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Full text of "Razon motivada que el presidente provisional de la Republica da a la Convencion Nacional : sobre el uso que ha hecho de las facultades extraordinarias que se le confirieron en 17 de febrero, y que devolvió en 11 de junio"

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nacional;  quiera  el  Cielo  protegéis  benignamente  sua 
deseos,  y  que  esta  Legislatura  corresponda  al  grito 
de  millón  y  doscientos  mil  Bolivianos:  esta  es  su 
t5nica  aspiración.  Pero  entretanto  que  esto  llega» 
y  cuando  la  humanidad,  la  justicia,  la  moral,  lapo- 
Jítica  y  todos  los  vínculos  de  la  asociación  Bolivia- 
na ven  en  V.  E.  al  hijo  que  ha  dirigido  la  nave 
del  Estado  con  tanto  acierto  y  patriotismo;  cuando 
se  medita  sobre  sus  incesantes  trabajos  y  desvelos 
para  dar  un  poder  siempre  ere.  iente  á  la  Nación; 
y  cuando  en  ñn,  se  le  ve  todo  consagrado  al  bien  de 
esta  Patria  querida;  el  Congreso  no  encuentra  mas 
expresión  de  afecto  y  gratitud   que  ofrecerle,  sino^ 

él    (iUE     HA    MERECIDO     BIEN  DE    LA     PATRIA. 

Tales  son  las  formales  palabras  que  be  re-^ 
cogido  de  los  labios  del  Soberano  Congreso  pai-a. 
trasmitirlas  á  V.  E.;  y  estos  son  también  los  senti- 
mientos con  que  personalmente  me  congratulo  al  lle- 
nar un  deber  tan  honroso  y  apreciable.— Dios  guarde 
á  V.  E. — E.  8~— Mariano  Cahimontes,  Presidente — ► 
Melchor  Mendizábal,  Secretario  Senador.— JWanW 
m  Montoyar.  Rej^resentante  Secretario, 


^5. 


77W 


^ 


QUE  EL 


PRESIDENTE  PR0VI810i\Al. 

DELAnsprrBLioA 

BA  A  LA   CONVENCIÓN  NACIONAL 

SOBKE   EL  USO    QUE    HA   HECHO    DE    LAS     FACULTADES    EX- 
Í-RAORDINARIAS    QUE     SE  LE     CONFIRIERON    EN  17    DE    FE- 
BRERO,   y    QUE    DEVOLVIÓ    EN    11    DE  JUNIO. 


LIUIA  1834: 


IMPRENTA  DEL  CONSTITUCIONAL 

3P0»   IiVCAS  DE  LA  LAMA, 


SI 


Los  peligros  inminentes  que  por  la  defección  de  Gamarrá, 
Bermuaez  y  sus  cómplices  amenazaban  k   tranquilidad,  y  aun 
la  existencia  de  la  República,  determmaron  á  la  Convención  Na- 
cional a  mvestirme  de  extraordinarias  facultades.   Ella  confió  á 
mis  manos  ese  poder  inmenso  que  pone  en  suspensión  las  ^a- 
rantias,  y  hace  callar  las  leyes-poder  terrible  para  los  puebL 
que  sin  otro  medio  de   salvación   se  ven  colocados   en  la  durl 
necesidad  de  librar  su  futura  suerte  á  las  determinaciones,  y  tal 
vez  a  los  caprichos  de  un  solo  hombre;  pero  aun  mas  terrible 
para  el  ciudadano  que  ha  de  egercerle  sin  mas  norma  que  los 
dictámenes  de  su  propia  conciencia,  y  la  dirección  que  les  se- 
ñalen las  apuradas  circunstancias  en  que  ha  de  verse  constitui- 
tmdo.   Felizmente  ni  los  pueblos  tienen  porque  arrepentirse,  ni 
yo  encuentro  abusos  deque  reprenderme:  y  al  restituirse  el  ór-  . 
den  legal  en  la   República,  al  devolver  el  sagrado  depósito  que 
se  me  confií,,  debiera  decir  á  mi  patria,   si  atendiese  solo  á  la 
naturaleza  del  poder  con  que   fui  autorizado:  me  llamaste  en 
tu  an.^ustia,  la  única  ley  que  me  impusiste  fué   salvarte  de  las 
calamidades  en  que  desnaturalizados  hijos  te  sumieron:  la  he 
cumplido-he  aqui  también  la  ünica  razón  que  debo  dar  de  mi 
conducta.   Sin  embargo,  la  Representación   Nacional  me  ha  im- 
puesto la  obligación  de   presentar  la  razón  motivada  de  mis  ac- 
ciones.   Yo  debo  obedecería  y  me  preparo  á  cumplir  con   este 
deber,  tanto  mas  grato  para  mi  corazón,  cuanto  es  el  íntimo  con- 
vencimiento qué  me  testifica  la  pureza  de  mis  intenciones,  cuan- 
ta es  la  certidumbre  de  que  los  errores  en  que  tal  vez  haya  in- 
currido, no  han  tenido    su  origen  en  una  voluntad  caprichosa  ó 
deprabada;  y   cuanto  es  finalmente  el  gozo  en  que  mi   alma  se 
enagena,  contemplando  que  ni  lamentos  de  ciudadanos  agravia- 
dos, m  gemidos  de    victimas  innecesariamente   inmoladas  han 
interrumpido  los  cánticos  de  regocijo,  con  que  los  pueblos  han 


ii 


celebrado  su  ventura.  Penosaesen  verdad  la  tarea  á  que  me  ve« 
obligado:  la  misma  rápida  sucesión  de  los  acontecimientos  no 
me  permitirá  tal  vez  presentarlos  según  el  orden  que  han  te- 
nido, y  quizas  no  se  han  ocurrido  ahora  á  mi  mente  algunas 
determinaciones  de  pequeña  importancia  que  dictaron  motivos 
del  momento:  la  Convención  Nacional  se  dignará  designarme 
las  que  involuntariamente  haya  omitido,  ó  no  se  hayan  espuesto 
por  IeT  falta  de  datos  que  puedan  remitirseme  de  los  demás  de- 

parlamentos. 

Notoria  es  á  la  Convención  Nacional  la  situación  infeliz 
en  que  se  hallaba  la  República,  cuando  ingresé  en    el  mando: 
situación  que  lleg&  á  ser  desesperada  después  de  los  funestos 
acontecimientos  deí  3  de  Enero,  en  que  los  facciosos  pusieron 
en  obi-a  sus  inicuos  planes,  de  entronizar  el   despotismo  sobre 
la  ruina  de  las  libertades  patrias.   Sin  armas,  sin  eg¿rcito,  ago^ 
tado  el  erario,  obstruidos  los  canales  de  la  riqueza   pública,  y 
en  una  falta  absoluta  de  los  elementos  necesarios,  el  pais  pre- 
sentaba el  cuadro   mas  melancólico,  y  era  un  caos  verdadero,  que 
exigia  una  nueva  creación.   Solo  podia  contarse  con  la  opinión 
publica,  héroyca  y  solemnemente  pronunciada  por  el  orden  y  la 
consemciori  de  las  leyes,  y  con  ese  fermento  de  libertad  qué 
sostiene  las  repúblicas,    si  oportunamente  es  auxUiado.    Pero 
á  este' auxilio  se  oponia  la  absoluta  falta  de  numerario,  y  sola^ 
mente  podían  justificar  las  circunstancias  actuales  los  ünicos  ar- 
bitrios que    se    presentaban  para  conseguirlo.  ¿Y  como  trepidar 
entre  la  inevitable  muerte  del   cuerpo  político,  y  la  adopción  de 
medidas  que  podian  salvarlo,  aunque  le  ocasionasen  dolencias  de 
alguna  consideración,  cuyo  restablecimiento  era  seguro,  en   el 
6rden  natural  de  los  sucesos?   Estas  consideraciones  me  deter- 
minaron á  decretar  una  rebaja  de  veinticinco  por  ciento  en  fa- 
vor de  los  que  verificasen  al  contado  y  en  dinero  efectivo  los 
derechos  de  aduanas,  indemnizandoios  de  este  modo  del  interés 
que  perdían  por  el  adelanto,  y  también   de  la  ganancia  que  lo- 
gizaran, haciendo  sus  pago.^ '  en  abonos,  que  el  mercado  les  pro- 
porcionaba  con  un  considerable  atrazo  de  sus  intereses.   Surtió 
en  al^mi  modo  su  efecto  esta  medida,  se  reunió  algún  dinero 


^elantado,  y  se  compraron  con  abonos  que  fuesen  admitidos  en 
aduana  como  un  dinero  efectivo  y  al  contado,  algunos  artículos 
de  inmediata  y  absoluta  necesidad.  Empero  aun  quedaban  ur- 
gencias que  debiaa  atenderse  indispensablemente,  y  faltaba  tam- 
bién el  dinero  necesario.  Un  empréstito  voluntario  fué  el  ar- 
bitrior  que^.  se  presentaba  de  pronto:  se  plantificó,  reuniendo  á 
todas  aquellas  personas  capaces  de  proporcionar  algunas  canti- 
dades- reconociéndoles  el  interés  mensual  del  dos  por  ciento.  Lae 
mas  se.  prestaron  á  proporcionar  este  socorro  á  la  República, 
y  muchas  renunciaron  generosamente  el  interés  que  se  les  ofre- 
cía. Sin  embargo  la  suma,  colectada  no  estaba  en  proporción 
con  los  grandes  gastos  que  demandaba  el  sostén  de  una  guerrít 
que  se  habia  abierto  en  una  carencia  absoluta  de  los  mas  pre-^ 
cisost:  el  ementes — el  empréstito  en  un  principio  voluntario  se 
convirtió  en  forzoso,  bajo  la  misma  condición  del  interés  men- 
sual del  dos  por  ciento.  Para  repartirlo  proporcionalmente  y  sin 
agravio  algTino  de  los  individuos  que  debian  sufrir  este  grava- 
men, se  nombró  una  junta  de  ciudadanos  en  quienes  se  supo- 
nía un  conocimiento  exacto  para  lograr  el  fin  propuesto;  pero 
habiendo  sido  excesivas  algunas  asignaciones,  fué  rebajado  el: 
empréstito  á  la  mitad  de  su  miportancia.  La  urgencia  de  los 
gastos  :no ,  |)ermitia  la  menor  demora  en  la  colectación  de  las 
cuotas  señaladas:  fueron  necesarias  medidas  coactivas,  y  se  pu- 
sieron- en  obra  para  con  aquellos  que  ¿e  negaban  á  prestar  un 
auxilio  que  demandaban  las  actuales  angustias  de  la  patria.    - 

Igual  empréstito  se  señaló  ala  provincia  de  Yca  bástala 
cantidad  de  veinticinco  mil  pesos,  y;  otro  del  importe  de  cien 
rail  al  departamento  de  la  Libertad.  El  primero  fué  colectado:  . 
en  su  totalidad:  el  segundo  aunque  reducido  á  poeo  ma«  de  se- 
senta mil,  no  ha  podido  realizarse  completamente,  y  se  está  re- 
cibiendo en  muy  pequeñas  partidas.  Bajo  las  mismas  bases  se 
lograron  cantidades  de  pequeña  importancia  en  la  provincia  de  r 
Jauja;  y  los  generales  Miller  y  Nieto  han  exigido  otras  para  sub- 
venir á  los  gastos   de  sus  respectivas  comisionesi 

Por  estos  medios  los  menos. gmvosos,  6  hablando. con. mas 
exactitud,  los  únicos  que  se  presentaban  entonces^  se  logró  hacer  - 


frente  á  las  necesidades  mas  imperiosas;  pero  ellos  no  fueron 
bastantes  á  proporcionar  al  egército  una  caja  militar  sin  la  que 
no  podia  dar  principio  á  sus  operaciones.  Para  realizarla  se  de- 
terminó la  venta  de  algunas  fincas  nacionales,  y  se  anunció  en 
el  periódico  oficial  la  del  convento  de  los  Desamparados,  que  por 
su  situación  ventajosa  se  esperaba  llamase  mayor  numero  de 
licitadores.  Empero  la  falta  de  fondos,  y  mas  bien  el  temor  de 
un  triunfo  por  parte  de  los  sediciosos,  retrajo  á  los  que  podian 
presentarse,  y  fué  una  necesidad  pasase  el  dominio  de  la  finca 
ai  único  que  se  presentó  haciendo  la  propuesta  de  exhibir  en  di- 
nero la  cantidad  de  veintidós  mil  pesos,  y  en  villetes  lo  que 
faltaba  para  igualar  mas  de  las  dos  terceras  partes  de  la  tasa- 
ción del  convento. 

Preciso  era  proporcionar  fondos  para  que  los  prestamistas 
fuesen  cubiertos  de  sus  capitales,  y  percibiesen  los  intereses  res- 
pectivos. Las  rentas  ordinarias  no  podian  llenar  este  compro- 
miso,- atendida  la  situación  de  lá  República,  y  hubo  de  aprobarse 
en  20  de  marzo  el  plan  de  arbitrios  propuesto  por  la  junta;  los 
que  también  hablan  de  cubrir  los  suplementos  recibidos  por  con- 
ducto de  la  H .  J.  Municipal.  El  manejo  de  este  negocio  ha 
quedado  esclusivamente  encargado  al  tribunal  del  consulado,  y 
no  solo  se  han  satisfecho  religiosamente  los  réditos  del  emprés- 
tito de  Lima  en  los  meses  corridos,  sino  también  han  sido  amor- 
tizados algunos  capitales  prefiriendo  á  las  personas  que  gene- 
rosamente se  negaron  á  admitir  los  réditos  propuestos. 

Por  medios  tan  sencillos  y  con  tan  moderado  uso  de  las 
facultades  extraordinarias,  conseguí  crear  algunos  fondos  para 
la  formación  y  sostenimiento  de  un  egército  bastante  á  asegu- 
rarnos el  mas  feliz  resultado  en  la  contienda  á  que  eramos  lla- 
mados; y  su  distribución  arreglada  á  la  mas  escrupulosa  econo- 
mía, puso  al  gobierno  en  aptitud  de  contener  los  progresos  de 
una  rebelión  que  amenazaba  á  la  República  con  su  último  ex- 
terminio. 

Antes  de  entrar  en  la  esposicion  de  hechos  de  otra  clase, 
creo  deban  tener  lugar  las  razones  que  me  movieron  á  expedir 
^n  decreto  que  ha  cortado  una  cuestión  ardientemente  ao-itada 


en  otros  tiempos— la  de  la  apertura  de  casas  de  martillo.  La, 
Constitución  del  año  28  garantizaba  la  libertad  da  industria,  y 
de  consiguiente  dejaba  al  arbitrio  de  cualquier  individuo  el  és- 
pendio  de  los  artículos  de  su  comercio,  en  el  modo  que  mas  cre- 
yese convenirle.  El  decreto  pues,  que  permitía  las  casas  de  mai- 
tillo,  no  tuvo  otro  obgeto  que.  proteger  esta  libertad,  ni  para  ex- 
pedirlo se  necesitaban  otras  facultades,  que  las  concedidas  por 
la  Constitución,  y  solamente  se  usó  de  las  extraordinarias  en 
la  parte  del  decreto  en  que  poniendo  bajo  un  mismo  nivel  todas 
las  casas,  se  les  señaló  el  pago  de  dos  mil  pesos  á  cada  pa- 
tente: las  razones  de  esta  igualdad  se  leen  en  los  consideran- 
dos del  decreto.  De  algún  alivio  han  ser^^ido  en  las  urgencias 
publicas  los  productos  de  esta  entrada. 

La  formación,  arreglo  y  sosten  del  egército  me  precisaron 
de  un  modo  indispensable  á  poner   en  egercicio    con  mayor  es- 
tension  las  facultades  extraordinarias.    Cuando  me  fueron  con- 
cedidas, se  habian  apoderado  los  facciosos  de  las  tropas  nacio- 
nales, y  se  daban  aun  los  primeros  pasos  en  la  creación  de  un 
egército  que  sostuviese  el  orden  y  las  leyes  combatidas:  un  re- 
clutamiento general  en  todos  los  pueblos  que  obedecían  al  go- 
bierno legítimo,  se  hizo  indispensablemente  necesario;   porque 
en  paises  como  el  nuestro  en  que  son  tan  fáciles  y  abundan- 
tes los  medios  de  una  cómoda  subsistencia,  y  la  población  tan 
poco  numerosa,  son  muy  raros  los  que  voluntariamente  se  pres- 
tan al  servicio  de  las  armas.    Decretado  este  reclutamiento,  pudo 
contar  la   justa  causa  con   suficiente    número  de  tropas;   pero 
faltaban  gefes  y  oficiales  que  las  doctrinasen,  y  las  dirigiesen 
en  la  campana  que  iba  á  abrirse.  Fueron  llamados  al  servicio 
muchos   que  de  él  se  habian  separado    por  licencias,  reformas 
6  retiros.   En  los  apuros  del  momento  se  admitieron  indistinta- 
mente cuantos  se  presentaron.   Ni  ¿cómo  distinguirlos  en  con- 
flicto semejante?   Después  con  mas  serenidad  pudo   atenderse 
á  que  solo  obtuviesen  colocación  en  el  egército  aquellos  que  lo- 
graban el  concepto  de  una  honradez  intachable,  y  de  probadas 


aptitudes.  Sin  embargo  sufrí  algunos  equívocos;'  porque  no  gien- 
do  posible  que  yo  conociese  personalmente  á  cuantos  habían 
obtenido  grados  militares,  me  \'alí  de  informes  que  no  siempre 
fueron  conformes  á  la  verdad  que  se  buscaba. 

Algunos  gefes  y  oficiales  contra  quienes  obraban  causas 
pendientes  por  motivos  políticos,  se  ofrecieron  al  gobierno  in- 
mediatamente que  estalló  la  revolución  de  Bermudez;  y  muchos 
de  ellos  se  hablan  distinguido  con  servicios  de  importancia.  Creí 
un  deber  mió  ponerlos  espeditos  para  que  los  continuasen  en 
bien  de  la  Repüblica,  expidiendo  un  decreto  de  olvido  para  loe 
que  aun  no  habían  sido  sentenciados,  y  de  indulto  á  favor  de 
los  que  ya  tenían  impuesta  su  condena.  La  equidad  exigía  fiíese 
estensivo  beneficio  semejante  á  paisanos  que  se  hallaban  en 
igualdad  de  circunstancias.  Me  asiste  la  grata  satisfacción  de 
que  los  agraciados  hayan  acreditado  no  haber  sido  vanas  las  es- 
peranzas que  me  animaron  al  adoptar  esta  medida. 

Finalmente  para  completar  la  formación  del  egércitó,  y-para 
darle  movilidad,  se  necesitaban  caballos  y  muías  aparejadas— 
los  fondos  colectados  no  alcanzaban  á  cubrir  estos  gastos,  y 
fué  necesario  obtenerlos  por  la  fuerza,  reconociendo  su  valor, 
como  una  deuda  que  debiera,  pagarse  cuando  fuese  posible;  y 
por  la  misma  razón  se  exigieron  á  los  pueblos  raciones  de  cara- 
paña,  bagajes,  pastos  &c. 

Si  fué  prudente  la  indulgencia  en  favor  de  los  que  tan  de- 
cididamente se  habían  ofreciólo  »  sostener  la  causa  nacional; 
era  indispensable'  un  acto  solemne  de  justicia  contra  aquellos 
que  cegados  por  la  ambición  mas  detestable,  osaron  sobrepo- 
nerse á  las  leyes,  envolviendo  á  la  República  en  los  horrores  de 
lamas  escandalosa  de  las  guerras  civiles.  Ni  era  tolerable- que 
los  autores  délas  calamidades  de  la  patria  gozasen  de  los  mis- 
mos honores  y  emolumentos  con  que  premia  á  sus  mas  fieles 
servidores,  permitiéndoles  conservar  el  prestigio  que  dan'  las 
graduaciones  militares,  y  pudieron  ayudarles  en  la  consecuciou 
de  sus  inicuos  planes.  Los  atentados  de  los  generales  Bermu- 
dez, Gamarra,  El'  spuru,  Frías  y  Vargas,  demandaban  con  ins- 
tancia esta  medida,  y  se  le?  dio  de  baja  en  ©1  ejército  que 


deshonraban  con  sus  nombres.  Igual  suerte  ha  cabido  á  otros  tres 
gefes    colaboradores  incansables  en  la  revolución,    los  que  no 
eran  acreedores  á  consideración  alguna:   el  coronel  San  Román 
caudillo  de  las  tropas  en  Cangallo;  el   coronel  Bujanda,  el  mis- 
mo que  tuvo  ánimo  bastante  para  escribir  á  Gamarra,  que   en 
pronunciarse  por  el  orden  nada  mas  hacia  que  sagetarse  a.  la 
ley  de  la  necesidad;  y  el  de  igual  grado  Gíamio,  cuya   decisión  . 
por  los  facciosos  hizo  patente  él  mismo  en  una  carta  que  inclu- 
yó Pando  en  su  comunicación  al  Consejo  de  Estado.  Se  creyó 
conveniente  dar  algún  tiempo  á  los  demás  ge  fes  y  oficiales  com- 
prometidos en  el  bando  contrario,  para  que  reconociendo  su  es-, 
travio  volviesen  por  si  mismos  á  la  senda  de  sus  deberes,  subs-r 
trayéndose  dé   un  partido  en  que  tal  vez  se  veian  enrolados  por 
engaño  h  otra  circunstancia,  que  aunque  no  bastantes  á  discul- 
parlos del  todo,  al  menos  minorarian  su  delito. 

No  fué  tampoco  comprendido  en  igual  pena  el  general  Ray- 
traáa,  ese  activo  agente  de  Cxamarra,  que  tan  unpetuosamente 
trabajó  en  Trugillo  por  los  sediciosos;  ese  corruptor  del  gene- 
ral Vidal  y  promovedor  de  la  acta  escondalosa  que  en  aquel 
Departamento  firmaron  los  gefes,  desconociendo  á  la  Conven- 
ción y  ai  gobierno  legalmente  establecido.  Se  le  estaba  si- 
guiendo su  causar  yo  intimamente  convencido  de  sus  crímenes 
y  apoyado  en  los  datos  qué  de  sí  arrojaba  el  sumario,  pude  sen- 
tenciarle— preferí  se  observasen  los  tramites  de  estilo.  Entre 
tanto  él  seguia  conspirando  desde  la  misma  prisión  en  que  se 
hallaba  detenido,  sin  reparar  en  medios  para  llevar  adelante 
su  empeño  de  que  la  revolución  tomase  nuevas  creces.  Precisado 
á  marchar  á  la  sierra  a  ponerme  á  la  cabeza  del  egército,  era 
muy  peligroso  dejar  en  la  capital  genios  turbulentos,  capaces  de 
ocasionar  trastornos  de  grave  trascendencia;  por  esto  ordené  se 
embarcase  Raygada  con  dirección  á  Centro-América,  en  com-. 
pañia  del  comandante  Torrico,  que  se  hallaba  en  identidad  de 
circunstancias.  A  su  salida  del  Callao  intentaron  Una  subleva- 
ción en  el  buque,  con  el  obgeto  de  hacerse  conducir  á  alguno 
de  los  puertos  desde  donde  les  fuese  fácil  reunirse  1  las  tropas 
de  los  sediciosos.  No  lograron  sus  pérfidos  intentos,  pero  ba^ 

2 


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biuntlo  desembarcado  después  en  Santa  Elena,  y  dirigidose  ér 
Guayaquil,  publicaron  un  papel  incendiario  en  que  desconocían 
la  legitimidad  de  la  Convención  y  del  gobierno.  Estos  nuevos 
delitos  añadidos  al  ciimulo  de  sus  anteriores  crímenes,  me  con- 
vencieron ser  incorregibles,  y  sus  nombres  fueron  por  fin  bor- 
rados de  la  lista  militar  á  que  no  podian  ya  pertenecer  sin  men- 
gua del  egército,  y  sin  que  su  impugnidad  diese  aliento  á  los 
que  intentasen  imitarlos. 

La  opinión  publica  que  rara  vez  se  equivoca  en  sus  juicios» 
designaba  como  peligrosa  la  existencia  de  algunos  individuos 
en  la  capital,  y  clamaba  por  su  separación  del  territorio,  al  me- 
nos durante  la  terminación  de  la  guerra  civil.  Trepidé  algunos 
dias  pai-a  adoptar  esta  medida  temiendo  por  una  delicadeza  exce- 
siva causar  innecesariamente  la  aflicción  de  algunos  individuos. 
Empero  convencido  de  que  la  salvación  déla  patria  exigia  sa- 
crificios de  esta  naturaleza,  por  sensibles  que  fiíesen  á  mi  co- 
razón, me  determiné  á  hacerlos  con  cuanta  economia  y  mo- 
deración fuesen  posibles,  considerando  al  mismo  tiempo  ser  esta 
una  medida  de  salvación  para  los  acusados  espuestos  á  ser  vic- 
timas de  la  venganza  popular,  tan  repetidamente  provocada.  En, 
consecuencia  de  esta  determinación  se  ordenó  la  espatriacion 
temporal  del  teniente  coronel  Valdivia  que  habia  marchado  de 
esta  ciudad  para  Arequipa  enviado  por  Bermudez  con  las  or- 
denes é  instrucciones  convenientes  á  levantar  en  aquel  Depar- 
tamento el  estandarte  de  la  rebelión.  El  Dr.  Maruri  de  la  Cuba 
debia  sufrir  igual  suerte:  director  de  Gamarra  en  el  trastorno 
del  año  de  29,  conservaba  con  ese  conspirador  las  mas  estrechas 
relaciones.  Ni  los  lazos  de  unparentezco  político  que  me  unian 
á  D.  Felipe  Pardo,  ni  las  relaciones  de  amistad  que  conservaba 
con  D.  José  Antolin  Rodulfo,  fueron  bastantes  para  dejar  de 
comprender  á  estos  dos  individuos.  Su  intimidad  con  D.  José 
Maria  Pando,  fué  un  delito  á  los  ojos  del  pueblo  que  los  acusaba 
de  estar  unidos  á  él  por  una  misma  profesión  de  fé  política,  y 
con  el  que  no  sin  fundamento  se  sospechaba  mantenían  una  cor- 
respondencia interesante  á  los  planes  de  los  enemigos  del  or- 
den: ñieron  mandados  salir  de  este  Departamento  durante  los 


11 

•tircunstancias.  El  francés  Vicendore,  que  se  hallaba  de  tran- 
seúnte en  esta  capital ,  era  un  hombre  enteramente  sospechoso. 
Las  noticias  adquiridas  de  su  conducta  en  Colombia,  sus  pasos 
en  Chile  respecto  del  Peni,  sus  estrechas  relaciones  con  los 
partidarios  de  la  actual  revolución,  y  sobre  todo  el  pertenecer 
á  la  clase  de  los  aventureros,  hombres  sin  conciencia  política,  y 
siempre  adheridos  al  partido  en  que  esperan  lograr  mayores  me- 
dras; hacian  demasiado  peligrosa  su  permanencia  en  la  Repú- 
blica, y  fué  mandado  salir  de  su  territorio . 

Entre  las  espatriaciones  á  que  me  ha  precisado  la  nece- 
sidad de  salvar  el  pais,  debe  obtener  el  primer  lugar  y  la  mas 
detenida  consideración,  la  del  general  D.  Antonio  Gutiérrez  de 
La-Fuente.  Voy  á  esponer  con  alguna  estension  los  motivos 
que  á  ell(^  me  impulsaron.  Cualquiera  otro  en  mi  lugar  tendría 
que  hablar  ahora  de  su  decapitación,  y  las  razones  fueron  las 
mismas  que  me  han  determinado  á  obrar  mas  bien  en  conso- 
nancia de  la  lenidad  natural  de  mi  carácter,  que  según  laes- 
tension  de  los  delitos  de  un  traidor  tan  alevoso.  La-Fuente  se 
hallaba  en  Chile,  refugiado  de  las  persecuciones  de  Gamarra  y 
de  Eléspuru,  antiguos  cómplices  de  sus  crímenes.  Ninguna  sen- 
tencia legal  había  pronunciado  su  estrañamiento  del  suelo  pe- 
ruano: asi  es  que  cuando  pude  obrar  con  libertad  en  el  Callao, 
mandé  un  buque  para  que  de  Chile  condujese  al  general  Miller 
y  á  todos  los  peruanos  espatriados  por  los  caprichos  de  los  an- 
teriores gobernantes,  y  también  al  general  La-Fuente:  espe- 
rando que  los  contrastes  esperimentados  en  su  vida  publica,  le 
sirviesen  de  lección  saludable  para  lo  succesivo;  que  de  un  hom- 
bre perseguido  y  mirado  como  un  criminal,  se  hiciese  uii  ciu- 
dadano ütil  á  su  patria,  y  pudiese  limpiarse  un  peruano  de  las 
feas  manchas  que  tachaban  su  conducta.  Acontecimientos  pos- 
-teriores  han  dado  á  conocer  cuanto  me  engañé  en  mis  espe- 
ranzas, y  que  hay  una  especie  de  criminales  que  jamás  retro- 
ceden en  el  camino  de  los  delitos. 

Llegó  á  Lima  cuando  ya  Bermudez  se  había  visto  obli- 
gado á  saHr  de  esta  capital,  y  debiendo  yo  marchar  á  poner- 
me al  frente  del  egército,  me  habia  detejminado  á  nombrarlo  Mi- 


12 

metro  de  la  Guerra,  y  de  Vocal  del  Consejo  de  Gobierno  qué 
pensaba  dejar  establee  do  para  que  administrase  los  negocios  pú- 
blicos durante  mi  ausencia  en  la  campaña:  tal  era  la  since- 
ridad de  mis  intenciones  respecto  de  este  general.  Se  resistió 
solicitando  ir  al  ejército,  bajo  el  pratesío  de  que  quería  ven- 
gar personalmente  los  agravios  que  habia  recibido  de  Ganiari'a; 
pero  los  sucesos  me  demostraron  después  que  su  verdadero  ob- 
geto  era  hacerse  de  algún  partido  militar.  Creo  indispensable 
entrar  en  algunos  pormenores,  para  mayor  ilustración  de  un  ne- 
gocio que  tal  vez  se  ha  considerado  de  tamaña  importancia,  y 
sigamos  los  pasos  del  general  La-Füente  desde  su  regreso  á 
Lima,  hasta  su  salida  del  territorio  peruano. 

Fué  el  primero  rodearse  d?  todos  aquellos  oficiales  que  estaban 
deseo  itentos  con  el  gobierno,  y  aun  quiso  llevar  algunos  al  egcr- 
cito,  á  lo  cual  tuve  que  oponerme,  considerando  que  con  ellos 
marcharía  la  insubordinación  y  el  desorden:  eran  dignos  de  for- 
mar el  circulo  al  general  que  los  solicitaba.  Se  he^llaban  presos  en 
el  cuartel  de  Santa  Catalina  los  generales  Yidal  y  Raygada,  coa 
ptros  gefes  que  promovieron  la  revolución  en  el  departamento 
de  la  Libertad.  Vidal  era  enemigo  bien  pronunciado  de  La-Fuente; 
sin  embaro-o  este  lo  visitó  del  mismo  modo  que  á  los  demás 
presos  referidos.  Fué  resultado  de  sus  entrevistas  y  de  las  co- 
municaciones que  lílarituvicron  la  carta  que  Raygada  escribió  al 
general  Salaverry,  entonces  coronel  del  batallón  Legión  Perua- 
na, pidiéndole  encarecidamente  se  miiese  al  general  La-Fuente 
que  se  dirigía  al  egército,  y  á  quien  exclusivamente  creían  ca- 
paz de  regir  los  destinos  del'  pais,  y  de  hacer  su  felicidad  fu-» 
tura:  ^éíl  mismo  general  La-Fuente  fufe  conductor  de  CiStas  car- 
tas, y  de  otraá  que  lie  garon  á  su  destino  por  manos  diterentes: 

Al  presentárseme  en  Jauja  el  primer  presupuesto  del  E.  M- 
3.  que  habjá  confiado  %\  gé^iíéral  La.:Füéiit«,  vi  coi  sorpresa 
puestos  en  él  dos  individuos  retirados,  á  qniones  yo  no  habia 
querido  admitir  nuevamente  al  servicio  por  varias  razones  que 
no  eran  despreciables.  El  general  La-Fuónte  de  propia  autori- 
dad loa  llevó  y  colocó  en  el  E.  M.  J.  sobre  lo  cual  le  mani- 
festé irii  desaprobación  del  modo  conveniente- 


13 

Noté  y   todos    lo  notaron  que  desde  su  llegada  al  egércitOj 

empezó  á  sentirse  la  división  entre  peruanos  y  extrangeros:  di- 
visión que  habia  servido  de  base  á  la  revolución  que  él  mis- 
mo y  Gamarra  hicieron  en  el  año  de  29.  Investigué  con  e^ 
mayor  esmero  el  origen  de  esta  novedad  escandalosa;  y  lo  en^ 
contré  en  el  mismo  general   La-Fuente. 

Situado  el  egército  en  Huancayo  después  de  la  batalla  de 
Huaylacucho,  celebraron  algunos  gefes  en  casa  del  referido  ge- 
neral una  junta,  con  el  obgeto  de  separar  por  medio  de  una  aso- 
nada á  los  generales  y  gefes  extrangeros.  Q,ued6  sancionado 
en  aquel  punto  dirigirse  al  coronel  Salaverry,  haciéndole  pre- 
sente, que  repugnando  las  tropas  obedecer  á  extrangeros,  era 
ya  un  deber  suyo  ponerse  á  la  cabeza  del  egército.  No  pude 
alucinarme  por  mas  tiempo  á  cerca  de  los  planes  de  La-Fuente' 
desde  el  momento  en  que  Lllegó  á  mi  noticia  este  proyecto:  en- 
tonces vi  con  toda  claridad  el  fin  á  que  aspiraba.  Sin  embarga, 
quise  todavía  llevar  adelante  mis  medidas  de  conciliación,  y  ma- 
íiifestandole  confianza  le  encargué  hiciese  una  averiguación  re-, 
servada  de  este  acontecimiento  pasado,  repito,  en  su  habitación 
ínisma.   Me  contestó  que  nada  habia  podido  descubiir  de  positivo. 

Al  mismo  tiempo  que  esto  sucedía  en  nuestro  campo,  ios 
sediciosos  ocupaban  el  pueblo  de  Acosiambo,  pocas  leguas  de 
íío&otros  después  de  haber  pasado  el  puente  de  Yscuchaca,  sm 
que  yo  hubiese  tenido  de  ello  ni  la  menor  noticia:  de  suerte 
que  estuvimos  muy  espuestos  á  ser  sorprendidos,  y  probablemente 
destrozados,  si  ios  enemigos  hubiesen  aprovechado  este  descuido 
y  la  división  que  entre  los  gefes  se  encontraba.  El  general  La- 
Fuente  como  encargado  del  E.  M.  J.  estaba  ea  la  obligación 
de  celar  el  espionaje,  para  lo  que  habia  recibido  el  dinero  ne- 
cesario, y  yo  no  era  capaz  de  creer  que  por  activar  sus  planee 
revolucionarios  ó  quien  sabe  porque  otros  motivos,  hubiese  des- 
cuidado un  asunto  tan  interesante  como  era  saber  el  punto  que 
ocupaba  el  enemigo. 

Observé  una  gran  disposición  en  el  general  La-Fuente  con- 
tra el  coronel  Arguedas  y  el  comandante  Noriega.  Se  opuso 
fuertemeate  á  que  el  primero  mandase  la  infanteri  a  de  la  van- 


14 

guardia  que  marchaba  con  el  general  Otero,  después  del  su- 
ceso de  Maquinhuayo.  Poco  tardé  en  saber  la  causa  de  esta  mal- 
querencia. La-Fuente  habia  tratado  de  seducir  á  estos  dos  ge- 
fes  para  un  paso  que  se  debía  dar  por  el  honor  del  eg¿i  cito:  son 
sus  mismas  espresiones.  Ellos  manifestaron  repugnancia,  y  Ar- 
guedas  se  retiró  de  la  amistad  del  general. 
''*"  ■  Bermudez  mandó  al  egército  un  parlamentario.  Ordené  se 
le  recibiese  y  fuese  conducido  á  mi  alojamiento.  Luego  llegó 
a  él  el  general  La-Fuente,  y  recibió  y  leyó  una  nota  en  que 
Pando  le  decia  intercediese  con  el  Consejo  de  Estado  para  la 
admicion  de  los  inicuos  tratados  que  con  la  mayor  impudencia  pro- 
ponía. Era  bien  singular  dirigirse  á  un  general  subalterno,  ha- 
llándonos presentes  yo  y  el  general  en  gefe  del  egército.  Ig- 
noro si  La-Fuente  tiontestó  ó  no  á  esta  nota;  pero  esa  misma 
noclie  se  entregaron  á  varios  gefes  pequeñas  esquelas  de  letra 
de  Bermudez,  exitandolos  á  una  revolución  bajo  el  mismo  pre- 
testo  adoptado  por  La-Fuente— la  separación  de  los  cxtrangeros. 
En  la  madrugada  del  24  de  abril  tuve  la  noticia  del  pro- 
nunciamiento de  la  división  de  Bermudez  y  de  la  prisión  de 
algunos  gefes  y  oficiales.  La-Fuente  manifestó  gran  deseo  de 
ir  á  hacerse  cargo  de  ella,  accedí  á  sus  instancias  dándole  por 
única  instrucción  las  siguientes  palabras:  hágase  U.  c  argo  de  la 
división,  y  condúzcala  á  esle  punto.  La  encontró  en  Matahuasi 
á  las  órdenes  del  coronel  Echenique,  y  su  primer  paso  fué  po- 
ner en  libertad  y  ofrecer  garantías  á  los  presos  que  eran  los  mas 
criminales.  Escribió  después  á  Pando  y  á  Bermudez  hacién- 
doles á  mi  nombre  el  mismo  ofrecimiento,  mientras  que  ambos 
debian  inevitablemente  ser  tomados  por  los  pueblos  por  donde 
transitasen. 

Reunidas  á  las  nuestras  las  tropas  de  Bermudez,  crecia 
cada  dia  prodigiosamente  el  fermento  de  división  entre  perua- 
nos y  extrangeros.  Yo  me  vi  en  la  necesidad  de  venir  á  esta 
capital  á  tomar  medidas  para  reparar  la  pérdida  de  Cangayo,  y 
juzgué  muy  peligroso  dejaren  el  egército  al  general  La-Fuente, 
que  era  el  promovedor  de  la  discordia.  Resolví,  pues,  traerlo 
én  mi  compañía,  con  el  obgeto  de  destinarlo  á  algún  lugar  en 


15 

donde  no  pudiese  hacer  los  males  que  ocasionabn,  en  el  egér- 

cito.  Entretanto  debían  llegar  á  Jauja  Bermudez  y  Pando,  á 
quienes  yo  habia  escrito  viniesen  al,  cuartel  general  á  tratar  con 
migo  sobre  su  suerte  futura,  en  virtud  de  las  garantías  que  les 
habia  concedido  La-Fuente,  quien  me  pidió  quedarse  para  venir 
con  ellos  ya  qué  mi  marcha  no  podia  demorarse  por  mas  tiempo- 
Accedí  á  su  solicitud,  previniéndole  que  .tratase  de  sacarles  ór- 
denes para  que  todos  los  gefes  que  les  obedecían  se  sometie- 
sen al  gobierno  y  que  ellas  fuesen  duplicadas,  á  fin  de  que  laS 
unas  marchasen  desdq  allí  á  sus  respectivos  destinos,  y  las  otras 
fuesen  dirigidas  por  mi  mismo. 

De  todos  modos  manifestaba  el  general  La-Fuen  te  sus  de- 
seos de  rodearse  de  los  sediciosos,  y  de  interesarlos  en  sus  mi- 
ras. En  Jauja  mé  pidió  que  mandase  reconocer  por  su  ayudante 
de  campo  al  capitán  Navarrete,  que  no  habia  sido  incluido  en 
la  garantía  dada  por  mi  á  los  gefes  y  oficiales  que  se  some- 
tieron al  gobierno:  que  había  sido  preso  por  el  coronel  Eche- 
nique,  y  arbitrariamente  puesto  en  libertad  por  La-Fuente  y  el 
mismo  que  antes  habia  cometido  asesinatos  espantosos  en  esta 
ciudad  y  en  el  Carro  de  Pasco.  Me  negué  á  su  estravagante 
pretensión:  siin  embargo  lo  trajo  en  su  compañía. 

Reunido  La-Fuente  con  Bermudez  y  Pando,  contrageron 
la  mas  estrecha  amistad.  La-Fuente  se  alojó  en  Tarma  en  casa 
de  Bermudez,  y  desde  entonces  la  conversación  familiar,  tanto 
entre  ellos,  como  con  otras  muchas  personas,  no  se  dirigió  sino  á 
probar  que  la  La-Fuente  era  el  único  gefe  legítimo  del  Perü^ 
Sostenían  que  la  Convención  se  había  anulado,  arrogándose  la 
facultad  de  elegir  Presidente  provisional;  que  mi  nombramiento 
era  de  consiguiente  nulo:  que  Bermudez  tampoco  debía  conside- 
rarse Presidente  legitimo  por  no  haber  obtenido  de  la  nación  su 
nombramiento  y  que  Gamarra  habia  dejado  de  serlo  desde  que 
renunció  ante  la  Convención,  deduciendo  de  estos  falsos  prin- 
cipios la  apetecida  consecuencia  de  no  existir  otra  suprema  au- 
toridad legítimamente  establecida,  que  la  del  ultimo  Více-pre- 
sidente. 

Vino  por  fin  el  general  La-Fuente  en  compañía  de  Berr- 


I 


ÍG 

mudez  y  Pando,  y  dejatid(ílo3  e;i  la  kacienda  de  Santa  Clara,  se' 
adelantó  á  esta  ciudad.  Sn  mi  prim3ra  entrevista  con  él,  pre- 
guntándole por  las  ordenes  para  I03  gefas  s3dicio303,  me  con- 
testó que  no  las  había  exigido  hasta  que  Bermudez  hablase  coa 
mio-o,  sobre  las  garantías  que  debían  darse  á  Gamana.  Quedé 
sorprendido  al  verlas  nuevas  ideas  que  tenia,  respecto  desús 
compañeros  de  viage.  Pretendió  que  los  hiciese  enti-ar  en  Lima: 
que  los  garantízase  absolutamente,  y  le  redujeron  á  la  exaspe- 
ración mis  negativas.  Por  resultado  de  esta  sesión  y  de  otras 
posteriores,  queda  convencido  de  que  se  trataba  con  el  mayor 
empeño  de  llevar  adelante  la  revolución,  sin  mas  mudanza  que 
la  subrogación  de  La-Fuente  en  lugar  de  Bermudez. 

Casi  no  hubo   quien  no  se  alarmase  en  esta  ciudad   con   la 
presepcia   de  La-Fuente,  y  todos  conocían   que  la  revoiacion 
premeditada  avanzaba  á  pasos    precipitados,  porque  perdido  el 
pudor  enteramente  no  guardaba  ya  ninguna  reserva  en  los  me- 
dios que  adoptaba.  Difundía  del  mismo  modo  que  sus  antiguos 
y  nuevos  cómplices,  las  ideas    sobre  la  ilegalidad  de  )a  admi- 
nistración, y  se  esforzaban  toilos  en  probar  que  el  gefe  de  la 
Hepüblica  era  débil,  inepto,   y  que  por  lo  mismo  no  podía  ni 
debía  subsistir  en  el    mando;  que  el  eg-rcito  estaba  próximo  á 
revolucionarse  porque  los  peruanos  no  querían  obedecer  á  los 
estrano'eros,  y  que  era  preciso  un  hoin'i re  como  La-Fuente  para 
establecer  y  conservar  el  orden  en  el  país.  Las   denuncias   se 
succedian  por  instantes,  y  era  tan  sabida  la   conspiración  que 
iba  á  hacerse  el  año  de  34  como  lo  fué   la  del  29  antes   que 
diese  su  estallido. 

El  general  Salaverry,  gefe  del  E.  M.  J.  habia  obtenido  de 
mí  licencia  para  venir  á  esta  capital.  Su  delicadeza  ha  hecho 
q,ie  no  sea  mas  publico  el  plan  de  la  conspiración;  pues  en  su 
viage,  que  verificó  en  compañía  de  La-Fuente,  adquirió  muchí- 
simos datos  de  que  ella  se  tramaba,  los  tenia  con  anticipación 
desde  que  habia  escrito  al  Sr.  Luna  PJzarro  una  carta  en  que 
le  anunciaba  sucedería  inevitablemente  conmigo  lo  que  con  ei 
general  La-Mar  el  año  de  29;  en  la  batalla  de  Huaylacucho, 
vino  á  dar   esta  carta  ú   manos  de  Bermudez,  quien  después 


17, 
líL  entrego  á.  La-Fuente,  y  sin  embargo  de  que  esté  geneíal  vio 
flue  en  ella  se  hablaíia  con  tanta  claridad  de  sus  maqüínaciotiés» 
ge  hizo  desentendido  y  se  empeñó  en '  estrechar  frtas '  y  raae 
sus  relaciones  con  eí  autor,  á  quien  trató  de  ganái-  con  niü- 
chisimo  empeño  para  que  le  ayudase  á' llevar  al  cabo  sus  miras. 

Bermudez  y  Izando  por  su  propia  elección  se  alojaron  en 
el  castillo  de  la  Independencia,  *  mientras  se  les  proporcionaban 
buques  para  salir  del  pais,  conociendo  que  en  Lima  habria  sido 
difícil  garantirlos  del  furor  popular.  'í'üé  La-Fdente  á  verlos, 
para  lo  cual  solicitó  activamente  y  consiguió  que- lo  acomparf 
ñase  el  general  Salavérry.  Entró  al  Castillcí:'  estuvo  líifgo  tiení- 
po  con  ellos:  fué  luego  á  visitar  ttíüy  amistosamente  á  aque- 
llos amigos  de  Gamarra,  que  por  Varias  razones  eicistian  en  el 
Callao:  habló  largamente  tanto  cpn^laá  personas  que  le  acom- 
pañaron en  el  coche,  cómo  con  las  que  vio  en  esa  plaza  sobre 
áu  tema  favorito  de  la  incapacidad  del  gobiérñd,  y  de  lOs  gran- 
des males  que  amenazaban  á  la  patria,  si  contiuaban  las  cosas 
en  el  estado  en  que  sé  hallaban:  investigó  con  cuidado  la  fuer- 
za y  las  demás  particularidades  de  las  fortalezas,  y  manifestó 
por  todas  sus"  acciones,  de  un  modo  indudable  que  trabajaba  con 
el  mayor  empeño  en  hacerse  de  los  partidarios  de  Gamarra; 
én  desacreditar  al  gobierno,' y  en' que  se  le  creyese  necesario 
para  evitar  los  raaleis  que  según  déciá  amagaban  á  la  Re- 
pública. 

Habiéndome  visto  con  Bermudez  y  exigidole  las  órdenes 
para  que  los  gefes  que  lo  obedéciah  se  pusiesen  á  las  del  go- 
bierno legitimo,  me  las  mandó;  pero  de  Un  xtíoáó  que  se  oponia 
á  que  se  les  pudiese  dar  el  curso  necesario.  No  confesaba  en 
ellas  la  legitimidad  de  mi  nombramiento:  me  llamaba  solamente 
él  general  Orbegoso;  y  les  decía' qué  sé  sometiesen  algobier-^ 
no  como  separándolo  de  mi  pei'sdna.  La-Puente  escribió  des- 
pués de  su  prisión  al  señor  Diputado  Zatala,  incluyéndole  una 
proclama  manuscrita  en  que  decía  que  tenia  én  su  poder  do- 
cumentos dados  por  Bermudez,  que  por  sí  solos  eran  bastan* 
tes  á  t  erminar  la  guerra,  üfaida  esta  aserción  á  las  ideas  qué 


"  ,-03r. 


íiji^i^ii^,,  aVgiidiendü^  al .  ixíiemp  tiempo'' á  "siís .  és£reclia3  tél¿cíd^ 
a^s  con  pBenimdaz  y  Pando,  corno  también  ál  tenor  ds  las  or-i" 
d^aes^de  que  lie.  hablado  espedidas  de  un  modo  incidiólo,  se 
teniaa  ya  datos  .ba?tai|tes  para  creer  que  La-Fuente  conseryaDá 
en  su  poder,  otras , órdenes  de  Bermudez  que  le  diesen  a'  co^ 
noeer .  como  gefe  legítimo  del  Perú,  y  estos  sin'  duda  eran  los 
(iócmneñtfís  con  que  aseguraba  poder  terminarse  la  guerra. ' 

,:  Yo  que  no  tenia  deseos  de  continuar  en  la  presidencia^  n.i 
aueña  dar,  Tin.  golpe  •  fuerte  pero  inevitable  . respecto  de  L'á» 
Fuente,  al;  paso  que .  no  podi.a  permitir  se  diese  el  escán'ialó 
deiviaa  nueya;  revolución ...cuandí?. todavía  np habíamos  salido  íé 
k  (anterior,, creí  .couYeriiente  renunciar  entonces  el  puesto  qup 
ocupaba.:  Lop  padres  da .  }a  patria  se  negaron  á  admitir  mí  re- 
nuúcia,  y'; g- aovando  sobre  mí  la  obligación  de  salvar  el  pais,  rae 
■víijeai' lOil  iiji,evíta,ble  coíjiproraiso  de  hacer  salir  al  general  La— ■ 
¡Fuente  rpara -Centro-Anitrjca,  usando  de  las  facultades  extra^ 
ordiilarías.;.  Convencí  do  de  ser.  .este  el  ílnico  medio  de  evitar 
que 'en  «el  ■?LñQ.der,34  volviese  a  realizar  los  mismo?  crímina- 
teB:próyectos  que;,  llevó  al  ,pabo  en  el  de  29,_y.  hansido  el  pri- 
íneroi^y.Dftiripsto  i-pí^gen,,  de  Jas r  calamidades  c[ue  nos  circuñ-í 
dan.  Los  hechos  .referidos  manifiestan  con  bastante  claridaá 
q&e  eli  gfen^í^V  La-Fuente  ^se  unía  coi}  ^ermudez  y  Pando,  y 
con  los  partidarios  de  estos  y  de  Gamarra,  del  mismo  modo,  qué 
coíi' todos  )09  que  estaban  descontentos  con  el  actual  gobierno, 
al  cuál  tdesaci-editaba  (íe  todos  modos  con  el  obgeto  de  tener 
mas  f {acilidad  para,  derrocarle.  Estas  operaciones  en  cualquier 
otro,  hombre  habrían  sido  bastantes  para  que  se  toniáíen  me- 
didas :que  .le  contuvieseq¿,,pe_ro  «lias  eran  de  mucho  nías  pteso 
cuaaüo  se  veian  practÍQ?id,as,  por  un  general,  cuya,  vida  entera 
no  , ha  sido  otra. cosa  que  uua  g^rie  no  interrumpida  dp  ti-aicio-- 
pesí  y¡  6pnspiracionp,s,,.^o  'h|d^ia-Q'sto.a.l  general  La-Fuente  de- 
poner ;de  up  golpe  en  TrugiUo  ^año  de  1823,  al  general  R¡ va- 
Agüero,  después, de  haber  sido  el  que  mas  contribuyó  á  la^ 
operaciones-  que  §«  han  impu^adjj  .como  criiuinales  á  este  ge-, 
neral.  Yo  lo  habia  visto  el  año  de  24  ser  el  primero  y   mar 


activo  conspirador  contralla  patria.   Yo  lo  íiabia  visto  unirse  á 

-     ;.i^^   ^'z   11-;/':^.^  .--   ■    ■;       v    pol  ^--u  go):    fr;aífí^"I 
Gamarra  en  las  mas    dmcjles    cu-cunstariC3as,del  país,  y^em-, 

olearla  fuerza  que.  38  le    cDufiaba  para,  que  con  éña  se  reuniese' 

al  eeército,  y  deponer  al  virtuoso,, Vipe-Presideíate  de' la   Re-' 

°        "  -        '■'.  -'    ).'  ■., ); .:-!  o.)   -.o,  9L)  ^iM-o+o's 

pr.blica,  asaltando  al  gobierno  y  colocándose  en  el  mancipo.  Yo 

le  habia  visto  escribir  oficialmente  al  genera]  Bolivar,  que  la 
guerra  hecha  p,or  elFerii  a  Colombia  habia  sido  iirjusta,.  y  sjn. 
mas  obgeto  que  intereses  personales.  Y  finalmente,  en  el  retiro- 
de  mi  vida  privada  habia  recibido  cartas  suyas,  datadas  en  Chicle, 
incitándome  á  tomar  parte  en  la  conspiración,  que  á  cara  des-^ 
cubierta  tramal?a  contra  su  antíg-uo  cómplice  Gamarra,  que  ^aun- 
<jue  indigno  del  puerto  era  Presidente  legitimo  de  la  Repüb^^ 
oa.'  El  menor  de  estos  datos  habria  sido  bastante  para  tener, 
muy  fundadas  sospechas  de  un  hombre  cuya  yidja  estaba .  man-^ 
chada  con  tanto  liorrendo  criiuQn.  Ademas,  y,o  j  ca^i  todos  ob-r 
serVabámos  que  loa  pasos  que  se  daban  por  tia^Fuente  y  sus 
amiífos,  eran  exactamente  los  mismos  que  precedjieíon  á  la  re- 
^folucion  delaSp  29.  i     :;c¡  ..  f^v 

■  Estoy  persuadido  de  que  las  personas  juiciosas  iraparcialea 
no'  necesitaban  de  mas  datos  que  los  que  he  manifestado,  para 
convencerse  de  que  la  espatriacion  del  general  La-Fuente  era, 
el  remedio  menos  fuerte  que  debiera  adoptarse  para  salvar  á  la 
Repabiica  -de  íla  espantosa  ^cri^s  ,cyi¡te  ,k, amenazaba,  ^in  em, 
bargo,  tengo  todayia  noticias  mas  circunstanciadas  y  terminan- 
tes que  un  compromiso  no  me  .  permite  revelar.  Yo  he  dado  mi 
palabra^  de  manteaieylosi  en ,  ^temo  secreto ^  y;  ^ebo  curnplirla. 

Sugetcsaá  la  mas  rigida  ceiisura  mlconduqta,  respecto  del 
general  La-Fuente.  ,8ean  sus  pocos  partidarios  los  que  hagan 
este  examen;  yo  estoy  cierto  qqe  si  aun  su  pbsecacion  les  deja, 
oír  el  dictarasn -de  :Sus  propias  qpnciefleias,  si  aun  cojiservan. 
algún  pequeño  •  resto  de  pudor,  se  ,  verári,  precisados  á  confesar , 
que  na  ha  podido  ser  maypr  la  humanidad  con  que  he  tratado^ 
■á  ese  obstinado  .enemigo  de  las  libertades  pabiw^as,  á ,  q^uien  nj 
mi  conducta  excesivamente  genergfa,:;^l^.-j.po^id,o- hacer;, entrar 
mloa  senderos,  de  .órdeií.  3¿  sLíId^á.  ladad  sb  asunasa 


20 

Incalculables  son  loa  males  que  Gamarra  ha  causade  d  la. 
República  y  que  llorará  esta  largo  tiempo;  demasiado  notoria 
la  gran  parte  que  en  ellos  han  tenido  San  Romau  y  Escudero, 
autores  de  los  desastres  de  Cangayo;  y  á  ninguno  puede  ocul- 
tarse la  necesidad  de  una  medida  qne  al  paso  que  castigase 
sus  crímenes,  fuese  una  barrera  que  los  contuviese  si  algún  dia 
intentasen  algunos  trastornos  para  lograr  sus  fines  patricidas. 
Hé  aquí  el  origen  de  ese  decreto  saludable  que  los  reduce  por 
una  éspatriácion  absoluta  á  vivir  sin  tener  una  patria,  6  á  eií- 
coiitrar  una  muerte  segura,' si  algún  dia  volviesen  á  profanar 
cpñ  sus  plantas  la  tieiTa  que  les  dio  nacimiento,  y  cuyo  seno 
tiiñ  despiadadamente  desgarraron  en  unión  de  ese  español  detes» 
ta;ble  que  ha  pagado  con  muertes  y  con  sangre  la  benéfica 
hospitalidad  de  los  peruanos,  contra  quienes  habia  combatido 
Eastá'lia^ glótiósá  jornada  de  Ayacucho. 

Debiera  ser  esteñsivo  este  decreto  al  castigo  de  iguales 
crímenes  cometidos-  por  Bermudez  y  Pando;  pero  escrito  es- 
taba en  los  destinos  del  pueblo  peruano,  que  por  todos  medios 
ie'&U^sibhase  males  ei  general  La-Fuente.  Las  garantías  ofre- 
cidas por  él  á  mi  nombre  á  unos  criminales  en  nada  diferen- 
tes á  los  anteriores,  me  detuvo  el  condenarlos  á  igual  pena,  y 
se  espantó  mi  delicadeza»  contemplando  que  pudiera  decirse  me 
había  Válido  de  insidias  -y  áiuaños  indecorosas  para  asegurar  sus 
personas:  esta  calumnia  liábria  como  otras  muchas  surtido  su3 
efectos,  manejada  por  los  que  solo  medran  en  las  revueltas  po-* 
pulares,  y  que  no  habrían  omitido  para  hacerla  creíble  el  argu- 
mento que  les  daba  el  carácter  publico  del  general  La-Fuente- 
Se  libraron  por  tan  justas  reñecsiones  de  ser  inscriptos  en  I* 
li'stá  dé  proscripción;  pero  no  consiguieron  permanecer  en- 
tre nosotros.  Los  obligue  á  alejarse  del  territorio  peruano  de- 
jando én  su  elección  únicamente  el  punto  en  que  quisiesen  asi- 
larse, y  proporcionándoles  algunos  auxilios  de  las  mismas  can^ 
tidades  que  debía  satisfacer  la  nación  de  las  libradas  por  la 
.administración   de  Gamarra. 

Después   de  haber  hablado  de  los  individuos  que  creí  cqh* 


31 

ateniente  espatriar,  será  preciso  volver  al  mes  de  abrií  coma  fer- 
cundo  en  sucesos  de  mucha  importancia,  y  en  que  tuve  que  po- 
ner en  egércicio  las  facultades  extraordinarias.  Yo  debía  pre- 
cisamente salir  de  la  capital  para  ponerme  al  frente  del  egér- 
«ito,  y  me  era  necesario  hacerlo  con  todas  las  facultades  que 
la  Convención  me  habia  concedido;  porque  habian  de  ser  fre- 
cuentes las  ocasiones  de  egercerlas.  De  necesidad  era  dejar  es- 
tablecida en  la  capital  de  la  República  una  administración  que 
atendiese  al  despacho  de  los  negocios  públicos,  al  que  no  po- 
día coutraerme,  debiendo  absorver  toda  mi  atención  los  opera- 
ciones de  la  campa  a  a,  siendo  ademas  imposible  que  los  Minis- 
nistros  y  demás  empleados  públicos  siguiesen  la  marcha  del 
©gército,  espouiendo  á  una  pérdida  inevitable  los  documentos 
relativos  á  los  asuntos  del  gobierno  y  de  los  particulares.  Yo 
me  creia  ai  mismo  tiempo  autorizado  para  delegar  en  quien  cre- 
yese necesario  parte  de  las  facultades  que  tenia;  porque  las  ex- 
traordinarias que  se  me  concedieron  fueron  sin  limitación  algu- 
na. Nombré,  pues,  Supremo  Delegado  al  Señor  D.  Manuel  Sa- 
iazar  y  Baquijano,;  dando  parte  oportunamente  á  la  Convención 
Nacional.  Este  benemérito  ciudadano  desempeñó  su  encargo 
durante  mi  ausencia,  de  un  modo  digno  y  cual  era  de  espe- 
perarse  de  su  notoria  probidad  y  bien  probadas  aptitudes.  En 
BO.o  dos  veces  hizo  uso  de  las  facultades  extraordinarias  de  que 
me  ha  dado  la  razón  que  acompaño.  A  mi  regreso  renunció  di- 
«ho  cargo  en  términos  que  me  precisaron  á  acceder  á  sus  de- 
seos. Cuando  pensé  volver  á  salir  se  negó  á  admitirlo  de  nuevo, 
y  nombré  entonces  un  Consejo  de  Gobierno,  compuesto  de  los 
tres  Ministros  de  Estado,  autorizados  por  las  mismas  razones 
que  tuve  para  el  nombramiento  anterior. 

M  vi  también  en  la  necesidad  de  delegar  facultades  ex- 
traordinarias á  varios  generales  gefes  y  autoridades  civiles.  Los 
sediciosos  no  respetaban  ley  alguna,  y  habrían  llevado  muchí- 
simas ventajas  á  los  que  se  les  oponían,  si  estos  hubiesen  es- 
tado ligados  al  orden  constitucional.  Yo  no  podia  estar  en  to- 
4as  partes  donde  las  resoluciones  debían  eer  del  momento.  Nü 


queáaba  pue-j  otro  arbitrio  que  la  trasmisioa  de  las  extraordi- 
narias. 

Cuando  marchaba  para  el  valle  de  Jauja,  recibí  en  el  pue-» 
Wo  de  Matucana  una  carta  del  coronel  D.  Rufino  Eclienique 
en  la  que  se  manifestaba  arrepentido  de  su  conducta  anterior, 
y  prometía  hacer  un  gran  servicio.  Le  conteste  admitiendo  su  • 
ofrecimiento,  y  excitándolo  á  que  lo  realizase.  Después  de  la 
batalla  de  Huaylacucho  me  pidió  garantías  para  reunirse  á  mi 
con  toda  la  división,  y  habiéndoselas  otorgado  para  que  ios  ge- 
fes  y  oficiales  conservasen  sus  empleos,  verificaron  su  pronun- 
ciamiento en  la  madrugada  del  24  de  Abril  en  el  pueblo  de  Con"- 
cepcion  y  se  nos  unieron  en  Maquinhuayo.  Creí  necesario  cpnr 
ceder  estas  garantías,  tanto  por  evitar  el  derramamiento  de  sangre 
peruana,  como  por  asegurar  cuanto  antes  el  triunfo  del  urden 
legal.  El  suceso  de  Huaylacucho,  unido  á  la  victoiia  que  obtu-» 
vieron  en  Cangayo  las  tropas  enemigas,  debia  tener  un  grande 
influjo  en  los  resultados  posteriores;  ensanchaba  á  los  sediciosos 
el  campo  de  los  recursos,  y  hacia  indispensable  la  prolongación  de 
la  guerra  con  desventaja  nuestra.  Por  otra  parte,  es  preciso  de- 
jar á  los  hombres  algún  camino  para  que  vuelvan  de  sus  erro^ 
res.  Si  todos  se  les  obstruyen  es  ya  para  ellos  una  necesidad 
seguir  con  obstinación  causando  todos  los  males  á  que  deben 
ocurrir  como  á  ünico  medio  de  salvarse;  y  el  resultado  ha  sido 
un  comprobante  de  la  exactitud  de  mis  ideas.  Mi  honor  y  el 
de  la  Nación  se  interesaban  altamente  en  el  cumplimiento  da 
una  palabra  dada  á  nombre  de  la  patria,  y  si  hubiese  faltado. 
á  tan  sagrado  compromiso  las  tropas  que  aun  tenían  levantado 
el  estandarte  de  la  sedición,  no  habrían  imitado  ei.egemplo  de 
Maquinhuayo;  las  armas  habrían  decidido  la  contienda,  y  el'  Peri 
llorara  ahora  la  sangre  de  muchos  de  sus  hijos  y  la  devasta- 
clon  del  territorio. 

Salvada  la  Repíiblica  de  la  ruina  que  la  amenazaba,  alejar- 
dos  de  su  seno  sus  enemigos,  tiempo  era  de  atenderse  á  re* 
compensar  los  servicios  de  los  que  habiendo  espuesto  su  exifi» 
''■•'■■  •  .    •    ■■-?.:  -   tv  ■:*■!    .;■' 


tencia,'  contribuyeron  al  restablecimiento  de!  6rden  y  las  leyes. 
G-randes  acciones  exigen  grandes  j^íremios,  sobre  mi  gravitaba  esta 
indispensable  obligación  de  la  República:  pude  liacerlo  y  en  parte 
la~lie  llenado.'  Se  han  "concedido  ascensos  á  dignos  generales  y 
se  han  criado  otros  nuevos.  Sus  nombres  recuerdan  servicios 
eininentes,  su  postergación  exigía  indemnizarlos,  y  nunca  fué  mas 
justo  que  cuando  atendiendo  á  las  voces  de  la  patria  le  pres- 
taron su  auxilio;  cuando  acababan  de  añadir  un  nuevo  histre, 
al  que  tiempo  ha  los  distinguía,  y  cuando  acababan  tambiefi  de 
manifestar  solemnemente  que  la  pati-ia  encontraría  si  nípré  éú 
ellos  un  apoyo  seguro.  La  econoraia  que  me  propuse  en  el  uso 
de  las  facultades  extraordinarias,  ha  hecho  menor  de  lo  que  de- 
biera ser  la  lista  de  los  ascensos  concedidos  ,=^i  yo  hubiese  aten- 
dido á  todos  Tos  que  eran'  acreedores  á  algún  premio.  Queda 
esta  deuda  á  la  nación,  que  sabrá  cumplirla  en  su  justicia,  y 
en  cuyos  intereses  se  halla  proporcionarse  ñeleg  servidores,  que 
cual  estos  sepan  preferir  la  muerte  á  una  existencia  en  el  seno 
de  su  patria    abatida. 

He  descendido  al  fondo  de  mi  conciencia,  la  he  escudriñado 
escrupulosamente,  y  solo  resta  esponer  los  motivos  que  me 
asistieron  al  conceder  carta  de  ciudadanía  al  ingles  D.  Tomas 
Lewi  largo  tiempo  ha  residente  en  la  República.  En  los  apuros 
para  proporcionar  un  buque  que  condugese  de  Chile  el  aima- 
mento  y  municiones  de  que  en  el  mes  de  Enero  habia  tan 
estrema  necesidad  en  el  Callao  y  en  que  viniesen  los  goaerales 
y  gefes  del  Perü  expatriados  en  aquella  República,  Lewi  ofreció 
su  persona  y  su  buque  á  pesar  de  que  no  habia  dinero  para 
pagarle  el  flete,  sin  reparar  en  los  peligros  ni  en  la  total  ruina 
á  que  esponia  su  fortuna  si  llegasen  1  triunfar  los  sediciosos; 
la  adquisición  d''  un  ciudadano  de  esta  especie,  debe  contarse 
entre  los  bienes  que  ha  recibido  la  República. 

Tal  es  el  cuadro  de  mis  operaciones  durante  la  épo- 
ca de  las  facultades  extraordinarias  :  tal  la  esposicion  sen- 
cilla y  verdadera  de  las  razones  que  han  motivado  su  egerc*- 


5/^7^"" 


24 

cío,.  Si  ellas  mereciesen  en  su  totalidad  la  aprobación  de  mis 
C.onciuradanos,  nada  faltará  al  complemento  del  inefable  goz© 
que  me  inunda,  contemplándome  uno  de  los  instrumentos  de 
la  salvación  de  mi  patria.    Mas  si  en  mi   conducta  examinada 

en  la  calma  de  las  pasiones,  se  notasen  errores  nacidos  del 
conflicto  de  las  circmistancias  en  que  ma  colocaron  extraordi- 
narios é  imprevistos  acontecimientos,  será  un  nuevo  argumento 
de  que  por  una  fatalidad  inherente  al  género  humano  no  es 
siempre  el  acierto  el  compañero  inseparable  de  las  mas  pura? 
•iftteíiciones. 


Lima  20  de  julio  de  1834. 


...■     íiOllfJ 


L.  J.  ORBEGOSO. 


■■ 


-16 


T 


DEFENSA 


DE  LA 

EN  RESPUESTA  A  LA  CONTESTACIÓN 

DE 

LOS  AKI(50S  D3L  M17BEAL 


i  Ii 


M^^'FVBJTTE, 


~^®®®®®- 


I^ilflAs 


15ÍPRENTA   DIÍL   CONSTITUCIONAL,   POR   LFCAS  DE  LA  LÁ9ÍA« 


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