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Full text of "Revista bíblica."

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LIBRARY  OF  PRINCETON 


JUL  - 9 2003 


THEOLOGICAL  SEMINARY 


Digitized  by  the  Internet  Archive 
¡n  2016 


https://archive.org/details/revistabiblica9441  soci 


Organo  trimestral  para  la  inteligencia  de  la 


SAGRADA  ESCRITURA 
con 

SECCION  LITURGICA 

/ 

. • 


Año  IX 


Enero-Marzo  1947 


Núm.  44 


REVISTA  BIBLICA 

DIRECTOR: 

Mons.  D r.  J.  S T R A U B I N G E R 

Seminario  Arquidiocesano  “San  José”,  24-63  y 66,  La  Plata  (República  Argentina) 

SECCION  LITURGICA:  APOSTOLADO  LITURGICO  DEL  URUGUAY 
(Director:  P.  Agustín  Born,  P.  S.  M.) 

ADMINISTRACION: 

Seminario  Arquid.  “San  José”,  24-65  y 66,  La  Plata  (Argentina) 

SUSCRIPCION  ANUAL:  $ 5. — m;n.  (Cinco  pesos  m¡n.  c|l.  argentino.)  1.25  dólar 
norteamericano.  - Bolivia:  $ 40  (bol.}  - Brasil:  20  Cruz.  - Colombia:  $ 2. — . 
Chile:  $ 30  (chil.)  - Ecuador:  15  Sucres.  - Paraguay:  $ 4 Guar.  - Perú:  7 Soles. 
Uruguay:  $ 2.50.  - España:  12  Pesetas. 

Contribuya  al  Apostolado  del  Evangelio  suscribiéndose  y buscando  otros 
que  se  suscriban  a esta  Revista,  única  en  su  género  en  Sud  América. 

SUMARIO 

Página 


Mons.  Chimento 1 

ESTUDIOS  Y DOCUMENTOS: 

Carta  Pastoral  sobre  el  Día  Bíblico 2 

El  Santo  Sepulcro 6 

El  nombre  de  Dios  en  los  nombres  bíblicos  y hebreos.  . . 11 

La  Importancia  de  las  Cartas  de  San  Pablo 13 

LA  BIBLIA  Y LA  VIDA  CRISTIANA: 

Hacia  el  Padre,  por  el  Hijo 15 

Aspectos  de  Palestina 18 

Tres  modos  de  leer  el  Evangelio 19 

A través  de  la  Biblia 22 

La  Escritura  sobre  el  pecho  y en  el  corazón 25 

Evangelio  del  mes 27 

SECCION  LITURGICA : 

La  Liturgia,  alma  de  la  Acción  Católica 37 

La  Oración  en  el  hogar 38 

El  Oficio  de  las  Tinieblas 39 

El  lenguaje  de  los  símbolos  cristianos 42 

La  Iglesia  del  Sagrado  Corazón  en  Lima  - Osrantía 44 

Oficio  de  Tinieblas 46 

Crónica 47 

APENDICE: 

Bibliografía  . - 48 

Respuestas 50 

Libros  recibidos 51 


REGISTRO  NACIONAL  DE  LA  PROPIEDAD  INTELECTUAL  N<?  202.101 

(Con  las  debidas  licencias  eclesiásticas) 


Arzobispo  de  La  Plata 

Q.  E.  P.  D. 


Al  duelo  general  de  la  Arquidiócesis  de  La  Plata  y de  todo  el  país  se  adhiere 
de  un  modo  especial  la  Revista  Bíblica,  no  para  escribir  una  nueva  necrología,  sino 
para  agregar  a las  ya  aparecidas  un  nuevo  matiz;  y es  el  fervor  de  Mons.  Chi- 
mento  por  la  Sagrada  Escritura.  ¡Cuántas  veces  no  reiteró  el  ilustre  extinto  al 
Director  de  esta  Revista  que  la  lectura  diaria  del  Libro  sagrado  era  para  él  no 
solamente  un  asunto  personal,  sino  que  quería  que  los  seminaristas  todos  leyesen 
diariamente  el  Evangelio  y también  los  otros  libros  de  la  Biblia,  para  empaparse 
de  las  lecciones  del  Divino  Maestro,  y de  todas  las  palabras  divinas,  que  son  in- 
dispensables para  la  vida  de  sacerdote  y su  apostolado.  Mons.  Chimento  sabía 
por  propia  experiencia  que  el  mejor  libro  de  meditación  es  el  Evangelio,  por  lo 
cual  lo  tenía  siempre  a mano. 

Entre  los  muchos  favores  que  Mons.  Chimento  dispensó  al  apostolado  bíblico, 
conviene  destacar  su  Carta-Prólogo  a la  2-  edición  del  Nuevo  Testamento  (edición 
Guadalupe),  que  es  a la  vez  el  reflejo  más  auténtico  de  su  noble  alma.  “Nos  com- 
placemos. dice  en  esta  ocasión  Mons.  Chimento,  en  exprsar  el  siguiente  anhelo: 
que  todos  los  fieles  se  hagan  un  deber  el  dedicar,  cada  día,  algunos  minutos  a la 
lectura  del  Libro  por  excelencia  del  cristiano.”  En  este  mismo  Prólogo  leemos 
también  estas  palabras  fundamentales:  “Sin  desconocer  los  méritos  de  las  obras 
ascéticas,  cuyos  quilates  están  definitivamente  consagrados  por  los  más  presti- 
giosos maestros  de  la  vida  sobrenatural,  es  evidente  que  nunca  pueden  ser  pues- 
tas en  parangón  con  el  mensaje  celestial  que  hallamos  en  las  Sagradas  Escritu- 
ras. Entre  éste  y aquéllas  media  la  distancia  infinita  que  va  de  la  palabra  humana 
a la  palabra  divina. 

Para  animar  a sus  fieles  a la  lectura  diaria  del  Evangelio,  Mons.  Chimento  les 
otorgó  una  indulgencia  de  200  días  cada  vez  que  lean  al  menos  diez  versículos. 
Tuvo  esta  iniciativa  con  motivo  de  la  tercera  edición  de  los  Evangelios  a cargo 
de  la  Pía  Sociedad  de  San  Pablo,  que  en  dos  años  tuvieron  un  tiraje  de  230.000 
ejemplares.  ¡Cómo  saltó  de  gozo  el  corazón  del  celoso  Prelado  cuando  esta  no- 
ticia llegó  a sus  oídos!  Porque  veía  que  sus  palabras  y su  ejemplo  daban  frutos. 

Una  de  las  últimas  cartas  escritas  por  Mons.  Chimento  iba  dirigida  precisa- 
mente al  Director  de  la  Revista  Bíblica.  Publicamos  a continuación  esta  carta  en 
homenaje  de  gratitud  y filial  cariño  a nuestro  difunto  protector,  y rogamos  a to- 
dos los  lectores  que  dediquen  a su  alma  un  momento  en  la  misa  y en  las  ora- 
ciones. La  carta  dice: 


minaño  Mayor.  Mons.  Dr.  Juan  Straubingor  y,  aunque  algo  tarde, 
por  el  motivo  que  conoce , se  complace  en  expresarle  su  cordial 
agradecimiento  por  su  precioso  obse.quio  del  nuevo  volumen  del 
Antiguo  Testamento. 

Que  el  Señor  le  pague,  con  creces,  su  bondad  y le  permita  con- 
tinuar realizando  labor  tan  beneficiosa  para  el  pueblo  cristiano  y 
de  prestigio  para  nuestro  Seminario! 

Se  reitera  S.  S.  S.  y C.  ir-r 


EL  ARZOBISPO  DE  LA  PLATA,  JUAN  P.  CHIMENTO 


saluda  con  toda  consideración  al  estimado  profesor  de  nuestro  Se- 


4-XII-1946 


2 


Revista  Bíblica 


^Sstubta  u Documento^ 

CARTA  PASTORAL 

del  Exmo¿  y Rvmo.  Morís.  Dr.  Leopoldo 
Eijo  y Garay 9 Obispo  de  Madrid  - Alcalá 

sobre  el  “DIA  BIBLICO’’ 


Venerables  Hermanos  e Hijos  muy  ama- 
dos en  Jesucristo: 

Va  a iniciarse  este  año  en  nuestra 
amada  diócesis  una  empresa  durante 
mucho  tiempo  acariciada  ipor  Nos,  que 
ponemos  en  ella  grandes  y muy  hala- 
güeñas esperanzas  de  gloria  de  Dios, 
aprovechamiento  espiritual  de  Nuestros 
diocesanos  y honra  de  nuestra  Patria. 

Anda  muy  en  boga  y con  razón,  pues 
todos  tenemos  experiencia  de  su  efica- 
cia, el  señalar  un  día  de  cada  año  para 
cultivar  en  él  con  redoblado  interés  al- 
guno de  los  más  ardorosos  empeños  en 
que  nos  afanamos,  ya  para  lograr  bienes 
espirituales,  ya  para  fomentar  institu- 
ciones de  grande  importancia  benéfica 
o social. 

En  ese  día  todo  se  ordena  a exaltar 
con  multiplicados  esfuerzos  el  intento 
señalado  y a allegar  recursos  para  su 
consecución  o su  más  próspero  desarro- 
llo, inculcando  ahincadamente  su  im- 
portancia y llevando  a los  ánimos  el 
convencimiento  de  la  necesidad  de  coo- 
perar a él.  En  ese  día  todas  las  voces 
se  aúnan  y todos  los  entusiasmos  se  con- 
citan para  el  logro  de  lo  propuesto.  Y así, 
año  tras  año,  se  va  formando  la  concien- 
cia pública  para  la  generosa  cooperación 
al  bien  común. 

Muchas  veces  el  objeto  de  esos  traba- 
jos es  una  colecta  extraordinaria,  sea 
de  recursos  económicos,  sea  de  oraciones 
y sacrificios  y de  suscripciones  que  nu- 
tran la  obra  preferida,  como,  por  ejem- 
plo, el  Domingo  Mundial  en  favor  de  las 
Misiones,  o como  el  Día  de  la  Banderita 
e,n  pro  de  la  lucha  antituberculosa,  o el 
Día  del  Frente  de  Juventudes;  otras  ve- 


ces lo  es  la  siembra  de  ideas  y el  cultivo 
de  afectos  ennobleieedores  y educativos, 
como  el  Día  del  Papa  o el  Día  de  la  Ma- 
dre. 

A semejanza  de  ellos,  instituimos  en 
Nuestra  diócesis  el  DIA  BIBLICO,  que 
por  primera  vez  se  celebrará  este  año 
el  29  de  septiembre,  domingo  más  pró- 
ximo a la  fiesta  de  San  Jerónimo,  in- 
mortal Patrono  de  los  estudios  bíblicos. 

No  será  día  de  pedir,  sino  de  dar.  No 
se  hará  cuestación  pública  alguna;  no 
se  pedirán  donativos;  se  dará,  en  cam- 
bio, y se  ofrecerán  ventajas. 

1?  Se  darán  y difundirán  ideas;  se 
procurará  formar  ambiente  favorable  a 
la  conveniencia,  más  aún,  a la  necesi- 
dad de  que  todos  los  católicos  conozcan 
más  y mejor  la  Sagrada  Biblia. 

29  Se  ofrecerán  ventajas  para  adqui- 
rirla a precios  inverosímiles,  sin  otra 
mira  que  su  difusión.  Se  divulgarán 
también  los  medios  de  ilustrarse,  con 
fácil  y amena  lectura,  acerca  de  los  hon- 
dos problemas  científicos  de  todo  gé- 
nero que  encierran  los  estudios  bíbli- 
cos. 

I 

Lo  primero  y principal  es  inculcar  en 
los  ánimos  la  más  alta  estimación  de 
los  Libros  Sagrados. 

Claro  es  que  todos  los  católicos  la  tie- 
nen, de  otra  suerte  no  lo  serían;  pero  la 
tienen  como  adormecida  , inactuante,  así 
como  una  energía  degradada  que  no  tie- 
ne eficacia  ni  para  excitar  el  amor  ni 
para  mover  la  mano  o tomar  y abrir  las 
sagradas  páginas,  ni  siquiera  para  adqui- 
rirlas si  no  se  poseen. 


Revista  Bíblica 


3 


Raro  es  el  hogar  en  que  no  hay  algu- 
nos libros;  ¿en  cuántos  se  encuentra, 
como  debe  encontrarse  y colocada  en  si- 
tio de  honor,  la  Sagrada  Biblia? 

Y sin  embargo  no  hay  (para  la  huma- 
nidad libro  como  ése.  Es  el  Libro  de 
Dios.  Es  la  fuente  de  nuestra  vida  reli- 
giosa. Es  ©1  código  de  nuestra  morali- 
dad. La  civilización  cristiana  lo  tiene 
por  su  cimiento  granítico. 

Toda  la  Biblia;  pero  singularmente  el 
Nuevo  Testamento,  que  contiene  la  vi- 
da, los  hechos,  la  doctrina  de  Nuestro 
Señor  Jesucristo. 

Su  sola  lectura  impregna  el  alma  de 
plácida  bondad,  de  serena  ternura,  de 
correctores  .remordimientos,  de  ansias  de 
hacer  bien  a todos,  de  paz,  de  felicidad. 

Encierra  el  divino  libro  tesoros  de  luz 
para  la  inteligencia,  de  afectos  para  el 
corazón,  de  estímulos  para  las  buenas 
obras.  Está  lleno  de  escenas,  pasajes, 
diálogos  y narraciones  de  máximo  atrac- 
tivo, magníficas  lecciones  de  doctrina  y 
de  moral,  normas  de  vida  cristiana. 

Si  del  trato  y conversación  con  las 
personas  buenas  y amables  sale  uno 
más  indinado  al  bien  ¿qué  no  se  sacará 
del  manejo  de  ese  Libro  y de  ese  trato 
con  Dios? 

Porque  las  Sagradas  Escrituras  son 
obra  divina.  Dios  es  su  autor,  y los  es- 
critores que  las  han  redactado  sólo  han 
sido  meros  instrumentos  de  los  que  El 
se  ha  servido  para  comunicar  con  nos- 
otros. 

No  ya  que  los  escritores  sagrados  ha- 
yan escrito  de  por  sí  y luego  la  autori- 
dad divina  haya  aprobado  lo  escrito  y 
lo  haya  consagrado  como  cierto,  bueno 
y útil;  ni  tampoco  que  Dios  los  haya  me- 
ramente asistido  precaviéndolos  de  caer 
en  error,  de  igual  modo  que  asiste  al  Ro- 
mano Pontífice  ¡cuando  define  ex  cathe- 
dra  y lo  hace  infalible;  sino  que  Dios 
mismo  es  el  autor  principal  de  los  Sa- 
grados Libros,  de  suerte  que  el  hombre 
al  escribirlos  no  ha  sido  más  que  instru- 
mento y ministro  de  Dios  que  lo  ha  mo- 
vido sobrenaturalmente  y lo  ha  dirigido 
para  que  consignase  por  escrito  lo  que 
por  medio  de  él  quería  comunicar  a los 
hombres. 

Los  libros  que  forman  la  Sagrada  Bi- 
blia tienen  por  autor  a Dios.  Esto  es  de 
fe  católica.  Era  también  de  fe,  en  cuanto 
al  Antiguo  Testamento,  para  el  pueblo 


hebreo.  Los  mismos  escritores  sagrados 
lo  manifiestan  claramente.  Moisés  ex- 
presa que  el  Señor  le  dijo:  «Escribe 

esto  para  memoria  en  un  libro»  (Exodo, 
17,  14) ; «habló  el  Señor  a Jeremías  di- 
ciendo: esto  manda  el  Señor  Dios  de  Is- 
rael: escribe  en  un  libro  todas  las  pa- 
labras que  yo  te  he  hablado»  (Jer.,  30, 
1) ; Zacarías  habla  de  «las  cosas  que  dijo 
el  Señor  por  medio  de  los  anteriores 
profetas»  (Zac.,  7,  7) , y él  mismo  re- 
pite reiteradas  órdenes  que  dicta  el  Se- 
ñor (Zac.,  8) ; Eeequiel  manifiesta:  «Ha- 
blóme el  Señor  diciendo. . .»  (Eceq.,  24, 
1) ; habló  Dios  a Daniel  y le  ordenó: 
«Ten  guardadas  estas  palabras  y sella 
el  libro  hasta  el  tiempo  determinado: 
muchos  lo  recorrerán  y sacarán  de  él 
mucha  doctrina»  (Dan.,  12,  4).  Omiti- 
mos otros  'lugares  del  Antiguo  Testa- 
mento en  que  sus  escritores  declaran 
obrar  al  dictado  de  Dios.  Nuestro  Di- 
vino Redentor  e igual  que  El  los  após- 
toles citan  repetidas  veces  textos  del 
Antiguo  Testamento  como  palabras  de 
Dios  (Jo.,  5,  37  y ss.;  10,  34),  que  por 
ser  de  El  han  de  cumplirse  necesaria- 
mente (Mlat.,  26,  31  y 54;  Luc.,  18,  31; 
24,  25) ; San  Pedro  atribuye  al  Espíritu 
Santo  las  palabras  de  David  (Act.,  1,  16; 
Mat.,  22,  43) ; San  Pablo  escribe  a Ti- 
moteo que  las  Escrituras  están  inspira- 
das por  Dios  (II  Tim.,  3,  16) . 

Y por  lo  que  atañe  a los  Libros  de], 
Nuevo  Testamento,  San  Pablo  da  el  va- 
lor de  Sagrada  Escritura  a una  frase  de 
San  Lucas  (1  Tim.,  4,  Í8) ; San  Pedro 
equipara  a las  demás  Sagradas  Escritu- 
ras las  epístolas  de  San  Pablo  (2  Pet.,  3, 
15,  16) ; el  Apocalipsis  fué~una  visión 
que  Dios  mandó  a San  Juan  que  la  es- 
cribiesse  en  un  libro  y lo  enviase  a las 
siete  iglesias  del  Asia  (Ap.,  1,  10) ; y la 
perpetua  tradición  eclesiástica,  consa- 
grada por  el  infalible  Magisterio  de  la 
Iglesia,  esposa  de  Jesucristo,  que  ha  pro- 
metido asistirla  y estar  con  ella  hasta  la 
consumación  de  los  siglos,  ha  reunido 
en  una  sola  Biblia  los  libros  del  Nuevo 
con  los  del  viejo  Testamento  y los  ve- 
nera todos  como  obra  de  Dios,  escritos 
bajo  la  divina  inspiración. 

Y así,  los  Santos  Padres  dicen  que  las 
Sagradas  Escrituras  «han  sido  escritas 
por  el  Espíritu  Santo»  o «por  obra  del 
Espíritu  Santo»;  que  son  «cartas  envia- 


4 


Revista  Bíblica 


das  por  Dios  a los  hombres»;  que  han 
sido  «hechas  y dadas  ¡por  Dios».  Las  ex- 
presiones de  los  Concilios  y de  las  fór- 
mulas de  profesión  de  fe  católica  pro- 
claman explícita  y solemnemente  que 
Dios  es  el  autor  de  los  libros  de  ambos 
Testamentos. 

Pues  siendo  esto  así  y teniéndolo  nos- 
otros por  verdad  fundamental  de  nues- 
tras creencias  religiosas,  cuantos  ama- 
mos a Dios  y lo  adoramos  y deseamos 
servirle  y agradecerle  y tenerlo  propi- 
cio es  natural  que  busquemos  los  libros 
que  El  ha  escrito  para  nosotros,  para 
adoctrinarnos,  para  dictamos  su  Ley  y 
manifestarnos  su  Providencia  paternal; 
lógico  que  sintamos  hambre  y sed  de 
ellos,  que  los  tengamos  en  grandísima 
estima  y que  los  leamos  como  deben  ser 
leídos,  como  cosa  de  Dios  que  son:  con 
reverencia,  con  amorosa  devoción,  con 
afán  de  servir  a Dios.  Es  justo  que  al 
abrir  las  sagradas  páginas  elevemos 
nuestro  corazón  al  Padre  celestial  y le 
pidamos  con  el  profeta  Samuel:  «Habla, 
Señor,  porque  tu  siervo  escucha»  (1 
Sam.,  3,  10)  y con  David:  «Dame  inte- 
ligencia y estudiaré  atentamente  tu  Ley 
y la  guardaré  con  todo  mi  corazón»  (Ps., 
118,  34),  y que  después  pongamos  toda 
la  atención  de  nuestra  ¡mente  en  leer  y 
meditar  las  palabras  divinas. 

Con  ello  nos  granjearemos  el  amor  de 
Dios;  decía  San  Jerónimo:  «Ama  las 
Santas  Escrituras,  y te  amará  la  Sabi- 
duría» (M.  L.,  22,  1.124).  Además^  enno- 
bleceremos nuestra  alma  adiestrándola 
para  la  verdad  y el  bien,  pues  como  en- 
señó San  Pablo,  «toda  la  Escritura,  di- 
vinamente inspirada,  es  útil  para  ense- 
ñar, convencer,  corregir  e instruir  en  la 
santidad,  para  que  ¡el  hombre  sea  per- 
fecto y esté  apercibido  para  toda  obra 
buena»  (2  Tim.,  3,  16). 

Cierto  que  las  Sagradas  Escrituras  no 
contienen  toda  la  revelación  divina,  ni 
todos  los  hechos  y enseñanzas  de  Nues- 
tro Señor  Jesucristo.  Terminó  San  Juan 
su  Evangelio  con  estas  palabras:  «Mu- 
chas otras  cosas  hay  que  hizo  Jesús  que 
si  se  escribieran  una  por  una  me  parece 
que  no  cabrían  en  el  mundo  los  libros 
que  habría  que  escribir»  (Jo.,  21,  25). 
Los  ¡apóstoles,  que  son  irrecusables  tes- 
tigos de  la  revelación  cristiana,  fueron 
enviados  a predicar,  no  precisamente  a 


esoribir;  ni  todos  escribieron  ni  lo  es- 
cribieron todo.  Ya  existía  la  Iglesia  y 
poseía  el  tesoro  de  su  doctrina  revelada 
cuando  fueron  escritos  los  libros  del 
Nuevo  Testamento.  Además,  la  letra  de 
las  Sagradas  Escrituras  puede  ser  ob- 
jeto de  torcidas  y perversas  interpreta- 
ciones, y lo  han  sido  siempre  desde  el 
principio;  San  Pedro,  poco  antes  de  mo- 
rir, escribía  en  su  segunda  epístola,  con 
referencia  a ¡las  de  San  Pablo:  «En  las 
cuales  hay  algunas  ¡cosas  difíciles  de 
comprender,  ¡cuyo  sentido  los  indoctos  e 
inconstantes  pervierten,  de  la  misma 
manera  que  las  demás  Escrituras,  para 
su  propia  perdición»  (2  Pet.,  3,  16) . No 
en  el  sentido  de  cualquiera  que  las  lea 
se  han  de  tomar  las  palabras  inspiradas, 
sino  en  el  que  Dios  ha  querido  darles, 
en  el  ¡que  les  da  la  Santa  Iglesia  que  por 
tradición  lo  ha  conservado  y transmi- 
tido; y la  Iglesia  no  puede  equivocarse 
en  cosa  tan  fundamental,  porque  tal 
error  implicaría  abandono  por  parte  de 
Dios,  que  le  ha  prometido  asistirla  pe- 
rennemente. . . 

II 

Pues  para  exaltar  esos  sentimientos 
se  instituye  el  DIA  BIBLICO.  En  él, 
por  la  voz  de  los  párrocos  y los  demás 
sacerdotes  hablará  eil  Magisterio  de  la 
Iglesia,  inculcará  en  los  fieles  la  esti- 
mación de  las  Sagradas  Escrituras,  es- 
pecialmente del  Nuevo  Testamento,  y 
los  exhortará  a ¡que  las  adquieran  los 
que  no  las  posean,  a su  lectura  recogida 
y devota,  a dar  honor  a Dios  hacién- 
dolo a los  libros  que  El  mismo  ha  inspi- 
rado, y nutrir  el  espíritu  con  sus  divi- 
nas enseñanzas. 

A todo  el  Venerable  Clero,  tanto  se- 
cular como  regular,  ordenamos  por  las 
presentes  Letras  que  el  domingo  día  29 
de  setiembre  se  predique,  siquiera  sea 
brevemente,  en  todas  las  misas,  aun  e-n 
las  de  los  conventos  de  religiosos  y reli- 
giosas, sobre  los  puntos  que  tocamos  en 
esta  Pastoral  o sobre  otros  que  estimen 
más  oportunos,  siempre  ¡que  tiendan  al 
fin  ¡que  Nos  proponemos.  Y no  dejen  de 
decir  todos  cuán  de  lamentar  es:  1") 
que  no  mostremos  la  estimación  debida 
a los  Sagrados  Libros,  y cómo  la  hon- 
ra de  Dios  y nuestra  gratitud  y nuestra 
necesidad  espiritual  exigen  que  a dia- 


Revista  Bíblica 


5 


rio,  tan  siquiera  por  breve  tiempo,  lea- 
mos algo  de  la  Sagrada  Biblia;  2?)  que 
no  debe  haber  ni  un  solo  hogar  cristia- 
no que  no  ¡La  tenga,  y .en  sitio  de  honor; 
39)  que  mayor  aún  que  la  obligación, 
tan  grave  y sagrada,  que  tenemos  de 
partir  nuestro  pan  material  con  nues- 
tros hermanos  carentes  de  él,  es  el  de- 
ber de  procurar  facilitarles  las  Sagradas 
Escrituras,  al  menos  el  Nuevo  Testa- 
mento, a los  hermanos  pobres  que  no 
pueden  adquirirlas.  La  Asociación  para 
el  Fomento  de  los  Estudios  Bíblicos  en 
España  (A.  F.  E.  B.  E.),  cuyo  Secreta- 
riado reside  en  Madrid,  Seminario  Con- 
ciliar (Apartado  de  Correos  número 
5.000)  anhela  la  formación  de  la  Socie- 
dad Bíblica  Española  cuyo  fin  principal 
habría  de  ser  fomentar  las  ediciones  de 
la  Biblia  a fin  de  difundirla  copiosa- 
mente en  bella  y atractiva  forma  de  pre- 
sentación, para  unos  a precios  baratísi- 
mos y para  otros  gratuitamente.  Es  ne- 
cesario inundar  de  Biblias  España.  No 
tenemos  recursos  para  ello.  Tampoco  or- 
ganizamos cuestación  para  obtenerlos. 
Pero  es  necesario  divulgar  la  idea,  y se- 
guro que  Dios  Nuestro  Señor  moverá  a 
quienes  pueden  para  acudir  en  ayuda  de 
tan  santo  apostolado» . . . 


«Antorcha  para  mis  pies  es  tu  pala- 
bra y luz  para  mis  sendas»,  exclamaba 
postrado  ante  Dios  el  inspirado  salmis- 
ta (Ps„  118,  105). 

Divino  resplandor  que  guíe  nuestros 
pasos  por  las  fragosidades  de  la  tierra, 
camino  del  cielo,  encontraremos  en  la 
lectura  piadosa  de  los  Libros  Sagrados. 

Muy  de  corazón  pedimos,  Venerables 
Hermanos  e Hijos  amadísimos,  a nues- 
tra Inmaculada  Madre,  en  cuyo  virginal 
seno  tomó  .carne  humana  la  Palabra 
Eterna  de  Dios  Padre,  el  Verbo  divino, 
que  infunda  en  todos  nosotros  fervoroso 
amor  a ese  Libro,  el  más  santo  y vene- 
rable que  posee  la  humanidad,  la  Sa- 
grada Biblia,  en  la  que  se  guarda  el  te- 
soro de  las  palabras  divinas  inspiradas 
a los  escogidos  varones  que  tomó  Dios 
por  instrumentos  para  dictar  su  Ley,  y 
sus  misericordias  y redentoras  enseñan- 
zas. 

Con  paternal  efusión  os  bendecimos  en 
el  nombre  del  Padre  y del  Hijo  y del 
Espíritu  Santo.  Amén. 

Dadas  en  19  de  agosto  del  año  del  Se- 
ñor 1946. 

t LEOPOLDO, 
Obispo  de  Madrid- Alcalá. 


Qué  bella  invención}  qué  glorio- 
sa fatiga  la  que  permite  predicar  a 
los  hombres  con  las  manos  lo  mis- 
mo que  con  la  voz,  sustituir  los  de- 
dos a la  lengua,  entrar  en  relación 
con  el  resto  del  mundo  sin  salir 
del  silencio,  y combatir  con  la  plu- 
ma las  sugestiones  ilícitas  del  de- 
monio. Cada  palabra  de  las  Santas 
Escrituras  transcrita  por  el  monje 
es  una  herida  que  hace  a Satanás. 

Una  caña  que  se  gasta  al  correr  so- 
bre la  corteza  o el  pergamino  deja 
allí  grabada  la  palabra  divina  co* 
mo  para  reparar  la  injuria  de  aque- 
lla otra  caña,  con  que  .el  diablo  hizo 
golpear  la  cabeza  de  Nuestro  Se- 
ñor  

CASIODORO,  Maestro  de  los  Monjes 
de  Italia. 


ES'EO  muy  legítimo  de 
todo  cristiano  fervien- 
te es  visitar,  una  vez 
.siquiera  en  la  vida,  el 
Santo  Sepulcro,  y un- 
gir con  besos  y lágri- 
mas aquellas  piedras 
que  fueron  un  día  sa- 
grario del  cuerpo  ator. 
mentado  de  Cristo  y testigos  silenciosos 
del  hecho  más  grande  de  la  Historia  Uni- 
versal: su  gloriosa  resurrección.  La  «de- 
voción» al  Santo  Sepulcro  puso  en  pie 
de  guerra  a millares  de  cruzados  y ha 
estimulado  en  todo  tiempo  el  sacrificio 
alegre  de  millones  de  peregrinos. 

Pero  la  mayor  parte  de  fieles  no  pue- 
den ver  cumplido  su  deseo. 

Nuestro  modesto  trabajo  aspira  a rea- 
lizar el  ideal  de  la  Geografía  y Arqueolo- 
gía Bíblica,  que  consiste  en  ser,  según 
terminología  clásica  de  la  Teología  Ascé- 
tica, «■composición  de  lugar»  exacta  en  el 
estudio  del  Santo  Evangelio,  que  es  esen- 
cialmente «meditación»  (ejercicio  activo 
de  memoria  - entendimiento  - voluntad) . 
Con  tal  «composición  de  lugar»,  que  tiene 
por  base,  no  ficciones  de  la  imaginación 
más  o menos  arbitrarias,  sino  «el  funda- 
mento verdadero  de  la  historia»  (Ejerc. 
de  S.  Ign.,  2) , se  podrá  leer,  estudiar  y 
meditar  el  Santo  Evangelio  con  aquella 
condición,  fruto  de  profunda  experiencia 
pedagógica  que  nos  pide  San  Ignacio,  el 
peregrino  heroico  de  los  Santos  Lugares: 
«como  si  presente  me  hallase»  (Ejerc., 
114). 

1.  EL  «SANTO  SEPULCRO» 

que  actualmente  se  venera  en  Jerusalén 
es.  sin  duda  alguna,  el  mismo  lugar  don- 
de estuvo  sepultado  el  Señor  durante 
unas  36  horas.  Pero,  en  cuanto  a su  for- 
ma, conserva  muy  poco  del  antiguo  se- 


pulcro, que,  después  de  varias  mutila- 
ciones parciales,  fué  destruido  por  el  ca- 
lifa Hakim-biamr-illah  en  el  año  1009. 

Para  reconstruirlo  con  cierta  exacti- 
tud según  su  forma  primitiva,  deben  te- 
nerse en  cuenta  los  datos  evangélicos, 
las  costumbres  de  la  época  que  conoce- 
mos por  la  Arqueología  y las  descripcio- 
ciones  de  algunos  antiguos  cristianos. 
Según  todo  ello,  podemos  describirlo  de 
la  siguiente  manera: 

2.  LUGAR 

Estaba  en  un  huerto  o jardín  ( cosa 
no  infrecuente  en  Palestina) , que  poseía 
probablemente  en  propiedad  particular 
José  de  Arimatea  (Jn.  19,  41).  Distaba 
muy  poco  (unos  30  metros)  del  lugar 
donde  nuestro  Señor  fué  clavado  en  la 
cruz,  ya  que  había  sido  abierto  en  el 
declive  de  la  misma  elevación  rocosa  que 
se  llamaba  Golgotha  en  arameo  y «Cal- 
varia»  (=  «Cráneo»)  en  latín.  La  Basí- 
lica que  mandó  edificar  Constantino  en- 
cerró dentro  de  sus  muros  simultánea- 
mente el  lugar  de  la  crucifixión  y el  de 
la  sepultura. 

3.  FORMA 

Había  sido  excavado  en  la  peña  (Mt. 
27,  60;  Me.  15,  46;  Le.  23,  53)  , a manera 
de  pequeña  cueva  con  dos  cámaras  que 
comunicaban  entre  sí  por  una  estrecha 
abertura.  El  hecho  de  abrir  sepulcros  en. 
la  roca  viva  era  costumbre  entre  los 
judíos,  mayormente  si  eran  ricos,  y se 
debía  tal  vez  a una  reminiscencia  de 
los  tiempos  antiquísimos,  cuando  los  ca- 
dáveres eran  encerrados  en  cavernas 
(Gén.  23,  9).  Dada  su  forma  de  cueva, 
se  comprende  fácilmente  cómo  los  dos 
endemoniados  Gerasenos  podían  morar 
habitualmente  dentro  de  los  sepulcros 
(Me.  5,  2-5;  Le.  8,  7). 


Interior  del  Santo  Sepulcro 


8 


Revista  Bíblica 


4.  CAMARA  SEPULCRAL 

Era  «nuevo»,  es  decir,  que  ningún  di- 
funto había  sido  colocado  en  él  (Mt.  27, 
60;  Le.  23,  53;  Jn.  19,  41).  Por  consi- 
guiente constaba  de  una  sola  cámara 
sepulcral,  puesto  que  éstas  se  excava- 
ban, una  a continuación  de  otra,  a me- 
dida que  eran  necesarias.  Por  eso,  pues- 
to que  la  cámara  sepulcral  era  la  pri- 
mera (y  única)  para  quien  entraba,  se 
podía  ver  fácilmente  desde  fuera  dón- 


Señor  y estaban  sentadas  frente  al  se- 
pulcro (Mt.  27,  61),  permanecerían  en 
este  vestíbulo,  quizá  en  una  especie  de 
bancos  de  piedra,  que,  a veces,  se  deja- 
ban alrededor.  Desde  allí,  a través  de  la 
angosta  abertura  que  comunicaba  con  la 
cámara  sepulcral,  veían  el  cuerpo  de 
Cristo  amortajado  (Le.  23,  55;  Jn.  20,  5). 
Allí  descansarían  también,  probable- 
mente, los  centinelas  romanos  puestos 
por  los  sanhedritas  (Mt.  27,  66). 


MAQUETA  DEL  SANTO  SEPULCRO 


Construida  por  los  alumnos  del  Seminarlo  Concillar  de  Barcelona 


Cámara  sepulcral,  con  Antecámara. 

María  Magdalena  y 

el  cuerpo  amortajado.  María  de  José,  llorando 

"frente  al  sepulcro". 

(Me.  15,  47  y Mt.  27,  61.) 

de  estaba  colocado  el  cuerpo  antes  de 
la  resurrección  (Me.  15,  17) , o los  lien- 
zos que  lo  habían  envuelto,  después  de 
ella  (Jn.  20,  5) . José  de  Arimatea  lo  ha- 
bía mandado  preparar  para  sí  mismo; 
puesto  que,  aunque  natural  de  Arima- 
tea (antigua  Ramathaim,  actualmente 
Rentis,  al  NE.  de  Lydda) , tenía  su  re- 
sidencia definitiva  en  Jerusalén,  donde 
esperaba  morir  y recibir  sepultura. 

5.  VESTIBULO 

Delante  del  sepulcro  propiamente  di- 
cho, o cámara  funeraria,  solía  haber  una 
especie  de  vestíbulo,  también  excavado 
en  'la  roca.  Podía  ser  abierto,  en  forma 
de  cueva,  o cerrado  a semejanza  de  la 
cámara  interior.  Atestigua  su  existencia 
en  el  sepulcro  de  Cristo,  entre  otros,  San 
Cirilo,  obispo  de  Jerusalén  (f  386) . Las 
mujeres  galileas  que  acompañaron  al 


Nuestra’  Señora,  con  José  de  Arimatea, 

San  Juan  y Salomé  Nlcodemo  y criados. 


6.  ENTRADA  AL  SEPULCRO 

La  puerta  de  comunicación  entre  am- 
bas partes  estaba  cerrada  con  una  pie- 
dra, que  era  muy  grande  (Mt.  27,  60; 
Me.  16,  4) , de  manera  que  las  cinco  o 
más  mujeres  que  iban  hacia  el  sepulcro 
el  domingo  por  la  mañana  (María  de 
Magdala/  Juana,  María  de  Santiago,  y 
otras...:  Le.  24,  10)  no  se  creían  con 
fuerza  bastante  para  apartarla  (Me.  16, 
3).  A veces  era  redonda,  en  forma  de 
muela.  Así  es  natural  que  fuera  en  el 
sepulcro  de  José  de  Arimatea,  rico  y 
noble,  y así  lo  parece  indicar  el  Santo 
Evangelio  (Mt.  27,  60;  28,  2;  Me.  15,  46; 
16,  3,  4) . En  este  caso  se  hacía  rodar  por 
una  ranura  practicada  en  la  roca,  hasta 
que  cubriese  del  todo  la  entrada,  cuya 
altura  era  inferior  al  diámetro  de  la 
piedra.  Dicha  ranura  se  excavaba  en  de- 
clive, descendiendo  hacia  la  puerta,  de 


Revista  Bíblica 


9 


manera  que  la  piedra  rodase  fácilmente 
haista  cerrar  la  entrada,  y no  pudiera 
ser  apartada  sino  a viva  fuerza.  Al  re- 
tirarse se  metía  parte  dentro  de  una 
hendidura  practicada  oportunamente  en 
la  peña,  y era  asegurada  con  una  cuña 


La  entrada  era  siempre  muy  pequeña, 
y de  forma  rectangular.  Así  San  Juan 
tuvo  que  agacharse  para  ver  los  lienzos 
que  estaban  dentro  ( Jn.  20,  5) , como 
San  Pedro  (Le.  24,  12)  y María  Magda- 
lena (Jn.  20,  12). 


DIMENSIONES  DE  LA  MAQUETA 


Fig.  3.  Puerta  de  acceso  a la 
cámara  sepulcral,  con  la  piedra 
apartada. 


u otro  obstáculo.  Los  sanhedritas  sella- 
ron esta  piedra.  Lo  cual  harían  cruzan- 
do por  delante  una  o dos  cuerdas,  y 
adaptándolas  a la  roca  firme  con  cera, 
sobre  la  cual  imprimían  el  sello  que  los 
orientales  isolían  llevar  co/lgado  al  cue- 
llo (Cant.  8,  6)  o en  la  manoi  derecha 
(Jer.  22,  24). 


Fig.  4.  Puerta  cerrada  y piedra 
sellada  (v.  n.°  6). 

7.  MANERA  DE  COLOCAR  EL 
CADAVER 

El  difunto,  después  de  ungido  y en- 
vuelto con  lienzos  a la  usanza  judía,  era 
colocado  encima  de  un  banco  dentro  de 
la  cámara  iriterior.  Así  dos  ángeles  pu- 
dieron sentarse,  uno  en  el  lugar  donde 
estuvieran  los  pies,  otro  en  el  de  la  ca- 


10 


Revista  Bíblica 


beza.  El  banco  sería  sencillamente  liso, 
o quizá  enteramente  excavado  en  forma 
de  sarcófago  (cosa  poco  frecuente  en- 
tonces en  Palestina) , o quizá  un  término 
medio.  Puede  ser  que  tuviera  encima 
una  especie  de  «arcosolio»  excavado  en 


rior  serían  reducidas,  lo  estrictamente 
necesarias.  Según  San  Modesto  (s.  vil) 
tenía  e su  tiempo  la  altura  de  un  hom- 
bre regular,  más  un  pie  y medio,  la  an- 
chura precisa  para  pasar  un  hombre 
(además  del  banco  funerario) , y la  Ion- 


Piedra  en  que  las  mujeres  ungieron  el  santo  Cuerpo  de  Jesús 


la  pared.  En  otros  sepulcros  de  la  época 
eran  colocados  los  difuntos  también  de 
otras  formas,  por  ejemplo,  en  «lóculos», 
no  longitudinalmente  como  en  las  cata- 
cumbas, sino  transversalmente  como  en 
los  «nichos»  de  los  ceenterios  modernos. 

8.  DIMENSIONES 

Las  dimensiones  de  la  cámara  inte- 


gitud  suficiente  para  caber  de  pie  tres 
o cuatro  personas.  El  banquillo  corres- 
pondería a la  derecha  de  quien  entraba 
(Me.  16,  5?),  lo  mismo  que  en  la  Basí- 
lica de  Constantino  y en  la  actual. 

ISIDRO  GOMA. 

Prof.  de  Exégesis  del  Nuevo 
Testamento  en  el  Seminario 
Conciliar  de  Barcelona- 


S APIENTI  A 

REVISTA  TOMISTA  DE  FILOSOFIA  (TRIMESTRAL) 

Director:  OCTAVIO  N.  DERISI 

Trabajos  monográficos,  notas,  textos,  comentarios  y bibliografía. 
Colaboran  los  mejores  tomistas  del  país  y del  extranjero. 
Dirección:  Seminario  Mayor  “San  José”,  24-65  y 66,  La  Plata  (Rep.  Arg.). 
Administración:  Sr.  Enrique  M.  Lagos,  Grupo  de  Editoral.  Cat.,  Viamonte  525, 
Buenos  Aires.  Suscripción  anual:  $ 10. — Número  suelto:  $ 3. 


Revista  Bíblica 


11 


EL  NOMBRE  DE  DIOS  EN  LOS 

NOMBRES  BIBLICOS  Y HEBREOS 


diferencia  de  los  nombres 
babilónicos,  que  a menudo 
constan  de  tres  y más  pala- 
bras y que  por  eso  tienen 
una  extraordinaria  variedad 
de  formas,  los  nombres  hebreos,  con 
muy  pocas  excepciones,  se  componen  so- 
lamente de  dos  palabras  y su  estructura 
se  deja  reducir  a pocas  formas. 

En  primer  lugar  tenemos  los  nombres 
compuestos  con  un  genitivo,  según  el  es- 
quema: «sustantivo  + g.etnitivo»,  por 
ejemplo  Abdi-iah  (Abdías,  profeta)  = 
siervo  de  Yahvé.  Casi  todos  estos  nom- 
bres son  de  carácter  religioso,  designan- 
do el  primer  sustantivo  al  portador  del 
nombre,  al  paso  que  el  genitivo  designa 
a Dios  o uno  de  sus  sinónimos. 

Otra  forma  onomástica  es:  «perfecto 
-f-  nombre  divino »,  por  ejemplo  Natan- 
el , o a la  inversa,  El-natan  = Dios  ha 
dado,.  Algunos  nombres  de  esta  catego- 
ría aluden  a un  hecho  pasado,  es  decir, 
a lo  que  Dios  ha  regalado.  Los  nombres 
babilónicos  suelen  indicar  el  objeto  del 
verbo,  p.  ej.:  Ea-apla-iddin : (el  dios) 

Ea  ha  dado  un  hijo;  Nabu-Kudurri-usur 
(Nabucodonosor) : (el  dios)  Nebo  pro- 
teja al  primogénito'.  En  los  nombres  is- 
raelitas, empero,  hemos  de  adivinar  el 
objeto,  lo  cual  no  resulta  difícil  si  nos 
colocamos  en  la  situación  de  los  padres 
que  tienen  que  imponer  un  nombre; 
pues  «los  hijos  son  un  don  de  Dios»  (Sal- 
mo 126-  3) . Esos  nombres  se  refieren  con 
preferencia,  pero  no  exclusivamente,  al 
hijo  recién  nacido. 

Los  nombres  del  cuarto  grupo  no  se 
distinguen  mucho  del  precedente,  por 
cuanto  su  estructura  obedece  a la  fór- 
mula: « futuro  + nombre  divino»,  p.  ej.: 
Isma-el  = Dios  escucha.  Hay  pocas  in- 
versiones de  palabras  en  este  esquema. 

En  cada  uno  de  los  cuatro  grupos  en- 
contramos nombres  abreviados  o Inipo- 
corísticos.  Es  un  fenómeno  bien  conoci- 
do que  los  nombres  propios  se  empleen 
en  forma  abreviada,  ora  por  su  uso  fre- 


cuente, ora  como  expresión  de  afecto  y 
cariño.  M.  Noth  insiste,  con  razón,  en 
la  importancia  de  este  fenómeno,  para 
evitar  que  nombres  abreviados  se  inter- 
preten como  nombres  simples.  La  inter- 
pretación de  tales  nombres  supone  su 
previa  reconstrucción.  Felizmente  es  tan 
grande  el  número  de  antiguos  nombres 
conservados,  que  entre  ellos  aparecen 
casi  todas  las  formas  posibles  de 
abreviaciones.  Un  modo  muy  simple  y 
antiguo  de  abreviar  los  nombres  es  la 
omisión  de  uno  de  los  dos  elementos: 
Natan-el  = Natán;  Josef-el  = Josef;  Ja- 
cob-el  = Jacob.  A veces  el  elemento 
que  queda,  ha  sufrido  nuevas  abrevia- 
ciones, recibiendo,  en  cambio,  una  desi- 
nencia hipocorística,  p.  ej.:  — ai:  Zacar- 
iah  .(Zacarías)  = Zacar  = Zaccái  = 
Yahvé  se  acuerda;  Zabad-iah  = Zabdái 
(Zebedeo)  =Yahvé  ha  dado;  Jo-natán  = 
Jannái  (Jannaeus,  nombre  de  un  rey 
judío,  descendiente  de  los  Macabeos,  y 
de  uno  de  los  antepasados  de  Cristo, 
(Luc.  3,  24).  Esta  derivación  del  nom- 
Dre  Jannái  parecería  inverosímil,  pero 
es  confirmada  por  una  moneda  hallada 
en  las  excavaciones  de  Samaría,  que  en 
un  lado  trae,  en  griego,  el  nombre  abre- 
viado de  este  rey,  y en  el  otro,  en  he- 
breo, su  forma  completa:  Jo-natán. 

Merece  ser  mencionada,  por  lo  menos 
de  paso,  la  cuestión  discutida  de  la  -i- 
que  muchas  veces  aparece  al  final  de 
la  primera  parte  de  los  nombres  com- 
puestos. Pregúntase,  si  esta  -i-  es  el  pro- 
nombre sufijo  «mi»  o una  simple  vocal 
de  ligación.  Un  ejemplo  concreto:  ¿Sig- 
nifica Abi-ram:  mi  Padre  es  excelso,  o 
solamente:  el  Padre  es  excelso?  Nos  gus- 
ta más  la  primera  explicación,  aunque 
en  algunos  casos  esta  -i-  pueda  signifi- 
car «mi».  Esto  es  evidente  en  los  si- 
guientes ejemplos:  Abdi-él  no  puede  tra- 
ducirse: «mi  siervo  es  Dios»,  sino  sola- 
mente: «siervo  de  Dios».  En  otros  nom- 
bres la  -i-  es  una  vocal  usada  u omiti- 
da arbitrariamente.  El  hijo  rebelde  de 


12 


Revista  Bíblica 


David  se  llama  Absalom  y Abisalom ; 
el  jefe  de  las  tropas  de  Saúl  tiene  los 
nombres  de  Abner  y Abiner,  y a veces 
la  -i-  es  sustituida  por  -u-,  como  por 
ejemplo  en  el  nombre  de  un  rey  cana- 
neo  en  las  cartas  de  Amarna  (siglo  XIV 
antes  de  Cristo) : Abi-vrálki,  Abu-milki. 

d 

El  nombre  divino  que  más  frecuente- 
mente encontramos  en  los  nombres  he- 
breos es  Yahvé,  nombre  propio  del  Dios 
de  Israel,  revelado  a Moisés.  Como  ele- 
mento componente  de  nombres  va  siem- 
pre en  forma  contracta,  transformándo- 
se al  final  en  -iahu  o -iah,  en  el  dialecto 
samaritano  y en  los  papiros  de  Elefan- 
tina también  en  -iáu  o - ió , por  ejemplo: 
Natan-iahu  = Natan-iah  = Natarv-iáu 
— N\atan-ió  = Yahvé  ha  dado.  Las  ver- 
siones griega  y latina  agregan  una  de- 
sinencia griega:  Natanías.  Al  comienzo 
de  los  nombres  propios  aparece  Yahvé 
en  la  forma  de  Jeho-  o Jo-:  Jeho-natán 
= Jo-natán  — Yahvé  ha  dado.  En  al- 
gunos pocos  casos  se  transforma  en  Je- 
a fin  de  evitar  la  cacofonía  o-u:  Je-súa, 
en  vez  de  Jo-súa  (Jesús). 

Para  designar  la  divinidad  los  israe- 
litas se  servían  también  de  algunos  nom- 
bres que  los  cananeos,  árameos,  feni- 
cios y otros  pueblos  de  raza  semítica  da- 
ban a sus  dioses:  El  (Dios),  Adán  (Se- 
ñor), Melek  (rey),  Baal  (Señor),  Sur 
(Roca).  Este  último  apelativo  encuén- 
trase también  en  la  nueva  versión  la- 
tina del  Salterio:  «Quisnam  est  Deus 
praeter  Dominum?  aut  quae  petra  prae- 
ter  Deum  nostrum?  (Salmo  17,  32). 

Costumbre  muy  antigua  es  la  de  lla- 
mar a Dios  Ab  = Padre,  Ah  — herma- 
na, pariente,  Am  = hermano,  socio  de 
la  misma  tribu.  Es  muy  fácil  probar  que 
estos  sustantivos  son  efectivamente  teo- 
fóricos,  quiere  decir  que  no  significan 
padre  o hermano  en  sentido  natural  si- 
no que  se  refieren  a Dios.  Basten  al- 
gunos ejemplos:  Jo-el  = Yahvé  es  Dios, 
Abi-el  = (mi)  Padre  es  Dios,  Ammi-el 
= (mi)  hermano  es  Dios,  Jo-nadab  = 
Yahvé  fué  generoso,  Abi-nadab  = (mi) 
Padre  fué  generoso,  Ahi-nadab  — (mi) 
hermano  fué  generoso,  Ammi-nadab  = 
(mi)  hermano  fué  generoso. 

Tal  costumbre  se  hallaba  difundida  en 
todo  el  mundo  semítico  y existía  ya  an- 


tes de  Israel.  Su  razón  de  ser  consiste 
en  que  el  padre  y el  hermano  mayor, 
así  como  en  general  los  miembros  de  la 
misma  tribu,  eran  los  protectores  natu- 
rales del  individuo;  pues  los  lazos  de 
familia  y parentesco  han  sido  siempre 
muy  estrechos  en  Oriente.  Los  antiguos 
semitas  paganos  consideraban  al  dios  de 
su  tribu,  por  decirlo  así,  como  padre  de 
toda  la  tribu,  o hermano  por  excelencia 
de  todos  los  componentes  de  la  misma, 
porque  el  dios  de  la  tribu  pertenecía  es- 
trechamente a la  tribu  y viceversa.  La 
tribu  le  debía  culto  y sacrificios  y el 
dios  a su  vez  protección.  Estos  nombres 
se  aplicaban  a las  divinidades  respec- 
tivas en  sentido  puramente  metafórico, 
para  expresar  la  relación  entre  protec- 
tor y protegido,  entre  el  dios  y su  sier- 
vo; por  lo  cual  los  israelitas  podían  dar 
los  mismos  atributos  a su  Dios,  al  Dios 
verdadero,  el  cual,  por  libre  beneplá- 
cito, se  hizo  protector  especial  de  Israel. 

ERNESTO  VOGT,  S.  J. 

Prof.  de  Sag-  Escritura  en  el  Se- 
minario de  Sao  Leopoldo  (Brasil). 


¡ Mahlknecht 
1 Hnos. 


i $ ■ 

1 ESCULTORES 

1 y CONSTRUCTORES  I 

DE  ARTE  SAGRADO  ¡ 

Con  talleres  modemamen- 
te  instalados,  tanto  para  | 

el  mármol,  como  madera  y 1 

bronce.  Se  hace  todo  tra-  jj 

bajo  concerniente  al  culto,  ¡j 

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bancos  de  iglesias,  puertas,  jj 

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¡ GUEVARA  132-36  | 

1 Concep.  Arenal  3849  Bs.  Aires  j 


Revista  Bíblica 


13 


La  Importancia 


Je  I 


as 


Cartas  Je  San  PaU. 


El  Padre  de  las  luces,  del  cual  viene  todo  don  perfecto  (Sant-  i,  17),  nos  da 
la  satisfacción  de  anunciar  la  terminación  de  una  obra  que  por  primera  vez  se  ha 
realizado  en  Sudamérica:  la  traducción  de  laá  Cartas  de  San  Pablo,  hecha  según  el 
original  griego  por  el  Director  de  la  Revista  Bíblica  y editada  por  el  Apostolado 
Litúrgico  del  Uruguay,  Paysandú  759,  Montevideo.  La  traducción  está  acompañada 
de  copiosos  comentarios  y notas  que  a veces  llenan  páginas  enteras,  de  manera  que 
también  las  almas  sencillas  podrán  saborear  el  tesoro  espiritual  que  nos  ha  dejado 
el  Apóstol  de  los  Gentiles.  Los  párrafos  que  siguen  a continuación,  forman  parte 
del  prólogo  del  traductor  y dan  una  idea  de  la  riqueza  sin  igual  de  estos  documentos 
apostólicos- 


Abunda  en  estos  últimos  tiempos  la 
literatura  sobre  San  Pablo,  sobre  todo 
la  que  se  refiere  con  interés  biográfico  a 
la  persona  misma  del  Apóstol.  Mas  para 
conocer  la  portentosa  enseñanza  de  este 
«enviado  extraordinario»  de  Jesucristo  a 
nosotros  los  gentiles,  nada  hay  mejor 
que  la  lectura  de  estas  catorce  Cartas, 
ciertamente  las  más  ilustres  que  han 
existido  en  la  humanidad;  ilustres,  no 
ya  por  la  fama  que  les  puedan  prestar 
los  hombres,  sino  por  el  contenido  de  su 
sabiduría  toda  divina. 

Cuando  tenemos  gran  interés  por  al- 
guien, sea  un  amigo  nuestro  o un  perso- 
naje célebre,  no  nos  preocupa  tanto  el 
saber  dónde  nació  o cuándo  vivió,  u otras 
circunstancias  extrínsecas  de  su  vida, 
cuanto  el  conocer  su  espíritu,  el  cual 
trasciende  a veces  de  unas  pocas  pala- 
bras o actitudes  suyas  puestas  de  relie- 
ve por  quien  supo  interpretarlas.  Por  eso 
San  Pablo  no  nos  ofrece  de  Cristo  una 
biografía  historiada,  sino  que  es,  por-  ex- 
celencia, el  predicador  del  Evangelio,  no 
cesando  de  proclamar  este  título  y de 
gloriarse  en  él. 

Soberano  expositor  de  la  Doctrina, 
bajo  la  inspiración  del  Espíritu  Santo 
(Juan  14,  26;  16,  12  ss.),  él  nos  mues- 
tra más  que  nadie  el  alcance  de  las  re- 
velaciones hechas  por  Jesús  y saca  para 
nosotros  las  consecuencias.  Jesús  dice, 


por  ejemplo:  «Tanto  Dios  amó  al  mun- 
do que  dió  su  Hijo  único,  a fin  de  que 
todo  el  que  cree  en  El  no  se  pierda  sino 
que  tenga  vida  eterna»  (Juan  3,  16) ; y 
San  Pablo  comenta:  «Dios,  que  es  rico 
en  misericordia  por  causa  del  grande 
amor  suyo  con  que  nos  amó,  cuando  es- 
tábamos aún  muertos  por  nuestros  pe- 
cados, nos  vivificó  juntamente  con  Cris- 
to — de  gracia  habéis  sido  salvados» — 
(Ef.  2,  4 s.).  «Mas  Dios  da  la  evidencia 
del  amor  con  que  nos  ama  por  cuanto 
siendo  aún  pecadores  Cristo  murió  por 
nosotros:  mucho  más,  pues,  siendo  aho- 
ra justificados  por  su  Sangre,  seremos 
por  El  salvados  de  la  ira.  Pues,  si  como 
enemigos  fuimos  reconciliados  con  Dios 
por  la  muerte  de  su  Hijo,  mucho  más 
después  de  reconciliados  seremos  salva- 
dos por  su  vida»  (Rom.  5,  8 ss.) . «El  que 
aun  a su  propio  Hijo  no  perdonó  sino 
que  lo  entregó  por  todos  nosotros,  ¿cómo 
no  nos  dará  gratuitamente  todas  las  co- 
sas con  El?  (Rom.  8,  32). 

Vemos  así  el  carácter  eminentemente 
sobrenatural  de  esta  predicación  y pe- 
dagogía paulinas.  Lejos  de  ser  un  sim- 
ple moralista,  como  lo  eran  los  filósofos 
paganos,  San  Pablo  nos  muestra,  de 
parte  de  su  Maestro  Jesús — a quien  oía 
por  revelación  especial — no  sólo  los 
preceptos  sino  los  móviles  de  conoci- 
miento y amor  que  llevan  a cumplirlos 


lá 


Revista  Bíblica 


de  veras  y con  gozo  según  la  norma  pre- 
ciosísima formulada  por  el  mismo  Señor 
cuando  dijo:  «Donde  está  tu  tesoro,  allí 
estará  también  tu  corazón». 

Igualmente  nos  enseña  el  Apóstol  a 
no  despreciar  las  profecías  (cf.  I Tes.  5, 
20;  I Cor.  14,  26)  y se  constituye  muchas 
veces  intérprete  de  las  mismas,  dando 
admirables  luces  sobre  la  trascendencia 
mesiánica  del  Antiguo  Testamento,  como 
por  ejemplo  cuando  señala  en  Rom.  11, 
26  el  sentido  de  la  profecía  de  Isaías  (59, 
20) , o cuando  confirma  en  Hebr.  8,  8 ss. 
ia  nueva  Alianza  prometida  en  Jer.  31, 
31  ss..  o cuando  nos  descubre  los  esplen- 
dores del  triunfo  de  Cristo,  citando  el 
Salmo  109  en  I Cor.  15,  25  ss.  y Hebr.  2, 
8,  etc.  Esto  sin  contar  con  que,  profeta 
él  mismo,  sigue  dándonos  asombrosas 
revelaciones,  por  ejemplo  sobre  la  su- 
misión en  que  Cristo  quedará  eterna- 
mente respecto  de  su  Padre,  después  que 
el  Padre  le  haya  sometido  a El  todas  las 
cosas  (I  Cor.  15,  27  s.). 

No  menos  importante  es  la  doctrina 
escatológica  de  San  Pablo  al  revelarnos, 
tanto  el  aspecto  glorioso  de  nuestra  es- 
peranza en  la  Parusía  de  Cristo  (cf.  I 
Cor.  15,  51  ss.;  Filip.  3,  20  s.;  I Tes.  4. 
16  s.;  Tito  2,  13,  etc.),  cuando  al  hacer- 
nos comprender  los  anuncios  tremenda- 
mente trágicos  que  Jesús  formuló  para 
los  últimos  días.  El  Señor  reveló,  en 
efecto,  que  cuando  El  vuelva  no  hallará 
la  fe  en  la  tierra  (Luc.  18,  8) ; que  enton- 
ces aparecerán  muchos  falsos  profetas  y 
seducirán  a muchos  y abundará  de  tal 
manera  la  iniquidad  que  el  amor  de  la 
mayor  parte  se  enfriará  (Mat.  24,  11  s.), 
al  punto  de  que  aun  los  escogidos,  si  po- 


sible fuera,  serían  extraviados  (Marc. 
13,  22).  ¿Cómo  puede  ser  esto?,  se  pre- 
gunta el  creyente.  Y San  Pablo  se  lo 
explica  diciéndole  que  Jesús  no  ha  de 
volver  sin  que  primero  venga  la  aposta- 
sía  y se  revele  el  hombre  de  pecado  hijo 
de  perdición  (el  Anticristo) , que  llegará 
a sentarse  en  el  templo  de  Dios  mostrán- 
dose como  si  fuera  Dios  y a quien  el  Se- 
ñor Jesús  matará  con  el  soplo'  de  su  boca 
y destruirá  con  la  manifestación  de  su 
advenimiento  (II  Tes.  2,  3 ss.). 

Cosas  de  interés  tan  insuperable  para 
nuestro  destino  y el  de  toda  la  humani- 
dad ¿podrán  dejarnos  indiferentes  al 
punto  de  que  sigamos  ignorando  estos 
breves  escritos?  Baste  citar  como  res- 
puesta la  opinión  de  San  Juan  Crisós- 
tomo,  según  el  cual  cada  cristiano  — y 
más  aún,  dice,  si  es  laico,  puesto  que  es 
más  ignorante — debe  releer  íntegramen- 
te todas  las  semanas  las  Cartas  de  San 
Pablo.  Agreguemos  que  quien  esto  hi- 
ciera experimentaría,  entre  otros,  dos 
maravillosos  efectos.  En  primer  lugar, 
notaría  con  asombro  que  en  cada  nueva 
lectura  encontraba  nuevos  secretos,  des- 
cubriendo así,  por  propia  experiencia, 
cómo  la  divina  Escritura  es  un  mar  sin 
orillas,  según  lo  enseña  ella  misma  (cf. 
Ecli.  24,  36  ss.).  Y luego  llegaría  a la 
inefable  felicidad  que  promete  David  al 
empezar  los  Salmos,  diciendo  que  será 
dichoso  el  que  día  y noche  la  esté  medi- 
tando (la  Palabra  de  Dios) ; será  como 
un  árbol  plantado  junto'  a ríos  de  aguas 
que  a su  tiempo  dará  fruto  y cuyas  ho- 
jas no  se  marchitan;  y todo  cuanto  hi- 
ciere prosperará  (S.  1,  1-3). 

J.  Straubinger. 


EL  EVANGELIO  ES  PRINCIPIO,  FUERZA 
Y FIN  DE  TODO  APOSTOLADO 

PAPA  XII,  entonces  Cardenal  Pacelli, 
3 de  Mayo  de  1936  al  Cardenal 
Gomá  y Tomás  de  Toledo. 


Revista  Bíblica 


15 


H 


c^Clc^  C 


1 Pad 


I 

NO,  el  Soberano  Señor, 
que  tiene  derecho-  a toda 
nuestra  adoración,  esa 
adoración  que  nunca  le 
damos  dignamente,  por  lo 
cual  no  podríamos  llegar  directamente 
a El. 

Otro,  el  aliado  nuestro,  el  confidente 
a quien  confiamos  las  barrabasadas  que 
hacemos  contra  el  primero. 

Al  uno  lo  vemos  como  Señor  y Juez 
inapelable. 


re  por  e 


tjo 


“Que  nuestra  sociedad  sea  con  el  Padre 
y con  su  hijo  Jesucristo”.  - I.  Juan  1.  3. 


El  otro  es  el  abogado,  el  Salvador, 
ante  el  cual  recurrimos  por  miedo  al 
Juez...  y a nosotros  mismos. 

Uno,  el  que  siempre  tiene  razón  con- 
tra nosotros. 

Otro»,  el  que  puede  y quiere  interpo- 
ner su  influencia  para  hacernos  salir  del 
paso  y justificarnos  ante  el  primero. 

El  uno  es  el  Padre,  el  gran  Rey.  El 
otro  es  su  Hijo  Jesús,  Príncipe  influ- 
yente para  protegernos  y recomendar- 
nos al  Rey,  y que,  siendo  hombre  como 
nosotros,  conoce  nuestras  debilidades  y 
nos  parece  estar  más  dispuesto  a disi- 


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RJCCIOTTI,  Giuseppe.  — “Historia  de  Israel”,  ene.  Trad.  de  Zubiri  ....  „ 33.75 
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BOVER,  M.  Joseph.  — “Novi  Testamenti  Biblia  Graeca  et  -Latina”,  ene.  . . . r 28. — 
BOVER,  M.  J.  — ““Deiparae  Virginis  Consensus”,  corredemptionis  ac  me- 

diationis  fundamentum  „ 15. — 

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encuadernado „ 30 — 

PRADO, Simón.  — “Propaedeutica”  , ,.  8. — 

PRADO-Simón.  — “De  Doctrina  seu  de  Libris  Didacticis”  Vtris.  Test.  . . . „ 8. — 

PRADO-Simón.  — “Novum  Testamentum” „ 15. — 

GRAMATICA,  Aloisius.  — “Biblia  Vulgata”,  edito  vaticana,  ene „ 30. — 

COLUNGA-Turrado.  — “Biblia  Vulgata”,  ene.  BAC  '. „ 24.— 

MAOCHI,  Luis.  — “Nociones  de  Sagrada  Hermenéutica”  „ 5. — 

TORRES,  Micha  el.  — “Brevis  Cursus  Sacrae  Scripturae”,  ene „ 5. — 

RAMIREZ,  J.  M.  — “De  Hominis  Beatitudine”,  tract.  theologicus,  2 vols.  „ 36. — 
HUBER,  Sigfrido.  — “Los  Santos  Padres”,  sinopsis  2 vols „ 34. — 

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16 


Revista  Bíblica 


miliarias.  INDuestra  actitud  es  como  si 
dijésemos  a Jesús  lo  mismo  que  los  Is- 
raelitas a Moisés:  «Háblanos  tú,  y no 
nos  hable  Dios,  no  sea  que  muramos». 

Hemos,  pues,  de  empezar  la  vida  es- 
piritual por  entender  y vivir  el  misterio 
de  la  Redención  y aprovechar  en  su  in- 
finita utilidad  la  mediación  de  Jesu- 
cristo. 

II 

Después  viene  otra  «etapa»:  ¡Hacia 
el  Padre! 

Porque  ocurre  que  Jesús,  el  aliado  ín- 
timo a quien  le  habremos  perdido  la 
vergüenza,  nos  habla  al  fin  «abiertamen- 
te del  Padre»  (1),  y nos  revela  al  oído 
el  gran  secreto,  por  el  cual  nos  entera- 
mos de  que  el  Soberano  Señor  y Rey 
nos  ama  tan  paternalmente  (2) , que  to- 
das esas  blanduras  de  Jesús,  esas  tole- 
rancias y perdones  suyos-  que  vencie- 
ron nuestras  timideces  y nos  hicieron 
tomarlo  por  «cuña»  ante  el  Rey. . . no 
eran  sino  características  de  ese  mismo 
Rey,  cuyo  Nombre  es  no  sólo  Dios  y Pa- 
dre de  Jesús,  sino  también  Padre  nues- 
tro (3) , «Padre  de  las  misericordias  y 
Dios  de  toda  Consolación»  (II  Cor.  1). 

Descubrimos  entonces  que  Jesús  no 
es  sino  el  espejo  que  nos  refleja  el  amor 
y la  misericordia  del  Padre,  que  son  sus 
perfecciones  supremas;  es  el  espejo- 
Hombre,  hecho  para  traducirnos  a lo 
humano,  a fin  de  hacer  inteligibles  las 
maravillas  del  misterio  de  Dios  (4) , que 
son  maravillas  de  amor  y de  misericor- 
dia (5).  Entonces  comprendemos  que 


Debemos  luchar  no  contra  carne 
y sangre,  sino  contra  los  principes 
y potestades,  contra  los  adalides  de 
este  mundo  de  Tinieblas,  contra 
los  espíritus  malignos  en  los  aires. 
Por  tanto,  tomad  la.s  armas  todas 
de  Dios,  para  poder  resistir  en  el 
día  aciago  y sosteneros  apercibidos 
en  todo. 

SAN  PABLO  A LOS  EFESIOS  (6, 
12-13). 


el  Padre  está  en  Jesús  (o  mejor  dicho: 
es  en  Jesús)  y Jesús  en  el  Padre  (6),  y 
que,  siendo  dos  Personas,  son  un  solo 
y mismo  Dios  en  la  Unidad  amorosa  del 
Espíritu  Santo  (que  es  la  Persona  del 
Amor  que  los  une)  (7). 

Entonces  caemos  en  la  cuenta  de  que 
toda  la  vida  humana  de  Jesús  no  fué 
sino  un  acto  prodigioso  y sublime  de 
amor  hacia  su  Padre;  y que  lo  único  que 
Jesús  quiere  es  llevamos  a ese  amor 
(8) . Entonces  apreciamos,  en  cuanto  nos 
es  posible,  con  las  luces  del  Espíritu 
Santo,  o sea  con  el  mismo  Espíritu  de 
Jesús,  (9)  la  suprema  revelación  que 
El  nos  hace:  que  el  Padre  nos  ama  lo 
mismo  que  Jesús  (10),  y que  ese  amor 
del  Padre  por  nosotros  es  tal,  y tan  sin 
medida,  que  fué  El  quien  nos  mandó  a 
ese  Hijo-Hombre  para  que  nos  sirviera 
de  aliado,  de  mediador,  de  escala  para 
llegar  al  Padre  (11).  Y si  consideramos 
que  este  Padre  nos  reveló  que  en  ese 
Hijo  tiene  puesto  todo  su  Corazón  (12), 
entenderemos  algo  mejor  la  inmensi- 
dad, la  generosidad  de  este  Don,  es  de- 
cir, de  esta  prueba  de  amor  del  Padre, 
en  la  cual  se  contiene  todo  el,  misterio 
infinito  de  la  infinita  caridad  divina: 
«Mirad  qué  amor  nos  ha  tenido  el  Pa- 
dre, que  quiso  fuésemos  sus  hijos...  y 
nos  ha  dado  al  Hijo  para  que  fuese  nues- 
tra Vida»  (13),  es  decir,  el  mediador, 
el  perdonador,  el  pagador*. . . porque  esa 
vida  que  El  nos  da  llevándonos  al  Padre 
le  costó  a El  la  muerte!  (14). 

¿Y  cómo  fué  Jesús  capaz  de  dar  la 
vida  por  nosotros?  Simplemente  por 
imitar  al  Padre  que  fué  capaz  de  dar- 
nos ese  Hijo  que  era  toda  su  vida.  Jesús 
hizo  exactamente  lo  que  su  Padre 
le  dijo  (15),  o sea  lo  que  el  Padre  ha- 
bría hecho  en  su  lugar:  de  tal  palo,  tal 
astilla,  diríamos  en  lenguaje  humano, 
con  el  agregado  de  que  la  divina  Persona 
del  Verbo  no  era  sólo  una  astilla,  pues 
recibe  del  Padre  toda  la  plenitud  de  la 
Divinidad  (16). 

Entonces,  pues,  sin  que  dejáramos  de 
contar  siempre  con  la  mediación  de  Je- 
sús, empezamos  a vivir  la  vida  de  unión 
con  el  Padre,  por  Jesús,  en  Jesús  y con 
Jesús.  La  vida  de  ofrenda,  en  que  cons- 
tantemente presentamos  al  Padre  los 
méritos  y los  encantos  de  ese  Hijo  que 
El  nos  dió,  pues  sabemos  ya  para  siem- 


Revista  Bíblica 


17 


,/re  que  no  hay  ni  puede  haber  obse- 
quio que  le  ae  tanta  gloria  como  éste: 
una  gloria  infinita. 

III 

Apenas  necesitamos  agregar  que, 
amando'  así  al  Padre,  nuestra  vida  se 
hará  semejante  a la  de  Jesús,  pues  que 
todas  las  virtudes  de  El  procedían  de  su 
amor  al  Padre.  Por  El  amó  a los  hom- 
bres y especialmente  a los  pecadores: 
porque  sabía  que  el  Padre  los  ama- 
ba (17). 

Por  eso  nos  dice  San  Pablo  que  Cris- 
to es  el  autor  y consumador  de  nuestra 
fe  (18),  porque  El  es  quien  nos  lleva  al 
Padre  (19).  De  ahí  que  si  miramos  sola- 
mente a Cristo  como  Dios  y como  único 
fin,  suprimiendo  al  Padre,  olvidamos  el 
Misterio  de  la  Trinidad,  como  si  hubiera 
una  sola  Persona  divina  y como  si  Cris- 
to hubiera  venido  en  su  propio  Nombre, 
cuando  El  no  se  cansó  de  repetir  lo  con- 
trario (20).  Y olvidamos  también  el 
Misterio  de  la  Redención  atribuyendo  a 
Cristo  el  papel  del  Padre  y suprimiendo 
su  Humanidad  santísima,  su  Mediación 
y los  méritos  de  su  Oblación  ante  el  Pa- 
dre en  favor  nuestro. 


Incurriríamos  así  en  el  mismo  error 
de  los  quietistas,  que  predicaban  la  pura 
contemplación  del  Padre  con  prescin- 
dencia  del  Verbo  encarnado,  que  es 
quien  nos  ganó  el  Espíritu  Santificador, 
y sin  el  cual  no  podemos  llegar  al  Pa- 
dre. 

La  perfecta  gloria  de  Dios  en  sus  Tres 
divinas  Personas  consiste  especialmente 
en  atribuir  a cada  una  de  Ellas  el  papel 
que  tienen  y que  nos  ha  sido  revelado, 
esto  es.  en  que  la  gloria  se  tributa  al 
Padre  y al  Hijo  y al  Espíritu  Santo,  o 
como  reza  la  doxología  de  los  antiguos 
Padres  griegos:  por  el  Hijo  en  el  Espí- 
ritu Santo. 


(1)  Juan  ió,  23. 

(2)  Juan  16,  27- 

(3)  Juan  20,  17. 

(4)  Hebreos  1,  3. 

(5)  Efesios  2,  4 s- 

(6)  Juan  14,  10  s. 

(7)  Juan  17,  21. 

(8)  Juan  14,  31- 

(9)  Gálatas  4,  6. 

(10)  Juan  iq,  25. 

(1 1 ) Juan  5,  ió- 

(12)  Mateo  17,  3. 

(13)  I Juan  3.  1 ! 4,  9- 


(14)  Romanos  3,  io- 

(15)  Juan  4,  34;  6,  39: 

6,  38,  43,  50,  55; 
9,  4 ; 8,  29 ; 12,  49 ; 

17,  4- 

(16)  Juan  3,  34  s- ; 5, 

18,  26;  6,  58. 

(1 7)  Juan  10,  17. 

(18)  Hebreos  12,  2- 

(19)  Juan  14,  6. 

(20)  Juan  5,  30,  36,  43; 

7,  29;  8,  28. 


J.  STRAUBIN GER. 


18 


Revista  Bíblica 


ASPECTOS 

DE  — 

PALESTINA 


Hebron-  Tumba  del  Patriarca  Isaac. 


Monasterio  de  las  Carmelitas  en  el  Monte  Carmelo 


Revista  Bíblica  19 

Tres  modos  de  leer  ^ 
el  Evangelio 


L Evangelio  puede  ser  leí- 
do de  tres  maneras: 

1)  En  primer  lugar  se 
lo  puede  leer  por  encima, 
hojeándolo  como  hacen 
los  superficiales. 

Habréis  observado  las  comitivas  de 
forasteros,  que  vienen  a Italia  a visi- 
tar nuestras  ciudades  y que  las  agen- 
cias de  viajes  cargan  en  'grandes  auto- 
buses. Son  cincuenta  o sesenta  perso- 
nas que  dan  la  vuelta,  por  ejemplo,  a 
una  ciudad  rápidamente.  El  enorme 
coche  corre,  y ellas  miran  a derecha  e 
izquierda.  Uno  se  divierte  contemplan- 
do esas  caras,  a menudo  tan  inteligen- 
tes; esos  rostros  que  manifiestan  una 
sensibilidad  tan  exquisita  en  asuntos  de 
artes,  y pasan  frente  a esos  prodigios 
del  arte,  corriendo,  sin  quedarse  siquie- 
ra boquiabiertos  como  los  auténticos 
campesinos.  Y después  de  una  visita  en 
ese  gran  coche  por  una  ciudad,  son  ca- 
paces de  deciros:  «Lo  hemos  visto  to- 
do!», mientras  vosotros  quizá  estabais 
pensando,  sin  querer,  en  los  perros  del 
Nilo,  de  los  que  dice  Pitágoras  que  be- 
bían el  agua  corriendo  por  temor  a los 
cocodrilos.  Con  estos  apurados  contem- 
pladores de  las  bellezas  artísticas  de 
Italia,  comparo  a los  que  «devoran» 
• — como  a ellos  les  agrada  expresarse — 
los  cuatro  Evangelios.  No  entienden  na- 
da. Peor  todavía:  ni  siquiera  entienden 
que  no  tienden  nada.  Y tienen  el  he- 
roico coraje  de  proclamar:  «¡También 
nosotros  hemos  leído  los  Evangelios!» 

2)  En  segundo  lugar  se  puede  esco- 
ger en  las  páginas  del  Evangelio,  un 
paso,  una  expresión,  un  episodio,  una 
palabra  y con  el  alma  preparada  se 
puede  trasplantar  una  santa  idea  al  pro- 
pio corazón. 

Como  se  puede  entrar  en  San  Pedro 
de  Roma,  para  detenerse  frente  a una 


Por  Mons.  FRANCISCO  OLGIATI 

u otra  de  las  innumerables  obras  de 
arte,  con  las  que  las  generaciones  han 
enriquecido  el  máximo  templo  de  la 
cristiandad,  así  puede  tener  a menudo 
una  inmensa  eficacia  la  meditación  de 
un  solo  versículo  del  Evangelio.  San 
Francisco  de  Asís,  que  con  dos  compa- 
ñeros atraviesa  la  gran  plaza  de  Asís, 
entra  en  la  iglesia  de  San  Nicolás,  abre 
el  Misal,  lee  en  San  Mateo:  «Si  quieres 
ser  perfecto,  ve,  vende  todo  lo  que  tie- 
nes y dalo  a los  pobres»,  y exclama: 
«Hermanos,  he  aquí  nuestra  vida  y 
nuestra  regla»,  es  un  ejemplo  luminoso 
de  este  segundo  modo  de  leer  el  Evan- 
gelio. El  primer  mártir  del  Instituto 
Pontificio  de  las  Misiones  Extranjeras, 
caído  en  Oceanía,  Dom  Mazzucconi, 
cuando  después  de  haber  entrado  al 
Instituto,  a la  mañana  siguiente  celebró 
la  Misa  y leyó  en  el  Evangelio  la  amo- 
nestación de  Jesús:  «Quien  ama  a su 
padre  y a su  madre  más  que  a mí,  no 
es  digno  de  mí»,  fué  invadido  por  una 
ola  de  conmoción  y comenzó  a sollozar. 
El  nos  enseña  cómo  se  lee  el  Evange- 
lio. 

Cada  palabra  del  Evangelio  es  seme- 
jante a una  ventana  cerrada:  es  nece- 
sario acercarse,  abrir  la  ventana,  tener 
los  ojos  sanos  y bien  dispuestos,  con- 
templar el  nuevo  horizonte  que  se  nos 
presenta  frente  al  alma  atenta.  Cada 
página  de  estos  libros  eternos  — los  más 
grandes  libros  que  posee  la  humani- 
dad y que  nos  brindan  el  Camino,  la 
Verdad  y la  Vida — tendría  que  ser  mi- 
rada por  nosotros  con  los  mismos  sen- 
timientos con  los  cuales  nos  acercaría- 
mos a Jesús,  si  aún  estuviese  en  este 
mundo,  como  estaba  un  día  en  Pales- (*) 


(*)  Mons.  Francesco  Olgiati:  “La  Piedad 
Cristiana”;  Edit.  Difusión,  Bs.  Aires,  1946. 
págs.  294-300. 


20 


Revista  Bíblica 


tina:  una  mirada  o una  palabra  de  Je- 
sús basta  para  tocar  un  alma  y sal- 
vada. 

Todo  esto  lo  tenemos  bien  sabido,  aun- 
que no  todos  lo  practicamos.  El  que 
con  conciencia  pura,  con  una  oración 
preparatoria,  con  santa  avidez  por  las 
enseñanzas  divinas  se  acerca  al  árbol 
del  Evangelio  y recoge  nada  más  que 
un  solo  fruto,  esté  seguro  de  que  su 
vida  religiosa,  su  renovación  espiritual 
y su  progreso  moral  saldrán  muy  ga- 
nanciosos. 

3)  Mientras  en  esto  hay  un  consenti- 
miento general,  son  pocos  en  cambio 
quienes  siguen  el  tercer  método  en  la 
lectura  del  Evangelio;  y este  punto  qui- 
siera hacer  resaltar  yo,  porque  consti- 
tuye uno  de  los  pensamientos  principa- 
les de  mi  libro. 

Si  en  cada  libro  hay  una  sola  idea,  o 
sea,  una  sola  alma,  también  los  gran- 
des libros  del  Evangelio  tienen  un  fin 
particular,  una  índole  especial,  una  ca- 
racterística propia.  El  Evangelio  de  San 
Mateo  no  es  el  de  San  Marcos,  y el  de 
San  Lucas  no  es  el  de  San  Juan.  Cada 
uno  de  los  cuatro  evangelistas  se  pro- 
puso desarrollar  un  tema  muy  propio; 
cada  uno  de  los  Evangelios  tiene  una 
fisonomía  individual  qué  lo  distingue  de 
los  otros;  y cada  Evangelio  está  así 
vivificado  por  su  idea  madre,  sin  la 
cual  no  se  conseguiría  comprender  el 
significado  y el  valor  del  Evangelio 
mismo.  En  otras  palabras,  las  partes 
del  libro  son  una  multiplicidad  diferen- 
te, que  por  una  idea  central  está  con- 
tenida en  la  unidad  de  la  síntesis  or- 
ganizadora; también  los  diferentes  ver- 
sículos y los  capítulos  de  cada  Evan- 
gelio están  inspirados  por  un  único  pen- 
samiento, que  los  une  en  un  organismo 
admirable.  Cada  Evangelio  nos  ofrece 
a Jesucristo  desde  un  determinado  pun- 
to de  vista;  y es  necesario  ponerse  en 
esa  posición  para  comprender  a fondo 
cada  una  de  las  expresiones.  La  cosa  es 
fácil  de  intuir,  puesto  que  el  Señor  ha 
querido  inspirar  a cuatro  evangelistas; 
si  no  hubiese  en  cada  uno  de  ellos  una 
nota  particular,  hubiera  bastado  un  solo 
Evangelio.  Por  lo  demás,  es  también  fá- 
cil percibir  la  verdad  de  cuanto  afirma- 
mos, abriendo  cualquier  página  de  un 
evangelista. 


Tomemos  (y  debo  limitarme  eviden- 
temente a rasgos  rapidísimos) , el  Evan- 
gelio de  San  Mateo,  en  su  principio:  Leo: 
«Libro  de  la  generación  de  Jesucris- 
to, hijo  de  Dios,  hijo  de  Abraham.  Abra- 
ham  engendró  a Isaac,  Isaac  engendró 
a Jacob,  Jacob  engendró  a Judá,  y a 
sus  hijos.  Judá  engendró  a Farés  y a 
Zara  de  Tamar;  Farés  engendró  a Es- 
rón, Esrón  engendró  a Aminadab. ..» 
y la  nómina  se  prolonga,  mientras  yo 
comienzo  justamente  en  la  primera  pá- 
gina del  primer  Evangelio,  a confundir- 
me. Luego  me  pregunto:  — ¿Qué  me  inte- 
resa el  nombre  del  señor  Farés,  Esrón, 
Naasón,  y compañía? 

El  primer  método  de  lectura  del 
Evangelio  me  sugeriría  proceder  rápi- 
damente y seguir  adelante;  el  segundo 
no  me  enseña  nada;  por  lo  tanto,  uno  y 
otro  tienen  que  ser  completados. 

Pongámonos  en  cambio,  a releer  aque- 
llas líneas  con  el  criterio  del  tercer  mé- 
todo. El  libro  escrito  por  San  Mateo 
tiene  una  única  idea  principal,  que  ilu- 
mina cada  capítulo  y cada  versículo. 

San  Mateo  compuso  su  Evangelio  en 
lengua  hebrea,  para  los  hebreos;  con 
una  finalidad  precisa:  quería  demostrar 
que  Jesús  es  el  Mesías  preanrundado  por 
los  Profetas;  las  profecías  prueban  la 
Mesianidad  de  Cristo. 

Para  desarrollar  esta  doctrina,  es  na- 
tural que  San  Mateo  deba  aludir  con- 
tinuamente a los  antiguos  vaticinios;  ci- 
tará así  más  de  70  pasos  del  Antiguo 
Testamento  (a  diferencia  de  San  Mar- 
cos que  cita  18,  San  Lucas  19  y San 
Juan  12) ; aquí  y allá  nos  repetirá  las 
frases  que  le  agradan  y que  ahora  com- 
prendemos («como'fué  escrito*»,  o si 
no:  «para  que  se  cumpliese  cuanto  fué 
dicho  por  el  Señor  por  boca  del  Pro- 
feta») ; hablará  largamente  del  reino 
mesiánico  para  combatir  las  malas  in- 
terpretaciones del  pueblo  hebreo,  e ini- 
ciará el  Evangelio  con  la  genealogía  de 
Jesús  para  mostrar  como  en  El  se  han 
verificdo  Ls  profecías,  según  las  cuales 
el  Mesías  nacería  de  la  estirpe  de  Abra- 
ham y de  la  descendencia  de  David.  San 
Mateo,  releído  a la  luz  de  este  único 
pensamiento  inspirador,  es  luminosa- 
mente claro. 

Permítaseme  otro  ejemplo.  En  el 
Evangelio  de  San  Marcos  son  numero- 


Revista  Bíblica 


21 


sísimas  las  narraciones  de  endemonia- 
dos. Desde  el  capítulo  I,  en  el  que  Je- 
sús libra  en  Cafarnaum  a un  hombre 
poseído  por  un  espíritu  inmundo  y en  el 
que  también  se  cuenta  cómo  el  Maes- 
tro «iba  'predicando  en  las  Sinagogas, 
y por  toda  la  Galilea  y echaba  los  de- 
monios», hasta  el  capítulo  III  en  el  cual 
concede  a los  Doce  el  poder  de  librar  a 
los  endemoniados;  desde  el  capítulo  Y 
que  describe  largamente  la  escena  del 
endemoniado  de  Gerasa  y de  la  piara  de 
dos  mil  cerdos,  que  son  poseídos  por  los 
espíritus  y se  lanzan  al  mar,  hasta  los 
capítulos  sucesivos,  se  suceden  episo- 
dios, dichos  y hechos  relativos  a tales 
posesiones  diabólicas. 

Según  las  normas  del  tercer  método 
para  leer  el  Evngelio,  busco  la  única 
idea  inspiradora-  de  San  Marcos;  y la 
encuentro  en  esto:  que  Marcos,  discí- 
pulo de  Pedro,  escribiendo  en  Roma 
para  los  romanos  y para  los  étnico-cris- 
tianos,  quiere  demostrar  la  divinidad 
de  Jesucristo  y de  su  doctrina,  me- 
diante los  milagros  realizados  por  el  Re- 
dentor. Jesús  es  siempre  el  centro  del 
Evangelio;  pero,  a diferencia  del  Evan- 
gelio de  San  Mateo,  dirigido  a quienes 
conocían  bien  el  Antiguo  Testamento  y 
las  profecías,  Jesús  es  contemplado  aquí 
desde  otro  punto  de  vista  que  puede 
ser  mejor  comprendido  por  los  paganos 
convertidos.  La  prueba  de  la  divinidad 
de  Cristo  detóa  conducir  al  Evangelis- 
a darnos  «El  Evangelio  de  los  milagros» 
y a elegir  aquellos  prodigios  realizados 
por  Jesús,  que  indican  su  absoluto  do- 
minio: a)  sobre  la  naturaleza;  b)  so- 
bre el  hombre  (enfermedades  y muer- 
te,; c)  sobre  los  espíritus.  Si  Jesús  es 
Dios,  cada  y cualquier  grado  de  la  rea- 
lidad le  debe  -estar  sometido;  y así  es: 
todos  estos  pasos  relativos  a los  endemo- 
niados son  una  parte  esencial  del  se- 
gundo Evangelio. 

Y podríamos  proseguir  mostrando  có- 
mo San  Lucas  está  todo-  invadido  por 
otro  pensamiento  que  forma  el  alma  de 
su  Evangelio  de  la  misericordia,  o sea 
que  Jesucristo  es  la  salud  de  todos,  he- 
breos y gentiles  y que  San  Juan  sigue 
por  otro  camino: 

A diferencia  de  los  otros  Evangelis- 
tas, que  parten  de  la  tierra  para  llegar 
al  cielo,  o sea  que  van  de  la  humanidad 


a la  divinidad  de  Cristo;  a -diferencia  de 
San  Mateo,  que  comienza  su  Evangelio 
con  la  genealogía  de  Jesús  en  la  tierra 
para  cerrarlo  con  la  Trinidad:  «Id  y 
enseñad  a todas  las  gentes,  bautizándo- 
las en  el  nombre  del  Padre,  del  Hijo  y 
del  Espíritu  Santo»,  San  Juan  -parte  de 
la  Trinidad,  porque  nos  describe  a Je- 
sús desde  él  punto  de  vista  de  su  divini- 
dad. 


Por  lo  tanto,  desde  los  primeros  ver- 
sículos, nos  habla  del  Verbo,  que  es  el 
Unigénito  del  Padre;  y el  Verbo  se  en- 
carna, y sobre  El  desciende  el  Espí- 
ritu Santo. 


Procedamos  así  con  todo  su  Evange- 
lio y lleguemos,  entre  otras  cosas,  al 
discurso  de  la  última  Cena,  en  -la  que 
Jesús  enseña  a los  Apóstoles,  y a to- 
dos aquellos  que  creerán  a través  de 
los  siglos,  de  qué  manera  se  vive  se- 
gún el  gran  misterio  de  la  Trinidad. 
Como  el  Hijo  está  en  el  Padre,  en  la 
unidad  con  el  Espíritu  Santo,  así  los 
discípulos  deben  vivir  en  Cristo  y con 
Cristo,  estar  unidos  al  Padre,  mediante 
el  amor  sobrenatural  del  Espíritu  San- 
to. Cuando  -el  Espíritu  Santo  «habite 
con  vosotros  y esté  en  vosotros»,  «en 
aquel  día  conoceréis  que  yo  estoy  en  mi 
Padre,  y vosotros  en  mí,  como  yo  en 
vosotros. . . Yo  soy  la  vid,  vosotros,  los 
sarmientos . . . Padre,  que  todos  sean 
uno,  como  tú  estás  en  mí  y yo  en  ti:  que 
también  ellos  sean  uno  en  nosotros. . . 
Que  sean  perfectos  en  la  unidad». 

Leídos  los  Evangelios  con  este  méto- 
do, se  aclaran  diversos  puntos.  No  'sólo 
se  consigue  comprenderlos  mejor  y pe- 
netrar más  profundamente  en  -el  pen- 
samiento de  los  escritores  inspirados, 
sino  que  se  ve  con  claridad  el  porqué 
de  los  diversos  Evangelios. 

El  primero  nos  habla  del  Mesías  y de 
las  profecías;  el  segundo  de  la  Divini- 
dad de  Jesús  probada  por  los  milagros; 
el  tercero  de  la  salud  del  mundo  ope- 
rada por  Cristo;  el  cuarto  del  Verbo 
Encarnado,  estudiado  sobre  todo  en  re- 
lación con  las  otras  divinas  Personas. 
San  Mateo  hace  resaltar  la  voz  de  la 
historia  precedente  a Jesús,  que  grita: 
«He  aquí  el  Mesías’;  San  Marcos  nos 
da  la  historia  de  Jesús,,  que  con  sus 
prodigios  nos  indica  ser  el  Dios  descen- 
dido del  cielo;  San  Lucas  ilumina  en 


22 


Revista  Bíblica 


A Ucwis  <U  ía  diUia 


S.  MATEO  20,  25: 

¡No  así  entre  vosotros!  (cfr.  Maro.  10, 
42;  Luc.  22,  25  ss).  Admirable  lección  de 
apostolado  es  ésta  que  concuerda  con 
la  de  Luc.  9,  50  (cfr.  la  conducta  de 
Moisés  en  Núm.  11,  26-29),  y nos  en- 
seña. ante  todo,  que  no  siendo  nuestra 
misión  como  la  del  César  (23,  17),  no 
hemos  de  ser  dominantes  ni  querer  im- 
poner la  fe  a la  fuerza  por  el  hecho  de 
ser  una  cosa  buena  (cfr.  Cant.  3,  5;  II 
Cor.  1,  23;  6,  3 ss;  I Tes.  2,  11;  I Tim.  3, 
8;  II  Tim.  2,  4;  I Pedro.  5,  2 s;  I Cor.  4. 
13,  etc.),  como  que  la  semilla  de  la  Pa- 
labra se  da  para  que  sea  libremente 
aceptada  o rechazada  (Mat.  13,  3).  Por 
eso  'los  Apóstoles,  cuando  no  eran  acep- 
tados en  un  lugar,  debían  retirarse  a 
otro  (10,  14  s y 12;  Hech.  13,  51;  18,  6) 
sin  empeñarse  en  dar  «el  pan  a los  pe- 
rros» (7,  6).  Pero  al  mismo  tiempo,  y 
sin  duda  por  eso  mismo,  se  nos  enseña 
aquí  el  sublime  poder  del  apostolado, 
pues  sin  armas  ni  recursos  humanos  de 
ninguna  especie  (10,  9 s.  y nota),  con  la 


función  de  Jesús,  la  historia  de  la  sa- 
lud y de  la  conversión  del  mundo;  San 
Juan  canta  la  historia  de  los  siglos 
eternos,  en  los  cuales  Jesús  es  siempre 
el  centro. 

La  apologética  se  inspirará  en  San 
Mateo,  para  probar  la  divinidad  de  Cris- 
to por  las  profecías;  en  San  Marcos, 
cuando  apele  para  el  mismo  fin,  a los 
milagros;  en  San  Lucas,  para  buscar  y 
obtener  en  la  propagación  del  Cristia- 
nismo otro  motivo  de  credibilidad. 

La  teología  católica  saludará  como  a 
su  gran  lumbrera  al  discípulo  predilec- 
to. Y frente  a las  tentativas  de  los  ra- 
cionalistas modernos,  que  quisieran 
eliminar  el  milagro  y lo  sobrenatural 
del  Evangelio,  para  conservar  únicamen- 
te la  enseñanza  moral,  como  si  fuese 
posible  tener  el  fruto  sin  la  planta,  po- 
demos observar  que  el  racionalismo  re- 
chaza precisamente  lo  que  es  el  alma 
de  cada  Evangelio  y la  idea  central. 


sola  eficacia  de  las  Palabras  de  Jesús  y 
su  gracia;  aún  «sobre  los  tejados»  o des- 
de las  catacumbas,  consigue  que  no  cier- 
tamente todos  — ‘porque  el  mundo  está 
dado  al  Maligno  (I  Juan  5,  19)  y Jesús 
no  rogó  por  él  (Juan  17,  9) — . pero  sí 
la  tierra  que  libremente  acepta  la  semi- 
lla, dé  fruto  al  30,  al  60  y al  100  por  uno 
(13,  23;  Hech.  2.  41;  13/48,  etc.) 

d 

SANTIAGO,  2,  3: 

Esta  lección  contra  la  acepción  de  per- 
sonas nos  hace  ver  uno  de  los  abismos 
de  mezquindad  que  hay  en  nuestro  co- 
razón, movido  siempre  por  estímulos 
que  no  son  según  el  espíritu  sino  según 
la  carne.  Damos  gustosos  cuando  nos  se- 
duce el  atractivo  de  la  belleza,  de  la 
simpatía,  de  la  cultura,  inteligencia,  po- 
sición, etc.,  o sea,  cuando  de  lo  que  da- 
mos esperamos  algo  que  sea  para  nos- 
otros deleite  o ventaja  o estima  o aplau- 
so o afecto.  Jesús  nos  enseña  no  sólo  a 
dar  sin  esperar  nada,  a amar  y a hacer 
bien  a nuestros  enemigos  (Luc.  6,  35), 
sino  que  nos  describe  la  ventaja  que  hay 
en  convidar  especialmente,  no  a amigos, 
parientes  y ricos,  sino  a pobres,  lisiados, 
etc.  (Luc.  14.  12  ss),  no  ya  sólo  porque 
ésos  son  lógicamente  los  que  necesitan 
misericordia,  sino  también  porque  en 
eso  está  la  gran  recompensa  que  «en  la 
resurrección  de  los  justos»  (Luc.  14,  14) 
dará  el  Padre  a los  que  son  como  El,  pro- 
digándonos la  misericordia  según  la  ha- 
yamos usado  con  los  demás  (Mat.  7,  2 y 
nota) , y la  misericordia  está  en  dar  no 
según  los  méritos  — que  sólo  Dios  co- 
noce (Mat.  7,  1) — sino  según  la  necesi- 
dad. «Señor  — escribía  un  alma  humil- 
de— no  me  extraño  ni  me  escandalizo 
de  no  saber  cumplir  tu  sublime  Sermón 
de  la  Montaña,  sé  que  mi  corazón  es 
fundamentalmente  malo.  Pero  Tú  pue- 
des hacer  que  lo  cumpla  en  la  medida 
de  tu  agrado,  que  es  la  voluntad  del  Pa- 
dre, dándome  el  Espíritu  que  necesito 
para  ello:  tu  Santo  Espíritu  que  con- 
quistaste con  tus  infinitos  méritos» 
(Cfr.  Luc.  11,  13  y nota). 


Revista  Bíblica 


23 


SAN  LUCAS,  7,  6: 

No  soy  digno.  Las  palabras  del  centu- 
rión: «no  soy  digno  de  que  entres  bajo 
mi  techo»,  sirven  para  recordar,  antes 
de  la  Comunión,  que  no  somos,  ni  sere- 
mos nunca,  dignos  de  la  unión  con  Jesús. 
Pero  antes  le  hemos  dicho,  en  la  Misa, 
que  El  es  el  Cordero  divino  que  lleva 
sobre  Sí  los  pecados  del  mundo,  como 
dijo  Juan  precisamente  cuando  «lo  vió 
venir  hacia  él»  (Juan  1,  29).  El  mismo 
Jesús  se  encargó  de  enseñarnos  que  no 
vino  a encontrar  justos  sino  pecadores, 
y que,  como  figura  del  Padre  celestial, 
el  padre  del  hijo  pródigo  corrió  al  en- 
cuentro de  éste  para  abrazarlo,  vestirlo 
y darle  un  banquete;  y que  si  tenemos 
mucha  deuda  para  ser  perdonada  ama- 
remos más,  pues  «aquel  a quien  menos 
se  le  perdona,  menos  ama»  (Luc.  7,  47). 

P 

SAN  MATEO  24,  32: 

El  árbol  de  la  Inigueja  (Luc.  21,  29)  es 
figura  de  Israel  según  la  carne  (21,  19; 
Marc.  11,  13),  a quien  se  dió  un  plazo 
(Luc.  13,  8)  para  que  antes  de  la  des- 
trucción de  Jerusalén  creyese  en  el  Cris, 
to  resucitado  que  le  predicaron  los  Após- 
toles (cfr.  Hebr.  8,  4 y nota) . Pero  en- 
tonces no  dió  fruto  y fué  abandonado 
como  pueblo  de  Dios.  Cuando  empiece 
a mostrar  signos  precursores  del  fruto 
sabremos  que  El  está  cerca.  Las.  gran- 
des persecuciones  que  últimamente  han 
sufrido  los  judíos  (cfr.  Zae.  13,  8;  Ez.  5„ 
1-13) , los  casos  singulares  de  conver- 
sión, la  vuelta  a Palestina  y al  idioma 
hebreo,  etc.,  bien  podrían  ser  esas  se- 
ñales, que  no  hemos  de  mirar  con  indi- 
ferencia. Véase  Luc.  21,  28. 

P 

SAN  MATEO  13,  33: 

Escondió:  San  Crisóstomo  y otros  ha- 
cen notar  que  no  se  dice  simplemente 
que  «puso»  sino  que  lo  hizo  en  forma 
que  quedara  oculta.  Según  suele  expli- 
carse, la  mujer  simbolizaría  a la  Igle- 
sia; la  levadura,  la  Palabra  de  Dios;  la 
harina,  a los  hombres,  de  manera  que 
así  como  la  levadura  va  fermentando 
gradualmente  la  harina,  así  la  fe  iría 


compenetrando  no  solamente  todo  el  ser 
de  cada  hombre,  sino  también  a toda  la 
humanidad.  Pero  las  interpretaciones 
difieren  mucho  en  este  pasaje  que  San 
Jerónimo  llama  discurso  enigmático  de 
explicación  dudosa,  siendo  por  tanto  és- 
ta una  de  esas  «muchas  y gravísimas  co- 
sas en  cuya  discusión  y explicación  se 
puede  y debe  ejercer  libremente  la  agu- 
deza e ingenio  de  los  intérpretes  católi- 
cos» (Pío  II) . San  Agustín  opina  que  la 
mujer  representa  la  sabiduría;  San  Je- 
rónimo, la  predicación  de  los  Apóstoles 
o bien  la  Iglesia  formada  de  diferentes 
naciones.  Según  San  Crisóstomo,  la  le- 
vadura son  los  cristianos,  que  cambia- 
rán el  mundo  entero;  según  Rábano 
Mauro,  es  la  caridad,  que  va  comuni- 
cando su  perfección  al  alma  toda  en- 
tera, empezando  en  esta  vida  y acaban- 
do en  la  otra;  según  San  Jerónimo,  es 
la  inteligencia  de  las  Escrituras;  según 
otros,  es  el  mismo  Jesús.  Las  tres  medi- 
das de  harina  que,  según  San  Crisósto- 
mo, significan  una  gran  cantidad  inde- 
terminada, según  San  Agustín  represen- 
tan el  corazón,  el  alma  y el  espíritu  (22, 
37) , o bien  las  tres  cosechas  de  ciento,  de 
sesenta  y de  treinta  (v.  23) , o bien  los 
tres  hombres  justos  de  -que  habla  Eze- 
quiel:  Nloé,  Daniel  y Job-  (Ez.  14,  14) ; 
según  San  Jerónimo,  podrían  ser  tam- 
bién las  tres  partes  del  alma  que  se 
leen  en  Platón:  la  razonable,  la  irascible 
y la  concupiscible;  según  -otros,  sería  la 
creencia  en  el  Padre,  en  el  Hijo  y en  el 
Espíritu  Santo;  según  otros,  la  Ley,  los 
Profetas  y el  Evangelio;  según  otros, 
las  naciones  salidas  de  S-ern,  de  Cam  y 
Ja-fet.  Santo  Tomás  trae  a este  respecto 
una  observación  de  San  Hilario,  según 
el  -cual  «aunque  todas  las  naciones  ha- 
yan sido  llamadas  al  Evangelio,  no  s-e 
puede  decir  que  Jesucristo  haya  estado 
en  ellas  «escondido»,  sino  manifiesto,  ni 
tampoco  puede  decirse  que  haya  fer- 
mentado toda  la  ¡masa».  Por  eso  convie- 
ne buscar  la  solución  de  otra  manera.  Fi- 
1-lion  hace  notar  que  la  levadura  es 
mencionada  en  otros  pasajes  como  sím- 
bolo de  -corrupción,  sea  de  la  doctrina, 
sea  de  las  costumbres,  (16,  6 y 12;  I Cor. 
5,  6 ss;  Gal.  5,  9;  cfr.  Ag.  2,  11  ss),  y 
Cornelio  a Lapide  explica  por  qué  lo 
fermentado  estaba  prohibido,  tanto  en 
los  sacrificios  como  en  la  Pascua  (Ex. 
12,  15;  13,  7;  Lev.  2,  11;  6,  17;  10,  12,  etc.) 


2á 


Revista  Bíblica 


y expresa  que  por  levadura  se  entiende 
la  malicia,  significando  místicamente  vi- 
cio y astucia.  Añade  que  la  levadura  de 
los  fariseos  mataba  las  almas  y que  Cris- 
to manda  a los  suyos  cuidarse  de  esto,  no 
en  cuanto  enseñaban  la  Ley,  sino  en 
cuanto  la  viciaban  con  sus  vanas  tradi- 
ciones. No  faltan  expositores  que  pre- 
fieren aquí  este  sentido,  por  su  coinci- 
dencia con  la  Parábola  de  la  cizaña  que 
va  a continuación.  Cfr.  Luc.  13,  21  y 
nota. 

P 

SAN  LUCAS  4,  6: 

Podría  decirse  que  Satanás,  «padre  de 
la  mentira»  (Juan  8,  44) , habla  aquí  co- 
mo impostor  al  atribuirse  frente  a Cris- 
to un  dominio  que  precisamente  le  está 
reservado  a Jesús  (Mat.  28,  18;  S.  2,  8; 
71,  8 ss;  Dan.  7,  14,  etc.).  Debe  obser- 
varse, sin  embargo,  que  aquí  no  se  alu- 
de ni  a ese  reino  de  Jesucristo,  que  no 
tendrá  fin,  ni  tampoco  al  dominio  sobre 
la  naturaleza,  que  evidentemente  perte- 
nece a Dios  (cfr.  S.  103  y notas)  y del 
cual  nos  enseña  Jeremías  que  ni  los  mis- 
mos cielos  pueden  producir  la  lluvia  sin 


una  orden  Suya  (Jer.  14,  22) ; se  trata 
más  bien  del  imperio  de  la  mundanidad. 
con  sus  glorias  y «sus  pompas»,  a las 
cuales  renunciamos  en  el  Bautismo,  es 
decir,  del  mundo  con  sus  prestigios,  cu- 
yo príncipe  eis  efectivamente  Satanás 
(Juan  12,  31;  I Juan  2,  15;  5,  19)  me- 
diante sus  agentes  (cf.  22,  53;  Juan  18, 
36).  Tal  es  el  mundo  que  odia  necesia- 
mente  a Cristo  (Juan  7,  7;  15,  18  s), 
aunque  a veces  haga  profesión  de  estar 
con  El  (véase  Mat.  7,  22  s;  II  Cor.  11,  13 
s y nota) . Sobre  ese  mundo  adquirió  Sa- 
tanás, con  la  victoria  sobre  Adán,  un 
dominio  verdadero  (cfr.  Sab.  2,  24  y 
nota) , del  cual  sólo  se  libran  los  que  re- 
nacen de  lo  alto  (Juan  3,  3;  Col.  1,  13), 
aplicándose  la  Redención  de  Cristo  me- 
diante la  fe  viva  que  obra  por  la  cari- 
dad (Gál.  5,  6).  A ésos  llama  Jesús,  di- 
rigiéndose al  Padre,  «los  que  Tú  me  dis- 
te» (Juan  17,  2) , y dice  que  ellos  están 
apartados  del  mundo  (ibid  6) , y decla- 
ra expresamente  que  no  ruega  por  el 
mundo,  sino  sólo  por  aquéllos  (ibid  9) 
que  no  son  del  mundo,  antes  bien  son 
odiados  por  el  mundo  (ibid  14). 

J.  S. 


Revista  Bíblica 


25 


|a  escritura 

SOBRE  EL  PECHO 

Y EN  EL  CORAZON 


ATIO  sus  alas  el  Espíritu  de 
Dios,  allá  en  los  lejanos  al- 
bores de  la  humanidad,  y 
se  posó  suavemente  sobre 
varones  elegidos  «ab  aeter- 
no»  para  trasmitir  al  mundo  el  soplo 
inspirador  del  Omnisciente. 

Moisés,  Samuel,  David,  Salomón,  la 
serie  de  los  Profetas  y Evangelistas, 
San  Pablo,  San  Juan  y cada  uno  de  los 
hagiógrafos  experimentaron  en  sí  una 
moción  del  Espíritu  Santo,  que  los  im- 
pelió — unas  veces  directa,  otras  indi- 
rectamente— a escribir  páginas  áureas 
cantando  las  misericordias  sin  límites 
de  Dios,  ante  la  incomprensible  ingra- 
titud de  los  hombres. 

En  la  primera  palabra  del  Génesis 
arranca  la  cadena  de  oro  de  la  inspi- 
ración que,  uniendo  a todos  los  escri- 
tores sagrados,  llega  ininterrumpida 
hasta  el  Amén  final  del  Apocalipsis, 
abarcando  un  período  de  cuatro  mil 
años. 

Cuatro  mil  años  en  que  las  generacio- 
nes se  sucedieron;  las  ideologías  cam- 
biaron; y se  desplomaron,  al  conjuro  de 
los  siglos,  las  más  firmes  instituciones 
humanas. 

Sólo  la  Palabra  Divina,  que  dura  eter- 
namente (Is.  40,  8) , se  conservó  integé- 
rrima  para  perpetua  enseñanza  de  los 
hombres,  formándose  el  libro  de  los  li- 
bros: la  Biblia. 

¡Gran  obra!  ¡Obra  de  Dios! 

El  Verbo,  resplandor  de  la  luz  eterna 
(Sab.  7,  26),  se  hizo  así  manjar  de  la 
inteligencia  humana,  a fin  de  que,  con- 
fortados con  él,  pudiéramos  más  fácil- 
mente superar  las  pruebas  del  destierro 
presente,  y hacernos  dignos  de  sentáro- 
nos a la  mesa  del  Cordero  en  las  nup- 
cias de  la  gloria. 

Pero  ¡ay!  la  Palabra  de  Dios,  que  pu- 
rifica los  corazones  (Juan  15,  3)  y pre- 
para el  alma  a recibir  la  fe  justifican- 
te (Rom.  10,  4 y 17),  fué  relegada  al 
olvido  por  una  buena  parte  de  los  hom- 


bres y,  como  consecuencia,  se  llegó  a la 
ignorancia  más  crasa  de  Cristo  y del  Pa- 
dre (Juan  17,  25) . 

Es  la  que  hoy  impera  en  el  mundo. 

¡Qué  distancia  media  entre  los  cris- 
tianos modernos,  y los  de  los  primeros 
siglos  de  la  Iglesia! 

Estos,  compartiendo  los  sentimientos 
de  Pedro  cuando  exclamó:  Señor,  ¿a 
quién  iremos?  ¡Tú  tienes  palabras  de  vi- 
da eterna!  (Juan  6,  69) , tenían  en  tanto 
aprecio  la  Escritura  que  solían  condu- 
cirla con  solemnidad  en  las  procesio- 
nes, y hasta  llevaban  algunos  pasajes 
sobre  el  pecho  a modo,  de  relicario:  pia- 
dosa y loabilísima  costumbre  que  aun 
perpetúan  los  miembros  de  una  Congre- 
gación Religiosa. 

Por  el  contrario,  muchos  cristianos  de 
nuestro  siglo  no  saben  siquiera  qué  es 
la  Biblia.  San  Juan  Crisóstomo,  que  ya 
en  su  tiempo  lamentaba  el  descuido  de 
la  lectura  de  las  Epístolas  de  San  Pa- 
blo, debería  hoy  repetir  su  queja  al  com- 
probar dolorosamente  que  el  olvido,  la 
ignorancia  y la  incuria  de  los  cristianos 
de  hoy  supera  a la  que  mostraban  los 
de  su  tiempo.  Porque,  como  bien  hizo 
notar  alguien  (Ofr.  «Revista  Bíblica», 
Año  II,  N?  6) , ¡hoy  nos  topamos  con 
muchos,  malamente  llamados  cristianos, 
a los  cuales  preciso  será  decirles  que 
existió  un  San  Pablo,  y que  el  tal  San 
Pablo  escribió  varias  Epístolas  que  hoy 
se  encuentran  reunidas  en  un  libro  gran- 
de llamada  Biblia! . . . 

Si  la  Palabra  de  Dios  acrisolada  en  el 
fuego  es  escudo  para  los  que  en  El  con- 
fían (Prov.  30,  5) , antorcha  para  los  pies 
y luz  para  la  senda  (S.  118,  117);  hay 
que  confesar  que  en  su  desconocimiento 
y abandono  estriba,  en  gran  parte,  el 
que  tantos  tropiecen  y sucumban  en  la 
lucha  espiritual.  Y no  es  ésta  una  doc- 
trina nueva,  porque  hace  la  friolera  de 
quince  siglos  que  la  predicó  San  Juan 
Crisóstomo.  «La  verdadera  causa  de 
nuestros  males  — decía  el  Patriarca  de 


26 


Revista  Bíblica 


Constantinopla — es  la  ignorancia  de  la 
Palabra  de  Dios»  (Hom.  9,  in  C.  2 ad 
Col.). 

Es  pues,  necesario  que  el  pueblo,  cris- 
tiano torne  a saciar  su  sed  de  verdad  y 
sabiduría  en  esta  fuente  de  aguas  vi- 
vas. Es  preciso  que  la  Sagrada  Escritu- 
ra vuelva  a tenerse  en  la  estimación  en 
que  la  tenían  los  primeros  cristianos. 
Que  la  consideración  de  las  enseñanzas 
divinas  contenidas  en  la  Biblia  torne  a 
ser  el  manjar  cotidiano  de  las  almas 
hambrientas  y sedientas  de  justicia.  Que 
el  discípulo  de  Cristo  no  se  gloríe  ya  de 
otra  cosa  que  de  conocer  a Dios  y al 
Verbo  de  Dios  (Jer.  9,  23).  Que  su  afán 
sea,  mediante  la  Palabra,  latente  en  las 
escrituras,  llegar  a la  posesión  de  la  sa- 
biduría divina  que  se  deja  hallar  de  los 
que  la  buscan  (Sa’b.  6,  13),  y se  brinda 
espontáneamente  a los  que  son  dignos 
de  poseerla  (Id.,  17).  ¿No  dijo  esta  mis- 
ma Sabiduría  que  todas  sus  delicias  eran 
estar  con  los  hijos  de  los  hombres? 
(Prov.  8,  31).  Entonces  se  cumplirá  la 
palabra  escrita:  Quien  me  hallare,  ha- 
llará la  vida,  y alcanzará  del  Señor  la 
salvación  (Ibid.  35). 

Pero,  por  otra  parte,  sabemos  que  «nil 
volitum,  quin  praecognitum»:  No  se 

amará  la  Biblia,  mientras  no  se  la  co- 
nozca. 

Un  ideal  hay  que  perseguir,  entonces: 
Que  la  Palabra  de  Dios  llegue  a TODOS, 
y sea  de  TODOS  conocida. 

Cada  uno  ha  de  tener  su  parte  en 
esta  empresa  porque  todos  podemos  y 
debemos  contribuir  a la  realización  de 
este  anhelo. 

¿De  qué  manera? 

En  general,  apoyando  con  nuestras 
oraciones  los  apostolados  bíblicos  popu- 
lares. 

En  particular:  el  sacerdote,  practican- 
do el  consejo  del  Apóstol:  «Predica  la 
Palabra,  insiste  con  ocasión  y sin  ella» 
(II  Tim.  4,  2) ; el  exégeta,  comentán- 
dola científicamente;  el  escritor,  popu- 
larizando esta  enseñanza;  el  maestro, 
inculcando  en  los  discípulos  el  amor  a 
la  palabra  de  Dios;  el  confesor,  rece- 
tando su  lectura  como  poderoso  antído- 
to contra  los  males  del  espíritu,  o.  dán- 
dola como  satisfacción  sacramental  a los 
penitentes;  el  acaudalado,  disponiendo 
de  sus  riquezas  para  una  más  amplia 


divulgación  de  este  Tesoro  celestial;  el 
editor,  finalmente,  ofreciendo  al  públi- 
co nuevos  opúsculos  de  exégesis,  o edi- 
tando a precio  económico  el  mismo  Li- 
bro de  la  Verdad. 

Sí,  esto  especialmente  es  lo  que  urge 
ahora:  ediciones  económicas  de  la  San- 
ta Biblia;  que  de  nada  valdría  predicar 
la  necesidad  de  meditarla,  si  por  el  ele- 
vado costo  se  volviese  inaccesible  a la 
inmensa  mayoría  de  los  fieles. 

He  aquí,  pues,  un  punto  importantí- 
simo en  materia  de  difusión  de  la  Di- 
vina Palabra:  la  Santa  Biblia  al  alcan- 
ce de  todos  los  individuos,  de  todas  las 
familias,  de  toda  la  sociedad. 

Una  Biblia  así,  popular  en  el  sentido 
de  barata,  al  par  que  editada  cuidado- 
samente  bajo  todos  los  aspectos,  es  lo 
que  para  muchos  ha  constituido  hasta 
hoy  un  verdadero  ideal.  Y si  aun  no  po- 
demos afirmar  que  este  ideal  se  haya 
convertido  en  realidad,  podemos  sí  anun- 
ciar que  la  Pía  Sociedad  de  San  Pablo 
de  Florida  (Buenos  Aires),  está  empe- 
ñada actualmente  en  la  edición  popular 
de  ambos  Testamentos,  según  la  traduc- 
ción de  Torres  Amat. 

Sean  dadas  por  ello  infinitas  gracias 
al  Padre  de  las  misericordias  y Dios  de 
toda  consolación,  porque  así  veremos 
acercarse  siempre  más  el  día  venturoso 
en  que  todos  los  fieles  vuelvan  a llevar 
con  honor  las  Sagradas  Escrituras  sobre 
el  pecho  y,  sobre  todo,  en  el  corazón, 
por  el  amor  y meditación  constante  de 
los  Libros  Santos. 

Pablo  M.  LUCH1NO.  S.  S.  P. 


Haced,  pues,  todas  las  cosas  sin 
murmuraciones  ni  perplejidades, 
para  que  seáis  irreprensibles  y sen. 
cilios  hijos  de  Dios,  sin  tacha  en 
medio  de  una  nación  d pr avada  y 
perversa,  en  donde  resplandecéis 
como  lumbreras  del  mundo,  con- 
servando la  palabra  de  vida  po,ra 
que  yo  mié  gloríe  en  el  día  de  Cris- 
to de  q ur-.  no  he  corrido  en  balde 
ni  en  balde  he  trabajado. 

SAN  PABLO  A LOS  FILIPENSES 
(2,  14-16). 


Revista  Bíblica 


27 


III  DE  CUARESMA 

(S.  Lucas  11,  14-28) 

EL  DON  DE  LA  LENGUA 

El  Evangelio  narra  el  lanzamiento  de  un 
demonio,  el  cual  era  mudo.  Sí,  hay  una  mu- 
dez diabólica.  También  hoy  día  no  es  rara. 
Hay  una  mudez  para  con  Dios,  y una  mudez 
para  con  las  necesidades  extremas  del  pue- 
blo. Jesús  considera  tan  mala  aquella  mudez, 
que  dice:  “El  que  no  está  conmigo,  está 
contra  Mí,  y el  que  no  recoge  conmigo,  des- 
parrama’. Nadie  ha  de  quedar  mudo  ni  con 
Dios,  ni  tampoco  con  sus  semejantes,  por- 
que “la  muerte  y la  vida  están  en  poder  de 
la  lengua”.  (Prov.  18,  21). 

I.  Debemos  hablar  con  Dios.  — El  órgano 
de  hablar  es  una  obra  maestra  del  Señor  que 
supera  a todos  los  instrumentos  de  música, 
pues  puede  expresar  todos  los  sentimientos 
del  hombre  con  igual  perfección:  alegría  y 
dolor;  la  pasión  vehemente  como  la  quietud 
paciente  e imperturbable.  De  modo  que  la 
voz  humana  por  sí  sola  anuncia  Ha  sabiduría 
y el  poder  de  Dios. 

a)  El  hombre  hace  de  ella  el  mejor  uso, 
cuando  la  levanta  hacia  el  cielo  en  la  ora- 
ción. Hasta  el  pecador  y publicano  que  reza 
humildemente  en  un  rincón  del  templo  o el 
buen  ladrón  que  impulsado  por  una  última  es- 
peranza prorrumpa  en  un  > “Señor,  acuérdate 
de  mi  en  tu  Reino”,  son  para  Dios  un  “pla- 
cer”, que  mueve  su  corazón  a la  misericordia 
Y ¡ cuánto  más,  si  centenares  de  personas 
se  reúnen  en  el  templo  para  hacer  oración 
en  voz  alta,  unidas  al  párroco,  rezando  oracio- 
nes que  vienen  del  cielo  como  las  de  la  San- 
ta Misa  y los  Salmos. 

h)  El  hombre  no  sólo  ha  de  hablar  con 
Dios,  sino  también  de  El.  En  esto  Jesús  mis- 


mo nos  da  ejemplo  insuperado  Hablaba  a los 
hombres  de  su  Padre  de  tal  manera  que  se  ol- 
vidaron de  comer  y le  seguían  días  enteros  pa- 
ra escucharle.  El  mismo  encargo  les  dió  a 
sus  apóstoles  cuando  dijo:  “Id  y enseñad  a 
todas  las  naciones'”.  Ellos  vieron  en  la  pre- 
dicación del  Evangelio  su  misión  más  alta, 
por  lo  cual  para  las  tareas  administrativas  y 
la  atención  de  las  organizaciones  sociales 
nombraron  diáconos.  En  el  apostolado  de  la 
Palabra  Divina  que  hace  conocer  a Dios,  pue- 
den y deben  participar  todos  sin  excepción. 
Como  el  Sacerdote  lo  debe  cumplir  en  el  púl- 
pito,  así  el  maestro  en  la  escuela,  el  escri- 
tor en  la  prensa,  el  padre  en  su  hogar,  el  di- 
rigente en  su  organización.  Es  de  lamentar 
que  muy  pocos  todavía  comprendan  que  su  ac- 
ción debe  ser  también  en  el  uso  de  la  lengua 
una  “acción  católica”. 

II.  El  uso  de  la  lengua  tiene  suma  impor- 
tancia en  las  relaciones  con  el  prójimo.  Lo  su- 
braya el  apóstol  diciendo:  “Con  la.  lengua 
bendecimos  a Dios  Padre,  y con  la  misma  mal- 
decimos a los  hombres¡,  los  cuales  son  formados 
a semejanza  de  Dios.  De  una  misma  boda  sa- 
le la  bendición  y la  maldición.  No  conviene 
que  esto  sea  así,  hermanos  míos  (Sant.  3,  9s.). 
Lo  mismo  nos  dice  también  San  Pablo  en  la 
Epístola  de  hoy:  “Sed  imitadores  de  Dios 
como  hijos  muy  amados...  por  tanto,  lo  for- 
nicación y toda  clase  de-  impureza  o avaricia, 
ni  se  nombre  entre  vosotros;  ni  palabras  tor- 
pes y necias,  ni  truhanerías  ni  bufonadas,  lo 
cual  desdice. . . nadie  os  engañe  con  palabras 
vanas;  pues  por  tales  cosas  viene  la  ira  de 
Dios  sobre  los  incrédulos”  (Ef.  5,  1-9). 

No  es  fácil  evitar  todas  las  palabras  ofensi- 
sivas.  Pero  deberíamos  esforzarnos  para  ha- 
cerlo. La  relalidad  es  que  hacemos  sufrir  a 
nuestros  seres  más  queridos:  padre,  madre,  es- 
poso, esposa,  hermanos,  hermanas.  A la  gen- 
te ajenia  se  trata  con  cortesía,  pero  en  casa 


O 


28 


Revista  Bíblica 


muchos  sueltan  las  riendas  que  deben  fre- 
nar el  carácter.  Del  uso  de  la  lengua  depen- 
de la  paz,  la  paz  para  con  Dios  y la  paz  pa- 
ra con  los  hombres.  Amén 

IV  DE  CUARESMA 

(San  Juan  6,  1-15) 

ALEGRIA  Y VIDA 

I En  medio  de  Cuaresma,  Jerusalén  — la  Igle- 
sia— , hoy  se  alegra  y consuela. 

1. . Alegría.  Su  símbolo  es  la  rosa.  Antigua- 
mente se  llevaban  en  este  día  las  primeras  al 
templo,  por  lo  cual  también  el  sacerdote  pue- 
de usar  el  color  rosado  en  los  ornamentos. 
Esto  quiere  indicar  la  alegría  procedente  de  la 
Pascua  cercana,  que  traerá  resurrección  y 
nueva  vida.  Por  eso  no  estemos  tristes,  al  con- 
trario, alegrémonos,  pues  nos  hemos  purifi- 
cado y castigado  nuestro  cuerpo  por  el  ayuno 
y lia  abstinencia.  Al  haberlo  hecho,  nos  da  mo- 
tivo para  alegrarnos  y esperar  muchas  gra- 
cias pascuales,  como  el  agricultor  que  ha  la- 
brado bien  su  tierra,  espera  una  buena  cose- 
cha. El  Evangelio  narra  la  multiplicación  de 
los  panes.  Este  milagro  continúa  entre  nos- 
otros de  doble  manera : 

En  los  campos,  Dios  hace  crecer  los  ali- 
mentos; y en  las  Iglesias  está  puesta  la  me- 
sa con  el  pan  celestial,,  la  Comunión  pascual. 

Hoy  bendice  el  Papa  una  rosa  de  oro,  que 
es  símbolo  de  Cristo.  Su  metal  noble  y su 
brillo  alude  a la  divinidad  de  Cristo  y su  Rea- 
leza sobre  toda  la  creación  y el  perfume  fra- 
gante que  la  envuelve,  recuerda  el  homenaje 
que  los  santos  Reyes  han  rendido  al  Niño-Rey, 
con  los  dones  de  oro  y esencias 

¿ Cómo  has  pasado  Cuaresma  hasta  el  domin- 
go de  hoy?  ¿Puedes  alegrarte  por  haber  lim- 
piado el  campo  de  tu  alma  de  las  malezas? 
¿Por  haber  ablandado  la  tierra  de  tu  natura- 
leza, tu  cuerpo,  por  el  ayuno  y la  peniten- 
cia para  la  siembra  de  la  palabra  divina  que 
te  promete  una  nueva  vida?  ¿Has  llevado  ya 
a la  Iglesia  la  rosa  de  tu  amor,  flor  de  tu 
fe,  que  te  dan  bien  fundadas  esperanzas  para 
gozar  de  las  fragancias  de  una  gloriosa  re- 
surrección? ¿Te  has  preparado  para  el  mila- 
gro del  pan,  la  Comunión  Pascual  y saciado 
el  hambre  de  tu  alma...  hambre  de  alegría  y 
vida  eterna? 

11. . Vida  verdadera.  “Tal  alegría  es  una  ro- 
sa, que  no  crece  en  todo  lugar;  jjrecisa  sol  y 


lluvia,  precisa  su  hogar’  ’.  Su  hogar  es  la  re- 
ligión; Muchos  ven  en  la  religión  una  prisión 
para  la  libertad  del  hombre.  En  realidad  la 
libertad  consiste  en  vivir  de  Dios,  como  un 
niño  vive  de  su  Padre,  como  la  flor  vive  de 
la  tierra.  En  el  mejor  de  los  casos,  los  libre- 
pensadores, que  se  toman  la  libertad  de  pensar 
acerca  de  las  cuestiones  esenciales  de  la  vida 
en  forma  falsa,  la  admiten  como  una  especie 
de  “casa  de  corrección”  para  la  humanidad. 
En  su  concepto,  la  Religión  se  resume  en  una 
serie  de  preceptos  y prohibiciones:  harás... 
y no  harás. . . Pero  la  Religión  de  Cristo  es 
mucho  más.  Es  nada  menos  que  una  nueva 
vida  que  vence  la  muerte  y dura  eternamente. 
Es  Vida  que  viene  de  Dios  y es  mantenida 
por  Dios.  Esta  es  la  esencia  de  la  religión 
como  la  fragancia  es  la  esencia  de  la  rosa. 

El  pecado  ataca  al  hombre  como  una  en- 
fermedad y como  una  fiebre  maligna  que  le 
devora;  por  eso  Dios  le  ha  dado  al  hombre  un 
remedio  infalible,  un  alimento  tan  tonifican- 
te que  el  pecado  no  le  puede  dañar,  y es  su 
propia  Carne  y Sangre,  que  le  da  en  el  ban- 
quete eucarístico.  “El  que  no  la  come...  no 
tendrá  vida  en  sí”. 

Por  lo  visto : muchos  motivos  tenemos  pa- 
ra tomar  parte  en  la  alegría  de  la  Iglesia  el 
domingo  de  hoy,  si  de  veras  hasta  ahora  he- 
mos vivido  el  espíritu  de  Cuaresma.  Entonces 
podemos  rezar:  “Me  alegré  cuando  se  me 
dijo:  Iremos  a la  casa  del  Señor;  gozaos  los 
que  estuvisteis  tristes  para  que  os  llenéis  de 
júbilo  y recibáis  los  consuelos  que  manan  de 
sus  pechos”  (Intr.). 

DOMINGO  DE  PASION 

(San  Juan  8,  46-59) 

CONFESAR  EL  PECADO 

I.  El  pecado  venció  al  hombre.  La  historia 
de  la  humanidad  es  la  historia  del  pecado.  Ya 
el  primer  hombre  rebelóse  contra  su  Creador 
y Señor  perdiendo  así  la  gracia  que  debía 
dar  como  herencia  a toda  su  descendencia.  En 
vez  de  ella  legó  al  linaje  humano  la  descon- 
fianza, la  incredulidad,  la  soberbia,  la  avari- 
cia, la  envidia^  la  concuspiscencia  y,  como 
consecuencia,  el  miedo  a Dios.  Al  pecado  de 
Adán  le  siguieron  los  pecados  de  sus  hijos, 
los  cuales  como  un  río  crecido  y sucio  inun- 
daron la  tierra.  Dios  la  lavó  por  medio  del 
gran  diluvio,  pero  el  pecado  no  murió. 


Revista  Bíblica 


29 


II.. Cristo  venció  al  pecado.  En  el  Evange- 
lio de  hoy  está  uno  que  puede  preguntar : 
“¿Quién  de  vosotros  me  convencerá  de  peca- 
do?” Podían  gritarle,  podían  calumniarle  de 
samaritano  y aliado  del  demonio,  pero  no  han 
podido  hallar  un  pecado  en  El.  El  es  el  único 
hombre  sin  pecado,  el  único  también  que  pudo 
traer  la  redención.  “Y  por  esto,  Jesús  es  el 
Mediador  de  un  Nuevo  Testamento,  para  que, 
interviniendo  en  muerte  para  expiación  aun 
de  aquellas  prevaricaciones  cometidos  en 
tiempo  del  primer  Testamento,  reciban  la  he- 
rencia eterna  los  que  han  sido  llamados  en  Je- 
sucristo, Nuestro  Señor”  (Epist.).  Según  el 
Evangelio  de  hoy,  los  judíos  intentaron  ape- 
drear a Jesús,  pero  El  se  escondió,  porque  su 
hora  no  había  llegado.  En  memoria  de  esto, 
vemos  en  los  templos  el  Cuerpo  del  Señor  es- 
condido bajo  un  velo  morado.  Pero  dentro  de 
doce  días,  el  Viernes  Santo,  será  descubierto 
y lo  veremos  como  salvador  que  expía  el  pe- 
cado en  la  Cruz,  rompiendo  el  poder  de  Sata- 
nás, a fin  de  que  aquel  que  en  un  árbol  ven- 
ció, en  un  árbol  fuese  vencido  por  Cristo  (Pre- 
facio). 

III  Ahora  el  hombre  vence  psr  Cristo.  Por 

la  aplicación  de  aquella  victoria,  en  los  Sa- 
cramentos de  la  Confesión  y Comunión,  Cris- 
to sigue  triunfando  sobre  Satanás  y el  peca- 
do, y los  hombres  recobran  su  primera  he- 
rencia del  amor  de  Dios  y su  Gloria.  “Estos 
dones,  no  sólo  rompen  los  vínculos  de  nuestra 
maldad,,  sino  que  nos  atraen  los  dones  de  la 
divina  misericordia”  (Secreta)r  Significa,  des- 
conocer en  absoluto  las  intenciones  de  Cris- 
tq,  quien  ve  en  la  Confesión  algo  difícil  de 
realizar,  o algo  inconveniente  y humillante  pa- 
ra la  dignidad  del  hombre;  ésta  es  la  condi- 
ción del  que  nunca  o una  sola  vez  al  año  se 
aplica  los  méritos  de  Cristo  con  mucho  esfuer- 
zo y de  mala  gana.  El  Sacramento  de  la  Pe. 
niteneia  es  un  misterio  dichoso  del  amor  y 
misericordia  divina  y la  fuente  de  toda  con- 
solación para  el  pecador.  El  señor  lo  ha.  ins- 
tuído  en  la  tarde  de  Pascua,  lleno  de  la  ale- 
gría de  la  Resurrección.  , 

El  cristiano  que  sabe  esto  y lo  medita,  re- 
za en  lo  profundo  de  su  alma  con  la  Iglesia : 
“Te  alabaré,  Señor,  con  todo  mi  corazón. 
Muestra  Tu  bondad  y entonces  viviré  y ob- 
servaré tu  Palabra.  Vivifícame,  Señor  confor- 
me a tu  promesa”  (Ofert.). 


DOMINGO  DE  PASCUA 

(San  Marcos  16,  1-7) 

RESURREXIT 

I.  La  resurrección  de  Jesucristo  es  funda- 
mento de  nuestra  fe.  El  mismo  Salvador  en 
el  curso  de  su  vida  pública  apelaba  sobre  to- 
do al  milagro  de  su  futura  resurrección  para 
probar  su  divinidad  y la  de  su  doctrina.  Así 
es  que  hizo  su  resurrección  de  tal  manera  que 
todas  las  medidas  tomadas  por  los  judíos  des- 
pués de  su  muerte,  no  sirviesen  sino  para  ha- 
cerla más  evidente.  Del  mismo  modo  los  após- 
toles se  apoyaron  constantemente  en  este  gran- 
de y estupendo  milagro  para  demostrar  la 
verdad  de  la  nueva  Religión  que  predicaban 
en  nombre  de  Jesús.  “Si  Cristo  no  resucitó, 
vana  es  nuestra  predicación,  y también  vana 
es  nuestra  fe  (1  Cor.  15,  14). 

¿Crees  tú  en  la  resurrección  de  Cristo? 
¿ Cuáles  son  tus  motivos  para  no  creer  en 
este  milagro?  La  historia  lo  confirma.  Millo- 
nes de  mártires  lo  han  sellado  con  la  efusión 
de  su  sangre.  ¡ Cuán  felices  somos  por  haber 
nacido  en  el  seno  de  una  religión,  cuya  divi- 
nidad es  tan  clara  y manifiesta.  ¿ Será  difí- 
cil amar  a un  Dios  tan  bueno  y tan  grande, 
que  nos  colma  continuamente  de  su  más  aten- 
to amor?  ' 

II.  Prenda  segura  de  nuestra  propia  resu- 
rrección- No  hay  razón,  no  hay  explicación 
que  permitiese  dudar  del  hecho  histórico  de 
la  resurrección  de  Cristo.  Pero  no  es  menos 
cierto  que  también  nosotros  resucitamos  pa- 
ra vivir  en  El,  con  El  y por  El  para  toda 
honra  y gloria  del  Padre  (Canon).  “Como  to- 
dos los  hombres  mueren  en  Adán,  así  todos  vi- 
virán en  Jesucristo”  (1  Cor.  15).  Aquel  que 
ha  resucitado  a Jesucíistq,  ,nos  resucitará 
también  con  Jesús,  y los  que  sufrimos  con  El, 
seremos  glorificados  con  El  (Rom.  8).  Y la 
permanencia  de  Jesús  entre  nosotros  en  la 
Eucaristía  para  su  íntima  Comunión  con  nos- 
otros y,  en  el  “Viático”,  para  los  moribun- 
dos, nos  es  prenda  segura  de  nuestra  resu- 
rrección. El  mismo  nos  presentará  delante  de 
su  Padre.  De  modo  que  la  muerte  ya  no  es 
una  pérdida,  sino  una  gracia.  ¿Por  qué  te 
afliges  entonces,  y qué  temes? 

III.  Lux  mundi.  Ahora  nos  alumbra  el  Ci- 
rio Pascual.  “Alégrese  la  tierra,  iluminada 
por  tantos  resplandores,  y sepa  que  de  todo 
el  universo  han  sido  disipadas  las  tinieblas 


30 


Revista  Bíblica 


ante  las  luces  del  eterno  Rey!”  (Exultet) 
“Yo  soy  la  luz  del  mundo”,  dice  Jesús;  “el 
que  me  sigue  no  camina  a obscuras,  sino  que 
tendrá  la  luz  de  la  vida”  (Juan  8,  12).  Esta 
es  la  noche  en  que  Cristo  rompió  los  lazos 
de  la  muerte  y resucitó  vencedor  del  sepulcro. 
Pues  de  nada  nos  habría  servido  haber  nacido, 
si  no  hubiéramos  sido  redimidos.  ¡ Oh  admira- 
rable  condescendencia  de  tu  bondad  para  con 
nosotros!  ¡Olí  inefable  exceso  de  amor!  ¡Para 
redimir  al  esclavo  entregaste  a.  tu  Hijo ! (Exul- 
tet). 

Con  la  resurrección  de  Cristo  vieron  nuestros 
ojos  la  salvación  preparada  a todos  los  pueblos, 
luz  que  hoy  día  ya  conocen  los  gentiles,  un  día 
resplandecerá  de  nuevo  sobre  Israel  (Luc.  I, 
32).  Los  pueblos  que  siguen  esta  luz  serán  con- 
ducidos por  sendas  seguras;  los  que  no  la  si- 
guen, caminarán  hacia  su  ruina  Las  Palabras 
de  «Jesús  son  luz  de  Verdad;  “antorcha  para 
nuestros  pies  es  su  palabra  y luz  para  nuestros 
caminos”  (S>  118,  105). 

Nosotros,  pues,  los  cristianos  que  lo  sabemos, 
que  lo  creemos,  debemos  reflejar  la  luz  de  Cris- 
to en  el  mundo:  “Brille  vuestra  luz  ante  los 
hombres,  de  manera  que  vean  vuestras  buenas 
obras,  y glorifiquen  a vuestro  Padre  de  los  cie- 
los”. “Dejemos  las  obras  de  las  tinieblas,  y re- 
vistámonos de  las  armas  de  la  luz”  (Rom.  13, 
12). 

DOMINGO  IN  ALBIS 

(San  Juan  20,  19-31) 

YO  LO  SOY 

I.  Pruebas  claras.  ¿Por  qué  estáis  turbados? 
pregunta  el  Resucitado  a los  apóstoles^  cuan- 
do se  les  aparece  por  primera  vez  después  de 
su  gloriosa  resurrección.  Ved  mis  manos  y mis- 
pies,  porque  yo  soy  el  mismo.  Palpad  y ved, 
porque  un  fantasma  no  tiene  carne  y huesos 
como  véis  que  yo  tengo  (Luc.  - 24,  39  s.).  Y 
tendidas  hacia  ellos  las  manos,  les  mostró  las 
señales  todavía  sangrientas  de  los  clavos  y 
abrió  su  ropa  sobre  el  pecho  para  que  vieran 
la  herida  producida  por  la  lanza.  Indudable- 
mente era  El;  y sin  embargo  se  advertía  algo 
cambiado  en  el  aspecto,  y permanecían  silencio- 
sos, casi  desconfiados  de  sus  propios  senti- 
dos También  Simón  Pedro  callaba:  ¿Qué  hu- 
biera podido  decir,  sin  ahogarse  en  llanto,  al 
ver  aquel  que  lo  había  mirado  con  esos  mismos 
ojos,  en  el  patio  de  Caifás,  mientras  él  juraba 
no  haberlo  conocido  nunca? 


Para  disipar  las  dudas,  «Jesús  preguntó:  ¿Te- 
néis algo  que  comer?  (Luc.  24,  14).  Para  aque- 
llos hombres  carnales  era  casi  necesario  tam- 
bién una  contraprueba  carnal.  Habría  sobrado 
en  un  plato  un  trozo  de  pescado  asado.  Simón  lo 
dió  al  Maestro,  que  se  aproximó  a la  mesa  y 
comió  el  pescado  con  un  trozo  de  pan  (Luc.  24, 
42). 

II.  Reproche  apenado-  Y terminado  que  hu- 
bo, levantó  sus  ojos  hacia  ellos:  ¿Estáis  conven- 
cidos ahora?  ¿ Os  parece  posible  que  un;  fantas- 
ma coma,  como  lo  he  hecho  yo  delante  de  vos- 
otros ? ¡ Cuántas  veces  he  tenido  que  repro- 
charos vuestra  dureza  de  corazón  y vuestra  po- 
ca fe!  Y con  todo  seguís  siendo  los  de  antes,  y 
no  habéis  querido  creer  a los  que  me  han 
visto  (Marc.  16,  14).  Y sin  embargo  yo  no  os 
había  ocultado  nada  de  cuanto  debía  suceder 
en  estos  días.  ¿No  os  decía  por  ventura,  cuan- 
do estaba  con  vosotros,  que  se  debían  cumplir 
todas  las  cosas  escritas  en  la  Escritura  y cuan- 
tas yo  había  anunciado?  (Luc.  24,  44).  Que 
era  menester  que  el  Cristo  padeciese  y resu- 
citase al  terces  día  de  entre  los  muertos,  y que 
en  su  nombre  se  predicará  Ja  penitencia  y el 
perdón  de  los  pecados  a todas  las  naciones. 

III.  Un  encargo.  Id,  pues,  a todas  las  nacio- 
nes y predicad  el  Evangelio-  ia  todas  las  creatu— 
ras  (Mar.  16,  15).  Me  ha  sido  dado  todo  poder 
en  el  cielo  y en  la  tierra  (Mt.  28,  18).  Y como 
el  Padre  me  ha  enviado  a mí,  yo  os  envío  (Juan 
20,  21).  Y el  que  creyere,  será  salvo;  mas  el 
que  no  creyere  será  condenado  (Mar.  16,16). 

TV.  Consolación.  Era  aquella  la  hora  de  ma- 
yor desconsuelo  para  los  desamparados  discí- 
pulos. Ahora  veían  que  lo  increíble  era  cierto, 
que  Dios  no  los  había  abandonado,  y no  los 
abandonaría  más.  Sus  enemigos,  que  se  creían 
vencedores,  estaban  vencidos  Si  Jesús  había 
vuelto  del  sepulcro,  la  llegada  del  Reino  esta- 
ba próxima,  y sus  hermanos,  en  vez  de  ser 
burlados  y perseguidos,  reinarían  con  El  por 
toda  la  eternidad.  Experimentaban  un  deseo,  un 
ardor,  de  abrazarse,  de  amarse,  de  no  separar- 
se nunca.  Si  el  Maestro  había  resucitado,  ellos 
no  podían  morir;  si  El  había  podido  salir  del 
sepulcro,  sus  promesas  eran  promesas  de  un 
Dios.  Dulcemente  les  vino  la  convicción:  No 
hemos  creído  en  vano  y ya  no  estamos  solos : la 
crucifixión  había  sido  el  eclipse  de  un  día,  para 
que  la  cruz  brillara  más  fuerte  en  los  días  su- 
cesivos. 


Revista  Bíblica 


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II  DE  PASCUA 

(6.  Juan  10,  11-16) 

YO  SOY  EL  BUEN  PASTOR 

Ntro.  Señor  da  cuatro  pruebas  de  que  es  el 
Buen  Pastor.  — I.  “Csgnosco  meas”,  no  so- 
lamente con  ese  sistema  de  relaciones  de  un 
orden  puramente  humano.  Jesús  ha  tomado 
su  alegoría  de  lo  que  acontece  en  la  familia 
divina,  “como  mi  Padre  me  conoce  y como  yo 
conozco  a mi  Padre”.  Pastor  y ovejas  perte- 
necemos a ese  mundo  divino  en  que  debemos 
tener  un  mismo  corazón  y una  misma  vida,  en 
que  nos  conocemos,  nos  amamos,  estamos  se- 
guros los  unos  de  los  otros,  en  que  vivimos  jun- 
tos en  la  alegría,  en  la  paz,  en  la  ternura,  en 
la  sinceridad,  en  la  serenidad.  Conocimiento 
divino  que  sobrepasa  infinitamente  en  pene- 
tración e intimidad  a toda  ciencia  humana;  co- 
nocimiento fecundo  en  preciosos  resultados. 
Nos  conoce  para  envolvernos  en  la  protección 
más  tierna  y sabia,  para  colmarnos  de  gracia 
y de  luz  en  proporción  de  nuestra  capacidad  y 
de  nuestra  fidelidad ; conoce  todos  los  instan- 
tes de  nuestra  vida,  nuestras  debilidades,  nues- 
tras pruebas,  nuestros  sufrimientos. 

II.  ‘ ‘Et  csgnoscunt  me  meae.”  — Porque  con- 
fiamos en  El,  creemos  en  El,  le  servimos,  lo 
honramos,  lo  adoramos,  conversamos  íntima  y 
amorosamente  con  El  en  la  oración.  ¡Cuán 
grato  es  al  Señor  esta  dulce  intimidad  y cuán 
consolador  es  saber  que  el  amor  divino  e in- 
creado es  la  fuente  de  nuestro  pobre  amor! 

III.  “Animam  suam  dat  pro  ovibus  suis”. — 
Dió  su  vida  libremente,  por  amor,  con  la  na- 
turalidad. del  que  se  despoja  suavemente  de  su 
manto,  tanta  era  su  seguridad  y su  tranqui- 
lidad. 

IV.  “Et  alias  oves  habeo. . . ” — Después  de 
haber  dado  una  mirada  profética  sobre  su  pró- 
xima Pasión  contempla  el  Señor  la  inmensa 
multitud  de  gentiles  (mil  trescientos  millones 
actualmente),  que  lg  pertenecen  desde  toda  la 
eternidad  en  virtud  de  la  divina  predestinación. 
La  trama  histórica  de  su  vida  y de  la  Iglesií 
realizarán  por  El  y en  El  la  unión  y la  unidad 
perfecta  del  ejemplar  increado  : “ . . - ego  in  eis, 
et  tu  in  me,  ut  sint  eonsummati  in  uuum.”  (Jo. 
XVII,  22-23.)  — Toda  la  Jerusalén  celestial,  la 
sociedad  toda  de  los  rescatados  beberá  una  mis- 
ma y eterna  vida  de  las  fuentes  del  Salvador; 
San  Juan  la  contempla  en  el  Apocalipsis  agru- 
pada alrededor  de  su  Pastor,  del  Cordero  in- 


maculado y siempre  vivp,  en  una  misma  fun- 
ción litúrgica. 

de  “Christus”. 

III  DE  PASCUA 

(San  Juan  16,  16-22) 

EL  RESUCITADO  RECHAZADO 

El  sagrado  Cuerpo  de  Jesús,  después  de  ha- 
ber dormido  en  el  sepulcro  se  levantó  el  tercer 
día,  para  que  tengamos  una  prueba  indiscuti- 
ble de  su  divinidad.  Sin  embargo,  sus  enemi- 
gos no  han  aceptado  tan  irrefutable  prueba. 

I.  El  Resucitado  rechazado.  — ¿Por  qué  el 
rechazo  de  Jesús  por  el  mundo1?  ¿Por  qué  esas 
vacilaciones  en  la  Verdad  del  Cristo?  ¿Por  qué 
las  advertencias  de  Jesús  no  han  podido  borrar 
en  tantas  almas  pesadas  e indóciles  la  repug- 
nancia a la  idea  de  la  inmortalidad?  ¿Por  qué 
las  persecuciones  de  la  Iglesia,  el  odio  al  clero, 
las  prevaricaciones  sobre  los  altares?  ¿Por  quó 
tantos  enemigos  de  Cristo?  Hasta  en  nuestros 
días  hay  interesados  en  la  muerte  definitiva 
del  Crucificado : la  alta  y la  baja  crítica,  la 
inmoralidad,  el  fraude,  los  injustamente  enri- 
quecidos. No  obstante  no  han  podido  arrancar 
del  corazón  de  millones  de  hombres  la  certeza 
de  que  el  cuerpo  desclavado  de  la  Cruz  del  Cal- 
vario reapareció  vivo  al  tercer  día  para  no  mo- 
rir jamás.  El  pueblo  judío  lo  entregó  a la 
muerte,  creyendo  haber  acabado  con  El;  pero 
la  muerte  rechazó  al  Santo  de  los  Santos.  Los 
incrédulos  no  quieren  creer  en  su  propia  vida, 
por  eso  en  su  vida  segunda  y eterna  ellos  mis- 
mos se  separarán  de  la  vida  verdadera.  Son 
unos  pobres  muertos  que  parecen  “vivos”, 
arrastrando  su  vida  con  el  peso  de  cadáveres, 
riéndose  de  la  resurrección.  A estos  muertos 
que  rechazan  “la  Vida”,  les  será  negado  el 
segundo  nacimiento  en  el  espíritu,  mas  no  les 
será  negada,  el  último  día,  la  espantosa  resu- 
rección  de  los  condenados 

II.  El  misterio  de  iniquidad.  — San  Pablo 
explica  ese  rechazo  de  Cristo  nombrándolo 
“misterio  de  iniquidad”  (2  Tes.  2,  7),  o el  mis- 
terio del  Anticristo.  Resulta,  pues,  que  desde 
los  tiempos  de  (San  Pablo  ya  había  comenzado 
a obrar  ese  misterio.  Lo  mismo  confirma  el 
apóstol  San  Juan,  cuando  dice:  “-..así  como 
habéis  oído  que  viene  el  Antieristo,  así  ahora 
muchos  se  han  hecho  anticristos.  De  entre  nos- 
otros han  salido,  mas  no  eran  de  los  nuestros” 
(1  Juan  2,  18  s.).  Ese  misterio  es  el  espíritu 


32 


Revista  Bíblica 


que  rechaza  al  Resucitado,  es  el  espíritu  de 
apostasía,  que  en  el  fondo  es  siempre  una  ne- 
gación de  la  Venida  de  Jesús  en  carne  por 
miedo  a su  Retorno  en  gloria  y poder. 

Ahora  comprendemos  lo  que  Cristo  quiso  de- 
cir con  su  “un  poco  y ya  no  me  veréis’’;  con 
la  tristeza,  persecución  y muerte  que  predice  a 
los  suyos,  mientras  el  mundo  se  goza..  En  la 
misma  medida  en  que  sufrimos  por  la  causa  de 
Cristo,  tendremos  parte  en  El.  Ahora  compren- 
demos que  el  dolor  y la  cruz,  vienen  de  Jesús, 
y que  no  significan  un  castigo,  sino  una  gra- 
cia. ¿A  qué,  entonces,  la  envidia  que  sientes  de 
los  que  tienen  suerte  y gozo  en  el  mundo  ? Pon 
tu  esperanza  en  el  cumplimiento  de  la  segunda 
parte  del  aviso  de  Cristo:  “Otra  vez  os  he  de 
ver,  y se  gozará  vuestro  corazón,  y ninguno  os 
arrebatará  vuestro  gozo”. 

IV  DE  PASCUA 

(San  Juan  16,  5-14) 

LA  IGLESIA  Y EL  MUNDO 

I.  La  Iglesia  y la  redención  del  mundo.  — 

Tanto  la  redención  del  mundo  como  la  de  nues- 
tros cuerpos,  es  una  conquista  del  Salvador,  al 
alto  precio  de  su  Divina  Sangre.  Pero  esta  re- 
dención permanece  encubierta  hasta  “el  día 
de  la  vuelta  del  Señor”,  “día  de  la  manifes- 
tación de  los  hijos  de  Dios”,  “día  de  la  reden- 
ción de  nuestros  cuerpos”.  Mientras  tanto  so- 
mos deudores  le  la  carne,  y la  Iglesia  es  cons- 
tituida como  instrumento  de  congregación,  san- 
tificación, y gobierno  de  los  hijos  dispersos  de 
Dios,  es  la  encargada  de  tomar  de  entre  las  na- 
ciones un  pueblo  para  su  Nombre.  La  tarea  de 
la  Iglesia  es,  pues,  gobernar,  guiar:,  enseñar  a 
las  naciones  la  Verdad,  el  Camino  y la  Vida, 
hasta  la  segunda  venida  de  Jesucristo  en  glo- 
ria y majestad,  porque  suspiramos  que  venga 
El,  para  que  sean  redimidos  nuestros  cuerpos” 
(Rom.  8,  23).  Todas  las  creaturas  anhelan  esta 
manifestación,  porque  entonces  serán  “liberta- 
das de  la  servidumbre  de  la  corrupción,  para 
participar  de  la  libertad  y gloria  de  los  hijos 
de  Dios”  (Rom.  8,  23).  La  Iglesia  no  se  cansa 
de  inculcarnos  esa  fe  y esa  esperanza,  por  lo 
cual  pone  el  Evangelio  acerca  del  Retorno  de 
Cristo  y las  señales  precursoras  del  fin  del 
mundo,  al  comienzo  y al  fin  de  su  Año  Litúr- 
gico : “ Si  viéreis  cumplirse  estas  cosas,  sabed 
que  vuestra  redención  está  cerca’  ’. 

II.  La  Iglesia  frente  al  mundo.  — La  tarea 


de  la  Iglesia  es*  pues,  hacer  conocer  a Cristo 
verdadero  a todo  el  mundo.  Ha  recibido  el 
mandato,  no  de  conquistar  el  mundo,  sino  de 
evangelizarlo.  La  política  de  la  Iglesia  jamás 
se  dirige  a conquistar  posiciones  de  poder,  sino 
a asegurarse  la  libertad  para  predicar  el  Evan- 
gelio de  Cristo  y para  poder  ofrecer  la  salva- 
ción a todos,  especialmente  a los  pobres,  perse- 
guidos, desheredados  y oprimidos.  El  principal 
factor  en  esta  obra  de  conversión,  no  es  por 
ende,  el  poder  exterior,  sino  el  Espíritu  'Santo. 
Lanzarse  a obras,  olvidándose  de  esta  verdad, 
sería  hacer  su  propia  voluntad,  sería  suponer 
que  nosotros  somos  conquistadores,  mientras 
Dios  es  quien  nos  conquista  de  entre  el  mundo. 
Por  eso,  el  Espíritu  Santq,  el  Espíritu  de  Cristo 
y del  Padre  es  quien  conveneé  al  mundo  de  pe- 
cado, de  su  pecado,  por  cuanto  no  lia  creído  en 
Cristo.  La  falta  de  fe  en  Dios  y la  credulidad 
a Satanás  han  sido  ya  el  primer  pecado  y son 
el  pecado  más  grande,  porque  iba  contra  la 
Verdad  misma,  y por  tanto  contra  el  Espíritu 
Santo.  La  incredulidad  repudia  el  amor  de  Dios 
y la  obra  redentora  de  su  Hijo;  y por  eso  no 
tiene  ni  puede  tener  perdón,  siendo  que  recha- 
za ese  mismo  perdón.  Tal  es  el  espíritu  del 
mundo  que  renuncia  a la  fe  porque  no  quiere 
renunciar  a su  pecado ; conoce  a.  Cristo,  pero  lo 
incomoda  su  ley;  y por  eso  odia  los  dogmas  y 
combate  la  moral  de  la  Iglesia. 

No  se  trata,  pues,  de  cruzarse  de  brazos  en 
espera  estéril  de  la  Venida  del  Señor  (Adven- 
tistas), sino  de  ser  dóciles  a las  enseñanzas  del 
Espíritu  Santo,  quien  en  las  parábolas  de  las 
vírgenes  prudentes  y del  siervo  fiel  nos  ad- 
vierte vigilar  para  estar  alerta  cuando  retorne 
el  Señor. 

V DE  PASCUA 

(San  Juan  16,  23-30) 

¡ORAD  SIEMPRE! 

Ahora  sí  que  los  apóstoles  entienden  y ven 
claro,  que  Jesús  es  el  Hijo  de  Dios.  Les  ha 
hablado  en  el  lenguaje  que  mejor  comprenden 
los  hombres : Recibiréis.  Es  gozoso  pedir  cuan- 
do se  sabe  que  se  va  a recibir  todo  lo  que  se 
pide.  Es  gozo  completo  del  niño  recibir  de  su 
padre  todo  lo  que  pide.  Este  gozo  promete 
Jesús  a todos  los  que  piden  a su  Padre  en  su 
nombre.  Esto  está  perfectamente  claro.  Sin 
embargo,  no  faltan  quienes  dicen:  ¿Para  qué 
orar?  ¡La  misión  del  hombre  es  obrar!  ¡Re- 


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zar  es  femenino,,  es  de  esclavos!  Tales  hom- 
bres pretenden  ser  valientes,  y tienen  en  rea- 
lidad la  más  pobre  y cobarde  visión  de  la  vida. 
Nosotros  los  hijos  de  Dios,  aprovechamos  la 
libertad  de  pedirlo  todo  al  Padre  celestial,  y 
Dios  nos  da  todo  lo  que  es  para  nuestro  bien, 
y se  alegra  si  pedimos  bienes  verdaderos,  co- 
mo un  padre  se  alegra  si  su  hijo  le  pide  cosas 
que  le  son  muy  útiles,  y más  si  sirven  para 
probar  el  amor  que  el  hijo  tiene  a su  padre. 

I.  ¿Qué  debemos  pedir?  Así  debéis  rezar: 
Padre  nuestro . . . Nq  hay  oración  más  bella  y 
más  perfecta-,  a)  Comienza  por  un  exordio, 
que  nos  pone  en  presencia  de  Dios  y aviva 
nuestra  confianza:  Padre  nuestro  que  estás 
en  los  cielos.  El  nombre  del  Padre  nos  pone 
inmediatamente  en  presencia  del  que  es  Padre 
por  excelencia;  Padre  del  Yerbo  por  genera- 
ción; y Padre  nuestro  por  adopción.  Y por- 
que este  Padre  es  todopoderoso  y fuente  de 
todos  los  bienes,  nos  sentimos  movidos  a in- 
vocarle con  filial  confianza,  b)  Las  peticiones. 
Pedírnosle  todo  cuanto  podemos  desear,  como 
lo  hace  un  niño;  y por  el  mismo  orden  que 
debemos  desearlo : ante  todo,  la  gloria  del 
Padre:  “ISantificado  sea  el  tu  nombre,  a sa- 
ber que  sea  conocido,  reverenciado  y alabado. 
¿Qué  niño  no  se  alegra  si  oye  alabar  a su 
padre?  Luego  el  crecimiento  del  reino  de  Dios 
en  nosotros,  que  es  preparación  para  nuestra 
participación  en  este  reino  por  herencia:  “ven- 
ga a nos  el  tu  reino”- 

3.  Los  medios:  El  primero  es  la  conformi- 
dad con  la  voluntad  de  Dios:  “hágase  tu  vo- 
luntad así  en  la  tierra  como  en  el  cielo”.  Los 
secundarios  son:  el  pan  de  cada  día,  pan  para 
el  cuerpo  y pan  para  el  alma.;  la-  remisión  del 
pecado,  que  nos  dificulta  la  unión  con  Dios  y 
el  trabajo  para  su  gloria^,  y el  cual  nos  es 
perdonado  según  perdonamos  nosotros;  que 
nos  libre  de  las  pruebas  y tentaciones  en  que 
pudiéramos  caer,  y por  último  que  nos  libre 
de  toda  influencia  del  Maligno,  que  es  Sata- 
nás. 

IT  Cómo  debemos  rezar.  Jesús  dice:  “En 
mi  nombre”.  Cuánto  importe  hacer  nuestras 
obras  en  unión  con  Jesús,  lo  declara  M.  Olier: 
“Jesucristo  está  en  nosotros  para  santificar- 
nos; quiere  ser  la  luz  de  nuestro  .espíritu,  el 
amor  y fuego  de  nuestro  corazón,  la  fuerza  y 
la  virtud  de  todas  nuestras  potencias,  para 
que  en  él  podamos  conocer,  amar  y cumplir 
la  voluntad  de  Dios  Padre,  ya  para  su  honra, 


ya  para  sufrir  y padecer  para  la  salvación  de 
muchos  en  su  gloria”.  Porque  “nuestros  in- 
tentos y pensamientos  tienden  al  pecado  por 
la  corrupción  de  nuestra  naturaleza”.  La  con- 
clusión de  ello  es,  renunciar  a nuestros  in- 
tentos para  unirnos  con  los  de  Jesús”.  Yed, 
pues,  con  cuánto  cuidado  habéis  de  andar,  al 
comenzar  cualquiera  de  vuestras  obras. 

La  oración  es,  pues,  tan  natural  para  el 
hombre  como  el  habla  del  hijo  con  su  padre. 

Es  tan  eficaz  que  los  Santos  han  repetido  a 
porfía  el  adagio:  “Bien  sabe  vivir  quien  bien 
sabe  orar”.  Sus  efectos  son  maravillosos  \ 
nos  llenan  de  gozo  completo:  nos  despega  de 
las  ereatura^,  nos  libra  del  espíritu  del  mun- 
do; nos  une  con  Dios,  y finalmente  nos  trans- 
forma en  El. 

LA  ASCENSION  DEL  SEÑOR 

(San  Marcos  16,  14-20) 

Durante  cuarenta  días,  a contar  del  de  1-1 
Resurrección,  Jesús  quedó  entre  los  hombres. 
Más  de  una  vez  se  apareció  a sus  apóstoles, 
para  confirmar  sus  promesas  y para  transmi- 
tirles aquellos  misterios  que  no  fueron  escri- 
tos: pues  “muchas  otras  cosas  hay  que  hizo 
Jesús,  que  si  se  escribieran  una  por  una,  me 
parece  no  cabrían  en  el  mundo  los  libros  que 
se  habrían  de  escribir”  (San  Juan).  Lo  que 
más  preocupaba  ahora  a los  doce  era: 

I.  ¿Qué  será  del  Reino?  La  última  vez  que 
lo  vieron  fué  en  la  colina  de  los  Olivos  donde, 
antes  de  la  muerte,  había  anunciado  la  ruina 
del  Templo  y de  la  ciudad  y las  señales  de 
su  vuelta;  y donde  en  las  tinieblas  de  la  no- 
che y de  la  congoja,  Satanás,  antes  de  huir 
derrotado,  lo  había  dejado  empapado  en  sudor 
y sangre.  Y los  discípulos  repiten,  una  vez  más 
todavía,  la  pregunta  que  habían  dirigido  a 
Jesús,  en  el  mismo  lugar,  la  noche  de  las  dos 
profecías.  Ahora  que,  según  lo  había  prometido, 
ha  vuelto,  ¿por  qué  esperar  más?  Señor,  ¿vas 
por  fin  a restaurar  el  reino  de  Israel?  (Hech. 
1,  6).  No  os  es  dado  a vosotros  — repuso  Cris- 
to— conocer  las  circunstancias  ni  el  momento 
que  el  Padre  se  reserva  en  su  propio  poder. 
Lo  que  haréis  será  recibir  la  virtud  del  Es- 
píitu  iSanto,  que  vendrá  sobre  vosotros,  y ser 
mis  testigos  en  Jerusalén  y en  toda  Judea  y 
en  Samaría  y hasta  los  confines  de  la  tierra 
(Hech.  1,  7)f  Y dicho  esto,  se  elevó  por  en- 
cima de  todos  y,  de  repente,  una  nube  ra- 


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diante  como  en  la  mañana,  de  la  Transfigu- 
ración, lo  envolvió  y lo  ocultó  a su  vista.  Pero 
los  que  habían  quedado  no  podían  apartar  sus 
ojos  del  Cielo  y los  fijaban  en  lo  alto,  inmó- 
viles en  su  estupor,  cuando  dos  hombres  ves- 
tidos de  blanco  los  hicieron  volver  en  sí : 
“ — Ga.lileosí,  ¿qué  estáis  mirando  al  cielo?  Es- 
te mismo  Jesús  que  de  entre  vosotros  ha  sido 
asumido  por  el  cielo.,  ha  de  venir  del  mismo 
modo  que  le  habéis  visto  ir  al  cielo”  (Hech. 
1,  7-11). 

II.  Y mientras  tanto  - . . : Entonces,  después 
de  haber  adorado  en  silencio,  volvieron  a Je- 
rusalén  (1,  12),  radiantes  de  alegría,  pensan- 
do en  la  nueva  jornada:  la  primera  de  una 
empresa,  que,  después  de  casi  dos  mil  años, 
no  ha  terminado  todavía.  Ahora  también  ellos 
están  solos,  soW  contra  un  enemigo  terrible, 
que  se  llama  mundo.  Pero  el  cielo  no  está  tan 
apartado  de  la  tierra,  como  antes  de  la  venida 
de  Cristo.  Ahora  allá  arriba  hay  un  Media- 
dor que  no  se  olvida  de  los  destinados  a i a 
eternidad.  El  Hijo  del  hombre,  está  todavía  en- 
tre nosotros,  escuchando  nuestras  palabras, 
huésped  invisible  y benévolo  que  no  nos  aban- 
donará jamás,  porque  la  tierra,  por  voluntad 
suya,  es  un  anticipo  del  Reino  de  los  cielos, 
y desde  hoy  forma  parte  del  cielo  y sobre 
ella  se  reparte  el  Pan  Celestial.  Para  los  su- 
yos está  sieínpre  en  vigor  aquella  parábola 
en  que  el  Maestro  les  dijo : ‘ ‘ Sed  semejantes 
a hombres  que  aguardan  al  amo  que  regresa 
de  las  bodas,  a fin  de  que,  cuando  El  llegue 
y golpee,  le  abran  en  seguida.  ¡Felices  esos 
servidores,  que  el  amo,  cuando  llegue,  hallará 
velando ! En  verdad  os  digo,  él  se  ceñirá,  los 
hará  sentar  a la  mesa  y se  pondrá  a servir- 
les. Y si  llega  a la  segunda  vela,  o a la  terce- 
ra., y sí  los  hallare,  ¡felices  ellos!” 

Tenemos  aquí  claramente  asignada  la  tarea 
que  mientras  tanto  tienen  los  servidores  fie- 
les de  Cristo.  Ninguna  promesa  divina  puede 
ser  anulada.  Hemos  de  levantar  todos  los 
días-  nuestros  ojos  hacia  eí  cielo  del  cual  Je- 
sús volverá  a bajar  con  el  fulgor  terrible  de 
su  gloria,  para  juzgar  a los  vivos  y a los 
muertos. 

DOMINGO  INFRAOCTAVA  DE  LA 
ASCENSION 

(San  Juan*  15,  26-16,  4) 

Jesús  comprendió  que,  después  de  su  Ascen- 
sión a los  cielos,  los  apóstoles  quedarían  su- 


midos en  la  aflicción.  Por  eso  hízoles  la  pro- 
mesa de  enviarles  el  Espíritu  Santo  con  la 
tripl  e emisión  de  Consolador,  Maestro  y Tes- 
tigo. 

I-  Venit  enim  ad  consolandum.  Ahora,  en 
el  presente  siglo,  la.  Iglesia  como  cuerpo  de 
Cristo  y como  su  Esposa,  es  compañera  en 
el  sufrimiento  de  divino  Esposo.  Jesús  mismo 
lo  dice:  “Porque  no  sois  del  mundo,  antes 
yo  os  elegí  del  mundo;  por  eso  os  aborrece 
el  mundo;  y si  a mí  me  han  perseguido,  tam- 
bién a vosotros  os  perseguirán  (Juan  15,  18 
ss.).  Y será  así  ha&ta  la  consumación  del 
siglo:  “Todos  los  que  quieren  vivir  piado- 
samente en  Cristo,  padecerán  persecución’» 
(II  Tim.  3,  12).  En  las  tribulaciones  y per- 
secuciones que  nos  causa  el  mundo,  somos  se- 
mejantes a Jesús,  para  que  también  seamos 
semejantes  en  su  gloria  y alcancemos  la  re- 
surrección de  entre  los  muertos,  recibiendo 
el  premio  de  nuestra  vocación  celestial”  (2 
Cor.  1,  7;  Fil.  3,  10-15).  En  estas  tribulacio- 
nes nos  asiste  el  Espíritu  Santo.  Merced  a sus 
auxilios  no  seremos  arrastrados  por  la  corrien- 
te de  las  tribulaciones.  Aunque  tuviéramos  que 
pasar  por  entre  el  fuega  de  las  persecuciones, 
no  nos  hará  daño  alguno  (Is.  43,  2).  El  Espí- 
ritu Santo  no  solamente  nos  consuela,  sino  que 
también  nos  da  refrigerio  durante  las  mis- 
mas tribulaciones  (cfr.  Dan.  3,  50),  llenando 
nuestra  alma  de  celestiales  consuelos.  “Mi  Es- 
píritu es  más  dulce  que  la  miel”  (Eccli.  24, 
27). 

II'  Ad  docendum.  El  Espíritu  Santo,  es 
espíritu  de  Verdad,  que  nos  enseña,  todas  las 
verdades  necesarias  para  la  salud  eterna.  Son 
de  tres  clases:  1)  Respecto  de  Jesucristo,  en 
quien  se  habían  realizado  todas  las  figuras 
del  A.  T.;  2)  respecto  de  sus  promesas  re- 
lativas a la  redención  del  género  humano;  a 
su  pasión  y muerte,  resurrección  y ascensión 
a los  cielos;  a la  propagación  de  su  Santo 
Evangelio;  suerte  de  los  suyos  en  el  mundo 
y su  Retorno;  3)  respecto  de  lo  que  nos  es 
necesario  para  la  salvación,  dándonos  un  exac- 
to conocimiento  de  las  cosas  divinas  (Cora,  a 
Lap.  in  Joan.  14,  17  ss).  El  Espíritu  Santo 
es,  pues,  el  ordenador  soberano  de  todas  las 
cosas,  inspirador  de  las  Escrituras,  origen  de 
la  sabiduría. 

III.  Ad  perhibendum  de  Filio  Dei  testimo- 
nium.  Vino  también,  para  testificar  que  Jesu- 
cristo es  Dios  (Juan  15,26).  Para  que  pueda 


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darse  crédito  a un  testigo  es  preciso  que  éste 
tenga  ciencia,  bondad  y poder,  a)  Ciencia  pa- 
ra conocer  la  verdad  de  que  ha  de  dar  testi- 
monio; b)  Bondad  para  ser  digno  de  confian- 
za y merecer  fe  sincera;  c)  Autoridad  para 
exigir  crédito  en  su  testimonio.  El  Espíritu 
Santo,  por  ser  verdadero  Dios,  es  infinita- 
mente sabio,  bueno  y poderoso.  Por  consiguien- 
te es  verdadero  su  testimonio  sobre  Cristo.  El 
efecto  de  su  Venida  fué  sorprendente.  Inme- 
diatamente los  que  antes  eran  cobardes  sa- 
lieron a predicar  con  audacia  y elocuencia  sin 
miedo  a la  persecución.  Con  la  misma  sabi- 
duría, bondad  y autoridad  el  Espíritu  San<o 
guía  desde  entonces  la  sociedad  cristiana  y 
gobierna  la  Iglesia 

Veamos,  por  consiguiente,  en  las  persecucio- 
nes de  la  Iglesia,  no  la  injusticia  que  en  ellas 
se  manifiesta,  sino  también  el  distintivo  le  la 
Iglesia  verdadera,  de  sus  ministros  y de  sus 
enseñanzas.  “Yo  os  mando  como  ovejas  entre 
lobos’’.  El  verdadero  cristiano  y el  hombre 
apostólico  no  podrán  eludir  esta  suerte. 

PENTECOSTES 

(San  Juan  14,  23-31) 

Si  consideramos  atentamente  el  Evangelio 
de  la  fiesta  de  hoy,  podemos  convencernos,  si 
vive  en  nosotros  el  Espíritu  Santo.  Lo  reco- 
nocemos por  tres  propiedades: 

I.  En  nuestra  amor  a Cristo.  “Todo  el  que 
me  ama,  guardará  mis  mandamientos,  y mi 
Padre  le  amará,  y vendremos  a él,  y liaremos 
mansión  dentro  de  él.  El  que  no  me  ama,  no 
guarda  mis  preceptos . . • y la  doctrina  que 
habéis  oído,  es  del  Padre...  y el  Espíritu 
Santo  que  os  enviará  el  Padre  en  mi  nom- 
bre, os  enseñará  todas  las  cosas,  y os  recor- 
dará todo  cuanto  os  he  dicho”.  ¿Sientes  tú 
en  ti  el  cumplimiento  de  esta  promesa?  Dios 
te  ha  regenerado,  creado  de  nuevo  por  la  in- 
fusión de  su  Espíritu,  .a  fin  de  que  pienses  co- 
mo El  piensa,  ames  lo  que  El  ama,  y hagas 
su  voluntad  y no  la  tuya.  Tu  recompensa  será 
el  Amor  del  Padre  y del  Hijo  que  hará  man- 
sión dentro  de  ti,  y no  vivirás  más  para  tus 
gustos  carnales,  sino  que  anhelarás  vivir  por 
y para  Cristo.  No  tendrás  miedo  y nada,  te  po- 
drá turbar.  Así  conocerás  la  presencia  del 
Espíritu  Santo. 

II.  En  que  gozarás  la  paz.  “La  paz  os  de- 
jo, mi  paz  os  doy:  no  os  la  doy  yo  como  la 


da  el  mundo”.  Es  la  paz  que  goza  el  que  se 
sabe  ser  amado  por  Dios  y quiere  amarlo 
sobre  todas  las  cosas;  el  que  no  tiene  ningún 
reparo  en  abandonarlo  todo,  “padre  y madre, 
esposa,  hijos  e hijas,  hermanos  y hermanas” 
por» Cristo  y su  Reino;  es  la  paz,  que  en  cual- 
quier situación  dolorosa  de  la  vida  no  se  tur- 
ba, porque  sábese  amparada  como  un  hijo  por 
su  padre  y no  duda  jamás  de  la  amorosa  pro- 
videncia y protección  de  Dios.  Esta  paz  Jesús 
la  ofrece  por  puro  amor;  no  como  la  dan  los 
hombres  sobre  la  base  de  un  contrato  bilateral 
que  casi  siempre  reza:  doy,  para  que  me  des; 
mientras  Dios  ofrece  y da,  sin  pedirnos  nada, 
lo  que  antes  no  nos  hubiera  dado.  La  señal 
de  aquella  paz  es  que  ya  “no  se  turbe  nues- 
tro corazón,  ni  tema”.  “El  que  se  acoge  al 
abrigo  del  Amor  del  Altísimo,  descansa  bajo 
la  protección  de  Dios,  y no  teme  los  terrores 
nocturnos,  ni  al  enemigo,  ni  los  asaltos  del 
demonio  en  plena  luz”  (S  90,  1-6).  Tal  paz, 
tal  fruto  del  Amor  de  Jesús  y del  Padre,  nos 
debe  llenar  de 

III.  Alegría.  “Si  me  amaseis,  ciertamente 
os  alegraríais  de  que  me  vaya  al  Padre”,  de- 
clara Jesús.  “Ciertamente”,  dice;  y hoy  día 
¿quién  de  nosotros  siente  alegría  de  que  Je- 
sús haya  ido  al  Padre  ? ¿ Quién  busca,  since- 
ramente comprender  esas  cosas?  ¿Cuán  pocas 
personas  hay  entre  nosotros  que  encuentran 
alegría  pura  y verdadera  en  las  prácticas  de 
la  religión,  y las  hacen  por  puro  amor?  Si 
pensamos  los  pensamientos  de  Cristo,  sabemos 
que  fué  al  Padre  para  enviarnos  el  Espíritu 
Santo,  espíritu  de  consolación  que  nos  infun- 
de la  sabiduría  de  conocer  el  Amor  estupen- 
do con  que  nos  ama  Dios;  nos  llena  de  la  se- 
guridad de  que  hornos  guiados  por  El;  nos  da 
el  consejo  saludable  de  vivir  según  su  sabia 
Ley;  la  fuerza  de  cumplirla  y la  esperanza,  de 
ser  redimidos  de  nuestras  tribulaciones. 

Consolados  por  estos  dones  del  Espíritu  San- 
to, don  de  amor  vivo  a Cristo,  don  de  la  paz 
y de  la  alegría  del  alma  en  medio  de  las  tri- 
bulaciones del  mundo,  podemos  vivir  tranqui- 
los, porque  hemos  oído  también  la  otra  pa- 
labra consoladora  de  Cristo : ‘ ‘ Me  voy,  y vuel- 
vo a vosotros”.  Jesús  hizo  nacer  en  el  día  de 
hoy  también  su  Iglesia,  fiel  esposa  suya,  que 
cuidará  a sus  fieles  y los  atenderá  distribu- 
yendo “el  pan  de  trigo”  hasta  el  Retorno  del 
Esposo.  Además  se  encendió  hoy  en  las  almas 
de  los  discípulos  la  llama  del  apostolado,  que 


36 


Revista  Bíblica 


los  llevó  a lanzarse  como  soldados  de  Cristo, 
a la  conquista  de  las  almas  para  el  Reino  de 
Dios.  A su  lado  estaban  los  cristianos  de  am- 
bos sexos  que  se  colocaron  bajo  su  jerarquía, 
vale  decir,  ese  día  nació  también  el  aposto- 
lado laico,  la  Acción  Católica  (Misal  Roma- 
no, Ed.  Ag.  Born,  Guadalupe). 

SANTISIMA  TRINIDAD 

(San  Mateo  28,  18-20) 

En  Navidad  Dios  Padre  manifiesta  su  infi- 
nito amor.  En  Pascua  Dios  Hijo  manifiesta 
su  infinita  misericordia.  En  Pentecostés  el  Es- 
píritu Santo  revela  su  fuerza  renovadora.  Tres 
son  los  que  dan  testimonio  en  el  cielo:  el  Pa- 
dre, el  Yerbo  y el  Espíritu  Santo.  En  Navi- 
dad corren  las  lágrimas  del  Hijo  de  Dios;  en 
Pascua  corre  la  Sangre  del  Cordero  de  Dios; 
en  Pentecostés  lucen  las  llamas  del  Espíritu 
de  Dios.  Tres  son  los  que  dan  testimonio  en 
la  tierra:  el  agua,  la  sangre  y el  espíritu. 
Y esas  tres  cosas  son  una  sola:  AMOR,  y su 
mensaje:  la  Salvación.  A ese  testimonio  de 
Dios  en  la  tierra,  debe  sumarse  el  tuyo;  y tu 
vida  debe  ser  una  vida  de  verdad  en  unión. 

I-  Con  Dios  Padre.  La  idea  de  Dios  como 
Padre  es  una  de  las  grandes  doctrinas  de 
Cristo:  Dios  es  Padre,  que  nos  ama  como  un 
Padre  ama  a sus  hijos  y no  como  un  rey  a 
sus  súbditos.  El  da  a todos  los  hijos  el  pan 
cotidiano,  a los  buenos  y malos,  y recibe  ju- 
biloso aun  a los  que  pecaron,  cuando  vuelven 
a esconder  la  cabeza  en  su  pecho.  Así  todos 
los  que  han  recibido  las  gracias  del  Salvador, 
participan  de  su  naturaleza  divina  (2  Pedr.  1, 
4 ss.),  y se  constituyen  en  hijos  de  Dios,  na- 
cidos, “no  de  la  sangre,  no  de  la  voluntad  de 
la  carne,  ni  de  la  voluntad  del  hombre,  sino 
de  Dios.  Su  Espíritu  nos  anima,  nos  vivifica, 
nos  conduce,  nos  transforma  como  el  fuego 
transforma  el  hierro,  y henchidos  de  divinidad 
somos  templos  de  Dios  viviente.  Formando 
parte  de  la  familia  Divina,  podemos  llamar  a 
Dios  no  solamente  Padre,  sino  nuestro  Padre. 

II.  Con  Dios  Hijo.  En  el  Yerbo  estaba  la 
vida,  esa  vida  que  Dios  quiso  participar  al 


hombre  desde  su  origen,  y por  un  prodigio 
de  amor  quiere  restituírsela,  a pesar  del  pe- 
cado. Por  eso  el  Verbo  se  hizo  carne  y habitó 
entre  nosotros.  Y en  El  todos  han  sido  llama- 
dos a “asemejarse  a El”  (Rom.  8,  29),  que 
es  Hijo  verdadero  del  Padre-..,  y henos  aquí 
hechos  hermanos  de  Cristo.  ¿Aceptas  tú  esta 
vida  que  Dios  te  quiere  comunicar?  En  torno 
nuestro,  están  nuestros  semejantes,  hermanos 
de  Cristo  también.  Y si  no  están  “injertados” 
en  Cristo,  ¿nace  entonces  en  ti  el  deseo  de 
anunciarles  el  Evangelio  del  amor  del  Padre 
y del  sacrificio  del  Hijo?  ¿Para  qué  la  venida 
del  Hermano  mayor  y su  muerte  dolorosa  en 
la  Cruz,  si  el  universo  después  de  tantos  si- 
glos ha  de  estar  todavía  poblado  de  tantos 
infieles?  Todos  somos  responsables  de  la  sal- 
vación del  mundo.  Lo  que  más  impresiona  no 
es  tanto  el  espectáculo  de  los  que  todavía  no 
conocen  el  Evangelio,  sino  el  de  las  almas 
que  viven  a nuestro  lado  y que  se  han  con- 
vertido en  cadáveres.  La  unión  con  el  espíritu 
de  Cristo,  espíritu  de  amor  al  Padre  y al  pró- 
jimo, forma  de  nosotros  un  solo  Cuerpo  mís- 
tico cuya  Cabeza  es  Cristo  Pero  muy  pocos 
comprenden  que  la  participación  en  Cristo  im- 
plica también  su  espíritu  de  víctima  e ignoran 
lo  que  quiere  decir:  “consumar  la  pasión  de 
Cristo”,  completar  su  misión. 

III.  Con  Dios  Espíritu  Santo.  — Desde  el 
Bautismo  estamos  señalados  por  el  Espíritu 
Santo  y lo  llevamos  como  prenda  de  salvación. 
Y San  Juan  a su  vez  dice:  “ISabemos  que  per- 
manecemos en  El,  y El  en  nosotros,  por  esta 
señal:  que  El  nos  ha  dado  su  Espíritu”.  En  la 
semejanza  de  nuestro  espíritu  con  el  de  Jesús, 
sabemos  que  permanecemos  en  El,  y con  El  es- 
tamos dispuesto  a hacer  la  voluntad  del  Padre 
con  el  mismo  amor  de  El,  de  modo  que  no  vi- 
vimos más  para  nosotros,  sino  para  Dios.  Esto 
nos  lleva  a la  unión  completa  con  Cristo,  en 
espíritu  y alma,  unión  que  tiene  su  subsisten- 
cia y alimento  en  el  Sacramento  de  la  Eucaris- 
tía recibido  con  el  discernimiento  del  Espíritu 
de  Dios,  banquete  que  nos  es  prenda  segura  de 
la  vida  divina  y eterna,  a la  cual  Dios  en  su 
inaudito  amor  nos  ha  llamado. 


P.  Agustín  O.  Kastner,  S.  O.  Cist. 


La  Liturgia, 


Alma^de  la  Acción 

CatÓliCa  v(Continuación) 


IV.  COMO  A SU  VEZ,  LA  ACCION  CA- 
TOLICA PROMUEVE  LA  VIDA 
LITURGICA 

Si  creemos  que  la  Liturgia  beneficia 
de  una  forma  múltiple  la  Acción  Cató- 
lica, la  recíproca  es  asimismo  una  gran 
verdad;  esto  no-  nos  debería  extrañar  una 
vez  comprendida  la  unidad  funcional 
que  existe  entre  estos  dos  términos 
dentro  de  la  vida  cristiana.  Nos  vamos 
a limitar  a tocar  algunos  aspectos  im- 
portantes que  han  de  dar  una  idea  de 
los  servicios  que  la  A.  C.  puede  rendir 
a la  vida  litúrgica. 

a)  Debernos  evitar  las  desviaciones  den- 
tro de  la  Liturgia. 

¿Son  posibles  estas  desviaciones?  Cla- 
ro que  sí:  Las  cosas  más  excelentes,  más 
santas,  más  divinas,  están  sujetas,  de- 
bido a nuestra  naturaleza  corrompida 
y maligna,  a las  más  grandes  deforma- 
ciones humanas.  El  -concepto  litúrgico  de 
algunas  personas  puede  irse  desviando 
en  una  forma  inconsciente  hacia  el  «di- 
letantismo-», hacia  un  cierto  egoísmo  y 
amor  propio  en  el  orden  espiritual.  Ba- 
jo el  peso  de  nuestro  propio-  y mezqui- 
no «yo»  podemos  ir  perdiendo,  en  ma- 
yor o menor  escala,  las  amplísimas  y 
magníficas  perspectivas  a que  tiende  la 
liturgia  toda,  e irnos  encerrando,  limi- 
tando nuestra  visión,  al  ver  en  ella  nada 
más  que  suntuosas  ceremonias  exterio- 
res, cánticos  armoniosos,  esplendoroso 
ritual,  y hasta  — esto  es  aún  más  sutil — 
en  quedarnos  con  un  contenido  pura- 
mente intelectual  o especulativo  de  la 
riqueza  teológica,  la  perfección  y belleza 
intrínseca  de  los  símbolos,  imágenes  e 
ideas  que  nos  presenta  la  Liturgia.  En- 
cerrados entonces  en  nuestro  yo,  en 
nuestras  propias  ideas  litúrgicas,  pode- 
mos llegar  a perder  el  impulso  carita- 


tivo que  nos  debería  llevar  necesaria- 
mente a compartir  «con  los  demás  los 
tesoros  de  gracias  y luces  que  Dios  tan 
generosa  como  gratuitamente  nos  dispen- 
só. De  otro  modo,  El  nos  va  a pedir  cuen- 
tas de  los  talentos  que,  en  nuestra  mez- 
quindad, escondimos  en  perjuicio  de 
nuestros  prójimos. 

Es  por  esto  que  nosotros  considera- 
mos la  práctica  de  las  obras  de  la  A.  C. 
y particularmente  el  contacto  con  la 
miseria,  socorriendo  a los  necesitados, 
como  un  excelente  «antídoto»  contra  ese 
tipo  de  «diletantismo»  y egoísmo-.  En 
este  sentido,  ejemplos  como  los  de  San- 
ta Teresa  del  Ñiño  Jesús  que  supo  tam- 
bién conciliar  una  vida  litúrgica  con  una 
vida  apostólica  — aun  dentro  de  las  li- 
mitaciones del  claustro- — nos  han  de 
servir  de  admirable  guía. 

b)  Además  la  A.  C.  permite,  según 
el  más  puro  espíritu  litúrgico,  aprove- 
char en  bien  del  prójimo  y por  lo  tanto 
para  gloria  de  Dios,  todas  las  gracias  re- 
cibidas -por  la  oración. 

Esto  es  lo  que  se  desprende  de  las 
consideraciones  precedentes  y no  de- 
moraremos en  demostrarlo. 

c)  En  fin,  la  Acción  Católica,  viene 
a ser  una  organización  providencial  pa- 
ra dar  a conocer  mejor  la  Liturgia  entre 
los  creyentes  y los  no  creyentes,  atra- 
yéndolos así  más  a la  Iglesia.  Esta  pro- 
p 'sición  es  de  una  evidencia  manifiesta. 
Bastaría  que  un  grupo  de  militantes  de 
la  A.  C.  se  compenetrasen  bien  del  ver- 
dadero carácter  de  la  Liturgia,  se  con- 
venciesen de  los  tesoros  bíblicos,  dog- 
máticos, de  los  recursos  de  piedad  y san- 
tidad que  ella  contiene,  para  crear  con 
toda  espontaneidad  a su  vez  dentro  de 
sus  respectivos  ambientes  una  poderosa 
corriente  litúrgica,  la  cual  constituiría 
una  poderosa  fuerza  de  atracción  para 


38 


Revista  Bíblica 


• s 

t aavn  en  e 


oaat 


N algunos  hogares  cristianos 
subsiste  aún  la  hermosa  cos- 
tumbre de  rezar  diariamen- 
te en  familia  las  oraciones 
de  la  mañana  y de  la  noche. 
La  oración  que  se  eleva  en 
un  hogar,  debe  unirse  a su  vez  a las  vo- 
ces de  todos  los  hogares,  de  todos  los 
claustros,  de  todos  los  peregrinos. . . 
Es  decir,  «una»  debe  ser  la  plegaria  del 
Cuerpo  Místico  como  «uno»  es  su  sa- 
crificio. No  basta  que  se  estreche  la 
unión  de  la  familia  según  la  sangre;  to- 
dos los  bautizados  «fueron  llamados  pa- 
ra formar  un  solo  cuerpo»  (San  Pablo 
Col.  3,  15).  «Que  sean  uno,  como  nos- 
otros somos  uno,  Yo  en  ellos,  y Tú  en 
Mí  a fin  de  que  sean  perfectamente  uno» 
(Juan  17,  22  y 23). 

La  liturgia  realiza  dentro  de  la  Igle- 
sia esa  unidad  que  el  Divino  Hijo  desea 


tan  ardientemente,  siendo  la  oración  li- 
túrgica (Oficio  Divino,  Salterio)  la  con- 
densación de  todas  las  voces  en  una  sola: 
la  del  Cuerpo  Místico,  que  se  eleva 
constantemente  al  Eterno  Padre  en  un 
himno  de  alabanza  y en  ruego  filial  de 
misericordia. 

Nada  más  conforme  al  espíritu  cris- 
tiano, que  las  familias  reunidas  que 
unen  su  voz  a la  de  la  Iglesia  Orante,  re- 
zando como  oración  de  la  mañana  y de 
la  noche  las  respectivas  Horas  Canóni- 
cas: Primas  (ofrecimiento  de  la  jornada 
de  todos  los  fieles)  y Completas  (ple- 
garia nocturna  de  los  hijos  de  Dios). 

Asimismo  antes  y después  de  las  co- 
midas, al  salir  de  viaje,  al  comenzar  el 
trabajo,  etc.,  en  la  oración  litúrgica  y el 
Salterio,  han  de  elegirse  las  oraciones 
familiares.  Para  que  todas  las  obras  de 


muchas  almas  indiferentes  o no-cató- 
licas. Hacemos  votos  para  que  este  mo- 
vimiento se  produzca,  ya  que  ello  no  so- 
lamente estrecharía  la  unión  entre  aque- 
llos cristianos  que  se  dedican  a la  ora- 
ción y los  otros  que  se  dedican  a obras 
de  apostolado,  sinoi  que  haría  brillar  aun 
en  una  forma  más  esplendorosa  la  siem- 
pre viva  luz  de  Cristo  dentro  de  la  Igle- 
sia, su  Esposa. 

CONCLUSION 

Dios  ha  puesto  a nuestro  alcance  dos 
instrumentos  maravillosos  e indispensa- 
bles para  el  desarrollo  de  una  vida  cris- 
tiana en  todo  su  esplendor:  la  Liturgia 
y la  Acción  Católica. 

Son  como  dos  alas  que  Dios  nos  ofre- 
ce: la  una  para  volar  directamente  hacia 
las  almas  (la  A.  C.) . Inutilizad  a una  de 
estas  alas,  tratad  de  volar  con  una  so- 
la... vuestra  trayectoria  será  vacilan- 
te, descendente...  habréis  deformado  la 
obra  y el  plan  de  Dios. 

No  mutilemos  la  obra  divina.  Recor- 
demos que  el  arquetipo  de  esta  obra  es 


nada  menos  que  Nuestro  Señor  Jesucris- 
to y que  esta  obra,  esta  vida  que  Dios 
nos  traza,  es  la  misma  vida  de  Jesucris- 
to. Muy  al  contrario,  tratemos  de  pene- 
trar en  ella  en  toda  su  profundidad  y 
grandeza  y en  todos  sus  múltiples  as- 
pectos. Tratemos  de  seguirla  fielmente 
— siguiendo  los  impulsos  de  la  gracia 
que  nunca  nos  ha  de  faltar — sin  menos- 
preciar nada  en  ella,  y,  sobre  todo,  sin 
deformarla.  Tengamos  siempre  presen- 
te el  ideal  exigido  a todo  miembro  del 
Cuerpo  Místico:  «Ohristianus,  alter 

Christus». 

Adheridos  tanto  a la  Liturgia  como  a 
la  A.  C.  — en  las  cuales  reside  la  esen- 
cia de  la  vida  cristiana — contribuiremos 
a edificar,  el  Cristo  Total,  es  decir  el 
Verbo  encarnado  en  perfecta  comunión 
con  todas  las  almas  rescatadas  por  su 
sangre;  este  Cristo  Total  que  crece,  un 
poco,  todos  los  días,  pero  que  no  ha  de 
alcanzar  su  plenitud  hasta  el  fin  de  los 
siglos  cuando  reinemos  todos  eternamen- 
te en  el  seno  del  Padre. . . 


J.  FURET. 


Revista  Bíblica 


39 


sus  hijos  glorifiquen  a Dios  y redunden 
en  bien  de  las  almas,  la  Iglesia,  con  celo 
maternal,  las  santifica,  invocando  el 
nombre  del  Altísimo  con  ipreces  espe- 
ciales. 

En  cuanto  a la  lectura  espiritual  bás- 
tenos oir  lo  que  el  Santo  Padre  Pío  XII 
encarece  a los  prelados  en  su  Encíclica 
Divino  Afflánte  Spíritu:  «...procurar 
con  todo  empeño  que  en  las  familias 
cristianas,  ordenada  y santamente,  se 
tenga  cotidiana  lectura  de  las  Sagra- 
das Escrituras». 

Muchos  padres  de  familia  cristianos, 
equivocados  en  sus  ideas  sociales,  con- 
sideran el  propio  hogar  como  un  huerto 
cerrado,  aislado  del  resto  de  la  humani- 
dad. Olvidan  el  Cuerpo  Místico  y mez- 
clan con  el  culto  a Dios  el  culto  a sus 
tradiciones  y exigencias  familiares.  El 
padre  o la  madre  «seleccionan»  a su  gus- 
to y capricho  «las  devociones  y costum- 
bres piadosas»;  y no  toleran  que  algu- 
nos de  sus  hijos  las  rechacen  o modifi- 
quen. Es  muy  frecuente  oir  a tales  pa- 
dres lamentarse  de  lo  «poco  fervorosos» 
que  son  sus  hijos.  No.  se  dan  cuenta  que 
ellos,  «hijos  mal  educados  de  la  Igle- 
sia», han  procedido  igualmente  rechazan- 


El Oficio  de 

En  el  transcurso  del  Año  Litúrgico,  Cris- 
to, por  su  presencia  y acción  sacramental, 
sigue  viviendo  en  la  Santa  Iglesia  y reno- 
vando en  ella  los  misterios  de  su  vida  y las 
diversas  fases  de  su  obra  redentora. 

Tarea  primordial  de  las  almas  es  “hacer- 
se semejantes  a la  imagen  de  Cristo”  (Rom. 
8,29),  conviviendo  con  El  a través  del  “año 
üe  la  salud”,  por  el  Santo  Sacrificio,  los  Sa- 
cramentos y el  Divino  Oficio. 

Ninguna  época  del  año  eclesiástico  encie- 
rra en  sí  misterios  tan  sublimes  y salutí- 
feros como  la  Santa  Cuaresma,  especialmen- 
te los  tres  últimos  días  de  la  Semana  San- 
ta, en  los  que  se  renueva  entre  nosotros  el 
sagrado  drama  de  la  Pasión,  Muerte  y Re- 
surreción  de  Nuestro  Señor  Jesucristo,  cul- 
minación de  su  obra  redentora  en  cuanto  a 
su  primera  venida. 


do  las  preces  de  la  familia  cristiana.  Am- 
bos pecan  por  individualismo,  pero  mu- 
cho mayor  es  la  culpa  de  quien  rechaza 
la  oración  preciósa  que  inspiró  el  Espí- 
ritu Santo,  que  la  del  joven  que  deso- 
bedece a su  padre  según  la  carne . . . 

La  oración  individual  dentro  del  ho- 
gar es  una  de  las  peores  escuelas  en 
cuanto  a la  auténtica  formación  cristia- 
na del  niño.  Es  un  principio  de  la  desvia- 
ción que  lleva  más  tarde  al  menospre- 
cio de  las  Sagradas  Escrituras  y de  la 
Liturgia,  «fuente  primordial  e indispen- 
sable del  verdadero  espíritu  cristiano» 
(Pío  X).  Quien  desde  sus  tiernos  años, 
esté  acostumbrado  a beber  en  estas 
fuentes  poseerá  la  fortaleza  espiritual  a 
que  alude  San  Pablo  (II.  Tim.  1,  7),  y 
desechará  las  falsedades  melifluas  del 
devocionismo  particular  que  tanto  es- 
trago va  causando  entre  los  cristianos. 
¿Qué  sencillo,  pero  qué  menospreciado 
por  padres  y educadores,  es  iniciar  a los 
niños  en  las  Santas  Escrituras  y en  la 
Vida  Litúrgica!  El  primer  paso  y el  más 
firme,  se  marca,  pues,  en  el  hogar  cuan- 
do éste  vive  verdaderamente  con  la 
Iglesia,  y se  nutre  con  la  Palabra  de 
Dios. 

María  Juana  Ayala  Rodrigue. 


las  Tinieblas 

Es  ésta  la  época  de  la  renovación  anual  de 
las  almaS,  que  en  íntima  unión  con  la  Igle- 
sia, acompañan  a Cristo,  en  su  lucha  contra 
las  tinieblas  y se  revisten  con  los  méritos 
infinitos  de  su  Pasión  y Muerte,  resucitando, 
juntamente  con  El,  en  el  día  de  Pascua,  a 
una  nueva  vida. 

La  liturgia  de  estos  días  se  remonta  a 
los  más  antiguos  tiempos  y es  de  extraordi- 
naria belleza  por  su  clásica  sobriedad,  a la 
vez  que  por  la  profundidad  de  sus  autén- 
ticos sentimientos. 

Después  de  la  liturgia  matutina  del  Tri- 
duo Sacro,  no  hay  nada  que  más  nos  una  a 
los  misterios  de  la  Pasión  y los  haga  revivir 
ante  nuestra  alma,  que  el  “Oficio  de  Tinie- 
blas”. . 

El  Oficio  Divino  es  la  continua  oración 
que  la  Iglesia  eleva  diariamente  al  Padre 


40 


Revista  Bíblica 


Celestial  por  boca  de  sus  ministros,  en  nom- 
bre de  Cristo,  su  místico  Esposo. 

Está  dividido  en  ocho  “Horas  Canónicas” 
que  giran  alrededor  del  Santo  Sacrificio, 
encerrando  en  sí  y desarrollando  los  pen- 
samientos e ideas  de  los  misterios  celebra- 
dos en  los  distintos  días  del  Año  Eclesiás- 
tico. 

Estas  “Horas”  forman  un  ininterrumpido 
cántico  de  alabanza  y súplica  al  Altísimo, 
y nos  hacen  respirar  y vivir  la  propia  vi- 
da de  la  Iglesia,  reconfortando  nuestra  al- 
ma y comunicándonos  energía  y ánimo  para 
cumplir  la  jornada  como  hijos  de  Dios. 

Las  “Horas”  que  más  ostentan  el  carác- 
ter particular  de  cada  día  y más  claramen- 
te expresan  los  sentimientos  propios  de 
cada  festividad,  son  Maitines,  Laudes  y Vís- 
peras. De  aquí  la  peculiar  grandeza  y her- 
mosura que  éstas  revisten  en  los  tres  úl- 
timos días  de  la  Semana  Santa,  ante  todo  los 
Maitines  y Laudes,  o sea  el  “Oficio  de  Ti- 
nieblas”, cuya  liturgia  representa  el  sagra- 
do drama  de  la  Pasión  y Muerte  de  Cristo. 

La  Iglesia,  en  su  grandioso  lenguaje  sim- 
bólico, ha  enriquecido  dicho  Oficio  con  una 
elocuente  ceremonia:  la  extinción  de  las  lu- 
ces hasta  quedar  el  templo  a oscuras,  vivo 
simbolismo  del  “poder  de  las  tinieblas”  en 
su  aparente  triunfo  sobre  la  Luz  Divina, 
Cristo. 

Antiguamente,  el  “Oficio  de  Tinieblas” 
se  cumplía  por  la  noche;  en  la  actualidad,  se 
celebra  al  atardecer.  En  el  presbiterio  se  co- 
loca un  candelabro  triangualr  con  14  velas 
amarillas,  y una  blanca  en  el  vértice.  Al 
final  de  cada  Salmo,  un  acólito  apaga  una 
de  las  velas,  quedando  encendidas  al  ento- 
narse el  “Benedictus”  solamente  la  blanca 
y las  seis  del  altar,  amarillas  también;  es- 
tas últimas  van  apagándose,  una  a una,  du- 
rante el  “Benedictus”,  cada  dos  versículos. 

Las  velas  que  se  van  apagando,  repre- 
sentan a los  discípulos  de  Jesús  que  poco 
a poco  se  fueron,  abandonándole  en  su  dolo- 
rosa  Pasión;  y la  blanca  que  permanece  en- 
cendida, simboliza  al  mismo  Cristo,  venci- 
do en  apariencia  por  el  “poder  de  las  tinie- 
blas” que  fueron  creciendo  cada  vez  más. 
Al  comenzar  el  “Miserere”,  esta  vela  se  es- 
conde detrás  del  altar,  y se  trae  nuevamen- 
te a la  vista  al  finalizar  el  Oficio,  hacién- 
dose al  mismo  tiempo  ruido  de  matracas  pa- 
ra recordar  el  terremoto  acaecido  en  la  ho- 
ra de  la  muerte  del  Redentor. 


JUEVES  SANTO 

El  Oficio  de  Tinieblas  es  la  representa- 
ción viva  del  tremendo  drama  de  la  Pasión 
de  Cristo  que  durante  los  tres  últimos  días 
de  la  Semana  Santa  va  desarrollándose  en 
forma  de  trilogía,  siendo  el  Oficio  de  hoy  el 
primer  acto,  la  introducción. 

Cristo  Paciente,  agobiado  por  el  odio  de 
sus  enemigos,  gime  y clama  al  Divino  Pa- 
dre, en  los  Salmos  y Antífonas,  profecías 
de  la  Pasión  y Muerte  del  Redentor,  y se 
queja,  por  l^oca  de  Jeremías,  que  llora  la 
profunda  humillación  de  la  Ciudad  Santa, 
esposa  infiel,  castigada  por  las  maldades  de 
su  pueblo. 

La  Iglesia  ve  en  la  destrucción  de  Jeru- 
salén  una  imagen  del  estado  deplorable  en 
que  se  halla  la  Humanidad  después  del  pe- 
cado original  y del  cual  es  redimida  por  la 
Muerte  de  Cristo.  Por  eso  se  une  a los  ge- 
midos del  Profeta  lamentándose  por  la  des- 
gracia de  la  Humanidad  caída,  y por  la  in- 
fidelidad de  sus  hijos  que  dejan  correr  en 
vano  la  preciosa  Sangre  redentora  y yacen 
en  escombros,  destruidos  por  el  pecado.  Y 
clama  al  final  de  cada  Lección  de  esas  la- 
mentaciones exhortándolos  al  arrepenti- 
miento: “¡Jerusalén,  Jerusalén,  conviérte- 
te al  Señor,  tu  Dios!” 

Como  una  respuesa  consoladora  a esos  la- 
mentos maternales,  se  oye  en  las  Lecciones 
del  segundo  Nocturno,  la  voz  de  San  Agus- 
tín quien  muestra  con  el  testimonio  de  su 
conversión  el  poder  infinito  de  la  Sangre 
salvadora. 

En  el  tercer  Nocturno  es  San  Pablo  quien 
pronuncia,  en  las  Lecciones,  palabras  de 
consuelo.  Después  de  haber  experimentado 
él  también  los  efectos  milagrosos  y vivifi- 
cadores de  la  Pasión,  resucitando,  por  su 
conversión,  a la  verdadera  vida,  nos  expo- 
ne, en  este  día  de  la  Institución,  la  sublime 
doctrina  del  Socrosanto  Misterio  Eucarís- 
tico,  y nos  “anuncia  la  muerte  del  Señor 
hasta  que  El  venga”  y nos  exhorta  a su  dig- 
na y permanente  participación. 

La  unidad  del  drama  está  sostenida  por 
los  Responsorios  que  interrumpen  las  Lec- 
ciones. De  una  grandeza  y poesía  sublimes 
en  medio  de  la  sencillez,  expresan  todo  el 
dolor  y angustia  de  Cristo  en  el  Monte  de 
los  Olivos;  son  como  los  lamentos  del  Sal- 
vador que  hacen  estremecr  de  pena  a su  Es- 
posa, la  Iglesia,  representada  por  la  asam- 
blea de  los  fieles. 


Revista  Bíblica 


41 


En  los  Laudes,  al  entonarse  el  “Benedic- 
tus”,  se  recuerda  la  traición  de  Judas  con 
sus  tremendas  consecuencias.  Termina  el 
“Oficio  de  Tinieblas”,  con  la  Antífona  so- 
lemne “Christus  factus  est”  seguida  del  Sal- 
mo “Miserere”  una  vehemente  súplica  de 
perdón,  y la  oración  final,  ruego  fervoroso* 
para  que  los  méritos  de  la  Pasión  de  Cris- 
to, sean  aplicados  a todas  las  almas. 

VIERNES  SANTO 

El  Oficio  de  este  día  constituye  la  culmi- 
nación de  la  sagrada  trilogía  de  la  Pasión: 
Cristo  muere  en  la  Cruz  en  la  cima  del  Cal- 
vario. 

Todo  el  dolor  angustioso  de  la  hora  está 
expresado  en  los  Salmos  y en  los  Respon- 
sorios.  Con  el  corazón  oprimido,  contempla- 
mos a nuestro  Redentor  que  agoniza  y mue- 
re, y escuchamos  sus  lamentos  entrecorta- 
dos (Responsorios).  ¡La  luz  y las  tinieblas 
luchan  en  tremendo  combate! 

En  el  primer  Nocturno,  presenciamos  el 
inicuo  juicio  (Salmo  2)  y el  desgarrador  su- 
plicio del  Gólgota,  y oímos  los  sollozos  de 
Cristo,  que  en  su  extremo  abandono  y en 
la  plenitud  de  su  dolor,  clama  angustiado: 
“¡Dios.  Dios  mío!  ¿Por  qué  me  has  aban- 
donado? (Salmo  21),  Mas,  en  medio  de  las 
amargos  lamentos,  brotan  voces  esperanza- 
das, llenas  de  confianza  en  el  Padre  celes- 
tial: “Mi  luz  y mi  socorro  es  Yahvé.  ¿A 
quién  he  de  temer?”  (Salmo  26). 

En  las  Lecciones  de  este  Nocturno  se  oye 
otra  vez  a Cristo  prefigurado  por  Jeremías, 
lamentándose  y llorando  ante  la  desolación 
y caída  de  la  ciudad  de  Dios  profanada, 
imagen  de  la  humanidad,  cuyas  maldades 
pesan  sobre  El. 

En  la  tercera  Lección,  el  Mesías  se  nos 
presenta  como  el  “Varón  de  Dolores”,  mal- 
tratado y vejado  por  sus  enemigos  y agobia- 
do bajo  el  peso  de  los  pecados  de  los  hom- 
bres. 

En  el  segundo  Nocturno,  pasan  ante 
nuestra  vista  los  horrores  del  “Ecce  Ho- 
mo” (Salmo  37),  y escuchamos,  llenos  de 
compasión,  la  dolorosa  y a la  vez  agradecida 
“oración  vespertina”  de  Cristo  en  la  Cruz 
(Salmo  39).  San  Agustín  vuelve  hoy,  en  las 
Lecciones,  a explicar  la  Pasión,  comentando 
esta  vez  el  Salmo  63. 

En  el  centro  mismo  de  los  Maitines,  el 
quinto  Responsorio  narra,  en  forma  real  y 
dramática,  la  muerte  de  Cristo  en  la  Cruz, 


idea  principal  del  drama  que  en  el  siguiente 
tercer  Nocturno  vuelve  a dominar. 

Jesús  agoniza  gimiendo,  cercado  de  ene- 
migos, abandonado  a su  furia,  mientras  au- 
menta el  “poder  de  las  tinieblas”  (Salmo 
87).  San  Pablo,  en  las  Lecciones,  interrum- 
pe la  amargura  de  los  pensamientos  con  una 
idea  nueva:  el  Nuevo  Testamento  ha  dado 
a la  humanidad  un  Mediador  ante  Dios, 
Jesucristo,  Sumo  y Eterno  Sacerdote  según 
el  orden  de  Melquisedec,  y,  a la  vez  Víctima 
Inmaculada  del  único  Sacrificio  perfecto 
que  puede  ofrecerse  al  Padre  celestial. 

En  los  Laudes  se  recuerda  hoy  (Antífo- 
na al  “Benedictus”)  la  Divina  Realeza  del 
Mesías  rechazado,  que  se  inmola  en  la  Cruz 
y con  su  muerte  redime  al  mundo  entero. 

Termina  el  Oficio  como  ayer,  ampliándo- 
se sólo  la  Antífona  solemne  con  el  anuncio 
de  la  muerte  del  Redentor  en  la  Cruz. 

Llegamos  hoy  a la  tercera  parte  de  la 
dramática  trilogía:  la  Iglesia  llora  junto  a 
la  tumba  de  su  Esposo;  los  rastros  de  la 
torturante  muerte  se  ven  aún  estampados 
en  el  Divino  Cuerpo.  La  tragedia  de  la  vís- 
pera ha  dejado  al  mundo  sumido  en  mortal 
silencio.  El  enemigo  empero,  lucha  aún  con- 
tra su  víctima,  calumniándola  y profanando 
su  memoria,  para  que  se  borre  por  comple- 
to su  santo  recuerdo. 

En  medio  de  este  cuadro  de  frío  sepul- 
cral, se  oyen  los  sollozos  de  la  Iglesia  que 
se  lamenta  también  por  sus  hijos  indiferen- 
tes ante  el  drama  del  Calvario.  Mas,  con  la 
tristeza  y los  gemidos  desgarradores,  se 
mezclan  la  esperanza  segura  y el  anhelo 
ardiente  por  la  triunfante  Resurrección. 

En  el  primer  Nocturno,  la  Antífonas  y los 
Salmos  aluden  a la  paz  del  santo  Sepulcro 
y a la  próxima  Resurrección.  Los  lamentos 
de  Jeremías  son  ahora  más  esperanzados, 
porque  ve  en  la  muerte  el  triunfo  de  la  Vi- 
da, pero  simpre  llora  ante  el  cuadro  del  do- 
liente y humillado  Redentor  y de  la  desola- 
da hija  de  Sión,  figura  de  la  humanidad 
caída  que  El  viene  a rescatar. 

El  segundo  Nocturno  comienza  aludiendo 
a la  entrada  del  Alma  de  Cristo,  en  el  Lim- 
bo de  los  Justos  del  Antiguo  Testamento. 
Luego,  los  Salmos  26  y 29  expresan  la  es- 
peranza de  la  gloriosa  Resurrección.  San 
Agustín  en  las  Lecciones,  se  refiere  a los 
guardianes  del  Sepulcro,  falsos  testigos  que 
quisieron  ocultar  la  Resurrección;  mas  sus 
embustes  y contradicciones  probaron  la  su- 
blime realidad. 


42 


Revista  Bíblica 


Lenguaje  de  los 
Símbolos  Cristianos 


ENETRAR  a través  de  la 
belleza  de  los  símbolos 
cristianos  y asimilar  su 
hondo  contenido  concep- 
tual, es  familiarizarse  con 
el  alfabeto  de  la  Iglesia 
de  Cristo. 

El  símbolo  — expresión  gráfica,  o plás- 
tica, o hablada,  del  pensamiento — es 
un  puente  con  la  idea.  «No  se  piensa 
sin  imágenes»  — ha  dicho  Aristóteles — 
y ^alguien  añadió:  «y  sin  el  sustituto  de 
ellas  que  es  el  símbolo». 

El  símbolo  es,  entonces,  la  nota,  o se- 
ñal, o semejanza,  que  representa  algo 
diverso  de  sí,  acerca  de  ideas,  personas 
o cosas  — dentro  del  convencionalismo 
que  le  es  inherente — sustituyendo  con 
éste  la  imagen  concebida  por  la  mente; 
y cuyo  objeto  formal,  a su  vez,  es  con- 
ducir, mediata  o indirectamente,  al  co- 
nocimiento de  lo  que  se  quiere  signifi- 
car. 


Los  Salmos  53  y 75  del  tercer  Nocturno 
nos  presentan  a Cristo  venciendo  lss  ene- 
migos: pecado,  muerte,  Satanás.  El  Salmo  87 
nos  lleva  nuevamente  a la  idea  principal  del 
Oficio:  Cristo  agonizante,  en  profunda  an- 
gustia y dolor,  implorando  auxilio  de  su  Pa- 
dre celestial. 

Los  siete  primeros  Responsorios  son  asi- 
mismo otros  tantos  lamentos,  mientras  que 
el  último  cierra  el  cuadro  del  drama  sacro: 
Cristo  muerto  y encerrado  en  el  sepulcro, 
custodiado  por  los  soldados. 

P.  AGUSTIN  BORN,  P.  S.  M. 


El  símbolo  — o señal,  en  expresión  fi- 
losófica— bien  puede  dividirse  en  na- 
tural o arbitrario,  si  es  que  representa 
una  cosa  por  propia  relación  de  natu- 
raleza en  el  primer  caso,  o por  simple 
adhesión  o convención  humana  en  el 
segundo.  Y,  a su  vez,  en  el  símbolo  na- 
tural, puédese  distinguir  el  símbolo  ins- 
trumental, esto  es  aquel  que,  mediante 
previo  conocimiento,  lleva  al  conoci- 
miento de  la  idea,  persona  o cosa;  o sím- 
bolo formal,  aquel  que,  sin  previo  cono- 
cimiento y simultáneamente,  conduce  al 
mismo  fin  del  conocimiento. 

La  Iglesia,  particularmente  en  los  pri- 
meros siglos,  se  sirvió  del  simbolismo  en 
las  formas  más  bellas  y originales  — ins- 
pirándose, las  más  de  las  veces,  en  la 
sencillez  de  la  misma  Naturaleza — en 
un  ansia  incontenida  de  representar,  grá- 
fica. o plástica,  o metafóricamente,  las 
ideas  abstractas  de  los  sagrados  miste- 
rios, entre  los  cuales  transcurría  la  vida 
de  los  cristianos. 

La  Iglesia  de  Cristo  empleó  este  ma- 
ravilloso sistema  de  símbolos,  enseñan- 
do a sus  fieles  a columbrar  lo  divino  tras 
la  apariencia  de  las  cosas  naturales,  para 
elevar  el  hombre  a Dios,  sin  deshuma- 
nizarlo, humanizando  la  Religión  sin 
menoscabar,  en  un  ápice,  su  fundamen- 
tal espiritualidad,  con  lo  cual  realizó  la 
perfecta  «sincronización  de  dos  aspectos 
de  la  misma  vida  que,  a un  tiempo,  se 
desenvuelve  en  dos  planos»,  haciendo 
que  lo  divino  informara  espiritualmente 
lo  substancialmente  natural  y humano 

que  lo  humano  sirviera  altamente  los 


/ 


Revista  Bíblica 


43 


fines  de  lo  divino,  integrando,  de  esa 
suerte,  en  dos  esferas  distintas  y con 
dos  elementos  diversos,  la  realidad  de 
una  única  vida,  es  decir,  la  vida  sobre- 
natural de  las  almas. 

Y sea  permitido  pensar,  a la  vez,  que 
ese  lenguaje  simbólico  — que  la  candi- 
dez de  los  primeros  cristianos  no  nece- 
sitaba «descifrar»,  como  nosotros,  por- 
que, para  ellos,  las  cosas  eran  lo  que  es- 
piritualmente representaban — fuera  un 
medio  de  la  Iglesia  para  ocultar,  en 
principio,  a las  masas  paganas,  la  doc- 
trina que  comenzaba  a irradiarse  en  la 
propagación  de  la  Buena  Nueva,  envuel- 
ta, a su  vez,  en  el  velo  bellísimo  de  las 
parábolas  y alegorías,  emanadas  de  la 
boca  del  Maestro  que,  sólo  en  ese  len- 
guaje — también  simbólico — habló  a las 
turbas  de  la  Judea. 

Este  fué  esencialmente  el  lenguaje  de 
la  Iglesia  primitiva,  lenguaje  mudo,  las 
más  de  las  veces,  que  tenía  tanto  con- 
tenido como  las  mismas  palabras,  ya  que, 
para  esas  almas  candorosas  abiertas 
plenamente  a la  caricia  de  la  Gracia 
— para  quienes  el  mundo  era  un  inmen- 
so texto  sagrado,  con  muchas  páginas, 
que  sólo  hablaba  de  la  maravillosa  Mano 
del  Creador  y del  Pensamiento  del  Ver- 
bo y del  Amor  del  Espíritu  que,  de  en- 
tre amibos,  procedía — para  esas  almas 
candorosas,  sí,  el  Cordero  equivalía  al 
Nombre  de  Cristo  y a ;Su  naturaleza  di- 
vina, tal  como  la  Mano,  o la  Paloma  con 
las  alas  desplegadas  — que  accidental- 
mente eran,  para  ellos,  lo  que  entrañaba 
su  naturleza — en  la  esencia  fundamen- 
tal de  su  profundo  significado  espiritual, 
representaban  a las  Personas  de  la  San- 
tísima Trinidad  y Stis  atributos  divi- 
nos. 

Esa  fácil  y sencilla  elevación  de  las 
almas  — que  tenía  su  plena  expansión 
en  el  clima  de  refinada  espiritualidad 
de  la  Iglesia  naciente — es  la  cuna  de 
la  simbología  cristiana  — si  bien  su  ori- 
gen histórico  data  de  la  estada  del  pue- 
blo escogido  en  el  Egipto,  como  lo  ve- 
remos en  el  capítulo  siguiente — porque 
todo  lo  sencillamente  humano  natural 
hablaba,  para  ellos,  un  lenguaje  sobre- 
natural, todo  estaba  iluminado  desde  su 
interior  por  los  resplandores  de  la  Gra- 
cia y todas  las  cosas  que  la  Naturaleza 
había  desdoblado  ante  la  mirada  del 


hombre  — fuere  paloma,  cordero,  pan, 
espiga,  racimo,  pez,  etc. — eran  cosas  vi- 
vas dentro  de  la  comunidad  cristiana, 
con  vivencia  sobrenatural  y valían  por 
la  realidad  que  estaba  en  el  sentido  mis- 
mo del  símbolo,  fuese  gráfico,  plástico 
o simplemente  verbal.  Ese  fué  uno  de 
los  principales  objetivos  de  la  simbolo- 
gía cristiana,  divinizar  la  vida,  hacien- 
do que  las  realidades  humanas  — de  las 
cuales  jamás  se  apartó  ni  despreció  por- 
que fueron  creación  del  mismo  Dios — 
fueran  tan  sólo  velos  que  cubrieran  las 
realidades  del  espíritu  y medios  que 
condujeran  a la  esfera  de  aquellas  altas 
verdades  que  los  mismos  símbolos  sig- 
nificaban. 

Bien  podemos  pensar  que  el  lenguaje 
de  los  símbolos  es  un  divino  alfabeto, 
dictado  por  Cristo  a Su  Iglesia,  la  cual 
se  sirvió  de  él,  en  las  formas  más  her- 
mosas, para  sembrar,  a manos  llenas, 
en  el  corazón  de  la  humanidad,  las  ver- 
dades sublimes  de  las  que  es  eterna  e 
infalible  depositaría. 


Mar  gañía  Cardoso  Ayala. 


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4á 


Revista  Bíblica 


LA  IGLESIA  DEL  SAGRADO  CORAZON 

tu  i iki  ▲ ftPD  AMTI A ||l||||n|||||||||||||||i|11111111111111111111 

Eli  LIIYIA  *■  V/ItltAil  i I A ^iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiih 


N los  primeros  días  del 
año  1947,  fué  inagura- 
da  la  nueva  Iglesia  Pa- 
rroquial de  Lima-Orran- 
tia,  consagrada  al  Sagra- 
do Corazón  de  Jesús,  ba- 
jo el  'título  de  San  Felipe 
Apóstol,  y a cargo  de  los  Misioneros  del 
Sagrado  Corazón. 

En  la  fiesta  de  San  Pedro  y San  Pa- 
blo de  1945,  fué  colocada  la  piedra  fun- 
damental de  esta  Iglesia,  cuyos  planos 
pertenecen  al  arquitecto  Paul  Linder. 
Mide  45  metros  de  largo,  19  de  ancho  y 
16  de  alto.  La  torre,  con  cruz,  mide  25 
metros,  siendo  el  diámetro  del  rosetón 
(el  más  grande  de  Lima)  de  6 metros. 

Caben  en  el  Templo  unas  1500  perso- 
nas (500  sentadas  y 1000  de  pie). 

Si  nuestra  información  es  buena,  San 
Felipe  es  el  primero  y único  templo 
del  Perú  que  lleva  las  características  de 
las  antiguas  Basílicas  cristianas,  (siglos 
IV  a VIII:  Roma,  Ravena).  Es  la  expre- 
sión viva  del  espíritu  litúrgico  que  tra- 
tan de  despertar  y vivificar  los  Misione- 
ros del  Sagrado  Corazón.  Dijo  el  Carde- 
nal Villeneuve,  hablando'  de  la  Basílica: 
«En  arquitectura  y en  escultura,  las 
iglesias  basilicales  con  sus  formas  sen- 
cillas y sus  líneas  rectas  sin  ornamenta- 
ción, son  siempre  las  más  litúrgicas  por- 
que son  las  más  sobrias  y las  menos  re- 
cargadas». (Conferencias  Lit.  Pág.  19). 

«Basílica»  significa  «Casa  del  Rey», 
casa  de  Cristo  Rey.  Y,  efectivamente,  al 
entrar  en  el  nuevo  Templo,  se  tiene  la 
impresión  de  una  majestuosa  solemni- 
dad e imponente  sencillez.  Después  de 
pasar  la  entrada  relativamente  baja  y 
el  «narthex»,  que  es  la  reminiscencia 
del  antiguo  atrio,  uno  se  siente  como 
arrebatado  hacia  el  cielo,  hacia  el  te- 
cho llano,  de  maderas  cruzadas,  que  se 
levanta  en  la  imponente  altura  de  16 
metros.  Apóyase  éste  sobre  12  pilares, 
símbolos  de  los  12  Apóstoles,  cuyas  es- 
tatuas llevarán  más  tarde.  Los  pilares 


se  prolongan  en  arcos  y contrafuertes  de 
concreto,  lo  cual  da  al  edificio  la  soli- 
dez necesario  en  un  país  de  temblores. 
(Los  arcos  contienen  30  toneladas  de 
hierro) . 

La  única  y majestuosa  nave  está  flan- 
queada por  dos  caminos  de  acceso  y ter- 
mina en  un  ábside  con  el  único  altar. 
Toda  la  arquitectura  se  orienta  hacia  el 
altar,  todas  las  líneas  terminan  en  él.  El 
altar,  por  su  parte  carece  de  retablo, 
destacando  así  la  forma  original  de  Mesa 
de  Sacrificio,  como  en  el  cenáculo. 

La  plancha  sobre  la  mesa,  de  mármol 
nacional,  mide  3.40  metros  y pesa  una 
tonelada  y media. 

La  diferencia  de  nivel  entre  la  nave 
y el  presbiterio  es  de  7 gradas,  y si 
agregamos  las  3 gradas  del  altar,  resulta 
que  el  sacerdote,  al  celebrar  lia  Misa, 
se  encuentra  a 1,50  metros  sobre  el  pue- 
blo. Es- una  verdadera  reminiscencia  del 
Monte  Calvario.  En  una  sola  nave,  al- 
rededor de  un  solo  altar,  colocado  muy 
alto  y bien  visible  para  todos,  se  reúnen 
los  hijos  de  Dios  en  este  hogar  de  Dios, 
formando  una  verdadera  familia  parro- 
quial y comunidad  de  sacrificio,  según 
lo  desea  Jesucristo:  «Para  que  todos 

sean  uno,  y como  Tú,  oh  Padre,  estás  en 
Mí  y Yo  en  Ti,  así  sean  ellos  una  misma 
cosa  en  nosotros».  (Juan  17,  21). 

Según ' la  antigua  costumbre,  la  su- 
bida al  presbiterio  está  flanqueada  por 
dos  ambones.  Con  el  tiempo  se  colocará 
detrás  del  altar  un  gran  mosaico  de  casi 
10  mts.  de  altura.  Por  72  ventanillas  (36 
a cada  lado)  cae  un  mar  de  luz  sobre  el 
altar;  pero  es  una  luz  que  no  molesta.  Es 
una  luz  indirecta  puesto  que  desde  la 
nave  no  se  ven  los  vidrios.  La  nave  tiene 
7 ventanas  de  cada  lado,  cada  una  de  6 
mts.  de  altura,  cuyos  vidrios  provisorios 
serán  pronto  reemplazados  por  vitraux 
con  representaciones  figúrales  según  las 
invocaciones  de  la  Letanía  del  Sagrado 
Corazón. 

Vale  la  pena  hablar  brevemente  de 


Revista  Bíblica 


45 


dos  novedades  técnicas  del  nuevo  tem- 
plo. La  primera  es  que  la  torre  está  per- 
forada por  habitaciones.  En  el  primer 
piso  se  encuentra  el  despacho  parro- 
quial, en  el  segundo,  tercero  y cuarto 
las  habitaciones  de  los  Padres,  y en  el 
quinto  habrá  más  adelante  4 campanas 
movidas  a motor.  La  segunda  novedad 
es  un  oratorio  continuamente  abierto,  a 
la  izquierda  de  la  entrada.  Hace  juego 
con  la  Capilla  Bautismal  y tiene  vista 
al  altar.  Mientras  el  templo  se  cierra 
después  de  las  Misas,  queda  abierto  el 
oratorio,  no  necesitando  vigilancia  por- 
que está  separado  de  la  nave  por  una 
hermosa  reja  que  hace  juego  a su  vez 
con  la  de  la  Capilla  Bautismal. 


en  los  servicios  litúrgicos.  De  las  5 mi- 
sas dominicales,  celébranse  cuatro  con 
rezos  en  común  y con  cantos  populares, 
pero  litúrgicos  en  el  sentido  de  que  co- 
rresponden a las  partes  respectivas  de  la 
Misa.  Al  entrar  en  la  Capilla,  cada  uno 
de  los  fieles  recibe  prestado  un  libro 
que  contiene  la  Misa  dialogada  y cien 
cantos  en  castellano.  En  cuanto  al  rezo 
de  los  adultos,  nuestras  esperanzas  no 
se  han  cumplido  todavía,  pero  los  niños 
del  Catecismo  ya  saben  90  de  los  100 
cantos,  y cantan  con  gran  entusiasmo^  Y 
seguramente  nos  sobran  motivos  para 
felicitarnos  por  haber  conseguido  que  to- 
dos los  fieles  sigan  la  Misa  con  un  libro 
en  la  mano,  el  que  contiene  las  oracio- 


La  modesta  Capilla,  situada  al  lado 
izquierdo  del  nuevo  templo  servirá  en 
adelante  de  salón  parroquial.  En  esa 
sencilla  Capilla,  donde  no  hay  nada  de 
yeso  ni  nada  de  mentiras  arquitectóni- 
cas, se  celebraron  durante  5 años  los 
servicios  religiosos.  Con  su  intimidad 
familiar  fué  el  ambiente  más  apropia- 
do para  formar  el  espíritu  de  una  verda- 
dera familia  parroquial  antes  de  levan- 
tar el  hogar  de  los  hijos  de  Dios.  Lo  que 
más  formó  el  espíritu  de  la  familia  pa- 
rroquial fué  la  Liturgia:  no  habrá  reno- 
vación de  los  cristianos  sino  por  el  es- 
píritu litúrgico. 

Lo  primero  que  tratamos  de  hacer,  fué 
llevar  a los  fieles  a tomar  parte  activa 


nes  y explicaciones  del  Santo  Sacrifi- 
cio. Podemos  felicitarnos  igualmente 
por  el  hecho  de  que  99.90  % de  los  asis- 
tentes devuelven  fielmente  los  libros 
prestados  al  salir  de  la  Capilla.  Los  que 
participan  de  las  Bendiciones  Eucarísti- 
cas  de  la  noche  reciben  igualmente  su 
librito,  ya  se  trate  de  las  oraciones  li- 
túrgicas del  Adviento  o de  la  Navidad, 
de  uña  Hora  Santa  o de  las  mismas 
Completas,  oraciones  todas  que  canta- 
mos en  castellano. 

Después  de  las  Misas  dominicales,  de- 
lante del  Templo,  se  ofrecen  a la  venta 
distintas  ediciones  de  la  Biblia,  catecis- 
mos populares,  libros  de  toda  clase  y Re- 
vistas Católicas.  Con  ese  apostolado 


46 


Revista  Bíblica 


OFICIO  DE 
* TINIEBLAS 


Acaba  de  aparecer  la  segunda  edición  del 
“Oficio  de  Tinieblas”,  publicado  por  el 
“Apostolado  Litúrgico  del  Uruguay”  (AL 
DU)  en  su  conocida  colección  de  publicacio- 
nes de  apostolado  litúrgico  popular  “La 
Iglesia  Orante”. 

El  presente  tomo  (XI)  de  esta  colección 
tuvo  desde  el  principio  una  acogida  muy 
particular,  ya  que  no  había,  en  nuestro  me- 
dio, una  publicación  similar  que  permitie- 
ra a los  fieles  seguir  perfectamente  el  Ofi- 
cio de  Tinieblas,  cuyos  textos  son  una  de 
las  más  preciosas  joyas  de  la  liturgia  de  la 
Semana  Santa. 

Hoy  en  día  que  el  católico  consciente  de- 
sea, con  todo  derecho  unirse  lo  más  intima- 
mente posible  a los  Sagrados  Misterios  y 
participar  activamente  en  su  celebración, 
publicaciones  como  las  que  realiza  el  ALDU 
tienen  un  significado  especial,  y merecen 
nuestro  decidido  apoyo  y la  más  amplia  di- 
fusión entre  el  pueblo  fiel,  máxime  entre  los 
miembros  de  Acción  Católica. 

Pór  esto,  en  ningún  templo  deberían  faltar 
esos  tomitos  de  la  colección  “La  Iglesia 
Orante”,  sino  que  sería  de  desear  que  en  la 
sacristía  o en  el  despacho  parroquial  tuvie- 
ran en  venta  ofreciéndoselos  a los  fieles  en 
las  diversas  circunstancias  para  las  que  es- 
tán destinados  los  respectivos  títulos.  He 


práctico  del  Buen  Libro  podemos  hacer 
mucho  bien.  Esperamos  además  comen- 
zar muy  pronto  con  el  aüostolad©  de  las 
estampas  litúrgicas  de  Montevideo. 

No  nos  hacemos  ilusiones  sobre  los  re- 
sultados relativamente  modestos  de 
nuestros  esfuerzo?;  mas  nos  consuela  la 
convicción  de  que  el  Movimiento  Litúr- 
gico es  semejante  a la  misma  Iglesia,  es 
decir,  que  como  ella  es  una  semilla  que 
va  creciendo  despacio,  pero  irresistible- 
mente. 

P.  Bernarda  Weber, 
Misionero  del  Sgdo.  Corazón. 


aquí  algunos  de  ellos:  El  Santo  Bautismo, 
La  Santa  Confirmación,  El  Sacramento  del 
Matrimonio,  La  Liturgia  de  Enfermos,  La 
Liturgia  de  Difuntos.  Oraciones  de  la  Igle- 
sia, Misa  Dialogada,  Semana  Santa,  Novena 
Litúrgica  de  Navidad  etc. 

La  segunda  edición  del  “Oficio  de  Tinie- 
blas”, la  cual  motiva  la  presente  nota,  ha  si- 
do totalmente  reformada  y trae  una  notable 
primicia  que  no  podemos  menos  que  acoger 
con  suma  satisfacción  y alegría.  Nos  referi- 
mos la  adaptación  del  oficio  a la  nueva  ver- 
sión latina  del  Salterio  y los  Cánticos  que 
acaba  de  publicar  el  Pontificio  Instituto  Bí- 
blico por  disposiciones  de  Pío  XII. 

Ciertamente  no  tardará  en  adoptarse  en  la 
mayoría  de  las  catedrales  y parroquias  esta 
nueva  versión  del  Salterio  recomendada  por 
el  S.  P.  Pío  XII  en  el  respectivo  “Motu  Pro- 
pio”, donde  dice:  "...  la  ofrecemos  con  pa- 
ternal benevolencia,  a todos  los  que  están 
obligados  a recitar  diariamente' las  Horas  Ca- 
nónicas; y al  mismo  tiempo,  todo  considera- 
do, por  propia  voluntad  y tras  Nuestra  ma- 
dura deliberación,  permitimos  en  el  rezo 
privado  y público  el  uso  de  la  misma . . . Con- 
fiamos en  que  desde  ahora  . . todos  sacarán, 
del  rezo  del  Divino  Oficio,  luz,  gracia  y con- 
suelo más  abundantes,  y,  así  estimulados  e 
iluminados,  sentirán  mayor  inclinación,  en 
difíciles  tiempos  para  la  Iglesia,  a imitar 
esos  ejemplos  de  santidad  que  en  los  Salmos 
brillan  egregiamente, y a nutrir  y fomentar 
aquellos  sentimientos  de  amor  divino,  de 
máxima  fortaleza  y de  piadosa  contrición 
a que  nos  mueve  el  Espíritu  Santo  en  la  lec- 
tura de  los  Salmos”. 

Del  mismo  modo,  la  mencionada  edición 
de  ALDU,  ofrece  también  una  nueva  traduc- 
ción de  la  mayoría  de  los  textos  bíblicos  que 
componen  el  Oficio  de  Tinieblas,  la  cual  se 
ajusta  más  a los  textos  originales  hebreos  y 
griegos,  respectivamente,  conforme  deseara 
Pío  XII  en  su  importante  encíclica  “Divino 
Afilante  Spíritu”.  En  lo  que  corresponde  a 
los  Salmos,  la  traducción  pertenece  a Mons. 
Straubinger,  quien  en  estos  momentos  está 


Revista  Bíblica 


47 


preparando  una  nueva  edición  del  Salterio. 

Acompañan  a los  distintos  textos  del  Ofi- 
cio breves  y acertadas  notas  que  facilitan  la 
comprensión  de  su  sentido  dentro  del  marco 
del  mismo  oficio. 

Este  es  asimismo  el  fin  de  los  “cuadros” 
que  señalan  el  principio  de  casi  todos  los 
salmos.  A este  respecto,  el  R.  P.  Born  hace, 
en  el  prólogo,  la  siguiente  observación:  “ . . . 
con  ellos  no  pretendemos  dar  una  interpre- 
tación de  los  salmos.  ¡Lejos  de  nosotros  tal 
intención!,  pues  temeríamos  hacer  con  ello 
caso  omiso  de  la  grave  advertencia  del  S.  P. 
Pío  XII  en  su  encíclica  bíblica  “Divino  Af- 
ilante Spiritu”,  al  prevenirnos  contra  el  abu- 
so que  se  comete  frecuentemente  al  dar  a 
la  Palabra  de  Dios  interpretaciones  alegóri- 
cas y acomodaticias.  Nuestra  intención  fue. 
simplemente,  dar  en  pocas  palabras  una  co- 
mo “composición  de  lugar”  dentro  de  los 
acontecimientos  que  se  desarrollan  durante 
el  sagrado  drama  de  la  Pasión  de  Cristo.” 

Felicitamos  al  “Apostolado  Litúrgico  del 
Uruguay”  y,  en  especial  a su  incansable  di- 
rector, R.  P.  Agustín  Born,  P.  S.  M.,  por  esta 
nueva  edición,  que  no  sólo  ayudará  a los  fie- 
les a participar  perfectamente  en  la  Litur- 
gia de  la  Semana  Santa,  sino  que  será,  sin 
duda,  también  de  gran  interés  para  los  seño- 
res sacerdotes,  que  mediante  este  libro,  po- 
drán rezar  el  Oficio  de  Tinieblas  en  la  nue- 
va versión  latina,  tanto  más  fiel  y clara  que 
la  antigua  de  la  Vulgata. 

CRONICA 


BRASIL: 

También  Brasil  tendrá  en  adelante  su 
Semana  Bíblica.  Su  Em.  el  Cardenal 
Motta,  arzobispo  de  S.  Paulo  acaba  de 
publicar  el  programa  y los  fines  de  esta 
nueva  institución:  1.  Conferencias  de 

carácter  científico  para  los  profesores 
de  Sagrada  Escritura;  2.  Estudio  de  los 
problemas  y del  método  de  enseñar  la 
Sagrada  Escritura  en  los  Seminarios  e 
Institutos  teológicos;  3.  Estudiar  el  as- 
pecto pastoral  de  la  Escritura  a través 
de  la  predicación  y del  apostolado  de 
la  prensa;  4.  Estimular  a los  profeso- 
res a hacer  una  versión  literal  de  la 
Biblia  y a editar  una  Revista  Bíblica,  y 
también  una  serie  de  comentarios  a la 


Sagrada  Escritura.  Las  sesiones  tuvie- 
ron lugar  en  el  Aula  Magna  del  Mo- 
nasterio de  San  Benito,  en  S.  Paulo,  en- 
tre el  3 y 8 del  mes  de  Febrero. 

ESTADOS  UNIDOS: 

Los  diarios  publican  la  siguiente  in- 
formación edificante  y de  gran  interés 
relativa  a la  vocación  bíblica  poco  co- 
mún en  un  joven  y ya  famoso  artista 
cinematográfico,  cuya  iniciativa,  de 
enorme  aliento,  coincide  con  lo  que  he- 
mos soñado  más  de  una  vez  todos  los 
que  amamos  la  palabra  de  Dios:  Orson 
Welles,  de  29  años  de  edad,  célebre  en 
el  teatro,  en  el  cinematógrafo  y en  la 
radio,  acaba  de  acometer  una  tarea  pro- 
digiosa: la  de  registrar  en  discos  fono- 
gráficos todo  el  contenido  de  la  Biblia. 
Leyendo  el  Libro  sagrado  durante 
quince  minutos  por  día,  durante  un  año, 
Welles  calcula  que  registrará  en  773.746 
una  nueva  versión  del  libro  sagrado. 

ESPAÑA: 

La  VII  Semana  Bíblica  Española  se 
celebró  del  23  al  27  de  Septiembre  de 
1946,  en  Madrid,  en  el  Salón  del  Con- 
sejo de  Investigaciones  Científicas.  El 
tema  central  tratado  en  las  sesiones  ma- 
tutinas versaba  sobre  El  Espíritu  Santo 
en  la  Sagrada  Escritura,  mientras  las 
sesiones  vespertinas  estaban  dedicadas 
a Cuestiones  selectas  de  Introducción  a 
la  Sagrada  Escritura.  En  torno  del  pri- 
mer tema  se  leyeron  seis  trabajos:  el  del 
Dr.  Enciso,  lectora!  de  Madrid,  sobre  las 
«Manifestaciones  naturales  y sobrena- 
turales del  Espíritu  Santo  en  el  Antiguo 
Testamento»;  el  del  P.  Félix  Asensio, 
S.  J.  sobre  «El  Espíritu  de  Dios  en  los 
apócrifos  judíos  precristianos»;  uno  del 
P.  Serafín  de  Ausejo,  Capuchino,  sobre 
«La  acción  santificadora  del  Paráclito 
en  los  escritos  de  San  Juan»,  y otro  del 
P.  Bover  S.  J.  sobre  «La  concepción  pau- 
lina del  Espíritu  Santo».  Los  temas  de 
las  sesiones  vespertinas  fueron:  «Las  di- 
rectrices señaladas  por  la  Encíclica  «Di- 
vino afilante  Spiritu»  (Can.  Dr.  Laguar- 
dia  de  Pamplona),  «El  género  históri- 
co» (P.  Colunga),  «La  historicidad  del 
Libro  de  Tobit»  (P.  Galdós),  «Ritmo 
oral  y su  aplicación  a la  exégesis  evan- 
gélica» (P.  Félix  Puzo),  «El  Cardenal 
Ceferino  González  y S.  S.  León  XIII 


48 


Revista  Bíblica 


Biblia  Sacra  juxta  Yulgatam  Clementinani. 

Preparada  por  los  PP.  Alberto  Colunga 
y Lorenzo  Turrado.  Editada  por  la  Edi- 
torial Católica,  S.  A.  Biblioteca  de  Auto- 
res cristianos,  Madrid,  1946.  Págs.  1.740. 
Encuadernada  en  tela:  $ 30. — , a dos  tin- 
tas $ 40. 

Es  admirable  el  esfuerzo  con  que  la  Edi- 
torial Católica  de  Madrid  sigue  publicando 
un  tomo  tras  otro,  superándose  a sí  misma 
con  esta  bellísima  edición  de  la  Yulgata  la- 
tina, diligentemente  arreglada  y provista 
de  copiosas  referencias  a los  pasajes  para- 
lelos de  la  Biblia  y también  a los  Concilios. 
No  faltan  pequeñas  ilustraciones  arqueoló- 
gicas. El  texto  sagrado  ha  sido  dividido  en 
párrafos  que  para  orientación  del  lector 
llevan  epígrafes  y sumarios.  El  Salterio  va 


en  dos  columnas,  conteniendo  la  una  el 
nuevo  Salterio  Vaticano. 

Para  la  Argentina  y otros  países  latino- 
americanos, Itinerarium,  Revista  Francis- 
cana, Alsina  380,  Bs.  Aires,  se  ha  hecho 
cargo  de  la  distribución  de  la  obra. 

Romano  Guardini:  Los  Signos  Sagrados. 

Traducción  directa  del  alemán  por  En- 
rique Rau,  Edit.  Surco,  48-697,  La  Plata, 
Págs.  152. 

Romano  Guardini  no  necesita  presenta- 
ción en  los  países  de  lengua  castellana,  y 
mucho  menos  cuando  llega  traducido  por 
la  pluma  congenial  del  P.  Enrique  Rau, 
Profesor  de  Sagrada  Teología  en  el  Semi- 
nario de  La  Plata.  En  su  obra  “El  espíritu 
de  la  Liturgia”  nos  introduce  Guardini,  con 


frente  al  problema  bíblico  de  su  siglo» 
(P.  Larrañaga) . 

Sobre  el  Día  Bíblico  que  en  adelante 
se  celebrará  todos  los  años  en  España, 
véase  la  primera  sección  de  este  nú- 
mero. 

ALEMANIA: 

Alemania,  el  país  europeo  más  casti- 
gado por  el  hambre,  es  en  cambio  el 
más  obsequiado  con.  Biblias  protestantes 
de  procedencia  norteamericana.  Los  ca- 
tólicos, por  su  parte,  no  cuentan  con 
subsidios  del  extranjero;  sin  embargo 
han  trazado  un  programa  para  restau- 
rar el  Movimiento  Bíblico,  tan  florecien- 
te antes  de  la  guerra.  S.  E.  el  Cardenal 
Miguel  von  Faulhaber,  de  Munich,  autor 
del  programa,  propone  la  reimpresión 
de  Biblias  católicas,  ante  todo  de  nuevas 
ediciones  de  la  Historia  Sagrada  para 
las  escuelas  primarias,  de  una  Biblia 
para  la  familia  y un'almanaque  anual  bí- 
blico. El  eminentísimo  Cardenal  desea 
que  todas  las  familias  católicas  tengan 
por  lo  menos  un  Nuevo  Testamento  y 
que  los  sacerdotes  expliquen  a los  adul- 
tos la  Biblia  en  conferencias  especiales, 
además  de  la  Homilía  y Doctrina  cris- 
tiana dominical. 


PALESTINA: 

El  Padre  de  Vaux,  de  la  Escuela  Bí- 
blica de  los  PP.  Dominicos  de  Jerusa- 
lén,  ha  descubierto  lo  que  se  estima 
constituye  los  restos  de  la  ciudad  de 
Tirza,  primera  capital  del  reino  de  Is- 
rael, que  se  separó  del  reino  de  Judá 
después  de  la  muerte  del  rey  Salomón. 
Los  restos  se  remontan  a un  período 
comprendido  entre  3.000  y 1.000  años  an- 
tes de  Cristo,  y pertenecen  a varias  ciu- 
dades que  se  sucedieron  en  el  mismo  lu- 
gar, situado  a 16  kms.  al  Nordeste  de 
Nablús  (Siquem),  en  Tel  Farah. 

CHINA: 

Ha  llegado  a Roííía  el  primer  volu- 
men de  una  traducción  al  chino  del  An- 
tiguo  Testamento,  hecha  por  el  R.  P. 
Gabriel  M.  Allegra.  O.  F.  M.,  de  la  Casa 
Franciscana  en  Peiping,  autoridad  en 
estudios  bíblicos  y lingüista  oriental  no- 
table. Auxílianle  cuatro  franciscanos 
' chmos.  La  traducción  se  hace  sobre  el 
idioma  original  hebreo. 

El  r.ue\o  ministro  de  China  ante  el 
Vaticano,  Doctor  Wu,  es  conocido  ci.mo 
traductor  de  los  Salmos  y del  Nuevo 
Testamento  a la  lengua  china  clásica. 


Revista  Bíblica 


49 


la  intuición  psicológica  propia  de  él,  en  la 
metafísica  de  la  Liturgia  en  general;  aquí, 
empero,  nos  explica  la  metafísica  de  los 
signos  sagrados,  es  decir,  nos  hace  ver  la 
íntima  relación  entre  el  símbolo  litúrgico 
y el  contenido  por  él  simbolizado:  Esto  nos 
dicen  también  otros  liturgistas,  pero  nin- 
guno como  Guardini.  Este  libro  es  una  joya 
de  la  literatura  católica  contemporánea,  y 
su  publicación  honra  la  flamante  Editorial 
“Surco”  de  La  Plata,  en  cuya  colección 
“Vida  y Liturgia”  figura  en  primer  tér- 
mino. 

Los  Santos  Padres.  Sinopsis  desde  los  tiem- 
pos apostólicos  hasta  el  siglo  sexto.  Por 
Sigfrido  Huber.  Dos  tomos  de  612  y 492 
páginas.  Edit.  Dedebee,  Ediciones  Des- 
cléee,  De  Brouwer,  Bs.  Aires. 

El  infatigable  traductor  de  las  cartas  de 
San  Jerónimo  y de  San  Ignacio  de  Antio- 
quía,  nos  presenta  en  estos  dos  tomos  su 
obra  principal:  una  sinopsis  de  49  Padres 
de  la  Iglesia  occidental  y oriental,  eligien- 
do los  problemas  más  agitados  y caracterís- 
ticos de  cada  época,  desde  los  orígenes  de 
la  Iglesia  hasta  los  comienzos  de  la  Edad 
Media. 

Una  introducción  general  y notas  intro- 
ductorias a cada  uno  de  los  Padres,  con 
otras  que  van  al  pie  de  la  página,  dan  a esta 
obra,  además  de  ser  Antología,  también  el 
carácter  de  un  manual  patrístico  para  uso 
de  Seminarios  e instituciones  de  cultura 
superior  católica.  Varios  trozos  de  la  An- 
tología salen  en  esta  obra  por  primera  vez 
en  lengua  castellana. 

Lo  que  más  admiramos  en  el  Capellán 
del  Colegio  Marín  de  San  Isidro  es  su  deci- 
dida formación  filológica  e histórica  que  le 
hace  capaz  dé  proporcionarnos  versiones 
precisas,  y no  como  las  que  estamos  acos- 
tumbrados a leer  en  las  ediciones  corrien- 
tes. 

Es  de  esperar  que  el  público  católico, 
ante  todo  el  clero  corresponderá  al  inmen- 
so esfuerzo  que  para  la  Editorial  significa 
esta  Antología. 

Luis  Kósters,  S.  J.;  Nuestra  Fe  en  Cristo. 
Traducción  directa  del  alemán  por  el  P. 
Juan  Armelín,  S.  J.  Palabras  liminares 


de  Hernán  Benítez.  Edit.  Poblet.  Bs.  Ai- 
res, 1946.  Págs.  XXXI  y 350. 

Para  valorar  esta  obra  basta  leer  las  “Pa- 
labras liminares”  de  Hernán  Benítez,  que 
se  precipitan  a manera  de  una  catarata  so- 
bre el  mundo  moderno  que  con  sus  fantás- 
ticos recursos  físicos  y científicos  ha  logra- 
do reemplazar  la  adoración  del  Creador  por 
una  repugnante  autoidolatría.  Kósters  opo- 
ne a este  mundo  — y también  a aquellos 
innumerables  católicos  que  viven  una  fe 
rutinaria — la  grandeza  de  la  figura  de  Jesu- 
cristo, y lo  hace  con  una  “erudición  pas- 
mosa, registrada  en  citas  salpicadas  por 
todo  el  vasto  campo  del  saber”,  dominando 
todas  las  cuestiones  relacionadas  con  el 
tema  principal,  hasta  la  literatura  hetero- 
doxa. 

El  libro  de  Kósters  se  distingue  de  las 
grandes  Vidas  de  Jesús  por  su  fin  prácti- 
co, parenético,  kerygmático,  por  lo  cual  pa- 
rece destinado  a provocar  no  solamente  un 
benéfico  aumento  de  nuestro  saber,  sino 
más  bien  un  influjo  vital,  que  lleva  al  lec- 
tor a creer  en  Jesús  y a Jesús  con  todo  su 
corazón  y amarle  con  una  emoción  supe- 
rior a toda  reflexión  crítica. 

La  Editorial  Poblet  merece  nuestra  gra- 
titud por  su  labor  técnica,  aunque  se  han 
deslizado  varios  errores  de  imprenta,  par- 
ticularmente en  las  notas. 

Pedro  Gallo:  La  Gracia  triunfa.  Para  con- 
fesores, catequistas  y educadores.  Edit. 
Difusión,  Herrera  527,  Bs.  Aires,  1946. 
Págs.  144,  $ 1,25. 

El  autor  de  este  libro  llama  la  atención 
sobre  un  problema  demasiado  desconocido 
e inadvertido,  que  afecta  de  un  modo  sin- 
gular la  vida  religiosa  de  la  juventud  mas- 
culina. Trata  principalmente  de  la  confe- 
sión de  los  jóvenes,  y lo  que  dice  a este 
respecto,  es  dictado  por  una  larga  expe- 
riencia de  educador  y confesor.  Algunos 
quizás  se  ofenderán,  porque  no  a todos  les 
gusta  oir  la  verdad.  No  importa.  Hay  pro- 
blemas que  no  se  solucionan  sin  ser  expues- 
tos antes  a la  luz  de  la  crítica.  El  objeto  del 
libro  es  indicar  los  remedias;  y en  esto 
abunda  para  consuelo  de  los  que  tienen  a 
su  cargo  formar  juventudes. 


50 


Revista  Bíblica 


Respuestas 

J.  F.  Chile:  Mucho  nos  complacen  sus 
amables  conceptos  sobre  el  cuarto  tomo 
de  la  Biblia,  con  que  se  terminó  el  Antiguo 
Testamento  comentado  por  el  Director  de 
nuestra  Revista.  Nos  es  grato  anunciarle 
que  la  edicisión  del  5?  tomo,  que  contiene 
el  Nuevo  Testamento  con  nuevos  y am- 
plios comentarios,  está  ya  impresa  y pró- 
xima a aparecer  en  la  Editorial  Guadalupe. 
La  autorizada  opinión  de  Vd.,  sobre  el  va- 
cío que  esta  obra  viene  a llenar  para  los 
fieles,  coincide  con  la  que  se  ha  manifes- 
tado gn  uno  de  los  comentarios  bibliográ- 
ficos, que  dice:  “La  Biblia  de  Monseñor 
Straubinger,  “explicada  para  la  vida”,  co- 
mo acertadamente  la  anuncian  los  editores, 
viene  a ocupar  el  lugar,  esperado  hace  mu- 
cho tiempo,  entre  las  ediciones  corrientes 
con  una  notoria  insuficiencia  de  explica- 
ciones para  el  lector  común  y las  grandes 
ediciones  de  tipo  magistral,  que  no  sólo  es- 
tán al  alcance  de  muy  pocos,  sino  que  tam- 
bién dan  a sus  comentarios  un  carácter  más 
erudito  y científico  que  doctrinario  y es- 
piritual. Gracias  a esta  edición,  al  alcance 
de  todos,  la  Biblia  llegará  a ser  un  día  para 
muchos  el  libro  de  espiritualidad  por  ex- 
celencia, como  tanto  lo  desea  su  autor. 

Párroco  Juan:  Esa  creencia  de  que  San 
Pablo  tenía  en  su  cuerpo  las  llagas  de  Je- 
sús no  tiene  fundamento.  Cuando  el  Após- 
tol dice:  “pues  las  señales  de  Jesús  las  lle- 
vo yo  (hasta)  en  mi  cuerpo”  (Gál.  6,  17), 
recuerda,  como  dice  San  Crisóstomo,  las 
señales  que  dejaron  en  su  cuerpo  las  heri- 
das y golpes  recibidos  en  las  persecucio- 
nes. Por  lo  cual  la  autenticidad  de  su  mi- 
sión, tan  evidente  por  su  espíritu  y por  su 
ciencia  de  Dios  (Ef.  3,  4),  resultaba  confir- 
mada por  esos  signos  exteriores  de  la  per- 
secución que  es  el  sello  del  verdadero  após- 
tol (cfr.  I Cor.  4,  9 ss.;  II  Cor.  4,  11;  II  Tim. 
3,  12,  etc.). 

Como  bien  expresa  Fillion,  la  palabra 
“estigma”  en  la  antigüedad  no  significaba 
las  llagas  de  Cristo,  sino  la  marca  de  fue- 
go llevada  por  los  esclavos  como  señal  inde- 
leble del  amo  a que  pertenecían,  por  lo 
cual,  “nada  tiene  aquí  de  común  con  el 
fenómeno  místico  y patológico  que  se  de- 
signa con  tal  nombre  desde  la  edad  media”. 


Maran  atha.  Rosario:  Efectivamente,  esa 
prioridad  de  la  apostasía  está  anunciada 
por  ¡San  Pablo  y explicada  por  los  comen- 
taristas. El  Apóstol  dice  que  antes  de  la  se- 
gunda venida  de  Cristo  “debe  venir  pri- 
mero la  apostasía  y hacerse  manifiesto  el 
hombre  de  pecado,  el  hijo  de  perdición, 
oponiéndose  y ensalzándose  en  toda  cosa 
llamada  Dios  o sagrada,  hasta  que  él  mismo 
ponga  su  asiento  en  el  templo  de  Dios,  os- 
tentándose a sí  mismo  como  si  fuera  Dios” 
(II  Tes.  2,  3 s.).  Fácil  es  explicarse;  que  la 
apostasía  haya  debido  preceder  para  que 
sea  posible  semejante  abuso  y triunfo  del 
Anticristo.  Tal  es  la  situación  que  Jesús 
anuncia  de  diversos  modos  en  Mat.  24  y la 
que  le  hace  decir  que  cuando  El  venga  no 
encontrará  la  fe  en  la  tierra  (Luc.  18,  8). 
El  Apocalipsis  confirma  estos  anuncios  di- 
ciendo que  a la  Bestia  (o  Anticristo)  le 
fué  permitido  también  hacer  guerra  a los 
santos  y vencerlos;  y le  fué  dada  autoridad 
sobre  toda  tribu  y pueblo  y lengua  y na- 
ción” (Apoc.  13,  7).  Y enseguida  agrega 
que  adorarán  a Satanás  (el  dragón)  todos 
los  moradores  de  la  tierra  salvo  aquellas 
personas  cuyos  nombres  están  escritos  en 
el  Libro  de  la  vida  del  Cordero.  Estos  son 
aquellos  escogidos  que,  según  dice  Jesús, 
se  perderían  aún  ellos  si  esto  fuese  posible, 
a causa  de  las  cosas  estupendas  que  harán 
los  falsos  Cristos  y falsos  profetas  (Mat. 
24,  24).  Entre  éstos  habrá  uno  que  el  Apo- 
calipsis llama  por  antonomasia  el  falso  pro- 
feta, el  cual  convencerá  a los  moradores  de 
la  tierra  que  debían  erigir  una  estatua  a la 
Bestia  (Apoc.  13,  14). 

Padre  J.  F.:  Es  muy  sagaz  la  observación 
que  Yd.  hace  sobre  el  texto  de  San  Pablo 
en  II  Tes.  2,  10,  donde  se  habla  de  una  ofus- 
cación de  conciencia  que  parecería  contra- 
dictoria con  esa  luz  que  hasta  los  paganos 
tienen,  según  el  mismo  Apóstol  enseña  en 
Rom.  2,  14-16.  Es  que,  como  Vd.  verá  en 
el  primero  de  los  textos  citados,  se  trata 
allí,  no  de  una  ley  general,  sino  de  un  ver- 
dadero castigo  de  ceguera  espiritual,  im- 
puesto por  Dios  a los  que  pudieron  recibir 
muchas  luces  sobrenaturales  de  la  Palabra 
revelada,  y la  tuvieron  en  menos,  prefirien- 
do guiarse  por  un  criterio  meramente  ra- 
cional y humano,  que  los  llevaba  a “colar 
el  mosquito  y tragarse  el  camello”  (Mat. 
23,  24).  Se  trata,  pues,  no  de  que  falle  la 
conciencia  como  guía,  sino  de  un  abandono 


Revista  Bíblica 


51 


y retiro  de  su  gracia,  que  Dios  'hace  a aquel 
que  la  despreció,  cumpliéndose  con  ello 
simplemente  la  Palabra  de  Jesús:  “a  todo 
aquel  a quien  se  haya  dado  mucho,  mucho 
le  será  demandado;  y más  aún  le  exigirán 
a aquel  a quien  se  le  haya  confiado  mucho 
(Luc.  12,  48).  Desde  el  A.  T.  puede  obser- 
var Vd.  por  ej.  en  el  Salmo  80,  12  s.  que  ya 
Dios,  por  no  haber  Israel  escuchado  su  Pa- 
labra, lo  abandonó  a la  dureza  de  su  cora- 
zón, para  que  anduvieran  según  sus  pro- 
pios apetitos. 

Estudiante  de  Derecho:  El  concepto  de 
un  Dios  legislador  no  es  cosa  singular  del 
cristianismo,  sino  que  se  encuentra  tam- 
bién en  otras  religiones.  En  cambio,  el  su- 
blime dogma  revelado  de  un  Dios  Padre 
que  no  necesita  de  nuestros  favores,  que 
amó  a los  hombres  hasta  entregarles  su 
Hijo-único,  y que  sólo  nos  pide  un  amor 
que  al  mismo  tiempo  es  don  de  su  santo 
Espíritu,  eso  sí  que  es  exclusivo  del  cris- 
tianismo, como  que  no  pudo  ser  inventa- 
do por  un  Hombre.  De  ahí  que  lo  que  de- 
be enseñarse  para  transformar  sustancial- 
mente los  espíritus  es  sobre  todo  esa  con- 
cepción espiritual  de  Dios.  Por  eso  dijo 
Jesús  que  la  vida  eterna  consiste  en  co- 
nocer al  Padre  y a su  Hijo  y Enviado  Je- 
sucristo. Porque  el  saber  las  reglas  mo- 
rales no  basta  para  cumplirlas  si  no  hay 
ese  amor  que  nace  del  conocimiento  es- 
piritual del  que  es  amable  sobre  todas  las 
cosas. 

A una  novia:  Nos  parece  muy  encomia- 
ble  su  idea  de  ejecutar  usted  misma  el 
velo  que  se  usará  en  la  Misa  de  velación 
el  día  de  su  bodá.  La  felicitamos,  pues  es 
lo  más  justo  que  las  jóvenes  cristianas, 
que  tanto  se  esmeran  en  la  confección  de 
sus  ajuares  de  novias,  tomen  también  en 
cuenta  los  lienzos  litúrgicos  que  han  de 
usarse  en  el  solemne  momento  de  bende- 
cirse la  unión  matrimonial. 

En  cuanto  a modelo  e indicaciones  para 
la  ejecución,  puede  dirigirse  directamente 
al  “Apostolado  Litúrgico  del  Uruguay”, 
Paysandú  759,  Montevideo  (Uruguay). 

Sacerdote  orante.  Buenos  Aires:  Efecti- 
vamente es  notable  la  diferencia  que  ha 
observado  usted  en  el  S.  75,11  del  nuevo 
Salterio  (feria  5*  a Nona).  Esa  diferen- 
cia existe  no  solamente  con  respecto  al 
texto  del  Breviario  y de  la  Vulgata,  sino 
también  a las  versiones  corrientes  del  he- 


breo. Es  que  el  Salterio  Romano  ha  adop- 
tado sabiamente  la  misma  lección  que 
Schmidt  y otros  modernos,  rectificando  las 
versiones  que  leían  Adam  (hombre)  en 
vez  de  Edom,  y Hemoth  (que  se  traducía 
por  pensamientos  o por  ira),  en  vez  de  Ha- 
math  (o  Emath).  pueblos  ambos  vecinos 
de  Israel  (75,  12).  Vea  usted  un  caso  igual 
aclarado  en  nuestra  edición  de  los  Hechos 
de  los  Apóstoles  (Hech.  15,  17  y nota). 

A los  que  han  pagado  más  de  la  cuota 
ordinaria  les  agradecemos  su  generosidad, 
pues  nos  han  librado  de  la  necesidad  da 
aumentar  el  precio  de  la  suscripción.  Re- 
vista Bíblica  cuesta  por  año  solamente  pe- 
sos 5. — , en  Chile  $ 30. — , en  Colombia 
$ 2 — , en  Bolivia  $ 40. — , en  Uruguav  pe- 
sos 2.50,  en  Brasil  20  Cruz.,  en  Perú  7 S> 
íes.  en  Ecuador  15  Sucres,  en  Paraguay  4 
Cuar.,  en  otros  países  1,25  dólar  norte- 
americano. 

A todos:  No  se  olviden  los  lectores  de 
pagar  la  suscripción  por  adelantado,  sin 
esperar  el  recuerdo  del  pago  porque  esto 
nos  resulta  costoso.  Algunos  han  tenido 
la  feliz  idea  de  pagar  el  importe  de  dos 
o tres  años  seguidos,  lo  que  es  una  ven- 
taja para  ellos  y para  nosotros. 

A los  que  cambian  de  domicilio,  les  ro- 
gamos encarecidamente  tengan  la  amabi- 
lidad de  indicarnos  el  nuevo  domicilio.  De 
esta  manera  se  evitan  pérdidas  de  núme- 
ros y las  consiguientes  reclamaciones  e 
irregularidades. 

Libros  Recibidos 

Sigfrido  Huber:  Los  Santos  Padres.  Sinop- 
sis desde  los  tiempos  apostólicos  hasta  el 
siglo  VI.  Ed.  Desclée,  de  Brouwer,  Bs.  Ai- 
res, 1946.  2 tomos,  612  y 492  págs. 
Ernesto  Segura:  La  Educación  católica  en 
la  Liturgia.  Ed.  “Surco”,  La  Plata  (Ar- 
gentina), 1946,  40  págs. 

Madeleine  Chasles:  El  imperio  del  miedo. 

Ed.  Aldu,  Pysandú  759,  Montevideo  (R. 
O.  U.)  1946.  206  págs. 

I.  Baeteman:  /Más  cerca  de  Ti,  Cristo  mío! 
Ed.  Excelsas,  Bs.  Aires,  1946.  253  págs. 

$ 2.50. 

Jorge  Goyau:  Madre  María  de  la  Pasión  y 
las  Franciscanas  Misioneras  de  María. 


52 


Revista  Bíblica 


Edit.  Pax  et  Bonum,  Bs.  Aires,  1946.  400 
págs.  $ 4.50. 

Francisco  Pondal:  Al  margen  del  Evangelio 
o el  fin  del  mundo.  Imprenta  “El  Pro- 
greso”. Tucumán  (Rep.  Argentina)  1946. 
47  págs. 

Luis  Kosters:  Nuestra  fe  en  Cristo.  Ed.  Po- 
blet,  Bs.  Aires,  1946.  350  págs. 

Pedro  Gallo:  La  Gracia  triunfa.  Ed.  Difu- 
sión, Bs.  Aires,  1946.  143  págs.  $ 1.25. 

Madre  María  de  Loyola:  Jesús  de  Nazaret. 

Historia  de  su  vida  contada  a los  niños. 
Ed.  Difusión,  Bs.  Aires,  1946.  280  págs. 

$ 1.95. 

Amalia  Errazuriz  de  Subercaseaux:  Vida  de 
la  Virgen  María.  Contada  a los  niños.  Ibi- 
dem  1946,  149  págs.  $ 1.20. 

Luigi  Sturzo:  Leyes  internas  de  la  socie- 
dad. Ibidem  1946,  297  págs.  $ 4. 

Reinhold  Schneider:  Der  Priester  im  Kir- 
chenjahr  der  Zeit.  Editorial  Caritas,  Fri- 
burgo  de  Brisgovia,  1946.  Págs.  148. 

54  respuestas  sobre  el  problema  de  la  ense- 
ñanza religiosa  en  las  escuelas  del  Es- 
tado: A.  C.  A.  Rosario  (Argentina).  Ed. 
Difusión,  1946.  Bs.  Aires,  44  págs. 

Francisco  Olgiati:  La  Piedad  Cristiana.  Ibi- 

dem  1946.  331  págs.  $ 2.50. 

Colunga-Turrado:  Biblia  Vulgata.  Ed.  Ca- 
tólica S.  A.,  Alfonso  XI,  4.  Madrid,  1946, 
1592  págs.  con  Appendix  de  122  págs.  Pe- 
setas 60. 

Dom  Thomas  A.  Michels:  Blessed  Mysteries. 

Ed.  St.  Paul’s  Priory-Keyport  (New  Jer- 
sey) EE.  UU.  1945. 

Teófilo  Ayuso  Marazuela:  La  Biblia  de  Oña. 

Ed.  Consejo  Sup.  de  Investigaciones  Cien- 


tíficas, Delegación  de  Zargoza  (España) 
1945.  131  págs. 

Rafael  Martínez  del  Campo:  ¿Fe?  ¿Obras? 

Ed.  Buena  Prensa,  México  D.  F.  94  págs. 
Romano  Guardini:  Los  signos  sagrados. 

Traducción  directa  del  alemán  por  Enri- 
que Rau.  Ed.  “Surco”.  La  Plata,  1946. 
147  págs. 

Arturo  E.  Sampay:  El  Estado  y sus  atribu- 
tos según  la  convención  interamericana 
de  Montevideo.  Ibidem  1946. 

Bibel  nnd  Kirche:  Organ  der  Kath.  Bibel- 
bewegung  Stuttgart,  1946. 

El  Protestantismo  en  México:  Ed.  Buena 
Prensa,  ap.  2181,  México  D.  F.  173  págs. 
Eniile  Pirolley:  La  educadora  cristiana.  Ed. 

Desclée,  de  Brouwer,  Bs.  Aires,  1946.  155 
págs. 

The  New  Testament:  Revised  Standard 

versión.  Edit.  Thomas  Nelson  y Sons. 
New  York,  1946.  533  págs. 

J.  Hernández  Ruiz:  La  siembra  de  la  divina 
semilla.  Ed.  Imprenta  Comercial,  Soria 
(Esp.)  1946.  427  págs.  20  Pesetas. 

Boxler  Karl:  Ruth.  Ed.  Kanisiuswerk,  Fri- 
burgo  (Suiza)  1946.  63  págs. 

Boxler  Karl:  Judah  Makkabaeus,  Ed.  Pau- 
lusdruckerei,  Friburgo  (Suiza)  1943,  376 
páginas. 

San  Antonio  de  Padna:  Sermones  Marianos. 

Ed.  Desclée,  de  Brouwer,  Bs.  Aires,  1946. 
198  págs. 

J.  y R.  Maritain:  Situación  de  la  Poesía. 

Ibidem.  194  págs. 

Berthold  Altanen  Patrología.  Espasa-Calpe, 
Madrid  y Ed.  Herder,  Barcelona  1944. 
360  págs.  30  Pesetas. 

El  Nuevo  Testamento:  Con  notas  y comen- 
tarios de  Mons.  Straubinger.  Edit.  Guada- 
lupe. Bs.  As.,  1946.  Págs.  1120.  $ 6. — 


MISALES  “GUADALUPENSES” 


Missale  Romanum,  para  el  Altar,  encuadernado  enteramente  en  cuero,  con  una 
Cruz  en  frente,  cantos  de  color $ 100. — 

Missale  Romanum,  para  el  Altar,  encuadernado  en  cuero  marroquín,  nacional,  con 
una  Cruz  en  frente  dorada  a fuego,  el  lomo  con  nervios  repujados  a mano, 
cantos  dorados  § 130. — 

Missale  Romanum,  para  el  Altar,  encuadernado  en  cuero  marroquín  legítimo,  can- 
tos dorados,  el  lomo  con  nervios  repujados  a mano,  con  adornos  especiales 

en  oro  $ 160. — 

Missale  Romanum,.  para  el  Altar,  de  lujo,  especiales,  a pedido. 

Misal  Romano  (el  Misal  más  completo  que  se  ha  publicado:  es  fiel  reproducción 
del  Misal  de  Altar),  preparado  por  el  Apostolado  Litúrgico  del  Uruguay, 
bajo  la  dirección  del  R.  P.  Agustín  Born,  P.  S.  M. 


— Cuerina,  cantos  de  c.  c|t § 14. — jts.  $ 25. — 

— Cuero,  cantos  de  c.  c|t „ 18. — .jts.  „ 32. — 

— Cuerina,  cantos  dorados,  c|t „ 20. — jts.  „ 35. — 

— Cuero,  cantos  dorados  c|t „ 26. — jts.  „ 50. — 


Misal  Diario  para  América,  por  el  muy  Rdo.  P.  Andrés  Azcárate,  O.  S.  B.,  Prior 
de  San  Benito  de  Buenos  Aires.  Un  volumen  de  2.096  páginas,  en  papel  Bi- 
blia. a dos  colores,  con  numerosas  ilustraciones  del  conocido  pintor  chileno 
y monje  benedictino  P.  Subercaseaux,  en  latín  y castellano. 


— En  cuerina,  cantos  de  color  . $ 18. — 

— En  cuero,  cantos  de  color  „ 20. — 

•—En  cuerina,  cantos  dorados  ...  ,.  22. — 

— En  cuero,  cantos  dorados  „ 28. — 


— Otros  de  lujo,  cantos  dorados  de  $ 35,  § 45  y hasta „ 100. — 

Misal  Dominical  Mínimo,  para  iniciar  y guiar  en  la  Misa  Dominical  a personas 
adultas  no  habituadas  al  uso  del  Misal  completo. 

Lo  preparó  el  M.  R.  P.  Andrés  Azcárate,  O.  S.  B. 

— Su 'precio  $ 2. — 

— En  cuero,  cantos  dorados  „ 10. — 

COLECCION  APOSTOLADO  BIBLICO  POPULAR 

TOMO  I:  LA  IGLESIA  Y LA  BIBLIA,  la  Encíclica  “Divino  Afilante 

Spíritu”  y otras  normas  pontificias,  sentencias  de  los  Santos 
Padres,  Concilios  y Maestros  de  la  vida  espiritual,  por  Mons. 

J.  Straubinger 

TOMO  II:  JOB,  el  libro  del  consuelo,  con  un  ensayo  acerca  del  misterio 
del  mal,  del  dolor  y de  la  muerte.  Este  pequeño  tratado  abar- 
ca muy  variados  aspectos  del  complejo  problema  de  Job  a la 
luz  de  las  Sagradas  Escrituras.  El  libro  quiere  ser  como  un 
amigo  de  cabecera  que,  en  medio  de  todas  las  tempestades  y 
oprobios  de  esta  vida,  que  Job  llama  “Milicia”,  nos  haga 
recordar  la  inefable  palabra  de  Jesús:  “Levantad  vuestras  ca- 
bezas, porque  vuestra  redención  se  acerca”  (Luc.  21-28).  Es 
obra  de  Mons.  J.  Straubinger  

TOMO  III:  Chastonay,  S.  J.:  LAS  SECTAS  PROTESTANTES  Y LA 
BIBLIA.  112  páginas  

TOMO  IV:  Bierbaum,  O.  F.  M.:  PIEDRAS  DE  ESCANDALO  EN  EL 
ANTIGUO  TESTAMENTO.  205  páginas  

TOMO  *V:  Magdalena  Chasles:  UNA  CATOLICA  ANTE  LA  BIBLIA 
(en  breve). 

EDITORIAL  GUADALUPE 

Mansilla  3865  BUENOS  AIRES 


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$ 1 — 
$ 2 50 


OBRAS  DE  MONS.  STRAUBINGER 


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1.  Antiguo  Testamento.  Tomo  primero,  2a.  edic..  1031  págs.  $.6. — | 

2.  Antiguo  Testamento,  Tomo  segundo,  2a.  edic.,  991  págs.  „ 6. — | 


3.  Antiguo  Testamento.  Tomo  tercero,  830  páginas  „ 6. — | 

4.  Antiguo  Testamento.  Tomo  cuarto,  896  páginas ,6. — | 

5.  Nuevo  Testamento,  3a.  edición,  1120  páginas 6.—  j 

6.  El  Salterio,  en  latín  y castellano,  2a.  ed.,  572  páginas  . . . .„  5. — | 

7.  La  Iglesia  y la  Biblia.  280  páginas  „ 3. — 1 

8.  Job,  el  libro  del  consuelo,  con  un  tratado  sobre  el  mal,  el 

pecado  y la  muerte.  291  páginas ,3. — i 

9.  La  Encíclica  “Divino  Afilante  Spiritu”.  60  págs „ 0.30  j 


| B.  — EDITORIAL  DESCLEE,  DE  BROUWER : 

■ 10.  Ester  y el  misterio  del  pueblo  judío,  según  las  Escrituras. 

§ 132  páginas  (. „ 2 . — ■ 

¡ C.  — EDITORIAL  PEUSER:  ¡ 

I 11.  Los  Santos  Evangelios.  Editio  princeps  de  la  versión  del 
1 texto  original  griego.  Con  186  xilografías  de  Víctor  Re- 

buffo.  Todos  los  ejemplares  numerados,  $ 30,  $ 60,  y $ 150—  | 

¡ D — PIA  SOCIEDAD  DE  SAN  PABLO: 

| 12.  Los  Santos  Evangelios.  Versión  del  griego.  3a.  edición  ¡¡ 


popular  (230.000),  416  páginas  „ 0.60  § 

13 , Los  Hechos  de  los  Apóstoles.  Edic.  popular  180  págs.  ..,,0.45  j 

14,  Tobías.  El  Libro  de  los  Novios,  2a.  edición „ 0.70  | 


1 E.  — APOSTOLADO  LITURGICO  DEL  URUGUAY: 

Los  Hechos  de  los  Apóstoles.  Editio  princeps  de  la  versión  | 

directa  del  original  griego.  Con  9 reproducciones  del 
Greco,  8 ilustraciones  y un  mapa.  Todos  los  ejemplares 
numerados  de  $ 12  a ....  — „ 58. — | 

Las  Cartas  de  San  Pablo,  Traducción  del  griego  (367  páginas).  | 
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Contiene  la  Introducción  biográfica  y científica  al  conocimiento  de  este 
genio  del  cristianismo  por  el  P.  Victoriano  Capánaga,  Agustino  Recoleto;  una  bio- 
grafía abundantísima,  y el  texto  bilingüe  de  las  siguientes  obras:  Vida  de  San 
Agustín,  por  Posidio;  Soliloquios:  Sobre  el  orden,  Sobre  la  vida  feliz. 

Un  volumen  de  unas  800  páginas,  enriquecido  con  ilustraciones.  En  tela  $ 15. 

11.  TOMO  II  de  las  OBRAS  DE  SAN  AGUSTIN. 

Contiene  este  volumen  la  Introducción  general  a la  filosofía  de  San  Agus- 
tín, y además  el  texto  latino  rigurosamente  depurado,  y la  versión  castellana  de 
las  Confesiones,  todo  ello  a cargo  del  Rvdo.  P.  Angel  Custodio  Vega,  O.  S.  A.,  Prior 
del  Monasterio  de  El  Escorial. 

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Diligentemente  arreglada  y anotada,  con  concordancias,  por  los  Reverendos 
Padres  Alberto  Colunga.  O.  P.  y D.  Lorenzo  Turrado,  en  papel  biblia  crema,  es- 
pecialmente fabricado  para  este  libro,  y adornada  con  numerosos  grabados. 

Un  volumen  de  1.740  páginas.  Contiene  el  nuevo  texto  del  salterio,  junto  al 
arcaico,  correlativamente,  a dos  columnas.  Dos  ediciones:  una,  a dos  tintas,  roja 
y negra,  con  encuadernación  y sobrecubierta  especiales,  al  precio  de  $ 40  el  ejem- 
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P.  Crisógono  de  Jesús. 

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modernísima  edición,  depurada  y anotada,  de  las  Obras  completas  de  San  Juan  de 
la  Cruz,  precedidas  por  ja  Biografía  que  en  los  últimos  años  de  su  vida  compuso 
el  malogrado  P.  Crisógono.  Esta  Biografía  fué  premiada  en  el  Concurso  Nacional 
del  Centenario  de  San  Juan  de  la  Cruz.  Esta  edición  será  imprescindible  para 
todos  los  que  gustan  de  las  virtudes  doctrinales  y personales  del  príncipe  de  nues- 
tros místicos.  Encuadernada  en  tela,  $ 22.50. 

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COLOMBIA:  P.  Teodoro  Wilhelm,  Profesor  del  Seminario  de  Antioquía. 
CHILE:  Miguel  Sieber,  Barros  Luco  3078,  SANTIAGO  DE  CHILE. 
ECUADOR:  César  A.  Cedeño,  Banco  Manabita,  Bahía  de  CARAQUEZ. 
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PERU:  G.  Hutmacher,  Barcelona  535,  Lima,  S.  Isidro. 

URUGUAY:  Apostolado  Litúrgico,  Paysandú  759,  MONTEVIDEO. 

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