LIBRARY OF PRINCETON
JUL - 9 2003
THEOLOGICAL SEMINARY
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¡n 2016
https://archive.org/details/revistabiblica9441 soci
Organo trimestral para la inteligencia de la
SAGRADA ESCRITURA
con
SECCION LITURGICA
/
. •
Año IX
Enero-Marzo 1947
Núm. 44
REVISTA BIBLICA
DIRECTOR:
Mons. D r. J. S T R A U B I N G E R
Seminario Arquidiocesano “San José”, 24-63 y 66, La Plata (República Argentina)
SECCION LITURGICA: APOSTOLADO LITURGICO DEL URUGUAY
(Director: P. Agustín Born, P. S. M.)
ADMINISTRACION:
Seminario Arquid. “San José”, 24-65 y 66, La Plata (Argentina)
SUSCRIPCION ANUAL: $ 5. — m;n. (Cinco pesos m¡n. c|l. argentino.) 1.25 dólar
norteamericano. - Bolivia: $ 40 (bol.} - Brasil: 20 Cruz. - Colombia: $ 2. — .
Chile: $ 30 (chil.) - Ecuador: 15 Sucres. - Paraguay: $ 4 Guar. - Perú: 7 Soles.
Uruguay: $ 2.50. - España: 12 Pesetas.
Contribuya al Apostolado del Evangelio suscribiéndose y buscando otros
que se suscriban a esta Revista, única en su género en Sud América.
SUMARIO
Página
Mons. Chimento 1
ESTUDIOS Y DOCUMENTOS:
Carta Pastoral sobre el Día Bíblico 2
El Santo Sepulcro 6
El nombre de Dios en los nombres bíblicos y hebreos. . . 11
La Importancia de las Cartas de San Pablo 13
LA BIBLIA Y LA VIDA CRISTIANA:
Hacia el Padre, por el Hijo 15
Aspectos de Palestina 18
Tres modos de leer el Evangelio 19
A través de la Biblia 22
La Escritura sobre el pecho y en el corazón 25
Evangelio del mes 27
SECCION LITURGICA :
La Liturgia, alma de la Acción Católica 37
La Oración en el hogar 38
El Oficio de las Tinieblas 39
El lenguaje de los símbolos cristianos 42
La Iglesia del Sagrado Corazón en Lima - Osrantía 44
Oficio de Tinieblas 46
Crónica 47
APENDICE:
Bibliografía . - 48
Respuestas 50
Libros recibidos 51
REGISTRO NACIONAL DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL N<? 202.101
(Con las debidas licencias eclesiásticas)
Arzobispo de La Plata
Q. E. P. D.
Al duelo general de la Arquidiócesis de La Plata y de todo el país se adhiere
de un modo especial la Revista Bíblica, no para escribir una nueva necrología, sino
para agregar a las ya aparecidas un nuevo matiz; y es el fervor de Mons. Chi-
mento por la Sagrada Escritura. ¡Cuántas veces no reiteró el ilustre extinto al
Director de esta Revista que la lectura diaria del Libro sagrado era para él no
solamente un asunto personal, sino que quería que los seminaristas todos leyesen
diariamente el Evangelio y también los otros libros de la Biblia, para empaparse
de las lecciones del Divino Maestro, y de todas las palabras divinas, que son in-
dispensables para la vida de sacerdote y su apostolado. Mons. Chimento sabía
por propia experiencia que el mejor libro de meditación es el Evangelio, por lo
cual lo tenía siempre a mano.
Entre los muchos favores que Mons. Chimento dispensó al apostolado bíblico,
conviene destacar su Carta-Prólogo a la 2- edición del Nuevo Testamento (edición
Guadalupe), que es a la vez el reflejo más auténtico de su noble alma. “Nos com-
placemos. dice en esta ocasión Mons. Chimento, en exprsar el siguiente anhelo:
que todos los fieles se hagan un deber el dedicar, cada día, algunos minutos a la
lectura del Libro por excelencia del cristiano.” En este mismo Prólogo leemos
también estas palabras fundamentales: “Sin desconocer los méritos de las obras
ascéticas, cuyos quilates están definitivamente consagrados por los más presti-
giosos maestros de la vida sobrenatural, es evidente que nunca pueden ser pues-
tas en parangón con el mensaje celestial que hallamos en las Sagradas Escritu-
ras. Entre éste y aquéllas media la distancia infinita que va de la palabra humana
a la palabra divina.
Para animar a sus fieles a la lectura diaria del Evangelio, Mons. Chimento les
otorgó una indulgencia de 200 días cada vez que lean al menos diez versículos.
Tuvo esta iniciativa con motivo de la tercera edición de los Evangelios a cargo
de la Pía Sociedad de San Pablo, que en dos años tuvieron un tiraje de 230.000
ejemplares. ¡Cómo saltó de gozo el corazón del celoso Prelado cuando esta no-
ticia llegó a sus oídos! Porque veía que sus palabras y su ejemplo daban frutos.
Una de las últimas cartas escritas por Mons. Chimento iba dirigida precisa-
mente al Director de la Revista Bíblica. Publicamos a continuación esta carta en
homenaje de gratitud y filial cariño a nuestro difunto protector, y rogamos a to-
dos los lectores que dediquen a su alma un momento en la misa y en las ora-
ciones. La carta dice:
minaño Mayor. Mons. Dr. Juan Straubingor y, aunque algo tarde,
por el motivo que conoce , se complace en expresarle su cordial
agradecimiento por su precioso obse.quio del nuevo volumen del
Antiguo Testamento.
Que el Señor le pague, con creces, su bondad y le permita con-
tinuar realizando labor tan beneficiosa para el pueblo cristiano y
de prestigio para nuestro Seminario!
Se reitera S. S. S. y C. ir-r
EL ARZOBISPO DE LA PLATA, JUAN P. CHIMENTO
saluda con toda consideración al estimado profesor de nuestro Se-
4-XII-1946
2
Revista Bíblica
^Sstubta u Documento^
CARTA PASTORAL
del Exmo¿ y Rvmo. Morís. Dr. Leopoldo
Eijo y Garay 9 Obispo de Madrid - Alcalá
sobre el “DIA BIBLICO’’
Venerables Hermanos e Hijos muy ama-
dos en Jesucristo:
Va a iniciarse este año en nuestra
amada diócesis una empresa durante
mucho tiempo acariciada ipor Nos, que
ponemos en ella grandes y muy hala-
güeñas esperanzas de gloria de Dios,
aprovechamiento espiritual de Nuestros
diocesanos y honra de nuestra Patria.
Anda muy en boga y con razón, pues
todos tenemos experiencia de su efica-
cia, el señalar un día de cada año para
cultivar en él con redoblado interés al-
guno de los más ardorosos empeños en
que nos afanamos, ya para lograr bienes
espirituales, ya para fomentar institu-
ciones de grande importancia benéfica
o social.
En ese día todo se ordena a exaltar
con multiplicados esfuerzos el intento
señalado y a allegar recursos para su
consecución o su más próspero desarro-
llo, inculcando ahincadamente su im-
portancia y llevando a los ánimos el
convencimiento de la necesidad de coo-
perar a él. En ese día todas las voces
se aúnan y todos los entusiasmos se con-
citan para el logro de lo propuesto. Y así,
año tras año, se va formando la concien-
cia pública para la generosa cooperación
al bien común.
Muchas veces el objeto de esos traba-
jos es una colecta extraordinaria, sea
de recursos económicos, sea de oraciones
y sacrificios y de suscripciones que nu-
tran la obra preferida, como, por ejem-
plo, el Domingo Mundial en favor de las
Misiones, o como el Día de la Banderita
e,n pro de la lucha antituberculosa, o el
Día del Frente de Juventudes; otras ve-
ces lo es la siembra de ideas y el cultivo
de afectos ennobleieedores y educativos,
como el Día del Papa o el Día de la Ma-
dre.
A semejanza de ellos, instituimos en
Nuestra diócesis el DIA BIBLICO, que
por primera vez se celebrará este año
el 29 de septiembre, domingo más pró-
ximo a la fiesta de San Jerónimo, in-
mortal Patrono de los estudios bíblicos.
No será día de pedir, sino de dar. No
se hará cuestación pública alguna; no
se pedirán donativos; se dará, en cam-
bio, y se ofrecerán ventajas.
1? Se darán y difundirán ideas; se
procurará formar ambiente favorable a
la conveniencia, más aún, a la necesi-
dad de que todos los católicos conozcan
más y mejor la Sagrada Biblia.
29 Se ofrecerán ventajas para adqui-
rirla a precios inverosímiles, sin otra
mira que su difusión. Se divulgarán
también los medios de ilustrarse, con
fácil y amena lectura, acerca de los hon-
dos problemas científicos de todo gé-
nero que encierran los estudios bíbli-
cos.
I
Lo primero y principal es inculcar en
los ánimos la más alta estimación de
los Libros Sagrados.
Claro es que todos los católicos la tie-
nen, de otra suerte no lo serían; pero la
tienen como adormecida , inactuante, así
como una energía degradada que no tie-
ne eficacia ni para excitar el amor ni
para mover la mano o tomar y abrir las
sagradas páginas, ni siquiera para adqui-
rirlas si no se poseen.
Revista Bíblica
3
Raro es el hogar en que no hay algu-
nos libros; ¿en cuántos se encuentra,
como debe encontrarse y colocada en si-
tio de honor, la Sagrada Biblia?
Y sin embargo no hay (para la huma-
nidad libro como ése. Es el Libro de
Dios. Es la fuente de nuestra vida reli-
giosa. Es ©1 código de nuestra morali-
dad. La civilización cristiana lo tiene
por su cimiento granítico.
Toda la Biblia; pero singularmente el
Nuevo Testamento, que contiene la vi-
da, los hechos, la doctrina de Nuestro
Señor Jesucristo.
Su sola lectura impregna el alma de
plácida bondad, de serena ternura, de
correctores .remordimientos, de ansias de
hacer bien a todos, de paz, de felicidad.
Encierra el divino libro tesoros de luz
para la inteligencia, de afectos para el
corazón, de estímulos para las buenas
obras. Está lleno de escenas, pasajes,
diálogos y narraciones de máximo atrac-
tivo, magníficas lecciones de doctrina y
de moral, normas de vida cristiana.
Si del trato y conversación con las
personas buenas y amables sale uno
más indinado al bien ¿qué no se sacará
del manejo de ese Libro y de ese trato
con Dios?
Porque las Sagradas Escrituras son
obra divina. Dios es su autor, y los es-
critores que las han redactado sólo han
sido meros instrumentos de los que El
se ha servido para comunicar con nos-
otros.
No ya que los escritores sagrados ha-
yan escrito de por sí y luego la autori-
dad divina haya aprobado lo escrito y
lo haya consagrado como cierto, bueno
y útil; ni tampoco que Dios los haya me-
ramente asistido precaviéndolos de caer
en error, de igual modo que asiste al Ro-
mano Pontífice ¡cuando define ex cathe-
dra y lo hace infalible; sino que Dios
mismo es el autor principal de los Sa-
grados Libros, de suerte que el hombre
al escribirlos no ha sido más que instru-
mento y ministro de Dios que lo ha mo-
vido sobrenaturalmente y lo ha dirigido
para que consignase por escrito lo que
por medio de él quería comunicar a los
hombres.
Los libros que forman la Sagrada Bi-
blia tienen por autor a Dios. Esto es de
fe católica. Era también de fe, en cuanto
al Antiguo Testamento, para el pueblo
hebreo. Los mismos escritores sagrados
lo manifiestan claramente. Moisés ex-
presa que el Señor le dijo: «Escribe
esto para memoria en un libro» (Exodo,
17, 14) ; «habló el Señor a Jeremías di-
ciendo: esto manda el Señor Dios de Is-
rael: escribe en un libro todas las pa-
labras que yo te he hablado» (Jer., 30,
1) ; Zacarías habla de «las cosas que dijo
el Señor por medio de los anteriores
profetas» (Zac., 7, 7) , y él mismo re-
pite reiteradas órdenes que dicta el Se-
ñor (Zac., 8) ; Eeequiel manifiesta: «Ha-
blóme el Señor diciendo. . .» (Eceq., 24,
1) ; habló Dios a Daniel y le ordenó:
«Ten guardadas estas palabras y sella
el libro hasta el tiempo determinado:
muchos lo recorrerán y sacarán de él
mucha doctrina» (Dan., 12, 4). Omiti-
mos otros 'lugares del Antiguo Testa-
mento en que sus escritores declaran
obrar al dictado de Dios. Nuestro Di-
vino Redentor e igual que El los após-
toles citan repetidas veces textos del
Antiguo Testamento como palabras de
Dios (Jo., 5, 37 y ss.; 10, 34), que por
ser de El han de cumplirse necesaria-
mente (Mlat., 26, 31 y 54; Luc., 18, 31;
24, 25) ; San Pedro atribuye al Espíritu
Santo las palabras de David (Act., 1, 16;
Mat., 22, 43) ; San Pablo escribe a Ti-
moteo que las Escrituras están inspira-
das por Dios (II Tim., 3, 16) .
Y por lo que atañe a los Libros de],
Nuevo Testamento, San Pablo da el va-
lor de Sagrada Escritura a una frase de
San Lucas (1 Tim., 4, Í8) ; San Pedro
equipara a las demás Sagradas Escritu-
ras las epístolas de San Pablo (2 Pet., 3,
15, 16) ; el Apocalipsis fué~una visión
que Dios mandó a San Juan que la es-
cribiesse en un libro y lo enviase a las
siete iglesias del Asia (Ap., 1, 10) ; y la
perpetua tradición eclesiástica, consa-
grada por el infalible Magisterio de la
Iglesia, esposa de Jesucristo, que ha pro-
metido asistirla y estar con ella hasta la
consumación de los siglos, ha reunido
en una sola Biblia los libros del Nuevo
con los del viejo Testamento y los ve-
nera todos como obra de Dios, escritos
bajo la divina inspiración.
Y así, los Santos Padres dicen que las
Sagradas Escrituras «han sido escritas
por el Espíritu Santo» o «por obra del
Espíritu Santo»; que son «cartas envia-
4
Revista Bíblica
das por Dios a los hombres»; que han
sido «hechas y dadas ¡por Dios». Las ex-
presiones de los Concilios y de las fór-
mulas de profesión de fe católica pro-
claman explícita y solemnemente que
Dios es el autor de los libros de ambos
Testamentos.
Pues siendo esto así y teniéndolo nos-
otros por verdad fundamental de nues-
tras creencias religiosas, cuantos ama-
mos a Dios y lo adoramos y deseamos
servirle y agradecerle y tenerlo propi-
cio es natural que busquemos los libros
que El ha escrito para nosotros, para
adoctrinarnos, para dictamos su Ley y
manifestarnos su Providencia paternal;
lógico que sintamos hambre y sed de
ellos, que los tengamos en grandísima
estima y que los leamos como deben ser
leídos, como cosa de Dios que son: con
reverencia, con amorosa devoción, con
afán de servir a Dios. Es justo que al
abrir las sagradas páginas elevemos
nuestro corazón al Padre celestial y le
pidamos con el profeta Samuel: «Habla,
Señor, porque tu siervo escucha» (1
Sam., 3, 10) y con David: «Dame inte-
ligencia y estudiaré atentamente tu Ley
y la guardaré con todo mi corazón» (Ps.,
118, 34), y que después pongamos toda
la atención de nuestra ¡mente en leer y
meditar las palabras divinas.
Con ello nos granjearemos el amor de
Dios; decía San Jerónimo: «Ama las
Santas Escrituras, y te amará la Sabi-
duría» (M. L., 22, 1.124). Además^ enno-
bleceremos nuestra alma adiestrándola
para la verdad y el bien, pues como en-
señó San Pablo, «toda la Escritura, di-
vinamente inspirada, es útil para ense-
ñar, convencer, corregir e instruir en la
santidad, para que ¡el hombre sea per-
fecto y esté apercibido para toda obra
buena» (2 Tim., 3, 16).
Cierto que las Sagradas Escrituras no
contienen toda la revelación divina, ni
todos los hechos y enseñanzas de Nues-
tro Señor Jesucristo. Terminó San Juan
su Evangelio con estas palabras: «Mu-
chas otras cosas hay que hizo Jesús que
si se escribieran una por una me parece
que no cabrían en el mundo los libros
que habría que escribir» (Jo., 21, 25).
Los ¡apóstoles, que son irrecusables tes-
tigos de la revelación cristiana, fueron
enviados a predicar, no precisamente a
esoribir; ni todos escribieron ni lo es-
cribieron todo. Ya existía la Iglesia y
poseía el tesoro de su doctrina revelada
cuando fueron escritos los libros del
Nuevo Testamento. Además, la letra de
las Sagradas Escrituras puede ser ob-
jeto de torcidas y perversas interpreta-
ciones, y lo han sido siempre desde el
principio; San Pedro, poco antes de mo-
rir, escribía en su segunda epístola, con
referencia a ¡las de San Pablo: «En las
cuales hay algunas ¡cosas difíciles de
comprender, ¡cuyo sentido los indoctos e
inconstantes pervierten, de la misma
manera que las demás Escrituras, para
su propia perdición» (2 Pet., 3, 16) . No
en el sentido de cualquiera que las lea
se han de tomar las palabras inspiradas,
sino en el que Dios ha querido darles,
en el ¡que les da la Santa Iglesia que por
tradición lo ha conservado y transmi-
tido; y la Iglesia no puede equivocarse
en cosa tan fundamental, porque tal
error implicaría abandono por parte de
Dios, que le ha prometido asistirla pe-
rennemente. . .
II
Pues para exaltar esos sentimientos
se instituye el DIA BIBLICO. En él,
por la voz de los párrocos y los demás
sacerdotes hablará eil Magisterio de la
Iglesia, inculcará en los fieles la esti-
mación de las Sagradas Escrituras, es-
pecialmente del Nuevo Testamento, y
los exhortará a ¡que las adquieran los
que no las posean, a su lectura recogida
y devota, a dar honor a Dios hacién-
dolo a los libros que El mismo ha inspi-
rado, y nutrir el espíritu con sus divi-
nas enseñanzas.
A todo el Venerable Clero, tanto se-
cular como regular, ordenamos por las
presentes Letras que el domingo día 29
de setiembre se predique, siquiera sea
brevemente, en todas las misas, aun e-n
las de los conventos de religiosos y reli-
giosas, sobre los puntos que tocamos en
esta Pastoral o sobre otros que estimen
más oportunos, siempre ¡que tiendan al
fin ¡que Nos proponemos. Y no dejen de
decir todos cuán de lamentar es: 1")
que no mostremos la estimación debida
a los Sagrados Libros, y cómo la hon-
ra de Dios y nuestra gratitud y nuestra
necesidad espiritual exigen que a dia-
Revista Bíblica
5
rio, tan siquiera por breve tiempo, lea-
mos algo de la Sagrada Biblia; 2?) que
no debe haber ni un solo hogar cristia-
no que no ¡La tenga, y .en sitio de honor;
39) que mayor aún que la obligación,
tan grave y sagrada, que tenemos de
partir nuestro pan material con nues-
tros hermanos carentes de él, es el de-
ber de procurar facilitarles las Sagradas
Escrituras, al menos el Nuevo Testa-
mento, a los hermanos pobres que no
pueden adquirirlas. La Asociación para
el Fomento de los Estudios Bíblicos en
España (A. F. E. B. E.), cuyo Secreta-
riado reside en Madrid, Seminario Con-
ciliar (Apartado de Correos número
5.000) anhela la formación de la Socie-
dad Bíblica Española cuyo fin principal
habría de ser fomentar las ediciones de
la Biblia a fin de difundirla copiosa-
mente en bella y atractiva forma de pre-
sentación, para unos a precios baratísi-
mos y para otros gratuitamente. Es ne-
cesario inundar de Biblias España. No
tenemos recursos para ello. Tampoco or-
ganizamos cuestación para obtenerlos.
Pero es necesario divulgar la idea, y se-
guro que Dios Nuestro Señor moverá a
quienes pueden para acudir en ayuda de
tan santo apostolado» . . .
«Antorcha para mis pies es tu pala-
bra y luz para mis sendas», exclamaba
postrado ante Dios el inspirado salmis-
ta (Ps„ 118, 105).
Divino resplandor que guíe nuestros
pasos por las fragosidades de la tierra,
camino del cielo, encontraremos en la
lectura piadosa de los Libros Sagrados.
Muy de corazón pedimos, Venerables
Hermanos e Hijos amadísimos, a nues-
tra Inmaculada Madre, en cuyo virginal
seno tomó .carne humana la Palabra
Eterna de Dios Padre, el Verbo divino,
que infunda en todos nosotros fervoroso
amor a ese Libro, el más santo y vene-
rable que posee la humanidad, la Sa-
grada Biblia, en la que se guarda el te-
soro de las palabras divinas inspiradas
a los escogidos varones que tomó Dios
por instrumentos para dictar su Ley, y
sus misericordias y redentoras enseñan-
zas.
Con paternal efusión os bendecimos en
el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo. Amén.
Dadas en 19 de agosto del año del Se-
ñor 1946.
t LEOPOLDO,
Obispo de Madrid- Alcalá.
Qué bella invención} qué glorio-
sa fatiga la que permite predicar a
los hombres con las manos lo mis-
mo que con la voz, sustituir los de-
dos a la lengua, entrar en relación
con el resto del mundo sin salir
del silencio, y combatir con la plu-
ma las sugestiones ilícitas del de-
monio. Cada palabra de las Santas
Escrituras transcrita por el monje
es una herida que hace a Satanás.
Una caña que se gasta al correr so-
bre la corteza o el pergamino deja
allí grabada la palabra divina co*
mo para reparar la injuria de aque-
lla otra caña, con que .el diablo hizo
golpear la cabeza de Nuestro Se-
ñor
CASIODORO, Maestro de los Monjes
de Italia.
ES'EO muy legítimo de
todo cristiano fervien-
te es visitar, una vez
.siquiera en la vida, el
Santo Sepulcro, y un-
gir con besos y lágri-
mas aquellas piedras
que fueron un día sa-
grario del cuerpo ator.
mentado de Cristo y testigos silenciosos
del hecho más grande de la Historia Uni-
versal: su gloriosa resurrección. La «de-
voción» al Santo Sepulcro puso en pie
de guerra a millares de cruzados y ha
estimulado en todo tiempo el sacrificio
alegre de millones de peregrinos.
Pero la mayor parte de fieles no pue-
den ver cumplido su deseo.
Nuestro modesto trabajo aspira a rea-
lizar el ideal de la Geografía y Arqueolo-
gía Bíblica, que consiste en ser, según
terminología clásica de la Teología Ascé-
tica, «■composición de lugar» exacta en el
estudio del Santo Evangelio, que es esen-
cialmente «meditación» (ejercicio activo
de memoria - entendimiento - voluntad) .
Con tal «composición de lugar», que tiene
por base, no ficciones de la imaginación
más o menos arbitrarias, sino «el funda-
mento verdadero de la historia» (Ejerc.
de S. Ign., 2) , se podrá leer, estudiar y
meditar el Santo Evangelio con aquella
condición, fruto de profunda experiencia
pedagógica que nos pide San Ignacio, el
peregrino heroico de los Santos Lugares:
«como si presente me hallase» (Ejerc.,
114).
1. EL «SANTO SEPULCRO»
que actualmente se venera en Jerusalén
es. sin duda alguna, el mismo lugar don-
de estuvo sepultado el Señor durante
unas 36 horas. Pero, en cuanto a su for-
ma, conserva muy poco del antiguo se-
pulcro, que, después de varias mutila-
ciones parciales, fué destruido por el ca-
lifa Hakim-biamr-illah en el año 1009.
Para reconstruirlo con cierta exacti-
tud según su forma primitiva, deben te-
nerse en cuenta los datos evangélicos,
las costumbres de la época que conoce-
mos por la Arqueología y las descripcio-
ciones de algunos antiguos cristianos.
Según todo ello, podemos describirlo de
la siguiente manera:
2. LUGAR
Estaba en un huerto o jardín ( cosa
no infrecuente en Palestina) , que poseía
probablemente en propiedad particular
José de Arimatea (Jn. 19, 41). Distaba
muy poco (unos 30 metros) del lugar
donde nuestro Señor fué clavado en la
cruz, ya que había sido abierto en el
declive de la misma elevación rocosa que
se llamaba Golgotha en arameo y «Cal-
varia» (= «Cráneo») en latín. La Basí-
lica que mandó edificar Constantino en-
cerró dentro de sus muros simultánea-
mente el lugar de la crucifixión y el de
la sepultura.
3. FORMA
Había sido excavado en la peña (Mt.
27, 60; Me. 15, 46; Le. 23, 53) , a manera
de pequeña cueva con dos cámaras que
comunicaban entre sí por una estrecha
abertura. El hecho de abrir sepulcros en.
la roca viva era costumbre entre los
judíos, mayormente si eran ricos, y se
debía tal vez a una reminiscencia de
los tiempos antiquísimos, cuando los ca-
dáveres eran encerrados en cavernas
(Gén. 23, 9). Dada su forma de cueva,
se comprende fácilmente cómo los dos
endemoniados Gerasenos podían morar
habitualmente dentro de los sepulcros
(Me. 5, 2-5; Le. 8, 7).
Interior del Santo Sepulcro
8
Revista Bíblica
4. CAMARA SEPULCRAL
Era «nuevo», es decir, que ningún di-
funto había sido colocado en él (Mt. 27,
60; Le. 23, 53; Jn. 19, 41). Por consi-
guiente constaba de una sola cámara
sepulcral, puesto que éstas se excava-
ban, una a continuación de otra, a me-
dida que eran necesarias. Por eso, pues-
to que la cámara sepulcral era la pri-
mera (y única) para quien entraba, se
podía ver fácilmente desde fuera dón-
Señor y estaban sentadas frente al se-
pulcro (Mt. 27, 61), permanecerían en
este vestíbulo, quizá en una especie de
bancos de piedra, que, a veces, se deja-
ban alrededor. Desde allí, a través de la
angosta abertura que comunicaba con la
cámara sepulcral, veían el cuerpo de
Cristo amortajado (Le. 23, 55; Jn. 20, 5).
Allí descansarían también, probable-
mente, los centinelas romanos puestos
por los sanhedritas (Mt. 27, 66).
MAQUETA DEL SANTO SEPULCRO
Construida por los alumnos del Seminarlo Concillar de Barcelona
Cámara sepulcral, con Antecámara.
María Magdalena y
el cuerpo amortajado. María de José, llorando
"frente al sepulcro".
(Me. 15, 47 y Mt. 27, 61.)
de estaba colocado el cuerpo antes de
la resurrección (Me. 15, 17) , o los lien-
zos que lo habían envuelto, después de
ella (Jn. 20, 5) . José de Arimatea lo ha-
bía mandado preparar para sí mismo;
puesto que, aunque natural de Arima-
tea (antigua Ramathaim, actualmente
Rentis, al NE. de Lydda) , tenía su re-
sidencia definitiva en Jerusalén, donde
esperaba morir y recibir sepultura.
5. VESTIBULO
Delante del sepulcro propiamente di-
cho, o cámara funeraria, solía haber una
especie de vestíbulo, también excavado
en 'la roca. Podía ser abierto, en forma
de cueva, o cerrado a semejanza de la
cámara interior. Atestigua su existencia
en el sepulcro de Cristo, entre otros, San
Cirilo, obispo de Jerusalén (f 386) . Las
mujeres galileas que acompañaron al
Nuestra’ Señora, con José de Arimatea,
San Juan y Salomé Nlcodemo y criados.
6. ENTRADA AL SEPULCRO
La puerta de comunicación entre am-
bas partes estaba cerrada con una pie-
dra, que era muy grande (Mt. 27, 60;
Me. 16, 4) , de manera que las cinco o
más mujeres que iban hacia el sepulcro
el domingo por la mañana (María de
Magdala/ Juana, María de Santiago, y
otras...: Le. 24, 10) no se creían con
fuerza bastante para apartarla (Me. 16,
3). A veces era redonda, en forma de
muela. Así es natural que fuera en el
sepulcro de José de Arimatea, rico y
noble, y así lo parece indicar el Santo
Evangelio (Mt. 27, 60; 28, 2; Me. 15, 46;
16, 3, 4) . En este caso se hacía rodar por
una ranura practicada en la roca, hasta
que cubriese del todo la entrada, cuya
altura era inferior al diámetro de la
piedra. Dicha ranura se excavaba en de-
clive, descendiendo hacia la puerta, de
Revista Bíblica
9
manera que la piedra rodase fácilmente
haista cerrar la entrada, y no pudiera
ser apartada sino a viva fuerza. Al re-
tirarse se metía parte dentro de una
hendidura practicada oportunamente en
la peña, y era asegurada con una cuña
La entrada era siempre muy pequeña,
y de forma rectangular. Así San Juan
tuvo que agacharse para ver los lienzos
que estaban dentro ( Jn. 20, 5) , como
San Pedro (Le. 24, 12) y María Magda-
lena (Jn. 20, 12).
DIMENSIONES DE LA MAQUETA
Fig. 3. Puerta de acceso a la
cámara sepulcral, con la piedra
apartada.
u otro obstáculo. Los sanhedritas sella-
ron esta piedra. Lo cual harían cruzan-
do por delante una o dos cuerdas, y
adaptándolas a la roca firme con cera,
sobre la cual imprimían el sello que los
orientales isolían llevar co/lgado al cue-
llo (Cant. 8, 6) o en la manoi derecha
(Jer. 22, 24).
Fig. 4. Puerta cerrada y piedra
sellada (v. n.° 6).
7. MANERA DE COLOCAR EL
CADAVER
El difunto, después de ungido y en-
vuelto con lienzos a la usanza judía, era
colocado encima de un banco dentro de
la cámara iriterior. Así dos ángeles pu-
dieron sentarse, uno en el lugar donde
estuvieran los pies, otro en el de la ca-
10
Revista Bíblica
beza. El banco sería sencillamente liso,
o quizá enteramente excavado en forma
de sarcófago (cosa poco frecuente en-
tonces en Palestina) , o quizá un término
medio. Puede ser que tuviera encima
una especie de «arcosolio» excavado en
rior serían reducidas, lo estrictamente
necesarias. Según San Modesto (s. vil)
tenía e su tiempo la altura de un hom-
bre regular, más un pie y medio, la an-
chura precisa para pasar un hombre
(además del banco funerario) , y la Ion-
Piedra en que las mujeres ungieron el santo Cuerpo de Jesús
la pared. En otros sepulcros de la época
eran colocados los difuntos también de
otras formas, por ejemplo, en «lóculos»,
no longitudinalmente como en las cata-
cumbas, sino transversalmente como en
los «nichos» de los ceenterios modernos.
8. DIMENSIONES
Las dimensiones de la cámara inte-
gitud suficiente para caber de pie tres
o cuatro personas. El banquillo corres-
pondería a la derecha de quien entraba
(Me. 16, 5?), lo mismo que en la Basí-
lica de Constantino y en la actual.
ISIDRO GOMA.
Prof. de Exégesis del Nuevo
Testamento en el Seminario
Conciliar de Barcelona-
S APIENTI A
REVISTA TOMISTA DE FILOSOFIA (TRIMESTRAL)
Director: OCTAVIO N. DERISI
Trabajos monográficos, notas, textos, comentarios y bibliografía.
Colaboran los mejores tomistas del país y del extranjero.
Dirección: Seminario Mayor “San José”, 24-65 y 66, La Plata (Rep. Arg.).
Administración: Sr. Enrique M. Lagos, Grupo de Editoral. Cat., Viamonte 525,
Buenos Aires. Suscripción anual: $ 10. — Número suelto: $ 3.
Revista Bíblica
11
EL NOMBRE DE DIOS EN LOS
NOMBRES BIBLICOS Y HEBREOS
diferencia de los nombres
babilónicos, que a menudo
constan de tres y más pala-
bras y que por eso tienen
una extraordinaria variedad
de formas, los nombres hebreos, con
muy pocas excepciones, se componen so-
lamente de dos palabras y su estructura
se deja reducir a pocas formas.
En primer lugar tenemos los nombres
compuestos con un genitivo, según el es-
quema: «sustantivo + g.etnitivo», por
ejemplo Abdi-iah (Abdías, profeta) =
siervo de Yahvé. Casi todos estos nom-
bres son de carácter religioso, designan-
do el primer sustantivo al portador del
nombre, al paso que el genitivo designa
a Dios o uno de sus sinónimos.
Otra forma onomástica es: «perfecto
-f- nombre divino », por ejemplo Natan-
el , o a la inversa, El-natan = Dios ha
dado,. Algunos nombres de esta catego-
ría aluden a un hecho pasado, es decir,
a lo que Dios ha regalado. Los nombres
babilónicos suelen indicar el objeto del
verbo, p. ej.: Ea-apla-iddin : (el dios)
Ea ha dado un hijo; Nabu-Kudurri-usur
(Nabucodonosor) : (el dios) Nebo pro-
teja al primogénito'. En los nombres is-
raelitas, empero, hemos de adivinar el
objeto, lo cual no resulta difícil si nos
colocamos en la situación de los padres
que tienen que imponer un nombre;
pues «los hijos son un don de Dios» (Sal-
mo 126- 3) . Esos nombres se refieren con
preferencia, pero no exclusivamente, al
hijo recién nacido.
Los nombres del cuarto grupo no se
distinguen mucho del precedente, por
cuanto su estructura obedece a la fór-
mula: « futuro + nombre divino», p. ej.:
Isma-el = Dios escucha. Hay pocas in-
versiones de palabras en este esquema.
En cada uno de los cuatro grupos en-
contramos nombres abreviados o Inipo-
corísticos. Es un fenómeno bien conoci-
do que los nombres propios se empleen
en forma abreviada, ora por su uso fre-
cuente, ora como expresión de afecto y
cariño. M. Noth insiste, con razón, en
la importancia de este fenómeno, para
evitar que nombres abreviados se inter-
preten como nombres simples. La inter-
pretación de tales nombres supone su
previa reconstrucción. Felizmente es tan
grande el número de antiguos nombres
conservados, que entre ellos aparecen
casi todas las formas posibles de
abreviaciones. Un modo muy simple y
antiguo de abreviar los nombres es la
omisión de uno de los dos elementos:
Natan-el = Natán; Josef-el = Josef; Ja-
cob-el = Jacob. A veces el elemento
que queda, ha sufrido nuevas abrevia-
ciones, recibiendo, en cambio, una desi-
nencia hipocorística, p. ej.: — ai: Zacar-
iah .(Zacarías) = Zacar = Zaccái =
Yahvé se acuerda; Zabad-iah = Zabdái
(Zebedeo) =Yahvé ha dado; Jo-natán =
Jannái (Jannaeus, nombre de un rey
judío, descendiente de los Macabeos, y
de uno de los antepasados de Cristo,
(Luc. 3, 24). Esta derivación del nom-
Dre Jannái parecería inverosímil, pero
es confirmada por una moneda hallada
en las excavaciones de Samaría, que en
un lado trae, en griego, el nombre abre-
viado de este rey, y en el otro, en he-
breo, su forma completa: Jo-natán.
Merece ser mencionada, por lo menos
de paso, la cuestión discutida de la -i-
que muchas veces aparece al final de
la primera parte de los nombres com-
puestos. Pregúntase, si esta -i- es el pro-
nombre sufijo «mi» o una simple vocal
de ligación. Un ejemplo concreto: ¿Sig-
nifica Abi-ram: mi Padre es excelso, o
solamente: el Padre es excelso? Nos gus-
ta más la primera explicación, aunque
en algunos casos esta -i- pueda signifi-
car «mi». Esto es evidente en los si-
guientes ejemplos: Abdi-él no puede tra-
ducirse: «mi siervo es Dios», sino sola-
mente: «siervo de Dios». En otros nom-
bres la -i- es una vocal usada u omiti-
da arbitrariamente. El hijo rebelde de
12
Revista Bíblica
David se llama Absalom y Abisalom ;
el jefe de las tropas de Saúl tiene los
nombres de Abner y Abiner, y a veces
la -i- es sustituida por -u-, como por
ejemplo en el nombre de un rey cana-
neo en las cartas de Amarna (siglo XIV
antes de Cristo) : Abi-vrálki, Abu-milki.
d
El nombre divino que más frecuente-
mente encontramos en los nombres he-
breos es Yahvé, nombre propio del Dios
de Israel, revelado a Moisés. Como ele-
mento componente de nombres va siem-
pre en forma contracta, transformándo-
se al final en -iahu o -iah, en el dialecto
samaritano y en los papiros de Elefan-
tina también en -iáu o - ió , por ejemplo:
Natan-iahu = Natan-iah = Natarv-iáu
— N\atan-ió = Yahvé ha dado. Las ver-
siones griega y latina agregan una de-
sinencia griega: Natanías. Al comienzo
de los nombres propios aparece Yahvé
en la forma de Jeho- o Jo-: Jeho-natán
= Jo-natán — Yahvé ha dado. En al-
gunos pocos casos se transforma en Je-
a fin de evitar la cacofonía o-u: Je-súa,
en vez de Jo-súa (Jesús).
Para designar la divinidad los israe-
litas se servían también de algunos nom-
bres que los cananeos, árameos, feni-
cios y otros pueblos de raza semítica da-
ban a sus dioses: El (Dios), Adán (Se-
ñor), Melek (rey), Baal (Señor), Sur
(Roca). Este último apelativo encuén-
trase también en la nueva versión la-
tina del Salterio: «Quisnam est Deus
praeter Dominum? aut quae petra prae-
ter Deum nostrum? (Salmo 17, 32).
Costumbre muy antigua es la de lla-
mar a Dios Ab = Padre, Ah — herma-
na, pariente, Am = hermano, socio de
la misma tribu. Es muy fácil probar que
estos sustantivos son efectivamente teo-
fóricos, quiere decir que no significan
padre o hermano en sentido natural si-
no que se refieren a Dios. Basten al-
gunos ejemplos: Jo-el = Yahvé es Dios,
Abi-el = (mi) Padre es Dios, Ammi-el
= (mi) hermano es Dios, Jo-nadab =
Yahvé fué generoso, Abi-nadab = (mi)
Padre fué generoso, Ahi-nadab — (mi)
hermano fué generoso, Ammi-nadab =
(mi) hermano fué generoso.
Tal costumbre se hallaba difundida en
todo el mundo semítico y existía ya an-
tes de Israel. Su razón de ser consiste
en que el padre y el hermano mayor,
así como en general los miembros de la
misma tribu, eran los protectores natu-
rales del individuo; pues los lazos de
familia y parentesco han sido siempre
muy estrechos en Oriente. Los antiguos
semitas paganos consideraban al dios de
su tribu, por decirlo así, como padre de
toda la tribu, o hermano por excelencia
de todos los componentes de la misma,
porque el dios de la tribu pertenecía es-
trechamente a la tribu y viceversa. La
tribu le debía culto y sacrificios y el
dios a su vez protección. Estos nombres
se aplicaban a las divinidades respec-
tivas en sentido puramente metafórico,
para expresar la relación entre protec-
tor y protegido, entre el dios y su sier-
vo; por lo cual los israelitas podían dar
los mismos atributos a su Dios, al Dios
verdadero, el cual, por libre beneplá-
cito, se hizo protector especial de Israel.
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Revista Bíblica
13
La Importancia
Je I
as
Cartas Je San PaU.
El Padre de las luces, del cual viene todo don perfecto (Sant- i, 17), nos da
la satisfacción de anunciar la terminación de una obra que por primera vez se ha
realizado en Sudamérica: la traducción de laá Cartas de San Pablo, hecha según el
original griego por el Director de la Revista Bíblica y editada por el Apostolado
Litúrgico del Uruguay, Paysandú 759, Montevideo. La traducción está acompañada
de copiosos comentarios y notas que a veces llenan páginas enteras, de manera que
también las almas sencillas podrán saborear el tesoro espiritual que nos ha dejado
el Apóstol de los Gentiles. Los párrafos que siguen a continuación, forman parte
del prólogo del traductor y dan una idea de la riqueza sin igual de estos documentos
apostólicos-
Abunda en estos últimos tiempos la
literatura sobre San Pablo, sobre todo
la que se refiere con interés biográfico a
la persona misma del Apóstol. Mas para
conocer la portentosa enseñanza de este
«enviado extraordinario» de Jesucristo a
nosotros los gentiles, nada hay mejor
que la lectura de estas catorce Cartas,
ciertamente las más ilustres que han
existido en la humanidad; ilustres, no
ya por la fama que les puedan prestar
los hombres, sino por el contenido de su
sabiduría toda divina.
Cuando tenemos gran interés por al-
guien, sea un amigo nuestro o un perso-
naje célebre, no nos preocupa tanto el
saber dónde nació o cuándo vivió, u otras
circunstancias extrínsecas de su vida,
cuanto el conocer su espíritu, el cual
trasciende a veces de unas pocas pala-
bras o actitudes suyas puestas de relie-
ve por quien supo interpretarlas. Por eso
San Pablo no nos ofrece de Cristo una
biografía historiada, sino que es, por- ex-
celencia, el predicador del Evangelio, no
cesando de proclamar este título y de
gloriarse en él.
Soberano expositor de la Doctrina,
bajo la inspiración del Espíritu Santo
(Juan 14, 26; 16, 12 ss.), él nos mues-
tra más que nadie el alcance de las re-
velaciones hechas por Jesús y saca para
nosotros las consecuencias. Jesús dice,
por ejemplo: «Tanto Dios amó al mun-
do que dió su Hijo único, a fin de que
todo el que cree en El no se pierda sino
que tenga vida eterna» (Juan 3, 16) ; y
San Pablo comenta: «Dios, que es rico
en misericordia por causa del grande
amor suyo con que nos amó, cuando es-
tábamos aún muertos por nuestros pe-
cados, nos vivificó juntamente con Cris-
to — de gracia habéis sido salvados» —
(Ef. 2, 4 s.). «Mas Dios da la evidencia
del amor con que nos ama por cuanto
siendo aún pecadores Cristo murió por
nosotros: mucho más, pues, siendo aho-
ra justificados por su Sangre, seremos
por El salvados de la ira. Pues, si como
enemigos fuimos reconciliados con Dios
por la muerte de su Hijo, mucho más
después de reconciliados seremos salva-
dos por su vida» (Rom. 5, 8 ss.) . «El que
aun a su propio Hijo no perdonó sino
que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo
no nos dará gratuitamente todas las co-
sas con El? (Rom. 8, 32).
Vemos así el carácter eminentemente
sobrenatural de esta predicación y pe-
dagogía paulinas. Lejos de ser un sim-
ple moralista, como lo eran los filósofos
paganos, San Pablo nos muestra, de
parte de su Maestro Jesús — a quien oía
por revelación especial — no sólo los
preceptos sino los móviles de conoci-
miento y amor que llevan a cumplirlos
lá
Revista Bíblica
de veras y con gozo según la norma pre-
ciosísima formulada por el mismo Señor
cuando dijo: «Donde está tu tesoro, allí
estará también tu corazón».
Igualmente nos enseña el Apóstol a
no despreciar las profecías (cf. I Tes. 5,
20; I Cor. 14, 26) y se constituye muchas
veces intérprete de las mismas, dando
admirables luces sobre la trascendencia
mesiánica del Antiguo Testamento, como
por ejemplo cuando señala en Rom. 11,
26 el sentido de la profecía de Isaías (59,
20) , o cuando confirma en Hebr. 8, 8 ss.
ia nueva Alianza prometida en Jer. 31,
31 ss.. o cuando nos descubre los esplen-
dores del triunfo de Cristo, citando el
Salmo 109 en I Cor. 15, 25 ss. y Hebr. 2,
8, etc. Esto sin contar con que, profeta
él mismo, sigue dándonos asombrosas
revelaciones, por ejemplo sobre la su-
misión en que Cristo quedará eterna-
mente respecto de su Padre, después que
el Padre le haya sometido a El todas las
cosas (I Cor. 15, 27 s.).
No menos importante es la doctrina
escatológica de San Pablo al revelarnos,
tanto el aspecto glorioso de nuestra es-
peranza en la Parusía de Cristo (cf. I
Cor. 15, 51 ss.; Filip. 3, 20 s.; I Tes. 4.
16 s.; Tito 2, 13, etc.), cuando al hacer-
nos comprender los anuncios tremenda-
mente trágicos que Jesús formuló para
los últimos días. El Señor reveló, en
efecto, que cuando El vuelva no hallará
la fe en la tierra (Luc. 18, 8) ; que enton-
ces aparecerán muchos falsos profetas y
seducirán a muchos y abundará de tal
manera la iniquidad que el amor de la
mayor parte se enfriará (Mat. 24, 11 s.),
al punto de que aun los escogidos, si po-
sible fuera, serían extraviados (Marc.
13, 22). ¿Cómo puede ser esto?, se pre-
gunta el creyente. Y San Pablo se lo
explica diciéndole que Jesús no ha de
volver sin que primero venga la aposta-
sía y se revele el hombre de pecado hijo
de perdición (el Anticristo) , que llegará
a sentarse en el templo de Dios mostrán-
dose como si fuera Dios y a quien el Se-
ñor Jesús matará con el soplo' de su boca
y destruirá con la manifestación de su
advenimiento (II Tes. 2, 3 ss.).
Cosas de interés tan insuperable para
nuestro destino y el de toda la humani-
dad ¿podrán dejarnos indiferentes al
punto de que sigamos ignorando estos
breves escritos? Baste citar como res-
puesta la opinión de San Juan Crisós-
tomo, según el cual cada cristiano — y
más aún, dice, si es laico, puesto que es
más ignorante — debe releer íntegramen-
te todas las semanas las Cartas de San
Pablo. Agreguemos que quien esto hi-
ciera experimentaría, entre otros, dos
maravillosos efectos. En primer lugar,
notaría con asombro que en cada nueva
lectura encontraba nuevos secretos, des-
cubriendo así, por propia experiencia,
cómo la divina Escritura es un mar sin
orillas, según lo enseña ella misma (cf.
Ecli. 24, 36 ss.). Y luego llegaría a la
inefable felicidad que promete David al
empezar los Salmos, diciendo que será
dichoso el que día y noche la esté medi-
tando (la Palabra de Dios) ; será como
un árbol plantado junto' a ríos de aguas
que a su tiempo dará fruto y cuyas ho-
jas no se marchitan; y todo cuanto hi-
ciere prosperará (S. 1, 1-3).
J. Straubinger.
EL EVANGELIO ES PRINCIPIO, FUERZA
Y FIN DE TODO APOSTOLADO
PAPA XII, entonces Cardenal Pacelli,
3 de Mayo de 1936 al Cardenal
Gomá y Tomás de Toledo.
Revista Bíblica
15
H
c^Clc^ C
1 Pad
I
NO, el Soberano Señor,
que tiene derecho- a toda
nuestra adoración, esa
adoración que nunca le
damos dignamente, por lo
cual no podríamos llegar directamente
a El.
Otro, el aliado nuestro, el confidente
a quien confiamos las barrabasadas que
hacemos contra el primero.
Al uno lo vemos como Señor y Juez
inapelable.
re por e
tjo
“Que nuestra sociedad sea con el Padre
y con su hijo Jesucristo”. - I. Juan 1. 3.
El otro es el abogado, el Salvador,
ante el cual recurrimos por miedo al
Juez... y a nosotros mismos.
Uno, el que siempre tiene razón con-
tra nosotros.
Otro», el que puede y quiere interpo-
ner su influencia para hacernos salir del
paso y justificarnos ante el primero.
El uno es el Padre, el gran Rey. El
otro es su Hijo Jesús, Príncipe influ-
yente para protegernos y recomendar-
nos al Rey, y que, siendo hombre como
nosotros, conoce nuestras debilidades y
nos parece estar más dispuesto a disi-
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BOVER, M. Joseph. — “Novi Testamenti Biblia Graeca et -Latina”, ene. . . . r 28. —
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PRADO-Simón. — “Novum Testamentum” „ 15. —
GRAMATICA, Aloisius. — “Biblia Vulgata”, edito vaticana, ene „ 30. —
COLUNGA-Turrado. — “Biblia Vulgata”, ene. BAC '. „ 24.—
MAOCHI, Luis. — “Nociones de Sagrada Hermenéutica” „ 5. —
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16
Revista Bíblica
miliarias. INDuestra actitud es como si
dijésemos a Jesús lo mismo que los Is-
raelitas a Moisés: «Háblanos tú, y no
nos hable Dios, no sea que muramos».
Hemos, pues, de empezar la vida es-
piritual por entender y vivir el misterio
de la Redención y aprovechar en su in-
finita utilidad la mediación de Jesu-
cristo.
II
Después viene otra «etapa»: ¡Hacia
el Padre!
Porque ocurre que Jesús, el aliado ín-
timo a quien le habremos perdido la
vergüenza, nos habla al fin «abiertamen-
te del Padre» (1), y nos revela al oído
el gran secreto, por el cual nos entera-
mos de que el Soberano Señor y Rey
nos ama tan paternalmente (2) , que to-
das esas blanduras de Jesús, esas tole-
rancias y perdones suyos- que vencie-
ron nuestras timideces y nos hicieron
tomarlo por «cuña» ante el Rey. . . no
eran sino características de ese mismo
Rey, cuyo Nombre es no sólo Dios y Pa-
dre de Jesús, sino también Padre nues-
tro (3) , «Padre de las misericordias y
Dios de toda Consolación» (II Cor. 1).
Descubrimos entonces que Jesús no
es sino el espejo que nos refleja el amor
y la misericordia del Padre, que son sus
perfecciones supremas; es el espejo-
Hombre, hecho para traducirnos a lo
humano, a fin de hacer inteligibles las
maravillas del misterio de Dios (4) , que
son maravillas de amor y de misericor-
dia (5). Entonces comprendemos que
Debemos luchar no contra carne
y sangre, sino contra los principes
y potestades, contra los adalides de
este mundo de Tinieblas, contra
los espíritus malignos en los aires.
Por tanto, tomad la.s armas todas
de Dios, para poder resistir en el
día aciago y sosteneros apercibidos
en todo.
SAN PABLO A LOS EFESIOS (6,
12-13).
el Padre está en Jesús (o mejor dicho:
es en Jesús) y Jesús en el Padre (6), y
que, siendo dos Personas, son un solo
y mismo Dios en la Unidad amorosa del
Espíritu Santo (que es la Persona del
Amor que los une) (7).
Entonces caemos en la cuenta de que
toda la vida humana de Jesús no fué
sino un acto prodigioso y sublime de
amor hacia su Padre; y que lo único que
Jesús quiere es llevamos a ese amor
(8) . Entonces apreciamos, en cuanto nos
es posible, con las luces del Espíritu
Santo, o sea con el mismo Espíritu de
Jesús, (9) la suprema revelación que
El nos hace: que el Padre nos ama lo
mismo que Jesús (10), y que ese amor
del Padre por nosotros es tal, y tan sin
medida, que fué El quien nos mandó a
ese Hijo-Hombre para que nos sirviera
de aliado, de mediador, de escala para
llegar al Padre (11). Y si consideramos
que este Padre nos reveló que en ese
Hijo tiene puesto todo su Corazón (12),
entenderemos algo mejor la inmensi-
dad, la generosidad de este Don, es de-
cir, de esta prueba de amor del Padre,
en la cual se contiene todo el, misterio
infinito de la infinita caridad divina:
«Mirad qué amor nos ha tenido el Pa-
dre, que quiso fuésemos sus hijos... y
nos ha dado al Hijo para que fuese nues-
tra Vida» (13), es decir, el mediador,
el perdonador, el pagador*. . . porque esa
vida que El nos da llevándonos al Padre
le costó a El la muerte! (14).
¿Y cómo fué Jesús capaz de dar la
vida por nosotros? Simplemente por
imitar al Padre que fué capaz de dar-
nos ese Hijo que era toda su vida. Jesús
hizo exactamente lo que su Padre
le dijo (15), o sea lo que el Padre ha-
bría hecho en su lugar: de tal palo, tal
astilla, diríamos en lenguaje humano,
con el agregado de que la divina Persona
del Verbo no era sólo una astilla, pues
recibe del Padre toda la plenitud de la
Divinidad (16).
Entonces, pues, sin que dejáramos de
contar siempre con la mediación de Je-
sús, empezamos a vivir la vida de unión
con el Padre, por Jesús, en Jesús y con
Jesús. La vida de ofrenda, en que cons-
tantemente presentamos al Padre los
méritos y los encantos de ese Hijo que
El nos dió, pues sabemos ya para siem-
Revista Bíblica
17
,/re que no hay ni puede haber obse-
quio que le ae tanta gloria como éste:
una gloria infinita.
III
Apenas necesitamos agregar que,
amando' así al Padre, nuestra vida se
hará semejante a la de Jesús, pues que
todas las virtudes de El procedían de su
amor al Padre. Por El amó a los hom-
bres y especialmente a los pecadores:
porque sabía que el Padre los ama-
ba (17).
Por eso nos dice San Pablo que Cris-
to es el autor y consumador de nuestra
fe (18), porque El es quien nos lleva al
Padre (19). De ahí que si miramos sola-
mente a Cristo como Dios y como único
fin, suprimiendo al Padre, olvidamos el
Misterio de la Trinidad, como si hubiera
una sola Persona divina y como si Cris-
to hubiera venido en su propio Nombre,
cuando El no se cansó de repetir lo con-
trario (20). Y olvidamos también el
Misterio de la Redención atribuyendo a
Cristo el papel del Padre y suprimiendo
su Humanidad santísima, su Mediación
y los méritos de su Oblación ante el Pa-
dre en favor nuestro.
Incurriríamos así en el mismo error
de los quietistas, que predicaban la pura
contemplación del Padre con prescin-
dencia del Verbo encarnado, que es
quien nos ganó el Espíritu Santificador,
y sin el cual no podemos llegar al Pa-
dre.
La perfecta gloria de Dios en sus Tres
divinas Personas consiste especialmente
en atribuir a cada una de Ellas el papel
que tienen y que nos ha sido revelado,
esto es. en que la gloria se tributa al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, o
como reza la doxología de los antiguos
Padres griegos: por el Hijo en el Espí-
ritu Santo.
(1) Juan ió, 23.
(2) Juan 16, 27-
(3) Juan 20, 17.
(4) Hebreos 1, 3.
(5) Efesios 2, 4 s-
(6) Juan 14, 10 s.
(7) Juan 17, 21.
(8) Juan 14, 31-
(9) Gálatas 4, 6.
(10) Juan iq, 25.
(1 1 ) Juan 5, ió-
(12) Mateo 17, 3.
(13) I Juan 3. 1 ! 4, 9-
(14) Romanos 3, io-
(15) Juan 4, 34; 6, 39:
6, 38, 43, 50, 55;
9, 4 ; 8, 29 ; 12, 49 ;
17, 4-
(16) Juan 3, 34 s- ; 5,
18, 26; 6, 58.
(1 7) Juan 10, 17.
(18) Hebreos 12, 2-
(19) Juan 14, 6.
(20) Juan 5, 30, 36, 43;
7, 29; 8, 28.
J. STRAUBIN GER.
18
Revista Bíblica
ASPECTOS
DE —
PALESTINA
Hebron- Tumba del Patriarca Isaac.
Monasterio de las Carmelitas en el Monte Carmelo
Revista Bíblica 19
Tres modos de leer ^
el Evangelio
L Evangelio puede ser leí-
do de tres maneras:
1) En primer lugar se
lo puede leer por encima,
hojeándolo como hacen
los superficiales.
Habréis observado las comitivas de
forasteros, que vienen a Italia a visi-
tar nuestras ciudades y que las agen-
cias de viajes cargan en 'grandes auto-
buses. Son cincuenta o sesenta perso-
nas que dan la vuelta, por ejemplo, a
una ciudad rápidamente. El enorme
coche corre, y ellas miran a derecha e
izquierda. Uno se divierte contemplan-
do esas caras, a menudo tan inteligen-
tes; esos rostros que manifiestan una
sensibilidad tan exquisita en asuntos de
artes, y pasan frente a esos prodigios
del arte, corriendo, sin quedarse siquie-
ra boquiabiertos como los auténticos
campesinos. Y después de una visita en
ese gran coche por una ciudad, son ca-
paces de deciros: «Lo hemos visto to-
do!», mientras vosotros quizá estabais
pensando, sin querer, en los perros del
Nilo, de los que dice Pitágoras que be-
bían el agua corriendo por temor a los
cocodrilos. Con estos apurados contem-
pladores de las bellezas artísticas de
Italia, comparo a los que «devoran»
• — como a ellos les agrada expresarse —
los cuatro Evangelios. No entienden na-
da. Peor todavía: ni siquiera entienden
que no tienden nada. Y tienen el he-
roico coraje de proclamar: «¡También
nosotros hemos leído los Evangelios!»
2) En segundo lugar se puede esco-
ger en las páginas del Evangelio, un
paso, una expresión, un episodio, una
palabra y con el alma preparada se
puede trasplantar una santa idea al pro-
pio corazón.
Como se puede entrar en San Pedro
de Roma, para detenerse frente a una
Por Mons. FRANCISCO OLGIATI
u otra de las innumerables obras de
arte, con las que las generaciones han
enriquecido el máximo templo de la
cristiandad, así puede tener a menudo
una inmensa eficacia la meditación de
un solo versículo del Evangelio. San
Francisco de Asís, que con dos compa-
ñeros atraviesa la gran plaza de Asís,
entra en la iglesia de San Nicolás, abre
el Misal, lee en San Mateo: «Si quieres
ser perfecto, ve, vende todo lo que tie-
nes y dalo a los pobres», y exclama:
«Hermanos, he aquí nuestra vida y
nuestra regla», es un ejemplo luminoso
de este segundo modo de leer el Evan-
gelio. El primer mártir del Instituto
Pontificio de las Misiones Extranjeras,
caído en Oceanía, Dom Mazzucconi,
cuando después de haber entrado al
Instituto, a la mañana siguiente celebró
la Misa y leyó en el Evangelio la amo-
nestación de Jesús: «Quien ama a su
padre y a su madre más que a mí, no
es digno de mí», fué invadido por una
ola de conmoción y comenzó a sollozar.
El nos enseña cómo se lee el Evange-
lio.
Cada palabra del Evangelio es seme-
jante a una ventana cerrada: es nece-
sario acercarse, abrir la ventana, tener
los ojos sanos y bien dispuestos, con-
templar el nuevo horizonte que se nos
presenta frente al alma atenta. Cada
página de estos libros eternos — los más
grandes libros que posee la humani-
dad y que nos brindan el Camino, la
Verdad y la Vida — tendría que ser mi-
rada por nosotros con los mismos sen-
timientos con los cuales nos acercaría-
mos a Jesús, si aún estuviese en este
mundo, como estaba un día en Pales- (*)
(*) Mons. Francesco Olgiati: “La Piedad
Cristiana”; Edit. Difusión, Bs. Aires, 1946.
págs. 294-300.
20
Revista Bíblica
tina: una mirada o una palabra de Je-
sús basta para tocar un alma y sal-
vada.
Todo esto lo tenemos bien sabido, aun-
que no todos lo practicamos. El que
con conciencia pura, con una oración
preparatoria, con santa avidez por las
enseñanzas divinas se acerca al árbol
del Evangelio y recoge nada más que
un solo fruto, esté seguro de que su
vida religiosa, su renovación espiritual
y su progreso moral saldrán muy ga-
nanciosos.
3) Mientras en esto hay un consenti-
miento general, son pocos en cambio
quienes siguen el tercer método en la
lectura del Evangelio; y este punto qui-
siera hacer resaltar yo, porque consti-
tuye uno de los pensamientos principa-
les de mi libro.
Si en cada libro hay una sola idea, o
sea, una sola alma, también los gran-
des libros del Evangelio tienen un fin
particular, una índole especial, una ca-
racterística propia. El Evangelio de San
Mateo no es el de San Marcos, y el de
San Lucas no es el de San Juan. Cada
uno de los cuatro evangelistas se pro-
puso desarrollar un tema muy propio;
cada uno de los Evangelios tiene una
fisonomía individual qué lo distingue de
los otros; y cada Evangelio está así
vivificado por su idea madre, sin la
cual no se conseguiría comprender el
significado y el valor del Evangelio
mismo. En otras palabras, las partes
del libro son una multiplicidad diferen-
te, que por una idea central está con-
tenida en la unidad de la síntesis or-
ganizadora; también los diferentes ver-
sículos y los capítulos de cada Evan-
gelio están inspirados por un único pen-
samiento, que los une en un organismo
admirable. Cada Evangelio nos ofrece
a Jesucristo desde un determinado pun-
to de vista; y es necesario ponerse en
esa posición para comprender a fondo
cada una de las expresiones. La cosa es
fácil de intuir, puesto que el Señor ha
querido inspirar a cuatro evangelistas;
si no hubiese en cada uno de ellos una
nota particular, hubiera bastado un solo
Evangelio. Por lo demás, es también fá-
cil percibir la verdad de cuanto afirma-
mos, abriendo cualquier página de un
evangelista.
Tomemos (y debo limitarme eviden-
temente a rasgos rapidísimos) , el Evan-
gelio de San Mateo, en su principio: Leo:
«Libro de la generación de Jesucris-
to, hijo de Dios, hijo de Abraham. Abra-
ham engendró a Isaac, Isaac engendró
a Jacob, Jacob engendró a Judá, y a
sus hijos. Judá engendró a Farés y a
Zara de Tamar; Farés engendró a Es-
rón, Esrón engendró a Aminadab. ..»
y la nómina se prolonga, mientras yo
comienzo justamente en la primera pá-
gina del primer Evangelio, a confundir-
me. Luego me pregunto: — ¿Qué me inte-
resa el nombre del señor Farés, Esrón,
Naasón, y compañía?
El primer método de lectura del
Evangelio me sugeriría proceder rápi-
damente y seguir adelante; el segundo
no me enseña nada; por lo tanto, uno y
otro tienen que ser completados.
Pongámonos en cambio, a releer aque-
llas líneas con el criterio del tercer mé-
todo. El libro escrito por San Mateo
tiene una única idea principal, que ilu-
mina cada capítulo y cada versículo.
San Mateo compuso su Evangelio en
lengua hebrea, para los hebreos; con
una finalidad precisa: quería demostrar
que Jesús es el Mesías preanrundado por
los Profetas; las profecías prueban la
Mesianidad de Cristo.
Para desarrollar esta doctrina, es na-
tural que San Mateo deba aludir con-
tinuamente a los antiguos vaticinios; ci-
tará así más de 70 pasos del Antiguo
Testamento (a diferencia de San Mar-
cos que cita 18, San Lucas 19 y San
Juan 12) ; aquí y allá nos repetirá las
frases que le agradan y que ahora com-
prendemos («como'fué escrito*», o si
no: «para que se cumpliese cuanto fué
dicho por el Señor por boca del Pro-
feta») ; hablará largamente del reino
mesiánico para combatir las malas in-
terpretaciones del pueblo hebreo, e ini-
ciará el Evangelio con la genealogía de
Jesús para mostrar como en El se han
verificdo Ls profecías, según las cuales
el Mesías nacería de la estirpe de Abra-
ham y de la descendencia de David. San
Mateo, releído a la luz de este único
pensamiento inspirador, es luminosa-
mente claro.
Permítaseme otro ejemplo. En el
Evangelio de San Marcos son numero-
Revista Bíblica
21
sísimas las narraciones de endemonia-
dos. Desde el capítulo I, en el que Je-
sús libra en Cafarnaum a un hombre
poseído por un espíritu inmundo y en el
que también se cuenta cómo el Maes-
tro «iba 'predicando en las Sinagogas,
y por toda la Galilea y echaba los de-
monios», hasta el capítulo III en el cual
concede a los Doce el poder de librar a
los endemoniados; desde el capítulo Y
que describe largamente la escena del
endemoniado de Gerasa y de la piara de
dos mil cerdos, que son poseídos por los
espíritus y se lanzan al mar, hasta los
capítulos sucesivos, se suceden episo-
dios, dichos y hechos relativos a tales
posesiones diabólicas.
Según las normas del tercer método
para leer el Evngelio, busco la única
idea inspiradora- de San Marcos; y la
encuentro en esto: que Marcos, discí-
pulo de Pedro, escribiendo en Roma
para los romanos y para los étnico-cris-
tianos, quiere demostrar la divinidad
de Jesucristo y de su doctrina, me-
diante los milagros realizados por el Re-
dentor. Jesús es siempre el centro del
Evangelio; pero, a diferencia del Evan-
gelio de San Mateo, dirigido a quienes
conocían bien el Antiguo Testamento y
las profecías, Jesús es contemplado aquí
desde otro punto de vista que puede
ser mejor comprendido por los paganos
convertidos. La prueba de la divinidad
de Cristo detóa conducir al Evangelis-
a darnos «El Evangelio de los milagros»
y a elegir aquellos prodigios realizados
por Jesús, que indican su absoluto do-
minio: a) sobre la naturaleza; b) so-
bre el hombre (enfermedades y muer-
te,; c) sobre los espíritus. Si Jesús es
Dios, cada y cualquier grado de la rea-
lidad le debe -estar sometido; y así es:
todos estos pasos relativos a los endemo-
niados son una parte esencial del se-
gundo Evangelio.
Y podríamos proseguir mostrando có-
mo San Lucas está todo- invadido por
otro pensamiento que forma el alma de
su Evangelio de la misericordia, o sea
que Jesucristo es la salud de todos, he-
breos y gentiles y que San Juan sigue
por otro camino:
A diferencia de los otros Evangelis-
tas, que parten de la tierra para llegar
al cielo, o sea que van de la humanidad
a la divinidad de Cristo; a -diferencia de
San Mateo, que comienza su Evangelio
con la genealogía de Jesús en la tierra
para cerrarlo con la Trinidad: «Id y
enseñad a todas las gentes, bautizándo-
las en el nombre del Padre, del Hijo y
del Espíritu Santo», San Juan -parte de
la Trinidad, porque nos describe a Je-
sús desde él punto de vista de su divini-
dad.
Por lo tanto, desde los primeros ver-
sículos, nos habla del Verbo, que es el
Unigénito del Padre; y el Verbo se en-
carna, y sobre El desciende el Espí-
ritu Santo.
Procedamos así con todo su Evange-
lio y lleguemos, entre otras cosas, al
discurso de la última Cena, en -la que
Jesús enseña a los Apóstoles, y a to-
dos aquellos que creerán a través de
los siglos, de qué manera se vive se-
gún el gran misterio de la Trinidad.
Como el Hijo está en el Padre, en la
unidad con el Espíritu Santo, así los
discípulos deben vivir en Cristo y con
Cristo, estar unidos al Padre, mediante
el amor sobrenatural del Espíritu San-
to. Cuando -el Espíritu Santo «habite
con vosotros y esté en vosotros», «en
aquel día conoceréis que yo estoy en mi
Padre, y vosotros en mí, como yo en
vosotros. . . Yo soy la vid, vosotros, los
sarmientos . . . Padre, que todos sean
uno, como tú estás en mí y yo en ti: que
también ellos sean uno en nosotros. . .
Que sean perfectos en la unidad».
Leídos los Evangelios con este méto-
do, se aclaran diversos puntos. No 'sólo
se consigue comprenderlos mejor y pe-
netrar más profundamente en -el pen-
samiento de los escritores inspirados,
sino que se ve con claridad el porqué
de los diversos Evangelios.
El primero nos habla del Mesías y de
las profecías; el segundo de la Divini-
dad de Jesús probada por los milagros;
el tercero de la salud del mundo ope-
rada por Cristo; el cuarto del Verbo
Encarnado, estudiado sobre todo en re-
lación con las otras divinas Personas.
San Mateo hace resaltar la voz de la
historia precedente a Jesús, que grita:
«He aquí el Mesías’; San Marcos nos
da la historia de Jesús,, que con sus
prodigios nos indica ser el Dios descen-
dido del cielo; San Lucas ilumina en
22
Revista Bíblica
A Ucwis <U ía diUia
S. MATEO 20, 25:
¡No así entre vosotros! (cfr. Maro. 10,
42; Luc. 22, 25 ss). Admirable lección de
apostolado es ésta que concuerda con
la de Luc. 9, 50 (cfr. la conducta de
Moisés en Núm. 11, 26-29), y nos en-
seña. ante todo, que no siendo nuestra
misión como la del César (23, 17), no
hemos de ser dominantes ni querer im-
poner la fe a la fuerza por el hecho de
ser una cosa buena (cfr. Cant. 3, 5; II
Cor. 1, 23; 6, 3 ss; I Tes. 2, 11; I Tim. 3,
8; II Tim. 2, 4; I Pedro. 5, 2 s; I Cor. 4.
13, etc.), como que la semilla de la Pa-
labra se da para que sea libremente
aceptada o rechazada (Mat. 13, 3). Por
eso 'los Apóstoles, cuando no eran acep-
tados en un lugar, debían retirarse a
otro (10, 14 s y 12; Hech. 13, 51; 18, 6)
sin empeñarse en dar «el pan a los pe-
rros» (7, 6). Pero al mismo tiempo, y
sin duda por eso mismo, se nos enseña
aquí el sublime poder del apostolado,
pues sin armas ni recursos humanos de
ninguna especie (10, 9 s. y nota), con la
función de Jesús, la historia de la sa-
lud y de la conversión del mundo; San
Juan canta la historia de los siglos
eternos, en los cuales Jesús es siempre
el centro.
La apologética se inspirará en San
Mateo, para probar la divinidad de Cris-
to por las profecías; en San Marcos,
cuando apele para el mismo fin, a los
milagros; en San Lucas, para buscar y
obtener en la propagación del Cristia-
nismo otro motivo de credibilidad.
La teología católica saludará como a
su gran lumbrera al discípulo predilec-
to. Y frente a las tentativas de los ra-
cionalistas modernos, que quisieran
eliminar el milagro y lo sobrenatural
del Evangelio, para conservar únicamen-
te la enseñanza moral, como si fuese
posible tener el fruto sin la planta, po-
demos observar que el racionalismo re-
chaza precisamente lo que es el alma
de cada Evangelio y la idea central.
sola eficacia de las Palabras de Jesús y
su gracia; aún «sobre los tejados» o des-
de las catacumbas, consigue que no cier-
tamente todos — ‘porque el mundo está
dado al Maligno (I Juan 5, 19) y Jesús
no rogó por él (Juan 17, 9) — . pero sí
la tierra que libremente acepta la semi-
lla, dé fruto al 30, al 60 y al 100 por uno
(13, 23; Hech. 2. 41; 13/48, etc.)
d
SANTIAGO, 2, 3:
Esta lección contra la acepción de per-
sonas nos hace ver uno de los abismos
de mezquindad que hay en nuestro co-
razón, movido siempre por estímulos
que no son según el espíritu sino según
la carne. Damos gustosos cuando nos se-
duce el atractivo de la belleza, de la
simpatía, de la cultura, inteligencia, po-
sición, etc., o sea, cuando de lo que da-
mos esperamos algo que sea para nos-
otros deleite o ventaja o estima o aplau-
so o afecto. Jesús nos enseña no sólo a
dar sin esperar nada, a amar y a hacer
bien a nuestros enemigos (Luc. 6, 35),
sino que nos describe la ventaja que hay
en convidar especialmente, no a amigos,
parientes y ricos, sino a pobres, lisiados,
etc. (Luc. 14. 12 ss), no ya sólo porque
ésos son lógicamente los que necesitan
misericordia, sino también porque en
eso está la gran recompensa que «en la
resurrección de los justos» (Luc. 14, 14)
dará el Padre a los que son como El, pro-
digándonos la misericordia según la ha-
yamos usado con los demás (Mat. 7, 2 y
nota) , y la misericordia está en dar no
según los méritos — que sólo Dios co-
noce (Mat. 7, 1) — sino según la necesi-
dad. «Señor — escribía un alma humil-
de— no me extraño ni me escandalizo
de no saber cumplir tu sublime Sermón
de la Montaña, sé que mi corazón es
fundamentalmente malo. Pero Tú pue-
des hacer que lo cumpla en la medida
de tu agrado, que es la voluntad del Pa-
dre, dándome el Espíritu que necesito
para ello: tu Santo Espíritu que con-
quistaste con tus infinitos méritos»
(Cfr. Luc. 11, 13 y nota).
Revista Bíblica
23
SAN LUCAS, 7, 6:
No soy digno. Las palabras del centu-
rión: «no soy digno de que entres bajo
mi techo», sirven para recordar, antes
de la Comunión, que no somos, ni sere-
mos nunca, dignos de la unión con Jesús.
Pero antes le hemos dicho, en la Misa,
que El es el Cordero divino que lleva
sobre Sí los pecados del mundo, como
dijo Juan precisamente cuando «lo vió
venir hacia él» (Juan 1, 29). El mismo
Jesús se encargó de enseñarnos que no
vino a encontrar justos sino pecadores,
y que, como figura del Padre celestial,
el padre del hijo pródigo corrió al en-
cuentro de éste para abrazarlo, vestirlo
y darle un banquete; y que si tenemos
mucha deuda para ser perdonada ama-
remos más, pues «aquel a quien menos
se le perdona, menos ama» (Luc. 7, 47).
P
SAN MATEO 24, 32:
El árbol de la Inigueja (Luc. 21, 29) es
figura de Israel según la carne (21, 19;
Marc. 11, 13), a quien se dió un plazo
(Luc. 13, 8) para que antes de la des-
trucción de Jerusalén creyese en el Cris,
to resucitado que le predicaron los Após-
toles (cfr. Hebr. 8, 4 y nota) . Pero en-
tonces no dió fruto y fué abandonado
como pueblo de Dios. Cuando empiece
a mostrar signos precursores del fruto
sabremos que El está cerca. Las. gran-
des persecuciones que últimamente han
sufrido los judíos (cfr. Zae. 13, 8; Ez. 5„
1-13) , los casos singulares de conver-
sión, la vuelta a Palestina y al idioma
hebreo, etc., bien podrían ser esas se-
ñales, que no hemos de mirar con indi-
ferencia. Véase Luc. 21, 28.
P
SAN MATEO 13, 33:
Escondió: San Crisóstomo y otros ha-
cen notar que no se dice simplemente
que «puso» sino que lo hizo en forma
que quedara oculta. Según suele expli-
carse, la mujer simbolizaría a la Igle-
sia; la levadura, la Palabra de Dios; la
harina, a los hombres, de manera que
así como la levadura va fermentando
gradualmente la harina, así la fe iría
compenetrando no solamente todo el ser
de cada hombre, sino también a toda la
humanidad. Pero las interpretaciones
difieren mucho en este pasaje que San
Jerónimo llama discurso enigmático de
explicación dudosa, siendo por tanto és-
ta una de esas «muchas y gravísimas co-
sas en cuya discusión y explicación se
puede y debe ejercer libremente la agu-
deza e ingenio de los intérpretes católi-
cos» (Pío II) . San Agustín opina que la
mujer representa la sabiduría; San Je-
rónimo, la predicación de los Apóstoles
o bien la Iglesia formada de diferentes
naciones. Según San Crisóstomo, la le-
vadura son los cristianos, que cambia-
rán el mundo entero; según Rábano
Mauro, es la caridad, que va comuni-
cando su perfección al alma toda en-
tera, empezando en esta vida y acaban-
do en la otra; según San Jerónimo, es
la inteligencia de las Escrituras; según
otros, es el mismo Jesús. Las tres medi-
das de harina que, según San Crisósto-
mo, significan una gran cantidad inde-
terminada, según San Agustín represen-
tan el corazón, el alma y el espíritu (22,
37) , o bien las tres cosechas de ciento, de
sesenta y de treinta (v. 23) , o bien los
tres hombres justos de -que habla Eze-
quiel: Nloé, Daniel y Job- (Ez. 14, 14) ;
según San Jerónimo, podrían ser tam-
bién las tres partes del alma que se
leen en Platón: la razonable, la irascible
y la concupiscible; según -otros, sería la
creencia en el Padre, en el Hijo y en el
Espíritu Santo; según otros, la Ley, los
Profetas y el Evangelio; según otros,
las naciones salidas de S-ern, de Cam y
Ja-fet. Santo Tomás trae a este respecto
una observación de San Hilario, según
el -cual «aunque todas las naciones ha-
yan sido llamadas al Evangelio, no s-e
puede decir que Jesucristo haya estado
en ellas «escondido», sino manifiesto, ni
tampoco puede decirse que haya fer-
mentado toda la ¡masa». Por eso convie-
ne buscar la solución de otra manera. Fi-
1-lion hace notar que la levadura es
mencionada en otros pasajes como sím-
bolo de -corrupción, sea de la doctrina,
sea de las costumbres, (16, 6 y 12; I Cor.
5, 6 ss; Gal. 5, 9; cfr. Ag. 2, 11 ss), y
Cornelio a Lapide explica por qué lo
fermentado estaba prohibido, tanto en
los sacrificios como en la Pascua (Ex.
12, 15; 13, 7; Lev. 2, 11; 6, 17; 10, 12, etc.)
2á
Revista Bíblica
y expresa que por levadura se entiende
la malicia, significando místicamente vi-
cio y astucia. Añade que la levadura de
los fariseos mataba las almas y que Cris-
to manda a los suyos cuidarse de esto, no
en cuanto enseñaban la Ley, sino en
cuanto la viciaban con sus vanas tradi-
ciones. No faltan expositores que pre-
fieren aquí este sentido, por su coinci-
dencia con la Parábola de la cizaña que
va a continuación. Cfr. Luc. 13, 21 y
nota.
P
SAN LUCAS 4, 6:
Podría decirse que Satanás, «padre de
la mentira» (Juan 8, 44) , habla aquí co-
mo impostor al atribuirse frente a Cris-
to un dominio que precisamente le está
reservado a Jesús (Mat. 28, 18; S. 2, 8;
71, 8 ss; Dan. 7, 14, etc.). Debe obser-
varse, sin embargo, que aquí no se alu-
de ni a ese reino de Jesucristo, que no
tendrá fin, ni tampoco al dominio sobre
la naturaleza, que evidentemente perte-
nece a Dios (cfr. S. 103 y notas) y del
cual nos enseña Jeremías que ni los mis-
mos cielos pueden producir la lluvia sin
una orden Suya (Jer. 14, 22) ; se trata
más bien del imperio de la mundanidad.
con sus glorias y «sus pompas», a las
cuales renunciamos en el Bautismo, es
decir, del mundo con sus prestigios, cu-
yo príncipe eis efectivamente Satanás
(Juan 12, 31; I Juan 2, 15; 5, 19) me-
diante sus agentes (cf. 22, 53; Juan 18,
36). Tal es el mundo que odia necesia-
mente a Cristo (Juan 7, 7; 15, 18 s),
aunque a veces haga profesión de estar
con El (véase Mat. 7, 22 s; II Cor. 11, 13
s y nota) . Sobre ese mundo adquirió Sa-
tanás, con la victoria sobre Adán, un
dominio verdadero (cfr. Sab. 2, 24 y
nota) , del cual sólo se libran los que re-
nacen de lo alto (Juan 3, 3; Col. 1, 13),
aplicándose la Redención de Cristo me-
diante la fe viva que obra por la cari-
dad (Gál. 5, 6). A ésos llama Jesús, di-
rigiéndose al Padre, «los que Tú me dis-
te» (Juan 17, 2) , y dice que ellos están
apartados del mundo (ibid 6) , y decla-
ra expresamente que no ruega por el
mundo, sino sólo por aquéllos (ibid 9)
que no son del mundo, antes bien son
odiados por el mundo (ibid 14).
J. S.
Revista Bíblica
25
|a escritura
SOBRE EL PECHO
Y EN EL CORAZON
ATIO sus alas el Espíritu de
Dios, allá en los lejanos al-
bores de la humanidad, y
se posó suavemente sobre
varones elegidos «ab aeter-
no» para trasmitir al mundo el soplo
inspirador del Omnisciente.
Moisés, Samuel, David, Salomón, la
serie de los Profetas y Evangelistas,
San Pablo, San Juan y cada uno de los
hagiógrafos experimentaron en sí una
moción del Espíritu Santo, que los im-
pelió — unas veces directa, otras indi-
rectamente— a escribir páginas áureas
cantando las misericordias sin límites
de Dios, ante la incomprensible ingra-
titud de los hombres.
En la primera palabra del Génesis
arranca la cadena de oro de la inspi-
ración que, uniendo a todos los escri-
tores sagrados, llega ininterrumpida
hasta el Amén final del Apocalipsis,
abarcando un período de cuatro mil
años.
Cuatro mil años en que las generacio-
nes se sucedieron; las ideologías cam-
biaron; y se desplomaron, al conjuro de
los siglos, las más firmes instituciones
humanas.
Sólo la Palabra Divina, que dura eter-
namente (Is. 40, 8) , se conservó integé-
rrima para perpetua enseñanza de los
hombres, formándose el libro de los li-
bros: la Biblia.
¡Gran obra! ¡Obra de Dios!
El Verbo, resplandor de la luz eterna
(Sab. 7, 26), se hizo así manjar de la
inteligencia humana, a fin de que, con-
fortados con él, pudiéramos más fácil-
mente superar las pruebas del destierro
presente, y hacernos dignos de sentáro-
nos a la mesa del Cordero en las nup-
cias de la gloria.
Pero ¡ay! la Palabra de Dios, que pu-
rifica los corazones (Juan 15, 3) y pre-
para el alma a recibir la fe justifican-
te (Rom. 10, 4 y 17), fué relegada al
olvido por una buena parte de los hom-
bres y, como consecuencia, se llegó a la
ignorancia más crasa de Cristo y del Pa-
dre (Juan 17, 25) .
Es la que hoy impera en el mundo.
¡Qué distancia media entre los cris-
tianos modernos, y los de los primeros
siglos de la Iglesia!
Estos, compartiendo los sentimientos
de Pedro cuando exclamó: Señor, ¿a
quién iremos? ¡Tú tienes palabras de vi-
da eterna! (Juan 6, 69) , tenían en tanto
aprecio la Escritura que solían condu-
cirla con solemnidad en las procesio-
nes, y hasta llevaban algunos pasajes
sobre el pecho a modo, de relicario: pia-
dosa y loabilísima costumbre que aun
perpetúan los miembros de una Congre-
gación Religiosa.
Por el contrario, muchos cristianos de
nuestro siglo no saben siquiera qué es
la Biblia. San Juan Crisóstomo, que ya
en su tiempo lamentaba el descuido de
la lectura de las Epístolas de San Pa-
blo, debería hoy repetir su queja al com-
probar dolorosamente que el olvido, la
ignorancia y la incuria de los cristianos
de hoy supera a la que mostraban los
de su tiempo. Porque, como bien hizo
notar alguien (Ofr. «Revista Bíblica»,
Año II, N? 6) , ¡hoy nos topamos con
muchos, malamente llamados cristianos,
a los cuales preciso será decirles que
existió un San Pablo, y que el tal San
Pablo escribió varias Epístolas que hoy
se encuentran reunidas en un libro gran-
de llamada Biblia! . . .
Si la Palabra de Dios acrisolada en el
fuego es escudo para los que en El con-
fían (Prov. 30, 5) , antorcha para los pies
y luz para la senda (S. 118, 117); hay
que confesar que en su desconocimiento
y abandono estriba, en gran parte, el
que tantos tropiecen y sucumban en la
lucha espiritual. Y no es ésta una doc-
trina nueva, porque hace la friolera de
quince siglos que la predicó San Juan
Crisóstomo. «La verdadera causa de
nuestros males — decía el Patriarca de
26
Revista Bíblica
Constantinopla — es la ignorancia de la
Palabra de Dios» (Hom. 9, in C. 2 ad
Col.).
Es pues, necesario que el pueblo, cris-
tiano torne a saciar su sed de verdad y
sabiduría en esta fuente de aguas vi-
vas. Es preciso que la Sagrada Escritu-
ra vuelva a tenerse en la estimación en
que la tenían los primeros cristianos.
Que la consideración de las enseñanzas
divinas contenidas en la Biblia torne a
ser el manjar cotidiano de las almas
hambrientas y sedientas de justicia. Que
el discípulo de Cristo no se gloríe ya de
otra cosa que de conocer a Dios y al
Verbo de Dios (Jer. 9, 23). Que su afán
sea, mediante la Palabra, latente en las
escrituras, llegar a la posesión de la sa-
biduría divina que se deja hallar de los
que la buscan (Sa’b. 6, 13), y se brinda
espontáneamente a los que son dignos
de poseerla (Id., 17). ¿No dijo esta mis-
ma Sabiduría que todas sus delicias eran
estar con los hijos de los hombres?
(Prov. 8, 31). Entonces se cumplirá la
palabra escrita: Quien me hallare, ha-
llará la vida, y alcanzará del Señor la
salvación (Ibid. 35).
Pero, por otra parte, sabemos que «nil
volitum, quin praecognitum»: No se
amará la Biblia, mientras no se la co-
nozca.
Un ideal hay que perseguir, entonces:
Que la Palabra de Dios llegue a TODOS,
y sea de TODOS conocida.
Cada uno ha de tener su parte en
esta empresa porque todos podemos y
debemos contribuir a la realización de
este anhelo.
¿De qué manera?
En general, apoyando con nuestras
oraciones los apostolados bíblicos popu-
lares.
En particular: el sacerdote, practican-
do el consejo del Apóstol: «Predica la
Palabra, insiste con ocasión y sin ella»
(II Tim. 4, 2) ; el exégeta, comentán-
dola científicamente; el escritor, popu-
larizando esta enseñanza; el maestro,
inculcando en los discípulos el amor a
la palabra de Dios; el confesor, rece-
tando su lectura como poderoso antído-
to contra los males del espíritu, o. dán-
dola como satisfacción sacramental a los
penitentes; el acaudalado, disponiendo
de sus riquezas para una más amplia
divulgación de este Tesoro celestial; el
editor, finalmente, ofreciendo al públi-
co nuevos opúsculos de exégesis, o edi-
tando a precio económico el mismo Li-
bro de la Verdad.
Sí, esto especialmente es lo que urge
ahora: ediciones económicas de la San-
ta Biblia; que de nada valdría predicar
la necesidad de meditarla, si por el ele-
vado costo se volviese inaccesible a la
inmensa mayoría de los fieles.
He aquí, pues, un punto importantí-
simo en materia de difusión de la Di-
vina Palabra: la Santa Biblia al alcan-
ce de todos los individuos, de todas las
familias, de toda la sociedad.
Una Biblia así, popular en el sentido
de barata, al par que editada cuidado-
samente bajo todos los aspectos, es lo
que para muchos ha constituido hasta
hoy un verdadero ideal. Y si aun no po-
demos afirmar que este ideal se haya
convertido en realidad, podemos sí anun-
ciar que la Pía Sociedad de San Pablo
de Florida (Buenos Aires), está empe-
ñada actualmente en la edición popular
de ambos Testamentos, según la traduc-
ción de Torres Amat.
Sean dadas por ello infinitas gracias
al Padre de las misericordias y Dios de
toda consolación, porque así veremos
acercarse siempre más el día venturoso
en que todos los fieles vuelvan a llevar
con honor las Sagradas Escrituras sobre
el pecho y, sobre todo, en el corazón,
por el amor y meditación constante de
los Libros Santos.
Pablo M. LUCH1NO. S. S. P.
Haced, pues, todas las cosas sin
murmuraciones ni perplejidades,
para que seáis irreprensibles y sen.
cilios hijos de Dios, sin tacha en
medio de una nación d pr avada y
perversa, en donde resplandecéis
como lumbreras del mundo, con-
servando la palabra de vida po,ra
que yo mié gloríe en el día de Cris-
to de q ur-. no he corrido en balde
ni en balde he trabajado.
SAN PABLO A LOS FILIPENSES
(2, 14-16).
Revista Bíblica
27
III DE CUARESMA
(S. Lucas 11, 14-28)
EL DON DE LA LENGUA
El Evangelio narra el lanzamiento de un
demonio, el cual era mudo. Sí, hay una mu-
dez diabólica. También hoy día no es rara.
Hay una mudez para con Dios, y una mudez
para con las necesidades extremas del pue-
blo. Jesús considera tan mala aquella mudez,
que dice: “El que no está conmigo, está
contra Mí, y el que no recoge conmigo, des-
parrama’. Nadie ha de quedar mudo ni con
Dios, ni tampoco con sus semejantes, por-
que “la muerte y la vida están en poder de
la lengua”. (Prov. 18, 21).
I. Debemos hablar con Dios. — El órgano
de hablar es una obra maestra del Señor que
supera a todos los instrumentos de música,
pues puede expresar todos los sentimientos
del hombre con igual perfección: alegría y
dolor; la pasión vehemente como la quietud
paciente e imperturbable. De modo que la
voz humana por sí sola anuncia Ha sabiduría
y el poder de Dios.
a) El hombre hace de ella el mejor uso,
cuando la levanta hacia el cielo en la ora-
ción. Hasta el pecador y publicano que reza
humildemente en un rincón del templo o el
buen ladrón que impulsado por una última es-
peranza prorrumpa en un > “Señor, acuérdate
de mi en tu Reino”, son para Dios un “pla-
cer”, que mueve su corazón a la misericordia
Y ¡ cuánto más, si centenares de personas
se reúnen en el templo para hacer oración
en voz alta, unidas al párroco, rezando oracio-
nes que vienen del cielo como las de la San-
ta Misa y los Salmos.
h) El hombre no sólo ha de hablar con
Dios, sino también de El. En esto Jesús mis-
mo nos da ejemplo insuperado Hablaba a los
hombres de su Padre de tal manera que se ol-
vidaron de comer y le seguían días enteros pa-
ra escucharle. El mismo encargo les dió a
sus apóstoles cuando dijo: “Id y enseñad a
todas las naciones'”. Ellos vieron en la pre-
dicación del Evangelio su misión más alta,
por lo cual para las tareas administrativas y
la atención de las organizaciones sociales
nombraron diáconos. En el apostolado de la
Palabra Divina que hace conocer a Dios, pue-
den y deben participar todos sin excepción.
Como el Sacerdote lo debe cumplir en el púl-
pito, así el maestro en la escuela, el escri-
tor en la prensa, el padre en su hogar, el di-
rigente en su organización. Es de lamentar
que muy pocos todavía comprendan que su ac-
ción debe ser también en el uso de la lengua
una “acción católica”.
II. El uso de la lengua tiene suma impor-
tancia en las relaciones con el prójimo. Lo su-
braya el apóstol diciendo: “Con la. lengua
bendecimos a Dios Padre, y con la misma mal-
decimos a los hombres¡, los cuales son formados
a semejanza de Dios. De una misma boda sa-
le la bendición y la maldición. No conviene
que esto sea así, hermanos míos (Sant. 3, 9s.).
Lo mismo nos dice también San Pablo en la
Epístola de hoy: “Sed imitadores de Dios
como hijos muy amados... por tanto, lo for-
nicación y toda clase de- impureza o avaricia,
ni se nombre entre vosotros; ni palabras tor-
pes y necias, ni truhanerías ni bufonadas, lo
cual desdice. . . nadie os engañe con palabras
vanas; pues por tales cosas viene la ira de
Dios sobre los incrédulos” (Ef. 5, 1-9).
No es fácil evitar todas las palabras ofensi-
sivas. Pero deberíamos esforzarnos para ha-
cerlo. La relalidad es que hacemos sufrir a
nuestros seres más queridos: padre, madre, es-
poso, esposa, hermanos, hermanas. A la gen-
te ajenia se trata con cortesía, pero en casa
O
28
Revista Bíblica
muchos sueltan las riendas que deben fre-
nar el carácter. Del uso de la lengua depen-
de la paz, la paz para con Dios y la paz pa-
ra con los hombres. Amén
IV DE CUARESMA
(San Juan 6, 1-15)
ALEGRIA Y VIDA
I En medio de Cuaresma, Jerusalén — la Igle-
sia— , hoy se alegra y consuela.
1. . Alegría. Su símbolo es la rosa. Antigua-
mente se llevaban en este día las primeras al
templo, por lo cual también el sacerdote pue-
de usar el color rosado en los ornamentos.
Esto quiere indicar la alegría procedente de la
Pascua cercana, que traerá resurrección y
nueva vida. Por eso no estemos tristes, al con-
trario, alegrémonos, pues nos hemos purifi-
cado y castigado nuestro cuerpo por el ayuno
y lia abstinencia. Al haberlo hecho, nos da mo-
tivo para alegrarnos y esperar muchas gra-
cias pascuales, como el agricultor que ha la-
brado bien su tierra, espera una buena cose-
cha. El Evangelio narra la multiplicación de
los panes. Este milagro continúa entre nos-
otros de doble manera :
En los campos, Dios hace crecer los ali-
mentos; y en las Iglesias está puesta la me-
sa con el pan celestial,, la Comunión pascual.
Hoy bendice el Papa una rosa de oro, que
es símbolo de Cristo. Su metal noble y su
brillo alude a la divinidad de Cristo y su Rea-
leza sobre toda la creación y el perfume fra-
gante que la envuelve, recuerda el homenaje
que los santos Reyes han rendido al Niño-Rey,
con los dones de oro y esencias
¿ Cómo has pasado Cuaresma hasta el domin-
go de hoy? ¿Puedes alegrarte por haber lim-
piado el campo de tu alma de las malezas?
¿Por haber ablandado la tierra de tu natura-
leza, tu cuerpo, por el ayuno y la peniten-
cia para la siembra de la palabra divina que
te promete una nueva vida? ¿Has llevado ya
a la Iglesia la rosa de tu amor, flor de tu
fe, que te dan bien fundadas esperanzas para
gozar de las fragancias de una gloriosa re-
surrección? ¿Te has preparado para el mila-
gro del pan, la Comunión Pascual y saciado
el hambre de tu alma... hambre de alegría y
vida eterna?
11. . Vida verdadera. “Tal alegría es una ro-
sa, que no crece en todo lugar; jjrecisa sol y
lluvia, precisa su hogar’ ’. Su hogar es la re-
ligión; Muchos ven en la religión una prisión
para la libertad del hombre. En realidad la
libertad consiste en vivir de Dios, como un
niño vive de su Padre, como la flor vive de
la tierra. En el mejor de los casos, los libre-
pensadores, que se toman la libertad de pensar
acerca de las cuestiones esenciales de la vida
en forma falsa, la admiten como una especie
de “casa de corrección” para la humanidad.
En su concepto, la Religión se resume en una
serie de preceptos y prohibiciones: harás...
y no harás. . . Pero la Religión de Cristo es
mucho más. Es nada menos que una nueva
vida que vence la muerte y dura eternamente.
Es Vida que viene de Dios y es mantenida
por Dios. Esta es la esencia de la religión
como la fragancia es la esencia de la rosa.
El pecado ataca al hombre como una en-
fermedad y como una fiebre maligna que le
devora; por eso Dios le ha dado al hombre un
remedio infalible, un alimento tan tonifican-
te que el pecado no le puede dañar, y es su
propia Carne y Sangre, que le da en el ban-
quete eucarístico. “El que no la come... no
tendrá vida en sí”.
Por lo visto : muchos motivos tenemos pa-
ra tomar parte en la alegría de la Iglesia el
domingo de hoy, si de veras hasta ahora he-
mos vivido el espíritu de Cuaresma. Entonces
podemos rezar: “Me alegré cuando se me
dijo: Iremos a la casa del Señor; gozaos los
que estuvisteis tristes para que os llenéis de
júbilo y recibáis los consuelos que manan de
sus pechos” (Intr.).
DOMINGO DE PASION
(San Juan 8, 46-59)
CONFESAR EL PECADO
I. El pecado venció al hombre. La historia
de la humanidad es la historia del pecado. Ya
el primer hombre rebelóse contra su Creador
y Señor perdiendo así la gracia que debía
dar como herencia a toda su descendencia. En
vez de ella legó al linaje humano la descon-
fianza, la incredulidad, la soberbia, la avari-
cia, la envidia^ la concuspiscencia y, como
consecuencia, el miedo a Dios. Al pecado de
Adán le siguieron los pecados de sus hijos,
los cuales como un río crecido y sucio inun-
daron la tierra. Dios la lavó por medio del
gran diluvio, pero el pecado no murió.
Revista Bíblica
29
II.. Cristo venció al pecado. En el Evange-
lio de hoy está uno que puede preguntar :
“¿Quién de vosotros me convencerá de peca-
do?” Podían gritarle, podían calumniarle de
samaritano y aliado del demonio, pero no han
podido hallar un pecado en El. El es el único
hombre sin pecado, el único también que pudo
traer la redención. “Y por esto, Jesús es el
Mediador de un Nuevo Testamento, para que,
interviniendo en muerte para expiación aun
de aquellas prevaricaciones cometidos en
tiempo del primer Testamento, reciban la he-
rencia eterna los que han sido llamados en Je-
sucristo, Nuestro Señor” (Epist.). Según el
Evangelio de hoy, los judíos intentaron ape-
drear a Jesús, pero El se escondió, porque su
hora no había llegado. En memoria de esto,
vemos en los templos el Cuerpo del Señor es-
condido bajo un velo morado. Pero dentro de
doce días, el Viernes Santo, será descubierto
y lo veremos como salvador que expía el pe-
cado en la Cruz, rompiendo el poder de Sata-
nás, a fin de que aquel que en un árbol ven-
ció, en un árbol fuese vencido por Cristo (Pre-
facio).
III Ahora el hombre vence psr Cristo. Por
la aplicación de aquella victoria, en los Sa-
cramentos de la Confesión y Comunión, Cris-
to sigue triunfando sobre Satanás y el peca-
do, y los hombres recobran su primera he-
rencia del amor de Dios y su Gloria. “Estos
dones, no sólo rompen los vínculos de nuestra
maldad,, sino que nos atraen los dones de la
divina misericordia” (Secreta)r Significa, des-
conocer en absoluto las intenciones de Cris-
tq, quien ve en la Confesión algo difícil de
realizar, o algo inconveniente y humillante pa-
ra la dignidad del hombre; ésta es la condi-
ción del que nunca o una sola vez al año se
aplica los méritos de Cristo con mucho esfuer-
zo y de mala gana. El Sacramento de la Pe.
niteneia es un misterio dichoso del amor y
misericordia divina y la fuente de toda con-
solación para el pecador. El señor lo ha. ins-
tuído en la tarde de Pascua, lleno de la ale-
gría de la Resurrección. ,
El cristiano que sabe esto y lo medita, re-
za en lo profundo de su alma con la Iglesia :
“Te alabaré, Señor, con todo mi corazón.
Muestra Tu bondad y entonces viviré y ob-
servaré tu Palabra. Vivifícame, Señor confor-
me a tu promesa” (Ofert.).
DOMINGO DE PASCUA
(San Marcos 16, 1-7)
RESURREXIT
I. La resurrección de Jesucristo es funda-
mento de nuestra fe. El mismo Salvador en
el curso de su vida pública apelaba sobre to-
do al milagro de su futura resurrección para
probar su divinidad y la de su doctrina. Así
es que hizo su resurrección de tal manera que
todas las medidas tomadas por los judíos des-
pués de su muerte, no sirviesen sino para ha-
cerla más evidente. Del mismo modo los após-
toles se apoyaron constantemente en este gran-
de y estupendo milagro para demostrar la
verdad de la nueva Religión que predicaban
en nombre de Jesús. “Si Cristo no resucitó,
vana es nuestra predicación, y también vana
es nuestra fe (1 Cor. 15, 14).
¿Crees tú en la resurrección de Cristo?
¿ Cuáles son tus motivos para no creer en
este milagro? La historia lo confirma. Millo-
nes de mártires lo han sellado con la efusión
de su sangre. ¡ Cuán felices somos por haber
nacido en el seno de una religión, cuya divi-
nidad es tan clara y manifiesta. ¿ Será difí-
cil amar a un Dios tan bueno y tan grande,
que nos colma continuamente de su más aten-
to amor? '
II. Prenda segura de nuestra propia resu-
rrección- No hay razón, no hay explicación
que permitiese dudar del hecho histórico de
la resurrección de Cristo. Pero no es menos
cierto que también nosotros resucitamos pa-
ra vivir en El, con El y por El para toda
honra y gloria del Padre (Canon). “Como to-
dos los hombres mueren en Adán, así todos vi-
virán en Jesucristo” (1 Cor. 15). Aquel que
ha resucitado a Jesucíistq, ,nos resucitará
también con Jesús, y los que sufrimos con El,
seremos glorificados con El (Rom. 8). Y la
permanencia de Jesús entre nosotros en la
Eucaristía para su íntima Comunión con nos-
otros y, en el “Viático”, para los moribun-
dos, nos es prenda segura de nuestra resu-
rrección. El mismo nos presentará delante de
su Padre. De modo que la muerte ya no es
una pérdida, sino una gracia. ¿Por qué te
afliges entonces, y qué temes?
III. Lux mundi. Ahora nos alumbra el Ci-
rio Pascual. “Alégrese la tierra, iluminada
por tantos resplandores, y sepa que de todo
el universo han sido disipadas las tinieblas
30
Revista Bíblica
ante las luces del eterno Rey!” (Exultet)
“Yo soy la luz del mundo”, dice Jesús; “el
que me sigue no camina a obscuras, sino que
tendrá la luz de la vida” (Juan 8, 12). Esta
es la noche en que Cristo rompió los lazos
de la muerte y resucitó vencedor del sepulcro.
Pues de nada nos habría servido haber nacido,
si no hubiéramos sido redimidos. ¡ Oh admira-
rable condescendencia de tu bondad para con
nosotros! ¡Olí inefable exceso de amor! ¡Para
redimir al esclavo entregaste a. tu Hijo ! (Exul-
tet).
Con la resurrección de Cristo vieron nuestros
ojos la salvación preparada a todos los pueblos,
luz que hoy día ya conocen los gentiles, un día
resplandecerá de nuevo sobre Israel (Luc. I,
32). Los pueblos que siguen esta luz serán con-
ducidos por sendas seguras; los que no la si-
guen, caminarán hacia su ruina Las Palabras
de «Jesús son luz de Verdad; “antorcha para
nuestros pies es su palabra y luz para nuestros
caminos” (S> 118, 105).
Nosotros, pues, los cristianos que lo sabemos,
que lo creemos, debemos reflejar la luz de Cris-
to en el mundo: “Brille vuestra luz ante los
hombres, de manera que vean vuestras buenas
obras, y glorifiquen a vuestro Padre de los cie-
los”. “Dejemos las obras de las tinieblas, y re-
vistámonos de las armas de la luz” (Rom. 13,
12).
DOMINGO IN ALBIS
(San Juan 20, 19-31)
YO LO SOY
I. Pruebas claras. ¿Por qué estáis turbados?
pregunta el Resucitado a los apóstoles^ cuan-
do se les aparece por primera vez después de
su gloriosa resurrección. Ved mis manos y mis-
pies, porque yo soy el mismo. Palpad y ved,
porque un fantasma no tiene carne y huesos
como véis que yo tengo (Luc. - 24, 39 s.). Y
tendidas hacia ellos las manos, les mostró las
señales todavía sangrientas de los clavos y
abrió su ropa sobre el pecho para que vieran
la herida producida por la lanza. Indudable-
mente era El; y sin embargo se advertía algo
cambiado en el aspecto, y permanecían silencio-
sos, casi desconfiados de sus propios senti-
dos También Simón Pedro callaba: ¿Qué hu-
biera podido decir, sin ahogarse en llanto, al
ver aquel que lo había mirado con esos mismos
ojos, en el patio de Caifás, mientras él juraba
no haberlo conocido nunca?
Para disipar las dudas, «Jesús preguntó: ¿Te-
néis algo que comer? (Luc. 24, 14). Para aque-
llos hombres carnales era casi necesario tam-
bién una contraprueba carnal. Habría sobrado
en un plato un trozo de pescado asado. Simón lo
dió al Maestro, que se aproximó a la mesa y
comió el pescado con un trozo de pan (Luc. 24,
42).
II. Reproche apenado- Y terminado que hu-
bo, levantó sus ojos hacia ellos: ¿Estáis conven-
cidos ahora? ¿ Os parece posible que un; fantas-
ma coma, como lo he hecho yo delante de vos-
otros ? ¡ Cuántas veces he tenido que repro-
charos vuestra dureza de corazón y vuestra po-
ca fe! Y con todo seguís siendo los de antes, y
no habéis querido creer a los que me han
visto (Marc. 16, 14). Y sin embargo yo no os
había ocultado nada de cuanto debía suceder
en estos días. ¿No os decía por ventura, cuan-
do estaba con vosotros, que se debían cumplir
todas las cosas escritas en la Escritura y cuan-
tas yo había anunciado? (Luc. 24, 44). Que
era menester que el Cristo padeciese y resu-
citase al terces día de entre los muertos, y que
en su nombre se predicará Ja penitencia y el
perdón de los pecados a todas las naciones.
III. Un encargo. Id, pues, a todas las nacio-
nes y predicad el Evangelio- ia todas las creatu—
ras (Mar. 16, 15). Me ha sido dado todo poder
en el cielo y en la tierra (Mt. 28, 18). Y como
el Padre me ha enviado a mí, yo os envío (Juan
20, 21). Y el que creyere, será salvo; mas el
que no creyere será condenado (Mar. 16,16).
TV. Consolación. Era aquella la hora de ma-
yor desconsuelo para los desamparados discí-
pulos. Ahora veían que lo increíble era cierto,
que Dios no los había abandonado, y no los
abandonaría más. Sus enemigos, que se creían
vencedores, estaban vencidos Si Jesús había
vuelto del sepulcro, la llegada del Reino esta-
ba próxima, y sus hermanos, en vez de ser
burlados y perseguidos, reinarían con El por
toda la eternidad. Experimentaban un deseo, un
ardor, de abrazarse, de amarse, de no separar-
se nunca. Si el Maestro había resucitado, ellos
no podían morir; si El había podido salir del
sepulcro, sus promesas eran promesas de un
Dios. Dulcemente les vino la convicción: No
hemos creído en vano y ya no estamos solos : la
crucifixión había sido el eclipse de un día, para
que la cruz brillara más fuerte en los días su-
cesivos.
Revista Bíblica
31
II DE PASCUA
(6. Juan 10, 11-16)
YO SOY EL BUEN PASTOR
Ntro. Señor da cuatro pruebas de que es el
Buen Pastor. — I. “Csgnosco meas”, no so-
lamente con ese sistema de relaciones de un
orden puramente humano. Jesús ha tomado
su alegoría de lo que acontece en la familia
divina, “como mi Padre me conoce y como yo
conozco a mi Padre”. Pastor y ovejas perte-
necemos a ese mundo divino en que debemos
tener un mismo corazón y una misma vida, en
que nos conocemos, nos amamos, estamos se-
guros los unos de los otros, en que vivimos jun-
tos en la alegría, en la paz, en la ternura, en
la sinceridad, en la serenidad. Conocimiento
divino que sobrepasa infinitamente en pene-
tración e intimidad a toda ciencia humana; co-
nocimiento fecundo en preciosos resultados.
Nos conoce para envolvernos en la protección
más tierna y sabia, para colmarnos de gracia
y de luz en proporción de nuestra capacidad y
de nuestra fidelidad ; conoce todos los instan-
tes de nuestra vida, nuestras debilidades, nues-
tras pruebas, nuestros sufrimientos.
II. ‘ ‘Et csgnoscunt me meae.” — Porque con-
fiamos en El, creemos en El, le servimos, lo
honramos, lo adoramos, conversamos íntima y
amorosamente con El en la oración. ¡Cuán
grato es al Señor esta dulce intimidad y cuán
consolador es saber que el amor divino e in-
creado es la fuente de nuestro pobre amor!
III. “Animam suam dat pro ovibus suis”. —
Dió su vida libremente, por amor, con la na-
turalidad. del que se despoja suavemente de su
manto, tanta era su seguridad y su tranqui-
lidad.
IV. “Et alias oves habeo. . . ” — Después de
haber dado una mirada profética sobre su pró-
xima Pasión contempla el Señor la inmensa
multitud de gentiles (mil trescientos millones
actualmente), que lg pertenecen desde toda la
eternidad en virtud de la divina predestinación.
La trama histórica de su vida y de la Iglesií
realizarán por El y en El la unión y la unidad
perfecta del ejemplar increado : “ . . - ego in eis,
et tu in me, ut sint eonsummati in uuum.” (Jo.
XVII, 22-23.) — Toda la Jerusalén celestial, la
sociedad toda de los rescatados beberá una mis-
ma y eterna vida de las fuentes del Salvador;
San Juan la contempla en el Apocalipsis agru-
pada alrededor de su Pastor, del Cordero in-
maculado y siempre vivp, en una misma fun-
ción litúrgica.
de “Christus”.
III DE PASCUA
(San Juan 16, 16-22)
EL RESUCITADO RECHAZADO
El sagrado Cuerpo de Jesús, después de ha-
ber dormido en el sepulcro se levantó el tercer
día, para que tengamos una prueba indiscuti-
ble de su divinidad. Sin embargo, sus enemi-
gos no han aceptado tan irrefutable prueba.
I. El Resucitado rechazado. — ¿Por qué el
rechazo de Jesús por el mundo1? ¿Por qué esas
vacilaciones en la Verdad del Cristo? ¿Por qué
las advertencias de Jesús no han podido borrar
en tantas almas pesadas e indóciles la repug-
nancia a la idea de la inmortalidad? ¿Por qué
las persecuciones de la Iglesia, el odio al clero,
las prevaricaciones sobre los altares? ¿Por quó
tantos enemigos de Cristo? Hasta en nuestros
días hay interesados en la muerte definitiva
del Crucificado : la alta y la baja crítica, la
inmoralidad, el fraude, los injustamente enri-
quecidos. No obstante no han podido arrancar
del corazón de millones de hombres la certeza
de que el cuerpo desclavado de la Cruz del Cal-
vario reapareció vivo al tercer día para no mo-
rir jamás. El pueblo judío lo entregó a la
muerte, creyendo haber acabado con El; pero
la muerte rechazó al Santo de los Santos. Los
incrédulos no quieren creer en su propia vida,
por eso en su vida segunda y eterna ellos mis-
mos se separarán de la vida verdadera. Son
unos pobres muertos que parecen “vivos”,
arrastrando su vida con el peso de cadáveres,
riéndose de la resurrección. A estos muertos
que rechazan “la Vida”, les será negado el
segundo nacimiento en el espíritu, mas no les
será negada, el último día, la espantosa resu-
rección de los condenados
II. El misterio de iniquidad. — San Pablo
explica ese rechazo de Cristo nombrándolo
“misterio de iniquidad” (2 Tes. 2, 7), o el mis-
terio del Anticristo. Resulta, pues, que desde
los tiempos de (San Pablo ya había comenzado
a obrar ese misterio. Lo mismo confirma el
apóstol San Juan, cuando dice: “-..así como
habéis oído que viene el Antieristo, así ahora
muchos se han hecho anticristos. De entre nos-
otros han salido, mas no eran de los nuestros”
(1 Juan 2, 18 s.). Ese misterio es el espíritu
32
Revista Bíblica
que rechaza al Resucitado, es el espíritu de
apostasía, que en el fondo es siempre una ne-
gación de la Venida de Jesús en carne por
miedo a su Retorno en gloria y poder.
Ahora comprendemos lo que Cristo quiso de-
cir con su “un poco y ya no me veréis’’; con
la tristeza, persecución y muerte que predice a
los suyos, mientras el mundo se goza.. En la
misma medida en que sufrimos por la causa de
Cristo, tendremos parte en El. Ahora compren-
demos que el dolor y la cruz, vienen de Jesús,
y que no significan un castigo, sino una gra-
cia. ¿A qué, entonces, la envidia que sientes de
los que tienen suerte y gozo en el mundo ? Pon
tu esperanza en el cumplimiento de la segunda
parte del aviso de Cristo: “Otra vez os he de
ver, y se gozará vuestro corazón, y ninguno os
arrebatará vuestro gozo”.
IV DE PASCUA
(San Juan 16, 5-14)
LA IGLESIA Y EL MUNDO
I. La Iglesia y la redención del mundo. —
Tanto la redención del mundo como la de nues-
tros cuerpos, es una conquista del Salvador, al
alto precio de su Divina Sangre. Pero esta re-
dención permanece encubierta hasta “el día
de la vuelta del Señor”, “día de la manifes-
tación de los hijos de Dios”, “día de la reden-
ción de nuestros cuerpos”. Mientras tanto so-
mos deudores le la carne, y la Iglesia es cons-
tituida como instrumento de congregación, san-
tificación, y gobierno de los hijos dispersos de
Dios, es la encargada de tomar de entre las na-
ciones un pueblo para su Nombre. La tarea de
la Iglesia es, pues, gobernar, guiar:, enseñar a
las naciones la Verdad, el Camino y la Vida,
hasta la segunda venida de Jesucristo en glo-
ria y majestad, porque suspiramos que venga
El, para que sean redimidos nuestros cuerpos”
(Rom. 8, 23). Todas las creaturas anhelan esta
manifestación, porque entonces serán “liberta-
das de la servidumbre de la corrupción, para
participar de la libertad y gloria de los hijos
de Dios” (Rom. 8, 23). La Iglesia no se cansa
de inculcarnos esa fe y esa esperanza, por lo
cual pone el Evangelio acerca del Retorno de
Cristo y las señales precursoras del fin del
mundo, al comienzo y al fin de su Año Litúr-
gico : “ Si viéreis cumplirse estas cosas, sabed
que vuestra redención está cerca’ ’.
II. La Iglesia frente al mundo. — La tarea
de la Iglesia es* pues, hacer conocer a Cristo
verdadero a todo el mundo. Ha recibido el
mandato, no de conquistar el mundo, sino de
evangelizarlo. La política de la Iglesia jamás
se dirige a conquistar posiciones de poder, sino
a asegurarse la libertad para predicar el Evan-
gelio de Cristo y para poder ofrecer la salva-
ción a todos, especialmente a los pobres, perse-
guidos, desheredados y oprimidos. El principal
factor en esta obra de conversión, no es por
ende, el poder exterior, sino el Espíritu 'Santo.
Lanzarse a obras, olvidándose de esta verdad,
sería hacer su propia voluntad, sería suponer
que nosotros somos conquistadores, mientras
Dios es quien nos conquista de entre el mundo.
Por eso, el Espíritu Santq, el Espíritu de Cristo
y del Padre es quien conveneé al mundo de pe-
cado, de su pecado, por cuanto no lia creído en
Cristo. La falta de fe en Dios y la credulidad
a Satanás han sido ya el primer pecado y son
el pecado más grande, porque iba contra la
Verdad misma, y por tanto contra el Espíritu
Santo. La incredulidad repudia el amor de Dios
y la obra redentora de su Hijo; y por eso no
tiene ni puede tener perdón, siendo que recha-
za ese mismo perdón. Tal es el espíritu del
mundo que renuncia a la fe porque no quiere
renunciar a su pecado ; conoce a. Cristo, pero lo
incomoda su ley; y por eso odia los dogmas y
combate la moral de la Iglesia.
No se trata, pues, de cruzarse de brazos en
espera estéril de la Venida del Señor (Adven-
tistas), sino de ser dóciles a las enseñanzas del
Espíritu Santo, quien en las parábolas de las
vírgenes prudentes y del siervo fiel nos ad-
vierte vigilar para estar alerta cuando retorne
el Señor.
V DE PASCUA
(San Juan 16, 23-30)
¡ORAD SIEMPRE!
Ahora sí que los apóstoles entienden y ven
claro, que Jesús es el Hijo de Dios. Les ha
hablado en el lenguaje que mejor comprenden
los hombres : Recibiréis. Es gozoso pedir cuan-
do se sabe que se va a recibir todo lo que se
pide. Es gozo completo del niño recibir de su
padre todo lo que pide. Este gozo promete
Jesús a todos los que piden a su Padre en su
nombre. Esto está perfectamente claro. Sin
embargo, no faltan quienes dicen: ¿Para qué
orar? ¡La misión del hombre es obrar! ¡Re-
Revista Bíblica
33
zar es femenino,, es de esclavos! Tales hom-
bres pretenden ser valientes, y tienen en rea-
lidad la más pobre y cobarde visión de la vida.
Nosotros los hijos de Dios, aprovechamos la
libertad de pedirlo todo al Padre celestial, y
Dios nos da todo lo que es para nuestro bien,
y se alegra si pedimos bienes verdaderos, co-
mo un padre se alegra si su hijo le pide cosas
que le son muy útiles, y más si sirven para
probar el amor que el hijo tiene a su padre.
I. ¿Qué debemos pedir? Así debéis rezar:
Padre nuestro . . . Nq hay oración más bella y
más perfecta-, a) Comienza por un exordio,
que nos pone en presencia de Dios y aviva
nuestra confianza: Padre nuestro que estás
en los cielos. El nombre del Padre nos pone
inmediatamente en presencia del que es Padre
por excelencia; Padre del Yerbo por genera-
ción; y Padre nuestro por adopción. Y por-
que este Padre es todopoderoso y fuente de
todos los bienes, nos sentimos movidos a in-
vocarle con filial confianza, b) Las peticiones.
Pedírnosle todo cuanto podemos desear, como
lo hace un niño; y por el mismo orden que
debemos desearlo : ante todo, la gloria del
Padre: “ISantificado sea el tu nombre, a sa-
ber que sea conocido, reverenciado y alabado.
¿Qué niño no se alegra si oye alabar a su
padre? Luego el crecimiento del reino de Dios
en nosotros, que es preparación para nuestra
participación en este reino por herencia: “ven-
ga a nos el tu reino”-
3. Los medios: El primero es la conformi-
dad con la voluntad de Dios: “hágase tu vo-
luntad así en la tierra como en el cielo”. Los
secundarios son: el pan de cada día, pan para
el cuerpo y pan para el alma.; la- remisión del
pecado, que nos dificulta la unión con Dios y
el trabajo para su gloria^, y el cual nos es
perdonado según perdonamos nosotros; que
nos libre de las pruebas y tentaciones en que
pudiéramos caer, y por último que nos libre
de toda influencia del Maligno, que es Sata-
nás.
IT Cómo debemos rezar. Jesús dice: “En
mi nombre”. Cuánto importe hacer nuestras
obras en unión con Jesús, lo declara M. Olier:
“Jesucristo está en nosotros para santificar-
nos; quiere ser la luz de nuestro .espíritu, el
amor y fuego de nuestro corazón, la fuerza y
la virtud de todas nuestras potencias, para
que en él podamos conocer, amar y cumplir
la voluntad de Dios Padre, ya para su honra,
ya para sufrir y padecer para la salvación de
muchos en su gloria”. Porque “nuestros in-
tentos y pensamientos tienden al pecado por
la corrupción de nuestra naturaleza”. La con-
clusión de ello es, renunciar a nuestros in-
tentos para unirnos con los de Jesús”. Yed,
pues, con cuánto cuidado habéis de andar, al
comenzar cualquiera de vuestras obras.
La oración es, pues, tan natural para el
hombre como el habla del hijo con su padre.
Es tan eficaz que los Santos han repetido a
porfía el adagio: “Bien sabe vivir quien bien
sabe orar”. Sus efectos son maravillosos \
nos llenan de gozo completo: nos despega de
las ereatura^, nos libra del espíritu del mun-
do; nos une con Dios, y finalmente nos trans-
forma en El.
LA ASCENSION DEL SEÑOR
(San Marcos 16, 14-20)
Durante cuarenta días, a contar del de 1-1
Resurrección, Jesús quedó entre los hombres.
Más de una vez se apareció a sus apóstoles,
para confirmar sus promesas y para transmi-
tirles aquellos misterios que no fueron escri-
tos: pues “muchas otras cosas hay que hizo
Jesús, que si se escribieran una por una, me
parece no cabrían en el mundo los libros que
se habrían de escribir” (San Juan). Lo que
más preocupaba ahora a los doce era:
I. ¿Qué será del Reino? La última vez que
lo vieron fué en la colina de los Olivos donde,
antes de la muerte, había anunciado la ruina
del Templo y de la ciudad y las señales de
su vuelta; y donde en las tinieblas de la no-
che y de la congoja, Satanás, antes de huir
derrotado, lo había dejado empapado en sudor
y sangre. Y los discípulos repiten, una vez más
todavía, la pregunta que habían dirigido a
Jesús, en el mismo lugar, la noche de las dos
profecías. Ahora que, según lo había prometido,
ha vuelto, ¿por qué esperar más? Señor, ¿vas
por fin a restaurar el reino de Israel? (Hech.
1, 6). No os es dado a vosotros — repuso Cris-
to— conocer las circunstancias ni el momento
que el Padre se reserva en su propio poder.
Lo que haréis será recibir la virtud del Es-
píitu iSanto, que vendrá sobre vosotros, y ser
mis testigos en Jerusalén y en toda Judea y
en Samaría y hasta los confines de la tierra
(Hech. 1, 7)f Y dicho esto, se elevó por en-
cima de todos y, de repente, una nube ra-
34
Revista Bíblica
diante como en la mañana, de la Transfigu-
ración, lo envolvió y lo ocultó a su vista. Pero
los que habían quedado no podían apartar sus
ojos del Cielo y los fijaban en lo alto, inmó-
viles en su estupor, cuando dos hombres ves-
tidos de blanco los hicieron volver en sí :
“ — Ga.lileosí, ¿qué estáis mirando al cielo? Es-
te mismo Jesús que de entre vosotros ha sido
asumido por el cielo., ha de venir del mismo
modo que le habéis visto ir al cielo” (Hech.
1, 7-11).
II. Y mientras tanto - . . : Entonces, después
de haber adorado en silencio, volvieron a Je-
rusalén (1, 12), radiantes de alegría, pensan-
do en la nueva jornada: la primera de una
empresa, que, después de casi dos mil años,
no ha terminado todavía. Ahora también ellos
están solos, soW contra un enemigo terrible,
que se llama mundo. Pero el cielo no está tan
apartado de la tierra, como antes de la venida
de Cristo. Ahora allá arriba hay un Media-
dor que no se olvida de los destinados a i a
eternidad. El Hijo del hombre, está todavía en-
tre nosotros, escuchando nuestras palabras,
huésped invisible y benévolo que no nos aban-
donará jamás, porque la tierra, por voluntad
suya, es un anticipo del Reino de los cielos,
y desde hoy forma parte del cielo y sobre
ella se reparte el Pan Celestial. Para los su-
yos está sieínpre en vigor aquella parábola
en que el Maestro les dijo : ‘ ‘ Sed semejantes
a hombres que aguardan al amo que regresa
de las bodas, a fin de que, cuando El llegue
y golpee, le abran en seguida. ¡Felices esos
servidores, que el amo, cuando llegue, hallará
velando ! En verdad os digo, él se ceñirá, los
hará sentar a la mesa y se pondrá a servir-
les. Y si llega a la segunda vela, o a la terce-
ra., y sí los hallare, ¡felices ellos!”
Tenemos aquí claramente asignada la tarea
que mientras tanto tienen los servidores fie-
les de Cristo. Ninguna promesa divina puede
ser anulada. Hemos de levantar todos los
días- nuestros ojos hacia eí cielo del cual Je-
sús volverá a bajar con el fulgor terrible de
su gloria, para juzgar a los vivos y a los
muertos.
DOMINGO INFRAOCTAVA DE LA
ASCENSION
(San Juan* 15, 26-16, 4)
Jesús comprendió que, después de su Ascen-
sión a los cielos, los apóstoles quedarían su-
midos en la aflicción. Por eso hízoles la pro-
mesa de enviarles el Espíritu Santo con la
tripl e emisión de Consolador, Maestro y Tes-
tigo.
I- Venit enim ad consolandum. Ahora, en
el presente siglo, la. Iglesia como cuerpo de
Cristo y como su Esposa, es compañera en
el sufrimiento de divino Esposo. Jesús mismo
lo dice: “Porque no sois del mundo, antes
yo os elegí del mundo; por eso os aborrece
el mundo; y si a mí me han perseguido, tam-
bién a vosotros os perseguirán (Juan 15, 18
ss.). Y será así ha&ta la consumación del
siglo: “Todos los que quieren vivir piado-
samente en Cristo, padecerán persecución’»
(II Tim. 3, 12). En las tribulaciones y per-
secuciones que nos causa el mundo, somos se-
mejantes a Jesús, para que también seamos
semejantes en su gloria y alcancemos la re-
surrección de entre los muertos, recibiendo
el premio de nuestra vocación celestial” (2
Cor. 1, 7; Fil. 3, 10-15). En estas tribulacio-
nes nos asiste el Espíritu Santo. Merced a sus
auxilios no seremos arrastrados por la corrien-
te de las tribulaciones. Aunque tuviéramos que
pasar por entre el fuega de las persecuciones,
no nos hará daño alguno (Is. 43, 2). El Espí-
ritu Santo no solamente nos consuela, sino que
también nos da refrigerio durante las mis-
mas tribulaciones (cfr. Dan. 3, 50), llenando
nuestra alma de celestiales consuelos. “Mi Es-
píritu es más dulce que la miel” (Eccli. 24,
27).
II' Ad docendum. El Espíritu Santo, es
espíritu de Verdad, que nos enseña, todas las
verdades necesarias para la salud eterna. Son
de tres clases: 1) Respecto de Jesucristo, en
quien se habían realizado todas las figuras
del A. T.; 2) respecto de sus promesas re-
lativas a la redención del género humano; a
su pasión y muerte, resurrección y ascensión
a los cielos; a la propagación de su Santo
Evangelio; suerte de los suyos en el mundo
y su Retorno; 3) respecto de lo que nos es
necesario para la salvación, dándonos un exac-
to conocimiento de las cosas divinas (Cora, a
Lap. in Joan. 14, 17 ss). El Espíritu Santo
es, pues, el ordenador soberano de todas las
cosas, inspirador de las Escrituras, origen de
la sabiduría.
III. Ad perhibendum de Filio Dei testimo-
nium. Vino también, para testificar que Jesu-
cristo es Dios (Juan 15,26). Para que pueda
Revista Bíblica
35
darse crédito a un testigo es preciso que éste
tenga ciencia, bondad y poder, a) Ciencia pa-
ra conocer la verdad de que ha de dar testi-
monio; b) Bondad para ser digno de confian-
za y merecer fe sincera; c) Autoridad para
exigir crédito en su testimonio. El Espíritu
Santo, por ser verdadero Dios, es infinita-
mente sabio, bueno y poderoso. Por consiguien-
te es verdadero su testimonio sobre Cristo. El
efecto de su Venida fué sorprendente. Inme-
diatamente los que antes eran cobardes sa-
lieron a predicar con audacia y elocuencia sin
miedo a la persecución. Con la misma sabi-
duría, bondad y autoridad el Espíritu San<o
guía desde entonces la sociedad cristiana y
gobierna la Iglesia
Veamos, por consiguiente, en las persecucio-
nes de la Iglesia, no la injusticia que en ellas
se manifiesta, sino también el distintivo le la
Iglesia verdadera, de sus ministros y de sus
enseñanzas. “Yo os mando como ovejas entre
lobos’’. El verdadero cristiano y el hombre
apostólico no podrán eludir esta suerte.
PENTECOSTES
(San Juan 14, 23-31)
Si consideramos atentamente el Evangelio
de la fiesta de hoy, podemos convencernos, si
vive en nosotros el Espíritu Santo. Lo reco-
nocemos por tres propiedades:
I. En nuestra amor a Cristo. “Todo el que
me ama, guardará mis mandamientos, y mi
Padre le amará, y vendremos a él, y liaremos
mansión dentro de él. El que no me ama, no
guarda mis preceptos . . • y la doctrina que
habéis oído, es del Padre... y el Espíritu
Santo que os enviará el Padre en mi nom-
bre, os enseñará todas las cosas, y os recor-
dará todo cuanto os he dicho”. ¿Sientes tú
en ti el cumplimiento de esta promesa? Dios
te ha regenerado, creado de nuevo por la in-
fusión de su Espíritu, .a fin de que pienses co-
mo El piensa, ames lo que El ama, y hagas
su voluntad y no la tuya. Tu recompensa será
el Amor del Padre y del Hijo que hará man-
sión dentro de ti, y no vivirás más para tus
gustos carnales, sino que anhelarás vivir por
y para Cristo. No tendrás miedo y nada, te po-
drá turbar. Así conocerás la presencia del
Espíritu Santo.
II. En que gozarás la paz. “La paz os de-
jo, mi paz os doy: no os la doy yo como la
da el mundo”. Es la paz que goza el que se
sabe ser amado por Dios y quiere amarlo
sobre todas las cosas; el que no tiene ningún
reparo en abandonarlo todo, “padre y madre,
esposa, hijos e hijas, hermanos y hermanas”
por» Cristo y su Reino; es la paz, que en cual-
quier situación dolorosa de la vida no se tur-
ba, porque sábese amparada como un hijo por
su padre y no duda jamás de la amorosa pro-
videncia y protección de Dios. Esta paz Jesús
la ofrece por puro amor; no como la dan los
hombres sobre la base de un contrato bilateral
que casi siempre reza: doy, para que me des;
mientras Dios ofrece y da, sin pedirnos nada,
lo que antes no nos hubiera dado. La señal
de aquella paz es que ya “no se turbe nues-
tro corazón, ni tema”. “El que se acoge al
abrigo del Amor del Altísimo, descansa bajo
la protección de Dios, y no teme los terrores
nocturnos, ni al enemigo, ni los asaltos del
demonio en plena luz” (S 90, 1-6). Tal paz,
tal fruto del Amor de Jesús y del Padre, nos
debe llenar de
III. Alegría. “Si me amaseis, ciertamente
os alegraríais de que me vaya al Padre”, de-
clara Jesús. “Ciertamente”, dice; y hoy día
¿quién de nosotros siente alegría de que Je-
sús haya ido al Padre ? ¿ Quién busca, since-
ramente comprender esas cosas? ¿Cuán pocas
personas hay entre nosotros que encuentran
alegría pura y verdadera en las prácticas de
la religión, y las hacen por puro amor? Si
pensamos los pensamientos de Cristo, sabemos
que fué al Padre para enviarnos el Espíritu
Santo, espíritu de consolación que nos infun-
de la sabiduría de conocer el Amor estupen-
do con que nos ama Dios; nos llena de la se-
guridad de que hornos guiados por El; nos da
el consejo saludable de vivir según su sabia
Ley; la fuerza de cumplirla y la esperanza, de
ser redimidos de nuestras tribulaciones.
Consolados por estos dones del Espíritu San-
to, don de amor vivo a Cristo, don de la paz
y de la alegría del alma en medio de las tri-
bulaciones del mundo, podemos vivir tranqui-
los, porque hemos oído también la otra pa-
labra consoladora de Cristo : ‘ ‘ Me voy, y vuel-
vo a vosotros”. Jesús hizo nacer en el día de
hoy también su Iglesia, fiel esposa suya, que
cuidará a sus fieles y los atenderá distribu-
yendo “el pan de trigo” hasta el Retorno del
Esposo. Además se encendió hoy en las almas
de los discípulos la llama del apostolado, que
36
Revista Bíblica
los llevó a lanzarse como soldados de Cristo,
a la conquista de las almas para el Reino de
Dios. A su lado estaban los cristianos de am-
bos sexos que se colocaron bajo su jerarquía,
vale decir, ese día nació también el aposto-
lado laico, la Acción Católica (Misal Roma-
no, Ed. Ag. Born, Guadalupe).
SANTISIMA TRINIDAD
(San Mateo 28, 18-20)
En Navidad Dios Padre manifiesta su infi-
nito amor. En Pascua Dios Hijo manifiesta
su infinita misericordia. En Pentecostés el Es-
píritu Santo revela su fuerza renovadora. Tres
son los que dan testimonio en el cielo: el Pa-
dre, el Yerbo y el Espíritu Santo. En Navi-
dad corren las lágrimas del Hijo de Dios; en
Pascua corre la Sangre del Cordero de Dios;
en Pentecostés lucen las llamas del Espíritu
de Dios. Tres son los que dan testimonio en
la tierra: el agua, la sangre y el espíritu.
Y esas tres cosas son una sola: AMOR, y su
mensaje: la Salvación. A ese testimonio de
Dios en la tierra, debe sumarse el tuyo; y tu
vida debe ser una vida de verdad en unión.
I- Con Dios Padre. La idea de Dios como
Padre es una de las grandes doctrinas de
Cristo: Dios es Padre, que nos ama como un
Padre ama a sus hijos y no como un rey a
sus súbditos. El da a todos los hijos el pan
cotidiano, a los buenos y malos, y recibe ju-
biloso aun a los que pecaron, cuando vuelven
a esconder la cabeza en su pecho. Así todos
los que han recibido las gracias del Salvador,
participan de su naturaleza divina (2 Pedr. 1,
4 ss.), y se constituyen en hijos de Dios, na-
cidos, “no de la sangre, no de la voluntad de
la carne, ni de la voluntad del hombre, sino
de Dios. Su Espíritu nos anima, nos vivifica,
nos conduce, nos transforma como el fuego
transforma el hierro, y henchidos de divinidad
somos templos de Dios viviente. Formando
parte de la familia Divina, podemos llamar a
Dios no solamente Padre, sino nuestro Padre.
II. Con Dios Hijo. En el Yerbo estaba la
vida, esa vida que Dios quiso participar al
hombre desde su origen, y por un prodigio
de amor quiere restituírsela, a pesar del pe-
cado. Por eso el Verbo se hizo carne y habitó
entre nosotros. Y en El todos han sido llama-
dos a “asemejarse a El” (Rom. 8, 29), que
es Hijo verdadero del Padre-.., y henos aquí
hechos hermanos de Cristo. ¿Aceptas tú esta
vida que Dios te quiere comunicar? En torno
nuestro, están nuestros semejantes, hermanos
de Cristo también. Y si no están “injertados”
en Cristo, ¿nace entonces en ti el deseo de
anunciarles el Evangelio del amor del Padre
y del sacrificio del Hijo? ¿Para qué la venida
del Hermano mayor y su muerte dolorosa en
la Cruz, si el universo después de tantos si-
glos ha de estar todavía poblado de tantos
infieles? Todos somos responsables de la sal-
vación del mundo. Lo que más impresiona no
es tanto el espectáculo de los que todavía no
conocen el Evangelio, sino el de las almas
que viven a nuestro lado y que se han con-
vertido en cadáveres. La unión con el espíritu
de Cristo, espíritu de amor al Padre y al pró-
jimo, forma de nosotros un solo Cuerpo mís-
tico cuya Cabeza es Cristo Pero muy pocos
comprenden que la participación en Cristo im-
plica también su espíritu de víctima e ignoran
lo que quiere decir: “consumar la pasión de
Cristo”, completar su misión.
III. Con Dios Espíritu Santo. — Desde el
Bautismo estamos señalados por el Espíritu
Santo y lo llevamos como prenda de salvación.
Y San Juan a su vez dice: “ISabemos que per-
manecemos en El, y El en nosotros, por esta
señal: que El nos ha dado su Espíritu”. En la
semejanza de nuestro espíritu con el de Jesús,
sabemos que permanecemos en El, y con El es-
tamos dispuesto a hacer la voluntad del Padre
con el mismo amor de El, de modo que no vi-
vimos más para nosotros, sino para Dios. Esto
nos lleva a la unión completa con Cristo, en
espíritu y alma, unión que tiene su subsisten-
cia y alimento en el Sacramento de la Eucaris-
tía recibido con el discernimiento del Espíritu
de Dios, banquete que nos es prenda segura de
la vida divina y eterna, a la cual Dios en su
inaudito amor nos ha llamado.
P. Agustín O. Kastner, S. O. Cist.
La Liturgia,
Alma^de la Acción
CatÓliCa v(Continuación)
IV. COMO A SU VEZ, LA ACCION CA-
TOLICA PROMUEVE LA VIDA
LITURGICA
Si creemos que la Liturgia beneficia
de una forma múltiple la Acción Cató-
lica, la recíproca es asimismo una gran
verdad; esto no- nos debería extrañar una
vez comprendida la unidad funcional
que existe entre estos dos términos
dentro de la vida cristiana. Nos vamos
a limitar a tocar algunos aspectos im-
portantes que han de dar una idea de
los servicios que la A. C. puede rendir
a la vida litúrgica.
a) Debernos evitar las desviaciones den-
tro de la Liturgia.
¿Son posibles estas desviaciones? Cla-
ro que sí: Las cosas más excelentes, más
santas, más divinas, están sujetas, de-
bido a nuestra naturaleza corrompida
y maligna, a las más grandes deforma-
ciones humanas. El -concepto litúrgico de
algunas personas puede irse desviando
en una forma inconsciente hacia el «di-
letantismo-», hacia un cierto egoísmo y
amor propio en el orden espiritual. Ba-
jo el peso de nuestro propio- y mezqui-
no «yo» podemos ir perdiendo, en ma-
yor o menor escala, las amplísimas y
magníficas perspectivas a que tiende la
liturgia toda, e irnos encerrando, limi-
tando nuestra visión, al ver en ella nada
más que suntuosas ceremonias exterio-
res, cánticos armoniosos, esplendoroso
ritual, y hasta — esto es aún más sutil —
en quedarnos con un contenido pura-
mente intelectual o especulativo de la
riqueza teológica, la perfección y belleza
intrínseca de los símbolos, imágenes e
ideas que nos presenta la Liturgia. En-
cerrados entonces en nuestro yo, en
nuestras propias ideas litúrgicas, pode-
mos llegar a perder el impulso carita-
tivo que nos debería llevar necesaria-
mente a compartir «con los demás los
tesoros de gracias y luces que Dios tan
generosa como gratuitamente nos dispen-
só. De otro modo, El nos va a pedir cuen-
tas de los talentos que, en nuestra mez-
quindad, escondimos en perjuicio de
nuestros prójimos.
Es por esto que nosotros considera-
mos la práctica de las obras de la A. C.
y particularmente el contacto con la
miseria, socorriendo a los necesitados,
como un excelente «antídoto» contra ese
tipo de «diletantismo» y egoísmo-. En
este sentido, ejemplos como los de San-
ta Teresa del Ñiño Jesús que supo tam-
bién conciliar una vida litúrgica con una
vida apostólica — aun dentro de las li-
mitaciones del claustro- — nos han de
servir de admirable guía.
b) Además la A. C. permite, según
el más puro espíritu litúrgico, aprove-
char en bien del prójimo y por lo tanto
para gloria de Dios, todas las gracias re-
cibidas -por la oración.
Esto es lo que se desprende de las
consideraciones precedentes y no de-
moraremos en demostrarlo.
c) En fin, la Acción Católica, viene
a ser una organización providencial pa-
ra dar a conocer mejor la Liturgia entre
los creyentes y los no creyentes, atra-
yéndolos así más a la Iglesia. Esta pro-
p 'sición es de una evidencia manifiesta.
Bastaría que un grupo de militantes de
la A. C. se compenetrasen bien del ver-
dadero carácter de la Liturgia, se con-
venciesen de los tesoros bíblicos, dog-
máticos, de los recursos de piedad y san-
tidad que ella contiene, para crear con
toda espontaneidad a su vez dentro de
sus respectivos ambientes una poderosa
corriente litúrgica, la cual constituiría
una poderosa fuerza de atracción para
38
Revista Bíblica
• s
t aavn en e
oaat
N algunos hogares cristianos
subsiste aún la hermosa cos-
tumbre de rezar diariamen-
te en familia las oraciones
de la mañana y de la noche.
La oración que se eleva en
un hogar, debe unirse a su vez a las vo-
ces de todos los hogares, de todos los
claustros, de todos los peregrinos. . .
Es decir, «una» debe ser la plegaria del
Cuerpo Místico como «uno» es su sa-
crificio. No basta que se estreche la
unión de la familia según la sangre; to-
dos los bautizados «fueron llamados pa-
ra formar un solo cuerpo» (San Pablo
Col. 3, 15). «Que sean uno, como nos-
otros somos uno, Yo en ellos, y Tú en
Mí a fin de que sean perfectamente uno»
(Juan 17, 22 y 23).
La liturgia realiza dentro de la Igle-
sia esa unidad que el Divino Hijo desea
tan ardientemente, siendo la oración li-
túrgica (Oficio Divino, Salterio) la con-
densación de todas las voces en una sola:
la del Cuerpo Místico, que se eleva
constantemente al Eterno Padre en un
himno de alabanza y en ruego filial de
misericordia.
Nada más conforme al espíritu cris-
tiano, que las familias reunidas que
unen su voz a la de la Iglesia Orante, re-
zando como oración de la mañana y de
la noche las respectivas Horas Canóni-
cas: Primas (ofrecimiento de la jornada
de todos los fieles) y Completas (ple-
garia nocturna de los hijos de Dios).
Asimismo antes y después de las co-
midas, al salir de viaje, al comenzar el
trabajo, etc., en la oración litúrgica y el
Salterio, han de elegirse las oraciones
familiares. Para que todas las obras de
muchas almas indiferentes o no-cató-
licas. Hacemos votos para que este mo-
vimiento se produzca, ya que ello no so-
lamente estrecharía la unión entre aque-
llos cristianos que se dedican a la ora-
ción y los otros que se dedican a obras
de apostolado, sinoi que haría brillar aun
en una forma más esplendorosa la siem-
pre viva luz de Cristo dentro de la Igle-
sia, su Esposa.
CONCLUSION
Dios ha puesto a nuestro alcance dos
instrumentos maravillosos e indispensa-
bles para el desarrollo de una vida cris-
tiana en todo su esplendor: la Liturgia
y la Acción Católica.
Son como dos alas que Dios nos ofre-
ce: la una para volar directamente hacia
las almas (la A. C.) . Inutilizad a una de
estas alas, tratad de volar con una so-
la... vuestra trayectoria será vacilan-
te, descendente... habréis deformado la
obra y el plan de Dios.
No mutilemos la obra divina. Recor-
demos que el arquetipo de esta obra es
nada menos que Nuestro Señor Jesucris-
to y que esta obra, esta vida que Dios
nos traza, es la misma vida de Jesucris-
to. Muy al contrario, tratemos de pene-
trar en ella en toda su profundidad y
grandeza y en todos sus múltiples as-
pectos. Tratemos de seguirla fielmente
— siguiendo los impulsos de la gracia
que nunca nos ha de faltar — sin menos-
preciar nada en ella, y, sobre todo, sin
deformarla. Tengamos siempre presen-
te el ideal exigido a todo miembro del
Cuerpo Místico: «Ohristianus, alter
Christus».
Adheridos tanto a la Liturgia como a
la A. C. — en las cuales reside la esen-
cia de la vida cristiana — contribuiremos
a edificar, el Cristo Total, es decir el
Verbo encarnado en perfecta comunión
con todas las almas rescatadas por su
sangre; este Cristo Total que crece, un
poco, todos los días, pero que no ha de
alcanzar su plenitud hasta el fin de los
siglos cuando reinemos todos eternamen-
te en el seno del Padre. . .
J. FURET.
Revista Bíblica
39
sus hijos glorifiquen a Dios y redunden
en bien de las almas, la Iglesia, con celo
maternal, las santifica, invocando el
nombre del Altísimo con ipreces espe-
ciales.
En cuanto a la lectura espiritual bás-
tenos oir lo que el Santo Padre Pío XII
encarece a los prelados en su Encíclica
Divino Afflánte Spíritu: «...procurar
con todo empeño que en las familias
cristianas, ordenada y santamente, se
tenga cotidiana lectura de las Sagra-
das Escrituras».
Muchos padres de familia cristianos,
equivocados en sus ideas sociales, con-
sideran el propio hogar como un huerto
cerrado, aislado del resto de la humani-
dad. Olvidan el Cuerpo Místico y mez-
clan con el culto a Dios el culto a sus
tradiciones y exigencias familiares. El
padre o la madre «seleccionan» a su gus-
to y capricho «las devociones y costum-
bres piadosas»; y no toleran que algu-
nos de sus hijos las rechacen o modifi-
quen. Es muy frecuente oir a tales pa-
dres lamentarse de lo «poco fervorosos»
que son sus hijos. No. se dan cuenta que
ellos, «hijos mal educados de la Igle-
sia», han procedido igualmente rechazan-
El Oficio de
En el transcurso del Año Litúrgico, Cris-
to, por su presencia y acción sacramental,
sigue viviendo en la Santa Iglesia y reno-
vando en ella los misterios de su vida y las
diversas fases de su obra redentora.
Tarea primordial de las almas es “hacer-
se semejantes a la imagen de Cristo” (Rom.
8,29), conviviendo con El a través del “año
üe la salud”, por el Santo Sacrificio, los Sa-
cramentos y el Divino Oficio.
Ninguna época del año eclesiástico encie-
rra en sí misterios tan sublimes y salutí-
feros como la Santa Cuaresma, especialmen-
te los tres últimos días de la Semana San-
ta, en los que se renueva entre nosotros el
sagrado drama de la Pasión, Muerte y Re-
surreción de Nuestro Señor Jesucristo, cul-
minación de su obra redentora en cuanto a
su primera venida.
do las preces de la familia cristiana. Am-
bos pecan por individualismo, pero mu-
cho mayor es la culpa de quien rechaza
la oración preciósa que inspiró el Espí-
ritu Santo, que la del joven que deso-
bedece a su padre según la carne . . .
La oración individual dentro del ho-
gar es una de las peores escuelas en
cuanto a la auténtica formación cristia-
na del niño. Es un principio de la desvia-
ción que lleva más tarde al menospre-
cio de las Sagradas Escrituras y de la
Liturgia, «fuente primordial e indispen-
sable del verdadero espíritu cristiano»
(Pío X). Quien desde sus tiernos años,
esté acostumbrado a beber en estas
fuentes poseerá la fortaleza espiritual a
que alude San Pablo (II. Tim. 1, 7), y
desechará las falsedades melifluas del
devocionismo particular que tanto es-
trago va causando entre los cristianos.
¿Qué sencillo, pero qué menospreciado
por padres y educadores, es iniciar a los
niños en las Santas Escrituras y en la
Vida Litúrgica! El primer paso y el más
firme, se marca, pues, en el hogar cuan-
do éste vive verdaderamente con la
Iglesia, y se nutre con la Palabra de
Dios.
María Juana Ayala Rodrigue.
las Tinieblas
Es ésta la época de la renovación anual de
las almaS, que en íntima unión con la Igle-
sia, acompañan a Cristo, en su lucha contra
las tinieblas y se revisten con los méritos
infinitos de su Pasión y Muerte, resucitando,
juntamente con El, en el día de Pascua, a
una nueva vida.
La liturgia de estos días se remonta a
los más antiguos tiempos y es de extraordi-
naria belleza por su clásica sobriedad, a la
vez que por la profundidad de sus autén-
ticos sentimientos.
Después de la liturgia matutina del Tri-
duo Sacro, no hay nada que más nos una a
los misterios de la Pasión y los haga revivir
ante nuestra alma, que el “Oficio de Tinie-
blas”. .
El Oficio Divino es la continua oración
que la Iglesia eleva diariamente al Padre
40
Revista Bíblica
Celestial por boca de sus ministros, en nom-
bre de Cristo, su místico Esposo.
Está dividido en ocho “Horas Canónicas”
que giran alrededor del Santo Sacrificio,
encerrando en sí y desarrollando los pen-
samientos e ideas de los misterios celebra-
dos en los distintos días del Año Eclesiás-
tico.
Estas “Horas” forman un ininterrumpido
cántico de alabanza y súplica al Altísimo,
y nos hacen respirar y vivir la propia vi-
da de la Iglesia, reconfortando nuestra al-
ma y comunicándonos energía y ánimo para
cumplir la jornada como hijos de Dios.
Las “Horas” que más ostentan el carác-
ter particular de cada día y más claramen-
te expresan los sentimientos propios de
cada festividad, son Maitines, Laudes y Vís-
peras. De aquí la peculiar grandeza y her-
mosura que éstas revisten en los tres úl-
timos días de la Semana Santa, ante todo los
Maitines y Laudes, o sea el “Oficio de Ti-
nieblas”, cuya liturgia representa el sagra-
do drama de la Pasión y Muerte de Cristo.
La Iglesia, en su grandioso lenguaje sim-
bólico, ha enriquecido dicho Oficio con una
elocuente ceremonia: la extinción de las lu-
ces hasta quedar el templo a oscuras, vivo
simbolismo del “poder de las tinieblas” en
su aparente triunfo sobre la Luz Divina,
Cristo.
Antiguamente, el “Oficio de Tinieblas”
se cumplía por la noche; en la actualidad, se
celebra al atardecer. En el presbiterio se co-
loca un candelabro triangualr con 14 velas
amarillas, y una blanca en el vértice. Al
final de cada Salmo, un acólito apaga una
de las velas, quedando encendidas al ento-
narse el “Benedictus” solamente la blanca
y las seis del altar, amarillas también; es-
tas últimas van apagándose, una a una, du-
rante el “Benedictus”, cada dos versículos.
Las velas que se van apagando, repre-
sentan a los discípulos de Jesús que poco
a poco se fueron, abandonándole en su dolo-
rosa Pasión; y la blanca que permanece en-
cendida, simboliza al mismo Cristo, venci-
do en apariencia por el “poder de las tinie-
blas” que fueron creciendo cada vez más.
Al comenzar el “Miserere”, esta vela se es-
conde detrás del altar, y se trae nuevamen-
te a la vista al finalizar el Oficio, hacién-
dose al mismo tiempo ruido de matracas pa-
ra recordar el terremoto acaecido en la ho-
ra de la muerte del Redentor.
JUEVES SANTO
El Oficio de Tinieblas es la representa-
ción viva del tremendo drama de la Pasión
de Cristo que durante los tres últimos días
de la Semana Santa va desarrollándose en
forma de trilogía, siendo el Oficio de hoy el
primer acto, la introducción.
Cristo Paciente, agobiado por el odio de
sus enemigos, gime y clama al Divino Pa-
dre, en los Salmos y Antífonas, profecías
de la Pasión y Muerte del Redentor, y se
queja, por l^oca de Jeremías, que llora la
profunda humillación de la Ciudad Santa,
esposa infiel, castigada por las maldades de
su pueblo.
La Iglesia ve en la destrucción de Jeru-
salén una imagen del estado deplorable en
que se halla la Humanidad después del pe-
cado original y del cual es redimida por la
Muerte de Cristo. Por eso se une a los ge-
midos del Profeta lamentándose por la des-
gracia de la Humanidad caída, y por la in-
fidelidad de sus hijos que dejan correr en
vano la preciosa Sangre redentora y yacen
en escombros, destruidos por el pecado. Y
clama al final de cada Lección de esas la-
mentaciones exhortándolos al arrepenti-
miento: “¡Jerusalén, Jerusalén, conviérte-
te al Señor, tu Dios!”
Como una respuesa consoladora a esos la-
mentos maternales, se oye en las Lecciones
del segundo Nocturno, la voz de San Agus-
tín quien muestra con el testimonio de su
conversión el poder infinito de la Sangre
salvadora.
En el tercer Nocturno es San Pablo quien
pronuncia, en las Lecciones, palabras de
consuelo. Después de haber experimentado
él también los efectos milagrosos y vivifi-
cadores de la Pasión, resucitando, por su
conversión, a la verdadera vida, nos expo-
ne, en este día de la Institución, la sublime
doctrina del Socrosanto Misterio Eucarís-
tico, y nos “anuncia la muerte del Señor
hasta que El venga” y nos exhorta a su dig-
na y permanente participación.
La unidad del drama está sostenida por
los Responsorios que interrumpen las Lec-
ciones. De una grandeza y poesía sublimes
en medio de la sencillez, expresan todo el
dolor y angustia de Cristo en el Monte de
los Olivos; son como los lamentos del Sal-
vador que hacen estremecr de pena a su Es-
posa, la Iglesia, representada por la asam-
blea de los fieles.
Revista Bíblica
41
En los Laudes, al entonarse el “Benedic-
tus”, se recuerda la traición de Judas con
sus tremendas consecuencias. Termina el
“Oficio de Tinieblas”, con la Antífona so-
lemne “Christus factus est” seguida del Sal-
mo “Miserere” una vehemente súplica de
perdón, y la oración final, ruego fervoroso*
para que los méritos de la Pasión de Cris-
to, sean aplicados a todas las almas.
VIERNES SANTO
El Oficio de este día constituye la culmi-
nación de la sagrada trilogía de la Pasión:
Cristo muere en la Cruz en la cima del Cal-
vario.
Todo el dolor angustioso de la hora está
expresado en los Salmos y en los Respon-
sorios. Con el corazón oprimido, contempla-
mos a nuestro Redentor que agoniza y mue-
re, y escuchamos sus lamentos entrecorta-
dos (Responsorios). ¡La luz y las tinieblas
luchan en tremendo combate!
En el primer Nocturno, presenciamos el
inicuo juicio (Salmo 2) y el desgarrador su-
plicio del Gólgota, y oímos los sollozos de
Cristo, que en su extremo abandono y en
la plenitud de su dolor, clama angustiado:
“¡Dios. Dios mío! ¿Por qué me has aban-
donado? (Salmo 21), Mas, en medio de las
amargos lamentos, brotan voces esperanza-
das, llenas de confianza en el Padre celes-
tial: “Mi luz y mi socorro es Yahvé. ¿A
quién he de temer?” (Salmo 26).
En las Lecciones de este Nocturno se oye
otra vez a Cristo prefigurado por Jeremías,
lamentándose y llorando ante la desolación
y caída de la ciudad de Dios profanada,
imagen de la humanidad, cuyas maldades
pesan sobre El.
En la tercera Lección, el Mesías se nos
presenta como el “Varón de Dolores”, mal-
tratado y vejado por sus enemigos y agobia-
do bajo el peso de los pecados de los hom-
bres.
En el segundo Nocturno, pasan ante
nuestra vista los horrores del “Ecce Ho-
mo” (Salmo 37), y escuchamos, llenos de
compasión, la dolorosa y a la vez agradecida
“oración vespertina” de Cristo en la Cruz
(Salmo 39). San Agustín vuelve hoy, en las
Lecciones, a explicar la Pasión, comentando
esta vez el Salmo 63.
En el centro mismo de los Maitines, el
quinto Responsorio narra, en forma real y
dramática, la muerte de Cristo en la Cruz,
idea principal del drama que en el siguiente
tercer Nocturno vuelve a dominar.
Jesús agoniza gimiendo, cercado de ene-
migos, abandonado a su furia, mientras au-
menta el “poder de las tinieblas” (Salmo
87). San Pablo, en las Lecciones, interrum-
pe la amargura de los pensamientos con una
idea nueva: el Nuevo Testamento ha dado
a la humanidad un Mediador ante Dios,
Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote según
el orden de Melquisedec, y, a la vez Víctima
Inmaculada del único Sacrificio perfecto
que puede ofrecerse al Padre celestial.
En los Laudes se recuerda hoy (Antífo-
na al “Benedictus”) la Divina Realeza del
Mesías rechazado, que se inmola en la Cruz
y con su muerte redime al mundo entero.
Termina el Oficio como ayer, ampliándo-
se sólo la Antífona solemne con el anuncio
de la muerte del Redentor en la Cruz.
Llegamos hoy a la tercera parte de la
dramática trilogía: la Iglesia llora junto a
la tumba de su Esposo; los rastros de la
torturante muerte se ven aún estampados
en el Divino Cuerpo. La tragedia de la vís-
pera ha dejado al mundo sumido en mortal
silencio. El enemigo empero, lucha aún con-
tra su víctima, calumniándola y profanando
su memoria, para que se borre por comple-
to su santo recuerdo.
En medio de este cuadro de frío sepul-
cral, se oyen los sollozos de la Iglesia que
se lamenta también por sus hijos indiferen-
tes ante el drama del Calvario. Mas, con la
tristeza y los gemidos desgarradores, se
mezclan la esperanza segura y el anhelo
ardiente por la triunfante Resurrección.
En el primer Nocturno, la Antífonas y los
Salmos aluden a la paz del santo Sepulcro
y a la próxima Resurrección. Los lamentos
de Jeremías son ahora más esperanzados,
porque ve en la muerte el triunfo de la Vi-
da, pero simpre llora ante el cuadro del do-
liente y humillado Redentor y de la desola-
da hija de Sión, figura de la humanidad
caída que El viene a rescatar.
El segundo Nocturno comienza aludiendo
a la entrada del Alma de Cristo, en el Lim-
bo de los Justos del Antiguo Testamento.
Luego, los Salmos 26 y 29 expresan la es-
peranza de la gloriosa Resurrección. San
Agustín en las Lecciones, se refiere a los
guardianes del Sepulcro, falsos testigos que
quisieron ocultar la Resurrección; mas sus
embustes y contradicciones probaron la su-
blime realidad.
42
Revista Bíblica
Lenguaje de los
Símbolos Cristianos
ENETRAR a través de la
belleza de los símbolos
cristianos y asimilar su
hondo contenido concep-
tual, es familiarizarse con
el alfabeto de la Iglesia
de Cristo.
El símbolo — expresión gráfica, o plás-
tica, o hablada, del pensamiento — es
un puente con la idea. «No se piensa
sin imágenes» — ha dicho Aristóteles —
y ^alguien añadió: «y sin el sustituto de
ellas que es el símbolo».
El símbolo es, entonces, la nota, o se-
ñal, o semejanza, que representa algo
diverso de sí, acerca de ideas, personas
o cosas — dentro del convencionalismo
que le es inherente — sustituyendo con
éste la imagen concebida por la mente;
y cuyo objeto formal, a su vez, es con-
ducir, mediata o indirectamente, al co-
nocimiento de lo que se quiere signifi-
car.
Los Salmos 53 y 75 del tercer Nocturno
nos presentan a Cristo venciendo lss ene-
migos: pecado, muerte, Satanás. El Salmo 87
nos lleva nuevamente a la idea principal del
Oficio: Cristo agonizante, en profunda an-
gustia y dolor, implorando auxilio de su Pa-
dre celestial.
Los siete primeros Responsorios son asi-
mismo otros tantos lamentos, mientras que
el último cierra el cuadro del drama sacro:
Cristo muerto y encerrado en el sepulcro,
custodiado por los soldados.
P. AGUSTIN BORN, P. S. M.
El símbolo — o señal, en expresión fi-
losófica— bien puede dividirse en na-
tural o arbitrario, si es que representa
una cosa por propia relación de natu-
raleza en el primer caso, o por simple
adhesión o convención humana en el
segundo. Y, a su vez, en el símbolo na-
tural, puédese distinguir el símbolo ins-
trumental, esto es aquel que, mediante
previo conocimiento, lleva al conoci-
miento de la idea, persona o cosa; o sím-
bolo formal, aquel que, sin previo cono-
cimiento y simultáneamente, conduce al
mismo fin del conocimiento.
La Iglesia, particularmente en los pri-
meros siglos, se sirvió del simbolismo en
las formas más bellas y originales — ins-
pirándose, las más de las veces, en la
sencillez de la misma Naturaleza — en
un ansia incontenida de representar, grá-
fica. o plástica, o metafóricamente, las
ideas abstractas de los sagrados miste-
rios, entre los cuales transcurría la vida
de los cristianos.
La Iglesia de Cristo empleó este ma-
ravilloso sistema de símbolos, enseñan-
do a sus fieles a columbrar lo divino tras
la apariencia de las cosas naturales, para
elevar el hombre a Dios, sin deshuma-
nizarlo, humanizando la Religión sin
menoscabar, en un ápice, su fundamen-
tal espiritualidad, con lo cual realizó la
perfecta «sincronización de dos aspectos
de la misma vida que, a un tiempo, se
desenvuelve en dos planos», haciendo
que lo divino informara espiritualmente
lo substancialmente natural y humano
que lo humano sirviera altamente los
/
Revista Bíblica
43
fines de lo divino, integrando, de esa
suerte, en dos esferas distintas y con
dos elementos diversos, la realidad de
una única vida, es decir, la vida sobre-
natural de las almas.
Y sea permitido pensar, a la vez, que
ese lenguaje simbólico — que la candi-
dez de los primeros cristianos no nece-
sitaba «descifrar», como nosotros, por-
que, para ellos, las cosas eran lo que es-
piritualmente representaban — fuera un
medio de la Iglesia para ocultar, en
principio, a las masas paganas, la doc-
trina que comenzaba a irradiarse en la
propagación de la Buena Nueva, envuel-
ta, a su vez, en el velo bellísimo de las
parábolas y alegorías, emanadas de la
boca del Maestro que, sólo en ese len-
guaje — también simbólico — habló a las
turbas de la Judea.
Este fué esencialmente el lenguaje de
la Iglesia primitiva, lenguaje mudo, las
más de las veces, que tenía tanto con-
tenido como las mismas palabras, ya que,
para esas almas candorosas abiertas
plenamente a la caricia de la Gracia
— para quienes el mundo era un inmen-
so texto sagrado, con muchas páginas,
que sólo hablaba de la maravillosa Mano
del Creador y del Pensamiento del Ver-
bo y del Amor del Espíritu que, de en-
tre amibos, procedía — para esas almas
candorosas, sí, el Cordero equivalía al
Nombre de Cristo y a ;Su naturaleza di-
vina, tal como la Mano, o la Paloma con
las alas desplegadas — que accidental-
mente eran, para ellos, lo que entrañaba
su naturleza — en la esencia fundamen-
tal de su profundo significado espiritual,
representaban a las Personas de la San-
tísima Trinidad y Stis atributos divi-
nos.
Esa fácil y sencilla elevación de las
almas — que tenía su plena expansión
en el clima de refinada espiritualidad
de la Iglesia naciente — es la cuna de
la simbología cristiana — si bien su ori-
gen histórico data de la estada del pue-
blo escogido en el Egipto, como lo ve-
remos en el capítulo siguiente — porque
todo lo sencillamente humano natural
hablaba, para ellos, un lenguaje sobre-
natural, todo estaba iluminado desde su
interior por los resplandores de la Gra-
cia y todas las cosas que la Naturaleza
había desdoblado ante la mirada del
hombre — fuere paloma, cordero, pan,
espiga, racimo, pez, etc. — eran cosas vi-
vas dentro de la comunidad cristiana,
con vivencia sobrenatural y valían por
la realidad que estaba en el sentido mis-
mo del símbolo, fuese gráfico, plástico
o simplemente verbal. Ese fué uno de
los principales objetivos de la simbolo-
gía cristiana, divinizar la vida, hacien-
do que las realidades humanas — de las
cuales jamás se apartó ni despreció por-
que fueron creación del mismo Dios —
fueran tan sólo velos que cubrieran las
realidades del espíritu y medios que
condujeran a la esfera de aquellas altas
verdades que los mismos símbolos sig-
nificaban.
Bien podemos pensar que el lenguaje
de los símbolos es un divino alfabeto,
dictado por Cristo a Su Iglesia, la cual
se sirvió de él, en las formas más her-
mosas, para sembrar, a manos llenas,
en el corazón de la humanidad, las ver-
dades sublimes de las que es eterna e
infalible depositaría.
Mar gañía Cardoso Ayala.
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4á
Revista Bíblica
LA IGLESIA DEL SAGRADO CORAZON
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Eli LIIYIA *■ V/ItltAil i I A ^iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiih
N los primeros días del
año 1947, fué inagura-
da la nueva Iglesia Pa-
rroquial de Lima-Orran-
tia, consagrada al Sagra-
do Corazón de Jesús, ba-
jo el 'título de San Felipe
Apóstol, y a cargo de los Misioneros del
Sagrado Corazón.
En la fiesta de San Pedro y San Pa-
blo de 1945, fué colocada la piedra fun-
damental de esta Iglesia, cuyos planos
pertenecen al arquitecto Paul Linder.
Mide 45 metros de largo, 19 de ancho y
16 de alto. La torre, con cruz, mide 25
metros, siendo el diámetro del rosetón
(el más grande de Lima) de 6 metros.
Caben en el Templo unas 1500 perso-
nas (500 sentadas y 1000 de pie).
Si nuestra información es buena, San
Felipe es el primero y único templo
del Perú que lleva las características de
las antiguas Basílicas cristianas, (siglos
IV a VIII: Roma, Ravena). Es la expre-
sión viva del espíritu litúrgico que tra-
tan de despertar y vivificar los Misione-
ros del Sagrado Corazón. Dijo el Carde-
nal Villeneuve, hablando' de la Basílica:
«En arquitectura y en escultura, las
iglesias basilicales con sus formas sen-
cillas y sus líneas rectas sin ornamenta-
ción, son siempre las más litúrgicas por-
que son las más sobrias y las menos re-
cargadas». (Conferencias Lit. Pág. 19).
«Basílica» significa «Casa del Rey»,
casa de Cristo Rey. Y, efectivamente, al
entrar en el nuevo Templo, se tiene la
impresión de una majestuosa solemni-
dad e imponente sencillez. Después de
pasar la entrada relativamente baja y
el «narthex», que es la reminiscencia
del antiguo atrio, uno se siente como
arrebatado hacia el cielo, hacia el te-
cho llano, de maderas cruzadas, que se
levanta en la imponente altura de 16
metros. Apóyase éste sobre 12 pilares,
símbolos de los 12 Apóstoles, cuyas es-
tatuas llevarán más tarde. Los pilares
se prolongan en arcos y contrafuertes de
concreto, lo cual da al edificio la soli-
dez necesario en un país de temblores.
(Los arcos contienen 30 toneladas de
hierro) .
La única y majestuosa nave está flan-
queada por dos caminos de acceso y ter-
mina en un ábside con el único altar.
Toda la arquitectura se orienta hacia el
altar, todas las líneas terminan en él. El
altar, por su parte carece de retablo,
destacando así la forma original de Mesa
de Sacrificio, como en el cenáculo.
La plancha sobre la mesa, de mármol
nacional, mide 3.40 metros y pesa una
tonelada y media.
La diferencia de nivel entre la nave
y el presbiterio es de 7 gradas, y si
agregamos las 3 gradas del altar, resulta
que el sacerdote, al celebrar lia Misa,
se encuentra a 1,50 metros sobre el pue-
blo. Es- una verdadera reminiscencia del
Monte Calvario. En una sola nave, al-
rededor de un solo altar, colocado muy
alto y bien visible para todos, se reúnen
los hijos de Dios en este hogar de Dios,
formando una verdadera familia parro-
quial y comunidad de sacrificio, según
lo desea Jesucristo: «Para que todos
sean uno, y como Tú, oh Padre, estás en
Mí y Yo en Ti, así sean ellos una misma
cosa en nosotros». (Juan 17, 21).
Según ' la antigua costumbre, la su-
bida al presbiterio está flanqueada por
dos ambones. Con el tiempo se colocará
detrás del altar un gran mosaico de casi
10 mts. de altura. Por 72 ventanillas (36
a cada lado) cae un mar de luz sobre el
altar; pero es una luz que no molesta. Es
una luz indirecta puesto que desde la
nave no se ven los vidrios. La nave tiene
7 ventanas de cada lado, cada una de 6
mts. de altura, cuyos vidrios provisorios
serán pronto reemplazados por vitraux
con representaciones figúrales según las
invocaciones de la Letanía del Sagrado
Corazón.
Vale la pena hablar brevemente de
Revista Bíblica
45
dos novedades técnicas del nuevo tem-
plo. La primera es que la torre está per-
forada por habitaciones. En el primer
piso se encuentra el despacho parro-
quial, en el segundo, tercero y cuarto
las habitaciones de los Padres, y en el
quinto habrá más adelante 4 campanas
movidas a motor. La segunda novedad
es un oratorio continuamente abierto, a
la izquierda de la entrada. Hace juego
con la Capilla Bautismal y tiene vista
al altar. Mientras el templo se cierra
después de las Misas, queda abierto el
oratorio, no necesitando vigilancia por-
que está separado de la nave por una
hermosa reja que hace juego a su vez
con la de la Capilla Bautismal.
en los servicios litúrgicos. De las 5 mi-
sas dominicales, celébranse cuatro con
rezos en común y con cantos populares,
pero litúrgicos en el sentido de que co-
rresponden a las partes respectivas de la
Misa. Al entrar en la Capilla, cada uno
de los fieles recibe prestado un libro
que contiene la Misa dialogada y cien
cantos en castellano. En cuanto al rezo
de los adultos, nuestras esperanzas no
se han cumplido todavía, pero los niños
del Catecismo ya saben 90 de los 100
cantos, y cantan con gran entusiasmo^ Y
seguramente nos sobran motivos para
felicitarnos por haber conseguido que to-
dos los fieles sigan la Misa con un libro
en la mano, el que contiene las oracio-
La modesta Capilla, situada al lado
izquierdo del nuevo templo servirá en
adelante de salón parroquial. En esa
sencilla Capilla, donde no hay nada de
yeso ni nada de mentiras arquitectóni-
cas, se celebraron durante 5 años los
servicios religiosos. Con su intimidad
familiar fué el ambiente más apropia-
do para formar el espíritu de una verda-
dera familia parroquial antes de levan-
tar el hogar de los hijos de Dios. Lo que
más formó el espíritu de la familia pa-
rroquial fué la Liturgia: no habrá reno-
vación de los cristianos sino por el es-
píritu litúrgico.
Lo primero que tratamos de hacer, fué
llevar a los fieles a tomar parte activa
nes y explicaciones del Santo Sacrifi-
cio. Podemos felicitarnos igualmente
por el hecho de que 99.90 % de los asis-
tentes devuelven fielmente los libros
prestados al salir de la Capilla. Los que
participan de las Bendiciones Eucarísti-
cas de la noche reciben igualmente su
librito, ya se trate de las oraciones li-
túrgicas del Adviento o de la Navidad,
de uña Hora Santa o de las mismas
Completas, oraciones todas que canta-
mos en castellano.
Después de las Misas dominicales, de-
lante del Templo, se ofrecen a la venta
distintas ediciones de la Biblia, catecis-
mos populares, libros de toda clase y Re-
vistas Católicas. Con ese apostolado
46
Revista Bíblica
OFICIO DE
* TINIEBLAS
Acaba de aparecer la segunda edición del
“Oficio de Tinieblas”, publicado por el
“Apostolado Litúrgico del Uruguay” (AL
DU) en su conocida colección de publicacio-
nes de apostolado litúrgico popular “La
Iglesia Orante”.
El presente tomo (XI) de esta colección
tuvo desde el principio una acogida muy
particular, ya que no había, en nuestro me-
dio, una publicación similar que permitie-
ra a los fieles seguir perfectamente el Ofi-
cio de Tinieblas, cuyos textos son una de
las más preciosas joyas de la liturgia de la
Semana Santa.
Hoy en día que el católico consciente de-
sea, con todo derecho unirse lo más intima-
mente posible a los Sagrados Misterios y
participar activamente en su celebración,
publicaciones como las que realiza el ALDU
tienen un significado especial, y merecen
nuestro decidido apoyo y la más amplia di-
fusión entre el pueblo fiel, máxime entre los
miembros de Acción Católica.
Pór esto, en ningún templo deberían faltar
esos tomitos de la colección “La Iglesia
Orante”, sino que sería de desear que en la
sacristía o en el despacho parroquial tuvie-
ran en venta ofreciéndoselos a los fieles en
las diversas circunstancias para las que es-
tán destinados los respectivos títulos. He
práctico del Buen Libro podemos hacer
mucho bien. Esperamos además comen-
zar muy pronto con el aüostolad© de las
estampas litúrgicas de Montevideo.
No nos hacemos ilusiones sobre los re-
sultados relativamente modestos de
nuestros esfuerzo?; mas nos consuela la
convicción de que el Movimiento Litúr-
gico es semejante a la misma Iglesia, es
decir, que como ella es una semilla que
va creciendo despacio, pero irresistible-
mente.
P. Bernarda Weber,
Misionero del Sgdo. Corazón.
aquí algunos de ellos: El Santo Bautismo,
La Santa Confirmación, El Sacramento del
Matrimonio, La Liturgia de Enfermos, La
Liturgia de Difuntos. Oraciones de la Igle-
sia, Misa Dialogada, Semana Santa, Novena
Litúrgica de Navidad etc.
La segunda edición del “Oficio de Tinie-
blas”, la cual motiva la presente nota, ha si-
do totalmente reformada y trae una notable
primicia que no podemos menos que acoger
con suma satisfacción y alegría. Nos referi-
mos la adaptación del oficio a la nueva ver-
sión latina del Salterio y los Cánticos que
acaba de publicar el Pontificio Instituto Bí-
blico por disposiciones de Pío XII.
Ciertamente no tardará en adoptarse en la
mayoría de las catedrales y parroquias esta
nueva versión del Salterio recomendada por
el S. P. Pío XII en el respectivo “Motu Pro-
pio”, donde dice: "... la ofrecemos con pa-
ternal benevolencia, a todos los que están
obligados a recitar diariamente' las Horas Ca-
nónicas; y al mismo tiempo, todo considera-
do, por propia voluntad y tras Nuestra ma-
dura deliberación, permitimos en el rezo
privado y público el uso de la misma . . . Con-
fiamos en que desde ahora . . todos sacarán,
del rezo del Divino Oficio, luz, gracia y con-
suelo más abundantes, y, así estimulados e
iluminados, sentirán mayor inclinación, en
difíciles tiempos para la Iglesia, a imitar
esos ejemplos de santidad que en los Salmos
brillan egregiamente, y a nutrir y fomentar
aquellos sentimientos de amor divino, de
máxima fortaleza y de piadosa contrición
a que nos mueve el Espíritu Santo en la lec-
tura de los Salmos”.
Del mismo modo, la mencionada edición
de ALDU, ofrece también una nueva traduc-
ción de la mayoría de los textos bíblicos que
componen el Oficio de Tinieblas, la cual se
ajusta más a los textos originales hebreos y
griegos, respectivamente, conforme deseara
Pío XII en su importante encíclica “Divino
Afilante Spíritu”. En lo que corresponde a
los Salmos, la traducción pertenece a Mons.
Straubinger, quien en estos momentos está
Revista Bíblica
47
preparando una nueva edición del Salterio.
Acompañan a los distintos textos del Ofi-
cio breves y acertadas notas que facilitan la
comprensión de su sentido dentro del marco
del mismo oficio.
Este es asimismo el fin de los “cuadros”
que señalan el principio de casi todos los
salmos. A este respecto, el R. P. Born hace,
en el prólogo, la siguiente observación: “ . . .
con ellos no pretendemos dar una interpre-
tación de los salmos. ¡Lejos de nosotros tal
intención!, pues temeríamos hacer con ello
caso omiso de la grave advertencia del S. P.
Pío XII en su encíclica bíblica “Divino Af-
ilante Spiritu”, al prevenirnos contra el abu-
so que se comete frecuentemente al dar a
la Palabra de Dios interpretaciones alegóri-
cas y acomodaticias. Nuestra intención fue.
simplemente, dar en pocas palabras una co-
mo “composición de lugar” dentro de los
acontecimientos que se desarrollan durante
el sagrado drama de la Pasión de Cristo.”
Felicitamos al “Apostolado Litúrgico del
Uruguay” y, en especial a su incansable di-
rector, R. P. Agustín Born, P. S. M., por esta
nueva edición, que no sólo ayudará a los fie-
les a participar perfectamente en la Litur-
gia de la Semana Santa, sino que será, sin
duda, también de gran interés para los seño-
res sacerdotes, que mediante este libro, po-
drán rezar el Oficio de Tinieblas en la nue-
va versión latina, tanto más fiel y clara que
la antigua de la Vulgata.
CRONICA
BRASIL:
También Brasil tendrá en adelante su
Semana Bíblica. Su Em. el Cardenal
Motta, arzobispo de S. Paulo acaba de
publicar el programa y los fines de esta
nueva institución: 1. Conferencias de
carácter científico para los profesores
de Sagrada Escritura; 2. Estudio de los
problemas y del método de enseñar la
Sagrada Escritura en los Seminarios e
Institutos teológicos; 3. Estudiar el as-
pecto pastoral de la Escritura a través
de la predicación y del apostolado de
la prensa; 4. Estimular a los profeso-
res a hacer una versión literal de la
Biblia y a editar una Revista Bíblica, y
también una serie de comentarios a la
Sagrada Escritura. Las sesiones tuvie-
ron lugar en el Aula Magna del Mo-
nasterio de San Benito, en S. Paulo, en-
tre el 3 y 8 del mes de Febrero.
ESTADOS UNIDOS:
Los diarios publican la siguiente in-
formación edificante y de gran interés
relativa a la vocación bíblica poco co-
mún en un joven y ya famoso artista
cinematográfico, cuya iniciativa, de
enorme aliento, coincide con lo que he-
mos soñado más de una vez todos los
que amamos la palabra de Dios: Orson
Welles, de 29 años de edad, célebre en
el teatro, en el cinematógrafo y en la
radio, acaba de acometer una tarea pro-
digiosa: la de registrar en discos fono-
gráficos todo el contenido de la Biblia.
Leyendo el Libro sagrado durante
quince minutos por día, durante un año,
Welles calcula que registrará en 773.746
una nueva versión del libro sagrado.
ESPAÑA:
La VII Semana Bíblica Española se
celebró del 23 al 27 de Septiembre de
1946, en Madrid, en el Salón del Con-
sejo de Investigaciones Científicas. El
tema central tratado en las sesiones ma-
tutinas versaba sobre El Espíritu Santo
en la Sagrada Escritura, mientras las
sesiones vespertinas estaban dedicadas
a Cuestiones selectas de Introducción a
la Sagrada Escritura. En torno del pri-
mer tema se leyeron seis trabajos: el del
Dr. Enciso, lectora! de Madrid, sobre las
«Manifestaciones naturales y sobrena-
turales del Espíritu Santo en el Antiguo
Testamento»; el del P. Félix Asensio,
S. J. sobre «El Espíritu de Dios en los
apócrifos judíos precristianos»; uno del
P. Serafín de Ausejo, Capuchino, sobre
«La acción santificadora del Paráclito
en los escritos de San Juan», y otro del
P. Bover S. J. sobre «La concepción pau-
lina del Espíritu Santo». Los temas de
las sesiones vespertinas fueron: «Las di-
rectrices señaladas por la Encíclica «Di-
vino afilante Spiritu» (Can. Dr. Laguar-
dia de Pamplona), «El género históri-
co» (P. Colunga), «La historicidad del
Libro de Tobit» (P. Galdós), «Ritmo
oral y su aplicación a la exégesis evan-
gélica» (P. Félix Puzo), «El Cardenal
Ceferino González y S. S. León XIII
48
Revista Bíblica
Biblia Sacra juxta Yulgatam Clementinani.
Preparada por los PP. Alberto Colunga
y Lorenzo Turrado. Editada por la Edi-
torial Católica, S. A. Biblioteca de Auto-
res cristianos, Madrid, 1946. Págs. 1.740.
Encuadernada en tela: $ 30. — , a dos tin-
tas $ 40.
Es admirable el esfuerzo con que la Edi-
torial Católica de Madrid sigue publicando
un tomo tras otro, superándose a sí misma
con esta bellísima edición de la Yulgata la-
tina, diligentemente arreglada y provista
de copiosas referencias a los pasajes para-
lelos de la Biblia y también a los Concilios.
No faltan pequeñas ilustraciones arqueoló-
gicas. El texto sagrado ha sido dividido en
párrafos que para orientación del lector
llevan epígrafes y sumarios. El Salterio va
en dos columnas, conteniendo la una el
nuevo Salterio Vaticano.
Para la Argentina y otros países latino-
americanos, Itinerarium, Revista Francis-
cana, Alsina 380, Bs. Aires, se ha hecho
cargo de la distribución de la obra.
Romano Guardini: Los Signos Sagrados.
Traducción directa del alemán por En-
rique Rau, Edit. Surco, 48-697, La Plata,
Págs. 152.
Romano Guardini no necesita presenta-
ción en los países de lengua castellana, y
mucho menos cuando llega traducido por
la pluma congenial del P. Enrique Rau,
Profesor de Sagrada Teología en el Semi-
nario de La Plata. En su obra “El espíritu
de la Liturgia” nos introduce Guardini, con
frente al problema bíblico de su siglo»
(P. Larrañaga) .
Sobre el Día Bíblico que en adelante
se celebrará todos los años en España,
véase la primera sección de este nú-
mero.
ALEMANIA:
Alemania, el país europeo más casti-
gado por el hambre, es en cambio el
más obsequiado con. Biblias protestantes
de procedencia norteamericana. Los ca-
tólicos, por su parte, no cuentan con
subsidios del extranjero; sin embargo
han trazado un programa para restau-
rar el Movimiento Bíblico, tan florecien-
te antes de la guerra. S. E. el Cardenal
Miguel von Faulhaber, de Munich, autor
del programa, propone la reimpresión
de Biblias católicas, ante todo de nuevas
ediciones de la Historia Sagrada para
las escuelas primarias, de una Biblia
para la familia y un'almanaque anual bí-
blico. El eminentísimo Cardenal desea
que todas las familias católicas tengan
por lo menos un Nuevo Testamento y
que los sacerdotes expliquen a los adul-
tos la Biblia en conferencias especiales,
además de la Homilía y Doctrina cris-
tiana dominical.
PALESTINA:
El Padre de Vaux, de la Escuela Bí-
blica de los PP. Dominicos de Jerusa-
lén, ha descubierto lo que se estima
constituye los restos de la ciudad de
Tirza, primera capital del reino de Is-
rael, que se separó del reino de Judá
después de la muerte del rey Salomón.
Los restos se remontan a un período
comprendido entre 3.000 y 1.000 años an-
tes de Cristo, y pertenecen a varias ciu-
dades que se sucedieron en el mismo lu-
gar, situado a 16 kms. al Nordeste de
Nablús (Siquem), en Tel Farah.
CHINA:
Ha llegado a Roííía el primer volu-
men de una traducción al chino del An-
tiguo Testamento, hecha por el R. P.
Gabriel M. Allegra. O. F. M., de la Casa
Franciscana en Peiping, autoridad en
estudios bíblicos y lingüista oriental no-
table. Auxílianle cuatro franciscanos
' chmos. La traducción se hace sobre el
idioma original hebreo.
El r.ue\o ministro de China ante el
Vaticano, Doctor Wu, es conocido ci.mo
traductor de los Salmos y del Nuevo
Testamento a la lengua china clásica.
Revista Bíblica
49
la intuición psicológica propia de él, en la
metafísica de la Liturgia en general; aquí,
empero, nos explica la metafísica de los
signos sagrados, es decir, nos hace ver la
íntima relación entre el símbolo litúrgico
y el contenido por él simbolizado: Esto nos
dicen también otros liturgistas, pero nin-
guno como Guardini. Este libro es una joya
de la literatura católica contemporánea, y
su publicación honra la flamante Editorial
“Surco” de La Plata, en cuya colección
“Vida y Liturgia” figura en primer tér-
mino.
Los Santos Padres. Sinopsis desde los tiem-
pos apostólicos hasta el siglo sexto. Por
Sigfrido Huber. Dos tomos de 612 y 492
páginas. Edit. Dedebee, Ediciones Des-
cléee, De Brouwer, Bs. Aires.
El infatigable traductor de las cartas de
San Jerónimo y de San Ignacio de Antio-
quía, nos presenta en estos dos tomos su
obra principal: una sinopsis de 49 Padres
de la Iglesia occidental y oriental, eligien-
do los problemas más agitados y caracterís-
ticos de cada época, desde los orígenes de
la Iglesia hasta los comienzos de la Edad
Media.
Una introducción general y notas intro-
ductorias a cada uno de los Padres, con
otras que van al pie de la página, dan a esta
obra, además de ser Antología, también el
carácter de un manual patrístico para uso
de Seminarios e instituciones de cultura
superior católica. Varios trozos de la An-
tología salen en esta obra por primera vez
en lengua castellana.
Lo que más admiramos en el Capellán
del Colegio Marín de San Isidro es su deci-
dida formación filológica e histórica que le
hace capaz dé proporcionarnos versiones
precisas, y no como las que estamos acos-
tumbrados a leer en las ediciones corrien-
tes.
Es de esperar que el público católico,
ante todo el clero corresponderá al inmen-
so esfuerzo que para la Editorial significa
esta Antología.
Luis Kósters, S. J.; Nuestra Fe en Cristo.
Traducción directa del alemán por el P.
Juan Armelín, S. J. Palabras liminares
de Hernán Benítez. Edit. Poblet. Bs. Ai-
res, 1946. Págs. XXXI y 350.
Para valorar esta obra basta leer las “Pa-
labras liminares” de Hernán Benítez, que
se precipitan a manera de una catarata so-
bre el mundo moderno que con sus fantás-
ticos recursos físicos y científicos ha logra-
do reemplazar la adoración del Creador por
una repugnante autoidolatría. Kósters opo-
ne a este mundo — y también a aquellos
innumerables católicos que viven una fe
rutinaria — la grandeza de la figura de Jesu-
cristo, y lo hace con una “erudición pas-
mosa, registrada en citas salpicadas por
todo el vasto campo del saber”, dominando
todas las cuestiones relacionadas con el
tema principal, hasta la literatura hetero-
doxa.
El libro de Kósters se distingue de las
grandes Vidas de Jesús por su fin prácti-
co, parenético, kerygmático, por lo cual pa-
rece destinado a provocar no solamente un
benéfico aumento de nuestro saber, sino
más bien un influjo vital, que lleva al lec-
tor a creer en Jesús y a Jesús con todo su
corazón y amarle con una emoción supe-
rior a toda reflexión crítica.
La Editorial Poblet merece nuestra gra-
titud por su labor técnica, aunque se han
deslizado varios errores de imprenta, par-
ticularmente en las notas.
Pedro Gallo: La Gracia triunfa. Para con-
fesores, catequistas y educadores. Edit.
Difusión, Herrera 527, Bs. Aires, 1946.
Págs. 144, $ 1,25.
El autor de este libro llama la atención
sobre un problema demasiado desconocido
e inadvertido, que afecta de un modo sin-
gular la vida religiosa de la juventud mas-
culina. Trata principalmente de la confe-
sión de los jóvenes, y lo que dice a este
respecto, es dictado por una larga expe-
riencia de educador y confesor. Algunos
quizás se ofenderán, porque no a todos les
gusta oir la verdad. No importa. Hay pro-
blemas que no se solucionan sin ser expues-
tos antes a la luz de la crítica. El objeto del
libro es indicar los remedias; y en esto
abunda para consuelo de los que tienen a
su cargo formar juventudes.
50
Revista Bíblica
Respuestas
J. F. Chile: Mucho nos complacen sus
amables conceptos sobre el cuarto tomo
de la Biblia, con que se terminó el Antiguo
Testamento comentado por el Director de
nuestra Revista. Nos es grato anunciarle
que la edicisión del 5? tomo, que contiene
el Nuevo Testamento con nuevos y am-
plios comentarios, está ya impresa y pró-
xima a aparecer en la Editorial Guadalupe.
La autorizada opinión de Vd., sobre el va-
cío que esta obra viene a llenar para los
fieles, coincide con la que se ha manifes-
tado gn uno de los comentarios bibliográ-
ficos, que dice: “La Biblia de Monseñor
Straubinger, “explicada para la vida”, co-
mo acertadamente la anuncian los editores,
viene a ocupar el lugar, esperado hace mu-
cho tiempo, entre las ediciones corrientes
con una notoria insuficiencia de explica-
ciones para el lector común y las grandes
ediciones de tipo magistral, que no sólo es-
tán al alcance de muy pocos, sino que tam-
bién dan a sus comentarios un carácter más
erudito y científico que doctrinario y es-
piritual. Gracias a esta edición, al alcance
de todos, la Biblia llegará a ser un día para
muchos el libro de espiritualidad por ex-
celencia, como tanto lo desea su autor.
Párroco Juan: Esa creencia de que San
Pablo tenía en su cuerpo las llagas de Je-
sús no tiene fundamento. Cuando el Após-
tol dice: “pues las señales de Jesús las lle-
vo yo (hasta) en mi cuerpo” (Gál. 6, 17),
recuerda, como dice San Crisóstomo, las
señales que dejaron en su cuerpo las heri-
das y golpes recibidos en las persecucio-
nes. Por lo cual la autenticidad de su mi-
sión, tan evidente por su espíritu y por su
ciencia de Dios (Ef. 3, 4), resultaba confir-
mada por esos signos exteriores de la per-
secución que es el sello del verdadero após-
tol (cfr. I Cor. 4, 9 ss.; II Cor. 4, 11; II Tim.
3, 12, etc.).
Como bien expresa Fillion, la palabra
“estigma” en la antigüedad no significaba
las llagas de Cristo, sino la marca de fue-
go llevada por los esclavos como señal inde-
leble del amo a que pertenecían, por lo
cual, “nada tiene aquí de común con el
fenómeno místico y patológico que se de-
signa con tal nombre desde la edad media”.
Maran atha. Rosario: Efectivamente, esa
prioridad de la apostasía está anunciada
por ¡San Pablo y explicada por los comen-
taristas. El Apóstol dice que antes de la se-
gunda venida de Cristo “debe venir pri-
mero la apostasía y hacerse manifiesto el
hombre de pecado, el hijo de perdición,
oponiéndose y ensalzándose en toda cosa
llamada Dios o sagrada, hasta que él mismo
ponga su asiento en el templo de Dios, os-
tentándose a sí mismo como si fuera Dios”
(II Tes. 2, 3 s.). Fácil es explicarse; que la
apostasía haya debido preceder para que
sea posible semejante abuso y triunfo del
Anticristo. Tal es la situación que Jesús
anuncia de diversos modos en Mat. 24 y la
que le hace decir que cuando El venga no
encontrará la fe en la tierra (Luc. 18, 8).
El Apocalipsis confirma estos anuncios di-
ciendo que a la Bestia (o Anticristo) le
fué permitido también hacer guerra a los
santos y vencerlos; y le fué dada autoridad
sobre toda tribu y pueblo y lengua y na-
ción” (Apoc. 13, 7). Y enseguida agrega
que adorarán a Satanás (el dragón) todos
los moradores de la tierra salvo aquellas
personas cuyos nombres están escritos en
el Libro de la vida del Cordero. Estos son
aquellos escogidos que, según dice Jesús,
se perderían aún ellos si esto fuese posible,
a causa de las cosas estupendas que harán
los falsos Cristos y falsos profetas (Mat.
24, 24). Entre éstos habrá uno que el Apo-
calipsis llama por antonomasia el falso pro-
feta, el cual convencerá a los moradores de
la tierra que debían erigir una estatua a la
Bestia (Apoc. 13, 14).
Padre J. F.: Es muy sagaz la observación
que Yd. hace sobre el texto de San Pablo
en II Tes. 2, 10, donde se habla de una ofus-
cación de conciencia que parecería contra-
dictoria con esa luz que hasta los paganos
tienen, según el mismo Apóstol enseña en
Rom. 2, 14-16. Es que, como Vd. verá en
el primero de los textos citados, se trata
allí, no de una ley general, sino de un ver-
dadero castigo de ceguera espiritual, im-
puesto por Dios a los que pudieron recibir
muchas luces sobrenaturales de la Palabra
revelada, y la tuvieron en menos, prefirien-
do guiarse por un criterio meramente ra-
cional y humano, que los llevaba a “colar
el mosquito y tragarse el camello” (Mat.
23, 24). Se trata, pues, no de que falle la
conciencia como guía, sino de un abandono
Revista Bíblica
51
y retiro de su gracia, que Dios 'hace a aquel
que la despreció, cumpliéndose con ello
simplemente la Palabra de Jesús: “a todo
aquel a quien se haya dado mucho, mucho
le será demandado; y más aún le exigirán
a aquel a quien se le haya confiado mucho
(Luc. 12, 48). Desde el A. T. puede obser-
var Vd. por ej. en el Salmo 80, 12 s. que ya
Dios, por no haber Israel escuchado su Pa-
labra, lo abandonó a la dureza de su cora-
zón, para que anduvieran según sus pro-
pios apetitos.
Estudiante de Derecho: El concepto de
un Dios legislador no es cosa singular del
cristianismo, sino que se encuentra tam-
bién en otras religiones. En cambio, el su-
blime dogma revelado de un Dios Padre
que no necesita de nuestros favores, que
amó a los hombres hasta entregarles su
Hijo-único, y que sólo nos pide un amor
que al mismo tiempo es don de su santo
Espíritu, eso sí que es exclusivo del cris-
tianismo, como que no pudo ser inventa-
do por un Hombre. De ahí que lo que de-
be enseñarse para transformar sustancial-
mente los espíritus es sobre todo esa con-
cepción espiritual de Dios. Por eso dijo
Jesús que la vida eterna consiste en co-
nocer al Padre y a su Hijo y Enviado Je-
sucristo. Porque el saber las reglas mo-
rales no basta para cumplirlas si no hay
ese amor que nace del conocimiento es-
piritual del que es amable sobre todas las
cosas.
A una novia: Nos parece muy encomia-
ble su idea de ejecutar usted misma el
velo que se usará en la Misa de velación
el día de su bodá. La felicitamos, pues es
lo más justo que las jóvenes cristianas,
que tanto se esmeran en la confección de
sus ajuares de novias, tomen también en
cuenta los lienzos litúrgicos que han de
usarse en el solemne momento de bende-
cirse la unión matrimonial.
En cuanto a modelo e indicaciones para
la ejecución, puede dirigirse directamente
al “Apostolado Litúrgico del Uruguay”,
Paysandú 759, Montevideo (Uruguay).
Sacerdote orante. Buenos Aires: Efecti-
vamente es notable la diferencia que ha
observado usted en el S. 75,11 del nuevo
Salterio (feria 5* a Nona). Esa diferen-
cia existe no solamente con respecto al
texto del Breviario y de la Vulgata, sino
también a las versiones corrientes del he-
breo. Es que el Salterio Romano ha adop-
tado sabiamente la misma lección que
Schmidt y otros modernos, rectificando las
versiones que leían Adam (hombre) en
vez de Edom, y Hemoth (que se traducía
por pensamientos o por ira), en vez de Ha-
math (o Emath). pueblos ambos vecinos
de Israel (75, 12). Vea usted un caso igual
aclarado en nuestra edición de los Hechos
de los Apóstoles (Hech. 15, 17 y nota).
A los que han pagado más de la cuota
ordinaria les agradecemos su generosidad,
pues nos han librado de la necesidad da
aumentar el precio de la suscripción. Re-
vista Bíblica cuesta por año solamente pe-
sos 5. — , en Chile $ 30. — , en Colombia
$ 2 — , en Bolivia $ 40. — , en Uruguav pe-
sos 2.50, en Brasil 20 Cruz., en Perú 7 S>
íes. en Ecuador 15 Sucres, en Paraguay 4
Cuar., en otros países 1,25 dólar norte-
americano.
A todos: No se olviden los lectores de
pagar la suscripción por adelantado, sin
esperar el recuerdo del pago porque esto
nos resulta costoso. Algunos han tenido
la feliz idea de pagar el importe de dos
o tres años seguidos, lo que es una ven-
taja para ellos y para nosotros.
A los que cambian de domicilio, les ro-
gamos encarecidamente tengan la amabi-
lidad de indicarnos el nuevo domicilio. De
esta manera se evitan pérdidas de núme-
ros y las consiguientes reclamaciones e
irregularidades.
Libros Recibidos
Sigfrido Huber: Los Santos Padres. Sinop-
sis desde los tiempos apostólicos hasta el
siglo VI. Ed. Desclée, de Brouwer, Bs. Ai-
res, 1946. 2 tomos, 612 y 492 págs.
Ernesto Segura: La Educación católica en
la Liturgia. Ed. “Surco”, La Plata (Ar-
gentina), 1946, 40 págs.
Madeleine Chasles: El imperio del miedo.
Ed. Aldu, Pysandú 759, Montevideo (R.
O. U.) 1946. 206 págs.
I. Baeteman: /Más cerca de Ti, Cristo mío!
Ed. Excelsas, Bs. Aires, 1946. 253 págs.
$ 2.50.
Jorge Goyau: Madre María de la Pasión y
las Franciscanas Misioneras de María.
52
Revista Bíblica
Edit. Pax et Bonum, Bs. Aires, 1946. 400
págs. $ 4.50.
Francisco Pondal: Al margen del Evangelio
o el fin del mundo. Imprenta “El Pro-
greso”. Tucumán (Rep. Argentina) 1946.
47 págs.
Luis Kosters: Nuestra fe en Cristo. Ed. Po-
blet, Bs. Aires, 1946. 350 págs.
Pedro Gallo: La Gracia triunfa. Ed. Difu-
sión, Bs. Aires, 1946. 143 págs. $ 1.25.
Madre María de Loyola: Jesús de Nazaret.
Historia de su vida contada a los niños.
Ed. Difusión, Bs. Aires, 1946. 280 págs.
$ 1.95.
Amalia Errazuriz de Subercaseaux: Vida de
la Virgen María. Contada a los niños. Ibi-
dem 1946, 149 págs. $ 1.20.
Luigi Sturzo: Leyes internas de la socie-
dad. Ibidem 1946, 297 págs. $ 4.
Reinhold Schneider: Der Priester im Kir-
chenjahr der Zeit. Editorial Caritas, Fri-
burgo de Brisgovia, 1946. Págs. 148.
54 respuestas sobre el problema de la ense-
ñanza religiosa en las escuelas del Es-
tado: A. C. A. Rosario (Argentina). Ed.
Difusión, 1946. Bs. Aires, 44 págs.
Francisco Olgiati: La Piedad Cristiana. Ibi-
dem 1946. 331 págs. $ 2.50.
Colunga-Turrado: Biblia Vulgata. Ed. Ca-
tólica S. A., Alfonso XI, 4. Madrid, 1946,
1592 págs. con Appendix de 122 págs. Pe-
setas 60.
Dom Thomas A. Michels: Blessed Mysteries.
Ed. St. Paul’s Priory-Keyport (New Jer-
sey) EE. UU. 1945.
Teófilo Ayuso Marazuela: La Biblia de Oña.
Ed. Consejo Sup. de Investigaciones Cien-
tíficas, Delegación de Zargoza (España)
1945. 131 págs.
Rafael Martínez del Campo: ¿Fe? ¿Obras?
Ed. Buena Prensa, México D. F. 94 págs.
Romano Guardini: Los signos sagrados.
Traducción directa del alemán por Enri-
que Rau. Ed. “Surco”. La Plata, 1946.
147 págs.
Arturo E. Sampay: El Estado y sus atribu-
tos según la convención interamericana
de Montevideo. Ibidem 1946.
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bewegung Stuttgart, 1946.
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Prensa, ap. 2181, México D. F. 173 págs.
Eniile Pirolley: La educadora cristiana. Ed.
Desclée, de Brouwer, Bs. Aires, 1946. 155
págs.
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versión. Edit. Thomas Nelson y Sons.
New York, 1946. 533 págs.
J. Hernández Ruiz: La siembra de la divina
semilla. Ed. Imprenta Comercial, Soria
(Esp.) 1946. 427 págs. 20 Pesetas.
Boxler Karl: Ruth. Ed. Kanisiuswerk, Fri-
burgo (Suiza) 1946. 63 págs.
Boxler Karl: Judah Makkabaeus, Ed. Pau-
lusdruckerei, Friburgo (Suiza) 1943, 376
páginas.
San Antonio de Padna: Sermones Marianos.
Ed. Desclée, de Brouwer, Bs. Aires, 1946.
198 págs.
J. y R. Maritain: Situación de la Poesía.
Ibidem. 194 págs.
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TOMO II: JOB, el libro del consuelo, con un ensayo acerca del misterio
del mal, del dolor y de la muerte. Este pequeño tratado abar-
ca muy variados aspectos del complejo problema de Job a la
luz de las Sagradas Escrituras. El libro quiere ser como un
amigo de cabecera que, en medio de todas las tempestades y
oprobios de esta vida, que Job llama “Milicia”, nos haga
recordar la inefable palabra de Jesús: “Levantad vuestras ca-
bezas, porque vuestra redención se acerca” (Luc. 21-28). Es
obra de Mons. J. Straubinger
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BIBLIA. 112 páginas
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ANTIGUO TESTAMENTO. 205 páginas
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6. El Salterio, en latín y castellano, 2a. ed., 572 páginas . . . .„ 5. — |
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