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Full text of "Revista de interpretación bíblica latinoamericana : RIBLA."

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LJBRARY  OF  PRINCETON 


DEC  5 2003 


THEOLOGICAL  SEMINARY 


PER  BT83 .57  .R485 

Revista  de  interpretac i sn 
bmblica  latinoamericana  : 
RIBLA. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA 


CRISTIANISMOS 
ORIGINARIOS 
EXTRAPALESTINOS 
(35-138  d.C.) 


JORGE  PIXLEY 
LEIF  E.  VAAGE 
PABLO  RICHARD 
EDUARDO  HOORNAERT 
NÉSTOR  O.  MÍGUEZ 
IVONI  RICHTER  REIMER 
PAULO  NOGUEIRA 
TOMÁS  KRAFT 
MICHAEL  FRICKE 


RIBLA 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN 
BIBLICA  LATINOAMERICANA 


Consejo  de  redacción  1996 

Alicia  Winters  (Colombia), 

Carlos  Mesters  (Brasil), 

Carlos  A.  Dreher  (Brasil), 
Dagoberto  Ramírez  (Chile), 

Elsa  Tamez  (Costa  Rica), 

Gilberto  Corgulho  (Brasil), 
Gustavo  Gutiérrez  (Perú), 

Javier  Saravia  (México), 

Jorge  Pixley  (Nicaragua), 

José  Cárdenas  Pallares  (México), 
José  Comblin  (Brasil), 

José  Severino  Croatto  (Argentina) 


Marcelo  Barros  de  Souza  (Brasil), 

Marcos  Villamán  (República  Dominicana), 
Milton  Schwantes  (Brasil), 

Néstor  Míguez  (Argentina), 

Pablo  Richard  (Costa  Rica), 

Paulo  Lockmann  (Brasil), 

René  Castellanos  (Cuba), 

Sandro  Gallazzi  (Brasil), 

Sebastiáo  Gameleira  Soares  (Brasil), 
Tércio  Machado  Siqueira  (Brasil), 

Tereza  Calvalcanti  (Brasil). 


Coordinador 

Milton  Schwantes,  rúa  Faria  de  Lemos  84,  07094-200  Guaruihos/SP  Brasil  tel  e fax 
(011)6468.0169 

Coordinador  de  este  número 

Jorge  Pixley,  Apartado  Postal  2555,  Managua,  Nicaragua 


Esta  revista  se  edita  en  español  y portugués,  3 veces  al  año 

En  español:  Editorial  DEI,  Apartado  390-2070,  Sabanilla,  San  José,  Costa  Rica. 

RECU:  Apdo.  17-03-252,  Quito,  Ecuador. 

(Con  el  apoyo  del  Consejo  Mundial  de  Iglesias) 

En  portugués:  Editora  Vozes,  Caixa  Postal  90023,  25689-000  Petrópolis-RJ,  Brasil. 

Editora  Sinodal,  Caixa  Postal  1 1,93010-000  Sao  Leopoldo-RS,  Brasil. 


Precio  de  suscripción 

América  Latina: 

U$ 

24 

(3  números  al  año) 

Otros  países: 

U$ 

36 

Costa  Rica: 

0 

3.450 

Ejemplares  sueltos 

América  Latina: 

u$ 

9,5 

Otros  países: 

u$ 

14,5 

Costa  Rica: 

0. 

1.380 

LOS  DERECHOS  DE  AUTOR  SON  DEL  CONSEJO  DE  REDACCIÓN 


0F  P¡t¡tlC 

#' 

MAY  O 5 1999 


Digitized  by  the  Internet  Archive 
in  2016 


https://archive.org/details/revistadeinterpr29depa 


RIBLA 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN 
BÍBLICA  LATINOAMERICANA 

N°  29 


Cristianismos  Originarios 
Extrapalestinos 
(35-138  d.C.) 


SAN  JOSÉ,  COSTA  RICA 
1998 


Corrección  y traducción  del  portugués:  RECU 
Diagramación:  RECU 


© Consejo  de  Redacción  de  RIBLA 
© Departamento  Ecuménico  de  Investigaciones,  1998 
© RECU 

ISSN  1390-0374 


Impreso  en  Ecuador  • Printed  in  Ecuador 


Prohibida  su  reproducción  total  o parcial 


PARA  PEDIDOS  O INFORMACION  ESCRIBIR  A: 

EDITORIAL  DEI 
Departamento  Ecuménico 
de  Investigaciones 
Apartado  Postal  390-2070  Sabanilla 
San  José,  Costa  Rica 
Teléfonos  253-02-29  y 253-91-24 
Telefax  (506)  253-1541 


CONTENIDO 


JORGE  PIXLEY.  Presentación 5 

LEIF  E.  VAAGE.  El  Evangelio  de  Marcos:  Una  interpretación  ideológica 
particular  dentro  de  los  cristianismos  originarios  de  Siria-Palestina  ....  10 

PABLO  RICHARD.  Los  orígenes  del  cristianismo  en  Antioquía 31 

EDUARDO  HOORNAERT.  Edessa  y la  frontera  oriental  44 

JORGE  PIXLEY.  Los  primeros  seguidores  de  Jesús  en 

Macedonia  y Acaya 59 

NÉSTOR  O.  MÍGUEZ.  Cristianismos  originarios:  Galacia, 

el  Ponto  y Bitinia.  Comunidades  humildes,  solidarias  y esperanzadas  ...  84 


IVONI  RICHTER  REIMER.  Sexualidad  en  tiempos  escatológicos: 
una  aproximación  a la  problemática  del  matrimonio  y del  celibato 


en  los  dos  primeros  siglos  cristianos 106 

PAULO  NOGUEIRA.  Cristianismos  en  Asia  Menor. 

Un  estudio  comparativo  de  las  comunidades  en  Efeso  al  final 

del  primer  siglo  d.C 120 

PABLO  RICHARD.  Los  orígenes  del  cristianismo  en  Roma 139 

TOMÁS  KRAFT.  La  Iglesia  primitiva  en  África 155 

MICHAEL  FRICKE.  Novedades  en  el  diálogo  ecuménico: 

La  recepción  de  la  interpretación  bíblica  latinoamericana  en  las 

‘ayudas  de  predicación’  de  Alemania  183 


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Contenido 


RESEÑAS 

Jacob  Neusner.  Um  rabino  conversa  com  Jesús:  Uní  diálogo  entre 


milenios  e confissdes.  Rio  de  Janeiro:  Imago,  1994. 

(Original  inglés,  1993)  148  páginas 189 

Vincent  Brannick.  A Igreja  Doméstica  nos  Escritos  de  Paulo.  Sao 
Paulo:  Paulus,  1994.  (Original  inglés,  1989)  137  páginas 191 


PRESENTACION 


Con  este  número  de  RIBLA  presentamos  el  complemento  al  número  22  so- 
bre los  Cristianismos  Originarios  Palestinos  (30-70  d.C.).  Recomendamos  su  lectu- 
ra y uso  pedagógico  en  conjunto. 

Jesús  vivió  y organizó  su  movimiento  en  Galilea  y Judea  durante  dos  o tres 
años,  hasta  más  o menos  el  año  30,  cuando  fue  crucificado  por  el  procurador  roma- 
no en  Jerusalén  durante  la  semana  de  la  fiesta  de  Pascua.  Pero  su  movimiento  no 
terminó,  se  mantuvo  en  varias  expresiones,  en  un  principio,  en  las  mismas  áreas  de 
su  actividad.  Galilea  y Judea.  En  esta  zona,  el  movimiento  prácticamente  se  agotó 
con  la  derrota  del  movimiento  insurreccional  en  la  gran  guerra  de  los  años  66  a 74 
que  incluyó  la  destrucción  del  templo  en  el  70  d.C.  Fue  nuestra  intención  con  RI- 
BLA 22  mostrar,  el  clima  de  control  romano  en  Palestina  durante  los  cuarenta  años 
entre  la  ejecución  de  Jesús  y la  destrucción  del  templo,  las  muchas  expresiones  de 
lucha  contra  esta  dominación  romana,  y las  diversas  expresiones  del  movimiento 
fundado  por  Jesús  en  Galilea  y en  Jerusalén,  expresiones  que  se  destruyeron  con  la 
guerra. 

Sin  embargo,  existía  bastante  movilidad  en  el  oriente  del  Imperio  y pronto  el 
movimiento  de  Jesús  se  extendió  a Antioquía  en  el  norte,  a Edessa  en  el  noreste  en 
la  zona  fronteriza  con  el  imperio  de  los  partos,  a Egipto  en  el  suroeste,  a la  zona  del 
Mar  Egeo  (Acaya,  Macedonia  y Asia),  al  borde  del  Mar  Negro  (Bitinia  y Ponto)  y 
al  interior  de  Asia  Menor  (Galacia  y Capadocia).  Queremos  con  RIBLA  29  abordar 
este  movimiento  dentro  de  las  fechas  35  a 138  d.C.  El  año  35,  es  un  límite  arbitra- 
rio pero  índica  la  proximidad  a la  muerte  del  fundador  para  la  extensión  extra  pa- 
lestina del  movimiento.  El  año  138  es  el  año  del  traspaso  de  poder  del  Principado 
imperial  de  Adriano  a Antonino  Pío.  Con  los  Antoninos  el  Imperio  Romano  alcan- 
za la  máxima  expresión  de  su  poder  y se  vuelve  más  difícil  soñar  con  alternativas 
que  no  se  desarrollen  fuera  de  sus  fronteras  (como  de  hecho  sucedió  con  el  cristia- 
nismo en  Etiopía  y en  Persia). 

El  supuesto  para  estos  estudios  es  que  un  movimiento  socio-religioso  como 
el  que  fundó  Jesús  no  se  extiende  naturalmente  como  una  nube  de  humo,  sino  que 
solamente  lo  hará  donde  las  condiciones  locales  ofrezcan  un  vacío  que  el  movi- 
miento promete  llenar.  Es,  por  lo  tanto  necesario  conocer  las  características  de  las 
zonas  hacia  donde  llegó  el  movimiento  y buscar  conocer  los  cambios  que  sufrió  el 
movimiento  ante  las  diversas  condiciones  que  encontró  en  esas  zonas.  Es  decir,  si 
bien  la  voluntad  misionera  es  indispensable,  no  es  suficiente  si  no  encuentra  un  te- 


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Editorial 


rreno  propicio  y si  no  ofrece  algo  que  satisfaga  las  necesidades  locales.  Un  análisis 
por  zonas  geográficas  nos  puede  permitir  detectar  estos  elementos.  Eso  es  lo  que 
nos  hemos  propuesto  en  esta  colección  de  estudios. 

La  motivación  para  emprender  estos  estudios  es  doble:  (1)  la  convicción  de 
que  el  surgimiento  de  una  Iglesia  Universal,  no  es  tanto  la  evolución  “natural”,  des- 
de una  unidad  inicial  del  movimiento  que  surgió  y se  extendió  a partir  de  la  activi- 
dad de  Jesús  en  Palestina,  sino  el  resultado  de  la  supresión  o expulsión  de  las  ex- 
presiones del  movimiento  que  no  encajaban  dentro  del  proyecto  religioso  que  pre- 
sidieron los  emperadores  a partir  de  Constantino.  Las  iglesias  pre-Constantinianas 
son  más  variadas  y diversas  que  la  Iglesia  que  Constantino  y sus  obispos  aliados  pu- 
dieron forjar  en  el  siglo  IV  a partir  del  Concilio  de  Nicea  en  el  325  d.C.  Un  examen 
geográfico  revelará  parte  de  esta  diversidad. 

(2)  La  otra  motivación  o sospecha,  surge,  en  nuestro  contexto  latinoamerica- 
no de  dependencia  política,  económica  y social,  es  que,  un  movimiento  que  surgió 
en  la  provincia  más  rebelde  del  Imperio  en  el  siglo  I y que  se  extendió  casi  inme- 
diatamente a provincias  resentidas  en  el  corazón  del  helenismo  como:  Acaya,  Ma- 
cedoma  y Jonia,  a zonas  como  Ponto  y Bitinia  que  habían  intentado  resistir  en  nom- 
bre del  helenismo  al  dominio  romano,  y especialmente  a los  territorios  controlados 
por  los  partos  más  allá  de  las  fronteras  orientales  del  Imperio  Romano,  no  puede  ser 
política  y socialmente  inocuo.  La  huelga  social  del  cristianismo  tomasino  en  el 
oriente  que  rechazó  la  procreación  y otros  deberes  sociales,  y la  protesta  apocalíp- 
tica de  Juan  el  visionario  en  Asia  o de  Hermas  en  Roma  revelan  la  existencia  de  un 
movimiento  socio-religioso  que  no  estaba  controlado  por  élites.  Queremos  contri- 
buir a la  recuperación  de  este  movimiento  de  comunidades  populares  que  veían  en 
el  movimiento  lanzado  por  Jesús  y sus  apóstoles  una  sociedad  alternativa  al  patriar- 
calismo  romano. 

Aquí  nos  encontramos  muy  pronto  con  Eusebio,  obispo  de  Cesárea  en  el  si- 
glo IV,  e historiador  que  narra  la  historia  de  las  iglesias  cristianas  como  una  histo- 
ria de  instituciones  presididas  por  obispos.  Gracias  a Eusebio  y a la  biblioteca  que 
disponía  (la  que  Orígenes  comenzó  dos  siglos  antes)  conocemos  muchas  cosas  que 
de  otro  modo  se  hubieran  perdido.  Pero  su  visión  de  la  Iglesia  como  la  institución 
que  se  prepara  para  su  rol  de  poder  y respaldo  al  Imperio  es  solamente  parte  de  la 
verdad.  Con  RIBLA  29  queremos  contribuir  a descubrir  esa  parte  que  Eusebio  des- 
conoció o no  quiso  conocer,  los  diversos  movimientos  populares  que  confesaron  a 
Jesús  como  su  fundador.  Ya  vimos  en  RIBLA  22  que  existe  desde  el  comienzo  una 
cierta  dualidad  en  los  movimientos  que  le  dieron  seguimiento  a Jesús,  dualidad  que 
en  Palestina  se  expresó  por  un  lado,  en  los  “cristianismos”  galileos,  con  su  énfasis 
en  Jesús  el  maestro,  y por  el  otro,  el  judaíta,  conducido  por  la  familia  de  Jesús  en 
Jerusalén  como  parte  de  la  Palestina  rebelde  que  preparó  la  guerra.  Al  salir  de  Pa- 
lestina el  cuadro  se  complica,  pero  se  puede  discernir  en  la  tradición  tomasina  de 
Edessa  y del  oriente  parto  una  continuación  de  la  línea  galilea  y en  la  tradición  pau- 
lina de  Jesús  como  Salvador  crucificado  y resucitado,  que  usa  un  lenguaje  más  po- 
lítico, que  confronta  al  lenguaje  religioso  del  Imperio  una  continuación  de  la  “igle- 
sia” de  Jerusalén. 

Verdaderamente  sorprende  la  movilidad  que  caracteriza  a los  creyentes  que 
siguen  a Jesús.  Los  mapas  de  Tomás  Kraft  en  el  artículo  sobre  Egipto  nos  ayudan  a 
visualizarlo,  pero  los  artículos,  todos  ellos,  reflejan  lo  mismo.  El  movimiento  de  Je- 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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sús  en  su  primer  siglo  de  existencia  tenía  en  medio  de  su  gran  diversidad  un  proyec- 
to con  proyección  universal,  de  hecho  aún  más  allá  de  las  fronteras  del  control  ro- 
mano. Esperamos  que  nuestros  lectores  capten  algo  de  esa  visión,  sin  perder  la  im- 
portancia de  las  características  locales  del  movimiento  que  lo  hicieron  auténtica- 
mente egipcio  o cirenaico  o póntico  o antioqueño. 

Además  de  la  importancia  de  recuperar,  en  la  medida  de  lo  posible,  el  carác- 
ter popular  del  (de  los)  movimiento(s)  en  su  primer  siglo,  nuestro  proyecto  tiene  una 
contribución  para  el  ecumenismo.  El  movimiento  cristiano  no  es  un  fenómeno  oc- 
cidental, aunque  a nuestro  “Nuevo  Mundo”  llegó  del  occidente  europeo.  Hay  millo- 
nes de  cristianos  cuyas  iglesias  se  remontan  a los  primeros  siglos  que  nunca  fueron 
parte  de  las  iglesias  occidentales.  Están  las  iglesias  coptas  de  Egipto  y de  Etiopía, 
que  fueron  declaradas  heréticas  como  “monofisitas”  en  las  discusiones  cristológi- 
cas  de  los  siglos  cinco  y seis.  Están  las  iglesias  orientales  de  tradición  tomasina  co- 
mo la  Mar  Thoma  en  la  India,  una  zona  cristianizada  en  tiempos  remotísimos  que 
nunca  conoció  la  dominación  romana  y que  no  fueron  declaradas  heréticas  por  los 
obispos  aliados  de  los  emperadores  porque  éstos  ni  siquiera  sabían  de  su  existencia. 
Están  los  “nestorianos”  que  en  el  siglo  VI  misionaron  China,  desde  su  base  en  Per- 
sia,  pero  que  fueron  declarados  herejes  por  un  tecnicismo  cristológico.  Un  examen 
del  primer  siglo  de  la  expansión  del  movimiento  de  Jesús,  debe  damos  tolerancia 
hacia  la  diversidad  que  luego  se  negó  en  beneficio  de  la  unidad  religiosa  que  reque- 
ría un  imperio  en  descomposición. 

Llama  la  atención  que  en  la  primera  generación  Priscila  y Aquila  fueran  del 
Ponto,  y poco  después  el  famoso  hereje  Marción,  que  quiso  desprender  al  movi- 
miento de  sus  raíces  el  pueblo  de  Israel,  también  vino  de  esta  zona  de  la  que  no  sa- 
bemos por  quién  ni  cómo  fue  misionada.  Y llama  la  atención  el  surgimiento  a fines 
de  nuestro  período  del  movimiento  montañista,  el  “entusiasmo  frigio”,  que  era  po- 
pular, carismático  y milenario,  y que  pudo  atraer  al  gran  teólogo  africano  Tertulia- 
no hacia  el  año  200.  ¿Cómo  es  posible  que  un  movimiento  como  éste  que  recono- 
ció el  liderazgo  de  mujeres  fuera  simplemente  descartado  por  herético?  Es  eviden- 
te que  queda  mucho  por  hacer  para  conocer  auténticamente  nuestras  raíces  cristia- 
nas, pero  esperamos  contribuir  en  algo  al  proceso  con  esta  serie  de  estudios  sobre 
algunas  de  las  zonas  geográficas  donde  surgieron  células  de  seguidores  de  Jesús  en 
el  siglo  después  de  su  ejecución  por  las  autoridades  del  Imperio. 

Comenzamos  nuestro  número  29  de  RIBLA  con  un  artículo  sobre  Marcos,  un 
escrito  que  proviene  de  Galilea.  Como  verán  los  lectores,  Marcos  es  una  especie  de 
bisagra  entre  los  movimientos  diversos  y aún  no  consolidados  que  se  dieron  en  Pa- 
lestina y sus  proyecciones  posteriores  fuera  de  Palestina.  Este  artículo  pudo  igual- 
mente, y quizás  con  mayor  justicia,  haberse  colocado  en  RIBLA  22  por  su  origen 
geográfico,  pero  creemos  que  la  problemática  que  plantea,  conflicto  ideológico  en- 
tre los  sucesores  de  Jesús,  sirve  bien  para  introducir  nuestra  serie  de  estudios.  Leif 
Vaage  nos  hace  una  presentación  novedosa  de  Marcos  como  una  parte  de  un  con- 
flicto de  interpretaciones  de  la  figura  del  fundador.  Es  un  artículo  que  tiene  que  leer- 
se despacio  para  apreciarlo  pero  que  premiará  a los/las  lectores/as  pacientes. 

Antioquía,  la  tercera  ciudad  del  Imperio,  estaba  al  norte  de  Siria-Palestina. 
Allí  se  dio  el  conflicto  inicial  al  interior  del  movimiento  que  deriva  de  Jerusalén,  un 
conflicto  que  tuvo  mucho  que  ver  con  la  desaparición  del  templo  de  Jerusalén  y con 
el  control  religioso  que  los  fariseos  pasaron  a disfrutar  en  el  pueblo  judío  disperso 


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Editorial 


por  el  mundo.  Pablo  Richard  nos  abre  los  vericuetos  de  este  conflicto  que  fue  par- 
te del  paso  de  Palestina  al  mundo  más  amplio. 

Edessa,  como  señala  Eduardo  Hoomaert,  no  queda  muy  lejos  de  Palestina, 
ubicada  como  lo  estaba  sobre  el  río  Eufrates  dentro  del  horizonte  de  la  Biblia  he- 
brea. Pero  era  otro  mundo  psicológica  y socialmente,  un  mundo  abierto  hacia  el 
oriente,  con  su  política  dominada  por  los  partos  y su  cultura  persa  e índica.  Un  es- 
critor como  Taciano  nos  impresiona  con  el  fervor  patriótico  de  un  “sirio”  que  se 
enorgullece  de  ser  “bárbaro”.  ¡Algo  tiene  que  decirnos  a los  latinoamericanos  un 
mundo  así!  Aquí  fue  donde  mejor  se  preservó  la  tradición  tomasina  de  Jesús,  como 
maestro  sabio  que  enseñó  un  estilo  de  vida  distinto,  no  tanto  el  Jesús  Salvador  que 
proclamaban  Pablo  y los  herederos  de  Jerusalén  y Antioquía  que  después  marcaron 
el  cristianismo  occidental. 

Acaya,  cuna  de  la  cultura  helénica,  y Macedonia,  base  del  helenismo  políti- 
co que  unió  occidente  con  oriente  bajo  el  mando  de  Alejandro  y sus  generales,  fue 
local  de  un  cristianismo  político-religioso  de  mucha  influencia  en  nuestras  Biblias 
a través  de  las  epístolas  de  Pablo.  Jorge  Pixley  busca  interpretar  esta  red  de  asam- 
bleas dentro  del  contexto  de  un  helenismo  sometido  a la  dominación  por  un  siste- 
ma patriarcal  y clientelista  frente  al  cual  ofrecía  una  alternativa  desde  abajo. 

Bitinia  y Ponto,  zonas  de  tradición  política  y cultural  importantes  desde  don- 
de surgieron  líderes  cristianos  distinguidos  como  Marción,  son  mayormente  desco- 
nocidas. Néstor  Míguez,  más  conocido  por  sus  estudios  sobre  Tesalónica,  ahora  in- 
cursiona  en  la  exploración  de  esta  realidad,  a la  que  junta  la  Galacia  de  los  aguerri- 
dos inmigrantes  celtas  que  fueron  el  campo  misionero  rural  de  Pablo. 

Una  de  las  características  del  movimiento  de  Jesús,  tanto  en  Galilea  como  en 
el  mundo  extrapalestino,  fue  que  dio  un  lugar  a las  mujeres  que  ponía  al  movimien- 
to frente  al  patriarcalismo  dominante  del  mundo  mediterráneo  del  siglo  I.  El  tema 
de  la  sexualidad  en  los  cristianismos  primitivos  es  inmenso,  y no  hemos  podido  en 
este  número  de  RIBLA  más  que  visualizar  la  punta  del  iceberg.  Pero  era  necesario 
abordarlo.  Ivoni  Richter  Reimer  ha  abierto  el  tema  de  la  sexualidad  y la  renuncia 
sexual  en  los  cristianismos  primitivos  a través  del  examen  de  un  texto  paulino,  y de 
la  imagen  de  la  compañera  legendaria  del  misionero,  santa  Tecla  de  la  antigua  tra- 
dición popular.  Hay  mucho  más  que  decir,  pero  lo  tendremos  que  dejar  para  núme- 
ros futuros  de  nuestra  revista. 

Efeso,  capital  de  la  provincia  senatorial  de  Asia,  fue  la  ciudad  de  Artemisa  la 
Gran  Diosa  Madre,  pero  también  campo  de  actividad  de  misioneros  como  Pablo  y 
el  visionario  Juan  que  soñaba  con  una  Roma  en  llamas.  Paulo  Nogueira  nos  mues- 
tra la  gran  diversidad  que  se  juntó  en  esta  importante  ciudad,  que  si  bien  no  era  de 
las  grandes  urbes  como  Roma  o Antioquía,  era  un  cruce  de  caminos. 

Y no  podía  faltar  Roma,  ciudad  política  por  excelencia.  Aquí  Pablo  Richard 
nos  introduce  a la  complejidad  que  atraviesa  el  movimiento  cristiano  del  siglo  que 
estudiamos,  una  complejidad  simbolizada  en  los  escritos  muy  distintos  de  Clemen- 
te, autócrata  cristiano,  y Hermas  “el  pastor”  y profeta.  Es  una  dura  empresa  desmi- 
tificar los  orígenes  de  la  ciudad  que  vino  a ser  la  soberana  de  la  Iglesia  Occidental. 
Esperamos  haber  contribuido  a la  tarea. 

Terminamos  nuestro  viaje  imaginario  en  Egipto,  el  más  misterioso  de  todos 
los  lugares  donde  se  extendió  el  movimiento  de  Jesús.  Egipto  dual,  helénico  y cop- 
to,  con  un  cristianismo  también  dual.  Egipto,  hogar  de  grandes  teólogos  como  Va- 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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lentino,  declarado  hereje,  y de  Orígenes,  el  máximo  biblista  de  todos  los  tiempos, 
que  fundó  la  teología  del  camino  místico,  que  inspiró  la  espiritualidad  monástica 
posterior  y que  fue  declarado  hereje  por  Justiniano  y un  Concilio  en  Constantinopla 
en  el  553  d.C.,  ¡a  tres  siglos  de  muerto!  Gracias  a Tomás  Kraft  podemos  asomarnos 
un  tanto  en  el  misterio,  si  bien  ni  la  diligencia  de  Tomás  es  capaz  de  despejar  mu- 
chas de  las  incógnitas  en  tomo  a este  país  que  produjo  santos  como  San  Antonio  del 
Desierto  y obispos  de  gran  capacidad  teológica  como  Dionisio  en  el  siglo  III  y Ata- 
nasio  en  el  siglo  IV. 

Añadimos  a estos  estudios  sobre  los  cristianismos  originarios  una  contribu- 
ción desde  Alemania  al  ecumenismo  en  la  interpretación  bíblica.  Michael  Fricke, 
pastor  de  la  Iglesia  Evangélica  Alemana  en  Erlangen,  nos  comenta  cómo  la  meto- 
dología exegética  latinoamericana  está  ejerciendo  cierta  influencia  sobre  el  estudio 
y la  predicación  de  la  Biblia  en  ese  país  del  Norte.  Los  lectores  de  RIBLA  conoce- 
rán a este  joven  pastor  por  la  reseña  de  su  tesis  sobre  la  exégesis  latinoamericana 
que  apareció  en  RIBLA  28. 

¡Creemos  estarles  ofreciendo  un  RIBLA  que  se  puede  disfrutar!  Hay  — lo  ad- 
vertirá la  lectora  o el  lector  atento — muchas  cosas  no  resueltas  en  las  que  los  con- 
tribuyentes no  están  siempre  de  acuerdo.  El  resultado  es  — así  lo  creemos — un  pro- 
ducto que  muestra  la  investigación  en  proceso  sobre  temas  importantes  y que  ofre- 
ce un  instrumento  pedagógico  de  gran  valor. 


Jorge  Pixley 

Apartado  Postal  2555 

Managua 

Nicaragua 


LEIF  E.  VAAGE 


EL  EVANGELIO  DE  MARCOS: 
Una  interpretación  ideológica  particular 
dentro  de  los  cristianismos  originarios 
de  Siria-Palestina 


Resumen 

Este  artículo  ubica  al  Evangelio  de  Marcos  dentro  de  la  historia  de  los  varios  cristia- 
nismos originarios,  es  decir,  los  judaismos  primitivos  siríaco-palestinos  de  la  segun- 
da mitad  del  siglo  primero  d.  C.  Marcos  se  escribió  poco  antes  o poco  después  del  año 
70  d.C.  Se  propone  que  fue  por  la  zona  fronteriza  oriental  de  Galilea,  quizás  en  la  ciu- 
dad de  Pella.  Es  un  documento  altamente  polémico  — una  especie  de  autocrítica  cris- 
tiana primitiva — ante  la  realidad,  consecuencia  de  la  reciente  y fracasada  insurrec- 
ción judía  contra  Roma.  Se  rechaza  en  Marcos  el  proyecto  del  segundo  templo  enca- 
bezado por  los  sumo  sacerdotes  y su  gente,  se  opone  al  “tradicionalismo”  de  los  fa- 
riseos y a los  escribas,  y se  replantea  el  cristianismo  primitivo  enfocado  en  un  “Jesús 
de  los  milagros”,  a otro  cristianismo  primitivo  que  se  concentraba  en  la  enseñanza  de 
Jesús,  más  cerca  del  evangelio  “radicalizado”  galileo  del  documento  “Q.  ” Termina 
rechazando  también  al  grupo  de  los  primeros  “doce”  discípulos  y a los  familiares  de 
Jesús,  o sea,  al  liderazgo  tradicional  de  la  primera  comunidad  cristiana  de  Jerusa- 
lén.  El  mecanismo  narrativo  por  el  cual  el  evangelista  ha  tratado  de  subordinar  a to- 
dos los  demás  cristianismos  siríaco-palestinos  es  su  relato  — más  “ paulino  ” que  de 
Pablo  mismo — de  la  pasión  y la  muerte  de  Jesús.  El  resultado  es  un  texto  apocalíp- 
tico que  a fin  de  cuentas  no  ofrece  un  programa  de  vida  “normal”  para  todos  los  días, 
sino  que  representa  un  intento  para  llegar,  a pesar  de  todo,  a la  próxima  etapa  de  la 
historia.  Se  da  un  apéndice  sobre  el  Reino  de  Dios  en  Marcos. 

Abstract 

In  this  article,  an  effort  is  made  to  lócate  the  Cospel  ofMark  within  the  history  ofthe 
various  early  Christianities  - i.  e. , Judaisms  - of  Syria  - Palestine  during  the  second 
half  ofthe  first  century  C.E.  The  Gospel  ofMark  was  written  around  70  C.E.  It  is  pro- 
posed  that  the  place  of  composition  was  near  the  eastern  border  of  Galilea,  perhaps 
in  the  city  of  Pella.  It  is  an  extremely  polemical  document  - a sort  of  early  Christian 
“self  - critique  ” - written  in  the  aftermath  of  the  recent,  failed  Jewish  insurrection 
against  Rome.  The  project  of  the  second  temple,  led  by  the  high  priests  and  their  peo- 
pie,  is  rejected.  Opposed  are  the  “traditionalism”  ofthe  Pharisees  and  the  scribes.  An 
attempt  is  made  to  redirect  thefocus  ofmany  early  Christians  on  Jesús  as  a miracle  - 
worker,  as  well  as  another  form  of  early  Christianity  that  was  mainly  interested  in  Je- 
sús’ teaching,  plus  the  “radical”  Galilean  gospel  of  the  document  “Q.  ” The  group  of 
“twelve”  disciples  and  the  family  ofJesus,  i. e. , the  traditional  leadership  of  the  first 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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Christian  community  in  Jerusalem  is  also  rejected.  The  narrative  mechanism  by 
means  of  which  the  evangelist  has  sought  to  subordínate  these  other  forms  of  early 
Christianity  in  Syria  - Palestine  is  his  story  - more  “Pauline”  than  in  Paul  himself  - 
of  the  suffering  and  death  of  Jesús.  The  result  is  an  apocalyptic  text  thatfinally  does 
not  provide  a program  for  “normal”  every  - day  Ufe,  but  registers  instead  the  effort 
to  gain  access,  in  spite  of  every  thing,  to  the  next  stage  of  history.  The  re  is  an  appen- 
dix  that  treats  the  topic  of  the  Kingdom  ofGod  in  the  Gospel  of  Mar k. 


1.  Planteamiento  de  la  tesis:  Marcos  representa  una 

intervención  ideológica  en  el  proceso  de  los  cristianismos 
originarios 

El  Evangelio  de  Marcos  no  se  escribió  como  parte  de  los  acontecimientos  que 
el  mismo  texto  relata.  Tampoco  se  escribió  como  memoria  colectiva  de  la  primera 
generación  cristiana.  Más  bien  representa  una  intervención  ideológica  bastante  par- 
ticular en  el  proceso  de  los  cristianismos  originarios  siríaco-palestinos,  más  o me- 
nos 40  años  después  de  los  eventos  contados. 

En  este  artículo  se  trata  de  ubicar  al  Evangelio  de  Marcos  dentro  de  esta  his- 
toria de  los  cristianismos  originarios  siríaco-palestinos  de  la  segunda  mitad  del  siglo 
primero  d.C.  Es  parte  de  la  historia  de  los  judaismos  primitivos  de  la  misma  región. 

No  será,  pues,  el  ministerio  del  Jesús  histórico  lo  que  aquí  nos  interesa  del 
Evangelio  de  Marcos,  sino  la  oportunidad  que  Marcos  nos  provee,  en  su  forma  de 
contar  “el  Evangelio  de  Jesucristo  Hijo  de  Dios”  (1,1),  para  apreciar  un  momento 
muy  particular  en  el  desarrollo  de  los  cristianismos  originarios.  Aunque  resulta  di- 
fícil mantener  este  enfoque.  Como  cualquier  relato,  este  evangelio  no  nos  invita,  por 
lo  menos  explícitamente,  a reflexionar  sobre  el  trabajo  ideológico  que  el  texto  mis- 
mo representa,  sino  que  pretende  llevar  a otro  tiempo  y a otro  lugar,  y hacemos  re- 
cordar a otro  protagonista  que  no  es  el  mismo  evangelista.  ¡Tan  fácil  y tan  encanta- 
dor es  perderse  en  la  narrativa! 

Obviamente,  no  carece  de  valor  este  mundo  alternativo  literario.  Puede  ser 
apreciado  como  otro  espacio  social  construido  precisamente  para  quitarle  al  mundo 
de  todos  los  días  su  hegemonía  absoluta.  Este  mundo  alternativo  formaría  parte  del 
imaginario  utópico  de  otra  realidad. 

Pero,  no  es  este  mundo  literario  de  Marcos  el  enfoque  particular  del  presen- 
te trabajo.  Lo  que  nos  interesa  en  este  ensayo  es  el  esfuerzo  ideológico  — incluso  el 
subyacente  y circundante  proceso  socio-eclesial — que  dio  lugar  al  texto  como  tal. 
En  otras  palabras,  queremos  ver  si  es  posible,  a través  de  una  lectura  crítica  del 
Evangelio  de  Marcos,  reencontrar  el  proceso  histórico  dentro  del  cual  este  texto  fue 
compuesto  originalmente.  ¿Cuál  fue  la  coyuntura,  particularmente  la  cristiana,  a la 
que  Marcos  trató  de  responder  e imponer  su  criterio? 

Desde  tal  perspectiva  histórico-crítica  no  contamos  en  este  Evangelio  con  un 
narrador  “confiable.”1  No  hay  que  anticipar  en  el  discurso  del  evangelista  una  repre- 


' Este  hablar  de  un  narrador  confiable  o no  confiable  es  una  expresión  tomada  de  la  crítica  literaria 
narrativa  general.  No  tiene  que  ver  particularmente  con  la  Biblia  cristiana.  Decir  que  no  contamos  en 
este  Evangelio  con  un  narrador  confiable  no  quiere  decir  nada  sobre  la  verdad  canónica  o el  valor  teo- 


12 


LEIF  E VAAGE,  El  Evangelio  de  Marcos 


sentación  imparcial  o ecuménica  de  la  realidad  cristiana  de  su  tiempo.  No  escribe 
su  obra  como  observador  distanciado  de  este  proceso,  sino  como  participante  in- 
merso en  sus  contradicciones  y conflictos,  lo  cual  implica  una  visión  a veces  muy 
limitada  de  su  propio  contexto  histórico.* 2 

2.  Ubicación  geográfica  del  Evangelio  de  Marcos: 

Zona  fronteriza  de  Galilea 

Es  común  pensar  que  el  Evangelio  de  Marcos  se  escribió  poco  antes  o poco 
después  de  la  caída  de  Jerusalén  y la  destrucción  del  segundo  templo  en  el  año  70 
d.C.,  la  cual  se  produjo  como  consecuencia  de  la  primera  insurrección  judía  contra 
Roma  (66-74  d.C.).  En  el  capítulo  1 3,  por  ejemplo,  se  nota  la  cercanía  de  este  acon- 
tecimiento y su  papel  determinante  para  el  evangelista  (véase  13,6-13).  Particular- 
mente en  13,14  la  advertencia:  “Cuando  ustedes  vean  el  horrible  sacrilegio  en  el  lu- 
gar donde  no  debe  estar  — el  que  lee,  fíjese — entonces  los  que  estén  en  Judea,  que 
huyan  a las  montañas...,”  no  puede  referirse  a otra  cosa,  sino  a una  o varias  de  las 
repetidas  tomas  del  segundo  templo  a partir  del  año  67  d.C.,  primero  por  grupos  ju- 
díos no  sacerdotales  (véase  11,17  y la  referencia  a los  lestai  = “insurrectos”)  y,  des- 
pués, por  el  ejército  romano  que  finalmente  lo  arrasó.3  Por  eso,  al  comienzo  del  ca- 
pítulo 13  del  Evangelio  de  Marcos,  Jesús  dice,  “¿Ves  estos  grandes  edificios?  Pues 
no  va  a quedar  de  ellos  ni  una  piedra  sobre  otra.  Todo  será  destruido”  (13,2). 

Al  templo,  de  hecho,  no  le  quedaba  remedio.  Pero  dada  la  importancia  ideo- 
lógica que  tiene  el  rechazo  del  proyecto  del  templo  para  el  Evangelio  de  Marcos, 
los  dolores  — que  no  son  simplemente  los  genéricos — con  que  el  evangelista  ha  en- 
vuelto su  relato  de  la  desaparición  del  templo,  sugiere  que  el  mismo  escritor  com- 
puso su  obra  todavía  a la  sombra  de  estos  acontecimientos.4 

Ha  sido  común  pensar  que  Marcos  se  escribió  en  Roma.  Esta  convicción  se 
basa  más  que  nada  en  el  testimonio  del  padre  de  la  Iglesia,  Papías  de  Hierápolis.5  El 


lógico  que  tendrá  el  mismo  escrito  dentro  de  la  Biblia  cristiana.  Más  bien,  se  trata  de  cómo  el  evange- 
lista no  ha  buscado  presentar  las  cosas  “tal  como  fueron,”  sino  de  modo  que  sus  lectores  se  den  cuen- 
ta de  algo  y que  cambien  de  rumbo. 

- Habría  que  anticipar  que  no  se  reflejará,  por  lo  menos  sin  añadidura  y/o  distorsión,  la  realidad  his- 
tórica de  los  cristianismos  primitivos  siríaco-palestinos  en  el  Evangelio  de  Marcos.  A la  vez,  esta  rea- 
lidad tiene  que  haber  dejado  huella  en  el  mismo  escrito.  Precisamente  como  intervención  ideológica 
en  el  proceso  de  los  cristianismos  primitivos  siríaco-palestinos,  Marcos  no  podía  simplemente  ignorar 
sus  contrapartes,  tratando  de  replantearlas. 

^ Véase  Joel  Marcus,  “The  Jewish  War  and  the  Sitz  im  Leben  of  Mark,”  Journal  of  Biblical  Literatu- 
re  111/3  (1992):  446-456. 

^ Otro  indicio  que  tiene  el  Evangelio  de  Marcos  de  que  se  escribió  dentro  de  la  coyuntura  definida  por 
la  primera  insurrección  judía  contra  Roma,  es  el  debate  que  levanta  el  evangelista  sobre  la  cuestión  del 
“hijo  de  David”  (12,35-37)  o sea,  el  mesianismo  político.  Nótese  que  en  12,35  es  Jesús  que  desafía  a 
los  escribas  y no  al  revés,  como  en  todos  los  casos  anteriores  del  mismo  capítulo.  Véase  Marcus,  “Je- 
wish War  and  Mark,”  456-460. 

5 También  a favor  de  esta  conclusión  se  opina  que  no  se  encuentra  en  el  Evangelio  de  Marcos  un  co- 
nocimiento muy  preciso  de  la  geografía  local  de  Palestina  -hay  errores  en  cuanto  a los  movimientos 
sucesivos  de  Jesús-.  Se  nota  la  necesidad  de  explicar  ciertas  costumbres  típicamente  judías  (véase  7,2- 
4).  Y hay  unos  "latinismos”  no  comentados,  mientras  los  “arameísmos”  son  traducidos  al  introducir- 
se (véanse  5,41 ; 7, 1 1 .34).  Pero  ninguno  de  estos  argumentos  son  suficientes  para  concluir  que  Marcos 
fue  escrito  en  Roma. 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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testimonio  de  Papías  nos  viene  de  las  primeras  décadas  — quizás,  de  la  primera  dé- 
cada6— del  siglo  segundo  d.C.,  según  la  noticia  que  otro  padre  de  la  Iglesia,  Euse- 
bio  de  Cesárea,  nos  ha  dejado  en  su  Historia  de  la  Iglesia  (3,39,15).  la  cual  se  escri- 
bió durante  la  primera  mitad  del  siglo  cuarto  d.C.  Ésta,  pues,  es  una  perspectiva  bas- 
tante antigua,  pero  no  tan  segura. 

También  se  ha  pensado,  y se  piensa  cada  vez  más,  que  el  contexto  originario 
de  Marcos  fue  Sirio-Palestino.7  Esta  perspectiva  se  basa  primero  en  una  crítica  del 
razonamiento  tradicional  por  el  que  se  había  ubicado  al  Evangelio  de  Marcos  en  Ro- 
ma. En  segundo  lugar,  vale  para  dónde  se  escribió  el  Evangelio  de  Marcos  el  mis- 
mo argumento  que  para  cuándo.  Si  bien  es  cierto  que  a todo  el  mundo  antiguo  ju- 
dío lo  acontecido  en  Jerusalén  por  la  primera  insurrección  contra  Roma  le  era  co- 
nocido y le  habrá  importado,  no  habrá  significado  para  todos  el  mismo  trauma  so- 
cial que  ciertamente  fue  — y que  el  Evangelio  de  Marcos  también  sugiere — para  los 
que  vivían  en  la  región  más  cercana  a esta  ciudad.8 

La  importancia  que  evidentemente  tiene  la  región  de  Galilea  para  el  evange- 
lista ha  sido  motivo  para  proponer  que  fuera  precisamente  Galilea  donde  se  escri- 
bió el  evangelio.  Jesús  sale  de  Galilea  para  hacerse  bautizar  por  Juan  (1,9),  pero 
vuelve  casi  de  inmediato  “después  de  que  arrestaron  a Juan”  a Galilea  para  anun- 
ciar “el  Evangelio  de  Dios”  (1,14).  En  Galilea  cobra  fama  “Y  muy  pronto  se  supo 
de  Jesús  en  toda  la  región  de  Galilea”  (1,28),  encuentra  cierto  eco  “...  y una  muche- 
dumbre grande  de  Galilea,  de  Judea,  de  Jerusalén,  de  Idumea,  del  oriente  del  Jor- 
dán y de  la  región  de  Tiro  y Sidón”  (3,7-8)  le  seguía.  En  la  víspera  de  su  pasión  y 
muerte,  Jesús  promete  que  “cuando  yo  resucite,  iré  a Galilea  antes  que  ustedes” 
(14,28),  y el  joven  vestido  con  ropa  blanca  y sentado  en  la  tumba,  dice  a las  tres  mu- 
jeres asustadas  de  verlo,  “No  se  asusten...  Vayan  y digan  a sus  discípulos,  y a Pe- 
dro: ‘El  va  a ir  a Galilea  antes  que  ustedes;  allí  lo  verán,  tal  como  les  dijo’ “ (16,6- 
7).  Estas  son  las  mujeres  que  a Jesús  “le  habían  servido  cuando  él  estaba  en  Gali- 
lea” y que  le  acompañan  de  lejos  mientras  está  colgado  en  la  cruz  (15,41). 

Pero  vale  precisar.  Porque  puede  que  el  nombre  de  Galilea  sirva  en  el  Evan- 
gelio de  Marcos  más  como  símbolo  teológico  contrapuesto  a Jerusalén,  y no  tanto 
como  signatura  geográfica  de  su  origen.9  Además,  a Jesús  en  Galilea  no  todo  le  va 
bien.  En  su  pueblo  natal  de  Nazaret,  por  ejemplo,  “no  quisieron  hacerle  caso....  No 
pudo  hacer  allí  [casi]  ningún  milagro...  Y estaba  asombrado  porque  aquella  gente  no 
creía  en  él”  (6,4-6;  véase  3,20-21).  En  Galilea,  Jesús  tiene  que  enfrentarse  a los  ene- 
migos igual  que  en  Jerusalén  (véase,  p.e.,  2,6;  3,6.22).  En  Galilea,  los  primeros  dis- 
cípulos de  Jesús  ya  revelan  su  incapacidad  para  entenderle.  La  muerte  de  Juan,  la 
cual  prefigura  el  destino  de  Jesús,  se  lleva  a cabo  en  Galilea,  “cuando  Herodes,  en 
su  cumpleaños,  dio  un  banquete  a sus  jefes  y comandantes  y a las  personas  impor- 
tantes de  Galilea”  (6,21). 


6 Véase  Robert  H.  Gundry,  Mark:  A Commentary  on  His  Apolo gy  for  the  Cross  (Grand  Rapids,  Mi- 
chigan: Eerdmans,  1993)  1027-1029. 

^ El  Evangelio  de  Marcos  se  ubica  a sí  mismo  como  mundo  narrativo  dentro  del  marco  geográfico  “si- 
ríaco-palestino,’' lo  cual  también,  quizás,  habrá  influenciado  en  quienes  piensen  que  el  texto  se  escri- 
bió originalmente  por  esta  zona. 

^ Véase  Marcus,  “Jewish  War  and  Mark,"  448. 

^ Es  la  crítica  más  común  contra  la  propuesta  de  Galilea  como  lugar  de  origen  para  el  Evangelio  de 
Marcos. 


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LEIF  E VAAGE,  El  Evangelio  de  Marcos 


Llama  la  atención  que  sea  por  la  zona  fronteriza  — o más  allá  de  la  frontera — 
de  Galilea  y particularmente  por  el  territorio  al  sureste  del  Lago  de  Genesaret,  don- 
de según  el  Evangelio  de  Marcos  el  proyecto  de  Jesús  queda  sembrado  de  modo  sor- 
presivamente prometedor.10  Muy  pronto,  después  de  haber  iniciado  el  ministerio  de 
Jesús  en  Cafamaún,  cuando  Simón  (Pedro)  le  hace  recordar  a Jesús  que  “Todos  te 
están  buscando”  (1,37)  — se  supone  que  vengan  de  “toda  la  región  alrededor  [peri - 
joron]  de  Galilea”  en  que  se  acaba  de  saber  de  él  (1 ,28) — , Jesús  le  contesta  a Si- 
món, “Vamos  a otros  pueblos  cercanos  [ tas  ejomenas  komopoleis ],  a predicar  tam- 
bién allí;  porque  para  esto  he  salido”  (1,38),  y se  repite  que  “Jesús  andaba  por  toda 
Galilea  [eis  holen  ten  Galilaian ],  predicando  en  sus  sinagogas  y expulsando  a los 
demonios”  (1,39).  El  lenguaje  griego  de  estos  versículos  nos  pone  — con  ganas,  pa- 
rece, por  parte  de  Jesús — al  borde  de  la  región  política  de  Galilea  en  el  siglo  pri- 
mero d.C. 

En  el  próximo  capítulo  del  Evangelio  de  Marcos,  Jesús  sale  de  nuevo  de  Ca- 
famaún y va  “otra  vez  a la  orilla  del  lago...  y al  pasar  vio  a Leví,  hijo  de  Alfeo,  sen- 
tado en  el  lugar  donde  cobraba  los  impuestos  para  Roma”  (2,13-14)  o sea,  estaba 
cerca  del  puesto  de  control  tributario  fronterizo.  Nótese  que  este  Leví  no  aparece  en 
la  lista  de  los  doce  discípulos  escogidos  en  3,13-19,  a los  cuales  el  evangelista  ter- 
mina descalificándolos  por  completo,  como  no  aptos  para  representar  el  discipula- 
do cristiano.  A diferencia  de  éstos,  pues,  Leví  queda  como  discípulo  ejemplar. 

En  5,1-20,  se  relata  el  caso  del  endemoniado  de  Gerasa,  cuando  “llegaron  al 
otro  lado  [oriente]  del  lago,  a la  tierra  de  Gerasa”  (5,1)  — una  ciudad  de  Decápolis  al 
sur-este  del  Lago  de  Genesaret — . Al  endemoniado,  Jesús  lo  sana,  aunque  sea  a cier- 
to costo  — la  pérdida  de  unos  dos  mil  cerdos—,  y no  toda  la  gente  del  lugar  quedó 
contenta  con  él  — sin  duda,  entre  ellos  los  dueños  de  los  cerdos  (véase  5,14:  “los  que 
cuidaban  de  los  cerdos...  fueron  a contar  en  la  ciudad  y por  los  campos  lo  sucedi- 
do”)— . De  hecho,  “empezaron  a rogarle  [a  Jesús]  que  se  fuera  de  sus  tierras”  (5,17). 

Sin  embargo,  a diferencia  de  lo  que  suele  suceder  en  el  Evangelio  de  Marcos 
que  después  de  que  alguien  es  sanado,  Jesús  pide  no  decir  nada  a nadie,  en  este  ca- 
so, es  Jesús  mismo  quien  le  pide  al  hombre”.  “Vete  a tu  casa,  con  tus  parientes,  y 
cuéntales  todo  lo  que  el  Señor  te  ha  hecho,  y cómo  ha  tenido  compasión  de  ti.  El 
hombre  se  fue,  y comenzó  a contar  por  los  pueblos  de  Decápolis  lo  que  Jesús  había 
hecho  para  él;  y todos  se  quedaron  admirados”  (5,19-20).  El  exendemoniado  en  el 
Evangelio  de  Marcos  se  vuelve  el  primer  misionero,  quien  anda  explícitamente  au- 
torizado por  Jesús,  y el  único  cuyo  trabajo  tendrá  trayectoria." 


I()  Véase  también  el  papel  que  juega  “el  mar”  (he  thalassa)  en  la  primera  mitad  del  Evangelio  de  Mar- 
cos (1,16;  2,13;  3,7;  4,1.39.  41;  5,1.13.21;  6,47-49;  7,31);  además,  el  lugar  del  “desierto”  (eremos  to- 
pos -1,35.45;  6,31.32.35-;  también  1,3.4.12.13). 

*  *  * A los  doce  discípulos  Jesús  los  envía  después  en  6,6b-7,  quienes  tienen  éxito  por  el  momento.  Pe- 
ro este  éxito  es  de  poca  duración.  En  9,14ss,  los  mismos  discípulos  -menos  tres-  parecen  haber  olvi- 
dado o perdido  toda  su  capacidad  anterior  para  curar  a los  enfermos  y expulsar  a los  espíritus  malos. 
Son  como  la  tierra  pedregosa,  en  que  la  semilla  brota  rápidamente,  pero  no  tiene  raíz,  y se  seca  pron- 
to (cf.  4,5-6),  mientras  el  endemoniado  corresponde  a la  semilla  sembrada  en  buena  tierra,  dando  bue- 
na cosecha  (cf.  4,8).  En  5,34,  Jesús  le  dice  a la  mujer  con  flujo  de  sangre:  “Hija,  por  tu  fe  has  sido  sa- 
nada. Vete  tranquila  y curada  ya  de  tu  enfermedad.”  Igual  que  Leví,  ella  también  es  una  discípula  ejem- 
plar en  el  Evangelio  de  Marcos,  pero  Jesús  no  la  manda  a contar  nada  a nadie,  aunque  tampoco  le  pro- 
híbe hablar. 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BIBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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En  7,24,  Jesús  se  dirige  “a  la  región  de  Tiro.”  Allí  se  encuentra  con  una  mu- 
jer “griega,  de  raza  sirofenicia”  (7,26),  con  quien  primeramente  no  quiere  tratar 
— parece  que  él  había  llegado  muy  cansado  a la  casa  donde  estaba  y no  quería  ver 
a nadie  (7,24) — . Sin  embargo,  la  mujer  insiste,  y logra  conseguir  lo  que  buscaba. 

En  los  debates  que  lleva  a cabo  en  el  Evangelio  de  Marcos,  Jesús  siempre  sa- 
be defenderse  e imponer  su  criterio,  pero  lo  más  interesante  de  este  relato,  como  F. 
Gerald  Downing  ha  notado,  es  que  Jesús  termina  aquí  “conquistado”  por  la  mujer, 
(véanse,  p.e.,  2,6ss.l8ss.24ss;  3,2ss;  12,13ss.l8ss.28ss).  Esta  señora  mestiza  que  de 
pronto  aparece  en  la  zona  periférica  de  Galilea  sabe  imponerse  sobre  Jesús,  ¡y  ha- 
bla su  propio  discurso  o sea,  el  discurso  de  Jesús  mismo!  Jesús  tiene  que  rendirse 
ante  ella,  y le  dice  sin  otro  comentario,  “Has  hablado  bien;  puedes  irte.  El  demonio 
ya  ha  salido  de  tu  hija”  (7,29). 

Son  casos  particulares  y aislados,  o sea,  repartidos  por  la  primera  mitad  del 
Evangelio  de  Marcos.  Pero  concuerdan  en  señalar  el  territorio  al  sureste  del  Lago 
de  Genesaret  como  un  espacio  donde  Jesús  ya  había  encontrado  cierto  eco.  Por  allá 
se  sabía  valorar  lo  que  llegaba  con  Jesús.  Así  se  interpola  al  comienzo  del  evange- 
lio, en  un  texto  tan  marcado  por  la  decepción  y el  fracaso,  la  memoria  de  otra  his- 
toria y de  otra  posibilidad.12 

Según  Eusebio  (Historia  de  la  Iglesia  3.5.3)  y también  Epifanio  (Panarion 
29.7.7-8;  30.2.7;  [Weights  and  Measuresj  15),  antes  del  asedio  de  Jerusalén  por  el 
ejército  romano,  los  cristianos  de  Judea,  avisados  por  un  oráculo  divino,  se  refugia- 
ron en  la  ciudad  de  Pella  — una  ciudad  que  queda  en  las  faldas  de  la  montaña  por  el 
lado  oriente  del  río  Jordán,  a menos  de  una  hora  en  coche  moderno—  al  sur  del  La- 
go de  Genesaret.13  Esta  tradición  puede  compararse  con  la  sugerencia  en  13,14,  “en- 
tonces los  que  estén  en  Judea,  que  huyan  a las  montañas...”14  Vale  la  pena  considerar 
— y no  sólo  para  descartarla — la  fantasía  historiográfica  de  que  el  Evangelio  de 
Marcos  se  haya  escrito  en  ese  mismo  lugar  — la  ciudad  de  Pella — , por  un  cristiano 
de  Judea,  recién  refugiado  ahí,  ciertamente  decepcionado  por  toda  la  derrota  a su  al- 
rededor, desconfiado  por  completo  en  las  pretendidas  autoridades  y harto  de  creer  en 
cualquier  promesa  de  cambio  inminente  — salvo  que  fuera  apocalíptico  y duro — ,15 


1 9 

Hay  dos  casos  más  de  discipulado  aprobado  por  Jesús  o sea,  por  el  evangelista:  el  de  la  mujer  anó- 
nima de  Betania  en  14,3-9,  quien  derrama  perfume  sobre  Jesús  “de  antemano  para  mi  entierro”  (14,8), 
y el  de  José  de  Anmatea,  “el  cual  también  estaba  esperando  el  reino  de  Dios  y se  atrevió  a entrar  don- 
de Pilato  y a pedirle  el  cuerpo  de  Jesús”  (15,43).  Véase  también  el  caso  del  ciego  Bartimeo  de  Jericó 
(10,46-52  y particularmente  el  último  versículo,  10,52;  cf.  8,22-26). 

* ^ Sobre  esta  tradición  y la  cuestión  de  su  historicidad,  véanse,  en  su  defensa,  C.  Koester,  “The  Ori- 
gin  and  the  Significance  of  the  Flight  to  Pella  Tradition,”  Catholic  Biblical  Quarterly  51  (1989):  90- 
106;  y,  en  su  contra,  J.  Verheyden,  “The  Flight  of  the  Christians  to  Pella,”  ETL  66  (1990):  368-384; 
también  Jorge  Pixley,  “Santiago  y la  iglesia  de  Jerusalén,”  RIBLA  22  (1996):  131  n.  12,  quien  se  re- 
fiere a S.  G.  F.  Brandon,  Jesús  and  the  Zealots  (Manchester:  Manchester  University  Press,  1967)  208- 


217. 

^ Cf.  O.  Pfleiderer,  “Über  die  Komposition  der  eschatologischen  Rede  Matt.  24,4ff,”  Jahrbuch  fiir 
Deutsche  Theologie  13  (1868):  141;  R.  Pesch,  Das  Markusevangelium , 2 vols.,  HTKNT  2 (Freiburg: 
Herder,  1976)  2.295-296. 

' -'Sobre  la  situación  en  general  de  la  región  de  Siria-Palestina  en  el  siglo  primero  a.C.  y d.C.,  véase 
Néstor  O.  Míguez,  “Contexto  Sociocultural  de  Palestina,”  RIBLA  21  (1996):  21-31. 


16 


LEIF  E.  VAAGE,  El  Evangelio  de  Marcos 


3.  El  Cristianismo  marcado  como  un  movimiento 
anti-templo  y anti-tradición 

Hubo  varios  Judaismos  en  Siria-Palestina  durante  el  siglo  primero  d.C.  Co- 
mo es  de  conocimiento  común,  los  judíos  que  se  identificaban  particularmente  con 
el  proyecto  del  templo  en  Jerusalén  eran  los  sumo  sacerdotes  y los  saduceos.  Estos 
se  mencionan  en  el  Evangelio  de  Marcos  casi  exclusivamente  en  la  segunda  mitad 
del  texto  como  parte  del  relato  de  la  pasión  y la  muerte  de  Jesús.16  Según  el  Evan- 
gelio de  Marcos,  fueron  ellos  los  que  promovieron  y finalmente  causaron  esta  muer- 
te. Así  se  subraya  el  contraste  absoluto  que  el  evangelista  quiere  poner  entre  el  pro- 
yecto del  segundo  templo  y el  cristianismo  marcano.17 

Cuando  Jesús  entra  en  Jerusalén  por  primera  vez,  en  el  Evangelio  de  Marcos 
( 1 1 , 1 1 ),  se  dirige  de  una  vez  al  templo  y vuelve  de  inmediato  el  día  siguiente  sin  ha- 
ber hecho  otra  cosa  — salvo  maldecir  la  higuera  sin  fruto — para  “limpiarlo” 
(11,1 2ss).  A la  hora  de  morir  Jesús  en  la  cruz,  la  cortina  del  templo  se  rompe 
(15,38),  es  decir  que  ya  no  sirve  para  proteger  el  santuario,  el  cual  también  habrá 
dejado  de  servir,  según  el  Evangelio  de  Marcos,  para  proteger  a sus  usuarios  como 
antes.  Son  profecías  de  destrucción  las  que  se  citan  en  el  capítulo  1 3 para  explicar 
cómo  de  pronto  no  va  a quedar  “ni  una  piedra  sobre  otra”  de  este  edificio  (13,2). 

Para  el  cristianismo  marcano,  no  hubo  nada  que  rescatar  del  proyecto  del  se- 
gundo templo.  Había  que  empezar  de  nuevo  — desde  la  nada — . Para  los  que  no 
crean  que  desde  la  nada  puede  brotar  una  nueva  creación,  esta  visión  tiene  que  cau- 
sar espanto.18 


'6  Véanse  hiereus:  1,44;  2,26;  arjiereus : 2,26;  8,31;  10,33;  11,18.27;  14,1  y passim;  15,1.3.10;  sad- 
doukaios : 12,18.  Otras  autoridades  que  aparecen  en  el  Evangelio  de  Marcos  vinculadas  con  el  proyec- 
to del  templo  son  los  presbíteros:  7,3.5;  8,31;  11,27;  14,43.53;  15,1. 

' ^ No  sólo  el  cristianismo  marcano  se  oponía  al  proyecto  del  segundo  templo  dentro  del  mundo  judío 
contemporáneo.  También,  por  ejemplo,  la  comunidad  de  Qumrán  levantó  una  crítica  muy  dura  contra 
esta  institución.  Pero  a diferencia  del  Evangelio  de  Marcos  que  termina  rechazando  de  plano  todo  el 
proyecto  del  templo,  la  comunidad  de  Qumrán  se  fijó  en  el  problema  de  su  actual  liderazgo  falso.  Los 
que  se  congregaban  en  el  litoral  del  Mar  Muerto  no  estaban  de  acuerdo  con  la  línea  sacerdotal  que  en- 
cabezaba el  templo  en  Jerusalén.  Pero  dado  otro  sumo  sacerdote  -que  fuera  el  Maestro  de  Justicia  de 
la  comunidad  de  Qumrán-,  no  habría  habido  ningún  problema  en  Jerusalén  para  los  de  Qumrán.  Su 
discrepancia,  pues,  no  tenía  que  ver  con  el  proyecto  del  segundo  templo  en  sí.  En  cambio,  la  crítica 
del  Evangelio  de  Marcos  va  mucho  más  lejos. 

Cuando  Jesús  se  muere  en  el  Evangelio  de  Marcos,  también  se  anula  la  validez  del  templo,  el  cual 
ya  no  tiene  remedio,  a diferencia  de  Jesús,  quien,  en  16,7,  sale  vindicado  de  la  humillación  de  la  cruz. 
El  relato  de  la  pasión  y la  muerte  de  Jesús  en  el  Evangelio  de  Marcos  tiene  como  meta  principal  qui- 
tarle el  suelo  a todos  los  que  habrán  buscado  en  su  previa  relación  con  el  templo  la  base  de  una  auto- 
ridad todavía  vigente.  Según  el  evangelista,  este  proyecto  ya  no  vale,  igual  que  sus  portavoces  ya  no 
tienen  causa. 

Después  de  la  destrucción  de  Jerusalén,  los  judíos  que  llegaron  a llamarse  los  “rabinos”  asumieron  el 
proyecto  del  templo  segundo  en  otra  forma,  reescribiendo  los  requisitos  anteriores  para  sacrificar  y los 
tributos  que  pagar  en  códigos  de  ética  -pureza-  personal  y de  identidad  étnica.  Así  representaban  una 
suerte  de  revindicación  o sea,  resignificación  del  templo  segundo.  A diferencia  de  la  literatura  rabíni- 
ca,  en  el  Evangelio  de  Marcos  no  se  resignifica  nada  de  ese  proyecto,  sino  simplemente  al  templo  se 
le  niega  cualquier  sentido  desde  ahora.  Queda  de  por  sí  entregado  al  olvido.  Irónicamente,  esta  nega- 
ción del  templo  por  parte  del  evangelista  sirve  para  mantenerlo  vivo  en  la  memoria  del  texto,  al  jac- 
tarse de  su  aniquilación. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


17 


En  Marcos,  los  fariseos  andan  preocupados  por  observar  las  costumbres  típi- 
camente judías  — la  pureza  de  la  mesa  (2, 1 6;  7, 1 -5),  el  ayuno  (2, 1 8),  el  descanso  sa- 
batino (2,24;  3,1-6) — . Son  unos  “tradicionalistas.”19  Su  zona  de  operación  se  res- 
tringe casi  exclusivamente  a la  región  de  Galilea,  es  decir  que  aparecen  casi  única- 
mente en  la  primera  mitad  del  evangelio  (2,16.18.24;  3,6;  7, 1.3. 5;  8,11.15;  10,2; 
12, 13), 20  y definitivamente  no  forman  parte  del  relato  de  la  pasión  y la  muerte  de  Je- 
sús.21 No  son,  pues,  los  más  malvados  de  la  película.22 

En  el  Evangelio  de  Marcos,  los  fariseos  representan  la  preocupación  por  la 
identidad  “étnica,”  son  los  que  creían  en  el  modo  “tradicional”  de  ser  judío  el  cami- 
no a seguir.  Esta  postura  también  rechaza  el  evangelista.  En  2, 1-3,6,  Jesús  busca  en- 
frentarse a tal  preconcepto  o “prejuicio,”  provocando  escándalo  y conflicto  para  po- 
der cuestionar  todos  estos  valores  dominantes.  Es  un  enfrentamiento  tan  deseado  y 
un  rechazo  tan  fuerte,  de  prácticas  tan  típicamente  judías  que  resulta  fácil  encontrar 
en  este  aspecto  del  discurso  de  Marcos  una  de  las  primeras  expresiones  del  anti-ju- 
daismo  cristiano  tan  repugnante.23 

No  cabe  duda  que  Marcos,  igual  que  Pablo  el  “apóstol  de  las  [demás]  nacio- 
nes” (Rm  11,13),  no  ha  visto  en  las  distintas  prácticas  rituales  y sociales  del  pueblo 
judío  un  elemento  imprescindible  para  la  fe  cristiana  primitiva.  Pero  a diferencia  de 
Pablo,  quien  no  puso  en  cuestión  el  derecho  y hasta  insistió  en  la  obligación  de  los 
que  se  habían  criado  y que  todavía  se  presentaban  como  judíos  a observar  la  “ley” 
es  decir,  las  costumbres  tradicionales  de  este  pueblo,24  el  Evangelio  de  Marcos  pa- 
rece mucho  menos  “ecuménico,”  hasta  se  burla  de  estas  creencias,  destruyendo  la 
base  exegética  y de  razonamiento  teológico  sobre  la  cual  se  fundamentaban.25 

Hasta  aquí  el  cristianismo  marcano  sería  un  movimiento  siríaco-palestino  an- 
ti-templo  y anti-tradición.  Sería  una  suerte  de  judaismo  primitivo  muy  crítico  de  su 
ambiente  cultural  originario.  Formaba  parte  de  un  mundo  judío  sacudido  y revuel- 
to por  el  tumulto  y el  fracaso  inminente  de  la  primera  insurrección  sin  límites  con- 
tra Roma. 

Curiosamente,  los  escribas  son  las  únicas  autoridades  judías  que  aparecen  a 
lo  largo  del  Evangelio  de  Marcos.  Algunas  veces  están  con  los  fariseos  (véanse 


*9  Dos  o tres  veces  los  fariseos  aparecen  vinculados  con  los  de  Herodes:  véase  3,6;  12,13;  también 
8,15. 

En  10,2  y 12,13,  tienen  que  estar  para  completar  el  abánico  de  “escuelas”  o “sectas”  judías  a las 
cuales  Jesús  se  enfrenta  sucesivamente  y a todas  las  cuales  vence. 

21  Pero  véase  3,6;  cf.  Mateo  27,62. 

22  A diferencia  del  documento  “Q,”  cuya  presentación  de  los  fariseos  corresponde  más  o menos  al  co- 
nocimiento histórico  que  actualmente  tenemos  sobre  el  quehacer  del  grupo  farisaico  durante  el  siglo 
primero  d.C.,  no  se  nota  en  el  Evangelio  de  Marcos  ningún  rasgo  del  trabajo  tributario  para  el  templo 
en  Jerusalén,  el  cual  probablemente  haya  sido  el  empleo  concreto  de  los  fariseos  en  el  contexto  gali- 
leo  antes  de  la  primera  insurrección  judía  contra  Roma.  Es  una  “omisión”  notable,  porque  fácilmente 
se  hubiera  integrado  en  la  polémica  ya  comentada  del  Evangelio  de  Marcos  contra  esta  institución. 

23  Véase  también  7,1-23. 

24  Véase  Gal  2,7. 

23  ¿Por  qué  esta  discrepancia  tan  fuerte  con  las  costumbres  tradicionales  judías  en  el  Evangelio  de 
Marcos?  ¿Sería  porque,  a diferencia  de  Pablo,  quien  siempre  se  iba  para  otros  lugares,  el  cristianismo 
marcano  insistía  en  su  postura  “paulina”  por  un  lugar  fijo,  donde  además  sin  duda  quedaba  como  una 
postura  minoritaria?  Así,  mientras  Pablo  solía  salir  para  buscar  a nuevos  hermanos,  el  Evangelio  de 
Marcos  levantaba  la  voz. 


18 


LEIF  E.  VAAGE,  El  Evangelio  de  Marcos 


7,1.5;  cf.  2,16;  9,11).  Con  mayor  frecuencia  se  juntan  con  los  sumo  sacerdotes  (y 
con  los  presbíteros:  véanse  8,31;  10,33;  11,18.27;  14,1.43.53;  15,1.31).  Pero  tam- 
bién se  mencionan  solos,  y no  por  casualidad. 

Los  escribas  son  los  primeros  en  contrastarse  con  Jesús  en  el  Evangelio  de 
Marcos.  En  1,22,  después  del  debut  público  de  Jesús  como  maestro  en  la  sinagoga 
de  Cafamaún,  “la  gente  se  admiraba  de  cómo  les  enseñaba,  porque  lo  hacía  con  ple- 
na autoridad  y no  como  los  escribas.”  De  nuevo,  en  2,6,  los  escribas  son  los  que 
cuestionan  a Jesús  cuando  éste  sana  a un  paralítico,  diciéndole:  “Hijo  mío,  tus  pe- 
cados quedan  perdonados.”  En  3,22  son  los  escribas  — ahora  especificados  como 
los  que  “habían  bajado  de  Jerusalén” — quienes  acusan  a Jesús  de  estar  expulsando 
a los  demonios  por  el  poder  de  Beelzebú,  el  propio  jefe  de  los  demonios.  En  9,1 1 .14 
y 1 2,28.32.35.38,  los  escribas  aparecen  como  los  más  doctos  en  la  interpretación  de 
las  Sagradas  Escrituras  a quienes,  sin  embargo,  Jesús  rápidamente  pone  en  su  lugar, 
a pesar  de  que  presumían  como  autoridades  legales. 

Llama  la  atención  que  es  un  escriba  a quien  Jesús  le  dice  que  “No  estás  lejos 
del  Reino  de  Dios”  (12,34),  y que  poco  después  son  los  mismos  escribas  de  los  cua- 
les Jesús  advierte,  “Cuídense  de  los  escribas,  pues  les  gusta  andar  con  ropas  largas 
y que  los  saluden  con  todo  respeto  en  las  plazas.  Buscan  los  asientos  de  honor  en 
las  sinagogas  y los  mejores  lugares  en  las  comidas;  y les  quitan  sus  casas  a las  viu- 
das, y para  disimularlo  hacen  largas  oraciones.  Ellos  recibirán  mayor  castigo” 
(12,38-40). 

Ningún  otro  grupo  de  liderazgo  judío  recibe  en  el  Evangelio  de  Marcos  este 
mismo  reconocimiento  de  su  valor  y a la  vez  una  crítica  tan  directa  por  parte  de  Je- 
sús. Como  si  fuera  este  grupo  el  que  estuviera  más  cercano  al  evangelista,  en  cuyo 
medio  él  todavía  esperara  encontrar  resonancia,  aunque  se  viera  obligado  a tomar 
clara  distancia  de  ellos. 

4.  Evangelio  de  Marcos  polemiza  con  otros  cristianismos 
originarios  en  su  visión  acerca  de  la  memoria  de  Jesús 

No  basta  notar  en  el  Evangelio  de  Marcos  su  polémica  contra  los  varios  Ju- 
daismos de  su  tiempo.  A fin  de  cuentas,  no  es  esto  lo  más  significativo  de  Marcos, 
a pesar  de  su  importancia  indiscutible.  Se  da  en  el  mismo  escrito  también  otra  po- 
lémica mucho  más  extensa,  sutil  y aguda  contra  varios  cristianismos  primitivos.  Fi- 
nalmente fueron  menos  problemáticos  para  el  evangelista  los  judíos  “enemigos”  de 
Jesús  que  sus  “amigos”  cristianos;  o sea,  seguidores  “equivocados.” 

En  la  primera  mitad  del  Evangelio  de  Marcos  (1,1 6-8,26),  Jesús  es  presenta- 
do como  curandero  itinerante.  Hace  cantidad  de  milagros  por  todos  lados  y a cual- 
quier hora.  Desde  el  primer  acto  de  sanación  por  Jesús  en  1 ,23-27  — en  cuyo  rela- 
to está  presente  no  sólo  su  capacidad  de  hacer  milagros,  expulsar  a los  demonios, 
sino  también  la  cuestión  cristológica,  la  afirmación  de  un  poder  excepcional,  y el 
reconocimiento  de  una  enseñanza  nueva — él  no  se  cansa  de  solucionar  toda  clase 
de  problemas  socio-corporales.  Pero  sólo  trabaja  así  en  la  primera  mitad  del  evan- 
gelio. Después  de  la  confesión  central  de  Pedro  (8,27-30),  junto  con  la  correspon- 
diente aclaración  primera  sobre  el  camino  de  la  cruz  (8,31-9,1)  y la  subida  al  mon- 
te de  la  transfiguración  (9,2-8),  ya  no  se  da  más  milagros,  salvo  el  caso  del  mucha- 
cho endemoniado  en  9,14-29,  a quien  los  discípulos  que  se  habían  quedado  al  pie 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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del  monte  de  la  transfiguración  no  podían  sanar;  y el  caso  del  ciego  Bartimeo  en 
10,46-52,  que  parece  más  un  texto  alegórico  que  debe  compararse  con  la  parábola 
de  los  labradores  malvados  en  12,1-12.  En  resumidas  cuentas,  Jesús  comienza  co- 
mo curandero  itinerante,  pero  no  termina  así  en  el  Evangelio  de  Marcos.  El  evange- 
lista reconoce  que  Jesús  hacía  milagros,  pero  no  quiere  darle  ninguna  importancia 
sotenológica  a este  quehacer. 

El  llamado  “secreto  mesiánico”,  en  el  Evangelio  de  Marcos  es  parte  de  esta 
misma  polémica  contra  la  imagen  de  un  Jesús-curandero,  de  milagros”.  El  “secreto 
mesiánico”  se  refiere  a la  prohibición  reiterada  por  Jesús  en  la  primera  mitad  del 
evangelio  que  los  sanados  por  él  no  den  a conocer  lo  que  acaban  de  experimentar 
(véanse  1,34.44;  3,12;  5,43;  7,36;  8,26). 

El  texto  clásico  del  “secreto  mesiánico”  el  que  ha  servido  de  arranque  para  la 
discusión  científica  moderna  de  la  cuestión  se  da  en  9,9-10,  después  del  relato  de  la 
transfiguración,  cuando  a los  tres  discípulos  que  le  habían  acompañado  a Jesús  en  es- 
ta experiencia”,  les  encargó  que  no  contaran  a nadie  lo  que  habían  visto,  hasta  que  el 
Hijo  del  hombre  hubiera  resucitado.  Por  esto  guardaron  el  secreto  entre  ellos,  aunque 
se  preguntaban  qué  sería  eso  de  resucitar”  (9,9-10).  Preocupados  por  el  problema  del 
Jesús  histórico  y por  el  pensamiento  cristológico  ortodoxo  de  la  iglesia  occidental,  los 
estudiosos  han  pensado  ver  en  este  aspecto  de  Marcos  un  artificio  literario  que  el 
evangelista  creó  para  salvaguardar  la  profunda  y compleja  paradoja  de  la  confesión 
cristiana  primitiva  de  que  lesous  kyrios  Jesús  es  el  Señor/el  Señor  es  Jesús,  o sea  que 
en  el  crucificado  se  había  hecho  presente  y manifiesto  el  Dios  de  Israel. 

El  problema  principal  que  tiene  esta  interpretación  del  “secreto  mesiánico”  en 
Marcos  es  que  este  evangelio  no  aprecia  suficientemente  la  imagen  de  un  Jesús  cu- 
randero para  los  primeros  cristianos,  y la  extrema  novedad  de  la  insistencia  de  Mar- 
cos de  que  los  milagros  de  Jesús  fueron  el  aspecto  menos  importante  de  su  persona 
y de  su  actuar  y hasta  sin  importancia  alguna  para  la  verdadera  fe  cristiana.  Sabemos 
ahora  que,  según  la  evidencia  arqueológica,  esta  imagen  de  un  “Jesús  de  los  mila- 
gros” era  la  más  común  y querida  entre  los  primeros  cristianos  hasta  fines  del  siglo 
III  d.C.26  Los  milagros  que  Jesús  hace  en  la  primera  mitad  del  evangelio  habrán  sido 
la  base  principal  de  esperanza  para  otras  comunidades  cristianas  siríaco-palestinas. 

Esta  probabilidad  se  hace  más  acertada  en  la  medida  que  no  son  sólo  unos 
cuantos  milagros  sueltos  que  Jesús  hace  en  la  primera  mitad  del  Evangelio  de  Mar- 
cos, sino  que  haya  habido  una(s)  “cadena(s)  de  milagros”  premarquina(s)  que  el 
evangelista  integró  en  su  relato  a la  hora  de  escribirlo.  Esta  hipótesis  es  el  fruto  de 
un  análisis  hecho  primero  por  Paul  Achtemeier  sobre  el  conjunto  de  milagros  que 
se  encuentra  en  4, 35-8, 26. 27  Los  textos  que  integran  esta  sección  del  evangelio 


Véase  Graydon  F.  Snyder,  Ante  Pacem:  Archaeological  Evidence  ofChurch  Life  Befare  Constan- 
tine  (Macón,  GA:  Mercer  University  Press,  1985)  56.  Todavía  representa  un  aspecto  muy  importante 
de  la  fe  cristiana  latinoamericana  popular.  En  su  tesis  de  doctorado,  "The  Markan  Sea  Miracles:  Their 
History,  Formation,  and  Function  in  the  Literary  Context  of  Greco-Román  Antiquity”  (Ph.D.  diss., 
University  of  St.  Michael’s  College,  1991),  Wendy  Cotter  ha  buscado  mostrar  que  los  dos  milagros 
marítimos  en  Marcos  (4,35-41;  6,45-52)  reflejan  muchos  aspectos  de  la  cultura  popular — y la  propa- 
ganda imperial  helenístico-romana. 

^ ' Véase  Paul  J.  Achtemeier,  “Toward  the  Isolation  of  Pre-Markan  Miracle  Catenae,”  Journal  of  Bi- 
blical  Literature  89  (1970):  265-291;  idem,  “The  Origin  and  Function  of  the  Pre-Markan  Miracle  Ca- 
tenae,” Journal  of  Biblical  Literature  91  (1972):  198-221. 


20 


LEIF  E.  VAAGE,  El  Evangelio  de  Marcos 


(4,35-8,26)  no  son  todos  de  milagros.28  Pero  todos  los  textos  de  milagros  que  se  en- 
cuentran en  esta  sección  eran  de  la(s)  señalada(s)  “cadena(s)  de  milagros.” 

Brevemente,  son  diez  milagros  que  pueden  dividirse  en  dos  grupos,  de  cinco 


milagros  cada  uno: 

I. 

4,35-41 

Jesús  calma  el  viento  y las  olas 

5,1-20 

Jesús  sana  al  endemoniado  de  Gerasa 

5,21-23.35-43 

Jesús  sana  a la  hija  de  Jairo 

5,25-34 

Jesús  sana  a la  mujer  con  flujo  de  sangre 

6,34-44 

Jesús  da  de  comer  a 5,000 

II. 

6,45-51 

Jesús  camina  sobre  el  agua 

8,22-26 

Jesús  sana  al  ciego  en  Betsaida 

7,24b-30 

Jesús  sana  a la  hija  de  la  sirofenicia 

7,32-37 

Jesús  sana  a un  sordomudo 

8,1-10 

Jesús  da  de  comer  a 4,000  personas 

Los  dos  grupos  son  más  o menos  paralelos.  De  cada  grupo,  el  primer  milagro 
es  marítimo  en  4,35-51,  Jesús  calma  el  viento  y las  olas;  en  6,45-51,  camina  sobre 
el  agua.  En  el  quinto  milagro  de  cada  grupo,  Jesús  da  de  comer  a una  muchedum- 
bre: en  6,34-44,  a 5,000  hombres;  en  8,1-10,  a 4,000  personas.29  Los  tres  milagros 
que  se  interponen  son  todos  de  sanación.30  Cada  secuencia  representaría  una  relec- 
tura de  la  epopeya  fundante  de  Israel  y,  más  específicamente,  de  las  figuras  profé- 
ticas  de  Moisés  y de  Elias  (+  Elíseo).31 

Lo  importante  de  esta  hipótesis  para  nuestro  tema  es  que  pone  de  relieve  el 
interés  muy  serio  de  otros  cristianos  primitivos  por  el  ministerio  milagroso  de  Je- 
sús. Por  la  relectura  que  se  hace  de  los  mitos  constituyentes  del  pueblo  judío  a tra- 
vés de  este  quehacer,  no  representa  un  interés  inculto,  ligero,  oportunista,  sino  más 
bien  otro  modo  originario  de  vivir  la  fe  cristiana.  De  hecho,  repito,  fue  la  forma  más 
típica  de  reflexionar  el  cristianismo  primitivo  durante  los  primeros  siglos  d.C.32 


Hay  dos  bloques  de  textos  que  no  son  relatos  de  milagros,  los  cuales  se  dan  en  6,1-33  (entre  el  cuar- 
to y el  quinto  milagros  de  la  primera  cadena)  y en  7,1-23  (entre  el  primero  y el  segundo  milagros  de 
la  segunda  cadena).  Según  Achtemeier  (“Toward  the  Isolation,”  266-274),  registran  el  trabajo  redac- 
cional  del  evangelista. 

~^E1  único  caso  de  “traslado”  redaccional  por  parte  del  evangelista  será  el  del  ciego  de  Betsaida  (8,22- 
26),  cuya  actual  ubicación  en  el  Evangelio  de  Marcos  después  de  que  Jesús  da  de  comer  a 4,000  per- 
sonas (8,1-10)  se  debe  claramente  al  contraste  general  que  el  evangelista  busca  enfatizar  entre  los  que 
miran,  pero  no  ven  (cf.  4,12  en  el  que  incluyen  al  grupo  de  los  doce  discípulos)  y los  que  no  miran, 
pero  sí,  entienden  (8,22-26  justo  antes  de  la  conocida  confesión  de  Pedro,  quien  dice  la  verdad  [8,29] 
pero  no  la  capta  [8,32-33];  véase  también  10,46-52;  16,7). 

En  el  tercer  milagro  de  cada  grupo  se  trata  del  caso  de  una  mujer. 

Los  milagros  marítimos  (4,35-41;  6,45-51)  y de  abundante  comida  en  lugares  desiertos  (6,34-44; 
8,1-10)  hacen  recordar  a Moisés  al  cruzar  el  Mar  Rojo  en  Exodos  14  y el  Maná  del  cielo  en  Exodos 
16.  Varios  de  los  milagros  de  sanación  particularmente  los  de  la  mujer  sirofenicia  y de  la  hija  de  Jai- 
ro  hacen  recordar  a la  historia  de  Elias  (+  Elíseo).  Véase  Achtemeier,  “Origin  and  Function,”  202-205; 
también  Burton  L.  Mack,  A Myth  of  lnnocence:  Mark  and  Christian  Origins  (Philadelphia:  Fortress, 
1988)  215-224. 

32  Merece  un  estudio  propio  y más  a fondo  esta  cuestión  de  la  imagen  de  Jesús  de  los  milagros  en  la 
fe  cristiana  primitiva  desde  la  óptica  latinoamericana  popular. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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Con  frecuencia  se  dice  en  el  Evangelio  de  Marcos  que  Jesús  enseñaba.”  Pe- 
ro de  esta  enseñanza  no  se  presenta  casi  nada.  Parece  que  al  evangelista  le  interesa- 
ba más  el  concepto  del  poder  en  la  enseñanza  de  Jesús  que  su  contenido  particular 
(véase  1,22).  La  única  vez  que  Jesús  se  sienta  en  el  Evangelio  de  Marcos  para  en- 
señar a los  demás  y se  da  un  resumen  del  discurso  magistral,  se  dice  que  “les  ense- 
ñaba muchas  cosas  por  medio  de  parábolas”  (4,2),  aclarando  después  que  “por  me- 
dio de  muchas  parábolas  como  éstas  les  enseñaba  de  modo  que  no  pudieran  enten- 
der. Sin  parábolas  no  les  decía  nada,  pero  aparte,  a sus  propios  discípulos  les  expli- 
caba todo”  (4,33-34).34  O sea  que  enseña,  pero  no  se  entrega  el  contenido  particular 
el  sentido  preciso  de  esta  enseñanza.  ¿Por  qué? 

El  Evangelio  de  Marcos  se  opone  de  nuevo  a otra  visión  cristiana  primitiva  del 
significado  de  la  memoria  de  Jesús.  Para  este  cristianismo  originario,  eran  los  pro- 
nunciamientos de  Jesús,  sus  logoi,  lo  que  valían  más.  En  el  Evangelio  de  Tomás,  por 
ejemplo,  (el  cual  probablemente  proviene  de  la  misma  región  siríaco-palestina  y que 
agrupa  114  dichos  de  Jesús  sin  mayor  vínculo  de  lógica  discursiva  o de  marco  narra- 
tivo entre  ellos),  el  primer  versículo  del  texto  lo  dice  claramente,  “Quien  logre  en- 
tender estas  palabras  no  conocerá  la  muerte”  (EvT  1).  Para  este  cristianismo,  era  el 
discurso  de  Jesús  y su  interpretación  adecuada  lo  que  llevaba  a la  vida  plena.35 

El  Evangelio  de  Marcos  no  pudo  pasar  por  alto  o descartar  sin  más  esta  for- 
ma de  recordar  a Jesús,  se  supone  porque  era  una  perspectiva  bastante  generalizada 
en  el  ambiente  siríaco-palestino.  Así,  el  evangelista  da  de  baja,  pues,  con  la  mano 
derecha  lo  que  afirma  con  la  mano  izquierda.  Si  se  dice  que  Jesús  enseñaba  y has- 
ta se  ofrece  una  muestra  de  esta  enseñanza  en  4,1-34,  a la  misma  enseñanza  se  le 
quita  cualquier  peso  didáctico  o capacidad  de  orientar  concretamente,  por  la  forma 
de  presentarla.  En  vez  de  hacer  lo  que  la  enseñanza  suele  hacer,  instruir  a los  adep- 
tos y profundizar  el  conocimiento,  la  enseñanza  de  Jesús  en  Marcos  sirve  más  bien 
para  confundir  y agudizar  el  estado  atónito  que,  en  todo  caso,  siempre  suscita  Jesús 
en  este  escrito. 

Dada  la  hipótesis  de  las  dos  fuentes  como  mejor  solución  al  llamado  proble- 
ma sinóptico,  queda  el  fenómeno  que  se  ha  llamado  el  de  los  “traslapos”  (comple- 
mento de  textos)  entre  el  Evangelio  de  Marcos  y el  documento  “Q”.36  Se  refiere  a 
los  textos,  típicamente  un  dicho  o un  breve  relato,  en  Marcos,  que  también  tienen 
los  dos  evangelios  de  Mateo  y de  Lucas,  pero  en  una  forma  bastante  distinta  al  tex- 
to de  Marcos.  Sin  hablar  de  un  posible  uso  de  “Q”  por  parte  del  Evangelio  de  Mar- 


33  Véase,  p.e.,  1,21-22;  2,13;  4,1-2;  6,2.6.30.34;  7,7;  8,31;  9,31;  10,1;  11,17;  12.14.35;  14,49. 

3^  La  traducción  de  la  última  frase  en  4,33  por  Dios  Habla  Hoy,  “y  hasta  donde  podían  entender,”  es 
una  traducción  equivocada. 

33  Otros  textos  también  revelan  la  misma  óptica  cristiana  primitiva.  El  documento  “Q,”  el  cual  sin  du- 
da se  escribió  en  Galilea,  es  mayormente  un  texto  didáctico  en  que  Jesús  da  pautas  para  manejar  me- 
jor el  diario  vivir,  incluso  el  quehacer  cristiano,  y critica  a otros  puntos  de  vista.  Iqual  que  el  Evange- 
lio de  Tomás,  “Q.”  tampoco  se  refiere  a la  muerte  y/o  la  resurrección  de  Jesús  en  Fue  la  enseñanza  de 
Jesús  su  programa  de  vida,  y no  su  muerte  en  la  cruz  la  médula  del  evangelio  para  estos  cristianismos 
originarios. 

3(3  Son  los  llamados  “ Mark-Q  overlaps."  La  señalada  hipótesis  de  las  dos  fuentes  concluye  que  Mar- 
cos se  escribió  antes  de  Mateo  y de  Lucas,  los  cuales  usaron  el  Evangelio  de  Marcos  en  una  u otra  ver- 
sión como  fuente  literaria  más  otro  texto  como  fuente  que  será  el  documento  “Q.”  Véase  Leif  E.  Vaa- 
ge,  “El  Cristianismo  Galileo  y el  Evangelio  radical  de  Q,"  RIBLA  22  (1996):  85-86. 


22 


LEIF  E VAAGE,  El  Evangelio  de  Marcos 


eos,  el  contraste  entre  los  respectivos  textos  de  “Q”  y de  Marcos  llama  la  atención 
y corresponde  al  estilo  ideológico  del  evangelista. 

Uno  de  los  textos  más  importantes  de  estos  “traslapos”  es  el  discurso  “misio- 
nero” en  6,7-13  (cf.  Mateo  9,37-38;  10,7-16.40-42;  1 1,21-23;  Lucas  10,2-16).  A di- 
ferencia del  mandato  parecido  en  “Q”  que  a los  enviados  no  les  deja  llevar  ni  hacer 
nada  en  el  camino:  “No  llevéis  dinero,  ni  morral,  ni  sandalias,  ni  bastón;  a nadie  sa- 
ludéis” (10,4),  Marcos  admite  excepciones:  “Les  ordenó  que  no  llevaran  nada  para 
el  camino,  sino  solamente  un  bastón....  Podían  ponerse  sandalias,  pero  no  llevar  ro- 
pa de  repuesto”  (6,8-9).  En  “Q”  se  habla  del  trabajo  propio  y los  derechos  corres- 
pondientes de  los  enviados  en  (10,2.5-9),  en  cambio  no  se  habla  en  el  Evangelio  de 
Marcos,  sólo  se  dice  que  a los  doce  discípulos  — nótese  que  en  “Q”  (10,2.3)  el  gru- 
po de  los  enviados  no  queda  limitado  así — se  les  dio  “autoridad  sobre  los  espíritus 
impuros”  (6,7;  véase  también  6,13).  Aun  así,  no  se  les  otorga  a los  doce  discípulos 
en  el  Evangelio  de  Marcos  la  misma  autoridad  que  se  enfatiza  para  los  “obreros”  de 
“Q”:  “El  que  os  recibe  me  recibe  a mí,  y el  que  me  recibe,  recibe  a quien  me  envió” 
(10,16).  Tampoco  se  nota  en  el  Evangelio  de  Marcos  como  parte  de  la  misión  de  los 
doce  discípulos  el  mismo  peligro  y sentido  de  juicio  inminente  que  son  elementos 
importantes  del  despacho  paralelo  en  “Q”  (10,3.12-15).  Resulta,  pues,  que  el  dis- 
curso “misionero”  de  Marcos  es  un  texto  mucho  más  banal  que  el  de  “Q”  y para  el 
evangelista  casi  sin  importancia.  Como  si  le  hubiera  querido  quitar  toda  su  carga. 

Lo  mismo  pasa  con  la  parábola  de  la  semilla  de  mostaza  en  4,30-32  (cf.  Ma- 
teo 13,31-32.33;  Lucas  1 3,1 8-19.20-21 ).  No  sólo  brilla  por  su  ausencia  en  el  Evan- 
gelio de  Marcos  la  otra  parábola  de  la  levadura,  tan  paralela  a la  de  la  semilla  de 
mostaza,  en  “Q”  (13,18-19.20-21).  A diferencia  de  “Q”  que  hace  explícito  que  “un 
hombre  tomó  y lanzó”  la  semilla  de  mostaza  (13,19)  y que  “una  mujer  tomó  y es- 
condió” la  levadura  (13,21),  no  hay  en  el  Evangelio  de  Marcos  ningún  reconoci- 
miento parecido  de  acción  humana  en  este  proceso.  Más  bien  el  evangelista  lo  ha 
suprimido.37  A la  vez,  el  fruto  muy  “incorrecto”  de  la  semilla  de  mostaza  en  “Q,”  la 
cual  “creció  y vino  a ser  un  árbol,”  queda  corregido  en  el  Evangelio  de  Marcos 
(4,32)  como  “arbusto”  ( lajanon ) de  los  más  grandes.  De  nuevo,  se  nota  una  tenden- 
cia de  frenar  o de  bajar  en  el  Evangelio  de  Marcos  el  discurso  siempre  más  “exage- 
rado” de  “Q.”38 

Todavía  no  hay  consenso  entre  los  estudiosos  sobre  la  naturaleza  socio-polí- 
tica del  grupo  cristiano  primitivo  que  atesta  el  documento  “Q.”39  Pero  se  afirma  con 
frecuencia  su  postura  “radical.”  Representa  un  intento  galileo  de  asumir  el  proyec- 
to de  Jesús  como  programa  de  vida  alternativo  al  nivel  más  básico  de  la  sociedad. 
Así  se  propone  en  “Q”  otro  fundamento  “modelo”  económico,  otro  modo  de  mane- 
jar la  incertidumbre  y la  violencia  social,  se  critican  las  costumbres  y los  valores 
más  típicos  y arraigados,  se  promete  un  atrevido  bienestar,  el  Reino  de  Dios,  al  al- 


^ Véase  el  verbo  pasivo  ( spare ) aislado  en  la  frase,  hotan  spare  epi  tes  ges,  en  4,31.  Cf.  también  la 
frase,  automate  he  ge  karpoforei , en  4,28.  Los  dos  textos  (4,26-29;  4,30-32)  se  interpretan  mutuamen- 
te en  el  Evangelio  de  Marcos. 

3^  La  misma  tendencia  puede  comprobarse  también  en  otros  textos  de  “traslapo.”  Véase  Harry  T. 
Fleddermann  with  an  assessment  by  F.  Neirynck,  Mark  and  Q:  A Study  of  the  Overlap  Texis  (Leuven: 
Peeters/Leuven  University  Press,  1995). 

39  Sobre  este  debate,  véase  Vaage,  “Cristianismo  Galileo  y Evangelio  Radical  de  “Q”,  RIBLA  22 
(1996)”  95-99. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA.  N°  29 


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canee  de  todos.  Ante  tanta  expectativa  y tanto  “entusiasmó”,  el  Evangelio  de  Mar- 
cos se  manifiesta  desconfiado,  o por  lo  menos,  mucho  más  cauteloso. 

Finalmente,  existe  la  polémica  en  el  Evangelio  de  Marcos  contra  los  prime- 
ros discípulos  el  grupo  de  “los  doce”  y la  familia  de  Jesús.  De  “los  doce,”  el  “pri- 
mero entre  pares”  es  sin  duda  la  figura  de  Pedro.  De  la  familia  de  Jesús,  es  su  ma- 
dre María  la  figura  más  prominente  en  el  Evangelio  de  Marcos,  aunque  se  sabe  que 
el  hermano  Santiago  llegó  a ser  considerado  como  líder  principal  de  la  primera  co- 
munidad cristiana  en  Jerusalén. 

Todos  éstos,  los  primeros  discípulos  y los  familiares  de  Jesús,  van  al  basure- 
ro en  el  Evangelio  de  Marcos.  A fin  de  cuentas,  de  ellos  nadie  sirve  para  el  evange- 
lista como  modelo  de  discipulado  cristiano.  Son  todos  un  fracaso. 

Hay  muchos  estudios  sobre  el  tema  de  la  presentación  de  los  discípulos  en  el 
Evangelio  de  Marcos.40  Al  final,  la  mayoría  de  ellos  siempre  buscan  rescatar  a los 
discípulos  y menos  a los  familiares  de  Jesús  de  su  evidente  deshonra  y falta  de  cum- 
plimiento.41 Pero  a mí  no  me  convencen. 

Una  vez  que  “todos  [los  discípulos]  huyeron  abandonando”  a Jesús  en  14,50, 
y poco  después,  en  14,66-72,  el  único  de  ellos  que  no  se  hizo  humo,  Pedro,  jura  ne- 
gando tres  veces  haberlo  conocido;  ya  no  interviene  ninguno  de  ellos  en  la  historia 
que  cuenta  el  Evangelio  de  Marcos.  Si  bien  es  cierto  que  a estos  discípulos  “y  a Pe- 
dro”, el  joven  vestido  de  ropa  blanca  y sentado  en  la  tumba  les  provee  una  última 
oportunidad  para  renovar  su  seguimiento,  haciéndoles  recordar  a través  de  las  tres 
mujeres  lo  mismo  que  Jesús  ya  les  había  dicho  en  14,28,  que:  “El  va  a ir  a Galilea 
antes  que  ustedes;  allí  lo  verán,  tal  como  les  dijo”;  los  discípulos,  sin  embargo,  no 
reciben  este  mensaje,  porque  las  tres  mujeres  — entre  ellas,  la  madre  de  Santiago 
(15,40;  16,1)  y de  José  (15,40.47)  que  son  de  los  hermanos  de  Jesús  (véase  6,4)  o 
sea,  la  madre  misma  de  Jesús—  “no  dijeron  nada  a nadie,  porque  tenían  miedo” 
(16,8).  Quedan  todos  descalificados. 

La  polémica  del  Evangelio  de  Marcos  contra  el  grupo  de  “los  doce”  y la  fa- 
milia de  Jesús  es  una  polémica  — sutil,  aguda,  fuerte,  y sin  perdón — contra  el  lide- 
razgo tradicional  de  la  primera  comunidad  cristiana  en  Jerusalén.42  Marcos  no  ve  en 
su  forma  de  entender  y el  proyecto  de  Jesús  un  seguimiento  adecuado  del  camino 
señalado.  El  evangelista  no  quiere  dejarle  lugar  a este  grupo,  pintando  a los  discí- 
pulos y a los  familiares  de  Jesús  como  unos  cobardes  e incapaces  para  captar  lo  que 
estaba  en  juego  con  Jesús. 

Si  los  sumo  sacerdotes  y sus  cómplices  son  los  directamente  responsables  por 
la  muerte  de  Jesús  en  el  Evangelio  de  Marcos,  los  indirectamente  responsables 
— los  traidores,  los  que  a Jesús  le  creen  loco  y le  guardan  poca  fe,  los  que  supues- 
tamente eran  los  suyos,  pero  terminan  dejándolo  solo,  los  que  finalmente  no  supie- 
ron acompañarle  “ni  siquiera  una  hora”  (14,37),  los  que  “no  decían  nada  a nadie” — 


40  En  estos  estudios  pueden  encontrarse  los  pormenores  del  caso. 

41  Véase,  p.e.,  Jack  Dean  Kingsbury,  Conflict  in  Mark:  Jesús,  Aulhorities,  Disciples  (Minneapolis: 
Fortress,  1989)  112-115. 

42  La  vida  y breve  historia  de  esta  iglesia  ha  sido  resumida  por  Pixley,  “Santiago  y la  iglesia  de  Jeru- 
salén,” en  Ribla  1996,  121-138.  Sobre  la  polémica  del  Evangelio  de  Marcos  contra  la  familia  de  Je- 
sús,” véase  John  Dominic  Crossan,  “Mark  and  the  Relatives  of  Jesús,”  Novum  Testamentum  15  (1973): 
81-113. 


24 


LEIF  E.  VAAGE,  El  Evangelio  de  Marcos 


son  los  discípulos  y los  familiares.  Por  algo  el  evangelista  les  guardó  tanto  resenti- 
miento. 

El  resultado  de  este  análisis  es  la  percepción  de  que  la  narrativa  del  Evange- 
lio de  Marcos  agrupa,  para  encubrir,  una  variedad  de  cristianismos  originarios  siría- 
co-palestinos. El  evangelista  ha  recopilado  distintas  tradiciones  — las  cuales,  en  la 
crítica  redaccional  ( Redaktionsgeschichte ) de  los  evangelios,  se  califican  por  sus 
fuentes — no  para  conservarlas  o para  actualizarlas,  sino  para  sujetarlas  y para  apo- 
derarse de  ellas. 

A estas  tradiciones  el  evangelista  no  pudo  descartarlas  así  no  más.  Las  distin- 
tas comunidades  a las  que  corresponden  todavía  estaban  presentes  — salvo,  quizás, 
la  de  Jerusalén — . Por  eso,  el  evangelista  se  veía  obligado  a asumir  su  discurso,  in- 
corporándolo, para  así  ponerlas  en  su  lugar. 

El  Evangelio  de  Marcos  no  es,  pues,  un  conjunto  de  memorias  sueltas  de  la(s) 
primera(s)  generación(es)  cristiana(s),  ligeramente  revisadas  y amigablemente  or- 
denadas por  el  evangelista,  ni  menos  un  manifiesto  ecuménico.  Es  un  intento  parti- 
dario, parece  ser  de  la  escuela  paulina,  de  unir  para  replantear  bajo  una  sola  luz  — 
la  sombra  de  la  cruz — los  diversos  cristianismos  primitivos  siríaco-palestinos. 

Evidentemente,  la  perspectiva  que  representa  el  Evangelio  de  Marcos  no  era 
todavía  la  más  típica  entre  los  diversos  cristianismos  siríaco-palestinos.  El  mecanis- 
mo narrativo  por  el  cual  el  evangelista  intenta  subordinar  a los  demás  discursos  cris- 
tianos primitivos  es  su  relato  de  la  pasión  y la  muerte  de  Jesús.  Al  hacer  que  “el 
evangelio  de  Jesucristo  Hijo  de  Dios”  (1,1)  se  apunte  desde  su  comienzo  hacia  la 
muerte  del  protagonista,43  la  imagen  de  Jesús  que  ofrece  Marcos  se  toma  una  visión 
extremamente  paulina  hasta,  diría  más  paulina  que  la  de  Pablo  mismo. 

El  tema  del  relato  de  la  pasión  y muerte  de  Jesús  en  el  Evangelio  de  Marcos 
es  obviamente  un  tema  complicado  y cargado  de  interés  y no  sólo  de  interés  exegé- 
tico,  se  trata  para  muchos  de  la  verdad  del  evangelio  cristiano  o sea,  del  verdadero 
evangelio  cristiano.  Si  el  acto  fúndante  “histórico”  del  cristianismo  no  está  en  esta 
memoria  de  la  última  semana  de  la  vida  de  Jesús  ¿Entonces  cual  es?  ¿No  depende 
básicamente  el  mensaje  cristiano  de  una  esperanza  basada  en  la  resurrección  de  Je- 
sús y en  el  recuerdo  primordial  de  su  vía  dolorosa  y la  crucifixión? 

No  pretendo  aquí  dar  término  a este  debate.  Pero  sí,  un  empuje  más  y,  quizás, 
para  algunos  lectores  un  punto  de  partida  para  que  también  participen.  Porque,  a mi 
modo  de  ver,  el  acto  fúndante  de  ese  cristianismo  —el  “nuestro”  ortodoxo  occiden- 
tal— que  ha  visto  en  la  vía  dolorosa  de  Jesús  y en  su  cruz  la  clave  teológica  del 
evangelio  cristiano,  no  se  dio  el  día  que  se  llevó  a cabo  el  exterminio  más  o menos 
“rutinario”  de  un  tal  Jesús  de  Nazaret  por  parte  de  las  fuerzas  armadas  romanas,  si- 
no 40  años  después,  cuando  se  dio  a conocer  en  el  Evangelio  de  Marcos  su  relato 
de  la  pasión  y la  muerte  de  Jesús.  Por  lo  menos,  este  relato  ha  sido  la  base  textual 
sobre  la  cual  el  aparato  litúrgico  — eucarístico — y eclesiástico-teológico  se  levan- 
tó y que  sigue  insistiendo  que  sin  esta  base  no  hay  cristianismo  fiel  a la  memoria  de 
Jesús.  Sea  lo  que  fuere  la  verdad  de  esta  postura  actualmente,  no  representa  una  vi- 


43  El  relato  del  bautizo  de  Jesús  en  1,9-11  es  una  prefiguración  “heroica”  de  su  muerte.  Cf.  10,38. 
Véase  mi  artículo,  “Bird-Watching  at  the  Baptism  of  Jesús:  Early  Christian  Mythmaking  in  Mark  1:9- 
11,”  en  Reimagining  Christian  Origins:  A Colloquium  Honoring  Burlón  L.  Mack,  eds.  Elizabeth  A. 
Castelli  y Hal  Taussig  (Valley  Forge,  Pennsylvania:  Trinity  Press  International,  1996)  280-294. 


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sión  completa  ni  correcta  de  la  historia  de  los  primeros  cristianismos  siríaco-pales- 
tinos.44 

Si  bien  es  cierto  que  Pablo  habla  de  la  cruz  de  Cristo  y subraya  cada  vez  más 
la  importancia  soteriológica  de  este  hecho  para  él,  aún  así  el  menor  de  los  apósto- 
les no  muestra  el  menor  interés  por  contar  la  historia  de  esta  muerte.45  Sólo  en  1 Co 
1 1 ,23ss  se  encuentra  un  discurso  más  o menos  narrativo  que  quizás  formara  parte 
de  un  relato  primitivo  de  la  pasión  y la  muerte  de  Jesús.  Pero  habría  que  preguntar, 
si  no  es  que  a nosotros  nos  parece  así,  porque  ahora  leemos  este  texto  siempre  pen- 
sando en  — o sea,  ampliándolo  con—  los  relatos  canónicos  de  la  pasión  y la  muer- 
te de  Jesús  en  los  evangelios.  Porque,  en  sí,  el  texto  de  1 Co  1 1 ,23ss  no  presupone 
ni  requiere  de  un  mayor  relato  de  la  pasión  y la  muerte  de  Jesús  para  entenderse,  si- 
no registra  la  forma  en  la  cual  se  explicaba  un  determinado  rito  — la  cena  domini- 
cal ( kyriakon  deipnon,  1 Co  11,21)—  que  se  practicaba  en  las  varias  comunidades 
cristianas  paulinas. 

Es  el  Evangelio  de  Marcos  el  que  ha  hecho  de  esta  “leyenda  cúltica”  una  cró- 
nica trágica  en  la  cual  profecías  antiguas  de  las  Sagradas  Escrituras  judías  se  cum- 
plen y la  muerte  de  Jesús  no  sólo  sirve  como  punto  de  partida  para  la  nueva  comu- 
nidad cristiana,  sino  que  además  — y quizás  más  importante  para  el  evangelista — 
acarrea  la  destrucción  inevitable  del  templo  en  Jerusalén  y la  auto-condena  de  todas 
las  autoridades  judías  junto  con  todos  los  primeros  líderes  cristianos  siríaco-pales- 
tinos. Es  una  crónica  que  hay  que  leerla  por  lo  menos  con  cierto  cuidado,  si  no  es 
con  temor. 


5.  Evangelio  de  Marcos  “Un  texto,  apocalíptico” 

El  Evangelio  de  Marcos  es  un  texto  “apocalíptico.”46  El  espacio  narrativo  por 
donde  el  lector  tiene  que  ir  construyendo  el  mundo  imaginario  del  texto  se  achica 
cada  vez  más.  Mary  Ann  Tolbert  ha  hecho  las  siguientes  observaciones  a nivel  es- 
tilístico: 

Que  el  narrador  [del  Evangelio  de  Marcos]  quiere  crear  este  sentido  de  urgen- 
cia en  su  historia  por  haber  formulado  así  las  primeras  palabras  de  Jesús  [en  1,15] 
queda  confirmado  por  el  ritmo  de  la  narrativa  siguiente.  Todo  pasa  “de  una  vez”  en 
el  Evangelio,  porque  euthys  (“de  una  vez”)  es  una  de  las  palabras  que  más  prefiere 


44  La  larga  y densa  discusión  científica  moderna  sobre  la  naturaleza  de  un  presunto  relato  premarca- 
no  de  la  pasión  y la  muerte  de  Jesús  se  basa  en  el  mismo  supuesto  nunca  cuestionado  o críticamente 
examinado.  Por  eso,  entrar  en  tal  discusión  es  ya  haberse  perdido  -o  sea,  se  pierde  la  posibilidad  de 
descubrir  otra  realidad  histórica-.  El  único  sustento  "externo”  para  este  supuesto  sería  el  testimonio  de 
las  cartas  paulinas  “auténticas,”  las  cuales  fueron  escritas  antes  de  Marcos.  Sin  embargo,  queda  claro 
que  la  lectura  de  estas  cartas  tampoco  se  ha  escapado  de  la  influencia  del  mencionado  aparato  ortodo- 
xo occidental. 

45  Aun  así  no  creo  que  la  cruz  de  Cristo  siempre  haya  sido  el  enfoque  principal  del  pensamiento  so- 
teriológico  paulino,  sino  que  se  lo  volvió  en  la  medida  que  la  vida  misma  de  Pablo  lo  obligara  a inte- 
grar más  y más  en  su  representación  del  evangelio  cristiano  la  experiencia  del  fracaso  y de  su  propia 
muerte.  Para  el  argumento  correspondiente,  véase  mi  artículo,  “Redención  y violencia:  El  sentido  de 
la  muerte  de  Cristo  en  Pablo.  Notas  para  una  relectura,”  RIBLA  18  (1994):  112-130. 

46  Pero  no  lo  es  por  su  género  literario  ni  por  su  postura  ideológica  tan  crítica,  sino  más  que  nada  por 
su  apretado  horizonte  temporal.  El  género  literario  del  Evangelio  de  Marcos  obviamente  no  es  el  de 
un  “apocalipsis”  como  tal. 


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LEIF  E.  VAAGE,  El  Evangelio  de  Marcos 


Marcos,  aparece  más  de  40  veces  en  su  historia,  más  de  dos  veces  más  del  uso  de 
la  misma  palabra  en  cualquier  otro  evangelio.  El  mismo  estilo  paratáctico  que  se  da 
por  el  uso  de  kai,  especialmente  cuando  juntado  con  la  preferencia  de  Marcos  por 
el  uso  del  participio,  empuja  la  narrativa  sin  dejarla  descansar,  como  si  los  eventos 
pasaran  tan  rápido  que  nadie  tuviera  tiempo  para  formular  oraciones  completas,  si- 
no que  estuviera  obligado  a dejar  caer  cada  frase  por  encima  de  las  demás.  Otro  ele- 
mento típico  de  Marcos,  pero  no  se  nota  en  la  mayoría  de  las  traducciones,  también 
es  el  uso  del  presente  histórico  que  crea  velocidad  y presencia  en  la  narrativa.  Aun- 
que el  narrador  relate  la  historia  del  Evangelio  de  Marcos  desde  la  perspectiva  de 
cierto  tiempo  después  de  que  los  eventos  del  mundo  ficticio  tuvieran  lugar  y así  los 
dé  a conocer  principalmente  en  el  pasado,  con  frecuencia,  y particularmente  cuan- 
do hay  diálogo,  el  pasado  se  reemplaza  por  el  presente,  y así  se  crea  el  efecto  de  un 
modo  de  contar  dramático  y directo  [véase,  por  ejemplo,  2,14]...  Todos  estos  ele- 
mentos estilísticos  ayudan  a crear  una  narrativa  marcada  por  cierta  velocidad  y que 
no  habla  con  rodeos,  pero  aun  más  importante  es  el  hecho  de  que  ellos  enfaticen  a 
un  nivel  formal  la  urgencia  del  mensaje  de  Jesús  y cuán  tarde  es  la  hora,  como  ya 
se  hizo  ver  en  la  introducción  al  primer  bloque  mayor  en  Marcos  1 , 14- 1 5.47 

Otros  elementos  de  la  misma  óptica  “apocalíptica”  en  el  Evangelio  de  Mar- 
cos son  la  figura  del  “hijo  del  hombre”  y el  uso  del  verbo  dei.  Sea  lo  que  fuere  el 
origen  del  nombre  “hijo  del  hombre”  y las  varias  acepciones  del  mismo,  incluso  el 
uso  posible  de  este  apodo  por  el  Jesús  histórico,  la  frase  “hijo  del  hombre”  funcio- 
na dentro  del  discurso  del  Evangelio  de  Marcos  como  título  cristológico  contra- 
puesto a la  frase  semejante  “Hijo  de  Dios.”  Particularmente  en  la  segunda  mitad  del 
texto,  la  frase  “hijo  del  hombre”  sirve  para  calificar  “elegido  y consciente  de  su  pro- 
pio destino.”  De  lo  contrario,  parecería  un  suicida  que  por  terquedad  buscó  ser  con- 
denado a la  muerte  punitiva  y desgraciada  de  la  cruz. 

El  trasfondo  apocalíptico  de  este  uso  del  título  “hijo  del  hombre”  se  hace  in- 
negable en  14,62.  Al  Sumo  Sacerdote  de  la  Junta  Suprema,  quien  pregunta  a Jesús, 
si  él  es  o no  es  “el  Mesías,  el  Hijo  del  Dios  bendito,”  Jesús  le  dice,  de  modo  juani- 
no,  “Yo  soy  [ego  eimi],  y ustedes  verán  al  hijo  del  hombre  sentado  a la  derecha  del 
Todopoderoso  y venir  en  las  nubes  del  cielo”  (14,62).  Aquí  se  refiere  al  libro  de  Da- 
niel y particularmente  a la  figura  de  “uno  como  un  hijo  de  hombre”  en  Dan  7,13. 
En  ambos  casos  — el  libro  de  Daniel  y el  Evangelio  de  Marcos — , la  frase  “hijo  de 
hombre”  sirve  para  identificar  al  ser  humano,  quien  jugará  un  papel  determinante 
en  el  juicio  venidero  de  Dios. 

El  uso  del  verbo  dei  en  Marcos  (8,31;  9,11;  13,7.10;  cf.  13.14;  14,31)  tam- 
bién refleja  la  convicción  típica  de  una  óptica  “apocalíptica”  de  que  hay  cierto  pro- 
ceso que  se  tiene  que  dar  antes  de  poder  entrar  en  el  anticipado  orden  nuevo. 

Ha  sido  particularmente  el  uso  del  verbo  dei  en  8,31,  la  primera  predicción 
de  su  pasión  y muerte  por  Jesús,  el  que  ha  llamado  más  la  atención  de  los  estudio- 
sos. El  debate  científico  sobre  el  sentido  propio  de  8,31  ha  tenido  por  motivo  prin- 
cipal la  cuestión  tradicional  cristológica  soteriológica,  ¿por  qué  Jesús,  siendo  Dios, 
sin  embargo  “tuvo”  que  morir  para  salvar  a los  seres  humanos?  Este  enfoque  no  se 
fija  como  debió  hacerlo  en  el  hecho  de  que  no  sólo  es  el  “hijo  del  hombre”  quien 


^ Véase  Mary  Ann  Tolbert,  Sowing  the  Gospel:  Mark’s  World  in  Literary-Historical  Perspective 
(Minneapolis:  Fortress,  1989)  117-118. 


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lleva  a cabo  un  papel  preordenado  en  el  Evangelio  de  Marcos,  sino  que  otros  tam- 
bién tienen  que  cumplir  con  su  deber  histórico-salvífico  antes  de  que  el  anticipado 
final  pueda  manifestarse.  Así  Elias  también  tuvo  que  venir  (9,11).  Los  que  hacen  la 
guerra  tendrán  que  hacerla  una  vez  más  (13,7).  Los  que  predican  el  evangelio  tie- 
nen que  llevarlo  primero  “a  todos  los  pueblos”  (13,10).  El  uso  del  verbo  dei  en  8,31 
refleja  la  misma  vivencia  de  un  proceso  socio-político,  aparentemente  necesario  o 
inevitable  y ciertamente  convulsivo,  por  el  cual  — y sólo  por  el  cual — se  espera  al- 
canzar, en  el  Evangelio  de  Marcos,  otra  realidad  nueva.48 

Estos  y otros  elementos  también  ayudan  a crear  un  ambiente  narrativo  “apo- 
calíptico” en  el  Evangelio  de  Marcos.  Tal  tónica  de  urgencia,  de  un  destino  próxi- 
mo y duro,  de  cierta  inevitabilidad  sirve  muy  bien  como  marco  general  y motivo 
particular  para  las  fuertes  polémicas  que  acabamos  de  repasar  en  este  escrito.  En 
una  situación  tal  como  la  que  el  evangelista  pone  para  Jesús  la  cual  sin  duda  refle- 
ja su  propia  situación  de  la  primera  insurrección  judía,  cuando  todo  iba  a la  deriva, 
marcada  por  discrepancias  profundas  y violentas,  llena  de  un  futuro  todavía  por  de- 
finirse no  cabía  vacilar  ni  medir  demasiado  las  palabras.  Se  trataba  de  un  momento 
en  que  se  jugaba  la  vida. 

Hubo  y hay  que  optar  por  un  modo  de  andar  que  tuviera  salida,  aunque  fue- 
ra a costo  de  todo  un  pasado.  En  tiempos  de  fuerte  contradicción,  el  Evangelio  de 
Marcos  insiste  que  “el  que  quiera  salvar  su  vida,  la  perderá;  pero  el  que  pierda  la  vi- 
da por  causa  mía  y del  Evangelio,  la  salvará”  (8,35),  a la  vez  que  promete  que: 
“cualquiera  que  por  causa  mía  y del  Evangelio  haya  dejado  casa,  o hermanos,  o her- 
manas, o madre,  o padre,  o hijos,  o terrenos,  recibirá  ahora  en  este  mundo  cien  ve- 
ces más  en  casas,  hermanos,  hermanas,  madres,  hijos  y terrenos,  aunque  con  perse- 
cuciones, y en  el  mundo  venidero  recibirá  la  vida  eterna”  (10,30).  No  representa  un 
programa  de  vida  “normal”  para  todos  los  días,  sino  un  intento  para  llegar,  a pesar 
de  todo,  a la  próxima  etapa  de  la  historia.49 

6.  Conclusión 

El  Evangelio  de  Marcos  no  es  un  paradigma  de  la  existencia  cristiana  para  to- 
do momento  y lugar  ni  menos  un  reflejo  de  la  fe  cristiana  primitiva  en  sentido  glo- 
bal. Representa  más  bien  una  intervención  ideológica  muy  particular  en  el  proceso 
de  los  varios  judaismos  primitivos,  incluso  los  diferentes  cristianismos  siríaco-pa- 
lestinos, que  habían  entrado  hace  poco  en,  una  crisis  muy  honda  por  todas  las  con- 
secuencias de  la  primera  — perdida—  insurrección  judía  contra  Roma. 

No  sorprende,  pues,  que  el  Evangelio  de  Marcos  ha  salido  como  un  texto  tan 
combativo  y severo,  por  no  decir  resentido.  A la  vez,  no  abandona  — y quizás  por 
ello  sale  tan  combativo  y severo — el  proyecto  que  el  evangelista  llama  “el  evange- 
lio de  Jesucristo  hijo  de  Dios”  (1,1). 


Este  proceso  se  parece  mucho,  en  su  escato-lógica,  a la  decidida  secuencia  de  sellos,  trompetas  y 
copas  por  la  cual  se  llega  a ver  el  nuevo  cielo  y la  nueva  tierra  con  la  nueva  Jerusalén  en  el  libro  del 
Apocalipsis. 

49  Esta  otra  etapa  de  la  historia  se  llama  el  Reino  de  Dios.  Pero,  a pesar  del  ambiente  apocalíptico  que 
define  el  marco  narrativo  de  Marcos,  se  nota  aquí  cierto  distanciamiento  por  parte  del  evangelista  de 
una  interpretación  escatológica  de  este  símbolo.  Véase  el  apéndice  abajo. 


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LEIF  E.  VAAGE,  El  Evangelio  de  Marcos 


El  Evangelio  de  Marcos  representa  una  especie  de  “auto-crítica”  dentro  de 
los  varios  cristianismos  primitivos  siríaco-palestinos.  Había  que  repensar  muchas 
cosas  llegando  al  año  70  d.C.  — y más  aun  después — en  Siria-Palestina,  donde  na- 
da iba  quedando  igual  que  antes.  Marcos  es  fruto  de  esta  crisis,  un  intento  para  res- 
ponderle, y a la  vez  un  testigo  — seguramente  sin  quererlo—  al  hecho  de  que  su  voz 
no  era  la  única  que  hablaba. 

Apéndice:  El  Reino  de  Dios  en  el  Evangelio  de  Marcos 

Igual  que  otros  textos  cristianos  primitivos,  el  Evangelio  de  Marcos  hace  re- 
ferencia al  Reino  de  Dios  como  la  realidad  alternativa  que  los  primeros  cristianos 
anhelaban  y de  la  que  se  esperaba  disfrutar  pronto.  Ha  sido  común  además  presu- 
poner que  la  misma  categoría  del  Reino  de  Dios  es  por  excelencia,  originalmente  un 
concepto  apocalíptico.  No  cabe  duda,  por  ejemplo,  que  para  Pablo  el  Reino  de  Dios 
ha  sido  otro  elemento  integral  de  su  cosmovisión  escatológica:  en  las  cartas  “autén- 
ticas” de  Pablo,  siempre  tiene  que  ver  el  concepto  del  Reino  de  Dios  con  los  bene- 
ficios que  nos  son  prometidos  y que  nos  quedan  guardados  a los  hijos  e hijas  de 
Dios  en  la  nueva  creación  que  será  la  casa  del  Señor.50  Sin  embargo,  a pesar  de  la 
cercanía  del  Evangelio  de  Marcos  a la  tradición  paulina  y el  evidente  ambiente  apo- 
calíptico de  su  mundo  narrativo,  se  nota  por  parte  del  evangelista  en  cuanto  esta  ca- 
tegoría cierto  distanciamiento  de  la  postura  escatológica.51  Puede  ser  porque  este 
concepto  formó  parte  de  los  distintos  discursos  que  habrán  fomentado  y apoyado  el 
ya  fracasado  proceso  de  la  insurrección  contra  Roma. 

Según  Marcos,  Jesús  inició  en  Galilea  su  ministerio  público,  predicando  “el 
Evangelio  de  Dios”  con  el  anuncio  de  que:  “El  tiempo  ya  se  ha  cumplido  y el  reino 
de  Dios  se  ha  acercado.  Arrepiéntanse  y crean  en  el  Evangelio”  (1,15).  Casi  todos 
los  aspecto  de  esta  sumaria  presentación  del  mensaje  original  de  Jesús,  incluso  la 
expectativa  de  un  reino  divino  que  está  por  llegar,  cabe  sin  comentario  dentro  de  la 
óptica  apocalíptica. 

En  4,10,  se  hace  referencia  al  “misterio”  del  Reino  de  Dios,  cuya  realidad  ha 
sido  revelada  ( dedotai ) sólo  a unos  cuantos,  mientras  a los  demás  “de  afuera”  les 
queda  ocultada.  De  nuevo,  es  una  perspectiva  — epistemología — muy  coherente 
con  la  cosmovisión  apocalíptica  (sectaria).  También,  en  4,26ss  y en  4,30ss,  la 
“siembra”  anónima  y el  crecimiento  automático  del  Reino  de  Dios  reflejan  la  con- 
vicción "determinista”  apocalíptica. 

En  el  relato  de  la  pasión  y la  muerte  de  Jesús,  incluso  la  llegada  a Jerusalén 
y los  debates  en  el  templo,  cuando  se  refiere  al  Reino  de  Dios,  el  uso  de  esta  frase 
parece  apoyar  una  vez  más  a la  misma  expectativa  escatológica.52  Así,  por  ejemplo, 
al  joven  rico  Jesús  le  dice  que,  después  de  todo:  “no  estás  lejos  del  Reino  de  Dios” 


50  Véase  mi  artículo,  ‘‘Monarchy,  Community,  Anarchy:  The  Kingdom  of  God  in  Paul  and  Q,”  Toron- 
to  Journal  of  Theology  8/1  (1992):  53-60. 

5 * Hay  algo  irónico  en  esta  conclusión,  porque  ha  sido  particularmente  la  interpretación  de  ciertos  di- 
chos sobre  el  Reino  de  Dios  en  el  Evangelio  de  Marcos  la  que  ha  llevado  a hablar,  entre  los  estudio- 
sos de  este  siglo,  sobre  el  concepto  del  Reino  de  Dios  como  un  discurso  originalmente  apocalíptico  o 
escatológico. 

5“  Aparte  de  los  siguientes  dichos  (12,34;  14,25;  15.43),  cf.  también  11,10;  13,8. 


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(12,34).  Durante  la  última  cena  con  los  discípulos,  a la  hora  de  terminar  su  discur- 
so sobre  la  copa,  Jesús  les  jura  que  no  tomará  de  nuevo  del  vino:  “hasta  aquel  día 
cuando  lo  tome  fresco  en  el  Reino  de  Dios”  (14,25).  Y después  de  la  muerte  de  Je- 
sús, cuando  su  cuerpo  ha  sido  bajado  de  la  cruz,  José  de  Arimatea  hombre  recto  que 
se  atreve  a pedírselo  a Pilato,  se  lo  describe  como  un  “consejero  decente  quien  tam- 
bién estaba  esperando  el  Reino  de  Dios”  (15,43). 

Pero  ahora  se  nota  algo  interesante.  Si  al  comienzo  del  Evangelio  de  Marcos, 
en  1,15,  el  Reino  de  Dios  ya  había  llegado  o se  había  acercado,  y en  4, 10.26ss.30ss 
se  podía  reflexionar  sobre  el  misterio  de  su  despersonalizada  “siembra”  y de  su  cre- 
cimiento automático,  el  mismo  Reino  de  Dios  en  la  última  parte  del  evangelio  se 
vuelve  una  realidad  más  y más  lejana.  Así  que,  en  15,43,  José  de  Arimatea  todavía 
está  esperándolo.  Como  si  el  Reino  de  Dios,  tan  próximo  en  cierto  momento,  ya  se 
hubiera  retirado.  De  todos  modos,  no  se  ha  adelantado  en  nada. 

Ahora  veamos  los  textos  que  tratan  del  Reino  de  Dios  en  el  bloque  central  del 
Evangelio  de  Marcos.  Son  los  textos  (9,1.47;  10,14.15.23-25)  que  discuten  el  tema 
de  cómo  “entrar”  en  el  Reino  de  Dios,  cómo  verlo,  recibirlo  y tenerlo.  En  esta  sec- 
ción del  Evangelio  de  Marcos  (8,27-10,52),  el  discurso  sobre  el  Reino  de  Dios  for- 
ma parte  de  un  proceso  de  aprendizaje  “escolar”  por  parte  de  los  discípulos  o sea, 
del  esfuerzo  hecho  por  Jesús  para  preparar  los  a asumir  el  proyecto  de  discipulado 
cristiano.53  Aquí  el  concepto  del  Reino  de  Dios  no  se  refiere  a nada  que  esté  fuera 
del  alcance  humano,  que  simplemente  había  que  esperarlo.  Más  bien  registra  la  rea- 
lización de  un  modo  de  vivir  muy  concreto  y particular. 

Son  todos  textos  muy  discutidos  y difíciles  de  entender,  en  parte  porque  hablan 
con  demasiada  claridad.  En  9,1,  por  ejemplo,  se  asegura  que:  “algunos  de  los  que  es- 
tán aquí  presentes  no  sólo  entre  los  doce  discípulos,  sino  también  dentro  de  la  muche- 
dumbre (véase  8,34)  no  morirán  hasta  que  vean  el  Reino  de  Dios  llegar  con  poder.” 
Si  no  es  que  Jesús,  o sea,  el  evangelista  simplemente  se  haya  equivocado  al  decir  es- 
to, ¿cuándo  llega(rá)  el  Reino  de  Dios  con  poder?  en  el  Evangelio  de  Marcos. 

¿Será  “seis  días  después”  (9,2)  por  la  transfiguración  de  Jesús?  En  este  caso, 
serían  sólo  los  tres  discípulos,  Pedro,  Santiago,  y Juan,  los  que  experimentaran  el 
Reino  de  Dios  llegado  con  poder  en  el  Evangelio  de  Marcos.  Aunque  dentro  de  po- 
co todos  los  tres  quedarán  totalmente  descalificados  de  cualquier  privilegio,  inclu- 
sive un  entendimiento  más  profundo  del  misterio  cristiano,  por  el  evangelista.54 

¿No  serían,  quizás,  los  que  capten  “entrar”  en  el  Reino  de  Dios,  recibirlo  y 
tenerlo,  los  que  “no  morirán  hasta  que  vean  el  Reino  de  Dios  llegar  con  poder”?  Es 
decir,  que  el  Reino  de  Dios  llega  con  poder,  según  el  evangelista,  al  asumir  en  cuer- 
po y alma  el  proyecto  de  discipulado  cristiano  que  Jesús  profundiza  como  tema 
principal  del  bloque  central  del  Evangelio  de  Marcos. 

En  9,47;  10,14-15,  y 10,23-25,  se  trata  de  unas  prácticas  sociales  — el  preve- 
nir que  “uno  de  estos  pequeños  que  creen  en  mí”  (9,42)  o sea,  uno  mismo  caiga  en 


El  bloque  central  del  Evangelio  de  Marcos  (8,27-10,52)  trata  del  discipulado  cristiano.  También  se 
profundiza  aquí  el  tema  cristológico  que  puede  entenderse  como  el  marco  teórico  de  la  misma  sección 
(véanse  8,27-33;  9,2-13.30-32;  10,32-34.46-48).  Sin  embargo,  el  tema  cristológico  no  representa  el  en- 
foque particular  de  esta  unidad,  sino  sirve  para  fundamentar  la  vida  de  discipulado  que  Jesús  se  em- 
peña en  profundizar. 

54  Véase  10,35ss;  14,26-31.66-72. 


30 


LEIF  E.  VAAGE,  El  Evangelio  de  Marcos 


“pecado,”  el  saber  recibir  a los  niños,  el  poder  compartir  la  riqueza — que  revelan 
en  qué  medida  se  está  o no  se  está  andando  por  el  camino  del  Reino  de  Dios,  que 
ya  esté  o no  esté  participando  del  proyecto  divino  de  crear  aquí  en  la  tierra  otra  rea- 
lidad menos  mortífera,  y más  gozosa,  para  todos  y todas.  Son  prácticas  bastante  sen- 
cillas, pero  claves  y todavía  muy  subdesarrolladas. 

En  estas  prácticas,  me  parece,  el  Evangelio  de  Marcos  ha  encontrado  el  úni- 
co sentido  duradero  del  discurso  cristiano  primitivo  sobre  el  Reino  de  Dios.  La 
cuestión  de  tiempo  —si  ya  ha  llegado  (1,15),  si  está  por  llegar  (9,1;  14,25),  si  toda- 
vía hay  que  esperar  (15,43) — no  importa,  a fin  de  cuentas,  según  el  evangelista.  Lo 
único  imprescindible  es  reconocer  que,  en  cualquier  momento,  se  da  la  posibilidad 
y la  exigencia  de  estas  prácticas,  siempre  pertinentes:  de  solidaridad,  apertura,  y re- 
vuelta — o sea,  vuelta  económica — , por  lo  menos  mientras  “a  los  pobres  los  tienen 
con  ustedes”  (14,7).  Dentro  de  un  texto  — y un  contexto — tan  marcado  por  la  po- 
lémica feroz,  los  conflictos  no  resueltos,  y hasta  cierto  aborrecimiento,  me  parece 
una  afirmación  bastante  atrevida  y todavía  muy  vigente. 


Leif  E.  Vaage 

75  Queen  ’s  Park  Crscent  E. 
Toronto,  Ontario  M5S  1 K7 
Canadá 


PABLO  RICHARD 


LOS  ORÍGENES  DEL  CRISTIANISMO 
EN  ANTIOQUÍ  A 


Resumen 

Reconstrucción  del  Movimiento  de  Jesús  y de  las  Iglesias  cristianas  en  la  ciudad  de 
Antioquía  de  Siria  y alrededores.  Destacamos  la  importancia  de  esta  ciudad,  terce- 
ra después  de  Roma  y Alejandría,  donde  se  da  el  encuentro  entre  las  culturas  semi- 
ta y griega.  Se  distinguen  tres  generaciones  cristianas.  La  primera  (años  40-70  d.C.) 
se  reconstruye  a partir  de  Gálatas  2 y Hechos  6-15.  Aquí  insistimos  en  el  conflicto 
de  Antioquía  y su  repercusión  en  la  identidad  de  la  Iglesia.  La  segunda  (años  80-90) 
es  la  generación  marcada  por  el  evangelio  de  Mateo,  que  recoge  más  de  50  años  de 
la  tradición  Galilea  del  Movimiento  de  Jesús  y propone  una  eclesiología  fundada  en 
la  memoria  histórica  de  Jesús,  alternativa  a la  sinagoga  del  judaismo  rabínico  post 
70  d.C.  La  tercera  generación  (años  100-130)  está  representada  por  Ignacio  de  An- 
tioquía y La  Didajé,  donde  sobrevive  aún  la  tradición  carismática  y profética  de  las 
generaciones  anteriores. 

Abstratc 

This  is  a reconstruction  of  the  Movement  of  Jesús  and  of  the  Christian  churches  in 
the  city  ofAntioch  in  Syria  and  its  environs.  We  underline  the  importance  of  this  city, 
the  third  after  only  Rome  and  Alexandria,  where  the  encounter  took  place  between 
Semitic  and  Greek  cultures.  We  distinguish  three  Christian  generations.  The  first  (40- 
70  C.E.)  is  reconstructed  on  the  basis  of  Gaations  2 and  Acts  6-15.  Here  we  insist  on 
the  conflict  at  Antioch  and  its  repercussions  on  the  identity  of  the  Church.  The  sec- 
ond  (80-90  C.E.)  is  the  generation  marked  by  the  Cospel  of  Matthew  which  gathers 
more  than  50  years  of  the  Gailean  tradition  of  the  Movement  of  Jesús  and  proposes 
an  ecclesiology  based  on  the  historical  mernory  of  Jesús  as  an  alternative  to 
Rabbinical  Judaism  post  70  C.E.  The  third  generation  (100-130  C.E.)  is  represented 
by  Ignatius  ofAntioch  and  the  Didache  in  which  the  charismatic  and  prophetic  tra- 
dition of  the  previous  generations  still  survives. 


1.  Contexto  histórico,  cultural  y religioso  de  Antioquía  en  Siria 

La  ciudad  de  Antioquía  en  Siria  fue  fundada  por  Seleuco  I Nicanor  el  año  300 
a.C.,  a 400  Km.  al  norte  de  Jerusalén.  Está  junto  al  río  Oronte  y al  pie  del  monte  Sil- 
pio  y Stauris,  no  lejos  del  mar,  donde  estaba  el  puerto  de  Seléucida.  La  ciudad,  por 
su  posición  geográfica,  llegó  a ser  un  importante  centro  pluricultural  y comercial. 
Antíoco  I (280-261),  hijo  de  Seleuco,  hizo  de  Antioquía  la  capital  del  reino  Seléuci- 


32 


PABLO  RICHARD,  Los  Orígenes  del  Cristianismo  en  Antioquía 


da.  El  año  64  a.C.  la  ciudad  quedó  bajo  control  romano  y desde  el  27  fue  la  capital 
de  la  provincia  imperial  de  Siria,  sede  de  la  administración  política  y militar  de  la 
provincia  residencia  del  legado  imperial.  En  el  Imperio  Romano  llegó  a ser  la  terce- 
ra ciudad  en  importancia,  después  de  Roma  y Alejandría.  En  los  orígenes  del  Cris- 
tianismo la  ciudad  tenía  más  de  medio  millón  de  habitantes.  La  población  era  predo- 
minantemente griega  y siria.  En  esta  ciudad  se  dio  el  encuentro  étnico  entre  el  mun- 
do griego  y el  mundo  semita.  La  lengua  siria  es  muy  semejante  al  arameo,  y fue  el 
dialecto  semita  más  utilizado  en  todo  el  Oriente  Medio.  Antioquía  tenía  comunica- 
ción fácil  con  occidente,  pero  sobre  todo  con  oriente,  hasta  la  India  y la  China.  En  la 
clase  media  y alta  predominaba  el  griego,  entre  los  pobres  y sobre  todo  en  las  zonas 
rurales  se  hablaba  el  sirio,  lengua  básica  del  cristianismo  oriental  de  los  primeros  si- 
glos. En  el  siglo  III,  la  Siria  era  la  región  más  cristianizada  del  Imperio  Romano.  En 
Antioquía  de  Siria,  además  de  griegos  y sirios  (semitas-arameos),  había  importantes 
conglomerados  de  cretenses,  chipriotas  y judíos,  pero  también,  por  el  carácter  comer- 
cial de  la  ciudad,  algunos  fenicios,  árabes,  persas,  egipcios  e indios.  En  síntesis  era 
una  ciudad  multiétnica  y pluricultural,  lugar  privilegiado  del  encuentro  entre  la  cul- 
tura griega  y semita.  La  arquitectura  de  la  ciudad  era  eminentemente  helenista:  vía 
central  con  pórticos  y columnas,  cuyo  esplendor  era  famoso  en  el  mundo  entero.  El 
barrio  de  Dafne  en  la  ciudad,  con  su  templo  a Apolo,  era  especialmente  admirado. 
En  lo  religioso  la  ciudad  era  sincretista.  La  religión  y la  mitología  griega  se  mezcla- 
ba con  los  cultos  locales  tradicionales.  En  el  siglo  I se  edificaron  templos  a Júpiter 
Capitolino,  a Dionisios,  a Asclepio,  a Afrodita  y finalmente  a Zeus  Soter. 

Antioquía  de  Siria  atrajo  desde  su  fundación  a la  comunidad  judía,  por  la  Cer- 
canía a Jerusalén  y por  su  importancia  administrativa  y comercial.  Durante  el  perío- 
do romano  fue  una  de  las  ciudades  con  una  población  judía  más  numerosa.  Los  au- 
tores calculan  que  en  el  período  de  los  orígenes  del  cristianismo,  la  colonia  judía  po- 
día tener  algo  más  de  50.000  personas.  En  general  los  judíos  vivieron  en  paz  en  An- 
tioquía. Solo  Calígula  perturbó  la  paz  el  año  40  d.C.  con  su  proyecto  demente  de 
querer  construir  una  estatua  suya  en  el  templo  de  Jerusalén.  Durante  la  guerra  de  los 
judíos  (66-74  d.C.),  la  comunidad  judía  de  Antioquía  se  mantuvo  relativamente  ale- 
jada del  conflicto  y no  sufrió  grandemente  sus  consecuencias.  Vespasiano  y Tito 
más  bien  frenaron  varias  revueltas  populares  en  contra  de  los  judíos,  que  esporádi- 
camente se  dieron  por  causa  de  la  guerra.  La  comunidad  judía  en  Antioquía  tenía  re- 
conocimiento jurídico,  poseía  sus  leyes  propias  y podía  libremente  mantener  su 
identidad  religiosa.  Los  judíos  contaban  con  varias  sinagogas,  cuyo  jefe  o “arjon” 
era  cabeza  del  colegio  de  los  presbíteros,  que  representaba  a todas  las  sinagogas.  Es- 
te colegio  de  presbíteros  era  la  máxima  autoridad  de  los  judíos  y asumía  la  repre- 
sentación ante  las  autoridades  civiles  de  la  ciudad.  Los  judíos  en  la  primera  parte 
del  siglo  I tuvieron  bastante  prosperidad  económica  y fueron  muy  generosos  con  el 
templo  y la  ciudad  de  Jerusalén.  La  mentalidad  de  los  judíos  antioqueños  era  abier- 
ta a la  cultura  y al  pensamiento  helenista.  A su  vez  gozaban  de  simpatía  en  el  mun- 
do griego,  en  el  cual  la  religión  judía  era  admirada.  Tenemos  así  en  la  ciudad  un 
buen  número  de  “prosélitos”  (convertidos  al  judaismo)  y de  “temerosos  de  Dios” 
(que  no  aceptaban  la  circuncisión,  pero  sí  la  religión  judía,  especialmente  su  mono- 
teísmo y su  ética  de  la  vida).  El  IV  libro  de  los  Macabeos  procede  posiblemente  de 
Antioquía  y muestra  el  influjo  de  la  cultura  helenista  en  el  mundo  judío.  Toda  esta 
situación  favorable  al  mundo  judío  se  deterioró  con  la  guerra  de  los  judíos,  pero  la 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BIBLICA  LATINOAMERICANA.  N"  29 


33 


comunidad  no  desapareció.  Domiciano  impuso  a los  judíos  el  fiscus  judaicus  (im- 
puesto romano  que  sustituyó  el  impuesto  que  pagaban  los  judíos  al  templo  de  Jeru- 
salén)  y Adriano  erigió  en  la  puerta  occidental  de  la  ciudad  el  Querubín  robado  del 
templo  de  Jerusalén  el  año  70  d.C. 


2.  La  Primera  generación  cristiana:  años  40-70  d.C. 

Las  fuentes  para  reconstruir  los  orígenes  del  movimiento  de  Jesús  en  Antio- 
quía,  especialmente  para  el  período  32  - 48  d.C.,  son  la  carta  a los  Gálatas  capítu- 
los 1-2  y Hechos  de  los  Apóstoles  capítulos  6-15.  Debemos  estudiar  estos  dos  do- 
cumentos como  parte  de  la  historia  de  la  Iglesia  de  Antioquía.  La  etapa  antioqueña 
normalmente  es  olvidada  en  los  orígenes  del  cristianismo.  En  el  imaginario  de  nues- 
tros orígenes  se  presenta  a Jerusalén  y luego  a las  iglesias  paulinas  de  Filipos,  Te- 
salónica,  Atenas,  Corinto  y Éfeso,  y se  deja  en  el  olvido  a Antioquía.  Debemos  res- 
catar la  historia  del  movimiento  de  Jesús  en  Antioquía,  con  su  carácter  propio  y au- 
tónomo. Antioquía,  entre  Jerusalén  y Éfeso,  es  una  etapa  decisiva  en  los  orígenes 
del  cristianismo.  El  Pablo  de  Tarso,  miembro  y misionero  de  la  iglesia  de  Antioquía, 
es  anterior  y diferente  al  Pablo  de  la  Asamblea  de  Jerusalén  y del  conflicto  con  Pe- 
dro en  Antioquía. 

Comencemos  con  una  cronología  mínima  de  estos  años: 

año  35:  Encuentro  de  Pablo  con  Cristo  resucitado  (Ga  1,1 5- 16a). 

año  35-38:  Misión  de  Pablo  en  Arabia  y Damasco  (Ga  1,1 6b  17). 

Tres  años  después  de  su  conversión,  primera  visita  de  Pablo  a 
Jerusalén:  permanece  ahí  solo  15  días  y conoce  únicamente  a 
Cefas  y a Santiago  el  hermano  del  Señor  (Ga  1,18-19.  22-24  y 
Hch  9,26-29). 

Misión  en  Siria  (capital  Antioquía)  y Silicia  (capital  Tarso).  (Ga 
1,20-21  y Hch  9,30/  11,25-26). 

Pablo  y Bernabé  son  parte  de  la  dirección  de  la  iglesia  de  Antio- 
quía compuesta  por  Profetas  y Maestros  (Hch  1 3, 1 ) y son  selec- 
cionados por  el  Espíritu  Santo  para  la  misión  de  la  iglesia  de  An- 
tioquía (Hch  13-14). 

Catorce  años  después  de  su  conversión,  segunda  visita  de  Pablo 
a Jerusalén  (Ga  2,1  y Hch  15,1-4). 

Asamblea  de  Jerusalén  (Ga  2,1-10  y Hch  15,1-35). 

Conflicto  de  Pablo  con  Pedro  en  Antioquía  (también  con  Berna- 
bé y los  de  Santiago).  Pablo  abandona  Antioquía  (Ga  2,1 1-21  y 
Hch  15,36-40). 

Misión  de  Pablo  en  Galacia,  Filipos,  Tesalónica,  Berea,  Atenas, 
Corintio  y Éfeso  (Hch  15,41-19,20). 

año  55-60:  Pasión  de  Pablo:  Jerusalén-Cesarea-Roma  (Hch  19,21-28,31). 
año  60:  Muerte  de  Pablo  en  Roma1. 


año  38: 


año  38-48: 


año  48: 

año  48: 
año  48: 


año  48-55: 


1 Cf.  Pablo  Richard:  La  Práctica  de  Pablo:  sus  opciones  fundamentales.  En.  RIBLA  20  (1995),  115- 
130.  Sigo  la  cronología  de  Helmut  Koster:  Introducción  al  N.T.  Salamanca  (Sígueme)  1988,  esp.  las 
pp.  605-659.  cf.  igualmente  mi  libro:  El  Movimiento  de  Jesús  después  de  su  Resurrección  y antes  de 
la  Iglesia.  Una  interpretación  liberadora  de  los  Hechos  de  los  Apóstoles.  Quito  (Verbo  Divino)  1989. 


34 


PABLO  RICHARD,  Los  Orígenes  del  Cristianismo  en  Antioquía 


2.1.  Fundación  de  la  iglesia  de  Antioquía  (años  32-48  d.C.) 

Los  Hechos  de  los  Apóstoles,  en  la  sección  6,1-15,35,  nos  dan  un  panorama 
histórico,  geográfico  y teológico  general  sobre  los  orígenes  del  movimiento  de  Je- 
sús y de  la  Iglesia  en  Antioquía.  Si  bien  es  un  texto  muy  posterior  a la  carta  de  Pa- 
blo a los  Gálatas,  Hch  nos  permite  construir  el  marco  general  para  poder  situar  his- 
tóricamente las  reflexiones  de  Pablo2.  Esta  sección  de  Hch  6-15  tiene  como  cuerpo 
y estructura  básica  los  Hechos  de  los  Helenistas,  estructurados  en  4 bloques: 

Los  Hechos  de  los  Helenistas:  6,1-8,40 
a)  Asamblea  en  Jerusalén:  elección  de  los  7 helenistas:  6,1-7 
b)  Hechos  de  Esteban:  6,8-7,60 
a)  Dispersión  del  grupo  de  los  Helenistas:  8,1-4 
b)  Hechos  de  Felipe:  8,5-40 

Los  Hechos  de  los  Helenistas:  11,19-30 

a)  Misión  de  los  dispersados-conversión  de  griegos  en  Antioquía:  vv.  19-21 
b)  Misión  de  Bernabé  desde  Jerusalén  a Antioquía:  vv.  22-24 
a)  La  comunidad  de  los  cristianos  en  Antioquía:  vv.  25-26 

Los  Hechos  de  los  Helenistas:  13,1-14,28 
(Misión  de  la  comunidad  de  Antioquía) 
a)  Asamblea  de  la  comunidad  de  Antioquía  y envío:  vv.  1-3 
b)  Misión  de  la  iglesia  de  Antioquía:  13,4-  14,26 
a)  Llegada  y asamblea  de  la  comunidad  de  Antioquía:  14,27-28 

Los  Hechos  de  los  Helenistas:  15,1-35 

(Asamblea  de  Jerusalén  confirma  a la  comunidad  de  Antioquía) 
a)  Antioquía:  conflicto  con  algunos  venidos  de  Judea  y misión  a Jerusalén: 
vv.  1-4 

b)  Jerusalén:  Asamblea  de  los  apóstoles  y presbíteros:  vv.  5-29 
Introducción:  conflicto  y convocación  asamblea:  vv.  6 
discurso  de  Pedro:  vv.  7-12 
discurso  de  Santiago:  vv.  13-21 
conclusión:  acuerdos  de  la  asamblea:  vv.  22-29 

a)  Antioquía:  la  comunidad  acoge  a los  delegados  de  Jerusalén  y la  carta 
apostólica:  vv.  30-35 

En  este  cuerpo  compacto  de  los  Hechos  de  los  Helenistas,  Lucas  ha  interca- 
lado: 

- Los  Hechos  de  Saulo:  9,1-31  y 

- Los  Hechos  de  Pedro:  9,32-1 1,18  y 12,1-25. 


- Pablo  escribe  la  carta  a los  Gálatas  en  Éfeso  posiblemente  en  el  año  53.  Lucas  escribe  Hch  a fines 
de  la  década  de  ios  80  d.C. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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En  la  sección  de  “Los  Hechos  de  los  Helenistas”  (cap.  6-15),  los  protagonis- 
tas ya  no  son  los  12  apóstoles,  sino  los  Helenistas,  grupo  profético  y misionero  di- 
ferente de  los  12  apóstoles,  que  llevará  el  movimiento  de  Jesús  desde  Jerusalén  has- 
ta Antioquía  y fundará  la  iglesia  en  esa  ciudad.  Son  ellos  también  los  que  evangeli- 
zan, más  allá  del  mundo  judío,  a los  samaritanos  (8,5-13)  y gentiles  (11,20).  El  gru- 
po de  los  Helenistas  se  constituye  con  la  elección  de  los  7,  “hombres  de  buena  fa- 
ma, llenos  de  Espíritu  y Sabiduría”  (6,3).  Lucas  destaca  especialmente  al  primero 
de  ellos,  Esteban,  “hombre  lleno  de  fe  y de  Espíritu  Santo”  (6,5).  Esteban  “lleno  de 
gracia  y de  poder  realizaba  entre  el  pueblo  grandes  prodigios  y señales”  (6,8).  Es- 
tas “señales  y prodigios”  son  también,  en  todo  el  relato  de  Hch,  una  manifestación 
visible  del  Espíritu.  No  se  trata  de  una  manifestación  milagrera,  sino  de  una  prácti- 
ca poderosa  y liberadora  en  medio  del  pueblo,  en  función  de  la  misión.  Pero  lo  más 
importante  en  el  testimonio  de  Esteban  es  que:  “no  podían  resistir  a la  sabiduría  y 
al  Espíritu  con  que  hablaba”  (6,10).  Aquí  Lucas  hace  referencia  a las  palabras  de  Je- 
sús a sus  discípulos  en  momentos  de  persecución,  consignadas  en  Le  12,1 1-12:  “...el 
Espíritu  Santo  les  enseñará  en  aquel  mismo  momento  lo  que  conviene  decir...”,  y Le 
21,12-15:  “...propónganse,  pues,  en  vuestro  corazón  no  preparar  vuestra  defensa, 
porque  yo  les  daré  una  elocuencia  y una  sabiduría  a la  que  no  podrán  resistir  ni  con- 
tradecir vuestros  adversarios”.  Para  Lucas  el  testimonio  es  una  manifestación  direc- 
ta del  Espíritu,  que  nadie  puede  resistir.  Diferente  es  la  apología,  que  depende  de  ar- 
gumentos, pruebas,  testigos  y abogados,  que  siempre  pueden  ser  contradecidos  por 
mejores  argumentos,  pruebas,  testigos  o abogados.  Jesús  prohíbe  hacer  apologías  en 
los  tribunales  y les  pide  confiar  sólo  en  el  Espíritu,  que  es  el  que  hace  posible  dar 
testimonio.  Esteban  denuncia  a los  miembros  del  Sanedrín:  “Vosotros  siempre  re- 
sistís al  Espíritu  Santo”  (7,51).  Luego  viene  nuevamente  el  testimonio  de  Esteban: 
“lleno  del  Espíritu  Santo,  miró  fijamente  al  cielo  y vio  la  gloria  de  Dios  y a Jesús....” 
(7,55-56).  Como  no  pueden  contradecir  su  testimonio,  llenos  de  rabia  lo  matan  a pe- 
dradas (7,57-  60). 

En  la  evangelización  de  los  samaritanos  (8,5-25),  Felipe,  el  segundo  del  gru- 
po de  los  Helenistas  (futuros  fundadores  de  la  iglesia  de  Antioquía),  predica  la  Pa- 
labra de  Dios,  hace  señales,  prodigios  y bautiza,  pero  su  práctica  es  insuficiente, 
pues  todavía  no  había  descendido  sobre  ellos  el  Espíritu  Santo.  Este  viene  solamen- 
te con  la  imposición  de  las  manos  de  Pedro  y Juan.  Felipe  busca  superar  esta  defi- 
ciencia en  su  primera  misión  con  una  nueva  estrategia:  ya  no  se  dirige  a la  ciudad 
en  el  norte,  sino  va  al  desierto  hacia  el  sur,  a encontrarse  con  un  solo  hombre:  el  fun- 
cionario etíope  (8,26-  40).  Felipe  no  hace  ahora  signos  y prodigios,  sino  simplemen- 
te se  pone  a caminar  con  el  etíope,  a la  manera  como  Jesús  evangelizó  a los  dos  dis- 
cípulos de  Emaús  (Le  24).  Felipe  ahora  obedece  al  Espíritu  (8,29)  y es  finalmente 
arrebatado  por  el  Espíritu  (8,39).  Se  ínstala  en  Cesárea,  donde  tendrá  4 hijas  vírge- 
nes que  son  profetas  (2 1 ,8-9). 

El  relato  sobre  los  Helenistas  continúa  en  11,19-30  donde  algunos  de  ellos 
que  han  sido  dispersados  en  tiempos  de  la  persecución  de  Esteban,  predican  la  Pa- 
labra a los  griegos  (no-judíos)  y fundan  la  iglesia  en  Antioquía.  Jerusalén  envía  a 
Bernabé  “un  hombre  bueno,  lleno  de  Espíritu  Santo  y de  fe”  (11,24),  que  confirma 
la  nueva  comunidad.  Bernabé  busca  a Pablo  en  Tarso  y lo  integra  a la  iglesia  de  los 
Helenistas  que  ha  sido  fundada  en  Antioquía  (11,25-26).  Lucas  hace  una  descrip- 
ción altamente  positiva  de  la  comunidad  en  Antioquía. 


36 


PABLO  RICHARD,  Los  Orígenes  del  Cristianismo  en  Antioquía 


En  los  capítulos  1 3- 1 4 el  autor  de  Hch  nos  narra  la  misión  de  la  iglesia  de  An- 
tioquía fundada  recientemente  por  los  Helenistas.  No  se  trata  del  primer  viaje  de  Pa- 
blo, sino  de  la  primera  misión  de  la  iglesia  de  Antioquía,  en  la  cual  participan  Ber- 
nabé y Pablo.  Es  la  comunidad  la  que  envía  (13,1-4)  y recibe  (14,27-28)  a los  mi- 
sioneros. Esta  comunidad  tiene  una  conducción  “carismatica”,  dirigida  por  profetas 
y maestros,  es  decir,  una  comunidad  conducida  de  una  manera  especial  por  el  Espí- 
ritu Santo  a través  de  los  carismas  de  la  profecía  y la  enseñanza.  Esta  comunidad  va 
a ser  desafiada  directamente  por  el  Espíritu  para  la  misión:  mientras  estaba  cele- 
brando el  culto  “dijo  el  Espíritu  Santo:  sepárame  a Bernabé  y a Saulo  para  la  obra 
a la  que  los  he  llamado.  Entonces,  después  de  haber  ayunado  y orado,  les  impusie- 
ron las  manos  y les  enviaron.  Ellos,  pues,  enviados  por  el  Espíritu  Santo,  bajaron  a 
Seleucia....”.  Bernabé  y Saulo,  dos  de  los  cinco  profetas  y maestros  que  conducían 
la  comunidad,  son  elegidos  directamente  por  el  Espíritu  para  la  misión  de  la  iglesia. 
Son  el  equipo  del  Espíritu,  que  sale  fuera  de  la  comunidad,  para  “la  obra”  del  Espí- 
ritu que  es  la  Misión.  En  esta  misión  hay  dos  momentos  cruciales  donde  el  Espíri- 
tu caracteriza  en  forma  especial  la  obra  misionera  de  la  iglesia  de  Antioquía.  En  Pa- 
fos  (Chipre)  Bernabé  y Pablo  evangelizan  al  procónsul  romano  Sergio  Paulo,  “hom- 
bre prudente... deseoso  de  escuchar  la  Palabra  de  Dios”,  pero  un  falso  profeta  judío 
llamado  Bar  Jesús  pone  obstáculos  e intenta  apartar  al  procónsul  de  la  fe.  En  ese 
momento,  nos  dice  Hch  13,9,  Pablo  “lleno  del  Espíritu  Santo”  increpa  al  falso  pro- 
feta Bar  Jesús.  El  otro  momento  es  en  Antioquía  de  Pisidia,  cuando  los  judíos  po- 
nen obstáculos  a la  evangelización  de  Pablo  y Bernabé.  Estos  entonces  se  vuelven 
a los  gentiles  y les  predican  a ellos  la  Palabra  de  Dios  (13,44-52).  “Y  la  Palabra  del 
Señor  se  difundía  por  toda  la  región. ..y  los  discípulos  quedaron  llenos  de  gozo  y del 
Espíritu  Santo”  (13,49.52).  Son  los  únicos  lugares  donde  aparece  el  Espíritu  Santo 
durante  la  misión,  con  lo  cual  Lucas  quiere  resaltar  los  momentos  de  mayor  fideli- 
dad de  los  misioneros  de  Antioquía  a la  estrategia  del  Espíritu,  que  es  la  predicación 
directa  a los  gentiles. 

En  Hch  15,1-35  tenemos  el  último  bloque  de  los  Hechos  de  los  Helenistas, 
cuyo  centro  ahora  es  Antioquía.  Esta  sección  comienza  en  Antioquía  (vv.  1 -2)  y ter- 
mina en  Antioquía  (vv.  30-35).  La  Asamblea  de  Jerusalén  se  realiza  en  función  de 
la  iglesia  de  Antioquía.  Pablo  y Bernabé  defienden  en  Jerusalén  la  posición  de  la 
iglesia  de  Antioquía.  Pedro  representa,  en  el  relato  de  Hch,  la  opinión  del  Espíritu 
Santo  (15,7-11).  Recuerda  la  irrupción  del  Espíritu  en  casa  del  centurión  romano 
Comelio  y con  este  argumento  proclama  nítidamente  la  salvación  de  judíos  y gen- 
tiles por  la  gracia  de  Dios  y no  por  el  cumplimiento  de  la  Ley.  Lucas  ya  no  habla 
más  de  Pedro  en  los  Hch,  pues  éste  ya  llegó  al  momento  cumbre  de  su  fidelidad  al 
Espíritu.  Lucas  sigue  a sus  personajes  hasta  el  momento  de  su  total  fidelidad  al  Es- 
píritu, después  ya  nos  los  menciona.  La  otra  opinión,  la  de  Santiago  y la  de  los  pres- 
bíteros, es  una  componenda  entre  la  perspectiva  judeo-cristiana  y la  perspectiva  del 
Espíritu,  por  eso  dicen  “hemos  decidido  el  Espíritu  Santo  y nosotros...”  (v.  28).  Lo 
decisivo  de  la  Asamblea  de  Jerusalén  es  la  no  imposición  de  la  circuncisión  a los 
griegos  (no-judíos)  convertidos  de  la  iglesia  de  Antioquía.  Solamente  se  les  exige 
cumplir  algunas  normas  levíticas  para  permitir  la  convivialidad  (el  comer  juntos)  de 
estos  griegos  cristianos  con  los  judeo-cristianos.  En  la  iglesia  de  Antioquía  triunfa 
así  la  libertad  frente  a la  ley  y se  afirma  la  identidad  cristiana  que  hará  posible  la 
misión  a los  gentiles.  Pablo  en  el  relato  de  Hch  es  parte  de  esta  iglesia  y de  esta 


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identidad.  En  su  carta  a los  Gálatas  (2,1-10)  Pablo  da  una  versión  de  la  Asamblea 
de  Jerusalén  que  concuerda  en  lo  fundamental  con  el  relato  de  Lucas:  no  se  impu- 
so la  circuncisión  a los  no-judíos  convertidos  a Cristo.  Pablo  defiende  esta  libertad 
frente  a la  circuncisión  como  “la  verdad  del  Evangelio”.  En  Gálatas  aparece  más 
fuerte  la  contradicción  con  aquellos  judeo-cristianos  que  querían  imponer  la  circun- 
cisión. Pablo  los  trata  de  intrusos,  falsos  hermanos,  infiltrados  y espías.  Las  colum- 
nas de  la  Iglesia  (Santiago,  Cefas  y Juan),  sin  embargo,  reconocen  la  posición  de 
Pablo  y mantienen  la  unidad  de  la  Iglesia.  Este  texto  de  Gálatas,  leído  en  el  contex- 
to global  del  relato  de  Hechos,  representa  la  identidad  de  la  iglesia  de  Antioquía  al- 
rededor del  año  53  d.  C.  En  resumen  esta  identidad  sería  la  siguiente:  libertad  de  los 
griegos  cristianos  frente  a la  circuncisión  y la  ley  judía;  sólo  se  deben  respetar  al- 
gunas normas  para  permitir  la  convivialidad  entre  griegos  y judíos  cristianos.  Vea- 
mos ahora  el  llamado  “conflicto  de  Antioquía”  y si  este  conflicto  afecta  substancial- 
mente la  identidad  de  la  iglesia  de  Antioquía. 

2.2.  Conflicto  en  Antioquía  e identidad  de  la  iglesia  de  Antioquía 

El  conflicto  en  Antioquía  se  narra  en  Gálatas  2,1 1-21  y en  Hch  15,36-  40.  La 
interpretación  tradicional,  influenciada  por  la  escuela  exegética  liberal,  afirma  que 
los  dos  textos  son  contradictorios.  Se  considera  la  versión  del  conflicto  de  Antio- 
quía dada  por  Pablo  en  Gálatas  como  histórica  y la  versión  de  Lucas  en  Hch  como 
inventada  y distorsionada.  Hoy  en  día  se  está  superando  esta  interpretación  y se  bus- 
ca rescatar  el  carácter  histórico  de  Hch.  Se  afirma  que  históricamente  Pablo  no  se- 
ría, en  su  vida  personal,  tan  liberado  de  su  tradición  judía,  como  aparece  en  Gála- 
tas. Y que  por  lo  tanto  Lucas  tendría  razón  de  presentarlo  al  inicio  de  la  misión  co- 
mo un  judeo-cristiano  apegado  todavía  a la  misión  a los  judíos.  Igualmente  Pedro 
no  sería  tan  judío  como  aparece  en  Gálatas,  y Lucas  estaría  respetando  la  realidad 
histórica  en  su  reproducción  del  discurso  de  Pedro  en  la  Asamblea  de  Jerusalén 
(Hch  15,7-12).  Veamos  primero  la  interpretación  de  Lucas  del  conflicto  de  Antio- 
quía, y luego  la  de  Pablo,  para  definir  posteriormente  la  identidad  de  la  iglesia  de 
Antioquía,  que  es  lo  nos  interesa  especialmente  en  este  artículo. 

En  Hch  15,36-40  tenemos  la  siguiente  versión  de  Lucas  del  conflicto  en  An- 
tioquía: terminado  el  Concilio  de  Jerusalén,  Pablo  aparece  en  el  relato  de  Hch  co- 
mo una  persona  que  está  inicialmente  fuera  y en  contra  de  la  estrategia  del  Espíri- 
tu, que  es  la  estrategia  que  defiende  Lucas  en  su  obra.  Pablo  invita  a Bernabé  a re- 
correr las  comunidades  ya  fundadas.  No  es  un  viaje  misionero,  sino  de  consolida- 
ción: “recorrió  Siria  y Cilicia  consolidando  las  iglesias”  (15,41).  Además,  va  entre- 
gando a las  comunidades,  para  que  las  observen,  “las  decisiones  tomadas  por  los 
apóstoles  y presbíteros  de  Jerusalén”  (16,4).  Pablo  no  difunde  la  opinión  inspirada 
de  Pedro  (15,7-1 1),  sino  la  componenda  a la  cual  llegaron  los  judeo-cristianos  en  la 
Asamblea  (15,13-29).  Pablo  lleva  además  estos  decretos  a Listra  y Derbe,  más  allá 
de  Siria  y Cilicia,  que  era  la  región  a la  cual  únicamente  se  dirigía  el  Concilio.  Pa- 
blo actúa  también  ajeno  al  Espíritu  cuando  elige  a Timoteo  y lo  circuncida  “a  cau- 
sa de  los  judíos  que  había  por  aquellos  lugares”  (16,1-3).  Con  la  elección  y circun- 
cisión de  Timoteo,  Pablo  manifiesta  claramente  su  intención  de  orientar  la  misión 
hacia  los  judíos,  cuando  la  estrategia  del  Espíritu  es  claramente  la  misión  a los  gen- 
tiles. En  este  contexto  podemos  entender  mejor  la  ruptura  entre  Pablo  y Bernabé 


38 


PABLO  RICHARD,  Los  Orígenes  del  Cristianismo  en  Antioquía 


(15,36-41).  Una  lectura  superficial  del  texto  da  la  razón  a Pablo  en  contra  de  Ber- 
nabé y Juan  Marcos.  Pero  en  una  lectura  crítica,  sin  embargo,  es  Pablo  el  que  está 
enfrentado  al  Espíritu.  Marcos  abandonó  a Pablo  en  Panfilia,  pues  no  estaba  de 
acuerdo  con  la  estrategia  de  Pablo  de  comenzar  la  misión  siempre  en  las  sinagogas. 
Ahora  Bernabé  y Marcos,  fieles  al  Espíritu,  quieren  dirigirse  directamente  a los  gen- 
tiles, lo  que  es  rechazado  por  Pablo.  Lucas,  después  del  conflicto  de  Pablo  con  Ber- 
nabé y Marcos,  ya  no  habla  más  de  Bernabé  y Marcos,  pues  ya  están  en  la  estrate- 
gia del  Espíritu.  Su  desaparición  del  relato  prueba  su  fidelidad  total  al  Espíritu.  Al 
romper  Pablo  con  Bernabé,  rompe  con  el  equipo  del  Espíritu,  puesto  que  en  Antio- 
quía había  sido  el  Espíritu  el  que  directamente  eligió  a los  dos,  Bernabé  y Pablo,  pa- 
ra la  Misión.  Pablo  sigue  presente  en  el  relato  de  Hch,  porque  el  Espíritu  tendría  que 
luchar  persistentemente  con  él  hasta  su  llegada  a Roma.  En  Hch  16,6-10  tenemos 
un  combate  cuerpo  a cuerpo  de  Pablo  con  el  Espíritu  Santo:  Pablo  y Silas  atravie- 
san Frigia  y Galacia,  “pues  el  Espíritu  Santo  les  había  impedido  predicar  la  Palabra 
en  Asia”;  luego  intentaron  dirigirse  a Bitinia,  “pero  no  les  consintió  el  Espíritu  de 
Jesús”.  Como  el  Espíritu  les  ha  impedido  ir  al  sur  (Asia)  y al  norte  (Bitinia),  no  les 
queda  otra  posibilidad  que  dirigirse  al  oeste  hacia  Tróade.  Pablo  posiblemente  quie- 
re ir  a regiones  donde  hay  abundante  población  judía  y sinagogas,  pero  la  estrategia 
del  Espíritu  es  otra:  la  misión  directa  a los  gentiles.  En  Tróade,  el  Espíritu  llama  otra 
vez  a Pablo,  — ahora  por  medio  de  una  visión  nocturna,  a pasar  a Macedonia — , lo 
que  los  misioneros  finalmente  hacen. 

En  Ga  2,11-21,  la  situación  parece  totalmente  distinta,  aunque  el  trasfondo 
histórico  es  el  mismo  de  Hch  15,36-40.  En  Gálatas,  es  Pablo  el  que  tiene  clara  la 
Verdad  del  Evangelio,  contra  un  Pedro  y un  Bernabé  vacilantes,  que  ceden  a la  pre- 
sión del  grupo  de  Santiago  de  Jerusalén.  En  Hch,  por  el  contrario,  es  Pedro  y Ber- 
nabé los  que  están  claros,  frente  a un  Pablo  confundido  en  su  estrategia  misionera 
directa  hacia  los  gentiles.  No  se  trata  de  armonizar  los  dos  textos,  pero  pienso  que 
los  dos  tienen  razón,  desde  la  perspectiva  de  cada  uno.  En  Gálatas,  Pablo  defiende 
teológicamente  la  Verdad  del  Evangelio,  amenazada  según  Pablo  por  la  actitud  de 
Pedro  y Bernabé’.  En  Hch,  Lucas  pone  el  acento  en  la  fidelidad  a la  misión  directa 
a los  gentiles,  querida  por  el  Espíritu  y amenazada  por  la  actitud  de  Pablo.  Históri- 
camente pienso  que  no  hay  contradicción.  En  Gálatas,  se  refleja  la  actitud  históri- 
ca-estratégica  de  Pedro,  de  preservar  la  unidad  de  la  Iglesia,  lo  que  no  quiere  decir, 
como  lo  interpreta  Pablo,  que  Pedro  sea  un  judeo-cristiano.  En  Hch,  Lucas  refleja 
la  actitud  histórico-estratégica  de  Pablo,  de  evangelizar  primero  a los  judíos,  para 
lograr  posteriormente  la  conversión  de  los  no-judíos,  lo  que  no  significa  que  Pablo 
sea  un  judeocristiano  contrario  a la  misión  posterior  de  los  gentiles.  En  el  conflicto 
de  Antioquía,  ni  Pedro  es  un  judeo-cristiano  que  rechaza  a los  cristianos  no-judíos 
de  la  comunidad  (como  aparentemente  sería  la  visión  de  Ga  2),  ni  Pablo  es  un  ju- 
deo-cristiano opuesto  a la  misión  a los  gentiles  (como  aparentemente  sería  la  visión 
de  Hch  15).  La  diferencia  está  en  la  perspectiva  de  los  textos:  en  Gálatas  el  acento 
está  en  la  Verdad  del  Evangelio  y en  Hechos  el  acento  está  en  la  fidelidad  a la  Mi- 
sión y al  Espíritu,  que  quiere  la  misión  directa  e inmediata  a los  gentiles.  Ni  Pedro 
es  tan  judaizante  (contra  el  relato  aparente  de  Ga),  ni  Pablo  es  tan  contrario  a la  mi- 
sión de  los  gentiles  (contra  el  relato  aparente  de  Hch). 


3 Cf.  mi  artículo  en  RIBLA  20:  La  Práctica  de  Pablo:  sus  opciones  fundamentales. 


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Lo  más  importante  aquí  es  definir  la  identidad  de  la  iglesia  de  Antioquía  a 
raíz  y después  del  conflicto  en  Antioquía.  Algunos  autores  insisten  que  después  del 
conflicto,  esta  iglesia  retrocedió  teológicamente,  quedando  sometida  al  grupo  ju- 
deo-cristiano  moderado  de  “los  de  Santiago”  de  Jerusalén,  que  exigían  a los  genti- 
les convertidos  al  cristianismo  la  observancia  de  ciertas  leyes  levíticas,  aunque  no 
la  circuncisión  (posición  adoptada  por  Santiago  en  la  Asamblea  de  Jerusalén).  Se 
habría  impuesto  la  posición  de  “los  de  Santiago”,  y Pablo,  en  ruptura  con  este  gru- 
po, habría  partido  derrotado  de  Antioquía.  Yo  pienso  que  la  situación  histórica  es  di- 
ferente: Pablo  partió  efectivamente  derrotado  de  Antioquía,  pero  no  porque  Pedro, 
Bernabé  y la  iglesia  de  Antioquía  hubiesen  optado  por  los  del  grupo  de  Santiago  de 
Jerusalén,  sino  por  mantener  ellos  la  unidad  de  la  Iglesia,  que  Pablo  con  su  actitud 
estaba  poniendo  en  peligro.  La  identidad  de  la  comunidad  de  Antioquía  era  fiel  a lo 
que  Pablo  (en  Ga)  llama  la  Verdad  del  Evangelio.  Bernabé  y Marcos  (según  Hch) 
desarrollan  el  sentido  misionero  de  la  iglesia  de  Antioquía  hacia  los  gentiles.  En  la 
historia,  detrás  de  los  textos,  ni  Pedro  rompe  con  la  Verdad  del  Evangelio,  ni  Pablo 
es  un  judaizante  teológico  (su  opción  por  los  judíos  en  Hch  es  puramente  estratégi- 
ca, no  teológica).  Pedro  cree  en  la  Verdad  del  Evangelio,  pero  insiste  históricamen- 
te en  la  unidad  de  la  Iglesia.  Pablo  cree  también  en  la  Verdad  de  Evangelio,  pero  su 
estrategia  histórica  fue  comenzar  primero  con  la  misión  a los  judíos,  para  dirigirse 
posteriormente  a los  gentiles4. 

En  síntesis,  la  identidad  de  la  iglesia  de  Antioquía,  alrededor  de  los  50  d.C., 
es  fiel  a las  posiciones  de  Pablo,  Pedro,  Santiago,  Bernabé  y Marcos:  fidelidad  a la 
Verdad  del  Evangelio  (tal  como  la  defiende  Pablo  en  Ga  y Pedro  en  la  Asamblea  de 
Jerusalén  según  Hch  15,7-11),  fidelidad  a la  Unidad  de  la  Iglesia  (tal  como  la  de- 
fiende Pedro,  al  aceptar  estratégicamente  la  posición  de  Santiago  en  la  Asamblea  de 
Jerusalén  según  Hch  15,22-29)  y fidelidad  a la  Misión  directa  a los  Gentiles  (tal  co- 
mo la  defiende  Bernabé  y Marcos,  según  Lucas  en  Hch  15,36-40). 


3.  La  segunda  generación:  el  evangelio  de  Mateo  (años  80)5 

Existe  consenso  en  la  actualidad,  que  el  evangelio  de  Mateo  fue  escrito  en  la 
ciudad  de  Antioquía  en  los  años  80  d.C.  Su  autor  sería  un  escriba  judeo-cristiano, 
helenista  (de  habla  y cultura  griega),  que  conocía  muy  bien  la  Biblia  Hebrea  (en  su 
versión  griega:  la  Septuaginta)  y todas  las  tradiciones  cristianas  ya  existentes.  El  au- 
tor utilizó  como  fuente  directa  el  “Evangelio  de  Galilea”  (el  documento  llamado  Q)s 
(años  40-60)  y el  evangelio  de  Marcos  (años  60-65),  mas  algunas  tradiciones  pro- 
pias que  el  evangelista  encontró  en  Antioquía,  Siria  y Galilea.  En  este  sentido,  el 
evangelio  de  Mateo  recoge  en  Antioquía  las  raíces  Galileas  del  Movimiento  de  Je- 
sús y de  la  futura  Iglesia  cristiana.  El  autor  hace  una  síntesis  de  Q y Marcos,  pero 
también  una  síntesis  de  otras  dos  tradiciones  que  posiblemente  conoció:  la  tradición 
de  Pablo  de  Tarso  y la  tradición  judeo-  cristiana  de  Santiago,  el  hermano  del  Señor. 


^ Cf.  el  excelente  estudio  de  Vittorio  Fusco:  Le  prime  Comunitá  Cristiane.  Bologna  (Centro  Editoria- 
le  Dehoniano)  1995.  El  autor  presenta  en  nuevo  consenso  contra  la  escuela  liberal  de  Tübingen. 

Retomamos  y ampliamos  algunas  ideas  de  nuestro  artículo:  Evangelio  de  Mateo:  una  visión  global 
v liberadora.  En:  R1BLA  27,  1997. 

& Véase  en  RIBLA  22  donde  se  publica  todo  el  Documento  Q y varios  artículos  sobre  el  mismo. 


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PABLO  RICHARD,  Los  Orígenes  del  Cristianismo  en  Antioquía 


El  evangelio  de  Mateo  es  así  la  primera  gran  síntesis  de  las  tradiciones  cristianas, 
realizada  después  de  la  destrucción  de  Jerusalén  y del  pueblo  judío  en  la  guerra  de 
los  años  66-74  d.C.  Algunos  autores  piensan  que  el  evangelio  no  fue  escrito  por  una 
sola  persona,  sino  por  una  escuela  de  rabinos  y escribas  cristianos  de  Antioquía.  El 
nombre  de  Mateo  es  una  ficción  literaria,  que  pretende  poner  toda  la  obra  bajo  la 
autoría  histórica  de  un  discípulo  directo  de  Cristo.  Detrás  del  texto,  en  todo  caso,  no 
hay  solamente  un  autor  o una  escuela  de  autores,  sino  también  50  años  de  tradición 
oral  que  se  mantuvo  viva  en  todas  las  comunidades  cristianas  de  Galilea,  Siria  y An- 
tioquía. Cientos  de  testigos  y profetas  cristianos,  hombres  y mujeres,  participaron 
directa  o indirectamente  en  la  creación  de  este  evangelio  fundador  de  la  Iglesia  de 
Jesús. 

¿Qué  hizo  nacer  el  evangelio  de  Mateo?  El  Evangelio  pertenece  a la  segun- 
da generación  del  movimiento  de  Jesús,  de  raíz  Galilea,  que  se  había  expandido  en 
Galilea  y Siria  y cuyo  centro  había  llegado  a ser  Antioquía.  Ya  en  los  años  80,  ha- 
bían muerto  todos  los  discípulos  y discípulas  directos/as  de  Jesús.  Cuando  ellos  es- 
taban vivos,  la  tradición  estaba  asegurada,  pero  ahora  que  desaparecían,  se  hacía  ur- 
gente poner  por  escrito  dicha  tradición.  Esta  será  en  general  la  tarea  de  la  segunda 
y tercera  generación  de  discípulos  y discípulas,  del  período  llamado  comúnmente 
sub-apostólico  (70-135  d.  C.).  Mateo  (e.d.  la  escuela  de  rabinos  cristianos)  es  el  pri- 
mero que  tuvo  la  idea  de  escribir  en  el  período  sub-apostólico  un  Evangelio,  y con- 
cretamente a partir  de  Q y de  Marcos.  ¿Cuál  fue  el  motivo  inmediato  para  escribir- 
lo? El  año  70  Jerusalén  quedó  arrasada  por  la  guerra  judía  contra  Roma.  El  Israel 
bíblico  desaparecía.  El  único  grupo  que  se  salvó  fue  el  de  los  fariseos,  cuyos  escri- 
bas y maestros  de  la  ley  pudieron  salvar  la  Torah  (la  Biblia  Hebrea).  Los  otros  gru- 
pos: saduceos,  sacerdotes,  esenios,  desaparecen.  Estos  rabinos  fariseos  fundarán  la 
Academia  o Sanedrín  de  Jamnia  o Yafné,  donde  se  dedicarán  exclusivamente  a co- 
mentar la  Ley.  Aquí  nacerá  poco  a poco  el  así  llamado  judaismo  rabínico  (con  sus 
obras  Mishna  y Talmud),  que  de  hecho  es  una  nueva  religión.  Si,  en  el  pueblo  de 
Israel  antes  de  la  guerra,  existía  un  pluralismo  de  partidos  y tradiciones  (fariseos, 
saduceos,  esenios,  herodianos,  zelotas,  y todos  los  movimientos  proféticos  y mesiá- 
nicos  populares),  después  del  70  la  tendencia  en  el  judaismo  rabínico  es  hacia  una 
interpretación  única  de  la  Ley,  excluyente  de  todas  las  demás  tendencias  y tradicio- 
nes. Si  el  movimiento  de  Jesús  antes  del  70  pudo  existir  dentro  del  pluralismo  ju- 
dío, ahora,  con  el  judaismo  rabínico  ortodoxo  e impositivo,  empieza  a tener  proble- 
mas. El  judaismo  rabínico  se  presenta  como  la  única  reconstrucción  auténtica  y le- 
gítima de  la  tradición  de  Israel  después  de  la  crisis  del  70.  El  movimiento  de  Jesús 
en  Palestina  y Siria  cuestiona  este  planteamiento  y busca  reconstruir  la  tradición  de 
Israel  de  una  forma  alternativa  y diferente  al  judaismo  farisaico.  Para  la  escuela  de 
rabinos  cristianos  en  Antioquía,  Jesús  es  el  Mesías  e Hijo  de  Dios,  que  orientó  en 
forma  definitiva  la  historia  de  Israel.  Podemos  decir  que  después  del  año  70  hay  dos 
escuelas  (y  dos  “iglesias”)  que  compiten  en  la  reconstrucción,  de  Israel:  la  Acade- 
mia de  Jamnia  y la  escuela  de  rabinos  cristianos  que  componen  el  evangelio  de  Ma- 
teo. Este  evangelio  dará  identidad  al  grupo  cristiano,  fundado  sobre  la  memoria  his- 
tórica de  Jesús  y de  sus  discípulos.  Con  el  tiempo  los  cristianos  de  Antioquía  se  con- 
frontarán con  las  sinagogas  controladas  por  el  judaismo  rabínico  de  Jamnia,  e inclu- 
so sufrirán  una  abierta  persecución.  En  este  clima  de  confrontación  y posterior  per- 
secución nace  el  evangelio  de  Mateo.  Testigo  oosterior  de  la  iglesia  de  Antioquía  es 


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Ignacio  de  Antioquía,  que  escribió  sus  siete  cartas  entre  los  años  108  y 117  d.C.  (del 
cual  hablaremos  luego).  Ignacio  integrará  a la  síntesis  de  Mateo  los  escritos  de  la 
tradición  joánica,  para  oponerse  ahora  a las  nuevas  corrientes  gnósticas  que  nacen 
después  de  Mateo7. 

Es  muy  reconocido  en  la  exégesis  actual  el  carácter  eclesiológico  del  evan- 
gelio de  Mateo.  Este  carácter  aparece  especialmente  en  los  cinco  grandes  discursos 
del  evangelio.  La  eclesiología  de  Mateo  está  fundada  directamente  en  Jesús,  en  su 
práctica  y en  su  palabra.  Todo  el  relato  de  la  historia  de  Jesús  tiene  carácter  funda- 
dor de  un  modelo  de  Iglesia.  Una  analogía  simple  con  Lucas  puede  ser  útil.  En  es- 
ta tradición  lucana  tenemos  dos  obras:  el  Evangelio  y los  Hechos  de  los  Apóstoles. 
En  la  primera  obra,  mas  bien  cristológica,  Lucas  presenta  el  relato  de  la  práctica  de 
Jesús;  en  la  segunda  obra,  de  carácter  más  bien  eclesiológico,  presenta  el  relato  de 
la  práctica  de  los  apóstoles.  Mateo  compuso  una  sola  obra,  incluyendo  en  ella  si- 
multáneamente la  práctica  de  Jesús  y la  práctica  de  los  discípulos;  una  misma  obra 
con  una  dimensión  al  mismo  tiempo  cristológica  y eclesiológica.  En  cada  pasaje  del 
evangelio  de  Mateo  está  Jesús  y la  Iglesia.  En  el  mismo  texto  tenemos  la  memoria 
del  Jesús  histórico  y al  mismo  tiempo  cómo  esta  memoria  es  vivida  en  la  comuni- 
dad de  los  discípulos  de  Jesús,  que  es  la  Iglesia.  En  un  mismo  texto  tenemos  direc- 
tamente a Jesús  y cómo  este  Jesús  es  encontrado  y vivido  como  Iglesia  por  sus  dis- 
cípulos. La  importancia  de  Pedro  en  este  evangelio  está  fundada  en  su  carácter  de 
discípulo,  testigo  del  Jesús  histórico.  Decir  Pedro,  es  decir  fidelidad  al  Jesús  histó- 
rico de  Galilea.  Los  doce  discípulos  representan  el  nuevo  pueblo  de  Israel,  en  con- 
tinuidad con  el  pueblo  de  las  doce  tribus.  El  símbolo  de  doce  discípulos  tiene  un  ca- 
rácter social,  no  es  de  ningún  modo  una  opción  de  género  (género  masculino  exclu- 
yeme de  la  mujer).  Pedro  no  es  el  primer  Papa,  sino  el  discípulo  real,  que  represen- 
ta la  comunidad  de  hombres  y mujeres  que  constituyen  la  Iglesia.  Sobre  este  disci- 
pulado Jesús  edifica  su  Iglesia. 

Esta  es  la  tradición  que  se  vive  en  Antioquía  y que  expresa  la  tradición  y la 
identidad  de  esta  iglesia  particular.  Esta  tradición  es  propia  y específica  de  la  igle- 
sia de  Antioquía  y hay  que  diferenciarla  de  las  otras  tradiciones  propias  de  otros  lu- 
gares como  Siria  oriental  (tradición  joánica),  Éfeso  (tradiciones  paulinas)  y Roma 
(tradiciones  petrinas). 

4.  La  Tercera  Generación:  después  del  año  100  d.C. 

4.1.  Ignacio  de  Antioquía 

Ignacio,  obispo  de  Antioquía,  fue  condenado  a morir  en  Roma  en  combate 
con  fieras  salvajes  durante  el  gobierno  de  Trajano  98-117  d.C.  Camino  a Roma  es- 
cribió siete  cartas  dirigidas  a las  comunidades  cristianas  de  Éfeso,  Magnesia,  Tra- 
ba, Filadelfia,  Esmima,  Roma  y a Policarpo  de  Esmima.  Estas  cartas  se  ubican  en- 
tre los  años  108-117  d.C. 

En  Hch  13,1  la  iglesia  de  Antioquía  aparece  conducida  por  Profetas  y Maes- 
tros. En  las  cartas  de  Ignacio  aparece  por  primera  vez  la  estructura  eclesial  de  un 


^ Cf.  E.Brown/  J.P.  Meyer:  Antioch  and  Rome  (cf.  Bibliografía). 


42 


PABLO  RICHARD,  Los  Orígenes  del  Cristianismo  en  Antioquía 


obispo  único  sobre  toda  la  Iglesia,  al  cual  se  subordina  un  consejó  de  ancianos 
(presbíteros)  y los  diáconos.  La  estructura  “Obispo-Presbítero-Diácono”,  tan  nítida 
en  Ignacio,  se  impondrá  muy  pronto  en  toda  la  Iglesia,  sustituyendo  la  estructura  de 
varios  obispos  simultáneos,  presidentes  de  iglesias  domésticas  simultáneas,  donde 
se  diferencian;  obispos-presbíteros  (relación  con  otras  iglesias)  y obispos-diáconos 
(servicio  en  una  sola  Iglesia).  Muchas  veces  se  exagera  la  estructura  jerárquica  en 
las  cartas  de  Ignacio,  como  el  surgimiento  en  la  Iglesia  de  una  estructura  jerárquica 
autoritaria.  En  Ignacio,  sin  embargo,  el  obispo  tiene  una  función  eminentemente  ca- 
rismática,  profética  y martirial.  La  estructura  mono-episcopal  (“episcopado  monár- 
quico”) no  es  necesariamente  autoritaria,  cuando  tenemos  obispos  que  son  auténti- 
camente profetas  al  servicio  del  Pueblo  de  Dios  y de  su  consejo  de  ancianos.  Creo 
que  ese  es  el  caso  de  Ignacio  de  Antioquía.  Ignacio  pide  al  obispo  asegurar  la  uni- 
dad de  fe  y caridad,  no  la  unidad  de  poder,  en  momentos  de  persecución  y de  aco- 
samiento de  los  movimientos  pre-gnósticos.  El  consejo  de  ancianos,  que  preside  la 
iglesia  de  Antioquía  y que  posiblemente  esté  en  continuidad  con  el  antiguo  consejo 
de  maestros  y profetas  (Hch  13,1),  era  necesario  para  resistir  las  herejías  a nivel  de 
enseñanza  y doctrina,  propias  de  los  movimientos  gnósticos  que  amenazaban  ya  a 
la  Iglesia.  Si  uno  de  esos  profetas-maestros  llega  a ejercer  como  obispo  único,  es 
por  necesidad  de  unidad  en  un  momento  de  confusión  doctrinal;  los  otros  profetas- 
maestros  siguen  ejerciendo  su  rol  como  presbíteros  y diáconos,  pero  la  tradición 
profética  se  mantiene,  e Ignacio  es  un  buen  testimonio  de  ello.  La  función  de  obis- 
po-único debió  también  afirmarse  por  la  necesidad  de  relación  de  una  iglesia  en  una 
ciudad  con  iglesias  en  otras  ciudades,  lo  que  no  es  una  función  autoritaria,  sino  una 
exigencia  profética  de  catolicidad.  Igualmente  Ignacio  es  otra  vez  un  buen  testimo- 
nio de  esto.  En  las  cartas  de  Ignacio  aparecen  estrechamente  identificados  oficio  y 
carisma:  el  obispo  es  el  que  habla  inspirado  por  el  Espíritu  (cf.  a los  Filadelfios: 
VII).  Ser  obispo  es  más  carisma  que  oficio  o poder  institucional  (cf.  a Policarpo:  1,3 
/ 11,2  / III, 2). 

4.2.  La  Didajé 

Escrita  en  Siria,  posiblemente  en  Antioquía.  Su  fecha  de  redacción  es  muy 
discutida.  Casi  seguro  es  posterior  al  evangelio  de  Mateo,  a quien  cita  abundante- 
mente, si  bien  es  menos  radical  que  el  Evangelio.  Quizás  algunas  partes  son  ante- 
riores al  70  d.  C.  (la  doctrina  de  los  dos  caminos),  pero  Ja  fecha  de  la  redacción  fi- 
nal más  posible  sería  alrededor  del  año  100  d.C.  (así,  R.E.  Brown;  Vielhauer  la  si- 
túa entre  100  y 110  d.C.).  La  Didajé  se  mueve  entre  la  Parénesis  (capítulos  1 al  6) 
y el  Apocalipsis  (capítulo  16).  En  la  parte  central  (cap.  7 al  15)  tenemos  disposicio- 
nes eclesiásticas,  que  reflejan  un  orden  eclesial  bastante  flexible,  y sobre  todo  anti- 
guo, pues  en  la  Didajé  son  todavía  importantes  los  ministerios  carismáticos,  los  pro- 
fetas y maestros  itinerantes.  La  estructura  eclesial  que  refleja  la  Didajé  parece,  más 
bien  anterior  a la  explicitada  en  Ignacio  y más  cercana  a Hch  13,1 . Así  leemos  en 
XV,  1:  “elíjanse,  pues,  epíscopos  y diáconos  dignos  del  Señor.. .pues  también  ellos 
les  administran  el  ministerio  de  los  profetas  y maestros”  (Vielhauer  traduce:  “ Por- 
que también  ellos  prestan  el  servicio  de  profetas  y maestros”).  También  se  habla  ex- 
tensamente de  “Apóstoles  y Profetas”  en  el  cap.  XI  y de  “Profetas  y Maestros”  en 
el  cap.  XII,  con  una  función  más  bien  itinerante  y con  un  talante  muy  cercano  al 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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evangelio  de  Mateo.  No  hay  una  articulación  jerárquica  de  la  comunidad  como  apa- 
rece en  Ignacio,  y con  otro  sentido,  en  las  mismas  Cartas  Pastorales.  Muchos  sitúan 
a la  Didajé  en  las  áreas  rurales  de  Siria  alrededor  de  Antioquía,  donde  se  habrían 
preservado  mejor  las  viejas  estructuras,  más  cercanas  a las  tradiciones  conservadas 
en  Hechos  y Mateo. 


Bibliografía 

AGUIRRE,  Rafael.  La  Iglesia  de  Antioquía  de  Siria.  La  apertura  universalista  y las  dificul- 
tades de  comunión.  Bilbao,  Desclée  de  Brouwer,  1988. 

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1995. 

HOORNAERT,  Eduardo.  Cristaos  da  Terceira  Geraqao  (100-130).  Petrópolis,  Vozes,  S. 
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KÓSTER,  Helmut.  Introducción  al  N.T.  Salamanca,  Sígueme,  1988. 

RICHARD,  Pablo.  El  Movimiento  de  Jesús  después  de  su  Resurrección  y antes  de  la  Igle- 
sia. Una  interpretación  liberadora  de  los  Hechos  de  los  Apóstoles.  Quito,  Verbo  Di- 
vino, 1989. 

RICHARD,  Pablo.  “La  Práctica  de  Pablo:  sus  opciones  fundamentales”.  En  RIBLA  20. 
1995,  115-130. 

RUIZ  BUENO,  Daniel.  Padres  Apostólicos.  Edición  bilingüe  completa,  Madrid,  BAC, 
1979,  4ed. 

VARIOS.  “El  Evangelio  de  Mateo,  la  Iglesia  de  Jesús,  utopía  de  una  Iglesia  nueva”.  RIBLA 
27. 

VIELHAUER,  Philipp.  Historia  del  la  Literatura  Cristiana  Primitiva.  Introducción  al  Nue- 
vo Testamento,  los  apócrifos  y los  padres  apostólicos.  Salamanca,  Ed.  Sígueme, 
1991. 


Pablo  Richard 

Apartado  Postal  389 
2070  Sabanilla 
Costa  Rica 


EDUARDO  HOORNAERT 


EDESSA  Y LA  FRONTERA 
ORIENTAL 


Resumen 

La  pluralidad  en  los  orígenes  cristianos  fue  un  hecho.  La  comunidad  de  Edessa  y su 
posterior  configuración  como  iglesia  Persa  es  un  ejemplo  concreto.  Oriente  tuvo  su 
propio  dinamismo  misional,  eclesial  y teológico,  por  eso  no  le  debe  nada  al  occiden- 
te cristiano.  De  esta  afirmación  dan  testimonio  obras  como:  el  evangelio  de  Didimo 
Judas  Tomás,  que  tiene  un  estilo  oriental  de  “cotidiana  sabiduría” . La  historia  del 
rey  Abgat;  una  bella  historia  epistolar  entre  un  rey  y Jesús,  que  por  detrás  de  las  pa- 
labras revela  una  antiquísima  raíz  misional  anterior  a la  misión  occidental.  El  Dia- 
tesarón,  una  armonía  de  los  cuatro  evangelios  hecho  por  Taciano.  A estos  testimo- 
nios se  suman  otros  como  la  escuela  de  Efrén  v el  obispo  Nestorio  que  construyeron 
expresiones  teológicas  orientales  frente  a la  occidentalización  del  cristianismo. 

Abstrae 

The  plurality  ofthe  Christian  origins  was  afact.  The  Edessa  community  and  its  la- 
ter  configuration  as  a Persian  churcli  is  a concrete  example.  The  Orient  liad  its  own 
missionary,  eclesial  and  theological  dynamism,  which  is  why  it  does  not  owe  anyt- 
hing  to  western  Christian  works  like:  the  gospel  ofDydimo  Judas  Thomas,  that  has 
an  oriental  style  of  “everyday  life  wisdom”,  give  testimony  to  this  affirmation.  The 
history  of  King  Abgar  is  a beautiful  epistolary  histoiy  between  the  king  and  Jesús, 
which  reveáis  betM'een  the  Unes  a very  oíd  missionary  source  previous  to  the  occi- 
dental mission.  The  Diathessaron  is  a harmonisation  ofthe  four  gospels  compiled  by 
Tacian.  Together  with  these  witnesses  there  are  other  works  like  Efren  ’s  school  and 
that  of  the  Bishop  Nestorius  who  elaborated  theological  expressions  as  against  the 
occidentalization  of  Christianity. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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Introducción 

El  dolor  de  cabeza  de  Pablo 

Desde  los  inicios  de  la  literatura  cristiana  hay  claros  indicios  de  pluralidad  en 
las  experiencias  cristianas,  no  solo  en  términos  geográficos  sino  también  en  el  pla- 
no ideológico.  En  los  cuatro  primeros  capítulos  de  la  carta  a los  Corintios  Pablo  tra- 
ta el  asunto  con  dureza  y un  manifiesto  nerviosismo.  Mientras  que  él  predica  un 
Cristo  venidero  que  suscita  la  esperanza,  la  fe  en  la  resurrección,  la  paciencia  de  su- 
frir aquí  en  la  tierra  para  después  gozar  con  Cristo  y con  los  santos,  él  se  entera  que 
otros  predican  “un  Jesús  diferente”  (2  Co  11,12).  La  contradicción  está  instalada. 
Por  más  que  Pablo  insiste  en  decir  que  fue  el  primero  en  llegar  a Corinto  (2  Co 
10,14)  y que  no  va  a tolerar  “trabajos  ajenos”,  o intromisión  de  “falsos  apóstoles” 
en  “campo  ajeno”  (2  Co  1 1,1 1-14),  lo  cierto  es  que  hay  diversos  apóstoles,  diversas 
maneras  de  entender  el  sentido  de  la  acción  y de  las  palabras  de  Jesús.  Tanto  en  la 
carta  a los  Gálatas,  como  en  las  cartas  a los  Tesalonicenses,  Pablo  vuelve  a decir  que 
no  quiere  saber  “de  otro  evangelio”  (Ga  1,6)  ni  de  la  “intromisión”  de  gente  que 
busca  “inutilizar  nuestro  trabajo”  (1  Ts  3,5)  o perseguir  a sus  seguidores  y a los  dos 
enviados  de  Antioquía  en  general  (2  Ts  1,6). 

El  fenómeno  de  la  diversidad  de  los  orígenes  — según  la  primera  carta  a los 
Corintios,  sobre  problemas  entre  Pablo,  Apolo  y Cefas — no  solo  dio  un  dolor  de 
cabeza  a Pablo,  todavía  hoy  es  — en  el  parecer  de  Koester — uno  de  los  más  difíci- 
les dolores  de  cabeza  de  los  investigadores  al  rededor  del  Nuevo  Testamento1.  El  au- 
tor añade:  la  inmensa  literatura  sobre  el  tema  solo  tiene  su  equivalente  en  la  canti- 
dad de  sugerencias  insatisfactorias.  Con  todo,  una  cosa  nos  parece  clara:  la  misión 
que  parte  de  Antioquía  y se  dirige  al  mundo  de  los  Judíos  de  habla  griega  no  es  la 
única.  Había  otras  iniciativas.  ¿Por  qué  no  discutir  entonces  las  diferencias  apostó- 
licas delante  de  un  mapa  geográfico?,  es  decir,  ¿por  qué  no  localizar  las  áreas  con 
las  literaturas  correspondientes?  Es  exactamente  lo  que  pretende  hacer  el  proyecto 
de  RIBLA,  acerca  de  los  cristianismos  originarios2.  ¿No  será  que  de  esa  forma  las 
“ideas  diferentes”3  aparecerán  claramente  condicionadas  — entre  otras  cosas — por 
diferencias  en  términos  de  región,  situación  social,  economía,  política  y por  facto- 
res culturales?  No  solamente  la  personalidad  de  los  apóstoles  era  diferente,  también 
las  condiciones  concretas  en  que  trabajaban  ciertamente  influenciaban  su  modo  de 
pensar  y de  presentar  el  mensaje  de  Jesús4.  Eso  es  tan  verdad  que  hoy  sabemos  que 
los  autores  de  los  cuatro  evangelios  canónicos  usaban  textos  menores  que  durante 
las  primeras  décadas  de  movimiento  circulaban  entre  las  comunidades5.  Lo  que  im- 
presiona en  la  comparación  entre  estos  textos  menores  son  las  diversas  formas  en 
que  abordan,  las  tradiciones  forma  un  prisma,  un  arco  iris  policromado6. 


1 Helmut  Koester.  Ancient  Christian  Gospels:  Their  History  and  Development,  Londres,  SCM  Press. 
1990  (Trinity  Press  International,  Philadelphia),  p.  61. 

“ Ver  RIBLA  22,  y el  presente  número  29. 

^ Las  'Lgnómai  diáforoi ” dos  textos  de  la  época.  Ver  Koester,  1990,  xxiv. 

4 Ibid,  62. 

5 Ibid,  49. 

^ “Diversity  rather  than  unity  is  the  hallmark  of  the  beginning  of  the  tradition  about  Jesús”  (Ibid,  50). 


46 


EDUARDO  HOORNAERT,  Edessa  y la  frontera  Oriental 


El  otro  horizonte 

¿Cómo  entender  esa  diversidad?  Comencemos  por  el  centro  misionero  de 
Antioquía,  fundado  pocos  años  después  de  la  muerte  de  Jesús  por  helenistas,  es  de- 
cir, por  judeo-cristianos  que  hablaban  griego,  obligados  a dejar  Jerusalén  durante  la 
persecución  por  la  cual  Esteban  fue  martirizado  (Hch  7).  Con  el  tiempo  se  estable- 
cieron contactos  entre  Jerusalén  y ese  nuevo  centro,  que  culminaron  en  el  llamado 
concilio  de  Jerusalén  del  año  49  (Ga  2,1-10).  En  ese  “concilio”  el  grupo  de  Jerusa- 
lén estaba  representado  por  Santiago,  hermano  de  Jesús,  Pedro  y Juan,  todos  origi- 
narios de  Galilea.  Se  llegó  al  acuerdo  de  predicar  un  evangelio  antioqueño  al  rede- 
dor de  una  “biografía”  de  Jesús  marcada  por  cuatro  momentos:  muerte,  sepultura, 
resurrección  y apariciones.  Éste  es  el  evangelio  de  Pablo  (1  Co  15,3-7),  un  evange- 
lio básicamente  escatológico,  que  abrió  al  centro  antioqueño  a las  puertas  de  la  his- 
toria7. 

¿Será  entonces  que  la  divulgación  del  movimiento  de  Jesús  se  restringió  a ese 
único  canal  helenizado?  El  ya  mencionado  nerviosismo  de  Pablo  parece  indicar 
otros  canales,  otros  caminos,  otros  evangelios.  Es  interesante  observar  que,  en  el 
evangelio  de  Pablo,  el  centro  no  es  el  Jesús  de  Galilea  — hablando  y actuando,  con- 
tando parábolas,  curando  y formando  un  grupo  de  apóstoles—  sino  el  Jesús  escato- 
lógico. Pablo  no  se  basa  en  los  dichos  (logia)  de  Jesús,  sino  en  una  visión  mística 
de  gran  elevación  espiritual,  a partir  de  la  experiencia  de  Damasco.  Para  Pablo,  el 
día  del  juicio  va  a decidir  todo  (1  Co  3, 1 3)  y el  fuego  va  a probar  la  obra  hecha  por 
él.  “No  juzguen  antes  del  tiempo”,  antes  de  la  venida  del  Señor  (1  Co  4,5)8. 

Los  primeros  textos  menores  demuestran,  que  había  otra  tradición,  basada  en 
los  dichos  que  fueron  “revelados”  en  “secreto”,  lo  que  quedó  escondido  desde  la 
fundación  del  mundo  (Mt  13,35),  una  “sabiduría  escondida”  (1  Co  2,7),  y que  aho- 
ra se  ha  revelado  a los  apóstoles,  pues  nada  hay  escondido  que  no  llegue  a revelar- 
se (Me  4,22).  Los  descubrimientos  recientes,  principalmente  en  la  biblioteca  de  Nag 
Hammadi  con  el  evangelio  de  Tomás,  vienen  a confirmar  esa  diversidad.  Las  expe- 
riencias no  antioqueñas  parten  de  focos  muy  cercanos  a los  orígenes  palestinos  del 
cristianismo.  Basta  desviar  la  mirada  a los  horizontes  de  la  misión  antioqueña,  de 
Éfeso  donde  Pablo  estuvo  con  Bernabé,  de  Asia  Menor,  en  el  Mediterráneo  con  las 
ciudades  griegas  de  Corinto,  Atenas,  Tesalónica,  ciertamente  de  Roma  y también  de 
la  lejana  España,  virar  un  poco  más  la  cabeza  y mirar  para  el  lado  oriental  del  ma- 
pa, para  visualizar  un  mundo  de  experiencias  cristianas  no  griegas  ni  greco-roma- 
nas sino  básicamente  semitas,  judeo-cristianas,  sirias  y mesopotámicas. 

En  este  trabajo  me  propongo  presentar  una  experiencia  que  tuve,  de  modo 
puntual,  en  Edessa,  actualmente  Urfa  en  Turquía,  situada  en  los  márgenes  del  río 
Eufrates,  en  la  alta  Mesopotamia.  Ese  mundo  queda  muy  cerca  de  Antioquía,  es  ve- 
cino. En  relación  a Antioquía,  Éfeso  queda  — en  línea  recta — a 800  Km,  Roma  a 
2200  Km  y España  a más  de  3000,  mientras  Edessa  se  sitúa  apenas  a 270  Km,  dis- 
tancia menor  a Jerusalén  que  queda  a 480  Km.  De  Antioquía  a Corinto  son  1200 
Km  y Pablo  los  vence  con  dificultades,  a pesar  de  las  facilidades  de  infraestructura 
ofrecidas  por  el  Imperio  Romano.  Así  mismo,  en  los  estudios  sobre  los  orígenes 


7 Ibid,  49-52. 

8 Ibid,  51-54. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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cristianos,  Edessa  parece  el  fin  del  mundo.  Sin  embargo,  no  es  así:  Flavio  Josefo 
— el  autor  Judío  que  más  informaciones  proporciona  y que  sitúan  al  cristianismo  en 
el  contexto  más  amplio  de  la  época — , informa  en  su  “Guerra  Judía”  que,  desde 
tiempos  inmemoriales,  hay  un  estrecho  contacto  entre  Jerusalén  y Edessa,  donde  vi- 
ven muchos  judíos  de  la  diáspora.  Son  ellos  los  que  traen  la  novedad  de  Jesús. 

Toda  esa  región  se  llama  Siria.  Un  vasto  mundo  que  engloba  las  tierras  entre 
el  Egipto  del  suroeste,  el  Golfo  Pérsico  en  el  sureste,  las  montañas  de  Armenia  en 
el  norte.  Los  actuales  países  de  Israel,  Jordania,  Líbano,  así  como  parte  de  Irak  y 
Turquía  pertenecen  hoy  a lo  que  podemos  llamar  — para  hablar  en  términos  de  la 
época — , el  área  cultural  Siria.  El  pueblo  judío  forma  parte  de  esta  cultura  siria,  el 
cristianismo  nace  en  él  y da  sus  primeros  pasos.  Los  dos  primeros  evangelios  canó- 
nicos son  redactados  en  el  mundo  sirio  (Me  y Mt).  En  cuanto  al  evangelio  de  Lu- 
cas, tiene  fuentes  sirias. 

Una  de  las  regiones  de  esa  larga  Siria  es  la  Osroena  cerca  de  Edessa,  en  la  al- 
ta Mesopotamia,  a partir  de  la  cual  los  horizontes  son  señalados  por  ciudades  como 
Cesárea  de  Capadocia,  Dura-Europos  o en  el  Eufrates,  Ctesifonte  más  adelante  en 
dirección  al  sur,  Nisibis,  Samosata  en  el  Eufrates  del  norte,  Melitene,  Sebasta.  Re- 
giones circunvecinas  a Cilicia,  a Galacia,  al  Ponto,  a Bitinia,  a Frigia,  a Pisidia,  a 
Asia  más  adelante,  a Armenia,  todos  lugares  importantes  en  la  evolución  de  los  pri- 
mitivos cristianismos.  Mesopotamia  es  un  oasis  en  medio  de  desiertos,  un  mundo 
verde  bendecido  entre  los  ríos  Tigris  y Eufrates.  Cual  luna  creciente,  guarda  con  or- 
gullo el  bonito  nombre  de  “Creciente  Fértil”.  La  fama  de  sus  riquezas  alcanza  a la 
lejana  India,  a la  región  de  Ceylan,  actualmente  Sri-Lanka,  a Armenia  y a Georgia, 
luego  al  sur  de  la  cordillera  del  Cáucaso  que  separa  el  Mar  Negro  del  Mar  Caspio 
hasta  Egipto  donde  a lo  largo  del  río  Nilo  floreció  la  cultura  copta  y — encima  de  la 
sexta  catarata — la  cultura  etíope.  A Arabia  mismo  le  pertenecen,  los  beduinos,  don- 
de viven  en  eterna  migración,  más  tarde  la  fuerza  motriz  del  islam. 

En  la  época  que  nos  ocupa,  el  Imperio  Romano  intentaba  extender  su  influen- 
cia en  esa  rica  y gran  región  a través  de  una  intensa  helenización  de  las  culturas  se- 
mitas en  ella  existentes.  Sin  embargo,  el  fenómeno  no  es  nuevo.  Desde  la  invasión 
de  las  tropas  de  Alejandro  el  Macedonio  en  los  años  334-331  a.C.,  toda  esa  región 
quedó  sometida  a sucesivas  ondas  de  helenización  y,  más  tarde,  romanización. 

Pero  existen  de  otro  lado,  desde  tiempos  remotos,  en  toda  esa  inmensa  región 
alrededor  del  Golfo  Pérsico  y a lo  largo  de  la  Costa  de  Malabar,  minúsculos  puntos 
de  resistencia  a la  helenización,  de  intensa  irradiación  religiosa:  las  sinagogas,  que 
nacieron  cuando  los  judíos  fueron  deportados  para  Babilonia  — por  el  imperio  me- 
sopotámico  en  el  siglo  VI  a.C. — , forjando  así  un  instrumento  excepcional  de  resis- 
tencia e identidad  cultural  que  hasta  hoy,  después  de  2500  años,  todavía  no  ha  ago- 
tado sus  potencialidades. 

Estamos  pues,  delante  de  un  mundo  complejo  de  influencias  contradictorias, 
y para  penetrar  en  él  es  bueno  oír  las  orientaciones  de  un  especialista  en  el  asunto, 
Fray  J.M.  Fiey  O.P.,  que  trabaja  en  Beirut,  Líbano9,  quien  insiste  en  algunos  puntos 
básicos:  1 . No  se  puede,  sin  más  calificar  esas  iglesias  de  “nestorianas”  o “monofi- 
sitas”,  como  se  lo  ha  hecho  comúnmente;  2.  Para  penetrar  en  los  llamados  “cristia- 


9 


Fiey,  diversos  trabajos. 


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EDUARDO  HOORNAERT,  Edessa  y la  fronlera  Oriental 


nismos  orientales”,  el  mejor  camino  no  es  partir  de  la  ortodoxia  producida  en  Cons- 
tantinopla,  sino  adentrarse  en  las  zonas  geográficas,  en  la  complejidad  cultural,  di- 
rigirse por  el  camino  de  las  lenguas  y las  literaturas,  penetrar  en  el  mundo  de  las  len- 
guas orientales  cristianas,  que  son  seis:  el  árabe,  el  armenio,  el  copto,  el  etíope,  el 
georgiano  y el  siríaco10;  3.  La  mayor  lengua  cristiana  de  esa  región  es,  sin  duda,  el 
siríaco,  lengua  de  iglesias  que  se  expandieron  por  la  región  (desde  el  Golfo  Pérsi- 
co, la  India  y hasta  la  China,  fueron  halladas  evidencias  del  uso  del  siríaco  cristia- 
no), durante  doce  siglos;  4.  El  sustantivo  “siríaco”  indica  un  concepto  más  amplio 
que  el  “sirio”.  Engloba  los  que  hablan  esa  lengua,  a pesar  de  no  ser  sirios.  El  adje- 
tivo “siríaco  oriental”  debe  sustituir  al  clásico  “nestoriano”  para  indicar  a esos  cris- 
tianismo; 5.  Esos  cristianismos  fueron  relativamente  poco  atendidos  por  la  ortodo- 
xia griega  de  Constantinopla,  contra  la  cual  siempre  reaccionaron  en  nombre  de  su 
identidad  cultural  semita  y oriental,  y vivieron  definitivamente  fuera  de  esa  ortodo- 
xia a partir  del  siglo  VI,  por  causa  del  islam.  Por  eso  mismo,  el  árabe  es  la  segunda 
lengua  más  importante  del  Oriente  cristiano. 

Esa  historia  no  puede  sin  más  ser  ignorada  por  los  estudiosos  del  Tercer  Mun- 
do. Es  importante  además  — como  el  asunto  es  muy  vasto — servimos  aquí  solo  de 
guía  provisional  para  los  primeros  pasos,  por  esos  nuevos  caminos.  Presentamos, 
sucesivamente:  el  evangelio  de  Tomás;  la  historia  de  Abgar,  el  rey  enfermo;  el  Dia- 
tesarón  (170)  de  Taciano;  la  repercusión  acerca  de  la  cuestión  de  la  fecha  de  Pascua 
(190-195)  en  Edessa;  la  historia  del  camino  de  la  sede  y la  iglesia  persa;  la  escuela 
de  Efrén  el  Sirio,  en  la  primera  parte  del  siglo  IV;  y finalmente  algo  sobre  mani- 
queísmo  y nestorianismo,  así  como  sobre  el  concilio  de  Calcedonia  y su  postura 
frente  al  cristianismo  edessense.  Terminamos  anotando  la  importancia  de  este  estu- 
dio para  los  cristianismos  latinoamericanos  y caribeños. 

1.  El  Evangelio  de  Dídimo  Judas  Tomás 

Es  dentro  del  contexto  mesopotámico  que  surge  una  tradición,  que  se  remon- 
ta a fines  del  siglo  II,  y tiene  la  figura  del  apóstol  Tomás  como  símbolo  central.  To- 
más habría  sido  misionero  del  Oriente  cristiano,  e inclusive  habría  alcanzado  la  In- 
dia". Esa  antiquísima  tradición  recibió  recientemente  una  importante  confirmación 
por  el  descubrimiento  del  evangelio  de  Tomás  en  la  biblioteca  encontrada  en  Nag 
Hammadi.  El  estudio  de  ese  evangelio  demuestra  que  debió  existir  una  conexión  di- 
recta entre  Jesús  y su  hermano  Santiago  de  un  lado,  y Tomás  del  otro  lado,  no  en  el 
sentido  de  algún  lazo  familiar,  sino  más  bien  porque  Tomás  es  la  más  clara  demos- 
tración de  un  evangelio  distinto  al  evangelio  paulino  y,  en  general,  a los  evangelios 


10  Albert,  1993. 

' 1 Eusebio  en  el  siglo  IV,  indica  otro  apóstol,  Bartolomé,  que  habría  llevado  el  Evangelio  a Oriente 
(Kóester,  1990,  78,  nota  4).  En  su  Historia  Eclesiástica  (HE  5,  10),  el  cuenta  la  historia  de  Panteno, 
profesor  de  Clemente  de  Alejandría  en  los  inicios  del  siglo  III,  “representante  brillante  de  la  filosofía 
estoica,  que  demostró  tanto  entusiasmo  por  la  Palabra  Divina  que  fue  designado  para  predicar  el 
Evangelio  de  Cristo  a los  pueblos  de  Oriente,  y viajó  hasta  a India. . . donde  parece  que  ya  encontró  el 
evangelio  de  Mateo  en  las  manos  de  algunos  que  llegaron  a conocer  a Cristo.  Bartolomé,  es  uno  de  los 
apóstoles,  que  dejó  el  evangelio  de  Mateo  en  arameo,  y cuidó  hasta  la  misión  de  Panteno”  (Eusebio, 
1965,  213-214). 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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helenizados.  La  creciente  convicción  — entre  especialistas — de  que  hubo  una  trans- 
misión independiente  de  “dichos  de  sabiduría”  de  Jesús,  en  contraste  con  la  tradi- 
ción antioqueña  y particularmente  la  paulina,  está  permitiendo  que  se  consiga  ma- 
yor claridad  acerca  de  los  diversos  caminos  de  la  evangelización  primitiva.  Tomás 
es  el  apóstol  de  la  “sabiduría  secreta”,  no  de  alguna  “sabiduría  herética”,  sino  de  la 
más  legítima  y primitiva  transmisión  de  uno  de  los  aspectos  fundamentales  de  la  ac- 
tuación de  Jesús:  sus  palabras  de  cotidiana  sabiduría.  Tomás  debe  ser  estudiado  co- 
mo algo  autónomo  de  la  tradición  cristiana  de  los  orígenes,  al  lado  de  otros  após- 
toles, pero  no  en  una  relación  de  dependencia  para  con  ellos. 

En  realidad,  Tomás  no  es  un  nombre  propio  sino  una  traducción  aramea  del 
término  griego  Dídimo,  es  decir,  hermano  gemelo12.  El  nombre  propio  del  apóstol 
es  Judas.  No  vamos  aquí  a comentar  su  evangelio,  pues  el  presente  artículo  es  pu- 
ramente introductorio.  Basta  decir  que  la  idea  fundamental  de  este  evangelio  es  la 
siguiente:  el  Reino  de  Dios  ya  está  entre  nosotros,  vive  entre  los  “sabios”.  No  se  tra- 
ta de  buscarlos  en  “los  signos  de  los  tiempos”,  en  especulaciones  sobre  el  futuro,  ¡él 
ya  está  actuando  en  medio  nuestro!,  “hic  et  nunc”.  Lo  que  sucede  es  que  nadie  lo 
percibe  ni  está  dispuesto  a vivir  según  sus  leyes.  Es  necesario  ser  sabio,  como  Je- 
sús, para  vivir  según  los  dictámenes  de  ese  Reino'3. 

En  el  evangelio  de  Tomás,  el  seguidor  de  Jesús  es  peregrino,  radicalmente  li- 
bre de  la  sociedad  y sus  normas,  independiente  del  mundo  y sus  valores,  no  vive 
una  vida  pasiva  de  conformidad  con  los  demás14. 

2.  Abgar,  el  rey  enfermo 

Eusebio  cuenta  una  historia  interesante,  que  posiblemente  fue  creada  por  in- 
telectuales cristianos  edessenses  ante  la  supremacía  de  la  literatura  cristiana  occi- 
dentalizante.  De  la  tradición  oral  ellos  sacaron  la  historia  de  un  rey  enfermo  que  en- 
tra en  correspondencia  epistolar  directa  con  Jesús15.  Abgar  el  negro  (9-46  d.C.)  pi- 
de a Jesús  ir  a Edessa  para  curarlo.  Jesús  responde  por  carta,  de  conformidad  con  la 
etiqueta  entre  “monarcas”,  en  la  cual  explica  que  no  está  en  condiciones  de  viajar 
personalmente,  pero  promete  mandar  a su  mensajero  Tomás.  Éste,  a su  vez,  manda 
a Tadeo.  Y Tadeo  hace  maravillas:  cura  al  rey  y,  lo  que  es  más  importante,  consigue 
que  el  rey  reúna  al  pueblo  en  la  plaza  para  oír  el  “Evangelio”  y para  que  dé  respues- 
ta a las  preguntas  cruciales  del  rey  Abgar  y de  su  pueblo:  ¿de  dónde  le  viene  tanto 
poder?  Y termina  Eusebio,  que  habría  traducido  todo  letra  por  letra  del  siríaco  al 
griego:  todo  eso  aconteció  en  el  año  340  de  la  era  seléucida,  es  decir,  en  el  año  30 
d.C.  Es  para  dejar  a los  cristianos  occidentales  con  la  boca  abierta,  pues  la  “conver- 
sión” de  Edessa  sería  de  esta  forma,  anterior  a la  misión  antioqueña.  El  intento  de 


12  Kóester,  1990,  79. 

Tomás  113  (ver  Meyer);  Le  17,  20-21.  Kóester,  1990,  83. 

Kóester  (128)  tradujo  el  verso  64  de  Tomás  de  la  manera  siguiente:  “Businessmen  and  merchants 
will  not  enter  the  places  of  my  Father”:  “Hombres  de  negocios  y comerciantes  no  entrarán  en  la  casa 
de  mi  padre”. 

Capítulo  13  del  primer  libro  de  la  “Historia  Eclesiástica”  de  Eusebio  de  Cesárea:  Eusebio,  1965, 
65.  Ver  también  A-S,  147. 


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EDUARDO  HOORNAERT,  Edessa  y la  frontera  Oriental 


esta  deliciosa  historia  es  claro:  el  cristianismo  edessense  tiene  una  antiquísima  raíz, 
no  le  debe  nada  a la  misión  occidental16.  Estamos  delante  de  un  prestigioso  judeo- 
cristianismo,  de  base  fundamentalmente  oral,  pero  que  realiza  una  intensa  actividad 
en  traducir  la  Biblia17  y producir  figuras  como  Teodoro  de  Mopsuestia18. 

3.  El  Diatesarón 

Después  de  un  silencio  de  cien  años,  entre  el  30  y 170,  emerge  del  seno  del 
cristianismo  mesopotámico,  uno  de  los  más  importantes  documentos,  de  entre  todas 
las  tradiciones  cristianas:  el  Diatesarón,  de  la  autoría  de  Taciano,  una  “armonía  de 
los  cuatro  evangelios”,  es  decir,  de  Le,  Mt,  Me  y Jn.  “El  Diatesarón  debió  haber  cir- 
culado en  Siria  desde  los  inicios,  donde  parece  que  se  lo  conoció  con  el  nombre  de 
“evangelio  de  los  mezclados”19.  Kóester  llega  a decir  que  el  Diatesarón  “es  un  tex- 
to anterior,  más  estricto  y explícitamente  judeo-cristiano  que  los  evangelios  canóni- 
cos”20. Es  entonces,  un  producto  del  suelo  mesopotámico  y de  su  peculiar  compren- 
sión del  mundo.  Taciano  aparece  en  la  literatura  en  el  momento  en  que  viaja  para 
Roma  para  ahí  ser  “maestro”  y aprender  las  cosas  con  Justino.  Él  tiene  el  perfil  de 
un  intelectual  que  se  adhiere  al  cristianismo  por  motivos  filosóficos,  y en  ese  senti- 
do, constituye  ciertamente  una  excepción.  En  el  año  170,  elabora  su  evangelio,  en 
griego  y siríaco,  el  “Diatesarón”. 

No  vamos  aquí  a comentar  ese  extraordinario  texto,  ni  dar  opinión  sobre  el 
así  llamado  encratismo  en  él  incluido,  sino  decir  simplemente  que  hasta  entonces 
las  comunidades  conocían  el  Evangelio  apenas  por  medio  de  transmisiones  orales 
parciales  y esporádicas,  por  ocasión  de  reuniones  y conversaciones  al  pie  del  pozo, 
alrededor  del  fuego,  en  los  intervalos  en  el  trabajo.  Cuando  aparece  la  “armonía”, 
el  Diatesarón  de  Taciano,  las  personas  están  en  condiciones  de  tener  una  visión  más 
global  de  Jesús  y de  su  mensaje:  el  éxito  del  libro  es  inmediato  y duradero21.  El  Dia- 
tesarón es  un  monumento  de  la  literatura  cristiana  antigua.  A las  cualidades  litera- 
rias se  suma  una  historia  de  la  vida  pública  de  Jesús  con  todos  los  detalles.  Revela 
sensibilidad  por  las  cuestiones  sociales.  Contiene  la  frase:  “No  fuimos  creados  pa- 
ra la  muerte”.  El  sentido  de  la  religión  cristiana,  según  el  entender  de  Taciano,  se 


*6  Altaner-Stuiber  indica  que,  para  informarnos  acerca  de  ese  cristianismo  de  tradición  oral, 
disponemos  de  las  siguientes  fuentes:  1.  Los  escritos  de  Afraat,  de  inicios  del  siglo  IV,  llamado  el 
“sabio  persa”;  2.  Los  escritos  de  Efrén  (entre  el  306-373);  3.  Las  poesías  de  Cirilonas  de  Edessa,  poeta 
del  siglo  IV,  primo  de  Efrén,  que  compuso  igualmente  himnos,  homilías,  cánticos;  4.  Los  trabajos  de 
Narsaí  (siglo  V).  En  la  Doctrina  Addai  se  conserva  la  famosa  carta  de  Jesús  (A-S  147).  Ver  también  la 
Crónica  de  Edessa  (A-S  239),  redactada  poco  después  del  540,  anónima,  escrita  en  siríaco.  El  autor  se 
sirve  de  dos  archivos  de  la  ciudad,  e informa  sobre  el  tiempo  transcurrido  entre  el  133-132  a.C.  y el 
540  d.C.  Cuenta  pues  los  orígenes  del  cristianismo  en  Edessa. 

17  Barrera,  1996,  428-432. 

18  Ibid  639. 

Kóester,  1990,  407:  “The  Gospel  of  the  Mixed”. 

20  Ibid,  424. 

2^  Barrera,  1996,  429.  Un  dato  apenas,  para  mostrar  la  extraordinaria  divulgación  de  ese  texto:  tam- 
bién en  el  siglo  V,  cuando  los  obispos  hicieron  una  campaña  para  eliminar  todos  las  copias  del  texto 
por  causa  de  su  fuerte  teoría  encrática,  (Barrera,  1996,  488),  destruyeron  se  destruirían  unas  doscien- 
tas copias  en  una  sola  diócesis. 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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distancia  mucho  de  la  antropología  platónica  que  espiritualiza  e idealiza.  El  cristia- 
nismo sirio  es  concreto  y directo.  El  cuerpo  humano  es  su  salvación,  su  salud,  y ocu- 
pa un  lugar  central  en  el  mensaje.  Los  cristianos  sirios  son  sensibles  frente  al  sufri- 
miento de  los  más  pobres.  La  renuncia  al  sexo,  típico  del  Diatesarón,  tiene  que  ser 
entendido  dentro  de  ese  horizonte  interpretativo.  Los  encratitas  creen  que,  interrum- 
piendo las  relaciones  sexuales,  este  mundo  de  perversión  se  va  a acabar  asombro- 
samente, para  que  pueda  nacer  un  nuevo  mundo  puro.  Rompiendo  el  ciclo  de  los  na- 
cimientos, copulaciones  y muertes,  el  ciclo  de  la  arrogancia,  del  orgullo  ciego,  y de 
la  prepotencia,  será  cortado  de  raíz.  Un  nuevo  mundo  podrá  nacer. 

4.  La  cuestión  de  la  fecha  de  Pascua  (190-195) 

Al  final  del  segundo  siglo,  las  comunidades  de  Edessa  son  sacudidas  por  un 
episodio  traumatizante,  la  fecha  de  Pascua.  Alrededor  del  año  190,  el  obispo  Víctor 
de  Roma  insiste  en  la  unificación  de  la  fecha  para  la  celebración  de  Pascua  por  to- 
das las  comunidades  del  universo  cristiano.  Esto  representó  una  novedad,  pues  has- 
ta entonces  se  había  insistido  en  la  “autoridad  escrita”  (es  decir,  la  autoridad  de  las 
Escrituras),  y nada  más.  Pero  ahora,  hay  una  tendencia  en  insistir  en  la  autoridad 
disciplinar,  la  “autoridad  del  obispo”.  El  obispo  Víctor  alza  su  voz  y hace  de  la  fe- 
cha de  celebración  de  la  Pascua,  un  problema  de  unidad  eclesial,  y amenaza  tratar 
como  herejes  a los  que  no  siguen  la  fecha  usada  en  Roma.  Eso  es  absolutamente 
nuevo,  ¡hasta  Irineo  se  espanta!22. 

Los  obispos  se  reúnen  para  discutir  la  cuestión.  Es  la  primera  vez  que  se  ha- 
bla en  sínodo.  Se  registran  sínodos  urgentes  en  Palestina,  en  Siria  y Alejandría,  y en 
la  mayoría  de  los  lugares  se  decide  celebrar  la  Pascua  como  antes,  y no  prestar  aten- 
ción a lo  que  dice  el  obispo  de  Roma23.  Con  eso  se  está  instalando  un  proceso  nue- 
vo: el  de  la  unificación,  no  solo  en  la  fe,  en  la  esperanza,  en  el  amor,  sino  igualmen- 
te en  la  disciplina.  Se  inicia  el  período  de  los  sínodos,  con  todo  lo  que  estos  aca- 
rrean: la  estructuración  de  un  “imperio”  cristiano  en  diócesis,  regiones  y provincias, 
imitando  las  estructuras  del  Imperio  Romano.  Las  comunidades  se  alarman,  pero 
los  líderes  de  las  grandes  ciudades  insisten  en  la  unificación  alrededor  de  sus  res- 
pectivos centros,  así  como  en  el  proceso  de  elección  de  un  nuevo  obispo  por  los 
obispos  vecinos.  Todo  eso  crea  una  enorme  diferencia  de  ritmo  entre  las  ciudades 
grandes  y el  mundo  rural.  Antioquía,  Alejandría,  Cartago  y Roma,  tienen  ya  provin- 
cias eclesiásticas,  diócesis  y sínodos  regulares,  mientras  que  en  el  interior  se  vive 
según  los  tiempos  de  las  comunidades  alrededor  de  un  pastor  o profeta,  líder  respe- 
tado por  todos,  o entorno  a “escuelas”  alrededor  de  un  “maestro”.  La  “gran  iglesia” 
va  tomando  en  cuenta  la  palabra  escrita,  dejando  la  tradición  oral  de  las  comunida- 
des a la  sombra,  y muchas  veces  en  el  olvido24. 


22  Eusebio,  HE  V,  24.  Ver  Eusebio,  1965. 

2-^  Eusebio,  HE,  V.  Ver  Eusebio. 

2^  Ya  en  los  años  170-190,  Irineo  habla  de  “iglesias  principales”,  y “potencias  principales”,  al  referirse 
a Roma. 


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EDUARDO  HOORNAERT,  Edessa  y la  frontera  Oriental 


Este  episodio  alrededor  de  la  fecha  de  Pascua  ya  manifiesta  una  actitud  de 
prepotencia  por  parte  de  los  grandes  centros,  frente  a los  cristianismos  rurales  de  Si- 
ria, Egipto,  Oriente  y África,  de  tradición  básicamente  oral. 

5.  Efrén  y su  escuela 

En  la  primera  parte  del  siglo  IV  surge  un  nuevo  paradigma  del  cristianismo 
edessense  en  la  persona  de  Efrén  (3067-373),  el  mayor  teólogo  del  cristianismo  si- 
rio exponente  de  los  cristianismos  semitas  no  helenizados.  Sus  escritos  nos  introdu- 
cen en  un  momento  importante  de  la  historia  del  cristianismo,  tal  vez  más  impor- 
tante que  el  cristianismo  calcedonense. 

En  la  “escuela  teológica”  de  Nisibis-Edessa,  que  queda  muchos  años  bajo  su 
dirección25,  Efrén  es  un  “maestro”  según  la  concepción  antigua.  En  la  escala  jerár- 
quica es  diácono,  no  llega  a ser  sacerdote.  Escribe  en  siríaco  en  un  lenguaje  simbó- 
lico y poético  sus  famosos  himnos  cantados  durante  siglos  en  las  comunidades.  Na- 
da más  distante  de  Efrén  que  la  imagen  de  “un  padre  de  la  iglesia”.  Él  es  una  figu- 
ra diferente  de  Agustín,  Ambrosio  y de  los  neoplatónicos  cristianos  en  general.  De 
otro  lado  él  no  se  asemeja  a un  filósofo  griego,  por  el  contrario  habla  inclusive  del 
“veneno  de  la  sabiduría  de  los  griegos”26,  no  participa  de  las  disputas  alrededor  de 
las  formulaciones  de  cristología  o neumatología  del  pensar  helenizado.  Su  trabajo 
está  volcado  hacia  el  pueblo  en  las  comunidades,  es  un  “ didáscalos"  (maestro)  un 
catequista,  un  animador  de  comunidades. 

El  tema  clave  de  la  teología  de  Efrén  es  el  paraíso.  No  es  la  iglesia,  sino  el 
paraíso,  el  sueño  de  los  cristianos.  Toda  la  historia  transcurre  entre  el  paraíso 
primero  y el  paraíso  final,  que  no  es  precisamente  el  “cielo”  de  los  neo-platónicos 
y de  los  teólogos  helenizados,  no  es  un  paraíso  espiritual,  sino  material,  un  mundo 
que  no  está  lejos  de  la  historia  sino  inserto  en  ella.  “Contrariamente  al  sistema  ori- 
genista,  que  tuvo  tanta  influencia  en  Occidente,  la  creación  del  universo  material  no 
está  de  ninguna  forma  condicionada  (en  el  pensamiento  de  Efrén)  por  la  “caída”  de 
las  inteligencias  puras  (de  los  espíritus).  Por  el  contrario  Efrén  concibe  el  paraíso  de 
un  modo  tan  encamado  que,  en  su  pensamiento,  la  propia  ley  de  su  perfección  pro- 
híbe que  el  alma  pueda  entrar  en  él  sin  el  cuerpo”27.  Efrén  no  sigue  la  antropología 
platónica  que  separa  el  cuerpo  del  alma.  Toda  la  historia  de  la  salvación  esta  ligada 
al  cuerpo,  no  existe  el  concepto  de  espiritualización  según  el  modelo  helenístico. 

El  significado  del  cristianismo  está  en  la  realización  del  paraíso  en  la  tierra. 
El  cuerpo  de  Jesús  es  la  nueva  vestimenta  paradisíaca  preparada  por  la  Virgen  Ma- 
ría. Las  comunidades  son  los  lugares  donde  el  paraíso  se  realiza  en  la  historia.  Des- 
de ahora  tenemos  la  “vestimenta  adámica”,  pero  solo  por  la  resurrección  el  paraíso 
será  restaurado  en  plenitud.  La  lengua  “siríaca”  de  Efrén  se  distingue  nítidamente 
del  alegorismo  idealista  de  los  teólogos  de  Alejandría.  Efrén  es  concreto.  Para  él,  el 
icono  venerado  por  el  pueblo  y en  la  teología,  no  necesito  hablar,  la  imagen  lo  di- 
ce todo28.  De  ahí  también  la  preferencia  de  Efrén  por  la  música.  Él  trabaja  redactan- 


2^  Hoornaert,  1986,  112. 

26  cit.  De  Halleux,  1983,  344. 

27  Ibid,  353. 

2^  Evdokimov,  1965. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA.  N°  29 


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do  himnos,  estrofas  y refranes,  seguidos  de  antífonas  (según  la  tradición  judaica), 
destinados  a ser  cantados  en  las  comunidades  como  hoy,  se  cantan  los  “desafíos”  o 
“coplas”  entre  dos  poetas29. 

Pero  la  historia  de  la  “escuela  de  los  persas”,  no  es  tranquila:  ya  en  los  prime- 
ros años  de  su  existencia,  ella  tiene  que  migrar  de  Nisibis  a Edessa  por  presión  del 
imperio  persa.  En  el  año  457,  maestros  y discípulos  migran  de  nuevo  de  Edessa  pa- 
ra Nisibis,  esta  vez  por  miedo  al  imperio  bizantino.  Finalmente  la  escuela  se  cierra 
por  un  decreto  del  emperador  Zenón  en  el  año  489.  Su  teología  incomodaba  dema- 
siado. Durante  toda  su  existencia  fue  un  ejemplo  de  resistencia  cultural. 

6.  La  ruta  de  la  seda 

Cien  años  después  de  la  redacción  de  Diatesarón,  al  final  del  siglo  III,  el  cris- 
tianismo edessense  alcanza  horizontes  más  amplios,  viaja  por  los  inmensos  espacios 
abiertos  por  los  mercaderes  de  la  famosa  ruta  de  la  seda.  Ya  antes  del  comercio  de 
la  seda  habían  dos  caminos  que  partían  de  Antioquía  en  dirección  al  extenso  inte- 
rior sirio  y de  allí  a la  India  y que  pasaba  por  Samosata,  a través  del  río  Eufrates, 
Edessa,  Nisibis  y por  el  río  Tigris.  Es  la  ruta  posteriormente  usada  por  los  comer- 
ciantes de  seda,  que  llega  a la  China,  pasando  por  el  sur  del  Mar  Caspio.  Otro  ca- 
mino, el  de  Palmira,  más  al  sur,  alcanza  Dura-Europos  en  el  río  Eufrates  y de  allí  va 
para  Seléucia-Ctesifon  sobre  el  Tigris.  Esas  rutas  con  su  infraestructura,  crean  des- 
de tiempos  inmemoriables  un  intenso  movimiento  de  artesanos  a lo  largo  de  su  tra- 
yecto. El  así  llamado  “artesano  itinerante”,  es  uno  de  los  factores  determinantes  de 
la  expansión  cristiana  en  los  primeros  siglos. 

El  primer  cargamento  de  seda  de  la  China  llegó  a Roma  en  el  año  270  d.C. 
La  caravana  habría  atravesado  6.400  Km,  desde  Xa’an,  en  esa  época  capital  de  Chi- 
na, hasta  Antioquía  en  Siria.  Trajo  seda  y porcelana,  y llevó  al  extremo  oriente  vi- 
drio, algodón  y piedras  preciosas.  De  Antioquía  la  mercadería  se  embarcaba  para 
Roma.  La  travesía  demoraba  años,  parando  en  los  pequeños  oasis  que,  como  un  co- 
llar, forman  la  ruta  de  seda  a lo  largo  de  los  corredores  naturales.  En  cuanto  cruza- 
ban los  terribles  desiertos,  los  mercaderes  tenían  que  enfrentar  bandas  de  guerreros, 
tempestades  de  arena,  arenas  movedizas  y una  sofocante  polvareda  casi  dorada  que 
mata  a todos  los  seres  vivos.  Junto  con  el  comercio  las  ideas.  Los  monjes  budistas 
marcan  la  ruta,  abrigándose  en  las  cavernas  de  piedra  a lo  largo  del  camino  y dejan- 
do pinturas  sobre  seda  que  retrataban  la  vida  de  Buda,  así  como  enormes  esculturas 
monumentales.  Más  modesto  aún  es  el  paso  del  cristianismo  y el  del  islamismo,  dos 
de  los  otros  componentes  de  la  famosa  ruta,  por  lo  menos  en  términos  iconográfi- 
cos. Es  básicamente  por  esa  ruta  que  el  cristianismo  alcanza  a China,  con  las  cara- 
vanas de  ese  “capitalismo  mercantil”  compuestas  de  hasta  siete  mil  camellos,  ver- 
daderas ciudades  ambulantes.  En  ellas,  el  cristianismo  pasa  de  boca  en  boca,  enci- 
ma del  lomo  de  los  camellos  y de  los  tapetes  nocturnos,  sin  iglesias  ni  diócesis,  por 
medio  de  comerciantes  y artesanos. 

La  historia  de  la  así  llamada  iglesia  persa  está  ligada  a la  ruta  de  la  seda.  Se 
articula  en  Seléucia-Ctesifon,  desde  el  final  del  siglo  V,  un  centro  episcopal  para  las 


29 


De  Halleux,  1983,  337. 


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EDUARDO  HOORNAERT,  Edessa  y la  frontera  Oriental 


diversas  comunidades  que  vivían  en  “ diáspora ” por  el  imperio  persa.  Esa  iglesia 
persa  se  extiende  por  todo  el  Oriente  y profesa  la  fe  nestoriana,  como  veremos  más 
adelante.  En  el  siglo  XI  esos  cristianos  consiguen  convertir  un  vasallo  del  imperio 
chino  que  le  pasan  a llamar  Juan,  el  rey  sacerdote.  Estamos  delante  del  famoso 
“Preste  Juan”  de  la  imaginación  de  los  portugueses  que  llegaron  al  Brasil  en  el  si- 
glo XVI. 

En  el  siglo  XIV  un  movimiento  alcanza  a China.  Un  gran  momento  que  no 
tenemos  condiciones  de  esbozar  aquí  en  estas  páginas.  La  iglesia  persa  crea  igual- 
mente los  así  llamados  “cristianos  de  Santo  Tomás”,  que  los  portugueses  encontra- 
ron en  el  actual  Sri-Lanka  y que  provienen  de  una  diáspora  que  se  remonta  mínimo 
al  siglo  IV.  Hoy  esa  iglesia  cuenta  con  casi  un  millón  de  fieles.  Tendríamos  que  ha- 
blar aquí  de  los  cristianos  de  Arabia,  anteriores  a Mahoma,  que  peregrinaron  por  el 
camino  del  Oriente.  No  hay  que  olvidarse  de  los  cristianos  que  se  asientan  a lo  lar- 
go del  río  Nilo,  de  la  iglesia  copta  que  hoy  cuenta  con  3’300.000  de  fieles,  ni  de  la 
iglesia  etíope,  antiquísima  iglesia  de  negros  africanos,  que  hoy  tiene  12’000.000  de 
fieles. 

7.  El  maniqueísmo 

Hay  un  dato  poco  conocido:  la  tradición  cristiana  siria  está  en  los  orígenes  del 
maniqueísmo.  Mani  (216-276)  pasa  a ser  un  importante  líder  religioso  a partir  de  las 
visiones  bíblicas  y cristianas,  como  más  tarde  lo  hará  Mahoma.  El  fundador  de  la 
“única  religión  universal  independiente  que  brota  directamente  de  la  tradición  cris- 
tiana”30. Ya  en  el  año  300,  existen  iglesias  maniqueas  en  Edessa,  Antioquía,  Alejan- 
dría y Cartago.  Esas  iglesias  son  herederas  de  una  tradición  pesimista,  pero  esperan- 
zadora,  que  mantiene  una  inconfundible  esperanza  del  futuro  del  hombre.  La  igle- 
sia mamquéa  hace  una  distinción  nítida  entre  los  “elegidos”,  que  viven  en  continen- 
cia sexual,  y los  “oyentes”.  En  ese  punto  también  la  analogía  con  el  cristianismo  si- 
rio es  evidente.  Agustín,  por  ejemplo,  fue  durante  un  cierto  tiempo  “oyente”  de  una 
iglesia  maniquea.  Hay  numerosos  puntos  de  contacto  entre  el  cristianismo  y el  ma- 
niqueísmo, pues  éste  no  significa  solo  dualismo,  también  apunta  con  igual  insisten- 
cia hacia  las  elevadas  esperanzas  de  la  humanidad,  y en  eso  es  heredero  del  cristia- 
nismo oriental. 

8.  El  nestorianismo 

Nestorio  es  un  monje  en  Antioquía  cuando  recibe  la  invitación  de  ser  obispo 
metropolitano  en  Constantinopla,  en  el  año  428.  Influenciado  por  el  pensamiento  si- 
rio, se  lanza  a la  gran  ciudad,  al  gran  público,  con  una  cristología  basada  en  los  au- 
tores como  Teodoro  de  Mopsuesto,  exponente  del  cristianismo  edessense.  Cristo  es 
interpretado  “de  abajo  hacia  arriba”,  esto  es  a partir  de  su  humanidad.  En  cuanto  a 
María  es  venerada  como  “ Cristotokos ” (Madre  de  Cristo)  y no  como  “ Theotokos ” 
(madre  de  Dios),  siguiendo  las  lecciones  de  los  intelectuales  alejandrinos.  Inmedia- 
tamente esa  nueva  interpretación  enfrenta  la  furia  popular  en  las  calles.  Las  perso- 


30 


Brown,  P.,  1990,  170. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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ñas  entienden  que  el  obispo  “desvaloriza”  a María.  La  cosa  se  complica  todavía  más 
cuando  el  obispo  de  Alejandría,  Cirilo,  se  pone  en  contra  de  Nestorio  en  el  año  429, 
apenas  un  año  después  de  la  elección  de  éste.  Luego  el  obispo  de  Roma,  Celestino, 
se  une  a Cirilo  en  el  año  430.  Está  armada  la  estrategia.  En  el  año  431  el  empera- 
dor Teodosio  II  convoca  a un  concilio  en  Éfeso,  que  termina  en  una  aplastante  vic- 
toria moral  de  Cirilo  contra  Nestorio,  que  pierde  el  apoyo  imperial  y rápidamente 
es  remitido  a su  monasterio  en  Antioquía,  enfrentando  después  un  verdadero  “vía 
crucis”:  en  el  año  435  es  desterrado  para  Arabia,  después  para  Libia  y finalmente 
para  el  desierto  de  Egipto,  donde  muere  un  poco  antes  del  concilio  de  Calcedonia. 
Pero  antes  de  su  muerte  Nestorio  todavía  escribe  una  apología  en  la  cual  defiende 
el  carácter  tradicional  de  su  doctrina:  Jesús  tiene  que  ser  visto  a partir  de  su  vida  te- 
rrestre y no  a partir  de  esquemas  “helenísticos”  de  “bajada  del  cielo”  y “subida  a los 
cielos”.  Perseguido  por  la  “ortodoxia”  — que  se  identifica  siempre  más  con  la  filo- 
sofía griega  y la  religiosidad  helenística — , el  nestorianismo  se  refugia  en  su  mun- 
do de  origen,  el  interior  de  Siria31. 

Más  tarde  se  da  en  Seleúcia-Ctesifon  la  separación  formal  entre  el  cristianis- 
mo nestoriano  y el  cristianismo  imperial-helenístico  y se  forma  la  iglesia  cristiana 
persa. 

9.  El  Concilio  de  Calcedonia 

Una  palabra  sobre  la  postura  asumida  por  el  concilio  de  Calcedonia  ante  la  fe 
de  los  cristianos  sirios  y orientales  en  general.  Reunido,  entre  el  8 y el  31  de  octu- 
bre del  451 , más  de  quinientos  obispos  provenientes  en  su  mayoría  de  la  parte  orien- 
tal del  Imperio  Romano  con  los  metropolitanos  de  Alejandría,  Antioquía,  Jerusalén 
y de  la  más  reciente  sede,  Constantinopla,  el  concilio  de  Calcedonia  no  consigue  su- 
perar la  contradicción  creada  por  los  líderes  de  las  grandes  metrópolis  de  querer 
aglomerar  todo  el  movimiento  cristiano  en  tomo  suyo.  El  obispo  de  Roma,  León, 
está  ausente  pero  manda  al  obispo  de  Sicilia  como  delegado.  Los  obispos  se  reúnen 
17  veces  en  sesión  plenaria;  las  sesiones  1 a 7 son  dedicadas  a la  cuestión  cristoló- 
gica  y las  siguientes  a cuestiones  organizativas.  Conocemos  bien  el  desarrollo  de 
ese  concilio  en  sus  detalles  pues  todavía  poseemos  las  “minutas”  hechas  en  el 
momento  por  secretarios  del  gobierno.  Es  decir,  toda  la  organización  del  concilio  se 
hace  por  el  gobierno  con  la  supervisión  directa  de  la  emperatriz  Pulquería,  tenien- 
do como  local  del  concilio  una  iglesia  de  un  suburbio  de  Constantinopla,  Calcedo- 
nia. Es  el  primer  concilio  ecuménico  a ser  realizado  con  tanto  cuidado  técnico  y por 
eso  constituye  una  fuente  primaria  de  conocimiento  privilegiado  de  la  cristiandad 
bizantina. 

Las  siete  primeras  sesiones  tratan  de  Jesús.  Queda  bien  claro  que  a muchos 
obispos  no  les  gusta  el  modo  de  abordar  intelectualista  y cerebral  al  definir  “quien 
es  Jesús”.  Prefieren  una  forma  más  profética,  espiritual  y pastoral.  Para  ellos,  se  de- 
be decir  con  firmeza  que  Jesús  es  plenamente  Dios  y plenamente  hombre  (por  con- 
siguiente “dos  naturalezas”)  pero  que  después  de  la  unión  no  es  posible  hablar  de 
dos  naturalezas  sino  de  una  unión  perfecta  entre  los  dos  elementos  de  la  persona  de 


31 


Hoornaert,  1986,  112. 


56 


EDUARDO  HOORNAERT,  Edessa  y la  frontera  Oriental 


Jesús.  Es  el  “monofisismo” , unido  al  complicado  juego  de  términos  como  “ fusis ” 
(naturaleza)  y “ prosopon ” (persona),  son  esos  “bizantinismos”,  expresiones  de  un 
helenismo  prepotente  y vanidosos.  La  lucha  por  la  correcta  formulación  de  “quién 
es  Jesús"  resulta  una  “pelea  de  blancos’’  y revela  la  soberbia  voluntad  de  suprema- 
cía de  Constantinopla  sobre  Alejandría  y Antioquía,  firmes  cabezas  de  los  dos  más 
importantes  “bloques”  cristianos  rurales,  de  tradición  predominante  oral:  Siria  y 
Egipto.  La  ciudad  capital  está  con  la  palabra  y sobre  todo  con  la  letra  y hace  oídos 
sordos  a la  voz  que  emerge  de  los  vastos  campos,  de  los  desiertos,  de  los  valles  y 
de  las  montañas  de  Siria  y del  interior  de  Egipto. 

Las  diez  últimas  sesiones  —que  tratan  de  la  organización  de  la  Iglesia — bus- 
can conservar  el  lugar  de  Constantinopla  en  el  mundo  jerárquico.  Las  autoridades 
imperiales  presentes  en  el  concilio  repiten  “ ad  nauseam ” que  la  primera  cosa  sea 
preservar  la  unidad.  Efectivamente,  la  unidad  religiosa  de  los  pueblos  es  el  cimien- 
to más  seguro  de  la  unidad  de  un  imperio  tan  diversificado  en  culturas  y etnias.  Ella 
depende  directamente  de  la  unidad  del  cristianismo:  es  la  visión  de  Pulquería  y de 
sus  funcionarios.  Los  interminables  discursos  entre  Antioquía,  Alejandría,  Roma  y 
Constantinopla  tienen  como  finalidad  crear  un  consenso  aceptable  por  los  “cuatro 
grandes”.  Lo  que  pesa  en  las  discusiones  no  tiene  nada  que  ver  con  los  cristianis- 
mos reales  vividos  en  los  inmensos  espacios  del  mundo  oriental  y africano.  En  el 
momento  en  que  el  mensaje  cristiano  se  volvía  cada  día  más  diverso  y múltiple  so- 
bre el  efecto  de  múltiples  contactos  con  nuevos  pueblos,  en  que  se  forma  un  cristia- 
nismo sirio,  malabar,  copto,  armenio,  georgio,  etíope,  árabe,  persa,  etc.,  los  obispos 
pasan  su  tiempo  en  discutir  cuestiones  de  hegemonía,  procedencia,  reverencia  y je- 
rarquía. Calcedonia  no  razona  a partir  de  la  realidad  de  los  cristianismos  vividos  si- 
no a partir  de  los  imperativos  de  unidad  al  rededor  del  “centro”  situado  en  Constan- 
tinopla32. El  texto  del  concilio  intenta  resolver  la  cuestión  de  quién  va  a mandar 
efectivamente.  Las  conclusiones  se  encuentran  en  el  famoso  canon  28,  que  afirma 
ni  más  ni  menos  que  Constantinopla  es  la  “nueva  Roma”33,  y apenas  mantienen  una 
actitud  de  respeto  por  la  “antigua  Roma”  (tes  presbuteres  Romes)  donde  además  en 
esta  época  reside  el  emperador,  a pesar  de  estar  ocupando  una  posición  geográfica- 
mente lejana  en  relación  a los  grandes  bloques  poblacionales  cristianos  que  son  Si- 
ria, Asia,  Egipto  y Mesopotamia,  Constantinopla,  ocupa  un  lugar  políticamente  cen- 
tral pues  funciona  como  sede  del  gobierno  imperial. 

Un  estudio  del  concilio  de  Calcedonia  confirma  la  idea  de  que  no  hubo  nada 
más  ortodoxo  que  el  monofisismo,  — si  es  que  por  ortodoxia  se  entiende  la  fideli- 
dad al  mensaje  original — , nada  más  adherente  a la  tradición  cristiana  de  los  oríge- 
nes que  el  nestorianismo,  esas  formas  que  representan  y preservan  la  fe  multisecu- 
lar  de  las  comunidades,  que  siempre  afirmaron  que  Jesús  nació  “de  una  mujer”,  una 
persona  común,  una  persona  del  pueblo,  que  él  mismo  emerge  del  pueblo  campesi- 
no de  Galilea.  Hoy  es  preciso,  por  consiguiente,  que  la  literatura  sobre  el  asunto  evi- 
te terminologías  discriminatorias  como  “monofisismo”  y “nestorianismo”,  o — peor 
todavía — “herejía”,  al  tratar  a los  cristianismos  originarios. 


32  Una  excelente  análisis  de  toda  esa  evolución,  desde  Constantino  (314)  y Teodosio  (381)  hasta 
Calcedonia  (451),  se  encuentra  en  el  libro  de  John  Meyendorff,  1989. 

33  Siempre  en  una  perspectiva  de  imperio,  no  de  “sucesión  apostólica”:  los  nombres  de  Pedro  y Pablo 
no  son  mencionados  en  el  canon. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


57 


Conclusión:  Importancia  de  estos  cristianismos  autocéfalos  para 
América  latina  y el  Caribe 

Los  cristianismos  autocéfalos  de  la  antigüedad  cristiana  corresponden  en  más 
de  un  punto  a las  actuales  aspiraciones  de  los  cristianismos  emergentes  en  África, 
Asia,  América  Latina  y el  Caribe,  regiones  cristianizadas  por  un  cristianismo  hele- 
nizado,  romanizado  y occidental,  o mejor,  que  se  pretende  universal.  Hoy  se  descu- 
bre el  valor  del  principio  de  la  “autocefalia”  y en  esa  perspectiva  los  antiguos  sirios, 
edessenses  y mesopotámicos  nos  pueden  dar  preciosas  orientaciones,  no  solamente 
para  la  situación  latinoamericana  sino  para  los  cristianos  del  Tercer  Mundo  en  ge- 
neral34. 

Una  palabra  final  a modo  de  conclusión,  partiendo  del  cristianismo  edessen- 
se:  la  cristología  “de  abajo  hacia  arriba”.  Teólogos  como  Teodoro  de  Mopsuesto  se 
opone  a la  imagen  “vertical”  de  la  teología  helenista  que  cultiva  los  temas  de  la  eter- 
nidad, de  “descender  y subir”:  la  encamación  y la  ascensión  de  un  Dios.  Los  inte- 
lectuales helenistas  se  esforzaron  para  combinar  la  imagen  original  semita  de  Jesús 
con  los  esquemas  referenciales  helenísticos.  En  el  proceso,  la  primitiva  imagen  de 
Jesús  “ángel”,  “ungido”,  siervo,  “señor”  (kyrios),  “salvador”  ( soter ),  “maestro”  ( di - 
dáscalos ) fue  sustituida  por  la  imagen  del  divino  Jesús.  Con  ese  proceso  se  delinea 
una  tendencia  general  de  carácter  docentista  (del  griego:  “ dokein ”:  parecer),  es  de- 
cir, hay  una  tendencia  a minimizar  la  humanidad  y maximizar  la  divinidad  de  Jesús. 
Jesús  “parece”  igual  a nosotros,  pero  “no  lo  es”.  Algunos  exageran  y dicen  que  Je- 
sús nunca  rió,  ni  tuvo  impulsos  sexuales,  o tal  vez  no  necesitaba  alimentarse  o dor- 
mir, no  sintió  dolor  físico  cuando  los  clavos  le  perforaban  sus  manos,  etc. 

En  contra  partida,  el  cristianismo  sirio  es  de  un  realismo  saludable:  guarda 
una  comprensión  menos  exclusivamente  divinizante  y más  “profética”  por  así  decir 
de  Jesús.  Una  grande  contribución,  sin  duda,  para  los  cristianismos  del  Tercer  Mun- 
do. En  ese  sentido,  es  interesante,  una  imagen  de  un  Jesús  barbudo,  considerada  una 
“vulgarización”  por  los  bizantinos.  Pero  la  imagen  llegó  y Francisco  de  Asís  la  in- 
trodujo en  Occidente,  en  contraste  con  el  Jesús  bizantino,  que  “reina”  a partir  de  la 
cruz,  que  aparece  con  un  verdadero  trono  imperial.  Al  presentar  a Jesús  en  el  pese- 
bre, en  medio  de  los  pobres,  o sufriendo  en  la  cruz,  Francisco  de  Asís  sigue  la  rea- 
lidad de  los  pasos  del  cristianismo  sirio,  en  su  realismo  y sobriedad. 


34 


Ver  Verstraelen,  1993. 


58 


EDUARDO  HOORNAERT,  Edessa  y la  frontera  Oriental 


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Eduardo  Hoornaert 

Rúa  Guadalajara  109  ap.  201 
40140=460  Salvador,  BA 
Brasil 


JORGE  PIXLEY 


LOS  PRIMEROS  SEGUIDORES  DE  JESÚS 
EN  MACEDONIA  Y ACAYA 


Resumen 

Este  artículo  propone  una  relectura  de  la  misión  cristiana  de  fundar  comunidades  de 
seguidores  de  Jesús  en  las  principales  ciudades  de  las  provincias  de  Acaya  y Mace- 
donia.  Ve  en  este  gran  movimiento,  un  esfuerzo  de  los  excluidos  por  crear  una  fe  y 
una  comunidad  alternativas  a las  dominantes,  en  el  imperio  del  primer  siglo  d.  C. 
Con  la  afirmación  de  Jesús  como  único  Rey  legítimo  del  mundo  y la  espera  de  su  Pa- 
rusía,  ponían  las  bases  teológicas  de  este  proyecto  alternativo.  Y con  la  organización 
de  comunidades  que  rechazaban  el  clientelismo,  a nombre  de  la  solidaridad,  crea- 
ban un  red  alternativa  de  pobres. 

Abstract 

This  essay  proposes  a different  reading  of  the  Christian  mission  offounding  commu- 
nities  of  followers  of  Jesús  in  the  principal  cities  of  the  provinces  of  Achaea  and 
Macedonia.  It  sees  this  grand  movement  as  an  effort  by  those  excluded  to  create  an 
alternative  faith  and  community  over  against  the  dominating  faith  and  social  struc- 
tures  of  the  Empire  in  the  First  Century  A.D.  With  their  affirmation  of  Jesús  as  the 
only  legitímate  king  of  the  world  and  their  expectation  of  his  Parousia  they  laid  the 
bases  of  this  alternative  project.  And  with  the  organization  of  communities  which 
rejected  patronage  in  the  ñame  of  solidarity  they  created  an  alternative  network  of 
poor  people. 


Las  primeras  asambleas  de  seguidores  de  Jesús,  en  la  antigua  cuna  de  la  ci- 
vilización griega,  se  organizaron  apenas  unos  veinte  años  después  de  la  ejecución 
de  Jesús  en  Jerusalén.  Tenemos  dos  problemas  que  dificultan  nuestra  comprensión 
de  este  proceso  social.  Primero,  que  nuestra  imaginación  está  formada  por  Lucas  y 
sus  intereses  particulares,  muy  especialmente  la  exaltación  de  la  obra  misionera  de 
Pablo  de  Tarso  y su  obsesión  con  el  problema  de  la  relación  entre  judíos  y no-judíos 
en  estas  asambleas.  Este  filtro  lucano  se  ve  reforzado  por  el  hecho  de  que,  las  fuen- 
tes primarias  que  disponemos,  son  las  cartas  del  mismo  Pablo,  dirigente  y organi- 
zador del  movimiento.  Segundo,  tenemos  el  problema  de  ver  este  proceso  a la  luz 
de  cómo  desembocó,  en  la  Iglesia  Cristiana  del  siglo  IV,  como  un  proceso  de  con- 
versión a una  nueva  religión  y fundación  de  “iglesias”  cristianas.  Aquí  surgen  los 
temas  de  la  lucha  contra  los  herejes,  que  condujeron  los  obispos  Irineo  y sus  suce- 
sores, y de  la  estructuración  jerárquica  de  la  Iglesia  ya  avizorada  en  las  cartas  de  Ig- 


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JORGE  PIXLEY,  Los  Primeros  Seguidores  de  Jesús  en  Macedonia  y Acaya 


nació  de  Antioquía  y celebrada  retrospectivamente  por  Eusebio,  en  su  historia  es- 
crita en  tiempos  de  Constantino. 

El  autor  de  este  ensayo  cree  que  el  filtro  lucano  y la  retroproyección  de  la 
Iglesia,  regida  por  obispos  en  el  primer  siglo,  impiden  una  visión  clara.  Si  vamos  a 
entender  lo  que  pasó  en  los  años  50s  y posteriores  en  Filipos,  Tesalónica,  y Corin- 
to,  precisamos  una  estrategia  para  contrarrestar  estos  filtros,  que  están  en  las  fuen- 
tes principales  de  nuestro  conocimiento.  El  autor  cree  también  que  la  realidad  fue 
mucho  más  “popular”  que  el  imaginario  que  derivamos  de  Lucas  y Eusebio,  y mu- 
cho más  conflictivo  ante  las  autoridades  del  Imperio  Romano.  En  este  fin  de  siglo, 
cuando  un  movimiento  popular  busca  en  la  Biblia  orientación  para  su  confrontación 
con  un  imperio  moderno,  es  vital  rescatar  esta  realidad. 

No  podemos  ilusionamos  sobre  las  dificultades  que  afrontamos,  ni  asegurar 
que  podremos  vencerlas.  Toda  estrategia  válida,  comienza  reconociendo  los  obstá- 
culos a vencer,  y asumiendo  la  sospecha  del  sesgo  parcial  y distorsionador  de  nues- 
tras fuentes,  en  este  caso  Lucas  y Eusebio.  Proponemos  los  siguientes  pasos. 

( 1 ) No  usar  el  término  “iglesia”,  que  para  nosotros  tiene  demasiadas  resonan- 
cias de  experiencias  posteriores.  En  su  lugar,  usaremos  el  griego  “ ekklésia ”,  plural 
^ekklésiai" , cuyo  significado  en  el  mundo  griego  era  de  una  asamblea  de  ciudada- 
nos y,  para  quienes  conocían  las  escrituras  hebreas  (una  minoría  en  las  ekklésiai),  la 
asamblea  de  la  nación  israelita  en  el  desierto  bajo  la  dirección  de  Moisés. 

(2)  Comenzaremos  con  un  análisis  de  la  realidad  social,  que  vivían  en  el  si- 
glo primero  Macedonia  y Acaya,  y en  particular,  las  tres  ciudades  de  estas  regiones, 
donde  las  ekklésiai  se  consolidaron  en  los  años  50.  Si  entendemos  la  economía  y las 
relaciones  sociales,  religiosas  y políticas,  estaremos  en  mejores  condiciones  para 
saber,  qué  llevó  a estas  gentes  a incorporarse  a este  movimiento  del  oriente  bárba- 
ro, en  la  cuna  misma  de  la  civilización  y la  cultura  griegas. 

(3)  Distinguiremos  nítidamente  entre  las  cartas  paulinas  que  derivan  de  Pa- 
blo mismo,  y las  deuteropaulinas  escritas  por  sus  discípulos.  Hay,  por  supuesto,  una 
cierta  incertidumbre  en  esto,  pero  hoy  existe  una  clara  mayoría  entre  los  investiga- 
dores. que  colocan  en  esta  segunda  categoría,  a la  así  llamada  Segunda  Carta  a los 
Tesalonicenses,  las  cartas  a los  Colosenses  y los  Efesios,  y las  Cartas  Pastorales  (I 
y II  Timoteo  y Tito).  Trataremos  de  no  leer  las  cartas  paulinas,  a la  luz  del  desarro- 
llo que  se  dio  posteriormente  en  su  movimiento,  desarrollo  que  se  refleja  en  estas 
cartas,  enviadas  con  la  autoridad  de  su  nombre. 

Es  cierto  que  las  cartas  caen  dentro  del  período  que  se  ha  propuesto  explorar 
RIBLA  29,  (años  35  a 138),  pero  Colosenses  y Efesios  caen  fuera  del  espacio  geo- 
gráfico de  este  artículo.  Podemos  considerar  las  otras,  como  evidencia  acerca  del 
movimiento  paulino,  en  la  segunda  parte  de  nuestro  período. 

(4)  Nuestro  interés  son  las  comunidades  de  seguidores  de  Jesús  y no,  las  po- 
siciones de  los  apóstoles  y misioneros  (Pablo,  Lucas,  Apolos,  Priscila,  Timoteo, 
etc.).  Esto  nos  coloca  en  una  posición  incómoda,  ya  que  no  tenemos  testimonios  di- 
rectos sino  que  dependemos  de  las  cartas  de  Pablo,  de  las  deuteropaulinas,  de  Cle- 
mente de  Roma,  y de  Policarpo  de  Esmirna,  todas  ellas  expresiones  de  dirigentes. 
Sin  embargo,  estas  cartas  nos  dan  muchos  nombres  y alguna  información  sobre  los 
seguidores  de  base.  Pondremos  especial  atención  a esta  valiosa  información.  Tam- 
bién por  los  planteamientos  respecto  a problemas,  como  comer  carne  sacrificada  a 
los  ídolos,  o utilizar  los  servicios  que  venden  las  rameras,  podemos  saber  algo  so- 


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bre  los  seguidores  de  base.  Como  también  por  el  lenguaje  usado  por  los  líderes,  pa- 
ra animar  a sus  seguidores,  lenguaje  imbuido  de  resonancias  políticas,  que  hoy  es- 
capan al  lector  incauto  de  esta  literatura. 

La  concentración  cronológica  de  nuestras  fuentes,  está  en  la  primera  década 
del  movimiento  de  seguidores  de  Jesús,  en  Acaya  y Macedonia.  Tenemos  tres  car- 
tas de  Pablo  de  los  años  50  a 55,  dirigidas  a los  “santos”  de  Filipos,  Tesalónica  y 
Corinto,  respectivamente.  Además,  hay  una  colección  de  fragmentos  de  varias  car- 
tas de  Pablo  a los  corintios  que  han  llegado  hasta  nosotros  como  una  segunda  carta 
a los  corintios.  Si  bien  las  cartas  incorporadas  en  II  Corintios  fueron  de  los  años  50. 
la  selección  y ordenamiento  de  los  fragmentos  no  lo  fueron,  y por  lo  tanto  la  Segun- 
da Carta  a los  Corintios  debe  usarse  como  evidencia  “alterada”  del  período  de  fun- 
dación, aunque  no  por  ello  carente  de  importancia,  especialmente  por  lo  que  dice  de 
la  colecta  de  dinero  para  los  pobres  de  Jerusalén. 

La  Segunda  Epístola  a los  Tesalonicenses  es  una  carta  de  difícil  ubicación  e 
interpretación,  y la  usaremos  poco  o nada.  Las  Cartas  Pastorales,  constituyen  evi- 
dencia importante  de  una  tercera  generación  de  dirigentes,  de  las  comunidades  pau- 
linas y,  parecen  provenir  de  la  cuenca  del  Mar  Egeo,  ya  que  las  referencias  geográ- 
ficas son  a lugares  en  Grecia  y [la  provincia  de]  Asia.  Estas  son  evidencia  primaria 
de  los  años  90  a 1 10.  Las  cartas  de  Clemente  a los  corintios  y de  Policarpo  a los  fi- 
lipenses  son,  por  supuesto,  evidencia  secundaria,  ya  que  estas  comunidades  son  sus 
destinatarios  y no  podemos  saber  si  los  autores,  conocían  bien  la  situación  de  éstos. 
La  carta  de  Clemente  es  de  fines  del  primer  siglo  y la  de  Policarpo  de  principios  del 
segundo.  Con  ello  hemos  dado  un  repaso  rápido  de  las  fuentes  directas,  que  están  a 
nuestro  alcance.  Pero,  según  la  estrategia  ya  planteada,  comenzaremos  con  una  des- 
cripción de  la  situación  de  Acaya  y Macedonia,  para  lo  cual  dependemos  de  fuen- 
tes paganas,  como  el  historiador  Tácito  y los  poetas  Virgilio  y Horacio,  y de  las  ex- 
cavaciones arqueológicas  en  las  ciudades  de  referencia.1 

1.  Macedonia  y Acaya 

1.1.  Acaya 

Acaya  es  el  nombre  que  se  daba  a la  parte  continental  de  Grecia,  excluyendo 
las  islas  del  Mar  Egeo,  las  ciudades  jónicas  en  Asia  y la  isla  de  Creta.  Es  un  territo- 
rio sumamente  accidentado,  tanto  por  lo  montañoso  de  su  interior  como  por  lo  muy 
irregular  de  sus  costas.  Esta  geografía  tuvo  dos  consecuencias  decisivas  para  el  pue- 
blo griego:  ( 1 ) Los  griegos  vivían  aislados  y divididos  entre  sí.  Nunca  formaron  una 
nación  políticamente  unida,  sino  un  número  grande  de  ciudades  que  gozaban  de  au- 
tonomía y que  vivían  peleándose  entre  sí.  Pero,  (2)  la  abundancia  de  puertos  natu- 
rales en  sus  costas,  llevó  a los  griegos  a desarrollar  la  navegación,  la  pesca  y el  co- 
mercio. 


* Dependeremos  para  ello  de  varias  fuentes  secundarias,  en  el  siguiente  orden  de  importancia:  Michael 
Ivanovic  Rostovtseff,  The  Social  and  Economic  History  ofthe  Hellenistic  World  (London:  Oxford  U. 
Press,  1941),  Helmut  Koester,  Introducción  al  Nuevo  Testamento  (Salamanca:  Sígueme,  1988),  Sec- 
ción I,  “Historia,  Cultura  y Religión  de  la  época  helenístia”,  y Richard  A.  Horsley  y Neil  Asher  Sil- 
berman,  The  Message  and  the  Kingdom  (New  York:  Grosset/Putnam,  1997). 


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JORGE  PIXLEY,  Los  Primeros  Seguidores  de  Jesús  en  Macedonia  y Acaya 


Acaya  no  es  una  región  buena  para  la  agricultura.  Se  cultivaba  trigo  en  sus 
valles,  se  criaban  animales,  principalmente  ovejas  y cabras,  y se  cultivaba  uvas  pa- 
ra vino  y aceitunas  para  aceite;  éstos  últimos  en  cantidades  suficientes  para  la  ex- 
portación, y de  una  calidad  que  les  daban  buenos  precios  en  el  comercio  internacio- 
nal. No  tenía  riquezas  mineras  significativas  y se  importaba  oro,  plata,  cobre  y hie- 
rro, mayormente  de  Macedonia  y del  Ponto  (costa  sur  del  Mar  Negro).  Producía  ar- 
tículos de  arte  y de  uso  doméstico  de  alta  calidad,  entre  ellas  urnas  de  cerámica  pin- 
tadas artísticamente,  en  las  cuales  exportaba  su  vino  y su  aceite,  y mediante  lo  cual, 
podía  comprar  las  necesidades  que  no  producía,  principalmente  metales.  Los  meta- 
les preciosos  se  usaban  para  las  monedas,  cada  ciudad  acuñaba  sus  propias  mone- 
das, y para  joyas,  el  cobre  y el  hierro  para  las  armas  de  los  ejércitos,  como  también 
para  herramientas  de  trabajo.  Grecia  tenía  una  minería  de  piedras  de  cantera,  que  se 
usaban  para  la  construcción.  Las  telas  de  uso  corriente  se  hacían  de  lana  local,  que 
se  hilaba  y se  preparaba  como  ropa  en  las  casas,  de  modo  que  no  llegó  a ser  una  in- 
dustria. Los  ricos  importaban  seda  para  su  ropa. 

Esto  nos  lleva  a la  necesidad  de  mirar  rápidamente  la  organización  de  las  ciu- 
dades. Las  ciudades,  docenas  de  ellas,  se  gobernaban  más  o menos  democrática- 
mente. Pero  lo  más  importante,  es  que  la  agricultura,  la  industria,  el  comercio  y la 
banca  se  conducían  más  o menos  democráticamente.  Es,  decir  la  economía  estaba 
en  las  manos  de  los  ciudadanos  y no,  como  en  Egipto,  Mesopotamia,  y Persia,  con- 
trolada por  los  reyes  (el  Estado).  Con  la  conquista  de  Acaya  por  los  macedonios,  y 
la  posterior  expansión  del  Imperio  Helenístico  hacia  el  Oriente,  se  dio  una  combi- 
nación de  los  sistemas  griego  y oriental,  lo  que  se  llamó  helenismo.  Grecia  vivió 
una  unificación  forzada,  impuesta  por  los  macedonios,  y se  logró  crear  una  cultura 
helenística  unificada  que  abarcaba  las  ciudades  griegas,  una  Macedonia  helenizada, 
y una  vasta  red  de  ciudades  fundadas  y pobladas  por  griegos  en  todo  el  mundo  co- 
nocido. Acaya  para  el  siglo  IV,  se  encontraba  empobrecida  por  sus  constantes  gue- 
rras, y muchos  griegos  emigraron  y fundaron  ciudades  al  estilo  griego  en  Siria,  Me- 
sopotamia y Persia.  Pero,  para  administrar  el  imperio  le  fue  necesario  a Alejandro 
y luego  a sus  sucesores,  adoptar  los  métodos  de  gobierno  de  los  persas  y los  egip- 
cios, creando  una  burocracia  desconocida  antes  en  Grecia  y,  un  estado  centralizado 
también  desconocido  para  ellos  con  anterioridad. 

Los  griegos  eran  un  pueblo  que  viajaba.  Acaya  estaba  dividida  en  su  centro 
por  el  golfo  de  Corinto,  que  entra  por  el  Adriático  y casi  llega  hasta  el  Egeo,  que- 
dando un  pequeño  istmo  de  unos  1 5 kilómetros  de  ancho,  que  conecta  las  zonas  de 
Etolia,  Ática  y Tebaida  con  el  Peloponeso  en  el  sur.  Atenas  tenía  un  puerto,  Pireo, 
dentro  de  su  perímetro  amurallado,  y Corinto  tenía  dos  puertos.  Laqueo  a 2.5  kms 
en  el  golfo  al  oeste,  y Cencreas  en  el  Egeo,  a 14  kms  al  este.2  La  fabricación  de  na- 
ves, exigía  la  importación  de  maderas  de  bosques  en  Asia  y en  el  Ponto,  pero  se  pro- 
ducía y exportaba  lo  necesario  para  pagarlo.  Los  griegos  practicaron  la  navegación 
como  pocos  pueblos.  Su  dieta  exigía  la  pesca  y su  subsistencia  exigía  el  comercio. 
Necesitaban  exportar  para  poder  importar  y necesitaban  navegar  para  comerciar  y 
para  pescar.  Con  el  imperio  de  Alejandro,  sus  horizontes  y sus  viajes  se  ampliaron 
muchísimo  más,  llegando  a fundarse  ciudades  helenísticas  hasta  en  Asia  Central. 


2 F.  J.  De  Waele,  “Corinto”,  en  el  Diccionario  de  la  Biblia,  ed.  H.  Haag,  A.  van  den  Born  y S.  de  Au- 
sejo  (Barcelona:  Herder,  1963),  págs.  383-384. 


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La  primera  penetración  romana  se  dio  con  la  cuña  de  Esparta,  la  principal 
ciudad  del  Peloponeso  y un  aliado  temprano  de  Roma;  desde  principios  del  siglo  II 
a.C.  En  el  148  a.C.  Macedonia  fue  hecha  una  provincia  romana.  Luego,  cuando  una 
liga  de  Acaya  declaró  la  guerra  a Esparta,  ciudad  aliada  con  Roma,  hubo  una  inva- 
sión romana.  Corinto  fue  destruida  en  146  a.C.  y Atenas  y otras  ciudades  sometidas 
al  pago  de  reparaciones.  El  caso  de  Corinto  nos  interesa  en  este  ensayo.  Fue  funda- 
da de  nuevo  como  colonia  romana,  sobre  las  ruinas  de  la  antigua  ciudad,  por  Julio 
César  en  el  44  a.C.  y poblada  por  romanos.  Por  su  ubicación  estratégica,  se  convir- 
tió inmediatamente  en  una  ciudad  cosmopolita,  con  abundantes  esclavos  y muchos 
templos.  Se  mantuvo  en  uso  el  diolkos , una  especie  de  canal  seco  que  atravesaba  el 
istmo  y que  se  había  construido  por  Periander  en  el  siglo  VI  a.C.  La  ciudad  auspi- 
ciaba los  más  afamados  de  todos  los  juegos,  los  juegos  ístmicos,  que  se  celebraban 
cada  dos  años  cuando  se  podía. 

Por  el  primer  siglo  antes  de  Cristo,  Grecia  estaba  sometida  a Roma.  En  esta 
época  había  tomado  las  banderas  del  helenismo,  el  reinado  del  Ponto,  con  sus  ciu- 
dades principales  Sinope  y Trapezunte,  sobre  las  costas  del  Mar  Negro.  Varios  re- 
yes de  nombre  Mitrídates,  aprovechando  la  riqueza  mineral  y agrícola,  y la  relativa 
ausencia  de  guerras  en  su  territorio,  organizaron  un  estado  centralizado  al  estilo  per- 
sa, que  pretendió  hacerle  frente  a Roma,  a nombre  del  helenismo.  Hubo  varias  con- 
frontaciones con  Roma,  algunas  en  la  misma  Acaya,  con  las  consecuencias  de  la  de- 
rrota de  los  pontos,  daños  de  guerra,  reparaciones  impuestas  a las  ciudades  griegas 
y la  consolidación  del  dominio  romano. 

Cuando  Julio  César  volvió  a fundar  Corinto,'  la  hizo  capital  de  la  provincia 
senatorial  de  Acaya.  Atenas  fue  respetada  por  su  importancia  cultural,  como  una  es- 
pecie de  ciudad  universitaria  y productora  de  los  actores,  que  presentaban  obras  en 
todas  partes,  muy  necesarias  para  las  fiestas  religiosas  y cívicas. 

Para  entender  el  arraigo  de  la  red  de  ekklésiai , que  formaron  Pablo  y sus  asis- 
tentes, es  esencial  saber  algo  del  sistema  de  gobierno  romano,  sobre  su  imperio  en 
Oriente.  La  clave  es  el  clientelismo.  Todo  se  lograba  por  la  beneficencia  de  un  su- 
perior, un  patrón.  El  patrón  máximo  era  el  emperador,  especialmente  a partir  de  Au- 
gusto César  (27  a.C.  a 14  d.C.)  La  burocracia  era  mínima.  Los  romanos  asumieron 
el  sistema  económico  “democrático”  de  los  griegos,  pero  lo  gobernaban  mediante 
redes  de  patronazgo.  Un  patrón  daba  favores  a una  ciudad,  o una  persona,  y espera- 
ba de  ella  gratitud  y lealtad.  Esta  se  expresaba,  entre  otras  cosas,  con  el  culto  y los 
honores  que  el  cliente  le  ofrecía  a su  patrón.  Así  se  entiende  cómo,  más  o menos  vo- 
luntariamente, en  todas  las  ciudades  principales,  se  edificaron  por  sus  hombres  ri- 
cos, templos  para  honrar  al  emperador  y/o  a su  familia.  La  paz  y sus  beneficios  se 
cantaban  y se  recibían  como  favores  del  César,  que  exigían  deificarlo  con  ofrendas 
y fiestas.  El  César  y sus  familiares  eran  honrados  como  dioses,  y si  llegaban  a visi- 
tar una  ciudad  de  provincia,  ésta  organizaría  fiestas  para  recibirlo  como  el  Dios  o 
Hijo  de  Dios  que  era.  Es  en  este  contexto,  que  se  entiende  la  importancia  para  las 
ekklésiai  de  seguidores  de  Jesucristo,  de  reconocer  a “un  Dios  vivo  y verdadero” 
(1  Ts  1.9). 


^ J.  Murphy-O’Connor,  “Corinth”,  en  la  Anchor  Bible  Dictionary  New  York:  Doubleday,  1992,  I, 
1134-1139. 


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JORGE  PIXLEY,  Los  Primeros  Seguidores  de  Jesús  en  Macedonia  y Acaya 


1.2.  Macedonia 

Macedonia  es  la  región  continental  que  se  extiende  al  norte  de  Acaya  y del 
Mar  Egeo,  desde  el  Adriático  hasta  el  Bosforo.  En  tiempos  neotestamentarios,  sus 
habitantes  eran  de  cultura  helenística  y hablaban  el  mismo  idioma,  un  griego  homo- 
geneizado  que  compañía  con  Acaya  y las  ciudades  helenísticas  de  todo  el  mundo. 
Pero  hasta  el  siglo  IV  a.C.  en  tiempos  de  Alejandro,  los  griegos  no  los  consideraban 
griegos,  aunque  hablaran  un  dialecto  griego  parecido  al  suyo. 

Macedonia,  en  contraste  con  Acaya,  tiene  amplias  llanuras  de  una  fertilidad 
privilegiada.  Podía  producir  granos  en  abundancia  y criar  abundantes  ganados.  Po- 
seía también  en  sus  montañas,  abundante  riqueza  mineral,  y en  este  ramo,  también 
aventajaba  a Grecia.  Aprovechando  la  riqueza  de  su  base  geográfica  y el  alto  desa- 
rrollo de  las  técnicas  militares  de  su  pueblo  y de  sus  primos  griegos,  a quienes  su 
padre  había  sujetado,  Alejandro  lanzó  sus  campañas  exitosas  contra  Egipto  y Persia 
en  la  segunda  mitad  del  siglo  IV  a.C.  Su  muerte  prematura  en  el  año  323  a.C.  llevó 
a la  división  de  su  reinado  en  tres  imperios,  el  Ptolomeo  en  Egipto,  el  Seléucida  en 
Siria  y el  oriente,  y el  Antigómda  basado  en  Macedonia.  De  los  tres,  el  Antigónida 
fue  el  más  débil  y el  más  pobre.  Además  de  las  tendencias  seculares  autonomistas 
de  las  ciudades  griegas,  se  tuvo  que  enfrentar  con  invasiones  de  naciones  celtas,  en 
el  siglo  III  a.C.  y con  las  presiones  permanentes  de  sus  vecinos  del  norte,  los  tracia- 
nos. 

Para  fines  de  este  ensayo,  es  importante  notar  que  la  ciudad  de  Tesalónica  fue 
fundada  en  316  a.C.  por  Casandro,  hijo  del  general  Antípater,  y rey  de  Macedonia 
del  317  a 297.'  La  ciudad  recibe  su  nombre  en  honor  de  su  esposa,  hermana  de  Ale- 
jandro. Tesalónica  estaba  sobre  el  golfo  de  Termaikos.  Cuando  Macedonia  fue  he- 
cha provincia  romana  en  el  148,  escogieron  esta  ciudad  puerto  para  la  capital  de  la 
misma. 

La  otra  ciudad  Macedonia  que  nos  interesa,  es  Filipos,5  cuyo  nombre  deriva 
del  rey  y padre  de  Alejandro  Magno,  Felipe  II,  quien  la  reconstruyó  en  el  360  y le 
dio  su  nombre.  Esta  ciudad  fue  fundada  en  el  siglo  VII  a.C.  por  inmigrantes  de  la 
isla  de  Thasos  con  el  nombre  de  Krénides.  Está  ubicada  en  una  rica  llanura,  a 16 
kms  del  puerto  de  Neápolis,  que  fue  usado  por  Pablo  y sus  asistentes  en  el  primer 
siglo.  No  muy  lejos,  se  encuentra  el  monte  Pangaios,  que  tiene  una  gran  riqueza  mi- 
neral. 

Cuando  los  romanos  sometieron  a Macedonia  en  el  siglo  II  a.C.,  construye- 
ron una  carretera  que  lo  atravesaba  de  oeste  a este,  la  afamada  Vía  Egnatia.  La  in- 
tención era  facilitar  el  movimiento  de  los  soldados,  con  su  equipo  militar.  Filipos 
era  la  ciudad  más  importante  sobre  esta  carretera.  En  el  primer  siglo  d.C.  era  una 
colonia  militar  romana,  y la  mayoría  de  las  inscripciones  de  la  época  están  talladas 
en  latín.  Sin  embargo,  con  la  paz  que  se  impuso  a partir  de  Augusto,  y que  duró  to- 
do el  primer  siglo,  la  carretera  no  recibió  mantenimiento.  Filipos  llegó  a depender 
totalmente  de  Neápolis  para  su  comercio.  Trajano,  emperador  del  97  a 1 17  d.C.,  re- 
paró la  Vía  Egnatia,  y hubo  en  el  siglo  II  después  de  Cristo  varias  construcciones 
en  la  ciudad,  cuya  importancia  creció. 


^ Holland  L.  Hendrix,  “Thessalonica,”  en  la  Anchor  Bible  Dictionary,  VI,  523-527. 
^ Holland  L.  Hendrix,  “Philippi,”  en  la  Anchor  Bible  Dictionary,  V,  313-317. 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BIBLICA  LATINOAMERICANA.  N°  29 


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Para  interpretar  la  presencia  de  minas  en  la  zona  de  Filipos,  es  importante  sa- 
ber que  los  obreros  de  las  minas  en  la  antigüedad  eran  casi  en  su  totalidad  esclavos. 
Las  condiciones  del  trabajo  en  las  minas  eran  tan  inhumanas,  que  no  se  podían  con- 
seguir obreros  asalariados  que  las  asumieran.  Las  minas  eran  generalmente  mane- 
jadas por  el  estado  y no  por  iniciativa  privada,  como  los  demás  sectores  de  las  eco- 
nomías helenísticas.  Los  metales  interesaban  en  primer  lugar  al  Estado,  los  metales 
preciosos  para  monedas  y los  metales  comunes  para  equipar  a los  ejércitos. 

El  comercio  en  el  mundo  helenístico  y romano  se  hacía,  en  la  medida  de  lo 
posible,  por  mar.  A pesar  de  la  gran  dificultad  y de  los  peligros  de  la  navegación,  las 
dificultades  y los  peligros  del  transporte  terrestre,  eran  mayores.  El  comercio  hele- 
nístico estaba  mayormente  en  manos  de  individuos  ricos,  y ellos  eran  también  quie- 
nes operaban  las  naves  comerciales  y pesqueras. 

En  todas  las  ciudades  había  en  el  centro,  una  plaza  de  mercado  y varios  edifi- 
cios públicos,  mayormente  templos.  En  las  tres  ciudades  que  nos  ocupan,  había  im- 
portantes templos  para  los  emperadores  y sus  familias,  al  lado  de  templos  a los  dio- 
ses locales.  Estas  construcciones  no  eran  obra  de  las  autoridades  romanas  sino  de 
hombres  ricos  de  las  provincias.  Con  ellos,  demostraban  su  lealtad  al  César  y su  fa- 
milia, y expresaban  su  gratitud  por  los  favores  recibidos.  Es  notable  en  Filipos  la  pre- 
ferencia por  dedicar  sus  templos  y estatuas  a divinidades  femeninas,  que  tampoco 
faltan  en  otras  ciudades.  Sin  embargo,  en  Filipos  son  mayormente  del  siglo  II  d.C. 

2.  La  alternativa  del  camino  de  Jesús  y la  red  de  comunidades 
de  Pablo 

Saulo  de  Tarso  se  sintió  llamado,  desde  su  encuentro  con  el  Hijo  de  Dios,  a 
establecer  comunidades  de  creyentes  entre  las  naciones  del  mundo,  o por  lo  menos, 
así  lo  recordó  unos  años  más  tarde,  cuando  escribió  a los  gálatas  (Ga  1,15-16).  Es- 
ta experiencia,  más  que  una  conversión  fue  una  cristofanía,  una  experiencia  directa 
de  Dios  en  la  forma  de  su  Hijo  Jesús  resucitado  (ver  1 Co  15,8  para  comprobar  que 
Jesús  fue  el  ser  que  se  le  reveló).  La  revelación  de  Jesús,  que  con  su  venida  glorio- 
sa libraría  a los  creyentes  de  la  ira  venidera  (1  Ts  1,10),  fue  para  Pablo  un  llama- 
miento divino  a crear  comunidades  de  creyentes  en  todo  el  mundo. 

En  el  contexto  de  este  ensayo,  no  nos  interesa  explorar  la  vocación  misione- 
ra de  Pablo,  ni  sus  acciones  misioneras,  sino  en  la  medida  que  sirvieron  para  la  for- 
mación de  una  red  de  comunidades  de  creyentes  en  Jesús,  que  esperaban  su  Parou- 
sía  para  manifestar  un  mundo  nuevo.  Su  visión  de  lo  que  estaba  haciendo  tiene  un 
horizonte  asombrosamente  amplio,  como  lo  podemos  ver  en  lo  que  escribió  a los 
creyentes  romanos,  desde  la  cárcel  en  Cesárea  (Rm  15,22-29).  Con  la  red  de  asam- 
bleas que  ya  para  entonces  tenían  su  lugar  en  Galacia,  Asia,  Macedonia  y Acaya, 
cree  haber  completado  su  trabajo  en  Oriente  y se  siente  impulsado  a ampliar  la  red 
hacia  Occidente,  a España.  Con  esto,  creía  estar  preparando  las  naciones  para  la  Pa- 
rusía  del  Señor,  y el  juicio  de  las  naciones  que  la  acompañaría. 

Pero  a nosotros  en  este  contexto,  nos  interesa  preguntar  qué  fue  lo  que  moti- 
vó a tantas  personas  en  una  colonia  militar  como  Filipos,  en  un  puerto  como  Tesa- 
lónica  con  muchos  obreros,  y en  una  ciudad  cosmopolita  como  Corinto,  a tomar  so- 
bre sí  los  riesgos  de  incorporarse  a esta  red  de  comunidades.  ¿Qué  pudo  motivar  a 
una  comerciante  judía  y a un  humilde  carcelero  de  Filipos,  a obreros  griegos  de  Te- 


66 


JORGE  PIXLEY,  Los  Primeros  Seguidores  de  Jesús  en  Macedonia  y Acaya 


Salónica  y Corinto,  a esclavos  y alguna  gente  acomodada,  griegos,  judíos  y roma- 
nos, a creer  en  Jesús,  e incorporarse  en  las  asambleas  de  quienes  se  preparaban  pa- 
ra su  gloriosa  Parousía?  En  esta  sección  queremos  tratar  de  contestar  esta  pregunta, 
por  el  análisis  de  nuestras  pocas  fuentes,  ninguna  de  ellas  provenientes  de  las  per- 
sonas que  deseamos  conocer. 

2.1.  Tesalónica 

La  carta  que  Pablo  escribió  a “la  ekklesia  de  los  Tesalonicenses”  desde  Ate- 
nas, que  en  la  Biblia  se  llama  Primera  Epístola  a los  Tesalonicenses,  no  menciona  a 
ninguno  de  los  creyentes  de  este  lugar  por  nombre.  Menciona  (1  Ts  1,1)  a los  dos 
colaboradores  de  Pablo  que  le  acompañaron  en  su  labor  en  Tesalónica,  Timoteo,  un 
joven  de  Listra  en  Licaonia  (Hch  16,1-3),  y Silvano,  un  profeta  de  Jerusalén  (Hch 
15,32). 

De  los  nativos  de  Tesalónica  conocemos  dos  nombres.  Aristarco  y Secundo 
(Hch  20,4),  delegados  de  esa  ekklesia  para  acompañar  la  entrega  de  la  ofrenda,  pa- 
ra los  pobres  de  Jerusalén,  unos  cinco  años  después  de  la  fundación  de  su  asamblea. 
Los  nombres  nos  sugieren:  el  primero  una  nacionalidad  macedonia-griega,  y el  se- 
gundo una  latina;  aunque  poseer  nombres  griego  y latino,  las  dos  culturas  dominan- 
tes, no  es  determinante.  (Apolos  tenía  el  nombre  de  un  dios  griego  y era,  con  todo, 
un  judío.)  Sin  embargo,  el  contenido  de  la  carta  de  Pablo  confirma  por  lo  menos  que 
los  creyentes  en  Tesalónica  no  eran  judíos:  Dice  en  1,9,  se  convirtieron  al  Dios 
de  los  ídolos,  para  servir  al  Dios  vivo  y verdadero”,  algo  que  no  sería  cambio  algu- 
no para  judíos.  La  religiosidad  en  Macedonia  era  en  parte,  tradicional,  en  parte  ser- 
vicio a los  dioses  griegos  y asiáticos,  pero  en  este  momento,  dominada  por  el  culto 
a la  familia  del  emperador.6  En  todo  caso,  no  se  contemplaba  que  hubiera  que  aban- 
donar a un  dios,  para  servir  a otro.  Pablo  les  orientó  a servir  al  dios  que  para  él  y 
para  los  demás  judíos  era  el  único  verdadero,  el  Dios  de  la  Biblia.  La  falta  de  cono- 
cimiento bíblico  de  parte  de  los  creyentes  es  respetado  por  Pablo,  al  no  citar  la  Bi- 
blia como  suele  hacerlo  cuando  se  dirige  a grupos  que  la  conocen. 

Esto  nos  permite  plantear  con  nitidez  nuestra  pregunta.  En  Tesalónica  la  ek- 
klésia  paulina  no  se  formó  de  un  cisma  en  la  comunidad  de  judíos,  que  ya  eran  cre- 
yentes en  el  Dios  de  la  Biblia.  ¿Qué  atrajo  a estos  macedonios  al  “Evangelio  de 
Dios”  (2,2.  9;  también  dice  “nuestro  Evangelio”  en  1,5)7  Tratemos  de  sacar  una  res- 
puesta de  una  lectura  de  la  carta. 

En  cuanto  al  contenido  teológico  del  evangelio  de  Pablo,  de  entrada,  el  mi- 
sionero menciona  otra  cosa,  a la  par  de  la  conversión  al  Dios  Vivo:  “esperar  a su  Hi- 
jo desde  los  cielos,  el  que  levantó  de  los  muertos,  Jesús,  que  nos  salva  de  la  ira  ve- 
nidera” (1,10).  Este  Dios  que  Pablo  les  presentó,  pues,  ha  de  manifestar  un  día, 
pronto,  su  ira  contra  la  injusticia.  Antes  de  hacerlo,  sin  embargo,  enviará  a su  Hijo 
Jesús,  para  salvar  a los  que  forman  parte  de  la  red  de  asambleas  que  Pablo  y sus  aso- 
ciados andan  fundando.  Durante  la  espera  de  la  Parusía  del  Hijo  de  Dios  (un  len- 
guaje con  resonancias  políticas  para  los  macedonios)  había  que  vivir  una  vida  “dig- 


6 Sobre  el  culto  a la  familia  del  emperador,  ver  S.R.F.  Price,  "Rituals  and  Power”,  en  Richard  A.  Hors- 
ley,  ed.,  Paul  and  Empire  (Harrisburg:  Trinity,  1997),  págs.  47-71 . 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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na  del  Dios  que  les  llamó  a su  Reino  y gloria”  (2,12).  Entonces,  la  conducta  de  vi- 
da de  los  creyentes,  debe  distinguirse  de  aquellos  que  sufrirán  la  ira  que  viene.  Ade- 
más, pueden  tener  la  esperanza  de  ser  partes  del  Reino  de  Dios  que  viene,  aparen- 
temente junto  con  la  Parusía  del  Hijo  de  este  Dios. 

Y,  ¿cuál  es  esta  conducta  digna  de  Dios?  Podemos  señalar  por  lo  menos  tres 
cosas:  El  trabajo  para  no  depender  de  nadie,  la  resistencia  frente  a presiones,  y el 
rechazo  de  la  “ porneia ”.  En  primer  lugar,  Pablo  subraya  la  necesidad  de  trabajar  con 
las  manos  y practicar  el  amor  el  uno  por  el  otro  para  no  depender  de  nadie  (4,9-12). 
Pablo  se  pone  como  modelo,  recordándoles  cómo  trabajó  día  y noche,  durante  su 
estancia  entre  ellos,  para  “no  ser  gravoso  a ninguno  de  ustedes”  (2,9).  Aquí  tenemos 
un  asunto  más  importante  de  lo  que  parece  a primera  vista.  Todo  el  Imperio  Roma- 
no descansaba,  como  ya  lo  hemos  indicado,  sobre  el  clientelismo,  justamente  el  te- 
ner un  patrón  bueno  con  quien  se  puede  contar,  para  pedirle  trabajo  y resolver  las 
crisis  que  puedan  presentarse.  Pablo  propone  en  sus  ekklésiai  un  modelo  distinto,  la 
solidaridad  (“amor  del  uno  por  el  otro”)  y un  trabajo  artesanal  que  no  dependa  de 
nadie,  como  el  trabajo  con  el  cual  Pablo  se  mantenía.  Este  trabajo,  según  nos  infor- 
ma Lucas  (Hch  18,3)  era  la  confección  de  tiendas.  Era  skénopoios.  Se  discute  si  ha- 
cía estas  carpas  de  lino  o de  cuero;  no  lo  sabemos.7  Es  probable  que  las  tiendas  se 
usaran  para  puestos  de  venta  en  el  mercado,  para  viviendas  temporales  en  las  con- 
centraciones, como  los  juegos  atléticos,  las  presentaciones  de  teatro,  y las  apante- 
seis  (fiestas  de  recibimiento)  de  grandes  figuras  políticas.  La  virtud  de  este  trabajo 
era  que  se  hacía  independientemente  y sin  una  gran  inversión  de  capital  en  herra- 
mientas. Pablo  no  trabajaba  en  ninguna  empresa  y aconseja  a los  tesalonicenses  tra- 
bajar con  sus  manos  en  trabajos  que  les  permitan  ser  independientes.  Por  otra  par- 
te, para  lograr  la  independencia,  dentro  de  una  sociedad  que  absorbía  a todos  en  re- 
des de  clientelismo,  se  requería  también  de  un  grupo  de  solidaridad,  que  era  lo  que 
se  proponía  con  la  ekklésia  de  creyentes.  ¡Es  posible  entender  la  atracción  de  esta 
propuesta! 

En  segundo  lugar,  Pablo  se  refiere  a las  presiones  que  están  recibiendo  de  sus 
conciudadanos  (2,14).  Les  recuerda  cómo  él  llegó  a ellos  desde  Filipos,  donde  ha- 
bía padecido  también  sufrimiento  e injurias,  pero  cómo  con  valentía,  continuó  pre- 
dicando el  Evangelio  de  Dios  (2,2).  No  sorprende  a Pablo  que  estén  sufriendo  estas 
presiones,  pues  lo  mismo  sufren  hasta  las  “ ekklésiai  de  Dios”  en  Judea  (2,14).  Si  los 
judíos  impiden  a sus  hermanos  predicar  este  evangelio,  los  tesalonicenses  también 
se  lo  impiden  a sus  conciudadanos  (2,14).  No  deben  dejarse  amedrentar  por  las  tri- 
bulaciones ( thlipseis ) “porque  saben  que  para  esto  hemos  sido  destinados”  (3,3). 

¿Por  qué  era  natural  esperar  oposición  ante  la  presentación  del  evangelio  del 
Dios  de  la  Biblia  y la  organización  de  asociaciones  de  ayuda  mutua?  Aquí  nos  pue- 
de ayudar,  observar  el  lenguaje  político  que  permea  la  carta:  Evangelio,  Kyrios  (Se- 
ñor), Reino,  Parusía,  apántésis  (recibimiento  festivo),  ekklésia.  Reino.8  En  el  con- 
texto inmediato  de  su  discusión  de  las  presiones,  Pablo  les  consuela  con  la  esperan- 


1 Las  alternativas  para  entender  el  trabajo  de  Pablo  se  discuten  por  Elsa  Tamez,  Contra  toda  conde- 
na: La  justificación  por  la  fe  desde  los  excluidos  (San  José:  DEI,  1991),  págs.  59-62.  Ver  también  el 
libro  de  Ronald  F.  Hock,  The  Social  Context  of  Paul's  Ministry:  Tentmaking  and  Apostleship  (Phila- 
delphia:  Fortress,  1980). 

^ Ver  el  estudio  de  Néstor  O.  Míguez,  “Lenguaje  bíblico  y lenguaje  político”,  RIBLA4  (1989),  65-81 . 


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JORGE  PIXLEY.  Los  Primeros  Seguidores  de  Jesús  en  Macedonia  y Acaya 


za  de  la  Parusía  del  Kyrios  Jesús  (2,19;  3,13).  Una  parusía  era  una  festividad,  que 
se  organizaba  para  un  general  victorioso  o un  gobernante  o rey  que  venía  a la  ciu- 
dad. La  parusía  del  Señor  Jesús  se  presenta  con  trompetas  y un  recibimiento  festi- 
vo (apántésis)  en  las  nubes  (4,13-17).9 

Por  supuesto,  decir  que  Pablo  usa  lenguaje  político,  no  es  negar  que  el  mis- 
mo lenguaje  sea  también  religioso.  Siempre  lo  político  o lo  económico  tiene  conno- 
taciones religiosas,  y los  ritos,  las  agrupaciones  y las  creencias  religiosas  tienen  im- 
plicaciones políticas.  Construir  un  templo  para  Augusto  en  la  plaza  central  de  Éfe- 
so,  digamos,  es  un  acto  económico,  político  y religioso,  como  lo  es  sacrificar  ani- 
males para  el  cumpleaños,  en  el  altar  en  ese  templo.’0 

En  tercer  lugar,  vivir  de  una  forma  digna  de  Dios,  es  abstenerse  de  “pomeia” 
(fornicación,  prostitución)  (4,3).  Deben  tener  su  skeuos  (literalmente,  implemento;  ¿ge- 
nitales? o ¿cónyuge?)  en  santidad  y honra,  y “no  en  la  pasión  del  deseo  como  las  gen- 
tes que  no  conocen  a Dios”  (4,4-5).  En  un  mundo  donde  la  sexualidad  libre  se  exalta- 
ba, una  comunidad  que  ejercía  disciplina  en  este  campo  se  distinguía  de  su  entorno. 

Para  concluir,  vemos  que  Pablo  está  promoviendo  la  formación  de  células  ur- 
banas, motivadas  por  una  fe  religiosa,  centrada  en  la  escatología  (la  Parusía  del  Hi- 
jo de  Dios)  células  que  eran  centros  de  una  vida  alternativa  a la  dominante.  Activa- 
mente, esta  ekklésia  resistiría  a los  cultos  y la  política  oficial  de  su  ciudad,  y en  su 
solidaridad,  se  confirmaría  en  esta  manera  de  vida  alternativa.  Especialmente  signi- 
ficativo es  el  uso  negativo  que  Pablo  hace  en  5,3,  de  una  de  las  consignas  imperia- 
les más  atractivas,  Pax  et  securitas,  en  griego  eiréhé  kai  aspháleia.  Augusto  al  eli- 
minar a sus  opositores,  que  habían  asesinado  a Julio  César  en  la  misma  Macedonia 
(cerca  de  Berea)  pudo  pacificar  el  imperio  para  alivio  de  todos  sus  súbditos.  En  sus 
templos  y fiestas  el  agradecimiento  principal  era  justamente  haber  traído  al  mundo 
la  paz.  En  Roma  lo  cantaron  los  poetas  Horacio  y Virgilio;  en  las  ciudades  del  orien- 
te se  celebraba  construyendo  templos  para  exaltar  su  divinidad."  Pablo  dice,  ¡“no 
escaparán”  en  el  Día  del  Señor  (5,2-3)!  Si  Pablo  pudo  usar  una  consigna  tan  atrac- 
tiva de  esta  forma  irónica,  también  tuvo  que  haber  cultivado  en  esta  incipiente  ek- 
klésia,  la  discusión  sobre  el  lado  negativo  de  la  paz,  que  ofrecían  los  emperadores, 
o no  le  habrían  entendido. 

2.2.  Corinto 

Tesalónica  y Corinto  era  ambas  capitales  de  provincias  romanas,  y segura- 
mente, esto  tuvo  mucho  que  ver  con  el  hecho  de  que  Pablo  creara  asambleas  de  su 
movimiento  en  ambas,  ignorando  otras  ciudades  importantes  de  esas  provincias.  Pe- 
ro las  diferencias  son  notables.  Ambas  ciudades  eran  puertos,  pero  puertos  de  muy 
distinta  categoría.  Tesalónica  daba  acceso  a Macedonia,  y ni  siquiera  era  el  único 
puerto  por  donde  entraban  y salían  los  comerciantes  con  mercancía  para  o desde  la 


9 Néstor  O.  Míguez,  “Para  no  quedar  sin  esperanza.  La  apocalíptica  de  Pablo  en  ITs  como  lenguaje 
de  esperanza",  RIBLA  7 (1991),  47-67. 

' ^ Estos  ritos  para  los  emperadores  y sus  implicaciones  políticas  y religiosas  se  discuten  por  S.  R.  F. 
Price,  “Rituals  and  Power”,  en  Paul  and  Empíre,  ed.  Richard  Horsley  (Harrisburg:  Trinity,  1997), 
págs.  47-71 . 

* Sobre  la  celebración  de  Augusto,  ver  el  artículo  de  Dieter  Georgi,  “Who  is  the  True  Prophet?”,  en 
Paul  and  Empire , ed.  Richard  Horsley  (Harrisburg:  Trinity,  1997),  págs.  36-46. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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provincia.  En  cambio,  Corinto  era  un  puerto  de  transbordo  de  mucho  comercio  que 
iba  del  oriente  hacia  el  occidente  del  Mediterráneo  o viceversa.  Aunque  menor  que 
las  megalópolis  de  Roma,  Alejandría  y Antioquía,  Corinto  era  también  una  gran  ciu- 
dad. Se  calcula  su  población  en  esta  época,  entre  100,000  y 500,000  habitantes.12  Se 
ha  excavado  su  teatro,  que  tenía  una  capacidad  para  14,000  personas.  Los  juegos 
ístmicos,  que  se  celebraban  cada  dos  años  cuando  se  podía,  atraían  personas  de  to- 
do el  mundo.  Es  decir,  como  centro  urbano,  Corinto  estaba  en  una  categoría  muy 
por  encima  de  Tesalónica.  Pero,  además,  como  una  ciudad  nueva  fundada  apenas  en 
el  44  a.C.  y como  colonia  romana,  tenía  una  población  heterogénea  en  todo  senti- 
do. No  era  una  ciudad  griega  en  el  sentido  como  Tesalónica  era  una  ciudad  Mace- 
doma.  Además,  aquí  había  una  población  judía  significativa,  con  la  cual  Pablo  co- 
mo judío,  naturalmente,  se  relacionó.'3  Si  es  correcta  la  imagen  del  trabajo  misione- 
ro de  Pablo  que  nos  hemos  formado  a base  de  la  asamblea  de  Tesalónica,  Corinto 
representaba  un  hueso  muy  duro  de  roer.  ¡Seguramente  un  desafío  estimulante,  pa- 
ra un  hombre  atrevido  como  Pablo! 

¿Quiénes  abrazaron  el  camino  de  Jesús  y de  Pablo  en  Corinto?  Aquí  conoce- 
mos más  nombres  que  en  Tesalónica,  y se  nos  da  más  información  acerca  de  ellos. 
Y aquí  hay  otro  factor  nuevo:  Aunque  Pablo  fue  el  misionero  de  Jesús  que  llegó  pri- 
mero, en  este  cruce  de  caminos,  hubo  muy  pronto  varios  misioneros  más,  que  crea- 
ron interferencias  en  su  labor  de  construir  una  ekklésia  de  vida  alternativa  al  clien- 
telismo  dominante.  Hubo  otras  interpretaciones  del  camino  de  Jesús  menos  contra- 
culturales y más  fáciles  que  el  propuesto  por  Pablo;  en  la  llamada  2 Corintios  en- 
contramos a Pablo  luchando  con  dientes  y uñas  contra  unos  misioneros  que  él  lla- 
ma con  sarcasmo  “superapóstoles”  ( huperapostoloi ).  Además,  las  dimensiones  de 
la  ciudad  y el  éxito  de  Pablo  crearon  otro  problema:  se  formaron  varias  células  en 
la  misma  ciudad  que  se  reunían  en  distintas  casas,  facilitando  la  dispersión  y los 
conflictos  que  de  hecho  se  dieron. 

Pero  veamos.  Pablo  entró  en  Corinto  con  una  estrategia  similar  a la  que  usó 
en  Tesalónica:  Comenzó  a trabajar  con  sus  manos  para  no  depender  de  nadie  (1  Co 
4,11-13;  9,1-27),  con  la  suerte  de  encontrarse  con  dos  compatriotas  de  su  mismo 
oficio,  con  quienes  pudo  montar  un  taller  de  fabricación  de  tiendas.14  Lucas  nos  di- 
ce que  más  tarde,  se  pasó  a hospedar  en  la  casa  de  un  tal  Tito  Justo.  Sin  embargo, 
en  la  amarga  controversia  reflejada  en  la  carta  que  se  preserva  parcialmente  en  2 Co 
10-13,  una  de  las  acusaciones  que  le  hacen  los  seguidores  de  los  otros  misioneros 
es  que  rehusó  la  hospitalidad  de  quienes  se  la  ofrecieron.  Pablo  se  defiende  con  ve- 


i n 

1 ^ Ver  Irene  Foulkes,  Problemas  pastorales  en  Corinto:  Comentario  exegético-pastoral  a 1 Corintios 
(San  José:  DEI,  1996),  pág.  40,  y la  literatura  citada  en  la  nota  9. 

Es  cierto  que  Lucas  en  Hch  17,1-9  menciona  una  sinagoga  en  Tesalónica  con  la  cual  Pablo  tuvo 
una  relación  tormentosa.  Sin  embargo,  la  carta  de  Pablo  a los  tesalonicenses  no  da  indicios  de  que  la 
ekklésia  del  lugar  incluyera  gente  de  su  nación.  Contiene  pocas  alusiones  a la  Biblia,  contrario  a sus 
cartas  a los  corintios.  Suponemos  que  la  colonia  judía  en  Tesalónica  era  pequeña  y que  no  tuvo  impac- 
to mayor  sobre  el  trabajo  de  Pablo  de  organizar  una  célula  de  seguidores  del  Reino  de  Jesús  en  esa  ciu- 
dad. Aún  Lucas,  quien  tiene  mucho  interés  en  vincular  la  misión  de  Pablo  con  la  diáspora  judía,  reco- 
noce como  el  líder  de  la  ekklésia,  a un  tal  Jasón,  ¡un  hombre  nombrado  por  el  mítico  argonauta! 

*4  Aquila  y Priscila  habían  tenido  que  abandonar  Roma  por  un  edicto  de  Claudio  de  expulsión  contra 
los  judíos  y,  como  Pablo,  habían  llegado  recientemente  a Corinto.  Siendo  del  mismo  oficio,  fue  segu- 
ramente de  mutua  conveniencia,  vivir  y trabajar  en  un  mismo  local,  en  esta  gran  urbe. 


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JORGE  PIXLEY,  Los  Primeros  Seguidores  de  Jesús  en  Macedonia  y Acaya 


hemencia  en  2 Co  11,1-33.  Él  ha  ofrecido  el  Evangelio  gratuitamente.  Y si  otros 
creen  que  sus  milagros  justifican  el  recibir  hospedaje  y gloria,  las  credenciales  de 
Pablo  son  las  angustias  y dolores  que  ha  soportado  para  regar  el  Evangelio  y formar 
asambleas  de  creyentes.  ¡Está  en  juego  la  naturaleza  del  movimiento  como  una  al- 
ternativa al  clientelismo  romano!  ¿Acaso  se  van  a formar  ahora  clientelas  dentro  del 
movimiento,  y cada  misionero  se  convertirá  en  deudor  de  un  rico  que  le  ofrece  fa- 
vores a cambio  de  su  lealtad?  Los  tales  son  falsos  apóstoles  disfrazados  de  apósto- 
les de  Cristo  (2  Co  11.1 3). 

Y,  ¿quiénes  son  los  que  abrazaron  el  evangelio  de  Pablo  e integraron  la  ek- 
klésia  de  Corinto?15  En  primer  lugar  están  Priscila  y Aquila,  artesanos  juntamente 
con  Pablo  y judíos  como  él,  que  llegaron  a tener,  en  su  casa  en  Éfeso,  un  poco  más 
tarde,  una  ekklesia,  lo  cual  se  deduce  de  1 Cro  16,19.  El  hecho  de  que  esta  pareja 
lleve  nombres  latinos,  siendo  judíos,  nos  advierte  del  peligro  de  concluir  mucho  del 
mero  hecho  de  los  nombres  de  las  personas.  Su  importancia  en  el  movimiento  se 
aprecia  por  las  palabras  de  encomio  que  Pablo  les  dedica  en  Rm  16,3,  donde  los  lla- 
ma “colaboradores  en  Cristo  Jesús”.  Por  su  oficio  como  artesanos,  parecen  ser  can- 
didatos privilegiados  para  la  construcción  de  la  red  de  comunidades  alternativas, 
que  creemos  que  Pablo  estaba  formando.16  Su  experiencia  como  judíos  con  la  Biblia 
les  habrá  facilitado  la  adquisición  del  fundamento  ideológico  del  movimiento. 

Pablo  no  acostumbraba  presidir  el  rito  del  bautismo,  según  parece,  pero  da  los 
nombres  de  tres  jefes  de  familia  que  bautizó  en  Corinto,  Estéfanas,  Crispo  y Gayo  (1 
Co  1,14-16).  Pablo  quiere  minimizar  su  papel  como  bautizador,  asegurando  que  más 
bien  Dios  le  mandó  a “evangelizar”  (1  Co  1,17);  podemos  interpretar  esta  reticencia 
suya  como  un  esfuerzo  por  evitar  la  creación  de  dependencias  clientelistas,  ya  sea  de 
parte  del  bautizador  que  se  convierte  en  patrono  del  bautizado  o,  más  probablemen- 
te, la  relación  inversa,  como  cree  sucedió  con  los  “superapóstoles”  que  buscan  des- 
legitimarlo en  2 Co  10-13.  En  todo  caso,  Estéfanas  con  su  familia  es  señalado  en  1 
Co  16,15  como  las  “primicias  de  Acaya”  que  se  han  ofrecido  a sí  mismos  a los  san- 
tos. No  podemos  decir  mucho  sobre  los  motivos  de  Estéfanas  para  esta  servicialidad 
en  las  ekklésiar,  parece  que  en  el  momento  de  escribir  la  carta,  se  encuentra  en  Éfe- 
so con  Pablo,  pero  no  sabemos  los  motivos  de  su  viaje.  Es  posible  que  fuera  merca- 
der, un  oficio  muy  común  en  Corinto,  que  exigiría  viajar  para  traer  y llevar  mercan- 
cías. Si  este  fuera  el  caso,  estaría  en  una  situación  social  donde  también  pudo  prac- 
ticar la  independencia  económica,  que  Pablo  recomienda  para  los  artesanos. 

De  Gayo  tenemos  un  dato  pequeño  pero  significativo  en  Rm  16.13,  donde  Pa- 
blo le  llama  “mi  anfitrión  y el  de  toda  la  ekklesia  [de  Corinto,  seguramente]”.  Si  to- 
mamos esta  expresión  literalmente  nos  dice  que  Gayo  era  dueño  de  una  casa  muy 
grande,  donde  “la  ekklesia  de  Dios  que  está  en  Corinto”  ( 1 Co  1 .2)  podía  reunirse  en 
asamblea  (epi  to  auto , 1 Co  11,20)  para  celebrar  juntos  la  Kyriakon  deipnon  (Cena 


' 5 Quien  ha  investigado  la  composición  social  de  las  comunidades  de  Pablo  en  Corinto  es  Gerd  Thets- 
sen,  en  sus  Estudios  de  sociología  del  cristianismo  primitivo  (Salamanca:  Sígueme,  1979).  Aunque  no 
estamos  de  acuerdo  con  sus  conclusiones  generales,  la  recopilación  de  datos  bíblicos  y de  las  inscrip- 
ciones descubiertas  en  Corinto  es  de  muchísimo  valor. 

16  Para  una  presentación  global  de  esta  tesis  sobre  el  movimiento  de  Jesús  y de  Pablo  se  puede  con- 
sultar el  reciente  libro  de  Richard  A.  Horsley  y Neil  Asher  Silberman,  The  Message  and  the  Kingdom: 
How  Jesús  and  Paul  Ignited  a Revolution  and  Transformed  the  Ancient  World.  New  York:  Grosset- 
/Putnam,  1997. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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del  Señor).  El  común  de  las  personas  no  estarían  en  capacidad  de  ofrecer  tal  hospi- 
talidad. Quizás  podríamos  inferir  por  su  nombre  latino  y su  posición  acomodada,  que 
se  trata  de  un  romano  residente  en  Corinto,  de  los  cuales  habían  muchos.  No  sabe- 
mos nada  de  su  negocio  o función  pública.  Es  probable  que  hubiera  romanos  que 
veían  los  peligros  sociales  del  clientelismo  del  Imperio,  incluso  entre  la  vieja  aristo- 
cracia, cuyos  valores  exaltaban  la  riqueza  generada  por  la  posesión  de  haciendas  en 
el  campo. 

Del  tercero  de  este  grupo,  Crispo,  nos  dice  Lucas  que  era  “jefe  de  la  sinago- 
ga” ( arjisynagogos ) y que  su  incorporación  al  movimiento  de  Pablo,  arrastró  a su  fa- 
milia y a otros  corintios  [¿judíos?]  con  ellos  (Hch  18,8).  Se  trata  de  un  hombre  con 
influencia  dentro  de  la  microcomunidad  judía,  cuya  incorporación  a este  movimien- 
to peligroso,  debió  preocupar  a los  judíos,  que  siempre  vivían  en  temor  de  ser  mal- 
tratados por  sus  vecinos,  por  sus  hábitos  de  comida  y reposo  sabatino  que  los  sepa- 
raban de  la  mayoría.  De  hecho,  según  informa  Lucas  en  Hch  18,12-17,  el  cisma  pro- 
vocado por  la  adhesión  de  Crispo  al  movimiento  de  Jesús  y Pablo,  fue  llevado  ante 
el  gobernador,  la  máxima  autoridad  de  la  provincia,  y su  consecuencia  fue  una  gol- 
piza para  el  sucesor  de  Crispo  en  el  cargo  de  jefe  de  la  sinagoga. 

Quizás  el  grupo  más  interesante  de  la  ekklésia  de  Corinto  es  el  que  estaba 
compuesto  por  “la  gente  de  Cloe”  (1  Co  1,11).  Es  totalmente  excepcional,  que  una 
familia  se  identifique  por  una  mujer.  Una  viuda  se  identificaba  usualmente  por  su 
difunto  esposo  o por  sus  hijos  (ver  “María  la  madre  de  Santiago  y de  José”  en  Mt 
27,35).  La  gente  de  Cloe  cuando  pasó  por  Éfeso,  informó  a Pablo  de  divisiones  que 
se  estaban  dando  en  el  movimiento  en  Corinto.  Entonces,  eran  personas  que  viaja- 
ban. En  una  ciudad  puerto  como  Corinto,  una  posibilidad  es  que  Cloe  fuera  una  mu- 
jer sola  que  tenía  un  hospedaje  para  marineros,  que  pasaban  por  Corinto  en  sus  mo- 
vimientos navieros.  En  este  caso,  serían  de  los  muchos  que  no  eran  sabios,  ni  pode- 
rosos, ni  nobles,  a quienes  “Dios  escogió  para  avergonzar  a los  fuertes”  ( 1 Co  1 ,27). 
En  cualquier  caso,  podemos  suponer  que  entre  este  sector  humilde,  seguramente  re- 
presentado por  estos  informantes  extraoficiales  de  Pablo,  había  muchos  que  anhe- 
laban una  nueva  sociedad,  que  podían  muy  bien  imaginarla  como  el  Reino  de  Cris- 
to, quien  en  su  Parusía,  sometería  a todos  bajo  sus  pies  (1  Co  15,22-24). 

En  Cencreas,  el  puerto  Egeo  de  Corinto,  la  ministro  ( diakonon ) de  la  ekklesia 
era  una  mujer  de  nombre  Febe  (Rm  16,1).  Esta  sería  una  de  las  ekklésiai  en  las  casas 
que  se  reunirían  en  asamblea  ocasionalmente  en  la  casa  de  Gayo  en  Corinto  o en  al- 
gún lugar  al  aire  libre.  El  hecho  de  que  Pablo  la  recomiende  a los  romanos  en  su  asun- 
to {pragmati , Rm  16,2)  sugiere  que  era  una  mujer  que  viajaba  por  sus  negocios,  pro- 
bablemente una  comerciante.  Nos  podemos  imaginar  los  obstáculos  que  enfrentaría 
una  mujer  emprendedora  de  este  tipo,  en  un  mundo  dominado  por  varones.  Y también, 
nos  podemos  imaginar  que  sería  una  candidata  perfecta  para  la  red  de  asambleas  al- 
ternativas que  Pablo  estaba  montando.  Su  nombre  femenino,  de  uno  de  los  dioses 
principales  del  panteón  tradicional  griego,  sugiere  su  origen  griego  pagano. 

Quizás  el  nombre  más  sorprendente  del  movimiento  en  Corinto  es  Erasto,  “el 
tesorero  ( oikonomos ) de  la  ciudad”.  Theissen  hace  una  investigación  amplia  de  este 
título,  y de  la  inscripción  en  latín  que  se  encontró  en  Corinto  con  este  nombre.17  Con- 
cluye que,  no  siendo  éste  un  nombre  común  en  la  época,  es  probable  que  el  Erasto 


Theissen,  Sociología,  págs,  195-205. 


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JORGE  PIXLEY,  Los  Primeros  Seguidores  de  Jesús  en  Macedonia  y Acaya 


de  la  comunidad  Jesús-paulina,  sea  el  mismo  que  se  menciona  como  donante  de  un 
enlosado,  en  gratitud  por  su  nombramiento  como  edil.  Como  oikonomos  designa  un 
oficio  menor  que  el  de  edil  (cargo  principalísimo  en  la  ciudad)  habría  que  pensar,  que 
cuando  Pablo  escribe  su  carta,  Erasto  no  había  alcanzado  aún  la  cúspide  de  su  carre- 
ra pública.  Hay  mucho  de  suposición  en  esta  línea  de  argumentación  que,  sin  duda, 
es  posible.18  Es  muy  difícil  entender  cómo  un  hombre  de  esta  importancia  pudiera  ser 
parte  de  un  movimiento  contestatario,  y prefiero  suponer  que  su  cargo  era  uno  de  me- 
nor rango,  y que  el  edil  que  contribuyó  con  el  enlosado  era  otro  Erasto.19 

Fortunato  y Acaico  aparecen  como  compañeros  de  viaje  de  Estéfanas,  cuya 
venida  a Éfeso  con  una  carta  de  la  comunidad,  ha  alegrado  al  organizador  de  la  ek- 
klesia  en  Corinto  (1  Co  16,17).  El  hecho  de  que  viajen  juntos,  puede  significar  que 
son  esclavos  o empleados  de  Estéfanas,  quien  es  jefe  de  una  familia/casa  (oikos). 
Como  personas  bajo  la  influencia  de  Estéfanas  le  siguen  en  su  adhesión  a este  nue- 
vo movimiento. 

Tercio,  quien  escribe  con  su  puño  la  carta  de  Pablo  a los  romanos,  es  obvia- 
mente una  persona  con  una  educación  por  lo  menos  básica  (Rm  16,22).  El  hecho  de 
que  añada  a la  carta  su  propio  saludo  indica  que  es  un  creyente  conocido  en  Roma, 
por  los  creyentes  de  ese  lugar.  Es  poco  lo  que  se  puede  derivar  de  su  labor  como 
amanuense,  acerca  de  su  posición  social  y sus  motivos  para  unirse  al  movimiento. 
Su  nombre  es  latino,  que  tampoco  nos  ayuda  mucho.  No  es  seguro  que  el  capítulo 
16  de  Romanos,  que  fue  escrito  desde  Corinto  sea  parte  integral  de  la  carta  que  con- 
cluye en  nuestras  Biblias,  pero  para  nuestros  fines,  no  interesan  los  destinatarios  si- 
no las  personas  del  lugar.  Hay  otros  de  los  cuales  sólo  tenemos  los  nombres,  Lucio 
y Cuarto  (nombres  latinos)  y Sosípater  (nombre  griego)  (Rm  16,21  y 23). 

De  los  asistentes  de  Pablo  en  su  trabajo  organizativo  en  Corinto,  ya  conoci- 
mos a Timoteo,  quien  no  aparece  más  que  con  un  saludo  (Rm  16,21),  aunque  Lu- 
cas en  su  relato  lo  hace  compañero  de  Pablo  en  su  laboren  Corinto  (Hch  17,14-15; 
18,5).  Un  rol  activísimo  juega  un  tal  Tito,  quien  funciona  como  enviado  de  Pablo  a 
los  corintios,  durante  su  amarga  disputa  con  ellos,  una  especie  de  embajador  con  la 
función  de  limar  asperezas  (2  Co  2,13;  7,6.13-14).  Pablo  alaba  sus  dotes  y afirma 
su  confianza  en  Tito  (2  Co  8,16.22-24).  Pero  no  era  natural  de  Corinto,  como  tam- 
poco Sostenes,  quien  solamente  aparece  en  el  título  de  1 Corintios  como  asociado 
con  Pablo  en  su  carta  (1  Co  1,1). 

Y,  ¿qué  esperaban  estas  personas  y sus  hermanos/as  de  Corinto  del  movi- 
miento de  Jesús  y Pablo  al  cual  se  habían  unido?  Antes  de  emprender  un  intento  de 
respuesta,  es  preciso  reconocer  que  dependemos  exclusivamente  de  las  cartas  de  Pa- 
blo para  la  respuesta,  y que  estas  cartas  nos  dicen  más  de  las  intenciones  de  Pablo, 
que  de  las  expectaciones  de  los  corintios.  Sin  embargo,  Pablo  está  reaccionando  a 
informes  que  ha  recibido  de  Corinto,  y de  sus  reacciones  es  posible  recuperar  algo 
de  los  propósitos  de  los  corintios.  Pasamos  a intentarlo. 

Los  primeros  dos  capítulos  de  1 Co  se  dedican  a combatir  actitudes,  de  quie- 
nes pretenden  hacerse  grandes  con  el  evangelio  que  Pablo  les  presentó.  Esto,  dice 


^ Foulkes,  Problemas  pastorales,  pág.  88,  parece  inclinarse  a aceptar  el  argumento  de  Theissen. 

' ^ Sin  duda,  Erasto  es  un  problema  para  la  lectura  del  movimiento  de  Pablo  que  estamos  haciendo. 
Indica,  no  que  la  perspectiva  sea  falsa,  sino  que  hubo  sectores  en  la  ekklésia  de  Corinto  que  no  parti- 
cipaban de  la  perspectiva  contestataria  de  Pablo  aún  cuando  compartieran  su  visión  escatológica. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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Pablo,  no  es  lo  que  él  quiso  decir,  “pues...  cuando  les  anuncié  el  misterio  de  Dios 
no  quise  saber  nada  sino  de  Jesús  Cristo  y a él  crucificado”  (2,1-2).  El  propósito  de 
Pablo  fue  lo  que  nosotros  hoy  llamaríamos  religioso,  declarar  el  misterio  de  Dios. 
Sin  embargo,  contrario  a lo  que  entendieron  algunos,  este  misterio  se  manifestó  en 
la  crucifixión  de  Jesús  — no  la  muerte  simplemente,  sino  la  crucifixión — . Sigue  Pa- 
blo explicando  lo  que  él  entiende,  “hablamos  la  sabiduría  de  Dios  oculta  en  el  mis- 
terio,..., la  cual  los  gobernantes  de  este  mundo  no  entendieron  (si  lo  hubieran  enten- 
dido no  hubieran  crucificado  al  Señor  de  la  gloria)”  (1  Co  2.7-8).  Para  Pablo,  y sin 
duda  para  todos  los  creyentes  en  Corinto,  el  misterio  del  Evangelio  es  una  amena- 
za, ante  la  cual  reaccionan  con  la  represión  los  gobernantes  terrenales.20 El  mensaje 
de  Pablo  era  que  Jesús,  el  Cristo,  reinaría  hasta  entregarlo  todo  a su  Padre  Dios  (1 
Co  15,23-28).  Es  un  mensaje  escatológico  — religioso,  diríamos  nosotros — pero 
Pablo  lo  percibe  como  hostil  a las  autoridades,  que  por  eso  crucificaron  a Jesús.  Po- 
demos suponer,  sin  peligro  de  equivocamos,  que  Erasto,  el  tesorero  de  la  ciudad,  y 
Gayo,  el  creyente  con  la  casa  grande,  lo  interpretaron  de  otra  manera,  más  “espiri- 
tual”. Ambos  grupos  representan  corrientes  genuinas  en  la  ekklésia  de  Corinto.  Pa- 
ra unos,  Pablo  predicaba  una  nueva  religión  que  tenía  que  ver  con  el  cielo  y el  fin 
del  mundo,  pero  él  y los  que  le  seguían  más  de  cerca,  como  Tito  y los  de  Cloe, 
creían  que  estaban  cambiando  con  este  misterio  de  Dios,  la  manera  de  organizar  la 
vida  social  en  el  imperio,  cuando  predicaban  la  Parusía  de  Cristo  y organizaban  una 
red  de  comunidades,  que  se  sustraían  al  clientelismo  dominante. 

No  es  posible  en  este  ensayo,  explorar  las  muchas  evidencias,  que  revela  la 
correspondencia  corintia  de  Pablo,  de  sus  esfuerzos  por  superar  las  divisiones  de 
clase  que  penetraban  dentro  de  la  misma  ekklésia.  Mencionaremos  rápidamente  al- 
gunas cosas.  Toda  la  discusión  sobre  la  carne  sacrificada  a los  ídolos  en  1 Co  8-10, 
no  se  entiende  si  no  comprendemos  que  la  única  carne  que  comían  los  pobres  era  la 
que  se  repartía  en  las  fiestas  de  los  dioses  de  Corinto,  comenzando  con  el  cumplea- 
ños del  emperador.  Aunque  Pablo  no  reconoce  la  realidad  de  estos  dioses  (8,4)  y 
concede  a los  ricos,  que  no  es  ilegítimo  comer  carne,  sin  preguntar  por  su  proceden- 
cia (10,27),  su  gran  interés  es  por  los  que  no  comen  carne  diariamente.  Los  creyen- 
tes comen  un  mismo  pan  que  es  comunión  con  el  cuerpo  de  Cristo,  y no  pueden  des- 
truir la  comunión  participando  en  la  carne  sacrificada  a los  ídolos  (10,14-22).  Lo 
más  importante  es  preservar  la  unidad  de  la  ekklésia  de  Cristo  en  Corinto:  “Tengan 
cuidado  que  su  libertad  no  sea  tropiezo  para  los  débiles”  (8,9). 

El  mismo  problema  se  presenta  en  las  reuniones  generales,  que  de  vez  en 
cuando,  tienen  las  células  domésticas  de  creyentes  en  Corinto.21  ¿Cómo  es  posible 


20  El  término  gobernantes,  arjontes  en  griego,  fue  interpretado  por  Bultmann  y otros  como  una  refe- 
rencia a seres  malignos  espirituales,  como  los  que  se  mencionan  en  Ef  6,12  [donde  el  término  que  se 
usa  es  otro,  arjai].  Foulkes,  Problemas...,  págs.  99-100,  da  los  argumentos  en  contra  de  esta  interpre- 
tación. Efesios  es  probablemente  deuteropaulino  y refleja  una  evolución  posterior.  En  uso  corriente,  el 
término  arjontes  se  refiere  a los  gobernantes  políticos. 

21  Corinto  era  una  ciudad  grande  y hubo  muchos  que  creyeron  en  “el  evangelio  de  Pablo”.  Se  reunían 
en  casas  en  diferentes  sectores,  como  la  comunidad  que  se  reunía  en  la  casa  de  Febe  en  Cencreas.  Pe- 
ro, de  vez  en  cuando,  toda  “la  ekklésia  de  Corinto”  se  congregaba  en  un  lugar,  quizás  la  casa  de  Ga- 
yo, para  celebrar  la  Cena  del  Señor.  De  estas  asambleas  habla  Pablo  en  ICo  11.  Sobre  este  tema  véa- 
se el  libro  de  Vincent  Brannick,  A igreja  doméstica  nos  escritos  de  Paulo  (Sao  Paulo:  Paulus,  1994), 
del  cual  hay  una  reseña  en  este  RIBLA. 


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JORGE  PIXLEY,  Los  Primeros  Seguidores  de  Jesús  en  Macedonia  y Acaya 


que  algunos  lleguen  temprano  con  mucha  comida  y se  harten,  mientras  que  los  (po- 
bres) que  llegan  más  tarde  pasen  hambre?  (1 1,20)  Lo  que  hacen  cuando  actúan  de 
esta  forma  insolidaria,  es  comer  y beber  su  propio  juicio  (1 1,29).  Este  pasaje  (1  Co 
1 1,17-34)  refleja  tanto  la  preocupación  de  algunos,  entre  ellos  Pablo,  por  crear  una 
red  alternativa  donde  se  viva  la  solidaridad,  como  la  existencia  de  algunas  células 
en  Corinto  dominadas  por  creyentes,  que  no  daban  importancia  a la  solidaridad  y 
podían  acercarse  a Dios  en  la  Eucaristía,  sin  tener  que  acercarse  a sus  hermanos/as. 

Otro  tema  muy  importante  para  el  sector  de  Pablo,  eran  las  manifestaciones 
del  Espíritu,  de  tal  forma  que  Pablo  puede  identificar  el  creer  en  Jesús,  recibir  el 
Evangelio  y recibir  el  Espíritu  (Gn  3,2),  y puede  asegurar  que  su  entrada  a Corinto 
no  fue  con  sabiduría  sino  con  “demostración  del  Espíritu”  (1  Co  2,4).  1 Co  12-14 
se  escriben  en  respuesta  a una  pregunta  sobre  esto,  como  se  ve  por  1 2, 1 . El  proble- 
ma es  que  algunos  están  dando  espectáculo  de  sus  poderes  espirituales,  y están  co- 
rrompiendo el  buen  flujo  de  las  asambleas.  Pablo,  el  organizador,  depende  de  las 
manifestaciones  espirituales  como  evidencia  del  “poder  de  Dios”  (1  Co  2,2),  pero 
pone  por  encima  de  estas  manifestaciones  la  edificación  de  la  asamblea.  De  ahí  que 
prefiera  que  el  Espíritu  se  manifieste  en  profecías  que  edifiquen  al  conjunto,  y no 
solamente  en  “lenguas”  que  edifican  apenas  a quien  las  habla  (1  Co  14,4). 

La  carta  que  se  conserva  en  2 Co  10-13  refleja  un  profundo  conflicto  al  inte- 
rior de  la  ekklésia  de  Corinto,  sobre  el  asunto  de  las  manifestaciones  extraordinarias 
del  Espíritu  de  algunos  apóstoles  que  llegaron  después  de  que  Pablo,  el  fundador, 
se  había  ido  a fundar  otras  ekklésiai  en  otras  ciudades.  Para  Pablo,  las  manifestacio- 
nes del  Espíritu  que  él  mostró,  eran  para  la  “edificación  de  Uds.”  (2  Co  10,8),  mien- 
tras que  los  “superapóstoles”  que  han  llegado,  lo  hacen  para  gloriarse  entrando  en 
“territorio  ajeno”  (2  Cro  10,16).  Llegan  con  cartas  de  recomendación  (2  Co  3,1), 
traen  credenciales  de  su  abolengo  hebreo  (2  Co  1 1 ,22-23),  y dan  demostraciones  de 
oratoria  (11,4-6)  y de  visiones  en  el  Espíritu  (12,1).  Para  Pablo,  la  autoridad  del 
apóstol  de  quien  fue  crucificado,  es  su  flaqueza,  que  deja  que  Dios  se  manifieste  en 
medio  de  sus  sufrimientos  (11,21-33). 

Por  esta  carta  se  revela  que  el  fundador  se  siente  herido  porque  sus  hijos  es- 
pirituales se  han  dejado  deslumbrar  por  apóstoles,  que  tienen  otro  tipo  de  evangelio 
que  exalta  la  pirotécnia  del  Espíritu.  Cuando  esto  sucede,  siempre  se  quedan  fuera 
los  que  no  pueden  demostrar  las  mismas  proezas,  y la  comunidad,  que  para  Pablo  y 
su  grupo  es  esencial,  sale  perdiendo.  Poco  podemos  saber  acerca  de  los  grupos  que 
prefirieron  los  “superapóstoles”  al  bajo  perfil  de  Pablo.  Si  tuviéramos  una  carta  de 
uno  de  ellos  podríamos  evaluar  mejor  los  ataques  tan  violentos  de  Pablo.  Lo  que  se 
puede  decir,  sin  duda,  es  que  en  Corinto,  ya  a meses  de  la  fundación  de  la  ekklésia 
bajo  la  conducción  de  Pablo,  existían  células  que  buscaban  sabiduría  y proezas  del 
Espíritu,  más  que  la  creación  de  vida  comunitaria  alternativa,  como  la  que  promo- 
vían Pablo  y sus  asociados. 

Terminamos  esta  rápida  pasada  por  la  dinámica  interna  de  la  asamblea  de  Co- 
rinto, con  un  vistazo  a la  ofrenda  por  los  santos  de  Jerusalén,  que  se  menciona  en  1 
Cró  16,1-3  y en  dos  cartas  que  se  conservan  parcialmente  en  2 Co  8 y 9.  Esta  co- 
lecta de  dinero  en  Galacia,  Asia,  Macedonia  y Acaya,  para  auxiliar  a los  creyentes 
necesitados  de  Jerusalén,  es  sumamente  reveladora  del  movimiento  que  Pablo  diri- 
gía en  este  vasto  territorio.  Es  completamente  inusual  dentro  del  Imperio  Romano, 
que  los  pobres  de  una  región,  manden  auxilio  a quienes  padecen  extrema  necesidad 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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en  otra  región,  aún  cuando  no  exista  nexo  de  familia  o nación  entre  ellos.  La  visión 
de  estos  creyentes  era  muy  amplia.  Estaban  participando  en  un  movimiento,  que 
abarcaba  todo  el  imperio,  por  lo  menos  en  potencia.  Era  el  movimiento  de  Dios, 
preparando  la  Parusía  gloriosa  del  Hijo  de  Dios,  y esta  visión  desde  la  perspectiva 
de  Dios  permitió  una  visión  global  que  asombra  en  un  pequeño  y nuevo  movimien- 
to religioso-social. 

Según  la  carta  contenida  en  2 Cro  8,  las  ekklésiai  de  Macedonia  se  habían 
adelantado  con  entusiasmo,  desde  las  profundidades  de  su  pobreza,  a participar  en 
este  servicio  para  los  santos  en  su  aflicción  (2  Cro  8,1-4).  La  ekklésia  de  Corinto  te- 
nía, obviamente,  recursos  mucho  mayores  que  las  de  Macedonia,  donde  no  se  ha- 
bían reclutado  personas  de  las  capas  sociales  más  pudientes,  tal  y como  se  hizo  en 
Corinto.  En  1 Cro  16  Pablo  se  refiere  a las  ekklesiai  de  Galacia  como  ejemplo  para 
los  corintios.  Se  trata,  pues,  de  una  verdadera  red  de  solidaridad  desde  la  base  de  la 
sociedad,  algo  insólito  en  este  imperio,  donde  todo  estaba  integrado  por  un  cliente- 
lismo  vertical.22 

No  era  solamente  cuestión  de  compartir  en  armonía  las  Cenas  del  Señor  o los 
cultos  espirituales,  dentro  de  Corinto.  Pablo  esperaba  que  sintieran  un  amor,  que 
abarcara  a todos  los  creyentes  en  todo  el  imperio,  y practicaran  una  solidaridad  con 
la  misma  amplitud.  No  sabemos  si  se  logró  una  respuesta  digna  de  la  ekklésia  en 
Corinto,  donde,  evidentemente,  no  todos  compartían  el  entusiasmo  de  los  fundado- 
res por  la  solidaridad.  Pablo  menciona  una  contribución  de  Acaya  en  Rm  15,26, 
aunque  Lucas  no  menciona  a nadie  de  Corinto  en  la  delegación  que  viajó  a Jerusa- 
lén  (Hch  20,4).  Hubo  respuesta  de  las  ekklesiai  de  Galacia,  de  Asia  y de  Macedo- 
nia, y parece  que,  con  las  presiones  que  Pablo  ejerció  por  medio  de  sus  cartas,  y de 
las  visitas  de  Tito,  por  lo  menos,  un  sector  de  la  ekklésia  de  Corinto  también  respon- 
dió. 

Hemos  de  damos  cuenta,  que  el  ideal  de  esta  red  de  comunidades  solidarias, 
no  se  pudo  concretar,  como  Pablo  y sus  más  allegados  seguidores  lo  soñaron.  El 
plan  de  Pablo  era  llevar  la  contribución  a Jerusalén,  y partir  de  allí  hacia  el  extremo 
occidental  del  imperio,  España,  pasando  por  Roma  (Rm  1 5,24-26).  Esto  en  una  car- 
ta a los  creyentes  romanos  (no  dice  ekklésia  de  Roma)  aparentemente  escrita  desde 
Corinto.23  En  esta  carta  a los  romanos,  expresa  su  temor  de  que  la  colecta  no  sea 
aceptada  de  buen  agrado  por  los  santos  de  Jerusalén  (Rm  15,31),  y,  a juzgar  por  el 
informe  que  nos  da  Lucas  en  Hch  21,  Pablo  no  fue  bien  recibido.24  Pablo  pudo  lle- 
gar a Roma  como  prisionero,  pero  no  sabemos  si  logró  su  intención  de  ir  a España. 


“ En  esta  interpretación  de  la  colecta  para  los  santos  difiero  de  la  interpretación  del  movimiento  de 
Jesús  y Pablo  por  Theissen  como  un  “patriarcalismo  de  amor”,  dependiendo  para  ello  de  Ernst 
Troeltsch.  Según  la  interpretación  de  Theissen  los  cristianos  no  pretendieron  alterar  las  estructuras  de 
la  familia  o de  la  sociedad  sino  integrarlas  en  relaciones  de  amor  donde  el  padre/esposo/amo  practica- 
ba el  amor  para  con  quienes  dependían  de  él,  los  hijos,  la  mujer  y los  esclavos.  En  este  esquema  de  je- 
rarquías suavizadas  por  el  amor  es  más  difícil  explicar  acciones  como  la  gran  colecta  para  los  y las 
hermanos/as  de  una  región  lejana  que  pasan  una  crisis. 

23  La  procedencia  corintia  de  la  Epístola  a los  Romanos  se  concluye  por  la  mención  de  creyentes  que 
son  de  esa  ciudad  en  los  saludos  finales  del  capítulo  16  y por  el  hecho  de  que  está  a punto  de  empren- 
der el  viaje  a Jerusalén. 

24  Lucas,  asombrosamente,  ni  menciona  que  el  viaje  de  la  delegación  que  menciona  en  Hch  20,4  fue- 
ra para  llevar  una  asistencia  de  las  ekklésiai  de  Asia  y otras  regiones  para  la  crisis  de  los  creyentes  de 


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JORGE  PIXLEY,  Los  Primeros  Seguidores  de  Jesús  en  Macedonia  y Acaya 


Después  de  las  cartas  de  Pablo  a los  corintios  en  los  años  50s,  no  volvemos 
a saber  más  de  ellos  hasta  la  carta  de  Clemente  de  los  años  90s.25  La  Primera  de  Cle- 
mente a los  Corintios,  se  escribe  con  ocasión  de  la  destitución  de  las  autoridades  an- 
cianas por  un  movimiento  de  jóvenes  creyentes.26  Clemente  condena  con  suma  se- 
veridad, esta  “impura  e impía  sedición  ( miaras  kai  anosiou  staseós )”  (1  Col  1,1),  la 
cual  atribuye  a envidia  (zélos,  jthonos).  La  palabra  clave  es  stasis,  rebelión,  sedi- 
ción, que  se  repite  muchas  veces  en  la  carta,  para  describir  los  sucesos  que  se  die- 
ron en  Corinto.  Su  raíz  es  la  envidia,  que  ha  llevado  a mujeres  a enajenarse  de  sus 
maridos,  como  también  “la  envidia  y la  contienda  ( zélos  kai  eris)  han  asolado  gran- 
des ciudades  y arrancado  de  raíz  grandes  naciones”  (6,3-4). 

Clemente  representa  claramente  esa  tendencia  en  la  iglesia  romana,  a poner 
la  autoridad  en  primer  lugar  y a exigir  sumisión  a ella  de  parte  de  los  demás.  Por 
ejemplo,  en  42,2:  “Cristo  de  parte  de  Dios,  y los  Apóstoles  de  parte  de  Cristo:  una 
y otra  cosa,  por  ende,  sucedieron  ordenadamente  por  voluntad  de  Dios”.  Y ellos,  los 
apóstoles  fueron  estableciendo  “inspectores  y ministros  ( episcopón  kai  diakonón ) 
de  los  que  habían  de  creer”  (42,4).  La  gravedad  de  la  situación  en  la  ekklesia  de  Co- 
rinto, según  Clemente,  es  que  revela  una  rebelión  contra  la  justa  autoridad  de  los  su- 
periores, es  rebelión  contra  el  buen  nombre  del  episcopado  (44,1).  “Felices  los  an- 
cianos que  nos  han  precedido  en  el  viaje  a la  eternidad,  los  cuales  tuvieron  un  fin 
fructuoso  y cumplido,  pues  no  tienen  ya  que  temer  que  nadie  los  eche  del  lugar  que 
ocupan”  (44,5).  “Los  que  fueron  causa  de  que  estallara  la  sedición,  sométanse  a sus 
ancianos...  Aprendan  a someterse  (mathete  hupotassein )”  (57, 1 -2).27 

¿Qué  provocó  esta  exhortación  autoritaria  contra  los  jóvenes  de  Corinto?  Pri- 
mero, necesitamos  observar,  que  nunca  Clemente  acusa  a los  rebeldes  de  herejía. 
No  es  cuestión  de  falsa  doctrina.  Lo  que  está  en  juego,  es  insubordinación  contra  los 
líderes,  antes  reconocidos  por  todos.  Si  hubiera  de  por  medio  teología  sospechosa, 
no  podemos  dudar  que  Clemente  la  hubiera  mencionado,  pues  ya  en  escritos  de  fin 
del  siglo  como  Colosenses  y las  Epístolas  y el  Apocalipsis  de  Juan,  se  ha  comenza- 
do la  disputa  contra  falsos  maestros.  La  suposición  más  natural  es,  que  un  lideraz- 
go carismático,  que  apela  al  Espíritu,  ha  cuestionado  el  liderazgo  tradicional  de  los 


Jerusalén.  No  quiere  narrar  un  fracaso,  pues  su  interés  es  mostrar  el  éxito  de  la  extensión  del  Evange- 
lio a todo  el  Imperio.  A pesar  de  ello,  su  relato  del  recibimiento  de  Pablo  por  Santiago  y los  creyentes 
de  Jerusalén  (Hch  21,17-25)  da  a entender  que  fue  mas  bien  un  desencuentro.  La  iglesia  de  Jerusalén 
no  parece  haberse  sentido  parte  de  una  red  amplia  de  asambleas  como  Pablo  y sus  colaboradores  se  lo 
imaginaban.  Querían  retener  sus  credenciales  nacionales  para  tener  un  papel  en  la  liberación  de  su 
país,  y esto  les  impidió  incorporarse  a esta  red.  Véase  el  artículo  sobre  Santiago  y la  iglesia  de  Jerusa- 
lén en  RIBLA  22. 

--  Esta  carta,  conocida  hoy  como  uno  de  los  escritos  de  los  Padres  Apostólicos,  da  como  remitente  “la 
iglesia  forastera  en  Roma”  y no  menciona  un  autor.  Sin  embargo,  Ireneo  y Dionisio  en  el  segundo  si- 
glo dan  el  nombre  de  Clemente  a su  autor.  Puede  verse  el  artículo  sobre  la  iglesia  de  Roma  en  este 
mismo  número  de  RIBLA  para  situarlo  como  la  expresión  de  solamente  un  sector  de  los  creyentes  de 
esa  ciudad. 

26  Existe  una  edición  bilingüe,  griego/español,  preparada  por  Daniel  Ruiz  Bueno,  Padres  apostólicos 
(Madrid:  BAC,  1950),  págs.  177-238. 

-2  Es  interesante  observar  la  manera  en  que  Clemente  se  refiere  al  evento  del  Gólgota  en  7,4,  “Fije- 
mos nuestra  mirada  en  la  sangre  de  Cristo,  y conozcamos  cuán  preciosa  es  a los  ojos  del  Dios  y Padre 
suyo,  pues,  derramada  por  nuestra  salvación,  alcanzó  gracia  de  conversión  para  todo  el  mundo”.  ¡Es- 
te autor  romano  no  piensa  en  crucifixión  sino  en  muerte,  no  en  la  cruz  sino  la  sangre  de  Cristo! 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BIBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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ancianos,  en  las  células  de  creyentes  en  Corinto.  Pablo  mismo,  el  fundador,  había 
afirmado  la  centralidad  del  Espíritu,  y los  jóvenes  que  destituyeron  a sus  mayores 
pueden  considerarse  sucesores  de  aquellos  que,  en  los  primeros  días,  apelaban  al 
Espíritu.  ¡Quizás  debemos  celebrar  la  idea,  de  que  el  Espíritu  aún  se  manifestaba  en 
la  ekklésia  multiforme  de  esta  gran  urbe,  a cincuenta  años  de  su  fundación! 

La  siguiente  evidencia  sobre  la  ekklésia  de  Corinto  viene  de  Dionisio,  obis- 
po de  Corinto  en  tiempos  del  principado  de  Marco  Aurelio  (161-180  d.C.).  Esto  se 
sale  un  tanto  del  marco  cronológico  de  este  No.  de  RIBLA  pero  tiene  el  valor  de  re- 
presentar ideas  de  creyentes  de  Corinto  y no,  como  el  caso  de  Clemente,  ideas  de 
un  extranjero  acerca  de  Corinto.  Nuestra  información  sobre  Dionisio  proviene  de 
Eusebio,  ( Historia  eclesiástica,  libro  IV,  capítulo  23).  Es,  por  lo  tanto,  información 
de  segunda  mano,  pero  Eusebio  hace  algunas  citas  de  las  cartas  de  Dionisio,  que  tie- 
nen gran  valor  histórico. 

Eusebio  nos  informa  que  Dionisio  era  obispo  en  Corinto,  aparentemente 
obispo  único  y no  uno  de  varios  obispos  (como  se  supone  en  la  Carta  de  Clemente, 
que  existían  según  el  texto  arriba  citado  de  1 C1  42,4).  Lo  interesante  de  Dionisio  es 
que  escribió  muchas  cartas  a los  creyentes  de  las  ekklésiai  de  otras  ciudades,  no  so- 
lo en  Acaya  (Atenas,  Macedomonios)  sino  también  en  Creta,  Roma  y el  Ponto.  Es- 
to supone  una  red  viviente  de  ekklésiai  en  distintas  partes  del  imperio,  aunque  la  in- 
formación que  suministra  Eusebio,  no  es  suficiente  para  saber  cómo  Dionisio  veía 
esta  red  dentro  de  la  sociedad  del  imperio.  En  su  carta  a los  romanos  y su  obispo, 
Sotero  reconoce  la  importancia  de  la  distribución  de  todo  género  de  bienes,  que  ha- 
ce esa  iglesia  a los  necesitados.  No  se  trata  de  una  ayuda  solidaria,  sino  de  una  obli- 
gación de  los  superiores  por  el  bienestar  de  los  inferiores,  importante  sin  duda,  pe- 
ro diferente  a lo  que  se  propusieron  los  fundadores  de  estas  ekklésiai. 

Parece,  pues,  que  para  fines  del  segundo  siglo  d.C.  en  la  ekklésia  de  Corinto, 
se  ha  impuesto  el  obispado  monárquico.28  Esto  supone  un  autoritarismo,  ajeno  a los 
esfuerzos  de  Pablo  y sus  compañeros,  pero  seguramente  presente  ya  en  tiempos  de 
Pablo,  en  algunas  de  las  células  domésticas  en  Corinto,  fomentado  por  otros  misio- 
neros que  llegaron  a esa  urbe.  La  tendencia  carismática  de  los  jóvenes  de  fines  del 
siglo  anterior,  parece  que  ha  salido  perdiendo.  Es  posible  que  sobreviviera  a escon- 
didas, pero  ya  con  Dionisio  se  ha  impuesto  una  autoridad  formal,  como  lo  soñó  Cle- 
mente para  los  corintios. 

2.3.  Filipos 

Entre  Corinto  y Filipos  hay  una  gran  diferencia,  tanto  en  términos  generales, 
como  dentro  del  plan  de  Pablo,  de  formar  una  red  de  comunidades,  que  esperan  la 
Parusía  del  Señor.  Ambas  son  colonias  romanas,  pero  Corinto  fue  una  gran  ciudad 
comercial  y capital  de  provincia,  mientras  que  la  única  importancia  de  Filipos,  era 


Es  posible  que  la  posición  de  Dionisio  como  único  obispo  de  Corinto  sea  una  suposición  de  Euse- 
bio, como  lo  fue  en  Roma  (ver  artículo  sobre  Roma  en  esta  RIBLA).  O sea,  es  posible  que  hubiera 
otros  obispos  en  Corinto  además  de  Dionisio.  Sin  embargo,  Dionisio  supone  que  Sotero  es  el  único 
obispo  en  Roma  y lo  toma  como  natural.  Es,  pues,  probable  que  en  Corinto  prevaleciera  para  la  épo- 
ca la  misma  práctica  de  tener  un  solo  obispo. 


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JORGE  PIXLEY,  Los  Primeros  Seguidores  de  Jesús  en  Macedonia  y Acaya 


que  estaba  en  un  valle  fértil,  sobre  un  camino  que  no  estaba  en  buenas  condiciones 
y tenía  poco  uso  durante  el  primer  siglo. 

Quienquiera  lea  la  carta  de  Pablo  a los  filipenses,  después  de  leer  su  corres- 
pondencia para  los  corintios,  observa  una  dramática  diferencia  de  estilo.  La  ekklé- 
sia  de  Corinto  es  grande  y está  dispersa.  Su  comprensión  del  proyecto  mundial  de 
Pablo  y su  lealtad  a ella  es  dudosa.  Hay  líderes  importantes,  que  no  comparten  la 
visión  alternativa,  que  vimos  con  los  tesalonicenses,  y se  han  movido  en  Corinto 
otros  misioneros,  con  interpretaciones  divergentes  del  Evangelio.  En  Filipos,  en 
cambio,  Pablo  tiene  la  lealtad  incondicional  de  la  comunidad.  Su  carta  respira  con- 
fianza. Filipos  estaba  más  retirado  del  comercio  que  fluía  por  el  mar,  y seguramen- 
te no  habían  llegado  otros  líderes  a plantear  visiones  diferentes  al  “evangelio  de  Pa- 
blo”. Corinto  era,  como  ciudad  y como  ekklésia  más  importante  en  todo  sentido,  pe- 
ro también  más  problemática. 

La  figura  más  importante  en  la  carta  es  Epafrodito,  el  mensajero  que  los  fili- 
penses mandaron  con  un  donativo  a Pablo  que  estaba  encarcelado.20  Su  nombre  es 
griego  e incluye  el  nombre  de  la  diosa  del  amor.  Afrodita.  Es  probable  que  fuera  ma- 
cedonio.  Su  viaje  a Éfeso  (o  al  lugar  de  la  prisión  de  Pablo)  no  significa  que  fuera 
rico,  porque  iba  por  la  asamblea,  con  un  encargo  de  la  asamblea  y parece  natural 
que  la  asamblea  costeara  sus  gastos. 

Lucas  menciona  una  mujer  judía,  con  la  cual  Pablo  y sus  compañeros  se  ha- 
brían hospedado,  Lidia  de  Tiatira.  Lidia  era,  dice  Lucas,  vendedora  de  púrpura  (Hch 
16,14:  porfyropolis).  Se  supone  usualmente  por  los  comentaristas,  que  era  una  mu- 
jer rica,  ya  que  la  púrpura  más  conocida,  se  preparaba  de  la  tinta  roja  oscura  de  un 
animal  marino,  y el  proceso  de  su  producción  era  costoso.  Sin  embargo,  también 
nos  informa  Lucas,  que  Lidia  procedía  de  Tiatira,  lugar  donde  se  producía  un  tinte 
de  púrpura  a base  del  jugo  extraído  de  la  raíz  de  una  planta.  Esta  tintura  de  textiles 
no  era,  como  la  púrpura  marina,  un  artículo  de  lujo.30  Siendo  ella  de  Tiatira,  es  na- 
tural suponer  que  su  negocio  era  el  tejido  y venta  de  telas  teñidas  con  esta  tinta.  En 
este  caso,  su  casa  podría  ser  el  taller  donde  ejercía  su  oficio  junto,  seguramente,  con 
otras  personas  que,  con  mucha  probabilidad,  serían  como  ella,  mujeres.  Eran,  como 
Pablo,  artesanas  y estarían,  como  tales,  predispuestas  a recibir  un  mensaje  de  inde- 
pendencia de  los  controles  clientelistas  y también  patriarcales,  que  prevalecían  en 
la  sociedad  de  su  entorno.  No  deja  de  ser  llamativo  que  esta  mujer  judía  fuera  líder 
de  la  oración  de  un  grupúsculo  de  inmigrantes  judíos  en  un  pueblo  romano/mace- 
donio,  que  no  alcanzaba  a formar  una  sinagoga  que  tuviera  su  local  propio  con  su 
arjisunagogos. 

Pablo  adjunta  a Timoteo,  ayudante  que  ya  conocemos,  en  la  autoría  de  esta 
carta  a los  filipenses  (Flp  1,1),  y también  declara  su  intención  de  enviarlo  a Filipos 
para  traerle  informes  (Flp  2,19).  En  una  declaración  fuerte  de  confianza  en  él,  Pa- 


-9  Los  comentaristas  difieren  en  cuanto  al  lugar  desde  cuya  cárcel  Pablo  mandó  su  carta  a los  filipen- 
ses.  Los  candidatos  son  Roma,  Cesárea  y Éfeso.  Aunque  no  tenemos  informes  sobre  su  encarcelamien- 
to en  Éfeso,  es  de  las  tres  posibilidades  la  única  que  permite  el  intercambio  de  informes  que  la  carta 
supone.  Entre  Filipos  y Cesárea  o Filipos  y Roma  las  distancias  eran  demasiado  grandes  y el  viaje  muy 

lanrg0- 

Ver  la  discusión  técnica  en  el  artículo  de  Ivoni  Richter  Reimer,  “Reconstruir  historia  de  mujeres: 
Reconsideraciones  sobre  el  trabajo  y estatus  de  Lidia  en  Hechos  16”,  RIBLA  4 (1989),  47-64. 


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blo  también  deja  ver  su  decepción  con  otros,  y piensa  quizás  en  sus  amargas  expe- 
riencias recientes  con  los  corintios. 

En  4,2  el  misionero  y pastor  llama  la  atención  a dos  mujeres,  Evodia  (“buen 
camino”)  y Síntique  (“suertera”),  dando  a entender  que  hubo  disputas  entre  ellas.  El 
llamado  de  atención  es  suave,  sin  embargo,  pues  acto  seguido  reconoce  que  “com- 
pitieron ( sunéthlésan ) junto  conmigo”  (4,3),  ellas  junto  con  Clemente  y otros  “cu- 
yos nombres  están  en  el  libro  de  la  vida”.  En  esta  breve  lista  de  nombres,  llama  la 
atención  el  predominio  de  mujeres.  ¿Habrán  sido  Evodia  y Síntique  compañeras  de 
trabajo  de  Lidia  en  el  negocio  del  teñido  de  textiles?  No  lo  sabemos,  pero  explica- 
ría el  predominio  en  la  ekklésia  de  Filipos  de  los  nombres  de  mujeres. 

Si  podemos  utilizar  la  historia  de  Lucas,  sobre  la  liberación  de  Pablo  y sus 
compañeros  de  la  cárcel  de  Filipos  tendríamos  que  añadir  a la  lista  de  integrantes  de 
la  ekklésia  del  pueblo,  al  carcelero,  que  aceptó  la  predicación  del  Evangelio  junto 
con  su  familia  (Hch  16,33).  Quisiéramos  pensar  que  en  vista  de  su  incorporación  a 
la  ekklésia,  abandonó  su  cargo  en  el  gobierno,  un  cargo  menor,  pero  siempre  uno 
que  le  comprometía  con  la  superestructura  romana.  ¿Sería  él  acaso,  el  Epafrodito 
que  fue  a visitar  a Pablo  en  otra  cárcel?  Todo  esto  no  pasa  de  ser  especulación. 

Si  ahora  dirigimos  la  atención  a los  contenidos  de  la  carta  de  Pablo  a los  fili- 
penses,  llama  la  atención  que  Pablo  recibiera  sin  escrúpulos  la  ayuda  económica 
que  le  mandaban  a la  cárcel,  como  también  que  se  haya  hospedado  con  Lidia  (esto 
según  el  testimonio  de  Lucas;  no  lo  tenemos  de  su  propia  pluma).  Parece  legítimo 
combinar  esto,  con  lo  que  Pablo  escribió  en  2 Co  8,1-4  acerca  de  la  generosidad  de 
las  asambleas  de  Macedonia  “desde  la  profundidad  de  su  pobreza”.  Si  ellas  eran  po- 
bres, Pablo  podía  aceptar  su  generosidad,  sin  temor  de  caer  en  dependencias,  como 
las  que  rechazó  en  Corinto.  Su  ofrenda  al  misionero  preso  era  un  acto  de  solidari- 
dad, como  la  que  Pablo  promovía  en  todas  sus  ekklésiai.  No  solamente  es  aceptable 
el  don  que  trajo  Epafrodito,  es  “un  olor  suave,  un  sacrificio  aceptable”  (4,18). 

Si  ahora  regresamos  a 2 Co  8,1-4  podemos  ver  que  los  macedonios  fueron  los 
más  prestos  a ofrendar  para  las  necesidades  de  los  santos.  Si  nuestra  interpretación 
de  la  obra  misionera  de  Pablo  es  correcta,  habrían  entendido  la  importancia  de  la  red 
de  comunidades  solidarias  de  pobres,  que  se  apoyarían  entre  sí,  mientras  esperaban 
la  venida  de  su  rey  y el  juicio  de  los  reyes,  que  actualmente  gobernaban  en  el  mun- 
do. Con  ellos,  Pablo  estaba  entusiasmado.  Tenían,  juntamente  con  Pablo,  su  “ciuda- 
danía en  el  cielo,  de  donde  esperaban  la  Venida  de  su  Salvador  Jesús  Cristo”  (3,20). 

Existe  una  evidencia  indirecta  de  la  ekklésia  de  Filipos,  que  es  la  carta  que 
les  dirige  Policarpo,  obispo  de  Esmima,  como  secuela  de  la  visita  que  ha  tenido  de 
Ignacio,  quien  pasa  por  el  puerto  de  Esmima  preso,  rumbo  a su  ejecución  en  Ro- 
ma.31 Si  la  carta  es  de  una  pieza,32  se  le  puede  poner  fecha  por  su  capítulo  13,  que 
menciona  el  encargo  de  Ignacio  de  enviar  un  mensaje  a Antioquía  y la  petición  de 


'l  i 

J1  Una  edición  bilingüe  griego/español  de  esta  carta  se  encuentra  en  Daniel  Ruiz  Bueno,  Los  padres 
apostólicos  (Madrid:  BAC,  1950),  págs.  661-671. 

El  problema  de  la  integridad  de  esta  carta  se  debe  a su  transmisión  accidentada,  pues  el  manuscri- 
to griego  termina  en  medio  de  una  oración  de  9,2,  y los  capítulos  10  a 14  se  conocen  por  una  traduc- 
ción al  latín  y una  cita  de  casi  todo  el  capítulo  13  en  Eusebio  H.E.  III. 36.  Parece,  con  todo,  una  sola  y 
única  carta. 


80 


JORGE  PIXLEY,  Los  Primeros  Seguidores  de  Jesús  en  Macedonia  y Acaya 


los  filipenses,  que  se  les  remitan  copias  de  las  cartas  que  Ignacio  envió  desde  Es- 
mima,  más  la  petición  de  remitir  cualquier  informe  sobre  la  suerte  de  Ignacio.  Es 
decir,  recién  ha  pasado  por  la  zona,  y no  hay  aún  noticias  sobre  su  martirio  en  Ro- 
ma, el  desenlace  esperado  de  este  viaje  se  da  aproximadamente  el  1 15  d.C.  Se  tra- 
ta, entonces  de  una  carta  a los  filipenses  del  año  116  d.  C.  aproximadamente  desde 
la  ciudad  portuaria  de  Esmima  en  Asia,  no  muy  lejos  de  Éfeso. 

De  esta  carta  podemos  extraer  un  dato,  que  refleja  conocimiento  de  los  acon- 
tecimientos en  Filipos,  el  lamento  de  Policarpo  sobre  la  avaricia  del  anciano  Valen- 
te  (cap  11,  solamente  preservado  en  latín).  Dice  textualmente,  “Sobremanera  me 
contrista  el  caso  de  Valente,  que  un  tiempo  perteneció  a los  ancianos  entre  ustedes, 
pues  hasta  tal  punto  desconoce  el  lugar  que  le  fue  concedido.  Les  amonesto,  pues, 
que  se  abstengan  de  la  avaricia  y sean  castos  y veraces”  (traducción  de  Daniel  Ruiz 
Bueno).  Recuerde  el  lector  la  pobreza  de  Filipos.  Aquí  se  trata,  según  parece,  de  un 
caso  de  deshonestidad,  de  un  tesorero  de  la  comunidad.  Es  cierto  que  los  hallazgos 
arqueológicos  sugieren,  que  desde  el  tiempo  de  Trajano  (98-117  d.C.)  la  suerte  de 
Filipos  mejoró,  y se  hicieron  construcciones  públicas.  Es  probable,  pues,  que  la  po- 
breza de  los  miembros  de  la  comunidad,  no  fuera  ya  tan  profunda  como  sesenta 
años  antes.  Lo  cual  significa  también  que  las  tentaciones  del  “mundo”  aumentarían 
y no  debemos  sorprendemos,  de  que  un  hermano  haya  caído  en  la  avaricia. 

Por  otro  lado,  parece  que  la  democracia  del  movimiento  que  Pablo  fundó,  se 
ha  mantenido.  Ignacio,  a quien  aprecian  tanto  los  filipenses  como  los  esmimiotas, 
promueve  con  la  autoridad  que  le  da  ser  un  mártir  “infieri”,  la  unidad  de  las  ekklé- 
siai  en  tomo  a un  solo  obispo.  Ignacio  ve  en  Policarpo  y la  organización  de  la  ek- 
klésia  de  Esmima,  el  modelo  como  debe  ser  un  obispo  que  está  atento  a todo  lo  que 
pasa  en  todas  las  células  cristianas  de  su  ciudad,  y sin  el  cual  no  se  hace  nada  de  im- 
portancia (en  particular  menciona  la  Cena  del  Señor  y los  matrimonios,  Ignacio  a 
Policarpo  4,1-2;  5,2;  Ignacio  a Esmimiotas  8,1).  Dado  que  este  modelo  se  ha  im- 
puesto en  esta  ekklésia  que  es  más  joven  y no  fue  fundada  por  Pablo,  es  llamativo 
que  Policarpo  no  mencione  un  obispo  en  Filipos.  Podemos  estar  seguros  que  no 
existía  esa  figura  y que  la  comunidad  estaba  dirigida  por  ancianos,  de  los  cuales  fue 
parte  Valente,  antes  de  su  caída  en  tentación.  En  esto  los  cristianos  filipenses  son 
fieles  al  modelo  propuesto  por  Pablo. 

Hay  otro  elemento  notable  que  se  desprende  de  la  carta  de  Policarpo:  Los  fi- 
lipenses siguen  pensando  en  una  red  de  comunidades.  Si  lo  mostraron  en  los  años 
50s,  con  su  generosa  ofrenda  para  los  santos  de  Jerusalén  y en  sus  ofrendas  para  el 
preso  Pablo,  ahora  lo  demuestran  con  su  interés  por  Ignacio,  por  Antioquía  y por 
Esmima.  Con  su  carta,  Policarpo  les  está  mandando  copias  de  las  cartas  de  Ignacio 
a varias  iglesias,  cartas  que  ellos  habían  solicitado  (13,2). 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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3.  Las  Cartas  Pastorales 

Las  llamadas  Cartas  Pastorales,  dos  a Timoteo  y una  a Tito,  son  probable- 
mente, de  fines  del  primer  siglo  o principios  del  segundo,  después  de  Cristo.  Poli- 
carpo  parece  citar  a 1 Timoteo,33  lo  cual  daría  como  fecha  tope  el  115-116  d.C.  Se 
escriben  dentro  de  la  tradición  del  misionero  Pablo,  aunque  respiran  otro  ambiente 
teológico  y otra  estrategia  pastoral,  que  las  de  Pablo.  Es  de  suponer,  pues,  que  se  es- 
cribieron dentro  de  las  iglesias  paulinas  en  la  segunda  o tercera  generación  de  cre- 
yentes. Más  difícil  es  determinar,  el  lugar  de  procedencia  de  estas  cartas,  que  men- 
cionan lugares  en  Acaya  y en  Asia.  Se  trata,  pues,  de  la  cuenca  del  Egeo.  Estas  car- 
tas, que  pretenden  asumir  la  autoridad  de  Pablo,  en  su  testamento  pastoral,  repre- 
sentan una  de  las  corrientes  presentes  en  “sus”  iglesias,  unos  cuarenta  años  después 
de  la  actividad  fundadora  del  apóstol. 

Lo  más  llamativo,  es  el  énfasis  en  la  casa  presidida  por  el  padre,  como  la  uni- 
dad fundamental.  Para  ejercer  el  liderazgo  en  las  comunidades  se  debe  ser  varón, 
casado  una  sola  vez,  y tener  en  firme  dominio  su  casa  (1  Tm  3,1-7,  las  condiciones 
para  ser  obispo,  y 1 Tm  3,8-13,  las  que  se  requieren  para  ser  diácono,  que  se  le  pa- 
recen). La  casa  ( oikos ) es  una  estructura  jerárquica,  como  se  ve,  en  las  exhortacio- 
nes a los  esclavos,  que  sean  sumisos  a sus  amos  (1  Tm  6,1-3).  La  preocupación  del 
autor  es  que  la  iglesia,  que  él  llama  la  “Casa  de  Dios”  (1  Tm  3,15)  sea  un  espacio 
jerárquico  bien  ordenado.  La  cosa  no  pudo  ser  más  explícita,  “que  gobierne  [el  obis- 
po] bien  su  propia  casa  y mantenga  sumisos  a sus  hijos,  con  toda  dignidad;  pues  si 
alguno  no  es  capaz  de  gobernar  su  propia  casa  ¿cómo  podrá  cuidar  de  la  iglesia  de 
Dios?”  (1  Tm  3,4-5). 

Es  evidente  que  el  ideal  para  estas  iglesias  es  que  sus  líderes,  obispos  y diá- 
conos, sean  viudos  que  cuidaron  de  sus  hijos  y podrán  usar  con  los  hermanos  y las 
hermanas  la  misma  autoridad  que  usaron  con  su  finada  esposa,  y sus  hijos  ahora 
adultos.  Este  liderazgo  ofrece  buenas  posibilidades  para  que  se  mantenga  el  orden. 

Verdaderamente  escandaloso,  es  la  falta  de  solidaridad  que  se  muestra  hacia 
las  viudas,  en  las  instrucciones  para  Timoteo  sobre  ellas  (1  Tm  5,3- 1 6).  La  viuda  era 
una  especie  de  funcionaría,  en  las  iglesias  primitivas,  por  cuyo  sustento  la  comuni- 
dad se  responsabilizaba  (Hch  6,1).  La  preocupación  del  autor  de  las  pastorales,  es 
que  las  iglesias  asuman  responsabilidad,  solamente  por  las  viudas  de  verdad  (he  de 
ontós  jera , 1 Tm  5,5).  Para  ser  tomada  en  consideración,  debe  tener  no  menos  de 
sesenta  años  (una  verdadera  ancianidad  en  la  época),  haberse  casado  solo  una  vez, 
y haber  criado  bien  a sus  hijos  (1  Tm  5,9-10).  Se  deben  descartar  las  viudas  jóve- 
nes, y recomendarles  que  se  casen  y tengan  sus  propios  hijos.  ¡Es  decir  que  si  cum- 
plen con  esta  recomendación  nunca  estarán  en  condiciones  de  ser  viudas  de  verdad! 

Las  instrucciones  acerca  de  las  viudas,  revelan  que  no  rigen  criterios  de  soli- 
daridad, sino  de  mando.  Las  reservas  de  la  iglesia  se  deben  cuidar  y no  se  pueden 
repartir  a los  pobres,  sino  en  casos  de  extrema  necesidad  y únicamente  a personas, 
que  no  rompan  el  esquema  jerárquico  de  la  familia  grecorromana  modelo. 


^ Policarpo  a los  filipenses  4,1.  La  cita  de  1 Tm  6,10  puede  ser  un  dicho  popular.  Se  trata  del  “Prin- 
cipio de  todos  los  males  es  el  amor  al  dinero”,  citado  con  un  sentido  casi  igual,  pero  con  otro  vocabu- 
lario. Cita  Policarpo,  arjé  de  pantón  jalepón  filargyria.  El  dicho  en  1 Tm  dice,  jriza  gar  pantón  ton  ka- 
kón  estin  hé  filargyria.  La  diferencia  más  notable  es  “principio”  versus  “raíz”. 


82 


JORGE  PIXLEY,  Los  Primeros  Seguidores  de  Jesús  en  Macedonia  y Acaya 


De  acuerdo  con  esta  preocupación  por  el  orden  en  las  iglesias,  está  también 
la  preocupación  por  la  “sana  doctrina”  (1  Tm  1,10;  6,3;  2 Tm  1,13;  4,3;  Tt  2,8).  Pa- 
ra ello  se  le  aconseja  a Timoteo  “guardar  el  depósito,...  huyendo  de  las  antítesis  de 
la  falsa  ciencia,  con  la  cual  algunos  se  han  apartado  de  la  fe”  (I  Tm  6.20-21).  “Cui- 
da el  buen  depósito  que  por  el  Espíritu  Santo  habita  en  nosotros”  (II  Tm  1,14).  Ya 
la  fe  no  es  una  confianza  en  Dios  que  permitió  a Abraham  no  matar  (Jn  8,39-40)  y 
a Jesús  confiar  en  Dios  hasta  la  muerte.  Es  una  doctrina  que  dejaron  a las  comuni- 
dades los  fundadores,  y de  la  cual  los  líderes  deben  vigilar  para  que  no  se  aparten 
de  ella. 

Con  esta  gran  preocupación  por  el  orden  dentro  de  las  comunidades,  no  sor- 
prende que  se  aconseje  también  la  sujeción  a los  reyes  y otros  en  autoridad  (1  Tm 
2,1-4).  La  misión  de  las  iglesias  es  religiosa,  la  enseñanza  de  la  verdad  sobre  un  so- 
lo Dios,  y un  solo  mediador,  para  que  los  hombres  se  salven.  Siendo  esto  así,  se  de- 
be suplicar  que  haya  autoridades  que  preserven  la  paz,  para  que  las  iglesias  puedan 
llevar  a cabo  su  misión. 

¡Cuán  lejos  se  ha  quedado  de  la  red  de  comunidades  solidarias,  como  alter- 
nativa para  el  clientelismo  de  la  sociedad  romana!  En  las  cartas  paulinas  vimos  una 
esperanza  basada  en  la  parusía  del  Hijo  de  Dios,  Jesús  Cristo,  y la  próxima  ira  de 
Dios  contra  los  injustos.  Aquí  el  elemento  utópico/apocalíptico  se  reprime,  en  fun- 
ción de  una  plena  participación  en  la  sociedad  vigente,  para  poder  llevar  a cabo  la 
tarea  de  difundir  la  verdadera  religión. 

La  corriente  representada  por  las  Pastorales  estaba,  con  toda  seguridad,  pre- 
sente entre  algunos  sectores  de  las  ekklésiai  de  Acaya  y Macedonia  desde  un  prin- 
cipio. Si  no,  ¿cómo  explicar  la  presencia  de  personas,  como  Erasto  y Gayo  en  Co- 
rinto,  y el  buen  acogimiento  que  dieron  los  corintios  a los  apóstoles,  que  predica- 
ban un  evangelio  del  éxito?  No  debe  sorprendemos  que  estos  sectores  hayan  queri- 
do suavizar  el  evangelio  de  Pablo,  añadiendo  al  cuerpo  de  sus  escritos  los  que  en  su 
nombre,  proclamaron  una  espiritualización  (Colosenses  y Efesios)  o un  elogio  al  or- 
den jerárquico  (las  Pastorales). 

Conclusión 

Sin  duda,  Pablo  fue  un  apóstol  de  máxima  importancia,  en  el  seguimiento  del 
camino  propuesto  por  Jesús  en  Galilea,  un  camino  alternativo  en  Galilea  a la  lógi- 
ca de  los  dominadores,  representados  en  primer  lugar  por  el  rey  Herodes  Antipas.34 
Vemos  en  su  actuar,  junto  con  sus  asistentes,  la  conversión  del  modelo  rural  del  Rei- 
no de  Dios,  que  representaron  Jesús  y sus  amigos,  a un  modelo  urbano  y mundial 
en  sus  horizontes.  El  modelo  se  puede  apreciar  muy  bien  en  la  zona  que  nos  ha  ocu- 
pado, especialmente  en  las  ciudades  macedonias. 

El  Evangelio  era  el  anuncio  de  que  Dios  era  el  único  rey  legítimo,  que  había 
mandado  a su  Hijo,  a quien  las  autoridades  mataron,  pero  a quien  mandaría  de  nue- 
vo a someter  su  mundo  rebelde.  Para  que  su  juicio  no  fuera  total,  era  menester  crear 
comunidades  de  vida  alternativa  en  las  ciudades  principales  del  Imperio.  De  ahí  la 


34  Sobre  Galilea,  ver  RIBLA  22,  y el  artículo  de  Leif  Vaage  sobre  Marcos  en  este  número  29  de  RI- 
BLA. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA.  N°  29 


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atención  de  los  misioneros  a las  capitales  de  Acaya  y Macedonia  y unas  pocas  ciu- 
dades más. 

Hemos  visto  que  el  Imperio  gozaba,  en  el  tiempo  de  Claudio  y de  Nerón,  de 
gran  prestigio,  porque  había  logrado  acabar  con  la  plaga  de  las  guerras.  En  ningún 
lugar  se  reconocía  más  el  mérito  de  este  logro,  que  en  Acaya  y Macedonia,  con  su 
larga  historia  de  guerras.  Pero  para  estos  cristianos,  el  Imperio  era  ilegítimo,  al  po- 
ner al  César  como  Dios,  y hacer  que  todos  fueran  sus  clientes.  De  las  tres  ciudades 
principales  para  la  formación  de  la  red  de  ekklésiai,  dos  eran  colonias  romanas.  Las 
comunidades  cristianas  formaban  aquí  una  red  de  excluidos,  que  practicaban  la  so- 
lidaridad, tanto  al  interior  de  estas  colonias  como  entre  sí,  a un  nivel  que  aspiraba  a 
ser  tan  amplio,  como  el  Imperio  que  rechazaban.  Con  ello,  las  ekklésiai  de  seguido- 
res de  la  fe  de  Jesús,  eran  una  alternativa  para  una  cultura  griega  celebrada,  pero  de- 
rrotada, y una  economía  y política  helenísticas,  absorbidas  dentro  del  clientelismo 
romano. 

Con  la  venida  de  los  emperadores  Trajano  (98-117  d.C.)  y Adriano  (117-138 
d.C.),  el  control  romano  sobre  la  región  se  consolidó,  y la  zona  prosperó  económi- 
camente. Esto  llevó  a que  un  sector  de  las  ekklésiai,  que  siempre  había  favorecido 
la  incorporación  a las  estructuras  dominantes,  emergiera  como  dominante,  situación 
que  se  refleja  en  las  Cartas  Pastorales  y en  las  de  Dionisio  de  Corinto. 

No  debemos  permitir  que  la  visión  de  Lucas,  nos  haga  pensar  que  el  proble- 
ma con  los  cristianos,  era  meramente  un  cisma  religioso  dentro  de  las  sinagogas  de 
los  judíos  dispersos  en  el  Imperio.  Estos  cismas  se  dieron,  sin  duda,  pero  fueron  in- 
cidentales al  asunto  de  fondo,  que  era  cuestionar  las  estructuras  del  Imperio.  Porque 
los  y las  seguidores/as  de  Jesús  provocaban  la  represión  de  las  autoridades  romanas, 
es  que  los  judíos  sentían  la  necesidad  de  distanciarse  de  ellas  y ellos. 

Tampoco  debemos  permitir,  que  el  predominio  de  esta  élite  de  obispos  sobre 
las  comunidades,  sistematizada  por  Eusebio  de  Cesárea,  borre  la  memoria  de  los 
miembros  fundadores,  Lidia,  Epafrodito,  Tito,  Cloe  y otros,  y del  proyecto  escato- 
lógico  y contestatario  que  fundaron.  El  cristianismo  lleva  en  sus  raíces  una  visión 
desde  los  pobres,  desde  los  excluidos,  desde  la  base  popular  de  las  sociedades  gali- 
lea, helenística,  y romana.  Hoy,  que  en  América  Latina  estamos  redescubriendo  es- 
ta visión  opacada  dentro  de  las  iglesias,  aunque  nunca  totalmente  ausente,  es  impor- 
tante que  leamos  de  nuevo  la  historia  de  los  orígenes.  Dentro  de  este  proyecto,  la 
historia  de  Acaya  y especialmente  Macedonia  ocupa,  un  lugar  fundamental. 


Jorge  Pixley 

Apartado  Postal  2555 

Managua 

Nicaragua 


NÉSTOR  O.  MÍGUEZ 


CRISTIANISMOS  ORIGINARIOS: 
GALACIA,  EL  PONTO  Y BITINIA 
Comunidades  humildes,  solidarias,  esperanzadas 


Resumen 

En  este  artículo  desarrollamos  una  visión  de  las  características  que  puede  haber  te- 
nido el  Evangelio  que  se  predicó  en  el  norte  del  Asia  Menor  y la  situación  vital  de 
las  comunidades  de  la  región.  La  información  se  extrae  básicamente  de  la  Primera 
Carta  de  Pedro  y de  la  Carta  de  Plinio  el  Joven  a Trajano.  Se  postula  un  cristianis- 
mo que  nace  desde  sectores  marginales,  con  una  teología  destinada  a responder  a 
cuestiones  contextúales,  con  un  fuerte  componente  ético  y de  profunda  piedad  devo- 
cional,  que  lleva  a un  testimonio  martirial  frente  a las  exigencias  de  sometimiento 
provenientes  del  Imperio. 

Abstract 

This  article  brings  a visión  about  the  characteristics  of  the  Gospel  preached  in  the 
northern  regions  ofAsia  Minor,  and  the  Ufe  world  of  the  communities  formed  thereaf- 
ter.  Information  is  collected  basically  from  the  First  Epistle  of  Pete r and  a letter  of 
Pliny  the  Young  to  Emperor  Trajan.  We  propose  that  Christianity  is  bom  from  the 
marginal  sectors  of  the  local  people,  with  a theological  understanding  related  to  con- 
textual issues,  with  a strong  ethical  component  and  a profound  devotional  piety,  that 
takes  it  to  a martyrial  witness  face  to  face  the  imperial  requirements. 


Introducción 


Sobre  la  llegada  del  cristianismo  a las  regiones  del  Asia  Menor  al  norte  de  la 
cadena  montañosa  del  Taurus  no  tenemos  demasiados  elementos.  Nuestras  fuentes 
sobre  el  cristianismo  primitivo  en  esa  parte  del  mundo  se  reducen  a dos  documen- 
tos, que  son:  la  Primera  Carta  de  Pedro,  incorporada  a nuestro  canon  neotestamen- 
tario,  y la  carta  de  Plinio  el  Joven,  gobernador  de  El  Ponto  y Bitinia  hacia  princi- 
pios del  segundo  siglo  (c.  110),  dirigida  al  emperador  Trajano,  consultando  sobre  la 
conducta  a seguir  frente  a la  secta  de  los  cristianos  ( Cartas  de  Plinio  el  Joven,  Li- 


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bro  X,  N°  96  y la  respuesta  del  Emperador  N°  97)'.  El  valor  de  este  segundo  docu- 
mento es  grande,  ya  que  representa  la  visión  del  cristianismo  primitivo  desde  fue- 
ra, desde  el  gobierno,  y es  uno  de  los  elementos  históricos  más  tempranos  y signi- 
ficativos en  ese  sentido. 

1.  La  Presencia  de  Pablo  en  Galacia 

Ciertamente  también  contamos  con  la  carta  de  Pablo  a los  Gálatas.  Varias  ra- 
zones nos  llevan  a darle  menor  consideración  a ésta  en  este  escrito.  En  primer  lu- 
gar, ya  son  muchos  los  trabajos  sobre  el  cristianismo  paulino.  RIBLA  ha  dedicado 
un  número  al  mismo  (N°  22,  1996),  donde  está  mi  breve  evaluación  de  la  epístola 
a los  Gálatas  (pp.  26-30).  La  descripción  del  conflicto  en  la  carta  a los  Gálatas,  es- 
pecialmente la  puntualización  sobre  la  intervención  de  Pedro  en  el  cap.  2,  revela  la 
extensión  a Galacia  de  un  enfrentamiento  que  se  origina  en  Jerusalén  y que  se  ex- 
plícita en  Antioquía.  ¿Habría  un  componente  propio  de  elementos  culturales  o reli- 
giones de  la  región  detrás  de  ese  conflicto  en  el  caso  particular  de  Galacia?  De  ser 
así  estaríamos  frente  a un  sincretismo  particular  y un  verdadero  “cristianismo  gála- 
ta”;  pero  resulta  imposible  conocer  sus  dimensiones  a través  de  esta  carta.  Se  han 
elaborado  varias  teorías  sobre  quienes  serían  los  adversarios  de  Pablo  en  esa  instan- 
cia, pero  ninguna  de  las  respuestas  intentadas  puede  mostrarse  como  sólida  y defi- 
nitiva. El  margen  especulativo  sigue  siendo  muy  amplio,  y cualquier  etiquetamien- 
to  (gnósticos,  judaizantes,  religiones  zodiacales,  etc.)  cuenta  con  algunos  puntos  a 
favor  y otros  en  contra.  Incluso  se  ha  dudado  que  Pablo  conociera  en  persona  a sus 
oponentes  en  las  iglesias  de  Galacia,  ya  que  es  evidente  que,  a diferencia  de  lo  que 
pasa  en  Corinto,  él  no  ha  visitado  la  región  después  que  se  manifestara  la  disensión. 
No  tenemos  datos  posteriores  del  desarrollo  de  estas  iglesias  locales,  excepto  lo  que 
pueda  desprenderse  de  1 Pedro  (ver  más  adelante)  por  lo  que  algunos  autores  afir- 
man que  el  conflicto  debe  haber  sido  de  tal  magnitud  que  estas  comunidades  o bien 
se  dividieron,  o quedaron  al  margen  del  resto  del  cristianismo  paulino.  Pero  nueva- 
mente estamos  en  un  terreno  especulativo  por  la  falta  de  datos  ciertos. 

El  libro  de  los  Hechos  (14,  6-23)  relata  una  incursión  de  Pablo  por  el  Sur  de 
Galacia,  en  la  región  de  Licaonia.  Por  la  descripción  de  Hechos  parecería  dominar 
en  la  zona  una  religiosidad  informada  por  la  tradición  griega,  ya  que  Pablo  y Ber- 
nabé son  equiparados  con  los  dioses  griegos  Júpiter  y Mercurio  (v.  12).  Sin  embar- 
go, el  propio  autor  de  Hechos  hace  sospechosa  esta  información  al  señalar  que  el 
idioma  empleado  era  un  dialecto  regional  (v.  1 1).  Es  cierto  que  la  influencia  griega 
en  la  región  es  prolongada,  pero  las  dinámicas  propias  de  lo  religioso,  que  conoce- 
mos de  otros  cultos  surgidos  en  el  helenismo,  nos  llevan  a creer  que  se  trataría  de 
un  sincretismo  entre  deidades  autóctonas  y los  dioses  olímpicos.  Pero  nuevamente 
nos  vemos  privados  de  datos  que  puedan  damos  indicios  de  cómo  esta  religiosidad 
puede  haber  influido  en  el  desarrollo  del  cristianismo  de  esa  región,  y si  está  vincu- 
lada con  el  conflicto  que  luego  enfrentará  Pablo  en  su  carta  a los  Gálatas,  si  es  que 


1 Utilizamos  el  texto  bilingüe  (castellano-latín)  publicado  por  Daniel  Ruiz  Bueno  en  Actas  de  los  már- 
tires. Biblioteca  de  Autores  Cristianos,  Madrid,  1951,  pp.  244-247.  La  traducción  castellana  se  ofrece 
como  apéndice  al  final  del  artículo.  Sin  embargo,  proponemos  algunas  correcciones  a esa  traducción, 
que  se  justifican  en  nuestro  texto. 


86 


NÉSTOR  O.  MÍGUEZ,  Cristianismos  Originarios:  Galacia,  El  Ponto  y Bitinia 


la  carta  está  dirigida  a estas  iglesias.  Pues  si  bien  la  región  Licaonia  estaba  incluida 
en  la  provincia  romana  de  Galacia,  desde  el  punto  de  vista  de  su  conformación  ét- 
nica y cultural  sus  habitantes  no  eran  propiamente  “gálatas”.  El  grupo  étnico  cultu- 
ral que  le  daba  nombre  a la  provincia  provenía  de  un  asentamiento  de  desprendi- 
mientos gálicos  que  había  emigrado  hacia  el  norte  del  Asia  Menor  y se  había  esta- 
blecido allí  hacía  ya  unos  4 siglos.  No  tenemos  información  de  la  evangelización  de 
esos  pueblos.  En  todo  caso,  el  mismo  libro  de  Hechos  nos  dice  que  en  una  segunda 
visita  a la  región  a Pablo  “le  fue  prohibido  por  el  Espíritu  hablar  la  Palabra  en  Asia”. 
No  sabemos  que  quiere  decir  esta  curiosa  expresión,  pero  lo  que  resulta  cierto  es 
que  no  se  desarrollaron  allí  nuevas  comunidades  por  parte  del  grupo  misionero  pau- 
lino, al  menos  en  esa  etapa.  Estos  son  los  pocos  datos  que  hasta  ahora  tenemos  so- 
bre esa  incursión  de  la  teología  paulina  en  Galacia.  Son  insuficientes  para  poder  se- 
ñalar una  corriente  separada  identificable  como  un  “cristianismo  originario”  con  ca- 
racterísticas propias. 

2.  Las  regiones  de  El  Ponto  y Bitinia,  Capadocia,  Asia  Menor 

Es  más  lo  que  tenemos  que  adivinar  que  lo  que  sabemos  en  cuanto  al  Ponto, 
Bitinia  y Capadocia,  así  como  también  Frigia,  y otros  lugares  de  la  región  incluidos 
en  las  nombradas  provincias  romanas,  aunque  conformados  por  grupos  étnicos  no 
expresamente  mencionados  en  la  carta  (como  Paflagonia).  En  estos  territorios  con- 
vivían, no  siempre  en  buenos  términos,  distintos  pueblos.  Por  un  lado  estaban  las 
culturas  originarias,  grupos  nativos  que  conformaban  mayormente  los  sectores  ru- 
rales. Sus  costumbres  particulares  nos  son  poco  conocidas  y su  lengua  se  ha  perdi- 
do. Hay  referencias  a ellos  en  la  Anabasis  de  Jenofonte.  Esta  misma  fuente  nos  se- 
ñala la  existencia  de  colonias  griegas  ya  desde  varios  siglos  antes  de  Cristo.  Con  la 
expansión  del  helenismo  a partir  de  la  gesta  de  Alejandro  Magno  estas  colonias  fue- 
ron tomando  fuerza  hasta  convertirse  en  ciudades,  centros  de  poder  en  la  región. 
Posteriormente  quedaron  bajo  el  dominio  romano.  No  es  difícil  pensar  que  hubo 
cierto  grado  de  sincretismo  entre  los  cultos  regionales  previos  y los  cultos  olímpi- 
cos griegos.  Los  romanos  habrían  estimulado  estas  fusiones  y las  fiestas  religiosas 
serían  oportunidad  para  la  expresión  de  esta  diversidad.  El  culto  al  Emperador  es- 
taría claramente  en  el  centro  de  estas  celebraciones.  En  las  principales  ciudades  de 
estas  regiones  también  se  encontraban  grupos  de  la  diáspora  judía,  no  exentas  de  un 
cierto  atractivo  proselitista. 

Estas  regiones  aparecen  incluidas  en  la  lista  de  lugares  de  origen  de  los  pere- 
grinos de  la  diáspora  que  escuchan  la  predicación  de  Pentecostés  (Hch  2,9).  Si,  co- 
mo sostienen  diversos  autores,  esta  lista  presenta  un  catálogo  de  lugares  donde  se 
desarrolló  la  misión  cristiana,  tendríamos  aquí  un  indicio  de  la  génesis  de  las  comu- 
nidades cristianas  de  la  región.  Esto  no  necesariamente  significa,  como  sostienen  al- 
gunos autores,  que  los  retomantes  tras  esta  experiencia  habrían  difundido  la  nueva 
fe  en  sus  países  de  origen.  Más  vale  representaría  una  evaluación  de  los  lugares 
donde  se  habrían  asentado  comunidades  cristianas  al  tiempo  de  la  redacción  de  He- 
chos. Pero  aún  concediendo  este  dato,  nos  vemos  sin  mayores  aportes  en  cuanto  a 
las  características  particulares  que  tomó  la  fe  en  Jesús  en  esos  parajes. 

Hasta  ahora  tampoco  la  arqueología  nos  ha  brindado  aportes  de  valor  en  es- 
te sentido.  Los  restos  más  significativos  de  presencia  cristiana  en  la  zona  pertene- 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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cen  a Frigia  y son  del  siglo  III.  Son  restos  de  epitafios,  que  nada  nos  dicen  sobre  el 
origen  y las  características  de  la  evangelización  en  la  zona.  De  manera  que  debemos 
contentamos  con  lo  que  nos  aportan  1 Pedro  y la  carta  de  Plinio  para  conocer  algo 
de  esas  comunidades  del  cristianismo  primitivo,  su  vida  y teología. 

3.  La  condición  de  los  “extranjeros  residentes” 

En  un  extenso  trabajo  sobre  la  Primera  Carta  de  Pedro,  John  H.  Elliott2  desa- 
rrolla un  cuidadoso  análisis  sociológico  sobre  la  probable  composición  de  las  co- 
munidades que  figuran  en  el  saludo  de  la  Carta:  “Pedro,  apóstol  de  Jesucristo;  a los 
extranjeros  de  la  dispersión  en  Ponto,  Galacia,  Capadocia,  Asia  y Bitinia”.  El  ám- 
bito geográfico  señalado,  sin  entrar  en  mucho  detalle,  abarca  la  región  en  la  cual  se 
centra  este  estudio.  Las  palabras  con  que  el  autor  se  refiere  a los  receptores  de  la 
carta,  en  nuestras  versiones  más  usadas,  se  traducen  como  “expatriados”  (RVR60), 
“que  viven  como  extranjeros”  (B J),  “a  los  judíos  que  viven  fuera  de  su  patria”  (La- 
tinoamericana), “a  los  que  viven  dispersos  fuera  de  su  patria”  (Dios  habla  hoy).  La 
expresión  de  la  Biblia  Latinoamericana  lleva  particularmente  a confusión,  ya  que 
reduce  la  condición  a “judíos”,  palabra  totalmente  ausente  del  texto  y que  limita  el 
sentido  de  la  expresión.  En  el  concepto  de  Elliott,  que  compartimos,  expresiones  de 
este  tipo  (él  las  refiere  a las  ediciones  en  inglés,  pero  las  observaciones  son  igual- 
mente válidas  para  las  castellanas  y portuguesas)  no  apuntan  claramente  al  dato  so- 
ciológico-político  encerrado  en  el  texto  griego.  En  el  primer  versículo  de  la  carta  la 
palabra  empleada  es  parepidemos,  que  tiene  un  sentido  amplio  para  referirse  a toda 
persona  extranjera  que  está  de  paso  en  un  lugar.  Se  refiere  a alguien  que  está  ajeno 
al  demos,  al  pueblo  legalmente  reconocido  y organizado.  La  expresión  conexa  pa- 
roikos  (lo  que  está  fuera  del  oikos,  la  casa),  que  figura  en  1,17  y 2,11,  tiene  conno- 
taciones de  tipo  social  y político,  con  consecuencias  en  la  vida  cultural.  Se  ha  en- 
contrado en  escritos  seculares  para  referirse  a residentes  que  carecen  de  derechos  de 
ciudadanía.  No  son  necesariamente  extranjeros,  en  cuanto  a su  lugar  de  nacimien- 
to. Son  residentes  en  la  zona  o región,  pero  a los  efectos  legales  carecen  de  los  de- 
rechos ciudadanos,  en  virtud  de  su  origen  étnico,  condición  social  o situación  eco- 
nómica. Quienes  viven  en  esa  situación  tienen  restricciones  y fuertes  desventajas 
frente  a los  ciudadanos,  aunque  cuenten  con  algunas  prerrogativas  sobre  los  adve- 
nedizos y extraños  ( xenos ).  El  uso  coincidente  de  ambos  términos  nos  lleva  a pen- 
sar que  los  receptores  de  esta  carta  son  personas  que,  a los  efectos  sociales  y jurídi- 
cos, son  residentes  sin  derechos  de  ciudadanía,  pudiendo  o no  ser  extranjeros  en  el 
sentido  actual  de  la  palabra. 

Aún  cuando  desde  un  punto  de  vista  legal  los  paroikoi  se  encuentran  en  un 
status  intermedio  entre  los  ciudadanos  reconocidos  y los  totalmente  destituidos  de 
derechos,  siendo  en  algunos  casos  hombres  libres  (2,16)  mal  haríamos  en  asimilar- 
los a nuestras  “clases  medias”.  Muchos  de  ellos  son  esclavos  o pertenecen  a otros 
sectores  de  la  más  humilde  condición.  Su  situación  social  los  ubica  entre  los  pobres, 
habitantes  de  segunda  categoría.  No  son  parte  del  demos,  el  pueblo  institucional- 


2 

L John  H.  Elliott:  A Home  for  the  Homeless.  Fortress  Press,  1981.  Citamos  de  la  versión  de  SCM  Press, 
Londres,  1982.  Existen  traducciones  al  castellano  y al  portugués. 


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NÉSTOR  O.  MÍGUEZ,  Cristianismos  Originarios:  Galacia,  El  Ponto  y Bitinia 


mente  organizado,  si  no  que  están  fuera  de  los  espacios  de  la  decisión  política.  No 
forman  parte  constitutiva  de  las  oikia,  las  “casas”  o familias  reconocidas  en  la  tra- 
dición lugareña,  aunque  tengan  vivienda  y familia,  o sean  esclavos  en  algunas  de 
ellas.  La  designación  también  incluye  a los  pobres  de  las  zonas  rurales  (mayormen- 
te nativos  ajenos  a la  cultura  griega)  que  dependen  de  un  enclave  urbano.  Por  eso 
nunca  pueden  llegar  a tener  el  prestigio  social  que  da  el  origen,  tan  apreciado  en  la 
política  y cultura  romanas. 

Las  restricciones  que  pesan  sobre  estos  “extranjeros  residentes”  les  impiden 
tener  propiedad  sobre  la  tierra,  bien  productivo  por  excelencia,  lo  que  limita  total- 
mente la  posibilidad  de  acceso  a la  clase  fundamental  y a los  niveles  superiores  de 
la  escala  económica.  Los  que  están  sometidos  a servidumbre  serían  esclavos,  arte- 
sanos urbanos  y sirvientes  domésticos,  ya  que  el  término  usado  en  2,18  ( oiketai ) tie- 
ne esa  connotación,  el  de  la  casa.  Cito  a Elliott:  “Mencionados  explícitamente  entre 
los  receptores,  además  de  los  sirvientes  domésticos,  están  los  hombres  libres  (2,16), 
esposas  de  maridos  no-cristianos  (3,1-6),  para  quienes  la  cuestión  de  la  relación  de 
cristianos  con  no-cristianos  sería  particularmente  punzante,  cristianos  con  esposas 
cristianas  (3,7),  los  dirigentes  de  estas  comunidades  cristianas  ( presbiteroi , 5,1-4)  y 
los  recién  convertidos  ( neoteroi , 5,5)”. 1 No  por  acaso  en  las  “tablas  de  conducta  ho- 
gareña”, que  vamos  a ver  más  adelante,  falta  la  referencia  al  “propietario  de  escla- 
vos”: estos  no  están  incluidos  en  la  referencia  que  indica  el  saludo. 

El  uso  del  término  diáspora  en  el  saludo,  compartido  por  la  Carta  de  Santia- 
go* 4, trae  un  nuevo  problema.  El  término  tiene  un  sentido  cuasi-técnico  para  desig- 
nar a los  judíos  que,  como  consecuencia  de  sucesivos  exilios,  deportaciones  y mi- 
graciones, vivían  fuera  de  Judea  y Galilea,  entre  pueblos  “gentiles”.  ¿Es  ese  el  sen- 
tido que  tiene  en  este  saludo?  Probablemente  así  lo  interpreta  la  Biblia  Latinoame- 
ricana en  su  traducción.  Pero  el  contenido  de  la  carta,  como  luego  señalaremos,  no 
parece  dirigido  a cristianos  de  origen  judío,  al  menos  exclusivamente.  Si  bien  la  car- 
ta utilizará  el  término  “gentiles”  para  referirse  al  mundo  extemo,  no  lo  hace  por 
oposición  al  Israel  histórico,  sino  a la  nueva  comunidad  de  seguidores  de  Cristo.  Es- 
tos están  dispersos  en  el  conjunto  de  estos  territorios  del  Asia  Menor,  y la  situación 
tanto  social  como  religiosa  refuerza  ese  sentido  de  exterioridad  al  que  se  refiere  la 
condición  de  “extranjeros  residentes”.  No  tienen  derecho  de  ciudadanía,  ya  no  par- 
ticipan de  la  religiosidad  ambiente,  sufren  de  la  desconfianza  de  vecinos  y acoso  del 
Estado,  como  lo  reflejan  varios  pasajes  de  la  carta.  En  esa  situación  se  sienten  más 
extranjeros  que  nadie,  como  exilados  en  su  propio  lugar. 

El  curioso  orden  en  que  son  mencionados  los  lugares,  separando  el  Ponto  co- 
mo primera  mención  y Bitinia  como  última,  siendo  que  eran  parte  de  una  misma  pro- 
vincia en  la  administración  romana,  ha  dado  lugar  a diversas  interpretaciones.  Ya  en 
el  siglo  pasado  F.  Hort  sostuvo  que  probablemente  el  orden  representara  el  itinerario 
a recorrer  por  esta  carta  circular.  Su  portador.  Silvano,  habría  de  desembarcar  en  El 
Ponto,  y recorriendo  desde  allí  en  orden  las  regiones  de  Galacia,  Capadocia  y Asia, 


^ Id.  p.  69,  mi  traducción. 

4 En  el  caso  de  Santiago,  la  carta  se  refiere  a las  doce  tribus  que  están  en  la  dispersión.  Esto  limita  la 
referencia  al  Israel  histórico,  aunque  en  este  caso  sabemos  que,  para  un  judío  rigorista  solo  permane- 
cían, con  cierto  grado  de  pureza,  las  dos  tribus  del  Sur:  Judá  y Benjamín. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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llegaría  a Bitinia  para  embarcarse  nuevamente  hacia  occidente5.  Si  bien  desechamos 
el  origen  occidental  de  la  carta,  por  razones  que  explicaremos  más  adelante,  resulta 
atractiva  la  idea  de  una  carta  circular  que  fuera  recorriendo  las  comunidades  de  las 
regiones  mencionadas,  portada  por  uno  o varios  mensajeros,  para  afianzar  la  unidad 
y solidaridad.  Esto  favorecería  una  práctica  de  dar  albergue  a quienes  debían  buscar 
refugio  en  otras  localidades  o provincias,  por  motivo  de  las  persecuciones,  lo  que  los 
hacía  particularmente  vulnerables  por  su  condición  de  extranjeros  (4,9). 

El  tono  de  la  carta  nos  lleva  a pensar  en  comunidades  urbanas.  Cuando  exa- 
minemos la  carta  de  Plinio  a Trajano  veremos  que  una  de  las  preocupaciones  del  go- 
bernador es  que  la  “superstición  cristiana”  ha  excedido  el  marco  urbano  y “está  in- 
fectando el  campo”.  Esto  es  menos  de  20  años  después  de  1 Pedro.  Por  lo  que  todo 
indica  que  estamos  entre  cristianos  urbanos. 

4.  Características  del  escrito 

Si  bien  no  es  nuestro  propósito  hacer  un  comentario  pormenorizado  de  1 Pe- 
dro, ni  entrar  en  todos  los  detalles  que  hacen  a su  composición,  género,  estructura,6 
etc.,  mencionamos  algunas  cosas  que  nos  permitan  discernir  aquellos  elementos  que 
nos  servirán  para  caracterizar  las  particularidades  que  aportan  estas  comunidades 
dentro  del  conjunto  de  los  cristianismos  originarios. 

En  primer  lugar,  es  necesario  considerar  hasta  qué  punto  la  carta  permite  co- 
nocer la  realidad  de  las  comunidades  de  las  regiones  mencionadas.  Es  decir,  siendo 
que  la  carta  está  dirigida  a esas  iglesias,  ¿refleja  la  situación  y teología  de  las  mis- 
mas, o las  concepciones  de  un  autor  que  escribe  desde  lejos  (Roma)?  La  tradición 
adjudica  esta  epístola  a Pedro7,  si  bien  el  portador  es  un  representante  de  la  misión 
paulina  (Silvano  5,12).  La  mención  a Babilonia  (¿Roma?)  como  el  lugar  de  origen 
y de  Marcos  como  “hijo”  del  autor  parecerían  afirmar  esa  lectura.  La  mención  del 
carácter  apostólico  del  autor  (1,1)  indicaría  que  hay  una  autoridad  especial  por  par- 
te de  quien  escribe.  La  expresión  que  llama  a los  receptores  “elegidos  según  la  pres- 
ciencia de  Dios”  (1,2),  que  forma  una  inclusión  con  el  final:  “elegida  juntamente 
con  vosotros”  (5,13)  apunta  a confirmar  el  sentido  de  comunión  entre  emisor  y re- 
ceptor. Sin  embargo,  sin  entrar  en  cuestiones  de  autoría,  pseudoepigrafía,  etc.,  uno 
tiene  la  impresión  de  encontrarse  frente  a un  esquema  teológico  que  no  responde  a 


Citado  por  Elliott,  op.  cit .,  p.  60,  y nota  7 (pp.  90-91). 

^ Las  propuestas  en  este  sentido  son  varias.  La  carta  es  concebida  como  liturgia  bautismal,  o como  una 
homilía  bautismal,  una  carta  de  exhortación,  un  tratado  teológico-ético  con  una  teología  sacrificial, 
etc.  En  nuestra  opinión  las  variantes  litúrgica  y homilética  cuentan  con  poco  apoyo.  Preferimos  leer 
desde  el  contexto  social  la  pertinencia  de  sus  connotaciones  que  verla  como  una  abstracción  litúrgica. 
^ Algunos  comentaristas  hablan  de  un  círculo  petrino , que  habría  originado  esta  carta,  Judas  y 2 Pe- 
dro. Si  bien  esta  sofisticación  supera  el  problema  de  fecha  y ocasión  para  el  apóstol  Pedro,  en  la  me- 
dida en  que  ese  círculo  reside  en  Roma  no  resuelve  algunos  de  los  problemas  que  hacen  al  conoci- 
miento inmediato  de  las  situaciones  aludidas,  ni  a las  diferencias  teológicas  con  otras  expresiones  cla- 
ramente originadas  en  Roma.  A pesar  de  ciertos  contactos  con  la  epístola  a los  Romanos,  que  otros  au- 
tores usan  para  vincular  la  carta  a la  tradición  deutero-paulina  y a la  pastorales,  también  en  este  caso 
hay  que  valorar  los  matices  diferenciadores  en  teología,  situación  y vocabulario.  Muchas  de  estas  teo- 
rías provienen  de  ciertos  círculos  del  academicismo  nordatlántico  con  cierta  tendencia  a disminuir  la 
importancia  de  las  persecuciones,  y a disminuirla  específicamente  para  esta  carta. 


90 


NESTOR  O.  MÍGUEZ,  Cristianismos  Originarios:  Galacia,  El  Ponto  y Bitinia 


la  tradición  paulina  (aunque  haya  puntos  de  contacto),  pero  menos  aún  a un  judeo- 
cristianismo  como  podría  esperarse  del  entorno  petrino.  Un  judeo-cristiano  jamás 
escribiría  a otros  cristianos  de  origen  judío  hablando  acerca  de  “una  vana  manera  de 
vivir,  la  cual  recibisteis  de  vuestros  padres”  (1 ,1 8),  ya  que  eso  sería  desacreditar  las 
tradiciones  judaicas.  Tampoco  se  reflejan  en  nuestro  texto  las  preocupaciones  de 
institucionalización  eclesiológica  al  estilo  de  las  que  se  pueden  leer  en  los  círculos 
del  así  llamado  proto-catolicismo,  propio  de  las  tendencias  más  occidentales  del 
cristianismo.  La  distancia  en  términos  de  lenguaje,  figuras,  sentido  de  autoridad, 
etc.,  con  la  Carta  de  Clemente  a los  Corintios,  que  se  origina  en  Roma  en  la  misma 
época,  es  significativa.  En  1 Pedro  el  esquema  comunitario  parece  apoyarse  en  el 
tema  de  “la  casa”,  en  el  sentido  de  los  “hogares-iglesia”  de  los  primeros  tiempos  de 
la  misión.  El  fuerte  componente  apocalíptico  también  desmiente  una  teología  de 
asentamiento  eclesiástico.  El  conjunto  de  estos  factores,  aquí  apenas  enunciados, 
marca  una  distancia  con  las  teologías  cristianas  vigentes  en  la  parte  occidental  del 
Imperio  en  la  última  década  del  primer  siglo.  La  epístola  es  portadora  de  un  men- 
saje más  cercano  a la  situación  concreta,  antes  que  una  misiva  desde  un  lugar  dis- 
tinto y distante.  De  manera  que  me  inclino  a pensar  que  la  carta  sale  de  círculos  del 
propio  cristianismo  de  la  región.  La  mención  de  Babilonia  no  debe  desorientamos: 
es  un  nombre  simbólico  y como  tal  puede  acumular  diversos  significados.  Babilo- 
nia es  Roma,  pero  es  cualquier  lugar  donde  el  modo  de  gobierno  imperial  ataque  a 
los  portadores  de  la  fe.  Así  también  lo  entiende  el  Apocalipsis.  De  manera  que  Ba- 
bilonia puede  ser  Sinope,  Nicomedia  o cualquier  otra  ciudad  de  importancia  en  la 
región  donde  se  emplace  el  poder  romano  y se  honre  al  Emperador  como  un  dios. 

Otro  aspecto  que  debe  considerarse  es  el  cambio  de  tono  de  la  carta,  que  se 
registra  en  el  paso  de  4,1 1 a 4,12.  No  solo  porque  4,11  concluye  con  una  doxología 
propia  de  un  final  de  carta  y 4,12  arranca  con  una  formulación  distinta,  que  termi- 
na con  una  nueva  doxología  en  5,1 1 . El  contexto  que  se  refleja  antes  y después  de 
ese  quiebre  ha  variado.  En  la  primera  parte  uno  puede  notar  que  hay  una  situación 
de  tensión  con  las  autoridades,  ya  que  los  cristianos  son  llevados  ante  las  cortes 
(3,14-16)  pero  todavía  hay  cierta  confianza  en  que  éstas  están  para  obrar  el  bien 
(2,14).  Esa  confianza  parece  haber  desaparecido  en  el  segundo  tramo.  Allí  solo  se 
habla  de  padecimientos,  y los  que  los  persiguen  son  los  que  blasfeman  el  nombre 
de  Cristo  (4,14),  los  que  no  obedecen  el  Evangelio  de  Dios  (4,17),  y finalmente 
agentes  del  mismo  diablo  que  se  pasea  como  león  rugiente  (5,8).  Este  cambio  de  to- 
no no  ha  pasado  desapercibido  para  varios  comentaristas*.  Se  propone,  entonces, 
considerar  que  estamos  frente  a dos  misivas:  una  formulada  en  tiempos  más  o me- 
nos estables,  cuando  no  había  una  persecución  generalizada  en  la  región,  si  bien 
siempre  las  comunidades  cristianas  eran  tenidas  bajo  sospecha  por  las  autoridades; 
la  segunda  parte  se  escribe  frente  a un  embate  persecutorio  más  agudo  (“el  fuego  de 
prueba  que  os  ha  sobrevenido”,  4,12),  persecución  hecha  por  “el  solo  nombre” 
(4,14,  ver  Carta  de  Plinio...  más  adelante). 


^ Las  opiniones  están  divididas  entre  quienes  abogan  por  una  unidad  (especialmente  defendida  por 
quienes  ven  la  carta  como  un  documento  litúrgico)  y quienes  la  consideran  como  dos  cartas.  Los  pri- 
meros señalan  la  continuidad  temático  y teológica.  Pero  el  análisis  contextual  que  aquí  proponemos  pa- 
rece inclinar  la  balanza  a favor  de  una  distinción  entre  dos  momentos  de  redacción.  Incluso  el  esquema 
apocalíptico  entre  ambos  momentos  se  ha  modificado  parcialmente,  como  veremos  más  adelante. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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Esto  nos  podría  llevar  a pensar  en  los  tiempos  finales  del  emperador  Domi- 
ciano.  Hasta  el  año  92  su  gobierno  fue  más  o menos  tranquilo  y una  cuidadosa  ad- 
ministración provincial  trajo  un  tiempo  de  bonanza  (especialmente  a los  sectores  al- 
tos de  la  sociedad).  Pero  en  el  93  se  produce  una  crisis  política,  que  terminará  con 
su  asesinato  en  el  96.  Estos  tres  últimos  años  de  su  gobierno  se  caracterizan  por  en- 
carnizadas persecuciones  a sus  diversos  enemigos  y una  lucha  por  imponer  de  una 
manera  más  contundente  el  culto  al  Emperador  endiosado9.  El  cambio  de  tono  re- 
flejaría esta  transición.  Quienes  elaboraron  la  primera  parte,  más  confiada,  viéndo- 
se ante  una  vuelta  de  tuerca  en  la  persecución,  necesitan  ahora  dar  un  mensaje  más 
contundente,  reforzar  el  vínculo  interno  y plantear  las  respuestas  frente  a la  nueva 
situación,  que  no  es  sólo  local  sino  mundial  (5,9).  Se  escribe  entonces  este  “apén- 
dice”, de  tono  más  dramático,  que  en  la  edición  final  quedó  incorporado  antes  del 
final  de  la  carta  original  (5,12-14).  El  lenguaje  y otros  elementos,  sin  embargo,  no 
marcan  una  gran  distancia  entre  ambos  escritos.  Por  eso  me  inclino  a suponer  que 
el  conjunto  debe  provenir  de  un  mismo  círculo,  con  tres  o cuatro  años  de  distancia 
entre  la  primera  y la  segunda  parte,  lo  que  nos  lleva  a los  años  90-92  para  la  prime- 
ra parte,  y 94-95  para  la  segunda10. 

5.  Un  cristianismo  de  residentes  pobres 

¿En  estas  condiciones  concretas,  cómo  serían  la  práctica  y teología  de  los 
grupos  cristianos  de  Bitinia,  Ponto,  Capadocia,  Galacia?  ¿Cómo  puede  surgir  un 
“cristianismo  originario”  diferenciado  de  las  otras  vertientes  que  nos  permite  entre- 
ver el  Nuevo  Testamento  y otros  documentos  y hallazgos?  Algunas  características 
se  mostrarán  comunes  y concurrentes  con  otras  expresiones  cristianas  del  primer  si- 
glo que  luego  coincidieron  en  “la  gran  Iglesia”.  Pero  aquí  nos  interesa  sobre  todo 
averiguar  que  particularidades  le  dieron  sabor  propio  y regional  a este  grupo  iden- 
tificado en  tomo  de  la  1 Pedro. 

5.1.  Vigencia  del  pensamiento  apocalíptico 

Varios  pasajes,  tanto  de  la  primera  como  de  la  segunda  parte  de  la  carta  mues- 
tran la  vigencia  del  pensamiento  apocalíptico.  Esta  concepción  perdura  en  Asia  Me- 
nor en  el  fin  del  primer  siglo  (tanto  esta  carta  como  el  Apocalipsis  de  Juan  son  bue- 
nos ejemplos),  mientras  cede  en  teologías  como  las  de  Clemente  o Lucas.  Es  en 


^ Ciertos  autores  tienden  a negar  la  posibilidad  de  una  persecución  extendida  al  cristianismo  en  tiem- 
pos de  Domiciano.  Sin  embargo,  creo  que  no  es  necesario  demostrar  una  persecución  extendida  y sis- 
temática específica  para  los  cristianos  para  aceptar  que,  dada  la  particular  postura  de  los  creyentes  en 
Jesús  frente  al  culto  Imperial,  ante  cada  nuevo  embate  de  imposición  de  esta  práctica  las  comunidades 
cristianas  resultaran  particularmente  afectadas  y lo  interpretaran  como  una  particular  embestida  a la 
naciente  fe. 

Varios  trabajos,  especialmente  a partir  de  la  obra  de  D.  Balch:  Let  wives  be  submissive:  The  domes- 
tic  code  in  1 Peter.  Scholars  Press,  Chico,  CA,  1981,  han  planteado  que  más  que  una  persecución  po- 
lítica se  trataría  de  pequeñas  persecuciones  originadas  en  conflictos  domésticos.  Creo  que,  por  razo- 
nes que  se  exponen  más  adelante,  esto  puede  ser  sólo  una  parte  de  la  situación,  pero  varías  expresio- 
nes de  la  epístola  apuntan  a un  entorno  político  y social  agresivo,  más  que  a situaciones  domésticas 
localizadas,  aunque  éstas  no  puedan  descartarse  como  parte  del  problema. 


92 


NÉSTOR  O MÍGUEZ,  Cristianismos  Originarios:  Galacia.  El  Ponto  y Bitinia 


Asia  Menor  y las  regiones  contiguas  donde  los  cristianos  están  experimentando  las 
mayores  agresiones,  tanto  del  poder  administrador  imperial  como  de  la  sinagoga. 
Esto  mostraría  que  estamos  ante  comunidades  más  afectadas  por  la  persecución  y 
más  conscientes  de  su  fragilidad  e impotencia,  cuya  vida  y teología  se  diferencian 
de  las  que  van  encontrando  un  lugar  más  seguro  en  su  entorno.  Sin  entrar  ahora  en 
una  larga  argumentación  acerca  del  origen  y sentido  del  pensamiento  apocalíptico, 
sobre  el  que  hay  una  extensa  bibliografía  y discusión",  mantenemos  la  tesis  de  que 
esta  forma  de  expresar  la  fe  está  vinculada  a experiencias  de  padecimiento  que  se 
presentan  como  sin  salida  aparente.  Las  condiciones  de  vida  se  toman  tan  cerradas 
que  la  única  salida  perceptible  es  una  intervención  directa  del  poder  divino,  una  in- 
tervención absoluta  y definitiva  que  altere  totalmente  el  orden  opresivo  existente 
(que  es  la  actual  configuración  de  la  totalidad  del  orden  cósmico).  El  pensamiento 
apocalíptico  aparece  entonces  como  una  fuerza  vitalista,  que  permite  mantener  “una 
esperanza  viva”  (1  Pe  1 ,3)  en  medio  de  una  adversa  correlación  de  fuerzas,  que  se 
presenta  como  abrumadora  e inmodificable.  La  historia  está  bajo  el  juicio  de  Dios, 
y ese  juicio,  que  se  anticipa  en  el  testimonio  de  la  comunidad  fiel,  relativiza  los  su- 
frimientos del  tiempo  presente12. 

De  hecho,  la  palabra  “ apokalypsis ” y sus  derivados  aparece  cinco  veces  en  el 
texto  (1,5;  1,7;  1,13;  4,13;  5,1),  y todas  ellas  en  contextos  en  los  cuales  es  posible 
referenciarla  a los  tiempos  postreros,  a la  revelación  definitiva  de  la  gloria  de  Cris- 
to. El  conjunto  de  1,3-8  introduce  la  carta  y explícita  programáticamente  su  senti- 
do. En  ese  conjunto,  los  vv.  5-7  están  elaborados  sobre  el  eje  apocalíptico.  El  v.5 
hace  referencia  a la  “salvación  dispuesta  para  ser  revelada  en  el  último  tiempo”,  que 
permite  vivir  con  alegría  a quienes  están,  en  este  momento,  soportando  las  pruebas 
(1,6).  La  esperanza  generada  por  la  certeza  de  esta  presencia  gloriosa  de  Cristo  en 
su  revelación  (v.  7)  permite  mantener  la  fe  y le  da  sentido  aún  a este  tiempo  de  do- 
lor. El  párrafo  presenta,  así,  un  conjunto  de  palabras  orientadas  a sostener  el  senti- 
do vital  de  la  fe:  esperanza,  alegría,  gloria,  salvación  se  repiten  en  este  apretado  pá- 
rrafo, que  sin  embargo  habla,  en  el  mismo  centro,  de  la  aflicción  de  la  prueba. 

El  texto  de  1,13  recurre  en  el  concepto  de  revelación  como  gracia  esperada, 
lo  que  permite  mantenerse  íntegro  y centrado  en  este  tiempo  de  espera.  Eso  es  lo 
que  permite  afirmar  la  esperanza.  Este  tiempo  es  “el  tiempo  del  destierro”  (1,17),  y 
las  conductas  adoptadas  deben  mostrar  el  valor  de  la  elección  que  Dios  ha  hecho  de 
sus  testigos  en  este  tiempo.  Esto  significa  desprenderse  de  las  conductas  que  carac- 
terizan el  entorno  social  como  las  que  informaron  sus  vidas  previamente,  en  el 
“tiempo  de  la  ignorancia”.  Tomando  el  conjunto  uno  puede  leer  un  esquema  de 
tiempos  que  se  dan  en  la  vida  del  cristiano:  el  tiempo  de  la  ignorancia,  el  tiempo  de 
la  gracia  en  esperanza,  que  es  también  el  tiempo  del  destierro,  y el  tiempo  de  la  sal- 
vación, que  se  dará  en  la  revelación  final  de  la  gloria  de  Cristo.  Este  esquema  de 
tiempos  aquí  se  refiere  a los  tiempos  en  que  se  vive  la  fe.  Pero  no  por  eso  deja  de 
corresponderse  a tiempos  históricos,  como  suele  ocurrir  en  las  lecturas  apocalípti- 
cas de  la  historia.  Efectivamente,  el  tiempo  de  la  ignorancia  es  un  tiempo  caracteri- 


' ' Ver  el  N°  7 de  R1BLA.  También  el  primer  capítulo  de  P.  Richard:  Apocalipsis,  reconstrucción  de 
la  esperanza , DE1,  San  José  de  Costa  Rica,  1994. 

En  esta  misma  línea  creo  que  se  manifiesta  el  apocalipticismo  paulino.  Ver  mi:  escrito  “Sentido  y 
fin  de  la  Historia  en  el  Teología  paulina",  Cuadernos  de  Teología,  ISEDET,  Buenos  Aires,  1995/1. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA.  N°  29 


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zado  como  propio  de  “la  conducta  necia  de  vuestros  padres”(  1 , 1 8).  Es  el  tiempo  que 
aún  vive  el  mundo  que  circunda  a los  creyentes,  por  lo  cual  ellos  y ellas  son  vistos 
como  extraños.  Esta  misma  expresión  marcaría  una  total  ruptura  con  los  conceptos 
centrales  de  las  culturas  de  la  antigüedad,  tanto  judía  como  gentil.  Ni  unos  ni  otros 
podrían  admitir  que  las  tradiciones  heredadas  de  los  padres  sean  calificadas  como 
“necias”.  Por  el  contrario,  la  antigüedad  de  las  tradiciones  y su  estricto  cumplimien- 
to eran  señal  de  verdad  e integridad. 

Esta  caracterización  de  la  vida  anterior  de  los  creyentes  y del  mundo  circun- 
dante aparece  como  opuesta  y en  enemistad  con  la  vida  que  debe  caracterizar  a los 
rescatados.  Los  vv.  siguientes  (18-21),  que  tienen  estructura  poética,  recuerdan  el 
sentido  de  este  rescate,  probablemente  desde  una  composición  basada  en  una  fór- 
mula credal.  Pero  también  abona  la  caracterización  de  la  historia  en  etapas  que  se 
reproducen  en  la  vida  del  creyente:  llama  “último  de  los  tiempos”  (v.  20)  el  tiempo 
de  la  manifestación  de  Cristo.  Así  el  creyente  anticipa  en  su  vida  un  momento  pos- 
terior para  la  vida  del  mundo,  cuando  la  manifestación  de  la  gloria  sea  plena.  Esa 
esperanza  es  posible  por  la  fe  en  Dios.  Es  en  este  contexto  que  nuevamente  se  se- 
ñala el  carácter  de  “extranjeros  residentes”  (v.  17)  de  los  creyentes.  Las  interpreta- 
ciones espiritualistas  han  tomado  esto  en  el  sentido  del  cristiano  viviendo  en  este 
mundo  como  un  peregrino  en  camino  hacia  la  verdadera  patria  que  está  en  los  cie- 
los (la  BJ  inaugura  sus  notas  a la  Epístola  con  esta  interpretación:  cf.  BJ,  nota  1,1). 
Por  el  contrario,  especialmente  cuando  se  consideran  las  pautas  de  conducta  a se- 
guir, pensamos  que  la  comunidad  autora  se  invita  a hacer  presente  en  este  mundo  y 
este  tiempo  las  formas  de  vida  que  ha  inaugurado  Cristo,  aún  cuando  ha  sufrido  el 
rechazo  de  los  poderosos  (2,4-8).  Pero  este  tiempo  es  un  tiempo  abreviado:  la  ex- 
pectativa del  fin  es  a corto  plazo  (4,7)  y por  ello  urge  mostrar  una  conducta  acorde 
con  esta  certeza.  De  esa  manera  se  construye  una  nueva  casa.  Quienes  son  conside- 
rados habitantes  sin  derechos,  que  no  son  ni  pueblo  ni  dignos  de  compasión  para  las 
leyes  del  Imperio,  son  llamados  a formar  un  nuevo  pueblo,  nación  santa,  y a ser 
compadecidos  en  esta  nueva  realidad  que  presenta  Jesús.  No  es  casualidad  que  las 
fórmulas  doxológicas  que  cierran  el  capítulo  3 y el  final  de  esta  carta  (4,1 1 ) coinci- 
dan en  señalar  que  Cristo  tiene  el  gobierno  de  todos  los  tiempos. 

En  el  comienzo  de  la  sección  que  constituye  el  apéndice  o segunda  carta 
(4,12-5,1 1)  reaparece  el  mismo  motivo.  Efectivamente  en  4,13  se  invita  a mantener 
la  alegría  a pesar  de,  o justamente  por,  estar  padeciendo,  acompañando  los  sufri- 
mientos de  Cristo.  El  conjunto  de  alegría,  revelación,  gloria,  que  vimos  en  la  intro- 
ducción de  1,3-8  se  repite,  en  una  formulación  más  apretada,  en  esta  segunda  intro- 
ducción. Pero  también  aquí  el  motivo  del  sufrimiento  ocupa  el  centro  y permite  la 
identificación  con  Cristo.  Este  sufrimiento  está  mostrando  que  el  tiempo  del  juicio 
se  ha  acelerado.  Ha  llegado  el  kairos,  el  momento  oportuno  de  comenzar  el  juicio, 
y ha  comenzado  por  la  misma  “casa  de  Dios”(4, 17).  Se  distinguen  pues,  el  tiempo 
“primero”,  donde  hay  una  prueba  que  los  creyentes  deben  pasar  auxiliados  por  el 
creador  fiel  (v.  19),  y un  tiempo  final  donde  los  que  ahora  persiguen  serán  ellos  so- 
metidos a juicio.  La  intensificación  de  la  persecución  ha  llevado  a afinar  el  esque- 
ma de  los  tiempos.  Pero  este  tiempo  de  persecución  y sufrimiento  es  pasajero,  es 
breve,  para  dar  paso  al  tiempo  definitivo,  donde  se  establecerá  la  ciudadanía  plena 
de  quienes  ahora  aparecen  como  extranjeros.  Ese  tiempo  de  persecución  se  verá 
compensado  cuando  se  reciba  la  corona  de  gloria  inmarcesible,  al  manifestarse  “el 
gobernante  de  todos  los  pastores”  (5,4). 


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NÉSTOR  O.  MÍGUEZ,  Cristianismos  Originarios:  Galacia,  El  Ponto  y Bitinia 


Este  esquema  apocalíptico,  si  bien  no  conforma  un  Apocalipsis  completo  y 
elaborado,  permite  sostener,  tanto  en  su  expectativa  como  en  su  conformación  y con- 
cepción de  los  tiempos,  la  esperanza  en  tiempos  difíciles  de  persecución.  Aparece  co- 
mo palabra  de  consuelo  y sostén,  como  fuerza  vitalizadora.  No  es  una  apocalíptica 
fatalista  o de  evasión.  No  elimina  la  responsabilidad  ante  la  comunidad  de  fe,  ni  an- 
te la  comunidad  humana  más  amplia.  Tampoco  se  apoya  en  un  determinismo  cerra- 
do. Su  esquema  de  los  tiempos  responde  a una  situación  contextual  concreta,  tanto 
que,  como  hemos  señalado,  se  produce  una  pequeña  modificación  cuando  la  perse- 
cución se  acentúa.  Puede  percibirse  claramente  como  la  concepción  apocalíptica  sos- 
tiene y se  sostiene  en  medio  de  un  tiempo  de  opresión.  No  es  una  visión  de  “peregri- 
nación” al  más  allá,  sino  un  recurso  teológico  para  enfrentar  un  doloroso,  un  aquí  de 
sufrimiento,  sin  renunciar  a la  esperanza,  sino  manteniéndola  viva,  operante.  Pero 
tampoco  es  un  apocalipticismo  de  combate,  una  invitación  al  enfrentamiento  final. 
La  comunidad  autora  es  demasiado  consciente  de  su  marginalidad  histórica  como  pa- 
ra intentar  situarse  en  el  centro  de  la  misma  y modificarla  desde  una  acción  de  com- 
bate. Su  tarea  será  sostener  este  tiempo  mostrando  su  capacidad  de  ir  construyendo 
una  casa  distinta  en  este  mundo  creado,  aún  en  medio  del  dolor  y del  juicio. 

5.2.  La  construcción  de  la  casa 

A partir  de  esta  concepción  de  los  tiempos,  para  poder  soportar  mejor  este 
tiempo  de  persecución  no  sería  ajeno  al  propósito  de  esta  carta  el  establecer  o refor- 
zar un  nexo  comunitario  entre  comunidades.  Para  ello  se  utiliza  la  figura  de  la  casa 
(. oikos ),  justamente  para  estos  cristianos  que  son  definidos  políticamente  y legal- 
mente como  de  afuera  de  la  casa  (paroikos).  Varios  autores  han  destacado  última- 
mente el  valor  y el  riesgo  de  esta  figura  de  la  casa  como  imagen  eclesiológica,  que 
encuentra  en  esta  epístola  una  fuerte  raigambre.  Por  un  lado  la  metáfora  de  la  casa 
ofrece  el  valor  de  un  lugar  de  refugio,  de  un  espacio  protegido.  Es  una  nueva  cons- 
trucción, afirmada  sobre  “la  piedra  que  los  edificadores  han  desechado  y que  ahora 
resulta  ser  elegida  por  Dios”  (2,4).  Justamente  esta  casa  es  espiritual  y los  creyen- 
tes son  piedras  vivas  usadas  en  esta  construcción.  Es  una  construcción  que  ocurre 
en  este  tiempo  y en  este  mundo.  No  es  una  casa  atemporal  en  el  cielo,  sino  una  re- 
sidencia en  la  cual  actualmente  son  construidos,  para  suplir  la  falta  de  casa  a la  que 
los  condena  la  condición  social,  política  y ahora  religiosa  en  la  que  se  encuentran. 

Pero  en  el  mundo  antiguo  (como  suele  ocurrir  también  en  el  moderno)  la  fi- 
gura de  la  casa  ofrece  un  paradigma  ambiguo.  Porque  la  casa  parece  por  un  lado  un 
lugar  de  seguridad  y consuelo,  pero  por  otro  presenta,  una  fuerte  estructura  patriar- 
cal, un  espacio  jerárquico,  donde  mujeres,  esclavos,  jóvenes  deben  ceder  ante  la  au- 
toridad del  padre.  Además  hay  que  tomar  en  cuenta  que  en  la  tradición  grecolatina 
la  casa  aparece  como  modelo  de  la  organización  política.  El  Imperio  Romano  utili- 
zaba la  figura  de  la  casa  y daba  al  emperador  el  título  de  “Padre  de  la  Patria”  como 
una  forma  de  legitimar  su  autoridad.  Esta  ambigüedad  informa  la  historia  de  la  in- 
terpretación de  1 Pe,  ya  que  ha  sido  usada  en  sentido  de  refuerzo  de  la  autoridad 
masculina,  patronal  y política. 

La  exégesis  bíblica  en  tiempos  recientes  ha  estudiado  los  códigos  de  conduc- 
ta doméstica  (llamados  en  alemán  Haustafeln ) que  aparecen  en  algunos  escritos 
neotestamentarios  (Colosenses,  1 Pedro)  comparándolos  con  las  recomendaciones 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BIBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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de  conducta  doméstica  de  los  escritos  de  los  filósofos  estoicos  y proponiendo  una 
relación  entre  ambas  “tablas”.  Pero  a diferencia  de  las  “tablas  domésticas”  estoicas, 
que  Balch  y otros  proponen  como  modelo  seguido  por  el  /los  autor/es  de  1 Pe,  es- 
tos consejos  no  están  dirigidos  al  padre  de  familia  ( oikodespotes ) para  ordenar  su 
casa  — son  justamente  los  únicos  que  no  son  mencionados — sino  a los  subordina- 
dos (esclavos,  esposas)  a los  que  los  filósofos  estoicos  jamás  dirigen  una  palabra. 
La  preocupación  estoica  reside  en  ordenar  la  casa  a fin  de  evitar  conflictos  que  le 
quiten  la  quietud  que  anhelan  y que  constituye  el  sentido  último  de  su  filosofía.  Por 
su  parte,  1 Pedro  busca  crear  un  espacio  adecuado  para  el  testimonio  de  la  nueva  fe. 
Mientras  los  escritos  estoicos  abundan  en  la  reflexión  sobre  las  condiciones  domés- 
ticas, los  textos  bíblicos  son  sucintas  recomendaciones  prácticas.  Hace  a nuestro  te- 
ma, entonces,  poder  discernir  si  la  filosofía  dominante  en  la  época  se  refleja  en  es- 
ta comprensión  de  la  fe  cristiana,  o si  ésta  se  construye  diferenciada.  Nuestra  lectu- 
ra no  encuentra  una  relación  de  dependencia  entre  las  tablas  estoicas  y estos  conse- 
jos. Sus  públicos,  sentido  forma,  difieren.  Es  cierto  que  la  temática  coincide,  pero 
es  una  temática  común  que  hace  a la  vida  cotidiana.  Pero  por  otro  lado  hay  que  ad- 
mitir que  ciertas  ideas  dominantes  de  la  época  se  encuentran  expresadas  en  nuestro 
texto.  1 Pedro  parece  reforzar  las  líneas  de  autoridad  doméstica  para  asimilarse  al 
esquema  cultural  dominante  en  el  mundo  grecorromano  y de  esa  manera  eliminar 
uno  de  los  motivos  de  crítica  que  usaban  los  detractores  del  cristianismo13. 

No  podemos  en  el  breve  espacio  de  este  artículo  entrar  en  todos  los  argumen- 
tos y sutilezas  que  supone  la  situación  planteada.  Es  visible  que,  por  un  lado,  “Pe- 
dro” espera  que  los  cristianos  construyan  las  comunidades  de  fe  como  una  casa  pro- 
pia, hospitalaria  y fraterna  en  donde  puedan  encontrar  refugio  y alivio  quienes  car- 
gan con  dolores  y persecución  (1,22-23;  3,8-12).  Una  casa  donde  se  ponga  fin  a las 
prácticas  violentas.  Pero  por  el  otro,  acepta  como  una  situación  dada  que  en  las  ca- 
sas reales  donde  viven,  especialmente  frente  a maridos  o patrones  no  cristianos,  de- 
ben mostrar  una  disposición  que  no  ofrezca  motivos  de  castigo  o venganza.  Aunque 
esto  a veces  signifique  tolerar  tratos  injustos.  Por  cierto  que  la  hermenéutica  femi- 
nista ha  encontrado  difícil  sacar  ninguna  interpretación  positiva  a textos  como  los 
que  abren  el  cap.  314.  De  la  misma  manera  el  texto  de  2,18-20  fue  usado  para  justi- 
ficar la  esclavitud  y la  sumisión  de  los  esclavos15.  Al  cambiar  el  contexto  de  lectura 
estos  “consejos  prácticos”  destinados  a resolver  cuestiones  inmediatas  en  favor  del 


*3  Esa  tesis  ha  sido  sustentada  por  D.  Balch  (op.  cit.)  entre  otros.  J.  Elliott  considera  que  los  elemen- 
tos de  ruptura  con  el  entorno  son  más  fuertes  que  este  sentido  de  asimilación.  La  pregunta  puede  dar- 
se vuelta.  ¿Es  posible  pensar,  a partir  del  contexto  concreto,  que  la  carta  exhorte  a los  esclavos  a re- 
belarse y a las  mujeres  a la  desobediencia?  ¿Cuáles  serían  las  consecuencias  para  las  personas  involu- 
cradas? Esto  mostraría  una  estrategia  evangelizadora  que  parte  de  una  evaluación  realista  de  las  con- 
diciones y relaciones  de  poder  en  la  que  se  encuentran  los  receptores.  Creo,  por  lo  tanto,  que  más  que 
una  búsqueda  de  asimilación  al  modo  dominante,  lo  que  le  preocupa  al  círculo  autor  de  1 Pedro  es  la 
necesidad  de  dar  un  testimonio  creíble  en  este  tiempo  de  juicio.  Admito,  sin  embargo,  que  frente  a 
prácticas  de  violencia  o abuso  sexual  por  parte  de  patrones  o maridos  autoritarios  que  eran  frecuentes 
en  el  mundo  antiguo  estos  consejos  resulten  repulsivos  a la  mentalidad  moderna. 

^ Así,  por  ejemplo,  el  comentario  de  Kathleen  E Corley  en:  E.  Schüssler  Fiorenza  (de.)  Searching  the 
Scriptures.  A Feminist  Commentary.  Crossroad,  New  York,  1994,  Vol.  2,  pp.  349-360. 

Notar  que  en  este  particular  pasaje  el  término  para  siervo  es  oiketai , esclavos  domésticos.  El  térmi- 
no no  resulta  necesariamente  extensible  a todas  las  formas  de  esclavitud. 


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NÉSTOR  O.  MIGUEZ,  Cristianismos  Originarios:  Galacia,  El  Ponto  y Bitinia 


testimonio  de  fe  y la  situación  de  cristianos  despojados  de  todo  poder  social,  se 
transformaron  en  palabra  normativa  dicha  desde  el  poder.  Hoy  debemos  hacer  un 
esfuerzo  por  recuperar  aquellos  elementos  del  contexto  original  que  nos  muestren 
el  alcance  real  de  estas  palabras. 

¿Cuán  contenedoras  podrían  ser  estas  pequeñas  comunidades?  Si  pensamos 
en  el  amplio  y variado  espectro  geográfico  al  cual  se  dirige  este  texto,  sin  duda  en- 
contraremos que  muchas  de  ellas  seguramente  eran  bastante  pequeñas.  La  persecu- 
ción habría  diezmado  algunas,  muchos  habrían  renunciado  a su  fe  por  temor  u otros 
motivos  (cf.  Carta  de  Plinto...)-  No  es  casualidad  que  el  saludo  sea  a quienes  están 
en  la  dispersión.  Quizás  esta  dispersión  se  refiera  a la  situación  de  las  comunidades 
aludidas,  que  vivirían  en  un  relativo  aislamiento  unas  de  otras,  sin  una  organización 
vinculante.  Reunidas  en  Cristo  encuentran  una  referencia  común,  pero  esto  no  ne- 
cesariamente genera  un  vínculo  que  les  permita  experimentar  este  sentido  de  perte- 
nencia como  una  realidad  cotidiana,  y menos  aún  considerarse  como  una  unidad 
institucional.  De  hecho,  Cristo,  en  sus  padecimientos,  es  la  autoridad  eclesial  men- 
cionada fuera  de  los  presbíteros  locales:  “Porque  eran  como  ovejas  descarriadas,  pe- 
ro ahora  han  vuelto  al  Pastor  y Obispo  de  sus  almas”  (2,25-RVR).  Si  bien  en  el  en- 
cabezamiento el  autor  se  identifica  como  Pedro,  con  el  título  de  apóstol,  luego  se 
verá  que  ello  no  aparece  como  señal  de  una  autoridad  superior,  ya  que  hablando  a 
los  presbíteros  (ancianos)  locales  se  define  como  “copresbítero”  (5,1).  Y en  ese  mis- 
mo contexto,  hablando  de  las  responsabilidades  de  los  presbíteros  como  ejemplos, 
invitándolos  a la  moderación  y claramente  planteando  un  modelo  no-autoritario  de 
conducción,  Cristo  es  llamado  el  “gobernante  de  los  pastores”  ( arjipoimen ). 

Por  el  contrario,  cuando  en  4,15  se  hace  un  catálogo  de  conductas  a evitar, 
mientras  las  tres  primeras  se  refieren  a delitos  punibles  por  el  estado,  la  última  es 
allotriepiskopos,  que  nuestras  versiones  traducen  por  “entrometido”.  Esta  palabra 
no  aparece  en  ningún  escrito  griego  previo,  por  lo  que  parece  ser  un  neologismo 
acuñado  por  el/los  autor/es.  Significa,  textualmente,  supervisar  la  tarea  de  otros,  o, 
en  lenguaje  eclesial,  “hacerse  el  obispo  (episkopos)  de  otros”.  ¿Se  referirá  a que  al- 
gunos yerran  por  querer  extender  su  autoridad  más  allá  de  su  propia  comunidad,  im- 
poner un  episcopado  en  comunidades  que  se  han  caracterizado  por  una  relación  ho- 
rizontal de  hospitalidad?  Esto  explicaría  la  anterior  invitación  a ser  hospitalarios  sin 
murmurar  (4,8-9).  Así  se  procura  evitar  que,  dadas  las  características  del  sistema 
clientelar  romano,  se  justificaran  las  aspiraciones  de  convertirse  en  patrones  de  las 
comunidades  por  parte  de  aquellos  que  debían  asumir  un  papel  de  hospedadores, 
cuidadores  y protectores  de  otros. 

La  suma  de  estas  recomendaciones,  el  cuidado  para  no  justificar  conductas 
autoritarias  o afán  lucrativo  por  parte  de  los  presbíteros,  el  hecho  de  que  el  propio 
círculo  autoral  llama  a Pedro  “un  presbítero  entre  otros”,  y que  los  títulos  de  Obis- 
po, Pastor  y Jefe  de  pastores  sea  adjudicado  sólo  a Cristo  parecería  indicar  una  ecle- 
siología  de  pequeñas  comunidades  dispersas,  vinculadas  afectivamente,  pero  sin  un 
ordenamiento  de  autoridad  episcopal.  En  medio  de  la  persecución,  entonces,  frente 
a la  tentación  de  aislarse  para  protegerse,  o quizás,  por  el  otro  lado,  a alguna  ten- 
dencia a encolumnarse  todos  tras  una  autoridad  fuerte,  la  carta  más  vale  invita  a evi- 
tar cualquier  tipo  de  agresión,  murmuración  o imposición  interna  y a practicar  una 
hospitalidad  caritativa,  a construir  una  casa  común  y fraterna. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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5.3.  Sufrir  por  el  nombre  de  Cristo 

Asia  Menor  fue  la  cuna  y centro  del  culto  al  Emperador.  Los  estudios  sobre 
este  tema  han  demostrado  que  algunos  emperadores  aceptaron,  favorecieron  y ex- 
tendieron esta  práctica,  que  encontraron  ya  existente  en  esta  región.  A tal  punto  que 
numerosos  historiadores  modernos  del  periodo  romano  han  llegado  a la  convicción 
de  que  el  aparato  ideológico  romano  que  permitía  organizar  al  Imperio  como  uni- 
dad se  apoyaba  justamente  en  el  culto  al  Emperador.  El  Apocalipsis  de  Juan,  prove- 
niente de  la  misma  región,  al  menos  parcialmente,  y de  aproximadamente  la  misma 
época,  es  otra  muestra  de  lo  que  ello  significaba  para  los  cristianos.  Si  bien  los  do- 
cumentos históricos  con  que  contamos  (que  son  solo  fragmentarios)  no  abundan  en 
detalles  acerca  de  las  persecuciones  en  áreas  específicas,  es  posible  deducir  que  es 
en  ésta  región  donde  se  produjeron  los  conflictos  de  mayor  importancia  en  torno  de 
la  disyuntiva  entre  el  culto  al  César  y el  reconocimiento  del  Señorío  de  Cristo,  al 
menos  en  el  primer  siglo. 

Es  imposible  tener  una  mirada  “objetiva”  en  tomo  de  la  persecución.  La  úni- 
ca mirada  “objetiva”  en  estos  temas  es  la  mirada  de  la  víctima.  Para  quienes  miran 
de  afuera  y hacen  estadísticas  las  persecuciones  pueden  ser  menores,  localizadas, 
acotadas.  Para  quien  es  perseguido  una  persecución  acotada  y localizada  es  “la  per- 
secución”, con  toda  su  carga  de  angustias,  temores,  destrucción  de  la  cotidianeidad. 
Aun  cuando  sólo  unos  pocos,  porcentualmente  hablando,  experimenten  en  forma  fí- 
sica y directa  la  cárcel,  tortura  o muerte,  el  clima  generado  entre  quienes  se  encuen- 
tran en  los  círculos  perseguidos  modifica  totalmente  la  cosmovisión.  Esta  compren- 
sión es  necesaria  para  poder  considerar  el  modo  en  que  los  autores/receptores  de  1 
Pedro  ven  su  mundo,  y por  lo  tanto,  conciben  su  fe  y la  proyectan. 

Una  cosa  aparece  clara:  si  hemos  de  ser  perseguidos,  dicen,  que  lo  seamos 
por  aquello  que  justamente  reivindicamos.  Y es  que  la  raíz  de  todo  el  conflicto  que 
viven  está  en  su  comprensión  de  la  realidad  y el  mundo  circundante.  Ellos  han  sido 
re-engendrados  a partir  de  la  muerte  y resurrección  de  Jesús.  Este  acto  soberano  y 
gracioso  de  Dios  modifica  su  comprensión  de  lo  que  verdaderamente  es  poder,  es 
señorío,  es  pertenencia  e identidad.  Por  sostener  esta  nueva  identidad,  que  los  acre- 
dita humanos  y dignos,  frente  a la  anterior  identidad  que  los  establecía  como  adve- 
nedizos e indignos,  rechazan  ciertas  exigencias  que  conforman  la  cultura  dominan- 
te. Así,  como  hemos  señalado,  aparece  la  insólita  frase  de  1 ; 1 8 , “la  inútil  manera  de 
vivir  de  la  tradición  paterna”.  Aunque  “Pedro”  parece  no  tomar  conciencia  de  la  to- 
tal ruptura  que  esto  significa  para  el  orden  existente,  difícilmente  encontremos  otra 
expresión  tan  fuerte  para  condenar,  con  una  sola  frase,  tanto  la  cultura  judía  como 
la  gentil.  Esa  ruptura  implica  la  modificación  de  las  conductas,  ahora  calificadas  co- 
mo inmorales,  antes  aceptadas  como  normales  (4,2-4).  Es  más,  se  reconoce  que  el 
abandono  de  esas  prácticas  (vinculadas  a diversos  cultos)  ha  provocado  asombro  y 
crítica  por  parte  de  los  vecinos  que  antes  los  veían  compartirlas.  Desde  el  lado  de 
quienes  son  patrones  de  estos  esclavos,  maridos  de  estas  esposas,  vecinos  reconoci- 
dos de  estos  “extranjeros  residentes”  surge  la  pregunta:  ¿y  quiénes  son  estos,  adve- 
nedizos y subalternos,  a todas  luces  inferiores,  qué  se  creen  ahora,  para  criticar 
nuestras  costumbres,  diferenciarse  de  nuestros  cultos,  cuestionar  nuestras  prácticas 
y darle  la  espalda  al  Emperador? 


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NÉSTOR  O.  MÍGUEZ,  Cristianismos  Originarios:  Galacia.  El  Ponto  y Bitinia 


Esta  misma  pregunta  surgiría  en  los  tribunales,  cuando  estas  faltas  tomaban 
estado  público,  especialmente  si  la  situación  afectaba  el  status  de  los  esclavos  o el 
culto  al  Emperador.  La  respuesta  “en  razón  de  la  esperanza”  (3,15)  sería  algo  así  co- 
mo “nosotros  somos  un  pueblo  de  sacerdotes,  una  nación  escogida,  rescatada  de  la 
vana  manera  de  vivir  de  la  tradición  patria,  por  el  Cristo  muerto  por  las  autoridades 
judías  y romanas  y resucitado  por  Dios,  al  único  al  que  le  rendimos  culto  porque  es 
el  único  al  que  reconocemos  Señor,  y que  pronto  vendrá  para  juzgar  a todos  según 
su  justicia.  Todos  los  demás  son  dioses  falsos,  y el  Emperador  un  ser  humano  res- 
petable porque  tiene  poder,  pero  no  hemos  de  reconocerlo  como  deidad.  Todas  las 
dominaciones  y potestades  están  sometidas  a este  Cristo”.  Por  más  que  esta  respues- 
ta sea  dicha  con  mansedumbre  y respeto,  ciertamente  no  sería  del  agrado  de  autori- 
dades y patrones.  Como  veremos  en  la  Carta  de  Plinio  persistir  en  esta  respuesta, 
aunque  no  se  demostrara  ningún  otro  delito,  es  suficiente  para  llevar  a la  pena  de 
muerte.  Y no  cabe  duda  que,  para  la  mentalidad  y la  ideología  romana  del  poder,  po- 
co podía  ser  más  cultural  y políticamente  peligroso  que  una  respuesta  por  el  estilo. 
Porque  se  socavan  las  bases  de  todo  el  aparato  ideológico  que  sustentaba  la  hege- 
monía imperial  que  se  organizaba  a partir  del  concepto  de  la  pax  deorum  y la  cohe- 
sión en  tomo  de  la  figura  imperial. 

El  texto  refleja,  en  su  primera  parte  al  menos,  una  visión  aún  un  tanto  inge- 
nua del  conflicto.  Aún  se  espera  que  las  autoridades  (sean  de  la  esfera  privada 
— patrones,  jefes  de  familia — o estatales)  reconozcan  en  los  cristianos  a personas 
honestas,  diligentes,  humildes.  Las  exhortaciones  a obedecer  al  Rey  y a los  gober- 
nantes que  este  delegue16,  por  causa  de  Cristo,  a los  patrones,  aún  a los  severos,  si- 
guiendo el  sufrimiento  injusto  del  crucificado,  o las  esposas  ante  maridos  no  cre- 
yentes para  ganarlos  a la  fe,  obedecen  a este  razonamiento.  Por  eso  deben  evitarse 
las  conductas  que  puedan  provocar  una  intervención  de  las  autoridades  en  virtud  de 
leyes  criminales.  1 Pedro  no  trata,  es  evidente,  de  subvertir  el  orden  político  o las 
estructuras  sociales  del  Imperio.  Y quiere  dejar  eso  en  claro.  Pero,  a sabiendas  o no, 
la  fe  de  estos  humildes  extranjeros  cuestiona  las  concepciones  básicas  que  hacen  a 
ese  orden  político  y social,  aunque  en  su  práctica  traten  de  desmentirlo,  y en  eso  las 
autoridades  romanas  son  más  claras  que  los  mismos  cristianos. 

Cuando  la  cuestión  aprieta  y la  persecución  por  el  solo  nombre  de  cristiano 
se  hace  evidente,  entonces  esa  ingenuidad  empieza  a desaparecer.  En  este  sentido, 
como  hemos  dicho,  es  necesario  evaluar  los  matices  que  se  modifican  de  la  prime- 
ra a la  segunda  parte  de  la  carta.  A partir  de  4,12  desaparecen  las  tablas  domésticas 
y las  palabras  confiadas  en  el  cometido  bienhechor  de  las  autoridades  humanas.  No 


' 6 El  texto  griego  se  presta  a confusión:  “subordínense  a toda  creación  humana  por  causa  de  Cristo,  sea 
un  rey,  como  el  que  tiene  poder,  sea  un  gobernador,  como  por  él  enviado”  (2;13-14a).  Entiendo  que  el 
que  envía  a los  gobernadores  es  el  Rey,  y la  fuente  del  poder  de  estos  es  la  autoridad  real  como  institu- 
ción humana  poderosa.  Algunos  exégetas  interpretan  las  palabras  finales  “por  él  enviado”  como  refi- 
riéndose a que  los  gobernadores  son  enviados  por  Cristo,  dando  así  un  matiz  de  voluntad  divina  a las 
autoridades  terrenas.  Por  el  contrario,  entiendo  que  el  texto  claramente  reconoce  que  el  poder  político 
(el  Rey)  es  una  creación  humana,  a la  cual  hay  que  subordinarse  debido  a su  poder.  Esto  hay  que  hacer- 
lo por  causa  de  Cristo,  es  decir,  para  dejar  en  claro  que  no  anima  al  cristiano  un  motivo  político  de  in- 
subordinación, sino  solo  la  lealtad  al  Señor.  Los  gobernadores  tienen  poder  por  delegación  del  Rey  (Em- 
perador). Esto  refleja  la  concepción  romana,  que  el  texto  respeta.  Pensar  que  el  Rey  tiene  autoridad  co- 
mo institución  humana  pero  que  el  gobernador  es  enviado  por  Cristo  resulta  absurdo  y forzado. 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BIBLICA  LATINOAMERICANA.  N°  29 


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hay  que  justificar  la  represión  con  actos  criminales,  pero  se  padece  aún  por  causa 
de  la  justicia.  El  adversario  anda  buscando  a quien  devorar.  Es  el  mismo  diablo.  Es 
el  mismo  que  en  otros  lugares  del  mundo  está  haciendo  sufrir  a los  hermanos.  Es 
una  señal  del  comienzo  del  juicio.  Frente  a esto  hay  que  fortalecer  el  vínculo  inter- 
no. No  hay  que  atraer  la  represión  con  bravuconadas,  pero  si  se  da,  hay  que  mante- 
nerse firme  y aceptar  que  la  contraparte  de  este  sufrimiento  es  la  victoria  que  se 
mostrará  en  el  Cristo.  Entre  tanto,  a ningún  poder  humano  podemos  confiamos,  si- 
no sólo  al  Creador  fiel. 

6.  Un  tiempo  después... 

Tras  el  conflictivo  epílogo  de  la  era  de  Domiciano  accede  al  poder  Nerva,  y 
tras  un  reinado  breve  (96-98)  le  sucede  Trajano,  el  primer  emperador  de  origen  pro- 
vincial, que  gobierna  diecinueve  años  (98-117).  Durante  parte  de  su  reinado  desig- 
na gobernador  de  El  Ponto  y Bitinia  a Cayo  Plinio,  el  Joven,  llamado  así  por  con- 
traste con  su  tío,  Plinio  el  Viejo,  autor  de  obras  de  filosofía  e historia  natural.  Cayo 
Plinio  era  un  hombre  de  fortuna,  muy  allegado  a Trajano,  perteneciente  a la  clase 
senatorial,  aunque  con  limitada  experiencia  política.  De  manera  que,  ante  cualquier 
novedad,  consultaba  al  Emperador  sobre  los  modos  de  proceder  y pedía  su  aproba- 
ción. Entre  las  muchas  cosas  que  le  refiere,  que  van  desde  importantes  decisiones 
de  estado  hasta  temas  menores,  aparece  esta  carta  sobre  la  situación  de  los  cristia- 
nos en  la  provincia  que  le  toca  administrar.  Si  bien  no  es  posible  datarla  con  preci- 
sión, generalmente  se  la  ubica  en  los  alrededores  del  año  1 1 017,  o sea  que  han  trans- 
currido menos  de  20  años  de  1 Pedro.  Probablemente  vivían  aún  muchos  integran- 
tes de  las  comunidades  receptoras  de  1 Pe  cuando  escribe  Plinio. 

6.1.  Una  comunidad  en  expansión 

Esto  nos  permite  historiar  algo  de  esas  comunidades  algún  tiempo  después  de 
la  carta,  así  como  también  ver  las  características  que  tenía,  al  comenzar  el  segundo 
siglo  cristiano,  el  cristianismo  que  se  formó  en  esas  provincias.  Sin  pretender  hacer 
una  exégesis  detallada  de  la  carta  de  Plinio,  es  posible  descubrir  algunas  cosas  don- 
de la  relación  entre  este  escrito  y la  1 Pedro  parecen  confirmarse  mutuamente. 

Es  evidente  que  las  comunidades  cristianas  han  crecido.  Plinio  señala  que 
“multitud  de  personas”  de  toda  edad,  condición,  sexo  han  sido  acusadas  con  justi- 
cia de  ser  cristianas.  Los  templos  paganos  han  sido  descuidados,  no  hay  comprado- 
res para  la  carne  de  los  sacrificios.  Algunos  han  sido  enviados  a Roma  para  ser  juz- 
gados pues  se  reclaman  ciudadanos  romanos.  Muchos  también,  sin  embargo,  han 
desistido  de  su  identidad  cristiana  ya  sea  ante  los  tribunales  de  Plinio,  o han  alega- 
do haberlo  hecho  ya  previamente,  incluso  más  de  20  años  antes.  Esta  “superstición 
perversa  y desmedida”  se  ha  extendido  de  las  ciudades  a las  aldeas  y zonas  rurales. 
¿Qué  nos  indica  todo  esto? 


' 7 Esto  hace  que  esta  carta  sea  el  pnmer  documento  externo  con  referencias  al  cristianismo  que  nos 
haya  llegado  hasta  hoy.  Si  bien  las  obras  de  Tácito  y Suetonio  traen  referencias  anteriores  al  cristia- 
nismo, lo  hacen  con  posterioridad,  ya  que  sus  obras  son  de  carácter  histórico.  Estos  autores  son  apro- 
ximadamente contemporáneos  de  Plinio,  pero  éste  es  el  único  que  hace  referencias  de  primera  mano. 


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NÉSTOR  O.  MÍGUEZ,  Cristianismos  Originarios:  Galacia,  El  Ponto  y Bitinia 


Aquellos  primeros  grupos  modestos  de  extranjeros  residentes,  de  hombres  y 
mujeres  sin  derecho  de  ciudadanía,  han  logrado,  a pesar  de  las  persecuciones,  ex- 
tender su  fe  en  forma  admirable.  A tal  punto  que  han  llegado  a acercar  a sus  comu- 
nidades a quienes  gozan  de  la  ciudadanía  romana18.  Es  de  notar  que  si  éstos  habían 
sido  remitidos  a Roma  para  ser  juzgados  fue  porque  no  habían  renunciado  a su  fe 
en  la  primera  audiencia.  Pero  su  poder  político  local,  si  lo  hubiesen  tenido,  o su  con- 
dición legal  como  ciudadanos,  no  alcanza  para  ponerlos  a resguardo  de  las  acusa- 
ciones ni  proteger  a sus  hermanos  de  las  comunidades.  Varones  y mujeres,  jóvenes 
y adultos,  esclavos,  libres,  ciudadanos  comparten  la  comunidad.  Todos  sufren  por 
igual  ante  la  acusación  de  ser  cristianos.  Deben  pasar  por  las  mismas  pruebas.  Al- 
gunos abandonan  la  fe.  Algunos  ya  la  habían  abandonado  durante  las  persecuciones 
a las  que  se  refiere  1 Pedro,  si  nos  atenemos  a que  ellos  mismos  declaran  que  hace 
20  años  que  renegaron  del  cristianismo.  Otros  se  mantienen  firmes  y pagan  con  la 
vida,  después  de  rechazar  dos  y tres  veces  el  juramento  propuesto  por  el  goberna- 
dor ante  los  dioses  romanos  y la  estatua  del  Emperador19. 

Por  otro  lado,  el  celo  misionero  de  estas  comunidades  había  superado  tam- 
bién la  barrera  cultural  del  enclave  urbano  grecorromano.  La  alusión  a la  extensión 
de  “esta  superstición”  al  campo  no  tiene,  como  hemos  visto,  connotaciones  solo 
geográficas.  Es  posible  pensar  que  la  persecución  haya  empujado  a algunos  cristia- 
nos a buscar  refugio  en  aldeas  alejadas  de  los  centros  urbanos  más  controlados  o a 
aprovechar  la  hospitalidad  en  las  zonas  rurales.  Esa  misma  situación  habría  posibi- 
litado la  evangelización  del  campo.  Curiosamente,  la  fe  que  tiene  su  origen  en  el 
ámbito  rural  de  Galilea  se  difunde  por  medio  de  enclaves  urbanos,  para  luego  vol- 
ver a hacerse  rural  en  otros  parajes. 

Los  sectores  poblacionales  que  más  resistencia  ofrecían  a la  penetración  de 
la  cultura  grecorromana  era  el  ámbito  rural,  donde  subsistían  las  lenguas  y culturas 
originarias.  Allí  también  había  llegado  la  nueva  fe.  ¿Cómo  serían  las  expresiones  de 
ese  cristianismo  rural  en  tierras  del  Asia  Menor?  Desgraciadamente  no  tenemos  ele- 
mentos para  reconstruirlo.  Debemos  conformamos  con  saber  que  los  habitantes  de 
las  áreas  rurales  eran  los  más  pobres  y despreciados,  y a la  vez  los  representantes 
de  las  identidades  reprimidas  y subaltemizadas  por  el  afán  hegemónico  del  poder 
imperial.  Plinio  teme  las  consecuencias  que  en  las  áreas  rurales  pueda  tener  este 


1 ^ Con  respecto  al  derecho  de  ciudadanía  romana  hay  que  ser  cauteloso.  Nos  encontramos  en  un  tiem- 
po de  transición  donde  este  derecho  se  iba  extendiendo  a grupos  cada  vez  más  numerosos.  De  mane- 
ra que  ya  no  estamos  exclusivamente  frente  a hombres  de  poder,  terratenientes,  sino  que  hombres  de 
negocios,  dueños  de  talleres  grandes  u otros  habían  alcanzado  tal  derecho.  Al  extenderse  el  derecho  de 
ciudadanía  romana  a los  libertos,  después  de  dos  o tres  generaciones  gentes  sin  una  gran  fortuna  man- 
tenía ese  derecho,  si  bien  en  una  relación  clientelar  con  la  familia  de  sus  antiguos  patrones.  Con  todo, 
el  hecho  de  que  accedieran  a un  juicio  en  Roma  señala  que  algunos  de  cierto  prestigio  estaban  entre 
los  acusados. 

*9  Cabe  destacar  que  Plinio  “hace  traer  la  estatua  del  Emperador”  a la  sala  del  tribunal,  para  que  los 
cristianos  le  ofrezcan  libaciones  y quemen  incienso  ante  ella”,  con  lo  cual,  sin  decirlo  expresamente, 
le  da  tratamiento  de  Dios  y lo  ubica  entre  las  deidades  a reconocer.  Este  elemento,  más  la  blasfemia 
del  nombre  de  Cristo,  son  los  decisivos  para  su  definición.  Los  cristianos  podían  hacer  todo  lo  que  la 
ley  ordenara,  menos  adherirse  ideológicamente  al  Imperio,  y esto  hace  que  la  sola  condición  de  cris- 
tiano se  convirtiera  en  delito. 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BÍBLICA  LATINOAMERICANA.  N°  29 


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“contagio”  y se  propone  corregirlo.  Para  ello  refuerza  el  culto  tradicional,  las  solem- 
nidades que  tienen  por  objeto  fortalecer  la  presencia  de  las  deidades  imperiales. 

6.2.  La  vigencia  de  un  cristianismo  ético 

La  característica  apocalíptica  del  cristianismo  que  nos  relata  1 Pedro  no  po- 
demos ni  confirmarla  ni  desmentirla  desde  el  escrito  de  Plinio.  Al  no  haber  referen- 
cia al  contenido  de  los  himnos  y alabanzas  o del  “depósito”  invocado  no  podemos 
saber  cuál  era  el  contenido  teológico  de  tales  elementos  doxológicos  y catequéticos. 
Pero  en  cambio  sí  se  nos  proporcionan  otros  elementos  significativos. 

La  actividad  fundamental  de  los  cristianos  parecería  radicar  en  dos  tipos  de 
encuentros:  las  reuniones  matinales  de  alabanza  y la  comida  nocturna  en  común.  La 
primera  se  reducía,  en  los  días  señalados,  a entonar  algunos  cánticos  de  alabanza 
donde  es  posible  advertir  una  forma  de  letanía  (alternando  coros),  y una  invocación 
de  Cristo  como  Dios.  Lo  que  quiera  decir  esto  en  sí  teológicamente  es  difícil  de  dis- 
cernir. Plinio  dice  Christo  quasi  deo  dicere.  La  traducción  de  esta  expresión  ofrece 
ambigüedades.  ¿Es  Cristo  “llamado  casi  Dios”,  o es  Cristo  expresado  como  Dios? 
¿Está  indicando  esto  una  “baja  cristología”  todavía  a principios  del  S.  II?  ¿Es  esto 
lo  que  entiende  Plinio,  o es  lo  que  expresan  estos  arrepentidos  del  cristianismo  que 
le  sirven  como  informantes,  o es  lo  que  contienen  los  cantos?  Sea  cual  fuere  la  res- 
puesta, lo  que  aparece  claro  posteriormente  es  que  esto  se  completa  con  un  juramen- 
to con  sentido  ético.  Después  de  esos  cantos  los  presentes  reiteran  un  compromiso 
(Plinio  usa  la  expresión  sacramento)  que  no  los  obliga  a crimen  alguno  sino  a man- 
tener una  conducta  alejada  del  robo,  el  adulterio,  la  infidelidad  a la  palabra  dada. 
Este  compromiso  incluye  la  promesa  a no  renegar  del  “depósito”  cuando  son  inte- 
rrogados. Es  interesante  notar  como  estos  elementos  coinciden  con  las  recomenda- 
ciones de  1 Pedro,  especialmente  en  los  caps.  3 y 4,1-1 1. 

El  segundo  tipo  de  reuniones  es  nocturna,  y consiste  en  una  comida  común. 
Nuevamente  la  expresión  latina  da  pie  para  diversas  interpretaciones:  capiendum  ti- 
bian, promiscuum  tamen  et  innoxium.  La  dificultad  la  presenta  la  palabra  promis- 
cuum.  El  recorrido  semántico  de  esta  palabra  va  desde  mezclado,  sin  distinción,  pa- 
sando por  común,  ordinario,  y finalmente  también  significa  promiscuo  en  el  senti- 
do orgiástico  que  tomó  en  nuestro  idioma,  con  su  carga  negativa.  Esta  última  signi- 
ficación debe  ser  descartada,  ya  que  Plinio  no  hubiera  admitido  como  innoxium 
(inocuo,  inocente)  una  comida  nocturna  con  características  orgiásticas.  Si  bien  no 
eran  ajenas  a ciertos  cultos  romanos  y ciertos  misterios  vigentes  en  la  época,  los  go- 
bernantes habían  decidido  prohibirlos,  pues  temían  que  fueran  ocasión  para  conju- 
ras o afectaran  la  fuerza  moral  de  los  romanos.  La  carta  de  Plinio  señala  que  él  ha- 
bía aplicado  esta  prohibición,  y que  los  cristianos  decían  haberla  respetado.  La  tra- 
ducción de  esta  frase  que  nos  presenta  Ruiz  Bueno  opta  por  la  segunda  acepción,  ya 
que  traduce  una  “comida  ordinaria”.  Así  interpreta  este  texto  en  el  sentido  de  que 
esta  comida  no  contenía  ningún  alimento  especial  o característica  distintiva.  Es  po- 
sible pensar  que  los  informantes  de  Plinio  le  hayan  querido  dar  esta  impresión.  Pe- 
ro si  lo  que  se  quiere  decir  es  que  era  una  comida  ordinaria,  el  latín  ofrece  otras  pa- 
labras. Por  eso  me  parece  más  significativo  el  primer  significado:  “mezclado,  sin 
distinción”.  Ese  es  el  sentido  más  directo  de  promiscuum.  Lo  que  caracteriza  estas 
comidas  es  que  las  comparten  todos  mezclados:  esclavos  y libres,  hombres  y muje- 


102 


NÉSTOR  O MÍGUEZ,  Cristianismos  Originarios:  Galacia,  El  Ponto  y Bitinia 


res,  jóvenes  y ancianos.  La  falta  de  una  jerarquización  molesta  a los  romanos.  Las 
distinciones  de  rango,  origen,  riqueza,  condición  social  y legal  son  la  base  misma 
del  sistema  cultural  y político  de  Roma.  Esto  es  lo  que  le  resulta  sospechoso  y por 
eso  Plinio  quiere  averiguar  más.  Elige  entonces  torturar  a dos  esclavas  para  poder 
investigar  y llegar  al  fondo  de  la  cuestión. 

Estas  frases  al  parecer  tan  casuales  son,  sin  embargo,  una  buena  fuente  de  in- 
formación sobre  las  características  de  las  comunidades  de  la  zona  y abren  temas  de 
discusiones  muy  actuales.  Cayo  Plinio  decide  profundizar  su  investigación  retenien- 
do a dos  ancillis  (esclavas  domésticas,  criadas,  correspondiente  al  oiketai  de  1 Pe) 
e interrogarlas  bajo  tortura.  Dos  cosas  seguramente  deciden  a Plinio  por  este  cami- 
no. Por  un  lado,  someter  a suplicio  a dos  esclavas  no  podía  traerle  demasiados  pro- 
blemas, menos  aún  si  la  acusación  por  la  cual  estaban  presas  se  relacionaba  con  al- 
guna forma  de  desconocimiento  del  poder  romano.  Pero  además  estas  esclavas  eran 
llamadas  “ministras”  por  los  cristianos20.  No  podemos  saber  con  exactitud  cual  era 
este  ministerio,  pero  en  principio  ninguna  forma  queda  excluida.  Esto  significa  que 
estas  esclavas  para  el  mundo  secular  podían  ministrar  para  hombres  libres  y aún  ciu- 
dadanos romanos,  en  cualquiera  fuera  su  ministerio,  dentro  de  la  comunidad  ecle- 
sial.  No  cabe  duda  que  para  Plinio  y otros  de  su  formación  esto  necesariamente  de- 
bía calificarse  como  promiscuum,  aunque  en  apariencia  inocuo.  Desde  nuestra  lec- 
tura esto  nos  está  diciendo  de  la  aplicación  práctica  del  dicho  paulino  de  que  en 
Cristo  no  hay  esclavo  ni  libre,  judío  ni  griego,  varón  ni  mujer.  Dos  mujeres,  de  con- 
dición esclava  — probablemente  sirvientas  domésticas — , con  todo  lo  que  ello  po- 
día significar  desde  el  punto  de  vista  de  su  nivel  cultural,  ubicación  social,  limita- 
ción económica,  desprotección  legal  (claramente  demostrada  por  su  exposición  a la 
tortura),  etc.  — es  decir,  personas  de  la  más  baja  situación  imaginable  para  los  pa- 
rámetros greco-romanos — eran  llamadas  ministras  por  esta  comunidad  cristiana.  Ni 
de  la  carta  de  Plinio,  ni,  como  hemos  visto  de  1 Pe  puede  desprenderse  que  estuvie- 
ran necesariamente  bajo  la  responsabilidad  de  otros  “ministros”  de  más  alta  posi- 
ción jerárquica.  El  informe  de  Plinio  no  permite  suponer  una  organización  estructu- 
rada jerárquicamente,  ni  un  orden  institucional  extendido.  Si  esto  hubiera  entrado 
en  su  conocimiento  ciertamente  le  habría  provocado  mayor  inquietud.  Una  cosa  es 
una  superstición  que  se  extiende,  otra  cosa  una  organización  institucionalizada  en 
todo  el  ámbito  de  la  provincia  y el  Imperio.  Pero  Plinio  solo  ve  en  los  cristianos  una 
“superstición  malvada  y desmedida”.  El  mal  que  esto  ocasiona  se  refleja  en  la  de- 


20  Es  interesante  notar  la  tendencia  de  los  traductores.  D.  Ruiz  Bueno  propone:  “que  se  decían  ‘mi- 
nistras’ o diaconisas”.  De  esta  manera  trata  la  voz  pasiva  “eran  llamadas”  como  un  impersonal,  y ade- 
más interpreta  “ministras”  en  el  sentido  de  diaconisas,  expresión  totalmente  ausente  del  texto  latino 
que  él  mismo  provee.  Cuando  la  carta  es  reproducida  por  el  cuadernillo  Roma  frente  a Jerusalén  /,  de 
la  Colección  Cuadernos  Bíblicos  de  Verbo  Divino,  (Navarra,  España,  traducción  del  equivalente  fran- 
cés publicado  por  Cahiers  Evangile,  Supplement  42,  Editions  du  Cerf,  1982),  tanto  en  la  edición  fran- 
cesa como  en  la  española  ha  quedado  solamente  “diaconisas”.  Algo  similar  ocurre  con  la  versión  tra- 
ducida al  inglés  por  Loeb  Classics  Library.  Todo  ello  marca  la  resistencia  de  los  traductores  a recono- 
cer simplemente  la  palabra  “ministras”,  más  amplia  y que  cubre  pluralidad  de  posibilidades  y a cerrar 
el  significado  sobre  diaconisas.  De  esa  manera,  las  preconcepciones  sobre  la  limitación  del  ministerio 
femenino  informan  a la  traducción,  en  lugar  de  permitir  que  el  texto  brinde  sus  propios  antecedentes 
a la  cuestión  en  debate.  Aquí  mantendré  la  expresión  “ministras”  por  ser  la  más  próxima  al  original  la- 
tino e implicar  la  menor  cuota  de  prejuicios. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


103 


cadencia  de  las  prácticas  cívico-religiosas,  que  pueden  afectar  la  Pax  deorum , base 
transcendente  de  la  Pax  romana  que  garantiza  el  ejército.  Sus  consecuencias  afec- 
tan la  auctoritas  del  Emperador  ya  que  se  niegan  a darle  culto.  Esto  es  lo  que  Pli- 
nio  decide  combatir,  y por  ello  es  tolerante  con  quienes  vuelven  atrás  y se  deciden 
a reintegrase  al  sistema  ideológico  romano. 

Resumiendo,  y sin  entrar  en  todos  los  detalles  que  podrían  especificarse,  se 
puede  señalar  que  las  comunidades  reflejadas  en  esta  carta  son  comunidades  en  ex- 
pansión. Muchos,  tanto  en  la  ciudad  como  también  en  el  campo  han  encontrado  en 
la  fe  en  Jesús,  con  sus  liturgias  sencillas  compartidas  por  todos  y su  ministerio,  pro- 
tagonizado también  por  esclavas,  una  referencia  propia.  Aun  entre  quienes  tienen 
algunos  derechos  adquiridos  por  ser  ciudadanos  romanos.  Su  compromiso  es  man- 
tener una  conducta  digna,  una  fuerza  moral  que  no  los  haga  pasibles  de  sanciones 
por  otra  cosa  que  no  sea  su  fe.  Pero  esta  fe  se  sostiene,  en  muchos  casos,  frente  a la 
tortura  y la  muerte. 

6.3.  La  relación  con  el  entorno  cultural 

No  nos  interesa  ahora  entrar  en  todos  los  aspectos  legales  que  entraña  la  per- 
secución llevada  adelante  por  Plinio.  Hay  varios  estudios  que  examinan  ese  aspec- 
to. En  esa  polémica  vale  la  pena,  con  todo,  señalar  que  no  es  necesario  mostrar  otro 
delito  que  el  ser  cristiano  para  ser  juzgado.  Mantenerse  en  esta  afirmación,  negán- 
dose a blasfemar  de  Cristo  y a honrar  la  estatua  del  César  es  ya  delito  suficiente  co- 
mo para  ser  juzgado. 

Pero  sí  cabe  señalar  que  hay  una  ruptura  más  profunda  que  la  ruptura  legal,  y 
es  la  distancia  con  el  entorno  cultural.  Ya  1 Pe  4,4  había  señalado  que  los  vecinos 
eran  los  que  se  asombraban  del  cambio  de  actitud  de  los  cristianos  que  dejaban  de 
acompañar  los  festivales  y cultos  brindados  a los  dioses  y los  insultaban  por  ello.  La 
carta  de  Plinio  muestra  que  la  hostilidad  anticristiana  no  proviene  solo  de  las  autori- 
dades sino  fundamentalmente  de  los  propios  habitantes  de  la  región,  que  presentan 
listas  anónimas  de  acusados  de  cristianismo.  Lo  que  le  duele  a Plinio,  como  ya  he- 
mos señalado,  es  que  esto  pueda  afectar  la  estructura  cívico-religiosa  en  la  región. 
Esto  ha  llevado  a que  algunos  consideraran  las  actitudes  del  cristianismo  primitivo, 
especialmente  a las  comunidades  reflejadas  en  esta  carta,  como  “sectas”  desde  un 
punto  de  vista  sociológico21.  Sin  duda  el  cristianismo  de  El  Ponto,  Bitinia  y Capado- 
cia,  como  puede  verse  de  estos  documentos,  así  como  otros  del  primer  siglo,  se  con- 
cibe como  portador  de  una  verdad  exclusiva,  invitando  a la  solidaridad  intema  y con 
un  sentido  autodefensivo.  Pero  también  es  posible  ver  una  actitud  inclusiva,  que  tie- 
ne lugar  para  todos  sin  distinción  de  edad,  rango,  sexo,  una  disposición  a comunicar- 
se más  allá  de  las  fronteras  inmediatas  de  campo  y ciudad.  No  parece  tener  este  cris- 
tianismo una  estructura  rígida  y jerarquizada.  Mas  bien  se  muestra  como  comunida- 
des abiertas,  de  relaciones  más  horizontales,  con  capacidad  de  atraer  a gentes  sin  la 
oferta  clientelar  predominante.  En  este  sentido,  más  que  sectario,  se  nos  presenta  un 


21 


Así,  entre  otros  y con  extensa  fundamentación,  la  citada  obra  de  J.  Elliott. 


104 


NÉSTOR  O.  MÍGUEZ,  Cristianismos  Originarios:  Galacia,  El  Ponto  y Bitinia 


cristianismo  contracultural22.  Quienes  encuentran  satisfacción  en  las  seguridades  y 
orden  vertical  de  la  jerarquía  imperial  no  pueden  sino  reaccionar  contra  estas  comu- 
nidades que  aparecen  como  mezcladas  y horizontalizadas.  Pero  quienes  están  bus- 
cando un  ámbito  donde  sean  respetados  y amados  como  personas,  donde  la  posibili- 
dad de  acceso  a los  reconocimientos  comunitarios  no  dependan  de  la  capacidad  eco- 
nómica, de  la  condición  legal  o del  caudal  cultural,  encuentran  en  este  cristianismo 
humilde  del  Asia  Menor  un  espacio  propio,  una  piedad  sencilla  y profunda,  una  es- 
peranza de  vida  y una  comunidad  que  busca  ser  solidaria  y fraterna. 

Néstor  O.  Míguez 

ISEDET 
Camacuá  252 
1406  Buenos  Aires, 

Argentina 


Apéndice:  Carta  de  Plinio  a Trajano 

Cayo  Plinio  a Trajano,  emperador.  Es  costumbre  en  mí.  Señor,  darte  cuenta 
de  todo  asunto  que  me  ofrece  dudas.  ¿Quién,  en  efecto,  puede  mejor  dirigirme  en 
mis  vacilaciones  o instruirme  en  mi  ignorancia?  Nunca  he  asistido  a procesos  de 
cristianos.  De  ahí  que  ignore  qué  sea  costumbre  y hasta  qué  punto  castigar  o inves- 
tigar en  tales  casos.  Ni  fue  tampoco  mediana  mi  perplejidad  sobre  si  debe  hacerse 
alguna  diferencia  de  las  edades,  o nada  tenga  que  ver  tratarse  de  muchachos  de  tier- 
na edad  o de  gentes  más  robustas;  si  se  perdona  al  que  se  arrepiente,  o nada  le  val- 
ga a quien  en  absoluto  fue  cristiano  haber  dejado  de  serlo,  si  hay,  en  fin,  que  casti- 
gar el  nombre  mismo,  aun  cuando  ningún  hecho  vergonzoso  le  acompaña,  o sólo  los 
crímenes  que  puedan  ir  anexos  al  nombre.  Por  de  pronto,  respecto  a los  que  me  eran 
delatados  como  cristianos,  he  seguido  el  procedimiento  siguiente:  empecé  por  inte- 
rrogarles a ellos  mismos.  Si  confesaban  ser  cristianos,  los  volvía  a interrogar  por  se- 
gunda y tercera  vez  con  amenaza  de  suplicio.  A los  que  persistían,  los  mandé  ejecu- 
tar. Pues  fuera  lo  que  se  fuera  lo  que  confesaban,  lo  que  no  ofrecía  duda  es  que  su 
pertinacia  y obstinación  inflexible  tenía  que  ser  castigada.  Otros  hubo,  atacados  de 
semejante  locura  de  los  que,  por  ser  ciudadanos  romanos,  tomé  nota  para  ser  remi- 
tidos a la  Urbe.  Luego,  a lo  largo  del  proceso,  como  suele  suceder,  al  complicarse 
la  causa,  se  presentaron  varios  casos  particulares.  Se  me  presentó  un  memorial,  sin 


Es  evidente  que  esta  forma  de  cristianismo  no  se  impuso.  A menos  de  un  siglo  después,  encontra- 
remos también  en  Asia  Menor  una  iglesia  en  pleno  proceso  de  jerarquización,  como  ya  había  comen- 
zado a ocurrir  en  el  ámbito  occidental.  Sin  embargo,  la  sensibilidad  por  la  suerte  de  los  pobres  se  pro- 
longará en  esta  parte  del  cristianismo  por  bastante  tiempo,  tanto  que  varios  siglos  después  sigue  sien- 
do un  punto  importante  en  el  discurso  de  los  padres  capadocios.  Y la  participación  fundamental  de  las 
mujeres  se  verá  en  el  lugar  que  ellos  mismos  le  dan  a la  figura  de  su  hermana  Macrina. 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


105 


firma,  con  una  larga  lista  de  nombres.  A los  que  negaban  ser  o haber  sido  cristianos, 
y lo  probaban  invocando,  con  fórmula  por  mí  propuesta,  a los  dioses  y ofreciendo 
incienso  y vino  a tu  estatua,  que  para  este  fin  mandé  traer  al  tribunal  con  las  imáge- 
nes de  las  divinidades,  y maldiciendo  por  último  a Cristo  cosas  todas  que  se  dice  ser 
imposible  forzar  a hacer  a los  que  son  de  verdad  cristianos,  juzgué  que  debían  ser 
puestos  en  libertad.  Otros,  incluidos  en  las  listas  del  delator,  dijeron  sí  ser  cristia- 
nos, pero  inmediatamente  lo  negaron;  es  decir,  que  lo  habían  sido,  pero  habían  de- 
jado de  serlo,  unos  desde  hacía  tres  años,  otros  desde  más,  y aun  hubo  quien  desde 
veinte.  Estos  también,  todos,  adoraron  tu  estatua  y la  de  los  dioses  y blasfemaron  de 
Cristo. 

Ahora  bien,  afirmaban  éstos  que,  en  suma,  su  crimen  o,  si  se  quiere,  su  error 
se  había  reducido  a haber  tenido  por  costumbre,  en  días  señalados,  reunirse  antes  de 
rayar  el  sol  y cantar,  alternando  entre  sí  a coro,  un  himno  a Cristo  como  a Dios  y 
obligarse  por  solemne  sacramento23  no  a crimen  alguno,  sino  a no  cometer  hurtos  ni 
latrocinios  ni  adulterios,  a no  faltar  a la  palabra  dada,  a no  negar,  al  reclamárseles, 
el  depósito  confiado.  Terminado  todo  eso,  decían  que  la  costumbre  era  retirarse  ca- 
da uno  a su  casa  y reunirse  nuevamente  para  una  comida  en  común24,  empero,  ino- 
fensiva; y aun  eso  mismo,  lo  habían  dejado  de  hacer  después  de  mi  edicto  por  el 
que,  conforme  a tu  mandato,  había  prohibido  las  asociaciones  secretas  (heterias). 

Con  estos  informes,  me  pareció  todavía  más  necesario  inquirir  qué  hubiera  en 
todo  ello  de  verdad,  aun  por  la  aplicación  del  tormento  a dos  esclavas  que  eran  lla- 
madas ministras25.  Ninguna  otra  cosa  hallé,  sino  una  superstición  perversa  y desme- 
dida. Por  ello,  suspendidos  los  procesos,  he  acudido  a consultarte.  El  asunto,  efec- 
tivamente, me  ha  parecido  que  valía  la  pena  de  ser  consultado,  atendido,  sobre  to- 
do, el  número  de  los  que  están  acusados.  Porque  es  el  caso  que  muchos,  de  toda 
edad,  de  toda  condición,  de  uno  y otro  sexo,  son  todavía  llamados  en  justicia,  y lo 
serán  en  adelante.  Y es  que  el  contagio  de  esta  superstición  ha  invadido  no  sólo  las 
ciudades,  sino  hasta  las  aldeas  y los  campos;  mas,  al  parecer,  aun  puede  detenerse 
y remediarse.  Lo  cierto  es  que,  como  puede  fácilmente  comprobarse,  los  templos, 
antes  ya  casi  desolados,  han  empezado  a frecuentarse,  y las  solemnidades  sagradas, 
por  largo  tiempo  interrumpidas,  nuevamente  se  celebran,  y que,  en  fin,  las  carnes  de 
las  víctimas,  para  las  que  no  se  hallaba  antes  sino  un  rarísimo  comprador,  tienen 
ahora  excelente  mercado.  De  ahí  puede  conjeturarse  qué  muchedumbre  de  hombres 
pudiera  enmendarse  con  sólo  dar  lugar  al  arrepentimiento. 


Ruiz  Bueno  traduce  como  juramento.  Preferimos  mantener,  por  las  connotaciones  teológicas  que 
ha  tomado  posteriormente  la  palabra  sacramento , que  es  la  que  aparece  en  el  original  latino. 

Ruiz  Bueno  propone  “ordinaria”.  Por  las  razones  expuestas  en  el  artículo  preferimos  esta  expre- 
sión. 

^ Ruiz  Bueno  hace  la  frase  impersonal  y agrega  “diaconisas”,  que  hemos  quitado  por  las  razones  ex- 
puestas más  arriba. 


IVON I RICHTER  REIMER 


SEXUALIDAD  EN  TIEMPOS  ESCATOLÓGICOS: 
Una  aproximación  a la  problemática 
del  matrimonio  y del  celibato  en  los 
dos  primeros  siglos  cristianos 


Resumen 

Este  artículo  resume  las  diversas  expresiones  de  la  sexualidad  en  los  inicios  de  la 
Iglesia  cristiana.  Aborda  la  cuestión  de  forma  introductoria,  recordando  que  muje- 
res y hombres  no  son  mencionados  por  causa  de  su  estado  civil,  sino  por  la  función 
que  ejercen  en  las  comunidades.  Profundiza  la  temática  en  I Co  7,  por  ser  un  texto 
fundamental  para  la  interpretación  de  la  historia  de  la  sexualidad  en  la  Iglesia.  Trae 
ejemplos  concretos  de  vida  celibataria  como  propuesta  de  resistencia  al  sistema  pa- 
triarcal greco-romano.  El  artículo  afirma  que  propuestas  de  vivencias  no  patriarca- 
les de  sexualidad  hacen  parte  de  la  tarea  escatológica  de  superación  de  las  estruc- 
turas opresoras  de  este  mundo. 

Abstract 

This  articles  recalls  the  diverse  expressions  of  sexuality  in  the  beginnings  ofthe  Ch- 
ristian  church.  It  deais  with  the  matter  in  an  introductor}’  fashion,  remembering  that 
men  and  women  are  not  mentioned  because  of  the  civil  status  butfor  the  roles  they 
play  in  their  communities.  It  goes  deeper  into  the  theme  through  I Cor.  7,  because 
this  is  a basic  text  for  the  interpretation  and  history  of  sexuality > in  the  Church.  I draw 
on  concrete  examples  ofcelibate  life  as  a proposal  of  resistance  to  the  Greco-Román 
patriarchal  System.  The  article  affirms  that  proposals  of  non-patriarchal  experiences 
of  sexuality  are  part  of  the  eschatological  task  of  overcoming  the  oppressive  structu- 
res  of  this  world. 


La  sexualidad  nos  hace  reflexionar  sobre  nosotras/os  mismas/os.  Implica  si- 
multáneamente su  validez  y desafío.  Vivenciar  la  sexualidad  está  intrínsecamente  li- 
gado al  contexto  en  el  cual  vivimos.  Tanto  el  “normal”  — normativo  como  el  “dife- 
rente”— alternativo  deben  ser  entendidos  en  éste  contexto.  Se  trata  normalmente  de 
propuestas  provocadoras  y conflictivas  que  están  profundamente  entrelazadas  en  las 
vivencias  históricas  y a los  propósitos  ideológicos  y teológicos.  Sabemos  que  hay 
varias  formas,  maneras  y opciones  de  vivir  la  sexualidad.  No  existen  personas  ase- 
xuales. Lo  que  existen  son  diferentes  formas,  fases  y motivaciones  de  expresiones 
de  sexualidad,  a través  de  la  canalización  de  la  energía  sexual-vital  tanto  para  la  vi- 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA.  N°  29 


107 


vencía  genital  de  sexualidad,  como  para  la  realización  de  proyectos  profesionales, 
humanitarios,  educativos,  etc.  Es  así  que  se  percibe  esta  cuestión  también  en  los  es- 
critos surgidos  en  los  cristianismos  originarios  de  los  dos  primeros  siglos. 

Esos  escritos  son  testimonios  de  fe  que  se  manifiestan  en  la  historia.  Por  eso, 
ellos  también  reflejan  aspectos  de  la  organización  de  la  vida  cotidiana,  tanto  ecle- 
sial  como  personal. 

Así  se  reflexionan  o se  mencionan  algunos  detalles  sobre  sexualidad,  traba- 
jo, familia,  que  permiten  un  análisis  a partir  de  la  categoría  de  género. 

Abordar  el  tema  de  la  sexualidad  a partir  de  estos  escritos  es  complejo,  pues 
implica  el  conocimiento  de  diversas  y diferentes  culturas,  una  exégesis  de  textos  ca- 
nónicos y apócrifos,  que  permitan  el  acceso  a informaciones  fundamentales.  En  es- 
te artículo,  podré  apenas  introducir  la  cuestión.  Para  lo  cual,  hago  una  recopilación 
de  informaciones  sobre  mujeres  en  el  Nuevo  Testamento,  identificándolas  a partir 
de  su  “estado  civil”.  Después,  estudio  el  texto  de  1 Co  7,  que  sirve  de  base  para  la 
profundización  de  la  cuestión,  con  una  multiplicidad  de  argumentos  socio-teológi- 
cos. Por  último,  menciono  y analizo  algunos  elementos  sobre  prácticas  históricas  li- 
gadas a la  sexualidad  a partir  de  la  literatura  llamada  apócrifa. 

1.  Lugar  de  la  mujer:  función  de  la  mujer 

Los  escritos  cristianos  son  documentos  de  fe.  Además  de  eso,  también  sirven 
para  la  reconstrucción  de  la  historia  de  mujeres,  hombres  y niños.  Lo  que  se  relata, 
sin  embargo  no  siempre  es  historia  de,  sino  generalmente,  es  imagen  de.  Se  hace 
necesario,  por  tanto,  investigar  la  imagen  que  se  produce  para  percibir  cuál  es  su 
función  en  la  sociedad  y en  la  Iglesia. 

Narraciones  y leyendas  sobre  mujeres  transmiten  una  imagen  de  mujer,  cuyo 
interés  no  es  formulado  por  mujeres,  ni  implica  liberación  de  mujeres.  Normalmen- 
te significa  opresión,  represión  y control  patriarcal,  especialmente  sobre  su  sexuali- 
dad. La  imagen  de  mujer  transmitida  en  la  mayoría  de  esos  escritos  está  entrelaza- 
da con  la  noción  (culturalmente  fijada)  sobre  lo  femenino/masculino  y sexualidad. 
En  ese  conjunto,  asoma  también  la  temática  del  pecado.  Por  lo  tanto  se  hace  cada 
vez  más  necesario  tratar  la  cuestión  de  la  sexualidad,  no  como  una  parte  más  en  los 
estudios,  sino  como  un  tema  histórico-teológico  central  y relevante. 

Mujeres  — tanto  como  hombres — son  mencionados,  en  la  mayoría  de  los  es- 
critos, por  causa  de  la  función  que  ejercen  en  las  comunidades  y por  causa  de  su  tes- 
timonio de  fe.  La  sexualidad  o formas  de  vida  relacionadas  con  opciones  vincula- 
das a la  sexualidad,  solamente  son  mencionadas  cuando  se  toman  un  problema  o 
cuando  se  presenta  como  un  ideal  de  vida.  En  la  sociedad  patriarcal  greco-romana 
y judaica,  marcadas  por  conciencia  y por  legislación  patriarcales,  las  mujeres  son 
definidas  y tratadas  a partir  de  los  que  detentan  el  derecho  de  propiedad  sobre  su 
cuerpo  su  existencia  y su  sexualidad:  Se  trata  de  los  padres  (hombres)  y de  los  ma- 
ridos que  detentan  la  patria  potestad  sobre  hijas  y esposas.  Por  eso,  el  matrimonio 
en  la  sociedad  romana,  es  una  “prisión  sin  rejas”1.  En  una  sociedad  así  caracteriza- 


1 Eduardo  Hoornaert,  p.  75,  citando  P.  Veyne. 


108 


IVONI  RICHTER  REIMER,  Sexualidad  en  tiempos  escatológicos 


da,  es  “normal”  el  que  la  mujer  se  case  para  tener  hijos.  Con  una  familia  patriarcal 
así  constituida,  está  garantizado  también  el  mantenimiento  del  estado  patriarcal.  Esa 
“normalidad”,  sin  embargo,  no  se  hace  realidad  sin  problemas.  Las  mujeres  sufren 
gran  presión  social  y legal  para  que  se  casen.  Eso  aparece  claramente  en  escritos  que 
hablan  sobre  acontecimientos,  en  los  cuales  las  mujeres  se  niegan  a casarse,  como 
en  el  caso  de  algunos  hechos  apócrifos,  que  abordaremos  más  adelante. 

En  el  Nuevo  Testamento,  tanto  como  en  escritos  apócrifos,  las  mujeres  más 
mencionadas  no  hacen  parte  del  rol  de  esas  mujeres  “normales”  arriba  menciona- 
das. Lo  mismo  sucede  en  el  caso  de  una  pareja  mencionada  de  forma  positiva,  si  en 
algún  lugar  alguna  mujer  es  destacada  y honrada  es  en  función  de  eso,  es  mucho 
menos  como  esposa  ideal  o como  madre  ideal.  Una  pequeña  e incompleta  estadís- 
tica ayuda  a entender  la  situación  en  el  Nuevo  Testamento: 

a)  Mujeres  identificadas  como  esposas/novias  (siempre  en  el  contexto):  Sa- 
fira  (Hch  5,1),  Priscila(Hch  18,2),  Isabel  (Le  1,5),  María  (Le  1,27),  la  mujer  del  Ze- 
bedeo  (Mt  20,20),  Juana  (Le  8,3). 

b)  Mujeres  independientes  (siempre  en  el  contexto):  Tabita  (Hch  9,36),  Li- 
dia (Hch  16,14),  María  Magdalena  (Me  15,40  y otros),  Susana  (Le  8,3),  Febe  (Rm 
16,1),  María  (Rm  16,6),  Trifena,  Trifosa  y Pérside  (Rm  16,12),  Evodia  y Síntique 
(Flp  4,2),  Cloe  (1  Co  1,11),  Apfia  (Flm  2).  Son  muchas  las  mujeres  sin  nombre:  la 
mujer  cananea  (Mt  15,22),  la  mujer  samaritana  (Jn  4,7),  la  mujer  hemorroisa  (Mt 
9,20),  la  mujer  que  unge  a Jesús  (Me  14,3),  la  gran  pecadora  (Le  7,36),  la  mujer  en- 
corvada (Le  13,1 1),  y muchas  otras. 

c)  Mujeres  viudas,  separadas  y vírgenes  (siempre  en  el  contexto):  General- 
mente aparecen  sin  nombre  y como  grupo:  las  cuatro  profetisas  vírgenes  (Hch 
21,9);  las  viudas  helenistas  (Hch  6,1),  las  viudas  junto  a Tabita  (Hch  9,39),  María 
(Hch  12,12).  La  problemática  en  tomo  a las  viudas  era  grande  (ver  por  ejemplo  1 
Tm  5 y 1 Co  7).  La  palabra  “viuda”  ( chéra ) caracteriza  a las  mujeres  que  perdieron 
sus  maridos  o que  no  se  encuentran  en  relaciones  patriarcales  de  poder. 

d)  No  hay  certeza  si  mujeres  como  Junia  (Rm  16,7),  Julia  (Rm  16,15),  las 
mujeres  que  acompañan  a los  apóstoles,  inclusive  a Pedro  (1  Co  9,5)  están  mencio- 
nadas también  en  una  relación  de  matrimonio,  o solamente  en  una  relación  profe- 
sional. 

Esta  breve  e incompleta  clasificación  nos  permite  percibir  que  la  mayoría  de 
las  mujeres  mencionadas,  no  viven  en  relación  de  dependencia  patriarcal  con  hom- 
bres. Las  mujeres  solteras,  viudas  y separadas  tuvieron  un  significado  y una  repre- 
sentatividad  grande  en  los  inicios  de  la  Iglesia  cristiana,  esto  se  refleja  en  1 Co  7. 
Por  lo  tanto,  estamos  frente  a un  cuadro,  en  que  las  mujeres  no  se  encuentran  bajo 
el  dominio  patriarcal  de  un  hombre.  Dicho  de  otra  manera:  La  mayoría  de  las  mu- 
jeres es  libre,  porque  no  tienen  ningún  hombre  que  tenga  el  poder  de  disponer  so- 
bre su  sexualidad. 

En  los  orígenes  del  cristianismo,  las  mujeres  desempeñan  una  función  y rea- 
lizan un  testimonio  de  fe,  independientemente  de  su  relación  con  hombres,  sea  se- 
xual o profesional.  Ellas  pueden  estar  identificadas  a partir  de  un  hombre  (padre,  hi- 
jo, hermanos),  pero  no  son  mencionadas  o definidas  a partir  o en  función  de  hom- 
bres. Ese  cuadro  de  la  realidad  me  hace  recordar  que  el  matrimonio  y la  familia  pa- 
triarcal no  son  constitutivos  para  Jesús  (ver  Mt  12,  46-50).  ¿Cómo  se  explica  ese 
cuadro?  Formas  de  vida  alternativas  dentro  del  mundo  greco-romano  y judaico 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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siempre  atraían  especialmente  a personas  marginadas  y oprimidas,  dentro  de  ellas 
las  mujeres:  “La  causa  para  la  gran  atracción  del  cristianismo  ‘primitivo’  y especial- 
mente para  las  mujeres  que  no  son  o no  quieren  ser  casadas,  son:  la  oración  y la 
práctica  de  la  abstinencia  y el  desarrollo  de  formas  comunitarias  no-jerárquicas”2. 

2.  “El  tiempo  se  acorta...” 

Formas  de  vida  a partir  de  la  escatología  (1  Co  7) 

¿Cómo  Pablo  refleja  la  sexualidad  dentro  de  su  contexto,  y a partir  de  qué 
motivación  y exigencia?  En  1 Co  7,  él  se  manifiesta  sobre  la  sexualidad,  porque  fue 
provocado  para  eso,  a través  de  preguntas  dirigidas  por  parte  de  la  comunidad  que 
estaba  preocupada  con  cuestiones  cotidianas  sobre  vivencia  de  la  sexualidad,  en  el 
contexto  urbano  de  una  ciudad  portuaria.  Las  respuestas  que  él  formula  brotan  de 
su  opinión  y de  su  tradición  bíblico-teológica.  Son  dirigidas  circunstancialmente  a 
aquella  comunidad  y por  aquella  situación,  pero  pueden  contribuir  a la  constitución 
de  un  mosaico  sobre  los  inicios  de  la  Iglesia. 

En  primer  lugar,  quisiera  acentuar  que  Pablo  resalta  la  importancia  y el  valor 
del  cuerpo  (soma).  Para  él,  el  cuerpo  es  un  lugar  donde  experimentamos  vida  y 
muerte,  salud  y enfermedad,  alegría,  sexualidad,  etc.  (1  Co  6,12-20;  Rm  4,19;  Flp 
1,20;  2 Co  10,10  y otros).  Somos  “cuerpo”  en  nuestra  manera  de  estar  y de  ser  en 
el  mundo,  en  nuestra  capacidad  de  comunicación.  El  cuerpo  no  es  despreciable  y no 
debe  ser  menospreciado.  El  menosprecio  del  cuerpo  puede  conducir  tanto  al  liber- 
tinaje como  a la  ascética.  El  es  la  fuente,  del  que  brotan  todas  las  formas  de  por- 
ném/“prostitución”.  Eso  es  lo  que  diferencia  profundamente  algunas  afirmaciones 
de  Pablo  de  otras  vigentes  en  su  época,  por  ejemplo,  de  corrientes  gnósticas  exis- 
tentes también  en  Corinto  y de  tendencias  filosóficas  dualistas,  para  las  cuales  el 
cuerpo  es  impuro,  animalesco,  tiene  sustancias  demoníacas,  es  pasajero  y está  ex- 
cluido de  la  salvación3.  Lo  que  marca  a esos  grupos,  que  se  encuentran  como  telón 
de  fondo  histórico  de  1 Co  7 (en  las  preguntas  formuladas  por  la  comunidad,  v.  1), 
es  el  menosprecio  al  cuerpo;  la  sexualidad  es  algo  indiferente,  irrelevante,  despre- 
ciable. Eso  es  además  más  fuerte  en  relación  con  el  cuerpo  de  la  mujer,  por  ser  ella 
despreciada. 

Para  Pablo,  la  sexualidad  es  parte  integrante  del  cuerpo,  él  no  la  condena. 
Condena  las  variadas  formas  de  prostitución,  que  van  desde  el  abuso  sexual  hasta 
la  esclavitud  de  personas,  abarcando  su  lado  personal  y social.  Practicar  pornéia  es 
pecar  contra  su  propio  cuerpo  (1  Co  6,18).  Y si  el  cuerpo  es  templo  del  Espíritu  San- 
to (1  Co  6, 19),  entonces  practicar  pornéia  es  pecar  contra  el  Espíritu  Santo.  Por  eso, 
la  crítica  de  Pablo  es  contra  la  prostitución,  no  contra  la  sexualidad.  Eso  es  una  pre- 
misa importante. 

1 Co  7 es  uno  de  los  lugares,  donde  Pablo  reflexiona  sobre  la  sexualidad,  vin- 
culándola al  matrimonio.  El  menciona  varios  grupos  de  personas,  hombres  y muje- 
res, destacándolos  en  categorías  socio-culturales,  y marcadas  por  la  vivencia  de  la 
sexualidad,  conectada  al  matrimonio:  personas  casadas,  no  casadas,  viudas,  vírge- 


“ Luise  Schottroff,  p.  188. 

^ Sobre  eso  ver  Wolfgang  Schrage,  p.  13-15. 


110 


1VONI  RICHTER  REIMER,  Sexualidad  en  tiempos  escatológicos 


nes,  separadas.  En  el  texto,  el  matrimonio  está  profundamente  ligado  a relaciones 
sexuales.  Se  puede  decir  que  el  matrimonio,  de  acuerdo  con  1 Co  7,  existe  por  cau- 
sa de  la  necesidad  sexual.  La  motivación  y la  legitimización  del  matrimonio  está  en 
la  práctica  sexual. 

1 Co  7,1:  Reaccionando  sobre  un  slogan  corintio...  Pablo  no  desarrolla 
ninguna  doctrina  sobre  el  matrimonio  y la  sexualidad.  Él  simplemente  responde  a 
preguntas  de  la  comunidad,  que  está  inquieta  sobre  problemas  relacionados  con  la 
sexualidad  en  Corinto.  Esas  inquietudes  se  refieren  a un  slogan  en  boga:  “Es  bueno 
para  el  ser  humano  ( ánthropos ) no  tocar  a una  mujer”  (7,1).  El  verbo  háptesthai  “to- 
car” se  refiere  a la  relación  sexual,  y es  usado  generalmente  y no  exclusivamente 
para  caracterizar  la  vida  sexual  dentro  del  matrimonio.  La  negación  “no  tocar”  sig- 
nifica una  abstinencia  de  cualquier  ejercicio  de  sexualidad  con  mujeres.  Se  trata 
aquí,  de  una  “acción  moral”  de  corriente  gnóstica  y filosófica  en  Corinto4.  Tal  vez 
Pablo,  a su  manera  y en  parte,  esté  de  acuerdo  con  el  slogan  pero  no  como  un  axio- 
ma, ni  tampoco  para  glorificar  la  virginidad  y el  ascetismo  sino  como  algo  desea- 
ble. Él  puede  estar  de  acuerdo  con  el  Kalón  “sano”,  pero  también  sabe  hablar  del 
matrimonio  como  “algo  bueno”,  lo  mismo  que  no  casarse  es  “hacer  mejor”  (7,38). 

1 Co  7,2-7:  Un  cuadro  ideal...  En  un  primer  momento,  Pablo  contradice  y 
se  distancia  de  ese  slogan  corintio,  y habla  sobre  la  necesidad,  y hasta  de  la  obliga- 
toriedad de  la  relación  sexual  en  el  matrimonio.  Comienza  dando  el  motivo  para  un 
matrimonio:  Por  causa  de  las  pornéias  (plural)5.  Mujeres  y hombres  se  deben  casar 
por  causa  de  los  deseos  que  no  precisan  manifestarse  como  formas  de  prostitución. 
Y ¿cómo  Pablo  aconseja  que  sea  el  matrimonio?  En  7,3  dice  que  el  hombre  y la  mu- 
jer deben  concederse  mutuamente  y que  es  valido  entre  cónyuges,  refiriéndose  a la 
relación  sexual  en  el  matrimonio.  En  7,4,  afirma  que,  en  el  matrimonio,  ni  la  mujer, 
ni  el  hombre  pueden  tener  ( exousía ) poder  sobre  su  cuerpo.  El  poder  sobre  su  cuer- 
po esta  en  manos  del  compañero  y compañera.  En  el  mundo  patriarcal,  el  ejercicio 
del  poder  está  ligado  a la  arbitrariedad;  aquí,  en  cambio,  uno  y otra  son  parámetros 
de  equilibrio  y no  de  abuso  de  poder.  En  7,5,  Pablo  pide  que  el  hombre  y la  mujer 
no  se  priven  mutuamente,  no  se  nieguen  a la  relación  sexual.  La  excepción  es  cuan- 
do ambos,  de  común  acuerdo  y durante  cierto  tiempo,  practican  la  abstinencia  se- 
xual para  dedicarse  a la  oración  y que,  después  de  este  tiempo  nuevamente  regresen 
a estar  juntos,  “para  que  Satanás  no  los  tiente  por  causa  de  su  incontinencia 
(enkrasía)”.  La  exhortación  de  Pablo  no  afirma  que  el  impulso  sexual  sea  condena- 
ble por  dar  ocasión  a Satanás.  Pablo  sabe  que  la  mayoría  de  hombres  y mujeres  no 
consiguen  mantener  total  abstinencia  ( enkratéia ),  y que  por  eso,  entonces,  se  expre- 
sa como  incontinencia,  como  no  poder  contenerse.  Al  intentar  afirmarse  en  la  abs- 
tinencia, se  puede  caer  en  la  incontinencia.  Por  tanto,  el  impulso  sexual  no  es  satá- 
nico. Exactamente  al  contrario:  La  pretensión  atrevida  y muchas  veces  indebida  de 
alguien  al  considerarse  superior  a ese  impulso  sexual  y colocarse  sobre  el  poder  de 
Satanás  puede  transformar  la  abstinencia  en  libertinaje. 


4 Wolfgang  Schrage,  p.  59 

^ Se  discute  mucho  sobre  el  significado  de  la  frase  “por  causa  de  las  pornéias”.  El  matrimonio  como 
prevención  contra  una  pornéia;  como  un  mal  necesario;  como  camino  intermedio  entre  prostitución  y 
el  celibato.  Sobre  la  interpretación,  ver  Wolfgang  Schrage,  p.  60. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA.  N°  29 


Es  fundamental  observar  que  Pablo  menciona  explícitamente  siempre  hom- 
bre y mujer,  no  simplemente  lado  y lado,  con  el  mismo  contenido.  Hay  una  corres- 
pondencia exacta  entre  ambos.  Derechos  y deberes  son  iguales  para  ambos.  Eso  es 
una  novedad  dentro  del  contexto  patriarcal  del  mundo  greco-romano  y judaico.  Y 
aquí  es  bueno  recordar  que  solamente  en  una  relación  de  amor  que  se  pueda  abdi- 
car del  poder,  se  genera  una  profunda  relación  de  igualdad  y reciprocidad,  porque 
busca  siempre  el  bien  común  del  hombre  y mujer.  Diferente  es  la  relación  de 
poméia,  que  busca  solamente  el  bien  individual  y egoísta  del  hombre.  Por  lo  tanto, 
esas  primeras  palabras  de  Pablo  son  cercanas  a sintonía,  reciprocidad,  bien  común, 
las  cuales  no  quieren  servir  como  ley,  sino  como  concesión  y consejo  (7,6).  En  las 
tres  “concesiones”,  Pablo  se  distancia  de  prácticas  existentes  en  Corinto,  que  moti- 
varon a la  comunidad  a escribirle.  Todos  los  argumentos,  desde  los  motivos  hasta 
los  consejos,  están  relacionados  con  vivencias  de  la  sexualidad.  Esa  es  la  legitimi- 
dad del  matrimonio.  Es  preciso  resaltar,  que  en  ningún  lugar  Pablo  fundamenta  la 
necesidad  y legitimidad  del  matrimonio  para  la  procreación  y la  mantención  del  or- 
den social  patriarcal. 

Concluyendo  esta  primera  parte  relacionada  con  el  matrimonio,  su  motivación 
e ideal,  Pablo  expresa  el  deseo  de  que  “todos  los  seres  humanos  ( ánthropoi ) sean  co- 
mo yo”  (7,7).  Generalmente  esa  afirmación  es  entendida  en  el  sentido  de  que  Pablo 
era  soltero,  separado  o viudo.  Sea  como  fuera,  debemos  entender  la  relación  como 
una  cuestión  de  carisma  proveniente  de  Dios.  Eso  es  central  y orientador.  El  carisma 
es  algo  que  brota  y que  está  disponible  a partir  del  poder  y del  querer  de  las  perso- 
nas. El  carisma  no  es  cuestión  de  decisión,  de  opción,  de  pretensión  o de  mérito.  El 
carisma  es  gracia  incondicional  de  Dios,  dada  diferentemente  para  las  personas.  Ser 
célibe  es  un  carisma,  que  no  puede  ser  impuesto,  no  se  puede  escapar  de  él. 

1 Co  7,8-9:  Hablando  para  personas  solteras,  separadas  y viudas,  Pablo 
nuevamente  expresa  su  deseo  “permanezcan  como  yo”  (7,8b).  Recomienda  el  ma- 
trimonio, en  caso  que  no  tuvieran  el  don  de  la  abstinencia.  También  aquí  utiliza:  Es 
mejor  casarse  que  vivir  unido.  Los  deseos  sexuales  no  necesitan,  ni  deben  ser  repri- 
midos porque  no  son  condenables.  La  palabra  ágamoi  caracteriza  a hombres  y mu- 
jeres que  todavía  no  se  han  casado,  o que  no  están  casadas,  por  tanto,  las  personas 
solteras  o separas  (ver  7,11).  También  aquí  las  palabras  kalós/“ bueno”  y kréiton- 
/“mejor”  expresan  tanto  una  aproximación  como  un  distanciamiento  del  apóstol  en 
relación  al  slogan  corintio. 

1 Co  7,10-16.  Palabras  específicas  para  mujeres  y hombres  casados.  Es- 
te bloque  está  dividido  en  dos  partes: 

1 Co  7,10-11  habla  para  parejas,  en  las  cuales  tanto  mujeres  como  hombres 
son  cristianos.  En  ese  caso,  Pablo  no  expresa  su  opinión,  ni  concesión,  sino  una  or- 
den {paranguéllo ).  No  es  Pablo  quien  ordena,  “sino  el  Señor”.  Pablo  probablemen- 
te hace  referencia  a las  tradiciones  judáico-cristianas  (ver  por  ejemplo  Me  10,2-12). 
La  preocupación  es  la  separación.  Bajo  el  ámbito  de  influencia  y de  presión  del  slo- 
gan corintio,  las  parejas  cristianas  pensaban  que  sería  necesario  separarse.  ¡La  or- 
den es  no  separarse!  En  este  contexto  la  palabra  dirigida  a mujeres  ( chorídzo ) y la 
palabra  dirigida  al  hombre  ( efíemi ) son  usadas  como  sinónimos,  y se  refieren  a di- 
vorcio (ver  7,12-13.15).  La  práctica  y el  derecho  al  divorcio  no  son  tratadas  distin- 
tamente por  una  cuestión  de  género.  También  aquí  vale  la  reciprocidad.  Además, 
Pablo  inclusive  abre  un  paréntesis  que  defiende  el  derecho  y la  práctica  del  divor- 


112 


IVONI  RICHTER  REIMER,  Sexualidad  en  tiempos  escatológicos 


ció,  solicitado  y realizado  por  la  mujer.  El  mismo  paréntesis  no  es  hecho  en  relación 
a los  hombres.  A pesar  de  la  prohibición,  las  mujeres  tienen  el  acceso  a la  liberación 
de  la  estructura  del  matrimonio  patriarcal.  Si  ella  se  divorcia6,  entonces  que  perma- 
nezca sin  cónyuge  o que  haga  las  paces  con  su  marido.  Hacer  las  paces  significa, 
reactivar  un  enlace  conyugal,  que  también  era  una  práctica  usual  entre  parejas  se- 
paradas7. 

1 Co  7,12-16  se  refiere  a las  demás  personas  casadas,  esto  es,  personas  que 
viven  en  matrimonio  distinto  al  hasta  aquí  tratado.  Por  eso,  Pablo  tiene  una  palabra 
igualmente  distinta.  Se  trata  de  matrimonios  mixtos:  mujeres  cristianas  casadas  con 
hombres  no  cristianos,  o hombres  cristianos  casados  con  mujeres  no  cristianas.  Pa- 
ra esas  parejas,  Pablo  expresa  su  propia  opinión,  no  tiene  una  orden  del  Señor.  Tam- 
bién aquí  la  problemática  no  es  tanto  el  matrimonio  con  el  o la  diferente.  Además 
eso  testifica  que  ser  cristiano  o cristiana  no  significa  salir  del  mundo  y evitar  con- 
tacto con  “los  demás”.  El  problema,  una  vez  más,  es  la  separación.  Un  detalle  im- 
portante bajo  el  aspecto  religioso  es  que  la  única  condición  para  el  matrimonio,  pa- 
ra la  no  separación,  es  el  hecho  de  que  el  cónyuge  no  cristiano  debe  consentir  en  vi- 
vir con  el  cónyuge  cristiano.  Se  observa  que  también  aquí  existe  una  reciprocidad: 
la  mujer  cristiana  acoge  en  su  casa  al  marido  no  cristiano;  y el  hombre  cristiano  aco- 
ge en  su  casa  a la  esposa  no  cristiana.  Ese  presupuesto  tiene  que  ver  con  la  posibi- 
lidad de  un  proceso  de  santificación  (¿conversión?)  del  cónyuge  no  cristiano  en  el 
convivir  diario.  Y eso  se  hace  más  fácil  en  la  casa  del  cónyuge  cristiano,  visto  que 
en  el  mundo  greco-romano,  la  práctica  religiosas  era  ejercida  también  dentro  de  la 
casa.  Así  mismo  la  influencia  religiosa  se  da  en  la  casa  del  cónyuge  cristiano,  y no 
al  contrario.  Con  eso,  también  los  niños  nacidos  en  ese  matrimonio  son  integrados 
a la  comunidad  cristiana  (7,14),  y no  a la  religión  del  cónyuge  no  cristiano.  En  ca- 
so de  separación  la  iniciativa  debe  venir  del  cónyuge  no  cristiano.  Es  interesante  lo 
que  Pablo  destaca  en  7,15:  “en  tales  casos,  el  hermano  o la  hermana  no  quedan  su- 
jetos a la  esclavitud.  Dios  los  ha  llamado  en  paz”.  El  matrimonio  no  debe  ser  una 
expresión  y realidad  de  la  esclavitud.  No  debe  ser  mantenido  a toda  costa  causando 
daño  y sufrimiento.  Aquí  aparece,  por  primera  vez,  el  verbo  /ca/éo/“chamar”  (reapa- 
rece en  7,17-24),  cuyo  sujeto  es  Dios.  En  el  llamado,  está  contenida  la  vocación  a 
la  salvación.  Eso  sucede  en  paz,  y no  en  régimen  de  esclavitud.  La  posibilidad  de 
santificación  del  cónyuge  no  creyente  no  se  puede  transformar  en  una  atadura,  al 
punto  de  transformar  al  cónyuge  cristiano  en  esclavo/a  de  la  institución,  pues  eso  no 
es  garantía  de  salvación  del  cónyuge  no  cristiano.  Aquí  aparece  también  por  prime- 
ra vez,  la  palabra  sódzo/“sa\var”.  La  salvación  es  obra  de  Dios,  y sucede  a través  de 
su  llamado,  su  vocación  y no  a través  de  la  mantención  de  alguna  institución  que  se 
esté  volviendo  esclavizadora.  Dios  nos  liberó,  nos  rescató,  nos  compró  a precio  al- 
to a través  de  Jesucristo.  Por  eso:  “¡No  se  hagan  esclavos  o esclavas  de  seres  huma- 
nos!” (7,23). 

1 Co  7,17-24  confirma  esa  afirmación  teológica,  tratando  la  cuestión  circun- 
cisión/incircuncisión, griego/judío  y de  la  cuestión  de  esclavo/liberto  dentro  del  te- 
ma del  llamado  de  Dios.  Ese  interludio  apunta  al  hecho  de  que  Pablo,  en  1 Co  7,  es- 


6 Sobre  el  pasivo  de  chorídzo,  ver  Wolfgang  Schrage,  p.  99. 

7 Ver  al  respecto  Strack/Billerbeck,  p.  373-374. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


113 


tá  realmente  interpretando  y explicando  la  fórmula  bautismal  de  Ga  3,28  en  las  re- 
laciones de  raza,  clase  y género8.  Se  detiene  más  en  este  último. 

1 Co  7,25-28  Una  palabra  para  las  personas  vírgenes9.  Aquí,  Pablo  tam- 
poco tiene  una  “orden  del  Señor”,  expresa  su  opinión.  Él  expresa  que  es  “bueno  pa- 
ra el  ser  humano  ( ánthropos ) ser  asf ’,  no  porque  la  sexualidad  y la  práctica  sexual 
sean  condenables,  sino  por  causa  de  “la  angustia  presente”.  El  motivo  es  apocalíp- 
tico. Esta  es  la  primera  vez,  en  1 Co  7,  que  Pablo  usa  tal  argumento.  Anánke  es  un 
término  técnico  que  también  caracteriza  una  gran  aflicción  de  fin  de  los  tiempos.  Se 
trata  de  aflicciones  del  tiempo  escatológico,  que  se  anuncia  y se  hace  realidad  (ver 
1 Co  10,11).  Esa  aflicción  se  concreta  en  muchas  experiencias  llenas  de  sufrimien- 
to, pero  también  de  esperanza  y trabajo  de  liberación10.  En  ese  contexto,  el  “perma- 
necer asf’  tampoco  es  imposición,  ni  ley.  En  el  versículo  27,  Pablo  coloca  dos  si- 
tuaciones básicas.  En  ellas,  habla  sólo  para  los  hombres:  “Estás  ligado  a la  mujer, 
no  busques  separarte;  estás  separado/libre  de  la  mujer,  no  busques  mujer”.  Es  la  pri- 
mera vez  que  no  habla  igualitariamente  para  el  par  hombre-mujer.  El  contexto 
muestra  que  no  se  trata  de  personas  casadas.  Sobre  ellas,  Pablo  ya  habló  anterior- 
mente. Se  trata  aquí,  de  personas  comprometidas  en  matrimonio,  personas  novias. 
“Estar  ligado”,  “separarse”  se  refiere  a romper  el  noviazgo".  Ese  es  un  consejo.  Sin 
embargo,  esa  no  es  la  palabra  final.  La  palabra  definitiva  es  liberadora.  Ella  libera 
de  culpa,  pues  afirma  que  casarse  no  es  pecado.  En  ese  “casarse”  está  implícita  la 
práctica  sexual.  Importante  es  observar  que,  ahora,  Pablo  nuevamente  habla  a hom- 
bres y mujeres:  ambos  no  pecan.  Mas  quien  se  casa,  pasará  por  “aflicción”  ( thípsis ) 
en  la  carne”.  Pablo  quiere  evitar  la  angustia  al  hombre  y a la  mujer.  No  se  trata  de 
sufrimiento  en  el  matrimonio.  Pablo  trabaja  con  el  presupuesto  escatológico-apoca- 
líptico.  En  ese  tiempo,  ya  presente,  solo  tiende  a aumentar  la  aflicción  en  las  perso- 
nas que  se  casan,  porque,  además  de  las  dificultades  económicas,  también  surgen 
las  persecuciones,  y en  ellas  ocurren  abusos  sexuales.  En  ese  contexto,  el  abuso  se- 
xual por  parte  de  los  perseguidores  y ejecutores  de  la  ley  romana  es  ejecutada  co- 
mo arma  de  represión  política12.  Esa  perspectiva  escatológica,  fundamentada  cristo- 
lógicamente,  se  profundizará  más  adelante. 

1 Co  7,29-35  La  motivación  escatológica.  Pablo  divide  los  textos  en  dos 
subtítulos:  “El  tiempo  esta  abreviado/concentrado”  (7,29)  y “Quiero  que  estén  sin 
preocupación”  (7,32). 

a)  En  el  primer  bloque  (29-31),  el  kairós  es  determinante,  y el  tiempo  que 
resta  para  la  parusía,  es  el  tiempo  oportuno  para  la  salvación.  Ese  tiempo  es  muy 
corto.  Por  eso,  es  necesario  vivir  “como  si  no”.  Significa  que  se  vive,  mirando  fija- 
mente y con  la  esperanza  de  un  nuevo  tiempo,  para  el  futuro  que  ya  se  hace  presen- 

' 


^ Sobre  la  interpretación  concreta  que  1 Co  hace  de  Ga  3,28,  ver  Elisabeth  Schüssler  Fiorenza,  p.  256- 
257. 

9 “Virgen”  (parthénos)  no  caracteriza  solamente  a la  persona  de  forma  biológica,  indica  también  una 
categoría  social.  Pueden  ser  personas  que  no  tuvieron  relaciones  sexuales,  o mujeres  que  no  viven  de- 
pendiendo de  un  hombre.  Ver  Ivoni  Richter  Reimer,  “Apoyo  Homilético”;  Anne  Jensen,  p.  46. 

Ver  al  respecto  de  esto,  Ivoni  Richter  Reimer,  “Gerar,  p.  65-74”. 

' * Wolfgang  Schrage,  p.  157-158. 

12  Sobre  el  tratamiento  de  mujeres  en  tiempos  de  persecución,  ver  ejemplos  y literatura  en  Ivoni  Rich- 
ter Reimer,  Gerar,  p.  70-71;  mayores  detalles,  abajo,  cap.  3. 


114 


IVONI  RICHTER  REIMER,  Sexualidad  en  tiempos  escatológicos 


te.  Es  ese  futuro  el  que  ilumina  y orienta  la  vida  presente.  Así  ninguna  otra  cosa  de- 
be orientar  la  “forma”  del  mundo:  ni  el  matrimonio,  ni  el  llanto,  ni  la  alegría,  ni  los 
negocios.  Todo  debe  estar  orientado  hacia  el  futuro  en  el  cual  todas  las  cosas,  e ins- 
tituciones estarán  superadas.  Vivir  “como  si  no”.  No  es  abandonar  el  mundo.  Al 
contrario,  es  vivir  intensamente  en  la  perspectiva  del  Reino  venidero,  lleno  de  jus- 
ticia y relaciones  de  paz.  Es  vivir  los  dones  y carismas  que  Dios  nos  dio,  no  para 
cumplir  leyes  formuladas  en  el  contexto  de  la  opresión  patriarcal,  como  son  las  le- 
yes del  matrimonio  greco-romano.  La  motivación  apocalíptica  critica  profunda- 
mente la  forma  de  organización  del  mundo  greco-romano:  chréma  “forma”,  “apa- 
riencia” se  refiere  a la  substancia  de  algo,  no  solo  como  eso  se  manifiesta  exterior- 
mente.  Caracteriza  aquello  que  hace  al  mundo  ser  de  la  manera  que  es,  en  sus  rela- 
ciones y condiciones.  El  término  por  lo  tanto,  incluye  a los  poderes  y las  autorida- 
des que  legislan  y ejecutan  las  órdenes  de  este  mundo,  en  perjuicio  de  la  mayoría. 
Ese  mundo  con  sus  condiciones  y condicionamientos  pasará.  Pero  el  kairós  se  hace 
presente  ya  en  ese  mundo.  Por  eso,  las  personas  cristianas  no  necesitan  vivir  de 
acuerdo  con  ese  mundo  (Rm  12,2). 

b)  En  el  segundo  bloque  (7,32-35)  Pablo  continúa  diciendo  que  mujeres  y 
hombres  vivan  sin  preocupación,  refiriéndose  a lo  arriba  mencionado.  Pero  continua- 
rá hablando  de  la  preocupación  y cuidados  a nivel  concreto,  cotidiano.  Regresa  a la 
cuestión  de  casados  y no  casados.  Aquí  observamos  división,  dualidad.  De  un  lado 
están  las  personas  casadas,  que  se  preocupan  por  las  cosas  del  mundo.  De  otro  lado 
están  las  personas  no  casadas  vírgenes,  que  se  preocupan  de  las  cosas  del  Señor.  La 
preocupación  se  refiere  al  cuidado  que  se  dedica  a algo  o alguien.  Agradar  al  Señor 
y agradar  al  esposo/esposa  aparecen  como  mutuamente  excluyentes.  La  radicalidad 
de  Pablo  se  fundamenta  en  su  escatología.  Pero  él  no  quiere  que  sus  opiniones  ac- 
túen como  un  lazo  que  atrapa  animales  ( bróchos ).  Él  quiere  que  la  persona  cristiana 
pueda,  de  forma  concentrada,  deshinibida  y constante,  dedicarse  al  servicio  del  Se- 
ñor. Eso  mientras  no  complique  la  vida  de  las  personas  casadas.  Veamos: 

Por  un  lado,  la  palabra  de  Pablo  es  liberadora  para  las  personas  casadas,  en 
el  sentido  de  dedicarse  a los  cuidados,  afectos  y placeres  mutuos.  En  eso  no  reside 
el  pecado,  ni  la  culpa,  más  bien  hace  parte  de  la  realización  del  mandamiento  del 
Señor  (7,10-1 1 ).  ¿Podría  eso  por  otro  lado  implicar  la  posibilidad  de  que  las  perso- 
nas casadas  se  dediquen  al  cuidado  del  Señor,  esto  es,  de  trabajar  en  la  misión  y 
evangelización?  La  indivisibilidad  de  la  dedicación  y la  radicalidad  frente  al  tiem- 
po escatológico  acarrearía  un  prejuicio  como  personas  casadas,  solamente  si  ellas 
vivieran  dentro  de  la  estructura  del  matrimonio  patriarcal.  Pienso  que  podemos  en- 
tender la  cuestión  a partir  de  otra  perspectiva.  No  es  el  matrimonio  ni  la  vivencia  de 
la  sexualidad  en  sí  lo  que  desvía  el  servicio  dedicado  al  Señor,  sino  las  estructuras 
patriarcales  que  colocan  al  cónyuge  y las  cosas  del  mundo  por  encima  de  Dios.  ¡Eso 
crea  preocupaciones!  Es  evidente  que  Pablo,  debido  a su  concepción  escatológica  y 
a partir  de  las  condiciones  reales  de  su  época,  contesta  a la  problemática  específica 
de  Corinto,  da  preferencia  al  modo  de  vida  celibatario.  Eso  además,  no  significa  que 
Pablo  no  haya  conocido  y aprobado  lo  contrario.  Recordemos,  por  ejemplo,  que  él 
mismo  trabajó  junto  con  parejas  en  el  servicio  misionero  y evangélico  como  lo  hi- 
zo con  Priscila  y Aquila.  El  ser  casado/a  no  descalifica  el  servicio  al  Señor,  y ese 
servicio  no  implica  perjudicar  el  cuidado  que  se  tiene  en  la  vida  conyugal  fuera  de 
los  parámetros  jerárquicos  de  poder. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


115 


Pablo  tiene  una  postura  crítica  con  relación  al  matrimonio  patriarcal.  En  7,34, 
él  había  dicho  a las  mujeres  no  casadas  y a las  vírgenes  que  se  dediquen  al  servicio 
del  Señor,  para  que  sean  “santas  en  el  cuerpo  y en  el  espíritu”.  Aquí  no  tenemos  la 
expresión  del  desprecio  y hostilidad  en  relación  a la  sexualidad  y al  cuerpo  de  la 
mujer.  Al  contrario,  también  en  esa  afirmación  reside  una  crítica  radical  de  las  es- 
tructuras y de  las  relaciones  conyugales  patriarcales  que  reducen  el  trabajo  y la  de- 
dicación de  la  mujer  o del  hombre  a preocuparse  de  las  cosas  del  mundo  (ver  arri- 
ba) o al  “cuidar  del  marido/cuidar  de  la  mujer”,  porque  ellas  mantienen  un  orden 
desordenado  del  mundo.  La  opinión  de  Pablo  brota  de  su  comprensión  escatológi- 
ca:  Debemos  dirigir  todas  las  energías  para  el  trabajo  de  liberación  de  las  personas 
y de  toda  la  creación  (Rm  8,18-25).  El  tiempo  escatológico,  en  el  cual  nos  encon- 
tramos, quiere  la  superación  de  estructuras  y mecanismos  creadores  y reproducto- 
res de  injusticia  y opresión. 

1 Co  7,36-40  Nuevamente  las  personas  vírgenes...  Las  palabras  en  el  pri- 
mer bloque  (36-38)  se  dirigen  exclusivamente  a los  hombres.  La  “virgen”  aparece 
como  objeto.  Se  habla  sobre  un  comportamiento  sexual  en  relación  a ella.  En  7,36, 
los  términos  aschemonein  y hypérakmos  están  siendo  usados  como  sinónimos,  uno 
explica  al  otro.  El  primero  se  refiere  al  comportamiento  indecente,  no  honroso  de 
acuerdo  con  las  costumbres;  la  acción  es  siempre  en  la  práctica  sexual.  El  término 
usado  casi  exclusivamente  por  Pablo  (1  Co  7,36;  13,5  palabras  derivadas.  Rm  1,27; 
1 Co  12,  23;  Ap  16,15).  El  término  hypérakmos  aparece  solo  en  este  pasaje  del  Nue- 
vo Testamento.  Su  uso  en  otros  documentos  caracteriza  la  excitación  sexual  descon- 
trolada13. 

Aquí  ambos  se  refieren  a la  acción  y al  comportamiento  del  hombre  en  rela- 
ción a su  virgen,  en  el  caso  de  su  novia  o comprometida  en  matrimonio.  Pablo  no 
reprime  sus  impulsos  sexuales:  “...  si  estuviere  super  excitado  y así  puede  aconte- 
cer, que  él  haga  lo  que  quiera,  no  peca.  Que  se  casen”.  (7,36).  Sin  embargo,  para  los 
hombres  que  consiguen  controlarse,  sin  pasar  por  la  aflicción,  y que  decidieran  de- 
jar a su  virgen  así  como  está,  Pablo  dice  que  hacen  bien.  Termina,  dando  una  prefe- 
rencia. Quien  se  casa  con  su  novia  hace  bien;  quien  no  se  casa  hace  mejor. 

Algo  semejante  afirma  Pablo  también  en  el  segundo  bloque  (39-40),  en  su 
palabra  dirigida  solo  a las  mujeres  vírgenes-novias.  Solamente  con  la  muerte  del 
“hombre  de  ella”  (novio  o comprometido)  es  que  ella  está  libre  (¡ eleuthéra !)  para 
casarse  con  quien  quisiera,  con  la  condición  de  que  sea  solamente  un  hombre  cris- 
tiano. Todo  el  capítulo  culmina,  diciendo  que  la  mujer  “será  más  feliz  si  permane- 
ce como  está”,  por  lo  tanto,  sin  marido.  Esos  versículos  nos  informan,  por  ejemplo, 
que  la  mujer  puede  escoger  marido,  por  lo  tanto,  que  ella  no  depende  siempre  de  la 
voluntad  y decisión  de  su  padre  o de  su  familia.  Eso  es  importante  para  la  recons- 
trucción de  la  historia  de  las  mujeres  al  inicio  del  cristianismo.  Es  también  relevan- 
te el  hecho  de  que  por  primera  vez  en  1 Co  7,  Pablo  argumente  con  la  felicidad.  Pa- 
ra el  hombre,  él  hablaba  de  satisfacción  o control  de  impulso  sexual;  para  la  mujer, 
él  habla  de  libertad  y felicidad.  Eso  es  central  para  la  comprensión  de  la  estructura 
del  matrimonio  dentro  del  mundo  patriarcal  y de  sus  efectos  sobre  la  vida  de  la  mu- 


1 ^ 

Wolfgang  Schrage,  p.  200.  Dentro  del  contexto,  la  palabra  no  puede  estar  siendo  dirigida  al  padre 
de  la  virgen  (como  generalmente  es  traducido),  pues  se  da  el  consejo  que  se  casen. 


116 


IVONI  RICHTER  REIMER,  Sexualidad  en  tiempos  escatológicos 


jer.  Está  implícita  la  crítica  del  matrimonio  que  no  se  basa  en  igualdad  y reciproci- 
dad, sino  en  el  domino  del  hombre  sobre  la  mujer,  con  fines  de  procreación  para  el 
mantenimiento  del  estado  patriarcal. 

Vimos  que  en  1 Co  7,  Pablo  habla  de  situaciones  específicas,  buscando  res- 
ponder a cuestiones  dirigidas  a él.  Percibimos  que  él  se  esfuerza  en  usar  un  lengua- 
je que  explicita,  casi  siempre,  la  realidad  del  hombre  y de  la  mujer.  Con  pocas,  pe- 
ro penosas  excepciones,  habla  de  igualdad  y reciprocidad  en  las  relaciones  entre  pa- 
rejas. Lamentablemente,  él  que,  en  toda  su  argumentación  favorece  al  matrimonio, 
no  menciona  explícitamente  al  amor  como  el  vínculo  que  sustenta  la  relación  afec- 
tivo-sexual.  Sin  ese  presupuesto,  la  estructura  conyugal,  delineada  principalmente 
en  7,2-4,  se  vuelve  también  en  instrumento  de  opresión  y subordinación,  como  se 
mostrará,  más  tarde  en  la  formulación  de  los  tabúes  domésticos. 

Concluyendo:  Hay  una  motivación  escatológica  que  atraviesa  todo  el  contex- 
to de  1 Co  7,  en  el  cual  quiere  la  superación  de  este  “mundo”  en  cuanto  a estructu- 
ras establecidas  y legisladas  por  intereses  patriarcales  de  mantención  del  status  quo 
basado  en  injusticia  y opresión.  El  matrimonio  patriarcal  funciona  como  un  eslabón 
de  esa  corriente  estructural,  en  la  cual  el  matrimonio  existe  para  constituir  una  fa- 
milia patriarcal  que  sustente  y mantenga  el  estado  y la  sociedad  patriarcal.  Pablo 
también  se  distancia  críticamente  de  esa  práctica  e ideología,  pues  lo  central  en  el 
matrimonio  es  la  vivencia  de  la  sexualidad,  y no  el  tener  hijos. 

Percibimos  que  Pablo  tiene  preferencia  por  el  modo  de  vida  celibataria.  Su 
motivación,  es  radicalmente  diferente  a la  motivación  de  los  grupos  gnóticos-dua- 
listas  existentes  en  Corinto,  los  cuales  exigían  el  celibato  por  desprecio  a la  sexua- 
lidad y al  cuerpo  de  la  mujer.  Para  sustentar  sus  afirmaciones,  Pablo  dice  que  tam- 
bién él  tiene  el  Espíritu  de  Dios  como  fuente  de  discernimiento.  Con  eso  es  eviden- 
te que  no  se  puede  usar  ese  Espíritu  para  profundizar  el  sistema  de  discriminación, 
ni  legitimizar  las  estructuras  de  dominación.  Por  eso  tiene  función  liberadora  den- 
tro de  todos  los  contextos,  en  los  cuales  se  quiere  transformar  el  bonito  don  de  la 
sexualidad  en  instrumento  de  opresión,  pecado  y explotación. 

3.  Por  la  abstinencia,  tortura  y violación... 

Testimonios  apócrifos. 

Las  palabras  de  Pablo  ciertamente  tuvieron  una  repercusión  que  traspasó  los 
límites  urbanos  de  Corinto.  Ellas  están  en  la  base  de  los  escritos  apócrifos,  como  los 
Hechos  de  Pablo  y de  Tecla  (Hch  PT).  Pablo  huyó  de  Antioquía  y fue  para  Iconio. 
Allí,  en  la  iglesia  que  se  reunía  en  casa  de  Onesíforo,  Pablo  predicaba,  proclaman- 
do algunas  bienaventuranzas,  entre  ellas:  “Bienaventuradas  las  personas  célibes, 
pues  Dios  hablará  con  ellas  (...).  Bienaventurados  son  los  que  tienen  mujeres  como 
si  no  las  tuviesen  (ver  1 Co  7,29),  pues  heredarán  a Dios  (...).  Bienaventurados  los 
cuerpos  de  las  vírgenes,  pues  ellas  agradarán  a Dios  y no  perderán  su  recompensa 
por  causa  de  su  castidad...”  (HchPT  5-6). 

Muchas  “mujeres  y vírgenes”  buscaban  acercarse  a Pablo  para  oírlo.  También 
Tecla,  novia  del  rico  e importante  Tamires,  oyó  a Pablo,  y se  convirtió.  Sin  embar- 
go, desde  el  inicio,  enfrenta  problemas.  Teóclia,  su  madre,  acusa  a Pablo  de  atentar 
contra  el  orden  de  la  ciudad,  y que  se  manifestaba  principalmente  en  las  mujeres, 
entre  ellas  su  rica  hija,  pues  su  doctrina  afirma  que  “necesitamos  tener  un  solo  Dios 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


117 


y vivir  en  forma  celibataria”  (HchPT  9).  Tecla  resuelve  no  casarse  con  Tamires,  y 
sigue  a Pablo.  Tamires  denuncia  a Pablo  al  procurador  y todos  los  hombres  de  la 
ciudad  gritan:  “él  arruinó  a todas  nuestras  mujeres”  (HchPT  15).  Acusaron  a Pablo 
de  ser  cristiano.  Tecla  también  debió  sufrir  las  consecuencias  por  haber  roto  el  no- 
viazgo con  Tamires.  Así  mismo  el  procurador,  a pedido  de  Teóclia,  mandó  apresar 
a Pablo  y lo  expulsó  de  la  ciudad,  “y  condenó  a Tecla  a ser  quemada”  (HchPT  21). 
Tecla  es  liberada  a través  de  un  milagro,  Pablo  se  dirige  para  Antioquía.  Tecla  con- 
sigue información,  sigue  y se  junta  al  grupo  de  Pablo.  Cuando  llegan  a Antioquía, 
el  sirio  Alejandro  se  enamora  al  ver  a Tecla,  e intenta  comprarla  a Pablo.  Pablo  di- 
ce: “No  conozco  a la  mujer  de  quien  hablas,  ella  no  es  mía”  (HchPT  26).  Después 
de  eso  Alejandro  intenta  atraparla  en  la  mitad  de  la  calle.  Tecla  busca  la  ayuda  de 
Pablo  y se  pone  a gritar.  “¡No  agredas  a una  extraña!  No  agredas  a una  sierva  de 
Dios”.  Ella  se  defiende  contra  el  ataque,  y Alejandro  se  vuelve  objeto  de  burla  pú- 
blica. Ofendido,  lleva  a Tecla  delante  del  procurador,  y ella  es  condenada  a luchar 
contra  los  animales.  En  la  arena,  la  opinión  del  pueblo  no  fue  unánime.  Unos  que- 
rían la  lucha,  otros  no.  Se  da  un  segundo  milagro,  ahora  a través  de  las  mujeres  de 
Antioquía,  que  se  concreta  en  gritos  de  protesta,  de  clamor  contra  la  injusticia,  y en 
lugar  de  jugar  con  los  gallos  verdes,  nardos,  canela  y otras  especies  de  animales,  ha- 
cen que  estos  se  adormezcan,  y que  no  hagan  nada  a Tecla.  Después  el  procurador 
libera  a Tecla  y la  entrega  en  las  manos  de  las  mujeres,  las  cuales  pasaron  a loar  a 
Dios  diciendo  “Uno  solo  es  Dios  que  liberó  a Tecla”.  Entre  las  mujeres  se  encuen- 
tra Trifena,  una  mujer  rica  de  Antioquía,  que  junto  con  otras  mujeres  esclavas  tam- 
bién se  convierten,  y acogen  a Tecla  en  su  casa.  Tecla  sin  embargo,  quiere  seguir 
sirviendo  a Dios,  y decide  ir  para  Iconio.  Pablo  le  dice:  “Anda  y enseña  la  Palabra 
de  Dios”.  Y ella  fue  (HchPT  40-43). 

Un  detalle  que  salta  a la  vista,  cuando  se  lee  el  texto,  es  que  el  primer  casti- 
go impuesto  a Pablo  y a Tecla  es  diferente.  El  predica  el  celibato,  ella  lo  practica. 
El  es  expulsado  de  la  ciudad,  ella  es  condenada  a muerte. . . Para  las  mujeres  es  más 
difícil  resistir  al  sistema  patriarcal  que  depende  de  su  consentimiento  y de  su  parti- 
cipación para  funcionar. 

Otro  detalle  en  el  texto  de  HchPT  27  nos  abre  el  horizonte  para  otro  lado  de 
la  realidad  histórica  de  las  mujeres  que  optan  por  la  abstinencia  sexual,  oponiéndo- 
se con  eso,  a todo  un  sistema  patriarcal  de  la  sociedad.  Cuando  Tecla  fue  condena- 
da a luchar  contra  los  animales,  ella  como  ciudadana,  ruega  al  procurador  que  le 
permita  permanecer  “intocada”  hasta  la  lucha.  Ella  quedó  entonces,  en  prisión  bajo 
la  custodia  de  Trifena.  En  los  procesos  romanos  que  acaban  con  pena  de  muerte, 
principalmente  las  vírgenes,  pasan  por  un  doble  martirio,  la  muerte  y antes  de  ella 
la  violencia  sexual14.  Inclusive  las  niñas  son  violadas  publicamente  por  el  verdugo 
antes  de  la  ejecución15.  Testimonios  de  tales  prácticas  son  también  Tertuliano,  Hipó- 
lito, Cipriano  y Eusebio'6.  La  amenaza  de  violación  y de  colocar  a las  mujeres  en  el 
burdel  hacían  parte  de  la  historia  de  horror  de  las  mujeres  que  se  negaban  a casarse 


14 


Sobre  esta  cuestión,  ver  con  detalles  la  literatura,  Friedrich  Augar,  p.  1-82. 


^ Tácito,  Anales  V,  9. 

Tertuliano,  Apología  50;  Hipólito  en  su  comentario  a Daniel  IV,  51 
dad  15;  Eusebio  VI,  5.  Ver  Augar,  p.  5-15  con  varios  ejemplos. 


Cipriano,  sobre  la  inmortali- 


118 


IVONI  RICHTER  REIMER,  Sexualidad  en  tiempos  escatológicos 


como  forma  de  vida  “normal”.  Muchas  mujeres,  junto  con  sus  hijas,  practicaban  el 
suicidio  antes  de  la  ejecución,  para  huir  de  la  violación17.  Lamentablemente  esa  atro- 
cidad de  los  perseguidores  romanos  contra  las  mujeres  cristianas,  fue  usada  más  tar- 
de también  por  perseguidores  cristianos  contra  mujeres  “heréticas”.  Sócrates,  histo- 
riador eclesiástico  del  siglo  V,  nos  cuenta  que  los  métodos  de  tortura  ariana  supera- 
ba en  mucho  los  métodos  de  los  gentiles,  refiriéndose  al  sadismo  sexual  practica- 
do18. 

Para  no  dar  por  concluido... 

Son  muchos  los  ejemplos  de  mujeres  vírgenes,  separadas,  madres,  viudas 
que,  por  causa  de  su  testimonio  y de  su  práctica  fueron  transformadas  en  mártires. 
Muchas  de  ellas  no  se  negaban  a vivir  su  sexualidad,  pero  sí  se  negaban  a vivir  en 
los  moldes  de  las  estructuras  patriarcales.  El  matrimonio  no  era  cuestión  eclesial,  si- 
no política  estatal.  La  abstinencia  sexual  y el  celibato  eran  formas  de  resistencia 
contra  un  sistema  que  en  la  casa  y en  el  estado,  usaba  a las  mujeres  como  un  obje- 
to de  reproducción  y de  opresión.  Por  su  práctica,  mujeres  y también  Pablo  en  1 Co 
7 se  oponían  radicalmente  a la  legislación  augustina  sobre  el  matrimonio,  que  obli- 
gaba a las  mujeres  entre  20  y 50  años  a casarse  (de  nuevo)19.  Cuando  pensamos  en 
las  formas  de  abstinencia  en  los  siglos  I y II,  no  debemos  asociarlas  ni  confundirlas 
con  la  vida  celibataria  que  las  jerarquías  eclesiásticas  pasaron  a imponer  para  las 
mujeres  y hombres  en  la  vida  ministerial,  en  los  siglos  siguientes. 

En  las  historias  de  Hechos  apócrifos  (séc.  II-III)  tenemos  un  esquema  básico. 
Las  historias  de  conversión  de  mujeres  están  ligadas  a la  predicación  sobre  el  temor 
de  Dios  y a la  vida  celibataria  (ver  también  Hch  24,25).  Ellas  ven  la  necesidad  de 
luchar  para  poder  vivir  esa  opción.  Rechazan  el  matrimonio  patriarcal.  Sufren  y son 
condenadas  a causa  de  eso.  La  abstinencia  sexual  es  una  posibilidad  de  liberación. 
Sirve  como  trampolín  del  orden  patriarcal  a la  familia  de  Dios20,  presuponiendo  que 
en  la  “familia  de  Dios”  las  relaciones  no  son  de  sumisión  y discriminación  sino  de 
igualdad  y hermandad.  Se  percibe  que  para  las  mujeres,  el  orden  patriarcal  de  la  es- 
tructura de  la  sociedad  ofrece  solo  tres  alternativas:  sexualidad  en  el  matrimonio, 
prostitución  y muerte. 

Una  de  las  propuestas  cristianas,  la  no  obligatoriedad  del  matrimonio  patriar- 
cal, ofrece  un  espacio  de  libertad  para  las  mujeres  y hombres,  que  puede  ser  llena- 
do con  el  servicio  en  la  construcción  de  un  mundo  cualitativamente  nuevo.  El  celi- 
bato, al  inicio  de  la  iglesia  cristiana,  no  era  una  imposición,  y el  matrimonio  no  te- 
nía como  objetivo  la  procreación.  Ambas  son  propuestas  revolucionarias  dentro  del 
contexto  socio-político  greco-romano,  y no  necesitan  ser  comprendidas  como  dis- 
criminación u hostilidad  contra  el  cuerpo  y la  sexualidad.  Pienso  que  es  relevante 
percibir,  teológica  y eclesialmente,  que  la  propuesta  celibataria  está  estrechamente 


'7  Ver  ejemplos  en  Anne  Jensen,  p.  188-195. 

1°  Les  cortaban  los  senos,  en  la  vagina  les  introducían  huevos  cocidos,  etc.  Ver  ejemplo  y literatura 
en  Anne  Jensen,  p.  194-195. 

U Eso  era  previsto  tanto  en  la  Ley  Juliana  (año  18  a.C.)  como  también  en  la  ley  Papia  Poppaea  (año 
9 d.C.). 

^ Luzia  Sutter  Rehmann,  p.  92. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


119 


ligada  con  la  tarea  escatológica  de  superación  de  los  órdenes  del  mundo,  basados  en 
injusticia  y violencia.  Quizás  puede  formar  parte  de  una  “Agenda  Mínima”  que  po- 
dría ser  repensada  al  final  de  este  milenio  tan  apocalíptico... 


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Ivoni  Richter  Reimer 

Alameda  Ale  ides  102 
24230-120 
Niterói  - RJ 
Brasil 


PAULO  NOGUEIRA 


CRISTIANISMOS  EN  ASIA  MENOR 
Un  estudio  comparativo  de  las  comunidades  en 


Resumen 

Este  ensayo  estudia  el  surgimiento  del  cristianismo  en  Asia  Menor,  especialmente  de 
Efeso,  a partir  de  Hch  18  y 19  en  relación  con  los  grupos  judíos  documentados  allí 
y en  relación  con  la  religión  popular  asiática.  Presenta  también  el  desarrollo  del 
cristianismo  asiático  hasta  el  final  del  primer  siglo  y ofrece  un  panorama  de  las  co- 
munidades, en  relación  con  los  siguientes  problemas:  la  organización  comunitaria, 
modelos  de  acción  en  el  campo  religioso  y expectativas  en  relación  a la  sociedad. 


This  essay  studies  the  emergence  of  Christianity  in  Asia  Minor,  especially  at  Ephe- 
sus,  beginning  with  Acts  18  and  19,  in  connection  with  Jewish  groups  documented 
and  with  popular  Asían  religión.  It  also  presents  the  development  of  Asían  Christia- 
nity until  the  end  of  the  First  Century  and  offers  a general  view  of  the  communities 
and  their  relation  with  the  following  problems:  Community  organization,  models  of 
action  in  the  religious  sphere,  and  expectations  with  relation  to  society. 


Introducción 

Propongo  en  este  ensayo  hacer  una  presentación  del  cristianismo  de  Asia  Me- 
nor, que  contemple  su  diversidad  y tendencias  al  final  del  siglo  primero  d.C.  Elegi- 
mos este  periodo  de  tiempo  porque  en  él  encontramos  diferentes  testimonios  de  co- 
munidades cristianas  que  están  en  relación  unas  con  otras.  Cuando  hablo  de  rela- 
ción no  me  refiero  solo  a la  cooperación  y mutua  influencia,  me  refiero  también  a 
conflictos  y rivalidades  que  se  daban  entre  ellas.  El  centro  de  nuestra  atención  será 
el  cristianismo  paulino.  Alguien  podría  preguntarse  si  no  fuera  mejor  centrar  nues- 
tra investigación  en  la  comunidad  cristiana  inaugurada  por  Pablo,  en  Efeso  en  los 
años  50.  La  elección  del  final  del  primer  siglo  se  debe,  no  solamente  al  hecho  de 
que  se  trata  de  un  periodo  mejor  documentado  que  la  misión  paulina  propiamente 
dicha  (no  disponemos  de  ninguna  carta  auténtica  de  Pablo  a la  comunidad  de  Efe- 
so,  aunque  él  haya  escrito  cartas  en  Éfeso,  como  1 Co),  sino  sobre  todo  por  el  he- 
cho que  deseamos  analizar  desarrollos  comunitarios  y religiosos  y no  la  acción  par- 


al  final  del  primer  siglo  d.C . 


Abstract 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


121 


ticular  de  un  misionero.  Para  nosotros,  en  este  momento,  el  cristianismo  paulino  es 
más  importante  que  Pablo.  Ésto  se  debe  a la  propuesta  metodológica. 

La  metodología  de  trabajo  no  será  exegética,  aunque  consideremos  resulta- 
dos exegéticos  y nuestra  interpretación  de  la  historia  sea,  de  una  forma  o de  otra, 
consecuencia  de  la  interpretación  de  los  textos.  Nuestro  enfoque  será  mucho  más 
histórico-religioso.  Buscaremos  una  comprensión  de  las  comunidades  cristianas  en 
su  lucha  por  la  sobrevivencia,  identidad  y posibilidad  de  expresión  religiosa  dentro 
de  los  procesos  y cambios  necesarios. 

Nos  preguntaremos  por  las  relaciones  de  las  comunidades  con  la  sociedad, 
haciendo  más  incapie  a nivel  de  sus  intenciones  que  en  sus  determinantes  socioló- 
gicas, su  modelo  de  experiencia  religiosa  y su  relación  con  otros  grupos  cristianos. 

Como  sería  demasiado  amplio  estudiar  todo  el  cristianismo  anatolio  de  este 
periodo,  nos  ocuparemos  solamente  del  cristianismo  de  Éfeso  y de  la  provincia  ro- 
mana de  Asia1.  Haremos  referencia  a cristianismos  de  otras  provincias  de  Asia  Me- 
nor solo  en  casos  especiales2. 

Nuestro  estudio  está  organizado  en  dos  partes:  En  la  primera  estudiaremos 
los  orígenes  de  la  comunidad  de  Éfeso,  tal  como  está  escrito  en  Hch  18-19  por  cris- 
tianos asiáticos  de  la  segunda  generación  (o  por  tradiciones  provenientes  de  allá). 
En  esos  capítulos  podemos  hacemos  una  idea  de  la  complejidad  del  mundo  religio- 
so en  esta  ciudad  y de  sus  implicaciones  para  la  formación  de  sus  grupos  cristianos. 
En  la  segunda  parte  trabajaremos  con  testimonios  literarios  asiáticos  de  las  últimas 
décadas  del  primer  siglo.  Comenzaremos  con  las  cartas  pastorales  (Ia  y 2a  carta  a 
Timoteo  y la  carta  a Tito),  que  creemos  fueron  compuestas  en  Éfeso.  Ellas  darán  el 
modelo  de  desarrollo  predominante  del  cristianismo  post-paulino.  Elegimos  las  pas- 
torales en  detrimento  de  la  carta  a los  Efesios3,  por  los  siguientes  motivos:  primero, 
porque  presentan  la  estructura  de  gobierno  y organización  comunitarias  que  se  es- 
taban proponiendo  o implantando  en  ese  momento;  segundo,  porque  presentan  el 
conflicto  de  esta  comunidad  con  sus  rivales  religiosos  con  más  claridad  que  Efesios; 
y tercero,  porque  creemos  que,  por  el  cuadro  presentado  en  el  segundo  siglo,  este 
modelo,  se  vuelve  el  modelo  para  todo  un  grupo  de  comunidades  en  Asia.  Después 
estudiaremos  otros  modelos  de  comunidades  y cristianismos  asiáticos  representados 
por  el  Apocalipsis  de  Juan,  por  las  cartas  joánicas  (Ia,  2a  y 3a),  y por  grupos  cristia- 
nos que  son  citados  en  los  testimonios,  aunque  sea  únicamente  como  críticas.  Al  fi- 
nal haremos  una  rápida  mención  al  desarrollo  del  cristianismo  asiático  representa- 
do por  las  comunidades  a quienes  escribe  Ignacio  de  Antioquía  (en  especial  Éfeso) 
y por  los  cristianos  montañistas4. 


' Es  necesario  diferenciar  la  provincia  romana  de  Asia,  en  la  costa  oeste  del  mar  Egeo,  de  Asia  Me- 
nor conformada  por  ésta  y por  las  provincias  de  Capadocia,  Cilicia,  Galacia,  Licia,  Panfilia  y Bitinia- 
Ponto. 

No  trabajaremos  por  ejemplo  el  origen  del  cristianismo  y la  misión  paulina  de  Galacia.  Ver  una  bue- 
na perspectiva  de  la  historia  del  cristianismo  en  Asia  Menor  en:  Oster  Jr,  R.E.  Art.  “Christianity  in  Asia 
Minor”,  en:  Anchor  Bible  Dictionary,  Doubleday,  New  York,  1992,  v.l,  p.938-954. 

^ La  palabra  “en  Éfeso”  falta  en  el  primer  versículo  de  la  Carta  a los  Efesios,  según  los  mejores  ma- 
nuscritos. La  carta  en  verdad  parece  haber  sido  escrita  para  ser  leída  en  varias  comunidades,  pues  no 
se  refiere  a la  situación  de  una  en  particular. 

^ En  este  caso  nos  estamos  refiriendo  a comunidades  de  Frigia,  región  del  interior  de  Asia  Menor,  y 
no  a la  provincia  de  Asia. 


122 


PAULO  NOGUEIRA,  Cristianismos  en  Asia  Menor 


1.  La  misión  paulina  leída  por  la  siguiente  generación:  Hch  19 

1.1.  Grupos  itinerantes  en  competencia 

Según  el  libro  de  los  Hechos  de  los  Apóstoles,  la  misión  cristiana  llego  a Éfe- 
so  a través  de  Pablo,  Priscila  y Aquila.  Ellos  venían  de  Acaya  y,  en  el  camino  hacia 
Antioquía  (vía  Jerusalén),  Pablo  los  dejó  en  Éfeso  (Hch  18,  18-21).  El  texto  cuenta 
que,  algún  tiempo  después,  al  regreso  de  Antioquía,  Pablo  pasó  misionando  por  Ga- 
lacia  y por  el  Ponto,  hasta  volver  a Éfeso.  En  verdad  Pablo  ya  había  evangelizado 
estas  regiones  del  interior  de  Asia  Menor  (Hch  16,6-8):  él  había  visitado  Galacia  y 
Frigia,  pero  cuando  trataba  de  llegar  a Bitinia,  fue  impedido  por  el  Espíritu.  Su  vi- 
sita a la  capital  Éfeso,  se  realiza  en  el  así  llamado  “tercer  viaje  misionero”. 

Aquí  ya  podemos  destacar  un  hecho,  que  fue  pre-condición  para  la  evangeli- 
zación  de  Éfeso,  así  como  de  las  demás  ciudades  de  Asia  Menor:  la  intensa  itine- 
rancia  de  los  líderes  religiosos  al  interior  de  la  diáspora  judía.  Basta  recordar  la  mo- 
vilidad de  Aquila  y Priscila  que,  según  Hch  18,2  habían  llegado  de  Italia,  probable- 
mente de  la  comunidad  de  Roma,  expulsados  por  el  decreto  de  Claudio,  que  orde- 
nó la  salida  de  todos  los  judíos  de  Roma.  Además  de  provenir  de  Italia,  ellos  eran 
en  realidad  originarios  del  Ponto,  de  una  provincia  del  extremo  norte  de  Asia  Me- 
nor. Esta  movilidad  dentro  de  la  diáspora  fue  determinante  para  la  expansión  del 
cristianismo  asiático.  Veamos  este  aspecto  con  más  detalle. 

Antes  que  Pablo  salga  a escena  en  Éfeso,  se  nos  narra  un  acontecimiento  in- 
teresante que  se  refiere  a esta  movilidad  a la  cual  nos  referíamos.  Según  Hch  1 8,  24- 
28,  llega  a Éfeso  un  judío  proveniente  de  Alejandría,  llamado  Apolo,  un  poderoso 
predicador,  versado  en  las  Escrituras,  que  enseñaba  “con  precisión  respecto  de  Je- 
sús”, practicaba  su  actividad  misionera  entre  los  judíos  de  la  diáspora,  que  recuer- 
da mucho  la  acción  de  Pablo,  tal  como  la  describe  Hechos.  Pero  en  su  presentación 
hay  un  elemento  aparentemente  anacrónico:  él  conocía  solo  el  bautismo  de  Juan 
(18,25).  El  texto  trata  de  solucionar  este  anacronismo  explicando  que  Priscila  y 
Aquila  -que  probablemente  ya  habían  concluido  la  tarea  misionera  en  Éfeso-  ins- 
truirán “con  más  exactitud”  a Apolo  en  el  camino  de  Jesús.  Esta  información  con- 
tradice claramente  lo  que  habíamos  mencionado  arriba,  que  él  enseñaba  “con  pre- 
cisión acerca  de  Jesús”.  Apolo,  después  de  haber  recibido  instrucciones  de  Aquila  y 
Priscila,  sigue  misionando  en  dirección  a Acaya.  Él  llegó  a ser  un  líder  en  la  comu- 
nidad de  Corinto  y en  1 Co,  Pablo  polemiza  indirectamente  con  Apolo,  contra  una 
interpretación  radical  de  su  predicación. 

Este  hecho  no  merecería  más  atención  si  no  siguiese,  en  la  siguiente  períco- 
pa,  el  tema  de  los  discípulos  de  Juan  Bautista  que  misionaban  en  Éfeso.  Según  Hch 
19,  1-7,  Pablo  toma  la  responsabilidad  de  actualizar  a estos  compañeros  de  Apolo 
(él  está  relacionado  con  este  grupo,  explícitamente,  en  el  versículo  1).  Ellos  reciben 
así  el  bautismo  en  el  Espíritu  Santo  y hablan  en  lenguas  después  de  la  imposición 
de  manos  de  Pablo  (v.  6).  En  total  estaban  12  (número  que  sugiere  organización  re- 
ligiosa). 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


123 


Es  sabido  que  debemos  ser  cautelosos  en  relación  a las  narraciones  de  los  He- 
chos sobre  los  orígenes* * * * 5.  Él  disimula  los  conflictos,  presenta  tradiciones  legendarias 
sobre  los  apóstoles  y sigue  un  esquema  teológico  bien  definido,  dentro  del  cual  si- 
túa la  historia  de  las  comunidades.  Pero  si  la  narración,  con  dificultad  puede  ser 
considerada  histórica,  por  lo  menos  en  esta  formulación,  me  parece  que  los  motivos 
que  están  por  detrás  de  ella  son  bastante  posibles,  tales  como:  a)  la  presencia  en  la 
diáspora  de  varios  grupos  sectarios,  misionando  en  competencia  unos  con  otros; 
b)  la  movilidad  de  los  judíos  de  diferentes  centros  del  mundo  mediterráneo:  de  Ale- 
jandría a Éfeso  y Corinto  (Apolo),  de  Macedonia  a Jerusalén,  pasando  por  Antio- 
quía  en  dirección  a Éfeso  (Pablo),  y de  Roma  a Éfeso  (Priscila  y Aquila);  c)  el  he- 
cho de  que  en  esta  red  de  conexiones,  Éfeso  parece  ocupar  un  lugar  destacado;  y fi- 
nalmente, d)  estos  grupos  misioneros  itinerantes  y en  competencia  tenían  una  cier- 
ta base  o intención  de  diálogo,  y hasta  de  intercambio  religioso  como  nos  muestra 
Hechos.  Nuestra  hipótesis  en  este  artículo  es  que  esta  movilidad  sectaria  e intercam- 
bio (muchas  veces  conflictivo)  de  religiosidades  (aumentando  aquí  también  la  reli- 
giosidad popular  de  Asia)  son  determinantes  para  el  carácter  ecléctico  y plural  del 
cristianismo  asiático. 

Los  hechos  que  mencionamos  arriba  tienen  confirmación  en  otros  textos.  Se- 
gún las  Pseudo  Clementinas,  más  en  concreto  el  Romance  de  Clemente , un  apócri- 
fo del  segundo  siglo,  narra  el  origen  de  Simón  el  Mago,  interpretado  como  el  más 
grande  de  los  herejes,  y explicado  así:  él  era  uno  de  los  30  discípulos  de  Juan  Bau- 
tista (entre  los  cuales  estaba  Helena,  su  futura  compañera).  Simón,  en  la  expectati- 
va de  quedarse  con  el  liderazgo  del  grupo,  va  a Egipto  a iniciarse  en  artes  mágicas. 
Egipto  era  ya  un  lugar  conocido  como  la  tierra  de  la  magia.  Al  regresar  de  Egipto, 
Juan  Bautista  ya  había  sido  ejecutado  y Simón  asume  el  liderazgo  del  grupo,  ade- 
más de  tomar  a Helena  como  compañera.  No  es  necesario  explicar  que  las  referen- 
cias sobre  la  moral  de  Helena  y la  religiosidad  de  Simón,  son  las  peores  posibles. 
Sin  embargo,  independientemente  del  carácter  legendario  de  este  texto,  una  vez  que 
Simón  encama  en  este  periodo  elementos  casi  satánicos,  podemos  constatar  un  in- 
teresante paralelo  entre  el  texto  de  Hechos  y la  narración  que  describimos  ahora:  el 
triángulo  Palestina-Egipto-mundo  greco-romano  (en  el  cual  después  Simón  el  Ma- 
go actúa  prioritariamente)  como  recorrido  de  un  movimiento  judío  minoritario  que 
tiene  como  origen  el  grupo  de  Juan  Bautista.  Volviendo  al  movimiento  de  Juan,  tal 
como  describe  Hechos,  nos  podemos  preguntar  si  este  grupo  no  tuvo  pretensiones 
mesiánicas  en  relación  a Juan  y si  no  se  proponía  misionar  de  manera  similar  a las 
del  movimiento  cristiano,  siendo  después  absorbido  por  este.  Él  nos  ofrece  una  ana- 
logía muy  modesta,  del  modelo  de  actuación  de  los  primeros  cristianos6. 


^ Hulmut  Koester,  por  ejemplo,  considera  las  informaciones  sobre  la  misión  en  Éfeso  poco  confiables; 
él  cree  que  solamente  la  duración  de  dos  años  y tres  meses  de  19,8.10  en  el  local  de  predicación  de 

Pablo,  la  “escuela  de  Tirano”  (19,9)  es  verídica,  lo  demás  es  legendario  (como  la  narración  del  19,13- 

20)  o es  tradición  ubicada  fuera  del  contexto  (como  19,1-7,  que  debería  haber  ocurrido  en  Siria  y no 

en  Asia);  ver  Einfuehrung  in  das  Neue  Testament.  Walter  de  Gruyter,  Berlín,  New  York,  1980,  p.  549 

(También  en  español,  § 9,3a). 

6 Sobre  la  movilidad  religiosa  en  el  imperio  romano  ver  Stambaugh,  J.E.  / Balch,  D.L.  El  Nuevo  Tes- 
tamento en  su  ambiente  social.  Paulus,  Sao  Paulo  1996  p.  31-37. 


124 


PAULO  NOGUEIRA,  Cristianismos  en  Asia  Menor 


Para  completar  el  panorama  del  campo  religioso  en  el  cual  estaba  inserto  el 
cristianismo  de  Asia  y de  Éfeso,  necesitamos  leer  el  resto  del  capítulo  1 9 de  Hechos. 
En  él  se  amplía  el  cuadro  de  las  fuerzas  y grupos  en  tensión  y surgirán  interlocuto- 
res que  impusieron  un  juego  asimétrico  de  relaciones. 

1.2.  Pablo  y la  comunidad  judía  de  Éfeso 

La  perícopa  siguiente  Hch  1 9,8-20  nos  presenta  a Pablo  en  su  actividad  mi- 
sionera entre  la  comunidad  judía  de  Éfeso:  Pablo  predicó  por  tres  meses  en  la  sina- 
goga. La  búsqueda  de  la  sinagoga,  como  lugar  para  iniciar  la  misión  en  una  ciudad 
de  la  diáspora,  constituía  la  praxis  paulina  (cf  por  ejemplo,  Hch  14,1)  y suponemos 
que  debió  ser  la  de  muchos  misioneros  del  cristianismo  primitivo.  La  sinagoga  era 
un  buen  lugar  para  iniciar  un  trabajo  de  misionero  en  una  ciudad,  pues  ella  era,  ade- 
más de  local  de  culto  y de  estudio  de  la  Torá,  el  local  de  encuentro  y articulación  de 
la  comunidad  judía  de  la  ciudad.  En  ella,  los  judíos  residentes  en  la  ciudad,  planea- 
ban sus  negocios,  conseguían  empleos  y se  presentaban  ante  la  sociedad.  La  sina- 
goga también  gozaba  de  derechos,  garantizados  por  la  legislación  romana,  entre 
ellos  el  derecho  de  libertad  de  culto,  guardar  el  sábado,  dispensa  del  servicio  mili- 
tar y de  la  adoración  al  emperador  en  las  solemnidades  públicas.  Era  precisamente 
este  espacio  de  libertad  de  acción,  lo  que  era  valorado  por  los  primeros  misioneros 
cristianos.  Para  ellos  se  inició  un  problema  serio  cuando  su  identidad,  se  fue  vol- 
viendo más  definida  frente  a la  sinagoga,  pues  ésto  los  colocaría  en  evidencia  fren- 
te a las  autoridades,  que  no  eran  muy  tolerantes  con  las  sectas  orientales. 

Pero  existe  un  segundo  motivo  por  el  cual  los  primeros  cristianos  van  a la  si- 
nagoga para  buscar  interlocutores.  Debemos  eliminar  de  nuestras  mentes  la  idea  que 
la  sinagoga  en  el  mundo  mediterráneo,  era  algún  tipo  de  reducto  intocable  de  la  cul- 
tura judía  rodeada  de  paganismo,  como  si  constituyera  una  especie  de  gueto.  Si  es 
verdad  que  eran  practicados  los  pogroms  (tenemos  noticias  de  algunos  de  ellos  en 
Antioquía,  en  Siria)  y algunas  experiencias  de  posturas  antisemitas  por  poblaciones 
locales  (celosas  tal  vez  del  status  especial  de  este  culto  extranjero),  es  un  hecho  tam- 
bién que  la  sinagoga  no  estaba  exenta  de  influencias  y de  procesos  sincréticos  con 
las  culturas  nativas.  Ella  puede  haber  funcionado  como  puente  de  unión  entre  cris- 
tianos judíos  y el  mundo  gentil.  Parece  que,  en  cierto  sentido,  el  lenguaje  cultural 
del  helenismo  y del  judaismo  helenizado  de  la  sinagoga,  facilitó  estos  encuentros. 
No  tenemos  muchas  noticias  sobre  la  comunidad  judía  de  Éfeso,  pero  nos  permiti- 
mos tomar  en  consideración  la  sinagoga  excavada  en  Sardes  (una  ciudad  que  no  lle- 
gó a tener  la  importancia  de  Éfeso)  como  modelo  para  la  diáspora  asiática,  veremos 
que  se  trataba  de  un  grupo  que  presentaba  rasgos  de  asimilación  social  y cultural. 
Éa  sinagoga  de  Sardes  estaba  localizada  en  el  centro  de  la  ciudad,  dividiendo  un 
edificio  de  mármol  con  el  gimnasio  que,  como  sabemos,  es  una  institución  central 
de  la  cultura  helénica7.  Otro  ejemplo  de  liberalismo  y sincretismo  cultural  de  la  si- 
nagoga asiática  encontramos  en  la  pequeña  Acmonia.  Allí  una  señora,  llamada  Ju- 
lia Severa,  que  había  construido  la  sinagoga  local,  era  también  sacerdotiza  princi- 


7 Kraabel,  A.  Th  The  Diaspora  Synagoge:  archeological  and  Epigraphic  Evidence  since  Sukenik,  p. 
477-510  (Aufstieg  und  Niedergand  der  roemischen  Welt.  11/19,1);  ver  también  Stambaugh,  J.E ./  Balch, 
D.L.  O Novo  Testamento  em  seu  ambiente  social.  Paulus,  Sao  Paulo,  1996,  p.  40. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


125 


pal  del  culto  imperial*.  Una  vez  que  los  primeros  cristianos  asiáticos  eran  converti- 
dos de  las  sinagogas  judías,  no  sería  improbable  la  hipótesis  de  que  este  carácter 
sincrético  y plural  del  judaismo  asiático,  haya  influenciado  en  la  constitución  de  las 
primeras  comunidades  cristianas.  La  sinagoga  habría  tenido  una  función  doble  en 
relación  al  cristianismo  primitivo:  servir,  por  un  lado,  como  primera  instancia  para 
relaciones  sincréticas  con  la  cultura  greco-romana  y con  las  culturas  locales,  y por 
otro  lado,  un  espacio  que  permitió,  con  ciertos  límites,  la  participación  de  grupos  ju- 
díos diversificados.  Es  en  ella  que  los  primeros  cristianos  van  a buscar  espacios  de 
actuación  misionera  y consiguen,  muchas  veces  sin  consciencia  de  ésto,  significati- 
vos cambios  simbólicos. 

La  narración  de  19,8-20  presenta  a Pablo  misionando  en  la  sinagoga  de  Éfe- 
so,  siendo  rechazado  por  ella  después  de  tres  meses  de  enseñanza.  Su  carácter  plu- 
ral y diversificado  se  muestra  a través  del  hecho  de  que  fue  acogido  por  la  “escue- 
la de  Tirano”.  Como  no  tenemos  más  información  sobre  esta  escuela  que  las  dispo- 
nibles en  este  texto,  podemos  solo  suponer  que  se  trata  de  un  espacio  de  estudio  de 
la  Torá  vinculado  a la  comunidad  judaica  de  Éfeso.  Esta  propuesta  combina  mejor 
con  el  contexto  de  la  narrativa,  la  cual  no  se  propone  presentar  a Pablo  en  diálogo 
con  la  filosofía  helenista  (otra  posibilidad  para  entender  la  escuela  de  Tirano). 

Según  el  verso  10,  Pablo  evangelizó  en  Éfeso  de  esta  forma  por  un  periodo 
de  más  de  dos  años  (él  había  misionado  por  tres  meses  en  la  sinagoga),  permitien- 
do así  que  todos  "los  habitantes  de  Asia...  tanto  judíos  como  griegos”  escuchasen 
la  palabra.  En  esta  descripción  sumaria  Lucas  pretende  que  con  la  evangelización 
de  la  principal  ciudad  de  Asia,  toda  la  provincia  estaría  por  tanto  evangelizada.  En 
esta  descripción  sumaria  están  las  informaciones  sobre  la  actividad  milagrosa  de 
Pablo  (v.  1 1 ):  “al  entrar  en  contacto  con  sus  ropas  y objetos  de  uso  personal,  sus  en- 
fermedades eran  curadas  y los  demonios  expulsados”.  Esta  última  información  se 
conecta  con  la  perícopa  siguiente: 

En  v.  13-20  encontramos  a Pablo  en  conflicto  con  los  exorcistas  judíos.  Dice 
el  texto  que  “judíos  exorcistas  ambulantes”  trataron  de  realizar  exorcismos  invocan- 
do el  nombre  de  Jesús.  Ellos  son  presentados  en  el  v.  14  como  “hijos  de  Esceva,  su- 
mo sacerdote”.  En  total  eran  siete.  No  hay  claridad  sobre  el  origen  de  estos  exorcis- 
tas. Un  sumo  sacerdote  en  el  templo  con  este  nombre  no  nos  es  conocido.  ¿O  ellos 
eran  solamente  de  linaje  sacerdotal?  Otra  posibilidad  coincidente  con  el  carácter  sin- 
crético del  judaismo  de  Asia  es  que  Esceva  podría  haber  sido  sumo  sacerdote  de  un 
culto  pagano.  La  consecuente  quema  de  los  libros  de  magia  por  la  población  de  Éfe- 
so, puede  apuntar  en  esta  dirección.  Personalmente  pienso  que  la  autoatribución  de 
títulos  y funciones  sacerdotales  en  los  movimientos  religiosos  marginales  en  el  ju- 
daismo del  periodo  no  era  raro.  ¿Cómo  otros  grupos  judíos  debieron  asumir  la  auto- 
designación  del  cristianismo  primitivo  como  “raza  elegida,  sacerdocio  real”?  (1  Pe 
2,9)  Otros  grupos  religiosos  de  judíos  representados  en  los  manuscritos  del  Mar 
Muerto  (y  éstos  no  eran  exclusivamente  esenios)  también  se  atribuían  títulos  y ho- 


^ Kittel,  G “Das  kleinasiatische  Judentum  in  der  hellenistisch  roemischen  Zeit”,  in:  Theologische  Li- 
teraturzeitung  69  (1944),  p.  10-20. 


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PAULO  NOGUEIRA,  Cristianismos  en  Asia  Menor 


ñores  sacerdotales9.  Creo  que  éste  es  el  caso  de  los  exorcistas-sacerdotes  judíos. 
Existe  también  una  expectativa  apocalíptica  de  que  un  sumo  sacerdote  escatológico 
comprometería  a Belial  y “garantizaría  a sus  hijos  la  autoridad  para  aplastar  los  es- 
píritus malos”10.  No  podemos,  en  este  momento,  llegar  a una  conclusión  al  respecto. 

El  hecho  es  que  estos  siete  hijos  de  un  sumo  sacerdote  (el  número  posible- 
mente implica  organización  religiosa)  realizaban  una  actividad  itinerante  en  Asia,  a 
semejanza  del  grupo  de  Apolo.  Pero  ellos  merecen  destacarse  en  relación  a aque- 
llos, por  el  hecho  de  que  la  victoria  de  Pablo  sobre  ellos  (pues  solo  Pablo  puede  in- 
vocar el  nombre  de  Jesús  sobre  los  demonios!)  tuvo  efecto  sobre  toda  la  población 
de  Éfeso,  “tanto  en  judíos  como  en  griegos”. 

Este  texto  sugiere  al  mismo  tiempo  un  judaismo  diversificado  y en  un  grado 
avanzado  de  diálogo  con  la  sociedad  asiática.  A pesar  del  colorido  legendario  del  re- 
lato (basta  ver  el  alto  valor  de  los  libros  que  habrían  sido  quemados  o la  forma  es- 
tilizada como  el  demonio  responde  a los  exorcistas  judíos  en  el  v.  15)  podría  refle- 
jar la  relación  de  los  primeros  cristianos  en  Éfeso,  como  un  grupo  religioso  al  mar- 
gen de  la  sinagoga. 

Hasta  aquí  encontramos  en  Éfeso  nada  menos  que  cinco  grupos  o interlocu- 
tores judíos:  a)  el  grupo  de  los  doce  compañeros  de  Apolo,  discípulos  de  Juan  Bau- 
tista; b)  la  sinagoga  que  recibió  a Pablo  en  su  predicación  por  tres  meses;  c)  la  es- 
cuela de  Tirano,  que  probablemente  era  una  escuela  ligada  a la  sinagoga;  d)  un  gru- 
po de  siete  exorcistas  judíos,  hijos  de  un  sumo  sacerdote  que  trata  de  apropiarse  del 
nombre  de  Jesús11;  y e)  Pablo,  Priscila  y Aquila,  misioneros  cristianos  itinerantes. 

1.3.  Los  primeros  cristianos  y la  religiosidad  popular  de  Éfeso 

Aunque  este  texto  de  Hch  19,23-40  tenga  connotaciones  apologéticas  (como 
mostrar  la  falta  de  sinceridad  del  culto  a Artemisa),  en  él  entramos  en  contacto  con 
un  culto  de  religiosidad  popular  de  Éfeso  en  un  doble  aspecto:  su  función  económi- 
co-política y su  devoción  popular.  La  narración  se  refiere  a Demetrio  y otros  orfe- 
bres que  fabricaban  estatuillas  de  la  diosa  Artemisa.  Ellos  comenzaron  a alborotar 
a la  población  de  Éfeso  contra  Pablo  y sus  compañeros,  pues  su  actividad  misione- 
ra estaba  poniendo  en  riesgo  el  culto  de  la  diosa  y la  consecuente  venta  de  estatui- 
llas. Pablo,  que  ya  había  ejercido  influencia  no  solo  sobre  Éfeso  sino  sobre  toda  la 
región  (v.  26),  había  “persuadido  a mucha  gente,  afirmando  que  no  son  dioses  los 


9 Ver  por  ejemplo:  Cánticos  de  Sacrificio  Sabático  (4Q400),  Frag.  1,  col  I,  1-10;  Regla  de  la  Comuni- 
dad (1QS),  col.  IX,  3-6;  Documento  de  Damasco  (CD-A),  col.  IV,  2-4.  Estos  textos  están  disponibles 
en  García  Martínez,  F.  Textos  de  Qumran,  edición  fiel  y completa  de  los  Manuscritos  del  Mar  Muer- 
to (traducido  del  español  por  Valmor  da  Silva),  Voces,  Petrópolis,  1995,  582p. 

Testimonio  de  Levi,  18,12  en:  Charlesworth,  J.H.  (ed.)  The  Oíd  Testament  Psedepigrapha,  v.  1 
(Apocalyptic  Literature  and  Testaments).  Darton,  Longman  & Todd,  London,  p.  795,  más  sobre  sacer- 
dotes exorcistas  en  Weiser,  Alfons.  Die  Apostelgeschichte,  Kapitel  13-28  (OeTK  5/2).  Gütersloh,  GTB 
Siebenstern,  1985,  p.  529-530. 

1 1 Una  estrategia  mágica  era  conocer  a muchas  divinidades,  ver  por  ejemplo  en  el  Gran  Papiro  mági- 
co de  París  en  Leipold,  J./Grundmann,  W.  El  mundo  del  Nuevo  Testamento,  v.2,  Cristiandad,  Madrid, 
1975,  p.76  Estos  exorcistas  judíos  no  cuestionan  la  autoridad  de  Jesús;  en  una  postura  sincrética  bus- 
can apropiarse  de  él.  El  relato  por  tanto,  no  permite  que  el  nombre  traído  por  Pablo,  que  está  siendo 
presentado  como  el  fundador  del  cristianismo  en  Asia,  sea  usado  por  sus  rivales. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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que  son  hechos  por  manos  humanas”  (v.  26).  De  la  descripción  del  contenido  sub- 
versivo de  la  predicación  de  Pablo  nos  llama  la  atención  que  no  es  mencionado  nin- 
gún contenido  específicamente  cristiano  (como  el  anuncio  del  “Reino  de  Dios”,  co- 
mo en  19,  8,  o algunas  referencias  a Jesús).  La  predicación  contra  la  adoración  de 
imágenes  de  divinidades  es  un  tema  de  la  predicación  de  la  diáspora.  Podemos,  a 
partir  de  este  dato,  conjeturar  que  en  este  texto  se  está  proyectando  sobre  Pablo  un 
conflicto  de  fondo  de  la  diáspora  judaica,  y solo  en  este  contexto  está  también  un 
tema  de  los  primeros  cristianos.  Esta  sospecha  es  reforzada  por  el  hecho  de  que 
quien  busca  ser  interlocutor  con  la  multitud  es  un  tal  Alejandro,  que  siendo  recono- 
cido como  judío,  o sea  como  un  enemigo  del  culto  de  imágenes,  estimula  todavía 
más  el  ánimo  de  las  multitudes  enfurecidas  (v.  34).  Los  cristianos  de  Éfeso,  en  opi- 
nión de  Lucas,  ¿serían  los  mejores  defensores  de  esta  postura  religiosa  tan  aprecia- 
da del  judaismo? 

En  esta  narración,  las  fuerzas  en  conflicto  en  el  campo  religioso  asiático,  se 
nos  presentan  así: 

a)  Las  comunidades  cristianas,  representadas  por  Pablo  y sus  compañeros 
Gayo  y Aristarco,  que  provienen  de  Macedonia  (el  elemento  de  itinerancia  aparece 
nuevamente).  Curiosamente  no  hay  referencia  alguna  de  Priscila  y Aquila,  lo  que 
puede  indicar  cierta  independencia  de  esta  tradición  en  relación  a las  perícopas  an- 
teriores. 

b)  El  sindicato  de  orfebres12  vinculado  al  culto  de  Artemisa  que  hace  oposi- 
ción a Pablo,  acusándolo  por  un  lado,  de  perjudicar  los  negocios  y por  otro,  de  “des- 
truir la  majestad  de  aquella  a quien  adoran  el  Asia  entera  y el  mundo”  (v.  27).  Era 
evidente  que  para  este  grupo,  el  aspecto  lucrativo  es  el  más  relevante.  La  redacción 
lucana  estratégicamente  los  pone  en  evidencia.  Existen  otras  implicaciones  econó- 
micas implícitas  en  el  texto.  Se  sabe  que  en  la  antigüedad,  los  templos  cumplían  el 
papel  de  bancos:  en  ellos  eran  guardadas  enormes  sumas  de  dinero  y también  po- 
dían conseguirse  préstamos13.  También  tenemos  noticias  del  inicio  del  siglo  II,  so- 
bre cómo  el  crecimiento  de  las  comunidades  cristianas  en  Asia,  perjudicaban  la  ven- 
ta de  carne  para  los  sacrificios  (ver  más  abajo). 

c)  Alejandro  y los  judíos  de  la  comunidad  judaica  de  Éfeso.  Ellos  tienen  una 
actuación  sorprendente  en  la  narración.  Cuando  los  judíos  empujan  a Alejandro  pa- 
ra hablar  a la  población,  tenemos  la  impresión  inicial  de  que  podrían  estar  querien- 
do estimular  el  conflicto,  pues  Lucas  presenta  a la  sinagoga  en  varios  momentos  ex- 
poniéndolos a las  autoridades.  Pero  en  este  pasaje,  que  testifica  un  conflicto  fre- 
cuente en  la  diáspora,  ellos  parecen  estar  queriendo  servir  de  mediadores,  preten- 
diendo hasta  calmar  a la  multitud  enfurecida.  Pablo  y sus  compañeros,  al  criticar  la 
religión  oficial  de  la  ciudad,  estaban  poniendo  en  riesgo  el  status  de  una  comunidad 
judía  respetada.  Por  eso  parece  más  viable  creer  que  Alejandro  busca  calmar  a la 
multitud,  pero  ésta,  al  reconocer  que  él  era  judío,  grita  por  casi  dos  horas:  “Grande 
es  Artemisa  de  los  Efesios”  (v.  34).  Este  texto  es  un  ejemplo  del  anti-semitismo  del 
mundo  greco-romano. 


^ Sobre  sindicatos  y asociaciones  comerciales  en  Asia  Menor  ver  Wwiser,  Alfons.  Die  Apostelges- 
chichte,  Kapitel  13-28  (OetK  5/2),  Gütersloh,  GTB  Siebenstem,  1985,  P 544. 

^ Stambaugh,  J.E./Balch,  D.L.  O Novo  Testamento  em  seu  ambiente  social.  Paulus,  Sao  Paulo,  1996, 
p.  138. 


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PAULO  NOGUEIRA,  Cristianismos  en  Asia  Menor 


d)  El  poder  político  también  se  hace  presente.  Quién  apacigua  la  multitud  es 
el  “escribano  de  la  ciudad”.  La  existencia  de  este  cargo  (grammateus)  en  Éfeso  es 
documentado  en  inscripciones  y monedas14.  Su  función  era  la  de  cuidar  el  orden  pú- 
blico y,  por  eso,  es  natural  que  aparezca  en  este  relato.  Él  reafirma  la  importancia 
de  este  culto  para  Éfeso  y alerta  sobre  el  peligro  de  que  esta  asamblea  irregular  sea 
considerada  como  “sedición”  (v.  40).  Él  es  el  representante  del  poder  político  nati- 
vo, el  cual  aparece  sometido  a la  autoridad  del  procónsul.  Es  frente  al  poder  roma- 
no, representado  por  el  procónsul,  que  la  cuestión  debe  ser  tratada.  La  asamblea  reu- 
nida solo  puede  representar  un  desafío  al  poder  del  imperio. 

e)  El  verso  31  dice  que  los  asiarcas  “que  eran  amigos  de  Pablo”  le  impidie- 
ron ir  al  teatro  a defenderse.  Esta  referencia  a los  asiarcas  es  de  historicidad  dudo- 
sa. Los  asiarcas  eran,  o miembros  del  consejo  de  la  ciudad,  o los  responsables  de 
los  cultos  estatales:  el  culto  de  Roma  y del  emperador.  Por  el  contexto  de  la  narra- 
ción es  más  probable  que  estos  asiarcas  (Éfeso  no  tenía  más  que  cuatro)  fuesen  re- 
presentantes del  culto  imperial.  De  esta  forma  Lucas  estaría  indicando  que  el  frau- 
de religioso  y la  ganancia  de  los  orfebres,  es  el  motivo  para  toda  esta  confusión, 
pues  Pablo  tenía  apoyo  hasta  de  los  responsables  para  el  culto  imperial,  los  cuales 
no  veían  peligro  alguno  en  los  misioneros  cristianos.  La  presencia  de  los  asiarcas 
“amigos”  de  Pablo  muestra  la  complejidad  de  los  poderes  en  el  campo  religioso  de 
Éfeso,  pero  también  oculta  parte  del  conflicto,  ya  que  los  cristianos  (por  lo  menos 
en  el  tiempo  de  Lucas)  comenzaron  a ser  evidentes  frente  a las  autoridades,  como 
un  grupo  que  no  hacía  ofrendas  al  emperador. 

f)  La  población  es  presentada  en  el  texto  como  una  masa  manipulable.  Sin 
que  ella  sepa,  su  piedad  y devoción  a Artemisa  de  los  efesios,  está  manipulada  por 
intereses  económicos  de  los  orfebres  que  lucran  con  la  venta  de  las  estatuillas.  En 
este  episodio  la  ambigüedad  de  la  religión  y de  su  devoción  popular  está  presente 
nítidamente.  Si  este  texto,  en  la  intención  redaccional  de  Lucas,  intenta  desmitificar 
el  culto  de  esta  diosa,  mostrando  que  se  trataba  de  manipulación  de  los  orfebres 
inescrupulosos,  también  deja  ver  la  piedad  popular  subyacente  a este  culto.  La  pro- 
pia diosa  merece  comentarios:  si  ella  es  una  diosa  extranjera,  originaria  de  Grecia, 
ella  recibe  también  el  epíteto  de  “Gran  Diosa”.  Artemisa  de  los  efesios  es  una  re- 
creación sincrética  de  la  Magna  Mater,  diosa  de  la  fertilidad  de  los  anatolios,  ella  es 
al  mismo  tiempo  diosa  virgen  y diosa  madre,  asociada  a Démeter,  Perséforis  y a Ci- 
beles15. No  podemos  dejar  de  pensar  en  las  variantes  latinoamericanas  del  culto  a la 
virgen,  siempre  mezclado  con  elementos  de  la  piedad  popular.  El  culto  de  la  tierra 
y de  la  fertilidad  es  recreado  en  Artemisa  en  su  versión  efesina  (existían  otras  re- 
creaciones de  Artemisa  en  otras  ciudades).  “Ella  era  una  especie  de  Diosa  Madre 
original  de  Asia  Menor,  reconocida  como  mucho  más  antigua  que  los  habitantes 
griegos  (Pausanias  7. 2. 6-8),  que  finalmente  la  identificaban  como  a su  propia  Arte- 
misa”16. La  diosa  también  era  venerada  en  el  interior  del  Asia  Menor.  Esto  puede  ser 


^ Weiser,  Alfons.  Die  Apostelgeschichte,  Kapitel  13-28  (OeTK  5/2),  Gütersloh,  GTB  Siebenstem, 
1985,  p.  544. 

' ^ Ver  Eliade,  M.  Historia  de  las  creencias  y de  las  ideas  religiosas  I:  De  la  prehistoria  a los  miste- 
rios de  Eleusis.  Cristiandad,  Madrir,  1978,  p. 295-296. 

1D  Stambaugh,  J.E./Balch,  D.L.  O Novo  Testamento,  p 137. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA.  N°  29 


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confirmado  por  las  evidencias  arqueológicas  en  más  de  treinta  lugares  de  culto17. 

El  cariño  y la  devoción  popular  por  Artemisa  es  tan  grande  que  el  escriba  de 
la  ciudad  consigue  calmar  a la  multitud  que  estaba  gritando  por  dos  horas,  con  las 
siguientes  palabras:  “¿Quiénes  por  ventura,  no  saben  que  la  ciudad  de  Éfeso  es  la 
guardiana  del  templo  de  la  gran  Artemisa,  y de  la  imagen  que  cayó  de  Júpiter?”  La 
pregunta  retórica  es  comprendida  por  todos  los  presentes  y respondida  afirmativa- 
mente con  el  silencio.  Nadie  podía  cuestionar  a la  diosa  y su  religión. 

2.  Las  comunidades  cristianas  de  Asia  Menor 
al  final  del  primer  siglo 

En  este  breve  análisis  del  Hch  19  buscamos  elementos  que  tratan  la  situación 
histórico-religiosa  de  Pablo  y su  misión,  tal  como  fue  narrada  por  la  segunda  gene- 
ración de  cristianos  paulinos  (Lucas  y las  fuentes  de  las  cuales  se  sirve).  Antes  de 
tratar  los  testimonios  de  los  cristianos  post-paulinos  en  su  propio  tiempo,  me  gusta- 
ría anotar  algunos  eventos  que  diferencian  la  década  de  los  50  de  las  décadas  de  los 
80  y 90.  Estos  eventos  están  más  o menos  relacionados  con  las  fuerzas  en  conflic- 
to en  el  campo  religioso  asiático  y de  la  diáspora  que  hemos  descrito  arriba. 

1)  La  diáspora  judía  vive  un  periodo  de  tensión  después  de  la  destrucción  de 
Jerusalén.  Los  romanos  imponen  a los  judíos  un  impuesto  llamado  fiscus  iudaicus. 
Vespasiano  determina  que  los  judíos  del  imperio  paguen  anualmente  dos  dragmas 
al  templo  de  iupiter  capitolinus.  Esta  orden  significaba  la  supresión  del  derecho  de 
enviar  dinero  para  el  templo  de  Jerusalén  y alcanzaba  no  solo  a los  de  origen  judío, 
sino  también  a los  “temerosos  de  Dios”  y demás  adeptos  a la  religión  judía18.  Exis- 
te un  clima  anti-semita  en  el  imperio  en  este  periodo. 

2)  El  final  de  la  guerra  hace  que  muchos  judíos  de  Palestina  salgan  para  la 
diáspora.  La  itinerancia  de  judíos  y grupos  religiosos  sectarios  judaicos  se  incre- 
menta en  este  periodo.  Josefo  describe  la  llegada  de  sicarios  en  Alejandría  después 
de  la  destrucción  de  Jerusalén.  Según  Josefo,  ellos  pretendían  organizar  una  mani- 
festación contra  Roma  en  aquella  ciudad  y tuvieron  que  suprimir  su  intento  por  in- 
tervención de  las  autoridades  de  la  sinagoga19.  También  podemos  imaginar  la  fuga 
de  inmigrantes  palestinos  para  Asia  Menor  en  este  periodo.  Junto  con  estos  itineran- 
tes es  posible  que  ideas  revolucionarias  y expectativas  apocalípticas  hayan  sido  pre- 
sentadas. 

3)  La  identidad  de  los  primeros  cristianos  se  va  tomando  cada  vez  más  nítida 
frente  a la  sinagoga.  Suponemos  que  el  trabajo  de  los  misioneros  itinerantes  en  Asia 
fue  bien  realizado,  al  punto  de  tener  testimonios  de  cristianos  no  solo  en  las  mayo- 
res ciudades  griegas  de  Asia,  sino  también  en  las  provincias  del  interior.  Esta  repre- 
sentatividad  de  los  primeros  cristianos,  hace  que  se  vuelvan  más  evidentes  para  las 
autoridades.  También  podemos  imaginar  que  las  comunidades  tradicionales  de  la 


^ Weiser,  Alfons.  Die  Apostelgeschichte,  kapitel  13-28  (OeTK  5/2),  Gütersloh,  GTB  Siebenstern. 
1985,  p.  550. 

10  Ver  Flavio  Josefo,  Guerras  judaicas  VII,  218  y también  Smallwood,  E.M.  The  Jews  under  Román 
Rule.  Fron  Pompey  lo  Diocletian.  Leiden,  1976,  p.  371-372. 

Flavio  Josefo,  Guerras  judaicas,  VII,  407ss. 


130 


PAULO  NOGUEIRA,  Cristianismos  en  Asia  Menor 


diáspora  no  quisiesen  ser  confundidas  con  grupos  sectarios  sospechosos.  Principal- 
mente en  el  periodo  en  que  debido  a la  tensión  de  la  guerra  judía,  ser  acusados  de 
sectarios  o de  rebeldía  judía,  era  sinónimo  de  sedición  e infidelidad  contra  Roma20. 

4)  El  culto  imperial  se  vuelve  un  problema  para  los  cristianos  a medida  que 
ellos  se  van  distanciando  de  la  sinagoga,  pues  solamente  dentro  de  la  sinagoga  es- 
taban exentos  de  ofrecer  sacrificios  al  emperador.  No  debemos  imaginar  que  los 
cristianos  estuviesen  siendo  perseguidos  sistemáticamente  por  los  romanos  en  este 
periodo.  No  tenemos  indicios  para  tanto21.  La  carta  de  Plinio  a Trajano  en  111-112 
d.C.  es  prueba  de  un  procedimiento  de  tortura  y ejecución  de  cristianos  en  Bitinia 
debido  a denuncias  anónimas  y al  hecho  de  que  la  demanda  de  carnes  sacrificadas 
disminuían.  Pero  Plinio  no  demuestra  tener  conocimiento  preciso  sobre  quienes 
eran  los  cristianos  y mucho  menos  tener  un  procedimiento  definido  sobre  como  li- 
diar con  ellos22.  Él  no  sirve,  por  tanto  de  prueba  para  la  existencia  de  una  persecu- 
ción sistemática  contra  los  cristianos. 

Para  el  periodo  que  estamos  tratando  podemos  decir  solamente  que  existe  un 
clima  tenso  y que  los  cristianos  buscan  la  forma  de  relacionarse  con  el  imperio,  sea 
a través  de  la  denuncia  y ruptura,  o sea  a través  de  la  adaptación  y demostración  de 
lealtad. 

Pasemos  ahora  a tratar  las  comunidades  cristianas  de  Asia  Menor  a partir  de 
algunos  de  sus  testimonios  literarios. 

2.1.  La  comunidad  pos-paulina 

Como  habíamos  mencionado  arriba,  elegimos  las  comunidades  representadas 
en  las  Cartas  Pastorales23  (1  y 2 de  Timoteo  y Tito)  como  representantes  de  este  ti- 
po de  cristianismo  en  Asia,  dejando  de  lado  Colosenses  y Efesios  por  los  motivos 
ya  expuestos.  Tratar  las  Pastorales  exige  un  redoblado  cuidado,  pues  tenemos  la  ten- 
dencia de  proyectar  en  ellas  modelos  eclesiásticos  posteriores  (de  una  iglesia  epis- 
copal o sofisticadamente  jerárquica),  conceptos  anacrónicos  (como  ortodoxia  y he- 
rejía) y en  ellas  fundamentamos  y creemos  encontrar  los  orígenes  del  “catolicismo 
primitivo”  o de  la  “gran  Iglesia”.  Estas  definiciones  y nomenclaturas  son  artificia- 
les y dificultan  la  comprensión  del  cristianismo  primitivo24.  Lo  que  tenemos  en  es- 


“0  Según  un  estudio  de  W.  Stegemann  ( Sinagoge  und  Obrigkeit,  Heidelberg,  1991)  este  puede  haber 
sido  uno  de  los  temas  de  Hechos  de  los  Apóstoles.  Él  describe  a los  cristianos  siendo  denunciados  por 
los  judíos  de  la  diáspora  delante  de  las  autoridades,  pues  ellas  no  querían  ser  confundidas  con  grupos 
sectarios  que  pusieran  en  riesgo  su  status  jurídico.  Este  conflicto  entre  cristianos  y sinagoga  reflejaría, 
por  lo  tanto  el  contexto  histórico  del  periodo  de  Lucas  que  el  periodo  por  él  narrado. 

Sobre  los  perseguidores  romanos  a los  primeros  cristianos  ver  Pixley,  J.  “Las  persecuciones:  el  con- 
flicto de  algunos  cristianos  con  el  imperio ”,  en:  Ribla  7 (1990),  p.  89-102. 

Ver  la  carta  de  Plinio  a Trajano  en  Comby,  J./Lemomon,  P.  Roma  frente  a Jerusalén:  visión  de  au- 
tores griegos  y latinos.  Paulinas,  Sao  Paulo,  1987,  p.  46-48. 

Sobre  las  pastorales  y las  demás  comunidades  cristianas  de  Asia  Menor  ver  Figueroa,  Ana  Claudia. 
Comunidades  y herejías  en  Asia  Menor- Un  estudio  sobre  las  variaciones  teológicas  de  algunos  escri- 
tos neotestamentarios  de  fines  del  siglo  I.  Instituto  Metodista  de  Enseñanza  Superior,  Sao  Bernardo  do 
Campo,  1993,  1 85p. 

^ Dejo  a voluntad  para  citar  como  ejemplo  de  esta  postura  mi  artículo:  “Multiplicidad  teológica  en 
la  formación  de  catolicismo  primitivo  en  Asia  Menor”,  en:  Estudos  de  Religáo  8 (1992),  35-46.  Este 
artículo  es  una  revisión  de  posturas  defendidas  anteriormente. 


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131 


te  momento  es  una  religiosidad  representada  por  varios  grupos,  con  prácticas  diver- 
gentes y sistemas  de  creencias  más  o menos  diferentes,  pero  aún  intercambiables. 
Ninguna  de  ellas  tiene  todavía  poder  en  la  sociedad  para  establecerse  como  oficial, 
y tampoco  para  vencer  o hacer  frente  al  judaismo  oficial,  si  es  que  todavía  existía 
en  este  periodo25.  Es  un  hecho  que  no  todos  estos  cristianos  tuvieron  la  misma  orien- 
tación en  relación  a la  sociedad.  Sus  expectativas  pueden  oscilar  entre  el  deseo  de 
aniquilación  de  las  estructuras  sociales  existentes  y el  deseo  de  alcanzar  (por  prime- 
ra vez  a través  de  la  religión)  respetabilidad  y ciudadanía. 

Las  pastorales  representan  la  cúspide  de  la  teología  post-paulina  en  lo  refe- 
rente a la  exaltación  y valoración  de  la  autoridad  de  Pablo.  Él  llega  a ser  el  marco 
de  referencia  de  fe  para  esta  comunidad:  él  es  una  especie  de  fundador  de  la  expe- 
riencia religiosa  del  grupo  (ver  1 Tm  1,12-17;  2,1-7  y Tt  1,1-4).  Pablo  es  presenta- 
do como  el  apóstol  que  garantiza  la  fe  de  su  comunidad.  Por  tanto  él  es  el  garante 
del  “depósito”  (paratheke)  de  la  fe.  La  reafirmación  de  la  autoridad  paulina  es  una 
reacción  de  la  comunidad  a la  situación  de  crisis  en  que  vivían.  Para  superarla  reac- 
tivan la  imagen  de  Pablo  y actualizan  su  vivencia  con  la  tradición  paulina.  Los  au- 
tores de  la  carta  se  valen  de  la  estrategia  literaria  para  alcanzar  este  fin:  escriben  ba- 
jo la  autoridad  de  Pablo26.  Las  referencias  constantes  a la  autoridad  de  él  no  signifi- 
ca que  encontremos  teología  paulina  intacta.  Al  contrario,  el  autor  interviene  crea- 
tivamente remodelando,  adaptando  y respondiendo  a las  necesidades  de  su  tiempo. 
La  escatología  de  los  escritos  paulinos  auténticos,  por  ejemplo  desaparece.  La  en- 
señanza de  la  justicia  de  Dios  otorgada  a los  seres  humanos  prescinde  de  la  fe  (ella 
no  es  mencionada  en  Tt  3,4-7).  La  “gracia  de  Dios”  que  tenía  papel  predominante 
en  Pablo  adquiere  un  papel  educativo:  ella  “nos  enseña  a abandonar  la  impiedad  de 
las  pasiones  mundanas,  para  que  vivamos  en  este  mundo  con  autodominio,  justicia 
y piedad”  (Tt  2,11-13). 

La  vida  regida  por  el  autodominio  y piedad  pasa  a ser  una  de  las  prioridades 
de  vida  de  los  cristianos.  Si  Pablo  organizaba  sus  comunidades  en  casas,  las  pastora- 
les presentan  consecuentemente  comunidades  que  desarrollan  esta  costumbre.  La  or- 
ganización de  un  grupo  religioso  alrededor  de  una  casa  no  es  una  invención  de  Pa- 
blo o de  los  cristianos  post-paulinos.  Parece  haber  sido  la  praxis  de  las  comunidades 
religiosas  asiáticas27,  siendo,  por  tanto,  un  elemento  de  influencia  cultural  asiática. 

Una  práctica  correcta  implica  también  una  enseñanza  correcta.  Por  eso  las 
atribuciones  de  enseñanza  y liderazgo  comunitario  pasan  a ser  asumidas  por  los 
cristianos  de  comportamiento  ético  irreprochable.  Podemos  notar  que  los  criterios 
más  fuertes  para  elegir  a los  presbíteros,  diáconos  y obispos  se  refieren  a la  vida  fa- 
miliar, moderación  y capacidad  de  enseñanza  (cf  1 Tm  3,1-13).  Los  carismas  y las 


25  Ver  la  introducción  del  libro  de  Overmann,  O evangelio  de  Mateus  o judaismo  fonnativo.  Loyol, 
Sao  Paulo,  1997. 

26  En  1 Tm  y Tt  encontramos  una  doble  seudonomia.  Una  ficción  de  carta  que  Pablo  escribe  a Timo- 
teo, es  decir,  tanto  el  autor  de  la  carta  como  el  destinatario  son  ficticios  (dos  seudónimos).  La  comu- 
nidad aparece  como  destinataria  solo  en  segundo  plano.  En  2 Tm  la  comunidad  no  aparece  como  des- 
tinataria,  allí  tenemos  el  género  literario  testamento.  Sobre  el  género  y función  de  las  pastorales:  Wol- 
ter,  M.  Die  Pastoralbriefe  ais  Paulustraditión,  Góttinggen,  1988. 

22  Oster  Jr,  R.E.  Art.  “Christianity  in  Asia  Minor”,  in:  Anchor  Bible  Dictionary,  Doubleday,  New 
York,  1992,  v.  1,  p.941. 


132 


PAULO  NOGUEIRA,  Cristianismos  en  Asia  Menor 


manifestaciones  del  Espíritu  tan  propias  en  las  comunidades  paulinas  originarias 
desaparecen  por  completo.  El  Espíritu  nos  proporciona  buena  ética  y buena  ense- 
ñanza (2  Tm  1,7.14). 

La  posición  de  estos  cristianos  frente  a la  sociedad  era  de  buscar  la  compren- 
sión y la  tolerancia  con  un  cierto  toque  de  asimilación.  Ellos  eran  leales  en  lo  míni- 
mo, cooperaban  con  las  autoridades  y lo  demostraban  a través  de  sus  oraciones  (1 
Tm  2,1.2).  Es  posible,  que  ellos  estuviesen  proponiendo  a la  sociedad  una  substitu- 
ción simbólica  de  la  demostración  de  lealtad  al  culto  imperial  (en  lo  que  no  podían 
tomar  parte  como  cristianos)  por  las  oraciones  públicas  en  favor  de  los  gobernan- 
tes. Como  Policarpo,  frente  a la  insistencia  de  ofrecerse  al  emperador,  podría  estar 
respondiendo:  “nosotros  profesamos  una  doctrina  que  nos  manda  dar  tributo  y hon- 
ra de  vida  a los  magistrados  y autoridades  que  están  establecidas  por  Dios. . (Mar- 
tirio de  Policarpo  10,2).  Pero  ofrecer  sacrificios  al  emperador  nunca.  La  propuesta 
de  vida  social  de  las  Pastorales  puede  ser  resumida  en  el  deseo  de  llevar:  una 

vida  tranquila  y serena,  con  toda  piedad  y dignidad”. 

Esta  posición  de  los  cristianos  pos-paulinos  representados  en  las  Pastorales 
es  vista  con  desconfianza  por  parte  de  muchos  intérpretes.  Para  describirla  fue  crea- 
da la  expresión  “burguesía  cristiana”.  Creo  que  de  esta  forma  no  los  comprendemos 
adecuadamente.  No  debemos  confundir  estos  cristianos  con  nuestras  instituciones 
eclesiásticas.  Ellos  representaban  una  minoría  frágil  en  la  sociedad  y,  como  tal,  se 
articulaban  en  busca  de  sobrevivencia.  Un  paso  importante  a ser  dado  en  los  estu- 
dios bíblicos  sería  la  espiritualidad  de  estos  cristianos.  ¿Quién  sabe  si  podríamos 
leer  estas  cartas  con  mayor  entusiasmo? 

2.2.  La  comunidad  representada  por  el  Apocalipsis  de  Juan 

El  Apocalipsis  de  Juan  es  testimonio  de  un  tipo  de  cristianismo  especial  de 
Asia  Menor.  Va  contra  las  tendencias  locales,  si  consideramos  al  grupo  de  las  Pas- 
torales como  lo  más  representativo  de  la  zona,  pero  presentan  paralelos  interesantes 
con  grupos  apocalípticos  del  judaismo  de  fines  del  primer  siglo28.  En  este  tiempo, 
motivados  por  la  destrucción  de  Jerusalén,  fueron  escritos  (o  encontraron  su  redac- 
ción final),  varios  escritos  apocalípticos,  como  el  Apocalipsis  Siriaco  de  Baruc  o el 
4o  de  Esdras  y de  especial  interés  para  el  Apocalipsis  de  Juan,  el  5o  libro  de  los  Orá- 
culos Sibilinos,  escrito  en  Alejandría.  Si  para  algunas  comunidades  el  ardor  de  la 
parusia  y del  juicio  inminente  ya  había  pasado,  el  Apocalipsis  lo  revive  presentan- 
do su  propio  tiempo  como  el  tiempo  del  juicio  y de  la  venida  del  Señor. 

La  perspectiva  del  tiempo  del  Apocalipsis  difiere,  por  lo  tanto,  radicalmente 
de  las  Pastorales  y del  cristianismo  post-paulino.  Juan  interpretaba  su  tiempo  como 
el  inicio  de  las  persecuciones  escatológicas  contra  la  comunidad  de  los  justos  (en 


28  Aunque  no  puede  ser  demostrada  la  dependencia  literaria,  el  Apocalipsis  de  Juan  respira  el  mismo 
odio  a Roma  de  los  Oráculos  Sibilinos,  Libro  V,  compuesto  en  Egipto  (nuevamente  aparece  la  relación 
Éfeso-Alejandría),  principalmente  en  la  tradición  de  la  caída  de  Babilonia/Roma,  una  descripción  de 
oposición  escatológica  como  “Nerus  ridivivus”,  y la  expectativa  de  inversión  escatológica  entre  Ro- 
ma y el  mundo  oriental.  Ver  más  al  respecto  en  Nogueira,  Pablo  A.  de  S.  “La  realización  de  la  justi- 
cia de  Dios  en  la  historia:  Algunas  consideraciones  sobre  la  tradición  de  la  inversión  escatológica  en 
Apocalipsis  18'\  en:  Ribla  11  (1992),  p.  113-121. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


133 


una  relectura  de  Dn  7,24)  y,  consecuentemente,  como  estando  a las  puertas  de  la  li- 
beración final.  Antes  de  la  liberación,  habrá  un  periodo  de  prueba  y sufrimiento  pa- 
ra los  fieles,  verdaderos  dolores  de  parto  descritos  en  tres  ciclos  de  plagas  (capítu- 
lo 6 a 1 8).  A través  de  su  escrito,  él  quiere  preparar  a sus  comunidades  para  esta  gran 
prueba,  para  que  a través  del  “testimonio”  (martyria),  fidelidad  y perseverancia  la 
comunidad  resista  a la  última  prueba  satánica  promovida  por  el  opositor  escatoló- 
gico  (las  fieras  descritas  en  el  capítulo  13).  El  tiempo  es  visto  como  un  periodo  pa- 
ra sobrevivir,  periodo  angustiante  que  nos  separa  de  la  liberación.  Aquí  no  se  plan- 
tea la  existencia  cristiana  en  el  tiempo. 

Por  detrás  del  difícil  lenguaje  apocalíptico,  Juan  hace  una  lectura  crítica  de  la 
sociedad  donde  vive.  Él  condena  con  vehemencia  el  culto  imperial,  como  una  prác- 
tica idolátrica  satánica  (2,  13;  9,20;  13,11-18;  14,9-13;  16,2;  19,20;  20,4).  Criticar 
el  culto  imperial  no  era  muy  común  en  el  cristianismo  primitivo.  No  tenemos  infor- 
mación de  comunidades  cristianas  que  ofrezcan  sacrificios  al  emperador.  La  forma 
como  Juan  lo  critica  es  lo  que  se  destaca29.  Él  no  solo  critica  esta  práctica,  sino  tam- 
bién hace  una  relectura  de  los  profetas  de  la  Biblia  Hebrea  y de  los  apocalipsis  ju- 
díos para  hacer  una  crítica  radical  a la  violencia  y lucro  del  imperio.  En  el  capítulo 
18,  por  ejemplo,  él  describe  el  lujo  de  la  gran  ciudad  que  negocia  con  los  comer- 
ciantes y con  los  reyes  de  la  tierra,  además  de  responzabilizarla  por  la  “sangre  de 
los  profetas,  santos  y de  todos  los  que  fueron  muertos  sobre  la  tierra”  (18,24). 

Para  el  Apocalipsis  de  Juan  la  caída  de  Roma  es  la  condición  para  la  felici- 
dad humana  y para  el  establecimiento  del  Reino  de  Dios.  Después  de  narrada  la  des- 
trucción de  Roma  en  el  capítulo  18,  sigue  la  aclamación  “¡Aleluya!  Señor,  Dios 
nuestro,  el  Todopoderoso  ha  comenzado  a reinar”  (Ap  19,6).  Esta  aclamación  leída 
en  el  culto  de  la  comunidad  (donde  debía  haber  sido  leído  el  libro),  debió  haber  pro- 
vocado júbilo  y éxtasis  anticipados. 

El  Apocalipsis  presenta  una  forma  de  organización  comunitaria  diferente  al 
cristianismo  post-paulino.  Aquí  no  hay  ninguna  tentativa  de  crear  cargos  jerárqui- 
cos o una  estructura  organizativa  (regida  por  obispos,  presbíteros,  etc).  Encontra- 
mos un  círculo  de  profetas  carismáticos  (probablemente  visionarios)  itinerantes.  Se- 
gún Ap  19,9-10  y 22,9,  el  grupo  de  Juan  se  organizaba  como  un  círculo  de  profetas 
itinerantes  sin  jerarquía  establecida.  Ellos  tampoco  tienen  que  recurrir  a una  autori- 
dad apostólica  para  legitimar  su  escrito.  El  Apocalipsis  al  contrario  de  los  demás 
apocalipsis  del  periodo,  no  utiliza  el  recurso  de  la  pseudoepigrafía,  es  decir,  atribuir 
el  escrito  a una  gran  personalidad  del  pasado.  El  autor  es  Juan,  el  profeta  visionario 
(ver  Ap  1,1.4). 

La  comunidad  del  Apocalipsis  estaba  compuesta  por  siete  iglesias  localizadas 
en  Asia:  Éfeso,  Esmima,  Pérgamo,  Tiatira,  Sardes,  Filadelfia  y Laodicea.  No  sabe- 
mos si  estas  iglesias  eran  las  únicas  o solo  las  más  importantes  y representativas. 
Tampoco  sabemos  el  peso  de  la  autoridad  de  Juan  y de  su  grupo  sobre  estas  igle- 
sias. Tal  vez  ellos  fueron  misioneros  periféricos  en  relación  a la  dinámica  de  ellas  y 
les  anunciaba  el  juicio  y la  necesidad  de  prepararse,  es  probable  que  alertasen  tam- 
bién sobre  el  peligro  de  la  apostasía.  El  tono  íntimo  y el  conocimiento  de  vida  de 


9Q 

^ Ver  más  sobre  la  crítica  al  culto  imperial  en  el  capítulo  13  del  Apocalipsis  en  Nogueira,  P.A.  de  S. 
"Cativeiro  y compromisso  no  Apocalipse",  iti  Estudos  Bíblicos  43  (1994),  p.  69-76. 


134 


PAULO  NOGUEIRA,  Cristianismos  en  Asia  Menor 


cada  una  de  ellas,  expresado  en  las  siete  cartas  en  los  capítulos  2 y 3,  nos  hace  su- 
poner que  ellos  eran  de  hecho,  autoridad  en  cada  una  de  ellas. 

2.3.  Los  cristianos  a los  que  se  critica  en  las  Pastorales 

Los  cristianos  que  ahora  describimos  pueden  ser  conocidos  solamente  a tra- 
vés de  la  reconstrucción  histórica,  pues  solo  disponemos  de  datos  sobre  ellos  ofre- 
cidos por  los  que  los  critican.  Estas  informaciones  las  recibimos  a través  del  lengua- 
je apologético  y exaltado,  que  tenía  por  objetivo  desacreditarlos.  Metodológicamen- 
te debemos  tener  delante  de  nuestros  ojos  el  asunto  por  el  que  eran  criticados  los 
grupos  divergentes  (como  la  usura  e inmoralidad)  y hacer  las  correcciones  debidas 
cuando  sea  necesario.  Resaltamos  el  carácter  hipotético  de  esta  reconstrucción. 

En  2 Tm  3,6-7  son  criticados  los  misioneros  (posiblemente  itinerantes)  que 
“entran  con  engaño  en  las  casas  y consiguen  cautivar  mujeres  llenas  de  pecado,  con- 
ducidas por  varias  pasiones,  que  aprenden  siempre  y jamás  pueden  llegar  al  conoci- 
miento de  la  verdad”.  Tenemos  en  este  pasaje  tres  temas  centrales:  inmoralidad,  mu- 
jeres, el  “conocimiento  de  la  verdad”  y el  contraste  entre  itinerancia  y las  “casas”. 
Sería  muy  cómodo  aceptar  la  posibilidad  de  que  se  trataba  de  cristianos  y especial- 
mente cristianas,  libertinos  y presuntuosos,  que  se  habían  desviado  del  comporta- 
miento y enseñanza  de  los  líderes  comunitarios.  Otra  posibilidad  de  interpretación  es 
considerar  que  existe  un  grupo,  compuesto  en  parte  por  mujeres,  que  afirman  o de- 
sean tener  algún  tipo  de  revelación  mística  que  llamaban  de  “conocimiento  de  la  ver- 
dad” y posiblemente  tienen  una  ética  sexual  más  liberal.  Un  avance  sería  afirmar  que 
estas  mujeres  tenían  ambición  de  crecer  en  liderazgo  en  la  comunidad. 

Podemos  unir  la  descripción  de  este  grupo  a partir  de  los  datos  de  2 Tm  17- 
1 8 sobre  Himeneo  y Fileto  que  “se  desviaron  de  la  verdad  aseverando  que  la  resu- 
rrección ya  se  había  realizado  y están  pervirtiendo  la  fe  de  algunos”.  Tenemos  in- 
formaciones sobre  cristianos  “entusiastas”  en  1 Corintios.  Podemos  tener  aquí  una 
radicalización  de  este  tipo  de  espiritualidad.  Este  grupo  debió  constituirse  dentro  o 
al  margen  de  la  comunidad  destinataria  de  las  Pastorales.  Existen  informaciones  so- 
bre otras  posturas  criticadas  en  las  Pastorales.  Había  en  la  comunidad  un  grupo  que 
se  ocupaba  de  “genealogías,  discusiones  y debates  sobre  la  ley”  (Tt  3,9).  Son  “los 
que  proceden  de  la  circuncisión”  (Tt  1,10),  “estudian  fábulas  judías”  “mandamien- 
tos de  hombres”  y se  preocupan  por  cuestiones  de  pureza  (Tt  1,14).  Los  miembros 
de  la  comunidad  deben  evitar  “discusiones  insensatas,  genealogías,  contiendas  y de- 
bates sobre  la  ley”  (Tt  3,9).  El  grupo  en  cuestión  parece  exigir  abstinencia  sexual  y 
de  ciertos  alimentos  (1  Tm  4,3). 

¿Quiénes  serían  estos  cristianos?  ¿Sería  otro  grupo  distinto  del  anterior?  ¿O 
se  trataba  de  los  mismos  cristianos  criticados  que  describimos  arriba?  Decir  que 
eran  judaizantes  no  ayuda  en  nada.  ¿Ser  apegado  a las  tradiciones  judías  es  algo  ne- 
gativo? ¿Los  primeros  cristianos  y los  cristianos  post-paulinos  no  lo  eran?  Podemos 
decir  al  menos  que  se  trataba  de  cristianos  apegados  a la  ley  y que  hacían  de  su  ob- 
servancia el  motor  de  su  espiritualidad,  que  interpretaban  alegóricamente  las  Escri- 
turas judías  (¿quién  no  hacía  éso  en  aquel  tiempo?),  y organizaban  sus  vidas  a par- 
tir de  los  preceptos  de  pureza,  además  de  tener  un  ideal  de  castidad. 

No  es  posible  identificar  estos  cristianos  con  cualquier  grupo  conocido  por 
nosotros.  Ellos  eran  probablemente  un  grupo  sincrético  que  interpretaban  mítica- 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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mente  la  Escritura  y tenía  una  postura  dualista  en  relación  al  cuerpo.  ¿Este  grupo 
puede  distinguirse  de  los  descritos  anteriormente?  Es  difícil  afirmarlo.  Si  conside- 
ramos que  la  acusación  de  que  las  mujeres  eran  “llevadas  por  deseos”  como  una  for- 
ma típica  de  difamación  en  contiendas  religiosas,  podemos  unir  este  grupo  al  segun- 
do, el  cual  era  acusado  de  prohibir  el  matrimonio.  Igualmente  no  considero  la  acu- 
sación de  que  ellos  sean  atracadores  (1  Tm  6,3-10)  sino  un  asunto  de  combate  a los 
herejes,  como  en  Judas  16  y 2 P 2,14  (donde  lujuria  y avaricia  aparecen  juntas).  En 
1 Tm  4,7,  en  el  contexto  de  la  crítica  al  grupo  apegado  a la  interpretación  de  la  ley, 
el  autor  se  refiere  a “fábulas  profanas  y cuentos  de  viejas”.  ¿No  serían  tan  “viejas” 
las  propagadoras  de  la  enseñanza  tan  peligrosa  para  la  comunidad?  ¿Sería  por  cau- 
sa de  este  liderazgo  femenino  alternativo  que  las  Pastorales  prohíben  a las  mujeres 
enseñar  en  la  comunidad?  (1  Tm  2,1 1-12).  ¿Era  frente  a este  grupo  de  liderazgo  al- 
ternativo, que  las  Pastorales  estaban  organizando  su  estructura,  enseñanza  y poder? 
Estos  cristianos  marginales  no  están  solos  en  Asia  Menor. 

2.4.  Los  cristianos  criticados  en  el  Apocalipsis  de  Juan 

En  el  caso  del  Apocalipsis  de  Juan  encontramos  un  conflicto  de  grupos  en  la 
marginalidad.  Si  el  profeta  Juan  y sus  colegas  itinerantes  viven  al  margen  del  cris- 
tianismo post-paulino  en  Asia  Menor,  existen  otros  grupos  en  proceso  de  conflicto 
con  éstos.  Encontramos  uno  de  ellos  en  la  carta  a la  iglesia  de  Tiatira,  Ap  2,18-27. 
Alli  Juan  polemiza  con  Jezabel.  La  comunidad  es  reprendida:  “Tengo,  sin  embargo, 
contra  ti  el  que  toleras  que  esa  mujer,  Jezabel,  que  a sí  misma  se  declara  profetisa, 
no  solamente  enseñe,  sino  que  además  anda  seduciendo  a mis  siervos  e incita  a 
practicar  la  prostitución  y a comer  cosas  sacrificadas  a los  ídolos”  (v.  20).  Más  ade- 
lante dice:  “Digo,  a ustedes  a los  demás  de  Tiatira  y a tantos  cuantos  no  tienen  esta 
doctrina  y que  no  conocen,  como  ellos  dicen,  las  profundidades  de  Satanás. . .”  (24). 
En  este  texto  tal  vez  el  cuadro  se  delinea  con  más  nitidez  que  en  las  Pastorales:  Je- 
zabel, una  profetisa  líder,  tenía  conflicto  con  el  grupo  de  los  profetas  de  Juan.  La 
acusación  de  que  ella  incita  a los  cristianos  a la  prostitución  no  puede  ser  tomada  li- 
teralmente. No  tenemos  información  sobre  grupos  cristianos  que  practiéasen  algún 
tipo  de  prostitución  cultual,  por  lo  menos  en  el  periodo  del  Nuevo  Testamento.  Lo 
más  probable  es  que  Jezabel  (cuyo  nombre  no  puede  haber  sido  éste  de  verdad;  el 
nombre  es  difamatorio)  no  adoptase  la  ética  sexual  rigurosa  de  Juan  y tolera  que  los 
“fuertes”  coman  carne  sacrificada  a los  dioses.  Estos  temas  nos  recuerdan  a Pablo 
que  fue  liberal  en  estos  asuntos. 

La  referencia  a las  “profundidades  de  Satanás”,  que  ellos  decían  conocer, 
probablemente  era  la  inversión  de  una  afirmación  del  grupo  que  decía  conocer  “las 
profundidades  de  Dios”.  Ellos  reivindicaban  para  sí  un  conocimiento  místico  de 
Dios. 

Otros  grupos  son  mencionados  en  el  Apocalipsis:  los  nicolaítas  y los  segui- 
dores de  un  tal  Balaam  (con  elementos  semejantes  al  grupo  de  Jezabel).  El  Apoca- 
lipsis con  su  espíritu  polémico,  reproduce  un  amplio  campo  religioso  como  el  de 
Hch  19:  la  mención  a una  “sinagoga  de  Satanás”,  que  es  un  misterio  para  la  inves- 
tigación, y el  “trono  de  Satanás”  en  Pérgamo,  probablemente  es  una  referencia  al 
templo  de  Augusto  y de  Roma  en  aquella  ciudad. 


136 


PAULO  NOGUEIRA,  Cristianismos  en  Asia  Menor 


2.5.  La  comunidad  joánica  de  Asia  Menor 

La  relación  de  las  epístolas  joánicas  (1,  2 y 3)  con  el  evangelio  de  Juan  es  evi- 
dente. Se  llegó  hasta  a pensar  que  fueron  escritas  por  el  mismo  autor.  Pero  desde 
que  el  evangelio  de  Juan  ha  sido  interpretado  como  producto  del  cristianismo  sirio- 
palestino,  su  relación  con  las  otras  cartas  se  va  haciendo  más  obscura,  una  vez  que 
las  cartas  son  identificadas  como  fruto  del  cristianismo  de  Asia  Menor30.  Si  la  afir- 
mación que  hacemos  arriba  fuese  correcta,  de  que  había  grupos  religiosos  no  judíos 
y cristianos  del  primer  siglo  en  itinerancia  entre  los  grandes  centros  de  la  diáspora, 
la  constatación  de  que  los  cristianos  joánicos  se  encuentran  tanto  en  Siria  como  en 
Asia  Menor  parece  más  probable. 

No  pretendemos  entrar  en  el  debate  teológico  entablado  en  1 de  Juan,  pues  él 
no  nos  deja  ver  de  forma  directa  la  relación  de  estos  cristianos  con  la  sociedad  (ellos 
debaten  la  venida  o no  de  Jesús  en  su  carne  y la  posibilidad  de  que  los  cristianos  no 
tengan  pecado).  Por  eso,  pasamos  a una  breve  consideración  sobre  3 Jn,  carta  escri- 
ta por  el  “presbítero”  (anciano)  a Gayo,  un  líder  de  la  comunidad.  A los  “presbíte- 
ros” ya  los  mencionamos  cuando  tratamos  las  cartas  pastorales,  ellos  serían  un  car- 
go emergente  en  las  comunidades  post-paulinas.  Pero  en  3 Jn  ellos  tienen  solamen- 
te el  nombre  en  común  con  aquellos  mencionados  anteriormente.  Aquí  el  presbíte- 
ro no  tiene  un  liderazgo  incuestionable  en  la  comunidad,  por  el  contrario,  el  poder 
parece  estar  en  un  cierto  Diótrefes  que  no  da  acogida  a los  predicadores  itinerantes 
y,  entre  ellos,  al  presbítero.  Diótrefes  no  solamente  les  niega  acogida  en  la  comuni- 
dad (esta  acogida  puede  ser  hospedaje  o licencia  para  predicar)  sino  también  los  ca- 
lumnia “profiriendo  contra  nosotros  palabras  malditas”:  “él  no  acoge  a los  herma- 
nos y pero  todavía,  impide  su  acogida  y a los  que  quieren  recibirlos,  los  expulsa  de 
la  iglesia”  (ek  tes  ekklesias  ekbálei).  Esta  expresión  parece  haber  impresionado  a 
los  investigadores,  de  forma  que  de  Diótrefes,  sobre  quien  conocemos  muy  poco  se 
llegó  a decir:  “él  es  el  primer  obispo  monárquico  a quien  conocemos  por  su  nom- 
bre” (Hamack)31.  No  sabemos  cuál  es  la  dimensión  de  la  autoridad  de  un  obispo  en 
una  comunidad  cristiana  en  este  periodo  al  punto  de  considerarlo  un  obispo  “mo- 
nárquico”. Podemos  solamente  constatar  que  había  un  conflicto  básico  entre  formas 
de  organización  comunitaria  que  ya  veníamos  detectando  en  el  Apocalipsis  y en  las 
Pastorales:  el  conflicto  entre  itinerantes  y cristianos  organizados  en  casas  que  se 
oponen  a la  visita  de  éstos.  El  ingrediente  polémico  y difamatorio  era  el  instrumen- 
to usado  para  la  defensa  de  su  propia  opción  frente  a los  competidores.  Ser  o no  he- 
reje, es  una  cuestión  definida  entre  otras.  Por  ejemplo,  Diótrefes  usaba  como  estra- 
tegia de  defensa,  frente  al  presbítero  y su  grupo  de  predicadores  itinerantes,  el  con- 
fudirlos  con  los  radicales  que  en  estas  mismas  cartas  se  intenta  reprender32. 


^ Ver  por  ejemplo  Wengst,  K.  Der  erste,  zweite  und  dritte  Brief  des  Johannes  (ÓThk  1/6).  Güterslo- 
her  Verlagshaus,  Gütersloh,  1978.  Él  ubica  1 Jn  en  Asia  Menor  y data  entre  el  100-110  d.C.  (p.30),  2 
y 3 Jn  son  igualmente  provenientes  de  Asia  Menor  y fueron  redactadas  entre  1 10  y 115  d.C.  (p.  235). 
En:  Wengst,  K.  p.233. 

Wengst,  K.  p.?M. 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BIBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


137 


3.  Perspectivas  para  el  siglo  II 

Me  gustaría  mencionar  en  pocas  líneas  las  tendencias  para  el  siglo  II  resul- 
tantes del  desarrollo  y conflictos  que  esbozamos  arriba. 

3.1.  Las  comunidades  de  Éfeso  en  el  tiempo  de  Ignacio  de  Antioquía 

Visitaremos  ahora  la  comunidad  de  Éfeso,  cerca  de  20  años  después  del  pe- 
riodo de  redacción  de  las  Pastorales  a través  de  una  carta  de  Ignacio,  obispo  de  An- 
tioquía que  la  escribió  cuando  estaba  en  Esmima,  de  camino  a Roma  donde  sería 
ejecutado  entre  el  110-117  d.C.33 

La  carta  de  Ignacio  a los  Efesios  nos  presenta  un  cuadro  de  esta  iglesia  que 
parece  haber  llevado  a cabo  el  desarrollo  apuntado  en  las  Pastorales:  ahora  la  igle- 
sia es  de  hecho,  regida  por  un  obispo34  (las  pastorales  hablan  de  obispos),  un  cole- 
gio de  presbíteros  y diáconos.  Sin  embargo,  debemos  distanciamos  de  la  presenta- 
ción apologética  de  Ignacio  y preguntar  si  su  escrito  revela  la  realidad  de  Éfeso  (y 
de  las  demás  iglesias  para  donde  escribe)  o si  está  haciendo  propaganda  para  la  im- 
plementación  total  de  un  único  modelo  que  coexistía  entre  otros.  La  comunidad  pa- 
rece estar  además  debatiéndose  con  opositores,  los  propagadores  de  “mala  doctri- 
na” que  eran  profetas  itinerantes  (9,1,  a kake  didaskalia  también  en  16,2).  La  rela- 
ción con  el  imperio  es  crítica,  Ignacio  está  siendo  conducido  a Roma  donde  será  eje- 
cutado, pero  la  resistencia  de  la  comunidad  se  expresa  en  sacralizar  esta  ejecución 
como  un  martirio,  como  un  sacrificio  a Dios.  Aquí  Ignacio  desarrolla  una  tendencia 
del  Apocalipsis,  pero  sin  dar  seguimiento  a una  vehemente  crítica  del  poder  políti- 
co que  si  encontramos  en  el  Apocalipsis. 

3.2.  El  montañismo  y la  cultura  popular  de  Frigia 

El  grupo  que  vamos  a considerar  y seguir  no  es  de  Éfeso,  sino  de  Frigia,  del 
interior  de  Asia  Menor.  Será  abordado  brevemente  por  el  paradigma  que  ofrece  para 
las  relaciones  entre  una  comunidad  cristiana  y la  religiosidad  popular  de  su  región. 
El  Montañismo  surgió  como  un  movimiento  carismático  y profético  que  promueve 
una  especial  renovación  del  cristianismo  de  fin  del  siglo  segundo35.  Montano  y las 
profetisas  Maximilia  y Priscila  anunciaban  oráculos  sobre  el  final  de  los  tiempos  y 
sobre  la  llegada  de  la  nueva  Jerusalén  sobre  Pepuza,  ciudad  de  Frigia.  El  Montañis- 
mo impulsa  los  carismas  y los  cargos  eclesiásticos.  Sus  revelaciones  eran  recibidas 


- 3 Ver  más  sobre  Ignacio  de  Antioquía  y sus  cartas  en  Einfuehrung  in  das  Neue  Testament.  Walter  de 
Gruyter,  Berlin,  New  York,  1980,  p.7 17-726  (también  en  español,  § 12,  2,  d). 

34  La  iglesia  de  Éfeso  es  dirigida  por  el  obispo  Onésimo  (1,3)  e Ignacio  exhorta  a la  comunidad  a so- 
meterse a él,  así  como  el  colegio  de  presbíteros  está  en  armonía  con  él  “como  las  cuerdas  de  la  lira” 
(4,1).  El  obispo  en  silencio  es  motivo  de  temor  y reverencia  (6,1 , ¿modelo  de  pater familias!).  No  obe- 
decer al  obispo  equivale  a no  obedecer  a Dios,  según  Ignacio:  “tenemos  que  ver  al  obispo  como  al  mis- 
mo Señor”. 

33  Sobre  el  Montañismo  ver:  Schepelern,  W.  Der  Montanismus  und  die  phrygische  Kulte  - Eine  reli- 
gionsgeschichtliche  Untersuchung,  1929;  Strobel,  A.  Das  heilige  Land  der  Montanismus  - Eine  reli- 
gionsgeographische  Untersuchung,  Berlin/New  York,  1980;  Aland,  K.  Kirchengeschichtliche  Ent- 
wuerfe,  Gütersloh,  p.  105- 147;  y una  colección  de  fuentes  en  Bonwetsch,  N.  Texte  zur  Geschichte  des 
Montanismus,  Bonn,  1914. 


138 


PAULO  NOGUEIRA,  Cristianismos  en  Asia  Menor 


a través  de  éxtasis  y glosolalias.  Montano  era  respetado  como  encamación  del  espí- 
ritu joánico  (él  llegó  a decir:  “yo  soy  el  Padre,  yo  soy  el  Hijo  y el  Espíritu”). 

La  ética  de  los  Montañistas  era  rigorista:  no  eran  amigos  del  sexo  ni  del  ma- 
trimonio, hacían  ayunos  rígidos  y se  separaban  de  la  sociedad.  Entre  ellas,  las  mu- 
jeres disputaban  el  poder  y ejercían  liderazgo.  Había  entre  ellas  obispas  y presbíte- 
ras  (Epifanius,  Panarion,  49,2).  La  doctrina  de  los  Montañistas  era  fundamentada  en 
reconstrucciones  y recreaciones  del  evangelio  y del  Apocalipsis  de  Juan.  De  este 
último  extraen  sus  elementos  milenaristas. 

A pesar  del  desarrollo  de  prácticas  (glosolalia,  éxtasis,  etc)  y tradiciones  del 
cristianismo  primitivo  (Paráclito,  Nueva  Jerusalén,  milenio,  etc)  ellos  eran  conside- 
rados heréticos  y fueron  combatidos  ferozmente  por  el  grupo  cristiano  detentador  del 
poder.  Fueron  calumniados  entre  otras  acusaciones  como  caníbales  (en  la  eucaristía). 

Además  de  nutrirse  de  la  espiritualidad  neotestamentaria,  el  Montañismo  es 
fruto  de  procesos  sincréticos  muy  ricos  con  la  cultura  Frigia.  Según  investigaciones 
muchas  características  del  Montañismo  provienen  de  Frigia  como:  el  predominio  de 
elementos  matriarcales  y femeninos  (¿la  gran  Madre  de  vuelta  otra  vez?),  el  culto 
compuesto  por  lamentos  y éxtasis,  el  bautismo  de  muertos,  el  dualismo  en  relación 
al  cuerpo  y a la  creencia  de  que  el  sexo  vuelve  impuro  a la  persona.  Merece  desta- 
carse la  expectativa  de  que  la  Nueva  Jerusalén  vendría  sobre  Pepuza. 

4.  Sumario 

En  este  estudio  procuré  mostrar  a través  de  textos,  de  las  comunidades  testi- 
moniadas en  el  cristianismo  primitivo  de  Asia  Menor,  cómo  las  relaciones  dentro 
del  campo  religioso  se  dan  de  forma  dinámica  y compleja.  Que  ello  sirva  de  alerta 
contra  tendencias  demasiado  estancadas  e ingenuas  de  análisis  de  las  fuerzas  reli- 
giosas en  conflicto  e intercambio  a partir  de  criterios  anacrónicos  como  ortodoxia  y 
herejía,  o a partir  de  visiones  muy  rígidas  entre  las  culturas  y sus  respectivas  etnias 
como  si  ellas  no  se  comunicasen  (lo  vimos  con  frecuencia  en  el  caso  de  la  cultura 
judía  en  relación  con  las  culturas  gentiles).  Nos  pareció  mejor  hacer  una  presenta- 
ción a partir  de  temas  de  interés  prioritario  para  ellas  (y,  por  qué  no,  para  nosotros 
también),  como:  la  organización  comunitaria,  el  modelo  de  acción  en  el  campo  re- 
ligioso (itinerancia  o formación  de  asociaciones  de  casas),  la  participación  femeni- 
na, la  relación  y expectativa  frente  a la  sociedad  y el  poder  político,  la  relación  con 
los  grupos  religiosos  de  origen  (la  diáspora)  y populares-nativos  (el  culto  a la  gran 
Madre  en  Artemisa),  además  de  la  relación  con  la  religión  oficial  (el  culto  imperial). 
La  comprensión  del  periodo,  de  los  grupos  abordados  y el  carácter  de  reconstruc- 
ción de  las  informaciones  que  sustentan  este  análisis  comparativo  son  determinan- 
tes para  que  consideremos  este  estudio  como  un  ensayo.  Es  una  propuesta  de  cómo 
puede  ser  leída  la  historia  del  cristianismo  primitivo  en  esta  región  y en  este  perio- 
do. La  investigación  atenta  de  los  elementos  simbólicos  y de  las  experiencias  reli- 
giosas, de  la  religión  popular  y de  los  grupos  débiles  y poco  documentados  caso  por 
caso,  es  sin  duda  una  tarea  de  peso  para  los  estudios  bíblicos  latinoamericanos. 

Paulo  Augusto  de  Souza  Nogueira 

Rúa  do  Sacramento,  230,  09735-460,  Sao  Bernardo  do  Campo  - SP, 

Brasil 


PABLO  RICHARD 


LOS  ORÍGENES  DEL 
CRISTIANISMO  EN  ROMA 


Resumen 

El  artículo  aborda  en  tres  momentos  el  desarrollo  eclesiológico  de  Roma:  (1)  La  pri- 
mera generación,  donde  se  expone  el  origen  judeo-cristiano  de  la  iglesia  de  Roma. 
La  presencia  y significado  del  martirio  de  Pablo,  Pedro  y otros  en  la  capital  del  im- 
perio. A partir  de  estos  datos  se  descubre  una  iglesia  con  raíces  .judías  pero  abierta 
a los  gentiles,  martirial  y con  identidad  cristiana,  diferente  de  la  sinagoga.  (2)  La  se- 
gunda generación  cristiana  de  Roma  la  conocemos  indirectamente,  a través  de  la  se- 
gunda carta  de  Pedro  y Hebreos.  Se  puede  afirmar  la  realidad  migrante  de  los  cris- 
tianos y la  invitación  a sustituir  el  culto  judío  por  una  nueva  economía  netamente 
cristiana.  (3)  La  tercera  generación  cristiana  de  Roma  podemos  conocerla  a través 
de  la  primera  carta  de  Clemente  a los  Corintios  y las  dos  tradiciones  de  la  iglesia 
de  Roma:  Primera  Clemente  y el  Pastor  de  Hermas,  que  representan  dos  propuestas 
eclesiológicas  distintas:  La  primera  basada  en  la  obediencia  y la  segunda  en  el  ca- 
risma. 

Abstract 

This  article  focuses  on  three  moments  of  Romes  theological  development:  (1)  The 
first  generation  which  presents  the  Judaeo-Christian  origin  ofthe  Church  in  Rome. 
The  presence  and  the  meaning  of  Peter  and  Paul’s  martyrdom,  Peter  and  others  in 
the  empire’s  capital.  These  facts  reveal  a church  with  judean  roots  but  open  to  the 
gentiles,  a church  ofmartyrs  with  a Christian  identity,  different  from  the  Synagogue. 
(2)  The  second  Christian  generation  of  Rome  we  know  indirectly,  through  the  second 
letter  of  Peter  and  Hebrews.  The  migrant  situation  of  the  Christians  and  the  invita- 
tion  to  substitute  the  judean  cult  with  a new  economy,  a clearly  christian  one,  can  be 
shown.  (3)  The  third  Christian  generation  in  Rome  can  be  known  through  Clement’s 
first  letter  to  the  Corinthians  and  the  two  traditions  of  the  Román  Church:  the  first 
of  Clement  and  the  Pastor  Hermas  which  represent  two  different  eclesiological  posi- 
tions:  the  first  based  on  obedience,  and  the  second  on  charisma. 


1.  La  primera  generación  cristiana  (hasta  el  año  64) 

(Entre  su  fundación  y la  persecución  de  Nerón) 

Roma  es,  curiosamente,  la  ciudad  donde  los  orígenes  del  cristianismo  son  los 
más  desconocidos  y oscuros.  Como  dice  acertadamente  Daniel  Ruiz  Bueno:  “Los 


140 


PABLO  RICHARD,  Los  Orígenes  del  Cristianismo  en  Roma 


orígenes  de  la  iglesia  de  Roma...  están  envueltos  en  la  bruma  de  las  suposiciones”1. 
Sabemos  más  de  Antioquía,  Éfeso  o Corintio  que  de  Roma.  En  la  tradición,  Roma 
aparece  como  la  ciudad  de  los  mártires,  especialmente  de  Pedro  y Pablo  (cf.  Irineo. 
Adv.  Haer.  3.3.3).  Esta  iglesia  nace,  posiblemente,  en  los  años  40,  por  la  acción  mi- 
sionera directa  de  la  iglesia  judeo-cristiana  de  Jerusalén. 

1.1.  Judíos  y cristianos  en  Roma 

El  año  49  d.C.,  según  el  historiador  Suetonio,  el  emperador  Claudio  expulsó 
de  Roma  a los  judíos  que  provocaban  frecuentes  tumultos  con  ocasión  de  un  tal 
“Cresto”:  “Iudaeos,  impulsore  Chretos,  assidue  tumultuantes,  Roma  expulit”2.  Se 
supone  que  Cresto  es  una  corrupción  del  nombre  Cristo.  Según  Hechos  18,2-4  en- 
tre los  expulsados  se  encuentran  los  judíos  Aquila  y Priscila.  Estos  son  judíos  ya 
cristianos,  no  se  nos  narra  su  conversión.  Son  del  mismo  oficio  de  Pablo  y posible- 
mente lo  acompañan  en  la  evangelización  de  judíos  y griegos  en  la  sinagoga  de  Co- 
rinto.  La  expulsión  no  tuvo  efectos  muy  duraderos,  ya  que  muy  pronto  encontramos 
judíos  y cristianos  en  Roma  (Rm  16  y Hch  28,15-22). 

La  relación  de  Roma  con  Jerusalén  era  estrecha  ya  desde  el  tiempo  de  los 
Hasmoneos.  En  el  siglo  Io  había  en  Roma  una  colonia  con  más  de  40  000  judíos  que 
gozaban  de  bastantes  privilegios:  podían  reunirse,  recolectar  dinero  para  el  templo, 
no  hacían  el  servicio  militar  y tenían  sus  propias  cortes  de  justicia.  El  Imperio  Ro- 
mano en  todo  su  territorio  tenía  alrededor  de  80  millones  de  habitantes  y un  10  % 
de  ellos  eran  judíos.  Muchos  admiraban  el  monoteísmo  y la  ética  de  la  religión  ju- 
día, si  bien  no  aceptaban  la  circuncisión.  Son  los  que  el  libro  de  Hechos  llama  “Te- 
merosos de  Dios”,  que  acudían  asiduamente  a las  sinagogas.  El  judaismo  romano 
tenía  especial  dependencia  del  judaismo  de  Jerusalén.  Incluso  después  del  70  d.C. 
famosos  rabinos  palestinenses  visitaban  Roma.  Este  trasfondo  judío  explica  la  mi- 
sión directa  de  la  iglesia  judeo-cristiana  de  Jerusalén  con  Roma  y la  existencia  de 
una  comunidad  judeo-cristiana  en  Roma  dependiente  de  Jerusalén. 

1.2.  Pedro  en  Roma 

No  sabemos  nada  de  cuándo  Pedro  llegó  a Roma  y de  cuál  fue  su  actividad  y 
función  en  Roma.  No  es  Pedro  el  que  trajo  el  Evangelio  por  primera  vez  a Roma,  y 
en  ese  sentido  no  es  el  fundador  de  la  iglesia  cristiana  de  Roma.  Nos  dice  O’  Con- 
nor:  “Nada  puede  ser  determinado  acerca  de  cuándo  Pedro  vino  a Roma,  cuánto 
tiempo  permaneció  ahí,  y qué  función  o liderazgo,  si  alguno,  ejerció  dentro  de  la 
iglesia  romana”3.  El  P.  Brown  agrega:  “No  hay  ninguna  prueba  seria  de  que  Pedro 
fue  obispo  de  la  iglesia  de  Roma. . . Lo  más  probable  es  que  no  estuvo  mucho  tiem- 
po en  Roma  antes  del  año  58,  cuando  Pablo  escribió  a los  Romanos,  y debe  haber 
sido  en  los  60,  y por  un  tiempo  relativamente  corto  antes  de  su  martirio  que  Pedro 


1 Daniel  Ruiz  Bueno:  Actas  de  los  Mártires.  Madrid  (BAC)  1987,  4 ed.  p 212. 

- Suetonio,  Vitae  Caesarum,  Claudius,  25.  Citado  por  D.  Ruiz  B.  op.cit.  p.2 1 2. 

3 Citado  en:  Raymond  E.  Brown/John  P.  Meier:  Antioch  and  Rome.  New  Testament  eradles  of  catho- 
lic  christianity.  New  York  (Paulist  Pres)  1982,  p.  98,  nota  203 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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vino  a la  capital”4.  Más  adelante  el  P.  Brown  también  insiste  en  el  carácter  anacró- 
nico de  la  tesis  que  Pedro  fue  obispo  de  Roma.  Los  que  califican  a Pedro  como  obis- 
po no  lo  están  honrando,  sino  al  contrario,  rebajándolo  de  su  rol  histórico  único  de 
apóstol.  Pedro  fue  apóstol  y mártir  en  Roma  y es  su  gran  honra.  Su  ministerio  apos- 
tólico en  Roma  no  lo  constituye  necesariamente  ser  obispo  de  esa  ciudad5.  Solo  en 
el  siglo  III  será  llamado  Pedro  obispo  de  Roma.  La  estructura  de  obispo-único  (“the 
single-bishop  structure”)  no  llegó  a Roma  sino  hasta  los  años  140-150  d.C.  La  lista 
de  obispos  de  Roma  (Pedro,  Lino,  Anacleto,  Clemente,  etc. . .)  como  obispos  únicos 
de  la  ciudad  de  Roma,  es  una  visión  errónea  que  Irineo  y otros  autores  proyectan 
hacia  el  pasado.  Los  nombres  más  antiguos  que  se  citan  en  estas  listas  de  obispos 
de  Roma  son  probablemente  los  nombres  de  los  presbíteros-obispos  más  famosos 
de  los  primeros  cien  años  del  cristianismo  romano,  muchos  de  los  cuales  funciona- 
ban simultáneamente6. 

1.3.  Pablo  y la  iglesia  de  Roma 

En  Corinto  (en  el  invierno:  Diciembre  54-  Enero  55)  Pablo  escribe  su  carta  a 
los  Romanos.  Pablo  ha  dado  por  terminada  la  misión  en  la  parte  oriental  del  Impe- 
rio (“desde  Jerusalén  y en  todas  las  direcciones  hasta  el  Ilírico  he  dado  cumplimien- 
to al  Evangelio  de  Cristo”  Rm  15,19).  El  Ilírico  (en  la  costa  occidental  de  Macedo- 
nia)  es  el  punto  más  occidental  de  la  parte  oriental  del  Imperio.  Pablo,  después  de 
trazar  una  línea  desde  Jerusalén  hasta  el  Ilírico,  trazó  una  nueva  línea  de  Roma  a Es- 
paña, en  la  cual  incluyó  toda  la  parte  occidental  del  Imperio  romano.  Si  Jerusalén 
fue  el  punto  de  partida  para  la  primera  parte  de  su  misión  (ahí  fue  reconocido  como 
apóstol  de  los  gentiles:  Ga  2,1-10.  Cf.  Hch  15),  quiso  que  Roma  sea  el  punto  de  par- 
tida y de  apoyo  para  la  segunda  parte  de  su  misión.  Pablo  escribió  a los  cristianos 
de  Roma  para  ganarse  este  apoyo.  Ya  hemos  dicho  que  la  iglesia  de  Roma  es  judeo- 
cristiana,  fundada  posiblemente  por  la  iglesia  de  Jerusalén.  Pablo,  en  su  discusión 
con  los  judeo-cristianos  radicales,  había  ido  demasiado  lejos  (cf.  carta  a los  Gálatas 
y a los  Filipenses)  y ésto  le  había  generado  problemas  y dudas  en  los  judeo-cristia- 
nos moderados  de  Jerusalén  (la  iglesia  de  Santiago,  el  hermano  del  Señor,  y los 
Presbíteros).  Pablo  dejó  exponer  con  calma  y profundidad  sus  argumentos  a la  igle- 
sia de  Roma,  y también  indirectamente  a Iglesia  de  Jerusalén  (de  la  cual  depende 
Roma),  para  que  apruebe  su  misión  hacia  occidente.  Este  es  el  motivo  por  el  cual 
Pablo  escribe  la  carta  a los  Romanos. 

En  esta  carta  podemos  descubrir  indicios  que  nos  revelan  la  situación  de  los 
cristianos  en  Roma  hacia  finales  de  los  años  50.  En  general  podemos  decir  que  la 
comunidad  de  Roma  es  fundamentalmente  una  comunidad  jadeo-cristiana,  para 


^ Brown/Meier  op.cit.  p.98. 

^ id.  p.  164,  nota  349:  “es  anacrónica  la  tesis  que  Pedro  ejerció  como  obispo  de  Roma.  Es  curioso  que 
ésto  es  defendido  por  aquellos  que  tratan  de  honrar  a Pedro  y no  reconocen  que  su  rol  de  Apóstol  es 
una  función  histórica  única  que  está  muy  por  encima  del  rol  de  obispo  local.  Pedro  fue  históricamen- 
te un  apóstol  que  murió  en  Roma.  Si  parte  de  su  apostolado  fue  ejercido  en  esa  Iglesia,  eso  no  lo  cons- 
tituye en  un  supervisor  eclesial  (e.d.  obispo).  Filipenses  1,1  muestra  que  Pablo  se  distingue  a sí  mis- 
mo de  los  obispos”. 

6 id.  p.  163-164. 


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PABLO  RICHARD,  Los  Orígenes  del  Cristianismo  en  Roma 


quién  la  Ley  y los  Profetas,  y toda  la  tradición  de  Israel,  tiene  todavía  validez  e im- 
portancia; pero  al  mismo  tiempo  aparece  como  una  comunidad  judeo-cristiana  mo- 
derada, es  decir,  una  comunidad  abierta  a la  misión  a los  gentiles,  que  no  exige  de 
ellos  la  circuncisión  y la  observancia  de  la  ley  y rituales  cúlticos.  Pablo  fue  cohe- 
rente en  su  carta  con  esta  identidad  de  la  comunidad  romana.  Un  enigma  en  la  car- 
ta a los  Romanos  es  el  capítulo  16,1-16  donde  Pablo  saluda  a 29  personas  bien  co- 
nocidas suyas,  que  formaban  en  cierto  sentido,  su  equipo  apostólico.  No  se  explica 
cómo  Pablo  conoció  estas  personas,  si  él  nunca  estaban  en  Roma.  Existen  dos  po- 
sibles explicaciones:  una  que  se  trataría  de  un  apéndice  dirigido  a la  comunidad  de 
Efeso,  donde  Pablo  permaneció  desde  diciembre  del  52  hasta  marzo  del  55.  La  per- 
sona que  llevó  la  carta  a Roma  habría  pasado  por  Efeso,  llevando  ese  saludo.  Otra 
explicación  sería  que  el  equipo  de  Pablo  se  fue  trasladando  de  Efeso  (u  otras  ciuda- 
des como  Filipos  o Corinto)  a Roma,  en  función  de  su  futuro  plan  de  evangelizar  la 
parte  occidental  del  Imperio,  desde  Roma  hasta  España.  Con  esta  segunda  explica- 
ción Rm  16,1-16  nos  ofrece  una  visión  de  cómo  se  había  estructurado  el  ministerio 
apostólico  en  Roma.  En  esta  sección  aparecen  29  nombres:  18  de  hombres  y 11  de 
mujeres.  Si  analizamos  el  ejercicio  ministerial  de  éstos  29  nombres,  solamente  6 
hombres  y 7 mujeres  aparecen  con  responsabilidad  ministerial.  Las  mujeres  que 
ejercen  un  ministerio  son:  Febe,  diaconisa  de  la  iglesia  de  Cencreas  (puerto  de  Co- 
rinto), protectora  de  la  iglesia,  que  lleva  la  carta  a Roma.  Prisca,  presentada  como 
“colaboradora  en  Cristo  Jesús”.  Junia,  mencionada  como  ilustre  entre  los  apósto- 
les^. María,  Trifena,  Trifosa  y Pérside,  son  presentadas  con  el  verbo  “afanarse”  o 
“fatigarse  mucho  en  el  Señor”,  verbos  técnicos  que  manifiestan  claramente  el  ejer- 
cicio de  un  ministerio  apostólico.  Los  hombres  con  ejercicio  de  ministerio  son: 
Aquila,  Andrónico,  Urbano,  Aristóbulo,  Narciso  y Rufo.  Ninguno  es  nombrado  con 
los  títulos  de  Presbítero  o Epíscopo.  Solo  una  mujer,  Febe,  ejerce  el  ministerio  de 
diaconisa. 

1.4.  Los  mártires  de  la  iglesia  de  Roma  (año  64) 

Nerón  mandó  secretamente  incendiar  el  año  64  d.C.  a Roma,  para  construir 
una  nueva  ciudad  acorde  a sus  sueños  de  grandeza.  Todos  los  rumores  culpaban  al 
Emperador  por  el  incendio.  Nerón  hizo  todo  lo  posible  por  desmentir  esos  rumores, 
pero  nada  dio  resultado.  Por  fin,  recurrió  a la  infamia  de  culpar  a los  cristianos.  El 
historiador  Tácito  (55-120  d.C.),  50  años  después  de  los  sucesos,  nos  da  testimonio 
en  sus  Anales  de  la  persecución  de  los  cristianos  en  esta  ocasión.  Dice  así: 

“con  el  fin  de  extirpar  el  rumor,  Nerón  se  inventó  unos  culpables,  y ejecutó 
con  refinadísimos  tormentos  a los  que,  aborrecidos  por  sus  infamias,  llamaba  el  vul- 
go cristianos.  El  autor  de  este  nombre,  Cristo,  fue  mandado  ejecutar  con  el  último 
suplicio  por  el  procurador  Poncio  Pilato  durante  el  Imperio  de  Tiberio  y,  reprimida, 
de  pronto,  la  perniciosa  superstición,  irrumpió  de  nuevo  no  solo  por  Judea,  origen 
de  este  mal,  sino  por  la  urbe  misma,  donde  confluye  y celebra  cuanto  de  atroz  y ver- 


7 Juma  es  nombre  de  mujer,  pero  como  es  presentada  como  apóstol,  junto  con  Andrónico,  algunos  ma- 
nuscritos agregan  una  “s”,  tranformando  el  nombre  femenino  de  Junia  en  el  masculino  Junias.  La  tra- 
dición textual  más  segura  es  el  femenino  Junia. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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gonzoso  hay  por  donde  quiera.  Así,  pues,  se  empezó  por  detener  a los  que  confesa- 
ban su  fe;  luego,  por  las  indicaciones  que  éstos  dieron,  toda  una  ingente  muchedum- 
bre quedaron  convictos,  no  tanto  del  crimen  de  incendio,  sino  de  odio  al  género  hu- 
mano. Su  ejecución  fue  acompañada  de  escarnios,  y así,  unos  cubiertos  de  pieles  de 
animales  eran  desgarrados  por  los  dientes  de  los  perros;  otros  clavados  en  cruces 
eran  quemados  al  caer  el  día  a guisa  de  luminarias  nocturnas. . . De  ahí  que,  aun  cas- 
tigando a culpables  y merecedores  de  los  últimos  suplicios,  se  les  tenía  lástima,  pues 
se  tenía  la  impresión  de  que  no  se  los  eliminaba  por  motivo  de  pública  utilidad,  si- 
no por  satisfacer  la  crueldad  de  uno  solo”  (Anales  15.44)8. 

También  Suetonio  habla  de  la  persecución  de  Nerón,  sin  relacionarla  directa- 
mente con  el  incendio  de  Roma: 

“fueron  sometidos  al  suplicio  los  cristianos,  casta  de  hombres  de  una  supers- 
tición nueva  y maléfica”  (Vitae  Caesarum,  Ñero,  16)9. 

El  testimonio  de  Tácito,  además  de  confirmar  datos  sobre  la  vida  de  Jesús, 
nos  informa  de  la  difusión  del  cristianismo  en  Roma,  su  origen  en  Judea  y la  distin- 
ción ya  pública  que  hace  el  pueblo  romano  y las  autoridades  entre  cristianos  y ju- 
díos. Los  mártires  de  Roma  son  numerosos  (“una  multitud  inmensa”)  y son  tortura- 
dos por  su  fe.  Se  les  acusa,  no  tanto  de  haber  incendiado  a Roma  sino  por  su  “odio 
al  género  humano”,  con  lo  cual  se  visualiza  posiblemente  su  manera  diferente  de  vi- 
vir: antagónica  a la  corrupción  e idolatría  dominante  en  la  ciudad.  La  comunidad  de 
Roma  nace  así  de  la  sangre  de  sus  mártires.  Es  seguro  que  Pablo  y Pedro  murieron 
mártires  en  Roma  en  tiempos  de  Nerón  (emperador  del  54  al  68  d.  C.),  pero  no  sa- 
bemos exactamente  la  fecha.  Posiblemente  Pablo  muere  antes  del  64,  y Pedro  el  año 
67. 

2.  La  segunda  generación  cristiana:  años  65-95  d.C. 

(entre  el  martirio  de  la  comunidad  y 1 Clemente) 

2.1.  Primera  carta  de  Pedro 

Esta  carta  fue  escrita  en  Roma  en  los  años  80,  después  del  martirio  de  Pedro. 
Está  dirigida  a Cristianos  gentiles:  “a  los  elegidos  forasteros  de  la  diáspora  de  Pon- 
to, de  Galacia,  de  Capadocia,  de  Asia  y de  Bitinia”  (1,1).  Esta  frase  (que  aquí  he- 
mos traducido  literalmente)  puede  referirse  a los  que  viven  como  extranjeros  en  el 
Ponto,  Galacia,  etc. . . pero  también  puede  referirse  a los  cristianos  forasteros  que  vi- 
ven en  Roma  y que  vienen  del  Ponto,  Galacia,  etc...  Me  inclino  por  esta  segunda 
traducción.  El  autor  se  dirige  a los  cristianos  gentiles,  que  han  llegado  a Roma  y que 
vivían  en  la  ciudad  como  forasteros  (“par-epí-demos”),  como  migrantes  extranje- 
ros, posiblemente  en  los  barrios  marginales  de  Roma,  en  las  “insulae”.  La  expresión 
“forasteros  de  la  diáspora  de  Ponto”  da  a entender  que  éstos  están  lejos  de  su  Pa- 
tria, que  es  el  Ponto.  La  diáspora  judía  eran  los  judíos  que  vivían  lejos  de  Palestina. 
Igualmente,  estos  cristianos  de  la  “diáspora  de  Ponto”,  son  los  que  vivían  lejos  de 
su  patria  que  es  el  Ponto.  El  saludo  final  dice:  “les  saluda  la  (iglesia)  en  Babilonia 


^ En  D.  Ruiz  Bueno,  op.  cit.  pág.  223. 
^ id.  pag.  217 


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PABLO  RICHARD,  Los  Orígenes  del  Cristianismo  en  Roma 


co-elegida  (es  decir:  elegida  como  ustedes)”  (5,13).  Babilonia  es  aquí  una  designa- 
ción apocalíptica  para  la  ciudad  de  Roma.  Se  trata,  por  lo  tanto,  de  una  carta  de  la 
iglesia  de  Roma  dirigida  a los  extranjeros  migrantes  provenientes  del  Ponto,  Gala- 
cia,  Capadocia,  Asia  y Bitinia  y que  ahora  viven  marginados  en  Roma10.  El  autor  es 
un  presbítero  de  Roma  (5,1),  que  escribe  a estos  migrantes  que  llegan  a Roma  y que 
viven  en  esta  ciudad  que  se  comporta  con  ellos  como  una  Babilonia.  Estos  cristia- 
nos vivían  en  Roma  como  “pároikos”,  es  decir,  como  migrantes,  desarraigados,  sin 
casa,  marginados,  en  la  calle  (2,11);  vivían  un  tiempo  de  “paroikía”  (1,17)):  de  des- 
tierro, alejados  de  su  tierra  de  origen  que  estaba  en  el  norte  de  Asia.  A estos  migran- 
tes les  interesa  sobre  todo  tener  una  casa  y es  esto  lo  que  les  ofrece  el  autor  de  la 
carta". 

1 P representa  muy  bien  el  espíritu  y la  teología  de  la  iglesia  de  Roma.  Está 
dirigida  a cristianos  venidos  de  la  gentilidad  pero  el  lenguaje  y la  teología  de  la  car- 
ta en  fuertemente  judío,  de  una  línea  judeo-cristiana  abierta  a los  gentiles,  diferen- 
te del  judeo-cristianismo  radical  que  los  excluía.  Desaparecida  la  comunidad  madre 
de  Jerusalén  el  año  70,  la  iglesia  de  Roma  asumió  la  responsabilidad  de  ser  igual- 
mente una  iglesia  madre:  una  iglesia  judeo-cristiana  que  acogió  a todos  los  gentiles 
convertidos,  que  vivían  en  Roma  o llegaban  a Roma  como  migrantes  extranjeros. 

En  varios  puntos  hay  similitud  entre  1 Pedro  y la  carta  de  Pablo  a los  Roma- 
nos. Por  ejemplo,  en  la  valoración  de  la  tradición  judía  y en  el  reconocimiento  de 
las  autoridades  civiles  constituidas  (cf.  1 P 2, 13- 17  y Rm  13). 

2.2.  Carta  a los  Hebreos 

Este  documento  fue  escrito,  posiblemente,  a la  comunidad  cristiana  de  Roma, 
ya  que  la  Ira  carta  de  Clemente,  escrita  en  Roma,  cita  ciertamente  a Hebreos12.  Fue 
escrito  entre  los  años  70-95  d.C.,  ya  que  se  supone  la  destrucción  de  Jerusalén  del 
año  70  d.C.  y la  Ia  Clemente  que  cita  a Hebreos  fue  escrita  alrededor  del  95  d.C.  La 
carta  a los  Hebreos  no  representa  la  tradición  romana,  por  eso  difícilmente  ha  sido 
escrita  en  Roma,  pero  se  dirigió  a la  comunidad  de  Roma,  para  superar  posiciones 
teológicas  de  esta  comunidad.  Originalmente,  la  comunidad  de  Roma  sigue  la  posi- 
ción de  la  iglesia  de  Jerusalén,  cuya  cabeza  es  Santiago,  el  hermano  del  Señor  y que 
se  impuso  en  la  Asamblea  de  Jerusalén  el  año  48  (Hch  15).  Pedro  y los  Apóstoles 
siguen  esta  posición,  igualmente  en  una  época  posterior,  el  Evangelio  de  Mateo  y la 
Didaché.  Según  Lucas,  en  Hechos  de  los  Apóstoles,  Pablo  de  Tarso  también  sería 
originalmente  de  esta  posición,  y por  eso  se  pelea  con  Bernabé,  que  tiene  una  posi- 
ción más  abierta.  Pablo,  tal  como  aparece  en  la  carta  a los  Gálatas,  rechaza  la  posi- 
ción de  “los  de  Santiago”  (Ga  2);  rechaza  no  sólo  la  circuncisión  para  los  gentiles 
convertidos,  sino  también  toda  la  legislación  judía.  En  la  carta  a los  Romanos  man- 


10  Es  como  si  hoy  la  Iglesia  de  San  José  (Costa  Rica)  escribiera  una  carta  a todos  los  migrantes  de  la 
diáspora  de  Nicaragua,  El  Salvador  y Guatemala,  que  viven  en  los  barrios  periféricos  pobres  de  la  ciu- 
dad de  San  José. 

* 1 cf.  Eduardo  Hoomaert:  Cristaos  da  Terceira  Generagao  (100-130).  Petrópolis  (Vozes),  Sao  Paulo 
(Cehila)  1997,  p.40  ss. 

12  1 Clem.  36,2-5  es  paralelo  a Heb.  1,3-13.  1 Clem.  17,1  es  par.  a Heb.  11,37.  1 Clem.  17,5  es  par.  a 
Heb.  3,5.  Citado  de  Brown/Meier  op.  cit.  pag.  147,  nota  315. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA.  N°  29 


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tiene  esta  posición,  pero  la  presenta  en  forma  más  moderada.  Rechaza  la  Ley,  pero 
valoriza  de  alguna  manera  la  herencia  judía.  La  carta  a los  Hebreos,  dirigida  a la  co- 
munidad de  Roma,  va  ciertamente  más  lejos:  supera  la  posición  original  de  Santia- 
go, el  hermano  del  Señor  y también  la  posición  de  Pablo  a los  Romanos.  Ahora  no 
sólo  se  rechaza  la  circuncisión  y toda  la  legislación  judía,  sino  también  se  busca  sus- 
tituir toda  la  tradición  ritual  y cúltica  judía  por  una  nueva  economía  netamente  cris- 
tiana. Hebreos  busca  que  la  comunidad  de  Roma  abandone  toda  forma  de  adheren- 
cia al  judaismo  y busca  impedir  una  judaización  levítica  del  culto  y de  la  teología 
de  la  comunidad  cristiana.  La  tradición  del  4o  Evangelio  irá  aún  más  lejos,  al  con- 
siderar la  Ley  como  la  Ley  de  los  judíos,  y el  Sábado,  Pascua  y Tabernáculos  como 
las  fiestas  “de  los  judíos”  y propondrá  un  culto  “en  Espíritu  y en  Verdad”.  La  carta 
a los  Hebreos  de  Roma  está  más  allá  de  la  carta  de  Pablo  a los  Romanos,  pero  no 
es  todavía  tan  radical  como  la  tradición  juanea. 

La  carta  a los  Hebreos  no  fue  aceptada  por  la  comunidad  de  Roma,  se  dudó  de 
su  autenticidad  hasta  el  siglo  IV  (en  oriente  sí  fue  aceptada).  No  se  la  consideraba 
carta  auténtica  de  Pablo.  Pero  tuvo  ciertamente  un  influjo  en  la  comunidad  de  Roma, 
como  se  ve  por  las  citas  que  hace  de  ella  Ia  Clemente.  La  comunidad  judeo-cristia- 
na  de  Roma,  por  su  dependencia  originaria  de  la  comunidad  de  Jerusalén,  vivió  en 
forma  muy  directa  la  destrucción  del  templo  y el  fin  de  toda  la  tradición  ritual  y cúl- 
tica de  Jerusalén.  En  Roma,  a la  comunidad  cristiana  le  tocó  presenciar  el  triunfo  de 
las  legiones  vencedoras  de  Tito  que  arrasaron  con  Jerusalén.  El  arco  de  Tito  en  Ro- 
ma atestigua  hasta  el  día  de  hoy  la  humillación  de  la  celebración  en  Roma  de  dicho 
triunfo.  Las  monedas  acuñadas  en  Roma  con  el  logo  “Juadea  capta”,  y el  tributo  ju- 
dío al  templo  reemplazado  ahora  por  el  tributo  a Roma,  debió  haber  golpeado  muy 
profundamente  a la  comunidad  cristiana  de  Roma.  La  carta  a los  Hebreos  busca  de- 
tener los  posibles  efectos  negativos  de  la  caída  de  Jerusalén  sobre  los  judeo-cristia- 
nos  de  Roma,  sobre  todo  busca  impedir  una  rejudaización  del  culto  cristiano.  Por  los 
testimonios  posteriores  sabemos  que  la  carta  a los  Hebreos  cumplió  sus  objetivos, 
por  lo  menos  en  el  siglo  II.  Es  paradójico  que  en  el  Siglo  IV,  justamente  cuando  se 
reconoce  la  autenticidad  de  la  carta  a los  Hebreos,  ésta  se  deja  de  lado  y la  cristian- 
dad sufre  una  profunda  rejudaización  teocrática  de  sus  estructuras  ministerial  y cúl- 
tica. Se  implantará  una  concepción  judía  davídico-salomónica  del  templo  cristiano  y 
se  impondrá  una  sacerdotalización  negativa  del  ministerio  presbiteral,  totalmente 
contraria  a toda  la  tradición  cristiana  de  los  dos  primeros  siglos. 

3.  La  tercera  generación 

3.1.  Primera  carta  de  Clemente  (año  96) 

La  primera  carta  de  Clemente  a los  Corintios  (1  Clem),  escrita  en  Roma,  co- 
noce y comenta  las  cartas  a los  Romanos,  1 Pedro  y Hebreos,  pero  no  es  repetiti- 
va, sino  “reformula  la  tradición  cúltica  judía  y ofrece  una  visión  romana  peculiar 
del  orden  eclesial,  orientando  los  modelos  jerárquicos  cristianos  para  los  siglos  ve- 
nideros”13. Realmente  esta  carta  tiene  una  importancia  decisiva  en  la  construcción 


1 3 

J Brown/Meier  op.cit.  p.  159.  En  la  presentación  crítica  de  1 Clem  sigo  esta  obra,  especialmente  de 
las  pp.  159  a 183. 


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PABLO  RICHARD,  Los  Orígenes  del  Cristianismo  en  Roma 


de  la  imagen  dominante  que  existe  hasta  hoy  de  la  iglesia  de  Roma  en  los  prime- 
ros siglos. 

La  fecha  de  composición  de  la  carta  sería  poco  después  del  reinado  de  Do- 
miciano  (81-96),  en  el  cual  algunos  cristianos  habrían  sufrido  persecuciones  pun- 
tuales. En  este  mismo  tiempo  cuando  se  escribe  en  Asia  el  Apocalipsis,  que  presen- 
ta a Roma  como  una  prostituta  “borracha  con  la  sangre  de  los  santos  y con  la  san- 
gre de  los  mártires  de  Jesús”  (Ap  17,6).  Al  comenzar  1 Clem  al  autor  se  excusa  de 
la  tardanza  en  escribir  debido  a “las  repentinas  y sucesivas  calamidades  y tribula- 
ciones que  nos  han  sobrevenido”  (1,1)14.  La  fecha  de  composición  de  1 Clem  sería 
por  lo  tanto  los  últimos  años  del  primer  siglo.  El  autor  no  aparece  en  la  carta,  pero 
los  testimonios  de  El  Pastor  de  Hermas  (Roma  1 00- 1 20),  de  Dionisio,  obispo  de  Co- 
rinto  (Corinto,  170),  poco  después  Irineo  y finalmente  Eusebio  de  Cesárea,  dejan 
claramente  establecido  a Clemente  como  autor  de  la  carta.  El  autor  no  se  identifica, 
pero  habla  en  nombre  propio,  no  en  nombre  de  algún  apóstol.  En  este  sentido  per- 
tenece ya  a la  tercera  generación.  La  primera  generación  la  formaron  los  discípulos 
y discípulas  directos  de  Jesús  (período  apostólico),  la  segunda  generación  son  ya  los 
discípulos  de  estos  discípulos  y hablaban,  en  forma  anónima,  en  nombre  de  ellos 
(período  sub-apostólico).  Clemente  habló  en  nombre  propio  (estamos  ya  en  el  pe- 
ríodo post-apostólico).  Clemente  es  el  autor  de  1 Clem,  pero  el  problema  principal 
es  saber  quién  era  este  Clemente.  Aquí  las  opiniones  son  totalmente  dispares. 

Empecemos  recordando  la  opinión  tradicional15:  Clemente  sería  el  tercer  su- 
cesor de  Pedro  en  Roma,  según  la  lista  más  antigua  de  obispos  romanos  estableci- 
da por  San  Irineo  (Adv.  haer.3.3.3).  Eusebio  de  Cesárea  (Hist.  Eccl  3,15,34)  ubica 
su  pontificado  del  año  92  al  101.  Tertuliano  asegura  que  Clemente  fue  consagrado 
por  el  mismo  San  Pedro.  Irineo  también  atestigua  que  Clemente  conoció  a Pedro  y 
Pablo.  Existe  una  literatura,  no  auténtica,  de  escritos  clementinos  donde  la  figura  de 
Clemente  es  ya  legendaria.  Las  Pseudo-clementinas  lo  hacen  miembro  de  la  fami- 
lia imperial  de  los  Flavios.  El  historiador  Dion  Casio  lo  identifica  con  el  cónsul  Ti- 
to Flavio  Clemente,  de  la  familia  imperial,  ejecutado  a fines  del  reinado  de  Domi- 
ciano  por  profesar  su  fe  en  Cristo  (es  acusado  de  “ateísmo”).  Clemente  sería  sobri- 
no de  Vespasiano  y primo  de  Domiciano.  Flavia  Domitila,  esposa  de  Clemente, 
también  cristiana,  sería  nieta  de  Vespasiano  y sobrina  de  Domiciano.  En  el  siglo  II 
el  cementerio  de  Domitila  llegó  a ser  una  catacumba  cristiana.  La  iglesia  actual  de 
San  Clemente  está  construida  sobre  esta  catacumba.  La  liturgia  romana  celebra  el 
martirio  de  Clemente  el  23  de  noviembre  y ha  inscrito  su  nombre  en  el  canon  de  la 
misa.  ¿Es  esta  tradición  realmente  histórica  o es  simplemente  creación  legendaria 
de  un  mito? 

Hoy  existe  consenso  entre  los  historiadores  que  Clemente  no  era  de  familia 
noble,  sino  un  liberto  cristiano  de  origen  judío.  Tiene  una  educación  superior  a la 
media  y posiblemente  fue  liberado  por  una  familia  rica,  era  ciudadano  romano  y 
pertenecía  a la  élite  romana.  Tito  Flavio  Clemente  y su  esposa  Flavia  Domitila  son 
personajes  diferentes,  ligados  a la  casa  imperial  y cristianos  perseguidos  por  Domi- 
ciano. Es  posible  que  Clemente,  autor  de  la  carta  a los  Corintos,  tuviera  relación  con 


1 ^ Citamos  a 1 Clem  en  la  versión:  Padres  Apostólicos,  edición  bilingüe  completa.  Versión,  introduc- 
ción y notas  de  Daniel  Ruiz  Bueno.  Madrid  (BAC)  1974. 

Para  la  posición  tradicional  sigo  a:  J.  Quasten:  Patrología.  Vol  I.  Madrid  (BAC)  1961 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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esta  familia.  La  tradición  confundió  erróneamente  Clemente  con  Tito  Flavio  Cle- 
mente. 

¿Qué  función  eclesial  tenía  este  liberto  cristiano  de  origen  judío  llamado  Cle- 
mente? ¿Con  qué  autoridad  o en  nombre  de  quién  escribe  la  carta  a los  Corintios? 
Historiadores  y exégetas  en  la  actualidad  rechazan  con  serios  argumentos  la  tesis  de 
que  Clemente  hubiera  sido  el  4o  Papa  después  de  Pedro,  Lino  y Anacleto16.  Clemen- 
te no  escribe  a los  Corintos  como  obispo  de  Roma  o como  Papa.  Un  signo  de  ello  es 
que  Clemente  ni  siquiera  menciona  su  nombre  en  la  carta.  La  articulación  de  la  fun- 
ción petrina  original  con  la  estructura  papal  será  producto  de  varios  siglos  de  evolu- 
ción. Las  listas  que  poseemos  de  obispos  de  Roma  (de  Irineo,  Tertuliano,  Epifanio) 
no  representan  una  sucesión  cronológica  de  obispos.  Dice  el  P.  Brown:  “Los  nom- 
bres más  antiguos  en  las  listas  episcopales  romanas  probablemente  representan  a los 
más  famosos  prebíteros-obispos  de  los  primeros  cien  años  de  cristiandad  romana,  al- 
gunos de  ellos  funcionando  simultáneamente”17.  En  Roma  no  tenemos  una  estructu- 
ra de  obispo  único  (“a  single-bishop  structure”)  antes  de  los  años  1 40- 1 50.  La  estruc- 
tura original  en  la  iglesia  de  Roma  es  más  bien  la  estructura  dual  de  presbítero-obis- 
po por  un  lado  y diácono  por  otro.  La  estructura  de  obispo  único,  con  presbíteros  y 
diáconos  subordinados,  aparece  en  Antioquía  y Asia  Menor  hacia  el  año  100  (tal  co- 
mo lo  podemos  constatar  en  Ignacio  de  Antioquía),  pero  no  en  Roma.  Cuando  Igna- 
cio escribe  su  carta  a los  romanos  no  menciona  obispo  único  alguno,  posiblemente 
porque  no  existe  en  Roma  ningún  presbítero-obispo  que  ejerciera  esa  función  epis- 
copal única  sobre  todo  la  Iglesia.  Esta  función  tampoco  aparece  ni  en  I Pedro  ni  en 
el  Pastor  de  Hermas.  En  la  misma  carta  de  1 Clemente,  presbíteros  y epíscopos  (ins- 
pectores) son  equivalentes  (cf.  por  ej.  42,4;  44,4-5).  Las  Pastorales  y la  Didajé  tam- 
bién atestiguan  el  orden  doble  “presbítero  - diácono”  (donde  presbítero  y obispo  son 
intercambiables)  como  el  orden  ministerial  dominante.  Ya  el  mismo  Pablo  (en  Flp 
1,1)  se  dirigía  a los  “epíscopos  y diáconos”.  Por  lo  tanto  Clemente  no  es  obispo  de 
Roma  ni,  mucho  menos,  Papa,  sino  uno  entre  los  varios  presbíteros-obispos  que  di- 
rigían simultáneamente  las  iglesias  domésticas  de  la  ciudad  de  Roma.  Probablemen- 
te era  el  presbítero  encargado  de  escribir  a otras  iglesias,  en  nombre  de  todos  los 
presbíteros-epíscopos  de  Roma.  Así  lo  sugiere  Hermas,  cuando  recibe  la  orden  de  sa- 
car dos  copias  de  sus  revelaciones:  una  para  Grapta  y otra  para  Clemente.  Y agrega: 
“Clemente,  por  su  parte,  la  remitirá  a las  ciudades  de  fuera,  pues  a él  le  está  enco- 
mendado” (Hermas  Vis.  2, 4, 2-3). 

¿Qué  significa  el  hecho  de  que  la  iglesia  de  Roma  escriba  a la  iglesia  de  Co- 
rinto?  Antiguamente  algunos  autores  deducían  de  este  hecho  la  primacía  de  la  igle- 
sia de  Roma18.  Nada  de  eso,  ni  primacía  de  facto  ni  de  iure.  La  carta  de  Clemente  a 
los  Corintos  expresa  única  y simplemente  la  solidaridad  apostólica  entre  las  Igle- 
sias. Roma  es  la  ciudad  de  los  mártires  Pedro  y Pablo.  Si  Pablo  de  Tarso  murió  en 


*6  Así  el  P.  Raymond  Brown  en:  Brown/Meier,  op.cit.  pag.  162.  En  nota  345  cita  además  la  obra  de 
Fuellenbach,  donde  el  autor  reseña  a los  investigadores  católicos  que  desde  1930  ya  han  abandonado 
la  perspectiva  de  primada  papal  otorgada  tradicionalmente  a 1 Clemente. 

' ^ Brown/Meier,  op.  cit.  p.  164 

“No  serious  Catholic  scholar  since  Altaner  has  claimed  that  the  letter  is  a ‘categorical  assertion’  or 
an  ‘explicit  claim’  of  a Román  primacy”.  Asi  Fuellenbach,  citado  por  R.  Brown,  op.  cit.  pag.  165,  no- 
ta 350. 


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PABLO  RICHARD.  Los  Orígenes  del  Cristianismo  en  Roma 


Roma,  identificado  con  la  comunidad  judeo-cristiana  de  Roma,  era  normal  que  es- 
ta iglesia  expresara  su  solidaridad  con  la  iglesia  de  Corinto,  fundada  por  el  mismo 
Pablo.  La  defensa  que  hace  1 Clem  de  los  presbíteros  depuestos  en  Corinto  por  gru- 
pos cismáticos,  es  en  cierto  sentido  una  defensa  de  la  herencia  de  Pablo  y una  de- 
fensa de  Pablo  mismo.  Roma,  como  ciudad  fundada  sobre  la  sangre,  el  testimonio 
y la  teología  de  Pablo,  se  siente  responsable  de  la  iglesia  de  Corinto  fundada  por  Pa- 
blo y acude  en  su  defensa  en  estos  momentos  de  crisis,  donde  está  en  peligro  la  mis- 
ma sobrevivencia  de  la  Iglesia  y de  la  tradición  apostólica  de  Pablo.  Ira  Clemente 
se  sitúa  en  continuidad  -en  la  solicitud  apostólica  por  las  Iglesias-  con  las  cartas  de 
Pablo  a los  Corintios.  El  problema  que  vive  esta  iglesia,  está  en  cierta  continuidad 
con  los  problemas  que  vivió  la  comunidad  de  Corinto  en  tiempos  de  Pablo.  Hay  por 
lo  tanto  continuidad  entre  Pablo  y Clemente  en  la  solicitud  por  las  Iglesias.  Dice  el 
P.  Brown:  “Aquí  no  se  trata  de  una  primacía  de  autoridad,  sino  de  la  continuidad  de 
la  preocupación  apostólica”19. 

3.2.  Dos  tradiciones  de  la  iglesia  de  Roma 

Ahora  analizaremos  sucesivamente  dos  tradiciones  teológicas  y espirituales 
en  la  iglesia  de  Roma  de  la  tercera  generación.  Primero  analizaremos  la  teología  de 
la  Primera  carta  de  Clemente,  como  la  expresión  de  una  élite  dominante  en  Roma. 
Posteriormente  confrontaremos  esta  teología  clementina  con  aquella  del  Pastor  de 
Hermas. 

3.2.1.  La  Primera  carta  de  Clemente:  La  teología  de  la  élite  romana  en 
la  iglesia  de  Roma 

Clemente  conoce  ciertamente  las  cartas  de  Pablo  a los  Romanos,  1 Pedro  y 
Hebreos  (todas  escritas,  como  ya  vimos,  a la  iglesia  de  Roma).  En  muchos  lugares 
cita  esta  tradición  bíblica  pero  citándola  crea  una  nueva  teología,  que  anula  dicha 
tradición  y que  en  gran  medida  le  es  contraria.  La  tradición  teológica  dominante  en 
la  iglesia  de  Roma,  desde  el  siglo  II  hacia  adelante,  fue  fundamentalmente  esta  teo- 
logía de  lera  Clemente.  Veremos  tres  temas  en  lera  Clemente:  la  tradición  cúltica 
judía,  la  obediencia  a las  autoridades  civiles  de  la  ciudad  y la  estructura  intema  de 
la  iglesia. 

La  tradición  cúltica  del  judaismo  en  1 Clemente 

Pablo  de  Tarso  en  su  carta  a los  Romanos  y la  tradición  paulina  en  1 Pedro 
utiliza  un  lenguaje  cúltico  espiritual:  exhorta  a ofrecer  los  cuerpos  “como  una  víc- 
tima viva,  santa,  agradable  a Dios:  tal  será  vuestro  culto  espiritual”  (Rm  12,1).  Pa- 
blo habla  de  sí  mismo  como  ministro  de  Cristo  “ejerciendo  el  sagrado  oficio  (litúr- 
gico, sacerdotal)  del  Evangelio  de  Dios  para  que  la  oblación  de  los  gentiles  sea 
agradable,  santificada  por  el  Espíritu  Santo”  (Rm  15,16).  La  comunidad  cristiana 
lleva  los  títulos  espirituales  de  Israel:  “linaje  escogido,  sacerdocio  real,  nación  san- 
ta, pueblo  adquirido  (1  P 2,9)  y los  cristianos  son  escogidos  como  “piedras  vivas” 


19 


Op.  cit.  pag.  166 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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para  construir  “un  edificio  espiritual,  un  sacerdocio  santo,  para  ofrecer  sacrificios 
espirituales”  (1  P 2,5).  La  carta  a los  Hebreos,  en  forma  diferente,  irá  más  lejos,  pro- 
poniendo ya  no  una  espiritualización  del  culto  judío,  sino  directamente  su  substitu- 
ción. 

La  1 Clemente  no  espiritualiza  la  tradición  cúltica  judía  (como  Rm  y 1 P),  ni 
la  sustituye  (como  Hebreos)  sino  que  la  aplica  directamente  al  ministerio  de  la  Igle- 
sia. Rejudaíza  la  tradición  cristiana  y la  interpreta  a partir  de  la  tradición  cúltica  ju- 
día. Si  se  lee  1 Clem  40,41  y 42  aparece  claro  la  continuidad  y casi  identificación 
entre  el  orden  cúltico  divino  en  Jerusalén  y en  la  Iglesia.  En  Jerusalén  hay  por  dis- 
posición divina  un  Sumo-sacedote,  sacerdotes  y levitas,  así  también  en  la  Iglesia  es- 
tá Cristo,  los  Apóstoles,  los  epíscopos  y diáconos.  Incluso  cita,  modificándolo,  Is 
60,17  (según  los  LXX):  “Yo  estableceré  sus  obispos  en  justicia  y sus  diáconos  en 
fe”  (el  texto  hebreo  dice:  “Te  pondré  como  gobernantes  la  Paz  y por  gobierno  la  jus- 
ticia”). Dice  Clemente:  “Procuremos,  hermanos,  agradar  a Dios  cada  uno  en  nues- 
tro propio  puesto...  y no  transgredir  la  regla  de  su  propio  ministerio  (41,1).  Y más 
adelante:  “...los  que  hacen  algo  contra  la  voluntad  de  Dios,  tienen  señalada  pena  de 
muerte”  (41,3).  Los  corintios,  al  deponer  a los  legítimos  presbíteros,  han  subverti- 
do el  orden  cúltico  sacerdotal-levítico , revelado  por  Dios  tanto  en  el  templo  de  Je- 
rusalén como  en  la  iglesia.  Clemente,  igual  que  Hebreos,  identifica  a Cristo  como 
Sumo  Sacerdote,  pero  Clemente  lo  hace  para  imponer  en  la  Iglesia  una  estructura 
levítica  y no  para  sustituirla,  como  lo  hace  el  autor  de  la  carta  a los  Hebreos.  La  tra- 
dición paulina  en  1 Tm  y Tito  se  refiere,  también,  largamente  a los  epíscopos  y diá- 
conos, pero  no  hace  ninguna  alusión  al  imaginario  cúltico  y al  orden  levítico  judío. 
1 Clemente  centrará  la  tradición  cúltica  cristiana  en  el  sacrificio  y en  la  teología  ju- 
día del  templo,  donde  el  obispo  cristiano  es  pensado  como  sumosacerdote  judío,  el 
presbítero  cristiano  como  sacerdote  judío  y el  diácono  cristiano  como  levita  judío. 
1 Clemente  no  hizo  una  re-lectura  espiritual  de  la  tradición  judía  (como  Rm  y 1 P), 
sino  una  re-lectura  judía,  sacerdotal  y teocrática  del  culto  y del  ministerio  cristiano. 
Esta  judaización  del  ministerio  cristiano  se  hará  dominante  en  la  Iglesia  romana  y 
occidental  desde  del  siglo  II  adelante.  Ahora  entendemos  por  qué  en  Roma  la  carta 
a los  Hebreos  no  fue  aceptada  como  canónica  hasta  el  siglo  IV  (aunque  si  fue  acep- 
tada en  oriente). 

La  obediencia  a las  autoridades  civiles  en  I Clemente 

Pablo  en  Rm  13,1  dice:  “Sométanse  todos  a las  autoridades  constituidas,  pues 
no  hay  autoridad  que  no  venga  de  Dios...”  (cf.  13,1-7).  Semejante  1 P 2,13-17.  En 
esta  tradición  se  hace  una  reflexión  teológica  para  fundamentar  el  sometimiento  a 
las  autoridades  civiles.  Esta  teología  no  es  contraria,  en  su  profundidad,  a la  tradi- 
ción apocalíptica  tal  como  aparece,  por  ejemplo,  en  Apocalipsis  en  los  capítulos 
12,13  y 17.  La  contradicción  es  sólo  aparente  y se  resuelve  en  Ef  6,10-20  donde  se 
hace  una  clara  diferencia  entre  las  autoridades  civiles  designadas  como  “la  carne  y 
la  sangre”  (contra  las  cuales  no  hay  que  luchar)  y los  poderes  y fuerzas  sobrenatu- 
rales del  mal  que  están  por  detrás  de  las  autoridades  (contra  los  cuales  si  hay  que 
resistir  y luchar).  Pero  1 Clemente  desarrolla  esta  tradición  paulina  y petrina  en  un 
sentido  inverso:  utiliza  el  modelo  romano  de  dominio  político  como  modelo  para  la 
Iglesia,  para  lograr  de  esta  forma  el  sometimiento  de  los  disidentes  de  Corinto.  Pa- 


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PABLO  RICHARD,  Los  Orígenes  del  Cristianismo  en  Roma 


blo  hace  una  reflexión  teológica  para  discernir  críticamente  nuestro  sometimiento  a 
las  autoridades  políticas,  Clemente  hace  una  reflexión  política  para  fundamentar  las 
relaciones  de  sometimiento  en  la  Iglesia.  Dice  así:  “Consideremos  a los  que  se  alis- 
tan bajo  las  banderas  de  nuestros  emperadores.  ¡Con  qué  disciplina,  con  qué  pron- 
titud, con  qué  sumisión  ejecutan  cuanto  se  les  ordena!  No  todos  son  prefectos,  ni  to- 
dos tribunos  ni  centuriones  ni  quincuagenarios  y así  de  los  demás  grados,  sino  que 
cada  uno  en  su  propio  orden  ejecuta  lo  mandado  por  el  emperador  y por  los  jefes 
superiores”  (37,2-4).  Este  es  el  modelo  para  la  Iglesia.  La  Iglesia  debe  estar  orde- 
nada y disciplinada  como  lo  está  el  Imperio  Romano  y su  ejército.  La  obediencia  a 
los  que  presiden  en  la  Iglesia  no  es  nueva  (cf.  1 Ts  5,12-13),  lo  nuevo  aquí  en  Cle- 
mente es  que  ésta  obediencia  eclesial  debe  seguir  el  modelo  de  la  obediencia  civil 
y militar.  Esta  teología  de  Clemente  llevará  a largo  plazo  a una  identificación  de  la 
estructura  eclesial  con  la  estructura  del  estado  imperial20. 

La  estructura  eclesial  en  1 Clemente 

Clemente  insiste  en  la  sucesión  apostólica  de  los  presbíteros  (epíscopos  y diá- 
conos). Son  los  apóstoles  los  que  han  designado  a todos  los  presbíteros  como  sus 
sucesores.  Dios  envió  a Jesús,  Jesús  a los  Apóstoles  y éstos  a los  presbíteros  (sean 
estos  presbíteros  epíscopos  o diáconos)  (42).  También  dice:  “nuestros  apóstoles... 
impusieron  para  adelante  la  norma  de  que,  en  muriendo  éstos,  otros  que  fueran  va- 
rones aprobados  les  sucedieran  en  el  ministerio  (leitourgía).  Ahora,  pues,  a hombres 
establecidos  por  los  apóstoles,  o posteriormente  por  otros  eximios  varones  con  con- 
sentimiento de  la  Iglesia  entera...  no  creemos  que  se  los  pueda  expulsar  justamen- 
te de  su  ministerio”  (44,1-3).  La  designación  de  presbíteros  está  ciertamente  atesti- 
guada en  el  NT  (Hch  14,23;  Tt  1,5),  pero  ésta  no  aparece  tan  consistente  y univer- 
sal como  lo  presenta  Clemente,  sino  más  bien  en  forma  variada  y ocasional21.  Cle- 
mente además  unlversaliza  y absolutiza  la  sucesión  apostólica  para  fortalecer  la  su- 
misión del  pueblo  a los  presbíteros  y para  ello  utiliza  dos  modelos  autoritarios:  el 
orden  del  sacerdocio  levítico  de  Jerusalén  y el  orden  político  y militar  del  Imperio. 
Además  del  carácter  autoritario  que  da  Clemente  a la  sucesión  apostólica,  utiliza  un 
lenguaje  conscientemente  patriarcal:  siempre  usa  para  los  presbíteros  la  palabra 
“varón”  (aner),  y no  el  término  inclusivo  “persona”  (anthropos). 

Clemente  utiliza  la  sucesión  apostólica  para  darle  fuerza  espiritual  a su  ad- 
monición a los  disidentes  de  Corinto.  Dice  así:  “si  algunos  desobedecieren  a las  ad- 
monestaciones  que  por  nuestro  medio  Dios  mismo  les  ha  dirigido,  sepan  que  se  ha- 
rán reos  de  no  pequeño  pecado  y se  exponen  a grave  peligro”  (59,1).  Y también: 
“les  acabamos  de  escribir  impulsados  por  el  Espíritu  Santo”  (63,2).  En  ésto  Clemen- 
te sigue  el  estilo  de  la  conducción  apostólica  de  Jerusalén:  “ha  parecido  bien  al  Es- 
píritu Santo  y a nosotros”  (Hch  15,28).  Dijimos  que  la  iglesia  de  Roma  fue,  posi- 
blemente, fundada  por  la  iglesia  de  Jerusalén.  Y al  desaparecer  la  iglesia  de  Jerusa- 


20  “Incluso  después  de  la  gran  pesecución  romana  del  siglo  segundo  y tercero  los  cristianos  no  desa- 
rrollarán antipatía  por  la  organización  imperial.  En  realidad,  para  Orígenes  y Cipriano  la  Iglesia  es  un 
organismo  comparable  con  el  Estado  Romano”.  En:  Brown/Meier,  op.  cit.  p.  173,  nota  366. 

2*  “I  Clemente  ha  generalizado  una  práctica  apostólica  que  fue  ocasional,  pero  no  consistente  y uni- 
versal”. R Brown,  175 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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lén,  la  iglesia  de  Roma,  legitimada  por  el  martirio  de  Pedro  y Pablo,  toma  el  lide- 
razgo de  aquella.  Por  eso  escribe  a los  Corintios  con  el  mismo  estilo  de  los  líderes 
apostólicos  de  Jerusalén:  Pedro  y Pablo,  Santiago  y los  Presbíteros  de  Jerusalén. 
Clemente  escribe  con  plena  conciencia  de  estar  en  la  sucesión  apostólica  y con  la 
fuerza  que  le  da  esa  sucesión  apostólica,  pero  le  da  tal  centralidad  a la  sucesión 
apostólica  y un  tal  carácter  absoluto,  universal,  autoritario  y patriarcal,  que  termina 
transformando  la  sucesión  apostólica  en  su  contrario.  Ya  no  se  trata  de  una  tradición 
apostólica,  espiritual  y doctrinal,  sino  de  una  sucesión  política  de  poder.  Clemente 
tendrá  desgraciadamente  un  influjo  decisivo  en  la  iglesia  de  Roma,  desde  el  siglo  II 
hacia  adelante.  1 Clemente  terminó  sustituyendo  la  tradición  de  Pablo  y Hechos  de 
los  Apóstoles. 

El  problema  en  lera  Clemente  no  es  la  sucesión  apostólica  en  sí  misma  (que 
también  yo  acepto  íntegramente),  sino  el  uso  que  hizo  de  ella  para  legitimar  un  or- 
denamiento absoluto  y autoritario  en  la  Iglesia.  Habría  que  agregar  que  el  problema 
mayor  no  es  la  carta  misma  de  Clemente,  sino  el  uso  que  posteriormente  se  ha  he- 
cho de  ella  para  justificar  posiciones  aún  más  autoritarias  y patriarcales  en  siglos 
posteriores.  Los  comentaristas  clásicos  de  lera  Clemente  han  hecho  de  Clemente  un 
“mito  romano”,  para  justificar  posiciones  dogmáticas  que  contradicen  claramente  la 
realidad  histórica  de  la  iglesia  de  Roma  en  los  dos  primeros  siglos.  Pablo  combatió 
en  1 Co  12-14  el  carismatismo  exaltado  de  algunos  corintios  para  asegurar  la  pri- 
macía del  carisma  de  la  caridad  y el  ordenamiento  necesario  de  todos  los  carismas 
en  función  de  la  edificación  de  la  Iglesia.  Clemente,  45  años  después,  defiende  la 
primacía  del  poder  de  los  presbíteros  en  Corinto  en  la  edificación  de  la  Iglesia.  Cle- 
mente se  constituye  así  en  el  inicio  de  un  proceso  de  abandono  de  la  tradición  ge- 
nuinamente  apostólica  y de  abandono  de  la  dimensión  auténticamente  espiritual  y 
carismática  de  la  Iglesia.  Clemente  representa  el  comienzo  de  una  adaptación  pro- 
gresiva de  la  iglesia  de  Roma  a las  estructuras  políticas  del  Imperio.  La  orientación 
de  la  iglesia  post-apostólica  hacia  Roma  (como  capital  política  del  Imperio),  y no 
hacia  Atenas  (como  museo  de  la  antigüedad  clásica)  o hacia  Alejandría  (como  bi- 
blioteca de  la  sabiduría  clásica),  demuestra  la  primacía  de  lo  político  sobre  la  tradi- 
ción y la  cultura  en  la  institucionalización  de  la  Iglesia  católica.  No  se  trata  de  opo- 
ner Carisma  a Institución  (Pablo  de  Tarso  a Clemente  de  Roma),  sino  de  descubrir 
en  los  orígenes  de  la  Iglesia  en  Roma,  en  particular  en  1 Clemente,  el  inicio  de  un 
proceso  de  utilización  del  poder  político  en  función  de  la  sobrevivencia  de  la  Igle- 
sia, que  culminará  trágicamente  en  el  siglo  IV  con  Constantino  y Eusebio  de  Cesa- 
rea.  Sin  embargo,  no  debemos  interpretar  todos  los  orígenes  de  la  iglesia  romana 
únicamente  desde  el  “mito  romano  de  Clemente”.  Existen  muchos  otros  testimonios 
que  es  necesario  rescatar  y es  lo  que  veremos  a continuación. 

3.2.2.  El  Pastor  de  Hermas:  la  otra  dimensión  de  la  Iglesia  de  Roma 

El  Pastor  de  Hermas  fue  compuesto  entre  los  años  90-135  d.  C.,  posiblemen- 
te en  redacciones  sucesivas.  La  obra  fue  escrita  por  un  solo  autor.  Si  fueron  varios, 
representarían  todos  una  misma  corriente  o comunidad.  Consta  de  tres  partes:  Vi- 
siones, Mandatos  y Similitudes.  Las  Visiones  son  del  tiempo  de  Clemente  (alrede- 
dor del  año  100).  El  lugar  de  composición  es,  seguramente,  Roma.  El  mismo  autor 
sitúa  ahí  su  residencia  (Vis.  1.1.1).  El  Canon  Muratori  (c.  200)  acepta  el  origen  ro- 


152 


PABLO  RICHARD,  Los  Orígenes  del  Cristianismo  en  Roma 


mano  y dice  que  Hermas  es  hermano  del  Papa  Pío  (140-155);  no  lo  incluye  en  el 
Canon  pero  recomienda  su  lectura,  lo  que  demuestra  la  popularidad  de  este  libro. 
En  el  Codex  Sinaiticus  el  Pastor  de  Hermas  (sólo  hasta  Vis.  4.3.6)  viene  después  del 
N.T.  incluido  como  libro  canónico.  San  Irineo,  Clemente  Alejandrino  y Orígenes  lo 
consideraban  libro  inspirado22.  La  obra  es  de  género  apocalíptico-carismático,  ya 
que  funda  su  legitimidad  en  la  revelación  recibida.  Podría  ser  calificado  como  un 
“ordenamiento  apocalíptico  de  la  vida  cristiana”23.  Las  partes  más  relevantes  son:  la 
segunda  Similitud  sobre  el  olmo  y la  cepa  (donde  se  ilustra  la  relación  entre  el  rico 
y el  pobre  dentro  de  la  Iglesia)  y la  visión  sobre  la  construcción  de  la  torre  (símbo- 
lo de  la  Iglesia),  intercalada  en  la  Similitud  9 (después  de  9,3;  es  tan  extensa  que 
configura  casi  una  cuarta  parte  del  libro). 

El  contexto  social  del  Pastor  de  Hermas  es  claramente  esa  mayoría  de  la  co- 
munidad cristiana  de  Roma,  donde  casi  todos  son  judíos  conversos  pobres  y sin  ciu- 
dadanía romana24.  Muchos  son  esclavos,  aunque  también  hay  libertos  (esclavos  li- 
berados). Una  minoría  de  estos  libertos  era  de  la  casa  del  César  o de  familias  ricas, 
pero  la  mayoría  de  los  libertos  eran  pobres,  sin  ciudadanía  romana  y de  mínima  edu- 
cación. La  mayoría  de  la  comunidad  eran  también  extranjeros,  de  origen  griego,  del 
oriente  helenizado,  no  pertenecientes  a la  élite  latina  de  Roma.  La  persecución  de 
Nerón  (35  años  antes)  prueba  que  los  cristianos  en  Roma  eran  muchos  y visibles 
(identificables  y diferenciados  de  la  comunidad  judía).  La  persecución  fue  posible 
justamente  por  ser  los  cristianos  en  su  mayoría  extranjeros,  sin  ciudadanía  romana, 
esclavos  y pobres.  Los  cristianos  vivían  en  los  barrios  más  insalubres,  populosos  y 
miserables  de  la  ciudad,  entre  otros  sitios  en  el  distrito  del  Trastévere  y en  la  vía 
Apia25.  Hermas,  autor  del  Pastor  de  Hermas,  es  un  cristiano  típico  de  la  comunidad 
romana:  es  pobre,  esclavo  liberado,  trabaja  como  campesino  y tiene  una  educación 
rudimentaria.  Clemente,  autor  de  la  carta  de  los  Corintios  y contemporáneo  de  Her- 
mas, es  una  excepción  en  esta  comunidad  romana:  es  un  esclavo  liberto,  pertene- 
ciente a una  familia  imperial,  con  una  educación  superior  y ciertamente  ciudadano 
romano.  Pertenece  a una  élite  que  para  nada  es  representativa  de  la  mayoría  de  la 
iglesia  de  Roma26.  Los  cristianos  de  Roma  (en  su  mayoría  pobres,  esclavos,  judíos 
conversos  y extranjeros)  se  reunían  en  la  sinagoga  o en  las  asociaciones  (“colle- 
gia”).  Había  asociaciones  profesionales,  religiosas,  funerarias  y domésticas.  Las 
más  usadas  eran  las  asociaciones  funerarias,  que  daban  cobertura  legal  a las  iglesias 
domésticas.  Clemente  romano  utilizó  la  casa  de  su  patrón  Flavio  Clemente  y Domi- 
tila  para  la  reunión  de  la  iglesia  doméstica  a la  cual  pertenecía.  Flavio  Clemente  po- 
seía además  una  asociación  funeraria,  con  su  catacumba  (cementerio  bajo  tierra),  lo 
que  facilitaba  las  reuniones  más  numerosas  de  la  comunidad.  Así  se  utilizaban  ca- 
sas y edificios  públicos  y legales  para  la  gran  congregación  eclesial  en  ocasiones  so- 


Véase  los  testimonios  en  Daniel  Ruiz  Bueno:  Padres  Apostólicos,  Madrid  (BAC)  1979,  pp. 890-893 
Helmut  Koster:  Introducción  al  W.7!_Salamanca  (Ed.  Sígueme)  1988  p.782 

24  Para  lo  que  sigue:  James  S.  Jeffers:  Conflict  at  Rome.  Social  Order  and  Hierarchy  in  Early  Chris- 
tianity.  Minneapolis  (Fortress  Press)  1991,  215  pp. 

25  cf.  Peter  Lampe:  Die  stadtrómischen  Christen  in  den  ersten  beiden_Jahrhunderten,  Tübingen 
(Mohr-Siebeck)  1987.  Citado  por  ElsaTamez:  Contra  toda  condenaSDEl)  91,  seg.ed.  p.  109. 

26  cf.  Jeffers,  op.  cit.  cap.  Io,  pp.  3-35 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


153 


lemnes,  pero  la  inmensa  mayoría  de  los  cristianos  se  reunían  en  forma  cotidiana  en 
pequeñas  comunidades  domésticas  dispersas,  pobres  y marginales. 

Si  comparamos  el  Pastor  de  Hermas  con  Clemente  descubrimos  dos  mundos 
totalmente  diferentes  y contrapuestos.  Clemente  participa  de  la  manera  de  pensar  de 
la  aristocracia  romana.  Hermas  escribe  desde  la  perspectiva  de  los  esclavos  y de  los 
pobres  de  Roma.  Clemente  piensa  con  las  categorías  del  sistema  del  Patronato:  los 
ricos  y poderosos  son  estimados  y honrados  por  la  protección  que  ejercen  sobre  sus 
clientes,  los  libertos  y pobres.  Todo  el  mundo  busca  para  vivir  y surgir  un  patrón, 
un  padrino,  un  protector.  Cada  cual  es  cliente  de  un  patrón  y a la  vez  patrón  de  un 
cliente  inferior.  El  favoritismo  social  estructura  toda  la  pirámide  social.  Clemente 
proyecta  en  la  iglesia  la  relación  patrón-cliente.  El  cristiano  poderoso  y rico  debe 
ayudar  al  cristiano  pobre  y débil  cuando  está  en  una  situación  difícil;  el  rico  es  ne- 
cesario pues  es  el  que  más  ofrece  a la  comunidad.  La  misma  familia  está  estructu- 
rada por  el  sistema  patrón-cliente.  El  Pater  Familias  es  Patrón  en  su  casa  y propie- 
tario de  su  mujer,  hijos  y esclavos.  Clemente  piensa  a la  iglesia  como  casa  patronal, 
donde  el  presbítero  funge  como  Pater  Familias.  Hermas  invierte  totalmente  este  sis- 
tema de  patronato  cuando  valoriza  la  riqueza  espiritual  del  pobre;  es  el  pobre  el  que 
enriquece  a la  comunidad.  El  rico  es  pobre  ante  Dios  y necesita  del  pobre  real  para 
su  salvación.  Hermas  sustituye  el  favoritismo  y clientelismo  por  la  solidaridad  cris- 
tiana. La  cultura  dominante  romana  desconoce  la  solidaridad  como  una  nueva  for- 
ma de  vivir,  especialmente  entre  los  pobres,  esclavos  y excluidos  en  general.  Her- 
mas nunca  utiliza  en  sus  ejemplos  al  Pater  Familias  o la  relación  amo-esclavo  co- 
mo ejemplo  de  obediencia;  muchos  menos  utiliza  -como  hace  Clemente-  al  estado 
romano  e incluso  al  ejército  como  modelo  de  disciplina,  orden  y obediencia  al  inte- 
rior de  la  iglesia.  Hermas  crea  un  nuevo  modelo  de  familia  y la  iglesia  doméstica, 
basado  en  la  igualdad  y solidaridad  espiritual  de  sus  miembros27.  Hermas  ejerce  su 
autoridad  en  forma  carismática,  basado  en  la  revelación  y visión  de  tipo  apocalípti- 
co y profético.  Clemente  sigue  los  modelos  de  autoridad  del  mundo  pagano.  Her- 
mas exige  la  fe,  Clemente  la  obediencia.  Clemente  hace  la  distinción  entre  clero  y 
laico  y pone  el  acento  en  la  mantención  del  orden  en  la  comunidad,  reflejando  la  es- 
tructura jerárquica  del  gobierno  romano.  Hermas  pone  el  acento  en  la  diferencia  en- 
tre la  comunidad  cristiana  y el  mundo  político  e insiste  en  la  identidad  de  la  comu- 
nidad y no  tanto  en  el  orden  y la  autoridad  intema.  Cuando  Clemente  escribe  a los 
Corintos  le  interesa  salvar  el  principio  de  autoridad,  para  que  reine  el  orden  y la  paz. 
No  le  interesa  el  motivo  de  la  crisis  en  Corinto,  sino  la  defensa  del  principio  de  au- 
toridad. Clemente  lucha  por  el  orden,  Hermas  por  la  diversidad. 

La  iglesia  de  Roma,  nacida  de  esclavos  y migrantes,  de  habla  griega  de  Gre- 
cia y Asia,  organizada  en  múltiples  comunidades  cada  una  con  su  obispo,  sin  un 
obispo  único  sobre  todas  ellas,  fundada  sobre  la  fe  de  los  mártires,  especialmente 
sobre  la  memoria  de  Pedro  y Pablo,  se  transformó  en  la  segunda  mitad  del  siglo  II 
siguiendo  más  la  tradición  de  Clemente  que  del  Pastor  de  Hermas.  Con  el  obispo 
Aniceto  (154-165)  tenemos  seguridad  que  se  trata  de  un  líder  de  toda  la  iglesia  de 
Roma.  El  obispo  Víctor  de  Roma  (189-199),  considerado  por  muchos  autores  el  pri- 


Eduardo  Hoomaert:  Cristaos  da  Terceira  Generagao  (100-130).  Petrópolis  (Vozes)  Sao  Paulo  (Ce- 
hila)  1997,  142  pp.  Cf.  esp.  pp.  68-  72  sobre  Patronato  y Solidaridad. 


154 


PABLO  RICHARD,  Los  Orígenes  del  Cristianismo  en  Roma 


mer  Papa  en  sentido  estricto,  es  el  primer  obispo  latino,  perteneciente  a la  élite  la- 
tina que  quiere  unificar  la  iglesia  con  el  poder  (imponiendo  con  la  fuerza  la  fecha 
de  Pascua  a las  iglesias  de  Asia),  según  el  orden  secular  romano  en  la  tradición  de 
Clemente.  El  Pastor  de  Hermas,  sin  embargo,  seguirá  viviendo  en  la  tradición  apos- 
tólica y en  el  sentido  de  fe  de  los  pobres,  fundado  sobre  los  mártires  Pedro  y Pablo, 
sobre  los  cuales  se  construye  la  iglesia  de  Roma. 


Pablo  Richard 

Apartado  Postal  389 
2070  Sabanilla 
Costa  Rica 


TOMÁS  KRAFT  O.P. 


LA  IGLESIA  PRIMITIVA  EN  ÁFRICA 


Resumen 

El  artículo  busca  reconstruir  el  rostro  original  de  la  iglesia  primitiva  de  África , a 
través  de  una  investigación  minuciosa  de  textos  y personajes  bíblicos  y extrabíbli- 
cos, a partir  de  los  cuales  se  infiere  que  la  iglesia  de  Africa  fue:  Plural  en  su  teolo- 
gía y liturgia,  allí  coexistieron  cristianos  y gnóstico-cristianos.  Con  fuertes  vínculos 
personales  y documentales  con  el  resto  de  las  comunidades  cristianas  de  la  cuenca 
del  Mediterráneo.  Además  expresa  un  cristianismo  fuertemente  sapiencial  por  su  es- 
tilo literario,  tono  predicacional  y énfasis  ético.  Finalmente  fue  una  iglesia  socioló- 
gicamente pobre,  que  valora  el  trabajo  manual  y la  solidaridad  comunitaria. 

Abstract 

This  article  intends  to  reconstruct  the  original  character  of  the  primitive  Church  in 
Africa,  through  a careful  research  of  the  biblical  and  extra-biblical  texts  and  charac- 
ters  which  allows  to  trace  the  identity  of  the  African  Church:  It  was  pluralistic  in  its 
theology  and  liturgy,  and  with  the  coexistence  of  Christians  and  Gnostic  Christians. 
It  had  strong  personal  and  documentar y relationships  with  the  rest  of  the  Christian 
communities  in  the  Mediterranean  basin.  Also,  it  shows  a Christianity  heavily  sapien- 
tial  in  its  literaiy  style,  homiletic  tone  and  ethical  emphasis.  Finally,  it  was  a sociolo- 
gically  poor  Church  with  high  esteem  of  manual  labour  and  community  solidarity. 


Introducción  geográfica  y metodológica 

Cuando  uno  se  pone  a investigar  la  vida  cotidiana  de  las  comunidades  cris- 
tianas del  continente  africano  durante  el  primer  siglo  de  vida  eclesial  (35-138  d.C.), 
lo  primero  que  encuentra  es  una  carencia  casi  total  de  datos  de  la  época.  Más  allá 
de  los  límites  (cronológicos  o geográficos)  de  nuestro  tema,  hay  abundantes  datos 
que  atormentan  a uno  que  busca  casi  en  vano,  dentro  de  estos  límites,  datos  “sóli- 
dos”. Pero  con  una  paciente  labor,  encuentra  datos,  y sobre  todo  inferencias  bien 
fundadas  que  nos  pueden  “correr  la  cortina”  sobre  la  iglesia  africana  en  los  albores 
del  cristianismo. 

Un  poco  de  geografía  antigua 

Antes  de  entrar  en  la  consideración  del  cristianismo  en  África,  ayudará  dejar 
en  claro  algunas  nociones  acerca  del  escenario  de  este  artículo.  Se  trata  del  litoral 
mediterráneo  del  norte  de  África,  correspondiente  en  la  actualidad  a los  países  de 
Egipto  y Libia  sobre  todo,  y a Túnez  secundariamente  (ver  mapas  1 y 2). 


156 


TOMÁS  KRAFT  O.P.,  La  Iglesia  Primitiva  en  África 


En  ese  entonces  se  hablaba  de  Egipto  más  o menos  coextensivo  con  el  actual 
país  de  ese  nombre;  en  tiempos  cristianos  gozaba  de  un  estatus  especial  en  el  Impe- 
rio Romano,  como  posesión  personal  del  emperador  (siendo  Egipto  el  proveedor  de 
la  tercera  parte  del  trigo  que  consumía  Roma).  Antiguamente,  Egipto  fue  presidido 
por  la  ciudad  portuaria  de  Alejandría,  que  en  ese  entonces  era  la  segunda  ciudad  del 
imperio:  hervidero  de  comercio  internacional1  y foco  de  una  vigorosa  influencia  he- 
lenista (que  las  gentes  rurales  de  Egipto:  — los  “egipcios”  propiamente  dicho,  y de 
idioma  copto — más  bien  resistían).  Era  una  ciudad  culta:  tenía  varias  facultades,  y 
el  Museo  (escuela  superior)  se  jactaba  de  tener  la  biblioteca  más  grande  del  mundo: 
400,000  volúmenes.  En  tiempos  helenísticos  había  allí  una  importante  población  ju- 
día que  llegó  a ser  un  20%  de  la  población  de  la  ciudad2  y que  tenía  derechos  ad- 
quiridos como  una  municipalidad  étnica  semiautónoma  llamada  “políteuma”  (con- 
ceptuado en  lo  esencial  bajo  el  derecho  romano  como  “colegio”  o “asociación”).3 
Fue  también,  igual  que  Corinto  (el  puerto  más  conocido  a los  lectores  del  Nuevo 
Testamento),  un  lugar  de  mucho  sincretismo  religioso. 

Cirenaica  era  el  nombre  romano  de  la  zona  costeña  en  el  extremo  este  del  ac- 
tual Libia  (colindante  con  Egipto),  junto  a la  isla  de  Creta.  La  ciudad  bíblica  de  Ci- 
rene,  la  más  importante  de  cinco  ciudades  helenistas  que  conformaban  la  “pentápo- 
lis”  de  Cirenaica,  llegó  a ser  en  tiempo  de  los  Tolomeos  (s.  III-II  a.C.)  un  importan- 
te centro  intelectual  y cultural.  Hoy  solo  quedan  ruinas  de  Cirene,  cerca  del  pueblo 
de  Susa,  pero  han  sido  extensamente  excavadas  a lo  largo  de  este  siglo,  aportando 
muchos  datos  sobre  la  vida  diaria  en  el  norte  de  África  en  aquellos  tiempos.  La  gen- 
te de  las  zonas  rurales  de  Cirenaica  se  dedicaba  sobre  todo  a la  agricultura,  que  era 
excepcionalmente  fructífera.  Existían  cuatro  sectores  reconocidos  de  la  población: 
ciudadanos,  agricultores,  extranjeros  y judíos.  Estos  últimos  (por  lo  menos  los  ju- 
díos urbanos  de  cierto  nivel  social,  como  los  de  Alejandría)  gozaban  del  estatus  de 
“políteuma”.  Entre  los  judíos  había  ricos  y pobres,  y ambos  grupos  experimentaron 
cambios  bruscos  de  destino  debido  a los  cambiantes  “vientos  políticos”,  en  los  si- 
glos antes  y después  de  Cristo.4  Políticamente,  Cirenaica  había  estado  unida  con 
Alejandría  siglos  antes,  y en  la  época  que  nos  interesa  siguieron  los  vínculos  eco- 


1 Además  del  trigo  exportado  a Roma,  el  puerto  era  famoso  por  sus  industrias  locales  de  lino,  vidrio 
y sobre  todo  papiro,  y se  comerciaban  en  el  puerto  de  Alejandría  marfil  de  África,  gomas  y especies 
de  Arabia,  algodón  y seda  de  la  India  (Cf.  Eduardo  Hoornaert,  La  Memoria  del  Pueblo  Cristiano,  Pau- 
linas, Buenos  Aires  1986.  128-138;  A.  Hamman,  La  vida  cotidiana  de  los  primeros  cristianos  Palabra, 
Madrid  1985,  23).  Según  el  rescripto  de  Adriano  a Serviano  (reseñado  abajo,  pp  14-15,  texto  comple- 
to en  D.  Ruiz  Bueno,  Actas  de  los  Mártires  Católica,  Madrid  1962.  250-251)  los  alejandrinos  eran  muy 
trabajadores. 

“ Según  Filón  (7/i  Flaccum  6 y 8),  en  todo  Egipto  había  un  millón  de  judíos:  1 2%  de  la  población  total. 

3 Sobre  el  políteuma , cf.  R.  Trejivano  Etchevarría,  Orígenes  del  Cristianismo:  el  trasfondo  judío  del 
cristianismo  primitivo.  Univ.  Pontificia,  Salamanca  1995,  93-97.  En  la  comunidad  cristiana,  por  el  con- 
trario, nada  de  eso,  ni  en  Europa  ni  en  África.  El  famoso  texto  del  Discurso  a Diogneto  (cap.  5)  elevó 
a nivel  de  principio  esta  realidad:  los  cristianos  no  tienen  aquí  ninguna  patria.  Por  lo  que  concierne  al 
territorio  que  estudiamos  aquí.  Tertuliano  en  su  Apologética  (42)  dice  esencialmente  lo  mismo. 

4 Por  ejemplo:  el  despojo  de  3,000  judíos  ricos  de  Cirenaica  después  de  la  victoria  romana  en  Pales- 
tina, y por  otro  lado  una  sublevación  de  judíos  pobres  en  el  desierto,  convocada  por  el  zelote  Jonatán 
y aplastada  por  los  romanos  en  la  misma  época.  R.  Trejivano  Etchevarría,  Orígenes  del  Cristianismo: 
el  trasfondo  judío  del  cristianismo  primitivo.  Univ.  Pontif.,  Salamanca  1995,  96  y JJ  Fernández,  Los 
Orígenes  de  la  Comunidad  Cristiana  de  Alejandría,  Univ.  Pontif.,  Salamanca  1994.  135 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA.  N°  29 


157 


nómicos  y sociales  entre  esta  región  y el  puerto  egipcio,  especialmente  entre  sus 
respectivas  poblaciones  judías.5 

La  franja  norteña  del  actual  Túnez,  alrededor  de  Cartago,  zona  de  mucha  ri- 
queza natural,  junto  con  la  costa  oeste  y central  de  Libia,  constituía  la  importante 
provincia  proconsular  de  África.6  Esta  provincia,  especialmente  la  ciudad  de  Carta- 
go, tiene  la  distinción  de  ser  uno  de  los  centros  culturales  más  antiguos  del  idioma 
latín:  los  primeros  documentos  eclesiásticos  en  latín  no  provienen  de  Roma  sino  de 
“África”  proconsular.  A pesar  de  su  cercanía  con  Roma,  hay  indicios  de  que  la  im- 
plantación de  cristianismo  en  esta  zona  (a  mediados  del  s.  II  d.C.  o aún  antes)  fue 
obra  de  la  iglesia  siria.7 

La  Etiopía  bíblica  corresponde  al  Sudán  de  hoy  junto  con  el  noreste  del  mo- 
derno estado  de  Etiopía.  A pesar  de  sus  pretensiones  de  ser  de  origen  apostólico,  la 
iglesia  copta  (de  Etiopía)  no  consta  en  documentos  de  probada  historicidad  antes  del 
siglo  III-IV  d.C.  Esta  zona,  aislada  del  resto  del  mundo  por  montañas  (algo  así  co- 
mo Suiza  en  Europa),  una  vez  evangelizada  en  los  siglos  III  y IV,  tuvo  una  evolu- 
ción casi  independiente  del  resto  del  cristianismo  hasta  el  siglo  pasado.  Es  un  capí- 
tulo interesantísimo  y poco  tratado  por  los  historiadores  de  la  iglesia  occidental;  sin 
embargo,  cae  fuera  del  enfoque  de  este  artículo.8  Más  bien  la  Tebaida,  valle  del  Ni- 
lo  bajo,  a pocos  kilómetros  de  Alejandría,  daba  numerosos  mártires  a la  Iglesia  a fi- 
nes del  siglo  II  d.C.  (tiempos  de  Orígenes),  y allí  también  un  poco  más  tarde  pulu- 
laban individuos  y colonias  de  ascetas,  tanto  ortodoxas  como  gnósticas.  De  las  are- 
nas de  ese  valle  vienen  muchas  de  las  evidencias  documentales  que  fundamentan 
las  conclusiones  de  este  artículo. 

Metodología  de  este  artículo 

Para  facilitar  la  compaginación  y evaluación  de  datos  relevantes  para  este  tra- 
bajo (cristianismo  en  África,  35-138  d.C.),  las  informaciones  se  han  dividido  en  4 
categorías.  Solo  los  datos  del  primer  grupo  tienen  plena  solidez  como  base  de  la  re- 
construcción que  se  pretende  hacer,  y aún  allí  la  cosa  no  es  tan  fácil  como  se  podría 
esperar.  Los  datos  de  las  demás  categorías  serán  evaluados  según  su  proximidad  a 
esta  época  y esta  región,  y conforme  con  lo  que  se  puede  establecer  (en  la  mayoría 
de  casos,  extrapolando  o “retroproyectando”).  Estas  categorías  están  representadas 
gráficamente  en  el  siguiente  cuadro  compuesto  (ver  cuadro  1). 


JJ  Fernández,  Los  Orígenes  de  la  Comunidad  Cristiana  de  Alejandría,  Univ.  Pont.,  Salamanca  1994.  129 
^ E¡.  este  artículo  utilizo  los  términos  “África”y  “africano/a”  en  su  sentido  moderno  (referentes  al  con- 
tinente); cuando  los  utilizo  en  el  sentido  clásico  de  la  provincia  romana  siempre  van  acompañados  del 
calificativo”proconsular”.  Alrededor  de  300  d.C.,  la  parte  correspondiente  a la  actual  Libia  fue  des- 
membrada de  esta  provincia  proconsular  para  formar  la  Tripolitana  (A.  Hamman,  La  vida  cotidiana  de 
los  primeros  cristianos  Palabra,  Madrid  1985,  253,  n 44). 

^ Ver  el  estudio  interdisciplinar  de  J.  Feron  y G.  Lapeyre,  “Carthage”  en  Dictionnaire  d'Histoire  et  de 
Geographie  Ecclésiastique,  XI,  1 1 79- 1811.  Sobre  los  primeros  siglos  cristianos  en  Cartago,  ver  los  apun- 
tes de  Eduardo  Hoomaert,  La  Memoria  del  Pueblo  Cristiano,  Paulinas,  Buenos  Aires  1986.  124-128. 

O 

0 Ver  un  buen  resumen  (breve)  sobre  los  orígenes  del  cristianismo  en  Etiopía,  en  Eduardo  Hoomaert, 
La  Memoria  del  Pueblo  Cristiano,  Paulinas,  Buenos  Aires  1986.  128-138. 


Mapa  1:  La  cuenca  del  Mar  Mediterráneo  a fines  del  primer  siglo  d.C. 


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TOMÁS  KRAFT  O.P,  La  Iglesia  Primitiva  en  África 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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Mapa  2:  La  cuenca  del  Mar  Mediterráneo  a fines  del  siglo  XX 


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TOMÁS  KRAFT  O.P.,  La  Iglesia  Primitiva  en  África 


Cuadro  1 


Iglesia  en  Africa  Otras  iglesias  cristianas 


2.  Cristianismo  en  otros  luga- 
res durante  este  periodo 
(35-138) 

Solo  tendrán  interés  para  nuestro 
estudio  los  rasgos  de  estas  comuni- 
dades cristianas  (noticias  confia- 
bles) si  consta  también  la  presencia 
de  gente  venida  de  Africa  o la  co- 
municación frecuente  de  personas, 
textos  o ideas  entre  la  iglesia  africa- 
na y esas  otras  iglesias  de  la  época. 
Personajes'.  Cerinto... 

Textos  relevantes: 
cristianos  ( Didajé , cartas  Ign. 

Ant.,  Bernabé),  apócrifos  (Evang. 
de  los  Hebreos,  ¿redacc.  cristiana 
del  1 Henoc  ?),  gnósticos  (¿Evan- 
gelio de  la  Verdad  ?,  ¿de  María 
Magdalena ?);  judíos  (Josefo;  5o 
Oráculo  Sibilino  ) y documentos 
romanos  (Nerón,  Trajano,  Adria- 
no). 


1.  Datos  de  África  durante  el  periodo 
que  nos  ocupa  (35-138) 

a)  Datos  del  Nuevo  Testamento 

Rasgos  que  se  verifican  en  personas  relacionadas 
con  África  (aunque  sea  solo  de  origen)  o en  textos 
representativos  de  comunidades  gue  probablemente 
evangelizaron  estas  regiones  de  África,  notoriamen- 
te la  iglesia  de  Antioquía  de  Siria  del  primer  siglo 
d.C.  Otros  datos  sueltos  sobre  cristianos  africanos 
en  otras  partes  del  mundo... 

Personajes:  Simón  de  Cirene,  Lucio  y otros  cirenen- 
ses;  y muy  en  particular,  Apolo  de  Alejandría,  men- 
cionado tanto  por  Pablo  ( 1 Co)  como  por  Hechos. 

b)  Datos  extrabíblicos 

Es  muy  probable  la  temprana  implantación  del  cris- 
tianismo en  distintos  lugares  de  África,  pero  existe 
una  carencia  casi  total  de  datos  explícitos  sobre  la 
vida  cotidiana  de  aquellos  cristianos  en  esa  época... 
Personajes:  Carpócrates,  Basílides  y su  hijo  Isido- 
ro; el  joven  Valentín. 

Textos:  p52  de  Juan  (et  al.)  y otros  textos  bíblicos 
presupuestos  por  escritos  posteriores;  Evangelio 
(Trad.)  de  Matías,  Evangelio  de  los  Egipcios;  Apoc. 
de  Pedro;  Carta  de  Adriano  a Serviano. 


3.  Cristianismo  en  África  en  el 
siguiente  periodo  (138-220) 

Aquí  se  considera  sobre  todo  datos  inmediatamen- 
te posteriores,  provenientes  de  África  y que  coinci- 
dan con  los  rasgos  generales  del  cristianismo  del 
periodo  de  nuestro  estudio,  pero  no  constatados  pa- 
ra Africa  en  aquel  tiempo. 

Personajes/textos:  cristianos  (mártires  de  Escili,  de 
Cartago  (Perp.  y Fel.)  Tertuliano,  1er  Concilio  car- 
taginense; Panteno,  Clemente  de  A.,  mártires  de 
Alejandría,  temprano  Orígenes,;  gnósticos  (Apeles 
y Hermógenes;  Testimonio  de  la  Verdad,  Evang.  de 
los  Egipcios,  de  Tomás  ) o diversos  (Sen!,  de  Sexto; 
Enseñanzas  de  Silvano  ). 

[Y  en  una  época  posterior,  Cipriano  de  Cartago  y 
Agustín  sobre  los  orígenes  del  cristianismo  africa- 
no; y tradiciones  de  la  iglesia  copta  sobre  sus  oríge- 
nes..] 


4.  Datos  de  otros  lugares  y de 
otros  periodos  (pos  138) 

Hay  abundantes  datos  en  la  época 
posterior  en  otras  partes;  entre  ellos 
hay  algunos  específicamente  sobre 
África: 

Personajes:  Marción  y Valentín  y 
sus  seguidores;  Justino,  Celso,  e Iri- 
neo  en  cuanto  nos  informan  sobre 
tiempos  pasados  en  África  (maes- 
tros gnósticos,  jerarquía,  mártires 
cristianos...). 

Textos:  Pastor  de  Hermas,  Adv. 
Haer;  y más  tarde.  Historia  Ecle- 
siástica de  Eusebio  de  C. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA.  N°  29 


161 


✓ 

1.  Datos  de  Africa  durante  el  periodo  35-138  d.C. 

a)  Datos  del  Nuevo  Testamento  sobre  Africa 

Por  un  lado,  el  Nuevo  Testamento , y en  particular  los  Hechos  de  los  Apóstoles,  pro- 
vee una  serie  de  datos  sobre  el  cristianismo  en  África,  pero  tan  escuetos  y tan  des- 
provistos de  toda  verificación  paralela  que  bien  poco  se  puede  deducir  de  ellos.9 
Además,  es  muy  improbable  que  cualquier  de  sus  escritos  haya  sido  compuesto  en 
o para  África  o por  africanos,  aunque  algunas  propuestas  en  este  sentido  no  han  fal- 
tado ni  faltan  hoy.  Los  datos  que  “Hechos”  nos  brinda  sobre  Egipto,  Cirenaica  o 
Etiopía  suelen  ser  generales  (poco  detallados)  o muy  esquemáticos.10  La  evangeli- 
zación  de  los  gentiles  en  Antioquía  por  cristianos  cirenenses  (judíos  helenistas  con- 
vertidos) y algunos  pasajes  referentes  a Apolo  (Hch  18,24-28;  1 Co  1,10-18;  3,1-9) 
serían  la  excepción...  He  aquí  un  pequeño  estudio  sobre  los  mencionados  pasajes. 

Datos  relevantes  sobre  los  cirenenses: 

• En  los  evangelios  sinópticos  encontramos  mención  de  un  tal  Simón  de  Ci- 
rene  a quien,  regresando  del  campo,  obligaron  a llevar  la  cruz  de  Jesús.  Sobre  todo 
Me  (15,21),  que  menciona  dos  hijos  suyos  por  nombre,  parece  referirse  a un  hom- 
bre creyente  en  Jesús  (en  ese  entonces  o posteriormente).  Por  lo  tanto,  sería  uno  de 
los  primeros  cirenenses  cristianos,  en  Jerusalén;  sobre  su  lugar  de  residencia  (en  Ci- 
rene  o en  Jerusalén)  nada  de  cierto  se  puede  decir. 

• Los  judíos  cirenenses  en  Jerusalén  formaban  junto  con  los  alejandrinos  (¿y 
con  los  de  Siria  y Cilicia?)  una  sinagoga  llamada  "de  los  libertos”.  Según  Hch  6,9- 
14,  este  grupo  reaccionó  violentamente  a la  predicación  de  Esteban"  (sobre  la  ca- 
ducidad del  Templo  y de  su  culto).  De  hecho,  las  poblaciones  judías  de  ambas  ciu- 
dades, Alejandría  y drene,  estaban  en  estrecha  relación  entre  sí. 

• Según  Hechos  1 1,20-21,  cirenenses  cristianos  estaban  entre  los  fundadores 
de  la  Iglesia  de  Antioquía  y los  iniciadores  de  la  admisión  de  los  gentiles  a la  Igle- 
sia (conceder  el  bautismo  sin  exigir  circuncisión). 


^ “Hechos”  menciona  a judíos  alejandrinos  y cirenenses  -probablemente  incluyendo  a judíos  creyen- 
tes en  Cristo-  (Hech  2,10;  6,9);  cristianos  cirenenses  expatriados  (Hech  11,20;  13,1;  cf.  Me  15,21); 
Apolo  de  Alejandría  (Hech  18,24-28);  el  eunuco  etíope  (Hech  8,26-40);  y se  supone  tripulación  ale- 
jandrina testigo  de  los  hechos  de  Pablo  en  los  barcos  alejandrinos  que  lo  llevaron  cautivo  hacia  Roma 
(Hech  27,6;  28,11). 

1®  Hech  2,10  se  revela,  bajo  un  análisis  detallado,  como  lista  literaria,  y no  reportaje  de  un  censo;  en 
Hech  6,9  se  trata  de  un  dato  fiable  pero  que  concierne  directamente  a judíos  y no  a cristianos  (sinago- 
ga de  alejandrinos  y cirenenses);  Hech  8,  aunque  parece  dar  detalles  de  un  episodio  histórico,  es,  se- 
gún Luis  Alonso  Schokel,  un  relato  metahistórico:  “Con  rasgos  realistas,  en  un  escenario  irreal,  se  en- 
cuentran y se  separan  dos  personajes.  Lo  que  están  representando  es  otra  apertura  trascendental  de  la 
Iglesia.  La  acción  se  mueve  desde  fuera,  un  poco  ex  machina:  un  ángel  del  Señor  da  órdenes,  el  Espí- 
ritu manda,  el  Espíritu  arrebata  (26.29.39)...  Un  símbolo  unitario  de  fecundidad  gobierna  el  relato:  del 
terreno  “desierto”  brota  una  fuente  de  “agua”  vivificante;  del  libro  incomprensible  brota  un  sentido 
que  ilumina  y transforma;  el  estéril  recobra  nueva  vida.”  Biblia  del  Peregrino,  Ed.  de  estudio.  III, 
3213-22. 

1 1 Dicho  sea  de  paso  que  el  modelo  de  prédica  de  Esteban  en  esta  sinagoga  (Hech  7)  muestra  un  men- 
saje bien  “inculturado"  porque  se  cierne  casi  exclusivamente  a una  interpretación  de  la  historia  de  los 
israelitas  en  Egipto  (la  raíz  ocurre  15  veces  en  31  versículos). 


162 


TOMÁS  KRAFT  O.P.,  La  Iglesia  Primitiva  en  África 


• Pablo  (Saulo)  parece  haber  tenido  vinculación  con  esta  corriente  (con  los 
cirenenses  cristianos),  por  lo  menos  después  de  su  conversión,  y con  ellos  está  aso- 
ciado Bernabé;  los  dos  tendrán  a cargo  llevar  adelante  la  misión  ad  gentes  (Cf.  Hch 
8,1  con  11,19-22;  cf.  Ga  2,7-9). 

• Entre  los  “profetas  y maestros”  en  la  iglesia  de  Antioquía  (Hch  13,1),  hubo 
por  lo  menos  uno  de  Cirene:  "Lucio  el  Cirenense”.  (Y  “ Simeón  el  Negro"  ¿sería 
otro  africano?). 

Datos  relevantes  sobre  el  alejandrino,  Apolo: 

• Apolo  se  describe  de  la  siguiente  manera  en  el  texto  de  Hechos  18,24-28: 
Un  judío  por  nombre  Apolo,  natural  de  Alejandría,  elocuente,  que  estaba  impuesto 
en  las  Escrituras,  llegó  a Éfeso.  Había  sido  instruido  en  el  camino  del 
Señor,'2  y como  tenía  un  espíritu  fervoroso  hablaba  y enseñaba  con  exactitud  lo  to- 
cante a Jesús,  aunque  solo  conocía  el  bautismo  de  Juan.  Empezó  a hablar  abierta- 
mente en  la  sinagoga,  pero  al  oírlo  Priscila  y Aquila  se  lo  llevaron  [aparte]  y le  ex- 
pusieron con  más  exactitud  el  camino  de  Dios.  Y como  él  quería  pasar  a Acaya,  los 
hermanos,  apoyándo[lo],  escribieron  a los  discípulos  que  lo  recibieran;  [y]  cuando 
llegó  ayudó  mucho  a los  que  por  la  gracia' J [de  Dios]  habían  abrazado  la  fe,  pues 
públicamente  refutaba  a los  judíos  con  vigor,  demostrando  por  las  Escrituras  que  Je- 
sús era  el  Mesías. 

Un  estudio  literario  de  esta  perícopa  revela  ciertas  palabras  o frases  empare- 
jadas en  una  estructura  ligeramente  quiástica:  elocuente/de  habla  abierta;  el  camino 
del  Señor/  el  camino  de  Dios;  espíritu/gracia;  con  exactitud/con  más  exactitud;  en 
las  Escrituras/por  las  Escrituras;  lo  tocante  a Jesús/que  Jesús  era  el  Mesías.  Si  la  si- 
guiente esquematización  tiene  alguna  validez,  cada  mitad  está  encuadrada  entre  re- 
ferencias a la  predicación  cristiana  de  Apolo  ( elocuente ...  en  lo  referente  a Jesús  // 
hablaba  abiertamente...  que  Jesús  era  el  Mesías  ) y destaca  (como  eje  central  de  la 
estructura)  el  hecho  que  más  distinguiría  a Apolo  de  otros  predicadores  cristianos: 
solo  conocía  el  bautismo  de  Juan. 14 


' “ Aquí  el  texto  occidental  (D  gig)  tiene:  “...instruido  en  su  tierra  natal  en  la  Palabra  del  Señor”,  lo 
cual  indicaría  tal  vez  (si  se  entiende  de  instrucción  cristiana  ) la  existencia  de  comunidades  cristianas 
en  Alejandría  a mediados  del  Io  siglo  d.C.  Sin  embargo,  a excepción  de  Boismard  y Lamouille  (J.J. 
Fernández,  ibid.,  34  n.6),  los  expertos  en  las  recensiones  bíblicas  no  dan  mucho  peso  a este  variante. 
^ o “ayudó  mucho  por  la  gracia  a los  que  habían  abrazado...”  (cf.  nota  en  la  versión  Cantera-Iglesia) 
14  Nótese  que  a continuación  de  esta  perícopa,  en  Hech  19,1-7,  se  menciona  también  un  grupo  de  dis- 
cípulos en  el  mismo  lugar  (Éfeso)  que  sólo  conocían  el  bautismo  de  Juan.  Se  puede  suponer  que  te- 
nían algo  que  ver  con  Apolo  (que  en  el  capítulo  anterior  “había  llegado  a Éfeso”).  Sugiere  que  existía 
todo  un  movimiento  con  los  rasgos  teológicos  que  Hechos  atribuye  a Apolo.  ¿Habría  que  asociar  con 
esta  corriente  también  la  figura  de  Cerinto,  egipcio  de  tendencia  gnóstica  que  actuaba  en  Asia  Menor 
(especialmente  Éfeso)  en  oposición  a Pablo,  en  la  segunda  mitad  del  s.  I d.C.?  Idea  tentadora... . 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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Elocuente... 

...en  las  Escrituras 

...el  camino  del  Señor 

ardiente  en  espíritu 

...con  exactitud 

. . .acerca  de  Jesús 

j ...solo  ' conocía  el  bautismo  de  Juan 

hablaba  abiertamente . . . 

por  la 

por  las  Escrituras 

con  más  exactitud 
el  camino  [de  Dios] 
gracia 

...que  Jesús  era  el  Mesías 


Ahora  sería  conveniente  considerar  por  otro  lado  los  aportes  de  la  primera 
carta  de  Pablo  a los  corintios,  para  después  sacar  algunas  conclusiones  de  la  com- 
paginación de  ambos  pasajes  (Hch  18  y 1 Co  1-3). 

De  1 Co  1-3,  la  sección  de  la  carta  que  más  refiere  a Apolo  (aunque  es  nom- 
brado otras  dos  veces  en  capítulos  posteriores),  se  puede  notar  lo  siguiente: 

• Hay  indicios  claros  de  divisiones  o grupos  parcializados  con  lealtad  hacia 
Apolo  en  oposición  a otros  grupos  partidarios  de  Pablo  o Pedro  (1  Co  1,10-13;  3,3-9). 

• Estos  capítulos  abundan  en  terminología  de  índole  helenística:  palabra  (lo- 
go), sabiduría  (sofia)  y conocimiento  (gnosis).  El  texto  sugiere  que  estos  bienes  fue- 
ron objeto  de  jactancia  de  algunos  en  la  iglesia  de  Corinto,  probablemente  entre 
ellos  (por  la  proximidad  de  ambas  referencias  en  el  texto)  los  del  grupo  de  Apolo. 
A esta  sabiduría  mundana-sofista,  Pablo  opone  la  verdadera  sabiduría  de  Dios:  el 
mensaje  (lógos)  de  la  cruz  (1  Co  1,5.18-26;  2,1-8). 

• Cierta  polémica  en  tomo  al  bautismo,  mencionado  frecuentemente  en  rela- 
ción cercana  con  Apolo,  sugiere  que  era  punto  discutido  o por  lo  menos  elemento 
valorado  diferentemente  en  las  respectivas  visiones  teológicas  de  los  grupos  que 
apelaban  a Pablo  y a Apolo  (Cf.  1 Co  1,12-18). 

Una  comparación  de  los  datos  de  ambos  textos  (Hch  18  y 1 Co  1-3)  revela 
interesantes  puntos  de  convergencia: 

(1)  Apolo,  evangelizador  asociado  con  la  sabiduría  de  las  Escrituras  (ju- 
días), enseñó  con  notable  éxito  en  la  iglesia  de  Corinto  en  alguna  época  posterior  a 
la  primera  visita  que  hizo  Pablo  a la  misma  ciudad;  (2)  el  bautismo  en  relación  con 
Apolo  (la  práctica  pastoral,  su  concepción  doctrinal...)  era  punto  de  preocupación 
para  la  corriente  paulina  (Pablo  en  1 Co  1-3;  Prisca  y Aquila  en  Hch  18;  cf.  Pablo 
en  Hch  19);  (3)  existían  grupos  cristianos  con  prácticas  o lealtades  diversas  (uno 
de  ellos  asociado  con  Apolo),  aunque  sin  evidencia  de  que  hayan  surgido  por  riva- 
lidades o ambiciones  personales  entre  sus  líderes,  más  bien  parecen  ser  dos  “ver- 


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TOMÁS  KRAFT  O P,  La  Iglesia  Primitiva  en  África 


siones”  de  cristianismo,  dos  experiencias,  o ‘teologías’ diferentes',  y (4)  de  alguna 
manera  se  superaron  las  diferencias  entre  Pablo  y Apolo  frente  a la  comunidad  cris- 
tiana de  Corinto  (¿con  la  asimilación/desautorización  de  la  versión  de  Apolo?). 

Como  conclusión  de  este  primer  apartado  de  nuestra  investigación  se  puede 
afirmar  que: 

(1)  El  cristianismo  en  África  probablemente  recibió  su  impulso  evangeliza- 
dor  inicial  de  la  Iglesia  helenista  de  origen  judío,  de  la  corriente  antioquena,15  abier- 
ta al  proselitismo  de  los  gentiles.16 

(2)  El  caso  de  Apolo  sería  evidencia  de  una  experiencia  cristiana  alternativa 
a la  paulina-petrina  que  existió  por  lo  menos  en  Corinto  (según  la  compaginación 
de  datos  de  Hechos  y Pablo)  y también  en  Asia  Menor  (según  Hechos);  sin  embar- 
go, la  vinculación  de  estos  grupos  con  el  continente  africano  no  está  comprobada. 
De  todas  maneras  podríamos  destacar  como  rasgos  característicos  de  estos  grupos 
(“tipo  Apolo”)  los  siguientes  puntos: 

• una  tendencia  partidarista  que  creaba  ciertos  problemas  en  cuanto  a relacio- 
nes con  otros  sectores  de  la  Iglesia  (o  bien,  ¿sería  que  hubo  una  marginación  de  es- 
tos grupos  de  parte  de  otros  sectores  de  la  Iglesia,  considerándoles  luego  como  “sec- 
tarios”?); 

• entre  los  demás  cristianos,  los  caracterizaba  la  elocuencia  sagrada  (evange- 
lización  docta,  sapiencial)  como  forma  típica  del  apostolado,  y 

• un  énfasis  especial  en  el  bautismo,  con  ciertas  divergencias  en  cuanto  rito, 
comprensión  o praxis  bautismal. 

b)  Datos  extrabíblicos  de  África  (35-138) 

El  segundo  apartado  del  primer  grupo  de  testimonios  consiste  en  datos  extra- 
bíblicos históricamente  fiables  sobre  el  cristianismo  africano  que  vienen  de  la  re- 
gión que  nos  toca  investigar  (el  continente  africano,  principalmente  Egipto- 
Cirenaica,  ya  que  Cartago  y Etiopía  parecen  descartadas  para  esta  época  temprana) 
y dentro  de  los  parámetros  cronológicos  antes  mencionados  (desde  la  primera 
evangelización  hasta  fines  del  imperio  de  Adriano). 

Aquí  encontramos  vestigios  documentales:  algunos  papiros  neotestamenta- 
rios,  que  pueden  fijar  una  presencia  cristiana  en  la  zona,  los  primeros  escritos  gnós- 
ticos, conocidos  solo  fragmentariamente,  y una  carta  de  Adriano  al  procónsul  Ser- 
viano  sobre  las  idiosincrasias  de  los  alejandrinos  que  nos  proporciona  interesantísi- 
mos datos  sobre  el  clima  religioso  en  esa  época.  También  hay  datos  seguros  sobre 
figuras  que  vivían  en  África  en  aquel  periodo  histórico.  Incluso  se  aventurará  una 
deducción  respecto  a esta  época  a partir  de  los  documentos  compuestos  en  África 


* 5 A no  ser  que  fuera  al  revés,  es  decir,  que  Antioquía  fuera  evangelizada  no  sólo  por  algunos  natura- 
les de  Chipre  y de  Cirene  (Hech  1 1,20),  sino  desde  alguna(s)  comunidad(es)  cristiana(s)  ya  implanta- 
da(s)  en  Africa. 

Es  la  conclusión  a que  llega  J.J.  Fernández  (op  cit.,  167-172)  después  de  un  paciente  y crítico  aná- 
lisis de  las  fuentes  documentales  y arqueológicas.  También  me  parece  acertada  su  opción  metodológi- 
ca de  hablar  de  “ corrientes  antes  que  de  personajes  históricos  cuya  actividad  misionera  o apostólica 
es  imposible  controlar  desde  un  punto  de  vista  estrictamente  histórico.”  (ibid.,  105) 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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durante  la  época  siguiente:  la  difusión  y el  conocimiento  de  las  Escrituras  “canóni- 
cas”.17 

En  lo  que  viene  a continuación  desarrollaré  tres  puntos  fundamentales  de  es- 
ta época: 

(1)  La  existencia  de  algunas  de  las  Escrituras  cristianas  en  la  zona 

Por  un  lado,  tenemos  varios  papiros  provenientes  de  Egipto  (descubiertos  en 
este  siglo  o fines  del  siglo  pasado)  que  han  sido  fechados  entre  el  siglo  II  y III  d.C. 
El  cuadro  2,  muestra  gráficamente  los  textos  canónicos  representados  por  dichos  pa- 
piros. De  este  cuadro  sinóptico  se  desprende  que  el  evangelio  de  Juan  es  el  único 
atestiguado  en  la  época  que  nos  concierne.  Nótese  además  que  son  del  Evangelio  de 
Juan  el  más  antiguo  fragmento  neotestamentario  encontrado  en  Egipto18  y la  más  an- 
tigua copia  casi  completa  de  un  evangelio  canónico,  19  amén  de  numerosos  manus- 
critos parciales  del  s.  III  d.C.20  Después  de  Juan,  las  cartas  paulinas  tienen  el  mejor 
respaldo  que  atestigua  transición  entre  los  siglos  II  y III  d.C.21  además  de  numerosos 
testigos  del  siglo  III  d.C.  El  evangelio  de  Mateo  aparece  también  posiblemente  ates- 
tiguado en  el  siglo  II  (según  se  interpreta  la  datación  aproximatrva  de  los  papiros); 
sin  embargo,  solo  en  el  siglo  III  encontramos  un  texto  sustancial  de  Mateo,  y ese  pa- 
piro ya  es  testigo  del  evangelio  “cuadriforme”  de  que  nos  habla  Ireneo.22 

Además  de  estas  evidencias  documentales  directas,  hay  que  considerar  citas 
de  las  Escrituras  canónicas  en  otros  textos.  No  hay  obras  de  escritores  cristianos  or- 
todoxos compuestas  en  África  en  esta  época,  según  nuestra  información.  Pero  hay 
documentos  de  la  “periferia”  cristiana  que  dan  evidencias  sólidas  de  depender  de  las 
Escrituras  cristianas.  Se  trata  de  los  documentos  gnósticos  provenientes  de  Egipto, 
de  la  2a  mitad  del  s.  II  d.C.,  algunos  de  los  cuales  nos  han  llegado  intactos  (ver  aba- 


Utilizo  este  anacronismo  conscientemente  porque  es  útil  para  nuestro  propósito:  destacar  el  cono- 
cimiento y uso/abuso  de  aquellos  escritos  que  más  tarde  llegarían  a ser  designados  “canónicos”. 

18  p'Á  descubierto  en  Oxyrhynchus,  y de  identificación  cierta,  fechado  alrededor  de  125  d.C.  por 
Sánchez  Caro  (coord.),  Introducción  al  Estudio  de  la  Biblia,  I “La  Biblia  en  su  entorno  ” Verbo  Divi- 
no/Inst.  S.  Jerónimo,  Estella  1990.  517 

19  p66  (qUe  contiene,  con  algunas  lagunas,  Jn  1-21),  fechado  200  d.C. 

7®  Recuérdese  el  lector  que  juega  mucho  el  azar  en  el  descubrimiento  de  papiros:  fácilmente  un  tex- 
to podría  haber  sido  difundido  en  Egipto  durante  20,  30  o hasta  50  años  antes  de  la  fecha  en  que  haya 
sido  escrito  un  papiro  particular  que  tenga  la  suerte  de  ser  enterrado  delicadamente  en  la  arena  seca  y 
desenterrado  intacto  1 800  años  más  tarde,  cayendo  justamente  en  manos  de  expertos  capaces  de  leer- 
lo y valorarlo! ! Por  eso,  un  testimonio  como  p-^  no  sólo  demuestra  que  existía  una  copia  de  estos  ver- 
sículos en  todo  Egipto,  sino  que  probablemente  ya  circulaban  por  allí  copias  del  texto  entero  desde  al- 
gún tiempo.  Esta  conclusión  se  ve  apoyada  por  el  hecho  de  que  p-*^  es  hoja  de  un  códice,  que  signi- 
fica ciue  era  parte  de  un  libro,  el  nuevo  estilo  de  presentar  documentos  popularizado  por  los  cristianos. 

p-^6  _ Corpus  paulinum  + Heb;  p-^  = Tito.  La  Carta  de  Policarpo  a los  Filipenses  (130-140  d.C.) 
demuestra  la  preocupación  del  obispo  de  Esmima  de  recoger  y difundir  las  cartas  tan  beneficiosas  de 
Ignacio  de  Antioquía  ( Polic . Fil.  13,2);  es  un  indicador  del  interés  que  debe  haber  existido  unas  gene- 
raciones antes  respecto  a las  cartas  de  Pablo.  No  es,  pues,  nada  extraño  que  haya  llegado  ya  a Egipto 
la  colección  de  las  cartas  paulinas.  Cf.  también  la  mención  inequívoca  de  “las  cartas  de  Pablo,  hom- 
bre justo”  en  el  proceso  verbal  de  los  mártires  escilitanos  en  la  zona  de  Cartago  en  180  d.C 
“ p2^,  que  contiene  en  orden  pero  con  grandes  lagunas  el  texto  de  los  cuatro  evangelios  y Hechos, 
desde  Mt  20  hasta  Hech  17.  Es  un  importante  testimonio  de  la  formación  del  canon,  pero  es  un  siglo 
o más  posterior  al  período  que  estudiamos  aquí.  La  referencia  de  Ireneo  está  en  Adv.  Haer.  III,  1 1 • 


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TOMÁS  KRAFT  O P,  La  Iglesia  Primitiva  en  África 


jo,  en  la  tercera  sección  de  este  artículo).  Sus  autores  muestran  un  conocimiento  de 
las  Escrituras  cristianas  (aunque  las  tergiversan,  o se  apartan  de  ellas  en  sus  compo- 
siciones), lo  cual  sugiere  una  difusión  de  las  mismas  en  estos  ambientes  con  ante- 
rioridad a la  composición  de  dichos  textos  gnósticos.  Varios  autores  gnósticos  de  es- 
te periodo  o el  siguiente  escribieron  comentarios  al  evangelio  de  Juan,  el  evangelio 
que  — según  Ireneo — era  el  único  reconocido  por  los  valentinianos.23  Basílides  es- 
cribió la  Exegética , que  consistía  en  “24  libros”  sobre  “el  evangelio”.  Los  fragmen- 
tos existentes  de  Basílides  y de  Valentín  muestran  que  conocieron  y utilizaron  las 
epístolas  paulinas;  Clemente  de  Alejandría  cita  un  texto  de  Isidoro  que  da  una  ex- 
traña interpretación  de  las  palabras  del  Señor  sobre  el  eunuco  (Mt  19,10ss).24...Y  una 
obra  polémica  de  Tertuliano  viene  a confirmar  esta  afirmación  respecto  a los  gru- 
pos cristianos  heterodoxos.25 

(2)  La  presencia  de  grupos  cristianos  de  tipo  protognóstico  (y,  por  inferen- 
cia, de  tipo  ortodoxo)  en  Egipto 

Sobre  la  presencia  de  grupos  cristianos  de  tipo  protognóstico  en  Egipto  he- 
mos de  considerar  tanto  la  presencia  constatada  de  personajes  como  de  documentos 
de  índole  gnóstica.  Entre  los  primeros  tenemos  a Carpócrates,  considerado  por  Iri- 
neo  como  “padre”  de  la  herejía  gnóstica,26  Basílides,  el  teólogo  gnóstico  de  mayor 
relieve  del  s.  II  (con  su  hijo  Isidoro)  y el  joven  Valentín,  que  llegará  a ser  el  siste- 
matizador filosófico  del  gnosticismo),27  todos  ellos  en  Alejandría.  En  cuanto  a los 
documentos,  encontramos  el  Evangelio  (o  Tradiciones)  de  Matías,  (probablemente 
compuesto  por  Basílides)  y luego  el  Evangelio  de  los  Egipcios  (de  autor  descono- 
cido y cuya  fecha  de  composición  tal  vez  sobrepasa  los  límites  de  esta  época,  pero 
casi  seguramente  en  Egipto).28  Otra  posible  composición  gnóstica  en  Egipto  en  es- 


- 5 Por  ejemplo,  Heracleon,  discípulo  de  Valentín  que  vivía  algún  tiempo  indeterminado  en  Alejandría, 
escribió  el  primer  comentario  sobre  el  Evangelio  de  Juan,  citado  48  veces  por  Orígenes. 

Cf.  Johannes  Quasten,  Patrología  Católica,  Madrid  1961,  I,  248. 

Sesenta  años  después  de  la  época  que  nos  concierne,  Tertuliano  tratará  de  quitar  toda  validez  a los 
argumentos  de  los  herejes  diciendo  que  su  recurso  a las  Escrituras  cristianas  es  inválido  porque  no  les 
pertenecen  (De  Praescrip.  Haer.,  c.  200  d.C.),  lo  cual,  sin  embargo,  muestra  que  desde  hacía  tiempo 
dichos  grupos  apelaban  de  una  manera  u otra  a las  Escrituras  cristianas  para  fundamentar  sus  propias 
doctrinas. 

Citado  por  Eusebio  de  Cesárea,  Hist.Ecl.  IV, 7 ,9-1 1. 

-7  Posiblemente  Valentín  no  era  todavía  tachado  de  “hereje”  cuando  vivía  en  Alejandría  (Ireneo  dice 
que  enseñaba  allí  en  tiempos  de  Adriano  Adv.  Haer.  ),  porque  solamente  después  de  estar  unos  años 
en  Roma  (pos  140  d.C.)  se  produjo  su  ruptura  con  la  iglesia  católica.  Tertuliano  e Ireneo  mencionan 
un  evangelio  escrito  por  Valentín,  que  podría  ser  el  “Evangelio  de  la  Verdad”  encontrado  en  la  colec- 
ción de  Nag  Hammadi  (1,3),  que  trataremos  en  la  3a  sección  del  presente  artículo,  por  ser  probable- 
mente del  siguiente  período  y de  otro  lugar. 

-8  No  hay  que  confundir  este  texto  conocido  a través  de  las  citas  que  de  él  hace  Clemente  Alejandri- 
no con  otro  del  mismo  nombre  descubierto  en  Nag  Hammadi,  más  extenso  y equivocadamente  llama- 
do así,  que  no  parece  tener  relación  con  éste,  ni  tener  nada  de  bíblico  ni  siquiera  de  cristiano.  Escribe 
Veilhauer  sobre  el  texto  que  nos  interesa:  “Los  fragmentos  de  Clemente  [de  Alejandría]  demuestran 
asimismo  hasta  la  saciedad  que  [...]  con  su  tendencia  ascética  (“encratita”),  con  la  concepción  dualis- 
ta subyacente  del  mundo  y del  hombre  y con  la  soteriología  correspondiente  nada  tiene  que  ver  con  la 
predicación  de  Jesús  ni  con  la  de  todo  el  Nuevo  Testamento,  sino  que  pertenece  al  ámbito  de  la  gno- 
sis...”  Historia  de  la  Literatura  Cristiana  Primitiva.  Sígueme,  Salamanca  1991.  693. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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ta  época  es  el  Evangelio  de  los  Hebreos  (pero  porque  su  lugar  de  composición  es 
muy  debatido  hoy,  será  tratado  en  el  siguiente  acápite).  Extracanónica  pero  no  gnós- 
tica  y casi  seguramente  de  Egipto  es  el  Apocalipsis  de  Pedro.19  La  Carta  de  [Ps.] 
Bernabé , por  ser  de  lugar  de  origen  discutido,  será  tratada  en  la  siguiente  sección. 
Sin  embargo,  varios  factores  hacen  que  los  documentos  gnósticos  no  arrojen  mucha 
luz  sobre  las  características  de  la  periferia  cristiana  en  esta  época.30  No  obstante,  el 
Evangelio  de  los  Egipcios  en  particular  deja  en  claro  que  existían  grupos  de  persua- 
sión protognóstica,  probablemente  en  áreas  rurales  de  la  Tebaida  y de  Libia,  ya  que 
esto  es  el  sentido  del  gentilicio  “egipcios”.31  A la  vez,  los  hallazgos  en  el  valle  del 
Nilo  de  textos  canónicos  del  Nuevo  Testamento  fechados  en  el  s.  II  nos  muestran 
que  también  había  grupos  de  cristianos  “ortodoxos”  allí. 

(3)  El  carácter  sincretista  del  cristianismo  alejandrino  en  ese  entonces 

Sobre  el  sincretismo  presente  en  los  orígenes  del  cristianismo  en  Egipto,  Fer- 
nández cita  un  párrafo  sorprendente  de  la  carta  del  Emperador  Adriano  al  cónsul 
Serviano  en  la  cual  comenta  algunas  idiosincrasias  de  los  alejandrinos.  Si  bien  la 
autoría  de  la  mencionada  carta  es  dudosa,  no  lo  es  tanto  su  autenticidad  como  testi- 
go de  la  situación  religiosa  en  Alejandría  hacia  fines  del  periodo  que  nos  interesa 
(c.  130  d.C.).32  He  aquí  la  cita: 

“Respecto  al  Egipto  que  me  alababas,  querido  Serviano,  he  llegado  a descubrirlo  co- 
mo enteramente  frívolo,  oscilante  y que  revolotea  a impulsos  de  cualquier  rumor.  Allí, 
los  que  veneran  a Serapis  son  cristianos  y se  hallan  consagrados  a Serapis  los  que  se 
hacen  llamar  obispos  de  Cristo.  No  existe  allí  un  solo  archisinagogo  de  los  judíos,  ni 
un  solo  samaritano,  ni  ningún  presbítero  de  los  cristianos  que  no  sea  astrólogo,  adi- 
vino o ensalmador  Incluso  el  mismo  patriarca,  cuando  llega  a Egipto,  se  ve  obligado 
por  unos  a adorar  a Serapis  y por  otros  a adorar  a Cristo ”33. 


29  Es  diferente  del  documento  del  mismo  nombre  en  la  colección  de  Nag  Hammadi. 

a)  las  obras  gnósticas  generalmente  son  de  carácter  esotérico  y no  circunstancial  (a  diferencia  de 
las  cartas  paulinas),  de  manera  que  es  difícil  reconstruir  la  vida  de  estos  grupos  a partir  de  sus  escri- 
tos; b)  por  eso  mismo,  sus  fechas  de  composición  suelen  ser  muy  difíciles  de  precisar;  c)  la  ubicación 
geográfica  de  su  composición  está  igualmente  abierta  a las  más  variadas  posibilidades;  d)  la  autenti- 
cidad de  la  atribución  a Basílides  en  el  caso  del  primer  documento  mencionado,  o la  identidad  del  au- 
tor de  la  segunda  obra  no  está  muy  clara;  y finalmente  e)  el  porcentaje  del  total  de  estas  dos  obras  que 
los  fragmentos  hoy  existentes  representan  es  tan  pequeño  que  hace  falta  ser  muy  cauteloso  al  momen- 
to de  sacar  conclusiones  de  ellas:  se  trata  de  unas  10-20  líneas  del  “Evangelio  (o  Tradiciones)  de  Ma- 
tías” y varias  perícopas  del  “Evangelio  según  los  Egipcios”. 

“Por  ‘egipcios ' deben  entenderse  los  provincianos  de  Tebaida  y de  Libia,  en  contraposición  a los 
egipcios  de  la  capital  (Alejandría).”  A.  de  Santos  Otero  Los  Evangelios  Apócrifos  2 BAC,  Madrid 
1991. 53 

^2  Dice  Fernández  respecto  a este  documento:  “...podría  reflejar  el  ambiente  en  Alejandría  en  el  año 
130,  pero  existen  serias  dudas  acerca  de  la  identidad  del  autor  de  la  carta,  por  lo  que  ha  de  ser  acepta- 
da con  cierta  reserva.  Bien  es  verdad  que  la  noticia  acerca  de  ese  entreverado  de  cristianos,  judíos  y 
otras  corrientes  religiosas  resulta  llamativa,  sobre  todo  en  lo  que  se  refiere  al  cristianismo,  pero  hay 
que  reconocer  igualmente  que,  en  algunos  de  los  asuntos  tratados  en  la  carta,  el  autor  no  se  aparta  un 
ápice  de  la  verdad  histórica  y,  así,  por  ejemplo,  cuando  describe  el  ambiente  de  la  ciudad  o el  carácter 
de  los  alejandrinos  lo  hace,  según  las  noticias  que  se  tienen  por  otras  fuentes,  con  gran  exactitud....  Es, 
por  tanto,  digna  de  ser  tenida  en  cuenta  como  fuente  documental.”  (JJ  Fernández,  Los  Orígenes  de  la 
Comunidad  Cristiana  de  Alejandría,  Univ.  Pontif.,  Salamanca  1994,  37) 

Citado  en  la  nota  20  en  J.J.  Fernández,  ibid.,  37. 


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TOMÁS  KRAFT  O P,  La  Iglesia  Primitiva  en  África 


Esta  visión  del  sincretismo  religioso  de  los  alejandrinos  también  encuentra 
confirmación  en  las  investigaciones  arqueológicas  de  Alejandría  y de  otras  ciuda- 
des africanas.34  El  ejemplo  de  los  discípulos  de  Carpócrates35  nos  da  un  caso  extre- 
mo de  sincretismo  religioso,  desde  el  lado  de  los  gnósticos  alejandrinos,  ofrecía  cul- 
to a una  imagen  de  Jesús,  colocada  entre  estatuas  de  filósofos  como  Pitágoras,  Pla- 
tón y Aristóteles,  y sus  seguidores  practicaban  inmoralidades  (orgías  y una  “comu- 
nidad de  bienes”  que  incluía  esposas!)  que  dieron  mala  reputación  a los  cristianos, 
según  Clemente  de  Alejandría.36  La  confusión  en  la  mente  de  la  gente  que  permitió 
que  los  vicios  de  los  carpocracianos  “se  pegaran”  a los  cristianos  es  tal  vez  un  indi- 
cio de  hasta  qué  punto  se  confundieron  los  diferentes  grupos  que  apelaban  todos 
ellos  a “Cristo”.  Por  otra  parte,  las  acusaciones  levantadas  por  Apión  y contestadas 
por  Josefo  ( Contra  Apión,  100-105  d.C.)  y el  5o  Oráculo  sibilino,  escrito  por  algún 
judío  alejandrino  entre  1 15  y 132  d.C.,  que  espera  la  destrucción  de  los  santuarios 
de  Isis  y Serapis,  y muestran  que  no  todos  los  creyentes  alejandrinos  estaban  de 
acuerdo  con  el  sincretismo  existente  en  su  ambiente.  En  caso  de  reflejar  la  situación 
religiosa  de  Egipto  la  Carta  de  Bernabé,  sería  indicio  de  un  rechazo  tajante  a lo  ju- 
dío que  anticipa  a Marción  en  muchos  aspectos. 

Conclusiones 

Como  conclusiones  de  este  segundo  acápite  de  la  primera  sección  de  nuestra 
investigación  tenemos  que: 

(1)  Es  casi  segura  la  existencia  de  algunas  escrituras  cristianas  en  la  zona 
mencionada  durante  el  periodo  estudiado.  No  el  total  del  actual  canon  neotestamen- 
tario,  pero  por  lo  menos  el  evangelio  de  Juan,  probablemente  las  cartas  de  Pablo, 
y posiblemente  también  Mateo:  los  tres  atestiguados  por  papiros  egipcios  fechados 
alrededor  del  año  200  d.C.  y corroborados  por  el  uso  de  ellos  que  hacen  los  docu- 
mentos egipcios  de  índole  gnóstico  del  siguiente  periodo. 

(2)  En  nuestro  periodo  consta  la  existencia  de  grupos  cristianos  protognósti- 
cos  en  Egipto.  Esto  se  deduce  sobre  todo  de  los  personajes  que  podemos  ubicar  con 
bastante  seguridad  en  Alejandría  en  esta  época:  Carpócrates,  Basílides,  Isidoro,  y el 
joven  Valentín.  Sus  respectivos  textos,  y algunos  sin  autor  conocido,  aunque  solo 
conocidos  fragmentariamente  hoy,  evidencian  la  vitalidad  del  gnosticismo  emer- 
gente. Más  allá  de  la  gran  metrópoli  parece  probable  que  dichos  grupos  se  hayan 
extendido  al  valle  del  Nilo  (la  Tebaida)  donde  más  tarde  tendrán  mucha  presencia, 
y posiblemente  a las  regiones  rurales  de  Libia  también. 

Consta  con  más  claridad  la  existencia  de  grupos  gnóstico-cristianos  que  la  de 
grupos  cristianos  “ortodoxos”  en  este  primer  periodo.  Pero  la  existencia  de  las  Es- 
crituras “canónicas”  ya  deducida  y la  evidencia  de  una  convivencia  pacífica  entre 
diferentes  religiones  (siguiente  punto)  nos  advierte  de  no  sacar  conclusiones  teme- 


^ Cf.  las  investigaciones  arqueológicas  presentadas  por  JJ.  Fernández  en  su  libro  ( ibid .,  115-124),  y 
sobre  Cartago  y Hadrumeto,  Hamman.  La  vida  cotidiana  de  los  primeros  cristianos  Palabra,  Madrid 
1985,  21,  n.  58. 

^ Mencionado  por  Ireneo  en  Adv.  Haer  1,25,6;  probablemente  refiere  a Marcela,  discípula  de  Carpó- 
crates en  Roma  a quien  Ireneo  puede  haber  conocido  personalmente. 

- ^ Stromata,  II!,  2,  5-9,  escrito  menos  de  un  siglo  después  de  Carpócrates. 


Cuadro  2 


169 


Cada  papiro  es  identificado  por  los  expertos  con  un  número  (px);  después  del  cual  viene  la 
extensión  del  texto  bíblico  que  contiene  (frag.  = fragmento)  y el  grupo  de  papiros  al  que  co- 
rresponde: Oxy  = Oxyrhynchus,  un  hallazgo  importante  de  papiros  en  el  valle  del  Nilo; 
Ch.B  = papiros  Chester  Beatty  (del  museo  Chester  Beatty,  Inglaterra);  Ryl  = otra  colección 
de  papiros  en  la  Univ.  John  Rylands,  etc..  Cuadros  con  línea  doble  representan  testimonios 
de  un  mismo  grupo  de  textos  neotestamentarios;  cuadros  con  línea  gruesa  son  papiros  que 
indican  ya  pasos  hacia  la  formación  del  canon  NT. 

Datos  según  el  Novuni  Testamentum  Graece , Nestle-Aland,  1993^.  (Los  papiros  marcados  con 
asterisco  son  fechados  diferentemente  por  otros  especialistas,  según  se  indica  en  cada  columna.) 


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TOMÁS  KRAFT  O.P.,  La  Iglesia  Primitiva  en  África 


rarias  como  las  afirmaciones  de  Bauer,  que  el  cristianismo  alejandrino  era  exclusi- 
vamente heterodoxo  hasta  fines  del  siglo  segundo.37 

(3)  Parece  que  el  cristianismo  alejandrino  era  sincretista  (o  tal  vez,  simple- 
mente no  todavía  definido  en  términos  de  ortodoxia/heterodoxia  ) en  esta  época.  Es- 
to se  desprende  de  la  carta  de  Adriano  al  procónsul  Serviano,  de  las  excavaciones 
arqueológicas  de  Alejandría  que  sugieren  una  pacífica  coexistencia  no  solo  entre  ju- 
díos y cristianos,  sino  también  de  los  dos  con  devotos  de  Serapis,  y de  la  ausencia 
de  documentos  polémicos  de  esta  región  geográfica  en  esta  época  (muy  al  contra- 
rio de  la  situación  a fines  del  siglo  segundo).  Pero  como  toda  generalización,  admi- 
te diferentes  grados,  llegando  en  algunos  casos  a extremos  de  sincretismo  o de  se- 
paración. Como  veremos  en  la  tercera  sección  de  este  artículo,  dicha  convivencia 
pacífica  se  iba  desapareciendo  hacia  fines  de  esta  etapa. 


2.  Datos  de  otros  lugares  durante  este  periodo  (35-138) 

En  esta  categoría  consideramos  los  numerosos  documentos  y personajes  vin- 
culados con  comunidades  cristianas  en  el  mismo  periodo  histórico,  pero  en  otras 
partes  del  mundo  (excluyendo  los  escritos  del  actual  canon  bíblico,  que  ya  han  si- 
do tratados  en  el  acápite  “a”  de  la  primera  categoría).  Es  peligroso  metodológica- 
mente aplicar  datos  sobre  las  condiciones  de  vida  y compromiso  de  los  cristianos  de 
Europa  o Asia  a Africa,  porque  puede  ser  que  hubiera  experiencias  coetáneas  del 
cristianismo  muy  distintas  en  diferentes  partes  de  la  cuenca  mediterránea.  Sin  em- 
bargo, donde  ciertos  rasgos  netamente  cristianos  en  otras  partes  del  mundo  coinci- 
den con  la  constatación  de  estos  mismos  rasgos  en  África  en  el  periodo  siguiente, 
hay  una  alta  probabilidad  que  hayan  existido  también  en  aquellas  mismas  regiones 
de  África  en  el  periodo  que  nos  interesa,  sin  que  nos  hayan  llegado  necesariamente 
pruebas  documentales  de  ello.  Así,  por  lo  menos,  propongo  proceder  en  este  artícu- 
lo, a no  ser  que  haya  evidencias  sólidas  que  contradicen  tal  extrapolación  retropro- 
yectiva...  Sobre  todo,  esta  pauta  metodológica  se  justifica  cuando  hay  indicios  de  un 
alto  grado  de  movilidad  — tanto  de  personajes  como  de  textos — entre  África  y es- 
tas otras  partes  de  la  cuenca  mediterránea  en  este  y el  siguiente  periodo  histórico, 
como  se  comprueba  en  los  mapas  3 y 4. 

Entre  los  documentos  de  más  probable  influencia  en,  o relación  con,  África 
en  esta  época  tenemos  las  cartas  de  Ignacio  de  Antioquía  (por  la  conexión  Antio- 
quía-Egipto-Cirenaica,  y aún  Antioquía-Cartago).  Sin  embargo,  poco  o nada  pode- 
mos concluir  sobre  el  cristianismo  en  África  de  estas  cartas,  tan  centradas  en  el  iti- 
nerario personal  de  su  autor  y la  situación  de  sus  iglesias  destinatarias  en  Asia  Me- 
nor y Roma.  El  libro  etiópico  de  Henocf  toda  una  colección  apocalíptica  muy  po- 
pular en  los  primeros  siglos  del  cristianismo,  contiene  pasajes  muy  duros  sobre  los 


^ Cf.  el  análisis  de  la  tesis  de  Bauer  y de  su  refutación  por  Barnard,  en  JJ.  Fernández,  op.  cit.,  84-93. 
Vielhauer,  ( Historia  de  la  Literatura  Cristiana  Primitiva.  Sígueme,  Salamanca  1991.  693)  hace  notar 
que  Bauer  publicó  su  estudio  un  año  antes  de  la  publicación  de  p-  ",  por  la  que  sus  conclusiones,  tal 
vez  legítimas  para  la  información  tenida  a ese  entonces,  tienen  que  ser  revisadas  profundamente. 

^ cuya  redacción  final  es  discutida  (¿judía  o cristiana?;  ¿dónde?),  probablemente  en  la  segunda  mi- 
tad del  siglo  primero  d.C.  pero  de  todas  maneras  valorado  en  Africa  en  los  siglos  venideros  porque  fue 
incluido  en  el  canon  copto  (de  la  Iglesia  de  Abisinia). 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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ricos,  opresores  de  los  pobres  y deja  entrever  una  dolorosa  brecha  entre  creyentes 
ricos  y pobres.  Dos  obras  que  convendría  considerar  juntas  son  la  Didajé,  especie 
de  catecismo-manual  de  disciplina  eclesiástica  probablemente  originaria  de  Siria, 
hacia  fines  del  primer  siglo  d.C.,  y la  llamada  Carta  de  Bernabé,  posiblemente  es- 
crita en  Alejandría  (pero  sin  seguridad  de  esta  ubicación)39,  alrededor  del  año  133 
d.C.  Este  último  documento  tiene  una  larga  sección  central  de  polémica  antijudía. 
En  ambos  escritos,  cuyas  secciones  parenéticas  son  casi  idénticas,  hay  evidencias 
de  fuertes  desigualdades  económicas  en  el  seno  de  la  comunidad  cristiana:  tratan  de 
temas  económicos  como  la  limosna  y la  comunidad  de  bienes,  condenan  la  explo- 
tación de  los  pobres  y denuncian  a los  “abogados  de  los  ricos”;  la  Carta  de  Berna- 
bé en  particular  valora  el  trabajo  manual.40  Desgraciadamente,  por  su  casi  identidad 
con  la  sección  de  “los  dos  caminos”  de  la  Didajé,  no  podemos  decir  con  seguridad 
que  los  consejos  de  esta  parte  de  Bernabé  reflejan  la  problemática  social  de  Egipto, 
sino  en  lo  que  tiene  de  propio.  El  Evangelio  de  los  Hebreos,  obra  de  carácter  clara- 
mente gnóstico,  antes  considerado  como  compuesto  en  Egipto  aunque  hoy  ya  no 
hay  consenso  sobre  esta  cuestión,  de  todas  maneras  era  conocido  por  Clemente  de 
Alejandría  y Orígenes.  Contiene,  entre  otras  cosas  notorias,  una  ampliación  del  re- 
lato de  Mt  12,9-13  que  presenta  al  hombre  con  la  mano  seca  como  un  albañil  que 
necesitaba  curarse  para  poder  volver  a su  trabajo,  y una  versión  algo  extraña  del 
bautismo  del  Señor41  que  “delata  que  la  gnosis  judeocristiana  es  un  componente,  si 
no  la  base,  de  [su]  teología”42. 

Por  otro  lado  conviene  notar  que  gracias  al  estudio  paciente  de  Ruiz  Bueno,43 
se  ha  establecido  cuál  era  el  estatus  de  los  cristianos  ante  el  Imperio  Romano  en  la 
época  que  nos  concierne:  a partir  de  Nerón,  eran  culpables  en  cuanto  cristianos,  y 
dignos  de  castigo  cuando  eran  denunciados  por  otros,  pero  no  merecedores  de  per- 
secución gratuita  por  el  Estado.  Así  confirman  Trajano  (a  Plinio  el  Joven)  y Adria- 
no (a  Minucio  Fundano),  añadiendo  Trajano  una  advertencia  de  no  hacer  caso  de 
acusaciones  anónimas,  y Adriano,  otra  semejante  de  investigar  y castigar  severa- 
mente acusaciones  calumniosas. 

Como  conclusión  de  este  acápite  diremos  que  en  este  periodo  existían  no  po- 
cas obras  producidas  en  otros  lugares,  tanto  ortodoxas  como  gnósticas,  que  proba- 


39  Vielhauer  (op  cit  634)  piensa  zanjar  la  cuestión  de  lugar  de  composición,  largamente  debatida,  al 
mostrar  que  la  idea  equivocada  que  tiene  la  carta  sobre  la  circuncisión  de  “todos  los  sacerdotes  paga- 
nos” (Bem  9,6)  solamente  sería  posible  desde  Egipto,  donde  efectivamente  todos  los  sacerdotes  paga- 
nos se  circuncidaban.  (Los  argumentos  anteriores  solían  partir  del  carácter  alegórico  del  escrito,  que 
eran  más  bien  argumentos  de  conveniencia;  el  argumento  de  Vielhauer  es  más  fuerte,  pero,  en  fin,  la 
acogida  que  le  dan  los  expertos  dirá  si  convence  o no). 

Did  1 ,5-6;  4,5-8  II  Bem  1 9,9. 1 1 (limosna);  Did  4,8  II  Bem  1 9,8  (comunidad  de  bienes);  Did  5,1-2  11 
Bem  20,1-2  (obras  del  camino  de  tinieblas:  oprimir  a los  pobres,  no  atender  a los  huérfanos  y viudas, 
ser  abogados  de  los  ricos/jueces  injustos  de  los  pobres);  Did  12,3-5  (ociosos  que  son  “traficantes  de 
Cristo);  Did  13,3-7  (ofrendas  de  las  primicias);  Bem  19,10  (valoración  del  trabajo  manual  como  igual 
al  ministerio  de  la  Palabra  para  el  rescate  de  los  pecados). 

91  Ambas  citas  en  de  Santos  Otero,  Los  Evangelios  Apócrifos  Católica,  Madrid  1991,  40-41  (ofrece 
un  elenco  agotador  de  citas  patrísticas  que  “reconstruyen”  hasta  donde  sea  posible  el  texto  del  evan- 
gelio). 

92  Vielhauer,  op.cit.,  689. 

93  D.  Ruiz  Bueno,  Actas  de  los  Mártires  Católica,  Madrid  1962.  76-101  (evidencias  del  Institutm  Ne- 
ronianum)  y análisis  de  textos  oficiales,  241-247  (Trajano)  y 251-257  (Adriano). 


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TOMÁS  KRAFT  O.P.,  La  Iglesia  Primitiva  en  África 


blemente  llegaron  a manos  de  los  primeros  cristianos  en  África,  y que  presentan  to- 
da una  problemática  socioeconómica  y política  de  la  comunidad  cristiana.  Entre  los 
datos  que  necesitarán  ser  verificados  para  África  en  el  siguiente  acápite  son:  (1)  la 
existencia  de  diferentes  niveles  socioeconómicos  entre  los  mismos  cristianos  (bre- 
cha entre  ricos  y pobres),  (2)  la  valoración  del  trabajo  manual,  y (3)  la  posibilidad 
de  persecuciones  debido  a la  oposición  latente  del  imperio  al  cristianismo. 

✓ 

3.  Datos  de  Africa  durante  el  periodo  siguiente 
(138-220  d.C.  y más  allá...) 

La  tercera  categoría  abarca  las  informaciones  que  existen  en  los  lugares  es- 
tudiados que  provienen  del  periodo  inmediatamente  posterior  al  que  nos  interesa, 
y que  por  lo  tanto  mantienen  cierta  cercanía  cronológica  con  el  periodo  estudiado. 
(Se  mencionarán  al  final  también  otros  testimonios  africanos  más  alejados  en  el 
tiempo  de  nuestro  periodo.)  La  mayoría  de  estos  documentos  y datos  sobre  la  acti- 
vidad de  personajes  en  varios  sitios  de  la  costa  mediterránea  de  África  distan  medio 
siglo  del  fin  de  nuestro  periodo,  pero  entonces  a partir  de  esas  fechas  (180  d.C.)  pu- 
lulan, durante  40  años,  testigos  y documentos  que  nos  dan  una  visión  muy  detalla- 
da, pluralista  y dinámica  de  las  comunidades  cristianas  en  el  litoral  del  norte  de 
África  y también  en  el  interior.  Entre  los  grandes  centros  de  esta  época  tenemos: 
Alejandría  (anfitrión  del  “Didaskaleion”44)  y Cartago,  con  grupos  de  mártires  en 
ambos  sitios,  sobre  todo  este  último45.  Los  personajes  más  destacados  de  la  ortodo- 
xia cristiana  en  esta  época  son  Agripa  Castor,  Panteno,  Clemente  Alejandrino  y Orí- 
genes (todos  en  Alejandría),  y Tertuliano  en  Cartago.  Entre  los  cristianos  heterodo- 
xos, además  de  algunas  figuras  de  la  época  anterior  mencionadas  en  relación  con 
Alejandría,  tenemos  a los  marcionitas  Apeles  (en  Alejandría)  y Hermógenes  (en 
Cartago),  y Quintilla,  de  la  secta  de  Cayo,  también  en  Cartago.  Entre  las  obras  de 
esta  época  se  encuentran  los  grandes  tratados  de  Tertuliano,  Clemente  Alejandrino 
y Orígenes.  El  gnosticismo  floreciente  produjo  una  amplia  literatura  en  Egipto:  Ba- 
sílides  escribió,  entre  otras  cosas,  una  obra  llamada  Exegética  (24  libros  sobre  el 
Evangelio,  hoy  perdido),  y su  hijo  Isidoro  escribió  varios  tomos  de  índole  filosófi- 
ca. Probablemente  de  este  lugar  y de  esta  época  provienen  el  Testimonio  de  la  Ver- 
dad, la  Enseñanza  de  Silvano  y la  redacción  cristiana  de  las  Sentencias  de  Sexto  (to- 
dos ellos  de  Nag  Hammadi).  Finalmente  tenemos  el  enigmático  papiro  de  Egerton 
(fragmento  de  un  evangelio  desconocido,  tal  vez  producto  de  Egipto)  y el  Evange- 
lio de  Tomás,  una  colección  abigarrada  de  1 14  dichos  de  Jesús  (algunos  paralelos  a 
los  dichos  evangélicos,  otros  posiblemente  auténticos  dichos  extracanónicos  de  Je- 
sús, y otros  claramente  invenciones  o ampliaciones  gnósticas).46  A pesar  de  esta  plé- 
tora de  obras  producidas  o difundidas  en  Egipto  en  el  periodo  que  sigue  al  de  nues- 


4^  Escuela  teológico-catequética  de  Alejandría  con  la  cual  se  asociaron  sucesivamente  Panteno,  Cle- 
mente de  Alejandría  y Orígenes. 

45  Las  actas  de  los  mártires  nos  dan  evidencias  además  de  la  implantación  del  cristianismo  en  las  zo- 
nas rurales  aledañas  de  ambos  centros  urbanos. 

46  Aunque  probablemente  escrito  en  el  S.  II  d.C.,  y casi  seguramente  de  origen  sirio,  tiene  relevancia 
para  nuestro  tema  principalmente  porque  es  atestiguado  en  Egipto  por  varios  papiros  griegos  de 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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Mapa  3:  Movilidad  constatada  de  personas  y obras  desde  o hacia  Africa,  35-138  d.C. 


Mapa  4:  Movilidad  constatada  de  personas  y obras  desde  o hacia  África,  138-220  d.C. 


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tro  estudio,  en  este  ambiente  del  gnosticismo  emergente  es  altamente  riesgoso  re- 
troproyectar  por  60  ó 80  años  las  formas  de  convivencia  social  o relaciones  entre 
grupos  religiosos  si  no  están  corroboradas  para  la  época  anterior. 

El  estudio  detallado  del  cristianismo  africano  en  esta  época  sobrepasa  el  pre- 
sente artículo,  pero  aquí  convendría  presentar  en  resumen  el  trabajo  de  otros  histo- 
riadores como  Hamman  y Hoomaert.47  Entre  los  rasgos  típicos  del  cristianismo  en 
el  continente  africano  en  esta  época  conviene  destacar: 

(1)  La  formación  paulatina  del  canon  de  las  Escrituras : evidencias  de  la  ve- 
tus  latina  en  las  actas  de  los  mártires  escilitanos  y en  Tertuliano  (traducción  incul- 
turada de  los  evangelios  y el  Corpus  paulinum  por  lo  menos);  y el  uso/abuso  de  las 
Escrituras  cristianas  ortodoxas  por  los  herejes  (ver  la  Exegética  de  Basílides,  y la 
Praescr.  Haer.  de  Tertuliano  donde  quiere  excluir  categóricamente  semejante  recur- 
so). 

(2)  Una  muy  amplia  difusión  de  obras  cristianas  (ortodoxas  y heterodoxas), 
tanto  desde  el  norte  del  Mediterráneo  hacia  África48  como  desde  África  hacia  Euro- 
pa49. La  controversia  sobre  la  fecha  de  Pascua  (189-190  d.C.)  es  un  temprano  indi- 
cio (caso  documentado)  del  grado  de  contacto  entre  las  iglesias  de  la  oikumene. 
También  hay  mucho  mayor  tránsito  de  personas  con  relación  a África  documenta- 
do en  esta  época,  que  en  la  época  anterior  (comparar  mapas  3 y 4);  los  itinerarios 
de  Panteno  y Clemente  de  Alejandría  son  especialmente  interesantes. 

(3)  Una  evolución  desde  la  convivencia  sincretista  pacífica  de  la  época  ante- 
rior a un  deslinde  entre  “ortodoxia”  y “herejía”.  Irónicamente  esta  distinción  está 
especialmente  notoria  en  Tertuliano,  en  Cartago  (que  luego  se  separará  de  la  Iglesia 
católica);  también  se  encuentra  en  los  alejandrinos  Agripa  Castor,50  Clemente  y Orí- 
genes; hasta  los  gnósticos  reclaman  su  autenticidad  evangélica  mediante  la  propia 
“tradición  apostólica”  secreta. 

(4)  La  constatación  de  divisiones  intraeclesiales,  especialmente  en  Cartago 
donde  parece  haber  sido  más  cuestión  de  ambiciones  y vicios  personales  que  de 
posturas  teológicas,  grupos  sociales  o diferencias  económicas  (cf.  Passio  Perp.  y la 
Exhort.  ad  mártires  de  Tertuliano);  más  tarde  se  verá  el  endurecimiento  de  posturas 
llevando  a la  formación  de  grupos  separatistas,  la  plaga  de  la  iglesia  de  Cartago  du- 
rante siglos. 


Oxyrhynchus  fechados  por  el  año  200  d.C.  y poco  después  es  mencionado  también  por  Orígenes.  El 
texto  completo  tenemos  sólo  en  idioma  copto,  de  la  colección  de  Nag  Hammadi,  aunque  los  fragmen- 
tos griegos  de  los  papiros  mencionados  representarían  una  versión  más  antigua  y menos  gnóstica.  Un 
buen  estudio:  M.  Alcalá,  El  Evangelio  Copto  de  Tomás:  palabras  ocultas  de  Jesús  Sígueme  Salaman- 
ca 1989. 

47  A.  Hamman,  La  vida  cotidiana  de  los  primeros  cristianos  Palabra,  Madrid  1985  y E.  Hoomaert,  La 
Memoria  del  Pueblo  Cristiano  Paulinas,  Buenos  Aires  1985. 

48  Tertuliano  en  Cartago  recoge,  conoce  y comenta  muchas  obras  de  otras  partes;  asimismo  Clemen- 
te y sobre  todo  Orígenes  en  el  Didaskaleion  hacen  otra  monumental  recolección  y evaluación  crítica 
de  obras  de  todo  el  mundo  cristiano  de  ese  entonces. 

49  En  este  plano  la  obra  maestra  de  Ireneo  Adv.  Haer.  (ca.  185  d.C.),  también  atestiguado  en  Egipto 
por  el  papiro  Oxy  405  (s.  II/I11),  es  la  más  notoria  entre  las  hoy  existentes.  Otros  muchos  padres  de  la 
Iglesia  hicieron  cosas  semejantes,  por  ejemplo  Justino,  30  años  antes  que  él,  pero  desgraciadamente 
sus  obras  se  han  perdido. 

50  Agripa  Castor  escribió  la  primera  y más  contundente  refutación  a la  obra  de  Basílides  -hoy  perdi- 
da- probablemente  antes  de  1 50  d.C. 


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(5)  Se  va  perfilando  en  Alejandría  una  especie  de  “ cristianismo  sapiencial" ,51 
sobre  todo  tomando  en  cuenta  la  literatura  que  se  manejaba  en  esta  época  en  Egip- 
to52 y la  presencia  de  escuelas  organizadas  (según  Ireneo,  Basílides  y Valentín  eran 
maestros,  y sobre  todo  el  Didaskaleion  en  Alejandría). 

(6)  Una  marcada  práctica  de  la  fraternidad/igualdad  entre  “hermanos”  cris- 
tianos, por  la  que  desaparecieron  entre  ellos  las  diferencias  de  clase  y no  se  conser- 
vaban las  tradicionales  barreras  sociales  (visto  como  una  especie  de  “promiscuidad” 
social  por  los  paganos,  cf.  Tertuliano;  mártires  de  Cartago)53. 

(7)  El  predominio  de  cristianos  pobres  en  África  según  lo  retratado  por  Ter- 
tuliano al  hablar  de  la  depositatae  pietatis,  una  especie  de  fondo  de  solidaridad  pa- 
ra socorrer  a los  más  necesitados  de  la  comunidad54  que  indica  la  situación  precaria 
de  muchos  cristianos  africanos  de  esta  época,  y demuestra  la  capacidad  de  esas  co- 
munidades cristianas  de  ingeniar  respuestas  estructurales  a los  problemas  sociales, 
y el  hecho  que  todavía  después  del  200  d.C.  Clemente  de  Alejandría  tenía  que  ha- 
cer apología  por  los  cristianos  ricos  (¿Qué  rico  se  salvará?  ). 

(8)  La  ascética  del  celibato  y el  encratismo  (atestiguados  con  diferentes  ma- 
tices en  Tertuliano,  Clemente  Alej.,  Orígenes;  el  Testimonio  de  la  Verdad  y Evange- 
lio de  Tomás). 

(9)  El  papel  destacado  de  las  mujeres : su  igualdad  ante  el  martirio  (escritos, 
visiones  de  Perpetua  en  Cartago),  mujeres  en  los  ministerios  de  la  comunidad  cris- 
tiana (Tertuliano  y Clemente  Alej.)  y su  papel  reivindicativo  (el  caso  de  María  Mag- 
dalena y Salomé  en  el  Evangelio  de  los  Egipcios* 5*). 

(10)  El  martirio.  Entre  los  documentos  más  fidedignos  están  las  actas  de  los 
mártires  africanos:  (sobre  todo  de  los  escilitanos,  y de  Perpetua  y compañeros;  se- 
cundariamente, los  de  Alejandría  y la  Tebaida);  además  hay  exhortaciones  al  mar- 
tirio de  Tertuliano  y Orígenes,  mientras  Basílides  consideraba  el  martirio  inútil  y era 
partidario  de  apostasía  en  situaciones  de  persecución. 

Existen  también  en  África  obras  muy  posteriores  a la  época  estudiada  en  el 
presente  artículo  pero  relevantes  para  nuestro  tema,  que  convendría  señalar  aunque 
sobrepasan  los  límites  de  este  trabajo.  Entre  ellas  destaca  el  hallazgo  en  1945-48  de 
una  pequeña  biblioteca  (de  45  obras,  principalmente  gnósticas,  contenidas  en  1 3 có- 
dices) que  hoy  se  conoce  por  el  lugar  de  su  descubrimiento:  Nag  Hammadi,  535  km 
al  sur  de  El  Cairo.  Aunque  la  fecha  de  enterramiento  de  dichos  libros  es  alrededor 


51  Esta  feliz  expresión  es  de  JJ  Fernández:  op.cit.  177-180 

5-  el  corpus  filosófico-exegético  de  Filón:  José  y Asenet  (apócrifa  judía  probablemente  escrita  antes 
de  la  persecución  de  Trajano  117  d.C.,  y muy  popular  entre  los  cristianos  de  Egipto  por  su  temática 
susceptible  de  interpretación  cristiana),  los  evangelios  gnósticos  de  Matías  y de  los  Egipcios;  y obras 
compuestas  hacia  fines  de  este  periodo:  las  Sentencias  de  Sexto,  el  Testimonio  de  la  Verdad,  y las  En- 
señanzas de  Silvano.  Estas  tres  últimas  tienen  carácter  netamente  sapiencial. 

Cf.  la  descripción  muy  equilibrada  y muy  documentada  de  Hamman,  op.  cit.  47-53.  Hoomaert  so- 
bre el  mismo  tema  me  parece  más  unilateral. 

54  En  su  Apología  39,7,  Tertuliano  explícita  que  se  utilizaba  para  sustentar  a huérfanos,  dar  el  dote  a 
chicas  pobres  para  que  se  puedan  casar,  sostener  y enterrar  a los  indigentes,  socorrer  a los  náufragos, 
liberar  a los  esclavos,  atender  a los  desterrados,  y aliviar  a los  que  sufrían  trabajos  forzados  en  las  mon- 
tañas, las  islas  y las  prisiones  por  causa  de  su  fe,  es  decir,  a los  “confesores”. 

55  Más  radical  todavía  en  esta  línea  es  el  gnóstico  “Evangelio  de  María  [Magdalena]”  donde  María 
Madgalena  ha  recibido  revelaciones  secretas  de  Jesucristo  que  no  fueron  dadas  al  mismo  Pedro  (sím- 
bolo de  la  Iglesia  jerárquica),  en  papiros  del  s.  II  en  Egipto,  pero  de  procedencia  no  determinada. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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del  año  400  d.C.,  nos  dan  versiones  bastante  antiguas  de  muchas  obras  conocidas 
anteriormente  por  citas  en  sus  refutadores.  Irineo,  Clemente,  Orígenes....  Varias  de 
las  obras  gnósticas  o protognósticas  mencionadas  en  este  artículo  nos  son  conoci- 
das por  medio  de  este  importante  hallazgo. 

Por  otro  lado  están  los  Padres  de  la  Iglesia  en  la  “edad  de  oro”  de  la  Iglesia 
africana,  que  nos  transmiten  algunas  informaciones  inéditas  sobre  los  orígenes  y la 
historia  del  cristianismo  en  África.  En  este  plano  merecerían  nuestra  atención  cier- 
tas obras  de  Cipriano  y Agustín  con  referencias  históricas  sobre  Cartago,  y la  escue- 
la teológica  de  Alejandría  que  va  hasta  Dídimo  el  Ciego  (siglo  IV),  en  cuanto  pre- 
supone una  larga  trayectoria  de  erudición  que  nos  permite  retroproyectar  bastante 
tiempo  atrás  la  actividad  exegético-catequética  de  los  cristianos  alejandrinos.  Pero 
estos  estudios  quedarán  para  desarrollar  en  otra  fecha  y otras  personas. 

4.  Datos  de  otros  lugares  del  mismo  periodo 
(138-220  d.C.  y mas  allá) 

El  cuarto  grupo  de  testimonios  considerados,  son  textos  que  distan  tanto  geo- 
gráfica como  cronológicamente  de  nuestro  lugar  y periodo,  pero  que  proporcionan 
información  sobre  esta  región  en  el  marco  histórico  indicado,  cuyas  afirmaciones 
necesitan  una  lectura  crítica,  pero  que  pueden  conservar  auténticos  datos  que  no  se 
encuentran  entre  los  escasos  y fragmentarios  documentos  de  la  época  que  han  so- 
brevivido hasta  hoy. 

El  Pastor  de  Hermas,  escrito  en  Roma  a mediados  del  siglo  II,  llegó  pronto 
después  a Egipto  (donde  apareció  entre  los  papiros  de  Oxyrhynchus,  c.  200  d.C.)  tal 
vez  corresponde  a la  situación  social  de  Egipto  a ese  entonces.  Justino  Mártir  (t  165 
d.C.)  nos  da  un  dato  curioso  sobre  un  anónimo  cristiano  alejandrino  que  pidió  per- 
miso al  prefecto  de  Alejandría  para  castrarse  (y  no  recibió  permiso!)56.  Entre  las  obras 
de  esta  época  es  bien  interesante  el  tratado  polémico  (anticristiano)  de  Celso  (170- 
178  d.C.),  que  tendrá  su  respuesta  más  contundente  60  años  más  tarde  de  la  pluma 
de  Orígenes  (ya  no  desde  Alejandría  sino  desde  Cesárea).57  Por  otro  lado  Ireneo,  en 
su  obra  maestra  Adversas  Haereses  (escrita  desde  Lyon,  ca.  185  d.C.)  nos  proporcio- 
na los  datos  fundamentales  sobre  los  diferentes  heresiarcas  de  su  tiempo  y de  las  épo- 
cas anteriores.  Muchos  de  los  datos  presentados  en  apartados  anteriores  sobre  los 
personajes  claves  de  gnosticismo  emergente  en  África  vienen,  de  hecho,  de  Ireneo. 

Algunos  textos  incluso  muy  posteriores  a los  hechos  estudiados,  por  ejemplo 
la  Historia  Eclesiástica  de  Eusebio  de  Cesárea,  por  su  mismo  género  de  historia  de 
la  Iglesia,  merecen  nuestra  atención.  El  libro  de  J.J.  Fernández  ofrece  una  penetran- 
te, multifacética  y muy  equilibrada  evaluación  de  esta  y otras  obras  de  la  misma  ín- 
dole, y sería  inútil  repetir  aquí  sus  detalladas  apreciaciones.5*  Pero  sí  conviene  pre- 
sentar lo  que  concluye  respecto  a la  lista  de  obispos  que  transmite  Eusebio  que,  su- 


Justino,  Apología  I,  29,23.  El  incidente  ocurrió  en  tiempos  de  la  prefectura  de  Minucio  Féliz  (151- 
154  d.C.),  y por  tanto  poco  después  del  cierre  de  la  época  que  nos  concierne. 

^ Tanto  Hamman  como  Hoornaert  en  sus  obras  citadas  en  la  bibliografía  desarrollan  extensamente  y 
en  forma  complementaria  los  datos  de  Celso. 

J.J. Fernández  Sangrador  Los  Orígenes  de  la  Comunidad  Cristiana  de  Alejandría.  Univ.  Pontif.,  Sa- 
lamanca 1994,  43-53. 


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puestamente,  traza  la  sucesión  apostólica  de  los  obispos  de  Egipto  desde  el  apóstol 
San  Marcos.  Según  tradiciones  de  la  Iglesia  copta,  Marcos  evangelizó  la  ciudad  de 
Alejandría  y posteriormente  encontró  el  martirio  en  la  misma  ciudad.  Por  las  refe- 
rencias imprecisas  de  Eusebio  respecto  a las  fuentes  utilizadas  para  esa  parte  de  su 
obra,  la  carencia  completa  de  referencias  a San  Marcos  como  fundador  de  la  iglesia 
de  Alejandría  en  obras  de  Clemente  y Orígenes  (y  todos  los  demás  escritores  ante- 
riores a Eusebio),  además  de  las  discrepancias  internas  y externas  de  las  Homilías 
pseudoclementinas  (que  proponen  más  bien  a Bernabé  como  fundador  de  la  iglesia 
de  Alejandría),  Fernández  descarta  la  Historia  Eclesiástica  como  fuente  histórica 
sobre  los  orígenes  de  la  iglesia  de  Alejandría.  Lo  cual  no  significa,  por  supuesto, 
que  sea  igualmente  descartable  todo  lo  que  Eusebio  informa  sobre  Alejandría. 

Sin  entrar  en  detalles  de  argumentación  sobre  puntos  específicos,  podemos 
sacar  algunas  conclusiones  de  este  periodo  para  apoyar  cosas  ya  dibujadas  para  la 
época  que  nos  interesa  (los  números  de  los  incisos  corresponden  a los  de  la  tercera 
sección  del  artículo): 

( 1 ) La  formación  del  canon  del  Nuevo  Testamento  en  el  mundo  cristiano  (Jus- 
tino, Irineo  tempranos  testigos)  y el  uso/abuso  de  las  escrituras  por  los  heterodoxos 
(datos  en  Adv.  Haer.  de  Ireneo). 

(2)  El  gnosticismo  seguía  floreciendo  en  el  norte  de  África  según  los  datos  su- 
ministrados por  Irineo  (y  después  de  él,  y en  muchos  casos  dependiente  de  Ireneo, 
Eusebio  de  Cesárea)  y la  “ Carta  de  Pablo  a los  alejandrinos  “ probablemente  de  cu- 
ña marcionita,  mencionada  por  el  Canon  Muratori. 

(3)  La  existencia  de  una  jerarquía  ortodoxa  (iglesia  encabezada  por  obispos) 
en  Alejandría  por  lo  menos  desde  180  d.C.,  según  la  actual  valoración  de  los  datos 
transmitidos  por  Eusebio  de  Cesárea  (HE  III- V). 

(4-5)  La  existencia  de  escuelas  heterodoxas  y de  la  Didaskaleion  mencionadas 
por  Hipólito,  Irineo  y Eusebio. 

(6-7)  El  cristianismo  en  Egipto  parece  haber  sido  mayoritariamente  pobre  se- 
gún la  visión  del  cristianismo  tanto  del  Pastor  de  Hermas  como  de  la  obra  polémi- 
ca de  Celso. 

(8)  Evidencias  del  celibato/encratismo  en  la  mención  del  cristiano  alejandri- 
no que  pidió  permiso  para  castrarse  (Justino,  Apol.  I 29,23)  y la  confusión  en  la 
mente  de  Eusebio  (HE  II,  16-17)  de  los  Terapeutae  (comunidad  mixta  de  judíos  cé- 
libes en  tiempos  de  Filón)  con  los  primeros  cristianos  egipcios. 

(9)  Numerosos  mártires  cristianos  en  África  60  años  después  del  cierre  de 
nuestro  periodo  (197-203  d.C.)  bajo  la  nueva  legislación  del  emperador  africano 
Septimio  Severo  (imperio  193-211  d.C.)... 


Conclusiones  generales 

Para  no  alargar  más  este  artículo  ya  demasiado  extenso,  paso  a presentar  las 
conclusiones  sintéticas  de  toda  nuestra  investigación.  Primero  hay  cinco  puntos 
(con  sus  respectivos  incisos)  que  considero  justificado  afirmar  acerca  del  cristianis- 
mo primitivo  en  África  (35-138  d.C.)  Luego,  un  sexto  punto  con  varios  incisos  que 
contiene  aspectos  que  podría  bien  ser  características  del  cristianismo  africano  en  es- 
ta época,  pero  cuya  documentación  (según  mis  conocimientos)  no  justifica  retropro- 
yectarlos  hasta  las  fechas  de  nuestro  estudio.  No  obstante,  los  presento  para  que 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA.  N°  29 


179 


otros  que  tienen  datos  diferentes  u otras  maneras  de  evaluar  los  datos  aquí  mencio- 
nados puedan  tal  vez  confirmar  o refutar  estos  posibles  rasgos  de  la  primera  etapa 
del  cristianismo  africano. 

1.  Hay  evidencia  documentaría  directa  (constatada)  e indirecta  (inferida)  de 
presencia  cristiana  y gnóstico-cristiana  en  el  continente  africano  (concretamente  en 
Egipto)  en  el  periodo  investigado: 

a)  Hay  constancia  de  la  presencia  de  las  escrituras  canónicas  en  Egipto  (aun- 
que compuestas  en  otros  lugares):  definitivamente  el  Evangelio  de  Juan,  probable- 
mente las  cartas  paulinas  (hacia  fines  de  la  época)  y posiblemente  el  evangelio  de 
Mateo. 

b)  Consta  la  presencia  de  otros  escritos  cristianos  o gnóstico-cristianos,  algu- 
nos de  estos,  por  lo  menos,  probablemente  escritos  en  Egipto  en  ese  tiempo;  había 
probablemente  también  la  obra  de  redacción  cristiana  (reelaboración,  glosas)  de 
apócrifos  judíos  en  el  mismo  marco  cronológico  y geográfico.  Entre  las  obras  que 
propongo  como  representativas  de  Egipto  en  esta  época  son:  la  llamada  carta  de 
Bernabé,  el  Evangelio  según  los  Hebreos,  el  Evangelio  según  los  Egipcios,  el  Evan- 
gelio (o  Tradiciones)  de  Matías,  la  Exegética  de  Basílides,  y el  Apocalipsis  de  Pe- 
dro.59 


2.  Consta  un  elevado  nivel  de  contactos  y vínculos  personales  y documenta- 
les entre  el  cristianismo  naciente  en  África  y el  de  otros  puntos  de  la  cuenca  medi- 
terránea, y en  forma  creciente  (en  cuanto  las  evidencias  seguras  que  han  llegado 
hasta  nosotros). 

a)  Los  evangelios  sinópticos  y Hechos  de  los  Apóstoles  (y  la  tradición  muy 
discutible  transmitida  por  Eusebio  de  Cesárea)  revelan  un  vínculo  temprano  entre 
Cirenaica  por  un  lado  y Palestina,  Chipre  y Antioquía  por  otro. 

b)  Pablo,  Hechos  e Irineo  establecen  contactos  también  muy  tempranos  en  es- 
ta época  entre  Alejandría;  Asia  Menor  y Acaya. 

c)  Por  el  año  200  d.C.  hay  un  cierto  acopio  de  documentos  de  diferentes  si- 
tios en  el  valle  del  Nilo  y probablemente  Alejandría  contemporáneamente  o aún  an- 
tes: papiros  de  las  Escrituras,  fragmentos  del  Pastor  de  Hermas,  el  Adversus  Hae- 
reses  de  Irineo  y muchas  obras  gnósticos  de  origen  foráneo. 

d)  Los  contactos  se  incrementan  notoriamente  en  el  periodo  que  sigue  al  que 
estudiamos  aquí,  especialmente  entre  los  grandes  maestros  y sus  discípulos,  sean 
ortodoxos  o heterodoxos,  pero  probablemente  ya  en  nuestro  periodo  comenzaron 
sin  dejar  tanta  huella. 


Estoy  consciente  de  lo  relativo  de  esta  lista;  el  libro  citado  de  JJ.  Fernández  ( op  cit.)  muestra  la  tre- 
menda diversidad  -hasta  diría  capucho-  de  los  investigadores  respecto  a la  asignación  de  estos  docu- 
mentos “huérfanos”  de  época  y lugar.  Además,  remito  al  lector  a las  precisiones  hechas  en  el  cuerpo  del 
artículo;  algunos  documentos  tienen  “dobles”  en  Nag  Hammadi,  con  los  cuales  no  hay  que  confundir- 
los. Otros  documentos  cercanos  a este  tiempo  o posible  para  estos  lugares  serían:  el  Papiro  Egerton,  el 
Evangelio  de  Tomás  (aunque  no  originario  de  Egipto),  el  Evangelio  de  la  Verdad,  el  Protoevangelio  de 
Santiago,  las  Sentencias  de  Sixto  en  su  reelaboración  cristiana,  y la  Enseñanza  de  Silvano. 


180 


TOMÁS  KRAFT  O.P,  La  Iglesia  Primitiva  en  África 


3.  En  el  continente  africano  el  cristianismo  primitivo  estuvo  marcado  por  un 
pluralismo  a nivel  doctrinal-cúltico  que  en  el  principio  se  vivía  pacíficamente  e in- 
cluso tendía  al  sincretismo.  Hacia  fines  del  periodo  que  nos  ocupa  comienza  un  des- 
linde entre  la  ortodoxia  y heterodoxia,  y se  consuma  la  división  entre  judaismo  y 
cristianismo.  Los  cismas  entre  cristianos  aparecieron  en  el  continente  africano  en 
tiempos  de  Tertuliano. 

a)  La  convivencia  pacífica  entre  los  diferentes  grupos  está  atestiguada  por  la 
arqueología  de  residencias,  cementerios  y centros  de  culto;  además,  por  la  ausencia 
de  tratados  polémicos  en  Egipto  hasta  el  año  130  (Bernabé  y la  refutación  de  Basí- 
lides  por  Agripa  Castor). 

b)  El  sincretismo  está  evidenciado  por  la  carta  de  Adriano  a Serviano  y por 
la  conducta  de  los/las  discípulos/las  de  Carpócrates  en  Roma  pocos  años  después 
del  cierre  de  nuestra  época. 

c)  Al  cierre  de  este  periodo  comienza  una  etapa  de  bastante  enfrentamiento  que 
he  llamado  un  “deslinde”  entre  diferentes  grupos  religiosos  relacionados  con  el  cris- 
tianismo (judaismo,  la  corriente  que  se  definirá  como  “ortodoxa”,  y grupos  heterodo- 
xos reclamando  su  identidad  cristiana,  etc.).  Esto  se  ve  tanto  en  documentos  polémi- 
cos de  origen  extranjero  pero  presente  en  Egipto  ( Adv . Haer.  ) como  obras  de  origen 
africano  que  a partir  de  Bernabé  y la  refutación  de  Basílides  por  Agripa  Castor,  se  ha- 
cen cada  vez  más  frecuentes,  especialmente  al  fin  del  s.  II;  pululan  las  obras  “ Contra 
Fulano”  y las  exposiciones  doctrinales  “ Sobre  tal  o cual  aspecto  de  la  fe”. 

4.  El  estilo  de  cristianismo  que  parece  haber  predominado  en  Egipto,  espe- 
cialmente en  la  ciudad  culta  de  Alejandría,  era  un  cristianismo  sapiencial,  caracte- 
rizado por: 

a)  La  elocuencia  sagrada/predicación  docta  y la  búsqueda  de  la  sabiduría 
(Apolo),  el  acercamiento  a lo  filosófico  (Basílides,  Isidoro),  y especialmente  en 
Alejandría  se  cultivaba  la  interpretación  literaria  de  Filón  (cuyo  representante  más 
famoso  es  Orígenes,  pero  que  debe  haber  sido  transmitida  a lo  largo  de  los  dos  pri- 
meros siglos  cristianos). 

b)  Un  enfoque  ético  representado  por  algunos  apócrifos  judíos  muy  popula- 
res entre  los  cristianos,  José  y Asenet  y el  Testamento  de  Job;  por  los  cuadros  esca- 
tológicos  del  Apocalipsis  de  Pedro,  y posteriormente,  por  las  Sentencias  de  Sexto  y 
la  Enseñanza  de  Silvano. 

c)  La  frecuencia  de  temas  sapienciales  (el  sufrimiento,  Sofía  y el  sabio,  la  in- 
mortalidad/destino eterno;  Cristología  del  lógos  ) y el  uso  de  géneros  típicamente 
sapienciales  (como  dichos  o sentencias,  novelitas  edificantes,  y el  discurso  sobre  los 
“dos  caminos”). 

5.  La  situación  social  de  las  primeras  comunidades  cristianas  en  África,  (no 
obstante  la  probable  presencia  de  algunas  personas  pudientes)  parece  haber  estado 
principalmente  marcada  por: 

a)  Gente  pobre:  las  afirmaciones  de  Celso  parecen  coincidir  con  lo  que  sabe- 
mos de  los  mártires  escilitanos:  gente  humilde,  campesinos,  pequeños  comercian- 
tes...; solamente  en  tiempos  de  Tertuliano  se  afirma  que  los  cristianos  son  de  todos 
los  estamentos  sociales  y que  llegan  a los  más  altos  puestos;  Clemente  de  Alejandría, 
al  comienzo  del  siglo  III  d.C.,  tiene  que  dar  una  apología  por  los  cristianos  ricos  en 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


181 


términos  diametralmente  opuestos  a los  del  Pastor  de  Hermas  a mediados  del  s.  II; 
su  obra  El  Pedagogo  es  la  primera  obra  escrita  en  África  para  la  clase  alta. 

b)  Una  valoración  del  trabajo  manual  o artesanal,  rasgo  característico  de  los 
alejandrinos  ( Carta  de  Adriano  a Serviano  ) pero  que  aquí  adquiere  un  valor  evan- 
gélico (Bernabé,  Evangelio  de  los  Hebreos,  y posteriormente,  Oxyrynchus  1 y las 
labores  forzadas  mencionadas  por  Tertuliano  al  hablar  de  la  deposita  pietatis  ). 

c)  Una  solidaridad  eficaz  que  se  ve  realmente  impresionante  en  la  descripción 
de  la  deposita  pietatis  en  el  Apologeticum  de  Tertuliano;  pero  el  hecho  que  ya  el 
Nuevo  Testamento  conoció  colectas  para  los  pobres  de  Jerusalén,  hospitalidad  para 
con  los  forasteros  y solidaridad  con  los  encarcelados  sugiere  que  los  cristianos  afri- 
canos en  tiempos  de  Tertuliano  no  inventaban  sino  continuaban  la  práctica  cristia- 
na de  tiempos  de  San  Pablo.  Entonces  podemos  suponer  que  esta  solidaridad  eficaz 
se  venía  practicando  desde  los  comienzos  de  la  fe  cristiana  en  África.  (Cf.  las  sec- 
ción moral  de  la  carta  de  Bernabé  ). 

6.  Pongo  a continuación  algunos  rasgos  probables  del  cristianismo  africano 
durante  el  primer  siglo  d.C.,  pero  que  no  veo  sostenible  afirmar  ateniéndose  a los 
datos  que  tenemos  a mano.  Pero  son  rasgos  seguros  para  el  cristianismo  africano  de 
una  época  posterior,  y es  fascinante  especular  sobre  su  posible  origen  en  el  primer 
siglo  de  cristianismo  en  el  continente: 

a)  Los  comienzos  del  proceso  de  la  formación  de  un  “canon”  bíblico,  ya  evi- 
denciado en  otros  lugares  durante  nuestra  época,  y en  África  a partir  de  fines  del  s. 
II  (p^  p45.  actas  de  los  mártires  de  Escili)  y la  primera  traducción  de  las  Escritu- 
ras cristianas  al  latín  (la  vetus  latina  ) ciertamente  atestiguada  hacia  fines  del  s.  II 
en  África  proconsular  (Acta  de  los  mártires  de  Escili,  Tertuliano;  posteriormente  Ci- 
priano de  Cartago). 

b)  Una  preocupación  con  el  bautismo:  lo  deducido  al  respecto  de  nuestro  aná- 
lisis de  1 Co  y Hch  18-19;  ¿tiene  alguna  relación  con  los  siguientes  datos?  Berna- 
bé y el  Evangelio  según  los  Hebreos  lo  destacan;  Clemente  Alejandrino  cita  a Teo- 
doto  (discípulo  alejandrino  de  Valentín)  sobre  el  bautismo,  y en  ciertas  obras  gnós- 
ticas  que  circulaban  en  Egipto  Juan  el  Bautista  tenía  precedencia  sobre  el  mismo 
Cristo  porque  “el  bautismo  de  Juan”  es  el  que  realmente  valía,  y Cristo  era  un  fal- 
so Mesías,  el  “Cristo  de  la  nada”...  Luego,  Cartago  es  el  sitio  de  mayor  desarrollo 
temprano  de  la  doctrina  de  este  sacramento:  Quintilla  ataca  la  práctica  cristiana  del 
bautismo,  y recibe  su  respuesta  en  el  De  Baptisma  de  Tertuliano  (primera  obra  so- 
bre el  tema  y único  tratado  sacramental  preniceno);  pocos  años  después  tenemos  las 
importantes  conclusiones  dogmático-pastorales  del  Io  Concilio  de  Cartago  sobre  el 
bautismo  de  los  herejes... 

c)  La  presencia  de  una  opción  célibe  promovida  por  la  comunidad  cristiana, 
tanto  en  círculos  ortodoxos  en  forma  equilibrada,  como  en  círculos  gnósticos  bajo 
la  forma  del  encratismo:  ¿habría  una  continuidad  histórica  entre  la  vivencia  del  ce- 
libato por  los  Terapeutae  (confundidos  con  los  cristianos  por  Eusebio...)  y José  y 
Asenet  con  el  Evangelio  según  los  Egipcios,  el  caso  raro  del  alejandrino  cristiano 
(“uno  de  los  nuestros”  c.  150  d.C.)  mencionado  por  Justino  y la  tradición  pro-céli- 
be de  Clemente,  Orígenes,  el  Testimonio  de  la  Verdad,  y el  Evangelio  se^ún  Tomásl 

d)  El  lugar  social  de  las  mujeres  en  el  cristianismo  primitivo  en  África  es  un 
tema  que  reclama  mayor  estudio.  En  el  periodo  siguiente  al  de  nuestro  estudio  he- 


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TOMÁS  KRAFT  O.P,  La  Iglesia  Primitiva  en  África 


mos  visto  la  igualdad  de  las  mujeres  con  los  varones,  e incluso  su  preeminencia  co- 
mo en  el  caso  de  los  mártires  de  Cartago  (el  alegre  y hermoso  testimonio  de  Perpe- 
tua), constatación  de  la  presencia  de  mujeres  en  ministerios  eclesiales  (Tertuliano  y 
Clemente  A.),  y el  papel  reivindicativo-contestatario  de  la  mujer  en  los  evangelios 
gnósticos  (Evangelio  de  los  Egipcios  y otros),  que  a la  vez  rebajaban  la  dignidad  de 
la  mujer  por  su  desprecio  de  la  sexualidad  en  general  y del  sexo  femenino  en  parti- 
cular. Parece  que  a pesar  de  todo  las  mujeres  desempeñaban  un  papel  importante  en 
dichos  grupos  heteredoxos.  Probablemente  un  paciente  análisis  de  los  documentos 
y datos,  utilizando  los  métodos  de  la  lectura  feminista  (sospecha  ideológica,  etc.), 
podría  empujar  más  allá  de  mis  conclusiones  el  conocimiento  del  lugar  de  la  mujer 
en  este  poco  conocido  capítulo  de  la  historia  del  cristianismo. 

e)  Las  persecuciones  y el  martirio,  no  tienen  ningún  apoyo  documental  ni  in- 
ferencial  para  África  antes  de  1 80  d.C.  No  así  para  otras  partes  del  mundo  cristiano 
en  esta  época  (Ignacio  de  Antioquía,  persecución  de  Bitinia)  y medio  siglo  después 
de  nuestro  periodo  tanto  en  África  (mártires  de  Escili,  de  Cartago,  de  Alejandría  y 
la  Tebaida)  como  en  Europa  (Policarpo,  Justino,  mártires  de  Viena  y Lyon),  Sí  hay 
evidencias  de  persecuciones  de  judíos  en  Egipto  y Cirenaica  en  varias  ocasiones, 
pero  su  situación  social  y los  motivos  de  antipatía  son  muy  diversos  entre  judíos  y 
cristianos.  Sería  pura  especulación  y cosa  muy  atrevida  retroproyectar  un  fenóme- 
no tan  dependiente  de  los  cambiantes  vientos  políticos  medio  siglo  para  atrás.  Lo 
único  que  pudimos  establecer  para  nuestro  marco  cronológico  al  respecto  es  la  po- 
lítica oficial  del  Imperio  respecto  a los  cristianos,  siguiendo  el  estudio  de  Ruiz  Bue- 
no mencionado  en  el  acápite  correspondiente. 

Bibliografía  Básica 

DE  SANTOS  OTERO,  A.  Los  Evangelios  Apócrifos  edición  crítica  y bilingüe  B.A.C.  148. 
Católica,  Madrid  1991,  781  pp. 

FERNÁNDEZ  SANGRADOR,  J.J.  Los  Orígenes  de  la  Comunidad  Cristiana  de  Alejandría. 
Plenitudo  Temporis  1 Universidad  Pontificia  Salamanca,  1994,  233pp. 

HAMMAN,  A.  La  vida  cotidiana  de  los  primeros  cristianos  Palabra,  Madrid  1985  (origen 
francés),  293pp. 

HOORNAERT,  E.  La  Memoria  del  Pueblo  Cristiano  Teología  y Liberación  serie  1,  tomo  3. 
Paulinas,  Buenos  Aires  1985  (origen  portugués,  Sao  Paolo,  CESEP,  1986). 

QUASTEN,  J.  Patrología,  I B.A.C.  206  Católica,  Madrid,  1961. 

VIDAL  MANZANARES,  C.  Los  Evangelios  Gnósticos  Martínez  Roca,  Barcelona,  1991. 
(introducción  general  al  gnosticismo  pp.  17-59). 

VEILHAUER,  P.  Historia  de  la  Literatura  Cristiana  Primitiva.  Sígueme,  Salamanca,  1991. 


Tomás  Kraft  O.P. 

Estudiantado  Dominico 
Convento  San  Alberto  Magno 
Apartado  2999 
Lima,  PERU 


MICHAEL  FRICKE 


NOVEDADES  EN  EL  DIÁLOGO  ECUMÉNICO: 
La  recepción  de  la  interpretación  bíblica 
latinoamericana  en  las  “ayudas  de 
predicaciónyy  de  Alemania 


Resumen 

Este  artículo  se  plantea  la  pregunta  sobre  el  impacto  de  la  Teología  de  la  Liberación 
latinoamericana  en  la  exégesis  alemana.  Para  ello,  enfoca  la  experiencia  nueva  de 
uno  de  los  manuales  de  ayuda  a,  la  predicación  de  amplia  circulación.  En  la  prepa- 
ración de  este  manual,  se  parte  de  una  conversación  entre  un  grupo  de  personas  so- 
bre el  texto  a comentar,  algo  como  las  experiencias  de  lectura  popular  en  AL.  El 
efecto  es  frecuentemente  liberador,  aunque  se  observa  una  reticencia  de  entrar  en 
cuestiones  económicas  y políticas,  aún  cuando  el  texto  las  trata. 

Abstract 

This  article  explores  the  question  ofthe  impact  o f Latín  American  Liberation  Theo- 
logy  on  Germán  exegesis.  The  focus  is  on  the  new  experience  of  one  of  the  widely- 
circulated  manuals  to  assist  preachers  in  following  the  assigned  texis.  The  prepara- 
don  of  this  manual  is  done  through  a conversation  among  a group  f persons  about 
the  text  to  be  commented,  taking  after  the  popular  readings  of  the  Bible  in  LA.  The 
effect  is  often  liberating,  although  one  notes  considable  reticence  to  enter  into  eco- 
nomic  and  political  matters  even  when  the  text  deais  with  them. 


1.  Introducción 

Nosotros,  Europeos  y Latinoamericanos,  nos  sentimos  miembros  de  un  solo 
cuerpo  de  Jesucristo.  Deseamos  entrar  en  un  diálogo,  el  uno  con  el  otro  y mantenerlo. 

Parte  del  diálogo  es  que  nos  percibamos  mutuamente,  para  ver  cómo  somos 
de  verdad,  y que  llevemos  una  discusión  crítica  el  uno  con  el  otro.  Parte  del  diálo- 
go, es  también  llamar  la  atención  sobre  los  problemas  y obstáculos,  que  dificultan 
el  entendimiento  y la  comunidad.  Si  bien  no  se  llega  a una  solución,  hay  que  sopor- 
tar las  tensiones  y diferencias  sin  cancelar  el  diálogo  entero.1 


' En  mi  tesis  doctoral  Interpretación  de  la  Biblia  en  Nicaragua.  Jorge  Pixley  entre  los  polos  de  la  teo- 
logía de  la  liberación,  de  la  exégesis  histórico-crítica  y de  la  tradición  bautista.  (“Bibelauslegung  in 
Nicaragua.  Jorge  Pixley  im  Spannungsfeld  von  Befreiungstheologie,  historisch-kritischer  Exegese  und 
baptistischer  Tradition”,  Münster  1997)  traté  de  poner  en  realidad  estas  metas.  El  énfasis  del  trabajo 


184 


MICHAEL  FRICKE,  Novedades  en  el  Diálogo  Ecuménico 


Ahora  bien,  no  es  un  secreto  que  el  diálogo  entre  América  Latina  y Europa, 
por  lo  menos  lo  que  tiene  que  ver  con  la  exégesis  bíblica,  no  se  ha  desarrollado  muy 
bien.* 2  Primero,  tendrá  que  ver  con  el  hecho  que  los  aportes  del  uno  no  son  percibi- 
dos por  el  otro,  dado  que  nos  encontramos  separados  por  la  barrera  de  la  lengua.  Se- 
gundo, estamos  separados  por  la  diferente  historia  y la  situación  social  y política. 

No  obstante,  quiero  mostrar  aquí  que  si  hay  puntos  de  partida  para  tal  diálo- 
go en  la  Alemania  de  los  noventa.  Me  ha  llamado  la  atención  que  nosotros,  en  Ale- 
mania, sí  percibimos  lo  que  ustedes  están  haciendo.  Y tal  vez  sea  interesante  y les 
dé  ánimo  a ustedes  saber  que  su  trabajo  lleva  frutos  también  en  Alemania. 

Cuando  me  refiero  a “nosotros”  sin  duda  tengo  que  diferenciar:  Por  un  lado, 
hay  los  que  critican  a la  exégesis  de  la  Teología  de  la  Liberación.  Ellos,  si  bien  per- 
ciben tal  interpretación  bíblica,  la  rechazan  por  ser  “demasiado  política”  o,  porque 
según  ellos,  le  da  demasiado  importancia  al  contexto  (“el  contexto  llega  a tener  una 
calidad  de  revelación”3).  Por  otro  lado  están  los/as  teólogos/as  en  Alemania  que  es- 
tán comprometidos/as  en  promover  una  divulgación  más  fuerte  de  los  impulsos  de 
la  teología  de  la  liberación.4  En  este  ámbito,  ya  hay  un  proceso  muy  agradable,  has- 
ta se  ha  formado  un  movimiento  pequeño. 

Un  ejemplo  interesante  es  la  “Arbeitsgemeinschaft  Befreiende  Bibelarbeit” 
(“Acción  Interpretación  Bíblica  Liberadora”).  Se  ha  fundado  a mediados  de  los  no- 
venta. Se  siente  inspirada  con  la  interpretación  bíblica  latinoamericana.5  Según  ella, 
los  textos  bíblicos  se  pueden  convertir  en  un  “espejo”  para  la  gente  de  hoy.  Este  es- 
pejo les  ayuda  a mirar  su  propia  historia,  y descubrir  en  ella  las  huellas  de  Dios.  Los 
textos  “antiguos”  llegan  a tener  una  actualidad  no  esperada.  Surge  una  nueva  per- 
cepción de  la  vida  social,  política,  económica  y espiritual.  La  “Arbeitsgemeinschaft 
Befreiende  Bibelarbeit”  no  solo  trata  de  emplear  el  método  de  la  hermeneútica  de 
la  Teología  de  la  Liberación,  sino  de  desarrollar  un  método  propio  para  el  contexto 
de  Europa.  Esta  organización  ha  formado  grupos  regionales  en  toda  la  Alemania, 
que  toman  parte  en  la  divulgación  de  este  método  de  interpretación  bíblica.  Ofrecen 
material  de  estudio,  talleres  y conferencias. 

Ahora  bien,  en  este  artículo  quiero  dirigir  la  atención  hacia  la  mayoría  de  lo- 
s/as teólogos/as  alemanes/as.  Ellos/as  hasta  el  momento,  frente  a la  interpretación 
bíblica  de  la  Teología  de  la  Liberación,  no  han  tomado  una  posición  crítica  ni  posi- 
tiva. Si  bien  han  sabido  de  la  existencia  de  la  interpretación  bíblica  de  la  Teología 


estuvo  en  la  presentación  de  la  interpretación  bíblica  de  Pixley  y en  su  discusión  crítica  tomando  en 
cuenta  también  el  impacto  de  Pixley  en  Nicaragua.  Además  traduje  al  alemán  el  libro  de  Pixley:  His- 
toria Sagrada,  historia  popular.  Historia  de  Israel  desde  los  pobres,  San  José  (DEI),  1989.  (Heilsges- 
chichte  von  unten.  Eine  Geschichte  Israels  aus  der  Sicht  der  Armen,  Ntimberg  1997). 

- En  cuanto  a la  recepción  de  la  TL  en  Alemania  hasta  el  año  1994,  véase  W.  Schürger,  Theologie  auf 
dem  Weg  der  Befreiung,  Geschichte  und  Methode  des  Zentrums  für  Bibelstudien  - CEBI  m Brasilien 
(Erlangen  1995)  p.  12-19  y hasta  el  año  1996,  véase  Fricke,  Bibelauslegung,  p.  4-7. 

^ E.  Hahn,  Anmerkungen  zur  Lektüre  der  Heiligen  Schrift  in  Brasilien,  Kerygma  u.  Dogma  36  (1990), 
p.  144. 


4 Entre  otros  solo  quiero  mencionar  a R.  Frieling,  E.S.  Gerstenberger,  F.Crüsemann,  N.  Greinacher  y 
M.  Sievemich.  Un  paso  muy  importante  para  divulgar  la  TL  en  Alemania  ha  sido  también  la  traduc- 
ción del  primer  número  entero  de  RIBLA  (“Lectura  popular  de  la  Biblia  en  América  Latina"  DEI,  San 
José  1988),  al  alemán  y su  publicación  en  la  revista  “Evangelische  Theologie”(l/1991 ). 

Los  miembros  de  este  movimiento,  como  W.  Schürger  und  H.  Goldstein,  continuamente  se  refieren 
a la  hermeneútica  del  Centro  de  Estudos  Bíblicos  (CEBI)  de  Brasil. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


185 


de  la  Liberación,  no  han  desarrollado  ningún  mayor  interés  para  su  aplicación  más 
amplia.  Piensan  que  la  Teología  de  la  Liberación  y su  exégesis  no  “caben”  dentro 
de  las  condiciones  de  Alemania. 

¿Hay  indicios  para  suponer  el  hecho  de  que  la  Teología  de  la  Liberación  se 
introdujo  también  en  este  sector  de  la  mayoría  de  los/as  teólogos/as  en  Alemania? 
Feliz  mente  sí  los  hay.  Y en  un  punto  muy  especial,  el  punto  de  intersección  entre 
interpretación  bíblica  científica  e interpretación  bíblica  para  la  congregación  de 
culto  dominical.  Quiero  mostrarlo  con  un  ejemplo:6 

2.  “Ayudas  para  la  predicación”  (“Predigthilfen”) 

En  Alemania  hay,  como  también  en  muchas  iglesias  de  América  Latina,  una 
agenda  fija  de  textos  bíblicos  para  la  predicación.  A cada  domingo  se  le  ha  atribui- 
do un  determinado  texto  bíblico  del  Antiguo  o Nuevo  Testamento.  El  plan  está  di- 
señado para  seis  años.  Después  vuelve  a empezar  desde  el  inicio.  Así  es  que,  por  re- 
gla general,  en  todas  las  comunidades  protestantes  de  Alemania  se  predica  sobre  el 
mismo  texto  bíblico.  Ahora  bien,  hay  en  Alemania  la  institución  de  la  “ayuda  para 
la  predicación”.  Para  entender  lo  que  es,  hay  que  saber  lo  siguiente:  En  Alemania, 
la  predicación  es,  por  causa  de  la  tradición  evangélico-luterana,  el  centro  del  culto 
dominical  protestante.  Para  preparar  un  sermón  se  necesita  bastante  tiempo  (entre  5 
hasta  8 horas).  Se  lo  apunta  para  exponerlo  después.  Así  es  que  el  sermón  resulta 
ser  una  pequeña  “obra”:  Hay  que  trabajar  el  texto  bíblico  hebreo  o griego,  estudiar 
varios  comentarios,  hacer  reflexiones  hermenéuticas,  teológicas  y homiléticas,  y 
con  eso  escribir  un  sermón  para  la  congregación  dominical.  Para  ayudarles  a los/as 
pastores/as  en  esta  labor  hay  libros,  las  mencionadas  “ayudas  para  la  predicación”. 
En  Alemania  se  ofrecen  varias  colecciones  de  ellas;  juntas  cuentan  con  una  edición 
bastante  grande  (ca.  30.000).  Prácticamente  cada  pastor/a  en  Alemania  las  utiliza 
para  inspirarse  o,  descartando  las  sugerencias,  llegar  a otras  ideas. 

Tradicionalmente  las  “ayudas  para  la  predicación”  constan  de  dos  partes:  una 
parte  exegético-teológica,  en  la  cual  se  resume  los  resultados  de  la  exégesis  cientí- 
fica y se  reflexiona  las  ideas  centrales  del  texto,  teológicamente.  En  la  otra  parte,  se 
ofrecen  sugerencias  concretas  para  escribir  el  sermón.  Finalmente  conviene  saber, 
que  las  “ayudas  para  la  predicación”,  se  escriben  por  un  solo/una  sola  teólogo/a,  a 
veces  por  dos. 

Ahora  bien,  la  junta  editorial  de  una  colección  de  las  “ayudas  para  la  predica- 
ción”7 decidió  en  el  año  de  1 994  empezar  un  camino  nuevo:  La  “ayuda  para  la  pre- 
dicación” ya  no  debía  ser  el  producto  de  una  sola  persona,  de  un/a  pastor/a.  La  idea 
novedosa  fue:  Que  un  grupo  de  cristianos/as  de  una  iglesia  local,  se  encuentre  con 
un/a  pastor/a,  lean  juntos  el  texto,  pongan  preguntas  frente  al  texto  y comenten  el  tex- 
to. Que  sea  una  conversación,  no  un  monólogo.  Que  el/la  pastor/a  apunte  todo  lo  que 


6 Otro  ejemplo  en  Alemania  es  la  introducción  de  la  TL  en  la  teología  de  la  mujer  con  la  cual  tienen 
que  ver  cambios  en  la  exégesis,  en  la  liturgia  y en  la  política  ecclesial  (cultos  para  mujeres,  lengua  in- 
clusiva en  los  cultos  y las  publicaciones  de  la  iglesia,  discusiones  entorno  a la  participación  de  la  mu- 
jer en  el  poder  dentro  la  iglesia). 

' E.  Domay,  Gottesdienstpraxis,  Serie  A,  4.  Perikopenreihe,  Bd.2,Gütersloh  1994,  p.7.  Esta  colección 
aparece  cuatro  veces  al  año  y cuenta  con  una  edición  de  ca.  10.000  ejemplares. 


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MICHAEL  FRICKE.  Novedades  en  el  Diálogo  Ecuménico 


diga  el  grupo,  y después  lo  ponga  a la  disposición  del/la  autor/a  de  la  “ayuda  para  la 
predicación”  para  el  domingo  correspondiente.  La  meta  es  un  diálogo  vivo,  entre 
“laicos/as”  y “teólogos/as”,  para  que  al  fin,  nazca  una  predicación  viva  que  le  pueda 
decir  realmente  algo  a la  congregación  oyente.  La  junta  editorial  llama  a este  proce- 
so “exégesis  desde  abajo  ”8.  Es  muy  interesante  que  pongan  de  argumento  para  este 
paso  novedoso,  explícitamente  las  experiencias  de  la  Teología  de  la  Liberación  lati- 
noamericana. La  interpretación  bíblica  latinoamericana  trae,  según  la  junta  editorial, 
entre  otros,  los  siguientes  principios  para  la  interpretación  bíblica  alemana: 

a.  Cambio  de  perspectivas 

Al  hablar  de  este  término,  la  junta  editorial  remite  a la  experiencia  de  Pablo 
(Hch  9, 1 - 1 9):9  Para  poder  ver  nuevamente,  él  tuvo  que  hacerse  antes  ciego.  De  ma- 
nera similar,  el/la  teólogo/a  en  el  escritorio,  ha  de  hacerse  ciego/a,  frente  a su  vieja 
manera  de  exégesis.  En  primer  lugar  ha  de  percibir,  cómo  otros  dejan  que  el  texto 
bíblico  les  dirija  la  palabra  a ellos,  en  su  situación,  de  manera  diferente  respectiva- 
mente, y luego  reflexionarlo  teológicamente.  ¡Primero  la  experiencia  de  la  gente, 
luego  la  reflexión!  Se  podría  decir  también:  Tanto  como  Jesús  toma  partido,  para  los 
que  no  tienen  voz,  el/la  predicador/a  ha  de  escuchar  primeramente  lo  que  dicen 
aquellos,  que  en  la  predicación,  normalmente  son  los  que  escuchan.  Ahora  se  pre- 
gunta por  su  hablar.  Lo  que  el  texto  bíblico  desencadena  en  ellos,  es  la  base  para 
todas  las  deliberaciones  posteriores.  Al  retomar  los  aportes  y las  sugerencias,  el/la 
predicador/a  les  da  su  voz  a aquellos,  que  hasta  ahora  no  tenían  voz. 

b.  Contextualidad 

La  Teología  de  la  Liberación  también  nos  ha  concientizado  en  Alemania,  en 
el  sentido  que  cualquier  pensar  teológico,  está  condicionado  por  su  contexto  políti- 
co, social,  cultural  y familiar.  Este  conocimiento,  nos  obliga  a percibir  exactamente, 
las  circunstancias  en  las  cuales  vivimos  y después,  damos  cuenta  en  qué  medida,  es- 
tas circunstancias  nos  dejan  llegar,  a una  interpretación  bíblica  determinada.  Aquí  el 
grupo  puede  ser  un  lugar  donde  yo  puedo  experimentar,  aquella  contextualidad:  a 
través  de  las  diferentes  opiniones  acerca  del  texto,  se  me  hace  clara  mi  diferencia 
frente  a los  demás.  Mi  situación  personal  me  deja  poner  un  aspecto  del  texto  en  el 
primer  plano.  Otro  miembro  del  grupo,  sin  embargo,  está  en  una  situación  diferente. 
En  él,  el  texto  deja  sonar  otras  resonancias.  En  el  grupo  esto  llega  a ser  importante, 
por  ejemplo,  cuando  en  él  están  reunidos  mujeres  y hombres,  jóvenes  y ancianos,  y 
reúnen  su  opiniones  también  en  parte  de  manera  controversial.  Es  un  proceso  impor- 
tante aprender,  que  ningún  miembro  del  grupo,  con  su  manera  de  ver  las  cosas,  po- 
see “la  verdad”,  sino  que  nosotros  estamos  en  camino  para  buscar  la  verdad  en  el 
conjunto  del  grupo. 


8 Ibid. 

9 H.  Gártner,  Gottesdienstpraxis,  Serie  A,  2.  Perikopenreihe,  Bd.l.Gütersloh  1997,  p.  11. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


187 


c.  Amplificar  la  percepción 

Desde  el  punto  de  vista  del/la  predicador/a,  el  grupo  con  sus  aportes  es  un  re- 
to. El  grupo  habla  sobre  todos  los  aspectos  posibles  del  texto,  incluso  los  “lados  de 
sombra”,  los  cuales  yo,  siendo  predicador  conscientemente  o inconscientemente, 
dejo  de  lado,  pues  no  me  gusta  para  nada  o no  cabe  dentro  de  mi  sistema  teológico. 
Así  es  que  los  aportes  del  grupo,  son  una  ayuda  para  amplificar  mi  propia  percep- 
ción. Pueden  llegar  a ser  “el  abogado”  del  texto.  No  tengo  que  descartarlos,  por  ser 
una  “amenaza”,  sino  que  puedo  poner  lo  nuevo,  al  lado  de  lo  mío  propio. 

Además,  el  grupo  refleja  también  lo  chocante  e inconveniente  de  un  texto,  es 
decir,  de  una  manera  inmediata,  teológicamente  aún  no  reflexiona.  Diferente  al/la 
teólogo/a,  el  grupo  aún  no  clasifica  teológicamente,  no  reduce  a la  categoría  de  lo 
relativo,  no  alisa  puntos  teológicamente  delicados. 

Los  aportes  pueden  llegar  a ser  tan  conmovedores  o acertados  que  la  manera 
de  ver  las  cosas  del/la  predicador/a  en  cuanto  al  texto,  que  hubo  hasta  ahora,  cam- 
bia, o que  los  aportes  lo/la  obligan  a buscar  teológicamente  caminos  nuevos. 

d.  Solidaridad  y liberación 

Ser  solidario  en  este  contexto,  significa  escucharse  el  uno  al  otro,  y darse  mu- 
tuamente respaldo.  Desde  el  punto  de  vista  del/la  teólogo/a  que  prepara  el  culto  y el 
sermón,  esto  quiere  decir:  Es  un  acto  de  solidaridad,  si  dejo  que  sean  válidos  los 
aportes  de  mis  hermanos/as,  frente  a mis  propias  ideas,  aún  cuando  toquen  cosas 
que  no  me  convienen. 

Desde  la  perspectiva  de  “los/as  laicos/as”,  esto  puede  significar:  Mi  iglesia 
toma  en  serio,  lo  que  yo  pregunto  o quiero  decir.  Mi  aporte  tiene  un  valor  y lleva 
adelante  el  todo. 

Esta  cooperación  entre  el  grupo  y el/la  predicador/a,  también  puede  tener  un 
impacto  solidario  y liberador:  Si  yo  siendo  predicador,  me  siento  ambiguo  respecto 
al  texto  o partes  de  él,  y el  grupo  siente  o piensa  de  manera  similar,  puede  ser  libe- 
rador para  mí  mismo.  Si  siento  que  un  texto  es  muy  cruel  (por  ejemplo  Gen  22)  o 
algo  extraño  (por  ejemplo  Gen  28)  puedo  gozar  de  la  solidaridad  del  grupo.1"  No  es- 
toy obligado,  solamente  por  el  hecho  de  que  soy  pastor,  a identificarme  con  cual- 
quier texto  bíblico.  Es  un  descargo  si  un  miembro  del  grupo,  pone  en  palabras  lo 
que  yo,  siendo  pastor,  no  me  atrevo  a decir.  Por  ejemplo,  ¡cómo  puede  exigir  Jesús 
de  la  gente  que  dejen  su  familias  y seguirle!  (cf.  Me  10,29)." 

3.  Conclusión 

¿Cómo  se  da  la  recepción  entre  los/as  autores/es  de  las  “ayudas  para  la  pre- 
dicación”? Algunos  de  ellos,  no  hacen  suyos  los  aportes  que  vienen  de  la  base,  di- 
ciendo: “¿No  es  la  interpretación  bíblica  cosa  de  la  teología  (científica)?”o:  “No  es 
posible  que  prejuicios...  o ignorancia  (de  los  laicos)  pueden  llegar  a ser  un  obstácu- 


Véase  Gottesdienstpraxis,  Serie  A,  Gütersloh  1995,  5.  Perikopenreihe,  Bd.  4,  p..49 

*  *  * Véase  A.  Damblon,  Gottesdienstpraxis,  Serie  A,  Gütersloh  1995,  5.  Perikopenreihe,  Bd.  2,  p.  7. 


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MICHAEL  FRICKE,  Novedades  en  el  Diálogo  Ecuménico 


lo  para  el  diálogo?”12.  Muchos  otros,  sin  embargo,  hacen  suyos  los  aportes  de  los 
laicos,  como  impulsos  para  pensar  más  allá,  y a veces,  hasta  toman  directamente  ex- 
presiones en  su  sermón  dominical.  Puede  ser  que  a ustedes,  en  América  Latina,  no 
les  parezca  nada  del  otro  mundo.  Sin  embargo,  yo  lo  considero  un  paso,  para  poner 
en  práctica  en  Alemania,  elementos  de  la  interpretación  bíblica  de  la  Teología  de  la 
Liberación  que  no  se  deben  subestimar:  interpretación  bíblica  como  un  proceso  co- 
munitario, entre  laicos/as  y teólogos/as  para  el  beneficio  de  la  Iglesia. 

A diferencia  de  la  interpretación  bíblica  latinoamericana,  llama  la  atención, 
que  en  más  de  150  conversaciones  sobre  textos  bíblicos,  apenas  se  habló  de  la  pro- 
pia situación  política,  social  o económica  en  Alemania,  aun  cuando  los  textos  trata- 
ran de  dinero,  riqueza,  opresión,  trabajo  etc.  Eso  resulta  ser  un  cierto  desencanto, 
especialmente,  para  mí  mismo,  siendo  pastor  y viviendo  en  un  barrio  en  el  cual  hay 
bastapte  miseria  social.  Mi  experiencia  es:  la  gente  no  quiere  hablar  de  su  miseria 
(desempleo,  alcoholismo,  divorcio,  violencia  en  la  familia,  etc.).  La  miseria  ha  de 
quedar  como  incógnito.  Tiene  que  ver  mucho  con  la  necesidad  de  protección  y con 
el  pudor.  Así  se  ve  cuan  difícil  es  predicar  en  público  el  que  Dios  está  con  ellos  y 
les  quiere  ayudar.  En  este  punto  a mí  me  parece  que  ustedes,  en  América  Latina,  ya 
han  trabajado  más  en  la  concientización.  Es  un  paso  que,  como  yo  espero,  se  dará 
en  el  futuro  también  en  Alemania. 


Dr.  Michael  Fricke,  Erlangen,  es  pastor  de  la  Iglesia  Luterana  de  Bavaria 
y docente  en  la  Universidad  de  Bamberg  (Antiguo  Testamento) 


12 


E.Domay,  Gottesdienstpraxis,  Serie  A,  5.  Gütersloh  1995,  Perikopenreihe,  Bd.  1,  S.7. 


RESENAS 


Jacob  Neusner.  Um  rabino  conversa  com  Jesús:  Un  diálogo  entre 
milenios  e confissoes.  Rio  de  Janeiro:  Imago,  1994.  (Original  in- 
glés, 1993)  148  páginas. 

Jacob  Neusner  ha  sido  un  profesor  destacadísimo  de  Estudios  Judaicos  en 
universidades  seculares,  se  encuentra  hoy  en  la  cúspide  de  su  carrera.  Su  magna 
obra  es  una  edición  y comentario  de  buena  parte  del  Talmud.  También  ha  editado  y 
comentado  muchos  otros  escritos  del  judaismo  clásico.  Su  contribución  ha  sido 
aplicar  a este  vasto  corpus  de  escritos  las  técnicas  del  análisis  crítico-histórico  que 
se  forjaron  en  el  estudio  de  los  clásicos  grecolatinos  y las  escrituras  cristianas. 

Pero  Neusner  es  también  un  rabino  formado  en  el  estudio  clásico  de  los  se- 
minarios para  maestros  de  la  Ley  en  comunidades  de  judíos  practicantes.  Habiendo 
hecho  la  mayor  parte  de  sus  estudios  en  centros  dominados  por  cristianos,  según  nos 
dice  en  su  postfacio,  y habiendo  sido  tratado  bien  por  ellos,  quiere  en  este  libro  ex- 
plicar por  qué  se  afirma  en  su  camino  como  judío  a pesar  del  gran  respeto  que  tie- 
ne por  Jesús  y por  el  cristianismo.  Este  libro  pretende  explicar  para  cristianos  y pa- 
rajudíos cuáles  son  las  razones  que  nos  obliga  a tomar  caminos  diferentes  aún  cuan- 
do sigamos  siendo  hijos  e hijas  del  mismo  Dios. 

La  idea  que  da  forma  al  libro  es  sencilla  aunque  de  ejecución  delicada.  El  au- 
tor se  imagina  como  un  oyente  de  Jesús  en  las  montañas  de  Galilea  que  decide  no 
aceptar  su  invitación  de  seguirle  sino  que  regresa  a su  hogar  y su  vida  dentro  de  Is- 
rael eterno.  Ya  que  hay  muchas  imágenes  de  Jesús  en  el  Nuevo  Testamento  cristia- 
no y en  las  iglesias  cristianas,  tiene  que  optar  por  una,  y opta  por  el  Jesús  de  Mateo. 
Esto  lo  hace  con  preferencia  al  “Jesús  histórico”  de  los  profesores,  porque  quiere 
encontrarse  con  el  Jesús  de  los  creyentes  y no  uno  de  las  muchas  y cambiantes  fi- 
guras de  los  estudiosos.  Lo  hace  también  en  preferencia  a las  imágenes  de  Jesús  de 
Marcos,  Lucas,  Juan  y Pablo,  porque  el  Jesús  de  Mateo  es  por  opinión  común  el  más 
judío  de  todos  y porque  es  un  maestro  de  la  Ley.  Con  esto  último  hay  un  punto  de 
contacto  que  permite  al  rabino,  también  un  maestro  de  la  Ley,  entrar  en  conversa- 
ción con  Jesús. 

Comenzando  con  el  Sermón  de  la  Montaña,  Neusner  encuentra  en  el  maestro 
galileo  un  gran  maestro  de  la  Torá,  cuya  cercanía  alrededor  de  la  Torá  y cuyas  in- 
terpretaciones de  la  misma  merecen  el  honor  de  discutirse.  Discutir  y discrepar  en 
la  interpretación  de  puntos  de  Ley  es  el  máximo  honor  que  se  puede  prestar  a un 
maestro,  y es  lo  que  pretende  hacer  este  rabino  con  el  maestro  Jesús.  El  resultado  es 


190 


Reseñas 


fascinante  y aleccionador.  Veamos  los  puntos  principales  de  diferencia  que  obligan 
a este  intérprete  expresar  su  respeto  por  el  maestro  pero  declinar  su  invitación  a se- 
guirle. 

Jesús  enseña  un  camino  de  perfección  personal,  mientras  el  rabino  busca  un 
camino  de  santidad  para  el  pueblo  de  Israel.  “Sed  santos  porque  yo  soy  santo,  dice 
el  Señor”  es  la  máxima  expresión  de  la  Torá,  según  la  tradición  rabínica.  Esto  de 
ninguna  manera  niega  los  Diez  Mandamientos,  ni  el  “Amarás  a tu  prójimo  como  a 
ti  mismo”,  ni  la  Regla  de  Oro,  pero  pone  un  marco  de  referencia  diferente  al  que  es- 
tablece Jesús.  La  diferencia  se  ilustra  con  la  recomendación  al  rico  que  buscaba  he- 
redar el  Reino  de  Dios,  “Si  quieres  ser  perfecto,  ve,  vende  lo  que  tienes,  dalo  a los 
pobres  y sígueme”.  El  dar  los  bienes  a los  pobres  es  una  obra  buena,  pero  despojar- 
se de  los  bienes  quitaría  al  hombre  su  lugar  en  el  Israel  eterno  como  un  hombre  de 
bien.  Seguir  a Jesús  es  un  camino  digno  para  alcanzar  a Dios,  pero  tiene  que  hacer- 
se a expensas  de  romper  con  Israel.  Aunque  el  Neusner  hipotético  del  libro  no  tie- 
ne la  confrontación  áspera  con  Jesús  que  tuvieron  sus  adversarios  fariseos,  como 
ellos  también  él  opta  por  no  seguir  a Jesús  sino  continuar  creando  la  santidad  de  Is- 
rael. 

El  maestro  galileo  establece  una  oposición  entre  lo  interior  y lo  exterior  en  el 
asunto  de  las  purificaciones  y los  alimentos.  Aquí  nos  topamos,  dice  Neusner,  con 
una  diferencia  similar.  Las  purificaciones  no  son  obras  de  moral  sino  obligaciones 
para  entrar  en  el  espacio  sagrado  del  Templo.  Al  no  afirmarlas,  Jesús  está  contradi- 
ciéndose pues  está  tachando  algunas  “íes  y comas”  de  la  ley,  cosa  que  haría  a la  per- 
sona la  más  pequeña  en  el  Reino  de  los  Cielos  (Mt  5.19).  Los  sacerdotes  estaban 
obligados  por  la  Torá  a no  contaminarse,  así  como  cualquier  israelita  que  se  propu- 
siera entrar  al  Templo.  Los  fariseos  extendieron  las  normas  de  pureza  a sus  casas, 
declarando  así  a toda  la  tierra  de  Israel  como  santa.  No  se  niega  que  sea  más  impor- 
tante guardar  los  Diez  Mandamientos  que  comer  con  pureza.  Pero  para  Israel,  a 
quienes  Dios  ha  pedido  ser  santo,  la  pureza  tiene  su  propio  valor. 

Jesús  predica  el  Reino  de  los  Cielos  como  inminente.  Todo  judío  espera  ese 
Reino  cuando  se  resuelvan  los  problemas  políticos  de  Israel,  aunque  el  rabino  con- 
fiesa no  saber  si  su  venida  está  próxima  o no.  Pero,  la  Torá  enseña  a Israel  a vivir 
en  santidad  hasta  que  el  Reino  de  los  Cielos  venga.  “Padre  nuestro,  que  estás  en  los 
cielos,  santificado  sea  tu  nombre.  Venga  tu  Reino.  Sea  hecha  tu  voluntad,  así  en  la 
tierra  como  en  el  cielo”.  Esta  es  la  misma  oración  que  recita  diariamente  el  judío  al 
finalizar  el  día.  Pueden  rezarlo  juntos  quienes  siguen  a Jesús  y quienes  optan  por  no 
hacerlo.  Pero  el  Israel  eterno  interpreta  la  Torá  como  lo  que  Dios  les  da  para  vivir 
en  santidad  hasta  que  venga  el  Reino,  sea  esto  pronto  o no  lo  sea.  Con  todo  respe- 
to, el  rabino  discrepa  cuando  Jesús  parece  restarle  importancia  a la  lucha  cotidiana 
por  la  santidad  a favor  de  preparar  la  venida  del  Reino  futuro.  Los  rabinos  entien- 
den que  la  mejor  preparación  es  el  esfuerzo  cotidiano  de  forjar  la  santidad  con  las 
prácticas  alimenticias,  funerarias,  matrimoniales  y otras  que  Dios  le  dio  a Moisés  en 
el  Sinaí  para  que  Israel  viviera  por  ellas  y así  imitara  la  santidad  de  Dios,  bendito 
sea. 

Este  libro  dará  al  biblista  algo  qué  pensar.  Sabemos  que  Mateo  es  el  escrito 
más  legalista  del  Nuevo  Testamento.  En  su  último  libro,  El  caso  Mateo , Juan  Luis 
Segundo  presentó  dramáticamente  esta  forma  de  ser  de  Mateo.  Pero  aquí  un  rabino 
judío  nos  enseña  por  qué  aún  un  cristianismo  legalista  como  el  de  Mateo  no  es  acep- 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  N°  29 


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table  para  el  pueblo  que  busca  ser  santo  según  la  revelación  a Moisés.  Debemos 
agradecerle  este  servicio,  que  nos  permite  aclarar  nuestra  fe.  Y debemos  agradecer- 
le su  voluntad  de  separarse  de  nosotros  en  amistad  para  que  unos  sigan  construyen- 
do en  sus  vidas  colectivas  la  santidad,  y otros  sigamos  a Jesús  en  espera  ansiosa  de 
la  venida  del  Reino  de  los  Cielos. 


Jorge  Pixley 


Vincent  Brannick.  A Igreja  Doméstica  nos  Escritos  de  Paulo.  Sao 
Paulo:  Paulus,  1994. 137  páginas.  Original  inglés  de  1989. 

Vincent  Brannick,  conocido  biblista  católico,  profesor  en  la  Universidad  de 
Dayton,  EE.UU.,  escribe  sobre  un  tema  fundamental  para  conocer  el  contexto  de  las 
cartas  paulinas.  ¿Cómo  hemos  de  concebir  los  lugares  de  reunión  de  las  “iglesias” 
a quienes  Pablo  dirigió  sus  cartas?  Quienes  tenemos  experiencia  pastoral  evangéli- 
ca sabemos  que  cuando  una  comunidad  se  reúne  en  una  casa  particular,  norma  en 
tiempos  de  Pablo,  la  dinámica  interna  del  grupo  es  afectada  por  la  presencia  del 
dueño  de  la  casa.  Esto  significa  que  no  es  cosa  de  poca  importancia  conocer  los  lo- 
cales de  estas  comunidades  paulinas. 

Pero  hay  más:  Pablo  no  escribe  a comunidades  eclesiales  que  se  reúnen  en 
casas  sino  al  conjunto  de  éstas  en  una  ciudad,  “la  iglesia  que  está  en  Corinto  (o  Efe- 
so,  o Roma)”.  ¿Qué  existencia  real  tenía  esta  iglesia  de  una  ciudad,  si  las  reuniones 
se  hacían  en  grupos  menores,  en  las  casas  de  hombres  prominentes  cristianos? 
Cuando  se  reunía  en  asamblea  la  “iglesia  que  está  en  Corinto”,  ¿dónde  lo  hacía?  El 
problema  se  agrava  cuando  pensamos  en  la  realidad  de  que  una  mayoría  de  la  po- 
blación vivía  en  insulae,  los  notorios  edificios  de  varias  plantas  donde  una  familia 
tenía  un  cuartito  para  hacer  de  todo,  excepto  cocinar  y evacuar,  cosas  que  hacía  en 
un  espacio  común  a la  “ínsula”. 

Brannick  parte  de  cuatro  menciones  de  iglesias  domésticas  en  las  epístolas 
paulinas:  “Os  envían  saludos  en  el  Señor  Aquila  y Priscila  y la  iglesia  que  se  reúne 
en  su  casa”  [en  Éfeso],  en  su  carta  a los  Corintios  (1  Co  16,19).  Escribiendo  a Ro- 
ma (presumiblemente),  dice,  “Saludad  a Priscila  y Aquila  y la  casa  que  se  reúne  en 
su  casa”  (Rm  16,3.5).  Igualmente,  saluda  a Filemón  “y  a la  iglesia  en  tu  casa”  (Flm 
2).  Y en  la  carta  a los  Colosenses,  manda  saludos  a Ninfas,  una  mujer,  “y  la  casa 
que  está  en  su  casa”  en  Laodicea  (Co  4,15).  Estas  personas  que  tenían  reuniones  en 
sus  casas  difícilmente  vivirían  en  las  ínsulas  que  alojaban  a la  gran  mayoría  de  las 
personas  de  las  ciudades.  Tenemos  que  pensar  en  pequeñas  villas  donde  cupieran 
en  la  sala  o el  comedor  diez  a quince  personas.  En  ciudades  donde  la  predicación 
paulina  tuvo  éxito,  como  Corinto  y Éfeso,  debemos  suponer  que  existían  varios  de 
estos  grupos  domésticos  que  componían  “la  iglesia  en  Corinto”  y “la  iglesia  en  Éfe- 
so”. Las  cartas  paulinas  habrían  circulado  entre  ellas  para  su  lectura. 

Es  probable  que  para  tiempos  de  Pablo,  las  comunidades  judías  de  ciudades 
tan  importantes  tuvieran  su  lugar  de  reunión,  en  una  casa  adaptada  para  ese  fin.  Pe- 
ro, cuando  Pablo  habla  de  la  iglesia  en  Corinto  no  está  pensando  en  un  edificio  si- 
no en  el  conjunto  de  los  creyentes.  Brannick  discute,  aunque  sin  entrar  en  todos  los 


192 


Resenas 


problemas,  la  necesidad  de  imaginamos  asambleas  de  toda  la  ciudad  para  activida- 
des como  “la  cena  del  Señor”  para  lo  cual  se  reunían  “en  un  solo  lugar”  ( sunerxo - 
ménon  epi  tó  auto).  Era  aquí  que  las  diferentes  familias  usaban  de  sus  propios  re- 
cursos, algunos  con  abundancia  y otros  en  escasez,  para  escándalo  de  Pablo.  Pero, 
¿dónde?  Brannick  piensa  en  villas  de  gente  importante  como  Justo  (Hch  18,7)  o 
Erasto  (Rm  16,23),  donde  habría  comedores  o patios  interiores  para  20  o aún  30 
personas.  Pero,  pienso,  ¿no  es  más  práctico  pensar  en  lugares  públicos  fuera  de  la 
ciudad  donde  podrían  reunirse  40  ó 50  personas,  considerando  las  muchas  personas 
que  creyeron  en  Corinto?  En  Filipos  los  judíos  se  congregaban  al  lado  de  un  río  por 
carecer  de  un  salón  que  pudiera  abrigarlos  (Hch  16,13);  si  esto  pasaba  con  los  ju- 
díos, ¿cuánto  más  con  los  nuevos  grupos  de  creyentes  en  Jesucristo? 

En  todo  caso,  Brannick  seguramente  tiene  razón  al  pensar  que  algunas  de  las 
funciones  que  Pablo  menciona  en  sus  listas  se  derivan  de  la  universalidad  de  la  or- 
ganización de  las  jóvenes  iglesias  por  casas.  Así  podemos  explicar  los  “dirigentes” 
(antilémpseis,  kubeméseis)  en  1 Cr  12,28),  que  Pablo  enumera  después  de  los 
“apóstoles,  profetas  y maestros”,  las  tres  primeras  categorías.  Brannick  supone,  y 
parece  probable,  que  en  las  asambleas  de  una  ciudad,  habría  profetas  y maestros, 
aunque  no  muy  frecuentemente  en  las  reuniones  domésticas.  Apóstol  es  una  autori- 
dad regional  o universal,  un  misionero  con  una  responsabilidad  geográficamente 
más  amplia  que  una  ciudad. 

Cuando  Pablo  piensa  en  los  cristianos  de  una  región,  habla  de  “las  iglesias  en 
Judea”  (Gn  1,22)  o “las  iglesias  de  Galacia”  (1  Co  16,1),  pues  cuando  dice  “Igle- 
sia” piensa  en  el  conjunto  de  iglesias  domésticas  de  una  ciudad.  Tenemos,  pues, 
iglesias  domésticas,  que  se  reunirían  semanalmente,  e iglesias  locales  (de  ciudades) 
que  se  reunirían  en  asamblea  ocasionalmente.  Pero,  Pablo  también  tiene  una  con- 
ciencia de  la  Iglesia  mundial,  a la  cual  llama  “la  Iglesia  de  Dios”  (1  Co  10,32-33). 

Con  el  correr  del  tiempo,  y especialmente  con  la  muerte  de  Pablo  y los  de- 
más apóstoles,  se  fue  imponiendo  un  episcopado  monárquico  sobre  las  iglesias  lo- 
cales. Este  fenómeno  está  claro  en  Ignacio  de  Antioquía,  quien  niega  el  derecho  de 
practicar  la  eucaristía  en  ausencia  de  tales  figuras.  Cuando  ya  en  el  siglo  III  y IV  los 
cristianos  tienen  lugares  designados  exclusivamente  para  sus  cultos,  edificios  que 
llaman  iglesias,  se  terminó  de  imponer  la  autoridad  de  los  obispos  locales.  A tal  pun- 
to se  llegó  que  un  sínodo  en  Laodicea  (360  a 370  d.C.)  prohíbe  que  los  obispos  o 
los  ancianos  ofrezcan  sacrificios  “en  los  hogares”. 

La  importancia  de  la  temática  de  este  libro  es  evidente.  Al  carecer  de  muchas 
evidencias  arqueológicas  la  interpretación  del  asunto  es  necesariamente  un  tanto  es- 
peculativa. Sin  embargo,  sabemos  que  por  varias  generaciones  los  cristianos  no  tu- 
vieron templos,  y es  necesario  repasar  la  evidencia  literaria  como  es  la  colección  de 
epístolas  del  apóstol  Pablo  para  pensar  las  formas  en  que  las  realidades  físicas  afec- 
taban la  vida  de  los  primeros  cristianos  en  las  ciudades  del  Imperio.  Aunque  este  li- 
bro no  resuelve  muchos  enigmas,  es  ya  una  gran  virtud  haber  planteado  algunos  de 
los  problemas  que  plantean  esta  situación. 


Jorge  Pixley 


Desde  1988,  fecha  de  su  nacimiento,  hemos  publicado  los  siguientes  títulos: 

1.  Lectura  Popular  de  la  Biblia  en  América  Latina. 

2.  Violencia.  Poder  y Opresión. 

3.  La  Opción  por  los  Pobres  como  Criterio  de  Interpretación. 

4.  Reconstruyendo  la  Historia. 

5-6.  Perdónanos  nuestras  Deudas. 

7.  Apocalíptica:  Esperanza  de  los  Pobres. 

8.  Militarismo  y Defensa  del  Pueblo. 

9.  Opresión  y Liberación. 

10.  Misericordia  Quiero,  no  Sacrificios. 

11.  Biblia:  500  Años  ¿Conquista  o Evangelización? 

12.  Biblia:  500  Años  ¿Conquista  o Inclusión? 

13.  Espiritualidad  de  la  Resistencia. 

14.  Vida  Cotidiana:  Resistencia  y Esperanza. 

15.  Por  Manos  de  Mujer. 

16.  Urge  la  Solidaridad. 

17.  La  Tradición  del  Discípulo  Amado.  Cuarto  Evangelio  y Cartas 
de  Juan. 

18.  Goel:  Solidaridad  y Redención. 

19.  Mundo  Negro  y Lectura  Bíblica. 

20.  Pablo  de  Tarso.  Militante  de  la  Fe. 

21.  Toda  la  Creación  Gime... 

22.  Cristianismos  Originarios  (30-70  d.C.) 

23.  Pentateuco 

24.  Por  una  Tierra  sin  Lágrimas. 

25.  ¡Pero  Nosotras  Decimos! 

26.  La  Palabra  se  hizo  India 

27.  La  Iglesia  de  Jesús,  Utopía  de  una  Iglesia  Nueva. 

28.  Hermenéuticas  y Exégesis  a Propósito  de  la  Carta  a Filemón. 

29.  Cristianismos  Originarios  Extrapalestinos  (35-138  d.C.) 


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