Q ' f?e>fu.h?L(X¿to rfj£ Cómalo J^c^Xt^ -m^^iJ,^^
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ó i^S
nacional; quiera el Cielo protegéis benignamente sua
deseos, y que esta Legislatura corresponda al grito
de millón y doscientos mil Bolivianos: esta es su
t5nica aspiración. Pero entretanto que esto llega»
y cuando la humanidad, la justicia, la moral, lapo-
Jítica y todos los vínculos de la asociación Bolivia-
na ven en V. E. al hijo que ha dirigido la nave
del Estado con tanto acierto y patriotismo; cuando
se medita sobre sus incesantes trabajos y desvelos
para dar un poder siempre ere. iente á la Nación;
y cuando en ñn, se le ve todo consagrado al bien de
esta Patria querida; el Congreso no encuentra mas
expresión de afecto y gratitud que ofrecerle, sino^
él (iUE HA MERECIDO BIEN DE LA PATRIA.
Tales son las formales palabras que be re-^
cogido de los labios del Soberano Congreso pai-a.
trasmitirlas á V. E.; y estos son también los senti-
mientos con que personalmente me congratulo al lle-
nar un deber tan honroso y apreciable.— Dios guarde
á V. E. — E. 8~— Mariano Cahimontes, Presidente — ►
Melchor Mendizábal, Secretario Senador.— JWanW
m Montoyar. Rej^resentante Secretario,
^5.
77W
^
QUE EL
PRESIDENTE PR0VI810i\Al.
DELAnsprrBLioA
BA A LA CONVENCIÓN NACIONAL
SOBKE EL USO QUE HA HECHO DE LAS FACULTADES EX-
Í-RAORDINARIAS QUE SE LE CONFIRIERON EN 17 DE FE-
BRERO, y QUE DEVOLVIÓ EN 11 DE JUNIO.
LIUIA 1834:
IMPRENTA DEL CONSTITUCIONAL
3P0» IiVCAS DE LA LAMA,
SI
Los peligros inminentes que por la defección de Gamarrá,
Bermuaez y sus cómplices amenazaban k tranquilidad, y aun
la existencia de la República, determmaron á la Convención Na-
cional a mvestirme de extraordinarias facultades. Ella confió á
mis manos ese poder inmenso que pone en suspensión las ^a-
rantias, y hace callar las leyes-poder terrible para los puebL
que sin otro medio de salvación se ven colocados en la durl
necesidad de librar su futura suerte á las determinaciones, y tal
vez a los caprichos de un solo hombre; pero aun mas terrible
para el ciudadano que ha de egercerle sin mas norma que los
dictámenes de su propia conciencia, y la dirección que les se-
ñalen las apuradas circunstancias en que ha de verse constitui-
tmdo. Felizmente ni los pueblos tienen porque arrepentirse, ni
yo encuentro abusos deque reprenderme: y al restituirse el ór- .
den legal en la República, al devolver el sagrado depósito que
se me confií,, debiera decir á mi patria, si atendiese solo á la
naturaleza del poder con que fui autorizado: me llamaste en
tu an.^ustia, la única ley que me impusiste fué salvarte de las
calamidades en que desnaturalizados hijos te sumieron: la he
cumplido-he aqui también la ünica razón que debo dar de mi
conducta. Sin embargo, la Representación Nacional me ha im-
puesto la obligación de presentar la razón motivada de mis ac-
ciones. Yo debo obedecería y me preparo á cumplir con este
deber, tanto mas grato para mi corazón, cuanto es el íntimo con-
vencimiento qué me testifica la pureza de mis intenciones, cuan-
ta es la certidumbre de que los errores en que tal vez haya in-
currido, no han tenido su origen en una voluntad caprichosa ó
deprabada; y cuanto es finalmente el gozo en que mi alma se
enagena, contemplando que ni lamentos de ciudadanos agravia-
dos, m gemidos de victimas innecesariamente inmoladas han
interrumpido los cánticos de regocijo, con que los pueblos han
ii
celebrado su ventura. Penosaesen verdad la tarea á que me ve«
obligado: la misma rápida sucesión de los acontecimientos no
me permitirá tal vez presentarlos según el orden que han te-
nido, y quizas no se han ocurrido ahora á mi mente algunas
determinaciones de pequeña importancia que dictaron motivos
del momento: la Convención Nacional se dignará designarme
las que involuntariamente haya omitido, ó no se hayan espuesto
por IeT falta de datos que puedan remitirseme de los demás de-
parlamentos.
Notoria es á la Convención Nacional la situación infeliz
en que se hallaba la República, cuando ingresé en el mando:
situación que lleg& á ser desesperada después de los funestos
acontecimientos deí 3 de Enero, en que los facciosos pusieron
en obi-a sus inicuos planes, de entronizar el despotismo sobre
la ruina de las libertades patrias. Sin armas, sin eg¿rcito, ago^
tado el erario, obstruidos los canales de la riqueza pública, y
en una falta absoluta de los elementos necesarios, el pais pre-
sentaba el cuadro mas melancólico, y era un caos verdadero, que
exigia una nueva creación. Solo podia contarse con la opinión
publica, héroyca y solemnemente pronunciada por el orden y la
consemciori de las leyes, y con ese fermento de libertad qué
sostiene las repúblicas, si oportunamente es auxUiado. Pero
á este' auxilio se oponia la absoluta falta de numerario, y sola^
mente podían justificar las circunstancias actuales los ünicos ar-
bitrios que se presentaban para conseguirlo. ¿Y como trepidar
entre la inevitable muerte del cuerpo político, y la adopción de
medidas que podian salvarlo, aunque le ocasionasen dolencias de
alguna consideración, cuyo restablecimiento era seguro, en el
6rden natural de los sucesos? Estas consideraciones me deter-
minaron á decretar una rebaja de veinticinco por ciento en fa-
vor de los que verificasen al contado y en dinero efectivo los
derechos de aduanas, indemnizandoios de este modo del interés
que perdían por el adelanto, y también de la ganancia que lo-
gizaran, haciendo sus pago.^ ' en abonos, que el mercado les pro-
porcionaba con un considerable atrazo de sus intereses. Surtió
en al^mi modo su efecto esta medida, se reunió algún dinero
^elantado, y se compraron con abonos que fuesen admitidos en
aduana como un dinero efectivo y al contado, algunos artículos
de inmediata y absoluta necesidad. Empero aun quedaban ur-
gencias que debiaa atenderse indispensablemente, y faltaba tam-
bién el dinero necesario. Un empréstito voluntario fué el ar-
bitrior que^. se presentaba de pronto: se plantificó, reuniendo á
todas aquellas personas capaces de proporcionar algunas canti-
dades- reconociéndoles el interés mensual del dos por ciento. Lae
mas se. prestaron á proporcionar este socorro á la República,
y muchas renunciaron generosamente el interés que se les ofre-
cía. Sin embargo la suma, colectada no estaba en proporción
con los grandes gastos que demandaba el sostén de una guerrít
que se habia abierto en una carencia absoluta de los mas pre-^
cisost: el ementes — el empréstito en un principio voluntario se
convirtió en forzoso, bajo la misma condición del interés men-
sual del dos por ciento. Para repartirlo proporcionalmente y sin
agravio algTino de los individuos que debian sufrir este grava-
men, se nombró una junta de ciudadanos en quienes se supo-
nía un conocimiento exacto para lograr el fin propuesto; pero
habiendo sido excesivas algunas asignaciones, fué rebajado el:
empréstito á la mitad de su miportancia. La urgencia de los
gastos :no , |)ermitia la menor demora en la colectación de las
cuotas señaladas: fueron necesarias medidas coactivas, y se pu-
sieron- en obra para con aquellos que ¿e negaban á prestar un
auxilio que demandaban las actuales angustias de la patria. -
Igual empréstito se señaló ala provincia de Yca bástala
cantidad de veinticinco mil pesos, y; otro del importe de cien
rail al departamento de la Libertad. El primero fué colectado: .
en su totalidad: el segundo aunque reducido á poeo ma« de se-
senta mil, no ha podido realizarse completamente, y se está re-
cibiendo en muy pequeñas partidas. Bajo las mismas bases se
lograron cantidades de pequeña importancia en la provincia de r
Jauja; y los generales Miller y Nieto han exigido otras para sub-
venir á los gastos de sus respectivas comisionesi
Por estos medios los menos. gmvosos, 6 hablando. con. mas
exactitud, los únicos que se presentaban entonces^ se logró hacer -
frente á las necesidades mas imperiosas; pero ellos no fueron
bastantes á proporcionar al egército una caja militar sin la que
no podia dar principio á sus operaciones. Para realizarla se de-
terminó la venta de algunas fincas nacionales, y se anunció en
el periódico oficial la del convento de los Desamparados, que por
su situación ventajosa se esperaba llamase mayor numero de
licitadores. Empero la falta de fondos, y mas bien el temor de
un triunfo por parte de los sediciosos, retrajo á los que podian
presentarse, y fué una necesidad pasase el dominio de la finca
ai único que se presentó haciendo la propuesta de exhibir en di-
nero la cantidad de veintidós mil pesos, y en villetes lo que
faltaba para igualar mas de las dos terceras partes de la tasa-
ción del convento.
Preciso era proporcionar fondos para que los prestamistas
fuesen cubiertos de sus capitales, y percibiesen los intereses res-
pectivos. Las rentas ordinarias no podian llenar este compro-
miso,- atendida la situación de lá República, y hubo de aprobarse
en 20 de marzo el plan de arbitrios propuesto por la junta; los
que también hablan de cubrir los suplementos recibidos por con-
ducto de la H . J. Municipal. El manejo de este negocio ha
quedado esclusivamente encargado al tribunal del consulado, y
no solo se han satisfecho religiosamente los réditos del emprés-
tito de Lima en los meses corridos, sino también han sido amor-
tizados algunos capitales prefiriendo á las personas que gene-
rosamente se negaron á admitir los réditos propuestos.
Por medios tan sencillos y con tan moderado uso de las
facultades extraordinarias, conseguí crear algunos fondos para
la formación y sostenimiento de un egército bastante á asegu-
rarnos el mas feliz resultado en la contienda á que eramos lla-
mados; y su distribución arreglada á la mas escrupulosa econo-
mía, puso al gobierno en aptitud de contener los progresos de
una rebelión que amenazaba á la República con su último ex-
terminio.
Antes de entrar en la esposicion de hechos de otra clase,
creo deban tener lugar las razones que me movieron á expedir
^n decreto que ha cortado una cuestión ardientemente ao-itada
en otros tiempos— la de la apertura de casas de martillo. La,
Constitución del año 28 garantizaba la libertad da industria, y
de consiguiente dejaba al arbitrio de cualquier individuo el és-
pendio de los artículos de su comercio, en el modo que mas cre-
yese convenirle. El decreto pues, que permitía las casas de mai-
tillo, no tuvo otro obgeto que. proteger esta libertad, ni para ex-
pedirlo se necesitaban otras facultades, que las concedidas por
la Constitución, y solamente se usó de las extraordinarias en
la parte del decreto en que poniendo bajo un mismo nivel todas
las casas, se les señaló el pago de dos mil pesos á cada pa-
tente: las razones de esta igualdad se leen en los consideran-
dos del decreto. De algún alivio han ser^^ido en las urgencias
publicas los productos de esta entrada.
La formación, arreglo y sosten del egército me precisaron
de un modo indispensable á poner en egercicio con mayor es-
tension las facultades extraordinarias. Cuando me fueron con-
cedidas, se habian apoderado los facciosos de las tropas nacio-
nales, y se daban aun los primeros pasos en la creación de un
egército que sostuviese el orden y las leyes combatidas: un re-
clutamiento general en todos los pueblos que obedecían al go-
bierno legítimo, se hizo indispensablemente necesario; porque
en paises como el nuestro en que son tan fáciles y abundan-
tes los medios de una cómoda subsistencia, y la población tan
poco numerosa, son muy raros los que voluntariamente se pres-
tan al servicio de las armas. Decretado este reclutamiento, pudo
contar la justa causa con suficiente número de tropas; pero
faltaban gefes y oficiales que las doctrinasen, y las dirigiesen
en la campana que iba á abrirse. Fueron llamados al servicio
muchos que de él se habian separado por licencias, reformas
6 retiros. En los apuros del momento se admitieron indistinta-
mente cuantos se presentaron. Ni ¿cómo distinguirlos en con-
flicto semejante? Después con mas serenidad pudo atenderse
á que solo obtuviesen colocación en el egército aquellos que lo-
graban el concepto de una honradez intachable, y de probadas
aptitudes. Sin embargo sufrí algunos equívocos;' porque no gien-
do posible que yo conociese personalmente á cuantos habían
obtenido grados militares, me \'alí de informes que no siempre
fueron conformes á la verdad que se buscaba.
Algunos gefes y oficiales contra quienes obraban causas
pendientes por motivos políticos, se ofrecieron al gobierno in-
mediatamente que estalló la revolución de Bermudez; y muchos
de ellos se hablan distinguido con servicios de importancia. Creí
un deber mió ponerlos espeditos para que los continuasen en
bien de la Repüblica, expidiendo un decreto de olvido para loe
que aun no habían sido sentenciados, y de indulto á favor de
los que ya tenían impuesta su condena. La equidad exigía fiíese
estensivo beneficio semejante á paisanos que se hallaban en
igualdad de circunstancias. Me asiste la grata satisfacción de
que los agraciados hayan acreditado no haber sido vanas las es-
peranzas que me animaron al adoptar esta medida.
Finalmente para completar la formación del egércitó, y-para
darle movilidad, se necesitaban caballos y muías aparejadas—
los fondos colectados no alcanzaban á cubrir estos gastos, y
fué necesario obtenerlos por la fuerza, reconociendo su valor,
como una deuda que debiera, pagarse cuando fuese posible; y
por la misma razón se exigieron á los pueblos raciones de cara-
paña, bagajes, pastos &c.
Si fué prudente la indulgencia en favor de los que tan de-
cididamente se habían ofreciólo » sostener la causa nacional;
era indispensable' un acto solemne de justicia contra aquellos
que cegados por la ambición mas detestable, osaron sobrepo-
nerse á las leyes, envolviendo á la República en los horrores de
lamas escandalosa de las guerras civiles. Ni era tolerable- que
los autores délas calamidades de la patria gozasen de los mis-
mos honores y emolumentos con que premia á sus mas fieles
servidores, permitiéndoles conservar el prestigio que dan' las
graduaciones militares, y pudieron ayudarles en la consecuciou
de sus inicuos planes. Los atentados de los generales Bermu-
dez, Gamarra, El' spuru, Frías y Vargas, demandaban con ins-
tancia esta medida, y se le? dio de baja en ©1 ejército que
deshonraban con sus nombres. Igual suerte ha cabido á otros tres
gefes colaboradores incansables en la revolución, los que no
eran acreedores á consideración alguna: el coronel San Román
caudillo de las tropas en Cangallo; el coronel Bujanda, el mis-
mo que tuvo ánimo bastante para escribir á Gamarra, que en
pronunciarse por el orden nada mas hacia que sagetarse a. la
ley de la necesidad; y el de igual grado Gíamio, cuya decisión .
por los facciosos hizo patente él mismo en una carta que inclu-
yó Pando en su comunicación al Consejo de Estado. Se creyó
conveniente dar algún tiempo á los demás ge fes y oficiales com-
prometidos en el bando contrario, para que reconociendo su es-,
travio volviesen por si mismos á la senda de sus deberes, subs-r
trayéndose dé un partido en que tal vez se veian enrolados por
engaño h otra circunstancia, que aunque no bastantes á discul-
parlos del todo, al menos minorarian su delito.
No fué tampoco comprendido en igual pena el general Ray-
traáa, ese activo agente de Cxamarra, que tan unpetuosamente
trabajó en Trugillo por los sediciosos; ese corruptor del gene-
ral Vidal y promovedor de la acta escondalosa que en aquel
Departamento firmaron los gefes, desconociendo á la Conven-
ción y ai gobierno legalmente establecido. Se le estaba si-
guiendo su causar yo intimamente convencido de sus crímenes
y apoyado en los datos qué de sí arrojaba el sumario, pude sen-
tenciarle— preferí se observasen los tramites de estilo. Entre
tanto él seguia conspirando desde la misma prisión en que se
hallaba detenido, sin reparar en medios para llevar adelante
su empeño de que la revolución tomase nuevas creces. Precisado
á marchar á la sierra a ponerme á la cabeza del egército, era
muy peligroso dejar en la capital genios turbulentos, capaces de
ocasionar trastornos de grave trascendencia; por esto ordené se
embarcase Raygada con dirección á Centro-América, en com-.
pañia del comandante Torrico, que se hallaba en identidad de
circunstancias. A su salida del Callao intentaron Una subleva-
ción en el buque, con el obgeto de hacerse conducir á alguno
de los puertos desde donde les fuese fácil reunirse 1 las tropas
de los sediciosos. No lograron sus pérfidos intentos, pero ba^
2
nm
w
biuntlo desembarcado después en Santa Elena, y dirigidose ér
Guayaquil, publicaron un papel incendiario en que desconocían
la legitimidad de la Convención y del gobierno. Estos nuevos
delitos añadidos al ciimulo de sus anteriores crímenes, me con-
vencieron ser incorregibles, y sus nombres fueron por fin bor-
rados de la lista militar á que no podian ya pertenecer sin men-
gua del egército, y sin que su impugnidad diese aliento á los
que intentasen imitarlos.
La opinión publica que rara vez se equivoca en sus juicios»
designaba como peligrosa la existencia de algunos individuos
en la capital, y clamaba por su separación del territorio, al me-
nos durante la terminación de la guerra civil. Trepidé algunos
dias pai-a adoptar esta medida temiendo por una delicadeza exce-
siva causar innecesariamente la aflicción de algunos individuos.
Empero convencido de que la salvación déla patria exigia sa-
crificios de esta naturaleza, por sensibles que fiíesen á mi co-
razón, me determiné á hacerlos con cuanta economia y mo-
deración fuesen posibles, considerando al mismo tiempo ser esta
una medida de salvación para los acusados espuestos á ser vic-
timas de la venganza popular, tan repetidamente provocada. En,
consecuencia de esta determinación se ordenó la espatriacion
temporal del teniente coronel Valdivia que habia marchado de
esta ciudad para Arequipa enviado por Bermudez con las or-
denes é instrucciones convenientes á levantar en aquel Depar-
tamento el estandarte de la rebelión. El Dr. Maruri de la Cuba
debia sufrir igual suerte: director de Gamarra en el trastorno
del año de 29, conservaba con ese conspirador las mas estrechas
relaciones. Ni los lazos de unparentezco político que me unian
á D. Felipe Pardo, ni las relaciones de amistad que conservaba
con D. José Antolin Rodulfo, fueron bastantes para dejar de
comprender á estos dos individuos. Su intimidad con D. José
Maria Pando, fué un delito á los ojos del pueblo que los acusaba
de estar unidos á él por una misma profesión de fé política, y
con el que no sin fundamento se sospechaba mantenían una cor-
respondencia interesante á los planes de los enemigos del or-
den: ñieron mandados salir de este Departamento durante los
11
•tircunstancias. El francés Vicendore, que se hallaba de tran-
seúnte en esta capital , era un hombre enteramente sospechoso.
Las noticias adquiridas de su conducta en Colombia, sus pasos
en Chile respecto del Peni, sus estrechas relaciones con los
partidarios de la actual revolución, y sobre todo el pertenecer
á la clase de los aventureros, hombres sin conciencia política, y
siempre adheridos al partido en que esperan lograr mayores me-
dras; hacian demasiado peligrosa su permanencia en la Repú-
blica, y fué mandado salir de su territorio .
Entre las espatriaciones á que me ha precisado la nece-
sidad de salvar el pais, debe obtener el primer lugar y la mas
detenida consideración, la del general D. Antonio Gutiérrez de
La-Fuente. Voy á esponer con alguna estension los motivos
que á ell(^ me impulsaron. Cualquiera otro en mi lugar tendría
que hablar ahora de su decapitación, y las razones fueron las
mismas que me han determinado á obrar mas bien en conso-
nancia de la lenidad natural de mi carácter, que según laes-
tension de los delitos de un traidor tan alevoso. La-Fuente se
hallaba en Chile, refugiado de las persecuciones de Gamarra y
de Eléspuru, antiguos cómplices de sus crímenes. Ninguna sen-
tencia legal había pronunciado su estrañamiento del suelo pe-
ruano: asi es que cuando pude obrar con libertad en el Callao,
mandé un buque para que de Chile condujese al general Miller
y á todos los peruanos espatriados por los caprichos de los an-
teriores gobernantes, y también al general La-Fuente: espe-
rando que los contrastes esperimentados en su vida publica, le
sirviesen de lección saludable para lo succesivo; que de un hom-
bre perseguido y mirado como un criminal, se hiciese uii ciu-
dadano ütil á su patria, y pudiese limpiarse un peruano de las
feas manchas que tachaban su conducta. Acontecimientos pos-
-teriores han dado á conocer cuanto me engañé en mis espe-
ranzas, y que hay una especie de criminales que jamás retro-
ceden en el camino de los delitos.
Llegó á Lima cuando ya Bermudez se había visto obli-
gado á saHr de esta capital, y debiendo yo marchar á poner-
me al frente del egército, me habia detejminado á nombrarlo Mi-
12
metro de la Guerra, y de Vocal del Consejo de Gobierno qué
pensaba dejar establee do para que administrase los negocios pú-
blicos durante mi ausencia en la campaña: tal era la since-
ridad de mis intenciones respecto de este general. Se resistió
solicitando ir al ejército, bajo el pratesío de que quería ven-
gar personalmente los agravios que habia recibido de Ganiari'a;
pero los sucesos me demostraron después que su verdadero ob-
geto era hacerse de algún partido militar. Creo indispensable
entrar en algunos pormenores, para mayor ilustración de un ne-
gocio que tal vez se ha considerado de tamaña importancia, y
sigamos los pasos del general La-Füente desde su regreso á
Lima, hasta su salida del territorio peruano.
Fué el primero rodearse d? todos aquellos oficiales que estaban
deseo itentos con el gobierno, y aun quiso llevar algunos al egcr-
cito, á lo cual tuve que oponerme, considerando que con ellos
marcharía la insubordinación y el desorden: eran dignos de for-
mar el circulo al general que los solicitaba. Se he^llaban presos en
el cuartel de Santa Catalina los generales Yidal y Raygada, coa
ptros gefes que promovieron la revolución en el departamento
de la Libertad. Vidal era enemigo bien pronunciado de La-Fuente;
sin embaro-o este lo visitó del mismo modo que á los demás
presos referidos. Fué resultado de sus entrevistas y de las co-
municaciones que lílarituvicron la carta que Raygada escribió al
general Salaverry, entonces coronel del batallón Legión Perua-
na, pidiéndole encarecidamente se miiese al general La-Fuente
que se dirigía al egército, y á quien exclusivamente creían ca-
paz de regir los destinos del' pais, y de hacer su felicidad fu-»
tura: ^éíl mismo general La-Fuente fufe conductor de CiStas car-
tas, y de otraá que lie garon á su destino por manos diterentes:
Al presentárseme en Jauja el primer presupuesto del E. M-
3. que habjá confiado %\ gé^iíéral La.:Füéiit«, vi coi sorpresa
puestos en él dos individuos retirados, á qniones yo no habia
querido admitir nuevamente al servicio por varias razones que
no eran despreciables. El general La-Fuónte de propia autori-
dad loa llevó y colocó en el E. M. J. sobre lo cual le mani-
festé irii desaprobación del modo conveniente-
13
Noté y todos lo notaron que desde su llegada al egércitOj
empezó á sentirse la división entre peruanos y extrangeros: di-
visión que habia servido de base á la revolución que él mis-
mo y Gamarra hicieron en el año de 29. Investigué con e^
mayor esmero el origen de esta novedad escandalosa; y lo en^
contré en el mismo general La-Fuente.
Situado el egército en Huancayo después de la batalla de
Huaylacucho, celebraron algunos gefes en casa del referido ge-
neral una junta, con el obgeto de separar por medio de una aso-
nada á los generales y gefes extrangeros. Q,ued6 sancionado
en aquel punto dirigirse al coronel Salaverry, haciéndole pre-
sente, que repugnando las tropas obedecer á extrangeros, era
ya un deber suyo ponerse á la cabeza del egército. No pude
alucinarme por mas tiempo á cerca de los planes de La-Fuente'
desde el momento en que Lllegó á mi noticia este proyecto: en-
tonces vi con toda claridad el fin á que aspiraba. Sin embarga,
quise todavía llevar adelante mis medidas de conciliación, y ma-
íiifestandole confianza le encargué hiciese una averiguación re-,
servada de este acontecimiento pasado, repito, en su habitación
ínisma. Me contestó que nada habia podido descubiir de positivo.
Al mismo tiempo que esto sucedía en nuestro campo, ios
sediciosos ocupaban el pueblo de Acosiambo, pocas leguas de
íío&otros después de haber pasado el puente de Yscuchaca, sm
que yo hubiese tenido de ello ni la menor noticia: de suerte
que estuvimos muy espuestos á ser sorprendidos, y probablemente
destrozados, si ios enemigos hubiesen aprovechado este descuido
y la división que entre los gefes se encontraba. El general La-
Fuente como encargado del E. M. J. estaba ea la obligación
de celar el espionaje, para lo que habia recibido el dinero ne-
cesario, y yo no era capaz de creer que por activar sus planee
revolucionarios ó quien sabe porque otros motivos, hubiese des-
cuidado un asunto tan interesante como era saber el punto que
ocupaba el enemigo.
Observé una gran disposición en el general La-Fuente con-
tra el coronel Arguedas y el comandante Noriega. Se opuso
fuertemeate á que el primero mandase la infanteri a de la van-
14
guardia que marchaba con el general Otero, después del su-
ceso de Maquinhuayo. Poco tardé en saber la causa de esta mal-
querencia. La-Fuente habia tratado de seducir á estos dos ge-
fes para un paso que se debía dar por el honor del eg¿i cito: son
sus mismas espresiones. Ellos manifestaron repugnancia, y Ar-
guedas se retiró de la amistad del general.
''*" ■ Bermudez mandó al egército un parlamentario. Ordené se
le recibiese y fuese conducido á mi alojamiento. Luego llegó
a él el general La-Fuente, y recibió y leyó una nota en que
Pando le decia intercediese con el Consejo de Estado para la
admicion de los inicuos tratados que con la mayor impudencia pro-
ponía. Era bien singular dirigirse á un general subalterno, ha-
llándonos presentes yo y el general en gefe del egército. Ig-
noro si La-Fuente tiontestó ó no á esta nota; pero esa misma
noclie se entregaron á varios gefes pequeñas esquelas de letra
de Bermudez, exitandolos á una revolución bajo el mismo pre-
testo adoptado por La-Fuente— la separación de los cxtrangeros.
En la madrugada del 24 de abril tuve la noticia del pro-
nunciamiento de la división de Bermudez y de la prisión de
algunos gefes y oficiales. La-Fuente manifestó gran deseo de
ir á hacerse cargo de ella, accedí á sus instancias dándole por
única instrucción las siguientes palabras: hágase U. c argo de la
división, y condúzcala á esle punto. La encontró en Matahuasi
á las órdenes del coronel Echenique, y su primer paso fué po-
ner en libertad y ofrecer garantías á los presos que eran los mas
criminales. Escribió después á Pando y á Bermudez hacién-
doles á mi nombre el mismo ofrecimiento, mientras que ambos
debian inevitablemente ser tomados por los pueblos por donde
transitasen.
Reunidas á las nuestras las tropas de Bermudez, crecia
cada dia prodigiosamente el fermento de división entre perua-
nos y extrangeros. Yo me vi en la necesidad de venir á esta
capital á tomar medidas para reparar la pérdida de Cangayo, y
juzgué muy peligroso dejaren el egército al general La-Fuente,
que era el promovedor de la discordia. Resolví, pues, traerlo
én mi compañía, con el obgeto de destinarlo á algún lugar en
15
donde no pudiese hacer los males que ocasionabn, en el egér-
cito. Entretanto debían llegar á Jauja Bermudez y Pando, á
quienes yo habia escrito viniesen al, cuartel general á tratar con
migo sobre su suerte futura, en virtud de las garantías que les
habia concedido La-Fuente, quien me pidió quedarse para venir
con ellos ya qué mi marcha no podia demorarse por mas tiempo-
Accedí á su solicitud, previniéndole que .tratase de sacarles ór-
denes para que todos los gefes que les obedecían se sometie-
sen al gobierno y que ellas fuesen duplicadas, á fin de que laS
unas marchasen desdq allí á sus respectivos destinos, y las otras
fuesen dirigidas por mi mismo.
De todos modos manifestaba el general La-Fuen te sus de-
seos de rodearse de los sediciosos, y de interesarlos en sus mi-
ras. En Jauja mé pidió que mandase reconocer por su ayudante
de campo al capitán Navarrete, que no habia sido incluido en
la garantía dada por mi á los gefes y oficiales que se some-
tieron al gobierno: que había sido preso por el coronel Eche-
nique, y arbitrariamente puesto en libertad por La-Fuente y el
mismo que antes habia cometido asesinatos espantosos en esta
ciudad y en el Carro de Pasco. Me negué á su estravagante
pretensión: siin embargo lo trajo en su compañía.
Reunido La-Fuente con Bermudez y Pando, contrageron
la mas estrecha amistad. La-Fuente se alojó en Tarma en casa
de Bermudez, y desde entonces la conversación familiar, tanto
entre ellos, como con otras muchas personas, no se dirigió sino á
probar que la La-Fuente era el único gefe legítimo del Perü^
Sostenían que la Convención se había anulado, arrogándose la
facultad de elegir Presidente provisional; que mi nombramiento
era de consiguiente nulo: que Bermudez tampoco debía conside-
rarse Presidente legitimo por no haber obtenido de la nación su
nombramiento y que Gamarra habia dejado de serlo desde que
renunció ante la Convención, deduciendo de estos falsos prin-
cipios la apetecida consecuencia de no existir otra suprema au-
toridad legítimamente establecida, que la del ultimo Více-pre-
sidente.
Vino por fin el general La-Fuente en compañía de Berr-
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mudez y Pando, y dejatid(ílo3 e;i la kacienda de Santa Clara, se'
adelantó á esta ciudad. Sn mi prim3ra entrevista con él, pre-
guntándole por las ordenes para I03 gefas s3dicio303, me con-
testó que no las había exigido hasta que Bermudez hablase coa
mio-o, sobre las garantías que debían darse á Gamana. Quedé
sorprendido al verlas nuevas ideas que tenia, respecto desús
compañeros de viage. Pretendió que los hiciese enti-ar en Lima:
que los garantízase absolutamente, y le redujeron á la exaspe-
ración mis negativas. Por resultado de esta sesión y de otras
posteriores, queda convencido de que se trataba con el mayor
empeño de llevar adelante la revolución, sin mas mudanza que
la subrogación de La-Fuente en lugar de Bermudez.
Casi no hubo quien no se alarmase en esta ciudad con la
presepcia de La-Fuente, y todos conocían que la revoiacion
premeditada avanzaba á pasos precipitados, porque perdido el
pudor enteramente no guardaba ya ninguna reserva en los me-
dios que adoptaba. Difundía del mismo modo que sus antiguos
y nuevos cómplices, las ideas sobre la ilegalidad de )a admi-
nistración, y se esforzaban toilos en probar que el gefe de la
Hepüblica era débil, inepto, y que por lo mismo no podía ni
debía subsistir en el mando; que el eg-rcito estaba próximo á
revolucionarse porque los peruanos no querían obedecer á los
estrano'eros, y que era preciso un hoin'i re como La-Fuente para
establecer y conservar el orden en el país. Las denuncias se
succedian por instantes, y era tan sabida la conspiración que
iba á hacerse el año de 34 como lo fué la del 29 antes que
diese su estallido.
El general Salaverry, gefe del E. M. J. habia obtenido de
mí licencia para venir á esta capital. Su delicadeza ha hecho
q,ie no sea mas publico el plan de la conspiración; pues en su
viage, que verificó en compañía de La-Fuente, adquirió muchí-
simos datos de que ella se tramaba, los tenia con anticipación
desde que habia escrito al Sr. Luna PJzarro una carta en que
le anunciaba sucedería inevitablemente conmigo lo que con ei
general La-Mar el año de 29; en la batalla de Huaylacucho,
vino á dar esta carta ú manos de Bermudez, quien después
17,
líL entrego á. La-Fuente, y sin embargo de que esté geneíal vio
flue en ella se hablaíia con tanta claridad de sus maqüínaciotiés»
ge hizo desentendido y se empeñó en ' estrechar frtas ' y raae
sus relaciones con eí autor, á quien trató de ganái- con niü-
chisimo empeño para que le ayudase á' llevar al cabo sus miras.
Bermudez y Izando por su propia elección se alojaron en
el castillo de la Independencia, * mientras se les proporcionaban
buques para salir del pais, conociendo que en Lima habria sido
difícil garantirlos del furor popular. 'í'üé La-Fdente á verlos,
para lo cual solicitó activamente y consiguió que- lo acomparf
ñase el general Salavérry. Entró al Castillcí:' estuvo líifgo tiení-
po con ellos: fué luego á visitar ttíüy amistosamente á aque-
llos amigos de Gamarra, que por Varias razones eicistian en el
Callao: habló largamente tanto cpn^laá personas que le acom-
pañaron en el coche, cómo con las que vio en esa plaza sobre
áu tema favorito de la incapacidad del gobiérñd, y de lOs gran-
des males que amenazaban á la patria, si contiuaban las cosas
en el estado en que sé hallaban: investigó con cuidado la fuer-
za y las demás particularidades de las fortalezas, y manifestó
por todas sus" acciones, de un modo indudable que trabajaba con
el mayor empeño en hacerse de los partidarios de Gamarra;
én desacreditar al gobierno,' y en' que se le creyese necesario
para evitar los raaleis que según déciá amagaban á la Re-
pública.
Habiéndome visto con Bermudez y exigidole las órdenes
para que los gefes que lo obedéciah se pusiesen á las del go-
bierno legitimo, me las mandó; pero de Un xtíoáó que se oponia
á que se les pudiese dar el curso necesario. No confesaba en
ellas la legitimidad de mi nombramiento: me llamaba solamente
él general Orbegoso; y les decía' qué sé sometiesen algobier-^
no como separándolo de mi pei'sdna. La-Puente escribió des-
pués de su prisión al señor Diputado Zatala, incluyéndole una
proclama manuscrita en que decía que tenia én su poder do-
cumentos dados por Bermudez, que por sí solos eran bastan*
tes á t erminar la guerra, üfaida esta aserción á las ideas qué
" ,-03r.
íiji^i^ii^,, aVgiidiendü^ al . ixíiemp tiempo'' á "siís . és£reclia3 tél¿cíd^
a^s con pBenimdaz y Pando, corno también ál tenor ds las or-i"
d^aes^de que lie. hablado espedidas de un modo incidiólo, se
teniaa ya datos .ba?tai|tes para creer que La-Fuente conseryaDá
en su poder, otras , órdenes de Bermudez que le diesen a' co^
noeer . como gefe legítimo del Perú, y estos sin' duda eran los
(iócmneñtfís con que aseguraba poder terminarse la guerra. '
,: Yo que no tenia deseos de continuar en la presidencia^ n.i
aueña dar, Tin. golpe • fuerte pero inevitable . respecto de L'á»
Fuente, al; paso que . no podi.a permitir se diese el escán'ialó
deiviaa nueya; revolución ...cuandí?. todavía np habíamos salido íé
k (anterior,, creí .couYeriiente renunciar entonces el puesto qup
ocupaba.: Lop padres da . }a patria se negaron á admitir mí re-
nuúcia, y'; g- aovando sobre mí la obligación de salvar el pais, rae
■víijeai' lOil iiji,evíta,ble coíjiproraiso de hacer salir al general La— ■
¡Fuente rpara -Centro-Anitrjca, usando de las facultades extra^
ordiilarías.;. Convencí do de ser. .este el ílnico medio de evitar
que 'en «el ■?LñQ.der,34 volviese a realizar los mismo? crímina-
teB:próyectos que;, llevó al ,pabo en el de 29,_y. hansido el pri-
íneroi^y.Dftiripsto i-pí^gen,, de Jas r calamidades c[ue nos circuñ-í
dan. Los hechos .referidos manifiestan con bastante claridaá
q&e eli gfen^í^V La-Fuente ^se unía coi} ^ermudez y Pando, y
con los partidarios de estos y de Gamarra, del mismo modo, qué
coíi' todos )09 que estaban descontentos con el actual gobierno,
al cuál tdesaci-editaba (íe todos modos con el obgeto de tener
mas f {acilidad para, derrocarle. Estas operaciones en cualquier
otro, hombre habrían sido bastantes para que se toniáíen me-
didas :que .le contuvieseq¿,,pe_ro «lias eran de mucho nías pteso
cuaaüo se veian practÍQ?id,as, por un general, cuya, vida entera
no , ha sido otra. cosa que uua g^rie no interrumpida dp ti-aicio--
pesí y¡ 6pnspiracionp,s,,.^o 'h|d^ia-Q'sto.a.l general La-Fuente de-
poner ;de up golpe en TrugiUo ^año de 1823, al general R¡ va-
Agüero, después, de haber sido el que mas contribuyó á la^
operaciones- que §« han impu^adjj .como criiuinales á este ge-,
neral. Yo lo habia visto el año de 24 ser el primero y mar
activo conspirador contralla patria. Yo lo íiabia visto unirse á
- ;.i^^ ^'z 11-;/':^.^ .-- ■ ■; v pol ^--u go): fr;aífí^"I
Gamarra en las mas dmcjles cu-cunstariC3as,del país, y^em-,
olearla fuerza que. 38 le cDufiaba para, que con éña se reuniese'
al eeército, y deponer al virtuoso,, Vipe-Presideíate de' la Re-'
° " - '■'. -' ).' ■., ); .:-! o.) -.o, 9L) ^iM-o+o's
pr.blica, asaltando al gobierno y colocándose en el mancipo. Yo
le habia visto escribir oficialmente al genera] Bolivar, que la
guerra hecha p,or elFerii a Colombia habia sido iirjusta,. y sjn.
mas obgeto que intereses personales. Y finalmente, en el retiro-
de mi vida privada habia recibido cartas suyas, datadas en Chicle,
incitándome á tomar parte en la conspiración, que á cara des-^
cubierta tramal?a contra su antíg-uo cómplice Gamarra, que ^aun-
<jue indigno del puerto era Presidente legitimo de la Repüb^^
oa.' El menor de estos datos habria sido bastante para tener,
muy fundadas sospechas de un hombre cuya yidja estaba . man-^
chada con tanto liorrendo criiuQn. Ademas, y,o j ca^i todos ob-r
serVabámos que loa pasos que se daban por tia^Fuente y sus
amiífos, eran exactamente los mismos que precedjieíon á la re-
^folucion delaSp 29. i :;c¡ .. f^v
■ Estoy persuadido de que las personas juiciosas iraparcialea
no' necesitaban de mas datos que los que he manifestado, para
convencerse de que la espatriacion del general La-Fuente era,
el remedio menos fuerte que debiera adoptarse para salvar á la
Repabiica -de íla espantosa ^cri^s ,cyi¡te ,k, amenazaba, ^in em,
bargo, tengo todayia noticias mas circunstanciadas y terminan-
tes que un compromiso no me . permite revelar. Yo he dado mi
palabra^ de manteaieylosi en , ^temo secreto ^ y; ^ebo curnplirla.
Sugetcsaá la mas rigida ceiisura mlconduqta, respecto del
general La-Fuente. ,8ean sus pocos partidarios los que hagan
este examen; yo estoy cierto qqe si aun su pbsecacion les deja,
oír el dictarasn -de :Sus propias qpnciefleias, si aun cojiservan.
algún pequeño • resto de pudor, se , verári, precisados á confesar ,
que na ha podido ser maypr la humanidad con que he tratado^
■á ese obstinado .enemigo de las libertades pabiw^as, á , q^uien nj
mi conducta excesivamente genergfa,:;^l^.-j.po^id,o- hacer;, entrar
mloa senderos, de .órdeií. 3¿ sLíId^á. ladad sb asunasa
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Incalculables son loa males que Gamarra ha causade d la.
República y que llorará esta largo tiempo; demasiado notoria
la gran parte que en ellos han tenido San Romau y Escudero,
autores de los desastres de Cangayo; y á ninguno puede ocul-
tarse la necesidad de una medida qne al paso que castigase
sus crímenes, fuese una barrera que los contuviese si algún dia
intentasen algunos trastornos para lograr sus fines patricidas.
Hé aquí el origen de ese decreto saludable que los reduce por
una éspatriácion absoluta á vivir sin tener una patria, 6 á eií-
coiitrar una muerte segura,' si algún dia volviesen á profanar
cpñ sus plantas la tieiTa que les dio nacimiento, y cuyo seno
tiiñ despiadadamente desgarraron en unión de ese español detes»
ta;ble que ha pagado con muertes y con sangre la benéfica
hospitalidad de los peruanos, contra quienes habia combatido
Eastá'lia^ glótiósá jornada de Ayacucho.
Debiera ser esteñsivo este decreto al castigo de iguales
crímenes cometidos- por Bermudez y Pando; pero escrito es-
taba en los destinos del pueblo peruano, que por todos medios
ie'&U^sibhase males ei general La-Fuente. Las garantías ofre-
cidas por él á mi nombre á unos criminales en nada diferen-
tes á los anteriores, me detuvo el condenarlos á igual pena, y
se espantó mi delicadeza» contemplando que pudiera decirse me
había Válido de insidias -y áiuaños indecorosas para asegurar sus
personas: esta calumnia liábria como otras muchas surtido su3
efectos, manejada por los que solo medran en las revueltas po-*
pulares, y que no habrían omitido para hacerla creíble el argu-
mento que les daba el carácter publico del general La-Fuente-
Se libraron por tan justas reñecsiones de ser inscriptos en I*
li'stá dé proscripción; pero no consiguieron permanecer en-
tre nosotros. Los obligue á alejarse del territorio peruano de-
jando én su elección únicamente el punto en que quisiesen asi-
larse, y proporcionándoles algunos auxilios de las mismas can^
tidades que debía satisfacer la nación de las libradas por la
.administración de Gamarra.
Después de haber hablado de los individuos que creí cqh*
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ateniente espatriar, será preciso volver al mes de abrií coma fer-
cundo en sucesos de mucha importancia, y en que tuve que po-
ner en egércicio las facultades extraordinarias. Yo debía pre-
cisamente salir de la capital para ponerme al frente del egér-
«ito, y me era necesario hacerlo con todas las facultades que
la Convención me habia concedido; porque habian de ser fre-
cuentes las ocasiones de egercerlas. De necesidad era dejar es-
tablecida en la capital de la República una administración que
atendiese al despacho de los negocios públicos, al que no po-
día coutraerme, debiendo absorver toda mi atención los opera-
ciones de la campa a a, siendo ademas imposible que los Minis-
nistros y demás empleados públicos siguiesen la marcha del
©gército, espouiendo á una pérdida inevitable los documentos
relativos á los asuntos del gobierno y de los particulares. Yo
me creia ai mismo tiempo autorizado para delegar en quien cre-
yese necesario parte de las facultades que tenia; porque las ex-
traordinarias que se me concedieron fueron sin limitación algu-
na. Nombré, pues, Supremo Delegado al Señor D. Manuel Sa-
iazar y Baquijano,; dando parte oportunamente á la Convención
Nacional. Este benemérito ciudadano desempeñó su encargo
durante mi ausencia, de un modo digno y cual era de espe-
perarse de su notoria probidad y bien probadas aptitudes. En
BO.o dos veces hizo uso de las facultades extraordinarias de que
me ha dado la razón que acompaño. A mi regreso renunció di-
«ho cargo en términos que me precisaron á acceder á sus de-
seos. Cuando pensé volver á salir se negó á admitirlo de nuevo,
y nombré entonces un Consejo de Gobierno, compuesto de los
tres Ministros de Estado, autorizados por las mismas razones
que tuve para el nombramiento anterior.
M vi también en la necesidad de delegar facultades ex-
traordinarias á varios generales gefes y autoridades civiles. Los
sediciosos no respetaban ley alguna, y habrían llevado muchí-
simas ventajas á los que se les oponían, si estos hubiesen es-
tado ligados al orden constitucional. Yo no podia estar en to-
4as partes donde las resoluciones debían eer del momento. Nü
queáaba pue-j otro arbitrio que la trasmisioa de las extraordi-
narias.
Cuando marchaba para el valle de Jauja, recibí en el pue-»
Wo de Matucana una carta del coronel D. Rufino Eclienique
en la que se manifestaba arrepentido de su conducta anterior,
y prometía hacer un gran servicio. Le conteste admitiendo su •
ofrecimiento, y excitándolo á que lo realizase. Después de la
batalla de Huaylacucho me pidió garantías para reunirse á mi
con toda la división, y habiéndoselas otorgado para que ios ge-
fes y oficiales conservasen sus empleos, verificaron su pronun-
ciamiento en la madrugada del 24 de Abril en el pueblo de Con"-
cepcion y se nos unieron en Maquinhuayo. Creí necesario cpnr
ceder estas garantías, tanto por evitar el derramamiento de sangre
peruana, como por asegurar cuanto antes el triunfo del urden
legal. El suceso de Huaylacucho, unido á la victoiia que obtu-»
vieron en Cangayo las tropas enemigas, debia tener un grande
influjo en los resultados posteriores; ensanchaba á los sediciosos
el campo de los recursos, y hacia indispensable la prolongación de
la guerra con desventaja nuestra. Por otra parte, es preciso de-
jar á los hombres algún camino para que vuelvan de sus erro^
res. Si todos se les obstruyen es ya para ellos una necesidad
seguir con obstinación causando todos los males á que deben
ocurrir como á ünico medio de salvarse; y el resultado ha sido
un comprobante de la exactitud de mis ideas. Mi honor y el
de la Nación se interesaban altamente en el cumplimiento da
una palabra dada á nombre de la patria, y si hubiese faltado.
á tan sagrado compromiso las tropas que aun tenían levantado
el estandarte de la sedición, no habrían imitado ei.egemplo de
Maquinhuayo; las armas habrían decidido la contienda, y el' Peri
llorara ahora la sangre de muchos de sus hijos y la devasta-
clon del territorio.
Salvada la Repíiblica de la ruina que la amenazaba, alejar-
dos de su seno sus enemigos, tiempo era de atenderse á re*
compensar los servicios de los que habiendo espuesto su exifi»
''■•'■■ • . • ■■-?.: - tv ■:*■! .;■'
tencia,' contribuyeron al restablecimiento de! 6rden y las leyes.
G-randes acciones exigen grandes j^íremios, sobre mi gravitaba esta
indispensable obligación de la República: pude liacerlo y en parte
la~lie llenado.' Se han "concedido ascensos á dignos generales y
se han criado otros nuevos. Sus nombres recuerdan servicios
eininentes, su postergación exigía indemnizarlos, y nunca fué mas
justo que cuando atendiendo á las voces de la patria le pres-
taron su auxilio; cuando acababan de añadir un nuevo histre,
al que tiempo ha los distinguía, y cuando acababan tambiefi de
manifestar solemnemente que la pati-ia encontraría si nípré éú
ellos un apoyo seguro. La econoraia que me propuse en el uso
de las facultades extraordinarias, ha hecho menor de lo que de-
biera ser la lista de los ascensos concedidos ,=^i yo hubiese aten-
dido á todos Tos que eran' acreedores á algún premio. Queda
esta deuda á la nación, que sabrá cumplirla en su justicia, y
en cuyos intereses se halla proporcionarse ñeleg servidores, que
cual estos sepan preferir la muerte á una existencia en el seno
de su patria abatida.
He descendido al fondo de mi conciencia, la he escudriñado
escrupulosamente, y solo resta esponer los motivos que me
asistieron al conceder carta de ciudadanía al ingles D. Tomas
Lewi largo tiempo ha residente en la República. En los apuros
para proporcionar un buque que condugese de Chile el aima-
mento y municiones de que en el mes de Enero habia tan
estrema necesidad en el Callao y en que viniesen los goaerales
y gefes del Perü expatriados en aquella República, Lewi ofreció
su persona y su buque á pesar de que no habia dinero para
pagarle el flete, sin reparar en los peligros ni en la total ruina
á que esponia su fortuna si llegasen 1 triunfar los sediciosos;
la adquisición d'' un ciudadano de esta especie, debe contarse
entre los bienes que ha recibido la República.
Tal es el cuadro de mis operaciones durante la épo-
ca de las facultades extraordinarias : tal la esposicion sen-
cilla y verdadera de las razones que han motivado su egerc*-
5/^7^""
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cío,. Si ellas mereciesen en su totalidad la aprobación de mis
C.onciuradanos, nada faltará al complemento del inefable goz©
que me inunda, contemplándome uno de los instrumentos de
la salvación de mi patria. Mas si en mi conducta examinada
en la calma de las pasiones, se notasen errores nacidos del
conflicto de las circmistancias en que ma colocaron extraordi-
narios é imprevistos acontecimientos, será un nuevo argumento
de que por una fatalidad inherente al género humano no es
siempre el acierto el compañero inseparable de las mas pura?
•iftteíiciones.
Lima 20 de julio de 1834.
...■ íiOllfJ
L. J. ORBEGOSO.
■■
-16
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DEFENSA
DE LA
EN RESPUESTA A LA CONTESTACIÓN
DE
LOS AKI(50S D3L M17BEAL
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M^^'FVBJTTE,
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I^ilflAs
15ÍPRENTA DIÍL CONSTITUCIONAL, POR LFCAS DE LA LÁ9ÍA«
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