 


Fig.  2.a 
Cardio-pletismógr.  de  Fick  y  Blasius. 


Mas  lo  que  ofrece  especial  interés  para  el  estudio  psicofisiológico  es  la 
determinación  del  volumen  en  los  miembros  y  órganos,  el  examen  de  las 
contracciones  musculares  y  el  análisis  de  las  dilataciones  de  la  caja  torá- 
cica. Lo  primero  se  hace  con  el  pletismógrafo,  lo  segundo  con  el  mió- 
grafo,  lo  tercero  con  el  neumógrafo.  Pero  esto  merece  estudio  aparte. 

Resumiendo,  la  gráfica  del  corazón  la  podemos  reducir  al  siguiente 
cuadro: 


PSICOLOGÍA   EXPERIMENTAL  DEL   CORAZÓN   HUMANO 


449 


Gráfica  del  corazón. 


Manómetros  . 


de  columna  líquida. 


de  membrana  elástica. 


1  arteriales. 
Esfigmomanómetros..  ■  pletismográficos. 
(  capilares. 


1  directos. 
I  indirectos.. 

\  directos. 
i  indirectos. 


Tacógrafos. 


Esfigmógrafos. 


Cardiógrafos , 

(estric.  tales) 


método  Volkmann. 
»       Vierordt. 
»       Hering. 


directos. 


de  transmisión  de  aire. 

>  eléctrica, 

de  impresión  fotográfica. 


indirectos. 


directos... 
indirectos. 


arteriales. 

de  pulso. 

digitales. 

de  transmisión  de  aire. 

»  líquida. 

»  eléctrica, 

de  impresión  fotográfica, 
cardiomiógrafos. 
cardiopletismógrafos. 
cardiofotógrafos. 
cardioneumógrafos. 
cardiorradiógraf  os . 


E.  Ugarte  de  Ercilla. 


La  real  orden  eircnlar  %én  las  escnelas  laicas. 


8, 


•OBRE  la  ¡legalidad  de  las  escuelas  laicas  publicamos  ya  en  esta 
revista  (Enero,  1908)  un  artículo  titulado  «Las  escuelas  laicas  y  la  lega- 
lidad». Hoy  nos  mueve  á  volver  sobre  el  mismo  tema  la  real  orden  circu- 
lar del  ministro  de  Instrucción  pública,  Sr.  Barroso,  fechada  en  3  de 
Febrero  de  1910,  la  cual  se  dio,  juntamente  con  un  real  decreto  de  la 
misma  fecha,  en  las  postrimerías  del  Ministerio  del  Sr.  Moret,  para  resol- 
ver la  cuestión  planteada  acerca  de  la  reapertura  de  las  escuelas  laicas. 

Dice  así  la  circular:  «Ha  contribuido  no  poco  á  obscurecer  los  tér- 
minos de  esta  cuestión  el  calificativo  de  laicas  aplicado  indebidamente 
á  muchas  escuelas,  cuya  índole  en  modo  alguno  lo  justifica,  ya  que  aquel 
concepto  sólo  debe  en  justicia  atribuirse  á  los  establecimientos  en  que 
no  sea  obligatoria  la  enseñanza  de  la  Religión  católica  ni  de  ninguna 
otra.»  Eso  es  como  decir  que  las  escuelas  laicas  son  las  escuelas  neu- 
tras. Estamos  conformes  con  el  Sr.  Ministro  en  la  teoría,  con  tal  que  se 
nos  conceda  que  en  la  práctica  las  escuelas  llamadas  neutras  suelen  ser 
de  ordinario,  y  sobre  todo  entre  nosotros,  no  sólo  escuelas  sin  la  ense- 
ñanza de  la  Religión  católica  ni  de  ninguna  otra  positiva,  sino  escuelas 
sin  Dios,  y  no  sólo  sin  Dios,  sino  escuelas  contra  Dios.  Pero  añade  el 
Ministro: 

«En  este  sentido,  único  en  que  la  frase  es  admisible,  son  laicas  mul- 
titud de  escuelas  y  otros  establecimientos  perfectamente  legítimos,  regi- 
dos por  personas  dignas  del  mayor  respeto,  donde  se  dan  enseñanzas 
de  diversos  géneros  y  aun  la  educación  general  civil,  sin  que  á  nadie  le 
haya  ocurrido  que  en  ellos  se  hace  ni  se  fomenta  nada  contrario  á  las 
creencias,  al  dogma  ó  á  la  moral  cristianas.» 

He  aquí  declarada  de  una  plumada  la  legitimidad  de  las  escuelas  neu- 
tras en  España,  y  aun  con  muestras  de  aprobación  y  alabanza.  Donde 
no  se  sabe  qué  admirar  más,  si  el  optimismo  inconcebible  del  autor  de 
la  circular  sobre  lo  que  son  por  lo  general  en  España  las  escuelas  llama- 
das neutras,  ó  el  desconocimiento  ú  olvido  de  lo  que  piensan  y  ordenan 
las  personas  más  autorizadas  para  fijar  el  derecho  general  de  la  Iglesia, 
y  aun  del  aspecto  legislativo  y  jurídico  nacional  de  tales  escuelas.  Qué, 
¿no  se  ha  fijado  su  atención  en  quiénes  son  muchos  de  los  defensores 
de  las  escuelas  neutras? 

Durante  ese  mismo  prolongado  clamoreo  de  los  mayores  enemigos 
de  la  Religión,  fuera  y  dentro  de  la  escuela,  que  precedió  á  la  circular 
en  demanda  de  la  reapertura  de  las  escuelas  laicas,  ¿no  llegó  á  los  oídos 


LA   REAL   ORDEN   CIRCULAR  SOBRE   LAS   ESCUELAS   LAICAS  451 

del  Ministro  el  eco  de  la  palabra  neutralidad?  Pero  sobre  la  neutralidad 
de  la  escuela  laica  hablaremos,  Deo  f avente,  en  otro  artículo. 

En  cuanto  al  derecho,  no  sabe,  sin  duda,  ó  aparenta  ignorar,  que  las 
escuelas  neutras  han  sido  denunciadas  y  condenadas  por  los  Sumos 
Pontífices  Pío  IX,  León  XIII  y  el  reinante  Pío  X,  quienes  juzgan  que  la 
supresión  de  la  enseñanza  religiosa  en  las  escuelas  es  funestísima  para 
«las  creencias,  el  dogma  y  la  moral  cristianas».  Parece  desconocer  que 
en  su  consecuencia  los  Obispos  del  orbe  católico,  y  últimamente  los 
franceses  y  españoles,  las  han  reprobado  en  documentos  colectivos.  Al 
lado  de  ellos  están,  como  no  podían  menos,  todos  los  católicos,  y,  para 
no  citar  á  otros,  ahí  está  la  hermosa  carta  del  insigne  polígrafo  Sr.  Me- 
néndez  y  Pelayo  al  Sr.  Obispo  de  Madrid,  en  que  se  adhiere  al  gran- 
dioso mitin  de  la  Corte  contra  las  escuelas  laicas,  donde  dice,  entre  otras 
cosas: 

«La  escuela  sin  Dios,  sea  cual  fuere  la  aparente  neutralidad  con  que 
el  ateísmo  se  disimula,  es  indigna  mutilación  del  entendimiento  humano, 
en  cuanto  tiene  de  más  ideal  y  excelso;  es  la  extirpación  brutal  de  los 
gérmenes  de  verdad  y  vida  que  laten  en  el  fondo  de  toda  alma  para  que 
la  educación  sea  fecunda.  No  sólo  la  Iglesia  católica,  oráculo  infalible 
de  verdad,  sino  todas  las  ramas  que  el  cisma  y  la  herejía  arrancaron  de 
su  tronco,  y  todos  los  sistemas  de  filosofía  espirituaUsta,  y  todo  lo  que 
en  el  mundo  lleva  algún  sello  de  nobleza  intelectual,  protestan  contra  la 
intención  sectaria...  Ni  en  Alemania,  ni  en  Inglaterra,  ni  en  los  países 
escandinavos,  ni  en  la  poderosa  república  norteamericana,  tiene  proséH- 
tos  la  escuela  laica  en  el  sentido  que  la  predica  el  odioso  jacobinismo 
francés  (también  en  Francia  se  llama  escuela  neutra),  candidamente 
remedado  por  una  parte  de  nuestra  juventud  intelectual  y  por  frivolo  é 
interesado  juego  de  algunos  políticos.» 

Pero  aun  es  más  de  extrañar  en  un  Ministro  que,  por  serlo,  debe  ser 
cumplidor  de  las  leyes,  que  no  le  preocupe  poco  ni  mucho  en  este  asunto 
la  legalidad  vigente  en  España.  Ni  una  vacilación,  ni  una  duda,  ni  un 
escrúpulo,  ni  la  más  ligera  mención,  donde  habría  lugar,  cuando  menos, 
á  mucha  consideración,  sobre  todo  no  haciéndose  en  la  circular  distin- 
ción ni  diferencia  entre  escuelas  oficiales  y  libres.  Porque  en  cuanto  á 
las  escuelas  primarias  oficiales,  la  legislación  española  no  ofrece  nin- 
guna duda:  la  enseñanza  de  la  Doctrina  cristiana  es  en  ellas  obligatoria. 
El  Sr.  Barroso  reconoce  la  vigencia  de  la  ley  de  Instrucción  pública  de 
9  de  Septiembre  de  1857,  puesto  que  la  cita  en  el  real  decreto,  de  la 
misma  fecha  que  la  circular,  que,  como  ésta,  lleva  su  firma.  Y  ¿qué  dice 
la  ley?  «Art.  2.°  La  primera  enseñanza  elemental  comprende:  Primero. 
Doctrina  cristiana  y  nociones  de  Historia  Sagrada,  acomodadas  á  los 
niños.»  Luego  vinieron  en  confirmación  de  esta  ley  otras  disposiciones,  de 
las  cuales  citamos  algunas  en  nuestro  mencionado  artículo,  y  entre  ellas 
el  real  decreto  de  21  de  Noviembre  de  1902,  refrendado  por  el  señor 


452  LA  REAL   ORDEN   CIRCULAR  SOBRE   LAS   ESCUELAS   LAICAS 

Conde  de  Romanones;  y  aun  hay  una  real  orden  aclaratoria  de  19  de 
Diciembre  del  mismo  año,  que,  si  bien  se  dieron  bajo  la  firma  del  Conde 
para  un  objeto  que  ahora  no  nos  hace  al  caso,  son  una  nueva  reiteración 
de  la  obligación  de  que  hablamos. 

Dirá  acaso  el  autor  de  la  circular  que  él  entendía  hablar  de  las 
escuelas  privadas.  Pues  si  así  era,  ¿por  qué  no  lo  dijo?  Mas  ni  aun 
esto  le  salva.  Porque  la  misma  ley  de  1857  declara  en  el  art.  7.°  que 
esa  enseñanza  elemental  es  obligatoria  para  todos  los  españoles,  y 
que  aun  en  las  escuelas  privadas  debe  darse  la  educación  religiosa,  que 
claro  está  que  no  se  da  en  las  escuelas  neutras,  según  confesión  del  Minis- 
tro. Dice  su  art.  295:  «Las  autoridades  civiles  y  académicas  cuidarán, 
bajo  su  más  estrecha  responsabilidad,  de  que  ni  en  los  establecimientos 
públicos  de  enseñanza,  ni  en  los  privados,  se  ponga  impedimento  alguno 
á  los  reverendos  Obispos  y  demás  Prelados  diocesanos  encargados  por 
su  ministerio  de  velar  sobre  la  pureza  de  la  doctrina,  de  la  fe  y  de  las 
costumbres  y  sobre  la  educación  religiosa  de  la  juventud  en  el  ejercicio 
de  este  cargo.»  Mas  como  esta  disposición  está  tomada  del  Concordato 
de  1851,  vamos  ahora  á  hablar  de  él. 

El  Concordato  es  ley  vigente  del  reino.  Si  no  tuviéramos  otras  prue- 
bas de  que  por  tal  se  le  tiene  por  los  que  ahora  combatimos,  nos  basta- 
ría saber  que  el  Sr.  Moret  en  su  rápido  paso  por  la  Presidencia  del 
Gobierno  trató  de  entablar  relaciones  con  la  Santa  Sede  para  su  revisión. 
No  se  revisa  lo  que  no  tiene  existencia  ni  valor,  lo  que  es  nulo.  Pues 
¿cómo  al  autorizar  las  escuelas  neutras  no  le  pasó  por  la  mente  que 
pudieran  ser  contrarias  al  Concordato?  Porque  dice  su  art.  2.":  «En 
su  consecuencia  (1)  (de  la  unidad  católica),  la  instrucción  de  las  uni- 
versidades, colegios,  seminarios  y  escuelas  públicas  ó  privadas  de  cual- 
quiera clase,  será  en  todo  conforme  á  la  doctrina  de  la  misma  Religión 
católica;  y  á  este  fin  no  se  pondrá  impedimento  alguno  á  los  Obispos  y 
demás  Prelados  diocesanos  encargados  de  velar  sobre  la  pureza  de  la 
doctrina,  de  la  fe  y  de  las  costumbres,  y  sobre  la  educación  religiosa  de 
la  juventud  en  el  ejercicio  de  este  cargo,  aun  en  las  escuelas  públicas.» 

Este  artículo  es  una  condenación  de  las  escuelas  neutras.  Porque 
dejando  otras  razones,  la  moral  que  en  ellas  se  enseña  y  según  la  cual 
se  educa  á  la  juventud,  es  una  moral  opuesta  á  la  moral  cristiana.  Es 
una  moral  puramente  humana  que  nada  tiene  de  Religiosa  y  divina,  es  la 
moral  que  se  llama  independiente  y  que  lo  es,  en  efecto,  de  Dios  y  de  la 
religión  cristiana.  Moral  que  también  se  llama  cívica,  y  que  sospechamos 
ser  la  que  dirige  é  informa  «la  educación  general  civil»,  de  que  habla  la 
circular.  Además,  en  este  artículo  del  Concordato  se  asegura  á  los  Obis- 
pos en  todas  las  escuelas  de  España  la  intervención,  que  de  derecho 


<1)    Pero  no  se  estableció  el  artículo  solo  como  consecuencia,  según  se  probó  en 
otro  lugar  contra  el  Sr.  Azcárate.  Véase  Razón  y  Fe,  t.  23,  pág.  204  y  sig. 


LA   REAL   ORDEN   CIRCULAR   SOBRE   LAS   ESCUELAS   LAICAS  453 

les  toca  por  institución  divina,  y  si  cabe,  se  les  asegura  con  mayor  cer- 
teza en  las  escuelas  privadas  que  en  las  públicas,  como  parecen  indicar 
las  palabras  *aun  en  las  escuelas  públicas».  Dueños  quedan,  por  otra 
parte,  los  Obispos  de  usar  de  este  derecho  según  lo  juzguen  conve- 
niente. Ahora  bien,  las  escuelas  neutras  son  de  tal  naturaleza  que,  por  el 
mero  hecho  de  serlo,  se  sustraen  rebeldes  á  la  dependencia  y  vigilan- 
cia de  los  Prelados  de  la  Iglesia,  y  por  esto  se  llaman  emancipadas. 
De  suerte  que  cuantas  escuelas  neutras  autorice  el  Estado,  en  otras  tan- 
tas pone  á  los  Prelados  un  obstáculo  moralmente  insuperable  para  el 
ejercicio  de  su  cargo  contra  lo  que  dispone  este  artículo. 

Hicimos  ver  en  el  artículo  varias  veces  ya  citado  que  no  se  opone  á 
la  eficacia  de  nuestro  razonamiento  la  tolerancia  religiosa  sancionada 
en  el  artículo  11  de  la  Constitución. 

¡Cuánto  mejor  que  los  gobernantes  con  sus  cavilaciones  ha  penetrado 
este  asunto  trascendental  el  sentido  católico  del  pueblo  español!  Aquí  se 
ha  visto  «el  juego  interesado  de  algunos  políticos»,  de  que  habla  la  nota- 
ble carta  del  Sr.  Menéndez  y  Pelayo.  El  interés  del  juego  ha  sido  con- 
tentar, á  lo  menos  en  parte,  á  los  enemigos  de  la  religión  y  de  la  patria, 
con  quienes  se  habían  adquirido  compromisos  al  escalar  atropellada- 
mente el  poder.  Volvamos  la  vista  al  espectáculo  hermoso  y  consolador 
que  ofrecen  esas  muchedumbres  formadas  de  todas  las  clases  socialesy  de 
personas  de  toda  edad  y  sexo,  que,  empezando  por  Barcelona  y  Madrid, 
se  van  reuniendo  en  pacífica  cruzada  por  las  diversas  regiones  del  reino 
en  son  de  protesta  contra  las  escuelas  laicas.  Sin  ninguna  mira  intere- 
sada, ó  sin  otro  interés  que  el  de  la  fe,  el  de  la  religión  verdadera,  la 
gloria  de  Dios,  la  defensa  de  las  almas  de  los  niños,  la  salvación  de 
la  España  católica.  Con  ardor,  con  viveza  de  fe  y  de  amor  á  Dios,  á  la 
patria,  á  la  familia,  con  entusiasmo  generoso.  No  hacen  ellos  distinción 
entre  escuelas  y  escuelas  laicas,  sin  que  esto  quiera  decir  que  no  se  acen- 
túe más  la  voz  de  guerra  contra  las  que  más  atacan  la  religión  y  á  todas 
las  instituciones  sociales.  Basta  que  la  escuela  no  sea  católica,  basta  que 
no  entre  en  ella  el  Catecismo  de  la  Doctrina  cristiana.  Esta  es  la  ban- 
dera, este  es  el  santo  y  seña.  Bien  por  los  católicos  españoles. 

En  la  misma  real  orden  circular  recordó  el  Sr.  Barroso  con  encare- 
cimiento á  los  rectores  de  las  universidades,  sin  duda  para  autorizar  más 
sus  disposiciones,  la  ya  añeja  y  desacreditada  teoría  del  Estado  docente 
por  estas  palabras: 

«Por  último,  tenga  presente  V.  S.  que  la  enseñanza  es  función  del 
Gobierno,  que  es  á  quien  corresponde  velar  por  la  educación  y  la  ins- 
trucción nacional,  y  que  así  como  todas  las  asociaciones  humanas  cui- 
dan de  educar  á  los  que  las  forman,  así  el  Estado,  que  es  la  más  alta  y 
principal  de  todas  (la  más  alta  y  principal  de  todas  no  es  el  Estado,  sino 
la  Iglesia),  tiene  y  debe  cumplir  estrictamente  la  obligación  de  formar  sus 
ciudadanos.» 


454  LA   REAL   ORDEN    CIRCULAR   SOBRE   LAS   ESCUELAS   LAICAS 

Dijera  el  Ministro  todo  lo  contrario,  y  hubiera  acertado.  Porque  la 
enseñanza  no  es  función  del  Estado,  sino  de  la  familia;  no  es  función 
política,  sino  social.  Así  la  instrucción  como  la  educación  de  los  hijos 
corresponde  por  derecho  natural  á  los  que  les  dieron  el  ser,  no  siendo  la 
escuela  sino  una  prolongación  de  la  familia,  y  los  maestros,  en  tanto 
tienen  derecho  para  instruir  y  educar  á  la  niñez  y  á  la  juventud,  en  cuanto 
son  unos  delegados  de  los  padres,  en  quienes  éstos  pusieron  su  con- 
fianza y  depositaron  su  poder,  pero  sin  abdicar  su  autoridad.  No  son  ni 
pueden  ser  los  maestros,  y  si  cabe,  menos  los  de  la  niñez  que  los  de  nin- 
guna otra  edad,  delegados  de  la  autoridad  del  Estado  en  la  enseñanza. 
Porque  á  éste  no  le  incumbe  el  mirar  directamente  á  la  formación  indi- 
vidual de  los  alumnos,  que  es  el  fin  de  la  escuela,  sino  al  bien  común  y 
general  de  la  nación.  Ni  tampoco  es  el  fin  principal  de  la  instrucción  y 
de  la  educación  de  las  generaciones  cristianas  en  la  escuela  el  formar 
ciudadanos,  sino  el  formar  hombres  virtuosos  y  buenos  cristianos,  al 
mismo  tiempo  que  reciben  la  instrucción  conveniente.  En  la  seguridad  de 
que  si  la  niñez  y  la  juventud  aprende  y  se  pone  en  disposición  de  cum- 
plir lo  que  se  debe  á  Dios,  á  sí  mismo  y  á  los  demás,  se  formará  también 
para  cumplir  sus  deberes  con  la  patria  y  con  la  autoridad.  Y  de  todos 
modos,  ¿no  pueden  formarse  los  ciudadanos  en  otras  escuelas  que 
las  del  Estado?  ¿Ó  es  que  el  Estado  necesita  escuelas  para  una  formación 
especial  de  ciudadanos  amoldados  á  sus  ideas  y  á  sus  intentos,  ó  para 
los  usos  que  necesite,  como  dijo  con  frase  dura  Gil  de  Zarate  (1);  en  una 
palabra,  para  los  fines  del  liberalismo  dominante?  Si  esto  significa  la 
frase,  y  no  es  temeridad  el  sospecharlo,  decimos  que  eso  es  arrancar  á 
los  padres  las  almas  de  sus  hijos  para  deformarlas;  es  la  tiranía  más 
insoportable.  En  todo  caso,  no  tiene  el  Estado  el  derecho  de  obligar  á 
los  padres  á  mandar  á  los  hijos  á  sus  escuelas,  aunque  sea  para  formar- 
los ciudadanos,  que  también  esto  es  educar  las  almas  de  sus  hijos, 
y  los  padres  pueden  formarlos  en  su  casa  ó  en  otras  escuelas  de  su 
elección. 

Y  lo  que  se  dice  de  la  educación  ó  de  la  formación  moral,  se  debe 
decir  también  de  la  formación  intelectual  ó  de  la  instrucción.  No  tiene  el 
Estado  vocación  ni  aptitud  especial  para  enseñar,  por  ejemplo,  la  Gramá- 
tica ó  la  Geografía,  las  Matemáticas  ó  la  Medicina.  Prosigue  la  circular: 

«Si  por  deficiencias  de  tiempo  y  de  medios,  ó  por  las  alternativas  por 
que  pasa  la  sociedad  española,  otras  instituciones  han  suplido  la  acción 
del  Gobierno  creando  escuelas  y  organizando  enseñanzas,  eso  no  exime 
al  Estado  del  cumplimiento  de  aquella  sagrada  obligación.  Los  países  en 
que  así  se  hace  no  niegan  á  nadie  el  derecho  de  establecer  enseñanzas 
particulares  ó  privadas,  como  autoriza  también  nuestra  Constitución; 
pero  la  experiencia  enseña  que  estas  instituciones  son  verdaderamente 


(1)    De  la  instrucción  pública  en  España,  1. 1,  secc.  1.^,  cap.  VIL 


LA  REAL  ORDEN  CIRCULAR  SOBRE  LAS  ESCUELAS  LAICAS      455 

supletorias,  ó  para  satisfacer  fines  reducidos  ó  individuales,  lo  cual  en 
nada  disminuye  ni  afecta  al  deber  supremo  de  dar  la  educación  y  la 
enseñanza  que  al  Estado  corresponde.»  Dése  una  vuelta  á  las  frases, 
conviértanse  las  proposiciones,  y  se  tendrá  la  verdad.  Porque  esas  ins- 
tituciones de  que  habla  la  circular  no  son  supletorias  de  la  función  y  del 
deber  del  Estado  en  la  enseñanza  y  educación,  sino  que,  por  el  contra- 
rio, la  acción  del  Estado  es  la  que  debe  ser  supletoria  de  las  deficiencias 
de  las  iniciativas  privadas  y  sociales,  y  tutelar  para  defenderlas,  auxiliar- 
las y  fomentarlas,  y  nada  más.  Ni  tampoco  es  verdad  que  esas  institu- 
ciones docentes  hayan  funcionado  hasta  ahora  en  España  y  en  otros 
países  únicamente  por  las  causas  accidentales  que  enumera  la  circular, 
ni  sólo  porque  las  autoriza  la  Constitución,  sino  por  derecho  propio,  por 
derecho  natural,  así  de  los  padres  de  familia  como  de  las  mismas  insti- 
tuciones. 

Estos  principios,  que  no  hemos  hecho  más  que  indicar,  son  corrientes 
y  están  recibidos  en  todo  el  campo  de  la  filosofía  católica,  y  ya  que  no 
esta  autoridad,  debió  haber  contenido  á  lo  menos  la  mano  del  Ministro 
el  desacuerdo  en  que  se  puso  con  los  suyos,  puesto  que  para  muchos 
conspicuos  liberales,  algunos  de  los  cuales  le  precedieron  en  el  mismo 
Ministerio,  pasaron  ya  aquellos  tiempos  del  Estado  docente  y  de  la  ense- 
ñanza función  del  Gobierno.  Mas  esto  prueba  lo  que  cuesta  al  Estado 
liberal  el  renunciar  á  este  instrumento  tan  poderoso  de  dominación,  y  eso 
que  la  renuncia  debiera  imponerse  por  el  criterio  liberal.  Por  no  citar  á 
otros,  véase  cómo  se  expresaba,  siendo  Ministro  de  Fomento  (hoy  de 
Instrucción  pública),  un  liberal  tan  caracterizado  como  el  Sr.  Marqués 
de  Sardoal.  Decía  en  la  exposición  de  su  plan  de  22  de  Noviembre 
de  1883: 

«Que  la  enseñanza  debe  ser  función  social,  no  prerrogativa  inherente 
á  la  soberanía  del  Estado,  ni  mero  servicio  administrativo,  ni  origen  de 
renta  para  el  Erario;  que  el  ciudadano  posee  el  más  perfecto  derecho 
para  instruirse  libremente,  escogiendo  la  forma  que  más  conveniente 
juzgue;  que  la  función  del  Estado,  con  respecto  á  la  enseñanza  oficial, 
ha  de  ser  más  tutelar  que  instructiva,  aspirando  constantemente  á  que  se 
aproxime  el  día  en  que  dicho  fin  se  organice  en  la  sociedad  sin  su  obli- 
gada intervención...;  que,  en  suma,  al  lado  del  organismo  oficial  docente, 
mantenido  por  el  Estado  á  título  de  suplemento  y  cooperación  de  los 
esfuerzos  espontáneos  de  la  sociedad  todavía  imperfectos,  debe  reco- 
nocerse el  derecho  de  libre  desarrollo  de  la  enseñanza  debida  á  las 
iniciativas  particulares:  he  aquí  los  fundamentos  capitales  dentro  de  un 
criterio  liberal  y  de  justicia  incluidos.» 

Más  singular  es  el  desacuerdo  del  Ministro  con  su  jefe,  con  el  que 
era  Presidente  del  Consejo  de  Ministros  cuando  salió  la  real  orden  cir- 
cular que  nos  ocupa.  Su  desacuerdo  en  este  punto  no  puede  ser  más 
completo  con  las  ideas  que  sostuvo  el  Sr.  Moret  en  pública  sesión  del 


456      LA  REAL  ORDEN  CIRCULAR  SOBRE  LAS  ESCUELAS  LAICAS 

Senado  (1).  Era  entonces  el  Sr,  Moret  ministro  de  Fomento,  y  habién- 
dole interpelado  el  Sr.  Merelo  sobre  asuntos  de  enseñanza,  ambos  con- 
vinieron en  que  la  enseñanza  no  es  función  del  Estado,  ambos  hablaron 
contra  el  monopolio  universitario;  mas,  no  contento  con  esto  el  señor 
Moret,  hizo  un  brillante  panegírico,  como  él  lo  sabe  hacer  y  cual  no  lo 
haría  mejor  el  mayor  reaccionario,  del  florecimiento  de  la  enseñanza  en 
tiempos  en  que  no  pensaba  el  Estado  en  ser  docente,  sino  que  todo  se 
debía  á  las  iniciativas  privadas. 

Creemos  que  no  parecerá  inoportuna  á  los  lectores  la  cita,  un  tanto 
larga,  que  de  su  discurso  vamos  á  permitirnos  hacer. 

«La  historia  de  mi  patria,  dijo,  es  la  creación  de  enseñanzas  por 
pura  iniciativa  individual,  contra  todas  las  resistencias,  contra  todas  las 
tiranías  del  tiempo  en  que  nacieran.  Salamanca,  Alcalá,  esas  escuelas 
locales  de  diferentes  puntos,  las  asociaciones  de  primera  enseñanza  para 
los  niños,  las  fundaciones  religiosas,  todo  eso,  ¿quién  lo  ha  traído?  ¿Qué 
Estado  lo  formó,  si  el  Estado  apenas  vivía,  si  era  embrionario?  Las  uni- 
versidades nacieron  allí,  en  los  claustros  de  las  catedrales  ó  en  la  som- 
bría celda  de  los  monjes,  que  se  dedicaban  á  la  conservación  de  recuer- 
dos de  las  antigüedades.  La  enseñanza  y  la  ciencia  vivían  entonces  bajo 
el  amparo  de  la  Iglesia,  que  era  la  única  potestad  y  fuerza  de  aquella 
sociedad...  Compárense  esos  poderosos  centros  de  enseñanza,  univer- 
sidades, claustros,  etc.,  que  no  hay  en  el  mundo  moderno,  y  tuvieron 
tanto  brillo  y  dieron  tanta  gloria,  con  las  enseñanzas  modernas...  Esta 
fué  la  obra  magnífica  del  siglo  XVI...  En  la  universidad  enseñan  al 
alumno  una  porción  de  cosas  que  sirven  ó  no,  y  la  mayor  parte  de  los 
alumnos  salen  de  las  universidades  sin  saber  qué  es  aquello  que  les  han 
enseñado,  y  yo  confieso  que  tampoco  las  entendía,  á  pesar  de  ser  buen 
alumno  y  de  obtener  premios,  y  confieso  también  que  he  pasado  muchos 
años  para  poder  entender  que  no  había  más  que  un  derecho,  y  que  el 
derecho  penal,  el  derecho  administrativo,  el  derecho  mercantil  eran  la 
misma  cosa  mirada  por  distintas  facetas.  Y  á  muchos  les  ha  pasado  lo 
mismo  que  á  mí... 

»Pero,  ¿quién  más  grande  que  el  Estado?  Mas,  señores,  ¿qué  es  el 
Estado?  El  Estado  para  la  enseñanza  es  hoy  un  hombre  que  ha  sido 
catedrático,  ingeniero,  etc.,  y  quizá  sabe  algo  de  eso;  pero  al  otro  día  el 
ministro  es  uno  que  no  ha  tenido  que  ver  con  la  enseñanza,  ó  un  revolu- 
cionario que  tiene  algunas  ideas  que  brillan,  pero  que  dan  poca  luz...  Es 
preciso  que  las  universidades  vivan  por  sí  mismas,  porque,  si  no,  ten- 
drán que  responder  á  las  direcciones  de  la  opinión  pública  y  del  partido 
gobernante...»  Á  la  autoridad  del  Ministro  oponemos  la  autoridad  del 
Presidente  del  Consejo  de  Ministros. 

V.    MlNTEGUIAGA. 


(1)    10  de  Julio  de  1893. 


El  pemiin  le  los  pecados  eo  la  pilmltiva  Iglesia 


(1) 


LA    DOCTRINA    DE    ORÍGENES 


H 


Orígenes  [185/6-254/5]  atribuye  Harnack  la  concepción  ficticia  de 
que  la  Iglesia  no  es  más  que  una  comunidad  de  Santos,  sin  poder  para 
perdonar  los  pecados  (2). 

Nada  más  contrario  al  pensamiento  del  teólogo  alejandrino.  Aunque 
es  innegable  que  se  encuentran  en  sus  escritos  algunas  expresiones  algo 
fuertes,  en  este  punto  no  se  le  puede  tachar  de  heterodoxo.  Baste,  como 
prueba,  citar  alguno  que  otro  texto  de  los  muchos  que  ha  acumulado  el 
P.  Stufler  en  su  favor  (3). 

En  la  homilía  segunda,  sobre  el  Génesis  (núm.  3),  compara  Orígenes 
á  la  Iglesia  con  el  arca  de  Noé,  y  como  allí  había  animales  feroces,  así, 
dice,  aquí  los  hay  «quorum,  feritatis  saevitiam  nec  fidei  dulcedo  molli- 
vit  (4). 

La  palabra  Sanctus,  en  el  lenguaje  de  Orígenes  como  en  el  de  la  Es- 
critura y  en  el  de  otros  Padres  (5),  significa  muchas  veces  bautizado, 
miembro  de  la  Iglesia.  Pues  bien:  Orígenes  nos  asegura  que  no  son  ne- 
cesarios muchos  argumentos  para  probar  «gwoí/  //  qui  sancti  dicuntury 
non  continuo  sine  peccato  esse  intelliguntur».  Hay  mucha  diferencia 
de  Santos,  añade:  «Sancti  dicuntur  iidemque  et  peccatores  ////  qui  se 
voverunt  quidem  Deo  et  sequestraverunt  a  vulgi  conversatione  vitam 
suam  ad  hoc  ut  Domino  serviant.y>  Ni  porque  cometan  un  pecado  están 
ya  excluidos  de  la  Iglesia.  «Á  los  que  se  dedican,  dice,  á  la  medicina  ó 
filosofía,  á  pesar  de  todas  sus  faltas,  se  les  cuenta  entre  los  médicos  y 
filósofos.  Pues  lo  mismo  pasa  con  los  Santos.  Si  se  tiene  en  cuenta  lo 
que  prometió,  se  le  llama  santo;  si  las  faltas  en  que  por  fuerza  tiene  que 
incurrir  hasta  arrancar  la  costumbre  de  pecar  con  el  ejercicio  y  mortifi- 
cación, se  le  llamará  pecador»  (6). 

En  la  homilía  primera,  sobre  el  salmo  37  (núm.  1),  se  expresa  así: 
«Conociendo  el  Señor  la  fragilidad  humana,  estableció  médicos  espiri- 


(1)  Véase  Razón  y  Fe,  t.  XXVI,  pág.  43. 

(2)  Lehrbuch  der  Dogmengeschichte,  I.^,  410... 

(3)  Die  Sündenvergebung  bei  Origines  [Zeitsch.  fiir  Katholische  Theologie,  1907, 
páginas  193-223]. 

(4)  Migne,  T.  12,  168. 

(5)  V.  Ep.  ad  Rom.  I,  7;  I.  Cor.  I,  1-2;  Hermae  Pastor  passim. 

(6)  Hom.  10  in  Números,  núm.  1  (M.  12, 637). 


458  EL   PERDÓN   DE   LOS   PECADOS   EN   LA   PRIMITIVA   IGLESIA 

tuales  para  el  alma,  como  los  hay  para  el  cuerpo.  El  primero  es  el  Sal- 
vador..., que  puede  curar  toda  debilidad  y  enfermedad.  Médicos  son 
también  sus  discípulos  Pedro  y  Pablo  y  los  profetas  y  todos  los  suceso- 
res de  los  Apóstoles  que  están  al  frente  de  la  Iglesia,  á  quienes  se  ha 
encomendado  el  cuidado  de  curar  las  heridas,  pues  no  quiere  el  Señor 
la  muerte  del  pecador,  sino  que  se  convierta  y  viva»  (1). 

En  el  tratado  sobre  la  oración  prueba  que  el  poder  de  perdonar  los 
pecados  lo  recibieron  los  Apóstoles  cuando  el  Señor  pronunció  sobre 
ellos  aquellas  palabras:  Quorum  remiseritis  peccata,  remittuntur  eis,  et 
quorum  retinueritis,  retenta  sunt^  (loann.  XX,  23).  Este  mismo  poder 

tienen  «xal  ol  xoT;  áiroatóXotí;  t}>ji.ot(i-[jL¿vot,  íspeX^  '¿iiz^  xatá  xov  ^í-^x*  áp^iepáa»  (2). 

En  el  comentario  de  San  Mateo  (t.  XII,  núm.  14)  demuestra  además 
que  este  poder  de  las  llaves  no  es  un  carisma,  sino  una  función;  y  «la 
pretensión  de  abrir  y  cerrar  las  puertas  del  cielo  sólo  la  puedan  tener 
Pedro  y  los  que  han  recibido  el  carácter  episcopal»  (3). 

Como  consecuencia  de  las  premisas  establecidas,  era  natural  que 
Orígenes  dedujera  la  obligación  de  los  pecadores  de  confesar  sus  peca- 
dos á  los  médicos  espirituales.  *Porque  si  hacemos  esto  y  revelamos 
nuestros  pecados,  no  sólo  á  Dios,  sino  también  á  los  que  pueden  sanar 
nuestras  heridas,  borrará  nuestros  pecados  el  que  dice:  Ecce  delebo  ut 
nubes  iniquitates  tuas  et  sicut  caliginem  peccata  tua^  (Is.,  44,  22)  (4). 

Esta  confesión  se  debe  extender  á  todos  los  pecados,  aun  á  los  más 
ocultos  y  vergonzosos.  De  lo  contrario,  el  diablo,  que  es  el  que  nos  in- 
cita al  pecado,  se  convertirá  en  acusador  nuestro.  «Si  quid  in  occulto  ge- 
rimus,  si  quid  in  sermone  solo  vel  intra  cogitationum  secreta  commisi- 
mus,  cuneta  necesse  est  publicari,  cuneta  proferri:  proferri  autem  ab 
ilío  qui  et  accusator  peccati  est  et  incentor.  Ipse  enim  nunc  nos,  ut  pec- 
cemus  insiigat,  ipse  etiam  cum  peccaverimus  accusat.  Si  ergo  in  vita 
praeveniamus  eum  et  ipsi  nostri  accusatores  simus,  nequitiam  diaboli, 
inimici  nostri  et  accussatoris  effugimus.  Sic  enim  et  alibi  propheta 
dicit:  dic  tu ,  inquit,  iniquitates  tuas  prior,  ut  iustificeris  (Is.,  43,  26). 
Nonne  evidenter  mysterium,  de  quo  tractamus,  ostendit,  cum  dicit:  dic  tu 
prior?  ut  ostendat  tibi,  quia  praevenire  illum  debeas  qui  paratus  est  ad 
accusandum.  Videergo  quia  pronunciare  peccatum,  remissionem  peccati 
meretur.  Praeventus  enim  diabolus  in  accusatione  ultra  nos  acensare 
non  poterit,  et  si  nostri  simus  accusatores,  proficit  nobis  ad  salutem,  si 
vero  exspectemus  ut  a  diabolo  accusemur,  accusatio  illa  cedit  nobis  ad 
poenam;  habebit  enim  socios  in  gehenna,  quos  convicerit  criminum 
socios'>  (5). 


(1)  Hom.  1  in  ps.  37,  núm.  1  (M.  12,  1.369). 

(2)  M.  11,  528,  Koetschau,  Origines  Werke,  II,  Leipzig,  páá^.  380. 

(3)  M.  13,  1.013. 

(4)  InLuc,  h.  17(M.  13, 1.846). 

<5)  In  Lev.,  h.  3,  núm.  4  (M.  12,  429). 


EL   PERDÓN   DE   LOS   PECADOS   EN   LA   PRIMITIVA  IGLESIA  459 

Y  esta  confesión  se  ha  de  hacer  ante  el  sacerdote:  «Qui  non  sunt 
sancti  in  peccatis  sais  moriuníur:  qui  sancti  sunt  pro  peccatis  paenitu- 
dinem  gerunt,  vulnera  sua  sentíunt,  intelligunt  lapsus,  requirunt  sa- 
cerdotem,  sanitatem  deposcunt,  puriHcationem  per  pontifícem 
quaerunt...  Sanctus  enitn  est  qui  peccatum  per  pontifícem 
curat»  (1). 

Más:  Origines  quiere,  sí,  que  el  pecador  confiese  sus  pecados  al  mé- 
dico espiritual,  no  le  suceda  lo  que  suele  suceder  á  los  que  han  comido 
un  manjar  indigesto;  pero  al  mismo  tiempo  le  ruega  que  esto  lo  haga  en 
secreto  y  no  á  un  médico  cualquiera,  sino  á  uno  prudente,  el  cual  deci- 
dirá si  conviene  ó  no  que  se  acuse  públicamente.  Este  es  uno  de  los  pri- 
meros y  más  preciosos  testimonios  en  pro  de  la  confesión  secreta  (2). 

Los  textos  aducidos,  que  se  podrían  multiplicar  sin  dificultad,  prue- 
ban la  falta  de  fundamento  de  la  tesis  de  Harnack.  Las  dificultades  en 
contra  no  tienen  importancia  ninguna  (3). 

Algo  más  escabrosa  es  la  cuestión  de  saber  si  Orígenes  enseña  que 
en  su  tiempo  la  Iglesia  absolvía  de  los  tres  pecados  llamados  capitales. 

Dollinger  cree  que  el  teólogo  alejandrino  lo  negó  al  principio  de  su 
actividad  literaria  en  el  tratado  De  oratione  (c.  28);  pero  cambió  de  opi- 
nión al  fin  de  su  vida  en  el  libro  contra  Celso  (3,  51)  (4). 

Según  Funk,  Orígenes  excluye  de  la  jurisdicción  eclesiástica  los  tres 
pecados  capitales  (5).  Lo  mismo  piensa  Rauschen. 

Frank  (6),  d'Alés  (7)  y  Stufler  (8)  sostienen  que  para  el  teólogo  ale- 
jandrino el  poder  de  las  llaves  se  extendía  á  todos  los  pecados. 

Para  dar  segura  cuenta  de  la  doctrina  de  Orígenes  en  el  presente 
problema,  habría  que  leer  la  inmensa  mole  de  sus  obras,  seguir  cronoló- 
gicamente la  pista  del  desarrollo  de  sus  ideas  y  extractar  sistemática- 
mente lo  que  con  la  penitencia  se  refiere.  Ninguno  lo  podrá  hacer  mejor 
que  el  P.  Stufler,  de  quien  sabemos  las  ha  leído  concienzudamente  y  nos 
ha  dado  ya  alguna  de  sus  conclusiones;  pero  es  necesario  aún  sistema- 
tizarlas cronológicamente  y  sin  perdonar  texto  ninguno  en  pro  ó  en 


(1)  In  Nam.,  h.  10,  núm.  1  (M.  12,  637,  8). 

(2)  Proba  prius  medicum,  cui  debeas  causam  languoris  exponere,  qui  sciat  infir- 
man cum  infirmante,  flere  cumflente,  qui  condolendi,  patiendi  noverit  disciplinam;  ut 
ita  demum  si  quid  Ule  dixerit,  qui  se  prius  et  eruditum  medicum  ostenderit  et  miseri- 
cordem,  si  quid  consilii  dederit,  f acias  et  sequaris,  si  intellexerit  et  praeviderit  talem 
esse  languorem  tuum  qui  in  conventu  totius  Ecclesiae  exponi  debeat  et  curari,  ex  quo 
fortassis  et  ceteri  aediflcari  poterunt,  et  tu  ipse  fucile  sanari,  multa  hoc  deliberatione, 
et  satis  perito  medid  illius  consilio  procurandum  est.  In  ps.  37,  h.  2,  n.  VI  (M.  12, 1.386). 

(3)  Stufler,  Zeitsch.,  páginas  202-203. 

(4)  Hippolytus  und  Kallistus,  1853,  pág.  256. 

(5)  Kirchengesch  Abhandlungen  und  Untersuchungen,  I,  pág.  163. 

(6)  Die  Bussdisciplin  der  Kirche,  Mainz,  1867,  pág.  838... 

(7)  La  tfiéologie  de  Saint  Hippolyte,  París,  1906,  pág.  44... 

(8)  Zeitsch.,  1907,  páginas  203-228. 


460  EL  PERDÓN   DE   LOS   PECADOS   EN   LA   PRIMITIVA   IGLESIA 

contra.  Orígenes  no  ha  escrito,  como  Tertuliano,  de  propósito  sobre  la 
penitencia,  sino  incidentalmente  en  sus  comentarios  ú  homilías. 

Por  ahora,  tal  como  se  hallan  las  investigaciones,  es  indudable  que 
la  tesis  defendida  por  Frank,  d'Alés  y  Stufler  es  la  más  probable,  por  no 
decir  cierta. 

Comencemos  el  examen  por  el  fin  de  la  vida  de  Orígenes. 

En  el  tratado  contra  Celso,  escrito  hacia  el  248,  le  echa  éste  en  cara 
que  los  cristianos  reciben  en  su  seno  á  gente  degenerada  y  sin  concien- 
cia. Orígenes  no  responde  en  su  defensa  que  esto  no  es  verdad,  sino, 
admitiendo  la  recriminación,  añade:  «Con  los  que  pecan,  sobre  todo  con 
los  deshonestos,  se  obra  de  la  siguiente  manera,  á  saber:  se  les  arroja 
de  la  comunidad  cristiana...  Á  los  que  han  caído  en  lujuria  ó  cualquier 
otro  pecado,  los  lloran  los  cristianos  como  perdidos  y  muertos  para  Dios; 
pero  los  tratan  como  á  resucitados,  si  así  lo  merece  el  cambio  de  sus 
costumbres;  sin  embargo,  son  admitidos  más  tarde  que  los  que  se  re- 
ciben por  primera  vez,  y  pues  han  caído  después  de  haber  profesado 
la  religión,  se  les  aparta  de  toda  dignidad  y  prelatura  de  la  Iglesia  de 
Dios»  (1).  Luego,  por  los  años  de  248,  se  concedía  según  Orígenes,  en 
todas  partes  á  todo  pecador,  y  también  á  los  deshonestos,  la  absolución 
eclesiástica. 

Sobre  la  fecha  de  los  otros  tratados  y  escritos  de  Orígenes  esta- 
mos bastante  á  obscuras,  y  esta  es  una  de  las  principales  dificulta- 
des con  que  se  tropieza  en  la  exposición  de  su  doctrina  sobre  la  peni- 
tencia. 

Las  homilías  sobre  el  Pentateuco,  Jeremías  y  Ezequiel  las  pronunció, 
á  lo  que  parece,  desde  el  año  244  hasta  el  fin  de  su  vida  (2).  Sus  ideas 
son  las  mismas  que  en  el  tratado  contra  Celso. 

En  la  homilía  sexta,  sobre  el  Éxodo  (núm.  9),  al  que  ha  cometido  un 
pecado  de  fornicación  ó  un  homicidio  amonesta  que  «Paenitendo,  flendo, 
satisfaciendo  deleat,  quod  admissum  est»  (3). 

Uno  de  los  hechos  que  sale  en  casi  todas  ellas,  y  de  que  ha  sacado 
más  partido  Orígenes,  es  el  del  incestuoso  de  Corinto.  San  Pablo  le  había 
entregado  á  Satanás,  es  decir,  excomulgado,  para  que,  muriendo  á  la 
carne,  viviera  para  el  espíritu,  y  esta  vida  recibió  su  complemento  con 
la  admisión  del  penitente  en  la  comunidad  de  los  fieles.  Así  obraba  en 
tiempo  de  Orígenes  la  Iglesia  con  los  deshonestos  y  los  que  caían  en 
pecados  de  gravedad  excepcional.  Los  arrojaba  de  su  seno  para  que, 
haciendo  penitencia  matasen  su  carne  y  vivieran  para  Dios.  Acabada  la 
penitencia  les  abría  sus  puertas;  y  concluye:  «Juste  autem  proicitur  qui 


(1)  Koetschau,  I,  pág.  247;  III,  51. 

(2)  Sobre  la  cronología  de  los  escritos  de  Orígenes  véase  Harnack.  Geschichte  der 
altchrisüichen  Literatur  bis  Eusebias.  II  B.  Die  Chronologie,  Leipzig,  1904,  pág.  37. 

(3)  M.  12,338. 


EL   PERDÓN  DE   LOS  PECADOS  EN   LA    PRIMITIVA   IGLESIA  461 

digna  fecit  abiectione  ut  auferatur  a  populo  Dei  et  eradícetur  ab  eo  ei 
tradatur  Satanae.  Et  in  praesenti  quidem  potest  quis  egrediens  de  populo 
Dei  rursum  per  paenitentiam  revertí»  (1). 

El  texto  no  exceptúa  á  nadie  de  la  absolución  eclesiástica. 

En  la  homilia  veinte,  sobre  Jeremías,  se  dirige  patéticamente  á  los 
oyentes,  rogándoles  que  le  den  dos  hombres  encenagados  en  la  lujuria, 
de  los  cuales  el  uno  llora  y  se  arrepiente,  el  otro,  despreocupado  y  sin 
remordimiento,  cree  haber  obrado  bien.  ¿Cuál  de  los  dos,  pregunta,  se 
salvará?  Ciaro  es  que  el  penitente.  Y  ¿qué  debe  hacer  con  él  la  Iglesia? 
Tenderle  los  brazos  como  los  de  Corinto  al  incestuoso  (2). 

Al  mismo  período  de  su  vida  pertenecen  las  homilías  sobre  los  Sal- 
mos. Nada  de  extraño  que  en  ellas  exponga  las  mismas  ideas. 

El  cristiano  es  para  Orígenes  un  atleta  que  lucha  con  sus  pasiones. 
«Puede  suceder  que  caiga  vencido  por  la  lujuria  ú  otro  pecado.  ¿Qué 
debe  hacer  en  tal  caso?  ¿Desesperado  exclamar:  ^Jam  quomodo  possum 
»ego  salvüs  fieri  qui  cecidi?  Jam  nulla  spes  est,  peccata  mea  me 
>colligant,  quomodo  audere  possum  accederé  ad  Dominum?  quomodo 
^ad  Ecclesiam  rediré?»  El  que  así  habla,  no  solamente  ha  caído,  *sed 
»in  casu  suo  prosiratus  atque  demersus  est».  No,  esto  no  debe  suce- 
der; el  que  ha  caído,  que  se  levante,  se  enmiende,  lave  el  pecado  con 
la  penitencia  y  satisfacción»  (3). 

Otro  argumento.  Orígenes  dice  á  sus  oyentes  que  «la  malicia  del 
pecado  no  sobrepuja  la  bondad  de  Dios»  (4).  «Todos  pueden  ser  cura- 
dos, aunque  hayan  llegado  al  culmen  de  la  maldad,  si  hicieren  peniten- 
cia» (5).  Compara  á  los  pecadores  y  justos  con  Babilonia  y  Jerusalén. 
Los  peores  pecadores  son  los  que  están  en  el  centro  de  Babilonia.  Pues 
también  para  éstos  hay  remedio.  « Verum  tamen  in  nobis  est  fugere  de 
Babylone  et  in  nostra  positum  est  potestate,  si  velimus  resuscitare 
quod  corruit »  (Ib.,  n.  3.)  Dios  manda  á  sus  médicos  para  que  curen  á 
Babilonia  (6),  pero  ella  no  quiere  ser  curada.  Los  médicos  la  abandonan, 
diciendo:  «Curabimus  Babylonem  et  non  est  sonata,  relinquamus  eam.» 
jPor  Dios,  ruega  Orígenes  al  pecador,  no  rechaces  á  los  médicos!  «Qüm 
abscessio  eorum  condemnatio  tua  sit  ut  ir  remediabais  nolent.sque 
curar  i!  (Ib.,  n.  12.) 

En  el  comentario  de  San  Juan  dice  que  así  como  Cristo,  después  de 
haber  resucitado  á  Lázaro,  mandó  á  sus  discípulos  le  desataran,  así 


(1)  In  Ezequiel,  h.  3,  n.  8  (M.  13,  694). 

(2)  In.  Jen,  h.  20,  n.9;  Klostermann,  pág.  191  (Migne,  h.  19,  n.  9,  t.  13,  522). 

(3)  In  ps.  36,  h.  4,  n.  2  (M.  12,  1.353). 

(4)  In  Lev.,  h.  9,  n.  8  (M.  12,  520,  21). 

(5)  Injer.,  h.  21,n.  I  (M.  13,  535). 

(6)  Los  médicos  son  «sive  ángelus  Dei,  sive  quicunque  hominum  cui  credita  est  cura 
sermonum  ad  salutis  medicinam  deferendam». 

RAZÓN  Y  FE,  TOMO  XXVÍ  31 


462  EL   PERDÓN  DE   LOS   PECADOS   EN   LA   PRIMITIVA   IQEESIA 

manda  que  á  los  apóstatas  arrepentidos  los  desaten  de  sus  cadenas 
pecaminosas  (1). 

Contra  argumentos  tan  claros  no  se  han  traído  hasta  ahora  más  que 
alguno  que  otro  texto  obscuro  y  difícil  de  explicar.  El  principal  se  lee 
en  el  capítulo  28  del  libro  sobre  la  oración.  Su  contenido  es:  «Aquel 
sobre  quien  sopló  Jesús  como  sobre  los  Apóstoles,  y  aquel  por  cuyes 
frutos  se  puede  conocer  que  ha  recibido  el  Espíritu  Santo  y  se  ha  hecho 
espiritual,  pues  el  Espíritu  Santo  le  guía  en  todas  las  acciones  que 
razonablemente  debe  hacer  á  la  manera  del  Hijo  de  Dios;  el  tal  (digo) 
perdona  lo  que  Dios  perdonaría  y  retiene  los  pecados  incurables  (2), 
pues  no  es  más  que  ministro,  y  como  los  profetas  servían  á  Dios 
hablando,  no  de  su  propia  cosecha,  sino  lo  que  Dios  quería,  así  obra  él, 
sabiendo  que  el  poder  de  perdonar  lo  tiene  sólo  Dios.»  Así  se  debe 
entender  lo  que  en  el  Evangelio  de  San  Juan  está  escrito  sobre  el  perdón 
que  han  de  conceder  los  Apóstoles:  «Recibid  al  Espíritu  Santo:  á  los 
que  perdonareis  los  pecados,  les  serán  perdonados,  y  á  los  que  se  los 
retuviereis,  les  serán  retenidos.»  (Joann.,  20,  23.)  Si  se  examinan  estas 
palabras,  parecen  dignos  de  reprensión  los  Apóstoles,  pues  no  perdonan 
á  todos  sus  pecados,  para  que  les  sean  perdonados,  sino  que  los  retie- 
nen á  algunos;  de  modo  que  ante  Dios  también  les  serán  retenidos.  Útil 
será  acudir  al  Antiguo  Testamento  para  entender  mejor  el  perdón  délos 
pecados  que  Dios  concede  por  medio  de  los  hombres.  Se  les  prohibe 
allí  á  los  sacerdotes  ofrecer  sacrificios  por  ciertos  delitos,  á  fin  de  que 
sean  perdonados  los  pecados  á  aquellos  por  quienes  se  ofrecen.  Y  aun- 
que el  sacerdote  tiene  la  potestad  de  ofrecer  sacrificios  por  algunos 
pecados  involuntarios,  no  por  eso  ofrece  el  holocausto  por  el  adulterio, 
homicidio  voluntario  y  cualquier  otro  pecado.  Así  los  Apóstoles  y  los 
sacerdotes,  semejantes  á  los  Apóstoles,  según  el  gran  Pontífice,  instruí- 
dos  en  la  disciplina  del  culto  divino  y  amaestrados  por  el  Espíritu  Santo, 
saben  por  qué  pecados  deben  ofrecer  sacrificios,  por  qué  pecados  no, 
cuándo  y  cómo.  Por  eso  el  sacerdote  Helí,  sabiendo  que  sus  hijos  Ofni 
y'  Finees  habían  pecado,  y  no  viendo  cómo  poderlos  ayudar  para  alcan- 
zar perdón,  confiesa,  perdida  toda  esperanza,  que  es  imposible  con 
estas  palabras:  «Si  pecare  el  hombre  contra  el  hombre,  orarán  por  él; 
pero  si  pecare  contra  el  Señor,  ¿quién  pedirá  por  él?  (I  Reg.,  11,  25.) 

Hay  algunos  que  no  sé  cómo  se  arrogan  lo  que  supera  la  dignidad 
episcopal  (ííTtep  Tfjv  UpaitxTjv  á^íav);  ignorantes  quizás  de  la  disciplina 
episcopal,  se  glorian  de  poder  perdonar  también  la  idolatría,  adulterio 
y  fornicación.  Como  si  con  la  oración  (ota  xij;- eu^^?,;)  en  favor  de  los  que 


(1)  En  el  comentario,  los  que  desatan  al  pecador  son  ángeles,  pero  en  la  catena 
son  los  discípulos.  Origines  Werke,  vol.  IV,  lib.  28,  ed.  Preuschen,  páginas  398, 5;  546,  3. 

(2)  o'íSi  ¿ixTiveyaOslí  "jTto  xoü  'IrjToü...  ápÍYiaiv  a  éáv  áf^  ó  6£q;  xai  xpaxsí  xá  ávíaxa  ^w^ 
á|Aaf;Tyiu.áTa)v. 


EL   PERDÓN   DE   LOS   PECADOS   EN    LA   PRIMITIVA   IGLESIA  463 

kan  cometido  estos  crímenes  se  desatara  también  el  pecado  que  lleva 
la  muerte  (T.phi;  eáva-cov).  ¿No  leen:  «hay  un  pecado  que  acarrea  la 
muerte;  no  digo  que  ore  por  él  alguno»?  (I.  S.  loann,,  V,  16.)  (1). 

Este  lugar  ofrece,  sin  duda  alguna,  dificultad.  Orígenes  lo  escribió 
al  principio  de  su  actividad  literaria,  hacia  el  235:  de  ahí  la  opinión  de 
DóUinger. 

Sin  embargo,  el  P.  Stufler  ha  propuesto  una  explicación,  que,  des- 
pués de  haber  leído  y  meditado  todo  el  pasaje,  nos  parece  muy  fundada. 

El  pensamiento  de  Orígenes  es  que  estos  tres  pecados  no  se  pueden 
perdonar  por  la  oración  del  Obispo  solamente  sin  la  penitencia  pú* 
blica. 

Ante  todo,  es  de  advertir  que  Orígenes  no  hace  nunca  referencia  en 
sus  escritos  posteriores  á  un  cambio  de  opinión. 

Con  razón  se  ha  hecho  notar  además  que  si  se  toman  á  la  letra  y 
aisladamente  las  palabras  de  Orígenes,  encierran  una  herejía,  puesto 
que  restringen  el  poder  de  las  llaves  de  la  Iglesia,  y  no  hay  por  qué 
echar  sobre  el  teólogo  alejandrino  una  herejía  más  sin  pruebas  contun- 
dentes: tanto  menos  cuanto  que  la  tal  restricción  no  existe. 

Orígenes  afirma  rotundamente  «que  los  Apóstoles  y  sus  legítimos  su- 
cesores perdonan  lo  que  Dios  perdonaría  y  retienen  los  pecados  incura' 
bles».  Esta  cláusula  tiene  dos  miembros.  En  el  primero  se  concede  á  la 
Iglesia  un  poder  de  perdonar  ilimitado.  Abarca  cuanto  abarca  el  po- 
der divino.  «La  Iglesia  puede  perdonar  lo  que  Dios  perdonaría.»  Ahora 
bien,  por  los  textos  del  mismo  Orígenes,  citados  más  arriba,  sabemos 
que  Dios  puede  y  quiere  perdonar  todos  los  pecados;  luego  la  Iglesia 
también  puede  y  quiere;  luego  si  alguna  vez  niega  el  perdón,  no  es  por 
falta  de  poder,  sino  porque  el  pecado  es  incurable;  luego  al  decir  Oríge- 
nes unas  líneas  más  abajo,  que  los  tres  pecados  capitales  no  se  pueden 
perdonar  por  la  oración  del  Obispo,  porque  esto  excede  la  dignidad 
episcopal,  no  quiere  decir  que  el  Obispo  no  tiene  poder  de  absolver  de 
estos  tres  pecados,  que  sería  una  contradicción  manifiesta  con  lo  soste- 
nido anteriormente,  sino  que  no  puede  hacerlo  con  sola  la  oración. 

Esta  misma  idea  hallamos  en  la  homilía  décima  sobre  el  libro  de  los 

Números.  «La  ley,  dice,  manda  que  los  Pontífices  y  sacerdotes  non 

.quorumcumque  sed  sanctorum  tantummodo  sumant  peccatay  (2).  Los 

santos  aquí  son  los  que  hacen  penitencia  y  se  arrepienten.  Y  este  es  el 

sentido  que  se  deduce  de  todo  el  contexto  del  pasaje  controvertido. 

Orígenes  nota  que  los  Apóstoles  y  sus  sucesores  son  meros  ministros 
del  Señor  en  el  ejercicio  del  poder  de  perdonar  los  pecados,  como  los 
profetas  en  sus  profecías,  y  como  éstos  no  predecían  sino  lo  que  Dios 


(1)  Koetschau,  Origines  Werke,  II,  pág.  380  (M.  11,  528). 

(2)  Número  1  (M.  12,  638). 


464  EL   PERDÓN  DE   LOS   PECADOS  EN    LA   PRIMITIVA   IGLESIA 

quería,  del  mismo  modo  aquéllos  no  deben  perdonar  sino  lo  que  Dios 
quiere.  Así  se  deben  entender  las  palabras  de  Cristo  en  el  Evangelio  de 
San  Juan  (XX,  23). 

Orígenes  expone  luego  esta  dificultad:  si  los  Apóstoles  han  recibido 
el  poder  de  perdonar  de  modo  que  á  los  que  ellos  perdonaren  los  per- 
donará el  Señor,  ¿por  qué  no  perdonan  á  todos,  para  que  los  perdone 
también  el  Señor?  No,  responde.  Esto  no  lo  pueden  hacer:  porque  así 
como  en  el  Antiguo  Testamento  no  bastaban  para  alcanzar  perdón  de  los 
pecados  de  homicidio  y  adulterio  voluntarios  los  holocaustos  y  oracio- 
nes de  los  sacerdotes,  así  no  basta  ahora  la  mera  absolución  del  Obispo 
para  librarse  de  los  tres  pecados  capitales.  Orígenes  cita  en  seguida  el 
ejemplo  del  sacerdote  Helí,  que,  sabiendo  que  sus  hijos  Oíni  y  Finees 
habían  pecado  gravísimamente,  exclama  que  de  nada  servirían  sus  sa- 
crificios y  plegarias  para  templar  la  ira  divina.  ¿Pues  qué  es  lo  que  exige 
el  Señor  para  librarse  de  estos  pecados?  La  respuesta  la  hallamos  en  un 
fragmento  del  mismo  Orígenes  de  la  Bibliotheca  Gallandiana.  «Juro  á  la 
casa  de  Helí,  dice,  que  su  culpa  no  se  expiará  jamás  con  ofrendas  y 
dones...  Yo  se  la  perdono  únicamente  mediante  obras  y  penitencia  per- 
fecta» (1).  He  aquí  enunciado  con  toda  claridad  el  pensamiento  de  Orí- 
genes. Como  los  sacerdotes  en  la  antigua  ley  no  podían  perdonar  con 
solas  sus  ofrendas  y  oraciones  los  pecados  graves  del  pueblo,  así  no 
pueden  tampoco  ahora  los  sucesores  de  los  Apóstoles  perdonar  los  tres 
pecados  capitales  con  sólo  pronunciar  la  absolución,  si  no  precede  pe- 
nitencia completa.  Para  nosotros  este  texto  paralelo  explica  con  toda 
claridad  el  pensamiento  de  Orígenes  en  el  lugar  controvert'do. 

Qué  es  lo  que  Orígenes  entendía  por  penitencia  perfecta,  nos  lo  ha 
dejado  explicado  en  varios  lugares,  especialmente  en  la  homilía  segunda 
del  libro  primero  de  los  Jueces  (núm.  5):  es  la  penitencia  pública;  la  ex- 
clusión temporánea  de  la  Iglesia,  para  que,  muriendo  el  penitente  á  la 
carne,  como  el  incestuoso  de  Corinto,  viva  para  el  espíritu  y  sea  reci- 
bido de  nuevo  en  la  comunidad  de  los  fieles.  Estos  pecados  eran  casti- 
gados con  la  muerte  corporal  en  el  Antiguo  Testamento;  en  el  Nuevo  con 
la  excomunión  temporánea  (2). 

Examinadas,  pues,  las  palabras  de  Orígenes  en  el  contexto  y  á  la 
luz  de  los  otros  escritos  suyos,  no  encierran  el  rigorismo  que  se  les 
atribuye. 

Orígenes  habla  en  el  segundo  miembro  de  la  frase  que  lia  servido  de 


(1)  AoxsT  7iw;  w8e  £[jlho5Í;£iv  t^  |j.£Tavoía,  (ir¡5iSoy:  amo'.:  é)7:íSa  (j\>yyj<t[^r,  i«  .  7;  Aá  7tpó<jy_£; 
áx¡iiPw;T(o  p-/¡TÜ.  «priaív,  oxt  ev  6uCTÍat;  oO  auyp^wpw  aOToí:,  toutéttiv  eáv  [xr,  ci  'z  <>  v  /at  i/etavota; 
T£).£Ía;.  oCi  Yap  4"^óv  éaii  tó  á[JLápTr(|xa,  iva  TrpooaYá-yoxji  6pÉ¡x(xaTa  zl,  üúcn&v.  .iívx  iní  xwv  i\- 
¿yvoía  xal  «{'O.üv  7i),rjfjL[;.e>.y,j<.áTwv  TipodáYctat  Ttspi  ájJiafTÍa,.  evtaüGa  íi  ó  Oeo  <■-  iv  ó  vppi<T6ef;. 
(M.  17,  40). 

(2)  M.  12,  960... 


EL   PERDÓN  DE  LOS  PECADOS   EN   LA   PRIMITIVA  IGLESIA  465 

base  á  nuestra  argumentación  de  pecados  incurables.  Éstos  son  la  apos- 
tasía  (1)  y  el  pecado  que  cometen  los  que  han  recibido  al  Espíritu 
Santo,  contra  el  mismo  Espíritu  Santo  (2).  Pero  ¿de  dónde  nace  la  im- 
posibilidad de  la  cura?  ¿De  qua  el  Señor  no  quiera  ó  no  pueda  curarlos? 
Nada  más  contrario  á  la  doctrina  de  Orígenes,  quien  sin  cesar  repite  que 
el  Señor  no  quiere  la  muerte  del  pecador,  sino  que  se  convierta  y  viva; 
que  todos,  aun  los  que  están  en  el  centro  de  Babilonia,  que  son  los  más 
encenagados,  pueden  alcanzar  perdón  (3). 

Tampoco  nace  esta  imposibilidad  de  defecto  de  poder  en  la  Iglesia, 
pues  lo  tiene  ilimitado,  y  el  Señor  mismo  envía  á  sus  médicos  precisa- 
mente para  curar  á  los  que  están  en  el  centro  de  Babilonia. 

La  imposibilidad  nace  de  la  resistencia  de  parte  de  la  voluntad 
humana  á  la  gracia  del  Espíritu  Santo;  de  la  impenitencia  del  peca- 
dor (4),  de  que  rechaza  á  los  médicos,  y,  como  dice  gráficamente  Orí- 
genes en  otro  lugar  que  ya  conocemos,  apostrofando  al  pecador, 
*abscessío  eorum,  condemnatio  tua  sit  ut  irremediabilis  nolentisque 
curari  (5). 

En  lo  expuesto  se  ha  podido  ver  el  desarrollo  gradual  de  la  doctrina 
de  Orígenes.  El  teólogo  alejandrino  procede  con  una  lógica  irresistible. 
Sus  ideas  sobre  la  penitencia  son  claras  y  precisas.  No  creemos  que 
nuevas  investigaciones  puedan  cambiar  substancialmente  los  resultados 
obtenidos,  aunque  sería  muy  conveniente,  como  queda  indicado,  reco- 
ger con  todo  el  rigor  cronológico  los  diferentes  textos  de  sus  obras  para 
presentar  un  cuadro  del  todo  completo.  Sus  aserciones  son  otras  tantas 
tesis,  tales  cuales  hoy  se  presentan  en  las  clases  de  Teología.  Orígenes 
defiende:  1.°,  que  la  Iglesia  es  una  sociedad  compuesta  de  justos  y  peca- 
dores; 2.°,  que  Cristo  instituyó  el  sacramento  de  la  Penitencia,  sobre 
todo  al  pronunciar  las  palabras  que  se  leen  en  el  Evangelio  de  San  Juan 
(20,  23...);  3.°,  que  el  poder  de  las  llaves  que  recibiéronlos  Apóstoles  no 
es  un  carisma,  sino  una  función;  4.°,  que  todos  los  pecadores  están  obli- 
gados á  confesar  sus  pecados  ante  el  Obispo  ó  los  presbíteros;  5.°,  que 
esta  confesión  se  debe  extender  á  todos  los  pecados,  aun  los  más  recón- 
ditos y  horribles;  6.°,  que  de  suyo  se  ha  de  hacer  en  secreto  ante  un  con- 
fesor prudente,  el  cual  decidirá  si  conviene  ó  no  que  se  haga  en  pú- 
blico; 7.°,  que  los  tres  pecados  capitales  exigían  una  satisfacción  pública 


(1)  In  Matth.,  ser.  núm.  114  (M.  13,  1762-64). 

(2)  In  loann.,  t.  28,  núm.  13  (M.  14,  712:  Preuschen,  pág.  408). 

(3)  Omnis  anima  apud  Deum  recipere  potest  salutem  et  ñeque  una  apud  Deum  est 
insanabilis.  In  Jer.,  h.  21,  núm.  12  (M.  13, 540). 

(4)  Injer.,  h.  21,  núm.  12  (M.  13,  541;  In    oann.,  ed.  Preuschen,  Origines  Werke^ 
IVB.,  libro  II,  11,  pág.  66. 

(5)  In  Jen,  h.  21,  núm.  12. 


4^  EL   PERDÓN  DE' LOS   PECADOS  EN   LA   PRIMITIVA  IGLESIA 

y  exclusión  temporánea  de  la  Iglesia,  á  causa  de  su  excepcional  grave- 
dad; pero  que  el  penitente  podía  ser  absuelto,  después  de  hecha  peniten- 
cia completa;  8.°,  que  el  poder  de  absolver  en  la  Iglesia  se  extiende  á 
todos  los  pecados,  y  sólo  son  incurables  aquellos  en  que  el  pecador 
abiertamente  y  por  malicia  resiste  al  Espíritu  Santo;  lo  cual  nada  tiene 
de  extraño,  pues  repugna  que  se  convierta  el  que  no  quiere  convertirse, 
al  menos  mientras  persista  en  su  decisión. 

Zacarías  García. 


Bolelín  de  Teolooía  doomáüca  española  en  1909. 


H 


«ni  UN  hay  en  la  patria  de  los  Laínez,  Canos,  Vegas  y  Victorias,  decía 
muy  bien  el  esclarecido  P.  Casanova,  quienes  procuran  cebar  con  él 
óleo  de  sus  teológicas  lucubraciones  la  misteriosa  lámpara  encendida 
en  la  antigua  Hesperia  por  Santiago  y  los  siete  varones  apostólicos:» 
Lo  que  sucede  es,  que  ni  los  españoles  pregonamos  debidamente  nues- 
tras obras  de  Teología,  ni  los  extranjeros  se  dignan  citarlas  ó  mirarlas 
con  el  aprecio  debido  (á  no  ser  en  el  tiempo  preciso  de  hacer  la  reseña), 
como  repetidamente  lo  hemos  notado.  Por  eso  juzgamos  conveniente 
tratar  del  movimiento  teológico-dogmático  que  hubo  el  año  pasado 
de  1909  en  nuestra  patria,  para  que  se  vea  el  ardor  con  que  se  contri- 
buye en  ella  al  glorioso  renacimiento  de  la  ciencia  de  las  ciencias.  En 
cuatro  párrafos  dividiremos  este  examen:  en  el  primero  hablaremos  de 
los  libros  didácticos  de  Teología  que  se  han  publicado  ó  acabado  de 
publicar  en  1909;  en  el  segundo,  de  las  polémicas;  en  el  tercero,  de  las 
obras  que  versan  sobre  asuntos  particulares  teológicos;  en  el  cuarto, 
de  algunos  artículos  sobre  esta  materia  que  han  salido  en  las  revistas. 


* 
*  * 


Reclama  para  sí  el  primer  lugar  la  Sacra  Theologia  dogmática  re- 
centioribus  academiarum  moribus  accommodata,  del  P.  Honorato  del 
Val,  O.  S.  A.,  Prefecto  de  Estudios  en  el  Real  Monasterio  del  Escorial. 
Salió  al  mercado  literario  el  primer  volumen  en  1906;  y  el  tercero  y  úl- 
timo, aunque  lleva  la  fecha  de  1908,  puede  afirmarse  que  empezó  á 
correr  y  ser  conocido  el  año  pasado.  Explica  en  ellos  el  doctísimo  agus- 
tino todos  los  tratados  que  suelen  comprender  los  textos  de  esta  índole, 
si  bien  algunos,  v.  gr.,  el  de  los  Ángeles  y  Virtudes,  con  excesiva  bre- 
vedad. Lo  que  han  juzgado  de  la  obra,  y  los  merecidos  elogios  que  le 
han  tejido  las  revistas  extranjeras  se  pueden  ver  en  La  Ciudad  de  Dios 
de  5  de  Abril  de  1909,  y  Razón  y  Fe  (t.  XXIV,  pág.  538)  reprodujo  un  trozo 
de  una  carta  pontificia  al  autor,  muy  honrosa  y  laudatoria.  El  P.  del  Val 
observa  puntualmente  lo  que  en  las  Constituciones  de  San  Agustín,  Part.  2, 
cap.  2,  de  Officio  Regentis,  se  ordena,  según  Gener  (1),  á  los  religiosos 
agustinos,  que  sigan  las  doctrinas  de  Egidio  Colonna  (Gil  de  Roma),  y 
en  las  materias  que  este  discípulo  de  Santo  Tomás  no  toca,  se  supla 


(1)    Scholastica  Vindicata,  pág.  171.  Genova,  1756. 


468  BOLETÍN  DE   TEOLOGÍA  DOGMÁTICA   ESPAÑOLA   EN    1909 

con  las  del  maestro.  Aunque  defensor  como  el  que  más  de  San  Agustín 
y  enamorado  de  sus  enseñanzas,  no  pertenece  el  P.  Honorato  á  la  es- 
cuela rígida  de  Belleli,  Berti,  Marcelli  y  Keller.  En  casi  todos  los  puntos 
característicos  del  sistema  agustiniano  se  aparta  de  ellos  y  templa  su 
dureza.  Pondremos  algunos  casos:  1."  La  imposibilidad  del  estado  de 
naturaleza  pura  no  la  admite,  como  Marcelli,  por  creer  que  los  atributos 
de  Dios  exigen  la  concesión  de  dones  preternaturales  y  aun  sobrenatu- 
rales, sino  porque  la  sabiduría  práctica  de  Dios  prefiere  no  crear  al  hom- 
bre antes  que  crearlo  en  aquel  estado.  2."  Los  niños  fallecidos  con  el 
original,  no  son  castigados  con  penas  dolorosas  y  aun  sensibles,  como 
piensa  Berti;  lo  son  con  cierta  disminución  de  bienes  anejos  á  la  felici- 
cidad  natural.  3.°  No  basta,  según  pretenden  Berti  y  Marcelli,  que  el 
grado  de  delectación  de  la  gracia  sea  más  intenso  que  el  de  la  concu- 
piscencia para  obrar  indefectible  aunque  libremente:  se  requiere  además 
la  ilustración  del  entendimiento,  acomodada  á  la  índole  é  ingenio  del 
hombre,  y  la  premoción  física  ó  concurso  intrínseco  en  la  voluntad  que 
la  mueva  á  ejecutar  libremente  el  acto.  Generalmente,  concibe  con  mu- 
cha distinción,  se  expresa  por  lo  regular  con  suma  claridad,  no  deja  de 
citar  teólogos  antiguos  y  contemporáneos,  aunque  entre  éstos  se  hallen 
pocos  de  la  venerable  escuela  escotística;  se  muestra  tolerante  con  las 
opiniones  contrarias,  bien  que  no  del  todo  imparcial.  Al  exponer  los  sis- 
temas de  la  gracia,  hubiera  convenido  presentarlos  como  son,  con  las 
respuestas  que  se  dan  á  las  objeciones,  según  lo  ha  hecho  prudente- 
mente en  otros  casos;  no  amontonar  de  aquí  y  de  allí  dificultades  contra 
la  teoría  adversa,  omitiendo  las  soluciones.  Así  no  habría  asegurado, 
v.  gr.,  que  los  molinistas  enseñan  que  si  Dios  quisiera  salvar  efectiva- 
mente á  los  hombres,  los  hubiera  colocado  en  circunstancias  favorables 
que  influyesen  con  eficacia  en  su  consentimiento.  Eso  no  lo  enseña  nin- 
gún molinista  genuino.  Ni  habría  dicho  que  Molina  testifica  que  su  sis- 
tema era  contrario  al  de  San  Agustín;  y  al  mencionar  el  testimonio  del 
P.  Schneeman,  acerca  de  si  San  Alfonso  de  Ligorio  favorecía  al  moli- 
nismo,  no  hubiera  callado  que  Caeterum  non  infitior  sed  ipse  postea 
ostendam  Tournelium  (et  post  eum  Sancfum  Doctorem)  etiam  Molinam 
impugnare  (1). 

Acaso  alguno  opine  que  el  P.  del  Val  no  haya  penetrado  en  las  en- 
trañas de  la  Metafísica,  pero  nadie  le  tachará  de  teólogo  adocenado. 
Discurre  por  cuenta  propia,  y  aduce  una  porción  de  sentencias,  ó  remo- 
zadas, como  la  de  Capreolo  y  Egidio,  sobre  la  causalidad  de  los  sacra- 
mentos, que  es  dispositiva  y  no  efectiva  de  la  gracia,  ó  concebidas  á  su 
manera,  como  las  que  hemos  mencionado  arriba  y  otras  varias.  Algu- 
nas no  hemos  acabado  de  entender,  y  dos  de  ellas,  la  de  la  concupis- 


(I)    Controversiarum  de  Divinae  Gratiae  liberique  arbitrü  concordia  Initla  et  pro- 
gressus.  Herder,  1881,  pág.  4,  nota  4. 


BOLETÍN  DE   TEOLOGÍA   DOGMÁTICA   ESPAÑOLA   EN    1909  469 

cencia  como  materia  del  pecado  original  á  fuer  de  defecto  moral  intro- 
ducido por  el  pecado  originante,  y  la  de  la  transubstanciación,  se  nos 
hacen  extrañas  é  ininteligibles.  No  comprendemos  que  por  virtud  de  la 
consagración  la  substancia  natural  del  pan  se  eleve  á  sobrenatural, 
y,  por  tanto,  pase  á  ser  el  cuerpo  de  Cristo  única  substancia  sobre- 
natural. 

Sin  duda  esta  obra,  con  valer  tanto  como  vale,  habría  subido  de  pre- 
cio con  la  introducción  de  ciertos  adornos  que  son  tan  del  gusto  de 
ahora:  con  haber  puesto,  v.  gr.,  en  las  principales  cuestiones  una  lista 
de  autores  selectos  en  que  poder  estudiarlas;  con  tener  exquisito  cui- 
dado en  las  citas  de  los  Padres,  remitiéndose  á  una  buena  Patrología, 
por  ejemplo,  la  de  Migne,  para  que  así  no  resultase  alguna  discrepancia  en 
los  textos,  como  sucede  en  el  de  San  Cirilo  Alejandrino  (II,  p.  246),  San 
Ambrosio  (III-118),  San  Cipriano  (III-494);  con  traer  más  á  menudo  los 
pasajes  de  los  autores  que  se  aducen,  tanto  más  que  hemos  hallado  in- 
exactitudes en  los  testimonios  de  Belarmino  (1-252),  Bcrti  (11-517)  y  en 
la  exposición  del  parecer  de  Petavio  (11-461),  y,  en  fin,  con  poner  índi- 
ces alfabéticos  al  terminar  cada  tomo.  Esto  fácilmente  se  podría  corregir 
en  una  segunda  edición,  como  también  diversos  descuidos,  v.  gr.,  hacer 
Obispo  á  San  Beato  de  Liébana  (11-52);  poner  Hirqueus  por  Hiqueus 
ó  Hyqueus,  y  personificar  el  Handbuch  der  katholischen  Liturgik  de 
Thalhofer  (11-248)  (1). 

Aguardamos  con  ansia  los  tratados  de  Religione  y  Ecclesia  que,  á 
no  dudarlo,  dará  á  la  estampa  el  esclarecido  agustino  para  coronar  esta 
hermosa  obra,  que  en  verdad  no  desdice  de  ningún  texto  extranjero. 

En  1909,  según  reza  la  portada,  se  imprimió  el  tratado  de  Re'Agíone, 
del  P.  Muncunill,  S.  J.  Hermosos  elogios  han  hecho  de  él  diferentes  re- 
vistas extranjeras.  La  Revue  Agustiniane  (2)  atestigua  que  el  autor  so- 
bresale en  la  disección  de  las  cuestiones,  y  en  su  desenvolvimiento  me- 
tódico, y  que  su  obra  se  puede  contar  entre  los  buenos  manuales  de 
apología.  The  Month  (3),  de  Londres,  juzga  que  el  P.  Muncunill  expone  la 
materia  con  claridad  y  solidez.  //  Monitore  Ecclesiastico  (4),  que  las  ex- 
plicaciones del  libro  son  apodícticas,  profundas  y  expuestas  con  tal  evi- 
dencia, que  no  dejan  nada  que  desear.  La  Civíltá  Cattolica  (5),  que  este 
tratado  parece  señalar  un  verdadero  progreso  en  la  enseñanza  de  la  apo- 
logética en  España  (en  lo  cual  discrepamos  de  tan  docta  revista;  con- 
tinúa, no  señala).  Stimmen  aus  Maria-Lach  (6),  que  ningún  teólogo  ne- 
gará al  profesor  jesuíta  claridad  y  penetración  de  espíritu;  y  American 


(1)  Pesch,  IV,  n.  549. 

(2)  15  Enero  1909. 

(3)  Febrero,  1909. 

(4)  Atino  XXXIV,  Fascicolo  5. 

(5)  Febrero,  1909. 

(6)  Abril,  1909. 


470  BOLETÍN  DE   TEOLOGÍA   DOGMÁTICA   ESPAÑOLA   EN  ,1909 

Ecclesiastical  Review  (1),  de  Filadelfia,  que  las  materias  están  tratadas 
en  este  texto  con  insuperable  solidez  y  diafanidad. 

Los  defectos  que  le  han  achacado  son:  que  expone  con  poca  tersura 
los  conceptos  del  misterio;  que  discute  algunas  cuestiones  especulativas 
nt)  tan  necesarias,  y  que  debía  haber  consultado  y  leído  monografías 
modernas  sobre  varios  puntos  que  toca  para  darles  más  novedad.  Nues- 
tro juicio,  que  no  difiere  mucho  de  los  precedentes,  expusimos  en  Razón 
Y  Fe  (Mayo,  1909). 

Dos  profesores  del  Seminario  de  Burgos  han  enriquecido  con  sus 
trabajos  el  caudal  de  ciencia  teológica.  El  ilustre  autor  de  la  Synthesis 
Theologiae  Fundamentalis,  Dr.  D.  Valentín  Sáiz  Ruiz,  dio  á  luz  el  libro 
intitulado  Annotationes  et  Index  analyticus,  en  el  que,  fuera  de  expli- 
carse con  claridad  los  errores  modernistas,  el  lugar  que  les  compete  en 
la  Synthesis,  y  de  hacerse  otras  aclaraciones,  se  contiene  un  programa 
muy  desmenuzado  de  Teología  fundamental,  y  una  serie  copiosa  de 
autores  excelentes  y  clásicos,  que  pueden  consultar  los  discípulos  y  que 
prueban  la  rica  erudición  del  Sr.  Sáiz  Ruiz.  De  esta  obrita  dimos  razón 
en  esta  revista  (t.  XXIV,  pág.  516).  El  otro  profesor  es  el  P.  Antonio 
de  Madariaga,  S.  J.,  que  está  publicando  adiciones  al  libro  de  texto  Hur- 
tar, que  tienen  en  la  Universidad  Pontificia  burgense.  Son  88  las  pági- 
nas que  hemos  visto  impresas,  y  que  se  refieren  al  tratado  de  Deo  uno. 
En  ellas  establece  unas  veces  el  P.  Madariaga  el  estado  de  la  cuestión, 
otras  añade  argumentos  nuevos  y  comparaciones  tan  bellas  como  la  de  la 
página  53,  en  orden  á  la  incomprensibilidad  de  Dios  por  los  bienaventu- 
rados, en  ocasiones  indica  los  teólogos  que  con  provecho  pueden  revisar 
los  discípulos,  y  refuta  los  errores  de  los  modernistas.  Muy  bien  fun- 
dado, erudito  y  elegante  aparece  el  autor  en  estas  lecciones.  Lo  que 
vehementemente  anhelamos  es  que  las  termine,  y  entonces  se  ofrecerá 
ocasión  de  examinar  todo  el  libro  con  detenimiento. 

El  Eco  Franciscano  (15  Enero  1910),  al  hablar  del  movimiento  esco- 
tista,  refería,  tomándolo  de  Les  Voix  Franciscaines,  que  «otro  español, 
el  P.  Fernández  García,  prosigue  intrépidamente  la  publicación  de  su 
Lexicón  Scholasticon*.  En  este  diccionario  el  P.  Mariano  Fernández  Gar- 
cía suple  el  defecto  de  índices  que  se  advierte  en  la  Opera  Omnia  de 
Escoto,  y  ofrece  la  explicación  clara  de  los  términos,  definiciones,  distin- 
ciones y  axiomas  que  se  hallan  esparcidos  en  dichas  obras.  Los  cuader- 
nos últimos  de  que  tenemos  noticia  pertenecen  al  1908,  y  no  sabemos 
que  en  1909  se  hayan  impreso  nuevos.  Por  esos  nos  abstenemos  de  exa- 
minarlos, deseando  únicamente  que  dé  cima  el  Reverendo  Padre  á  la  em- 
presa comenzada,  seguro  de  que  se  ha  de  granjear  un  puesto  honroso 
en  el  extenso  catálogo  de  escritores  escotistas,  del  que  presenta  una 
muestra,  bien  que  imperfecta,  el  Padre  Capuchino  Querubín  de  Carca- 


(1)    1  Febrero  1909. 


BOLETÍN  DE   TEOLOGÍA  DOGMÁTICA   ESPAÑOLA   EN    1909  471 

gente  en  su  preciosa  monografía  Apología  y  elogio  del  V.  P.Juan  Duns 
Escoto,  tercera  edición,  pág.  384,  etc. 

* 
*  * 

.  Decía  el  P.  Pascual  Sánchez,  O.  P.,  en  su  célebre  polémica  con  los 
exclaustrados  franciscanos  González  y  Godínez,  sobre  la  Inmaculada 
Concepción  de  María,  que  hacía  doscientos  años  que  tales  controversias 
no  se  suscitaban.  No  era  del  todo  exacto.  La  cédula  de  7  de  Octubre 
de  1779,  expedida  por  la  Real  Junta  de  la  Inmaculada  Concepción  á  las 
Universidades  y  Estudios;  las  leyes  18,  lib.  I,  tít.  I,  y  4,  lib.  VIH,  tít.  VI,  de 
la  Nueva  Recopilación,  y  las  invectivas  de  Muratori  contra  los  sanguina- 
rios (1)  (los  que  hacían  voto  de  defender  el  misterio  hasta  la  efusión  de 
sangre),  demuestran  que  se  promovían  á  menudo.  Hoy  todavía  reviven 
bajo  otro  aspecto.  El  profesor  de  Friburgo,  P.  Norberto  del  Prado,  O.  P., 
escribió  en  El  Santísimo  Rosario,  de  Vergara  (2),  tres  Cartas  á  un  joven 
teólogo  sobre  el  dogma  de  la  Inmaculada  Concepción,  que  levantaron 
alguna  polvareda.  Más  tarde,  corregidas  y  aumentadas  con  una  réplica 
al  Sr.  Obispo  de  Aguascalientes  (Méjico),  las  editó  en  un  opúsculo  que 
rotuló:  Santo  Tomás  y  la  Inmaculada.  Tres  son  las  partes  que  contiene 
este  librito:  Primera.  Santo  Tomás  sostuvo  el  misterio  y  lo  sostuvo  en 
su  acepción  propia.  Segunda.  Otros  teólogos,  que  se  tenían  por  sus  cam- 
peones, admitían  una  Inmaculada  que  no  es  la  definida  por  Pío  IX.  Ter- 
cera. Respuesta  á  los  reparos  que  le  puso  el  limo.  Sr.  Portugal.  El  asunto 
de  la  primera  parte  no  es  nuevo;  entre  nosotros  han  patrocinado  esa 
sentencia,  después  de  la  definición  dogmática.  Carbonero  y  Sol  en  La 
Cruz  (3);  el  Rvmo.  P.  Tomás  Rodríguez,  O.  S.  A.,  en  la  Revista  Agus- 
tiniana  (4),  y  el  muy  ilustre  Rector  del  Seminario  matritense,  D.  Antonio 
Senso  Lázaro,  en  su  folleto  De  Immaculata  Conceptione,  Matriti,  MCMV. 
Lo  original  y  espinoso  estaba  en  la  segunda  parte,  en  donde  se  argüía  á 
los  escotistas  y  á  los  mantenedores  del  débito  remoto  de  no  haber  defen- 
dido la  legítima  Inmaculada  (5).  En  su  opúsculo  manifestó  el  P.  Prado 
conocimiento  profundo  de  las  obras  de  Santo  Tomás,  sutileza  en  el 
argumentar  y  erudición  no  escasa.  Algunos  de  los  defectos  de  que  ado- 
lecía los  advertimos  en  la  crítica  que  hicimos  en  Razón  y  Fe  (Enero 


(1)  Impugnóle  valientemente  Francisco  José  Antonio  de  Vera,  español,  en  su  obra 
Deiparae  ejasque  cultoribus  vindicatis  a  querelis  Lamindi  Pritanii...  Neapoli,  1753.  Dos 
tomos. 

(2)  Diciembre  de  1907,  Marzo  y  Junio  de  1908. 

(3)  1856,  1. 1-619;  1858,  11-769;  1897, 11-560. 

(4)  Marzo,  Abril,  Junio,  1885. 

(5)  Original,  decimos,  por  el  modo  de  formular  la  acusación.  La  substancia  de  ella 
no  es  nueva.  Véase,  v.  gr.,  al  P.  T.  Strozzi,  Controversia  della  Concezione  della  Beata 
VJrgine  María.  Palermo,  MDCC,  parte  seconda,  cap.  XVI,  pág.  427;  ó  á  Vega,  Theologia 
Mariana,  Palaestra  5.^  Certamen  V,  pág.  597,  etc. 


472  BOLETÍN   DE   TEOLOGÍA   DOGMÁTICA    ESPAÑOLA   EN    1909 

de  1910).  Añadiremos  que  después  hemos  recibido  el  tercer  folleto  del 
limo.  Sr.  Portugal,  refutando  el  libro  y  quejándose,  á  nuestro  parecer, 
con  fundamento  de  la  aspereza  con  que  le  trata  el  P.  Prado  en  su  con- 
testación. 

Un  partidario  decidido  de  su  doctrina  halló  el  P.  Prado  en  la  capital 
de  Navarra.  En  El  Pensamiento  Navarro,  periódico  de  Pamplona,  se  pro- 
movió sobre  la  cuestión  debatida  por  el  profesor  de  Friburgo  una  con- 
troversia, que  se  cortó  al  mejor  tiempo,  entre  uno  que  se  firmaba  Un 
Semiteólogo  y  un  Padre  franciscano.  El  semiteólogo  resultó  ser  el  señor 
D.  Tomás  Larumbe  y  Lander,  catedrático  de  Teología,  que,  completando 
los  artículos  publicados  en  El  Pensamiento,  imprimió  un  folleto,  Santo 
Tomás  de  Aquino  y  la  Inmaculada  de  Pío  IX,  con  el  intento  de  «corre- 
gir á  ciertos  escritores...  que  no  se  han  recatado  de  presentar  á  los  dis- 
cípulos del  Angélico  y  á  su  mismo  Maestro  como  enemigos  sistemáticos 
de  la  Inmaculada».  Expone  el  Sr.  Larumbe  en  las  74  páginas,  iguales 
ideas  á  las  del  profesor  de  Friburgo;  infiere  de  la  autoridad  de  graves 
teólogos  que  Santo  Tomás  sostuvo  el  dogma;  invoca  el  testimonio 
de  varios  escritores  en  apoyo  de  que  hicieron  lo  mismo  innumerables 
dominicos,  y  recuerda  diversos  monumentos  denunciadores  del  amor 
filial  de  la  Orden  de  Santo  Domingo  á  este  dulcísimo  misterio.  El  fin, 
como  se  ve,  es  noble;  el  cariño  que  profesa  el  Sr.  Larumbe  á  Santo 
Tomás  y  á  sus  enseñanzas,  muy  intenso;  las  citas  que  alega  de  diversos 
escritos  del  Santo,  abundantes.  Los  puntos  principales  en  que  flaquea  se 
los  notó  el  P.  Caparroso  en  el  libro  de  que  luego  diremos  (1). 

Según  atestigua  el  P.  Prado,  fueron  varios  los  teólogos  extranjeros 
que  respondieron  á  la  doctrina  de  sus  cartas.  Á  nosotros  nos  interesan 
ahora  los  que  lo  ejecutaron  en  España.  De  tres  tenemos  noticia.  El  Padre 
A.  Méndez,  O.  F.  M.,  escribió  en  la  Revista  Franciscana,  de  Vich  (24  Di- 
ciembre de  1907),  un  artículo  «En  defensa  de  Escoto»  contra  las  «audaces 
alusiones  á  su  doctrina».  Fíjase  en  que  el  P.  Prado  «sigue  en  el  fondo  á 
muchos  teólogos  escotistas,  que  acusaban  á  los  tomistas  de  interpretar 
torcidamente  la  manera  de  pensar  del  Angélico  en  orden  á  esta  cuestión». 
Para  mostrar  que  la  Inmaculada  de  Escoto  pasa  por  el  Calvario,  trae  la 
autoridad  del  P.  Bachelet,  S.  J.,  y  varios  textos  del  doctor  sutil,  en  que 
aparece  que  Cristo  con  su  sangre  fué  redentor  de  la  Virgen,  la  cual  nece- 
sitó más  que  los  otros  la  redención.  Con  esto,  ciertamente,  se  deshace  la 
opinión  del  P.  Prado,  que  la  Inmaculada  defendida  por  Escoto  no  es  la 
que  pasó  por  el  Calvario;  pero  queda  en  pie  la  dificultad,  en  que  insiste 
mucho  el  profesor  de  Friburgo,  que  la  teoría  de  Escoto  sobre  el  motivo 
de  la  Encarnación  del  Verbo  no  se  concilla  con  la  Inmaculada  de  la  Bula 
Ineffabilis.  Lo  primero,  á  la  verdad,  era  lo  importante;  porque  aunque 


(1)    Dijo  algo  también  el  Diario  de  Navarra,  de  Pamplona,  números  del  20  y  23  de 
Marzo  de  1909. 


BOLETÍN  DE   TEOLOGÍA  DOGMÁTICA   ESPAÑOLA   EN   1909  473 

se  diera  de  barato  lo  segundo,  de  ahí  no  se  desprendería  otra  cosa, 
puesto  lo  primero,  sino  que  Escoto  obró  ilógicamente,  ó  mejor  dicho, 
que  no  vio  la  incompatibilidad  de  ambas  opiniones  y  que  por  tanto  se 
equivocó  debiendo  haber  dejado,  obsérvese  bien,  una  de  ellas. 

No  un  artículo,  sino  un  lindo  folleto,  que  fué  premiado  en  el  certamen 
del  Seminario  de  Tortosa,  escribió  el  Sr.  D.  Moisés  Alujas  Bros,  defen- 
diendo que  el  Doctor  de  Aquino  se  mostró  adverso  al  dogma  de  la  Inma- 
culada. En  la  segunda  edición,  que  lleva  un  prólogo  del  erudito  luliano 
Sr.  Boré,  se  hace  cargo  de  los  argumentos  del  P.  Prado  para  rebatirlos. 
El  Sr.  Alujas  ha  merecido  una  carta  del  Sr.  Menéndez  Pelayo,  en  que  se 
declara  conforme  con  su  sentir.  Nosotros  reseñamos  brevemente  el 
opúsculo  en  Razón  y  Fe  (Febrero  1910),  diciendo  la  impresión  que  nos 
había  causado:  es  admirable  en  la  parte  crítica,  pero  tal  vez  deja  algo 
que  desear  en  la  expositiva  y  refutación  de  las  objeciones  contrarias. 

Muy  largamente,  por  figurarnos  que  su  innegable  mérito  lo  pedía, 
examinamos  en  esta  revista  (t.  XXIV,  pág.  381)  el  libro  del  capuchino 
P.  Eduardo  de  Caparroso,  La  Inmaculada  Concepción  de  Duns  Escoto 
y  el  opúsculo  del  Sr.  Larumbe.  Con  finísimo  juicio  y  solidez  en  los  razo- 
namientos, pone  de  manifiesto  los  dos  puntos  que  discutieron  el  P.  Prado 
y  el  Sr.  Larumbe,  la  sentencia  de  Santo  Tomás  y  la  Inmaculada  de  Duns 
Escoto.  Esto  último  es  lo  que  principalmente  desenvuelve  el  P.  Capa- 
rroso, aunque  también  de  lo  primero  hace  un  análisis  delicado,  en  que 
resalta  su  recto  criterio  y  acerada  lógica.  En  suma:  es  libro  que  honra 
á  su  autor,  supera  á  muchos  y  puede  competir  con  cualquiera  de  su 
género  que  salen  á  luz  en  otras  naciones. 

Otro  de  los  tratados  que  á  menudo  originan  disputas  teológicas  es  el 
del  Santísimo  Sacramento.  Conocidas  son  las  que  se  suscitaron  en 
el  siglo  XVI  y  XVII,  con  motivo  de  la  opinión  sustentada  por  el  Carde- 
nal Mendoza  acerca  del  efecto  propio  de  dicho  sacramento  (1),  y  en 
el  XVIII  con  la  ingeniosa  Unión  asuntiva  ideada  por  el  Cardenal  Cien- 
fuegos,  impugnada  por  el  P.  Tomás  Magdalena,  O.  P.,  y  defendida  por 
los  PP.  Rábago  (Faderico  Granvosca),  Agramunt(Ascanio  Perea  Viegas 
y  Hontemar),  el  capuchino  Luis  de  Murcia,  y  aprobada  y  aplaudida  por 
el  Cardenal  Belluga.  Siguiendo  las  pisadas  de  tan  ilustres  Purpurados,  y 
con  no  inferior  ingenio,  el  Lectoral  de  Astorga,  D.  Antonio  Martínez  y 
Sacristán,  propuso  en  su  libro  Arcanos  de  la  Sagrada  Escritura  (1907), 
del  que  á  su  tiempo  dio  cuenta  Razón  y  Fe,  una  teoría  nueva  sobre  el 
efecto  primario  del  Sacramento  Eucarístico.  Éste  no  es  otro  que:  1.°,  unir 
real  y  lo  más  íntimamente  posible  al  que  comulga  en  gracia,  con  todo 
Jesucristo  (cuerpo,  alma  y  divinidad);  2.°,  de  un  modo  estable  y  perma- 
nente; 3.°,  hasta  en  la  otra  vida.  Á  pesar  de  apoyar  su  opinión  el  sabio 


(1)    El  libro  en  que  defendía  su  opinión  no  parece  que  fué  editado,  según  dice  Hur- 
ten, Nomenclátor  literarias,  1-315,  nota  2. 


474  BOLETÍN   DE   TEOLOGÍA  DOGMÁTICA   ESPAÑOLA   EN    1909 

Lectoral  en  autoridades  de  la  Sagrada  Escritura,  Santos  Padres  y  algunos 
teólogos  sensatos,  no  satisfizo  al  Sr.  D.  F.  Ferreres,  Canónigo  de  la  Cate- 
dral de  Cuenca,  que  la  combatió  en  unos  artículos  muy  nutridos  de  sana 
doctrina  que  insertó  la  Revista  Eclesiástica,  de  Valladolid  (1).  Á  juicio 
del  Sr.  Ferreres,  confundía  el  Sr.  Sacristán  la  gracia  sacramental  con  el 
efecto  propio  del  sacramento;  no  rebatía  ni  en  lo  que  afirmaban  ni  en  lo 
que  negaban  á  los  que  reponen  dicho  efecto  en  la  unión  afectiva  y  espi- 
ritual, y  sobre  todo,  los  textos  escriturarios  y  patrísticos  en  que  estriba 
la  sentencia  del  Sr.  Lectoral  de  Astorga  deben  entenderse  en  un  sentido 
místico  y  espiritual.  El  Sr.  Sacristán  replicó  á  las  observaciones  que  se 
le  hacían  en  la  misma  revista  (2),  explicando  los  conceptos  que  pare- 
cían confusos  y  ratificándose  en  sus  juicios  de  que  los  partidarios  de  la 
unión  afectiva  no  exponían  digna  y  distintamente  el  objeto  primordial 
del  divinísimo  Sacramento,  ni  podían  interpretar  en  su  apoyo,  á  no  for- 
zarlos, los  testimonios  de  la  Escritura  y  de  los  Padres,  que,  tomados  en 
su  significación  propia,  favorecían  su  sentencia.  Aunque  no  nos  con- 
vence el  doctísimo  Prefecto  de  Estudios  del  Seminario  asturicense,y  se  nos 
figura  que  sin  necesidad  multiplica  los  milagros  y  las  dificultades,  toda- 
vía reconocemos  su  mucho  ingenio,  sus  macizos  conocimientos  y  pers- 
picacia en  el  discurrir,  y  juzgamos  muy  justos  los  alientos  que  ha  reci- 
bido de  Roma  por  sus  afanes  y  estudios  en  tan  dulce  materia.  Dignos  en 
verdad  uno  de  otro  son  ambos  contendientes,  distinguidísimos  teólogos, 
y  en  la  discusión  serena  y  reposada,  sin  personales  agravios,  tan  difíci- 
les de  evitar  en  estas  lides,  han  hecho  gala  de  su  mucho  saber  y  del  ner- 
vio de  su  poderosa  dialéctica. 

* 
*  * 

De  algunos  libros  cuya  materia  pertenecía  más  ó  menos  á  la  Teolo- 
gía dogmática  se  ha  dado  noticia  en  diferentes  números  de  esta  revista. 
Recordaremos  el  Mecanismo  Divino  de  los  Factores  de  la  Evolución 
Eclesiástica,  del  sabio  P.  Arintero,  O.  P.;  El  Esposo  de  la  Santísima  Vir- 
gen ante  la  exégesis,  del  canónigo  Lectoral  de  Segovia  D.  Miguel  Pérez 
y  Rodríguez,  trabajo  más  escriturario  que  teológico;  el  discurso  acerca 
del  modernismo  del  Sr.  Díaz-Caneja,  que  viene  á  enriquecer  la  lista 
de  libros  antimodernistas  españoles  del  Modernismo  sin  máscara,  del 
P.  Olalla,  O.  S.  B.,  y  la  traducción  del  francés,  hecha  por  el  Padre 
Coco,  O.  S.  A.  de  la  Apología  popular,  de  J.  L.  de  la  Paquerie. 

Pero  las  obras  que  merecen  una  discusión  más  detenida  son  El 
Cielo  (3)  observaciones  piadoso -científicas,  y  La  Misa,  estudio  dogmá- 

(1)  30  Abril-15,  30  Junio  1908. 

(2)  15-30  Noviembre,  15  Diciembre  1908,  15  Febrero  1909. 

(3)  Tres  tomos  en  8.°  de  414-lX,  591-XVI,  426-IX  páginas.  Cuenca,  imprenta  y  encua- 
demación de  José  Gómez  Medina,  1909. 


BOLETÍN   DE   TEOLOGÍA   DOGMÁLICA   ESPAÑOLA   EN    1909  475 

tico-histórico.  La  primera  se  debe  á  la  bien  cortada  pluma  del  M,  I.  Señor 
D.  Francisco  González  Herrero,  Penitenciario  de  la  S.  I.  C.  Basílica  de 
Cuenca.  Trata  en  ella  de  la  gloria  de  los  bienaventurados,  explicando  lo 
que  acerca  de  esta  materia  enseñan  los  teólogos,  los  más  esclarecidos 
ascetas  y  místicos  españoles,  templando  con  poesías  de  castizos  vates  la 
aridez  de  los  raciocinios  científicos.  La  forma  en  que  la  dispone  resplan- 
dece por  su  claridad;  los  dos  primeros  libros  sirven  de  fundamento;  en  el 
primero  habla  de  Dios,  sus  principales  atributos,  sus  obras,  así  en  el  orden 
natural  como  en  el  sobrenatural;  en  el  segundo  describe  las  diversas 
clases  de  cielo,  deteniéndose  en  el  empíreo,  cuyas  grandezas  canta  y 
cuyo  puesto  en  el  universo  designa;  los  otros  dos  libros  declaran  de 
lleno  la  cuestión  propuesta;  en  el  tercero,  más  extenso  que  los  demás,  se 
investiga  la  gloria  de  los  espíritus,  Dios,  ángeles,  almas,  y  de  éstas  la 
Substancial  y  accidental;  en  el  cuarto,  la  de  los  cuerpos  bienaventurados 
y  los  deleites  que  disfrutarán  los  sentidos. 

No  pretende  el  Sr.  Herrero  ser  original,  como  lo  advierte;  y,  á  nues- 
tro juicio,  procede  en  eso  con  mucha  cordura,  porque  es  muy  fácil  incu- 
rrir, yendo  á  caza  de  novedades,  en  delirios  y  ensueños;  pero,  de  todos 
modos,  la  carencia  de  originalidad  está  con  creces  recompensada  por 
tres  cualidades:  1."*  La  seguridad  y  abundancia  de  doctrina,  que  se  saca 
de  las  más  puras  y  cristalinas  fuentes  escriturarias,  teológicas,  dogmáti- 
cas y  ascéticas.  Calificaríamos  sus  enseñanzas  teológicas  en  dos  rasgos 
tomados  de  la  calificación  que  de  las  del  ilustre  Balmes  hizo  el  canónigo 
de  Badajoz  Sr.  Lozano  y  Rubio,  «son  tomismo-suaristas».  Realmente 
Santo  Tomás  y  Suárez  han  sido  sus  principales  guías.  De  éste  se  aparta 
en  contadas  ocasiones,  como  en  la  distinción  específica  que  existe  en  los 
ángeles,  en  la  imposibilidad  de  retractarse  éstos,  una  vez  hecha  la  elec- 
ción, y  en  el  constitutivo  esencial  de  la  bienaventuranza:  del  angélico 
sólo  en  esta  última  opinión  y  en  el  motivo  determinante  de  la  Encarna- 
ción del  Verbo,  si  es  que,  con  el  P.  Risi,  no  se  atribuye  á  Santo  Tomás  la 
sentencia  de  que  encarnaría  el  Verbo  aun  no  pecando  Adán.  Por  lo 
demás,  los  cita  á  cada  paso,  se  muestra  muy  enterado  de  sus  obras  y  los 
expone  con  pasmosa  claridad.  2!^  La  exactitud  del  raciocinio:  argumenta 
muy  bien  el  Sr.  Herrero,  y  tanto  al  aducir  las  demostraciones  de  otros 
autores,  como  cuando  raciocina  por  cuenta  propia,  v.  gr.,  1-410, 11-221,  lo 
hace  con  tino  y  bien  fundado  en  las  reglas  de  la  dialéctica.  Podráse  dife- 
rir de  él  en  alguna  opinión,  como  nosotros  diferimos  en  varias,  pero  hay 
que  reconocer  que  procede  con  peso  y  solidez  en  el  modo  de  discurrir. 
3.'*  La  erudición  copiosa  y  escogida  de  ascetas  españoles.  Son  muchos  y 
muy  selectos  los  que  el  autor  menciona,  y  los  trozos  que  de  sus  libros 
reproduce  manifiestan  que  el  autor  no  ha  pasado  de  ligero  por  ellos,  sino 
que  ha  rumiado  sus  páginas,  sabiendo  estimar  las  ricas  preciosidades 
que  atesoran  y  extraer  el  jugo  de  devoción  de  que  rebosan. 

Al  lado  de  estas  bellezas  significan  bien  poco  algunos  lunares  que 


476  BOLETÍN   DE   TEOLOGÍA   DOGMÁTICA    ESPAÑOLA   EN    1909 

puedan  notarse.  Repite  á  veces  varias  ideas,  se  extiende  demasiado  en 
los  prolegómenos  ó  fundamentos,  aunque  se  le  perdona  fácilmente  por 
lo  bien  que  explica  la  doctrina,  y  acaso  en  la  inteligencia  de  algunos 
textos  de  la  Escritura  se  exigiría  más  esmero.  Pero  especialmente  que- 
remos hacer  al  doctísimo  Sr,  Herrero  una  observación.  Cierto  que  ni  por 
la  ciencia  teológica,  ni  por  lo  exquisito  del  raciocinio,  ni  por  el  conoci- 
miento de  los  ascetas  desmerece  de  los  sacerdotes  extranjeros;  mas  fál- 
tanle  ciertos  perfiles  ó  filigranas  de  erudición  de  que  se  pagan  mucho  los 
modernos.  Así,  v.  gr.,  el  argumento  del  primer  motor  para  colegir  la 
existencia  de  Dios,  según  lo  ofrece,  no  se  debía  dar  por  tan  seguro  y 
corriente.  Ya  se  sabe  que  ha  pasado  por  mil  vicisitudes  y  que  hoy  mismo 
lo  han  desentrañado  varios  teólogos  extranjeros  con  particular  estudio, 
como  el  P.  de  Munnych,  O.  P.,  y  que  uno  de  ellos,  el  P.  Chosat,  acaba 
de  estampar  estas  palabras,  con  las  que  no  todos  convendrán:  «En  cuanto 
al  argumento  del  primer  motor,  tal  como  Santo  Tomás  lo  ha  entendido, 
hace  largo  tiempo  que  no  se  emplea  ni  aun  en  la  escuela  tomística»  (1). 
Otro  ejemplo:  Repetidas  veces  se  apoya  el  Sr.  Herrero  en  el  Areopagita, 
1-36, 11-355,  408,  etc.,  como  si  nada  se  hubiera  escrito  sobre  la  ilegitimi- 
dad de  los  libros  que  se  le  atribuían.  Apenas  hay  escritor  extranjero  de 
algún  viso  que  no  se  exprese  en  este  sentido:  el  P.  Pesch,  cuyas  Praele- 
ctíones  dogmaticae  son,  á  juicio  del  limo.  Sr.  Lago  y  González,  el  mejor 
texto  moderno  de  Teología,  escribe,  al  tratar  de  lo  que  opinaban  los 
antiguos:  <<An  omnes  angelí  mittantur  ad  ministeriam  hominis:  Si  hubie- 
ran sabido  que  este  Dionisio  no  fué  discípulo  inmediato  de  los  Apóstoles 
no  le  hubieran  concedido  tanta  autoridad  en  la  sentencia»,  etc.  (2).  Con- 
cluyamos: la  gloria  esencial  de  teólogo  no  puede  negársele  al  señor 
Herrero;  la  accidental  debía  buscarla  con  más  empeño. 

Pasemos  á  la  segunda  obra.  Conocíamos  como  teólogo  á  su  autor,  el 
Sr.  D.  Agustín  Rodríguez,  por  su  crítica,  insertada  en  la  Revista  Eclesiás- 
üca,  de  la  reseña  que  de  la  Teología  de  Labauche  hizo  cierta  publicación 
quincenal.  Llamónos  po  lerosamente  la  atención,  y  juzgamos  que  no 
entraba  el  crítico  en  el  montón  vulgar  de  los  teólogos:  la  lectura  de  La 
Misa  nos  ha  hecho  crecer  en  au  estima.  Dos  partes  comprende,  como  se 
colige  de  su  epígrafe:  la  consideración  dogmática  del  santo  sacrificio,  el 
desenvolvimiento  de  su  liturgia.  Cierto  que  esta  última  es  una  fuente  de 
la  tradición  tan  bien  ponderada  por  el  P.  Zaccaria;  pero  el  profesor  de 
Toledo  no  la  mira  bajo  ese  aspecto,  aunque  á  veces  indique  ideas  teoló- 
gicas, como  al  ocuparse  en  el  pan  ázimo  ó  fermentado,  en  el  uso  del 
sacrificio,  en  la  comunión  de  los  legos,  etc.  Comenzando  nuestro  examen 
por  la  se2:unda  parte,  haremos  constar  que  ha  estudiado  el  Sr.  Rodríguez 
los  prinji.iilcj  escritores  modernos  de  liturgia,  así  franceses  como  ale- 


(1)  Dictionnaire  Vacant-Mangenot  Fascicule,  XXVIII,  c.  932; 

(2)  Pra¿Lct¡one3  dogmaticae,  III,  n.  406. 


BOLETÍN   DE   TEOLOGÍA   DOGMÁTICA   ESPAÑOLA    EN    1909  477 

manes,  que  revolviendo  los  archivos  y  desenterrando  documentos  nue- 
vos han  esclarecido  la  materia;  ha  sabido  convertir  en  substancia  propia 
las  opiniones  fundadas  de  aquéllos  y  las  ha  expresado  con  una  Hmpieza 
y  transparencia  que  enamoran.  No  consiste,  pues,  el  mérito  del  autor  en 
haber  realizado  investigaciones  personales,  sino  en  estas  tres  cosas:  Pri- 
mera: en  el  conocimiento  de  la  ciencia  litúrgica  moderna.  Segunda:  en 
haberse  apropiado  sus  ideas  después  de  pasarlas  por  el  tamiz  de  una 
crítica  severa,  expresándolas  con  suma  claridad.  Tercera:  en  la  publica- 
ción en  nuestra  patria  de  estudios  litúrgicos,  según  el  sentido  que  hoy 
tienen.  Una  aclaración  á  esto.  Hace  poco  examinamos  un  libro  de  autor 
español  que  discurría  sobre  el  mismo  asunto;  sin  duda  era  más  rico  en 
escrutinio  propio,  pero,  á  nuestro  entender,  no  puede  compararse  al  del 
Sr.  Rodríguez  ni  en  fina  crítica,  ni  en  la  lectura  de  liturgistas  moder- 
nos, ni  en  la  apreciación  de  lo  que  hoy  exige  la  rama  de  la  liturgia.  El 
autor  ni  siquiera  lo  menciona:  ¿lo  reputa  como  anticuado  ó  inseguro 
en  cuestiones  tan  obscuras?  Vamos  á  hacerle  una  ligera  observación,  que 
no  la  haríamos  por  referirse  á  un  punto  que  muy  de  paso  toca  el  señor 
Rodríguez,  si  no  viéramos  que  cada  día  se  enreda  más  la  madeja.  Atri- 
buye el  Filioque  á  un  Concilio  toledano  que,  en  sentir  de  Hefele,  debió 
celebrarse  en  446-447.  Ya  esta  opinión,  que  es  de  Baronio,  N.  Alejandro, 
Pighi,  la  impugnó  el  P.  Flórez  con  razones  que  á  Menéndez  Pelayo  pare- 
cen insuperables.  Para  el  sabio  agustino  el  Filioque  procede  del  Conci- 
lio I  toledano  (400).  Kuntsle,  Funck,  siguiendo  las  huellas  de  Dom  Morin, 
juzgan  que  la  Regla  de  Fe  es  del  Obispo  Pastor.  Hoy  casi  todos  los 
autores  españoles  (Ferreiro,  Vinuesa,  S.  J.,  González  Fernández,  Díaz 
CarmOna,  el  P.  Burguera,  Hervás,  Rodríguez  López,  etc.),  sin  hacer  caso 
de  los  muy  atendibles  argumentos  de  Morin,  aunque  no  incontestables 
(Razón  y  Fe,  t.  II,  pág.  65),  sostienen  la  sentencia  de  Flórez,  y  aun  alguno, 
como  el  limo,  Sr.  Lago  y  González,  hace  sobre  esto  un  cargo  á  Perrone 
semejante  al  que  al  mismo  y  al  Sr.  D.  Miguel  Sánchez  hizo  el  canónigo 
de  Málaga  Sr,  Naranjo,  á  quien  con  tanta  fogosidad,  y  no  sin  razón  en 
parte,  replicó  el  Sr.  Sánchez  en  su  Crítico  criticado. 

En  la  parte  dogmática  nos  apresuramos  á  atestiguar  que  se  muestra 
buen  teólogo,  conocedor  de  los  sistemas  antiguos  y  modernos,  noble  con 
sus  adversarios,  modesto  en  sus  juicios,  vigoroso  en  sus  raciocinios. 
Verdad  es  que  su  admiración  por  el  P.  Billot  le  lleva  á  abrazar  todas 
sus  doctrinas;  pero  esto  proviene  de  que  sus  raciocinios  le  convencen; 
de  lo  contrario,  le  impugnaría,  como  lo  hace  en  la  página  304,  nota,  aun- 
que en  cosa  insignificante.  En  varias  opiniones  disentimos  toto  coelo  del 
autor;  pero  ni  negamos  su  probabilidad,  ni  dejamos  de  alabar  el  que  las 
sostenga  por  satisfacerle  sus  pruebas.  Como  afirma  muy  cuerdamente: 
la  verdad  carece  de  fronteras.  Por  temor  de  no  alargarnos  tenemos  que 
suprimir  varios  reparos  que  se  nos  vienen  á  la  pluma.  Vayan  sólo  á  la 
ligera  tres.  La  sentencia  de  Lugo,  en  lo  que  mira  á  la  esencia  del  sacrifi- 

RAZÓN  y  FE,  TOMO  XXVI  32 


478  BOLETÍN  DE   TEOLOGÍA  DOGMÁTICA   ESPAÑOLA   EN    1909 

ero  eucarístico,  no  la  expone,  á  pesar  de  la  claridad  con  que  concibe,  con 
toda  perfección.  Debía  discernir  bien  las  dos  cosas  que  distingue  Lugo: 
l.\la  esencia  del  sacrificio  que  reclama  inmutación  verdadera  ó  física 
ó  moral,  y  2,'',  el  carácter  esencialmente  relativo  ó  representativo  de  la 
Misa,  porque  así  la  instituyó  Cristo.  La  sentencia  que  sigue  el  autor 
incluye  una  víctima  que  se  inmuta,  no  real,  sino  putativamente;  lo  que  no 
basta  para  la  esencia  del  sacrificio,  según  exige  la  teoría  de  la  destruc- 
ción, enseñada  más  ó  menos  por  los  teólogos  antiguos,  según  el 
P.  Steuart,  O.  S.  B.  (1),  fundados  en  el  examen  de  los  sacrificios  de  la  ley 
antigua;  si  se  defiende  la  teoría  de  la  oblación,  que,  según  el  mismo 
Padre,  es  el  resultado  del  pensamiento  moderno  (no  modernista)  sobre 
esta  materia,  ya  cambia  la  cuestión;  pero  aunque  esta  sentencia  trae  en 
su  favor  ejemplos  del  V.  T.,  no  parece  tan  bien  fundada  como  la 
otra.  Al  decir  que  los  teólogos  explicaban  la  presencia  del  cuerpo  de 
Cristo  en  la  hostia  consagrada  por  la  carencia  de  extensión  actual  in 
ordine  ad  locum,  no  in  ordine  ad  se,  se  entiende  claro  que  esa  era  opi- 
nión común,  como  varios  autores  lo  testifican.  El  P.  Tepe,  S.  J.,  Inst. 
Theolog.,  IV,  284,  afirma:  «-Corpus  Cristi  extensum  in  ordine  ad  se  non 
vero  in  ordine  ad  locum...  Ita  communiter  theologi  quamvis  quoad 
ulteriorem  explicationem  sit  aliqua  diferentia...»  Núm.  394...  «Contro- 
versia de  modo  loquendi...  omnes  statuant  Christum  per  consecratio- 
nem  poni  in  statu  veluti  mortuo...  naturaliter  nec  actus  sensus  externo- 
rum  exercere»,  etc.  El  P.  Martínez  del  Prado,  O.  P.,  tan  alabado  por  el 
Sr.  Vigil  «como  amantísimo  de  la  doctrina  de  Santo  Tomás»,  escribe: 
«Dico  2."  quantiias  corporis  Christi  in  Eucharistia  tribuit  extensionem 
et  situationem  partium  in  se;  sed  non  in  ordine  ad  speciem  pañis  ñeque 
in  ordine  ad  locum;  quia  sic  est  ibi  indivisibiliter.  Ita  Sanctus  Thomas 
q.  76,  art.  3  ad  2  et  ari.  4  ad  1  et  in  4  dist.  10,  q.  1,  art.  2,  q.4ad3 
dicens...  et  art.  3,  q.  1  cor.  et  ad  2  ei  q.  3  ad  2  et  3.  Et  revera  est  com- 
munis  Theologorum  licet  in  modo  loquendi  Nominales  disentíante  (2). 
Con  mucho  donaire  y  propiedad  llama  á  estas  diferencias  el  Sr.  Rodrí- 
guez discusiones  de  famiUa.  Siga  cada  cual  la  opinión  que  más  le  plazca, 
sin  que  la  caridad  se  resienta,  y  siga  asimismo  el  ilustre  profesor  de 
Toledo  dándonos  otras  joyas  como  la  presente,  que  ha  merecido  con 
justicia,  como  ya  lo  indicamos  en  la  revista,  un  cumplido  elogio  de  Su 
Santidad  y  del  Cardenal-Secretario  de  Estado. 


* 
*  * 

Todavía  nos  duele  la  inadvertencia  de  Mr.  Bellamy  al  no  mencionar 
en  La  Théologie  Catholique  au  XIX  Siécle  (pág.  173)  sino  dos  revistas 


(1)    The  American  Catholic  Quaterly  Review,  Abril,  1909,  pág.  306. 
<2)    De  Eucharistiae  Sacramento,  Vallisoleti,  1662,  pág.  265,  núm.  20. 


BOLETÍN   DE  TEOLOGÍA  DOGMÁTICA   ESPAÑOLA   EN    1909  479 

españolas  como  fomentadoras  de  la  restauración  de  lOs  estudios  teoló- 
gicos en  nuestra  patria. 

Casi  todas  ellas  avaloran  sus  páginas  de  vez  en  cuándo  con  artículos 
teológicos  muy  apreciables,  y  aun  á  veces  en  las  piadosas  y  en  periódicos 
diarios  se  ven  tratados  con  profundidad  puntos  que  competen  de  lleno  á 
la  Teología  dogmática.  Por  no  prolongar  excesivamente  este  párrafo 
recordaremos  sólo  algunos  más  notables. 

Enlos  Estudios  Franciscanos,  de  Barcelona,  el  P.  LucioNúñez,0.  F.  M., 
traduce  y  anota  el  prólogo  á  la  Suma  de  Alejandro  de  Ales,  con  el  objeto 
de  patentizar  el  influjo  que  tuvo,  ó  pudo  tener,  este  maestro  en  sus  con- 
temporáneos y  sucesores:  las  notas  copiosas  con  que  ilustra  el  texto  dan 
á  entender  lo  mucho  que  ha  estudiado  el  P.  Núñez  los  autores  que  flore- 
cieron en  los  albores  de  la  escolástica.  Allí  mismo  el  Sr.  D.  Pedro  M.  Bor- 
doy-Torrens,  alta  gloria  y  singular  ornamento  del  escotismo  español, 
publica  una  serie  de  artículos  repletos  de  erudición,  modelos  de  buena 
lógica,  hermoseados  con  textos  griegos  y  hebreos  que  intitula  Estudios 
Buenaventurianos,  Comentarios  al  Prólogo  del  Breviloquio,  de  San 
Buenaventura. 

No  con  tanto  aparato  de  erudición  escolástica,  pero  con  sobriedad, 
sencillez  y  claridad,  hace  el  P.  Santiago  García,  O.  S.  A.,  un  estudio  en 
España  y  América  sobre  el  Modernismo  teológico  y  la  teología  tradi- 
cional. Un  desliz  hemos  notado:  atribuir  á  San  Buenaventura  la  afirma- 
ción de  que  en  el  Concilio  Meldense  se  instituyó  la  Confirmación  (pá- 
gina 321).  Léase  lo  que  sostiene  el  Doctor  seráfico,  In  IV  sent.,  d.  23,  a.  1, 
q.  2,  et  Brevil.  VI-4. 

El  autor,  según  pensamos,  de  Denzinger-Nebreda,  P.  Eulogio  Ne- 
breda, C.  M.  F.,  desenvuelve  en  la  Ilustración  del  Clero,  bajo  el  epí- 
grafe de  Fe  y  Teología,  dos  tratados  interesantes.  El  sobrenaturalisnio 
cristiano  y  el  progreso  de  la  fe.  La  claridad  en  el  exponer,  la  atinada 
interpretación  de  los  textos  cuyas  palabras  cita  en  su  lengua  original, 
la  precisión  en  el  estado  de  las  cuestiones,  son  sus  dotes  caracterís- 
ticas. 

Ninguna  revista  española  acaso  inserte  tantos  artículos  teológicos 
como  la  Eclesiástica  de  Valladolid:  por  ella  desfilan  insignes  teólogos. 
Uno  que  aparece  con  las  iniciales  J.  L.  P.  es,  á  nuestra  cuenta,  un  crítico 
teológico  de  los  mejores  de  España.  Si  no  lo  probaran  ya  otros  juicios,  lo 
manifestarían  los  que  hace  del  libro  del  P.  del  Val,  con  los  títulos  de  Un 
curso  notable  de  Teología  y  Un  tratado  de  Sacramentos,  en  los  que  no 
sólo  señala  las  prendas  que  los  abrillantan,  sino  que  pone  reparos  muy 
oportunos.  Merecen  también  citarse  los  artículos  hermosos  y  brillantísi- 
mos del  R.  P.  F.  Souben,  Las  pruebas  de  la  existencia  de  Dios,  que  paten- 
tizan la  gallardía  y  novedad  con  que  discurre  el  docto  benedictino  fran- 
cés; los  elegantes  del.  P.  José  María  Bover,  S.  J.,  La  fe  según  el  moder- 
nismo, en  que  tan  delicadamente  se  analizan  los  conceptos  vitales  de  la 


480  BOLETÍN  DE   TEOLOGÍA   DOGMÁTICA   ESPAÑOLA  EN    1909 

razón  y  de  la  fe,  y  el  un  tanto  apasionado  de  Gratia  y  libero  arbitrio,  sus- 
crito por  un  tomista  (1).  En  Razón  y  Fe  pueden  leerse  los  del  P.  Z.  García, 
El  perdón  de  los  pecados  en  la  primitiva  Iglesia;  el  del  P.  March,  El 
ejemplar  del  libro  del  P.  Molina,  anotado  por  Clemente  VIII,  y  el  del 
P.  J.  M.  Bover,  El  dogma  de  la  Redención,  según  los  Padres  Apostó- 
licos. 

La  Mariología  ha  dado  también  materia  en  que  ejercitarse  á  doctas 
plumas.  La  revista  decana  de  la  prensa  católica,  benemérita  de  la  ciencia 
eclesiástica  La  Cruz,  trascribió  un  trabajo  del  Boletín  Oficial  del  Arzo- 
bispado de  Toledo,  muy  jugoso  y  discreto,  sobre  este  tema:  ¿Recibió  la 
Santísima  Virgen  María  los  Sacramentos  de  la  Ley  Nueva?  El  insigne 
tomista  P.  Norberto  del  Prado  derrama  copiosa  doctrina  del  más  puro 
tomismo,  engastada  en  un  estilo  galano  y  castizo,  al  explicar  en  El  Santí- 
simo Rosario  las  Enseñanzas  del  Rosario,  y,  por  fin,  El  Perpetuo  Soco- 
rro, revista  en  cuyas  páginas  se  ve  agitar  el  espíritu  mariano  de  San 
Alfonso,  publica  un  estudio  bien  documentado  del  P,  Marceliano  Gil,  en 
que  se  describen  Los  carismas  celestiales  de  la  Virgen. 

Ningunas  palabras  más  adecuadas  para  finalizar  este  Boletín,  en  que 


(1)  En  una  nota  tiene  la  atención,  que  agradecemos,  de  citarnos.  «Es  inexacto,  dice, 
presentar  á  Bossuet  como  contagiado  de  jansenismo,  según  lo  afirma  el  P.  Goyena.» 
(Razón  y  Fe,  Abril,  pág.  585.)  El  P.  Goyena  se  remitía  al  testimonio  de  A.  Largent  en  el 
Dictionnaire  de  la  Théologie  Catholique,  de  Vacant-Mangenot,  articulo  «Bossuet»,  t.  II, 
col.  1.078.  Nótese  su  frase:  «Contagiado  de  jansenismo,  como  luego  diremos»;  y  nótense 
las  palabras  de  A.  Largent,  para  no  embrollar  el  estado  de  la  cuestión:  «Tenia  secre- 
tas afinidades  salva  fide  con  los  hombres  de  Port-Royal.^  ¿Cómo  lo  prueba?  Con  «el 
estudio  sincero  del  Avertissemant  y  de  otros  actos  de  la  vida  de  Bossuet.  En  dogmá- 
tica y  moral  —  en  la  mayor  parte  de  las  opiniones  que  se  discutían  libremente  en  las 
Escuelas  —  estaba  con  ellos.  Las  pruebas  abundan...»  Y  en  efecto,  menciona  unas 
cuantas  y  algunos  actos  de  su  vida.  ¿Rechaza  el  docto  articulista  tales  pruebas?  No. 
Dice  solamente:  1.",  que  Bossuet  fué  discípulo  de  N.  Cornet,  denunciador  á  Roma  del 
Augustinus  (discípulo,  querrá  decir,  en  esta  precisa  creencia  de  que  era  denunciable  el 
Augustinus,  porque  de  lo  contrario  no  probaría  nada);  2.",  que  afirma  que  las  cinco  pro- 
posiciones constituían  el  alma  del  libro  de  Jansenio;  3.",  que  las  refuta  siempre  que  se 
le  ofrece  ocasión  con  los  demás  errores  de  Jansenio.  ¿Luego  qué?  ¿Luego  en  la  mayor 
parte  de  los  puntos  dogmáticos  y  morales  que  se  discutían  libremente  en  las  Escuelas 
no  estuvo  con  los  discípulos  de  Jansenio?  ¿Luego  no  admiraba  á  Arnauld  y  las  obras 
reprobables  de  otros  jansenistas  y  juzgaba  con  harta  blandura  alguna  de  ellas?  Es  así 
que  en  esto  y  cosas  parecidas  pone  A.  Largent  las  afinidades  secretas  salva  fide  de 
Bossuet  con  los  jansenistas,  y  á  eso  se  remite  el  P.  Goyena.  Además,  como  si  uno  que 
impugna  las  proposiciones  de  Jansenio  y  sus  errores,  no  pudiera  sostener  otras  opi- 
niones censurables,  rígidas,  falsas  y  duras  de  los  discípulos  de  Jansenio.  Léase  la 
Carta  XII  del  Filósofo  Rancio,  O.  P.  (Cartas  críticas),  y  se  verá  refutada  una  sentencia 
semejante  de  Ireneo  Nistactes.  Por  tanto,  con  esas  razones:  1°,  nada  se  prueba  contra 
Largent;  2.°,  ni  contra  el  contagio  de  Bossuet.  Sobre  el  jansenismo  de  éste  se  ha  escrito 
mucho,  como  puede  verse  en  Lejansenisme,  de  J.  Paquier  (pág.  392),  quien  por  cierto 
no  cita  entre  las  fuentes  de  información  un  notable  articulo  de  los  Eludes,  t.  79,  pági- 
nas 384-399,  ni  al  P.  Brou,  Les  Jesuítas  de  la  Legende,  11-436. 


BOLETÍN  DE  TEOLOGÍA  DOGMÁTICA   ESPAÑOLA  EN   1909  481 

se  revisan  tantas  obras  teológicas  publicadas  ó  concluidas  de  publicar  el 
año  pasado,  que  aquellas  que  escribe  el  Cardenal  Zeferino  González  en 
los  Estudios  religiosos  filosóficos  y  cienüficos:  «Sé  que  el  clero  español 
posee  una  suma  de  ilustración  y  de  saber  muy  superior  á  los  que  supo- 
nen los  que  se  entretienen  en  hacer  comparaciones  desventajosas  para  el 
mismo»  (t.  II,  pág.  224). 

A.  P.   GOYENA. 


LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY'" 


IV 


<5. 


'ON  lo  dicho  hasta  aquí  basta  y  sobra,  no  sólo  para  justificar,  sino 
para  avivar  en  gran  manera  el  atractivo  y  la  expectación  que  en  toda 
clase  de  gentes  está  despertando  la  presencia  en  el  cielo  y  creciente 
aproximación  á  la  Tierra  del  cometa  de  Halley;  y  en  verdad  que  no  es  poco 
lo  que  todo  esto  influye  asimismo  en  la  escrutadora  actitud  y  el  afanoso 
movimiento  de  esa  porción  de  sabios,  tan  benemérita  y  distinguida,  que 
dedica  sus  ocios  y  aptitudes  al  estudio  del  cielo.  Pero  hay  algo  más  toda- 
vía, sin  lo  cual  lo  mismo  que  acabamos  de  decir  está  muy  lejos  de  dejar 
satisfecha  la  legítima  curiosidad  de  cualquiera,  y  que,  aun  sin  eso  otro, 
constituye  por  sí  solo  para  dichos  sabios  y  para  toda  persona  seriamente 
estudiosa  y  algo  ilustrada  el  objeto  de  otro  interés  mucho  más  noble  y 
levantado,  el  principal  á  sus  ojos,  que  es  el  interés  cienüfico  de  la  pró- 
xima aparición  que  esperamos. 

¿Quién  hay,  aun  entre  el  vulgo  mismo,  pero  sobre  todo  entre  esas  per- 
sonas á  las  cuales  nos  referimos,  que  no  se  pregunte,  ahora  más  que 
nunca,  tal  vez  no  sin  alguna  inquietud,  y  de  todos  modos  con  avidez  ins- 
tintiva y  creciente,  qué  es  lo  que  en  resumidas  cuentas  viene  á  ser  un 
cometa,  esa  grandiosa  novedad  del  firmamento,  que  con  su  solo  aspecto 
tanto  nos  llama  la  atención?  ¿No  lo  estamos  preguntando  en  otros  térmi- 
nos, pero  bien  á  las  claras,  cuando  tanto  insistimos  en  averiguar  de  los 
entendidos  lo  que  de  la  presencia  ó  proximidad  ó  encuentro  del  cometa 
podemos  temernos? — Pues  he  aquí  un  punto,  y  es  el  último  de  la  predic- 
ción de  Séneca  en  las  palabras  que  arriba  subrayábamos,  con  el  cual  no 
han  dado  todavía  los  más  sabios  y  diligentes  astrónomos,  á  pesar  del  ya 
veinte  veces  repetido  «volver  de  los  siglos»;  pero  sobre  cuya  pista  creen 
estar  al  presente,  y  esto  con  medios  de  investigación  hasta  hace  poco 
desconocidos  y  hoy  ya  maravillosamente  perfeccionados.  Lo  que  hay  es 
que  desde  hace  muchos  años  no  han  tenido  la  fortuna  de  poder  aplicar- 
los en  condiciones  aun  medianamente  favorables.  Ahora,  ahora  es  cuando, 
según  todas  las  trazas,  van  á  poder  hacerlo  muy  á  su  satisfacción:  como 
que  se  las  van  á  haber  con  un  cometa,  no  sólo  de  considerable  tamaño 
y  brillantez,  sino  además  largo  tiempo  visible,  situado  en  posición  bajo 
todos  conceptos  muy  ventajosa,  á  distancia  que,  medida  en  unidades 


(1)    Véase  Razón  y  Fe,  t.  XXVI,  pág.  166. 


LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY  483 

astronómicas,  resulta,  como  quien  dice,  insignificante  (1),  y  la  de  su  apén- 
dice caudal  aun  del  todo  nula,  es  decir,  que  una  buena  muestra  de  esa 
misteriosa  substancia  cometaria  hasta  va  á  ponerse  al  alcance  de  sus 
manos,  á  meterse  por  las  ventanas  de  sus  laboratorios,  á  quedarse  á  su 
disposición  depositada  en  toda  la  sobrehaz  de  la  Tierra. 

¿Puede  subir  más  de  punto  el  interés  científico  de  una  observación  de 
esta  clase?— Por  lo  mismo,  ahora  parece  ser  el  tiempo  más  á  propósito 
para  recoger  y  ordenar  las  ideas,  haciendo  ante  todo  un  recuento  de  lo 
que,  hoy  por  hoy,  sobre  esto  se  sabe,  de  lo  que  se  ignora  y  de  lo  que  íunT 
dadamente  se  supone  ó  se  barrunta. 

Y  empezando  por  lo  que  se  sabe,  la  verdad  es  que  se  sabe  bien  poco; 
puede  decirse  que  con  todo  ello  junto  apenas  hay  para  otra  definición  ó 
explicación  de  lo  que  es  un  cometa  más  adecuada  que  la  de  Séneca: 
«astro  de  aspecto  singular,  que  lleva  contiguo  un  como  reguero  encen- 
dido» (2);  que  es  lo  que  nuestro  pueblo  dice  en  dos  palabras,  «una  estrella 
con  rabo».— Y  aun  de  esto  poco,  ¡cuánto  tiempo  y  reflexión  ha  costado  á 
los  astrónomos  el  asegurarse  bien  sólo  del  primer  elemento!  Ya  dijimos 
al  principio  de  este  trabajo  que,  aun  en  tiempo  de  Halley,  es  decir,  des- 
pués de  las  medidas  de  paralaje  y  distancia  efectuadas  con  singular 
esmero,  seguridad  y  precisión,  sobre  todo  por  Tycho-Brahe  y  por  Kepler, 
seguían  sosteniendo  varones  eminentes  en  este  ramo  de  conocimientos 
que  los  llamados  cometas,  no  sólo  no  eran  astros,  es  decir,  cuerpos  celes- 
tes ya  antiguos  y  permanentes,  pero  ni  siquiera  fenómenos  supralunares, 
sino  simplemente  atmosféricos  ó  muy  cercanos  á  la  Tierra.  Mas  éste, 
como  otros  muchos  acerca  de  las  estrellas,  no  fué  seguro  mentir,  y  al 
cabo  se  vino  á  poner  en  claro  de  una  vez  para  siempre  cabalmente  con 
ir  á  preguntárselo  á  ellas.  Á  quien  en  última  instancia  apeló  nuestro 
Halley  para  que  fallase  en  esta  contienda,  fué  al  cometa  que  ahora  tene- 
mos ante  la  vista,  y  él  vino  puntualmente  á  darle  la  razón  en  presencia  de 
todo  el  mundo.  Desde  entonces  aquel  otro  supuesto  y  las  diversas  teo- 
rías á  que  estaba  dando  lugar  pasaron  del  campo  de  la  ciencia  al  de  la 
historia  de  los  errores  humanos,  dejando  en  aquélla  la  verdad  ya  inne- 
gable de  que  todo  cometa  es  «un  astro»  sujeto  en  su  movimiento  á  las 
leyes  que  en  los  demás  nos  son  conocidas. 

Pues  que  sea  un  astro  «de  aspecto  singular»,  bien  á  la  vista  parece 
que  está,  y  sin  embargo,  no  es  tan  sabido  de  todos  como  tal  vez  se 
piensa,  en  qué  está  lo  verdaderamente  singular  de  las  apariencias  de 
todos  esos  astros  comprendidos  en  la  categoría  ó  común  denominación 


(1)  La  unidad  astronómica  de  distancia  es  el  semidiámetro  mayor  de  la  órbita  terres- 
tre, ó  sea  la  distancia  media  de  la  Tierra  al  Sol;  y  el  núcleoidel  cometa  viene  esta  vez 
á  situarse  á  un  séptimo  escaso  de  esta  distancia  respecto  de  nosotros. 

(2)  «Novam  sideris  faciem  circa  se  dissipatum  ignem  traiientis».  (Nat.  Quaest.,  1.  7, 
c.  11.) 


484  LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY 

de  cometas.— Singular  es  por  cierto  su  manera  ordinaria  de  presentarse. 
En  un  punto  del  cielo,  en  el  cual  y  aun  en  todo  su  contorno  momentos 
antes  no  se  veía  sino  el  fondo  obscuro  del  espacio  vacío  ó  algún  otro 
astro  bien  conocido,  aparecen  de  pronto  por  primera  vez,  á  lo  menos 
pensado,  y  con  un  brillo  que  de  golpe  ó  en  corto  tiempo  llega  no  pocas 
veces  á  hacerse  muy  grande  (1),  superior  acaso  aun  á  los  astros  más 
notables  entre  los  de  primera  magnitud;  mas  luego  se  va  desvaneciendo 
lentamente,  pudíendo  permanecer  días  y  aun  meses  enteros  sin  que  varíe 
sensiblemente  su  posición  en  la  esfera  celeste,  respecto  de  las  estrellas 
fijas  que  les  rodean.  Pero  no  tan  singular,  que  no  convengan  en  todo 
esto  con  las  llamadas  estrellas  nuevas,  astros  reconocidos,  sin  embargo, 
como  enteramente  distintos  de  los  cometas.— Desde  luego  se  diferen- 
cian ya  éstos  de  aquéllas  en  que  presentan  siempre  diámetro  sensible  y 
contornos  esfumados  y  nebulosos.  Pero  eso  mismo  sucede  con  las  llama- 
das nebulosas  estelares,  que  tanto  abundan  en  el  cielo  constantemente,  y 
no  son  cometas,  si  bien  en  eso  se  les  parecen  hasta  el  punto  de  poderse 
muy  bien  confundir  con  ellos  por  algún  tiempo.  Es  cierto  que  los  come- 
tas suelen  tener  dentro  de  la  nebulosidad  y  en  punto  de  ella  muy  seña- 
lado un  núcleo  pequeño  más  brillante;  pero  ni  éste  les  es  común  á  todos, 
ni  faltan  nebulosas  con  estrellas  de  tal  manera  situadas  ó  proyectadas  en 
su  interior,  que  puedan  tomarse  á  simple  vista  por  núcleos  de  materias 
cometarias.— Lo  que  sí  les  distingue  radicalmente  de  todas  esas  forma- 
ciones estelares  es  su  movimiento  propio  á  través  de  las  constelaciones, 
el  cual  tarde  ó  temprano  siempre  viene  á  hacerse  sensible  y  aun  muy 
notable.  Pero  en  esto  precisamente  convienen  con  los  planetas;  y  aun- 
que su  forma  nebular  esfumada  les  puede  casi  siempre  distinguir 
luego  de  éstos,  cuyo  aspecto  es  en  todos  el  de  un  disco  entero  ó  que- 
brado, pero  neto  y  bien  definido,  todavía  cometas  hay  que  no  lo  tienen 
menos,  siquiera  por  algún  tiempo;  y  en  este  caso,  mientras  les  dure  este 
aspecto,  puede  ser  bien  difícil,  si  no  del  todo  imposible,  decidir  por  su 
sola  apariencia  exterior  y  su  movimiento  si  son  ó  no  algún  planeta  des- 
conocido hasta  entonces.  Urano,  al  ser  descubierto,  fué  mirado  algún 
tiempo  como  un  cometa. 

Para  los  astrónomos  de  profesión,  lo  constante  y,  más  que  todo,  sin- 
gular y  verdaderamente  característico  de  estos  astros,  prescindiendo 
todavía  de  lo  relativo  á  las  propiedades  ó  condiciones  internas  de  su 
substancia,  es  lo  anómalo  de  su  movimiento  por  el  espacio,  bien  se  mire 
su  desviación  del  camino  aparente  del  Sol  y  de  los  otros  astros  errantes, 
ó  sea  la  inclinación  de  su  órbita  sobre  la  eclíptica,  bien  la  dirección 
misma  que  el  astro  lleva  en  ella,  muy  á  menudo  retrógrada,  es  decir, 


(1)  Estos  caracteres  no  son  propios  de  los  cometas  llamados  periódicos;  pero  ios 
tales  son  insignificantes  en  numero  al  lado  de  los  demás,  que  suelen  presentarse  como 
decimos. 


LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY  485 

contraria  á  la  común  de  todos  aquéllos  (y  tal  es,  precisamente,  la  de 
nuestro  cometa),  bien  y  sobre  todo,  la  forma  de  su  trayectoria,  ó  rigií- 
rosamente  parabólica,  y  tal  vez  en  alguno  que  otro  aun  hiperbólica,  una 
y  otra  desconocidas  en  todos  los  demás  astros,  ó  elíptica  por  el  estilo  de 
la  de  los  planetas,  pero  mucho  más  alargada  y  excéntrica  que  la  de  cual- 
quiera de  éstos,  con  uno  de  sus  ábsides  cerca  del  Sol,  cuyo  centro  es 
foco  de  la  misma,  y  el  otro  á  inmensa  distancia  de  él  y  de  todo  el  sistema 
planetario  casi  siempre.  La  inclinación,  la  orientación  y  las  dimensiones 
respectivas  de  estas  órbitas  son  poco  variables  en  cada  uno  de  esos 
astros  y  muy  diversas  en  todos,  y  eso  que  son  muchísimos  (pasan  de 
novecientos  los  ya  registrados);  por  lo  cual  vienen  á  constituir  la  fisono- 
mía ó  diferenciación  no  sólo  específica,  por  la  que  se  distinguen  de  los 
planetas  y  demás  astros,  sino  también  individual,  por  la  que  se  distin- 
guen entre  sí  unos  de  otros  y  pueden  identificarse  con  facilidad,  pronti- 
tud y  certeza  en  sus  reapariciones  sucesivas. 

Con  esto  de  paso  hemos  averiguado  ya  de  cierto  la  razón  de  casi 
todo  lo  que  arriba  decíamos  sobre  su  manera  ordinaria  de  aparecer  y 
desaparecer  en  el  cielo;  razón  que  viene  á  ser  á  la  letra,  aunque  algo 
más  explicada  y  determinada,  la  misma  propuesta  ya  por  Séneca.  Es  que 
«la  casi  totalidad  de  la  trayectoria  de  estos  astros  se  nos  oculta  por  ale- 
jarse demasiado  en  un  sentido,  internándose  á  través  de  las  profundida- 
des del  espacio,  y  sólo  se  hace  visible  cuando  el  astro  vuelve  de  nuevo 
á  descender  por  ella  hasta  su  parte  más  baja  y  cercana  á  nosotros».  Si 
la  tal  trayectoria  es  parabólica  ó  hiperbólica,  será  esa  la  primera  vez  y 
la  última  que  el  astro  viene  á  pasar  por  nuestras  cercanías,  y  por  lo 
mismo  aparecerá  siempre  donde  y  cuando  menos  se  le  espera;  y  como 
las  ramas  de  estas  curvas,  por  donde  viene  y  se  va,  difieren  poco  de  la 
línea  recta,  si  acontece  que  la  Tierra  lleva  por  entonces  en  su  órbita  una 
dirección  poco  más  ó  menos  paralela  á  esa  línea  y  está  todavía  á  mucha 
distancia  de  él,  se  le  verá  durante  mucho  tiempo  hacia  el  mismo  punto 
del  cielo.  Esto  último  sucederá  asimismo  prácticamente  si  la  trayectoria 
es  elíptica,  pero  extraordinariamente  alargada,  y  también  lo  otro,  si 
aquélla  no  ha  sido  bien  observada  y  registrada  en  las  apariciones  ante- 
riores del  astro,  que  pueden  muy  bien  datar  de  siglos  enteros,  como  ya 
lo  advertía  bien  expresamente  el  mismo  Séneca.  En  cambio,  hacia  la 
época  de  la  mayor  cercanía  del  cometa  á  la  Tierra,  su  posición  aparente 
entre  las  estrellas  variará  rapidísimamente,  sobre  todo  si  la  tal  cercanía 
y  la  velocidad  real  que  por  entonces  lleva  son  grandes,  y  más  aún  si  al 
mismo  tiempo  la  dirección  de  su  movimiento  es  contraria  á  la  de  la  Tie- 
rra: todo  lo  cual  concurre,  como  vimos,  este  año  en  el  cometa  de  Halley, 
hacia  el  18  de  Mayo. 

El  aspecto  normal  y  ordinario  de  estos  astros  es  el  de  una  nebulosi- 
dad más  ó  menos  redondeada,  llamada  cabellera,  con  algo  más  espeso  y 
brillante,  á  veces  muy  neto  y  definido,  á  manera  de  estrella  ó  lucero 


486  LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY 

hacia  el  centro,  llamado  núcleo,  y  á  uno  de  los  lados  cierta  como  pro- 
longación ó  reguero  luminoso,  más  ó  menos  largo  y  extenso,  llamado 
cola.  Esto  último  es  siempre  lo  que  les  da  más  relieve  en  el  cielo  y  lo 
primero  que  atrae  las  miradas  de  todos,  y  por  lo  mismo  lo  que  más 
hace  resaltar  el  vulgo,  asi  en  la  definición,  que  decíamos,  como  en  cual- 
quiera de  los  nombres  con  que  los  designa;  porque  aun  el  griego  xo¡ivÍTr,; 
y  el  latino  crinita  indudablemente  no  se  refieren  sólo  al  primer  elemento, 
sino  al  conjunto  de  lo  que  llamamos  cabellera  y  cola,  que  semeja  una 
cabellera  larga  y  tendida  al  viento. 

Nada  más  fácil  hoy  día  que  el  venir  en  conocimiento  (al  menos 
aproximado,  y  el  rigurosamente  exacto  no  es,  hoy  por  hoy,  de  ninguna 
utilidad)  del  tamaño  real  de  cada  uno  de  esos  tres  elementos,  lo  mismo 
que  del  Sol  y  de  los  planetas.  El  diámetro  de  la  cabellera  llega  á  menudo 
á  más  de  cien  mil  leguas,  y  en  alguno  que  otro  ha  pasado  de  un  millón. 
La  anchura  de  la  cola  crece  por  lo  regular  desde  la  cabeza  al  extremo, 
siendo  éste  á  veces  enormemente  mayor,  y  la  largura  ya  dijimos  que  en 
los  cometas  más  visibles  alcanza  siempre  varios  millones  de  leguas,  en 
algunos  hasta  sesenta  ú  ochenta.  Según  esto,  la  cola  del  cometa  de  Halley 
hacia  la  región  por  donde  ha  de  encontrarla  la  Tierra  podrá  muy  bien 
tener  de  cuatrocientas  á  quinientas  mil  leguas  de  grosor,  y  así  tardar 
aquélla  en  atravesarla  de  cinco  á  nueve  horas,  á  pesar  de  la  velocidad 
relativa  de  900  leguas  por  minuto  con  que  dijimos  que  se  cruzaba  con 
ella.— El  núcleo  es  siempre  muchísimo  menor:  algunos  astrónomos,  como 
el  americano  C.  A.  Young,  no  le  quieren  dar  en  ningún  caso  más  de 
160  kilómetros;  pero  otros  muchos,  con  Arago,  ya  le  extienden  á  menudo 
hasta  2.000  y  3.000  leguas.  La  razón  de  esta  discrepancia  está  en  que, 
por  bastante  bien  definido  que  parezca,  no  es  fácil  en  ningún  caso  deci- 
dir con  entera  certeza  dónde  se  termina  el  núcleo  y  empieza  la  nebulo- 
sidad, por  estar  ésta  más  y  más  condensada  hacia  los  límites  de  aquél. 
El  de  nuestro  cometa  ha  sido  hasta  ahora  de  los  más  netos  y  claramente 
definidos,  pero  de  corto  diámetro  aparente. 

Fijemos  un  poco  más  la  atención  en  cada  uno  de  los  tres  referidos 
elementos,  y  echaremos  de  ver  todavía  algunas  otras  propiedades  asi- 
mismo bien  ciertas  y  averiguadas,— Salta  muy  luego  á  la  vista,  y  se 
viene  reparando  desde  muy  antiguo,  que  por  cualquier  punto,  así  de  la 
cola  como  de  la  misma  cabellera,  se  traslucen  claramente  las  estrellas, 
ante  las  cuales  se  va  interponiendo  sucesivamente  el  cometa;  y  no  sólo 
las  muy  brillantes,  sino  hasta  las  más  menudas;  con  el  anteojo  es  fácil 
asegurarse  de  que  sucede  lo  mismo  hasta  con  aquellas  estrellitas  teles- 
cópicas que  rayan  en  el  extremo  límite  de  visibilidad  propio  de  cual- 
quier instrumento:  más  aún,  generalmente,  iti  siquiera  se  anubla  en 
lo  más  mínimo  el  brillo  bien  conocido  de  cada  una.  Esto,  sobre  todo  si 
se  tiene  en  cuenta  que  ninguna  de  esas  dos  partes  del  cometa  es  plana  y 
delgada,  pues  cualquiera  que  sea  el  lado  que  nos  presenten  durante  su 


LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY  487 

paso,  siempre  se  las  ve  poco  más  ó  menos  del  mismo  grosor,  y  se  recuerda 
lo  que  de  éste  acabamos  de  decir,  prueba  desde  luego  y  bien  á  las 
claras  que  la  materia  de  las  tales,  ó  es  absolutamente  diáfana,  sea  la  que 
fuere  su  contextura  y  densidad,  ó  es  sumamente  tenue  y  sutil,  ó  al  menos 
es  discontinua  y  por  extremo  enrarecida.— Pero  también  se  ha  obser- 
vado con  toda  escrupulosidad  que  las  estrellas,  vistas  así  por  transpa- 
rencia, no  se  desvían  lo  más  mínimo  de  la  posición  que  les  corresponde; 
es  decir,  que  esa  materia  no  da  origen  á  refracción  alguna  sensible;  y 
esto  sólo  elimina  ya  lo  bastante  la  hipótesis  de  una  contextura  y  densi- 
dad comparable,  no  ya  á  la  de  cualquier  cuerpo  sólido  ó  líquido,  sino 
aun  á  la  del  aire  que  queda  en  la  campana  neumática  donde  se  haya 
hecho  el  vacío  lo  más  posible.— Aun  hay  otra  observación,  que  no  está 
ya  tan  al  alcance  de  todos,  pero  que  no  es  menos  cierta,  y  viene  á  con- 
firmar una  vez  más  el  poquísimo  meollo  que  semejantes  astros  encubren 
bajo  tanta  apariencia;  y  es,  que  al  acercarse,  á  veces  muchísimo,  á  otros 
aun  incomparablemente  menores  que  ellos,  no  ejercen  á  su  paso  pertur- 
bación ninguna  sensible  en  sus  respectivas  posiciones  y  movimientos; 
es  decir,  que  la  atracción  que  les  corresponde  es  poco  menos  que  nula 
para  el  caso;  y  como  ésta  guarda  proporción  con  la  masa,  bien  se  echa 
de  ver  que  la  suya  debe  ser  relativamente  insignificante  en  su  totali- 
dad, y  la  de  la  cola  mucho  más  todavía  que  la  de  cualquier  otra  parte 
de  ellos. 

Á  simple  vista  ó  en  el  campo  del  anteojo,  y  mejor  todavía  compa- 
rando entre  sí  buenas  reproducciones  fotográficas  obtenidas  de  tiempo 
en  tiempo  en  planchas  igualmente  preparadas  y  expuestas  en  condicio- 
nes de  igual  impresión  luminosa,  se  nota  por  lo  regular  y  bien  á  las  cla- 
ras que  el  aspecto  de  la  cola  varía  sensiblemente  de  mil  maneras:  la  lar- 
gura, la  anchura,  el  perfil  general  del  contorno,  el  número  y  la  reparti- 
ción de  las  ráfagas  ó  radiaciones,  y  la  misma  intensidad  luminosa,  así  del 
conjunto  como  de  tal  ó  cual  lado  ó  extremo,  se  alteran  más  ó  menos,  no 
sólo  de  un  día  para  otro,  sino  aun  de  hora  en  hora  y  á  veces  muy  brus- 
camente. En  muchos  cometas  la  cola  entera,  primero  corta,  se  ha  visto 
alargarse  muchísimo  en  un  instante,  y  al  revés,  sucediéndose  tales  alter- 
nativas varias  veces  en  poco  tiempo:  precisamente  en  el  de  Halley 
durante  su  última  aparición  de  1835,  llamó  la  atención  de  todos  los  astró- 
nomos este  fenómeno,  como  también  casi  todos  los  otros  que  acabamos 
de  indicar.  En  algunos,  v.  gr.,  en  el  de  Septiembre  á  Diciembre  de  1807, 
toda  la  luminosidad  de  la  cola  ha  presentado  una  apariencia  de  ebullición 
muy  marcada,  y  en  otros  la  masa  entera  ondulaciones  ó  desviaciones 
análogas  á  las  de  un  penacho  levemente  agitado  por  el  viento;  estrellas 
cercanas  á  los  bordes  se  veían  alternativamente  dentro  y  fuera  de  ellos 
por  ambos  lados  y  todo  á  lo  largo  de  los  mismos.  No  es  raro  que  de  la 
noche  á  la  mañana  la  tal  cola,  primero  regular  y  uniforme,  aparezca  dis- 
locada en  uno  ó  más  puntos,  y  también  interrumpida  y  como  partida  en 


488  LA    VUELTA   DEL   GRAN   COMETA   DE   HALLEY 

trozos  separados  entre  sí  por  espacios  vacíos  de  toda  luminosidad 
aparente. 

Pero  en  medio  de  toda  esta  mutabilidad  hay  en  los  apéndices  come- 
tarios una  propiedad  muy  constante,  de  suma  importancia  para  los 
cálculos  y  conjeturas  astronómicas  sobre  el  aspecto  que  en  tal  ó  cual 
tiempo  han  de  presentar  estos  astros,  y  base  de  cuantas  teorías  se  han 
formulado  y  pueden  formularse  acerca  de  su  constitución;  y  es,  que  se 
dirigen  siempre  hacia  el  lado  opuesto  del  Sol,  y  á  lo  largo  mismo  de  la 
línea  que  une  los  centros  del  Sol  y  del  núcleo.  De  ello  ya  se  habían  dado 
cuenta  los  astrónomos  del  siglo  XVI:  y  los  libros  en  que  primero  se  halla 
notado  por  escrito,  al  menos  en  Europa,  son  á  lo  que  parece,  los  de  Fra- 
castor  y  Apiano  (1),  de  aquel  tiempo.  Lo  que  después  se  ha  ido  viendo 
y  comprobando  es  que  en  general  no  se  ajustan  del  todo  á  dicha  línea,  ó 
sea  al  radio  vector,  sino  que  se  desvían  de  ella  más  ó  menos,  encorván- 
dose al  mismo  tiempo  algún  tanto,  lo  uno  y  lo  otro  siempre  hacia  la  parte 
del  espacio  que  van  dejando  atrás  en  su  movimiento;  algo  así  como  el 
penacho  de  humo  de  una  locomotora,  que  se  mueve  pausadamente,  res- 
pecto de  la  vertical  determinada  por  la  prolongación  del  eje  de  la  chime- 
nea. En  el  trazado  de  nuestra  figura  l.'^,  publicada  en  el  número  de 
Febrero  de  esta  revista,  se  ha  tenido  en  cuenta  y  se  echa  bien  de  ver  esta 
doble  propiedad  (2).  No  es  raro,  sin  embargo,  el  que  la  cola  se  muestre 


(1)  Eduardo  Biot  (Comptes  rendues  de  l'Acadénñe  des  Sciences,  t.  XVI,  pág.  751)  dice 
que  los  chinos  lo  sabían  ya  desde  antes  del  año  837,  aunque  de  una  manera  no  tan  pre- 
cisa, y  cita  este  pasaje  de  uno  de  sus  libros  de  esa  fecha:  «En  general,  si  el  cometa  se 
halla  situado  al  Este  del  Sol,  la  cola  se  dirige  del  núcleo  hacia  el  Este;  y  si  aquél  se  pre- 
senta al  Oeste  del  Sol,  la  cola  se  halla  vuelta  hacia  el  Oeste.»  Algunos  han  dado  este 
mismo  sentido  á  la  frase  de  Séneca  (1.  c,  cap.  20,  al  fin),  «comae  autem  radios  solis 
effugiunt»;  como  si  quisiera  decir,  que  es  propiedad  general  de  los  cometas  el  que  sus 
colas  se  vayan  hacia  el  lado  opuesto,  escapando  de  la  radiación  solar.  Humboldt  lo  da 
por  sentado  en  su  Cosmos,  traducción  francesa  de  Paye,  1. 1,  pág.  313,  nota  45,  é  insiste  en 
ello  en  el  t.  IV,  pág.  407;  y  recientemente  lo  han  escrito  asimismo  sin  vacilar  el  P.  Müller 
en  su  Astronomía  (t.  II,  pág.  499,  not.  ai  núm.  604)  y  el  P.  Thirion  en  su  referido  artículo 
de  la  Reme  des  Questions  Scientifiques  (1.  c,  pág.  675,  nota).  Pero  dudo  mucho  que  lo 
hayan  leído  con  atención  en  su  contexto  original,  donde  no  dice  más  que  esto:  «A  mu- 
chos de  los  cometas,  que  pasan  á  nuestro  alcance,  no  les  vemos  porque  están  por 
entonces  muy  cerca  del  disco  solar,  y  así  les  ofuscan  sus  rayos.  Posidonio  cuenta  que 
en  un  eclipse  de  Sol  se  dejó  ver  uno,  al  cual  antes  el  Sol  ocultaba.  Y  también  sucede  á 
veces  que  al  ponerse  el  Sol  se  hace  visible  sólo  la  cola  de  algunos,  por  caer  Leventual- 
mente]  más  lejos  del  Sol  que  el  núcleo,  y  así  escapar  de  sus  rayos,  mientras  éste  se  halla 
del  todo  abismado  en  ellos.»  No  enuncia  aquí  una  ley  general,  sino  sólo  hechos  aisla- 
dos y  eventuales. 

(2)  Y  todos  la  hemos  podido  echar  de  ver  mucho  mejor  aún  en  el  grandioso  cometa 
que  durante  la  publicación  de  este  escrito  nos  ha  venido  á  sorprender  muy  oportuna- 
mente, tipo  asimismo  regularísimo  de  todas  las  demás  propiedades  características  de 
estos  astros,  que  vamos  enumerando.  El  28  de  Enero,  en  que  por  primera  vez  se  dejó 
ver  bien  espléndido  en  el  horizonte  de  este  Observatorio  de  Oña,  su  núcleo  se  proyec- 
taba á  la  derecha  de  a  de  Acuario,  cerca  de  la  línea  del  ecuador  (véase  nuestra  figura  2.^), 


LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY  489 

del  todo  recta  y  coincida  su  eje  sensiblemente  con  el  radio  vector;  la 
larguísima  del  referido  cometa  de  1843  fué  de  ello  uno  de  los  ejemplos 
más  notables,  y  posteriormente  se  han  observado  todavía  otros  tres. 
Cierto  que  á  veces  y  durante  algún  tiempo  puede  muy  bien  atribuirse 
esta  apariencia  á  un  simple  efecto  de  perspectiva;  es  decir,  á  que  la 
cola,  aunque  de  suyo  encorvada  como  de  ordinario,  se  nos  presenta  de 
canto  por  el  uno  ó  el  otro  lado  de  la  inflexión,  con  lo  cual  ésta  no  se  deja 
percibir;  pero  en  cada  caso  particular  los  astrónomos  saben  muy  bien  si 
se  da  ó  no  esa  circunstancia,  y  en  los  indicados  aseguran  muchos  que  no  se 
daba;  y  además,  variando  como  varían  rápidamente  y  en  planos  muy  dis- 
tintos las  posiciones  del  cometa  y  de  la  Tierra  en  sus  órbitas  respectivas 
por  aquel  entonces,  el  mismo  hecho  de  permanecer  constante  dicho 
aspecto  por  todo  el  tiempo  de  su  visibilidad  arguye  bien  á  las  claras  que 
las  tales  colas  se  ven  así  rectas  desde  cualquier  punto  que  se  las  mire,  ó 
lo  que  es  lo  mismo,  que  lo  son  en  realidad  y  no  solamente  en  apa- 
riencia. 

Finalmente,  otra  propiedad  suya,  no  menos  general  y  bien  conocida^ 
es  la  de  no  aparecer  sino  poco  tiempo  antes  del  paso  del  astro  por  el 
perihelio,  é  ir  adquiriendo  desde  entonces  en  muy  pocos  días  desarrollos 
enormes;  pero  no  guardar  esta  ley  ni  siquiera  aproximadamente  en  el 
reducirse  y  desvanecerse  luego  después  del  paso,  sino  continuar  creciendo 
por  breve  tiempo  y  disminuir  luego  por  grados  durante  semanas  y  aun 
meses  enteros.  Fenómeno  que  por  cierto  debió  de  parecer  á  nuestro 
Séneca  muy  grave  dificultad  contra  su  doctrina;  pues  dándole  el  primer 
lugar  entre  las  objeciones  de  sus  contrarios,  y  haciéndose  luego  cargo 
de  todas  las  demás  con  estudiada  minuciosidad,  á  ella  sola  la  pasa  por 
alto,  sin  oponer  siquiera,  como  suele  en  casos  semejantes,  alguna  razón 
para  esquivar  la  respuesta  (1). 

Por  lo  que  hace  á  la  cabellera,  su  materia  ó  composición  parece,  así 
en  el  anteojo  como  á  simple  vista,  del  mismo  género  que  la  de  la  cola,  ó, 
por  mejor  decir,  ésta  no  parece  ser  otra  cosa  que  una  mera  difusión  de 
aquélla  ó  de  parte  de  su  masa.  En  ambas  se  nota  el  mismo  tinte  lumi- 
noso, el  mismo  enrarecimiento,  la  misma  transparencia  absoluta  y  falta 


y  la  cola  tocaba  en  su  extremidad  por  el  borde  occidental  la  estrella  a  de  Pegaso,  mien- 
tras por  el  oriental  rebasaba  á  6  ó  7  grados  de  anchura  los  confines  de  Pisces;  uno  y 
otro  borde,  y  más  el  oriental,  estaban  encorvados  hacia  esta  constelación,  es  decir,  en 
sentido  contrario  al  de  su  movimiento  propio,  que  se  verifica  poco  menos  que  hacia 
el  Norte;  pero  imaginando  una  tangente  á  la  línea  media  de  la  cola  por  el  centro  del 
núcleo,  ésta  iba  á  pasar,  en  efecto,  por  el  punto  aparente  de  la  eclíptica  donde  estaba 
entonces  el  Sol  (28  de  Enero,  en  la  figura)  debajo  del  horizonte. 

(1)  Nat  Quaest.,  1.  c,  c.  18  sq.  «Adversus  hoc  protinus  respondetur,  non  idem 
accidere  in  cometis  quod  in  coeteris:  cometae  enim,  quo  primum  die  apparuerint,  ma- 
ximi  sunt;  atqul  deberent  crescere,  quo  propius  accederent:  nunc  autem  manet  illis 
prima  facíes,  doñee  incipiant  extinguí.» 


490  LA   VUELTA   DEL    GRAN    COMETA   DE    HALLEY 

completa  de  refracción,  la  misma  continua  mutabilidad  de  aspectos  y  de 
pormenores.  Tres  particularidades  presenta,  sin  embargo,  este  elemento, 
bastante  bien  comprobadas  en  toda  ó  casi  toda  la  especie  cometaria.  La 
primera  se  refiere  á  su  duración,  que  no  es  transitoria  y  efímera,  como 
la  de  la  cola,  ni  está  ceñida  á  tal  ó  cual  distancia  del  Sol,  entre  límites 
determinados  y  más  ó  menos  estrechos,  sino  que  acompaña  siempre  al 
astro  dondequiera  que  se  presenta  y  por  todo  el  tiempo  que  permanece 
visible,  no  sólo  en  el  anteojo  astronómico,  sino  en  la  misma  plancha  foto- 
gráfica. La  segunda  afecta  á  su  volumen  ó  dimensiones  reales;  éstas  sí 
que  dependen  de  la  distancia  del  cometa  al  Sol;  pero,  cosa  chocante,  en 
vez  de  ir  creciendo  á  medida  que  el  cometa  se  acerca,  como  por  varios 
títulos  pudiera  pensarse  de  materia  tan  tenue  y  difusa,  lo  regular  es  que 
disminuyan,  y  muy  considerablemente,  no  raras  veces  en  la  proporción 
de  ciento  á  uno  y  aun  más.  Desde  luego  puede  ocurrir  atribuirlo  á  que 
buena  parte  de  esa  materia  se  separa  y  derrama  entonces  por  el  espacio 
para  formar  la  cola,  volviendo  luego  á  recogerse  y  acumularse  en  la 
cabeza  cuando  la  distancia  al  Sol  se  va  haciendo  de  nuevo  mayor  y 
mayor;  pero  á  bien  que  la  causa  no  debe  de  estar  en  esto  precisamente, 
ó  por  lo  menos  en  esto  sólo,  porque  lo  mismo  acontece  con  ciertos 
cometas  que  no  tienen  de  cola  sino  rudimentos  apenas  perceptibles. 
Varias  otras  explicaciones  se  han  propuesto,  entre  las  cuales  parece 
la  más  razonable  la  que  supone  que  la  tal  disminución  no  es  más  que 
aparente,  como  también  quizá  la  falta  de  cola;  y  esto  porque  el  calor  y 
demás  influencias  solares  van  reduciendo  más  y  más  el  exterior  de  la 
cabellera,  ya  de  suyo  más  tenue,  á  tal  grado  de  diafanidad,  si  ya  no  suti- 
leza y  enrarecimiento,  que  buena  parte  de  ella  viene  á  hacérsenos  así  del 
todo  invisible,  y  lo  mismo  en  ciertos  casos  la  casi  totalidad  de  la  cola.  La 
tercera  y  más  significativa,  como  dato  para  venir  en  conocimiento  de  la 
manera  de  ser  de  estos  astros,  es  la  estructura  aparente  de  la  tal  nebulo- 
sidad, que  en  contacto  inmediato  con  el  núcleo  forma  lo  que  llamamos 
su  cabeza.  Á  simple  vista  no  suele  presentar  más  que  cierta  luminosidad 
difusa  y  homogénea,  si  bien  algo  más  intensa  hacia  el  centro,  donde 
fácilmente  se  esfuma  y  como  diluye  en  ella  el  mismo  núcleo;  y  así  se  la 
ve  también  con  el  anteojo  cuando  su  luz  es  escasa  ó,  sea  ésta  la  que 
fuere,  se  la  mira  de  frente  á  causa  de  la  posición  relativa  del  observa- 
dor. Pero  cuando  se  la  coge  de  lado  y  su  cercanía  y  brillantez  permiten 
que  se  la  examine  con  regulares  aumentos,  ofrece  casi  siempre  el  aspecto 
de  una  serie  de  envolturas  concéntricas,  que  hacia  el  arranque  de  la  cola 
se  abren  más  ó  menos  y  se  corren  luego  por  los  flancos  de  ésta,  confun- 
diéndose con  ella  en  todo  ó  en  parte  y  contribuyendo  en  gran  manera  á 
su  formación  y  esplendor.  Concentrando  más  la  atención  en  las  cerca- 
nías del  núcleo,  se  ve  que  de  él  parten  hacia  adelante,  ó  sea  en  dirección 
al  Sol,  uno  ó  varios  chorros  ó  flujos  de  materia  luminosa,  los  cuales  á 
cierta  distancia  se  ensanchan,  y  como  repelidos  por  un  fuerte  soplo  invi- 


LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  D£  HALLEY  491 

sible,  se  esparcen  bruscamente  y  se  repliegan  hacia  la  cola  por  entre  las 
referidas  envolturas  de  la  cabeza.  No  es  raro  que  en  la  parte  de  éstas, 
donde  aquéllos  rematan  y  se  retuercen,  se  haga  visible  una  depresión  ó 
escotadura  más  ó  menos  profunda,  ni  que  sobre  ella,  ó  sin  ella,  sobre  la 
parte  delantera  de  la  envoltura  exterior,  se  apoye  la  base  de  un  pequeño 
cono  de  bordes  muy  definidos  y  algo  curvos,  cuyo  vértice  se  dirige  hacia 
el  Sol  (1). 

Prescindamos,  en  fin,  siquiera  por  un  instante,  de  todo  ese  derrame 
luminoso,  que  en  resumidas  cuentas  no  viene  á  ser  sino  el  aderezo  exte- 
rior con  que  el  cometa  se  atavía  para  realzar  ante  los  ojos  humanos  su 
natural  atractivo  y  magnificencia,  y  clavando  los  nuestros  en  el  núcleo 
mismo,  es  decir,  en  la  estrella  propiamente  dicha,  verdadera  dueña  y 
señora  de  todo  lo  restante,  digamos  en  dos  palabras  lo  que  directamente 
se  saca  en  limpio  de  las  observaciones  visuales  que  sobre  él  se  han 
venido  haciendo  hasta  el  presente.  Ya  indicamos  al  principio  de  este 
artículo  que  no  faltan  astros  de  éstos  «cuya  cabeza  es  hermosa,  pero 
sin  seso»,  donde  todo  es  cabellera  y  ropaje,  ó  sea  nebulosidad  estirada 
y  difusa  de  aspecto  casi  homogéneo  y  más  ó  menos  luminescente;  hay 
asimismo  bastantes  en  los  cuales  el  núcleo  ya  se  echa  de  ver  de  algún 
modo,  pero  confuso  y  vago,  á  manera  de  condensación  más  ó  menos 
brusca,  más  ó  menos  extensa  ó  concentrada,  de  la  misma  materia  vapo- 
rosa de  la  cabellera;  pero  lo  regular  es  que  aquél  resalte  mucho,  aun  á  la 
simple  vista,  como  una  verdadera  estrella,  es  decir,  como  un  punto  nota- 
blemente más  brillante  y  á  veces  brillantísimo,  superior  al  más  esplen- 
doroso lucero  del  firmamento.  Es  muy  frecuente  el  que  no  se  le  vea 
situado  en  el  centro  de  simetría  de  la  cabeza,  ni  tampoco  en  el  foco  del 
elipsoide  ó  paraboloide  qué  á  menudo  figura  el  contorno  de  la  misma, 
sino  más  ó  menos  ladeado  en  uno  ó  en  otro  sentido,  y  no  precisamente 
hacia  el  Sol,  aunque  sí  parece  esto  lo  más  ordinario.  Examinado  con  el 
telescopio,  se  ve  que  es  un  disco  generalmente  pequeño,  y  rara  vez  del 
todo  neto  y  definido,  cosa  que  de  suyo  puede  muy  bien  atribuirse  á  la 
nebulosidad  que  inmediatamente  le  rodea  y  se  condensa  mucho  hacia 
sus  bordes;  pero  en  varias  ocasiones  se  le  ha  visto  netamente  resuelto 
-en  numerosos  puntos  brillantes,  separados  entre  sí  más  ó  menos,  á 
manera  de  enjambre  ó  cúmulo  estelar  de  esos  que  tanto  abundan  en  el 
cielo.  Si  es  esta  su  constitución  habitual,  se  explica  muy  bien  el  que  á 
menudo  presente  también  formas  irregulares  y  caprichosas.  No  está  bien 
averiguado  si  á  través  de  él  se  ven  ó  no  las  estrellas,  como  á  través  de 
la  cabellera  y  la  cola,  ni  es  cosa  muy  hacedera  el  salir  de  dudas  acerca 


(1)  En  el  cometa  que  recientemente  acaba  de  presentársenos  apareció  muy  claro 
este  apéndice  el  día  28  de  Enero,  observado  el  astro  con  poco  aumento  en  un  anteojo 
de  mucho  campo  y  luminosidad:  los  días  siguientes,  29,  30  y  31,  menos  favorables  para 
la  observación,  no  se  divisaba  de  él  vestigio  ninguno. 


492  LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY 

de  esto:  lo  que  sí  se  da  ya  hoy  por  cierto  es  que  no  tiene  fases,  sino  que 
siempre  se  le  ve  iluminado  por  entero,  sea  cualquiera  la  posición  que 
ocupe  respecto  del  Sol  y  de  nosotros.  Ahora  bien,  para  esto  es  necesa- 
rio que  el  tal  núcleo,  ó  sea  también  muy  diáfano,  de  modo  que  á  través 
del  hemisferio  vuelto  hacia  el  Sol  se  ilumine  á  la  vez  y  casi  lo  mismo  el 
opuesto,  ó  sea  tal  vez  opaco,  pero  rodeado  de  atmósfera  muy  densa, 
capaz  de  transmitir  por  reflexión  la  luz  del  Sol  en  gran  cantidad  á  todos 
sus  puntos,  ó  sea  luminoso  por  sí  mismo,  y  esto  con  intensidad  compa- 
rable á  la  de  la  luz  que  refleja  del  Sol  ó  mayor  que  ella,  pues  de  otro 
modo  siempre  se  haría  sensible  el  contraste  del  brillo  de  un  hemisferio 
con  el  de  otro.  Claro  es  que  ala  primera  de  estas  hipótesis  viene  á  redu- 
cirse asimismo  la  de  que  sea  un  agregado  de  corpúsculos  sólidos  y  opa- 
cos considerablemente  distantes  entre  sí  y  sumergidos  ó  no  en  un  medio 
gaseoso  más  ó  menos  diáfano,  como  parece  darlo  á  entender  la  última 
observación  telescópica  hace  un  instante  indicada,  prescindiendo  de  si 
esos  corpúsculos  son  á  la  vez,  ó  no,  luminosos  por  sí  mismos.— ¿Habrá 
algún  otro  medio,  siquiera  indirecto,  de  averiguar  cuál  de  estas  diversas 
suposiciones  es  la  cierta?  Veamos,  por  lo  menos,  si  conseguimos  elimi- 
nar algunas  y  acercarnos  así  lo  más  posible  á  la  verdad. 

Y,  en  primer  lugar,  si  esa  luz  en  su  totalidad  y  aun  en  su  parte  más 
principal  y  saliente  es  propia,  bien  podemos  asegurar  que  al  menos  su 
intensidad  absoluta  dista  mucho  de  ser  constante.  En  este  caso,  mien- 
tras el  disco  nos  presentase  un  diámetro  aparente  sensible,  su  brillantez 
sería  para  nosotros  constantemente  la  misma,  cualquiera  que  fuese  el 
aumento  ó  disminución  de  aquél  por  la  distancia;  porque  la  brillantez  no 
es  más  que  el  cociente  de  la  iluminación  por  la  superficie  iluminadora, 
cantidades  que  aumentan  ó  disminuyen  á  la  par  en  razón  inversa  del 
cuadrado  de  la  distancia,  y  así  conservan  absolutamente  invariable  el 
cociente,  mientras  la  superficie  no  se  reduzca  sensiblemente  á  un  punto 
y  cese  de  variar  del  modo  dicho.  Ahora  bien,  el  hecho  es  que  no  sólo 
varía  notablemente  la  brillantez  del  núcleo  (y  dígase  lo  mismo  de  cual- 
quiera de  las  otras  partes  del  cometa)  con  la  disíancia  á  nosotros,  sino 
que  se  extingue  por  completo  cuando  todavía  su  diámetro  y  superficie 
aparentes  son  muy  apreciables,  al  menos  en  el  anteojo. 

Un  paso  más:  examinando  y  analizando  la  luz  de  cualquiera  de  esas 
partes  con  el  polariscopio,  se  ve,  al  menos  muy  á  menudo,  con  toda  cla- 
ridad que  en  buena  proporción  está  polarizada  y  en  un  plano  que  pasa 
constantemente  por  el  Sol.  Pues  bien,  esto  dice  á  los  inteligentes  que 
toda  esa  luminosidad,  por  lo  menos  en  buena  parte,  es  reflejada  y  refle- 
jada del  Sol.  ¿Lo  es  enteramente,  de  modo  que  podamos  descartar,  sin 
más,  la  última  hipótesis  de  que  sea  luz  propia?  Á  tanto  no  llega  ni  puede 
llegar  el  medio  de  investigación  á  que  nos  referimos. 

Pero  vienen  otros  dos  en  su, ayuda,  que  nos  llevan  derechos  á  la 
solución.  El  primero  es  este  otro  hecho  observado:  que  el  aumento  de 


LA  VUELTA  DEL  GRAN  COMETA  DE  HALLEY  493 

brillo  no  corresponde  á  la  disminución  de  distancia  al  Sol  y  á  la  Tierra; 
luego  no  es  sólo  luz  reflejada,  porque  entonces  aquél  estaría  rigurosa- 
mente en  relación  con  esas  distancias  (1).  El  segundo  es  el  espectrosco- 
pio, con  el  cual  se  pone  de  manifiesto  que  la  luz  de  la  cabellera  y  de  la 
cola,  dispersa  en  el  prisma,  forma  un  espectro  de  rayas  ó  bandas  brillan- 
tes, mezclado  sólo  á  veces,  y  entonces  vaga  y  dudosamente,  con  el 
espectro  solar  de  rayas  obscuras,  y  la  del  núcleo  un  espectro  continuo, 
surcado  asimismo  las  menos  veces  por  dichas  rayas  solares.  Esto,  además 
de  confirmar  una  vez  más  que  parte  de  toda  esa  luz  es  reflejada  del  Sol, 
no  deja  lugar  á  duda  que  lo  mismo  en  el  núcleo  que  en  las  demás  partes 
nebulosas  del  cometa  no  sólo  hay  luz  propia,  sino  que  ésta  supera 
mucho  y  eclipsa  por  lo  regular  á  la  reflejada. 

Las  que  quedan,  pues,  descartadas  son  las  hipótesis  primera  y 
segunda,  formuladas  de  la  manera  que  lo  están  más  arriba;  y  con  ello  de 
paso  parece  que  hemos  andado  mucho  camino  para  venir  en  conoci- 
miento del  estado  y  constitución  de  esos  astros  tan  singulares.  Todo  su 
ser,  opaco  ó  transparente,  continuo  ó  discontinuo,  ello  es  algo  que,  si 
refleja  y  transmite  directamente  la  luz  del  Sol,  no  brilla  menos  por  sí 
mismo,  sino  más  y  mucho  más  de  lo  que  recibe  de  fuera.— ¿Hemos  llegado 
á  la  meta?  ¿Estamos  al  menos  próximos  á  dar  con  ella?  Para  ajustar 
bien  esta  cuenta  nos  falta  poner  ahora  junto,  á  lo  que  ya  se  sabe  y  deja- 
mos expuesto  en  todo  este  artículo,  lo  que  todavía  se  ignora  y  lo  que  se 
entrevé  y  se  barrunta,  y  esto  es  tal  y  tanto  que  pide  y  merece  muy  bien 
artículo  aparte. 

M.  Martínez. 
(Continuará.) 


(1)  Aun  dando  á  nuestro  cometa  de  Halley  un  aumento  de  luz  propia  inversamente 
proporcional  al  cuadrado  de  su  distancia  al  Sol,  el  brillo  asi  calculado  en  nuestro 
articulo  anterior  para  cada  fecha  no  llega  al  que  de  hecho  se  viene  observando. 


RAZÓN  Y  FE,  TOMO  XXVI  33 


GABRIEL  Y   GALÁN 


(1) 


ÍJIa  más  correcta  en  el  conjunto,  y  la  de  más  fácil  y  espontánea  ver- 
sificación de  todas  las  colecciones,  es,  sin  duda,  Extremeñas.  El  mismo 
lenguaje  en  que  está  escrita  obligaba  á  Galán  á  no  salir  de  los  asuntos 
sencillos  y  del  verso  asonantado,  que  son  la  materia  y  la  forma  que 
mejor  dicen  con  sus  dotes  de  poeta  y  versificador. 

Es  inimitable  en  la  gracia  y  soltura  con  que  emplea  el  peculiar  modo 
de  hablar  de  los  campesinos  extremeños,  aplicándole  á  una  serie  de 
asuntos  fáciles  y  humildes,  pero  de  tanta  novedad  y  gracejo,  que  la  son- 
risa nos  apunta  en  los  labios  desde  la  primera  línea  para  no  disiparse 
hasta  el  fin  del  libro. 

La  más  conocida  de  Extremeñas,  aunque  no  la  mejor,  es  El  Crista 
bendita,  en  que,  tras  una  devota  y  pintoresca  escena  en  la  ermita,  sigue 
otra  en  que  se  cantan  los  puros  goces  del  amor  paterno  con  una  ternura 
y  llaneza  verdaderamente  encantadoras: 

A  vecis  su  madri 
En  cuerinos  del  tó  me  lo  quea, 
Se  poni  un  pañali  tendió  en  las  sayas 

Y  allí  me  lo  jecha. 

¡Paeciun  agelino 

De  los  de  la  iglesia! 
Yo  querría  que  asín,  en  coretis, 

Siempre  lo  tuviera; 

Y  cuando  su  madri  vuelvi  á  jatéalo, 

Le  igo  con  pena: 

— ¡Éjalo  que  bregui, 

Éjalo  que  puea 

Raneal  con  las  piernas  al  airi 

Pa  que  críe  juerza! 
¡Éjalo  que  se  esponji  un  ratíno. 

Que  tiempo  le  quea 
Pa  enliarsi  con  esos  pañalis 

Que  me  lo  revientan! 

¡Éjamelo  un  rato 

Pa  que  yo  lo  tenga 

Y  le  jaga  cosinas  bonitas 

Pa  que  se  me  ría  mintris  que  pernea! 

¡Que  goci,  que  goci, 

Tó  lo  que  asín  quiera; 
Que  pa  jielis,  ajogos  y  aginos 

Mucho  tiempo  quea! 


(1)    Véase  Razón  y  Fe,  vol.  XXVI,  pág.  227. 


GABRIEL   Y   GALÁN  495 

¡Éjamelo  pronto  para  zaradéálo! 
Éjame  el  mi  mozu  pa  que  yo  lo  meza, 

Pa  que  yo  le  canti, 

Pa  que  yo  le  duerma 

Al  ton  de  las  guapas 

Tonas  de  mi  tierra, 
;        Continas  y  dulcis 
Que  páecin  zumbíos  de  abeja, 

Ruios  de  regato, 

Airi  de  alamea, 
Sonsoneti  del  trillo  en  las  miesis, 
Rezumbal  de  mosconis  que  vuelan 
Ú  cantal  dormilón  de  chicharra 
Que  entoneci  de  gustu  en  la  siesta... 

¡Miali  cómo  bulli, 

Miali  cómo  brega, 

Miali  cómo  sabi 

Ondi  está  la  teta! 
Si  conocis  que  tieni  jambrina, 

Dali  una  gotera 
Pa  que  prontu  se  jaga  tallúo 

Y  amarri  los  chotos  á  puro  de  juerza. 

¡Miali  que  prontino 

Jizu  ya  la  presa! 
¡Miali  cómo  traga;  miá  qué  cachetinos 
Mientris  mama  en  el  pecho  te  pega! 
¡Mia  qué  arrempujonis  da  con  la  carina 
Pa  que  salga  la  lechi  con  priesa! 
¡Asín  jacin  también  los  chotinos 
Pa  que  baji  el  galro  seguío  y  con  juerza! 
Ya  se  va  jartando.  ¡Miá  cómo  se  rie; 

Miali  cómo  enrea! 

Jasta  el  garguerinu 

La  lechi  le  llega. 
Porque  va  poniendo  cara  de  jartura 

Y  el  piquino  del  pecho  ya  eja. 
Quítalo  en  seguía  pa  que  no  se  empachi 

Y  trai  que  lo  tenga... 

Y  así  continúa,  sin  poner  una  sílaba  fuera  de  su  lugar,  encadenando 
despóticamente  nuestra  imaginación  á  presenciar  aquella  escena,  tan 
casera  y  de  todos  los  días;  pero  tal  vez  por  nadie  sentida,  y  por  nadie 
seguramente  pintada  con  tan  asombroso  realismo. 

No  brotaban,  sin  embargo,  en  él  estos  sentimientos  apasionados  y 
tiernos  de  un  corazón  femenil  y  muelle,  sino  de  su  sencillez  y  raro  equi- 
librio de  espíritu.  Ábranse  por  donde  se  quiera  sus  obras,  y  pronto  se 
tropezará  con  la  prueba  de  que  su  sensibilidad  exquisita  no  es  un  senti- 
mentalismo enervante  y  sensual.  Ahí  está,  sin  ir  más  lejos.  Varón,  que 
viene  detrás  del  Crista  bendita,  graciosísima  descripción  que  hace  un 
aldeano  á  su  mujer  de  lo  marica  que  han  vuelto  en  la  ciudad  á  su  hijo. 
No  es  cosa  de  copiarlo  íntegro,  pero  tampoco  quiero  resignarme  á  no 
poner  alguna  muestra  de  tan  original  perorata: 


496  GABRIEL   Y   GALÁN 

¡Me  gledln  los  hombris 

Que  son  medio  jembras! 

Cien  veces  te  ije 

Que  no  se  lo  dieras, 
Que  al  chiquin  lo  jacían  marica 

Las  gentis  aquellas. 
Ahora  ya  lo  vide,  y  á  mí  no  me  mandis 

Más  vecis  que  güelva. 

Te  largas  tú  á  velo, 

Que  pué  que  no  creas 
Que  tu  cuerpo  ha  parlo  aquel  mozu. 
Ni  que  lo  cebasti  con  tu  lechi  mesma, 
Ni  que  tiene  metía  en  la  entraña 

Sangri  de  mis  venas. 

N'ámas  de  mimarros 

Y  delicaezas, 

Se  ha  quedao  lo  mesmo  que  un  jilo, 
Paliúcho  y  sin  chispa  de  juerza. 

Ca  instanti  se  lava, 

Ca  instanti  se  peina, 

Ca  instanti  se  múa 

Toa  la  vestimenta 

Y  se  encrespa  los  pelos  con  jierros 

Que  se  los  retuestan, 

Y  en  los  dientis  se  da  con  boticas 

De  unos  cacharrinos  que  tieni  en  la  mesa, 

Y  remoja  el  moquero  con  pringuis 

N'ámas  pa  que  güela. 
¡Giedi  á  señorita 
Dendi  media  legua! 
Se  levanta  á  las  nuevi  corrías 

Y  á  las  doci  lo  menos  se  acuesta. 

¡Va  á  ponersi  pochu 
Si  acontina  de  aquella  manera! 
¡Güeno  está  pa  mándalo  á  bellotas, 
Pa  ayualmi  á  escuajal  en  la  jesa, 
Pa  jacel  un  carguju  de  tarmas 

Y  traelo  á  cuestas, 

Ú  pa  estalsi  cavando  canchalis 

Dendi  que  amanecí  jasta  que  escureza!... 

La  valentía  y  resolución  en  acometer  los  asuntos  es  una  virtud  que 
posee  Galán  en  alto  grado.  Sin  necesidad  de  prólogos  enfadosos  ni  ex- 
plicaciones pueriles,  nos  pone  desde  el  primer  verso  en  la  escena,  cosa, 
que  si  es  fácil  tratándose  de  la  lírica  pura,  no  lo  es  tanto  cuando  se  in- 
troduce alguna  manera  de  acción,  por  diminuta  y  rudimentaria  que  ella 
sea.  Véase  la  prueba  en  el  comienzo  de  El  embargo,  y  lo  mismo  podría 
probarse  con  cualquier  otra: 

Señol  jues,  pasi  usté  más  alanti 

Y  que  entrin  tos  esos. 
No  le  dé  á  usté  ansia. 
No  le  dé  á  usté  mieo... 


GABRIEL   Y   GALÁN  497 

Si  venís  antiyel  á  afligila, 
Sos  tumbo  á  la  puerta.  ¡Pero  ya  s'a  muerto! 
Embargal,  embargal  los  avíos, 
Que  aquí  no  hay  dinero: 
Lo  he  gastao  en  comías  pa  ella 
Y  en  boticas  que  no  le  sirvieron. 


Breve  y  llena  de  profundo  lirismo  humano  es  esta  composición,  cu- 
yos cuatro  últimos  versos  yo  hubiera  suprimido,  en  gracia  de  la  delica- 
deza, que  cabe  aun  dentro  del  mayor  realismo,  como  el  propio  Galán  lo 
demuestra  en  el  primoroso  romance  La  embajadora: 

Pablos:  aquí  te  los  traigo, 
Aunque  sepa  que  me  avientas 

Y  me  das  ondi  lo  oiga 

Pa  que  á  tu  casa  no  güelva. 
JVlal  jarás  si  asín  lo  jacis. 
Que  no  te  ofendo  aunque  venga 
Sin  mandálmelo  á  traelti 
Lo  que  á  ti  te  perteneza. 

Y  pa  sabel  que  esto  es  tuyo 
No  es  menestel  dil  á'scuela 
Ni  ojos  cuasi  jacin  falta; 

Se  sabi  cuasi  que  á  tientas. 
Jéchali  p'acá  de  golpi 
Una  mira  tan  siquiera. 
Que  vas  á  velti  pintao 
Cuantis  este  mozu  veas. 
Mira  tú  á  vel  si  estos  ojos, 
Vivinos  como  candelas; 
Mira  tú  á  vel  si  esta  frenti, 

Y  esti  pelo,  y  estas  cejas, 

Y  esti  corti  de  semblanti, 

Y  esta  carina  morena 

No  dicen  que  son  de  Pablos 
Cuantis  de  golpi  se  vean. 
¡Si  esto  es  tu  misma  presona 
Jecha  una  miaja  pequeña! 
Pué  que  no  jaga  una  hora 
Que  nació;  quiciás  ni  media; 

Y  yo  ije:  á  jatéalo 

Pa  que  su  padri  lo  vea 

Y  asín  los  cargos  se  jaga. 
Porque  es  hombri  de  vergüenza 

Y  no  ha  de  querel  queala 
Asín  á  la  probi  aquella, 
Ni  ejal  perdió  á  esti  mozu 
Masao  con  su  sangri  mesma. 


No  es  posible  entrar  con  más  pulcritud  en  un  asunto  tan  vidrioso,  ni 
tampoco  fácil  rematarlo  con  más  acierto: 


498  GABRIEL  Y   GALÁN 

¿Qué  me  dicis? 

—Que  le  iga... 
Lo  que  ustú  dicile  quiera... 
¡Que  güeno...  que  iré  p'alanti!... 
¡Más  por  ésti  que  por  ella!... 

Estos  cuatro  versos  valen  por  muchos  tomos  de  poesía. 

En  El  desafio  nos  sale  al  paso  un  aldeano  extremeño  que  quiere  imi- 
tar al  soberbio  Tarfe,  retando,  no  en  una  hoja  de  delgado  papel,  sino  á 
voces  en  medio  de  la  calleja,  á  sus  competidores,  en  lenguaje  menos  aris- 
tocrático y  elegante,  claro  es,  pero  no  menos  feroz  y  decidido  que  el  del 
impetuoso  moro: 

—¡Me  caso  en  Reus!  ¡Los  majos 
Que  asín  de  mi  se  moflean, 
Jechin  el  paso  p'alanti, 
Como  el  que  jabla  lo  jecha! 

Si  alguno  tieni  asauras 

Y  halbeliá  más  que  lengua, 
Jala  p'alanti  ahora  mesmo, 
Que  al  que  de  mí  se  grojea, 
Sé  yo  jaceli  una  raya 

Pa  embajo  de  alguna  teta. 
Sos  tengo  bien  alvertío, 
Por  ajuyir  de  quimeras, 
Que  cuando  yo  jechi  rondas 
Á  la  vera  de  esta  reja, 
Calli  la  boca  quien  pasí 
Pa  que  le  salga  la  cuenta, 

Y  jaga  que  no  m'a  visto, 

Y  andi  aguo  y  no  se  güelva; 
Que  esta  calli  es  pa  mi  solu 
Dendi  que  Dios  anocheza 

Que  el  alma  de  la  mujer  esté  mejor  templada  que  la  del  hombre  para 
sufrir  los  golpes  de  la  desgracia,  y  que,  cuando  ésta  llama  á  las  puertas 
del  hogar,  el  ser  más  débil  es  el  encargado  de  levantar  el  espíritu  del 
más  fuerte,  todos  lo  sabíamos  de  sobra  y  á  diario  lo  hemos  estado 
oyendo  repetir;  pero  no  sé  si  sabíamos  los  tesoros  de  poesía  que  encierra 
este  vulgar  fenómeno  psicológico,  porque  ignoro  si  alguna  vez  lo  ha  sor- 
prendido el  arte  en  una  manifestación  tan  bella  y  le  ha  interpretado  en 
unos  versos  tan  deliciosos  como  los  de  Bálsamo  casero: 

Estamos  perdíos. 
No  hay  que  dali  güeltas. 
Que  ya  estoy  mu  jarto 
De  jechal  la  cuenta 
Y  ca  ves  que  güelvo 
Se  me  poní  dolol  de  cabeza. 

— Quico,  no  te  agines. 

— Paecis  boba  Cleta. 


GABRIEL  Y   GALÁN  499; 

¡Quedrás  que  me  esponji, 
Ü  que  baile,  ú  que  jaga  fachenda 

Mentris  que  la  genti 

Mos  jaci  esta  cuenta: 

«Dies  al  escribano, 
Deciséis  á  tío  Lucio  Candela, 

Nuevi  á  la  comadri 

Y  ocho  á  tía  Endelencia, 
Sin  contal  los  caíos  de  hogaño, 

Que  entri  tó,  pues  se  arrima  á  sesenta. 

Y  no  miento  al  médico 

Nj  al  jerrero,  que  ya  se  mos  quejan; 

Ni  te  meto  la  renta  de  hogaño, 

Ni  el  trimestri,  que  ya  se  mos  llega. 

Que  sólo  de  costas 

Un  duru  te  cuesta. 

¡Estamos  perdios... 

No  hay  que  dali  güeltas! 
Ú  se  vendí  el  cachujo  de  casa, 

Ú  en  cueros  mos  quean... 
¡Ú  me  ajorco  y  me  ajorro  de  andalmi 

Jechando  más  cuentas! 

—¡Vamos,  no  esvaríes, 
Que  ni  en  groma,  ni  en  groma  siquiera, 

Debin  de  mentalsi 

Brutas  como  esa! 

Y  más  que  las  trampas 
Tampoco  te  aprietan 
Pa  que  asín  te  agines, 

Pa  que  asín  de  ajogao  te  veas. 

Verdá  que  se  debín 

Toas  esas  gabelas; 
Pero,  mira,  tenemos  posibles 
Pa  pagal  sin  vendel  de  jacienda.... 

Y  la  buena  mujer  empieza  á  echar  la  cuenta  del  haber,  con  mucha 
más  gracia,  con  mucha  más  serenidad,  con  mucha  más  resignación  y 
con  mucho  mejor  éxito  que  su  marido  había  echado  la  del  debe;  pues 
que  viene  á  concluir  con  una  dulzura  encantadora: 

¿No  ves  cómo  sali 
Pa  salil  de  deudas. 
Sin  mental  la  casa 
Ni  decilmos  brutas  como  aquélla? 

Y  Quico,  amansadote  y  humillado,  exclama,  sin  poder  resistir  á  una 
lógica  tan  amable: 

¡Hora!  ya  lo  veo; 
No  sé  jechal  cuentas 
Porque  no  pienso  en  esos  rinconis 
Que  á  ti  te  si  acuerdan. 


SOt)  GABRIEL   Y   GALÁN 

Lo  que  jago  es  ponelmi  móorro 
Cuando  doy  en  quereli  dal  güeltas; 
Y  con  estas  que  tú  me  has  jechao 
Me  has  barrio  el  dolol  de  cabeza... 

En  El  baño  y  en  El  lobato  y  la  borrega  aparece  un  género  de  poesía 
algo  más  regocijado  y  picante  de  lo  que  fuera  menester.  Por  estas  dos 
composiciones,  que  no  es  mi  ánimo  tildar  de  inmorales,  aunque  estoy 
muy  lejos  de  aprobarlas,  podemos  rastrear  lo  perniciosa  que  hubiera  sido 
la  inspiración  de  Galán,  á  no  haberla  infundido  Dios  á  un  espíritu  tan  sano 
y  religioso  como  el  suyo. 

Afortunadamente,  ni  las  dos  composiciones  dichas,  ni  las  dos  de  que 
en  seguida  vamos  á  decir,  llegan  ni  con  mucho  á  lo  vedado;  y  si  insisti- 
mos en  su  aspecto  moral,  más  es  por  lo  que  desdicen  en  el  conjunto,  que 
por  lo  que  son,  aisladamente  consideradas. 

La  musa  de  Galán  es  como  las  golondrinas;  vuelan  rasando  la  super- 
ficie de  la  tierra,  buscan  en  ella  el  barro  para  sus  nidos;  pero  se  van  á 
edificarlos  junto  á  la  cruz  de  las  torres,  lo  más  cerca  que  pueden  del  cielo. 

Galán  siente  la  vida  y  la  naturaleza,  con  laque  vive  en  perpetuo  con- 
tacto, de  una  manera  profunda  y  comunicativa;  de  ella  saca  el  asunto 
para  sus  cantares,  mas  á  entonarlos  sube  á  las  alturas  y  desde  allí  va 
soltando 

El  de  sus  trinos, 
Hilo  copioso  de  sonantes  perlas, 

que  hacen  al  caer  en  los  oídos  del  alma  una  música,  mitad  humana 
mitad  divina;  porque  humana  es  su  materia  y  divina  la  inspiración  á  cuyo 
fuego  han  tomado  forma.  Alguna  vez,  muy  pocas  por  fortuna,  este  fuego 
falta,  porque  el  barro  ha  tocado  las  alas  de  la  golondrina  y  con  su  peso 
la  impide  remontarse  á  las  nubes:  por  eso  entonces  sus  notas  son  densas 
y  tangibles  y  tiran  del  alma  que  las  oye  más  hacia  la  tierra  que  hacia  el 
cielo.  Así  sucede  en  Plétora  y  en  El  cantar  de  las  chicharras,  poéticas 
y  bien  versificadas,  en  especial  la  última;  pero  de  una  poesía  narcotizante 
y  sensualmente  adormecedora,  que  las  hace  poco  simpáticas. 

Dejo  de  hablar  de  las  demás  extremeñas  para  que  las  lea  quien 
quiera  formarse  juicio  exacto  de  ese  modo  típico  de  ir  diciendo  las  cosas 
en  que  parece  que  los  versos  han  salido  al  paso  al  autor  sin  ser  busca- 
dos: tal  es  la  versificación  de  fluida  y  agradable,  y  tal  su  transparencia, 
que  permite  ver  hasta  los  más  delicados  matices  de  las  ideas,  abundan- 
tísimas siempre  y  retozonas  y  muy  dignas  de  ser  las  encargadas  de  ele- 
var á  la  dignidad  de  la  culta  literatura  y  de  hacer  cristalizar  definitiva- 
mente en  verdaderas  obras  de  arte  el  característico  lenguaje  que  hoy  se 
habla  en  los  campos  extremeños. 

Luis  Herrera  y  Oria. 


BOLETÍN    CANÓNICO 


Sobre  abstinencia  y  Cruzada. 

1.  En  Febrero  de  este  año,  después  de  comentar  lá  respuesta  dada 
al  limo.  Sr.  Obispo  de  Gerona  por  la  Sagrada  Penitenciaría,  contestá- 
bamos á  una  consulta  y  manifestábamos  que  el  poder  tomar  caldo  de 
carne  en  algún  día  ó  en  alguna  comida  supone  el  privilegio  de  comer 
carne  en  aquel  día  ó  en  aquella  comida,  y  como  ni  en  los  viernes  de 
Cuaresma  ni  en  las  colaciones  se  puede  comer  carne,  sigúese  que  tam- 
poco en  dichos  días  ó  comidas  se  podrá  tomar  caldo  de  carne  (1). 

2.  Á  algunos  ha  parecido  equivocada  nuestra  interpretación.  Nos- 
otros creemos  que  el  error  de  éstos  nace  de  que  no  distinguen  dos  leyes 
perfectamente  distintas:  la  que  prescribe  la  abstinencia  de  carne  en  cier- 
tos días,  y  la  que  prohibe  la  promiscuación  de  carne  con  pescado. 

3.  La  primera  es  antiquísima  en  la  Iglesia;  la  segunda  es  relativa- 
mente moderna:  data  sólo  desde  Benedicto  XIV,  que  fué  el  que  la  impuso. 

4.  A)  En  virtud  de  la  primera  ley,  los  días  que  no  se  permite  comer 
carne  tampoco  se  permite  comer  caldo  de  carne. 

Esta  doctrina  es  común  entre  los  autores,  aun  en  los  más  modernos, 
y  no  sabemos  de  uno  sólo  que  enseñe  lo  contrario.  Véase,  p.  e.,  Noldin, 
De  praeceptis  Dei  et  Eclesiae,  n.  675, 2:  «Nomine  carnis  sensu  ecclesia- 
stico  veniunt  omnes  partes  animalium  prohibitorum,  ergo  etiam  sanguis, 
medulla  ossium,  partes  cerebrales,  pinguedo  seu  adeps,  laridum  (Speck), 
nisi  horum  quidquam  consuetudine  vel  indulto  permittatur;  non  auteni 
fructus  horum  animalium  ut  ova,  lac.  Prohibentur  ergo  per  se  etiam 
cibi  cum  carne  cocti  ut  jusculum  carnis  et  cibi  adipe  vel  carne  con- 
diti.»  (Oeniponte,  1908.) 

5.  D'Annibale,  Summula,  III,  n.  132:  «Integralis  jejunii  pars  est  absti- 
nentia  a  ciborum  delectu.  Delecta  ciborum  sunt  carnes,  jusculum  ex 
carne,  et  condimenta  ex  adipe  carnium.»  (Romae,  1897.) 

6.  Oenicot-Salsmans,  n.  442:  «Lege  abstinentiae,  sub  peccato  ex 
genere  suo  gravi,  prohibetur  esus  carnium  et  eorum  quae  a  carnibus 
originem  ducunt,  puta  offae  carne  conditae,  jusculi,  meduUae.»  Bru- 
xellis,  1909. 

7.  Berardi,  en  su  obra  Praxis  confessariorum,  vol.  2,  n.  1.438,  pre- 
gunta: «Carne  interdicta,  interdiciturne  etiam  jus  (it.  brodo)  ex  carne; 
Ítem  sanguis  et  medulla?»  Y  contesta:  Affírmative.  (Faventiae,  1898.) 


(1)    Véase  Razón  y  Fe,  vol.  26,  p.  245. 


502  BOLETÍN   CANÓNICO 

8.  Bücceroni,  Inst.  T.  Moralis,  vol.  1,  n.  1.572:  «Prohibentur  autem  tum 
carnes  tum  alia,  quae  a  carnibus  derivantur,  vel  partes  quomodocumque 
sunt  constitutivae  animalium;  videlicet  adeps,  sanguis,  medulla,  laridum, 
sagimen  seu  axungia,  Jus  ex  carnibus  expressum,..,  ubi  sit  usus,  tole- 
ratur  etiam  jusculum  carnis  coctae.»  Romae,  1908.  Véase  también  el  nú- 
mero 1.576. 

9.  Lehmkuhl,  Comp.,  n.  612,  6:  «Ex  se  etiam  prohibentur  pinguedo 
animalium  atque  cibi  jurulenti  vel  cum  carne  cocti.»  (Friburgi  Brisgo- 
viae,  1907.)  Lo  mismo  dice  en  la  obra  grande,  vol.  1,  n.  1.209.  (Friburgi 
Brisgoviae,  1898.) 

10.  B)  ¿Pero  es  que  esos  autores  no  conocen  las  respuestas  de  la 
Sagrada  Penitenciaría  de  8  de  Febrero  de  1828  y  14  de  Junio  de  1880? 
(Véanse  en  Razón  y  Fe,  vol.  26,  p.  244.) 

11.  Todos  ellos  las  conocían  y  las  citan;  pero  las  aplican  en  su  recto 
sentido,  ó  sea  á  la  promiscuación,  no  á  la  abstinencia;  esto  es,  entienden 
que  tales  respuestas  se  aplican  solamente  para  los  días  (y  comidas)  en 
que  se  tiene  dispensa  para  comer  carne,  en  los  cuales  el  dispensado  que 
come  carne  no  podrá  comer  pescado  en  la  misma  comida;  pero  si,  es- 
tando dispensado  para  comer  carne,  y  en  cuanto  está  dispensado,  se  con- 
tenta sólo  con  tomar  caldo  de  carne,  entonces  podrá  en  la  misma  comida 
tomar  también  pescado. 

12.  Véase  cómo  lo  explica  Lehmkuhl  en  su  obra,  voK  1,  n.  1.214,  5: 
«Tempore  jejunii  (i.  e.  diebus  quibus  jejunandum  est  atque  in  Quadra- 
gesima  etiam  Dominicis  inclus.)  etiam  eos  qui  dispensationem  habent 
vescendi  carnibus,  non  posse  carnibus  et  piscibus  simul,  i.  e.  in  eadem 
refectioneuti...;  posse  eos  tamen  simul  pisces  edere,  si  dispensatione  eate- 
nus  tantum  utantur,  ut  vescantur  jusculo  aliisve  cibis  cum  carne  coctis, 
edixit  S.  Poenit.  8  Febr.  1828.»  Véase  también  Berardi,  1.  c,  n.  1.483,  b), 

13.  Es  decir,  que  el  principio  aquel  «el  caldo  de  carne  no  es  carne», 
lo  entienden  y  aplican  sólo  para  los  efectos  de  la  promiscuación,  y  su- 
puesto la  dispensa  de  poder  comer  carne,  y  así  lo  hace  el  P.  Bücceroni 
(Casus,  n.  256,  p.  279,  edic.  2.\  Romae,  1895;  vol.  1,  §  91,  n.  5,  p.  352, 
edic.  5.",  Romae,  1933),  en  quien  pretenden  apoyarse  los  contrarios; 
pero  no  lo  entienden  ni  aplican  con  respecto  á  la  abstinencia  en  los  días 
(ó  comidas)  en  que  no  se  puede  comer  carne,  sino  que  para  estos 
días  ó  comidas  dicen  expresamente  todo  lo  contrario,  esto  es,  que  si 
está  prohibida  la  carne,  también  lo  está  el  caldo  de  carne. 

14.  C)  Ni  es  otra  la  doctrina  de  la  Sagrada  Penitenciaría,  la  cual  es 
verdad  que  enseñó  que  «/o5  dispensados  para  comer  carne  podían  mez- 
clar caldo  de  carne  con  pescado»;  lo  cual  es  aplicar  el  principio  como 
lo  hemos  hecho  nosotros  y  lo  hace  la  doctrina  común  de  los  autores;  pero 
con  posterioridad  á  dicha  fecha,  ó  sea  en  30  de  Enero  de  1866,  declaró 
que  en  los  días  en  que  no  se  puede  comer  carne,  no  se  puede  tomar 
caldo  de  carne,  aunque  se  tenga  dispensa  para  poder  usar  condimentos 


BOLETÍN  CANÓNICO  503 

de  grasa  (1).  Luego  a  fortiori  no  podrán  tomar  caldo  de  carne  sin  tal 
dispensa  para  condimentos  de  grasa,  ó  sea  en  los  días  (ó  comidas)  á 
que  no  alcanza  la  dispensa  de  carnes,  v.  gr.,  los  viernes  de  Cuaresma  (ó 
en  las  colaciones). 

15.  D)  Se  ha  dicho  que  «es  evidente»  que  la  pregunta  de  28  de  Fe- 
brero de  1828  (2)  se  refiere  á  los  días  en  que  por  dispensa  no  se  puede 
comer  carne,  v.  gr.,  añaden,  en  los  viernes  de  Cuaresma.  Á  nosotros  nos 
parece  evidente  todo  lo  contrario;  porque  no  se  puede  decir  de  uno 
que  está  dispensado  para  poder  comer  carne  en  los  días  en  que  no  puede 
comer  carne  por  dispensa,  pues  eso  son  cosas  contradictorias,  y  la  con- 
cesión es  para  el  que  está  dispensado  para  comer  carne.  Luego  se  refiere 
evidentemente  á  solos  los  días  en  que  está  dispensado,  y  no  á  los  otros 
en  que  no  lo  está,  como  son  los  viernes  de  Cuaresma. 

16.  Dicen  que  la  pregunta  se  hizo  para  atender  á  la  salud,  y  que  si 
no  se  tratara  de  los  días  en  que  la  carne  se  prohibe  no  tendría  sentido, 
porque  para  la  salud  es  mejor  comer  caldo  de  carne  y  lo  demás  también 
carne.  No;  la  pregunta  dice  dos  cosas:  si  podrá  comer  caldo  de  carne 
para  atender  á  su  salud,  y  en  lo  demás  pescado  para  guardar  en  lo  posi- 
ble las  leyes  generales  del  ayuno.  Esto  es,  el  consultante  se  proponía 
dos  fines,  y  adoptó  dos  medios;  pero  hacía  constar  que  era  sólo  en  favor 
de  los  dispensados  para  comer  carne,  esto  es,  para  los  días  y  comidas 
en  que  se  puede  comer  carne  con  dispensa.  Cfr.  Oennari,  Quistioni 
Theol.  mor.,  n.  81;  D'Annibale,  III,  n.  137,  nota. 

17.  Por  consiguiente,  el  que  tomara  caldo  de  carne,  con  ó  sin  pes- 
cado, en  los  viernes  de  Cuaresma  no  faltaría  á  la  ley  que  prohibe  la  pro- 
miscuación, pero  sí  que  faltaría  á  la  ley  de  la  abstinencia.  De  la  misma 
manera  que  faltaría  á  la  ley  de  la  abstinencia  en  dichos  días  si  comiera 
carne;  pero  no  faltaría  á  la  ley  que  prohibe  la  promiscuación,  aunque  la 
comiera  con  pescado  en  la  misma  comida,  porque  la  ley  de  la  promiscua- 
ción se  pone  para  los  que  comen  carne  en  virtud  de  dispensa  (Ballerini 
Palmieri,  vol.  2,  n.  1.111;  Ojetti,  Synopsis,  v.  Abstinentia;  Gennari,  Qui- 
stioni Theol.  mor.,  n.  81;  Villada,  Cas.  consc,  t.  2,  p.  176,  nota  2)  y  el 
que  la  comiera  en  viernes  de  Cuaresma  la  comería  sin  estar  dispensado 
para  ello,  como  suponemos. 

Í8.    Así,  pues,  distinguiendo  esas  dos  leyes  perfectamente  distintas,  y 


(1)  Sacra  Penitentiaria,  30  Januarü  1866.— Se  possa  usarsi  minestra  col  brodo  di 
carne  nei  venerdi  e  sabbati  nei  quali  vi  é  l'induito  dei  condimenti  di  grasso. 

R.  Sub  terminis  condimenti  di  grasso  non  comprehendi  jusculum  carnis  coctae. 
(Collect.  S.  C.  de  Prop.  Fide,  vol.  1,  n.  1281,  edic.  2.^). 

(2)  «¿Los  que  están  dispensados  para  comer  carne  pueden  en  días  de  ayuno  tomar 
sopa  con  caldo  de  carne  para  atender  á  su  salud,  y  en  lo  demás  tomar  pescado  para 
conservar  en  lo  posible  la  ley  del  ayuno? 

»R.    Afirmativamente.» 


504  BOLETÍN   CANÓNICO 

no  confundiéndolas,  es  como  se  puede  llegar  al  esclarecimiento  de  la 
verdad. 

19.  Dicen  que  el  caldo  de  carne  está  equiparado  á  los  huevos  y  lac- 
ticinios. Si  esto  se  entiende  con  respecto  á  la  ley  de  la  promiscuación, 
pase;  en  cuanto  á  la  abstinencia,  no  es  exacto,  ni  hay  un  solo  autor  que 
lo  diga,  sino  todo  lo  contrario. 

20.  E)  De  modo  que  á  la  pregunta  ¿en  los  días  en  que  no  se  puede 
comer  carne,  se  puede  comer  caldo  de  carne?,  contestan  unánimemente 
todos  los  teólogos  negativamente.  Es  así  que  en  los  viernes  de  Cuaresma 
no  se  puede  comer  carne,  aunque  se  tenga  la  Cruzada,  luego  en  dichos 
días,  según  la  doctrina  de  todos  los  teólogos,  no  se  puede  tomar  caldo 
de  carne. 

21.  Á  la  otra  pregunta,  ¿en  los  días  y  comidas  en  que  se  puede  comer 
carne,  pero  está  prohibido  mezclarla  con  pescado,  se  podrá  en  la  misma 
comida  tomar  caldo  de  carne  y  pescado?,  contestan  afirmativamente. 

22.  De  lo  dicho  se  infiere:  I."*,  que  el  tomar  caldo  de  carne  con  ó  sin 
pescado  en  los  días  ó  comidas  (v.  gr,,  colación)  en  que  no  se  puede  comer 
carne,  se  opone  á  la  ley  de  la  abstinencia;  2",  que  el  tomar  caldo  de 
carne  con  pescado  nunca  se  opone  á  la  ley  de  la  promiscuación;  porque 
si  en  tal  día  y  comida  se  puede  comer  carne,  se  puede  también  mezclar 
caldo  de  carne  con  pescado;  si  no  se  puede  comer  carne,  el  que  tome 
caldo  de  carne  violará  la  ley  de  la  abstinencia,  pero  no  la  de  la  promis- 
cuación, aunque  la  mezcle  con  pescado;  porque  esta  ley  sólo  rige  para 
los  días  de  ayuno  y  para  las  dominicas  de  Cuaresma  en  que  se  tome 
carne  ó  caldo  con  dispensa,  y  para  aquellos  días  no  hay  dispensa. 

23.  A  fortiori  si  un  rico  en  España  los  viernes  entre  año  comiera 
carne  sin  tomar  la  Cruzada  ni  el  indulto  de  carnes,  violaría  la  ley  de  la 
abstinencia,  pero  no  podría  violar  la  de  la  promiscuación,  aunque  en  la 
misma  comida  tomara  pescado,  porque  en  dicho  día  no  rige  tal  ley  ni 
para  los  que  comen  carne  en  virtud  del  indulto,  ni  para  los  que  la  comen 
sin  indulto. 

24.  Vese  también  por  lo  dicho  que  en  los  abominables  y  escandalo- 
sos banquetes  de  promiscuación  que  en  los  últimos  días  de  Semana 
Santa  celebran  á  veces  ciertos  impíos  nada  sobrados  de  verdadera  cul- 
tura, sólo  se  infringe  la  ley  de  la  abstinencia,  no  la  de  la  promiscuación; 
y  el  pecado  de  suyo  es  el  mismo,  tanto  si  con  la  carne  mezclan  pescado 
como  si  no  lo  mezclan. 


BOLETÍN   CANÓNICO  505 

SAGRADA    CONGREGACIÓN   DEL  CONCILIO 


SOBRE  ABSTINENCIA  Y  CRUZADA 

1.  Contestando  á  una  consulta  del  limo,  y  Revmo.  Sr.  Obispo  de 
Gerona,  ha  declarado  la  Sagrada  Congregación  del  Concilio  en  20  de 
Enero  del  corriente  año  que  en  España  los  pobres:  1.°,  para  poder 
comer  carne  en  los  días  en  que  sólo  puede  comerse  en  virtud  del  indulto 
cuadragesimal,  llamado  Bula  de  carnes,  no  sólo  no  necesitan  tomar  este 
indulto,  pero  tampoco  la  Bula  de  Cruzada;  2.°,  que  solamente  necesitan 
tomar  la  Cruzada,  dado  caso  que  quieran  gozar  de  los  otros  privilegios 
que  la  Cruzada  concede. 
Dice  así: 

2.  Episcopus  Oerundensis  nuper  dubium  diluendum  circa  indultum  Bullae  Crucia- 
tae  S.  C.  proposuit  ac  plura  ad  dulbii  clariorem  ¡ntelligentiam  praemísit.  Praestat  autem 
illius  verba  referre,  quae  ita  se  habent:  «Emus.  Dominus  Cardinalis  Commissarius 
Generalis  Apostolicus  Sanctae  Cruciatae  in  Hispania,  die  15  Maji  1889,  preces  Suae 
Sanctitati  porrexít,  quod  sequitur  ostendens: 

»1."  Orator  et  omnes  ipsius  Praedecessores  in  eodem  muñere  constanter  tenuerunt, 
Episcopis  non  contradicentibus,  imo  approbantibus,  pauperes  et  opifices,  ut  diebus 
prohibitis  carnibus  licite  vesci  possent,  obstringi  sumere  Bullam  Cruciatae,  excepto 
indulto  carnis,  quod  supplere  valentper  recitationem  precum: 

»2.°  Nonnulli  theologi  et  ex  his  verbl  divini  praedicatores,  interpretantes  aliter  ac 
Commissarii  Apostolici  Breve  Pii  VII,  7  Augusti  1801,  proindeque  dissentientes  a  sen- 
tentia  ac  praxi  Commissariae,  opinabantur  pauperes  et  operarios  et  alios  his  símiles, 
non  indigere  summario  Induitl  carnis  ñeque  summarlo  Cruciatae,  ac  iisdem  pro  utro- 
que  summario  orationem  sufíicere.  Quapropter  Fvmus.  Orator  opportunum  duxit 
supremo  judicio  Sanctae  Sedis  sententiam  ac  praxim  Commissariae  submittere,  quod 
fecit,  annuens  praeterea  ad  id  votis  plurimorum  Antistitum  per  memóralas  preces. 

»His  precibus  Emus.  Secretarius  Status  Suae  Sanctitatis,  litteris  12  Martii  1890,  ita 
respondit:  «Proposito  Commissioni  Cardinalium  S.  Congregationis  super  negotiis 
eclesiasticis  extraordinariis  sequenti  dubio:— An  pauperes  et  operarii  teneantur  elar- 
giri  eleemosynam  ut  privüegiis  Bullae  Cruciatae  frui  valeant.  Emi.  Paires  responderunt: 
Nihil  esse  innovandum. — Continuatim  Emus.  Secretarius  addidit:  «Probé  noscet  Emi- 
nentia  Vestra,  ex  hac  decisione  approbata  etiam  a  Sanctissimo,  rejecta  qualibet  alia 
opinione,  confirmatam  esse  praxim,  quam  usque  nunc  Commissarii  Generales  Sanctae 
Cruciatae  sequuti  sunt.» 

»Episcopi  una  cum  Commissario  General!  exístimarunt  decisionem  Cardinalium 
datam  fuisse  in  sensu,  quem  clarisslmis  verbis  Emus.  Secretarius  patefecit,  et  ita  decla- 
rarunt,  cum  evulgaverunt  in  suis  dioecesibus  integrum  responsum  ipsiusmet  Secretarii 
occasione  praedicationis  Bullae  pro  anno  1891. 

«Nihilominus  non  desunt  theologi,  qui  adhuc  teneant  ac  doceant  etiam  in  libris,  tam- 
quam  probabilem  opinionem  contrariam  sententiae  et  praxi  Commissariae  Apostoli- 
cae.  Putant  forsam  Commissionem  Cardinalium  respondentem:  Nihil  esse  innovandum, 
quaestionem  irresolutam  reliquisse.  Non  attendunt  vero,  prout  par  attendere  est,  decla- 
rationem  Emi.  Secretarii  respondenlis  ex  officio  precibus  porrectis  Suae  Sanctitati, 
qua  declaratione  sensus  decisionis  luce  meridiana  clarior  apparet. 

Suscepto  a  me  regimine  hujus  dioecetís  comperi  in  ea  sacerdotes  ex  praestantiori- 


506  BOLETÍN   CANÓNICO 

bus  virtute  et  scientia,  alios  sustínere  sententiam  Commissariae,  alios  vero  adhaerere 
contrariae  etiam  post  dictam  decisionem.  Non  paucis  abhinc  annis  in  ipsa  diócesi  coe- 
pit  notabiliter  decrescere  et  adhuc  decrescit  reditus  Bullae  in  detrimentum  divini  cultus 
et  ipsorum  pauperum.  Timeo  ne  doctrina  laxa  super  hac  materia  sit  alia  ex  efficaciori- 
bus  causis  istius  lamentabilis  diminutionis.  His  ómnibus  expositis,  reverenter  ac  enixe 
postulo:  Utrum  relata  sententia  sea  praxis  constans  Commissariae  Generalis  Aposto- 
licae  Sanctae  Cruciatae,  exclusa  quacumque  alia  opinione,  praesertim  post  praelauda- 
tam  decisionem  tenenda  ac  sequenda  sit.» 

3.    Decisio.— Et  Emi.  Patres  S.  C.  Concilil,  in  generali  conventu  diei  22  Januarl 
1910,  responderunt. 

Pauperes  ut  fruantur  Indulto  Quadragesimali  non  tener  i  ad  eleemosynam  elar- 
giendam,  teneri  autem  sifrui  velint  aliis  privilegiis  Bullae  Cruciatae. 

Pacta  autem  relatione  in  audientia  diei  23  Januarii  1910,  SSmus.  resolutionem  Efño- 
rum.  Patrum  approbare  dignatus  est. 

C.  Card.  Gennari,  Praefectus. 
L.  t  S.  Basilius  Pompili,  Secretarias. 

(Acta  A.  Sedis,  vol.  2,  p.  109,  sig.) 


COMENTARIO 

4.  Como  se  ve,  esta  resolución,  en  sus  dos  partes,  es  la  confirmación 
más  autorizada  de  lo  que  sobre  esta  materia  habíamos  enseñado  cons- 
tantemente en  Gury-Ferreres,  Comp.,  vol.  2,  n.  1.1 13,  IV,  donde  decíamos: 
«Pauperes...  certo  non  tenenter  sumere  summarium  carnium  ut  carnes 
edere  possint...  et  probabiliter  ñeque  cruciatam...,  attamen  si  hanc  non 
sumant,  ceteris  illius  privilegiis  gaudere  non  poterunt.» 

5.  La  importancia  de  una  cuestión  tan  debatida,  y  hoy  definitivamente 
resuelta,  nos  obliga  á  dedicar  al  decreto  un  breve  comentario,  como 
hemos  hecho  en  casos  análogos. 

6.  Nótese,  ante  todo,  que  hasta  el  3  de  Noviembre  de  1909  la  mate- 
ria de  abstinencia  y  demás  preceptos  de  la  Iglesia  pertenecía  al  Santo 
Oficio;  pero  desde  aquella  fecha  ha  pasado  á  la  Sagrada  Congregación 
del  Concilio.  Véase  Razón  y  Fe,  vol.  25,  p.  235,  vol.  26,  p.  100,234. 

7.  Por  esto  los  antiguos  decretos  y  declaraciones  sobre  abstinencia 
y  Cruzada  están  dados,  generalmente,  por  el  Santo  Oficio,  como  puede 
verse  en  Gury-Férreres,  vol.  2,  n.  1.124,  sig.  (p.  792-796  de  la  edic.  4."*). 

8.  Este  es  el  primero  que  sobre  esta  materia  da  la  Sagrada  Congre- 
gación del  Concilio. 

9.  La  declaración  de  que  dimos  cuenta  en  la  pág.  243,  sig.  del  número 
de  Febrero  de  Razón  y  Fe,  dióla  la  Sagrada  Penitenciaría  porque  sólo 
se  refería  al  fuero  interno. 

,  10.  Sabido  era  que  en  España  los  pobres  para  poder  comer  carne, 
-en  los  días  en  que  sólo  puede  comerse  en  virtud  del  Indulto  ó  Bula  de 
carnes,  no  necesitaban  tomar  este  Indulto  ó  Bula,  sino  que,  por  conce- 
sión benigna  de  la  Iglesia,  siempre  madre  amantísima  de  los  pobres,  les 
'bastaba  á  éstos  rezar  cada  vez  un  Padrenuestro  y  una  Avemaria. 
-Véase,  además  del  Breve  de  Pío  VII,  que  vamos  á  citar,  los  edictos  de 


BOLETÍN  CANÓNICO  507 

los  Comisarios,  algunos  de  los  cuales  trae  Hernaez,  Colección  de  Bulas, 
vol.  1,  p.  854,  859. 

11.  La  duda  estaba  sobre  sí  necesitaban  ó  no  tomar  la  Cruzada,  ya 
que  ésta  se  requiere  generalmente  para  poder  usar  el  indulto  de  carnes 
y  el  de  lacticinios,  de  tal  modo,  que  es  cierto  que  no  tomando  la  Cru- 
zada, los  ricos  no  pueden  comer  carne  en  dichos  días,  aunque  tomen  el 
indulto  de  carnes,  como  expresamente  indica  Pío  VH  en  su  Breve  de  7 
de  Agosto  de  1801. 

12.  El  punto  de  la  dificultad  se  hallaba  en  interpretar  las  palabras  de 
Pío  VII  en  el  mencionado  Breve  de  7  de  Agosto  de  1801  (apud  Gury- 
Ferreres,  vol.  2,  n.  1.122,  sig.),  que  es  el  que  rige  en  esta  materia:  «Hic 
repetimus  quae  jam  Litteris  nostris  superioris  anni  inculcavimus,  illos 
scilicet  qui  hac  indulgentia  nostra  (esto  es,  la  facultad  de  comer  carnes), 
uti  optent,  obligari  ad  certam  aliquam  eleemosynam  uniformiter,  habita 
ratione  cujusque  conditionis  taxandam,  ac  praeterea  ad  aliam,  quae  pro 
Bulla  Cruciatae  indici  atque  exigí  solet:  qua  duplicí  eleemosyna  minime 
persoluta  nemo  sibi  putet  has  Litteras  nostras  quidquam  suffragari. 

» Quod  onus  quidem  divitibus  imponere  intendimus,  nuUo  autem  pacto 
pauperibus,  in  quorum  praesertim  gratiam  tantam  nos  expromere  beni- 
gnitatem  profitemur,  qui,  si  clamabunt  ad  Dominum,  exaudiet  eos:  quia 
misericors  est,  ut  affirmavit  estque  ipse  policitus.»  (Exod.,  22.) 

1 3.  Según  unos,  al  decir  el  Papa  Quod  onus  (la  cual  carga),  manifiesta 
solamente  que  no  quiere  imponer  á  los  pobres  la  carga  ó  limosna  del 
indulto  de  carnes,  pero  sí  la  de  Cruzada;  otros,  por  el  contrario,  dicen  que 
aquellas  palabras  se  refieren  á  la  doble  carga,  ó  doble  limosna  de  que 
acaba  de  hablar,  y  que  allí  el  Papa  declara  que  los  pobres  para  poder 
comer  carne  quedan  libres  de  ambas  cargas,  y  así  pueden  usar  del  indulto 
de  comer  carnes  sin  tomar  este  indulto  y  sin  tomar  la  Cruzada. 

Los  partidarios  de  la  primera  sentencia,  ó  sea  la  favorable 
al  Sr.  Comisario. 

14.  Entre  los  partidarios  de  esta  sentencia  ocupa  un  lugar  distin- 
guido el  docto  P.  Moran,  en  su  obra  Teología  Moral  (vol.  4;  p.  66  sig., 
n.  3.598,  sig.,  Madrid,  1899,  edic.  2.'''),  el  cual  en  una  exposición  al  Comi- 
sario, allí  copiada,  entre  otras  cosas,  dice:  «En  cincuenta  y  dos  años  de 
vivir  en  el  claustro  no  recuerdo  haber  oído  jamás  á  ningún  religioso  que 
los  jornaleros  sin  la  bula  de  la  Cruzada  pudiesen  comer  carne;  y  habién- 
dome agregado  á  las  misiones  de  los  Dominicos  de  Filipinas  en  1831, 
tampoco  oí  jamás  á  ningún  misionero  esa  doctrina,  siendo  así  que  viví 
con  muchos  profesores  muy  doctos  y  traté  á  varios  misioneros  de  diver- 
sas Órdenes.»  (Ib id.,  p.  69,  col.  2.'^) 

15.  Más  adelante  añade:  «Estaba  íntimamente  convencido  entonces, 
como  lo  estoy  ahora,  de  que  ese  parecer  (la  sentencia  favorable  á  los 


508  BOLETÍN   CANÓNICO 

pobres)  no  tiene  sólido  fundamento.  — Por  último,  por  un  sacerdote  de 
toda  probidad  supe  que  hace  dos  ó  tres  años,  en  unos  ejercicios  dados 
al  clero  en  el  obispado  de  Santander  por  dos  Padres  jesuítas,  uno  de 
ellos  expuso  al  clero  la  doctrina  del  Sr.  Alsina  (la  favorable  á  los  pobres, 
que  entonces  enseñaba  Alsina),  y  el  citado  sacerdote  me  aseguró  que  se 
había  levantado  un  fuerte  murmullo  entre  los  ejercitantes  contra  el  pre- 
dicador por  la  novedad  de  aquella  doctrina.»  (ibíd.y  p.  70,  col.  1.'') 

16.  Hacia  el  fin,  dice  el  mismo  P.  Moran  al  Sr.  Comisario.  «Me  he 
atrevido  á  molestar  la  atención  de  V.  Ema.,  para  que,  si  lo  cree  conve- 
niente, se  sirva  hacer  una  aclaración  auténtica,  que,  resolviendo  de  una 
vez  la  cuestión,  ponga  coto  á  los  que  defienden  la  doctrina  contraria.» 
Al  terminar  concreta  su  pregunta  en  estos  términos:  «Sexto.  Los  mera- 
mente jornaleros  de  todas  clases,  así  del  campo  como  de  cualesquiera 
artes  y  oficios,  que  viven  y  se  mantienen  sólo  de  su  jornal  diario,  ó  que, 
aun  cuando  tengan  algunos  pocos  bienes,  son  tan  escasos  que  no  les 
alcanzan  para  mantenerse  en  el  año,  si  no  trabajan  corporalmente,  se 
pregunta:  todos  los  anteriormente  expresados,  ¿pueden  comer  carne  en 
los  días  de  ayuno  ó  de  abstinencia  de  la  Iglesia  sin  tener  bula  de  la  Cru- 
zada, tan  sólo  con  rezar  un  Padrenuestro  y  un  Avemaria  por  la  prospe- 
ridad de  nuestra  santa  Madre  la  Iglesia,  etc.?»  {Ibid.,  p.  72,  col.  2.^) 

17.  La  respuesta  recibida  decía  así:  «Á  la  sexta.  No.  La  doctrina  de 
la  Comisaría  es  la  contenida  en  el  cuadro:  la  contraria  es  una  interpre- 
tación violenta  del  Breve  de  Pío  VII,  y  el  sostenerla  todavía,  después  de 
las  repetidas  aclaraciones  auténticas  de  los  Sres.  Comisarios,  es  poner 
el  espíritu  privado  en  frente  de  la  autoridad  competente  en  esta  mate- 
ria.—Madrid,  22  de  Enero  de  1880.— Manuel  Calderón  Sánchez,  presbí- 
tero, secretario.»  (Ibid.,  p.  73,  col.  2.") 

18.  El  Padre  dominico  que  cuidó  de  esta  segunda  edición,  pues  el 
P.  Moran  sólo  vio  la  primera,  añade:  «No  obstante  la  doctrina  de  la  Comi- 
saría general,  contenida  en  la  respuesta  6."  y  sostenida  por  los  Comisarios 
generales,  no  faltaron  algunos  teólogos  españoles  que  venían  sosteniendo 
lo  contrario,  por  lo  cual  el  Sr.  Comisario  general  de  la  Cruzada,  Car- 
denal Paya,  elevó  á  Roma,  en  15  de  Mayo  de  1889,  las  preces  siguientes:» 
Y  copia  parte  de  las  que  en  el  n.  2  acabamos  de  transcribir  y  que  se  con- 
sideran como  el  argumento  más  fuerte  en  favor  por  los  partidarios  de 
esta  sentencia. 

19.  Párroco  hubo,  según  hace  años  nos  escribieron,  que  subió  al  pul- 
pito, llevando  en  la  mano  el  Boletín  en  que  se  contenía  la  mencionada 
comunicación  del  Card.  Rampolla,  y  después  de  leer  esto  á  los  fieles,  les 
dijo:  que  el  cura  que  á  los  pobres  para  comer  carne  en  los  días  permi- 
tidos por  el  Indulto  «no  les  exigiera  la  Cruzada  era  un  diablo  vestido 
con  sotana». 

20.  El  Sr.  Alsina  cambió  de  parecer  desde  la  edición  2.^  de  su  obra 
(Barchinone,  1879,  p.  305). 


BOLETÍN   CANÓNICO  509 

21.  El  mismo  cambio  de  opinión  se  operó  en  D.  Miguel  Sánchez,  en 
vista  de  las  declaraciones  del  Comisario,  como  nos  dice  el  P.  Moran, 
1.  c,  p.  69  y  70. 

La  sentencia  favorable  á  los  pobres. 

22.  Á  pesar  de  lo  dicho,  continuaron  enseñando  la  sentencia  favora- 
ble á  los  pobres  muchos  autores,  v.  gr.,  el  P.  Villada,  Casus,  vol.  II, 
p.  195,  sig.;  P.  Llobera,  Anotaciones  á  Gury,  obra  litografiada;  P.  Buc- 
ceroni,  Casus,  n.  258,  edic.  2.^  y  §  91  de  la  4." 

23.  El  P.  Arcos,  en  su  Explicación  del  Catecismo  católico,  lee.  28 
(p.  224,  Madrid,  1905);  la  Revista  Eclesiástica,  de  Valladolid,  1904, 
vol.  1,  p.  542-543;  La  Ilustración  del  Clero,  1909,  p.  312.  El  editor  espa- 
ñol de  la  Theología  Moralis,  de  Scavini-Del  Vecchio,  entendió  que  la 
resolución  citada  en  el  n.  2  dejaba  esta  cuestión  sin  resolver.  Véase  el 
tomo  2:\  p.  853,  nota  (Barcelona,  1902). 

24.  Entendieron  estos  autores,  como  acertadamente  nota  el  doctísimo 
Consultor:  \°  Que  su  opinión  se  hallaba  sólidamente  fundada  en  el 
Breve  de  Pío  VII,  el  cual,  además  de  decir  que  libra  á  los  pobres  de 
aquella  carga,  añade,  como  observa  el  P.  Villada,  que  los  pobres  con 
rezar  las  dichas  preces  han  cumplido  con  todo  lo  que  el  Papa  les  im- 
pone por  dicho  Breve:  omni  offlcio  defunctos  esse. 

2."  Porque  el  Comisario  no  está  puesto  para  declarar  auténticamente 
el  dicho  Indulto,  sino  para  ejecutar  y  hacer  ejecutar  lo  que  el  Papa  en  él 
prescribe. 

3.°  Porque  la  declaración  de  la  Sagrada  Congregación  de  Negocios 
eclesiásticos  extraordinarios  se  refiere  á  los  privilegios  de  la  Cruzada, 
no  al  Indulto  de  carnes. 

25.  Por  nuestra  parte,  la  hemos  defendido,  no  sólo  en  el  1.  c.  del 
Compendio,  sino  también  en  Mach-Ferreres,  Tesoro  del  Sacerdote, 
vol.  2,  p.  543,  n,  617;  en  Razón  y  Fe,  vol.  5,  p.  108,  y  en  muchas  consultas 
particulares,  de  las  cuales  copiamos  las  siguientes: 

CONSULTAS 

26  A)  con  fecha  12  de  Octubre  de  1902  nos  escribían:  «En  su  tra- 
tado de  la  Bula  al  hablar  de  los  pobres  dice  ser  cierto  no  están  obligados 
á  tomar  el  Indulto  de  carnes  y  probablemente  ni  el  Sumario  de  Cruzada; 
¿no  se  puede  dar  también  como  cierto  este  segundo  extremo  después  de 
la  declaración  del  Sto.  Oficio  de  que  habla  la  nota  2  del  número  617 
pág.  962  de  la  12.''  edición  del  Tesoro  del  Sacerdote  del  P.  Mach  y  que 
con  fecha  27  Julio  de  1898,  se  participó  al  Clero  de  este  Arzobispado  en 
Circular  reservada?» 

27.    Contestamos  en  14  del  mismo  mes  y  año,  «En  cuanto  á  la  duda 

RAZÓN  Y  FE,  TOMO   XXVI  34 


510  BOLETÍN   CANÓNICO 

por  V.  expuesta,  debo  manifestar  que  el  decreto  del  Sto.  Oficio  de  que 
habla  el  Tesoro  del  Sacerdote  en  la  nota  2  del  número  962  de  la  edic.  12.* 
sólo  trata  de  quiénes  deben  ser  considerados  como  pobres  en  orden  á 
quedar  exentos  de  tomar  el  Indulto  cuadragesimal;  pero  nada  dice  res- 
pecto á  la  otra  cuestión  de  si  quedan  ó  no  exentos  de  tomar  la  Bula  de 
Cruzada  para  poder  comer  carnes  los  días  que  aquel  Indulto  lo  permite. 
Esta  última  cuestión  se  resuelve  según  la  doble  interpretación  pro- 
bable de  las  palabras  de  Pío  VII:  Quod  onus,  cuya  carga,  las  cuales 
palabras  unos  explican  diciendo  que  el  onus  se  refiere  á  ambas  bulas,  y 
otros  dicen  que  sólo  hace  referencia  al  Indulto  cuadragesimal,  como 
usted  perfectamente  sabe. 

28.  Existe  además  la  respuesta  de  la  Sagrada  Congregación  de  Nego- 
cios Eclesiásticos,  que,  preguntada  sobre  esta  doble  opinión,  contestó 
Nihil  esse  innovandum,  18  de  Marzo  de  1890;  respuesta  que  cada  cual  ha 
interpretado  en  su  favor, 

29.  Asi,  pues,  la  sentencia  que  dice  que  los  pobres  para  poder  comer 
carne  en  los  días  que  lo  concede  el  Indulto  cuadragesimal  no  necesitan 
tomar  tampoco  la  Bula  de  Cruzada,  es  sólidamente  probable  pero  no 
puede  llamarse  cierta». 

30.  B)  En  3  de  Marzo  de  1906  se  nos  dirigió  la  siguiente:  «En  el 
tomo  2°  de  la  segunda  edición,  n.  1.113,  IV,  dice  usted  que  los  pobres 
«ut  carnes  edere  possit,  probabiliter  non  tenentur  sumere  ñeque  Crucia- 
»tam»,  y  alega  usted  como  fundamento  el  Breve  de  Pío  VII. 

>Esa  misma  doctrina  he  tenido  por  verdadera  hasta  hace  poco  tiempo; 
pero  como  del  adjunto  despacho  del  Sr.  Comisario  de  Cruzada  se  deduce 
todo  lo  contrario,  y  la  obra  de  usted  es  de  fecha  posterior  á  la  de  ese 
despacho,  no  llevará  Su  Reverencia  á  mal  que  plantee  el  aquiles  de  mi 
duda  en  los  términos  siguientes:  ¿Tuvo  usted  presente  el  citado  despa- 
cho al  confeccionar  su  obra?  Si  lo  tuvo  presente,  como  lo  supongo, 
espero  de  su  amabilidad  me  diga  en  qué  razones  se  funda  para  sostener 
una  doctrina  mandada  retirar.  ¿No  lo  tuvo  usted  presente?  Pues  dígame, 
después  de  haberlo  leído,  si  puedo  seguir  sosteniendo  la  doctrina  de 
usted,  y  en  qué  argumentos  he  de  apoyarme.» 

31.  Nuestra  contestación,  á  14  del  mismo  mes  y  año,  decía  así:  «La 
resolución  de  que  usted  me  habla  habíala  yo  leído  antes  en  Moran,  Al- 
sina,  Mach,  etc.,  y  ella  no  obstante,  tengo  todavía  por  probable  la  senten- 
cia que  usted  leyó  en  el  tomo  2.°,  edic.  2.^  n.  1.1 13,  IV,  del  Comp.  Gury- 
Ferreres. 

32.  «Aun  más:  el  actual  Sr.  Obispo  de  Urgel  (1),  cuando  era  Auxiliar 
y  Provisor  de  Toledo,  me  dijo,  estando  ambos  en  el  Palacio  de  aquel 
Sr.  Cardenal-Comisario,  que  convenía  conmigo  en  esta  sentencia  que  él 
tenía  como  verdadera. 


(1)    Cuando  esto  se  imprime  es  Obispo  dignísimo  de  Barcelona. 


BOLETÍN   CANÓNICO  511 

33.  »Del  mismo  parecer  debe  ser  el  Sr.  Cardenal,  pues  siendo  como  es 
amigo  mío,  y  habiéndonos  comunicado  de  palabra  y  por  escrito,  nunca 
me  ha  hecho  ninguna  observación  contra  ésta  ni  otra  de  las  sentencias 
allí  enseñadas.  Y  note  usted  que  la  moral  Gury-Ferreres,  está  de  texto  en 
el  Seminario  de  Toledo. 

34.  »Por  otra  parte,  en  la  resolución  que  usted  cita  hay  que  distinguir 
dos  partes:  1."  La  resolución  propiamente  dicha  en  la  cual  se  pregunta: 
«Si  los  pobres...  para  gozar  de  los  privilegios  de  la  Cruzada»,  etc.  Puesta 
la  pregunta  en  estos  términos  generales,  aunque  hubiera  la  Sagrada  Con- 
gregación contestado  affirmative,  no  hubiera  hecho  más  que  confirmar 
lo  que  decimos  en  el  lugar  citado:  «attamen  si  hanc  (cruciatam)  non 
»sumant»,  etc.  La  segunda  parte,  en  que  habla  el  Sr.  Cardenal  Rampolla, 
debe  entenderse  en  el  mismo  sentido  que  la  primera,  y  aunque  se  quiera 
entender  en  otro,  téngase  en  cuenta  que  al  Cardenal  Rampolla  no  le  dio 
el  Papa  autoridad  para  resolver,  y  así  sus  palabras  no  tienen  más  fuerza 
que  la  de  una  interpretación  particular,  aunque  respetabilísima. 

35.  »En  el  P.  Mach,  Tesoro  del  Sacerdote,  edic.  \2.%  p.  962,  n.  617, 
nota  1.",  se  lee  que  el  Vicario  Capitular  de  Calahorra,  con  posterioridad 
á  la  resolución  citada,  pidió  para  pobres  asilados:  1.",  «ut  privilegiis  et 
»indulg.  BuUae  Cruc.  gaudeant  absque  tanti  diplomatis  acceptione»; 
2.°,  «necnon  privilegio  edendi  carnes  sine  acceptatione  Indulti».  Y  la 
Sagrada  Congregación,  con  autoridad  pontificia:  «Benigne  remisit  preces 
»quoad  primam  partem  prudenti  arbitrio  et  conscientiae  R.  P.  D.  Ordinarii 
«oratoris...;  quoad  secundam  nempe,  privilegium  edendi  carnes  sine  accep- 
»tatione  indulti...,  quia  paaperes  propter  inopiam  talia  documenta  acci- 
»pere  nequeunf,  non  indigere.» 

»Como  se  ve,  esta  respuesta  favorece  no  poco  la  interpretación  que 
damos  en  el  Compendio,  1.  c. 

36.  » Además  es  extraño  que  Pío  Vil  pondere  tanto  que  los  pobres  cla- 
marían al  cielo  si  se  les  exigiera  tal  limosna,  etc.,  y  que  él  quiere  descar- 
garlos; y  que  después  de  tanta  ponderación  resultara  que  les  descarga 
de  dar  dos  reales,  pero  tal  gracia  no  les  servirá  de  nada  sino  es  dando 
tres  reales. 

37.  »Lo  mismo  se  diga  de  la  respuesta  últimamente  citada  (n.  35), 
donde  se  pondera  la  inopia  de  los  pobres. 

38.  »E1  P.  Bucceroni,  profesor  en  Roma,  enseña  lo  mismo  en  la  edición 
de  sus  Casus  de  1904.  Y  esta  es  mi  sentencia  hasta  que  otra  cosa  se 
decida  auténticamente  y  salvo  meliori.> 

39.  C)  La  siguiente  es  de  14  de  Febrero  de  1908:  «¿Pueden  los  amos 
dar  comida  de  carne  á  sus  criados  en  días  de  abstinencia,  sin  averiguar 
si  éstos  tienen  ó  no  la  Bula  de  Cruzada  é  Indulto  cuadragesimal?» 

40.  La  respuesta  decía:  «En  cuanto  á  lo  de  la  Cruzada,  es  cierto  que 
los  criados  per  se  pueden  comer  carnes  con  sola  la  Cruzada  y  sin  tener 
el  Indulto  cuadragesimal  en  los  días  que  en  virtud  de  éste  se  permiten. 


512  BOLETÍN  CANÓNICO 

Es  probable  que  pueden  comerlas,  aunque  ni  siquiera  tengan  la  Bula  de 
Cruzada.  Claro  está  que  sub  levi  deberán  en  cualquiera  de  estos  dos 
casos  rezar  un  Padrenuestro  y  Avemaria  cada  vez. 

41.  »Por  consiguiente  (si  por  razón  de  escándalo  ú  otra  causa  no  se 
hace  ilícito),  per  se  puede  el  amo  darles  carnes  sin  inquirir  si  tienen  ó  no 
los  criados  tales  bulas.  Cfr.  Gury  Ferreres,  vol:  2,  n.  1.113,  IV;  Mach- 
Fer reres,  n.  617.» 

42.  D)  La  siguiente  consulta  es  de  11  de  Octubre  de  1908:  «El 
Obispo  de  N.,  acaba  de  publicar  ó  más  bien  publicó  en  cuaresma  de  este 
año  en  el  Boletín  su  teoría  sobre  la  Bula  de  la  Cruzada,  obligando  á 
todos  los  pobres  jornaleros,  etc.,  etc.,  á  tomarla  si  querían  disfrutar  del 
privilegio  de  Carnes  prohibiendo  á  confesores  y  predicadores  aliter 
dicere.y 

43.  Rep.  «La  prohibición  del  Sr.  Obispo  de  N.  sobre  Cruzada  la 
creo  oportuna  en  cuanto  á  los  predicadores;  pero  no  creo  que  tenga  nin- 
guna fuerza  en  cuanto  á  los  confesores,  si  bien  éstos  deberán  sérvala 
proporüone  acomodar  su  conducta  al  decreto  del  Santo  Oficio  que 
puede  verse  en  Gury-Ferreres,  vol.  2,  n.  1125,  ter. 

APÉNDICE 

Por  la  analogía  de  la  materia  añadimos  estas  consultas. 

44.  En  21  de  Octubre  de  1908  nos  escribieron  desde  Inglaterra:  «Me 
han  preguntado  si  el  privilegio  del  Indulto  de  carnes  en  España  es  gene- 
ral ó  personal,  y  si  una  persona  que,  teniendo  la  Bula,  viene  á  Inglaterra 
por  un  par  de  semanas  puede  comer  carne  en  viernes.  Haga  el  favor  de 
decirme  qué  hay  sobre  esto.» 

45.  Á  esto  respondimos:  «En  virtud  de  la  Cruzada,  no  se  puede  comer 
carne  sino  dentro  de  España,  á  no  ser  que  fuera  de  ella  se  carezca  de 
otros  alimentos  de  vigilia.  Hay  declaración  expresa  del  Santo  Oficio, 
2  Junio  1897,  desautorizando  otra  que  había  dado  el  Cardenal  Paya.— 
Cfr.  Tesoro  del  Sacerdote,  n.  617; Gury-Ferreres, vol  2.'\antes  del  n.  1.113, 
en  el  subtítulo  c);  Casus,  vol.  1,  n.  140,  p.  74,  edic.  2.''» 

46.  Hace  poco  nos  volvieron  á  preguntar  esto  mismo  desde  Italia,  y 
añadían  que  alguien  afirmaba  haber  concesión  posterior  al  decreto  del 
Santo  Oficio  de  1897.  Contestamos  que  creíamos  que  no  existía  tal  con- 
cesión, y  asilo  confirmó  privadamente  el  Emmo.  Sr.  Cardenal-Comisario. 
Tal  vez  haya  dado  origen  á  esto  el  ver  que  en  la  Cartilla  de  Cruzada, 
editada  por  el  Secretario  de  la  Comisaría,  v.  gr.,  en  la  de  1898,  posterior 
á  dicho  decreto,  aun  se  consigna  en  la  págima  13:  «Se  concede  el  privi- 
legio de  comer  carnes  saludables  en  tiempo  de  Cuaresma  y  demás  vigi- 
lias y  abstinencias  del  año,  aun  viajando  por  el  extranjero.» 


BOLETÍN  CANÓNICO  513 

SAGRADA  CONGREGACIÓN  CONSISTORIAL 


UN    NUEVO  CAPÍTULO  DEL    FUTURO   CÓDIGO.— LAS  RELACIONES  DIOCESANAS 
Y  LAS  VISITAS  «AD  LIMINA» 

1.  Un  nuevo  capítulo  del  futuro  Código  nos  da  á  conocer  en  su  pri- 
mer número  de  1910  Acta  A.  Sedis.  Es  el  relativo  á  la  visita  adLimina  y 
relación  del  estado  de  la  diócesis  que  deben  hacer  los  Ordinarios  suje- 
tos á  la  Sagrada  Congregación  Consistorial,  ó  sea  al  derecho  común, 

2.  En  este  capítulo,  y  en  el  Orden  ó  Instrucción  que  lo  acompaña,  se 
encuentran  notables  mutaciones  con  respecto  á  la  antigua  disciplina,  de 
las  cuales,  siguiendo  el  plan  que  venimos  desarrollando  en  Razón  y  Fe, 
hemos  creído  conveniente  dar  cuenta,  aunque  sea  brevemente,  á  nues- 
tros lectores. 

Dice  así  el  decreto: 

S.  CONGREGATIO  CONSISTORIAL! 
De  relationibus  dloecesanls  et  Tlslta;tlone  SS.  Liminiim. 

I 

Decretum  servandum  ab  ómnibus  locorum  Ordinariis  qui  S.  Congregationi 
de  Propaganda  Fide  subjecti  non  sunt. 

3.  A  remotissima  Ecclesiae  aetate  repetenda  lex  et  consuetudo  est,  qua  singulí 
Episcopi,  statis  temporibus,  Urbem  petant,  ut  sanctorum  apostolorum  Petri  et  Pauli 
limina  venerentur,  suaeque  statum  dioecesis  exponant  Apostolicae  Sedi:  cujus  rei 
illustria  monumenta  veteres  Ecclesiae  annales  suppeditant. 

4.  Ejusmodi  autem  facti  ratio  in  ipsa  Ecclesiae  natura  et  constitutione  nititur,  atque 
a  sacro  Petri  primatu  necessario  fluit,  cui  christiani  gregis  universi  commissa  custodia 
est,  per  divina  illa  praecipientis  Domini  verba:  pasee  agnos,  pasee  oves.  In  utroque 
autem  muñere,  quum  visitationis  sacrorum  Liminum,  tum  relationis  de  statu  dioecesis, 
debitae  Petro  ejusque  successori  submissionis  et  reverentiae  continetur  officium. 

5.  Verum,  quamvis  unum  et  alterum  hujus  legis  caput  tot  antea  saeculis  viguerit, 
serius'tamen  ha  de  re  certior  invecta  est  disciplina.  Est  enim  Xysto  V  tribuendum, 
quod  is,  Constitutione  edita  die  20  mensis  decembris  1585,  cui  initium  Romanas  Pon- 
tifex,  congrua  ratione  determinaverit,"  quibus  temporibus  et  qua  lege  visitanda  sacra 
Limina  essent  et  reddenda  ratio  Summo  Pontifici  de  pastoralis  officii  implemento  a 
Patriarchis,  Primatibus,  Archiepiscopis  et  Episcopis:  quibus  etiam  prospexerunt  ency- 
clicae  litterae  Sacrae  Congregationis  Concilii,  datae  die  16  mensis  novembris  1673. 
Abbatibus  autem  nullius  dioecesis  cautum  est  per  Constitutionem  Benedicti  XIV,  datam 
die  23  mensis  novembris  1740,  quae  incipit  Quod  saneta. 

6.  Haec  obtinuit  ad  nostros  usque  dies  disciplina.  Verum,  effectis  hodie  multo  facl- 
lioribus  ac  tutioribus  dioeceses  inter  et  Sanctam  Sedem  commerciis,  jam  praesentls 
aevi  conditionibus  haud  responderé  visa  sunt  ea,  quae  in  memoratis  Constitutionibus 
decreta  fuerunt  circa  visitationes  ad  sacra  Limina  ac  dioecesum  relationes  ad  Aposto- 
licam  Sedem. 

7.  Re  mature  agitata  in  coetu  Emorum  Virorum  Pontificio  Juri  in  unum  corpas  redi, 
gendo  praepositorum,  conclusa  ab  iisdem,  SSmi.  D.  N.  Pií  Papae  X  jussu,  ad  hanc 


514  BOLETÍN   CANÓNICO 

S.  Congregationem  Consistorialem  delata  sunt,  eidemque  commíssum  judicium,  utrum 
et  quomodo  ejus  coetus  consilia  publici  juris  fleri  atque  in  usum  deduci  possent,  etiam 
ante  promulgandum  ipsum  Codicem. 

8.  Nunc  vero,  ómnibus  diligenter  perpensis,  iisque  inhaerens  quae  a  memorato 
coetu  PP.  Cardinalium  deliberata  sunt,  S.  Congregatio  Consistorialís,  de  mandato 
SSmi.  Domini  Nostri,  Eoque  adprobante,  decernit  quae  sequuntur: 

Can.  i. 

Abrogata  lege  temporum,  quibus  hactenus  visitanda  fuerunt  sacra  Limina  et  relatio 
Sanctae  Sedi  exhibenda  de  statu  dioecesis,  omnes  locorum  Ordinarii,  quibus  dioecesani 
regiminis  onus  incumbit,  obligatione  tenentur  referendi  singulis  quinquenniis  ad  Sum- 
mum Pontificem  de  statu  sibi  commisae  dioecesis  ad  normam  canonum  infra  posito- 
rum  et  novi  Ordinis  praesenti  decreto  adjecti. 

Can.  II. 

§  1.  Quinquennia  sunt  fixa  et  communia,  incipientque  a  die  1  mensis  januarii 
anno  1911. 

§  2.  In  primo  quinquennii  anno  relationem  exhibebunt  Ordinarii  Italiae,  et  insularum 
Corsicae,  Sardiniae,  Siciliae,  Melitae,  allarumque  minorum  adjacentium. 

§  3.  In  altero,  Ordinarii  Hispaniae,  Lusitaniae,  Qalliae,  Belgii,  HoUandiae,  Angliae, 
Scotiae  et  Hiberniae,  cum  insulis  adjacentibus. 

§  4.  In  tertio,  Ordinarii  imperii  Austro-Ungarici,  Germanici,  et  reliquae  Europae 
cum  insulis  adjacentibus. 

§  5.    In  quarto,  Ordinarii  totius  Americae  et  insularum  adjacentium. 

§  6.  In  quinto,  Ordinarii  Africae,  Asiae,  Australiae  et  insularum  his  orbis  partibus 
adjacentium. 

§  7.    Et  ita  per  vices  continuas  singulis,  quae  sequentur,  quinquenniis. 

Can.  III. 

§  1.  In  prima  cujusque  Ordinarii  relatione  ad  singula  quaesita,  quae  in  adjecto 
Ordine  continentur,  distincte  responderi  debet. 

§  2.  In  relationibus  quae  sequentur  sufficit  ut  Ordinarii  ad  quaesita  in  singulis  arti- 
culis  contenta  dicant,  utrum  novi  aüquid  habeatur,  necne. 

Adjicient  vero  quo  modo  et  quo  fructu  ad  effectum  perduxerint  mónita  et  mandata, 
quae  S.  Congregatio  in  sua  responsione  ad  relationem  significaverit. 

§  3.    Relatio  latina  lingua  est  conficienda. 

§  4.  Subsignanda  autem  erit,  praeter  quam  ab  Ordinario,  ab  uno  vel  altero  ex  convi- 
sitatoribus,  qui  de  statu  dioecesis  magis  conscii  sunt  et  de  ea  testificari  possunt. 

Ipsi  vero  circa  ea  quae  ex  relatione  noverint,  si  publici  juris  non  sunt,  gravi  secreti 
legi  adstringuntur. 

Can.  IV. 

§  1.  Ómnibus  et  singulis  pariter  piaecipitur  ut,  quo  anno  debent  relationem  exhi- 
bere,  beatorum  apostolorum  Petri  et  Pauli  sepulcra  veneraturi  ad  Urbem  accedant,  et 
Romano  Pontifici  se  sistant. 

§  2.  Sed  Ordinariis,  qui  extra  Europam  sunt,  permittitur  ut  alternis  quinquenniis, 
dest  singulis  decenniis,  Urbem  petant. 

§  3.  Huic  obligationi  Ordinarius,  vel  ipse  per  se,  vel  per  Coadjutorem  aut  Auxilia- 
rem  Episcopum,  si  quem  habeat,  satisfaciet;  vel,  justis  de  causis  a  S.  Sede  probandis, 
per  idoneum  sacerdotem  qui  in  eadem  dioecesi  stabilem  commorationem  teneat. 

Can.  V. 

Si  annus  exhibendae  relaíioni  adsignatus,  ex  toto  vel  ex  parte,  inciderit  in  primum 
biennium  ab  inito  dioecesis  regimine,  fas  erit  Ordinario  ab  exhibenda  relatione,  et  a 
visitatione  sacrorum  Limjnum  peragenda  pro  ea  vice,  abstinere. 


BOLETÍN   CANÓNICO  515 

Can.  VI. 

§  1.  Próximo  anno  1910  Ordinarii,  qui  relationis  et  visitationis  obligatione  tenentur, 
ex  benigna  SSmi.  D.  N.  venia  eximuntur. 

§2.  Annis  autem  1911  et  1912  a  reiatione  et  visitatione  abstinere  licebit  Ordinariis, 
de  quibus  §  §  2  et  3  can.  II,  qui  anno  1909  juxta  veterem  temporum  periodum  legi  satis- 
fecerunt. 

Qui  vero  de  statu  suae  dioecesis  referent,  hi  ad  normam  novi  Ordinis  a  S.  Sede 
statuti  huic  muneri  satisfaciant. 

Can.  VII. 

Denique  cum  sacrorum  Liminum  visitatio  et  relatio  dioecesana  ad  Apostoiicam 
Sedem  non  sint  confundendae  cum  lege  de  visitatione  pastoraii  dioecesis,  idcirco  vigere 
pergunt  praescripta  a  Concilio  Tridentino,  sess.  XXIV,  cap.  III  de  reform.,  his  verbis 
expressa:  Propriam  dioecesim  (Episcopi)  per  se  ipsos,  aut,  si  legitime  impediti  fuerint, 
per  suum  generalem  Vicarium  aut  Visitatorem,  si  quotannis  totam  propter  ej'us  latitu- 
dinem  visitare  non  poterunt,  saltem  majorem  ejus  partem,  ita  tamen  ut  tota  biennio  per 
se  vel  Visitatores  saos  compleatur,  visitare  non  praetermittant. 

SSmus.  autem  D.  N.  Pius  Papa  X,  his  canonibus  etadjecti  Ordinis  normis  mature 
perpensis,  jussit  haec  omnia  promulgari  et  evulgari,  mandavitque  ut  ab  ómnibus  ad 
quos  spectat  integre  serventur,  contrariis  quibuslibet  minime  obstantibus. 

Datum  Romae,  die  31  mensis  decembris  anno  1909. 

C.  Card.  De  Lai,  S.  C.  Consistorialis  Secretarias. 
L.  ^  S.  S.  Tecchi,  Adsessor. 

(Acta  A.  Sedis.  vol.  2,  p.  13-16.) 

COMENTARIO 

9.  El  decreto,  como  de  costumbre,  tiene  dos  partes:  histórico-expcsi- 
tiva  la  primera,  y  dispositiva  la  segunda. 

J.  B.  Ferreres. 
(Continuará.) 


EXAMEN  DE  LIBROS 


La  educación  intelectual,  por  el  P,  Ramón  Ruiz  Amado,  de  la  Compañía 
de  Jesús.  Un  volumen  en  4.°  menor  de  V-708  páginas,  6  pesetas.— Gustavo 
Gilí,  editor,  Barcelona,  1909. 

Alabanza  del  padre  de  familia  en  el  Evangelio  es,  que  saque  de  su 
tesoro  cosas  nuevas  y  viejas.  Esa  misma  puede  tributarse  al  P.  Ruiz 
Amado  por  haber  aprovechado  en  La  educación  intelectual  las  cosas 
nuevas  con  tal  arte  que  no  padezcan  mengua  las  antiguas;  más  aún, 
sobresalgan  á  veces  ó  sean  legítimamente  vindicadas.  En  especial,  bene- 
ficia el  P.  Ruiz  Amado  las  minas  escondidas  en  los  pedagogos  alemanes, 
singularmente  en  Herbart;  pero  no  ciegamente,  sino  purgando  el  metal 
precioso  de  las  escorias  que  lo  envilecen.  De  lo  más  nuevo  para  los  lec- 
tores españoles  será  el  capítulo  primero,  dedicado  á  la  teoría  del  inte- 
rés pedagógico,  desarrollada  en  cuatro  artículos,  que  exponen  sucesiva- 
mente su  noción,  especies,  efectos  y  los  medios  de  despertarlo.  La  noción 
la  hubiéramos  deseado  ver  como  resumida  en  una  definición  breve  á  la 
vez  que  completa.  Los  cuatro  capítulos  siguientes  versan  sobre  el  fin, 
sujeto,  objeto,  método  y  plan  de  la  educación  intelectual.  En  todos  se 
analizan,  discuten  y  resuelven  numerosos  é  importantísimos  problemas. 
Juntando  lo  aprovechable  de  lo  antiguo  con  lo  nuevo  y  añadiendo  lo 
particular  de  su  experiencia  y  de  su  discurso,  ha  compuesto  el  P.  Ruiz 
Amado  una  obra  útilísima,  repleta  de  doctrina,  henchida  de  reglas  muy 
prácticas  y  discretas  observaciones. 

Uno  de  los  capítulos  más  interesantes  y  de  más  actualidad  es  el  refe- 
rente á  las  humanidades  clásicas  y  modernas.  Mantiene  el  autor  las  anti- 
guas posiciones,  dando  la  preferencia,  en  orden  á  la  educación  intelec- 
tual, á  las  lenguas  griega  y  latina,  mayormente  á  la  última  para  los  espa- 
ñoles, y  á  los  clásicos  griegos  y  latinos.  No  todas  las  razones  son  ente- 
ramente eficaces,  pero  sin  duda  habrán  de  convenir  amigos  y  adversarios 
que  las  hay  de  mucho  peso.  Empeñado  en  semejante  contienda,  hubo  de 
bajar  al  palenque  adonde  le  llamaban  Gaume  y  sus  secuaces,  á  cuyos 
ojos  la  educación  clasico-pagana  ha  sido  el  gusano  roedor  de  la  socie- 
dad moderna;  para  matarlo  era  preciso  aplicar  los  clásicos  cristianos. 
No  es  decible  el  revuelo  que  se  armó  con  el  descubrimiento  insecticida 
de  Gaume.  Dividiéronse  en  facciones  los  católicos  franceses,  hinchiéronse 
de  hbros  y  folletos  los  estantes  de  las  librerías,  y  el  eco  de  la  lucha 
repercutió  más  allá  de  los  Pirineos,  del  Rin  y  de  los  Alpes;  cosa  no 
extraña,  porque  cuando  truena  en  Francia  truena  en  todas  partes.  Pasado 
el  hervor  de  aquellos  primeros  encuentros,  entra  ahora  en  liza  con  más 
calma  el  P.  Ruiz  Amado.  Radical  é  intransigente,  condena  al  ostracismo 


EXAMEN   DE   LIBROS  517 

de  la  escuela  de  humanidades  los  clásicos  cristianos,  así  sean  los  Santos 
Padres,  y  aun  por  veneración  á  éstos.  Seremos  imparciales.  La  razón 
que  más  esfuerza  el  P.  Ruiz  Amado  relativa  al  fondo  no  nos  acaba  de 
convencer.  En  cambio,  juzgamos  inapeable  la  de  la  forma  literaria,  así 
como  la  del  embrollo  gramatical  que  supondría  la  amalgama  de  paganos 
y  cristianos. 

No  resume  el  P.  Ruiz  Amado  en  el  nuevo  libro  la  historia  de  esa 
contienda  por  haberlo  hecho  en  otra  parte;  mas,  ¿no  hubiera  sido  con- 
veniente hacer  alguna  excursión  á  Bélgica,  rompiendo  una  lanza  con  el 
nuevo  sistema  que  alcanza  allí  tanta  boga  y  no  es  enteramente  el  de 
Gaume?  Para  no  dejar  á  obscuras  á  nuestros  lectores,  lo  explicaremos 
en  pocas  palabras. 

Más  ha  de  cuarenta  años  vivía  en  Chátillon,  ignorado  pueblecito  de 
la  diócesis  de  Namur,  un  cura  laborioso,  erudito,  encariñado  con  reinte- 
grar, como  él  decía,  en  las  humanidades  clásicas  los  Padres  de  la  Iglesia 
griegos  y  latinos,  y  aun  otros  escritores  de  la  Edad  Media.  Llamábase 
Luis  Guillaume.  No  tenía  la  prevención  y  ojeriza  de  Gaume  contra  los 
clásicos  paganos;  antes  bien  los  miraba  con  simpatía  y  aun  los  juzgaba 
elemento  indispensable  de  la  formación  escolar.  ¿No  son  ellos  los  repre- 
sentantes del  arte  antiguo,  de  ese  arte  que  es  la  expresión  de  una  forma 
especial  de  lo  bello,  es  á  saber,  de  la  belleza  sensible,  material?  Lo  son 
en  verdad,  mas  no  bastan;  hay  que  aparear  con  ellos  los  autores  griegos 
y  latinos  de  los  primeros  siglos  cristianos  y  aun  la  literatura  de  la  Edad 
Media,  la  más  admirable  que  el  mundo  ha  visto.  Esta  literatura  sublime 
con  frecuencia,  grave  siempre  y,  sobre  todo,  profundamente  moral,  ins- 
pira en  su  conjunto  el  sentimiento  más  elevado  de  la  belleza  ideal.  De 
ese  latín  cristiano  y  popular  nacieron  laS  lenguas  modernas  llamadas  lati- 
nas; esa  literatura  y  esa  civilización,  son  el  lazo  que  une  la  edad  moderna 
con  la  antigua.  El  mismo  conocimiento  de  los  autores  paganos  ganaría 
con  el  nuevo  método,  porque  sólo  parangonados  con  los  cristianos  pue- 
den descubrir  enteramente  sus  méritos  y  deméritos. 

Por  otra  parte,  con  el  uso  exclusivo  de  los  paganos,  ¿qué  idea  van  á 
formarse  de  la  religión  y  de  la  Iglesia  los  discípulos,  cuando  los  aplausos 
tributados  á  los  autores  paganos  vayan  acompañados  de  letal  silencio 
para  los  cristianos?  Pensarán  que  Homero,  Platón,  Demóstenes,  Cice- 
rón, Virgilio,  Horacio  son  los  genios  de  la  literatura,  y  cuando  más 
tarde  estudios  superiores  lleven  á  sus  oídos  el  rumor  de  escritores  ecle- 
siásticos, se  dibujará  en  sus  labios  una  sonrisa  desdeñosa  ó  una  mueca 
de  desprecio.  ¿Qué  han  de  valer  unos  escritores  que  sus  maestros  no 
consideraron  dignos,  no  ya  de  igualarlos  á  los  paganos,  mas  ni  siquiera 
de  mencionarlos? 

Pero  hay  más:  el  estudio  exclusivo  de  los  paganos  engendra  en  los 
niños  un  ideal  artístico  falso,  en  que  todo  se  reduce  al. color,  al  sonido, 


518  EXAMEN  DE  LIBROS 

á  la  armonía,  á  las  formas  vanas  y  superficiales;  abálense  á  la  tierra  las 
almas  creadas  para  el  cielo;  perviértese  el  gusto  literario,  únicamente 
prendado  de  la  forma  en  detrimento  del  fondo,  y  se  frustra  el  fin  prima- 
rio de  la  educación,  que  es  la  formación  del  hombre  completo.  Con  los 
clásicos  paganos  sólo  se  producirán  hombres  privados  de  la  parte  más 
esencial  al  cristiano.  Y  no  se  responda  que  llenará  este  vacío  la  educa- 
ción religiosa  al  lado  de  la  pagana,  porque  la  educación  no  es  como  la 
instrucción,  obra  de  una  hora,  de  una  lección,  sino  de  todas  las  horas  y 
de  todas  las  lecciones,  porque  es,  en  suma,  la  perfección  armónica  del 
hombre  entero  por  el  desenvolvimiento  continuo  y  progresivo  de  nues- 
tras principales  facultades. 

Este  es,  lealmente  expuesto,  el  resumen  de  la  apología  que  á  favor 
del  nuevo  método  escribió  Dufour  en  la  Révue  Apologétique  de  Bruselas, 
(en  16  de  Junio  de  1909),  repitiendo  á  su  vez  las  razones  del  inventor. 

Pronto  simpatizaron  con  la  idea  de  Guillaume  dos  clarísimos  varo- 
nes: Kurth,  el  historiador  eminente  de  la  Edad  Media,  y  el  canónigo 
Sosson,  famoso  por  el  impulso  que  dio  en  Bélgica  al  canto  gregoriano. 
Entreteníanse  los  tres  frecuentemente  con  íntimos  coloquios,  inflamán- 
dose en  amor  del  ideal  cristiano  en  la  historia,  en  la  liturgia,  en  la  lite- 
ratura; los  tres  anhelaban  de  consuno  la  restauración  de  las  letras  cris- 
tianas por  la  reforma  de  las  humanidades.  Puso  manos  en  la  obra  Gui- 
llaume, y,  hallando  entusiastas  colaboradores,  emprendió  en  1895  una 
doble  colección  de  clásicos  paganos  y  cristianos  comparados.  La  pri- 
mera serie  fiabía  de  comprender  fragmentos  escogidos  para  todas  las 
clases,  y  de  tal  índole,  que  formasen  como  un  curso  práctico  de  teoría 
literaria,  pagana  y  cristiana,  extendiéndose,  por  una  parte,  desde  el  siglo 
de  los  Escipiones  hasta  Claudiano,  y  por  otra,  desde  Tertuliano  al  rena- 
cimiento del  siglo  XV.  Los  trozos  habían  de  contener  temas  idóneos  para 
servir  de  paralelo  entre  los  paganos  y  cristianos,  cuanto  á  lo  verdadero, 
lo  bello  y  lo  bueno.  La  segunda  serie  había  de  constar  de  obras  comple- 
tas de  las  dos  literaturas;  por  oi^m^^Xo,  Acta  Mar tyrum,  Prosas  ó  secuen- 
cias de  Adam  de  San  Víctor,  Sermones  de  San  Agustín,  á  las  cuales 
habían  de  corresponder  las  Vidas  de  Cornelio  Nepote,  las  Metamorfosis 
de  Ovidio,  las  Odas  de  Horacio,  las  Oraciones  de  Cicerón.  Buena  parte 
del  plan  está  ya  puesto  en  ejecución. 

El  método  de  Guillaume  cuenta  con  ardientes  partidarios  y  con  deci- 
didos impugnadores.  Su  fama  traspasó  las  fronteras;  Benigni,  profesor 
del  Seminario  Apolinar  de  Roma,  escribía  en  1903  en  la  Miscellanea  di 
storia:  «La  tesis  de  Guillaume  es  indiscutible,  como  es  también  indiscu- 
tible la  necesidad  de  su  aplicación  general.» 

Los  que  lean  el  libro  del  P.  Ruiz  Amado  verán  que  la  tesis  no  es  tan 
indiscutible;  porque  si  bien  La  educación  intelectual  no  discute  en  par- 
ticular el  método  de  Guillaume,  suministra  argumentos  contra  él,  y  res- 
puestas con  que  satisfacer  á  las  razones  poco  antes  expresadas.  Allí  se 


EXAMEN  DE   LIBROS  519 

verá  también  con  qué  reparos  y  prevenciones  evitaban  las  escuelas 
católicas  el  daño  del  uso  inconsiderado  de  los  clásicos,  desterrando  los 
inmorales,  expurgando  los  textos  admitidos  y  procurando  poner  los 
mismos  libros  paganos  al  servicio  de  nuestra  santa  religión.  Por  otra 
parte,  la  educación  religiosa  no  se  limitaba  á  las  clases  de  Catecismo, 
sino  que  se  difundía  por  todas  las  enseñanzas  en  substancia,  ordenán- 
dolas todas  al  conocimiento  y  amor  de  Dios  nuestro  Señor.  No,  no  era 
de  temer,  con  tales  precauciones  y  cuidados,  que  la  lectura  de  Salustio 
engendrase  revolucionarios  al  talle  de  Catilina,  ni  el  epicureismo  de 
Horacio  inficionase  el  corazón,  ni  las  ridiculas  ficciones  de  la  mitología 
hiciesen  desear  de  veras  lo  que  en  burlas  poéticas  ansiaba  Nicomedes 
Pastor  Díaz: 

¡Qué  feliz,  qué  encantado,  si  ignorante. 
El  hombre  de  otros  tiempos  viviría, 
Cuando  en  el  mundo,  de  los  dioses  vía 
Doquiera  la  mansión! 
Cada  eco  fuera  un  suspirar  amante, 
Una  inmortal  belleza  cada  fuente; 
Cada  pastor  ¡oh  luna!  en  sueño  ardiente 
Ser  pudo  un  Endimión. 

(Á  la  luna.) 

Más  radical  reforma  que  la  de  Guillaume  aguarda  á  los  belgas,  si 
no  se  dan  prisa  á  parar  el  golpe;  la  ruina,  digo,  de  toda  suerte  de  huma- 
nidades clásicas.  En  el  Congreso  de  Malinas  de  1909  levantó  la  voz 
contra  esa  reforma  el  P.  Verest,,ardiente  defensor  de  los  clásicos  paga- 
nos en  las  humanidades.  Antes,  en  Octubre  de  1906,  lanzaron  vigoroso 
grito  de  alarma  189  profesores  de  las  Universidades  belgas,  y  1.555  pro- 
fesores de  la  enseñanza  media,  los  cuales,  en  exposición  dirigida  al 
Ministro  de  Instrucción  pública,  declaran  «su  profunda  convicción  de  que, 
para  los  supremos  intereses  del  reino  y  para  su  cultura  intelectual,  esté- 
tica y  moral,  importa  que  la  juventud  escolar,  destinada  á  ser  un  día  la 
parte  escogida  de  la  nación,  continúe  sometida  á  la  influencia  del  pensa- 
miento literario  y  artístico  de  los  Griegos  y  Romanos,  mediante  el 
estudio  de  las  lenguas  y  literaturas  clásicas».  Nuevo  testimonio  que 
puede  agregarse  á  los  muchos  anotados  por  el  P.  Ruiz  Amado  en  La 
educación  intelectual. 

N.  NOGUER. 


P.  ILARIO  RiNiERi.  S.  Pletro  in  Roma  ed  i  primi  Papl  secondo  i  piú 
vetusti  cataloghi  della  Chiesa  Romana.— Torino,  G.  B.  Berruti,  vía 
Garibaldi,  18;  1909.  En  8.°  de  LV-404  páginas,  5  liras. 

La  ida  de  San  Pedro  á  Roma,  su  episcopado  y  martirio  en  la  misma 
ciudad  son  tres  hechos  históricos,  no  pertenecientes,  es  verdad,  al  depó- 
sito de  la  fe,  pero  tan  unidos  con  uno  de  sus  más  sagrados  dogmas,  que 
prudentemente,  según  la  carne,  algunos  protestantes  hoy,  aunque  ven  la 


520  EXAMEN  DE   LIBROS 

verdad  histórica  de  los  hechos,  rehusan  admitirla  por  miedo  al  dogma 
que  niegan;  é  imprudentemente  algunos  católicos  contemporizan  hasta 
tal  punto  con  los  protestantes  en  no  admitir  la  verdad  de  aquellos  hechos, 
que  se  ven  casi  forzados  á  abandonar  el  dogma  que  debieran  sostener 
y  defender. 

Ese  dogma  no  es  otro  que  el  primado  de  honor  y  jurisdicción,  que  de 
San  Pedro  pasa  á  sus  sucesores  en  la  Sede  Romana;  de  modo  que,  según 
frase  del  Concilio  Vaticano,  «el  que  sucede  en  esta  Sede  á  Pedro,  obtiene 
por  disposición  del  mismo  Cristo  el  primado  de  Pedro  en  toda  la  uni- 
versal Iglesia».  (Enchir.,  núm.  1.824.) 

Por  esto,  desde  el  principio  comprendió  la  Iglesia  la  importancia 
suma  de  conservar  escrita  esa  serie  cronológica  de  Pontífices  Romanos; 
y  escritores  griegos  y  latinos  se  dedicaron  con  esmero  á  formar  los 
catálogos;  algunos  de  los  cuales  han  llegado  hasta  nosotros. 

De  aquí  las  dos  partes  de  este  hermoso  y  bien  trabajado  libro: 
I."*  (Caps.  I-XIX):  Los  primeros  Papas  y  los  más  antiguos  catálogos. 
Se  enumeran,  principiando  por  el  de  Furio  Dionisio  Filócalo,  los  más  anti- 
guos de  estos  catálogos,  se  discute  su  valor  y  dependencia  de  unos  y 
otros,  para  deducir  (pág.  191)  de  todos  ellos  la  serie  cronológica,  si  no 
cierta,  al  menos  la  que  parece  más  aceptable,  de  los  Pontífices  Roma- 
nos desde  San  Pedro  á  San  Ponciano  (an.  231). 

No  es  posible  entrar  aquí  en  más  particularidades;  sólo  es  justo  adver- 
tir que  el  P.  Rinieri  no  ha  temido  examinar  á  fondo  la  materia,  de  suyo 
difícil  y  complicada,  ni  discutirlas  razones  más  ó  menos  fundadas  de  sus 
adversarios,  fueran  católicos  ó  protestantes,  ni,  por  último,  apartarse, 
cuando  se  creía  obligado,  de  opiniones  no  poco  admitidas;  como,  v.  gr.,  en 
negar  resueltamente  la  identificación  , de  Cleto  y  Anacleto  (caps.  XII 
y  XIII),  que  los  mejores  catálogos  suponen  dos  distintas  personas. 

2."'  (Caps.  XX-XXXl):  San  Pedrd  en  Roma;  esto  es:  su  ida,  su  poder 
episcopal  por  veinticinco  años  en  Roma,  sus  últimos  días  antes  del  mar- 
tirio, las  tradiciones  sobre  su  disputa  con  Simón  Mago  y  el  Quo  vadis?, 
su  muerte  y  sepultura,  buscando  en  cada  una  de  estas  cosas,  no  sólo  la 
realidad  del  hecho  en  sí,  sino  también  su  época  más  ó  menos  precisa;  y 
en  cuanto  á  la  muerte  y  sepultura,  el  sitio  más  ó  menos  averiguado. 

No  todos  estos  hechos  pueden  probarse  con  el  mismo  grado  de  cer- 
teza, que  la  ida,  poder  y  martirio;  algunos,  como  la  disputa  con  Simón 
Mago,  no  salen  de  los  límites  de  la  probabilidad,  aun  en  sus  principales 
líneas;  pero  bueno  es  saber  qué  fundamento  tienen  todas  estas  cosas,  y 
seguramente  recorriendo  con  atención  las  páginas  de  este  libro  queda  uno 
perfectamente  enterado,  si  no  del  todo  satisfecho.  Quiero  notar,  para  con- 
cluir, que  el  capítulo  XXIV  encierra,  además  del  himno  de  Prudencio  á 
los  Santos  Apóstoles  Pedro  y  Pablo,  su  traducción  y  copiosas  notas 
aclaratorias. 

E.  Portillo. 


EXAMEN   DE   LIBROS  521 

Antología  moderna  orgánica  española,  coleccionada  por  el  R.  P.  N.  Otaño, 
de  la  Compañía  de  Jesús,  dedicada  al  Gran  Restaurador  de  la  música  reli- 
giosa, S.  S.  Pío  X.— Edición  Lazcano  y  Mar,  Bilbao.  Precio,  12  pesetas. 

Con  verdadero  entusiasmo  debe  ser  saludado  por  todos  los  amantes 
del  verdadero  arte  patrio  este  florilegio  ó  antología  musical,  que  editado 
con  verdadero  lujo  nos  ofrece  la  acreditada  casa  Lazcano  y  Mar,  de  Bil- 
bao. Esta  colección  es  un  indicio  de  que  hay  en  España  fuerzas  vivas, 
que,  unidas,  podrán  mucho  en  el  terreno  del  arte,  y  un  elocuente  testi- 
monio del  resurgimiento  musical,  que  en  poco  tiempo  ciertamente  se  ha 
verificado  en  nuestra  patria.  « Ya  han  pasado  los  tiempos,  como  dice 
Mr.  Widor  en  el  prólogo  de  sus  sinfonías  de  órgano,  en  que  el  organista 
fijaba  indefinidamente  el  pie  sobre  el  pedal,  teniendo  que  pensar  muy 
despacio  el  moverle.»  Estos  tiempos,  afortunadamente,  van  pasando 
también  para  España.  Hasta  ahora  puede  decirse  que  para  ejecutar  com- 
posiciones en  triple  pentagrama  y  manejar  un  órgano  moderno,  teníamos 
que  acudir  á  obras  extranjeras.  Desde  hoy  se  puede  decir  que  comenza- 
mos á  contar  con  repertorio  propio.  Autores  de  gran  valía,  más  ó  menos 
afamados  ya  en  el  mundo  artístico,  de  escuelas  y  tendencias  diferentes, 
se  presentan  en  esta  colección,  que  por  lo  mismo  habría  de  formar 
parte  de  la  biblioteca  de  todo  organista  amante  del  arte  sacro-hispano. 

Precede  á  la  obra  una  reproducción  en  elegante  papel  satinado,  de  la 
carta  escrita  por  el  Emmo.  Sr.  Cardenal-Secretario  de  Estado,  en  nom- 
bre de  Su  Santidad,  aceptando  la  dedicatoria  de  la  obra  y  bendiciendo 
y  alentando  al  colector  y  colaboradores.  Sigue  el  prólogo,  en  que  el 
coleccionador  trata  de  la  utilidad  de  la  obra,  del  plan  que  ha  presidido 
á  su  composición,  y  en  el  que  añade  oportunas  y  atinadas  observaciones 
para  su  uso  práctico.  Dignas  de  atención  son  las  ideas  sobre  la  unifica- 
ción del  órgano  español,  con  que  se  favorece  la  adquisición  de  instru- 
mentos modernos.  Entre  las  observaciones  alega  el  P.  Otaño  algunos 
interesantes  párrafos  de  Mr.  Widor  en  el  prólogo  de  la  obra  L'Orgue  de 
Jean-Sebastien  Bach,  por  Mr.  Pirro;  sabias  lecciones  ciertamente  para 
los  organistas.  De  alabar  es  que  se  adopte  en  esta  colección  la  técnica 
española,  conservando,  por  ejemplo,  el  clásico  nombre  de  ecos  para  los 
pedales  de  expresión.  ¡Lástima  no  pudieran  adoptarse  denominaciones 
españolas  para  todos  los  registros!  La  nomenclatura  de  los  teclados  es 
la  propuesta  en  el  Congreso  musical  de  Valladolid. 

Vienen  á  continuación  las  biografías  y  noticias  de  los  autores  que 
han  contribuido  á  formar  el  florilegio.  Idea  feliz,  que  hace  conocer  cómo 
en  medio  de  la  variedad  de  rasgos  biográficos  se  tiene  «á  la  vista,  son 
palabras  del  P.  Otaño,  una  generación  que  se  da  cuenta  de  la  grandeza 
de  una  obra  semejante,  y  que  se  une  como  un  corazón  y  una  voluntad 
para  llevarla  á  cabo». 

Pero  vengamos  al  cuerpo  musical  de  la  obra.  «En  treinta  números^ 


522  EXAMEN  DE   LIBROS 

dice  el  P.  Otaño,  he  procurado  reunir  los  principales  géneros  y  modelos 
de  literatura  orgánica,  desde  los  severos  comentarios  á  temas  litúrgicos 
en  forma  antigua  y  moderna,  hasta  las  más  libres  concepciones  de  estilo 
moderno;  desde  los  pequeños  preludios  de  ambiente  gregoriano  ó  con- 
temporáneo, hasta  las  grandes  fugas  y  corales  más  desarrollados.» 

Desfilan  allí,  á  la  vista  del  organista,  como  adictos  al  estilo  moderno 
más  avanzado:  Alfonso,  Cumellas,  Guridi,  Otaño  y  Sáinz  Basabe;  más 
moderados:  Beovide,  Garaizábal,  Lambert,  Urteaga  y  Villalba;  comenta- 
ristas de  temas  litúrgicos  con  procedimientos  modernos:  Busca,  Más  y 
Serracant,  Olmeda  y  Rodríguez;  clasicistas:  Gabiola,  Gibert,  Mocoroa, 
Tafall  y  Valdés.  Todas  las  composiciones  son  joyas  del  género.  No  es 
mi  intento  analizarlas  técnicamente  una  por  una.  Baste  decir  que  consti- 
tuyen un  bello  Museo  orgánico  con  un  sano  eclecticismo,  que  agrada. 
Se  ve  que  los  autores  españoles  han  convertido  in  succum  et  sanguinem 
el  influjo  de  las  escuelas  extranjeras. 

Siguen  por  vía  de  apéndice  cuatro  composiciones  de  afamados  orga- 
nistas del  pasado  siglo:  Eslava,  Gorriti,  Arrióla  y  Balerdi,  maestros  que 
en  época  de  decadencia  supieron  remontarse  y  sentir  música  algo  más 
elevada. 

Esta  es  la  obra  del  P.  Otaño,  secundado  por  una  pléyade  de  artistas 
que  trabajan  por  la  restauración  del  arte  rehgioso,  conforme  á  los  deseos 
del  Soberano  Pontífice  Pío  X,  y  según  las  exigencias  del  arte  y  las  glo- 
riosas tradiciones  del  pasado.  Y  es  preciso  notar,  como  dice  el  P.  Otaño, 
que  no  representa  esta  obra  los  esfuerzos  de  todos  ó  la  mayor  parte  de 
nuestros  maestros  y  organistas.  Más  son  los  que  pueden  cooperar  á 
estos  planes. 

No  terminaré  sin  tributar  mil  plácemes  al  P.  Otaño,  que  tanto  ha  con- 
tribuido á  imprimir  dirección,  color  y  vida  á  este  movimiento,  y  que 
actúa  en  la  Antología,  no  sólo  como  coleccionador,  sino  también  como 
distinguido  organista,  á  los  ilustres  artistas  que  tan  fielmente  y  con  tanta 
maestría  le  han  secundado,  y,  por  fin,  á  la  afamada  casa  Lazcano  y  Mar, 
que  tantas  mejoras  va  introduciendo  y  desplegando  tanto  lujo  editorial 
en  pro  de  la  causa  de  la  música  religiosa. 

M.  DE  Benito. 


NOTICIAS  BIBLIOGRÁFICAS 


Cardenal  Mercier,  Arzobispo  de  Malina, 
Primado  de  Bélgica,  1908.  A  mis  semina- 
ristas. Traducción  de  la  quinta  edición 
francesa  por  Alfonso  M.=^  Ramírez,  es- 
tudiante del  Seminario  Conciliar  de  Bar- 
celona.—Luis  Gili,  editor,  Balmes,  83, 
Barcelona,  1909.  Un  volumen  en  8.''  de 
XVI-200  páginas,  2  pesetas;  encuader- 
nado en  tela  inglesa,  3  pesetas. 

El  Papa  Pío  X  quiere  que  los  bue- 
nos seminaristas  ntiren,  como  dirigidas 
especialmente  por  él  á  ellos,  las  adver- 
tencias y  exhortaciones  contenidas  en 
estas  conferencias,  y  el  Excmo.  Sr.  Nun- 
cio Apostólico  en  España  desea  viva- 
mente que  los  seminaristas  conozcan 
tan  saludable  doctrina,  y  alaba  la  ini- 
ciativa de  traducirlas  al  castellano. 
Toda  otra  recomendación  del  libro 
que  anunciamos,  sería  inútil.  Sólo  di- 
remos que  considerado  el  Seminario 
como  casa  de  retiro,  nos  parecen  opor- 
tunas y  bien  ordenadas  las  materias 
que  en  él  se  exponen  sobre  el  aparta- 
miento del  mundo  y  sus  frivolidades, 
del  recogimiento  espiritual,  de  escu- 
char la  voz  de  Dios,  de  hablar  con 
Dios  en  la  oración,  de  la  paz,  fruto  de 
la  lucha  victoriosa  contra  las  pasiones 
desordenadas,  y  de  la  confianza  en 
Dios  y  propia  desconfianza.  En  la  pri- 
mera parte  de  la  quinta  conferencia  tal 
vez  ocurra  á  alguno  que  el  Eminentí- 
simo autor  reprueba  los  ejercicios  de 
meditación  y  oración,  enseñados  por 
San  Ignacio  de  Loyola,  aprobados  y 
alabados  en  certa  scientia  por  Pau- 
lo III,  quien  exhorta  á  todos  los  fieles 
á  hacerlos;  pero  en  el  apéndice  decla- 
ra que  no  es  así,  y  en  toda  la  segunda 
parte  más  bien  trata  de  explicar  y 
hacer  más  suave  y  fructuosa  la  prác- 
tica de  ese  ejercicio  de  meditación. 

G.  P.  Waffelaert,  S.  T.  D.,  Evéque  de 
Bruges.  Méditations  Tfiéologiques.— 
Charles  Beyaert,  éditeur,  6,  rué  Notre- 
Dame,  Bruges;  P.  Lethielleux,  rué  Cas- 
sette, Paris.  Dos  tomos  en  4."  menor  es- 
pañol de  XXIV-677  y  VlII-435  páginas, 
respectivamente. 

El  juicio  de  esta  nueva  obra  del  sa- 
bio y  fecundo  escritor  limo.  Sr.  Waffe- 


laert podemos  decir  que  nos  le  da  he- 
cho el  Sumo  Pontífice  Pío  X,  y  es  sin 
duda  la  m2Jor  recomendación  de  ella. 
Al  recibir  el  anuncio  de  la  próxima 
edición  francesa,  publicada  ya  la  latina 
en  las  Conferencias  Brugenses,  el  Papa 
se  dignó  dirigir  una  carta  latina  al  ve- 
nerable autor,  fecha?  de  Junio  de  1909, 
mostrándole  que  le  era  muy  grata  la 
edición;  porque,  «así,  ese  tu  trabajo, 
son  palabras  del  Papa,  habiendo  sido 
ya  de  muchísimo  provecho  al  clero,  lo 
será  también  á  los  más  instruidos  de 
entre  los  seglares,  los  cuales  conviene 
á  la  verdad  que  conozcan  más  afondo 
los  dogmas  cristianos  y  su  encadena- 
miento, á  fin  de  retener  con  más  cons- 
tancia la  fe  católica,  acompañarla  más 
dichosamente  con  la  santidad  de  la 
vida  y  defendería  con  mayor  eficacia. 
Ni  solamente  aprobamos  el  proyecto, 
sino  que  á  fin  de  que  conste  en  cuánto 
estimamos  tu  obra,  concedemos  gus- 
toso que  aparezca  bajo  nuestros  aus- 
picios, y  suplicamos  á  Dios  que,  con- 
forme á  nuestros  deseos,  la  haga 
abundante  en  frutos». 

Trata  en  cuatro  partes  de  toda  la 
Teología,  ó  sea,  según  se  escribe  en 
la  pág.  XXIII,  «de  la  ciencia  de  Dios 
y  sus  obras,  con  la  segurídad  de  que 
este  estudio  traerá  grandes  bienes  es- 
pirituales á  quien  quiera  hacerle  con 
la  atención  requerida  y  con  el  cuidado 
de  aprovecharse».  Como  lo  indican  ya 
estas  palabras,  las  Meditaciones  teoló- 
gicas, más  que  puntos  de  una  medita- 
ción ascética,  contiene  consideraciones 
teológico-f ilosóficas,  puntos  de  estudio 
detenido  sobre  las  materias  más  altas 
de  la  Teología  para  penetrarías  y  es- 
clarecerlas en  lo  posible,  y  con  su  luz 
extender  el  calor  de  la  sólida  devo- 
ción. Su  exposición  es  clara  y,  en  cuan- 
to cabe,  al  alcance  de  todas  las  perso- 
nas ilustradas.  La  primera  parte  trata 
de  la  ascención  de  nuestra  mente  á 
Dios  por  la  sola  razón  por  medio  de  las 
criaturas,  y  de  la  razón  iluminada  por 
la  fe  y  la  gracia  á  Dios  Nuestro  Señor, 
manifestado  por  la  revelación;  la  se- 
gunda parte,  de  la  predefinición  y  pre- 
destinación eterna  de  todo  el  orden 


524 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


de  la  naturaleza  y  de  la  gracia,  y  la 
tercera,  de  la  ejecución  de  la  obra  di- 
vina universal  en  el  orden  de  la  natu- 
raleza y  de  la  gracia,  origen  del  mun- 
do, de  la  creación,  elevación  y  caída 
de  Adán,  propagación  del  género  hu- 
mano, comparación  del  texto  genesía- 
co  con  los  datos  de  las  ciencias  natu- 
rales ó  profanas,  acerca  de  la  antigüe- 
dad y  estado  primitivo  del  hombre, 
etcétera.  Los  apéndices  contienen  ad- 
vertencias sobre  la  interpretación  y 
empleo  de  la  Sagrada  Escritura  y  con- 
sideraciones sobre  el  santo  sacrificio 
de  la  Misa.  Aunque  se  propone  evitar 
cuestiones  espinosas  y  conflictos  de 
opinión,  no  siempre  creemos  lo  consi- 
gue al  explicar  el  estado  de  naturaleza 
pura. 

Normas  de  acción  católica  y  social  en  Es- 
paña, aprobadas  por  la  Santa  Sede  y 
presentadas  al  clero  y  fieles  del  arzo- 
bispado de  Granada,  por  el  Prelado  de 
la  misma.— Granada,  imprenta  de  L.  Pu- 
chol  Alonso,  1910.  Un  tomo  en  4."  de  24 
páginas. 

Después  de  un  sentido  exordio,  pro- 
pio de  un  amante  Pastor  que  se  dirige 
á  sus  diocesanos  en  tiempo  de  Cuares- 
ma, hace  ver  claramente  el  venerable 
Prelado  la  necesidad  de  la  acción  so- 
cial católica  y  la  oportunidad  provi- 
dencial de  las  Normas  de  acción  cató- 
lica y  social  arriba  mencionadas.  Para 
obtener  de  éstas,  que  se  exponen  en 
resumen,  y  de  aquélla  los  más  felices 
resultados,  explica  principalmente  é 
inculca  las  condiciones  que  el  Papa 
nos  pide:  unión  de  entendimiento,  de 
voluntad  y  de  obras.  Así  podremos  as- 
pirar llenos  de  confianza  «á  restar  fuer- 
zas, dice,  á  la  revolución  y  á  reinte- 
grar á  la  Iglesia  y  á  la  sociedad  de  las 
que  se  le  han  quitado,  por  la  inacción 
en  que  hemos  vivido». 

Carta-Pastoral  que  el  Ilmo.  yRvmo.  señor 
Dr.  D.  Remigio  Gandáseoui  y  Gorrochá- 
TEOui,  Obispo-Prior  de  las  Ordenes  mi- 
litares, dirige  al  clero  y  fieles  de  la  dió- 
cesis sobre  la  escuela  neutra  ó  enseñan- 
za laica.— Ciudad  Real,  imprenta  de  Ru- 
bisco,  Calatrava,  10;  1910.  Un  volumen 
en  4."  de  80  páginas. 

«En  presencia  de  la  escuela  sin  Dios, 
que  lógica  y  prácticamente  se  con- 


vertirá siempre  en  escuela  contra  Dios, 
la  Iglesia  y  sus  Obispos  no  pueden 
permanecer  impasibles;  nadie  puede 
cruzarse  de  brazos.»  Esto  que  escri- 
be el  venerable  Prelado  es  lo  que  le 
ha  movido  á  publicar  esta  carta,  que 
bien  puede  llamarse  tratado  completo 
sobre  la  escuela  neutra.  En  él  se  halla 
reunido  con  orden,  claridad,  viveza  y 
relativa  brevedad  lo  que  la  razón,  la 
Filosofía  y  la  experiencia  y  la  Teolo- 
gía yiel  Derecho  enseñan  sobre  mate- 
ria de  tanto  interés  vital.  Con  él  ha 
querido  «poner  en  las  almas  (de  sus 
diocesanos,  y  ojala  lo  logre  en  las  de 
todos  los  españoles)  una  misma  idea, 
idea  fecunda  y  poderosa,  que  á  nad.'e 
consienta  permanecer  inactivo;  orden 
del  día  que  á  todos  enardezca  y  reúna 
bajo  la  misma  bandera,  concentrando 
las  fuerzas  de  todos  los  católicos  para 
raer  de  nuestra  patria  la  planta  exó- 
tica de  la  escuela  neutra  ó  enseñanza 
laica*. 

P.  V. 

L'Atletisme  cristiá.  Carta  -  Pastoral  del 
Ilm.  Sr.  Dr.  D.  Joseph  Torras  y  Baoes, 
Bisbe  de  Vich,  ab  motiu  del  Sant  Temps 
de  Quaresma  de  1910.— Vich,  imprenta 
d'Anglada.  En  4."  de  42  páginas. 

Frecuentemente  el  Apóstol  San  Pa- 
blo traía  la  comparación  de  los  certá- 
menes paganos,  proponiendo  ahora  á 
los  corredores,  ahora  á  los  atletas  ó 
púgiles,  ahora  á  los  gladiadores,  para 
excitar  con  su  ejemplo  á  los  cristianos 
á  la  consecución  del  premio,  esto  es, 
la  eterna  salvación.  El  ilustrísimo  Pre- 
lado vicense,  siguiendo  la  comparación 
del  atleta,  exhorta  á  sus  feligreses  á 
mirar  por  sí  y  atender  á  la  propia  per- 
fección. La  oportunidad  no  puede  ser 
mayor  en  tiempos  en  que,  á  fuerza  de 
querer  reformar  la  sociedad,  nos  olvi- 
damos de  lo  que  más  de  cerca  nos 
toca,  que  es  reformarnos  á  nosotros 
mismos. 

N.  N. 

Las  flores  de  Mayo  á  Nuestra  Señora  del 
Perpetuo  Socorro,  por  el  R.  P.  Ramón 
Sarabia,  Redentorista.  — Madrid,  admi- 
nistración de  El  Perpetuo  Socorro,  caWe 
de  Manuel  Silvela,  12;  1910.  Un  volu- 
men en  12.°  de  400  páginas,  una  peseta. 

Entre  los  buenos  libros  consagrados 
á  honrar  el  mes  de  María  debe  seña- 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


525 


larse  especialmente  para  los  devotos 
de  Nuestra  Señora  del  Perpetuo  Soco- 
rro el  que  tenemos  el  gusto  de  anun- 
ciar, debido  á  la  castiza  pluma  del  Pa- 
dre Sarabia.  Cada  día,  después  de  la 
oración  preparatoria  general,  expone, 
por  partes,  la  historia  milagrosa  de 
Nuestra  Señora  del  Perpetuo  Socorro; 
explica  una  meditación  provechosa 
oportuna;  refiere  un  ejemplo  de  los 
actuales,  sacados,  dice  el  autor,  casi 
todos  de  la  revista  El  Perpetuo  Soco- 
rro, ú  oídos  de  personas  que  merecen 
entero  crédito,  y  termina  con  una  ora- 
ción particular  y  un  obsequio.  Es  obra 
muy  recomendable  de  amena  y  prove- 
chosa lectura. 


El  hombre  tal  cual  es.  Primeras  leccio- 
nes de  la  ciencia  de  los  Santos,  por  el 
P.  Rodolfo  J.  Meyer,  de  la  Compañía 
de  Jesús;  traducción  del  inglés  por  el 
P.  Manuel  Peypoch,  de  la  misma  Com- 
pañía.— B.  Herder,  librero-editor  Ponti- 
ficio, Fríburgo  de  Brisgovia  (Alemania). 
Un  volumen  en  8.°  de  VIH  y  294  pági- 
nas. En  rústica,  2,40  francos;  encuader- 
nado elegantemente  en  tela  fuerte,  3 
francos. 

En  19  lecciones  de  materias  estre- 
chamente relacionadas  con  los  ejerci- 
cicios  espirituales  de  San  Ignacio,  ex- 
pone «la  ciencia  de  los  Santos,  que  nos 
enseña  de  qué  manera  el  hombre  tal 
cual  es  ha  de  elevarse  sobre  el  mundo 
en  que  vive  hacia  Dios,  para  quien  ha 
sido  criado".  Comenzando  por  el  cono- 
cimiento propio,  explica  el  sabio  autor 
con  gran  solidez,  claridad  y  discreción 
la  manera  de  vencer  nuestras  pasiones, 
mortificarnos,  formar  bien  el  carácter  y 
practicar  una  vida  nueva  de  caridad. 
Es  obra  muy  útil  para  pláticas  espiri- 
tuales especialmente. 

Exposición  presentada  por  el  Dr.  J.  M.  Nú- 
ÑEZ  Ponte,  director  del  Colegio  Sucre, 
al  ciudadano  Ministro  de  Instrucción 
pública.— Caracas,  tipografía  America- 
na, 1909.  Un  folleto  en  4.°  de  40  páginas. 

Respondiendo  satisfactoriamente  el 
Dr.  Núñez  Ponte  á  la  excitación  del  Mi- 
nistro de  Instrucción  Pública  de  Vene- 
zuela, traza  con  mano  experta  y  segura 
las  lineas  generales  de  un  plan  de  en- 
señanza y  educación  para  los  colegios 
y  escuelas  de  aquella  república.  Abun- 

RAZÓN  Y  FE,  TOMO  XXVI 


da  en  observaciones  y  pensamientos 
atinados.  Lo  que  dice  en  pro  del  estu- 
dio del  latín  y  de  la  enseñanza  de  la 
religión  y  de  la  Doctrina  ciistiana  para 
la  educación  de  la  niñez,  es  de  evidente 
oportunidad  para  todas  las  naciones, 
especialmente  las  latinas. 

El  Kulturkampf  Internacional.  Estudios 
acerca  del  anticlericalismo  y  las  con- 
gregaciones religiosas  por  el  Caro.  San- 
cha. Tercera  edición.— Madrid,  librería 
religiosa  de  Enrique  Hernández,  calle  de 
la  Paz,  6;  1910.  Un  volumen  en  8.°  pro- 
longado de  240  páginas,  1,50  pesetas  en 
rústica  y  2,50  elegantemente  encuader- 
nado. 

De  nuevo  se  ha  hecho  de  palpitante 
actualidad  este  precioso  opúsculo  del 
Emmo.  Cardenal  Sancha,  porque  de 
nuevo  empieza  á  agitarse  la  llamada 
cuestión  religiosa,  ó  sea  contra  los  re- 
ligiosos. La  recomendamos  especial- 
mente á  los  escritores  católicos  y  á 
cuantos  se  interesan  por  la  paz  religio- 
sa en  España  y  por  el  bien  social  que  á 
la  misma  producen  las  congregacio- 
nes religiosas,  cuya  existencia  legal  se 
demuestra;  y  las  funestas  consecuen- 
cias de  perseguirlas  se  ponen  de  ma- 
nifiesto. El  capítulo  Nuevas  orienta- 
ciones es  interesantísimo  y  de  no  poca 
instrucción. 


P.  JOAON  B.  Ferreres,  Canonista  e  pro- 
fessor  da  Compagnia  de  Jesús.  ^  marte 
real  e  a  marte  apparente  con  relagao 
aos  Santos  Sacramentos.  Estudio  Phy- 
siologico- teológico.  Tradugao  portu- 
gueza  con  notas  y  un  «appendice»  e  dois 
índices  alphabeticos  por  T.  A.  Carlos 
DAS  Neves  Ballarel,  formado  en  Theo- 
logia  na  Universidade  da  Coimbra. — 
Porto,  Lívraria  Catholíca  Portuense..., 
39,  Rúa  da  Picaría,  41;  1909.  En  8."  pro- 
longado de  XI-201  páginas,  400  reis. 

Con  gusto  anunciamos  esta  nueva 
traducción  del  célebre  opúsculo  del 
P.  Ferreres.  Con  ella  y  la  húngara, 
que  anunciamos  poco  ha  entre  los  li- 
bros recibidos,  son  ya  seis  las  traduc- 
ciones que  han  de  contribuir  á  exten- 
der la  doctrina  saludable  del  original: 
en  francés,  italiano,  alemán,  inglés, 
además  del  portugués  y  húngaro.  La 
edición  portuguesa  es  muy  recomen- 
dable; ha  añadido  la  refutación  de  Be- 

35 


526 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


rardi,  hecha  por  el  mismo  autor  en 
Razón  y  Fe;  siete  notas  oportunas  y 
eruditas,  con  un  apéndice  tomado  en 
buena  parte  de  Geniesse,  en  que  se 
tratan  sólida  y  juiciosamente  diversos 
puntos  relacionados  con  la  materia 
principal,  y  los  índices  alfabéticos  lo 
son  de  materias  y  de  autores. 

Programa  de  estudios  del  Seminario-Co- 
legio de  San  Carlos,  dirigido  por  los 
RR.  PP.  Paúles.— Cebú,  1909. 

Es  un  precioso  folleto  de  74  páginas 
en  4.",  profusamente  ilustrado  con  lá- 
minas, que  vienen  á  formar  un  álbum 
del  Seminario-Colegio,  y  que  da  muy 
buena  idea  de  la  institución,  dirigida 
desde  hace  muchos  años  por  los  be- 
neméritos PP.  Paúles.  Por  el  pros- 
pecto-reglamento, por  la  distribución 
de  los  casos  y  por  las  asociaciones  y 
colación  de  grados  se  ve  cómo  nada 
parece  omitirse  de  cuanto  contribuye 
á  la  sólida  formación  espiritual,  litera- 
ria y  aun  física  de  los  seminaristas  y 
colegiales.  La  Facultad  de  Sagrada 
Teología  comprende  cinco  cursos;  seis 
la  segunda  enseñanza  (además  de  la 
preparatoria)  del  Colegio;  seis  la  se- 
gunda del  Seminario  menor.  Se  dan  los 
títulos  de  bachiller  en  artes,  de  perito 
mercantil,  taquígrafo,  agrónomo  y  me- 
cánico. 

Reloj  del  alma,  por  el  P.  Pablo  de  Rajas, 
de  la  Compañía  de  Jesús.  Nueva  edi- 
ción, arreglada  por  el  P.  José  M.  Soler, 
de  la  misma  Compañía. — P.  Sanmartí, 
editor. Un  tomíto  en  16°  de  XV-280  pá- 
ginas. Encuadernado  en  tela  con  dora- 
dos, 1,50  pesetas. 

Muy  digno  de  loa  es  el  editor  señor 
Sanmartí  por  haber  reproducido,  para 
bien  de  muchas  almas  deseosas  de  su 
adelantamiento  espiritual,  esta  obrita 
del  clásico  P.  de  Rajas,  arreglada  por 
el  docto  y  pío  P.  José  M.  Soler.  De  ella 
se  hicieron  en  el  siglo  XVII,  en  que  se 
publicó,  muchas  ediciones  y  numero- 
sas traducciones  en  varias  lenguas, 
prueba  de  su  mérito  reconocido.  Con 
gran  limpidez,  brevedad  y  piadosa  un- 
ción seenseña  el  modo  de  apartarse  de 
lo  malo  con  el  examen,  confesión,  mor- 
tificación, etc.,  y  obrar  lo  bueno  con  el 
ejercicio  de  las  virtudes  cristianas,  hu- 


mildad, obediencia,  etc.,  y  el  de  la  pre- 
sencia de  Dios  y  la  devoción  á  la  San- 
tísima Virgen,  hasta  lograr  el  fervor 
del  espíritu  y  una  santa  muerte  que 
nos  abra  las  puertas  del  Cielo... 

Compendio  razonado  de  Religión  y  Mo- 
ral, por  el  Dr.  D.  Joaquín  Gou  SolA, 
Canónigo  de  la  Santa  Iglesia  Catedral- 
Basílica  de  Gerona.  Tercera  edición. — 
Barcelona,  Herederos  de  Juan  Gilí,  edi- 
tores. Cortes,  581,  MCMIX.En  4.°  de  162 
páginas. 

En  recomendación  de  este  opúsculo 
baste  decir  que  es  un  resumen  bien 
hecho  por  el  docto  autor  de  sus  lec- 
ciones razonadas  de  Relis^ión  y  Mo- 
ral, tan  elogiadas  de  la  prensa  católica 
y  muy  especialmente  recomendadas 
repetidas  veces  en  Razón  y  Fe,  pues 
repetidas  veces  se  han  editado.  Será 
muy  útil,  según  nota  oportunamente  el 
autor,  *á  los  nobles  mentores  de  la 
adolescencia  como  Catecismo  razona- 
do». Nota  del  mismo  autor  es  que  en  la 
página  49,  línea  1.",  se  ha  puesto  remi- 
tir por  resistir.  Es  errata  de  imprenta. 

P.  V. 


J.  Valdés,  presbitero.  (Op.  4.)— Ave,  admi- 
rahile  Corjesu.  Ad  tres  voces  inaequa- 
les  órgano  comitante.  De  venta  en  casa 
de  Alejandro  Valdés,  Lequeitio  (Vizca- 
ya). Partitura,  1,25  pesetas;  cada  parte 
suelta,  0,10. 

El  Sr.  Valdés,  sobrino  del  maestro 
Goicoechea  y  educado  artísticamente 
á  su  lado,  posee  gran  parte  de  las  cua- 
lidades que  he  mencionado  en  el  insig- 
ne maestro  de  capilla  de  Valladolid. 
No  contento  con  las  sabias  lecciones 
que  aquí  ha  recibido,  ha  buscado  en  la 
célebre  escuela  de  Ratisbona,  al  lado 
de  los  más  eminentes  maestros  alema- 
nes, su  completo  perfeccionamiento  en 
el  género  religioso,  que  exclusiva- 
mente cultiva;  de  ahí  que  Valdés  sea 
hoy  una  de  las  más  bellas  esperanzas 
de  la  joven  escuela  española  de  músi- 
ca sagrada,  por  su  solidísima  cultura 
y  por  sus  cualidades  artísticas  de  pri- 
mer orden.  Los  maestros  alemanes  le 
llamaban  en  clase  el  Victoria  II;  á  mi 
parecer,  puede  llegar  á  emular  las 
glorias  de  nuestro  gran  polifonista,  sí 
sigue  trabajando  como  hasta  ahora  ha 


NOTICIAS  BIBLIOGRÁFICAS 


527 


trabajado.  El  motete  Ave,  admirabile 
Cor  ¡esa  es  de  una  factura  intachable 
y  de  una  inspiración  muy  delicada; 
domina  en  él  un  sentimiento  melódico 
de  mucho  valor. 

N.  Otaño. 

Memorias  del  Observatorio  del  Ebro.  La 
Sección  eléctrica,  por  el  P.  Juan  GarcIa 
Molla,  S.J.— Gustavo  Gilí,  editor,  Uni- 
versidad, 45,  Barcelona,  1909.  Un  cua- 
derno en  folio  de  150  páginas. 

En  dos  partes  puede  considerarse 
dividida  esta  memoria,  Electricidad 
atmosférica  y  Electricidad  telúrica.  La 
primera  contiene  tres  capítulos  dedi- 
cados al  estudio  de  la  «Ionización  del 
aire » ,  «Potencial  atmosférico»  y  «Ondas 
hertzianas  atmosféricas»;  la  segunda 
trata  en  un  solo  capítulo  de  las  «Co- 
rrientes telúricas»  que  se  producen  en 
la  tierra  lo  mismo  en  tiempo  normal 
que  en  tiempo  perturbado.  En  la  ex- 
posición se  ha  seguido  un  método 
eminentemente  práctico.  Por  eso, 
cuando  se  puede,  sin  perjuicio  de  la 
claridad,  se  prescinde  de  la  deducción 
analítica,  á  veces  complicada,  de  las 
fórmulas  que  han  de  aplicarse.  En 
cambio  se  explican  con  mucho  deteni- 
miento los  procedimientos  que  pueden 
seguirse  para  determinar  las  cantida- 
des que  intervienen  en  las  fórmulas, 
se  describen  minuciosamente  las  par- 
tes todas  de  los  aparatos,  se  indica 
con  numerosos  esquemas  y  fotograba- 
dos cómo  se  han  instalado  los  diversos 
aparatos,  y  hasta  se  enumeran  las  difi- 
cultades con  que  suele  tropezarse  en 
el  manejo  de  los  mismos  y  la  manera 
más  cómoda  y  útil  de  obviarlas.  En 
fin,  para  que  nada  falte  de  cuanto  se 
refiere  á  la  parte  práctica  de  las  ob- 
servaciones, se  aducen  oportunos  é 
instructivos  ejemplos,  con  los  cuales  se 
enseña  la  manera  de  disponer  y  veri- 
ficar los  cálculos  una  vez  obtenidos 
los  datos  experimentales. 

Acompaña  á  esta  memoria  un  apén- 
dice acerca  de  los  iones.  Aunque  no 
pretende  el  autor  dar  idea  perfecta  y 
acabada  de  ramo  tan  interesante  de 
la  ciencia  eléctrica,  creemos  que  bas- 
tan estas  páginas  para  que  los  lecto- 
res medianamente  instruidos  en  este 
orden  de  ideas  adquieran  algún  cono- 
cimiento de  lo  que  se  entiende  por 


movilidad,  masa  y  carga  eléctrica  de 
los  iones,  y  sepan  cuál  es,  según  la 
opinión  más  probable,  la  constitución 
de  los  mismos. 

J.  M.  P. 

OBRAS  FILOSÓFICAS 

1.  Introducción  General  á  la  Filosofía, 
por  Juan  Zaraoüeta.  Folleto  en  8.°  ma- 
yor prolongado  de  87  páginas.— Ma- 
drid, tipografía  de  la  Revista  de  Archi- 
vos, Infantas,  42;  1909. 

El  distinguido  profesor  del  Semina- 
rio Conciliar  y  de  la  Academia  Uni- 
versitaria Católica  de  Madrid  acaba 
de  publicar  en  libro  aparte  las  confe- 
rencias dadas  durante  el  curso  próxi- 
mo pasado  en  ambos  centros  de  ense- 
ñanza. La  materia  está  dividida  en  tres 
partes:  ojeada  histórica  sobre  el  des- 
arrollo de  la  Filosofía  moderna;  pro- 
blemas fundamentales,  su  plantea- 
miento y  solución.  El  fin  de  este  tra- 
bajo es  establecer  los  prolegómenos 
de  la  Filosofía  como  base  para  un  tra- 
bajo ulterior.  La  materia,  por  qué  ne- 
garlo, es  abstracta  y  seca,  como  quiera 
que  trata  de  los  conceptos  más  áridos 
de  la  lógica  y  metafísica;  pero  no  por 
eso  menos  importante,  ya  que  de  su 
plena  inteligencia  depende  la  verda- 
dera solución  de  problemas  trascen- 
dentales. Por  otra  parte,  el  docto  pro- 
fesor ha  sabido  exponer  dichos  con- 
ceptos con  precisión,  orden  y  claridad. 

2.  Tratado  elemental  de  Filosofía,  por 
D.  Mercier  y  D.  Nys.  Tomo  I:  Introduc- 
ción y  Nociones  propedéuticas  (por 
Mercier);  Cosmología  (por  Nys);  Psico- 
logía, Cr¡teriologia,Ontología  (por  Mer- 
cier). Traducción  de  la  segunda  edición 
francesa  (1909)  por  el  R.  P.  Fr.  José  de 
Besalú,  o.  M.  C.  711  páginas  en  8."  me- 
nor.—Luis  Gili,  editor,  Balmes,  83,  Bar- 
celona, 1909.  Precio,  5,50  pesetas. 

Para  estimar  este  libro  en  lo  que  se 
merece,  basta  saber  que  está  escrito 
por  autores  tan  prestigiosos  como 
el  Emmo.  Cardenal  Mercier  y  el  repu- 
tado profesor  Nys.  Gracias  á  su  ex- 
posición clara,  sencilla,  párrafos  cortos 
y  lenguaje  acomodado  á  todas  las  inte- 
ligencias, se  lee  sin  aquel  cansancio 
que  de  suyo  suele  producir  la  lectura 
de  materias  abstractas  y  abstrusas  de 


528 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


la  Filosofía.  Está  inspirado  en  la  sana 
doctrina  de  Santo  Tomás,  bien  que  á 
los  partidarios  de  un  escolasticismo 
amplio,  y  en  especial  de  Escoto,  Suá- 
rez  y  Buenaventura,  podrá  parecer  á 
veces  algo  exclusivista.  En  particular, 
dos  ventajas  principales  ofrece  este 
tomo:  1.%  que  este  compendio  no  es 
uno  de  tantos  en  que  por  centési- 
ma vez  se  repiten  las  mismas  ideas 
expuestas  en  el  cuadro  inmoble  de  mu- 
chas obras  de  texto;  en  éste  hácense 
cargo  sus  autores  del  pensamiento  y 
movimiento  filosófico  moderno  y  po- 
nen á  la  Filosofía  en  contacto  con  la 
ciencia,  como  se  echa  de  ver,  por 
ejemplo,  en  la  exposición  de  algunas 
teorías  cosmológicas  y  en  las  láminas 
con  que  se  ilustran  los  fenómenos  bio- 
lógicos y  psicofisiológicos;  2.'^,  que 
por  sus  reducidas  dimensiones  es  muy 
manejable  y  muy  acomodado  para 
obra  de  texto.  Por  todo  lo  cual  cree- 
mos que  tendrá  buena  acogida  en  los 
Seminarios,  como  debiera  tenerla  en 
los  Institutos  y  aun  en  las  Universida- 
des, y  alabamos,  así  la  traducción,  que 
está  hecha  con  esmero,  como  la  feliz 
idea  del  editor  de  publicar  obras  de 
esta  índole. 


3.  Le  Sens  Commun,  la  Philosophie  de 
l'étre  et  les  Formules  dogmatiques,  par 
Fr.  R.  Garrigou-Lagranoe,  des  Fréres 
Précheurs,  professeurs  de  dogme  au 
Collége  théologique  de  Kain-ies-Tour- 
nais.  Volumen  en  8.°  menor  de  311  pá- 
ginas.—París,  G.  Beauchesne,  117,  rué 
de  Rennes,  1909.  Precio,  3,50  francos. 

En  la  primera  de  las  dos  partes  que 
contiene  examina  el  valor  lógico  del 
sentido  común  ante  el  pragmatismo, 
sacando  en  conclusión  que  éste  es  una 
aplicación  del  nominalismo  más  radi- 
cal, y  consiguientemente,  la  negación 
del  valor  ontológico  de  los  dogmas.  A  la 
hipótesis  pragmatista  del  sentido  co- 
mún contrapone  el  autor  la  teoría  clási- 
ca de  Aristóteles  y  Santo  Tomás.  En  la 
segunda  estudia  las  relaciones  de  las 
fói muías  dogmáticas  con  el  sentido  co- 
mún, examinando  en  qué  grado  son 
aqué'las  a  ^cesibles  á  éste,y  termina  con 
un  apéndice  acerca  de  la  crítica  moder- 
nista sobre  las  pruebas  de  la  existen- 
cia de  Dios.  Este  trabajo  apareció  ya 


en  forma  de  artículos  en  la  Revue  Tho- 
miste;  es  una  refutación  seria  y  con- 
cienzuda de  una  parte  de  la  doctrina 
modernista,  especialmente  de  Mr.  Le 
Roy.  Teniendo  que  habérselas  con  los 
modernistas,  le  hubiera  sido  mejor 
prescindir  aquí  de  ciertas  cuestiones 
incidentales  y  sutiles  entre  tomistas, 
escotistas  y  suaristas, tanto  más  cuanto 
que  la  doctrina  de  la  subsistencia  ex- 
puesta por  Suárez  y  Escoto  no  es, 
como  se  le  figura  al  autor,  peligrosa. 


4.  Précis  de  Psychologie,  par  William 
James,  tradult  par  E.  Baudin,  professeur 
de  Philosophie  au  Collége  Stanislao,  et 
ü.  Bertier,  directeur  de  l'école  des  Ro- 
ches. Volumen  en  8."  mayor  de  XXXVI- 
631  páginas.— Paris,  rué  Jacob,  31,  Mar- 
cel  Riviére,  éditéur,  1909.  Precio,  10 
francos. 

El  presente  compendio  de  Psicolo- 
gía es  el  octavo  tomo  que  publica  la 
«Biblioteca  de  Psicología  experimen- 
tal», dirigida  por  M.  Peillaube.  No  es 
un  manual  árido;  su  lectura  es  amena, 
de  estilo  vivo  y  expresivo;  contiene 
muchas  observaciones  y  pensamientos 
originales  y  está  ilustrado  con  figuras. 
Hay  que  advertir  que  los  capítulos  que 
integran  este  tomo  fueron  escritos 
cuando  su  autor  figuraba  como  simple 
psicólogo  antes  de  su  profesión  de 
pragmatista.  Por  eso,  aunque  W.  Ja- 
mes es  hoy  uno  de  los  principales 
portaestandartes  de  la  teoría  de  la 
subconciencia  y  de  la  creencia  prag- 
matista, sin  embargo,  en  esta  obra 
apenas  hace  mención  de  estas  teorías. 
En  la  concepción  de  la  conciencia, 
como  flujo  ó  corriente  de  fenómenos, 
tiene  ciertamente  páginas  brillantes; 
pero  exagera  manifiestamente  é  incu- 
rre en  algunas  inexactitudes.  W.  James 
es  partidario  del  determinismo  psico- 
fisiológico,  en  que  la  conciencia  se 
halla  condicionada  por  el  sistema  ner- 
vioso, y  prescinde  de  la  libertad  psico- 
lógica propiamente  dicha,  diciendo 
que  la  Psicología  no  es  capaz  de  pro- 
barla ni  de  negarla.  Más  de  una  vez 
hemos  expresado  que  no  podemos  es- 
tar conformes  con  algunas  ideas  de 
W.  James;  pero  esta  obra  la  podrán 
leer  con  provecho  los  psicólogos,  y 
Mr.  Peillaube  y  Mr.  Riviére  han  tenido 
buen  acuerdo  en  publicarla  en  francés. 


NOTICIAS  BIBLIOGRÁFICAS 


529 


5.  Las  Pasiones.  Tratado  práctico  por  el 
R.  P.  Lejeune,  redentorista;  traducción 
de  Emilio  ángel  Roig.  179  páginas  en 
8."  menor.— Barcelona,  Gustavo  Gili, 
editor.  Universidad,  45;  1910.  Precio,  2 
pesetas. 

Es  un  asunto  muy  interesante,  así  al 
psicólogo  como  al  moralista,  como  á 
los  educadores  de  la  juventud.  El  au- 
tor expone  brevemente  la  teoría  de  las 
pasiones  en  general  y  en  especie,  par- 
tiendo de  la  base  y  clasificación  tradi- 
cional. Los  20  capítulos,  de  que  consta 
el  opúsculo,  ofrecen  abundante  materia 
de  reflexión  psicológica,  moral  y  peda- 
gógica, en  especial  los  capítulos  IV  y  V, 
en  que  se  trata  del  gobierno  de  las  pa- 
siones y  funestos  efectos  de  las  pasio- 
nes desencadenadas.  Se  lee  con  inte- 
rés, tanto  por  razón  de  la  materia 
como  por  la  limpidez  de  la  forma,  ora 
por  la  elección  de  los  ejemplos,  ora 
por  sus  aplicaciones  prácticas.  Lleva 
al  principio  una  carta  laudatoria  del 
Emmo.  Cardenal  Mercier,  que  es  su 
elogio  más  expresivo  y  autorizado. 


prolongado.— Bogotá,  imprenta  de  La 
Luz,  1909. 

Bajo  el  nombre  de  Filosofía  del  De- 
recho comprende  el  autor  en  este  pri- 
mer tomo  la  Etica  y  el  Derecho  Natu- 
ral. Con  claridad,  orden,  erudición  só- 
lida y  buen  criterio  va  analizando  los 
principios  é  ideas  fundamentales  de  la 
Etica  y  Derecho  Natural,  como  son,  el 
fin  del  hombre,  el  orden  moral,  la  ley 
eterna  y  sus  participaciones,  la  mora- 
lidad, la  justicia,  el  derecho,  sus  pro- 
piedades y  especies,  el  deber  y  los  de- 
beres jurídicos,  etc.  Estudia  la  libertad 
de  conciencia,  no  en  el  sentido  en  que 
el  liberalismo  la  proclama  como  una 
de  sus  conquistas,  sino  en  cuanto  es 
un  derecho  limitado,  y  el  autor  señala 
bien  la  verdadera  autoridad  que  lo  li- 
mita. El  libro  viene  á  ser  un  buen  tra- 
tado de  Filosofía  del  Derecho,  y  resul- 
tará completo,  en  su  género,  cuando  el 
autor  le  añada  la  crítica  de  algunas 
teorías  y  orientaciones  que  han  apare- 
cido recientemente. 


6.  Les  Arguments  de  l'Atheisme,  par 
J.  L.  DE  LA  Paquerie.  Opúsculo  CU  8.° 
menor  de  64  páginas.— Paris,  übrairie 
Bloud  et  C '",  7,  Place  Saint-Sulpice,  1909. 
Precio,  0,60  francos. 

Mr.  J.  L.  de  la  Paquerie  es  conocido 
por  sus  Elements  d'Apologetique,  obra 
elogiada  por  la  prensa  católica  y  por 
Mgr.  Mignot,  Arzobispo  de  Albi.  En 
el  presente  opúsculo  va  refutando  los 
argumentos  del  ateísmo,  fijándose  en 
los  presentados  por  Kant,  Spencer,  le 
Dantec  y  M.  Hébert.  Dice  bien  el  au- 
tor, que  no  basta  conocer  las  pruebas 
de  la  existencia  de  Dios,  sino  que  para 
la  plena  inteligencia  de  la  cuestión 
conviene  conocer  también  las  objecio- 
nes y  tener  á  mano  la  respuesta;  y 
esto  es  lo  que  hace  el  autor  con  una 
exposición  y  crítica  tan  claras  como 
breves. 


7.  Filosofía  del  Derecho.  Conferencias 
dictadas  en  la  Facultad  de  Derecho  y 
Ciencias  políticas  de  Bogotá,  por  Pedro 
María  Carreño,  profesor  en  dicha  Fa- 
cultad. Tomo  1:  Etica  y  derecho  indivi- 
dual. Volumen  de  239  páginas  en  4.° 


8.  El  Positivismo.  Su  historia  y  sus  erro- 
res, por  José  M.  de  Jesús  Portugal, 
Obispo  de  Aguascalientes  (México).  Un 
volumen  de  320  páginas  en  8.°  menor.— 
Barcelona,  Eugenio  Subirana,  editor  y 
librero  Pontificio,  1908. 

Aunque  el  positivismo,  como  tal,  ha 
pasado  ya  de  moda,  pero  su  espíritu 
sigue  informando  muchas  concepcio- 
nes filosóficas.  Por  eso  no  carece  de 
utilidad  presentar  expuestos  en  un  re- 
ducido volumen  sus  dogmas  capitales: 
tal  es  la  labor  del  limo.  Sr.  Obispo  de 
Aguascalientes.  Presenta,  en  primer 
lugar,  las  fisonomías  de  los  positivis- 
tas más  célebres,  y  después  los  erro- 
res del  positivismo:  bajo  ambos  as- 
pectos es  una  buena  contribución  á  la 
Historia  de  la  Filosofía,  y  con  una  lec- 
tura interesante  ofrece  materia  más 
que  suficiente  para  conocer  las  diferen- 
tes fases  del  positivismo.  Solamente 
nos  permitiremos  advertir  que  Wundt, 
aunque  tiene  algunos  puntos  de  con- 
tacto con  los  positivistas,  como  tam- 
bién los  tiene  Kant,  no  pertenece  al 
grupo  de  los  positivistas.  No  se  nos 
oculta  que  hace  años  le  contaban  algu- 
nos, entre  ellos  el  P.  Gruber,  de  quien 


530 


NOTICIAS  BIBLIOGRÁFICAS 


el  ¡lustrado  autor  toma  los  datos  so- 
bre Wundt,  entre  los  positivistas;  hoy 
ciertamente  no  es  esa  la  posición  del 
célebre  psicólogo  de  Leipzig,  el  cual, 
no  sólo  refuta  el  positivismo,  sino  que, 
en  alas  de  su  agudo  y  sutil  entendi- 
miento, bien  que  no  libre  de  errores, 
se  eleva  á  las  concepciones  más  altas 
y  abstractas  de  la  Metafísica. 

9.  La  Lamiere  du  Cceur,  par  Joseph  Ser- 
re.  Un  volumen  en  8.°  menor  de  320 
páginas. —  Emmanuel  Vilte,  éditeur, 
Lyon,  3,  place  Belleour;  Paris,  14,  rué 
de  l'Abbaye,  1909.  Precio,  3,50  francos. 

El  tomo,  que  viene  á  ser  un  como 
tratado  de  la  filosofía  religiosa,  cons- 
ta de  tres  partes.  En  la  primera  se 
trata  de  establecer  que  en  el  hombre, 
además  de  la  razón,  hay  otra  luz,  el 
sentido  de  lo  ideal,  de  lo  divino;  en  la 
segunda  se  insiste  en  que  la  ley  de  la 
vida  feliz  consiste  en  hacer  que  al  en- 
canto y  al  desencanto  suceda  el  so- 
breencanto  que  armonice  las  dos  ex- 
presiones antitéticas;  en  la  tercera  re- 
futa á  Mr.  Séailles  acerca  de  la  incom- 
patibilidad de  la  moral  cristiana  con  la 
moderna  En  las  tres  partes  palpita  el 
sentimiento  cristiano  del  autor  y  su 
amor  sincero  á  la  verdad;  y  toda  la 
exposición  es  fluida  y  aun  sugestiva; 
solamente  que  aparece  á  veces  un 
tanto  matizada  de  cierto  sentimenta- 
lismo de  Gratry,  y  de  alguna  falta  de 
precisión  en  varios  puntos  Más  que 
trabajo  de  rigor  científico  es  obra  de 
lectura  filosófica  amena,  lo  que  se 
echa  de  ver  en  el  mismo  artificio  de 
las  partes:  éstas  son  tres,  y  cada  una, 
á  su  vez,  trimembie.  Las  tres  esfin- 
ges (I.'');  Los  tres  momentos  de  la 
vida  (2.^);  Las  tres  morales  (3.^). 

E.  U.  DE  E. 


OBRAS  SOCIALES 

Les  Syndicats  professionels  féminins,  par 
LuDovic  DE  CoNTENSON.  Un  vol.  in-16  de 
64  paofes  (coUection  Science  et  Religión). 
Prix:  O  fr.  60.— Bloud  et  O-,  éditeurs,  7, 
place  Saint-Sulpice,  Paris. 

Para  remediar  los  grandes  males  de 
la  mujer  trabajadora  propone  el  autor 
la  institución  de  sindicatos  f  meninos 
estrictamente  profesionales,  dirigidos 


por  las  mismas  trabajadoras  y  desti- 
nados á  constituir  paradlas  como  una 
segunda  familia:  la  familia  profesional. 
La  competencia  del  autor  en  materias 
económicas  da  singular  valor  á  los 
nueve  capítulos  del  libro.  El  sindicato 
como  lo  propone  Contenson  no  es  una 
obra  propiamente  confesional;  pero  re- 
quiere una  base  cristiana  y  comunidad 
en  las  ideas  fundamentales,  religiosas 
y  morales,  entre  las  asociadas. 


Le  travail  des  fcmmes  á  domicile,  par  le 
comte  d'Haussonville,  de  TAcadémie 
fran^aise.  Un  vol.  in-Í6  de  64  pages. 
(CoUection  Science  et  Religión.)  Prix: 
0fr.60.  -  Elond  et  O^,  éditeurs,  7,  place 
Saint-Sulpice,  Paris. 

La  pluma  elegante  del  autor  no  se 
limita  á  exponer  el  estado  lastimoso 
del  trabajo  que  le  íirve  de  íe.ria,  sino 
que  señala  los  remedios.  El  conde  de 
Haussonville  está  en  estamaíe  ia  como 
en  su  propio  elemento;  á  ella  ha  dedi- 
cado mucho  tiempo  sus  desvelos,  y  así 
tienen  sus  observaciones,  sus  consejos 
y  sus  planes  un  mérito  singular. 

Annuaire  de  la  Législation  du  Travail.  Pu- 
blié  par  l'office  du  Travail  de  Beijiique. 
\2-^  année.  1908.— Bruxelles,  iibrairie  Al- 
bert  Dewit,  53,  rué  Royale,  1909.  Un 
tomo  en  4."  de  920  páginas,  6  francos. 

Al  anunciar  el  tomo  anterior  adver- 
timos que  desde  entonces  para  ade- 
lante se  publ. caria  el  texto  original  in- 
glés y  alemán,  además  de  la  traducción 
francesa,  á  excepción  de  la  legislación 
privativa  de  los  cantones  suizos  y  Es- 
tados particulares  de  la  América  del 
Norte.  Esto  explica  lo  voluminoso  del 
tomo,  al  cual  le  han  cabido  en  suerte 
varias  leyes  importantes.  Contentémo- 
nos con  citar  la  ley  de  Asociaciones  en 
Alemania,  el  reglamento  para  la  ejecu- 
ción de  la  ley  sobre  el  Seguro  obligato- 
rio de  empleados  privados  en  Austria, 
la  ley  de  Seguros  obreros  contra  los  ac- 
cidentes en  empresas  agrícolas  y  fores- 
tales en  Dinamarca,  la  institución  de 
los  Consejos  consultivos  del  trabajo  en 
Francia,  la  ley  sobre  Pensiones  de  la 
vejez  en  Inglaterra,  sobre  Pensiones  de 
invalidez  y  ancianidad  en  Australia,  so- 
bre el  salario  mínimo  en  Nueva  Gales 
del  Sud,  sobre  el  Descanso  dominical 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


531 


en  Tasmania,  etc.,  etc.  España  está 
bien  representada  con  leyes  impor- 
tantes. 

Memoria  del  servicio  de  Inspección  en 
1907  (Instituto  de  Reformas  Sociales, 
sección  segunda).  — Madrid,  1908.  Un 
tomo  en  4."  de  271-Xl  páginas,  una 
peseta. 

El  primer  año  en  que  se  realizó  el 
servicio  de  Inspección  del  trabajo  en 
España  fué  el  de  1907,  y  aunque  las 
primeras  tentativas  no  suelen  ser  per- 
fectas, han  sido,  con  todo  eso,  notables 
los  resultados. 

«Cabe  consignar — dice  la  Memoria 
en  la  página  9— que  la  cantidad  de  da- 
tos recogidos  en  el  primer  año  en  que 
ha  funcionado  la  Inspección  es  enorme, 
sin  contar  con  los  numerosos  é  intere- 
santísimos informes  que  han  evacuado 
los  inspectores  sobre  determinadas  in- 
dustrias y  procedimientos  de  trabajo... 

»E1  mimero  de  fábricas  visitadas,  de 
leyes  repartidas,  de  abusos  corregi- 
dos, de  industrias  colocadas  en  el  terre- 
no de  la  seguridad,  necesario  para  ga- 
rantir la  vida  del  operario,  es  grande, 
y  esto  se  ha  conseguido  sin  lucha,  por 
la  enseñanza  y  el  convencimiento.» 

Á  la  Memoria  explicativa  de  la  orga- 
nización de  la  Inspección  y  de  las  visi- 
tas hechas  por  los  inspectores  sigue 
el  mapa  orgánico  de  la  Insperción,  el 
de  los  itinerarios  seguidos  y  el  plano 
de  las  canteras  del  puerto  de  Alicante. 

Retiros  obreros.  Conferencias  da  propa- 
ganda dadas  en  la  inauguración  del 
curso  de  1909-1910  de  la  Escuela  de  Ar- 
tes Industriales  por  su  director  D.  Euge- 
nio Madrigal  Villada,  Canónigo  de  la 
S.  I.  Catedral.— Falencia,  1909. 

Conferencia  breve  en  páginas  pero 
nutrida  de  doctrina  es  la  del  Sr.  Madri- 
gal, celosísimo  director  de  la  revista 
La  Propaganda  Católica  de  Falencia. 

El  fin  del  autor  es  exponer  el  nuevo 
régimen  de  Retiros  obreros,  introdu- 
cido por  la  ley  de  27  de  Febrero 
de  1908,  con  que  se  creó  el  Instituto 
Nacional  de  Previsión;  pero  con  este 
motivo  recuerda  las  antiguas  institu- 
ciones empíricas,  diversas  clases  de 
mutualidades  de  supervivencia,  las 
compañias  de  seguros  de  vida  y  los 


ejemplos  de  otras  naciones.  Expone  la 
organización  del  Instituto  Nacional  de 
Previsión,  defiende  el  régimen  de  liber- 
tad subsidiada  para  los  retiros  obre- 
ros, proclama  la  necesidad  de  confor- 
mar la  práctica  con  la  ciencia  actuarial 
y  demuestra  la  importancia  social  y 
educativa  de  la  previsión. 

La  Propaganda  Católica  ha  querido 
hacer  más  que  predicar  por  boca  de  su 
director,  ha  dado  ejemplo  contratando 
con  e'  Instituto  Nacional  una  libreta  de 
bonificación  disponible  por  valor  de  180 
pesetas;  ha  solicitado  el  beneficio  del 
seguro  colectivo  para  ser  intermedia- 
ria entre  los  imponentes  y  el  Instituto 
Nacional,  y  transformado  su  Caja  de 
ahorros  en  Caja  de  ahorros  para  la 
vejez.  Digno  es,  pues,  de  recomenda- 
ción el  concienzudo  estudio  del  Sr.  Ma- 
drigal y  el  notable  ejemplo  de  acción 
social  dado  por  La  Propaganda  Cató- 
lica de  Patencia. 


Catecismo  de  Sociología  cristiana,  por 
el  Dr.  Emilio  Bongiorni,  profesor  del 
Seminario  Mayor  de  Brescia.  Arreglado 
para  los  países  de  lengua  española  por 
Miguel  M.  de  la  Mora,  canónigo  Ma- 
gistral de  la  Iglesia  Catedral  de  Guada- 
lajara  (México).  Con  la  aprobación  de 
los  Excmos.  é  limos.  Sres.  Arzobispos 
de  Friburgo  y  Guadalajara.  En  8.°  de 
XVI  y  158  páginas.  Precio:  en  rústica,  2 
francos;  encuadernado  en  tela,  2,60  fran- 
cos. 

No  es  necesario  nuevo  elogio  para 
este  libro.  De  la  edición  original  escri- 
bía Toniolo  en  1904: 

«Este  es  un  libro  popular,  verdadera 
base  de  estudio  y  propaganda  para 
los  jóvenes  adeptos  de  los  círculos 
democrático-cristianos.  Con  tal  fin,  es 
breve,  claro,  digno  de  confianza  Pero 
¿deja  acaso  por  esto  de  tener  carácter 
científico'^  De  ningiín  modo.  Por  su 
brevedad  es  una  síntesis,  la  función 
más  alta  de  la  ciencia;  su  clarííad 
resulta  del  orden  perfecto,  que  Cousin 
llamaba  la  mitad  del  saber,  y  es  digno 
de  confianza,  autorizado,  seguro...» 

Un  aplauso  al  señor  de  la  Mora  por 
haber  arreglado  el  texto  italiano  para 
los  países  de  lengua  española. 

Prof.  Dr.  Louis  Varlez.  Die  Bekampjung 
der  iwjreiwilligen  Arbeitslosigkeit  1907- 


532 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


1909.  (La  lucha  contra  el  paro  involun- 
tario). Extracto  de  Soziale  Kultur,  Ju- 
lio-Septiembre de  1909. 

Desde  1904  publica  una  crónica  bi- 
bliográfica sobre  el  paro  del  trabajo 
en  la  industria  el  Sr.  Variez,  presi- 
dente del  Fonds  de  Chómage,  de  Gan- 
te. Parecía  primero  en  Kritísche  Bíat- 
ter,  mas  luego  que  esta  revista  no 
admitió  secciones  críticas,  salió  en  So- 
ziale Kultur.  En  los  cinco  años  trans- 
curridos, la  breve  crónica  del  principio 
ha  ido  convirtiéndose  en  largo  artícu- 
lo, donde  no  sólo  se  da  razón  de  muchí- 
simas publicaciones,  sino  también  de 
leyes  y  de  providencias  de  toda  suerte, 
todo  ello  presentado  en  su  propio  me- 
dio, es  decir,  en  las  naciones  respec- 
tivas. 

Los  últimos  artículos,  publicados  se- 
paradamente en  folleto  de  92  páginas, 
se  extienden  desde  el  último  tercio 
de  1907  al  primero  de  1909,  además  de 
los  períodos  indicados  en  casos  parti- 
culares, y  van  recorriendo  sucesiva- 
mente las  obras  de  carácter  internacio- 
nal, las  alemanas,  belgas,  suizas,  fran- 
cesas, inglesas,  holandesas,  italianas, 
suecas,  danesas,  noruegas,  finlandesas, 
austríacas,  americanas.  Quien  entre 
nosotros  quiera  escribir  sobre  la  ma- 
teria, hal  ara,  pues,  ahí  un  verdadero 
arsenal  de  datos  y  noticias. 


Catholiques  et  Socialistes.  A  propos  des 

.   Semaines  sociales,  par  Etienne  Lamy, 

de    i'Académie  Frangaise.  (Collection 

Science  et  Religión.)  Un  vol.  in-16  de  61 

I  pages,  O  fr.  60.— Bloud  et  C'" ,  éditeurs, 

7,  place  Saint-Sulpice,  París. 

Expuestas  con  brevedad  la  guerra 
social  y  sus  causas,  traza  el  autor  un 
paralelo  entre  la  doctrina  socialista  y 
la  de  los  católicos  sociales,  acabando 
por  exhortar  á  la  acción  por  las  ideas 
y  por  las  virtudes.  Con  razón  encarece 
Lamy  la  urgente  necesidad  de  que  el 
catóiico  conforme  su  conducta  con  su 
fe,  si  quiere  ganar  á  los  incrédulos, 
conforme  en  esto  con  las  repetidas 
enseñanzas  de  Pío  X.  <'E1  catolicismo- 
dice  Lamy— no  es  política  de  habilido- 
sos ni  diversión  de  teóricos  para  re- 
creo del  entendimiento  ocioso;  es  ley 
moral,  cuya  virtud  se  ha  de  probar  con 


virtudes  y  transparentarse  en  la  vida 
entera  de  los  fieles.» 


Biblioteca  Manuales-Soler.  Barcelona, 
Consejo  de  Ciento,  416. 

1.  Documentos  mercantiles  de  uso  co- 
rriente y  de  fácil  transmisión,  por  don 
Francisco  ürau  Granell,  abogado.  204 
páginas,  3  pesetas. 

El  contenido  de  la  obra  se  expresa 
en  el  título,  y  el  orden  lo  declara  el 
autor  en  las  siguientes  palabras: 

«Seguiré,  en  cuanto  se  ajuste  á  mi 
plan  para  el  estudio  de  los  documen- 
tos mercantiles  de  referencia,  el  orden 
con  que  se  regulan  las  operaciones  que 
dan  lugar  á  los  mismos  en  el  vigente 
Código  de  Comercio,  extendiéndome 
en  el  estudio  de  la  letra  de  cambio, 
por  ser  el  documento  mercantil  de  uso 
más  corriente  entre  comerciantes  y  no 
comerciantes,  procurando  en  todos  y 
cada  uno  de  los  documentos  exponer 
todo  cuanto  sea  preciso  para  que  re- 
sulte claramente  su  forma,  sus  efectos 
y  la  manera  fácil  de  solucionar  los  in- 
convenientes que  pueden  presentarse 
al  servirse  de  él  con  relación  á  los 
contratos  que  del  mismo  arranquen, 
que  serán  explicados  en  lo  menester.» 
Si  á  esto  se  añade  que  el  autor  se  ha 
propuesto  y  ha  logrado  escribir  un 
libro  de  vulgarización  y  esencialmente 
práctico,  avalorado  con  numerosos  fac- 
símiles, que  hacen  más  inteligible  la 
materia,  se  entenderán  la  utilidad  y 
el  mérito  de  la  obra  para  toda  clase 
de  personas. 


2.  Investigación  y  alumbramiento  de 
aguas  subterráneas,  por  D.  Lucas  Fer- 
nández Navarro,  catedrático  por  opo- 
sición en  la  Facultad  de  Ciencias  Natu- 
rales de  la  Universidad  de  Madrid.  165 
páginas,  1,50  pesetas. 

Á  juicio  del  autor,  van  «equivocados 
los  que  fían  en  absoluto  la  solución 
del  problema  á  la  multiplicación  im- 
premeditada de  canales  y  pantanos. 
Lo  que  hace  falta,  sobre  todo,  es  bus- 
car el  agua  que  ha  de  llenarlos.  Por  no 
tener  esto  en  cuenta,  fueron  un  fracaso 
económico  la  mayoría  de  las  grandes 
obras  hidráulicas  realizadas  en  nues- 
tro país.  Obras  que,  por  otra  parte, 


NOTICIAS  BIBLIOGRÁFICAS 


533 


por  su  dificultad  y  por  su  coste,  sólo 
están  al  alcance  del  Estado  ó  de  las 
grandes  compañías  industriales.  Muy 
al  contrario  de  las  que  en  este  librito 
aconsejaremos,  que  siendo  fáciles,  eco- 
nómicas y  de  resultados  inmediatos, 
pueden  ser  desde  luego  emprendidas 
por  los  pequeños  industriales  y  agri- 
cultores». El  último  párrafo  transcrito 
da  idea  de  la  importancia  y  utüidad 
del  libro.  Suponemos  que  el  Alberto  el 
Grande  del  siglo  Xlll,  de  que  se  habla 
en  la  página  31,  como  el  primero  que 
dio  la  verdadera  explicación  de  la  tem- 
peratura de  las  aguas  subterráneas, 
será  San  Alberto  el  Grande  ó  Magno. 


3.  Pozos  artesianos,  por  D.  Lucas  Fer- 
nández Navarro.  128  páginas,  1,50  pe- 
setas. 

Este  tomito  y  el  anterior  se  comple- 
tan mutuamente  y  tienen  un  mismo 
autor,  quien  ha  dado  en  Pozos  artesia- 
nos las  nociones  de  estratigrafía  que 
se  suponen  también  en  Investigación  y 
alumbramiento  de  aguas  subterráneas. 
Contiene  cinco  capítulos:  I.  Breves  no- 
ticias históricas.  II.  Nociones  de  Estra- 
tigrafía y  Petrografía.  III.  Pozos  arte- 
sianos. IV.  La  perforación.  V.  Los 
pozos  artesianos  en  España.  El  manual 
va  acompañado  de  un  Esquema  geo- 
lógico de  la  península  Ibérica. 


4.  La  Pirotecnia  moderna,  por  Juan  Bau- 
tista Ferré  Vallvé,  industrial  piro- 
técnico y  químico.  Con  un  prólogo  y 

.  anotaciones  técnicas  del  Dr.  D.  Francis- 
co Perpiñá  García,  farmacéutico.  260 
páginas,  2  pesetas. 

El  Sr.  Ferré,  con  un  desprendimien- 
to raro  entre  los  industriales,  nos  des- 
cubre los  secretos  de  su  pirotecnia,  en 
que  es  maestro  consumado,  y  con  dar- 
nos la  receta  de  tantos  fuegos  de  arti- 
ficio, no  ha  querido  emplear  ninguno 
en  la  explicación;  mereciendo  así  doble 
gratitud  de  los  lectores,  porque  les 
enseña  mucho  y  con  suma  brevedad  y 
sencillez. 

N.  N. 


Flora  descriptiva  é  ilustrada  de  Galicia, 
por  el  R.  P.  Baltasar  Merino,  S.  J.  To- 


mo III.  Fane'-ógamas,  monocotiiedones, 
policotiledones,  criptógamas  vasculares. 
Suplemento.— Santiago,  1909.  Un  volu- 
men de  703  páginas  con  150  figuras. 

Con  este  voluminoso  tomo  se  da  fin 
deseado  á  la  sabia  Flora  de  Galicia, 
elaborada  durante  muchos  años  por  el 
P.  Merino.  No  hemos  de  repetir  los  elo- 
gios que  nos  han  merecido  los  tomos 
anteriores,  pues  el  presente  está  con- 
tinuado bajo  el  mismo  plan  y  con  aná- 
logas ilustraciones. 

Mas  como  en  el  transcurso  de  la  im- 
presión de  aquéllos  el  P.  Merino  ha 
seguido  recogiendo  abundantes  mate- 
riales y  explorando  nuevas  regiones, 
hacíase  necesario  añadir  un  suplemen- 
to que  reúna  los  nuevos  datos  acumu- 
lados por  el  asiduo  autor  de  la  Flora. 
En  él  vemos  la  descripción  de  especies 
nuevas,  tales  como  el  hermoso  Nar- 
clssus  Lagol,  y  las  vicisitudes  que  ha 
tenido  la  historiada  Iris,  cuya  lámina, 
en  litografía  de  color,  ilustra  el  volu- 
men. Publicada  con  el  nombre  de  Iris 
heterophylla  en  el  Boletín  de  la  Socie- 
dad Aragonesa  de  Ciencias  Naturales 
de  Julio  de  1908,  debió  de  cambiarse 
el  nombre  en  dlversifolla,  por  existir 
otra  especie  con  aquel  mismo  descrita 
por  los  Sres.  Roemer  y  Schultes;  mas 
al  cabo  ha  debido  identificarse  con  la 
Iris  Bolsslerl  Henriques  anteriormente 
descrita.  Achaque  es  este  harto  fre- 
cuente en  los  que  se  lanzan  á  dar  á  la 
imprenta  nombres  nuevos  ó  seres  nue- 
vos de  la  naturaleza,  y  achaque  muy 
difícil  de  evitar,  dada  la  multiplicidad 
de  revistas  y  obras  que  en  el  mundo 
entero  se  publican. 

Cierran  el  volumen  unos  índices 
alfabéticos  muy  completos,  que  ha- 
cen más  útil  y  fácil  el  manejo  de  la 
obra. 

Al  dar  al  autor  nuestra  más  calurosa 
felicitación  por  haber  dotado  á  Galicia 
de  una  obra  monumental  y  á  nuestra 
patria  de  un  trabajo  sin  segundo,  de- 
seamos que  el  P.  Merino  tenga  nume- 
rosos y  valientes  imitadores  en  todas 
las  regiones  de  nuestra  península,  y 
que  él  mismo,  prosiguiendo  adelante 
por  la  senda  empezada,  acometa  el  es- 
tudio de  las  Muscíneas  y  otras  Crip- 
tógamas de  Galicia,  como  el  mejor 
complemento  de  la  Fanerogamia  ga- 
llega. 


534 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


Desarrollo  sobre  cartulina  de  los  cuaren- 
ta y  ocho  sólidos  cristalográficos  más 
importantes,  por  D.  Eugenio  Aulet  So- 
ler, presbitero,  Doctor  en  Ciencias.— 
Barcelona,  1910. 

En  otras  tantas  cartulinas  presenta 
el  Sr.  Aulet,  catedrático  de  Historia. 
Natural  en  el  Instituto  de  Tarragona, 
el  trazado  de  los  48  cuerpos  cuyo  es- 
tudio es  más  importante  en  Cristalo- 
grafía, á  la  vez  que  en  un  cuaderno  que 
las  acompaña  da  las  instrucciones  ne- 
cesarias muy  prácticas  para  construir- 
lo, indicando  el  señalamiento,  incisión, 
recorte,  doblado  y  pegado. 

Es  esta  idea  de  grande  utilidad  para 
los  que  estudian  iMineralogia.  pues  con 
suma  facilidad  y  poco  dispendio  ten- 
drán á  la  vista  y  podrán  estudiar  á  su 
sabor  las  formas  y  propiedades  que 
de  otra  manera  no  podrían  conocer 
sino  con  mucho  trabajo  y  fatiga.  No 
menos  útil  será  para  profesores  y  es- 
tablecimientos de  enseñanza. 

L.  N. 


De  Scn'pfura  Sacra.  J.  V.  Bainvel,  lector 
de  teología  en  la  Facultad  teológica  de 
Paris.  Un  volumen  en 8." de  VIII-214 pági- 
nas. Precio, 3  francos;  franqueo,  3  fr.  25. 
Gabriel  Beauchesne  et  C'«,  117,  rué  de 
Rennes,  Paris  (6"),  1910. 

De  dos  partes  bien  distintas  consta 
la  nueva  obra  del  sabio  P.  Bainvel;  la 
primera,  documental,  donde  se  aducen 
ante  todo  los  documentos  eclesiásti- 
cos de  León  XIII  y  Pío  X,  de  las  Con- 
gregaciones, con  alguna  nota  ó  adver- 
tencia, y  las  Letras  apostólicas  norias 
que  se  erige  el  Instituto  bíblico  en 
Roma,  extractos  del  Vaticano  y  del 
Tridentino  y  aun  algunas  decisiones 
anteriores;  siguen  los  documentos  feo- 
lógicos  sumariamente  indicados,  y  con 
poco  mayor  amplitud  se  alegan  lospa- 
trísticos,  referentes  á  la  Escritura  en 
general,  al  Canon,  á  la  Inspiración. 
Luego  viene  un  florilegio  de  textos  bí- 
blicos con  algunas  buenas  adverten- 
cias, en  alguna  de  las  cuales,  por  su 
misma  brevedad  anfibológica,  alguien 
pudiera  tropezar:  «...  num  Christus  lo- 
cutus  sit  secundum  sensum  Jndaeorum, 
etiam  cum  is  sensus  non  esset  omnino 
verus...»  (pág.  97). 

Fundada  en  esta  primera  parte,  se 


expone  la  segunda,  dogmático-escolás- 
tica, en  forma  de  tesis,  tratándose  pri- 
mero las  cuestiones  generales  de  exis- 
tencia y  concepto  de  Escritura  Sagra- 
da, nombre,  orden,  inspiración,  noción 
de  libro  divino-humano... 

Analízase  luego  el  concepto  de  ins- 
piración, la  cual  se  extiende  de  alguna 
manera  también  á  la  palabra  «inspira- 
tío  verbalis  late  dicta».  De  cualquier 
manera  que  esto  sea,  nada  hay  en  la 
Escritura  Sagrada,  ni  religioso  propia- 
mente dicho,  ni  histórico  ni  científico 
que  no  sea  inspirado.  De  aquí  se  de- 
duce la  inerrancia  de  todo  lo  que  afir- 
ma el  escritor  sagrado. 

La  cuestión  del  Canon  se  trata  con 
toda  la  lucidez  que  es  posible  en  un 
capítulo,  lo  cual  se  completa  con  el  si- 
guiente, declarando  la  autenticidad  de 
la  Vulgata  sobre  las  firmes  huellas  de 
Cornely.  Por  último,  se  da  un  resumen 
de  hermenéutica. 

A  la  gran  utilidad  de  presentar  reu- 
nidos los  documentos,  se  añade  la  ex- 
posición lúcida  y  serena,  completa, 
cuanto  lo  permite  lo  reducido  del  li- 
bro. Además,  con  las  citas  de  autores 
se  abre  campo  al  estudio  más  extenso 
y  profundo,  con  el  que  tal  vez  se  preci- 
sarán-con  más  exactitud  algunos  pun- 
tos y  afirmaciones  del  autor  á  que  pu- 
diera hacerse  algún  reparo. 

M.  SÁINZ. 


Antes  y  después  de  la  primera  comunión. 
Ejercicios  espirituales  para  niños,  por 
el  R.  P.  Francisco  M.  Negro,  Redento- 
rista.  —  Madrid,  administración  de  El 
Perpetuo  Socorro.  1909.  Un  tomo  en  8." 
de  674  páginas,  2  pesetas. 

Esta  obra  doctrinal  va  acomodada 
para  los  ejercicios  de  los  niños,  distri- 
buida por  días,  en  cada  uno  de  los 
cuales  se  ponen  doctrinas,  exámenes  y 
prácticas.  Se  recomienda  en  ella  la 
sencillez  y  claridad  y  la  manera  de 
ilustrar  las  verdades  con  ejemplitos  y 
comparaciones  á  propósito  para  los 
niños,  á  quien  se  dirigen.  Las  pláticas 
doctrinales  son  muy  instructivas  y 
amenas;  por  lo  cual  podemos  augurar 
y  deseamos  á  este  libro  toda  la  acep- 
tación que  se  merece. 

R.  R.  A. 


NOTICIAS  BIBLIOGRÁFICAS 


535 


Rodolfo  M.  Fierro  Torres,  S.  S.  Nuestra 
semana  negra.  Los  Salesianos  en  la  úl- 
tima semana  de  Julio  de  1909.—  Libre- 
ría salesiana  de  Sarria.  Apartado  núme- 
ro 175,  Barcelona.  En  8."  de  198  páginas. 

Un  episodio  de  la  semana  sangrien- 
ta de  Barcelona,  lo  que  acaeció  en  ella 
á  los  colegios  de  Padres  Salesianos  y 
de  Hijas  de  María  Auxiliadora,  se  re- 
fiere en  este  breve  opúsculo.  Escenas 
conmovedoras,  aventuras  novelescas, 
rasgos  trágicos  y  cómicos  hábilmente 
descritos,  diálogos  chispeantes,  hacen 
que  se  lea  este  librito  con  sumo  de- 
leite y  que  no  se  acierte  á  dejarlo  de 
las  manos  hasta  haberlo  concluido. 
Tiene  además  el  mérito  de  la  fidelidad 
y  verdad  históricas,  puesto  que  lo  que 
se  narrase  ha  oído  de  labios  de  testigos 
presenciales  y  de  actores  fidedignos 
que  intervinieron  en  las  diversas  jor- 
nadas de  aquel  drama.  Algunas  inco- 
rrecciones de  lenguaje  é  impropiedad 
en  las  palabras  no  disminuyen  el  inte- 
rés de  la  lectura  ni  la  intensidad  de  los 
varios  afectos  que  ésta  produce. 


La  Sagrada  Eucaristía.  Opúsculo  dedi- 
cado á  Su  Santidad  Pío  X  en  su  jubileo 
sacerdotal,  por  D.  Pablo  Mir  y  Ferrhr, 
cura  párroco.  Con  licencia  eclesiástica. 
Barcelona,  imprenta  de  la  Casa  Provin- 
cial de  Caridad,  calle  de  Monteaiegre, 
núm.  5;  1908.  En  4.°  de  192  páginas.  Pre- 
cio, 1,50  pesetas. 

No  se  propone  el  autor  tratar  la  ma- 
teria teológicamente,  sino  de  un  modo 
llano  é  inteligible  al  pueblo  cristiano. 
Así  habremos  de  considerar  el  libro. 
Trescosas  hallamos  en  él  dignasde  ala- 
banza: la  elección  de  cuestiones  en  un 
tratado  en  donde  abundan,  elección 
muy  apta  para  encender  en  los  fieles 
el  amor  al  Santísimo  Sacramer.to;  el 
estilo,  que  si  se  quita  alguna  expresión 
(v.  gr.,  el  si  que  también),  recuerda  el 
de  nuestros  clásicos  de  la  edad  de  oro; 
el  fervor  y  suave  unción  que  se  reve- 
lan y  como  que  se  sienten  en  las  ex- 
plicaciones de  los  capítibs. 

Nos  complacen  menos  alguna  obs- 
curidad ó  confusión  que  hemos  adver- 
tido, V.  gr.,  al  discurrir  sobre  la  con- 
substanciación é  impanación  de  los  pro- 
testantes, una  que  otra  interpretación 


escriturística,  como  el  ver  una  prueba 
de  la  presencia  real  en  el  texto  de  San 
Mateo,  XXVIll-20,  «Yo estoy  con  vos- 
otros hasta  la  consumación  del  siglo», 
y  el  afán  de  hacer  á  San  Agustín  par- 
tidario de  la  comunión  diaria.  Acaso  el 
ilustre  Sr.  Mir,  principalmente  atento 
á  inculcar  á  los  cristianos  la  devoción 
de  la  Eucaristía,  no  haya  juzgado  con- 
veniente pararse  mucho  en  discutir 
ideas  como  éstas,  que,  aclaradas,  todos 
las  admitirían  de  buen  grado. 

A.  P.  G. 


OBRAS  LITERARIAS 

Alfonso  Duran.  Páginas  del  alma.  Con 
prólogo  del  Dr.  G.  A.  Martínez  Zuvi- 
RiA,  1909. 

Fruto  de  espontánea  inspiración  son 
estas  hermosas  poesías,  que  nos  reve- 
lan, al  par  de  las  aptitudes  literarias, 
los  bellísimos  sentimientos  del  autor, 
joven  sacerdote,  profesor  de  Literatura 
del  Seminario  de  Santa  Fe,  en  la  repú- 
blica Argentina.  Para  conocer  el  alma 
de  Alfonso  Duran  no  hay  como  leer 
sus  composiciones  «A  mi  madre»,  «Ante 
María»  y  «Al  25  de  Mayo»,  para  no 
hablar  de  las  demás  que  componen  el 
elegante  volumen. 

Con  el  prologuista  Sr.  Martínez  Zu- 
viría,  creemos  que  «el  ejemplo  del  jo- 
ven literato,  autor  de  Páginas  del  Alma, 
debería  ganar  muchos  corazones  para 
la  literatura»  entre  los  eclesiásticos 
celosos  de  la  Argentina. 


Luis  Montoto  y  Rautenstrauch.  Obras 
completas. Tomo  I.  De  re  literaria,  Anéc- 
dotas, críticas,  artículos,  etc.  — Sevilla, 
1909. 

En  este  primer  tomo  ha  reunido  el 
e'egante  y  conocido  escritor  Sr.  Mon- 
toto varias  composiciones,  publicadas 
ya  algunas  en  el  tomo  XL  de  Biblioteca 
Paria,  referentes  á  asuntos  literarios 
y  á  escritores,  en  su  mayor  parte  per- 
tenecientes á  la  moderna  escuela  sevi- 
llana. Viene  á  ser  un  libro  de  memo- 
rias literarias  del  autor,  escrito  con 
amenidad,  en  prosa  castiza  y  fácil,  que 
se  lee  con  interés  y  deleite. 


536 


NOTICIAS   BIBLIOGRÁFICAS 


Narraciones  para  niños,  por  María  de 
EcHARRi.  Aprobado  por  la  censura  ecle- 
siástica.— Madrid,  librería  religiosa  de 
Enrique  Hernández. 

Obrita  recomendable  por  la  pureza 
y  amenidad  de  estilo  con  que  está  es- 
crita y  por  las  saludables  lecciones 
que  contiene. 

V.  A. 

(Continuará.) 

Eco  del  Pueblo.  Revista  católica  defensora 
délos  interesas  del  obrero. —  Oficinas, 
Palma,  39,  2.",  Madrid.  En  folio  menor. 
Un  año  3  pesetas.  Gratuita  para  los 
obreros. 

Eco  del  Pueblo  se  llama  la  nueva 
revista,  porque  ha  de  ser  «portavoz 
de  lo  que  el  pueblo  dice»  y  de  sus 
«aspiraciones  netamente  católicas  y 
francamente  españolas».  Estas  pala- 
bras indican  sobradamente  su  espíritu 
y  su  táctica,  tan  conformes  con  el  ce- 
lebrado autógrafo  del  Soberano  Pon- 
tífice dirigido  en  Noviembre  próximo 
pasado  á  la  Unión  económico-social 
de  Italia.  También  debiéramos  llamar- 
la eco  del  Centro  social  establecido 
en  el  Instituto  católico  de  Artes  é 
Industrias,  que  con  pujantes  bríos  co- 
mienza la  campaña  de  regeneración 
social  desde  su  cuartel  general  de 
Mártires  de  Alcalá,  8,  Buena  parte 
del  primer  numeróse  emplea  en  expli- 
car las  variadas  obras  de  dicho  Centro; 
pero  contiene  además  interesantes  y 
amenos  trabajos  que  hacen  augurar 
vida  próspera  al  nuevo  campeón  y  se- 
ñalados triunfos.  Dios  le  depare  tanta 
fortuna  como  le  deseamos. 

La  Ciencia  Tomista.  Publicación  bimestral 
de  los  Dominicos  españoles.  Superio- 
rum  permissu.— Madrid,  Santo  Domin- 
go el  Real,  Claudio  Coello,  114;  1910. 

Se  ha  publicado  el  primer  niimero 
de  esta  notabilísima  revista,  anunciada 


ya  en  el  niimero  de  Febrero  de  Razón 
Y  Fe.  No  defrauda  ciertamente  las  es- 
peranzas que  hizo  concebir  el  prospec- 
to. Y  en  cierto  modo  las  supera,  pues- 
to que  da  40  páginas  más  de  las  ofre- 
cidas en  aquél.  Y  no  sobran  para  la 
abundante  y  variada  materia  que  con- 
tiene, tratada  por  cierto,  á  nuestro  pa- 
recer, con  mucha  competencia.  Como 
la  revista  es  principalmente  de  infor- 
mación científico  religioso  social,  la 
mayor  parte  del  número  (casi  las  dos 
terceras  partes)  se  dedica  á  los  Boleti- 
nes, de  Sagrada  Escritura  y  de  cien- 
cias-jurídico sociales,  las  crónicas,  de 
hechos  dignos  de  especial  interés  en 
el  orden  científico  en  diversas  nacio- 
nes del  mundo,  la  Revista  de  Revis- 
tas, asimismo  de  diversas  naciones,  y 
la  Bibliografía  de  obras  más  ó  menos 
recientes;  hay  alguna  de  1907.  Pero  no 
faltan  artículos  de  fondo,  uno,  termi- 
nado ya,  de  D.  Alejandro  Pidal  y  Mon, 
sobre  la  doctrina  científica  de  Santo 
Tomás,  y  otros  tres  empezados.  Con- 
tinuará el  del  P.  Getino,  dando  á  co- 
nocer la  significación  y  vida  del  maes- 
tro Fr.  Francisco  Victoria,  en  el  cual 
«se  encuentra  el  germen,  como  dice 
Menéndez  y  Pelayo,  de  todo  el  asom- 
broso florecimiento  teológico  de  nues- 
tro siglo  XVU,  y  que  es  para  el  autor 
«el  gran  patriarca  y  el  gran  programa 
del  tomismo  español,  y,  según  muchos, 
de  la  ciencia  española»;  concluirá  el 
del  P.  N.  del  Prado,  sobre  la  importan- 
cia de  la  cuestión  tan  debatida  en  Me- 
tafísica de  la  distinción  entre  la  esen- 
cia física  y  existencia  real  en  las  cria- 
turas, y  el  del  P.  González  Arintero, 
bien  conocido  de  nuestros  lectores.  La 
verdadera  evolución  de  la  Iglesia.  Sólo 
este  tomo,  de  300  páginas,  bastaría 
para  acreditar  de  sabia  la  Redacción. 
Esperamos  fundadamente  que  los  si- 
guientes serán  dignos  del  primero,  para 
bien  de  la  ciencia  y  gloria  de  la  reli- 
gión. Nuestra  cordial  enhorabuena  á 
los  Dominicos  españoles. 


NOTICIAS  GENERALES 


Madrid,  20  de  Febrero— 20  de  Marzo  de  1910. 

ROMA.— Manifestación  anticlerical.  El  20  los  anticlericales  de 
Roma,  entre  los  que  sobresalía  una  chusma  desarrapada,  celebraron  una 
manifestación  en  honor  del  apóstata  Giordano  Bruno.  Con  energía  pro- 
testó el  Osservatore  Romano  contra  esa  algarada  callejera  consentida 
por  el  Gobierno,  así  como  también  contra  la  impasibilidad  de  éste,  que 
permite  á  la  asociación  Giordano  Bruno  establecerse  enfrente  del  Vati- 
cano, y  no  se  recata  de  dirigir  injurias  personales  al  venerado  Pontífice 
y  de  coartar  su  libertad  sagrada.— El  canto  en  las  iglesias.  En  una 
entrevista  que  tuvo  con  el  Sumo  Pontífice  el  periodista  A.  Coquard,  oyó 
de  sus  labios,  según  refiere  L'Echo  de  París,  las  siguientes  palabras: 
«Puede  ser  que  el  empleo  de  voces  femeninas  en  los  templos  no  ofrezca 
en  ocasiones  inconvenientes;  pero  mirado  el  conjunto  del  mundo  cris- 
tiano, presenta  tales  peligros,  que  en  ningún  caso  ni  en  ninguna  nación 
autorizaremos  su  ensayo.  Hay,  con  todo,  un  medio,  que  se  usa  en  Italia, 
Francia  y  Alemania:  ejercitar  á  las  muchedumbres  en  el  canto  grego- 
riano para  que  intervengan  en  la  Misa  y  funciones  sagradas.»— Confe- 
rencias en  el  Instituto  Bíblico.  Conforme  á  lo  que  se  indica  en  el 
Breve  pontificio  Vínea  Electa,  que  creó  el  Instituto  Bíblico,  el  R.  P.  Fonck 
comenzó  á  dar  conferencias  en  la  Sala  Pía,  cerca  del  Puente  de  San 
Ángel,  el  3  de  Marzo.  Asistieron  ese  día  unas  1.5U0  personas,  viéndose 
en  los  primeros  puestos  á  los  Cardenales  Martinelii,  Sanminiatelli  y  los 
principales  Prelados  del  Vaticano.  El  tema  de  las  conferencias  de  este 
año  se  reduce  á  resolver  las  dificultades  sacadas  de  las  ciencias  natura- 
les contra  la  inerrancia  de  la  Sagrada  Escritura.  Amenizó  su  conferencia 
el  Rector  del  Instituto  Bíblico  con  proyecciones  relativas  á  la  flora  y  fauna 
de  Palestina,  jardines  de  Jafa,  fuentes  del  Jordán,  orillas  del  lago  de 
Genesareth,  cumbres  del  Líbano,  pájaros,  serpientes,  insectos,  roedores, 
cuadrúpedos  que  se  encuentran  aún  en  Palestina  y  se  mencionan  en  los 
Libros  Sagrados.  El  conferenciante  cosechó  muchos  aplausos.— Nuevas 
diócesis.  Prueba  de  la  fecundidad  de  la  Iglesia  es  la  creación  de  nuevas 
diócesis.  En  Filipinas  se  establecieron  cuatro:  Zamboanga,  Tuguegarao, 
Samar  y  Leite,  Lipa,  y  además  una  Prefectura  Apostólica  en  la  isla  de 
Pelawan.  En  el  Brasil  dos  nuevas  provincias  eclesiásticas,  á  saber:  en  el 
estado  de  Río  Grande  del  Sud  la  Sede  de  Portalegre  se  ha  hecho  arzo- 
bispal, teniendo  por  sufragáneas  las  diócesis  de  Pelotas,  Santa  María 
Uruguayona,  y  anexionándose  la  de  Florianópolis,  dependiente  hasta 
aquí  de  Río  Janeiro;  en  el  estado  de  Matto-Grosso  será  Cuyaba  en  ade- 


538  NOTICIAS   GENERALES 

lante  metrópoli,  y  sufragáneas  suyas  las  recientes  diócesis  de  Corumba 
y  San  Luis  de  Cáceres.  Asimismo  se  ha  creado  el  obispado  de  Aracayón 
en  el  estado  de  Sergipe  d'El  Rey,  y  el  de  Natal  en  el  de  Río  Grande  del 
Norte.  Por  fin,  en  el  Canadá  se  acrecienta  la  provincia  eclesiástica  de  San 
Bonifacio  con  la  nueva  diócesis  de  Regina  y  el  Vicariato  Apostólico  de 
Keewatin.— Un  acto  del  gran  Sultán.  Mahomed  V,  Emperador  oto- 
mano, concedió  á  S.  E.  el  Cardenal  Merry  del  Val  la  gran  cruz  de  la 
Orden  de  Osmán.  Es  la  primera  vez  que  en  un  firman  turco  se  emplea 
la  palabra  gran  cruz.  No  puede  desconocerse  en  este  acto  de  cortesía 
el  deseo  que  tiene  Mahomed  de  agradar  á  la  Santa  Sede.— Congreso 
de  la  Unión  electoral  católica  en  Ñapóles.  Se  verificó  con  felicí- 
simo resultado,  tomándose  acuerdos  muy  importantes.  Constituyeron  el 
Congreso  los  católicos  elegidos  para  formar  parte  del  Parlamento,  Dipu- 
taciones provinciales  y  Ayuntamientos.  Su  Santidad  les  envió  una  afec- 
tuosa y  alentadora  bendición.— Libros  al  índice.  Por  decreto  de  7  de 
Marzo  fueron  puestos  en  el  índice  tres  libros  del  abate  Turmel,  titulados 
Histoire  de  la  théologie  positive  (desde  los  orígenes  hasta  el  Concilio  de 
Trento),  impresa  por  Beauchéne;  Tertallien  y  Saint  J eró  me,  por  Bloud; 
un  libro  de  Ángel  Pulido  Fernández,  Españoles  sin  patria  y  la  raza 
sefardí,  Madrid;  cuatro  de  Luis  Cambara,  La  Sociología,  Sociología  cri- 
minal, Antropología  criminal.  Psicología  y  Antropología  criminal, 
Barcelona.  Anuncia  el  mismo  decreto  que  el  abate  Turmel  se  sometió 
laudablemente  al  decreto  de  Julio  de  1909,  que  condenaba  su  Histoire 
du  dogme  de  la  Papauté,  y  lo  mismo  se  afirma  del  abate  Fortunato  Ruso, 
autor  de  un  libro  condenado  en  dicha  fecha. 

Política  italiana. — Recompensa  á  los  diputados.  Pronto  será  pro- 
bablemente ley  en  Italia  un  proyecto  que  tiene  la  aprobación  del  presi- 
dente Sonnino.  Trátase  de  asignar  una  pensión  de  40  francos  á  los  repre- 
sentantes de  la  patria  por  cada  sesión  de  las  Cámaras  á  que  asistan. 
Habiendo  en  el  Parlamento  unas  150  sesiones,  resulta  que  puede  sacar 
cada  uno  10.000  francos  anuales. -Escándalo parlamentario.  Se  produjo 
uno  extraordinario  en  la  sesión  del  4,  por  haber  acusado  el  diputado 
E.  Chiesa  á  dos  generales  de  sospechosos  de  traición  á  la  patria.  Vióse 
obligado  el  Presidente  á  interrumpir  la  sesión  por  veinte  minutos,  y 
al  reanudarla,  otra  vez  se  caldearon  los  ánimos;  de  ahí  se  originaron 
varios  duelos  no  menos  escandalosos  que  el  tumulto  promovido  en  el 
Congreso. 


ESPAÑA 

Política.— Declaraciones  ministeriales.  De  las  innumerables  declara- 
ciones que  ha  hecho  el  Sr.  Canalejas  desde  que  es  Presidente  del  Con- 
sejo, conviene  recoger  éstas  que  publica  La  Correspondencia  de  España: 


NOTICIAS   GENERALES  539 

«Trataremos  con  el  Vaticano;  reorganizaremos  la  propiedad  sobre  bases 
más  científicas,  más  racionales,  más  humanas  que  las  bases  jurídicas 
sobre  que  hoy  descansa;  condicionaremos  las  Congregaciones,  sean  las 
que  fueren,  á  leyes  que  no  sean  de  excepción,  ni  de  favor,  ni  de  perse- 
cución, sino  de  libertad  y  de  igualdad;  pero  todo  eso  será  hecho  en  demó- 
crata y  no  en  demagogo,  en  liberal  y  no  en  tirano,  en  gobernante  cons- 
titucional y  no  en  oligarca  ególatra.  Pedir  que  los  frailes  sean  expulsa- 
dos y  pedirlo  en  nombre  de  la  libertad  es  propio  de  opereta  bufa.  Deman- 
dar el  reparto  de  la  propiedad  á  título  igualitario,  es  demanda  de  hués- 
ped de  manicomio.  Exigir  que  la  colectividad  sea  cohibida  á  aceptar  el 
ajeno  criterio  sin  poder  exponer  el  propio,  sólo  á  quienes  no  sepan  lo  que 
es  democracia  podría  ocurrírseles.»  Dijo  también:  «Estamos  reorgani- 
zando la  Hacienda,  que  hemos  encontrado  lamentablemente  desordenada...; 
y  hemos  consagrado  no  escaso  tiempo  al  estudio  detallado  de  la  organiza- 
ción de  nuestros  territorios  en  África,  en  su  aspecto  político  y  militar,  y 
que  hemos  encontrado  en  estado  caótico  » — Otro  ministro  de  la  Corona 
manifestó  el  13  lo  siguiente,  sobre  la  llamada  cuestión  religiosa:  «Para  mí, 
el  problema  es  sencillísimo  y  tendrá  una  solución  satisfactoria.  Tiene 
tres  aspectos:  1.°,  social:  se  refiere  al  excesivo  desarrollo  de  las  asocia- 
ciones religiosas.  Con  reducir  éstas  se  halla  todo  zanjado;  2.°,  jurídico: 
se  someterán  á  la  ley  común,  no  á  la  ley  de  Asociaciones  de  1887;  pues 
como  se  ha  demostrado  que  ésta  es  inaplicable,  se  hará  una  ley  nueva; 
3.°,  económico:  con  evitar  que  subsista  ningún  privilegio  y  afirmar  la 
igualdad  en  la  libre  competencia,  queda  todo  solucionado.  Todas  las  difi- 
cultades que  surgieron  hace  años  en  este  asunto  obedecieron  á  que  se 
quiso  resolver  de  plano  y  de  una  vez  el  problema,  confundiendo  sus  tér- 
minos.»—¿os  republicanos.  Quisiéronlos  republicanos  hacer  una  segunda 
edición  de  Electra,  aprovechándose  del  drama  político  Casandra,  de 
Pérez  Galdós,  que  se  estrenó  el  28  en  el  teatro  Español  de  la  Corte.  No 
les  saHeron  las  cuentas;  pues  ni  el  drama  gustó  á  literato  alguno,  ni  enar- 
deció á  los  espectadores.  La  manifestación  pública  en  honor  del  drama- 
turgo, preparada  con  mucho  aparato  varios  días  antes,  resultó  una  mas- 
carada ridicula.— Ahuevo  partido.  Los  bizkaitarras  de  la  izquierda  han 
roto  definitivamente  con  los  nacionalistas  de  la  derecha,  formando  un 
nuevo  partido,  en  cuyo  programa' se  pregonan  todas  las  monsergas  pro- 
gresistas y  todos  los  dicterios  con  que  el  conocido  buen  gusto  de  los 
anticlericales  pretende  afrentar  á  los  católicos. 

Reales  órdenes.— La  Gaceta  del  26  publica  un  real  decreto  con- 
cordado sobre  ingreso  y  ascenso  en  el  clero  catedral  y  colegial;  la 
del  8  una  real  orden  de  Instrucción  pública  acerca  de  la  matrícula  y  estu- 
dios de  Cirugía  en  los  centros  de  enseñanza.— Liquidación  del  Pre- 
supuesto. La  Gaceta  del  11  insertó  los  estados  de  la  liquidación  provi- 
sional del  presupuesto  de  1909.  Como  lo  recaudado  ascendió  en  total 
á  1.065,59  millones  de  pesetas,  y  lo  pagado  á  1.100,93,  resulta  un  déficit 


540  NOTICIAS   GENERALES 

de  35,36  millones.  En  la  guerra  de  África  se  han  consumido  pese- 
tas 53.794.594,45;  si  esta  cantidad  se  dedujera  de  la  cifra  total  de  pagos, 
el  déficit  se  convertiría  en  un  superávit  de  18.431.664,02  pesetas. 

Progresos  materiales.— O&servator/o  del  Ebro.  Copiamos  de  una 
reseña  de  los  trabajos  del  Observatorio  llevados  á  cabo  en  1908:  «Se- 
guimos enviando  algunas  copias  fotográficas  de  curvas  registradas  por 
nuestros  aparatos,  y  varios  datos  mensuales  á  diferentes  Observatorios 
y  Centros  científicos,  y  en  particular  este  año  hemos  enviado  á  París  los 
datos  magnéticos  que  necesitaban  para  determinar  la  variación  secular 
del  magnetismo  terrestre  en  el  Mediodía  de  Francia,  pues  el  Observato- 
rio magnético  de  Perpignan,  que  servía  para  este  fin,  ha  quedado  inte- 
rrumpido por  la  influencia  de  los  tranvías  eléctricos.— Han  visitado  el 
Observatorio  este  año  el  Excmo.  Sr.  D.  Francisco  Martín  Sánchez,  Di- 
rector del  Instituto  Geográfico,  que  quedó  muy  bien  impresionado,  mos- 
trándose muy  afectuoso  y  ofreciéndose  á  ayudarnos  en  lo  que  estuviera 
en  su  mano;  el  Sr.  D.  Joaquín  Galle,  astrónomo  del  Observatorio  Nacio- 
nal de  Méjico,  sito  en  Tacubaya,  el  cual  vino  á  Europa  para  visitar  los 
Observatorios  más  importantes;  lo  que  más  le  interesaba  era  el  espec- 
troheliógrafo;  pues  está  encargado  de  uno  de  estos  aparatos  en  aquel 
Observatorio;  el  Dr.  D.  Francisco  da  Miranda  Costa-Lobo,  primer  astró- 
nomo de  Coimbra;  el  Sr.  Comandante  de  Marina  de  la  provincia  de 
Tarragona,  D.  Miguel  Pérez  Moreno,  profesor  que  ha  sido  de  Física  en 
la  Escuela  de  Guardias  marinas;  cinco  Prelados,  entre  ellos  el  de  Panamá 
y  el  de  Puebla  (México),  algunos  profesores  é  ingenieros  y  un  grupo  de 
cuarenta  á  cincuenta  socios  de  las  sección  excursionista  del  Centro  de 
Lectura  de  Reus.»— Nueva  linea  ferroviaria.  El  12  se  inauguró  el  trozo 
de  línea  del  ferrocarril  de  Tajuña,  en  la  provincia  de  Madrid,  trozo  que 
comprende  nueve  kilómetros.  Empieza  en  Tajuña  y  termina  en  Tielmes, 
pasando  por  Perales. 

Información  religiosa.— Meetings  católicos.  Brillantísimos,  muy 
concurridos  y  entusiastas  son  los  que  se  han  celebrado  contra  las  escue- 
las laicas  en  Vitoria,  Valencia,  Burgos,  Bilbao,  Zaragoza,  Santander, 
Gandía,  Mondoñedo,  Tarrasa,  Alcira,  Astorga,  Igualada,  etc.,  etc.  Opor- 
tunamente decía  un  ilustre  Prelado  á  Canalejas:  «Ahí  aparece  clara- 
mente el  espíritu  católico  que  palpita  'en  la  mayoría  y  mejor  parte  del 
pueblo  español,  que  aborrece  todo  lo  que  tiende  á  descristianizarle.»  Los 
anticlericales,  dando  pruebas  de  su  incultura  y  de  su  hipocresía  al  tomar 
en  su  boca  la  palabra  libertad,  insultaron  ó  atacaron  á  los  católicos  en 
Valencia,  Bilbao,  Zaragoza  y  Oviedo,  teniendo  que  intervenir  en  las  tres 
primeras  poblaciones  la  fuerza  armada  para  refrenar  su  audacia.  Con 
razón  se  queja  el  Osservatore  Rjmano  del  silencio  que  las  agencias  de 
información  guardan  sobre  manifestaciones  tan  importantes,  al  paso  que 
refieren  prolijamente  las  menores  agitaciones  de  los  anticlericales. — 
Carta-Pastoral  interesante  y  de  actualidad.  Lo  es  la  que  ha  publicado 


NOTICIAS   GENERALES  541 

sobre  la  libertad  académica  de  enseñanza,  con  verdadero  señorío  en  la 
materia,  el  insigne  Prelado  de  Madrid  Sr.  Salvador  y  Barrera.  Se  inti- 
tula: El  Estado  docente  y  la  inserta  en  el  número  del  10  de  Marzo,  el 
Boletín  Oficial  del  Obispado  de  Madrid- Alcalá.—  Conferencias  reli- 
giosas. Hermosas  por  extremo  y  elocuentísimas  han  sido  las  Confe- 
rencias que  los  domingos  de  Cuaresma  ha  dado  en  la  iglesia  de  San 
Ginés  el  R.  P.  Zacarías  Martínez  Núñez,  O.  S.  A.,  á  un  auditorio  tan 
numeroso  como  selecto,  del  que  formaban  parte  muchas  personas  que  no 
suelen  frecuentar  las  iglesias.— £/2íraí/a  en  Lugo  del  limo.  Sr.  Basalto. 
Fué  una  manifestación  tan  natural  como  solemne  la  que  hizo  el  pueblo 
de  Lugo  á  su  nuevo  Pastor  Sr.  Basulto  en  su  entrada  en  la  capital  de 
la  diócesis,  verificada  en  la  tarde  del  domingo  6  de  Marzo. 

II 

EXTRANJERO 

AMÉRICA.— México.— De  nuestro  corresponsal  en  aquella  Re- 
pública: 

Reducción  de  impuestos  sobre  cereales.— Á  causa  de  la  pérdida  de  las  cosechas  de 
trigo  y  maíz  en  los  Estados  del  Centro  el  Presidente  de  la  República  ha  decretado  la 
reducción  de  impuestos  aduanales  sobre  dichos  cereales  desde  el  1.°  de  Febrero  hasta 
el  31  de  Marzo  del  presente  año.  La  cantidad  de  trigo  que  se  importará  de  Canadá, 
Estados  Unidos  y  Argentina  ascenderá  próximamente  á  dos  millones  de  fanegas  ameri- 
canas (70  millones  de  Htros).— ¿a  pirámide  del  Tajón.  Bajo  la  dirección  del  inspector  de 
monumentos  arqueológicos  se  han  empezado  ya  los  trabajos  de  limpia  y  desmonte  de 
la  gran  pirámide  del  Tajón,  que  se  encuentra  situada  á  unos  veinte  kilómetros  del  can- 
tón de  Papantla,  en  el  Estado  de  Veracruz.  Dicha  pirámide  es  el  monumento  más 
importante  que  ha  quedado  de  la  civilización  Fotonaca.  Tiene  43  metros  de  altura,  y, 
por  consiguiente,  es  la  segunda  en  dimensiones,  después  de  la  célebre  pirámide  del 
Sol,  en  Teotihuacán.— ¿as  llaves  de  la  ciudad  de  México.  Con  motivo  de  la  celebra- 
ción del  primer  centenario  de  la  Independencia  nacional,  el  Gobierno  de  la  república 
francesa  ha  querido  dar  una  muestra  de  amistad  á  la  república  mexicana,  devolvién- 
dole las  llaves  de  plata  de  la  ciudad  de  México,  que  le  fueron  entregadas  al  mariscal 
francés  Forey,  en  la  época  de  la  intervención  francesa  en  México,  en  I8d3.— Nuevo 
puente  internacional.  Para  fines  del  mes  de  Abril  quedará  concluido  el  nuevo  puente 
internacional  sobre  el  rio  Bravo,  entre  la  ciudad  de  Matamoros  (Tamaulipas)  y  la  ciu- 
dad de  Broconsville  (Texas).  Este  será  el  tercer  puente  internacional  entre  México  y 
los  Estados  Unidos. 

Argentina.  —  Exposiciones  del  Centenario.  Tal  vez  la  Exposición 
internacional  ferroviaria  y  de  transporte  será  la  única  que  pueda  inaugu- 
rarse el  25  de  Mayo  próximo.  La  Comisión  ejecutora  de  la  Exposición 
de  Bellas  Artes  ha  comunicado  á  los  periódicos  que  su  apertura  no 
podrá  verificarse  hasta  el  9  de  Julio.  Son  tantos  los  objetos  de  arte  que 
se  reciben  de  todo  el  mundo,  que  obligan  á  recurrir  á  esa  dilación.  La 
Exposición  agrícola,  que  será  la  más  importante,  por  reflejar  directa  y 
genuinamente  la  vida  del  pueblo  argentino,  con  dificultad  se  abrirá  en  la 

RAZÓN  Y  FE,  TOMO  XXVI  36 


542  NOTICIAS   GENERALES 

fecha  histórica  del  25  de  Mayo.—  Festejos.  Los  festejos  no  han  sido 
todavía  precisados  por  la  Comisión  especial  y  muy  numerosa  que  se 
constituyó  hace  casi  un  año  con  ese  fin;  pero  se  sabe  que  serán  grandio- 
sos. Todas  las  naciones  tendrán  representantes  en  ellos.  Chile  enviará  á 
su  Presidente,  Dr.  Montt,  varios  ministros,  senadores,  diputados,  con  una 
escolta  de  algunos  centenares  de  soldados  de  las  diversas  armas  chile- 
nas. España  mandará  una  representación,  presidida  por  la  infanta  Isabel, 
y  de  la  que  forman  parte  el  Sr.  Pérez  Caballero,  en  nombre  del  Gobierno; 
el  capitán  de  navio  de  primera  D.  José  Ferrer,  y  los  Sres.  Benlliure, 
Selles,  Bilbao,  Torres  Quevedo  y  Luca  de  Tena. 

Estados  Unidos.  —  El  presidente  Taft  aseguró  en  una  conferencia 
que  para  el  año  1915  estarían  terminadas  las  obras  del  canal  de  Panamá. 
El  coste  de  éstas  se  estimó  en  un  principio  en  139  millones  de  dollars; 
pero  después  se  elevó  á  297  millones.  Anualmente  se  invierten  38.000.000. 
No  hay  que  apurarse  por  esto,  pues  con  las  nuevas  leyes  sobre  tarifas  se 
espera  que  se  obtendrá  un  superávit  en  el  presupuesto  de  35  millones. 

EUROPA. — Francia.^  Gloriosa  condena.  Al  Cardenal  de  Reims 
condenó  el  tribunal  civil  el  26  de  Febrero  á  pagar  una  multa  de  500 
francos  y  las  costas  del  juicio  por  la  Pastoral  colectiva  del  Episcopado 
francés  contra  los  malos  libros  de  texto.  El  Cardenal  LuQon  hizo  leer 
desde  el  pulpito  de  la  Catedral  un  escrito  declarando  que  esa  condena- 
ción se  endereza  contra  todos  los  Obispos  franceses,  puesto  que  se  funda 
en  una  Pastoral  que  lleva  la  firma  de  90  Prelados.  Lejos  de  intimidarse 
éstos,  creen,  como  creían  los  Apóstoles,  que  es  honra  grandísima  sufrir 
por  la  causa  de  Cristo  y  por  la  defensa  de  las  almas  confiadas  á  su  cus- 
todia. —  Los  liquidadores  anticlericales.  El  8  por  la  tarde  fué  detenido 
en  su  domicilio  el  anticlerical  Duez,  que  confesó  haberse  apoderado  de 
cinco  millones  de  francos  al  hacer  la  liquidación  de  los  bienes  de  las 
comunidades  religiosas.  L'Echo  de  Paris  afirma  que  fueron  diez  los 
millones.  Este  hecho  ha  producido  un  revuelo  colosal  en  Francia,  acusán- 
dose unos  políticos  á  otros  de  protectores  de  bandidos  y  poniendo  en 
apuro  al  Gobierno  de  Mr.  Briand,  quien  se  vio  precisado  á  recurrir  á  la 
cuestión  de  confianza  en  el  Parlamento.  Según  el  corresponsal  de  la  Per- 
severanza,  al  tener  noticia  el  Papa  del  escándalo,  afectóse  vivamente, 
diciendo:  «¡Pobre  Francia!  ¡Pobres  bienes  robados  por  dos  veces!»  Y 
añadió  después:  «¡Y  bien!  ¡Quién  sabe  si  será  mejor  así!»— £/P.  Gabriel 
Billot.  En  el  naufragio  del  Général-Chanzy,  ocurrido  el  10  de  Febrero, 
pereció  el  jesuíta  Gabriel  Billot,  hermano  del  conocido  profesor  de  la 
Gregoriana  P.  Luis  Billot,  varón  distinguidísimo  por  su  ardiente  celo, 
que  le  llevaba  á  evangelizar  Argel,  por  sus  conocimientos  en  las  letras 
humanas  y  por  sus  escritos,  especialmente  por  el  excelente  libro  Retiro 
religioso  del  Camino  de  la  Cruz.  Dios,  sin  duda,  habrá  acogido  en  su 
seno  un  alma  tan  buena  que  se  sacrificó  en  aras  de  su  gloria. 

Alemania.— Prosiguen  en  Prusia  las  demostraciones  que  los  jefes 


NOTICIAS   GENERALES  543 

del  socialismo  están  llevando  á  cabo  en  favor  de  una  reforma  de  la  ley 
de  derecho  electoral  para  la  Dieta.  En  Kiel  el  16  unos  10.000  obreros  de- 
clarados en  huelga  tuvieron  un  encuentro  con  la  policía,  del  que  resulta- 
ron, entre  polizontes  y  obreros,  15  heridos.  Ahora  se  realizan  trabajos 
para  que  haya  en  Berlín  un  paro  general  de  tres  días.  Pero  nada  con- 
siguen los  socialistas  con  ese  procedimiento.  El  16  adoptó  la  Cámara  de 
Diputados,  por  283  votos  contra  168,  en  tercera  lectura,  y  con  insignifi- 
cante modificación,  el  proyecto  que  tanto  escuece  á  los  partidarios  del 
socialismo. 

Austria.—  El  10  falleció  en  Vicna  el  alcalde  de  aquella  ciudad 
Dr.  Carlos  Lueger.  Era  una  de  las  personas  más  notables  del  Austria 
moderna.  En  la  Cámara  el  presidente  Pattai  hizo  su  elogio,  enaltecién- 
dole como  hombre  de  Estado,  jefe  del  partido  socialista  católico,  de 
popularidad  sin  ejemplo,  defensor  de  la  justicia  y  verdadero  apóstol  del 
Cristianismo. 

OCEANÍA.— Filipinas.  De  nuestro  corresponsal  en  Manila.  Ene- 
ro de  1910: 

1.  Se  vuelve  á  agitar  la  cuestión  del  idioma  oficia!,  y  los  periódicos  americanos  se 
lamentan  de  que  no  sea  éste  exclusivamente  el  inglés,  lo  cual  ha  dado  ocasión  para 
que  el  excelente  periódico  católico  Libertas  escriba  un  bien  pensado  articulo,  en  e! 
que  demuestra  que  seria  contrario  al  programa  de  gobierno  de  los  Estados  Unidos, 
con  respecto  á  Filipinas,  declarar  único  idioma  oficial  el  inglés  antes  de  que  la  mayoría 
de  los  filipinos  aptos  para  los  cargos  públicos  lo  hablen  con  la  necesaria  corrección. 
2.  Corren  rumores  que  la  Comisión  codificadora  trata  de  implantar  el  divorcio,  según 
el  criterio  de  las  naciones  más  avanzadas  en  ¡deas.  Libertas  ha  dado  la  voz  de  alerta 
contra  semejante  desafuero,  excitando  á  los  católicos  filipinos  á  unirse  en  asociacio- 
nes cuyo  fin  sea  defender  la  doctrina  y  los  derechos  de  la  Iglesia.  Á  Libertashan  hecho 
eco  los  periódicos  católicos  de  provincias.— 3.  La  causa  seguida  al  periódico  filipino 
anticlerical  El  Renacimiento,  por  calumnia  contra  el  comisario  Hon.  Worcester,  há  ter- 
minado con  la  sentencia  en  que  se  condena  á  los  propietarios  y  redactores  del  citado 
periódico  al  pago  de  $  60.000  oro,  para  lo  cual  se  ha  vendido  en  pública  subasta 
cuanto  era  propiedad  del  diario,  y  el  dicho  comisario  ha  comprado  el  titulo  del  perió- 
dico, de  modo  que  ya  no  podrá  publicarse  en  lo  sucesivo. 

ASIA.— Japón.  El  Ministro  de  Instrucción  pública,  convencido,  tras 
de  una  experiencia  larga,  de  que  la  enseñanza  de  la  moral  sin  religión  es 
una  quimera,  declaró  oficialmente  que  había  llegado  la  hora  de  estable- 
cer en  las  escuelas  públicas  la  enseñanza  religiosa,  tanto  budista  como 
cristiana.— Otra  vez  se  habla  de  un  rompimiento  entre  el  Japón  y  los 
Estados  Unidos,  con  motivo  de  la  nota  pasada  por  el  Gabinete  de 
Washington  á  las  Potencias  sobre  la  neutralidad  de  los  ferrocarriles  de 
la  Mandchuria.  La  prensa  nipona  se  muestra  cada  vez  más  contraria  á 
semejante  demanda,  y  dice  que  el  Gobierno  de  los  Estados  Unidos  ten- 
drá que  cambiar  el  personal  del  Ministerio  de  Estado. 

Corea.— El  ilustre  Padre  benedictino  Dom  Domingo  Enshoff  ha  tenido 
la  atención,  que  mucho  le  agradecemos,  de  enviarnos  desde  Baviera, 
juntamente  con  una  carta  muy  cortés,  una  relación  en  alemán  de  la  Mi- 


544  VARIEDADES 

sión  benedictina  de  Corea.  Traduciremos  de  ella  algunos  párrafos. 
«Monseñor  Muttel,  Vicario  Apostólico  de  Corea,  llamó  á  las  puertas  de 
San  Otilio,  en  Munich,  demandando  religiosos  para  su  Misión.  Hacia  fin 
de  1908  partía  á  Corea  el  P.  Enshoff  con  otro  compañero,  el  P.  Sauer,  á 
fin  de  explorar  el  terreno.  Á  mediados  de  1909  la  cosa  estaba  decidida. 
Se  había  comprado  un  terreno  á  un  particular  en  Seúl,  capital  de  Corea, 
y  en  Diciembre  del  mismo  año  se  erigía  canónicamente  cómo  Priorato 
el  primer  convento  benedictino,  cuya  comunidad  la  constituían  tres 
Padres  y  cuatro  hermanos.  Su  empeño  por  ahora  es  abrir  escuelas  y  for- 
mar entre  los  naturales  cristianos  maestros  que  las  regenten.  Los  co- 
reanos se  muestran  aficionados  á  ellas,  por  entender  que  de  esa  causa 
proviene  la  superioridad  del  Japón.  De  semejante  inclinación  se  han 
valido  los  protestantes  para  establecerlas  en  gran  número,  existiendo  en 
esto  notable  desproporción  entre  aquéllos  y  los  católicos.  Hay  unos 
52.000  protestantes  de  todos  matices,  y  educan  en  sus  escuelas  22.000 
personas;  los  católicos  son  68.000,  y  sólo  instruyen  en  las  suyas  á  2.200. 
Dirigen  los  protestantes  22  centros  superiores  de  enseñanza;  los  católi- 
cos, fuera  del  Seminario  para  sacerdotes,  ninguno.  Pero  se  espera  que 
pronto  las  Abadías  benedictinas  serán,  como  en  otro  tiempo,  paladiones 
de  la  cultura.» 

China.— Nuestra  correspondencia.  Changhai,  15  de  Febrero  de  1910: 

1.  El  20  de  Enero  se  dio  un  decreto  imperial  obligando  á  las  autoridades  provinciales 
á  suprimir  el  cultivo  del  opio  en  las  provincias  en  que  aun  exista.  Pretende  el  Go- 
bierno con  eso  que  los  delegados  indios,  que  se  dice  vendrán  á  China  á  girar  una  visi- 
ta, la  encuentren  enteramente  limpia  de  semejante  cultivo.— 2.  Un  decreto  de  21  de 
Enero  condenó  á  trabajos  en  los  caminos  de  los  correos  militares  á  un  recitador  de 
preces  que  se  equivocó  en  una  ceremonia  fúnebre  dedicada  al  Emperador  difunto.— 
3.  Los  ingleses  recorren  Inglaterra  recaudando  los  fondos  necesarios  para  la  funda- 
ción de  una  Universidad  anglochina  en  Han-K'eou.  La  cantidad  que  se  requiere  sube 
á  50.000  libras  esteriinas  para  el  establecimiento,  y  200.000,  en  cinco  años,  como  fondo 
de  sustentación.  Uno  de  los  principales  promotores  es  lord  Rev.  Willíam  Cecil. 

A.    P.    GOYENA. 


VARIEDADES 


Reglamento  de  la  Janta  Central  de  Acción  Católica  (1).— 
Art.  17.  La  Junta  central  celebrará  todos  los  años,  en  la  época  que 
menos  inconveniente  ofrezca,  una  sesión  general,  con  asistencia,  si  es 
posible,  de  un  representante  de  cada  una  de  las  Comisiones  diocesanas. 
En  esta  asamblea  general  se  hará  un  resumen  de  todos  los  trabajos  veri- 
ficados durante  el  año  con  relación  á  los  tres  fines  ya  indicados,  y  se 


(1)    Véase  el  número  anterior  de  Razón  y  Fe,  pág.  407. 


VARIEDADES  545 

tomarán  los  oportunos  acuerdos  para  la  marcha  de  los  trabajos  ulte- 
riores. 

Art.  18.  La  Junta  central,  de  acuerdo  con  los  Rvmos,  Metropolita- 
nos, arbitrará  de  la  manera  que  crea  más  conveniente  los  fondos  que 
necesite  para  cubrir  sus  gastos. 

Art.  19.  El  Presidente  tiene  la  facultad  de  convocar  las  sesiones  de  la 
Junta  central  y  dirigir  las  discusiones  y  trabajos  de  la  misma.  Será  nece- 
saria su  aprobación  para  que  los  acuerdo  de  las  Juntas  y  sus  secciones 
sean  ejecutivos. 

Al  Presidente  corresponde  igualmente  firmar  todos  los  documentos 
y  comunicaciones  de  importancia  que  se  expidan  por  la  Junta  central, 
así  como  las  órdenes  de  pagos  que  hayan  de  hacerse  por  Tesorería. 

Todas  estas  facultades,  excepto  la  de  aprobación  de  los  acuerdos  de 
importancia,  podrá  delegarlas  en  los  Vicepresidentes  ó  en  sacerdotes 
caracterizados  que  le  representen  ó  sustituyan. 

Art.  20.  Se  entenderá  que  los  Vocales  renuncian  á  su  cargo  si  dejan 
de  asistir,  sin  justa  causa,  durante  tres  meses  seguidos  á  las  sesiones  de 
las  secciones.  Cuando  llegue  este  caso,  la  sección  lo  hará  saber  á  la 
Junta,  y  se  oficiará  al  Metropolitano  que  lo  hubiere  nombrado  para  que 
designe  otro  que  lo  sustituya. 

Art.  21.  Además  de  las  funciones  consignadas  en  el  art.  15,  corres- 
ponde á  los  Vicepresidentes  dirigir  las  discusiones  y  trabajos  de  las  sec- 
ciones y  cuidar  de  la  ejecución  de  sus  acuerdos  tan  luego  como  hayan 
recibido  la  correspondiente  aprobación  de  que  se  habla  en  los  artículos 
14  y  19  de  este  reglamento. 

Art.  22.  Se  entenderá  que  renuncian  su  cargo  cuando  durante  dos 
meses  dejen  de  convocar,  sin  justa  causa,  á  su  respectiva  sección.  La 
renuncia  del  cargo  de  Vicepresidente  no  implícala  de  Vocal,  cuando  con- 
curra la  circunstancia  exigida  para  la  de  este  cargo. 

Art.  23.  El  Tesorero  deberá  llevar  en  forma  la  contabilidad  de  los 
fondos  de  la  Junta  y  formular  una  cuenta  ó  estado  general  de  éstos,  que 
se  leerá  en  la  asamblea  anual.  Tendrá  además  todas  las  facultades  y 
deberes  propios  de  su  cargo. 

Art.  24.  El  Secretario  tendrá  á  su  cargo  la  redacción  de  las  actas  de 
las  sesiones  de  la  Junta.  Redactará  también  una  Memoria  de  los  trabajos 
ejecutados  durante  el  año,  que  se  leerá  en  la  asamblea  general  que  se 
ha  de  celebrar  todos  los  años.  Además  deberá  llevar  la  correspondencia 
de  la  Junta  central  con  las  Comisiones  diocesanas,  la  redacción  de  todas 
las  comunicaciones  y  oficios  que  se  hayan  de  expedir,  y  tendrá  todas 
las  atribuciones  y  deberes  propios  de  su  cargo. 

Art.  25.  El  Secretario  podrá  pedir  al  Rvmo.  Prelado-Presidente  per- 
miso para  utilizar  como  escribientes  auxiliares  de  Secretaría  algunos 
seminaristas  que  reúnan  condiciones  para  ello. 

Art.  26.    En  caso  de  disolución  de  la  Junta  central,  los  fondos  que 


546  VARIEDADES 

pudiese  haber  quedarán  á  disposición  del  Rvmo.  Prelado-Presidente, 
quien  les  dará  el  destino  que  crea  más  conveniente. 

Art.  27.  El  presente  reglamento  no  podrá  ser  modificado  en  todo 
aquello  que  se  refiera  á  las  bases  de  la  Junta  central  acordadas  en  el 
Congreso  de  Tarragona,  sino  por  la  autoridad  de  los  Rvmos.  Prelados. 
En  los  casos  graves  y  dudas  ó  dificultades  no  previstas  en  este  regla- 
mento, resolverá  el  Prelado-Presidente,  previa  consulta  con  los  Metro- 
politanos. 

A.  Estatutos  del  Consejo  Nacional. — Artículo  1.°  El  Consejo 
Nacional  de  las  Corporaciones  católico-obreras  de  España  se  propone 
los  siguientes  fines:  tener  la  suprema  inspección  y  dirección  de  la  obra 
en  toda  la  nación;  conservar  la  unidad  entre  los  diferentes  Consejos  dio- 
cesanos; procurar  la  creación  de  éstos  allí  donde  no  existan,  auxiliar  la 
gestión  de  los  existentes  y  sostener  su  espíritu;  fomentar  la  creación  de 
Círculos,  Patronatos  y  demás  Asociaciones  católico-obreras;  secundar 
las  enseñanzas  del  Romano  Pontífice,  en  lo  relativo  á  la  cuestión  social, 
por  cuantos  medios  pueda  favorecer  á  los  obreros  y  conduzcan  á  la 
unión  en  caridad  y  armonía  de  las  distintas  clases  sociales;  recabar  de 
los  Poderes  públicos  las  medidas  de  protección  necesarias  para  el  mejo- 
ramiento moral  y  material  de  las  clases  obreras  y  realizar  cuantos  traba- 
jos en  este  orden  le  sugiera  su  celo. 

Art.  2.°  El  Consejo  Nacional  se  compondrá  de  un  Presidente  de 
honor,  que  será  el  limo.  Sr.  Obispo  de  Madrid;  un  Consiliario  y  dos 
Viceconsiliarios,  un  Presidente  efectivo,  tres  Vicepresidentes,  los  Presi- 
dentes de  los  Consejos  diocesanos  de  toda  España,  diez  Vocales,  un 
Tesorero,  un  Secretario  y  un  Vicesecretario.  Habrá  además  delegados 
permanentes  de  las  regiones,  que  por  ahora  serán  tres,  pudiendo  aumen- 
tarlas el  Consejo  Nacional. 

Art.  3.°  El  Consejo  Nacional  tendrá  cuantas  facultades  sean  necesa- 
rias para  el  desempeño  de  su  misión,  de  conformidad  con  los  fines  enu- 
merados en  el  artículo  1.°,  y  podrá  convocar  Asambleas  generales  cuando 
fuese  conveniente. 

Art.  4.°  Para  cubrir  los  gastos  que  puedan  originarse,  el  Consejo 
Nacional  arbitrará  los  recursos  que  juzgue  necesarios,  pudiendo  recibir 
donativos  y  legados. 

Art.  5."  Se  fija  como  lugar  de  residencia  del  Consejo  Nacional  la 
villa  y  corte  de  Madrid. 

Art.  6.°  El  Consejo  Nacional  dividirá  su  territorio,  para  mejor  des- 
empeño de  sus  funciones,  en  tres  regiones,  que  se  titularán  del  Centro, 
Norte  y  Mediodía,  encargándose  especialmente  de  cada  una  de  ellas  un 
Vocal  del  Consejo  y  los  delegados  permanentes  correspondientes.  El 
Consejo  Nacional  determinará  la  extensión  de  cada  una  de  estas  regio- 
nes, con  arreglo  á  la  mejor  proporcionalidad  de  su  territorio  en  combi- 
nación con  el  número  é  importancia  de  sus  Consejos  diocesanos. 


VARIEDADES  547 

Art.  7.°  La  elección  de  los  cargos  electivos  del  Consejo  Nacional  se 
verificará  por  las  Asambleas  generales,  mediante  votación  de  sus  indi- 
viduos y  de  los  Presidentes  y  Consiliarios  de  todos  los  Consejos  dioce- 
sanos que  concurran  á  las  mismas,  ó  deleguen  en  persona  competente- 
mente autorizada  y  que  pertenezca  á  alguno  de  los  Círculos  asociados. 
El  nombramiento  recaerá  en  los  individuos  que  obtengan  mayoría  abso- 
luta en  la  primera  votación,  y  relativa  en  las  siguientes,  siendo  de  cali- 
dad, en  este  caso,  el  voto  del  Presidente.  Las  delegaciones  antes  men- 
cionadas implican  siempre  la  facultad  de  sustituir,  por  cuanto  cada 
individuo  no  podrá  ostentar  más  que  una  sola  representación,  además  el 
voto  que  personalmente  pueda  corresponderle.  El  Consiliario  y  Vice- 
consiliarios  serán  elegidos  por  el  limo.  Sr.  Obispo  de  Madrid-Alcalá. 
Todas  las  vacantes  que  ocurran  se  proveerán  interinamente  por  el  Con- 
sejo Nacional,  sin  perjuicio  de  dar  cuenta  del  nombramiento  en  la  pró- 
xima Asamblea. 

Art.  8.°  El  Consejo  Nacional  y  los  diocesanos  procurarán  sostener 
recíprocamente  la  mayor  relación  por  medio  de  la  correspondencia  y  de 
las  visitas  que  se  hagan,  debiendo  los  diocesanos,  por  lo  menos  anual- 
mente, dar  cuenta  al  Nacional  de  su  estado,  y  del  de  los  Círculos  y 
Patronatos  de  su  jurisdicción. 

Art.  9.°  El  Consejo  Nacional  queda  facultado  para  adoptar  aquellos 
acuerdos  más  perentorios  que  la  práctica  exija  para  su  reglamentación 
y  relaciones  con  los  Consejos  diocesanos,  dando  cuenta  de  ellos  en  la 
Asamblea  general  inmediata. 

Art.  10.  Los  fondos  que  tuviere  el  Consejo,  en  caso  de  disolución  de 
éste,  serán  repartidos  entre  los  Consejos  diocesanos. 

B.  Estatutos  de  los  Consejos  diocesanos.  — Base  I."*  Tanto  las 
Asociaciones  católico-obreras  que  ya  existan,  como  las  que  se  funden 
de  nuevo,  estarán  bajo  la  dirección  de  un  Consejo  diocesano,  cuya  misión 
será:  conservar  la  unidad  entre  los  diferentes  Círculos  y  Asociaciones 
obreras  que  existan  en  una  diócesis,  mantener  en  toda  su  fuerza  el  espí- 
ritu de  la  obra  y  propagarla. 

2.'^  Este  Consejo  estudiará  muy  especialmente  cuanto  se  refiera  al 
bienestar  moral  y  material  de  los  obreros  católicos.  Fundará  y  propa- 
gará en  todos  los  Círculos  y  demás  Asociaciones  análogas  cuantas  obras 
redunden  en  beneficio  de  aquéllos,  procurando  arraigar  los  sentimientos 
católicos  de  los  mismos  por  medio  de  la  frecuencia  de  los  sacramentos 
y  ejercicios  piadosos. 

3."  El  Consejo,  sin  coartar  la  independencia  y  libertad  de  acción  de 
cada  Círculo  ó  Asociación,  tendrá  la  suprema  inspección  y  vigilancia 
sobre  ellos  y  cada  una  de  sus  obras. 

4.''  En  este  concepto  habrán  de  ser  aprobados  por  el  Consejo  los 
reglamentos  particulares  que  redacten  los  Círculos  y  Asociaciones  y  las 
obras  que  traten  de  realizar,  respetando  los  reglamentos  de  los  Círculos 


548  VARIEDADES 

fundados  con  anterioridad  á  la  creación  de  dicho  Consejo,  siempre  que 
estén  aprobados  por  el  respectivo  Ordinario. 

5.^  La  inspección  y  vigilancia  la  ejercerá  el  Consejo,  mediante  el 
examen  de  las  Memorias  y  estados  anuales  de  trabajos  que  le  remitirán 
los  Círculos  y  demás  Asociaciones  todos  los  años  y  en  virtud  de  las 
visitas  que  hagan  los  delegados  que  nombre  con  dicho  objeto.  Estos 
delegados  deberán  visitar  todos  los  Círculos,  Patronatos,  Congregacio- 
nes y  Asociaciones  análogas  de  la  diócesis  respectiva  anualmente,  ó 
con  más  frecuencia  si  así  lo  creyese  conveniente  dicho  Consejo. 

ó."*  Este  Consejo  lo  compondrán:  un  Presidente  de  honor,  que  será 
el  Prelado  de  la  Diócesis;  un  Presidente  efectivo,  un  Consiliario  eclesiás- 
tico, un  Vicepresidente,  un  Tesorero,  dos  Secretarios  y  cuatro  Vocales. 

7.^  Los  Presidentes  de  los  Círculos  y  demás  Asociaciones  análogas 
se  considerarán  como  Vocales  del  Consejo  de  su  diócesis  respectiva, 
pudiendo  asistir  á  sus  ordinarias  reuniones,  que  tendrán  lugar  mensual- 
mente. 

8^  El  Presidente  efectivo  será  nombrado  á  lo  menos  cada  tres  años 
por  la  Asamblea  de  los  Círculos  y  Asociaciones,  en  votación  secreta, 
por  mayoría  absoluta  en  la  primera  votación,  y  por  mayoría  relativa,  en 
su  caso,  en  la  segunda,  á  propuesta  en  terna,  presentada  por  el  anterior 
Consejo  y  aprobada  por  el  Rvmo.  Prelado  de  la  diócesis. 

9."*  Los  demás  cargos  del  Consejo,  con  excepción  del  Consiliario, 
cuyo  nombramiento  corresponde  al  Prelado  diocesano,  serán  hechos 
por  el  Presidente  efectivo,  de  acuerdo  con  el  Consiliario. 

10,  La  duración  de  estos  cargos  dependerá  de  la  voluntad  del  Con- 
siliario, de  acuerdo  con  el  Presidente  efectivo.  La  persona  que  desem- 
peñe la  presidencia  efectiva  podrá  ser  reelegida,  y  en  este  supuesto,  su 
nombre  se  considerará  como  comprendido  en  la  terna  que  debe  presen- 
tarse, según  la  conclusión  8.^ 

n.  En  las  diócesis  que  no  exista  Consejo,  se  considerará  interina- 
mente como  á  tal  la  Junta  directiva  del  Círculo  existente  en  la  capital  de 
la  diócesis,  y  en  su  defecto,  la  del  Círculo  que  designe  el  Prelado. 

12.  Siempre  que  existan  tres  ó  más  Asociaciones  de  obreros  en  una 
diócesis,  el  Consejo  interino  tendrá  la  obligación  de  reunir  en  Asamblea 
á  las  Juntas  directivas  de  aquéllas  para  la  constitución  del  primer  Con- 
sejo diocesano,  y  presentará  á  las  mismas  la  terna  para  el  de  Presidente 
efectivo,  con  arreglo  á  la  conclusión  8.^ 

13.  Siempre  que  el  Consejo  crea  que  la  Junta  directiva  de  un  Círculo 
no  cumple  con  sus  obligaciones,  lo  pondrá  en  conocimiento  del  Ordina- 
rio, y  éste,  previa  audiencia  de  dicha  Junta  y  del  Consejo,  acordará  las 
medidas  que  juzgue  oportunas. 

14.  Para  cubrir  los  gastos  que  puedan  originarse,  el  Consejo  dioce- 
sano arbitrará  los  recursos  que  juzgue  necesarios  y  en  la  forma  que  tenga 
por  conveniente,  pudiendo  recibir  donativos  y  legados. 


VARIEDADES 


549 


15.  Los  Consejos  diocesanos  quedarán  sometidos  en  orden  á  auto- 
ridad y  gobierno  al  Consejo  Nacional,  y  sostendrán  con  él  las  relacio- 
nes que  se  fijen. 

Narcissus  Lagoi  Merino.-  El  limo.  Sr.  D.  Manuel  Lago  Gonzá- 
lez, que  el  día  3  de  Abril  recibirá  la  consagración  episcopal,  ha  sido 
desde  su  juventud  amante  decidido  de  la  Botánica,  y  en  sus  paseos  por 
los  alrededores  de  Lugo  prefería  aquellos  parajes  donde  la  exuberante 

vegetación  recreaba  sus 
miradas  ú  ofrecía  pábu- 
lo á  su  curiosidad,  reco- 
giendo de  vez  en  cuan- 
do cuanto  le  parecía  raro 
é  interesante:  de  estas 
recolecciones  tenemos 
pruebas  en  nuestro  her- 
bario. Hace  dos  años, 
siendo  Lectoral  de  la  Ca- 
tedral de  la  mencionada 
ciudad,  nos  envió  un 
ejemplarsecodeunAToT- 
cissus  con  caracteres  pe- 
culiares inaplicables  á 
las  especies  conocidas 
del  género;  al  año  si- 
guiente remitiónos  otros 
dos  en  plena  floración, 
pudiendo  así  estudiarle 
en  todos  sus  pormeno- 
res. Á  tan  eximio  varón 
se  le  dedicamos  con  to- 
do el  afecto  de  nuestro 
corazón. 

Narcissus  Lagoi  Me- 
rino.—Bulbus  ovato- 
globosus,  2-4  cm.  latus, 
fuscus:  scapus  elonga- 
tus,  3-5  dm.  altus,  cylin- 
dricus,  striatus:  folia  2 
varius  3,  8-10  mm.  lata,  patentia,  glaucescentia,  subtorta,  canaliculata, 
subtus  elevato  nervata,  obtusa,  ápice  subcucullata  et  callosa,  scapo 
breviora:  ños  unus  flavus  omnino  (excepta  basi  tubi  vírente),  20-25  mm. 
longus,  ovario  incluso,  horizontalis,  breviter  pedunculatus,  pedúnculo 
10-15  mm.  longo:  perianthus  fere  ad  médium  usque  in  tubum  subcam- 
panulatum  exagonum  connatus,  angulis  quandoque  in  lacinulam  brevem 


■■¿50  OBRAS   RECIBIDAS 

dentiformem  productis;  laciniae  linear-oblongaebasi  5  mm.  latae,  erecto- 
patulae,  obtusae,  mucronatae,  planae,  coronam  subaequantes;  corona 
infra  cónica  h.  e.  basi  ventricosa  sursum  angustata  et  sub  ore  valde  con- 
tracta, dein  ore  admodum  ampliata  et  multilobulata,  lobulis  erectis  ovatis 
vel  oblongis  obtusis  extus  canaliculatis  quartam  coronae  partem  longi- 
tudine  aequantibus;  genitalia  inclusa:  stamina  stylo  breviora  eumqufc 
regulariter  circumdantia;  stigma  trilobatum:  capsula  parva  obovato- 
globosa  5-7  mm.  longa,  7-5  mm.  lata. 

Bulbo  aovado-globoso,  parduzco,  de  2-4  cm.  de  diám.;  escapo  ele- 
vado de  3-5  dm.,  cilindrico,  estriado,  glauco,  envuelto  con  una  vaina 
larga  en  la  parte  inferior;  hojas  2-3,  garzas,  patentes,  algo  retorcidas, 
de  8-10  mm.  de  anchura,  acanaladas,  nerviadas  por  debajo  con  el  ápice 
terminado  en  pequeño  cucurucho  obtuso  y  calloso,  más  cortas  que  el 
escapo:  flor  solitaria,  amarilla,  excepto  la  base  del  tubo  que  es  verdosa, 
de  20-25  mm.  de  long.,  contando  el  ovario,  horizontal,  brevemente  pe- 
dunculada,  siendo  el  pedúnculo  de  10-15  mm.  de  long.;  periantio  tubu- 
loso-acampanado,  exagonal  en  la  mitad  inferior,  prolongándose  algunas 
veces  los  ángulos  en  una  pequeña  lacinia  dentiforme:  lacinias  periantia- 
les  linear-oblongas  anchas  de  5  mm.  en  la  base,  patente  erguidas,  obtu- 
sas, planas,  mucronadas  tan  largas  como  la  corona;  ésta  cónica  hasta 
cerca  del  borde,  esto  es,  estrechadas  paulatinamente  desde  la  base,  borde 
repentinamente  ensanchado  y  rematado  en  numerosos  lóbulos  erguidos, 
ovalados  ú  oblongos,  obtusos,  exteriormente  acanalados  y  tan  largos 
como  74  de  la  long.  de  la  corona:  estambres  y  pistilo  inclusos,  aquéllos 
más  cortos  que  el  estilo  al  que  rodean;  estigma  trilobado;  caja  pequeña 
casi  globosa  de  5-7  mm.  de  long.  por  7-8  de  anchura. 

Vive  en  las  inmediaciones  de  la  ciudad  de  Lugo,  sitio  llamado  Cone- 
xal  da  ponte,  entre  el  puente  de  Lugo  y  la  fábrica  de  electricidad.  Flo- 
rece en  Febrero. 

B.  Merino. 


OBRAS  RECIBIDAS  EN  LA  REDACCIÓN 


Acción  católico-social  de  la  Congre-  Au  Paraguay,  P.  du  Coetlosquet.  Nu- 
gación DE  Seglares  católicos,  P.  G.  Vi-  meros  217  y  218  de  L'Action  Populaire. 
ves,  S.  J.— Palma.  0,50  francos.— Reims. 

Análisis  DE  «Peñas  arriba»,  J.  M.^  Mar-  Ben  Hur,  L.  Wailace.   traducción  de 

tínez.— Torreiavega,  1908.  L.  C.  Viada.  1,25  pesetas.— Apostolado  de 

Anuario  de  la  Real  Academia  de  Cien-  la  Prensa,  Madrid. 

cías  Exactas,  Físicas  y  Naturales. — Ma-  Catálogo  clasificado  de  Literatura 

drid,  1910.  española.— B.  Herder,  Friburgo.  1910.  Útil 

Arañas  de  la  desembocadura  del  Nilo,  por  la  selección  y  critica  de  obras  en  cas- 

P.  Franganillo,  S.  J.  Separata  da  Broteria,  tellano. 

S.  FieL  Catálogo  de  la  Congregación  de  la 

AscENSiON.—Roman,  Ch.  de  Pomairols.  Inmaculada  Virgen  María  y  San  Luis  Gon- 

3fr.  50.— Plon-Nourit  etC'«,  Paris.  zaga.— Barcelona,  1910.  Con  una  breve 


OBRAS  RECIBIDAS 


551 


noticia  de  la  Congregación  y  reseña  del 
segundo  Congreso  regional  Mariano  de 
la  antigua  Corona  de  Aragón. 

CÓMO  DEFENDERNOS  DE  LAS  ESCUELAS  LAI- 
CAS, L.  H.  de  Larramendi.  0,25  pesetas.— 
Biblioteca  de  La  Paz  Social,  Zaragoza, 
1910.  Contiene  la  exposición  del  Episco- 
pado español  y  la  carta  de  Menéndez  Pe- 
layo  contra  las  escuelas  laicas,  la  expe- 
riencia francesa  durante  un  cuarto  de  si- 
glo y  la  legislación  española. 

Con  los  Jesuítas...  por  castigo,  Pablo 
Ker;  traducción  de  la  segunda  edición 
francesa.  3  francos.— B.  Herder,  Friburgo. 

Datos  macrosísmicos  sobre  el  terre- 
moto   IBÉRICO    DE    23    DE    AbRIL    DE    1909, 

M.  S.  Navarro,  S.  J.  (Del  Boletín  de  la  Real 
Sociedad  Española  de  Historia  Natural.) 
Der  junge  De  Spinoza,  Leben  und  Wer- 

DEGANG    IM    LlCHTE  DER   WeLTPHILOSOPHIE, 

von  Stanislaus  von  Dunin-Borkowski, 
S.  J.  15  M.— Munster  in  Westfalen.  As- 
chendorffsche  Verlagsbuchhanlung,  1910. 

Die  Exerzitienwahrheiten,  H.  Bruders, 
S.  J.  M.  3. — Innsbruck,  Druck  und  Verlag 
von  Fel  Rauch. 

Discursos  y  sermones,  PP.  Francisca- 
nos de  Tierra  Santa.— Tipografía  Católica, 
Pino,  5,  Barce  ona. 

DOCUMENTS  INÉDITS  POUR  SERVIR  A   L'HiS- 

toire  du  Christianisme  en  Orient  (XVI- 
XIX  siécle),  P.  A.  Rabbath,  S.  J.  T.  II,  pre- 
mier fascicule.— A.  Picard  et  Fils,  París. 

Doña  Urraca  de  Castilla,  Navarro  Vi- 
lloslada.  Dos  tomos,  2,50  pesetas.— Apos- 
tolado de  la  Prensa,  Madrid. 

Dos  centenarios  ó  LA  clase  obrera  y 
LA  Constitución  de  1812,  P.  J.  M.^  Sola, 
S.J.— Cádiz. 

Él  catolicismo  en  la  actual  literatu- 
ra FRANCESA,  J.  de  Hínojosa.  0,60  pesetas. 
—Centro  de  publicaciones  católicas,  Pon- 
tejos,  8,  Madrid. 

El  Centena-^io  de  Balmes.  Boletín 
mensual.  Comienza,  después  del  saludo, 
con  la  Alocución  Pastoral  del  Sr.  Obispo 
de  Vích,  sobre  el  Congreso  de  Apologé- 
tica, etc.,  3  pesetas,  gratuito  á  los  socios. 

El  Estado  docente. — Carta-Pastoral 
que  el  Excmo.  é  limo.  Sr.  Dr.  D.  José  Ma- 
ría Salvador  y  Barrera,  Obispo  de  Madrid- 
Alcalá,  dirige  al  Clero  de  su  diócesis  con 
motivo  del  santo  tiempo  de  Cuaresma. — 
Madrid,  Juan  Bravo,  5;  1910.  En  folio  me- 
nor de  36  páginas.  Se  publicó  primero  en 
el  Boletín  Oficial  del  Obispado.  Véase 
«Noticias  generales»,  págs.  540-541. 

El  Proceso  de  Jesucristo,  C.  Chauvin; 
traducción  de  L.  González.  0,60  pesetas. — 
Pontejos,  8,  Madrid, 

El  rosal  de  Magdalena,  A.  M.  de  Ovie- 
do. 1,25  pesetas.— Apostolado  de  la  Pren- 
sa, Madrid, 

El  secreto  de  la  solterona,  E.  Marlitt, 
1,25  pesetas.— Apostolado  de  la  Prensa, 
Madrid. 


Epodos.  Horacio,  con  versión  literal  y 
diferentes  traducciones  en  las  lenguas  ibé- 
ricas, recopiladas  por  C.  Parpal.— V.  Suá- 
rez,  Madrid. 

Estación  sismológica  de  Cartuja.  Re- 
sumen de  1909. 

Explicatio  casuum  in  Dioecesi  Beroo- 
mensi  Reservatorum,  Sac.  Pacati  Petri  in 
Epíscopali  Seminario  Professoris  Theo- 
logiae  Moralís.— Bergomi,  I902.~En  8." 
de  135  páginas,  l,v50  liras.  Contiene,  no 
sólo  la  exacta  y  circunstanciada  explica- 
ción de  los  casos  reservados  en  la  dióce- 
sis de  Bergamo  (inclusos  los  reservados 
ajare  ipsi  Episcopo).  sino  también  la  doc- 
trina general  sobre  reservados  y  censuras 
(su  naturaleza,  división,  requisitos,  abso- 
lución). Al  final  trae  un  apéndice  sobre  la 
composición  á  que  deben  sujetarse  los 
compradores  de  bienes  eclesiásticos. 

Fac-simile  des  souvenirs  de  Premiére 
CoMMUNiON.  —  Desclée,  De  Brouwer  et 
C*« ,  Bruges. 

IIistoire  du  Concile  du  Vatican.  To- 
me II,  premier  partie,  P.  Th.  GranderatH, 
S.  J.— A.  Dewit,  Bruxelles, 

Historia  general  de  la  Literatura, 
G.  Jünemann.  Cuarta  edición.  3,50  fran- 
cos.—B.  Herder,  Friburgo. 

Ta  Agencia  Católica  de  información, 
por  el  Obispo  de  Jaca.  La  Editorial,  Zara- 
goza, 1910.  Se  demuestra  su  necesidad  y 
la  de  favorecer  la  buena  prensa  en  gene- 
ral, y  que  los  periódicos  católicos  se  sus- 
criban á  ella. 

La  cuestión  social,  P.  T.  Rodríguez. 
0,50  pesetas.— Escorial. 

La  Doncellita  jornalera  Gracieta..., 
por  el  P.  J.  A.,  Escolapio,  — Barcelona, 
librería  La  Hormiga  de  Oro,  1909. 

La  Estrella  del  Mar.  Revista  publi- 
cada por  la  Casa  de  la  Buena  Prensa.  En- 
trega 1.^— Valparaíso  (Chile).  Se  propone 
propagar  los  principios  cristianos  con- 
forme á  las  enseñanzas  católicas.  Mensual, 
de  32  páginas  en  4.°,  á  tres  columnas. 

La  mayor  gloria  de  Dios,  limo.  D.  J.  Ma- 
ría de  J.  Portugal,  O.  M.— E,  Subirana, 
Barcelona. 

La  mujer  fuerte,  G.  Tejado.  1,25  pese- 
tas.—Apostolado  de  la  Prensa,  Madrid. 

La  Résurrection  de  Jésus,  E.  Mange- 
not.  3,50  fr.— G.  Beauchesne  et  C'«  ,  París. 

Las  Normas  dadas  en  Roma  A  los  inte- 
GRiSTAS  y  su  explicación,  por  el  Magistral 
de  Sevilla.— Santander,  1910. 

La  Trapa  y  la  acción  social  (del  monas- 
terio DE  Dueñas),  por  un  Párroco.— Cues- 
ta, Valladolid, 

La  VERDAD  NO  TRANSIGE  CON  EL  ERROR:  NI 

LA  LUZ  CON  LAS  TINIEBLAS,  Dr.  J.  T.  Mon- 
taña. 0,60  pesetas.  Publicado  antes  en  El 
Siglo  Futuro. — Pontejos,  8,  Madrid. 

L'EUCHARISTIE  ET  LA  PeNITENCE,  G.  RaUS- 

chen;  traduit  par  M,  Decker  et  E.  Ricard. 
3  fr.-J.  Gabalda  et  C'« ,  París. 


552 


ÍNDICE   GENERAL  DE   ESTE   TOMO 


Les  Temps  lituroiques  et  les  Évangi- 
LES,  par  D'Hauterive.  T.  III.— J.-M.  Soubi- 
ron,  Montréjean. 

Líber  usu\  LIS  Missae  pro  dominicis  et 

FESTIS  DUPLICIBUS  CUM  CANTU  GREGORIANO. 

3  fr. — Desclée  &  Socii,  Romae. 

Líber  usualis  Missae  pro  dominicis  et 
festis  duplicibus  cum  cantu  gregoriano 
quem  ex  editione  typica  in  recentioribus 
musicae  notulas  translatum  solesmen- 
ses  monachi  rhythmicis  signis  diligenter 
ORNAVERUNT.  4,50  fr.  — Dcsclée  &  Socii, 
Romae. 

Liras  y  Estrofas,  L.  del  Cigarral.  Habana. 

Los  pueblos  dormidos,  novela  por 
R.  Pamplona.  2  pesetas.— Cecilio  Gasea, 
Zaragoza. 

Los  úLTmos  días  de  Pompeya,  E.  T.  Bul- 
wer;  traducción  de  J.  Núñez.  Dos  tomos, 
2,50  pesetas.— Apostolado  de  la  Prensa, 
Madrid. 

Memoria  de  la  Asociación  de  San  Ca- 
siano, y  lista  de  los  señores  asociados.— 
Sevilla,  1910. 

Meteorología  práctica,  Excmo.  señor 

D.  J.  Ricart.— Barcelona. 

]%'ocioNES  DE  Economía  social.  Padre 

E.  Quitart,  S.  J.  5  pesetas.— Miguel  Casáis, 
Pino,  5,  Barcelona. 

Nueva  gramática  francesa,  P.  L.  Fran- 
coz,  S.J.— Bogotá,  1910. 

Observaciones  meteorológicas.  Cole- 
gio de  la  Compañía  de  Jesús  en  Oña,  1910. 
Precede  una  «Reseña  meteorológica»  del 
año  1909. 

Octavia  y  una  pariente  pobre,  Ma- 
dama Bou  don. 2,25  pesetas.— Apostolado 
de  la  Prensa,  Madrid. 

Oración  fúnebre  en  las  Honras  del 
P.  F.  García  Tejero,  Prepósito  del  ora- 
torio de  San  Felipe  Neri,  D.  A.  Muñoz.— 
Sevilla,  1910. 

¡Otra  Semana!  Hoja  volante  núm.  3  de 
la  Acción  Social  Popular,  volksverein  his- 
pano-americano. 


Páginas  de  la  vida,  J.  M.^  de  Luque. 
0,50  pesetas.— Tudeia.  Novelita  moral. 

Pan  y  Catecismo.  Segunda  edición.  2,50 
pesetas  el  ciento.— Coso,  75,  Zaragoza. 

Paz  á  los  hombres  de  buena  voluntad, 
P.Jaime  Nonell.S.J.  0,10  pesetas  ejemplar. 
Manresa.  Útil  á  todos  los  de  conciencia  ti- 
morata. 

¿<|UÉ  SE  PUEDE  HACER  POR  EL  PUEBLO? 

Oficina  de  la  A.  S.  P.  de  Barcelona,  1909. 
Expone  diversas  obras  sociales  del  señor 
Cura  de  Mulhouse. 

HeLACIÓN  ANUAL  DEL  OBSERVATORIO  AS- 
TRONÓMICO DE.  CARTUJA.  1909. 

Reliquias  (sonetos),  A.  de  Zayas.— Li- 
brería de  P.  Beltrán. 

Repertoire  moderne  de  Musique  vocale 
ET  d'Orgue  de  la  Schola  Cantorum.— Pa- 
rís, 269,  rué  St.  Jacques. 

Resumen  dé  Derecho  Natural,  Padre 
F.  Quintana,  S.  J.  Segunda  edición.— Bil- 
bao, 1910. 

Sermón  eucarístico,  por  el  P.  Francisco 
Jiménez  Campaña,  Escolapio,  en  acción 
de  gracias  por  las  victorias  de  Melilla,  pre- 
dicado en  la  iglesia  de  Nuestra  Señora  del 
Carmen,  1910. 

Tlinoit  myths  and  texts,  recorded  by 
John  R.  Swanton.— Washington,  1909. 

Tractatus  Dogmaticus,  Moralis  et  Ca- 
nonicus  de  Matrimonio  Christiano,  au- 
ctore  Petro  Pacati  ín  Seminario  Bergo- 
mensi  Theologiae  moralis  Professore. — 
Bergomi,  1906.  Un  tomo  en  8.°  de  320  pági- 
nas, 3,50  liras.  Es  un  buen  compendio  para 
las  clases,  claro  y  muy  práctico.  Anterior 
al  Decreto  Ne  temeré.  Al  final  de  la  obra 
tiene  un  oportuno  apéndice  sobre  el  ma- 
trimonio civil. 

Triduo  en  honor  de  la  Santísima  Tri- 
nidad, D.  P.  de  M.  Segura.— México,  1909. 
Es  ya  la  tercera  edición. 

Hnwritten  Literature  of  Hawaii.  By 
Nathaniel  B.  Emerson.— Washington,  1909. 


índice  general  de  este  tomo 


artículos  de  fondo 


Páginas. 


Lecciones V.  Minteguiaga. 

El  crédito  popular  urbano  con  solidari 

dad  ilimitada 

El  modernismo  en  la  acción  social. ... 
Las  misiones  católicas  entre  infieles  (2.° 

y  3.") Hilarión  Gil 

Objetividad  de  la  sensación  externa  en  ^ 

las  impresiones  eléctricas  (3.°  y  4.°). .      j.  M.  Ibero 34,  201 


N.  NOGUER 16,180 

294 


25,285 


ÍNDICE   GENERAL   DE   ESTE   TOMO  553 

Páginas. 

El  perdón  de  los  pecados  en  la  primi- 
tiva Iglesia.  El  libro  De  pudicitia Z.  García 43 

La  doctrina  de  Orígenes >  •   •  •  •      ^^^ 

Progresos  hacia  adelante  y  hacia  atrás.      R.  Ruiz  Amado 59,  212 

La  Iglesia  y  la  escuela »  422 

La  vuelta  del  gran  cometa  de  Halley 
(1.°,  2.°  y  3.°) M.  Martínez 73,  166,  482 

La  conquista  del  aire  (2.°  y  3.°) E.  Ascunce 82,  358 

El  P.  Luis  Sodiro,  S.  J.,  botánico  del 
Ecuador L.  Navas 93 

Acción  social  católica  en  España.— Car- 
ta de  S.  S.  Pío  X  al  Emmo.  Cardenal 
Aguirre,  Arzobispo  de  Toledo 141 

Plagas  de  la  Francia  actual A.  Pérez  Goyena 151 

La  Espeleología  y  el  Troglodismo E.  Ugarte  de  Ercilla 188 

Psicología  experimental  del  corazón  hu- 
mano (1  °  y  2.°) »  336,436 

Gabriel  y  Galán  (continuación) L.  Herrera  Oria 227,  494 

Un  artículo  inédito  de  Balmes:  Persecu- 
ciones y  contrariedades  sufridas  por 
el  Clero 277 

Lorenzo  Hervás.  Tercer  período  (1798- 
1801) E.Portillo 307 

El  método  histórico  en  la  interpretación 
de  los  Evangelios  sinópticos L.  Murillo 325,  413 

Imprenta  de  los  antiguos  jesuítas  en 
Europa,  América  y  Filipinas  (conti- 
nuación)     C.  Gómez  Rodeles 349 

La  real  orden  circular  sobre  las  escue- 
las laicas V.  Minteguiaga 450 

Boletín  de  Teología  dogmática  espa- 
ñola en  1909 A.  Pérez  Goyena 467 


BOLETÍN  CANÓNICO 

Nueva  organización  de  la  Curia  Romana  (comentario,  continuación),  97,  233, 
373.  —  S.  C.  de  los  Sacramentos:  De  matrimonio  mulieris  excisae  non  impe- 
diendo (comentario),  101.  —  Secretaría  particular  de  S.  S.:  La  medalla  que  sus- 
tituye y  representa  los  escapularios  (anotaciones),  240.  — Sagrada  Penitenciaría: 
Sobre  abstinencia  y  Cruzada  (anotaciones),  243.  —  S.  C.  del  Santo  Oficio:  La 
bendición  apostólica  á  las  religiosas  en  el  artículo  de  la  muerte  (comenta- 
rio), 367.— Sobre  abstinencia  y  Cruzada,  501.— S.  C.  del  Concilio:  Sobre  absti- 
nencia y  Cruzada  (comentario),  505.— S.  C.  Consistorial:  Un  nuevo  capítulo  del 
futuro  Código.— Las  relaciones  diocesanas  y  las  visitas  ad  limina  (comenta- 
rio), 513.— J.  B.  Ferreres. 

EXAMEN  DE  LIBROS 

Páginas. 

Cuestiones  selectas  de  Derecho  religioso P.  Villada  109 

Santo  Tomás  y  la  Inmaculada A,  P.  Goyena.  111 

De  la  virtud  de  la  fe A.  P.  G.  246 

Estudios  de  crítica  y  de  Historia  religiosa P.  Villada.  248 


554  ÍNDICE    GENERAL   DE    ESTE    TOMO 

Páginas. 

Ambrosio  de  Morales E.  Portillo.  251 

El  Clero  en  la  política P.  Villada.  377 

De  esponsales  y  matrimonio J.  B.  Ferheres.  379 

Advertencias  prácticas  para  la  introducción  de  los  nuevos  libros  co- 

,    rales •, J.  Mier  y  Terán.  382 

A  Petra  y  al  Sinaí M.  V.  Sáinz.  385 

La  educación  intelectual N.  Noguer.  515 

La  venida  de  San  Pedro  á  Roma E.  Portillo.  518 

Antología  moderna  orgánica  española M.  de  Benito.  521 

NOTICIAS  BIBLIOGRÁFICAS 

Religión  y  Moral: 

Las  glorificaciones  del  sacerdocio  cristiano,  Excmo.  é  limo.  D.  Juan  Muñoz. — 
El  Modernismo  (3."),  limo.  D.  Juan  Maura.  —  Exercitiorum  Spiritualium  medita- 
tiones,  N.  Paulmier,  S.  J.  —  Meditationum  et  Contemplationum  S.  Ignatii,  F.  de 
Hummelauer,  S.  J.,  119. — Manuale  christianum. — Thomae  a  Kempis  de  imitatione 
Christi. — Theologiae  Moralis  Institutiones,  E.  Génicot,  S.  J.— Additiones  Theo- 
logiae  Moralis,  Gury-Ferreres,  S.  J.,  120.— Bibliografía  y  Eucologio  de  los  Cole- 
gios.—Notiones  Archaeologiae  Christianae,  P.  Syxto,  O.  C.  R.,  121.— Pues  yo  no 
le  encuentro  nada  malo. —  Congreso  nacional  de  católicos  argentinos —  Sermo- 
nes, P.  F.  Vinuesa,  S.  J.,  122.— Colección  de  opúsculos  selectos,  D.  B.  Cruz,  123. 
El  Modernismo  (4."),  limo.  D.  Juan  Maura,  255.—  El  problema  de  la  enseñanza, 
Excmo.  Sr.  Arzobispo  de  Sevilla.  —  San  Ignacio,  apóstol  de  la  comunión  fre- 
cuente, P.  J.  Beguiriztain,  388.— Asserta  Moralia,  M.-M.  Matharan,  S.  J.—  Ana- 
lysisTheologico-Canonica  decreti  A^e  temeré,  G.  Arendt,  S.  J.,  394. — Pensamien- 
tos y  consejos  para  la  juventud  estudiosa,  P.  A.  Doss,  S.  J. — La  Virgen  prudente, 
P.  A.  Doss,  S.  J.,  395.— Á  mis  seminaristas,  Card.  Mercier,  traducción  de  A.  Ma- 
ría Ramírez.  —  Méditations  Théologiques,  G.  P.  Waffelaert,  523.  —  Normas  de 
acción  católica  y  social,  Sr.  Arzobispo  de  Granada. — La  escuela  neutra,  ilustrísimo 
Sr.  D.  R.  Gandásegui.— Las  flores  de  Mayo,  P.  R.  Sarabia,  524.  —  El  hombre  tal 
cual  es,  P.  R.  J.  Meyer,  S.  J.;  traducción  del  P.  M.  Peypoch,  S.  J.  —El  Kulturkampf 
internacional,  Card.  Sancha. — A  morte  real  e  a  morte  apparente  con  relagao  aos 
S.  Sacramentos,  P.  J.  B.  Ferreres,  S.  J.;  traducción  de  C.  das  Neves,  525. — Reloj 
del  alma,  P.  P.  de  Rajas,  S.  J.;  traducción  del  P.  J.  M.  Soler,  S.  J.  —  Compendio 
razonado  de  Religión  y  Moral,  J.  Gou,  526.— La  Ciencia  Tomista,  536.— P.  V. 

L'education  morale  et  ses  conditions,  L.  Desers.— Vers  les  cimes,  L'abbé 
Chabot,  123.— R.  R.  A. 

Antidoto,  P.  A.  Gallerani,  S.  J.,  traducción  de  A.  Piaggio,  125.— E.  U.  de  E. 

La  Iglesia  y  el  trabajo  manual,  M.  Sabatier;  traducción  de  J.  de  Hinojosa. — 
El  catolicismo  en  la  actual  literatura  francesa,  J.  de  Hinojosa,  126.— Á  los  maes- 
tros cristianos;  Ejemplaridad  sacerdotal  de  San  José  Oriol,  limo.  Sr.  Obispo  de 
Vich.— La  acción  social  del  Clero,  Excmo.  Sr.  D.  V.  Guisasola,  255.— Religión  y 
Ciencia,  256.— Las  razones  actuales  de  la  creencia,  F.  Brunetiére;  traducción  de 
J.  de  Hinojosa.— La  revelación  ante  la  razón,  F.  Verdier;  traducción  de  A.  Ma- 
chuca, presbítero.— ¿Qué  es  la  Fe?,  F.  Mallet;  traducción  de  A.  López.— Dios, 
principio  de  la  ley  moral,  P.  Vallet,  P,  S.  S.,  traducción  de  J.  de  Hinojosa.  — El 
alma  del  hombre,  J.  Guibert;  traducción  de  J.  de  Hinojosa.— Las  morales  inde- 
pendientes y  la  moral  evangélica,  J.  Brugerette;  traducción  del  C.  de  Ras- 
cón, 257.— Der  Verfasser  aer  Eliu-Reden,  Dr.  Wenzel  Posselt— Der  alttesta- 
mentliche  Kanon  der  antiochenischen  Schule,  Dr.  L.  Dennefeld,  261.— Normas  de 
acción  católica  social,  Prelados  de  la  provincia  de  Sevilla,  388,— Novena  a 


ÍNDICE   GENERAL  DE   ESTE   TOMO  555 

honra  de  la  gloriossisima  Vérge  de  la  Mercé,  J.  M.  011er,  S.  J.,  396.— L'Atletisme 
cristiá,  llm.  Sr.  D.  J.  Torras  y  Bages,  524.— N.  N. 

Panegíricos  sagrados,  P.  P.  Séñeri.- San  Estanislao  de  Kostka,  R.  P.  Zettl, 
traducción  del  P.  A.  González,  S.  J.,  397.— V.  A. 

Der  Opfercharacter  der  Eucharistie  einst  und  jetat,  E.  Dorsch,  S.  J.,  255. — 
Christus  ein  Gegner  des  Marienkultus?,  Dr.  B.  Bartmann.— Ascensión  d'lsaíe, 
E.  Tisserant. — Die  Epistel  des  heiligen  Jakobus,  Dr.  J.  E.  Belser,  260. — Die 
Menschenopfer  der  alten  Hebraer  und  der  benachbarten  Vólker,  Dr.  E.  Mador. 
—Die  Katolische  caritas  und  ihre  Segner,  F.  Schaub,  262.— El  Nuevo  Testa- 
mento en  griego  y  español,  F.  Brandscheid  y  P.  J.  J.  de  la  Torre,  393.— L.  M. 

Santo  Tomás  de  Aquino  y  la  Inmaculada  Concepción  de  la  Virgen  María, 
M.  Alujas,  presbítero. — Praelectiones  dogmaticae,  Ch.  Pesch,  S.  J.,  263.— Des- 
envolvimiento y  vitalidad  de  la  Iglesia,  P.  Fr.  J.  O.  Arintero,  O.  P.— El  progreso 
del  Dogma,  D.  O.  Diaz-Caneja,  264.  —  La  Somme  du  Prédicateur,  D'Haute- 
rive,  265. — La  Sagrada  Eucaristía,  P.  Mir,  535. — A.  P.  G. 

Der  einheimische  Klerus  in  der  Heidenlandern,  P.  A.  Huonder,  S.  J.,  388.— H.  G. 

L'Eglise  et  le  progrés  du  monde,  Ch.  Stanton;  traducción  del  P.  J.  D.  Fol- 
ghera,  O.  P.— La  vie  liturgique,  Eug.  Chipier,  392.— E.  P. 

De  Scriptura  Sacra,  J.  V.  Bainvel,  534.— M.  Sáinz. 

Antes  y  después  de  la  primera  comunión,  P.  F.  M.  Negro,  534.— ^R.  R.  A. 

Filosofía  y  Derechon 

Crónica  del  Congreso  de  Hurdanófolos,  12L— P.  V. 

Sistemas  de  retribución  del  trabajo,  P.  Sangro,  256. — Crisis  de  la  familia 
obrera,  D.  J.  Vales  Failde,  257.— Un  sociólogo  purpurado,  D.  J.  Vales  Failde.— 
Patronatos  de  la  mujer,  A.  Mutuberría.  —  Los  patronatos  de  jóvenes  obreros, 
Dr.  M.  Julia,  258.— San  Francisco  de  Asís  y  su  misión  social,  P.  Venance;  tra- 
ducción de  J.  Le  Brun.  -Tratado  elemental  de  Sociología  cristiana,  P.  J.  M.  Llo- 
vera, C.  C. — Introducción  al  estudio  de  la  Sociología,  L.  Garriguet;  traducción 
de  R.  de  Iranzo,  259. — Asuntos  económicos  y  fiscales,].  M.  Rivas  Groot,  396. — 
Les  Syndicats  professionels  feminins,  L.  de  Contenson. — Le  travail  des  femmes 
á  doraicile,  C.  d'Haussonville. — Annuaire  de  la  Législation  du  Travail,  Bel- 
gique,  590.— Memoria  del  servicio  de  inspección  en  1907  (Instituto  de  Refor- 
mas Sociales).  —  Retiros  obreros,  E.  Madrigal.  —  Catecismo  de  Sociología, 
E.  Bongiorni,  traducción  de  M.  de  la  Mora.— Die  Bekampfung  der  unfreiwilligen 
Arbeitslosigkeit  1907,  L  Variez,  531.— Catholiques  et  socialistes,  E.  Lamy. — 
Documentos  mercantiles,  F.  Grau,  532.— Eco  del  Pueblo,  535. — N.  N. 

Introducción  general  á  la  Filosofía,].  Zaragüota.— Tratado  elemental  de  Filo- 
sofía, D.  Mercier  y  D.  Nys;  traducción  del  P.  Fr.  J.  de  Besalú,  527. — Le  Sens 
comniun,  la  Plilosophie  de  l'étre  et  les  Formules  dogmatiques,  Fr.  R.  Garrigou. — 
Précis  de  Psychologie,  W.  James,  528. —Las  Pasiones;  P.  Lejeune;  traducción  de 
E.  A.  Roig.— Les  Arguments  de  l'Atheisme.- Filosofía  del  Derecho,  P.  M.  Ca- 
rreño.— El  Positivismo,  limo.  Sr.  J.  M.  de  Jesús  Portugal,  529.— La  Lumiére  du 
Coeur,  J.  Serré,  530.— E.  U.  DE  E. 

Historia: 

¡Sursum  corda!,  C.  de  Saint-Martial;  traducción  por  J.  Pugés,  122. — P.  V. 

Manuel  d'Histoire  ecclésiastique,  P.  Albers,  S.  J.  —  Enchiridion  Historiae 
ecclesiasticae  universae,  P.  Albers,  S.  J. — Vie  de  Saint -Euthyme  le  Grand, 
P.  Fr.  R.  Génier,  391.  —  Vida  de  San  Clemente  M.^  Hofbauer,  P.  T.  Ra- 
mos, 392.— E.  P, 

Histoire  des  dogmes,  J.  Tixeron,  392 .  —  Die  Griechischen  Christlichen 
Schriftstelier  der  ersten  drei  Jahrhunderte,  Eusebius  Werke.— Die  Kirchenges- 
chichte  herausgegeben,  von  Dr.  Ed.  Schwartz.— Die  lateinische  Uebersetzung 
des  Rufinen,  von  Dr.  Th.  Mommsen,  393.— L.  M. 

Nuestra  semana  negra,  R.  M.  Fierro,  S.  S.,  535.— A.  P,  G. 


556  ÍNDICE    GENERAL  DE   ESTE   TOMO 

Artesy  Letras  y  Cienciass 

Mélanges,  Université  Saint-Joseph,  Beyrouth,  120.— Nuevo  Diccionario  de  la 
lengua  castellana,  M.  Toro,  122.— Almanaque  y  Agendas  Bailly-Bailliére,  126. 
— La  Ciencia  Tomista,  265.  —  Certamen  artístico-literario.  Liga  Antipornográ- 
fica de  Manila,  395.— Exposición  al  Ministro  de  Instrucción  pública  de  Vene- 
zuela, J.  M.  Núñez,  525  —Programa  de  estudios,  PP.  Paúles  de  Cebú,  526.— P.  Y. 

Mis  primeras  lecturas,  A.  Pierre,  A.  Minet  y  A.  Martín,  123.— R.  C. 

Memorias  del  Observatorio  del  Ebro.  La  sección  eléctrica,  P.  J.  García, 
S.  J.,  527.— J.  M.  P. 

Flora  dsscriptíva  é  ilustrada  de  Galicia,  P.  B.  Merino,  S.  J.,  533.  —  Desarro- 
llo sobre  cartulina  de  los  cuarenta  y  ocho  sólidos  cristalográficos  más  impor- 
tantes, E.  Aulet,  534.— L.  N. 

Antología  francesa,  J.  M.  Quirós,  S.  J,  124.— Investigación  y  alumbramiento 
de  aguas  subterráneas,  L.  Fernández,  532.— Pozos  artesianos,  L.  Fernández. — 
La  Pirotécnica  moderna,  J.  B.  Ferré,  533. — N.  N. 

Salve  Regina,  V.  Goicoechea,  presbítero,  398.  —  Ave,  admirabile  Cor  Jesu, 
J.  Valdés,  presbítero,  526.— N.  Otaño. 

Manual  de  canto  gregoriano,  J.  Bas  y  N.  Otaño,  S.  J.,  124.— Doce  cantos  en 
honor  del  Sagrado  Corazón,  N.  Otaño,  S.  J.,  396— J.  Alfonso. 

Aplicaciones  métricas  de  la  Estereoscopia,].  M.''  Torroja,  389.— J.  M.  Obeso. 

Guía  escolar  de  España.  —  Tratado  de  Análisis  de  la  lengua  castellana^ 
R.  Blanco,  390.-R.  R.  A. 

Las  Musas  delante  de  Jesús,],  de  Frezáis;  con  traducción  italiana  de  F.  Saba- 
tini. — Recuerdos  de  viaje,  F.  Elguero,  397. — Páginas  del  alma,  A.  Duran. — 
Obras  completas  de  L.  Montoto,  535.— Narraciones  para  niños,  María  de  Echa- 
rri,  536.— V.  A. 


NOTICIAS  GENERALES 

Roma A.  Pérez  Goyena.  127,  266, 399, 537 

España »  130, 268, 401, 538 

Extranjero »  132,271,404,541 


VARIEDADES 

Exposición  de  los  Rmos.  Prelados  de  España  al  Sr.  Presidente  del  Con- 
sejo de  Ministros  contra  la  existencia  de  las  escuelas  llamadas  laicas..       135 

Programa  de  la  unión  de  los  católicos 273 

Reglamento  de  la  Junta  Central  de  Acción  Católica 544 

Estatutos  del  Consejo  Nacional 407,  547 

Narcissus  Lagoi  Merino 549 

Obras  recibidas  en  la  Redacción 138,  275,  410,  550 


^^m^¿^ 


i"^^^: 


mi^. 


.^^* 


M 


^/*- 


mm 


AP 
60 

R2 

t.26 


Razón  y  fe 


PLEASE  DO  NOT  REMOVE 
CARDS  OR  SLIPS  FROM  THIS  POCKET 


1 
UNIVERSITY  OF  TORONTO  LIBRARY 

m^S^SS¿amS& 

'^aSd^K<^B^0lHHI^BKn 

1 

.^^r*^^^,..^