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UNIVERSIDAD DE LA HABANA
REVISTA
DE LA
FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS
VOLUMEN XXXI, 1921
DIRECTOR:
Dr. JUAN M. DIHIGO
Profesor de Lingiística y de Filología
Director del Laboratorio de Fonética Experimental
REDACTORES JEFES:
Dr. ARISTIDES MESTRE
Profesor de Antropología
Director del Museo Antropológico Montané
Dr. SALVADOR SALAZAR Dr. LUIS DE SOTO
Profesor Auxiliar Profesor Auxiliar
de Ciencias Filosóficas de Lenguas y Literaturas clásicas
SON COLABORADORES LOS SEÑORES PROFESORES DE LA FACULTAD
HABANA
Imprenta *'La Propagandista””,
Monte 87 y 89,
1921
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INDICE
DE LAS MATERIAS DEL TRIGESIMO PRIMER VOLUMEN
1921,
_———
NUMEROS 1 y 2, ENERO-JUNIO.
Páginas
Perturbaciones de la palabra ............ Dr. José F. Castellanos . 1
dul Profesor Dr. Luis Montané .......... Dr. Arístides Mestre ... 81
Método para resolver el triángulo astro- ] . e
ICON ys NA alli rata J DEN pao Trellba as Ad
ES: . E ] Srta. Blanca H. de la
Seopas y su intervención en la estatuaria . j Li E vd 109
Nutrición nitrogenada de los vegetales ... Dr, Carlos Theye ...... 145
Elogio del Dr. Juan F. de Albear ........ Dr. Juan M. Dihigo ... 152
Dr. Luis de Arozarena (con un grabado) . La Dirección ......... 168
BOW White ar Dicc o 170
MAIS SAI SA Y las La Dirección ius 171
NOTAS BIBLIOGRAFICAS.—I. Contribu- )
ti al lessico etimologico romanzo; por G.
de Gregorio, Torino, 1920.—II. Ortogra- |
fía racional; con prólogo de D. J. Ceja- |
dor, Barcelona, 1919.—IIl. Compendio |
del Idioma Maya; por S. Pacheco Cruz, |
Mérida, 1920.—IV. La oración y sus ;
partes; por R. Lens, Madrid, 1920 ..... )
' Dr. Juan M. Dibigo ... 174
V. Mésures practiques en radioactivité; )
par Makower y Geiger, 1919 .......... ) a
DAA A A 183
vI INDICE
NUMEROS 3 y 4, JULIO-DICIEMBRE.
Páginas
La Universidad y sus problemas ......... Dr. Alfredo M. Aguayo. 185
La toma de posesión del nuevo Rector de ] : 0
la Umversidad cate all iso Mie acto lojo j La Direcrión e. oS al
Scopas y su intervención en la estatuaria ] Srta. Blanea H. de la
(con grabados) (coneluye) ............ A TA o la o e 264
Reminiscencias históricas ............... ANDE ción A 364
Antonio C. González (con un grabado) ... La Dirección ......... 367
NOTAS BIBLIOGRAFICAS.—I. Linguis- >
tique générale et linguistique historique;
par Antonio Meillet, París, 1921.—II.
Por mi ciudad; por Juan B. Terán, Bue- $ Dr. Juan M. Dihigo ... 373
nos Aires, 1920.—III. Vocabulario cuba-
no; por Constantino Suárez, Barcelona, |
MESA AN RN SO A OS Ed
a
IV. Los precedentes musulmanes del Pa- )
rí de Pascal; por Miguel Asín Palacios, | Dr. Aurelio A. Boza ... 380
Santander, 1000 A o io Sas J
Canje dea Rovista ol aa proa cra A O O NA 385
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VoL. XXXI. UNIVERSIDAD DE LA HABANA Nums. 12.
REVISTA
E : DE LA
FACULTAD be LETRAS y CIENCIAS
DIRECTOR:
y Dr. JUAN M. DIHIGO
Profesor de Lingiiística y de Filología
Director del Laboratorio de Fonética Experimental
REDACTORES JEFES;
Dr. ARISTIDES MESTRE
Profesor de Antropología
Director del Museo Antropológico Montané.
Dr. SALVADOR SALAZAR Dr. LUIS DE SOTO
Profesor Auxiliar Profesor Auxiliar
de Ciencias Filosóficas. de Lenguas y Literaturas clásicas
SON COLABORADORES LOS SEÑORES PROFESORES DE LA FACULTAD
0 ENERO-JUNIO 1921.
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E 4 SUMARIO:
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MO << PERTURBACIONES DE LA PALABRA .... vocoocccc conce. dns Dr. José F. Castellanos.
E INSERT PROFESOR DR. Luis MONTANÉ Cococonocacono ooo. Dr. Arístides Mestre.
- —MÉTODO PARA RESOLVER EL TRIÁNGULO ASTRONÓMICO ..... Dr. Victorino Trelles.
—SCOPAS Y SU INTERVENCIÓN EN LA ESTATUARIA.......-..-- Srta. Blanca H. de la Iglesia.
EL NUTRICIÓN NITROGENADA DE LOS VEGETALES -.....----...> Dr. Carlos Theye.
1 — ELOGIO DEL DR. JUAN F. DE ALBEAR ....00.oooo0 00 cs ... Dr. Juan M. Dihigo.
na —DR. LUIS DE ÁROZARENA (con un grabado) ......-..-..--.. La Dirección.
EDWIN WHITEIELD FAY ....o eoconeror rr rr La Dirección.
CARLOS SALVIONT 202. co noororarcmeracn rr rca La Dirección.
- —NOTAS BIBLIOGRAFICAs. —1. Contributi al Lessico etimolo-
ÓN gico romanzo, por G. De Gregorio (1920) .......ooo.oomon.. )
II. Ortografía Racional con prólogo de D. J. Cejador (1919) | e
111. Compendio del idioma maya, por S. Pacheco Cruz + Dr. Juan M. Dihigo.
SS eN E Id AS ES RR TOR AA E |
2 IV. La Oración y sus partes, por R. Lenz (1920) ......... )
PS V. Mésures practiques en radioactivité, par Makower y
5 SI E AR EA A Dr. P. Casanova Parets.
E —CANJE DE LA REVISTA.
HABANA
, IMPENTA “EL SIGLO XX»
% TENIENTE EY, 27
ñ 1921
7]
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ENSEÑANZA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS.
Decano: Dr. Carlos de la Torre.
Secretario: Dr. Salvador Salazar.
l. ESCUELA DE LETRAS Y FILOSOFIA.
Lengua y Literatura Latinas (3 cursos)........ Profesor Dr. Adolfo de Aragón.
Lengua y Literatura Griegas (3 cursos)... ..... a Vacante.
Lingúística AU o NA > E 0
Enología MOCULSO) ios o eii olle slats DN da Dr. Juan Miguel Dihigo.
Historia de la Literatura Española (1 curso)...
Historia de las literaturas modernas extranjeras de Dr. Guillermo Domínguez y
[2 COEN ae a Paro lee e Did a Roldán,
Historia de América (1 curso)... O PO q E Dr, Evelio Rodríguez Len-
Historia moderna del resto del mundo (2 cursos) dián.
Psicologia (dl CHESO) > Mole ao a aldo Cies
Filosofía: Moral (PCurSO). bata ela de je ada Edo le ae Dr. Sergio Cuevas Zequeira.
Sociolde ta (IICA) e das a arde ode le po x
Los profesores auxiliares de esta Escuela son: Dr. Salvador Salazar para el grupo
de Historia y Ciencias Filosóficas; Dr. Luis de Soto para el grupo de Lenguas clásicas
y Dr. Eligio de la Puente (aux. int“) para el grupo de Literaturas; los cuales dan
conferencias sobre sus respectivas materias.
El Laboratorio de Fonética Experimental tiene por Director al Profesor titular de
Linguística.
2. ESCUELA DE CIENCIAS.
[a] Sección de Ciencias Físico-Matemáticas.
Análisis matemático (Algebra Superior) curso.
Análisis matemático (Cálculo diferencial éinte- + Profesor Dr. Pablo Miquel.
PAD AMESO > Us IS o TE alla ciao
Geometría superior y analítica (1 curso).......
Geometría descriptiva (1 curso)............... a Dr. Claudio Mimó.
Trigonometría ( PULSO TE os Sales de
Física Superior (ler. CULO) ill > y : -
Pisica SOpenor (ZLCUrSOs) toas ed > Dr. Plácido Biosca.
Química renetal«MECHESO): va ao oo eos ea alas 53 Sr. Carlos Theye.
a E A ad SE e MA , A De Gallos de ta Tora
Dibujo Lincal duro a a ie pros )
Dibujo Natiral: MCU xs auna o e oe 2 Sr. Pedro Córdova.
Cosmolosta (ANCHO) ae ea pulidos
Mecánica acional (MIICUESO)- LE aloe 5 Dr. Victorino Trelles.
AStronotmiiar (Curso st a A le
Ceodestartl cursolin yuan topo o iia Sa Dr. Alejandro Ruiz Cadalso.
Mineralogía y Cristalografía (1 curso)..... ... A Dr. Santiago de la Huerta.
Botánica general (1 curso) .....o.oooooooooo.... ¿e Dr. Felipe García Cañizares.
[b] Sección de Ciencias Físico-Químicas.
Análisis Matemático (Algebra Superior)....... Profesor Dr. Pablo Miquel.
Geometría Superior (sin la Analítica? ......... - :
Trigonometría (plana y esférica).............. q Dr. Claudio Mimó.
Eísica Superior (Her curso) aii elsa ea ) E ,
Sica SAperiorZICUESO isla ados Bel datada 0) ¡$0 Dr. Plácido Biosca.
Química inorgánica y Analítica (1 curso)...... ) '
Química Orgánica (1 curso) ......ooooooooo... El SS
Dibujo Lineal (LCuESO cama do as dió Ele )
Dibuja Natural (InCUTSO) ai ajo salas . Sr. Pedro Córdova.
Mineralogía y Cristalografía (1 curso)......... Se Dr. Santiago de la Huerta.
A ía Ji E o ee US ES da De Carlos de la DOS
Botánica general (1 curso).............. Ea SS Dr. Felipe García Cañizares
Cosmología (1 CULSO) Las pes ade a oa ed 7 Dr. Victorino Trelles.
[c] Sección de Ciencias Naturales.
Análisis Matemático (Algebra Superior)1 curso Profesor Dr. Pablo Miquel.
Geometría Superior (sir la ¿Anal NS TE
Trigonometría (plana y esférica).............. Zi Dr. Claudio Mimó:
Química general (EEUESD) A ciolr ore ns MA a = Sr. Carlos Theye.
Dibujo Lineal ( CUESTA oa ON CE
Dibujo Natural (MLCUESOD o o lee a sara 2 Sr. Pedro Córdova.
Física general a CUTSO ) oo coracccnonnrrrn $ Dr. Plácido Biosca.
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Botánica general (1 curso),.......o.o.o....<.... ' ; E ¿E
Fitografía y Herborización (1 curso).........- y Dr. Felipe García Cañizares
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Vol. XXXI. ENERO-JUNIO 1921 Núms. | y 2
REVISTA de vor
DE LA UAK DIN
FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS
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PERTURBACIONES DE LA PALABRA:
CORRECCION DE LA TARTAMUDEZ Y LAS DISLALIAS
MECANICAS (1)
POR EL DR. JOSÉ F. CASTELLANOS PELÁEZ
Graduado en la Escuela de Pedagogía
INTRODUCCIÓN
““Es una de las reglas del método
científico moderno mejor establecidas que
una verdad no puede ser descubierta por
razonamiento.
““Sólo la intuición—matemática o ex-
perimental—puede darnos a conocer una
realidad. ?”
ABEL REY, Lógica.
Deseosos de realizar un trabajo que pudiera tener utilidad in-
mediata, hemos escogido éste, relativo a la Ortofonía, con el fin
de estudiar dos aspectos de evidente interés: la tartamudez y las
dislalias, por ser ambos trastornos glósicos los más frecuentes en
la vida escolar, como tendremos ocasión de comprobar seguida-
mente, examinando la estadística que fué objeto de la investigación,
Consta de cuatro capítulos el presente estudio :
(1) Tesis leída y sostenida para optar al grado de Doctor en Pedagogía
ES de esta Universidad el 17 de Diciembre de 1920. Se publica por recomenda-
S> ción del Tribunal examinador.
AUG .
2 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
19—Las perturbaciones de la palabra en nuestros escolares.
2—La tartamudez. Características generales. Tratamiento.
Casos prácticos.
32—Las dislalias. ¿Cuáles son las más comunes entre nosotros ?
Tratamiento de las más interesantes. ,
4% Conclusiones. Cómo podrían organizarse cursos para la
corrección de la palabra.
Siguiendo las normas trazadas por el espíritu científico de la
hora presente, desde el primer capítulo entramos en materia y
prescindimos de todo aquello que, acaso documentando mejor nues-
tro trabajo y hasta dándole unidad, pudiera estimarse extemporá-
neo. En efecto, pudiéramos agregar ligeros apuntes relativos a
la forma en que el niño adquiere el lenguaje, cómo se efectúa el
proceso psíquico de la palabra, cómo se produce ésta, etc., etc.
Y nos ha parecido útil el estudio del asunto, al considerar la
importancia de la expresión normal de la palabra (por lo menos,
desde el doble punto de vista intelectual y social), ya que de an-
tiguo se ha estimado el poder de expresión como la medida del des-
arrollo mental del individuo.
Tracy, en su libro Psychology of childhood, dice así: ““juzga-
mos el desarrollo mental del niño principalmente por la rapidez
de sus progresos en la manipulación inteligente de los instrumentos
de expresión””.
Binet y Simón consideran el lenguaje como elemento principal
para hacer el diagnóstico más exacto de los niños idiotas, imbéciles
y débiles mentales; tal es el espíritu de las definiciones que propo-
nen. Y de una manera más concluyente, en la escala para la me-
dición de la inteligencia infantil, toman la forma de expresión co-
mo test muy importante para precisar la edad psicológica de los
individuos sometidos al examen: si el niño, ante las láminas es-
cogidas como tipo, se limita a enumerar lo que ve, se le asignan 3
años de edad mental; si, más que esto, hace una descripción de lo
que observa, se le calculan 7 años y, por último, si lo que ofrece es
una interpretación de las láminas, se le considera en la edad de
15 años.
Un testimonio más: el Dr. Alfredo M. Aguayo ha creado una
escala para la medición de la inteligencia, en la que no hay más
elemento de apreciación que el lenguaje del examinado. La can-
tidad de palabras interpretadas y la manera de expresar esa in-
terpretación nos da la edad buscada.
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 3
La apreciación que en el orden social se hace por la generali-
dad acerca de los individuos perturbados de la palabra es bien
conocida. Véase lo que dice E. Drouot en un estudio sobre la
materia publicado en Archives de Laryngologie, refiriéndose a los
tartamudos :
““Sirven de blanco, constantemente, a las burlas de camaradas
poco caritativos; maltratados siempre por los reproches de que son
víctimas, no encuentran en lugar alguno el consuelo y las ener-
gías de que tienen la mayor necesidad y pierden la confianza en
sí mismos. Gradualmente llegan a' ser tímidos. Incapacitados
para reaccionar, realizando un acto útil de firme voluntad, se des-
lizan de manera insensible por la desgraciada pendiente de la co-
bardía.””
““Creen incurables sus males y ven desaparecer los sueños y es-
peranzas más queridos. Hasta algunos, entregados a excesos de
misantropía, huyen de la sociedad y se condenan a un mutismo com-
pleto y progresivo. Y cuando las cosas no toman el aspecto de ma-
yor gravedad, el tartamudo, al llegar a la edad adulta, júzgase,
por lo menos, disminuído desde el doble aspecto moral y social, al
darse cuenta del defecto que le aqueja; se halla en la imposibilidad
absoluta de reemplazar sus funciones sociales o de alcanzar un
rango al que tenga derecho por su inteligencia, su instrucción, su
fortuna o su situación de familia.””
Parecen, pues, suficientes estas causas para que la escuela pri-
maria le conceda alguna atención al problema; por eso, al dedicar-
nos al estudio del mismo, hemos señalado las soluciones que pue-
den dársele.
LAS PERTURBACIONES DE LA PALABRA EN NUESTROS ESCOLARES
Hemos tratado de conocer, en la investigación realizada, la fre-
cuencia con que se manifiestan en nuestros escolares las perturba-
ciones de la palabra (aparte de las características fundamentales
que presenten), ya que, a medida que se avanza en las cuestiones
pedagógicas, se comprueba más la necesidad de convertir en una
realidad el viejo axioma relativo a que “la escuela debe adaptarse
al niño?””, con tendencias a la nacionalización de los principios que
rigen la enseñanza popular.
Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
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Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
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J, Y, Castellanos Peláez: Porturbaciones de la palabra. 7
Preparación del trabajo.
En una labor de investigación como esta a que vamos a refe-
rírnos, es indispensable observar el principio básico que guía al
historiador en sus pesquisas: una imparcialidad absoluta. Sí nos
dejamos llevar por la más ligera sugestión será difícil garantizar
la posible y siempre relativa exactitud de las eonelusiones que
obtengamos. Con tal orientación, pues, nos propusimos tomar una
o varias escuelas completas, examinar todas las aulas, y, en conse-
euencía, todos los grados, en días sucesivos, Para ello tomamos
Ja escuela número 3 y las dos primarias anexas a las Escuelas Nor-
males de esta Capital Parece oportuno advertir que no figuran
en nuestros cuadros alumnos de séptimo grado; la causa no puede
ser más justificada: no existen, Nuestros niños, con muy contadas
excepciones, abandonan la escuela al cumplir los catorce años, aguí-
joneados por un estímulo común: cooperar a la mejor solución de
los problemas económicos de la familía. Las niñas, en sentido
opuesto, permanecen algún tiempo después, y así podemos com-
prender cómo figuran 41 en las edades de 15 a 19 años; desde Jue-
go se trata de alumnas de la Anexa a la Normal de Maestras, de
donde sale cada año un grupo apreciable de aspirantes a ingreso
en la propia Escuela Normal.
También hemos hecho figurar alumnos de kindergarten (de la
escuela número 2 y de la primaria Anexa a la Normal de Maestras)
y de las dos aulas de perfeceionamiento (retrasados y anormales)
que funcionan en esta Capital, anexas al Laboratorio para el Es-
tudio del Niño Cubano (recientemente clausurado). De este 1mo-
do nos será permitido apreciar las influencias que cada modalidad
(retraso pedagógico, edad, etc.) pueda tener en las conclusiones a
que nos conduzca nuestro estudio,
Cómo procedimos.
La tarea resultó fácil en las aulas de enseñanza común, a partir
del segundo grado: hacíamos leer a los escolares en una página
eualquiera del libro corriente, o bien recitar una composición es-
tudiada durante el curso. Este examen daba .lugar a la primera
selección. Los alumnos en que advertíamos defectos eran sometí-
dos a un nuevo examen, minucioso esta vez, para fijar todos los
trastornos de que padecía cada uno; para ello utilizamos bien las
8 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
láminas que sirven para ilustrar las palabras “normales?” del li-
bro Primario del Dr. Aguayo, bien todas las que ha empleado Ore-
llana en su libro para la enseñanza de la lectura a los sordomudos.
En el primer grado, como en el kindergarten, la primera selec-
ción la hacíamos estableciendo una conversación animada con los
niños, a fin de que todos hablaran y, de este modo, poder separar
los perturbados de la palabra. El segundo ejercicio se realizó de
igual modo que con los demás.
La lámina es el medio por excelencia para que la pronunciación
de los niños se aproxime más a su forma libre. Leyendo, tienen
la palabra a la vista y muchos defectos pueden disimularse, re-
pitiendo es posible copiar el modelo que ofrece el investigador.
Niños examinados.
A 663 asciende el número de niños examinados. Nos ha pa-
recido una cifra prudencial, no sólo por la razón que nos guió to-
mando un limitado número de escuelas, sino porque examinando
las estadísticas de igual índole que nos ofrecen algunas investigacio-
nes encontramos el trabajo realizado por Ferreri, en Roma (pu-
blicado en enero de 1909), que sólo alcanzó a 572 infantes.
De los 663 niños aparecen:
en kindergarten: kate E e 32
en aulas de perfeccionamiento.......... 67
Sie as , de enseñanza común....... 064
Total cobos
El número total de niños perturbados de la palabra es de 169,
lo que representa el 25.49% de los examinados. Tal proporción
revela, a primera vista, que el problema es digno de mayor atención
que la que generalmente se le presta.
La cireunstancia de haber incluído en esta proporción los niños
de kindergarten y los retrasados (en los que, como es sabido, resul-
tan de notable frecuencia los trastornos a que venimos refiriéndo-
nos) no aminora en absoluto la gravedad del problema: primero,
porque es notablemente reducido el número de los que aparecen en
esta estadística, y luego, porque anotados en tal o cual forma, no
por eso dejan de existir.
Y. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 9
(Véanse los cuadros que aparecen seguidamente.)
No. 4.—PROPORCION DE NIÑOS PERTURBADOS DE LA PALABRA
No. de niños. No. de niños Tanto por
CONCEPTOS examinados perturbados ciento
Dislálicos en aulas comunes....... 564 110 19.50
Tartamudos en aulas comunes..... 564 11 1.95
Dislálicos en aulas de perfecciona-
DUCULO A o ici e citas sie 67 15 22.38
HERTAMUCOS MA cta ma ao 67 5 7.46
Dislálicos en kindergarten......... 32 12 37.50
Dislalias mecánicas y otros tras-
ORO tae aia a eo 3 663 16 2.41
Niños dislálicos en aulas de enseñanza camún.
Clasificados por sexos y por grados los 564 niños de enseñanza
común aparecen de este modo:
CUADRO No. 5.
GRADOS Varones Hembras Total
BOAT qe tetera nista 103 40 143
EBRO e + e. cae 105 29 134
RETESTO NA aa cds 63 33 96
EA 27 13 40
LO AO 21 9 36
DA rd 12 63 US
SEPLIAO e naaa 00 40 40
Totales io.. cos. 337 227 564
Si la clasificación la hacemos por sexos y por razas obtenemos es-
tos resultados :
10 “Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
Varones blancos.. 90
Hembras blancas.. 31
Varones mestizos.. 7
Hembras mestizas. 6
Varones negros... 6
Hembras negras... 3
Totales.. 143
BLAMCOS Pt
MEestizOS matias
INEZROS Mm co falo
Totales coo ..
CUADRO No. 6.
GRADOS
20 3o 4o 5o
79 45 2 20
25 19 12 6
15 12 2 4
2 12 1 2
11 6 4 3
2 2 0 1
134 96 40 36
CUADRO No. 7.
RESUMEN
Varones Hembras
265 171
42 38
30 18
337 227
60 “7o Totales
10 053269
48 305 AA
2 0 42
8 7 38
0 0 30
7 3 18
75 40 564
Totales
436
80
48
564
Las dislalias mecánicas, como veremos más adelante, se hallan
en una pequeña proporción; las funcionales ocupan el primer lu-
gar, por eso habremos de referirnos a ellas de manera preferente.
En efecto, algo más del 65% de todas las perturbaciones de la
palabra que hemos advertido en nuestros escolares corresponden
a esa clasificación.
pondiente que aparece al final del capítulo.
Véanse estos resúmenes y el cuadro corres-
No. 8.—NIÑOS ATACADOS DE DISLALIAS FUNCIONALES
GRADOS
Primero
Segundo
Tercero
Cuarto
Quinto
Sexto
....o.o....o
..o......s
..o.o.o...s.
CIO RCA CONO
CA ROA ORO CO
Varones
Hembras
| aonvounao |
(95)
[o]
Totales
2
31
19
7
9
12
5
110
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 11
No. 9.—RAZA Y SEXO DE LOS NIÑOS ATACADOS DE DISLALIAS EN
CADA GRADO
GRADOS
RAZA Y SEXO ]o 20 3o 4o 5o Go “o Totales
Varones blancos... 15 14 10 3 6 S 0 DL
Hembras blancas.. Zi 4 4 2 2 4 3 26
Varones mestizos.* 2 4 0 1 1 2 0 10
Hembras mestizas. 2 0 2 0 0 Ze 0 6
Varones negros... 1 8 3 1 0 0 10) 13
Hembras negras... 0 1 0 0) 0 1 2 4
Totales.. 27 31 19 7 9 12 AO.
No. 10.—RESUMEN DE LOS NIÑOS ATACADOS DE DISLALIAS
FUNCIONALES
Varones Hembras Totales
Blancos. dara 51 26 77
MESTIZOS arta cetata 10 6 16
NETOS ale oda als 13 4 17
Dota are aos 74 36 110
Ya hemos visto que la proporción en que se hallan los niños
dislálicos en aulas de enseñanza común es de 19.50%. M. Sala,
en Como (Italia), halló 24.34% en el examen de 2,140 niños; G.
Ferreri ha podido señalar en Roma hasta 33.91%, sobre un total
de 572 niños examinados, y el Dr. G. Rouma, en 1,072 niños de
la escuela núm. 7 de Bruselas, descubrió (en el año de 1905)
26.1%.
Es muy diena de señalarse esta comprobación, que ofrecen
todas las estadísticas de igual género: las dislalias son más fre-
cuentes en los varones que en las hembras. El siguiente cuadro
nos lo dirá:
No. 11.—NIÑOS ATACADOS DE DISLALIAS EN CADA SEXO
SEXO Niños examinados Niños atacados Proporción
MARQUESES related ts 337 74 21.95%
PEMDTAS Vta de 227 36 15.85%
E
Diferencia.... 110 38 6.10
12 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
Algunas cifras ilustrarán más esta afirmación: el Dr. Rouma
ha señalado, en su investigación de Bruselas, 10.1% en los varones
y 5.88% en las hembras; en Praga anotó el Dr. Scehleissner, 14%
en los varones y 7.5% en las hembras, de las escuelas primarias
elementales, así como 4.4% en los varones y 1.6% en las hembras
de las escuelas intermedias. Quizás pueda encontrarse la expli-
cación de esto en el mayor refinamiento que rodea la vida de la
niña, y, hasta es muy posible, en el mayor uso que hace de la
palabra la mujer, según se ha probado desde la antigijedad.
Hemos obtenido esta otra conclusión : las dislalias son más fre=
cuentes en los niños negros que en los mestizos y en éstos más que
en los blancos. La comprobación la tenemos seguidamente:
No. 12.—LAS DISLALIAS EN RELACION CON LA RAZA
Niños Niños
RAZA examinados perturbados Proporción
Blanes ento 436 71] 17.66%
MESTIZOS rear poe clatolo 80 16 20.00%
Neorosu ron tati 48 17 35.41%
Dotales adi aa 564 110
Y si examinamos detalladamente, en cada raza, los tres grupos
teniendo en cuenta el sexo, veremos confirmada una vez más la
primera conclusión :
No. 13.—LAS DISLALIAS EN RELACION CON LA RAZA
AMELASEXO
y Niños Niños
RAZA Y SEXO examinados perturbados Proporción
Varones negroS....... 30 13 43.33%
Hembras negras...... 18 4 22.22%
Varones mestizos..... 42 10 23.80%
Hembras mestizas..... 38 6 15.18%
Varones blancos...... 265 5 19.24%
Hembras blancas..... 171 26 15.20%
Totales o 564 110
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra, 13
Las niñas blancas son las que, proporcionalmente, padecen me-
nos dislalias; las mestizas menos que los varones blancos, a estos
siguen las hembras negras, luego los varones mestizos y, por úl-
timo, los varones negros.
Todo induce a pensar que la influencia del medio debe hacerse
sentir, de una manera notable, en tales proporciones.
Se ha observado que '“a medida que es más elevado el grado
disminuyen las dislalias””. Esto parece axiomático, puesto que las
lecciones de lenguaje, lectura y redacción y el ejemplo del maes-
tro durante el período de asistencia a la escuela han de aminorar
constantemente los defectos de pronunciación. Desde luego, no
podemos esperar que la disminución se presente de una manera
regular en todos los grados. El Dr. Rouma (por no citar otros
casos), que realizó su labor sobre un grupo bastante homogéneo de
escolares, no obtuvo esos resultados con tal exactitud: la curva
que presenta en la gráfica núm. 1(**Enquete Seolaire sur les trou-
bles de la Parole Ches les Ecoliers Belges””) manifiesta una subida
del 22 al 3er. año de estudios, en los varones; del 4? al 5% año
es pequeña la disminución, y entre este y el 6? año se mantiene
la curva en el mismo nivel.
En nuestro trabajo, a pesar de lo heterogéneo que resultan
los cuadros, puesto que contienen niños de tres razas distintas,
que, como hemos visto ya, ofrecen características diferentes, halla-
mos los resultados que siguen:
No. 14.—LAS DISLALIAS SEGUN EL GRADO QUE CURSEN
LOS NIÑOS
Niños Niños Tanto por
GRADO examinados disláticos ciento
ER a tao ini os caja a 143 27 18.88
SEO tas dos oa e 134 31 23.13
AAA A 96 NUFE 19.79
TDS ua cis a 40 7 17.50
AA OI 36 9 25.00
A AA da 12 16.00
O 3. fatima te só 40 5 12.50
_— —
Tote 564 110
14 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
De 18.18% y 22.13% en los grados 1? y 2*, respectivamente,
la proporción de dislalias disminuye a 16% en 6* grado y a
12.5% en T*.
La tartamudez en aulas de enseñanza común.
A. Herlin cita las estadísticas relativas a los adultos, en cuan-
to a la tartamudez, con motivo de la exención del servicio militar
que se concede en aleunos países a los que padecen tal defecto. Sólo
por curiosidad vale la pena de hacer la mención: Hunt en Ingla-
terra, y Otto y Rust en Alemania, hallaron el dos por mil, y en
Francia 3.27 por mal.
En cuanto a la proporción advertida en los escolares la con-
signamos en el cuadro
No. 15.—LA TARTAMUDEZ ESCOLAR EN OTROS PAISES
PAIS E INVESTIGADOR Varones Hembras Totales
Alemana (BEI) AGUA e dto 1.25%
Alemania ROS cm) GUZMAN ie e ti 1.00%
Atemantac (Dresde): Guizmam aro ista pi IRA aan 2.00%
Bohemia (Praga): Dr. Scheleissner 1.75% 1.00% A
Holanda (La Haya): Sociedad
Baldolo pica ee ero taa is 1.50 0.20 OS
Italta (Kona): MESTTETE de siena o Tae erase qe 1 ade ¡pido 4.30%
Italia"((Gomo) Salas ela al at a io ala 1.60%
Bélgica íBruselas): G. Rouma.... 1.69 0.88 e
Por nuestra parte, de los 564 niños examinados en escuelas de
enseñanza común, once son tartamudos, lo que nos da una pro-
porción de 1.95%, cifra que se aproxima bastante a las que (re-
lativas a otros países) figuran en el cuadro que antecede.
De estos tartamudos, 6 son varones y 5 hembras. Como ten-
dremos oportunidad de ver, también en nuestro trabajo (a pesar
de sus modestas proporciones) hemos comprobado el principio de
que la tartamudez se fija más en los varones que en las hembras,
aunque no resulta muy notable la diferencia: los primeros arro-
jan 1.78%, mientras las segundas alcanzan 1.76%. Debemos ad-
vertir, para mayor claridad y exactitud, que hemos excluído, al
establecer el tanto por ciento de las niñas, una de séptimo grado,
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 15
puesto que de éste no hemos anotado niño alguno, como queda
dicho.
En lo que se refiere a las razas, 9 de nuestros sujetos son blan-
cos y dos mestizos; las proporciones resultan, pues, de 2.06% y
2.50%, respectivamente. El hecho de que no hayamos estableci-
do proporción alguna para los niños negros, no significa que sean
inmunes al padecimiento que estudiamos; en otro aspecto de la
investigación hemos de encontrarlos.
El cuadro que sigue muestra, con mayor claridad, los datos a
que hacemos referencia :
No. 16.—NIÑOS TARTAMUDOS
RAZA Varones Hembras Totales
BICIS Saeta 5 4 9
IESO o erro e ol 1 2
INES oO 0 0 0
IRE A je 6 5 1
En cuanto a la investigación realizada por el Dr. G. Rouma
en la escuela núm. 7 de Bruselas, al comenzar el curso de 1904-05,
resulta que: “la escuela tiende a favorecer el desenvolvimiento de
esta perturbación””; más adelante expresa esta otra conclusión :
““la tartamudez se agrava durante el período de frecuentación es-
colar”. En el primer caso, las cifras que arrojó la estadística
determinaron un tanto por ciento mayor, a medida que era supe-
rior el grado; la segunda afirmación la dedujo del hecho de que
los niños ligeramente atacados fluctuaban entre los 6 y los 10
años, mientras las graves perturbaciones existían en los de ma-
yor edad.
A pesar de toda la autoridad que reconocemos a tan eminente
investigador, nos vemos obligados a disentir del criterio expuesto
en ambas conclusiones. En efecto, para que podamos afirmar que
la escuela es una causa agravante de la tartamudez, tendríamos
que realizar previamente un estudio comparativo con tartamudos
que no frecuentan las aulas. ¿No es acaso la influencia del con-
tacto con personas extrañas, lo mismo en la escuela que fuera de
ella? Y en aquellos individuos que contraen el defecto por imita-
ción ¿no puede influir el contagio fuera de la escuela también ?
16 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
En el cuadro correspondiente (““Niños perturbados de la pala-
bra en aulas de enseñanza común: tartamudos””) podemos obser-
var con toda precisión que no es el grado sino la mayor edad. lo
que aumenta la tartamudez en cantidad y en intensidad: tenemos
en ler. grado 4 sujetos; 2 en 2*; 3 en 3%; 1 en 4* y 1 en 7% Pero
considerados por edades aparecen: 1 de 7 años, 1 de 10 años, 1
de 11 años, 4 de 12 años y 4 de 14. Esta comparación nos releva,
por sí misma, de todo comentario. Bien es cierto que la relación
constante que debe existir entre la edad del escolar y el grado que
curse resultará en Bélgica más exacta que entre nosotros, y esto
ha sido, probablemente, la causa origen de la apreciación a que
nos hemos referido.
Y corrobora más aun nuestra afirmación el siguiente hecho:
los casos graves de tartamudos que hemos hallado ascienden a 4,
esto es, el 36.36%: 2 cursan el primer grado, 1 el segundo y 1
el tercero; por otra parte, 3 de tales sujetos cuentan 12 años
de edad y uno es de 14 años. En el 75% de estos casos graves
la tartamudez se asocia a dislalias: 3 son varones y 1 hembra.
Características que ofrecn estos tartamudos. (A) RETRASO.
Con excepción de dos casos (un niño de 7 años que cursa el
primer grado, y una niña de 14 que sigue el séptimo), en los 9
restantes se advierte desacuerdo entre la edad y el grado. En
efecto, en primer grado aparecen 1 de 11 años y 2 de 12; en el
2*, uno de 10 y uno de 12;.en 3er. grado hay un niño de 12 años
y dos de 14, por último, hay un niño de 14 años en 4* grado.
En consecuencia, el retraso pedagógico apreciable en este grupo
de escolares es como sigue:
No. 17.—RETRASO PEDAGOGICO DE LOS NIÑOS TARTAMUDOS
Núm. de niños Edad (años) Grado que cursa Años de retraso.
Ro dodo nat 11 lo 4
IO eS ES far e 12 ]o 5
O o enel 10 20 2
O a Sa 12 20 4
A O e 12 30 3
O OA 14 30 5
Mie je isiaiato see lalo 14 4o 4
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 17
No alcanza a nuestra investigación fijar las causas de ese re-
traso, pues, en realidad, lo normal en nuestra escuela primaria
es que en la gran mayoría de sus alumnos ocurra de igual modo,
en cuanto al aspecto que estudiamos. Mas, a pesar de ello, el
retraso que se advierte en estos niños es demasiado notable, fuera
de lo corriente; por otra parte, los antecedentes personales de
cada sujeto, obtenidos de los propios maestros, nos afirman en la
creencia de que hay disminución intelectual.
(b) Origen del padecimiento.
Hemos señalado cinco apartados, en la ficha correspondiente,
para clasificar las causas de la tartamudez y, con arreglo a los
informes que hemos obtenido en cada caso, resulta que han ad-
quirido el padecimiento:
por imitación o contaminación psíquica............... 8 sujetos.
A e EA AAA sl sujeto:
PUN Re rte dad: IMTECCIOsSA 0 occeadas dae ea 0 e
par eolpe sobre la CADEZA TT dao dao rss E 0 2
PURA calisasanor aparentes to aya aa ase tea 2 E
En los casos de contaminación psíquica figuran 4 que tienen
familiares tartamudos. Uno de ellos ofrece notable interés: un
hermano mayor. ha sido tartamudo y también lo es otro menor.
Al contagio directo, en este caso, parece que es preciso agregar
la predisposición de la familia.
El único caso de emoción violenta se debe a la mordedura de
un perro.
Por último, entre las causas no aparentes, un caso se debe al
hábito adquirido, sin que exista imitación; en el otro es indeter-
minada, la tartamudez existe desde que el niño comenzó a hablar.
(c) Edad en que comenzó la tartamudez.
en 1 sujeto a los 2 años.
>” 2 ” ” 3 ”
” 4 ” ” 4 ”
” 1 ” ” 6 ”
” 1 ” ” 8 ”
” 1 »” ” 9 ”
1 ” ” 12
Total TA
18 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
Son más numerosos los casos (siete de once) en que la tartamu-
dez comenzó de los 2 a los 4 años. Gutzmann ha consignado en su
estadística el 64.8% de individuos en los que se manifestó de los
tres a los cuatro años de edad.
(d) Estado de los órganos de articulación.
Para muchos ortofonistas, los defectos de los órganos de la
articulación tienen una importancia excepcional (por la frecuen-
cia con que se manifiestan), porque tienden a darle mayor gra-
vedad al padecimiento.
Hemos consignado seis aspectos en nuestras fichas: mandibu-
las, dientes, lengua, paladar, amígdalas y vegetaciones adenoideas;
aparece un séptimo aspecto, además, con el título de ““Otras cir-
cunstancias agravantes”?. De nuestro examen resulta el cuadro
No. 18.—ESTADO DE LOS ORGANOS DE LA ARTICULACION
EN NUESTROS TARTAMUDOS
ORGANO Normal Con anormalidad
Mandibulas tonto Rai 11 sujetos. O sujetos.
Dientes o o jiois 7 SS 4
IAE AS Ae oO 11 E DAA
Paladar ol epa to mareos Me nara te ialeto do 6 5 aa E
'Amiedalas a ie elos AS 10 55 Tienes
Vegetaciones adenoideas .......... 0 y AA
Otras Pcircunstancias ese aleta lalo 0 3 PA
.
No hemos registrado un solo caso en que aparezca anormalidad
en la disposición de las mandíbulas o en la estructura de la len-
gua.
Los cuatro casos de anormalidad en los dientes se presentan
de este modo: 3 por articulación muy defectuosa y 1 por la ausen-
cia de; ellos en gran parte, debido a las caries. En, cuanto al pa-
ladar, 5 individuos lo tienen dispuesto en forma de ojiva; en un
caso existen granulaciones en las amígdalas, y en 2 vegetaciones
adenoideas. Más adelante trataremos de la influencia que se atri-
buye a tales defectos.
Por último, en dos sujetos hemos advertido *“otras circuns-
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 19
tancias agravantes””: en uno, evidente retraso psíquico, en otro
una gran debilidad de carácter, sin personalidad alguna.
(e) Localización de la perturbación.
La mayoría de los sujetos presentan trastornos en la articula-
ción y muy pocos en la fonación. Para mayor claridad hemos
compuesto el cuadro que sigue:
CUADRO No. 19.
Ligeramente Notablemente
APARATO Normal perturbado perturbado.
RESPIFALOMO vas corte eo 5 casos 1 caso 5 casos.
DEIA FOnación q... e ques EE AS
De la articulación....... pias NA 8
”
En 4 casos la perturbación se manifestó en la emisión de las
sibilantes, en 7 al emitir las explosivas.
En 6 individuos el calambre es tónico y clónico en 5. Este
calambre se aprecia:
ESTOS ADIOS iaa ira ia earn se os 9 sujetos.
A E A A IA A
CAFADDOS MALITES A ets ad meta adas ES
Las perturbaciones de la palabra en niños retrasados.
La gran mayoría de los niños que fueron objeto de nuestro
examen, en las dos aulas de perfeccionamiento a que nos hemos
de referir, pertenecen a la categoría de retrasados pedagógicos,
sin que falten algunos tipos de anormales. A pesar, pues, de no
tratarse de verdaderos anormales, el tanto por ciento que alcan-
zam las perturbaciones de la palabra en estos niños es bastante
elevado: 29.85. Las diversas estadísticas que se han hecho seña-
lan un promedio entre 25% y 35%.
20 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
No. 20.—NIÑOS EXAMINADOS EN LAS AULAS DE
PERFECCIONAMIENTO
Proporción de
RAZA Y SEXO examinados perturbados perturbados
Varones "DIAncOS ia oa etilo 16 5 31.25%
Hembras blancas ra este teño le 19 4 21.05
Varones IMestizOS +. neta te toto lela 7 4 57.14
Hembras MesStizaS...n......... 11 1 9.09
WMAarones MAS erOS ota aiatelaletorena 1 3 42.85
Hembras neeras. as soto 7 3 42.85
Totales dias 67 20
Considerados por razas y por sexos, separadamente, nos dan
este otro cuadro:
No. 21.—RAZA Y SEXO DE LOS NIÑOS EXAMINADOS EN AULAS
DE PERFECCIONAMIENTO
RAZA Varones Hembras Total
Blancos aletas ada 16 19 35
IMEStIZOS 7 ao tale 7 11 18
NETOS a tati fate 7/ 7 14
Totales hacias io 30 37 67
El tanto por ciento general (29.85) que hemos hallado, se
descompone así:
'EIFFAMUAOS Aaa ear ate ala pl aii ee 7.462%
DISTAliCOS arenero Toto denota ade ea aia te olarolle ato (a 22.388
Además, hemos encontrado asociados ambos defectos en 2.98%.
Veamos los cuadros que siguen, relativos a las investigaciones
realizadas en otros países con niños anormales.
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 21
No. 22.—LOS TRASTORNOS DE LA PALABRA EN NIÑOS ANORMALES
DE OTROS PAISES
Total gral. de
PAIS E INVESTIGADOR — Dislalias Tartamudez perturbados
Alemania (Dalldorf): Pieper... 36% 1%
Alemania (Berlín): Cassel..... E Ho 33%
Alemania (Berlín): Góúerke.... .... e 38
Bélgica (Amberes): Dr. Ley.... 12% 13% 30 2435
En la investigación belga, realizada por iniciativa del Dr.
Georges Rouma, se aprecian estos resultados :
CUADRO No. 23.
Tanto por ciento Tanto por ciento
TIPOS ESCOLARES de dislalias de tartamudez Total
Niños retrasadosS............ 19.5 3.0 22.5%
Niñas retrasadaS............ 14.5 3.8 18.3
NIDOS AnOLMales.Ex era ae obre 22.9 TE 30.1
Ninas:=anormales: odio. US sn 1:41
Clases mixtas de anormales. 56.2 12.5 68.7
Sin duda alguna que esta elevada proporción es una prueba
innegable del alto valor intelectual de la palabra. Hasta en los
simplemente retrasados la evolución del lenguaje sufre un retar-
do; esto es conocido de antiguo respecto de los mentalmente de-
ficientes. Como veremos después, la dureza de oído en muchos
casos, en otros la tardanza en el inicio de la palabra, enfermeda-
des graves en la primera infancia, etc., han podido ser factores
influyentes en la predisposición de tales niños para las perturba-
ciones a que venimos contrayéndonos, aparte de la deficiencia in-
telectual que en los mismos exista.
Con las reservas consiguientes, puesto que el número total de
niños retrasados que hemos estudiado es bastante reducido, pensa-
mos que acaso la edad influya (entre otras causas) en la mayor
gravedad de los trastornos glósicos.
El cuadro que sigue puede darnos alguna luz en ese sentido,
exceptuando desde luego la edad de 8 años, puesto que el único
niño examinado es dislálico (¿podría afirmarse que todos los re-
22 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
trasados de 8 años padecen ese trastorno, así como que ninguno de
7,9 ó 10 años puede padecerlo?).
No. 24.—LOS TRASTORNOS DE LA PALABRA, SEGUN LA EDAD,
EN ALUMNOS DE AULAS DE PERFECCIONAMIENTO j
4
Examinados Perturbados Proporción 3
$
de AOS aros q 0 0 0 % :
e da 1 1 100 3
e de RUS IS 1 OS 0 :
As A e 4 0 0 3
E A A AE 8 2 25
O ASS O 26 6 23.07
e O Y 18 8 44.44
IM e 8 3 37.50
Esto resulta considerando en conjunto las perturbaciones, que
si examinamos separadamente las dislalias y la tartamudez apa-
rece que, a mayor edad mayor es el número de trastornos y más
graves. Así lo demuestran estos datos:
CUADRO No. 25.
EDAD % de dislálicos % de tartamudos Total
E NU o e
SA A a OO A 100. %
Mu El ala a A AO es E
A O ES a a
a a PS 25
EA A TA 7.69 15.38 23.07
O A A 44,44 44.44
LE O O A 12.50 25.00 37.50
En las primeras edades de la vida escolar se aprecian disla-
lias solamente, más tarde (11, 12 y 13 años) los tartamudos pre-
dominan y a los 14 años la proporción es merecedora de igual
cuidado en ambos aspectos, de manera notable en la tartamudez.
Pero hay otra causa, además, que afirma nuestro aserto: a los
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 23
12 años, en dos casos de tartamudez hay uno asociado a dislalias,
y a los 14 el único tartamudo las padece también.
Apreciando estos datos por el grado que cursen los niños, apa-
rece que son mayores los trastornos en el 2? que en el ler. grado:
31.25% y 28.57%, respectivamente. Un ligero examen del cua-
dro 26 A, nos reafirma en la opinión de que el grado no influye y
sí la edad en la frecuencia de las perturbaciones de la palabra.
He aquí un cuadro resumen de los niños examinados:
No. 26.—EDAD Y GRADO DE LOS NIÑOS EXAMINADOS EN AULAS
DE PERFECCIONAMIENTO
EDAD ler. grado 20 grado Total
AO cate Aaa ae 1 0 1
A, 1 0 1
Ms de ct 1 0 1
A, A 2 2 4
5 EAS E AAA 2 6 8
A A A 13 13 26
A A 9 9 18
OR 6 2 8
Ar AA 35 32 67
No figuran en 2? grado hasta los 10 años, de esta edad (como
de 12 y de 13) aparece el mismo número de niños en ambos grados,
y a los 14 son más numerosos los de 1? (6) que los de 2? (2).
Como ya pudimos apreciar en los niños matriculados en aulas
de enseñanza común, también en los retrasados es más elevado el
tanto por ciento de varones atacados de trastornos de la palabra
que el de niñas.
Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
24
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El numerador se refiere a los niños tartamudos; la D s
que el individuo es dislálico a la vez que tartamudo.
En el denominador figuran los niños dislálicos.
Y. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 25
De los 30 niños examinados, 12 tienen anormalidad de la pa-
labra: :
40%
De las 37 niñas sólo 8 sufren esa anormalidad :
21.62%
También la tartamudez se fija más en los varones que en las
hembras: nuestra estadística arroja 3 y 2 casos, respectivamente.
Por último, en lo relativo a las razas, tenemos los datos que
figuran en el cuadro
No. 27.—PROPORCION DE LAS PERTURBACIONES CONSIDERADAS
POR RAZAS
Niños Niños Tanto
RAZAS examinados perturbados por ciento
BARCOS Tao 35 9 Zo dl
MestizOS) 00» 18 5 21.77
NETOS tes 14 6 42.85
Totales 2. 67 20
Las perturbaciones de la palabra en los niños matriculados en
aulas de perfeccionamiento son más frecuentes en los negros que
en los mulatos, y en estos más que en los blancos.
Las cifras más elevadas, como vemos, corresponden a los varo-
nes, aunque por rara casualidad varones y hembras de raza ne-
gra presentan una proporción exactamente igual.
Causas que influyen en las perturbaciones de la palabra de los
miños retrasados.
Ya hemos hecho mención de las causas distintas que han podi-
do influir de manera decisiva, junto con las predisposiciones in-
manentes en cada sujeto de los que estudiamos, para que las per-
turbaciones hayan llegado a fijarse. En efecto, ni uno solo de
estos 20 niños ha dejado de padecer toda una serie de esas enfer-
medades propias de la infancia, que se fijan en individuos dé-
26 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
biles, precisamente, y que traen como secuela múltiples trastornos
orgánicos, cuando no sean graves lesiones permanentes en la vida
del sujeto. Atrepsia, sarampión, coqueluche, escrófulas, eclamp-
sia, etc., han sido los padecimientos; tres de ellos, cuando menos,
en el mismo individuo.
La dureza de oído constituye otro motivo justificado de tales
trastornos; es natural, a una audición deficiente ha de correspon-
der una reproducción incorrecta de la palabra. En 10 de los vein-
te sujetos (50%) ha podido apreciarse esta deficiencia.
Padecen de vegetaciones adenoideas. . . . 5 niños
Tienen hipertrofia de las amígdalas. . .. 3 ,,
Asociados ambos padecimientos en. ... 6. ,,
Todo esto sin contar con la insuficiente alimentación y las en-
fermedades de los progenitores.
Las perturbaciones de la palabra en aulas de kindergarten.
El cuadro que aparece más abajo muestra, en forma de quebra-
do, el número de niños examinados (en el denominador) y los que
presentan trastornos (en el numerador), de 3 a 6 años de edad, en
dos kindergártenes.
No. 28.—NIÑOS EXAMINADOS Y PERTURBADOS DE LA PALABRA
EN KINDERGARTEN
SEXO WB:00 HB. VoM: H.M. V.N. H.N. Totales
DAMOS. as A latas a ON Lora a
AS A a O OZ AA 2/2 Ese Eo PR
E EA 2/8 4/4 A Ea de al 94 7
LLE re A pe A Aa o AO o
e RON 0/2 2/8 0/4 E A loro TAM
An do pa a E Oia RA
DA 0/2 0/2
Totalesutn no 2a/AL0r 18/1005 =2/0 os ras Eo 12/32
En el kindergarten, como era de esperarse, aumenta de manera
notable el tanto por ciento de niños dislálicos, comparados con los
de aulas de enseñanza común y de perfeccionamiento: es la época
en que el lenguaje se halla en pleno período de instalación.
DÁ Wide *
, Pl
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 27
Hemos tenido que anotarlos por medios años (3, 3 1/2, 4 etc.),
puesto que en estas edades, como son más rápidos los progresos
en la adquisición del lenguaje, también son más apreciables las
variaciones que se manifiestan.
En el cuadro núm. 28 tenemos que, de los 32 niños objeto de
investigación, 12 padecían dislalias; esto constituye una propor-
ción de 37.50%.
Hemos visto ya que las dislalias disminuyen a medida que es
mayor el niño; pero donde más puede apreciarse este progreso es
en los parvulitos que frecuentan las escuelas a que nos referimos.
He aquí la siguiente tabla:
A los 314 años padece dislalias el 100. % de los niños.
” 4 ” ” 2) S0. % «33
” 5 »” »” »” 1 4.28 % ”
No aparece un solo caso de tartamudez.
En cuanto a la comparación por sexos y razas tenemos estas
cifras:
CUADRO No. 29.
Niños Niños
RAZA Y SEXO examinados perturbados Proporción
Varones blancos...... 10 2 20 %
Hembras blancas...... 16 8 50 %
Varones mestizos...... 6 2 33 %
Totales aa atar 32 12
Las dislalias mecánicas y otros trastornos.
Fuera de la clasificación a que nos hemos referido (tartamu-
dez y dislalias) aparecen 16 casos, de los que 8 corresponden a
dislalias mecánicas, esto es, el 1.20% del total de niños exami-
nados.
Estos 16 sujetos han sido clasificados del modo que sigue:
Articulación deficiente por obstrucción nasal........... 3 casos.
Articulación deficiente por defectuosa disposición den-
O AR IR AIRE AIRES AE RAR E 5
A A AS 3
A AR A A A 1
GORraconto EXIFID]EFO oo emana ao ca e eee ar ataóne 2
O A E A 2
28 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
En uno de los niños que se advierte farbulleo se asocia este
defecto a la pésima articulación de los dientes, y en uno de los
que figuran en la clasificación de ““mala disposición dentaria”” he-
mos advertido que sólo tiene carácter de temporal el padecimiento.
II
LA TARTAMUDEZ.—CARACTERÍSTICAS GENERALES.—
TRATAMIENTO.—CASOS PRÁCTICOS
En todos los congresos de las diferentes ramas del saber huma-
no (concediéndole toda la importancia que merece) se trata siem-
pre de llegar a un acuerdo respecto al tecnicismo de la especiali-
dad respectiva. Y aunque en lo relativo a las perturbaciones de
la palabra las clasificaciones resultan más bien teóricas, pues en
contados casos se encuentra un trastorno de manera exclusiva, sino
que se asocian dos o más en el mismo sujeto, forzoso es aceptar
aquella por la cual se decide la generalidad.
La denominación de tartamudo resulta bien clara—el Diccio-
nario de la Lengua, edición de 1914, dice así: ““tartamudear (de
tartamudo): Hablar o leer con pronunciación entrecortada y re-
pitiendo las sílabas””.—, a pesar de ello, no siempre hay un acuer-
do perfecto acerca de la naturaleza sintomática del expresado de-
fecto del lenguaje. Meumann, en su estudio sobre **El proceso
representativo y el lenguaje del escolar””, ecnduce a una frecuen-
te confusión entre el balbuceo y la tartamudez, cuando el primero
sólo consiste en una “pronunciación dificultosa, terda y vacilante””
—Diccionario citado—. En este trastorno no interviene como fac-
tor apreciable la respiración (de notable importancia en el tar-
tamudo), sino que las alteraciones respiratorias son una consecuen-
cia del estado anímico del balbuciente; no es una causa, sino el
efecto.
Refiriéndose al balbuceo dice Herlin—“*Elements d*Orthopho-
mte...?” páginas 160 y 161—: ““El balbuciente quiere hablar; pero
nada dice; ha comenzado, pero no sabe qué idea va a expresar, o,
por lo menos, no ha encontrado los términos de que habrá de ser-
virse; por esta causa comienza su frase de tres o cuatro modos
diferentes o intercala entre sus palabras e, e, e, o también expre-
siones inútiles...”” al punto de que manifiesta una idea en evi-
dente contradicción con el sentido de la frase que quiere decir.
Y. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 29
Así, pues, mientras en el tartajeo (con el cual suele a veces
confundirse la descripción de la tartamudez) la expresión es con-
fusa y atropellada, y-en el balbuceo resulta vacilante, en la tar-
tamudez se presentan estas
Características:
1*—Puede consistir en la imposibilidad momentánea de iniciar
la conversación, o, después de comenzada, de continuar hablando:
2—En la repetición más o menos frecuente y rápida de cier-
tas letras o de ciertas sílabas.
En ambos casos se debe esta imposibilidad a espasmos de gru-
pos musculares que intervienen en la producción de la palabra;
alcanzando la alteración a los órganos fonadores, a los de la arti-
culación, o a los respiratorios. Sin embargo, se señalan otras cau-
sas: elaboración defectuosa del pensamiento, falta de coordina-
ción entre los actos que concurren a la emisión de la palabra, un
estado nervioso anormal, timidez excesiva, etc. Pero lo corriente
es encontrar varios de estos defectos unidos a una respiración in-
suficiente o viciosa.
En el primer tipo, si la imposibilidad para hablar se presenta
al emitir una vocal seguida de consonante, el impedimento se halla
en las cuerdas vocales, que no pueden vibrar por el calambre o
adinamia que en las mismas se produce. A veces la glotis se halla
abierta, al mismo tiempo que las cuerdas se mantienen rígidas y
alejadas; la corriente de aire pasa sin producir sonido alguno, co-
mo es natural. O bien, y este es el caso más grave, las cuerdas
vocales se hallan próximas en el instante de ocurrir el calambre, a
la vez que la glotis sufre el espasmo; el aire no puede circular y
aparecen fenómenos de asfixia. Cuando esto ocurre (Gutzmann,
Rouma, Deecroly, Herlin, describen numerosos casos clínicos), la
cara del sujeto se congestiona, lo mismo que las venas del cuello;
los dedos se erispan; agita la cabeza, las manos, las piernas... al
fin, tanto esfuerzo restablece el equilibrio y, franqueado el obstácu-
lo, logra emitir la frase.
Cuando ocurre el fenómeno en la emisión de una consonante,
el calambre radica en los órganos articuladores: si se trata de
p, m, por ejemplo, se halla localizado en los labios; si se manifies-
ta en el extremo de la lengua, esta no podrá separarse de los in-
cisivos superiores al pronunciar d, nm, t; por último, si la dificultad
30 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
aparece con c fuerte, como en casa, o con gy, como en gato, la len-
gua se halla contraída, sin que logre separarse del velo del pala-
dar, en el momento preciso. En estos es uniforme la intensidad
del calambre.
Tratándose de un tartamudo que repite con mayor o menor
frecuencia y rapidez ciertas letras o sílabas, el calambre es vio-
lento e intermitente, pasando los músculos de una manera cons-
tante de la contracción al relajamiento y viceversa, emitiendo ya
la misma letra, ya la misma sílaba en cada uno de esos movimien-
tos convulsivos; y es que los órganos, dispuestos para la pronun-
ciación de tal sonido o sílaba, pierden y recuperan, sin el control
del sujeto, la posición adecuada, pero volviendo siempre a la
misma, mientras dura la crisis. El análisis de estos fenómenos ha
sugerido al Dr. Montard-Martin la siguiente definición: ““La tar-
tamudez consiste en un estado coreico, intermitente, de los apara-
tos que presiden la fonación articulada, y el acto respiratorio in-
clusive??.
Como es necesario mayor esfuerzo para pronunciar las conso-
nantes explosivas (p, b, t, d, k, ) que las continuas (s, z, f, etc.),
el calambre se manifiesta fuertemente en aquéllas, de aquí que a
la generalidad de los tartamudos se les presente el mal en las pri-
meras especialmente.
Este calambre puede ser tónico o clónico: es tónico cuando
hace adoptar a los labios, la lengua o la laringe una posición fija,
retrasando el sonido, ejemplo: c...abeza; es clónico cuando se
repite la articulación, como en C...C...ca...cabeza.
La respiración del tartamudo y su examen.
Al describir los dos tipos generales de tartamudos hemos se-
ñalado la importancia que tiene la respiración en la producción del
mal. Ya cuando se trate de un calambre tónico, como cuando ten-
ga el carácter de clónico, el aire que se escapa no hace vibrar las
cuerdas vocales o, haciéndolas vibrar, la repetición de una misma
letra o sílaba agota el caudal de aire de la respiración y no per-
mite realizar la completa expresión del pensamiento.
Desde luego, no por esta irregularidad habrá de estimarse que
el aparato respiratorio de un tartamudo, desde el punto de vista
anatómico, será siempre anormal; en la generalidad de los casos
no lo es ni tampoco resulta inferior la capacidad pulmonar. Aho-
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 31
ra bien, en aquellos individuos en que existan defectos de constitu-
ción que favorezcan la anomalía respiratorio a que nos contraemos,
habremos de estimar, necesariamente, una predisposición para la
tartamudez. Ya Kussmaul, en 1884, aseguraba que el desarrollo
del pecho y de los músculos de la respiración del tartamudo de-
jan que desear.
En la gran mayoría de los casos, todo es funcional en lo que
al acto respiratorio se refiere; los tiempos empleados en la inspi-
ración y en la espiración se invierten y así, en vez de inspirar
profundamente o de manera frecuente y espirar con lentitud, la
inspiración del tartamudo es corta y la espiración rápida. Por lo
común, la caja torácica no se ensancha en la proporción debida,
sino la cavidad abdominal, todo lo contrario de lo que debe ocurrir.
La tendencia científica de la época—que rechaza todo dogma-
tismo—no puede admitir como causa única o predominante de la
tartamudez las modificaciones respiratorios; es indispensable agre-
gar las relativas a la fonación y a la articulación, el estado ner-
vioso y mental del sujeto, los reflejos de la herencia, etc.
A pesar de esto, son numerosas las clasificaciones que se han
propuesto por autoridades en Ortofonía, para distinguir los dife-
rentes tipos de tartamudos, teniendo sólo en cuenta cómo respiran
los individuos examinados. De ellas, una de las más recientes (de
Chervin, París, 1900) es la que sigue:
12 Tartamudez inspirada: el sujeto habla en el momento de
inspirar, como los ventrílocuos.
2 Tartamudez espirada: se pronuncian las primeras sílabas;
pero el resto de la frase se pierde como en un suspiro.
32 Tartamudez espirada anticipada: el tartamudo no reserva
el aire; deja escapar cierta cantidad antes de iniciar la conversa-
ción; de tal modo, que cuando comienza no hay reserva suficiente
en los pulmones, y por ello se producen sacudidas en la frase y el
defecto respiratorio se hace visible.
42 Tartamudez espirada nasal: la palabra se produce durante
la espiración; pero hay una pérdida considerable de aire, por la
nariz, al pronunciar ciertas consonantes, especialmente las explo-
sivas por la caída del velo del paladar.
52 Tartamudez mixta: que tan pronto se produce, en un mis-
mo individuo, ya en una ya en otra de las formas mencionadas
anteriormente. E
Un aparato usado en las Clínicas de Ortofonía—tomado de las
32 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
médicas—, el neumógrafo, permite obtener el trazado gráfico de
la dilatación y retracción del tórax durantie cada acto respirato-
rio. Por líneas descendentes para la inspiración y ascendentes
para la espiración pueden seguirse todas las intermitencias que
en ambos actos realice el tartamudo durante la respiración en el
momento de hablar.
Pero como no siempre tendremos a mano tal instrumento (cu-
yo costo es apreciable), podemos valernos de una cinta métrica,
que si no da las alternativas respiratorias, permite apreciar, por
lo menos, cuál es la forma de respiración del sujeto que motive
nuestro examen. Se pueden tomar cuatro circunferencias: 1 por
debajo de las axilas y de los omóplatos; 2? al nivel de las tetillas;
3* a la' altura de la fosa esternal, y 4* al nivel del ombligo. Per-
fectamente ajustada la cinta al cuerpo desnudo, basta una ligera
tensión de uno de los extremos, mientras el otro permanece fijo,
para obtener la dilatación que en cada zona se realiza.
Otro procedimiento consiste en la aplicación de ambas manos
del examinador, ya en sentido anteroposterior, ya de manera trans-
versal, al tórax y al abdomen del paciente; pero para poder regis-
trar observaciones precisas es indispensable una práctica previa.
Ninguno de ambos medios nos darán indicaciones concluyentes;
pero sí las indispensables para conocer cómo respira el examinado:
si los dos costados se amplían en igual sentido; si los hombres se
elevan; si adquiere mayor amplitud la región abdominal que la
torácica, etc. Asimismo se advertirá si las vibraciones del calam-
bre se trasmiten al abdomen; cuáles son los movimientos del dia-
fragma, etc. Debe apreciarse también el volumen de aire recogido
en cada inspiración y la manera que, para reservarlo, observa el
tartamudo; para ello se le hace emitir la vocal a, después de una
fuerte inspiración, y se cuenta el tiempo que la sostiene de una ma-
nera continuada.
La fonación en el tartamudo y examen de la misma.
Resulta difícil y delicado el examen de la laringe, especialmen-
te de las cuerdas vocales, de aquí que aseguren los Dres. Decro-
ly y Rouma que el órgano de la fonación ha sido poco observado
y, er consecuencia, que sean poco numerosas las anomalías adver-
tidas en esa región.
Sin embargo, deben ser suficientes los datos obtenidos para
Y. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 33
permitir a todos afirmar que el órgano de la fonación, estimado
anatómicamente, presenta muy raras perturbaciones en la tarta-
mudez; hasta al mismo Kussmaul, que muy contadas veces pudo
hallar anormalidad en el órgano de la fonación en aquellos indi-
viduos de los cuales advirtió —examinando la respiración—deficien-
cias en la conformación del pecho y en los músculos que inter-
vienen en la función respiratoria.
Por otra parte, una autoridad de tanto crédito como Gutzmann
ha presentado a la observación casos dignos de estudio: en uno de
ellos resultaba de un grosor excesivo la pared posterior de la la-
ringe y la tartamudez se manifestaba en la emisión de las vocales;
con la ingestión de substancias vasoconstrictoras mejoró notable-
mente. El mentol o algunas gotas de cocaína han sido suficientes
para disminuir y hasta cortar la tartamudez en estos casos, aun-
que transitoriamente. Asimismo afirma este autor que la infla-
mación de las cuerdas vocales superiores puede contribuir a la
producción de los espasmos característicos de la tartamudez.
Concretándonos al punto de vista que el profesor de Ortofonía
ha de tener en cuenta a este respecto, podemos afirmar que un
gran número de trastornos de la fonación observados en los tarta-
mudos son de carácter funcional: ya porque la oclusión involunta-
ria de la glotis impide la salida del aire necesario para producir
el ruido laríngeo; ya porque, inversamente, la separación de ella
se anticipe demasiado, al punto de que se escape todo el aire sin
la producción del sonido; o bien porque la contracción de los
músculos que ponen en acción las cuerdas vocales sea persistente
en Ocasiones, o ya momentánea, lo cual perturba el ritmo necesa-
rio entre estas contracciones y el pase de la corriente de aire.
En cuanto al examen de la fonación del tartamudo nos resta
decir que, de manera consecuente con lo ya expresado, se realizará
teniendo en cuenta los síntomas que presente el individuo: la ma-
nera de producirse el ruido laríngeo nos indicará el estado y la
fisiología de los órganos correspondientes.
2
La articulación en la tartamudez.
Kussmaul, entre otros muchos especialistas, concede excepcio-
nal importancia a los trastornos de la articulación y a los respi-
ratorios en la tartamudez—relegando a un segundo plano los la-
34 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
ríngeos—, por ser más frecuentes y presentar síntomas de mayor
gravedad.
En efecto, son los fenómenos más perceptibles y fáciles de
analizar, de aquí que para muchos tengan un carácter primario.
Y si los órganos de la fonación y de la respiración pueden estar
normalmente constituídos, todas las autoridades en Ortofonía han
señalado deficiencias morfológicas en estos a que ahora nos contrae-
mos, sin que tal cosa signifique que todos los tartamudos las pa-
dezcan.
La estadística ha demostrado la existencia de dichas irregula-
ridades en las siguientes proporciones: según Gutzmann, del 50%
al 80% de los tartamudos padecen de alguna afección nasal; en el
33% de los casos observados por él se manifiesta la existencia de
tumores adenoideos, y del 30% al 40% acusan vegetaciones de
esa índole.
En algunos casos el velo del paladar es elevado y la campa-
nilla no alcanza a obstruir la corriente de aire hacia la región na-
sal en el momento preciso; en otros, las amígdalas se hallan hiper-
trofiadas, lo cual impide la normalidad de la función a que aca-
bamos de referirnos y, la del velo del paladar; a veces la bóveda
palatina afecta la forma de ojiva, irregularidad que induce a esti-
mar que la respiración por la nariz tenga dificultades; en otros
casos los dientes se hallan deformados o articulan mal, etc., de todo
lo cual resulta que las dislalias se asocien a la tartamudez.
Puestos en actividad los órganos articuladores es cuando puede
apreciarse la importancia de ellos, por la localización que adopten
los calambres, ya tónicos, ya clónicos. En la emisión de las ex-
plosivas es donde de manera especial se manifiestan tales trastor-
nos, como ya hemos dicho, y en los casos graves los movimientos
de otras regiones del cuerpo acompañan a la tartamudez, aumen-
tando la inquietud del paciente en el momento de hablar.
Variaciones en la manera de expresarse el tartamudo, por wmfluen-
cias distintas.
El clima, la temperatura y hasta laa horas del día influyen en
los fenómenos de la tartamudez de cada paciente; por lo general,
en el invierno se agravan las manifestaciones si se comparan con
las que se presentan en el verano; en días tempestuosos son más
vigorosos los calambres y los trastornos respiratorios; por la ma-
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 39
ñana es más fuerte que en las demás horas; algunos tartamudos
aseguran que ““amanecen con la garganta cerrada””. Esto se atri-
buye a la influencia que ejercen los fenómenos atmosféricos sobre
las personas generalmente nerviosas, que son siempre las predis-
puestas a contraer el mal, en mayor grado.
Pero donde más se advierten esas influencias es observando
al paciente en distintos medios: cuando habla ante personas des-
conocidas y aun ante familiares con los que no tenga trato fre-
cuente, entonces se manifiesta con toda precisión. Uno de los su-
jetos de nuestro estudio pudo ocultar la tartamudez a una tía du-
rante los dos primeros años de padecimiento; una fobia completa
del habla se apoderaba de él ante las personas que no eran de su
mayor intimidad, y aun para éstas empleaba la menor cantidad po-
sible de palabras, en frases muy breves.
La lectura en alta voz y la declamación disminuyen notable-
mente la tartamudez y con muy contadas excepciones persiste du-
rante el canto; algunos autores explican tal fenómeno por la mayor
fuerza desarrollada para la vocalización, lo que tiende a combatir,
precisamente, la causa principal del padecimiento. Los estudios
realizados acerca de las relaciones existentes en la duración de los
dos actos respiratorios (inspiración y espiración) determinan que,
en estado normal, en la espiración se invierte doble tiempo que
en la inspiración; durante la lectura en alta voz la primera es tan
lenta que llega a durar siete veces más que la segunda, proporción
que se eleva hasta 16 tratándose del canto. A esto debemos agre-
gar la importancia que tiene el ritmo para la corrección del tras-
torno. En la voz cuchicheada desaparecen totalmente los fenóme-
nos, por la menor cantidad de energía que es preciso desarrollar.
Las emociones violentas, los esfuerzos exagerados, etc., tienen,
asimismo, una influencia marcada en el aumento de su intensidad ;
la cólera, el miedo, etc., la agravan profundamente, y es bien
sabido que hasta en individuos que disfrutan de una palabra nor-
mal un susto puede hacerles perder momentáneamente el uso del
lenguaje.
Por último, muchas causas ocasionales tienden a su aparición
y desarrollo, de manera especial las relativas al desenvolvimien-
to físico, como la segunda dentición y la pubertad, cuando a la
excitabilidad exagerada del organismo no corresponde una re-
sistencia vigorosa.
36 Kevista de la Facultad de Letras y Ciencias.
Epoca en que aparece y su localización.
Esta perturbación de la palabra aparece generalmente de los
tres a los cuatro años, durante el período de adquisición del len-
guaje. Gutzmann ha encontrado, como ya hemos dicho, el 64.8%
en tal edad. Sin embargo, puede ocurrir más tarde algunas ve-
ces. Al principio suele consistir en la repetición de palabras o
en el retraso para la emisión de ellas; poco a poco el mal se agra-
va y destaca, otras desaparece.
En cuanto a la localización de la tartamudez en tal o cual cen-
tro se ha discutido ampliamente; pero sin llegar a nada concluyen-
te, a tal punto que todos los ortofonistas que no se han dejado
arrastrar por una teoría determinada declaran francamente su
““ignorancia'” a este respecto. No hay duda de que todas las
manifestaciones que se estudian y se tratan en el tartamudo son
periféricas; pero al referirlas a los centros superiores de la die-
ción nos encontramos con los principios de Ramón Cajal, expues-
tos en su obra relativa al “Sistema Nervioso del Hombre y los
Vertebrados””. :
Se ha señalado la edad de diez años como la época apropiada
para iniciar el tratamiento de la tartamudez, porque entonces el
mal estará perfectamente definido así como el carácter del pa-
ciente.
Causas del mal.
Corresponde el trastorno que estudiamos a la serie de aquellos
que se fijan, con predilección, en los individuos cuyas caracterís-
ticas físicas o mentales se hallan debilitadas por razones heredi-
tarias, y aunque en muchos tartamudos no se encuentre desvia-
ción del tipo normal, no han faltado autores que lo estimen como
un síntoma de degeneración : resultado del alcoholismo, de males
nerviosos, enfermedades venéreas en los progenitores, etc. Mas
si la herencia en este sentido lo que hace es predisponer al indi-
viduo para contraer la enfermedad, los que resulten hijos de tar-
tamudos podrán serlo (acaso con mayor motivo) como consecuen-
cia de la imitación. |
Gutzmann ha obtenido el 9.5%, en los casos de tartamudos ob-
servados por él, cuyo origen se debía a la contaminación psíquica,
y Decroly y Rouma han señalado el 9% en igual sentido.
Uno de nuestros casos prácticos (denominado A.) tiene como
e dl A
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 37
origen el contagio del abuelo, que vive junto al niño y con quien
habla constantemente.
También en el caso B la tartamudez se manifestó en el sujeto
durante su vida de interno en un colegio; un compañero que la
padecía ocupaba siempre un lugar próximo a él, en clases, duran-
te el estudio y hasta en la mesa. La influencia no podía ser más
constante.
Otra de las causas comunes que se han señalado consiste en
las emociones violentas. Frecuentemente podemos observar los
trastornos que se producen en la palabra, como concomitantes de
estados emocionales distintos. Rouma y Decroly han hallado una
proporción mayor de estos, respecto de los anteriormente citados,
el 20%. En nuestro trabajo tenemos anotado el caso de una niña,
a causa de la mordedura de un perro.
Gutzmann ha señalado 10.2% de individuos que debían su es-
tado al padecimiento de enfermedades infecciosas. Herlin cita
entre éstas las escrófulas, tisis, difteria, escarlatina, etc. En la
investigación de Rouma y Decroly encontramos el 4% de enfermos
a los cuales se les presentó la tartamudez a causa de la coquelu-
che o tos ferina.
Todas estas enfermedades, especialmente la última, atacan el
órgano de la fonación o se reflejan en él de algún modo, de aquí
la importancia que se les concede.
Hemos hecho un último grupo en nuestra clasificación, el de
las causas no aparentes, porque, en realidad, a veces se hace im-
posible hallar el origen en la pobreza de referencias que dan los
familiares. Así (con la denominación “sin causa conocida””)
Gutzmann ha encontrado 26.7% y Rouma y Decroly 20% en sus
respectivas investigaciones.
También los golpes en la cabeza, de cierta consideración, pue-
den constituir una causa (Gutzmann ha encontrado el 14%).
Desde luego, se explica el hecho por las posibles alteraciones que
puedan sufrir los centros del lenguaje.
Importa mucho fijar la atención en los informes que den los
padres o los familiares de los atacados. Para la generalidad, bien
por ignorancia o por indiferencia, pasa desapercibido el comien-
zo de la tartamudez y con mayor razón la causa, y es de valor
indiscutible el conocimiento de ambos datos, pues dan orientacio-
nes apropiadas acerca del tratamiento que deba seguirse y, en ge-
neral, sobre los resultados que se puedan obtener.
38 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
Si a los ejercicios pedagógicos a que se someta un tartamudo,
cuya enfermedad se manifestó a consecuencia de la imitación, agre-
gamos una tomficación orgánica y del carácter, no sólo habrá de
mejorarle notablemente hasta lograr su corrección, sino que pode-
mos evitar las posibilidades de que se reproduzca posteriormente.
En un individuo tartamudo a causa de un fuerte golpe en la
cabeza, no será dado asegurar un éxito feliz; es posible que exista
alguna lesión, y en este caso la obra educadora obtendrá alguna
mejoría, pero difícilmente logrará eliminar el padecimiento de
manera absoluta.
Influencia psíguica y moral que ejerce la tartamudez.
Hemos mencionado en el primer capítulo cuál es la acción que
ejercen las perturbaciones de la palabra en la moral y en la psi-
quis del paciente. Corroborando aquellas afirmaciones séanos per-
mitido ahora, al referirnos a la tartamudez (por no citar otros
casos), reproducir las confidencias de un tartamudo, que acoge-
mos por merecernos un erédito absoluto la persona que las for-
mula.
Este individuo, que ha estudiado su padecimiento con la sa-
gacidad de un especialista, nos revela que ha existido en él una
doble influencia: la predisposición congénita y la imitación. Su
padre fué siempre un melancólico, la mamá resultó víctima de una
erave crisis de debilidad orgánica antes y durante el período de
gestación que dió origen a su nacimiento; así se explica que ha-
llemos en él un organismo débil con un temperamento nervioso.
La tartamudez apareció hacia los cuatro años de edad, y fué agra-
vándose gradualmente con la presencia de un amigo íntimo de la
casa que la padecía.
Ocupa nuestro amigo una decorosa posición profesional; pero
padiera ser mejor (como él mismo reconoce) si la tara de su mal
no hubiera resultado tan pesada............ Sin embargo, rehe-
cha su vida, se orienta hoy por los derroteros que consideró ce-
rrados para él. Pero es mejor que le escuchemos:
“Hago estas confidencias en obsequio de los que, encontrándose
hoy en el caso mío de hace seis años, se propongan buscar la feli-
cidad, que parece no existir en tal situación.
“En la vida escolar se inició el calvario de mi existencia.
Los antecedentes de familia de mis condiseípulos en nada influían
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 39
para que el latigazo de sus burlas se dejara sentir en todos los
momentos. Sólo a un iluso se le ocurrirá pedir reflexión a la
niñez. En ese sentido, la conducta del hijo del más infeliz indi-
viduo no es desdeñada por el del opulento señor. Y aunque en
los bancos de la escuela no fuí el último ni pertenecí a la cate-
goría de los medianos ¡cuántos esfuerzos de la voluntad no me
costó mantenerme en los primeros puestos!
““Pero si en aquella época la sensación de inferioridad dió a
mi carácter ciertos rasgos próximos a la misantropía, más tarde,
en la juventud, pude medir el alcance de mi infelicidad...... En-
tonces eran otros los intereses de la edad; con la crisis de la pu-
bertad pensé que habría de perder la razón, porque mi loca fan-
tasía no podía solazarse—como habrá de ocurrirle a todos los jó-
venes en esa época—eon las dulces creaciones de una Dulcinea;
al contrario, entonces experimentaba un profundo sentimiento de
terror: la amorosa imaginada se burlaba también de mí al escu-
charme.
“*¡Cuántos de mis amigos terminaban los estudios universita-
rios y con ello obtenían la justa compensación a sus esfuerzos,
trazándose un porvenir pletórico de dignidad, de estimación y de
bienestar! Me sentía tan capaz como ellos, pero me estaba vedado
el trato de la bulliciosa y festiva legión estudiantil. ¡Cuánto
hubiera sufrido! ¡Cuánto me hubieran mortificado sólo con mi-
rarme atentamente! Renuncié a los estudios como antes había
renunciado al amor en su forma más simple: un amor sin objeto
definido, completamente fantástico...
“Hablaba muy poco, casi nada, para que los desconocidos no
advirtieran aquello que tanto me empeñaba en ocultar. Todos
mis amigos me saludaban con lástima; hasta en los ojos del tran-
seunte que había de pasar por mi lado indiferentemente leía yo
una compasión infinita.
“Me dediqué a la lectura, a buscar en los textos de medicina
la curación de mis enfermedades, con las que ningún médico acer-
taba (pero que tampoco les había consultado), y la explicación
etiológica me dió el diagnóstico ¡de males tan terribles, de abe-
rraciones tales !
“Y cosa original, quien por temperamento de familia se sen-
tía en lo íntimo altivo, oreulloso e impulsivo, había de mostrarse
siempre sumiso, sin personalidad, débil, tímido en extremo y nada
más que por la tartamudez huía de todo y de todos.
40 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
““Desde luego, tal estado no podía ser continuamente sosteni-
do; a unas crisis de desesperación sucedían otras de calma, aun-
que no de indiferencia......aproveché una de las últimas para
aplicar los conocimientos que las lecturas me habían dado: reali-
cé un esfuerzo (que me permito juzgar extraordinario), dominé
la voluntad y me impuse la curación de todo aquello que tan do-
lorosamente me había afectado. Más tarde, provisto de indicacio-
nes racionales (después de probar con infinidad de drogas) lo-
gré, tras pacientes esfuerzos, destruir el mal y alcanzar la feli-
cidad aspirada... Hoy he transformado mi vida.””
Examen y ficha del tartamudo.
El secreto de un buen éxito en la corrección de la tartamudez
depende, en gran parte, del mismo punto de vista que se sigue
en medicina: obtener el diagnóstico más exacto que sea posible.
La seguridad del profesor que actúa sin vacilaciones, en firme,
tiene un valor excepcional en la confianza que da al paciente.
Este aspecto constituye una de las piedras de toque.
No siempre será posible iograr una información adecuada en
un mismo día; los datos que recoja el profesor en el primer exa-
men deben revisarse en nuevas sesiones, hasta alcanzar la certeza
de todos los antecedentes.
En primer término, persiguiendo los propósitos que hemos se-
ñalado, corresponde hacer las observaciones necesarias en cuanto
a la respiración, al aparato fonador y al articulador del tartamu-
do, tanto desde el punto de vista anatómico como del funcional,
a fin de poder fijar todas las anomalías que se adviertan.
Se visitará el domicilio del enfermo, una, dos, tres veces, cuan-
tas sean necesarias, hasta obtener una idea completa del mal que
padece: en cuanto a la época en que apareció, en qué circunstan-
cias se manifestó y cuáles han sido los accidentes del proceso se-
guido; acerca de otros muchos particulares que den noción del
desarrollo físico, intelectual y moral del niño: dentición, marcha,
comienzo de la palabra, cuál es su carácter, cómo se manifiesta
en el juego, etc.; sobre los antecedentes hereditarios relativos al
lenguaje, enfermedades de los progenitores (alcoholismo, ties,
etc.), en una palabra, todo aquello que conduzca con exactitud al
conocimiento más completo del niño y de su perturbación debe
tenerse en cuenta.
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 41
Después de un examen detenido de numerosas fichas hemos
adoptado la que aparece a continuación, por parecernos que, den-
tro de su simplicidad, tiende a satisfacer las necesidades más
concretas. No obstante la limitación que hemos hecho de los
asuntos, pueden agregarse todas las informaciones que se consi-
deren precisas, de acuerdo con lo manifestado en el párrafo an-
terior:
(Primera plana):
A 0 , edad....años; raza
MEE caco edo ; asiste al aula número....de la escuela número....,
del distrito de....... O Grado
Retraso intelectual..... 7 E ES ERE años
A A O NA Y ARA A
RU a RI a dea
Localización de la perturbación
a) ¿En el aparato respiratorio?...... Modo de respirar...
Situación del calambre:
en los labios...... ARA
parte anterior........ PRES ESOO
CES POSTOTIOD..-....coro co. .i.
AA AA AP
A q AN
NC OUBTCLIOE. o
AMAAPErsonas. extradaS todo e ma eee
En la repetición de palabras y frases.......... S
Bmcla dectuta en AMA VOZ. diri dre
En la recitación........... SEA O
En el lenguaje libre................ JE
DOS AANÍO cr ds TA
42 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
Estado de los órganos: ,
Mandibaulas.... e A oe
DIEOtES 70 de AS A RR RS
DÉNBUA NA A O A
PA A atan AAA
AMICS e qe a gi Ao AS
Vegétaciones ¡adenoideaS io. saeta ie cta
Otras circunstancias agravantes...............
(Segunda plana):
Miembros de la familia atacados de tartamudez.
Causas de la perturbación.
MITACIÓN A E ei
moción Molenta his a e
Enfermedad infecciosa........ o. .....
Golpersobre dascabezar. eii a aleta
Causas 10! aparentes. cil on idea ola ei o AN
Epoca en que apareció.
Edad que tenía el niño......... ¿Cómo se advirtió?.......
Marcha del tratamiento:
FECHAS EJERCICIOS RESULTADOS
"e
Y. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 43
Faltas de asistencia
So daa CAS O Rena
Dl aa a a A o 0
(Tercera plana):
Recomendaciones hechas a los padres y maestros:
Consejos para el porvenir:
. .. $ 2.0 ... e y ... .... .... ... .. oc...
Final del tratamiento...... A A
¿Qué tratamiento debe seguirse? Tentativas médicas y quirúrgicas.
La historia de la curación de la tartamudez resulta curiosa y
original. La intentaron desde los tiempos antiguos Galeno y Aris-
tóteles, y todos partieron de un error de concepto etiológico. Atri-
buyendo la tartamudez—como ellos pensabaa—a una lengua grue-
sa, larga, fija, ete., habían de concebir procedimientos curativos de
manera congruente. Todo esto, sin contar con el exceso de hu-
medad del cerebro y de los órganos de la fonación (!) que advertía
Mercurial y que se proponía curar con emplastos.
No resultaron menos desacertados los que buscaban la curación
de este mal por la aplicación de aparatos de cierta índole o la eje-
cución de operaciones quirúrgicas: ya una placa sobre la lengua,
ya un aparato que se fijaba al maxilar inferior, etc. Pero quien
44 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
realizó una revolución, ganándose numerosos discípulos ansiosos de
perfeccionar el procedimiento, fué Dieffenbach, por medio de in-
cisiones en la lengua, en una época en que eran desconocidos los
anestésicos. Este desbordamiento de charlatanismo (como se le ha
llamado con toda propiedad) tuvo que decaer, ante tales excesos,
y dar paso a procedimientos pedagógicos más en harmonía con el
exacto conocimiento de la enfermedad, y de resultados más eficaces
y menos cruentos. Todos los métodos que se han alejado de los
filtimos (los pedagógicos) han resultado ilusorios y perjudiciales
en general.
Con el comienzo del pasado siglo se orienta el tratamiento de
la tartamudez por los medios en boga, figurando la Sra. Leigh,
en los Estados Unidos de Norte América, Glombart, Blume, Jour- .
dan y tantos otros en Europa, entre los que actuaron en el pe-
ríodo de reacción.
Medidas de carácter general.
Kalen Kamp hace preceder los ejercicios preparatorios y for-
males para la corrección de la tartamudez, de un período de silen-
cio absoluto, práctica que ha sido adoptada por todos los profeso-
res de Ortofonía y que se ha extendido a la mayoría de los casos
graves de perturbaciones de la palabra. Este procedimiento tiene
doble finalidad: en el orden moral ejerce una especie de autosu-
gestión en el paciente, pues le arraiga la idea de que habrá de
advertir una notable mejoría cuando comience a hablar; desde el
punto de vista psíquico tiene, en realidad, una acción fecunda, pues
la falta de ejercicio hace olvidar, hasta cierto punto, las defectuosas
imágenes motrices verbales que se hallan registradas en los centros.
La medicina presta un gran auxilio; pero de orden distinto a
la finalidad que le vimos asignada en los tiempos pasados. Ya he-
mos dicho que este mal se fija preferentemente en los débiles, en
los indecisos, en los tímidos, en aquellos individuos víctimas de
viciós congénitos; la acción del médico debe limitarse a señalar un
régimen apropiado, que fortifique a los anémicos, dé tranquilidad
a los nerviosos, depure a otros, ete.; una vida higiénica, de ejer-
cicios moderados y metódicos, alimentación suficiente y normalidad
digestiva, sueño reparador, aire puro, la vida del campo, supre-
sión de excitantes, etc., serán medidas todas de un valor aprecia-
ble en alto grado, para el buen éxito de nuestra labor.
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 45
En cuanto a lo que han dado en llamar los especialistas el trata-
miento moral, que para algunos tiene una importancia excepcional,
pues lo consideran exclusivo, el profesor habrá de poner toda su
actividad en acción para el logro de estos propósitos:
12 Inspirar absoluta confianza al paciente.
22% Levantar el espíritu del sujeto, que en la generalidad de
los casos podrá sentirse deprimido.
32 Convencerle de que la persistencia del mal depende de él
mismo y de que todas sus energías deben hallarse al servicio del
tratamiento que se le imponga.
El Dr. G. Rouma cita el procedimiento que Liebmann ha pues-
to en práctica; interesante y eficaz casi siempre: comienza por ex-
plicar al tartamudo cómo se emiten las vocales y las consonantes,
tanto normalmente como en la tartamudez, y en qué consiste la en-
fermedad; demuestra cómo el ritmo, durante el canto, alarga las
vocales, de aquí que entonces no se manifieste la perturbación, e
invita al paciente a cantar: primero ambos, de manera fuerte, más
tarde con dulzura, luego el tartamudo solo. Este primer ejercicio
facilita la sugestión al enfermo de que de igual modo puede ser
evitado su defecto en el lenguaje corriente. Ofrece una frase cor-
ta, que articula con precisión, para que repita el alumno, esta ten-
tativa, que se reproduce con otras frases (todas de fácil emisión)
tienden a que el individuo llegue a la convicción de que es posible
y no tan difícil hablar correctamente. Pasa luego al lenguaje es-
pontáneo y propone preguntas familiares que el alumno debe con-
testar siempre con frases breves: *“¿Qué edad tienes?””, **¿ Dónde
vives?””, etc. Este mismo plan se sigue luego en la lectura.
Cuando el paciente ha ganado la confianza requerida en su pro-
pio esfuerzo y en las bondades del procedimiento, hace presenciar
la lección por algún familiar—la madre, generalmente—, teniendo
cuidado de preparar esta prueba con tacto y delicadeza.
Como es consiguiente, huelga decir que las dificultades se irán
venciendo de manera gradual.
Ejercicios respiratorios.
Al examinar las irregularidades que en el aparato respiratorio
presentan los tartamudos, hemos expresado que no son las únicas
que es preciso atender; pero esto no significa que dejen de poseer
una importancia suma. En efecto, según hemos visto, en la mayo-
46 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
ría de los sujetos existen hábitos viciosos, en la manera de utilizar
el aire necesario durante la espiración, para hacer actuar las cuer-
das vocales. Así, pues, necesitamos realizar una educación de los
actos respiratorios; formar determinados hábitos que pongan «l
individuo en el dominio del aparato correspondiente.
Existen tres tipos respiratorios: el abdominal, predominante en
la niñez;pectoral o costosuperior, frecuente en la mujer, y costo-
inferior, que se manifiesta en el hombre. Ahora bien, en la ge-
neralidad de los tartamudos la respiración resulta abdominal, y la
tendencia del profesor debe ser hacia la formación de un tipo mixto
(costo-abdominal), por medio de la gimnasia respiratoria, que modi-
ficará los movimientos del diafragma y los de las cuerdas vocales,
actuando a manera de tónico.
El Dr. Rouma aconseja una serie de ejercicios típicos, que de-
ben realizarse en una habitación perfectamente ventilada, cuidan-
do de las corrientes de aire. Su procedimiento es el que sigue:
Acostado el paciente, debe apoyar la mano izquierda sobre el
tórax y la derecha sobre el vientre: la primera controlará los mo-
vimientos de la caja torácica, sabiendo el sujeto que deben ser pre-
dominantes sobre los abdominales. La mano derecha tiende a im-
pulsar el diafragma hacia arriba, durante el acto de espirar, por la
compresión que ha de ejercer sobre el paquete intestinal. En los
casos graves es preciso realizar esta operación con el concurso de
ambas manos. En tal disposición, los ejercicios de respiración de-
ben ejecutarse del siguiente modo:
12 a) Se harán distintas inspiraciones, muy breves, enérgicas
y sucesivas, hasta llenar de aire los pulmones;
b) Con la boca abierta se hará una brusca espiración, que
tiende a disminuir el diámetro vertical de la caja torácica por la
presión del diafragma hacia arriba; este movimiento adquiere el
mayor vigor por la presión que, precisamente, ejercen las manos.
2 Como el anterior; pero sólo variando la forma de espira-
ción que, también con la boca abierta, se realizará lentamente.
32 a) Con la boca abierta se hará una sola inspiración enér-
gica.
b) La espiración será lenta y también por la boca.
Cada tipo de ejercicio se repetirá siete, ocho veces, o más; pero
siempre teniendo cuidado de no llegar a la fatiga.
El ritmo puede jugar un importante papel para lograr la
coordinación respiratoria: bien cada uno de los dos movimientos
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 47
(inspiración y espiración) ha de coincidir con otros que ejecute
el profesor, o bien con los que realice el mismo alumno, a los que
habremos de referirnos más adelante.
En resumen, desde el punto de vista respiratorio, el alumno
habrá de observar las siguientes reglas:
1]? Hacer una rápida y corta inspiración antes de comenzar
la conversación.
22 No perder en ningún momento, mientras habla, la reserva
de aire.
32 Aprovechar todas las pausas de la conversación para ha-
cer cortas y rápidas inspiraciones.
4: Aspirar por la boca, mientras habla, y por la nariz en
los momentos de reposo.
52 No hacer inspiraciones profundas.
Ejercicios de fonación.
Tienen por objeto adiestrar las cuerdas vocales en su norma-
lidad funcional.
Es evidente que la fonación y la respiración marchan al uní-
sono, de aquí que los ejercicios de esta clase tengan un valor
respiratorio.
Una práctica que favorece ambos aspectos, de muy .valiosos
resultados en el tratamiento de la tartamudez, es la que sigue:
12 El alumno hace una inspiración, a la vez que levanta los
brazos, lateralmente, al nivel de los hombros. Si no llegan a esa
altura resultará incompleto el primer acto respiratorio, y si exce-
den se mermará la amplitud absoluta de la cavidad torácica.
22 Los brazos descenderán lentamente, a la vez que el suje-
to emite una vocal, en el mismo tono y de manera continuada,
todo el tiempo que transcurra hasta que los brazos vuelvan a su
posición normal.
Tales ejercicios constituyen una verdadera gimnasia de la fo-
nación. El Dr. Rouma, a fin de que resulten más completos, hace
entrar en juego, gradualmente, una serie de músculos en cada
ejercicio: primero los tiroaritenoideos internos, por medio de la
voz ligeramente suave; luego actúan también los cricoaritenoideos
laterales, con la voz cuchicheada, y, por último, junto con aquellos,
los ericoaritenoideos posteriores, con voz natural.
48 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
Primero se emiten las vocales, luego las sílabas, más tarde pa-
labras, y frases por último.
El propósito invariable del profesor consistirá en que las con-
sonantes se produzcan con toda suavidad, mientras la pronuncia-
ción de las vocales sea viva y ligeramente prolongada, de una ma-
nera especial la primera de cada palabra.
Estos ejercicios pueden ser muy variados desde el comienzo,
por ejemplo (ya con el movimiento rítmico que hemos mencionado,
ya con otro cualquiera de los brazos, las manos o el pie) : prolongar
la emisión de una vocal durante 10, 15 o 20 segundos (esto de-
penderá de la forma de respiración del' sujeto) ; emitir dos, tres o
más vocales en una sola espiración; alternar, con un movimiento
rítmico, la acción vocalizadora con silencios, en tiempos de igual
duración, etc.
Ejercicios de articulación.
Ya hemos mencionado el elevado tanto por ciento que ofrece la
estadística acerca de las irregularidades que se observan en los ór-
ganos de articulación del tartamudo, agravándose así el padeci-
miento con la asociación de dislalias. Pero es más, aun en los casos
en que no existan tales irregularidades serán indispensables los
ejercicios de este orden, pues, cuando mencs, el funcionamiento
de tales órganos es débil.
El espejo constituye un valioso medio auxiliar: alumno y pro-
fesor ante él, el último emitirá correctamente los sonidos, de mane-
ra que sea bien perceptible toda la coordinación de los órganos;
así podrá ¿imitar el alumno, a la vez que observarse y hacer opor-
tunamente las debidas correcciones. Además, los calambres lin-
guales y labiales serán notablemente dominados con el uso de tal
artefacto. ,
Debe perseguirse en la articulación una finalidad semejante a
la que hemos señalado para la respiración: en ésta, invertir los
tiempos empleados en la inspiración y la espiración; en la primera
hacer destacar notablemente las vocales en la pronunciación, res-
tándole toda importancia a las consonantes. El tartamudo, por
lo común, procede en sentido opuesto.
Existen unos signos convencionales para los ejercicios de lec-
tura, que el profesor debe marcar en las primeras lecciones e irá
omitiendo gradualmente hasta que el alumno se habitúe a una ar-
y. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 49
ticulación correcta; estos son: ya un trazado en forma de ve ma-
yúscula (V) o bien una línea (/), para indicar las inspiraciones
rápidas y breves; un trazado horizontal sobre la vocal que debe
prolongarse (a); un arco para la unión de las palabras (casi
bien).
A Van Lier se debe un procedimiento muy recomendable y que
consiste en hacer pronunciar, de manera sucesiva, primero la sí-
laba inicial, luego esta y la siguiente, luego tres, etc., hasta ob-
tener la frese completa; con esto se logra que el tartamudo salve
todas las dificultades.
Veamos un ejemplo: se trata de hacer recitar el aforismo de
Luz y Caballero: “Instruir puede cualquiera, educar sólo quien
sea un evangelio vivo””, y procederemos así:
/ Tns; / Instru; / Instruir; / Instruir pue; / Instruir
> /
puede; / Instruir puede cual; / Instruir puede cualquiera,
No Y NX /
etcétera.
Luego de realizado este análisis se leerá todo en la siguiente
forma: / Instruir puede cualquiera / educar / sólo quien sea
xo Na Nr Nr
/ ún evangelio vivo.
/ A
En realidad, sólo ante un sujeto tartamudo será posible señalar
el tratamiento en sus líneas generales y cada clase de ejercicio a
que debe ser sometido, tanto de fonación, como de articulación y
respiración. Los que hemos mencionado sólo tienen un carácter
general y, por lo mismo, pueden dar la impresión de cierta vaguedad.
He aquí cuál ha sido nuestro proceder con tres sujetos que nos
han servido de experimentación :
Caso A.
Un niño de siete años de edad, blanco, de temperamento ner-
vioso unido a debilidad orgánica congénita (aunque no grave).
La palabra apareció en época normal; pero comenzó a caminar con
aleún retraso. Muy vivo en extremo, siempre se ha caracterizado
por una logorrea inagotable. Ha tenido un crecimiento rápido
y con seguridad que su talla excede de la normal, mas todo esto
ha sido con perjuicio de su mejor constitución orgánica. Padece
de eneuresis nocturna, atribuída a nervosismo.
50 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
>
Considerado en el orden intelectual, hemos advertido que se
manifiesta en él una atención fugaz en extremo; sensorialmente
es normal. Comienza a concurrir a la escuela. Aplicada la escala
de Binet resulta normal.
En el orden moral resulta muy tímido y muy dado a la imi-
tación.
La tartamudez apareció hacia los seis años de edad, debido al
contagio del abuelo paterno (en éste es ligero el mal), con quien
vive desde hace tres años.
No existen trastornos respiratorios; esta función se realiza nor-
malmente y aunque a veces tiene carácter abdominal, es más bien,
de manera predominante, costosuperior. Las circunferencias to-
madas dan las siguientes variaciones, en el acto respiratorio: axt-
lar, 53 y Yo a 57 centímetros; a la altura de las tetillas, 54 a 55
y 12 centímetros; a la altura de la fosa esternal, 53 a 54 centíme-
tros; a la altura del ombligo, 41 a 48 y 14 centímetros.
En el aparato de fonación se manifiesta a veces un calambre
clónico, otras no.
También en la articulación aparecen algunas veces calambres
labiales clónicos.
El estado de sus órganos articuladores es normal, aunque la
oclusión nasal (al emitir la e sostenida) no es tanta por la eleva-
ción de la campanilla como por el acercamiento de la faringe.
La tartamudez se manifiesta en el lenguaje libre, cuando habla
ante personas extrañas o con sus propios familiares, de manera
especial si se excita; pero no cuando habla solo, en la repetición
de frases, en el canto, ni en la voz cuchicheada.
Este niño no era capaz de seguir un tratamiento, por eso in-
tentamos reducir toda nuestra acción a tonificarle en general, me-
diante una racional sobrealimentación y el auxilio de reconstitu-
yentes. Muy desganado al principio, ahora come de manera asom-
brosa. La familia se ha trasladado a una pequeña quinta fuera;
de la ciudad, donde el niño respira aire puro, rico en oxígeno,
recibe la benéfica influencia de los rayos solares y tiene oportu-
nidad de ejercitarse libremente.
Las medidas ortofónicas, propiamente dichas, se han limitado
a prohibir las alusiones de los familiares y a que se vigile por
ellos (sin que se haga sistemáticamente, más bien tratando de que
aparezca incidental) la conversación del niño, haciéndole hablar
Y. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 51
despacio, proporcionándole un medio agradable y modelos cons-
tantes de una elocución correcta.
Esta labor, tan simple, ha ido eliminando gradualmente la
tartamudez, al punto de que sólo cuatro meses de tratamiento han
bastado para operar en el niño una admirable transformación.
Caso B.
(
Un joven de 14 años, blanco, pertenece a una familia acomo-
dada. Durante la primera infancia disfrutó de excelente salud;
la palabra apareció en época normal.
Intelectualmente ofrece un retraso pedagógico de cuatro años.
Parece que la causa fundamental es la tartamudez: ha recorrido
distintos colegios privados, ha tenido profesores en el propio do-
micilio (huyendo siempre de las mortificaciones), y todos los sis-
temas y procedimientos pedagógicos que se alejan de la intuición
y del razonaminto han anulado el desenvolvimiento normal de los
poderes mentales de nuestro sujeto.
Físicamente es un joven bien constituído. En el orden moral
presenta los caracteres clásicos del tartamudo: tímido, algo mi-
sántropo; de voluntad vacilante, acaso débil en alto grado.
El origen de la enfermedad aparece dudoso; según la mamá,
después de una caída, en la que recibió un fuerte golpe en la ca-
beza; pero ese después constituye un intervalo de más de un año.
Posteriormente, los informes adquiridos nos hacen suponer que la
tartamudez tuvo origen en la convalecencia del sarampión. ¿Se-
rá admisible este informe? Continuamos nuestras pesquisas y nous
hallamos con que B. tenía un compañero tartamudo en uno de los
colegios a que concurrió como interno; eran amigos inseparables
y en esa época, precisamente, fué cuando aparecieron en él los
primeros síntomas, hacia la edad de 9 años. Por otra parte, tie-
ne antecedentes de herencia (un abuelo tartamudo); pero esta
última causa no nos seduce. A nuestro juicio, se trata de un
individuo predispuesto para la tartamudez, cuyo mal apareció a
causa de la imitación.
El dato relativo al golpe, no es muy admisible para estimarlo
como causa productora del trastorno glósico, porque no es razo-
nable pensar que un año después viniera a tener consecuencias
una lesión (si es que se produjo) ni que se agravara paulatina-
52 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
mente y luego cediera a un tratamiento pedagógico, desde que se
inició. El mismo B. explica así su caso:
““Los primeros síntomas fueron muy ligeros y con alternativas;
pero a medida que pasaba el tiempo se agravaba mi enfermedad.
En estos últimos meses (antes de empezar mi curación) me sentía
tan mal que no podía hablar casi nada.””
““Desde que comencé las clases encontré un gran alivio y ahora
me siento cada vez mejor.?””
B. se expresaba y se expresa bien cuando habla solo, en la re-
citación (aunque la articulación es débil), en el canto y em la voz
cuchicheada; mal ante sus familiares, en la repetición de palabras
y frases y en la lectura en alta voz, al comenzar las frases; muy
mal ante personas extrañas y de una manera pésima en el lenguaje
libre; entonces (nos ha dicho) la garganta se le cierra.
En el aparato respiratorio presenta las siguientes caracterís-
ticas: respiración muy corta, de manera interrumpida constante-
mente; ¿nvertía los tiempos, esto es, la inspiración era más pro-
longada que la espiración. En la fonación no presentaba nada
apreciable desde nuestro punto de vista. En el de articulación,
a pesar de que el estado de los órganos correspondientes resulta
normal en absoluto, se advierte todavía una debilidad constante,
una timidez absoluta, más bien pereza para hablar con despejo.
El calambre es clónico, de manera especial al emitir las explosivas
y las sibilantes.
Tratamiento:
Comenzamos por desterrar el uso de toda droga calmante (se
advertía en él una gran depresión nerviosa a causa del bromu-
ro), recomendando la cura del silencio (hablar lo menos posible)
durante quince días. Como es consiguiente, hicimos las sugestio-
nes del caso.
Vencido este período, iniciamos los ejercicios respiratorios a
que nos hemos referido en el curso de este trabajo, y más tarde
los de fonación, también mencionados. Las primeras sesiones fue-
ron breves, 15 minutos a lo sumo; pero contrayendo B. la obliga-
ción de repetir estos ejercicios en el hogar, mañana y tarde.
Luego pasamos a los ejercicios de articulación, asociados a los
respiratorios, siguiendo este plan: 1? emitir a, o, u, haciendo bien
ostensible la coordinación muscular a fin de ejercitar los labios
Y. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 53
adelantándolos; 2% producir a, e, 2, con el propósito de dominar
el movimiento de los labios en la extensión de ellos; 32 / (inspira-
ción rápida) repetir d.....p, €..... PO DO yo DO,
pe, pi, para el control de las explosivas; 4? decir papá, pipa, popa,
Pepe, pupa, paladar, Pablo, etc. (articulación normal de palabras,
cuidando de que las consonantes sean ligeramente sonoras mien-
tras los sonidos vocales deben distinguirse con toda precisión).
En todas las lecciones de articulación hemos comenzado por
ejercicios respiratorios y de fonación (los últimos con miras res-
piratorias también) y se han referido a las consonantes b, d, t,
1 D;.C.
A los dos meses, aproximadamente, consideramos a B. con su-
ficiente aptitud para iniciar el tratamiento formal, a medida que
abandonábamos los ejercicios preparatorios.
He aquí nuestro plan, observando con toda minuciosidad los
consejos de carácter general consignados acerca de la respiración
y la articulación, y haciendo uso constante del espejo:
1? Repetición de frases breves.
22 Contestación a preguntas familiares, en frases completas
muy cortas.
32 Lectura de diálogos, primero la parte correspondiente a
uno de los personajes y luego en conjunto.
40 Lectura corriente.
52 Descripción de grabados, en oraciones simples y haciendo
un estudio anticipado de todo el asunto.
6% Contestar a un interrogatorio, ante personas conocidas;
pero con las que tuviera poca familiaridad.
72 Preparar una conversación acerca de un asunto conocido:
las frutas, la caña de azúcar, etc. La articulación había mejora-
do bastante, pero la voz continuaba siendo muy débil: se ensayó,
con buen éxito, colocar a una distancia mayor de la normal al
alumno, lo cual le obligó a elevar el tono.
Todo marchaba de una manera satisfactoria; pero he aquí que
un suceso inesperado vino a retrasar las conquistas hechas: B
ingresó en un establecimiento de enseñanza e inmediatamente re-
sultó objeto de las burlas de sus camaradas. Aquello produjo tal
impresión en su ánimo (después de un largo período de solícita
atención en favor de su padecimiento) que la desconfianza se apo-
deró de su espíritu al momento y los trastornos respiratorios y de
articulación reaparecieron. Ha sido preciso, pues, comenzar de -
54 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
nuevo la tarea. Un mes después se ha iniciado la mejoría, aunque
de manera lenta.
Este hecho nos da una prueba evidente del valor que tiene el
tratamiento moral en la corrección del trastorno a que nos refe-
rimos, y de que ella se logrará siempre que el sujeto, una vez en
aptitud de dominar la palabra con absoluta independencia del
profesor, observe rigurosamente las reglas que hemos señalado en
páginas anteriores, desde el punto de vista general, y en particu-
lar aquellas especiales que su caso demande.
Caso C.
Srta. C., de 25 años de edad, blanca; cultura general superior
a la corriente y bastante notable en trabajos manuales, a cuya
enseñanza privada se dedica.
Es la tercera de cinco hermanos; los demás disfrutan de una
palabra normal. Tiene una prima tartamuda, que es anormal,
y otros dos que son sordomudos.
Es buena su constitución general. Moralmente, revela bastan-
te timidez, aunque ésta (como veremos por sus propias declara-
ciones) no debe considerarse como consecuencia del padecimiento.
Tiene firmeza de voluntad poco común, que se revela en el domi-
nio que ha querido imponer a su palabra desde el primer día de
tratamiento.
Su articulación es firme, clara y precisa. Los órganos corres-
pondientes están bien constituídos; pero tiene calambres tónicos
bastante fuertes en la emisión de las explosivas d, t, p, b, y, c, y de
las sibilantes, particularmente de la s y la f. Por esto, los tras-
tornos existen tanto en los labios (algunas veces se presenta tam-
bién en la m) como en la lengua, lo mismo en la parte anterior
que en la posterior.
En el aparato respiratorio tiene estas características: las ins-
piraciones son frecuentes y la espiración es brusca.
- Algunas veces existen calambres en la fonación; esto hace más
grave su caso que el de B.
Cuando habla sola lo hace bien, lo mismo ocurre en el canto
y con voz cuchicheada; la emoción es causa de trastornos, al co-
menzar la frase, ante sus familiares; en la repetición de palabras
se congestiona la cara, quedan fijos los órganos de la articulación,
a consecuencia de los calambres tónicos; resulta difícil el momen-
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 55
to en que comienza la conversación. Tanto en la lectura como
en el lenguaje libre se presenta una serie de pequeños calambres
tónicos, así como la prolongación de las vocales y de la conso-
nante d.
Algunas causas externas influyen en el padecimiento de C' (en
los días de vientos fuertes, por ejemplo, se producen crisis), la
cara, muy especialmente, sufre una congestión al querer iniciar
una frase que comience por vocal.
Resultan interesantes los informes confidenciales de C':
““Por las observaciones que he hecho, desde que empecé el tra-
tamiento, he notado alguna variación entre mi estado de ánimo
habitual y el que ahora tengo. Los primeros días me sentía ner-
viosa, un poco distraída, porque muchas veces mi imaginación se
hallaba distante del lugar en que me encontraba. También perdí
el apetito por completo y apenas si podía conciliar el sueño. La
tristeza se apoderó de mí, a veces pensaba que podía estar enfer-
ma, y temí varias veces que tuviera que abandonar el tratamien-
to, pues pensaba que quizás hablando alegraría mi vida.?”
“£A los siete u ocho días de comenzado el tratamiento me siento
mejor: mis nervios se han tranquilizado, duermo bien y el ánimo se
ha manifestado alegre a ratos, pues no resulta muy dado a esto mi
temperamento. Me ha entusiasmado el adelanto que advierto, noto
que son muy acertados todos los ejercicios, especialmente el de la
“*a?” pequeña, antes de las consonantes m y p, que resuelven mi
problema. ?”” :
““Debo hacer aleunas observaciones anteriores a esta época, por
si son de alguna utilidad : nunca me ha causado mal genio ni me ha
faltado la calma para soportar mi defecto; tampoco las personas
que me han rodeado me han dado que sentir, ni aun siquiera las
compañeras de colegio, que siempre fueron indulgentes conmigo.
Lo que sí creo que me empeoró fué el mal trato de una de mis pro-
fesoras (la que me enseñó a leer); su carácter era muy severo y se
proponía hacerme hablar claro; desde luego, el resultado entonces
era que no lograba yo decir palabra alguna, y las penitencias me
acosaban. Afortunadamente, luego tuve una profesora de carác-
ter completamente distinto. Las mayores dificultades las advierto
cuando me duele la cabeza (cosa frecuente) o si tomo algún cal-
mante.”
56 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
Tratamiento:
Comenzamos por imponerle el mayor silencio posible durante
un, período de dos semanas.
El caso es más grave que el de B., como hemos dicho; no sólo
por el carácter de los trastornos sino por la mayor duración que
tiene el mal; comenzó a los 4 o 5 años, tiene 25 de edad, por tanto, -
la fijeza de las imágenes verbales incorrectas es más considerable;
a pesar de ello, existe un dato a nuestro favor, las condiciones de
carácter de C.
El uso del espejo. ha sido más frecuente, para dominar el movi-
miento de los calambres. Practicamos los ejercicios respiratorios,
de fonación y de articulación, ya referidos.
La forma externa del trabajo es igual que para B., siguiendo el
mismo orden; pero los propósitos son distintos: normalizada la res-
piración y la fonación, nuestra labor tiende a destruir los calambres.
He aquí cómo procedemos:
Inútil sería intentar que C. acometa las consonantes sin un
pequeño artificio (nos referimos a las explosivas); para destruir
su adinamia es preciso que todas las consonantes que le ofrecen
obstáculos sean emitidas previamente en un estado que no exista
la oclusión, así, al decir apa no se hallarán los inconvenientes que
se manifiestan al decir pa; es natural, la disposición en que se
encuentran los órganos de la fonación al emitir a... permite que
los labios se unan y separen rápidamente para lograr la p.
Una serie de ejercicios nos dará idea del plan seguido:
a a pa
AE A . po
AA a PR
1 E pi
a PS a pil
El profesor instruirá al alumno en la pronunciación de la *“a””
chiquita (como dice C.), esto es: la vocal que se antepone debe ser
aspirada y producirse con mayor rapidez y debilidad hasta omi-
tirla.
No se presentarán dos inconvenientes en una misma palabra
“difícil”? (así llama C. a las que contienen letras explosivas o si-
bilantes, que le dificulten la conversación) ; eso es elemental en las
condiciones de todo procedimiento pedagógico racional.
A
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 57
Las palabras que contienen sentido son más interesantes. He
aquí algunas utilizadas en un ejercicio:
¿as a palo Oo. Pera
SUISSE: DIO MAS pa
2%: apear aparato oponer
apelar época apremio
apalear épico opinión
aparejo ipomea apilonar
32: polo, pila, pelo, paz, pino, pena, pala, palo, palero, país,
paila, paella, pájaro, papa, papel, popa, Pepe, pipa.
TIT
LAS DISLALIAS.—CUÁLES SON LAS MÁS COMUNES ENTRE NOSOTROS.
TRATAMIENTO DE LAS MÁS INTERESANTES
Etimológicamente considerada la palabra dislalia—que procede
del griego—significa hablar mal (dis, mal; y laleó hablar), ya por
educación viciosa, ya por defecto de los órganos vocales. En
unos casos—según Kussmaul—podrá ser congénito el defecto, y
adquirido en otros. Pero aquí conviene señalar la misma distin-
ción que hemos advertido tratando de la tartamudez: es posible
que el mal ejemplo de los padres influya en mayor grado (de ma-
nera decisiva) que la herencia, siempre que no se trate de una dis-
posición defectuosa (heredada) de los órganos que intervienen en
la pronunciación de los sonidos.
Ahora bien, en nuestro estudio hemos eliminado del grupo de
las dislalias ciertos hábitos de pronunciación que tienen más bien
un carácter nacional: tal es el seseo del cubano.
Pueden manifestarse en las dislalias los siguientes casos: 12 la
omisión de una articulación ; 22 su deformación; 32 su sustitución
por otra; 4? la no articulación de consonante alguna,
Causas.
Si recordamos el proceso que sigue el niño en la adqusición de
la lengua materna veremos que unos sonidos son reemplazados por
otros, aleunos omitidos, etc. a medida que el aparato encargado
58 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
de la articulación adquiere normal desarrollo. Los sonidos labia-
les y linguodentales, por no demandar una coordinación compleja,
son fáciles de emitir y, por lo común, se producen con toda regula-
ridad; pero aquellos en que, más que la visión de los movimientos,
intervienen las sensaciones auditivas, el trabajo es lento y a veces
presenta obstáculos.
Muchos especialistas han atribuído las dislalias infantiles—cuan-
do no se deben a una anormalidad orgánica—a la dureza de oído, y
aunque es incuestionable que a una percepción incorrecta de la
palabra ha de corresponder una emisión análoga, se citan otras
varias causas como originarias de tales defectos de articulación :
a) El mal ejemplo ofrecido por familiares y amigos cuya
pronunciación sea defectuosa.
b) La 2gnorancia de esos mismos, que no se preocupan de en-
mendar las deficiencias del lenguaje del niño, en el período de
formación.
ec) La indiferencia del sujeto para fijar su atención en las
formas correctas del lenguaje.
Esta característica la advertimos en los débiles, en una pro-
porción mayor que en aquellos individuos bien constituídos.
La dureza de oído tiene una excepcional importancia. La es-
tadística ofrece datos abrumadores a ese respecto y las investiga-
ciones realizadas entre los escolares de distintas ciudades elevan a
un 25% el número de sujetos cuya audición no es absolutamente
normal; entre éstos, necesariamente, hemos de hallar el gran gru-
po de los retrasados pedagógicos, cuya primera manifestación de
inferioridad intelectual podrá consistir en los disturbios del len-
guaje.
Los duros de oído confunden, evidentemente, aquellos fonemas
de gran semejanza: p con b; t con d; f con v, etc.
Como dice Rouma, la palabra del duro de oído es monótona,
sin ritmo. El habla es rápida, las articulaciones son acentuadas
y la unión de las sílabas y palabras es confusa frecuentemente.
Todos tienen la tendencia a emplear un tono demasiado bajo cuan-
do hablan.
El profesor Bezold, que ha prestado al asunto un gran interés,
aconseja que debe retirarse de la escuela común todo niño que no
perciba la voz euchicheada a una distancia de dos metros, para
recibir la instrucción en establecimientos apropiados a su deficien-
cia sensorial.
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 59
Realmente, la situación menos difícil para un sordo consiste
en el padecimiento de dislalias. Cuando la deficiencia auditiva
es muy marcada puede afectar de manera profunda el uso del len-
guaje, si tales manifestaciones aparecen antes de los siete u ocho
años, aunque se admite también que a los nueve y a los diez años
de edad la sordera influye todavía en la pérdida del lenguaje, en
aquellos niños que lo adquirieron con retraso.
Cómo se clasifican las dislalias.
Según hemos visto, las dislalias tienen uno de estos dos carac-
teres: el defecto se debe a una constitución defectuosa de los ór-
ganos de la articulación, o sólo existe por un mal hábito. En el
primer caso se denominan mecónicas u orgánicas. Las ocasiona-
das por malos hábitos, abandono o indiferencia reciben el nombre
de congénitas o ideopáticas; pero nos parece más correcta y menos
complicada su interpretación si se les da el nombre de funcio-
nales.
Influencia que ejercen las dislalias en el retraso pedagógico del
paciente.
Al llegar a este punto tenemos que trasladar nuestra atención
al primer capítulo del presente estudio; entonces quisimos de-
mostrar la importancia que se concede a la palabra normalmente
expresada por el niño, para apreciar el grado de su desarrollo
psíquico, aspecto en el cual no existe desacuerdo.
En cuanto al retraso pedagógico advertido en otras investiga-
ciones, también lo hallamos en la nuestra; pero mediante un estu-
dio especial, ya que, por circunstancias que no nos es dado exami-
nar, no disponemos de las normas invariables que determinan una
correspondencia constante entre la edad del niño y el grado que
curse en la escuela primaria.
Por lo común, la matrícula entre nosotros se realiza tarde, la
asistencia no es regular... ante tal situación de indiferencia de
los más interesados no es posible obtener resultados satisfactorios
con medidas de orden técnico o administrativo. Esto hace que se
nos ofrezcan reservas para afirmar, de manera concluyente, que
(como es nuestro criterio y hasta cierto punto hemos comprobado)
las dislalias influyen en el retraso escolar de los niños que las pa-
decen. Mas, examinando los datos ofrecidos por M. Lepage, de
6N Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
Mons; por el Dr. Boulenger, de Bruselas, y por el Dr. Rouma (que
cita las investigaciones anteriormente mencionadas) es evidente la
comprobación de ese retraso escolar: Mr. Lepage señala un percen-
taje de retrasados, para cada grado—del 1* al 6*—que da un pro-
medio de 55% para todos los perturbados de la palabra examina-
dos por él. Boulenger afirma que, a pesar de que muchos infan-
tes perturbados del lenguaje fueron mostrados a él como los más
inteligentes de la clase, pudo comprobar que los trastornos glósi-
cos se hallaban asociados a un retraso pedagógico. Por último,
en la investigación del Dr. Rouma se encuentran las siguientes ci-
fras, que demuestran de manera elocuente la afirmación a que
venimos refiriéndonos:
De 120 niños atacados de dislalias, 94 estaban considerados co-
mo de una inteligencia mediana o superior a la media; sin em-
bargo, 87 ofrecían de 1 a 4 años de retraso en sus estudios. Esto
es, mientras el 78.33% no hacía temer un desnivel psíquico, el
72.50% de los niños mostraba desequilibrio en el grado de cono-
cimientos, teniendo en cuenta las edades respectivas. :
Si observamos detenidamente el cuadro relativo a dislalias en
aulas de enseñanza común (N? 2) veremos que, de 110 casos exa-
minados: -
5 manifiestan adelanto en sus estudios,
19 aparecen normalmente dentro del grado que les corresponde, y
86 se hallan retrasados.
Estos últimos constituyen el 78.18%, mientras la proporción
de adelantados es sólo de 4.54%.
La importancia de ese retraso puede apreciarse en el cuadro
que sigue:
No. 30.—RETRASO DE LOS NIÑOS QUE PADECEN DISLALIAS
GRADO l año 2años 3años 4 años 5años Total
Primero 12 al 2 0 1 19
SESUAAO A iaa da ES 10 5 7/ 3 29
¡DETCOLO Race 3 1 3 22 2 11
GUA 0 5 1 0 10) 6
O 4 3 1 0 0 8
SEXTO atra 3 5 0 0 0 8
SEPELIO: 2er 1 1 1 1 1 5
Totales..... 27 29 13 10 7 86
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 61
Pero si es cierto que este fenómeno no puede atribuírse de ma-
nera absoluta al aspecto que estudiamos, pues (como hemos dicho)
lo que constituye un ideal en la organización escolar dista mucho
de la realidad entre nosotros, podemos intentar un estudio compa-
rativo, determinando el tanto por ciento de retrasados dentro de
cada grupo, en cuanto a los atacados de dislalias.
En efecto, de los 564 niños de aulas comunes examinados se
encuentran retrasados 403, lo que representa el 71.45%; en rea-
lidad, pues, las dislalias deben tener una influencia marcada sobre
ese retraso. He aquí el siguiente cuadro comparativo:
CUADRO No. 31.
CONOCIMIENTOS Niños examinados Niños dislálicos
Adelantados .......... 5.32% 4.55%
Dentro del grado..... 23.23 1721
REMAsSados” 0... 0.2. 71.45 78.18
100.00 100.00
Esto es, resulta inferior la proporción de adelantados y nor-
malmente dentro del grado en los que padecen dislalias, mientras
en los retrasados aumenta de manrea notable el tanto por ciento.
En el cuadro que sigue, necesario para la mejor interpretación
de los dos anteriores, tenemos:
No. 32.—RETRASO ESCOLAR EN TODOS LOS NIÑOS EXAMINADOS
GRADO 1año 2años 3años 4años 5años Gaños Total
PRIMCRO o. ció 53 14
9 5 3 1 85
Segundo ...... eS 39 23 16 - 1 108
¡RECTO 0. .... 13 24 57 5 - 1 64
LT A 12 13 6 2 0 0” 33
510 A 10 5 1 1 0 0 17
EXPO e a ae 30 23 5 1 3 0 62
Séptimo ...... 9 16 5 2 1 1 34
in CA 152 134 66 32 15 - 403
Por otra parte, se encuentran adelantados 30 niños: 5 en 22
grado, 11 en 3%, 1 en 4%, 9 en 5? y 4 en 6%. Y dentro del grado
62 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
que les corresponde: 58 en ler. grado, 21 en 2*, 21 en 3%, 6 en, 4”,
10 en 5, 9 en 6 y 6 en 7, que hacen un total de 131.
Por último, en el siguiente cuadro tenemos la demostración de
lo que afirmamos: en casi todos los grados es mayor el tanto por
ciento de retrasados en los niños que padecen dislalias.
No. 33.—CUADRO COMPARATIVO DEL RETRASO ADVERTIDO EN
LOS NIÑOS EXAMINADOS
Jo de retrasados % de retrasados DIFERENCIA
GRADO enlatotalidad enlos dislálicos de más de menos
PTMI a 59 70 11
Segundo ....... 80 93 13 E
TOTEerO asa 68 57 20 11
CUADO Aa lala iae ro 82 85
Oiunto pas 47 88 41 E
SEXTO erecta edo 85 66 Ra 19
SEDLMO 82 100 18
Totales 86 30
Diferencia mayor en las dislaliaS............. 56
Investigando si la causa de ese mal consistía en la falta de
asistencia, encontramos que de los 86 niños que se hallan retrasa-
dos, muy poco más del 27% se ha matriculado tarde en la escuela.
Sin embargo, comparando el retraso de los escolares atacados
de dislalias (véase el cuadro núm. 31) con las proporciones que
hemos obtenido en la apreciación que hacen los maestros acerca
de la inteligencia de sus alumnos, tenemos que, mientras se estima
adelantado el 4.55% del total de niños, la proporción de los con-
siderados inteilgentes es de 45%; el 17.27% se halla dentro del
grado que le corresponde y se estima de inteligencia mediana el
30%; por último, los retrasados llegan a 78.18%, y los tardos y
torpes sólo alcanzan el 10% y 15%, respectivamente,
Necesidad de un tratamiento especial.
Es indudable que el trabajo regular del aula tiende a disminuir
gradualmente los vicios de pronunciación en los escolares. Todas
las lecciones, de manera muy especial las de lectura y lenguaje,
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciores de la palabra. 63
tienen de modo evidente una acción favorable en tal sentido. Nues-
tra investigación lo demuestra: a medida que se asciende en la
graduación de los escolares disminuye el tanto por ciento de dis-
lálicos, en oposición a la curva de la tartamudez, que resulta mayor
conforme sea el grado más adelantado.
¿Pero logrará la escuela destruir todas las irregularidades sin
especializar su acción? No es razonable pretenderlo: lo mismo
hemos hallado dislálicos en el sexto grado que en el primero, la
única diferencia consiste en la proporción. Así, pues, resulta in-
dispensable el tratamiento especial de esas perturbaciones, de
acuerdo con la organización que señalamos en el último capítulo
del presente estudio.
Influencia de los trastornos glósicos en la deformación del carácter.
En el primer capítulo tratamos del cuadro que ofrece el niño
tartamudo, desde el punto de vista social y de las deformaciones
del carácter. ¡Cuántos niños no nos recuerda la descripción de
Drouot al leerla!
También en las dislalias encontraremos el mismo fenómeno.
Hemos querido comprobarlo en nuestra investigación y, en efee-
to, el 46% de los niños dislálicos que examinamos son tímidos.
Podrá objetársenos que, para afirmar categóricamente que una
condición es consecuencia de la otra, es preciso establecer compa-
raciones con una estadística (que no poseemos) acerca de la timi-
dez en los niños cubanos; pero es que la experiencia diaria del au-
la nos dice que no es posible hallar tal proporción. El niño eu-
bano tiene poco de reservado y misántropo, por lo común, y hemos
encontrado en nuestra estadística, de dislálicos el 29% con tal con-
dición.
Y es tan necesario un tratamiento especial, puesto que si es
cierto, de una parte, que la escuela por sí misma mejora muchas
perturbaciones, también contribuye por otra al desarrollo de nu-
merosos casos: por el contagio psíquico, del cual hemos hablado;
por las frecuentes burlas de que son víctimas no pocos casos inel-
pientes, con lo cual se agravan, y, de manera especial, por la acción
intensa que es preciso realizar para combatir las falsas imágenes
verbales.
64 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
Ficha para el examen da dislálicos.
Ya hemos dicho cómo procedimos al realizar la investigación;
réstanos copiar ahora la ficha utilizada para el examen de las
dislalias.
Consta de una hoja de papel, impresa por una de sus caras,
con el siguiente texto:
Nombre ds le iaa ela ejido REA e AA
Taza oa ES E DR A E o
Su atraso escolar es de.......años; ingresó en la escuela el
A a IS RA El atraso consiste en...... MS
¿Habla mucho?....... ..... ¿es tímido?..... ¿Cuál es su ca-
TAC OS Arado A ¿Cómo se manifiesta
enel. JURO da la Se e AA
Examen de los órganos periféricos
Implantación de los dientes... pais coco a
¿Nelo del paladar elevador. a oo a A
reno Pi. pe e TN RES IRE E bi
¿Vegetaciones adenoideas?.............. Cs AN
Amgdalas o oa ld a
Estado del odo: aora ctra do aa ts ona te
Dislalias en que incurre
e... .........o...........0000/0000:000:/000000/0000000.00008/000:000000000060..
. ..o..... .........0..«....o.0..—Áo0<0...02..—.<<0.—.0000000:/000:/00000000000.0..00000..
Observaciones (especialmente, para las influencias del medio)...
Tratamiento
e. .202... ....................—... 0... .000.0000000/000:0000. ..0..00006000000000€
..... ..oo.n...cS. + .n<.ons$2>..............0........... 0000000000000. .100000..
.. . o... ......<... ....o.............« ....—-.«005000000000 60000000000
Fecha del CXAMEI oo aio a aaa to o atraca ia lenela ela a alo ol TAS
e J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 65
Las dislalias mecánicas.
Son éstas las ocasionadas por una deficiente conformación or-
gánica y pueden ser dentales, labiales, linguales y nasales (a estas
últimas se les da también el nombre de rinolalias), según el ór-
gano que origine la perturbación.
Dislalias dentales.
Consisten en la ausencia o en la deformación de los dientes, de
tal modo que impide la correcta emisión de los sonidos en que ellos
intervienen, como s y 2, por ejemplo.
Es variadísima la forma en, que pueden manifestarse estas ano-
malías; en el capítulo I, relativo a la estadística, hemos citado
cinco casos, todos distintos.
Veamos sus características :
1*—Adelantados los incisivos superiores: como es consiguiente
las sibilantes sufren deformación. Este niño no tiens absoluta se-
guridad. al emitir s o 2, lo hace indistintamente. Tiene otro defec-
to, además: debido a la, estructura de sus dientes, los labios no se
unen, de aquí la dificultad que manifiesta para las explosivas la-
biales.
22—Los incisivos no articulan: se trata de un defecto tempo-
ral, pues el niño tiene 9 años de edad y se halla atrasado en el
cambio de la dentición. ¡Sus dislalias son las mismas del caso 12
32—La mandíbula inferior se halla retrasada, a la vez que los
incisivos superiores están implantados oblicuamente.
4% —Es tan anormal la situación de los dientes (unos no existen,
otros agrupados, casi todos con una posición irregular) que hasta
la lengua sufre notable trastorno en la articulación; por eso al
ceceo se asocia el rotacismo y la incapacidad para unir las con-
sonantes br, tr, pr, y dice badazo por brazo, pdlemio por pre-
mio, etc.
5%—Puestos en contacto los colmillos, impiden la aproximación
de los incisivos, al extremo de que la distancia que media en el eje
menor del óvalo (más bien en forma de menisco convergente)
que afecta la separación de los incisivos mo es menor de un centí-
metro. Por tal circunstancia resulta notable en sumo grado
el ceceo en este sujeto.
Desde luego, sólo hemos hecho mención de las dislalias que pa-
66 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
decen estos cinco niños, teniendo en cuenta nada más que la con-
formación de los dientes. A estos defectos tenemos que agregar
la dureza de oído en uno y la disposición del paladar en ojiva en
dos de ellos, causas suficientes para agravar el carácter de las dis-
lalias que hemos mencionado y ocasionar otras muchas. En el
caso 4 hemos visto que la lengua sufre la influencia de la defec-
tuosa implantación de los dientes.
Para la correcta emisión de los sonidos es preciso: 1?, que to-
dos los órganos de la articulación ocupen sus verdadero sitio; 22,
que los obstáculos que el aire encuentre en su camino sean los pre-
cisos y, en consecuencia, que la dirección que siga sea correcta.
En la mayoría de estas dislalias es necesaria la intervención
del dentista; pero podrán aminorarse de una manera notable con el
tratamiento ortofónico a que habremos de referirnos más ade-
lante.
La Ortodontosia, nueva rama de la Cirugía Dental, ha hecho
progresos asombrosos en estos últimos tiempos, y aunque su finali-
dad ha sido más bien de carácter estético, sin que a los especialis-
tas haya guiado el propósito nuestro, uno de los **principios car-
dinales””—según el Dr. Baker (1)—consiste en obtener una oclu-
sión perfecta con la cual se logra hasta normalizar la configura-
ción de la bóveda palatina.
Las dislalias labiales pueden consistir ya en una perforación,
ya end parálisis, etc., que dificulta la emisión de p, db, f, v, m, etc.
El tratamiento pedagógico es necesario, después de la acción mé-
dica para la unión del labio abierto, aplicación de masaje especial,
ete., en cada caso.
Las linguales tienen origen en una lengua atrofiada, hipertro-
fiada, poco móvil, etc. La generalidad de los especialistas se opone
a la intervnción de la cirugía en el tratamiento de estas dislalias,
pues la experiencia ha demostrado la inutilidad del esfuerzo (sin
resultado en el 99% de los casos). El niño capaz de haber realiza-
do con su lengua los movimientos necesarios para la succión se ha-
lla en condiciones de pronunciar correctamente, lo que se podrá
lograr con un método pedagógico.
Rinolalias. Las rinolalias o dislalias nasales pueden tener es-
tos caracteres: 1%, abierta, en la cual se halla permanentemente
(1) Orthodontia.—Its place in dental Education, by Lawrence W. Baker.
D. M, D. Ñ
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 67
abierto el conducto nasal (parálisis, pequeña dimensión del velo
del paladar con lo cual no se efectúa la necesaria oclusión, o perfo-
rado el paladar) ; 6, 2*, cerrada, por obstrucción del conducto nasal,
lo que hace que todos los sonidos se produzcan con un timbre par-
ticular.
A estas últimas corresponden nuestros tres casos: en dos exis-
ten vegetaciones adenoideas, en el tercero se aprecia una notable
estrechez de las fauces. Es necesaria la intervención del cirujano
y después es posible seguir un tratamiento ortofónico, que permita
esperar buen éxito.
Gimnasia de los órganos de la articulación.
Se trata de una serie de ejercicios que el profesor hará ejecutar
al alumno a fin de obtener la movilidad y, como consecuencia, la
necesaria habilidad funcional del órgano perturbado; tales son, tra-
tándose de la lengua, por ejemplo:
1? Extenderla y contraerla, alternativamente.
29 Describir un círculo alrededor de los labios.
3% Tocar el labio superior o el inferior por la parte externa, etc.
De igual modo pueden ejecutarse infinidad de ejercicios: hacer
gárgaras, para el adiestramiento del velo del paladar; hacer avan-
zar o retroceder la mandíbula inferior; inflar los carrillos, etc. Pa-
rece innecesario advertir que cada sujeto realizará aquellos ejer-
eicios que son necesarios para la corrección de sus defectos y que-
da a la iniciativa del profesor señalarlos, imaginándolos.
Dislalias funcionales más frecuentes.
En muy contados casos se hallan individuos que padezcan de
un solo tipo de dislalia; lo más común es que existan dos o tres en
el mismo sujeto.
Hemos querido fijar las proporciones de este aspecto entre nos-
otros, pudiendo asegurar que casi una tercera parte de los niños
atacados y que fueron objeto de nuestro examen, deben considerarse
como gravemente perturbados; en efecto, el 68% padece de una,
dos o tres dislalias distintas, mientras en el 32% son múltiples.
Los tipos desmayor frecuencia pertenecen a las denominadas
paralalias (sustitución de las consonantes) y mogilalias (imposi-
bilidad para emitir algunas consonantes) : ;
68 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
Rotacismo: r gutural por lingual. . . . . 44 casos
TT A MA O EA A PE AR
Asociados ambos defectos. . . . . ..... 3 ,,
g o ny por s: como egcalera por
escalera, log por los y dog por
Omisión de las letras finales. . . . . . . 18 ,,
Omisión de letras: cobata, deo,
sentao, Oge, por corbata, so
sentado y Jorge. .. . ... TA
Substituir 1 por r: palmal, da epa.
Ja Ni La
Otras alteraciones de la r: sasdín. lane: Se
d por 1 y por r: pedota, Bedascoaín, pa-
doma, Edena, Judio (por Julio), E
toro (por todo), niro, carena. . . . OL
Dificultad para la emisión de sílabas com-
puestas Con Y... 2 IN: Malo lei
dr (como en dare) o A A RE
gr (gande, tiguere). . .. 14
DESTÁTUCO UIC o a a NS
ATEN E NAO SEE ut, rUEA SITTO
cr (clía). 3
fr (fluta). 5
agregar letras: SPESr O 4
Pp y t por c fuerte: pabeza, apura, lolo ta-
MIA a IA e ca RO II 107 EA
Corrección de estas dislalias.
Rotacismo: Se refiere a todos los trastornos que se manifiestan
en la pronunciación de la r: omitiéndola (que se denomina chino-
nismo, por no tener este sonido en su lenguaje los chinos), o bien
sustituyéndola por 1, d, s, j, 9, ete. (pararrotacismo), o bien, por
último, que se le dé una emisión semigutural, en vez de lingual,
que es el caso más frecuente.
Para la correcta producción de la r se hace vibrar rápidamente
la punta de la lengua, entre el borde de los incisivos superiores
y la bóveda palatina. La corrección de esta dislalia figura en pri-
mer término en cuanto al orden de mayor dificultad.
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 69
Existen distintos procedimientos para la corrección de la r se-
migutural; pero el más eficaz (adoptado por el Instituto de Orto-
fonía parisién) consiste en:
1? Explicar al sujeto prácticamente, ante un espejo y con el
auxilio de esquemas, la disposición de los óreanos para producir
la r lingual y la semigutural.
2% Hacer emitir d y t, lc más rápidamente posible, hasta ob-
tener la r lingual:
32 Repetición de series de palabras en las que se emplee el
citado sonido.
Ceceo: Es una de las formas del sigmatismo, en el que se pue-
den presentar tres casos:
le? Si la lengua se apoya fuertemente contra los incisivos su-
periores o contra el velo del paladar, al forzar la corriente de aire
para producir s, se escapa lateralmente, constituyendo el sigma-
tismo lateral.
22 Si la lengua se sitúa entre los dientes, el aire pierde todo
su carácter (se produce la 2) y el defecto se llama sigmatismo fron-
tal; por último,
32 El velo del paladar permanece abierto, con lo cual el aire
pasa a la nariz y da origen al sigmatismo nasal.
Para la corrección del ceceo o seseo se hace observar al indi-
viduo la posición correcta de los órganos de la articulación, por
medio de diseños y ante el espejo, así como la temperatura y di-
rección del aire.
En la correcta emisión de la s los órganos se disponen del si-
guiente modo:
a) Separadas las comisuras de los labios.
b) Los bordes de la lengua se apoyarán en los molares y la
corona alveolar superior, mientras la punta de la lengua descansa
en los incisivos inferiores.
e) Los dientes se aproximarán, sin tocarse; los inferiores no
corresponderán a la vertical imaginaria que parta de los superio-
res, sino más atrás.
d) El velo del paladar se elevará.
La corriente de aire atraviesa el pasaje formado por la lengua
y el paladar, choca con los incisivos superiores y cambia de direc-
ción, produciendo el ruido.
Para la producción de z, los labios y el velo del paladar adoptan
la misma posición que para la s. Además, la lengua se adelanta
70 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
y ocupa todo el espacio que deja la separación de los dientes (que
es mayor), apoyándose con fuerza en los superiores, a lo que le
ayuda la presión que al mismo tiempo ejercen los incisivos infe-
riores.
Para los franceses es incorrecta esta posición pues, según ellos,
entre la s y la 2 no hay más diferencia que las vibraciones larín-
geas que se producen para la última.
La r semigutural es impropia para ellos y, sin embargo, les
suena mal la pronunciación lingual.
Omisión de letras.
En estos casos, cuando la omisión es tanto en medio como al
fin de palabra, así como en aquellos en que se agregan letras, debe
buscarse el origen en la audición anormal del niño. En otra parte
de este trabajo hacemos alusión a los duros de oído. Como me-
dida de carácter general, los niños que adolecen de esta clase de
dislalias deben ocupar los pupitres inmediatos al maestro. La cela-
se especial de Ortofonía consistirá en, la repetición correcta de las
palabras mal emitidas, utilizando el espejo. El mismo procedi-.
miento será eficaz con aquellos que hayan contraído el mal por
imitación.
Silabas compuestas con r:
Se logra la corrección de estas dislalias haciendo que el niño
articule, separadamente, las consonantes que constituyen la sílaba,
uniendo la vocal a cada una; en bre, por ejemplo, dirá be re. La
mayor rapidez que se logre imprimir al ejercicio nos dará la elisión
de la vocal agregada, y, en consecuencia, la debida pronunciación.
Substituciones de las velares ce o ka y ge.
Los niños que manifiestan dificultades para producir estas con-
sonantes, las substituyen, generalmente, por i y d. Este defecto
se denomina paragammacismo. En algunos casos, no tan frecuen-
tes, la substitución también se hace por ch, r ó s; pero no los hemos
anotado.
Cuando la c fuerte o k se cambia por t o d (el niño dice tabeza,
estuela, damisa, etc.), la punta de la lengua se apoya sobre el bor-
ur
Y. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 71
de inferior de los incisivos superiores para producir la explosión.
La adecuada disposición de los óreanos articuladores, para la c
fuerte o k, debe ser ésta: la lengua se-contrae, por lo cual se eleva
hasta ponerse en contacto con el velo del paladar, que también
se levanta, ocluyendo la vía nasal; el aire, pues, al separarse la
lengua bruscamente, pasa a la boca, de una manera violenta. Tra-
tándose de la gy, la lengua y el velo del paladar adoptan una posi-
ción análoga, pero el ruido se produce por las vibraciones laríngeas.
Para la corrección de estas dislalias se empuja la punta de la
lengua (con una paleta pequeña, un creyón o el índice), haciéndola
reposar en el fondo de la boca y se invita al sujeto a producir t,
en todos los casos dará la c fuerte o k.
En resumen, las dislalias mecánicas o funcionales requieren,
para corregirlas, los siguientes cuidados generales:
1? Demostrar al individuo la correcta posición que deben adop-
tar los óreanos articuladores, comparándola con la que tienen en
la pronunciación defectuosa.
22 Hacer percibir la dirección y temperatura del aire y las
vibraciones que acompañan a determinados sonidos, laríngeas en
unos casos, nasales en otros, etc.
39 Vigilar constantemente al sujeto que adolece de un vicio
de pronunciación, y no dejar pasar un solo error.
4o Realizar frecuentes ejercicios con sílabas, palabras y frases,
tendientes a la corrección de los defectos. Tratándose de niños
es necesario prescindir de las sílabas, que les parecen monótonas,
sin interés alguno.
Ya hemos explicado la importancia que tiene el uso del espejo.
IV
CONCLUSIONES.—CÓMO PODRÍAN ORGANIZARSE CURSOS PARA LA
CORRECCIÓN DE LA PALABRA
Hemos llegado a los límites que nos señalamos al iniciar este
trabajo. Sintetizando los puntos de vista mantenidos podemos for-
mularlos en las siguientes conclusiones:
1: La palabra tiene un alto valor intelectual y social. Todo
nos induce a pensar que, cuando haya anormalidad en su expre-
72 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
sión, habrán de afectarse el desenvolvimiento psíquico del indivi-
duo y sus relaciones con la colectividad.
22 La más exacta interpretación de los trastornos glósicos in-
fantiles reclama el conocimiento previo del mecanismo que inter-
viene en la producción de la palabra, de su evolución en el niño y
de su proceso psíquico.
32 Son bastante frecuentes las perturbaciones de la palabra,
de manera especial lás dislalias funcionales y la tartamudez, en
los escolares cubanos.
4: Las dislalias funcionales se presentan más en los varones
que en las hembras. Son más frecuentes en los negros que en los
mestizos y en éstos más que en los blancos.
52 La edad del niño es un factor importante en la existencia
de las dislalias: abundan más estos trastornos en el kindergarten
(desde luego, porque es la época de fijación del lenguaje), y dis-
minuye gradualmente la proporción, a medida que son mayores
los individuos examinados. Esto no significa que desaparezcan
las perturbaciones con la, edad.
6: Las perturbaciones de lz palabra son manifestaciones de re-
traso intelectual, en mayor o menor grado. En los retrasados pe-
dagógicos son más numerosos los trastornos glósicos que en los que
no se advierte anormalidad.
72 La acción indirecta de la escuela primaria (por medio de
las lecciones de lectura, de lenguaje y del ejemplo del maestro) no
es suficiente para obtener la corrección de las dislalias funciona-
les; es indispensable concederles una atención inmediata, por me-
dio de cursos especiales.
82 La tartamudez reviste caracteres de mayor gravedad que
las dislalias funcionales, y sigue un proceso inverso al de éstas,
desde el punto de vista de la edad: son más numerosos y más gra-
ves los casos de tartamudez en los niños mayores; la proporción
disminuye gradualmente hasta hacerse casi imperceptible en los
alumnos de kindergarten. También, como las dislalias, se fija más
en los varones que en las hembras.
9: La debilidad orgánica, como las crisis del desarrollo físico
(dentición y pubertad) influyen en la aparición y desarrollo de
estos trastornos: cuando a la excitabilidad exagerada del organis-
mo no corresponde una resistencia vigorosa.
10% Las dislalias funcionales pueden corregirse mediante pro-
cedimientos pedagógicos; las mecánicas sólo se mejoran, por lo co-
Y. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 73
mún, con los procedimientos pedagógicos, pero en casi todos los
casos es indispensable la cooperación de la cirugía.
11? Es un error (hasta ahora) pretender feliz éxito, en la
corrección de la tartamudez, con la aplicación de drogas, el uso
de aparatos o la ejecución de operaciones quirúrgicas. Sólo el tra-
tamiento pedagógico puede garantizar mejor resultado, puesto que
los trastornos comunes (respiratorios, de fonación y de articula-
ción) resultan, en la mayoría de los individuos, de carácter com-
pletamente funcional.
122 Como la tartamudez y las dislalias aparecen en la mayo-
ría de los casos durante la época en que el niño concurre a la es-
cuela, y entre las altas funciones que se le asignan a ésta tiene la
de preparar hombres para la vida, no es admisible que subsistan
abandonados los trabajos de Ortofonía.
Por lo común, al examinar cualquier asunto de orden científico,
el empeño del expositor se pone a contribución para hacerlo re-
saltar, a fin de que sea considerada la cuestión como de vital inte-
rés. En el presente caso no nos dejamos llevar de práctica tan
conocida: los hechos han sido expuestos con toda concisión, de-
mostrándonos cómo las perturbaciones de la palabra influyen en
el retraso intelectual «lJdel paciente; cómo deforman el carácter del
individuo y cuál es el daño que hacemos a un tartamudo o dislá-
lico abandonándolo a su propia suerte (cuando pudo ser corregido
el padecimiento durante el período de asistencia escolar), sin preo-
cuparnos de la tara que pueda llevar en la edad adulta y que, ante
los demás—prejuicios injustificados, pero existentes—habrá de dar-
le una situación de inferioridad.
Dice el Dr. G. Rouma en su libro ““La parole et les troubles de
la parole”?: “Es, pues, el deber de los administradores la busca
constante de las mejoras que se puedan aportar al bienestar de los
administrados”. Y continúa: ““Su dignidad de hombres y su res-
ponsabilidad de mandatarios públicos se oponen a que permanezcan
indiferentes ante un movimiento tan poderoso, cuando los menores
ensayos que se realicen podrán disminuir sufrimientos humanos y
mejorar existencias?”
Parece razonable que confiemos en que no siempre el problema
escolar de la Nación habrá de limitarse a reducir el analfabetismo;
nada se opone a que lo existente sufra las transformaciones ne-
cesarias hacia el mayor progreso y bienestar.
74 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
Nuestra reforma escolar data de 1899, hace veinte años; se ha
laborado en beneficio de la educación, pero aun queda mucho por
hacer para mejorar el incompleto sistema educacional que nos
rige. Los resultados finales son los que determinan el buen éxito
en toda obra, y doloroso es confesar que la afirmación que en 1913
hacía Revista de Educación, refiriéndose a las escuelas oficiales, no
ha perdido la novedad : “Con honrosas excepciones seguían su mar-
cha fúnebre hacia la decadencia y el fracaso. ””
Mucho antes de finalizar el pasado siglo se produjo en Europa
un vigoroso movimiento pedagógico en favor de los escolares per-
turbados de la palabra, tanto con la creación de cursos normales
para la preparación del personal docente, como con el establecimien-
to de clases especiales, en las escuelas primarias, para el tratamien-
to de los pequeños pacientes: Daniel, Rouma y Herlin, en Bélgica;
Drouot y Chervin, en Francia; Gutzman (padre e hijo), Liebman
y Kussmaul, en Alemania; Sala, en Italia, Van Lier, en Holanda;
Coén, en Austria; Von Sarbo, en Hungría, y tantos otros, han sido
los verdaderos apóstoles, en sus respectivos países, de obra tan al-
truista. Ya en época anterior (es de observar que fueron médicos
y cirujanos, pero no pedagogos) existieron otros precursores, crea-
dores de formas distintas para la corrección de la palabra; pero to-
dos obtuvieron un fracaso absoluto.
Factores que es preciso tener en cuenta:
Para poder ofrecer soluciones admisibles es indispensable seña-
lar previamente qué aspectos del problema deben ser estudiados.
En efecto, la creación de cursos para la corrección de la palabra
entre nosotros, reclama el examen de estos factores principales: 1?
naturaleza de las perturbaciones que habrán de ser tratadas; 2? la
influencia del medio en que vive el niño; 3? la condición física de
los pacientes; 4% preparación del personal docente; 5 organización
del trabajo en las escuelas.
12 Naturaleza de las perturbaciones que habrán de ser tratadas.
Sabido es que la nomenclatura de las distintas formas de per-
turbaciones de la palabra alcanza a más de treinta tipos: ya se
trate de incapacidad del sujeto para expresar sus pensamientos
(dislogias), entre las que podemos citar la ¿pología inhibitoria,
Y. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 75
a causa de una fuerte emoción; ya de la no evocación de las imáge-
nes verbales necesarias al discurso, como en la afasia amnésica
(disfastas) ; bien de la elocución perturbada, como en la ecolalia
(disfrasias); cuando no existe armonía entre los impulsos motrices
y la acción de los aparatos periféricos articuladores, como en la
tartamudez (disartrias); o bien, por último, como en el ceceo,
cuando hay anormalidad en la articulación (dislalias).
Cada tipo de perturbación requiere un tratamiento especial; no
significa esto solamente que tal especialización la demanden de
una parte las disartrias y de otra las dislalias, no, sino que, aun
dentro de las mismas dislalias, no podrán ser tratadas de igual mo-
do las funcionales que las orgánicas; y hasta para las primeras
(las disartrias) la curación de la tartamudez se realiza de modo
diferente que la del tartajeo o farfulleo. Es más, distintos indivi-
duos atacados de tartamudez, por ejemplo, requerirán ejercicios
diferentes, según la naturaleza del calambre que se produzca, si
se manifiesta ya en las vocales ya en las consonantes, y hasta la
mentalidad distinta de cada uno demandará un tratamiento es-
pecial.
Será, pues, de la mayor conveniencia, que los cursos de Orto-
fonía se establezcan para aquellas perturbaciones más corrientes
en los escolares (ya hemos visto cuáles son las que se encuentran
en tal situación). Por otra parte, los trastornos leves pueden ser
tratados por los mismos maestros de instrucción primaria, mientras
que los de mayor gravedad necesitarán la intervención de un es-
pecialista o la concurrencia a una clínica de la materia.
29 Influencia del medio en que vive el miño.
Muchos de los trastornos del lenguaje de los niños se deben al
ejemplo del hogar, cuando no sea al abandono o indiferencia de los
familiares, y no falta en ocasiones la oposición de éstos a que el
escolar sea sometido a un tratamiento: un profesor de Bruselas,
cuenta Rouma, fué amenazado de que sería retirado un niño del
establecimiento si persistía en hacerlo seguir un curso de Ortofonía.
Por otra parte, no deja de ser corriente la idea (hasta para per-
sonas de cierta cultura) de que la tartamudez, por ejemplo, sólo
- podrá ceder mediante la acción de calmantes del sistema nervioso,
cuando no afirmen que es incorregible (!).
-En consecuencia, es indispensable vencer la oposición del medio
78 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
en que vive el niño, que no sólo es hostil en los aspectos menciona-
dos, sino también (y esto es de la mayor importancia, por la gra-
vedad que encierra) por las burlas que a muchos inspiran los pa-
decimientos a que nos referimos.
Nadie como una madre solícita e inteligente podrá convertirse
en el profesor ideal de Ortofonía de su hijo (en lo que se refiere
a las dislalias), siempre que no se manifieste el exceso de ternura,
porque entonces serán inútiles cuantos progresos se logren en esta
empresa que es de abnegación y paciencia. El profesor de esta es-
pecialidad, pues, obtendrá mejor éxito, si convierte en colaboradores
de su obra a los familiares más cercanos de cada sujeto sometido
a tratamiento. Para ello deberá ofrecer conferencias de divulgación,
de una manera regular y periódica, en las que dé a conocer, en for-
ma sencilla y comprensible, el mecanismo de la palabra, cómo se
produce, en qué consisten las perturbaciones y cómo pueden ser co-
rregidas, especialmente por la acción de esos familiares, aparte de
la que realice el profesor. Asimismo hará apreciar los progre-
sos que se obtengan en cada sujeto, como prueba de la confianza
que debe inspirar el tratamiento y de estímulo para intresarlos
más cada vez.
39 La condición física de los pacientes.
La pobreza fisiológica del sujeto se refleja en todas las manifes-
taciones de su actividad, y si las perturbaciones de la palabra tien-
den a fijarse más en los sujetos débiles de espíritu, en los tímidos,
que en aquellos cuya personalidad resulta bien definida, habremos de
afirmar que es este uno de los factores que no debe olvidar el orto-
fonista.
No sólo las experiencias realizadas por los biólogos, con plantas
y animales inferiores, para comprobar cómo las condiciones físicas
del medio influyen en el desenvolvimiento del individuo, sino hasta
las efectuadas en el mismo niño demuestran de manera evidente
que, para que la escuela dé a la sociedad, en cada individuo, el su-
jeto apto para su personal desenvolvimiento normal y capaz de con-
tribuir, en la parte que le corresponda, al mejoramiento del agre-
sado, debemos comenzar por atender el aspecto físico, como base
del intelectual y del moral: la investigación de Mac Donald en
Washineton (publicada en 1897-98) probó que los niños de buena
condición social estudian mejor que aquellos que sufren miserias y
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 77
privaciones, y la de Schuyten, en Amberes (1902) demostró que los
niños de mayor fuerza muscular en el dinamómetro eran los más
inteligentes.
Concretándonos al aspecto que nos ocupa, tales hechos demues-
tran que no le basta al profesor con la explicación de su curso,
sino que debe conccer el medio de vida de sus pacientes y tratar
de mejorarlo en cuanto le sea dable. El poder de la sugestión no
será bastante eficaz, en otras palabras: la influencia personal del
maestro resultará estéril cuando se dirija a un niño sin atención
voluntaria, porque carece de fuerza vital a causa de una alimenta-
ción insuficiente. Un desayuno tonificante, una sobrealimentación
bien pensada, la administración de reconstituyentes, etc., serán au-
altares poderosos para el buen éxito de un curso de Ortofonía en
las escuelas populares. A esto debemos agregar los ejercicios fí-
sico y los deportes al aire libre, que actúan de manera tan eficiente
sobre el desarrollo general de las aptitudes del individuo.
4% Preparación del personal docente.
El ideal sería que todo el profesorado contara, por lo menos, con
la preparación necesaria para el tratamiento de las dislalias más
simples. Sería necesario que en nuestras Escuelas Normales se
crearan cursos de la especialidad, mientras que en un Instituto
Central (el Gabinete de Paidología, por ejemplo) se dieran las
nociones precisas al personal en activo servicio.
Tal Instituto Central serviría, a la vez que para la enseñanza
normal, teórica y práctica, como de clínica en el tratamiento de los
casos graves, de consultorio para los propios maestros, en, una pa-
labra, de centro organizador y director de la especialidad, en toda
la República, con un carácter médico-pedagógico.
5% Organización del trabajo en las escuelas.
Convendría hacer antes un examen de los diferentes tipos de
organización implantados en otros países:
a) El adoptado por Bruselas y otras ciudades belgas y alema-
nas: los cursos funcionan todo el año, en todas las escuelas, después
de las horas consagradas a la enseñanza común.
b) El plan ensayado en Berlín: el trabajo de ortofonía se rea-
liza en las últimas horas de la sesión de la mañana de cada día,
78 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
durante los dos primeros trimestres del año escolar, agrupándose
las escuelas para cada curso.
ec) Cursos de vacaciones y de colonias escolares de vacaciones
(tipos de Zurich).
d) Clases especiales para la corrección de la palabra (tam-
bién ensayado en Zurich), concurriendo a cada clase, de todas par-
tes de la ciudad, un solo tipo de perturbación.
e) Un Instituto Central, internado, para todo el país (como
el que en 1898 se estableció en Copenhague, Dinamarca) donde
eran tratadas, gratuitamente, todas las perturbaciones del lenguaje.
f) El sistema ensayado en Holanda (la Haya), que consiste
en Institutos Centrales para externos; la ciudad ha sido dividida
en zonas, teniendo en cuenta las distancias que han de recorrer los
niños, y en cada una existe un pequeño establecimiento.
Consideramos que el trabajo debe ser constante para que dé
buenos frutos, por eso desechamos los dos tipos incluídos en c), ya
que un tratamiento de dos o tres meses no es bastante, en la mayoría
de los casos, para obtener resultados apreciables. Por la misma
causa desconfiamos del buen éxito que ofrezca el tipo b), aunque su-
perior al e). El tipo d) fué abandonado al poco tiempo, por las
dificultades que ofrecía el transporte de los alumnos y los inconve-
nientes no previstos al agrupar los niños teniendo en cuenta sólo
la naturaleza de las perturbaciones y olvidando las diferencias de
edad y de desarrollo intelectual. Todavía no han sido ensayados
entre nosotros los internados oficiales. Ofrecería, pues, no pocas
dificultades adoptar un plan basado en el tipo e) ; quizás una orga-
nización mixta, inspirada en los tipos a) y f), resultara favorable
a nuestro medio.
En resumen, con un propósito eminentemente práctico y de apli-
cación inmediata, la organización de cursos de Ortofonía en la Re-
pública podría ajustarse a las siguientes bases:
1: Limitar toda la organización a la Capital, por ahora, con
el carácter de ensayo; esto daría la experiencia necesaria para lle-
varla más adelante a otras localidades.
2 Dar la preparación necesaria en la materia al profesorado
que se gradúa en las Escuelas Normales.
32 Utilizar los elementos de que disponemos en la actualidad :
el Laboratorio de Paidología de esta Universidad se halla en exce-
lentes condiciones, por su propio carácter, para contar con una sec-
ción anexa que tuviera funciones de Instituto Central de Ortofonía,
J. F. Castellanos Peláez: Perturbaciones de la palabra. 79
capaz de organizar y dirigir el movimiento en favor del aspecto que
estudiamos.
Por un reciente decreto de la Secretaría de Instrucción Pública
y Bellas Artes, se establece, sobre bases prácticas y científicas, la
educación de anormales en aulas de perfeccionamiento, que se erea-
rán en distintas localidades del país; y por otro decreto de la pro-
pia Secretaría se determinan qué materias abarcará el programa
de exámenes para aspirar al certificado de aptitud para el manejo
de tales aulas: entre esas matcrias figura la Ortofonía.
El Laboratorio servirá como Instituto Central, que prepara
maestros, organiza cursos, dirige el trabajo de las aulas, aconseja,
realiza una obra de divulgación entre los profesionales y los padres
de familia, etc.; mientras las aulas de perfeccionamiento se encar-
garán de la corrección de la palabra, después de las horas de clase,
de los alumnos procedentes de las escuelas más próximas. Para
esto, siguiendo el plan de la Haya, se cuidará de situarlas conve-
nientemente.
5% Los casos graves de perturbaciones serán sometidos al tra-
tamiento del Instituto que, a la vez, tratándose de los débiles físi-
cos, tendrá la misión de proporcionarles reconstituyentes.
6* El Instituto Central debe contar con un Laboratorio de
Ortofonía y un consultorio médico-pedagógico de la especialidad.
72 En todos estos centros se ofrecerán conferencias periódicas,
con los propósitos y el alcance que ya hemos señalado.
Todas estas medidas, de posible aplicación inmediata, reunen a
la vez la ventaja de no demandar una apreciable alteración del pre-
supuesto de instrucción primaria, y el aliciente de que, al dar a
nuestra enseñanza derroteros en armonía con el movimiento peda-
gógico de la época, van a remediar un mal sentido, a satisfacer una
necesidad que habrá de traducirse en goces espirituales para los
que en su resolución pongan el alma de maestros, en beneficio de
la infancia desvalida, fatalmente condenada a una vida de tor-
mentos.
BIBLIOGRAFÍA
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ra edición francesa; Casa editorial Salvat. Barcelona, 1919).
HerLIN: Elements d'Orthophome a l'usage de tous les edicateurs,
(Bruselas, 1910, librería Castaigne).
MEUMANN: El proceso representativo y el lenguaje del escolar,
(De los Archivos de Pedagogía y Ciencias Afines de la Plata.)
Publicado por Revista de Educación: diciembre de 1912, enero
y febrero de 1913.
PRrEYER: El Alma del Niño.
Rouma, Dr. Georges: La parole et le trouble de la parole. (Pa-
rís, 1907.)
Rouma, Dr. Georges: Notre Bébé (Lib. Nathan, París, 1914).
Rouma, Dr. Georges: Enquete Scolatre; sur les Troubles de la Pa-
role chez les Ecoliers Belges (Bruselas, 1906).
Rouma, Dr. Georges: L*Organisation de cours de traittemient pour
enfants troublés de la parole (Leipsig, 1906).
SenNeET: Psicología Infantil (Buenos Aires, Lib. Cabaut, 1911).
TestTur: Tratado de Anatomía Humana, sexta edición, tomo 3* Ca-
sa editorial Salvat, Barcelona).
Tracy: The Psychology of childhood.
EL PROFESOR DR. LUIS MONTANÉ (1)
(APUNTES BIOGRÁFICOS)
POR EL DR. ARÍSTIDES MESTRE
Profesor de Antropología
Director del Museo Antropológico Montané
Le caractére, marque propre de 1%indi-
vidu, est la maniére relativement une
et constante de sentir, de penser, de
vouloir...
ALFRED FOUILLÉE.
Reproducimos en estas páginas el siguiente artículo relativo
a uno de nuestros profesores que, durante este último siglo, más
ha figurado por la brillantez y cultivo de su mentalidad, manifes-
tándose principalmente sus producciones en el dominio de la An-
tropología; en cuya rama, y desde el punto de vista de las inves-
tigaciones realizadas en Cuba, su figura científica se destaca por el
mérito de sus trabajos. Después de desempeñar el Dr. Montané
la cátedra de Antropología en esta Universidad desde su funda-
ción en 1899 solicitó, pasados los veinte ¿ños de servicios, su re-
tiro, que le fué recientemente concedido. Esta cireunstancia nos
ha estimulado a publicar ahora, en el órgano de la Facultad de
Letras y Ciencias, los “apuntes biográficos”? que en la Revista Mé-
dica Cubana vieron la luz en 1907, si bien con ligeros cambios y
adiciones que los completan.
La prensa literaria y científica de la Habana desde 1874 guar-
da la producción intelectual, tan variada como importante, del
Dr. Luis Montané, notable profesor de Antropología en la Univer-
sidad de la Habana y médico de gran erudición.
Cuando un amable compañero y amigo me invitó a escribir
para la “Revista Médica Cubana”” esta nota biográfica, nada podía
pedirme que fuera tan grato a mi espíritu, unido de largo tiempo
82 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
acá al de aquel querido maestro por los mejores vínculos de confra-
ternidad profesional; y con esa favorable disposición de ánimo he
revisado últimamente las publicaciones que han dado prestigio a
tan renombrado hombre de ciencia, he buscado entre viejos pape-
les los datos que forman, unidos y relacionados, la historia de su
vida laboriosa y llena de interés por muchos conceptos: historia
que apreciaré en su conjunto, haciendo hincapié en uno de sus
trabajos; ocupándome después de sus excursiones científicas en
Cuba y de la enseñanza de la Antropología a partir de la creación
de la cátedra.
El Dr. Montané nació en la Habana el 7 de Abril de 1849. A
los dos años fué llevado a Francia, donde permaneció casi cinco
lustros consecutivamente. En el Liceo de Tolosa realizó con bri-
llantez sus estudios literarios; fué Bachiller en Letras de la Fa-
cultad de Tolosa y Bachiller en Ciencias de la de París; en esta
ciudad efectuó su carrera médica, de 1867 a 1874. Durante la
guerra franco-prusiana ingresó en la armada francesa e hizo la
campaña como Médecin aide-major.
En la capital de Francia, siendo estudiante, visitaba a menudo
las mejores clínicas; pero también asiduamente iba a los Laborato-
rios antropológicos de Broca y de Quatrefages, sus grandes maes-
tros y amigos de siempre, hasta que la muerte los arrebatara a la
patria y a la ciencia universal.
Teniendo veinte años de edad, el Dr. Montané fué nombrado
“Miembro titular”? de la Société d*Anthropologie de París, donde
lo presentaron Broca, Bertillon (padre) y el general Faidherbe.
En Febrero de 1874 se graduó de Doctor en la Facultad de Me-
dicina de París. Su tesis Etude anatomique du cráne chez micro-
céphales la juzgó un tribunal formado por Broca, Charcot, Isambert
y Cruvelhier, obteniendo la más alta de las calificaciones (Extréme-
ment Satisfait). Ese trabajo es citado en las obras de anatomía.
- Aquella Facultad de Medicina premió la tesis mencionada; y, antes
de volver a la Habana, el Dr. Montané revalidó su título en la eiu-
dad de Barcelona (España).
Poco después de su arribo a las playas de su tierra natal, en
1874, fué nombrado médico de visita del entonces Hospital San
A. Mestre: El Profesor Dr. Luis Montané, 83
Felipe y Santiago. Allí vuleariza por primera vez el uso del al-
godón en las heridas y la aplicación de la banda de Esmarch;
practica como cirujano algunas operaciones de notable importancia
entonces, entre las que se recuerda la extirpación completa de un
tumor parotideo y la osqueotomía.
Miembro de la Academia de Ciencias de la Habana, de la que
fué más tarde Secretario general y Socio de Mérito. Bajo los aus-
picios de aquella Corporación llevó a efecto varias misiones antro-
pológicas al interior de esta isla en 1889 y 1904 a Sancti Spíritus
y a Maisí en 1891.
Miembro fundador y luego Presidente de la Sociedad Antro-
pológica de la Isla de Cuba (1); fundador y Vice-Presidente de la
Sociedad de Estudios Clínicos de la Habana.
Nombrado en 1899 Profesor de Antropología de la Universi-
dad y también poco después Decano de la Facultad de Letras y
Ciencias (1900-1902).
Creador y organizador del Museo Antropológico que lleva su
nombre, en el mismo superior centro docente (1903).
Delegado del Gobierno de la República de Cuba a los Congresos
de Mónaco (Antropología y Arqueología Prehistóricas) y de To-
rino (Antropología Criminal) en 1906.
Miembro Corresponsal de varias sociedades científicas de Eu-
ropa y América.
Caballero de la Legión de Honor y Oficial de Instrucción Pú-
blica (Francia).
He aquí, por orden eronológico, la relación de muchas de las
publicaciones del Dr. Montané, ya que no aludiré a sus trabajos
inéditos: éstos se refieren sobre todo a investigaciones antropoló-
gicas. (Los aborígenes de la isla de Cuba. Estudio antropoló-
gico; ete.).
(1) En la Sociedad Antropológica presentó estos trabajos:
— La Antropología en Cuba. Consideraciones generales sobre el estado
y la importancia de la Antropología em la Isla de Cuba (1877).
— La Antropología; su definición; su división (1878).
— Consideraciones sobre un cráneo deformado (1878).
— Teratología. Nota relativa a un caso de enanismo raquítico (1878).
— Patología ocular étnica. Discusión (1878), *
— Teratología. Presentación de un monstruo pseudoencefálico (1878).
— Un caribe cubano. Estudio craneológico (1885),
84 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
1875—Cáncer encefaloideo renal en una niña.
, —Un cráneo de hidrocéfalo.
1876 —Extirpación de un tumor parotideo.
, —Un caso de fareino agudo.
, —Imperforación congénita de la membrana himen. Tra-
tamiento quirúrgico.
,, —Informe y Reglamento profiláctico del muermo.
1877—El cráneo desde el punto de vista antropológico (Dis-
curso de ingreso en la Academia de Ciencias).
, —Nota sobre un caso de microcefalia y escafocefalia.
—Discurso sobre las localizaciones cerebrales y la facultad
del lenguaje en particular.
, —Herida por arma de fuego del hemisferio cerebral de- -
recho (hemiplegia izquierda, contractura permanen-
te del miembro superior del mismo lado; consecuen-
cias, diagnóstico y pronóstico).
1878—Observación de histero-epilepsia.
—Un caso de fractura múltiple de la laringe.
, —Presentación de un operado de elefantiasis del escroto.
, —Descripción de un monstruo doble heterotópico del gé-
nero heterodimo.
1884—Consideraciones sobre los cáleulos intestinales en el ca-
ballo.
1885—Un cráneo guanche: estudio antropológico.
1886—Un caso de cálculo brónquico.
, —Un monstruo heterodimo.
1887—Adeno-linfocele. Linfangitis intra-ganglionar generali-
zada.
1888-1892—Diversos informes sobre Medicina Legal. (Aca-
demia de Ciencias.)
1899—El cráneo de Antonio Maceo. Estudio antropológico (en
colaboración con los Dres. Montalvo y Latorre.)
1900—Oración inaugural en la apertura del curso de 1900 a
1901 en la Universidad.
1903—Chanchas y Jívaros.
1905—Conferencia en la Univrsidad sobre la infancia de la
humanidad.
1905.—El ídolo de la Gran Tierra de Maya.
y)
>
A. Mestre: El Profesor Dr. Luis Montané. 85
Entre los trabajos del Dr. Montané, enumerados anteriormente,
es sin duda uno de los de mayor importancia—quizás el que más
la tenga—su tesis laureada sobre la microcefalia: en efecto, ella
hace época, pudiera decirse, en la historia de la Antropología. De
los ocho cráneos descritos en esa erudita memoria, cinco fueron
reunidos en el Laboratorio de Broca; los otros tres forman parte
de la excelente colección craneológica del Museo de Historia Na-
tural de París.
“Hemos dado—decía entonces, en 1874, el Dr. Montané—el
epíteto de intermediarios a dos cráneos cuyos volúmenes se alejan
de nuestros microcéfalos, quedando debajo del límite asignado a
la especie. Son de interés porque ellos establecen una suerte de
lazo de unión entre los verdaderos microcéfalos y el hombre nor-
mal.”? “Y esa distinción entre los diversos cráneos que sufran de
microcefalia dió origen a una clasificación establecida en antropo-
logía; posteriormente el mismo Hamy ha manifestado en público.
por si alguna duda quedara, que ella pertenece al Dr. Montané y
no a Broca como se creía generalmente.
Discutiéndose sobre un caso presentado por M. Magiot en la
Sociedad de Antropología de París (Bulletins de la Soc. d*Anthrop.
de París, quatrieme, 3me serie, 1881), dijo Hamy: “Montané
ha dividido estas clases de individuos en dos categorías: 1? los
microcéfalos clásicos como el de Amsterdam, que se acaba de mos-
trar; 22 los semimicrocéfalos que gozan de cierto desarrollo relativo,
teniendo el cráneo más pequeño y las vértebras faciales, al contra-
rio, más desenvueltas. Esta división en la ciencia era atribuída
a Broca.”? Así, la prioridad quedó resuelta.
En mi discurso sobre La Antropología en Cuba (1) leído en
(1) Además de este trabajo en otros escritos publicados por mí pos-
teriormente me ocupo de esas diversas cuestiones, aunque consideradas de
diferente manera y no desde el punto de vista con que ahora se presentan
en la REVISTA: La enseñanza de la Antropología en París (Revista de Medi-
cina y Cirugía de la Habana, 1900); Antropología Cubana (El Fígaro, 1902);
Antropología, Museo Montané (Diario de la Marina, 1903); Excursión a Ma-
tanzas. La Enseñanza de la Antropología en nuestra Universidad (Cuba y
América, 1905; Revista Médica. Cubana, 1905); En pos del hombre prehistó-
rico de Cuba (El Mundo, 1905); Congresos Antropológicos (Revista de la
Facultad de Letras y Ciencias, Marzo de 1906); y Excursión al Presidio y
al Manicomio hecha por los alumnos de Antropología (Idem, Mayo de 1906);
posteriormente, véase Las Ciencias Zoológicas en nuestra Universidad, por
el Dr. Arístides Mestre (Discurso inaugural, 1915).
86 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
la sesión solemne de la Academia de Ciencias del 19 de Mayo de
1894, dividí la historia de esa ciencia entre nosotros, en dos épocas:
antes de 1874 y después de esa fecha. ““El segundo período en
que he dividido—decía entonees—la historia de nuestra Antropolo-
gía, se inicia en 1874, con la llegada a Cuba de un médico inteli-
gente que recibió el espíritu de la Sociedad de Antropología de
París y estudió en su Laboratorio y Museo bajo la dirección de
Broca y Hamy. Bien adivináis que me refiero al Dr. Montané, que
volvía en aquella época, hace ahora veinte años, de la incomparable
capital de Francia, lleno de entusiasmo por sus dedicaciones fa-
voritas, dispuesto a aprovechar sus excepcionales circunstancias
en obsequio de la ciencia local””... Y así ha venido sucediendo
al ocuparse con particular empeño de las investigaciones antropo-
lógicas, persiguiendo sin descanso los progresos de aquella ciencia
por él tan amada en los ratos que le han dejado libre su dura y
extensa tarea profesional: porque el Dr. Montané es ante todo, y
por encima de todo, un médico inteligente y un clínico instruido.
La primera expedición científica con fines antropológicos tuvo
lugar a mediados de 1888 y la última a fines de 1904. ““En el año
de 1900 el Dr. Montané envió a París aleunas de las piezas rece-
sidas anteriormente en la cueva del PBurial, objetos que no fueron
estudiados sino hace unos pocos meses a la llegada del Dr. Montané
a la capital de Francia. Hasta entonces para nada habían fijado
la vista sobre aquellas piezas los hombres de saber, y sólo en la en-
trevista del Dr. Montané con los célebres antropólogos Hamy y
Verneau en el Laboratorio de Antropología de la calle Buffon, fué
cuando comenzaron el estudio de dichas piezas. En aquellos días
(Julio de 1904) se verificó una sesión extraordinaria en la céle-
bre Sociedad de Americanistas y en la cual el Dr. Montané hizo
una conferencia sobre la cueva del Purial, interesando notablemen-
te a su selectísimo auditorio. Allí el sabio Hamy bautizó el ha-
llazgo antropológico de la expedición de 1888 con el título del
Hombre de Sancti-Spiritus; y, en la misma sesión, como resultado
de la discusión y de la crítica, le indicaron al profesor de Cuba
que volviera a estudiar con toda, la detención necesaria el subsue-
lo de la cueva del Purial.”? De la expedición de Diciembre de
1904 el Dr. Montané dió cuenta detallada en el Congreso de Antro-
pología y Arqueología Prehistórica celebrado en Mónaco en Mayo
de 1906; este estudio aun no se ha publicado, siendo, en él, proble-
ma importante el hecho de las analogías (?) entre los cráneos pro-
A. Mestre: El Profesor Dr. Luis Montané, 87
cedentes del oriente de nuestra isla y los cráneos antiguos de
Méjico. ¡Cuán cierto es—como elegantemente se ha escrito—que
en el continente americano vagan casi a tientas los sabios, desci-
frando jeroglíficos sobre una inmensa tumba donde están sepul-
tados los restos incompletos de razas remotas que mucho pu-
dieron contarnos!
Al crearse por el Plan de Estudios de Noviembre 4 de 1899
la cátedra de Antropología, el llamado a ocuparla, sin dudas para
nadie, era precisamente el Dr. Montané; y fué nombrado, realizán-
dose un acto de justicia con quien tenía de mucho tiempo atrás
los mejores títulos para esa elección. Primero la enseñanza ver-
só sobre ** Antropología y ejercicios antropométricos”? a los alum-
nos de Derecho (período preparatorio); después se organizó la
Escuela de Pedagogía y eon ella un curso de Antropología, al que
asistían también los alumnos de la Escuela de Ciencias.
Al poco tiempo tuvo lugar la creación del Laboratorio y Museo
de Antropología, el cual, por acuerdo de la Facultad de Letras y
Ciencias, lleva el nombre de Museo Antropológico Montané, en
atención a sus merecimientos especiales respecto de esa ciencia, a
la adquisición para aquél de objetos bien valiosos y a la organiza-
ción que ya presentaba en 1903. En la actualidad se hallan ins-
talados, el Laboratorio y Museo, en la parte alta del edificio desti-
nado a las enseñanzas de la Biología, de la Zoología y de la An-
tropología.
Pero el carácter de la cátedra de que trato ha cambiado desde
su fundación, existiendo hoy dos cursos legalmente constituídos :
uno de Antropología jurídica, para los alumnos de Derecho (de
lección alterna) ; y el otro de Antropología general para los que es-
tudian Ciencias Naturales y Pedagogía (de lección diaria). En
el primero se explica la Antropología jurídica, es decir, la Antro-
pología considerada en sus más importantes aplicaciones al Derecho
Civil y al Derecho Penal, previas pocas lecciones que se relacio-
nan muy especialmente con trabajos de Laboratorio (nociones so-
bre el cráneo, cerebro, craneometría, etc.), y que forman como la
base para comprender el valor científico de aquellas aplicaciones.
El curso de Antropología general comprende lo referente al origen
y antigiiedad. del hombre, así como el lugar que ocupa en la na-
turaleza; abarca también la prehistoria, de Europa y América, in-
e
88 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
dicándose lo más interesante respecto de la de Cuba; explícase en
él la Etnología y la Etnografía propiamente dichas.
En ambos cursos se realizan trabajos prácticos de Laboratorio,
estudiándose los elementos que ya contiene el Museo; y a los alum-
nos de Derecho se les lleva al Presidio y al Manicomio para que
comprendan a la luz de los hechos la exposición y crítica de la
doctrina de Lombroso y se penetren de las condiciones físicas, psí-
quicas y sociales, en una palabra, de la historia personal del de-
lincuente. Esa ilustración científica a los alumnos de Derecho,
explicándoles varios aspectos de la Antropotecnia, de la Antro-
pología aplicada, revela un progreso indiscutible en la Universidad,
siguiéndose la vía trazada por los Manouvrier, los Lacassagne, los
Ferri y los Abadame. La Antropología—Incluyéndose la Psiquia-
tría y la Medicina legal—es de sumo interés tanto para el magistra-
do civil como para el que se dedica a los asuntos criminales, porque
el Derecho en sus diversas ramas descansa y echa mano a conoci-
mientos científicos comunes al médico y al abogado: éste y el ma-
gistrado—inspirados en ese espíritu y en esas disciplinas—verán en
el médico y al abogado: éste y el magistrado—inspirados en ese es-
píritu y en esas disciplinas—verán en el médico o en el antropó-
logo a su más poderoso auxiliar, a su mejor amigo.
¡Qué vasto y complejo programa para el profesor de Antro-
pología! Con dificultad puede señalarse otra enseñanza con un
horizonte tan extenso y que abrace tantas y tan diversas materias
de estudio. A causa del rápido desenvolvimiento de las investi-
gaciones antropológicas y de las múltiples aplicaciones de la mis-
ma, ya Broca tuvo ocasión de señalar los escollos con que ha-
brían de tropezar los que aspirasen a conocer la ciencia del hom-
bre. ““Es preciso—decía aquel sabio—renunciar a la esperanza
de ser un completo antropólogo. Aquí, más que en ninguna
otra parte, es imprescindibie la división del trabajo; en este
inmenso dominio cada uno planta su tienda donde más le agra-
da, donde le llaman sus aptitudes y sus luces especiales.”? Por
eso ante este hermoso espectáculo del desarrollo imponente de la
Antropología, no es tarea envidiable—por mucho y nutrido aplau-
so que ella merezca—la de iniciar a los alumnos en sus fundamen-
tos generales, preparar discípulos para que más adelante realicen
aplicaciones especiales, enseñarlos a templar sus armas para la
ardua vida profesional. Se necesitan—si se aspira a llenar cum-
plidamente todo ello—dos condiciones con frecuencia no armo-
A. Mestre: El Profesor Dr. Luis Montané, 89
nizadas en el mismo individuo: la posesión de la ciencia y, lo que es
más raro, la aptitud para difundirla con éxito entre la ¡juventud
confiada al maestro.
Después de la de 1905 el Dr. Montané ha dado en la Univer-
sidad estas dos conferencias:
1907—En la Sierra de Banao.
1910—Estado actual de nuestros conocimientos sobre el origen
del hombre.
En cuanto a estudios, agregaremos a los mencionados:
1908—L”Homme de Sancti Spiritus (lle de Cuba).
1911—El Congreso Científico Internacional de Buenos Aires.
1916—L”Homme fossile cubain.
Esos trabajos han sido leídos en los últimos Congresos de An-
tropología y Arqueología.
En la Sociedad Cubana de Historia Natural “Felipe Poey?””,
fundada en 1913, ha sido electo Vice-Presidente y Director de su
Sección de Antropología sucesivamente; y hace poco lo proclama-
ron Socio honorario, nombrándosele este año Director honorario
de dicha Sección. En esta Sociedad se leyó sus Notas sobre un
Chimpancé nacido en Cuba (1915); Un diagnóstico antropoló-
gico (1916); y Alrededor de la psicología de Poey (1917).
A solicitud del que estas líneas escribe, por último, la Facul-
tad de Letras y Ciencias propuso al Claustro Universitario se le
otorgara el título de Director Emérito del Museo Antropológico
Montané, institución que lleva este nombre en justa recompensa
al que lo fundara en buen hora y en prestigio de nuestra primera
institución de enseñanza, donde el Dr. Luis Montané ha dejado
un grato recuerdo. Larga y saludable vida deseamos al distin-
guido maestro al lado de sus seres queridos y en el encantador lu-
gar de la Francia donde actualmente reside, cerca del incompara-
ble París; sintiendo nosotros verdadera satisfacción en haber reci-
bido de sus manos la Cátedra que él ilustró durante tantos años.
Será nuestro empeño hacernos dignos de tan honroso legado.
90 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
METODO GRAFICO PARA RESOLVER EL TRIANGULO
ASTRONOMICO
POR EL DR. VICTORINO TRELLES ESTURLA
Profesor de Astronomía
El triángulo esférico astronómico tiene por vértices: el Polo de
la esfera celeste, el Zenit del observador y el Astro o cuerpo celes-
te que se observa, y se resuelve con toda exactitud por el cálculo
de las fórmulas trigonométricas; pero la conveniencia y muchas
veces la necesidad de conocer rápidamente el resultado, cuando no
se exije una eran precisión, fueron motivos suficientes para in-
ducirnos a investigar la manera más práctica de resolver este pro-
blema gráficamente, ya que sus aplicaciones son tan numerosas en
la Astronomía y en otras ciencias que como la Navegación y la
Geodesia, hacen tanto uso de los triángulos esféricos.
Si bien es cierto que los métodos gráficos no permiten obtener
una precisión absoluta en sus resultados, debido a la naturaleza
misma del trazado gráfico, no por eso deben desecharse por com-
pleto, porque unas veces basta obtener un resultado solamente
aproximado y en otras ocasiones conviene hacer un tanteo con los
datos del problema para saber cual resultado convendría mejor
a los fines del calculador, y las operaciones hechas por el cálculo
son por lo general largas y. fatigosas, mientras que las construccio-
nes gráficas—cuando son sencillas—se hacen rápidamente y sin
gran fatiga, sirviendo, además, para comprobar resultados obteni-
dos por el cálculo numérico.
Privarnos de los métodos gráficos porque no son tan precisos
como los analíticos sería como desechar la Geometría descriptiva
porque se funda en trazados puramente gráficos, y a nadie se le
ocurriría una idea tan absurda.
El problema que vamos a tratar por el Método gráfico con-
siste en lo siguiente: conocidos tres de los seis elementos del trián-
gulo esférico astronómico hallar los otros tres.
Expondremos el principio del método, lo más brevemente po-
V. Trelles: Método para resolver el triángulo astronómico. 91
sible: la inspección de las figuras que intercalamos es suficiente
para comprenderlo con facilidad.
Como este método se aplica también para deducir las fórmulas
analíticas de los triángulos esféricos, dividiremos este trabajo en
dos partes: la primera tratará del Método gráfico en sus diversos
casos y la segunda se referirá a la deducción de las fórmulas tri-
gonométricas de los triángulos, terminando con algunas aplicacio-
nes a problemas prácticos de Astronomía.
El triángulo astronómico está formado por seis elementos: tres
lados que sen arcos de círeulo máximo de la esfera celeste: la co-
latitud del observador complemento de la latitud, la distancia po-
lar complemento de la declinación, y la distancia zemital, comple-
mento de la altura, y tres ángulos: el ángulo horario, el azimut y
el ángulg paralático siendo sus vértices: el Polo, el Zenit y el
Astro.
Sea en el triángulo A B C (Fig. 1)
[A el Polo.
Vértices 4 B el Zenit.
C el Astro.
í A B =y = colatitud del observador.
Lados 4B C = 2 = distancia zenital.
[4 C = p = distancia polar.
[4 = P = ángulo horario.
Angulos ¿B = Z = azimut.
C = S —= ángulo paralático.
Además tendremos que:
El círculo A B C, C2 es el meridiano del observador.
El lado A C es arco de círculo horario del astro.
El lado B C es arco de círculo vertical del astro.
Conocidos los tres lados del triángulo astronómico hallar los
tres ángulos.
Haciendo girar (en la figura 1), el círculo horario A C alrededor
de la recta A O como charnela hasta que este círculo cincida con
92
Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
e a o
—
V. Trelles: Método para resolver el triángulo astronómico. 93
el meridiano, el punto C ocupará la posición Cz y el arco A Ce será
la verdadera magnitud de la distancia polar p que también mide
el ángulo 4 O C2z
Haciendo lo mismo con el círculo vertical B C, es decir, giran-
do alrededor de B O como charnela el punto C' ocupará la posi-
ción Ci y el arco B C, será la verdadera magnitud de la distancia
zemiítal 2 que también mide el ángulo B O C,
Por esta sencilla construcción se ve que en todo triángulo as-
tronómico, conocidos sus tres lados, se pueden situar éstos en su
verdadera magnitud en un círculo de radio arbitrario—que po-
demos suponer igual a la unidad—y quedar representados por
tres arcos o tres ángulos, que en la figura están señalados por las
letras p yz, cuyos ángulos se construyen con un transportador.
Inversamente, si los lados A C2 y BC, que están rebatidos en
el plano del meridiano, los hacemos girar respectivamente alre-
dedor de sus charnelas, el punto C2 tendrá como proyección de su
movimiento la recta C2 D perpendicular a su charnela; y de igual
modo el punto C, tendrá como proyección de su movimiento la
recta CD”. Como los puntos C, y C2 deben coincidir para for-
mar el triángulo resulta que este punto de coincidencia (lugar del
astro) tendrá como proyección el punto de intersección de las dos
cuerdas (2 D y C, D” que es el punto C en la figura.
Por otra parte; el círeulo diurno del astro, que está en C, es
perpendicular al eje A O de la esfera celeste y también perpen-
dicular al meridiano; luego su proyección sobre este círculo es-
tará representada por la recta o cuerda Ce D; y por las mismas
razones el círculo paralelo al horizonte (almucantar) del astro C
es perpendicular a la línea vertical B O y al meridiano, y su pro-
yección sobre este círculo es la cuerda Cy D?.
Si ahora hacemos girar el círculo diurno alrededor de la cuer-
da C2 D como charnela hasta coincidir con el plano del meridiano,
este círculo diurno será el C2 C”” D y el punto C en el espacio,
ocupará la posición rebatida C”” punto de intersección del círculo
rebatido con una perpendicular a la cuerda C2 D en el punto C;
trazando la recta C”* d el ángulo C?” d C será el que mide el
diedro B A O Co sea el ángulo horario P. que se buscaba.
Análogamente y por las mismas razones rebatido el almucantar
alrededor de la cuerda, C, D”, el punto C' ocupará la posición C?
y el ángulo C” d” C será la medida del ángulo diedro 4ABOCo
sea el azimut Z deseado.
94 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
Para hallar el ángulo paralático S se sigue un procedimiento
análogo; pero en vez de hacer los rebatimientos sobre el meridia-
no se hacen sobre el círculo horario, o sobre el círculo vertical.
En la fig. 2 se han rebatido sobre el círculo horario; se pueden
seguir fácilmente las construcciones sin necesitar más explicación.
A fin de hacer más rápida la construcción se puede efectuar ésta
del modo siguiente: se traza un círculo de un radio cualquiera,
en el centro de este círeulo se construyen (con el transportador)
tres ángulos iguales a los lados conocidos del triángulo: sean 2, y, p
(fig. 3), se trazan las cuerdas C2 D y C¡ D”, desde el punto de
intersección C se toma la distancia Cd con un compás y haciendo
centro en € se marca en d” la cuerdaC. D o en su prolongación;
desde este punto d* y con una abertura de compás igual a d C)
se traza el arco C? C?”, con una distancia igual a la mitad de la
otra cuerda d*” D, haciendo centro en d”” se traza un arco que
cortará al anterior con el punto C” uniendo este punto con los
puntos d* d'” se formará un triángulo plano d?” d* C” cuyos án-
gulos P y Z serán el ángulo horario y el azúimut pedidos.
Se funda esta construcción, en que haciendo girar el trián-
gulo d CC?” alrededor del punto C, este triángulo ocupará la
posición d? C? C.
Esta construcción se ha efectuado en la fig. 4 para hallar los
tres áneulos P Z SÉ.
Otro caso de resolución de triángulos que también tiene mu-
cha aplicación en la Astronomía esférica es el siguiente:
Conocidos dos lados y el ángulo comprendido; hallar el tercer
lado y los otros dos ángulos.
Sean los datos:
Lados fyw = colatitud.
lo distancia polar.
Angulo P = ángulo horario.
Se trata de hallar:
¿2 = distancia zenital.
Z = azimut.
Situaremos los lados y p en el círculo del meridiano (Fig. 5),
haciendo girar el círculo horario (rebatido) A C, O alrededor de
su charnela A O; el punto (, tendrá por proyección de su movi-
95
Método para resolver el triángulo astronómico.
RS TTeles:
Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
96
V. Trelles: Método para resolver el triángulo astronómico. 97
miento la cuerda C, D: perpendicular a A O, desde el punto de
intersección de la cuerda y la charnela, trazaremos una recta d
C” que forme con la cuerda un ángulo P igual al ángulo horario
dado; a partir del punto C” intersección de esta última recta con
el círculo trazado desde d. como centro y con un radio d C, ba-
jaremos la perpendicular C” D” a la cuerda C, D y desde el pun-
to D” trazaremos la perpendicular D” C a la recta O B hasta que
encuentre al círculo meridiano en € y uniendo el punto € con O
el ángulo B O C o el arco B C será la distancia zenital 2 pedida.
Si ahora se lleva la distancia D” d* a D” D y se une el punto D
con el C? tendremos el ángulo Z que es el azimut deseado. No
hay más que recordar lo expuesto en el caso anterior para com-
prender fácilmente los fundamentos de esta construcción.
Análogamente se resolvería el caso cuando se conocen: la co-
latitud, el azímut y la distancia zemital, y se desea hallar el án-
gulo horario y la distancia polar. No presentamos la figura por-
que es análoga a la del caso anterior con solo cambiar las letras.
Vamos a exponer otros casos que pueden resolverse fácilmente
por el método gráfico.
Conocidos: un lado y los dos ángulos adyacentes de un trián-
gulo esférico; hallar los otros dos lados.
Sean los datos:
y = colatitud.
Z = azimut.
P = ángulo horario.
y las incógnitas:
2 = distancia zenital.
p = distancia polar.
Para resolver este caso haremos las construcciones indicadas en
la figura 6.
En un punto a de una recta indefinida C C* se construye un
ángulo Z igual a uno de los dados, en otro punto S de la misma
recta, se traza la recta S D que forme con la C C” un ángulo y
igual a la colatitud.
En el punto S se levantan dos perpendiculares: una a la recta
CC? y otra a la recta SD. La distancia £ e, en que la recta S e corta
98 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
a la recta a e, se lleva a S f y en esta recta en el punto f se traza la
recta f b que forme con la S f un ángulo igual al complemento del
otro ángulo conocido, o sea 90—P; desde el punto » intersección de
fb y S D se levanta una perpendicular b o que cortará a la recta a c
(perpendicular a la € C”) en el punto o. Con un abertura de
compás igual a e se lleva esta distancia a a C””, de igual manera
la distancia f b se lleva a b D. Uniendo ahora los puntos C”” con
O tendremos los lados 2 y p del triángulo que deseábamos resolver.
No hay necesidad de exponer los fundamentos de esta construcción
porque se comprenden fácilmente con solo recordar lo expuesto
en el principio del Método gráfico.
Caso dudoso.
Conocidos dos lados y, p, y el ángulo Z opuesto a uno de ellos
ps hallar el lado 2 y el otro ángulo P (Fig. 7).
Para resolver este caso, no hay más que hallar los dos puntos
de intersección del círculo diurno con el plano del círculo vertical
que forma con el meridiano el ángulo conocido Z (mos referimos
al triángulo astronómico).
Haciendo centro en d”” intersección de la charnela A O y de la
cuerda C2 D, se lleva la distancia d?” a a d?”” a” y en a? se cons-
truye un ángulo z igual al dado, la línea a? d” corta a la prolon-
gación de la charnela A O en d”; prolongando la cuerda (2 D y
la otra charnela O B, se halla el punto de intersección b; se unen
por una recta los puntos b y.d”? y deseribiendo el círculo diurno
(rebatido) que tiene por centro d”” y por ralio d”* D, este círculo
cortará a la recta d”-b en los puntos c y c?.
Desde uno de estos puntos el c, por ejemplo, se baja una per-
pendicular a la cuerda (, D y desde el pie C se traza otra perpen-
dicular a la charnela B O, que se prolonga hasta encontrar al
neeridiano en Cy, el arco B Cy o el ángulo B O C darán el lado
buscado 2.
Para hallar el ángulo P se une el punto d”” econ c y el ángulo
D d?? c será el ángulo P buscado.
Para comprobación se levanta en C una perpendicular C y
a la cuerda D” C, igual a la recta Cc y uniendo g con d, el án-
gulo y d C debe ser igual a Z.
Si partiendo del punto c” hacemos análogas construcciones,
tendremos otra solución 2? y P” que también satisfacen al problema,
V. Trelles: Método para resolver el triángulo astronómico. 99
100 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
El fundamento de estas construcciones es el siguiente:
El vertical del astro corta al meridiano—que aquí está repre-
sentado por el plano del papel—según la recta o b, y como tiene
que formar con el meridiano un ángulo Z, este ángulo diedro se
mide por ángulo plano que forman la intersección de estos dos
planos con un tercer plano que sea perpendicular a la arista eo-
mún o b; haciendo girar este plano alrededor de una perpen-
dicular al meridiano que pase por el punto d””, el punto a pasará
a tomar la posición a”, y trazando por a” la recta a? d* que forme
con C¿ D'(cuerda perpendicular a la charnela A O) un ángulo
igual a Z, el punto d* en que la recta a? d* corta a la recta
d*” d* (charnela A O prolongada) será el punto rebatido de la
recta perpendicular al meridiano, punto situado a la vez, en el
plano perpendicular al meridiano que pasa por Cz D y por el
plano del círculo vertical que pasando por O B forma con el me-
ridiano el ángulo Z; como el punto b es también intersección de
estos dos planos, resulta que la línea d” b es la intersección (re-
batida) de estos mismos planos. Ahora, esta línea cortará “al
círculo diurno del astro con los puntos ec y c” y uniendo estos
puntos con el centro d”” tendremos las dos soluciones para el án-
gulo horario que son P y P”; la construcción del lado 2 ya no
ofrece dificultades y se ve claramente en la figura.
Si la recta b d” fuera tangente al círculo horario rebatido, ha-
bría una sola solución y si esa recta no fuera secante ni tangente
no habría solución. Este es el caso dudoso de la Trigonometría
esférica.
Conocidos dos ángulos y un lado opuesto a uno de los ángulos
de un triángulo esférico, resolver el triángulo.
Sean los datos:
y = colatitud.
P = ángulo horario.
S = ángulo paralático.
y las incógnitas:
= distancia polar.
P
z = distancia zenital.
Z = azimut del astro.
V. Trelles: Método para resolver el triángulo astronómico. 101
Para resolver este caso procederemos de la manera siguiente
(Fig. 8):
Situaremos el lado conocido y en un círculo de radio cual-
quiera, trazaremos la cuerda B B” perpendicular a la charnela
A 0, en el punto d construiremos el ángulo P igual al dado, desde
el punto C” intersección de la recta d C? con el arco B C” baja-
remos la perpendicular” C, uniremos €. con O, desde el punto
c medio de €” O deseribiremos un semicírculo con el radio c O.
Ahora en el punto C” trazaremos la recta C? d”? que forma con
la recta C? C un ángulo igual al complemento del otro ángulo
dado, sea 90—S, desde € y con un radio Cd” trazaremos el ar-
co d* d*” que cortará, al C d*”” O en d””.
Uniendo el punto O con d”” por la recta O (', tendremos el
lado desconocido A OC, = p. Trazando la recta Cd?” hasta
Ce y uniendo O con C2 tendremos el otro lado desconocido
C1 O C=2. Para hallar el tercer ángulo Z no hay más que ha-
cer las construcciones como en el caso en que se conocen los tres
lados, y. así se ha hecho en la figura.
La teoría de esta construcción es la siguiente:
En este caso hacemos los rebatimientos sobre el plano del círeu-
lo horario; para ello trazamos la cuerda B B” perpendicular a la
charnela A O, considerando rebatido el círculo diurno que será
B C”, y trazaremos por d una recta que forme con B B” un án-
gulo igual al dado P, esta recta cortará al círeulo diurno en C”.
Bajando la perpendicular C” C sobre B B”, el punto C será la po-
sición del astro proyectado en el plano del círculo horario. Aho-
ra formaremos el triángulo C”? d* C, que según la segunda cons-
trucción del método gráfico, el ángulo en d* será igual al ángulo
S (dado) que forma el círculo horario con el círculo vertical; ha-
ciendo girar este triángulo alrededor del punto €” de modo que el
punto d? describa un arco que sea tangente a una recta que pase
por el punto O, resulta que esta recta O Cy es la otra charnela y
DC: perpendiculara ésta es la cuerda correspondiente al otro lado que
se busca 2. Para hallar el punto d*” no hay más que resolver el
problema de trazar desde un punto O una tangente a una cir-
eunferencia cuyo centro es € y su radio C d*; se une el punto O
con C, se toma el punto medio c de la recta O C y desde este pun-
to con un radio c O se traza un arco que cortará a la circunferen-
cia de radio Cd” en el punto d”” y uniendo O con d””, esta recta
será la tangente pedida.
102 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
El caso en que se conocen los tres ángulos y se quieren hallar
los tres lados, se resuelva fácilmente por el triángulo suplemen-
tario, y queda este caso reducido al primero, por lo que no hay
necesidad de insistir en él.
Como se ve por lo que precede, todos los casos de resolución
de triángulos esféricos oblicuángulos pueden resolverse fácilmente
por el Método gráfico; en cuanto a los triángulos esféricos ree-
tángulos se resuelven análogamente con solo hacer un ángulo igual
a 90% y en este caso particular, se simplifican las construcciones
generales que dejamos explicadas.
R
* * %
DEDUCCIÓN DE LAS FÓRMULAS ANALÍTICAS DEL TRIÁNGULO
ASTRONÓMICO
El Método gráfico que dejamos expuesto en la primera parte
de este trabajo, nos ha conducido a encontrar un nuevo método
para obtener los tres sistemas de fórmulas analíticas que se usan
para resolver trigonométricamente el triángulo astronómico, fór-
mulas que como se sabe son de rigurosa exactitud.
Nada análogo a nuestro método hemos encontrado en los dis-
tintos autores que hemos consultado, quienes para llegar al mismo
resultado emplean procedimientos más largos y complicados; eree-
mos que nuestro método es mucho más ventajoso, pues sin compli-
caciones ni artificios de cálculo, se escriben las fórmulas casi direc-
tamente, siendo tan sencillo que puede servir como medio mnemó-
mico para retener las fórmulas fácilmente en la memoria.
Demostración.
Supongamos conocidos los tres lados del triángulo astronómico
y, Pp, 2 y construyamos la fig. 9 con arreglo a lo expuesto al tra-
tar del Método gráfico, tracemos desde el punto db intersección de
la cuerda Dg y la charnela A C la perpendicular bc a la charnela
B O y la perpendicular bd a la cuerda h C, se formarán dos trián-
gulos rectángulos el O' bo y el bd S que tienen los ángulos y igua-
les por tener sus lados perpendiculares.
Ahora—y en vista de la figura—no tenemos más que estable-
V. Trelles: Método para resolver el triángulo astronómico. 103
LE 2q. 70.
7
.
a.
/
Ll
En
104 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
cer las relaciones siguientes, teniendo en cuenta la representación
gráfica de las líneas seno y coseno de un arco.
sen 2
cos 2
sen p
.= COS p
sen 2 cos Z
sen z sen Z
=' sen Pp cos P
= sen p sen P
Cos p sen y
COS P COS y
sen p cos P sen y
= sen p cos P eos y
l
l
SS O O
RNRADdo RRRRISOA
l
a
En los triángulos S b f y a S e tenemos
NAT e
En el cuadrilátero a S b O tenemos
a0=c0+bd
AS EDREAL ANS
y haciendo las sustituciones respectivas resultan las fórmulas si-
guientes:
(1) sen z sen Z = sen p sen P
(2) Cos 2 = COS p COS y + sen p sen y cos P
(3) sen zcos Z = cos p sen Y — sen p cos y cos P
que son las fórmulas de los tres sistemas fundamentales de la As-
tronomía esférica.
Estas fórmulas sirven para pasar de las coordenadas horarias
a las coordenadas zenmitales.
Se pueden obtener las fórmulas de la transformación inversa
para pasar de las coordenadas zenmitales a las coordenadas horarias,
teniendo en cuenta la figura 10 en la que sólo señalamos las líneas
necesarias acotadas. Partiendo del punto a trazamos las perpen-
V. Trelles: Método para resolver el triángulo astronómico. 105
diculares a d? y ac* a la cuerda b S y a la charnela b O con lo que
se forman los triángulos a d* S y a c? O y se escriben los valores de
las líneas b o y b S lados del cuadrilátero a S db O, que fácilmente
se obtienen viendo la figura, con lo que resultan las fórmulas
(4) COS p = COS 2 cos y + sen 2 cos Z sen y
(5) sen p cos P = cos 2 sen y — sen 2 cos Z cos y
la fórmula (1) de los senos es la misma que la del caso anterior cam-
biando los miembros.
(6) sen p sen P = sen z sen Z
Si en vez de emplear la colatitud, la distancia polar, la distan-
cia zenital y el azimut, contado desde el N al W, queremos em-
plear la latitud, la declinación y el azimut contado del S al W, no
hay más que sustituir en las fórmulas halladas los complementos
de los lados y el suplemento del ángulo Z.
Sean
>
$ = 90 — y
5 = 90 — p
h= 90 — 2
Z = 180% — Z”
tendremos las órmulas
(a) cos h sen Z? = cos 8 sen P
(b) cos h cos Z? =— sen 8cos $ + cos 8 sen $ cos P
(e) sen h = sen 8sen $ + cos 58 cos € cos P
(d) cos $8 sen P = cos h sen Z?
(e) cos 5 cos P = sen h eos p + cos h sen ¿ cos Z?
(£) sen ¿ = sen h sen $ — cos h cos ¿cos Z”
que son las fórmulas en la forma que se acostumbran a usar en la
Astronomía esférica.
Aplicaciones.
Como en la construcción gráfica de los ángulos no se pueden
apreciar los segundos de arco con el transportador, tomaremos en
106 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
%
cuenta solamente los grados y minutos en la resolución de los pro-
blemas que vamos a exponer.
Problema 1?*—El día 2 de Septiembre de 1919 en la Habana
(Lat. 23 8” N y Long. 5" 297 W de Greenwich) se tomó una altura
del Sol; hallar el ángulo horario y el azimut del astro.
Los datos del problema son:
2 = 50% 59” = distancia zenital del Sol (corregida de semidiá-
metro y refracción).
2) 81% 55” = distancia polar.
y = 66% 52* = eolatitud.
|
Haciendo las construcciones indicadas en la figura 11 se obtie-
nen los valores siguientes :
l
E 50% 54” = ángulo horario = 3» 23m 368 en tiempo.
A ISS TARA E:
Resolviendo este problema: por el cálculo se obtiene:
P = 50% 53* 20” = 3h 23m 33s
LSO LA
resultado que difiere poco del anterior.
Problema 22—Hallar la altura y azimut del centro del Sol el
día 22 de Noviembre de 1919 en la Habana a las 6% 467 a. m. hiem-
po medio civil.
Datos:
y = 662 52” = colatitud.
p = 109% 58* = distancia polar.
P =—-74% 58” —= ángulo horario.
Haciendo las construcciones indicadas en la figura 12 para el
. Trelles: Método para resolver el triángulo astronómico.
107
Lin 12
Pig 77
108 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
caso de dos lados y el ángulo comprendido de un triángulo esférico,
se obtiene el valor de las incógnitas
h AS
Z = 65% 40”
El cálculo da para este caso
h o -8*:40”
Z = 65% 42* 1”
Pudiéramos presentar otros de los muchos problemas de astro-
nomía que hemos resuelto por este método, pero creemos suficientes
los expuestos para dar una idea de las ventajas de este procedi-
miento- que esperamos pueda prestar útiles servicios a los astróno-
mos, marinos, agrimensores y a todo el que necesite resolver con
frecuencia problemas de astronomía esférica.
SCOPAS5 Y SU INTERVENCION EN LA ESTATUARIA (1)
POR LA SRTA. BLANCA H. DE LA IGLESIA MOAS
Graduada en la Escuela de Letras y Filosofía
A mis padres.
A mi maestro el Dr, J, M. Dihigo en
testimonio de consideración y afecto.
Leed un autor si ha escrito algo; contemplad su labor si ha pro-
ducido en otra dirección del Arte; empapáos en su pensamiento y
comprenderéis de una sola ojeada su vida, su carácter, sus impre-
siones, sus sentimientos; en una palabra, viviréis su época. Hasta
los innovadores, esos que se adelantan a sus tiempos, no pueden
eximirse de ser hijos de los mismos; siempre, allá en el fondo de
sus ideales, de sus aspiraciones, surgirá, como el aroma en las flo-
res, la nota que a su época los encadena con tan fuertes e indiso-
lubles lazos, que si logran romperlos es consagrando con su sangre
tan altas concepciones, tan maravillosas creencias. Díganlo si no,
aquel que al expirar en infamante madero, allá en el Gólgota, lo
hace símbolo de su sana moral, y aquel otro que al sorber en deli-
cado vaso la amarga cicuta sentó la base del poderoso edificio re-
presentado por las ciencias humanas.
Por tanto, ineludible resulta al tratar de aquel escultor, Scopas,
que al imprimir en su obra con profundos rasgos el sello indeleble
de su personalidad y las características de la sociedad en que se
desenvolvió se constituyese en un novador del Arte. Muy hijo de
su époea nos obliga a conocerla en sus menores detalles; época en
que los ideales religiosos en inestable equilibrio amenazan des-
aparecer; época de esplendor en el Arte, de progresos en las cien-
cias, de lujo inusitado en las costumbres; época que siguiendo a
aquella de luchas y encontradas pasiones de las guerras del Pelo-
poneso, conservó un fondo doloroso que encontramos como chispas
(1) Tesis leída y sostenida para optar al grado de Doctor en Filosofía y
Letras de esta Universidad el 28 de Octubre de 1920. Se publica por reco-
mendación del Tribunal,
110 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
)
brillando en determinados individuos. Esa época en que Atenas
después de aquel grandioso siglo V, pletórica de fuerzas y con ten-
dencias a dominarlo todo, es presa de la discordia que aún no pudo
conseguir eclipsar tanto esplendor. Es el siglo IV, gozando ya
de paz, en que sin pensar en el pasado aun cuando fuertemente
influído por él, y sin temor en lo porvenir, resurge el Arte, no más
erandioso, sí más vigoroso y humano.
Si en el fondo de toda polémica encontramos ineludiblemente
un apasionamiento, siempre funesto, hacia lo sustentado, procura-
remos en cada caso para tener el cabal concepto de una obra, cual-
quiera que ella sea, compilar, sondear, pesar y cotejar cuanto más
o menos directamente a ella se refiera. Así, y sólo así tendremos
la más aproximada idea de la obra en cuestión. Por eso, en este
trabajo hemos de ocuparnos de aquellas tradiciones, tanto sociales
como religiosas, que en su constante evolucionar llegan ya en las
postrimerías del brillante siglo V a variar su concepto tan profun-
damente que Homero y Hesíodo difícilmente reconocerían.
Y nos ocuparemos de ellas ya que en ningún tiempo puede
romperse con el pasado, para determinar, ligeramente, desde sus
orígenes las influencias que fiotando en el aire, pudiéramos decir,
son gérmenes que en no lejano tiempo producirán sus frutos. Co-
menzando por la influencia de las creencias religiosas que deter-
minaron, unidas al sistema educacional, el noble arte que ilustra-
ron tantos maestros, analizaremos las tendencias filosóficas para en
subsecuentes páginas tratar, en la medida de nuestras fuerzas, el
movimiento escultural eu ese período del Arte en el cual dominada
por completo la materia, verdadero señor de la Creación, llega el
pueblo heleno a dar vida a sus más altos ideales.
Muchos y grandes defectos, hasta gran número de errores, no
dudamos puedan señalarse a nuestro trabajo toda vez que nuestra
ienorancia es mucha y el material de que hemos podido disponer
pobre. Por otra parte, no se nos oculta que un golpe de vista se-
euro sólo puede poseerlo quien haya dedicado largos y laboriosos
años al cultivo de esta disciplina, disponiendo al mismo tiempo del
examen. directo de las estátuas, originales o copias.
Una vez expuesto el plan que nos proponemos seguir, lógico,
y hasta un deber por nuestra parte, es adelantar el propósito que
nos guía al intentar hacer realidad nuestro empeño. No preten-
demos hacer minuciosa reseña de esculturas, hacer acabadas des-
eripeiones ni dar la solución a complicados problemas de Estética
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 111
o de Estatuaria, sino trazar a grandes rasgos la imagen que nos he-
mos hecho de la particular fisonomía de una época fielmente refle-
jada en su Arte, y tratar de preferencia al artista que a nuestro
juicio encarna en maravillosa síntesis el sentimiento punzante y
doloroso, que siempre queda en el fondo de toda raza que habiendo
respirado a plenos pulmones aires de libertad viene a quedar so-
metida a otras que consideró inferiores; al artista que jamás pu-
do eximirse de mostrar aleún repliegue de su alma en la más in-
significante de sus obras. De pobres resultados, como nuestros,
estos esfuerzos, sean nuestra mejor recomendación.
PRIMERA PARTE
I
LA CREENCIA RELIGIOSA : SU INFLUENCIA SOBRE LA CULTURA
““El Arte aparece siempre en el ori-
gen de las bellas civilizaciones inevita-
blemente ligado a las creencias.?*” (1).
DUBUFE.
La religión griega, como ninguna en la antigiiedad, a excepción
de la inda, se halla ligada intimamente, en su: evolución, a su Lite-
ratura, si ésta puede definirse, como la deificación de los fenóme-
nos naturales.
Prescindiendo de los caracteres generales presentados por toda
religión en sus comienzos, asunto que a más de llevarnos demasiado
lejos, no pide la índole del trabajo, tomaremos esas creencias cuan-
do ya establecidas forman elemento distintivo del pueblo sustenta-
dor; partiremos desde Homero y Hesíodo, quienes nos legan con
sus trabajos, aunque de carácter distinto la sabiduría y las creen-
cias del pueblo maravilloso que supo revestir con el más pintoresco
de los ropajes su pensamiento infantil, manteniéndolo con ligeras
variantes aún más allá de su período de esplendor. Sin embargo,
diremos que si tales tesoros de belleza pudo encerrar esa religión
débelo algo a la situación especial del pueblo que la produjo. Aris-
tóteles ya había observado en los habitantes de los países fríos
energía, pero poca viveza de espíritu; en los países cálidos, por el
(1) Dubufe: El valor del Arte. Versión castellana, 1913, pág. 22,
112 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
contrario, el espíritu es despierto y las energías escasas, mientras
los de ciertos países como Grecia, eslabón entre ambas aptitudes,
guardan perfecta armonía entre la viveza de su espíritu y sus
energías corporales, resultando de este modo el conjunto admirable
del individuo heleno. Poseedor de un clima templado su vida
se desliza plácida bajo un cielo de zafir; teniendo constantemente
ante la vista un hermoso mar que tranquilo lame sus rizadas costas
o con furioso bramar aterroriza al viajero que en ligera nave pre-
suroso lo surca; en fin, dependiendo del suelo para su subsistencia,
ineludiblemente tenía que sentirse amante de la Naturaleza, inter-
pretarla, descubrir en ella esa belleza que jamás tan bien alojada
estuvo como en lo más hondo de su ser; belleza que informando
todos los pensamientos y actos de su vida es arte en Fidias, Seopas
y Praxiteles; ciencia en Tales y Pitágoras; filosofía en Sócrates,
Platón, Jenofonte y Aristóteles; el efebo en la Educación; y así
mismo con sus dioses, así nos los presenta Fidias, la suprema belle-
za, el perfecto equilibrio entre la materia y el espíritu.
Es tendencia de todos los pueblos en su infancia dar a sus dio-
ses forma humana, pero ese antropomorfismo en ningún pueblo
llegó tan lejos ni fué tan delicado, ni tan divinamente humano co-
mo en Grecia. El culto griego es el reflejo del alma griega, alma
que se engrandece e intensifica en determinado período y al pode-
roso impulso de su más grande sacerdote, el inmortal Fidias, se
aloja en la escultura, sabiamente bella, constituyendo el más valio-
so legado del pueblo artista a las civilizaciones que le sucedieron.
Ese antropomorfismo tiene su profunda raigambre en el ani-
mismo que como señor reina en la constitución lejana de los pue-
blos; ese animismo es la tendencia a poblar el mundo de seres que
ejercen poder sobrenatural sobre nuestra voluntad. Estos seres
se parecen al que siente ese influjo etéreo, tienen sus sentimientos,
o como dicen Perrot y Chipiez, no es más que “la primera expli-
cación que el hombre se da a sí mismo de los misterios de la Natu-
raleza y de la vida. En todas partes su primer movimiento es el
de figurarse el mundo lleno de fuerzas voluntarias, caprichosas y
apasionadas, semejantes a la fuerza que siente agitarse en sus
sentidos; él se extiende y se refleja en todas partes en el mundo
exterior... En el sol que se eleva o desciende en el horizonte y
en la elaridad que brilla, en la fuente que esparce alrededor de ella
la frescura y la fertilidad, en el árbol que abre sus hojas en el ti-
bio Abril, en la serpiente que se esconde rozando las hierbas se-
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 113
cas, en la bestia montés que acomete sus rebaños y en el perro que
le guarda el hombre, busca y eree encontrar las personas, los agen-
tes libres en que los unos son sus enemigos y los otros sus amigos,
sus benefactores.”” (1)
Entre los indos encontramos las mismas creencias. Los Vedas,
ese exponente grandioso de su literatura y de su antigua civiliza-
ción, se encuentran plenos de animismo; en ellos, como en toda la
religión de ese pueblo, plantas y animales, todo tiene un espíritu
que comprende a los vivientes y se hace sensible en mil futilidades:
en el río, su murmurio al deslizarse con suavidad de sierpe entre
las plantas; en el aire, el cadeneioso susurro entre las hojas de su
exuberante vegetación, €., que interpreta el creyente ventajosa o
desventajosamente. La bella protagonista del poema de Kálidá-
sa, Sakuntala, nos da un maravilloso ejemplo en la tierna sensibili-
dad con que se despide de los inocentes animales del bosque y de
las fragantes flores, de las cuales era como una hermana. Esa
vida espiritual que lo anima todo; ese panteísmo delicioso, verda-
dero fondo de la religión inda, se nos muestra florido y perfumado,
con los mil sonidos y matices que la selva inmensa encierra ento-
nando un himno de amor en esta pieza, donde la Naturaleza des-
pojada de lo monstruoso, tan común en la India, se nos aparece
haciendo espléndido derroche de sus más bellas galas. Por otra
parte, la fe del indo en la transmigración de las almas es la que da
hasta a los objetos inanimados sensibilidad, razón y voluntad. De
ahí su incansable esfuerzo en procurarse el aniquilamiento com-
pleto, mediante el ascetismo: el Nirvana, bien supremo, aspiración
constante del creyente que así consigue sustraerse a las sucesivas
encarnaciones, al trabajo constante y por fin gozar del ansiado des-
canso.
El lenguaje hablado de todos los pueblos conserva rastros del
animismo en las expresiones de los poetas, y mientras más en con-
tacto con la Naturaleza se viva más preciso se muestra : interroga-
do el piel roja por la causa de que el río corra, dice con senci-
llez: *“es el espíritu del agua que huye”.
La Mitología griega no otra cosa que creencias animistas, nos
muestra en el fondo de sus más bellos mitos: Dafne fué en lejanos
días el espíritu sagrado del laurel, sus hojas excitaban el delirio
(1) Perrot et Chipiez: Histoire de L*Art dans L”4Antiquité, t, VII, pá-
gina 14.
114 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
profético; al correr el tiempo y cambiar los ideales del pueblo,
aquella sencilla creencia de un alma cuyo alojamiento era aquel
árbol se transforma en mito, y es el dios Apolo quien poseído de
divino delirio amoroso persigue a Dafne a quien su padre, el río
Peneo, transforma en laurel. Vemos al alma tornar a su cárcel.
Dafne de nuevo mora en esa planta; coronas tejidas con sus hojas
se ofrecen como premio a los poetas. De la religión a la literatu-
ra, de ésta, a la plástica es el proceso natural que en Grecia ne-
cesita breve tiempo para mostrarnos en toda su esplendente be-
lleza la sencilla creencia revestida de huraanas y perfectas formas.
Esas fuerzas de la Naturaleza también se personifican en otros
pueblos a los cuales no faltaron elementos poderosos que pudieran
llevarlos a tan alto grado de esplendor, como son el sentimiento,
la pasión, «., pero que al mismo, tiempo poseen otros que en pug-
na con los primeros contribuyen no a anularlos, mas sí a obscu-
recerlos, tal la aspiración al Nirvana en el pueblo indo; tal la creen-
cia de hacer poderoso al dios o al rey deificado dándole atributos
de animales entre los asirios, babilonios y egipcios. Es que en
Grecia, los sedimentos sutiles de la antigua religión aria y las creen-
cias recibidas por condueto, de otros pueblos más antiguos al suave
calor de su esplendente sol se fundieron, se compenetraron ínti-
mamente con esa raza tan original y de tan varia imaginación que
dieron por resultado otra, rica y por completo formada, cual Afro-
dita surgió del seno de las aguas. Ya no era la de sus progenito-
res aquella religión. El pensamiento del pueblo griego es prolífico
por excelencia, por eso sus dioses son la expresión de la impresión
que en ellos pudo producir aquel ideal heredado del tronco de la ra-
za aria frente a la Naturaleza esplendente de aquella tierra hospi-
talaria que tan poco exigía para poder vivir. La originalidad,
la variedad, y sobre todo la individualidad son las condiciones que
faltaron a los pueblos del Oriente.
Pueblo de carácter vivo y franco; ajeno a la meditación, no se
abstrae pensando en el alma del dios, para representárselo en un
todo análogo a él, encerrando en formas semejantes las mismas
pasiones. Sus Cioses desde lo alto del Olimpo presiden todos los
actos de su vida, y alguno desde el Oráculo, por medio de extática
pitonisa manda a sus fieles; tan, poderoso lenguaje mueve las con-
ciencias y ningún creyente jamás faltó a tan elevadas órdenes.
Si tales son sus creencias no es extraño encontrarlas dando
origen a la escultura, poderosa en su sencillez, cobrando ímpetu,
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 115
adquiriendo gracia y revistiéndose de majestuosa serenidad a me-
dida que el tiempo transcurre.
Pero los días no pasan en vano, al huir veloces devoran nues-
tras horas, despojándonos de las más gratas ilusiones; hacen va-
riar nuestras creencias a merced de las nuevas ideas que surgen
porque en la naturaleza todo es evolución. Nada en el Universo
se escapa a su acción lenta, pero segura. Sila que ayer vimos in-
significante larva hoy es bella e inquietante mariposa; si el tier-
no tallo se convierte en robusto tronco de frondosa copa; si la fra-
gante rosa ha días era simple botón ¿cómo las ideas, únicas que
salvando distancias enormes, inaccesibles montañas y dilatados ma-
res jamás perecen, no habrán de sufrir transformaciones seme-
jantes? Y así fué, las puras creencias, las que hacían de cada in-
dividuo un ciudadano fiel, un cumplidor de sus deberes para con
sus dioses y su patria, viéronse un día maleadas palidecer y casi
huir de los fieles corazones. Hombres venidos de todas partes de
Grecia (Gorgías, de Leontino; Pródicos, de Ceos; Hippias, de Elis
y Protágoras, de Abdera), se encargan de cobrar fuertes salarios
instruyendo la juventud; instrucción por medio de minucioso aná-
lisis de lo existente y del que no escapaba la religión ni la fami-
lia; la exagerada relatividad que hallaban en la virtud, en la jus-
iieia, en cuanto analizaban elevó desmesuradamente el egoísmo, la
ambición y el desprecio por todo lo que significase una ley.
El remedio inmediato a tan inminente mal—el desmoronamien-
to del Estado—era “reemplazar la educación exclusiva de la in-
teligencia que ni quería llegar a una verdad definitiva, con una
investigación que descubriese los últimos cimientos de la vida
moral”” (1).
Modificar un pueblo, elevarlo moralmente por la enseñanza de
sus hijos, esa fué la única reforma que al recto espíritu de Sócra-
tes se apareció con claridades de aurora; esa fué la verdadera mi-
sión que se impuso aunque sin vislumbrar el largo alcance de su la-
bor en el campo moral; ““el egoísmo de los que entonces empuña-
ban las riendas del poder”” (2), era inmenso, de ahí que Sócrates
La más dulce Musa
Que a nadie fué molesta ni dañosa
tuviese ocasión de oír la sentencia: ““Melito Piteense, hijo de Meli-
(1) Curtius: Historia de Grecia, t. VI, pág. 142.
(2) Miller: Historia de la Literatura Griega, t. III, pág. 18.
116 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
to, acusó a Sócrates Alopecense, hijo de Sofronisco, de los delitos
siguientes: Sócrates quebranta las leyes, negando la existencia de
los dioses que la ciudad tiene recibidos, e introduciendo otros nue-
vos; y. obra contra las mismas leyes corrompiendo la juventud.
La pena debida es la muerte.”” (1)
Ya veinte años antes Aristófanes en las Nubes le había acusa-
ds como sofista: Sócrates es culpable de haber querido penetrar,
con curiosidad impía los secretos del cielo y de la tierra, de hacer
de una mala una buena causa y de enseñar a otros cosas seme-
James (2
Si Sócrates fué condenado la. culpable fué su vida entera, lar-
ga y fructífera en la cual tuvo, con su sistema de comprobar el
Oráculo de Delfos, ocasión de ridiculizar a muchos, y sobre todo
el terrible sarcasmo encerrado en su propia defensa: el premio, el
honor como condena.
Sócrates negándose a iniciarse en los misterios eleusinos da el
más pernicioso ejemplo al pueblo contra los hierofantes del tem-
plo mermándoles en sus medios de vida, lastimándoles en sus in-
tereses, cosa que nadie perdona, y la voz demoníaca, esa nueva di-
vinidad exclusivamente suya, son las que informan la primera
parte de la acusación.
Como amigo y maestro de Alcibíades y Jenofonte, traidores a
la patria, sobre todo Alcibíades que había puesto en ridículo los
ritos sagrados, jamás perdonado por los sacerdotes, siempre odia-
do por los eumólpidas; como maestro y amigo de Critias y Carmi-
des, hiriendo gran número de susceptibilidades se hace reo de la
segunda.
En realidad no debemos buscar la acusación de Sócrates en su
acusación contra esos sofistas con quienes se le quería confundir,
ni en su nueva divinidad, aquel demonio familiar que siempre que
le hablaba era para disuadirle si pensaba emprender alguna cosa,
jamás para animarle, como tampoco la encontraremos decisiva en
la acusación de Melito—detrás de la cual estaba vigilante el poder
de Anito, antiguo proseripto de los Treinta—que de manera tan
concluyente y con tanto valor destruyó Sócrates, como nos lo
muestra la '*Apología”” de Platón, testigo ocular de todos los de-
bates de la causa. Tampoco pudo condenarle la envidia que roía
(1) Diógenes Laercio: Vidas de los Filósofos más ilustres, t. I, pág. 118.
(2) Platón: Obras, Casa Editora: Garnier Hermanos, París. Pág. 11.
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 117
el corazón del orador político Licón. Ningún hecho aislado tenía
“fuerza para tanto. “Lo que me perderá, si sucumbo, decía él
mismo, no es Melito ni Anito, no, sino la calumnia y la envidia.”” (1)
Tal fué el hombre que murió bajo el dictado de impío; muerte
vengada con creces después, pero que no pudo impedir el escepti-
cismo en materia religiosa que dominó al siglo IV.
Aún existen los dioses, aún se les venera y ofrecen sacrificios,
aún disfrutarán aleunos siglos de dominio en el alma popular, pe-
ro su poderío decreciendo con relativa rapidez pronto quedará es-
fumado ante creencias nuevas, más humanas, más humildes que
venidas también del Oriente cimentaron tan sólidamente su tro-
no que podrán sufrir variaciones y ser pretexto para encender gue-
rras pero difícilmente podrán ser alteradas en su esencia: el pro-
fundo amor predicado por Cristo.
II
EL SISTEMA DE EDUCACIÓN ATENIENSE TIENDE A FORTALECER EL
NACIMIENTO DE LA ESTATUARIA
““El fin de la educación es dar al al-
ma y al cuerpo toda la belleza y perfec-
ción de que son susceptibles. ??”
PLATÓN.
Muéstrannos las leyendas en los tiempos sólo de ellas conocidos
y cuidadosamente trasmitidos de generación en generación, la edu-
cación de ese pueblo de maravillosas concepciones como una mera
preparación para la vida práctica.
Homero, discreto y precioso confidente de cuanto se refiere al
alborear de la civilización, nos dice que ella penetraba lo mismo en
la casa, en el ágora que en el campo y en el campamento. Allí
la encontramos, donde quiera que haya seres aptos para recibirla,
ya que las escuelas necesitaron largos siglos de evolución para ha-
cer su aparición triunfante. Escuela llamadas S.800kakeiov Se en-
cuentran ya funcionando en tiempos de Solón, 590 A. C., pero
verdaderas escuelas patrocinadas y dependientes del Estados, en
el período alejandrino.
(1) Platón: Obras. Versión castellana de la Casa Editora Garnier Her-
manos, París, pág. 30.
118 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
Este sistema de educación, por demás sencillo, parece haber in-
fluído notablemente en los artistas, legándoles ese profundo espí-
ritu de observación que en ellos encontramos ya que ““aprendiendo
a hacer lo que hacen por el precepto y el ejemplo descubren por
su propia observación por qué lo hacen”?. Así era, el joven desde
su más temprana edad miembro independiente de la sociedad que
en su seno lo contaba; así también resulta en extremo atrayente
esa educación tan sencilla que abarca todos los aspectos de la vi-
da del hombre.
A Homero sucede Hesíodo, a lo práctico se suma lo ideal, a la
primitiva sencillez de la existencia aúnase el justo deseo a satis-
facer las aspiraciones del alma en las ciencias, las artes y la Filo-
sofía, y plegándose a las exigencias de esa! distinción entre lo práe-
tico y lo espiritual encontramos el sistema de educación: a nutrir
el alma se dirige la Música en el Didascaleion, a formar bello y
robusto el cuerpo la Palestra, dirigida por el paidotribes, más tar-
de el Gimnasio. Como ésta la educación corporal es la que in-
teresa a los fines de nuestro trabajo sólo de ella nos ocuparemos
desde ahora.
Dice Levéque: “Desde los comienzos de la literatura griega,
el elogio de la gracia y de la forma visible llena sus obras. Ya
en el viejo Homero la hermosura física es considerada como divina.
Homero no la describe a la manera de Luciano y de los demás re-
tóricos de la decadencia, sino que se conforma elevándola a la
altura de un atributo, el cual no puede separarse de la majestad
de los dioses. En sus héroes la hermosura es el brillo, el corona-
miento necesario de las más robustas virtudes. Numerosos he-
chos atestiguan que desde los comienzos hasta el fin los griegos con-
sideraron la belleza como algo religioso y sagrado. Desde los tiem-
pos antiguos el sacerdocio de Júpiter no se otorgaba sino al joven
veneedor en los concursos de belleza, y tan luego como llegaba a la
pubertad honor tan insigne pasaba a otro maneebo.”” (1) En el
período arcaico, un pequeño bronce encontrado en Creta, el Crió-
foro, aparte de su valor escultórico está señalando la antigiiedad
del rito que en las fiestas de Mercurio pedía que el adolescente más
bello llevase a cuestas el cordero sagrado.
Cuando el triunfo de Salamina contaba Sófocles quince años
y presentaba esa belleza perfecta, la cual dada por los griegos a
(1) Carlos Levéque: El Espiritualismo en el Arte, pág. 34.
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 119
sus dioses, sólo ostentaban después los mortales como un accidente
de corta duración o como una rara excepción. Esto le permitió, _
ungido y perfumado, dirigir el coro de adolescentes que cantó el
pean de la victoria alrededor de los trofeos. Sófocles debió el
ser escogido además, por su perfecta preparación musical. Así
ante los dioses, como ante el pueblo la educación que triunfaba era
aquella de conjunto donde todos los poderes del hombre operaban
““en concierto con una elegante y soberana facilidad””. (1)
Esta belleza tan justamente apreciada por el pueblo griego, se
acrecentaba y armonizaba por su sistema de educación en la pales-
tra y en el gimnasio, ya señalados. Realizábase en la palestra
una serie de ejercicios, la cual por componerse de cinco juegos se
denomina el pentathlon; allí lanzar la jabalina y el disco provoca
el desarrollo del pecho y brazos al mismo tiempo que dando gra-
cia al movimiento le imprime un sello de belleza tal que un día
Mirón, comunicando movimiento al bronce lo ha de inmortalizar.
El salto y la carrera, ya de velocidad, ya de resistencia, prestan
a las piernas la elegante finura nerviosa que se observa en los
grandes maestros. La lucha, en fin, armonizando el todo hace
resaltar los músculos del brazo, presenta el torso bajo diferentes
aspectos y da a las caderas un relieve muy acentuado; esos cam-
biantes sin cuento, absorbidos con avidez por los artistas son sufi-
cientes a provocar la aparición de un arte que respondía digna-
mente a la encarnación de sus creencias religiosas.
Estos ejercicios que cada vez van siendo más fuertes, a medida
que la edad transcurre, se eree derivan de los ejercicios de guerra
que describe Homero en los funerales de Patroclo, pero parece fue-
ron reducidos a sistema por los Asclepíades, quienes los adaptaron
al desarrollo físico de los jóvenes. Un último juego, el pancracio,
donde se permitía toda clase de golpes, producía horror al pueblo
griego, raza artística por excelencia, porque deformaba el rostro
y el cuerpo.
Para Continuar esta serie de ejercicios perfeccionándola, esta-
ban los gimnasios instituidos por el Estado. Nada en ellos pasaba
inadvertido a los artistas y muchas de las operaciones llevadas a
cabo en esas lecciones fueron por ellos con amor recogidas y al
mármol o al bronce confiadas; de ello podemos dar fe si considera-
mos la labor llevada a efecto en este sentido; Miron con su Dis-
(1) Perrot et Chipiez: H. de L*4Art dans L*Antiquité, t. VIII, pág. 120.
120 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
cóbolo nos trasmite el acto de arrojar el disco; Policleto, austero
y elegante, fija el Canon con su Doríforo, joven en la plenitud
de su desarrollo que marcha con la lanza apoyada al hombro, y su
Diadúmeno, más joven que el Doríforo, nos muestra al corredor
en el momento de ceñirse la cinta que en el estadio ha de contener
la sangre en las sienes; pero es Lisipo con su Apoxiómenos quien
siempre a la espectativa de algo estético y nuevo, modificando el
Cánon de Policleto, nos lega el último e insuperable representante
de la belleza física; de cabeza algo melancólica muestra al atleta
cuando una vez terminada la lección, con la estrigila se frota pa-
ra quitarse el aceite con que, al iniciarla, había sido ungido así
como la fina arena con que se recubría para facilitar la lucha.
Una vez limpio de aceite y arena el joven atleta se bañaba y
expuesto al sol descansaba adquiriendo su piel ese ligero tinte ave-
llanado que comparado con la palidez de cutis de los discípulos
de Sócrates permitió afilar sus dardos al sarcástico Aristófanes,
en las Nubes, y que, por otra parte, explica el color de ciertas es-
tátuas pintadas.
““Hasta inmóvil y desnudo, cuenta Taine, el atleta, daba testi-
monio de sus ejercicios por la belleza de sus formas. Su piel bru-
ñida y fortalecida por el sol, el aceite, el polvo, la estrigila y los
baños fríos no parecía desnuda; estaba habituada al aire; al verla
se la sentía en su elemento; ciertamente no se extremecía, no pre-
sentaba vetas ni carnes de gallina, era de un tejido sano, de hermo-
sa tonalidad que anunciaba la vida libre y viril.?”? (1) Después
de comparar estas carnes con las blancas y fláccidas de los persas,
continúa: “Los músculos habían sido todos fortalecidos; las diver-
sas partes del cuerpo se equilibraban; el antebrazo tan flaco hoy,
los omóplatos mal provistos y salientes se habían rellenado y for-
maban pareja proporcionada con las caderas y los muslos; los
maestros, verdaderos artistas, ejercitaban el cuerpo para darle no
sólo el vigor, la resistencia y la celeridad, sino también la simetría
y la elegancia. El Galo Moribundo, que es de la escuela de Pérga-
1mo, muestra si se le compara a las estatuas de los atletas, la dis-
tancia que separa un cuerpo inculto de una cuidado; de un lado
una cabellera esparcidai en, mechones rudos como erines, unos pies
y manos de aldeano, una piel basta, músculos sin ablandar, unas
venas hinchadas, unos contornos angulosos, líneas que se chocan,
(1) H. Taine: Filosofía del Arte””, t. IL, pág. 170.
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 121
nada más que un cuerpo animal de salvaje robusto; del otro lado
todas las formas ennoblecidas, el talón primero grueso y blando,
ahora cireunscrito a un óvalo perfecto; el pie primeramente dema-
siado aplastado, delatando su parentesco simiano, ahora arqueado
y más elástico para el salto; la rótula, las articulaciones, toda la
osamenta, primero saliente, ahora medio desvanecida y simplemente
indicada; la línea de los hombros primero horizontal y dura, ahora
inclinada y suave; en todas partes la armonía de los fragmentos
que se continúan y fluyen unos en otros, la juventud y la frescura
de una vida fluída tan natural y tan sencilla como la: de un árbol
o la de una flor.”” (1)
Así la gimnástica ayudada grandemente por la Orquéstrica—
ciencias de las posturas graciosas y danzas sagradas—dando la ple-
nitud de hermosura al cuerpo, al extremo de poderlo ostentar des-
nudo en las fiestas sagradas ante los dioses, permite al joven a los
diez y ocho años ser consagrado efebo y ocupar dignamente su
puesto en la República de adolescentes, previo juramento, ante el
altar de Aglaura, de ser fiel. Allí permanecerá dos años; el prime-
ro aprendiendo a cumplir sus deberes para con la patria y el se-
gundo defendiéndola en las fronteras, acostumbrándose a la vida
de sacrificios.
Este sistema de educación es el que encontramos en Atenas
antes de la guerra persa y puede tomarse como tipo de la educación
griega en general hasta ese tiempo; sistema que en Maratón, Pla-
tea y Salamina no sólo señala' el triunfo de la civilización sobre la
barbarie, sino, sobre toda, el nacimiento de la libertad humana.
La Gimnástica elevada a institución religiosa y social ““prepara
la apoteosis de la belleza que fué la obra de la escultura””. Ya lo
hemos visto, porque llamando la atención la armonía de las formas
que en los grandes juegos nacionales se mostraban descubiertas a
todas las miradas, tanto en los preparativos como durante la ac-
ción, inspira a los artistas, mas la costumbre establecida de colocar
en los bosques de los templos de Zeus las estatuas de los atletas
vencedores es la que origina aquel profundo conocimiento anató-
mico que vemos lentamente surgir y evolucionar, desde la serie de
Apolos arcaicos hasta la de atletas que consagrados por vencedores
inmortalizan en su cuerpo al artista que supo vencer al bronce o
al mármol dándole la forma, el vigor y flexibilidad de la vida, al
(1) H. Taine: Filosofía del Arte””, t. II, pág. 171.
122 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
par que poblando de silenciosos mármoles los consagrados bosques,
antes sólo turbados por las plácidas cadencias de murmurantes
fuentes; por las cuitas de parieras avecillas, por el suave susurrar
de la brisa entre los limoneros, laurel y olivos, ahora por el pue-
blo que bullicioso acude a la procesión sagrada.
A esas primitivas estatuas labradas en madera jamás se las dotó
de algún raseo individual en el rostro, aunque el vencedor tres
veces consecutivas en los juegos olímpicos tenía derecho a una es-
tatua icónica. Este gusto se despertó en Grecia hacia el siglo IV,
con Silanión el ateniense, y fué coronado por el más lisonjero éxito
en tiempo de los sucesores de Alejandro. Hasta entonces, una es-
tatua fué un tipo ideal de atleta, corredor, ete.
TI
ESTUDIO DE LA ANATOMÍA; INTERPRETACIÓN EN LA ESTATUARIA;
LA EXPRESIÓN EN LA ESCULTURA
““Los griegos, naturalistas por ex
celencia, no desconocían tanto la Ana-
tomía como generalmente se ha escri-
to; no hicieron disecciones de cadáve-
res humanos, pero se advierte que es-
tudiaron la Anatomía tal como el
artista debe conocer la organización
desde el punto de vista de sus mani-
festaciones externas, (1)
J. PARADA.
a
A propósito de los principios anatómicos observados en las es-
tatuas griegas se suscita una cuestión: ¿los griegos fueron admi-
rables anatomistas por haber cultivado la disección o no practi-
caron ésta ?
En múltiples páginas de connotados autores se puede encon-
trar este asunto ampliamente tratado. Se ha negado a los artistas
de la antigúedad el conocimiento de esta ciencia por la razón de
no estar aún formada. Decir que los artistas griegos no aprove-
charon la disección de los cadáveres porque la ciencia anatómica
no estaba aún formada parece una frase hueca, vacía de sentido
por completo, porque si es cierto que una ciencia se halla constituí-
(1) José Parada: **Anatomía Pictórica?”, pág. 9.
de
+
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 123
da cuando las leyes que ella abarca se han sistematizado, no es
menos cierto que esos principios, esas leyes pueden ser más o me-
nos utilizados antes de la sistematización de las mismas.
Desde los tiempos más remotos existieron individuos que se
dedicaron a la curación de sus semejantes sin que por eso la cien-
cia médica hubiese surgido. Los antiguos conocieron que haciendo
el vacío con una bomba el agua subía a treinta y tres pies y se
aprovecharon de ello, sin saber que en ello intervenía el peso de
la atmósfera; utilizaban la consecuencia de una ley, esto es, esta-
ban en posesión de una, ley empírica, y sin embargo la ciencia en
que esa ley quedaría incluída al convertirse en derivada no es-
taba constituída tal como la conocemos hoy.
Pudieran los griegos haber estado realizando disecciones y más
disecciones sin que por eso hubiere surgido la ciencia anatómica;
por el contrario podía ya haber existido esta ciencia sin que por
ello viese el artista la necesidad de recurrir a ella. Ahora bien,
si decimos que la disección de cadáveres no se practicaba en Gre-
cia por prohibirlo leyes tanto sociales como religiosas, pues sabe-
mos que el cadáver debía ser inhumado para que el alma teniendo
donde alojarse no se hiciera enemiga de los vivos, y que ese res-
peto al cadáver de un semejante era tan profundo que ni aun los
médicos se sentían exentos de él; si decimos que el medio social,
las costumbres y el sistema de educación permitian la observación
directa de los detalles anatómicos en el cuerpo vivo, entonces po-
demos asegurar que los griegos conocieron la Anatomía precisa,
exacta que a su arte convenía sin preocuparles lo más mínimo es-
tuviesen o no sus principios sistematizados. Los escultores im-
primían en sus mentes las más hermosas actitudes, del mismo mo-
do que el pueblo recitaba las delicadas composiciones de los favore-
cidos de Apolo. ¿Dónde, pues, encontramos esa necesidad de la
disección en aquellos artistas ?
Ni en las civilizaciones orientales encontramos aplicada la cien-
cia anatómica al arte de la Escultura, y aun el relieve muscular
que aparece en el arte asirio se realiza de manera sistemática, sin
sujeción a principio anatómico aleuno; y, no debe extrañarnos
esto si consideramos que las artes del Egivto y Oriente antiguos
vieron el lento paso de los milenarios, antes que los dioses se hi-
cieran semejantes a los hombres y sentasen sus reales en el Olimpo,
sin que pudieran desenvolverse libremente, guardadas en el estre-
cho marco del dogma, y sin entregarse a nobles competencias sus
194 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
ciudades que allí, en Atenas, la condujeron a la cima del Arte,
- lugar aun inaccesible al resto del Universo.
Ese Arte antecesor del griego es anónimo, carece de persona-
lidad; señalando levemente los detalles anatómicos se ajusta a
un canon sacerdotal, espiritualista y simbólico cuyos motivos son
sin cesar repetidos. Y sin embargo, no puede negarse que al im-
pulso del genio helénico, surgió, de esos elementos hieráticos y
simbólicos del arte oriental, el arte naturalista; la inmovilidad de
ese arte lentamente desaparece; el letargo en que yacía sumido
cesa al cambiar sus condiciones de vida.
Pero la ciencia anatómica si no excluída del campo artístico,
pobremente representada no era extraña a los estudiosos; hasta al-
eunos soberanos del antiguo Oriente no desdeñaron realizar di-
secciones si de determinar el origen de ciertas enfermedades se
trataba, y es más, prestaron su concurso al progreso dedicándose a
escribir sobre anatomía, siendo lo probable que tales escritos se
refiriesen más al arte de embalsamar. Por otra parte, en Grecia,
penetrando en los tiempos legendarios encontramos que Escula-
pio fué médico notable. Fuera por completo del mundo de la le-
yenda y después de aleunos siglos de tanteos cuando la Grecia,
como enorme cnajambre de abejas se presta a libar el néctar de las
flores del saber encontramos que Pitágoras, Demócrito, Hipócra-
tes, Aristóteles v Epicuro fundan sistemas racionales sobre el eo-
nocimiento físico del hombre, y ““aquellos, dice Herder, que re-
husen a los griegcs el genio severo de las ciencias que lean a Aris-
tóteles y a Euclides donde el espíritu del método no ha sido jamás
superado; Aristóteles y Platón tuvieron además el mérito de des-
pertar el genio de las ciencias naturales y matemáticas. Muchos
discípulos dieron un feliz impulso a la astronomía, a la botánica,
a la anatomía y a otras ciencias””. (1)
Todavía podemos remontarnos a los tiempos homéricos para ob-
servar precisos conocimientos anatómicos en ese grandioso monu-
mento, la más grande epopeya de todos los tiempos, la Ilíada, don-
de Homero se complace en enumerar y describir las heridas que
sus héroes reciben en la sin igual tragedia de dos naciones, ha-
biendo inspirado al cirujano Malsaigne la idea de realizar en ella
un estudio anátomo-fisiológico; esto comprueba que existe en la
(1) Tiberio Avila: **Anatom. y Fisiolog, para uso de Artistas?””, t. 1,
pág. 14.
Xx
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 125
Iliada por parte de su autor, un profundo conocimiento de las re-
giones por donde fácilmente el alma abandona su cárcel; las he-
ridas de sus combatientes son por regla general mortales.
Estos conocimientos se depuran, abandonan el campo de las
puras ciencias y penetran en el del Arte, así Hipócrates en el si-
glo V dirá: ““Algunos médicos y algunos sofistas dicen que es
imposible saber la medicina si no se conoce lo que es el hombre y
de que manera su cuerpo está constituído: en cuanto a mí pienso
que cuanto esos médicos han dicho o eserito sobre la naturaleza del
cuerpo humano pertenecen menos a la medicina que al arte de la
pintura””. (1) Pero hemos de observar en esta afirmación que ya
estamos de lHeno en el gran siglo, que ya no estamos en presencia
de un arte que se esboza, que lentamente se forma, sino que inimi-
table y perfecta la escultura es la Grecia inmortal. Además Hi-
pócrates dedicó a Apolo en el templo de Delfos un esqueleto de
bronce, y escribió también “sobre el uso y belleza de las diferentes
“partes del cuerpo humano”” de acuerdo tal vez con las exigencias
de médicos y artistas.
““La época que preeedió a Aristóteles, dice Gegenbaur, no ha
sido del todo extraña a la anatomía, sólo que a nosotros nos faltan
los documentos ciertos; algunos de los que conocemos es por re-
ferencias de autores posteriores. Los conocimientos anatómicos
parecen haber sido difundidcs, sobre todo entre los pitagóricos, a
los cuales pertenecen Empédocles de Agrigento y Anaxágoras de
Clazomene. Demócrito de Abdera de la escuela ecléctica, era tam-
bién célebre anatomista.*? (2) Pero si de todas las épocas, en el
arte escultórico, nos faltan obras auténticas que atestiguen un pro-
fundo conocimiento anatómico, y ello es de lamentar grandemente,
nos han quedado copias de muchas de ellas, las cuales acusan el
tecnicismo artístico, el dominio acabado de una ciencia adquirida
por observación directa en las palestras, en los gimnasios, en los
juegos públicos, en fin, donde quiera que la forma surgía bella
y perfecta haciendo nacer en cada artista la justa aspiración de
reproducirla en sus mármoles y bronces.
Nada existe sobre la faz de la tierra que siendo verdaderamente
(1) Cita de Tiberio Avila: **Anatomía y Fisiología para uso de Ar-
tistas?”, t. I, págy 15. ;
(2) Cita de T. A.: **Anatomía y Fisiolog. para uso de Artistas?””, t. 1,
pág. 16.
125 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
erande haya escapado a la crítica, benigna o acerada de los hom-
bres; Homero, verdadero foco de donde irradia la cultura antigua,
ha merecido la más minuciosa atención por parte de apasionados:
artistas y críticos; para que el teatro griego ocupase tan alto lu-
gar preciso fué sondearlo con mano segura y espíritu entero; no
había de ser menos la estatuaria en que brillan tantos preclaros
maestros, encontrando también y en profusión, quienes hayan es-
cudriñado cada uno de sus aspectos en sus menores detalles, sea
poeta para cantarla, filósofo para descubrir sus enigmas o anato-
mista para señalar las fuentes a una ciencia relativmente nueva.
La antropología no había de permanecer inerte ante estudios ta-
les; así fijándose en la conformación cefálica señaló dos grandes
divisiones para la agrupación de las esculturas: los Apolos, las Ve-
nus; las Gracias y las Musas son dolicocéfalas, en tantos Hércules
y Sileno son braquicáfalos, del mismo modo los trágicos Esquilo,
Sófocles y Eurípides que como Pericles, Aristóteles y Demóstenes
pertenecen al primer tipo y Sócrates al segundo. Esas formas
de cabeza servían para distinguir al verdadero heleno del pelasgo
braquicéfalo, las divinidades rústicas y los pueblos calificados por
los griegos de bárbaros.
Hasta hace poco se pensaba que una cabeza de notables propor-
ciones era indicio infalibie de una gran inteligencia; así lo pen-
saron también los escultores antiguos por eso dieron a Zeus, Hera,
Palas Apolo y Esculapio cabezas relativamente grandes si las
comparamos con las de Hermes, Arés, Plutón y Poseidón. Esa
diferencia de tamaño se nota más aún si la comparación se hace
con las cabezas de Heracles, Dionisos y Sileno.
En la actualidad, a pesar de tantas y tantas discusiones como
se han mantenido acerca de si la mujer es más o menos inteligente
que el hombre, si es apta o no para las altas pesquisas en las Cien-
cias y en las Artes, si debe o no ocupar un puesto intelectualmen-
te al lado de su semejante el hombre, no se ha llegado a una conelu-
sión categórica, ni siquiera a mantener un criterio sin oscilaciones
hacia uno u otro campo. Los antiguos si no hicieron la superio-
ridad o igualdad de la mujer asunto de dialéctica (la vida de la
mujer encerrada en el gineceo no lo permitía), tácitamente. con-
sagraron esa disputada igualdad y si aleuna mujer sobresalía,
como la milesia Aspasia, se le reconocían sus méritos. Tal vez se
nos objetará que la índole especial con que suele presentársenos
Aspasia permitía ese reconocimiento; no es ese punto a dilucidar
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 127
en este trabajo, el hecho existe y en sus consecuencias lo tomamos,
baste decir que “Sócrates la honraba, Jenofonte la respetaba y
Pericles la tomaba por espcsa*”. Croiset en las ““Democracias
Antiguas””, Cap. III dice: *““la mujer es con más frecuencia de lo
que pudiera creerse la asociada y la amiga de su marido; más de
una parece que ha sido el verdadero señor de su casa””. Ese pue-
blo al cual no escapaba un: detalle que pudicra mostrar no sólo la
individualidad, sino también la genealogía y jerarquía de sus dio-
ses y héroes immortaliza en el mármol ese reino tantas veces dis-
_cutido. ¡Sus escultores nos muestran representantes femeninos que
habiendo alcanzado los más altos grados de sabiduría presentan su
cabeza perfectamente desarrollada como Hera y Palas (más pe-
queña con respecto a su estatura en Venus, Diana, etc.). ¿Su
escaso número significará que esas diosas constituyen, únicas y ex-
elusivas, la excepción? No queremos interpretarlo así ya que en
todo tiempo y en todos los pueblos existieron en uno y otro sexo
representantes sin merecer integrar el grupo, medianías e indivi-
duos capaces de alcanzar prominente lugar en el campo de las
elevadas disquisiciones intelectuales.
¿Conocieron los griegos la significación del ángulo facial? To-
dos sabemos qué queremos expresar por ángulo facial: esa línea
que pasando por el borde inferior de las fosas nasales llega al
agujero auditivo externo y que forma ángulo con otra que desli-
zándose a lo largo del perfil toca por la parte inferior el borde de
las fosas nasales y por la superior la parte más saliente de la
frente, dependiendo como claramente se ve la abertura angular de
la elevación de la frente y de la situación más o menos alta del
agujero auditivo. Se ha afirmado que la medida de ese ángulo
facial es un medio para reconocer y determinar científicamente el
nivel relativo de las facultades intelectuals de los individuos, co-
rrespondiendo el más elevado lugar en la “escala zoológica a aquellos
seres que lo presentan con una abertura mayor.
Debemos la invención de este ingenioso procedimiento intelec-
tométrico al holandés Pedro Camper, quien sólo lo útlilizó como
medida craneal para clasificar esqueletos de vertebrados. Esas ob-
servaciones del pasado siglo fueron después comprobadas con gran
exactitud. Tal parece que los griegos tuvieron conciencia de ese
que aparece descubrimiento demasiado reciente. Sea de ello lo que
fuere, podemos decir que pueblo de intuiciones maravillosas lo
presintió por completo presentándolo en sus obras con la serena
123 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
seguridad de lo verdadero, sin caer en falta ni una sola vez; lle-
gando en los dioses mayores hasta 90%, abertura con la cual corre
parejas, la belleza, la nobleza y la inteligencia, en oposición mani-
fiesta con la abertura menor, dada por una frente deprimida, que
encontramos en Dionisos y Heracles y mucho más limitada en los
faunos y sátiros menos inteligentes también.
La cabellera es un detalle bien observado y mejor llevado a la
práctica por los griegos: atada a la nuca la tienen Venus y Arte-
mis; Apolo y Dionisos la dejan libre flotar por sus hombros; Zeus,
del Olimpo soberano, la levanta sobre la frente formando tupé y
después dividida desciende en bucles. Largos y como húmedos
son, los cabellos de las divinidades que moran en el claro seno de
las aguas; erizados y retorcidos en sus extremos, como exaltadas
son sus pasiones, como quebrados son los senderos que los conducen
al logro de sus deseos, en los sátiros y faunos.
Hasta en el culto encontramos un lugar reservado a la cabelle-
ra: se ofrecía en sacrificio a los dioses; se cortaba y arrojaba en
la pira funeraria en holocausto al amor conyugal o a la amistad,
tal lo podemos ver cuando el valeroso hijo de Tetis, el de ligera
planta. Aquiles,
pues, no debiendo a la patria volver, él mismo lo dice:
ARAN TA do mi cabellera
al heroico Patroclo, al dulce amigo
daré porque la lleve al hondo averno
para “menotia nia nd as
Y no sólo Aquiles, sino todos sus amigos llevando el cadáver
ES OREA encima derramaban
parte del cabello que cortado
se habían todos en solemne rito. (1)
Las antiguas esculturas griegas ofrecen sus frentes como ancho
campo abierto a la inquisitiva mirada de los frenólogos. Júpiter
y todos los dioses mayores, presentan bien marcadas la anchura,
(1) Homero: “La lliada”?. Traducción de Gómez Hermosilla, t. II,
Cap. XXIITI, versos 253, 254, 269, al 272; 238, 239 y 240.
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 1:29
elevación media y perpendicular, denotando sabiduría y elevado
carácter. La línea inferior de la frente se prolonga insensible-
mente, sin interrupción sobre la raíz de la nariz, dando lugar a
ese perfil clásico tantas veces admirado cuantas veces discutido.
¿Es creación de las febriles mentes de los escultores que apa-
sionados por su raza quieren legar a sus sucesores un depurado
tipo de belleza? ¿Era en realidad el perfil propio de ese privile-
giado pueblo, y la misión de los artistas se reducía a copiarlo ?
Es fácil encontrar en la actualidad no sólo en Grecia, sino en-
tre los habitantes de otros pueblos individuos presentando dicho
perfil; por eso es lógico creer que los artistas teniendo modelos de
maravillosas cabezas, considerándolas perfectas las idealizaran un
tanto dándoles esa expresión inmaterial, tan severa y atrayente.
La pasión de la cólera entre los sabios, artistas y poetas de la
antigúedad tenía su asiento en la nariz, de ahí que el Apolo del
Belvedere nos la muestre en las dilatadas ventanas de la misma;
el dios colérico contempla como se aleja la serpiente Pitón que
acaba de herir con su flecha.
Las cejas sólo complemento estético de los ojos, según unos,
defensa fisiológica según otros, imprimen a la fisonomía carácter
y expresión. Sus movimientos revelan las más encontradas pa-
siones que puedan agitar al individuo; de este modo: si Zeus frun-
ce las cejas, el Olimpo se extremece; tal lo consigna Homero,
Ilíada, libro 1, ““el hijo de Saturno frunció las negras cejas, la di-
vina cabellera agitóse en su cabeza inmortal y el vasto Olimpo
tembló””.
Con respecto a la representación de las cejas en la composición
de arte tenemos que los griegos mediante un convencionalismo dis-
tinguieron el tipo de la divinidad en la uniforme blancura del
mármol, y por eso como dice Mengs: *“lo recto de las cejas no es
buena regla para distinguir los tiempos, pues los antiguos se ser-
vían de este carácter para mostrar el color de ellas y para darles
expresión. Para explicar la seriedad que da el ser negras debie-
ron hacerlas con un ángulo muy agudo en el sobrecejo y así lo
vemos practicado constantemente en todas las cabezas de Júpiter.
En las divinidades de pelo rubio, al contrario, se ve el ángulo mu-
cho más obtuso””. (1),
(1) Tomado de T. Avila: Anatom. y Fisiolog. para uso de los Artistas,
t. IL, pág. 27.
130 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
Todos los sentimientos del alma al igual que las impresiones
de los sentidos se muestran al exterior en el individuo, sobre todo
en la cara y más especialmente en los ojos; de ellos depende en
gran parte la expresión del rostro del individuo: de inconstancia
y voluptuosidad si se presentan un tanto oblícuos; condiciones
morales en perfecto equilibrio si su dirección es paralela a la línea
del horizonte. En los distintos reimos de la Naturaleza la diree-
ción de las líneas predominantes produce semejantes impresiones.
““En algunos grandes árboles, como el cedro, sus ramas horizonta-
les nos indican la energía que resiste a las tempestades y una es-
pecie de tranquilidad vegetal unida a la majestad de la fuerza que
se hace patente sobre todo cuando se compara con el aspecto me-
lancólico del abeto cuyas ramas se inclinan al suelo, o al carácter
tierno de ese árbol melenudo que la poesía popular llama el sauce
llorón””. (2) Las líneas oblícuas hacia abajo de estos árboles ex-
presan las ideas de meditación y recogimiento. Y los sentimien-
tos expresados por ellas encontraron su representación en la en-
cantadora religión de los griegos en aquellas que diosas y todo se
aprestaron a disputar el premio de la belleza en aquel legendario
concurso donde el troyano Paris, simple mortal, al fungir de juez
preparó con su voto la horrible contienda de dos pueblos igual-
mente fuertes e igualmente grandes, aqueos y troyanos. Venus,
al quedar vencedora se constituye en natural protectora de los co-
terráneos del para ellos funesto París; Palas y Hera, las vencidas
patrocinaron la causa de los al fin triunfantes aqueos.
Los ojos, ese ornamento de la cara, esa nota de expresión tan
poderosa, como todo lo que es exponente de vida pasan por inevi-
table progreso: los antiguos egipcios y los artistas del Oriente los
esculpían superficialmente, de frente siempre, aun cuando la figu-
ra se presentase de perfil; frecuentemente se incrustaban con otras
materias de colores dando así un extraño detalle viviente a la fiso-
nomía grave e inmóvil de la escultura, detalle que también puede
encontrarse en alguna estatua griega no sólo en los primeros pe-
ríodos sino también en la més grandiosa obra del genial maestro
del siglo V, en la Partenos encontramos los ojos de piedras pre-
ciosas.
Los escultores griegos ya por ser detalle común en sus modelos,
(2) Tomado de T. Avila: Anatom. y Fisiolog. para uso de los Artistas,
Ll pága 125
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. doll
ya porque buscasen una estética especial, o porque persiguiesen
efectos de claro-obscuro, presentaban los ojos de sus esculturas bas-
tante hundidos, y son esos ojos los que dan a conocer las cabezas
de sus dioses, pequeños y el párpado inferior algo elevado para
expresar gracia y languidez en Venus; grandes y de párpados ba-
jos en Minerva; abiertos y redondos en Juno. Júpiter, Neptuno
y Apolo los tienen grandes y casi redondos. Generalmente las
pupilas se dejan en hueco con un punto de relieve donde ha de
herir fuertemente la luz.
En las estatuas griegas la barbilla es prominente, presentando
algunas una pequeña depresión la cual, como hace notar Winkel-
mann no debe ser tomada como signo distintivo de sublime belleza,
sino más bien como carácter individual, comprobándose esto en la
Venus de Médicis. “Por eso no es visible en la Niobe ni en sus
hijas, ni en la Ceres de las medallas de Metaponte, ni en la Pro-
serpina de las de Siracusa, que son las figuras de mujer más be-
llas. Sucede lo mismo en las estatuas más hermosas de hombre.
No la tiene el Apolo del Vaticano, ni el Meleagro del Belvedere,
ni eh Baco de la Villa Médicis, ni otras cabezas ideales que se
ofrecen a nuestra admiración””. (1)
Uno de los detalles más tenidos en cuenta por los artistas grie-
gos es el que se refiere al cuello; éste es tanto más bello cuanto
más regular sea, así la Venus de Milo, esa maravilla que reapa-
recía ante los conquistadores de la belleza antigua, en el mismo
año que el infortunado suelo, que si acaso no la vió nacer la con-
servó para encanto nuestro y tormento de mujeres bellas, trataba
de rescatar por todos los medios su libertad de los sectarios de
Mahoma, nos presenta un cuello casi cilíndrico, considerado como
prototipo de los cuellos femeninos. Bellísima es también la gar-
ganta de Niobe. De tal modo da carácter el cuello que Venus dis-
frazada de vieja puede ser reconocida por Helena, merced a la
hermosura de su garganta y al sin par brillo de sus ojos.
Indicio de fuerza es un pecho desarrollado y su elevación,
siempre que no rebase los límites de lo normal, es un signo de
belleza. Grande importancia le concedieron los artistas clásicos
legándonos acabados modelos de desarrollo, perfección y belleza con
(1) Tomado de T. Avila: ““Anat. y Fisiolog. para uso de los Artistas,
t. IT, pág. 38.
182 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
el Diadúmenos de Policleto, el En de Lisipo, el Hermes de
Praxiteles, el Laocoonte, etc.
La representación de las venas en la estatuaria es conquista
del más acabado período del arte griego. Entre los egipcios y
pueblos del Oriente difícilmente se encuentra; este detalle pudié-
ramos señalar como característico, distintivo de esa escultura en
perfecto reposo y donde el ritmo del movimiento se lleva al infi-
nito. En el período arcaico de la escultura griega tropezamos de
nuevo con esa tendencia ¡que tanto cuesta emanciparse de la vieja
tradición! ¡Sin embargo, el griego, poseedor como ningún pueblo
en lo antiguo del espíritu de independencia y libertad, incansable
y valeroso guerrero pronto se apresta a la lucha y no halla reposo
en tanto no cree ha conseguido su ideal, de ahí que en corto plazo,
tres siglos a lo sumo, alcanzara el más grande éxito en todos los
órdenes de la actividad humana.
Esa supresión del relieve venoso, se explica en las grandes ma-
ravillas que en las cellas del Partenón y del templo de Olimpia
recibían el homenaje y adoración de los mortales; les robarían su
inimitable ideal belleza, y por otra parte, ellos, los dioses, no las ne-
cesitan.
Discretamente vemos las venas ir apareciendo en los héroes,
en los gladiadores, pero es preciso llegar a Lisipo y a la época ro-
mana para encontrarlas con humana naturalidad representadas;
así pueden observarse fuertemente pronunciadas en el Laocoonte,
cuyos miembros se crispan en un horrible espasmo de dolor, y
también en el Gladiador Moribundo del Museo Campidoglio.
En la actualidad no es posible desconocer el juego de los
músculos del rostro a los artistas del mármol; la orientación que
ha tomado la escultura casi exclusivamente civil y de retrato y
la índole compleja de nuestra civilización piden un minucioso co-
nocimiento anatómico. Ya no se puede ignorar que para que la
alegría se imprima al rostro es el zigomático mayor el que debe
funcionar, y según Duchenne, para que esa risa no resulte falsa
debe a la vez contraerse el orbicular inferior, de ahí que en este
trabajo, aunque alejándonos aparentemente del asunto, nos ocu-
pemos ligeramente del funcionamiento de los músculos correspon-
dientes a algunos sentimientos. Curioso resulta el comportamien-
to del zigomático mayor; en él no influye la voluntad, pues sólo
le mueven las afecciones del alma. Su acción asociada a otros
músculos, como el del dolor, produce la sonrisa melancólica; la
A
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 133
sonrisa húmeda en lágrimas y también la risa amarga, revelado-
ra de un profundo sentimiento de dolor moral. En cambio, la
expresión del enternecimiento, la compasión, la simpatía, la aflic-
ción y a veces el llanto está encomendada al zigomático menor, el
cual asociado a su vez al elevador común del labio y al elevador
propio del labio produce el llanto; pero si a esos músculos se
añade la acción del superciliar el llanto resulta doloroso, como
está fielmente expresado en el Laocoonte.
Los sentimientos tristes, las pasiones dolorosas y sombrías son
expresadas especialmente por los músculos motores del labio su-
perior.
A la feliz labor de M. Duchenne en 1862 se debe la demostra-
ción científica de la relación existente entre cada músculo facial
y una expresión determinada. Antes de él se analizaban más o
menos fisiológicamente y en relación con el fin artístico. Duchen-
ne aplicaba los reóforos de una pila eléctrica sobre cada uno de
los músculos faciales obteniendo diferentes expresiones. Pero co-
mo la impresión producida por la electricidad sobre el rostro de
los individuos quedaba modificada por la expresión personal se
convenció de que mientras no pudiese disponer de un individuo
cuyos músculos obedeciesen pasivamente a la corriente eléctrica
sus resultados serían siempre considerados poco menos que nu-
los. Por fin pudo disponer para sus experiencias de un sujeto ya
anciano atacado de anestesia facial. Ya era un paso de avance
notable, pero su buena suerte le hizo encontrar y poder disponer
de un joven, artista teatral notable al par que anatomista, el cual
ya había hecho ensayos sobre las expresiones en sí mismo. Du-
chenne pudo comparar las experiencias sobre este individuo con
las realizadas en el anciano fijándolas por medio de fotografías
temadas por él mismo para mayor exactitud y seguridad, permi-
tiéndole llegar a estas conclusiones: el músculo frontal es el de
la atención y asombro; a la contracción del orbicular orbitario
superior y el orbicular palpebral corresponde la expresión de la
reflexión, meditación; la del superciliar produce el sentimiento del
dolor; la del zigomático maycr la risa; el triangular de los labios
corresponde al desprecio; el cuadrado del mentón al disgusto, etc.
Consiguió Duchenne lo que se propuso: averiguar sobre cuales
músculos influye la voluntad para producir el gesto correspondiente.
Hoy nos permitimos asegurar que en cada músculo tiene asien-
to una expresión, pudiendo cada uno actuar en combinación con
134 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
otros que pudiéramos llamar concordantes, siendo imposible, por
otra parte, la función combinada de algunos músculos, como es
imposible también la unión de dos sentimientos opuestos.
La representación en la escultura de este juego de los múscu-
los del rostro no fué recurso obligado de los maestros de la buena
época, porque ellos preferían expresar las pasiones y los senti-
mientos sólo por las líneas del rostro. Pero ellos sí representaron
en el mármol con toda fidelidad cuanto al movimiento, al juego
de las articulaciones se refiere. Aquellos Apolos de piernas uni-
das y brazos caídos en el transcurso de aleunos siglos vencen su
pereza y aun con bastante timidez les vemos avanzar una pierna,
separar las manos del torso, ladear un poco la cabeza hasta que
Mirón rompiendo para siempre los antiguos moldes da comienzo
a la era esplendorosa que habían de coronar dignamente Scopas y
Praxiteles.
El Discóbolo presenta un cuerpo exactamente anatomizado, del
mismo modo que el sátiro Marsyas acusa en lo marcado de sus
músculos, en sus rodillas, en los pies, ete., un conocimiento de la
anatomía bastante perfecto. Ese tórax revela el conocimiento, la
observación concienzuda de las modificaciones que en él imprimen
los actos de la respiración, actos a que van unidos también la ex-
presión de las emociones; la sorpresa en Marsyas está representa-
da con naturalidad pasmosa.
Dejando a un lado a Fidias, excelso escultor de dioses, es Po-
licleto quien recogiendo cuanto en siglos anteriores contribuyó al
progreso, establece un Canon cuya copia mejor conservada es la
del Museo de Nápoles.
El Doríforo de Policleto; el Idolino de Licios y el Discóbolo de
Alcamenes son del mismo tipo; sin embargo, notamos que el Do-
ríforo muestra un exagerado relieve, como corresponde a la obra
que ha de ser vaciada en bronce, la cual al ser copiada en már-
mol acusa más las uniones de las distintas regiones del cuerpo. El
Idolino fué copiado en bronce; aparece más fino, delicado, des-
cartando la parte de esta delicadeza que corresponde a su mayor
juventud. El Discóbolo de Alcamenes desde su origen realizado
en mármol nos presenta los relieves del pecho y las caderas me-
nos acentuados.
La articulación de las rodillas en todos está hábilmente reali-
zada; la posición que Stratz denomina “de caderas”? revela maes-
tría y está copiada con perfecta naturalidad. Las tres estatuas
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 135
tienen el cabello corto y rizado, labios carnosos, frente ancha y
nariz recta. Son los detalles característicos de la época.
Los músculos del cuerpo hallaron fiel interpretación en los ar-
tistas clásicos. Con sus estatuas podemos formar la más extensa
gama. Y no sólo en las obras de los períodos de esplendor; en el
período arcaico, tomando como tipo de comparación los Apolos
veremos que en el de Tera la cabeza no se aparta de la ley de fron-
talidad, sus facciones tienen la fijeza de lo sin vida; su cuerpo
ajustado al modelo egipcio le hace aparecer a primera vista más
antiguo, sobre todo porque conserva el antiguo estilo de la talla
en madera. Sus formas son redondeadas y sus contornos despro-
vistos de líneas agudas. Los brazos pendientes a lo largo del
cuerpo sólo se separan un poco a la altura del codo. Ha llegado
a nosotros hasta la mitad del muslo. Los músculos de toda la
figura bastante mal observados, en corto tiempo, los vemos pro-
egresar notablemente en el de Tenea, presentando en la articula-
ción de la rodilla sus tres prominencias. La pierna en su conjun-
to se ajusta a las; reslas del natural; el tobillo se afina, la panto-
rrilla eleva sus músculos señalando con bastante claridad el borde
de la tibia. Notable prosreso podemos observar de uno a otro
Apolo en las extremidades superiores y en los músculos del tronco;
pero en cuanto al movimiento audaz en la figura, esfuerzo por
despojarse del pasado inmóvil y presentar los adecuados detalles
de la vida, ninguno que deba la escultura mirar con más amor,
por lo mismo que en remotos tiempos y sin precedente alguno se
presenta, que el del erupo de los eginetas, donde al guerrero he-
rido, al intentar romper con las características de su período con-
serva la posición de frontalidad desde los pies al ombligo y el resto
del cuerpo se mueve aunque sin naturalidad. Los Tiranicidas al
dar un ejemplo del valor de dos ciudadanos frente a los ultrajes
de un enecumbrado parecen indicar a todos, ciudadanos y artistas
de la independiente Grecia el camino de la heroica libertad sin
trabas ni yugo alguno.
Mirón en el período de transición recorrerá aleo más en la sen-
da del progreso; pero Polieleto es quien, sin disputa aleuna, ahon-
dando más el surco del naturalismo lleva al arte escultórico a in-
discutible progreso.
No se piensa en esa era tantas veces prometida y con tantas an-
sias esperada, sin que acto seguido al labio acuda el nombre de
136 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
los grandes maestros que ilustraron tan vigorosa florescencia es-
cultórica: Praxiteles, Scopas y Lisipo.
El Hermes, del primero de estos genios, de gracia maravillosa,
hallado en las excavaciones de Olimpia, en el mismo lugar donde
lo vió Pausanias, es la genuina representación del suave modela-
do en que ni el más nimio detalle acusa un leve defecto anatómico.
Las formas ya no se presentan ofreciendo aquella notable sucesión
de planos a que respondían las estatuas hastal el período anterior;
se sienten blandas; la marmórea superficie hace concebir una piel
delicada y tibia. En el Hermes encuéntrase acentuada la promi-
nencia ilíaca, ello es un carácter de virilidad, pero las líneas de
la pelvis en sucesiva fusión de músculos acusan una maravillosa
observación del natural. La estatua en conjunto revela un tecni-
cismo llevado a la perfección, provocando en quien la contempla
.n encanto y seducción inexplicables. Se ha tratado de restaurar
dándole piernas a Hermes y brazos al niño.
En la Venus de Cnido encontramos la inimitable representa-
ción de un bello cuerpo viviente; tal como corresponde a la que
es diosa del amor y al sentimiento griego elevado y sutil; apasio-
nados por la belleza habían de brindar al más bello y tierno de
los sentimientos la más acabada prisión, el más encantador cuerpo.
Del tronco a los muslos los músculos se suceden insensiblemente;
sus extremidades inferiores de formas redondeadas y articulacio-
nes estrechas cual a un cuerpo femenino corresponden, no se apar-
tan ni un ápice de los principios anatómicos; sus talones delicados
y estrechos, por un proceso natural de la imaginación se acusan
con tenue color de rosa cual si la vida los animara.
Así como el Hermes praxitélico es la transformación realizada
por un artista, en un período de cambiantes ideas religiosas, de
un dios en un mancebo brindando uvas a Dionisos, y Friné le sir-
vió, para copiando a la diosa, introducir el desnudo femenino en el
arte, el delicado muchacho que se distrae intentando matar un
lagarto es la humana representación del mito de Apolo cuando
priva de vida a la serpiente Pitón. Este Apolo Sauróctono, aun-
que delicadamente conformado, lo mismo que el Hermes, muestra
a nuestra consideración, exactitud en sus detalles anatómicos: el
movimiento espontáneo del brazo izquierdo que busca su punto de
apoyo a la altura del rostro, el movimiento de los hombros, la sua-
ve flexión de todas sus líneas revelan la energía en potencia que
acumula este joven dios. La rodilla es una maravilla de ejecu-
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 137
ción y la especial posición en que lo ha colocado el autor da la
clara percepción del movimiento libre y natural; esta casi feme-
nil creación es la que da patente en la Historia del Arte a la fran-
ca posición isquiática.
Por último, podemos decir: que Mirón con el Discóbolo, y el
Sátiro de Praxiteles eruzando las piernas y un brazo descansando
en la cadera consiguen lo que pretendió Akermos con su Artemis
alada: libertar el Arte de la Escultura del quietismo, ese pesado
legado del arte Oriental.
Dejando a un lado a Scopas para quien reservamos prominente
lugar en este trabajo, digamos algo de Lisipo, el único escultor
por quien Alejandro quería ser retratado ““porque este artista
figuró con la mayor viveza aquella ligera inclinación del cuello al
lado izquierdo y aquella flexibilidad de ojos que con tanto cuidado
procuraron imitar después muchos de sus sucesores y amigos. (1)
Lisipo, modificando con su Apoxiómenos el Canon de Policle-
to revive algo de la estructura ya pasada en el cuerpo de sus hé-
roes, como el corte de pelvis antiguo, e introduce la mierocefalia
en el Arte. De él no conocemos obras originales que nos permitan
apreciar esas alteraciones, sin embargo, podemos decir que men-
cionadas por Plinio y **realizadas a conciencia?” tienen su razón
de ser si consideramos la altura a que eran colocadas sus obras,
por eso el Apoxiómenos sobre una alta columna de la Palestra *“la
cabeza perdida en el espacio hubo de ser empequeñecida, y las
piernas, sobre todo los muslos tuvieron que ser prolongados, para
que vistos de abajo causasen la impresión del natural. (2)
Ei Hércules Farnesio, que según Woermann, se debe al cincel
del artista Gel vigor muscular, tiene el tamaño natural; muestra
los músculos de todo su cuerpo en la plenitud de su desarrollo sin
faltar por eso a la armonía total de la figura, pudiéndose admirar
en él la notable observación y perfecta ejecución del sistema vas-
cular en toda la superficie del cuerpo.
En ese msmo siglo IV las graciosas y fráziles figuras de Tana-
gra y Beocia delicadamente bellas constituyen un arte costumbris-
ta, carácter al cual debemos agradecer el conocimiento preciso de
la época.
A partir de Lisipo toma el Arte la denominación de helenístico,
(1) Plutarco: “Las Vidas Paralelas””, t. IV, pág. 8, 1916.
(2) Stratz: *“La Figura Humana; en el Arte””, pág. 94.
138 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
significando con ella cuánta es su extensión, sin degeneración de
ninguna clase; antes, al contrario, es a ese período al que debe-
mos poder contar entre el antiguo legado el verdadero retrato es-
+altórico y la representación de aquellas edades que por poco be-
llas y por poco precisas quedaron excluídas del cincel de los gran-
des maestros: la ancianidad y la infancia. Es en este período
cuando aparece interpretada en todo su esplendente encanto esa
feliz edad todo risas, alborozo y juegos en la cual si acaso el llanto
aparece con presteza huye, evaporándose al nacer el aljofarado
rocío que entre sus pestañas brota.
En este período de verdadero arte va lentamente palideciendo
hasta acabar por sumirse en peligroso letargo; sin perder nada de
su majestuosidad, como el sol desciende a su ocaso derramando
aún luz, tal vez sus más fructíferos rayos. É
IV
LOS FILÓSOFOS Y LOS SOFISTAS, NUEVA ORIENTACIÓN DEL ARTE
La sofística había despertado el sen-
tido de la observación de los carac-
teres y temperamentos y la escultura
imitó hasta célebres inscripciones de
sofistas, como Heracles entre el vicio
y la virtud. (1)
CURTIUS.
Los primitivos habitantes de la Hélada al crear los dioses que
habían de habitar el Olimpo y los mitos con ellos y los mortales
relacionados, tal parece quisieran fijar una serie para cada época
de su historia, en armonía con las ideas que habían de predominar
en los distintos siglos. En realidad, debemos decir, esas creencias
no son más que el reflejo de las ideas predominantes en cada épo-
ca, nacidas de las necesidades de la existencia.
Desde la edad más remota hasta el siglo X A. C. ¿qué creían,
qué temían y qué amaban los griegos? Si difícil es saberlo con
certeza no lo es tanto conjeturarlo; la sencillez de toda vida pri-
mitiva; el constante contacto con la Naturaleza; la dependencia
íntima entre el hombre y su medio natural originan ese temor que
(1) Curtius: ““Historia de Grecia”?, t. VII, pág. 386.
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 159
los inexplicables fenómenos naturales despiertan en un alma vir-
gen de toda experiencia. Lentamente comienza el individuo a in-
terpretar a su modo esas fuerzas misteriosas y a cavilar sobre él
cómo las dispondrá a su favor, interpretación que en Grecia por
virtud de ese especial carácter de su pueblo, extraño a la medita-
ción, atraído sólo por io especulativo sufre una modificación : 1as
simples observaciones de ayer se transforman en creencias asimila-
das completamente a sus pensamientos y pasiones, de ahí que 2
temible poder antes impersonal y desconocido aparezca como lg
voluntad de seres superiores, pero a ellos semejantes; así surge a
la vida el antropomorfismo de tan fructíferos resultados al Arte.
Ya del siglo X al VIII A. C. son esos dioses los que gobiernan
el mundo. Homero y Hesíodo, que según Heródoto constituyeron
la, ciencia de los dioses, mos los muestran como los reyes del cielo
y de los infiernos gobernando sus pueblos con una mezcla de ra-
zón, inteligencia, justicia, benevolencia y de las pasiones que agi-
tan a los hombres. Surgen los mitos que el tiempo tamiza, la in-
teligencia depura y la fantasía adorna y agiganta; la vida está
llena de encanto pero también de sinsabores sin cuento y los mitos
se adaptan a cada una de sus fases. Como dice Miiller, las ideas
religiosas de Homero adaptábanse a una época en que los más
distinguidos y los más cultos se dedicaban a los ejercicios de las
armas y a discutir sobre los negocios públicos, esto es, a la época
heroica.
Así van llegando al siglo Y donde los dioses mayores tienen
una personalidad precisa a la cual Fidias se encarga de dar fiso-
nomía; así son sobrenaturales, magnánimos, grandes y bellos eo-
mo Atenea y Zeus; así mismo Esquilo nos los presenta en la esce-
na. Siglo portentoso no amagado por serios temores, en el mismo
suelo griego en que la inteligencia, la riqueza y el Arte recrean
los sentidos, encantan la existencia.
Nada delicado y bello perdura. Verdad es que la niñez, la
más hermosa parte de la existencia rápidamente se esfuma; los
ideales forjados en la juventud presto se pierden y al final sin
ideales ni juventud se contempla la propia alma hecha girones en
el camino. Tal la Grecia, feliz en su infancia, gloriosa en su ju-
ventud, alcanza a ver en medio de ese nismo siglo V tanto esplen-
dor y maravilla tanta decaer. Los mitos ya no encuentran eco
en el fondo de los corazones; poco a poco van perdiendo el dulzor
del néctar recién libado en las rientes y floridas faldas del Himeto;
140 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
la pureza de aquella rica miel, nueve veces menos dulce que la
ambrosía y que al pie del Helicón gustara Hesíodo en los mismos
labios de las Musas; ya no poseen su mágico encanto; ya no mues-
tran su inimitable belleza.
Es en sus colonias (siglo VI A. C.) donde Grecia ha de en-
contrar la iniciación de prineypios demoledores, como en ellas tam-
bién había hallado cuanto en Artes la elevara.
Tales, en Mileto, afanoso busca la explicación del origen de las
cosas fuera de la interpretación teológica colocando en inestable
equilibrio el mundo de las leyendas. El vió fuerzas naturales allí
donde Homero y Hesíodo veían dioses; creyó que el Universo era
un organismo viviente y los dioses fueron para él las fuerzas mis--
mas de la Naturaleza, las causas que producen los fenómenos””
(1) de ahí que sin ponerse en contradicción con sus creencias pu-
diera decir: todo está lleno de divinidad.
La filosofía cambiando incesantemente el elemento originario
y primordial de las cosas, buscando paciente y constantemente la
causa primera, ataca la religión en su fuente, pues, el mito se
analiza sin piedad y de su fondo surge una nueva creencia, la
cual siendo cuna de una futura ley, es, en cambio, tumba de un
ideal presente.
Elevándose cada vez más en el campo de lo científico se llegó
a decir, ya en, el siglo V, “los dioses son una creación de la ima-
ginación de los hombres atemorizados por las convulsiones de la
corteza terrestre””. (2) Este grito surgido espontáneamente de las
investigaciones de Demócrito infiere mortal herida al cada vez
más vacilante templo griego, permitiéndonos con Duruy decir: “la
imaginación y el sentimiento habían fundado el politeísmo y la
ciencia le mató””. (3)
Fué Demócrito con su teoría at: mística quien preparó el cami-
no, quien trilló la senda por donde el escepticismo pronto se des-
lizó, y el mismo Demócrito al recomendar el rehuir los enfadosos
cuidados de la vida si se quiere ser feliz fué quien depositó en lo
moral el germen del epicureísmo. Mas ¿Demócrito puede ser con-
siderado culpable por tales consecuencias? Nunca podrá ser afir-
mativo el juicio. Al desprenderse el espíritu griego de los lazos
(1) Duruy: ““Historia de los Griegos?””, t. I, pág. 322.
(2) V. Duruy: “Historia de los Griegos?”, t. II, pág. 278.
(3) V. Duruy: ““Historia de los Griegos?””, t. II, pág. 278.
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 141
de la antigua fe; al interrogarse a sí propio sobre los fenóme-
nos de la aturaleza y sus causas; al avanzar tan sólo una lí-
nea hacia el progreso científico Grecia incubaba en su seno, sin
darse cuenta, el germen, fatal a sus dioses y a su fe, pero de fe-
eundidad inconcebible a la posteridad. El pueblo dejó de ser niño
para convertirse en adulto de ahí que cesasé el canto y comenzara
la preocupación por los problemas serios de la existencia.
““Las doctrinas filosóficas de los primeros tiempos, dice Paul
Janet, nacidas de la curiosidad y de la admiración, chocan unas
con otras y armadas de la dialéctica se destrozan. La religión
minada por los ataques de los filósofos, las burlas de los poetas
y el buen sentido del pueblo pierde de día en día su autoridad
o degenera cada vez más en torpe superstición. La antigua moral,
que a decir verdad, no estaba exenta de dureza y barbarie, pero
que producía costumbres fuertes y sencillas, se desmorona y cae
por sí misma. El desarrollo exagerado de la democracia, la mul-
tiplicidad de las revoluciones, el exceso de lujo, todo favorece la
corrupción. Al final el Estado oscila entre la tiranía y la dema-
gogia y no escapa de la primera sino para caer en la segunda o
viceversa””. (1)
Ese momento de incertidumbre fué el escogido por los sofistas
para hacer su aparición triunfante, exponentes fieles del incesante
socavar en el antiguo orden de cosas.
La educación hasta entonces inconmovible en sus antiguos pi-
lares acrecienta su esfera; a mediados del siglo V toma incre-
mento inusitado y ante la terrible duda que al ánimo agita, des-
pués de la transcendental y enorme interrogación formulada por
los sofistas: ¿es posible en este mundo hacer afirmaciones absolu-
tas? ¿nos encontramos en presencia de algo vago, impreciso, in-
corpóreo, que no tiene más valor que el que queramos darle? La
juventud ateniense se presta a medir sus fuerzas en el destructor
torneo de una dialéctica mal dirigida, para la cual todo asunto
forma lema a propósito para la argumentación.
Ya la gimnástica ha olvidado su primitiva misión; ya no for-
mará ágiles efebos, vigorosos ciudadanos, sino aspirará a propor-
cionar bienestar individual; sus fines de objetivos se-transforman
en subjetivos.
La música sobre la cual había descansado hasta entonces la
(1) Paul Janet: “Historia de la Ciencia Política””, t. 1, pág. 105.
142 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
severidad e integridad de la educación, auxiliar poderoso y eficaz
del Estado sufre no menos profundas modificaciones, las cuales
aceptadas con bastante timidez al principio acaban por enseño-
rearse del espíritu popular. Aquellos cantos dóricos tan sencillos
de que tan apasionado se muestra Aristófanes, son desplazados por
otros que se adaptan perfectamente a los sentimientos dominantes
en la época, requiriéndose preparación larga y agilidad prodigiosa
para tañer los instrumentos, modulaciones nuevas y difíciles en la
voz que canta. El ritmo, la medida, todo se complica expresando
ya ligereza alada y sutil, ya pasión avasalladora, penetrando en
el teatro con Eurípides. Con él las ideas puramente nacionales
se echan a un lado para hacer espacio a temas más amplios que
atañen a la humanidad entera, trazando de este modo su camino
a la estatuaria.
Se originan ciencias nuevas, como la lósica, retórica y gramá-
tica que amplían la esfera de la enseñanza. Pero donde encontra-
mos actuando con más vigoroso impulso el efecto demoledor de las
nuevas ideas es allí, en el terreno escogido por los sofistas para
hacer fructífera su simiente, allí donde el campo estaba verdadera-
mente preparado, entre aquellos jóvenes que suspiraban por dis-
tinguirse en la vida pública o que aspiraban a conseguir la feli-
cidad. De este modo, el individualismo tomando cada vez mayores
vuelos iba lentamente destruyendo cuanto era grato a los dioses.
¿Qué de extraño es, pues, que el viejo Aristófanes, apegado a las
costumbres de sus antepasados y de su juventud hiciera vibrar
en sus comedias con lamentable acento la angustia que a su
alma laceraba? ¡qué de amargas lágrimas no habrán destilado sus
cansados ojos!
Cada cual piensa en un remedio para evitar tan grandes males,
pero indiscutiblemente, nineuno más que Sócrates tuvo la visión
clara de la verdadera fuente de donde emanaba tan lamentable
corrupción, y al mismo tiempo que su clara inteligencia pudo vis-
lumbrar, si no el principio que había de salvar su patria el que
daría por siempre libertad a la humanidad, tuvo valor sin igual
para acometer él sólo la empresa de acabar con el terrible mal
encauzando las inteligencias por los derroteros de la moral. Só-
crates se propuso ““aislar el sentido moral a cuyo alrededor los
sofistas habían acumulado tantas nubes; buscó en el individuo lo
que es la naturaleza humana””, (1) partiendo del ““conócete a ti
(1) V. Duruy: “Historia de los Griegos””, t. III, pág. 24,
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 143
mismo” que a las miradas de todos se ofrecía en el frontis del
templo de Delfos. ,
Mediante su palabra fácil y vigorosa '“a más de uno condujo
por la senda de la virtud””; su fina ironía llevaba insensiblemente
a confesar el error, a asegurarse en lo cierto. Y Sócrates, no ene-
migo, sí contrario a los sofistas fué acusado de tal; aun más, lo
que parece inconcebible, Aristófanes pudo confundir la labor nega-
tiva de los sofistas con la verdaderamente filosófica del creador de
la moral y ciencia humanas, tal vez cegado por el brillo de la dia-
léctica sutil con que Sócrates revestía su religión filosófica? Por-
que si es cierto que en principio Sócrates no difería de los sofis-
tas, en la interpretación de las mismas máximas era completamen-
te opuesto. Con Sócrates el hombre individual de los sofistas se
engrandece, amplía su concepto y constituye el hombre transcen-
dente universal. ¡Qué estupendo crimen cometido por un hom-
bre! ¡Cuán laudable esfuerzo, cuán ruidoso triunfo el de los tres
individuos que necesitaron su elevada posición para condenar a
un hombre que se sabía mortal: así las más nobles aspiraciones de
un individuo por proporcionar a sus contemporáneos el bienestar
moral abre a sus sucesores el paraíso del sentimiento, inunda de
celestes claridades cuanto de espiritual encierra el hombre.
En el lento rodar de los tiempos quedó señalada una fecha,
399 A. C. y la hora en que la cieuta cumplió su misión fatal se-
ñala el surgir poderoso de una vida hasta entonces desconocida.
Los principios socráticos, rayos de luz en profundas tinieblas, to-
mados más o menos al pie de la letra serán fuentes inagotables de
donde se extraerán innúmeros sistemas filosóficos. Sólo otra fecha,
aquella de la crucifixión de Cristo, sobrepuja a la que nos ocupa
y nos muestran ambas que ya desde la cruz, ya sorbiendo cicuta
se puede favorecer a la humanidad. Tratar de ahogar un princi-
pio es arrojar materias combustibles a un incendio, es tratar de
detener el rayo, es, en fin, probar que existe lo imposible.
En esa situación las creepcias elaboradas ofrecen nuevas orien-
taciones a las artes “vertiendo en los molaes tradiciones de las
viejas leyendas la rica substancia de sus pensamientos formados
por una cultura nobilísima y hechos sensibles a todos por la be-
lleza de una forma incomparable'”. (1) “La Naturaleza, dice
Paul de Saint Victor, entra en el teatro con Eurípides. Esquilo
(1) A. Croiset: *““Las Democracias Antiguas””, pág. 155.
141 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
y Sófocles por hallarse aun demasiado cerca de los dioses para
condescender, no habían mostrado sino los aspectos grandiosos.
Eurípides la pone de manifiesto en todos sus aspectos; hace que los
sufrimientos se quejen, que los caracteres desfallezcan y que sangren
las heridas; agita en todos sentidos a los cuerpos y a las almas y ex-
trae del corazón, palpitantes, las pasiones que hasta entonces no
habían sido expresadas?””. (1)
Seopas y Praxiteles en la estatuaria serán los genuinos repre-
sentantes de ese movimiento humanista; esencialmente religiosos
y eminentemente delicados se ocuparán de preferencia de aquellos
dioses cuyas pasiones los acerquen más a los hombres. No hemos de
temer encontrar en ellos la actitud descompuesta de la pasión des-
ordenada, sus motivos llegarán a sus límites, mas allí se detendrán,
jamás osarán traspasar los umbrales de ese reino; la delicadeza,
la exquisitez y gracia en los movimientos por parte de uno, la ex-
presión atormentada en el rostro, el gesto apasionado, el movi-
miento rápido, pero sin descomponerse, del otro constituirán la
regla en este período.
(Concluirá.)
oo ————
(1) Paul de Saint Victor: ““Las dos Carátulas”? Eurípides. pág. 189.
NUTRICION NITROGENADA DE LOS VEGETALES
POR EL DR. CARLOS THEYE
Profesor de Química
En el mes de Septiembre del año pasado, Monsieur Lutz, profe-
sor en la Facultad de Farmacia de París pronunció en una de las
aulas de la Universidad (Sorbona) cuatro conferencias sobre la
alimentación nitrogenada de los vegetales, estudiando la utiliza-
ción del nitrógeno nítrico, del amoniacal, del orgánico y del at-
mosférico; y la fijación de este último por las simbiosis bacterianas.
A —Nutrición por el Nitrógeno nítrico. —Boussingault fué el
primero que se ocupó de ella demostrando que las plantas absor-
ben el nitrógeno nítrico. Examinemos los diferentes factores que
intervienen en esa absorción.
1?—Naturaleza del vegetal: se ha demostrado la presencia de
los nitratos en los tejidos de los vegetales por la acción de una
solución de clorhidrato de cineonamina que forma un nitrato ama-
rillo insoluble. Las experiencias de Capus demuestran la presen-
cia de nitratos en todas las plantas, aún en los parásitos, aunque
en éstas en proporción menor; en cambio en el tabaco se acumulan
proporeiones enormes de nitratos.
22—Influencia del substratum: la acumulación de nitratos de-
pende en segundo término de la naturaleza del terreno. En los
bosques las plantas no absorben nitratos; por lo menos la cantidad
de nitratos que esos suelos contienen es ínfima a causa de la gran
cantidad de humos, que es un obstáculo para la nitrificación.
32—Intensidad de asimilación elorofiliana: este es un tercer
punto que debe considerarse. En presencia de la luz solar, que es
el momento de la mayor asimilación clorofiliana, la-planta no absor-
be nitratos; pero sí en la oscuridad. En las plantas marchitas y
por consiguiente sin clorofila los nitratos son abundantes.
Transformación de los nitratos en las plantas.—Toca ahora con-
siderar cómo esos nitratos absorbidos se transforman en las plan-
tas. Según Godlewski los nitratos absorbidos se transforman en
amidas en los tejidos, y éstas a su vez en materias proteicas. Esta
146 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
es en efecto una transformación conocida en las síntesis orgánicas,
pasando primero las amidas a peptidos y polipeptidos. Pero otros
experimentadores sostienen que esa formación intermedia de ami-
das no existe; la cuestión no está pues dilucidada. Pero se sabe
que en ausencia de la luz esa transformación es retardada o im-
pedida; sin embargo en, presencia de azúcar la transformación en
materias proteicas se realiza aún en la oscuridad.
Repartición de los mtratos.—En los tejidos embrionarios no
existen nitratos; pues la presencia del almidón impide la acumula-
ción de los nitratos. En el comienzo de la vegetación los nitratos
se encuentran en el tallo y persisten allí hasta después de presen-
tarse la flor. En el momento de la fructificación es en las hojas
donde se hace la transformación de los nitratos en materias pro-
telcas.
B.—Nutrición por las sales amomacales.—Por las experiencias
realizadas se ha comprobado que ellas pueden ser absorbidas tan
bien como el nitrógeno nítrico, con tal que la concentración de la
solución no pase de 0,50 por 1000; el haber descuidado esta con-
dición ha causado decepciones en' el empleo de las sales amoniaca-
les; la adición de sales de calcio facilita esa absorción, aún en las
soluciones concentradas.
Absorción de los amomiacos compuestos o aminas.—Emplean-
do soluciones de elorhidratos de aminas en arenas esterilizadas y
bien lavadas se ha observado que las plantas fanerógamas absor-
ben dichas sales, pero con la condición que el radical alcohólico R
que sustituye al hidrógeno en el amoníaco para formar la amina
sea de poco peso molecular; también se ha observado que las ami-
nas primarias dan la mayor asimilación, por ejemplo (C3 H”)
NH? dará mayor asimilación que (CH* N*). En las aminas aro-
máticas cuando el nitrógeno se encuentra sobre el núcleo la ami-
na es tóxica para las mucedíneas y muchas otras plantas; mien-
tras que cuando el nitrógeno se halla en la cadena lateral como en
la benzilamina C* H*-CH?-NH? ella no es tóxica. Las bases pi-
rídicas no son asimilables; pero no son tóxicas.
C.—Nutrición por el nitrógeno orgánico.—Los alcaloides tienen
una verdadera función nutritiva y en casi todos los casos son absor-
bidos.
La experiencia ha demostrado que una solución de atropina al
1 p. 1000 es fácilmente absorbida y que se puede luego encontrar
este alcaloide en los tejidos, de donde desaparece finalmente.
C. Theye: Nutrición nitrogenada de los vegetales. 137
En 1898 Lutz operó en fanerógamas, en alvas y en hongos em-
pleando como sostén arena bien lavada' y esterilizada por el calor;
observó que el alcaloide aislada es tóxico, pero no cuando se halla
en forma de sal. Según él los clorhidratos de quinina, de cocaína,
de morfina no son nutritivos para esas plantas; pero Comére, ope-
rando sobre algas, ha llegado a un resultado opuesto; es probable
que éste empleara soluciones de concentración distinta a las de
Lutz.
La presencia de nitrógeno en combinación mineral facilita la
absorción mineral del alcaloide por la planta. Una vez absorbido
el alcaloide se transforma pasando a formar albuminoides, y éstos
producen asparagina. El asparagina también es asimilable. Se-
eún Frank otras amidas, como la urea lo son también; y Lutz ope-
rando sobre algas y hongos observó que las amidas de la serie gra-
sa son directamente asimilables, así como los ácidos amidados;
mientras que las amidas aromáticas son tóxicas.
De todo esto resulta que la cuestión de la asimilabilidad de las
amidas está resuelto en un sentido positivo.
Lutz ha hecho sobre honeos un estudio comparativo de la asi-
milabilidad de amidas, aminas y nitrilos. De ello resulta que las
primeras son las más asimilables, viniendo luego por orden las ami-
nas y los nitrilos.
D.—Fijación del: nitrógeno atmosférico por las simbiosis bacte-
rianas.—Winograski se ha ocupado mucho del asunto y ha clasi-
ficado esas bacterias en bacilos a y B El Clostridium Pasteuria-
nus es un fermento butírico que proporciona ácido butírico y áci-
do acético con desprendimiento de anhídrido carbónico y de hidró-
geno. La temperatura máxima es de 30” y entonces la absorción
de nitrógeno es mínima; la bacteria sin embargo resiste a una
temperatura de 75".
El Clostrídiun absorbe nitrógeno en un medio privado de oxí-
geno sobre todo si se halla en presencia de dextrosa; con 1000 par-
tes de glucosa puede fijar 1.5 de nitrógeno en cultivo anaerobio;
pero en cultivo aerobio esa proporción de glucosa fija hasta 1.8 de
nitrógeno. Los cultivos más enérgicos se obtienen con dextrosa,
inulina y levulosa. Hay que tener en cuenta además la concen-
tración de la solución de hidrato de carbono; a mayor concentra-
ción corresponde un menor poder de absorción.
El Clostridium se encuentra en las hojas muertas en descompo-
sición ; ello explica por qué el humus natural es rico en nitrógeno.
148 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
Al lado de los mierobios anaerobios existen microbios aerobios
fijadores de nitrógeno. Esos trabajos se deben principalmente a
Beyerinek, el cual establece 3 clases de bacterias: 1? micronitrófi-
las; 2% mesonitrófilas; 3* polinitrófilas. De estas bacterias el Azo-
tobacter chroococecum es la más importante; se encuentra en los
terrenos fértiles y falta totalmente en los suelos ácidos. Un me-
dio de cultivo muy favorable para esta bacteria es el siguiente:
100 gramos de agua
2 » Manito
2 centing, solución normal de fosfato potásico
2 gramos de gelosa y una temperatura de 300,
La apariencia de la bacteria en el mieroscopio es cociforme.
Después del azotobacter chroococeum coloca Beyerinck el Az20-
tobacter agilis que es mesonitrófilo; y otra especie, el granulobacter
sfericum fija por sí solo el nitrógeno, pero con más abundancia
cuando se halla en presencia de azotobacter.
A esas bacterias Loehrin y Westerman agregaron en 1909 el
azotobacter vitreum (especie inmóvil) y el Bacilus daniscus. Estas
cinco especies que acabamos de reseñar constituyen las más impor-
tantes: existen otras que lo son menos, como el Bacilus azofilo de
Fulner y Fred. Para el buen funcionamiento de todas esas bac-
terias se necesitan grandes cantidades de materias orgánicas, so-
bre todo hidratos de carbono como dextrosa y levulosa. Se ha
observado que el furfurol (compuesto heterocíclico), que se en-
cuentra en ciertos estiércoles, facilita también la absorción del
nitrógeno; y Heinze ha demostrado que las materias úlmicas son
igualmente favorables; por el contrario la hidroquinona y el ácido
salicílico son perjudiciales. Una solución concentrada de eloruro
de sodio constituye un verdadero tóxico en esa absorción del ni-
trógeno por las bacterias.
En cuanto a la urea, a la'glicocola y a la formiamida, no pue-
de decirse que ellas perjudican al azotobacter, pero como esta bac-
teria toma el nitrógeno de esos cuerpos, sucede que entonces ella
no realiza su función fijadora del nitrógeno atmosférico. Hills
ha demostrado que si en lugar de ser orgánico, el nitrógeno de la
materia que está en presencia del azotobacter es mineral, por ejem-
plo en forma de nitrato, entonces la acción es favorable o adversa
según la naturaleza del nitrato; si es de calcio es favorable y si de
amonio perjudicial.
C. Theye: Nutrición nitrogenada de los vegetales. 149
En cuanto al mecanismo de la absorción del nitrógeno hay que
abandonar para su explicación la idea de la simbiosis; ese nitró-
geno es inmediatamente transformado en albuminoides, y la prue-
ba es que el azotobacter desecado llega a contener 80% de albumi-
noides. a
Influencia de la radivactividad.—Ha sido estudiada con pech-
blenda colocada a distancia o bien encerrada en tubos de vidrio
que han sido introducidos en el medio de cultivo del azotobacter;
pero los rayos By y de la radiación son desfavorables. En re-
sumen este es un punto que necesita más estudio.
Fijación por simbiosis intervimendo una planta verde.—Este
es el caso de las leguminosas cuyas raíces están esmaltadas de no-
dosidades cuyas células contienen bacteroides. Beyerinck estable-
ce dos variedades de bacterias en las nodosidades: 1? las de las al-
verjanas, del trébol, del chícharo que dan en su desarrollo for-
mas redondeadas; 2% las de los frijoles que se desarrollan mejor
que las anteriores y dan grandes bacteroides de forma óvala.
El chícharo da el máximum de cosecha cuando se le inocula
econ cultivo puro y es inoculable con bacterias de otras especies;
pero en general se necesitan bacterias de plantas cercanas en su
especie. Se ha querido hacer del Bacilus radicicola Y especies,
pero debe más bien verse en esas subdivisiones razas de una misma
especie.
Diversas sustancias influencian en uno u otro sentido el des-
arrollo de esas bacterias; en medio puede ser ligeramente ácido o
alcalino sin perjudicar al desarrollo. Los nitratos entorpecen la
formación de las nodosidades; una solución de nitrato alcalino al
1 por 1000 impide por completo la formación de las nodosidades
en los chícharos; pero las sales de calcio favorecen la producción
de las bacterias. Cuando se agrega sulfato de amonio a un terre-
no, las leguminosas que allí crecen son pobres en nodosidades; los
superfosfatos son favorables para los chícharos y las alverjanas,
pero no para las habas. Para no exagerar el valor de esas conclu-
siones debe tenerse en cuenta que las concentraciones empleadas
por esos autores no son precisamente las que se encuentran en el
terreno. En los suelos esterilizados y sin materia orgánica los ni-
tratos sódico, potásico y cálcico aumentan las bacterias; las sales
de cromo, manganeso y niquel son favorables. En cuanto a las
materias orgánicas las observaciones de Wohltmann demuestran
que el humus es favorable; pero Heinze agrega que para que esa
150 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
acción sea favorable es necesario que exista en el suelo nitrógeno
soluble.
De todo lo anterior se deduce que la simbiosis bacteriana de las
leguminosas fija el nitrógeno atmosférico; sacarosa, pentosas, exo-
sas en la proporción de 2 a 6% favorecen esa fijación.
Mecamismo de la fijación del mitrógeno.—Se debe a Mazé la teo-
ría siguiente: cuando no hay ganancia de nitrógeno se observa que
el líquido de cultivo permanece elaro; pero cuando hay fijación el
líquido se pone viscoso; y esta sustancia viscosa es un grupo de
coloides que se observa en las nodosidades sólo al principio; des-
pués se difunde en todas las partes de la planta y entonces se
forman los bacteroides. Pero antes de aceptar esta teoría es pre-
ciso que otras investigaciones la confirmen.
Virulencia en las bacterias. —Hay analogía con las bacterias pa-
tógenas. Se exalta según Hiltner por pases sucesivos de un líqui-
do de cultivo en las nodosidades. Como consecuencia se ha que-
rido en agricultura práctica aumentar la producción de las nodosi-
dades por inoculación de un cultivo puro de las bacterias fijadoras;
y para eso se ha lanzado en el comercio en 1896 lo que se ha lla-
mado amitragína que es un cultivo puro de bacterias; los primeros
resultados no han sido satisfactorios y se ha dicho que era porque
esos microbios de las nodosidades perdían su propiedad cuando se
incorporaban al suelo; pero si en lugar de introducirlos en el sue-
lo se hacen reinoculaciones en la planta, la cosecha aumenta en un
18%. Apesar de eso parece más lógico exaltar la virulencia de
las bacterias que existan en el suelo.
No son sólo las leguminosas las que poseen esas nodosidades;
las algas, las cicadáceas, tienen nodosidades radicolares como las
leguminosas; Spratt y Trotter las han observado y estudiado.
Además de las raíces, en otros órganos pueden también encon-
trarse nodosidades con bacterias, por ejemplo en las hojas de cier-
tas rubiáceas como lo han observado Von Trimen y Zimmerman.
Lutz también las ha observado en las hojas de 8 rubiáceas africa-
nas. Von Faber les atribuye una función fijadora de nitrógeno.
¿Es posible la fijación de nitrógeno fuera de toda simbiosis en
las plantas superiores? Eva Mameli y Gino Pollacci han demos-
trado que algunas algas filamentosas con tejido celular son aptas
a la absorción, como también el rábano, la calabaza, el trigo negro.
Pero debe tenerse en cuenta que la naturaleza del substratum
ejerce una gran influencia; supongamos en efecto un terreno rico
en elementos nitrogenados asimilables, entonces a una mayor can-
C. Theye: Nutrición nitrogenada de los vegetales. 151
tidad de nitrógeno combinado absorbido corresponderá una me-
nor cantidad de nitrógeno libre tomado por la planta. Moliard ha
negado esas conclusiones; pero La Dra. Eva Mameli y Pollacei las
han confirmado con nuevas experiencias.
De todos modos nuevas investigaciones son necesarias.
Catalisis—Se ha tratado de ver en esos fenómenos una ae-
ción catalítica y se ha dicho que probablemente los protoplasmas
de las plantas superiores favorecen la combinación del nitrógeno
atmosférico con el hidrógeno naciente que se desprende en las sín-
tesis realizadas por la planta. Berthelot se ocupó mucho de ello.
Frank dice que la ganancia en nitrógeno en los suelos esterilizados
y sin bacteria se debe a las algas que en mayor o menor número
allí se encuentran.
Auximonas.—Ellas constituyen la nueva teoría sobre la fijación
del nitrógeno atmosférico; su naturaleza y su composición son des-
conocidas, lo mismo que ocurre con las vitaminas, pero se distin-
guen de éstas por su mayor resistencia al calor.
Bibliografía de las auximonas:
Bottomley.—Proceedings of the Royal Society of London, tomo
610, pág. 102-108; tomo 621, pág. 480.
Florence Mockeridge.—Proceedings of the Royal Society of
London, tomo 621, pág. 508.
En esas publicaciones puede verse todo lo investigado hasta hoy
con respecto a las auximonas.
La Dra. Eva Mameli que cita el conferencista es la Profesora
Dra. Eva Mameli de Calvino que, desde el mes de diciembre 1920
es Jefe del Departamento de Botánica en la Estación Experimen-
tal Agronómica de Santiago de las Vegas. Esos importantes tra-
bajos suyos sobre la asimilación del nitrógeno atmosférico en los
vegetales fueron realizados en 1909 y 1911 en colaboración con
el Prof. Gino Pollacei. Ya la influencia de su poderosa intelectua-
lidad se ha manifestado en los estudios anatómicos y fisiológicos
sobre la caña de azúcar en Cuba, y empieza de ese modo a laborar,
en cooperación con el ilustre Dr. Mario Calvino, por el engrandeci-
miento agrícola de nuestro país.
152 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
ELOGIO DEL DK. JUAN FRANCISCO DE ALBEAR (1)
POR EL DR. JUAN M. DIHIGO
Profesor de Lingúística y de Filología.
Honorable señor Secretario de 1. Pública y B. Artes:
Señor Decano de la Facultad de Letras y Ciencias:
Señores Profesores, Señoras y Señores:
¿A qué se debe el que hoy nos congreguemos aquí, en acto
universitario, sin que en nuestros rostros, como en pasadas o0ca-
siones, se refleje goce alguno? ¿Por qué la Facultad de Letras
y Ciencias interviene de modo tan directo dando así prueba del
espíritu de solidaridad que siempre la distingue? ¿Qué significan
esas caras amigas que presurosas acuden a identificarse con la idea
que nos preside, qué los alumnos que siempre dispuestos al auge
de los actos universitarios hanse reunido también para demostrar
que en materia de sentimientos sus corazones laten al unísono de
los nuestros? ¡Ah, señores! es que no en vano se acude tras in-
números años a las cátedras para difundir en ella la sana doetri-
na haciendo un hecho el perfundet omnia luce de nuestro símbolo
universitario, es que no resulta indiferente a los diarios observa-
dores las limpias ejecutorias de nuestros compañeros de fatigas,
es que cada manifestación personal, cada actuación pública, cada
revelación de caballerosidad de ellos deja en el espíritu de los que
las advierten imperecedera huella que resulta estímulo en determi-
nado momento; y cuando por el azar de la vida alguien de los
privilegiados en este sentido nos abandona para siempre, el jefe,
los compañeros, los discípulos y amigos acuden presurosamente
para cooperar con su presencia al mayor éxito del acto que habrá
de ser justo homenaje a merecimientos indiscutibles, a una actua-
ción ejemplar que distinguiera al camarada de luengos años ya
que podemos decir con Cicerón sed tamen recordatione nostrae
amicitiae sic fruor.
Y cuando se discurre de este modo y cuando se quiere y se
(1) Leído en la sesión solemne celebrada el 7 de Mayo de 1921 en el
Aula Magna de la Universidad.
Y. M. Dihigo: Elogio del Dr. J. F. de Albear. 153
debe lanzar a los cuatro vientos las excelsas virtudes del desapa-
recido, cuando ha sido una realidad lo que consideró difícil Es-
cipion, al decir del famoso orador romano, nihal difficilius esse
dicebat quam amicitiam usque ad extremum vitae permanere,
parece, sin duda, que debe ser vocero de ellas por la sinceri-
dad del decir y por el mejor conocimiento de las mismas quien
haya vivido más cerca de él, quien haya aquilatado mejor las
bellezas de su espíritu, apreciar más sus condiciones mentales,
para en acto de esta naturaleza proclamarlas bién en alta voz a
fin de que la sociedad las conozca en detalles y sea su vida ejemplo
que ofrecer a la juventud bien amada que nos cireunda ya que
no es de aplicársele la frase de Teócrito, en su delicioso idilio
TlaiSixá, sobre la veleidad humana:
Núv Se rúde pev Guaros Gov éxeus kAádov,
áldtov 5 aúpiov, él érépo 8 ¿repov párns.
Por eso, es, señores, que el último de vosotros en todo levanta
su voz desde esta tribuna universitaria porque fué su amigo del
alma, rás yuxñs pitos, como ba dicho Jenofonte, porque vivió unido al
Dr. Albear desde que juntos realizaron sus estudios en el inol-
vidable Colegio de Belén, juntos continuaran en la Universi-
dad, unidos efeetuaran estudios análogos y compartieran las ru-
das labores de la vida del profesorado enalteciendo con idén-
tico entusiasmo las bellezas de esa lengua griega melodiosa co-
mo un canto perpétuo, de claridad extraordinaria, plástica y psi-
cológica al decir del eximio literato Richepin, cuya frase constitu-
ye un todo armónico y cuya construcción singular permítele ex-
presar con Píndaro, en sus odas, una mezcla de poesía y de mú-
sica, con Anacreonte la gracia y la pasión de sus canciones amo-
rosas y báquicas, con Esquilo el genio atrevido y vigoroso, al psi-
cólogo y al moralista en Sófocles mientras Aristófanes revela en
ella la gracia en sus decires y en Demóstenes se exterioriza la
enérgica precisión, la concisión, haciéndole en verbo de verdad el
más grande orador de los tiempos antiguos. Es por eso y nada
más que molestamos vuestra benévola atención, y como no sabe-
mos apostatar del amigo como dijera Aristófanes oúx ároorráro pitos,
bien quisiéramos tener, sábelo Dios, la elor:encia de un Bossuet,
la inspiración de un Crisóstomo, la dicción impecable de nuestro
Varona o de nuestro Sanguily para cumplir cual corresponde el
encargo que se nos ha hecho, para enaltecer con tino las bellezas
154 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
de orden moral del amigo del alma, de ese inolvidable compañero a
quien por la suavidad, delicadeza de su decir le es aplicable la frase
del disputado vate de Quio roú kal ámó yhóoons péduros yhukiov péev. add
que ha dejado tras sí la brillante estela de una conducta inmacu-
lada, de ese hombre ejemplar, igual siempre, noble siempre, caba-
lleroso siempre, para quien el afecto fué un culto no permitiendo
que labios impuros mancharan ante él, y con su sanción, el honor
de sus conocidos, ut me criminibus aut inferendis delectetur aut
credat oblatis como pensaba Cicerón, y quien si no brilló como
otros, si no hizo ruido en el mundo intelectual como los más no
fué porque careciera de méritos para lucir econ luz potente y pro-
pia sino porque la modestia de su carácter, la humildad de su
sentir mantuviéronle lejos de todo ya que la vanidad nunca fué
mezquino sentimiento que se albergara en su pecho y sí el de la
sencillez y la nobleza. ¡Cómo se estremece, señores, nuestro es-
píritu en estos momentos, cómo el dolor ha penetrado en el cora-
zón de todos ráciv vreSv yóos al decir de Homero, cómo se ahoga la
frase a impulso de nuestro pesar, y es que junto a la pena honda
que embarga nuestra alma, pues túvonos por uno de sus mejores
amigos, junto a este gran dolor que ha estrechado tristemente la
fila de nuestra Escuela hay una consideración que surge al me-
ditar sobre su límpida psicología y el medio social en que uno se
mueve, los elementos con quienes, por ld general, uno se trata, las
decepciones de la vida diaria que sirven para hacer resaltar sus
indiscutibles méritos, como sirven también para comprender, no
sin excepciones, por fortuna, que esas prendas de carácter casi
han desaparecido en los tiempos que corremos en que el interés
mezquino, la finalidad alcanzada o por alcanzarse borra por com-
pleto del común de las gentes los matices psicológicos que distin-
guieran al Dr. Albear, ya que en la dura realidad de este vivir,
que no es vivir, impera el egoísmo, desenfrénanse los sentimientos
impuros a impulsos de apetitos insaciables, sonrójase el rostro ante
los espectáculos que contempla, conmuévese el espíritu con las
emociones que recibe, provocando una decepción y un dolor, al ver
cómo se inspiran los actos humanos en aquella célebre frase de
Horacio:
O cives, quaerenda pecunia primum est
Virtus post nummos.
Y ante tantos desengaños, señores, tanta vacilación, cómo acu-
den a nuestra mente aquellas palabras inspiradas del más elocuen-
Y. M. Dihigo: Elogio del Dr. J. F. de Albear. 155
te escritor sagrado, de aquel a quien se llamara el Cicerón de la
lelesia griega cuando en admirable homilía pro Eutropio exclamó,
y esas exclamaciones son aplicables a las señales de los actuales
tiempos, lo siguiente: :
rod vóv ol mermhAacpévo. pídoL, rod TÁ ouprrócia kal Ta Seimva,.. vúe dv TróvTa
éxetva kal óvap kal hppépas yevopévns npaviodn.
Nacido en esta ciudad, el 4 de Junio de 1863, en hogar que for-
mara un hombre de maneras distinguidas y de mentalidad superior,
que si empuñó la espada en la profesión que ejerciera supo también
dar expansión a su espíritu en el campo de las investigaciones cien-
tíficas, como gustar de los encantos que la literatura le ofreciese,
dejando tras muchos años de incesante bregar esculpido su nombre
en el corazón de la patria al dotarla de obra de ingeniería que
es exponente de su gran saber, en ese hogar, que en compañía
de augusta matrona, consolidase al calor de la virtud discurrieron
los primeros años de la vida del amigo inolvidable, continuador
afortunado de las condiciones morales de sus padres que sintieron
por él admiración y orgullo tanto al grado de haber querido el
uno, al sobrevenirle la muerte, descansar en el hombro del hijo
bien amado, su cabeza abrumada ya por el peso de los años y por
la enfermedad que le minara, como supo bendecirlo la otra porque
había sabido siempre sembrar de flores el camino de su vida.
Quien recoge en momentos tan trascendentales, en testamento de
amor, expresiones de afecto, de lo más grande que en la vida se
posee, acredita bien las excelsas virtudes que le distinguieran aqui-
latadas en el discurrir de sus años para destacarse del común de
las gentes en lo que siempre enaltece y dignifica: la hombría de bien
a carta cabal.
Y esas cualidades de su espíritu mantenidas en todo mo-
mento revélase también desde los primeros años de su vida, des-
de que en 1876 ingresara para hacer sus estudios de segunda
enseñanza en el Colegio de Belén, alcanzando de sus maestros las
distinciones a que se hiciera acreedor por su aplicación y ejem-
plar conducta, sembrando en el corazón de sus infantiles camara-
das semillas de buen afecto que dieran fruto excelente en el andar
de su vida. Allí, en esa Institución benemérita, cursó con singular
aprovechamiento las materias del bachillerato, allí demostró, en
las pruebas que rindiera, su devoción por saber, y lo mismo se le
156 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
vió brillar en el aprendizaje de la lengua latina, a juzgar por sus
cuadernos de temas con superior calificación, como fué excelente
alumno en las ciencias matemáticas aprovechando las magníficas
enseñanzas de sus maestros, obteniendo premios en Geografía Ge-
neral, en Historia General al igual que en Aritmética, Algebra y
en Análisis y traducción latina, como dió asimismo expansión a
su espíritu con los estudios literarios que entonces, y para suerte
de los escolares, hallábanse a cargo de un maestro incomparable,
de imborrable recuerdo, de Luis Vinuesa, de aquel poeta excelen-
te, exquisito y afamado escritor, entusiasta de esas materias, ins-
pirado tal vez en las bien orientadas doctrinas de Kleugen en su
Ars Dicendi, de porte distinguido, apasionado de Bretón de los
Herreros cuyas obras llevaba siempre bajo el brazo para deleitar
su espíritu en todes los momentos con sus producciones admira-
bles y quien, por su atractivo carácter, correcta dicción y entu-
siasmos nunca decaídos, despertó entre sus discípulos devoción
grande por estas especulaciones formando un grupo de hombres
que son hoy honra de nuestra patria y hasta orgullo algunos de
ellos de nuestro Claustro Universitario. En ese medio excelente
formóse nuestro compañero, en él supo con tan magnífico mentor
orientar su gusto en las disciplinas que más tarde enseñara en
este Centro ya que de él recibiera las primeras impresiones sobre
los clásicos griegos que le permitieran más tarde saborear las be-
llezas de sus obras inimitables.
La Universidad de la Habana recibióle en 1881 como alumno
de las Facultades de Filosofía y Letras y de Derecho Civil y Ca-
nónico; en ellas realizó todos los estudios que el Plan entonces
vigente exigiera, y en ellas, y en cada materia que eursara, demos-
tró su disciplinada mentalidad así como sus particulares aficiones
al grado de alcanzar entonces, en aquella cátedra que explicara,
con tanta brillantez como erudición, el inolvidable Dr. Rafael Fer-
nández de Castro, el premio ordinario de la asignatura como asi-
mismo obtuvo el correspondiente al primer curso de Derecho Ro-
mano y el de Economía Política. Ahí están los expedientes de am-
bas carreras como brillante testimonio de los estudios que cursara,
las superiores calificaciones que se le discernieran como también
aparece que graduado de Licenciado en Filosofía y Letras en 1884
y en Derecho Civil y Canónico en 1886, desarrolló como tema para
optar al grado de la primera el que se redactara así: “Estudio ana-
lítico, división y clasificación de los signos fundamentales y auxi-
v
Y. M. Dimigo: Elogio del Dr. J. F. de Albear. 157
liares del árabe”” y para el propio de la segunda el siguiente: “¿Son
de la misma índole y obedecen al mismo principio racional y ju-
rídico las circunstancias eximentes comprendidos en el artículo oe-
tavo del Código Penal?””. En esas pruebas finales, señores, dió a
comprender nuestro amigo los sólidos conocimientos que obtuviera,
y como acompañámosle en esos momentos de verdadera emoción
en la vida del estudiante, no podemos olvidar, en cuanto al primero
de los temas indicados, la importancia del mismo, el buen plan
que se trazara para el desarrollo de la tesis como las oportunas
indicaciones que hiciera dada la importancia literaria y extensión
geográfica del abuged colocado con razón después del alfabeto la-
tino y el cual por sus condiciones especiales, así como por mani-
festación de raza y de sentimiento, lanzó el correspondiente griego
del Asia Menor, de la Tracia, Siria y Egipto como el latino del
norte de Africa. No olvidó, por cierto, en esos instantes la estre-
cha relación que el abuged mantuviera con la familia aramea, su
aproximación al siriaco entre los alfabetos literarios, consignando
las dos más importantes variedades el neski y el cúfico así como el
tipo intermedio que se advierte en el de los cármatas. Y metó-
dicamente llamó la atención de la célebre inscripción cúfica que
en letras de oro grabóse en el borde de losa azul sobre las arcadas
que sostienen la cúpula de la mezquita Qubbet-es-Sakbra en Je-
rusalén, no la más antigua, por cierto, en caracteres cúficos, ilus-
trando su exposición erudita con las referencias que hiciera a las
monedas de los primeros califas, de las de Muáwiah en que se ve
al califa y la leyenda de espíritu altamente religioso que a la
letra dice Mohamed rasul Allah, Mahoma es el apóstol de Dios.
Estos títulos, señores, permitiéronle ampliar sus conocimien-
tos en las manifestaciones literarias con los estudios que efectuara
en el doctorado en Filosofía y Letras de Historia crítica de la
literatura española, interesante cátedra que explicara por enton-
ces de modo maravilloso en la Universidad Central de Madrid,
el gran polígrafo Marcelino Menéndez y Pelayo, como la Historia
de la filosofía ofrecióle horizonte extenso para apreciar el pensa-
miento filosófico de hombres y de escuelas al través de las edades,
la Estética cuanto concierne a la belleza y a la teoría fundamental
y filosófica del arte y el Sánserito, magníficos elementos para pro-
fundizar en el campo de la ciencia del lenguaje por su importancia
en el grupo de la familia indoeuropea, por el privilegio de hallarse
más próximo a los orígenes, por ser más rico en formas gramaticales,
158 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
con abundante sinonímia de sus raíces y mmltiplicidad de las mis-
mas, todo lo cual despertara encanto como medio de singular valer
en la citada familia que cultivaran con especial aprovechamiento los
erandes lingiistas para ofrecer con sus estudios fonéticos y mor-
fológicos material riquísimo en el campo de la gramática compara-
da, asunto predilecto de las investigaciones de la memorable So-
ciedad Asiática de Calcuta, consienadas sus labores en los Asiatic
Researches y cuya aparición permitió, como todos sabemos, orien-
tar los estudios que realizaron los precursores del genial Bopp,
y fueron en el sentir de Max Miller como la chispa eléctrica que
hizo cristalizar en formas regulares todos los elementos flotantes,
permitiendo su conocimiento profundizar el campo literario y apre-
ciar el mérito, entre otras producciones, de las estancias del inol-
vidable poeta Bhartrihari, el Ramayana de Valmiki y el Sa-
kuntala de Kálidása del que ha dicho Goethe, como apología del
teatro indio, lo siguiente: “Quieres las flores de primavera y los
frutos de otoño, quieres cosa que enamora y encanta, quieres algo
que alimenta y sacia, quieres comprender el cielo y la tierra en
un solo nombre ¡pronuncia Sakuntala! y todo está dicho”” (1)
und so ist alles gesagt.
Y tras los requisitos indispensables para optar al más elevado
título de la carrera literaria, que había hecha con indecible amor,
conquistóle mediante ejercicios que realizara, el 27 de Junio de
1885, sustentando interesante tesis acerca de las ** Reformas introdu-
cidas por la monarquía visigoda en la legislación vigente en Es-
paña?”, con consideraciones atinadas tendientes a dar clara idea de
la idiosincracia de la legislación romana modificada por los pue-
blos sucesores, ya que fué de todo punto imposible adoptarla ín-
tegramente, demostrándose con ello que si la ciencia es una en sí
puede ser muy varia en sus aplicaciones. De ahí el que los bor-
goñones, los lombardos y los godos la alteraran en consonancia
con sus costumbres, carácter nacional y forma de existencia, como
los visigodos de España fundaron códigos acomodando a ellos su
propio desenvolvimiento. Por eso háblanos, nuestro compañero,
de las colecciones de Ulpiano, de Paulo, como de los códigos gre-
(1) Willt du die Blithe des frúhern, die Friichte des spáteren Jabhres.
Willt du was reizt und entziúckt, willt du was sáttigt und náhrt
Willt du den Himmel, die Erde mit einem Namen begreifen
Nenn ich Sakontala dir und so ist alles gesagt.
J. M. Dihigo: Elogio del Dr. J. F. de Albear. 159
goriano, hermogeniano y de Teodosio, para presentar en cuadro la
legislación vigente en la Península Ibérica al realizarse la invasión
visigoda y dar a conocer las reformas por este pueblo introduci-
das, pues guiados en su desenvolvimiento por la tradición y las
costumbres advirtieron que era más conveniente la promulgación
de leyes especiales. De ahí, como él indica, el advenimiento de
la ley de Eurico, la importancia del código de Alarico recono-
ciendo derechos y deberes, la significación trascendental de los
Concilios de Toledo inclinándose a unificar la legislación, para
aparecer más tarde la unidad legal debidamente representada por
el Fuero Juzgo en el que se advierte el cumplimiento de la ley
biológica que señalara el Dr. Albear en el comienzo de su tesis,
pues el pueblo visigodo recoge la legislación vue en su caída dejara
el imperio romano, para promulgar después el Forum Judicum,
admirable código que atemperado a las cireunstancias de la época
modifica saludablemente la condición civil de la mujer ya que de
hija de familia, sujeta. al poder del esposo en, la legislación roma-
na, transfórmase su carácter, por el feliz y elevado pensamiento
que presidiera la confección de ese monumento jurídico, haciéndola
la compañera del hombre, confiriéndole derechos a que ha sido
siempre acreedora, demostrándose así que el espíritu de esas leyes
codificadas no revisten carácter personal y de raza que se nota en
las precedentes, sino que son generales para todos los hombres,
porque si el código romano dióse para Roma, la ley Gombeta para
los borgoñones y los códigos de Eurico y de Alarico tienen caráe-
ter racial, en cambio el Fuero Juzgo se estableció para que rigie-
ra a todos los súbditos de un pueblo; no en balde, señores, al for-
mular el gran historiador Gibbon el juicio que le mereciera ma-
nifestó la necesidad de una sociedad más culta e ilustrada que la
de los lombardos y borgoñones para que tal legislación sobrevi-
niese, como el gran Guizot pudo apreciar en ella un carácter eru-
dito, sistemático y social. Recordemos, en fin, lo que dijera el exi-
mio escritor cubano José Ienacio Rodríguez en su tesis para optar al
grado de Doctor en Derecho con motivo de la situación civil de la
mujer en España, ya que sus palabras elevadas y dignas de todo
encomio reflejan bien la necesidad que hubo de mejorar la triste
suerte de la porción más preciada de la humanidad: “La tenden-
cia del progreso va llevando constantemente a la plena emancipa-
ción de la mujer, a la perfecta y racional independencia de su
espontaneidad. La legislación tiene que seguir a las costumbres y
160 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
a las instituciones, porque la verdadera ley, la que gobierna en
realidad, no es otra cosa que la expresión de esas costumbres y
su condensación en una fórmula. Aquella que más se acerque al
reconocimiento y la sanción de la igualdad de dignidad de los dos se-
xos, esa será la más adelantada y la más digna de la época gran-
diosa, en que plugo al cielo eolocarnos.””
Apenas salido de las aulas universitarias fué nombrado nues-
tro compañero catedrático de latín y castellano en el Instituto
de 2* Enseñanza de Santa Clara, en el año de 1884 (1); laboró allí
con verdadero entusiasmo, el propio de la juventud, y vemos muy
pronto modificarse satisfactoriamente la orientación de una ense-
ñanza tan fundamental no sólo para los consagrados con amor a
los estudios clásicos sino para cuantos quisiesen conocer su idioma
así como la génesis del mismo; ahí está el programa que desarro-
llara en consonancia con los derroteros del momento, pues si es cier-
to que las especulaciones lingúísticas, tales como se advierten en las
admirables monografías que se han escrito, acusan una ampliación
de conocimientos, una exposición de detalles que revela el dominio
alcanzado en campo de tanto interés, aun no habían surgido en
España exposiciones doctrinales como las que nos muestran Ceja-
dor, Alvarez Pérez y Obradors en sus magníficos estudios sobre la
lengua latina, aquellas que advertimos en las eruditas páginas de
Stolz en Lateimische Grammatik, que muestra Lindsay en su La-
tin Linguage dándonos referencia sobre los sonidos, temas y
flexiones de dicho idioma, como hace Sechmalz en el campo de la
sintaxis, con lujo de detalles verdaderamente abrumador al grado
de exponer junto a estas nociones cuanto afecta a la estilística y
Heerdegen al proporcionarnos la historia y literatura de la lexi-
cografía latina así como la teoría de este aspecto tan importante de
la lengua. Cuántos motivos, señores, de gratitud para esos pa-
cientes investigadores que años tras años, con perseverancia digna
del mayor encomio, como el arqueólogo con la pala al remover la
tierra para interrogarla alcanza elementos muy valiosos para sus
estudios que iluminan potentemente la ciencia así el lingilista ex-
plorador de cuanto atañe al lenguaje logra elementos que permiten
conocer mejor ese admirable instrumento que es junto a la expre-
(1) Nombrado en 4 dei Septiembre de 1884 cesó el 7 de Julio de 1885,
fué Secretario interino del Instituto de Santa Clara.
Y. M. Dihigo: Elogio del Dr. J. F. de Albear. 161
sión de nuestras ideas la manifestación también de nuestras vo-
liciones.
Ya la Universidad de la Habana, al iniciar su profesorado el
Dr. Albear (1), en la extinguida Facultad de Filosofía y Letras,
por nombramiento que en él recayera, como sustituto de lengua
griega, en 29 de Julio de 1885 (2%), contaba en su plan de estu-
dios la enseñanza de dicho idioma desde el comienzo del último
siglo, más bien desde el año de 1831 viéndose las primeras inicia-
tivas de esta disciplina en los colegios privados que en el país
se establecieron. Y si en el de Cubí y Soler laborábase satisfac-
toriamente en el aprendizaje de la lengua y la literatura helénicas,
traducíase a Homero y a otros autores clásicos, si el plan de
1863 fundó la cátedra de leagua griega, pobre muy pobre, como
hemos tenido ocasión de decirlo, fué el comienzo de esta enseñanza
en nuestro Centro Universitario comparado con los esfuerzos de
las Instituciones particulares, ya que el texto empleado acusaba
una exposición elemental y deficiente que no habría de dejar
en los que en el aprendiesen nociones profundas de lo que en
cuanto al sonido, a la estructura y a la sintaxis vemos en las mag-
níficas obras que posteriormente hubieron de surgir. Y mientras
las gramáticas de Ortega, Bergnes de las Casas, Burnouf aparecen
en el cuadro de la Facultad como los libros especiales que debían
los alumnos consultar, cuando vemos a nuestro maestro el inolvi-
dable Dr. Tagle, que tan bien conocía el griego, seguir iguales
derroteros, al grado de aceptar a Ortega por texto, deficiente libro,
tanto más cuando se le compara con los redactados por Maunoury,
Motte, Curtius, Inama, Brugmann y tantos otros; cuando la fo-
nética, que hoy casi se la considera como una ciencia aparte por
su importancia y extensión, se la ve expuesta en aquel texto en
una docena de páginas, sin orden y mucho menos sin interés, cuan-
do el método comparado e histórico que ha hecho de la gramáti-
ca una verdadera ciencia, método que al decir de Motte es extraor-
dinaria antorcha por cuya luz se ha logrado ver con claridad allí
donde antes no se notaba más que oscuridad y confusión, el ingre-
(1) Fué Decano de la Facultad de Filosofía y Letras, desempeñó la
cátedra de Historia Universal 2% curso, Miembro de 1”Association pour 1'en-
couragement des études grecques en Francia, individuo de la Sociedad Eco-
nómica de Amigos del País, primer Secretarid de su Sección de Ciencias.
(2) Tomá posesión el 3 de Agosto de 1885,
162 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
so del Dr. Albear en el profesorado público para explicar cátedra
tan importante fué de excelente éxito para estos estudios ya que
orientado en las verdaderas doctrinas, supo desterrar añejos sis-
temas, supo legar al olvido guías que perjudicaban y colocar el
desenvolvimiento de la materia en la vía científica aceptando como
faro para el mejor conocimiento de la misma la admirable obra
que sobre gramática griega escribiera el muy ilustre helenista Jor-
ge Curtius. Sólo esto es suficiente para que no olvidemos lo que
en pro del mejoramiento de los estudios de lengua griega hiciera
el Dr. Albear en esta Universidad; pesado los argumentos en pro
de la nueva vía designó como texto la famosa gramática vertida a
múltiples idiomas, aceptó las reformas por Curtius introducidas
no sólo en cuanto al estudio del léxico sino de modo muy parti-
cular en cuanto a la teoría gramatical del griego. Con razón ha
dicho el gran lingilista Fumi, en brillante síntesis acerca de la sig-
nificación de esta obra en la historia de la ciencia del lenguaje,
que las gramáticas prácticas se conformaban, respecto de los sonidos,
con distinguir simplemente las vocales, los diptongos, las mudas
y semivocales y de reunir en pocas reglas algunas observaciones
sobre su unión o modificación, algunas ideas sobre la cantidad y
el acento, todos, añade, han reconocido los errores, inexactitudes e
insuficiencia de tales métodos que tal vez podrían tolerarse si la
teoría de la declinación y de la conjugación se diera a conocer se-
gún las indicaciones de la propia lengua, mas por desgracia resul-
ta todo lo contrario dado que la forma de la lengua hállase obli-
gada a obedecer al método gramatical, a acomodarse a esquemas
arbitrarios, a representar ciertas partes que no puede ni debe
representar. Buena prueba de todo ello nos ofrecen las gramáti-
cas al exponer la tercera declinación, la formación de los adjetivos,
comparativos y superlativos; en la exposición verbal cuanto ata-
ñe al modo, a la clasificación de los verbos en puros e impuros,
contraíbles y no contraíbles, ete., demostrando que si el método práce-
tico hace aprender mecánicamente la lengua no permite que _e co-
nozca su verdadera estructura, el origen, el desenvolvimiento, la
relación o discrepancia, el valor real y el uso sintáctico. La lin-
gitística comparada, como agrega Fumi, y con razón, demostró
que la vía era equivocada, que otro debía ser el derrotero aunque
fuese más largo, pero más cierto, el que nos lleva paulatina y gra-
dualmnte a la obtención de la finalidad anhelada. Recordemos lo
que dice la gramática práctica en cuanto a la forma y significado
J. M. Dihigo: Elogio del Dr. J. F. de Albear. 163
de ¿hvra, cómo de Avw se forma el futuro Ave sin indicar cómo
del futuro puede surgir un tiempo pasado, cual sea el valor del
aumento, cual el de la terminación «va, por qué Av queda in-
modificable. Ninguna gramática práctica, señores, como dicen los
lingiistas, podría dar una respuesta satisfactoria pero sí la cien-
tífica al manifestar que ningún tiempo se forma de otro, que todos
proceden, con elementos variados, de la raíz. Y como lo dicho es
suficiente para advertir la fundamental diferencia entre ambas
orientaciones no hay necesidad de molestar vuestra benévola aten-
ción con la multiplicación de ejemplos, para comprender que la
gramática científica ha sabido dar a conocer estos problemas, y aun
cuando para algunos pudiera estimarse, como dice Fumi, que más
bien todo esto pertenece a la gramática comparada que a la griega,
es innegable que las consecuencias de estas investigaciones han
guiado a Curtius en la reforma del método gramatical; cuanto
expone en el tratado de la fonología con todas sus leyes bien es-
cogidas, bien exteriorizadas, admirablemente encadenadas, resul-
ta de interés a sus propósitos, a esas pesquisas obedece su nuevo
derrotero en el tratado sobre la flexión con el justo concepto de
la raíz, del tema, de la terminación, y de todos los elementos for-
mativos, de esos esfuerzos resultan la exposición metódica de los
tiempos, la interesante formación de la palabra.
He aquí por qué os hemos dicho que el advenimiento del Dr.
Albear en el profesorado produjo gran bien a la enseñanza; analizó
las nuevas doctrinas y las pesó, no fué reaccionario nunca, escu-
driñó cada asunto con el interés de conocerlo mejor, abogó por
la pronunciación de Erasmo frente a la de Reuchlin como si oye-
ra la voz autorizada del gran lingiista Hatzidakis cuando dijo que
ni los erasmianos ni la pronunciación moderna griega puede iden-
tificarse con ninguna única pronunciación antigua del griego si
bien admite que en muchos puntos, y sobre todo en lo relativo a las
vocales, el método erasmiano teóricamente hállase más cerca de la
verdad; antes de tomar una resolución en este sentido estudió eui-
dadosamente lo que Blass expusiera en su Uber die Aussprache des
Griechischen. Ahí están los progranfas que redactara al través
de su largo profesorado para corroborar lo dicho y para ver cómo
sus alumnos se familiarizaron con los autores clásicos sobresa-
lientes. Y esos principios a que nos hemos referido, tendientes
a que reverdeciera en la Universidad la enseñanza de la lengua
griega, como en la memorable época del Sr. Antonio Franchi Al-
164 3 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
faro, llevólos el Dr. Albear y expúsolos ante el tribunal que ¡juz-
gara sus ejercicios de oposición a la cátedra de lengua griega para
le que fué nombrado por R. O. de 29 de Enero de 1892, tomando
posesión del cargo el 26 de Febrero del propio año. Leed las pági-
nas de la memoria explicativa que acompañara al programa que
para optar a dicha cátedra presentase y allí advertiréis cómo en-
tiende que debe desenvolverse esta enseñanza discurriendo al tra-
vés de sus partes fundamentales y revelando con lo dicho que la
ruta del gran helenista alemán era el medio mejor para alcanzar
un resultado más positivo, cómo su programa obedece a un prin-
cipio puramente pedagógico, fúndase en un método analítico y
procura que el alumno vaya de lo sencillo a lo complejo, de lo
fundamental a lo variable ofreciendo el método por él adoptado
el de ser completo en la materia y de fácil práctica dirigiendo al
alumno al conocimiento del mecanismo de la lengua griega y a la
exacta interpretación de los clásicos. El desenvolvimiento político
de Cuba trajo en el campo de la instrueción pública modificaciones
en el plan de estudios durante la primera Intervención Americana,
tanto en la actuación del inolvidable Dr. González Lanuza, en su
pase por la Secretaría de Instrucción Pública, como en la posterior
de nuestro querido compañero el Dr. Enrique J. Varona; por la
Orden No. 250 de 28 de Diciembre de 1899 fué confirmado el Dr.
Albear como catedrático de Lengua griega primer curso y Lin-
gilística General y Filología, tomando posesión del cargo en 1* de
Enero de 1900, como lo fué posteriormente por la Orden No. 280
de 12 de Julio de 1900 en la cátedra B de la Escuela de Letras y
Filosofía o sea en Lengua y Literatura Griegas que desempeñara
hasta el 28 de Diciembre de 1920 en que falleciese (1). En esos
veintiún años de labor universitaria consagró todas sus energías
al mejor desenvolvimiento de la materia que explicara (2) su
orientación, por lo que hace a la lengua griega, fué la misma que
años antes hubiera con fundamento aceptado, sus explicaciones so-
(1) Fué Secretario interino de la Facultad de Letras y Ciencias desde
el 14 de Julio de 1900 hasta ef 6 de Marzo de 1201 en que renunciara el
Cargo.
(2) Tanto interés sintió por estos estudios que no los abandonó en el
final de su vida, pues leía con atención la Sintassi Greca de Zenoni, que aca-
baba de recibir, repasó la Homilía pro Eutropio de S. Juan Crisóstomo y
nos pedía con ahinco la "IMás Mixpá que deseaba leer de nuevo.
J. M. Dihigo: Elogio del Dr. J, F. de Albear. 165
bre literatura griega basáronse en los derroteros señalados por los
brillantes cultivadores de estos estudios teniendo para él predi-
lección especial las exposiciones eruditas de los hermanos Croiset;
pero no debemos callar que fué el Dr. Albear quien primero
enseñó en esta Universidad, merced al plan Lanuza, la lingiís-
tica y la filología siguiendo el camino trazado por los eminentes
lingiúistas Max Miller, Whitney, Hovelacque, etc., como puede ad-
vertirse en el contenido de las lecciones que redactara para el
programa de esta materia y para lo cual más de una vez consultó
la autorizada opinión del gran Bopp, tuvo en cuenta oportunas in-
dicaciones del inolvidable Bréal, dando idea en sus lecciones de
cuanto atañe al origen del lenguaje, a los alfabetos de las diversas
lenguas, a las teorías de las raíces, a la importancia de la metáfora,
a la decadencia fonética y renovación dialectal, al problema, inso-
luble aun, de la clasificación de las lenguas, tan discutido recien-
temente en la Sociedad Lingilística de París, al carácter de los
idiomas desde el punto de vista de su estructura, materias en que
hubo de demostrar nuestro amigo que no le eran desconocidas en
el campo indoeuropeo gramáticas como la de Bopp, la de Bleek
para las aglutinantes del Sur de Africa y la de Caldwell para las
dravidianas, ete., ete. (1) Desde entonces acá, señores, y mucho an-
tes, sin duda, las investigaciones admirables de Brugmann y de
Osthoff en la esfera indogermánica, las de Meyer Libke en la de
las románicas en general, los descubrimientos admirables de Brug-
mann de las líquidas y nasales sonantes, el criterio de Saussure
expuesto en las indagaciones scbre el vocalismo primitivo, los tra-
bajos de Meillet, haciendo derroche de erudición en libros, artícu-
los sobre lingiística general, fonética general, gramática compa-
rada e indicaciones sobre el armenio, lenguas eslavas, bálticas,
célticas, germánicas, etc., ete., todo ello, señores, denota un salu-
dable progreso en el círeulo de las especulaciones lingiiísticas en
las que los nombres de Ernout, Vendryes, Pernot, Brunot, Gau-
thiot, Grammont, son el mejor exponente de la labor efectuada.
He ahí lo que fué nuestro compañero en su actuación univer-
(1) Hemos hallado al través de sus libros anotaciones, documentos que
acreditan que se familiarizó bien con las obras de Riemann y de Goelzer,
Gildersleeve, Sayce, como conoció también la paleografía de los papiros grie-
gos en Kenyon y gustó mucho de Anacreonte, al grado de hacer traducir
con suma frecuencia en su clase sus bellas poesías,
166 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
sitaria. Las circunstancias de una vida llena de preocupaciones
impidiéronle legarnos, como hubiera querido, trabajos que refle-
Jasen su labor de tantos años de profesorado; sin embargo, antes
ue terminar estas líneas, trazadas a impulso del más sincero afecto
que por él sintiéramos, no debemos olvidar su colaboración en la
Revista de nuestra Facultad obsequiándola con atinadas observa-
ciones que hiciera con motivo de la traducción de la Ilíada hecha
por el Dr. Segalá, catedrático de lengua griega en la Universidad
de Barcelona, y el juicio que le mereciese la Introducción a la gra-
mática comparada de las lenguas indoeuropeas escrita por Meillet
y por el cual se sintiera altamente satisfecho el autor. Recorde-
mos asimismo la Oración inaugural que nos leyera en la apertura
del curso académico de 1894 a 1895, ella revela bien su cultura
general en el campo de la ciencia del lenguaje al hablarnos sobre
la gran importancia del conocimiento de las lenguas sabias por
sí y por sus múltiples aplicaciones a otros ramos del saber; allí
demostró cómo viven y se desenvuelven hoy esas lenguas dentro
de las modernas, interviniendo en todas las manifestaciones del
espíritu ya en la formal vulgar, como en la científica o en las pro-
ducciones literarias; en ella nos hizo saber que son excelente me-
dio para estudiar y conocer la vida humana y en fin como lo es
también para el desenvolvimiento social en la esfera de la an-
tropología, de la etnología y de la historia. Ahí está la serie de
anotaciones que dejara entre sus libros para comprender que siem-
pre mantuvo encendido el fuego de sus entusiasmos por las obras
clásicas, ahí está el vocabulario hispano-greco que redactara para
el uso de su clase y que empezara a mediados de Enero de 1906,
estampando en él, con su propia letra, frases que son evidente tes-
timonio de aquel gran dolor que tuvo siempre hasta la tumba.
Y así como la Universidad de la Habana, señores, y la propia
Facultad de Letras y Ciencias, nunca han escatimado honores para
los grandes de nuestra patria que viven para honra de ella y or-
gullo de sus hermanos, así como a los hombres de méritos, aun sa-
biendo que habría de turbar la soledad de sus retiros y:a trueque
de lastimar su modestia los ha buscado con singular interés para
sentarlos en su mesa, les ha hablado como dijera el inspirado
escritor mejicano Casasús, “de sus triunfos y de sus glorias, ha
refrescado sus laureles, ha rejuvenecido sus espíritus, ha recon-
fortado sus corazones””, así en esta ocasión, como en otras, ha que-
rido actuar de igual modo con sus muertos inolvidables pues como
o:
,
Y. M. Dihigo: Elogio del Dr. J. F. de Albear. 167
ha dicho Cicerón mortui vivunt y este culto, al decir de un eximio
literato es más desinteresado todavía y si el dolor lo hace más
fácil el tiempo tiende también a hacerlo más severo, justificado
queda el motivo que nos congrega en el paraninfo da esta casa de
nuestros amores por las excelsas virtudes que adornaran al com-
pañero de fatigas, ejemplo admirable de hombre bueno y hu-
milde y a quien no podría aplicársele la célebre frase de Me-
nipo, en uno de los diálogos de Luciano, al informar a Empédocles
la causa de haber sido lanzado és tods kparipas, siendo sus defectos
morales kevoSofía, kal ródos kal rroAAy kópvia el fundamento del
ámnvdpaxórere en que se convirtiera según el dicho del fa-
moso escritor a que hacemos referencia. Cómo olvidarlo, se-
ñores, por doquiera veíasele pasar a la hora de su clase; allí
en la puerta de la misma permanecía esperando la hora rodeado
de sus discípulos o a la salida de clase discurriendo sobre la
materia explicada; la Universidad fué gran oasis para su vida,
sintió vivo interés por cuanto contribuyera a su propio mejora-
miento como se sintió siempre feliz con las conquistas que sus com-
pañeros alcanzasen en las ciencias de su predilección y si su tem-
peramento modesto impidióle desenvolverse como a otros, sus pro-
cedimientos siempre fueron firmes por lo que bien puede aplicár-
sele la célebre frase de Esquines contra Ctesifón Vng:o00ua: kará rods
vópovs, Juzgaré de acuerdo con las leyes, lo que hizo invariablemente,
Tal fué, señores, el Dr. Juan Francisco de Albear; aproximé-
mosnos silenciosos ante la tumba que guarda sus restos mortales,
identifiquemos nuestros pensamientos y nuestros sentimientos, sea
uno solo el dolor que experimentemos y si en su tumba querida no
aparecen deshojadas rosas frescas como en tantas otras es porque
como ha dicho mi inolvidable maestro de Retórica el inspirado
poeta Manuel Asenjo, ante la tumba de Vinuesa.
La tumba de los amores
No se embalsama con flores
Su perfume es la oración.
168 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
DR. LUIS DE AROZARENA Y LASA
Profesor de Ingeniería de Caminos
Cuando en el número anterior de esta Revista dábamos cuenta
de la muerte muy sensible de nuestro amigo y compañero el Dr.
Juan F. de Albear, no sospechábamos en absoluto que las páginas
de esta publicación enlutaríanse de nuevo como expresión de otro
dolor análogo. Pocos días después, sin reposo aún de los estreme-
cimientos que a nuestro espíritu produjera la caída del camarada
inolvidable, desaparece, casi repentinamente, el Dr. Luis de Aro-
zarena, apenas llegado de Europa, ese amigo exquisito y ejemplar
compañero que tuvo para los que se honraron con su afecto la
La Dirección: Dr, Luis de Arozarena y Lasa. 169
sonrisa de su espíritu siempre afable y el testimonio con su pro-
ceder de una adhesión absoluta por sus amigos y por la entidad
a que perteneciera. Todos los años veíasele llegar con especial
gusto, franco, animoso, jovial, dispuesto a servir, caballeroso en su
actuación, delicado en su forma y de porte distinguido; tuvo el don
de saber sumar simpatías y afectos dejando tras sí una estela de
gratas impresiones. Antiguo profesor de la extinguida Facultad
de Ciencias en la que explicara las cátedras de Física-matemática,
Geometría superior, Análisis matemático y Química biológica, con
la preparación alcanzada en los estudios que hiciera, tanto en
Barcelona como en la Escuela Central de París, comenzó su ense-
ñanza con los bríos propios de la juventud divuleando por las au-
las de la antigua Universidad los conocimientos que en esas mate-
rias tuviera que hubieron de prepararle para servicios que pos-
teriormente prestara y de modo particular para el ejercicio de su
profesión. La Facultad de Ciencias, en su Sección de las Físico-
químicas, pudo apreciar su tesis sobre el Análisis del aire atmosfé-
rico que fué, tras la obtención de su grado de licenciado en la
propia Sección, testimonio evidente de sus simpatías por los estu-
dios químicos al grado de haber sido éstos tomados en consideración
cuando reformada por primera vez la Facultad de Ciencias fué
nombrado titular de Análisis químicos especiales (Toxicológicos
y bromatológicos) de la misma.
La nueva reforma universitaria de 1900 permitióle su reingre-
so, mediante oposición, en la Escuela de Ingenieros Civiles, Elec-
tricistas y Arquitectos para desempeñar hasta el 10 de Enero de este
año, en que falleciera, una de las cátedras de mayor importancia,
la de ingeniería de caminos que comprende los asuntos relaciona-
dos con las carreteras, calles y caminos y ferrocarriles. Si supo el
Dr. Arozarena enaltecer como correspondía esta su Universidad,
representándola en ocasiones diversas en el extranjero, supo tam-
bien guardar en su alma intensa gratitud por la Escuela Central
de París que tanto admirara al extremo de divulgar incesantemen-
te los saludables efectos de su superior enseñanza, conservar gra-
titud imborrable por su profesorado eximio así como por ese país
de Francia que tanto amase y al que hemos admirado con singular
asombro en la lucha titánica por salvar los principios de la verda-
dera civilización. ;
Pasar por la vida dejando en cada actuación un recuerdo agra-
dable es hacer imperecedera una memoria; así ha de resultar para
170 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
cuantos tuvimos la dicha de contarnos entre sus amigos, pues en
relación con el afecto y la consideración que a sus escogidos tu-
viese, bien pudiera en sentido afirmativo aplicársele lo que en son
de duda dijera Cicerón: Ubi enim istum invenmtas quí honorem
amici anteponat suo?
La DIRECCIÓN.
EDWIN WHITFIELD FAY
Profesor de la Universidad de Tejas
Nada sabíamos de su muerte no obstante las frecuentes y bue-
nas relaciones que mantuviéramos desde que en 1? de Diciembre
de 1894 ingresamos, en la misma sesión, en la Sociedad Lingúíis-
tica de París. Unas palabras del Profesor Meillet en nota biblio-
gráfica relativa a un trabajo de Fay titulado Important defects
in indo-european phonology, que oportunamente nos enviara el
autor, despertó en nuestro espíritu la duda de si había ya rendido
su tributo a la madre tierra tan infatigable trabajador. La carta
que nos contestara el Sr. Presidente de la Universidad de Tejas
confirmó, por desgracia, nuestro presentimiento. El Profesor Fay
había fallecido el 17 de Febrero de 1920 en Pittsburgh, Pennsyl-
vania, a donde fuera por gravedad de una hermana. Con su muer-
te se apaga un maestro digno del mayor encomio, sutil investiga-
dor en el amplio campo de la ciencia del lenguaje, que supo con
su labor demostrar la excelente preparación que alcanzara en
la Johns Hopkins University, a la sombra de su gran mentor el
notable helenista Basilio Gildersleeve, con los esfuerzos que realizase
en la justificadamente afamada Universidad de Leipzig. Sorpren-
dióle la muerte al frente del Departamento de Latín en la Uni-
versidad de Tejas y su obra meritísima, dentro del profesorado,
pudo apreciarse bien tanto en la enseñanza del sánscrito y de las
lenguas clásicas en la Universidad de Michigan, donde dejara es-
tela de buen recuerdo el inolvidable Profesor D'Ooge, como en la
cátedra de latín en las de Washington y Lee, Chicago y Tejas.
Las notables Revistas Umiwersity of Texas Bulletin, The Ame-
rican Journal of Philology, Journal of the American Oriental So-
ciety y Bulletin de la Société de Eimguistique de Paris, contienen
en sus páginas su constante contribución en la esfera de sus espe-
culaciones, en ellas puede apreciarse bien el merecido renombre
La Dirección: Carlos Salvioni. 171
que alcanzara siendo buena prueba de ello The Mostellaria of
Plautus, Important defects in Indo-Europezan Phonology que juz-
gara el Profesor Meillet recientemente, Composition, not Suffixa-
tion, Education through the Study of Words, Indo-Iranian Word-
Studies, Pro Domo Mea en que analiza el superlativo, la flexión
en los verbos nasales, sin olvidar su curioso estudio Indo-European
Verbal flexion was analytical exponiendo la supervivencia de los
compuestos analíticos, la elipsis en los mismos, los aoristos sigmá-
ticos en sánscrito, el futuro (i) s-yati en el propio idioma, como
los latinos en bo, etc., importante trabajo que también juzgara
el Profesor Meillet en la Revue Critique consignando los puntos
débiles del mismo. Añadamos a lo dicho las pesquisas etimológi-
cas que publicara en periódicos de su país y del extranjero como
así lo hizo en el Boletín de la Sociedad Lingúística antes mencio-
nada al discurrir sobre los términos latinos sine, nesi, nisi; NA,
misi o el griego yhóroa
Descanse en paz el ilustre maestro que con tanto afán difun-
diera, desde su cátedra, sus útiles conocimientos; bien hicieron los
que advertidos de su sólida cultura la supieron aprovechar en sus
establecimientos de enseñanza, felices aquéllos que al tenerle por
maestry lograron mejorar sus mentes asimilando su sana doctrina.
La DIRECCIÓN.
CARLOS SALVIONI
Profesor de la Academia Científico-literaria de Milán
Con qué dolor consignamos en las páginas de esta publicación
la muerte del gran lingilista que fué a su vez dienísimo ciudadano.
Un periódico 11 Marzocco que atentamente nos enviara su viuda
hízonos saber que, como Fay, había desaparecido el amigo eminente
cuya labor intelectual tanto ros beneficiara por las excelencias de
la misma. Sucesor de aquel gran lingiliste Graziadio Ascoli que
tanto en la cátedra que explicara como en su monumental Archivio
Glottologico Italiano reveló su dominio en el campo de las lenguas,
su erudición extraordinaria, llegó a ser Salvioni en las manifes-
taciones de sus trabajos feliz heredero del gran Flechia en el co-
nocimiento de la dialectología italiana como fué asimismo encar-
nación de un elevado sentimiento patriótico, bien demostrado, con
172 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
los dos hijos que ofrendara a la patria en la redención de la mis-
ma, circunstancia que ha contribuído a elevar justificadamente su
personalidad alcanzando de todos la consideración y el respeto a
que siempre se hizo acreedor.
Los que se honraron con su amistad, cuantos han aquilatado
bien el mérito excepcional de sus esfuerzos, han podido compren-
der cómo su clara inteligencia, en medio tan científico como el de
la Universidad de Leipzig, supo aprovechar bien las enseñanzas
que allí se realizaban, reflejadas después en las indagaciones que
hiciera en la esfera de sus estudios predilectos, como así lo demues-
tra su tesis sobre el dialecto milanés, magnífico exponente de una
voluntad firme al servicio de una inteligencia superior. Por esa
sorprendente actividad que explica su abundante bibliografía, por
esa actuación sin ejemplo logró oeupar puesto prominente entre
les romanistas italianos o extranjeros, ampliando incesantemente
su saber hasta alcanzar singular dominio en el muy dificultoso y
extenso campo de la dialectología italiana. Abramos las páginas
de sus memorias y de inmediato se verá con qué éxito espigó en
la fonética, en la morfología, en la etimología, ete., cómo de acuerdo
con el método que en estas labores debe seguirse supo coleccionar
numerosos hechos que a la luz de los principios científicos estudia-
ra, analizara, clasificara, consagrando sus esfuerzos preferentemen-
te a la etimología italiana que cristalizaran en su Postille italiane
al vocabulario latino-romano, en su Nuove postille, así como en las
notas etimológicas que diera a luz en las páginas del Archivio de
Ascoli, que más tarde, a la caída de este gran lingiista, dirigisee, a
contar del Volumen XVI, y en cuya meritoria labor pusiera, jun-
to con su extraordinaria preparación, el amor entrañable que
al maestro consagrara. Para que los lectores de esta Revista
comprendan lo que en la ciencia del lenguaje significó Salvioni
ponemos a continuación los títulos de algunas de sus obras: An-
cora 1 nomas leventinesi in engo; Appunti diversi sur dialetti meri-
dionali; Dell*antico dialetto pavese; Di qualche criterio dell'indagi-
ne etimologica; Graziadio Ascoli; Il dialetto di Poschiavo; Lingua
e dialetti della Svizzera italiana; Note di lingua sarda; Osservazioni
varie sui dialetti meridionali di Terraferma; Per la fonetica e la
morfología delle parlate meridional: d*'Halia; Quisquiglie di topo-
nomastica lombarda; Spigolature Siciliane; Del posto da assegnarsti
al Sanfratellano nel sistema de dialletti Gallo-italici; Il Nuovo Tes-
tamento Valdese; Saggiío intorno ar dialetti de alcune vallate all es-
La Dirección: Carlos Salvioni. 173
irenitá settentrionale del Lago Maggiore; Spigolature friulane;
Appunto sull'antico e moderno lucchese.
He ahí en breves palabras lo que significó para la ciencia del
lenguaje el hombre notable que acaba de morir, el afortunado in-
vestigador en las materias de su preferencia, el honorable ciuda-
dano que soportara con valor ejemplar el sacrificio de dos hijos,
soldati martir: d'Italia, ardenti nella fede y de quien podría de-
cirse sobre su significación como maestro lo que el inolvidable
Bréal afirmaba del gran Ascoli pour parvenir a une maitrise il
faut des dons hors de ligne.
La DIRECCIÓN.
UA Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
NOTAS BIBLIOGRAFICAS
I. Contributi al Lessico etimologico romanzo por Giacomo Dr
GrEGO0rRI0.—Torino, 1920.
El muy ilustre lingúista Prof. Giacomo De Gregorío acaba de
reafirmar, con el excelente libro que ha tenido la bondad de ofre-
cernos, cuánta es su competencia en la muy amplia esfera de la
ciencia del lenguaje y 'cómo sus constantes y excelentes investiga-
ciones al través de las páginas de sus Studi Glottologici Italiami le
hacen merecedor, justificadamente, a nuestro aplauso y admira-
ción. La obra que acaba de publicar acusa fina observación en el
campo de los fenómenos lingiísticos relacionados con las lenguas
romanas y de modo especial con cuanto atañe al siciliano por el
que siente gran amor como que es su verdadera lengua materna.
Para los que hemos revisado, en más de un caso, los léxicos valio-
sos de Diez, Kórtine y Meyer Liúbke permitiéndonos advertir la
exuberancia de ciencia que en ellos se encierra, la publicación de
otro léxico en la misma rama del lenguaje tenía que despertar viva
curiosidad pues parecía que aquéllos debían siempre representar la
última palabra en la materia. Y leyendo cuanto nos dice el colega
distinguido y viendo el cachet propio de su obra se nota que no sólo
ha pensado en lo que esos ilustres romanistas nos han dicho sino
que ha querido también dar a conocer sus particulares pesquisas,
el juicio a que llegara en el examen de las voces románicas y de mo-
do especial de las sicilianas ya que ellas iluminan potentemente los
elementos de esta familia ofreciéndonos De Gregorio junto a la
indagación efectuada las rectificaciones que ha estimado oportuno
dar a conocer sin olvidar las adiciones pertinentes a los léxicos men-
cionados.
Esas páginas demuestran su personalidad lingiística, revelan
la justa apreciación de los principios fundamentales dentro del
lenguaje pero también manifiestan que no se acomoda a ellos cie-
gamente cuando considera que no hay motivo para tanto por lo
que teniendo en cuenta la orientación de la nueva Escuela, cuando
el caso lo requiere, ha sabido ser! liberal, como dice, en la explica-
Notas Bibliográficas, 175
ción etimológica indicando leyes fonéticas y de morfología sin
perder de vista el antiguo criterio de la razón semántica y el mo-
derno de la analogía. Leamos pausadamente su bien expuesta
Prefazione y veamos cómo no siempre puede aceptarse como cau-
sa de la evolución lingúística el principio del menor esfuerzo que
otros afamados glotólogos defienden explicando por él la elisión de
algunos fonemas estimados por el vulgo como abreviaturas ya que
según De Gregorio, y la razón en un todo le asiste, ni la abreviatu-
ra ni la asimilación representan toda la evolución fonética y la
frase el menor esfuerzo resulta término muy relativo, como ha di-
cho Osthoff, citado oportunamente por Oertel, como la influencia
etnográfica y climatérica resulta de poca importancia así demos-
trada por Whitney y otros y la vecina de un dialecto sobre otro no
puede ser tomada en consideración en cuanto aparece como un
simple hecho aislado. Para De Gregorio el fundamento de la evo-
lución, bien sea lenta o brusca en el lenguaje descansa en la aso-
ciación de hábito y preciso es buscar la verdadera naturaleza de
la lengua no en la del arte sino en los dialectos que viven en boca
del pueblo como ha dicho Delbriick y constantemente lo indica
Cejador.
Siempre hemos notado en los trabajos del Prof. De Gregorio
un espíritu de veracidad que lo enaltece, a ello se debe que en
ocasión como ésta pregone a los cuatro vientos que no es en Ale-
tania donde deben buscarse las primeras investigaciones en esta
rama porque si Diez fué quien redactó el primer léxico románico
ofreciendo defectos su clasificación etimológica, por lo que sus con-
tinuadores han señalado una forma más cómoda y más lógica al
investigador, no es menos cierto que el verdadero fundador de la
filología románica fué F. Raynouard, como no debe olvidarse la
gran contribución de los italianos en esta esfera así confirmada en
las referencias de Kórting y de Meyer Liibke. Realizar un esfuer-
zo como se advirte en este libro es propio de una voluntad firme y
de un amor a toda prueba por estos estudios, es vivo deseo de
facilitar el camino, dentro de excelente derrotero, a los que siguen
sus mismas aficiones y a ello sin duda se debe el que la palabra
sea latina, italiana o siciliana, con sus cambios aparezca bien ana-
lizada, que consigne etimologías que han sido aceptadas por Me-
- yer Liibke, que censure en más de un caso las formas que este con-
serva, de a conocer la literatura del grupo que escudriña seña-
lando las diferencias que lo separan de otros investigadores como
176 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
del inolvidable Salvioni, por ejemplo, muestre que los cambios de
fonemas determinan variautes semánticas, precise la influencia del
árabe en la explicación del origen de términos sicilianos, censure
las etimologías fantásticas para evitar el er1or, concrete entre dos
o más etimologías cuál a su juicio es la mejor, de a conocer el pase
de una sonora o sorda indicando para bien de la cultura lingúís-
tica las dicciones que faltan a los lexicógrafos.
Bienvenida sea esta útil obra que coadyuvará a orientar la men-
te en los casos de duda que puedan surgir.
II. Ortografía Racional con prólogo de D. Junio CEJADOR.—Bar-
celona, 1919.
Es un libro que produce interés desde el comienzo de su lectu-
ra, está hecho con inteligencia y nos recuerda como se ha dicho, por
el estilo, el característico de Valbuena al través de las obras que
escribiera contra la R. Academia Española; hubiéramos querido
un poco de moderación en la forma que emplea el autor anónimo
para defender sus ideas pues así sin duda despertaría interés ma-
yor a los mismos que difieran de su pensar. Lai idea concebida y
la forma de darle expresión es sui generis, ella acusa las condi-
ciones psicológicas del autor, bien adiestrado en el manejo del lá-
tigo de Juvenal y sea dicho en honor suyo la mayor parte de las
veces con fundamento sobrado. Ortografía Racional tiende a com-
batir la ingerencia etimológica en la confección de la estructura
de las voces y como afirma su muy entendido prologuista tiende a
que se llegue a escribir como se pronuncia prescindiendo de la
influencia etimológica ya que ella no sólo suele arruinar el len-
guaje, sino que llega a calcarlo en un molde que no es el propio.
Realmente cuando se estudia el diccionario de Littré, el de Webs-
ter, etc., se nota la diferencia en sentido desfavorable que pre-
senta el léxico de la Academia. Trátase de demostrar, para ro-
bustecer la crítica, la singular importancia de la carta que a Pi-
dal y Mon, como Director de la Academia de la Lengua, escribiera
el gran polígrafo Menéndez y Pelayo quien con verdadero cono-
cimiento del asunto señala casos singulares que han surgido por
ignorancia de las leyes fonéticas. En esas páginas esfuérzase el
anónimo autor, que casi le conocemos al través de su estilo, en de-
mostrar que la docta Corporación es la única responsable de la
estructura que se advierten en las voces ya que cuando se fundó
Notas Bibliográficas, 177
la Academia no había ortografía en castellano como se comprue-
ba analizando los textos antiguos, por lo que entiende que la ley
del lenguaje es el uso, es decir, el de las personas que hablan
bien, notándose tanto en América como en Filipinas cómo se ha
conservado mejor las buenas tradiciones del lenguaje y que debe
escribirse como se pronuncia.
Al estudiar los casos principales de crítica señala cuanto atañe
a la s y la z, a la sílaba ex, a la mutación de trans en tras, ins en is,
mons en mos, obs en os, subs en sus, a la contracción que debe sur-
gir para evitar la cacofonía, a los casos de aféresis que el uso au-
toriza, al uso del apóstrofo para evitar la sucesión de vocales, al
sonido simplificado de gue, gui, al uso de la g y de la j, a, la sín-
copa dental intervocálica, a la supresión de las letras inútiles,
ete., etc. Termina el autor dando una serie de consejos a la Aca-
demia que descansan en el mejor conocimiento de la fonética, en
limpiar al lenguaje de galicismos que hace aparecer como pobre
en expresión un lenguaje tan rico y tan sonoro. Romper con el
hábito ortográfico tiene que resultar un mayor esfuerzo, cambiar
la fonética de los vocablos que está acostumbrado el oído a es-
cuchar con frecuencia requiere una voluntad muy firme pero sin
que resulten todos y cada uno de los casos expuestos aceptados
ciertamente que al autor no le falta razón en la eruzada cáustica
que ha iniciado como le sobran motivos al erudito prologuista para
acoger con beneplácito los puntos fundamentales que en esas pá-
ginas se defienden.
111. Compendio del idioma maya; por S. PacuHeco Cruz, Mérida,
Yucatán, 1920.
Este libro es un nuevo esfuerzo en pro de la enseñanza de una
lengua que tiene gran significación histórica porque en maya se
efectuaron los pourparlers entre los conquistadores españoles y los
mejicanos sirviendo de intermediario Doña Marina, como la tiene
muy grande asimismo desde el punto de vista lingúístico no sólo
por lo que en su fonética y su morfología nos ofrece, sino por las
relaciones que mantiene, en el sentir de Hervás, con el tonquinés
como muestra analogía con el huastico y hasta con el otomí en
sus monosílabos y en el uso de dar diferentes significaciones a una
misma voz, simplemente con variar el tono de pronunciarlas. Las
ruinas esparcidas de un extremo a otro de la península yucateca
proclaman la cultura de esta nación que no podía dejar de tener
178 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
también un idioma culto: Zavala con su Gramática maya y López
Otero con la que publicara hace pocos años, han demostrado el
celo que sintieron por la vulgarización de una lengua que compa-
rada con las que se derivan del latín y del griego resulta más sen-
cilla, más regular, más expresiva y fecunda que éstas. Por estas
razones el Sr. Pacheco Cruz ha querido contribuir a la propaga-
ción de la lengua con el compendio del idioma maya que ha pu-
blicado modificando la orientación de los autores ya dichos para
basarse en tres puntos fundamentales en la enseñanza de este idio-
ma a su juicio: ejercicio, traducción y frases al objeto de determi-
nar tan exacta como sea posible la pronunciación figurada para
que el estudiante venza la gran dificultad que le ofrece el articular
las cineo letras propias del idioma, es decir las letras enlazadas.
Hubiéramos querido que el método del Sr. Pacheco siguiese de
cerca el de Gaspy-Otto-Sauer que ha dado resultados tan exce-
lentes constando cada lección 1? de una exposición clara y breve
de la parte gramatical; 2? de un ejercicio en que apareciesen en
pequeñas oraciones las formas diversas contenidas en los para-
digmas; 3% de un tema y 4* de una conversación en que se viesen
las formas, terminaciones de voces, ete., no frases aisladas como las
que aparecen en su libro y aun cuando el Sr. Pacheco Cruz en-
tiende que hoy resultaría ridículo aprender este idioma gramati-
calmente, no es otra cosa lo que él hace, como se nota bien en la
segunda parte al exponer el artículo, al hablarnos de la declinación
del nombre substantivo defendiendo que es flexible en la lengua
maya punto que si respetamos no podemos aceptar pues la de-
clinación consiste en expresar las relaciones entre las ideas por
medio de ciertas alteraciones hechas en la estructura material de
los nombres y ello no resulta en la flexión del substantivo pooc
(sombrero) como tampoco la tenemos en castellano.
IV. La oración y sus partes; por Roponro Lenz.—Madrid, 1920.
Agradecemos al autor de este interesante libro la atención que
nos ha dispensado obsequiándonos con un ejemplar. Lo hemos
leído con singular interés por lo que significa en relación con
nuestro idioma, por el caudal de conocimientos que acusa per-
mitiendo al Dr. Lenz señalar, merced a la gran cultura que en
esta esfera demuestra, los puntos de coincidencias, dentro del
desarrollo de su tesis, con los idiomas que compara, así como las
Notas Bibliográficas, 179
discrepancias advertidas en múltiples casos por la idiosineracia
de cada idioma. Estimamos la obra de utilidad suma, magnífico
exponente de una larga y fructífera labor, admirable enlace de
la psicología lingiiística con la lengua española hasta ahora por
nadie efectuado en castellano como hubieron de hacerlo en forma
brillante, y con carácter general, Hermann Paul en sus Prineipien
de Sprachgeschichte, Van Ginneken en Principes de Linguistique
Psychologique y Wundt en Volkerpsychologie, entre otros. Real-
mente tales investigaciones son del todo nuevas en España, ellas
revelan el interés que este aspecto del lenguaje ofrece ya que en
él no hemos de considerar simplemente cuanto atañe a su estrue-
tura sino todo lo que sea digno también de conocerse por la in-
fluencia subjetiva a la que están subordinadas los matices diver-
sos que en el campo de la psicología lingiiística se observan. El
Dr. Lenz revélase un lingiiista en su obra y en los infinitos de-
talles que en su libro se notan se le ve siempre con una orienta-
ción fija que acusa dominio de la materia y un vivo deseo siempre
que le sea posible de aplicar en nuestro idioma los principios psi-
cológicos que consigna Wundt en las páginas de su obra magistral.
Aun cuando afirma el Dr. Lenz que no es su objetivo realizar un
tratado sistemático de lingilística general sino preparar modesta-
mente el terreno para un estudio razonado de la gramática en los
cursos superiores de enseñanza secundaria pasó en esta exposición
los lindes de su propósito y hemos de regocijarnos de ello porque
así ha efectuado una obra completa digna de encomio permitiendo
conocer, con lujo de detalles, cuanto atañe a la oración en su as-
pecto gramatical y lógico, el juicio que de ella formara Wundit,
los fundamentos en que éste ha hecho descansar su apreciación así
como el equivocado concepto que de la misma mantiene la Acade-
mia en discrepancia con lo que se ve en muchos idiomas.
En esas páginas discurre el Dr. Lenz sobre el concepto de la
palabra, analiza el significado del substantivo estudiando su fun-
ción gramatical, clasifícalo y consigna que la construcción refleja
pasiva debe llamarse refleja impersonal, como afirma que la de-
clinación orgánica sólo existe en castellano en el pronombre personal
conservándose funcionalmente en el substantivo bien se indique la
función por el orden de las palabras o por el auxilio de otros
elementos como las preposiciones. Y si es cierto que respecto de la
declinación orgánica del pronombre estamos en un todo de acuer-
do no resulta así cuando se hace referencia al substantivo indica-
180 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
do o por el orden de las palabras o por el auxilio de partículas
dado que no se admiten alteraciones en la forma de las voces dentro
de nuestro idioma que es lo que se llama flexión. El capítulo re-
ferente al género señalando la forma de su cnseñanza, la substan-
tivación de los adjetivos con su representación en los idiomas de
tres géneros y la confusión surgida en las lenguas románicas al
desaparecer la forma neutra así como las pertinentes observaciones
sobre la clasificación de los adjetivos demuestra cómo se desenvuel-
ve el Dr. Lenz sobre firmísima base que le proporciona su expe-
riencia y su fina penetración en el campo general de las lenguas
permitiéndole conclusiones definitivas.
Más adelante al ocuparse de la concordancia indica cómo las
varias declinaciones en los substantivos y en los adjetivos, las múl-
tiples excepciones en la correspondencia normal entre el género y
la terminación producen un sistema muy complicado de corres-
pondencias que dificulta el aprender lenguas como el sánscrito,
griego, latín, etc., pero que perdida la declinación orgánica en las
lenguas neolatinas simplificóse en castellano, cosa que a nuestro
jaicio revela empobrecimiento del idioma si se compara con lo
que para expresar las relaciones entre las ideas se nota en las va-
riantes de los substantivos. Y como el adjetivo atributivo en las len-
guas tiene determinado carácter según el lugar que ocupe, al eri-
ticar Lenz a Bello expresa que Gróber en su Grundriss, refirién-
dose al francés, indica cómo el adjetivo antepuesto atribuye una
cualidad en tanto que el pospuesto caracteriza la especie.
Digamos, por último, que todo lo relativo al pronombre, en
cuanto al origen de sus formas, a su clasificación, a las peculiari-
dades de los personales del castellano-americano, a la importancia
y empleo del artículo al través de lenguas diferentes, al verbo con
su mecanismo, a la representación de las terminaciones personales
en las lenguas flexivas y a multitud de problemas fundamentales
en el campo del lenguaje aparece todo bien expuesto y claramente in-
dicado el criterio que en cada caso sustenta el Dr. Lenz. Y no
hemos de callar el buen efecto que nos ha producido cuanto dice
acerca de los infinitivos como meros substantivos abstractos que ex-
presarr el concepto del fenómeno correspondiente sin determinarlo
en ningún sentido acostumbrados como hemos estado a lo que acer-
ca de los mismos se nos ha venido enseñando, el criterio del Dr.
Lenz concuerda con lo que la ciencia del lenguaje entiende que
representa el infinitivo como se ve en la forma sánscrita Kshép-
Notas Bibliográficas. 181
tum de la raíz Kshep, lanzar, con alguna de la vocal radical. Con
esta síntesis puede darse uno buena cuenta del mérito de este li-
bro y de las razones que tuviera el muy ilustre filólogo Dr. Me-
néndez Pidal para incluirlo en la Colección de Manuales que pu-
blica la Revista de Filología Española que con tanto éxito dirige.
Dr. J. M. DruicO,
Profesor de Lingiística y de Filología.
V. Mesures practiques en radioactivité, par W. Makower er H.
GrIGER.—París, 1919.
Desde que Sir William Crookes en 1897 hizo su famoso descu-
brimiento acerca de la naturaleza de los ““rayos”” que parten del
electrodo negativo de los tubos que llevan su nombre, la Física
comienza a rejuvenecerse, otras teorías aparecen para explicar tan
curioso fenómeno hasta entonces no sospechado y los investigadores
redoblan sus esfuerzos por penetrar el nuevo campo que se les
ofrecía a sus actividades. Al año siguiente, otro sabio no menos
famoso, el gran Henri Becquerel, descubre otras radiaciones que
guardan estrechas analogías con las anteriores y tienen un origen
completamente distinto: nos referimos a la radiactividad, cuyo
estudio, ampliado y completado por Mad. Curie, Rutherford, Ram-
say y otros ha adquirido tan extraordinaria importancia en nues-
tros días; fenómenos imprevistos, comportamiento en aparente con-
tradicción con las leyes que hasta entonces regían la energía y la
materia, eran las características del nuevo descubrimiento y ha-
cían necesarios nuevos procedimientos para apreciar no sólo la
parte “cualitativa”? de tales hechos sino también la ““cuantitati-
va'?. Al estudio y exposición de estos últimos, tratados aislada-
mente por sus respectivos autores, han dedicado Makower y Gel-
ger la interesante obra cuyo título encabeza estas líneas; estos
métodos, muchos de ellos ampliados, han sido agrupados convenien-
temente en dicho volumen, que está formado por nueve interesan-
tes capítulos, completados con tres apéndices de gran utilidad y a
los que sigue un índice alfabético.
En el primer capítulo hacen los autores un estudio bastante
profundo del ““electrómetro de cuadrante”? y de los instrumen-
tos empleados corrientemente con el mismo; el segundo lo dedican
a los electroscopios; y el tercero a la ionización de los gases. Los
182 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
capítulos cuarto y quinto tratan de los experimentos de medida y
comparación de los rayos A, B y T, cuyo solo conocimiento nos
revela sus caracteres diferentes a pesar de tener un origen co-
mún. Los capítulos siguientes hasta el noveno son el complemento
indispensable del volumen y tratan respectivamente de los depósi-
tos activos y las emanaciones radioactivas, las transformaciones
radioactivas y medios de comprobación. En el último describen
los autores los diversos procedimientos que se emplean para la
separación de los distintos cuerpos radioactivos conocidos hasta hoy,
descritos con bastante claridad y de una manera sencilla. Los
apéndices primero y segundo son dos tablas de gran utilidad; la
primera se refiere a las constantes radioactivas y la segunda a la
destrucción de dichas substancias. El tercer apéndice comprende
una lista de las pocas casas que pueden proporcionar substancias
radioactivas e instrumentos especiales destinados a su manipulación
y estudio, lista cuya ventaja práctica puede apreciarse fácilmente.
Podemos decir con satisfacción que los autores han logrado el em-
peño expresado en el prefacio del libro y han enriquecido a la
bibliografía científica con una obra de importancia no sólo para
los amantes de la ciencia en general sino también para los que se
dedican especialmente al interesante estudio de tan extraordina-
rios cuerpos a cuyas propiedades, tan variadas como sorprenden-
tes, ha querido cierto autor dar mayor amplitud al expresar sus
ideas sobre “la generalidad de las disociaciones atómicas?””, con-
siderando a estos cuerpos radioactivos como casos particulares de
esa desintegración general.
Dr. P. CASANOVA PARETS,
Ayudante del Museo Antropológico.
CANJE
Se han recibido las siguientes publicaciones: Nosotros, B. Aires; Boletín
Oficial de la Secretaría de Sanidad y Beneficencia, Habana; L*Opinion, París;
Sociedades de Geografía de Lisboa, Lisboa; Industria e Invenciones, Barcelo-
na; Boletín de la Biblioteca Nacional, S. José de Costa Rica; Atlacatl, San
Salvador; University of California Chronicle, Berkeley; The Ohio Journal of
Science, Ohio; Revista de Medicina y Cirugía de la Habana, Habana; Razón
y Fe, Madrid; Revista de Instrucción Primaria, S. de Chile; La Hoville Blanche,
par Brugére, etc., Marseille; Memorias y Revista de la Sociedad Científica, An-
tonio Alzate, Méjico; Revista de Matemáticas, B. Aires; Boletín de la Unión
Pan Americana, Washington; Le Goút Francais, París; Boletín de la Provincia
Eclesiástica de la Rep. de Cuba, Habana; Journal of the Elisha Mitchell Scien-
tific Society, Chapel Hill, N. C.; Cuba Pedagógica, Habana; Crónica Médico.
Quirúrgica de la Habana, Habana; Revista de la Sociedad Cubana de Inge-
nieros, Habana; The Johns Hopkins University Circular, University Register,
Paltimore; Estudios Franciscanos, Sarría, Barcelona; Bulletin de la Société
d*Archeologie d*Aléxandrie, Aléxandrie; Ilustración del Clero, Madrid; Boletín
Histórico de Pto. Rico, S, Juan P. Rico; Las Antillas, Habana; The Theoso-
phical Path, Point Loma, Cal.; Revista de la Universidad Nacional de Córdoba,
R, Argentina; El Maestro, Méjico; Revista Histórica, Montevideo; L*Image,
París; Boletín de la Biblioteca Menéndez y Pelayo, Santander; El Guatemal-
teco, Guatemala; Anales de la Academia Nacional de Artes y Letras, Habana;
Boletín del Ministerio de Relaciones Exteriores, S. Salvador; Bulletin of the
New York Public Library, N, York; Boletín del Ejército, Habana; Villes
Meurtries de France-Arras, Bruxelles et París; Pegaso, Montevideo; La Inge-
niería, B. Aires; Córdoba, Tucumán, Salta y Jujuy, por E. Temple, B. Aires;
Correspondencia do 22% Visconde di Santarem, Lisboa; Anales del Museo Na-
cional de Montevideo, Montevideo; Boletín del Centro de Estudos Americanis-
tas de Sevilla, Sevilla; Letras Gúineras, Gúines; Repertorio Americano, 8. J.
Costa Rica; The Johns Hopkins Univ, Circular Summer Coarses, Baltimore;
Revista de la Asociación Politécnica del Uruguay, Montevideo; Annales de la
Faculté de Droit d'Aix, París; La Espiga, B. Aires; Revista Sud Americana,
B. Aires; Estudios de Deusto; Bilbao; Pica-Pica, S. Juan P. Rico; Apuntes
de Química General, por Antonio Moleón, Habana; Revue d*Ethnigraphie, Pa-
rís; Notes on the Silvae of Statius, by W. Merrill, Berkeley, Cal.; Anales de
Ingeniería, Bogotá, Rep. de Colombia; Boletín del Archivo Nacional, Habana;
La Cienca Tomista, Madrid; Sucinta Historia de los Juegos Florales, discurso
por A. Ramírez Pena, S, Salvador; Ethnos, Méjico; The Cultivation of Citrus
Fruits in P. Rico; by J. S. Earle, San Juan P, R.; La Morriña Negra, por J.
Bagúé, P. Rico; El mejoramiento de nuestras siembras por selección, por E.
Parker, S. Juan, P, Rico; Anales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales,
184 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
Córdoba; Revista Calasancia, Madrid; University of Califormia Record, Ber-
keley; Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, Madrid; Informaciones y
Memorias, Lima; Ll Mosaico de la Caña, por F. Earle, S. Juan, P. Rico;
Report of the President of The Johns Hopkins Uniwersity, Baltimore; Revista
Dental, Habana; Cours de Méchaniques Génerale, Grenoble; Rapport sur la
marche du service du Musée d'Aléxandrie, Aléxandrie, Revista Municipal y
de Intereses económicos, Habana; Anales del Instituto de Ingenieros de Chile,
S. Chile; 4mérica Latina, París; Ateneo de El Salvador, S. Salvador; Revista
de la Universidad, Tegucigalpa; La Cuestión Económica, R. del Salvador;
boletín de la Real Academia Española, Madrid; Journal of Entomology and
Zooiogy, Claremont, Cal.; Boleiín Oficial de la Secretaría de Estado, Habana;
Biblioteca Nacional, Lima, Perú; Secretaría de Fomento, Dirección de Agri-
cultura, Méjico; Arquitectura, Montevideo; Las Baleares, Habana; Nuestra
América, B. Aires; Boletín de la Unión Panamericana, Washington; Anales de
T. Primaria, Montevideo; Discurso en la inauguración oficial del edificio del Ins-
tituto de 2* Enseñanza de Matanzas, 1921. La Revista Agrícola, México; Revue
Hispanique, New York; Revista Bimestre Cubana, Habana; Revista de Ciencias
Médicas de la Escuela Militar, Méjico; Tohtli, México; Annual Report of The
Insular Experiment Station, Porto Rico; La enfermedad de la raíz en el café,
por J. Matz, San Juan, P, R.; £l cultivo del cocotero en Puerto Rico, por P.
González Ríos, San Juan, P. R.; La Renovación del terreno por medio de siem-
bras intermediarias de plantas leguminosas, por E. E, Barker, San Juan, P. R.;
Varios Trabajos presentados en la reunión de productores y profesionales azuca-
reros celebrada en Río Piedras el 17 de Nbre. de 192€, San Juan, P. R.; La sie-
rra de Altamira y sus relaciones con la submeseta del Tajo, por P. Royo Gómez,
Madrid; Anuario de Colegio de Belén,¡ Habana; Catálogo General de la Casa
Editora Hijos de Reus, Madrid; Ingeniería, Lima; Acción Municipal, México;
Armonía Social, León; Cuba Intelectual, Habana;
Biología (1 curso) ........0....ooo.oomomm.o.. l
Zoología (MÍNCUESO JS 04/0020 A AR
AODRTA TA CATS ia ale o RATO A dal ade ATA Dr. Carlos de la Torre.
Entomología (1 curso) ........... A A A
Antropología general (1 curso).............. .. Dr, Arístides Mestre.
CONFERENCIAS
¡AÑALGDIACOMIPATada. on caros o ao ) y ,
Paleontología animal........ A A ato INES Dr. Víctor J. Rodríguez.
Los profesores auxiliares de esta Escuela son: Dr. Víctor J. Rodríguez, Auxiliar de
Biología, Zoología € y Vonservador del Museo Antropológico y de Zoología; Dr. Pablo
Miquel (Jefe del Gabinete de Astronomía); Dr. Nicasio Silverio (Jefe del Gabinete de
Física), Dr. Gerardo Fernández Abreu (Jefe del Laboratorio de Ouímica); Dr. Francisco
Muñoz (auxiliar interino para Química) y Dr. Jorge Horstmann (Director del Jardín
Botánico). Estos diversos servicios tienen sus respectivos ayudantes. —El «Museo Antro-
pológico Montané» y el Laboratorio de Antropología tienen por Director al Profesor titu-
lar de la asignatura; lo mismo que los Museos y Laboratorios de Mineralogía y Geología,
3. ESCUELA DE PEDAGOGIA
Psicología Pedagógica (1 curso)...............
Historia de la Pedagogía (1 curso)............ Profesor Dr. Alfredo M. Aguayo.
¡Estena Escolar CIA CUESO) te OA dt AOS e
Metodología Pedagógica (2 cursos)... ......... A Dr. Luciano R. Martínez.
Dijo nue (ll Curso) AS ADA )
Diao natural (Icaro) vs dies di Sr. Pedro Córdova.
Agrupada la carrera de Pedagogía en tres cursos, comprende también asignaturas
que se estudian en otras Escuelas de la misma Facultad. El Director del Museo Peda-
gógico es el Profesor titular de Metodologia. El Profesor Auxiliar es el Dr. Rafael Fer-
nández.
4. ESCUELA DE INGENIEROS, ELECTRICISTAS Y ARQUITECTOS
Dibujo Topográfico estructural y arquitectónico )
NO AO A IA A A ' Profesor Sr. Eugenio Rayneri.
Estereotomia! (curso aa ed ona
Geodesia y Topografía (1 curso)......... Pa
a EUA e 10) APN ATEN
Materiales de Construcción (1 curso) .........
Resistencia de Materiales. Estática Gráfica '
IPC lata ad dedo a SAO Aa Ue AAN ¡
Construcciones Civiles y Sanitarias (1 curso)..
Elndromecánica (Cuts) a o ado ed S
Mantimaria (MU COESO ajo dede ld ii :á
Ingeniería de caminos (3 cursos: puentes, fe- ) S
rrocarriles;,. calles y carreteras). cio.me. delos E
Enseñanza especial de la Electricidad (3 cursos) ye Sr. Ovidio Giberga.
ra e Higiene de $ Edificios (1 curso) Í
Historia de la Arquitectura (l curso).......... »
Contratos, Presupuestos y Legislación especial ( a Dr. Andrés Castellá.
a la Ingeniería y Arquitectura (LCUESO ZE
Esta Escuela comprende las carreras de Ingeniero Civil, Ingeniero Electricista y
Arquitecto y son sus profesores Auxiliares: Vacante, (Jefe del Laboratorio' y Taller Me-
cánicos); Sr. Plácido Jordán (Jefe del Laboratorio y Taller Eléctricos); Dr. José R.
Martínez, Dr. José R. García Font y Dr. Juan M. Lagomosino (interino) con sus co-
rrespondientes ayudantes. En dicha Escuela se estudia la carrera de Maestro de Obras
exigiéndose asignaturas que corresponden a otras Escuelas.
5. ESCUELA DE INGENIEROS AGRONOMOS Y AZUCAREROS :
Física y Ouímica Agrícola (CUE Asa
Fabricación de azúcar e industrias derivadas ' Profesor Dr. Francisco Henares.
MENCGSO ). Isearcda also ont palo E e AA DA
APOLO RIA CÉCUISO ) ua eee ela E A lO AO a e )
as Dr. Alejandro Ruiz Cadalso.
al Sr. Aurelio Sandoval.
. Eduardo Giberga.
. A. Fernández de Castro.
ENtO teca (CUT) ea IS, RUDA A E ME a KE Sr. José Cadenas.
EOOLeCcura le CUA e ARI O PN y
Beonomía Rural (il 'CUESO) dl a ao |
Administración rural y formación de proyectos L
O A A O e ME RA
1 ESIStación: tUral(T Curso). alo la |
iadustrias rurales (1 Curso)... uo aaa o aa ado
1 Sr. José Comallonga.
Maquinaria agrícola (1 curso)................. yA Dr. Buenaventura Rueda.
Construcciones rurales (1 curso)..............
Microbiología agrícola (1 curso) .............. '
Patologia yegetal (ICUrESO) ins ia ;
Son profesores auxiliares los Sres. Heriberto Monteagudo (Conservador de los
Museos), Félix Malberty (interino).
Para los grados de /ngentero agrónomo y azucarero, de Perito agrónomo y de Pe-
rito químico y azucarero se exigen estudios que se cursan en otras Escuelas.
me Dr. Jorge Navarro.
En la Secretaría de la Facultad, abierta al público todos los días hábiles de 1 a 3
de la tarde, se dan informes respecto a los detalles de la organización de sus diferentes
Escuelas, distribución de los cursos en las carreras que se estudian, títulos, grados, dis-
posiciones reglamentarias, incorporación de títulos extranjeros, etc.
AWISO
LA REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS es trimestral.
Se solicita de las publicaciones literarias ó científicas que reciban la REVISTA, el canje co-
rrespondiente; y d= los Centros de instrucción ó Corporaciones á quienes se la remitamos, el
envío de los periódicos, catálogos, etc., que publiquen: de ellos daremos cuenta en nuestra
sección bibliográfica.
Para todo lo concerniente á la Revista (administración, canje, remisión de obras, etc.)
dirigirse al Director de la REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS, Universidad
de la Habana, República de Cuba.
Los autores son los únicos responsables de sus artículos; la REVISTA no se hace solidaria
de las ideas sustentadas en los mismos.
N: O TF LCE
The REVISTA DE La FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS, will be issued quarterly.
We respectfully solicit the corresponding exchange, and ask the Centres of Instruction and
Corporations receiving it, to kindly send periodicals, catalogues, etc., published by them. A
detailed account of work thus received will be published in our bibliographical section.
Address all communications whether on business or otherwise, as also periodicals, printed
matter, etc., to the Director de la REVISTA DE La FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS, Uni-
versidad de la Habana, República de Cuba.
AVWVIS
La REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRÁS Y CIENCIAS paralt tous les trois mois. On
demande 1'échange des publications littéraires et scientifiques: il en sera fait un compte rendu
dans notre partie bibliographique.
Pour tout ce qui concerne la Revue au point de vue de 1'administration, échanges, envoi
d'ouvrages, etc., on est prié de s'adresser au Director de la REVISTA DE LA FACULTAD DE
LETRAS Y CIENCIAS, Universidad de la Habana, República de Cuba.
Les auteurs sont seuls responsables de leurs articles, et la REVUE n'est engagée par
1 opinion personelle d*aucun d'eux.
UNIVERSIDAD DE LA HABANA Núms. 3 y 4
o REMISTA
- FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS
DIRECTOR:
Dr. JUAN M. DIHIGO
Profesor de Lingúística y de Filología
Director del Laboratorio de Fonética Experimental
REDACTORES JEFES;
- Dr, ARISTIDES MESTRE
Profesor de Antropología
Director del Museo Antropológico Montané
Dr, SALVADOR SALAZAR Dr. LUIS DE SOTO
Profesor Auxiliar Profesor Auxiliar
de Ciencias Filosóficas de Lenguas y Literaturas clásicas
SON COLABORADORES LOS SEÑORES PROFESORES DE LA FACULTAD
JULIO-DICIEMBRE 1921
SUMARIO:
: —La Universidad y sus problemas ....:...... +. ..00.... Dr. Alfredo M. Aguayo.
—La toma de posesión del nuevo Rector de la Univer-
2 A DUE SUE péa 70S RD UI de 9 ==... “La Dirección.
—$Scopas y su intervención en la estatuaria (con graba-
Pados:) COORCRIPCOI A AT o e a lo Srta. Blanca H. de la Iglesia.
—Reminiscencias HiStÓTiCaS ..;¿..o.ocooomoo coco. ..o.. '" La Dirección.
—Antonio C. González (econ un grabado) ...0...co...... La Dirección.
—Notas Bibliográficas.—I. Linguistique générale et Lin-
.guistique historique; por A. Meillet, París, 1921.—
11. Por mi ciudad; por Juan B. Terán, Buenos Aires,
1920.—IIT. “Vocabulario cubano; por Constantino Suá.-
lie ad E e e Ue ERAS y E O AMI Dr. J. M. Dihigo.
JIV. Los precedentes musulmanes del Parí de Pascal;
¡por Miguel Asín Palacios, Santander, 1920 ......... Dr. Aurelio A. Boza.
—Canje. >
HABANA
Imprenta ''La Propagandista””,
Monte 87 y 89,
1921
EN SEÑANZA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS.
AS Dr. Carlos de la Torre.
Secretario: Dr. Salvador Salazar.
1. ESCUELA DE LETRAS Y FILOSOFIA.
Lengua y Literatura Latinas (3 cursos) ..... o Profesor Dr. Adolfo de Aragón. y
Lengua y Literatura Griegas (3 QUISOS)/ a4ci20a 2 Dr. Juan Maza y Artola.
Fudloga (1 ou dy 7 De dues Miguel Diigo. la
Historia de la Literatura Española (1 curso) ... ] y
- Historia de las literaturas modernas extranjeras MEA Dr. Era Domínguez Y
(AICUTSOB a ele e ola alo ds cil Siga la an IRE reia 18
Historia“ de' América (LCUISO) o mesi. ars o ; os O da te
- Historia moderna «del resto del mundo (2 cursos) ] 2 Dr. Evelio Rodríguez Lenin. ,
Psieologíd (L:curso) Y... Vo sie.» AN 2 ea SE Y
Filosotía, Moral (LAQUTSO. Do ca nar la a es SA YN Dr. Sergio Cuevas gequeira
Sociología CIAUPSO do ai al Cda ob TA J
Los profesores auxiliares de esta Escuela son: Dr. Salvador Bola para el grupo de Historia y
Ciencias Filosóficas; Dr. Luis de Soto para el grupo de Lenguas clásicas y Dr. Eligio de la Puente -
(aux. int.) para 'el grupo de Literaturas; los cuales dan conferencias sobre sus respectivas materias.
¿El Laboratorio de Fonética Experimental tiene por Director al Profesor titular de ABUSA
2." ESCUELA DE CIENCIAS.
(a) Sección de Ciencias Físico-Matemáticas.
Análisis matemático (Algebra Superior) (1 .eurso) ]
Análisis matemático (Cáleulo diferencial e inte- + Profesor Dr. Pablo Miquel.
gral) (L QUE) recto J
Geometría superior y analítica (1 eurso) ....... 1]
Geometría descriptiva (1 Curso)... .....c. F Ss Dr. Claudio Mimó.
Trigonometría (1 O J
Física Superior (ler. Curso) ......nc.mo.. ll at ed :
Física Sapérior LARCOUTAOS os ai el dora o Raya a J 9er GE | EVOCA One
Química ener (ACUTSO) ve dates dan one) ole aj oigó AA Sr. Carlos Theye.
Brolonta bd ACUESO Dór c e ela tl lea o ae ESE ] j
A E de O EOL Eon La a ar aros ab ion
Dibujo: Lineal (USCIS e la É
Dibujo ere ULA A Ed A ] > Sr. Pedro; Córdova,
Cosmología” (IRRITsO yde pica a ed a )
Mecánica Racional (Di CUTSO) re a li qa tao , AS Dr. Victorino Trelles,
Astronomia (euro Sabe altar ola i o bla J :
Géodesta” EL CUBO) tn aos Ye oie pe Dr. Alejandro Ruiz Cadalso.
Mineralogía y Cristalografía (1 curso) .1...... e Dr. Santiago de la Huerta. .
Botánica general (1 CUISO) aia: eo al Dr. Felipe García Cañizares, -
(b) Sección de Ciencias Físico-Químicas.
Análisis Matemático (Algebra Superior) (1eurso) Profesor Dr, Pablo Miquel.
Geometría Superior (sin la Analítica) (1 Cba 130 > x Co
Trigonometría (plana y esférica) (1 curso) ..... e: O
Física Superior" (her. Curso) e 1 ; y a :
Física Superior 2 Curso) ............ La J ey O SON
Quémica inorgánica y Analítica (1 curso) ..... EA , :
Química Orgánica (1 CUTSO) ...o..ioneomom.... 5) 2 dr
Dibújo Lineal. HL GUISO) Ne aaa es E
Dibujo «Natural ¡CIRO ariba a E o o 27 Air MALTA OOO
Mineralogía y Cristalografía (1 curso) ........: 4 Dr. Santiago de la Huerta.
o
Botánica. general (Ll CUBO in are o aaa ee » Dr. Felipe García Cañizares.
Cosmología (Ll. CUNSO) Loarre r E Dr. Victorino Trelles.
(c) Sección de Ciencias Naturales.
Análisis Matemático (Algebra Superior) (1gurso) Profesor Dr. Pablo Miquel.
Geometría Superior (sin la Analítica) (1 eurso) . ] Di Claudio “Miinó
Trigonometría (plana y esférica) (1 curso) ..... J 13 (ESA mad
Químicas general (IUAEDTSO) o uimio ego ol do Jools o a Sr. Carlos Theye.
Dibujo Laneali (CUrS O). eri idea ada hi0 uo a da E Sic 3 e
Dibujo Natural CLiCUEDO) EEES Aso od Rh J e) Br. Pedro COrdoYAa.
Wisica general: (1 BUTSO) 215 lo lo e PA Dr. Plácido Biosca.
eos IS (2 CUTSOS) Lote ] A Dr. Santiago de la Huerta.
Botánica general (dh iCUrSO) <a cdo eo olbo de ) Dr. Felipe García Cañizares.
Fitografía y Herborización (1 Curso) ......... J dd
Vol. XXXI JULIO-DICIEMBRE 1921 Núms. 3 y 4
REVISTA |
DE LA
FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS
LA UNIVERSIDAD Y SUS PROBLEMAS ()
POR EL DR. ALFREDO M. AGUAYO
Profesor titular de la Escuela de Pedagogía
INTRODUCCION
1. La pedagogía universitaria en Cuba.—En 1907, D. Rafael
Altamira, el docto profesor de la Universidad de Oviedo, celebra-
ba la frecuencia con que, en la alborada de este siglo, las oracio-
nes de apertura de curso de las universidades españolas versa-
ban sobre problemas de reforma de la enseñanza superior (114).
Igual satisfacción ha de sentir quien lea las disertaciones con
que, de algunos años a esta parte, se inauguran en nuestra Uni-
versidad los cursos académicos. De diez y nueve discursos de
esta clase aquí leídos desde el año de 1903 hasta la fecha, doce,
es decir, el 63 por ciento, están dedicados, total o parcialmente,
a las reformas, necesidades o intereses de nuestra vida académi-
ca. «Justo es reconocer que en las postrimerías del siglo XIX
hubo también entre nosotros alguna actividad en los estudios do-
centes de carácter superior. Los Dres. D. Antonio Rojo y Sojo
(79), D. Federico Horstmann (56), D. Manuel Johnson (57) y
(1) Discurso leído en el Aula Magna de la Universidad, el 1o de Octu-
bre de 1921, en la apertura del año académico de 1921 a 1922,
186 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
D. Alfredo Bosque (19) dieron brillo y novedad a fiestas de esta
índole, pronunciando elocuentes oraciones, consagradas por en-
tero a asuntos universitarios. La guerra de independencia puso
fin a tan laudable práctica, y durante nueve años, de 1894 a 1903,
la pedagogía esquivó nuestras fiestas académicas. (2)
La gloria de haber recogido la antorcha de aquella tradición
corresponde al Dr. Varona, el glorioso y venerable reformador
de esta Universidad. Su soberbio discurso inaugural de 1903-1904
sobre la función de las universidades (109) y sus trabajos Las
reformas en la enseñanza superior (107), La instrucción pública
en Cuba (108), Los problemas actuales de enseñanza superior
(110) y otros, han dado orientación e impulso a los estudios, bas-
tante numerosos, que sobre la Universidad y sus problemas se
han publicado en Cuba durante los dos últimos decenios. Para
apreciar en lo que vale la actividad docente provocada por el
Dr. Varona, basta recordar las doctas oraciones de apertura de
curso aquí leídas por los Dres. José Antonio González Lanuza
(52), Manuel Valdés Rodríguez (101), Gabriel Casuso (26), Pa-
blo Desvernine (34), Pedro Calvo (22), Francisco Henares (55),
Ricardo Dolz (46), Francisco del Río (77), Arístides Mestre (70),
e Ismael Clark (28); y la multitud de libros, folletos, artículos
de revistas y diarios, informes, proyectos de ley, ete., sobre ense-
ñanza superior, que han visto la luz desde 1901 hasta la fecha.
Entre éstos son dignos de mención el libro del Dr. Juan Miguel
Dihigo sobre La Universidad de la Habana (44); el del Dr. Fran-
cisco Carrera Jústiz, titulado Las Universidades (24); el del
Dr. Arturo Montori sobre El problema de la educación nacional
(711); un trabajo del Sr. Luciano Acevedo sobre Las universida-
des de la América latina (1); el informe del Dr. Carlos E. Fin-
lay acerca de la enseñanza de la medicina (50); un artículo del
Dr. González Lanuza, titulado Necesidad de profundizar los es-
tudios jurídicos (54); varios trabajos del Dr. Salvador Salazar;
algunas de nuestras conferencias de extensión universitaria; las
disertaciones de los Dres. Salvador Salazar, Diego Tamayo y Ju-
lia Martínez, pronunciadas ha pocos meses en una de las series
organizadas por la Asociación Pedagógica Universitaria y dedi-
(2) Constituye una excepción el Discuso inaugural del curso de 1897-
1898 (leído por el Dr. D. Antonio Jover), donde se trata de la educación
de los pueblos.
A. M. Aguayo: La universidad y sus problemas. 187
cadas, respectivamente, al Nacionalismo universitario, a La uni-
versidad y la enseñanza de la medicina y al Alma Mater; nume-
rosos estudios que han aparecido en la Revista de la Facultad de
Letras y Ciencias; etc. En Cuba, durante los años transcurridos
de la actual centuria, la pedagogía universitaria ha sido más
fecunda que en todo el siglo XIX. Esta actividad es de buen
augurio, ahora que, según aleunos creen, se aproxima una era de
reformas de este alto centro de enseñanza.
2. Mi encuesta y sus resultados. —Antes de exponer por eseri-
to mis ideas sobre las reformas universitarias, quise explorar la
opinión de las personas que, por su competencia en la enseñanza
o por su cultura general y su experiencia de los hombres y las
cosas, me parecieron más capacitadas para tratar de estas mate-
rias. A ese fin, en el verano de 1920 redacté una circular y un
cuestionario, y remití una copia de los mismos a los profesores
y ayudantes de esta universidad y a muchas notabilidades del
foro, la medicina, la política, la industria, el comercio y, para
decirlo de una vez, de todos los órdenes de nuestra vida nacional.
El cuestionario, cuidadosamente impreso, se refería a los particu-
lares siguientes: 1%, fines e ideales que debe perseguir esta uni-
versidad; 2%, educación de sus alumnos al comenzar sus estudios
académicos; 3%, disciplina universitaria; 4”, gobierno de este cen-
tro de enseñanza; 5%, planes de estudios; 6%, métodos de enseñan-
za; 7”, sistema de exámenes y calificaciones; 8%, las tesis de doe-
torado; 9”, recursos de cada escuela respecto a laboratorios, edi-
ficios, ayudantes, ete.; 10%, formación del profesorado académico;
11%, sistema de provisión de cátedras; 12%, defectos no incluídos
en los apartados anteriores; 13%, la enseñanza libre; y 14', refor-
mas de que está necesitada la Universidad. Estos catorce asun-
tos comprendían veinticuatro preguntas concretas y precisas.
Dirigí unas 250 circulares y cuestionarios a otras tantas per-
sonas, y de ellas recibí doce contestaciones, a saber: siete eserl-
tas por profesores de esta universidad; una firmada por un
ayudante de la misma; dos por profesores de escuelas normales
y otras dos por universitarios que no ejercen la enseñanza. Cua-
tro de las respuestas procedían de la Escuela de Medicina; ecua-
tro de graduados de la Escuela de Pedagogía; dos llevaban fir-
mas de arquitectos, una la de un profesor de la Escuela de Letras
y Filosofía y otra la de un jurisconsulto y profesor de Derecho.
188 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
De esta breve estadística se infiere que los informes recibidos
representan poco menos de un eineco por ciento de los cuestiona-
rios que envié por el correo o entregué en persona a los interro-
gados. No obstante, sería injusto asegurar que mi encuesta fué
un fracaso, pues si bien las contestaciones fueron pocas, la cali-
dad, en cambio, suplió las deficiencias de la cantidad. Casi todos
los informes están subseritos por profesores eminentes; aleunos
de éstos son autores de excelentes trabajos sobre enseñanza su-
perior, y todos, sin excepción, parecen sinceros en sus ¿juicios y
exactos en los hechos que les sirven para documentarse. Razón
tenía Schiller para asegurar que los votos no debían contarse,
sino pesarse:
Man soll die Stimmen waegen und nicht zaelen.
En lo fundamental y básico difieren poco los informes recibi-
dos. La mayoría está de acuerdo en las principales deficiencias
de organización de esta universidad y en lamentar la escasez de
sus recursos, sobre todo en edificios y material de enseñanza.
Hay menos concordancia en cuanto atañe a los planes de estudios
y al sistema de provisión de cátedras y mucha diferencia de opi-
niones en lo que se refiere a la elección de Rectores y Decanos,
procedimientos de examen, distribución de cátedras, ete. Por
otra parte, en las contestaciones se revela la influencia de la obra
de renovación y los escritos del Dr. Varona. Ni un recuerdo al
cadáver enterrado durante la primera intervención americana.
Todos los informes miran de frente al porvenir. La impresión
que dejan en el ánimo es de incorformidad con lo presente, de
actividad renovadora, de viril y sana rebeldía.
3. Las universidades españolas e hispano-americanas.—El pro-
fesor Carlos F. Thwing, el gran historiador de las universidades
norteamericanas, refiere (212, p. 79) que un amigo suyo, a quien
habló de trasladarse a España para estudiar la universidad de
Madrid, le dijo bruscamente: “En Madrid no hay universidad.
La observación—agrega Thwing—era a un mismo tiempo ver-
dadera y falsa, porque, si bien Madrid no tiene una universidad
que esté a la altura de lo más grande de la historia de España,
en cambio posee una que no es completamente indigna de la cul-
tura e ideales pedagógicos de la España moderna. Cada nación
tiene los colegios y universidades que merece””.
Es claro que la universidad de Madrid y en general las univer-
A, M. Aguayo: La universidad y sus problemas. 189
sidades españolas han mejorado algo desde que Thwing eseribió
las líneas precedentes; pero basta leer algunas páginas firmadas
por universitarios españoles de mucha autoridad, v. gr., D. Fran-
cisco Giner (144), D. Adolfo Posada (193, 194 y 195), D. Aniceto
Sela (203 y 204), D. Federico de Onís (186), D. Miguel de Una-
muno (213), D. Feliciano Candau (128), D. Santiago Ramón y
Cajal (272) y otros, para convenir, con D. Adolfo Posada (194,
p. 97), en que las universidades españolas no están ““ni mejor ni
peor que las demás instituciones del Estado””.
““Las universidades españolas—agrega el Sr. Posada (194, p.
100) —apenas si se han dado cuenta de su misión y de sus fun-
ciones en la vida contemporánea. Muertas salieron del antiguo
régimen, y muertas han continuado durante el régimen centra-
lizador de nuestros tiempos. Si así no hubiera sido, si las uni-
versidades hubieran tenido vida científica, de trabajo verdadero,
se habrían transformado de un modo natural, al compás de las
demás del mundo, hasta convertirse en lo que éstas son ya en los
principales países: en centros de formación científica y pedagó-
gica y de acción social; en suma, en verdaderos centros de cul.
tura nacional.
““El ideal—no la realidad—de la universidad de España es
todavía el de una escuela profesional: escuela de médicos, de
abogados, de farmacéuticos; ni aun siquiéra se separan de este
ideal las dos Facultades, desinteresadas por excelencia, de Cien-
cias y de Filosofía y Letras, toda vez que a ellas se va, no tanto
con el deseo de educar el espíritu en la investigación de los altos
problemas de la naturaleza, de la vida y de la historia, y de ha-
cerse hombre de ciencia en el pleno sentido de las palabras, como
para obtener un título profesional que capacite, v. gr., para ser
catedrático de Instituto o de Faecultad...?”.
Respecto a las universidades hispano-americanas, algunos pen-
sadores de reputación que las han examinado a la luz de las ideas
modernas, v. gr., José Ingenieros (154), Ernesto Nelson (182 y
. 184), Alfredo Colmo (135), Rodolfo Rivarola (200 y 201), Edgar
Edwin Brandon (121), y otros, emiten acerca de ellas ¿juicios
poco favorables. En un trabajo que vió la luz ha pocos años en
La Reforma Social del Dr. Orestes Ferrara (154, p. 171), D. José
Ingenieros, el eminente profesor de la Universidad de Buenos
Aires, decía que “en su casi totalidad, las universidades hispano-
190 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
americanas son inactuales en su espíritu y exóticas por su orga-
nización. Han sido—agrega—constituídas imitando moldes vie-
Jos, y conservan el rastro de la cultura medioeval””.
Es curioso—afirma el profesor Ernesto Nelson, de nacionalidad
argentina, lo mismo que Ingenieros—que en medio del despertar
de las ciencias, del desdoblamiento y multiplicación de los inte-
reses intelectuales, de la división del trabajo especulativo y de
investigación, la universidad de hoy continúe siendo en muchos
países la universidad de ayer, una escuela de artes y oficios, en
suma... (184, p. 14)””.
No menos severa es la opinión de Mr. Edgar E. Brandon, quien
en la obra Latin-American Universities and Special Schools es-
tudia con la mayor competencia e imparcialidad la educación su-
perior de Hispano-América. ““Las universidades hispano-ameri-
canas—dice (121, p. 44)— han sido tardas en darse cuenta de
que una profesión exclusivamente consagrada a su misión docente
elevaría el nivel de la enseñanza y al mismo tiempo formaría un
cuerpo de sabios e investigadores independientes que honrarían
a su país y al mundo culto. En la América latina se producen
pocos trabajos científicos, en parte porque allí no hay hombres
que puedan dedicar todo su tiempo y sus talentos a la ciencia o
a la investigación. Compréndese la necesidad de ese trabajo;
pero las instituciones académicas no han modificado su organiza-
ción para que dicha obra sea posible. En los últimos años la
Universidad de la Plata ha hecho algo por fortalecer el espíritu
científico; mas sus esfuerzos han tropezado en gran medida con
la práctica tradicional de las cátedras subdivididas””.
Esta crítica valiente de la enseñanza superior en España e
Hispano-América ha provocado en casi todos los países que ha-
blan nuestra lengua un ansia de renovación que se traduce, no
só:o en la ya rica literatura dedicada a estos asuntos, sino en
multitud de proyectos de ley y ensayos de reforma que de poco
tiempo a esta parte han surgido en nuestra antigua metrópoli,
en la República Arsentina, en Uruguay, en Chile, en Méjico y
last, not least, en nuestra República. Hechos frecuentemente con
festinación y no siempre por personas desinteresadas ni compe-
tentes en estudios académicos, dichos empeños de renovación han
sido en su mayoría poco acertados y fecundos; pero han provo-
cado discusiones, han aguzado el espíritu erítico y a la larga han
A. M. Aguayo: La universidad y sus problemas, 191
permitido establecer ciertos principios cardinales que deben pre-
sidir la solución de ciertos problemas universitarios.
4. Plan de este trabajo.—Los problemas y dificultades teóri-
cas y prácticas que ofrece una universidad moderna son innume-
rables, y en su mayoría de inquietante gravedad. Quien se tome
el trabajo de estudiar siquiera los más importantes y fundamen-
tales, dará la razón a Mr. Woodrow Wilson quien, a raíz de su
designación para la primera magistratura de los Estados Unidos,
declaró que el cargo no le preocupaba, pues para algo había sido
presidente de una universidad americana. Agrupando esos pro-
blemas por sus afinidades y relaciones de carácter lógico, podrían
reducirse a las siguientes clases:
I. Funciones e ideales de la universidad.
Il. Educación universitaria.
HT. Investigación científica.
IV. Servicio general a la comunidad.
V. Problemas generales y especiales de organización.
VI Vida de los estudiantes.
VII. Presupuestos de ingresos y de gastos; y
y
VIM. Calidad de los productos universitarios.
Cada una de estas rúbricas comprende una serie tan larga de
problemas, que es casi imposible enumerarlos bien. Así, por
ejemplo, en la clase segunda (educación universitaria) entran
por lo menos los asuntos siguientes:
Educación intelectual.
Educación física y examen médico de los alumnos.
Educación moral y social.
a
Educación cívica.
e. Relaciones de la universidad con las escuelas secundarias
(títulos que habilitan para la inscripción, exámenes de admi-
sión, etc.).
f. Adaptación de los planes de estudios a los fines que persi-
gue la educación académica.
g. Tiempo que exige la enseñanza.
192 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
h. La enseñanza privada.
i Supervisión de los trabajos de los alumnos fuera de las ho-
ras de clase.
j. Relaciones entre la enseñanza y la investigación científica.
k. La democracia universitaria.
1. La coeducación.
m. Relación entre el profesorado y el número de estudiantes.
n. Cooperación con otras instituciones, para los intereses de
la educación.
o. Los laboratorios, talleres, museos, clínicas, seminarios, ete.
p. Las bibliotecas universitarias.
q. Métodos de enseñanza de cada especialidad.
r. Uso de los libros de texto y referencia y de las fuentes ori-
ginales.
Ss. Las becas de estudios.
t. La inspección de la enseñanza.
u. La disciplina universitaria.
vV. Las pruebas o exámenes parciales.
X. Exámenes de fin de curso (pruebas y calificaciones).
y. Consultas de los alumnos a sus profesores.
z. Estudios electivos.
Y aquí no termina la enumeración. Para plantear y resolver
tan larga serie de problemas, hay que poner a contribución toda
la ciencia humana. No hay hombre, por sabio que sea, que esté
capacitado para hacerlo sin auxilio de otros. Con esta «persua-
sión, algunas universidades extranjeras, v., gr., la de Buenos
Aires, han creado academias o juntas de estudios universitarios,
las cuales tienen la misión de examinar atentamente y proponer
la solución más adecuada a los asuntos debatidos.
Todo esto quiere decir que no tengo competencia para decidir
las reformas que deben implantarse en este centro de enseñanza.
Las páginas que siguen constituyen sólo una modesta contribu-
ción al estudio de algunos problemas universitarios. Dividiré
mi trabajo en tres capítulos: 1”, funciones de la Universidad;
2%, problemas generales de organización; y 3%, la Escuela de Pe-
dagogía.
A. M. Aguayo: La universidad y sus problemas, 193
II
FUNCIONES DE LAS UNIVERSIDADES
1. Evolución de las universidades.—“Al principio—dice el
profesor F. P. Keppel (158, p. 256) —la única misión de las uni-
versidades era la enseñanza; el siglo XIX trajo los deberes de
la investigación y el XX los problemas del servicio general a la
comunidad. Es claro que las dos primeras funciones están in-
eluídas en la última, porque son foimas de servicio público de
un orden superior; mas, para insistir en ellas, pueden «conside-
rarse como funciones separadas””.
Estas palabras resumen admirablemente el cambio radical que
en las últimas centurias se ha llevado a cabo en las instituciones
de enseñanza superior. La universidad de la Edad Media creía
estar en posesión de la verdad definitivamente formulada. Su
única misión era transmitir el conocimiento a sus alumnos y evi-
tar .que se enseñasen doctrinas consideradas peligrosas. Aristó-
teles en filosofía, Hipócrates y Galeno en medicina, Euclides en
las matemáticas, Ptolomeo en astronomía, el Corpus juris civilis
en derecho y los dogmas de la Iglesia en punto a teología eran
autoridades infalibles que nadie, por sabio que fuera, osaba dis-
cutir. Siendo imposible la investigación, el trabajo didáctico se
reducía a la transcripción escrupulosamente fiel del libro de tex-
to y de sus comentarios y a las disputas para interpretarlos y
deducir consecuencias de la verdad ya establecida.
El Renacimiento sacudió con mano vigorosa la fe de carbonero
de los escolásticos, y creó los institutos elásicos, que elevaron el
nivel intelectual de las universidades; pero, no obstante los pro-
eresos de las matemáticas, las ciencias naturales y las disciplinas
filosóficas en los siglos XVII y XVIIL la enseñanza superior per-
maneció aferrada a las tradiciones y formas de los siglos medios.
Para dar impulso a la investigación, los hombres de ciencia se
vieron obligados a crear las academias sabias. Creían que el
aumento del saber humano nunca se realizaría en los recintos
universitarios.
Halle y Goettingen en el siglo XVIII y sobre todo la Universi-
dad de Berlín, creada en 1810, dieron un mentís a esa creencia
pesimista. La investigación científica hizo su aparición en las
194 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
aulas académicas; y tan brusco y radical fué el cambio que pro-
dujo en la enseñanza superior, que a principios del siglo XIX
Schleiermacher y Fichte pudieron definir el espíritu de la refor-
ma. “Quien quiera dedicarse a las profesiones liberales, al clerus
de la nación —decían—(189, p. 164) —quien aspire a ser algo más
que un simple obrero, está obligado, no sólo a aprender lo que
ya ha sido descubierto, sino a capacitarse para enriquecer el
cuerpo del conocimiento. Es más, el verdadero conocimiento no
puede ser adquirido de memoria, antes bien quienes lo busquen
deben producirlo nuevamente””.
El ejemplo de Alemania se difundió más o menos lentamente
en todas las demás naciones, y a fines del siglo XIX las prinei-
pales universidades del mundo enseñaban con orgullo sus semi-
narios y laboratorios, donde cada día avanzaba la línea invisible
que separa lo conocido de lo inexplorado. A principios de la ac-
tual centuria, un eminente pensador español, D. Francisco Giner,
declaraba sin reservas (144, p. 41) que “la universidad mera-
mente instructiva, como órgano cuya superior misión en la so-
ciedad es distribuir mecánicamente una especie de alimento in-
telectual, una cantidad de doctrina hecha, cerrada y conclusa,
que el discípulo no tiene más que entender y asimilar, puede
darse por moribunda, aun en pueblos como el nuestro. Este es
punto resuelto””.
Esta mutación de valores mejoró notablemente la vida interna de
las universidades, pero no alteró su carácter intelectualista. La uni-
versidad siguió siendo una escuela de ciencias puras y aplicadas,
donde el resultado objetivo (trabajos, investigaciones, exámenes,
erados y diplomas) era lo esencial, y el producto humano, las
cualidades físicas, los hábitos sociales, las virtudes morales y
cívicas del estudiante, el servicio que éste podía prestar a su país,
o para decirlo de una vez, el hombre completo y educado, nunca
aparecía en las leyes y proyectos de reforma.
Dos hechos han econtribuído poderosamente a alterar este con-
cepto de la vida académica. El primero es el progreso de las
ciencias de la educación en los últimos decenios del siglo XIX y
en los años transcurridos de la actual centuria. A través de mil
andanzas y vicisitudes, la pedagogía ha llegado a la conclusión,
sencilla y elegante a la vez, de que educar es dirigir racional-
mente la vida. Esta dirección ha de inspirarse, por un lado, en
A. M. Aguayo: La universidad y sus problemas. 195
las necesidades e intereses del educando, y por el otro en los
valores e ideales de cada grupo social. De ahí que varíe según
la edad del educando y las condiciones de sexo, cultura, tiempo,
lugar, nación, etc. La educación primaria dirige la vida del hom-
bre durante una parte de la niñez, y la media o secundaria des-
empeña idéntica función en la adolescencia. De acuerdo con
la aspiración moderna, nacida y realizada en los países anglo-
sajones y difundida después por todo el mundo, la universidad
debe dar los últimos toques, los más vigorosos y acertados, a esa
obra de dirección moral, intelectual e higiénica, formando hom-
bres capaces y disciplinados y ciudadanos laboriosos y útiles que
contribuyan al mejoramiento de la sociedad a que pertenecen.
El segundo hecho a que me he referido es el triunfo arrolla-
dor de las modernas democracias, con sus problemas imprevistos,
sus peligros morales y sociales, su complicada maquinaria eco-
nómica y política. Más que ninguna otra forma de gobierno, el
de la democracia exige instrucción, capacidad, altruismo, virtu
des cívicas y disciplina moral. Estas cualidades pueden culti
varse bien en los centros de enseñanza superior, donde florecen
las ciencias humanas y las virtudes hijas del trabajo asiduo y
desinteresado, y donde se acendra más que en ningún otro lugar
el amor a la patria, fruto del estudio incesante de su historia, su
suelo, sus artes, su literatura, su vida social. Movida por una
fuerza irresistible, la universidad se ha convertido en un insti-
tuto de trabajo social, que contribuye activamente al mejora-
miento económico, moral e intelectual de la nación. Hace más
de sesenta años, un profesor de este establecimiento, con una
visión profética del porvenir, expuso estas ideas sosteniendo que
a los profesores de la universidad ““están confiadas la dirección
intelectual, moral y facultativa de la generación presente y la
importante misión de engendrar y preparar la mejora social del
porvenir?” (61, diseurso inaugural de 1860, p. 26). Lo que en
D. Domingo León y Mora era algo así como un ensueño, se ha
convertido en realidad.
En suma, la universidad del siglo XX es un gran laboratorio
de investigación científica, un instituto de educación nacional y
un centro u oficina de servicios sociales. El profesor Coulter ha
dicho que el primero de esos servicios constituye el sistema ner-
vioso de la universidad. Completando la imagen pudiera decirse
196 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
que el corazón de la universidad se encuentra en su obra educa-
tiva y en los servicios que presta a la nación.
2. La investigación científica en las universidades.—Hay un
particular en que están de acuerdo todos los grandes educadores
contemporáneos, y es que la investigación científica es función
esencialísima de la universidad moderna. Tan importante ha lle-
vado a ser en nuestros días este aspecto de la vida académica,
que en algunos establecimientos de enseñanza superior se entien-
de por universidad la Escuela de altos estudios (graduate school)
donde todo gira alrededor de la investigación científica; y no
falta quien sostenga, con Nicholas Murray Butler, el genial pre-
sidente de la Universidad de Columbia, que la enseñanza es quizá
el menor empeño de la universidad. ““Su principal función—
agrega el Dr. Butler (127, p. 516)—es la conservación, progreso
y difusión del conocimiento, el avance de esa línea fronteriza”
entre lo conocido y lo desconocido, línea que constituye el hori-
zonte humano””.
En el mismo sentido que Butler se expresan todos los grandes
teóricos de la educación superior en Francia, Alemania, Estados
Unidos, Italia, España, la República Argentina y en general de
todos los pueblos cultos de la tierra. “En Alemania—dice Paul-
sen, el eminente historiador de las universidades alemanas—es
cosa admitida que todos los profesores universitarios son sabios
e investigadores y que todos los sabios e investigadores son pro-
fesores universitarios (189, p. 4)””.
““Los profesores universitarios—afirma Ferdinand Lot—no tie-
nen por única misión celebrar exámenes y formar profesores y
futuros sabios, sino deben contribuir personalmente al progreso
de la ciencia (170, p. 42)”. Y abundando en las mismas ideas,
otro profesor francés, M. Caullery (134, p. 57), sostiene que ““la
función esencial de la enseñanza superior es la investigación
científica. No se trata—agrega—de sacrificar la enseñanza; pe-
ro es preciso dejar a los profesores universitarios libertad de
espíritu y tiempo suficiente para que puedan emprender y dirigir
bien sus investigaciones ””.
““La Universidad—nos dice Luis Credaro, el ilustre profesor
italiano—no debe ser un simple órgano distribuidor de doctrinas,
sino, sobre todo, un taller de trabajo científico (177, vol. III, p.
605)””. Esta opinión en nada difiere de la sustentada por los
A. M. Aguayo: La universidad y sus problemas. 197
más ilustres sabios y educadores españoles. A tenor de un acuer-
do de la Asamblea Universitaria de Valencia (octubre de 1902),
tomado a propuesta de D. Aniceto Sela (204, p. 157), los centros
de enseñanza superior deben proponerse, entre otros fines, ““el
cultivo de la ciencia pura, por medio de la más alta y desintere-
sada investigación, siguiendo de cerca el movimiento científico
del mundo culto y tomando parte activa en él””.
En la República Argentina, donde hoy se trabaja activamente
por renovar las instituciones académicas, sus mejores sabios, eo-
mo D. Joaquín V. González, D. Víctor Mercante, D. Rodolfo Ri-
varola, D. José Ingenieros, D. Alfredo Colmo, etc., han llegado a
las mismas conclusiones que fueron aprobadas por la Asamblea
de Valencia. Así, v. gr., D. Alfredo Colmo, en un trabajo publi-
cado en la Revista de Filosofía de Ingenieros (135, p. 411), se-
ñala, entre otros fines, a las universidades el fin científico, “para
propulsar el cultivo desinteresado de la ciencia””. No menos ter-
minante es D. Rodolfo Rivarola quien, escribiendo sobre el mis-
mo asunto (201, p. 172), dice: **...No hay aspecto de la riqueza
material ni del orden moral que no derive de alguna abnegada
investigación o de una paciente vida de laboratorio. No podemos
continuar dependiendo ahora y siempre de la consagración de la
ciencia en los pueblos de Europa y América””.
Pero no es necesario acudir al extranjero para hallar, formu-
lado con elaridad y precisión, el principio de que la investigación
es elemento esencial de la universidad moderna. Esta doctrina
ha sido expuesta entre nosotros por D. Enrique José Varona,
D. Arturo Montori y otros, entre los cuales podría ineluirse a
D. José de la Luz y Caballero y a los creadores del Instituto de
investigaciones químicas que existió en la Habana a mediados
del siglo XIX. “La Universidad—ha dicho el Dr. Varona en
una solemnidad idéntica a la que ahora celebramos (109, p. 23),
es una reunión de escuelas profesionales; pero no es únicamente
esa reunión, ni debe serlo principalmente. Su verdadero papel
consiste en constituir el centro intelectual de una comarea o de
todo un país. El laboratorio científico de la nación la ha llama-
do el profesor Noble. Su oficio a este respecto es recoger, como
en un foco radio-activo, a ciencia existente, propagarla y, en
cuanto sea posible, aumentarla. Debe la universidad enseñar,
desde luego; pero debe ante todo despertar la curiosidad del
198 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
saber, el deseo de ver cada cual por sí mismo, de experimentar,
de investigar, de eriticar?”.
No menos terminante a este respecto es el Dr. Arturo Montori.
En su sentir, “todo profesor universitario debe ser un trabaja-
dor, un investigador, que ya en las bibliotecas, ya en los labora-
torios o en la naturaleza misma, se esfuerce constantemente por
ensanchar los conocimientos científicos”. Y D. José de la Luz
Caballero, en una de las mejores páginas de su Informe sobre el
Instituto Cubano, decía (63, p. 148): **¡ Vuele, pues, el tiempo a
la par de nuestros deseos: así viéramos ya levantada la obra has-
ta el pináculo! Entonces, difundiéndose un espíritu universal
de investigación, se derramarían también todas las ventajas ma-
teriales que traen ellas en pos de sí, y se descubrirían otras nue-
vas, tal vez más importantes””.
Me he extendido tal vez demasiado en estas citas, porque to-
davía hay en España y en Hispano-América personas que toman-
do en serio las paradojas de D. Miguel de Unamuno, repiten
sarcásticamente: “Ciencia pura! ¡Cultivo de la ciencia pura!
¡ Y en nuestra España! Y quien dice en España dice en muchos
países... ¡Que anuncie uno que va a dar un curso de ciencia
pura... y si ha de vivir de lo que le paguen sus discípulos,
aviado está !?”.
Haya o no afición a los estudios desinteresados, para toda na-
ción, sobre todo si es nueva como nuestra Cuba, el estudio de la
ciencia pura es tan indispensable como el de la ciencia aplicada.
Todo país necesita conocer científicamente, con la mayor preei-
sión y exactitud, su suelo, su subsuelo, su clima, sus productos
naturales, su historia, su arte, su literatura, sus tradiciones na-
cionales, su organización económica y social, las condiciones en
que vive su niñez, la educación que le conviene, ete. Y el pueblo
que abandona estos estudios, el que desdeña esta labor de pre-
visión y de defensa colectiva, está desarmado ante los demás.
Hay, como ha dicho el profesor Rivarola, “una relación inme-
diata entre la elaboración de la ciencia y la producción de rique-
za y de fuerza nacional (201, p. 172)””.
En los países hispano-americanos, muchos obstáculos se oponen
a que las universidades se conviertan en talleres de valores cien-
tíficos. El principal de todos (por lo menos el que se invoca con
mayor frecuencia) es el costo elevado de la vida, que impide a
A. M. Aguayo: La universidad y sus problemas. 199
muchos hacer de la enseñanza superior una carrera o profesión
exclusiva. Pero este inconveniente puede remediarse, como lo
ha logrado la Universidad de Montevideo, en Uruguay, aumen-
tando el sueldo de los profesores en relación con sus trabajos de
mérito científico. Una ley promulgada en 1911 establece una
escala de haberes para los catedráticos de dicha universidad que
dediquen su tiempo exclusivamente a la labor docente y a dirigir
trabajos de investigación de mérito reconocido. Durante los cua-
tro primeros años el profesor recibe un sueldo de $100 mensua-
les; mas, terminado este período, los honorarios se duplican si
el catedrático se ajusta a las condiciones de la ley.
Un segundo aumento de $100 y hasta un tereero por una suma
igual pueden concederse al profesor que siga dedicado de un mo-
do exelusivo a las labores universitarias. De esta manera, a la
vuelta de unos pocos años, un profesor capaz y laborioso puede
ver cuadruplicados sus haberes iniciales. “Conviene advertir—
dice Brandon, de quien tomo estas noticias (121, p. 44) —que las
horas de clase no se aumentan; se eratifica sólo por la producción,
si bien la enseñanza debe ser satisfactoria ””.
Este sistema no difiere mucho del que se aplica en las univer-
sidades norteamericanas. En ellas la jerarquía de cada profesor
(instructor, assistant professor, associate professor o full profes-
sor) y el sueldo que recibe están determinados por su capacidad
como maestro e investigador. Para que la enseñanza no entor-
pezca la investigación, suelen disminuirse las horas de clase a
medida que aumenta la reputación científica del catedrático.
Otro medio de alentar los estudios de investigación sería crear,
como en la Universidad de Méjico, una Escuela de altos estudios,
análogos a las graduate schools de las universidades norteameri-
canas. Según los Dres. Lendián y Dihizo (60, p. 246), dicha
Universidad tiene una Escuela Nacional de altos estudios, cuya
misión es perfeccionar y especializar los que se realicen en las
otras escuelas universitarias, formar profesores de las escuelas
secundarias y profesionales y hacer que sus alumnos y profeso-
res tengan medios para efectuar investigaciones científicas. La
Escuela consta de tres secciones: 1?%, de humanidades; 2*, de cien-
cias exactas, físicas y naturales; y 3*, de ciencias sociales, polí-
ticas y jurídicas.
Dicha Escuela de altos estudios podría crearse entre nosotros
200 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
por medio de un simple decreto, pues la ley de Escuelas Norma-
les de 16 de Marzo de 1915, en sus artículos XXIX a XXXII,
autoriza al Poder Ejecutivo para fundar en Cuba una Escuela
Normal Superior, facultándole (art. XXXII) para decidir el lu-
gar de la República donde debe ser establecida y todos los demás
particulares con ella relacionados. .Es decir que la Escuela Nor-
mal Superior cuya creación dispone dicha ley, puede ser organi-
zada de un modo semejante a la institución del mismo nombre,
incorporada en 1905 a la Universidad de París: como un gran
centro de investigación científica. Probablemente no era otro el
pensamiento del legislador cubano.
Ultimamente, el cultivo de la ciencia pudiera fomentarse en
Cuba, independientemente de la Universidad, si bien en relación
estrecha con la misma, organizando un Instituto de investigacio-
nes, algo así como la Escuela práctica de altos estudios, fundada
en París, el año de 1868, por el ministro M. Duruy; o por lo me-
nos una modesta Junta para ampliación de estudios e investiga-
ciones científicas, cual la que existe en la ciudad de Madrid. Lo
importante es comenzar; la mejor solución vendrá de la expe-
riencia.
3. Función educadora de la universidad.—La universidad for-
ma abogados, insenieros, médicos, profesores, ete.; pero en el
orden social y pedagógico, su función más alta y provechosa es
formar hombres, en la amplia y noble significación de este voca-
blo: hombres inteligentes y cultos, físicamente sanos, moralmente
rectos, de voluntad disciplinada y espíritu abierto, altruista y
liberal. No son los abogados ni los médicos, sino los ciudadanos,
los que hacen el país. Por encima de los diplomas académicos,
de los títulos o pereaminos con que la universidad consagra la
pericia en ciencia, se hallan las virtudes morales y cívicas, lo
que el areentino Nelson ha llamado los títulos sin pergamino de
la cordura, de la honradez y del patriotismo (182, p. 11).
Nadie entre nosotros ha definido con tanta elocuencia esta mi-
sión educadora como el ilustre reformador de esta universidad.
En su discurso inaugural de 1903-1904 hay, dedicados a este asun-
to, pensamientos que debiéramos grabar, no en latín, sino en la
lengua vernácula, junto a las sabias inscripciones que ornamen-
tan los muros de este paraninfo. ““El adolescente que pasa por
la Universidad—dice el Dr. Varona en la disertación citada (109,
A. M. Aguayo: La universidad y sus problemas. 201
p. 12)—debe salir de ella con una iniciación superior, con un
adiestramiento físico, intelectual y moral que le permitan reali-
zar el tipo más cabal de hombre y ciudadano, dentro de su socie-
dad, para el más elevado servicio de ésta?”.
““La Universidad—afirma en otro lugar (p. 14 y 15)—llama a
su gremio la juventud más apta de un país; la congrega, forma
con ella un cuerpo moral, le infunde un elevado y firme amor a
la verdad y al bien; y mediante esta disciplina ineludible, pone
a cada uno de sus miembros en condiciones de desenvolver todas
y cada una de sus actividades, todas y cada una, corporales, ra-
cionales, emotivas... ??.
““El estudiante—agrega (p. 20 y 21) —debe hacer también den-
tro de la Universidad su aprendizaje de hombre sociable. Con-
viene a los estudiantes asociarse para ejercitar sus músculos y
sentidos y robustecer su cuerpo, para estudiar, para tener libros
y periódicos, para aguzar su capacidad de conversar y contro-
vertir, para refinar su gusto, para disfrutar de los placeres del
trato eivilizado, para socorrerse y ayudarse mutuamente; en una
palabra, para mezclar su vida a la de sus compañeros, y sentir
en común, y aspirar en común a llegar a la cúspide de la natu-
raleza plenamente humana””.
En igual sentido que el Dr. Varona han escrito entre nosotros
mi inolvidable maestro el Dr. Manuel Valdés Rodríeuez y los
Dres. Gabriel Casuso, Francisco Carrera Jústiz y Arturo Mon-
tori; y fuera del país forman legión los que han disertado sobre
este transcendental aspecto de la vida universitaria. Todos con-
vienen en que la universidad es esencialmente una institución
educadora, un taller de valores espirituales, una fuente de altas
inspiraciones, una fuerza propulsora de ideales nobles y fecundos.
Uno de los pensadores que han escrito a este respecto con más
alteza de miras es D. Francisco Giner. ““La nueva universidad,
cuyas líneas van dibujándose en nuestro tiempo—dice (144, p.
45)—tiende a ser... un microcosmo. . Abraza toda clase de en-
señanzas; es el más elevado instituto de investigación coopera-
tiva científica; prepara, no sólo para las diversas profesiones
sociales, sino para la vida, en su infinita complejidad y riqueza.
Estimula al par, con la vocación al saber, la reflexión intelectual
y la indagación de la verdad en el conocimiento, el desarrollo de
la energía corporal, el impulso de la voluntad, las costumbres
202 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
puras, la alegría del vivir, el carácter moral, los gustos sanos,
el culto del ideal, el sentido social, práctico y discreto de la con.
dueta ””.
No menos estimulantes y bellas son las frases que dedica el
profesor Carlos Thwing a este aspecto de la vida académica.
“La universidad—afirma (210, p. 454) —tiene una misión muy
significativa. Ha sido establecida para sostener los' ideales es-
pirituales. Tiene que producir verdades y virtudes. Ha de en-
señar que la riqueza más digna de ser atesorada se halla en la
inteligencia y el carácter, no en la mano...”?. Todo lo cual
quiere decir que nuestra misión de catedráticos no es nada florida
ni envidiable. A ella sin duda se refiere un eminente profesor
argentino cuando escribe (184, p. 48) que “el camino a la univer-
sidad no es ya un privilegio, sino una peregrinación azaroza por
el sacrificio y el estudio””.
Nuestro Rector ,el Dr. Gabriel Casuso, nos ha hablado admira-
blemente sobre la educación física de la juventud (26), y en las
mismas ideas se inspiró D. José Sixto Sola, a quien debemos un
excelente trabajo sobre el mismo asunto (92). No voy a insistir
sobre un particular en que nada agregaría a lo ya dicho con tan-
ta competencia. En cuanto a los demás imponderables, a tod
aquello que no pone un pan en la boca, ni un techo sobre la casa,
ni una camisa sobre el cuerpo, voy a exponer algunas consider: -
ciones que juzgo pertinentes en este lugar.
Un sabio norteamericano, el Dr. Keppel, ha dicho, exaserando
el punto de vista formal, que el fin de la instrucción es guiar al
alumno para que piense cada vez con mayor independencia (158,
p. 256). Y para ilustrar su pensamiento agreza que el mejor
modo de destruir la fe de un grupo de estudiantes de intelicsen-
cla normal consiste en explicarles un principio (él menciona el
libre cambio) con espíritu dogmático.
Desde luego que la lección expositiva no es en sí misma ni bue-
na ni mala. Su valor pedagógico depende del empleo acertado
o inconveniente que de ella se hasa; mas, buena o mala, conviene
reducirla a lo estrictamente preciso; y cuando la empleemos (lo
cual, en ciertas enseñanzas, es inevitable), lo mejor, a mi juicio,
es aplicar el sabio consejo de Paulsen: presentar los hechos de
tal modo que hablen por sí mismos, arreglarlos de suerte que
parezcan inferir las conclusiones por sí solos. “Al final de la lee-
A, M. Aguayo: La universidad y sus problemas. 203
ción—añade el gran educador alemán—el oyente eree que lo ha
pensado todo y que lo ha dicho todo por sí mismo (189, p. 207) ””.
Fuera de los casos en que es necesario o conveniente (v. gr.,
presentar en bosquejo el asunto que ha de estudiarse, exponer
una teoría nueva, indicar las fuentes de información, dar cuenta
de los propios estudios o investigaciones, etc.), el método mera-
mente expositivo, la lección oral no interrumpida, salvo por el
sueño o los bostezos del alumno, está ya condenada por antipeda-
gógica, lo mismo en la escuela primaria que en el liceo o insti-
tuto y en las aulas universitarias. Y es que la lección meramente
expositiva pone al alumno en actitud pasiva, de inacción, de re-
lativa inercia mental. En vez de formar hábitos de reflexión, de
pensamiento crítico, de trabajo productor e independiente, la
conferencia, sobre todo si es dada con espíritu dogmático, engen-
dra cierta pereza mental, unida a una fe ciega en la autoridad
del maestro, o bien un espíritu de negación, tan infundado como
irrespetuoso.
Por otra parte, a nadie le es dado transmitir un conocimiento.
La verdad es algo sutil e imponderable que no puede pasar de un
cerebro a otro cerebro. Lo único hacedero, según enseña la psico-
logía, es poner al alumno en tales condiciones que pueda inter-
pretar por sí mismo los signos verbales transmitidos por el maes-
tro. La interpretación depende de la experiencia previa del
alumno, de las ideas que ha adquirido, del cultivo y desarrollo
de su inteligencia. El método expositivo no permite aquilatar
estas condiciones. De ahí la conveniencia de mezclar discreta-
mente la exposición y el desarrollo de las ideas, es decir, la ex-
plicación y la discusión, empleando asimismo, siempre que el
asunto lo permita, las ilustraciones, los esquemas, las demostra-
ciones experimentales, etc. Una lección bien dada es una obra
de arte muy compleja.
Cuando la lección oral no está indicada por la naturaleza del
asunto o las conveniencias del momento, la didáctica universita-
ria se sirve del trabajo personal del alumno en el taller, el la-
boratorio, la clínica, la biblioteca, el seminario, etc., según la
índole de la materia estudiada. El ideal más alto que persigue
es hacer que el estudiante, en cuanto sea posible, aprenda e in-
quiera por sí mismo o, como ha dicho admirablemente el Dr. Va-
204 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
rona, “su esfuerzo mayor en este campo se dirige a despertar y
mantener vigilante la independencia del espíritu personal””.
De sobra sé que mis palabras no expresan nada nuevo para el
docto auditorio que me escucha. He expuesto estas ideas sólo
para combatir una costumbre arraigada en muchos estudiantes,
los cuales carecen hasta de los libros más indispensables, faltan
con frecuencia a elase, no ponen jamás los pies en un laboratorio
ni en una biblioteca, y reducen su labor intelectual a la lectura
de copias, es decir, de extractos de lecciones tomadas al oído du-
rante las clases. Prescindiendo de los errores de que están pla-
gadas dichas copias, y suponiendo que no expresen mal el pen-
samiento del instructor, este método de estudio ofrece eravísimos
inconvenientes. Uno de ellos consiste en que reduce la ciencia
a un conjunto de nociones áridas, dogmáticas, incompletas, sin
los pormenores, ilustraciones, ejemplos, ete., que dan vida a una
lección. Otro defecto cardinal es que dan al estudiante una idea
muy pobre del conocimiento humano. Las ciencias no son pro-
ductos acabados, sino procesos de investigación que nunca ter-
mina. La verdad objetiva, la verdad verdadera, es algo así co-
mo la asíntota de una curva ideal. La inteligencia se aproxima
indefinidamente a ella, mas no la aleanza jamás. Cada avance
del conocimiento constituye una verdad con respecto a una idea
ya anticuada y un error, grande o chico, en relación con una idea
futura. Por eso dice econ razón Rabindranath Tagore que la ver-
dad marcha siempre por un cauce de mentiras. Para que el
alumno aprenda a pensar de un modo independiente, es bueno
que sienta aleuna vez la inquietud torturante de la duda, el en-
tusiasmo y ardor de la investigación, la alegría del descubrimien-
to, la confianza que dan en el trabajo la disciplina y el método
científico. La lección expositiva no da pábulo a estas sanas emo-
clones, y en cambio se presta demasiado al sistema de copias.
Estas tienen valor únicamente para aquel que las ha tomado por
sí mismo y procura completarlas con otras fuentes de infor-
mación.
Todo esto por lo que se refiere a la educación intelectual. La
cultura social, la civilidad y el respeto mutuo no son menos ne-
cesarias en el ambiente académico. Hace algo más de un año
que adquirí, con destino a la Escuela de Pedagogía, un excelente
aparato cinematográfico. Para proteger el mismo, el Sr. Rector
A. M. Aguayo: La universidad y sus problemas. 205
de la Universidad dispuso la construcción de una casilla de pie-
dra, y a las pocas semanas se exhibían en la sala de conferencias
varias películas educativas. Mi intención era servirme de éstas
en la enseñanza primaria, inaugurando así en la escuela pública
de Cuba lo que hoy se llama educación visual. La falta de fon-
dos, no vencida aún, ha puesto obstáculos a la realización del
proyecto; mas el aparato no ha permanecido ocioso. Ha sido,
es cierto, de poca utilidad para la instrucción de los niños; pero
ha proporcionado, en cambio, solaz y esparcimiento a muchos
jóvenes. Nuestras sociedades estudiantiles se sirven de él fre-
cuentemenete en fiestas y veladas, donde suelen brillar, en com-
pañía de la musa del film, dos Piérides legítimas: la Poesía lírica
y la Música.
Este hecho, vulgar en sí mismo, contiene, no obstante, una en-
señanaza que no debiéramos desperdiciar. Lo ocurrido con el
cinematógrafo de la Escuela de Pedagogía prueba que no es di-
fícil transformar la vida social de nuestros estudiantes, dirigién-
dola de un modo hábil y discreto hacia fines culturales e instrue-
tivos. Basta para ello simpatizar con los intereses y necesidades
del alumnos y proporcionarle estímulos y motivos para su vida
social: un edificio para sus fraternidades y clubs, un stadium
para sus deportes; piano y otros instrumentos de música, y si es
posible un escenario para sus fiestas teatrales, algún apoyo fi-
nanciero para sus revistas y periódicos, para sus excursiones o
picnics, etc. La mujer, que hoy constituye parte integrante de
nuestra vida académica, llevará a todas esas actividades sociales
la cortesía, el buen tono y el refinamiento que ella sabe imponer
econ su presencia. Es necesario recordarlo siempre: si el estu-
diante norteamericano adora su universidad y una vez graduado
lleva siempre en el corazón el recuerdo del Alma Mater, es por-
que la Universidad lo trata con cariño, lo protege, se interesa
por su bienestar, cuida de su salud, de su alimento, de sus ale-
erías y, en suma, lo mira como a un ser humano y no como a
una mera cifra en la lista de alumnos.
La Srta. Julia Martínez, Directora de la Escuela Normal de
Maestras de la Habana, decía ha pocos meses en una admirable
conferencia dedicada a estos asuntos en la Asociación Pedagó-
gica Universitaria (66):
““No hace mucho tiempo, tuve la oportunidad de visitar la
206 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
Universidad de Michigan, y fuí testigo de un acto emocionante
que hizo fuerte impresión en mi ánimo y me ha sugerido tema
para esta conferencia. Pasaba yo los meses de verano en com-
pañía de una familia amiga cuyo jefe, Mr. Mendenhall, había
cursado leyes en dicha Universidad. En aquel año debían reunir-
se todos sus condiscípulos, como lo habían hecho todos los años
desde que se habían graduado. Pero en aquella ocasión la reu-
nión tenía un doble objeto. HEntregaban a la Universidad un
hermoso y artístico bajo relieve, costeado por ellos, y que repre-
sentaba al que fué Rector cuando ellos eran estudiantes y a quien
todos recordaban con veneración y afecto.
““Todo fué dieno de la suntuosidad del acto que se celebraba,
la ceremonia y los discursos, entre los cuales se distinguía el de
mi amigeo, encargado del panegírico del profesor a quien se de-
dicaba el homenaje. Pero lo que allí presencié era algo más
transcendental que discursos y ceremonias, era algo que yo qui-
siera para Cuba. Era el espíritu de unión y cordialidad que se
sentía en aquel numeroso conjunto formado en su totalidad por
hombres y mujeres que se distineuían en la sociedad en que vi-
vían, alumnos de la Universidad que la visitaban con regulari-
dad, interesándose en su prosperidad y progreso. La primera
fila de asientos en el gran salón de actos había sido reservada
para los condiscípulos de mi amigo: serían unos 25 6 30. El más
joven había cumplido los ochenta años””.
El cultivo de la vida social es un empeño noble y grande; pero
no basta para la educación moral y cívica de nuestros jóvenes.
La Universidad debe formar en ellos, el espíritu de cuerpo, la
cooperación y todas las virtudes que brotan de la asociación bien
dirigida. “La enseñanza en general—decía la Dra. Martínez en
su mencionada conferencia—la preparación para la vida en sus
diversas etapas requiere por parte del maestro, no sólo prepara-
ción intelectual, base científica imprescindible para llenar a con-
ciencia sus deberes, inculcar y exponer sabias doctrinas, sino
también idealismo inteligente... No es únicamente vasta eru-
dición lo que requiere la juventud; bueno es el cultivo de la inte-
ligencia, pero los sentimientos forman la savia de la vida””.
Para realizar estos empeños, sería conveniente organizar en
nuestro cuerpo de estudiantes un sistema de gobierno propio que
les habituase a la disciplina y al respeto mutuo y que al mismo
u
A. M. Aguayo: La universidad y sus problemas. 207
tiempo cooperase al buen gobierno de la Universidad. Valdría
la pena de ensayar en sus exámenes escritos el sistema de honor,
que tanto éxito ha tenido en algunas universidades extranjeras ;
y en todo caso es conveniente proteger y subvencionar sus socie-
dades de beneficencia y de socorros mutuos, sus cooperativas pa-
ra la compra de libros, sus oficinas para proporcionar trabajo a
los alumnos pobres y, en una palabra, todo lo que contribuya a
inculcar el valor de la cooperación, del deber moral y del amor
a la patria y a la humanidad. Es bueno procurar también que,
en todo lo posible, su vida esté repleta de alegría y de satisfac-
ción. El profesor Nelson asegura que en las universidades nor-
teamericanas hasta la moral es placentera y cheerful, y asegura
baber visto en las paredes de sus edificios algunos letreros que
dicen cosas profundas de un modo cómico y bon enfant. Sonríe
ante la mala suerte—dice un cartel (182, p. 175)—y así la fata-
lidad te abandonará, creyendo que la deseas. Y bajo una escena
que representa una pandilla de chicos perseguidos por abejas bra-
vías: No podrás obtener la miel a menos de exponerte a las pi-
caduras. En esto, como en otras cosas, las universidades yankees
pudieran servirnos de modelo.
4. Servicio general a la comunidad.—La universidad no es
sólo un gran laboratorio nacional y el más elevado de sus cen-
tros de educación y de enseñanza. También tiene a su cargo im-
portantísimos servicios de carácter público. Estos servicios pue-
den dividirse en dos secciones: 1?, los de extensión universitaria;
2*, los que son ajenos a la propagación de la cultura o que no la
atienden de un modo principal. Casi todos los teóricos de nues-
tra enseñanza superior, v. gr., los Dres. Varona, Valdés Rodrí-
guez, Dihigo, Montori, Carrera Jústiz, ete., se han referido en sus
trabajos a uno u otro aspecto de la vida universitaria. Así, el
Dr. Valdés Rodríguez, en su discurso inaugural de 1906-1907
(101, p. 118) nos decía que la universidad tiende a realizar en
toda la nación una comunidad de vida mental, para que su saber
se haga sentir en todos los órdenes y en todos los problemas
nacionales.
El Dr. Montori (71, p. 606) no es menos terminante a este
respecto. Tratando de la función cívica (o como él dice, nacio-
nalista o patriótica) de la Universidad, asegura que este fin ““ha
de entenderse en el sentido de que los problemas de carácter
208 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
nacional deben encontrar acogida y ser objeto de estudios en la
universidad, pus cada uno de ellos de aleún modo se relaciona
con las disciplinas científicas que en ella se cultivan...”?. En
cuanto al Dr. Carrera Jústiz, en el excelente opúsculo que ya he
mencionado (24, p. 95) describe la universidad diciendo que es
“centro que estimula al progreso nacional y cívico, en vez de ser
institución cerrada, de maestros y alumnos, extraña a los pro-
blemas vivos del desenvolvimiento nacional. Es—agrega—fuen-
te altísima de constante información ilustrativa para el pueblo,
y en nombre de sus deberes nacionales y de la eficacia con que
los realiza, llama econ autoridad a su concurso todas las fuerzas
vivas de la sociedad, para que en noble cooperación de todos se»
_más grande el progreso colectivo”?.
De todos los aspectos del servicio público de la universidad,
el más popular y conocido es el comprendido en la denominación,
un tanto ambigua, de extensión universitaria. Es muy difícil
deseribirlo, pues tiene formas infinitamente variadas; y la vieja
definición de difusión de la enseñanza superior entre el pueblo es
incompleta e inexacta. Así, por ejemplo, el servicio de discusión
pública y de información es un trabajo peculiar que nada tiene
que ver con la enseñanza académica, pues se sirve de métodos
que rara vez se emplean en una universidad (118, p. 6 y 7).
La extensión de la enseñanza superior nació en Inglaterra
(1867) por iniciativa del profesor Stuart, de la Universidad de
Cambridge. Su primera forma fué la de lectures (conferencias)
y lecciones orales dedicadas a obreros; mas pronto adoptó pro-
cedimientos más recomendables, v. gr., las clases con preguntas
y discusiones, los ejercicios escritos, etc. A pesar de estas re-
formas, la extensión universitaria decayó en todo el mundo a
principios de este siglo, bien porque se hiciera un tanto plebeya,
bien porque los obreros la mirasen con recelo y suspicacia. En-
tonces se idearón medios e instituciones mejor adaptados a los
fines perseguidos, y nacieron las clases tutoriales, es decir edu-
cadoras y a la vez instruetivas; los univerity settlements, con
sus bibliotecas, conciertos, exposiciones, conferencias y debates,
etc.; los colegios universitarios para obreros, del tipo del Ruskin
College, de Oxford, Inglaterra; los servicios de instrucción visual
y de demostraciones; los de educación higiénica (health educa-
tion); los de bibliotecas en pequeños bultos (package libraries);
A. M. Aguayo: La universidad y sus problemas. 209
los de información, de discusión, de publicaciones gratuítas para
ilustrar al pueblo sobre ciertos asuntos de interés nacional, ete.
Hoy en las mejores universidades de los pueblos anglo-sajones
y en muchas de otros países la extensión universitaria constituye
un aspecto importantísimo y extraordinariamente complejo de
la vida académica, y en no pocas dispone de departamentos o
secciones donde se despliega una intensa y fecunda actividad in-
telectual. Puede decirse que las nuevas formas de la educación
del pueblo por la universidad aspiran, no tanto a la instrucción
como al mejoramiento de la vida intelectual y social mediante
la aplicación del conocimiento científico (119, p. 39).
Entre nosotros la única forma que ha tomado este servicio es
el de conferencias, a veces con proyecciones luminosas o con de-
mostraciones experimentales, pero siempre celebradas dentro del
recinto de la Universidad. Este sistema forma parte de lo que
el profesor francés M. Larnaude ha llamado la extensión interna
de la Universidad. Mucho ganaría el país si lo completáramos
estableciendo, como lo han hecho muchas universidades nor-
teamericanas, cursos oficiales de extensión, con clases sabatinas
y nocturnas, y escuelas de verano cuyas enseñanzas tuvieran va-
lidez en proporción al tiempo que abareasen. Podrían asimismo
establecerse cursos de enseñanza por correspondencia sin validez
oficial. Estos últimos han adquirido carta de ciudadanía en nu-
merosas universidades, tanto libres como sostenidas con fondos
del Estado. Los cursos de extensión académica pudieran ser una
importante fuente de ingresos para la Universidad, y contribui-
rían a resolver el grave problema de la enseñanza libre, la cual,
en la forma con que se practica entre nosotros, no es una ense-
ñanza, sino un sistema de autodidáctica, un aprendizaje sin di-
rección, sin disciplina, sin método, sin ejercicios de laboratorio
y hasta sin las necesarias fuentes de estudio e información. La
enseñanza libre cambiaría radicalmente con el establecimiento
de cursos nocturnos de extensión, de verano y de clases por co-
rrespondencia. Y bien pudieran el Estado, la provincia y algu-
nos municipios concedernos subvenciones para establecer servi-
cios de educación visual, de publicaciones gratuítas, de debates
públicos sobre asuntos de interés nacional, de clases tutoriales,
de informes, etc. Por utópico, por descabellado que parezca este
proyecto, hay una parte de él euya realización no pueden desde-
210 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
ñar las clases directoras de una democracia nueva e inexperta,
como lo es la de Cuba. Me refiero a los servicios de publicacio-
nes, informes y debates. Son muchos los problemas nacionales
que no pueden resolverse bien sin estudios concienzudos e impar-
ciales, llevados a cabo por especialistas de los más competentes.
La prensa periódica, dominada por intereses políticos o comer-
ciales, no desempeña bien esta función. Unicamente la universi-
dad moderna, con sus altos y nobles ideales, sus capacidades
científicas y sus recursos para la investigación, pueden salvar la
democracia, combatida casi en todas partes pe la ineptitud, la
ienorancia y la codicia.
La segunda clase de empeños con que la Universidad puede
atender los intereses públicos se refiere a los servicios que la
ciencia de sus profesores ofrece al Estado, al Municipio y en ge-
neral a todas las instituciones privadas o públicas cuya actividad
se encuentra embarazada por problemas de muy difícil solución.
Estos servicios son muy numerosos: la redacción de proyectos de
códigos y de otras leyes importantes; las dificultades de la Ha-
cienda nacional; los grandes problemas de la educación del pue-
blo; las necesidades graves de la agricultura, la industria y el
comercio; los asuntos relacionados con la higiene pública, con
las reformas sociales, ete. No hay aspecto de la vida nacional
que no reclame a veces una investigación o examen concienzudo
y desinteresado de la universidad. Entonces es cuando está jus-
tificado el nombre, que alguien le diera, de laboratorio científico
de la nación.
TI
PROBLEMAS GENERALES DE ORGANIZACION
1. Formación y elección del profesorado académico.—Asegu-
ra Eugenio d'Ors (139, p. 18) que la humanidad se divide en dos
secciones: “la de los que saben que el queso es un manjar y la
de los que se figuran que es un postre””. Si esto es verdad, y no
una mera frase literaria, habrá que convenir en que los profeso-
res universitarios pertenecen al segundo grupo de esta clasifi-
cación. Así lo afirma la experiencia de todos los países, y los
W
teóricos de la enseñanza superior no emplean reticencias para
A. M. Aguayo: La universidad y sus problemas. 211
confirmarlo. “*El joven americano que escoge la carrera univer-
sitaria—ha dicho Carlos Eliot, citado por Caullery (134, p. 56 y
57) —debe abandonar toda perspectiva de riqueza y de lujo que
sólo la fortuna puede procurar. Lo que puede esperar razona-
blemente es un sueldo seguro, una posición estable y largas va-
caciones; la satisfacción que dan las aficiones intelectuales; bue-
nas compañías en el estudio, la enseñanza y la investigación ;
erandes recursos de libros y un género de vida honorable, pero
sencilla”?. Quien esto afirma ha sido por 40 años presidente de
la universidad más rica del mundo y tiene la reputación de ser
la primera autoridad americana en asuntos de enseñanza aca-
démica.
Cada profesión se mueve dentro de ciertas condiciones econó-
micas que no se modifican bruscamente, porque depende de idea-
les, estimaciones y prejuicios que sólo el progreso de la cultura
hace variar. El profesorado no constituye una excepción de la
regla. “Es ley fundamental de economía política—ha dicho Hu-
go Munsterbere—que las recompensas internas del trabajo hu-
mano se acepten como substitutas de los beneficios externos.
Cuanto mayores sean la honra y el respeto que rodean una pro-
fesión y la dienidad de sus aspiraciones ideales, tanto más puede
alejarse de las apreciaciones del mercado... Una vida consa-
grada a los asuntos públicos, a la persecución de la verdad, a la
ereación de la belleza, es en sí misma un premio incomparable.
Y donde otros tienen que gastar cuantiosas sumas para adquirir
importancia en sociedad, los que se dedican a empeños ideales
logran eso mismo por la mera sienificación de su obra desinte-
resada””.
Según Luz y Caballero (63) las espuelas que hacen milagros
en la carrera de la enseñanza son aptitud, entendimiento, entu-
siasmo y honor. Also más debe exigirse al investigador cientí-
fico, cuyas cualidades indispensables, de acuerdo con la opinión
de un sabio de primera fuerza, D. Santiago Ramón y Cajal (272,
p. 43), son la independencia mental, el gusto por la ciencia, la
perseverancia en el trabajo, la religión de la patria y el amor a
la gloria. Ninguna de estas cualidades (salvo el entendimiento
y la aptitud) es congénita en el hombre ni se halla necesariamente
unida a la posesión del saber. De ahí la necesidad de estimular
212 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
al profesor académico, organizando un sistema de ascensos que
tenga por base la calidad de su obra científica y docente.
Algunos educadores eminentes, como Sidney E. Mezes, W. B.
Pitkin, Herman H. Horne y A. B. Wolfe, han propuesto exigir
una preparación especial, científica y didáctica, de todo aspi-
rante al profesorado académico; pero sus ideas han tenido hasta
ahora poca aceptación. Cada nación ha resuelto el problema de
acuerdo con sus experiencias y tradiciones nacionales; mas el
éxito, de una manera invariable, ha sonreído sólo a las institu-
ciones de enseñanza que han abandonado el viejo sistema de las
oposiciones a cátedras. En la mayoría de las universidades nor-
teamericanas el candidato a la función docente, si tiene dispo-
siciones para ello, recibe el nombramiento de instructor por un
tiempo muy corto: un año, por ejemplo. Si se distingue en la
enseñanza y sobre todo en la investigación, puede ascender a pro-
fesor ayudante (assintant professor). Esta designación se hace
por un tiempo determinado, v. gr., tres o cinco años. Las cá-
tedras permanentes, las del profesor asociado (associate profes-
sor) y profesor titular (full professor) se reservan a los instrue-
tores o profesores ayudantes cuya labor ha tenido más brillo y
resonancia (153, p. 95). Los conferencistas (lecturers) no for-
man parte de las Facultades.
En Alemania el sistema adoptado es más sencillo. El candidato
al profesorado superior comienza su carrera como profesor libre
(privat dozent), sin otra remuneración que el importe de las ma-
trículas de sus alumnos. Si se distingue como sabio e investiga-
dor, puede ascender a un cargo de profesor extraordinario o de
profesor titular (ausserondentliche u ordentliche professor). Las
designaciones de los profesores ordinarios y extraordinarios son
hechas por el Gobierno, previa consulta de las Facultades; pero
a veces el nombramiento recae en un sabio de gran reputación,
no incluído en las propuestas (189, p. 178). Este sistema es ad-
mirable, funciona en Alemania a satisfacción de todo el mundo;
pero ha fracasado en casi todos los países adonde se ha querido
trasplantarlo.
Las universidades francesas tienen un complicado sistema de
chargés de conférences, chargés de cours, agregés, professeurs
adjoints y professeurs titulairs. Los profesores adjuntos y los
titulares son nombrados por el Ministro de Instrucción Pública
A. M. Aguayo: La universidad y sus problemas. 213
a propuesta de la Facultad, y la designación recae casi siempre
en un agregado o chargé de cours de reputación bien merecida.
En estos países y en Casi todos los demás del mundo culto, se
ha desechado el sistema de oposiciones a cátedras, que sólo se
conserva en España, en Bulgaria, en la mayoría de los pueblos
hispano-americanos y en otras naciones muy contadas. El nom-
bramiento libre, pero rodeado de ciertas garantías para los inte-
reses de la enseñanza, se ha impuesto en los países más adelan-
tados, y tiene a su favor los votos de los: grandes educadores
extranjeros. En Cuba ha sido combatido por muchos pedagogos,
empezando por D. José de la Luz y Caballero, quien en su Infor-
me sobre el Instituto Cubano decía (63, p. 141): “Por más justo
y fundado que parezca el expediente de una oposición o de un
examen para eraduar la aptitud de un hombre para la enseñanza,
la experiencia nos enseña a cada paso cuán fallidas salen luego
en las clases las esperanzas que un hábil estudiante nos había
hecho concebir en un lueidísimo acto público””.
Y efectivamente, en la oposición no pueden apreciarse las cua-
lidades básicas del profesor: su capacidad como investigador cien-
- tífico, su constancia y tesón en el trabajo, su ascendiente personal
sobre los jóvenes, su amor a la enseñanza, ete. Las oposiciones
no ponen de relieve sino ciertas aptitudes sumamente ventajosas
para el hombre práctico, pero muy secundarias para el profesor
académico: la buena memoria, la facilidad de expresión, la pre-
sencia de ánimo, la elegancia en el porte y las maneras, etc. “El
resultado—dice Paulsen (189, p. 166)—es que los más capacita-
dos para la investigación original son arróollados por los que asi-
milan fácilmente los eonocimientos y tienen además buena me-
moria y habilidad para expresarse... Todas estas cosas—agrega
el eminente filósofo—tienen valor, es indudable; mas también es
cierto que son más útiles al hombre práctico—el abogado, el
orador, el ¡juez—que al catedrático?”.
Otro inconveniente grave que presentan las oposiciones o exá-
menes en competencia consiste en que obligan a desatender los
fines superiores de la educación y hacen imposible la originali-
dad y diversidad de aptitudes, imponiendo a todos el modelo o
arquetipo del opositor, del hombre cuyas cualidades de orden
práctico deciden la victoria en los concursos. Esta consideración
hizo que unos cuatrocientos sabios, educadores, publicistas, artis-
214 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
tas, ete., de los más ilustres de Inglaterra, v. gr., Max Miller,
Romanes, Bastian, William Crookes, Kidd, Grant Allen, Burne
Jones y otros, solicitaran en 1894 la supresión de las oposiciones,
que allí, como en los Estados Unidos, se aplican todavía, no a la
provisión de cátedras, sino a la concesión de becas (scholarships
y fellowships) de las universidades.
El argumento más vigoroso que se ha esgrimido contra las
oposiciones ha sido formulado por un sabio inglés, el profesor
Harrison, citado por D. Francisco Giner (144, p. 126): “Ninguna
persona de buen sentido que necesita—dice—un secretario de
confianza, un colaborador literario u otro sujeto a quien encargar
una comisión de responsabilidad, consentirá en que se lo nombren
por oposición (144, p. 126)””. Y sin embargo, este procedimiento,
que nadie emplea en sus negocios propios, no parece irracional
cuando se trata de funciones públicas que exigen larguísima pre-
paración y son tan difíciles y delicadas como educar la juventud,
cultivar y enriquecer la ciencia y formar los elementos directo-
res de una sociedad.
A estas razones contestan los partidarios del sistema que exa-
mino que el nombramiento libre se presta demasiado al favori-
tismo y que la competencia tiene siquiera la ventaja de ofrecer
aleuna garantía de justicia e imparcialidad. Pero el argumento
es especioso, pues, como dice atinadamente D. Francisco Giner,
““pretender que cabe hallar un mecanismo exterior para asegurar
la moralidad interna del espíritu es cosa hoy ya reconocida como
una de las mayores utopías””.
En mi humilde opinión, valdría la pena de llevar a cabo un
experimento de organización académica, ensayando en esta uni-
versidad el nombramiento libre, en la siguiente forma, por ejem-
plo. Los profesores de las Facultades se dividirían en tres clases:
agregados (análogos a los instructores de las universidades nor-
teamericanas), adjuntos o asociados y profesores titulares. Los
agregados o instructores serían nombrados por uno o dos años,
los adjuntos por cinco y los titulares sin limitación de tiempo.
La designación de los primeros correspondería a la respectiva
Facultad; la de los segundos al Consejo Universitario, a propues-
ta de cada Facultad, y la de los profesores titulares a la Secre-
taría de Instrucción Pública, a propuesta en terna de la Facultad
respectiva, con informe favorable del Consejo Universitario o de
A. M. Aguayo: La universidad y sus problemas. 215
una Junta consultiva de enseñanza superior que examinara las
propuestas. Para ser profesor titular sería necesario haber ser-
vido con brillo y distinción cinco años por lo menos como profe-
sor adjunto. Todo, por supuesto, sin perjuicio de los intereses
de los actuales auxiliares no interinos, los cuales serían declara-
dos adjuntos, sin limitación de tiempo.
Este proyecto ofrece la ventaja de que resolvería fácilmente y
sin grandes sacrificios para el Tesoro Nacional el grave problema
de la enseñanza en algunas cátedras de Ciencias, de Derecho y
de Medicina que tienen una enorme cifra de estudiantes inscrip-
tos. Para las que están en esas condiciones, podría designarse
un profesor adjunto y varios agregados o instructores, en pro-
porción al número de alumnos matriculados. El trabajo de los
adjuntos e instructores sería dirigido por el respectivo titular,
quien se convertiría de este modo en jefe de sección (department
head), de un modo semejante al establecido en los colegios y
universidades norteamericanas.
2. Las Facultades.—'““La utilidad y fuerza de una Facultad
—dice Paul Keppel, el sabio profesor de la Universidad de Co-
lumbia—depende de la relativa limitación de un terreno cientí-
fico y de una comunidad de intereses intelectuales. Donde faltan
estas condiciones, poco puede hacerse. Tal es la razón porque el
Colegio de Maestros (Teachers College) de Columbia engendró
una Facultad de Artes Prácticas, que se ha separado de la pri-
mitiva Facultad de Educación (158, p. 142)””. Esta comunidad
de intereses y limitación del campo del saber no existe en algunas
Facultades, cuyas escuelas, solicitadas por aspiraciones e ideales
de diversa índole, a veces se entorpecen mutuamente en sus aeti-
vidades; y esto se advierte fácilmente en las reuniones del Claus-
tro, las cuales, aquí de igual manera que en otros países, recuer-
dan la definición del catedrático hecha por un chusco: un hombre
que opina de otro modo.
El Dr. Stephen B. L. Penrose, Presidente del Colegio Whitman,
del Estado de Washington, refiere lo siguiente, en un trabajo
publicado en la Educational Review, de Nueva York (190, p.
119): “En 1894, antes de ser presidente del Colegio Whitman,
visité la Universidad de Stanford en mi viaje de regreso a las
islas Hawaii. Estuve un día con el Presidente Jordan, a quien
parecía interesarle mi designación para la presidencia de un di-
216 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
minuto colegio de noroeste, en la inmediación del Pacífico. A la
terminación de mi visita, me dijo Mr. Jordan: “Tengo que darle
un pequeño consejo: no reúna jamás la Facultad”. Preguntéle
el motivo de tan extraña recomendación, que—lo confieso—me
produjo asombro, y él me respondió que las reuniones de la Fa-
cultad inevitablemente conducían a diferencias de opinión... ”?.
Penrose se guardó muy bien de seguir el consejo de Jordan.
E hizo muy bien. Las juntas del Claustro son absolutamente
necesarias; mas por lo mismo que han de discutir asuntos muy
delicados y complejos, sería bueno, en mi sentir, prepararlas
cuidadosamente, sometiendo al dictamen de una Junta o Consejo
académico los problemas o asuntos cuya solución no apremiara.
El Consejo, si lo estimare conveniente, podría oír por separado
a cada profesor, pedir informes, hacer las investigaciones reque-
ridas por el caso, ete., antes de proponer la solución más adecna-
da. Con este sistema, las deliberaciones del Claustro girarían
casi siempre alrededor de estudios documentados, serenos y en
cierto modo impersonales y objetivos.
3. Los alumnos.—Casi todas las personas que tuvieron la
bondad de responder a las preguntas de mi encuesta sobre la
enseñanza superior juzean muy desfavorablemente la instrucción
y cultura general de nuestros jóvenes a su ingreso. en la Univer-
sidad. No creo necesario transcribir esas apreciaciones, que en
lo esencial, si no en la forma, han sido expuestas en numerosos
trabajos de revistas y periódicos diarios. Baste decir que uno
de los interrogados propone establecer exámenes de ingreso, eo-
mo requisito para la inseripeión en cualquiera de las Facultades,
y que otro se declara partidario de uno o dos cursos de amplia-
ción de estudios secundarios, cursos que, en opinión del infor-
mante, deberían preceder a la enseñanza estrictamente profesio-
nal; v. er.: las de Derecho o Medicina. Un tercer informe estima
indiferentes ambas soluciones del problema.
Mis quince años de experiencia como profesor de esta univer-
sidad me permiten afirmar, sine ire et studio, que mientras las
escuelas secundarias de Cuba no logren mejorar el carácter de
sus enseñanzas, se hace necesario decidirse por cualquiera de
los dos procedimientos mencionados. Creo, no obstante, que el
segundo es superior al primero, no sólo porque ha sido ya bien
estudiado y experimentado en Inglaterra. Estados Unidos y otros
A. M. Aguayo: La universidad y sus problemas. 217
países, donde el College, con sus tres o cuatro años de estudios,
se interpone casi siempre entre la high school y la Universidad,
sino porque los institutos de segunda enseñanza no son meras
escuelas preparatorias para la Universidad y, por lo mismo han
de tener una amplia libertad de acción para desenvolverse y re-
novarse. Los exámenes de ingreso traerían como consecuencia
el abandono del fin educador y cultural en beneficio exelusivo de
la enseñanza académica.
Hace unos ocho meses, me propuse examinar la inteligencia de
los estudiantes de primer año de nuestras Facultades. Después
de ensayar un buen número de pruebas eon los alumnos y alum-
nas de la Escuela de Pedagogía, elegí las series que tenían valor
más sintomático, y las ensayé en unos cien jóvenes de ambos sexos
de las Escuelas de Letras y Filosofía, Ingeniería y Farmacia.
Esas series de pruebas, todas de carácter colectivo (es decir que
pueden administrarse simultáneamente), son: 1*, de razonamien-
to matemático; 2*, de frases elípticas; 3*, de frases desarticuladas;
4*, de formación de palabras; 5*, de selección lógica; y 6*, de
analogías. Cada serie consta de diez y seis o más ejercicios, me-
nos la 4*, que consiste en formar durante seis minutos el número
posible de palabras españolas.
No he terminado aún este trabajo de investigación ; pero los re-
sultados obtenidos hasta ahora prueban que en nuestras Facultades
suelen inscribirse jóvenes sin la capacidad mental que es nece-
saria para realizar con fruto sus estudios académicos. La mayo-
ría de estos incapaces pertenecen a esa zona fronteriza que separa
al atrasado o morón del sujeto normal; pero otros, muy pocos,
felizmente, son verdaderos morones, es decir personas que, sin
llegar a la imbecilidad, son, desde el punto de vista de la inteli-
gencia, inferiores al sujeto normal. Uno de ellos, alumno de la
Escuela de Ingenieros, no contestó a ninguno de los tests de la
primera prueba (todos muy fáciles), ni siquiera el de sumar
3 y 5. :
Estos experimentos me han llevado a la convicción (hoy sos-
tenida por multitud de psicólogos) de que es necesario medir la
inteligencia de los jóvenes a su ingreso en la Universidad. El
profesor Luis Terman, de California, ha demostrado que los es-
tudios académicos exigen un grado mínimo de capacidad nativa
que sea ligeramente superior a la del sujeto mediocre o normal
218 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
(209, p. 282). Si designamos con el número 100 la inteligencia
media del adulto, la del estudiante de un colegio o universidad
debe llegar por lo menos a 115 ó 120. Muchas universidades
norteamericanas (entre ellas Columbia) aplican hoy con favora-
ble éxito los exámenes mentales. Hace dos años, en octubre de
1919, visitando yo el Teachers College de Columbia, lo primero
que observé en el campus de la Universidad fué un cartel que
decía : Mental examinations.
4. Los medios de enseñanza e investigación.—Como todo tra-
bajo, el de la enseñanza e investigación requiere utensilios apro-
piados. Estos se conservan, coleceionan y utilizan en las biblio-
tecas, en los seminarios y en los llamados institutos universitarios
(laboratorios, talleres, museos, clínicas, gabinetes, etc.). Estas
distinciones tienden a desaparecer, pues hay laboratorios que son
a un tiempo seminarios, laboratorios, bibliotecas y museos; abun-
dan los museos provistos de bibliotecas y laboratorios, y son nu-
merosísimas las bibliotecas dotadas de museos, gabinetes para
el trabajo individual y salas para el uso de los seminarios. Por
otra parte, hoy en día los laboratorios no son privativos de las
ciencias experimentales. Se han establecido muchos dedicados a
la historia, a la política, a la literatura, a la sociología y hasta al
periodismo. “Los libros—dice Keppel (158, p. 94)—son hoy
instrumentos, y los museos se han convertido en colecciones de
material de enseñanza ””.
La utilidad y aplicación de tales colecciones e instrumentos es
cada vez mayor en las universidades. Gracias a ellos el moderno
prineipio de la enseñanza por la acción es una realidad, no una
expresión hueca y sonora, en los recintos académicos. La biblio-
teca, el seminario, el taller, la clínica, el laboratorio, ete., permi-
ten que la enseñanza se individualice, se concrete, se descompon-
va en problemas definidos; y como dejan al estudiante a solas
con sus propias fuerzas, ponen en ejercicio todos sus poderes y
lo transforman en principal agente de su propia educación. Fa-
bricando fit faber, decían los antiguos; y este sabio precepto no
tiene en ningún lugar tanto valor como en las escuelas univer-
sitarias. :
El principio de la enseñanza por la acción demanda cuantiosos
recursos cuando se aplica a la enseñanza académica. La univer-
sidad moderna necesita un número considerable de museos, biblio-
A. M. Aguayo: La universidad y sus problemas. 219
tecas, laboratorios, talleres, seminarios, clínicas, escuelas de apli-
cación, ete.; y estas instituciones, a su vez, requieren edificios
amplios y aproviados, material costoso y abundante, personal
muy numeroso, etc. De ahí que consuman una parte cada vez
mayor de los presupuestos universitarios. Paulsen, en su famoso
libro sobre las universidades germánicas (189, p. 219) presenta
la siguiente estadística de los presupuestos de gastos de los insti-
tutos (museos, laboratorios, etc.) y del personal de la Universidad
de Berlín, en relación con los presupuestos totales de la misma.
Año Sueldos Institutos
ESMAS TURAIDI 24 %
A TEA CATAS 26.2%
IS IÓ: 40.1%
TARGADIN: TODA 52.9%
Quiere decir que los laboratorios, museos, clínicas, etc., repre-
sentan en la universidad mencionada más de la mitad del presu-
puesto total de egresos. El mismo aumento constante, así abso-
luto como relativo, del importe del material científico se observa
en las otras universidades del mundo bien organizadas. Para
apreciar el valor científico de la enseñanza superior en un país
basta contestar a esta sencilla pregunta: ¿qué tanto por ciento
del presupuesto total de gastos representan los institutos univer-
sitarios?
Entre nosotros, ese tanto por ciento es sumamente reducido.
Según el presupuesto de gastos de 1918-1919, el costo de nuestro
material no excede de $82,908, o sea poco más del 15% del gasto
total del establecimiento. Hemos adelantado mucho desde que
el Dr. Manuel Johnson, en su notable discurso inaugural, decía
que la enseñanza experimental se hallaba entre nosotros en estado
rudimentario; mas todavía hay que pedir ““sin tregua ni descanso
protección a los unos, generoso desprendimiento a todos”” (57, p.
15); y no a favor de una enseñanza especial, sino en considera-
ción a un método hoy aplicado a casi todas las materias.
La parte más sacrificada de nuestro material científico es el
capítulo de libros y demás atenciones de la Biblioteca. Esta re-
cibe del Estado un crédito anual de $2,000 que viene a ser lo es-
220 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
trictamente necesario para adquirir algunos libros y revistas y
para conservar la parte vieja de las colecciones. Don Francisco
Giner refiere en una de sus obras (144) que un profesor francés,
después de visitar la Biblioteca Nacional de Madrid, exclamó
irónicamente: “Ya tienen ustedes biblioteca; ahora no les falta
más que libros”?. Y es que una biblioteca necesita muchas eosas
para ser digna de este nombre. La primera y principal es un
presupuesto de gastos que esté a la altura de sus aplicaciones y
necesidades. En una universidad moderna la colección de libros
es el eje del movimiento intelectual, de la enseñanza y de la in-
vestigación. Carlos Thwine expresa una verdad notoria cuando
afirma (210, p. 413) que “la sabiduría es a un mismo tiempo
causa y resultado de los libros””, y que la continuidad del saber
está encarnada en las bibliotecas, las cuales representan todo
aquello por lo que el hombre ha luchado y cuanto ha conquistado
en este mundo. “La biblioteca—agrega—es la tesorería del lin-
giista, del filósofo, del historiador. Hasta el hombre de ciencia
encuentra en ella informes de los experimentos... y esos infor-
o
mes le sirven de guía en sus estudios e investigaciones””.
En suma, después del profesorado y de los edificios, la primera
necesidad de una universidad moderna es una rica y bien orde-
nada y atendida colección de libros. Así lo entienden las mejores
universidades extranjeras, las cuales disponen de inmensos teso-
ros en volúmenes impresos, en manuscritos, etc.; y a veces los
instalan en el mejor edificio de sus grounds. Solamente la Sor-
bona de París dispone de 600,000 volúmenes; la Universidad de
Berlín tiene más de 700,000; la de Oxford, 900,000; Harvard,
1,083,000; Yale, 1,000,000; Columbia, más de 500,000. Y al que
sostenga que es injusto comparar nuestra Universidad con cen-
tros de enseñanza tan antiguos y opulentos como los nombrados,
le contestaremos con algunos datos referentes a universidades
norteamericanas sostenidas o subvencionadas con fondos del Es-
tado (State Universities). En 1919, la Biblioteca de la Universi-
dad de California poseía 458,000 volúmenes; la de Tlinois (Ur-
bana) 440,325; la de Michigan 413,666; la de Minnesota 280,000;
la de Missouri 223,770; la,de Wisconsin 263,000. En la misma
fecha la Biblioteca de nuestra Universidad tenía 23,889 volúme-
nes (98) y su presupuesto de gastos, incluyendo el del personal,
no pasaba de $6,360. La Biblioteca de la Universidad de Cali-
A. M. Aguayo: La universidad y sus problemas. 221
fornia tenía en 1915 un presupuesto de $76,000; la de Michigan
$59,000; la de Ohio $40,900 (123). De esos Estados, Minnesota
y Wisconsin no son más ricos y poblados que Cuba, y California
y Michigan no nos aventajan mucho en cuanto a la cifra de ha-
bitantes.
No es necesario advertir que las bibliotecas generales no for-
man el único caudal de libros de los grandes centros de enseñanza
superior. Harvard, por ejemplo, tiene 32 bibliotecas, a más de
la central; y una de ellas, la de Derecho, cuenta con 148,000 vo-
lúmenes. Sumando sus colecciones de esta clase, Harvard posee
aproximadamente 1,747,000 libros y folletos (153, p. 249).
A más de las bibliotecas e institutos universitarios, en todas las
universidades bien organizadas existen numerosos seminarios,
cuyo fin—dice Paulsen (189, p. 65)—es “preparar al estudiante
de una ciencia determinada para que lleve a cabo de un modo
independiente la investigación metódica de un problema””. Los
primeros seminarios fueron establecidos durante el siglo XVIII
por los profesores Gesner, Heyse y Wolf, de las universidades de
y
Góttingen y Halle. Al principio se dedicaron a investigaciones
filológicas; pero en el siglo XIX las instituciones de esa clase se
multiplicaron prodigiosamente, invadiendo el campo de la histo-
ria, las ciencias naturales, las matemáticas, el derecho, la peda-
gogía, etc. Hoy rara es la universidad de nombradía que no tie-
ne varias docenas de seminarios, cada uno con su biblioteca espe-
cial, sus salas para discusiones y para el trabajo de los alumnos
y, cuando se trata de ciencias experimentales, sus aparatos, sus
instrumentos, ete. Los trabajos que en ellos se realizan, dirigi-
dos por profesores competentes y experimentados, suelen servir
de base para la preparación de las tesis de doctorado. La labor
de los seminarios supone cierto grado de familiaridad con la ma-
teria estudiada: de ahí que por regla general no pueden admitir
sino a alumnos muy aventajados. Para los principiantes se or-
ganizan trabajos más sencillos y fáciles, que en Alemania reciben
el nombre de ejercicios de proseminario.
5. Las tesis de doctorado.—En esta universidad las escuelas
de Letras y Filosofía, Ciencias y Pedagogía son las únicas que
exigen la presentación de una tesis original como requisito para
la colación del grado de doctor. En la práctica esta obligación
tropieza con gravísimas dificultades. La mayor consiste en el
222 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
carácter genuinamente profesional que tienen nuestros estudios
universitarios. En nuestras Facultades se estudia, no para ad-
quirir cultura general, sino con fines vocacionales, para asegurar
el derecho de ejercer una carrera lucrativa. El resultado de est
actitud es que, una vez terminado favorablemente los exámenes
finales, el eraduando tiene prisa por llesar a la suspirada meta,
y se somete rara vez a la dura disciplina que es inseparable de
todo trabajo de investigación. La esperanza de una oposición a
cátedras o de un trabajo libre bien remunerado es suficiente para
echar por tierra los más hermosos planes de estudios desintere-
sados. Esto no ocurre en las mejores universidades extranjeras,
donde el grado de doctor es de carácter estrictamente académico
y no es exigido para el ejercicio de ninguna profesión. Tanto en
las graduate schools de las universidades norteamericanas como
en los cursos de doctorado de las francesas y en los seminarios
de las alemanas, el doctorado persigue solamente un fin cientí-
fico, y para nada tiene en cuenta los intereses prácticos de los
alumnos. El profesor Carpenter, que ha escrito con suma com-
petencia sobre la función de las graduate schools de los Estados
Unidos, explica de este modo el procedimiento que se emplea allí
para conferir el erado de doctor (131, p. 442 y 443):
““El fin de la enseñanza y resultado formal de las graduate
schools es la disertación de doctorado. Esta se refiere por lo ge-
neral a un asunto reducido, a un mero segmento de un círculo
mayor de estudios especiales; mas por reducida que sea, la tesis
encierra dentro de un marco rigurosamente lógico la elaboración
de un nuevo aspecto de un asunto científico, y debe consistir en
una contribución definitiva al conocimiento, por insignificante
que sea su peso relativo en comparación con el todo de que forma
parte... Prepárase la tesis bajo la inspección inmediata del
profesor, en el laboratorio o el seminario que se encuentra a su
cargo. Para él y para el estudiante esta cooperación constituye
un estímulo en el uso del método indicado, en la presentación e
interpretación de los hechos y en la realidad indispensable de
las conclusiones ””.
Los estudios de doctorado exigen por lo menos dos eursos ul!
teriores al grado de licenciado o a la agregación, en las universi-
dades francesas, y al diploma de master en las norteamericanas.
En las segundas, por regla general, se considera necesario un
A. M. Aguayo: La universidad y sus problemas. 223
curso para profundizar las ciencias o estudios especiales a que la
tesis se refiere. El otro curso se dedica a la elaboración de la
tesis. A fin de que las fuentes de información no sean para el
candidato libros cerrados con siete sellos, es de rigor que el gra-
duando sepa por lo menos dos lenguas extranjeras.
La conclusión de estas premisas es, a mi juicio, que en la Fa-
eultad de Letras y Ciencias los estudios de doctorado deben se-
pararse de los de carácter meramente profesional. El ambiente
propio de los primeros es una Escuela de altos estudios, donde
los profesores que quieran dedicarse a la investigación enseñen
ampliaciones de sus asignaturas respectivas y dirijan en los se-
minarios y laboratorios el trabajo de investigación de los alum-
nos. En mi opinión dicha Facultad podría conferir dos clases
de diplomas: el de profesor o licenciado (o como quiera llamár-
sele), el cual sería de índole profesional, y el de doctor, que exi-
giría uno, o mejor dos años más de estudios especializados.
6. El Gobierno de la Universidad.—En un informe oficial es-
erito con tanta sinceridad como competencia, el Dr. Carlos E.
Finlay, profesor de nuestra Escuela de Medicina, da cuenta de
una misión que por encargo del Gobierno cubano realizara hace
dos años en los Estados Unidos (50). El Dr. Finlay quiso, entre
otras cosas, explorar la opinión de aleunos profesores universi-
tarios de dicho país sobre la forma de elección de nuestras auto-
ridades académicas; y no encontró, según nos dice, una sola en-
tidad que la considerase buena. ““Respeeto a los Rectores (Pre-
sidentes) y Decanos—agrega—los consideran como representantes
de los administradores de los fondos universitarios y que deben
dirigir e inspeccionar los trabajos, consumo de material, etec., por
parte de los profesores; y creen inaceptable el prineipio de que
éstos elijan sus propios inspectores. Entre ellos los nombramien-
tos los hacen los Trustees de la Escuela o Universidad libremente,
o si lo desean consultando a la Facultad, pidiéndole le proponga
varios nombres, pero siempre reservándose el derecho de escoger
fuera de la propuesta?”.
Sería conveniente someter este problema, de suyo muy grave,
a un estudio sereno e imparcial, a fin de decidir si es preferible
o no modificar los Estatutos universitarios en el sentido que su-
giere el informe del Dr. Finlay. Tal vez pudieran confiarse las
designaciones de Rector y Decano a un Consejo o Junta de re-
224 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
gentes compuesta en parte de miembros ex officio, de otros de-
signados por el Gobierno Nacional y de algunos elegidos en una
Asamblea de graduados de la Universidad, convocada ad hoc
cada cierto número de años. Butler, el gran educador america-
no, ha dicho que el Rector de una universidad es un primer mi-
nistro con dos carteras : las de Estado y Hacienda””. En ninguna
parte del mundo, que yo sepa, los ministros del despacho son
llevados al poder por el voto directo de sus administrados.
La Ley Orgánica del Poder Ejecutivo, por sus artículos 260 y
263, concede a nuestra universidad una amplia autonomía en
todo lo que se contrae a su régimen interior. De poco le sirve
este derecho, que apenas se descubre fuera del nombramiento de
sus empleados. Nuestra organización, buena para un centro de
enseñanza de unos mil alumnos, ya no responde a las necesidades
de una vasta corporación que tiene doce escuelas, 126 profesores,
56 ayudantes facultativos y aleo más de 3,000 alumnos inserip-
tos. El traje que vestimos, cómodo y flexible en el año de 1900,
es ya excesivamente estrecho para el enorme cuerpo que forma-
mos. Necesitamos libertad para adaptarnos a los cambios de
nuestra propia vida y de la vida nacional, de cuyos intereses más
espirituales somos servidores. Necesitamos, en una palabra auto-
nomía; autonomía eficaz, amplia, completa, no sólo en lo admi-
nistrativo, sino en lo económico y docente. Quien tiene deberes
y responsabilidades, debe tener asimismo libertad e iniciativa
para gobernarse según su conciencia. La Universidad, con ma-
yores responsabilidades que todos los demás organismos docentes
del Estado, tiene derecho a gozar de mayor independencia que
los otros.
7. Los recursos económicos.—A más de los laboratorios, mu-
seos, bibliotecas, seminarios, ete., a cuyo enorme costo ya me he
referido, una universidad moderna necesita muchos edificios cons-
truúídos ad hoc, una administración complicada y un personal
docente en relación con el número de alumnos y la amplitud y
variedad de sus enseñanzas científicas. Nuestros alumnos pasan
ya de 3,000 (2,272 de matrícula oficial en 1918-1919; 2,138 en
1919-1920; 2,257 en 1920-1921; los alumnos libres fueron 733 en
1918-1919). Para esta enorme cifra de estudiantes contamos con
un personal de 126 profesores (curso de 1920-1921) y un presu-
puesto total de $545,888) curso de 1918-1919). Hay pues, en este
A. M. Aguayo: La universidad y sus problemas. 225
centro un profesor por cada 23 alumnos. Por cada uno de nues-
tros estudiantes el Estado gasta cada año poco más de $180.
Veamos ahora a este respecto las estadísticas de algunas univer-
sidades norteamericanas. Paso por alto los ingresos fabulosos
de las grandes universidades libres, como Harvard, Yale, Colum-
bia, Chicago, Leland Stanford Junior, ete. Me referiré tan sólo
a las universidades de Estado y a las municipales, es decir a las
sostenidas o subvencionadas con fondos públicos. Hablo de las
universidades norteamericanas, y no de las francesas, alemanas,
italianas, etc., porque las primeras se asemejan más a la de la
Habana, tanto por sus numerosas escuelas profesionales como por
el costo elevado de la vida y, por lo mismo, las necesidades de
sus profesores.
Subvención del Estado
Universidad de California. 1818-1919.... $1.980,422
E » Ulinois. Es LAR 2.306,934
E » Tlowa. 23 Pbro 1.208,541
A » Michigan. á eL 1.375,860
sl ,», Minnesota. pe Era 1.893,478
dl » Nebraska. ds Sd 1.431,272
ES » Ohio. q Pe 1.671,405
m » Wisconsin. A e 1.915,927
Estas universidades tienen otras fuentes de ingresos, indepen-
dientes de las oficiales. La de California, v. gr., recibió de sus
alumnos (1918-1919) la suma de $353,989, y de otras proceden-
cias $1,907,070. Gastó por cada alumno $560. La de Illinois
tiene una renta anual de $1,011,415, sin contar los fondos que le
proporciona el Estado. Gasta por alumnos más de $460 al año.
El presupuesto anual de la de Wisconsin asciende a $3,921,458
(más de $620 por alumno). La de Wisconsin gasta $3,921,458
al año (poco más de $640 por alumnos; la de lowa $2,108,563
(más de $510 por cada estudiante).
Respecto al número de profesores, la Universidad de Califor-
nia tenía en el año mencionado 875 (1 por cada 8 alumnos);
Tllinois 787 (1 por cada 9); Michigan 438 (1 por cada 20); Min-
nesota 908 (1 por cada 6); Nebraska 338 profesores (1 por cada
13 alumnos); Wisconsin 501 (1 por cada 12); Ohio 659 (1 por
226 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
cada 8). La mayoría de los Estados que protegen estas univer-
sidades no se diferencian mucho de Cuba por la población, la ri-
queza y la extensión superficial.
Como la matrícula de alumnos de esta universidad aumenta
rápidamente y con ella la escasez relativa de nuestros recursos
económicos, nos encontramos hoy ante un dilema: o limitar la
inscripción al número de alumnos que permiten los ingresos (eo-
mo hacen Pricenton y otras universidades norteamericanas), o
arbitrar nuevos recursos para satisfacer nuestras necesidades.
Necesitamos de 400 a 500 pesos por cada alumno de matrícula
oficial, y un profesor como mínimo por cada 20 ó 25 alumnos de
esa clase inseriptos en cada una de las cátedras. Si el Estado
no puede echar sobre sus hombros la carga anual de 800,000 ó
1,000,000 de pesos que este cálculo exige, deberían elevarse los
derechos de inscripción por cada alumno a $75 ó $100. La uni-
versidad misma podría encargarse de recaudarlos. Y a fin de
que la pobreza no sea jamás obstáculo invencible para adquirir
una cultura superior, podría crearse cierto número de becas o
matrículas libres (100, por ejemplo), que se concederían a los
estudiantes faltos de recursos o a los más capaces y estudiosos,
si las solicitare un número mayor.
8. Los planes de estudios.—He dejado expresamente para el
último lugar de este capítulo los planes de estudios universita-
rios, porque, al revés de lo que algunos creen, tienen importancia
muy exigua en la enseñanza superior. Claro es que en la Univer-
sidad han de enseñarse todas las ciencias que requiere la cultura
general y profesional de sus alumnos y aun las demandas por
intereses muy altos del país, aunque sólo se cultiven en una Es-
cuela de altos estudios. Pero una vez establecida una enseñanza,
las leyes no debieran insistir en pormenores de carácter pedagó-
gico, tales como número de cursos, duración de los mismos, in-
compatibilidad de materias, ete. Estos son asuntos de carácter
técnico que todos los años pueden ser objeto de revisión, según
aconsejen la experiencia adquirida y los progresos de la ciencia
y la didáctica. Lo que el legislador, sin saberlo, logra cuando
quiere fungir de pedagogo práctico, es encerrar los estudios de
una escuela o de una Facultad en un círculo de hierro. Y es cla-
ro, de allí no saldrán sino por una nueva ley que inevitablemente
habrá de repetir el mal en otra forma. Lo mejor, a mi juicio, es
bo
bo
=]
A. M. Aguayo: La universidad y sus problemas.
que las Facultades mismas, previo informe de las Escuelas res-
pectivas, formen, completen y modifiquen con frecuencia sus pla-
nes de estudios. Y si me es lícito exponer mi opinión radical
acerca del asunto, creo que sería conveniente, por lo menos en
las Escuelas de Letras y J'ilosofía, Ciencias y Pedagogía, que no
hubiera planes rígidos, sino cursos de estudios electivos. La li-
bertad de enseñanza bien interpretada (la Lehrfreiheit de los
alemanes), tiene un complemento necesario en la Lenrfreiheit,
la libertad de aprender. La base de esta última es la libertad de
elección, sin otra cortapisa que la impuesta por los intereses de
la cultura general y profesional. Los planes de estudios no deben
ser enciclopedias vocacionales ni lechos de Procustes, a los eua-
les, velis nolis, han de adaptarse las aspiraciones, aptitudes, ne-
cesidades e intereses de los educandos. Es verdaderamente la-
mentable que un joven de gran capacidad para una ciencia y
falto de aptitudes para otras, tenga que desistir de un noble
ideal profesional, porque el plan de estudios, cruel e inexorable,
le sale al encuentro diciéndole: o todo o nada.
El sistema de estudios electivos es una de las conquistas más
valiosas que la enseñanza superior ha realizado en estos últimos
tiempos. Con él, la Universidad se adapta a las aptitudes, inte-
reses y capacidades de cada individuo. Con él la cultura supe-
rior reviste multitud de formas, ya tomando un carácter amplio
y general, ya especializándose, allí donde la especialización es
conveniente. “Después de todo—dice D. Ernesto Nelson (184,
p. 67) —¿qué cosa es más natural que cada cual se trace el propio
plan de cultura? ¿No lo hacemos a pesar de todo en los libros
que adquirimos, las revistas que preferimos, las conferencias a
que asistimos? ¿Por qué razón la Universidad no habrá de ins-
titucionalizar esa sana tendencia a la diferenciación cultural?
¿Hay acaso algo más inerte que una sociedad en la que sus miem-
bros que se dicen con razón cultos son hechura de idénticos pla-
nes y han leído unos mismos textos ?””.
El doctor Carlos Eliot, citado por el mismo Nelson, asegura
que, a juzgar por la proporción en que las diferentes ciencias
y especialidades forman parte de la labor académica, los tipos
de cultura ofrecidos por los Colegios de su país, debían de pasar
de ochocientos (184, p. 64). En la Universidad de Oxford, In-
elaterra, hay más de 4,000 combinaciones diferentes para obtener
228 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
el título de bachiller en Artes (132, p. 471). En Alemania di-
chas combinaciones son innumerables. Allí para optar al grado
de doctor en Filosofía, basta estudiar durante seis semestres por
lo menos una asignatura mayor (Hauptfach) y dos menores
(Nebenfaecher). Nosotros tenemos un solo tipo de doctor en
Letras y Filosofía, uno de doctor en Pedagogía, y tres de doctor
en Ciencias. Esta uniformidad es sumamente peligrosa, pues se-
gún ha demostrado Carlos Darwin, la lucha por la vida es tanto
más intensa cuanto mayor es la uniformidad de los caracteres
individuales.
IV
LA ESCUELA DE PEDAGOGIA
1. Pedagogía universitaria.—El Dr. Ismael Clark, en su dis-
curso de apertura del año próximo pasado, ha hecho una acerta-
da y vigorosa defensa de la pedagogía universitaria, diciendo
que *““el vocablo pedagogía no tiene ya su aceptación etimológica
(28, p. 15). Hoy—agrega—es un término lato que envuelve la
ciencia y el arte de enseñar; y lo mismo el grave doctor... que
la humilde intitutriz... todo el que enseña profesa la enseñanza””.
Tiene sobrada razón el Dr. Clark. Durante los últimos dece-
nios, la pedagogía universitaria se ha desarrollado con rapidez
produciendo obras que por la solidez de las ideas, el rigor del
método y la alteza de miras, pueden competir con los mejores
tratados de otras disciplinas. Dichas lucubraciones se refieren a
la historia de la enseñanza superior, la organización de la misma,
los ideales que debe perseguir, las relaciones entre la enseñanza
secundaria y la académica, los servicios que esta última debe
prestar a la nación, la vida y la psicología de los estudiantes, etc.
Hasta la misma didáctica académica, cuya utilidad niegan aleu-
nos, ha adquirido carta de ciudadanía en el mundo científico,
merced a los trabajos de Paulsen, Bernheim, Harms, Klapper,
Sehmidkunz, Lot, Thwing y otros pedagogos de primera fila.
Entre nosotros los estudios sobre asuntos universitarios no
están desatendidos. Mi bibliografía (bastante incompleta) de
trabajos sobre enseñanza superior publicados en Cuba o escritos
por cubanos, comprende unos 160 títulos. De ellos unos 90 han
A. M. Aguayo: La universidad y sus problemas. 229
sido escritos en el siglo XX. Sería altamente deseable que el re-
sultado de estos estudios y de los realizados en países extranjeros
se divulgara, no sólo por medio de lecciones y de conferencias,
sino en una revista dedicada exclusivamente a la enseñanza me-
dia y superior. Con esta obra de divulgación, la idea de las re-
formas universitarias hallaría muy pronto un ambiente propicio
entre las clases directrices de esta sociedad. La Asociación Pe-
dagógica Universitaria ha inaugurado ya la primera parte de es-
te empeño. Es probable que la segunda no tarde mucho en rea-
lizarse. Y para que la acción no se limite a la palabra hablada
y escrita, sería bueno constituir una Liga o Sociedad que traba-
jase activamente por los intereses de nuestra cultura superior,
es decir algo semejante a la asociación Compagnons de 1"Univer-
sité nouvelle, fundada recientemente en la ciudad de París.
2. Las necesidades de una escuela.—La obra de propaganda
y de renovación a que aludo en las líneas anteriores encontraría
menos dificultades que al presente si la Escuela de Pedagogía,
que por el carácter de sus enseñanzas es la más obligada a labo-
rar en dichos asuntos, tuviera una organización más adecuada a
la función que desempeña. Mas por motivos que es innecesario
analizar aquí, la Escuela de que formo parte se ha inmovilizado
en su estruetura, mientras los pueblos más cultos de la tierra lle-
vaban a cabo una renovación de las instituciones dedicadas a
la alta cultura pedagógica. Muchas de las antiguas escuelas de
educación o de pedagogía o colegios normales de los Estados Uni-
dos se han convertido en Facultades Universitarias y aun en con-
juntos de Facultades (como el Teachers College de Columbia) o
en corporaciones académicas independientes, como la Universi-
dad Normal de Illinois. La Universidad de La Plata, República
Argentina, ha seguido el ejemplo de las norteamericanas, crean-
do una Facultad de Ciencias de la Educación. Francia, en 1905,
incorporó a la Universidad de París su famosa Escuela Normal
Superior, fundada en 1830, y la dotó de nuevos recursos para los
estudios pedagógicos. Suiza cuenta con una verdadera Facultad
de Educación, la creada en Ginebra por el Dr. Ed. Claparede;
Inclaterra ha abierto a la juventud en sus universidades nume-
rosos Teachers Training Colleges o Colegios normales y, en una
palabra, las ciencias de la educación, no solamente han tomado
en todas partes el carácter de disciplinas académicas, que ya te-
230 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
nían en Alemania y Chile desde el siglo XIX, sino han erecido de
tal suerte, que en algunas universidades constituyen uno de los
factores principales de su prosperidad y reputación.
Al mismo tiempo que ha subido el nivel de la alta cultura pe-
dagógica, las funciones de la misma se han extendido y diversi-
ficado. Hoy las escuelas y Facultades de Educación no aspiran
solamente a formar profesores para las escuelas normales, sino
también a preparar inspectores y superintendentes de escuelas,
altos funeionarios de la administración escolar, profesores de
segunda enseñanza, investigadores científicos en asuntos de pe-
dagogía y hasta profesores universitarios, desde el punto de vista
de la didáctica académica. Mr. A. Alderman, que ha tratado
con gran maestría estos asuntos en un folleto publicado por el
General Education Board de New York, asegura que los fines de
los departamentos de educación en las universidades son cinco,
a saber (153/p: 184 11):
1”. Ofrecer oportunidad para el estudio de la educación, con-
siderada como función social muy importante y, por lo tanto, de
interés para todos los alumnos de la Universidad, aunque no as-
piren a ser maestros.
2. Dar la preparación técnica (de carácter superior o espe-
cial), que es necesaria para la enseñanza y la administración :
a. A los alumnos de la universidad, que con experiencia o sin
ella, se propongan enseñar.
b. A los directores y maestros de las escuelas secundarias.
ec. A los directores y maestros de las escuelas normales.
d. A los profesores de educación en los colegios o facultades
universitarias de Letras y Ciencias o de Artes.
e. A los profesores y administradores de los colegios.
f. A los superintendentes, inspectores y otras autoridades es-
colares de todos los grados en las ciudades, municipios y dis-
tritos.
3%. Estudiar métodos científicos de examen del trabajo esco-
lar y el modo con que estos métodos pueden aplicarse, favore-
ciendo así el gusto por la observación y la experimentación cien-
tíficas, a fin de aumentar nuestros conocimientos en la ciencia y
el arte de la educación.
4%. Constituir centros de influencia pedagógica, al cual pueden
A. M. Aguayo: La universidad y sus problemas. 231
acudir, en demanda de inspiración, guía e informes sobre educa-
ción, los maestros de todos los grados; y
5%. Llevar al público que se encuentra fuera de los recintos
universitarios ideas más claras sobre educación y un concepto
mejor del deber cívico, proporcionando informes y estímulos por
medio de conferencias, boletines, visitas, dirección técnica y con-
sejo, en asuntos referentes al emplazamiento, mobiliario y eons-
trueción del edificio escolar, inspección médica, higiene social,
consolidación de escuelas, formación de cursos de estudios, así
como en lo relativo a campos escolares, trabajo manual, bibliote-
cas escolares, etc.
““Para resumir—termina diciendo Mr. Alderman—puede afir-
marse a este respecto que las escuelas o colegios de educación de
las universidades deben ser escuelas profesionales como las de
Medicina, Ingeniería y Derecho... Deben preparar a los jóve-
nes de ambos sexos que tengan una cultura liberal, para dirigir
científicamente el trabajo pedagógico...?”.
La Escuela de Pedagogía de esta universidad ha observado
durante dos decenios el proceso de tan interesante evolución pe-
dagógica, y siempre se ha esforzado por dotar a Cuba de los pro-
eresos realizados en dicho aspecto de la enseñanza superior. Con
mucho trabajo ha conseguido mejorar el carácter de sus enseñan-
zas, gracias a la creación de un Laboratorio para el estudio del
niño, de un Museo Pedagógico, de una Clínica psicológica con un
aula de anormales, así como al desarrollo de su Escuela Práctica,
que hoy es modelo de organización y dirección, y a la dotación
de una nueva plaza de auxiliar y de tres ayudantes facultativos.
En cuanto al plan de estudios, ha permanecido inalterable desde
el último año del siglo XIX.
Según palabras textuales del Dr. Varona, el genial creador de
la Escuela de Pedagogía, ésta fué fundada “para que estuviera
en la misma relación con las normales que habían de establecerse,
que lo están las (escuelas) de Letras y Filosofía y Ciencias con
los instiutos provinciales””. En otras palabras, la Escuela de Pe-
dagogía se fundó para formar el profesorado de las escuelas nor-
males.
Basta analizar el plan de estudios del doctorado de pedagogía
y el de las normales creadas por la ley:de 16 de marzo de 1915
para echar de ver el desacuerdo, la falta de congruencia entre
232 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
la realidad y las aspiraciones de la Escuela de que formo parte.
Las escuelas normales enseñan a sus alumnos los futuros maes-
tros elementales, todas las materias que entran en los cursos de
estudios de las escuelas primarias (matemáticas, ciencias físicas
y naturales, geografía, fisiología e higiene, etc.). En el docto-
rado de Pedagogía no se enseña nada de esto: ni matemáticas,
ni geografía, ni ciencias naturales ni otras muchas materias; y
por una fiieción legal, sus graduados tienen capacidad para el
desempeño de cátedras dedicadas a todas esas disciplinas. En
vez de veinte o veintincineo variedades de alta cultura profesio-
nal, necesarias al país, no podemos ofrecerle más que un solo ti-
po, el del profesor que sirve para todo, el Petrus in cunctis pe-
dagógico.
Las desventajas de esta rapidez son evidentes asimismo res-
peeto a otros servicios que la opinión pública demanda de la
Escuela de Pedagogía. Es bien sabido que los profesores de
nuestros institutos de segunda enseñanza carecen en su mayoría
de instrucción pedagógica. . Para remediar este defeeto, muchas
personas, entre las cuales se hallan catedráticos de los mismos
institutos provinciales, han propuesto que la Escuela de Pedago-
vía dé a los futuros profesores de nuestras escuelas de enseñanza
media la preparación docente, así teórica como práctica, que hoy
se exige a los profesores similares en los países más adelantados
(47, 74 y 80). Mas esta reforma permanece aún en región de los
sueños, porque, como dije antes, el plan de estudios se presta sólo
a una combinación, a un tipo único de cultura pedagógica.
Otras funciones podrían confiarse a la Escuela de que hablo;
v. gr.: la formación de profesores especiales de educación física,
de niños anormales, de dibujo y modelado, etc.; la organización
de escuelas de verano para los maestros, de cursos de pedagogía
poz correspondencia, etc. Con sacrificios muy modestos por par-
te del Estado, el radio de acción de la Escuela y los servicios que
presta a la nación podrían aumentar de un modo incalculable.
3. Un experimento interesante.—En algunas páginas de esta
disertación me he referido a ciertas reformas de carácter general
que pudieran aplicarse a este gran centro de enseñanza. Tales
son, por ejemplo, la fundación de una Escuela de altos estudios,
el abandono del sistema de oposiciones a cátedras, la supresión
de los planes de estudios fijos, etc. No ha sido mi intención el
A. M. Aguayo: La universidad y sus problemas. 233
pretender que esas innovaciones se realicen en todas las escuelas
universitarias. Bien sé que éstas difieren, a veces considerable-
mente, en su organización, sus funciones docentes y los valores
e ideales que persiguen. Lo que propongo a los doctos profesores
que me escuchan, a las autoridades de la Nación y a las Cámaras
Legislativas es que aquí se realice un gran experimento pedagó-
gico, llevando, a título de ensayo, esas reformas a la Escuela de
Pedagogía. Esta proposición no ofrece novedad. La Escuela de
Derecho, por iniciativa de nuestro ilustre compañero el Dr. An-
tonio Sánchez Bustamante, ha abierto entre nosotros la vía de la
experimentación aplicada a la enseñanza académica, organizando
un cuerpo de agregados, brillante juventud de cuyo seno han de
salir los herederos de la gloria de Cueto, González Lanuza, Dolz,
Bustamante, etc. La Escuela de Pedagogía, por la índole de sus
enseñanzas, se halla en condiciones de llevar a cabo, en escala
mayor, un nuevo experimento de organización académica.
La historia de las universidades es la de una larga y penosa
sucesión de innovaciones, experimentos y ensayos de reforma.
La de la Habana no constituye a este respecto una excepción.
Desde mediados del siglo XVIII, en que Fray Juan Chacón, uno
de nuestros primeros Rectores, levantaba la voz para pedir, entre
otras cosas, la dotación de una cátedra de Física experimental,
la tradición cubana es un esfuerzo, nunca interrumpido, para ele-
var el nivel y mejorar las formas de nuestra cultura superior.
En esta lucha por el ideal, lo mejor y más granado de la intelee-
tualidad de Cuba ha estado siempre del lado del mejoramiento,
de la renovación espiritual: el Padre Agustín Caballero, Varela,
Saco, Luz y Caballero, Romay, D. Angel José Cowley, D. Fran-
cisco Arango, Zambrana, D. Joaquín Lebredo, Varona, Borrero
Echevarría, González Lanuza y tantos otros... Y después de
más de un siglo, todavía son de actualidad las palabras que en la
Sociedad Patriótica de Amigos del País pronunciara D. Agustín
Caballero, hablando de este mismo establecimiento docente...
“Debemos clamar, proponer y solicitar (20, p. 418-420), una re-
forma de estudios, digna del siglo en que vivimos, del suelo que
pisamos, de la hábil juventud en cuyo beneficio trabajamos y de
los dos ilustres cuerpos a quien pertenecemos”?.
234
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Trelles cree que debió de haber sido impresa por Francisco de Paula
en 1736. Arrate, en 1761, dijo que esta obra *“sólo ha tenido la falta
de un Mecenas, y por eso la desgracia de no haber salido a luz?”?.
260.
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ejemplar que pertenece al Sr. Francisco de Paula Coronado, Director
de la Biblioteca Nacional. Fué leído en la Universidad el 3 de sep-
tiembre de 1735. ;
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de lo ocurrido el día 7 de septiembre último en la elección de Rector
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dad de la Habana, publicados en *“Heraldo de Cuba””, de marzo a
septiembre de 1914,
San Martín, Pedro Francisco. D. Sebastianus Calvo de la Puerta in
Regia, ac Pontificia Havanensi Academia Romanoru... D. B. D.
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propugnavit. Havanae, apud Franciscum Josephum de Paula, 1741.
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Solloso y Urrea, Juan Bautista. Coelestis astrea... Tanto judici
D. Joannes Baptista Solloso € Urrea subjectas de jurisprudencia
theses sistit verabundus... Anno Domini MDCCXXXVI, Havanae,
Apud Francisecum de Paula. 1 hoja impresa por un lado. Archivo de
Indias. Cita de J. T. Medina. Es probablemente el primer trabajo
impreso en Cuba sobre asuntos universitarios.
Trémols, Abdón. Historia de un curso académico de la Facultad de
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Universidad de la Habana. Memoria acerca del estado de la ense-
ñanza en la Universidad de la Habana desde su fundación hasta oc-
tubre de 1865. Habana, Imp. del Gobierno y Cap. General, enero
de 1865. Trae, entre otras cosas, una relación de los grados mayores
conferidos por la Universidad desde su fundación en 1734 hasta 30
248
264.
266.
267.
Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
de septiembre de 1864. La fecha que aquí se atribuye a la fundación
de la Universidad (1734), me parece la correcta.
Varela, Pbro. Félix, Lecciones de Filosofía. Habana, Imp. de Pal-
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Wilston, Enrique. Cartas inglesas sobre la Habana. 2. ““El Revi-
sor Político y Literario””, 1823, No. 5, p. 3 a 6. Es el juicio, muy
desfavorable por cierto, que un viajero inglés hizo de nuestra uni-
versidad.
Zambrana, Ramón. Discurso pronunciado en la Real Universidad de
la Habana, el 20 de septiembre de 1857. En los Trabajos académi-
cos del Dr. D. Ramón Zambrana. Habana, '“La Intrépida””, 1865.
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LA TOMA DE POSESION DEL NUEVO RECTOR
DE LA UNIVERSIDAD
La Revista de la Facultad de Letras y Ciencias siéntese com-
placida en dar a conocer los discursos que se pronunciaron por
el Rector saliente, Dr. Gabriel Casuso y entrante Dr. Carlos de la
Torre, en la toma de posesión de este último. En atención a los
merecimientos del Dr. Latorre como hombre de ciencia, recono-
cidos urbi et orbe, al amor grande que siempre ha demostrado
por nuestra Universidad, enalteciéndola desde la cátedra y a las
nuevas ideas antes de este acto expuestas por él que han hecho
pensar en algo así como la resurrección de nuestro Centro doeen-
te, librándolo del estancamiento en que yace desde hace muchos
años, todo esto unido a consideraciones de orden personal que en
el nuevo Rector concurren, explica bien la razón del hermoso
acto que se celebrara en nuestra Alma Mater el 8 de Diciembre
de este año, para poner en sus manos la dirección de la Univer-
sidad. Dejemos a la prensa (1) que narre este acto académico
que será de recuerdo imborrable para todos los que tuvimos la
suerte de presenciarlo:
““Todo fué insólito.
**Analizado en sus distintas fases el acontecimiento celebrado
ayer con motivo de tomar posesión del Rectorado de la Universi-
dad Nacional el Doctor Don Carlos de la Torre, se ha de conve-
nir en que todo fué verdaderamente insólito, rebasando de los
límites de lo que marcaba la tradición o la costumbre por el coefi-
ciente de entusiasmo y de cariño que antes y después y en el
mismo ceremonial—de por sí rígido y a toda solemnidad—puso
como nota la más alegre de la jubilosa fiesta académica la juven-
tud universitaria.
“Fué nota inicial y en extremo simpática la forma en que tuvo
(1) Tomado del Diario de la Marina del 9 de Diciembre de 1921.
250 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias,
lugar el arribo del nuevo Rector a la Universidad Nacionai, a la
hora de las cuatro, de ayer tarde.
““Una comisión formada por los jóvenes estudiantes Sres. Nivio
M. Paussant, Mariano González, J. González Cabrera y Fausto de
la Cruz habían obtenido, por la mañana, la cesión de la Banda
del Cuartel General, por la amable complacencia que les mostró
el caballeroso brigadier Sr. Herrera y con ella—desde la Escuela
de Medicina se trasladó una lucida y animadísima manifestación
al domieilio de Don Carlos de la Torre, formando allí la escolta
de honor que le había de acompañar a la Universidad.
““Al efecto, el Dr. La Torre ocupó su caruaje automóvil, acom-
pañado por su noble esposa y sus dos nietecitas, a guisa de pajes
de la gentil caravana escolar.
“Con la Banda Militar que mandaba y dirigía el Capitán Sr. Mo-
lina de Torres la comitiva rompió la marcha hacia la calle de San
Lázaro, doblemente animada por la alegría estudiantil y los airo-
sos acordes de la selección que dejaba oir dicha Banda.
““En esa forma y siempre aumentado el cortejo rectoral hizo su
entrada, verdaderamente triunfal, el nuevo Rector en la Acrópolis
habanera, donde una gran ovación e incontables vivas y atrona-
dores hurras acogieron la presencia de “el más sabio de los bue-
nos y el más bueno de los sabios””.
““En ese momento el Aula Magna, ofrecía, fuerza es repetirlo,
un aspecto verdaderamente insólito, ocupada plenamente por el
Claustro Universitario, por un gran número de estudiantes de to-
das las facultades, sobre los que ondeaba la enseña de la Facultad
de Medicina—que había lucido su vivo color en la precedente
manifestación—un buen contingente de Profesores de todos los
Centros docentes de esta capital y sus alumnos respectivos, des-
tacándose las comisiones de alumnas de las Escuelas Normales y
del Hogar, con sus mentores al frente. Todo ello, en verdad, co-
mo nunca se ha visto en ceremonias análogas.
“Y un visible ambiente de aleoría, a las veces francamente in-
contenible, que se desborda en resonantes hurras estudiantiles.
““Ocuparon el estrado presidencial el Rector saliente Dr. Gabriel
Casuso, el entrante Dr. Carlos de la Torre, con los doctores Ta-
mayo—Decano de la Facultad de Medicina—, Guiteras, Secreta-
rio de Sanidad y Beneficencia, Dr. Angel Betancourt, Presidente
del Tribunal Supremo, Don Marcelino Díaz de Villegas, nuestro
La toma de posesión del nuevo Rector. 251
Alcalde Municipal, el doctor Iraizós, Subsecretario de Instrucción
Pública y el Comandante Morales, Ayudante del Honorable señor
Presidente de la República.
“Y mezclados con el público había también no pocos altos fun-
cionarios del Gobierno. Concurrió la Banda Municipal.
“*Calmada en parte la ovación que acompañó al Dr. La Torre al
estrado presidencial, el Himno Nacional señaló el inicio de la so-
lemnidad y el Dr. Casuso hizo uso de la palabra para dar cuenta
de la elección del nuevo Rector, pronunciando encomiásticas fra-
ses en honor del Dr. La Torre, cuya relevante personalidad cien-
tífica y académica ensalzó debidamente.
““Dice así el Dr. Casuso:
““Respetable Claustro, Sras. y Sres., Queridos Estudiantes.
““El acto que estamos realizando, tiene para la Universidad, ex-
traordinaria trascendencia, no solo porque es el de la jura y to-
ma de posesión del nuevo Reetor, cuya elección ha recaido, en
uno de los más antiguos e ilustres Profesores de la Universidad,
el sabio Dr. Carlos de la Torre, sino porque en la más alta Ins-
titución docente de la República, ha de comenzar una nueva era
de progreso y transformación, bajo las grandes inspiraciones del
eminente Profesor, que viene a ocupar el Rectorado.
““Para gloria de Cuba ha obtenido el Dr. La Torre, por sus nota-
bles trabajos científicos, títulos de varias corporaciones extranje-
ras, entre ellos el de Dr. In Honoris causa de la Universidad de
Harvard, alta distinción no aleanzada por ningún otro cubano.
““La intensa anormalidad que sufre el mundo civilizado, y que
actúa también entre nosotros, demanda para el adelanto y eon-
solidación de nuestra vida nacional, todos los coneursos posibles,
y ninguno más efeetivo, que el que debe y puede prestar la Uni-
versidad, nucleo brillante de ilustres maestros, centro de magní-
ficas fuerzas intelectuales, que bajo la acción entusiasta, sabia y
patriótica de nuestro insigne Rector, el Dr. Carlos de la Torre,
es y puede ser para Cuba, un ejemplo de progreso organizado.
un modelo de actuación científica y patriótica, un estímulo eon-
tra el escepticismo, ofreciéndosele la evidencia de que nuestro
profesorado, identificándose más y más con los grandes proble-
mas nacionales, les preste a ellos, dentro de su elevada misión, el
necesario auxilio, preparando las nuevas generaciones de cuba-
252 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
nos, de talento cultivado y adecuadas condiciones para levantar
cuanto más sea posible, nuestra vida pública.
““Los sanos y elevados propósitos del Dr. La Torre, relativos a
la creación de la Ciudad Universitaria, la obtención como coro-
nación de su obra, de una completa autonomía universitaria, de
manera que pueda la Universidad, fijar el importe de las ma-
trículas, percibir y administrar libremente todos los ingresos que
por distintos conceptos pueda obtener, así como regular y crea:
escuelas, seminarios profesionales, admitir en las Facultades las
delegaciones de estudiantes con voz y voto; romper en una pala-
bra con todas las trabas que se opongan dentro del terreno cien-
tífico y administrativo, a que la Universidad, centro donde se con-
grega la más alta intelectualidad de Cuba, tenga su propia per-
sonalidad y sea una de las primeras de América.
“Todo eso, hay razones suficientes para esperarlo del Dr. La
Torre, que honrándose en este Rectorado, también lo honra, por-
que trae al mismo su historia de ciudadano austero, sus espléndi-
dos éxitos científicos, la entereza de su carácter, su experiencia
en el elevado cargo que desempeñó de Presidente de la Cámara
de Representantes y sobre todo trae su ardiente anhelo de hacer
próspera, grande y gloriosa la Universidad de la Habana; a cuyos
nobles propósitos une los suyos el Rector que hoy cesa.
“He dicho.
““Las cordiales frases del Dr. Casuso fueron rubricadas por una
cerrada salva de aplausos, reiterados durante un largo rato.
“*Y llegó el momento más solemne, cuando le pidió a su sucesor
el juramento reglamentario, que otorgó con firme voz el Dr. La
Torre, procediéndose entonces al cambio de sitiales, completado
con un abrazo de los dos Rectores que produjo una verdadera ex-
plosión de entusiasmo en la grey universitaria.
“Seguidamente el Dr. La Torre hizo uso de la palabra, pronun-
ciando el siguiente discurso:
““En más de cuarenta años consagrados al servicio de mi patria,
en la investigación científica o en la dedicación a la enseñana,
nada me ha conmovido más profundamente que el acto solemne
que se celebra hoy; por eso, al llegar así a la cumbre más alta de
mi aspiración, cuando se realiza el más excelso ideal de mi vida.
brota de mi corazón una explosión efusiva de gracias, que va des-
La toma de posesión del nuevo Rector. 253
de mi ilustre antecesor, cuyas palabras, llenas de cordialidad y
de entusiasmo, agradezco en su justo valor, hasta todos vosotros,
queridos compañeros; hasta todos los que me enaltecieron con
sus votos, y los que, prefiriendo en la selección electoral libérri-
ma a mis distinguidos adversarios, han venido luego a estrechar
mi mano, satisfechos de mi elección.
“Porque con vuestra designación me habéis puesto en disposi-
eión de llevar a la práctica una pesada tarea que ya, desde mu-
cho tiempo atrás, acariciaba como la coronación completa de mis
servicios a Cuba, con sinceridad os confieso que no agradezco esta
elección como don gracioso que se me otorga: la considero una
compensación legítima que me reservaba el destino, al afán, tan-
to tiempo sentido en vano, de desarrollar en bien del progreso de
la Patria, tantas y tantas iniciativas que los azares de la suerte
mantenían ocultas en el fondo de mi pensamiento.
“Tarea pesada que echáis sobre mis hombros y que ha de con-
sumir necesariamente el resto de mis energías; pero que afronto
con fe levantada, con entusiasmo fervoroso, con el alma henchida
de esperanza, porque nada importa la vida de un hombre si ha de
redundar su sacrificio en el bien y en el progreso de su pueblo.
“Mucho tiempo, he dicho, acaricié la esperanza de la organiza-
ción moderna y progresista de la educación en Cuba. Nacido en
un ambiente saturado de enseñanza, hijo espiritual de aquel co-
legio matancero “La Empresa””, dirigido por los hermanos Gui-
tera, que son ilustre prosapia intelectual y patriótica, en donde
era maestro Bernabé de la Torre; discípulo y profesor luego, con
él, del colegio “Los Normales””, también de Matanzas; director
más tarde del “San Carlos””, lugares los tres en donde se educa-
ron tantos conciudadanos que son hoy honra y prestigio de la
ciudad y de la Patria, en los tiempos mismos de la emigración,
cuando todos contribuíamos en la medida de las fuerzas perso-
nales, a acopiar recursos materiales para la revolución, ya yo
estudiaba, una a una las instituciones de enseñanza, desde las es-
cuelas primarias, hasta las más grandes universidades del mundo.
“Vuelto de la emigración, cuando el Gobierno de ocupación
americana preparaba la organización del Gobierno propio, para
entregar a los cubanos la dirección de sus destinos, propuse un
plan de reformas de nuestra enseñanza en todos sus aspectos,
que no eristalizó, por haber llevado nuestro grande ilustre y ve-
254 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
nerado amigo el doctor González Lanuza, a la dirección de Ins.
trucción Pública, a un poeta honorable, literato distinguido que
enriqueció nuestra literatura con joyas admirables; pero que des-
conocía totalmente los problemas de la instrueción pública cuba-
na y la evolución universal en la materia.
““Para subsanar el fracaso inevitable, se ereyó necesario impor-
tar a un extranjero; la enseñanza fué entonces perfectamente es-
tablecida por Mr. Frey; pero todos sabemos como mil causas
distintas han ido destruyendo su obra hasta el triste estado ace-
tual de la escuela cubana.
“La Universidad siguió esa serie de vicisitudes. El plan, que
tras minucioso estudio, formulamos los que estábamos más pre-
parados para ello, durmió el sueño de los justos, hasta que llegó
el más ilustre de nuestros filósofos, el doctor Enrique José Varo-
na, espíritu superior, inteligencia vastísima, pero que también
desconocía la psicología del profesorado, el engranaje de la or-
ganización educacional, los precedentes y bases indispensables
para establecer un sistema útil y eficiente, porque el doctor Va-
rona, el más alto tipo del autodidacta, llegó a su doctorado y a
su cátedra, más bien por sus méritos excelsos que por la reali-
zación metódica, en el Instituto y la Universidad, de su prepa-
ración académica. Su obra del plan de estudios, deficiente ya en
sus comienzos, se ha ido perturbando más cada día, hasta el caos,
por la influencia perniciosa de la política y por el poder disere-
cional del Congreso, que erea a su antojo y capricho, sin tener .
a veces la aquiescencia de este superior organismo, cátedras y
hasta escuelas enteras, para satisfacer necesidades electorales o
sancionar vanidades infecundas.
““Por eso, al formular, a grandes raseos, mi programa en esta
sesión para mí inolvidable, quiero referirme, en primer término,
a lo que constituye mi primer anhelo: la fijación del contenido o
valor en que debe entenderse el concepto de la autonomía uni-
versitaria, que consagraron en la permanencia del texto legal, el
eriterio de lo que debe ser una universidad moderna del ilustre
Presidente de la Comisión Consultiva, Mr. Enoch H. Crowder, y
el celo y fervor por esta casa de nuestro querido compañero el
doctor Carrera Jústiz.
““Nos encontramos hoy con la feliz coincidencia de ocupar la
primera magistratura de la nación el doctor Alfredo Zayas, con
La toma de posesión del nuevo Rector. 255
quien compartí las tareas de fundar, en los comienzos de la vida
republicana, el Partido Nacional Cubano, la más grande organi-
zación política que ha tenido Cuba; y la Secretaría de Instrue-
ción Pública, el doctor Francisco Zayas, mi antiguo y querido
camarada de las aulas universitarias, en donde escuchábamos,
codo con codo, las sabias enseñanzas de Poey, mi amigo eordia-
lísimo de siempre, que van a fijar, en próximo decreto, el verda-
dero sentido de esa autonomía universitaria: en el de autorizar
a la Universidad a manejarse en todos sus asuntos con absoluta
independencia, menos en lo relativo al manejo de sus fondos.
Pero hay más: tengo ya la aquiescencia presidencial y el ofreci-
miento de distinguidos y numerosos congresistas, de establecer en
una ley próxima la total independencia de esta casa, entregán-
dosenos el importe de los derechos de matrícula, que deben au-
mentarse, y demás que aquí se cobran, y la subvención que para
completar nuestro presupuesto el Estado nos consigne; con lo
cual, y aplicando de un modo racional y, sobre todo, útil, nuestros
fondos, podremos completar el ““curriculum”” científico de algu-
nas Facultades, hoy más deficientes, entre ellas y especialmente,
la Escuela de Pedagogía, cuyas enseñanzas son hoy meramente
literarias, cuando es lo cierto que en ella se capacitan para el
ejercicio de la cátedra a los que luego han de ser profesores de
Ciencias o de Ejercicios Físicos o de Economía Doméstica, ete.,
con lo cual vendrá a ser la verdadera Normal Superior, creada ya
por la ley de las Escuelas Normales y todavía no organizada;
medio el mejor de hacer surgir esa ihdispensable institución sin
el dispendio cuantioso que para el Estado significaría fuera de
esta casa y como centro independiente; podremos hacer nuestras
carreras más armónicas con nuestro medio, y establecer la cate-
goría de los profesores, desde los instructores permanentes y pe-
riódicos hasta los titulares que tengan la dirección de cada cá-
tedra y la misión de investigación, que hace útil el progreso de
las ciencias la existencia de las universidades, en las tres catego-
rías que tan admirablemente delinea el doctor Aguayo en su dis-
curso inaugural del presente curso, y cuyas conclusiones en pro
de la reforma universitaria prueban que ésta era ya una nece-
sidad inaplazable de la hora actual.
““Pero, sobre todo, esa ansiada autonomía, ese manejo directo
por nosotros mismos de nuestros propios asuntos, nos permitirá
256 Revista de la Pacultad de Letras y Ciencias.
obtener dos finalidades, cuya realización inmediata prometemos
desde este instante. La primera es el restablecimiento del docto-
rado, tal como debe ser: meta difícil y legítimamente alcanzada
por el que realiza un esfuerzo mayor, en proporción a la dignidad
que aspira, y no la *““patente de corso”? que es actualmente; no
una mera licencia para ejercer la profesión y ganarse la vida,
que para ello restableceremos la licenciatura, sino una suprema
dignidad obtenida por aquellos que en sus investigaciones perso-
nales y en sus trabajos originales, demuestren la capacidad nece-
saria para ser lo que significa el término “doctor”? con todo su
prestigio.
““La segunda es que habremos de establecer un sistema nuevo
de ingresos y de ascensos en el profesorado, y una escala gradual
de emolumentos que premie dignamente el esfuerzo, para que no
siga rigiendo entre nosotros el absurdo principio de “a todos por
igual””, engendrador en los que no sienten el fuego interior de
una tendencia invencible a seguir la línea del menor esfuerzo,
que degenera muchas veces en el total abandono del cumplimien-
to del deber, con menoscabo de la dignidad académica y lamen-
table perjuicio del nivel universitario; y en los que sienten arder
la divina llama, el sentimiento de punzante amargura que nos
causa ver nuestro esfuerzo desconocido y nuestro honrado eum-
plimiento equiparado a la desidia de los ineptos; hacer, en una
palabra, que la gran máxima colectivista '“a cada uno según su
capacidad y a cada capacidad según sus obras””, sea el principal
director en el desenvolvimiento de nuestra vida profesional.
10
““El segundo punto de mi programa no es más que la realización,
la inmediata traslación a la práctica de los hermosos planes del
doctor Casuso.
“Fué, desde su discurso inaugural de 1908 a 1909, su punto de
mira desenvolver entre los jóvenes universitarios, el principio de
Juvenal: “mens sana in corpore sano””; y a ese objetivo dedicó
sus energías, desde que entró en posesión del Rectorado, haciendo
adquirir por el Estado el terreno fronterizo a la Universidad,
mandando trazar a los profesores de la Escuela de Ingenieros un
plano de construcciones deportivas, favoreciendo la creación de
La toma de posesión del nuevo Rector. 257
clubs universitarios, importando un experto extranjero en mate-
rio de sport, y creando un comité de profesores, al frente de los
cuales figuró mi querido compañero y amigo el doctor Adolfo de
Aragón. Circunstancias que no son del caso, han impedido a mi
antecesor llevar a la práctica su empeño. Me propongo realizar-
lo, introduciendo ciertas modificaciones que han de redundar en
beneficio del mismo ideal, con el concurso de todos y especialmen-
te del Club Rotario, que en varias ocasiones ha mostrado sus sim-
patías por el ““alma mater””, y que ahora se ha comprometido a
construir para el 20 de mayo del año a venir, el ““Stadium”” en
que se celebren los Juegos Olímpicos de 1922.
““La organización de ““teams”” deportivos de todas clases, sin
olvidar el ““tennis”? en que nuestras educandas compartan el ejer-
cicio al aire libre con sus compañeros; las prácticas militares que
estarán a cargo de un ilustre experto cubano; los ejercicios de
gimnasia sueca, que encomendaré a otro técnico no menos valioso ;
los juegos de agilidad y destreza que apartan a la juventud de
las nefastas atraceciones del azar y del vicio y crean los hábitos
de disciplina de que dieron gallarda muestra los estudiantes de
- Harvard cuando la huelga de Boston de 1919, haciendo el servi-
cio de policía, serán objeto también muy preferente de mi actua-
ción rectoral.
““Aspiro a que puedan muy pronto nuestros jóvenes atletas com-
petir con los de otras universidades americanas, y que para la
realización de sus ideales, adquisición de equipos, traslados, prác-
ticas, ete., no hayan de acudir como ahora a cuestaciones públi-
eas, sino que tengan sus fondos al efecto. A más, hacer que todo
lo que hoy en materia de “sports”? se hace de cierta manera irre-
gular, sea encauzado metódicamente, sujeto a reglas preestable-
cidas que conserven la debida seriedad a estos empeños juveniles
y eviten desórdenes que tanto desdicen de nuestra cultura y en
tan abierta oposición están con la dignidad universitaria.
¡en
““Y luego al tercer extremo de mis planes, al que acaricio en mi
mente como mi empeño favorito, el que constituye el eje central
de mi programa. Me refiero a la ciudad universitaria, obra, a
la vez, de caridad y patriotismo y escuela de educación cívica.
258 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
Obra patriótica y de misericordia por cuanto ha de facilitar el
estudio a los que poseyendo capacidad y vocación, carezcan de
los medios económicos para realizarlo y evitar que las duras exi-
gencias de la vida corten en flor aspiraciones legítimas de ele-
mentos que un día pueden ser útiles a Cuba.
““Los dormitorios, el comedor, las bibliotecas y la casa-club de
la ciudad universitaria, ofrecerán a los estudiantes habitación,
alimento material y espiritual y esparcimiento, por tan exigua
cantidad, que no será ya la pobreza impedimento para la adqui-
sición de una profesión, evitándose así también que los hijos de
familia que vienen de las provincias a la capital, entregados a su
propia determinación, viviendo en casa de hospedaje, en las que
sólo importa el negocio, sean mal alojados y peor alimentados,
y puedan lanzarse, sin freno ni autoridad vigilante que los con-
trole, a la vida de placeres enervantes que ofrece toda capital
cosmopolita, con grave daño para su salud y peligro inminente
para su educación.
“Y obra de civilidad, por cuanto la vida en común, con corteses
y agradables pasatiempos y fiestas sociales, con mutuas muestras
de consideración y de respeto, enseñarán a los jóvenes cubanos
la práctica cordial de la vida civil, el espíritu de solidaridad y
convivencia, tan necesario siempre en nuestra patria, y más en
la hora presente, para lograr que brote así, en las generaciones
nuevas, el amor conciudadano, el sentimiento de agregación que
nos falta, el espíritu nacional, que así se vineula en los pueblos
cuyos componentes ata el calor del afecto personal y la estima-
ción mutua.
““Y la ciudad universitaria, la maravilla que quiero hacer sur-
sir como al conjuro de la lámpara de Aladino en sólo un año de
plazo, en un momento aciago de nuestra economía, cuando nues-
tras /arcas están exhaustas y nuestras fuentes de producción ce-
adas en absoluto, ha de ser la más alta consagración de mi es-
fuerzo.
““Me tacharéis de visionario si os digo que ya la veo con sus
magníficos edificios provinciales, más aún con edificios además
por cada Antilla; su casa de recreo, su eran comedor, sus biblio-
tecas, sus jardines... A mí mismo me hubiera parecido un sue-
ño, si no hubiera confiado en las muestras incontables de eoope-
ración valiosa que de todas partes, aún del extranjero, he reci-
La toma de posesión del nuevo Rector. 259
bido; si no hubiera contado de antemano con que de un extremo
a otro de Cuba, una voz inmensa de cordialidad iba a alentarme
en mis empeños; y que todos, grandes y chicos, ricos y pobres,
poderosos y humildes, querrían compartir conmigo la grande, la
honrosa, la excelsa tarea de la regeneración, por la juventud uni-
versitaria, de la patria cubana.
““Más aún: de fuera de Cuba mismo me vienen voces de aliento.
Intelectuales de Ponce, en la isla hermana de Puerto Rico, eseri-
ben al señor Secretario de Instrucción Pública, en 9 de noviembre,
fijaos bien, nueve días antes de la elección rectoral, aún antes de
mi nominación como candidato por mi Facultad, frases en mi
honor que evocan los años de mi juventud en que fuí catedrático
de aquel Instituto; y al tratar de fundar una Universidad piden
a la de la Habana que permita a sus hijos venir aquí a terminar
sus carreras. Pues bien; al lado de las provincias cubanas, ten-
drán hoy Puerto Rico, mañana Santo Domingo, quizás más tarde
Centro América, sus casas nacionales; y el gran sueño de la fede-
ración antillana será una realidad, si no en la organización polí-
tica, en el sagrado vínculo del saber que liga más fuertemente
las conciencias y crea más definitiva la solidaridad universal.
“Todo ese empeño será posible porque llevaré a la práctica el
establecimiento del Claustro Extraordinario, la gran Asociación
de Graduados de esta casa y de asociados y protectores a quienes
ate el amor a la casa solariega, el alma mater que les diera el pan
divino del saber; el Claustro Extraordinario que tendrá tanto in-
terés o más que nosotros mismos en que la Universidad realice su
alta finalidad.
““Es esa concatenación, al través del espacio y del tiempo, de ge-
neraciones diferentes que van engrosando las filas de los mante-
nedores del ideal universitario, la que ha hecho grandes a las
universidades americanas, la que cada año produce el espertáculo
erandioso que vieron mis ojos cuando en 1912 la Universidad de
Harvard me confirió el más grande honor de mi vida académica,
en que ví desfilar, en la ceremonia del decenial, profesionales cu-
yas cabezas blanqueaba la nieve de los años, hombres de setenta
a ochenta años que iban a rendir, ya próximos al viaje de que no
se vuelve, su postrer saludo y su última dádiva a la madre amo-
rosa que los alimentara con su linfa espiritual.
““Es esa concatenación la que falta entre nosotros, según apun-
260 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
taba el profesor Thomas Barbour, de Harvard, en estos párrafos
que encierran, a la vez, un reproche de lo que fuimos y un pro-
grama de lo que debemos ser, de lo que seremos, os lo juro, en el
breve plazo a que me he comprometido.
““En la América Española se confía por completo en la libera-
lidad de los gobiernos, y aunque de la Universidad de la Habana
ha salido un buen número de graduados que han prosperado en
su vida, parece como que les falta del todo el espíritu de gratitud
universitaria por los beneficios que de ella han recibido, por lo
que se echan atrás y dejan que sea el gobierno el que prosiga y
sostenga la Universidad, sin tomar parte en su sostenimiento o
demostrar interés en él. Y esto no debiera ser así. Si no hay
razón para que el Estado no ayude a la Universidad, menos la
habrá para que los ricos graduados dejen de dar su parte y hacer
lo que sea posible para que su Universidad tenga su puesto entre
los grandes centros del saber del Mundo...?””.
“Esta es una larga carta, escrita a impulsos de un corazón
amigo, de un amigo que sinceramente cree que usted es la única
persona que puede hacer de la Universidad de la Habana, algo
más que una buena escuela. Eso es ahora; pero no es una Uni-
versidad en el verdadero sentido de la palabra y no lo será ni lo
podrá ser, hasta que se advierta una vida de devoción, de lealtad
y auxilio financiero de sus graduados y hasta que la investiga-
ción original en la esfera de acción personal y en los laboratorios
se ponga junto al estudio hecho en libros impresos por otros y
simplemente traducidos para el uso de los estudiantes””.
IV
““Entonces es que podrá la Universidad realizar su acción direc-
tora en la sociedad cubana, cuarto extremo de mi plataforma.
Próspera y organizada, podrá entonces vigorizar la llamada ex-
tensión universitaria dándole un sentido más práctico, más ex-
terior, más amplio, para que su influjo educador salga de nues-
tro recinto y vaya a hacerse sentir en todos los órdenes de la vi
da nacional; organizaremos cursos de verano, tan necesarios pa-
ra los maestros de instrucción primaria y para otras profesiones,
como los maestros de azúcar, cuyas tareas no les dejan libre otra
época para perfeccionar sus aptitudes que los meses de vacacio-
La toma de posesión del nuevo Rector. 261
nes; organizaremos conferencias periódicas, mediante un servicio
bien ordenado y metódico, de nuestros profesores en los institu-
tos provinciales; nuestros laboratorios y talleres serán utilizados
en problemas de investigación, ajenos a la enseñanza pero útiles
o nevesarios al país; los Museos de Historia Natural, de Antro-
pología, de Arqueología, ete., ete., debidamente instalados y abier-
tos al público, realizarán la tarea de difundir la cultura en todas
las clases sociales; el Castillo de la Chorrera, impropio para Club
Náutico a que se le ha dedicado, lo destinaremos a Acuario, a
la vez científico y recreativo, origen del laboratorio oceanográfico
futuro; y cuando así la Universidad realice la función social de
ampliar nuestra cultura, vigorizar el espíritu de asociación entre
nosotros, intensificar el nacionalismo en la juventud cubana, se-
rá lo que debe ser: la Universidad moderna de una república mo-
derna, enclavada por la mano del destino entre las dos Américas
y a la entrada del Golfo, para ser el foco a donde converjan to-
dos los resplandores de la civilización americana.
**En el momento de emprender la ardua tarea tan honrosa como
ciclópea, dejadme invocar el espíritu, sagrado para mí, de aque-
llos que me dieron el ser; mi padre, que orientó mi espíritu por
estas sendas de la educación y me trasmitió en la sangre la savia
de amor a la tarea bendita de enseñar al que no sabe; mi madre,
que alentó siempre, hasta la víspera misma de este honor inmen-
so que me otorgáis, mis anhelos e ideales; y don Felipe Poey mi
padre espiritual, mi amado maestro que encendió en mi templo
la lámpara que aun arde de fecundo entusiasmo por los nobles
empeños de la ciencia; y ayudadme todos, vosotros, mis caros
compañeros del Claustro, interesados como yo en el mayor esplen-
dor de nuestra casa; vosotros, estudiantes de la Universidad, ale-
ere y entusiasta generación nueva que llevais sobre los hombros
la tarea de conservar el legado precioso de los libertadores; vos-
otros, —graduados y protectores de la Asociación de Profesiona-
les que vais a soportar en gran parte el dispendio económico de
esta empresa titánica; y vosotros también, señor Secretario de
Instrucción Pública, Honorable señor Presidente, ya que feliz
coincidencia nos reune en la dirección de la enseñanza nacional
comulgando en el mismo ideal de elevar el nivel intelectual de
nuestra patria; que si tengo vuestro apoyo, la Universidad será,
entonces sí, real y verdaderamente, la Universidad Nacional; y
262 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias,
podré yo, “cuando mi vida decline, como el sol en el ocaso, con-
templar regocijado vuestra obra y dormir blandamente en su
seno...??. DN
““Durante largo tiempo el clamoreo de los aplausos generales y
de los vivas fué enorme.
““En su discurso intercaló el Dr. La Torre la lectura de una co-
municación de varios profesionales de Ponce en que se solicita
de la Secretaría de I. Pública la cooperación académica necesa-
ria para que los alumnos de medicina de Puerto Rico puedan
cursar allí los dos primeros años de la carrera y completar en
- nuestra Universidad sus estudios, lo que dió lugar a un bello pa-
réntesis del Dr. La Torre, vivamente aclamado cuando extendió
la diestra al preclaro hijo de la isla hermana y meritísimo Cate-
drático de la Universidad Nacional Dr. Sergio Cuevas Zequeira.
“Para terminar el acto, también de modo insólito, el nuevo Ree-
tor pidió a todos los éstudiantes que se trasladaran al frente de
los nuevos edificios de la Universidad, junto a la estatua que re-
presenta el “ALMA MATER”” para pedirles allí el juramento
de la cooperación que de ellos espera y necesita.
“Y allá se trasladó toda la concurrencia, en forma absolutamen-
te inusitada pero siempre jubilosa y entusiástica, para oir la pa-
labra de los Profesores Dres. Cuevas Zequeira y Sánchez Fuen-
tes, que pronunciaron sentidos y calurosos discursos alusivos al
acto que se celebraba, para terminar tan solemne acontecimiento
universitario, pidiendo el nuevo Rector a los estudiantes y a los
graduados el mencionado juramento, que fué prestado a coro y
en momentos en que la más honda emoción embargaba a todos
los allí presentes.
““ Así terminó ayer, ya de noche, el acto reseñado.
““Y lueso los estudiantes volvieron a rodear el carruaje en que
regresaba a su domicilio el Dr. La Torre y acompañados como
antes por la Banda del Cuartel General regresó la bullidora y
simpática manifestación hasta Malecón y Lealtad.
““Ya en su residencia el Dr. La Torre dirigió la palabra a los es-
tudiantes para recomendarles el más exacto cumplimiento de sus
deberes, hasta el último día de clase, prometiéndoles, no un anti-
cipo de vacaciones que él no podía conceder, sino una serie de
La toma de posesión del nuevo Rector. 263
esparcimientos y diversiones sociales, cuando se tengan realizados
los planes que él prepara para erear la ciudad universitaria.
““*Y en medio del mayor orden, sin decaer el latente entusiasmo,
la grey estudiantil dió una cariñosa despedida al nuevo Rector.
““Al que deseamos hacer llegar por este medio nuestro parabien,
con los incontables que ayer recibió por su exaltación al Reec-
torado.
““Enhorabuena””.
La Revista de la Facultad de Letras y Ciencias saluda respe-
tuosamente al nuevo Rector y hace votos fervientes para que
sean realidades las hermosas ideas delineadas en su discurso,
contribuyendo así a la transformación de este Centro en todos
los órdenes para bien de Cuba en primer término, honor del Doe-
tor Latorre e íntima satisfacción de todos cuantos sienten devo-
ción intensa por nuestra Universidad.
SCOPAS Y SU INTERVENCION EN LA
ESTATUARIA
POR LA SRTA. BLANCA H. DE LA IGLESIA MOAS
Graduada en la Escuela de Letras y Filosofía
(Conclusión)
SEGUNDA PARTE
El sentimiento en el Arte. Vida de Scopas.
““Producir por el sólo don de su vida
personal una vida otra y original, tal es
el problema que debe resolver todo crea-
dor (1)
Guyan.
El sólo nombre de Grecia despierta en nuestra mente la visión
de sus augustas ruinas; poco a poco va la fantasía poblando el
suelo sagrado de gigantescos y amables dioses, aquellos que un
día hizo Fidias descender del Olimpo y preferir la cella de un
templo para recibir la adoración directa de los mortales; aque-
llas colosales creaciones que a nuestro juicio son la genuina re-
presentación de la fuerza estática, del poder en reposo. No nos
imaginamos ni una vez a la protectora de Atenas, de mármol,
bronce o de oro y marfil mas que protegiendo a su ciudad favo-
rita con su sola presencia; como “*la belleza de un poder que se
domina a sí mismo?””; sin mover siquiera un dedo, prestando con-
fianza a su pueblo a la manera que la madre con solo sentarse al
lado del tierno infante le comunica tranquilidad, haciéndole des-
echar todo temor.
1) Guyau: “*El Arte desde el punto de vista Sociológico””, pág. 78.
y Pp
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 265
Si por un momento los mármoles de Seopas pudiesen reunidos,
ser iluminados por el sol de Grecia, ese del cual se dice “tiñe la
Acrópolis y las ruinas del Partenón del más hermoso tinte de
la flor del almendro; que al herir horizontalmente con un rayo
de oro las esculturas de Fidias las anima y al cambiante de sus
sombras las hace mover””, se nos antoja produciría la clara sen-
sación de las torturas de un alma, presa en la estrecha cárcel de
un cuerpo humano; al resbalar sobre sus agitadas, apasionadas
ereaciones, con la isócrona lentitud de las horas, tal parecería es
él, Apolo, quien las agitase y conmoviese. Existen seres en quie-
nes el destino parece ensañarse, Scopas es uno de ellos; hasta
hace bien poco cuanto de él se decía era haciendo conjeturas so-
bre tal o cual mármol basadas en alusiones y descripciones más
o menos felices de eseritores antiguos. Hoy somos más afortu-
nados, su genio se nos hace un tanto familiar gracias a recientes
descubrimientos efectuados felizmente.
No es Scopas el representante de la más elevada idealidad; no
es tampoco el fiel copiador de la realidad cual imagen reflejada
en placa fotográfica; mejor puede semejarse su actuación en el
arte escultórico a la realizada por el tranquilo laso, cuya tersa
superficie copia el azul o brumoso cielo, pero siempre le comunica
variantes que dependen de su profundo seno. Scopas nos parece
ser quien sintiendo allá, en lo más hondo de su alma una aspira-
ción, un ideal irrealizable, esto es, sintiendo en sí el choque de
dos principios opuestos: uno consagrado por la tradición y e'
otro surgido a la luz de nuevas ideas, siempre está en lucha con-
sigo mismo, lucha que expresa su arte. No se rebela, no se nos
presenta en puena con los dioses, pues, verdadero griego no pue-
de substraerse a su influjo, ¡tan amados han sido, tan queridos
aun son!
Esa igual tendencia hacia dos extremos, esa mezcla de princi-
pios prueba una vez más como se debilitaba la creencia; así pau-
latinamente se desmoronaba el altar de los antepasados, así iba
tomando cada vez mayor auge la conciencia individual! Ahí es-
tá Niobe, madre infortunada, rodeada del cortejo de sus hijos.
Lanza al cielo una mirada tan llena de desesperación que deman-
dar parece de los dioses el cese de tan atroz martirio. Esa muda
súplica expresada en el rostro, en la actitud toda, no debe to-
marse como signo de impiedad. Ella parece señalar un alto en
266 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
el desenvolvimiento de las creencias religiosas. Ella revela como
la duda en el poder omnipotente de los dioses da como motivos
adecuados a la escultura aquellos mitos de reacción; al dios se
le suplica, pero se comprende, y ésto no se oculta, lo indieno de
su proceder. Es Niobe, nos parece, el mejor exponente del cam-
bio verificado, de la nueva época.
Ved a Eurípides, el último de los trágicos, cuyos dioses “no
son más qué sombras vagas” (1); es el poeta que lleva los dioses
a la escena, pero ya no cree en ellos. *“La religión declina y la
filosofía alborea”” (2). Como dice Taine: ““hay una dirección
reinante que es la del siglo; los talentos que quisieran crecer en
otro sentido encuentran cerrada la salida, la presión del espíritu
público y las costumbres cercanas los comprime o los desvía im-
poniéndoles un florecimiento determinado”” (3).
En cambio esa misma madre de los Nióbides ¡cuánta solicitud
maternal, cuán erande amor revela por su tierna y desvalida hija
al quererla apartar, salvar del ciego furor de los dioses, tapán-
dola con su manto. Esos dardos que airados lanzan los hijos de
Latona a Niobe y a sus hijos son el reflejo fiel de los que todo
buen creyente sentiría en esta época clavados en su espíritu por
la constante puena entre las creencias de sus antepasados y las
de su época. Esta obra, expresión la más acabada del dolor ma-
ternal sacude en lo más hondo las fibras del ser porque en nada
se aparta de la máxima de Horacio: si quieres verme llorar, llora
tú primero, entonces tu infortunio me conmoverá. Y si el dolor
en uno de sus aspectos más humanos pudo hacer realidad tan ma-
ravillosa concepción, no podemos repetir lo que alguien ha di-
echo: el mundo es perfeeto en todas partes donde no entra la
humanidad con sus dolores y amarguras, pues que desde este últi-
mo punto de vista, el mundo que vivió el artista, llámese Seopas
o lleve otro nombre, tuvo perfecta representación en sus manos;
su labor se refería a lo humano, como a lo humano se refirió cuan-
to encontramos en aquel siglo 1V, en el cual la individualidad al
surgir potente señaló el advenimiento de nuevas ideas; porque
ya al Arte le era llegada la hora de emanciparse del camino se-
(1) P. de Saint Víctor: “Las dos Carátulas””, Eurípides, pág. 181.
(2) P. de Saint Víetor: ““Las dos Carátulas?”, Eurípides, pág. 181.
(3) H. Taine: *““Filosofía del Arte??, t. L, pág. 51.
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 267
Ménades de Scopas. (Abertin. Dresde).
268 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
ñalado por la tradición, lanzándose audaz por la senda de la li-
bertad.
Nada hasta ese momento hacía sospechar tal dirección como
podemos comprobarlo pasando ligera revista por la senda que
han recorrido los maestros del' siglo V. Sin ocuparnos para na-
da de la estatuaria xoanon, primeros esbozos de un arte de imita-
ción, en que cada rasgo surge a un golpe del cincel, producto
inconeluso del tallado en maderas preciosas; la Artemis de Delos,
durmiente eterna en el mundo todavía lejano de la realización
perfecta del ideal concebido, y sin embargo, laborando hacia ese
fin, y los Apolos del siglo VI, penetremos con planta segura en
ese siglo de maravillas donde Mirón, Fidias y Policleto imprimen
al arte con indelebles caracteres: perfección y movimiento; be-
lleza y serenidad divinas; fuerza, naturalidad y armonía.
Mirón, el concienzudo observador de la Naturaleza, comunicó
movimiento al bronce, dió vida al cuerpo muscular, pero la fae-
tura de su obra en general, especialmente la cabeza carecía de
expresión; Policleto al fijar las proporciones del cuerpo humano
dió, sin duda alguna, un prodigioso avance a la estatuaria: sus
atletas y amazoras son la consagración de la belleza física de que
tan apasionado se mostraba el pueblo heleno, pero como para
Mirón, la expresión, ese quid divinum, permaneció oculta; su la-
bor continuaba siendo la del artista, el mármol no hablaba, no
dejaba transparentar su alma tras el impenetrable velo de sus
pupilas sin luz; y Fidias, el grande entre los grande *““buscaba
dentro de sí mismo y encontraba en su espíritu una imagen de la
belleza perfecta”? pero dedicado por completo a dar forma a su
concepción espiritualista nos coloca frente a lo incoenoscible hu-
mano, nos hace presentir en su omnipotente realidad aquellos
seres maravillosos cuyo sólo alimento era néctar y ambrosía; eu-
ya sangre era blanquecina y pura **ieor llamada ””, de aquellos que
o oe EVA Ed solos ellos
exentos siempre de pesares viven. (1)
Escultor de dioses nos abruma con tanta perfección, majestad
y serenidad sublimes, tanta augusta placidez. Pero eso al Arte
(1) Homero: Hlíada. Trad. de Hermosilla. Versos 937-38 del libro XXIV.
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 269
no basta, preciso es que surja la duda para que animándose el
mármol se transforme el dios en hombre, y es en el siglo IV que
Praxiteles le imprime “la gracia sin desmayo, la flexibilidad y
armonioso encanto de la juventud””, y Seopas, más afortunade
que Pigmalión, el audaz competidor de Minerva, logra dar calor
y vida interior al mármol.
Nos presenta la obra de Seopas el mismo fenómeno de las vi-
braciones simpáticas de las cuerdas: sentimos frente a ella algo,
como un mudo pesar que flotando en derredor nos agobia y opri-
me, por lo mismo que es un dolor moral, oculto a extrañas mira-
das, sin contracciones musculares; en que el cuerpo no altera uno
solo de sus detalles y que sin embargo más tarde los artistas de
la escuela de Pérgamo exageraron un tanto, como lo encontra-
mos en las horribles contorsiones del Laocoonte y sus hijos, y que
a partir de él ya degenera por completo.
No se explica a primera vista como siendo Scopas uno de los
pocos prodigiosos maestros que la estatuaria de todos los tiem-
pos nos muestra, hayamos recibido acerea de su persona tan in-
significantes datos; y menos se explica aun si consideramos que
los antiguos cuando de él se ocupan le colocan a igual altura que
Fidias y Praxiteles. Nosotros creemos ver en el fondo de esta
aparente indiferencia de los escritores antiguos el testimonio de
la extraordinaria admiración que despertó entre sus contempo-
ráneos su colosal labor artística, el anonadante poder de su vi-
eorosa actuación que absorbiendo por completo la atención en la
contemplación y estudio de sus creaciones dejara la figura, la
personalidad maravillosa del maestro en casi completa obseu-
ridad.
Con los poetas suceden casos semejantes, y dichoso puede lla-
marse aquel que encuentre su obra en el fondo de los corazones
aun cuando su nombre haya sido relegado al olvido.
De Seopas sabemos que nació en Paros y que su padre fuí
Aristandro. Relevantes rasgos de su vida encontramos en sus
mismas obras del Peloponeso, Atica y Asia Menor. Suponemos
que su padre sería escultor por ser cosa corriente entre los grie-
gos encontrar lezsándose de padres a hijos los secretos del Arte;
nos afirmamos en esta opinión cuando se nos dice que un Aris-
tandro, de Paros, intervino en la ejecución de los trípodes de
270 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
bronce que se depositaron en el templo de Amiclea después de la
victoria de Eos Potamos.
En el siglo I A. C. encontramos que un Aristandro, hijo de
Seopas, restaura en Delos estatuas de personajes romanos ejecu-
tadas por Agasias. Este es un dato preciso para asegurarnos
más en que el Aristandro del siglo V sea el padre de nuestro es-
cultor ya que los nombres en las familias griegas se van alter-
nando de generación en generación.
La suerte corrida por su patria, Paros, parece señalarnos el
motivo por el cual lo encontramos hacia el 405 en el Peloponeso.
A partir de este hecho son fechas precisas las que se señalan en
su vida determinadas por sus maeníficas obras, casi siempre res-
tauración o erección de templos y otros edificios suntuosos como
el Mausoleo de Halicarnaso, pudiéndose señalar el período de su
actividad a grandes rasgos, como lo hace Colignon. Después de
395-394 en que se incendió el templo de Atenea-Alea va a Tesea
para restaurarlo; hacia 352 en Asia Menor atiende al pedido de
Artemisa, viuda de Mausolos. Después de 356 se ocupa en la
restauración del Artemision de Efeso. En el tiempo comprendi-
do entre los trabajos de Tegea y Halicarnaso acude a Atenas,
campo abierto a todas las luchas, a todas las ambiciones y al ejer-
cicio de todas las pasiones a donde había ido, tal vez, en busca
de la consagración de su nombre; recibe pedidos para Megara y
Beocia. Acudió donde quiera su fortuna le llamaba y dejó en
cada lugar las muestras de sus brillantes y bien equilibradas do-
tes imaginativas, al par que la huella de su carácter, sus creer
cias, su genio y su habilidad maravillosas. La delicadeza de sus
eustos y la sensibilidad de su alma fueron el guía prodigioso que
le permitió evitar el Seila y el Caribdis del amaneramiento y la
exageración.
Seopas con Praxiteles y Lisipo forma el trío que en el siglo IV
corresponde al de Fidias, Mirón y Policleto en el V; ellos son los
que el destino señala para responder al nuevo movimiento del
sielo, modificando el carácter de la Escultura; y esta modifica-
ción rompiendo los moldes antiguos informa todo el arte que le
sucede. El estilo impreso por ellos al arte se extiende haciendo
se pueda contemplar una vez más ese movimiento que por dos
veces nuestras atónitas miradas encuentran en las gioriosas pá-
einas de la historia y por dos veces en un mismo pueblo. Un
ro
QQ
Blanca H. de la Iglesia: Scopas.
(M. del Vaticano).
Apolo Musageta.
272 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
movimiento regresivo, un movimiento inverso al siempre obser-
vado en las situaciones ordinarias de la historia: el primero,
cuando los griegos desalojados por la invasión doria se lanzan al
mar, y saltando, pudiéramos decir, de isla en isla, llegan a esta-
blecerse en las costas occidentales del Asia; el otro, cuando el
rey macedonio al hacer fácil presa en la Hélade, vuelve a sus
fuentes naturales aquel arte prepotente, vigoroso y bello que ya
nadie más había de igualar.
Hasta esos momentos señalados las invasiones, el movimiento
artístico y los primeros esbozos de una ciencia empírica se espar-
cian siguiendo el mismo curso que el sol en su diaria carrera.
Tal su misión parecía: inundar de luz el Universo al par que
producir brillantes inteligencias, siguiendo un orden inexorable,
siempre el mismo al hacer girar los mundos.
18
Labor de Scopas.
a) Los mitos. b) Templo de Atenea-Alea en Tegea: las cabezas de Scopas.
c) Niobe y los Nióbides.
““El arte plástico trató, a imitación
del teatro, de dar expresión a la vida
del sentimiento: abandonó, pues, el vie-
jo repertorio de los tipos divinos y bus-
có preferentemente ideas capaces de
producir efecto en los apasionados mo-
vimientos del alma?””. (1)
Curtius.
a) Los mitos.
La labor de Seopas, como la de todo gran maestro cuyo esfuer-
zo, ingenio y actividad ha sido prodigioso, como la de Fidias y
tantos otros que en su constante luchar produjeron elementos
suficientes a formar escuela, resulta difícil de señalar con mano
segura.
Si de Fidias, inimitable intérprete de los dioses, aquel que te-
niendo en el alma un tipo superior de belleza, al mágico impulso
(1) Curtius: *“Historia de Grecia?”?, t. VII, pág. 386.
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 273
de su poderoso genio revestíalo de formas puras, majestuosas,
no alcanzadas jamás, no nos es posible presentar una bra a parte
de las criselefantinas sin temor a que surja en el campo del arte
un reclamante que al igual de las Erinias irritadas no nos den
paz en tanto no hayamos hecho la restitución, y aun esas mismas
maravillas eriselefantinas desparecidas por la codicia y envidia
de los hombres ¿qué otro testimonio nos presentan que la rela-
ción de ciertos escritos de los antiguos y el concurso más o menos
intenso de la numismática?
Al volver la vista a Scopas, el caos que rodea a casi todos los
grandes maestros más aun se entenebrece con las dudas y conje-
turas que en gran número han surgido con respecto a sus obras
desde la más remota antigiiedad. La misión que nos hemos im-
puesto resulta bastante penosa: del conjunto de restos a él atri-
buídos y del testimonio de sus contemporáneos o de aquellos que
más de cerca le siguieron procurar extraer la verdadera esencia,
señalar aquello que propio en cada individuo escapa a las rapiñas
de los extraños, a las expoliaciones inícuas, su estilo, único im-
perecedero.
Si de Fidias tenemos a más de las esculturas en que si no su
mano su genio brilla; de Praxiteles, ejemplo sin semejante de los
tiempos imperecederos del auge tomado por la estatuaria, como
sieno auténtico de su cincel primoroso, el Hermes llevando a
Dionisos, niño, exponente de la más elevada idealidad; de Sco-
pas podemos señalar casi únicamente su estilo; y ello fuera bas-
tante si consideramos que la vida interior, la vida del alma has-
ta entonces encastillada en el molde proporcionado por la creen-
cia religiosa apenas si mostrarse osaba, encuentra en él notable
y fiel representación; él fué el iniciador de esa nueva era del
arte; pero para llegar a tan alta expresión, necesario fué, ya lo
hemos visto, que la duda hincase su mortífero diente en cuanto
hasta entonces fué bello, noble y grande; ello no es más que la
resultante del trabajo lento y acompasado de los siglos: primero
grandes promesas en el arte, seguido de la más estupenda floren-
cencia del mismo para llegar a la madurez alcanzada en el siglo
IV; después la recolección de tan estimables frutos, la extensión
de ese espíritu artístico fuera del seno griego, representado por
el período helenístico de la estatuaria, de la filosofía, etc., en que
Pérgamo, Rodas y Alejandría se constituyen en prepotentes fe-
274 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
cos de donde irradian fulgores sin cuento, y así, sucediéndose
con la isócrona armonía de las estaciones, prueba ese cambiar su
misma naturalidad, porque la Naturaleza no procede por saltos.
Cronos infatigable sigue devorando sus hijos, de ahí que cada
veneración lleve su sello distintivo.
Al ocuparnos del maestro, no nos guía el empeño de hacer un
descripción detallada y cronológica de sus obras, sino tratar de
mostrar en cada una, si acaso nos es posible, el espíritu que guió
su mano, procurando precisar, como más de una vez hemos di-
cho, su estilo.
El genio de Seopas, tal como lo hemos procurado señalar, te-
nía que sentirse atraído por asuntos palpitantes; colocado en
aquella época de profundo análisis, es natural él también sintiese
despertar en su ánimo la pasión reinante, analizando el mito para
extraer de su fondo lo más en armonía con la época en general,
con su psiquis en particular.
El mito del juvenil dios de rasgados ojos, del mágico Dionisos,
indudablemente había de prestar asunto a los artistas del siglo
filósofo y escéptico, ávidos de mostrar su potencia creadora. Ese
mito, tentó igualmente a dos hombres de caracteres opuestos,
quienes con maravillosa maestría, con amorosa mano dieron for-
ma corpórea a la idea escogida.
Uno, Praxiteles, representa al dios niño, cuando es confiado
por su augusto padre a Hermes para conducirlo a Nisa y dejarlo
bajo la protección de las ninfas Hiadas. Con tan genial habili-
dad tratado el divino conductor, es sin disputa el más grande
monumento que poseemos de la brillante cultura helénica. La
figura principal de este cortejo, el mismo Dionisos, fué esculpido
también por Praxiteles, lo mismo que sus acompañantes mascu-
linos, sátiros y faunos.
Seopas, sin perder de vista la figura principal, analiza el mito,
se fija en los personajes femeninos de su cortejo, escoge uno, y
en él simboliza toda una historia doliente y trágica, pues, ¿qué
viene en último término a ser una Ménades en el cortejo dioni-
síaco? La exaltación de una idea, el fanatismo deslizado de la
razón, sin trabas de ninguna especie llegando en su ciego arrojo
hasta despedazar inconsciente sus mismas entrañas, tal el cervato
Penteo despedazado por su madre.
Ménades, del latín Maenades, del griego Mainádes, signi-
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 275
Fig. 2 A
Atalanta. Templo de Atenea-Alea.
276 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
fica: furiosas. Y este nombre llevaban ciertas sacerdotisas de
Dionisos que en desorden frenético oficiaban en su culto. Esas
Ménades acompañantes indispensables de las orgías dionisíacas,
poseídas de divino furor rastrean o husmean los bosques; en in-
sensata cacería, sin fuerzas para resistir la opresión de las ser-
pientes de su tocado se apodaran de leoneillos y cervatos que
enloquecidas inmolan. Sus pieles les sirven para hacerse vestes.
Esa oficiante de un culto muy extendido se avenía notablemente
al carácter de Scopas; así él dió vida a ese tipo de exaltada pa-
sión, de afán místico que debió ser el fondo de la particular creen-
cia de un siglo ya bastante conmovido.
Esa Ménades sosteniendo aun en su mano el cabrito recién sa-
erificado gozó extraordinaria fama en la antigiedad, inspirando
epigramas a los poetas; según Glaucos, con ella Seopas dotó al
mármol de un alma. Se presta no menos a descripciones eon los
retóricos. La Ménades de mármol de Paros según Calistrato lle-
vaba un cuchillo en su mano y el cabrito degollado, con la lívida
coloración de la muerte; el cabello de la sacerdotisa libre de toda
sujeción flotaba al aire y en amplias ondas seguía las línaes del
cuello y los hombros; ““parecía que Seopas preso del delirio mís-
tico hubiese hecho pasar allí un soplo divino””. Para otro poeta
es Seopas y no Dionisos quien provoca en la Ménades esa locura
furiosa.
M. Treu, conservador del M. del Albertinum de Dresde reeco-
noció en 1901, en una estatua hallada en Marino, Italia, y adqui-
rida de la colección Pollak, en Praga, una copia reducida de la
Ménades de Scopas (Fig. 1). Antes de este feliz hallazgo la erí-
tica del arte siempre creía reconocerla en las distintas copias
que se le presentaban y siempre el desencanto coronaba sus es-
fuerzos matando en flor sus halagiieñas esperanzas, para acabar
conformándose nuevamente con las descripciones.
Pero este mármol de Dresde lastimosamente mutilado deja pa-
sar en cada miembro así maltratado con tal verdad un soplo de
lo que nos imaginamos fuese esa creación de Seopas que sola-
mente ante el verdadero original abandonará el espíritu la cara
ilusión de que ésta no sea su copia. A través de la deseripción
de Colignon la Ménades cobrando vida se la percibe ejecutando
los ritos de su secerdocio: ““en la rapidez de su carrera desorde-
nada a través de las gargantas del Citerón, dice él, con el coro
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 277
tumultuoso de sus compañeras, su túnica se ha abierto dejando
al desnudo del lado izquierdo, el hombro y el flanco. Bajo la
acción del delirio sagrado el busto se dobla hacia atrás y se aban-
dona en un espasmo de éxtasis; la cabeza se vira violentamente,
la mirada anegada en embriaguez se pierde en el vacío; la ea-
bellera libre de todo lazo reparte sobre los hombros su masa es-
pesa que corre en suaves ondulaciones””. (1)
Cabeza de guerrero. (M. N. de Atenas).
Es de tal verosimilitud el movimiento que el mármol traduce
que ante él, copia y todo, no se piensa en hallar defecto, tan na-
tural se nos muestra haciendo concebir la posición de los miem-
bros que el tiempo ha hecho desaparecer maltratando al mármol
tan lastimosamente: “la mano derecha cayendo a lo largo del
cuerpo estaba armada del cuchillo, eon la izquierda la Ménades
(1) M. Collignon: ““Scopas et Praxitéle”?, pág. 38.
278 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
sostenía por las patas traseras al cabrito muerto que ella se ha-
bía echado al hombro”” (1). Ernesto Gardner, en su entreabierto
vestido halla semejanzas no sólo con las Amazonas del friso del
Mausoleo sino también con la Atalanta de Tegea.
Esa Ménades, por tanto tiempo desconocida representó para
Seopas la Fama que a través de los siglos dejó oir en el armonioso
son de su trompeta el grito espontáneo y natural que consagró
su reputación.
Es Dionisos el más joven de los dioses helenos; venido a Atenas
desde Tebas, y a Tebas de la región Tracia, llevaba unido a su
culto esa corte de mujeres en que Eurípides encontró asunto pa-
ra un drama. Su agreste culto da origen a la comedia, arma te-
rrible en manos de Aristófanes; abandonado su rústica vestidu-
ra, aunque no sus salvajes maneras, le encontramos al penetrar
en Atenas, algo depurado, siendo inicio de la tragedia, en cuyos
coros tanto como en los de la comedia conservó cuanto pudo su
representación.
Ese dios de bulliciosa alegría, verdaderamente, por su leyenda
es un dios pasional, así pudo sin esfuerzos erandes, en el siglo
de las pasiones desplazar un tanto en la estatuaria las majestuo-
sas representaciones de Zeus y Atenea. En este siglo Afrodita,
Apolo, Dionisos, ete., ocupan lugar preferente, sin olvidar por
eso las divinidades de severas costumbres, como Artemis y Atenea.
Dionisos, aquel que apartando las almas del presente y sus
dolores, las elevaba a regiones ienoradas, no sospechadas siquie-
ra, O las sumía en afán místico, deslumbrándolas con ficciones
de vida en un mundo superior, obtuvo de los helenos, cada vez
más enamorados de él, ya que se adaptaba a sus sentimientos y
pasiones, una preferente representación. Dios de múltiples trans-
formaciones respondía perfectamente al especial modo de ser y
pensar de aquel siglo que le amó como su dios por cuanto a ellos
era semejante.
Si varonil le vemos aparecer en Esquilo, poderoso y tumultuoso
en sus pasiones, modificado en esencia, dulcificando sus formas
hasta parecer suave, delicado y dulee como una mujer le encon-
(1) M. Collignon: “*Scopas et Praxitéle”?, pág. 37.
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 279
tramos en este siglo IV, joven eternamente, sin el atributo de sus
antiguas barbas y adoptando un vestuario semejante al de sus
Ménades; sus cabellos abandonan la corona de hiedra o de pám-
panos para ceñirse adornos femeninos. De él dice Eurípides en
uno de los coros de las Bacantes: “es el dios de los placeres; él
reina en medio de los festines, entre las coronas de flores; él ama
las danzas joviales al son del caramillo; él hace nacer las risas
regocijadas y disipa los negros cuidados; su néctar al verterse
sobre la mesa de los dioses aumenta la felicidad, y los mortales
encuentran en su copa el sueño y el olvido de sus pesares ”?.
En medio de tantas risas, su rostro de expresión dichosa y fe-
liz no deja escapar a la atenta mirada de un observador cierto
fondo de melancolía; entre los ecos de sus carcajadas un oído
delicado podría percibir la nota característica e inconfundible
de aleún dolor, así Seopas esculpiría en mármol su Dionisos de
Cnido.
Dionisos v Venus, otra de sus concepciones, viene a ser el lazo
que une el mito de este joven dios extranjero con el de la más
seductora de las diosas; el nacido en Naxos y la formada en las
verdes y espumantes aguas «de Chipre.
La áurea Afrodita, por Nereidas y Tritones admirada apenas
nacida, sin disfrutar la beneficiosa influencia de una madre es
minuciosamente instruída por las Horas en las difíciles artes de
persuasión, seducción, ete. Esta joven, como diosa del amor y
la belleza reinó despótica doquier cruzó; poseyendo cual ninguna
el poder de conmover los corazones, la vemos en el Olimpo en-
cender celos entre las deidades femeninas; obtiene la protección
de Zeus, el cual por agradecimiento a su hijo Hefaistos que le
forjó el rayo, o por ser desdeñado por la juvenil diosa une la per-
fección con la deformidad; la gracia, el encanto y hermosura
con la fealdad. ¿Encontraremos aquí el pretexto para desvir-
tuar el culto de Afrodita? ¿Para unir casi en un mismo lugar su
elevado carácter de diosa del cielo, con la representación de otros
variados aspectos?
280 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
En la ciudad de Elis, Pausanias refiere haber visto en un tem-
plo una Afrodita Urania (Celeste), de Fidias, que como tal apo-
yaba sus pies en una tortuga, emblema de la vida doméstica y del
silencio. Al exterior del santuario, dice el mismo viajero, se
mostraba a la mirada una Afrodita Pandemos modelado por
Scopas.
Al aparecer sentada sobre una cabra aquellos de imaginación
exaltada, que pretenden ver cosas extraordinarias donde nada
6) == A - 2, 4,
Ñ 7 7 GA ERERAO SEA A
Cabeza de joven imberbe. (M. N, Atenas).
existe, se dieron a sospechar y pensar en la idea, no oculta, sino
bien descubierta que guiara al autor. Debemos creer con Colig-
non, y el autor que firmó la estatua no nos autoriza a más, que
la Afrodita Pandemos es una estatua de culto que traduce viejas
creencias, ya olvidadas. Divinidad sideral cuyo nombre deriva
de la diosa lunar Pandia, hija de Siene. Su imagen conservada
por las monedas de Elis, (una en el M. Británico), y por un dis-
co votivo es lo único que ha llegado a nosotros si exceptuamos
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 281
las citas de algunos escritores. En obras de otra clase como pin-
turas de vasos, relieves de espejos en bronce, tierras cocidas de
Beocia se encuentra reproducida y en alguno, el relieve de un es-
pejo en bronce, la cabra aparece escoltada por dos cabritos, alu-
diendo tal vez a la constelación de las cabrillas. Estas modifica-
ciones que también aparecen en las tierras cocidas permiten creer
que la Pandemos de Scopas está sentada sobre la cabra la eual
lleva al lado sus cabritos.
En las medallas del tiempo de Adriano, de Septimio Severo
y de Caracala la imagen de Afrodita Pandemos aparece sentada
sobre la cabra la cual va galopando de izquierda a derecha. Un
extremo del manto de la diosa pasa sobre su cabeza como un velo,
el resto del manto extendiéndose hasta sus pies le cubre la espal-
da y los lados, dejando al descubierto la cara y el pecho; pero
estas partes desnudas del cuerpo de la diosa parecen haber estado
cubiertas sutilmente por una estrecha túnica que también aparece
a sus pies, por debajo del manto. La mano derecha de la diosa
se apoya en su pecho, la izquierda sobre el cuello de la cabra.
- R. Weil ha identificado la medalla de Afrodita Pandemos del
timpo de Septimio Severo, pero para darnos cuenta de lo que
fuera la obra de Scopas debemos dirigirnos a la medalla que se
conserva en el M. Británico que aunque menos conservada, la re-
produce mucho mejor.
Para el templo de Afrodita en la ciudad de Megara esculpió
Seopas tres de sus acompañantes: Eros, Himeros y Pothos, ju-
veniles, graciosos, semi-ideales, casi humanos dando así vida a
nuevas ficciones de la poesía griega, representando como dice
E. Gardner un refinamiento en el estudio de sutiles distinciones
mitológicas e impersonificación de tres fases diferentes del dios
del amor. Temas semejantes son representados en las pinturas
de los vasos. Ellos son los únicos que pueden dar idea de estos
juveniles dioses. Para otro santuario de Samotracia esculpió un
grupo de Afrodita y Pothos.
E
De genio sin igual, Seopas siempre encuentra ciudades donde
prestar su concurso; su variada y rica inventiva no halla obs-
282 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
táculo alguno ya sea en la representación de dioses consagrados
por la estatuaria, ya se le pida de vida a pasiones o sentimientos
cuyo culto sea la moda.
Su ejercitado cincel no conoce la duda en sus fuerzas, el temor
al fracaso y si el éxito consagró, como lo demuestran los antiguos
escritores, cuanto hasta aquí hemos visto, su fama creciendo sin
cesar a la manera que el horizonte se ensancha si nos eleva-
mos a mayor altura, no defraudará nuestras esperanzas en las
sucesivas creaciones a él debidas, atribuídas o pertenecientes a
su escuela.
Ningún asunto más en armonía con su carácter, siempre ávido
de escalar las claras regiones de la pura luz alborea, que el del
hijo de Latona, el enemigo de las tinieblas, impurezas y malas
acciones, el protector del arrepentido, el amante de la música, el
compañero de las Musas y las Gracias.
Apolo estuno de los dioses más amados de los griegos; en múl-
tiples templos se le adoraba; infinitas fiestas se le dedicaban de
acuerdo con cada uno de sus atributos.
Sus fiestas más concurridas eran las Delfínias: en Abril, cuan-
do la Naturaleza cubierta de su multicolor manto convida a la
vida y al amor; cuando las flores, de esencias más ricas que pe-
beteros orientales, incensarios con que Natura ofrenda la belleza,
esparcen en el ambiente la delicadeza de sus perfumes; cuando
el cielo es más azul, puro y brillante, en Delfos, todo parece en-
tonar un himno homenaje al triunfo de Apolo sobre el mar. Es
él quien tras el tempestuoso invierno acalla el rugido del mar,
le aduerme sus pasiones; las aguas, ahora tranquilas y serenas
permiten se reanuden las expediciones marítimas.
Fué acreedor a la cólera de Zeus, y siendo dios vivió como sim-
ple mortal guardando el ganado de Admeto de Tesalia; ese es
un timbre mayor a su gloria, un atractivo más a su culto. Y así
fué el más fielmente interpretado en el arte; desde el lejano
período arcaico lo encontramos: luchando con Heracles por la
posesión del trípode, en un bajo-relieve del Tesoro de Cnido; a
Teodoro de Samos se atribuye un Apolo figurado en una columna
de bronce. Como señales del poder creador con que el dios animó
al artista primitivo tenemos los Apolos de Tera y de Tenea de
los Museos de Atenas y Munich, respectivamente, quienes con to-
da su variada sucesión tanto realce dieron a la escultura naciente.
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 283
En edad de vigor pleno representados hacen pensar en atletas
elorificados; pero a partir de Fidias se convierte en el dios eter-
namente joven y, son Seopas y Praxiteles quienes al despojarlo
de la pátina que le cubría ya definitivamente le rejuvenecen, dan
vida y embellecen; éste, Praxiteles con su Apolo Sauróctono le
comunica gracia y encanto juveniles, es el niño de edad indecisa
que se entretiene jugando con una inofensiva lagartija; es una
Cabeza de Meleagro. (Villa Médicis, Roma).
composición del esregio artista que le coloca en altura inaccesl-
ble a las medianías.
Seopas tuvo predilección manifiesta por este joven dios,' así
le vemos esculpirlo tanto para el Atica como para el Asia Menor.
Para Crisa, en la Troada, esculpe el Apolo Smintheo, el Apolo
de la rata, asunto concerniente al culto local al cual Seopas se
amolda poniendo a su servicio los recursos de su arte; Apolo apo-
284 Bevista de la Facultad de Letras y Ciencias.
yando un pié sobre una pequeña eminencia, juega con un ratón,
el cual procura atraerse enseñándole un ramito de laurel. Más
tarde Praxiteles amoldará a este tema una de sus creaciones y
Apolo jugará con un lagarto, como ya hemos señalado.
A la predilección de los romanos por las obras de Scopas tal
vez debamos el escaso número que de ellas puede señalarse, aun
cuando nos han conservado el recuerdo de más de una en sus es-
eritos. En uno de estos casos nos hallamos ai referirnos al dios
inspirado, al director de las Musas a porfía cantado por los poe-
tas romanos Propercio, Tibulo y Ovidio. Completamente vestido,
se muestra en actitud de inspiración divina: la cabeza en alto,
coronada de laurel, los ojos perdidos en el infinito, mirando sin
ver. El cuerpo apenas acusado bajo los leves y menudos pliegues
de su fina veste pítica, el manto con arte y naturalidad echado
hacia atrás deja amplitud suficiente a los brazos semi-desnudos
que libremente pulsan la lira arrancándole las notas y armonías
que resuenan en su alma; sobre uno de los montantes de la lira,
como homenaje a su triunfo sobre el sátiro Marsias, aparece éste
desnudo y colgado, listo ya para ser desollado.
El cuerpo de este Apolo, por primera vez vestido enteramente,
conmovido por los acordes que a su lira arranea nos hace esperar
verle de un momento a otro comenzar una mística y únicamente
de él conocida cadenciosa danza.
El conjunto de la figura se nos antoja dotado de un alma, sólo
atenta a su música; basta tocarla con el pensamiento para verla
extremecerse, agitarse al impulso de su ritmo musical.
El Apolo Musageta de Seopas, fué llevado por Augusto, des-
pués de la victoria de Aeccio, al templo del Palatino, donde se le
rindió culto. En el Vaticano se conserva una copia (Fig. 2) que
fué descubierta, junto con las nueve Musas, en la quinta de Casio
en Tívoli, y en ella se quiere reconocer una copia del de Scopas.
Con más confianza, dice Colignon, puede señalarse una copia del
Apolo del Palatino en el grupo que se encontró en Sorrento: Ar-
temis, Apolo y Latona, y una Sibila sentada, sobre una base or-
nada de relieves, siendo ésta la reproducción de las estatuas del
interior del templo erigido por Augusto: el Apolo de Scopas, la
Artemis de Timoteo y la Latona de Cefisodoto el joven, estando
Apolo como señala Propercio “entre su madre y su hermana””.
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 285
La luz radiante que esparce Apolo en su derredor precipitando
la fuga de las tinieblas suaviza lentamente los ásperos contornos
de cuantos objetos, seres animados y creencias a su paso se in-
terponen. Sus altares do la claridad surge, por la voz de su pi-
tonisa transfórmanse en centros de purificación. El erimen, siem-
pre odioso, ya no es estigma hereditario; su mancha antes inde-
leble, puede borrarse por la expiación y las vengadoras Erinias
Cabeza encontrada en la Acrópolis. (M. N. Atenas).
vense burladas allí donde acaban las tinieblas y la luz alborea,
así Orestes implacablemente perseguido logra a sus designios
substraerse trasponiendo los umbrales del templo y acogiéndose
como suplicante a la magnanimidad del divino arquero, quien
liberándolo del tan horrendo delito cometido, irritadas las hace
retirar.
Ella seran las encargadas de vengar cuanto se apartase de las
286 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
leyes naturales, y su castigo despiadado en vida no cesaba ni
con la muerte; en el reino sombrío de Hades los tormentos con-
tinuaban sin interrupción, Homero nos lo dice: “las Erinias que
castigan a los hombres bajo la tierra””.
La concepción de estas divinidades viene a ser el antiquísimo
manifiesto de una contraposición entre las costumbres sustenta-
das por un pueblo y sus ideales en la administración de la justi-
cia, surgiendo de su fondo la protección para el justo y el castigo
de los culpables hasta en sus descendientes.
Las Erinias arcaicas eran mujeres de extremada delgadez, de
horripilantes facciones, lenguas colgantes y ganchudos dedos.
Entre sus cabellos llevaban enroscadas serpientes; cinturones ro-
jos ceñían a sus flacos cuerpos las túnicas negras. Contribuían
a aumentar el espanto que su presencia producía un bastón em-
puñado en una mano, como insignia de sus obras, en la otra una
antorcha llena el ambiente de pestilentes emanaciones sulfurosas.
Pero esas deidades, guardianas del orden natural de las cosas,
sólo perseguían a los que, rompiendo las leyes del mundo moral
se hacían acreedores a sus horribles castigos, de ahí que aún te-
midas, se las rindiera culto. Ganadas por la dulce gracia de Pa-
las, por su armonioso, seneillo y claro acento reniegan de sus
feroces venganzas; sus facciones ennoblecidas y suavizadas ahora
sonríen tristes e irónicas. Instaladas al pié del Areópago trans-
fórmanse en las Euménides, Bondadosas; la Venganza se convier-
te en la ley. l
Las Euménides de Esquilo muestran con precisión el feliz cam-
bio de estas deidades, la civilización marchando al par que el
tiempo. Y las viejas celosas divinidades, justicia en próxima fe-
cha entran en la esfera natural de Seopas. El esculpió unas Eri-
nias para Atenas, para el templo de Semnai. En el tomo IT de
la, Descripción de Grecia, comentada por Frazer, se nos dice que
en Atenas, en un santuario de las diosas Venerables, éstas antes
de su transformación en Euménides fueron representadas, dos
de mármol de Paros eran de Scopas, la tercera entre ellas dos era
obra de Sálamis.
Ex >*
Al lado de las luminosas claridades de cultos como el de Apolo,
nos encontramos en la Grecia legendaria eultos ocultos de terror
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 287
y sangre y cuyas deidades hallan su representación en la estatua-
ria en ese siglo de notables contrastes, de deslumbrante luz, pre-
cursor de profundas tinieblas, como la noche sigue al día. Ese
culto es el de la triple Hácate.
Hija del Sol la llaman Museo y Hesiodo; del Tártaro y Ceres,
Orfeo. Para Ferecides lo es de Aristeo y para Baquílides de la
Cabeza del Discóbolo. (Palac. Lancelotti, Roma).
Noche, sin haber faltado quienes la supongan hermana de Diana,
ni quienes la hagan triple reina: Selene en el Cielo, Artemis en
la Tierra y Perséfona en los Infiernos.
No es la Grecia madre de este culto, probablemente, su origen
podemos hallarlo en el Egipto, encarnado en el de Isis, según
Apuleyo. Transportado a Grecia por Orfeo lo adoptaron los pri-
288 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
meros, los eginetas. Lentamente le vemos evolucionar y casi con-
fundirse con el de Diana en Efeso, Delos, Atica y Micenas, Mag-
nesia y otras.
Si dudosa y confusa en sus orígenes, no lo resulta menos en
su carácter. Respetada de Zeus en Hesiodo, concede infinitas
bienandanzas a quienes la ofrendan; su intención sóla bastaba
a dirigir sus flechas sobre hombres y animales. El tiempo al pa-
sar le imprime su huella, lentamente va esfumando su aspecto
benéfico, hácela dañina y cruel; envenenadora certera enseña su
terrible arte a Medea y Circe, viniendo de este modo a conver-
tirse en indiscutible patrona de magos y hechiceros.
Su culto infundía pavor; en la misteriosa soledad de la noche,
cuando el velo que cubre la Tierra es más sombrío e impenetrable,
ovejas de vellon negro como los pesares le son sacrificadas, y en
medio de densos, oscuros vapores aparecía tricéfala, erizada de
serpientes, una rama de encina en la mano y rodeada de infernal
jauría, al conjuro de su nombre siete veces invocado.
Hasta víctimas humanas se inmolaron en sus altares en Espar-
ta; pero en Atenas, ciudad de franca alegría, no turbado el ánimo
de sus habitantes por espectros nocturnos se le ofrendaban tortas
con la imagen de un buey pintado.
Ese horripilante culto más parece engendro de las timoratas
mentes de la Edad Media, sin cesar turbadas ante la idea del pe-
cado, temiendo ininterrumpidos castigos y cuyos temores lejos
de alejarlos del mal, en él más profundamente los sume, dando
pábulo a las más falsas creencias.
¿Cómo en el siglo 1V, donde la alegría, la juventud y el amor
sin cesar sonríen, pudo ocurrírsele a ningún artista representa-
ción semejante? ¿Sería tal vez el temor a dolores sin cuento tras
tan encantadora existencia? Sólo Scopas, abstraído en la idea
que encierra el mito pudo detenerse a pensar en la triple divini-
dad infernal, como antítesis y consecuencia del lujo y placer en-
tonces reinantes. Profundamente preocupado ante el presente
¿cruzó por su mente fugaz visión acerca del porvenir reservado
a la Grecia destacándose como enorme interrogante en densas
sombras, sólo comparables a las reinantes en la región infernal
y quiso de este modo dar la voz de alarma a sus contemporáneos,
o solo accedió a cumplir el pedido de una ciudad que solicitaba
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 289
su concurso? Lo cierto es que Seopas esculpió una Hécate para
la ciudad de Argos.
En un templo de Roma, dedicado a Neptuno, se conservó du-
rante mucho tiempo una serie de figuras ejecutadas por Scopas,
procedentes de un fronton o de alguna tumba templo del A. Me-
nor. Verosímilmente se suponé las tomaron los romanos de la
ciudad de Bitinia, donde gobernaba Domicio Enobarbo, quien
la llevó a Roma. Representaban a Poseidón, Tetis y Aquiles ro-
deados de Tritones y Nereidas, montadas sobre Delfines o Hi-
pocampos. De esta composición, que según Plinio “habría bas-
tado para ilustrar toda una vida”? mo conocemos nada absoluta-
mente. Se ha pretendido reconocer una reproducción de ella en
un bajo-relieve de Munich, encontrado no lejos del templo en que
estuvo colocado el original de Seopas, es de la época romana y
tal vez el dibujo general de la composición derive del original.
Siempre en el campo del Arte ocurre que hemos de lamentar la
pérdida, precisamente de aquellas creaciones que más subyugaron
a sus contemporáneos, impidiéndonos de este modo poder esta-
blecer conclusiones categóricas. Tal ocurre con este grupo que
tan halagiúeña crítica ha merecido. De él dice Ernesto Gardner,
es interesante comparar estos tipos marinos con el Sátiro de
Praxiteles, ellos muestran como ambos artistas se han mantenido
cada uno en su particular campo de acción dando a sus maravi-
llosas concepciones aquellos caracteres peculiares que les hacen
inconfundibles entre todos los seres de la creación.
kx >*
Heracles, hijo de Zeus y Alemena, mujer de Anfitrión, rey de
Tebas, desde la cuna lleva sobre sí la vengativa persecución de
la celosa Hera a cuyo mandato debe doblegarse y realizar los
doce peligrosos trabajos que le 'inmortalizan. Pero Heracles, con
su pequeña cabeza y recia musculatura nos seduce y admira cuan-
do le vemos rindiéndose a los impulsos de su generoso corazón
antes que detenerse a indagar la razón de las cosas; tal lo en-
contramos disputando a las Parcas, la sombra de Alceste para
devolverla a su esposo, que abrumado por tan cruel dolor le da
290 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
franca y espléndida hospitalidad, procurando no amargar la pro-
verbial alegría del héroe con el espectáculo de su hondo pesar.
Apenas enterado de las congojas que afligen a su huésped no va-
cila en acometer, la más hermosa, pero la más arriesgada también
de sus empresas, oponiéndose a los designios del Destino, para
entregar a los suyos la bella y abnegada Alceste, para devolverla
Cabeza del Doríforo. (M. de Nápoles).
a la tibia luz del sol, tan amada de los griegos. De igual modo
no le arredra la sombría mansión de Proserpina, a donde descien-
de, venciendo eraves obstáculos en busca de su amigo Teseo.
Tan animoso contra los monstruos y maldades que asuelan el
mundo, no puede romper el encanto con que le subuyga la bella
Onfala, la cual mucho con él se divierte. Unido en matrimonio
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 291
con Deyanira, la prometida del río Aqueloo, al querer, incons-
tante desprenderse de los fuertes lazos para unirse a lole, hija
del rey de Ecalia, perece consumido por la fatal túnica que em-
papada en su sangre diera el centauro Neso a Deyanira, que ésta
le envía ciega en su dolor y sus celos, queriendo, la infeliz reco-
brar de este modo al amado.
Tomado literalmente cuanto a Heracles se refiere sin tratar de
extraerle un significado oculto, tiene todo el atractivo encanto
que de lo griego emana y es así como concebimos tentara a Seo-
pas y lo esculpiese para el gimnasio de Sicione.
En Londres, en la colección Landsdowne, Heracles, sin el viejo
atributo de sus barbas, desnudo, mostrando sus bien desarrolla-
dos músculos y apoyando sobre su hombro izqzuierdo su terrible
maza si recuerda por la sólida estruetura de su cuerpo y por lo
alargado de las líneas del pecho la manera de Policleto en su Do-
ríforo, es en cambio por la expresión de su cabeza próximo pa-
riente de las cabezas descubiertas en Tegea. Colignon se pregun-
ta si será ésta copia del que Seopas esculpió para Sicione, dedu-
ciendo de esto en caso afirmativo la influencia ejercida en Scopas
a su llezada al Peloponeso, por el ideal argivo-sicionense, como
más tarde también fué influído Lisipo no solo por el maestro de
Sicione sino también por el de Paros, como lo demuestra su Agias.
Una factura de obra que revela proceder de los años juveniles
del maestro se pretende señalar en una cabeza de Heracles del M.
Británico, encontrada en Gensano, joven imberbe coronado de
álamo blanco y de expresión apasionada. Puede así mismo ha-
cerse notar esa primera manera en el Hermes del M. Nacional de
Roma. La expresión pensativa de la mirada es la de las obras
de Scopas.
La poderosa mentalidad de Scopas jamás se siente detenida
en sus ansias de creación, ni aún en los tipos ya consagrados, en
los dioses aceptados con carácter determinado. Así Artemis
Eucleia es esculpida para el Artemision de Tebas, y para el Ís-
menion la Atenas Pronaia. En el M. de los Offici, en Florencia
se conserva una copia de esta diosa: el rostro lleno de entusias-
mo se vuelve hacia arriba buscando el cielo con la mirada; se
aparta por completo del ideal que el siglo V se había forjado de
292 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
la diosa, especialmente Fidias, el escultor de las líneas serenas y
la belleza majestuosa.
Si seguros los críticos sitúan la creación de esta diosa en el
siglo IV, dejan amplio margen a lo hipotético si de asignarle
ereador se trata.
Ek *
b) Templo de Atenea-Alea en Tegea: las cabezas de Scopas.
El arte pone en juego nuestras más puras y elevadas activida-
des; sin reconocer patria localizada alguna, forma por sí sólo una
cuyas fronteras están señaladas por las del infinito; su poder es
eterno y universal. El verdadero artista, el que lleva en sí la
fuerza de su misión, no atiende sino al poderoso acicate de su
inspiración y allí donde encuentre esfera en que moverse con
amplitud, campo en que sembrar las bellas y delicadas flores de
su genio, lo hallaremos desafiando las mezquinas pasiones de sus
semejantes, indiferente a cuanto no sea su Arte, él se yergue cual
poderoso cóndor sobre los convencionalismos y necesidades hu-
manas, siguiendo la ruta que el progreso le marca y atendiendo
solo los mandatos de su genio. De ahí que al concentrar nuestra
atención en Grecia en ese período final de las guerras del Pelo-
poneso encontremos que éstas si funestas para Atenas, la cual ya
había logrado escalar las altas cumbres que el Arte reserva a sus
elegidos, resultasen en alto grado beneficiosas para los dorios,
pues que pudieron disfrutar las hermosas concepciones de los ar-
tistas atenienses.
Para la agreste región de Arcadia, letinos recibe el encargo de
levantar el templo erigido a Apolo Epieureos (auxiliador) por
haberles, durante las guerras, preservado de epidemias, en Figa-
lia. Templo del que aun quedan en pié trentiseis columnas con
su arquitrabe, y cuyos frisos en 1812 se llevaron los ingleses. No
es necesario transcurra mucho tiempo para que veamos a Seopas
reconstruyendo el viejo templo de Atenea-Alea, en Tegea. Era
éste el mayor y más hermoso templo del Peloponeso, el cual, eo-
mo tantas otras obras Pausanias nos describió. Es a las excava-
ciones llevadas a efecto en ese templo a las cuales debemos poder
señalar con certeza el estilo incomparable del maestro.
Dice Pausanias (Pausanias's Description of Greece, J. G. Fra-
zer) que el templo sobrepasó a todos los otros del Peloponeso en
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 293
medida y estilo. Las columnas exteriores (peristilo) eran dóri-
cas, las que le seguían, rodeando el pronaos, corintias, y las del
interior del templo, en la cella, sosteniendo el techo del orden
jónico. El arquitecto fué Seopas de Paros, quien hizo imágenes
en muchos lugares de la antigua Grecia y algunas en Jonia y Ca-
ria. Sobre el frontón del frente desarrolló la cacería del jabalí
de Calidonia. El jabalí está casi en el medio. A un lado de él
están Atalante, Meleagro, Teseo, Telamón, Peleo, Polux y lole
el compañero de Hércules en muehos de sus trabajos. Están tam-
bién Protos y Cometes hermanos de Altea. Al otro lado del j¡a-
balí está Epocus sosteniendo a Ancaeus herido, con su hacha go-
teando, al lado de él están Castor, Anfiarao y Oieles, también
Hippotous hijo de Cerción, y a lo último de todos está Pirítoo.
En el frontón del fondo está representada la lucha de Telefo con
Aquiles en la llanura de Caicos.
La cuestión acerca del lugar donde estuvo emplazado el templo
surgió en 1879 después de las excavaciones dirigidas por el pro-
fesor Milehhófer del Instituto Arqueológico Alemán quien des-
cubrió el emplazamiento cerca de la iglesia de S. Nicolás, en Piali.
Así dice J. G. Frazer en el tomo IV de sus comentarios a la
“Descripción de Grecia?” por Pausanias : en Piali sobre un lugar de
la antigua Tegea se han encontrado algunos fragmentos de escul-
tura que parecen haber pertenecido a los frontones del templo
de Ateneo-Alea. Los más importantes son dos cabezas humanas,
una de ellas econ caseo, y la cabeza del jabalí.
Las razones principales para identificarlas como parte de los
frontones esculturados, sigue diciendo él, son éstas:
1.—Parecen haber sido encontradas dentro de la construcción,
en el ángulo N. E. del templo.
2.—Uno de los fragmentos encontrados es la cabeza del jabalí
y sabemos por Pausanias que el jabalí de Calidonia fué es-
culpido en el fronton del E.
3.—Las cabezas humanas están trabajadas cuidadosamente por
uno de sus lados como en los frontones del templo de Zeus
en Olimpia, indicando que el otro lado no debía ser visto.
4—Las esculturas son del mismo material que el templo, lla-
mado ““mármol blanco de Doliana””.
294 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
5.—La medida de las cabezas corresponde a aquella que se es-
peraría encontrar en las pertenecientes a un templo de ta-
les dimensiones (49.9 x 21.3). La cabeza del jabalí per-
fectamente terminada coresponde a la de un animal de 2m.
y ofrece a las miradas dos agujeros correspondientes a los
dardos que se le arrojaron. (1)
El torso de Atalanta, sacado a luz en las excavaciones de 1900,
nos coloca, según Colignon, por primera vez ante un original bien
notable procedente del taller de Seopas.
La flexibilidad de la ligera túnica con que cubre sus robustas
formas; el fino plegado que se adapta, como la hiedra a la roca,
al busto de la cazadora, ciñéndose con más amplitud a los lados;
el vivo movimiento del juvenil cuerpo echado hacia delante, el
brazo derecho en alto blandiendo el venablo, el seno al aire la
cazadora merece ser contada en el número de las producciones
de Seopas. Es dudoso completar este torso con una cabeza des-
cubierta aisladamente, bastante mutilada por el tiempo. Ella
. deja ver como la ha descrito M. Mendel, el director de las exca-
vaciones, “la calma de este rostro de un bello óvalo alargado, la
dulzura de esos labios entreabiertos y de sus raseados ojos pen-
sativos, la gracia suave de esos cabellos delicadamente ondula-
dos. Se diría la transposición en mármol de una preciosa Tana-
cra (2)
Tanto el torso de Atalanta como esa cabeza femenina (Figs. 2 A)
con que aleunos quieren completar la figura son de mármol de
Paros; este detalle más el ser ambos fragmentos de la misma es-
cala hace pensar a Ernesto Gardner que pertenezcan el uno al
otro. Ambos son así mismo de diferente material que el resto de
las figuras del frontón lo cual explica Ernesto Gardner por ser la
única figura femenina del cortejo, para contrastar su blancura
brillante con el tono color carne de los demás cazadores. La cal-
ma que se descubre en esas facciones no dice nada, según E.
Gardner en contra de su atribución a Seopas ya que no hemos
tenido del maestro una cabeza femenina para elevarla a la cate-
eoría del tipo. Esta si no presenta los ojos sumidos en profun-
das sombras como las cabezas masculinas, muestra en cambio una
(1) J. G. Frazer: Pausanias?s Description of Greece, t. IV, pág. 426.
(2) Tomado de Collignon: *“*Scopas et Praxitéle””, pág. 30.
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 295
curiosa elevación entre la ceja y la línea del ojo que no desdice
en nada de este carácter reconocido del maestro. Admite, pues,
Gardner la Atalanta (torso y cabeza) como obra de Seopas en su
juventud, cuando aun su estilo se encontraba en estado experi-
mental.
Con estos asuntos tan extraños a la diosa para la cual el tem-
plo ha de servir de morada, nos imaginamos al artista en lucha
a
AA
Yuy 9
Cabeza de Atenea. Gema de Aspasios.
con su inspiración para al fin ser vencido por ella dejando al des-
cubierto una vez más ese repliegue patético de su espíritu ator-
mentado.
Pocos en número son los restos descubiertos, suficientes en
cuanto a sus espléndidos resultados; los. de más interés corres-
ponden al frontón oriental, son dos juveniles cabezas, bastante
deterioradas, silenciosas, melancólicas, la mirada perdida en el
296 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
distante horizonte tienen esa expresión inconfundible de quien
vuarda de extrañas inquisitivas miradas un profundo pesar, de
quien no pudiéndose librar es arrastrado, o se complace abstra-
yéndose en las congojas, torturas y angustias de su propio ser.
Hsas cabezas son la de un guerrero con su casco (Fig. 3), de
ojos dirigidos al cielo; un joven imberbe (Fig. 4) de cabellos
cortos bien trabajados en que el dolor ha encontrado fiel expre-
sión; los ojos hundidos, casi perdido en sombras, bajo la frente
de fuertes y acusados rasgos, da la impresión de la angustia del
guerrero que desfalleciente implora piedad. Un Heracles ya des-
pojado de su barba y con ella de gran número de años, escasa-
mente cubierto econ los despojos del león de Nemea ostenta su ju-
ventud. Su cara con la misma apasionada expresión de las otras
cabezas expone a la observación unos ojos medio abiertos obseu-
recidos por la masa muscular a los lados, debajo de las cejas,
Aun cuando sin lugar Heracles entre los cazadores, según el mito,
es de creer esta cabeza pertenezca al héroe antes que pensar Seo-
pas fuese autor de una mixtificación dando los despojos del león
de Nemea a otro héroe.
Un grupo de Asclepios e Higia esculpió Seopas para ese mismo
santuario. A excepción de la cabeza, Higia se reconoce en una
copia del M. Nacional de Roma, atribuída antes de la concepción
de esta hipótesis de M. Curtius, a una de las Musas del templo
de Apolo Palatino.
La hipótesis no carece de fundamento. Al decir de Colignon,
esta antigua Musa, ahora Higia, guarda rasgos de parentesco con
la Atalanta del frontón oriental. El tocado de Higia: cabello
partido en largas bandas, haciendo numerosos bucles, es el mis-
mo de una cabeza de la misma diosa de la colección Hope.
Esta serie de fragmentos con entusiasmo estudiada ha permi-
tido reconocer el estilo de Seopas en múltiples copias de la época
romana y agrupar alrededor de su nombre gran número de pro-
ducciones hasta entonces anónimas.
El hecho de encontrarse reunidos en ese templo los tres órde-
nes arquitectónicos, es detalle que está revelando su época, pues
el corintio aún no existía en tiempos de Pericles, Vitrubio lo re-
monta al 440 inventado por Calímaco; en 396 Seopas lo emplea
en el templo de Atenea-Alea, junto econ el jónico al interior y el
dórico al exterior. Ante este templo nos hallamos en presencia
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 297
de la exuberante floración arquitectural del siglo IV que dentro
de muy poco encontraremos en Asia Menor, como diría Colignon.
Relacionada con estas cabezas de Tegea está la de Meleagro,
el joven héroe del mito de Etolia, profusamente tratado en vasos
griegos y sarcófagos romanos. Seopas representa al joven en el
preciso instante de determinarse a asistir a la cacería que tan
funesta le ha de ser. En el M. Vaticano existe una copia con la
cabeza restaurada, con tan poca fortuna que a distancia denuncia
el poco conocimiento del que tal hizo del estilo de Sceopas; sin
expresión de ninguna clase, más exacto es asignarle la cabeza de
un Apolo praxitélico de la Villa Médicis (Fig. 5), al cual por
equivocación se le dotó de la de Meleagro. El mismo cuerpo del
cazador no es más que una copia libre con el aditamento del ro-
paje que en el original no existió. En la verdadera cabeza, la
de la Villa Médicis, encontramos fielmente revelada esa secreta
incierta emoción que se anticipa a las grandes catástrofes. El
héroe parece conocer las desdichas que derivaran de tal cacería.
Ese mito de Etolia, como vemos, preocupaba hondamente el es-
píritu de Seopas; lo demuestra en sus obras. Representa la ca-
cería del jabalí en los frontones del templo de Tegea, y reprodu-
ce aislada la fisura principal del mito, la del joven Meleagro.
Lo numeroso de las copias por qué se le conoce, alrededor de
veinte, indica lo célebre que fué esta obra.
Seopas, más que por la posición, se distingue por la confee-
ción de las cabezas de sus estatuas. Los fragmentos depositados
en los diversos Museos de Europa nos muestran los detalles par-
tieulares y exlusivos del escultor de Paros. Nada que se parez-
.
ca encontramos antes, nada semejante después.
Con Fidias parecía que la estatuaria había alcanzado su máxi-
ma evolución, pero las cabezas de Tegea vinieron a señalar un
nuevo elemento de progreso, el único que faltaba para cerrar el
cielo. Esas cabezas muestran intensidad trágica en la expresión,
nota saliente del estilo de Seopas y que, cualquiera que sea la
forma de estatua a la cual nos refiramos, no encontraremos en
ninguna de sus cabezas en períodos anteriores.
No podemos dejar de mencionar a este respecto el estudio rea-
lizado por tan notable autoridad como E. F. Benson, el cual en
un artículo publicado en el ““Journal of Hellenie Studies””, Tomo
XV, con argumentos de peso trata de demostrar como la cabeza
298 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
encontrada en el Laurium y llevada al M. Central de Atenas no
es de un Apolo Licio, como se pretende, sino de una Afrodita tan
cercana a las cabezas de Tegea que no vacila en erigirla como re-
presentante del tipo femenino de Seopas. Benson en su erudito
trabajo al comparar esta cabeza con las de Tegea nos da la más
exacta descripción de ellas y por tanto, de los detalles que carac-
terizan el estilo del maestro.
Los caracteres que señala el estilo de Scopas, dice Benson, es-
tán dados por las dos juveniles cabezas que se hallaron en Piali
pertenecientes al templo de Atenea-Alea. Ambas cabezas son
muy redondas y profundas, profundidad que tomada hasta la
base de la nariz excede en extensión al largo de la cara. Esta
es corta y la frente como caída violentamente sobre las cejas las
cuales aparecen muy marcadas. Pero es examinando por qué y
cómo la boca es corta y por qué y cómo los ojos están colocados
tan profundamente que podemos descubrir mejor lo qué es que
hace tan notable la manera de Seopas y separa su escuela de las
demás, porque aun cuando la cortedad de la boca es caracterís-
tica de Scopas resulta igualmente característica de Lisipo, sin
embargo, no existen dos casos en que con un mismo carácter sean
dos bocas menos iguales que las de las obras de estos maestros
del arte.
La primera impresión que nos producen las obras de Seopas es
única desde el punto de vista de la vida y la fuerza que contri-
buye a dar cada elemento al conjunto total. Los ojos parecen
estar siempre atentos en la contemplación de un objeto lejano y
elevado, pero no con somnolencia, sino intensamente que se en-
cuentra también en cada facción. En la cabeza descubierta con
casco la manzana de Adán es prominente y la piel parece tirante;
los músculos de la parte derecha del cuello están notablemente
acentuados en la cabeza pequeña.
El trazado de la frente es muy marcado. Una línea profunda
divide la parte superior de la frente de la inferior como si cayese
pesadamente la línea de las cejas. Pero esa línea aguda que se
encuentra en el hueso de las cejas en las cabezas de Lisipo, no
aparece en las de Scopas, en las de éste está cubierto por un
músculo prominente que va sobre el hueso a formar una línea
continua con la ceja aumentando la aparente profundidad de los
ojos, y en vez de colocar éstos en la armazón del hueso como apa-
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 299
rece en las cabezas de Lisipo, los embosca bajo la curva aumen-
tada de la frente; esa profundidad se hace más notable por la
prominencia del hueso de la mejilla, dando así una expresión de
ansia a la mirada. En ambas cabezas el párpado superior se hace
casi invisible. Este recogimiento se produce, como es natural,
por la mirada elevada del ojo que lo hace casi desaparecer bajo
IQ
PREZZ
Hermes de Praxiteles. (M. de Olimpia).
la carnosidad de la ceja, apareciendo como una línea casi desva-
necida en el ángulo exterior. La expresión de esta atenta mirada
se completa muy sutilmente como E. A. Gardner ha hecho notar
por la elevación del párpado inferior que va rápidamente en su
extremidad exterior a encontrar el párpado superior.
Cuando la mirada se fija en un objeto distante el párpado in-
300 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias,
ferior, aprisionado por el globo del ojo, desaparece en la parte
media; Scopas observó y ejecutó esto más ardientemente que na-
die y con un éxito completo. La mirada fija largamente en la
lejanía tan característica de sus obras está indicada por ésta des-
aparición. Resulta interesante observar esto mismo en otros ar-
tistas menos notables de su escuela que lo interpretaron falsa-
mente.
La nariz es muy ancha en la base, pero nunca da una impresión
de pesadez; esto se.debe al hecho de que en ambas cabezas del
pedimento de Tegea y en otras de la misma escuela las alas de la
nariz están fuertemente infladas por la inspiración. Esto da un
eran ancho a la terminación inferior de la nariz; menos afortu-
nados sus discípulos copiaron la nariz siguiendo el ancho que dan
las alas de la misma, pero ésta no las hicieron hinchadas impre-
sionando así solamente la pesadez de la construcción.
Esa impresión ardiente la da también la boca; el labio supe-
rior está elevado hacia el centro, tanto que la distancia desde la
elevación aguda del labio a la parte inferior de la nariz es extre-
madamente corta. Esa elevación del labio da a éste una forma
triangular, elevación que afecta también a la abertura de la boca;
en las obras de Lisipo también encontramos dicha abertura, pero
econ carácter individual, mientras que en las de Seopas obedece
a un estado del individuo, no a su manera de ser habitual, de ahí
que el espacio comprendido entre los labios se presente de dife-
rente manera en ambos. Esa vigorosa elevación del labio supe-
rior sugiere irresistiblemente una boca palpitante, una respira-
ción ardiente, la cual hemos visto también en las hinchadas alas
de la nariz. Esto unido a la cortedad de la boca en sentido hori-
zontal completa la expresión de intensa pasión característica de
Seopas. (1)
La cabeza de Meleagro viene a confirmar esa dirección del ge-
nio artístico del maestro. Su importancia es grandiosa en el cam-
po de la Historia del Arte, permitiendo se pueda llegar hasta for-
mular esta conclusión : si en todos los fragmentos hallados en que
se muestre esta tendencia llevándose a efecto no se observan esos
detalles elevados a la más acabada perfección, ello revela que no
(1) E. F. Benson: Fourth Century Head in Central Museum, Athens,
““Journal of Hellenic Studies?””, t. XV, pág. 195 y sgtes.
4
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 301
todos proceden de la misma mano. Seopas tuvo colaboradores
y discípulos quienes pudieron ajustarse de un modo más o menos
preciso a su inspiración, pero siempre atentos a la prosecusión
del ideal que se forjara el jefe artístico que les guiaba. En la
parte sur de la Acrópolis ha sido encontrada una cabeza de mujer
(Fig. 6) cuya expresión ““de ensueño y pasión contenida”” está
designando si no la mano del maestro, al menos la de un discí-
pulo que lo siguiese tan de cerca que resultase su otro ““yo””, tan
del carácter de Scopas resulta la expresión de los ojos y la boca
semiabierta.
Para comprender claramente lo que representan esas cabezas
de Meleagro y Tegea, precisa señalar como esa parte, la más ex-
presiva del ser, ha sido representada a través de distintos perío-
dos: apagados y hundidos los ojos en los Apolos arcaicos, el único
signo de vida está dado por unos labios que perennemente son-
ríen. ¿Qué querrá expresar esa sonrisa inconsciente? ¿Acaso
cual la infancia nos quiere revelar el contento inacabable de esa
feliz edad ?, ¿el bienestar únicamente? Aun cuando sin arte al-
guno, esa sonrisa tal vez constituya entre los primeros esbozos
del arte, el jalón encargado de hacernos ver el contento del ar-
tista emanado del vencimiento de una dificultad; en cambio en el
Apolo de Tenea, conservado en Munich, el rostro es más comple-
jo en su expresión : las cejas harto curvas sobre sus grandes ojos,
que en forma de almendra parecen prisioneros en las hendiduras
parpebrales, manifiestan asombro, y sin embargo sus labios con-
tinúan sonriendo. De creer a Luciano, buscaremos la sonrisa
grave y discreta por primera vez en Cálamis. Con Harmodio, el
tiranicida, la risa cesa; su frente estrecha, ojos grandes y poco
hundidos bajo la curva de las cejas, y sus labios gruesos acusan
toda la antigua técnica del bronce.
En las cabezas de Mirón, de semblante tranquilo, solo preocu-
pa la acción ejecutada. Sintiéndose con fuerzas suficientes para
la ereación personal, Mirón abandona para siempre la anonadan-
te y enojosa sonrisa de sus predecesores, (Fig. 7).
El primer esplendoroso brote de la estatuaria, una vez vencidas,
aun cuando guardando ligeras supervivencias, las tendencias ar-
caicas, nos muestra las vigorosas facciones con carnosos labios,
sin sonrisa, pero fresca, alegre y feliz, con sus ojos rectos per-
fectamente destacados tras los párpados ligeramente levantados
302 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
de Policleto (Fig. 8). Las figuras de Fidias y su escuela, con ca-
racteres personales siguen el tipo normal de Policleto (Fig. 9).
En este siglo IV de que nos ocupamos preferentemente, Praxi-
teles, con la perfección de sus creaciones y la refinada belleza de
sus tipos imprime un reposo majestuoso y sereno a la gracia
inimitable de las facciones, (Fig. 10). La ternura, la dulzura en
la expresión del rostro ya se inicia un tanto en las creaciones de
Cefisodoto (Fig. 11).
Cabeza de la Irene de Cefisodoto. (Munich).
El cráneo en las cabezas de Tegea se presenta notablemente
profundo, profundidad que resalta tanto más cuanto que la al-
tura de ellas es relativamente corta, presentando de este modo el
óvalo del rostro menos pronunciado que en Praxiteles; la osa-
menta facial ligeramente pronunciada en las mejillas limita sus
amplias superficies.
Carácter particular de la cuarta centuria y peculiar de Seopas
es la interpretación muscular libre y movible de las mejillas, la
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 303
frente y el cuello ; detalles semejantes, como hace notar L. R. Far-
nell, en su artículo del tomo VII del Journal of Hellenic Studies,
se encuentran en Praxiteles y Lisipo, el modelado de la frente,
las líneas de la cara yel asiento firme de la cabeza sobre el cuello,
diferenciándose de Seopas en que éste modela la forma impreg-
nándola profundamente de sentimiento patético. Pero es en los
ojos donde la expresión patética se acusa con mayor fuerza, colo-
cados en la profundidad de las cuencas quedan sumidos en som-
bras, la mirada como abstraída en la contemplación de un objeto
distante y elevado hace casi desaparecer el párpado superior, en
tanto el inferior se une bruscamente a él mostrando el globo del
ojo más corto en su medida horizontal; muy de cerca estrechados
por las cejas muestran el párpado superior algo abultado. Los
labios de ondulación pronunciada, llenos y cortos dejan entrever
la línea de los dientes, dispuestos como para dejar escapar invo-
luntario lamento; el labio superior algo levantado viene a com-
pletar la expresión patética que no falta a ninguna de las estatuas
de Seopas (Fig. 12), ni en ninguno de sus discípulos. Ya al fi-
nalizar este período de creaciones Lisipo dará a sus cabezas una
expresión ecléctica cuyos detalles podemos encontrar en sus pre-
decesores (Fig. 13).
c) Niobe y los Nióbides.
El espíritu de aquella época en que la creencia se transforma-
ba profundamente lo encontramos con precisos caracteres, con
enérgicos rasgos e indelebles señales destacándose en Niobe víe-
tima propiciatoria en sus hijos inocentes de los celos de Latona.
Tan cruel sacrificio, tan horrendo martirio infligido a una madre,
orgullosa de serlo mútiples veces, aun cuando llevara en sí la idea
de superioridad hacia Latona, parece simplemente feroz, y son
dos dioses, Apolo y Diana quienes con cruel ensañamiento ven-
can la leve ofensa inferida a su madre.
La leyenda es tan antigua, como lejanos se hallan los más vie-
Jos dioses helenos, y allá en las nebulosidades de los arcaicos se
menciona en Lidia una roca esculpida en el monte Sipilo con la
imagen de Niobe, aunque al decir de Pausanias esas rocas del
Sipilo que vistas a distancia semejan la figura de Niobe, no pa-
san de ser rocas sin forma humana alguna cuando se observan
304 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
de cerca. Mucho después en la base de la estatua de Zeus, es-
eulpido por Fidias en su destierro encontramos reproducido ese
asunto. Mas si queremos formarnos idea exacta de la feliz con-
cepción del espantoso sacrificio, debemos buscar ese mismo asun-
to en el siglo IV. Niobe y la muerte de sus hijos es elemento que
ayuda a reforzar la idea que del estilo de Scopas y su escuela nos
hemos formado.
Ya en tiempos de Plinio la crítica se inclinaba ora a Praxite-
les, ora a Seopas cuando de Niobe se trataba, atribuyéndola ya
al uno, ya al otro.
El asunto es de los que excitan el interés en grado sumo desper-
tando compasión y simpatía: una familia blanco de la cólera de
los dioses cae de lleno dentro de la esfera de Seopas. Las fisono-
mías patéticas, no alteradas en sus rasgos por el dolor físico que
sufren; el amor materno que exaltado hasta la desesperación ha-
ce esperar la descomposición en los rasgos, y nos presenta en
cambio una pureza inimitable de líneas, una sorprendente armo-
nía de-conjunto, aun a distancia denuncia la escuela de nuestro
artista. Por otra parte Praxiteles ama apasionadamente el des-
nudo, mientras el ropaje de Niobe y sus hijas finamente plegado,
adherido al cuerpo sin transparentarlo, y especialmente el de la
Nióbide que sin restaurar se conserva en el Vaticano (Fig. 14),
huyendo en desatentada carrera, loca de dolor, presa de espanto-
so terror, el vestido flotando hacia atrás a impulso del viento nos
dice claramente el círculo en que debamos incluirla, la escuela
de Scopas. Y ese dolor que amarga doblemente a la madre que
a los hijos lo encontramos expresado en la actitud de cada cual
más que en las líneas faciales *“la sencillez llena de nobleza con
que está tratado el grupo de Niobe y su hija””, la delicadeza del
asunto escogido para formar el grupo son elementos que nos afir-
man en nuestra idea. Y como carácter general de la época en
las flotantes túnicas que forman mil ligeros pliegues podemos se-
ñalar la influencia de la pintura en la estatuaria. Sin embargo,
la crítica moderna, en presencia solo de copias, no puede afirmar
categóricamente proceda la concepción originaria del maestro de
Paros, pero allí se encuentra de un modo patente transparentán-
dose su alma ardiente y apasionada que hace asegurar si no de
su propia mentalidad emana la concepción del grupo de un dis-
cípulo amante del estilo del maestro en tal grado que asimilán-
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 305
doselo íntimamente haya podido concebir con tal apasionada in-
tensidad ese asunto que desde tan lejana fecha despertó la duda
en el ánimo de los críticos.
En Roma, en Florencia, en el Louvre y otros Museos se con-
servan copias antiguas de ejecución bastante desigual y deficien-
te. El grupo principal, el centro de la obra escultórica fórmanlo
Niobe y la más pequeña de sus hijas (Fig. 15). La madre arre-
batada, mas sin doblegarse bajo su inconcebible dolor, el rostro
levantado, con veloz paso trata de substraer a su tierna hija, a
la cual ya apenas puede sostener, de los invisibles dardos, con su
cuerpo y con la natural al par que llena de gracia extensión del
manto. La niña agotadas las fuerzas cae de rodillas, medio des-
nuda, apenas cubierto el débil cuerpecito por ligera túnica, se
abraza a su madre tratando de hallar refugio en las vestiduras
de la que le dió el ser. A su alrededor se agruparían sus otros
hijos y el pedagogo. El duque de Yarborough posee una cabeza
de Niobe que háse encontrado sobre el campo de Marte, en Roma.
Con respecto a esta copia de la escultura genial que logró tras-
mitir a tan lejana edad la concepción que del profundo dolor ma-
terno tuvo aquel pueblo encontramos que, como dice Duchenne,
“ninguna arruga turba su frente. Parece que debiera suceder lo
contrario para expresar el inmenso dolor que debió sentir aque-
lla madre que ve asaetar cruelmente y morir a sus hijos y que
por lo tanto había de entregarse a la mayor desesperación des-
componiéndosele los rasgos todos de su cara a la vez que los del
cuerpo y miembros. Pero no sucede así porque el artista ha que-
rido evitar las arrugas para no perjudicar la belleza, limitándose
a dar a las cejas la dirección oblícua al par que ha dirigido los
ojos al cielo, difundiendo además el dolor por toda la figura de
un modo tan natural como patético...?”. (1)
En todos los individuos de esta familia y de este grupo: el pe-
dagogo y su discípulo descubierto en Soissons; los Nióbides he-
ridos o moribundos; el otro que yace difunto en tierra (M. de
Munich) y en el joven que con su manto extendido parece pro-
teger a alguna de sus hermanas, (Fig. 15 A), encontramos los
mismos detalles, idénticas cualidades, igual elegancia, la misma
(1) Tomado de T. Avila: *““Anat. y Fisiol. para uso de Artistas?””, t. l,
pág. 135.
306 , Revista de la Facultad de Letras y Ciencias,
finura que puede observarse en los personajes del Mausoleo, y
con ese carácter que los distingue de cualquiera otra creación del
mismo género, carácter que constituye nota saliente, sello pecu-
liar de Seopas: en Niobe y sus hijos se revela claramente lo pa-
tético.
El joven torso de llioneo, del M. de Munich, (Fig. 16) despro-
visto de cabeza y brazos, revelando en su natural espanto los ea-
racteres generales de la escuela hace pueda incluírsele entre los
Nióbides. Acaso no es de los que integran la numerosa familia
de Niobe, como tampoco parecen serlo el Nióbide de Subiaco
(Fig. 17), un pié doblado en tierra en tanto sus brazos dirigién-
dose a lo alto parecen suplicar cese el martirio, ni la Nióbide
encontrada en Roma (Fig. 18) al abrir los cimientos de la Banca
Comercial y que medio desnuda, queriéndose arrancar una flecha
de la espalda muestra a las miradas de los apasionados del Arte
un admirable torso lleno de juvenil flexibilidad y belleza, el ex-
presivo rostro vuelto al cielo cual buscando, para pedirles cuen-
tas, a los autores de sus padecimientos, y como la Niobe sin des-
componerse en sus rasgos generales.
En el modelado que de este grupo se conserva en la Escuela de
Bellas Artes de París, no aparece ninguna de estas tres figuras;
ello no es óbice a considerarlas englobadas en el conjunto gene-
ral de las obras del maestro, y de preferencia en este trágico
asunto, pues claramente lo encontramos revelado en la actitud de
doloroso espanto, en cada uno de los detalles, en una palabra, en
la expresión particular de cada elemento.
En 1583, en una viña de la Vía Labicana, hoy iglesia de La-
tran en Roma, fueron descubiertas gran número de estatuas de
este grupo. Adquiridas por el Cardenal de Médicis, más tarde
gran duque de Toscana fueron en 1772, después de restauradas,
transportadas a Florencia, al M. de los Offici donde se hallan en
una sala especial llamada la Tribuna. Ellas no son más que las
copias de los originales que en tiempos de Plinio decoraban el
templo de Apolo en Roma, siendo llevadas allí según parece por
C. Sosius desde el Asia Menor. Según S. Reinach, la segunda hi-
ja, la Nióbide Chiaramonti, es la sola figura que pertenece a un
grupo original.
Acerca del número de los Nióbides encontramos desde los tiem-
pos más antiguos citándose varias cifras; dice Aulo Gelio: ““en
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 307
los relatos de los poetas griegos encuéntrase extraordinaria, 0,
mejor dicho, ridícula diversidad sobre el número de los hijos de
Niobe. Homero dice que tenía doce entre hijos e hijas; según
Eurípides tenía catorce; Safo cuenta diez y ocho; Baquílides y
Píndaro los hacen subir a veinte; otros dicen que solamente tuvo
tres”? (1). Overbeck es de la opinión de Eurípides admitiendo
Cabeza del templo de Tegea. (M. de Atenas).
que el grupo entero del siglo IV estaba formado por diez y siete
figuras: Niobe, la nodriza, el pedagogo, siete hijos y siete hijas.
Y mientras unos piensan, como el inglés Cockerell que el grupo
decoraba un frontón, otros, y es lo que se desprende por la dis-
posición de las copias conservadas en los diversos Museos, las
disponen entre las columnas de un pórtico, de modo que apare-
cian aisladas. Una hipótesis surgida ante la observación de las
bases rocosas de las estatuas las coloca al aire libre y a altura
(1) Aulo Gelio: “Noches Aticas?”, t. II, pág. 270.
308 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
desigual, tal como se las había dispuesto en los jardines del Car-
denal de Médicis.
En 1863, Stark con su ““Niobe y los Nióbides”” ha puesto es-
pecial empeño en dilucidar esta cuestión, siendo él de los que dis-
ponen las figuras aisladas, disposición que, por otra parte, com-
prueba el grupo del pedagogo y el Nióbide, del mismo modo que
puede verse combinando las copias que de esas estatuas existían
diseminadas por todo el mundo romano.
Esa disposición decorativa en los templos-tumbas estaba en
boga. Se dice fueron llevadas a Roma desde el Asia Menor, y
allí precisamente es donde encontramos ese estilo. Allí el Mauso-
leo de Halicarnaso presentaba entre las columnas gran número
de estatuas; allí mos muestra otra vez esa disposición de estatuas
intercolumnas el Sarcófago de las Mujeres Dolientes. Este os-
tenta colocados en todos sus lados, en alto relieve, hermosas fi-
guras femeninas separadas por columnas jónicas; cada una en
actitud distinta, mostrando por el gesto la tristeza que las embar-
ga. (Es casi seguro que contuvieron los restos de Stratto rey de
Sidon, amigo de Atenas. Se conserva en el M. de Constantino-
pla). Allí también, en el Asia Menor, Niobe y sus hijos ador-
narían un templo respetando esa disposición que era la moda.
¡0nl
Mausoleo de Halicarnaso. Columnas del templo de Efeso.
““La presencia en Halicarnaso y Efe-
so de maestros venidos de Grecia, marca
una fecha importante en la H. del Arte.
Con Seopas y sus émulos, el contacto se
establece entre las florecientes escuelas
y estas regiones de la Jonia, donde en
otra época el naciente arte de los hele-
nos había hecho su aparición””. (1)
Colignon.
Como el brazo poderoso de Fidias no dió abasto a ejecutar sus
concepciones y hubo necesidad de colaboradores, tal Scopas, en
el siguiente siglo, se ve precisado a unir estrechamente a su fama
(1) Colignon: *““Scopas et Praxitéle””, pág. 164.
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 309
los nombres de algunos de sus contemporáneos: Timoteo; Briaxis
y Leocarés; como arquitectos a Satiros y Pitis. Otro nombre
tan glorioso como el del mismo Seopas une Vitrubio, algunos si-
glos después, el de Praxiteles, el amante del desnudo, del reposo
indolente y la gracia fascinante de la juventud.
Esa labor de colaboración que da una nota más de igualdad
a Scopas con Fidias, no es un templo en el sentido religioso de
la palabra, como pudiera presumirse en un siglo aún profunda-
mente religioso; es. simplemente una idea que se quiso hacer
símbolo; es el amor conyugal cuyo recuerdo quiere perpetuarse,
elorificándose y erige el más hermoso sepulero a los restos del
bien amado. Obra monumental como asiática, es una de las ma-
ravillas del mundo; es el Mausoleo de Halicarnaso, construído y
decorado a petición de Artemisa, como homenaje póstumo al
compañero de su vida, el sátrapa de Caria, en 352 A. €.
A tan alto grado de esplendor llegaba esta obra que Luciano
en su “Diálogo de los Muertos”? reunía en conversación amena
al fastuoso sátrapa con Diógenes para ponderar su propia tum-
ba que le concedía la inmortalidad.
Plinio refiere que esta obra, contada entre las siete maravillas
del mundo, tiene por basamento un alto cubo más lareo de los
lados que de los frentes y encima treintiseis columnas. La fa-
chada del E. la decoró Seopas; la del N. Briaxis; la del S. Timo-
teo y Leocarés la del O. Parece que un quinto artista trabajó
también en la decoración. El monumento terminaba en una pirá-
mide de veinticuatro peldaños y en la cúspide estaba la cuadriga
marmórea que hizo Pitis a la altura de ciento cuarenta pies.
Por los descubrimientos realizados en Halicarnaso se supone
que fuera un templo tumba de orden jónico cuya naos sobre el
sub-basamento se hallaba rodeada de columnas. Probablemente
en el sub-basamento se abría la puerta que conducía a la cámara
funeraria.
Lo que realmente admiraba a los antiguos por ser de mérito
indiscutible era la construcción de la pirámide que coronaba el
edificio. Fué necesario vaciarla en el interior, produciendo en
el ánimo del que la contemplaba el efecto de una visión aérea,
tan difícil parecía pudiera ser sostenida por tan débiles soportes.
El tiempo respetaba el monumento; los bárbaros tal vez se sen-
tían sobrecogidos en su presencia, sólo las ocultas fuerzas que la
310 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
tierra guarda en su profundo seno osaron atacarlo y en el siglo
XII de nuestra era, un terremoto lo destruyó, como queriendo in-
dicar que a la Naturaleza nada importan las soberbias de los re-
yes y tarde o temprano toma su desquite.
Una crónica de la Edad Media señala este hecho: en el siglo
XV (1402) los caballeros de S. Juan se apoderan de sus már-
moles y relieves para construir el castillo de Saint Pierre. En
1522 aun se encontraban en el interior del sepulero los sarcófa-
gos; pero en 1665 nada recordaba en la pobre aldea turca de Bu-
drun a la antigua Halicarnaso que substituía. En 1846, el viz-
conde Stratford de Redecliffe envió algunos de los restos encon-
trados, trece piezas bajo-relieves, al M. Británico; más tarde,
1856, la comisión exploradora dirigida por M. Newton descubrió
restos de los frisos, como ochenta pies, que formaban una zona
esculturada en el basamento, fragmentos de la cuadriga y las
estatuas de Mausoleo y Artemisa.
El Mausoleo contaba tres frisos, en el primero, sobre el sub-
basamento se desenvolvía una carrera de carros, de la que el
más importante fragmento es el auriga que se inclina sobre el
pescante (Fig. 18 A). Su vestido, túnica larga a estilo asiático,
se hincha, se pliega, se riza a impulso del viento que levanta en
la carrera; la expresión de la cara, los profundos ojos sombrea-
dos dirigidos fijamente en la lejana meta “recuerda irresistible-
mente las cabezas de Tegea (Ernesto Gardner)””. El segundo
friso eorrido, como corresponde al orden jónico representaba la
lucha entre griegos y amazonas, y el tercero, que se conserva
grandemente mutilado, se desenvolvía en la parte superior de la
naos. En él se había esculpido la Centauromaquia, tema amoro-
samente mirado por los griegos.
En cada pueblo y en cualquiera de sus manifestaciones encon-
tramos repitiéndose detalles particulares cuya presencia cons-
tituyen el sello distintivo que ni aún el progreso logra borrar.
Tal en el pueblo heleno se repiten desde respetable antigúedad
los mismos asuntos y no sólo dentro los límites de la patria, sino
también al ponerse el genio al servicio de extranjeros. Amado
sobre todos es el combate de griegos y amazonas que igualmente
podemos señalar en el Mausoleo que en el Partenon y en el tem-
plo de Figalia, obra de letinos, sin remontarnos más lejos.
En el friso del Mausoleo se “representan, dice P. Paris, episo-
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 311
dios sencillos y sorprendentes, como conviene a una lucha empe-
ñada en que el único deseo de los combatientes es matar sin ser
muertos. Unos procuran asestar golpes, otros los previenen re-
Cabeza de Apoxiomenos. (M. del Vaticano).
trocediendo bruscamente y todos dan muestras de eran vigor y
agilidad adoptando actitudes violentas. Agitados los paños por
los esfuerzos y sacudidas de los cuerpos, flotan al aire tras éstos,
o se ciñen por delante a los torsos, brazos y piernas; y las formas
de guerreros y guerreras son finas, esbeltas y harto elegantes e
inadecuadas a tan encarnizada y salvaje lucha de bárbaros””. (1)
g. 265.
l=]
(1) P. Paris. *““La Escultura Antigua”, pá
3112 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
“Es sumamente instructivo compararlas, dice S. Reinach, con
la del Partenón. Encuéntranse en aquellos todos los caracteres
del nuevo Arte, el gusto por los movimientos vivos e imprevistos,
la tendencia al efectivismo y lo pintoresco, una elegancia que no
excluye la fuerza pero que llega frecuentemente al refinamien-
to”” (1). Añade en su Filología Clásica, ““por el vigor y el mo-
vimiento, ellas no ceden a ninguna obra análoga””. (2)
Así describe Colignon uno de los fragmentos del friso de la lu-
cha de las amazonas (Fig. 19): ““La amazona postrada en tierra
ha caído para atrás y el vencedor se apresta a herirla; Sin em-
bargo, una de las guerreras montada sobre un caballo lleno de
fuego toma parte en la acción. Por una maniobra familiar a los
Jinetes escitas y asiáticos ella se ha vuelto rápidamente sobre su
Y
montura lanzada al galope y lanza una flecha huyendo””. (3)
Para Colignon el estilo del friso queda caracterizado en la fi-
gura de ese griego musculoso y nervioso que violentamente se
echa hacia atrás en tanto una amazona de flotante y plegado ro-
paje, la mano derecha en alto se apresta a herirla con su hacha.
En el conjunto de la obra realizada no es posible señalar con
certeza la mano de Secopas, pero un mismo sello impreso en el
- conjunto de la misma hace patente la dirección del genial maes-
tro; y últimamente Farnell combatiendo a Brunn y a Treu en su
artículo del ““Journal of Hellenic Studies””, tomo XI halla que esas
características relevantes de las cabezas de Seopas, amplitud de
las mejillas, profundidad en la cabeza, superficies severamente
planas, protuberancias de la frente, ojos profundamente coloca-
dos en las cuencas, pestañas cortas y levantadas no se encuen-
tran de un modo notable en las figuras del Mausoleo, descontan-
do las superficies planas de las mejillas que él no considera de
ningún modo como característica de Scopas. Por último él ve
en los rasgos de las figuras de los frisos el patrimonio común a las
diferentes escuelas contemporáneas. Hasta ahora siguiendo a
Plinio, los relieves hallados hacia la parte oriental del Mausoleo
se han atribuído a nuestro artista; para L. R. Farnell, sólo mues-
tra la apropiación de los dibujos del maestro por sus discípulos
(1) $S. Reinach. *“Apolo?”, pág. 66.
(2) $S. Reinach. ““Filología Clásica””, t. IL, pág. ?
(3) Colignon: ““Scopas et Praxitéle””, pág. 55.
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. ; SES
manifestándose de este modo la poderosa influencia de Scopas
sobre sus contemporáneos. :
Si se quisiera tratar de establecer un paralelo entre los per-
sonajes de esos frisos y los del templo de Apolo Epicureos, en
Figalia, que reproducen el mismo asunto, se vería como sus cuer-
pos sin esbeltez ni gracia contribuyen a realizar la belleza, armo-
nía y seducción que encontramos en los de Seopas, los cuales tra-
ducen econ extraordinaria fidelidad el espíritu del siglo IV, así
como en los del Paternon encontramos la más genuina expresión
del siglo V. Es de notar también el amplio campo en que se agita
cada figura en el friso del Mausoleo, antes de él los frisos pre-
sentaban un conjunto abigarrado de figuras.
Era Seopas de todos los que colaboraron en el Mausoleo el más
acreditado por la fama, es lógico suponer sean suyas las más
acabadas figuras del mismo. Las colosales estatuas de ambos
esposos, personajes esencialmente notables por el precedente que
señalan, representan la tendeneia al personalismo, son los más
antiguos retratos que se conservan de la estatuaria helena. Si-
guiendo un orden de ideas ya establecido se atribuyen aunque
con el carácter de probable a Pitis.
En Mausolos (Fig. 20) no escapó detalle de raza alguno a la
penetrante observación del estatuario, al fino cincel del artista :
la cabellera larga, de ligeras ondas, pero desprovista de rizos,
echada hacia atrás sin cuidado; los bigotes caídos marcando el
contorno del labio superior; ojos ligeramente oblícuos, son deta-
les que señalan con precisión no sólo a un semi-bárbaro sino una
nacionalidad conocida y observada de antemano, un cario.
El ropaje es otro detalle que no podemos dejar pasar inadver-
tido: de pliegues pronunciados, adherido a las piernas, sin trans-
parentar el cuerpo lo deja adivinar robusto y poderoso; un man-
to ceñido al torso cuyo plegado corta la longitud de la línea hace
más robusto el tipo al mismo tiempo que se aviene al estilo de
vestir asiático. La posición en reposo, descansando todo el peso
del cuerpo sobre el pié derecho y la expresión general de la es-
tatua hace nacer la idea de poder físico dominado por un senti-
mentalismo doloroso y amargo que se hace patente en los plie-
gues de la boca y en la leve, casi invisible contracción de los
músculos de la frente.
La disposición general de la estatua de Artemisa (Fig. 21), es
314 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
la misma que la de Mausolos: una pierna, la opuesta en cada es-
poso, semidoblada, apenas señalándose bajo el ropa, y el peso
del cuerpo cayendo sobre la otra que se mantiene recta. El traje
en sus característicos y bien dispuestos pliegues denuncia la adap-
tación a un plan concebido de antemano: que ambas estatuas
por su disposición no dejaran traslucir a simple vista diferente
mano en su ejecución, lo cual se descubre claramente en su des-
igual factura. Un manto cubriendo los bien rizados cabellos, de
los cuales una doble fila encuadra el rostro, pasado con gracia y
arte entre los brazos viene a sustituir el paño que se ciñe al torso
de Mausoleo.
En sus “Principles of Greek Art'”, Percy Gardner, hablando del
ropaje dice que la variedad en los vestidos crece constantemente
y que los maestros escultores encuentran continuamente adapta-
ciones nuevas. Las figuras de Mausolos y su esposa llevan con
gran dignidad vestidos jónicos. El escultor del friso de las ama-
zonas hizo prodigios de escultura en el chitón dórico de las mu-
jeres combatiendo.
Mucho se ha hablado del lugar que ocuparon estas colosales
estatuas, y a poder señalarlo con certeza quedaríamos en posesión
del nombre de su autor. Si colocadas sobre el carro, naturalmen-
te que a Pitis cabe el honor de firmarlas, pero la disposición de
Mausolos, recordando al Zeus cario, sin atavío alguno de con-
ductor del carro indica su colocación en tal lugar, a menos
que como señala Colignon una Victoria interviniese y guiase el
carro. Pero admitiendo, como lo hace el mismo Colignon, que
las estatuas de ambos esposos fuesen estatuas de culto y el lugar
de su colocación la naos del templo-tumba, se llega a la conclu-
sión de que Pitis no tuvo nada que ver en su ejecución, y sí al-
guno de los cuatro escultores venidos de Grecia, correspondiendo
a Seopas como jefe y mejor artista la adjudicación de la estatua
de Mausolos, y a Leocarés, más hábil en las estatuas-retratos, la
de Artemisa, cuyo estilo difiere del de la de su esposo.
Percy Gardner tampoco eree que la estatua estuviese colocada
en la parte superior del edificio, sino dentro de él. “*Es, dice,
una de las más elevadas obras de la antigiiedad y tiene que ha-
ber sido hecha por alguno de los cuatro escultores que trabajaron
en el Mausoleo, Seopas, Leocarés, Briaxis o Timoteo. La cabeza
de Mausolos muestra los ojos profundamente colocados en la
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 315
abovedada obscuridad que distingue las obras de Seopas, el ves-
tido de la estatua es semejante a aquel de la bella Demeter de
Cnido del M. Británico. Su tipo es el de un noble de Frigia o
Persia””. (1)
La intervención de este rey en los asuntos de Grecia es bastan-
te desdichada para ésta. Soñando con el dominio sobre el mar,
el sátrapa de Caria encuentra siempre ocasión de favorecer a los
Nióbide sin restaurar. (M. del Vaticano).
enemigos de Atenas; primero prestando subsidios a Esparta; des-
pués haciendo triunfar en Rodas y Quio la revolución oligárqui-
ea para acabar poniéndolas bajo su dependencia.
De las “Noches Aticas”” tomamos esta “Historia de Artemisa”?
que prueba como el amor exaltado de ésta por su esposo la llevó
a construir tan suntuoso monumento. “Dícese que Artemisa
profesó a su esposo Mausolos amor extraordinario, superior a las
(1) Perey Gardner: *““Principles of Greek Art””, pág. 177.
7 E
316 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
pasiones célebres que nos refiere la fábula, y muy por encima de
todo lo que puede esperarse del cariño humano. Según Cicerón,
Mausolos fué rey de Caria; según algunos historiadores griegos,
gobernador o sátrapa de la provincia de Grecia. Después de su
muerte Artemisa estrechando el cadáver entre los brazos y re-
gándolo con sus lágrimas, le hizo llevar a la tumba con magnífico
aparato. Enseguida en su dolor profundo, mandó mezclar las
cenizas y los huesos de su esposo con perfumes, hizo reducirlos a
polvo, los mezcló en una copa de agua y los bebió. Otras prue-
bas dió también de violento amor. Para conservar la memoria
de su esposo hizo construir con grandes gastos aquel sepulero fa-
moso, que mereció se contase entre las siete maravillas del mun-
do. El día que dedicó el monumento a los manes de Mausolos,
estableció un concurso para cantar las alabanzas de su esposo,
siendo el premio una cantidad considerable de dinero””. (1)
Pero Artemisa no vió el fin de la magnífica obra, y sus arqui-
tectos después de haberlo terminado por amor propio para su
mayor gloria escribieron una obra acerca del famoso templo-
tumba.
E
Por Plinio sabemos que Seopas esculpió numerosos tambores
de columnas del templo de Efeso, el más famoso de los de Arte-
mis; el gran santuario nacional de la Jonia, que mereció ser con-
tado entre las maravillas del mundo.
Su construcción comenzada en el siglo VI por el eretense Cher-
siphron y su hijo Metagenes tardó más de dos siglos en termi-
narse, para verse víctima en 356 de la devoradora sed de fama
que poseyó a un loco.
Al llegar a este punto la leyenda nos toma de la mano y nos
muestra un sueño que tuvo Olimpia, madre de Alejandro antes
de este nacer: resonó un trueno y cayó sobre ella un rayo, se
produjo un gran fuego que dividiéndose en varias llamas se des-
vaneció rápidamente.
El primer síntoma de la realización de este sueño es un funesto
presagio para la raza griega y le vemos realizándose el mismo día
del nacimiento del que había de ser el destructor de la libertad
(1) Aulo Gelio: “Noches Aticas?””, t. I, pág. 356.
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. Su
helénica. Una de las infinitas llamas vistas por Olimpia es aque-
Ma que las manos del pastor Erostrato acercan al templo de
Efeso, herejía castigada por los efesios quienes llegaron hasta
prohibir se pronunciase el execrable nombre del incendiario.
Para señalar causa al incendio se llexó a decir que ese día Arte-
mis abandonó su templo para asistir al nacimiento de Alejandro,
dando lugar a que se consumase el sacrilegio.
El templo era de dimensiones enormes, cuatrocientos veinti-
cinco pies romanos (126 m.) de longitud, por doscientos veinte
(65 m.) de anchura. Presentaba doble hilera de columnas alre-
dedor de la eella (díptero), ocho de frente, ciento veintisiete en
conjunto y de cerca de diez y ocho m. de elevación y de ocho diá-
metros de altura; gran número de ellas fueron regaladas por el
rey de Lidia, Creso, famoso poseedor de cuantiosos tesoros; des-
pués del incendio los príncipes contribuyeron también, como di-
ce Plinio '“dando cada uno una columna””.
Las excavaciones realizadas han mostrado fragmentos de la
primitiva construcción, pudiéndose de este modo observar que
las columnas restauradas son más esbeltas (más delgadas y de
capitel más fino) que las antiguas. Antes de la base las colum-
nas del templo de Efeso tenían un pedestal cuadrado en que se
apoyaban, es ese carácter de este orden arquitectónico y respe-
tando la tradición del viejo templo, en el siglo IV como en el VI
fueron esculpidos. Del conjunto de las ciento veintisiete colum-
nas que rodean el templo, treintiseis, al decir de Plinio, estaban
esculpidas. Una de esas famosas columnas conocida bajo el nom-
bre de *““columna celata”” (Fig. 22), procedente de las excava-
ciones realizadas en Efeso de 1863 a 1869, fué llevada por M.
Wood al M. Británico y se supone haya sido esculpida por Seo-
pas. “Es, dice P. Paris, por la ingeniosa agrupación de las figu-
ras, fino modelado de los vestidos de hombres y riqueza y gra-
cia de los trajes femeninos digna del maestro, sin que por esto
pueda decirse que semejante obra sea precisamente la suya”” (1).
La suavidad y delicadeza del asunto desarrollado en la columna
celata son tan poderosos que el espectador inconscientemente
queda sumido en hondas meditaciones. Un sacrificio de la natu-
raleza del de Alceste solo era patrimonio de la poesía, la estatua-
(1) P. Paris. ““La Escultura Antigua”?”, pág. 262.
318 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
ria no había aún acometido con vigor las escenas ocurridas en el
sombrío reino de Hades; por concesión divina pocos había sido
favorecidos por la dicha de abandonar aquellas profundidades,
y eso por tiempo limitado. Heracles, el semi-divino, pudo con-
mover a Hades y Perséfona, y la dulce sombra de Alceste, des-
pedida con pena por Tanatos, el dios de la muerte y conducida
por Hermes Psicopompo disfrutará nuevamente del cariño de sus
familiares, volverá a contemplar los encantos de la Naturaleza y
a sentir la tibia caricia del sol en el seno de los suyos.
La divinidad alada, Tanatos, el desnudo Hermes y la graciosa
y seductora Alceste son del más bello estilo. Sin embargo, acos-
tumbrados siempre a que lo mejor de los maestros sea lo perdido
y a que se cuente entre lo recibido la mayor parte de copias, en
presencia de la columna celata se duda sea la esculpida por Seo-
pas, buscándose entre otros artistas, cualquier desconocido que
no sea el maestro su autor, temiendo, como dice Colignon ““que
sea un golpe singular de la casualidad que el único tambor de
columna esculpido por él fuese precisamente el que nos ha sido
conservado””. (1)
Ernesto Gardner señala en su “A handbook of Greek Seulp-
ture”” la oposición existente entre ese asunto poderosamente pa-
tético y la suave gracia de las figuras, hallando en ello la imposi-
bilidad de la atribución de la columna a Scopas, el maestro de la
pasión. Débese mejor, según él, a un artista que trabajó a su
lado aprendiendo sus maneras, encontrándose al mismo tiempo
subyugado por la gracia seductora de los escultores áticos, es-
pecialmente Praxiteles.
Cuando Alejandro en 333 llegue a Efeso, sustituirá con la de-
mocracia la oligarquía; se ofrecerá a costear lo necesario para
terminar el templo imponiendo una sola condición: se grabe su
nombre como el de su fundador; otra chispa de las del sueño de
Olimpia, ésta más brillante, pero de igual fondo egoísta estuvo
para caer sobre el templo, los efesios tal vez la vieron y se ne-
garon a tanto honor.
(1) Colignon: *““Scopas et Praxitéie””, pág. 64.
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 319
IV
¿La Venus de Milo y la Victoria de Samotracia
de la escuela de Scopas?
““La vibración del corazón es como la
de la luz; se comunica por todo el con-
torno??”. (1)
Guyan.
La más hermosa estatua del M. del Louvre (Fig. 23), descu-
bierta en 1820 en la isla de Melos y adquirida por el marqués de
Riviére, embajador del rey Luis XVIII, en Constantinopla, para
S. Reinach presenta en su “Filolovía Clásica”? analogías con
Niobe, considerada y admitida como de la escuela de Scopas, pa-
ra en su ““Apolo””, representando a Anfitrite, referirla a la es-
cuela de Fidias, escuelas que a pesar de los puntos de contacto
que podamos señalar entre sus jefes difieren tanto entre sí como
el carácter de los siglos en que cada uno floreciera, como distinto
fué el doble nacer de la diosa que penetrara en el Olimpo surgien-
.do un día de las aguas, y su representación en el mundo contem-
poráneo a merced del cavar en la tierra privilegiada de Melos.
Si es verdad que en uno de los bajo-relieves del Partenón apa-
rece indicada en el momento del nacimiento, ese mismo ins-
tante está revelando el espíritu del siglo V, el TV más humano
y sensual, todavía aprovecha para representarla francamente
desnuda un pretexto de la vida diaria, el baño, al entrar o al sa-
lir de él, en aquel período que los dioses perdido un tanto su ele-
vado carácter eran casi compañeros de los hombres.
Si el asunto escogido nos lleva algo lejos de Fidias y su escuela,
el rostro y el ropaje nos prestan no menor auxilio.
Braun y Liibke la asimilan a la Venus de los Jardines de Al-
camenes; es falso ese camino, dice Reinach, y fácilmente puede
demostrarse, aun cuando esta demostración echa por tierra la
opinión del mismo Reinach respecto a la escuela en que debamos
incluir la escultura, porque si no es de Alcamenes, el único dis-
cípulo de Fidias a quien lógicamente pudiera atribuirse, tenemos
(1) Guyau: *““El Arte desde el punto de vista Sociológico””, pág. 129.
Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
320
ES
2
(Florencia).
be y la menor de sus hijas.
10)
Ni
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 321
decididamente que llegar a algún discípulo de Seopas para asig-
narle aún dudosa paternidad.
Esta Venus de los Jardines conocida por Venus Genitrix, para
S. Reinach resulta primero copia de la de Alcamenes, de cuya
opinión son también Furtwáneler, Wolters y Robert; pero más
tarde S. Reinach piensa con Curtius que es una copia de la Afro-
dita vestida de Praxiteles, preferida por los habitantes de Cos.
No habiendo faltado quienes la supongan perteneciente a media-
dos de la V centuria, pero no de Alcamenes, sino de Calímaco o
Cálamis, ni quien la haya supuesto copia de una estatua del
año I A. C.
Tan discutida creación escultórica nos muestra la severa ex-
presión, “el gesto, el peinado y el movimiento de las estatuas
aisladas de Fidias”” (1). Su ropaje, sin apartarse aún del plega-
do fino y vertical, ajustándose al cuerpo perfectamente, muestra,
es verdad, un hombro al descubierto, pero ese tímido intento de
desnudez, esa recatada y pudorosa presentación del ropaje dista
mucho del manto apenas sostenido por las caderas y la ligera
presión de la pierna izquierda de la Milo.
Ni Aleamenes, ni Peonios, otro notable discípulo de Fidias, so-
bresaliente en cuanto al ropaje se refiere como lo comprueba su
Victoria, muestra tanto cuidado al par que tanta libertad y pu-
dorosa gracia en sus obras.
La expresión que al rostro dan los ojos, la línea lizeramente
sinuosa de la boca en ambas maravillosas y extremadamente be-
llas; las proporciones con cuidado respetadas, comunicando la
eracia de lo viviente, la serenidad del equilibrio interior, revela,
sin embargo, distintas condiciones psíquicas en sus autores, dis-
tintos temperamentos, diferente influencia. Aunque lejos de las
cabezas de Tegea, en la Venus de Milo, se nos antoja, un sutil
etnólogo pudiera descubrir la célula atávica que a ellas la unen.
Y en ambas Venus, la de Alcamenes y la de Milo, indiscutible-
mente resulta admirable la armonía del conjunto.
Posición natural, expresión ajena de terrenos sentimientos, sin
languidez ni abandono; robusta, plácida, imponente, noble, ma-
jestuosa y puramente casta; viviente, al extremo de hacernos
esperar ver su pecho elevarse a impulso de la respiración son las
(1) 3. Pijoan: ““ Historia del Arte”, pág. 291.
322 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
cualidades que harán a la Venus de Milo amada, admirada y
eterna.
La posición en que tendría los brazos ha suscitado vivas discu-
siones. En alguna de las restauraciones antiguas se la puso una
manzana elevada, ello pudiera ser ya que el símbolo de la isla en
que se descubrió es la manzana y Melos quiere decir manzana.
Se ha supuesto también que sostendría una rama de laurel, un
tridente o el ropaje caído; que posaba su mano sobre la cabeza de
un pequeño Eros puesto cerca de ella, o contemplaba complacida
su imagen reflejada en el escudo de Arés; por la observación del
torso solamente puede determinarse la posición que tendrían los
brazos, no así la de los antebrazos y manos. ““El brazo derecho
estaba inclinado hacia delante y abajo, el izquierdo levantado
hacia delante hasta formar un ángulo casi recto”. (1)
El hermoso torso, declarado prototipo de perfecciones muestra,
sin embargo, asimétricas las proporciones, alteraciones bien visi-
bles si la estatua se observa fuera de las condiciones a las cuales
se ajustó el autor al esculpirla, tales como la dirección de los
rayos luminosos al herirla y el punto de vista desde el cual había
de ser mirada. Si el relieve sumido en sombras se hace menos
notable, la mayor anchura del lado izquierdo permite deducir
que la estatua debe recibir la luz por el lado de menor ancho, el
derecho, presentando así a los ojos del espectador la ilusión de
ser ambas superficies de iguales dimensiones, quedando de este
modo desechada la opinión de Henke, el primero que notó la asi-
metría en el rostro de la Venus, y que la explicaba: '“para dar
una mayor fuerza a la expresión del movimiento””, y la de Hesse
quien halla la naturalidad de la obra en ese mismo detalle de asi-
metría, “porque también en la vida se encuentran rostros asimé-
tricos?”.
La Venus de Milo en sus proporciones estaba calculada para
un pedestal alto y la perspectiva que la colocación imponía fué
compensada con una ligera inclinación hacia delante en la parte
superior y con una prolongación de las piernas para la parte in-
ferior. “Desde el punto de vista de la perspectiva, dice Stratz,
toda la figura está colocada en una dirección cuyo principal pun-
to visual hállase debajo del pié, al paso que los puntos inestables
(1) Stratz: ““La Figura Humana en el Arte””, pág. 104.
o a 0
OS
Blanca H. de la Iglesia: Scopas.
PE —-
H—
der ASA.
Nióbide. (Galería de los Ufízi, Florencia).
[YE]
324 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
de la misma altura desplázanse mucho hacia los lados, y el dere-
cho a más distancia que el izquierdo. De este modo explícase
también la asimetría de la cara””. (1)
Así ““en el Louvre, el original está situado a la altura debida y
recibe la luz de donde debe recibirla, merced a lo cual produce
la admirable impresión plástica”? (2). Es así como únicamente
“se puede apreciar la esencia de fuerte musculatura y elástico
cuerpo””. (3)
Tal como aparece *““en lo último de la galería del Louvre, dice
P. Paris, destacando su desnudez divina sobre el obscuro cam-
biante del terciopelo, bañada por una sobria y discreta luz y con
los brazos cortados, así subsistirá siempre en la memoria de los
- que la contemplaron, sin que el espíritu deslumbrado por el bri-
llo de una belleza tan pura, lamente las mutilaciones del tiempo o
eche de menos una restauración superflua””. (4)
Volviendo a la asienación de firma a la encantadora estatua
que tantas discusiones ha suscitado, respecto a la época de su
ejecución y al feliz maestro que tuvo la envidiable fortuna de
hacerla vivir en el mármol, señalaremos que para muchos, entre
ellos Colignon, es un original, no la obra de un copista Alex (an-
dros) o Ages(andros) de la época alejandrina como se ha preten-
dido partiendo de un error, como lo señala Colignon: juntamente
con la estatua se descubrieron dos fragmentos de Hermes, uno de
los cuales el que llevaba la firma del citado copista se asignó co-
mo sostén del brazo izquierdo de la diosa; error que en parte
hizo prevalecer el dibujo realizado por Voutier, Oficial de la ma-
rina francesa en ocasión del descubrimiento; de esta opinión es
Furtwángler. Uno de los Hermes, perdido, reeneontrado en 1900,
el de Teodoridas, hace suponer que la base firmada por Alexan-
dros soportase también un Hermes y fuese en época posterior a
su ejecución y a la de la diosa utilizado para restauración de ésta.
La posición de la diosa y el arreglo del paño a la altura de las
caderas, sin que podamos en modo alguno designarla como de tal
o cual maestro nos permite colocarla en aquella época que corría
entre el estilo severo de Fidias y el de atrevidas innovaciones de
(1) Stratz: “La Figura Humana en el Arte?””, pág. 105.
(2) H. Stratz: ““La Figura Humana en el Arte””, pág. 106.
(3) H. Stratz: ““La Figura Humana en el Arte””, pág. 106.
(4) P. Paris: “La Escultura Antigua?””, pág. 289.
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 325
Seopas, sin hacerla llegar a la del completo desnudo de Praxite-
les. La idea matriz de ella pudiera tal vez encontrarse en la
Afrodita desnuda de Scopas que Brutus Galaecus colocó en el
templo consagrado a Marte. Al decir de Plinio, ella sobrepasaba
en belleza a la Cnidiana.
Sig 16
Torso de Ilioxeo. (M. de Munich).
Esta hipótesis de M. Michaelis, que señala precedente a la
Afrodita de Milo, nos permite concluir que verdaderamente, aun
cuando sea de época anterior a Scopas, ella lo hace presentir de
una manera notable; si después de él, lleva profundamente im-
326 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
pregnada la fresca esencia, el perfume delicado y delicioso de su
estilo severo y elegante al par que bello y maravilloso.
Cuán lejos nos hallamos ya de aquellos pliegues simétricos,
profusos y duros con que el artista arcaico quiso vestir sus eon-
cepciones, ese intento infantil de plegado que siguiendo una di-
rección determinada no se preocupaba lo más mínimo por la di-
rección que bajo él pudiera el cuerpo seguir.
Fué Fidias el del mágico, primoroso cincel, “el rey del ropaje
escultórico?” quien transformó la arcaica veste en amplios man-
tos fina y delicadamente plegados en sus dioses, en graciosas tú-
nicas apenas ceñidas en las diosas, ropajes en los cuales cada
figura conservando su personalidad gana en majestad divina, le
da un sello verdaderamente olímpico. Sus discípulos y continua-
dores se aplicaron con más o menos lisonjero éxito a dejar adi-
vinar prodigiosos cuerpos desnudos bajo ropajes con toda libertad
tratados. Así Agorácrito, entre todos el preferido del maestro,
y otros hicieron con gracia suma y destreza consumada desapare-
cer el paralelismo de los pliegues por el avance natural de una
pierna.
Es Alcamenes de Lemnos, aquel que intentó el púdico desnudo
de Afrodita, creador tal vez del ropaje fino y transparente tras
el cual delicadas y bellas líneas encantan al observador. Y Peonios
de Mendé, discurriendo en este mismo campo se convierte en el
feliz creador de las ligeras vestiduras flotantes a la espalda por
el movimiento rápido del cuerpo ligero y sutil cual el mismo aire
que a su paso levanta. La fuerza dinámica que esta genial obra
descubierta por la Comisión alemana en Olimpia, comunica a la
estatuaria solo pudo ser superada por aquella otra Victoria
(Fio. 24) en cuyas ropas el dulce viento de Grecia al chocar
blandamente tal parece no ofrecer resistencia, sino que comunica
una mayor celeridad a la rauda carrera emprendida por la diosa.
Ella no se detiene un segundo y cuanto más adherido el ropaje,
cuanto más dirigido hacia atrás mayor es la velocidad que impri-
me a su marcha hollando sin fijarse, solo atenta a su fin, aquel
mar de zafir.
El viento ligero sopla sutilmente, plegando en mil revueltos
caprichosos dobleces el ropaje de lana al cuerpo robusto y fuerte
que ostentando en su espalda poderosas alas es el que guía, el
que impulsa, el que comunica veloz movimiento a la nave que
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 327
rauda surca las ondas, siendo para Demetrio Poliorcetes nuncio
de grandiosa Victoria.
La estatua es de mármol de Paros y fué descubierta en Samo-
tracia en 1863 por el cónsul francés Champoiseau. En 1897 se
recibió en el M. del Louvre, gracias al mismo Champoiseau, la
proa que le sirve de base.
Con respecto a la fecha en que pudo ser hecha, las monedas de
Demetrio Poliorcetes nos dan el año 306, cuando su vietoria so-
bre la flota egipcia, '“en el auverso copia la Niké alada, de pié
sobre la proa del barco haciendo sonar la trompeta que empu-
ña con la mano derecha y lleva en la izquierda el asta de un
trofeo””. A nosotros ha llegado lastimosamente mutilada, mas
eso mismo muestra tantas bellezas, hace adivinar tantas perfec-
ciones, sospéchanse en ese cuerpo sin cabeza ni brazos las pal-
pitaciones de vida que sin duda animaron al modelo, y, cual la
amorosa madre mira con más ternura a su hijo enfermo o inútil,
así en el campo de las Artes el apasionado ama y estudia tanto
más las joyas artísticas que se le presentan cuanto más mutila-
das se las muestren el tiempo y los azares.
Nada de extraordinario puede encontrarse en la idea que eolo-
ca en el radio extenso de la tradición de Seopas la más acabada
ejecución del fino ropaje adherido en infinitos pliegues al cuerpo,
flotando en mil revueltos giros, provocando millares de ondula-
ciones en el éter de la Niké de Samotracia. Todo en ella mues-
tra redivivo el espíritu del maestro de Paros.
Tal vez si su perdida cabeza con los entreabiertos labios aspi-
rando con fruición la brisa saturada de emanaciones marinas y
los ojos hundidos, sumidos en sombras revelando ansias de apre-
surar aún más su vertiginosa marcha no fueran rasgos que seña-
laran con tanta exactitud el genio del maestro que supo hacer
comprender las pasiones de su época ytraducir con espontánea
fidelidad el fondo patético de su psiquis por la posición y por los
rasgos generales de sus estatuas.
328 Revista de la Facuitad de Letras y Ciencias.
vw
Valor de la escuela de Scopas.
““Se necesita mucho tiempo para que
las creencias humanas se transformen y
todavía se necesita más para que las
prácticas exteriores y las leyes se mo-
difiquen””. (1)
F. de Coulanges.
Después de haber pasado revista a tantos aspectos del siglo
IV, fácil nos será fijar el valor de toda la obra de Scopas, aun
cuando pocas palabras son suficientes a determinarlo.
Decir Seopas, lo mismo que decir Praxiteles, es señalar eon se-
guro además el siglo IV A. C., y señalar éste es representarnos
en la mente realizadas las ideas de Libertad, Arte, Armonía, Hu-
manidad, en una palabra.
Libertad : por ser esa la época en que rotas las antiguas trabas
se borran las escuelas locales, ocupando prominente lugar en la
República del Arte la ciudad de Atenas a la cual acuden cuantos
en sí sienten bullir la inspiración.
El Arte acrece su poderío sin desmerecer en nada del de Fi-
dias, genial maestro que con su poderoso cincel cual encantada
varilla abrió el mágico reino a las maravilladas miradas de sus
contemporáneos y sucesores.
Armonía porque sin ella toda obra de arte es negativa, y Hu-
manidad, compendio de aspiraciones, revelación de principios
hasta entonces ni siquiera sospechados puestos al alcance de to-
dos por los filósofos y artistas. Y es en ese período que la gran
figura de Scopas interviene en la estatuaria para dejar en ella la
huella profunda de sus sentimientos, la cristalina gota que había
de colmar la medida, pasada la cual el Arte deja de ser tal para
convertirse en mera copia del natural, no siempre dieno de re-
presentarse.
El cielo que comprende la producción de Seopas es infinita-
mente variado campeando en todas sus obras la idea que les dió
origen: si escoge una Ménades la representa agitada, en el acto
(1) F. de Coulanges: *““La Ciudad Antigua”?”, pág. 19.
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 329
del sacrificio; si Apolo, en el feliz momento que la inspiración le
mueve; le apasiona lo trágico del castigo de Niobe en sus hijos;
aprovecha fugaz impresión de Meleagro presintiendo su impla-
cable destino.
Fidias dió fisonomía al ideal religioso del pueblo griego, él lo
llevaba en su mente; al igual Scopas encarna en sus personajes
las aspiraciones de su época, dotándolos, animándolos con la vena
patética de su carácter.
Fidias impregnado de larga fecha atrás de ideas grandiosas
acerca de sus dioses aprovecha cuanto se intentó en el Arte hasta
entonces para perfeccionarlo, para hacer la creación estupenda
de los colosales dioses todo poder, y forjándose una idea de Ate-
nea y de su mismo padre, Zeus, la reviste de formas jamás alcan-
zadas hasta entonces, nunca modificadas desde ese instante, me-
nos igualadas en cualquier tiempo. Después de vista una de las
creaciones de Fidias, la idea que le dió origen queda en el fondo
de la conciencia clara, precisa, inalterable, sin modificación ma-
terial alguna. En presencia de las de Sceopas el proceso a que
se entregan los poderes del espíritu es completamente opuesto:
formas acabadas, síntesis de historias donde el puro sentimiento,
lo patético, hallan su adecuado lugar, momento culminante de
una existencia envuelta en la espesa gasa de aleún dolor. Que-
remos con todo esto decir: ante Zeus o Atenea sólo vemos, sólo
pensamos en el padre de los dioses o en la protectora de Atenas,
en tanto que ante las de Scopas es el origen, medio y fin de la
historia religiosa lo que mueve nuestra fantasía. En presencia
de las obras de uno no pensamos sino admiramos, que así lo su-
blime nos abruma! Ante las de Seopas es una necesidad de la
mente, pasado el momento de admiración, remontarse a las fuen-
tes originarias que nos revelan lo feliz de la concepción, lo exacto
de la ejecución. Tales son sus obras.
Luz radiosa y tenebrosas sombras como claridades en el siglo,
pesares y dolores en su espíritu encontramos en su labor. Los
dioses por él esculpidos habían de sentirse en sus manos como
entre las de un padre amoroso. Seopas, traductor del pensa-
miento, aspiraciones y temores de su época encarna un momento
psicológico de Atenas. Su alma profundamente griega, eleván-
dóse a etéreas regiones sin duda ansiaba lo desconocido, pero
hombre genial y apasionado al sentirse ligado a la vida material,
330 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
al medio que le rodeaba, descubrió que el dolor también informa-
ba la existencia, luchó por adaptarse, lo consiguió obteniendo
como magníficos e inesperados frutos la representación pasional
de sus dioses, representación a la cual no escaparon en sus manos
Ti 41
Nióbide de Subiaco. (M. de las Termas, Roma).
ni los mortales, llevando cada uno en los toques del cincel átomos
vl álitos de su ser. ¡Cuántos e él e j
de su vida, hálitos de su ser. ¡Cuántos como él en ese siglo no
podrían continuar la fácil corriente de las costumbres que se
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 331
iniciaba !, ¡cuántos sentirían las mismas aspiraciones, las mismas
congojas y menos afortunados no hallaron la natural expansión !
Sin ello no se explicaría el continuado triunfo de su obra, la
singular atracción que su genio ejercía, pues lo hemos podido ver
trabajando y recibiendo pedidos de lejanas ciudades. Luego,
el género respondía a una aspiración, llenaba una necesidad de
la época si toda obra de Arte está determinada por un conjunto
de factores que forman el estado general del espíritu y de las
costumbres de los que conviven en un mismo período.
Como dice Ernesto Gardner, Seopas fué el más grande de los
maestros de la cuarta centuria y su influencia si menos directa y
visible en las formas que las de Lisipo o Praxiteles, fué más pro-
funda y más extensa. Fué Seopas sobre todo, sigue diciendo,
quien hizo el mármol de sus estatuas no solamente lleno de vida
y de carácter individual, sino con instinto, eon pasión y emoción.
““Es difícil incluirlo en una escuela particular entre sus ante-
cesores, pero él parece haber asimilado todo lo que le pareció
mejor para su arte en el Peloponeso y en Atenas, haciendo sentir
su poder no rivalizado de expresión a aquellos que trabajaron
con él en su madurez””. (1)
No es el movimiento sólo, no únicamente la expresión los que
hallaron en Seopas su genuino representante; el ropaje con él al-
canza su perfección; sin dejar de aprovechar las flotantes vesti-
duras del estilo de Peonios, con genial superioridad le condujo
al máximo grado de esplendor, belleza y delicadeza. No es el
vestido en sus obras el pretexto convenido para mostrar el cuer-
po desnudo, para hacer adivinar tras ligero velo delicadas for-
mas, sino que es el complemento maravilloso de su concepción
escultórica; es en verdad tan natural que asombra que artista
alguno en duro mármol haya podido alcanzar tanta delicada per-
fección.
(1) E. Gardner: ““A Handbook of Greek Sculpture””, pág. 471.
332 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
vI
Fidias y Scopas.
““Procedente de tal o cual medio, el
genio es un creador de medios nuevos >
un modificador de antiguos medios””, (1)
Guyau.
Fidias y Scopas, los dos más grandes representantes del arte
escultórico de todos los tiempos, guardan entre sí notables seme-
janzas: Fidias trabajó de preferencia el oro y el marfil, fundió
estatuas de bronce, pero también trabajó el mármol, como Seo-
pas. El arte de éste es el mismo religioso de Fidias, con las va-
riantes ineludibles que a toda obra imprime el tiempo, y ambos
también hacen del ropaje su culto, si bien en uno se presenta con
pliegues rectos cayendo a lo largo del cuerpo como regulados por
la ley de gravedad, y en el otro ciñéndose al mismo en variados
pliegues llenos de gracia y suavidad. Sin embargo, entre Fidias
y Scopas media la gran diferencia que existe entre lo infinito y
lo finito, lo divino y lo humano. Son como clara corriente de
gemelos arroyuelos que de uno a otro se trasmiten la cadencia de
sus murmuríos, tan cerca se desliza uno de otro, mas Jamás sus
, transparentes linfas llegan a confundirse. Son cual puntos con-
tiguos de un gran círculo: se tocan, mas cerca no pueden estar,
pero ¿a cuál de ellos daremos la preferencia? Todo depende del
punto de vista en que nos coloquemos, mirándolos en conjunto
o aisladamente, porque si es verdad que esos puntos no se con-
funden, al tocarse cada uno participa de la esencia del otro, y
al alejarse presentan una gradación tal que en último término
se hacen únicos, pero siempre notables, siempre maravillosos,
siempre grandes. Y de tal manera son notables, maravillosos y
erandes Fidias y Seopas. Ese carácter único que en cada uno
encontramos nos está dado por sus diferencias: Fidias encontraba
la imagen de la ideal belleza, en tanto Seopas imprimía al már-
mol el sello de su sentir. En la actitud general de la obra y en
la expresión del rostro es donde difieren estos prodigiosos ar-
tistas, geniales intérpretes de las aspiraciones de sus épocas. Bas-
taba a Fidias absorberse en la contemplación de su ideal y de-
(1) Guyau: *“*El Arte desde el punto de vista Sociológico”?”, pág. 100.
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 333
/
dicar sus energías a su adecuada expresión artística, mientras
Seopas y sus contemporáneos aprovechan los variados aspectos
que al ser comunica la pasión que a ellos mismos agitaba. Se
distingue tanto uno de otro como diferencia existe en el orden
moral entre lo ético y lo patético; como dice Percy Gardner, Fi-
dias fué el más grande escultor ético en tanto Scopas es el pri-
mero entre los patéticos, entendiéndose por escultor ético aquel
que en sus obras da a conocer el elemento fundamental y esen-
cial del ser, aquello que recibió de sus antecesores y que él mo-
difica en el curso de su existencia, aquello permanente que en
cualquier momento y siempre hace único al individuo. Menos
ideales los escultores patéticos interpretan, y en ello fueron afor-
tunados, los estados transitorios, los sentimientos y las acciones.
Este carácter patético lo presintió Sócrates cuando hablando
con Cleiton le hace notar que las afecciones del alma pueden ser
indicadas en la escultura. Los guerreros combatiendo de Sceopas
expresan en la cara tanto como en la actittud del cuerpo ““el de-
leite y el horror de la guerra”?. La Atenea y el Zeus de Fidias
el carácter permanente e inmutable, el poder y la benignidad de
los dioses.
Seopas en sus concepciones interpretó caracteres de la huma-
nidad. universales; su Niobe revela el dolor materno en toda su
trágica pureza, en su cruda realidad; la Niké de Samotracia, sa-
lida de su escuela, es eúspide de la genial representación del ro-
paje, como la Venus de Milo lo es del equilibrio perfecto entre el
espíritu y la materia, y como todas sus obras en conjunto lo son
de ese sentimiento apasionado y doloroso, de esa congoja interna
que todo ser normal alguna vez ha experimentado allá en las
reconditeces de su alma, cuando alguna fibra del corazón ha vi-
brado intensamente y el rostro fielmente ha dejado transparen-
tar. Esas son cualidades que señalando de preferencia una época,
caracterizando una religión determinada resultan al mismo tiem-
po copias de la humanidad entera y de todos los tiempos, mien-
tras el hombre aliente y tenga aspiraciones nobles y elevadas.
Esas son las notas que tan extenso hacen su dominio en el Arte
elevándole a la categoría de genio en que le colocamos; en cambio
Fidias, genio también, con sus majestuosas figuras sintetiza una
época y una religión precisas, la de la Grecia clásica impere-
cedera.
334 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
VII
El material factor importante en la obra escultórica.
Policromía.
““En toda interpretación artística in-
fluye necesariamente la materia en que
se ejecuta y los útiles con que se rea-
Aa.)
R. Agrasot.
El privilegiado pueblo de Grecia, tanto por las condiciones
físicas de su suelo como por sus caracteres peculiares estaba
destinado desde los tiempos inmemoriales que con dificultad la
mente puede concebir, para la Estatuaria. Antes que el hombre
pensara en robustecer primero y embellecer después su cuerpo
en Palestras y Gimnasios, ya la Naturaleza misma se había en-
cargado con prodigalidad de dotarle del material preciso que
había de glorificarle, si bien su exelusivo empleo parte del si-
glo IV.
El suelo de vigoroso relieve, muestra a las ávidas miradas de
todos sus marmóreas entrañas que emergen y se dilatan en rocas
salientes, cual queriendo indicar las alturas que escalaran quie-
nes lo trabajen. Allí el Pentélico da al hombre sus preciadas ri-
quezas, engalanando la ciudad con tanta esplendidez que aún en
la actualidad hasta las aceras ostentan mármoles, y las islas del
mar Egeo de puro mármol, rompiendo la monocromía del mar,
como montañas de inmaculada espuma ofrecen sus tesoros al se-
guro cincel del artista.
Siempre, el verdadero genio al primer golpe de vista descu-
brió aquello en que podría sobresalir: mejor dicho, su inspira-
ción le condujo, le arrastró y colocó ante lo que le permitiría
brillar, y supo hacerlo con tesón y energía realidad viviente. Así
en el campo de la estatuaria por el material empleado, tanto como
por el asunto y los detalles, se descubre la época, se conoce al
artista, y el mármol que se presta a todas las creaciones es em-
pleado frecuentemente en las distintas épocas, y casi exclusiva-
mente en el siglo IV, por los escultores.
1) Ricardo Agrasot: ““Egipto”?”, t. L, pág. 27.
8 g 8
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 335
Fidias, puede decirse, fué el único que trabajó todos los mate-
riales: el mármol con bastante frecuencia, aunque algunas veces
sólo en las cabezas, manos y pies de sus estatuas; el bronce en
la Promacos que, guardián sereno y majestuoso, detuvo milagro-
samente la invasión de la ciudad por las huestes de Alarico, cua-
trocientos años después de Cristo; pero donde su genio prodigio-
Nióbide encontrada en Rome. (Banca Com. de Milán).
so sobresalió fué en sus maravillosas creaciones eriselefantinas,
la Partenos y su divino padre Zeus, vestidos y coronados de oro,
los cálidos tintes de la carne de marfil. Tan seguro se hallaba
de su poder que se complació en combinar los variados tonos del
oro con el marfil y las piedras preciosas.
Miron y Policleto solo utilizaron el bronce que comunica a la
obra vigor y energía, pero supeditados a sabias graduaciones de
336 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
las luces porque a veces sus brillantes tonos y sus reflejos des-
componen la serenidad de la expresión. Lisipo del siglo IV no
empleó otro material, de ahí que las muestras de su cincel hayan
escapado a la observación directa de nuestros eríticos, pues el
bronce, material vivamente codiciado en tiempos de guerra fun-
dido nuevamente presta material precioso a la misma.
Seopas y Praxiteles conocieron las ventajas de un material
donde el color no entorpeciera la expresión apasionada o llena
de delicada gracia, lo blando de las formas, lo suave de los con-
tornos, y donde sus ejercitados cinceles no admitían parangón
alguno. Maestros inimitables del arte conocen el partido que
pueden sacar a este material distribuyendo con sabia mano los
matices de luz, los detalles que en sombra han de quedar sumidos,
obteniendo la más acabada confección artística. Ese era el ma-
terial adecuado para tal época: las costumbres exentas de seve-
ridad y seriedad; los dioses todavía en el Olimpo moran, pero la
creencia en ellos encuéntrase algo modificada; hasta el sistema,
casi nuevo, de educación lo están señalando con seguro gesto, y
esos artistas conocedores profundos del medio en que se desenvol-
vían no vacilan en elegirlo como el único adaptable a la confir-
mación de su genio y de su habilidad. Ellos son también los que
conducen por nuevos caminos la aplicación del colorido en la
escultura. “El arte arcaico del siglo VI con sus estucos y pin-
turas y el uso conjunto del mármol y la piedra, y el arte del si-
elo V con los relieves pintados de dos o tres colores y las estatuas
de oro y marfil conservaron el recurso de la policromía”” (1).
Para prescindir de ésta se necesitaba haber estudiado concienzu-
damente cuánto sería el material capaz de favorecer la labor del
artista y ésto precisamente encontramos en los grandes maestros
del siglo TV, unos aprovechando la transparencia del mármol de
Paros, otro fiando a los reflejos del bronce la determinación de
sus creaciones varoniles.
Ya las pupilas de piedras preciosas han desaparecido dejando
los ojos sin luz, pero comunicando una mayor calma y serenidad
a la fisonomía, mas sin embargo, de Praxiteles se cuenta que sus
estatuas pasaban de su taller al del pintor Nicias para salir de-
finitivamente recubiertas de ligeras capas de tenue color, y al
(1) Elías Tormo: *““La Escultura Antigua y Moderna””, pág. 82.
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 337
decir de los antiguos, eran esas estatuas pintadas las más apre-
ciadas del autor.
Fragmento del auriga del Mausoleo. (M. Británico).
338 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
TERCERA PARTE
Ñ
I
Carácter y tendencias de los otros grandes maestros
del siglo IV.
““ El arte, en una palabra, es la ma-
nifestación más desinteresada y más
sincera de la vida individual y ceoleeti-
va, y las verdaderas fuentes del arte,
por consecuencia, son las fuentes más
íntimas de la vida?””. (1)
A. Fouillée.
Dos principios informaron siempre toda actuación en Atenas:
uno el pensamiento religioso; otro el sentimiento artístico. Así
como era la doctrina de Sócrates susurro de blanda brisa que per-
fumada por las flores se espareía por toda la Hélade, así la creen-
cia religiosa, varias veces secular hallábase profundamente arrai-
gada en los griegos corazones, infiltrada de modo tal que cons-
tituía obstáculo ,y grande, a su completa desaparición, de ahí que
a pesar de las transformaciones que el progreso le imprimiera,
que a pesar de tantos y tantos golpes como la sofística le asestara
continuase en el siglo IV, si algo variada en el fondo, en lo que
atañe a la particular interpretación de cada uno, la misma en
esencia, idéntica en forma; y son esos dos principios, Arte y Re-
ligión, los que a través de los siglos dominan cuanto pensamiento
hermoso alienta en Grecia.
Un día, en los juegos Olímpicos de 720, el dorio Orsippos se
desembaraza de cuanto a sus libres movimiento se opone y corre
completamente desnudo por el estadio. Precioso momento e ins-
piración feliz que en no lejano tiempo había de legarnos un Her-
mes, síntesis maravillosa de cuanto hermoso puede ofrecer a las
miradas el cuerpo del hombre: formas delicadas, líneas puras,
sentimiento, expresión. Religión y Arte coadyuvando siempre
a la magna obra produjeron el modelado más bello del desnudo,
y era la misma mano la destinada, siempre dentro de esos dos
1) A. Fouillée: ““La Moral, el Arte y la Religión según Guyau??, pág. 65.
. >] = , p g
339
*(ODFUBIFIL “IA) 'O9TOSNBIA TOP SOSLIJ Op SOJUQUIB EA Y
340 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
principios Arte y Religión, a dar patente en la estatuaria al
summum de perfecciones femeninas: otro día no menos feliz que
el de 720, algunos siglos después, es Friné quien despojándose de
su túnica, ante el pueblo congregado para la celebración de los
misterios de Eleusis, ávido de sanos goces, muestra su pagana
radiosa desnudez; con el mismo seguro paso y sereno semblante
de la diosa del amor se lanza al mar de plata, siendo para el ce-
rebro del mismo Praxiteles el destello, la chispa sagrada creadora
en su taller de la Afrodita adorada en Cnido.
El reinado del desnudo femenino supeditado por completo al
pensamiento religioso es exclusivo de este siglo; después lenta-
mente va perdiendo su elevado carácter y la diosa desciende has-
ta convertirse en la mujer desnuda.
Hemos visto al dios transformarse en hombre por la pasión en
manos de Seopas y acabamos de mostrar al atleta elevándose has-
ta el dios en el Hermes ¡grandes y gratas sorpresas que este siglo
nos reservaba! Así de la imitación exacta de la naturaleza a la
bella invención basada en el conocimiento profundo de la misma
Naturaleza; de los escultores de Egina a Fidias dominado por el
ejercicio absoluto de la voluntad de un alma, el arte se preparaba
sabiamente para convertirse en la copia idealizada del modelo con
Praxiteles y el reflejo del alma apasionada con Scopas.
Siguiendo el curso de sus pensamientos, plegándose a las exi-
sencias de su inspiración y sin desdeñar la más leve nota que a
la ideal consecusión de su arte le llevase, Praxiteles se aparta
del Canon establecido por Polieleto, ereando sus figuras esbeltas,
delicadas y juveniles cada vez más distantes de aquel tipo pleno
de su antecesor. Esa alteración debida a causas subjetivas, si-
guiendo un ideal artístico fué emprendida conscientemente, Plinio
lo dice, por Lisipo. Las formas cuadradas de Polieleto fueron en
sus manos redondeadas, la cabeza se empequeñeció (miecrocefalia
en el arte) y los cuerpos se hicieron más esbeltos, prefiriendo
además Lisipo a los hombres de Policleto sin deformación algu-
na, pero bien desarrollados, la corpulencia robusta y vigorosa del
hombre maduro.
Faltaba representar al arte escultórico aquella edad de trán-
sito, aquel segundo fugaz de la existencia individual en la cual
el niño dejando de serlo aún no ha alcanzado la virilidad; en que
las formas sin lozanía ni pompas son simples promesas y que cual
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 341
la mariposa en su erisálida, espera el momento oportuno para fio-
tar en el azul espacio, semejando pétalos ligeros y delicados de
flores, todo luz y color; momento en que todo le sonríe durando
como las flores y las mariposas sólo una mañana. Precisamente,
encontramos en las creaciones de Praxiteles, como dice muy be-
llamente Beulé “ese mismo tipo de juventud de formas tiernas
y delicadas, de morbidez ideal, de gracia penetrante que emana
como un perfume enervador del cuerpo de sus figuras viriles; el
artista buscó esa flor de juventud amada por los griegos, esa
naturaleza poco definida que sucedía a las proporciones heroicas
de Fidias””.
Desde sus primeros momentos anúnciase este segundo período
de esplendor con deslumbrantes fulgores. Después de las gue-
rras con Esparta, Atenas esperaba en la tranquilidad laboriosa
de la paz alcanzar en cuanto fuera posible aquellos pasados tiem-
pos de riqueza y grandeza, y esas legítimas aspiraciones, esas án-
sias fervientes las interpreta y traduce al lenguaje escultórico,
un gran maestro, Cefisidoto, con su Irene y Pluto, obra de culto,
de la cual solo copias poseemos, siendo de las mejores la del M. de
Munich. Tanto la diosa como el niño han sido objeto de restau-
raciones poco afortunadas en las cuales los que se encargaron de
hacerlas no tuvieron en cuenta ni por un momento que para po-
der llevar a feliz término tal labor preciso es darse profunda
cuenta del estilo del autor cuya obra se trata de restaurar; em-
paparse verdaderamente de los ideales de la época, conocer ésta
en sus pequeños detalles y por último tener la concepción clara
del conjunto de la obra, de lo contrario, las restauraciones se
convierten en verdaderas deformaciones; teniendo en cuenta,
por otra parte, que más se estima un buen mármol mientras me-
nos la mano del profano se ha posado sobre él. Una imaginación
disciplinada, un gran amor a la estatuaria y buenas fuentes de
información pueden en estos casos más que todas las restaura-
ciones del mundo.
En la Irene la tendencia a la copia del natural es bien manifies-
ta, destacándose perfectamente en el plegado del traje: comple-
tamente recto, hace pensar en las Cariátides del Erecteo; denun-
cia la escuela de Fidias lo mismo que su actitud. La cabeza
pensativa, inclinándose hacia el pequeño, revela ternura, sensibi-
lidad, solicitud maternal. Irene y Pluto tienen caracteres de
Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
342
(M. Británico).
solos.
5
Estatua de Mau
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 343
una nueva época, sin desprenderse por completo de la anterior;
es el eslabón que une el siglo V con el IV, siendo de aquel por
las proporciones y los paños, de éste por la expresión nueva hasta
ahora del rostro.
Cada vez distanciándose más de la tradición de Fidias, el jo-
ven Praxiteles, hijo de Cefisodoto, continúa la msima escuela.
Sus prodigiosas concepciones, de donde emanan como efluvios
misteriosos los caracteres de un arte ya meditativo, nos muestran
al escultor de Venus y el Amor a veces concentrado en sí mismo
presentando rasgos de misticismo. Desde el cabello, una de sus
especialidades, libre y con primor pintoresco presentado, contras-
tando con la fineza sin igual de las carnes; el ojo hundido en la
órbita como signo de reflexión (1), hasta lo que más admira a
los virtuosos del arte en su Hermes, la suave, delicada y fiel lí-
nea del muslo, todo en él llama poderosamente la atención; la
expresión “húmeda”” de los ojos de Afrodita de Cnido; la que
tal vez es copia de una suya, Diana, encontrada en Gabies, y sus
tipos del cortejo dionisíaco atestiguan la encantadora escuela del
csenial maestro.
En el reverso de una moneda de bronce de la Elida, del tiem-
po de Adriano, se ha grabado una imagen de Dionisos en pié con
el manto largo; en la mano izquierda un tirso, en la derecha un
vaso de cuerno; a sus pies, sentada, una pantera y a su lado iz-
quierdo un tambor. ¿Será acaso esa, como se ha señalado por
alguno, la representación del Dionisos praxitélico descrito por
Pausanias? El Dr. Weil ha mostrado hábilmente que la figura
de Dionisos sobre la medalla de Adriano es con mucha probabi-
lidad una copia de la estatua de Praxiteles. También se señala
como imitación de él el pequeño bronce del M. Nacional de Ná-
poles, denominado Narciso; para Colignon ““pertenece a la fa-
milia praxiteliana, ese joven dios de cara maliciosa y mohina
muy ocupado en mortificar a su pantera familiar””. (2)
Dentro de la esfera del mismo mito dionisíaco que tanto sub-
yugara a dos de los grandes maestros de este siglo, tenemos re-
presentaciones praxitélicas de mérito indiscutible. El Sátiro, sólo
instinto bajo sus bellas formas humanas, cuya figura hace pensar
(1) $S. Reinach: **Apolo””, pág. 62.
(2) Colignon: “*Scopas et Praxitéle””, pág. 103.
344 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
en la exuberante vegetación de su agreste morada; cuyas líneas
tienen la misma suavidad y esencia de la rica miel que afanosa
la abeja deposita en el tesoro de su panal, revela a la mirada su
naturaleza entre salvaje y humana en la expresión de sus ojos y
en lo carnoso de sus labios entreabiertos, no en la extremidad
aguda de sus orejas perdidas en su parte superior entre las ondas
de sus cabellos. Esta obra maestra del escultor ateniense fué del
agrado particular de los artistas romanos quienes la copiaron
hasta la saciedad conservando siempre los rasgos generales, pero
modificándola infinito en los detalles. La mejor copia de las que
se conservan es la del M. del Louvre, de mármol de Paros. Se
encontró en las excavaciones realizadas en el Monte Palatino y
el material permitió a los apasionados sospechar se encontraran
ante el original muy mutilado. Para H. Brunn es seguramente
superior al Hermes y obra de los años juveniles de Praxiteles.
En el M. del Capitolio se encuentra otra copia no tan buena. Este
Sátiro además puede servirnos para interpretar, para formarnos
una ligerísima idea de lo que sería el Fauno visto en la Vía de
los Trípodes por Pausanias y trasmitido a nosotros su recuerdo
sólo por las letras.
El Fauno y el Eros (éste aun no fijado con certeza) fueron los
preferidos de Praxiteles, predilección que nos ha sido trasmitida
por la anécdota de todos conocida del incendiado taller.
En todas las creaciones de este autor, conocidas o sospechadas,
en cada uno de los personajes por su cincel tratados no podemos
dejar de admirar la delicadeza de la línea, el encanto sugestivo
que en nosotros despierta, la placidez de ánimo en que nos sumer-
ge, la languidez llena de ensueño que sentimos flotar en derredor
de sus mejores estatuas.
Pudiera esperarse el arte continuando por esta senda, sin preo-
ecuparse ya de antiguas tendencias cayese en el hondo abismo del
sentimentalismo para nunca más levantarse, pero Lisipo al con-
tinuar el ideal dórico le vuelve a sus precisos cauces, por lo me-
nos en este siglo: le lleva a la realidad, no exenta sin embargo,
de cierto idealismo; mas destruyendo un mal todavía sin señales,
inoculó al arte, si se quiere, otro mayor: la tendencia, el gusto
por lo extraordinario que produjo el Coloso de Rodas y pretendió
tallar el monte Athos.
Lisipo, teniendo por escuela la humanidad viviente de su siglo,
345
Scopas.
Blanca H. de la Iglesia
Británico)
misa. (M
Estatua de Arte
346 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
aquella que el pintor Eupompos le mostraba en la multitud des-
filando por las calles; por método la observación directa del na-
tural y como medio para dar a conocer su idea el bronce, es el
último jalón que marca el progreso al arte verdaderamente griego.
Lisipo, cuya actividad llena la última mitad del siglo IV, no
pudo eximirse de seguir las influencias dominantes en su medio
como jamás ningún artista verdaderamente tal, pudo hacerlo.
Natural de Sicione, como Polieleto, muestra en las estatuas de su
taller salidas la influencia argivo-sicionense, mas el entusiasmo
siempre creciente que despertaban los juegos panhelénicos le hi-
cieron modificar el antiguo canon, viniendo a ser el representante
del ““elevado naturalismo artístico””. (1)
Si las necesidades de su escuela le hacen positivo observador,
las ideas reinantes, tal vez, comunican a sus cabezas una expre-
sión particular que recuerda el estilo patético de Scopas.
El Apoxiomenos, copia en mármol descubierta en Roma en
1849 ha permitido comprender su genio. De cuerpo flexible y
nervioso y de miembros alargados no es un tipo vulgar, el artis-
ta lo ha visto de una manera nueva para la estatuaria. Su cabeza
menor de lo natural muestra en la frente una arruga pronuncia-
da, los ojos en sombra despiertan en nuestra mente reminiscen-
cias de Meleagro y las cabezas de Tegea. La actitud de la esta-
tua, con los brazos hacia delante ejecutando una aeción precisa
y determinada, complemento de los ejercicios realizados en el
eimnasio, perpendiculares al cuerpo dan a la figura una tercera
dimensión, revelando al mismo tiempo que la educación física
continúa ocupando preferente luar, si bien no como medio de
adquirir un cuerpo robusto y sano, sino persiguiendo la belleza
en las formas, la gracia en los movimientos.
Agias, encontrado en Delfos en 1897 es una copia en mármol
de un original de Lisipo, estatua que formaba grupo en una fa-
milia de príncipes de Tesalia donde estuvo el original. De miem-
bros finos y nerviosos como el Apoxiomenos de la exacta noción
del estilo de este artista.
La actuación verdaderamente naturalista del arte de Lisipo de-
bemos de buscarla en sus relaciones con el joven Alejandro, como
escultor oficial de su persona. Muchos retratos suyos se conocen:
(1) TJ. Pajoan: Historia del Arte?1t. L. pág Sul
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 347
Alejandro con la lanza en la mano; Alejandro en un grupo de
soldados y amigos que le acompañaban a la batalla del Gránico;
Alejandro cazando un león, pero únicamente la cabeza Azara,
regalada por ese ministro a Napoleón I, conservada en el Louvre
ha servido para identificar este tipo, pues lleva la inscripción:
Alejandro hijo de Filipo, sin que pueda asegurarse sea de Lisipo,
mas sí que reproduce un buen original porque en las últimas ex-
cavaciones de Pérgamo se ha encontrado una reproducción del
mismo tipo. Con los retratos de Alejandro, en cuanto a la copia
del natural se refiere da Lisipo a la estatuaria, junto con Silanion,
en este mismo siglo, el último impulso, ya nada podrá crearse.
Las naturalezas corpulentas, vigorosas, entran en la esfera par-
ticular de este artista. Frecuentemente esculpió a Hércules y
como hemos visto a Alejandro, en múltiples actitudes repetido,
así Hércules en sus doce trabajos encuentra en Lisipo notable
representación; también en reposo, apoyado sobre la clava, y
sentado, participando del banquete olímpico. Para Tarento, Li-
sipo hizo en bronce un Hércules descansando. Llevado a Roma,
Constantino lo trasladó a Bizancio donde hasta 1202 fué orna-
mento prineipal de su foro. Los cruzados la destruyeron, pero
se conoce por su reproducción en las cajitas de marfil de esa
ciudad.
Alejandro profesaba especial predilección por un Hércules sen-
tado disfrutando un festín en compañía de los dioses, y a pesar
del gran número de torsos sentados del héroe que se conocen no
se ha podido identificar con ninguno de ellos, por falta de datos
suficientes. El del Belvedere del M. Vaticano, firmado por Apo-
lonio, hijo de Néstor, tan estimado de Miguel Angel, acaso sea
inspirado en el de Lisipo.
Este escultor se muestra perfecto conocedor de cuanto obten-
drá acogida favorable respecto a las posiciones, a la colocación
de la figura, Jasón, del M. del Louvre, atándose una sandalia,
con el pié en alto y el cuerpo doblado con gran naturalidad lo
demuestra ; la posición podrá encontrarse en otras ramas del ar-
te; en bajos-relieves encontramos en el templo de la Victoria
Aptera la misma posición y la misma acción; en la Pintura pu-
diera encontrarse, pero en el campo de la escultura aparece con
Jasón, copia probable de un bronce de Lisipo.
348 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
dE
Direcciones del arte escultórico en el período helenístico.
“El progreso del Arte se mide en
parte por el interés simpático que pres-
ta a los aspectos miserables de la vida,
a todos los seres íntimos, a las peque-
ñeces y a las deformidades””. (1)
Guyau.
El reimado del arte nacional y religioso que con tan segura
mano dirigieran durante dos siglos sus preclaros mantenedores;
los asuntos grandiosos; las tradiciones de raza, tanto religiosas
como sociales a que la Escultura se complació en dar vida, van
reduciendo sus aspiraciones. Los artistas que antes dirigían sus
miradas al Olimpo en demanda de inspiración, o que sólo les bas-
taba fijarla en algún lugar del suelo sagrado, testigo tantas veces
de la predilección de los dioses, ahora con la cabeza inclinada,
la buscan y encuentran en los pequeños detalles de la vida co-
tidiana.
El horrible caos en que la muerte de Alejandro dejó sumido
al mundo griego, en 323, aquel mundo tan extenso y tan brillante
se precipita con pasos agigantados en el hondo abismo de la am-
bición. Todos sus extremos son teatros de sucesivas y terribles
luchas que van reduciendo cada vez más el número de los que
quieren erigirse en jefes. En vano los pocos y verdaderos pa-
triotas que aun alientan en Grecia, alzarán su voz en contra de
tiranos extranjeros; sin embargo, aun podemos presenciar un úl-
timo poderoso esfuerzo que si en realidad no dió beneficios ma-
teriales a la Grecia, le permitió caer con un gesto lieno de arro-
gancia y valentía. La guerra Lamíaca fué el último gesto viril
del pueblo que contaba las más heroicas acciones en sus leyendas
y en su historia; fué cual la posición bella y noble escogida por
el gladiador para caer sobre la arena; fué la nota honrosa que
unió en el mismo haz a los griegos de este período con sus glo-
riosos antepasados.
Esa victoria queda borrada en la misma página de la historia
(1) Guyau: ““El Arte desde el punto de vista Sociológico””, pág. 158.
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 349
por la derrota de Cranón (322), mas la página nada pierde en
su prístina belleza y si la lamenta el apasionado por la Grecia,
ya que señala su definitiva caída, la aplaude entusiasmado por-
que aparece grabada con la energía y noble vigor de los vence-
dores de Maraton y Salamina, pues así como hay fáciles triunfos
que restan a los mismos, siempre, algún valor, existen honrosas
derrotas que lejos de rebajar elevan y los griegos sólo se some-
tieron al darse cuenta de la inutilidad de sus esfuerzos, sumisión
cuyos primeros desastrosos efectos sufrieron aquellos que alen-
taron al pueblo y aún constituían eran peligro para los vence-
dores, los oradores. Con el último de ellos, Demóstenes, “cayó
para Atenas no solamente la independencia, sino también el de-
coro”? (1). Este último esfuerzo por sacudir el yugo de los suce-
sores de Alejandro la dejan sin fuerzas, exhausta por completo.
En 303 el canto triunfal con que los griegos reciben a Deme-
trio Poliorcetes: “los otros dioses se hallan demasiado lejos, o
son sordos o no existen o no se cuidan de nosotros. A tí te ve-
mos, tú no eres un simulacro de madera o de piedra, sino un cuer-
po de carne y sangre”” (2), muestra no sólo la extraña motilidad
de aquel pueblo, eterno adorador de la belleza y nacido para rea-
lizarla en todos sus aspectos, sino también el cambio que se efec-
tuaba en los factores de la Historia, como cambiaba el sujeto de
ella al mismo tiempo que el objeto; la caída definitiva del dios
para incensar al soberano. A pesar de ésto, fraccionada y agota-
da, en concurrencia con nuevos focos de cultura y arte seguirá
Atenas esparciendo fulgores, aprovechando los momentos de paz
para entregarse a sus gustos; pero como consecuencia del con-
cepto que de la civilización griega tuvo Alejandro encontramos
otras ciudades que erigiéndose en centros poderosos de cultura:
Alejandría, Péreamo y Rodas, compiten con ella.
Seopas había introducido la pasión en la estatuaria revelando
en las líneas del rostro de sus concepciones el terror y el sufri-
miento; Praxiteles, la gracia suave y delicada y Lisipo la fuerza
viril en sus figuras esbeltas de cabeza fina e inteligente; en este
período helenístico al abandonarse los cánones ya establecidos,
pudiéndose disponer de modelos a millares presentados por las
(1) V. Duruy: “Historia de los Griegos?””, t. III, pág. 255.
(2) V. Duruy: “Historia de los Griegos””, t. III, pág. 279.
350 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
menores futilezas de la vida diaria; ofrecidos por el medio netos
y precisos, con la facilidad y rapidez que la cristalina linfa fluye
del puro manantial, no es extraño los artistas haciendo de sus
casas talleres, pudieran realizar sus obras sin ajustarse a escuela
de ninguna clase. Así, copiando la realidad son distintos los
senderos por donde la inspiración les conduce: copiando al hom-
bre llegan a la estatua retrato; copiando la Naturaleza nos legan
verdaderos paisajes campestres, idilios pastoriles; la nueva di-
rección tomada por la literatura parece cobrar vida al invadir
el campo de la escultura. Las divinidades despojadas casi por
completo de su morada van perdiendo sus atributos para ser sus-
tituídas por representaciones alegóricas, encontrándonos, pues,
que la escultura sabia por su ejecución, grandiosa por sus asun-
tos y por las tradiciones de una raza libre a las que la fantasía
sin trabas se complació en dar vida va lentamente alejándose de
ese mundo ideal, ajustándose a lo real hasta llegar al período
helenístico y plegarse servilmente a la reproducción de tanto pe-
queño detalle como la vida ofrece, convirtiéndose en “escultura
de género””.
En este período en que las escuelas se borran por completo,
en que cada escultor es su único maestro no es difícil encontrar
en cada uno de los grandes centros artísticos asuntos semejantes
informando la estatuaria.
Los artistas alejandrinos sienten especial predilección por los
tipos sensuales de Praxiteles, con una exageración manifiesta de
la delicadeza de las formas; pueblo sutilmente irónico, burlón y
travieso muestra este detalle de su carácter en sus pequeños bron-
ces. Entre ellos siéntese el espectador familiarmente ante los
personajes de la comedia menandrina: negros, eunucos, “la ca-
nalla más soez”? ete. Esta escultura en bronee era común a todas
les ciudades como lo manifiestan los bronces de Pompeya y de la
misma Atenas.
El arte alejandrino complácese en jugar con las divinidades
del infierno; las furias que aun en sus horas de agitado reposo
sueñan con la persecusión, con sus infernales cacerías, en este
siglo maravilloso en que no se cree en nada, para no temer a nada
sumen a esas divinidades en profundo tranquilo sueño del cual
ya jamás lograrán despertar. Nada turba, pues, la feliz existen-
cia de estos verdaderos hombres de ciencia que, incansables ob-
351
Scopas.
Blanca H. de la Iglesia
La e
Ñjna columna del templo de Efeso
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Tambor de
352 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
servadores, interpretan profundamente los nimios detalles de las
sencillas y agradables escenas de familia al par que se divierten
con motivos más antiguos. Gigantes, Musas y Faunos, Sátiros
y Centauros salen en tropel de sus agrestes mansiones para ser-
vir de modelo, para imprimir al mármol o al bronce el retozo de
su libre existencia, lo inquieto de su pensamiento cuyo único pun-
to fijo es el determinado por sus instintos. Nótase el profundo
descenso de serenidad y severidad en las ideas: se contemplan
los bosques y sus habitantes, cual si obedecieran a mágica lla-
mada desfilan contentos, a pequeños saltos, complacientes ante
la lente del observador.
Las diosas y los dioses mayores son desplazados por alegóricas
representaciones: los ríos, las ciudades, etc., el detalle de más
interés, reflejando el cambio de ideales de la época, como se sobre-
ponía a lo religioso lo civil.
Hemos podido notar en el transcurso de este trabajo que fué
honda preocupación de la buena época la reproducción de tipos
bellos, perfectos y robustos, desdeñando la niñez y la ancianidad;
en el arte helenístico alejandrino el niño alcanza su verdadera y
exacta representación, como se puede juzgar por el precioso gru-
po del Niño y la Oca. La vejez, si bien la encontramos sin falsear
detalles anatómicos, manifiesta en sus actitudes la falta de res-
peto y miramientos hacia ella tenidos, y puede verse plenamente
confirmado en la anciana embriagada, en la cual la serenidad y
el respeto que exige este período de la existencia del hombre fal-
ta por completo. Y si desde el punto de vista de la representación
la realidad resulta maravillosa, el asunto en sí es de esos que no
despiertan simpatía alguna.
En Asia Menor, al N. de Esmirna, en el pequeño Estado de
Pérgamo es donde encontramos la ampulosa interpretación de la
escuela de Seopas.
La ficción mitológica y el sentimiento heroico íntimamente uni-
dos, exactamente amalgamados producen al llegar a Pérgamo ese
arte de grandiosas proporciones y exageradas concepciones que
distingue su escuela: dioses, gigantes y héroes combatiendo, bár-
baros muriendo, ete.
Este reducido Estado pudo vanagloriarse en 240 A. C. (siglo
TIT) de impedir una invasión de los bárbaros galos y su rey Ata-
lo I conmemora tal triunfo haciendo esculpir en bronce a los ven-
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 353
cidos de los cuales se conservan algunas copias en mármol. Sor-
prendente sobremanera es el realismo del Galo Moribundo, del
Capitolio: la sangre cuajada en las heridas, en el bigote y en los
rizados cabellos; la expresión verdaderamente dolorosa en el ros-
tro no oculta los caracteres de raza. Su escultor fué el griego
Epigonos.
Los artistas de Péreamo no desdeñan consignar actos heroicos
de sus enemigos, y el galo que para evitar a su compañera los
dolores de la servidumbre la priva de la existencia, hiriéndose
después, muestra no solamente la magnanimidad de corazón del
autor reconociendo el valor en sus contrarios, sino también la
fuerte mentalidad del artista, su observación prodigiosa y su
teecnicismo de ejecución sorprendente. El Galo arrodillado, del
Vaticano y la Amazona herida del M. de Nápoles cuéntanse tam-
bién en este primer período de Pérgamo.
Más tarde (166 A. C.) Eumenes II henchido de orgullo, para
consignar nuevas victorias, contrastando con la pequeñez de su
reino el valor de la obra realizada, trata de consignar en blanco
mármol los distintos espisodios de las notables hazañas de su
pueblo. Tan estupendo y maravilloso pareció el triunfo que los
mismos dioses intervienen en sus heroicidades. En realidad, los
dioses no intervienen, son los mismos habitantes de Pérgamo, así
como los gigantes de la tradición están representando a los galos.
Muchos artistas intervinieron en la erección de ese altar con-
sagrado a Zeus y Minerva, dejando en él señales de su sentir,
de ahí que en su factura total se observen desigualdades notables :
fragmentos exactamente terminados alternando con otros donde
el esfuerzo se hace sentir de un modo manifiesto, indicando la
distinta procedencia, la diferencia de medio artístico en que se
desenvolvió el autor. Los restos del enorme altar, frisos del ba-
samento, fueron encontrados en las excavaciones realizadas por
Humann y se conservan en el M. de Berlín; en ellos puede verse
revivir aquel detalle modificado por Scopas, la aglomeración de
figuras en los frisos. Este monumento exagerado, tanto en lo
que a sus proporciones se refiere, cuanto al movimiento de sus
personajes es por la expresión de las pasiones, la perfecta anato-
mía de los personajes un fiel exponente de la fina observación de
los escultores.
El estilo de Pérgamo es de los del período helenístico el más
354 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
conocido; su arte como síntesis de una época encuentra repre-
sentantes en las otras ciudades a donde la civilización griega lle-
gara; ésto puede comprobarse fácilmente comparando las cabezas
genuinas del arte de Pérgamo con la encontrada en Atenas y que
se conserva en su Museo. Un persa, del M. de Alejandría, mues-
tra los mismos caracteres de las cabezas de Pérgamo, esto es, los
detalles característicos de raza llevados con toda fidelidad a!
mármol o al bronce, la expresión de angustia que una lucha des-
igual imprime al rostro.
Dice L. R. Farnell: “ciertos rasgos de los tipos de Pérgamo
están ya contenidos en las cabezas de Tegea del templo de Atenea-
Alea: las protuberancias sobre la frente, el gran espacio entre
los ojos, lo muy profundo de sus cuencas y lo abultado del cen-
tro del huevo del ojo”” (1). Esa exageración de los detalles ca-
racterísticos de la escuela de Seopas no es más que la diferente
interpretación de la voz pathos, que para un griego expresa tanto
pasión como sufrimiento. Scopas hizo suya la acepción subjetiva
y sus continuadores, especialmente los de Pérgamo y Rodas, die-
ron vida con prolijos detalles a la segunda, a su carácter físico.
Esa expresión de sufrimiento físico; esa angustia que se revela
en las obras de Pérgamo las encontramos de un modo más nota-
ble ejecutada por los escultores Agesandro y sus hijos Polido-
ros y Atenodoros de la escuela Rodia que procede del naturalis-
mo de Lisipo.
Laocoonte constituye el nudo, el lazo que une al arte del se-
eundo florecimiento de la estatuaria con las creaciones del período
helenístico, consiguiendo en síntesis maravillosa legarnos la ex-
presión de un dolor moral, el mismo que hace vibrar las fibras
del corazón de Niobe, y de un dolor físico, terrible, el de la muer-
te por estrangulación.
En tiempos de Plinio se desconocía la fecha de su ejecución,
pero recientemente en la isla de Tera se encontró una inserip-
ción que permite colocarlo en el siglo 1 A. C. Este grupo de
Laocoonte llenó de entusiasmo a Plinio concediéndole superiori-
dad extraordinaria sobre cuanto anteriormente produjeron la
pintura y la escultura; Winkelmann lo admira y estudia pro-
(1) L.R. Farnell: “Various works in the Pergamene style””, Journal of
Hellenie Studies, t. XI, pág. 185.
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 355
fundamente, y siendo para Lessing la expresión más elevada del
arte antiguo le inspira su ““Laocoonte”” donde establece la se-
paración entre la pintura y las artes plásticas, comparándolo con
el episodio de Virgilio que se ocupa del pasaje mitológico que
reproduce esa escultura. En la actualidad es bastante discutida,
habiéndose llegado a decir que representa ““el punto culminante
de aquella tendencia helénica que se esforzó en crear lo que nun-
ca ha existido”? (Woermann); y se han hecho derivar de él los
defectos del arte iniciado después de su descubrimiento. En rea-
lidad señala *'“un momento de erisis en el que se ha agotado la
propia fuerza y más allá de la cual no es posible un ulterior des-
arrollo””. (1)
Es el grupo de Laocoonte a pesar de sus defectos anatómicos,
una obra que despierta el interés en grado sumo presentando
caracteres manifiestos de otras escuelas: *““por su anatomía re-
cuerda la de Lisipo, por su composición e intensidad excesiva,
la de Seopas y por su aire exagerado y declamador, la de Pér-
gamo””. (2)
Donde verdaderamente se ha perseguido el efecto teatral es en
el grupo del Toro Farnesio de la escuela de Tralles, descubierto
en 1546 ó 1547 en las termas de Caracala, siendo pontífice Paulo
III. Sus escultores Apolonios y Tauriscos no vacilaron en escoger
la parte de la leyenda más intensa en emociones; de mayor com-
plejidad psíquica y susceptible del más exagerado movimiento,
traspasando con ello los límites de la estatuaria a que con tanta
discreción llegara el Laocoonte.
En síntesis podemos decir que el arte helenístico representa el
último esfuerzo de un pueblo que ha sido templado en su vida
con todos los goces y todos los dolores.
(1) Stratz: ““La Figura Humana en el Arte””, pág. 128.
(2) P. Paris: ““La Escultura Antigua””, pág. 312.
Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
356
S. (M. del Louvre).
Afrodita de Melo
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 357
TIT
Obras de imitación.
““Como los dominios de la escultura
parecen explorarse en sus más remotos
límites y hay que renunciar a la origi-
nalidad, cada cual elige, dándose o no
cuenta de ello, un maestro entre los
grandes maestros antiguos, y se entrega
a la imitación de sus obras””. (1)
P. Paris.
La influencia ejercida por Scopas, Praxiteles y Lisipo fué po-
derosa y profunda. La interpretación de los ideales de aquel tiem-
po fué tan exacta, tan fiel por parte de estos artistas que su orien-
tación intervino con la inconsciencia de lo verdadero, en las obras
llevadas a cabo por escultores de menor nota. Dentro de la misma
escuela de Sceopas, bebiendo en las mismas fuentes de su inspira-
ción nos hemos atrevido a colocar la Venus de Milo; aleo más dis-
tante del artista en el tiempo, la magistral Niké de Samotracia;
influyendo su espíritu en otras creaciones, también notables en-
contramos el Apolo del Belvedere y la Diana de Versalles. Del
mismo modo se descubre el encantador estilo del escultor de la
eracia en la Venus de Médicis, y el de Lisipo se muestra un tanto
exagerado en el Hércules Farnesio, de Glicón de Atenas, y en el
Marte Ludovisi incluído por unos críticos en la escuela de Seopas
y por otros en la de Lisipo.
Llamamos a estas obras de imitación, porque pudiéndose seña-
lar en ellas raseos de determinados artistas no podemos, sin em-
bargo, incluirlas en la particular esfera de cada uno; es más,
alguna presenta caracteres peculiares a más de una escuela.
El Apolo del Belvedere, colocado por Winkelmann y los apasio-
nados de su siglo en el más eneumbrado lugar de la belleza, ha
perdido bastante en el espíritu de los críticos modernos. Mientras
para P. Paris puede ser ineluído en la escuela de Seopas, Pijoan
lo encuentra entrando de lleno en la de Praxiteles y Stratz lo
considera merecedor de ser colocado lo mismo entre las obras de
(1) P. Paris: ““La Escultura Antigua?”, pág. 319.
358 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
Praxiteles que entre las de Lisipo. Esta diversidad de opiniones
confirma con claridad meridiana lo que decíamos hace poco al ex-
plicar por qué llamamos a éstas, obras de imitación.
La estatua es bella, aunque falta de espontaneidad; en ella es
bien visible el esfuerzo del autor por comunicarle la majestuosa
dignidad de un dios. De miembros flexibles, de anatomía perfee-
ta, de movimiento franeo y natural, en el instante no intentado
hasta este momento, que Richer denomina “fin del doble apoyo””
el Apolo viene a constituir la apoteosis del joven de diez y ocho
a veinte años, con su altura ideal de 85 alturas de cabeza.
Esta estatua no es más que la copia de un original más antiguo,
en la que se ha introducido el manto que lleva pendiente al brazo.
Un bronce del Renacimiento lo muestra con el manto más pequeño
y echado sobre el hombro.
Comparando el Apolo del Belvedere con el Ganimedes de Leoca-
res se ha llegado a sostener sea él el autor. Ernesto Gardner sin
afirmar ni negar nada acerca de tal paternidad le parece imposible
colocar la estatua en el cuarto siglo.
Su hermana gemela, la Diana de Versalles, es del mismo estilo.
El movimiento semejante y la casi idéntica posición hacen sospe-
char la misma mano interviniendo en su ejecución.
Mejor que obra de imitación resulta la Venus de Médicis la mo-
dificación consciente del tema de Afrodita. Para el ilustre $. Rei-
nach constituye una transformación del tema de la Astarte fenicia,
de ahí la significativa colocación de sus maravillosas manos. La
posición, que quiso parecer pudorosa, no es natural; extremada-
mente seductora y coqueta, de formas llenas y redondeadas mues-
tra claramente, hasta en la expresión del rostro el sentir de la
época; nada en ella permitiría por equivocación colocarla entre
las obras del gracioso, pero eminentemente religioso Praxiteles.
Firmada por Cleomenes, hijo de Apolonio, viene a mostrar la trans-
formación de la diosa del amor en la joven coqueta que segura
de su belleza se complace en mostrarla.
La técnica de la estatua es inmejorable, el mármol de Paros
en ella utilizado contribuye a darle encantos y atractivos aun
mayores. Ella, en la sala de la Tribuna del M. de Florencia, da
realce al grupo de bellezas que allí se reunen.
Encontramos también imitación de estilos en el joven dios de
la guerra ,el Marte llamado Ludovisi. >
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 359
Victoria de Samotracia. (M. del Louvre).
360 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
Para algunos, sin dudas de ninguna clase, fué obra de Lisipo;
para otros es de la escuela de Seopas.
Por los rasgos de su cabeza mas bien debe colocarse entre las
obras de imitación del estilo de Praxiteles; por su cuerpo de for-
mas prolongadas y por cierta individualidad que se descubre en
la misma cabeza cae dentro del Canon de Lisipo. La posición no
nueva para el joven dios en pinturas y relieves, sí lo es para la
estatuaria, resulta algo inadecuada, si se considera el carácter
turbulento de Marte, de ahí que para darle carácter de reposo el
artista lo haya sentado con las piernas hacia delante y entre ellas
un amorecillo, que contradice a los que se afanan por descubrir
en él el estilo de Scopas, ya que ese es detalle que no encontramos
en su escuela. Ese amor nos indica las gratas ocupaciones a que
suele entregarse el dios en sus momentos de reposo o los pensa-
mientos que le abstraen en sus instantes de meditación.
Notable es también el Gladiador Borghese de Agasias de Efeso.
Si su actitud fuese menos violenta, tal vez pudiera pensarse en
una copia de un original de Lisipo, lo cual por otra parte no es-
taría fuera de tono ya que S. Reinach lo estima como copia pro-
bable de un original de ese escultor y P. Paris dice: *“el atleta
alto, esbelto, nervudo, de apropiada y exacta anatomía, de fina
y pequeña cabeza, está visiblemente inspirado en la escuela de
Lisipo”*” (1). Por la actitud este mármol recuerda a Mirón. El
artista no pudo resistir la tentación de reproducir en una sola
obra los caracteres de dos de los grandes maestros.
Otro mármol que ha sido considerado como copia de una obra
de Lisipo es el Hércules Farnesio, en cuya base se ostenta la fir-
ma de Glicón de Atenas, el cual para Woermann no viene a ser
más que el copista. Pero este Hércules en reposo con su cabeza
reducida, cual al carácter del héroe corresponde, y sus músculos
bien notables denotando la vida de trabajos y esfuerzos museu-
lares a que se ha entregado el semidivino, con su bien interpre-
tada anatomía y ajustándose a las proporciones ideales parece
verdaderamente una fiel adaptación al estilo de Lisipo, bastante
exagerada, pues conocemos, su Apoxiomenos lo ha demostrado, la
sabia discreción con que el maestro trata el relieve muscular en
sus estatuas. Esta estatua, como ya hemos tenido oportunidad
(1) P. Paris: *““La Escultura Antigua??”, pág. 327.
Blanca H. de la Iglesia: Scopas. 361
de hacer notar, es exponente de la verdad con que el relieve ve-
noso, en el dorso del pié, en el vientre y en los brazos de Hércules,
es llevado a la práctica. Esa perfección es característica en este
período.
En esos momentos en que el arte de la Grecia esparce sus ful-
gores con tanta intensidad en el Oriente como en el Occidente
con caracteres distintivos, peculiares, vienen estas obras de pura
imitación a reverdecer los laureles de aquellos artistas que solo
tuvieron en cuenta para sus creaciones la espontaneidad de su
inspiración. Son estas estatuas las notas de color puro que mues-
tran a las miradas de la nueva generación algo de la técnica, de
la habilidad y el atrayente encanto que fluye de las obras de los
grandes maestros.
Conclusión.
Al ocuparnos de los distintos aspectos por los cuales el siglo
IV puede ser considerado, y al tratar de hallar una relación en-
tre los mismos fué nuestra mayor preocupación llegar a fijar
conceptos precisos en todos y cada uno de esos aspectos. Al dar
por terminado este trabajo—terminado en el sentido material del
vocablo, pues la índole del mismo por su vasto fondo difícilmente
deja satisfecho al que de él se ocupa—queremos ver si fijamos
aún dos conceptos más relacionando el arte de la Grecia con su
ciencia, con su Filosofía.
Terminó allí el arte escultórico por donde había empezado la
Filosofía : el hombre individual de los sofistas que tanto Sócrates
pretendió extender y confundir con la humanidad, lo encontra-
mos siendo el último aspeeto tomado por la estatuaria, el retrato.
La ciencia y el arte, también en orden distinto, moviéndose en
la Naturaleza la hacen centro de sus investigaciones. Tales de
Mileto y los demás filósofos la observaron para apoderarse de sus
secretos, que tanto les intrigaban. El artista también la observó,
la interpretó y asimilósela para reproducirla en sus obras. Así
al comienzo como al final tanto la ciencia como las artes tocan
ineludiblemente los mismos resortes, aprovechan iguales recursos,
abrevan en idénticas fuentes. El artista, de la Naturaleza sólo
se interesa por lo que es exponente de vida, en tanto el hombre
de ciencia interroga con el mismo entusiasmo lo vivo que lo
362 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
inerte. El campo en que ambos se mueven es el mismo, lo que
difiere son las miras particulares de cada uno y el fin que se pro-
ponen. Uno, el Arte es la consecuencia de la evolución religiosa;
el otro, la Ciencia, deriva de la explicación racional de las fuer-
zas originarias de esa misma creencia.
Por último, la Grecia esa región donde residió aquella raza de
poderosa mentalidad que tan alto llevara el pendón de la eivili-
zación, que tanto se distinguiera en las Artes y que fué la genial
iniciadora de cuanto hoy conocemos en el orden cultural ¿qué
lugar ocupa en la actualidad en la eran República del Arte que
ella también creara? La soledad, el vacío que el tiempo ha de-
jado al pasar; la ambición siempre creciente de los hombres y
un exagerado mal entendido amor al Arte de pueblos poco do-
tados que, como los romanos, se sentían más artistas cuanto ma-
yor fuera el número de estatuas de que se apoderaban, es lo único
contemplable en el suelo de los dioses. No así lo verían exta-
siados aquellos que nacidos en su suelo respiraban la belleza en
el aire, la veían reflejada en sus aguas, la sabían morando en sus
montes y la oían cantar a los poetas. Quienes adorándola desfi-
laban por los templos, la vitoreaban en el estadio, que, en una
palabra, era algo integrante en cada individuo.
Esa Grecia de los dioses y los héroes, sólo visible en sus augus-
tas ruinas nos legó un lenguaje universal: el de su estatuaria;
lenguaje no suplantado aun por otro similar, ni aun igualado;
lenguaje que ya poderoso en Fidias se enriquece con la gracia
indolente y ligera de Praxiteles y adquiere tonos de verdadera
intensidad patética, humanizándose, con Seopas. Ese lenguaje
admirable lo han puesto al alcance del estudioso eminentes filó-
logos; ellos han hecho revivir esa amada Grecia, poniendo al
descubierto los inapreciables tesoros que un día ella, como pre-
sintiendo la inícua explicación y queriendo retardarla, aprisio-
nara en su seno, cual amorosa madre.
Hoy ese pueblo emprendedor sintiendo y amando tanta gran-
deza pasada, apegado cual pocos a sus gloriosas tradiciones, tra-
ta de igualar aquella feliz época ansiando ser el trasmisor del
genio que animara a aquellos que siendo los creadores del ver-
dadero Arte, fueron los aún no alcanzados, tal vez habiendo
desentrañado la profunda enseñanza que se encierra en estas
palabras de uno de sus poetas: “no hay en este mundo sino un
Bianca H. de la Iglesia: Scopas. 363
camino que conduzca a la felicidad, y es no permitir que nuestra
alma se doblegue por el excesivo sufrimiento, ni se deje abatir
por las desgracias que nos acosan en la vida””.
BIBLIOGRAFIA
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Salomón Reinach: Orfeo.
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Parada: Anatomía Pictórica.
Ciges y Peyró: Los Dioses y los Héroes.
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Diccionario Enciclopédico Hispano-americano.
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Stratz: La Figura Humana en el Arte.
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Perey Gardner: The Principles of Greek Art,
Ernest Arthur Gardner: A Handbook of Greek Sculpture.
J. G. Frazer: Pausanias's Deseription of Greece.
E. F. Benson: Fourth Century Head in Central Museum, Athens, Journal
of Hellenic Studies. Tomo XV.
L. R. Farnell: On some works. of the School of Seopas. Journal of
Helleniec Studies. Tomo VII.
L, R. Farnell: Various works in the Pergamene style. Journal of Helle-
nic Studies. Tomo XI.
Notas de Clase.
REMINISCENCIAS HISTORICAS
El Decano de la Facultad de Derecho, como Presidente de la
Comisión nombrada por el Consejo Universitario, en la sesión
celebrada en 15 de Junio de este año, en relación con la de 1% de
Abril, en la cual acordó solemnizar el segundo centenario de la
publicación de la Bula de Inocencio 13%, por la que se mandó fun-
dar la Universidad Pontificia de San Gregorio de esta Ciudad,
cuya Comisión había de proponer al Consejo los medios más ade-
cuados para conmemorar tan alta, señalada y meritísima funda-
ción, manifestó, que después de varias reuniones que la Comisión
había celebrado y de la más prolija deliberación sobre los ante-
cedentes del asunto para cumplir del mejor modo posible el man-
dato del Consejo, llegó al acuerdo de recomendar a su ilustrada
consideración, la conveniencia de modificar el de 1* de Abril próxi-
mo pasado, tanto para diferir la conmemoración de la publica-
ción de la Bula de 1721, cuanto para extenderla a la propia eree-
ción, fundación y establecimiento de la Universidad Gregoriana
que tuvo lugar el día 5 de Enero de 1728, a juzgar, de modo cier-
to, por la Real Pragmática de 1728, que dictó el Rey Felipe 5 en
la Villa y Corte de Madrid, que confirmó el establecimiento y
fundación de la Real y Pontificia Universidad, señalándole en
1734 el blasón de sus armas, en el Convento de San Juan Letrán
de la Habana, de la Orden de Predicadores.
Ha pesado mucho en el ánimo de los Comisionados que fué en
5 de Enero de 1728, y luego por Real Despacho de 27 de Junio
de 1734 que completa la Cédula de 1732, en que pudieran adver-
tirse los primeros elementos de la autonomía de la Universidad,
cuando se tuvo por definitiva la erección de la Real y Pontificia
Universidad que perduró hasta 1820 y 1842, hasta tal punto que
nuestra Ciudad en 1734 celebró con magnífica y suntuosa fiesta
cívico-literaria la memorable fundación, siendo parte muy prin-
cipal de la solemnidad, por donde se prueba que muchas veces
lo nuevo es viejo, la publicación de un libro, por desgracia per-
La Dirección: Reminiscencias Históricas. 365
dido, debido a la pluma del erudito Maestro José Manuel Ma-
yorga, cuyo título era, “la Habana exaltada y la Sabiduría aplau-
dida””, del que habla José M. N. de Arrate, uno de nuestros pri-
meros historiadores, en su conocida “Llave del Nuevo Mundo”,
en la página 309, y al que también se refiere el ilustre Pezuela
en su conocida obra “*Diccionario Geográfico, Estadístico e His-
tórico de la Isla de Cuba””.
Parte principal de nuestra conmemoración debiera ser, como
hace dos siglos, la publicación de otro libro, análogo al de Ma-
yorga, escrito por los Profesores del Claustro General que volun-
tariamente quisieran contribuir a él y la reproducción de aquel
de 1734, recomendando con particular empeño a nuestra Acade-
mia de la Historia la busca y pesquisa del precioso libro perdido,
que la tarea sería digna de tan sabia corporación.
La publicación de la Bula de Inocencio 13” que los Religiosos,
hijos de Santo Domingo de Guzmán, el cabildo del Ayuntamien-
to de la Habana y los Reyes de España, gestionaban desde prin-
cipios del siglo 18"—y quizás antes—a juzgar por las recomen-
daciones hechas al Duque de Uceda y al Cardenal Aquaviva—
que tropezó, sin duda, con las graves dificultades de los azarosos
tiempos de Carlos el Hechizado y de Felipe 5%, podría llevarnos
a poner en relieve el celo apostólico de la Beatitud de aquel mo-
destísimo sucesor de San Pedro y, sobre todo, de la perseveran-
cia y amor a la enseñanza pública de los Frailes de hábito blanco,
pero nos arrastraría, como asunto principal, a festejar la funda-
ción de la Gregoriana, que data de 1728 y 1734, como Real y
Pontificia Universidad con todas las prerrogativas de las de San-
to Domingo y de Méjico, como éstas disfrutaron de las de la Sa-
lamanquería y Complutense.
La celebración de la Bula de Inocencio de 1721, está segura la
Comisión que nos llevaría a euriosas y muy eruditas investiga-
ciones sobre los verdaderos y positivos motivos de la tardanza
en su ejecución y eumplimiento, porque poco versado se necesita
estar en ciencias histórico-eclesiásticas para ereer que sólo la pe-
tición del Maestro Fray Gerónimo Valdés—Obispo de Puerto Ri-
co, y luego de Cuba—para fundar y erigir en Santiago de Cuba
la Universidad, en la Obra de San Basilio, pudo ser obstáculo de
cuenta para dilatar siete años la fundación de la Real Grego-
riana.
366 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
¿A qué conduciría renovar, como motivo real, la antigua que-
rella entre Franciscanos y Dominicos sobre los respectivos privi-
legios para monopolizar la enseñanza superior en las Islas de
Barlovento, resuelta, definitivamente, a favor de los últimos por
Breve Apostólico? ¿A qué recordar el celo vivísimo y reanimado
de los Domínicos en 1720, cuando los hijos de San Ignacio, vi-
nieron a establecerse entre nosotros ?
Todos estos problemas, y muchos más, podrían despertar en el
campo de la historia de las luchas mantenidas por las Ordenes
Religiosas, la conmemoración de la Bula de 1721, apartándonos
de la erección de la Universidad en 1728, pero como no fueron
éstos los propósitos del insigne Profesor Dr. Bustamante, autor
de la moción de 1* de Abril, ni tampoco los del Consejo Univer-
sitario, la Comisión cree que con la modificación y adición que
sugiere, esto es, la de solemnizar a la vez entre ambas fechas,
1721 y 1728, en 5 de Enero de 1928, se cumplirían mejor los pro-
pósitos de todos y resultaría enaltecida en la realidad de la his-
toria, en sus orígenes, en su desarrollo y en su influencia social
y política, la fundación de nuestra memorable Universidad de
la Habana.
El Consejo estimará en lo que valen estas modestas conside-
raciones, inspiradas en el mismo sentimiento de respeto y de jus-
ticia que dictaron la moción y el acuerdo de 1? de Abril de este
año, pero quizás, mejor enderezados, al propósito común de enal-
tecer nuestra enseñanza pública superior.
El Consejo Universitario acordó celebrar el segundo centenario
de la Bula de Inocencio 13% de 1721, y al efecto nombró una Co-
misión compuesta del Decano de la Facultad de Derecho y de los
Dres. Varela Zequeira y Salazar, de Medicina y Filosofía y Le-
tres, respectivamente, para que propusieran los medios más ade-
cuados para llevar a cabo la solemnidad, y la Comisión fué del
siguiente dictamen que el Consejo aprobó por unanimidad, llevan-
do la voz de la misma ante el Consejo el Decano de Derecho Doe-
tor José A. del Cueto.
La Dirección.
ANTONIO C. GONZALEZ
La Revista de la Facultad de Letras y Ciencias lamenta en al-
to erado la desaparición, casi súbita, en 25 de Abril próximo
pasado, del distinguido cubano Sr. Antonio C. González y Gon-
zález, prominente miembro de la bien conceptuada firma Olcott,
Mestre € González, que por muchos años se consagrara al ejer-
cicio de la profesión de abogado en la ciudad de New York, al-
canzando por los prestigios intelectuales de sus componentes y
por la acrisolada honorabilidad de los mismos, altísima conside-
ración. Y tal pérdida le es sensible, y de modo particular a la
Redacción de este periódico, por la estrecha unión que mantu-
viera con algunos de los miembros de aquella firma, por tratarse,
en este caso, de una persona que a la delicadeza y exquisitez de
368 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
su trato siempre igual y amenidad de forma, unía una excelente
cultura acreditada en su inalterable devoción por el estudio, por
el vivísimo interés que sintiera por el mayor auge de este expo-
nente de nuestros esfuerzos universitarios desde que leyera en
1905 las páginas de su primer número, por lo que él significó co-
mo político ostentando una ejecutoria inmaculada prestando a
los movimientos revolucionarios su coneurso como hombre jurí-
dico, como patriota desinteresado y digno que conquistase todo
el afecto y la consideración merecida de aquel excelente ciuda-
dano que en vida se llamara D. Tomás Estrada Palma.
Esta Revista que en el momento oportuno y por medio de plu-
ma más autorizada siempre que la nuestra quiso e hizo revivir
en el recuerdo de los que le conocieron la augusta personalidad
del Dr. José Manuel Mestre, como quiso señalar sus excelsas vir-
tudes para los que no tuvieron esa suerte, quiere también exte-
riorizar la vida de un gran patriota, divulgar las excelencias de
otro meritísimo cubano, tan íntimamente ligado a aquél, el último
superviviente de la acreditada firma a que se ha hecho referen-
cia como espejo en que deba mirarse la juventud que pulula por
nuestras aulas encargada como habrá de estarlo en un futuro, más
o menos próximo, de los destinos de la patria.
Y como todo aquel que ha tenido la suerte de discurrir por el
sagrado plantel que dirigiera el eran Luz y Caballero, siente un
honor inmareesible por ello, pues pudo formar su espíritu al ca-
lor de las más nobles ideas que despertaran reverencia extraor-
dinaria por tan gran mentor, así pasóle a González, devotísimo
del maestro, cuya personalidad y actos recordaba con indecible
amor apreciados al pasar en aquellas aulas bien amadas los años
de su vida que correspondieron a la enseñanza elemental para
ampliar después sus estudios en el colegio de D. Ramón Iturarte
y alcanzar más tarde, a los 17 años, mediante honores que lo
enaltecen, el título de doctor en filosofía y letras en la Universi-
dad de la Habana, en 1861. Inelinado en primer término a los
estudios de medicina que quiso efectuar en Francia, poderoso
centro entonces, ahora y siempre de superior saber no pudo consa-
erar sus energías a la adquisición de los conocimientos indispen-
sables en carrera de tanta responsabilidad y de tanto deleite es-
piritual al suavizar los dolores físicos, porque la airada perse-
cución española hacia los que luchaban por la libertad de la pa-
La Dirección: Antonio C. González. 369
tria proporcionó sinsabores múltiples y bien los experimentó nues-
tro amigo al embargarle el Gobierno español sus propiedades y
sentenciarlo a muerte como consecuencia del proceso que se le
formara. Y como hicieran tantos otros cuya vida hubiera sido
segada de no alejarse del sitio peligroso escapó a los E. Unidos
en el vapor Black Harok, como lo hiciera el Dr. Mestre por análo-
ga causa cuando escondido en el fondo de un vapor que se diri-
cía a New York el 13 de Marzo de 1869, librábase para siempre
de la furia española. Sus inclinaciones a los estudios hipocráticos
borráronse del todo y nació en su espíritu el deseo de profesar
la muy honorable carrera de leyes cuyas enseñanzas empezara
con ahineo ingresando, al objeto de familiarizarse con cuanto en
la práctica de la misma tiene relación, en el muy acreditado bufete
de los Sres. Coudert Brothers, de la ciudad de New York, donde
alcanzara la debida preparación que le permitiera más tarde des-
envolverse con el más absoluto conocimiento de causa, sin olvidar
que al latir en su pecho un sentimiento cubano habría de coope-
rar también a la obtención de la libertad de Cuba. Y porque tal
modo de sentir vibró siempre en su espíritu sin que el aceptar la
ciudadanía americana, en 25 de Febrero de 1869, le amen-
guase en nada, aparece ora como miembro del Partido Revolu-
cionario que radicara en la ciudad de New York, ora como va-
lioso elemento de la Junta Cubana a la que prestó inapreciables
servicios tanto en la primera como en la segunda guerra de in-
dependencia organizando sociedades tendientes a auxiliar a los
enfermos y desvalidos que desprovistos de todo medio de vida
iban a los Estados Unidos para ponerse a salvo de las aviezas
ideas de los representantes de España.
La experiencia de largos años de vida profesional por un lado
y la que le diera el medio en que vivía permitiéndole conocer el
país y las características de sus hombres, preparáronle para una
sólida y posterior actuación política en la que puso a contribu-
ción su saber y su dinero en la organización de la segunda y de-
finitiva guerra como lo comprueba la absolución que obtuviera de
los filibusteros de la Expedición del Bermuda a las órdenes del
General Calixto García al ser detenidos por el Gobierno de los
E. Unidos por el delito de infidencia que denunciara el Gobierno
de España a base del tratado existente entre ambas naciones.
Y no fué por cierto tan sólo ésto su actuación en la causa cuba-
370 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
na, los que mantuvimos con él relaciones estrechísimas nos dimos
cuenta del excepcional concepto en que le tuviera el Gobierno de
los E. Unidos, pues al estallar la guerra con España fué consul-
tado frecuentemente por el Congreso de aquel país, merced a los
positivos conocimientos aleanzados y a la experiencia obtenida
en los asuntos de Cuba. Entonces salieron de su pluma inflamada
en el más ardiente patriotismo e inspirada en el más elevado con-
cepto de la verdad, multitud de artículos que la prensa ameri-
cana publicara en relación con el casus' belli como contribuyó
asimismo al establecimiento de un tribunal español de reclama-
ciones en Washington donde pudieran presentarse las justas pe-
ticiones de aquellos cubanos que la Revolución damnificase.
Por estas condiciones especiales que tanto lo distinguieran a
los ojos de los americanos y de los cubanos, ocupó lugar promi-
nente entre ellos, a ello cooperó su equilibrio mental, y en aten-
ción a los servicios generosos y voluntarios que prestara a la cau-
sa cubana, tanto en la guerra de los diez años como en la final
iniciada el 24 de Febrero de 1895, fué condecorado por el Gobier-
no de Cuba por Decreto Presidencial de 10 de Octubre de 1913,
con la medalla de la Emigración y con el testimonio que el propio
Gobierno le otorease considerándolo como uno de los libertadores
y patriotas de Cuba, representando a ésta al inaugurarse el mo-
numento erigido en el Central Park al gran libertador Simón
Bolívar.
La larga práctica de su profesión eranjeóle a la vez que sim-
patía y envidiable consideración, un singular concepto en el cam-
po del derecho internacional latino-americano, por lo que a dia-
rio se le consultaba por Corporaciones y por individuos de los
E. Unidos, por países extranjeros y gobiernos de tales naciones.
Y como supiera mantener en el orden social relaciones que llega-
ron a constituir verdaderos vínculos de sincero afecto, es que le
vemos ya miembro del Committee of One Hundred citizens para
celebrar el cuadragésimo aniversario del descubrimiento de Amé-
rica en la ciudad de New York, representar a ésta al descubrirse
el monumento a Colón en el Central Park, formar parte de la
Asociación New York County Lawyers, del Club Ibero-americano
de New York, de la Sociedad de Jurisprudencia-médica, de la
Academia de Ciencias Políticas, de la West End Association, So-
La Dirección: Antonio C. González. 371
ciedad Mejicana y tantas otras en las que desplegara el más ae-
tivo interés.
Y por si todo esto no fuese bastante para enaltecer la vida de
quien a la vez de ser un hombre bueno fué un abnegado patriota,
añadiremos que amó tanto la libertad, tanto estimó el libre ejer-
cicio de la misma, que rompiendo como Saco y como su socio el
Dr. Mestre con cuanto cooperase a la humillación del pobre negro
bajo las férreas cadenas de la esclavitud, libertó, a los diez y ocho
años de edad, González a los infelices esclavos que por ley de he-
rencia formaran parte del patrimonio paterno. Y así como en
época Juvenil supo sentir en forma tan elevada arraigándose este
sentimiento más y más con el transcurso de los años en su espíritu,
por singular coincidencia así pensó y sintió también su gran ami-
s0 y compañero de bufete el Dr. Mestre, como de igual modo pen-
sara el gran hombre de cultura Dr. José Ignacio Rodríguez a su
vez amigo suyo muy querido, ya que esa hostilidad del Dr. Mes-
tre hácia la esclavitud manifestóse desde que fuera un niño, como
si obedeciese todo a profundas convicciones que más tarde le lle-
vasen a ser un ardoroso abolicionista.
He ahí en pocas líneas dibujada la fisonomía intelectual, moral
y patriótica del gran cubano que viera coronada sus aspiracio-
nes contemplando en el Morro de esta ciudad y flameando llena
de orgullo la gran enseña de la patria, he ahí al que fué gran
amigo de nuestro inolvidable Estrada Palma y de aquel otro eu-
bano Gonzalo de Quesada que merecen bendiciones por lo que en
pro de Cuba realizaran, he ahí al hombre, que si de estatura pe-
queña, peinando canas que ornaran su agradable y apacible fiso-
nomía, abrigó en su pecho el más grande y generoso de los cora-
zones y que si supo alcanzar respeto y estimación de los nuestros
que le conocieron y trataron, también tuvo afecto, respeto y con-
sideración en su patria adoptiva de personas de elevada catego-
ría social como Mr. James Blaine, Secretario del Presidente Cle-
veland y del ex-Embajador de los E. Unidos en Alemania, Mr. Ja-
mes Gerard, que supo despertar vivo interés en nuestros espíritus
con los curiosos relatos de su obra, de oportunidad extraordina-
ria, que titulase Four Years in Germany.
Recordemos con amor a quien fué en vida soldado devoto de la
noble causa a la que consagrasen sus energías los Céspedes, Agra-
monte y Maceo, a quien supo enaltecer a la patria en todas sus
372 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
actuaciones mereciendo gozar más de los beneficios del sol es-
plendoroso de su libertal; y si bien Horacio ha dicho aequo pulsat
pede significando que la muerte nunca selecciona sus víctimas,
cuando se trata de una personalidad como ésta acreedora a se-
guir gozando de los encantos del mundo, bien merece, por lo
que hubo de significar en la historia de su patria, que repitamos
respecto de él aquella otra frase también del propio poeta Non
omnis moriar, justificada en demasía en las múltiples manifesta-
ciones de sus actos.
La Dirección.
NOTAS BIBLIOGRAFICAS
I Linguistique historique et Linguistique générale; por Antonio
Meillet, París, 1921.
Enriquécese la literatura lingiística con una obra donde se ex-
ponen principios y se encauzan ideas. Esas páginas saturadas
de tan buena doctrina, exponente todas ellas de una eultura vas-
tísima que permite al autor allegar datos importantes de las di-
versas lenguas cada vez que el caso lo exige, formado el volumen
econ distintos artículos que se publicaran en periódicos y revistas,
es la obra de un hombre tan modesto como grande en la esfera
intelectual, es el reflejo de un verdadero sabio, continuador afor-
tunado de aquel maestro extraordinario que se llamara Bréal que
desde la cátedra del Colegio de Francia supo irradiar, con la fres-
cura de su intelecto, tanta ciencia, brotando de sus labios, siempre
inspirados, las conquistas que arraneara a sus estudios predilec-
tos. Es un libro, como dice su autor, escrito sin plan concebido
pero que por las materias en él desenvueltas, fácil es advertir las
relaciones que entre sí mantienen, por lo que se destaca bien su
unidad. Con él ha querido Meillet demostrar que si las reglas
generales tienen su influeneia en la explicación de los fenómenos
lingiiísticos, los cambios operados en la esfera del lenguaje há-
llanse ligados a hechos de eivilización, al estado de las sociedades
que utiliza tan valioso instrumento por lo que tiene su puesto
justificado en el campo de la Sociología y como las ciencias so-
ciales, debe ser estimada la del lenguaje como una ciencia histó-
rica. Son de tanto interés los artículos de esta obra, no solo por
lo que la materia significa sino por la erudición que ellos demues-
tran, la claridad de exposición que los hace fáciles para aprender
y agradables en su lectura, que difícil sería afirmar de modo ro-
tundo cuál de ellos es el mejor. En esas páginas se nos da idea
del estado actual de los estudios de lingiiística general, de la ne-
cesidad de ampliar la esfera de la investigación interrogando
cuando el caso lo requiera a elementos extraños que aclaren la
374 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
vía permitiéndonos conocer la verdad, en ellas se nos señala con
lujo de detalles cuanto debe saberse sobre el método de la gramá.-
tica comparada, cómo el que lo ejercita debe en cada hecho que
estudia indicar la existencia de un mismo y solo idioma, cómo se
precisa la esfera de la lingilística histórica, cómo la de la lingúís-
tica general por valiosos que sean sus elementos integrantes, tie-
ne por fuerza que descansar en la gramática histórica y deserip-
tiva y cómo al darnos a conocer su eriterio, siempre fijo sobre el
problema del parentesco de las lenguas, consigna la necesidad,
por virtud de contarse por centenares las lenguas distintas y por
millares los idiomas diferentes que exigen intérpretes, para esta-
blecer orden en esta variedad, de clasificar las lenguas, clasifica-
ción que se ha hecho desde el punto de vista de la morfología sin
carácter de utilidad práctica ni científica, contradiciendo los he-
chos como ha manifestado un ilustre lingiiista español, por lo que
aboga Meillet, por la genealógica que satisface en ciertos casos
permitiendo tras innúmeros de años hacer la historia de las len-
guas indoeuropeas, semíticas finugria, bantues, clasificación que
es a su juicio actualmente posible, y que siendo la más perfecta
como abstracta, semejando su método el usado en historia natu-
ral resulta para algunos inaceptables para agrupar en familias
las lenguas. Y discurriendo acerca de punto tan interesante ma-
nifiesta que el parentesco de las lenguas puede demostrarse allí
donde el sistema fonético y gramatical presente concordancias,
donde las correspondencias regulares permitan conocer la unidad
de origen de las palabras y del sistema fonético y donde el siste-
ma de formas gramaticales se explique partiendo de un original
común. Meditemos bien acerca de las ideas por él sustentadas
en esas páginas inimitables, aquilatemos el mérito de las mismas,
apreciemos con serenidad sus puntos de divergencias en cuanto a
las concordancias entre el vasco y las lenguas hamíticas defen-
didas por el muy ilustre lingiista Sehuchardt y nos convencere-
mos de la fuerza de sus razonamientos, de la manera terminante
de expresarse en campo tan discutido como el del nexo ario-semí-
tico, donde personalidades tan salientes como Schleicher, Sayce,
Reanan, Lepsius, Gesenius, Pott Steinthal, Max Miiller entre otras
han hecho manifestaciones en pro o en contra, al decirnos en
forma paladina que mientras la gramática comparada del hamí-
tico y del caucásico estén poco bosquejadas, mientras la posición
Notas Bibliográficas. 375
exacta del semítico sea desconocida será prematuro querer ligar
el semítico al indoeuropeo.
Más adelante discurre acerca de la diferencia y unificación de
las lenguas consignando las variedades entre el lenguaje adqui-
rido por el niño y el de las personas que le rodean, las distincio-
nes notadas en el interior de un grupo social, cómo las mujeres
y los hombres forman, en eivilizaciones inferiores, dos grupos
distintos con lenguas diversas que se notan en regiones de la Amé-
rica del Sur, en pueblos de Europa y cómo toda sociedad que
tiende a constituir clases distintas sus miembros se dan hablas
diferentes. En prueba de ésto alega que entre los indos se ve a
los dramaturgos emplear el sánscrito para brahmanes y reyes
mientras para las castas inferiores es utilizado el praerito. Y así
nos va diciendo los cambios en cada profesión, en los oficios, en
actividades transitorias, en ceremonias religiosas que ha hecho el
latín la lengua de la iglesia romana, el griego antiguo la de la
eriega, el eslavo eclesiástico la de la eslava, el árabe literal la de
la religión del Islam, usándose en el budismo meridional el páli.
Esas diferencias, todas de origen social, afectan particularmente
al vocabulario, poco a la pronunciación y a la gramática.
Y para no extender estas consideraciones diremos que con la
maestría y claridad siempre reveladas lo mismo discurre sobre
la categoría del género y las concepciones indoeuropeas que cuan-
to atañe al aspecto subjetivo del lenguaje en los cambios semáu-
ticos de las voces. Todos cuantos sientan interés por los estudios
lineiísticos deben revisar econ cuidado las páginas de esta obra
que es manantial fecundo de sana doctrina y anotación exactísi-
ma de hechos que revelan las maravillas del lenguaje. Reciba,
pues, el maestro, amigo y compañero las gracias por su precio-
so libro.
II. Por mi ciudad; por Juan B. Terán, Buenos Aires, 1920.
El autor de este libro agradable es eseritor del todo conocido
para nosotros desde hace años y siempre hemos podido advertir
en su actuación un elevado espíritu preocupado dentro de su pa-
tria por el desarrollo de la ciencia y por el mayor auge de aquélla
traducido en instituciones que cooperara a erigir y en actos que
376 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
la enaltecieran. Así como ahora, en artículos de índole diversa,
en discursos y conferencias, nos habla del espíritu de los trova-
dores, del magnífico ambiente del feudalismo en un todo propicio
para las facultades líricas, nos esboza la figura espiritual del gran
Ferrero que sobresale en la descripción de personajes como Sila,
César, Cicerón, ete. al exteriorizar sus actuaciones en el cuadro
histórico que de mano maestra nos bosqueja, ensalza con ardiente
entusiasmo la labor científica del gran representante de la escue-
la positiva italiana, en el campo de la criminología, Enrico Fe-
rri, quien en la difusión de sus principios se exterioriza antro-
pólogo, psicólogo y orador de verbo cálido y elevado, pone de
relieve las ventajas que se derivan del estudio y del libro, la des-
eracia de los que han carecido del maestro, del libro y de la pa-
labra cordial, rinde homenaje a los que en aras de altos ideales
han sabido cooperar en bien de su patria y al tratar del lenguaje,
como un hecho social, estampa en sus páginas afirmaciones evl-
dentes de tal carácter, con naturaleza y fin de igual índole, no
concibiéndosele, como afirma Meillet, fuera de sociedad, de cuyas
fuentes, como bien dice Terán, recibe la vida al grado de no in-
corporarse voz alguna sin el consentimiento general, así también
le vemos consignar oportunas ideas sobre la personalidad de Ro-
dó, sobre el sentido moral del árbol y sobre el que debe tenerse
de la patria. A caza siempre nosotros de obras que puedan be-
neficiar nuestro espíritu hemos tenido, por esa natural inclinación
del mismo, oportunidad de aquilatar los plausibles esfuerzos de
este autor ya en su libro Una nueva Universidad donde expone
el origen de ella, el carácter de sus diversas enseñanzas, como en
aquel que publicara en Tucumán, en 1908, Estudios y Notas, que
nos enviara bondadosamente en la esperanza de amistad intelec-
tual, lo que mucho le agradecimos, como así hubimos de manifes-
társelo, y en el cual dió a luz artículos que ha repetido en el libro
a que hacemos ahora referencia pero donde se hallan juicios como
el de Taine refutando a Unamuno, como el de Lugones en que
nos habla del poeta y de su léxico, demostrándonos, el que fué
dignísimo Rector de la Universidad de Tucumán, que si sabe dis-
currir sobre materias de interés general que revelan su buena
cultura, sabe asimismo, dentro del verdadero concepto de lo que
es una Universidad, orientarla para su mejor desenvolvimiento
e impulsarla en las verdaderas corrientes pedagógicas.
Notas Bibliográficas. 377
TIT. Vocabulario cubano; por Constantino Suárez, Barcelona, 1921.
Un léxico cubano que respondiendo a las necesidades de estos
tiempos mejorara los que se han publicado sobre nuestras voces
provinciales tenía que ser recibido con plácemes porque si el es-
fuerzo de Pichardo mereció justificados encomios, si a Macías por
su léxico se le aplaudió por lo que labor de tal índole significa no
podría hacerse menos con la de Suárez ya que algo nuevo habría
de ofrecer respecto de libros de igual clase. Es un hecho indubi-
table que la ciencia del lenguaje desde la época en que aquellos
libros se imprimieron ha progresado de modo extraordinario has-
ta nuestros días; el caudal de las voces cubanas se ha extendido y
la forma de explicación de las causas de determinadas estructu-
ras realízase en la actualidad con sujeción a los principios esta-
blecidos por la fonética y morfología de los idiomas y no como
se ha hecho, por ignorancia, desechándose como corrompidas for-
mas del todo arcaicas que aparecen consignadas en los léxicos.
Por eso pensamos, prescindiendo de cuanto atañe a la esfera de
los sonidos, que la publicación del Vocabulario cubano de Suá-
rez vendría a responder a una, necesidad sentida de mejorar el
esfuerzo de los lexicógrafos cubanos a quienes nos hemos refe-
rido. Supusimos que las voces registradas habían sido escogidas
de la lectura de nuestros eseritores ya que así y sólo así estima-
mos que pueda redactarse tal obra porque esos escritos son fe-
cundo manantial que ofrece al investigador elementos valiosísi-
mos para su estudio.
En este sentido el libro de Suárez ha sido para nosotros una
verdadera decepción ya que nos revela con toda claridad que no
conoce nuestra literatura por lo que no ha podido apreciar nues-
tros variados modismos, no se ha dado cuenta que la morfología
de determinadas voces es a veces una forma de expresión de las
ideas que tiene su explicación en leyes que rigen el lenguaje. No
significa ésto que la obra merezca una total censura, nó, pues en
ella hay acopio de voces en el campo de las ciencias naturales,
sobre todo, que merecen nuestra aprobación, pero su lectura deja
la impresión, más que de una obra científica, de un trabajo de in-
vestigación al través de textos que reflejen términos que expre-
sen cosas de Cuba, de una labor mecánica en que no se advierte
el discurrir de la mente para explicar los fenómenos lingúísticos,
378 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
el esfuerzo por consignar cuanto corresponde a un vocabulario
de esta índole en sus aspectos diversos como son los referentes a
términos geográficos, antigúedades, nombres de animales, árboles
y plantas, objetos comunes, regiones, ciudades, surgido todo de
la investigación paciente de nuestra fecunda literatura. ¿Hay
algo de ésto en el Vocabulario de Suárez? No seríamos sinceros
si tal eosa afirmáramos, ya que fácilmente se nota la ausencia
de tantas dicciones importantes que acusan no haberse leído las
Memorias de la Sociedad Económica donde aparecen embucha-
miento, ensacar, empaque, encaramar, encañar, ebullir, la Colee-
ción de artículos del Conde de Pozos Dulces que nos ofrece 8s-
pumadera, engrifar, ensemillado, guanar, guaicán, guacajarima,
galita, a Villaverde empleando espolazo, futraque, gachimbo, ga-
jazón, a Fornaris con sus dicciones, a Poey con su galafate, gua-
camayo, como parece asimismo no haber estudiado la Naturaleza
de Rodríguez Ferrer donde se consignan garnacha, gúiquina, gua-
yacina, guabadiabo y tantos otros que como Suárez Romero, Cal-
cagno y Mesa emplean dieciones propias de nuestra patria. La
labor de un léxico de provincialismos no es obra de un momento,
hay que trabajar con perseverancia y saber recoger las voces que
andan de boca en boca de nuestro pueblo que tienen un mérito
particular, una vida exuberante y un colorido que las hacen sim-
páticas como que ellas son la expresión de un alma que las vi-
vifica, si esto se hubiera hecho no faltarían en el léxico de Suárez,
términos como chiqueretero, coy, curcusio, salea, guengué, raja-
pullón, socairo y tantos más. Hay en la obra de Suárez además
desigualdad de criterio pues si incluye en su léxico las voces co-
munes buen número de ellas han sido olvidadas así lo hemos ad-
vertido. al redactar las correspondientes a la letra A del léxico
eubano que escribimos.
De muy diversa manera ha sido juzgado este libro mientras
unos lo estiman como un léxico de ñáñigos reprobando la inser-
ción de determinadas voces por entenderse que ellas contribuirán
a deprimir el concepto de nuestra cultura en el extranjero, es lo
cierto que no debe confundirse un diccionario de la lengua con
uno de provincialismos, mientras mucha debe ser la severidad en
la admisión de los artículos en el primero, en el segundo debe
abarcarse todo como ha dicho fundadamente un eximio lingiista
mejicano “bueno o malo, propio o impropio, bien o mal formado,
Notas Bibliográficas. 379
lo familiar, lo vulgar y aun lo bajo, eomo no toque en soez u obs-
ceno””, aspecto este último, por ciento no tomado en consideración
por Suárez al esparcir al través de las páginas de su libro vocablos
del todo obscenos. En cambio otros han juzgado la obra, como
ha pasado en Camagiúey, de modo enteramente diverso, así se lee
en un artículo titulado “Notas Bibliográficas. Diccionario de vo-
ces*” estimándose que ha de prestar gran servicio a la cultura na
cional cooperando al estudio y catalogación de múltiples términos
propios de Cuba, de sentido local aleunos, siendo magnífico expo-
nente de la evolución advertida en los idiomas en su condición de
elemento orgánico, que no permite el estancamiento ni la petrifi-
cación de las voces, sino la expresión inequívoca de su lento pero
constante mudar. En un interesante artículo *“Breves acotacio-
nes al Diccionario de voces cubanas*” del *““Españolito”” que es-
eribiera el Dr. E. Rodríguez Herrera, en Morón, y publicara *“La
Discusión”” de 5 de mayo de 1921, se hacen observaciones atinadas
acerca de este libro que atenta a la cultura, según en él se dice co-
mo también así se expresara el chispeante escritor Billiken. Cen-
súrase el ingreso de voces que acusan un perfecto galicismo y que
si bien no tienen el sabor exclusivamente eriollo, decimos, consti-
tuye una forma del enriquecimiento del lenguaje, que encaja den-
tro de los fenómenos conexos a las acciones sociales, por lo que tie-
nen una fuerza irresistible; razones múltiples justifican la crítica
hecha a la falta de explicación de voces como arepas, cobija, conu-
co, casabe, cusubé, cuyugí, gucocabina, como bien está que se des-
echen en principio aquellos términos que populacheros o de náñi-
eos corrompan el habla, pero si eomo se ha dicho no debe confun-
dirse el léxico de un idioma con el provincial no está demás que
aparezcan estas diceiones que censura el Dr. Rodríguez Herrera
siempre que sea para poner de manifiesto la mala forma, señalar el
defecto e indicar cual sea la que deba emplearse en su lugar. Esas
estructuras no constituyen el habla de la persona culta, pero sí el
habla absolutamente popular que en los eseritos literarios apa-
recen recogidos como un aspecto peculiar que tiene que interesar
al lingiista y que con sorpresa a veces puede explicar por medio
de las leyes fonéticas del lenguaje; entre esas pueden señalarse
acaraira, señó, etc., que el escritor trae a colación y que acusan
la una el caso de la prótesis y la otra el de apócope así como el
que la sílaba privilegiada acaba por hacer desaparecer las otras,
380 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
por eso el acento es uno de los principales destructores que presi-
den la transformación de las lenguas. No siempre Pichardo tuvo
razón al juzgar una voz como corrompida frecuentemente se ha
podido advertir que la forma corrompida para él era un arcaismo
advertido en el Diccionario de Autoridades del año de 1726.
En síntesis, al agradecer al autor el ejemplar que nos ha remi-
tido, y al afirmar que si la obra ofrece algo bueno también son
muchos los defectos que en ella pueden señalarse, terminamos
afirmando que mientras cuidadosamente no se revisen los diecio-
narios de provincialismos cubanos que se han publicado, mien-
tras no se estudien con detenimiento los léxicos españoles, em-
pezando por el de Autoridades, no se lean con cuidado los de
provincialismos españoles, no se registren todos los léxicos hispa-
no-americanos, no se aquilate bien cuanto nos ofrece la Flora de
Cuba, no se anoten los términos y frases de nuestros escritores de
todos los órdenes científicos, literarios, ete., no será posible rea-
lizar la magna obra de dotar a Cuba de un léxico provincial.
Dr. J. M. Dibhigo,
Profesor de Lingúística.
IV. Los Precedentes Musulmanes del Parí de Pascal; por Miguel
Asin Palacios, Santander, 1920.
Es la civilización musulmana una de las más notables que pue-
den estudiarse por su amplitud y por su producción; ella pre-
senta un arte de líneas inconfundibles que acusa una verdadera
personalidad, conocimientos científicos que impulsaron a la cien-
cia moderna y una filosofía rica y sutil fiel reflejo de la idiosin-
crasia de su raza. *
Esa civilización fecunda y grande que hoy reverentemente se
explora, reserva no pocas sorpresas al estudioso que la analiza,
que viene a encontrar en ella el germen de criterios y teorías des-
envueltas más tarde y proclamadas como concepciones originales
de los modernos.
El notable profesor de árabe de la Universidad de Madrid,
Don Miguel Asin Palacios, que posee el recurso envidiable de
poder conocer directamente esa literatura, de ““kásidas”” de una
Notas Bibliográficas. 381
melancolía de singular sentido estético y esa filosofía sobre la que
tanto gravitaron las ideas de los pensadores de Alejandría, ha
encontrado, en esas exploraciones a que nos referíamos, ““los pre-
cedentes musulmanes del parí de Pascal””, publicando con este
título un trabajo que resulta interesantísimo para los que ama-
mos el estudio de la Historia de la Filosofía, como que es parte
integrante de la filosofía misma al decir de Fouillée, y esta es
la ciencia de las ciencias según felicísima expresión del Carde-
nal González.
Del mismo modo que el presbítero Asin Palacios escribió su
diseurso de ingreso en la Real Academia Española acerca de “La
Escatología Musulmana de la Divina Comedia””, luciendo en ello
toda su habilidad en la pesquisa literaria, sus conocimientos lin-
gúísticos y su vasta erudición, presentando leyendas musulma-
nas en las que parece palpitar en germen la idea del viaje por las
ignotas regiones de ultratumba, idea que cobra todo su esplen-
dor al ser desenvuelta por el inmenso poeta florentino a quien el
mundo entero acaba de rendir homenaje con motivo del sexto
centenario de su muerte, así en el trabajo a que nos referimos
discurre de manera admirable respecto de los precedentes musul-
manes del parí (apuesta) que como recurso de una gran fuerza
moral y apologética formuló el gran geómetra y filósofo Blas Pas-
cal y que se encuentra en la colección de sus eseritos filosóficos
publicados con el título de *““Pensées””.
El tema es interesante por diversos motivos: por lo discutida
y sutil que es la silueta filosófica de Pascal, por el valor de la fi-
losofía árabe que llenó una etapa de la historia del pensamiento
humano, por el problema apologético que encierra, por estar su
asunto tan íntimamente relacionado con disciplina tan interesan-
te y hermosa como la Etica y por lo atrayente que resulta ver
los progresos que vienen alcanzándose en las investigaciones filo-
sóficas. A todos estos atractivos inherentes al tema, súmanse, la
manera serena y consciente con que el sabio arabista lo desarrolla,
su léxico natural y elegante, su plan racionalmente trazado que
sigue en todo el decurso de su tesis y ese resorte precioso, de una
diáfana forma de exposición, tan digno de elogio y de capital
importancia al tratar cuestiones filosóficas un tanto engorrosas.
Después de referirse al estado de la cuestión de los anteceden-
tes del parí, de citar la opinión de Bayle que consideró un pa-
382 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
saje del ““Adversus gentes”? de Arnobio como su precedente re-
moto, de referirse a la ““Theologie naturelle”” de Sabunde, a la
obra del jesuíta Sirmond y al tratado ““De 1l'inmortalité de
1'áme”” del apologista Silhon; expone el criterio de Blanchet que
considera que solo el texto de Sirmond eoincide no solo en su
fondo sino en su forma con el de Pascal, infiriendo que él fué su
inspirador; según esto la idea de Arnobio estuvo inerte desde el
siglo IV al XVII en que los franceses citados la utilizaron. Es
raro que durante trece siglos no fuese tocada por los apologistas
eristianos, si bien es verdad que, como dice Asin Palacios, no
abundaron por los siglos medioevales muchos incrédulos que ne-
cesitasen de su fuerza. :
Hace mención de la apologética musulmana contra los incré-
dulos, que al surgir las sectas de cariz rebelde, de tendencias al
libre examen, de matiz racionalista, hubo de intentar que rena-
eieran, en aquellos pensadores independientes, las creencias y la
sumisión perdidas y al persuadirse de que ello no era tan fácil,
el profundo y notabilísimo filósofo Algazel recurrió al último ex-
tremo a que podía apelar para llevar al ánimo de los inerédulos
que debían practicar la virtud y proceder como si en verdad
ereyesen en una vida posterior a la muerte, inspirándose en un
escepticismo místico que tiene palpables coincidencias con el que
informará siglos después al jansenista de Port-Royal.
El profesor Asin Palacios estudia la análoga actitud de Al-
gazel y Pascal ante el problema de la fé, la desconfianza de Pas-
cal respecto de los sentidos y de la razón es la misma que torturó
el espíritu del pensador árabe; el escepticismo de ambos tiene
allí su origen y las ideas son tan similares que llegan a coineidir
hasta en la expresión de ellas. La influencia de Pirron y sus se-
cuaces de Alejandría nótase en ambos y la resolución de las du-
das que como secuela de su escepticismo padecen, tratan de en-
contrarla en lo divino, en el aislamiento de lo humano, en des-
prenderse de lugubraciones racionales y dedicarse a la virtud y
a la piedad, al arrobamiento místico, que Dios agradecerá ha-
ciendo prender en el corazón del hombre la llama de la fé.
Apunta la idea de que los textos de Algazel son precedentes
del parí y el lazo de unión entre el precedente remoto que se ha
considerado y sus manifestaciones por los apologistas del siglo
XVIL Justifica el origen evangélico del parí y lo corrobora con
Notas Bibliográficas. 383
citas diversas del Nuevo Testamento, que presentan el simil de
la ganancia y de la pérdida.
Después de hacer notar el influjo del ideal ascético en el islam
que culmina con los hamifes, refiérese a las primeras muestras
del parí en la apologética musulmana, señala el “Camino de Elo-
cuenciz”” del Xerif Alcortada y al famoso poeta incrédulo Abul-ala
que impresionado por la fuerza del argumento lo desenvuelve
en sus versos; entra a estudiar el desarrollo de “la apuesta””
en las obras de Algazel, cita pasajes del ““Ihia””, del ““Mizan
alamal'””, del ““Kitab-Arbain””, estudia el fondo y la dialéctica
de ellos, los atisba, los traduce, los explica, como atisba, traduce
y explica los textos cristianos que usan ese argumento; enumera
las analogías y diferencias del parí de Alseazel con el de Pascal
y sus precursores cristianos. Aconseja Pascal al inerédulo que
una vez que desee creer no intente adquirir y asegurar la creen-
cia con razonamientos teológicos ni análisis de dogmas (abétisse-
ment, dice el filósofo), para él la mente del hombre es incapaz
de comprender ciertos problemas, sino que se aplique a obrar co-
mo sl creyera, para él el medio de alcanzar la fé es anestesiar la
razón; este eriterio lo compara Asin Palacios con lo expuesto
por Algazel, este se limita a convencer al incrédulo libertino de
que debe ser moral porque ello siempre le reportará un bien, si
hay vida futura, porque en ella tendrá premio seguro, si no la
hay, porque gozará más de la presente y será más considerado,
además de que como el problema de la vida futura no es eviden-
temente demostrable, así no se expone al castigo de sus faltas sl
la hay. Hace curiosas observaciones el notable arabista respecto
de la psicología religiosa y reduce a un esquema las ideas de
Algazel y de Pascal, respecto al modo de adquirir la fé y termina
el trabajo con un diáfano resumen de analogías, e hipótesis para
explicarlas y discurrre acerca de como han podido eoineidir, dos
teólogos separados por cinco siglos, en un mismo argumento,
que emplearon, el uno en favor del islam y el otro abogando por
la fé cristiana.
El resorte del parí en nuestra opinión descansa en que excita
en el hombre ese sentimiento sobre el cual fundaba Hobbes su
filosofía, que si bien no es el único imperante en el corazón hu-
mano como pretendía el utilitario inglés, es uno de los que más
alto le habla y de los que más escucha; el razonamiento que en-
384 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
carna el parí conduce a tomar una posición egoísta, pero lógica
y de apreciable valor ético frente al insondable problema que
abisma y obsesiona al pensamiento humano sin que jamás llegue
a comprenderlo: el misterio de la muerte.
El interesante trabajo que vertiginosamente hemos analizado
nos revela que el presbítero D. Miguel Asin Palacios, prestigio
de la Universidad Central, no solo es el notable arabista, el di-
sertísimo literato y el valioso investigador que conocíamos, sino
un excelente historiador de la filosofía.
Dr. Aurelio A. Boza Masvidal,
Ayudante del Jjaboratorio *““Dihigo”” de la
Universidad.
CANJE
Estudios Franciscanos, Barcelona; Atlacatl, San Salvador; Industria e
Invenciones; La epopeya y los romances españoles examen de una antigua
teoría, de la Revista de Filología Española, Madrid; Revista de Filología
Española, Madrid; Ilustración del Clero, Madrid; Razón y Fé, Madrid;
Bulletin of the New York Public Library, New York; L*Opinion, Paris;
Revue Hispanique, New York; Letras Gilineras, Giiines; Boletín Oficial de
la Secretaría de Estado, Habana; Revista Bimestre Cubana, Habana; El
Guatemalteco, Guatemala; Boletín del Ejército, Habana; Cuba Pedagógica,
Habana; Bodenreforn, Berlín; Journal of Entomology and Zoology, Califor-
nia; The Ohio Journal of Science, Ohio; Anales del Instituto de Ingenieros
de Chile, Santiago; Revista de Ciencias, Lima; Memoria del Liceo de Matan-
zas, Matanzas; Revue d*Ethmographie et dés Traditions Populaires, Paris;
Boletín de la Provincia Eclesiástica de la República de Cuba, Habana; La
Revista Agrícola, San Jacinto; Informaciones y Memorias de la Sociedad de
ingenieros del Perú, Lima; Koyos, San Salvador; Crónica Médico-Quirúr-
gica de la Habana, Habana; Repertorio Americano, San José de Costa Rica;
Boletín del Ministerio de Relaciones Exteriores, San Salvador; Boletín del
Centro de Estudios Americanistas de Sevilla, Sevilla; Fórjate!, por Juan R.
Uriarte, Bruselas; Boletín Municipal, Méjico; Sanidad y Beneficencia, Bo-
letín Oficial de la Secretaría, Habana; El Maestro, Méjico; Revista de la
Sociedad Cubana de Ingenieros, Habana; Revista Da Universidade De Coim-
bra, Coimbra; Arquitectura, Montevideo; Revista de Ciencias Médicas de la
Escuela Médico Militar, Méjico; Nosotros, Buenos Aires; Revista de la Aso-
ciación Politécnica del Uruguay, Montevideo; Anales de Instrucción Prima-
ria, Montevideo; La Ingeniería, Buenos Aires; Ligue Francaise, Paris; Bo-
letín de la Biblioteca Nacional, San José de Costa Rica; The Theosophical
Path, California; La Ciencia Tomista, Madrid; El Eco de Florida, Florida;
Bevista do Instituto Histórico e Geographico do Río Grande do Sul; Revista
de la Universidad, Tecucigalpa; Catálogo de las obras existentes en la Bi-
blioteca, Buenos Aires; The Johns Hopkins University Circular, Baltimore;
La pressione d'urto e quella dei gas secondo il metodo sperimentale, Ing.
Gaetano Svaldi, Milano; Informaciones y Memorias de la Sociedad de Inge-
nieros del Perú, Lima; Bulletin des Publications nouvelles, Librairie Gau-
thier Villars, Paris; Atti E. Memorie della R. Accademia Virgiliana di Man-
tova, Mantova; Memorias de la Real Academia de Ciencias, Madrid; Revista
de la Real Academia de Ciencias, Madrid; Anuario de la Real Academia de
Ciencias, Madrid; Anales de Instrucción Primaria, Montevideo; The Dublin
University Calendar, Dublin; Boletín Decenal Epidemiológico Sanitario, Ha-
bana; University of California Chronicle, California; Boletín Histórico de
386 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias.
Puerto Kico, San Juan; Boletín del Ministerio de Fomento; Germinal, Cár-
denas; Nosotros, Buenos Aires; Revista de Educación Primaria, Santiago de
Chile; Sucinta Evolución de los Trabajos que se han realizado en la Acade-
mia Artística Renovación, San Salvador; Liga de Sociedades de la Cruz Ro-
ja, Boletín, Ginebra; Repertorio Americano, San José de Costa Rica; Abo-
nos, por Rafael Vila Mayo, San Juan; Cultivo del Banano en Puerto Rico,
por P. González Ríos, San Juan; Plant Inspection and Quarantine Report,
by L, A. Catoni, San Juan; Citrus and Pineapple Fruit Rots, by J. Matz, San
Juan; Plant Inspection and Quarantine Report, San Juan; Lombrices del
cerdo, por J. Bagué, San Juan; La Pepita del cerdo, por J. Bagué, San Juan;
La Bronquitis Verminosa o Tos del Becerro, por J. Bagué, San Juan; La Mos-
ca del Ganado, por E. G. Smyth, San Juan; Lamparones, por J. Bagué, San
Juan; The Journal of The Department of Agriculture of Porto Rico;
Revista de la Universidad Nacional de Córdoba, República Argentina;
The Hatchet Planimeter, by John Satterly; Studies in Industrial Psycho-
logy, by E. A. Bott; La Ciencia Tomista, Madrid; Revista de Educa-
ción, Santo Domingo; Legislación Escolar Vigente, Montevideo; Memorias
y Revista de la Sociedad Científica “*“Antonio Alzate'”, Méjico; Revista de
Electricidad, Energía Eléctrica, Madrid; Revista de Matemáticas y Físicas
Elementales, Buenos Aires; Anales del Museo Nacional de Historia Natural
de Buenos Aires, Buenos Aires; Revista de Medicina y Cirugía de la Haba-
na; Carta Biológica del Estado de Sonora; Sanidad Militar, Habana; Uni-
versity of California Record, California; Lucretius and Cicero's verse, by
William A. Merrill; Revue d'Ethnographie et des Traditions Populaires,
Paris; Manumisión, Madrid; La teoría eterea della luce, del calore, del”
elettricita secondo il metodo sperimentale, Milano; Carnegie Endowment for
International Peace, Washington; Discurso presidencial pronunciado en la
décimaquinta conferencia anual de la Sociedad Americana de Derecho Inter-
nacional, Washington; El tratado de paz con Alemania ante el Senado de los
Estados Unidos, por George Finch, Washington; Comisión encargada del es-
tudio de la responsabilidad de los autores de la guerra e imposición de pe-
nas, Informe presentado a la Conferencia Preliminar de la Paz, Washington;
Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, Madrid; Notes on the Silvae of
Statius Book V, by William A. Merrill, California.
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Entomología (1 curso) E o A EN SE J > AGRA
Antropología general. (1: curso) o A A ed
Antropología Jurídica (1 curso, para los alumnos h wo Dr. Arístides Mestre.
de alar PAE E altera pa latndS Als POIS da) fe es,
y o O Ae O ANA
Anatomía comparada SAA SO NS y ! LN,
= Paleontología animal ..i..i0clo...o. ARS OS O O Rodríguez. bs de
E, Los profesores auxiliares de esta Escuela son: Dr. Víctor J. Rodríguez, Ao AN Biología, Zoolo-
- gía, etc. y Conservador del Museo Antropológico y '*de Zoología; Dr. Pablo Miquel (Jefe del Gabinete
de Astronomía); Dr. Nicasio Silverio (Jefe del Gabinete de Física); Dr. Gerardo Fernández Abreu (Je-
fe del Laboratorio de Química; Dr. Francisco Muñoz (auxiliar interino para Química) y Dr. Jorge'
Horstmann (Director del Jardín Botánico). , Estos diversos servicios tienen sus respectivos ayudantes.
El '*Museo Antropológico Montané'” y. el Laboratorio de Antropología, tienen por Director al Profesor
titular dela asignatura; m7 mismo quo los Museos y Laboratorios de Mineralogía y Geología, -
3. ESCUELA DE PEDAGOGIA.
Psicología Pedagógica (1 eurso) AS IA AN
Historia de la Pedagogía. (1 curso) ...... NTRA y Profesor Dr. Al£r edo M. Aguayo.
Higiene Escolar (1 curso)... J '
Metodología Pedagógica (2 entsos) ........ Bay » Dr. Luciano R, Mabictel de
"Dibujos Hns al USO) PS EA Ata ] : E
Dibujo mautral di CursoJ: a UDS o leicstle da A y O mos A:
'Agrupada la carrera de Pedagogía en tres cursos, comprende también asignaturas que se estudian en
“otras Escuelas de la misma Facultad. El Director 'del: Museo Pedagógico es el Profesor titular de Me-
todolozía. El Profesor Auxiliar 'es el Dr. Rafael Fernández.
4. ESCUELA DE INGENIEROS, ELECTRICISTAS Y ARQUITECTOS.
S ze Ú
“Dibujo: Ttopográfico estructural y arquitectónico ]
CATA) e A ER O i Profesor Sr. Eugenio Rayneri.
Estereotomía (1. curso) .....0.... RA, AE) J : y ;
Geodesia y Topografía (1:eurso) ....2i..2..... E ,
Dorian 4 Curso) $ PES 2 O EEE | qu Dr. Alejandro Ruiz Cadalso. .
Materiales de Construeción (1 curso) 2... O ]
' a all de, Materiales, Estática Gráfica | , Sr. Aurelio Sandoval,
Construcciones Civiles y Sanitarias (1 curso) Cep
Haidromocanica (E CULO) o e A a AS das |
Maquinaria (1 curso) SE E O | q02 Sr. Eduardo Giberga.
Ingeniería de caminos. (3; cursos: puentes ferto--) |
carriles; ealles y “CArreteras) ¿ise ; Ss J ds sd rernáudoz de Castro.
Enseñanza especial de la Electricidad (3 eursos) y Sr. Ovidio Giberga:
Arquitectura e Hiviene de los Edificios (1 eurso).> po
Historia de la Arquitectura (1 eurso) ......... | x
Contratos, Presupuestos y Legislación especial a ' de DE. PUATES: CAStelTa,
la Ingeniería y Arquitectura (1 curso) ]
y
Esta Escuele tomprende las carreras de Ingeniero Civil Ingeniero Electricista y Arquitecto y son sus
profesores Auxiliares: Sr; Luis Falcón (Jefe del Laboratorio y Taller Mecánicos); Sr. Plácido Jordán
; (Jefe del Laboratorio y Taller Eléctricos); Dr. José R. Martínez, Dr. José R. García Font y Dr: Juan
Lagomasino (interino) con sus correspondientes ayudantes. En dicha Escuela se estudia la carrera
de Maestro de Obras exigiéndose asignaturas que corresponden 4 otras Escuelas.
5. ESCUELA DE INGENIEROS AGRONOMOS Y AZUCAREROS.
Física y Química Agrícola (1 eurso) -...... A
Fabritación de azúcar € ¡industrias derivadas + Profesor Dr. Francisco Henares.
(HECUBDOS ) 0% a FA pad tea bes Re ds J
Agrológía. (1: curso) “......«... SN A ]
Fitoteenia (1.curso) ¿........... Jer A a J> Sr, José, Cadenas.
Zootecnia (1 Curso)... AI a J :
Economía Rural (1 curso) ERA O. EROS APRA .
Administración rural y formación : de proyectos y uN Sr, José Comallonga!
EETEDESO NES ES in NASA OO A
Legislación rural (1 Curso) ....o..oomo.... A ; | Ñ
Industrias rurales: (Y, QUESO) 2 pia. e nta PE] |
Maquinaria agrícola. (1 CuUTSO) ......oo.ooommo.. É a Dr. Buenaventura Rueda.
Construcciones rurales (1 curso) 0... e... )
Microbiología agrícola (1 curso) .........0.... )
Patología vegetal CLACUOASO o ta ta Ad a a A DN J0res Navarro:
Son profesores auxiliares los Sres. Heriberto Monteagudo (Conservador de los Museos), Pólix Mal-
berty (interino).
Para los grados de Ingeniero agrónomo y azucarero, de Perito agrónomo y de Perito químico y azu-
carero se exigen. estudios que se cursan en otras Escuelas:
En la Secretaría de la Facultad, abierta al público todos los días hábiles de 1 a 3 de la tarde, se dau
informes respecto a los detalles de la organizaczión de sus diferentes Escuelas, distribución de los eur-
sos en las carreras que se estudian, títulos, duo disposiciones reglamentarias, incorporación de títu-
los extranjeros, ete. )
REO EN
: La Revista de la Facultad de Letras y Ciencias es trimestral. :
Se solicita de Jas publicaciones literarias o científicas que reciban la Revista, el canje co-
-:rrespondiente; y de los Centros de instrueción o Corporaciones a quienes se la remitamos, . E
el envío de los periódicos, catálogos, ete., Co publiquen: de ellos daremos cuenta en: nues- O
«tra sección bibliográfica. :
Para todo lo concerniente a la o bta (mirar canje, remisión de obras, ete.)
dirigirse al Director de la Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, Universidad de la ÍA :
Habaua, República de Cuba. E
Los autores son los únicos responsables de sus artículos; la Revista no se hace solidaria
de las ideas sustentadas en los mismos. $ z e
NOTICE
The Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, will be issued quarterly. '
- We. respectfully solicit the corresponding exchange, and ask the Centres of Instruction :
and Corporations receiving it, to kindly send periodicals, catalogues, etc., published by them, >
A detailed account of work thus received will be published in our bibliographical section.
> Address all communications whetheron business or otherwise, as also periodicals, printed
“matter, ete:, to the Director de la Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, Universidad
de la Habana, República de Cuba. j
AVIS
La Revista de la Facultad de Letras y Ciencias parait tous les trois mois. On demande
l'échange des publications littéraires et scientifiques: il en sera fait un compte rendu dans
notre partie bibliographique,
Pour tout ee qui concerne la Revue au point de vue de 1*administration, échanges, envoi
d'ouvrages, etc., on est prié de s*adresserau Direetor de la Revista de la Facultad de Le-
tras y Ciencias, Universidad de la Habana, República de Cuba.
Les auteurs sont seul responsables de leurs A et la Bevue n'est eugasós par 1”opi-
nion personelle d'aucun d*eux.
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