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Full text of "Revista de interpretación bíblica latinoamericana : RIBLA."

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UBRAFYOF  RONCHON 


DEC  5 2003 


THEOLOGICAL  SEMINAR? 


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PER  BT83.57  .R485 

Revista  de  interpretaci sn 
b/nblica  latinoamericana  : 
RIBLA. 


Digitized  by  the  Internet  Archive 
in  2016 


https://archive.org/details/revistadeinterpr32depa 


CIUDADANOS 
DEL  REINO 


UWE  WEGNER 
ROBERTO  E.  ZWETSCH 
LUIZ  JOSÉ  DIETRICH 
HAIDI  JARSCHEL 
CARLOS  DREHER 
JORGE  PIXLEY 
NANCY  CARDOSO  PEREIRA 


RIELA 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN 
BÍBLICA  LATINOAMERICANA 


Consejo  de  redacción  1996 

Alicia  Winters  (Colombia), 

Carlos  Mesters  (Brasil), 

Carlos  A.  Dreher  (Brasil), 
Dagoberto  Ramírez  (Chile), 

Elsa  Tamez  (Costa  Rica), 

Gilberto  Corgulho  (Brasil), 
Gustavo  Gutiérrez  (Perú), 

Javier  Saravia  (México), 

Jorge  Pixley  (Nicaragua), 

José  Cárdenas  Pallares  (México), 
José  Comblin  (Brasil), 

José  Severino  Croatto  (Argentina) 


Marcelo  Barros  de  Souza  (Brasil), 

Marcos  Villamán  (República  Dominicana), 
Milton  Schwantes  (Brasil), 

Néstor  Míguez  (Argentina), 

Pablo  Richard  (Costa  Rica), 

Paulo  Lockmann  (Brasil), 

René  Castellanos  (Cuba), 

Sandro  Gallazzi  (Brasil), 

Sebastiáo  Gameleira  Soares  (Brasil), 
Tércio  Machado  Siqueira  (Brasil), 

Tereza  Calvalcanti  (Brasil). 


Coordinador 

Milton  Schwantes,  rúa  Faria  de  Lemos  84,  07094-200  Guarulhos/SP,  Brasil,  tel.  e fax 
(011)  6468.0169 

Coordinador  de  este  número 

Uwe  Wegner,  casilla  postal  14,  San  Leopoldo-RS  93.001-970,  Brasil 

Esta  revista  se  edita  en  español  y portugués,  3 veces  al  año 

En  español:  Editorial  DEI,  Apartado  390-2070,  Sabanilla,  San  José,  Costa  Rica. 

RECU:  Apdo.  17-03-252,  Quito,  Ecuador. 

(Con  el  apoyo  del  Consejo  Mundial  de  Iglesias) 

En  portugués:  Editora  Vozes,  Caixa  Postal  90023,  25689-000  Petrópolis-RJ,  Brasil. 

Editora  Sinodal,  Caixa  Postal  1 1 ,93010-000  Sao  Leopoldo-RS.  Brasil. 


Precio  de  suscripción 

América  Latina: 

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(3  números  al  año) 

Otros  países: 

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Ejemplares  sueltos 

América  Latina: 

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9,5 

Otros  países: 

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14,5 

Costa  Rica: 

0. 

1.380 

LOS  DERECHOS  DE  AUTOR  SON  DEL  CONSEJO  DE  REDACCIÓN 


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REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN 
BÍBLICA  LATINOAMERICANA 


N°  32 


Ciudadanos  del  Reino 


SAN  JOSÉ,  COSTA  RICA 
1999 


Corrección,  traducción  del  portugués  y texto:  ISEDET 
Diagfcarriacipn:  Consejo  Latinoamericano  de  Iglesias 

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© Consejo  de  Redacción  de  RIBLA 
© Departamento  Ecuménico  de  Investigaciones,  1999 
© RECU 

ISSN  1390-0374 


Impreso  en  Ecuador  • Printed  in  Ecuador 


Prohibida  su  reproducción  total  o parcial 


PARA  PEDIDOS  O INFORMACION  ESCRIBIR  A: 

EDITORIAL  DEI 
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de  Investigaciones 
Apartado  Postal  390-2070  Sabanilla 
San  José,  Costa  Rica 
Teléfonos  253-02-29  y 253-91-24 
Telefax  (506)  253-1541 


CONTENIDO 


UWE  WEGNER.  Presentación  5 

ROBERTO  E.  ZWETSCH.  Biblia  y ciudadanía.  Reflexiones,  sin  pretensiones, 
acerca  de  un  tema  candente  7 

LUIZ  JOSÉ  DIETRICH.  Ciudadanía:  Rescatar  la  dignidad  de  ser 19 

HAIDI  JARSCHEL.  Para  que  la  memoria  histórica  de  la  resistencia 

de  las  mujeres  sea  guardada 35 

CARLOS  DREHER.  Resistencia  popular  en  los  inicios 

de  la  monarquía  israelita 44 

JORGE  PIXLEY.  El  aspecto  político  de  la  hermenéutica  68 

UWE  WEGNER.  Aspectos  de  la  ciudadanía  en  el  movimiento  de  Jesús 

_y  las  primeras  comunidades  apostólicas  82 

NANCY  CARDOSO  PEREIRA.  El  juego  de  la  participación  cívica. 

Niños,  tomates  y cacerolas  en  la  Biblia  y en  Promisión  95 


PRESENTACION 


Este  número  de  RIBLA  tiene  por  tema  la  ciudadanía.  Este  término  es  emplea- 
do en  la  actualidad  para  expresar  una  serie  de  reivindicaciones,  derechos  y tareas 
que,  generalmente,  cristalizan  en  dos  momentos  básicos  : 

a)  en  el  conjunto  de  derechos  de  los  ciudadanos  y ciudadanas,  como  los  de- 
rechos a la  vivienda,  alimentación  y subsistencia  básica,  educación,  traba- 
jo, salud,  etc.  y 

b)  en  la  convicción  de  que  tales  derechos,  por  lo  general,  aunque  estén  ase- 
gurados por  la  ley,  son  poco  cumplidos  en  la  práctica,  requiriendo  del  con- 
junto de  las  personas  y de  la  sociedad  una  participación  activa  para  su  im- 
plementación  efectiva. 

Ciudadanía  llega  a ser,  de  esta  forma,  un  término  de  cuño  eminentemente  so- 
cial y político,  ya  que  es  en  el  seno  de  la  sociedad,  de  las  ciudades  y de  los  barrios, 
donde  los  derechos  inalienables  de  las  personas  son  defendidos  o rechazados.  “Ciu- 
dadanía” es  también,  simultáneamente,  una  palabra  de  alto  significado  teológico,  ya 
que  se  compatibiliza  perfectamente  con  los  reclamos  de  la  solidaridad  y justicia  de- 
fendidas por  las  Escrituras  Sagradas  del  AT  y del  NT. 

Varios  autores  y autoras  se  dispusieron  a contribuir  en  el  acercamiento  al 

tema: 

Como  artículo  introductorio,  se  presenta  una  reflexión  intitulada  “Biblia  y 
ciudadanía”,  de  la  autoría  de  Roberto  E.  Zwetsch.  El  autor  traza  las  relaciones  exis- 
tentes entre  ciudadanía  y modernidad,  señalando  la  importancia  de  la  democracia  y 
de  la  participación  en  sociedades  con  ideologías  neoliberales.  Bíblicamente,  desta- 
ca el  derecho  y la  justicia  como  valores  imprescindibles  de  la  ciudadanía  según  el 
AT.  En  cuanto  al  NT,  se  trata  de  vivir  la  ciudadanía  “a  la  medida  de  la  estatura  de 
Cristo”  (Ef  4, 13),  defendiendo  y viviendo  valores  como  los  del  compartir  y de  la 
dignificación  de  todo  lo  que  es  humilde,  débil  y sin  valor  (1  Co  1,26-28). 

La  contribución  de  L.  J.  Dietrich  versa  sobre  “Ciudadanía:  rescatar  la  digni- 
dad de  ser”.  El  actuar  político  es  ambivalente:  puede  tanto  abrir  espacios  de  partici- 
pación, como  también  quitar  libertades,  centralizando  el  poder  y despolitizando  lo 
cotidiano.  El  artículo  muestra  cómo  estas  dos  posibilidades  estuvieron  presentes  en 
la  historia  de  Israel  y en  el  movimiento  desencadenado  por  Jesús  y por  las  primeras 
comunidades  apostólicas.  La  propuesta  va  en  el  sentido  de  construir  una  nueva  po- 
lítica a partir  de  lo  concreto,  que  representan  las  ciudades  en  que  vivimos,  con  toda 
la  multiplicidad  de  sus  desafíos  y posibilidades. 


6 


Presentación 


La  contribución  de  Haidi  Jarschel  ofrece  un  estudio  interpretativo  de  un  úni- 
co texto,  a saber,  Gn  38,  o sea,  la  historia  de  Tamar  y Judá.  La  autora  se  refiere  a los 
varios  medios  y mecanismos  a través  de  los  cuales  las  mujeres  eran  marginadas  y 
excluidas  de  la  casa  patriarcal  en  los  tiempos  del  AT.  Simultáneamente  son  destacas 
también  algunas  formas  de  resistencia  que,  por  medio  de  sabiduría  y subversión,  ga- 
rantizaban a las  mujeres  los  medios  de  sobrevivencia  y una  existencia  digna. 

Sobre  la  “Resistencia  popularen  los  orígenes  de  la  monarquía  israelita”  refle- 
xiona Carlos  A.  Dreher.  Son  enfocados  los  períodos  del  reinado  de  David  y el  inme- 
diatamente posterior  a la  muerte  de  Salomón.  Rey  y pueblo  vivían  una  relación  con- 
tractual, en  la  que  eran  establecidos  derechos  y deberes  de  cada  uno.  Los  conflictos 
surgían  cuando  y en  la  medida  en  que  tales  obligaciones  contractuales  dejaban  de 
ser  cumplidas.  La  insatisfacción  popular  desembocó  en  las  revueltas  de  Absalón  y 
de  Seba,  tanto  como  en  la  separación  entre  el  norte  y el  sur  con  la  ascensión  de  Ro- 
boán.  El  autor  intenta  aclarar  tanto  las  causas,  como  también  el  desarrollo  de  las  cri- 
sis mencionadas,  mostrando  que  el  pueblo  de  Israel  no  dejaba  impunes  a los  gober- 
nantes que  no  cumplían  con  sus  votos  de  ciudadanos. 

En  el  ensayo  sobre  “El  aspecto  político  de  la  hermenéutica”,  de  Jorge  Pixley, 
son  presentados  comentarios  sobre  la  dimensión  política  de  la  interpretación  de  la 
Biblia,  con  consideración  especial  sobre  tres  aspectos:  Io,  el  aspecto  político  en  la 
composición  de  los  textos;  2o,  la  dimensión  política  en  la  interpretación  de  textos  bí- 
blicos, y 3o,  el  aspecto  político  de  toda  interpretación  bíblica  cristiana. 

Luego  se  continúa  con  el  tema  “Aspectos  de  la  ciudadanía  en  el  movimiento 
de  Jesús  y en  las  primeras  comunidades”.  Su  autor,  Uwe  Wegner,  ofrece  un  estudio 
sobre  las  bases  neotestamentarias  de  la  ciudadanía  evangélica,  como  también  sobre 
varios  presupuestos  para  una  participación  efectiva  en  la  construcción  de  una  nueva 
sociedad  fraterna  a la  luz  de  textos  sinópticos  y paulinos. 

Este  número  se  cierra  con  la  contribución  de  Nancy  C.  Pereira  que  analiza  los 
textos  de  milagros  en  el  ciclo  de  Elíseo  (2  Re  2-13),  destacando  la  lucha  por  la  vida 
y sobrevivencia  por  parte  de  niños,  mujeres  y comunidades  que  en  ellos  se  temati- 
za.  La  religiosidad  popular  que  caracteriza  a tales  historias  da  testimonio  de  un  co- 
nocimiento de  la  coyuntura  y de  una  profunda  sabiduría,  basados  en  una  mística  en 
que  lo  natural  y lo  humano  no  dejan  de  tener  una  transparencia  hacia  lo  sobrenatu- 
ral y sagrado. 


Uwe  Wegner 


ROBERTO  E.  ZWETSCH 


BIBLIA  Y CIUDADANÍA 
Reflexiones,  sin  mayores  pretensiones, 
acerca  de  un  tema  candente 


Resumen 

En  este  artículo  el  autor  busca  trazar  la  relación  entre  el  mensaje  de  la  Biblia  y el 
desafío  de  la  ciudadanía  como  vocación  de  cada  persona  cristiana  y de  la  propia  co- 
munidad. En  un  primer  punto  muestra  cómo  ciudadanía  no  es  un  concepto  bíblico 
stricto  sensu,  aunque  se  relacione  con  la  práctica  de  la  justicia.  Sitúa  el  concepto  de 
ciudadanía  en  la  historia  de  Occidente,  principalmente  en  el  contexto  de  las  revolu- 
ciones burguesas,  perfilándose  nítidamente  con  la  Revolución  Francesa  (1789). 
Cuestiona  la  situación  brasileña  y los  impedimentos  para  la  concreción  de  la  ciuda- 
danía en  el  país  y concluye  presentando  líneas  del  pensamiento  bíblico  que  funda- 
mentan la  lucha  por  la  ciudadanía  como  concreción  de  la  vida  de  fe.  El  testimonio 
bíblico  es  un  aliado  poderoso  en  el  rescate  de  la  dignidad  de  la  vida  y de  la  condi- 
ción humana  en  el  contexto  de  la  ciudadanía  como  requisito  para  la  libertad  de  un 
pueblo. 

Abstract 

In  this  article  the  author  seeks  to  trace  the  relation  between  the  message  of  the  Bible 
and  the  challenge  of  citizenship  as  the  vocation  of  each  Christian  person  and  of  the 
community  itself.  Early  on  it  shows  how  citizenship  is  not  a Biblical  concept  in  the 
strict  sense  but  is  related  to  the  practice  of  justice.  It  then  locates  the  concept  of  citi- 
zenship in  the  history  of  the  West,  especially  in  the  context  of  the  bourgeous  revolu- 
tions;  the  concept  comes  clear  with  the  French  Revolution  (1789).  It  questions  the 
Brazilian  situation  and  the  impediments  to  concrete  realization  of  citizenship  in  this 
country  and  ends  with  a presentation  of  Biblical  lines  ofthinking  which  provide  a ba- 
sis  for  the  struggle  for  citizenship  as  a concrete  realization  ofthe  Ufe  offaith.  The  Bi- 
blical witness  is  a strong  ally  in  the  recovery  of  the  dignity  of  life  and  of  the  human 
condition  in  the  context  of  citizenship  as  a requisite  for  the  freedom  ofa  people. 

“Mi  desencanto  es  la  ciudadanía.  Ésa  está  atrasada, 
sólo  ahora  se  volvió  a hablar  sobre  ella: 
la  consciencia  del  ciudadano,  los  derechos  que  el  ciudadano  tiene 

y por  los  cuales  tiene  que  luchar. 

Esto  es,  creo  yo,  nuestro  atraso.  La  gente  todavía 
delega  demasiados  poderes.”' 
(Fernanda  Montenegro) 


* Zero  Hora,  Donna,  Porto  Alegre,  14/02/1999,  p.5. 


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ROBERTO  E.  ZWETSCH,  Biblia  y ciudadanía 


1.  Introducción 

Encontrar  la  relación  entre  Biblia  y ciudadanía  exige  algún  esfuerzo  por  par- 
te de  la  teología,  pues  no  es  algo  evidente.  Ella  necesita  ser  buscada  en  medio  de  na- 
rraciones y testimonios  de  otros  tiempos,  auscultando  lo  que  el  “Espíritu  dice  hoy  a 
las  Iglesias”.  Considero  un  desafío  oportuno,  en  vista  del  tiempo  en  que  vivimos,  es- 
te final  del  siglo  XX,  de  tantas  conquistas  para  la  humanidad  pero  al  mismo  tiempo 
marcado  por  tanta  violencia  y desprecio  por  el  ser  humano. 

Inicié  este  artículo  citando  una  actriz  de  renombre,  la  pretensión  es  mostrar 
que  la  fama  no  necesariamente  hace  de  la  persona  alguien  exenta  de  manifestarse 
sobre  su  país,  el  destino  de  su  pueblo  y su  propia  inserción  en  la  realidad.  Fernan- 
da Montenegro  no  se  abstiene  de  “aguijonear”  el  poder  político  actual  en  el  país, 
así  como  atiza  la  argucia  de  sus  lectores,  admiradores  y conciudadanos.  Con  mu- 
cha perspicacia  va  al  meollo,  cuando  relaciona  la  cuestión  de  la  falta  de  ciudada- 
nía a la  delegación  exagerada  de  poderes,  que  en  una  democracia  — como  dicen 
que  tenemos  en  Brasil — debería  estar  bajo  el  control  popular  y no  al  revés.  Con  es- 
to ya  en  el  tema. 


2.  Ciudadanía  y práctica  de  la  justicia 

La  cuestión  de  la  ciudadanía  no  esta  presente  en  la  Biblia  pensando  en  los 
marcos  de  la  modernidad.  Existen  numerosas  investigaciones  que  intentan  mostrar 
la  ambivalencia,  encontrada  a lo  largo  de  los  dos  Testamentos,  respecto  a la  ciudad, 
el  poder  político,  el  gobierno  y temas  correlativos.2  A simple  vista,  o encontramos 
una  evaluación  muy  positiva  y alabadora  del  poder  político  y su  inserción  en  el  me- 
dio del  pueblo  (por  ejemplo:  David,  Salomón  y otros  gobernantes),  o una  posición 
muy  crítica  y de  oposición  (Samuel,  profetas,  ciertos  grupos  sacerdotales). 

Lo  importante  es  discernir  el  criterio  que  orienta  aquellas  posiciones.  Si  bien 
comprendo  el  texto  bíblico,  la  propuesta  consistente  es  siempre  mirar  para  la  prác- 
tica de  la  justicia  y del  derecho  como  forma  de  evaluar  las  cuestiones  de  gobierno, 
de  la  relación  entre  gobernantes  y gobernados,  de  superiores  y subordinados.  El  Sal- 
mo 82  es  ejemplar  en  este  sentido: 

Dios  preside  el  divino  tribunal 
para  juzgar  en  medio  de  los  dioses: 

“¿Hasta  cuándo  serán  jueces  injustos 
que  sólo  favorecen  al  impío?” 

“Denle  el  favor  al  huérfano  y al  débil, 
hagan  justicia  al  pobre  y al  que  sufre, 
libren  al  indigente  y al  humilde, 
sálvenlos  de  las  manos  del  impío”,  (v.  1-4) 


2 José  COMBLJN.  Teología  da  cidade.  Condens,  en  español  por  F.  Javier  Calvo.  Trad.  Célia  M.  Leal. 
Sao  Paulo:  Paulinas,  1991;  Luiz  Carlos  SUSIN.  “Cidade:  da  opressao  á utopia.  Elementos  para  urna 
retlexao  bíblica  e teológica  sobre  a cidade”.  Cadernos  da  Estef,  n°  6.  Porto  Alegre,  1991 : 30-39;  Mil- 
ton  Schwantes.  “A  cidade  e a torre”.  Estados  Teológicos.  Ano  22,  Sao  Leopoldo,  1982(2):  75-106. 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BIBLICA  LATINOAMERICANA,  No.  32 


9 


Podría  citar  un  gran  número  de  otros  textos  que  corroborarían  este  criterio 
mayor  de  la  justicia  y del  derecho  (1  Sm  8,3;  Sal  9,4;  Sal  10,18;  Sal  33,5;  Is  10,1- 
2;  Os  10,12;  Am  5,24;  Mi  6,8;  Mt  6,33;  Rm  1,17;  2 P 3,13;  1 Jn  3,10)  . En  el  Nue- 
vo Testamento  a este  criterio  se  agrega  otro  con  la  misma  centralidad:  el  criterio  del 
amor  sobre  todas  las  cosas.  Es  más:  Jesús  señala  que  el  verdadero  amor  es  aquél  que 
va  en  dirección  del  enemigo  (Mt  5,44).  Vivir  la  radicalidad  de  este  amor  lleva  a un 
cambio  completo  en  las  relaciones  humanas  marcadas  por  intereses,  contradicciones 
y la  violencia. 

Empero  es  importante  destacar  una  característica  más  de  la  práctica  de  la  jus- 
ticia de  acuerdo  a la  Biblia.  Ella  no  hace  la  defensa  de  un  criterio  in  abstracto.  El 
Salmo  82  es  muy  claro  al  respecto.  La  justicia  en  la  perspectiva  bíblica  parte  de  la 
defensa  del  más  débil  y necesitado,  de  la  viuda  y del  huérfano,  del  extranjero  y opri- 
mido. No  es  una  justicia  neutral  o ciega.  Es  una  comprensión  muy  concreta,  realis- 
ta y empapada  del  criterio  interno  de  la  misericordia.  Justicia  sin  amor  puede  ser  ma- 
lévola, sin  sentimientos  y,  finalmente,  puede  transformarse  en  su  revés.  Además,  el 
salmista  sabe  que  la  justicia  tiene  causa  y causador:  el  impío.  En  contra  de  éste,  o de 
éstos,  es  necesario  estar  permanentemente  atento  y vigilante.  Y,  para  hacer  honor  al 
mandato  divino,  cuando  fuera  necesario,  sacar  de  las  manos  de  los  impíos  al  pobre, 
oprimido  y afligido.  Es  decir,  es  necesario  actuar  para  que  la  justicia  sea  restableci- 
da en  las  relaciones  sociales  y humanas.  Ella  no  es  un  acontecimiento  gratuito. 

En  Brasil,  en  muchas  ocasiones,  esta  cuestión  es  extremamente  vergonzosa. 
No  es  casualidad  que  nuestro  pueblo  no  crea  en  In  justicia  como  poder  que  rescata 
el  derecho  de  los  pobres.  Normalmente  la  justicia  está  a servicio  de  los  que  tienen, 
o detienen,  el  poder  económico  y político.  Pero  esto  no  significa  que  nosotros  va- 
mos abstenernos  de  su  aplicación  o de  luchar  por  una  justicia  igualitaria,  universal 
y democrática  para  atender  las  demandas  de  la  sociedad  civil. 

Cuando  reflexionamos  acerca  de  la  vigencia  de  la  ley  y su  práctica  es  impor- 
tante considerar  nuestra  realidad  histórica.  La  Constitución  de  1988,  Constitución 
Ciudadana , pone  como  uno  de  los  cimientos  de  la  sociedad  brasileña  la  defensa  de 
la  justicia  y su  aplicación  plena  a favor  del  más  humilde  de  los  brasileños.  El  famo- 
so artículo  5tü.  debería  ser  ampliamente  divulgado  y puesto  en  manos  de  la  socie- 
dad civil.  Mucha  corrupción,  falta  de  respeto  y desfachatez  de  gobernantes,  autori- 
dades, patrones  y sus  compañeros;  sería  contenida  con  el  sólo  acto  de  reivindicar  la 
aplicación  de  muchos  párrafos  de  aquél  artículo.  En  consecuencia  la  práctica  de  la 
ley,  en  esta  perspectiva  de  construcción  de  los  derechos  públicos,  continuará  siendo 
un  requisito  para  nuestra  lucha  por  ciudadanía  plena.  Seguimos  adelante. 


3.  Ciudadanía  y modernidad 

Históricamente  las  ciencias  políticas  atribuyeron  el  origen  del  concepto  de 
ciudadanía  a los  griegos  y su  polis,  la  ciudad.  Mucho  ya  se  ha  estudiado  acerca  de 
aquél  período  histórico,  lo  mínimo  que  se  puede  decir  es  que  la  ciudadanía  griega 
era  por  demás  estricta,  quedando  fuera  de  ella  todas  las  personas  no  libres  (esclavos, 
mujeres,  niños). 

En  la  Europa  medieval,  como  resultado  de  un  largo  proceso  histórico,  desde 
dentro  del  feudalismo,  fueron  apareciendo  los  Burgos,  embriones  de  las  ciudades 


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ROBERTO  E.  ZWETSCH.  Biblia  y ciudadanía 


modernas.  En  estos  Burgos  la  población  fue  concentrándose  y salió  de  los  feudos  ru- 
rales, dando  inicio  a una  nueva  clase  social,  que  a partir  del  siglo  XVI  inicia  su  as- 
censión al  poder:  la  burguesía,  primeramente  mercantil  y después  industrial. 

El  concepto  de  ciudadanía,  en  la  modernidad,  está  vinculado  a este  proceso 
histórico  y es  enmarcado  más  nítidamente  con  las  revoluciones  burguesas,  especial- 
mente la  Revolución  Francesa  de  1789  con  sus  ideales  de  igualdad,  fraternidad  y li- 
bertad.- Con  estas  revoluciones  surge  la  noción  de  Estado  de  Derecho  que  se  con- 
trapone al  Estado  Despótico,  aristocrático  de  responsabilidad  exclusiva  de  la  noble- 
za. En  este  sentido  la  aparición  de  este  nuevo  estado  liberal-burgués  contribuyó  pa- 
ra un  avance  en  las  conquistas  de  los  derechos  civiles.  Es  en  este  contexto  que  el  tra- 
bajo pasa  a ser  evaluado  como  un  marco  para  la  existencia  de  la  ciudadanía.  Lute- 
ro,  en  el  siglo  XVI,  percibió  muy  bien  esto  al  trabajar  con  la  noción  de  Beruf  (vo- 
cación) como  propia  de  la  vida  cristiana  en  sociedad.  El  extendió  esta  noción  de  los 
monasterios  a la  vida  civil  y con  eso  elevó  el  trabajo  a la  categoría  de  servicio  pres- 
tado al  propio  Dios.  Para  Lutero  el  cristiano  verdadero  sirve  a Dios  en  su  vocación 
histórica  concreta.  El  eliminó  la  distinción  entre  cristianos  de  primera  (el  clero)  y de 
segunda  clase  (el  pueblo).  En  la  perspectiva  del  reino  de  Dios,  un  monje,  un  cura, 
una  pastora,  una  monja,  una  catequista,  una  diácona  o un  simple  miembro  de  la  co- 
munidad tienen  la  misma  importancia.  Es  lo  mismo  si  la  persona  es  un  albañil,  una 
costurera,  un  obispo  o el  Papa.  Todos  tienen  la  misma  dignidad  y la  misma  misión: 
colocarse  al  servicio  del  reino  de  Dios  y su  justicia.  (Mt  6,33). 

Vivimos  hoy,  en  Brasil,  una  situación  histórica  marcada  por  crecientes  índi- 
ces de  violencia  institucionalizada,  mala  distribución  de  la  renta  y de  la  tierra,  im- 
punidad e incumplimiento  de  los  derechos  humanos.  Si  hubieron  algunas  mejoras  en 
algunos  indicadores  sociales,  como  lo  muestra  el  informe  de  la  ONU  sobre  el  desa- 
rrollo humano  en  el  país  (los  datos  se  refieren  a 1 995),* *  4 otras  informaciones  y el  fi- 
nal de  los  años  90  levantan  enormes  dudas  y preocupaciones.  Los  datos  del  IBGE 
denotan  que  cerca  de  38%  de  la  población  económicamente  activa  recibe  de  0 a 1 
salario  mínimo,  mientras  en  la  otra  punta  solamente  2,2%  reciben  arriba  de  20  sala- 
rios. En  lo  que  dice  respecto  a la  cuestión  agraria,  las  disparidades  son  muy  conoci- 
das: mientras  52,9%  de  los  establecimientos  agrícolas  con  menos  de  10  Has.  ocupan 
2,75%  del  total  del  área  productiva,  los  latifundios  con  más  de  1000  Has.  represen- 
tan solamente  0,9%  de  las  propiedades,  pero  abarcan  43,8%  del  total  del  área  pro- 
ductiva. Según  el  INCRA  (1996)  los  latifundios  improductivos  suman  cerca  de  35 
mil  propiedades  y 153  millones  de  hectáreas,  un  área  mayor  que  la  suma  de  los  te- 
rritorios de  Francia,  Alemania,  España,  Suiza  y Austria.5 

Si  la  conquista  de  la  ciudadanía  es  una  prerrogativa  de  la  modernidad,  en  Bra- 
sil y en  América  latina  la  misma  es  de  unos  pocos,  muy  pocos/'  Por  esto  los  movi- 
mientos sociales,  entidades  clasistas,  organizaciones  no  gubernamentales,  partidos 
políticos  populares  y sectores  de  iglesias  cristianas,  ya  hace  mucho  vienen  peleando 


1 Cf.  María  de  Lourdes  Manzini  COVRE.  O que  é cicladania.  6a  reimpressño.  Sao  Paulo:  Brasiliense, 

1998  (Primeiros  Passos,  250). 

4Cf.  Veja,  16/09/1998,  p.  11 4- 121. 

N.  del  T.  Un  salario  mínimo  = U$70,00. 

Para  estos  últimos  datos,  cf.  Agenda  MST  1999,  anexos. 

Cf.  Para  lo  que  sigue,  mi  artículo  “Cidadania  e modernidade”,  en:  Estudos  Teológicos,  ano  34, 
1994(1):  20-31. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  No.  32 


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por  la  ampliación  de  los  derechos  sociales,  políticos  y económicos.  Estas  luchas  son 
importantes  porque  en  la  modernidad  brasileña  los  avances  económicos,  tecnológi- 
cos, sociales,  intelectuales  y culturales  normalmente  son  privatizados  por  algunos 
pocos.  Ella  está  al  servicio  de  una  pequeña  parcela  de  la  población,  generando  des- 
contento, violencia,  prácticas  populistas  y clientelistas,  elementos  estos  que  confi- 
guran un  cuadro  permanente  de  injusticia  y continuidad  de  las  causas  que  generan 
el  hambre,  la  miseria  y el  alejamiento  de  las  mayorías  de  los  derechos  elementales 
de  la  ciudadanía. 

El  prof.  Cristóváo  Buarque,  de  la  Universidad  de  Brasilia  y ex  gobernador  del 
Distrito  Federal,  escribió  sobre  el  colapso  de  la  modernidad  brasileña.7  Usa  un  con- 
cepto que  busca  describir  la  situación  en  la  cual  nos  encontramos.  Afirma  que  en 
Brasil  vivimos  el  fenómeno  de  la  separación  social.  De  la  misma  forma  como  en 
Africa  del  Sur  el  pueblo  de  mayoría  negra  era  separado  de  sus  derechos  más  elemen- 
tales (a  la  vida,  al  trabajo,  a la  salud,  a la  educación),  también  por  acá  — aunque  por 
razones  distintas — tenemos  una  situación  semejante.  Esta  situación  solamente  será 
revertida  cuando  nosotros  podamos,  efectivamente,  democratizar  la  sociedad  brasi- 
leña, el  acceso  al  trabajo,  a las  riquezas,  a los  bienes,  a la  tecnología,  a la  educación 
y a la  salud.  No  tendremos  un  país  de  personas  ciudadanas  mientras  no  enfrentemos 
estas  cuestiones  básicas  de  la  ciudadanía,  del  ejercicio  de  la  ciudadanía. 

Para  la  comunidad  cristiana  la  comprensión  de  este  desafío  es  imprescindible. 
Por  un  lado  es  su  misión,  estar  al  servicio  de  los  otros,  de  la  misma  forma  como  Dios 
nos  sirve,  por  el  otro,  la  comunidad  participa  de  la  sociedad  civil  como  otra  entidad 
cualquiera.  Ella  necesita  hacer  notable  su  presencia  e importancia  en  cuanto  cuer- 
po constituido  por  personas  responsables  y participantes  de  los  derechos  y de  los  de- 
beres inherentes  a la  ciudadanía. 

La  eclesiología  cristiana  es  muy  clara  a este  respecto.  Teológicamente  la  Igle- 
sia es  una  institución  divina  llamada  a la  existencia  por  Dios  ( ec-clesia ),  cuerpo  de 
Cristo,  pueblo  de  Dios. s En  la  realidad  histórica  ella  también  es  una  institución  hu- 
mana que  se  lleva  por  criterios  democráticos  y de  sentido  común  para  su  existencia 
histórica.  Además  de  anunciar  el  evangelio  y la  palabra  de  Dios,  la  Iglesia  paga  im- 
puestos, contribuye  con  obras  sociales  y educativas  para  el  bien  de  las  personas, 
cumple  las  leyes  elaboradas  por  el  poder  legislativo,  participando  de  las  vicisitudes 
y compromisos  típicos  de  la  vida  en  sociedad.  La  Iglesia,  por  eso,  no  es  algo  de  afue- 
ra del  mundo,  sino  una  comunidad  presente  en  el  mundo  con  todas  sus  glorias  y fra- 
casos propios  de  su  encarnación  histórica.  De  allí  su  permanente  ambigüedad  histó- 
rica. Por  eso  también  se  dice  que  “hay  un  solo  mundo  divino  y humano,  lleno  de  pe- 
cado y de  gracia  simultáneamente.  La  Iglesia  solamente  puede  presentarse  en  este 
mundo  y no  en  otro”y. 


' O colapso  da  modernidade  brasileira  e nina  proposta  alternativa,  3a  ed.  Rio  de  Janeiro  : Paz  e Te- 
rra, 1992. 

^ Cf.  Klaus  BERGER.  “Volksversammlung  und  Gemeinde  Gottes.  Zu  den  Anfangen  der  christlichen 
Verwendung  von  ‘ekklesia’”.  Zeitschrift  für  Theologie  und  Kirche.  (ano  2),  73.  Túbingen,  Junho  1976: 
167-207.  Para  urna  compreensao  evangélico-luterana  de  igreja,  cf.  Walter  ALTMANN.  Latero  e a li- 
bertando. Releitura  de  Lulero  em  perspectiva  latino-americana.  Sao  Paulo/Sao  Leopoldo:  Ática/Sino- 
dal, 1994  (especialmente  cap.  6:  A Igreja  - povo  pobre  de  Deus). 

^ Evaldo  L.  PAULY.  “Modernidade  e Pastoral  urbana.  Um  depoimento  teórico  e pessoal”.  Estados 
Teológicos,  Ano  34,  1994(1):  34. 


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ROBERTO  E.  ZWETSCH,  Biblia  y ciudadanía 


Es  esta  inserción  que  instituye  el  requisito  de  la  participación  pública  o po- 
lítica. En  consecuencia  está  el  hecho  de  no  existir  neutralidad  cuando  se  trata  de 
la  participación  política  en  sentido  lato  y amplio.  Cada  decisión  tomada  y llevada 
a efecto  corresponde  a una  cierta  realidad  concreta,  y esta  realidad  tiene  inciden- 
cia política.  Por  esto  es  importante  que  las  personas  de  la  comunidad,  busquen  la 
formación  política  adecuada  a la  vida  social,  elaborando  permanentemente  su 
comprensión  de  la  política,  de  la  participación,  finalmente,  de  los  derechos  demo- 
cráticos"’. 


4.  Ciudadanía  en  tiempos  neoliberales: 

Democracia  y participación 

En  este  final  de  siglo,  entrando  en  el  nuevo,  experimentamos  transformacio- 
nes radicales  en  el  mundo.  La  palabra  globalización  entró  en  nuestro  vocabulario  co- 
tidiano, es  cantada  en  verso  y en  prosa  por  la  prensa  mientras  sus  pretendidos  bene- 
ficios para  el  progreso  de  la  humanidad,  estarían  a disposición  de  un  nuevo  ciclo  his- 
tórico. La  retórica  esconde  lo  que  la  globalización  implica  para  la  autonomía  y so- 
beranía del  país. 

La  realidad  nos  choca  y nos  asusta.  En  verdad  vivimos  perplejos  delante  del 
presente,  de  sus  crisis  constantes  y de  los  trastornos  a los  cuales  llega  el  mundo,  en 
el  camino  de  un  proceso  histórico-social  sin  comparaciones  con  el  pasado  reciente  o 
lejano.  La  globalización  configura  un  proceso  que  nos  afecta  a todos,  pueblos,  países 
y evidentemente  a las  iglesias.  Los  analistas  más  críticos  son  unánimes  en  un  punto: 
pese  el  extraordinario  crecimiento  ocurrido  en  el  postguerra  ( 1 945  en  adelante),  de  la 
caída  de  la  inflación  en  muchos  países  en  las  últimas  décadas,  de  la  modernización 
del  ambiente  productivo  con  la  masiva  aplicación  de  nuevas  tecnologías,  del  avance 
de  las  comunicaciones,  sobretodo  el  uso  de  las  ondas  de  los  satélites,  del  uso  intensi- 
vo de  tecnologías  de  punta  (fibra  óptica,  ingeniería  genética,  biotecnología,  robótica), 
todos  estos  beneficios  no  se  distribuyeron  equitativamente.  Fueron  concentrados  en 
pocos  países  y pocas  grandes  empresas,  atendiendo  primeramente  a siempre  meno- 
res parcelas  de  la  humanidad.  Como  resultado  tenemos  la  concentración  del  poder  y 
de  la  renta,  de  la  riqueza  y de  la  propiedad  de  la  tierra,  lo  que  viene  agudizando  sen- 
siblemente las  causas  tradicionales  del  descontento  popular  y la  miseria  de  los  pue- 
blos. El  economista  brasileño  José  Luis  Fiori  resume  esta  situación  al  afirmar  que  “la 
globalización  no  es  un  proceso  libre  de  contradicciones”  y que  aquellos  regímenes 
que,  en  otros  momentos  del  siglo  XX,  eran  tildados  de  totalitarios,  hoy  algunos  los 
llaman  de  “regímenes  globalitarios”".  Estaríamos  viviendo  una  nueva  forma  del  to- 
talitarismo, concepto  tan  bien  estudiado  por  Hannah  Arendt. 

Las  consecuencias  de  todo  esto  podemos  observarlas  en  las  ciudades,  con  la 
urbanización  desenfrenada  y caótica,  el  crecimiento  de  las  “villas  miseria”,  la  pre- 
cariedad de  los  servicios  públicos,  parí  passu  con  los  graves  desajustes  de  las  eco- 
nomías nacionales:  creciente  desocupación,  pérdida  de  los  derechos  sociales,  frutos 


Cf.  Evaldo  L.  PAULY.  Cidcidania  c pastoral  urbana.  Sao  Leopoldo  : Sinodal/IEPG,  1994  (esp.  ca- 
pítulos 1, 3 c 4). 

' ’ Os  moedeiros  falsos.  Petrópolis:  Vozes,  1997. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BIBLICA  LATINOAMERICANA.  No.  32 


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de  largas  luchas  populares,  exclusión  de  vastos  sectores  empobrecidos  y sin  prepa- 
ración para  la  competición  social,  a quienes  se  les  atribuye  el  apodo  de  improducti- 
vos y desechables. 

En  una  investigación  sobre  la  ciudad  del  Rio  de  Janeiro,  Márcia  da  Silva  Pe- 
reira  Leite  afirma  que  el  imaginario  de  gran  parte  de  las  personas,  sean  de  clases  más 
elevadas  o de  clases  inferiores,  esta  dominado  por  la  metáfora  de  la  guerra  y en  es- 
tas condiciones  los  caminos  de  solución  de  los  graves  problemas  sociales  son  siem- 
pre más  difíciles.  Así  dice: 

“Rota  la  forma  histórica  de  incorporación  de  las  clases  subalternas  a la  ciudadanía  en 
el  Brasil,  limitado  el  potencial  de  absorción  de  la  fuerza  de  trabajo  por  el  mercado, 
¿cuál  es  el  lugar  o rol  que  les  queda?  Entiendo  que  el  estrechamiento  de  la  ciudada- 
nía — tanto  en  relación  a los  segmentos  incorporados  como  a los  derechos  institucio- 
nalizados— tiende  a producir  una  nueva  ‘cuestión  social’ . Si  la  desarticulación  de  los 
sujetos  colectivos  (partidos,  movimientos  sociales  y sindicatos)  y la  naturalización  de 
los  conflictos  sociales  no  favorecen  la  reorganización  de  movimientos  reivindicato- 
ríos, en  sus  formas  usuales,  conspiran  para  una  irrupción  de  las  carencias  en  el  len- 
guaje de  la  necesidad  y en  el  espacio  de  la  vida  cotidiana,  la  ciudad.”12 

La  autora  llama  la  atención  sobre  el  estrechamiento  ele  la  ciudadanía.  Otros 
hablan  de  limitaciones  al  ejercicio  de  la  ciudadanía.  Me  parece  que  este  es  el  punto 
que  nos  interesa  discutir  a partir  de  la  fe  cristiana.  Afirmaciones  como  aquella  sir- 
ven como  alerta  y como  confesión  de  pecados.  Las  comunidades  cristianas,  normal- 
mente, son  demasiado  pasivas  frente  al  del  proceso  histórico.  Con  eso  dan  un  mal 
testimonio  y terminan  por  encubrir  cuando  tendrían  que  hacer  brillar  la  luz  del  Evan- 
gelio que  fermenta  a la  masa. 

En  estos  días  percibimos  con  agudeza  la  necesidad  de  reinventar  la  democra- 
cia como  democracia  participativa.  No  solamente  para  ejercer  el  derecho  al  voto  y 
de  llevar  documentos  de  identidad,  sino  para  ejercer  la  conciencia  de  ser  ciudada- 
nos, que  conllevan  deberes,  e indudablemente,  derechos.  Por  esto  juzgo  muy  opor- 
tuna aquella  declaración  de  Fernanda  Montenegro  puesta  al  principio.  Es  una  con- 
vocatoria para  que  nos  hagamos  presentes  en  la  escena  histórica,  exigiendo,  reivin- 
dicando, organizándonos,  defendiendo  sobre  todo  los  derechos  de  los  más  pobres  de 
esta  tierra.  Esto  tiene  que  ver  con  la  vocación  cristiana.  Es  el  paso  que  vamos  a ex- 
poner en  el  siguiente  punto. 


5.  Ciudadanía  en  la  perspectiva  bíblica 

En  una  entrevista  sobre  la  situación  brasileña  contemporánea,  el  filósofo  Gerd 
Bornheim,  libre  docente  de  la  UFRGS  y profesor  de  la  Universidade  do  Estado  do 
Rio  de  Janeiro,  decía  que  la  base  de  la  cultura  occidental  está  inculcada  en  la  vio- 
lencia y que  esta  violencia  tiene  raíces  que  remontan  a la  cultura  griega.  El  se  pre- 
guntaba, también,  si  el  totalitarismo  (de  izquierda  y de  derecha)  no  sería  hoy  una  es- 
pecie de  último  régimen  político  o sistema  de  violencia  organizada.13 

1 9 

z "Imagens,  escolhas  e dilemas  de  urna  cidade  em  pé  de  guerra".  Proposta.  Nu  66,  setembro.  Rio  de 
Janeiro  : 1995:  p.5. 

Entrevista:  "Nao  abdicar  da  condigno  humana:  criticar  a realidade  e inventar  novos  caminhos". 
Proposta.  n°  66,  setembro.  Rio  de  Janeiro  : 1995:  45-50. 


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ROBERTO  E ZWETSCH,  Biblia  y ciudadanía 


Considerando  lo  que  expuse  anteriormente  me  parece  que  él  tiene  razón  y es- 
to complica  todavía  más  las  cosas.  ¿Cómo  salimos  de  ésta?  Es  la  gran  pregunta  que 
muchos  se  hacen.  Evidentemente  hay  salidas  conservadoras:  ajuste  fiscal,  corte  de 
los  gastos  públicos,  altos  intereses,  recesión,  apertura  indiscriminada  de  la  econo- 
mía, sacrificios  de  derechos,  ajuste  salarial,  penalización  de  las  personas  “inactivas” 
(jubilados),  el  vade  mecum  neoliberal  actualmente  impuesto  al  Brasil  por  el  Fondo 
Monetario  Internacional.  Los  que  defienden  esta  solución  dicen  que  solamente  así 
el  país  podría  pagar  su  monstruosa  deuda  externa  e interna,  dominar  la  inflación, 
disminuir  el  tamaño  del  Estado  para,  entonces,  iniciar  un  nuevo  ciclo  de  progreso  y 
desarrollo.  Parece  que  estaríamos  delante  una  nueva  versión,  más  sofisticada,  de  la 
vieja  y conocida  teoría  de  la  torta , de  los  tiempos  de  Delfim  Neto  y de  la  Dictadu- 
ra Militar.  Sacrificios  hoy  para  un  futuro  mejor  después. 

Otros  piensan  distinto.  No  hay  consenso,  existen  varias  propuestas  muy  dis- 
pares y a veces  hasta  conflictivas.  Pero  de  una  cosa  estos  sectores  están  convenci- 
dos.“Tenemos  que  partir  de  una  crítica  de  la  realidad  concreta  en  que  vivimos.  La 
antigua  idea  del  socialismo  (de  Estado,  RZ)  no  va  a ningún  lado.  Lo  que  es  una  tra- 
gedia. Es  realmente  una  tragedia  porque  dejó  la  inteligencia  occidental  en  una  es- 
pecie de  vacío  ...  Pero  tenemos  que  buscar  un  camino.  Y el  camino,  a mi  modo  de 
ver,  es  criticar  el  sistema  y trabajar  el  fragmento.  Tenemos  que  inventar  nuevos  ca- 
minos”14. 

Me  parece  que  él  está  acertado  en  la  dirección  que  indica.  Porque  creo  que  la 
comunidad  cristiana  tiene  una  contribución  única  que  ofrecer,  de  modo  especial, 
partiendo  de  su  convicción  más  cimentada  en  el  evangelio  de  la  gracia  y del  amor 
liberador  de  Dios,  revelado  de  manera  insoslayable  en  Jesús  de  Nazaret. 

En  su  trayectoria  por  los  caminos  de  Palestina  Jesús  dio  origen  a un  movi- 
miento sai  generis.  Ni  ortodoxo,  ni  revolucionario  a la  manera  de  los  zelotes,  sica- 
rios y macabeos.  Su  predicación  y práctica  apuntaban  a otra  radicalidad.  El  decía  a 
las  multitudes  que  lo  seguían,  como  ovejas  sin  pastor:  “El  plazo  está  vencido,  el  Rei- 
no de  Dios  se  ha  acercado.  Tomen  otro  camino  y crean  en  la  Buena  Nueva”  (Me 
1,15).  Esta  buena  nueva  era  la  que  Dios  viene  para  rescatar  ( go'el ) el  pobre,  el  que 
estaba  perdido  y no  tenía  más  esperanzas  de  salvación.  Que  Dios  ama  al  pecador  y 
da  la  vida  por  él. 

Es  muy  interesante  reflexionar  sobre  algunas  narraciones  bíblicas  en  las  cua- 
les aparecen  las  contradicciones  entre  aquél  pueblo  desorientado,  el  grupo  de  los 
discípulos  y el  propio  Jesús.  En  Marcos  6 y Marcos  8 tenemos  dos  veces  los  relatos 
de  la  multiplicación  de  los  panes.  En  el  primero,  Jesús  confronta  su  grupo  más  cer- 
cano - que  frente  al  hambre  de  la  multitud,  prefirió  mandar  que  se  fueran  y compra- 
ran su  comida  - y afirma  con  fuerza:  “Denles  ustedes  de  comer”.  Los  discípulos  no 
entienden,  se  ponen  molestos  y empiezan  a calcular  cuanto  les  costaría  esta  actitud 
de  buena  voluntad. 

Sin  embargo,  Jesús  piensa  de  otro  modo.  Pregunta  sobre  cuánta  comida  dis- 
pone la  multitud.  Después  de  una  respuesta  dubitativa,  “cinco  panes  y dos  peces”, 
los  discípulos  escuchan  una  orden  de  Jesús,  todavía  más  absurda.  Que  el  pueblo  se 
arrimara  en  grupos  de  cien  en  cien  y de  cincuenta  en  cincuenta.  Después  de  que  el 
pueblo  se  organizara,  Jesús  toma  el  alimento  disponible,  agradece  al  cielo  por  el 


14 


G.  BORNHEIM,  op.  cit.,  p.47. 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BIBLICA  LATINOAMERICANA.  No.  32 


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mismo,  lo  bendice  y manda  que  sea  repartido  para  toda  aquella  gente.  El  texto  ter- 
mina así:  “Todos  comieron  hasta  hartarse”. 

En  el  capítulo  8 la  narrativa  se  repite  solamente  con  algunos  cambios.  No  se 
trata  solamente  de  5 panes  sino  de  7 y algunos  pescaditos.  Y como  en  el  caso  ante- 
rior las  personas  comen  y todavía  sobra  una  gran  cantidad.  En  la  primer  narración 
sobran  doce  canastos  y en  la  segunda  siete. 

Una  buena  exégesis  percibe  en  estos  números  un  simbolismo  muy  fuerte.  Sie- 
te en  el  lenguaje  bíblico  se  refiere  a plenitud.  Se  podría  interpretar  qué  dice  respec- 
to a lo  que  es  necesario  y suficiente  para  la  vida.  Es  importante  darse  cuenta  que  Je- 
sús no  acepta  simplemente  doblarse  a las  leyes  del  mercado  ( comprar  y vender).  El 
sugiere  otro  camino,  el  camino  de  la  organización,  del  compartir  y de  la  distribución 
más  equitativa  de  lo  que  es  necesario  para  vivir,  de  tal  modo  que  las  personas  no  des- 
fallezcan por  el  camino,  o sean,  pierdan  su  vida.  Para  Jesús,  la  organización,  el  com- 
partir y la  distribución  son  elementos  imprescindibles  en  la  lucha  por  la  vida.  Y la 
vida  es  de  Dios,  por  lo  tanto,  enajenable  para  todos.  Y el  milagro  es  la  señal  de  que 
el  Reino  de  Dios  está  cerca,  ya  llega. 

La  perícopa  de  Marcos  8 termina  con  una  interrogación:  ¿todavía  no  lo  com- 
prendieron? El  exégeta  Ched  Myers  dice  que  Marcos  habla  para  su  comunidad  y de- 
sea orientarla  en  un  contexto  muy  difícil.  Probablemente  este  texto  aparece  cerca  del 
65  d.C.,  en  los  tiempos  de  la  Guerra  Judaica.  La  pequeña  comunidad  cristiana  no 
puede  ser  confundida  ni  con  judíos  que  están  con  el  Imperio  Romano,  ni  con  los  par- 
tidarios de  la  reacción  violenta  en  contra  de  los  romanos.  Ella  es  primeramente  de- 
safiada a seguir  los  pasos  de  Jesús  que  hace  radical  la  vivencia  del  amor  y de  la  so- 
lidaridad que  va  más  allá  de  la  comunidad  étnica-religiosa.  Así  dice  Ched:  “Los  dis- 
cípulos solamente  pueden  imaginar  la  falta  de  mercado  en  la  economía  dominante. 
Contra  esta  posición,  Jesús  continua  orientándolos  para  que  tengan  sus  propios  re- 
cursos, los  estimula  a crear  una  economía  alternativa.  La  “abundancia”  que  aparece 
en  la  visión  que  Marcos  tienen  del  Reino  puede  realizarse  cuando  los  discípulos 
aprendan  a organizarse  y a compartir  los  recursos  válidos.  Este  es  el  “milagro”  na- 
rrado en  las  distribuciones  de  alimento  en  el  desierto;  por  medio  de  él  nadie  necesi- 
ta “desfallecerse  en  el  camino”  (8,3)”15. 

El  autor  continúa  diciendo  que  aquel  modelo  de  compartir  y de  distribución 
presentado  a la  comunidad  en  Me  10.29-31  está  en  clara  tensión  con  el  orden  econó- 
mico vigente  y representada  por  el  latifundio,  orden  éste  causador  del  empobreci- 
miento y hambre  de  los  pobres.  En  síntesis,  la  comunidad  es  desafiada  a recrear  el 
sistema  distributivo:  la  propiedad  privada  de  tierras  y casas  es  abandonada  a favor  de 
una  economía  que  se  basa  en  la  cooperación  y en  el  compartir  los  bienes  y recursos. 

Hoy  no  es  posible  transponer  la  propuesta  de  Jesús  para  la  sociedad  moderna, 
altamente  compleja  y diversificada.  Pero  la  propuesta  de  distribución  de  renta  y de 
los  recursos  continúa  siendo  el  tendón  de  Aquiles  del  capitalismo,  de  modo  particu- 
larmente dramático,  en  el  actual  estadio  de  la  hegemonía  del  capital  financiero,  cu- 
ya crisis  estructural  está  llevando  a la  quiebra  la  mayor  parte  de  las  economías  de 
los  países  pobres  (algunos  de  los  cuales,  sintomáticamente  llamados  en  los  últimos 
tiempos  de  “mercados  emergentes”). 


15 


O evangelho  de  Sao  Marcos.  Trad.  S.F.L.  Ferreira.  Sao  Paulo:  Paulinas,  1992,  p.52 1 . 


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ROBERTO  E.  ZWETSCH,  Biblia  y ciudadanía 


Pero  el  testimonio  bíblico  presenta  todavía  otro  importante  argumento, 
con  el  cual  pretendo  cerrar  este  artículo.  Al  contrario  de  Jesús,  que  actuó  gene- 
ralmente en  pueblos  chicos  y villas  en  el  interior  de  Palestina,  adoptando  gene- 
ralmente una  visión  bastante  rural,  provinciana  y nacionalista,  Pablo  es  el  hom- 
bre urbano  y en  esta  condición  interpretó  el  evangelio  para  la  situación  de  las 
grandes  ciudades"’. 

Según  Pablo,  el  evangelio  se  hace  decididamente  cargo  de  la  vida  de  las  per- 
sonas que  no  tienen  valor  en  la  sociedad.  1 Cor  dice  “son  pocos  de  ustedes  que  pa- 
san por  cultos,  y son  pocas  las  personas  pudientes  o que  vienen  de  familias  famosas. 
Pero  Dios  ha  elegido  lo  que  el  mundo  tiene  por  necio,  con  el  fin  de  avergonzar  a los 
sabios;  y ha  escogido  lo  que  el  mundo  tiene  por  débil,  para  avergonzar  a los  fuertes. 
Dios  ha  elegido  a la  gente  común  y despreciada;  ha  elegido  lo  que  no  es  nada  para 
rebajar  a lo  que  es”  (1 ,26-28). 

Es  con  estas  personas,  motivadas  por  la  fe,  que  la  comunidad  cristiana  anun- 
cia una  nueva  forma  de  vivir  en  el  mundo.  La  koinonia  cristiana  no  es  un  modelo 
para  toda  la  sociedad,  sino  que  ella  quiere  ser  luz,  levadura,  experimento  de  otra  for- 
ma de  vivir  en  el  mundo.  El  desafío,  siempre  renovado  con  cada  nueva  coyuntura 
histórica,  es  reinterpretar  este  evangelio,  según  las  necesidades  de  las  personas  y 
conforme  las  señales  del  Reino  que  el  Espíritu  suscita. 

En  la  carta  a los  Filipenses,  Pablo  escribe  como,  a su  modo  de  ver,  una  per- 
sona cristiana  participa  en  la  lucha  por  la  ciudadanía.  Así  dice:  “Solamente  procu- 
ren ordenar  su  vida  ( politeúesthel ) de  acuerdo  con  la  Buena  Nueva  de  Cristo”.  Pa- 
blo. en  primer  lugar,  reafirma  su  convicción:  el  pueblo  cristiano  participa  de  la  ciu- 
dad como  ciudadano.  No  está  afuera  o más  allá  de  la  vida  en  sociedad.  Está  envuel- 
to en  ella  y en  sus  quehaceres.  Participa  de  la  gestión  de  la  sociedad  civil,  de  la  ciu- 
dad y del  gobierno.  Este  reconocimiento  del  valor  de  la  ciudadanía  como  vocación 
cristiana  es  de  vital  importancia  para  la  encarnación  de  la  fe  en  la  actualidad.  Esto 
quiere  decir,  por  ejemplo,  que  si  los  cristianos  participan  de  las  organizaciones  que 
luchan  contra  el  hambre  y la  miseria  o de  los  consejos  municipales  que  tratan  del  te- 
ma de  la  niñez  y del  adolescente  o que  tratan  de  la  salud,  hacen  lo  que  corresponde 
a la  vivencia  concreta  de  la  fe  en  el  mundo.  No  es  algo  opcional.  Es  compromiso  de 
acuerdo  a la  fe.  Además  de  eso,  Santiago  tiene  toda  la  razón  al  condenar  la  fe  que 
no  es  materializada  en  hechos  (St  2,17). 

Así,  en  segundo  lugar,  la  persona  cristiana  deberá  ejercer  su  ciudadanía  en  co- 
herencia con  el  evangelio,  de  tal  forma  que  su  participación  en  los  destinos  de  la  so- 
ciedad civil  sea  un  testimonio  del  amor  de  Cristo.  Ser  digno  del  evangelio  implica 
asumir  posturas  éticas  de  respeto  al  otro,  de  la  verdad  y de  la  humildad.  La  persona 
cristiana  sabrá  oír  y contribuir,  estará  siempre  lista  a arremangarse  y ensuciar  sus 
pies  en  el  barro  de  las  luchas  históricas,  aunque  esto  pueda  significar,  en  algunos  ca- 
sos, pérdida  de  prestigio,  ataque  al  honor  personal,  o en  casos  límite,  amenaza  a la 
vida  (persecución  y muerte).  Tal  ejercicio  de  la  ciudadanía  no  es  algo  apenas  indivi- 
dual, como  si  quedara  al  criterio  de  cada  uno  lo  qué  hacer;  es  ante  todo  un  esfuerzo 
comunitario.  En  este  sentido  es  que  la  comunidad  está  calificada  y busca  permanen- 


1 ^ Para  o que  segué,  cf.  Nclio  SCHNEIDER.  “'Exe^am  a cidadania  de  modo  digno  do  evangelho  de 
Cristo':  O evangelho  na  cidade”,  cm:  Oneide  BOBSIN  (org.).  Desafíos  urbanos  ¿i  igreja.  Estudos  de 
casos.  Sao  Leopoldo:  Sinodal,  1995:  13-28. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  No.  32 


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temente  calificarse  para  participar,  de  forma  organizada,  de  la  gestión  y de  la  trans- 
formación de  la  vida  en  sociedad. 

En  tercer  lugar,  tal  participación  tendrá  como  criterio  el  evangelio  de  Cristo. 
Esto  quiere  decir:  a partir  del  evangelio,  la  ciudadanía  es  un  derecho  vital  que  orien- 
ta la  acción.  Y este  criterio  está  consubstanciado  en  el  mensaje  de  la  libertad  cristia- 
na, de  la  práctica  de  la  justicia,  del  amor  y del  perdón17. 

Nélio  Schneider  busca  resumir  la  manera  como  Pablo  entiende  la  vivencia  de 
esa  fe  ciudadana  y encuentra  dos  principios  complementarios.  Primero,  “me  he  he- 
cho todo  para  todos”  ( 1 Cor  9,22).  Segundo,  “no  sigan  la  corriente  del  mundo  en  que 
vivimos”  (Rm  12, 2). 114  Así  enfatiza  la  posición  crítica  asumida  por  la  fe  cristiana  en 
la  sociedad.  La  vivencia  de  la  fe  no  dispensa  la  razón,  pero  la  utiliza  según  el  evan- 
gelio, de  acuerdo  al  espíritu  de  Cristo.  Y este  espíritu  indica  el  camino  a seguir:  la 
renovación  constante  de  la  mente,  del  corazón  y de  la  propia  realidad  para  que  se 
realice  el  verdadero  culto  a Dios  (Rm  12,1).  Con  esto  Pablo  deja  en  abierto  como, 
en  cada  caso,  este  culto  será  realizado,  aunque  reafirme  el  sentido  de  él:  la  gloria  de 
Dios  y la  salvación  del  ser  humano  en  Cristo. 

De  esta  forma  la  vivencia  cristiana  no  podrá  ser  jamás  algo  aburrido,  tedioso, 
ultrapasado,  conservador.  Ella,  al  contrario,  nos  colocará  constantemente  delante  de 
opciones  a veces  difíciles  y exigentes.  Este  es  el  precio  del  evangelio,  del  segui- 
miento a Jesús.  La  gracia,  decía  Dietrich  Bonhoeffer,  es  cara.  Y la  libertad  no  es  so- 
lamente un  pantalón  viejo,  azul  y descolorido.  Ante  todo,  ella  cuenta  con  todo  nues- 
tro ser  y experiencia  de  vida.  Para  rescatar  la  dignidad  de  la  vida  y de  la  condición 
humana,  como  decía  el  filósofo  Gerd  Bornheim. 


6.  Conclusión:  ciudadanía  a la  medida  de  la  estatura  de  Cristo 

En  este  artículo  procuré  relacionar  el  mensaje  de  la  Biblia  con  el  desafío  de 
la  ciudadanía,  como  vocación  de  cada  persona  cristiana  y de  la  propia  comunidad. 
Ubiqué  el  concepto  de  ciudadanía  en  la  historia  del  Occidente  y presenté  las  líneas 
del  pensamiento  bíblico  que  fundamentan  la  lucha  por  la  ciudadanía  como  concre- 
ción de  la  vida  de  fe. 

Para  concluir  entiendo  que  la  dignidad  de  la  fe  encuentra  hoy  un  examen  en 
el  ejercicio  digno,  responsable  y crítico  de  la  ciudadanía.  Es  lo  que  el  apóstol  Pablo 
afirmó  en  sus  cartas,  al  sacar  las  consecuencias  del  evangelio  de  Jesús  para  el  con- 
texto urbano  de  las  grandes  ciudades.  El  mismo  no  se  cansa  de  presentar  los  crite- 
rios para  tal  vivencia.  En  su  visión:  en  Cristo  tenemos  la  medida  para  articular  la 
práctica  de  la  fe  y del  amor  en  cualquier  tiempo  y lugar.  En  Rom  12,3  Pablo  orien- 
ta, una  vez  más,  a la  comunidad  de  Roma,  específicamente  aquella  que  vive  en  la 
capital  del  Imperio,  cercana  al  centro  del  sistema:  “La  gracia  que  Dios  me  ha  dado 


' Cf.  o clássico  livrinho  de  Martim  LUTERO.  Da  liberdade  crista.  5a  ed.  revisada.  Trad.  Walter  Alt- 
mann.  Sao  Leopoldo:  Sinodal,  1998.  Interessante  notar  que  o mesmo  texto  e os  prefacios  da  Biblia  e 
da  carta  aos  Romanos  foram  publicados  por  urna  editora  universitária  no  ano  de  1998,  em  edigao  bi- 
lingüe para  conferir  com  o texto  original..  Cf.  Marlinho  LUTERO.  Da  liberdade  do  cristao  (1520). 
Prefacio  á Biblia.  Edigao  bilingüe.  Trad.  Erlon  José  Paschoal.  Sao  Paulo:  Ed.  UNESP,  1998. 

18  Cf.  Op.  cit.,  p.  1 7. 


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ROBERTO  E.  ZWETSCH,  Biblia  y ciudadanía 


me  autoriza  para  decirles  a todos  y a cada  uno  de  Ustedes  que  no  se  estimen  dema- 
siado a sí  mismos,  sino  dentro  de  lo  prudente,  y cada  cual  sea  consciente  del  lugar 
que  Dios  le  ha  señalado.”  Y en  lo  que  dice  respecto  a la  comunidad,  “que  todos  nos 
juntemos  en  la  misma  fe  y el  mismo  conocimiento  del  Hijo  de  Dios,  llegando  a ser 
el  hombre  perfecto,  con  esa  madurez  adulta  que  hará  de  nosotros  la  plenitud  de  Cris- 
to. (Ef  4,1 3) 

Hace  parte  de  ese  discipulado  radical,  la  vivencia  de  la  fe,  situación  civil,  pú- 
blica, ciudadana.  Por  esto  nos  toca  ejercer  con  conciencia  renovada,  nuestra  ciuda- 
danía de  modo  digno  del  evangelio  de  Cristo.  Solamente  así  haremos  justicia  al 
nombre  de  cristianos  y a la  misión  que  recibimos  de  Dios  por  intermedio  de  Cristo. 


Roberto  E.  Zwetsch 

Caixa  postal  14 
Sao  Leopoldo  — RS 
93121-970 
Brasil 

Traducido  por:  Clóvis  Eloi 


LUIZ  JOSÉ  DIETRICH . 


CIUDADANIA:  RESCATAR 
LA  DIGNIDAD  DE  SER 


Resumen 

La  caída  del  muro  de  Berlín  y el  clamor  escandaloso  de  las  injusticias  y de  la  concen- 
tración de  tierras  y rentas  exigen  que  repensemos  nuestra  práctica  política.  Este  artí- 
culo propone,  partiendo  de  las  raíces  de  la  política  y del  estado  moderno,  un  rescate 
del  actuar  político  libertador  a partir  de  las  ciudades.  Identifica  en  la  Biblia  una  teo- 
logía del  trono,  centralizadora  , en  conflicto  con  una  teología  hecha  a partir  de  la  vi- 
da de  los  pobres,  descentralizadora  y participativa,  y propone  una  lectura  política  de 
la  Biblia  que  anime  prácticas  orientadas  por  las  relaciones  concretas  de  lo  cotidiano 
que,  superando  el  antropocentrismo,  en  sintonía  con  la  vida  en  su  sentido  amplio,  bus- 
quen rediseñar  las  ciudades  como  local  de  la  generación  y de  la  renovación  gratuita 
de  la  Vida  para  todos.  Estas  prácticas  son  también  lugares  de  experiencia  del  Dios  de 
la  Vida. 

Abstract 

The  fall  of  t he  Berlín  wall  and  the  crying  shame  of  the  injustices  and  the  concentra- 
tion  of  landholdings  and  income  require  us  to  rethink  our  political  practices.  This  ar- 
ticle,  starting  from  the  roots  of  politics  and  of  the  modern  State,  proposes  a recove ry’ 
of  liberating  political  action  which  would  begin  in  the  ciñes.  It  identifies  in  the  Bible 
a theology  of  the  throne,  which  is  a centralizing  theology,  in  conflict  with  a theology 
based  on  the  the  life  of  the  poor,  which  is  a decent ralizing  and  participative  theology; 
and  it  proposes  a political  reading  of  the  Bible  which  will  anímate  practices  which  get 
their  orientation  from  the  concrete  relations  of  everyday  life  (lo  cotidiano)  which, 
overcoming  anthropocentrism,  in  harmony  with  Life  in  its  broader  sense,  seek  to  rede- 
sign  the  ciñes  as  the  place  ofbirth  and  gratuitous  renewal  of  Life  for  all.  These  prac- 
tices are  al  so  places  for  experiencing  the  God  of  Life. 


La  palabra  ciudadanía  parece  cargar  hoy  todo  aquello  que  era  colocado  dentro 
de  otras  palabras  que  ya  cargaron  con  nuestros  sueños.  En  este  sentido,  no  se  diferen- 
cia mucho  de  palabras  como  socialismo  y sociedad  igualitaria,  que  también  ya  asu- 
mimos como  aproximaciones  históricas  del  Reino  de  Dios.  Son  una  especie  de  “vien- 
tres de  alquiler”,  úteros  grávidos  de  utopías  y anhelos.  Mas  estas  palabras  no  son  neu- 

* Parte  de  este  artículo  ya  fue  publicada  con  algunas  diferencias  y adaptada  a otros  objetivos,  con  el 
título:  “Biblia  e cidadania”,  en  Encontros  Teológicos  (Revista  do  Instituto  Teológico  de  Santa  Catari- 
na/ITESC),  n^  19,  1995,  pp.9-16,  y con  el  título:  “Cristianismo  y rescate  de  la  ciudadanía”,  en  Palav- 
ra  na  Vida  (Subsidios  do  CEB1),  número  conmemorativo,  ns  100,  Sao  Leopoldo,  1996,  pp. 20-32. 


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LUIZ  JOSÉ  DIETRICH,  Ciudadanía  - Rescatar  la  dignidad  de  ser 


tras,  ni  sinónimos,  ni  tampoco  fueran  creadas  por  nosotros.  Tienen  historia  y traen 
contenidos  que  adquirieron  durante  la  trayectoria  que  recorrieron. 

El  derruirte  del  muro  de  Berlín  trajo  a la  superficie  muchos  de  los  problemas  y 
contradicciones  de  las  concreciones  históricas  de  aquello  que  se  llamaba  comunismo 
o repúblicas  socialistas.  Así,  entre  otros  aspectos,  la  centralización  política  y econó- 
mica, la  imposición  cultural  homogeneizadora,  la  falta  de  espacio  para  la  participa- 
ción personal  y la  realización  de  la  subjetividad,  la  burocracia  estatal  sofocante  y pri- 
vilegiada, la  inexistencia  de  espacios  públicos  de  manifestación  y de  participación  de 
la  sociedad  civil,  la  casi  inexistencia  de  una  sociedad  civil  autónoma  en  relación  al 
partido  en  el  poder. 

La  derrota  de  este  socialismo  estatal  tuvo  muchos  reflejos  sobre  la  militancia 
política  en  Brasil,  en  América  Latina  y en  todo  el  resto  del  mundo.  Muchos  entre  no- 
sotros tenían  en  aquellas  regiones  del  mundo  su  norte  político.  O por  lo  menos  en 
concepciones  y experiencias  políticas  que  sostenían  a aquellos  sistemas.  Y en  este 
sentido  continúa  teniendo  ecos.  La  polvareda  de  la  caída  del  muro  todavía  no  se  di- 
sipó por  completo.  Es  difícil  hacer  el  reciclaje  de  nuestras  utopías.  Ni  sabemos  bien 
si  de  hecho  es  necesario  reciclarlas, o cuáles  son  las  partes  que  precisan  ser  recicladas 
y cuáles  precisan  ser  mantenidas.  La  injusticia  continúa,  el  empobrecimiento  de  los 
trabajadores,  la  exclusión  y la  concentración  de  tierras  y rentas  sólo  aumenta.  Las  si- 
tuaciones que  nos  hicieron  ver  que  nuestras  sociedades  necesitan  ser  transformadas, 
y que  nos  hicieron  soñar  con  utopías,  siguen  clamando  en  alta  voz. 

Es  en  este  contexto  en  el  que  la  palabra  ciudadanía  va  ganando  espacio  en  la 
política.  Todo  eso  exige  que  reprensemos  nuestra  comprehensión  y nuestra  práctica 
política.  El  tema  propuesto  por  los  organizadores  de  este  número  de  RIBLA  fortale- 
cerá sin  duda  este  importante  y urgente  debate.  Es  también  un  buen  espacio  y mo- 
mento para  revisar  nuestras  concepiones  y evaluar  nuestras  prácticas. 


1.  Repensar  el  obrar  político 

1.1.  Raíces  de  la  política 

Política  viene  de  polis,  palabra  griega  que  significa  ciudad.  Política  es  el  go- 
bierno de  la  ciudad.  Mientras  que  en  otros  lugares  como  Persia  o Egipto  la  actividad 
política  era  la  actividad  del  pequeño  grupo  de  gobernantes,  que  comandaba  autocrá- 
ticamente  la  colectividad  hacia  objetivos  tales  como  las  guerras,  las  construcciones 
públicas  y la  pacificación  interna,  en  Grecia  la  política,  esto  es  el  gobierno  y la  direc- 
ción del  destino  de  las  ciudades,  era  una  actividad  realizada  por  el  conjunto  de  los 
ciudadanos.  En  las  ciudades  de  Grecia  la  actividad  política  se  desarrollaba  como  fun- 
damento de  la  propia  vida  social.  La  democracia  fue  concebida  por  los  griegos  como 
un  conjunto  de  libertades  para  participar,  como  una  virtud  cívica  de  asumir  responsa- 
bilidades públicas  y tener  el  honor  de  contribuir  al  ser  colectivo,  a la  comunidad  y a 
la  ciudad  a la  cual  se  pertenecía.  Anteponer  los  negocios  privados  a los  intereses  pú- 
blicos era  una  señal  de  indignidad. 

Aún  si  se  considera  que  en  Grecia  los  extranjeros,  los  esclavos  y las  mujeres, 
aún  las  más  ricas,  no  participaban  de  las  asambleas  ( ekklesía ) en  las  cuales  los  ciuda- 
danos deliberaban  o legislaban  sobre  la  vida  de  sus  ciudades,  la  democracia  de  las 
ciudades  griegas,  como  una  gran  novedad,  trajo  la  política  las  plazas  públicas  y po 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA.  No.  32 


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sibilitó  que  más  personas  tuviesen  participación  política.  La  política  no  se  restringía 
ya  al  estrecho  límite  del  palacio  de  los  gobernantes.  Como  una  experiencia  de  armo- 
nización de  la  vida  personal  con  lo  colectivo,  formó  un  espacio  de  presencia  de  la  po- 
lítica en  lo  cotidiano,  llegando  a ser  de  esta  manera  la  política  una  especie  de  ética, 
un  referente  para  el  comportamiento  individual  frente  al  colectivo  social,  la  multipli- 
cidad de  la  polis.  La  actividad  política  tenía  una  función  pedagógica  de  transformar 
a los  ciudadanos  en  políticos,  capacitarlos  y dar  espacio  para  la  participación  en  la 
gestión  de  su  ciudad. 

Por  su  parte,  la  autoridad  del  soberano,  la  función  de  jefe,  pasa  a tener  su  po- 
der definido  por  los  ciudadanos,  a través  de  leyes  establecidas  por  la  asamblea.  En 
este  espacio  se  desarrollan  las  discusiones  públicas,  la  práctica  pública  del  discurso 
orientado  al  convencimiento,  la  vivencia  democrática  del  conflicto  entre  las  diversi- 
dades. No  solamente  el  Estado,  el  gobernante  ejecutivo,  sino  también  la  ciudad,  la 
reunión  de  los  ciudadanos,  adquiere  significado,  participa  políticamente.  Con  esto  los 
griegos  deshicieron  algunas  características  del  poder  despótico. 

1.2.  La  política  como  alienación 

En  Roma,  por  el  contrario,  la  política  está  dirigida  manifiestamente  a objetivos 
privados:  los  intereses  de  las  familias  que  precisaban  resguardar  su  monopolio  sobre 
las  riquezas  saqueadas  o la  explotación  de  la  tierra.  La  palabra  “patria”  denuncia  es- 
te origen  familiar,  deriva  del  pater familias,  y los  nobles  romanos  eran  los  patricios. 
El  poder  concentrado  en  el  Estado  romano  sería  de  esta  manera  un  protector  de  los 
patricios,  imponiendo  los  intereses  de  éstos  sobre  los  de  los  otros,  sea  por  medio  de 
los  tributos  /impuestos/,  sea  convocándolos  para  las  guerras,  como  instrumentos  de 
saqueo.  Otra  parte  de  la  actividad  política,  la  relación  entre  el  protector  y sus  prote- 
gidos, es  efectuada  mediante  el  derecho  romano,  que  garantiza  la  no  interferencia  del 
Estado  en  la  propiedad  privada,  en  los  intereses  de  los  patricios,  y la  no  injerencia  del 
público,  de  lo  colectivo,  en  lo  particular. 

Ahora  bien,  allí  la  actividad  política  tiene  que  ver  con  el  juego  entre  los  patri- 
cios — militares,  burócratas  y burguesía — y el  Estado,  y sus  prácticas  de  manipula- 
ción, corrupción  y represión.  La  actividad  política  en  Roma  se  concentra  en  la  dispu- 
ta por  el  poder  de  protección  del  Estado,  como  institución  al  servicio  de  intereses  pri- 
vados. Nada  que  ver  con  la  relación  ciudad-Estado  de  la  política  griega. 

La  revolución  francesa  ofreció  una  encrucijada  para  la  participación  política. 
De  un  lado  la  inspiración  roussoniana  procuraba  crear  un  espacio  para  la  intervención 
de  todos  los  ciudadanos,  independiente  de  su  status  social,  por  cuanto  todos  eran  vis- 
tos como  titulares  de  una  soberanía  popular  de  naturaleza  inalienable  e indelegable. 
Esto  tendría  como  consecuencia  la  participación  directa  de  la  ciudadanía  en  la  toma 
de  decisiones  colectivas,  la  democracia  directa.  En  caso  de  ser  necesario  recurrir  ex- 
cepcionalmente a representantes,  éstos  serían  meros  ejecutores  de  la  soberanía  popu- 
lar escogidos  por  sufragio  universal.  El  triunfo  de  la  burguesía  invirtió  este  proceso: 
la  representación  política  y parlamentaria  y su  corolario,  el  gobierno  representativo, 
llegaron  a ser  el  sistema  ordinario,  y el  recurso  a la  participación  directa  del  pueblo 
pasa  a ser  lo  excepcional. 

El  Estado  moderno,  sirviendo  para  imponer  intereses  particulares  y sectoriales 
al  conjunto  de  la  sociedad,  sin  ningún  interés  en  la  realización  del  tal  mentado  “bien 


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LUIZ  JOSÉ  D1ETRICH,  Ciudadanía  - Rescatar  la  dignidad  de  ser 


común”,  tiene  su  modelo  en  Roma.  Creció  bajo  el  signo  del  maquiavelismo,  del  de- 
sarrollo del  poder  por  el  poder.  Y como  él,  la  ciencia  política,  en  el  sentido  en  que  era 
entendida  por  los  griegos  y por  los  medievales,  prácticamente  desapareció.  Fue  subs- 
tituida por  otras  ciencias  del  hombre:  por  la  ciencia  jurídica,  por  la  economía  políti- 
ca, por  la  sociología.  Estas  ciencias  no  pretenden  regir  el  Estado.  Lo  dejan  con  las 
manos  libres.  Se  ocupan  del  ser  humano  reducido  a sus  funciones,  separado,  aliena- 
do de  su  contexto  concreto,  esto  es,  de  su  ciudad2. 


1.3.  La  política  como  despolitización  de  la  ciudadanía  y de  lo  cotidiano 

La  actividad  política  es  transferida  de  la  gestión  pública  de  las  cosas  públicas, 
res-publica , hacia  la  institución  en  la  que  se  realiza.  La  política  se  institucionaliza  en 
una  esfera  autónoma,  por  encima  de  la  sociedad:  en  el  Estado.  Tal  institucionaliza- 
ción  de  la  política  promueve  una  división  en  la  sociedad  entre  gobernantes  y gober- 
nados, dominadores  y dominados,  dirigentes  y dirigidos.  Para  suavizar  esta  separa- 
ción, los  Estados  modernos  promueven  una  “ciudadanía  institucionalizada”,  donde  la 
participación  en  los  asuntos  públicos  se  resume  en  la  elección  de  una  representación 
política  por  el  voto  en  las  elecciones. 

Mientras  tanto  las  elecciones  cada  vez  más  alejan  y mantienen  la  política  lejos 
de  lo  cotidiano.  Se  realizan  solamente  de  tiempo  en  tiempo  y el  objeto  de  la  elección 
se  restringe  a llenar  algunos  cargos  electivos.  No  se  vota  políticas,  esto  es,  propues- 
tas para  la  solución  de  problemas  concretos.  Esto  pasa  a ser  responsabilidad  exclusi- 
va de  los  tutores  elegidos.  Es  verdad  que  algunas  veces  son  elegidos  sobre  la  base  de 
programas,  pero  aún  cuando  no  los  cumplan,  hoy  no  se  puede  hacer  nada  legalmen- 
te sino  hablar  mal  del  candidato  y esperar  otra  elección.  En  cuanto  a esto,  los  tutores 
están  en  posesión  exclusiva  de  los  instrumentos  de  dominación  y dirección  políticas 
que  la  ley  les  faculta  para  decidir  de  acuerdo  con  su  propia  voluntad,  en  nombre  de 
entidades  abstractas  como  “el  pueblo”,  “nuestra  ciudad”,  “el  país”,  o en  nombre  del 
"progreso,  de  la  modernización”.  Y los  electores  quedan  alienados  de  la  política. 

Para  que  las  necesidades  cotidianas  consigan  de  facto  penetrar  en  las  actuales 
institucioenes  de  la  representación  política  es  necesario  que  antes  recorran  otras  for- 
mas de  participación  como  las  comunidades,  los  movimientos,  las  luchas  sindicales 
y los  consejos  populares.  Muy  raras  veces  alcanzan  esto  a través  del  voto  y de  las 
elecciones.  Necesitan  estar  fundamentadas  en  elecciones  y prácticas  cotidianas,  que 
muchas  veces  dispensan  de  la  representación  o aun  se  realizan  contra  ella.  Para  rea- 
proximarse a lo  cotidiano,  las  elecciones  deberían  abrir  más  espacios  de  participación 
directa  y control  de  las  ciudadanas  y de  los  ciudadanos  sobre  los  políticos  elegidos  y 
los  funcionarios  contratados.  Dar  a los  municipios  más  poder  y autonomía,  y a los 
electores  medios  más  eficales  de  controlar  las  empresas,  las  políticas  públicas  y los 
elegidos,  inclusive  el  poder  de  destituirlos.  La  confrontación  electoral,  en  este  caso, 


- Cf.  José  Comhlin.  Teología  da  cidade.  Ed.  Paulinas,  Sao  Paulo,  1991.  Este  libro  es  lectura  funda- 
mental para  quien  tiene  interés  en  la  pastoral  urbana.  El  item  “Em  dire?ao  a urna  política  nova”,  p.  1 45- 
150,  es  muy  inspirador  para  una  relación  entre  política  y ciudadanía.  Vale  la  pena  notar  que  el  libro 
fue  editado  en  París  en  1968.  Las  manifestaciones  que  acontecieron  en  París,  en  mayo  de  ese  año,  y 
que  después  ocurrieron  también  en  casi  lodo  el  mundo,  dejaron  una  mancha  indeleble  en  la  política. 
Fue  una  frustración  que  sacudió  desde  la  política  institucional  hasta  los  movimientos  laborales  y 
comunistas  tradicionales. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  No.  32 


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debería  ser  sólo  el  último  eslabón  abstracto  de  una  cadena  cuyo  contenido  concreto 
habría  pasado  por  la  movilización  y organización  cotidianas  de  la  sociedad. 

La  institucionalización  de  la  política  llevó  a la  despolitización  de  lo  cotidiano. 
Usamos  despolitización  en  el  sentido  de  que  los  ciudadanos  y las  ciudadanas  fueron 
alejados  de  la  gestión  y de  las  decisiones  relativas  a su  propia  polis.  Y proponemos 
que  polis  sea  entendida  primordialmente  en  el  sentido  de  ciudad.  Y que  sea  extendi- 
da al  concepto  de  “Estado  nacional”  con  mucho  criterio  y solamente  a partir  de  una 
red  de  ciudadanía  protagonista  en  la  gestión  de  sus  propias  ciudades.  Ciudadanía  tie- 
ne que  ver  primeramente  con  la  ciudad.  Ciudad  y Estado  son  entidades  antagónicas. 
“El  Estado  sólo  logra  instalar  su  dominio  indiscutible  después  de  haber  destruido  la 
idea  de  ciudad  y la  realidad  de  la  vida  de  la  ciudad”3. 

La  despolitización  de  lo  cotidiano  es  hecha  en  parte  por  la  difusión  de  la  idea 
de  que  los  mejores  administradores  son  los  técnicos,  empresarios  y/o  especialistas  en 
determinadas  áreas.  Pero  recibe  también  una  fuerte  contribución  de  la  institucionali- 
zación de  la  política,  que  lleva  a las  decisiones  políticas  hacia  adentro  de  las  cámaras 
municipales,  asambleas  provinciales,  senado  y cámara  federal,  y centraliza  el  poder  en 
las  capitales.  De  esta  manera  se  aparta  la  política  de  los  ciudadanos  y de  las  ciudada- 
nas, que  allí  ya  no  ejercen  casi  ninguna  influencia  directa.  Y la  mayoría  de  los  parti- 
dos políticos  está  plenamente  adecuada  a este  juego  de  legitimación  del  Estado,  basa- 
da en  la  fragmentación  y en  la  privatización  de  las  actividades  políticas  y sociales. 


1.4.  Por  una  nueva  política:  a partir  de  las  ciudades 


Para  que  podamos  ofrecer  una  colaboración  importante  en  el  sentido  de  “am- 
pliar el  concepto  de  política  más  allá  de  los  procesos  electorales”  , es  necesario  res- 
catar la  actividad  política  como  pedagogía  para  transformar  a los  ciudadanos  en  po- 
líticos. Rescatar  el  sentido  de  la  política  como  el  derecho  y el  ejercicio  pleno  de  la 
ciudadanía:  la  participación  directa  en  la  gestión  de  su  ciudad.  Es  necesario  conside- 
rar seriamente  el  hecho  de  que  “el  debilitamiento  del  hombre  y de  su  vida  comunita- 
ria, la  desaparición  de  los  municipios  y el  descrédito  de  las  instituciones  comunales 
ocasionaron  la  pérdida  del  sentido  político  de  los  seres  humanos.  Es  en  la  vida  polí- 
tica donde  éstos  aprenden  y ejercen  una  verdadera  participación  en  la  cosa  pública. 
El  fundamento  de  la  verdadera  democracia  es  la  participación  en  la  vida  y en  el  go- 
bierno municipal,  dotada  de  una  más  amplia  autonomía  y autodeterminación  posi- 
bles. Es  en  la  vida  municipal  donde  se  aprenden  las  costumbres  democráticas,  esto 
es,  el  sentido  de  la  responsabilidad  pública”. 

Y que  “por  falta  de  esa  base  municipal  sólida,  por  falta  de  sentido  democráti- 
co realista  y auténtico,  las  poblaciones  urbanas  se  masifican.  Se  dejan  tomar  por  mi- 
tos. La  política  ya  no  es  la  ordenación  y el  desenvolvimiento  de  la  ciudad;  la  política 
se  transforma  en  lucha  por  ideologías  abstractas.  Los  ciudadanos  ya  no  se  dividen 
respecto  de  planes  o proyectos  concretos.  La  discusión  ya  no  se  refiere  a cuestiones 
de  desarrollo,  a dar  prioridad  a tal  o cual  forma  de  desarrollo.  Se  refiere  a los  siste- 
mas de  ideas.  Los  ciudadanos  se  dividen  y adhieren  a partidos  que  pretenden  ser  de- 


^ José  Comblin.  op.  cit. , p.  1 49. 

^ Conferencia  Nacional  de  los  Obispos  de  Brasil,  Fraternidade  e política  — Justiga  e paz  se  abraga- 
rüo — Texto  base  da  Campanha  da  Fraternidade/CNBB  ¡996.  Ed.  Salesiana  Dom  Bosco,  Sao  Paulo, 
1995,  p.8. 


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LUIZ  JOSÉ  D1ETRICH,  Ciudadanía  - Rescatar  la  dignidad  de  ser 


positarios  de  valores  absolutos  absolutos.  Ya  no  se  vota  por  proyectos.  Se  vota  por 
programas  metafísicos”. 

Después  “en  ausencia  de  realidades  concretas  para  discutir,  la  atención  de  los 
hombres  se  dirige  al  poder  como  tal;  se  trata  de  conquistar  la  máquina  del  Estado.  Lo 
que  se  llama  política  no  es  más  que  rivalidades  y luchas  por  la  conquista  de  este  ins- 
trumento de  poder  que  es  el  Estado  y que  todos  los  partidos  persiguen  como  protec- 
ción y refugio  contra  las  angustias  provocadas  por  la  existencia  de  ese  mismo  Esta- 
do. Después,  con  la  ausencia  de  política  urbana  democrática  los  ciudadanos  pierden 
el  sentido  de  su  solidaridad  en  este  conjunto  concreto  que  es  la  ciudad”5. 

1.5.  “Seamos  realistas:  exijamos  lo  imposible”  (París,  mayo  de  1968) 

Es  necesario  también  retomar  el  mayo  del  68.  Entre  los  años  66  y 69  tiene  lu- 
gar una  gran  ola  de  revueltas  estudiantiles,  que  pasa  por  Berkeley  hasta  Berlín,  Ro- 
ma, París,  Pekín,  Sao  Paulo,  Río  de  Janeiro,  Praga,  Buenos  Aires  y México.  La  más 
fulgurante  fue  la  de  mayo  del  68  en  París.  Allí  “la  revuelta  estudiantil  apareció  ya  co- 
mo insubordinación  a las  reglas,  jerarquías,  y valores  establecidos  en  el  conjunto  de 
la  sociedad,  en  las  instituciones  escolares,  obreras,  familiares,  hospitalarias,  adminis- 
trativas. En  lugar  de  las  estrategias  para  la  ‘toma  del  poder  del  Estado’,  el  cuestiona- 
miento  inmediato  y cotidiano  de  cada  relación  de  dominación.  De  este  modo  la  re- 
vuelta juvenil  abre  nuevos  espacios  de  lucha  política,  que  irían  a sacudir  hasta  las  raí- 
ces la  ‘vieja  política’  y los  movimientos  obreros  y comunistas  tradicionales”6. 

Estos  movimientos,  vividos  como  el  comienzo  de  una  gran  jornada  revolucio- 
naria, expresan  el  descontento  profundo  con  la  inmovilidad  general  a la  que  la  mayo- 
ría de  las  mujeres  y de  los  hombres  fueron  condenados,  frente  a las  amarras  de  un  de- 
terminado tipo  de  participación  política  institucionalizada.  Los  manifestantes  busca- 
ban un  papel  en  el  presente  y en  lo  cotidiano,  que  no  se  limitase  a un  futuro  distante 
y a la  manifestación  electoral  como  elector  o candidato.  Cuestionaban  tanto  el  orden 
establecido  como  las  formas  instituidas  de  oposición  a este  orden. 

Querían  saber  lo  que  puede  alguien  hacer  hoy,  y cómo  puede  dar  algún  senti- 
do humano  a su  actividad,  en  un  país  donde  los  políticos  se  turnan  en  un  poder  apa- 
rentemente inmóvil  e inaccesible,  donde  el  propio  empleo,  cuando  se  logra  conse- 
guirlo, significa  una  atadura  para  toda  la  vida,  donde  la  ciencia  sólo  banaliza  y castra 
la  imaginación  creativa  y transformadora,  donde  los  valores  morales  se  somenten  a 
una  ética  consumista,  alienando  las  relaciones  humanas  en  su  contenido  más  profun- 
do. La  democracia,  lejos  de  agotarse  en  los  fines,  necesita  ya  estar  radicalmente  pre- 
sente en  los  medios.. 

Al  producir  la  politización  de  lo  social  los  “nuevos  sujetos  políticos”  que  emer- 
gen en  el  68  atacan  el  punto  fijo  de  la  política,  el  ordenamiento  de  las  instancias  so- 
ciales encabezadas  por  las  instituciones  políticas  en  cuanto  zonas  propias  bien  deli- 
mitadas. Redescubierto  lo  cotidiano  en  cuanto  espacio  de  reproducción  de  la  domi- 
nación o de  la  resistencia  contra  ella,  se  politiza  lo  social  y se  astilla  el  campo  de  la 
política.  En  este  mismo  proceso,  en  el  que  también  emerge  una  pluralidad  de  sujetos 
políticos  negando  su  representación  indirecta  y asumiendo  la  centralidad  de  su  con- 


^ José  COMBL1N.  op.  cit.  pp.  145-146. 

6 Edcr  Sader,  Marxismo  e teoría  da  revolugáo  proletária.  Ed.  Ática,  Sao  Paulo,  1986,  pp. 52-53. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BIBLICA  LATINOAMERICANA,  No.  32 


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dición,  se  rompe  también,  en  la  izquierda,  el  ordenamiento  del  campo  político,  jerar- 
quizado a partir  del  lugar  hegemónico  reservado  - por  derecho  teórico  - a la  clase 
obrera  o a sus  “representantes”,  los  - o el-  partido  político. 

Cae  la  pirámide,  sale  del  carril  el  tren  que  tenía  como  locomotora  al  partido  po- 
lítico y que  tras  de  sí  traía  los  vagones  de  los  sindicatos,  de  las  asociaciones  de  ba- 
rrio, el  movimiento  de  los  sin  tierra,  de  las  pastorales,  de  las  mujeres,  negros,  indios, 
ecologistas,  en  orden  decreciente  de  importancia  revolucionaria.  Ya  no  existe  sólo  un 
partido,  un  sujeto  o una  clase  con  una  misión  emancipadora.  La  subordinación  de  las 
otras  clases  y sectores  sociales  dominados  a través  de  un  proyecto  global,  articulado 
por  un  solo  “sujeto  revolucionario”,  que  habla  en  nombre  del  proletariado,  se  con- 
fronta con  una  pluralidad  de  sujetos  que,  en  cuanto  tales,  no  se  ven  más  como  alia- 
dos subalternos  adheridos  a una  clase  hegemónica  que  les  da  sentido.  Tanto  los  mo- 
vimientos feministas,  antinucleares,  ecológicos,  cuanto  los  de  indios,  negros,  pasto- 
rales y tantos  otros,  que  emergen  de  las  luchas  contra  las  más  diversas  formas  de  do- 
minación presentes  en  lo  cotidiano,  se  justifican  por  sí  mismos.  Todas  las  pretensio- 
nes totalizadoras  fueron  astilladas  con  el  astillamiento  del  campo  de  la  política.  Está 
abierto  el  camino  para  la  ciudadanía. 

1.6.  Hay  todavía  mucho  por  hacer 

Mas  a pesar  de  esto  hay  todavía  muchos  resquicios  de  la  política  tradicional  en 
nuestra  sociedad  y aún  dentro  de  los  partidos  que  buscan  la  “transformación  estruc- 
tural”. Tenemos  una  pluralidad  de  movimientos,  pero  éstos  priorizan  todavía  articu- 
laciones a nivel  nacional,  mientras  en  la  ciudad,  donde  coexisten  con  otros  movi- 
mientos, permanecen  alejados  unos  de  otros,  desarticulados.  Un  movimiento  sindical 
que  no  se  articula  con  movimientos  de  barrios,  no  se  interesa  por  las  tareas  pastora- 
les, no  se  une  con  los  movimientos  ecológicos,  no  se  articula  con  el  movimiento  de 
mujeres,  con  el  movimiento  negro  y así  en  adelante.  Casi  todos  están  organizados  con 
coordinaciones  o centros  nacionales.  Pero  en  la  ciudad,  donde  todos  tienen  sus  bases, 
permanecen  aislados  en  sus  luchas  específicas,  cuando  no  se  desconocen  mutuamen- 
te o pelean  unos  contra  otros. 

La  ciudad  no  está  en  sus  planes,  no  articulan  sus  luchas  sectoriales  con  los 
otros  sectores.  La  tarea  de  construir  un  proyecto  global,  aún  que  sea  para  la  ciudad, 
todavía  es  delegado  a algún  partido  político.  Esta  postura  y también  la  preferencia  por 
articulaciones  a nivel  nacional  revela  que  aún  permanecen  dentro  de  la  antigua  jerar- 
quización  de  la  política  institucional,  que  privilegia  el  partido  como  instrumento  de 
acceso  al  poder,  y la  conquista  del  poder  del  Estado  como  medio  de  realizar  el  pro- 
yecto hilvanado  en  el  partido. 

Todavía  podemos  notar  muchos  indicios  de  esta  visión  política.  A pesar  de  re- 
conocer “los  límites”  de  la  dimensión  político-partidaria  del  actuar  político,  esta  di- 
mensión es  reconocida  como  “imprescindible”  e insustituible  en  el  actual  modelo  de 
Estado  y de  sociedad.  Todavía  atribuye  a los  partidos  la  tarea  tradicional  de  construir 
y defender  el  proyecto  de  organización  y gestión  del  Estado.  Los  límites  de  la  políti- 
ca partidaria  son  poco  mencionados.  Podría  haber  una  crítica  más  osada  a estas  vías 
políticas  institucionalizadas  y prácticamente  de  acceso  privativo.  Y en  Brasil  sería 
importante  y saludable  reconocer  desde  ya,  al  lado  de  iniciativas  como  la  Acción  de 
la  Ciudadanía  contra  el  Hambre  y por  la  Vida,  la  creación  y la  participación  de  milla- 


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LUIZ  JOSÉ  DIETRICH,  Ciudadanía  - Rescatar  la  dignidad  de  ser 


res  de  hombres  y mujeres  en  las  centenas  de  consejos  populares  instituidos  a nivel 
municipal,  estadual  y hasta  federal,  en  varios  sectores,  como  una  grande  señal  de  es- 
peranza. Valorar  más  los  espacios  de  participación  directa  de  la  ciudadanía  organiza- 
da. Apuntar  a la  apertura  y salvaguardia,  al  perfeccionamiento  y ampliación  de  estos 
canales  de  participación  democrática  como  una  de  las  tareas  principales  de  los  polí- 
ticos y de  los  partidos. 

Nuestros  análisis  de  coyuntura  generalmente  están  todavía  bastante  influencia- 
dos por  la  vía  política  tradicional  institucionalizada,  por  los  partidos.  Depositamos  to- 
davía mucha  esperanza  en  el  Estado. 

Debemos  intentar  adoptar  el  punto  de  vista  de  la  ciudadanía  para  hacer  estos 
análisis.  Una  crítica  al  poder  concentrado  es  una  contribución  fundamental  para  po- 
der elaborar  una  propuesta  de  redefinición  del  Estado,  incluso  liberándose  de  los  lí- 
mites condicionantes  del  debate  con  el  neoliberalismo,  proponiendo  un  modelo  de 
Estado  y de  economía  descentralizados,  pero  posibles  de  control  por  la  ciudadanía. 


2.  Centralización  y participación  en  la  Biblia 

En  la  Biblia,  sin  embargo,  tenemos  varias  formas  de  ejercicio  del  poder.  Varias 
relaciones  de  poder.  Casi  todas  ellas  son  ejercidas  en  nombre  de  Yavé,  en  nombre  de 
Dios.  Para  los  objetivo  de  este  escrito  agruparemos  estas  diferentes  formas  políticas 
en  dos  corrientes  principales.  Son  dos  corrientes  que  se  combatirán  mutuamente  a lo 
largo  de  la  historia  de  Israel,  a pesar  de  que  ambas  son  presentadas  en  nombre  de  Ya- 
vé. Por  ello  estas  corrientes  no  son  meramente  políticas.  Aparecen  como  teologías, 
espiritualidades,  experiencias  de  Dios. 

Primero  será  presentada  la  corriente  que  se  instititucionalizó  en  la  monarquía 
y que  tuvo  su  secuencia,  en  el  período  postexílico  hasta  la  época  neotestamentaria,  en 
una  especie  de  teocracia,  cuando  los  sacerdotes  asumieron  el  poder  político  interno. 
Es  la  corriente  que  defiende  el  poder  centralizado. 

Luego  será  descrita  la  corriente  del  poder  descentralizado  y participativo.  Tie- 
ne sus  raíces  en  el  éxodo,  en  la  conquista  de  la  tierra  y en  la  organización  tribal.  Y des- 
pués, en  el  conflicto  con  la  monarquía  y la  teocracia,  tendrá  como  exponentes  a los 
profetas  y profetizas  y al  propio  Jesús  de  Nazaret  con  las  personas  que  lo  siguieron. 

Como  ciertamente  ya  sabemos,  los  conflictos  bíblicos  de  esta  envergadura  no 
eran  solamente  disputas  en  torno  de  lo  sagrado  y de  los  religioso;  tenían  implicacio- 
nes y consecuencias  en  la  vida  cotidiana  del  pueblo,  en  los  momentos  históricos  en 
que  acontecían.  Eran  también  conflictos  políticos. 

2.1.  Teología  del  trono:  Política  del  poder  centralizado 

Esta  corriente  teológica  y política  tuvo  mucha  influencia  sobre  la  religión  de  Is- 
rael y,  consecuentemente,  también  sobre  la  Biblia.  Gran  parte  de  las  tradiciones  que  se 
encuentran  en  la  Biblia  fue  colocada  por  escrito,  a pesar  de  tener  un  origen  popular,  no 
solamente  durante  la  monarquía,  sino  también  en  documentos  elaborados  por  los  es- 
cribas de  los  reyes,  o de  los  sacerdotes  que  estaban  en  el  poder.  Estos  documentos 
cooptaban  tradiciones  de  origen  tribal,  populare  independientes,  y las  organizaban  en 
documentos  mayores  que  tenían  la  finalidad  de  dar  legitimidad  a algún  aspecto  del  po- 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  No  32 


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der  o del  culto  centralizado.  Formaban  una  especie  de  teología  para  legitimar  el  trono, 
el  Estado,  el  poder  centralizado,  sea  en  la  forma  de  una  monarquía  sea  en  la  forma  de 
una  teocracia.  Buena  parte  de  estos  documentos,  más  tarde,  entró  en  el  canon  bíblico. 
Algunos  sufrieron  relecturas  que  cambiaron  sus  funciones,  otros  no  tanto. 

La  monarquía  significó  una  enorme  centralización  política,  militar  y religiosa. 
Un  cambio  muy  grande  impuesto  contra  los  intereses  de  la  mayor  parte  de  los  cam- 
pesinos, guardianes  de  tradiciones,  costumbres  e instituciones  tribales,  de  una  socie- 
dad que  emergió  combatiendo  reyes  y faraones.  Esta  centralización  política  y religio- 
sa exigirá  una  fuerte  legitimación  para  ser  aceptada  por  el  pueblo.  ¿Cómo  un  pueblo 
que  se  organizaba  en  tribus  autónomas  pasa  a aceptar  un  rey  que  les  dirige,  impone 
pesados  impuestos  y recluta  a sus  hijos  para  las  guerras,  y a sus  hijas  para  servicios 
en  la  corte  (1  Sm  8,11-18)?  Como  el  rey  no  puede  hacer  que  el  pueblo  cumpla  sus 
dictámenes  siempre  por  la  fuerza  de  las  armas,  esto  será  hecho  con  la  institución  de 
una  teología  oficial:  una  teología  hecha  a partir  del  trono.  Esa  era  la  función  social  de 
muchos  de  los  textos  primitivos  que  fueron  aceptados  en  el  canon  bíblico.  Es  lógico 
que  eso  no  fue  hecho  de  un  momento  al  otro,  sino  que  se  fue  desarrollando  y hermo- 
seando a lo  largo  de  la  historia  conflictiva  de  la  monarquía  en  Israel. 

Podemos  encontrar,  concentrados  en  los  capítulos  8-12  de  1 Samuel,  varios 
elementos  de  esta  teología.  Allí  el  rey  aparece  como  aquel  que  es  exigido  por  todos 
los  ancianos  de  Israel  para  ejercer  la  justicia  (1  Sm  8,4  y 5).  En  los  capítulos  9 y 10 
de  1 Sm  tenemos  una  narración  de  la  unción  de  Saúl  como  jefe  y libertador  de  Israel 
( 1 Sm  9, 16  y 10, 1 ) que  es  usada  para  legitimar  la  monarquía,  aunque  la  narración  di- 
ga que  Saúl  fue  ungido  como  jefe  ( nagicl  en  hebreo)  y no  como  rey.  Aquí  la  unción, 
realizada  por  una  autoridad  de  la  religión  ya  es  usada  para  legitimar  al  futuro  rey,  co- 
mo deja  entender  el  último  versículo  del  relato  (1  Sm  10,16). 

En  1 Sm  10,17-27  el  rey  es  mostrado  como  siendo  indicado  por  Dios  a través 
de  la  suerte,  y es  presentado  al  pueblo  como  aquel  que  fué  escogido  por  Yavé.  Nue- 
vamente todo  el  pueblo  aparece,  ahora  gritando  “¡Viva  el  rey!”  (10,24).  Pero  aún  así, 
el  texto  recuerda  la  presencia  de  algunas  personas  que  dijeron:  ¿Cómo  podrá  éste  sal- 
varnos?, lo  despreciaron  y no  le  llevaron  presentes ; éstos,  naturalmente,  son  llama- 
dos gente  sin  valor,  holgazanes  (literalmente,  en  hebreo:  “ hijos  de  BeliaC). 

En  el  capítulo  1 1 tenemos  otra  narración,  en  la  cual  Saúl  es  proclamado  rey  de- 
lante de  Yavé,  después  de  haber  vencido  a los  amonitas.  Saúl,  entretanto,  apenas  si 
fue  rey  de  una  pequeña  parte  de  Israel.  Solamente  reinó  sobre  dos  o tres  tribus.  No 
poseía  capital  ni  palacio,  y su  corte  estaba  formada  básicamente  por  sus  parientes  (1 
Sm  14,49-51). 

David  ya  avanza  un  poco  más  en  la  acumulación  y centralización  del  poder. 
Llega  a ser  rey  de  las  tribus  del  sur  (2  Sm  2,1-4),  después  también  de  las  del  norte  (2 
Sm  5,1-3),  conquista  la  ciudad  de  Jerusalén,  que  hasta  ese  momento  permanecía  co- 
mo un  enclave  cananeo  entre  las  tribus  de  Israel  (2  Sm  5,6-12).  Así  David  pasa  a te- 
ner una  capital  y con  ella  va  a heredar  también  la  experiencia  del  sistema  cananeo  de 
administración  y de  organización  de  la  religión.  Ciertamente  que  mantendrá  también 
a su  servicio  a algunos  altos  funcionarios  de  aquella  ciudad  cananea,  como  parece  ser 
el  caso  del  sacerdote  Sadoq.  Comienza  así  una  fase  determinante  respecto  de  las  ca- 
racterísticas de  la  monarquía  israelita.  Sadoq  inicialmente  aparece  en  la  corte  de  Da- 
vid compartiendo  el  sacerdocio  con  el  levita  y yavista  Abiatar  (2  Sm  8,15-18).  Mas 
con  Salomón  será  elevado  al  puesto  de  sumo  sacerdote  (1  Re  2,35). 


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LUIZ  JOSÉ  DIETRICH.  Ciudadanía  - Rescatar  la  dignidad  de  ser 


El  próximo  paso  será  la  instalación  del  arca  en  Jerusalén  (2  Sm  6,1-23).  El  ar- 
ca, una  especie  de  santuario  móvil,  símbolo  popular  del  yavismo  de  los  campesinos, 
es  colocada  dentro  de  una  estructura  híbrida,  la  conjunción  de  ciudad-estado  cananea 
con  tradiciones  yavistas,  lo  que  marcará  toda  la  trayectoria  de  la  religión  oficial  del 
Estado  israelita. 

Todo  esto  quedará  aún  más  consolidado  con  Salomón,  que  será  ungido  como 
rey  (1  Re  1,39).  El  ya  hereda  el  país  con  los  enemigos  bajo  control,  un  ejército  fuer- 
te, la  capital  y parte  del  sistema  administrativo  de  David.  Puede  dedicarse  a la  cons- 
trucción de  un  gran  templo,  a la  moda  cananea,  el  templo  de  Jerusalén.  Con  él  se  con- 
solidará la  dinastía  de  la  familia  davídica,  que  quedará  en  el  poder  por  más  de  400 
años.  El  texto  clave  para  esto  es  aquel  que  quedó  conocido  como  la  profecía  de  Na- 
tán, si  bien  Natán  parece  haber  sido,  al  menos  inicialmente,  contrario  a la  construc- 
ción del  templo  (2  Sm  7).  La  teología  de  la  unción,  de  la  casa  davídica  y del  templo 
son  las  bases  de  una  sólida  teología  del  trono. 

Su  punto  culminante  está  en  el  Salmo  2,  que  probablemente  era  parte  de  la  li- 
turgia de  entronización  de  un  nuevo  rey.  El  rey  es  el  ungido  de  Yavé  (v.2),  y Yavé  pro- 
clama: “he  sido  yo  el  que  consagré  a mi  rey  sobre  Sión,  mi  montaña  sagrada”  (v.6-7) 
y “Tú  eres  mi  hijo,  hoy  yo  te  he  engendrado;  pide  y te  daré  las  naciones  como  heren- 
cia, los  confines  de  la  tierra  como  propiedad;  tú  las  quebrantarás  con  cetro  de  hierro, 
como  una  vasija  de  alfarero  las  despedazarás”  (v.7-9).  Y más  adelante,  “Besad  sus 
pies  con  temblor,  para  que  no  se  irrite  y perezcáis  en  el  camino,  pues  su  ira  se  encien- 
de de  repente.  Felices  los  que  a él  se  acogen”  (v.  1 2).  Esta  teología  del  rey  ungido  (me- 
sías)  e hijo  de  Dios,  será  más  tarde  releída,  dando  cuerpo  a la  esperanza  mesiánica  y 
también  aplicada  a Jesús,  en  la  teología  del  Cristo  Rey. 

El  Estado  también  fortalecerá  la  teología  del  tributo.  Existía  ya  en  los  santua- 
rios pre-estatales  la  costumbre  de  hacer  ofrendas  a la  divinidad  (1  Sm  1,3).  Mas  co- 
mo la  monarquía  se  sustenta  con  el  tributo  tomado  de  los  campesinos  y campesinas, 
estas  costumbres  serán  desarrolladas,  reglamentadas  y gradualmente  transformadas 
en  leyes  (Ex  22,28-29;  23, 1 4- 1 9;  30, 1 1 - 1 6;  Lv  1 -7;  1 7;  27;  etc.). 

La  teología  del  trono  alcanza  un  peso  mayor  aún  con  la  reforma  de  Josías  (2 
Re  22-23,23).  Josías  efectivamente  centralizará  todo  el  culto  en  Jerusalén.  Destruye 
todos  los  santuarios  del  interior,  aún  los  antiguos  santuarios  yavistas  tradicionales, 
como  Betel  (2  Re  23,15-20).  Así  la  recolección  del  tributo  y el  control  estatal  sobre 
la  religión  pueden  ser  absolutos.  El  texto  legal  encontrado  en  el  templo  (2  Re  22,8), 
probablemente  el  núcleo  primero  del  actual  libro  del  Deuteronomio,  fue  adaptado  a 
los  intereses  de  la  corte  josiánica  y establecido  casi  como  una  “Ley  de  Seguridad  Na- 
cional”. Quien  se  desviaba  de  la  religión  oficial  corría  riesgo  en  su  vida  (Dt  12-17). 
La  “Obra  histórica  deuteronomista”  (OHD),  en  su  mayor  parte  redactada  en  esta  épo- 
ca, es  una  gran  relectura  de  toda  la  historia  de  Israel  en  la  perspectiva  de  la  familia 
davídica,  que  quiere  extender  su  poder  sobre  el  reino  del  norte,  y de  la  familia  sacer- 
dotal sadoquita,  que  controla  la  religión  centralizada  en  el  templo  de  Jerusalén. 

Un  nuevo  desarrollo  de  esta  teología  del  trono  será  hecho  cuando  los  sacerdo- 
tes asuman  el  poder,  cuando  vuelvan  del  exilio.  Si  la  corte  de  Jerusalén  y la  reforma 
josiánica  justificaban  el  monopolio  del  poder  invocando  su  descendencia  de  David, 
la  corte  de  los  sacerdotes  se  legitimará  afirmándose  como  miembros  de  la  raza  pura, 
los  descendientes  de  Abrahán,  la  raza  escogida,  elegida  por  Dios.  Las  mujeres  extran- 
jeras serán  expulsadas  (Esd  9-10)  y se  consolidará  la  ley  de  lo  puro  y de  lo  impuro 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  No.  32 


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(Lv  11-16).  Los  sacrificios  de  purificación  serán  una  de  las  fuentes  principales  de  ren- 
ta de  los  sacerdotes,  que  controlarán  todas  las  ofrendas  hechas  al  templo.  Puesto  que 
los  principales  cargos  religiosos  y políticos  podrían  ser  ocupados  sólo  por  hombres 
de  raza  pura  (ver  Ez  40-48),  estos  hombres  se  volvieron  grandes  comerciantes  y ban- 
queros. ¡Todo  hecho  a partir  del  templo  y en  nombre  de  Yavé! 

Así  la  teología  del  trono  recibe  una  cara  también  racista,  además  de  machista. 
También  la  ley,  la  circuncisión  y el  sábado  serán  inscritos  dentro  de  esta  perspectiva. 
Esta  teología  tendrá  un  papel  definitivo  en  la  decisión  de  las  autoridades  judías  que 
mataron  a Jesús.  Muchos  de  los  partidos  político-religiosos  en  el  tiempo  de  Jesús  (sa- 
duceos,  fariseos,  esenios,  zelotes...)  tenían  la  mayor  palle  de  sus  matrices  ideológicas 
y teológicas  en  esta  corriente. 

2.2  Teología  a partir  de  la  vida  de  los  pobres: 
el  poder  descentralizado  y participativo 

Por  otro  lado,  en  la  Biblia  encontramos  también  una  gran  corriente  teológico- 
política  que  viene  del  lado  de  los  pobres,  trabajadores  y trabajadoras,  de  las  perso- 
nas que  están  en  la  periferia  del  poder.  Esta  corriente  también  atraviesa  toda  la  Biblia. 
Pero  mientras  en  la  teología  del  trono  la  experiencia  de  Dios  es  codificada,  sistema- 
tizada y dogmatizada  a partir  de  la  experiencia  del  poder,  del  trono  y del  templo,  aquí 
en  esta  corriente  la  experiencia  de  Dios  es  sistematizada  a partir  de  la  lucha  por  la  vi- 
da, de  la  lucha  contra  los  poderes  opresores. 

En  el  libro  del  Génesis  esta  experiencia  de  Dios  será  hecha  por  los  migrantes, 
pastores  seminómades,  gente  sin  tierra,  que  lucha  por  mantener  su  modo  de  vida,  su 
práctica  de  solidaridad,  hospitalidad  y autonomía  contra  la  ambición  de  las  ciudades 
que  quieren  controlarlo  todo.  La  confrontación  entre  pastores  y ciudades-estado  con- 
figura la  de  dos  sistemas  políticos  teológicos  que  se  oponen.  Historias  como  Caín  y 
Abel  (Gn  4),  la  Torre  de  Babel  (Gn  1 1),  y Sodoma  y Gomorra  (Gn  18,17-19,29),  na- 
rradas desde  el  punto  de  vista  de  los  pastores,  retratan  esta  confrontación.  También 
en  la  historia  de  Abrahán  y Sara,  Isaac  y Rebeca,  esto  queda  manifiesto,  principal- 
mente en  sus  encuentros  con  las  ciudades  (Gn  1 2,10-20;  20).  La  teología  de  estas  pe- 
rícopas  muestra  a Dios  en  defensa  de  las  mujeres  de  los  pastores,  contra  la  explota- 
ción de  las  mujeres  de  las  ciudades. 

En  el  conocido  libro  del  Exodo  la  experiencia  de  Dios  hecha  por  las  personas 
esclavizadas  se  hizo  paradigmática  y el  núcleo  fundamental  de  la  fe  israelita.  En  la 
confrontación  entre  los  esclavos  y el  faraón  están  insertados  varios  encuentros  futu- 
ros entre  el  pueblo  y la  monarquía.  Esta  corriente  tiende  a identificar  la  teología  del 
trono  con  la  teología  del  faraón.  Dios  bendice  a las  parteras  que  desobedecieron  al 
“rey”  de  Egipto  (Ex  1,1-5-20)  y se  revela  a los  esclavos  que  luchaban  contra  la  opre- 
sión impuesta  por  la  política  del  Estado  egipcio.  En  estos  textos  Dios  es  antimonár- 
quico. 

En  Josué  y Jueces  son  los  pobres  los  que  luchan  por  su  vida,  por  la  repartición 
de  la  tierra  y su  autonomía  contra  las  ciudades-Estado.  Yavé  aparece  aquí  en  defensa 
de  las  tribus  libres  y autónomas  en  sus  tierras,  sin  el  dominio  de  los  reyes.  Conquis- 
tan su  tierra,  su  libertad,  su  autonomía  e instauran  un  régimen  participativo  y descen- 
tralizado, basado  en  la  solidaridad  y en  el  autogobierno.  Cuando  alguien  pide  a Ge- 
deón  que  él  y su  hijo  se  hagan  reyes  sobre  Israel  responde:  “No  seré  yo  quien  reina- 


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LU1Z  JOSÉ  D1ETRICH,  Ciudadanía  - Rescatar  la  dignidad  de  ser 


rá  sobre  vosotros,  ni  tampoco  mi  hijo,  porque  es  Yavé  quien  reinará  sobre  vosotros” 
(Je  8,22-23).  De  esta  forma  era  descrito  el  gobierno  tribal.  Y es  este  sistema  el  que 
inspirará  la  lucha  contra  la  monarquía  que  logró  instalarse  en  el  seno  de  Israel. 

Es  en  el  período  de  la  monarquía  cuando  las  dos  corrientes  teológicas  y políti- 
cas se  harán  más  visibles.  Será  un  sistema  descentralizado,  participativo  y autónomo 
contra  un  sistema  centralizado.  La  teología  que  nacía  de  la  vida  concreta  del  pueblo 
contra  la  teología  del  trono  y del  templo.  Será  un  Dios  contra  otro  Dios.  Toda  la  de- 
fensa del  sistema  monárquico,  del  rey,  del  tributo,  de  los  trabajos  forzados,  del  tem- 
plo y sus  rituales  era  hecha  en  nombre  de  Yavé.  Y la  resistencia  también  invocaba  a 
Yavé  a su  favor,  hablaba  y obraba  en  nombre  de  Yavé,  contra  todo  este  sistema. 

Los  profetas  portavoces  de  los  campesinos  explotados  por  los  reyes,  en  nom- 
bre de  Yavé,  condenan  la  monarquía  y el  tributo  (Os  8,4;  9,15;  10,15;  13,9-11;  Mq 
3, 1 -4).  Condenan  la  religión  oficial  centralizada  en  el  templo  (Mq  3,5- 1 2;  Jr  7,8- 1 1 ). 
En  Jeremías  encontramos  la  manifestación  de  una  larga  y tortísima  corriente  (Am 
5,21-25;  Os  6,6)  contra  la  religión  oficial:  “Porque  yo  no  dije  ni  prescribí  nada  a 
vuestros  padres,  el  día  en  que  os  hice  salir  de  la  tierra  de  Egipto,  en  relación  con  el 
holocausto  y el  sacrificio.  Pero  les  ordené  esto:  escuchad  mi  voz,  y seré  vuestro  rey 
y vosotros  seréis  mi  pueblo”  (Jr  7,22-23). 

En  el  período  del  exilio,  los  pobres  que  fueron  dejados  en  la  tierra  devastada 
(2  Re  24,14  y 25,12)  se  reunieron  en  Mispá,  antiguo  e importante  centro  tribal  y se 
organizaron,  sin  templo  y sin  rey.  En  los  moldes  tribales  redistribuyeron  la  tierra  (Jr 
39, 1 0 y 40, 1 2).  Y como  dice  el  texto,  aquel  año  en  Mispá  “hicieron  una  cosecha  muy 
grande  de  vino  y frutas”.  Esta  experiencia,  entretanto,  fue  masacrada  por  los  rema- 
nentes de  la  familia  real  deportada  (Jr  41,1-3).  En  la  revisión  de  la  historia  deutero- 
nomista,  hecha  en  este  período,  la  propia  instalación  de  la  monarquía  será  entendida 
como  el  rechazo  de  Yavé  (1  Sm  8,7;  12,17  etc.). 

En  el  postexilio  también  el  sábado,  la  circuncisión,  sufrirán  una  crítica  en  nom- 
bre de  Yavé  (Is  58).  Igualmente  la  teología  de  defensa  de  la  raza  pura  como  raza  ele- 
gida por  Dios  será  atacada  por  novelas  de  resistencia  como  Rut  y Jonás.  Y la  teolo- 
gía oficial,  consolidada  en  la  teología  de  la  retribución,  será  profundamente  cuestio- 
nada en  la  parte  poética  del  libro  de  Job  (3,1-42,6).  Todo  esto  hecho  también  en  nom- 
bre de  Yavé.  Pero  es  claramente  a partir  de  otra  experiencia  de  Dios.  No  a partir  del 
trono  y de  la  centralización  del  poder,  sino  de  la  vida  concreta  de  aquellos  que  sufrían 
las  consecuencias  del  ejercicio  del  poder,  de  aquellos  que  sufrían  la  explotación  y las 
injusticias  patrocinadas  y legitimadas  por  la  política  y la  teología  oficiales. 

Esta  corriente  encuentra  su  expresión  máxima  en  Jesús,  quien  se  alinea  clara- 
mente con  aquellos  de  su  tiempo  que  son  marginados  y excluidos.  Habla  de  Dios  y 
en  nombre  de  Dios  para  aquellos  que  son  excluidos  de  la  vida  digna  por  el  sistema 
político  teológico  oficial,  que  también  lo  hacía  en  nombre  de  Dios.  La  práctica  polí- 
tica evangelizadora  de  Jesús  rehará  y reforzará  la  comunidad  de  los  aplastados  por  la 
política  defendida  por  los  sacerdotes  que  controlaban  el  templo  y,  a partir  de  él,  la  vi- 
da del  pueblo.  La  mayoría  de  los  sacerdotes  y de  los  partidos  políticos  religiosos  del 
tiempo  de  Jesús,  se  basaban  en  la  comprensión  del  judaismo  puro  como  raza  elegida 
por  Dios,  y veneraban  el  templo  como  lugar  de  la  inorada  de  Dios. 

Jesús,  entre  tanto,  reconstruyendo  la  comunidad,  estimulando  la  participación 
e integrando  a los  pobres,  los  enfermos,  los  marginados  y excluidos  por  ser  conside- 
rados pecadores  e impuros,  rescatando  su  dignidad,  va  a propiciar  una  experiencia  de 


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Dios  fuera  de  los  patrones  de  pureza  y de  segregación  exigidos  por  el  templo.  Una 
experiencia  de  Dios  en  la  comunidad,  en  la  vida  cotidiana.  En  una  participación  fra- 
terna en  torno  de  la  mesa  común  que  contagia,  que  se  vuelve  eje  y referencia  para  to- 
das las  otras  relaciones.  De  esta  forma  abrió  el  camino  para  que  sus  seguidores,  en  la 
periferia  de  las  ciudades  del  imperio  grecorromano,  constituyesen  casas-comunida- 
des que  significaban  un  espacio  de  rescate  de  la  dignidad  de  ser  y de  vivencia  de  la 
ciudadanía  para  los  que  eran  considerados  pecadores  e impuros,  por  el  judaismo  ofi- 
cial, y no-ciudadanos  por  las  leyes  y poderes  dominantes. 

Las  primeras  comunidades  cristianas  se  estructuraron  como  asociaciones  de 
iguales  . Algunas  personas  con  cierto  poder  económico,  que  se  convertían  al  cristia- 
nismo-, abrían  sus  casas  y proporcionaban  espacio  y recursos  para  la  comunidad,  co- 
mo un  tipo  de  patrocinadores.  Estas  casas  pasaban  entonces  a ser  un  centro  de  reu- 
niones cristianas,  una  “iglesia  doméstica”.  Un  lugar  en  el  que  tanto  las  mujeres  como 
los  varones,  libres  o esclavos,  judíos  o gentiles,  se  encontraban  para  celebrar  la  me- 
moria de  Jesús  compartiendo  el  pan  en  la  comunidad  de  la  mesa.  Y como  “casa  de 
fe”  (G1  6,10),  donde  se  encontraban  además  de  la  mujer  y del  varón  que  dirigía  la  ca- 
sa, sus  familiares,  clientes,  personas  manumitidas  (ex-esclavas  o ex-esclavos),  mi- 
grantes, personas  que  estaban  en  estado  de  esclavitud  o semi  esclavitud,  sus  miem- 
bros tenían  que  encontrar  nuevas  maneras  de  vivir  juntos.  Porque  las  reglas  consue- 
tudinarias de  comportamiento,  jerárquicas  y patriarcales,  no  se  aplicaban  más  (GI 
3,28).  La  experiencia  de  Dios  hecha  en  la  participación  igualitaria  en  tomo  de  la  me- 
sa común  generaba  una  ética  que  se  irradiaba  hacia  dentro  de  todas  las  relaciones,  y 
afirmaba  las  relaciones  de  solidaridad,  servicio,  apoyo  mutuo  (Jn  13,1-16)  como  se- 
ñal distintiva  de  los  cristianos. “Como  un  ‘pueblo  nuevo’  ellos  se  reúnen  en  iglesias 
domésticas  para  el  partir  del  pan  y la  comunidad  de  mesa.  De  la  misma  forma  que  to- 
dos los  otros  tipos  de  asociaciones  grecorromanas  y judeo-farisaicas  las  iglesias  do- 
mésticas cristianas  tenían  el  mismo  centro  unificador:  el  banquete  o refección  comu- 
nitaria que  reunía  regularmente  a todos  los  miembros  del  grupo  para  acompañar  la 
mesa.  Comer  y beber  juntos  era  el  principal  momento  de  integración  en  la  comuni- 
dad doméstica  cristiana  socialmente  diversificada”.  La  diferencia  estaba  en  que  las 
otras  asociaciones  eran  más  homogéneas  en  su  composición,  y además  de  eso  la  es- 
tructura organizacional  de  la  comunidad  cristiana  concedía  igual  participación  a to- 
dos sus  miembros*. 

Las  iglesias  domésticas  proporcionaban  un  espacio  donde  las  mujeres,  los 
clientes,  ex-esclavos,  esclavos,  migrantes  y las  demás  personas  social,  religiosa  y po- 
líticamente marginadas  — o por  ser  mujeres  o por  ser  consideradas  impuras,  pecado- 
ras o no-ciudadanos — podían  alcanzar  más  allá  de  autoridad  religiosa,  auto-estima  y 
dignidad.  La  asamblea  de  los  ciudadanos  se  llamaba  ekklesía,  la  asamblea  de  los  cris- 
tianos, que  en  su  gran  mayoría  eran  considerados  no-ciudadanos,  también  se  llama- 
ba ekklesía , de  donde  vino  la  palabra  iglesia.  La  ekklesía  cristiana  era  un  espacio  de 
ciudadanía  para  las  personas  sin  ciudadanía.  Como  asociaciones  de  iguales,  las  co- 
munidades cristianas  estaban  en  conflicto  con  la  marginación,  la  jerarquización  y el 
patriarcal ismo  de  la  sociedad  grecorromana,  de  la  misma  forma  que  el  movimiento 
de  Jesús  lo  era  respecto  de  Palestina. 

1 Para  esta  parle  cf.  Elisabeth  Schüssler  FIORENZA,  As  origens  cristas  a partir  da  mulher”,  Ed  Pau- 
linas, Sao  Paulo,  1992,  principalmente  as  p.  133-236. 

^ Schüssler  FIORENZA,  op.  cit.  p.236 


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LU1Z  JOSÉ  DIETRICH,  Ciudadanía  - Rescatar  la  dignidad  de  ser 


Infelizmente,  la  política  de  las  iglesias,  tanto  sus  relaciones  internas  como  sus 
relaciones  con  la  sociedad,  se  mantuvieron  solamente  por  poco  tiempo  en  el  camino 
apuntado  por  Jesús.  Tanto  que  el  cristianismo  que  llegó  acá  en  los  barcos  de  los  con- 
quistadores, o en  muchas  otras  vías  posteriores,  tiene  mucho  más  que  ver  con  el  im- 
perio romano,  con  contextos  medievales,  europeos  o norteamericanos  y sus  intereses, 
que  con  Jesús. 


3.  Conclusión 

Para  el  Dios  de  Jesús,  el  absoluto  es  la  vida.  Es  esto  lo  que  define  el  valor  de 
la  política,  de  las  iglesias  y también  de  la  Biblia.  Para  el  Dios  de  la  vida  estas  cosas 
sólo  tienen  algún  valor  si  están  en  función,  al  servicio,  de  la  defensa  de  la  vida.  Siem- 
pre a partir  de  aquellos  momentos  y lugares  en  que  ella  esté  más  amenazada.  Y,  su- 
perando el  antropocentrismo,  vida  entendida  en  su  sentido  más  amplio.  Como  todas 
las  cosas  que  brotaron  de  la  creación  después  que  Yavé  introdujo  en  el  caos  el  dina- 
mismo de  la  vida.  Como  el  grande  movimiento  que  genera  y sustenta  la  vida  en  el 
universo.  Incluye  el  cariño  y el  cuidado  necesario  para  el  mantenimiento  de  todos  los 
elementos  necesarios  para  la  Vida.  La  Vida  es  el  proyecto  de  Dios.  Es  este  absoluto 
el  que  cuestiona  tanto  a la  Biblia  -y  a las  iglesias-  como  a la  política. 

Nuestro  obrar  debe  consistir  en  buscar  percibir  hoy  en  nuestra  realidad  concre- 
ta, cotidiana,  en  nuestra  ciudad , donde  la  Vida  está  siendo  amenazada,  por  donde  pa- 
sa la  corriente  de  la  vida,  donde  el  Espíritu  vitalizador,  puesto  en  marcha  en  la  crea- 
ción, está  pasando  entre  nosotros,  y colocarnos  en  sintonía  con  esta  corriente.  Es  en  la 
generación,  en  la  sustentación  y perpetuación  de  la  vida  donde  está  el  proyecto  de 
Dios.  Participar  de  este  proyecto,  encontrarlo,  es  meterse  en  este  movimiento,  ayudar- 
lo, darle  espacio.  La  lectura  bíblica,  las  iglesias  y las  opciones  políticas  deben  buscar 
esta  sintonía;  allí  lo  sagrado  está  presente,  allí  adquieren  significado  para  el  reino. 

Nuestra  acción  política  debe  ser  repensada  dentro  de  esta  perspectiva  más  am- 
plia, de  la  libertad  y de  la  vida  con  buena  calidad  para  todos.  Calidad  de  vida  es  mu- 
cho más  que  sólo  resolver  cuestiones  de  justicia  e injusticia.  Es  claro  que  no  existe 
vida  buena  con  injusticia,  pero  sólo  la  cuestión  de  la  justicia  no  garantiza  la  continui- 
dad de  la  vida.  Aquí  debe  ser  considerada  también  la  relación  con  la  naturaleza,  con 
los  animales  y con  todos  los  más  diversos  ecosistemas.  Y este  debe  ser  el  objetivo  co- 
lectivo de  nuestras  comunidades.  El  ejercicio  del  poder  para  crear,  defender,  mante- 
ner y mejorar  la  vida.  Usarlo  en  sintonía  con  el  movimiento  creador  y dador  de  vida 
iniciado  por  Dios  con  la  creación.  Luchar  para  que  la  comunidad  genere  vida  buena 
para  todos.  Es  dentro  del  marco  de  la  generación  y de  la  renovación  gratuita  de  la  vi- 
da, dentro  de  un  proyecto  de  vida  buena  para  todos  donde  no  sólo  la  cuestión  políti- 
ca de  la  participación  y de  la  ciudadanía,  sino  también  la  fe,  la  iglesia  y la  Biblia,  al- 
canzan su  radicalidad  máxima. 

En  el  sentido  de  percibir  el  movimiento  concreto  de  la  vida,  encaja  aquí  una 
cita  más  de  José  Comblin  en  la  defensa  de  la  relación  de  la  política  con  el  pensar  la 
ciudad:  “el  cristianismo  no  puede  encarnarse  en  una  ideología.  En  una  ideología  no 
hay  lugar  para  la  caridad,  porque  no  hay  prójimo...  El  prójimo  son  los  hombres  con 
quienes  estamos  en  contacto  corporal.  Por  eso,  prójimos  son,  antes  que  nada,  los  que 
viven  unidos  a nosotros  en  la  misma  ciudad.  La  caridad  que  está  al  servicio  del  pró- 


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jimo  no  encuentra  su  realización  en  política  de  Estado,  en  política  de  poder.  Necesi- 
ta de  política  de  urbanismo,  política  de  la  ciudad.  Los  actos  de  auténtico  urbanismo 
son  los  actos  de  caridad,  de  servicio  al  prójimo:  construir  viviendas,  facilitar  inter- 
cambios, crear  puestos  de  trabajo,  facilitar  encuentros  entre  ciudadanos,  someter  a 
elección  todas  las  opciones  de  desarrollo,  luchar  contra  la  contaminación  atmosféri- 
ca, contra  el  ruido  y la  insalubridad,  etc.,  etc.  Urbanismo  y caridad,  política  concreta 
y vida  cristiana  se  corresponden  perfectamente  una  con  la  otra.  Son  dos  componen- 
tes de  la  misma  historia”1'  Este  parágrafo  contiene  todavía  mucha  actualidad  e inspi- 
ración. 

La  cuestión  de  la  ciudadanía  como  participación  y la  creación  de  espacios  de- 
mocráticos, que  garanticen  la  presencia  de  las  diversas  opiniones  e intereses  de  todos 
los  que  hacen  la  ciudad,  que  posibiliten  una  participación  más  directa  de  los  ciudada- 
nos y de  las  ciudades  en  la  gestión,  en  la  definición  del  modelo  de  desarrollo  a ser 
adoptado  y en  el  diseño  de  la  ciudad  que  dejarán  para  sus  hijas  e hijos,  parece  ser  el 
mejor  camino  para  hacer  eso  concretamente.  Comenzar  a partir  de  nuestras  casas,  ca- 
lles, barrios  y ciudades.  Transformar  la  ciudad  en  lugar  y sustentación  de  la  vida  pa- 
ra todos. 

Puesto  que  nosotros,  nuestros  movimientos,  asociaciones,  sindicatos  y accio- 
nes pastorales  están  a más  costumbrados,  y más  integrados,  con  la  política  partidaria, 
con  el  régimen  actual  de  democracia  delegativa”  con  el  poder  centralizado,  el  esta- 
blecimiento de  los  consejos  democráticos  presenta  muchos  desafíos.  Exige  una  nue- 
va formación  y una  nueva  postura  política  para  pensar  la  ciudad  a partir  de  su  inser- 
ción sectorial  y para  discutir  las  propuestas  con  los  diversos  agentes  que  hacen  la  ciu- 
dad. Mas  éstos  son  espacios  pedagógicos  fundamenales  para  que  los  ciudadanos  y las 
ciudadanas  asuman  su  papel  de  sujetos  en  la  elaboración  del  proyecto  y en  la  gestión 
de  su  ciudad.  Establecer  una  ciudadanía  activa  en  nuestras  ciudades  para  ser  hoy  un 
camino  de  los  más  importantes  para  alcanzar  la  sociedad  que  tanto  queremos,  que 
fundamentalmente  son  ciudades  más  justas,  igualitarias,  saludables,  más  limpias  y 
alegres.  Ciudades  sustentables,  con  más  vida  y generadoras  de  vida  buena  para  todos. 

Y es  también  fundamental  para  los  laicos  y las  laicas  que  su  lucha  política  en 
defensa  de  la  ciudadanía  y de  la  vida  concreta  de  aquellos  que  hoy  tienen  su  vida 
amenazada,  que  la  sintonía  con  el  movimiento  vital izador  del  Espíritu,  que  el  descu- 
brimiento de  la  corriente  de  vida  que  atraviesa  nuestro  cotidiano,  sean  vividos  como 
un  encuentro  con  lo  sagrado,  como  una  experiencia  de  Dios.  Y que  a partir  de  este 
encuentro  y de  esta  experiencia  puedan  desarrollar  una  espiritualidad  laica  y una  teo- 
logía laica.  Esto  permitirá  que  crezcan  no  sólo  como  ciudadanas  y ciudadanos  en  la 
sociedad,  sino  que  también  conquisten  una  mayor  ciudadanía  en  la  iglesia  y en  la  teo- 
logía. Entendida  de  esta  forma  la  lucha  por  la  ciudadanía  será  también  un  momento 
de  experiencia  de  Dios  y de  evangelización.  Y todos  nosotros  necesitamos  ser  evan- 
gelizados por  el  evangelio  de  la  vida. 


^ José  Comblin,  op.  cit.,  p.  148. 


34 


LU1Z  JOSÉ  DIETRICH.  Ciudadanía  - Rescatar  la  dignidad  de  ser 


Bibliografía  (además  de  las  obras  ya  citadas  en  el  texto) 

Sobre  política,  participación  y ciudadanía 

Ladislau  Dowbor,  O que  é poder  local.  Ed  Brasiliense,  Sao  Paulo,  1994  [Colección 
Primeiros  Passos,  285]  (esta  es  una  obra  fundamental  para  comenzar  a pensar 
la  cuestión  del  poder  local  y de  lo  que  es  posible  cambiar  a partir  de  las  luchas 
municipales). 

Marilena  Chauí,  “Por  urna  nova  política”,  en  Revista  Desvíos,  año  1,  n^  1,  noviem- 
bre de  1982,  Sao  Paulo,  96pp. 

Marilena  Chauí,  Convite  á filosofía.  Ed.  Ática,  Sao  Paulo,  1995,  principalmente 
pp.367-  436  (para  una  mejor  comprensión  histórica  de  la  política). 

Wolfgang  Leo  Maar,  O que  é política.  Ed.  Brasiliense,  Sao  Paulo,  1982,  3 1 pp. 

Sobre  el  cristianismo  primitivo  y,  las  ciudades 

A.-G.  Hamrnan,  A vida  cotidiana  dos  primeiros  cristdos.  Ed.  Paulus,  Sao  Paulo, 
1997.  pp.41-108 

John  E.  Stambaugh  y David  L.  Balch,  O Novo  Testamento  em  seu  ambiente  social. 
Ed.  Paulus,  Sao  Paulo,  1996. 

Wayne  A.  Meeks,  Los  primeros  cristianos  urbanos-  El  mundo  social  del  apóstol  Pa- 
blo. Ed.  Sígueme,  Salamanca,  1988 

Wayne  A.  Meeks,  As  origens  da  moralidade  crista-  Os  dois  primeiros  sáculos.  Pau- 
lus, Sao  Paulo,  1 997. 

Wayne  A.  Meeks,  O mundo  moral  dos  primeiros  cristdos.  Paulus,  Sao  Paulo,  1996. 

Eduardo  Hoornaert,  A memoria  do  povo  cristáo.  Vozes,  Río  de  Janeiro,  1986. 

Eduardo  Hoornaert,  O movimento  de  Jesús.  Vozes,  Río  de  Janeiro,  1994. 

Sean  Freyne,  A Galiléia,  Jesús  e os  evangelhos.  Loyola,  Sao  Paulo,  1996,  pp.  121- 
153. 

Evaldo  Luis  Pauly,  Cidadania  e pastoral  urbana.  Sinodal/IEPG,  Sao  Leopoldo, 
1995. 


Luiz  José  Dietrich 

Caixa  postal  5150 
Fio  ñauó  polis-  SC 
88040-970 
Brasil 


(Traducido  por:  José  Severino  Croatto) 


IIAIDI JARSCHEL 


PARA  QUE  LA  MEMORIA  HISTORICA 
DE  LA  RESISTENCIA  DE  LAS  MUJERES 
SEA  GUARDADA... 

Génesis  38 


Resumen 

El  artículo  interpreta  Gn  38  en  un  marco  feminista  de  lectura  del  AT.  Según  la  auto- 
ra, Gn  38  refleja,  simultáneamente,  los  mecanismos  de  exclusión  de  la  casa  patriar- 
cal y las  formas  de  resistencia  sabias  y subversivas  encontradas  por  las  mujeres  — 
en  el  caso  de  Gn  38,  por  Tornar — para  la  garantía  de  la  sobrevivencia  y de  una  exis- 
tencia digna. 

Abstract 

The  article  interprets  the  text  of  Gn  38  f rom  a feminist  perspective  of  the  Oíd  Testa- 
ment  reading.  According  to  the  author,  Gn  38  reflects,  simultaneously,  the  mecha- 
nisms  of  exclusión  of  the  patriarchal  household  and  the  forms  ofwise  and  subversi- 
ve  resistance  found  by  women  — in  the  case  of  Gn  38,  by  Tamar — to  guarantee  their 
survival  and  a dignified  existence. 


En  los  fragmentos  historiográficos  sobre  y de  las  mujeres,  existe  una  discu- 
sión que  permea  la  historia:  su  papel  en  la  sociedad,  en  la  polis,  en  la  ciudad...  En  la 
historiografía  de  los  pueblos  poco  queda  sobre  la  memoria  de  las  mujeres  en  su  “rol 
público”.  Y cuando  aparece  ,es  de  forma  negativa,  peyorativa.  En  las  sociedades  de 
corte  patriarcal  los  espacios  de  poder  están  vinculados  al  espacio  público  y a los 
hombres,  que  por  allí  circulan  libremente  y legitimados.  La  afirmación  patriarcal  de 
que  las  mujeres  están  ligadas  a la  naturaleza  y a los  hombres  es  hecha  por  la  cultu- 
ra, y parece  tener  sentido  en  esta  lógica.  La  forma  como  se  estructuran  las  socieda- 
des en  su  dimensión  político-cultural  hace  desaparecer  a las  mujeres  de  la  participa- 
ción de  esta  construcción.  Y cuando  ellas  aparecen,  generalmente  están  relacionadas 
con  cuestiones  “irrelevantes”  a partir  de  la  mirada  y del  enfoque  masculinos. 

El  modelo  de  ciudadanía  en  las  sociedades  patriarcales  excluye  a las  mujeres 
de  la  participación  y de  la  comprensión  de  los  sujetos  sociales.  Esto  se  refleja  en  la 
ausencia  de  las  mujeres  en  la  historiografía.  Nos  hacen  creer  que  somos  irrelevantes 
históricamente  y que,  como  sujetos  sociales,  poco  hemos  creado,  participado  y con- 
tribuido. Pero  tenemos  fragmentos  de  memoria  de  la  resistencia  femenina  desparra- 
mados por  todos  los  rincones,  de  forma  oral  o escrita,  con  marcas  de  sangre  o de  mi- 


36 


HAIDI JARSCHEL,  Para  que  la  memoria  histórica  de  la  resistencia  de  las  mujeres  sea  guardada.  . . 


to.  En  el  principio  de  la  modernidad  tenemos  la  más  fuerte  resistencia  y organiza- 
ción de  las  mujeres  en  Francia,  donde  una  de  sus  principales  representantes  fue  lle- 
vada al  patíbulo.  Olympe  de  Gouges  (1748-1793)  escribe  la  primera  Declaración  de 
los  Derechos  de  la  Mujer,  y en  el  artículo  VI  expone  claramente  la  discusión  sobre 
la  ciudadanía  de  las  mujeres  dentro  del  principio  de  la  Revolución  Francesa  de  la 
Igualdad,  Fraternidad  y Libertad:  “la  ley  debe  ser  la  expresión  de  la  voluntad  gene- 
ral; todas  las  ciudadanas  y todos  los  ciudadanos  deben  contribuir  personalmente  o a 
través  de  sus  representantes  a su  formación:  todas  las  ciudadanas  y todos  los  ciuda- 
danos, siendo  iguales  a sus  ojos,  deben  ser  igualmente  admisibles  a todas  las  digni- 
dades, lugares  y funciones  públicas,  según  sus  capacidades  y sin  otras  distinciones 
que  aquellas  que  vienen  de  sus  virtudes  y de  sus  talentos”.1  Esta  osadía,  lucidez  y 
coraje  de  las  mujeres  francesas  las  llevó  al  patíbulo  por  orden  de  los  “ciudadanos” 
franceses... 

En  la  tradición  bíblica  no  es  diferente.  Todavía  no  había  patíbulos  pero  sí  ape- 
dreamientos y hogueras...  para  las  mujeres  que  se  atrevieran  a escabullirse  del  espa- 
cio a ellas  destinado,  la  bet-’ab  (casa  del  padre)  en  el  AT  y el  poder  paterno  en  el 
NT.  La  sociedad  tenía  marcadamente  un  corte  patriarcal  y las  memorias  de  las  mu- 
jeres, en  su  mayoría,  son  memorias  de  las  subversiones  y desvíos  en  la  dinámica  pa- 
triarcal. La  búsqueda  de  la  ciudadanía  a ellas  negada  está  presente  en  los  relatos  o 
fragmentos  de  relatos  del  AT  y del  NT,  y en  los  apócrifos. 

El  trabajo  de  edición  y redacción  final  para  guardar  la  memoria  de  todos  los 
sectores  de  la  sociedad,  muchas  veces,  quiere  hacer  desaparecer  las  memorias  de  las 
mujeres,  de  los  pobres,  de  los  excluidos.  Pero  la  presencia  social  de  estos  excluidos 
es  más  fuerte  que  el  trabajo  redaccional.  Los  fragmentos  de  memorias  no  pudieron 
ser  borrados  de  la  tradición.  Muchos  textos  o fragmentos  de  textos  nos  revelan  la 
presencia  de  las  mujeres,  más  que  su  presencia,  su  actuación,  para  garantizar  su  exis- 
tencia en  una  sociedad  patriarcal.  ¡Sus  actos  subversivos  no  pueden  ser  borrados  del 
todo  en  la  tradición  de  aquel  pueblo! 

El  texto  de  Génesis  38  es  un  ejemplo  bastante  claro  de  estas  tentativas.  Se  en- 
cuentra, aparentemente,  descolocado  respecto  de  la  tradición  de  José  que  empieza 
en  el  capítulo  37.  ¿Qué  hace  este  texto  en  aquel  lugar,  aparentemente  sin  conexión 
con  lo  demás?  El  lugar  de  Gn  38  en  este  bloque  que  habla  de  la  venta  de  José  quie- 
re justamente  poner  en  relieve  y evidencia  las  injusticias  cometidas  por  la  casa  de 
Judá.  El  texto  hace  escuchar  la  memoria  de  mujeres  que,  a partir  de  esta  narración, 
reflejan  el  mecanismo  de  exclusión  de  la  bet-’ab  y las  formas  encontradas  por  las 
mujeres  para  garantizar  su  sobrevivencia  y una  existencia  digna.  El  texto  es  pura 
subversión  y sabiduría  del  sector  femenino  excluido.  La  presencia  de  este  texto 
muestra  que  no  fue  posible  oscurecer  la  fuerza  de  la  resistencia  sabia  de  determina- 
dos grupos  de  mujeres.  La  crítica  es  dirigida  a la  casa  de  Judá — a la  monarquía  ini- 
ciada por  David. 

Me  gusta  este  texto  de  Tamar,  porque  se  ve  en  este  relato  a un  grupo  de  mu- 
jeres que  pone  en  evidencia,  reflexiona  y resiste  a la  orden  patriarcal.  Refleja  no  so- 
lamente la  amenaza  a su  vida,  sino  también  a la  sociedad.  La  amenaza  pesa  sobre  el 
cuerpo  violado  y excluido.  La  violencia  y la  garantía  de  vida  atraviesa  el  cuerpo  de 


1 Cf.  Olympe  de  Gouges,  "Declara?ao  dos  Direitos  da  Mulher  e da  Cidadá”,  en  As  Mulheres  e a cons- 
trugao  dos  Direitos  Humanos , CLADEM,  1993. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA.  No.  32 


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esta  mujer.  Esta  memoria  se  nos  presenta  en  varios  hechos,  develando  los  mecanis- 
mos de  la  opresión  contra  Tamar  y sus  posibilidades  de  obstaculizar  el  orden  esta- 
blecido. 


ler  acto  - El  orden 

En  el  texto  de  Gn  38  el  orden  social  es  patriarcal.  La  bet-’ab  de  Israel  prevé 
su  perpetuación  a través  de  la  producción  y reproducción.  Las  mujeres  tenían  la  fun- 
ción social  de  la  reproducción  que  garantizaba  la  continuidad  de  la  familia.  La  pro- 
piedad de  la  tierra  estaba  bajo  el  sistema  hereditario  patrilineal,  por  eso  la  centrali- 
dad  del  tema  de  la  herencia  y de  la  primogenitura  masculina.  La  garantía  de  la  vida 
se  daba  esencialmente  por  la  tierra — el  locus  de  la  teología  veterotestamentaria 
preexílica.  La  vida  de  hombres  y mujeres  en  esta  economía  agraria  dependía  exclu- 
sivamente de  la  tierra.  Empero,  la  discusión  tiene  otra  veta  antropológica  y teológi- 
ca para  hombres  y mujeres.  La  amenaza  de  la  muerte  para  las  mujeres  era  mayor  que 
para  los  hombres. 

La  posibilidad  de  la  sobrevivencia  para  las  mujeres  atraviesa  su  cuerpo.  El  ac- 
ceso a la  tierra  para  las  mujeres  pasaba  por  su  capacidad  reproductora.  Desde  el  pun- 
to de  vista  del  género  no  se  puede  hablar  de  tierra  sin  hablar  de  cuerpo.  La  distri- 
bución de  la  tierra,  y el  acceso  o no  a ella,  pasa  antropológicamente  por  las  mujeres 
y políticamente  por  los  hombres.  Sin  herederos  no  hay  continuidad  del  clan,  no  hay 
herencia,  no  se  garantiza  la  tierra.  Estos  herederos  dependen  de  la  capacidad  repro- 
ductora de  las  mujeres.  Recíprocamente,  la  garantía  de  sobrevivencia  de  ellas  depen- 
derá de  que  generen  hijos  que  puedan  heredar  la  tierra.  El  sistema  de  herencia  y ac- 
ceso a la  tierra  en  este  orden  patriarcal  es  una  amenaza  social  para  todos,  para  las 
mujeres  y para  el  clan  que  es  el  núcleo  social  básico.  Y en  este  sistema  las  mujeres 
son  pasadas  de  un  lugar  para  el  otro,  quedando  a la  merced  de  las  negociaciones  po- 
líticas de  los  hombres.  Los  hombres  negocian  políticamente  la  pertenencia  de  sus 
mujeres,  hi  jas,  esposas,  nueras,  viudas...  El  orden  social  asegura  a los  hombres  la  ne- 
gociación política  de  las  propiedades. 

La  discusión  del  orden  está  entrelazada  con  la  de  la  propiedad  y del  lugar  so- 
cial de  las  personas.  ¿Quién  puede  tener  acceso  a la  propiedad  en  este  sistema  en 
donde  la  tierra  y el  alimento  no  tienen  función  social  sino  lucrativa?  El  orden  social 
representado  por  el  texto  violenta  el  derecho  de  las  mujeres  a la  vida.  El  derecho  y 
el  poder  corren  juntos  por  el  mismo  carril,  para  garantizar  el  privilegio  de  un  grupo, 
hasta  que  algo  o alguien  se  atreva  y provoque  el  descarrilamiento.  Alguien  necesita 
interrumpir  y molestar  constantemente  el  orden. 

El  orden  patriarcal  neoliberal  en  América  Latina  también  atraviesa  el  cuerpo 
de  las  personas  y,  especialmente,  de  las  mujeres.  La  violencia  estructural  ha  causa- 
do la  violencia  cotidiana  que  alcanza  especialmente  a jóvenes,  niños,  ancianos,  mu- 
jeres y grupos  étnicos.  La  “casa  del  padre”  latinoamericana  está  en  riesgo.  El  semen 
de  vida  de  Onán  es  tirado  fuera,  no  quiere  ser  fecundado  para  generar  vida.  Los  Er, 
Onán,  Judá  latinoamericanos  están  poniendo  en  estado  de  exclusión  la  continuidad 
de  la  vida  de  las  mujeres  y de  toda  la  sociedad.  El  orden  neoliberal  es  de  exclusión 
social  de  la  mayoría  y de  autoeliminación  de  la  misma. 


38 


HAIDI  JARSCHEL,  Para  que  la  memoria  histórica  de  la  resistencia  de  las  muieres  sea  guardada.. 


2do  acto  - Mecanismos  de  exclusión: 

la  violencia  contra  el  cuerpo  de  las  mujeres 

La  vida  de  las  mujeres  en  la  bet-’ab  está  amenazada.  Es  esto  lo  que  el  texto 
de  Tamar  quiere  decir.  El  cuerpo  de  Tamar  es  violado  varias  veces  y de  varias  for- 
mas en  esta  memoria.  Sufre  violencia  dentro  de  la  propia  familia,  el  sistema  básico 
de  esta  sociedad.  Una  de  las  grandes  violencias  contra  las  mujeres  es  el  sistema  del 
casamiento  que  exige  la  mudanza  de  Tamar  a otro  clan  desconocido.  Otro  grande 
riesgo  para  su  vida  es  la  viudez,  seguida  por  la  negación  del  rescate  por  parte  de  su 
cuñado  Onán.  El  no  respeto  a sus  derechos  es  atribuido  a Judá  que  la  devuelve  a la 
casa  paterna,  lugar  donde  su  vida  también  estaba  en  peligro  por  no  tener  derecho  al 
acceso  a la  tierra.  La  acusación  del  embarazo  y el  riesgo  de  ser  quemada  por  esto  es 
la  gran  violencia  legal  contra  las  mujeres.  De  todos  modos  ellas  están  rodeadas  por 
la  violencia,  institucionalizada  o no. 

La  continuidad  del  clan  se  va  haciendo  inviable  por  la  muerte  de  los  hombres. 
¡Irónico!  El  orden  de  los  hombres  se  elimina  por  ellos  mismos.  ¡El  orden  se  elimi- 
na por  sí  mismo!  En  este  relato  de  Gn  38  el  orden  patriarcal  es  colocado  como  tram- 
pa de  sí  mismo.  Dios  está  contribuyendo  a esta  destrucción.  Todos  los  hombres,  ba- 
jo la  óptica  teológica  del  texto,  son  presentados  negativamente:2 

v.  7 - Er,  el  primogénito  de  Judá  es  considerado  perverso.  Es  muerto  por  el 

Señor. 

v.  10  — Onán,  el  segundo  hijo,  actúa  mal  a los  ojos  del  Señor  y también  muere. 

Judá,  en  todos  los  versículos,  es  el  centro  de  las  atenciones  del  texto.  A este 
personaje  se  atribuyen  todas  las  quiebras  del  orden  tribal  y familiar  garantizadas  en 
la  legislación  tribal: 

vende  al  hermano  (Gn  37,26-27) 
engaña  al  padre  (Gn  31,31-35) 
se  separa  del  clan  (Gn  38, 1 ) 
no  garantiza  el  derecho  de  la  mujer  (38, 1 1 ) 
entrega  los  símbolos  del  patriarca  a la  prostituta  sagrada  (38,18) 
pretende  aplicar  el  rigor  de  la  ley  del  adulterio  cuando  toma  conocimien- 
to del  adulterio  de  Tamar  (38,24) 

suaviza  el  uso  de  la  ley,  a su  favor,  cuando  adultera  con  la  nuera  (38,25- 
26) 

La  exclusión  de  Tamar  de  esta  casa  se  da  en  dos  momentos:  por  la  negación 
de  sus  derechos  de  tener  un  hijo,  y cuando  ella  está  embarazada  en  la  condición  de 
viuda  de  la  casa  de  Judá.  La  base  filosófica  de  la  ley  que  rige  la  casa  deja  pocas  po- 
sibilidades para  las  mujeres.  La  ley  es  clara:  la  casa  es  del  padre  (bet-’ab).  La  par- 
cela mayoritaria  del  poder  es  del  padre.  Las  mujeres,  los  esclavos,  los  niños  deben 
adecuarse  a la  ley  para  poder  sobrevivir.  Tamar  es: 

devuelta  a la  casa  paterna  sin  nada,  desheredada  de  la  casa  de  Judá; 
arrancada  de  su  casa  paterna  para  ser  apedreada  en  el  pórtico  de  la  ciudad, 
acusada  de  adulterio. 


“ Ver  Nancy  Caldoso  Pereira,  "O  que  esta  mulher  está  fazendo  aqui?”,  en  O que  esta  mulher  estáfa- 
zendo  aqui?  Sao  Bernardo  do  Campo,  Editeo,  1992,  p.89. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  No.  32 


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Los  hombres  del  clan  de  Judá  negaron  el  derecho  de  la  mujer  como  parte  de 
este  clan,  como  preveía  la  ley  tribal  del  levirato.  Pusieron  la  vida  y la  dignidad  de  es- 
ta mujer  en  riesgo.  En  peligro  estaba  también  la  continuidad  de  este  clan  con  la  muer- 
te de  todos  los  hombres  sin  dejar  descendencia.  La  ley  del  levirato  tiene  como  base 
filosófica  el  sistema  patrilineal  de  las  comunidades  domésticas,  pero  es  la  única  ley 
que  garantiza  la  seguridad  de  las  mujeres  en  este  sistema  donde  ellas  circulan  por  las 
propiedades  de  los  hombres.  También  ellas  son  tratadas  como  propiedad  del  clan, 
siendo  su  valor  definido  por  la  capacidad  reproductora.  En  las  comunidades  domés- 
ticas las  relaciones  culturales  se  determinan  por  las  relaciones  que  los  grupos  tienen 
con  la  tierra.  La  propiedad  de  la  tierra  va  a determinar  los  valores  de  las  funciones  so- 
ciales del  hombre  y de  la  mujer,  porque  la  tierra  es  el  bien  valorado  en  aquella  socie- 
dad. Y está  por  derecho  en  la  mano  de  los  hombres,  de  algunos  pocos  hombres. 

La  reflexión  de  Gn  38  es  un  análisis  de  coyuntura  muy  bien  articulado  por  las 
mujeres  de  aquel  sistema  social.  Hace  la  crítica  del  papel  de  ellas  y explica  cómo  las 
leyes  rigen  aquel  sistema.  Denuncia  el  no  cumplimiento  de  la  ley  y las  sutilezas  del 
mecanismo  de  exclusión.  Cabe  a nosotros  aprender  del  grupo  de  Tamar  para  hacer 
nuestra  crítica  y denuncia  del  mecanismo  social  que  atraviesa  los  cuerpos  de  las  mu- 
jeres. Hoy  no  es  más  la  tierra  la  que  está  en  juego  como  bien  de  valor.  El  sistema 
económico  y político  ya  no  construye  su  centro  de  poder  en  la  tierra  como  en  la  so- 
ciedad israelita.  Hay  otro  centros,  pero  los  cuerpos  de  las  mujeres  están  en  riesgo  de 
la  misma  forma. 

El  acto  de  mirar  a partir  de  los  cuerpos  sacrificados  de  las  mujeres  en  Brasil 
nos  lleva  a una  identificación  muy  grande  con  la  memoria  de  Tamar.  Vivimos  cons- 
tantemente en  situación  de  Tamar  y también  hablamos  cada  día  más  acerca  de  nues- 
tros dolores  y de  nuestros  derechos  violentados.  Especialmente  el  28  de  mayo,  “Día 
de  la  lucha  contra  la  violencia  contra  la  mujer”.  Hablamos  de  la  alta  tasa  de  morta- 
lidad materna  en  Brasil  (100  mil  partos  = 200  mujeres  mueren);  de  la  4ta  causa  de 
la  mortalidad  de  las  mujeres  debido  al  aborto.  Denunciamos  la  violencia  que  apare- 
ce en  las  páginas  de  los  diarios  y de  la  violencia  subliminal  y sutil  de  la  cultura  se- 
xista y racista  en  la  cual  sufrimos  cotidianamente.  Uno  de  los  lugares  donde  eso  pa- 
sa es  en  el  interior  de  las  religiones,  especialmente  en  el  cristianismo,  que  con  sus 
discursos  predominantemente  patriarcales  va  subestimando  la  sabiduría  de  las  mu- 
jeres y su  capacidad  de  crear  la  vida. 

Las  trampas  de  la  ley  patriarcal  en  contra  de  las  mujeres  son  interminables, 
pero  tienen  sus  baches.  Y es  por  los  baches  por  donde  vamos  conquistando  nuestro 
espacio  y formulando  nuestros  proyectos.  Nuestra  lucha  por  la  vida  y la  dignidad  no 
se  da  mayormente  en  los  caminos  de  la  oficialidad,  sino  en  los  baches  que  no  son 
vistos  por  los  ojos  desatentos. 


3er  acto  — La  resistencia  sabia — despertar  para  la  conciencia 
histórica  y el  derecho  a la  ciudadanía 

“Resistencia,  poesía  y dolor,  sufrimiento  y esperanza,  silencio  y gritos,  muer- 
te y vida,  son  los  componentes  de  toda  existencia  humana  y de  manera  especial,  por 
su  colorido  e historia,  expresión  de  existencia  cotidiana  de  las  mujeres  del  continen- 
te afroindiolatino”  (Ivone  Gebara). 


40 


HA1DI  JARSCHEL,  Para  que  la  memoria  histórica  de  la  resistencia  de  las  mujeres  sea  guardada... 


La  recuperación  de  la  historia  de  vida  y de  la  ciudadanía  de  las  mujeres  es  un 
acto  de  contar  su  resistencia  cotidiana  para  sobrevivir  en  esta  sociedad  patriarcal. 
Así  como  la  narración  de  Tamar  es  la  memoria  paradigmática  de  muchas  mujeres  en 
el  seno  de  aquella  sociedad,  también  hoy  tenemos  muchos  relatos  que  están  de  for- 
ma invisible  en  la  historiografía  masculina.  Es  necesario  tener  oídos  para  oír,  y ojos 
para  ver  la  lucha  de  resistencia,  en  gran  parte  silenciosa,  de  las  mujeres  en  este  con- 
tinente. 

Tenemos  mucho  que  hablar  respecto  de  la  resurrección  de  la  dignidad  de  la 
mujer.  Ella  va  aconteciendo  especialmente  fuera  de  las  instituciones  patriarcales  y 
de  varias  formas: 

1 . El  movimiento  de  mujeres  desparramado  por  toda  América  Latina  de  a po- 
co va  recuperando  la  capacidad  de  la  mujer  de  decidir  sobre  su  vida  a partir  del  com- 
partir sus  opresiones  cotidianas.  Los  innumerables  grupos,  asociaciones,  sindicatos 
de  mujeres  de  Brasil,  tienen  un  papel  fundamental  en  la  interferencia,  en  la  denun- 
cia y en  el  recogimiento  de  compañeras  que  están  sufriendo  con  la  injusticia  de  gé- 
nero, clase  y etnia.  La  experiencia  de  estar  juntas,  de  tener  un  nuevo  referente  afue- 
ra de  la  familia,  fortalece  su  resistencia  y esperanza  para  dar  otro  rumbo  a su  vida. 

2.  Arrancar  los  instrumentos  patriarcales  de  la  mano  de  los  grupos  que  de- 
tienen el  poder.  Tamar  nos  enseña  que  su  vida  es  salva  porque  consiguió  arrancar  el 
bastón,  el  cordón  y el  sello  (símbolos  del  patriarcado)  de  Judá.  Arrancar  los  instru- 
mentos de  la  mano  de  los  que  crean  y preservan  la  opresión  requiere  de  las  mujeres: 

□ salir  del  papel  de  pares  de  la  violencia  de  género,  etnia  y clase.  Las  muje- 
res no  son  solamente  víctimas  de  la  violencia,  ellas  son  pares.  Por  lo  tan- 
to necesitamos  cambiar  de  par. 

□ tener  un  profundo  conocimiento  de  los  mecanismos  de  opresión,  especial- 
mente de  los  que  se  hacen  transparentes  a través  del  cuerpo  jurídico  que 
rige  la  sociedad,  para  construir  un  cuerpo  legal  que  favorezca  la  justicia 
de  género,  y hacer  valer  legalmente  nuestro  derecho. 

□ crear  distancia  respecto  del  modelo  de  familia  patriarcal,  y de  la  casa  co- 
mo lugar  natural  de  la  mujer.  Alejarse  de  la  domesticidad  naturalizada  so- 
cialmente  significa  andar  por  los  baches  en  búsqueda  de  nuevos  caminos. 
Es  una  ruptura  muy  importante  y una  entrada  de  luz  en  la  vida  de  las  mu- 
jeres. Tenemos  actualmente,  en  Brasil,  una  estadística  según  la  cual  el 
30%  de  las  familias  son  constituidas  por  la  madre  y los  hijos  (con  alguna 
participación  de  la  abuela,  de  la  tía  o de  la  hermana),  mientras  que  esta 
evidencia  todavía  no  da  cuenta  de  crear  una  posibilidad  cultural  de  fami- 
lias diferente  del  modelo  conocido  en  el  occidente.  Para  muchas  perma- 
nece el  deseo  de  tener  un  hombre  en  la  casa,  para  imponer  respeto. 

3.  Construir  nuestra  identidad  y ciudadanía  a partir  de  nuestra  historia  de 
resistencia.  Guardar  insistentemente  en  la  memoria  la  sabiduría  de  las  mujeres  para 
que  todas  las  otras  mujeres  sepan  que  hay  actos  de  obstrucción  desparramados  en 
todos  los  lugares.  La  sabiduría  de  las  mujeres  no  puede  ser  borrada  de  la  memoria  o 
quemada  como  en  el  Medioevo.  El  acto  de  preservar  la  sabiduría  de  las  mujeres  es 
una  acción  para  posibilitar  la  conciencia  histórica,  que  es  fundamental  para  sacar  las 
coartadas  de  las  manos  de  aquellos  que  detienen  una  gran  porción  de  poder  en  con- 
tra de  la  vida  de  la  mayoría.  Las  mujeres  afroindiolatinas  tienen  culturalmente  el 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BIBLICA  LATINOAMERICANA,  No.  32 


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gran  conocimiento  del  arte  de  preparar  la  comida.  El  conocimiento  de  preparar  ali- 
mentos en  una  comunidad  indígena  o tribal  es  central  para  preservar  la  vida.  Este 
conocimiento  tiene  una  función  social  muy  importante,  mientras  que  en  la  sociedad 
urbanizada  la  cocina  se  transformó  en  lugar  de  segunda  categoría.  ¡Es  el  lugar  de  la 
mujer!  Ambos  descalificados,  la  mujer  y el  espacio.  Es  el  lugar  de  la  mujer  que  ejer- 
citan su  conocimiento,  su  sabiduría,  para  alimentar  a la  familia  con  el  poco  que  lo- 
gra sacar  de  la  plantación  o del  salario.  En  el  ámbito  de  las  mujeres  pobres,  es  el  lu- 
gar del  milagro. 

Así  como  la  cocina,  también  los  conocimientos  y los  espacios  que  la  mujer 
ocupa  son  descalificados  como  conocimientos  y como  espacios  socialmente  impor- 
tantes. Nuestra  sabiduría  es  descalificada  por  la  cultura  y por  nosotras  mismas.  Asi- 
milamos el  discurso  falocrático.  Necesitamos  devolver  el  poder  a la  sabiduría  y a los 
espacios  ocupados  por  la  gran  mayoría  de  las  mujeres.  La  acción  de  muchas  muje- 
res es  conquistar  los  espacios  masculinos  como  una  estrategia  para  imponerse.  Esto 
no  es  suficiente:  necesitamos  devolver  el  poder  y la  calificación  valorativa  al  lugar 
donde  la  mayoría  de  las  mujeres  están  ubicadas.  En  los  campos,  en  las  cocinas,  en 
las  escuelas,  en  las  luchas  concretas  por  la  vida,  en  los  movimientos,  en  los  asientos 
de  las  iglesias  latinoamericanas,  donde  la  mayoría  que  está  sentada  son  mujeres... 

4.  Tener  el  coraje  para  hacer  una  trampa  para  el  “ poder  paterno" como  To- 
mar hizo  con  Juclá.  La  subversión  es  parte  de  la  historia  de  las  mujeres.  Escuchan- 
do las  historias  de  vida  de  las  mujeres  en  las  periferias  o en  el  interior  de  este  país, 
queda  en  evidencia  que  la  cultura  falocrática  es  violenta  y actúa  en  todos  los  nive- 
les, violencia  que  se  puede  percibir  en  la  exteriorización  y la  violencia  que  se  cons- 
tituye como  parte  de  la  cultura.  La  violencia  es  constitutiva  del  orden  social  falocrá- 
tico y a las  mujeres  les  toca  encontrar  medios  subversivos  para  asegurar  sus  sobre- 
vivencia psicológica  y física.  Se  suma  a esto  la  realidad  de  la  pobreza,  del  desarrai- 
go cultural  provocado  por  las  migraciones,  de  la  urbanización  que  masifica.  Una  de 
las  trampas  al  “poder  paterno”  que  las  mujeres  con  más  edad,  con  más  de  cuarenta, 
están  armando  es  la  búsqueda  de  la  alfabetización.  Estas  mujeres  ya  criaron  a sus  hi- 
jos y ya  intentaron  de  todo  para  mantener  su  hogar  en  paz,  ya  probaron  todos  los  ti- 
pos de  anulación  de  su  identidad  personal.  Pasan  a otra  etapa  de  su  vida,  procuran- 
do realizar,  a los  cuarenta  o a los  cincuenta,  sus  sueños  de  niñez  y juventud.  El  gran 
sueño:  poder  estudiar,  ir  a la  escuela,  aprender  a leer  y escribir.  Al  frecuentar  la  es- 
cuela (bachilleres  para  adultos,  educación  a distancia)  van  retomando  su  perspecti- 
va de  vida,  mejorando  su  autoestima,  creando  relaciones  sociales  fuera  del  espacio 
doméstico.  Un  día  una  mujer  de  sesenta  años  me  dijo:  “¡Ahora  yo  me  siento  gente 
de  verdad!”  Frecuentar  la  escuela  tiene  un  significado  simbólico  respecto  del  espa- 
cio que  antaño  le  fuera  negado  por  ser  mujer.  El  acceso  al  conocimiento  y la  posibi- 
lidad de  la  disputa  democrática  por  los  espacios  públicos  le  dan  de  hecho  la  ciuda- 
danía. 

5.  Tamar  se  puso  el  velo  de  prostituta  sagrada  y resignificó  aquel  símbolo  y 
este  sujeto  social  con  el  propósito  de  salvar  su  vida.  Transformó  el  carácter  de  la 
prostitución  sagrada  en  la  necesidad  concreta  de  su  vida  que  estaba  en  riesgo.  Bajo 
la  religión  al  “piso”  de  la  vida  cotidiana.  El  grupo  que  elaboró  esta  memoria  de  Gn 
38  fueron  teólogas  que  a partir  de  su  cuerpo  excluido  pudieron  reformular  el  senti- 
do sagrado  que  da  respuestas  concretas  a la  vida.  La  prostituta  sagrada  ( qedeshá ) tie- 
ne sus  significados  cambiados  en  la  historia;  en  general  están  relacionados  con  la 


42 


IIAIDI  JARSCHEL,  Para  que  la  memoria  histórica  de  la  resistencia  de  las  mujeres  sea  guardada... 


fertilidad  de  la  tierra  y de  las  mujeres.  En  algunos  momentos  ellas  son  más  protago- 
nistas que  en  otros.  Variablemente  están  al  servicio  de  los  sacerdotes  y de  la  religión. 
Taniar,  el  nombre  dado  a esa  mujer  paradigmática  por  las  teólogas  de  nuestro  texto, 
significa  Palmera , cuyo  símbolo  es  el  de  la  fertilidad  y de  la  vida.  Estas  teólogas  de- 
safían el  sentido  de  la  teología  y de  la  religión  a partir  de  su  experiencia  de  mujer 
excluida.  Dicen  a todas  las  mujeres  de  su  pueblo  que  es  posible  interferir  en  los  sig- 
nificados y en  los  sistemas  religiosos  a partir  del  contexto.  Hacen  teología  contex- 
tualizada  y feminista.  Osan  tejer  palabras  libertarias  y actos  que  pueden  costarles  la 
vida,  en  caso  de  que  no  estén  estratégica  y sabiamente  armadas  con  los  elementos 
de  aquellos  que  detienen  una  mayor  porción  de  poder. 


4 to  acto  - La  justicia  del  género:  “Más  justa  es  ella  que  yo” 

“A  partir  de  nuestro  cuerpo  y las  relaciones  de  trabajo,  familia,  sexualidad, 
poder,  no  temer  la  confrontación  con  las  instituciones  masculinas  que  violan  y ex- 
cluyen” (Nancy  Cardoso  Pereira,  1992:  92). 

El  caso  va  al  tribunal  popular  de  los  ancianos.  En  el  portón  de  la  aldea,  don- 
de juzgaban  las  causas  populares,  familiares,  de  los  clanes...  Allá  están  Tamar  y Ju- 
dá,  cara  a cara.  La  rea  es  la  mujer  que  cometió  adulterio  y puede  ser  apedreada  has- 
ta morir.  ¡Una  escena  de  un  drama!  Judá  dispuesto  a todo,  requiriendo  pena  máxi- 
ma por  el  adulterio  de  la  nuera,  sin  piedad.  La  causa  juzgada  no  era  él,  que  había  ne- 
gado y engañado  a su  nuera  en  su  derecho  de  ser  rescatada.  Ella  era  la  culpada.  ¿Cul- 
pada por  haber  planeado  su  sobrevivencia  dentro  de  la  ley?  Tamar  demuestra  quién 
es  el  verdadero  culpado  y quién  de  hecho  debe  ser  juzgado.  La  escena  debe  dejar  a 
Judá  compungido,  pues  tiene  que  reconocer  delante  del  consejo  de  ancianos  que  Ta- 
mar es  justa. 

El  reconocimiento  de  la  justicia  provocado  por  Tamar  se  dio  solamente  des- 
pués que  le  sacaran  a Judá  todos  los  instrumentos  que  lo  legitimaban  como  patriar- 
ca. Su  pronunciamiento  sobre  la  justicia  de  Tamar  fue  partir  de  la  fragilidad  en  que 
él  se  encontraba.  Judá  tuvo  que  ser  desarmado  de  su  parcela  de  poder  patriarcal,  tor- 
narse frágil,  sin  máscaras,  sin  protección  de  su  condición  social,  para  solamente  en- 
tonces reconocer  la  acción  justa  de  Tamar.  Si  Tamar  no  le  hubiera  sacado  los  instru- 
mentos de  “mando”  de  la  mano  de  él,  ¿habría  mantenido  aquella  postura  frágil?  ¿No 
hubiera  insistido  en  el  apedreamiento  o hasta  en  la  muerte  de  su  nuera? 

La  acción  de  hacer  justicia  fue  su  radicalidad.  No  había  otra  forma  de  acción 
para  preservar  los  derechos  y la  vida  de  esta  mujer.  Actos  de  justicia  exigen  radica- 
lidad, perspicacia  y coraje.  También  es  fundamental  saber  de  sus  derechos  en  la  so- 
ciedad en  la  cual  uno  está  inserto.  Tal  vez  ni  todas  las  leyes  sean  justas,  o buenas  pa- 
ra una  parcela  de  la  sociedad.  Me  parece  que  Tamar  sabía  de  sus  derechos  en  la  so- 
ciedad israelita  y los  llevó  a término.  Al  mismo  tiempo  queda  en  evidencia  la  fragi- 
lidad de  la  misma  ley,  y la  manera  como  ella  depone  contra  Judá.  El  cometió  inces- 
to y podría  ser  castigado  por  aquel  tribunal.  El  texto  termina  sin  decir  si  Judá  fue 
castigado  o no. 

La  palabra  utilizada  para  justicia  en  el  v.26,  en  relación  con  Tamar,  es  seda- 
qá , que  en  el  AT  aparece  siempre  junto  al  nombre  de  Yavé,  cuando  hace  justicia.  En 
este  texto  es  la  única  vez  que  aparece  sin  Yavé,  lo  que  es  un  indicativo  teológico 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BIBLICA  LATINOAMERICANA,  No.  32 


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muy  importante.  La  justicia  de  la  qedeshá  (mujer  prostituta),  de  Tamar  excluida  del 
derecho  de  la  bet-’ab  de  Judá,  es  el  sujeto  de  la  justicia  divina.  El  develar  de  las 
máscaras  del  patriarcalismo  de  Judá  es  teología  de  la  justicia  en  la  tradición  de  las 
mujeres  israelitas.  La  comprensión  de  la  justicia  divina  (justicia  de  Yavé)  articula- 
da en  este  relato  viene  a partir  del  cese  de  relaciones  de  género,  teologizado  por  las 
mujeres  autoras-sujetos  de  esta  memoria.  La  lucha  por  el  derecho  a la  vida,  de  las 
mujeres,  es  transformada  en  teología  en  este  texto.  Tamar  hace  sedaqá  como  lo  ha- 
ce Yavé. 


Bibliografía 

Gebara,  Ivone,  Levanta-te  e anda.  Sao  Paulo,  Edigóes  Paulinas,  1989,  38p. 

Georgi,  Bárbara  y Jost,  Renate,  “Tamar  - eine  Frau  kámpft  fiir  ihr  Recht’’,  en  Femi- 
nistich  gelesen,  vol.  2,  Stuttgart,  Kreuz  Verlag,  1989,  pp.  40-45. 

Mulheres  e a construgao  dos  Direitos  Humanos(As),  CLADEM,  1993 

Pereira,  Nancy  Cardoso,  “O  que  esta  mulher  está  fazendo  aqui?”,  en  O que  esta  mul- 
lier  está  fazendo  aquí?.  Sao  Bernardo  do  Campo,  Editeo,  1992,  pp. 87-93. 

Saffioti,  Helleieth  y Almeida,  Suely  Souza,  Violencia  de  género.  Rio  de  Janeiro,  Re- 
vinter,  1995,  218pp. 


Haidi  Jarschel 

Rita  Rio  Preto  382 
Santo  Andró  - SP 
09060-090 
Brasil 


Traducido  por:  Marida  Pereyra 


CARLOS  DREHER 


RESISTENCIA  POPULAR  EN  LOS  INICIOS 
DE  LA  MONARQUÍA  ISRAELITA 


Resumen 

El  presente  artículo  pretende  verificar  la  resistencia  popular  presente  en  los  inicios 
de  la  monarquía  israelita.  Para  esto,  parte  de  la  constatación  de  la  existencia  de 
una  relación  contractual  entre  el  pueblo  y su  rey,  que  atentaba  contra  los  derechos 
y deberes  que  corresponden  a cada  una  de  las  partes  contratantes.  A partir  de  ahí, 
busca  comprender  las  razones  de  los  conflictos  surgidos  entre  las  dos  partes,  espe- 
cialmente durante  el  reinado  de  David  y,  después  de  la  muerte  de  Salomón.  Se  cons- 
tata que  las  crisis  surgen  desde  el  momento  en  que  el  rey  ya  no  cumple  personal- 
mente su  obligación  contractual,  pasando  enseguida  a usufructuar  de  los  beneficios 
del  poder.  La  insatisfacción  popular  y su  exigencia  de  que  la  relación  contractual 
con  el  rey  retome  las  bases  contractuales,  toman  cuerpo  en  algunas  expresiones  li- 
terarias, pero  principalmente  en  las  revueltas  de  Absalón  y de  Seba,  así  como  en  el 
rompimiento  entre  norte  y sur,  ocurrido  en  ocasión  de  la  ascensión  de  Roboán  al  tro- 
no de  Jerusalén.  Las  causas  y el  desarrollo  de  tales  crisis  son  analizados  en  lo  que 
sigue. 

Abstract 

The  present  article  aims  to  verify  the  popular  resistance  that  was  present  in  the  ear- 
liest  times  ofthe  Israelite  monarchy.  In  order  to  do  so  much,  the  article  takes  its  point 
of  departure  from  the  existence  ofa  contractual  relation  between  the  people  and  its 
king,  with  attention  to  the  rights  and  duties  which  pertain  to  each  ofthe  contracting 
parties.  From  the  re,  the  article  seeks  to  understand  the  reasons  for  the  conflicts  that 
aróse  between  the  two  parties,  especiaíly  during  the  reign  of  David  and  right  after  the 
death  of  Solomon.  One  perceives  that  crises  start  to  appear  at  the  moment  when  the 
king  is  no  longer  personally  fulfilling  his  contractual  obligation  and  just  getting  the 
benefits  óf  power.  The  popular  dissatisfaction  and  its  insistence  that  the  contractual 
relation  to  the  king  get  back  to  its  contractual  basis  become  substantial  in  several  li- 
terary  expressions,  but  especiaíly  in  the  revolts  of  Absalom  and  of  Sheba,  as  well  as 
the  rupture  between  the  North  and  the  South  which  takes  place  on  the  occasion  of  the 
ascensión  of  Rehoboam  to  the  throne  of  Jerusalem.  The  cause  and  course  ofthese  cri- 
ses are  analyzed  in  what  follows. 


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1.  Debajo  de  la  zarza 

“Fueron,  cierta  vez,  los  árboles  a ungir  un  rey  para  ellos  y dijeron  al  olivo: 
‘Reina  sobre  nosotros’.  Sin  embargo,  el  olivo  les  respondió:  ‘¿Dejaría  yo  mi  acei- 
te, que  los  dioses  y los  hombres  aprecian  en  mí,  para  ir  a hamacarme  sobre  los  ár- 
boles? Entonces  dijeron  los  árboles  a la  higuera:  ‘Ven  tú  y reina  sobre  nosotros’. 
Pero  la  higuera  les  respondió:  ‘¿Dejaría  yo  mi  dulzura  y mi  buen  fruto,  para  ir  a ha- 
macarme sobre  los  árboles?’.  Entonces  dijeron  los  árboles  a la  vid:  ‘Ven  tú  a reinar 
sobre  nosotros’.  Pero  la  vid  les  respondió:  ‘¿Dejaría  yo  mi  vino,  que  agrada  a los 
dioses  y a los  seres  humanos,  para  ir  a hamacarme  sobre  los  árboles?  Entonces  to- 
dos los  árboles  dijeron  a la  zarza:  ’Ven  tú  a reinar  sobre  nosotros.  Respondió  la  zar- 
za: ‘Si,  de  hecho,  me  ungís  rey  sobre  vosotros,  venid  a refugiaros  debajo  de  mi 
sombra”  ( Je  9,8- 15a). 

El  fábula  de  Jotán,  tenida  como  la  pieza  más  antimonárquica  de  la  literatura 
universal  (Martín  Buber),  no  estaría  en  el  texto  bíblico  si  no  representase  la  expe- 
riencia de  los  campesinos  israelitas  respecto  de  la  monarquía.  Así  como  la  zarza,  una 
planta  improductiva,  que  nada  tiene  fuera  de  espinas  que  por  cierto  hieren  a quienes 
se  cobijan  bajo  su  supuesta  sombra,  de  la  misma  manera  es  el  rey.  No  trabaja,  no 
produce,  ni  siquiera  tiene  utilidad,  pero  es  el  único  interesado  constantemente  en  el 
poder.  Para  alcanzarlo,  promete  cosas  que  no  puede  dar.  Basta  imaginar  cómo  que- 
daría el  olivo,  la  higuera  y la  vid  cobijadas  bajo  la  sombra  de  aquel  arbusto.  Cierta- 
mente que  se  ahogarían  y dejarían  de  producir,  como  aquella  semilla  que  cayó  entre 
los  espinos  (Me  4,7).  De  hecho,  un  rey,  además  de  inútil,  también  aplasta  a sus  súb- 
ditos, bajo  el  pretexto  de  estar  ofreciéndoles  protección! 

A pesar  de  que  todavía  me  parece  posible  que  el  texto  se  haya  originado  en  la 
experiencia  campesina  del  Israel  premonárquico,  frente  a los  reyes  de  las  ciudades- 
estado  cananeas,  hoy  existe  prácticamente  un  consenso  en  la  investigación  acerca  de 
que  debió  surgir,  de  hecho,  ya  en  tiempos  de  la  monarquía  israelita,  en  una  época 
entre  la  consolidación  del  Estado  bajo  David  y Salomón,  y el  siglo  VIII  a.C.'  Den- 
tro de  estas  coordenadas  cronológicas  pretendo  comprenderlo  en  lo  que  sigue. 

Esa  historia  de  los  árboles  representa  en  sí  misma  una  forma  de  resistencia  po- 
pular. El  ambiente  agrario  que  retrata,  y la  ironía  aguda  que  presenta  en  su  final,  de- 
muestran claramente  que  su  lugar  de  origen,  su  matriz  social,  sólo  puede  ser  el  me- 
dio popular  campesino.  De  ninguna  manera  un  texto  como  éste  podría  haber  surgi- 
do en  la  corte,  toda  vez  que  se  dirige  contra  ella. 

Sus  autores  son,  pues,  campesinos.  A juzgar  por  el  tipo  de  producción  que 
mencionan  -el  olivo,  la  higuera  y la  vid-,  se  puede  suponer  que  son  campesinos  to- 
davía bien  situados.  Con  todo,  también  campesinos  empobrecidos  guardarían  el  re- 
cuerdo de  una  producción  otrora  abundante.  En  ambos  casos,  sin  embargo,  el  apó- 
logo deja  suficientemente  clara  la  idea  de  que  permanecer  bajo  la  sombra  de  la  zar- 
za significaría  el  fin  del  aceite,  de  los  higos  y del  vino  para  quien  los  produce. 

Aunque  no  haya  una  alusión  específica  a ello,  la  sombra  de  la  zarza  parece  re- 
ferirse a la  plaga  introducida  por  la  monarquía:  la  tributación  del  campesinado. 


1 


Cf.  Frank  Crüsemann,  Der  Widerstand  gegen  das  Kónigtum,  p.3I. 


46 


CARLOS  DREHER.  Resistencia  popular  en  los  inicios  de  la  monarquía  israelita 


2.  El  surgir  de  la  monarquía 

Sin  tener  en  cuenta  las  causas  económicas,  entre  ellas  ciertamente  la  introduc- 
ción del  buey  como  fuerza  de  tracción  del  arado  en  la  agricultura  israelita,  que  lle- 
varon a que  las  contradicciones  internas  de  la  sociedad  tribal  se  transformasen  len- 
tamente en  una  estructura  de  clases,  el  motivo  fundamental  para  el  surgimiento  de 
la  monarquía  en  Israel  fue  la  amenaza  de  los  filisteos.  Todo  indica  que  en  torno  del 
1000  a.C.  estos  “pueblos  del  mar”  hasta  entonces  localizados  territorialmente  en  el 
sudoeste  de  Palestina,  pretendían  suceder  a los  egipcios  en  el  control  de  la  región, 
habitada  ahora  por  las  tribus  de  Israel.  La  amenaza  militar,  ahora  constante,  ya  no 
podía  ser  enfrentada  sólo  con  las  fuerzas  populares,  provenientes  de  las  aldeas.  Era 
necesario  crear  un  nuevo  mecanismo  de  defensa,  basado  en  un  ejército  permanente, 
más  eficaz  que  las  lentas  tropas  de  campesinos  transformados  en  guerreros  para  ca- 
da nueva  situación  de  conflicto  armado. 

Hasta  entonces,  pueblo  y fuerzas  armadas  se  confundían.  Ante  una  amenza  de 
los  enemigos  externos,  un  liderazgo  de  emergencia,  como  el  de  Débora,  Gedeón  o 
Jefté,  convocaba  a los  guerreros  de  las  tribus.  Éstos  provenían  de  las  aldeas.  Cada 
aldea  disponía  de  una  pequeña  unidad  de  defensa,  compuesta  de  cerca  de  ocho  a diez 
hombres  aptos  para  la  lucha.  El  término  hebreo  'élef,  que  designa  tal  unidad  de  de- 
fensa, puede  también  indicar  el  número  1000,  por  el  hecho  de  que,  en  las  traduccio- 
nes, las  unidades  de  defensa  son  presentadas  erróneamente  como  “millares”2.  Así,  en 
Je  5,8b,  por  ejemplo,  no  se  habla  de  40.000  guerreros  de  Israel  que,  ante  la  guerra, 
se  encontraban  sin  escudo  ni  lanza,  sino,  de  hecho,  de  40  unidades  de  defensa,  lo 
que  representa  cerca  de  320  a 400  guerreros  disponibles  para  enfrentar  a los  reyes 
cananeos. 

Hasta  el  momento  de  la  convocación,  tales  guerreros  eran  campesinos.  Traba- 
jaban la  tierra  con  sus  arados,  de  cuyas  rejas  hacían  espadas.  De  sus  pequeñas  hoces 
de  podar  vides,  hacían  lanzas,  fijándolas  en  hastas  de  madera  (cf.  Is  2,4;  Mq  4,3;  J1 
4,10).  Después  de  la  guerra,  volvían  a su  trabajo  normal. 

Es  evidente  que  un  tal  ejército,  lento  en  reunirse,  mal  armado  y poco  entrena- 
do, no  podía  hacer  frente  a un  enemigo  que  dispusiese  de  una  tropa  permanente, 
fuertemente  armada,  ejercitada  constantemente,  como  era  el  caso  de  los  filisteos.  La 
descripción  del  armamento  llevado  por  Goliat,  en  1 Sm  1 7,4-7,  hace  de  él  un  gigan- 
te más  bien  que  un  hombre  de  estatura  real.  ¿Qué  podía  hacer  una  simple  honda  en 
la  mano  de  un  pastor  de  ovejas  que  se  disponía  a enfrentarlo? 

2.1.  “Él  nos  juzgará,  saldrá  delante  de  nosotros  y 
hará  nuestras  guerras” 

“Nuestro  rey  nos  gobernará/  juzgará,  saldrá  delante  de  nosotros  y hará  nues- 
tras guerras  (1  Sm  8,20),  tal  es  el  pedido  dirigido  por  el  pueblo  (¿habrá  sido  él?)  a 
Samuel.  En  el  pasaje,  dos  funciones  son  atribuidas  al  rey:  gobernar/ juzgar;  hacer  la 
guerra. 

El  verbo  usado  para  la  primera  función  significa,  de  por  sí,  “juzgar”  ( shafat ). 
De  él  deriva  el  sustantivo  “juez”  ( shofet ) con  el  cual  son  designados  los  “jueces”  del 


2 Cf.  Georde  Mendenhall,  “The  Census  Lists  of  Numbers  1 and  26". 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BIBLICA  LATINOAMERICANA,  No.  32 


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período  pre-estatal.  El  verbo,  sin  embargo,  puede  significar  también  “gobernar”.  En 
todo  caso,  el  rey  tenía,  tarde  o temprano,  también  la  función  de  juez,  especialmente 
de  las  causas  que  sobrepasaban  la  jurisdicción  de  la  aldea  (cf.  por  ejemplo  2 Sm 
15,1-6;  1 R 3,16-28).  La  única  duda  se  refiere  a si  dicha  función  había  sido  atribui- 
da al  rey  de  Israel  ya  desde  el  inicio. 

La  segunda  función  es  la  de  hacer  la  guerra.  En  el  pasaje,  esa  función  es  des- 
crita de  dos  formas:  a)  saldrá  a nuestro  frente;  b)  hará  nuestras  guerras. 

La  primera  forma  dice  claramente  respecto  a la  conducción  de  las  fuerzas  po- 
pulares, provenientes  de  las  tribus.  El  rey  será  el  comandante  el  jefe,  el  mariscal  de 
campo  de  las  fuerzas  tribales.  Tiene  lugar  allí  una  alteración  fundamental  en  el  con- 
cepto de  conducción  de  la  guerra,  en  relación  con  el  período  tribal.  Ahora  no  es  más 
un  líder  de  emergencia,  carismático,  -como  lo  denominará  Max  Weber-,  quien  co- 
manda a los  guerreros.  Aquel  líder  volvía  al  trabajo  en  el  campo  después  del  fin  de 
la  guerra.  El  rey  ya  no  vuelve.  Permanece  siempre  listo,  hasta  el  fin  de  su  vida.  Pa- 
sa a ser  comandante  vitalicio  de  las  fuerzas  armadas,  con  derecho  a convocar  las  uni- 
dades de  defensa,  según  lo  juzgue  necesario. 

La  segunda  forma  -“él  hará  nuestras  guerras”-  podría  ser  una  mera  repetición 
de  la  primera.  Con  todo,  podría  también  representar  una  alusión  a una  responsabili- 
dad del  rey  de  hacer  las  guerras  en  lugar  de  las  fuerzas  populares.  En  este  caso,  el 
surgimiento  de  la  monarquía  equivaldría  claramente  a una  división  del  trabajo:  los 
campesinos  quedarían  con  la  agriculura;  el  rey  se  ocuparía  de  las  guerras. 

Si  bien  esta  hipótesis  puede  ser  equivocada,  en  lo  que  se  refiere  al  texto,  co- 
rresponde sin  embargo  a lo  que  de  hecho  acoteció  en  términos  históricos.  Saúl  ya  se 
había  dado  cuenta  de  que  las  fuerzas  populares  eran  poco  eficientes  para  hacer  fren- 
te a un  enemigo  del  rango  de  los  filisteos.  Siguió  contanto  con  ellas  pero,  poco  a po- 
co, fue  agregando  “todos  los  hombres  fuertes  y valientes  que  veía”  ( 1 Sm  14,52).  Se 
formaba  de  esta  manera  una  tropa  de  elite,  oriunda  ciertamente  en  su  mayor  parte  de 
los  contingentes  tribales,  pero  ahora  desvinculada  de  la  aldea.  Surgían  los  soldados 
profesionales,  constantemente  dispuestos  para  la  lucha.  Y,  en  vista  de  ello,  ya  no  dis- 
ponían de  tiempo  para  trabajar  en  sus  tierras,  necesitando  conseguir  de  otra  forma 
su  sustento. 

Con  esa  tropa  regular,  el  rey  podía  ahora  hacer,  si  no  todas,  al  menos  mu- 
chas de  las  guerras  del  pueblo.  Es  evidente  que,  en  confrontaciones  mayores  con 
el  enemigo,  necesitaba  todavía  convocar  las  unidades  de  defensa  de  las  tribus. 
Pequeñas  escaramuzas  de  frontera,  los  primeros  movimientos  de  defensa  y rápi- 
dos contraataques,  podían  ser  realizados  sólo  con  la  tropa  de  elite,  más  ágil,  por 
su  condición  de  ejército  permanente  aunque  pequeño,  que  las  lentas  fuerzas  po- 
pulares. 

2.2.  Un  contrato  entre  el  rey  y el  pueblo 

Visto  de  esta  manera,  todo  lleva  a creer  que,  desde  su  inicio,  la  monarquía  fue 
el  resultado  de  un  contrato3  entre  rey  y pueblo,  según  los  moldes  del  modo  de  pro- 


O 

- Aunque  todavía  no  utilice  las  categorías  de  “modo  de  producción”  es  interesante,  para  la  discusión 
sobre  la  existencia  de  un  contrato  entre  rey  y pueblo,  el  artículo  de  Georg  Fohrer,  "Der  Vertrag  zwis- 
chen  Kónig  und  Volk  in  Israel”. 


48 


CARLOS  DREHER,  Resistencia  popularen  los  inicios  de  la  monarquía  israelita 


ducción  tributario.  El  rey  se  disponía  a organizar  la  defensa,  a cambio  de  lo  cual  re- 
cibía un  tributo.  Dicho  tributo  consistían  de  una  parte  de  la  producción  del  campo, 
dentro  de  una  lógica  de  cambio  de  servicios.  Los  soldados  permanentes,  lo  mismo 
que  el  rey,  ya  no  podían  cultivar  sus  campos.  Nada  más  justo,  que  recibiesen  de  los 
campesinos,  a quienes  defendían,  su  sustento. 

El  texto  de  1 Sm  8,  a pesar  de  no  emplear  el  vocablo  “contrato”, o algún  equi- 
valente del  mismo,  parece  presuponer  tal  relación  contractual.  Es  evidente  que  el 
texto  refleja  un  punto  de  vista  negativo  respecto  de  la  monarquía.  Tiene  un  carácter 
panfletario,  presentándose  como  un  instrumento  de  resistencia.  Ciertamente  habrá 
surgido  un  poco  más  tarde  que  en  el  momento  que  supuestamente  retrata,  cuando  la 
monarquía  ya  está  consolidada  y la  experiencia  con  ella  ya  deja  percibir  sus  reflejos 
negativos.  No  obstante,  revela  derechos  y deberes  de  las  partes  implicadas  en  el  con- 
trato. 

Si  el  v.20  nos  habla  de  los  deberes  del  rey,  de  las  funciones  que  le  competen, 
los  vv.  1 Ib- 17  permiten  percibir  sus  derechos,  o,  contemplando  la  otra  parte  contra- 
tante, las  obligaciones  que  caben  al  pueblo.  En  resumen,  allí  se  nos  dice  que,  en  con- 
trapartida por  las  tareas  de  juzgar/gobernar,  de  ejercer  el  mando  del  ejército  y,  even- 
tualmente, de  hacer  guerras  sólo  con  sus  tropas  de  élite,  el  rey  podrá  disponer  de  per- 
sonas pitra  los  servicios  necesarios  y de  la  producción  del  campo  para  su  manuten- 
ción 

Con  relaión  a las  personas,  el  texto  hace  algunas  diferenciaciones  interesan- 
tes, distribuyéndolas  en  tres  grupos:  los  hijos,  las  hijas,  los  esclavos  de  ambos  sexos 
y los  jóvenes.  Estos  jóvenes,  en  la  realidad,  también  son  hijos.  Se  diferencian  de  los 
anteriores  por  el  hecho  de  que  todavían  no  están  casados  y,  por  eso,  están  bajo  la  de- 
pendencia de  la  casa  paterna,  como  los  esclavos4. 

A los  hijos  les  competen  tres  tipos  de  servicios:  a)  funciones  de  comando  de 
tropas;  b)  el  trabajo  agrícola  en  los  campos  pertenecientes  al  rey;  c)  la  confección 
de  armas  de  guerra,  incluido  allí  el  armado  de  carros  de  guerra. 

A las  hijas  caben  los  servicios  de  manutención  y provisión  diaria  de  la  corte, 
dispuestos  nuevamente  en  tres  partes:  a)  la  mezcla  de  aceite  con  plantas  aromáticas; 
b)  el  cocimiento  de  alimentos;  c)  el  trabajo  de  panadería. 

A los  esclavos,  a las  esclavas  y a los  jóvenes  les  competen  servicios  no  espe- 
cificados, entre  los  cuales  deben  contarse  los  trabajos  en  las  construcciones  promo- 
vidas por  la  corona. 

Además  de  disponer  sobre  las  personas,  el  rey  puede  también  tomar  tierras  y 
productos.  El  v.  14  indica  el  derecho  de  apropiarse  de  campos,  viñas  y olivares  per- 
tenecientes a los  campesinos  para  darlos,  ciertamente  en  pago  de  servicios  presta- 
dos, a los  funcionarios  de  la  corte.  El  v.  15  nos  habla  de  la  tributación  sobre  las  co- 
sechas de  campos  y viñas.  El  v.  1 7 añade  además  la  tributación  sobre  los  rebaños.  Es 
dudoso  si  tal  tributación,  en  estos  dos  últimos  casos,  incidía  siempre  sobre  el  10% 
de  la  producción5. 

En  la  estructura  formal  del  texto,  el  v.  15  desentona  del  conjunto.  En  conse- 
cuencia de  ello,  propónese  que  es  un  agregado  al  panfleto  original,  aunque  su  adi- 
ción haya  ocurrido  bastante  temprano.  Aunque  no  tanto  como  consecuencia  de  esa 


4 Cf.  Frank  Crüsemann,  Widerstand,  p. 66-73,  también  para  lo  que  sigue. 

Cf.  Frank  Crüsemann,  “Der  Zehnte  in  der  israelitischen  Konigszeit”,  especialmente  p.34ss. 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BIBLICA  LATINOAMERICANA.  No.  32 


49 


cuestión  formal,  algunos  investigadores  ponen  en  duda  la  existencia  de  una  tributa- 
ción regular  en  productos  en  los  tiempos  de  la  monarquía  israelita6. 

Me  parece,  no  obstante,  que  esta  forma  de  tributación  debe  haber  sido,  de  he- 
cho, la  más  antigua.  La  razón  para  no  ser  mencionada  con  insistencia  en  los  textos 
reside,  a mi  modo  de  ver,  en  el  hecho  de  haber  sido  considerada  la  más  normal.  Al 
final,  quien  está  en  guerra  no  puede  plantar  ni  recoger.  Es  justo,  por  tanto,  que  se  en- 
tregue parte  del  excedente  de  la  producción  de  los  campos  a los  que  prestan  el  ser- 
vicio de  defensa.  Tal  tributo  representa  una  relación  de  intercambio  de  servicios  y, 
en  cuanto,  no  debe  ser  criticado,  ¡a  no  ser  en  el  caso  en  que  la  parte  que  lo  recibe  - 
o exige-  ya  no  esté  prestando  el  servicio  que  se  espera  de  ella! 

Un  pequeño  ejemplo  de  este  tipo  de  tributo  en  especie,  con  clara  connotación 
de  cambio  de  servicios,  se  puede  verificar  en  el  pasaje  de  1 Sm  17, 17-22.  Tres  de  los 
hermanos  de  David  están  en  la  guerra  contra  los  filisteos.  A pedido  del  padre,  David 
debe  llevarles  un  'efú  (cerca  de  45  litros)  de  trigo  tostado  y diez  panes.  Debe  llevar 
además  diez  quesos  y entregarlos  al  comandante  de  la  unidad  de  defensa  a la  que 
pertenecen  los  hermanos  (vv.  17-18).  Cuando  llega  allá,  entrega  todo  lo  que  trae  al 
custodio  del  equipaje  de  la  tropa  (v.22).  Resulta  claro  que  el  trigo  tostado  y los  diez 
panes  pueden  significar  un  refuerzo  alimenticio  enviado  por  el  padre  a los  hijos  gue- 
rrerros.  No  obstante,  representan  el  cambio  de  servicios  dentro  de  la  sociedad  tribal. 
Los  muchachos  no  están  en  la  labranza,  porque  están  luchando,  pero  es  evidente  que 
necesitan  comer.  Los  quesos  para  el  comandante  es  lo  que  se  escapa  a la  regla  de  la 
preocupación  del  padre  por  los  hijos. Aunque  aceptemos  la  hipótesis  bastante  proba- 
ble que  este  comandante  encabezaba  la  unidad  de  defensa  proveniente  de  la  aldea  de 
Jesé,  y que,  por  eso,  se  trate  de  un  vecino  conocido,  no  deja  de  ser  notable  el  hecho 
de  que  reciba  tantos  quesos. 

Ciertamente  que  no  son  sólo  para  él  sino  para  todo  el  grupo  que  encabeza.  Es- 
to paréceme  corroborado  también  por  el  hecho  de  que  David  entrega  todo,  trigo,  pa- 
nes y queso,  al  custodio  del  equipaje. 

No  se  trata,  evidentemente,  de  un  tributo  para  el  rey.  Es  evidente  que  se  trata 
de  un  trueque  de  servicios,  que  serán  cada  vez  más  asumidos  por  el  monarca  y sus 
soldados  de  élite,  quienes  recibirán,  los  productos  otrora  llevados  a los  familiares  en 
el  campo  de  batalla. 

Si  bien  el  texto  de  1 Sm  8 presenta  una  connotación  negativa  respecto  de  la 
realeza,  podemos  concluir  que  refleja  los  elementos  constantes  en  la  relación  con- 
tractual tributaria  de  la  monarquía.  El  rey  juzga  y hace  la  guerra;  los  campesinos  le 
proporcionan  servicio  militar,  servicio  de  manutención  de  la  corte  y trabajo  en  las 
construcciones,  además  de  un  porcentaje  de  su  producción  agro- pastoril.  Hasta  allí 
todo  está  dentro  de  lo  normal.  Cuando  empieza  a tomar  tierras  y a exagerar  en  lo  que 
exige  en  términos  de  trabajo  y de  productos,  la  reacción  popular  tiende  a manifes- 
tarse en  menor  o mayor  grado. 

Por  fin,  si  1 Sm  8 no  permite  verificar  la  clara  existencia  de  un  contrato  pa- 
ra esta  relación  de  intercambio  de  servicios,  otro  pasaje  testimonia  a ese  respecto. 
Se  trata  de  2 Sm  5,1-3. 

Después  de  la  muerte  de  Isbaal,  hijo  de  Saúl  y segundo  rey  de  Israel,  las  tri- 
bus del  norte  buscan  a David,  en  Hebrón,  para  hacerlo  rey  sobre  ellas.  La  razón  po- 


6 


Cf.  por  ejemplo  Udo  Rüterswórden,  Die  Beamten  der  israelitischen  Konigszeit,  p.  I27ss. 


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CARLOS  DREHER,  Resistencia  popular  en  los  inicios  de  la  monarquía  israelita 


lítica  para  eso  está  claramente  presentada:  “Ya  de  antes,  cuando  Saúl  era  nuestro  rey, 
eras  tú  el  que  dirigías  nuestras  salidas  y entradas  (militares)  de  Israel”  (v.2).  Es  por 
conocerlo  como  hábil  guerrero  que  las  tribus  lo  quieren  como  rey.  Su  función  de  rey 
será,  por  tanto,  también  militar. 

A continuación  (v.3),  el  texto  nos  dice  que  David  hizo  con  ellas  un  pacto,  des- 
pués de  lo  cual  lo  ungieron  como  rey.  Nada  nos  es  señalado  sobre  el  contenido  del 
pacto.  Se  puede  suponer,  no  obstante,  que  haya  sido  la  base  contractual  para  esta  re- 
lación entre  rey  y pueblo.  La  función  del  rey  ya  había  sido  anticipada:  hacer  las  gue- 
rras. ¿Y  la  contrapartida  del  pueblo?  Será,  ciertamente,  la  que  ya  conocemos  de  1 
Sm  8:  servicio  militar,  manutención,  trabajo  en  las  construcciones  - por  lo  tanto,  tra- 
bajo forzado  - y la  entrega  de  tributos  en  especie.  En  suma,  a cambio  de  las  guerras 
hechas  por  el  rey,  el  pueblo  lo  mantendrá,  con  todo  lo  que  le  sea  necesario. 

No  puede  haber  duda  sobre  la  contrapartida  del  pueblo.  Al  final,  la  tradición 
ya  conocía  al  David  bandolero,  que  ofrecía  protección  a campesinos  acomodados, 
lo  mismo  que  a su  gente,  a cambio  de  algún  tipo  de  compensación  económica.  La 
historia  de  Nabal  (2  Sm  25)  lo  demostraba  muy  bien,  ¡y  con  todos  sus  peligros! 

Con  certeza  que  el  pueblo,  en  este  contrato,  también  sabía  que  sostener  al  Da- 
vid exitoso  sería  mucho  más  oneroso  de  lo  que  había  sido  con  Saúl  e Isbaal.  Saúl  te- 
nía una  pequeña  tropa  de  élite  a su  alrededor.  David  ya  contaba  con  un  contingente 
de  600  hombres  (1  Sm  25,13),  y aumentaría  el  de  soldados  profesionales  con  los 
“kereteos  y peleteos”  (2  Sm  8,18;  15,18;  20,7.23),  los  600  guititas  (2  Sm  15,18)  y 
sus  valientes  (2  Sm  23,8-39),  todos  ellos  desligados  del  trabajo  de  campo,  la  mayo- 
ría de  ellos  mercenarios  extranjeros,  que  ciertamente  no  convendrían  en  luchar  por 
apenas  algunos  quesos  y panes  y un  poco  de  trigo  tostado. 


3.  Los  primeros  tiempos  de  la  monarquía 

El  reinado  de  Saúl  fue  de  corta  duración.  Tuvo  algunos  éxitos  iniciales  contra 
los  amonitas  ( 1 Sm  1 1 ) y los  amalecitas  ( 1 Sm  1 5),  así  como  pequeñas  victorias  fren- 
te a los  filisteos  (1  Sm  13-14).  Con  todo,  no  consiguió  alcanzar  el  objetivo  princi- 
pal, que  había  sido  su  razón  de  ser.  Fue  derrotado  en  la  confrontación  decisiva  con- 
tra los  filisteos,  en  los  montes  Gelboé  (1  Sm  31),  batalla  en  la  que  perdió  también 
su  vida.  Parece  que  hubo  algunos  conflictos  de  orden  religioso  en  su  afán  de  agili- 
zar la  movilización  del  ejército  (1  Sm  13,8ss)  y al  no  seguir  prescripciones  de  cómo 
tratar  al  enemigo  vencido  (1  Sm  15).  No  parece,  con  todo,  que  haya  habido  resisten- 
cia mayor  contra  su  reinado  por  parte  de  la  población.  Sus  fracasos,  sin  embargo,  lo 
dejaron  caer  en  el  desprestigio. 

David  tuvo  mucho  más  suerte.  De  escudero  y comandante  de  tropa  de  Saúl, 
pasó  a la  condición  de  bandolero  y fugitivo.  Su  habilidad  guerrera,  no  obstante,  lo 
llevó  a caer  en  gracia  con  los  filisteos,  a cuyo  servicio  se  colocó  con  su  banda,  co- 
mo mercenario.  Con  el  fruto  de  varios  saqueos,  se  enriqueció.  Ganó  prestigio  entre 
la  población  de  Judá,  al  entregar  a los  filisteos  parte  de  los  saqueos,  como  presente 
(1  Sm  27).  Por  sus  servicios  a los  filisteos,  recibió  la  ciudad  de  Siquelag  como  pro- 
piedad (1  Sm  27, 5s).  En  suma,  se  volvió  célebre  y poderoso,  con  la  ayuda  de  sus 
bandoleros. 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BIBLICA  LATINOAMERICANA,  No.  32 


51 


A partir  de  esta  historia,  David  llegó  a ser  rey  de  Judá,  en  Hebrón  (2  Sm  2,1- 
4),  si  bien  el  lenguaje  del  pasaje  permite  imaginar  que  había  conquistado  la  ciudad 
y había  sido  hecho  rey  más  por  la  presión  y miedo  ejercidos  sobre  la  población  del 
sur,  que  por  la  voluntad  real  de  ésta. 

En  relación  con  el  reino  del  norte,  que  continuaba  existiendo  independiente- 
mente bajo  Isbaal,  David  supo  arreglarse  hábilmente  en  términos  políticos,  mostrán- 
dose simpático  en  cada  nuevo  fracaso  que  ocurría  allí:  la  muerte  de  Saúl  y de  Jona- 
tán,  el  asesinato  de  Abner  y,  después,  de  Isbaal.  Por  otro  lado,  buscó  garantizar  sus 
relaciones  de  parentesco  con  la  familia  real  del  norte,  al  exigir  que  la  hija  de  Saúl, 
Mical,  le  fuera  dada  como  esposa  y después  tomada,  le  fuese  restituida  (2  Sm  3,12- 
16). 

Todo  eso,  poder,  prestigio,  habilidad  política  y militar,  lo  elevó  a una  condi- 
ción cuasi  natural  de  candidato  único  a la  sucesión. 

Rey  sobre  Judá  y sobre  Israel,  tomó  Jerusalén  a los  jebuseos,  para  hacer  de 
ella  su  ciudad  particular  y capital  neutra  para  los  dos  reinos,  ahora  unidos  bajo  su 
persona.  Llegó  a ser  rey  sobre  Jerusalén.  A partir  de  allí,  con  sus  tropas  profesiona- 
les, desvinculadas  de  las  tribus  y deudoras  de  fidelidad  solamente  a él,  pasó  a hacer 
las  guerras,  las  suyas  y las  de  las  tribus. 

Probablemente  con  el  uso  todavía  de  las  fuerzas  populares  tribales  pero,  sin 
duda,  con  la  ayuda  fundamental  de  sus  tropas  de  élite,  David  derrotó  a los  filisteos 
(2  Sm  5,17-25;  8,1).  Conocía  bien  al  enemigo,  a cuyo  servicio  estuvo  por  un  buen 
tiempo,  asimilando  sus  tácticas  y estrategias,  así  como  su  armamento  más  eficiente. 
Con  ese  conocimiento,  se  equiparaba  a él. 

Con  la  derrota  de  los  filisteos,  David  alcanzaba  el  objetivo  que  llevara  al  sur- 
gimiento de  la  monarquía.  Teóricamente,  la  monarquía  podría  terminar  por  ahí.  Su 
razón  de  ser,  en  sí,  dejaba  de  existir,  a no  ser  que  se  contase  con  la  posibilidad  de 
que  el  enemigo  se  rearticulase  y volviese  a amenazar  la  tranquilidad  campesina  de 
Palestina.  En  otros  tiempos,  hubiera  sido  la  hora  en  que  David  y sus  hombres  vol- 
viesen al  trabajo  en  el  campo.  Además,  acabada  la  necesidad  de  la  existencia  de  una 
tropa  permanente,  se  acababa  también  la  necesidad  de  entregarle  como  tributo  una 
parte  del  excedente  de  la  producción. 

Con  todo,  la  monarquía  no  acabó  allí.  Las  tropas  permanentes  no  fueron  di- 
sueltas. Al  contrario,  fueron  aumentadas  considerablemente.  Acostumbrado  a la 
guerra,  David  continuó  practicándola,  descubriendo  nuevos  enemigos  en  diferentes 
vecinos  de  Israel  y de  Judá.  De  esa  manera  subyugó,  además  de  los  filisteos,  a los 
moabitas  y a los  amonitas  en  el  este,  a los  edomitas  en  el  sudeste,  a los  árameos  en 
el  norte,  y posiblemente  a los  amalecitas  en  el  sur.  Sometió  a todos  a la  condición 
de  vasallos  suyos.  En  Amón,  asumió  la  corona,  haciéndose  rey  por  cuarta  vez. 

Por  un  lado,  a través  de  estos  emprendimientos  bélicos  expansionistas,  David 
consolidaba  las  fronteras  de  sus  dos  reinos  originales,  Judá  e Israel,  haciendo  de  am- 
bos no  sólo  estados  nacionales  sino  también  territoriales.  Por  el  otro,  se  volvía  se- 
ñor de  un  imperio,  nunca  antes  visto  en  la  Palestina,  compuesto  de  estados  someti- 
dos personalmente  a él.  Los  gobernaba  a todos  a partir  de  su  ciudad  particular,  Jeru- 
salén. Eso,  sin  embargo,  no  significaba  que  tales  estados  vecinos  estuviesen  some- 
tidos a Israel  o a Judá.  Más  bien,  estos  dos  estados  se  colocaban,  bajo  David,  prác- 
ticamente en  la  misma  condición  que  los  demás,  ¡sometidos  al  rey  de  Jerusalén!  Pa- 
ra garantizar  su  poder,  David  necesitaba  todavía  de  las  fuerzas  populares  de  cual- 


52 


CARLOS  DREHER,  Resistencia  popularen  los  inicios  de  la  monarquía  israelita 


quiera  de  esos  estados.  Sus  fuerzas  mercenarias,  siempre  prontas  y bien  armadas, 
fieles  exclusivamente  a la  persona  del  rey,  aumentaban  considerablemente  su  pode- 
río bélico,  mas  todavía  no  le  parecían  suficientes  para  prescindir  de  las  unidades  de 
defensa  de  las  tribus. 

Hay  que  contar  también  con  el  hecho  de  que  todo  este  expansionismo  territo- 
rial permitió  con  certeza  un  ablandamiento  de  la  tributación  interna,  toda  vez  que  las 
tropas  en  acción  podían  mantenerse,  al  menos  en  parte,  con  el  saqueo  de  las  áreas 
conquistadas.  En  la  medida  en  que  había  guerras  exitosas  contra  los  pueblos  veci- 
nos, la  cuenta  que  debían  pagar  Israel  y Judá  sería  mucho  menor,  aunque  no  inexis- 
tente. Mientras  pinchaba  más  a los  vecinos,  la  zarza  hacía  más  sombra  para  los  de 
adentro.  Terminadas  las  guerras,  sin  embargo,  y mantenido  el  Estado,  la  historia  se- 
ría otra.  La  sombra  torturante  de  la  zarza  pasaba  a estar  sobre  todos. 


4.  Comienzan  las  crisis 

A pesar  de  todos  los  éxitos  de  David,  fue  bajo  su  gobierno  cuando  comenza- 
ron a surgir  manifestaciones  de  insatisfacción  popular  con  la  monarquía.  La  redac- 
ción de  los  textos  sobre  su  reinado  es  claramente  favorable  a él.  En  consecuencia, 
minimiza  muchas  veces  los  hechos  negativos.  A pesar  de  eso,  no  consigue  esconder- 
los del  todo,  y permite  recomponer,  muchas  veces  a través  de  hipótesis,  la  resisten- 
cia popular  a un  reinado  que  se  absolutizaba  cada  vez  más. 

Es  un  hecho  que  David  tuvo  que  enfrentar  dos  rebeliones:  la  de  Absalón  ( 2 Sm 
15-19)  y la  de  Seba  (2  Sm  20).  Además  de  éstas,  los  textos  presentan  también  dos 
momentos  fuertes  en  los  cuales  se  puede  verificar  la  insatisfacción  popular  con  el 
gran  rey.  El  primero  es  apenas  una  pequeña  nota,  casi  marginal  e ingenua,  en  2 Sm 
11,1,  colocada  en  el  inicio  del  relato  sobre  el  adulterio  de  David  con  la  mujer  de 
Urías.  El  segundo  se  presenta  en  un  texto  bastante  complicado,  2 Sm  24,1-17,  que 
nos  habla  del  censo  de  Israel  y de  Judá  levantado  por  David  y duramente  reprobado 
por  Yavé.  En  el  análisis  de  estos  cuatro  momentos,  acompaño  la  secuencia  de  los  tex- 
tos bíblicos  que  me  parecee  corresponder  también  al  desarrollo  histórico. 

4.1.  David,  sin  embargo,  se  quedó  en  Jerusalén 

Independientemente  de  la  discusión  sobre  la  extensión  de  las  así  llamadas 
“Historia  de  la  ascensión  de  David”  (1  Sm  16-2  Sm  5 [7-8]  ) e “Historia  de  la  su- 
cesión al  trono  de  David”  (2  Sm  [6]  9-20;  2 Rs  1-2)7,  es  verdad  que  los  textos  allí 
comprendidos  son  claramente  favorables  a David  hasta  2 Sm  10.  A partir  de  2 Sm 
1 1,  los  relatos  sobre  David,  su  familia  y su  gobierno,  están  repletos  de  críticas  y de 
puntos  de  vista  desfavorables  a él. 

Es  interesante  que,  exactamente  al  iniciarse  los  relatos  negativos  sobre  el  gran 
rey,  comenzando  por  el  adulterio  con  la  mujer  de  Urías,  los  autores  bíblicos  colocan 
una  pequeña  nota  casi  marginal  que  podría  representar,  aunque  tal  vez  no  intencio- 
nalmente, una  especie  de  título,  lo  que  sigue:  “A  la  vuelta  del  año,  al  tiempo  en  que 
los  reyes  salen  a campaña,  envió  David  a Joab  con  sus  veteranos  y todo  Israel.  De- 


7 Cf.  Werner  Hans  Schmidt,  Introdúcelo  ao  Antigo  Testamento,  p.l48ss. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  No.  32 


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rrotaron  a los  amonitas  y pusieron  sitio  a Rabbá;  David,  sin  embargo,  se  quedó  en 
Jerusalén”  (2  Sm  11,1). 

Los  reyes  no  hacen  la  guerra  todo  el  tiempo.  Hay  épocas  en  el  año  en  que  no 
es  posible,  por  causa  de  las  lluvias.  Con  el  retorno  del  tiempo  del  verano,  no  obstan- 
te, las  guerras  interrumpidas  son  retomadas.  David  está,  pues,  en  la  hora  de  volver 
a hacer  la  guerra.  Es  lo  que  hacen  Joab,  las  tropas  regulares  y las  fuerzas  populares. 
Él,  sin  embargo,  se  queda  en  Jerusalén. 

Sería  perfectamente  posible  considerar  la  actitud  de  David  con  toda  naturali- 
dad. En  fin  de  cuentas,  los  jefes  de  Estado  normalmente  no  se  exponen  en  los  cam- 
pos de  batalla.  Eso  es  tarea  para  los  generales  y soldados.  Con  todo,  si  tomamos  en 
serio  el  hecho  de  que  la  monarquía  surgió  como  fruto  de  un  contrato  entre  el  rey  y 
el  pueblo,  según  el  cual  el  rey  debería  hacer  las  guerras,  David,  al  quedarse  en  casa, 
se  está  escapando  de  su  responsabilidad.  Una  de  las  cláusulas  del  contrato  ya  no  es- 
tá siendo  cumplida. 

No  nos  interesa  discutir  aquí  si  esta  pequeña  nota  es  intencional  o meramen- 
te casual  y hasta  ingenua.  El  hecho  es  que  encabeza  la  narración  sobre  aquello  que 
es  visto  como  la  gran  mancha  sobre  David.  La  reprensión  de  Natán,  en  el  capítulo 
siguiente,  deja  muy  en  claro  que  David  es  culpado  de  dos  crímenes:  robo  y asesina- 
to (2  Sm  12,9).  Y todo  eso  acontece  porque  el  rey  ya  no  cumple  la  función  para  la 
cual  fue  elegido,  ya  no  hace  la  guerra.  Otros  la  hacen  en  su  lugar,  el  rey  permanece 
en  casa,  durmiendo  mucho,  a punto  de  levantarse  sólo  de  tarde  (v.2),  espiando  a las 
mujeres  de  los  soldados  bañándose,  mandando  a buscarlas  para  divertirse  sexual- 
mente  con  ellas.  Después,  cuando  la  mujer  del  soldado  aparece  grávida,  el  gran  rey 
intenta  encubrir  el  caso.  Cuando  su  estratagema  no  funciona,  apela  simplemente  a la 
solución  fácil:  planea  la  muerte  “accidental”  del  soldado  (v.  15). 

El  éxito  y el  poder  subieron  a la  cabeza  del  rey.  Ya  no  cumple  su  función.  Se 
queda  en  casa,  usufructuando  de  los  beneficios  del  poder.  Es  el  primero  en  quebrar 
el  contrato.  Ya  no  es  él  quien  hace  sombra.  Sus  espinas  empiezan  a lastimar. 

4.2,  La  revuelta  de  Absalón 

La  revuelta  de  Absalón  es  vista  normalmente  sólo  bajo  el  prisma  de  la  histo- 
ria de  la  sucesión  de  David.  ¿Quién  será  el  rey  después  de  él?  Esa  pregunta,  de  he- 
cho, está  presente  en  los  textos  de  2 Sm  6 - 2 Re  2.  Las  intrigas  de  la  corte  entre 
Amnón  y Absalón  , Adonías  y Salomón,  ciertamente  son  muestras  de  una  preocupa- 
ción también  con  la  sucesión. 

Con  todo,  no  me  parece  que  sea  correcto  ver  en  Absalón  apenas  a un  hijo  del 
rey  interesado  en  anticipar  su  ascensión  al  trono.  Herbert  Donner,  por  ejemplo,  pa- 
rece afirmarlo  con  todas  las  letras,  cuando  dice:  “paulatinamente,  una  insana  impa- 
ciencia se  apoderó  de  Absalón;  se  empecinó  en  abreviar  su  tiempo  de  espera.  En  las 
condiciones  dadas,  eso  no  era  posible,  a no  ser  por  sobre  el  cadáver  de  su  padre.  Pe- 
ro los  escrúpulos  del  príncipe  en  relación  con  eso  no  deben  de  haber  sido  muy  gran- 
des; la  indecisión  no  formaba  parte  de  sus  defectos.  Así,  al  final,  dio  un  paso  en  di- 
rección al  levantamiento  contra  su  padre,  del  golpe  de  Estado  (2  Sm  15-19)*. 


8 


Herbert  Donner,  Historia  de  Israel  e dos  pavos  vizinhos,  v.  1 , p.245. 


54 


CARLOS  DREHER,  Resistencia  popular  en  los  inicios  de  la  monarquía  israelita 


Con  certeza,  en  el  caso  de  la  revuelta  de  Absalón,  no  se  trata  sólo  de  un  gol- 
pe de  Estado,  ni  sólo  de  un  cisma  personalista  de  padre  contra  hijo.  Hasta  es  posi- 
ble que,  en  la  figura  de  Absalón  en  cuanto  tal,  tales  trazos  estén  presentes.  El  hecho, 
sin  embargo,  de  que  las  fuerzas  populares  del  sur  y del  norte,  de  Judá  y de  Israel, 
lo  siguiesen,  demuestra  que  había  ahí  en  juego  algo  mucho  mayor  que  una  intriga 
palaciega9. 

De  acuerdo  con  los  relatos  bíblicos,  en  términos  militares  sólo  las  tropas  re- 
gulares de  élite  y las  fuerzas  mercenarias  permanecieron  fieles  a David.  Esto  signi- 
fica que  la  base  popular  de  Israel  y de  Judá  se  colocó  contra  el  rey,  del  lado  de  Ab- 
salón, toda  vez  que  las  unidades  de  defensa  que  componen  las  fuerzas  populares  es- 
tán directamente  ligadas  a los  clanes  y a las  aldeas,  y no  entran  en  acción,  disvincu- 
ladas de  sus  reductos  de  origen.  El  acontecimiento  tuvo,  por  tanto,  la  dimensión  de 
una  revuelta  popular,  y no  solo  de  un  mero  golpe  de  Estado. 

No  obstante,  no  se  puede  concluir,  sobre  la  base  de  que  Absalón  había  sido 
proclamado  rey  y reconocido  como  tal  (2  Sm  15,10;  16,16-19;  19, 1 1),  que  se  tra- 
tase de  un  levantamiento  revolucionario.  No  se  busca  el  fin  de  la  monarquía,  sino 
solo  la  destitución  de  un  monarca,  y su  sustitución  por  otro.  El  movimiento  de- 
be,entonces,  pretender  una  reforma  de  la  monarquía.  ¿Qué  buscan  los  revoltosos? 

Las  informaciones  textuales  son  escasas.  Pero  no  se  puede  dudar,  sin  embar- 
go, de  lo  que  nos  es  relatado  en  2 Sm  15,2-6.  Absalón  intenta  ejercer  influencia  so- 
bre las  tribus  del  sur  y del  norte,  criticando  la  actuación  jurídica  de  la  corte.  Parado 
delante  de  la  puerta,  se  anticipa  a la  corte,  dirigiendo  la  palabra  a las  personas  que 
vienen  al  rey  para  resolver  cuestiones  jurídicas.  Les  da  la  razón  en  su  causa,  critica 
la  administración  real  y promete  un  régimen  mejor  que  el  actual  (v.2-4). 

Las  cuestiones  jurídicas  normales  continuaron  siendo  juzgadas  y resueltas  en 
las  propias  aldeas,  en  los  tiempos  de  la  monarquía.  Aún  así,  si  los  asuntos  llevados 
a Jerusalén  hubiesen  sido  de  un  tal  tipo,  difícilmente  Absalón  habría  alcanzado  pres- 
tigio entre  las  tribus  porque,  al  final,  estaría  sólo  tomando  partido  por  una  persona 
contra  otra,  o usando  de  simple  demagogia,  lo  que  luego  se  volvería  sospechoso.  Es 
más  probable,  entonces,  que  las  cuestiones  llevadas  al  palacio  fuesen  de  otro  orden, 
tales  como  controversias  entre  ciudadanos  comunes  por  un  lado,  y el  propio  rey  y su 
administración,  por  el  otro. 

Si  se  tiene  en  cuenta  que  Absalón,  con  base  en  sus  promesas,  consiguió  reu- 
nir en  torno  de  sí  las  fuerzas  populares  del  norte  y del  sur,  además  de  importantes 
funcionarios  de  la  corte,  aquellas  cuestiones  jurídicas  no  pudieron  ser  solo  cosa  de 
algunos  individuos  sino,  eso  sí,  la  expresión  de  una  amplia  manifestación  de  insatis- 
facción popular  con  la  situación  reinante. 

La  pregunta  que  queda  es  de  dónde  provenía  esta  insatisfacción.  Frente  al  si- 
lencio de  los  textos,  sólo  es  posible  suscitar  algunas  hipótesis.  La  más  viable  pare- 
ce ser  la  de  que,  de  una  forma  o de  otra,  la  política  externa  expansionista,  practica- 
da por  David,  tuvo  consecuencias  de  orden  interno,  sentidas  como  negativas  por  la 
población  de  Israel  y de  Judá. 


l)  Cf.  Frank  Crüsemann,  Der  Widerstand  gegcn  das  Konigtum,  p. 95-98,  para  un  análisis  convincente 
sobre  quién  es  el  "Israel”  que  sigue  a Absalón.  Ver  también  las  pp.94-104  para  el  conjunto  de  la  re- 
vuelta. 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BIBLICA  LATINOAMERICANA,  No.  32 


55 


También  estas  consecuencias  negativas  solo  pueden  ser  imaginadas,  toda  vez 
que  no  hay  informaciones  al  respecto  en  los  relatos.  No  es  difícil,  sin  embargo,  su- 
poner que,  con  tantas  guerras,  las  fuerzas  populares  hubiesen  estado  bastante  exigi- 
das. Cada  guerrero  quedaba  largo  tiempo  alejado  de  su  trabajo  en  el  campo,  año  tras 
año.  A los  que  permanecían,  tampoco  les  era  fácil  mantener  el  cultivo  de  la  tierra  con 
menos  mano  de  obra,  con  la  cual  tenían  que  garantizar  el  sustento  de  los  que  lucha- 
ban, en  tanto  en  cuanto  el  saqueo  no  los  eximiese  de  esa  obligación. 

Con  certeza  las  dimensiones  que  el  imperio  asumía  aumentaban  la  necesidad 
de  funcionarios  en  la  corte.  Fuese  cual  fuese  su  procedencia,  también  para  su  sus- 
tento se  necesitaban  tributos.  Aparte  de  eso,  también  aumentaba  la  necesidad  perso- 
nal para  los  servicios  de  la  corte.  Y allá  iban  hijos  e hijas,  lejos  de  casa,  a trabajar  en 
la  ciudad  del  rey, 

A pesar  de  la  falta  de  informaciones  en  los  textos,  la  hipótesis  se  sostiene  por 
el  hecho  de  que  solamente  una  profunda  insatisfacción  generalizada,  basada  en  ex- 
periencias negativas  bien  concretas  con  el  reinado  de  David,  habrían  llevado  a las 
fuerzas  populares  de  ambos  reinos  a unirse  en  torno  de  Abasalón.  El  más  hábil  li- 
sonjeador no  sería  capaz  de  engañar  a toda  la  población  por  tanto  tiempo.  Las  pro- 
pias fuerzas  populares  acabarían  divididas  entre  partidarios  de  David,  por  un  lado,  y 
seguidores  de  Absalón,  por  el  otro.  Los  relatos  bíblicos,  sin  embargo,  afirman  enfá- 
ticamente que  David  vio  que  su  apoyo  quedaba  limitado  a sus  tropas  de  élite  y al 
personal  de  la  corte.  Y esto  confirma  una  vez  más  la  hipótesis,  ya  que  las  personas 
que  permanecieron  fieles  a David  eran  las  que  usufructuaban  de  los  tributos  y del 
trabajo  popular. 

Con  todo,  la  revuelta  popular  liderada  por  Absalón,  quien  proponía  reformas, 
fracasó.  Las  tropas  de  élite  de  David  se  mostraron  suficientes  para  batir  a las  fuer- 
zas populares  de  Judá  y de  Israel.  Absalón  fue  muerto  por  Joab  y sus  hombres.  Las 
esperanzas  de  reforma  acabaron  allí. 

4.3.  La  revuelta  de  Seba"’ 

Si  para  la  revuelta  de  Absalón  los  datos  son  pocos,  para  la  de  Seba  son  menos 
todavía.  El  breve  relato  (2  Sm  20,1-22)  nos  cuenta  que  “entonces”  un  hombre  lla- 
mado Seba,  hijo  de  Bikri,  benjaminita,  visto  por  los  autores  del  relato  como  un 
“hombre  de  Belial”,  expresión  normalmente  utilizada  para  indicar  a los  enemigos 
del  rey  (cf.  1 Sm  10,27;  25,17.25;  2 Cr  13,7),  tocó  la  trompeta  y dijo:  “no  hacemos 
parte  con  David,  ni  tenemos  herencia  con  el  hijo  de  Jesé;  cada  uno  a sus  tiendas,  ¡oh 
Israel!”  La  consecuencia  de  su  aclamación  fue  que  todos  los  hombres  de  Israel  se 
separaron  de  David  y siguieron  a Seba.  Los  hombres  de  Judá  permanecieron  con  el 
rey. 

David  ordena  la  persecución  de  Seba,  mandando  convocar,  entre  tanto,  las 
fuerzas  populares  de  Judá.  Mientras  aguarda  la  ejecución  de  la  orden,  afirma:  “Más 
mal,  ahora,  nos  hará  Seba,  el  hijo  de  Bikri,  que  Absalón”.  Ordena,  entonces,  a Abi- 
sai  que  persiga  a Seba,  a fin  de  que  no  encuentre  para  sí  ciudades  fortificadas  y es- 
cape. 


10 


Cf.  Frank  Crüsemann,  Der  Widerstánd  gegen  das  Konigtum,  p.  104-1 1 1. 


56 


CARLOS  DREHER,  Resistencia  popular  en  los  inicios  de  la  monarquía  israelita 


'Seba,  sin  embargo,  ya  ha  encontrado  una  ciudad,  Abel-Bét-Maaká.  Los  hom- 
bres de  David  la  cercan.  Después  de  un  acuerdo,  los  habitantes  de  la  ciudad  lanzan 
la  cabeza  de  Seba  por  sobre  el  muro.  La  revuelta  está  terminada. 

La  única  posibilidad  para  comprender  las  razones  de  la  revuelta  de  Seba  es 
considerar  el  relato  del  cap.  20  en  conección  inmediata  con  el  final  de  la  revuelta  de 
Absalón,  y como  una  consecuencia  de  las  tratativas  hechas  por  David  luego  de  ser 
controlada  la  rebelión. 

En  2 Sm  18,17,  nos  es  contado  que,  después  de  la  derrota  de  las  fuerzas  po- 
pulares y de  la  muerte  de  Absalón,  todo  Israel  huyó  “cada  uno  a su  tienda”.  Esta  ex- 
presión es  común  para  indicar  la  disolución  de  las  fuerzas  populares  (cf.  Je  7,8;  1 
Sm  4,10;  13,2;  2 Re  8,21;  14,12;  ver  también  1 Re  22,36;  comparar  Dt  16,7;  Jos 
22,4.6-8;  I Re  8,66).  La  expresión  se  repite  en  19,9,  después  del  relato  de  cómo  Da- 
vid recibiera  la  noticia  de  la  muerte  del  hijo,  como  para  retomar  las  informaciones 
de  lo  que  aconteciera  con  las  fuerzas  populares.  Eso  es  lo  que  describen  los  versícu- 
los siguientes,  10-11.  De  regreso  a sus  tiendas,  el  pueblo,  tanto  en  Israel  como  en  Ju- 
dá,  discutía  sobre  qué  hacer  ahora.  La  cuestión  en  juego  era  apoyar  o no  nuevamen- 
te a David,  que  se  disponía  a volver  a Jerusalén.  Las  razones  para  el  apoyo  son  da- 
das por  el  recuerdo  de  que  David  derrotara  a los  enemigos  del  pueblo,  entre  ellos  los 
filisteos.  Aparte  de  eso.  Absalón,  que  había  sido  ungido  rey  en  su  lugar,  estaba  muer- 
to. ¿Por  qué,  entonces,  no  hacer  regresar  al  antiguo  rey? 

Tal  discusión  sólo  tiene  sentido,  si  el  retorno  de  David  al  trono  no  es  visto  co- 
mo obvio.  Él  mismo  tendrá  que  negociar  esa  posibilidad,  como  está  descrito  en  la 
secuencia  (2  Sm  19:1 1-15).  Estamos,  pues,  según  los  relatos  bíblicos,  frente  a una 
negociación  del  contrato  entre  el  rey  y el  pueblo.  Si  bien  vencidas,  las  fuerzas  po- 
pulares no  reconducen  automáticamente  a David  a Jerusalén. 

Por  un  lado,  esa  situación  confirma  la  hipótesis  de  que  el  levantamiento  de 
Absalón  no  fue  solamente  una  cuestión  personalista  del  hijo  buscando  sustituir  al 
padre.  Fue,  de  hecho,  una  cuestión  más  abarcadora,  en  la  cual  las  tribus  pretendían 
una  nueva  relación  contractual  con  el  rey.  A pesar  de  la  derrota,  la  reivindicación 
continúa  valiendo.  Por  otro  lado,  indica  también  que,  después  de  la  derrota,  el  pue- 
blo queda  dividido.  Si  unos  quieren  el  retorno  de  David,  otros  dudan  en  reconducir- 
lo al  trono. 

Es  frente  a tal  indecisión,  resultante  de  la  discusión  entre  partidarios  del  rey  y 
sus  opositores,  como  David  parte  hacia  un  estratagema  político  arriesgado.  Conoce- 
dor de  la  discusión  popular  (v.  12b),  opta  por  reconquistar  el  apoyo  del  grupo  que  le 
está  más  contiguo:  los  ancianos  de  Judá  (v,12a).  Les  envía  los  dos  principales  sacer- 
dotes, Sadoc  y Abiatar,  para  que  les  recuerden  su  parentesco  con  David.  Son  sus 
huesos  y su  carne.  A partir  de  allí  intenta  cooptarlos:  “Por  qué  seríais  los  últimos  en 
traer  al  rey  a su  casa?”.  Al  mismo  tiempo,  intenta  lisonjear  a Amasá,  que  había  sido 
hecho  comandante  de  las  fuerzas  populares  de  Judá  por  Absalón  (2  Sm  17,25), 
ofreciéndole  el  comando  de  su  ejército  en  lugar  de  Joab.  El  resultado  de  la  propues- 
ta de  David  es  que  Judá  se  dejó  convencer  y se  dispuso  a hacer  volver  al  rey  al  tro- 
no. 

Ahora  bien,  si  la  discusión  popular  anterior  se  daba  tanto  en  Israel  como  en 
Judá,  ¿por  qué  David  hace  tal  propuesta  solo  a Judá?  La  respuesta  solo  puede  ser 
una:  está  dispuesto  a hacer  concesiones,  en  relación  con  las  reivindicaciones  popu- 
lares, apenas  para  uno  de  los  dos  reinos,  el  que  le  está  más  próximo.  Y,  teniendo  a 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BIBLICA  LATINOAMERICANA,  No.  32 


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Judá,  a su  población  y a sus  fuerzas  populares  de  su  lado,  quiebra  la  unidad  de  la  re- 
sistencia surgida  bajo  Absalón.  La  referencia  al  parentesco  debe  indicar  la  disposi- 
ción de  parte  de  David  para  atender  las  reivindicaciones  judaítas,  tanto  como  para 
suspender  cualquier  tipo  de  castigo  contra  los  revoltosos  derrotados  de  aquel  terri- 
torio. La  invitación  a Amasá  para  que  asuma  el  comando  supremo  del  ejército  de 
David,  apunta  a la  posibilidad  de  que  Judá  pase  a ocupar  un  papel  preponderante  en 
la  política  que  será  conducida  por  el  rey  a partir  de  ahora.  Por  fin,  la  sutil  pregunta 
“¿por  qué  seríais  los  últimos  en  traer  al  rey  de  regreso”,  sugiere  que  podría  haber 
otros  dispuestos  a hacerlo.  En  este  caso,  la  pregunta  contiene  una  oferta  - el  que  vie- 
ne primero  podrá  contar  con  prerrogativas  - , y una  amenaza  velada:  quien  viene  úl- 
timo pagará  la  cuenta. 

Frente  a la  decisión  tomada  por  Judá,  siguen  otras  manifestaciones  de  apoyo 
por  parte  de  grupos  opositores  ligados  al  poder,  como  las  de  Simeí,  pariente  de  Saúl 
(cf.  2 Sm  16,5ss),  comandando  un  contingente  de  tropas  de  Benjamín  ( 1 9, 1 7s),  de 
Sibá,  servidor  de  la  casa  de  Saúl,  con  15  hijos  y siervos  (19,18),  de  Meribbaal,  hi- 
jo de  Saúl  ( 19,25ss)",  que  había  permanecido  en  Jerusalén  en  ocasión  de  la  revuel- 
ta de  Absalón,  con  la  expectativa  de  asumir  el  reino  otrora  de  su  padre  (2  Sm  16,3), 
y también  de  Barzil-lay,  de  Galaad,  que  apoyara  a David  durante  la  revuelta 
(19,32ss).  Con  este  apoyo,  David  se  considera  nuevamente  rey  sobre  Israel.  Sus 
propias  palabras  son:  “hoy  vuelvo  a ser  rey  sobre  Israel”  (19,23).  Y es  este  apoyo  el 
que  es  presentado  por  los  redactores  como  “todo  el  pueblo  de  Judá  y la  mitad  del 
pueblo  de  Israel”  ( 19,41 ).  A decir  verdad,  en  lo  que  respecta  a Israel,  se  trata  apenas 
de  un  pequeño  grupo  de  benjaminitas,  aumentado  con  algunos  simpatizantes  de  Ga- 
laad. 

2 Sm  19,42  nos  dice  que  no  es  exactamente  así,  al  afirmar  que  “todos  los 
hombres  de  Israel  fueron  al  rey”.  Esto  ocurre  todavía  en  Gilgal,  antes  de  que  David 
llegue  a Jerusalén.  Es  allí,  en  medio  del  camino,  donde  las  fuerzas  populares  de  Is- 
rael se  dirigen  al  rey,  peguntando:  “¿Por  qué  te  secuestraron  nuestros  hermanos,  los 
hombres  de  Judá,  y han  hecho  pasar  el  Jordán  al  rey,  a su  casa,  y a todos  los  hom- 
bres de  David  con  ellos?”. 

La  fuerza  de  la  expresión  “nuestros  hermanos  te  secuestraron”  es  doble.  Por 
un  lado,  acentúa  la  igualdad  de  condiciones  entre  Judá  e Israel.  En  la  relación  con  el 
rey,  son  hermanos  y,  por  tanto,  tienen  los  mismos  derechos.  Por  el  otro,  al  calificar 
a los  hermanos  de  ladrones  o secuestradores,  parecen  indicar  que  Judá  procuró 
atraer  al  rey  para  sus  intereses,  en  detrimento  de  los  de  Israel.  El  hecho  de  que  “los 
hombres  de  David”,  en  sí,  sus  tropas  de  élite,  sean  mencionados  al  lado  de  los  “hom- 
bres de  Judá”,  como  los  que  conducen  al  rey  de  regreso  al  trono,  lo  subraya  más  aún. 
En  fin  de  cuentas,  la  pregunta  por  el  papel  de  Israel,  el  tercer  actor  en  esta  escena, 
queda  abierta.  Por  detrás  de  estas  palabras  está,  sin  duda,  la  reivindicación  de  parte 
de  Israel  por  recibir  el  mismo  tratamiento  que  Judá. 

Es  interesante  que  David  no  se  manifiesta.  Son  los  hombres  de  Judá  los  que 
responden.  Y en  la  disputa  que  sigue,  en  la  cual  cada  grupo  quiere  demostrar  que  tie- 
ne mayor  derecho  al  rey,  la  unidad  anterior  de  las  fuerzas  populares  queda  definiti- 
vamente quebrada. 

' ' Timo  Veijola,  “David  und  Meribaal",  es  totalmente  convincente  al  demostrar  que  Meribbaal  es.  de 
hecho,  hijo  de  Saúl,  y no  de  Jonatán. 


58 


CARLOS  DREHER,  Resistencia  popular  en  los  inicios  de  la  monarquía  israelita 


Del  silencio  de  David  se  puede  desprender  que  no  está  interesado  en  atender 
de  igual  modo  las  reivindicaciones  populares  consecuentes  de  la  revuelta  de  Absa- 
lón. Hace  concesiones  a Judá,  y eso  por  razones,  políticas.  Precisa  todavía  de  algún 
apoyo  de  las  fuerzas  populares.  Sus  tropas  de  elite  tal  vez  no  le  parezcan  todavía 
suficientes  para  garantizar  la  estabilidad  de  su  trono.  No  contemporizar  con  Judá,  se- 
ría contar  con  la  posibilidad  de  una  nueva  revuelta  futura,  surgida  en  la  inmediacio- 
nes de  Jerusalén.  Pero,  de  hecho,  no  necesita  hacer  lo  mismo  con  Israel.  Las  fuerzas 
populares  de  Judá  sumadas  a sus  tropas  de  élite  le  bastan  para  controlar  el  imperio. 

Si  este  raciocinio  es  correcto,  el  silencio  del  rey  significa  que,  luego  de  la  vic- 
toria sobre  el  este,  David  opta  por  hacer  de  Judá  su  reino  por  excelencia.  Mantiene 
en  su  poder  a Israel,  ¡mas  reduce  a aquel  estado  a la  condición  de  vasallo!  La  admi- 
nistración de  Salomón,  que  tuvo  como  consecuencia  la  separación  definitiva  del  rei- 
no del  norte  de  aquella  unión  personal,  después  de  su  muerte,  no  hace  más  que  co- 
rroborar este  hecho. 

No  es  casualidad  que,  casi  50  años  más  tarde,  las  tribus  del  norte  denunciarán 
el  contrato  con  los  davídidas  con  las  mismas  palabras  de  Seba  : “No  tenemos  parte 
con  David,  ni  tenemos  herencia  con  el  hijo  de  Jesé;  ¡cada  uno  a sus  tiendas,  Israel!”. 

Las  palabras  de  Seba,  acatadas  por  todo  Israel,  que  lo  sigue,  no  proponen  si- 
quiera una  reforma,  como  se  pretendía  bajo  Absalón.  Ahora  la  cuestión  es  mucho 
más  seria.  ¡Se  trata  de  decir  no  a la  monarquía!  Se  trata  de  recomponer  el  sistema 
tribal,  de  modo  autónomo,  sin  rey  y sin  Estado,  definitivamente  lejos  de  la  preten- 
dida sombra  de  la  zarza. 

Como  vimos  arriba,  la  convocación  a la  vuelta  a las  tiendas  corresponde  a la 
disolución  de  las  fuerzas  populares.  No  se  trata  aquí,  por  tanto,  de  una  revuelta  ar- 
mada contra  el  rey.  Se  trata,  a decir  verdad,  de  una  cesación  en  el  seguimiento  al  mo- 
narca. Según  el  pensamiento  tribal,  típico  en  las  guerras  pre-estatales,  cuando  el 
pueblo  vuelve  a casa,  el  liderazgo  de  su  comandante  se  termina.  Un  comandante  sin 
ejército  no  es  más  nada.  Está  ridiculamente  solo.  Como  bien  lo  señala  Crüsemann'\ 
parafraseando  el  apólogo  de  Jotán,  cuando  los  árboles  van  a la  casa,  la  zarza  queda 
sola,  con  su  ridículo  propósito  de  ofrecerles  sombra. 

Es  con  alguna  razón  que  David  percibe  que  la  propuesta  de  Seba  es  más  pe- 
ligrosa que  la  de  Absalón  (2  Sm  20,6).  Si  Israel  se  niega  a servirlo  como  rey,  ya  no 
está  en  juego  sólo  algunas  concesiones  reformistas  en  relación  con  la  monarquía.  Es 
más:  si  para  Israel  la  monarquía  ni  siquiera  existe,  toda  vez  que  ya  no  hay  rey,  o,  en 
las  palabras  de  Seba,  toda  vez  que  solo  queda  todavía,  en  el  cual  Israel  no  tiene  par- 
te, no  hay  por  qué  pagar  tributo  alguno  y prestar  servicio  alguno. 

Desde  el  punto  de  vista  de  David  se  debe,  por  tanto,  acabar  con  este  anarquis- 
ta llamado  Seba.  Y rápidamente,  antes  que  “encuentre  ciudades  fortificadas”.  Si  las 
ciudades  localizadas  en  el  territorio  de  Israel  se  adhieren  al  movimiento  de  Seba, 
quedarán  cerradas  al  rey.  La  posibilidad  de  reconquistar  el  reino  perdido  sólo  se  rea- 
lizaría a través  de  muchas  operaciones  de  sitio.  Eso  significaría  que  David  tendría 
que  destruir  su  propio  reino,  para  tenerlo  otra  vez. 

De  pronto  David  acciona  sus  tropas  con  Seba.  Es  interesante  que,  en  el  pri- 
mer momento,  ordena  a Amasá  que  convoque  a los  hombres  de  Judá  (v.4).  Con  eso, 
las  fuerzas  populares  del  sur  pasan  a la  condición  de  enemigas  de  las  tropas  popu- 


12 


Der  Wiclersiand  gegen  dan  Künigtum.  p.  1 07 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BIBLICA  LATINOAMERICANA,  No.  32 


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lares  del  norte,  hasta  hace  poco  sus  aliadas  en  la  revuelta  de  Absalón.  ¿Será  acaso  la 
demora  de  Amasá  en  ejecutar  la  orden?  En  todo  caso,  para  evitar  dudas,  Joab,  que 
reasume  el  comando,  acaba  con  Amasá  (v.8-13),  con  lo  que  queda  alejada  qualquier 
posibilidad  de  que  Judá  tenga  una  recaída. 

Seba  es  alcanzado  en  el  extremo  norte,  en  Abel-Bet-Maaká,  localizada  cerca 
de  Dan.  Esto  significa  que  Seba  consiguió  pasar  por  todo  el  territorio  de  Israel,  en 
su  viaje  de  agitación,  coincidente  con  su  fuga.  La  ciudad  es  sitiada  por  Joab  y sus 
hombres.  Permanece  cerrada,  como  David  temía.  No  obstante,  para  librarse  del  ase- 
dio, los  habitantes  de  la  ciudad  entregaron  la  cabeza  de  Seba  a Joab,  por  sobre  el  mu- 
ro. Aún  con  este  trágico  final  de  la  revuelta,  la  ciudad  no  abre  sus  puertas. 

Joab  retornó  victorioso.  Con  la  muerte  de  Seba,  David  retomaba  el  poder  so- 
bre el  norte.  Con  certeza,  sin  embargo,  como  resalta  Herbert  Donner13,  “a  partir  de 
entonces  David  ya  no  gobernaba  a Israel  como  rey,  sino  como  tirano”.  Desde  el  pun- 
to de  vista  de  Israel,  hay  que  contar  con  una  resistencia  pasiva  y silenciosa  en  rela- 
ción con  los  davídidas.  Algún  día  habría  de  llegar  la  oportunidad  de  sacudir  lejos  de 
sí  la  sombra  angustiante  de  aquella  zarza. 


5.  El  censo  de  David 

2 Sm  24,1-9  nos  relata  sobre  el  censo  realizado  por  David.  En  su  forma  ac- 
tual, el  relato  del  censo  está  relacionado  con  la  etiología  del  lugar  del  templo  cons- 
truido por  Salomón.  Ambos  relatos  se  hilvanan  en  una  extraña  historia  de  culpa  y 
castigo,  bastante  difícil  de  entender  en  su  conjunto,  en  términos  históricos  y teoló- 
gicos. No  parece,  sin  embargo,  haber  dudas  de  que  el  relato  del  censo  haya  existido 
originalmente  por  separado  de  la  etiología  del  templo,  para  la  cual  sirvió  posterio- 
rente  como  motivación. 

Hay  consenso  en  la  investigación  sobre  que  los  capítulos  21-24  de  2 Sm  re- 
presentan un  agregado,  probablemente  insertado  tardíamente  en  medio  de  la  Histo- 
ria de  la  Sucesión  de  David  (2  Sm  [6]  9-20;  1 Re  1-2).  Resulta  interesante,  sin  em- 
bargo, que  representan  un  bloque  redaccional  que  obedece  a un  esquema  de  clara  co- 
rrespondencia entre  sus  partes.  Así,  21,1-14,  que  relata  la  muerte  de  los  hijos  de 
Saúl,  corresponde  a 24,1-25,  el  censo  y la  etiología  del  templo.  La  correspondencia 
se  da  ahí  por  el  hecho  de  que  ambos  relatos  se  refieren  a la  “ira  de  Yavé”  (21,1; 
24,1),  que  es  apaciguada  ; de  manera  que  Dios/Yavé  se  vuelve  otra  vez  favorable  a 
la  tierra  (21 , 14b;  24,25b).  En  el  primer  relato,  hay  un  hambre  de  tres  años  (21 ,1 ),  en 
el  segundo,  una  peste  de  tres  días  (24,13.15).  Entre  los  dos  relatos,  son  colocadas 
listas  sobre  los  “valientes  de  David”  y sobre  algunos  de  sus  hechos  (21,15-22;  23,8- 
39).  En  el  centro  del  conjunto,  aparecen  dos  textos  poéticos:  las  “acciones  de  gra- 
cias de  David”  (22,1-51)  y “las  últimas  palabras  de  David”  (23,1-7).  Interesante  es 
el  hecho  de  que  el  primero  de  los  textos  poéticos  menciona  las  “contiendas  de  mi 
pueblo”  (22,44),  y el  segundo,  a los  “hijos  de  Belial”  (23,6),  dos  posibles  referen- 
cias a las  revueltas  de  Absalón  y de  Seba. 

No  es  posible  discutir  aquí  en  detalle  estas  correspondencias  en  el  bloque  de 
los  agregados.  Llama  la  atención,  no  obstante,  que  el  marco  externo  (21,1-14;  24, 1 - 


13 


Historia  de  Israel  e dos  poyos  vizinhos,  v.  1 , p.247. 


60 


CARLOS  DREHER.  Resistencia  popular  en  los  inicios  de  la  monarquía  israelita 


9[  10-251)  tenga,  de  alguna  manera,  como  tema  la  consolidación  de  la  monarquía  de 
David.  La  primera  parte  habla  del  alejamiento  definitivo  de  descendientes  de  Saúl, 
que  podrían  aspirar  al  trono,  al  menos  sobre  Israel.  La  segunda,  como  veremos  de 
inmediato,  presenta  el  censo  como  una  tentativa  de  controlar  las  fuerzas  populares. 
El  hecho  de  que  entre  ellas  estén  colocadas  las  listas  de  los  “valientes  de  David”,  in- 
dica que  tal  consolidación  del  poder  davídida  se  debe  a las  tropas  de  élite  que  él 
constituyó.  El  agradecimiento  a Yavé  por  librar  al  rey  de  las  contiendas  de  su  pue- 
blo, ligado  a la  execración  de  los  hijos  de  Belial  — los  enemigos  del  rey — comple- 
tan el  cuadro. 

Si  tales  hipótesis,  que  evidentemente  deberían  ser  controladas  en  un  artículo 
separado,  fueran  correctas,  indicarían  que  el  bloque  de  añadidos  está  colocado  en  el 
lugar  adecuado,  después  de  las  revueltas  de  Absalón  y Seba.  Aparte  de  eso,  presen- 
ta una  cierta  forma  de  resistencia  a David  y a los  davídidas.  Denuncia,  por  un  lado, 
el  alejamiento  definitivo  de  los  saúlidas.  Meribbaal  había  soñado  con  reconquistar 
el  trono  de  su  padre  Saúl,  en  ocasión  de  la  revuelta  de  Absalón  (2  Sm  16,3).  En  ca- 
so de  nuevas  revueltas,  no  habría  más  riesgos  de  que  la  antigua  familia  real  volvie- 
ra al  poder.  Por  otro  lado,  denuncia  la  tentativa  de  control  de  las  fuerzas  populares 
a través  del  censo,  con  lo  que  la  participación  popular  en  las  decisiones  del  reino  de- 
saparecería. La  referencia  a las  tropas  de  élite  apuntaría  al  hecho  de  que  el  poder  del 
rey  no  estaba  basado  en  otra  cosa  que  en  sus  fuerzas  mercenarias,  leales  solo  a él. 

Pero  volvamos  al  censo,  descrito  en  2 Sm  24,1-9.  El  propio  texto  nos  revela 
que  el  objetivo  de  tal  censo  es  militar.  El  v.9  nos  da  los  números  de  los  “hombres  de 
guerra,  capaces  de  manejar  la  espada”,  tanto  de  Israel  cuanto  de  Judá.  Además,  el 
rey  convoca  a Joab,  “comandante  de  su  ejército”,  para  levantar  el  censo  (v.2). 

El  censo  es  hecho  “desde  Dan  hasta  Berseba”  y comprende  “todas  las  tribus 
de  Israel”  (v.2).  Se  trata,  pues,  de  un  registro  de  las  fuerzas  populares  disponibles  en 
Israel  y Judá,  como  bien  lo  demuestran  los  límites  propuestos  en  los  vv.5-7.  Ningu- 
no de  los  territorios  conquistados  o sometidos  por  David  está  contemplado  en  este 
recuento.  Al  rey  le  interesa,  en  efecto,  un  registro  de  la  capacidad  militar  de  las  fuer- 
zas populares  en  sus  dos  reinos  originales. 

Todo  indica  que  la  intención  de  este  censo  militar  es  la  de  establecer  un  con- 
trol efectivo  sobre  tales  tropas  tribales.  George  Mendenhall14  señala,  con  razón,  el 
hecho  de  que  el  censo  forma  parte  de  una  transición  de  las  milicias  populares  a un 
ejército  monárquico.  La  intención  sería  la  de  incorporar  al  ejército  del  rey  las  uni- 
dades tribales,  comandadas  por  oficiales  indicados  por  el  rey,  sobre  cuya  competen- 
cia y lealtad  no  hubiese  ninguna  duda.  Por  contraste,  la  antigua  milicia  popular  no 
era  confiable,  toda  vez  que  podría  no  responder  a la  convocación  de  un  rey  impopu- 
lar, o para  una  guerra  que  las  tribus  juzgasen  innecesaria.  Aún  más,  principalmente 
la  revuelta  de  Absalón  había  demostrado  los  riesgos  de  una  fuerza  popular  autóno- 
ma, fuera  del  control  del  rey.  En  este  sentido,  no  es  casual  que  los  “valientes  de  Da- 
vid” nos  sean  presentados  con  tanta  insistencia  en  los  textos  anteriores  al  relato  so- 
bre el  censo.  Habían  sido  estas  tropas  regulares,  sumadas  a algunas  otras  del  mismo 
tipo,  las  únicas  en  permanecer  fieles  a David.  Y,  aún  con  la  disposición  de  parte  de 
Judá  a seguir  al  rey,  después  de  la  revuelta  de  Absalón,  la  demora  de  Amasá  en  con- 
vocarlas dejaba  ciertamente  algunas  dudas  sobre  su  lealtad.  Sólo  después  de  que 


'4  “The  Census  Lists  of  Numbers  1 and  26”,  p.58s. 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BIBLICA  LATINOAMERICANA.  No  32 


61 


Joab  iniciara  la  persecución  de  Seba,  comandando  a los  kereteos  y peleteos  y a to- 
dos los  valientes  (2  Sm  20,7).  y de  haber  eliminado  a Amasa,  las  fuerzas  populares 
de  Judá  lo  siguieron  de  hecho  (2  Sm  20,13). 

A pesar  de  que  aparentemente  había  sido  realizado  (v.9),  el  censo  desembocó 
en  violenta  crítica,  a juzgar  por  su  relato.  Es  fruto  de  la  “ira  de  Yavé”  contra  Israel, 
que  incita  a David  “ contra ” el  pueblo  (v.  1 ).  El  Cronista  afirmará  que  “Satanás  se  le- 
vantó contra  Israel,  e incitó  a David  a hacer  el  censo”  (1  Cr  21,1).  El  propio  Joab 
protesta  contra  tal  iniciativa  (v.3).  En  la  secuencia  narrativa,  el  propio  David  asume 
el  censo  como  un  pecado  de  su  parte  (v.  10).  El  profeta  Gad,  en  nombre  de  Dios,  le 
propone  tres  alternativas  de  penitencia  (v.  13),  sufrida  infelizmente  por  el  pueblo 
(v.  15). 

No  se  puede  dudar,  por  lo  tanto,  de  que  el  relato  acerca  del  censo  representa 
un  aspecto  más  de  la  confrontación  entre  dos  tipos  de  modelo  militar.  El  rey  quiere 
el  control  de  las  fuerzas  militares,  el  pueblo  se  resiste  a acatar  la  idea.  El  rey  preten- 
de una  estructura  militar  de  arriba  hacia  abajo,  el  pueblo  la  quiere  de  abajo  hacia 
arriba,  al  menos  en  relación  con  sus  propias  fuerzas.  No  obstante,  a juzgar  por  la  his- 
toria subsecuente  de  los  hechos,  vence  el  modelo  del  rey. 


6.  Los  años  duros 

Sofocadas  las  revueltas,  alejados  los  opositores  — los  reales  y los  posibles — 
, y controladas  las  fuerzas  populares,  David  puede  reinar  tranquilo  hasta  su  muerte. 
Su  mano  de  hierro  se  hizo  sentir  hasta  el  fin.  Algunas  medidas  administrativas  con- 
tribuían ciertamente  a eso.  Entre  ellas,  parece  haber  existido  una  reforma  ministe- 
rial. 

Comparadas  las  dos  listas  de  sus  oficiales,  2 Sm  8,15-18  y 20,23-26,  se  per- 
cibe que  Benaias,  el  comandante  de  la  guardia  real,  compuesta  por  los  kereteos  y pe- 
leteos, tiene  que  haber  subido  de  posición.  En  la  primera  lista,  encabezada  por  Joab, 
Benaias  constaba  prácticamente  al  final  de  la  información,  teniendo  detrás  de  él  so- 
lo los  hijos  de  David.  En  la  segunda  lista,  ya  aparece  después  de  Joab. 

No  veo  razones  convincentes  para  no  aceptar  que  la  secuencia  de  las  dos  lis- 
tas sea  cronológica  y que  éstas  estén  colocadas  correctamente  en  el  conjunto  redac- 
cional.  A partir  de  allí,  me  parece  tanto  más  importante  el  hecho  de  que  la  segunda 
lista  sea  presentada  inmediatamente  después  del  relato  sobre  la  revuelta  de  Seba.  La 
lealtad  de  las  tropas  mercenarias  o regulares  en  las  dos  revueltas,  significó  también 
su  prestigio  en  la  administración.  Joab  no  perdió  su  puesto  de  comandante  del  ejér- 
cito. No  obstante,  pasó  a repartir  más  claramente  con  Benaias  su  responsabilidad  mi- 
litar. 

De  la  primera  a la  segunda  lista,  tiene  lugar  otra  alteración  importante.  El  ter- 
cer lugar  en  la  escala  del  gobierno  está  ocupado  ahora  por  un  ministerio  hasta  en- 
tonces inexistente:  el  ministerio  de  los  trabajos  forzados.  Su  jefe,  Adorán,  o Adoni- 
rán,  aparece  detrás  de  los  ministros  militares. 

Todo  lleva  a creer  que  los  trabajos  forzados  en  las  construcciones  de  la  mo- 
narquía habían  sido  establecidos  en  el  reino  del  norte,  si  no  ya  antes,  al  menos  in- 
mediatamente después  del  levantamiento  de  Seba.  No  habría  otra  razón  para  que  el 
nombre  de  Adorán,  así  como  la  descripción  de  sus  función  ministerial,  constara  en 


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CARLOS  DREHER.  Resistencia  popularen  los  inicios  de  la  monarquía  israelita 


la  segunda  lista  de  oficiales  de  David,  colocada  redaccionalmente  justo  donde  está. 
Probablemente,  después  de  la  tentativa  de  volver  a una  sociedad  tribal  autónoma, 
desvinculada  de  la  monarquía  davídica,  expresada  en  la  convocación  de  Seba  y se- 
guida por  cierto  por  los  clanes  de  Israel,  David,  al  conseguir  sofocar  el  levantamien- 
to, sometió  al  norte  a la  condición  de  vasallo.  Nada  mejor  que  el  trabajo  forzado  pa- 
ra mantener  ocupados  a los  revoltosos  en  potencia 

Esa  situación  perduró  durante  el  reinado  de  Salomón,  como  se  puede  ver  prin- 
cipalmente a partir  del  relato  sobre  la  separación  definitiva  de  las  tribus  del  norte  de 
la  casa  de  David  en  1 Re  12.  Aún  en  aquella  ocasión,  Adorán  ocupa  la  misma  fun- 
ción, hasta  el  momento  en  que  es  apedreado  por  los  revoltosos15 

Una  ocasión  posible  para  la  articulación  de  una  resistencia,  todavía  en  los  días 
de  David,  parece  haber  surgido  en  la  disputa  entre  sus  dos  hijos  por  la  sucesión. 
Adonías,  comparado  en  1 Re  1,5-6  a Absalón'6,  intenta  asumir  el  trono,  por  cuanto 
David  todavía  vive  mas  ya  no  tiene  condiciones  de  gobernar  (1  Re  1 .1-4).  Por  dere- 
cho, Adonías  es  el  sucesor.  Es  mayor  que  Salomón.  Es  bien  aceptado  en  los  círcu- 
los más  antiguos  de  la  corte.  Joab,  el  comandante  del  ejército,  y Abiatar,  el  sacerdo- 
te originario  de  Nob  (1  Sm  22,20),  lo  apoyan  (1  Re  1,7).  Pero  otro  grupo  se  le  opo- 
ne y apoya  a Salomón.  Allí  están  Sadoq,  probablemente  el  sacerdote  de  Jerusalén 
desde  antes  de  la  toma  de  la  ciudad  por  David,  Benaias,  el  comandante  de  la  guar- 
dia real,  Natán,  el  profeta  y tutor  de  Salomón  (2  Sm  12,25),  y los  “valientes”  de  Da- 
vid (1  Re  1 ,8)17.  Betsabé,  la  madre  de  Salomón,  pasará  luego  a integrar  este  grupo. 
Ambos  lados  asumen  facciones  de  partidos  opuestos  en  la  corte. 

Los  partidos,  sin  embargo,  tienen  “programas”,  intereses  que  representan.  A 
pesar  del  silencio  de  los  textos,  es  posible  imaginar,  por  la  constitución  de  ambos 
grupos,  el  proyecto  de  monarquía  que  defienden.  Del  lado  de  Adonías  está  el  coman- 
dante del  ejército,  que  tiene  también  la  responsabilidad  por  las  fuerzas  populares. 
Hay  que  recordar  que  Joab  también  había  sido  crítico  respecto  del  censo  de  David, 
que  buscaba  el  control  de  las  tropas  tribales.  Con  Adonías  está  también  Abiatar,  el 
sacerdote  que  tiene  la  mayor  conexión  con  el  campesinado,  a juzgar  por  su  origen 
en  Nob,  donde  estaba  ubicado  un  santuario  del  interior.  Del  lado  de  Salomón,  apa- 
recen Benaias  y Sadoq,  el  jefe  de  las  tropas  mercenarias  y el  sacerdote  de  la  ciudad. 
El  apoyo  de  Natán  y de  Betsabé  no  tiene  un  significado  mayor  por  tratarse  de  per- 
sonas íntimamente  relacionadas  con  Salomón.  No  obstante,  su  papel  junto  a David 
fue  decisivo  en  la  solución  favorable  a su  pupilo. 

Con  solo  contraponer  los  generales  y los  sacerdotes,  crecen  las  sospechas  de 
que  los  partidarios  de  Adonías  tenían  un  proyecto  más  cercano  a las  bases  popula- 


' 5 para  los  trabajos  forzados  bajo  Salomón,  cf.  mi  artículo  “Salomón  y los  trabajadores”,  especial- 
mente p.  25. 

16  Comparar  2 Sm  14,25;  15,1.  La  identificación  se  da  por  la  hermosura  de  ambos  y por  el  hecho  de 
usar  ambos  un  carro,  acompañado  de  50  corredores. 

U En  i Re  1,8  aparecen  además  otros  dos  nombres  entre  los  partidarios  de  Salomón,  Semeí  y Reí.  Es 
poco  probable  que  el  Semeí  aquí  mencionado  sea  el  hijo  de  Gerá  de  la  casa  de  Saúl,  que  será  muerto 
por  Benaias,  al  mando  de  Salomón,  en  1 Re  2,46.  Hay  otro  Semeí,  hijo  de  Elá,  mencionado  en  1 Re 
4,18,  intendente  de  Salomón  sobre  Benjamín,  al  cual  podría  referirse  el  pasaje.  Entretanto,  como  el 
personaje  partidario  de  Salomón  es  mencionado  sin  la  referencia  al  padre,  es  difícil  definir  quién  sea. 
En  cuanto  a Reí,  no  se  encuentra  ninguna  otra  alusión  a él.  Podría  tratarse,  en  el  caso  de  ambos  nom- 
bres, de  una  incorrección  textual.  No  hay,  sin  embargo,  solución  alguna  de  crítica  textual  que  satisfa- 
ga. Para  la  cuestión,  cf.  Martín  Noth,  Konige,  p.16-17. 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BÍBLICA  LATINOAMERICANA.  No  32 


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res,  mientras  que  los  de  Salomón  defenderían  una  propuesta  mucho  más  ciudadana 
y desvinculada  de  los  clanes  tribales.  ¿Habría  la  monarquía  bajo  Adonías  represen- 
tando una  especie  de  reforma,  más  favorable  a las  tribus,  comparable  al  propósito 
defendido  en  la  revuelta  de  Absalón?  No  lo  sabemos. 

Salomón  venció  en  la  disputa.  A la  orden  de  David,  fue  ungido  rey  por  Sadoq 
y Natán,  en  presencia  de  Benaias  y de  los  siervos  de  David,  probablemente  sus  tro- 
pas de  élite  (1  Re  1,32-40).  ¡Por  primera  vez  se  coronaba  un  rey  sin  ningún  respal- 
do popular,  únicamente  por  indicación  del  soberano  anterior! 

Para  no  correr  riesgos,  Salomón  liquidó  a sus  posibles  opositores  apenas  tu- 
vo oportunidad.  Adonías  y Joab  fueron  muertos,  ambos  por  Benaias,  por  orden  de 
Salomón  ( 1 Re  2,25;  29ss).  Abiatar  fue  exilado  en  Anatot  (2  Re  2,26),  y no  hubo  más 
noticias  de  él.  Aparte  de  ellos,  el  nuevo  rey  también  consiguió  eliminar  al  último  pa- 
riente todavía  vivo  de  Saúl,  a Semeí  (1  Re  2,36-46). 

Ni  de  la  corte,  ni  de  las  bases  tribales  podía  ahora  surgir  resistencia  alguna. 
Salomón  era  rey  sin  oposición,  dueño  absoluto  del  poder.  Es  interesante  observar, 
en  este  contexto,  que  a partir  de  Salomón  pasaba  a existir  un  solo  comandante  mili- 
tar, Benaias,  el  jefe  de  las  tropas  mercenarias  ( 1 Re  4,4).  Añádase  a ello  el  hecho  de 
que  Salomón  había  introducido  los  carros  de  guerra  como  nueva  arma  en  su  ejérci- 
to (I  Re  5,6).  Por  la  dificultad  de  mantener  tales  carros,  como  también  por  la  nece- 
sidad de  personal  especializado  para  manejarlos  y tripularlos,  es  totalmente  imposi- 
ble que  las  fuerzas  tribales  tuviesen  allí  participación  alguna.  Eso  significa  que  el 
contingente  de  soldados  profesionales  fue  aumentado  considerablemente  y que  las 
fuerzas  populares  fueron  totalmente  relegadas  a un  segundo  plano,  si  no  totalmente 
olvidadas. 

Hasta  la  muerte  de  Salomón  no  hubo,  por  tanto,  ninguna  posibilidad  de  arti- 
cular una  resistencia.  La  zarza  vencerá.  Su  “sombra”  se  extenderá  angustiosamente 
sobre  la  tierra,  a lo  largo  de  40  años. 


7.  La  memoria  silenciosa 

Bajo  la  sombra  de  la  zarza,  sin  embargo,  el  silencio  no  fue  absoluto.  La  me- 
moria de  otros  tiempos  continuaba  viva  en  medio  de  las  aldeas.  Los  tiempos  de  Ab- 
salón y de  Seba  no  habían  sido  olvidados.  Algún  día,  aquella  convocación  de  Seba 
volvería  a ser  oída.  Sus  palabras  estaban  bien  guardadas,  prontas  para  explotar,  en 
cuanto  apareciese  una  buena  oportunidad.  A esas  memorias  se  agregaban  otras. 

Según  los  investigadores,  fue  en  esta  época  silenciosa  cuando  fueron  com- 
puestos algunos  de  los  relatos  del  éxodo,  especialmente  aquellos  que  hablan  de  los 
trabajos  forzados  en  Egipto  (cf.  esp.  Ex  5).  Se  recordaba  también  que  el  padre  Abra- 
hán  había  recibido  la  promesa  de  ser  una  bendición  para  las  familias  del  suelo  (Gn 
12,3),  aunque  ahora  solo  hubiese  maldición  para  los  campesinos.  Tal  vez  ya  se  con- 
taba también  que  Dios  había  creado  al  ser  humano  como  campesino,  y lo  había  co- 
locado en  un  jardín,  para  cultivarlo.  Un  día,  no  obstante,  las  familias  campesinas  ha- 
bían hecho  una  elección  errada,  contra  la  voluntad  de  Dios.  A partir  de  aquel  día,  el 
jardín  les  había  sido  quitado,  y era  sólo  con  mucho  sudor  como  la  tierra  daba  su  sus- 
tento — a decir  verdad,  daba  mucho  más,  pero  la  tributación  se  llevaba  la  mayor  par- 
te-, y las  mujeres  habían  comenzado  a sufrir  mucho,  cuando  sus  hijos  nacían  — a de- 


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CARLOS  DREHER.  Resistencia  popular  en  los  inicios  de  la  monarquía  israelita 


cir  verdad,  sufrían  también  cuando  sus  hijos  eran  llevados  por  los  funcionarios  del 
rey  para  los  trabajos  forzados — . Las  familias  campesinas  querrían  volver  al  jardín, 
pero  su  entrada  estaba  trancada  por  querubines  y una  espada  fulgurante  (Gn  2-3)'“. 

Es  probable  que  también  textos  como  Je  9,  especialmente  la  historia  de  la  zar- 
za, y I Sm  8. 1 1 - 1 7,  el  “derecho  del  rey”,  que  termina  con  la  frase  “vosotros  mismos 
seréis  sus  esclavos”,  sean  fruto  de  esa  época.  Tal  vez  también  Dt  17,14-17,  sobre  los 
deberes  del  rey  y la  limitación  de  su  poder,  haya  comenzado  a esbozarse  en  aquel 
período. 

La  resistencia  popular  no  está,  por  lo  tanto,  totalmente  ausente  bajo  el  reina- 
do de  Salomón.  Es,  sin  embargo,  una  resistencia  pacífica,  creadora  de  reflexiones, 
ideas  e historias,  contadas  de  boca  en  boca,  alimentando  el  sueño  sobre  días  mejo- 
res. Mientras  no  llega  el  día  para  derrumbar  la  tiranía,  hay  que  contar  historias,  a fin 
de  mantener  viva  la  esperanza  y la  voluntad  de  cambiar. 


8.  El  día  del  cambio 

El  día  del  cambio  llega  después  de  la  muerte  de  Salomón.  La  sucesión  monár- 
quica y las  cuestiones  como  ella  relacionadas  se  presentan  siempre  como  momentos 
de  crisis  y de  inestabilidad.  Ya  habían  sido  así  en  la  vejez  de  David.  Ahora,  aunque 
no  haya  disputa  por  el  trono,  hay  crisis  nuevamente. 

Según  I Re  12,  las  tribus  del  reino  del  norte  se  reúnen  en  Siquén  para  “hacer 
rey”  a Roboán,  hijo  de  Salomón,  que  ciertamente  ya  había  asumido  el  trono  de  Ju- 
dá.  A juzgar  por  la  secuencia  del  relato,  “hacer  rey”  significa  aquí  discutir  las  bases 
contractuales  de  ese  nuevo  reinado. 

Al  revés  de  lo  que  se  esperaría,  no  son  los  representantes  de  las  tribus  del  nor- 
te los  que  van  a Jerusalén,  capital  de  los  davídidas.  Es  Roboán  quien  tiene  que  ir  a 
Siquén.  Las  tribus  lo  esperan.  No  acaban  simplemente  la  sucesión  dinástica.  Quie- 
ren discutir. 

En  un  cierto  sentido,  el  acontecimiento  repite,  en  la  secuencia,  las  revueltas 
de  Absalón  y Seba.  Como  cuando  siguieron  a Absalón,  las  tribus  del  norte  no  pien- 
san en  acabar  con  la  monarquía.  Quieren  solamente  una  reforma.  Quieren  rever  y re- 
negociar algunas  cláusulas  del  contrato  entre  el  rey  y el  pueblo. 

El  pueblo  está  dispuesto  a “servir”  a Roboán,  lo  que  ciertamente  significa  su 
disposición  a pagar  tributos  y a prestar  servicios,  tanto  en  el  ejército  cuanto  en  las 
construcciones  reales.  Quiere,  sin  embargo,  una  modificación  en  la  manera  de  ha- 
cerlo. “Tu  padre  hizo  pesado  nuestro  yugo;  ahora,  pues,  alivia  tú  la  dura  servidum- 
bre de  tu  padre  y el  yugo  pesado  de  tu  padre  y el  pesado  yugo  que  nos  impuso  so- 
bre nosotros,  y te  serviremos”.  La  reivindicación  es  clara.  Si  Roboán  quiere  ser  rey 
también  sobre  Israel,  tendrá  que  ablandar  la  tributación  y los  trabajos  forzados. 


’ ^ Los  relatos  arriba  citados  son  normalmente  atribuidos  al  así  llamado  Yavista.  quien  habría  elabora- 
do su  versión  del  Pentateuco  en  los  tiempos  de  Salomón.  Cf.  Werner  Hans  Schmidt.  Introdujo  aoAn- 
tigo  Testamento,  p. 75-83.  Independientemente  de  concordar  o no  con  la  teoría  de  las  fuentes,  los  tex- 
tos revelan  una  oposición  al  gobierno  de  Salomón,  lo  que  lleva  a presumir  que  habían  surgido  en  las 
aldeas,  como  elemento  de  resistencia.  Para  Gn  2-3.  cf.  también  Milton  Schwantes,  Projetos  de  espe- 
ranza, p. 73-84,  quien  propone  una  datación  de  tales  textos  en  el  sigloVUI 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BIBLICA  LATINOAMERICANA,  No.  32 


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Tal  vez  por  inhabilidad  política,  tal  vez  por  prepotencia,  Roboán  decide  no  ha- 
cer ninguna  concesión.  Antes  de  eso  toma  consejo,  con  los  antiguos  consejeros  de 
su  padre  y también  con  los  jóvenes  con  los  que  había  crecido.  Los  más  viejos  le  pro- 
ponen contemporizar:  un  pequeño  ablandamiento  de  las  cargas,  hoy,  garantizará  la 
servidumbre  para  siempre.  Es  mejor  prevenir  que  remediar.  Pero  los  jóvenes  pien- 
san de  forma  diferente.  El  poder  está  fuertemente  sustentado  en  las  manos  del  rey. 
Por  lo  tanto,  no  hay  que  hacer  concesiones.  Hasta  es  mejor  apretar  todavía  más.  “¡Si 
mi  padre  os  castigó  con  azotes,  yo  os  castigaré  con  escorpiones!”  (12,11). 

Roboán  despreció  las  bases  contractuales,  en  las  cuales  la  monarquía  se  había 
apoyado  en  su  inicio,  probablemente  porque,  ya  desde  el  final  del  gobierno  de  Da- 
vid y durante  todo  el  reinado  de  Salomón,  tales  bases  habían  sido  pisoteadas.  La 
fuerza  de  las  tropas  regulares,  aumentada  ahora  con  los  carros  de  guerra,  era  sufi- 
ciente para  mantener  a Israel  bajo  control. 

¡Se  engañó  rotundamente!  A partir  de  su  respuesta,  la  posición  de  los  repre- 
sentantes tribales  del  norte  pasó  de  Absalón  a Seba.  No  más  reformas,  toda  vez  que 
ellas  no  eran  negociables.  Ruptura  del  contrato,  en  los  mismos  términos  de  Seba: 
“¿Qué  parte  tenemos  nosotros  con  David?  No  tenemos  herencia  en  el  hijo  de  Jesé! 
¡A  tus  tiendas,  Israel!”. 

El  contrato  estaba  arruinado.  Y eso  no  era  ahora,  con  Roboán.  Fue  así  con  Sa- 
lomón. Fue  también  así  con  David.  Desde  el  comienzo  los  davídidas  no  habían  res- 
petado el  contrato  con  Israel.  Por  eso,  ¡afuera,  davídidas!  ¡Afuera,  zarzas  inútiles  y 
sofocantes!  ¡Abajo  la  monarquía!  ¡De  nuevo  al  sistema  tribal,  sin  rey,  sin  Estado,  pe- 
ro con  libertad  y con  hartura! 

Sí,  la  asamblea  de  Siquén  termina  con  la  total  negación  del  Estado.  Como  en 
tiempos  de  Seba,  Israel  prefiere  la  anarquía.  Y termina  también  con  un  rechazo  to- 
tal a los  davídidas:  “¡Cuida,  ahora,  de  tu  casa,  David!”.  Es  lo  mismo  que  decir: 
“¡Vete  a trabajar , vagabundo!  Si  quieres  comer,  planta,  recoge,  trabaja  la  tierra.  ¡Se 
acabó  el  tiempo  de  comer  a costa  de  otros!  ¡Deja  de  ser  zarza,  y trata  de  hacerte  pro- 
ductivo!”. 

Es  interesante  el  hecho  de  que  la  prepotencia  de  Roboán  es  tan  grande,  que  ni 
siquiera  parece  tomar  conocimiento  de  la  gravedad  del  momento.  Envía  simplemen- 
te al  ministro  de  los  trabajos  forzados  al  norte,  probablemente  con  la  mera  intención 
de  continuar  las  obras  interrumpidas  durante  la  sucesión.  Continúa  viendo  a los 
campesinos  del  norte  como  sus  esclavos.  El  linchamiento  de  Adorán  lo  llama  de 
vuelta  a la  realidad.  ¡Se  acabó!  Definitivamente,  ¡se  acabó  el  dominio  davídida  so- 
bre el  norte. 


9.  Y,  no  obstante... 

Con  toda  certeza,  la  revuelta  de  Siquén,  caracterizada  ahora  no  ya  sólo  co- 
mo una  reivindicación  reformista  sino  como  un  retorno  al  sistema  tribal,  como 
“regreso  a las  tiendas”,  no  pretendía  recrear  la  monarquía.  En  analogía  con  la  re- 
vuelta de  Seba,  se  puede  percibir  que  no  se  pretendía,  en  Siquén,  substituir  la  mo- 
narquía davídida  por  alguna  otra,  autóctona.  Se  pretendía  realmente  una  sociedad 
sin  Estado. 


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CARLOS  DREHER,  Resistencia  popular  en  los  inicios  de  la  monarquía  israelita 


Sin  embargo,  así  como  otrora  la  amenaza  filistea  había  exigido  la  formación 
de  un  ejército  permanente  para  la  defensa  y,  con  ella,  la  elección  de  un  rey,  así  tam- 
bién ahora,  frente  al  riesgo  de  que  Roboán  intentara  recuperar  sus  dominios  por  me- 
dio de  la  fuerza,  con  base  en  su  fuerte  aparato  militar  heredado  de  Salomón,  Israel 
se  veía  forzado  a transitar  el  mismo  camino.  El  enemigo  davídida  estaba  en  las  puer- 
tas. Era  preciso  hacerle  frente.  La  amenaza  no  sería  solo  temporaria.  Los  davídidas 
no  desistirían  tan  fácilmente.  Sería  imposible,  para  Israel,  defenderse  sólo  con  las 
unidades  de  defensa  tribal.  El  trabajo  en  el  campo  quedaría  comprometido. 

Era,  por  tanto,  necesario  elegir  un  rey,  capaz  de  organizar  una  fuerza  perma- 
nente y de  garantizar  las  fronteras.  Y así,  porque  ya  no  quería  el  Estado,  se  vio  obli- 
gado a recrearlo. 

Ciertamente  lo  recreó  sobre  otras  bases  contractuales.  Escogió  un  hombre  que 
hubiese  sido  enemigo  de  los  davídidas.  Jeroboán  había  participado  en  la  administra- 
ción salomónica,  como  responsable  de  los  trabajos  forzados  de  la  casa  de  José  - 
Efraín  y Manasés  (1  Re  1 1,28).  Como  tal,  “había  levantado  la  mano  contra  el  rey” 
(vv.26-27),  lo  que  quiere  decir  que  había  practicado  o participado  en  un  atentado,  in- 
felizmente frustrado,  contra  Salomón.  Perseguido,  había  huido  a Egipto.  Es  poco 
probable  que  haya  estado  en  Siquén,  en  ocasión  de  las  tratativas  con  Roboán.  1 Re 
1 2,26  da  a entender  que  había  vuelto  de  Egipto  sólo  después  de  la  revuelta.  El  pasa- 
je debe  ser  más  confiable  que  1 Re  12,2-3,  que  lo  presenta  prácticamente  como  lí- 
der del  movimiento  en  Siquén. 

Sea  como  fuere,  por  la  necesidad  de  organizar  la  defensa  y también  de  crear 
santuarios  capaces  de  competir  con  el  templo  de  Jerusalén,  edificado  por  Salomón, 
Jeroboán  fue  hecho  rey  sobre  Israel.  Tal  vez  que  hasta  se  había  podido  imaginar  que, 
vencido  el  enemigo  y organizado  el  culto,  volvería  él  a ser  un  campesino  conven- 
cional, como  cualquier  otro.  Así  había  funcionado  el  sistema  en  el  tiempo  de  los  jue- 
ces. Con  todo,  por  las  noticias  de  1 Re  15,6.16,  la  guerra  de  frontera  fue  más  larga 
de  lo  que  se  podía  imaginar.  Tres  reyes  de  cada  lado  estuvieron  en  el  poder,  mien- 
tras duró  aquella  disputa:  Roboán,  Abiyyam  y Asá,  del  lado  de  Judá,  Jeroboán,  Na- 
dab  y Basá,  del  de  Israel.  La  paz  solo  fue  establecida  en  tiempo  de  los  omridas,  con 
el  casamiento  de  Atalía,  hija  de  Omrí  o de  Ajab,  con  Jorán,  hijo  de  Josafat.  Con  es- 
to ya  habían  pasado  casi  80  años. 

A esta  altura,  la  nueva  zarza  ya  había  crecido,  y ya  no  podía  ser  arrancada  tan 
fácilmente. 

Con  todo,  los  relatos  sobre  la  resistencia  popular  quedaron  registrados  en  la 
literatura  de  Israel.  Con  ellos,  quedó  la  memoria,  para  Israel  y también  para  noso- 
tros hoy,  de  que  cualquier  Estado,  cualquier  gobierno,  solo  tiene  legitimidad,  cuan- 
do cumple  con  su  parte  en  la  relación  contractual  establecida  con  el  pueblo.  Si  los 
gobernantes  no  sirven  al  pueblo,  que  los  sustenta  con  sus  tributos  o impuestos,  ya 
no  sirven  para  gobernar.  Se  han  convertido  en  zarzas,  improductivos  y opresores  de 
las  personas  que  se  frustran,  pensando  refugiarse  bajo  su  pretendida  sombra. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA.  No.  32 


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Schmidt,  Werner  Hans.  Introdujo  ao  Antigo  Testamento.  Sao  Leopoldo,  Sinoda- 
1/IEPG,  1994. 

Schwantes,  Milton.  Projetos  de  esperanza.  Petrópolis/Rio  de  Janeiro/Sao  Leopoldo, 
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Veijola,  Timo.  “David  und  Meribaal”,  en  David.  Gesammelte  Studien  zu  den  Davi- 
düherlieferungen  des  Alten  Testaments.  Góttingen,  Vandenhoeck  & Ruprecht, 
1990,  p. 58-83  [Schriften  der  Finnischen  Exegetischen  Gesellschaft,  52], 


Carlos  A.  Dreher 

Rúa  Francisco  José  da  Silva  102 

Vila  Brasilia 

Sao  Leopoldo  - RS 

93135-300 

Brasil 


Traduccido  por:  José  Severino  Croatto 


JORGE  PIXLEY 


EL  ASPECTO  POLITICO 
DE  LA  HERMENÉUTICA 


Resumen 

En  este  ensayo  se  pretende  comentar,  desde  un  compromiso  popular  en  América  In- 
doiberoafricana,  sobre  la  dimensión  política  de  la  interpretación  de  la  Biblia.  En  una 
primera  sección  se  aborda  el  aspecto  político  en  la  composición  de  los  textos,  ilus- 
trándolo con  tres  ejemplos.  Una  segunda  sección  comenta  la  dimensión  política  de 
tres  interpretaciones  de  textos  dentro  de  la  Biblia.  Una  tercera  sección  ilustra  con 
dos  ejemplos  el  aspecto  político  de  toda  interpretación  cristiana  de  la  Biblia.  En  una 
conclusión  se  dan  algunas  recomendaciones  para  aprovechar  la  Biblia  en  nuestras 
comunidades  de  fe. 

Abstract 

Tliis  essay  comments,  f rom  the  perspective  of  a commitment  to  the  cause  ofthe  poor 
iti  Indoiberoafrican  America  (commonly  known  simply  and  deceptively  as  Latín  Ame- 
rica) on  the  political  dimensión  of  every  interpretation  of  the  Bible.  In  the  first  sec- 
tion  the  political  aspect  in  the  composition  of  the  texis  is  commented,  with  the  illus- 
tration  by  three  examples.  A second  section  coments  on  the  political  dimensions  ofth- 
ree  Biblical  interpretations  within  the  Bible  itself.  A third  section  shows  in  two  exam- 
ples the  political  side  of  all  Christian  Bible  interpretation.  A conclusión  gives  some 
orientation  for  reading  the  Bible  in  our  failh  communities. 


La  política  es  el  aspecto  de  la  sociedad  que  tiene  que  ver  con  la  acumulación 
y el  ejercicio  del  poder.  En  cualquier  sociedad  — una  familia,  una  iglesia,  un  ejérci- 
to, o una  nación — siempre  se  da  el  uso  del  poder.  Aún  en  un  caso  básico  como  un 
cuerpo  humano  se  ejerce  en  distintas  formas  el  poder  cuando  se  camina,  se  come,  se 
habla,  o se  toca  el  piano.  Y ese  poder  o cualquier  otro  tiene  que  constituirse  y ejer- 
citarse desde  un  centro,  en  el  caso  del  cuerpo  humano  el  cerebro,  en  el  caso  de  una 
iglesia  local  evangélica  el  pastor  y los  ancianos,  en  el  caso  de  un  ejército  mediante 
una  estricta  estructura  jerárquica  de  mando. 

En  este  sentido  básico  la  política  es  un  aspecto  de  toda  acción  social.  Se  pue- 
den evaluar  las  maneras  mediante  las  cuales  en  una  sociedad  cualquiera  se  constitu- 
ye el  poder  así  como  la  manera  en  la  cual  se  ejerce,  pero  la  presencia  del  poder  co- 
mo un  aspecto  de  la  realidad  social  es  un  hecho,  un  fenómeno  que  existe  y no  tiene 
valor  positivo  ni  negativo  en  sí  mismo. 

En  este  ensayo  es  nuestra  intención  examinar  el  aspecto  político  presente  en 
los  textos  sagrados  que  conocemos  colectivamente  como  la  Biblia.  Tanto  la  produc- 
ción de  los  textos  como  su  lectura  y apropiación  son  procesos  sociales  que  tienen  as- 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  No.  32 


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pectos  políticos.  Cuando  decimos  “hermenéutica”  estamos  señalando  la  lectura  y 
apropiación  del  texto,  y queremos  dar  algunas  directrices  sobre  cómo  hacerlo  res- 
ponsablemente en  nuestro  contexto  popular  latinoamericano,  una  vez  que  hayamos 
descrito  el  fenómeno  político  en  la  producción  y la  lectura  de  la  Biblia  en  la  histo- 
ria de  las  iglesias  cristianas. 

El  ensayo  tendrá,  entonces,  cuatro  partes:  1 . Los  aspectos  políticos  de  la  pro- 
ducción de  los  textos  bíblicos.  2.  Los  aspectos  políticos  de  la  lectura  bíblica  al  inte- 
rior de  los  mismos  textos  bíblicos.  3.  Los  aspectos  políticos  de  la  lectura  cristiana  de 
la  Biblia  en  las  iglesias.  4.  Leer  la  Biblia  hoy  reconociendo  el  aspecto  político  de 
nuestra  lectura. 


1.  Aspectos  políticos  de  la  producción  de  los  textos 

1.1.  El  caso  del  “Segundo  Isaías” 

Según  la  opinión  dominante  entre  los  intérpretes  de  este  siglo,  los  capítulos 
40  a 55  de  Isaías  son  una  unidad  que  se  compuso  en  Babilonia  en  los  años  poco  an- 
tes de  la  conquista  de  esa  ciudad  por  Ciro  el  persa  en  539  a.C.  El  mensaje  es  bastan- 
te homogéneo:  El  profeta  exhorta  con  pasión  a sus  compañeros  de  exilio  a preparar- 
se para  un  inminente  retorno  a Jerusalén.  Celebra  el  surgimiento  de  Ciro,  el  conquis- 
tador ante  quien  todos  los  pueblos  quedan  sojuzgados  (41,1-5).  Proclama  que  Yavé 
le  ha  tomado  a Ciro  de  la  mano  para  reducir  la  tierra  a su  dominio  (45,1-7)'. 

Yavé,  el  Dios  de  Israel,  es  el  Creador  de  los  cielos  y de  la  tierra  (40,12-27) 
que  puede  fácilmente  abrir  una  calzada  por  el  desierto  para  que  su  pueblo  retorne  a 
su  tierra  (40,3-5).  Hará  una  obra  nueva  prodigiosa  como  la  del  éxodo  de  antaño,  obra 
que  hará  palidecer  en  la  memoria  de  su  pueblo  aquel  primer  éxodo  (43,16-21).  En 
comparación  con  el  Dios  de  Israel,  los  ídolos  de  los  pueblos  son  nada  porque  no  pue- 
den salvar  (45,20-25).  Pero  a Israel  dice  Yavé: 

Y tu,  Israel,  siervo  mío, 

Jacob,  a quien  elegí, 
simiente  de  mi  amigo  Abrahán, 
que  te  así  desde  los  cabos  de  la  tierra, 
y desde  lo  más  remoto  te  llamé 
y te  dije:  “Siervo  mío  eres  tú, 
te  he  escogido  y no  te  he  rechazado”. 

No  temas,  que  contigo  estoy  yo; 
no  receles,  que  yo  soy  tu  Dios. 

Yo  te  he  robustecido  y te  he  ayudado, 
y te  tengo  asido  con  mi  diestra  justiciera  (Isaías  41,8-10). 


* En  el  caso  de  este  texto  tenemos  el  reciente  comentario  de  José  Se  veri  no  Croatto,  La  palabra  pro- 
fética  y su  relectura  hermenéutica.  Vol.  II:  40-55:  La  Liberación  es  posible  (Buenos  Aires,  Lumen, 
1994).  Croatto.  sin  embargo,  no  entra  en  la  discusión  de  los  partidos  políticos  en  conflicto  en  ese  mo- 
mento, discusión  que  se  puede  apreciar  en  el  artículo  de  Roland  Boer,  "Deutero-Isaiah:  Historical  Ma- 
terialism  and  Biblical  Theology,”  en  Biblical  Interpretaban  6 (1998)  181-204.  Boer  hace  un  análisis 
de  la  posición  del  conocido  bibiista  Norman  Gottwald,  presentada  en  materiales  inaccesibles  para  no- 
sotros. 


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JORGE  PIXLEY,  El  aspecto  político  de  la  hermenéutica 


La  exhortación  es  a recordar  esta  elección.  Si  bien  Dios  permitió  que  por  sus 
pecados  Israel  fuera  al  exilio,  ya  pagó  el  doble  por  sus  culpas  (40,2)  y Yavé  nunca 
le  extendió  una  carta  de  divorcio  (50,1).  La  salvación  es  inminente  y hay  que  creer 
que  Yavé  la  realizará  (51,4-8).  Dios  promete  abundancia  para  quienes  respondan  al 
llamado  (55,1-2),  y su  palabra  no  es  vana  (55,10-1 1). 

El  tono  polémico  de  este  texto  es  muy  evidente.  Significa  que  el  proyecto  de 
retornar  a Jerusalén  bajo  la  protección  del  imperio  persa  no  era  el  proyecto  preferido 
de  todos  los  que  recibieron  el  mensaje  del  profeta.  Podemos  imaginar  que  detrás  del 
lenguaje  exaltado  de  nuestro  texto  están  intensos  conciliábulos  en  el  seno  del  pueblo 
judaíta  que  residía  en  Babilonia.  El  profeta,  tanto  la  persona  como  el  texto,  está  acu- 
mulando fuerzas  mediante  todos  sus  recursos  retóricos  con  los  cuales  busca  aumen- 
tar el  grupo  de  quienes  apoyan  el  proyecto  de  retorno  bajo  auspicios  persas.  Es  un 
texto  que  revela  un  movimiento  político  en  vías  de  constitución.  Aún  Ciro  no  ha  de- 
cretado el  retorno,  pero  si  el  proyecto  logra  juntar  fuerzas  suficientes  en  la  comuni- 
dad ese  decreto  puede  hacerse  realidad,  como  efectivamente  sucedió  más  tarde. 

Para  entender  un  proyecto  político  hay  que  conocer  los  proyectos  alternativos 
que  rechaza.  Aquí  tenemos  dos  alternativas  conocidas:  La  de  aquellos  exilados  que 
estaban  conformes  con  su  situación  en  Babilonia  y no  tenían  por  qué  dejarlo  para  las 
incertidumbres  de  emigrar  varias  semanas  por  caminos  difíciles  sin  saber  lo  que  en- 
contrarían en  Jerusalén.  Y la  de  los  campesinos  judaítas  que  ocupaban  las  tierras  de 
Palestina,  quienes  no  tenían  por  qué  recibir  de  buen  agrado  el  proyecto  de  esta  élite 
urbana  que  retornaría  para  imponer  su  proyecto  de  Israel  bajo  la  protección  dé  los 
persas.  Nuestro  texto  de  Isaías  40-55  entra  en  este  juego  de  fuerzas  en  apoyo  deci- 
dido al  proyecto  que  a la  postre  resultó  ser  el  que  se  impuso. 

1.2.  El  caso  de  Ageo 

El  texto  de  Ageo  tiene  una  sola  exhortación:  La  reconstrucción  del  templo  de- 
be hacerse  sin  demora.  Todos  los  males  que  sufre  la  colonia  que  se  está  constituyen- 
do en  Judá,  las  cosechas  raquíticas  y los  jornales  que  no  cubren  las  necesidades  bá- 
sicas se  deben  a la  negligencia  en  la  tarea  de  construir  el  templo  donde  se  harán  los 
sacrificios  (Ag  1,1-1 1)2. 

En  el  libro  de  Esdras  descubrimos  que  hubo  gente  que  quiso  participar  en  la 
construcción  de  ese  templo  y que  fueron  excluidos  por  quienes  llevaban  la  conduc- 
ción del  proyecto  de  provincia  persa  (4,1-5).  Aparentemente,  se  trata  de  los  campe- 
sinos residentes  que  nunca  conocieron  el  exilio  babilónico,  aquellos  que  ni  siquiera 
se  mencionan  en  las  polémicas  del  Déutero-Isaías.  Quienes  llevan  el  proyecto  de  la 
Gola  (los  retornados)  los  descalifican  acusándoles  de  no  ser  gente  pura  sino  de  ha- 
berse contaminado  con  las  gentes  que  fueron  traídas  a Israel  en  tiempos  de  Asarhad- 
dón,  rey  de  Asiria  (Esd  4,2).  Las  discusiones  teológicas  generadas  por  este  conflic- 
to se  dejan  ver  por  un  lado  en  las  exhortaciones  de  Ageo  y,  por  el  otro,  en  algunos 
dichos  que  se  recogieron  en  el  libro  de  Isaías.  Dice  Is  56,6-7,  “en  cuanto  a los  ex- 

- Tenemos  ahora  un  comentario  sobre  Ageo  escrito  con  una  perspectiva  latinoamericana:  Milton 
Schwantes,  Hageo  "Comentario  Bíblico  Ecuménico”  (Buenos  Aires,  La  Aurora,  1987).  Schwantes  pro- 
pone una  lectura  mucho  más  favorable  al  profeta  que  la  nuestra;  según  él,  Ageo  defendería  una  pers- 
pectiva del  pueblo  contra  la  dominación  persa  y aquellos  sectores  judaítas  que  la  respaldaban.  Esta  in- 
terpretación es  importante  y merece  discusión,  aunque  en  este  contexto  no  sea  posible  hacerla. 


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tranjeros  adheridos  a Yavé  para  su  ministerio,  para  amar  el  nombre  de  Yavé,  y para 
ser  sus  siervos,  a todo  aquel  que  guarda  el  sábado  sin  profanarle  y a los  que  se  man- 
tienen firmes  en  mi  alianza,  yo  les  traeré  a mi  monte  santo  y les  alegraré  en  mi  Ca- 
sa de  oración.  Sus  holocaustos  y sacrificios  serán  gratos  sobre  mi  altar.  Porque  mi 
Casa  será  llamada  Casa  de  oración  para  todos  los  pueblos”. 

Es  evidente  el  conflicto  de  proyectos  de  poder  que  se  refleja  en  estos  textos 
donde  se  rechaza  la  participación  de  “extranjeros”  (Esd  4,1-5)  y donde  se  defiende 
esa  participación  (Is  56,6-7).  Las  cosas  llegan  al  grado  de  que  un  sector  del  pueblo 
se  opuso  abiertamente  a la  construcción  de  un  templo,  y ese  sector  encontró  una  voz 
profética  en  uno  de  la  escuela  de  Isaías  cuyo  dicho  se  recoge  en  Is.  66,1-2:  “Así  di- 
ce Yahveh:  Los  cielos  son  mi  trono  y la  tierra  el  estrado  de  mis  pies,  pues  ¿qué  ca- 
sa vais  a edificarme,  o qué  lugar  de  reposo,  si  todo  lo  hizo  mi  mano,  y es  mío  todo 
ello?” 

En  este  juego  de  textos  que  reflejan  el  debate  político  que  se  dio  entre  538  y 
520  a.C.  vemos  el  aspecto  político  de  la  producción  de  textos  que  un  día  llegaron  a 
formar  parte  de  nuestra  Biblia  hebrea.  Aquí  tenemos  la  ventaja  de  poseer  textos  que 
provienen  de  dos  grupos  políticamente  encontrados,  ambos  representados  por  pro- 
fetas de  Yavé. 


1.3.  El  caso  del  Apocalipsis  de  Juan 

Este  apocalipsis,  escrito  desde  el  exilio,  es  un  libro  inflamatorio  de  polémica 
antirromana.  Los  capítulos  17  y 18  del  libro  celebran  la  destrucción  de  “Babilonia”, 
“la  madre  de  las  rameras”  (17,5),  ciudad  que  se  asienta  sobre  siete  colinas  (17,9).  La 
alusión  a Roma  es  inconfundible.  Roma  bebe  el  vino  de  las  prostituciones  de  todas 
las  naciones  (18,3).  Se  embriaga  con  la  sangre  de  los  santos  y con  la  sangre  de  los 
mártires  (17,6).  Pero  su  problema  de  fondo  es  su  comercio  lujoso  con  todas  las  na- 
ciones, de  manera  que  serán  los  mercaderes  quienes  llorarán  desde  lejos  al  mirar  el 
humo  que  sube  del  fuego  en  la  ciudad  (18,9ss).  Su  lamento  será  porque  ya  nadie 
comprará  sus  mercancías,  sus  cargamentos  de  todo  tipo  de  cosas  preciosas  (18,1 1 - 
17).  Los  marineros  desde  sus  barcos  se  admirarán  de  la  destrucción  (18,17-18). 

Del  conjunto  de  este  asombroso  libro  concluimos  que  el  problema  con  Roma 
era  doble:  Por  un  lado,  desde  Roma  se  orquestaba  la  persecución  de  los  santos,  cu- 
ya sangre  clama  a Dios  por  venganza  (6,9-1 1).  Es  un  tanto  sorprendente  porque  no 
sabemos  que  en  el  primer  siglo  se  hayan  dado  aún  persecuciones  sistemáticas  con- 
tra los  cristianos.  Pero  es  probable  que  Juan  piense  en  la  persecución  de  cristianos 
en  Roma  por  la  acusación  de  haber  incendiado  la  ciudad  cuando  subió  en  llamas  en 
el  año  64  d.C.  La  opinión  aún  del  historiador  pagano  Tácito  es  que  esta  acusación 
fue  falsa  y que  Nerón  aprovechó  la  presencia  de  esta  secta  aún  bastante  desconoci- 
da para  servirle  como  chivo  expiatorio.  Si  Juan  combina  esta  notoria  acción  en  la  ca- 
pital con  alguna  persecución  local  en  Efeso  podría  suponer  que  existía  una  persecu- 
ción orquestada  desde  Roma.  Pero,  por  el  otro  lado,  la  acusación  que  hace  Juan  con- 
tra Roma  no  es  simplemente  que  persigue  a los  santos  sino  que  sus  prácticas  comer- 
ciales atenían  contra  la  vida  de  la  población.  La  expresión  más  dramática  de  este  cri- 
men económico  es  la  imposición  del  sello  en  la  mano  derecha  y en  la  frente  sin  la 
cual  no  es  posible  comprar  ni  vender  nada  (13,16-17).  Aunque  no  podemos  saber  a 
qué  se  refiere,  por  lo  menos  es  evidente  que  Roma  impone  un  monopolio  al  comer- 


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JORGE  P1XLEY,  El  aspecto  político  de  la  hermenéutica 


ció  que  deja  a mucha  gente  que  no  participa  en  su  juego  económico  excluida  sin  po- 
sibilidades de  comprar  alimentos.  Se  trata  de  un  feroz  ataque  al  sistema  comercial 
del  que  vivía  Roma,  sorprendente  viniendo  de  un  escritor  de  una  pequeña  comuni- 
dad religiosa  nueva  como  eran  los  cristianos  en  el  siglo  primero. 

Es  importante  recordar  que  no  todos  los  cristianos  vivieron  el  imperio  de  una 
manera  tan  negativa  como  Juan.  Lucas  y Mateo  entre  los  evangelistas  hacen  lo  im- 
posible por  culpar  a las  autoridades  judías  por  la  muerte  de  Jesús  y mostrar  a Pilato 
como  menos  responsable  que  ellos.  Clemente  de  Roma,  un  contemporáneo  de  Juan 
a fines  del  siglo  primero,  se  muestra  en  su  carta  a los  cristianos  de  Corinto  muy  preo- 
cupado con  mantener  el  orden  y no  dar  señales  de  rebeldía.  Asimismo  en  sus  apolo- 
gías a los  emperadores  antoninos  unos  sesenta  años  más  tarde  tanto  Justino  como 
Melitón  alegan  que  los  cristianos  son  buenos  ciudadanos  y aseguran  que  las  perse- 
cuciones son  ocasión  para  ilícito  enriquecimiento  de  los  delatores  a expensas  de  per- 
sonas que  ningún  mal  causan  a Roma1 * 3. 

Es,  pues,  evidente  que  el  Apocalipsis  de  Juan  es  el  producto  de  una  confron- 
tación con  las  autoridades  de  la  provincia  de  Asia  que  se  entiende  como  una  expre- 
sión local  de  una  política  que  expresa  una  postura  demónica  que  lucha  contra  el  se- 
ñorío de  Dios  sobre  su  creación.  Juan  el  visionario  confía  que  pronto  Dios  interven- 
drá para  poner  fin  al  Imperio  y retomar  su  legítimo  dominio. 


2.  Aspectos  políticos  de  la  interpretación  de  textos  bíblicos  en 
la  misma  Biblia 

2.1.  Esdras  lee  a Moisés 

En  el  año  siete  de  Artajerjes  Esdras  fue  a Jerusalén  a la  cabeza  de  un  nume- 
roso contingente  de  judíos  de  la  dispersión  que  retornaban  a la  tierra  de  sus  antepa- 
sados.4 El  encargo  que  traía  el  escriba  Esdras  de  parte  del  rey  era  hacer  valer  en  Je- 
rusalén y su  entorno  “la  ley  de  tu  Dios”  (Esd  7,25),  que  para  esta  fecha  era  proba- 
blemente el  Pentateuco  en  una  forma  muy  parecida  a lo  que  nosotros  conocemos. 
Después  de  salir  en  el  primer  mes  del  año  llegaron  el  mes  quinto  a su  destino.  Es 
probable  que  se  deba  situar  la  lectura  de  “la  Ley  de  Moisés”  en  el  mes  séptimo  (Ne 
8,1-2)  en  este  año  séptimo  de  Artajerjes.  Es  posible  que  la  expresión  misteriosa  de 
Esd  9,1  (“Concluidas  estas  cosas”)  se  refiera  a esta  lectura  de  los  ocho  primeros  días 
del  mes  séptimo. 

Sea  como  fuere,  en  el  período  entre  la  llegada  de  Esdras  en  el  mes  quinto  y la 
asamblea  de  los  jefes  en  el  mes  noveno  (Esd  10,9)  Esdras  fue  informado  de  un  he- 
cho que  los  jefes  consideraban  grave,  el  matrimonio  de  algunos  del  “pueblo  de  Is- 
rael, los  sacerdotes  y los  levitas”  que  no  se  habían  separado  de  “las  gentes  del  país” 
sino  que  tomaron  de  sus  hijas  para  esposas  para  sus  hijos  israelitas  (Esd  9,1-2).  La 


1 Esta  problemática  de  las  actitudes  cristianas  ante  el  imperio  se  discute  en  Jorge  Pixley,  “Las  perse- 

cuciones: El  conflicto  de  algunos  cristianos  con  el  Imperio”,  en  RIBLA  7 (1990)  76-88.  Aquí  se  tratan 

con  amplitud  las  diferentes  posturas  que  sostenían  distintos  cristianos. 

4 Probablemente  se  trata  del  año  458,  séptimo  año  de  Artajerjes  ! Algunos  piensan  que  sería  498,  sép- 
timo año  de  Artajerjes  II. 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BIBLICA  LATINOAMERICANA.  No.  32 


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lista  de  estas  gentes  es  muy  amplia,  “cananeos,  hititas,  perizitas,  jebuseos,  amonitas, 
moabitas,  egipcios  y amorreos”. 

La  medida  que  tomó  Esdras,  por  recomendación  de  Secanías,  un  laico,  para 
hacer  valer  la  ley  fue  exigir  a los  jefes  que  en  los  setenta  días  que  faltaban  del  año 
impusieran  a todos  el  decreto  de  despedir  a sus  mujeres  que  no  fueran  judaítas  y así 
dejar  de  “contaminar  la  tierra  con  la  inmundicia  de  las  gentes  del  país”  (9,1 1).  Para 
el  día  primero  del  primer  mes  del  año  se  había  terminado  de  implantar  la  norma  in- 
dicada ( 10, 1 7). 

Aquí  hay  muchas  cosas  que  no  se  pueden  saber,  pero  es  evidente  que  se  quie- 
re mantener  “puro”  un  proyecto  de  un  sector  únicamente  de  la  población  excluyen- 
do de  ese  sector,  que  tiene  el  aval  del  imperio,  a las  otras  personas.  La  lista  de  los 
culpables  ( 10,18-44)  llega  a un  total  de  solamente  1 1 1 padres  que  casaron  sus  hijos 
con  las  hijas  de  las  gentes  del  país,  un  número  bajo  si  se  piensa  que  la  comunidad 
de  la  Gola  llegaba  a unos  30.000.  Por  el  otro  lado,  incluye  a 27  sacerdotes,  levitas  y 
funcionarios  del  templo,  personas  claves  para  el  proyecto  de  la  Gola  (la  deportación 
que  retornó).  Es  posible  que  la  lista  sea  solamente  representativa  y que  el  número 
efectivo  fuera  mucho  mayor.  En  todo  caso,  son  padres  entre  los  retornados  de  aho- 
ra y del  retorno  con  Sesbassar  en  538  quienes  son  los  culpables.  Es  cuestión  de  de- 
fender el  proyecto  de  la  Gola. 

La  base  de  la  acción  es  la  ley  de  Moisés,  cuya  implementación  era  la  respon- 
sabilidad de  Esdras  y cuya  lectura  se  hizo  públicamente  en  las  fiestas  del  séptimo 
mes,  si  fue  ese  mismo  año,  según  parece  natural.  Pero  los  libros  de  Moisés  son  am- 
biguos en  este  asunto.  El  patriarca  José  se  casó  con  una  egipcia  (Gn  41,50)  y Moi- 
sés mismo  se  casó  con  una  cusita  (Nm.  12,1)  sin  que  el  narrador  condene  estos  ma- 
trimonios. Es  cierto  que  se  afirma  que  las  acciones  de  las  naciones  han  contamina- 
do el  país  y por  eso  el  país  las  vomita  de  sus  entrañas  (Lv.  13,24-30).  Y también  es 
cierto  que  en  Dt.  7,1-6  se  prohíbe  el  matrimonio  con  la  hijas  de  “los  hititas,  guirga- 
sitas,  amorreos,  cananeos,  perizitas,  ji vitas  y jebuseos”,  pero  también  Deuteronomio 
es  explícito  en  permitir  la  presencia  en  la  asamblea  de  los  edomitas  y de  los  egip- 
cios, de  los  cuales  los  últimos  se  incluyen  en  la  lista  de  los  proscritos  en  Esd  9,2ss. 

En  conclusión,  el  proyecto  de  la  Gola  que  dirigió  Esdras  se  apoyó  en  una  lec- 
tura de  los  libros  de  Moisés  que  leía  esos  libros  en  función  de  ese  proyecto.  Aunque 
no  se  acusa  a los  excluidos  de  descender  de  las  gentes  que  trajo  Esarhaddón,  como 
los  que  excluyó  unos  ochenta  años  antes  Zorobabel  (Esd  4,1-5),  es  probable  que  una 
consecuencia  de  la  depuración  que  hizo  Esdras  fue  excluir  a quienes  no  podían  de- 
mostrar su  ascendencia  pura  israelita  (como  creían  hacerlo  quienes  inmigraban  des- 
de Babilonia).  En  todo  caso,  es  válido  suponer  que  la  posición  de  los  sucesores  de 
Isaías  representaba  a (algunos  de)  los  excluidos  por  las  medidas  de  Esdras  (véase  la 
inclusión  de  extranjeros  en  la  asamblea,  según  Is  56,6-7).  La  lectura  que  Esdras  y la 
Gola  hicieron  de  Moisés  se  hizo,  pues,  desde  una  perspectiva  política.  Esto  no  la  in- 
valida, pues  toda  lectura  tiene  este  aspecto,  pero  nos  permite  entenderla  mejor  si 
mantenemos  una  conciencia  del  proyecto  dentro  del  cual  estaba  inserto. 

2.2.  La  lectura  que  hace  Jesús  de  Isaías 

Un  caso  interesante  de  interpretación  bíblica  dentro  de  la  Biblia  se  presenta 
en  los  tres  evangelios  sinópticos  a propósito  de  la  acción  revoltosa  de  Jesús  en  el 


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JORGE  PIXLEY,  El  aspecto  político  de  la  hermenéutica 


templo  en  ocasión  de  la  fiesta  de  los  ázimos  (Me  1 l,15-17//Mt  21,12-1 3//Lc  19,45- 
46).  La  interpretación  de  lo  que  recién  hizo  la  ofrece  Jesús  mismo  con  citas  de  Is 
56,7  y de  Jr  7, 1 1 . El  paralelo  a este  incidente  en  el  cuarto  evangelio  pone  en  boca  de 
Jesús  una  afirmación  que  no  es  cita  profética,  “No  hagáis  de  la  casa  de  mi  Padre  una 
plaza  de  mercado”  (Jn  2,16),  y luego  el  redactor  cita  Sal  69, 10,  “El  celo  de  tu  casa 
me  consumió”. 

Al  analizar  la  perícopa  conviene  separar  el  hecho  del  ataque  a los  mercaderes 
de  su  interpretación’.  Se  debe  interpretar  su  acción  violenta  contra  los  que  facilita- 
ban los  sacrificios  de  los  peregrinos  vendiendo  animales  y cambiando  monedas  co- 
mo una  acción  profética  simbólica  en  la  tradición  de  la  desnudez  de  Isaías  (Is  20), 
la  jarra  rota  de  Jeremías  (Jr  19)  y la  destrucción  de  la  maqueta  de  la  ciudad  por  Eze- 
quiel  (Ez  4-5).  Se  entendió  por  los  evangelistas  como  un  anuncio  dramatizado  de  la 
destrucción  del  templo,  y no  es  imposible  que  así  lo  entendiera  Jesús  mismo. 

¿Por  qué  realiza  Jesús  esta  peligrosa  acción  simbólica,  que  hubiera  llevado  a 
su  inmediata  prisión  si  no  hubiera  sido  por  el  gentío  que  la  apoyaba?  Jesús  venía  de 
la  provincia  en  peregrinación.  El  templo  era  un  edificio  suntuoso  que  anunciaba  la 
grandeza  de  los  herodianos  que  la  habían  construido  y que  la  mantenían,  con  el  vis- 
to bueno  de  las  autoridades  romanas.  Josefo  describe  en  Antigüedades  XV.  15  cómo 
Herodes  emprendió  esta  magna  obra.  En  su  discurso  cuando  anunció  el  proyecto  di- 
jo, según  Josefo:  “Ya  que,  por  la  voluntad  de  Dios,  yo  ahora  gobierno  y existe  un 
largo  período  de  paz  y — lo  más  importante — los  romanos  que  son,  por  así  decirlo, 
los  señores  del  mundo,  son  mis  amigos  leales  trataré  de  remediar  este  defecto  (la  pe- 
quenez del  segundo  templo)  causado  por  necesidad,  y con  este  acto  de  piedad  de- 
volverle a Dios  ( apodoünai  tó  theó)  el  don  de  este  reino”.  Contrató  diez  mil  obreros 
para  la  obra,  puso  cimientos  nuevos  más  amplios,  y lo  adornó  regiamente  con  el  tra- 
bajo de  miles  de  artesanos.  Construyó  un  túnel  para  su  uso  personal  desde  la  forta- 
leza Antonia  hasta  el  interior  del  atrio  e hizo  una  torre  sobre  su  salida  dentro  del 
atrio.  En  fin,  como  solían  ser  los  templos  de  los  dioses  cívicos  de  las  ciudades  hele- 
nistas, era  una  demostración  masiva  en  piedra  y madera  preciosa  del  apoyo  divino 
al  gobierno  herodiano. 

Podemos  entender  con  facilidad  que  un  artesano  galileo  piadoso  que  venía  en 
peregrinación  como  lo  hacía  Jesús  sintiera  ajeno  todo  ese  aparato.  La  expresión  vi- 
sible y más  vulnerable  de  esta  opulencia  era  el  alboroto  del  comercio  que  colmaba 
el  atrio  que  era  el  único  lugar  donde  los  fieles  podían  entrar,  ya  que  el  templo  mis- 
mo estaba  reservado  para  los  sacerdotes  en  sus  funciones  oficiales.  Expresó  su  re- 
pudio a este  espectacular  aparato  religioso  con  su  gesto  de  alborotar  el  comercio  que 
se  realizaba  dentro  del  atrio. 

Veamos  ahora  la  cita  de  Isaías:  “¿No  está  escrito  que  mi  casa  será  llamada  ca- 
sa de  oración  (para  todas  las  naciones)?”6.  Ya  Salomón  en  su  gran  oración  de  inaugu- 
ración del  templo  (1  Re  8)  interpreta  el  templo  como  un  lugar  de  oración,  un  lugar 
donde  Dios  estará  presente  para  las  plegarias  de  su  pueblo.  Después  de  su  oración  sa- 


El  gran  biblista  contemporáneo  Hans  Dieter  Betz  hace  un  excelente  análisis,  con  mucho  conocimien- 
to del  contexto  histórico  de  la  época  helenista,  en  “Jesús  and  thc  Purity  of  the  Temple  (Mark  11:15- 
1 8):  A Comparative  Approach”,  en  Journal  ofBiblical  Literatura  1 16  ( 1997)  455-472.  Estoy  de  acuer- 
do en  lo  fundamental  con  él  y dependo  de  su  análisis. 

^ Las  palabras  dentro  del  paréntesis  aparecen  en  Isaías  56,7  y se  citan  en  Me  11,17,  pero  no  en  Mt 
21,13  ni  en  Le  46. 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BIBLICA  LATINOAMERICANA,  No.  32 


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criticó  veintidós  mil  toros  y ciento  veinte  mil  ovejas  ( 1 Re  8,62).  Nada  indica  que  Je- 
sús condenara  la  práctica  de  ofrecer  sacrificios,  consagrada  en  la  ley  de  Moisés.  El 
texto  de  Isaías  subraya  la  apertura  para  los  extranjeros,  pero  nada  indica  que  la  ac- 
ción de  Jesús  buscara  abrir  camino  a los  extranjeros,  así  que  damos  la  razón  a Mateo 
y a Lucas  por  eliminar  la  frase  correspondiente  a eso  de  la  cita  de  Isaías.  Jesús  busca 
restaurar  la  primacía  de  la  oración  en  el  templo,  primacía  que  se  perdía  por  la  osten- 
tación de  los  herodianos  que  eran  los  “dueños”  del  templo  y por  el  alboroto  de  los  ne- 
gocios que  no  estaban  en  los  alrededores  sino  dentro  del  atrio  mismo  del  templo. 

Si  esta  lectura  del  acto  de  expulsión  de  mercaderes  es  correcta,  la  acción  de 
Jesús  fue  lina  acción  política  antiherodiana,  lo  más  que  podía  hacer  un  pobre  profe- 
ta galileo  para  cuestionar  el  despliegue  grosero  de  soberbia  herodiana  en  el  centro 
de  la  fe  nacional  judía.  Aún  si  dejamos  fuera  de  consideración  lo  antiherodiano  de 
la  acción,  la  cita  de  Isaías,  sea  de  Jesús  o añadida  por  los  evangelistas,  es  una  acción 
política  contra  los  sacerdotes  que  controlaban  ese  espacio  sagrado.  Así  lo  entendió 
Marcos,  quien  añade:  “Lo  oyeron  los  sumos  sacerdotes  y los  escribas  y buscaron  eli- 
minarle, pero  temían  pues  todo  el  pueblo  estaba  maravillado  de  su  enseñanza”  (Me 
11,18).  De  hecho,  la  realización  exitosa  de  esta  acción  no  se  puede  explicar  sin  la 
presencia  de  un  pueblo  que  compartía  el  disgusto  del  profeta  por  todo  lo  que  pasa- 
ba en  el  atrio  del  templo.  Si  no,  la  policía  lo  hubiera  sacado  en  el  acto.  Jesús  inser- 
tó pues  (o  los  evangelistas  inseretaron)  a Isaías  dentro  de  su  proyecto  de  construir 
un  poder  popular  en  contraposición  con  el  poder  de  los  sacerdotes  y los  herodianos. 

2.3.  Lucas  lee  Isaías  53 

En  el  capítulo  8 del  libro  sobre  los  Hechos  de  los  Apóstoles  cuenta  Lucas  có- 
mo la  expulsión  de  los  helenistas  creyentes  de  Jerusalén  llevó  a la  difusión  por  Sa- 
maría y otros  lugares  aledaños  del  camino  que  enseñó  Jesús  en  Galilea.  Ya  antes  ha- 
bía narrado  cómo  Esteban,  uno  de  estos  helenistas  creyentes,  fue  acusado  por  algu- 
nos hombres  de  “hablar  palabras  blasfemas  contra  Moisés  y Dios”  (Hch  6,1 1 ) y có- 
mo ante  el  sanedrín  fue  formalmente  acusado  de  “proferir  palabras  contra  este  lugar 
santo  y la  Ley”  (Hch  6,13).  En  su  discurso  de  defensa  Esteban  acusó  al  pueblo  de 
Israel  de  rebelarse  obstinada  y continuamente  contra  Dios  (Hch  7),  concluyendo: 
“Vuestros  padres  y vosotros  siempre  resistís  al  Espíritu  Santo.  ¿A  cuál  de  los  profe- 
tas no  persiguieron  vuestros  padres?”  (Hch  7,51-52).  Así  se  desarrolló  un  choque  di- 
recto entre  “los  judíos”  y quienes  seguían  el  camino  de  Jesús  que  pronto  dejaron  de 
considerarse  judíos  y eran  llamados  cristianos  (Hch  1 1 ,26).  Es  decir,  la  difusión  del 
camino  es  presentada  por  Lucas  en  el  contexto  de  una  hostilidad  abierta  entre  la  na- 
ción y la  religión  judías  y la  incipiente  religión  cristiana. 

En  este  contexto  se  narra  cómo  Felipe  interpretó  para  un  creyente  judío  de  la 
corte  de  la  reina  Candace  de  Etiopía  una  porción  del  libro  de  Isaías  (Hch  8,26-40). 
Yendo  por  el  camino  de  Gaza  el  etíope  venía  leyendo  Isaías  53,7-8:  “Como  cordero 
fue  llevado  al  matadero  y como  oveja  ante  sus  trasquiladores  mantuvo  silencio...”. 
El  texto  es  uno  de  los  que  en  tiempos  modernos  se  conocen  como  los  Cánticos  del 
Siervo  de  Yavé;  es  el  último  de  los  cuatro  cánticos  de  Yavé  insertos  en  Isaías7.  Co- 

^ Para  su  interpretación  véase  José  Severino  Croalto,  La  palabra  profética  y su  relectura  hermenéuti- 
ca, y Jorge  Pixley,  "Jesús  y el  siervo  de  Yavé  en  ei  Antiguo  Testamento”,  en  Biblia  y liberación  ele  los 
pobres  (México:  Centro  Antonio  de  Montesinos,  1986)  p. 177-197. 


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JORGE  P1XLEY,  El  aspecto  político  de  la  hermenéutica 


rriendo  al  lado  de  su  carruaje,  Felipe  oyó  su  lectura  y le  preguntó,  “¿Entiendes  lo 
que  lees?”  (8,30).  La  pregunta  con  que  responde  el  eunuco  es  la  misma  que  ha  ocu- 
pado a los  intérpretes  modernamente:  “¿De  quién  habla  el  profeta?  ¿De  sí  o de 
otro?”  (8,34).  Felipe  respondió  señalando  a Jesús  como  el  que  fue  profetizado  por 
Isaías,  con  el  resultado  que  el  etíope  pidió  y recibió  el  bautismo  cristiano. 

La  opinión  de  Severino  Croatto,  como  también  de  quien  escribe  y de  muchos 
exégetas  de  hoy,  es  que  la  referencia  del  siervo  de  los  cánticos  no  es  otra  que  la  del 
siervo  en  el  resto  de  los  textos  del  Segundo  Isaías,  el  pueblo  de  Israel.  En  el  contex- 
to del  profeta  del  exilio  babilónico  el  llamado  profético  era  a asumir  la  misión  de 
reunir  a los  dispersos  y retornarlos  a Judá.  Se  había  dado  testimonio,  mediante  el  su- 
frimiento y la  sobrevivencia,  al  Dios  creador  que  era  capaz  de  redimir  a su  pueblo  y 
así  el  llamamiento  a retornar  iba  con  el  respaldo  moral  del  pueblo  que  con  su  vida 
en  el  exilio  había  dado  testimonio.  Del  contexto  del  Segundo  Isaías  hemos  ya  trata- 
do más  arriba  en  1.1. 

Pero  el  aspecto  político  de  la  lectura  de  Lucas  extrae  otro  sentido  del  texto. 
Lucas  y Lelipe  lo  leen  en  medio  de  la  lucha  de  una  nueva  religión  por  abrirse  espa- 
cio frente  a la  hostilidad  de  los  judíos.  Y uno  de  los  campos  de  batalla  en  esta  lucha 
por  ganar  adeptos  y así  establecer  un  espacio  de  sobrevivencia  para  el  camino  de  Je- 
sús, ahora  convertido  en  una  nueva  religión,  es  la  interpretación  de  las  Escrituras  he- 
breas. Es  en  este  contexto  de  lucha  política  donde  podemos  entender  la  interpreta- 
ción del  Siervo  como  el  Mesías  que  había  de  venir  y cuyo  advenimiento  se  dio  en  la 
vida,  muerte  y resurrección  de  Jesús  de  Nazaret.  Para  los  nuevos  cristianos  esta  lec- 
tura se  imponía:  el  texto  les  hablaba  de  su  fundador,  y la  pasión  de  Jesús  se  enten- 
dió a la  luz  del  texto  de  Isaías  como  el  enviado  de  Dios  quien  por  su  misión  fue  eje- 
cutado para  luego  ser  confirmado  por  Dios  mediante  su  resurrección".  Para  la  comu- 
nidad judía,  que  sentía  esta  lectura  como  una  agresión  contra  ellos,  pues  sus  líderes 
eran  los  asesinos  del  Siervo  de  Yavé  en  ella,  por  supuesto  que  el  Siervo  seguía  le- 
yéndose como  el  pueblo  de  Israel.  Es  un  ejemplo  clásico  del  conflicto  de  interpreta- 
ciones que  se  da  con  frecuencia  cuando  comunidades  diferentes  con  distintos  inte- 
reses políticos  leen  los  mismos  textos. 


3.  Algunos  aspectos  políticos  de  la  lectura  cristiana  de  la  Biblia 

Es  evidente  desde  cualquier  lectura  por  superficial  que  sea  que  los  cristia- 
nos han  interpretado  la  Biblia  desde  sus  posiciones  de  poder  para  legitimarlas  y 
desde  sus  esfuerzos  por  constituir  el  poder  desde  lugares  alternativos.  Sin  profun- 
dizar, recordaremos  algunos  de  los  casos  más  notables  de  este  fenómeno  para  re- 
forzar la  tesis  que  ya  se  comprobó  en  la  sección  2,  sobre  la  lectura  política  de  los 
textos  bíblicos. 


^ Esta  manera  que  tienen  los  textos  de  producir,  en  nuevas  lecturas  desde  nuevos  contextos,  sentidos 
que  antes  no  se  percibían  en  ellos  se  discute  por  José  Severino  Croatto,  Hermenéutica  bíblica  (Bue- 
nos Aires,  Lumen,  1994). 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BIBLICA  LATINOAMERICANA.  No.  32 


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3.1.  La  sucesión  de  Pedro,  vicario  de  Cristo 

Mateo,  en  su  versión  de  la  célebre  “confesión  de  Pedro”  (Mt  16,13-20)  modi- 
fica mucho  a su  fuente  Marcos  para  subrayar  el  papel  de  Pedro  como  el  primero  en- 
tre los  apóstoles.  En  Marcos  8,27-37  la  confesión  de  que  Jesús  es  el  Cristo  es  acep- 
tada solamente  con  importantes  limitaciones  por  Jesús,  limitaciones  que  se  concre- 
tan en  la  necesidad  de  padecer  la  crucifixión,  él  y sus  seguidores.  Pero  Mateo,  al 
contrario,  entiende  que  la  confesión  de  Pedro  es  una  revelación  especial  del  Cielo: 
“Bendito  tú,  Simón  hijo  de  Jonás,  pues  carne  y sangre  no  te  lo  revelaron  sino  mi  Pa- 
dre que  está  en  los  cielos”  (16,17).  Sobre  esta  roca,  Pedro,  y su  declaración  de  fe,  el 
Maestro  edificará  su  iglesia  contra  la  cual  el  Hades  será  impotente.  Es  evidente  que 
para  el  movimiento  cristiano  representado  por  Mateo  Pedro  era  el  líder  fundador4. 

Es  archisabido  que  esta  modesta  afirmación  de  la  autoridad  de  Pedro  llegó  a 
ser  leída  como  una  autorización  en  el  siglo  XV  para  que  el  obispo  de  Roma,  “suce- 
sor de  Pedro”,  donara  el  África  a los  reyes  de  Portugal  (Eugenio  IV  en  1436  y 1443) 
y las  islas  y tierra  firme  del  Mar  Océano  a los  reyes  de  España  (Alejandro  VI  en 
1493).  Dice  Alejandro  en  su  bula  Inter  Caeteris  de  mayo  de  1493,  entre  otras  cosas: 
“...de  cierta  ciencia  y de  plenitud  de  poderío  apostólico  [toméis  cargo  de]  todas  las 
islas  y tierras-firmes  halladas  y que  se  hallaren  descubiertas  ...  por  la  autoridad  del 
Omnipotente  Dios,  á Nos  en  S.  Pedro  concedida,  y del  Vicariato  de  Jesucristo,  que 
ejercemos  en  las  tierras,  con  todos  los  Señoríos  dellas,  ...  por  el  tenor  de  las  presen- 
tes las  damos,  concedemos  y asignamos  perpetuamente  á vos  y á los  Reyes  de  Cas- 
tilla y de  León,  vuestros  heredores  y sucesores:  y hacemos,  constituimos  y deputa- 
mos  á vos  y á los  dichos  vuestros  herederos  y sucesores,  Señores  dellas,  con  libre 
lleno  y absoluto  poder,  autoridad  y jurisdicción...”10. 

No  es  evidente  que  hubiera  obispos  en  Roma  para  el  64  cuando  se  supone  el 
martirio  de  Pedro  en  esa  ciudad".  Pero  ya  para  el  siglo  XV  (de  hecho,  mucho  antes) 
se  había  construido  toda  una  teoría  jurídica  sobre  la  sucesión  desde  Pedro  de  los 
obispos  de  Roma,  quienes,  en  virtud  de  la  declaración  citada  de  Mateo,  tenían  el  po- 
der de  otorgar  en  nombre  de  Jesucristo  resucitado,  a quien  Dios  Padre  entregó  todo 
poder  (Mt  28,1 8),  todo  dominio  que  no  estuviera  ya  en  posesión  de  un  príncipe  cris- 
tiano. Sobre  esta  teoría  jurídica  preparó  el  jurista  español  Juan  López  de  Palacios 
Rubios  el  famoso  “requerimiento”  con  el  cual  emprendió  Pedrarias  Dávila  la  con- 
quista de  Tierra  Firme  en  1514'2. 

Es  decir,  leído  desde  un  papado  con  pretensiones  de  dominio  secular,  las  pa- 
labras de  Jesús  a Pedro  se  convirtieron  en  una  concesión  de  autoridad  plenipotencia- 


^ Este  tema  ha  sido  expuesto  por  Paulo  Nogueira,  “Pedro,  la  piedra,  y la  autoridad  fundante  en  el  cris- 
tianismo primitivo”,  en  RIBLA  27  (1997)  66-74.  Nogueira  entiende,  correctamente  en  mi  opinión,  que 
así  como  Pablo  fue  fundador  para  la  comunidad  que  produjo  las  Cartas  Pastorales  y el  Discípulo  Ama- 
do para  el  cristianismo  juanino,  Pedro  lo  era  para  el  cristianismo  mateano.  No  tenía,  por  supuesto,  pre- 
tensiones de  poder  secular  sobre  reyes  e imperios,  como  sucedió  con  la  iglesia  de  Roma  siglos  des- 
pués. 

' * Citado  por  Luis  Rivera  Pagan,  Evangelizcición  y violencia:  La  conquista  de  América  (San  Juan, 
Editorial  Cerní,  1990)  pág.  49. 

* ' Ver  Pablo  Richard,  “Los  orígenes  de  cristianismo  en  Roma”,  en  RIBLA  29. 

Palacios  Rubios  escribió  en  1512  una  obra  “De  las  islas  del  mar  Océano"  en  la  que  elabora  la  tra- 
dición jurídica  de  la  autoridad  del  Papa  para  otorgar  a los  reyes  católicos  tierras  sometidas  a reyes  que 
no  fueren  cristianos.  Ver  Rivera  Pagan,  op.  cit.,  pág.  58. 


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JORGE  EIXLEY,  El  aspecto  político  de  la  hermenéutica 


ria  en  todo  el  orbe.  Esta  tradición  interpretativa  permitió  a los  obispos  de  Roma  en 
el  siglo  XV  conceder  a los  reyes  de  Portugal  y de  España  vastas  extensiones  de  tie- 
rras habitadas  y ya  sometidas  a reyes  africanos  e indígenas.  Así  se  legitimó  el  domi- 
nio imperial  de  estas  potencias. 

3.2.  Münzer  lee  Daniel  para  llamar  a la  insurrección 

La  Biblia  no  solamente  fue  leída  para  legitimar  el  poder  ejercido  por  los  gran- 
des. Es  conocido  el  ejemplo  de  los  africanos  esclavizados  que  se  cristianizaron  en 
Norteamérica  y cuya  fe  nos  ha  legado  muchas  canciones  que  celebran  la  liberación 
de  la  esclavitud  egipcia.  Menos  conocido  es  un  movimiento  insurreccional  en  la 
Alemania  del  siglo  XVI  animado  por  pastores,  entre  quienes  el  más  conocido  es 
Thomas  Münzer.  Münzer  fue  anabautista,  un  líder  de  aquellos  grupos  que  acusaban 
a Lutero  de  no  llevar  la  reforma  a sus  últimas  consecuencias  en  la  recuperación  del 
cristianismo  puro  de  los  orígenes.  Münzer  fue  el  primero  en  introducir  (en  1523)  la 
misa  completa  en  alemán  en  su  parroquia  en  Allstedt  de  Turingia  donde  fue  pastor 
por  año  y medio  en  1523-24.  Posteriormente,  Lutero  aceptó  esta  reforma  y la  hizo 
suya.  También  Münzer  predicó  el  bautismo  de  creyentes,  encontrando  el  bautismo 
de  hijos  tiernos  de  creyentes  incompatible  con  la  salvación  por  la  fe  que  Lutero  ha- 
bía descubierto  en  las  enseñanzas  del  Nuevo  Testamento. 

En  1524  el  pastor  Münzer  fue  invitado  a predicarles  al  conde  y al  duque  de 
Mansfeld,  y escogió  como  texto  Daniel  2 (el  sueño  de  Nabucodonosor).  En  su  inter- 
pretación, el  quinto  imperio  mundial,  representado  por  los  pies  hechos  de  mezcla  de 
hierro  con  barro  en  la  estatua  que  vio  el  rey  en  su  sueño,  era  el  Sacro  Imperio  Ale- 
mán de  su  propia  época.  Dice  el  profeta  alemán:  “Porque  la  piedra,  desgajada  de  la 
montaña  sin  que  ninguna  mano  la  tocase,  ha  crecido,  y los  pobres  legos  y campesi- 
nos la  contemplan  con  mucha  más  atención  que  vosotros...  Sí,  la  piedra  es  grande; 
largo  tiempo  estuvo  temiendo  esto  el  mundo  necio.  Mas  si  pudo  sorprender  a éste 
cuando  todavía  era  pequeña,  ¿qué  habremos  de  hacer  ahora,  que  se  ha  vuelto  tan 
grande  y poderosa  y que  con  tan  incontenible  fuerza  ha  rodado  hasta  la  gran  estatua, 
haciendo  añicos  aun  a las  viejas  vasijas?”13. 

Münzer  procuraba  con  sus  sermones  y con  su  trabajo  clandestino  de  organi- 
zación popular  inspirar  un  movimiento  de  campesinos  y mineros  que  se  alzarían 
para  destruir  como  esa  roca  un  imperio  supuestamente  cristiano  que  en  la  realidad 
era  idólatra.  Dijo  en  la  conclusión  del  citado  sermón  a los  príncipes  de  Mansfeld: 
“Mas  para  que  tal  cosa  se  cumpla  por  fin  de  recta  manera  y convenientemente,  es 
preciso  que  la  lleven  a cabo  nuestros  queridos  padres,  los  príncipes,  que  profesan 
con  nosotros  la  fe  de  Cristo.  Mas  si  no  obran  así,  les  será  arrebatada  la  espada  de 
sus  manos  — Daniel,  cap.  7 — , puesto  que  profesan  su  fe  de  palabra,  mientras  que 
la  niegan  por  sus  hechos  (Tito  I )...  yo  ruego  por  ellos  junto  con  el  bienaventurado 
Daniel  siempre  que  no  actúen  en  contra  de  la  Revelación  divina,  mas  si  hacen  la 
contra,  estrangúleselos  sin  compasión  alguna,  de  la  misma  manera  que  Ezequías, 
Josías,  Ciro,  Daniel  y Elias  — según  I Reyes  13—  destruyeron  a los  sacerdotes  de 


' Citado  de  Ernsl  Bloch,  Thomas  Münzer,  teólogo  de  la  revolución,  trad.  Jorge  Deike  Robles  (Ma- 
drid, Ed.  Ciencia  Nueva,  1968;  original  alemán  de  1962)  p. 38-39.  Este  libro  es  la  base  de  toda  esta 
sección  sobre  Münzer. 


REVISTA  DE  INTERPRETACION  BIBLICA  LATINOAMERICANA,  No.  32 


79 


Baal.  De  otro  modo  no  podrá  la  Iglesia  cristiana  volver  a sus  orígenes  (énfasis 
nuestro,  JP)”14. 

Münzer  no  estaba  usando  en  vano  la  palabra  en  el  pulpito.  Eran  tiempos  de 
profundo  malestar  entre  el  campesinado  europeo,  el  tiempo  de  la  llamada  Guerra  de 
los  Campesinos  (1524-1526).  A fines  de  1524  Miinzer  había  tenido  que  huir,  prime- 
ro a Nuremberg  y luego  a Zürich  donde  encontró  un  ambiente  favorable  entre  los 
anabautistas  de  Suiza.  En  medio  de  la  confrontación  entre  campesinos  y nobles  en 
mayo  de  1525,  Münzer  escribió  una  epístola  de  parte  de  mineros  y campesinos  don- 
de decía,  entre  otras  cosas:  “Si  consientes  [e.d.,  el  conde  de  Mansfeld],  según  Da- 
niel 7,  en  reconocer  que  Dios  ha  otorgado  el  poder  a la  comunidad  y en  presentarte 
ante  nosotros  y abjurar  de  tu  fe,  estaremos  dispuestos  a admitirlo  y te  miraremos  co- 
mo a un  hermano  más  entre  nosotros;  de  otro  modo,  nada  nos  ha  de  importar  tu  va- 
na e insípida  presunción,  y te  combatiremos  como  a enemigo  hereditario  de  la  fe 
cristiana”15. 

El  pastor  estuvo  presente  en  la  “batalla”  de  Frankenhausen  días  después  en  la 
que  murieron  bajo  los  cañones  de  los  príncipes  cinco  mil  campesinos  y mineros 
mientras  sus  fuerzas  perdían  tres  o cuatro  soldados.  Capturado,  fue  llevado  a Miihl- 
hausen  donde  había  sido  pastor  y allí  fue  decapitado  públicamente  y su  cabeza  ex- 
hibida en  la  punta  de  un  palo.  Es  evidente  por  las  cifras  de  víctimas  que  fue  una  ma- 
sacre y no  una  batalla.  A pesar  del  lenguaje  exaltado  del  pastor,  es  también  eviden- 
te que  la  multitud  cristiana  no  se  congregó  para  pelear  sino  para  negociar  como  cris- 
tianos reformados  con  príncipes  que  decían  compartir  su  fe  en  Cristo.  Lutero,  de 
quien  Münzer  se  había  mofado  tildándole  de  Hermano  Buenavida,  reconoció  años 
más  tarde  que  Mtihlhausen  se  había  convertido  en  centro  de  peregrinaje  y que  la  ple- 
be casi  santificó  a Münzer. 

Por  los  tiempos  agitados  en  que  vivió,  este  predicador  y profeta  hizo  más  el 
papel  de  activista  que  de  intérprete  de  las  Escrituras.  Pero  aún  sus  adversarios,  co- 
mo Lutero  en  primer  lugar,  reconocieron  que  era  un  hombre  de  fe.  Si  accedió  a unir- 
se a un  movimiento  insurreccional  fue  porque  lo  vio  anticipado  en  las  acciones  del 
profeta  Elias  y anunciado  en  las  profecías  de  Daniel.  No  es,  pues,  incorrecto  incluir- 
lo en  este  pequeño  recuento  de  intérpretes  de  la  Biblia.  Desde  su  posición  en  la  Gue- 
rra Campesina  leyó  el  libro  de  Daniel,  el  Apocalipsis  de  Juan  y los  otros  libros  de  la 
Biblia  como  un  llamado  al  pueblo  de  Dios  a alzarse  en  contra  de  los  tiranos  que  de- 
cían ser  cristianos  pero  eran  delatados  por  sus  acciones  como  idólatras. 


4.  Leer  la  Biblia  políticamente  hoy 

4.1.  El  texto  bíblico  como  lugar  de  encuentro  con  la 
Palabra  del  Dios  vivo 

Los  textos  de  la  Biblia  son  un  lugar  privilegiado  para  recibir  la  Palabra  de 
Dios,  según  casi  todas  las  teologías  cristianas.  Esto  no  debe  entenderse  como  si  la 
Palabra  de  Dios  estuviera  allí  en  los  mismos  signos  de  las  páginas  de  la  Biblia.  Si 
Dios  es  un  Dios  vivo,  su  palabra  no  puede  estar  congelada  en  signos  que  no  cam- 


' ^ Bloch,  op.  cit.,  p. 39-40. 
' Bloch,  op.  cit.,  p.88. 


80 


JORGE  P1XLEY.  El  aspecto  político  de  la  hermenéutica 


bian.  Un  Dios  viviente  podrá  dirigir  su  Palabra  de  forma  novedosa  en  las  situacio- 
nes nuevas  que  vive  su  pueblo.  La  Palabra  de  un  Dios  viviente  tiene  que  estar  diri- 
gida siempre  a un  sujeto  viviente.  En  América  Latina  hemos  descubierto  en  la  prác- 
tica pastoral  que  el  sujeto  privilegiado  es  una  comunidad  que  busca  a Dios,  una  co- 
munidad creyente. 

El  lugar  apropiado  para  leer  la  Biblia  como  encuentro  con  Dios  es,  pues,  la 
comunidad  de  fe.  La  Palabra  de  Dios  acontece  cuando  la  comunidad  lee  la  Biblia. 
Significa  que  en  la  lectura  sucede  algo  nuevo,  el  encuentro  con  Dios.  Es  evidente 
que  tal  encuentro  rebasa  al  texto  y rebasa  el  acto  de  lectura  del  texto,  pero  el  acto  de 
leer  es  una  mediación  en  la  cual  Dios  se  hace  presente  a su  pueblo  creyente.  Dios 
también  puede  hacerse  presente  en  la  lectura  individual  del  estudioso,  pero  nuestra 
experiencia  pastoral  en  América  Latina  indica  que  la  lectura  individual  es  potencia- 
da cuando  el  o la  intérprete  viene  al  texto  desde  la  realidad  de  su  participación  en  la 
vida  comunitaria. 


4.2.  Leer  desde  el  “provecto  de  Dios” 

Los  cristianos  confesamos  a Dios  como  creador.  Esto  no  es  una  confesión 
acerca  de  una  realidad  terminada,  pues  nuestra  experiencia  es  que  Dios  es  creador 
en  el  presente.  Y,  para  los/las  humanos/as  esta  actividad  divina  creativa  se  da  privi- 
legiadamente en  la  creación  de  una  nueva  sociedad,  es  decir,  en  los  procesos  histó- 
ricos. Buena  parte  de  la  lectura  de  una  comunidad  creyente  va  encaminada  a con- 
frontar su  vivencia  social  con  el  texto  en  la  búsqueda  de  conocer  cuál  es  el  proyec- 
to de  Dios  en  nuestra  realidad  social.  Si  Dios  es  creador,  y si  el  contexto  de  la  acti- 
vidad creativa  respecto  a los/las  humanos/as  es  la  historia,  sus  proyectos  tienen  que 
tener  fuertes  aspectos  políticos.  Y las  comunidades  de  creyentes  tenemos  que  hacer 
el  propósito  de  descubrir  el  proyecto  de  Dios  para  nuestra  sociedad  concreta  y po- 
ner nuestras  energías  en  dirección  a su  realización. 

En  este  fin  del  siglo  XX  y desde  América  Latina  lo  más  evidente,  mirado  des- 
de la  región  total,  es  el  abismo  profundo  entre  unos  pocos  ricos  y una  masa  crecien- 
te de  pobres.  Y la  tendencia  de  un  mercado  global  que  domina  nuestras  sociedades 
es  a acrecentar  la  riqueza  de  los  pocos  mientras  expulsa  cada  vez  mayores  números 
de  personas  para  los  cuales  el  mercado  y quienes  lo  controlan  no  sienten  ninguna 
responsabilidad.  Siendo  así  el  contexto  global,  los  proyectos  creadores  de  Dios  tie- 
nen que  partir  de  la  opción  por  los  pobres,  que  lógicamente  tomará  formas  distintas 
según  el  país  y según  el  momento.  Sin  embargo,  la  opción  por  los  pobres  parece  ser 
una  constante  que  guiará  a las  comunidades  de  creyentes  al  situarse  para  su  encuen- 
tro con  Dios  y con  la  Palabra  de  Dios. 

Ya  los  proyectos  creativos  específicos  en  una  ciudad  determinada  de  un  país 
dado  en  una  década  particular  serán  objeto  de  discernimiento  de  parte  de  las  comu- 
nidades. En  el  acto  de  leer  el  texto  bíblico  la  comunidad  buscará  el  discernimiento 
de  su  situación  particular.  Parte  importante  de  esta  búsqueda  será  una  conciencia  de 
la  realidad  social  en  la  cual  le  toca  vivir  su  vida  y también  de  los  proyectos  de  Dios 
que  se  reflejan  en  los  textos. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BIBLICA  LATINOAMERICANA,  No.  32 


81 


4.3.  Respetar  la  alteridad  del  texto 

En  América  Latina  vivimos  en  sociedades  formalmente  cristianas.  En  tales 
sociedades  la  Biblia  tiene  un  peso  social,  aún  para  los  ateos  o para  los  que  no  prac- 
tican los  ritos  de  ninguna  confesión  cristiana.  La  Biblia  es  una  fuerza  social.  Al  leer- 
la tenemos  que  estar  siempre  conscientes  de  que,  en  estas  sociedades,  la  interpreta- 
ción bíblica  tiene  consecuencias  y que,  por  lo  tanto,  no  puede  hacerse  a la  ligera. 

Como  creyentes,  tendremos  utopías  y proyectos  que  nos  son  muy  preciados. 
La  tentación,  dado  el  peso  social  de  la  Biblia,  será  hacer  de  la  lectura  un  ejercicio 
meramente  político,  un  esfuerzo  por  “traer  agua  a nuestro  molino”.  Por  supuesto,  en 
la  medida  en  que  nuestra  comunidad  está  inserta  en  un  proyecto  que  entiende  ser  el 
proyecto  de  Dios  debe  poder  apreciar  en  su  lectura  de  la  Biblia  una  coherencia  con 
ese  proyecto.  Y,  por  lo  tanto,  la  Biblia  servirá  como  refuerzo  en  la  composición  de 
su  fuerza  política.  Pero  es  importante  no  olvidar  que  el  texto  surge  en  otra  sociedad 
y en  otra  época  que  la  nuestra.  Los  proyectos  del  pueblo  de  Israel  o de  Jesús  y sus 
discípulos  no  pueden  ser  sin  más  nuestros  proyectos.  Una  demanda  de  cualquier  her- 
menéutica consciente  de  la  dimensión  política  es  reconocer  la  alteridad  del  texto  bí- 
blico. Las  sociedades  en  las  cuales  se  produjeron  los  textos  bíblicos  eran  muy  dife- 
rentes de  las  nuestras.  Aunque  había  intercambio  de  bienes  fabricados,  estos  merca- 
dos no  tenían  el  carácter  totalizante  que  tiene  el  Mercado  Global  de  hoy.  Aunque  ha- 
bía en  la  antigüedad  como  hoy  matrimonios  y familias,  el  papel  que  jugaban  en  las 
vidas  de  las  personas  no  era  el  mismo  que  las  que  juegan  en  las  vidas  de  las  perso- 
nas hoy. 

Si  logramos  reconocer  el  aspecto  político  en  la  producción  de  libros  como 
Amos,  digamos,  o Lucas,  estaremos  mejor  situados  para  leer  estos  textos  como  Pa- 
labra de  Dios  sin  dejar  que  ello  nos  vuelva  impositivos  hacia  quienes  no  comparten 
nuestros  proyectos.  Toda  lectura  bíblica  tiene  un  aspecto  político  así  como  todo  tex- 
to tiene  un  proyecto  político  que  afectó  su  producción.  Es  una  perogrullada  decir 
que,  aunque  Dios  no  puede  crear  sino  usando  la  mediación  de  proyectos  históricos 
concretos,  su  accionar  creativo  rebasa  cualquier  proyecto  y dejará  atrás  cualquiera 
de  ellos.  Esta  relativización  de  nuestros  proyectos  políticos  es  importante  en  un 
mundo  que  evoluciona  a un  ritmo  acelerado.  El  avance  de  la  creación  temprano  o 
tarde  nos  dejará  atrás  a cualquier  comunidad.  Cuando  entendamos  nuestra  Biblia  co- 
mo un  grupo  de  libros  insertos  en  este  avance  creador  y nuestra  lectura  de  ellos  co- 
mo parte  también  de  ese  avance,  podremos  valorar  la  importancia  de  la  lectura  bí- 
blica así  como  el  alcance  limitado  de  ella.  ¡Dios  nos  ayude  en  nuestra  práctica  pas- 
toral a ejercer  el  discernimiento  conveniente  en  la  interpretación  bíblica! 


Jorge  Pixley 

Apartado  Postal  2555 

Managua 

Nicaragua 


UWE  WEGNER 


ASPECTOS  DE  LA  CIUDADANÍA 
EN  EL  MOVIMIENTO  DE  JESÚS  Y 
LAS  PRIMERAS  COMUNIDADES 
APOSTÓLICAS 


Resumen 

El  amor  de  Dios  en  Jesús  valorizó  y dignificó  a todas  las  personas,  en  especial  aque- 
llas que,  por  condición  social  o estigma  moral,  eran  marginadas  y separadas  de  la 
convivencia  social  y religiosa.  Después  de  la  resurrección  el  derramamiento  del  es- 
píritu, con  la  infusión  de  sus  dones  en  los  cristianos,  representó  una  señal  de  que 
Dios  quiere  la  participación  de  todas  las  personas  en  el  proceso  de  construcción  de 
una  iglesia  y sociedad  fraternas.  La  opción  por  la  participación  en  la  construcción 
de  nuevos  espacios  de  vida  requiere  de  formación/información,  conciencia  crítica, 
una  nueva  mentalidad  y apertura  para  renunciar  y romper  con  viejos  órdenes  y va- 
lores. 

Abstract 

The  love  of  God,  in  Jesús  Christ,  valued  and  dignified  all  persons,  especially  those 
who,  because  of  their  social  condition  and  moral  stigma,  were  marginalized  and 
withdrawn  from  the  social  and  religious  fellowship.  After  his  resurrection,  the  pou- 
ring  of  the  Holy  Spirit,  with  its  gifts  to  the  Christians  represented  a sign  that  God 
wants  the  participation  of  all  people  in  the  process  of  construction  of  a fraternal 
Church  and  society.  The  optionfor  the  participation  in  the  construction  of  new  spa- 
ces  of  lije  requires  formation/information,  critical  consciousness,  a new  mentality, 
and  openness  to  relinquish  and  brake  aw ay  from  oíd  orders  and  valúes. 


Introducción 

En  el  libro  de  Pedro  Demo,  “ Ciudadanía  tutelada  y ciudadanía  asistida”,  lee- 
mos sobre  nuestra  temática: 

“La  ciudadanía  es  definida  como  competencia  humana  de  hacerse  sujeto  pa- 
ra hacer  historia  propia  y colectivamente  organizada.  Para  el  proceso  de  formación 
de  esa  competencia  algunos  componentes  son  cruciales,  como  la  educación,  la  orga- 
nización política,  la  identidad  cultural,  la  información,  la  comunicación  y,  sobre  to- 
do, el  proceso  de  emancipación.  Éste  se  funda  desde  el  principio  en  una  capacidad 
crítica  para  intervenir  de  modo  alternativo,  con  esta  base,  en  la  realidad.  El  desafío 
mayor  de  la  ciudadanía  está  en  la  pobreza  política,  que  está  en  la  raíz  de  la  ignoran- 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  No  32 


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cia  acerca  de  la  condición  de  masa  del  sector  obrero.  No  ciudadano  es,  sobretodo, 
quien,  por  estar  cohibido  de  una  toma  de  conciencia  crítica  de  la  marginación  que 
le  es  impuesta,  no  se  da  la  oportunidad  de  conocer  una  historia  alternativa  y de  or- 
ganizarse políticamente  para  ello.  Entiende  la  injusticia  como  destino.  Produce  la  ri- 
queza de  otro  sin  participar  de  ella”1. 

Demo  llama  nuestra  atención  sobre  el  hecho  de  que  “la  ciudadanía”  por  sí  so- 
la no  representa,  todavía,  una  solución  efectiva  para  la  construcción  de  una  demo- 
cracia libre  y soberana.  Es  mucho  más  necesario  que  se  perciba  y se  aprenda  a dis- 
tinguir los  distintos  ropajes  dentro  de  los  cuales  la  ciudadanía  se  presenta  en  la  prác- 
tica, a fin  de  que  se  pueda  optar  por  el  modelo  más  efectivo  y liberador.  Sintética- 
mente, los  siguientes  tres  ropajes  son  aquellos  con  los  que,  según  el  autor,  se  expe- 
rimenta la  ciudadanía: 

a)  Ciudadanía  tutelada-  Cultivada  entre  los  círculos  de  derecha,  es  “aquella 
que  se  tiene  como  dádiva  o concesión  desde  los  sectores  superiores.  En  la  reproduc- 
ción de  la  pobreza  política  de  las  mayorías,  no  se  da  suficiente  crítica  y competen- 
cia política  para  sacudir  la  tutela.  La  derecha  apela  hacia  el  clientelismo  o paterna- 
lismo  (...)  El  resultado  más  típico  de  la  ciudadanía  tutelada  (...)  es  una  reproducción 
indefinida  de  siempre  la  misma  élite  histórica”2.  Esta  ciudadanía  es  propia  de  una 
ideología  liberal  que  propone  un  estado  subsidiario  y privatizado  por  las  oligarquías, 
con  políticas  sociales  residualistas  sectoriales 

b)  Ciudadanía  asistida-  cultivada,  según  el  autor,  en  ciertos  círculos  de  iz- 
quierda, que  presenta  un  grado  un  poco  más  elevado  de  conciencia  política,  carac- 
terizándose por  la  reivindicación  del  derecho  a la  asistencia,  derecho  reconocido  en 
cualquier  democracia.  “Entretanto,  el  preferir  la  asistencia  a la  emancipación,  crea 
también  una  reproducción  de  la  pobreza  política,  en  la  medida  en  que  mantiene  in- 
tacto el  sistema  productivo  y pasa  de  largo  de  las  relaciones  de  mercado;  no  se  com- 
promete con  quien  necesita  de  la  igualdad  de  oportunidades.  La  inserción  de  la  po- 
blación en  un  sistema  siempre  falto  de  beneficios  estatales  es  el  principal  obstáculo. 
Maquillan  la  marginación  social.  No  se  confrontan  con  ella”.  Esta  es  la  ciudadanía 
propia  de  una  ideología  neo-liberal,  con  un  estado  protector  de  políticas  sociales 
sectorialistas  asistenciales3. 

c)  Ciudadanía  emancipada-  Visualiza  la  construcción  de  una  sociedad  alter- 
nativa, con  base  de  sustentación  en  la  organización  popular,  en  la  aptitud  laboral  y 
en  el  principio  de  la  igualación  de  oportunidades.  Tiende  a un  estado  legítimo  orga- 
nizado para  la  prestación  de  servicios  públicos,  debidamente  controlado  por  la  so- 
ciedad, que  tenga  como  objetivo  la  plena  conquista  de  los  derechos  humanos.  Su 
preferencia  es  una  política  social  de  desarrollo  humano  sustentado4. 

En  la  práctica,  estos  tres  tipos  diferentes  de  ciudadanía  no  pueden  ser  tan  cla- 
ramente separados  como  es  posible  hacerlo  en  una  reflexión  teórica.  La  ciudadanía 
emancipada  como  conquista  real  solo  es  perceptible  en  pocos  sectores  de  la  vida  pú- 
blica y,  aun  así,  muchas  veces  se  mezcla  con  cierta  dosis  de  ciudadanías  tuteladas  o 
asistidas.  Permanece,  por  esa  razón,  una  realidad  parcial,  cuya  plenitud  representa 
un  continuo  desafío. 


' P.  Demo,  Cidadania  tutelada  e cidadania  assistida,  p.  1 -2. 

- P.  Demo,  op  cit.,  pp.  6 y 38 

3 P.  Demo,  op.  cit.,  pp.  6-7  y 38. 

^ P.  Demo,  op.cit.,  p.33ss. 


84 


UWE  WEGNER,  Aspectos  de  la  ciudadanía  en  el  movimiento  de  Jesús... 


En  la  Biblia  la  cuestión  de  la  ciudadanía  es  de  suma  importancia.  La  historia 
que  presenta  el  Antiguo  Testamento  puede  ser  descrita  como  la  historia  de  un  pue- 
blo que  busca  y lucha  insistentemente  por  la  ciudadanía,  por  derechos  y espacios  pa- 
ra una  vida  digna,  fraterna  y justa.  El  Nuevo  Testamento  nos  narra  la  continuidad  de 
esta  historia  y de  esta  lucha,  y sobre  todo  su  aplicación  para  el  ámbito  de  todos  los 
pueblos,  o sea,  del  pueblo  universal  de  Dios.  En  las  páginas  que  siguen,  procurare- 
mos esbozar  algunos  de  los  reclamos  de  ciudadanía  encontrados  en  el  Nuevo  Testa- 
mento, destacando  los  sinópticos  y las  cartas  paulinas.  Nuestra  propuesta  es  triple: 
en  primer  lugar,  entendemos  que  la  manera  de  concebir  a Dios,  la  fe  y las  responsa- 
bilidades cristianas  puede  determinar  profundamente  si  el  cristianismo  se  hace  alia- 
do o enemigo  de  la  construcción  de  una  ciudadanía  democrática  y participativa. 
Además,  las  iglesias,  lejos  de  representar  clausuras  religiosas  que  nada  tienen  que 
ver  con  la  ciudadanía,  son  en  verdad  sectores  privilegiados,  en  el  seno  de  cuyas  co- 
munidades el  ejercicio  de  la  ciudadanía  o su  alienación  puede  ser  probado  de  una 
manera  muy  singular.  Y por  último,  no  hay  en  la  Biblia  una  separación  entre  lo  re- 
ligioso y lo  profano.  Si  su  mensaje  es  favorable  a la  ciudadanía,  lo  será  tanto  con  re- 
lación a la  esfera  de  lo  religioso  como  también  con  relación  a las  demás  esferas  de 
la  vida,  como  la  social,  cultural,  económica  y/o  política. 

I.  La  gracia  del  amor  de  Dios  como  fundamento  de  una 
ciudadanía  que  no  excluye  a nadie 

1.1.  Jesús  proclama  un  Dios  amoroso  con  todas  sus  creaturas. 

Jesús  y el  movimiento  que  él  crea  presentan  una  tendencia  fuertemente  con- 
traria a mecanismos  de  selección  y segregación  existentes  en  los  más  diversos  sec- 
tores de  la  sociedad  de  su  tiempo.  Esto  implica  que  Jesús  se  hace  abogado,  defensor 
y animador  de  las  personas  o grupos  marginados.  Su  movimiento  es  esencialmente 
inclusivo,  lo  que  explica  que  abrace  también  y especialmente  a los  más  miserables 
como  sus  hermanos  más  pequeños  en  Mt  25,  31-46  (vv.40.45),  los  “últimos”  de  las 
filas  en  busca  de  empleo  en  Mt  20,  1 - 1 5(vv.8. 12.14)  o los  incultos  y sencillos  en  Mt 

I I , 25.  Algunos  ejemplos  pueden  ilustrarlo: 

1 . Los  pobres.  Estos  son  económicamente  descartables,  no  son  interesantes 
para  la  producción  y el  consumo.  En  la  época  de  Jesús  eran  personas  como  los  in- 
digentes, desempleados  y mendicantes,  cuya  mayor  característica  residía  en  que  no 
tenían  condiciones  (salud,  empleo)  o recursos  (bienes,  dinero,  tierra)  para  poder  so- 
brevivir a costa  propia.  Personas  mal  remuneradas,  con  bajas  rentas  o poca  tierra 
para  trabajar  no  se  denominaban  “pobres”  ( ptójoí ),  sino  “necesitados”  (pénetes ).  Es- 
tos últimos  (cf.  Le  21,2;  2Co  9,9)  precisaban  el  trabajo  arduo  y el  ahorro  constante 
para  sobrevivir,  mas  no  dejaban  de  poseer  un  mínimo  indispensable  para  las  necesi- 
dades básicas.  Los  pobres  (ptójoí)  a los  cuales  se  refiere  Jesús,  al  contrario,  eran  in- 
digentes: se  encontraban  totalmente  a merced  de  ayuda  o caridad  de  terceros  (cf.  Le 
4,18:6,20;  7,22;  11,5;  1 8,22;  21,3  y otros)5. 

2.  Las  prostitutas  y adúlteras.  Eran  doblemente  marginadas,  como  mujeres 
(socialmente)  y como  prostitutas  y adúlteras  (moral  y religiosamente).  Jesús  defien- 


5 E.  W.Stegemann,  Urchrisliche  sozialgeschichte.  Stuttgart,  Kohlhammer,  1995,  pp. 88-93;  J.  L.  Se- 
gundo, El  hombre  de  hoy  ante  Jesús  de  N azare  t,  II/l , pp.  1 76ss. 


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de  a una  adultera  en  Jn  8, 1 ss  y exalta  a las  meretrices  en  Mt  2 1 ,3 1 ss  por  la  disposi- 
ción al  arrepentimiento  y fe. 

3.  Los  pecadores  y publícanos.  Eran  personas  especialmente  estigmatizadas 
en  la  sociedad,  sobretodo  por  sus  infracciones  morales  notorias.  Jesús  comparte  con 
ellos  la  comida  y es  conocido  como  “amigo  de  publícanos  y pecadores”  (Me  2,  15- 
17  y par.  ; Le  7,34;  15,  1-2). 

4.  Los  poseídos.  Éstos  sufren  un  estigma  social  (incomunicabilidad)  y reli- 
gioso (poseídos  por  el  diablo/demonios).  Jesús  practica  exorcismos  y devuelve  a los 
poseídos  la  razón  y la  capacidad  de  comunicación  social  (Me  5,15;  7,35;  Le  1 1,20). 

5.  Los  somántanos.  Su  estigma  social  religioso  hacía  que  fuesen  considera- 
dos como  semi-judíos  o gentiles,  por  los  judíos.  Jesús  los  coloca  como  ejemplos  de 
gratitud  a Dios  y el  amor  al  prójimo  (Le  17,1  lss;  10,25ss). 

Estos  ejemplos  bastan  para  comprobar  que  el  movimiento  de  Jesús  es  esen- 
cialmente incluyente,  con  una  fuerte  propensión  para  amparar,  defender,  y enaltecer 
a aquellas  personas  o grupos  de  personas  que  corrían  el  mayor  peligro  de  rechazo, 
discriminación  y explotación  social  y religiosa.  A los  ejemplos  citados  podríamos 
añadir  los  perseguidos  (Mt  5,10-12),  los  que  lloran  y pasan  hambre  (Mt  5,4.6),  los 
forasteros  y desnudos  (Mt  25,38),  los  enfermos  de  todos  los  tipos  (Mt  25,39;  Me 
1,32-34),  los  niños  (Me  9,33-37;  10,13-16),  las  mujeres  en  general,  los  leprosos  (Me 
1 ,4 1 ss),  los  gentiles  (Mt  8,1 1-12). 

Jesús  justifica  su  proceder  acogedor  con  palabras  como  las  de  Me  2,17:  “Los 
sanos  no  precisan  de  médicos,  mas  sí  los  enfermos;  no  he  venido  para  llamar  a jus- 
tos sino  a pecadores”,  o Mt  10,6:  “busquen,  preferentemente,  las  ovejas  perdidas  de 
la  casa  de  Israel”.  Palabras  como  éstas  explican  la  práctica  de  Jesús.  Sin  embargo 
aún  falta  la  razón  mayor  que  justifique  esta  práctica.  Para  eso  nos  remitimos  a su 
concepción  sobre  Dios.  En  un  primer  texto,  Mt  5,45,  Jesús  nos  presenta  un  Dios  que 
ama  indistintamente  a todas  sus  criaturas,  pues  “hace  nacer  el  sol  sobre  buenos  y 
malos  y hace  llover  sobre  justos  e injustos”.  Así  ya  se  expresaba  la  sabiduría  del  AT: 
“Bueno  es  Yavé  para  con  todos  y compasivo  con  todas  sus  obras”  (Sal  145,9).  Esta 
justificación  es  complementada  con  una  segunda,  ofrecida  sobre  todo  en  la  tradición 
de  las  parábolas,  en  especial  aquellas  que  tratan  de  la  aceptación  y acogida  de  los 
perdidos  por  parte  de  Dios:  las  parábolas  de  la  oveja  perdida,  de  la  moneda  perdida 
o del  hijo  que  se  perdió  (Le  15,3-7.8-10.1 1-32).  También  parábolas  como  las  del  fa- 
riseo y el  publicano  (Le  18,9-14)  y de  los  trabajadores  de  la  viña  (Mt  20,1-15).  To- 
das ellas  muestran  un  Dios  que,  curiosamente,  va  en  busca  de  aceptar  y acoger  pe- 
cadores y perdidos,  en  vez  de  condenarlos  y rechazarlos.  Así,  Jesús  necesita  defen- 
der la  inclusión  de  todos  y todas  como  receptores  del  amor  gratuito  de  Dios  porque, 
en  su  concepción.  Dios  actúa  como  un  creador  que  es  misericordioso  y bueno  para 
con  todas  sus  criaturas  (Mt  5,45;  Me  10,18). 

Esta  posición  de  Jesús  implicó  la  necesidad  de  realizar  tres  correcciones  en 
las  concepciones  de  su  época.  La  primera  fue  con  relación  al  mandamiento  de  amor 
al  prójimo6.  En  la  época  del  NT  este  mandamiento,  testimoniado  ya  en  Lv  19,18, 
j era  interpretado  casi  exclusivamente  de  forma  restringida  y aplicado  únicamente  a 
personas  del  mismo  pueblo  judío  (a  pesar  de  Lv  19,34).  Para  Jesús,  el  prójimo  no 


6 G.  Theissen  y A.  Mertz,  Der  historische  Jesús.  Gottingen,  Vandenhoeck  & Ruprecht,  1996, 
pp. 345-349. 


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es  sólo  el  vecino  y compatriota  judío,  sino  que  puede  serlo  cualquier  persona,  no 
importa  su  clase,  etnia,  color,  grupo  o credo  religioso.  O sea,  en  Jesús  el  manda- 
miento de  amor  al  prójimo  tiene  la  función  de  permitir  el  rompimiento  de  barreras 
comúnmente  impuestas  por  la  sociedad,  posibilitando  relaciones  igualitarias  y fra- 
ternas entre  opuestos  aparentemente  difíciles  o imposibles  de  conciliar,  como  blan- 
cos y negros,  pobres  y ricos,  gentiles  y judíos,  justos  y pecadores.  De  ahí  las  pala- 
bras: “si  amáis  a los  que  os  aman...  ¿qué  recompensa  tendréis?¿  No  hacen  lo  mis- 
mo los  publícanos?  Y si  saludáis  a vuestros  hermanos  solamente...  ¿qué  hacéis  de 
más?  Por  tanto  debéis  ser  perfectos  como  vuestro  padre  que  está  en  los  cielos  es 
perfecto”  (Mt  5,46-48). 

Paralelamente  a esta  ampliación  del  concepto  de  “prójimo”  hay  una  segunda 
corrección  efectuada  por  Jesús.  Ésta  es  respecto  al  espacio  reservado  a los  gentiles 
dentro  de  la  nueva  realidad  del  reino  de  Dios.  Jesús,  en  verdad,  no  propuso  una  mi- 
sión directa  a los  mismos  (Mt  10,5ss).  Por  otro  lado,  se  distancia  también  de  colo- 
carlos como  enemigos  de  Dios,  que  deben  ser  exterminados,  como  era  usual  en  su 
época.  Positivamente,  no  se  niega  a abarcarlos  en  sus  milagros  (Le  7,1-10;  Me  7,24- 
30)  o exaltarlos  por  su  ejemplo  de  fe  (Le  4,25-27;  1 0, 1 3s;  13,28s).  O sea,  la  concep- 
ción de  un  Dios  amoroso  para  con  todos  y todas,  necesariamente  llevó  a corregir 
también  la  concepción  de  los  gentiles  como  más  detestados  y -en  la  concepción  de 
la  época-  distantes  del  Dios  de  Israel.  Esto  traería  enormes  consecuencias  para  las 
comunidades  de  la  primera  cristiandad. 

Por  último,  cabe  destacar  la  ampliación  efectuada  en  el  concepto  de  familia 
dei.  Para  Jesús,  la  raíz  del  amor  de  Dios  está  en  la  ruptura  con  todos  los  exclusivis- 
mos tan  característicos  de  las  solidaridades  grupales,  acuñadas  por  lo  que  se  suele 
denominar  los  males  del  corporativismo.  Él  hace  prevalecer  los  lazos  para  con  Dios 
por  encima  de  los  lazos  naturales  como,  por  ejemplo  los  de  sangre  (Me  3,20-2 1.31- 
35;  Le  12,51-53;  Mt  10,34.36),  haciendo  posible  la  formación  de  una  familia  uni- 
versal y sin  fronteras,  caracterizada  por  la  solidaridad  de  todos  los  que  aceptan  y 
procuran  orientarse  por  el  amor  y la  voluntad  de  Dios  (Me  10,28-30;  Rm  8,12-17; 
Ga  3,23-29). 

Estas  tres  correcciones  efectuadas  por  Jesús  son  producto  de  su  concepción 
de  la  forma  de  actuar  de  Dios:  un  Dios  que  acoge  pecadores,  busca  lo  perdido,  pre- 
fiere la  misericordia  a los  sacrificios.  El  reino  de  Dios  es  la  soberanía  de  esta  acep- 
tación y amor  que  no  excluye  a nadie.  Ciudadanía,  es  según  los  evangelios,  prime- 
ramente la  proclamación  en  defensa  de  esta  lógica  de  actuar  de  Dios  en  la  iglesia  y 
sociedad.  Jesús  mostró  a todos  los  oprimidos  y excluidos  como  criaturas  que,  a los 
ojos  de  Dios,  poseen  un  valor  inestimable  e inalienable.  Esta  última  es  la  razón  por 
la  cual  ejercer  la  ciudadanía  dentro  de  una  óptica  cristiana  significa  respetar  y recla- 
mar, para  todas  las  personas,  el  derecho  de  aceptación  y respeto  por  parte  de  sus  au- 
toridades, grupos  y semejantes. 

1.2.  El  Dios  amoroso  e incluyente  de  Pablo 

En  las  comunidades  paulinas  se  defendía  la  misma  lógica  incluyente  del  amor 
de  Dios,  ahora  en  la  nueva  situación  post-pascual,  con  actualizaciones  diferenciadas. 
La  mayor  novedad  la  constituye  Pablo  al  poner  las  bases  definitivas  para  la  supera- 
ción de  la  más  notoria  exclusión  religiosa  de  su  época,  a saber,  la  exclusión  de  los 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BIBLICA  LATINOAMERICANA,  No.  32 


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gentiles  del  pueblo  elegido  y querido  por  Dios7:  “ ¿Acaso  es  Dios  sólo  de  los  judíos? 
¿No  es  también  de  los  gentiles?  Por  cierto  que  también  de  los  gentiles,  pues  hay  un 
solo  Dios,  que  justifica  los  circuncisos  por  la  fe  y también  por  la  fe  a los  incircunci- 
sos” (Rm  3,29s).  El  reconocimiento  de  la  aceptación  de  pecadores  por  parte  de  Dios 
abrió  a Pablo  la  percepción  de  la  estima  divina  por  todas  las  demás  categorías  sin 
valor,  honra  o status.  Esto  se  tornaba  más  evidente  a partir  del  propio  Cristo,  salva- 
dor, crucificado  en  deshonra  y abandono  (1  Co  1-4).  Frente  al  hecho  de  la  cruz  Pa- 
blo concluye,  al  igual  que  Jesús,  que  Dios  escoge  justamente  aquello  que  presenta 
locura  y debilidad  en  el  mundo,  lo  que  en  el  mundo  es  vil  y despreciado,  lo  que  no 
es  nada  para  el  mundo  (ICo  1,26-29). 

En  la  práctica,  esta  convicción  hace  de  Pablo  un  defensor  de  varias  categorías 
marginadas,  además  de  la  de  los  ya  mencionados  gentiles,  como 

1 . Los  pobres.  Se  refiere  a su  trabajo  para  el  beneficio  de  los  pobres  de  Je- 
rusalén  (2  Co  8-9)  y en  defensa  de  los  de  Corinto  (1  Co  1 1,21-22); 

2.  Personas  de  poco  saber:  Rm  12,16;  1 Co  8,1-2; 

3.  Personas  de  dones  poco  prestigiados:  Rm  12,3;  1 Co  12,12-27; 

4.  Personas  de  fe  débil:  Rm  1 4, 1 ss;  1 Co  8,7-13; 

5.  Artesanos:  1 Ts  4,9-1 2,  etc. 

Es  justamente  en  la  debilidad  que,  para  el  apóstol,  se  revela  Dios  (2  Co  12,7- 
10).  Por  eso,  el  elemento  fundamental  de  la  ciudadanía,  la  aceptación  y valoración 
de  todas  las  personas  y grupos  de  personas  sin  excepción,  está  presente  en  la  teolo- 
gía paulina  con  rigor  indiscutible.  El  amor  y gracia  de  Cristo  representan  la  digni- 
ficación de  todos  como  hijos  e hijas  de  un  mismo  padre  y madre  celestiales  y,  por 
consecuencia,  como  hermanos  y hermanas  entre  sí.  La  ciudadanía  inclusiva  otorga- 
da por  Dios  reclama  la  fraternidad  entre  los  seres  humanos:  “Nosotros  conocemos  y 
creemos  en  el  amor  que  Dios  tiene  por  nosotros.  Dios  es  amor,  y aquel  que  perma- 
nece en  el  amor  permanece  en  Dios  y Dios  en  él”  (1  Jn  4,16). 

2.  Aspectos  de  ciudadanía  en  el  movimiento  de  Jesús  y 
las  comunidades  paulinas 

2.1.  Formación  - Información 

Para  un  buen  ejercicio  de  la  ciudadanía  es  necesaria  la  formación  e informa- 
ción. La  información  ayuda  a darle  calidad  a la  formación  en  el  sentido  de  abaste- 
cerle de  subsidios  y argumentos  para  un  discernimiento  más  preciso  de  los  diversos 
asuntos.  La  formación  es  esencial  para  la  emisión  de  juicios  propios. 

A pesar  de  que  no  sabemos  detalles  sobre  el  proceso  de  formación  de  Jesús, 
podemos  desprender  de  los  evangelios  que  él  tenía  amplios  conocimientos  de  las  Es- 
crituras Sagradas,  tanto  como  de  las  tradiciones  de  los  ancianos.  De  esto  da  prue- 
ba su  participación  en  las  sinagogas  (Me  1,21-28;  6,1-6;  Le  4,16-30)  y sus  contro- 
versias con  escribas  y fariseos  en  cuestiones  relacionadas  con  la  ley  y las  costum- 


7 E.  Hoornaert.  A memoria  do  novo  cristcio.  Petrópolis,  Vozes,  1986,  pp.50ss  y J.  Comhlin,  Paulo , 
apóstolo  de  Jesús  Cristo.  Pelrópolis.  Vozes,  1993,  pp.54ss 


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UWE  WEGNER,  Aspectos  de  la  ciudadanía  en  el  movimiento  de  Jesús... 


bies  (Me  2,18-22.23-28;  7,1-23;  Mt  5,17-48;  23;  Le  1 l,37ss,  etc.).  Jesús  hace  una 
lectura  muy  crítica  del  saber  de  los  escribas:  “Atan  fardos  pesados  y los  ponen  so- 
bre los  hombros  de  los  hombres,  mientras  que  ellos  mismos  ni  con  el  dedo  quieren 
moverlos”  (Mt  23,3).  A esto  se  contrapone  un  saber  propio,  que  representa  un  yugo 
suave  y un  fardo  leve,  no  destinado  a una  sobrecarga,  sino  a un  alivio  (Mt  1 1 ,28-30). 
Su  saber  no  era  únicamente  grande  en  el  área  de  las  Sagradas  Escrituras,  sino  tam- 
bién en  lo  que  concierne  a los  usos  y costumbres  de  su  mundo  circundante,  el  que 
se  evidencia,  sobretodo,  por  sus  parábolas.  También  en  otras  áreas,  Jesús  procuraba 
mantenerse  informado  y actualizado:  se  informaba  sobre  las  acciones  y la  enseñan- 
za realizadas  por  sus  discípulos  (Me  6,30),  solicitaba  que  éstos  procurasen  examinar 
con  sus  propios  ojos  lo  que  hay  disponible  de  comida  (Me  6,38;  “¡Id,  ved!”),  obser- 
vaba atentamente  toda  la  situación  en  el  templo,  antes  de  expulsar  a los  vendedores 
(Me  11,11.15-19),  etc. 

La  importancia  atribuida,  por  Jesús,  al  saber  se  transparenta  nítidamente  en  el 
espacio  reservado  a la  formación  e información  para  sus  seguidores.  Inicialmente  se 
constata  que  Jesús  exaltaba  el  saber  popular,  distinguido  claramente  del  saber  pro- 
fesionalizado de  los  “sabios  e instruidos”  (Mt  1 1,25).  Para  que  su  enseñanza  pudie- 
se ser  captada  con  mayor  interés  y facilidad,  la  presentaba  seguidamente  en  forma 
de  historias  y parábolas,  evitando  grados  de  abstracción  intelectuales  con  los  cuales 
sus  oyentes  no  se  encontraran  familiarizados,  entrando,  de  esa  manera,  directamen- 
te en  su  campo  referencial  (Me  4,33s).  Con  sus  historias  y parábolas  Jesús  daba  prio- 
ridad al  terreno  de  la  conducta,  de  la  práctica  y la  experiencia,  en  detrimento  del  te- 
rreno de  las  ideas:  en  ello  residía  su  fuerza  de  persuasión*. 

Además  apelaba  directamente  al  juicio  de  los  propios  oyentes  a través  de  pre- 
guntas sugeridas  en  el  inicio  o en  el  final  de  las  narrativas* 9. 

Digno  de  nota  es  también  el  hecho  de  que  Jesús  había  abogado  por  la  multi- 
plicación de  los  saberes,  y esto  no  sólo  entre  los  hombres,  como  era  normal  en  su 
época,  mas  también  entre  las  mujeres  (Me  15,40-41;  Le  10,38-42:  v.39).  Pasado  el 
tiempo  de  un  aprendizaje  fundamental,  sus  discípulos  eran  enviados  entre  el  pueblo 
para  predicar,  enseñar  y curar  (Me  3, 1 3ss;  6,7ss).  Él  no  defendía  el  monopolio  del 
saber,  como  los  escribas.  Por  otro  lado,  el  contenido  básico  de  su  enseñanza  no  pu- 
do haber  sido  complicado,  pues  eso  superaría  el  período  relativamente  corto  de  for- 
mación de  sus  discípulos.  Concluimos  de  allí  que,  en  el  fondo,  la  novedad  del  evan- 
gelio es  un  mensaje  límpido  y cristalino,  cuyo  mayor  problema  no  radica  en  la  com- 
prensión de  su  contenido,  sino  únicamente  en  las  eventuales  resistencias  para  la 
aceptación  de  su  verdad. 

Cuan  importante  era  la  formación  de  los  discípulos  y del  pueblo  para  Je- 
sús aparece  dado  por  la  estadística:  el  término  “Maestro”  le  es  atribuido  45  ve- 
ces, mientras  que  el  de  predicador,  ninguna.  En  cuanto  a los  verbos  correspon- 
dientes, 45  veces  es  empleado  “enseñar”,  mas  solo  1 1 veces  “predicar”.  Sintomá- 
ticos son  también  los  términos  utilizados  para  designar  a sus  seguidores  y al  men- 
saje de  Jesús:  sus  seguidores  son  llamados  discípulos  ( mathétaP ")  más  de  230  ve- 


^ J.  Dupont,  Por  que  parábolas?  O método  parabólico  de  Jesús.  Petrópolis,  Vozes,  1980,  pp.  13s. 

9 Mt  18.33:20,15:21.28;  Me  12,9;  Le  7,42;  10,36;  18,7,  entreoíros. 

1()  En  singular,  mathétés  (discípulo,  aprendiz)  tiene  como  verbo  correspondiente  el  griego  manthánd 
= aprender. 


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ces  en  los  evangelios  y en  Hechos;  su  mensaje  es  caracterizado  como  enseñanza 
39  veces". 

Entre  los  cuatro  evangelios  es,  sobretodo,  el  primero,  Mateo,  el  que  más 
destaca  la  enseñanza  de  Jesús.  Dentro  de  su  óptica,  la  tarea  confiada  por  el  Cris- 
to resucitado  no  es  otra  sino:  “Hacer  discípulos  de  todas  las  naciones...  enseñán- 
doles a guardar  todas  las  cosas  que  os  he  ordenado”(Mt  28,18-19).  Hch  2,42  con- 
firma el  cumplimiento  de  la  tarea:  “Y  perseveraban  en  la  enseñanza  de  los  após- 
toles...” 

Esta  prioridad  dada  por  Jesús  al  enseñar  a sus  discípulos  y discípulas  contras- 
ta con  la  poca  importancia  dada  a la  formación  cristiana  en  muchas  iglesias  y parro- 
quias, fomentando  el  clericalismo,  pero  también,  como  en  el  caso  de  innumerables 
gobiernos  con  relación  a la  educación  fundamental  y de  nivel  superior,  incentivan- 
do la  ignorancia  y la  fácil  manipulación  del  pueblo. 

2.2.  Apropiación  de  saberes  en  las  comunidades  paulinas 

A semejanza  de  Jesús,  también  Pablo  es  polémico  contra  un  tipo  de  sabios  y 
sabiduría.  Contrapone  una  sabiduría  “humana”  a una  divina.  La  humana  es  la  sabi- 
duría de  los  fuertes,  para  los  cuales  la  debilidad  y la  cruz  no  pasan  del  escándalo  y 
la  locura.  La  divina  es  la  sabiduría  de  aquellos  que  consiguen  visualizar  la  presen- 
cia divina  también  en  lo  que  es  vil,  deshonroso,  abandonado,  y débil:  es  la  sabidu- 
ría de  la  cruz.  Es  porque  Dios  se  manifiesta  justamente  en  aquello  que  es  débil,  que 
el  apóstol  decide  predicar  a Jesús  crucificado  (1  Co  1,1 8-3 1 ). 

El  esfuerzo  del  apóstol  en  el  sentido  de  democratizar  y socializar  el  saber  en 
sus  comunidades  puede  ser  percibido  en  lo  siguiente: 

1.  Su  trabajo  de  formación  evangélica  es  esencialmente  participativo.  Pablo 
trabaja  prioritariamente  en  equipo.  El  número  de  sus  colaboradores  y colaboradoras 
sube  a más  de  40  en  sus  cartas,  incorporados  además  de  otros  12  nombres  en  He- 
chos y 10  en  las  cartas  pastorales12. 

2.  Pablo  no  acostumbra  a dar  recetas  terminadas  a las  comunidades.  Al  con- 
trario, presupone  en  ellas  una  madurez  para  discernir  lo  cierto  y lo  errado,  conve- 
niente e inconveniente.  Confía  en  que  cada  cristiano  tenga,  iluminado  por  el  espíri- 
tu divino,  el  discernimiento  para  emitir  juicios  propios  y maduros  sobre  lo  que  hay 
que  hacer  y lo  que  no  (Rm  12,1-2;  14,21-23;  1 Co  1 1,28-29;  2 Co  13,5;  Ga  6,4;  Flp 
1,9-10;  Ef  5,10;  1 Ts  5,21-22;  ver  también  Hb5,14)'\ 

3.  Para  el  apóstol,  la  riqueza  de  los  saberes  en  la  comunidad  no  es  fomenta- 
da por  los  conocimientos  particulares  de  cada  individuo,  sino  que  debe  ser  entendi- 
da como  un  producto  y concesión  del  Espíritu  Santo,  a través  de  los  carismas  con- 
cedidos para  la  construcción  de  la  fraternidad.  Es  el  espíritu  que  concede  su  sabidu- 


' ' J.  M.  Pnce.  A pedagogía  de  Jesús , 4ta  edición.  Río  de  Janeiro,  JUERP,  1983,  pp,15s.  El  autor  lla- 
ma la  atención  a la  designación  errónea  de  “Sermón  del  monte”  cuando,  en  verdad,  Mateo  no  hace  re- 
ferencia sino  a la  enseñanza:  “Y  él  se  puso  a enseñarles  diciendo...”  (Mt  5,2). 

Nélio  Schneider,  ‘Exer^am  a cidadania  de  modo  digno  do  evangelho  de  Cristo’:  O evangelho  na 
cidade”,  en  O.  Bobsin  (ed. ),  Desafíos  urbanos  á igreja.  Estados  de  casos.  Sao  Leopoldo:  Sinodal, 
1995,  pp.ISs  y el  estuduo  de  W.-H.  Ollrog,  Paulas  und  seine  Mitarbeiter  - Untersuchungen  zu  Theo- 
rie  und  Praxis  der  paulinischen  Mission.  Neukirchen-Vluyn,  Neukirchener  Verlag,  1979. 

J.  M.  Castillo,  O discernimento  cristáo.  Sao  Paulo,  Paulinas,  1989.  pp.57ss. 


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ría  a quien  le  place,  lo  que  impide  que  sea  privatizada  por  cualquier  grupo  o élite 
eclesial  (1  Co  12;  Rm  1 2,3ss;  Ef  4,1 1-1 2). 


2.3.  Criticidad 

Nadie  cambia  o desea  cambiar  algo  desde  la  condición  de  alienado,  en  tanto 
no  percibe  que  algo  está  errado,  es  injusto  o discriminatorio.  Para  el  ejercicio  de  la 
ciudadanía  es,  pues,  imprescindible  el  discernimiento  crítico.  Éste,  a su  vez,  va  a 
depender  de  los  valores  que  poseemos  y por  los  cuales  estamos  dispuestos  a vivir 
y luchar. 

La  persona  cristiana  posee  una  escala  de  valores  encabezada  por  dos  principios 
fundamentales:  a)  fidelidad  a Dios  y confrontación  con  toda  especie  de  idolatría,  y b) 
amor  al  prójimo  y confrontación  con  todo  lo  que  pueda  ser  perjudicial  y deshonrar  la 
dignidad  que  le  fue  atribuida  por  Dios  (Me  12,28-34;  Rm  13,8-10).  El  segundo  prin- 
cipio se  desdobla  en  varios  sub-principios,  como  defensa  de  la  vida  (Me  3,1-6;  Jn 
10,10),  de  la  verdad  (Jn  18,37),  de  la  igualdad,  de  la  participación,  etc.  El  ejercicio 
de  la  ciudadanía  en  este  sentido  se  manifiesta  en  una  espiritualidad  militante,  habien- 
do por  un  lado  tenaces  opositores  al  proyecto  de  una  nueva  sociedad  solidaria,  pero 
por  otro  quienes  están  dispuestos  a defenderla  por  todos  los  medios,  aun  al  costo  de 
pérdidas,  persecuciones  y de  la  propia  vida  (Me  9,34-37;  Mt  5,10-12). 

Este  discernimiento  crítico  aparece  prácticamente  en  cada  página  del  Nuevo 
Testamento  y abraza  todas  las  áreas  de  la  vida.  Las  riquezas  o su  acumulación,  am- 
pliamente prestigiadas  por  el  orden  económico  vigente  en  la  época  de  Jesús,  son  re- 
veladas como  idolatrías  (Mt  6,19-21;  Le  12,15-21).  El  ejercicio  del  poder,  apropia- 
do ya  antiguamente  por  las  pequeñas  élites  más  influyentes,  es  desenmascarado  co- 
mo opresión  o dominio  tiránico  (Me  10,42).  El  orden  social  vigente,  con  su  distan- 
cia clara  entre  maestros  y discípulos,  padres  e hijos,  guías  y seguidores,  es  relativi- 
zado;  “El  mayor  entre  vosotros  será  el  que  sirve”  (Mt  23,8-13);  la  práctica  de  la  re- 
ligión es  criticada,  pues  se  basaba  más  en  sacrificios  que  en  misericordia  y tendía  a 
ser  más  carismática  y menos  fraterna  (Mt  9,13;  12,7;  21;  12-13;  23,23;  7,21-23;  1 
Co  12-13).  A los  ojos  de  Cristo  y de  los  cristianos,  no  son  únicamente  algunos  sec- 
tores y esferas  de  la  vida  los  que  son  vistos  desde  otra  perspectiva  a través  de  la  fe, 
sino  todo  el  sistema  reinante.  Para  presentar  esta  radiografía  crítica  al  sistema  como 
totalidad,  Jesús  se  maneja  en  términos  de  generación  mala  y adúltera,  Juan  nos  ha- 
bla de  mundo  y Pablo  de  mundo  o presente  siglo14.  Según  Ga  1,4  Cristo  “se  entregó 
por  nuestros  pecados  a fin  de  librarnos  de  este  mundo  malo”.  Y 1 Jn  2,15-16  afirma: 
“No  améis  el  mundo...  porque  todo  lo  que  hay  en  el  mundo,  la  concupiscencia  de 
carne,  la  concupiscencia  de  los  ojos  y el  orgullo  de  las  riquezas,  no  procede  del  Pa- 
dre”. A la  luz  de  la  revelación  de  Dios,  el  “mundo”  es  revelado  como  malo  y corrup- 
to ( Jn  3,19-21),  que  mantiene  prisionera  la  verdad  en  la  injusticia  (Rm  1,18).  Y en- 
gaña a las  personas  con  una  falsa  paz  y seguridad,  destinadas  a la  rápida  destrucción 
(1  Ts  5,3).  Ante  este  sistema  a tal  punto  deformado,  lo  que  más  necesario  se  hace  es 
el  testimonio  de  la  verdad  (Jn  18,37). 


1 4 Mt  1 2,39.45;  1 6.4;  17.17/  Le  9.4 1 ; Me  8.38;  Jn  7,7. 19;  8,37.40.44;  1 Jn  2,9.11  16;  3,15.17;  Rm 
1 2,2;  1 Co  2.6-8;  2 Co  4.3-4;  Ga  1 ,4;  Ef  2,  2-3,  etc. 


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Ejercitar  la  ciudadanía  es  aprender  a ver  el  mundo  en  su  realidad  desnuda  y 
cruda  por  los  ojos  de  la  fe,  sin  ilusionarse  con  apariencias  y maquillajes  de  supues- 
tos benefactores  (Le  22,25),  perder  ingenuidades  y,  entonces  sí,  proclamar  la  verdad. 
Vivir  la  ciudadanía  es  realizar  una  radiografía  del  mundo  con  los  rayos  de  la  solida- 
ridad de  Cristo.  Sólo  así  estaremos  habilitados  para  una  práctica  solidaria  eficaz,  que 
escogerá  con  mucho  cuidado  compañeros  y compañeras  y que  renunciará  a las  alian- 
zas baratas  con  cualquier  grupo,  partidos  políticos  y gobiernos. 

2.4.  El  pensamiento  alternativo  - ¿Cómo  modificar  las  ideas? 

El  ejercicio  de  la  ciudadanía  evangélica  no  es  sólo  difícil  en  virtud  de  una  se- 
rie de  hábitos  y costumbres  adquiridas  y de  los  cuales  tenemos  dificultades  natura- 
les para  desprendemos,  sino  también  por  una  determinada  forma  de  pensar  y por 
ciertos  juicios  de  valor  profundamente  arraigados  en  las  mentes  y en  los  raciocinios 
de  cada  uno,  formando  una  serie  de  preconceptos  e ideas  con  las  cuales  defendemos 
nuestras  propias  opiniones  y rotulamos  principalmente  la  manera  de  pensar  de  otros. 
En  verdad,  nuestras  mentes  están,  en  su  mayoría,  prisioneras  de  un  cautiverio  pro- 
fundamente seductor,  pero  extremadamente  alienante  e interesado,  representado  por 
los  medios  de  comunicación  y,  por  extensión,  por  los  intereses  e ideas  que  defien- 
den. Los  medios  de  comunicación  de  masa  son  los  instrumentos  más  eficaces  para 
modelar  las  cabezas  y distorsionar  las  verdades.  Representan,  con  certeza,  la  forma 
más  difundida  y perjudicial  de  posesión  del  mundo  moderno. 

Según  Pablo,  la  voluntad  de  Dios,  no  se  descubre  o discierne  con  una  “cabe- 
za vieja”;  es  preciso  renovar  la  mente  (Rm  12,2),  ya  que  ésta  puede  ser  corrompi- 
da “apartándose  de  la  sincera  fidelidad  a Cristo”  (2  Co  1 1,3).  Sin  renovación  de  en- 
tendimiento no  se  crea  una  humanidad  nueva  (Ef  4,17-24).  ¿Cómo  hacer  para  que 
nuestra  mente  no  sea  corrompida,  y nuestros  juicios  no  sean  instrumentalizados  por 
intereses  ajenos  al  evangelio? 

El  mayor  servicio  que  puede  ser  prestado  actualmente  a una  ciudadanía  que 
no  quiera  ser  manipulada  e instrumentalizada  por  intereses  ajenos  al  evangelio  es  fo- 
mentar el  acceso  a una  información  alternativa.  Este  acceso  puede  ser  divulgado  a 
través  de  buenos  programas  de  radio  y televisión  (sobretodo  de  debates,  por  el  alto 
grado  de  información  que  acarrean),  de  notas  o revistas  críticas,  de  conferencias  y 
discusiones  públicas,  etc.  Existen  algunas  reglas  relativamente  simples  para  evitar 
juicios  manipulados  e inconsistentes.  Frente  a ciertos  hechos  ambivalentes,  el  juicio 
más  ponderado  será  generalmente  aquel  que  procura: 

□ escuchar  todas  las  voces  y facetas  del  acontecimiento; 

□ realizar  un  análisis  de  coyuntura; 

□ no  dejarse  llevar  por  las  simpatías; 

□ conocer  la  realidad  personalmente; 

□ someter  los  hechos  a un  juicio  de  valores  cristianos; 

□ adquirir  el  mejor  grado  de  información  posible  al  respecto15. 

La  “mente  de  Cristo”  deberá  estar  también  en  condiciones  de  evaluar  en  pro- 
fundidad las  imágenes  vinculadas  por  los  medios  de  comunicación  de  los  gobernan- 


' ^ C.  H.  Lindner,  Cidadania.  Faga  a sua  parte.  Sao  Leopoldo,  Sinodal,  1999,  pp. 54-56. 


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tes,  políticos  en  general  y demás  personas  de  renombre  o proyección  económica  y 
social.  El  marketing  elaborado  por  tales  personas  puede  ser  extremadamente  enga- 
ñoso. En  los  tiempos  de  Cristo  se  maquinaban  intenciones  ilegítimas  como  actos  de 
piedad  o beneficencia  (Mt  6,1-5.16;  23,25-26.27-31;  Me  12,40;  Le  22,25).  Actual- 
mente a través  de  los  medios,  ciertos  índices  de  rechazo  o repudio  a una  persona 
pueden  ser  fácilmente  revertidos  a través  de  un  buen  marketing.  Los  medios  enga- 
ñosos o inciertos  usados  para  ello  poco  interesan.  Lo  importante  es  lo  que  otros  van 
a pensar  de  la  persona,  no  lo  que  ella  efectivamente  es.  Lo  importante  es  aquello  que 
otros  piensan  que  quiere  hacer,  no  lo  que  efectivamente  realizará.  Por  eso  el  marke- 
ting no  pasa  muchas  veces  de  un  maquillaje  barato  que  no  resiste  el  juicio  crítico. 
Para  estos  casos  continua  vigente  el  llamado  de  atención  de  Cristo,  que  nos  enseña 
a no  juzgar  desde  las  intenciones  declaradas  sino  desde  los  frutos  efectivamente  ob- 
tenidos: “Por  sus  frutos  los  conoceréis”  (Mt  7,20).  También  es  necesario  tomar  en 
cuenta  que  un  marketing  auténticamente  cristiano  se  orientará  siempre  por  el  grado 
de  servicio  al  prójimo  por  parte  de  personas,  instituciones  o gobiernos,  y no  simple- 
mente por  su  mayor  o menor  aceptación  social  o popular  (Me  10,  43-45)16. 

2.5.  Ser  ciudadano  y participar  en  la  construcción  de  lo  nuevo. 

La  palabra  participación  no  tiene  hoy  la  fuerza  que  tuvo  en  años  anteriores. 
La  prioridad  actualmente  está  más  en  lo  individual  y subjetivo,  fomentados  por  el 
post-modernismo.  Cuando  el  asunto  es  la  ciudadanía,  sin  embargo,  la  participación 
asume  una  importancia  decisiva,  pues  donde  no  hay  participación  en  la  construcción 
de  una  nueva  sociedad,  esta  tarea  es  delegada  a terceros  que,  fácilmente,  son  instru- 
mentalizados  por  intereses  ajenos  al  evangelio.  El  resultado  es  que  no  se  construye 
una  nueva  sociedad,  sino  que  se  afirma  la  vieja  sociedad  excluyente  y opresora. 

En  las  iglesias  y comunidades  la  participación  es  señal  de  la  presencia  y ac- 
tuación del  Espíritu  entre  los  cristianos.  El  espíritu  da  a cada  persona  dones  para 
que,  a través  de  los  mismos,  contribuya  en  la  construcción  del  cuerpo  de  Cristo.  Co- 
mo los  dones  son  plurales,  cada  persona  tiene,  en  principio,  la  oportunidad  de  reali- 
zar algo  en  beneficio  comunitario.  Basta  que  se  le  dé  el  espacio  y ocasión.  La  gran 
ventaja  de  tal  participación  “carismática”  en  la  iglesia  es  que  la  actuación  de  los  do- 
nes evita  el  clericalismo  y favorece  el  potencial  evangelizador  de  laicos  y laicas. 
Donde  se  ahogan  los  carismas,  la  vida  intraeclesiástica  tiende  a la  rigidez  y falta  de 
alegría.  Donde  hay  espacios  para  que  el  Espíritu  pueda  actuar  con  libertad,  “se 
muestran  distintos  carismas,  aflora  la  creatividad  (...),  las  personas  se  sienten  efec- 
tivamente miembros  y no  meros  feligreses  de  sus  comunidades,  se  propicia  un  es- 
pacio para  la  realización  religiosa  de  todos  con  sus  distintas  capacidades...”17. 

Tal  como  en  la  iglesia,  también  en  la  esfera  pública  hay  una  pluralidad  de  es- 
pacios y oportunidades  para  que  los  cristianos  pongan  al  servicio  de  Dios  y del  pró- 
jimo todo  su  potencial  de  habilidades,  experiencias  y conocimiento.  Los  espacios 

16  Caio  Fábio,  analizando  la  ambigüedad  proporcionada  por  la  imagen  de  Cristo,  constata: 
“el  problema  de  la  iglesia  ocurre  cuando  el  grupo  con  las  características  de  aquellos  que  an- 
tes odiaban  a Jesús  comienza  a aplaudir  a la  iglesia  hoy;  mientras  que  el  grupo  que  amaba 
a Jesús  en  aquellos  días  comienza  a repudiar  la  iglesia  hoy”.  Igreja,  crescimento  integral. 
Niterói,  Vinde  Comunicares,  1995,  p.109. 

17  L.  Boff,  Igreja,  carisma  e poder,  3ra  edición.  Petrópolis,  Vozes,  1982.  p.239. 


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son  las  ONGs,  los  movimientos  populares,  los  consejos  ciudadanos  y de  barrios,  los 
órganos  o entidades  de  defensa  al  consumidor,  de  drogadictos,  de  prostitutas,  de  ni- 
ños de  la  calle,  la  militancia  en  partidos  políticos,  etc.  El  ejemplo  vivido  por  Cristo 
reclama  de  todos  una  participación  responsable  en  la  construcción  de  una  sociedad 
fraterna  y justa.  Es  prácticamente  consensual  actualmente  que  tal  participación  no 
se  puede  restringir  meramente  al  voto  dado  para  que  ciertas  personas  nos  represen- 
ten junto  a los  poderes  constitucionales  existentes.  Participación  significa  mucho 
más.  Es  comprometerse  directamente  con  la  construcción  de  una  vida  social  respe- 
tuosa y justa  en  la  ciudad,  en  el  barrio  y en  la  calle  en  que,  efectivamente,  vivimos 
y trabajamos.  Cristo  no  habrá  de  preguntarnos  únicamente  por  lo  que  hicieron  por 
los  pobres  y hambrientos  los  representantes  electos  por  nosotros.  Él  procurará  saber 
mucho  más,  si  nosotros  mismos  hemos  sabido  acoger  y defender  a quienes  no  tie- 
nen que  comer,  vestir,  beber,  son  forasteros  o presos  (Mt  25,31-46). 

La  transformación  de  personas  individualistas  y meramente  espectadoras,  en 
ciudadanos  participantes  en  los  procesos  de  transformación  social  suele  ser  penosa 
y,  a veces,  llena  de  obstáculos.  La  experiencia  de  Jesús  es  esclarecedora.  Uno  de  los 
medios  usados  por  él  para  provocar  el  cambio  de  prácticas,  la  conversión,  fue  la  en- 
señanza. Cuando  iba  dirigida  a los  adversarios,  nunca  provocaba  transformación;  al 
contrario,  los  endurecía  más  (Me  2, 1-3,6;  11-12).  Cuando  iba  dirigida  a los  discípu- 
los y las  multitudes,  provocaba  la  admiración  (Me  1,22),  pero  no  necesariamente  un 
cambio.  Ello  sólo  ocurría  en  la  medida  en  que  las  personas  estaban  dispuestas  a asu- 
mir pérdidas  y estaban  predispuestas  a ciertas  renuncias  (Me  8,34-37;  10,28-30). 

El  otro  medio  usado  por  Jesús  fue  el  de  las  prácticas  concretas,  como  las  cu- 
raciones, el  discipulado  de  igualdad  entre  hombres  y mujeres  (Me  3,13-19;  6,7-13; 
15,40-41),  la  comensalidad  abierta  entre  publícanos  y pecadores  (Me  2,15-17;  Le 
15,1-2),  las  multiplicaciones  de  panes  (Me  6,35ss  y 8,1-8),  entre  otras.  También  en 
estos  casos  los  resultados  se  muestran  ambivalentes.  Las  curaciones  que,  en  la  ex- 
pectativa de  Jesús,  deberían  llevar  a la  conversión,  podían  ser  “consumidas”  de  for- 
ma interesada  y falta  de  compromiso  (Mt  1 1 ,20-24  y Le  1 7, 1 1-19).  El  valor  de  la  re- 
partición en  la  multiplicación  de  los  panes,  verdadero  ejemplo  de  cómo  repartir  lo 
poco  que  se  tiene,  podría  ser  fácilmente  olvidado  (Me  8,  17-22).  También  en  estos 
casos  se  puede  ver  que  una  nueva  práctica,  por  sí  sola,  no  tiene  un  poder  transfor- 
mador automático.  La  conversión  implica  la  renuncia  a hábitos  y convicciones  fuer- 
temente arraigados  por  años  o décadas,  lo  que  de  por  sí  implica  un  proceso  difícil  y 
doloroso.  Pero  aún  más,  es  necesario  ir  mas  allá,  y procurar  romper  las  barreras  so- 
cialmente erigidas,  derrumbar  los  muros  de  separación  creados  entre  hombres  y mu- 
jeres, ricos  y pobres,  negros  y blancos,  gobernantes  y gobernados.  Así,  rompiendo 
fronteras  seculares  y juntando  lo  que  siempre  se  mantuvo  a distancia  y por  la  sepa- 
ración, los  cristianos  pervierten  el  sistema,  provocan  el  desagrado  y la  persecución111. 
Y es  justamente  en  este  momento  cuando  se  decide  o no  la  opción  por  la  ciudadanía 
evangélica.  Es  el  momento  en  que  nuestro  amor  y compromiso  con  la  justicia  y ver- 
dad no  sustentan  más  los  amiguismos  baratos. 


i o 

1 J.  M.  Castillo,  O disce  miníenlo  cristdo.  Sao  Paulo,  Paulinas,  1989,  p.201:  “La  actuación  de  Jesús 
no  tiene  simplemente  el  sentido  de  hacer  el  bien,  porque  esto  no  irrita  a nadie  ni  provoca  ningún  tipo 
de  persecución.  Jesús  rompía  con  tradiciones,  violaba  normas,  derrumbaba  muros  de  separación.  Y es- 
to era  lo  que  no  se  podía  tolerar.  Porque  la  sociedad  y el  sistema  establecido  están  dispuestos  a hacer 
todo  el  bien  que  se  quiera,  en  tanto  que  cada  uno  permanezca  en  su  lugar,  o mejor,  en  tanto  que  se  con- 
tinúen manteniendo  las  diferencias  y las  distancias  que  tornan  imposible  la  solidaridad”. 


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Uvve  Wegner 

Casilla  postal  14 
San  Leopoldo-  RS 
93.001-970 
Brasil. 


Traducido  por:  Irene  Míguez.  y Néstor  Míguez 


NANCY  CARDOSO  PEREIRA 


EL  JUEGO  DE  LA  PARTICIPACION  CIVICA 
Niños,  tomates  y cacerolas  en  la  Biblia 
y en  Promisión 


Resumen 

Los  textos  de  milagros  en  el  ciclo  de  Elíseo  (2  Re  2-13)  presentan  una  colección  de 
relatos  de  la  vida  cotidiana,  de  modo  especial,  historias  de  mujeres  y niños,  hombres 
y comunidades  luchando  por  la  vida.  Milagros  que  son  los  ejercicios  cotidianos  pa- 
ra sobrevivir.  La  religiosidad  popular  que  se  expresa  en  los  relatos  de  milagros  en 
la  vida  cotidiana  refleja  análisis  de  coyuntura  y conocimiento  de  causa,  está  inunda- 
da de  una  sabiduría  que  surge  del  trabajo  por  la  sobrevivencia,  está  marcada  por  una 
mística  que  experimenta  lo  más  sobrenatural  en  lo  más  natural.  Lo  más  sagrado  en 
lo  más  humano. 

Abstraet 

The  miracle  texts  of  the  Elishah  cycle  (2  Kings  3-13)  present  a collection  of  narrati- 
ves  ofdaily  life,  specially  stories  ofwomen  and  children,  men  and  communities  strug- 
glingfor  life.  Miracles  are  daily  exercises  in  survival.  The  popular  religiosity  which 
is  expressed  in  the  everyday  miracle  stories  exudes  a situational  analysis  and  know- 
ledge  of  causes,  is  soaked  through  with  a wisdom  that  comes  from  working  to  survi- 
ve,  is  market  by  a mysticism  that  experiences  what  is  most  supernatural  in  that  which 
is  most  natural.  The  most  sacred  in  the  most  human. 


En  un  juego  con  los  niños  de  CAPAJOTA  (Cooperativa  Padre  Josimo  Tava- 
res)  entendí  lo  que  estudiaba  en  el  ciclo  de  milagros  del  profeta  Elíseo.  Mirar  los 
cuerpos  en  movimiento.  Escuchar  las  relaciones  de  las  relaciones  entre  las  personas 
y las  cosas.  Así  fue: 

Hacía  calor.  La  tierra  colorada  y caliente  se  pegaba  en  los  niños  como  segun- 
da piel.  Pieles  coloradas.  Algunos  (de  10-11  años)  nacidos  todavía  en  el  tiempo  del 
campamento,  al  lado  de  la  ruta,  debajo  de  una  lona  negra.  Otros  menores,  hijos  e hi- 
jas del  asentamiento,  nacidos  y criados  allí,  en  el  asentamiento  de  Promissao,  en  el 
interior  de  San  Pablo.  Son  10  años  de  lucha  y de  aprender  juegos  nuevos. 

“¿A  qué  vamos  a jugar?  — pregunté. 

De  por  allí  un  pequeño  respondió:  “Vamos  a hacer  que  somos  invernaderos!” 
Pedazos  de  plástico  utilizados  en  los  invernaderos  de  la  Cooperativa  desparramados 
por  el  lugar  daban  el  motivo  y la  oportunidad.  De  allá  lejos,  los  1 5 invernaderos  des- 
viaron la  mirada  de  las  plantas  que  llevan  dentro  para  entregarse  al  juego. 


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NANCY  CARDOSO  PEREIRA,  El  juego  de  la  participación  cívica 


Entusiasmada,  agarro  un  pedazo  de  plástico  y digo:  “¡Bien!  Vamos  a hacer 
que  somos  invernaderos”. 

“¡No!”  — dijo  un  pequeño  con  autoridad  reconocida  por  los  otros  niños.  “Pri- 
mero hay  que  hacer  una  reunión”.  Todos  estuvieron  de  acuerdo,  dejándome  de  la- 
do y con  el  plástico  en  la  mano  mientras  buscaban  un  lugar  para  hacer  la  reunión. 

“Debajo  del  árbol  ya  hay  un  banquito”  - dijo  una  pequeña  conocedora  de  las 
ruedas  de  charlas  y sus  penumbras. 

“Cada  uno  tiene  que  decir  qué  va  a plantar”  - dice  alguien.  Charla  va  y char- 
la viene.  Alguna  dispersión.  Y la  decisión:  “¡Tomates  y zapallitos!” 

“Hecha  la  reunión...  vamos  al  trabajo”  — pensaba  yo  cuando  otro  pequeño  di- 
ce: “Ahora  hay  que  ir  a la  ciudad.  En  camión”. 

De  nuevo  yo  me  perdía  — y los  invernaderos,  a la  distancia  se  divertían. 
“¿Que  hay  que  hacer?”  — pregunto,  porque  de  verdad  no  sé.  Y la  respuesta  viene 
clara  y obvia:  “Ir  al  banco  para  conseguir  el  dinero  para  hacer  los  invernaderos.  Va- 
mos en  camión” — insistía  el  muchachito,  ya  asumiendo  el  puesto  de  chofer  en  el 
sube  y baja;  disputado  por  la  pequeña  líder  de  la  reunión;  mientras  todo  el  grupo  se 
iba  acomodando  por  ahí.  Y yo  también. 

En  ese  momento  la  pequeña  dice:  “Yo  no  voy”.  El  grupo  insistió:  “Todo  el 
mundo  tiene  que  ir”.  Era  una  acción  colectiva,  acordada  en  una  reunión.  “Pero  yo 
no  voy”  — afirmó  la  pequeña.  “Todo  el  mundo  tiene  que  hacer  alguna  cosa”—  re- 
sumió el  chofer  apurado,  camión  en  marcha.  “Entonces  yo  me  quedo  para  hacer  la 
comida.  Voy  a preparar  una  picadita  y refresco”  — concluyó  la  pequeña  juntando 
una  cacerola  y algunos  tarritos. 

Y allá  fuimos  nosotros  montados  en  el  sube  y baja,  animados  y organizados. 
Sabíamos  que  a la  vuelta  haríamos  una  fiesta  con  una  picadita  y refresco. 

El  juego  se  fue  modificando.  Formamos  grupos.  Extendimos  los  plásticos  — 
a esta  altura,  después  de  días  de  ocupación  del  Banco,  el  financiamiento  había  sa- 
lido. Hileras  de  yuyitos  estaban  siendo  nuestros  zapallitos  y tomates.  Hasta  que  pa- 
só un  pequeño  en  bicicleta  y dice  no  sé  qué...  y el  grupo  se  dispersó.  Fútbol,  tal  vez. 
O nadar  no  sé  donde.  Las  pequeñas  rezongaron.  Resolvimos  jugar  que  éramos  pie- 
dritas. 

¿Yo?  Colorada  de  tierra  y feliz.  Aprendí  el  juego.  Hacer  teatro  en  el  medio  de 
la  calle.  Benditos  los  cuerpos  de  pequeños  y pequeñas  que  mantienen  el  ritmo  de  la 
vida,  de  la  lucha  y del  placer. 

De  allá  lejos,  los  invernaderos  decían:  Amén. 

Entre  puertas  y cacerolas,  hierbas,  tiempos,  aguas:  los  cuerpos.  Atravesados 
por  el  hambre,  por  deudas  y esclavitud,  esterilidad  y muerte,  trabajo  alienado  y en- 
fermedad. 

Son  cuerpos  que  gritan,  exigen,  llaman  la  atención,  exclaman,  reclaman,  de- 
nuncian, imploran.  Estornudos.  Sonidos  de  cuerpos  en  la  lucha  cotidiana  por  la 
vida. 

Cuerpos  que  se  mueven  de  prisa  y con  precisión.  Gestos  armónicos  e impro- 
visados. Tensos  e intensos.  Repetidos.  Cuerpos  con  ritmo:  jugar,  traer,  llenar,  derra- 
mar, cerrar,  entrar,  acostarse,  andar,  lanzar,  cortar,  cerrar  de  nuevo,  entrar  de  nuevo, 
dar,  cortar,  repartir.  Ritmos  de  todo  el  día  re-inventando  los  ritmos  primordiales. 

Acostados.  Mojados.  Hambrientos.  Satisfechos.  Asustados.  Lavados.  Dolori- 
dos. Moribundos.  Parados.  Apresados.  Frustrados.  Muertos.  Esperanzados  cuerpos 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  No.  32 


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que  experimentan  el  milagro  en  las  relaciones  entre  las  personas,  la  naturaleza  y las 
cosas.  Vivos.  Cotidianamente  resucitados. 

Las  manos.  Los  ojos.  La  boca.  La  cabeza.  Los  brazos.  Rodillas.  El  cuerpo  to- 
do: ¡ahí  está  el  milagro!  Cuerpo  de  niño  y niña.  Cuerpo  de  mujer,  de  mujeres.  Cuer- 
po de  hombres.  Cuerpos  individuales  y colectivos.  Los  relatos  de  milagros  en  lo  co- 
tidiano del  ciclo  de  Elíseo  hacen  la  memoria  de  lo  sagrado  en  los  cuerpos. 

A partir  de  estos  cuerpos  y sus  relaciones  sería  posible  desarrollar  una  lectu- 
ra socio-económica  preciosa  que  ya  viene  siendo  hecha1.  Teniendo  estas  lecturas  co- 
mo horizonte  y presupuesto,  interesa  ver  y leer  los  cuerpos  como  manojo  de  relacio- 
nes de  lo  sagrado  en  lo  cotidiano.  Si  estos  textos  van  a ser  leídos  como  profecía,  es 
preciso  hacer  de  los  cuerpos  y sus  relaciones  no  solamente  elementos  secundarios 
de  un  sistema  superior  a ser  analizado.  Interesa  dar  prioridad  al  cuerpo  mismo  co- 
mo lugar  de  producciones  materiales  y simbólicas. 

Lo  que  marca  la  experiencia  de  los  cuerpos  en  los  relatos  de  milagros  es  la  au- 
sencia. Son  cuerpos  separados,  distanciados  de  las  cosas  necesarias  para  mantener 
la  vida:  falta  alimento,  agua,  salud,  instrumento  de  trabajo.  Vida.  Estas  ausencias 
amenazan  los  cuerpos  física  y simbólicamente. 

Hay  estructuras  políticas  y económicas  que  podrían  ser  indicadas  como  cau- 
santes y responsables  de  los  procesos  de  ausencia.  Más  que  a una  situación  aislada, 
cada  relato  remite  a una  experiencia  colectiva  de  falta,  de  sobrevivencia  amenaza- 
da. Pero  la  memoria  insiste  en  contar  las  situaciones  aisladas,  construyendo  un  mo- 
saico de  situaciones  particulares  que,  asociadas  y encadenadas,  se  elevan  como  de- 
nuncia de  las  políticas  y de  las  estructuras. 

El  modo  como  los  relatos  son  construidos  participa  de  los  contenidos  y de  la 
trama:  una  crisis  / clamor  / crisis  en  la  resolución  de  la  crisis  / acción  / resolución. 
Los  cuerpos  en  relación  van  pasando  por  este  esquema  narrativo  componiendo  la 
doble  situación  de  ausencia:  una  crisis  de  las  condiciones  de  vida  y una  crisis  de  los 
mecanismos  de  resolución  y resistencia.  La  motivación  va  a ser  siempre  inmediata: 
resolver  una  problemática  que  se  presenta  y que  no  puede  esperar  por  elucubracio- 
nes sistemáticas,  denuncias  elaboradas,  discursos  inflamados.  La  situación  deman- 
da una  intervención  inmediata  en  la  vida  cotidiana  y sus  relaciones  tratando  de  re- 
cuperar los  procedimientos,  rituales  y prácticas  que  puedan  garantizar  la  superación 
de  las  situaciones  de  amenaza  y muerte. 

Tales  rituales  y prácticas  religiosas  que  se  van  asimilando,  colocan  los  cuer- 
pos en  relación  con  objetos  y elementos  de  la  naturaleza.  Las  cacerolas,  el  agua,  la 
sal,  la  harina,  la  puerta,  el  plato,  la  cama,  el  pan  ...  cada  uno  de  estos  elementos  se 
va  a relacionar,  va  a trazar  trayectorias,  reubicarse,  aproximarse  a los  cuerpos  con 
movimientos  que  precisan  ser  intensos  y repetidos,  creando  ritmo,  una  frecuencia 
que  recupera  el  ritmo  vital  del  cuerpo  mismo.  Son  los  mismos  gestos  de  cada  día  pe- 
ro, visitados  por  la  intencionalidad  del  milagro,  van  a ser  exagerados,  intensificados 
y repetidos.  El  cuerpo  asocia  y organiza  las  cosas  en  su  relación.  El  cuerpo  recibe 
y distribuye  los  objetos  y los  elementos  colocándolos  en  estructuras  simbólicas  efi- 


' Cf.  S.  Nakanose.  Josiah's  Passover,  Sociology  & Libe  ral ing  Bible.  Orbis  Books.  Maryknoll.  New 
York.  1993;  F.  Orofino,  “Contigo  yo  golpearé  al  caballo  y al  caballero,  al  carro  y al  conductor",  en 
RIBLA  n.  4 (1989)  37-45;  A.  Winters,  “Una  vasija  de  aceite:  mujer,  deudas  y comunidad  (II  Reyes 
4:1-7)”,  en  RIBLA  n.  14  (1993)  53-59;  R.  Coote,  Elijah  and  Elisha  in  Socioliterary  Perspective. 
Scholars  Press,  Atlanta,  1992. 


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NANCY  CARDOSO  PERE1RA,  El  juego  de  la  participación  cívica 


cientes.  El  cuerpo  participa  de  las  cosas,  interactúa  con  ellas  haciendo  de  los  gestos 
de  la  vida  cotidiana,  liturgias  antiquísimas.  Tal  interacción  es  también  un  proceso  de 
producción  y socialización  del  conocimiento:  el  arte  de  colocar  sal  en  el  plato  nue- 
vo, el  comentario  repetido  de  haber  quedado  embarazada,  la  harina  que  mata  el  ve- 
neno, el  compartir  que  garantiza  la  saciedad,  el  siete  y el  tres  que  no  pueden  faltar, 
las  puertas  cerradas,  la  vara  en  el  agua. 

Son  prescripciones  simples  que  traducen  un  cúmulo  de  sabiduría  en  los  cuer- 
pos, un  conocimiento  de  las  cosas  y sus  propiedades,  un  saber  del  poder  que  se  es- 
conde en  la  naturaleza  y sus  elementos;  un  saber  que  conoce  la  forma  redondeada 
de  la  cacerola  y su  proceso  lento  de  realizarse  así  en  la  intersección  del  sagrado  cuer- 
po de  la  diosa  que  acoge  el  sagrado  alimento  en  el  centro  del  mundo,  dentro  de  la 
vasija. 

El  cuerpo  es  esta  posición  de  verticalidad  y circularidad.  En  su  temporalidad 
y ubicación  espacial,  es  el  cuerpo  el  que  conoce  y viabiliza  la  comprensión  de  otra 
persona  y la  comprensión  del  mundo.  Comprensión  y expresión,  el  cuerpo  es  más 
que  biología  o una  máquina:  es  lenguaje  encarnado  de  significados  y vivencia  de  re- 
laciones. Es  un  espacio  topológico  y no  geométrico,  porque  es  el  cuerpo  que  relle- 
na y califica  el  tiempo  (mucho,  poco...)  y el  espacio  (dentro,  fuera,  lejos,  cerca...). 
Lugar  de  revelación:  sagrado. 

“Sobre  el  respeto  por  el  cuerpo.  Es  posible  constituir  una  ética  sobre  el  respe- 
to por  las  actividades  del  cuerpo:  comer,  beber,  orinar,  defecar,  dormir,  hacer  el 
amor,  hablar,  escuchar,  etc.  (...)  Obligar  a alguien  a vivir  con  la  cabeza  inclinada  ha- 
cia abajo  es  una  forma  de  tortura  intolerable  (...)  Podríamos  hacer  una  relectura  de 
toda  la  historia  de  la  ética  bajo  el  ángulo  de  los  derechos  de  los  cuerpos,  y de  las  re- 
laciones de  nuestro  cuerpo  con  el  mundo”2. 


De  mujeres  y niños 

La  simultaneidad  de  relaciones  de  los  cuerpos  no  puede  esconder  la  particu- 
laridad de  la  relación,  es  decir,  los  cuerpos  no  existen  como  algo  genérico  o reduc- 
ción a una  categoría.  Cada  cuerpo  es  sólo  ése  y tiene  marcas  de  individualidad  ina- 
lienables: género,  etnia,  generación,  clase  social  y otras  situaciones  concretas  de 
tiempo,  de  espacio,  de  modalidad  y habilidad  corporal,  física  y mental.  Tales  mar- 
cas son  una  combinación  de  biología  y cultura,  de  necesidad  y posibilidad,  de  tra- 
yectoria y opción. 

En  los  relatos  de  milagros  los  cuerpos  son  bien  presentados,  revelan  y expli- 
citan  sus  individualidades  en  el  intercambio  de  relaciones  entre  personas  y cosas.  De 
modo  especial  los  cuerpos  de  mujeres  y niños.  Son  únicos,  son  individuos,  no  se  pre- 
sentan en  el  medio  de  un  grupo,  sino  que  se  levantan  erguidos  en  medio  de  las  co- 
munidades con  sus  cuerpos: 

7.  una  mujer,  viuda,  endeudada  y con  dos  hijos  amenazados  de  convertirse  en 
esclavos  (2  Re  4,1-7).  Es  esta  mujer  la  que  va  a reunir  y distribuir  las  acciones  y re- 
laciones que  se  realizan  en  el  milagro.  El  cuerpo  que  grita,  el  cuerpo  que  argumen- 
ta. El  cuerpo  que  verifica  las  condiciones.  El  cuerpo  de  madre  y mujer  que  se  aso- 


- Umberto  Eco,  Entrevista  en  la  Folha  de  Sao  Paulo,  cuaderno  6,  3 de  abril  de  1994.  p.7. 


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cia  con  los  cuerpos  de  los  hijos  en  una  liturgia  lenta  de  buscar  y traer,  cerrar  y abrir, 
entrar  y salir,  derramar  y llenar.  La  acción  de  la  mujer  es  intensa,  trasvasa  su  cuer- 
po en  otros  cuerpos  en  el  trasvasamiento  de  las  vasijas  que  fueron  cedidas  por  otros 
cuerpos,  el  vecindario. 

Y los  cuerpos  de  los  pequeños:  amenazados  de  esclavitud  como  forma  de  pa- 
garse la  deuda;  el  cuerpo  del  pequeño  aquí  tiene  valor  de  mercadería,  es  algo  para 
venderse.  En  la  orientación  del  ritual  del  milagro,  los  pequeños  van  a realizar  el  trán- 
sito entre  la  casa  de  la  madre  y las  casas  del  vecindario  en  un  lleva  y trae  frenético 
y repetido,  puertas  cerradas,  vasijas  llenas.  Todo  este  ritmo  va  resignificando  los 
cuerpos  de  los  pequeños.  Dejan  de  ser  mercadería  para  asumir  el  lugar  sagrado  y ri- 
tualizado  del  milagro.  Los  gestos,  el  ir  y venir,  las  relaciones  con  la  madre  y el  ve- 
cindario, el  toque  intenso  de  las  vasijas,  buscar  y traer,  de  nuevo  y otra  vez  ...  esta 
dinámica  resignifica  los  cuerpos  de  los  pequeños,  como  si  tal  ritmo  los  hubiese  in- 
sertado en  un  ritmo  primordial  que  garantiza  la  integridad  del  cuerpo. 

2.  otra  mujer  y un  pequeño  (2  Re  4,8-37).  El  cuerpo  de  la  sunamita  no  tiene 
ausencia  de  nada.  No  tiene  hijos  y no  reclama  por  eso.  Se  afirma  como  plena  en  me- 
dio de  su  gente.  Es  Eliseo  el  que  va  a intentar  descifrar  sus  deseos,  las  ausencias  en 
su  cuerpo  de  mujer.  Es  a partir  del  embarazo  y del  hijo  como  la  sunamita  va  a cono- 
cer la  desesperación  y la  crisis  que  no  conocía.  No  se  trataba  solamente  de  tener  ni- 
ños, garantizar  la  fertilidad,  sino  que  la  crisis  se  encontraba  también  en  la  posibili- 
dad real  de  cuidar  de  esos  niños,  garantizar  la  sobrevivencia  de  ellos. 

La  relación  de  la  sunamita  con  el  hombre,  su  marido,  es  muy  distante  y dis- 
creta en  el  texto.  Él  no  participa  de  sus  decisiones  y acciones  ...  ni  en  la  hora  de  cui- 
dar del  hijo  enfermo:  “Llévalo  a su  madre”(v.  19).  Es  un  empleado  que  lleva  al  pe- 
queño a la  madre.  Ella  coloca  al  pequeño  enfermo  en  la  falda,  lo  sienta  en  sus  rodi- 
llas hasta  que  muere. 

“Pietá”  anticipada  y remotísima,  la  sunamita  que  acogió  aquel  hijo  en  su  in- 
terior para  traerlo  a la  vida,  ahora  lo  acoge  por  afuera  íntimamente  y comparte  su 
dolor  hasta  la  muerte.  A partir  de  este  momento  el  cuerpo  de  la  sunamita  va  a ace- 
lerarse y asumir  una  agilidad  y una  precisión  (¡de  ‘ser  precisa’  y de  ‘precisar’!)  im- 
presionantes. Ella  se  empeña  en  una  danza  que  envuelve  el  cuerpo  del  hijo  y el  su- 
yo: sube  y acuesta  el  cuerpo  del  pequeño  en  la  cama  del  cuarto  del  hombre  de  Dios; 
cierra  la  puerta  (la  misma  puerta  que  un  día  participó  del  encantamiento  de  la  ferti- 
lidad). 

Organiza  empleados,  marido  y animales  para  ir  en  busca  de  aquello  que  ella 
imagina  ser  la  solución:  va  tras  Eliseo  a exigirle  que  continúe  garantizando  la  inte- 
gridad y la  vida  del  pequeño.  Ella,  que  no  había  pedido  nada,  ahora  va  a recorrer  dis- 
tancias, organizar  estrategias  y exigir  lo  que  sea  necesario.  Acompañada  por  uno  de 
sus  empleados,  no  se  va  a contentar  con  mandar  un  recado  o mensaje;  lo  que  quie- 
re es  un  encuentro  directo  con  Eliseo.  Tampoco  acepta  la  mediación  de  Guejazí,  sier- 
vo de  Eliseo.  La  exigencia  de  la  sunamita  es  la  presencia  de  Eliseo  junto  a su  hijo. 
Ni  recados,  ni  objetos  mágicos.  Ella  quiere  el  cuerpo  del  hombre  de  Dios  junto  al 
cuerpo  de  su  hijo  recreando  el  encantamiento  en  la  puerta:  Eliseo,  la  sunamita  y el 
hijo.  “Tan  cierto  como  vive  el  Señor  y vive  tu  alma  que  no  te  dejaré.  Entonces  él  se 
levantó  y la  siguió”  (v.30).  ¡Ahí  está  el  milagro! 

3.  una  pequeña  esclava  (2  Re  5).  Lo  que  era  una  amenaza  para  los  dos  peque- 
ños hijos  de  la  viuda  es  una  realidad  para  la  pequeña  anónima  del  relato  sobre  la  cu- 


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NANCY  CARDOSO  PEREIRA.  El  juego  de  la  participación  cívica 


ra  de  Naamán.  El  cuerpo  de  esa  pequeña  ya  había  sido  convertido  en  mercadería.  En 
una  de  las  guerras  de  Siria  contra  Israel,  va  a ser  llevada  como  prisionera  y será  co- 
locada como  sierva  al  servicio  de  la  mujer  de  Naamán.  Prisionera  de  guerra,  some- 
tida al  trabajo  esclavo,  experimentando  la  dominación  también  étnica,  este  cuerpo 
de  pequeña  reúne  todas  las  perversiones  coyunturales  y estructurales. 

Pero  va  a ser  esta  pequeña  quien  va  a desencadenar  el  milagro:  ¡Ahí  está  el 
milagro! 

Dentro  de  relaciones  tan  desiguales  la  pequeña  habla,  su  cuerpo  alienado  to- 
davía es  capaz  de  dar  testimonio  y hacer  memoria  de  su  tierra,  de  su  gente  y sus  mi- 
lagros: “Ojalá  mi  señor  estuviese  delante  del  profeta  que  está  en  Samaría;  él  le  cu- 
raría de  su  lepra”(v.3). 

La  pequeña  habla  con  la  mujer,  quien  habla  con  el  marido,  quien  habla  con 
su  rey,  quien  escribe  al  rey  de  Samaría,  quien  se  comunica  con  Elíseo.  En  el  intrin- 
cado y jerarquizado  mundo  de  las  relaciones  políticas,  la  voz  de  la  pequeña  esclava 
comanda  una  sucesión  de  iniciativas  que  va  a viabilizar  el  milagro  de  la  cura  de  Naa- 
mán. 

El  texto  no  cuenta  sobre  la  pequeña  a la  vuelta  de  Naamán  curado.  Su  cuerpo 
y su  voz  de  pequeña  esclava  quedan  en  suspenso:  ¿el  milagro  habría  sido  también 
capaz  de  rescatarla  de  su  situación  de  sumisión  y distancia? 


Sobre  los  hombres 

Aparecen  en  los  relatos  en  forma  de  grupos.  Son  grupos  de  hombres  que  se 
relacionan  entre  sí  y con  Elíseo.  Igual  que  en  el  caso  de  Naamán  (2  Re  5),  del  hom- 
bre que  pierde  el  instrumento  de  trabajo  (2  Re  6),  se  presentan  de  modo  organizado, 
llevando  la  investigación  a identificarlos  muchas  veces  con  los  hijos  de  los  profetas, 
como  comunidades  de  discípulos. 

De  cierto  modo  se  podría  decir  que  los  relatos  acerca  de  mujeres  las  presen- 
tan como  protagonistas  del  milagro,  es  decir,  son  ellas  las  que,  a partir  de  una  situa- 
ción de  crisis,  entran  en  relación  con  Eliseo  y desarrollan  (con  sus  cuerpos)  los  ri- 
tuales y procedimientos.  Los  relatos  que  se  refieren  a los  grupos  de  hombres  los  pre- 
sentan en  cierta  forma  pasiva:  ellos  van  a participar  de  los  procedimientos  pero  no 
van  a protagonizarlos. 

Los  cuerpos  masculinos  (en  los  relatos)  son  cuerpos  marcados  por  ausencias: 
agua  podrida,  hambre,  comida  venenosa,  enfermedad,  pérdida  del  instrumento  de 
trabajo,  y muerte.  Participan  de  las  acciones  algunas  veces  como  representantes  de 
la  comunidad  (2  Re  2,19-22  y 2 Re  6)  o como  elemento  de  contradicción  en  el  de- 
sarrollo de  los  procedimientos: 

* Guejazí  (2  Re  4 y 5)  es  presentado  como  un  discípulo-mediador  funesto 
y sin  la  debida  conciencia  de  los  procesos; 

* el  muchacho  que  junta  hierbas  venenosas  (2  Re  4,38-41),  participa  de  for- 
ma negativa  en  la  tentativa  de  conseguir  alimento,  exigiendo  un  segundo 
procedimiento  de  parte  de  Eliseo; 

* Naamán  se  comporta  de  modo  arrogante  e incrédulo,  teniendo  que  ser  di- 
suadido por  los  siervos  para  cumplir  las  prescripciones  de  Eliseo. 


REVISTA  DE  INTERPRETACIÓN  BÍBLICA  LATINOAMERICANA,  No.  32 


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Sería  posible  ubicarlos  como  participantes  de  los  milagros  pero  no  como 
protagonistas.  Esta  presencia  cualitativamente  distinta  de  hombres  y mujeres  en  los 
relatos  de  milagros  tal  vez  revele  un  matiz  importante  de  la  religiosidad  en  los  mi- 
lagros: las  mujeres  estarían  más  próximas  y más  involucradas  en  las  prácticas  de 
magia:  “La  religiosidad  de  la  clase  baja  con  menos  desarrollo  intelectual,  tiene  ma- 
yor probabilidad  de  identificarse  con  la  magia,  el  pacifismo  y la  participación  fe- 
menina”3. 

Establecer  el  cuerpo  como  lugar  de  revelación  significa  decir  también  que  lo 
sagrado  permea  las  relaciones  sociales  estructuradas;  las  expresiones  y prácticas  re- 
ligiosas se  alimentan  de  esas  relaciones  sociales  (género,  clase,  etnia,  generación, 
ecología)  en  una  dinámica  de  interacción,  exclusión  y socialización. 

Para  Rubem  Alves  la  distinción  es  clara:  los  que  detentan  los  aparatos  de  po- 
der y política  pueden  organizarse  en  una  religión  de  amor  al  poder  en  tanto  que  los 
pobres  sólo  poseen  el  poder  del  amor:  la  magia. 

“Nuestros  cuerpos  son  diferentes.  Y,  por  esto  mismo,  nuestras  formas  de  pen- 
sar, nuestras  nociones  de  los  límites  entre  lo  posible  y lo  imposible.  Será  necesario 
que  la  enfermedad  incurable  se  aloje  en  nuestros  cuerpos  o en  los  cuerpos  de  nues- 
tros hijos  para  que  en  nosotros  despierten  los  magos,  los  hechiceros,  aquellos  que 
hacen  milagros”4. 


¡Ahí  está  el  milagro! 

Los  relatos  de  milagros  son  ejercicios  intensos  y rápidos.  Los  gestos  son  re- 
petidos y marcados  por  una  insistencia  que  exige  de  las  personas  participación,  com- 
promiso personal  y comunitario.  A la  mujer  viuda  (2  Re  4,1-7)  Elíseo  pide  que  le 
muestre  la  casa,  que  pida  intensamente,  muchas,  no  pocas,  vasijas,  a todo  el  vecin- 
dario. La  mujer  derrama  con  intensidad  el  contenido  de  una  vasija  en  otra.  Los  hi- 
jos se  movilizan.  El  milagro  acontece.  La  mujer,  los  hijos  y el  vecindario  estuvieron 
auto-implicados.  Se  auto-implicaron.  ¡Ahí  está  el  milagro!  Más  que  eso  ...  las  vasi- 
jas y jarras  de  todo  el  vecindario  ampliaron  su  alcance  y pasaron  a recoger  toda  la 
posibilidad  de  vida  existente  en  la  comunidad.  Mediadoras  de  la  prisa,  mediadoras 
del  vacío  que  se  llena  ...  las  vasijas  aproximan  a la  comunidad  lo  sagrado  remoto  que 
habita  en  el  fondo  de  las  cerámicas. 

Los  relatos  de  milagros  en  lo  cotidiano  en  el  ciclo  de  Elíseo  son  representa- 
ciones de  prácticas  religiosas/simbólicas  de  segmentos  populares  en  el  Israel  del  si- 
glo IX  a.C.  Son  prácticas  que  producen  sentido  para  la  vida  personal,  comunitaria 
y colectiva.  Son  políticas  sin  dejar  de  ser  religión.  Son  políticas  también  porque  son 
relatos  de  compromiso,  solidaridad,  participación,  complicidad  ...  distintas  formas 
de  auto-implicación.  Pasión  y prisa. 

Cacerolas.  Hierbas.  Baños.  Harina.  Plato.  Números.  Cuerpos.  Puertas. 

Señales  y ritmos  que  perduran.  Están  en  los  textos  indicando  un  itinerario  po- 
sible para  el  reencuentro  de  la  religión  popular,  o una  de  las  expresiones  de  ella. 
Moldeadas  por  las  intenciones  reformistas  del  estado  y del  culto,  esta  expresión  de 


3 

4 


Victória  Lee  Erickson,  Onde  fala  o silencio.  Paulinas,  Sao  Paulo,  1997,  p.  1 24. 
R.  Alves,  Varicifoes  sobre  a vida  e a inorte.  Paulinas,  Sao  Paulo,  1982,  p.69. 


1Ü2 


NANCY  CARDOSO  PEREIRA,  El  juego  de  la  participación  cívica 


la  religiosidad  popular  crea  condiciones  reales  y simbólicas  de  resistencia.  Derrota- 
das pero  siempre  presentes.  Invisibles  pero  persistentes.  Subordinadas  pero  desobe- 
dientes. Domadas  pero  sobrevivientes.  Subordinadas  por  la  palabra  pero  resucitadas 
en  las  prácticas  autónomas  y recreadoras  de  las  comunidades  de  mujeres,  niños  y 
hombres  que  viven  una  vida  cotidiana  sagrada  y una  religión  sin  nombre. 

“Gracias  a Dios  llovió  en  el  desierto.  Gracias  a Dios  el  maíz  brotó.  Gracias  a 
Dios  el  ganado  no  murió.  Gracias  a Dios  estoy  curada.  Dios  como  lluvia,  maíz,  ga- 
nado vivo,  sanidad  ...  Dios  como  limosna,  ayuda,  pan.  Dios  pidiendo  en  mí,  que  pi- 
de en  los  otros/as.  Dios  comida.  Dios  carencia,  sin  omnipotencia  ni  ciencia  ...  Dios 
como  trabajo,  casa,  compañero  ...  quiebra  mi  soledad,  grita  conmigo,  suspira  con- 
migo, busca  conmigo”5. 

Ahí  está  el  milagro:  ¡Dios  está  con  nosotros  ! 


Nancy  Cardoso  Pereira 

rúa  Jodo  Antonio  Ruggia  323 

Vilo  Monteiro 

Piracicaba/SP 

13416-147 

Brasil 

Traducido  por.Samuel  Aliñada 


Ivone  Gebara.  Teología  ecofeminista.  Olho  D'Água,  Sao  Paulo,  p.  1 24. 


Desde  1988,  fecha  de  su  nacimiento,  hemos  publicado  los  siguientes 
títulos: 

/.  Lectura  Popular  de  la  Biblia  en  América  Latina. 

2.  Violencia.  Poder  y Opresión. 

3.  La  Opción  por  los  Pobres  como  Criterio  de  Interpretación. 

4.  Reconstruyendo  la  Historia. 

5-6.  Perdónanos  nuestras  Deudas. 

7.  Apocalíptica:  Esperanza  de  los  Pobres. 

8.  Militarismo  y Defensa  del  Pueblo. 

9.  Opresión  y Liberación. 

10.  Misericordia  Quiero,  no  Sacrificios. 

11.  Biblia:  500  Años  ¿Conquista  o Evangelización? 

12.  Biblia:  500  Años  ¿Conquista  o Inclusión? 

13.  Espiritualidad  de  la  Resistencia. 

14.  Vida  Cotidiana:  Resistencia  y Esperanza. 

15.  Por  Manos  de  Mujer. 

16.  Urge  la  Solidaridad. 

17.  La  Tradición  del  Discípulo  Amado.  Cuarto  Evangelio  y Cartas 
de  Juan. 

18.  Goel:  Solidaridad  y Redención. 

19.  Mundo  Negro  y Lectura  Bíblica. 

20.  Pablo  de  Tarso.  Militante  de  la  Fe. 

21.  Toda  la  Creación  Gime... 

22.  Cristianismos  Originarios  (30-70  d.C.) 

23.  Pentateuco 

24.  Por  una  tierra  sin  lágrimas. 

25.  ¡Pero  nosotras  decimos! 

26.  La  palabra  se  hizo  india 

27.  La  Iglesia  de  Jesús,  utopía  de  una  Iglesia  nueva. 

28.  Hermenéuticas  y Exégesis  a propósito  de  la  carta  a Filemón. 

29.  Cristianismos  Ordinarios  Extrapalestinos  (35-138  d.  C.) 

30.  Economía  y Vida  Plena 

31.  La  carta  de  Santiago 


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de  Investigaciones 
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